Bioética y nuevas biotecnologias en salud humana

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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: http://www.researchgate.net/publication/267323672 Bioética y nuevas biotecnologias en salud humana BOOK · JANUARY 2009 DOWNLOADS 85 VIEWS 23 1 AUTHOR: Inigo DE MIGUEL BERIAIN Universidad del País Vasco / Euskal Herriko… 28 PUBLICATIONS 1 CITATION SEE PROFILE Available from: Inigo DE MIGUEL BERIAIN Retrieved on: 08 August 2015

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1

BIOÉTICA

Y

NUEVAS

BIOTECNOLOGÍAS

EN

SALUD HUMANA

2

INDICE

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………….. pág. 4

CAPÍTULO I: NUEVAS TECNOLOGÍAS EN

LA REPRODUCCIÓN HUMANA. LA CLONACIÓN………………………...…pág. 6

1.- Introducción……………………………………………………………….…….pág. 6

2.- La clonación. Definición e introducción científica……………………………pág. 8

3.- Clonación: ¿una práctica poco ética?.................................................................pág. 10

4.- La clonación: una recapitulación final……………………………….….…….pág. 20

CAPÍTULO II: LA CUESTIÓN

DE LAS CÉLULAS TRONCALES……………………………………………..pág. 22

1.- Introducción…………………………………………………………………pág. 22

2.- Libertad de investigación y células troncales………………………………….pág. 23

3.- Lo que la transferencia nuclear ha aportado al debate bioético:

temblores sísmicos sobre el concepto de embrión………………………………...pág. 26

4.- Transferencia nuclear e híbridos citoplasmáticos:

¿la solución a todos nuestros problemas?................................................................pág. 33

5.- A modo de conclusión………………………………………………………....pág. 39

CAPÍTULO III: QUIMERAS E HÍBRIDOS…………………………………….pág. 41

1.- Introducción. ......................................................................................................pág. 41

2.- Pero, ¿qué son las quimeras e híbridos? ..........................................................pág. 45

3.- Quimeras e híbridos, una discusión bioética…….........................................pág. 46

4.- Observaciones finales.........................................................................................pág. 56

3

CAPÍTULO IV: DIAGNÓSTICO PREIMPLANTATORIO

Y SELECCIÓN DE EMBRIONES................................................................pág. 58

1.- Introducción.............................................................................................pág. 58

2.- El diagnóstico genético preimplantatorio:

Un análisis técnico ...........................................................................................pág. 60

3.- El diagnóstico genético preimplantatorio:

Problemas éticos implicados. .......................................................................pág. 62

4.- La selección de embriones con fines terapéuticos. .........................................pág. 69

5.- Una recapitulación final………………………..…………………………….pág. 75

CAPÍTULO V: INGENIERÍA GENÉTICA

Y BIOLOGÍA SINTÉTICA. ..................................................................................pág. 75

1.- Introducción. .........................................................................................pág. 75

2.- Ingeniería genética. .........................................................................................pág. 76

3.- Terapias génicas: ¿sueño o pesadilla? .............................................................pág. 77

4.- Terapias génicas sobre la línea somática

y sobre la línea germinal. ........................................................................................pág. 79

5.- Biología sintética: una introducción…………………………………………pág. 83

6.- Biología sintética: una descripción………………………………………….pág. 85

7.- Biología sintética y ética: una discusión emergente……………………….pág. 88

8.- Biología sintética: una reflexión final. .............................................................pág. 92

PUNTO Y ¿FINAL? .........................................................................................pág. 94

BIBLIOGRAFÍA.........................................................................................pág. 95

4

INTRODUCCIÓN

La palabra biotecnología proviene de la unión de los vocablos griegos ―bios‖,

que significa ―vida‖, tekne (τεχνη, "arte, técnica u oficio") y logos (λογος, "conjunto de

saberes"). De acuerdo con el artículo 2 del Convenio sobre Diversidad Biológica de

1992, podría describirse como "toda aplicación tecnológica que utilice sistemas

biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de

productos o procesos para usos específicos". Lo que esta definición, sin embargo, no

dice es que la biotecnología es uno de los desarrollos del saber que han generado

mayores beneficios para la humanidad en los últimos cincuenta años. La fecundación in

vitro, los productos transgénicos o el diagnóstico genético son sólo algunas de las

pruebas de sus logros. Ello, no obstante, no significa que no encierre en su seno un

temible lado oscuro. La posibilidad de crear enfermedades artificialmente, la alteración

del medio ambiente a través de la creación de nuevas formas de vida genéticamente

modificadas, o la generación de híbridos humano-animales aquejados de graves taras

son sólo algunos de los peligros todavía sólo presentes en nuestra imaginación, pero que

en un futuro podrían materializarse.

La plena consciencia de que no hay motivos por los que presumir que sólo

gozaremos de los beneficios que estas tecnologías prometen sin sufrir, en cambio, las

consecuencias negativas que encierran, justifica sobradamente el interés creciente por

reflexionar acerca de la licitud moral de cada uno de sus desarrollos. Y ahí, justo ahí, es

donde interviene la Bioética. Nacida como una evolución de la antigua ética médica, a

la que, no obstante, supera ampliamente, la Bioética tiene como misión fundamental

estudiar las implicaciones éticas de las diferentes ciencias de la vida, lo que no es

sencillo. Entre otros motivos, porque la Bioética, se halla condicionada por los distintos

paradigmas ontológicos que ahora mismo existen. Esta circunstancia hará que en

ocasiones nos hallemos ante callejones sin salida, en los que no tendremos otro remedio

5

que volver sobre nuestros pasos. En otras, en cambio, la mera existencia de esta clase de

limitaciones será la mejor prueba de que algunos de los modelos éticos que hemos

manejado en el pasado no resultan ya útiles. De hecho, nuestro objetivo en el presente

trabajo consistirá en aplicar una mirada sobre las nuevas biotecnologías desde el punto

de vista de la ética, pero, también en estudiar cuáles de los cimientos de nuestra ética

tradicional se han visto resquebrajados por el panorama que éstas han contribuido a

trazar. Se tratará, por consiguiente, de una indagación de doble vía, que intentará aplicar

un juicio ético sobre la ciencia, pero también aprovechar las enseñanzas de la ciencia

para mejorar nuestras estructuras éticas.

Nótese, no obstante, que no toda aplicación de la biotecnología será ahora

objeto de estudio. Por el contrario, limitaremos nuestra atención a aquellas que afectan

directamente a la salud humana y que, además, resultan novedosas. Siguiendo este

criterio, incluiremos en nuestro análisis los dilemas morales que rodean al diagnóstico

genético preimplantatorio, a la clonación de seres humanos o a la obtención de células

troncales a través de la destrucción de embriones o mediante la transferencia nuclear.

Será también objeto de nuestro estudio la constitución de quimeras humano-animales o

las nuevas formas de creación de vida artificial, esto es, la llamada biología sintética,

herramientas que tendrán múltiples aplicaciones en la salud humana, así como todo lo

que se atañe a la selección de embriones con fines terapéuticos.

Evidentemente, habrá quien discrepe de la oportunidad de algunos de los temas

elegidos, ya sea por su novedad o por su mayor o menor relación con el concepto de

biotecnología. A buen seguro, otras personas echarán en falta la inclusión de un

comentario a cuestiones diferentes a las incluidas. Frente a todo ello, poco podremos

decir, salvo que una obra de las características de ésta implica necesariamente adoptar

decisiones complejas, casi tan complejas como las materias sobre las que versa. Y entre

ellas se cuenta, sin duda, la de tener que acotar de una forma u otra su objeto de estudio.

Esperemos, con todo, haber sido capaces de elegir cuestiones ajustadas a la discusión

bioética y de aportar, en ellas, alguna aportación sustancial, de modo que sea posible

cumplir con el objetivo último de esta obra: contribuir a superar algunos de los dilemas

que ahora mismo tiene planteados la Bioética.

6

CAPÍTULO I: NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LA REPRODUCCIÓN HUMANA.

LA CLONACIÓN

1.- Introducción.

En febrero de 1997 la revista Nature dio a conocer al mundo uno de los

acontecimientos más turbadores de cuantos han tenido lugar en los últimos cincuenta

años: el nacimiento de la oveja Dolly1. Por primera vez en la historia, un grupo de

investigadores había sido capaz de clonar un mamífero adulto, desafiando así el dogma,

enunciado por August Weissman2, de que el proceso de diferenciación al que se ven

constantemente sometidas priva a las células de su capacidad de reproducir la

información contenida en el cigoto que, en última instancia, le dio origen. Desde ese

momento, nada volvería a ser igual. Los términos del debate habían cambiado

sustancialmente y ya no cabía dar marcha atrás. Si hasta entonces la idea de clonar seres

humanos adultos no pasaba de ser una mera hipótesis teórica que no suscitaba mayores

discusiones, de repente nos hallábamos ante la aterradora constancia de que cualquier

científico podría intentar reproducir en nuestra especie el procedimiento que había dado

lugar a la oveja clónica.

El primer capítulo de este trabajo irá destinado a analizar la clonación humana

desde el punto de vista de la Bioética. Se trata de una de las aplicaciones de la

biotecnología que ha generado mayor polémica, siendo muchos los que consideran que

1 La referencia de este histórico texto es: WILMUT, I., E. SCHNIEKE, et als., ―Viable offspring derived

from fetal and adult mammalian cells‖, Nature, nº 385, 1997, pp. 810–813.

2 WILMUT, I., K. CAMPBELL y C. TUDGE, La Segunda Creación, Barcelona: ediciones B, 2000, pp.

22, 92, 93 y 101.

7

ni siquiera debería considerarse como una técnica terapéutica, porque, al igual que

sucede con la fecundación in vitro, no soluciona ninguna patología3. Nuestra postura, en

cambio, será un tanto diferente. Concederemos, de un lado, que hay algunos casos en

los que, efectivamente, cabe descartar todo uso terapéutico de estas técnicas. Son

aquellos en los que algún inconsciente trata de clonarse para vivir eternamente, o para

tener un hijo más parecido a él o por cualquier otro motivo no relacionado con la

esterilidad. En dichas circunstancias, no existe finalidad terapéutica alguna, por lo que

evitaremos realizar comentarios al respecto, por mucho que ansiemos hablar de lo

absurdo y egoístamente inmoral de un propósito de este tipo. Sin embargo, hay otras

situaciones en las que una pareja ni es fértil ni responde a los tratamientos de

reproducción asistida. Es en tales casos en los que el carácter terapéutico de la técnica

de la transferencia de núcleos celulares resulta difícilmente descartable, si tenemos

presente que la esterilidad es una patología4. Enmarcado en estas coordenadas, el

recurso a la clonación ha de calificarse, como terapéutico, porque no sólo permite a los

implicados superar su incapacidad física de procrear, sino también los problemas

psicológicos asociados a la misma5. El que tales circunstancias sólo concurran escasas

ocasiones no desdice su carácter patológico, ni la naturaleza terapéutica de toda

tecnología que contribuya sus efectos. En consecuencia, la clonación de seres humanos

será objeto de atención en el presente texto.

3 Aplicando un símil sencillo, se podría decir que fabricar una silla mecánica no supone curar la

minusvalía de nadie, aunque facilite considerablemente el movimiento de la persona enferma

(SANTAMARÍA, L. V., ―Aspectos bioéticos de las técnicas de reproducción asistida‖, Cuadernos de

Bioética, nº 41, 2000, p. 38).

4 Hay, no obstante, quienes todavía niegan el carácter patológico de la infertilidad. Véase: KASS, L.,

―Babies by means of in vitro fertilization: unethical experiments on the unborn?‖, New England Journal

of Medicine, nº 285, 1971, pp. 1174-1179.

5 No debe olvidarse, en lo que a ello se refiere, que la mera existencia de medios de superar la

incapacidad de tener descendencia tiene un efecto terapéutico, no ya sólo porque permite a las parejas

infértiles procrear, sino, sobre todo, porque les permite pensar que pueden llegar a hacerlo. De esta forma,

la posibilidad de acudir a cualquier técnica de reproducción asistida siempre tendrá un carácter

terapéutico en cuanto que elimina el trastorno mental que la imposibilidad de ser padres provoca en las

parejas estériles.

8

2.- La clonación. Definición e introducción científica.

2.1.- Clonación. Una definición.

El término ―clon‖ es de origen griego6. Podría traducirse como retoño o

esqueje7. Partiendo de esta idea básica inicial, en los últimos años han sido muchos los

autores, textos normativos, declaraciones internacionales, etc., que han tratado de

definir en qué consiste. Dado que no es nuestra obsesión ser excesivamente puntillosos

en este punto, nos limitaremos a decir que no es difícil unificar todas las

caracterizaciones existentes en una sola: clonar es crear un ser genéticamente idéntico a

otro que ya existe gracias a técnicas de reproducción no sexuada. La clonación es, a su

vez, el resultado de la acción de clonar, mientras que un ser clónico o clon sería el que

surge como consecuencia de la clonación y ser clonado aquel a cuya imagen y

semejanza se ha creado el clónico8.

2.2.- La clonación: una descripción científica.

Clonar, como acabamos de decir, consiste en crear un ser genéticamente

idéntico a otro que ya existe. Es por consiguiente, una acción que, para llevarse a

término, necesita de un procedimiento que la haga posible. Y, lo cierto, es que, a pesar

de que a menudo nos concentremos en la técnica desarrollada por el equipo de Ian

Willmut como si fuera la única capaz de obtener este resultado, lo cierto es que existen,

al menos, dos vías diferentes de clonar seres vivos, la partición de embriones y la

transferencia de núcleos celulares somáticos.

6 Véase, por ejemplo: ROMEO MALANDA, S., Intervenciones genéticas sobre el ser humano y Derecho

Penal, Bilbao-Granda: Cátedra Interuniversitaria Fundación BBVA-Diputación Foral de Bizkaia de

Derecho y Genoma Humano-Comares, 2006, p. 20.

7 Sobre los diferentes significados de la palabra clon, consúltese: SUSANNE, CH., ―Human Cloning: the

biological and ethical principle‖, Global Bioethics, vol. 14, nº 2–3, 2001, pp. 5–9.

8 ROMEO MALANDA, S., Intervenciones genéticas sobre el ser humano y Derecho Penal, cit., p. 20.

9

La primera de las técnicas a las que acabamos de referirnos es la que

habitualmente se conoce como partición de embriones o, en su denominación inglesa,

splitting embryos, que consiste en la separación de las células que conforman un

embrión durante sus primeros días de vida, es decir, la etapa que abarca desde la

fecundación hasta la constitución de la mórula o el blastocisto temprano. Se trata de una

práctica que reproduce los mecanismos con los que la naturaleza genera los gemelos

monocigóticos9. De ahí que a menudo reciba también el nombre de gemelación

artificial. Ahora bien, dado que sólo permite clonar embriones, y no seres humanos

adultos, lo que atenúa considerablemente sus posibilidades de originar grave polémica,

en el presente capítulo no nos referiremos a ella.

El segundo de los procedimientos capaces de clonar un ser humano es el que

habitualmente se denomina transferencia de núcleos celulares. La transferencia de

núcleos celulares parte de la extracción del núcleo de una célula somática adulta, para

después situarlo en un óvulo previamente enucleado. En condiciones normales, esta

manipulación no obtiene otro resultado que la muerte de la célula. Sin embargo, hoy en

día sabemos, gracias a los experimentos desarrollados para originar a Dolly, que, si

antes de llevar a cabo la extracción privamos a las células somáticas de todo suministro

energético, induciendo en ellas el estado que los científicos denominan gap cero (G0)10

,

se consigue que, una vez transferidas al núcleo de un óvulo y convenientemente

activadas11

, muestren una actividad muy superior a la normal, hasta el punto de acabar

9 RAMIRO, F. J., Técnicas de asistencia a la reproducción humana. Valoración ética, Bilbao: Grafite,

2000, p. 90 y 92; ROTHENBERG, K. H., ―Adult Sep Cloning and Embryo Splitting: an Overview‖, en

VV. AA., Cloning, Science and Society, Wisconsin: GEM, 1998, p. 31.

10 Que en términos metafóricos podría describirse como una situación de máxima deprivación que lleva a

los embriones a convertirse en seres ―famélicos‖.

11 Las formas de activar la célula resultante son varias. La más común es la que emplearon los miembros

del equipo creador de Dolly, quienes operaban depositando el núcleo en el espacio perivitelino del óvulo,

debajo de la zona pelúcida, procediéndose a la fusión con el oocito enucleado mediante una descarga

eléctrica (Véase, en este sentido: LÓPEZ MORATALLA, N., ―¿Clones Humanos‖, Cuadernos de

Bioética, 2004/3, p. 395). Un método alternativo es el desarrollado por los investigadores del Instituto de

Investigación en Biogénesis de la Universidad de Hawai, Ryuzo Yanagimachi y Tere Wakayama

(WAKANAYAMA, T., A. D. F. PERRY, et als., ―Full-term development of mice from enucleated

oocytes injected with cumulus cell nuclei‖, Nature, nº 394, 1998, pp. 369-374), que sustituye la pulsión

eléctrica por la microinyección, introduciendo el núcleo directamente en el citoplasma del oocito

enucleado, lo que permite aumentar drásticamente la tasa de éxitos de la técnica (CIBELLI, J. B., A. A.

10

comportándose como si fueran cigotos, con todo lo que ello implica12

. El fruto final de

la aplicación de la técnica de la transferencia de núcleos celulares puede llegar a ser, por

consiguiente, la obtención de un clon de un mamífero adulto, que compartirá con el

sujeto clonado su ADN nucleico, aunque no su ADN mitocondrial13

.

3.- Clonación: ¿una práctica poco ética?

3.1.- Introducción: las preguntas que suscita la clonación humana.

La idea de clonar un ser humano adulto ha suscitado un rechazo general en los

últimos años. La casi unanimidad de esa condena, con todo, no presupone su acierto. A

fin de cuentas, una opinión sostenida por la mayoría no tiene por qué ser necesariamente

la mejor, sobre todo si esa mayoría no posee la información adecuada o si,

sencillamente, no ha sido capaz de exponer argumentos lo suficientemente sólidos como

para sostener su oposición.

A lo largo de este apartado trataremos de demostrar que muchos de los motivos

que se han aducido para prohibir la clonación de seres humanos son sumamente

endebles cuando no, directamente, inconsistentes. Situación, todo sea dicho, que debería

preocuparnos, por cuanto el recurso a la clonación puede ser la única forma de tener

descendencia para aquellas personas que no tienen la posibilidad de acogerse a ningún

otro procedimiento. Restringir a este colectivo su acceso a las técnicas de clonación

KIESSLING et als, ―Somatic cell nuclear in humans: pronuclear and early embryonic development‖, The

Journal of Regenerative Medicine, 2001, nº 2, pp. 25–31).

12 Como veremos posteriormente, sería más realista decir que en ocasiones verdaderamente

excepcionales.

13 El ADN mitocondrial no se replica porque éste se encuentra en el citoplasma, y no en el núcleo. Las

mitocondrias contienen 37 genes de los que 13 sintetizan proteínas (PALMER, J. D., ―The Mitochondrion

that time forgot‖, Nature, nº 387, 1997, pp. 454 y 455). Esta salvedad, con no ser realmente esencial,

tiene su importancia, por cuanto los genes contenidos en la mitocondria poseen funciones muy

interesantes. Una más que correcta exposición acerca de la importancia del ADN mitocondrial puede

encontrarse en: TREVIJANO, M., ¿Qué es la Bioética?, cit., p. 204.

11

supone un atentado contra su derecho a la salud que sólo debería permitirse bajo

criterios realmente sólidos. Los riesgos que encierra el recurso a una tecnología todavía

insegura son, sin duda, un buen motivo para justificar la prohibición de la clonación.

Pero este motivo, por su propia naturaleza, no durará eternamente: conforme se disipe el

riesgo, perderá vigencia. ¿Hay alguna otra razón que pueda sustentar el veto? La

doctrina ha aducido algunas: la pérdida de vidas humanas que encerraría el desarrollo de

esta tecnología, los daños al ser humano así creado, las conmociones sociales que

llevaría asociada, etc. A estudiar la consistencia de cada una de ellas nos dedicaremos a

partir de este momento.

3.2.- La clonación: ¿una técnica asociada a una alta mortalidad?

Un argumento que se invoca frecuentemente para oponerse al desarrollo de las

técnicas de clonación y, en especial, a la utilización de la transferencia de núcleos

celulares para tal fin, es que ello supondría provocar la muerte de millares de embriones,

que tendríamos que sacrificar necesariamente para obtener un solo ser humano adulto14

.

El dato que respalda esta afirmación es que, a día de hoy, ha hecho falta recurrir a

cientos de transferencias nucleares para obtener unos pocos animales clónicos. A partir

de ahí, la pregunta es inevitable: ¿no sería inmoral hacer lo mismo con seres humanos?

Enunciada así, esta objeción parece intachable. ¿Cómo considerar legítimo el

desarrollo de una técnica si implica la condena a muerte de tantos seres humanos? Ello

supondría, de ser cierto, un grave atentado contra el principio kantiano, tan arraigado en

nuestro imaginario colectivo, de no utilizar a un ser humano únicamente como un medio

para los fines de otro. El problema estriba en que los términos reales en los que se ha de

enmarcar la discusión distan mucho de ser éstos. Frente a la sensación que se intenta

transmitir, la técnica de transferencia de núcleos celulares no necesita eliminar algunos

embriones para poder asegurar el desarrollo de los demás. Cada transferencia es un

suceso aislado y cada ente creado sigue su propia historia independiente. Entre el

14

Citaremos aquí, por ejemplo, al doctor RAEZ, (―La farsa y el peligro de la clonación de seres

humanos‖, en: http://www.corazones.org/moral/vida/clonacion_raez.htm. Última visita: 12 de agosto de

2008).

12

nacimiento de uno de ellos y la pérdida de los demás no existe ninguna relación de

causa-efecto. Cada ente generado se desarrolla más o menos en función de sus propias

características internas, siendo así que no es cierto que se utilicen algunos de ellos para

favorecer a otros, o que no se les permita seguir el curso vital que “deberían haber

seguido”. Sencillamente, viven el tiempo que su constitución genética les otorga. Decir,

por tanto, que emplear este procedimiento de reproducción es inmoral porque tiene altas

tasas de mortalidad prenatal es tan absurdo (o más) como decir que una pareja que tiene

graves problemas en concebir embriones viables y, por tanto, sufre continuos abortos,

hace mal en intentar reproducirse. Quien no entienda qué queremos decir, que nos

responda a una simple pregunta: ¿qué derecho humano de los embriones “sacrificados”

estaríamos vulnerando si procediéramos a llevar a cabo la técnica? ¿Su derecho a la

vida, cuando nadie se la arrebata? ¿Un inexistente derecho a tener una esperanza de vida

igual a la media? ¿Un derecho a no ser utilizados para beneficiar a otro ser humano,

cosa que nadie está pensando en hacer?

Hay, además, que tener en cuenta que, en caso de que nos tomáramos

realmente en serio un argumento como éste, probablemente tendríamos que afrontar

algunas consecuencias que, vaticinamos, no serán del agrado de quienes lo sostienen

con tanto fervor. Pensemos, en este sentido, que si analizamos detenidamente la

cuestión, notaremos que la creencia que sustenta la objeción es que los procedimientos a

los que se asocia una alta tasa de mortalidad embrionaria son moralmente censurables.

Tanto, que deberíamos evitar utilizarlos o, al menos, sustituirlos por otros que ofrezcan

mejores ratios de esperanza de vida. Ahora bien, hay que tener en cuenta, cuando

hablamos en estos términos, que la naturaleza y sus mecanismos permanecen casi

inmutables a lo largo de los tiempos. En cambio, las técnicas creadas por los seres

humanos mejoran inevitablemente con los ensayos, experimentos e investigaciones.

Llegará, por consiguiente un momento en que la reproducción asistida, en alguna de sus

modalidades, incluyendo, por supuesto, la transferencia nuclear, obtendrá menores tasas

de mortalidad prenatal que la reproducción natural. En ese instante, quienquiera que sea

coherente con el postulado ético de que debemos procrear de manera que se sacrifique

el menor número de embriones posible tendría que apelar a una abstención general de

utilizar la forma natural de reproducción humana en favor de las técnicas artificiales.

¿Hay alguien que se atreva a sostener esto seriamente?

13

A tenor de lo dicho cabe llegar ya a una primera conclusión: prohibir la

clonación sobre la base de la presunta pérdida de embriones que su desarrollo traerá

consigo es un dislate, que no se sostiene ante un análisis serio. De ahí, por consiguiente,

que creamos recomendable negar, sin más, la legitimidad de toda la objeción.

3.3.- Clonación y morbilidad: la posibilidad de una vida trágica.

Si algo nos han mostrado los primeros animales clónicos es que la aplicación

de la transferencia nuclear para clonar mamíferos provoca serias secuelas en las

criaturas así engendradas. El envejecimiento prematuro es un síntoma que parecen

hallarse presente en muchos de los ejemplares obtenidos hasta ahora, que tal vez se debe

a los problemas que esta técnica causa en los telómeros de las células originarias15

. Caso

de emplearse en nuestra especie, podría dar lugar al nacimiento de seres humanos

aquejados de graves taras16

. De ahí que, por el momento, sea mejor vetar su uso en la

especie humana.

Este segundo motivo de oposición a la clonación de seres humanos es mucho

más sólido que el primero, aunque sólo sea porque afecta a seres humanos reales y no a

células aisladas de dudoso estatuto ontológico17

. El problema, aquí, estriba en

determinar qué derecho humano es el que se ve afectado por el uso de estas técnicas,

porque éste no puede ser, mal que muchos se empeñen en ello, el derecho a la salud de

los clones. La razón de esta drástica afirmación radica en un hecho muy sencillo: la

15

TREVIJANO, M., ¿Qué es la Bioética?, cit., p. 206.

16 ROMEO CASABONA, C. M., ―Bienes jurídicos implicados en la clonación‖, Revista de Derecho,

Criminología y Ciencias Penales, nº 2, 2000, p. 147; TREVIJANO, M, ¿Qué es la Bioética?, Salamanca:

Sígueme, 1998, p. 231; Véase también, a este respecto: Recomendaciones de la NATIONAL

BIOETHICS ADVISORY COMISSION, especialmente la I; NBAC, ―Perspectivas religiosas‖, en

NUSSBAUM, M. C. y C. R. SUNSTEIN (Eds.), Clones y clones. Hechos y fantasías sobre la clonación

humana, cit., p. 168; COMISIÓN ASESORA NACIONAL DE BIOÉTICA (NBAC), Clonación de seres

humanos, junio de 1997, capítulo 6.

17 En este caso se actúa, evidentemente, sobre un embrión, pero los resultados de esa actuación se

demuestran en la persona a la que dará lugar. En el anterior, en cambio, la propia muerte de la embrión

hacía que nunca llegaran a tenerse en cuenta los intereses de la persona a la que daría lugar, sencillamente

porque ésta no existiría jamás.

14

transferencia de núcleos celulares, como técnica, es incapaz, por sí misma de afectar a

las características del ser al que da lugar. La transferencia creará o no un embrión, pero

lo que jamás hará será decidir cómo será el clon que origina. Tanto es así que, aunque

un científico intentara crear un ser humano sordo a través de una manipulación de los

gametos o del embrión al que éstos dieran lugar, le resultaría imposible hacerlo18

. Pero

si es imposible causar un daño, resulta complicado pensar en un derecho vulnerado, a no

ser que el daño sea, precisamente, existir en según qué condiciones, en cuyo caso

hablaríamos de la quiebra de un derecho a no existir con este defecto19

.

Lo que acabamos de escribir resulta, sin duda, complicado de asimilar, así que

conviene detenernos a analizarlo. Vayamos por partes. Hemos dicho que un científico

que decide crear un clon no tiene capacidad alguna de afectar a su salud. No puede,

sencillamente, decidir cómo será ese clon. En principio, por tanto, el clon nunca podría

acusar a su creador de haber atentado contra su integridad física, su autonomía, o

cualquier otro de los derechos que surgen a partir del dato primigenio de la propia

existencia. En cambio, lo que cabría censurarle sería el hecho mismo de haberlo traído

al mundo sin asegurarse de que su existencia fuera mínimamente soportable, caso de

que, como consecuencia de su extraño origen, el ser humano en cuestión sufriera de tal

modo que prefiriese no haber nacido20

.

Este escenario, aun resultando extravagante a primera vista, no choca con

nuestras creencias generales. Antes bien, las ideas de que hay ocasiones en que es mejor

no vivir que continuar viviendo o que a veces es preferible que según qué fetos no

18

De hecho, la única forma de crear un ser humano con un defecto genético deliberadamente sería

someter a los embriones generados por una pareja capaz de transmitirlo a un diagnóstico

preimplantatorio, para poder así averiguar si alguno de ellos lo portaba, y después trasplantar al útero sólo

este. El caso arquetípico en este sentido es el de la pareja de lesbianas sordas solicitó que su hijo fuera

también sordo, gracias a la elección del semen de un hombre aquejado de este defecto y la posterior

selección de los embriones generados (Véase: http://www.abc.es/hemeroteca/historico-14-04-

2002/abc/Sociedad/una-pareja-de-lesbianas-sordas-dispara-el-debate-de-los-bebes-de-

dise%C3%B1o_91916.html. Última visita: 14 agosto de 2008).

19 La cuestión es sumamente compleja, por supuesto. Véase al respecto, las palabras de la profesora

PUIGPELAT en: FUNDACIÓN GRIFOLS I LUCAS, Medicina Predictiva y Discriminación, p. 108, en:

www. fundaciongrifols. org/docs/pub%420esp. pdf. Última visita: 12 marzo de 2008). 20

Véase: ALKORTA, I., ―Nuevos límites del derecho a procrear‖, Derecho Privado y Constitución, nº

20, 2006, pp. 9-61).

15

lleguen a nacer se hallan bien enraizadas en nuestro imaginario colectivo21

. Ambas

presuponen un mismo axioma: que la no-existencia puede ser más valiosa que la

existencia en algunas circunstancias. O, dicho con otras palabras, que la existencia

puede ser un mal en comparación con la no-existencia22

. Claro que aceptar esta

hipótesis debería implicar aceptar también que traer una vida al mundo en determinadas

condiciones significa tanto como causar un mal, un daño al ser así creado. Y que el

origen de ese daño será la propia existencia. La consecuencia de lo dicho es que, caso de

que una aplicación de la transferencia nuclear llegase a generar un ser humano aquejado

de tal sufrimiento que su existencia pudiera calificarse como un mal, deberíamos pensar

que habríamos realizado un acto contrario a la moral. Y, dado que no es esta una

posibilidad ni mucho menos ficticia, en el estado actual de la técnica, convendría

abstenerse, al menos por el momento, de intentar clonar un ser humano23

.

21

Piénsese, en este sentido, que, cuando a alguien se le muere un familiar que se encuentra en

circunstancias vitales poco halagüeñas, tendemos a consolarle diciendo algo del tipo ―es lo mejor para él‖,

o ―ya ha dejado de sufrir‖ o ―Dios ha sido misericordioso y se lo ha llevado‖. Incluso el Nuevo

Testamente, hablando de Judas Iscariote, dice que hubiera sido mejor que no naciera (Véase Marcos, 14,

21).

22 Véase, en este mismo sentido, VEHMAS, S., ―Is it wrong to Deliberately Conceive or give Birth to a

Child with Mental Retardation?‖, Journal of Medicine and Philosophy, vol. 27, nº 1, 2002, pp. 47-63.

Incluso, hay quien, como Joel FEINBERG, habla de un derecho a no nacer del nasciturus (Véase:

FEINBERG, J., Freeedom and Fulfillment, Princeton: Princeton University Press, 1992, p. 22), que él

describe así: ―hablar de derecho a no nacer es una forma resumida de referirse al requisito moral de que

los niños no deben traerse al mundo si no podemos asegurar que gozarán de unas mínimas condiciones de

vida‖ (FEINBERG, J., Harm to Others, New York: Oxford University Press, 1984, p. 101). De la misma

forma, el famoso teólogo Paul RAMSEY ha manifestado que ―la libertad de la paternidad (...) no es una

licencia para producir individuos seriamente defectuosos‖ (HUBBARD, R. y WALD, E., El mito del gen,

Madrid: Alianza Editorial, 1999, p. 67). Véase, en este sentido: SELIGMANN, J. y D. FOOTE, ―Whose

Baby is it, Anyway?‖, Newsweek, 28 de octubre de 1991, p. 73; CHADWICK, R., ―Gene Therapy‖, en

SINGER, P. y H. KUHSE, A companion to Bioethics, Oxford: Balckwell, 1998, p. 193 y ss; WILLIAMS,

B., ―Who I might have been?‖, en CHADWICK, R. et als. (Eds.), Human genetic Information: Science,

law and ethics, Chistester: John Wiley, 1990, pp. 167–173; HAYD, D., Genethics. Moral Issues in the

creation of People, University of California Press, 1992, pp. 29 y ss.

23 Véase una postura similar en: FEINBERG, J., Harm to Others, cit., p. 102; SAVULESCU, J., ―Deaf

lesbians, ―designer disability‖, and the future of medicine‖, British Medical Journal, nº 325, 2002, pp.

771-773; TESTART, J., ―La eugenesia médica, una cuestión de actualidad‖, Derecho y Genoma Humano,

nº 8, 1998, pp. 21-27. Bien es cierto que esta postura puede incluir muchos matices. Así, por ejemplo, en

nuestro caso, sostendríamos la hipótesis de que tal vez sea mejor no llegar a implantar un embrión

aquejado de una enfermedad, pero no suscribiríamos, en cambio, la de que pueda existir un imperativo

moral de abortar.

16

De todo lo dicho en el presente epígrafe cabe extraer, en general, dos

conclusiones. La primera es que, dado que la transferencia nuclear es una técnica de

clonación todavía demasiado insegura, nunca debería permitirse a una persona que

recurriera a ella si fuese posible satisfacer su derecho a reproducirse mediante otras

técnicas. Cobra, en este sentido, especial relevancia la idea de que debemos preferir

siempre aquellos métodos de creación de seres humanos que causan menor daño al ser

creado, no por el bien del ser creado en sí, sino por el aforismo de que tenemos que

intentar evitar el mal en cuanto sea posible24

. La segunda es que, aun en los casos en los

que la transferencia nuclear sea la única forma en que una persona pueda reproducirse,

deberíamos evitar que alguien llegue a recurrir a esta tecnología, en atención al derecho

de una persona a no-existir en determinadas condiciones. Estas consideraciones, sin

embargo, no han de ser vistas como una recomendación de prohibición indefinida de la

Visto desde el punto de vista de la lógica del consentimiento informado, esta postura se expresaría así:

obviamente, no es posible preguntar a un ser humano si desea ser creado. De ahí que, generalmente, antes

de proceder a una fecundación presumamos que la persona a la que dará lugar, de haber podido ser

consultada, habría respondido afirmativamente. Claro que esta presunción no tiene por qué ser

automática: si la damos por supuesta es porque no concurre ninguna circunstancia que nos lleve a pensar

lo contrario. Sin embargo, si supiéramos que los gametos con los que contamos contienen genes

asociados a terribles patologías, tal vez ya no presumiríamos ese consentimiento. Lo que es más, en esas

circunstancias, no sería extraño pensar que, caso de poder ser consultada, la persona que deseamos

engendrar no nos otorgaría su consentimiento a vivir. Aplicando ahora este razonamiento al tema que nos

ocupa, es fácil presumir que en el caso de la clonación resulta difícil llegar a presumir el consentimiento

del clon, dada la inseguridad que todavía existe acerca de la calidad de vida que llegaría a tener, al menos

en el caso de que la clonación se realizara a través de la técnica de la transferencia de núcleos celulares.

De ahí, por tanto, que se llegue a la conclusión de que una moratoria sobre esta opción reproductiva, que

se prolongue hasta que los riesgos sean menores, es, teniendo en mente siempre los presupuestos de esta

primera línea de pensamiento, la mejor opción de entre las que disponemos.

24 En lo que a ello respecta, merece la pena citar aquí a HARRIS, quien ha escrito que, en esta clase de

casos, ―la injusticia será la de traer sufrimiento evitable al mundo, la injusticia de elegir deliberadamente

incrementar innecesariamente la cantidad de perjuicio o sufrimiento en el mundo, o de elegir un mundo

con más sufrimiento en vez de uno con menos‖ (HARRIS, J., Superman y la mujer maravillosa, cit., p.

129. Véase también, en este mismo sentido: HARRIS, J., On cloning, Londres: Routledge, 2004, p. 88).

En sentido parecido, HEYD ha afirmado que ―aunque los menores no pueden reclamar daños por haber

nacido con deficiencias, una vez nacidos sus intereses han de ser satisfechos por la sociedad. Y la

sociedad (...) se encuentra definitivamente en la posición de reclamar que sus intereses han sido dañados

por la negligencia que condujo a la concepción del menor (...) Si los negligentes son los padres, hay

razones para que la sociedad repercuta los gastos, forzándoles a arrostrar el coste de criar al niño‖

(HEYD, D., Genetics, Moral Issues in the Creation of People, cit., pp. 109-110 y 157-158). Véase

también, sobre este punto: FEINBERG, J., Harm to Others, cit., 1984, p. 102; ABELLAN, F.,

―Diagnóstico Genético Embrionario y Libertad Reproductiva en la Procreación Asistida‖, Revista de

Derecho y Genoma Humano, nº 25, 2006, p. 48 y 49).

17

clonación de seres humanos, sino, más bien, como una llamada a una moratoria en su

puesta en práctica hasta que tengamos un mayor conocimiento de la técnica que el que

poseemos ahora mismo.

3.4.- Clonación e identidad: el derecho a ser uno mismo.

Una de las razones que ha obtenido mayor predicamento a la hora de justificar

la prohibición de la clonación de seres humanos adultos es su presunto perjuicio a la

identidad del ser clónico25

, porque supone una predeterminación de la constitución

genética del embrión por parte de un tercero26

. Debemos impedir que se clonen seres

humanos adultos porque, de lo contrario, atentaríamos contra el derecho de todo ser

humano a su identidad, esto es, a ser uno mismo y no otro. Esto, a su vez, supondría una

considerable merma en su dignidad27

, reduciéndolo al rango de producto28

. Todo ello

25

La idea de identidad es compleja, por lo que merece dedicar un poco de espacio a explicar este punto,

ya que existe una cierta confusión acerca del significado de la voz ―identidad‖ en el ámbito biomédico. La

descripción habitual del término, de acuerdo con la Real Academia, hace referencia a una gran similitud

entre dos elementos. Sin embargo, el sentido del que dotamos a la expresión en el contexto actual no tiene

que ver con esta primera acepción, sino con la noción de ―ser uno mismo‖ o, más exactamente, con ―la

conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás‖, como muy bien ha expresado

el profesor ROMEO MALANDA (ROMEO MALANDA, S., Intervenciones genéticas sobre el ser

humano y Derecho Penal, Bilbao-Granada: Comares, 2006, p. 166). El derecho a la identidad, por tanto,

puede definirse aquí como el derecho a ser uno mismo. La confusión, no obstante, acecha si tenemos en

cuenta que son muchos quienes consideran que la forma de violar este derecho consiste en clonar seres

humanos, esto es, en crear seres humanos genéticamente idénticos, término que, en este segundo

contexto, quiere decir ―muy similar‖. Los juegos de palabras nos gastan aquí una mala pasada que, sin

embargo, se evita si pensamos que la idea de ―ser uno mismo‖ tiene como requisito primordial

diferenciarse de los demás y es, precisamente, esta capacidad la que se puede llegar a vulnerar a través de

una práctica que nos haga genéticamente idénticos a otros seres humanos.

26 Informe explicativo al Protocolo Adicional al Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y

la Dignidad Humana en relación con la aplicación de la biología y la medicina, sobre la prohibición de

clonar seres humanos, de 6 de noviembre de 1997; HABERMAS, J., El futuro de la naturaleza humana.

¿Hacia una eugenesia liberal?, Barcelona: Paidós, 2002, p. 95 y ss; JONAS, H., Técnica, Medicina y

ética: sobre la práctica del principio de responsabilidad, Barcelona: Paidós, 1997, pp. 122-130.

27 En este sentido, la Pontificia Academia para la Vida ha dicho que ―La clonación humana merece un

juicio negativo también en relación a la dignidad de la persona clonada, que vendrá al mundo como

«copia» (aunque sea sólo copia biológica) de otro ser. En efecto, esta práctica propicia un íntimo malestar

en el clonado, cuya identidad psíquica corre serio peligro por la presencia real o incluso sólo virtual de su

«otro». Tampoco es imaginable que pueda valer un pacto de silencio, el cual -como ya notaba Jonas- sería

18

sin contar, por supuesto, con los problemas psicológicos que podría generarle el hecho

mismo de sentirse una ―copia‖ de otro ser humano.

Parte del argumento que acabamos de mostrar resulta, sin lugar a dudas,

fácilmente rebatible. Decir que un clon vería lesionada su dignidad por su especial

origen supone tanto como aceptar o bien que esta falta se recuperaría durante la

gestación, lo que es ridículo, o bien que ese ser humano nacería con menos dignidad que

el resto de los mortales, lo que resulta, cuando menos, chocante, de forma que es mejor

no tomárselo demasiado en serio. En cuanto al factor asociado al daño psicológico, bien

parece, tratándose como se trata, de una cuestión relacionada con el tema de la

morbilidad asociada a la transferencia de núcleos celulares como forma de clonación,

abocarnos a volver al anterior epígrafe: si creemos que esta tara hará que el clon prefiera

no existir que existir, tendremos que prohibir la clonación y prohibirla para siempre,

porque, a diferencia de lo que ocurría en el caso precedente, la ciencia nunca podrá, por

mucho que avance, evitar que el clon carezca de identidad genética propia (de lo

contrario, no sería un clon, qué le vamos a hacer). Y si no estamos dispuestos a asumir

esta consecuencia, mejor sería olvidar la objeción en sí.

Hechas estas observaciones preliminares, convendría ahora centrarnos en el eje

esencial del argumento: la privación de identidad a la que estas técnicas someten al

clon. Y, sobre este asunto, creemos adecuado distinguir entre la figura del ser clonado y

el ser clónico y los efectos que sobre su identidad puede tener la clonación, porque

ambos casos son absolutamente diversos. Así, el ser humano que posee su identidad

propia y es clonado contra su voluntad es, sin duda, despojado de esta cualidad que ha

imposible y también inmoral, dado que el clonado fue engendrado para que se asemejara a alguien que

«valía la pena» clonar y, por tanto, recaerán sobre él atenciones y expectativas no menos nefastas, que

constituirán un verdadero atentado contra su subjetividad personal‖ (Pontificia Academia para la Vida,

Reflexiones sobre la Clonación, 25 de junio de 1997). Véase también, en este sentido, JONAS, H.,

Técnica, Medicina y ética: sobre la práctica del principio de responsabilidad, cit., p. 127; LINACRE

CENTRE, ―Submission to the Science and Technology Committee Inquiry into Government Proposals

for the Regulation of Hybrid and Chimera Embryos‖, punto 7.

28 EMANUEL, E., ―Ethical counterpoints on Human Cloning: an Overview‖, en VV. AA., Cloning,

Science and Society, cit., p. 75; ROTHENBERG, K. H., ―Adult Cell Cloning and Embryo Splitting: an

Overview‖, en VV. AA., Cloning, Science and Society, cit., p. 32.

19

de considerarse, en principio, como un bien29

. Lo que, en cambio, resulta imposible, es

privar al clon de una cualidad que, por su propia constitución, nunca podría tener. Un

científico puede crear o no crear un clon, pero si lo crea será un ser privado de identidad

genética por pura definición: si no fuera así, no sería un clon. De ahí que, frente a lo que

algunos de los más destacados penalistas de nuestro país defienden30

, la identidad del

clon nunca será el bien protegido en los delitos de clonación, porque es, precisamente,

el bien que nunca habrá existido31

. Sin embargo, la identidad del ser clonado sí que

debería obtener dicha protección, mal que nadie nunca se refiera a ella32

.

Nos encontramos, en suma, con la desconcertante circunstancia de que no

podemos prohibir la clonación de un ser humano adulto sobre la base de un atentado a

la identidad genética del clon que nunca acaecerá. Sí, en cambio, tiene sentido llegar a

la misma conclusión en aras a la defensa de la identidad del ser clonado, pero esta

29

Y ello sin contar, por supuesto, con la quiebra de su libertad que supone reproducirlo sin su

consentimiento.

30 ROMEO, C. M., "La Clonación Humana: presupuestos para una intervención jurídico–penal", en

ROMEO CASABONA, C. M. (Ed.), Genética y Derecho Penal, Granada: Comares, 2001, p. 150;

TAMARIT SUMALLA, ―Delitos relativos a la manipulación genética‖, en QUINTERO OLIVARES, G.

y R. MORALES PRATS (Coord.), Comentarios al Nuevo Código Penal, 3ª edición, Cizur Menor:

Aranzadi, 2004, p. 825; MARTÍN URANGA, A., La protección jurídica de las innovaciones

biotecnológicas, Bilbao-Granda: Cátedra Interuniversitaria Fundación BBVA-Diputación Foral de

Bizkaia de Derecho y Genoma Humano-Comares, 2003, p. 426; ROMEO MALANDA, S.,

Intervenciones genéticas sobre el ser humano y Derecho Penal, cit., p. 375 y ss.

31 La diferencia entre ambos casos tal vez se comprenda mejor a través de un ejemplo: imaginemos una

pareja de seres humanos, en la que ambos de sus componentes padecen una grave enfermedad hereditaria.

Si se decidieran a tener un hijo, sería inevitable que éste heredase la patología de sus padres. ¿Significaría

eso que los padres estaban atentando contra la salud de su hijo por el mero hecho de traerlo al mundo? A

nuestro juicio, una respuesta positiva a esta pregunta sería, desde un punto de vista jurídico,

completamente absurda, ya que lo que sería científicamente imposible sería crear un ser humano libre de

esa patología, de modo que no podría, en ningún caso, preservarse la salud del niño. Pero si no hay

posibilidad de preservar el bien jurídico, ¿qué sentido tiene penalizar la conducta? Otra cosa, no obstante,

sería dilucidar o no si esa patología será lo suficientemente grave como para desaconsejar que esas

personas procrearan. Pero, en términos de derechos subjetivos, una recomendación en contra nunca

defendería el derecho a la salud del niño así concebido, sino, en todo caso, su interés en no existir en esas

condiciones.

32 Es curioso que prácticamente nadie haya planteado los problemas éticos y jurídicos asociados a la

clonación desde el punto de vista del ser clonado, y no desde la del clónico, cuando, en realidad, el

perjuicio que nos puede causar ver nacer a una fotocopia de nosotros mismos puede ser tan grave o más

que el que supone nacer siendo la copia de otra persona. ¿O es que acaso no resultaría traumático

descubrir que nuestro clon es un genio del ajedrez y que nosotros nunca llegamos a desarrollar esa

habilidad porque no nos enseñaron las claves de este juego-ciencia?

20

defensa sólo será necesaria cuando éste no renuncie voluntariamente a su propia

identidad. En caso contrario, y a salvo de que pensemos que la falta de identidad propia

en el clon atentaría contra su derecho a no-existir, enunciado en los términos descritos

en el apartado anterior, no vemos motivos reales por los que sugerir la prohibición

indefinida de la clonación de seres humanos.

4.- La clonación: una recapitulación final.

Clonar un ser humano sería, a día de hoy, una temeridad. Nuestra absoluta falta

de control de la transferencia de núcleos celulares provocaría, probablemente, el

nacimiento de una persona afectada de graves trastornos, tal vez lo suficientemente

graves como para que prefiriese no haber nacido nunca. La posibilidad de llegar a este

final es, a nuestro juicio, más que suficiente como para considerar que la presunción del

consentimiento a nacer que acompaña siempre a la generación de la descendencia deba

ponerse, en este caso, en entredicho. Sea por compartir esta impresión, o por la mera

idea de que traer una persona al mundo en esas condiciones es algo malo para ella y

malo para todos nosotros, porque contribuye a incrementar el dolor que nos rodea,

resulta pertinente abogar por la prohibición del empleo de esta tecnología. Esta

recomendación, no obstante, no debe entenderse como un veto total y absoluto a la

clonación de seres humanos adultos, sino una moratoria en su puesta en práctica basada

en los riesgos que implica. Si más adelante cambian las circunstancias del caso,

deberíamos replantearnos la posibilidad de autorizarla.

21

CAPÍTULO II: LA CUESTIÓN DE LAS CÉLULAS TRONCALES

1.- Introducción.

Las células troncales tienen la extraordinaria cualidad de diferenciarse en

algunos o en todos los doscientos tipos celulares que forman nuestro cuerpo, lo que las

dota de una importancia esencial para la medicina reparadora. Ello no obstante, sólo a

principios de los años 80 del pasado siglo comenzó a obtenerse células troncales de

ratón a partir de embriones cultivados in vitro. El salto de dichos resultados a nuestra

especie no se produciría hasta 1998, cuando dos equipos diferentes lograron abrir esta

nueva puerta a la esperanza, cultivando células troncales en el laboratorio33

.

A partir de ese instante fue obvio que un día resultaría posible cultivar líneas

celulares in vitro. La posterior aparición de la técnica de transferencia de núcleos

celulares y su aplicación para estos fines no hizo sino reforzar esta impresión, que todos

los desarrollos de la biotecnología han confirmado paulatinamente. A día de hoy, la

ciencia nos ofrece múltiples posibilidades para obtener las preciadas células troncales.

En una enumeración tal vez incompleta, cabe citar como fuentes de células troncales

adultas las siguientes: las células embrionarias ya existentes o creadas al efecto34

; la

33

THOMSON, J. A., J. ITSKOVITZ–ELDOR, S. S. SHAPIRO et als., ―Embryonic stem cells lines

derived from human blastocysts‖, Science, nº 282, 1998, pp. 1145–1147; SHAMBLOTT, M. J., J.

AXELMAN, et als., ―Derivation of pluripotent stem cells from cultured human primordial germ cells‖,

Proceedings of the National Academy of Sciences, nº 95, 1998, pp. 13726–13731.

34 Las células troncales obtenidas de embriones no resultan hasta ahora de gran interés

terapéutico porque su escaso grado de diferenciación hace que, a menudo, acaben degenerando

en tumores cancerígenos (Véase: VOGEL, G., ―Stem cells: new excitement, persistent questions‖,

22

sangre contenida en el cordón umbilical o del líquido amniótico35

; la creación de

“embriones partenogénicos”36

; la creación de células pluripotentes inducidas (iPS)37

; la

fusión de células38

; la reprogramación de células troncales adultas39

¸ y la transferencia

de núcleos de células troncales adultas a óvulos enucleados previamente40

.

Science, nº 290, 2000, 1672–1674; NOMBELA, C., Células troncales. Encrucijadas biológicas para la

Medicina: del tronco embrionario a la regeneración adulta, cit., pp. 140 y ss.). Además, la posesión de

un ADN diferente al del ser humano al que habrían de ser trasplantadas hace que se

reproduzcan los problemas asociados al rechazo de tejidos u órganos: o bien se produce un

fenómeno de compatibilidad, o bien pierden toda utilidad terapéutica. Todo ello supone que, si

bien dichas células pueden ser de gran ayuda en la investigación de múltiples incógnitas

científicas, no parece que vayan a resultar útiles para fines terapéuticos.

35 Por el momento, las células provenientes del cordón umbilical sólo resultan plenamente funcionales

para tratar patologías asociadas a personas de un máximo de 50 kilogramos de peso, si bien es cierto que

hay algunos estudios preliminares que muestran que esta tara se reduce aplicando otras técnicas de

recolección de las células (BORSTEIN, R., A. I. FLORES, M. A. MONTALBAN, et als, ―A modified

cord blood collection method achieves sufficient cell levels for transplantation in most adult patients‖,

Stem Cells, nº 23, 2005, pp. 324-334).

36 Los embriones partenogénicos son, en realidad, ovocitos activados mediante partenogénesis

que, en ciertas condiciones, son capaces de generar líneas celulares aparentemente aptas para su

uso en investigación o terapia, como demostró el equipo de José Cibelli, de la empresa ACT, en

2001 (GK, ―Embryonic Stem Cells without Embryos?‖, Hastings Centre Report, vol. 31, nº 6, 2001, p. 7.

Véase también: CIBELLI, J. B., K. A. GRANT, et als, ―Parthenogenetic stem cells in non human

primates‖, Science, nº 295, 2002, p. 819). 37

Las células pluripotentes inducidas (iPS) son células somáticas que, convenientemente reprogramadas

en el laboratorio, acaban comportándose como si fueran pluripotentes. Esta tecnología ha sido

desarrollada por tres equipos de investigación diferentes, el del doctor Shinya Yamanaka, de la

Universidad de Kyoto en Japón (OKITA, K., T. ICHISAKA y S. YAMANAKA, ―Generation of

germline-competent induced pluripotent stem cells‖, Nature advance online publication, 6 June 2007|

doi:10.1038/nature05934; Received 6 February 2007; Accepted 22 May 2007; Published online 6 June

2007), el del doctor Konrad Hochedlinger del Harvard Stem Cell Institute (MAHERALI, Nimet, Rupa

SRIDHARAN, Konrad HOCHEDLINGER, et als., ―Directly reprogrammed fibroblasts show global

epigenetic remodelling and widespread tissue contribution‖, Cell Stem Cell, Vol. 1, 55-70, 07 June 2007),

y el del profesor Rudolf Jaenisch, del Whitehead Institute en Cambridge, Massachussets (WERNIG,

Marius, Alexander MEISSNER, Rudolf JAENISCH, et als., ―In vitro reprogramming of fibroblasts into a

pluripotent ES-cell-like state‖, Nature advance online publication, 6 June 2007| doi:10.1038/nature05944;

Received 27 February 2007; Accepted 22 May 2007; Published online 6 June 2007). 38

En situación muy similar a la de las iPS se halla la técnica de fusión celular. Desarrollada en el

año 2005 por un equipo mixto de la Universidad de Harvard y el Instituto Médico Howard de

los Estados Unidos, entre cuyos investigadores se contaban Kevin Eggan, Howard Hugues

Douglas, Chad Cowan o Jocelyn Atienza (COWAN, C. A., J. ATIENZA et als, ―Nuclear

reprogramming of somatic cells after fusion with human embryonic stem cells‖, Science, nº 309, 2005,

1369-1373), este desarrollo tecnológico consiguió fusionar células somáticas adultas humanas,

procedentes de la piel con células troncales embrionarias y que el núcleo resultante se

comportase como una célula embrionaria.

23

La diferencia fundamental entre todas estas fuentes, desde el punto de vista de

la Bioética, es que, mientras algunas de ellas, como la creación de células pluripotentes

inducidas o la manipulación del líquido amniótico no suscitan rechazo alguno, otras,

como el uso de células embrionarias o la transferencia nuclear, se hallan en el ojo del

huracán de la discusión ética. Nuestro objetivo en el presente capítulo será, antes que

nada, centrarnos en este segundo grupo, mostrando cuáles son las claves de la polémica.

En un segundo instante, sin embargo, trataremos de ir un paso más allá. No será

entonces nuestro objetivo ver lo que la Bioética tiene que decir sobre el trasplante

nuclear sino, más bien, qué es lo que el trasplante ha aportado a las bases teóricas de

nuestra disciplina. Esperemos contribuir con ello a superar algunas de las discusiones

que ahora mismo parecen irresolubles.

2.- Libertad de investigación y células troncales.

¿Hay motivos éticos sólidos por los que prohibir la investigación con células

troncales embrionarias o la que parte de la transferencia de núcleos celulares? Resolver

esta interrogante no es tarea sencilla, ya que son muchas las creencias que se hallan

enraizadas en cualquiera de sus posibles respuestas, y no todas ellas son susceptibles de

39 Las células adultas han sido las más utilizadas en ensayos clínicos, especialmente desde que

un equipo de la universidad de Minnesota liderado por Catherine Verfaille demostrara en 2002

que algunas de ellas eran pluripotentes (JIANG, Y., B. N. JAHAGIRDAR, C. M. VERFAILLE et

als, ―Pluripotency of mesenchymal stem cells derived from adult marrow‖, Nature, nº 418, 2002, pp. 41–

49. Hoy en día están en marcha sólo Estados Unidos más de 1.700 ensayos clínicos basados en

ellas (LACADENA, J. R., ―Reprogramación Celular: Células Troncales Pluripotentes Inducidas.

¿Una Esperanza Ética para el Futuro de la Medicina Regenerativa?‖, en:

http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/2008_01/2008_01_01.html. Última visita: 15 de agosto de

2008).

40 Además de eso, cabe la posibilidad de obtener células troncales pluripotentes a partir de embriones

abortados (PURROY, J., La era del genoma, Barcelona: Salvat, 2001, p. 165). Ello no obstante, no

profundizaremos aquí en esta posibilidad, porque no ofrece especialidad alguna. Si son células inmaduras,

se comportan como las embrionarias, y si son células de fetos en avanzado estado de gestación, se

asimilan a las que provienen de adultos.

24

discusión razonable. De ahí que la mejor forma de enfocar el debate sea partir de un

principio básico: son quienes quieren vetar dichas prácticas quienes han de justificar

adecuadamente los motivos en lo que fundamentan su postura. Ello se debe a que al

científico, como a cualquier otro ser humanos, debe siempre amparar, prima facie, el

derecho a la libertad de investigación, que es un derecho humano fundamental41

directamente relacionado con el derecho a la libertad de conciencia, que abarca todas las

ramas de nuestra existencia, incluyendo, por supuesto, la biomedicina42

. De modo que

la libertad de todo científico a realizar su investigación de la manera en que considere

más conveniente sólo puede verse limitada si contamos con razones convincentes al

efecto.

La cuestión, por consiguiente, se centra en saber cuáles son esas razones, qué

motivos son los que se aducen para poner coto a la libertad de investigación. Y,

buceando en ellas, es fácil reducirlas a dos grupos diversos, pese a que a menudo se

esgriman conjuntamente. El primero, son los argumentos que señalar la innecesaridad

de proseguir con estas líneas de investigación cuando otras parecen más fructíferas. El

segundo, son las posturas de quienes ven en dichos experimentos un atentado contra

principios fundamentales, como el respeto a la vida humana. Frente a quienes sostienen

la primera objeción, es fácil proporcionar una respuesta: la innecesaridad o, incluso, la

absoluta inutilidad de una investigación puede ser un serio obstáculo para la atribución

de fondos públicos a la misma, pero nunca un motivo por el que coartar la libertad

privada. A ello hay que añadir que todo juicio acerca de la inutilidad de una vía de

investigación en este campo resulta discutible. Piénsese, en este sentido, que si algún

día obtenemos maravillosos beneficios del desarrollo de las iPS, será gracias al

conocimiento del papel de los factores de transcripción Oct3/4, Sox2, c-Myc, Klf4,

Nanog y Lin28 en el proceso de reprogramación celular de células somáticas adultas43

41

La importancia del derecho en cuestión es tal que figura en el artículo 19 de la Declaración Universal

de los derechos humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre

de 1948.

42 Véase: MARTÍN URANGA, A., La protección jurídica de las innovaciones biotecnológicas. Especial

consideración de su protección penal, Bilbao-Granada: Comares, 2002, p. 35.

43 Consúltese: LACADENA, J. R., ―Reprogramación Celular: Células Troncales Pluripotentes Inducidas.

¿Una Esperanza Ética para el Futuro de la Medicina Regenerativa?‖, en internet:

http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/2008_01/2008_01_01.html. Última visita: 15 de agosto de 2008

25

que nos han proporcionado las investigaciones realizadas partiendo de la transferencia

de núcleos, o sobre embriones in vitro. De modo que, por una mínima prudencia,

haríamos bien en reconocer, colectivamente, que es muy complicado emitir juicios a

priori acerca de la necesidad o no de una línea de investigación.

El segundo obstáculo es más complicado de evitar. A fin de cuentas, si fuera

cierto que la investigación con embriones o mediante transferencia de núcleos celulares

implica la muerte de seres humanos, nos hallaríamos ante una razón más que suficiente

para prohibir la realización de esta clase de investigación. El problema, por descontado,

radica en que las vidas humanas que parecen hallarse amenazadas por estos

experimentos son, en unos casos, vidas embrionarias y, en otros, las de seres a los que

ni siquiera tenemos claro cómo deberíamos denominar. En lo que atañe a la cuestión de

los embriones humanos y el valor de sus vidas, no hay mucho que podamos aportar a la

discusión. El estatuto del embrión es un tema ya manido en Bioética, sobre el que no

queda otro recurso que decir que, dependiendo del valor que le atribuyamos, llegaremos

a una conclusión u otra.

Lo que acabamos de señalar, no obstante, debe verse convenientemente

matizado por lo que añadiremos ahora. Y es que, cuando contemplamos los motivos de

oposición a la transferencia de núcleos celulares que origina embriones humanos,

resulta fácil darse cuenta de que la aparición de esta nueva tecnología ha abierto un

nuevo e interesantísimo frente en el debate bioético, que va, incluso, más allá de la

conveniencia o no de su prohibición, para inscribirse en el marco de la metaética, o la

consistencia real del paradigma que se opone a la utilización de embriones humanos

para investigación biomédica. Pero mejor será que dejemos para el siguiente apartado el

estudio de todos estos fascinantes asuntos.

26

3.- Lo que la transferencia nuclear ha aportado al debate bioético: temblores

sísmicos sobre el concepto de embrión.

Permítasenos retroceder unas páginas en la discusión para recordar cuál es el

motivo esencial por el que algunas tendencias ideológicas se oponen a la utilización de

la transferencia nuclear para obtener células troncales: al parecer, esta tecnología crea

embriones humanos, que serán destruidos con fines científicos, lo que constituye un

atentado contra la vida humana. Por desgracia, muchas de las discusiones bioéticas

sostenidas a lo largo de estos últimos años sobre este tema se han centrado en

determinar si esta destrucción de embriones resultaba justificable sobre la base de los

beneficios que podrían obtenerse de ello, reproduciendo así fielmente la polémica que

rodeaba al uso de los embriones para investigación. Esta circunstancia no resulta

extraña si damos como cierto algo que todos los que han participado en esta discusión

parecen haber aceptado como tal: que la transferencia nuclear produce embriones.

Ahora bien, ¿qué sucedería si pusiéramos en duda este enunciado? ¿Deberíamos ser

tildados rápidamente de imprudentes? A primera vista, puede parecer que sí, pero, ¿y si

mostráramos que hay serios motivos por los que dudar que las criaturas resultantes de la

transferencia sean auténticos embriones? ¿No cambiarían radicalmente los términos de

la discusión? Y, yendo todavía más lejos, ¿qué ocurriría si demostráramos que es

imposible mantener a un tiempo una definición de embrión basada en la idea de

fecundación y negar la moralidad de la transferencia de núcleos celulares? ¿No

habríamos dado un vuelco sustancial a la discusión sobre la licitud moral de esta

tecnología? El presente apartado se dedicará a analizar todas estas preguntas.

3.1.- ¿Crea la transferencia de núcleos celulares embriones humanos?

Como acabamos de explicar, quienes se oponen a la utilización de la

transferencia de núcleos celulares para generar células troncales lo hacen porque creen

que esta tecnología genera embriones humanos, destruidos para aprovechar sus restos.

Ahora bien, ¿es esta creencia tan sólida como ellos consideran? Si tenemos en mente

27

que la definición habitual de embrión es la de ―fruto de una fecundación”, es obvio que

no. La activación del óvulo que tiene lugar en el proceso de transferencia no tiene

absolutamente nada que ver con una fecundación. No hay mezcla gamética, ni fusión de

pronúcleos ni nada similar. En consecuencia, decir que una transferencia nuclear genera

un embrión es, a primera vista, un grueso dislate. Lo que se crea es una nueva clase de

entidad, que merece a todas luces una denominación propia, diferente a la de embrión,

denominación para la que existen ya, en realidad, diferentes propuestas: embrión

somático44

, ovonúcleo45

, clonote46

o, incluso, agregación de n–células47

. En esta obra,

no obstante, utilizaremos, por su fácil dicción y la correcta expresión de la realidad que

pretende representar, el término nuclóvulo48

.

Teniendo presente todo lo dicho, la respuesta a la pregunta planteada resulta

sencilla: una transferencia nuclear es un proceso que crea nuclóvulos, no embriones.

Con lo que la objeción a su uso queda desautorizada. Claro que un férreo opositor a la

transferencia de núcleos celulares estará, a estas alturas, a buen seguro acusándonos

mentalmente de jugar con las palabras. “El resultado de una transferencia –pensará- es

un embrión humano porque la transferencia de núcleos celulares crea clones humanos.

Si introducimos lo que tú llamas nuclóvulo en el cuerpo de una mujer crecerá hasta dar

origen a un ser humano, así que no intentes engañarnos: es un embrión”.

Evidentemente, una afirmación de estas características tiene fundamento, pero sólo si

aceptamos dos hipótesis complejas. La primera es que sea cierto que toda transferencia

nuclear permita clonar un ser humano. La segunda, más recóndita, que la idea de

embrión no debe asociarse con el resultado de un proceso, sino, más bien, con el origen

de un proyecto vital. Dado que ambas cuestiones son, a nuestro juicio, de gran

importancia, conviene estudiarlas por separado.

44

LACADENA, J. R., ―Células troncales humanas: Ciencia y ética‖, Moralia, nº 24, 2001, pp. 425-468.

45 Véase: LÓPEZ MORATALLA, R., Diario Médico, 19 de febrero de 2004.

46 El término fue acuñado por el doctor Paul McHugh en las discusiones del Consejo de Bioética de la

Administración de E. E. U. U. Después ha sido recogido y utilizado por Rudolf Jaenish.

47 TAMKINS, T., ―South Koreans create human stem cell line using nuclear transfer‖, The lancet, nº 363,

p. 623.

48 PALACIOS, M. ―La clonación humana con fines terapéuticos: algunos aspectos biológicos, éticos y

legales‖, EL PAIS, 16 de abril, p. 15.

28

3.2.- ¿Toda transferencia nuclear genera un ser humano?

La primera cuestión que nos queremos plantear ahora, por consiguiente, será

si las técnicas de transferencia nuclear generan siempre un embrión humano. Pregunta,

todo sea dicho, que resulta cuando menos curiosa, si tenemos en cuenta que la

polémica científica que realmente existe en nuestros días es la que atañe a si somos

siquiera capaces de clonar un ser humano. Y es que, aunque quienes se oponían a la

puesta en práctica de esta técnica como fuente de obtención de células troncales

asuman como perfectamente factible esta posibilidad, la realidad es que, durante los

últimos diez años ha sido científicamente imposible clonar un ser humano.

Sencillamente, el estado de la técnica durante este tiempo no hubiera permitido llegar

a ese resultado, ni aunque nos lo hubiéramos propuesto seriamente. Merece la pena, en

lo que a ello respecta, que todos los intentos de clonar un homínido fracasaron

sistemáticamente49

durante años. Sólo en 2007, y gracias a considerables mejoras en la

técnica50

, pudo un equipo dirigido por el doctor Shoukhrat Mitalipov, del Oregon

Nacional Primate Research Center, obtener dos líneas celulares embrionarias a partir

de una transferencia de núcleos celulares de macaco rhesus51

. En el caso de la especie

humana, ha sido sólo en este mismo año, 2008, cuando la revista Stem Cell publicó los

49

Véase, a este respecto: LÓPEZ MORATALLA, N., ―¿Qué hay de nuevo sobre las células troncales? La

utopía de la clonación terapéutica‖, accesible en internet en:

http://www.arvo.net/documento.asp?doc=01060457d. Última visita: 11 de septiembre de 2007; ARIAS-

STELLA, J., ―Clonación, un paso atrás”, Folia Dermatológica Peruana, 14 (3), 2003, pp. 10-14.

50 Al parecer, la clave de su éxito radicaría en haber utilizado luz polarizada en el laboratorio en lugar de

tinturas y luz ultravioleta, que se emplea tradicionalmente para identificar los cromosomas celulares,

(Véase: ―Un paso más hacia la clonación terapéutica humana‖, Jano online, http://db.doyma.es/cgi-

bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=49785. Última visita: 31 de agosto de 2007; ―Un paso más

hacia la clonación terapéutica humana‖, Bio.tecnológica, http://www.biotecnologica.com/un-paso-mas-

hacia-la-clonacion-terapeutica-humana/. Última visita: 31 de agosto de 2007).

51 Véase: BYRNE, J. A., D. A. PEDERSEN, L. L. CLEPPER, M. NELSON, W. G. SANGER, S.

GOKHALE, D. P. WOLF1 & S. M. MITALIPOV, ―Producing primate embryonic stem cells by somatic

cell nuclear transfer‖, Nature advance online publication, 14 November 2007 | doi:10.1038/nature06357;

en:

http://www.nature.com/nature/journal/vaop/ncurrent/abs/nature06357.html. Última visita: 19 de enero de

2008.

29

resultados de un experimento que parece haber conseguido líneas celulares humanas a

través de la transferencia nuclear52

.

Teniendo en mente este panorama, resulta del todo chocante que a lo largo de

una década existiera una obsesión tan acentuada por evitar la creación de nuclóvulos

mediante técnicas de transferencia de núcleos celulares que en aquellos momentos

jamás hubieran permitido clonar un ser humano. Algunas de ellas, como las utilizadas

por el instituto Roslin, o las que ahora emplean óvulos de animales para subsanar los

problemas derivados de la falta de ovocitos humanos son poco aptas para clonar

homínidos. De otras, lo más que podemos decir, a día de hoy, es que tal vez nos

proporcionen los resultados apetecidos. Es todo lo que sabemos ahora mismo y es más

que suficiente, porque sólo con esta información es perfectamente legítimo concluir dos

cosas: primero, que no toda transferencia nuclear ha permitido, permite o permitirá

clonar seres humanos; segundo, que algunas de sus variantes, ya sean las que ahora

mismo existen o las que surjan más adelante, serán aptas para conseguirlo.

De ambos axiomas se deriva, a su vez, una única conclusión: no toda

transferencia nuclear será apta para clonar seres humanos, ni , en consecuencia, se

entiende por qué hemos de llamar embrión a todo resultado de una tecnología que, en

ocasiones, dará como resultado algo más parecido a un cáncer que a una persona. Con

lo que, en suma, podemos despejar ya una incógnita: técnica y resultado, transferencia y

clonación, no van unidos de la mano, y nunca lo irán. De ahí que, por descontado, se

pueda diferenciar entre la idea de nuclóvulo y la de embrión humano, sea como sea que

lo definamos. Claro que esta coletilla nos lleva ya al siguiente epígrafe de este

apartado…

52

Se trata de un experimento llevado a cabo por un equipo de investigación de la empresa Stemagen

Corporation, de La Jolla, California, dirigido por Andrew French, en el que se extrajeron los núcleos de

las células cutáneas de dos adultos varones que trabajan en el centro, insertándolos posteriormente en

varios óvulos humanos previamente enucleados, obteniéndose finalmente cinco embriones humanos que

resultaron ser clones de los dos donantesLa referencia oficial del artículo es la siguiente: FRENCH, A. J.,

C. A. ADAMS, L. S. ANDERSON, J. R. KITCHEN, M. R. HUGHES, S. H. WOOD, "Development of

Human cloned Blastocysts Following Somatic Cell Nuclear Transfer (SCNT) with Adult Fibroblasts",

Stem Cells (on-line January 17, 2008). En: http://stemcells.alphamedpress.org/cgi/content/short/2007-

0252v1. Última visita: 18 de junio de 2008.

30

3.3.- ¿Qué es un embrión? Dos definiciones muy mal avenidas.

Hasta el año 1997, cualquier persona mínimamente instruida hubiera

contestado a la pregunta de qué es un embrión humano con una misma y repetitiva

respuesta: es el resultado de la unión de un espermatozoide y un óvulo o, si se prefiere,

el fruto de una fecundación. A partir de esa base común, había una poderosa vertiente

de pensamiento que creía que una entidad como esta debía ser valorada como si fuera

una persona por el mero hecho de poseer la potencialidad suficiente para convertirse en

ella53

. Otra línea de pensamiento, no obstante, defendía ideas diversas, que se sintetizan

en el aserto común de que esa potencialidad no era suficiente para dotar al embrión de

un valor tan elevado.

La caracterización del embrión como el resultado de una fecundación no era,

por consiguiente, discutida por nadie en aquel momento. Lo que es peor, ni siquiera se

discutía la afirmación de que todo embrión poseía la capacidad de desarrollarse hasta

generar un ser humano adulto, aunque esto siempre ha sido un auténtico dislate

científico, que ni siquiera los autores menos sospechosos de atentar contra los derechos

del embrión sostienen actualmente54

. A lo más que se llegaba, en aquellos momentos,

era a trazar una distinción entre dos categorías de embriones, los que se consideraban

viables, esto es, capaces de generar una persona, y los que no lo eran, otorgando, dentro

de lo que cabía, mayor valor a los primeros que a los segundos.

El nacimiento de Dolly puso todo este paradigma en entredicho. De la noche a

la mañana, un grupo de científicos había sido capaz de generar un mamífero sin recurrir

a nada parecido a una fecundación. A partir de ese momento, los bioéticos se

encontraron en una dura tesitura. De un lado, cabía mantener la definición tradicional de

53

Sirvan como ejemplo de lo dicho las siguientes referencias: PALAZZANI, L. Il concetto di persona tra

bioetica e diritto, cit., p. 239; OLLERO, A., Bioderecho. Entre la vida y la muerte, Cizur (Navarra):

Aranzadi, 2006, p. 33 y ss; SERANI, A., ―El estatuto antropológico y ético del embrión humano‖,

Cuadernos de bioética, nº 3, 1997, p. 1073; LUCAS, R., ―El estatuto antropológico del embrión

humano‖, en VV. AA., Identidad y estatuto del embrión humano, Madrid: Ediciones Internacionales

Universitarias, 2000, p. 158 y ss.

54 Así, por ejemplo, N. LÓPEZ MORATALLA escribía hace ya años que ―el carácter de individuo que

posee el cigoto no se alcanza en cualquier fusión de gametos; ni se alcanza, sin más, en el mero proceso

de transferencia del núcleo de una célula somática a un óvulo‖ (LÓPEZ MORATALLA, N., ―Clones y

partenotes‖, en: www.arvo.net. Última consulta, 14 de mayor de 2006).

31

embrión, pero ello obligaría a tanto como decir que la transferencia de núcleos celulares

no generaba embriones y que la oveja en cuestión no procedía de un embrión, porque en

su producción nunca intervino un espermatozoide. La otra alternativa era asumir que lo

que caracteriza a una célula como embrión no es la circunstancia de ser el resultado de

un proceso, sino el hecho de poseer la capacidad de dar origen a un ser55

. Por expresarlo

de una forma particularmente incomprensible, una célula no sería totipotente por ser un

embrión, sino que sería un embrión por ser totipotente.

La disyuntiva que acabamos de plantear parece fácil de resolver a primera

vista. La mera posibilidad de negar que la oveja Dolly proceda de un embrión sólo por

un juego de palabras como el que hemos descrito suena, al menos en nuestros oídos, tan

absurda que la tentación de apuntarnos a la segunda opción nos seduce de manera casi

irresistible. El problema está en que cambiar la definición tradicional de embrión por

otra basada en la idea de potencialidad traería consigo un auténtico maremoto en las

aguas de la discusión ontológica que subyace a la Bioética. Quien no lo crea no tiene

más que pararse a pensar. Para toda una línea de pensamiento ha sido una creencia

esencial que toda vida humana comienza con la fecundación, porque sólo así cabía

sostener que todo ser humano proviene de una fecundación y toda fecundación da

origen a una persona. Era un círculo cerrado y bien atado. Sin embargo, si admitimos

que la totipotencia no es el resultado de la esencia de un ser, sino la condición de su

reconocimiento como tal, ¿qué respuesta dar a la inevitable pregunta de si un cigoto que

no posee ninguna clase de potencialidad es o no un embrión? E, incluso, más allá,

¿cómo describir exactamente qué es la totipotencialidad?

55

Así, por ejemplo, el Consejo Presidencial de Bioética de los Estados Unidos consideró al nuclóvulo

como un embrión. La razón de esta presunción estribó en que, aunque éste no tiene el mismo origen que

el cigoto —que es fruto de la fertilizacion de un óvulo por un espermatozoide—, el resultado de la

clonación es ―un organismo en su estadio germinal, cuya actividad es la de una totalidad autointegrada

que se va desarrollando‖. De este modo, y siempre en su opinión, aunque sea fruto del artificio y esté

exclusivamente formado por la dotación genética de otra célula, era incuestionable el carácter

embrionario de esa entidad, que radicaba en su potencia para desarrollarse por sí mismo como un

miembro de la especie humana. De ahí que debiera ser denominado embrión humano clónico. Véase, a

este respecto: BELLVER CAPELLA, V., ―Razones para el rechazo de la clonación con fines de

investigación biomédica (CIB)‖, en: http://www.aebioetica.

org/rtf/Razones%20para%20el%20rechazo%20de%20la%20clonacion. rtf. Última visita: 13 de marzo de

2007.

32

Esta última cuestión resulta particularmente sangrante para el paradigma que

asocia la idea de persona a la de “resultado de”. Pensemos por un momento que

aceptamos la definición de embrión que proporcionan normativas como la alemana, la

holandesa, la belga, la japonesa, etc., esto es, la “célula o sistema cohesionado de

células con capacidad para desarrollarse y dar lugar a una persona humana”56

. La

duda obvia que despierta esta caracterización es la siguiente: ¿cómo saber si un grupo

de células es o no un embrión si antes no determinamos qué es una persona? ¿Pero

cómo determinamos qué es una persona con independencia de la propia idea de

embrión? La respuesta a esta pregunta no encierra dudas: sencillamente, haciéndolo,

porque no nos queda otra opción lógica. Si definimos a la persona como un A que puede

llegar al momento Y, es obvio que sólo cabe saber si A es persona o no si antes

delimitamos qué es el momento Y. Pero eso es tanto como aceptar que la persona debe

ser definida con independencia de sus orígenes biológicos, esto es, basándonos o bien

en alguna de sus cualidades concretas o bien en un término vital al que dotaremos de

importancia ontológica.

La conclusión de todo lo dicho es que si alguien se opone a la utilización de la

transferencia de núcleos celulares como fuente de obtención de células troncales por su

presunta destrucción de embriones será porque aceptará que la definición de embrión no

debe continuar asociándose a la idea de fecundación, con todas las consecuencias que

ello trae consigo. Y, si no es así, mejor hará en no oponerse, so pena de ser tildado de

manifiestamente incoherente. Con ello, probablemente, no habremos disipado la

discusión sobre la transferencia nuclear, pero, ¿no hemos, en cambio, avanzado en lo

que se refiere a una polémica aún mayor, la que afecta al estatuto ontológico del

embrión humano? Si es así, bienvenida sea esta tara.

56

BELGIAN CHAMBER OF REPRESENTATIVES, Bill Concerning Research on Embryos in Vitro,

diciembre de 2002. En sentido casi idéntico, la Ley sobre embriones holandesa de 1 de septiembre de

2002 señala, en su sección primera, que será embrión ―la célula o grupo de células con capacidad para

desarrollarse y dar lugar a un ser humano‖ (REINO DE HOLANDA, Embryo Act, 1 de septiembre de

2002). Citaremos, por último, que en Japón, la Ley relativa a la normativa sobre las técnicas de clonación

humana y otras técnicas similares, de 30 de noviembre de 2000, caracteriza, en su artículo 2 al embrión

como ―una célula (a excepción de una célula germinal) o células que pueden llegar a convertirse en un

individuo por medio de su desarrollo in utero de un humano o animal, y que no ha/han iniciado aún la

formación de la placenta‖ (La traducción se halla en: CÁTEDRA INTERUNIVERSITARIA

FUNDACIÓN BBVA-DIPUTACIÓN FORAL DE BIZKAIA DE DERECHO Y GENOMA HUMANO,

Código de Leyes sobre Genética (II), Bilbao-Granada: Comares, 2007).

33

4.- Transferencia nuclear e híbridos citoplasmáticos: ¿la solución a todos nuestros

problemas?

4.1.- Los híbridos citoplasmáticos: una breve historia.

Un debate serio sobre las posibilidades reales que la transferencia nuclear

ofrece a la biomedicina regenerativa debe, obligatoriamente, reflejar un problema que,

por sí mismo, es lo suficientemente importante como para arruinar definitivamente su

candidatura a liderar la lista de las tecnologías más útiles de los últimos años. Nos

estamos refiriendo a la cantidad de óvulos que resultarían necesarios caso de que,

finalmente, fuéramos capaces de generar líneas celulares, tejidos y órganos susceptibles

de trasplantes histocompatibles gracias a la transferencia de núcleos celulares.

Esta dificultad es seria. Lo suficientemente seria como para desechar el uso

terapéutico de esta tecnología57

. Piénsese, en este sentido, que la única forma de obtener

óvulos consiste en extraerlos del cuerpo de las hembras de la especie que se trate, lo que

implica una intervención compleja y un tanto peligrosa para las donantes58

. Una mujer

podría afrontar estos riesgos por sí misma, por sus familiares o por sus amigos, pero,

probablemente, no se hallaría demasiado dispuesta a hacer lo mismo por un

desconocido. Evidentemente, cabría la posibilidad de replantearse la gratuidad de estas

donaciones, lo que a buen seguro incrementaría el número de óvulos disponibles, pero

ello no cuadra demasiado bien con nuestro ideal de evitar la explotación de la mujer y

su cuerpo por dinero, que tanto nos ha costado instaurar en la mentalidad de la sociedad.

Además, ello incrementaría los costes de la aplicación de esta tecnología hasta límites

57

OODORICO, J. S., D. S. KAUFMAN, J. A. THOMSON, ―Multilineage differentiation from human

embryonic stem cell lines‖, Stem Cells, nº 19, 2001, 193-204. Véase también, en este sentido:

TROUNSON, A. O., ―The derivation and potencial use of human embryonic stem cells‖, Reproduction,

Fertility and Development, nº 13, 2001, pp. 523-532.

58 Acerca de la complejidad inherente a todos los temas relacionados con la donación de óvulos véanse:

DICKENSON, D., Property in the body: Feminist perspectives, Cambridge: Cambridge University Press,

2007; y un excelente artículo de una de las mejores especialistas españolas en Bioderecho: ALKORTA, I,

―Donación de óvulos‖, EL PAÍS, 28 de marzo de 2006.

34

inasumibles, convirtiéndola en un lujo que sólo los ricos se permitirían59

. No creemos

que ello sea, precisamente, lo que deseábamos en un principio. ¿Hemos estado,

entonces, perdiendo el tiempo con un debate ético sobre una tecnología que nunca será

aplicable en la práctica clínica? No seamos tan pesimistas. Nuestros científicos suelen

ser lo suficientemente ingeniosos como para ofrecernos alternativas válidas con las que

hacer frente a todo tipo de problemas. En este caso, la solución propuesta ha sido tan

simple que parece como si surgiera espontáneamente: si es complicado disponer de

óvulos humanos, utilicemos los de otras especies.

Esta fue la tarea que afrontaron experimentos como los del doctor Chen, del

Center for Developmental Biology, de la Second Medical University en Shanghai,

China, y su equipo60

, quienes, ya en 2003, consiguieron obtener líneas celulares

humanas transfiriendo núcleos celulares humanos a óvulos de coneja, que después

serían activados según los procedimientos al uso61

. Poco más tarde, el doctor Zavos, que

dirige un laboratorio de fertilidad en los Estados Unidos declaró haber creado unos

doscientos híbridos citoplasmáticos de vaca y ser humano, que vivieron cerca de dos

semanas, alcanzando un tamaño de más de cien células y superando el estadio en el que

las células muestran los primeros signos de dividirse para formar tejidos y órganos62

.

Años después, su equipo de investigación informaría de que los entes creados mediante

59

Un ejemplo lo aclara muy gráficamente: en EE. UU. hay 17 millones de diabéticos. Siendo optimistas,

para conseguir solucionar el problema se necesitarían unos 100 ovocitos por cada uno de ellos. Lo que

supondría un coste de entre 100 y 200.000 dólares por cada paciente, entre 75 y 150.000 euros

(MOMBAERTS, P., ―Therapeutic cloning in the mouse‖, Proceedings of the Nacional Academy of

Sciences USA, nº 100, septiembre de 2003, pp. 11924 y 11925; PRENTICE, D. A., Stem Cells and

Cloning, San Francisco: Perason Education/Benjamín-Cummings, July 2002).

60 CHEN, Y., Z. X. HE, et als, ―Embryonic stem cells generated by nuclear transfer of human somatic

nuclei into rabbit oocytes‖, Cell Research, nº 13(4), 2003, pp. 251-263.

61 De hecho, los híbridos resultantes alcanzaron el estadio de cien células, pero, lo que es más importante,

con una madurez suficiente como para que los científicos fueran capaces de derivar de ellos células

similares a las células madre embrionarias convencionales.

62 Véase, por ejemplo: http://www.technologyreview.com/blog/editors/22045/- Última visita: 12 de

agosto de 2008.

35

este procedimiento mostraban un ADN mitocondrial humano, lo que significaría que los

núcleos humanos la llevaban consigo al ovocito animal63

.

La consecución de estos éxitos abrió una puerta a la esperanza para todos

aquellos que quisieron ver en la constitución de híbridos humano animales la solución a

los problemas científicos y éticos que presentaba la transferencia de núcleos celulares.

Desde el punto de vista de la técnica, esta variación permitía solucionar las limitaciones

procedentes de la falta de ovocitos humanos disponibles. Desde la óptica de la ética, por

su parte, la creación de entes privados de toda capacidad de desarrollo a través de un

procedimiento que nada tenía que ver con la fecundación parecía alejar para siempre la

sombra de la discusión sobre la conveniencia de utilizar embriones humanos en

biomedicina64

.

Tanto fue así que al poco tiempo de publicarse los trabajos citados, varios

equipos de investigación británicos solicitaron a la Human Fertilisation Embryology

Auctority (HFEA), la máxima autoridad británica en reproducción humana asistida, la

autorización pertinente para la puesta en marcha de experimentos similares en el Reino

Unido. La petición, no obstante, no fue bien acogida por el gobierno británico, lo que

ocasionó una reacción furibunda en la comunidad científica de dicho país. La protesta

cristalizó en la redacción de una carta, remitida a la HFEA, pero publicada también en

la prensa, en la que cuarenta y cinco destacados miembros de la comunidad científica e

intelectual británica, entre los que se contaban tres premios Nobel, solicitaban

enérgicamente que no se prohibiese la investigación con híbridos y quimeras

humanos65

. Esta iniciativa tuvo un éxito rotundo: la HFEA encargó la realización de una

63

ILLMENSEEE, K., M. LEVANDUSKI y P. ZAVOS, ―Evaluation of the embryonic preimplantation

potential of human adult somatic cells via an embryo interspecies bioassay using bovine oocytes‖,

Fertility and Sterility, volumen 85, abril 2006, pp. 1248-1260.

64 Es una certeza científica que un nuclóvulo que no cuente con un ADN mitocondrial apropiado jamás

llegará a desarrollarse. Y, desde luego, un ADN de vaca o conejo no es el adecuado para un ser humano.

Esta evidencia viene a resultar reconocida por el Linacre Centre, que ha señalado que ―es difícil saber si

estas novedosas técnicas crearán un genuino embrión humano‖ (LINACRE CENTRE, ―Submission to the

Science and Technology Committee Inquiry into Government Proposals for the Regulation of Hybrid and

Chimera Embryos‖, punto 5).

65 Véase: www.bep.ox.ac. uk/The%20case%20to%20permit%20this%20research.pdf. Última visita: 13 de

septiembre de 2008.

36

encuesta pública que vino a confirmar la aceptación de los británicos a estas prácticas66

.

El final de la historia llegó cuando la máxima autoridad británica aceptó, el miércoles 5

de septiembre de 2007 la inserción de núcleos de células somáticas humanas en

ovocitos animales previamente enucleados, si bien sujeta a estrictos controles y a una

aprobación específica de cada caso67

.

4.2.- Los híbridos citoplasmáticos: un comentario ético.

La aceptación británica del desarrollo de la transferencia nuclear con ovocitos

animales despertó una colosal polémica en toda Europa. Los representantes de las

grandes religiones, especialmente la católica, no tardaron en denunciar lo que para ellos

era un "acto monstruoso contra la dignidad humana"68

. No fueron, por supuesto, los

únicos. Científicos como Angelo Vescovi o César Nombela adujeron la falta de

necesidad real de acudir a estas prácticas para criticar unos experimentos cuyo

desarrollo se debería, en palabras del primero, a intereses puramente económicos69

,

mientras filósofos como Vicente Bellver expresaban su radical oposición a estas

66

Al final la HFEA se decidió tanto a lanzar una encuesta pública como a convocar un encuentro con

representantes de los múltiples colectivos sociales afectados, así como con expertos de diferentes campos

en junio de 2007 para tratar el caso (http://www.hfea.gov.uk/en/1517.html. Última visita realizada el 14

mayo de 2008. El resultado de la consulta fue que más del 60% de los británicos estaban a favor de estos

métodos, mientras que sólo un 25% se oponían a ellos (Véase: ―El Reino Unido aprueba la creación de

híbridos entre humano y animal, basada en la falacia de quiméricos efectos terapéuticos‖, en:

http://www.hazteoir.org/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=5654. Última visita realizada el

14 de septiembre de 2008).

67 La decisión del organismo puede hallarse en: http://www.hfea.gov.uk/docs/HFEA_Final.pdf. Última

visita: 13 de septiembre de 2008.

68 Véase: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20070906/53392144549.html. Última visita: 18 de enero de

2008.

69 Sus palabras exactas fueron: ―existen fuertes intereses económicos. Si el modo de producir células para

la terapia, a través de la clonación, pasa por este tipo de experimento, todos los enfoques se concentran

allí. A los grupos financieros que los respaldan les interesa sobremanera que sea así. No les importa que

existan alternativas, probablemente más seguras y más eficaces‖ (http://www.marana-

tha.com.ar/wp/?p=714. Última visita: 18 de noviembre de 2007). César NOMBELA, por su parte,

manifestó al respecto que ―los híbridos son éticamente aberrantes y científicamente absurdos‖

(http://bioet.blogspot.com/. Última visita: 12 de noviembre de 2007).

37

técnicas sobre la base de la indefinición del estatuto moral del embrión creado70

. Desde

el punto de vista opuesto, han sido muchas las voces que han clamado en favor del

desarrollo de estas técnicas, acusando a quienes se oponen a ellas de atentar contra el

principio de beneficencia, en cuanto que la prohibición por la que abogan privaría a

miles de personas de la posibilidad de beneficiarse de sus resultados71

. Todo ello, por

supuesto, sin contar con la enorme pérdida de oportunidades de mejorar nuestro

conocimiento de la forma en que funcionan los mecanismos biológicos gaméticos o

embrionarios que todo ello traería consigo72

. Llegamos así a una situación en la que

confluyen dos posturas radicalmente enfrentadas. La primera se opone tajantemente a la

utilización de híbridos citoplasmáticos en la terapia celular, ya sea porque su misma

creación atenta gravemente contra la dignidad humana o porque su utilización con fines

terapéuticos implica la destrucción de una vida humana para salvar otras. La segunda,

en cambio, aboga firmemente por su uso, considerando una negligencia gravemente

atentatoria contra el principio de beneficencia toda norma restrictiva.

En nuestra opinión, la alusión a la defensa de la vida de un ser humano se halla,

en el caso de los híbridos citoplasmáticos, completamente de sobra, por la sencilla razón

de que ni son ni han sido ni serán nunca otra cosa que mezclas celulares sin un régimen

de organización interna mínimamente sólido. Precisamente por eso, del cruce un óvulo

animal y un núcleo humano jamás surgirá una persona73

. O, si se prefiere decirlo con

70

BELLVER CAPELLA, V., ―Razones para el rechazo de la clonación con fines de investigación

biomédica (CIB)‖,

en: http://www.aebioetica.org/rtf/Razones%20para%20el%20rechazo%20de%20la%20clonacion.rtf.

Última visita: 13 de marzo de 2008.

71 Véase: SAVULESCU, J., ―The case for Creating Human-Nonhuman cell lines‖, accesible en internet

en la siguiente dirección: http://www.bioethicsforum.org/research-cloning-hybrid-embryos.asp. Última

visita: 13 de abril de 2008.

72 Véase al respecto lo manifestado por distintos científicos en: FLEMING, N., ―Hybrid embryo ban

would cost patients‘ lives‖, The telegraph, de cinco de enero de 2007, accesible en internet en la

dirección: http://www.telegraph.co.uk/news/main. jhtml?xml=/news/2007/01/05/nembryo05.xml. Última

visita 16 de julio de 2008.

73 En sentido contrario, Mónica LÓPEZ BARAHONA ha declarado que ―el cigoto que se pretende

generar mediante esta estrategia, en tanto en cuanto puede desarrollarse hasta blastocisto y a partir de éste

obtener células troncales embrionarias humanas, es merecedor del estatuto de embrión humano, híbrido,

sí, pero humano. El hecho de que no pueda continuar su desarrollo más allá de blastocisto no le merma su

categoría de embrión humano pues su estatuto se lo otorga el ser desde el estado de cigoto una célula

38

otras palabras, ninguna de estas estructuras biológicas poseerá nunca potencialidad

suficiente para originar un ente tan sumamente complejo como cualquiera de nosotros.

Pero si un híbrido citoplasmático no posee potencialidad alguna para desarrollarse como

persona, ni proviene, obviamente, de una fecundación, entonces tampoco hay ningún

motivo por el que pensar que nos hallamos ante un embrión humano. ¿Por qué entonces

han recibido esta denominación en algunos foros?

Hay dos formas esenciales de responder a esta pregunta, que responden a

intereses completamente diferentes. De un lado, se encuentran quienes desean

fervientemente prohibir esta clase de experimentos, en atención a la defensa de valores

que les son muy queridos. Para ellos, hablar de embriones en lugar de híbridos

citoplasmáticos supone una ventaja, en cuanto que predispone a la opinión pública a

posicionarse de su lado. De otro lado, se sitúan quienes, como en el caso británico, han

preferido beneficiarse de una normativa antigua, que protege la utilización de embriones

para experimentación que exponerse a afrontar un peligroso vacío normativo. En

consecuencia, han adoptado la fácil solución de denominar a estas nuevas entidades

embriones, obviando todo atisbo de racionalidad científica en aras de una mayor

funcionalidad.

Nos hallamos, en suma, ante una situación que invita firmemente a la

perplejidad. No hay motivos científicos serios por los que considerar a un híbrido

citoplasmático como embrión74

. Ni posee potencialidad alguna ni procede de una

fecundación. Si alguien sostiene lo contrario será, nos tememos, o por beneficiarse de la

red conceptual de un sistema jurídico concreto, o por adornar su propia causa de

términos altisonantes. Ninguna de estas dos razones nos resulta sólida. Ni siquiera, a

nuestro juicio, debería admitirse en el debate, so pena de, como ocurre a menudo,

tergiversarlo totalmente.

específicamente humana y totipotente‖ (Véase: ―El Reino Unido aprueba la creación de híbridos entre

humano y animal, basada en la falacia de quiméricos efectos terapéuticos‖, en

http://www.hazteoir.org/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=5654. Última visita realizada el

14 de septiembre de 2007). Claro que, siguiendo este razonamiento, el resultado de una partenogénesis

también es un embrión, cosa, cuando menos, curiosa.

74 Véase, en el mismo sentido: DEVOLDER, K., The Ethics and regulation of human embryonic stem cell

research: a critical analysis of the debate, cit., p. 120; ATLAN, H., L’uterus artificiel, cit., p. 82.

39

¿Qué consecuencia cabe extraer de lo dicho? Sencillamente, que el primer

motivo por el que oponerse a la utilización de híbridos citoplásmicos en terapias

celulares o en investigación y experimentación científica es, sin más, inconsistente.

Pero, ¿qué hay del segundo motivo? ¿Atentan los híbridos citoplasmáticos contra la

dignidad humana? Esta pregunta es algo más compleja. Y, dado que en el siguiente

capítulo nos encargaremos de analizar desde la bioética los nuevos experimentos

realizados a través de quimerismo e hibridación, creemos más prudente posponer su

respuesta hasta ese punto. Allí quedamos emplazados a contestarla.

5.- A modo de conclusión.

La medicina reparadora no podrá satisfacer las necesidades de una sociedad

avanzada recurriendo sólo a las técnicas actuales de obtención de tejidos u órganos. La

aparición de nuevas fuentes de células troncales supone, en este sentido, una

oportunidad demasiado buena para desaprovecharla. Tanto, en realidad, que resultaría

no sólo necio, sino también, probablemente, inmoral, no explorar todos los mapas

capaces de guiarnos hasta el tesoro que la investigación o la fortuna vayan poniendo en

nuestras manos. Esto, por supuesto, no significa que no debamos priorizar unas vías

frente a otras. Toda política de innovación, de hecho, implica asumir el riesgo de

apostar por unos medios y no otros, porque los recursos no son infinitos. En el caso que

nos ocupa, parece claro que algunas de las fuentes de células troncales, como los

embriones, resultan poco prometedoras, mientras que otras, como las células

pluripotentes inducidas o las generadas mediante transferencia de núcleos celulares,

pueden ser idóneas para los retos que el futuro nos plantea, no sólo por motivos

científicos sino, también, porque, en un debate ético mínimamente razonable, no

tendrían por qué suscitar rechazo alguno.

La cuestión esencial, más bien, consiste en captar la esencia de hasta qué punto

la aparición de la transferencia de núcleos celulares ha cambiado el propio paradigma

ontológico en que se desarrolla la Bioética. La noción de embrión, esencial en nuestro

40

campo, ha de cambiar, forzosamente, para ajustarse a los nuevos tiempos. Considerarlo

como el resultado de un proceso ha dejado de tener todo sentido desde el mismo

momento en que son varias las formas en las que cabe generar un ser humano. Ha

llegado el tiempo de hablar de potencialidad, por mucho que ello trastoque las bases de

los paradigmas más tradicionalistas. Y no debemos entristecernos por ello. Demasiado a

menudo el concepto clásico de embrión ha supuesto un serio obstáculo para todo

acuerdo ético. Ojalá que el cambio facilite la construcción de nuevos consensos

sociales.

41

CAPÍTULO III: QUIMERAS E HÍBRIDOS, EXPLORANDO LOS LÍMITES DE

LO HUMANO

1.- Introducción.

La primera sensación que viene a nuestra mente cuando alguien menciona la

palabra quimeras o híbridos probablemente sea miedo, si no asco. Desde que éramos

unos niños, nos hemos acostumbrado a oír estremecedoras historias, heredadas de la

mitología occidental75

, sobre seres monstruosos, mitad humanos, mitad animales, que

habitaban entre nosotros dándose a las peores perversiones. El más famoso de entre

todos ellos era, sin duda, Quimera (en griego antiguo Χίμαιρα Khimaira, y, en latín,

Chimæra), el poco agraciado vástago de Tifón y de Equidna76

, que vagaba por las

regiones de Asia Menor aterrorizando a las poblaciones, mientras engullía rebaños y

animales. Después de una vida intensa, en la que alternaba sus innumerables desmanes

75

La figura de la quimera no es, con todo, propiedad exclusiva de la mitología helénica, sino que en otras

culturas encontramos ejemplos de seres similares. En la mitología judaica, por ejemplo, una quimera es

una criatura compuesta a partir de otras, de forma similar a lo que es en la mitología griega, pero con un

espectro más amplio de aspecto y características. En la japonesa, por su parte, se habla de un ser llamado

Nue, que tenía cabeza de mono, piernas de tigre, cuerpo de perro y una serpiente en lugar de rabo, que

traía el infortunio y la enfermedad allí donde iba. Son, además, notoriamente conocidas las formas

quiméricas que los antiguos egipcios, los mayas o los aztecas atribuían a muchas de sus deidades, como,

por ejemplo, el dios Anubis, mezcla de ser humano y chacal. Aún en nuestros días, el hinduismo describe

a algunos de sus dioses como quimeras.

76 Sus progenitores, de hecho, tampoco eran especialmente agraciados. Tifón, al parecer, tenía cien

cabezas de dragón, mientras que Equidna era, en realidad, medio humana y medio serpiente. Con esos

antecedentes, no es difícil entender cómo salió la criatura.

42

con la procreación de seres como la Esfinge o el León de Nemea, fue derrotada

finalmente por Belerofonte con la ayuda de Pegaso, el caballo alado (también una

quimera, por cierto). Las descripciones de su aspecto varían desde las que le atribuyen

el cuerpo de una cabra, los cuartos traseros de una serpiente o un dragón y la cabeza de

un León, hasta las que afirman que tenía tres cabezas: una de león, otra de macho

cabrío, que le salía del lomo, y la última de dragón, que nacía en la cola. Todas sus

caracterizaciones, sin embargo, coinciden en que vomitaba fuego por una o más de sus

cabezas y en que era sumamente rápida77

. Con esas cualidades, es lógico que no gozara

de la admiración de sus contemporáneos o de las generaciones posteriores.

En tiempos más modernos, la tradición mitológica helénica se ha visto

actualizada por nuevos y aterradores relatos. Así, al final del siglo XIX se publicó uno

de los clásicos de la ciencia ficción, la Isla del Doctor Moreau, de H. G. Wells, cuyo

argumento trataba de la creación de seres humano-animales por un científico

extravagante, que acababan por resultar compañías poco recomendables para los

humanos. En el siglo XX, George Langelaan volvería a tratar el tema en su relato La

Mosca, publicado en 1957 en la revista Playboy78

. Ambos textos han conocido varias

adaptaciones cinematográficas, lo que les ha dado gran popularidad entre el público,

extendiéndose así la sensación de desconfianza hacia todo experimento científico que

pueda originar la mezcla de material genético humano-animal.

Con todo, esta mala fama que, en general, rodea a quimeras e híbridos

seguramente se vería alterada si conociéramos lo que la ciencia puede decirnos al

respecto de su auténtico estatuto. Aunque no lo sepamos, mucho de nosotros hemos

sido, somos o seremos en algún momento de nuestra vida seres quiméricos. Lo que es

más, con un poco de fortuna, la ciencia conseguirá que en un futuro no muy lejano

todos podamos convertirnos en quimeras interespecíficas. Y ello no será en absoluto

algo ante lo que sentirnos aterrorizados. Más bien, si tal fuera el caso, no podríamos por

menos que alegrarnos, porque todo ello significaría que el xenotrasplante habría dado,

77

Véase: http://es.wikipedia.org/wiki/Quimera_%28mitolog%C3%ADa%29. Última visita: 18 de octubre

de 2007.

78 Véase todo lo concerniente a este tema en la voz The Fly, en la enciclopedia digital WIKIPEDIA:

http://en.wikipedia.org/wiki/The_Fly_(George_Langelaan). Última visita: 18 de marzo de 2008.

43

por fin, algún resultado positivo, haciendo así accesible al ser humano una fuente

infinita de tejidos y órganos a los que recurrir en caso de que le fuera necesario.

Siendo esta mera posibilidad una espléndida noticia para las ciencias

biomédicas, lo cierto es que la creación de quimeras e híbridos humano-animales ofrece

a las ciencias de la salud oportunidades que van mucho más allá del xenotrasplante. La

ya citada idea de emplear según qué clase de híbridos humano-animales como fuente de

células troncales, o de explorar el funcionamiento del cerebro humano a través de la

inserción de algunas de sus partes en los de otras especies, la creación de nuevas

sustancias susceptibles de ser utilizadas en farmacología79

, o el estudio de patologías

asociadas a genes humanos concretos80

son sólo algunos ejemplos de las múltiples

utilidades que esta nueva herramienta científica puede proporcionar en el futuro81

.

79

Hay ocasiones en las que lo que se hace, directamente, es modificar genéticamente según que animales,

como las cabras o las ovejas, para que su leche contenga combinaciones genéticas susceptibles de uso

terapéutico (EBERT, K.M., J. P. SELGRATH, et als, ―Transgenic production of a variant of human

tissue-type plasminogen activator in goat milk: generation of transgenic goats and analysis of

expression‖, Biotechnology, nº 9, 1991, pp. 835-838; CLARK, A.. J., H. BESSOS, et als. ― Expression of

human antihemphilic factor IX in the milk of transgenic sheep‖, Biotechnology, nº 7, 1989, pp. 487-492;

EDMUNDS, T., S. M. VAN PATTEN et als., ―Transgenically produced human antithrombin: structural

and functional comparison to human plasma-derived antithrombin‖, Blood, nº 91, 1998, pp. 4561-4571;

GTC, ―ATrynŽ - RECOMBINANT HUMAN ANTITHROMBIN‖, en:

http://www.transgenics.com/products/atryn.html. Última visita: 6 de abril de 2008.

80 Entre ellas se encuentra, desde luego, el Síndrome de Down, pero en un futuro esta tecnología puede

ser útil también para estudiar otras menos conocidas como el síndrome de Edwards, provocado por tres

copias del cromosoma 18, o el de Patau, causado por un triple cromosoma 13, que causan la muerte a

muchas personas antes de que cumplan los cinco años.

81 La potencialidad de esta herramienta de investigación y la espectacularidad que pueden llegar a tener

sus resultados, en cualquier caso, quedó clara hace más de diez añoscuando, un equipo de investigadores

procedió a extraer pequeñas porciones de cerebro de fetos de codorniz para después introducirlas en el

cerebro de fetos de pollo. Los pollos resultantes exhibieron rasgos característicos de las codornices, como

el gorjeo o las sacudidas de cabeza propias de esta especie, lo que quería decir que las células transferidas

habían producido grandes cambios en el cerebro de sus huéspedes (BALABAN, E., ―Changes in múltiple

brain regions underlie species differences in a complex, congenital behavior‖, Proc. Natl. Acad. Sciences

USA, nº 94 (5), 1997, pp. 2001-2006). De esas mismas fechas son los primeros intentos de introducción

de material genético humano en cerebros de ratón para producir células neuronales o gliales (Véase, por

ejemplo: BRÜSTLE, O., ―Building Brains: Neural Chimeras in the Study of Nervous System

Development and Repair‖, Brain Pathology, nº 9 (3), 1999, pp. 527–545 doi:10.1111/j.1750-

3639.1999.tb00540.x.; BENNINGER, Y, S. MARINO, R. HARDEGGER, et als., ―Differentiation and

Histological Analysis of Embryonic Stem Cell-Derived Neural Transplants in Mice‖, Brain Pathology, nº

10:3, 2000, pp. 330–341). Yendo un paso más allá en la escala evolutiva, un grupo de investigadores de

distintas nacionalidades, pero mayoritariamente norteamericanos, introdujo células madre neuronales

humanas en embriones de monos. Las células se distribuyeron en éstos, afectando tanto al cerebro como a

44

A pesar de sus innegables posibilidades terapéuticas y de investigación, la

creación de quimeras e híbridos se halla sujeta a una fuerte polémica ética. Muchas

personas consideran que la creación de quimeras o híbridos humano-animales supone

una ruptura radical de las barreras entre especies, constituyendo un atentado contra el

orden natural de las cosas y la dignidad de la especie humana. En consecuencia, abogan

fervientemente por la prohibición total y permanente de esta clase de experimentos,

sean cuales sean sus circunstancias concretas. Otras, sin llegar a estos extremos, pugnan,

al menos, por la admonición de aquellas investigaciones en las que se vean afectados

aquellos órganos que juzgan esenciales para determinar la naturaleza de los seres vivos,

como su cerebro, o los experimentos en los que no quepa garantizar una vida

mínimamente aceptable a la criatura resultante de dichos experimentos. En un sentido

diametralmente opuesto, por fin, hay quienes reivindican la completa supresión de toda

barrera a esta tecnología que no sea la propia de cualquier tipo de investigación

biomédica naciente.

En las siguientes páginas nos ocuparernos cuidadosamente de esta cuestión,

que es mucho más compleja que las que han recabado nuestra atención en anteriores

capítulos, por cuanto si aquéllas podían, al menos, ser analizadas a la luz de los

paradigmas éticos con los que ahora mismo contamos, ésta, en cambio, desafía una de

la línea germinal (OUREDNIK, V, J. OUREDNIK et als., ―Segregation of Human Neural Stem Cells in

the Developing Primate Forebrain‖, Science, Vol. 293. no. 5536, 2001, pp. 1820 – 1824). En otra

investigación, desarrollada en el año 2002, científicos hebreos introdujeron neuronas humanas en el

cerebro de embriones de pollos (GOLDSTEIN, R. S., M. DRUKKER, B. E. REUBINOFF, y N.

BENVENISTY, ―Integration and differentiation of human embryonic stem cells transplanted to the chick

embryo‖, Developmental Dynamics, nº 225, 2002, pp. 80–86). A su vez, un grupo de investigadores

probó en el año 2005 a mezclar células troncales embrionarias humana diferenciadas hacia líneas

neuronales con células procedentes de los tejidos óseos de un ratón. Posteriormente, la mezcla se

introdujo en el cerebro de embriones de ratón a los quince días de su desarrollo. Las quimeras resultantes

mostraron que las células trasplantadas se integraron en el cerebro del huésped, dando lugar a células

neuronales y gliales maduras (MUOTRI, A. R., et als, ―Development of functional human embryonic

stem cell-derived neurons in mouse brain‖, Proceedings of the National Academy of Sciences USA, Nº

102, 2005, pp. 18644-18648). En la universidad de Stanford, en Estados Unidos, el distinguido biólogo

molecular Irving WEISSMAN introdujo células madre neuronales humanas en fetos de ratón, generando

ejemplares cuyos cerebros eran humanos hasta en un 1%. Posteriormente, fueron diseccionando los

ejemplares en distintas etapas de su desarrollo, descubriendo que las células enjertadas se multiplicaban y

establecían conexiones con las del ratón. De ahí que se piense que esta clase de modelos pueden ser útiles

para el estudio de los orígenes genéticos de enfermedades como el Parkinson o la enfermedad de Lou

Gehrig.Véase, sobre las posibilidades biomédicas de quimeras e híbridos: GREELY, H. T., M. K. CHO,

et als, ―Thinking about the Human Neuron Mouse‖, American Journal Of Bioethics, nº 7(5), mayo de

2007, pp. 27-40.

45

las bases esenciales de nuestra ética tradicional: la distinción entre seres humanos y

animales. Esta circunstancia, por sí misma, resulta tan complicada de asumir que, como

veremos, muchos de los argumentos que se han pronunciado en torno a esta cuestión no

la han tenido en cuenta, cayendo, en consecuencia, en graves contradicciones internas.

Ello no obstante, antes de comenzar con esta parte, creemos conveniente introducir

algunas claves científicas y terminológicas que permitan que el lector se familiarice con

el objeto de este capítulo.

2.- Pero, ¿qué son las quimeras e híbridos?

Una quimera es, sencillamente, un ser vivo en el que conviven varios ADNs

diferentes. Un híbrido, en cambio, es aquel en el que todas sus células comparten un

mismo ADN, que ha surgido de la mezcla del de sujetos pertenecientes a especies

distintas. Las primeras se crean habitualmente introduciendo partes de un ser en otro

que ya existe, mientras que las segundas surgen por la fusión de gametos pertenecientes

a diferentes especies, como en el caso de la mula. Teniendo esto en mente, resulta

sencillo distinguir teóricamente entre unos y otros. En la práctica, a veces las cosas son

un poco más complicadas, sobre todo porque todavía no somos capaces de controlar

hasta qué extremo contamina un organismo la inserción de un gen en uno solo de sus

órganos. Estas dudas se acentúan en el caso de las mezclas en las que interviene

material genético humano, sobre las que planean serias controversias.

Estas lagunas no deberían sorprendernos. A fin de cuentas, la creación de las

primeras quimeras o híbridos humano-animales es relativamente reciente. Quitando los

desafortunados intentos del doctor Ilya Ivanov en los años 20 del pasado siglo82

, los

primeros experimentos encaminados a obtener un híbrido humano animal datan tan sólo

82

Sobre la agitada vida de IVANOV, véase: ROSSIIANOV, K., ―Beyond species: Il‘ya Ivanov and his

experiments on cross. Breeding humans and anthropoid apes‖, Science in Context., nº 15, issue 2, 2002,

pp. 277-316; WOOD, C y A. WESTMORE, Test-Tube Conception, Sydney: George Allen & Unwin,

1984).

46

de los años 80 del pasado siglo, momento en que se empezaron a introducir genes

humanos en cigotos de ratón para estudiar su función concreta83

. La introducción de

cromosomas enteros tuvo, por su parte, que esperar hasta el final de esa década y no ha

sido sino hasta 2005 cuando hemos podido certificar, por fin, la creación de un ratón

completamente transgénico, esto es, un auténtico híbrido animal-humano84

.

3.- Quimeras e híbridos, una discusión bioética.

Los principales argumentos que se han aducido contra la creación de quimeras

e híbridos son los siguientes: en primer lugar, la mera idea de juntar lo humano y lo

animal es, de por sí, algo asqueroso, lo que debería predisponernos a evitarlo; en

segundo lugar, un cruce de esta clase conllevaría un serio reto para el esquema

conceptual en que se basa la antropología contemporánea; en tercer lugar, la creación de

quimeras e híbridos pondría en serio peligro la misma idea de dignidad humana, que

parte de la superioridad del ser humano sobre los animales; por último, se dice que, caso

de continuar con esta clase de experimentos, estaríamos causando un serio perjuicio a

83

HERBERS, K., D. JÄHNER, R. JAENISCH, ―Microinjection of Cloned Retroviral Genomes into

Mouse Zygotes: Integration and Expression of the Animal‖, Nature, nº 293, 1981, pp. 540-542.

84 El experimento en cuestión fue conducido por un grupo de científicos británicos, liderado por el doctor

Victor Tybulewicz. El equipo extrajo el cromosoma 21 de unas cuantas células humanas y lo insertó en

cultivos de células madre extraídas de embriones de ratón. Aquellas células madre que absorbieron el

cromosoma fueron, a su vez, inyectadas en embriones de ratón de tres días, que posteriormente se

transfirieron al útero de varias hembras. Los ratones resultantes contenían copias del cromosoma y eran

capaces de transmitirlo a su descendencia (O‘DOHERTY, A. R. S., C. MULLIGAN, et als., ―An

aneuploid mouse strain carrying human chromosome 21 with Down Sybdrome phenotypes‖, Science, nº

309, 2005, pp. 2033-2037. Otros experimentos interesantes de este mismo tipo pueden hallarse en las

siguiente referencias: TOMIZUKA, K., H. YOSHIDA, H. UEJIMA et als, ―Functional expression and

germline transmission of a human chromosome fragment in chimaeric mice‖, Nature Genetics, nº 16,

1997, pp. 133-143; SAGO, H., E. J. CARLSON, D. J. SMITH, et als, ―Ts1Cje, a partial trisomy 16

mouse model for Down syndrome, exhibits learning and behavioral abnormalities‖, Proc. Natl. Acad. Sci.

USA, nº 95, 1998, pp. 6256-6261; GARDINER, K., ―Gene-dosage effects in Down syndrome and

trisomic mouse models‖, Genome Biol., nº 5, 2004, p. 244¸ REEVES, R. H., ―Down syndrome mouse

models are looking up‖, Trends. Mol. Med., nº 12, 2006, pp. 237-240).

47

los seres implicados, lesionando su dignidad individual. A continuación analizaremos

detenidamente cada una de estas objeciones.

3.1.- Quimeras, híbridos y “yuck factor”.

La noción del ―yuck factor‖ se asocia directamente a la figura del profesor

Leon Kass, bien conocido por haber presidido el Consejo Presidencial de Bioética en

los Estados Unidos de América85

. Lo que Kass quiere decir con esta expresión es que

hay acciones humanas que nos provocan una inmediata reacción de asco o de

repugnancia, lo que debería interpretarse como el reflejo de alguna forma de

inteligencia moral natural que nos compele a evitarlas. Dado que la creación de

quimeras e híbridos humano-animales es susceptible de englobarse dentro del catálogo

de actos que suscitan tan visceral reacción, deberíamos intentar evitar continuar en esta

dirección.

La cuestión que se nos plantea, sin embargo, tan pronto como intentamos

razonar sobre la conveniencia de adoptar este criterio como una base sólida desde la que

guiar el obrar humano es la de cómo distinguir entre aquellos casos en los que el asco,

la repugnancia, la repulsión, etc., se deben a una razón intemporal, como Kass señala, y

cuándo tienen más que ver con lo que la cultura en que nos hallamos inmersos considera

como indecente. Piénsese, en lo que a ello respecta, que nuestros antepasados (y algunos

de nuestros contemporáneos) sentían tales emociones frente a extranjeros, judíos,

homosexuales, negros, esclavos, etc. A buen seguro, Kass considerará que en tales caso

(o, al menos, en algunos de ellos), tales sensaciones no resultaban justificables86

. Claro

85

La primera alusión a dicho concepto puede hallarse en la siguiente referencia: KASS, L. R., ―The

Wisdom of repugnante: why should we ban the cloning of humans‖, The New Republic,2 de junio de

1997, pp. 17-26. Sobre el ―yuck factor‖, véase, por ejemplo: FETHE, CH, ―The Yuck Factor‖, Philosophy

Now, octubre-noviembre de 2000, pp. 30-33. En:

http://www.stoa.org.uk/topics/nature/The%20Yuck%20Factor.pdf. Última visita: 25 de marzo de 2008.

86 Véase al respecto: THE DANISH COUNCIL OF ETHICS, Man or Mouse? Ethical Aspects of

chimaera research, en: http://www.etiskraad.dk/sw16983.asp. Última visita: 26 de marzo de 2008, p, 40 y

ss; NUSSBAUM, M. C., ―Danger to Human Dignity: the Revival of Disgust and Shame in the Law‖, The

Chronicle Review, 6 de agosto de 2004, en: http://chronicle.com/cgi2-

48

que, a posteriori, no resulta difícil distinguir entre unos casos y otros. El problema que

nos resulta difícil de resolver es cómo saber, a día de hoy, cuántas de nuestras

reacciones se hallan sólidamente justificadas y cuáles de ellas, en cambio, son meros

prejuicios que aguantarán mal el paso del tiempo. Dado que no creemos posible hallar

una solución realista a esta incógnita, creemos más inteligente obviar toda referencia a

un factor que, en cualquier caso, ha sido objeto de dura crítica por parte de múltiples

autores87

.

3.2.- Quimeras e híbridos humano-animales: un desafío a nuestro sistema

ontológico actual.

Nuestra ontología tradicional (y la que no lo es tanto también88

) se basa en una

división radical entre especies que a menudo antepone la colectividad al individuo. De

este modo, el valor de un ser proviene del hecho de pertenecer a una especie y no a otra,

y no de las cualidades que muestre por sí mismo89

. Los experimentos de hibridación y

bin/printable.cgi?article=http://chronicle.com/free/v50/i48/48b00601.htm. Última visita: 26 de marzo de

2008.

87 Véase, a este respecto: HARRIS, J., Clones, Genes, and Immortality: Ethics and the Genetic

Revolution, Oxford: Oxford University Press, 1998, p. 37; DAWKINS, R., ―What‘s Wrong With

Cloning?‖, en NUSSBAUM, M. C., y R. S. CASS (Eds.), Clones and Clones: Facts and Fantasies About

Human Cloning, New York: W.W. Norton & Company, 1998, pp. 54-66 (59); LYNCH, B., Repugnance

Won’t Do. A comment on cloning and stem cell research in light of emotion, p. 35. En:

http://brianlynchmd.com/ETHICS/kass.PDF. Última visita: 26 de marzo de 2008; FETHE, CH, ―The

Yuck Factor‖, cit., p. 31. En defensa del argumento de KASS, véase: MENDAN, M., ―Replication and

Repugnance: Leon Kass on Human Cloning‖, en:

http://www.eliewieselfoundation.org/CM_Images//UploadedImages/WinnersEssays/Matthew_D_Mendha

m.pdf. Última visita: 26 de marzo de 2008.

88 Curiosamente, los defensores de los derechos de los animales, que desafían las éticas tradicionales en

casi todo, comparten con ellas el tic de superponer el grupo al individuo.

89 La creencia que se halla inserta en esta forma de pensamiento, de hondas raíces aristotélicas, es que los

miembros de una misma especie comparten una misma esencia, esto es, un sustrato común a todos ellos,

y que es lo que hace que cada uno de ellos sea lo que es y no otra cosa. Por ese motivo, el concepto de

especie es anterior al de individuo, porque sólo conociendo anteriormente el sustrato, la esencia, la

naturaleza de una especie podremos saber si un individuo pertenece o no a ella. Véase: GRIFFITHS, P.

E., ―Squaring the Circle: Natural Kinds with Historical Essences‖, en WILSON, R. A. (Ed.), Species:

New Interdisciplinary Essays, Cambridge: MIT Press, 1999, pp. 210-228; VIOLA, F., De la Naturaleza a

los derechos. Los lugares de la ética contemporánea, Granada: Comares, 1998, p. 218 y ss.

49

quimerismo suponen un desafío ineludible a este marco conceptual, porque las quimeras

e híbridos interespecíficos no pueden asociarse a priori a ninguna especie anterior. El

problema que nos crea esta evidencia es que si acabáramos con este marco

paradigmático nos hallaríamos ante un vacío imposible de cubrir: si nuestra ética parte

de una ontología basada en la idea de especie, es obvio que la destrucción de ésta traería

consigo una insostenible incertidumbre moral. ¿Cómo saber cómo debemos tratar a una

quimera o un híbrido sin saber antes a qué especie pertenece? Esta situación generaría

graves inquietudes sociales90

, aparte de suponer un grave atentado contra el ser

afectado91

. De ahí, en suma, que sea mejor evitar seguir con esta clase de experimentos.

Este segundo argumento contra la creación de quimeras o híbridos goza,

aparentemente, de mayor entidad que el primero, en cuanto que entronca con las

preguntas que tendemos a hacernos cada vez que nos creamos la imagen mental de una

quimera o un híbrido: ¿qué son estos extraños seres? ¿A qué especie pertenecen?

Teniendo en mente la perspectiva de la ontología rígida de la que hablábamos en el

párrafo anterior, confesar nuestro desconocimiento sobre la respuesta a estas cuestiones

nos provocaría un grave estado de ansiedad: no sabríamos qué opinar, que decir, qué

hacer.

Reflexionando, sin embargo, de una forma más tranquila, tal vez lográramos

darnos cuenta de que nuestro azogue resultará injustificado, aunque sólo sea porque la

pretendida situación de “desconocimiento de la especie” que, se supone, provocan estas

prácticas nunca llegará a producirse. Conviene, en este sentido, tener bien presente que

no se entiende cómo un experimento de quimerismo92

puede atentar contra un sistema

de división de seres en especies diferentes: hagamos lo que hagamos, un animal nunca

90

Esta posibilidad fue planteada originalmente por J. S. ROBERTS y F. BAYLIS en: ROBERTS, J. S., y

F. BAYLIS, ―Crossing Species Boundaries‖, cit., pags. 1-13.

91 Resulta, en este sentido, particularmente reveladora la opinión del bioético católico norteamericano

Richard DOERFLINGER, quien ha venido a decir que es inmoral crear un ser humano cuyo estatus no

podemos determinar, dado que ello nos crearía el dilema insoluble de no saber cómo tratarlo (JOHNSON,

C. Y., ―Blending of Species Raises Ethical Issues‖, International Herald Tribune, 21 de abril de 2005).

Véase también, en este sentido: ROBERTS, J. S., y F. BAYLIS, ―Crossing Species Boundaries‖, The

American Journal of Bioethics, vol. 3 (3), 2003, p. 9 (1-13).

92 El caso de los híbridos es un tanto más complejo, en cuanto que no se parte de un ser que ya existe, sino

que se debe crear uno de la nada. De ahí que puedan surgir realidades inclasificables, teniendo presentes

los parámetros elaborados al efecto.

50

dejará de pertenecer grupo al grupo al que lo asociábamos antes de experimentar con él,

por la sencilla razón de que, por hipótesis, alterar la composición de las especies no se

halla en nuestra mano. Permítasenos precisar lo que queremos decir con un sencillo

ejemplo. Imaginemos que gracias a la transferencia de ADN humano, unos científicos

consiguen mejorar el cerebro de un simio lo suficiente como para que dé signos

inequívocos de racionalidad, al más puro estilo de los seres humanos normales.

¿Estarían con ello rompiendo la barrera entre la especie humana y los chimpancés? En

caso de que compartiéramos una idea de especie basada en el linaje es obvio que no,

dado que el experimento en cuestión nunca alteraría la ascendencia del simio en

cuestión. Tampoco lo harían si partiéramos de un concepto de especie unido al

apareamiento: por mucho que pensara el simio, es improbable que fuera capaz de

engendrar descendencia uniendo sus gametos con los de un ser humano. De hecho, no

conocemos ninguna definición de especie que contemple la posibilidad del cambio, esto

es, de que un ser pueda transmutar de una a otra93

, por lo que el peligro que

presuntamente encierran los experimentos de quimerismo no resulta tan real como sus

detractores lo pintan.

¿De dónde procede, entonces, la rabiosa oposición de los defensores de los

modelos ontológicos tradicionales a la creación de quimeras o híbridos? La respuesta a

esta pregunta es sencilla si nos percatamos de un significativo detalle: el auténtico

problema ante el que nos sitúan quimeras e híbridos es que si un día un ser de la especie

A al que se le introducen células de otro de la especie B muestra alguno de los rasgos

que dotan de un valor superior a la especie B, tendremos que decidir si ese ser ha

incrementado también su valor o si permanece con el mismo94

. Para alguien que

considere que la idea de especie no lleva asociada ninguna connotación ética concreta,

93

Tal vez la única excepción a esta regla sea la definición de especies que parten de la constitución

genética. Ahora bien, no conocemos a nadie que defienda a ultranza esta clase de caracterización.

Piénsese, en este sentido, que no existe un genoma-tipo de una especie que no haga que algunos de los

individuos que generalmente se han incluido en ella no queden, automáticamente excluidos.

94 Como dice KARPOWICZ, ―las quimeras no son objeto de controversia porque puedan atravesar

categorías reales o teóricas, sino porque podrían poseeer rasgos que asociamos necesariamente al valor

moral‖ (KARPOWICZ, P., ―In defense of Stem Cell Chimeras: A Response to ―Crossing Species

Boundaries‖, AMERICAN JOURNAL OF BIOETHICS, volumen 3, nº 3, verano de 2003, p. 17).

51

porque lo importante siempre es el individuo y no el grupo95

, esta disyuntiva le

importará bastante poco96

. Para quien, por el contrario, defienda la idea de que los seres

han de ser valorados éticamente en función de la especie a la que pertenecen, este

dilema adopta tildes dramáticos. Caso de suscribir la primera hipótesis, la de que ha

cambiado de valor, tendrá que aceptar, por ejemplo, que un chimpancé pueda tener el

mismo valor que un ser humano, esto es, que un chimpancé puede tener más valor que

los otros chimpancés, lo que va en contra del postulado de que el valor moral proviene

de la especie. Caso de suscribir la segunda, esto es, que el ser de la especie A (el

chimpancé, por ejemplo), que ha adquirido el rasgo (léase la racionalidad) de la especie

B (el ser humano) que la hace especialmente valiosa, no ha incrementado su valor,

estaría diciendo, sin ir más lejos, que la diferencia entre el valor de unas especies y otras

no tiene que ver con los rasgos que cada una mostrara, sino con el capricho especeísta

de quien asigna el valor. Pero, ¿no es éste un postulado muy difícil de aceptar? Se llega

así a la terrible circunstancia de que los partidarios del paradigma ontológico tradicional

han de elegir entre lo inaceptable (que una especie animal tenga el mismo valor que la

especie humana) o lo manifiestamente injusto (que un ser que posee el mismo rango que

hace valiosa a la especie humana no sea, sin embargo, valioso).

De todo lo dicho en el presente apartado, se deduce inevitablemente una

conclusión: el problema real que las quimeras e híbridos suponen para el sistema

ontológico basado en la relevancia moral de la pertenencia a la especie es que nos

obliga a tener que elegir entre dos opciones que normalmente nunca nos plantearíamos.

O bien mantenemos que por mucho que experimentemos con un ser nunca alteraremos

su valor, porque nunca dejará de pertenecer a la misma especie, o bien aceptamos la

posibilidad del cambio en el valor de un ser vivo. En el primer caso, la idea de que son

95

Habrá, a estas alturas, quien esté pensando ya en la idea de dignidad kantiana, directamente unida a la

racionalidad, que el genio alemán no limitaba a la especie humana, sino que extendía a otros seres. No es

de extrañar. Evidentemente, el concepto de ser humano que acabamos de esbozar equivaldría al concepto

de ser digno del que hablaba Kant. Lo curioso, no obstante, es que, desde la óptica de su paradigma, la

creación de quimeras o híbridos humano-animales no representaría mayores dificultades: caso de que el

ente mostrara signos de racionalidad, sería un ser digno y en caso contrario, no. Pero si en el modelo

kantiano quimeras e híbridos no representarían jamás un problema, ¿por qué iban a hacerlo en este otro

caso?

96 Véase, en este sentido, lo declarado por SIEGEL en: SIEGEL, A. W., ―The moral insignificance of

crossing species boundaries‖, The American Journal of Bioethics, nº 3(3), 2003, pp. 33-34.

52

las especies las que determinan los rasgos de los seres que forman parte de ellas y, por

consiguiente, las que también establecen su auténtico valor resulta perfectamente

sostenible teóricamente. El problema es que, ante la visión de un chimpancé con las

cualidades intelectuales de un humano tal vez sea complejo mantener que su valor será

menor al de cualquier ser humano (incluidos, por ejemplo, los anencéfalos), por el mero

hecho de ser un simio. Todo ello sin contar, por supuesto, con que la oposición a los

experimentos de creación de quimeras e híbridos resultaría absurda97

. En el segundo,

sencillamente, nos encontraremos en la tesitura de tener que reconocer que atribuir valor

a un ser por la especie a la que pertenece es absurdo, lo que acabaría con el paradigma.

El resultado final, en suma, de todo lo dicho, es que es cierto, absolutamente

cierto, que la creación de quimeras es capaz de alterar todo un paradigma basado en la

idea de que un ser recibe su valor de la especie a la que pertenece. Un chimpancé

racional será, quizás, siempre un chimpancé, pero no será sencillo mantener

indefinidamente que su valor sea inferior al de los humanos. Pero, en tal caso, ¿no

tendríamos que aceptar también que un ser humano no racional no sería valioso? Como

vemos, cualquiera que sea nuestra conclusión, nos crea innumerables problemas. Pero,

¿ha de ser esto un motivo por el que oponerse a la creación e quimeras e híbridos? ¿O,

más bien, debería ser una razón para, simplemente, pensar que el paradigma es, por sí

mismo, absurdo y cambiarlo, a pesar de todos los problemas que ello traiga consigo?

Responder a estas preguntas es tanto como preguntarnos si ha de ser la ciencia quien se

adapte al hombre o lo contrario. O, lo que es lo mismo, si queremos ser libres de elegir

la interpretación del mundo que más se adapte a él o si, por el contrario, hemos de

modificar el mundo hasta que sea él quien se adecúe a nuestro modelo. Dejaremos al

lector que halle por sí mismo la respuesta a esta cuestión. Lo que, por nuestra parte, nos

permitiremos señalar, es que si sostenemos un sistema tan absurdo sólo por temor a la

convulsión social que su sustitución por otro más racional podría provocar, tal vez no

seamos tan dignos como creemos serlo98

.

97

Si sostenemos que un individuo de cualquier especie nunca dejará de pertenecer a ella hagamos lo que

hagamos, ¿en qué atenta a la división de especies un experimento de quimerismo?

98 Véase, en el mismo sentido: McGEE, D. B., ―Moral Ambiguity) Yes. Moral Confusion? No‖, The

American Journal of Bioethics, volumen 3, nº 3, verano de 2003, p. 11; SOTNAK, E., ―Nonhuman

53

3.3.- Quimeras e híbridos humano-animales: un atentado contra la dignidad

humana.

Pensemos ahora en una situación diversa. Imaginemos que damos por sentado

que el chimpancé quimérico del punto anterior no cambia de especie. Si, aun así,

muestra los mismos rasgos que habitualmente acompañan a un ser humano adulto, ¿no

nos veríamos obligados a admitir la injusticia de tratarlo de forma diversa, de adscribirle

un estatuto ético diverso sólo por el mero hecho de pertenecer a otra especie? Quienes

se oponen a la creación de quimeras e híbridos en aras a la defensa de la dignidad de la

especie humana, saben de sobra que sí. Si la razón, la base de nuestra presunta dignidad,

que nos hace superiores a todos los demás seres vivos, radica en los rasgos que muestra

nuestra especie, mejor será no intentar siquiera crear un simio como el de nuestro

ejemplo, so pena de acabar con el “coto de lo sagrado”99

.

Teniendo en mente este argumento, no debería extrañarnos que haya quien sea

capaz de llegar a resultados cuando menos chocantes con tal de no arriesgarse a atentar

contra lo sagrado. Un ejemplo especialmente esclarecedor en este sentido proviene de la

respuesta dada por el comité de ética de la Universidad de Stamford a la pregunta

planteada por el doctor Irving Weissman acerca de la consideración moral de un

experimento que incluía la inserción de células cerebrales humanas en un embrión de

ratón. En aquella ocasión, el comité del que hablamos dictaminó que el experimento

Chimeras with Human Brain Cells‖, Between the Species, issue VII, agosto de 2007, en internet:

http://cla.calpoly.edu/bts/issue_07/07sotnak.htm. Última visita: 24 de septiembre de 2008.

99 KARPOWICZ y compañía han señalado al respecto, con mucha razón, que una recomendación de este

tipo no suena particularmente respetuosa con la idea de dignidad, a no ser, claro, que interpretemos esta

en el sentido de ―coto reservado a los humanos que hay que preservar matando a todo animal que parezca

compartir sus cualidades‖ (KARPOWICZ, P., C. COHEN y D. VAN DER KOOY, ―Developing Human-

Nonhuman Chimeras in Human Stem Cell Research: Ethical Issues and Boundaries‖, Kennedy Institute of

Ethics Journal, nº 15 (2), Junio de 2005, pp. 107-134).

54

podría desarrollarse libremente, mientras el ratón no mostrara rasgos humanos100

. O, si

se prefiere, que mientras el ratón se comportase como un ratón, se podía proseguir con

la prueba, pero si el ratón daba la más mínima señal de estar adquiriendo signos propios

de los seres dignos, había que matarlo rápidamente101

. Evidentemente, una

recomendación de este estilo es perfecta para preservar la exclusividad de la dignidad de

la especie humana: si no queremos que ningún otro ser vivo la ponga en tela de juicio,

lo mejor que podemos hacer es exterminar a cualquiera que muestre síntomas de poseer

habilidades parecidas a las nuestras.

¿Cuál es el problema que plantea una recomendación de este tipo? Quizás lo

sea que si un día descubrimos que según qué animales son mucho más racionales de lo

que pensábamos, tendríamos que eliminarlos preventivamente. O que si alguien resucita

a homínidos similares a nosotros, a través de la clonación, nos veríamos compelidos a

asesinarlos a todos. La misma solución, desde luego, que habría que dar a cualquier

forma de vida compleja que encontráramos en el universo o, yendo un paso más allá, a

los ángeles del Cielo, si algún día bajaban a este mundo. Claro que todo ello tal vez

resulte demasiado duro de digerir hasta para el más firme defensor de la dignidad

humana.

3.4.- Quimeras, híbridos e intereses implicados.

Una objeción muy interesante a la creación de quimeras e híbridos es la que

señala que nunca deberíamos seguir adelante con unos procedimientos que pueden ser

contraproducentes para los intereses de los sujetos afectados. El grave riesgo que

conllevan, efectivamente, estos experimentos es que podrían originar criaturas afectadas

de terribles patologías o, simplemente, privar a otras que ya existen de algunas de sus

100

Véase: GREELY, H. T., M. K. CHO, et als., ―Thinking about the Human Neuron Mouse‖, The

American Journal of Bioethics, nº 7 (5), mayo 2007, pp. 27-40.

101 A la profesora SUTTON matarlos aún le parece poca garantía (SUTTON, A., ―Do human-animal

hybrids and chimeras mean the abolition of man?‖, cit., p. 23).

55

cualidades más valiosas, lo que les ocasionaría un gran sufrimiento102

. Especialmente

preocupantes parecen, en este sentido, aquellos casos en los que un ser humano adulto

corriera el riesgo de ver cómo sus facultades mentales resultaban afectadas como

consecuencia de la introducción de elementos procedentes de otras especies. ¿No

constituiría un acto de este tipo un grave atentado contra sus derechos?

Entrando ahora a comentar este argumento, creemos conveniente comenzar por

realizar una primera matización: el caso de las quimeras no es, en esta ocasión, similar

al de los híbridos. Estos últimos surgen de la nada, dado que no hay un sujeto anterior a

ellos mismos que se someta a modificación. En consecuencia, y al igual que sucedía en

el caso de los clones, es difícil pensar en cualquier atentado contra sus intereses si no se

trata de su interés por no existir en según qué condiciones. Lo que, por cierto, implica

que, caso de que el híbrido no llegue a desarrollarse lo suficiente para poseer esos

intereses será complicado pensar en cualquier atentado contra los mismos, cosa que

habrá que tener bien presente a la hora de juzgar la moralidad de la creación de los

híbridos citoplasmáticos de los que hablábamos páginas atrás.

La situación ante la que nos hallamos en el caso de las quimeras es

significativamente diferente, dado que, para crearlas, se parte siempre de un ente que

preexiste al que el experimento dará lugar. En consecuencia, en esta ocasión sí cabe

hablar de intereses anteriores a los de la criatura surgida como consecuencia de él. Y

cabe, por supuesto, trazar serias dudas acerca de la consideración ética de la práctica

biomédica cuando implique serios riesgos para el sujeto que se somete a ella. Claro que

todo lo que acabamos de decir debe ser convenientemente matizado por las

circunstancias del caso. En primer lugar, porque no es lo mismo si partimos de un ser

racional al que probamos a privar de dicha cualidad a través de cualquiera de los medios

que implican quimerismo, que si lo que hacemos es lo contrario, esto es, tratar de elevar

las capacidades de un cerebro animal para que se acerque más a las cualidades que

muestran los humanos adultos. Si en el primer caso es complicado defender la

aceptabilidad del experimento, en el segundo no parece haber grandes motivos por los

102

KARPOWICZ, P., C. COHEN y D. VAN DER KOOY, ―Developing Human-Nonhuman Chimeras in

Human Stem Cell Research: Ethical Issues and Boundaries‖, cit., p. 123. Véase también al respecto: THE

DANISH COUNCIL OF ETHICS, Man or Mouse? Ethical Aspects of chimaera research, en:

http://www.etiskraad.dk/sw16983.asp. Última visita: 26 de marzo de 2008, p, 51.

56

que rechazarlo, a no ser que sostengamos la hipótesis de que un cerdo satisfecho es

preferible a un ser racional insatisfecho.

Hay, por desgracia, que tener en cuenta que la vida está llena de matices y no

resulta sencillo dar respuestas categóricas a cuestiones como las planteadas en este

apartado. Así, por ejemplo, aun siendo, a nuestro juicio, cierto en general que es inmoral

poner en riesgo las capacidades de un humano adulto, también lo es que, en según qué

ocasiones, esta regla debe abrirse a la excepción. Piénsese, en lo que a este punto se

refiere, en lo que ocurriría si demostrásemos que, al menos en algunos casos, la

inserción de partes del cerebro de chimpancés de simios en humanos podría retrasar el

desarrollo del mal de Alzheimer. ¿Con qué argumentos negaríamos a los afectados por

tan terrible enfermedad la posibilidad de someterse a experimentos de quimerismo?

¿Diciéndoles que tal vez su racionalidad se verá afectada por el contacto con un cerebro

animal? Si somos realmente consecuentes con la idea que da pié a la objeción

presentada en este epígrafe, parece obvio que nunca podríamos llegar hasta tales

extremos, so pena de incurrir en un paternalismo absoluto que decidiera por el propio

paciente cuáles serían sus mejores intereses en un momento tan crucial de su vida.

El dilema que nos ocupa es, como cabe deducir de las breves líneas que le

hemos dedicado, lo suficientemente arduo como para que no quepa dar una respuesta

general a la objeción a la que nos referíamos al inicio de este epígrafe. La creación de

híbridos y, en especial, de quimeras, provocará en ocasiones graves sufrimientos, ya sea

a los seres de los que partimos para crearlas o a los que resulten del experimento, pero,

en otras, será de enorme utilidad para los propios seres implicados o para la ciencia en

su conjunto. Valorar la importancia de los intereses de cada una de las partes implicadas

es tarea demasiado compleja como para enfocarla de modo general, siendo el estudio de

cada caso la fórmula más adecuada de afrontar la cuestión, al menos desde nuestro

punto de vista.

57

4.- Observaciones finales.

El temor a monstruos terroríficos, mitad humanos, mitad bestias, se halla bien

presente en nuestro inconsciente colectivo. Casi tanto como ese respeto reverencial a la

naturaleza que tan poco se entiende cuando vemos con qué falta de escrúpulos trata ésta

a muchas de sus criaturas. Oponerse a la creación de quimeras e híbridos para

investigación biomédica por cualquiera de ambos motivos no parece excesivamente

sólido. Menos lo es, desde luego, hacerlo basándose en una presunta necesidad de

preservar la dignidad de la especie humana a través del exterminio de todos aquellos

seres que podrían disminuirla por el mero hecho de poseer mostrar rasgos que creemos

exclusivos de ella. De ahí, por consiguiente, que nos resulte una buen idea no incurrir en

la tentación de prohibir toda experimentación en este sentido por unos prejuicios que

creemos profundamente irracionales.

Más allá, no obstante, de su importancia científica, el caso de quimeras e

híbridos resulta de particular interés para el bioético, en cuanto que muestra a las claras

la futilidad del concepto de especie a la hora de valorar un ser vivo en concreto. Ello, a

su vez, contribuye todavía más a desplazar los viejos paradigmas, pidiendo a gritos su

sustitución por otros nuevos. La recuperación de la esencia real del mensaje kantiano

sería, a estas alturas, la mejor de las noticias para la Bioética.

58

CAPÍTULO IV: DIAGNÓSTICO PREIMPLANTATORIO Y SELECCIÓN DE

EMBRIONES

1.- Introducción

El 13 de octubre de 2008 nacía en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla un

hermoso bebé de 3,4 kilogramos de peso a quien sus padres tenían previsto llamar

Javier103

. Expuesta así, la noticia no parece especialmente significativa para nadie,

salvo, por descontado, los directamente implicados. Lo que ocurre es que Javier no era

un niño más, uno de tantos que nacen cada día en nuestro país, sino el resultado final de

un complejo procedimiento biomédico cuyas raíces se habrían de situar años atrás. Fue

entonces caundo su hermano, Andrés, con tan sólo tres meses de vida, comenzó a

mostrar los síntomas de una terrible enfermedad, la beta-talasemia mayor, la más dura

de las anemias congénitas, que no conoce otra cura que un trasplante de médula ósea.

Destrozados por el descubrimiento, sus progenitores se lanzaron a la ardua tarea de

encontrar un donante compatible con el pequeño. Todo fue inútil. De los once millones

de posibles donantes que se hallaban indexados, ninguno respondía a las necesidades

del caso. En ese momento fue cuando se les sugirió por primera vez la posibilidad de

recurrir a la selección de embriones con fines terapéuticos para engendrar un hijo

histocompatible con el hermano enfermo. Los protagonistas de nuestra historia no lo

dudaron. Años más tarde, veía la luz el primer niño surgido como fruto de la selección

genética de embriones con fines terapéuticos para terceros.

103

Véase: El Mundo, 18 de octubre de 2008, pp. 38 y 39.

59

La noticia, siendo, indudablemente, motivo de alegría para todos, por cuanto

podía suponer de positivo para el pequeño Andrés, suscitó, no obstante, también una

furibunda ola de críticas por parte de algunos sectores sociales, que veían en este hecho

una muestra más de la instrumentalización a la que se ven sometidos los embriones

humanos. De entre todas ellas, destacaban las de la Iglesia Católica, quien hizo pública

una nota104

en la que, entre otras cosas, señalaba que “el hermano que finalmente ha

nacido ha sido escogido por ser el más útil para una posible curación. Se ha

conculcado de esta manera su derecho a ser amado como un fin en sí mismo y a no ser

tratado como medio instrumental de utilidad técnica”. Frente a ello, científicos como

Buenaventura Coroleu, del Instituto Dexeus, bioéticos como el profesor Marcelo

Palacios o, incluso, voces de la propia Iglesia, como Juan Masiá, reiteraban su

posicionamiento en favor de esta opción como la única solución terapéutica aplicable al

caso.

El objetivo de este capítulo consiste en analizar desde un punto de vista ético

todos los problemas que suscita la selección de embriones con fines terapéuticos. Claro

que para llegar hasta ese momento será preciso recorrer un largo camino, que pasará,

necesariamente, por el análisis del diagnóstico genético preimplantatorio, medio

absolutamente imprescindible para lograr el resultado que busca todo proceso de

selección embrionaria. En consecuencia, centraremos nuestra atención, en primer lugar,

en este procedimiento, que analizaremos comenzando por su descripción científica, para

después pasar a explorar las múltiples polémicas que lo acompañan. Más tarde, una vez

solidificada esta base, será el momento de ocuparnos del caso de Javier y su hermano

Andrés.

104

SECRETARÍA GENERAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ―Curar a los

enfermos, pero sin eliminar a nadie‖ (en: http://www.infodecom.com/Manager.php?var=7049. Última

visita: 23 de octubre de 2008).

60

2.- El diagnóstico genético preimplantatorio: un análisis técnico.

2.1.- Diagnóstico genético: definición.

Por diagnóstico genético preimplantatorio ha de entenderse el conjunto de

actuaciones que pretenden detectar las posibles anomalías cromosómicas o alteraciones

genéticas que pudieran tener los embriones in vitro antes de ser transferidos a la

mujer105

. Teóricamente, podría efectuarse tanto sobre embriones in vitro como sobre

aquellos que se hallan en el útero de la gestante. Esta posibilidad, no obstante, es tan

sumamente peligrosa para su salud en general y su supervivencia en particular que

nunca se lleva a cabo, limitándose el análisis a los embriones generados in vitro.

2.2.- Diagnóstico genético: técnicas implicadas. El análisis genético.

Entre las herramientas aptas para el diagnóstico preimplantatorio se cuentan la

elaboración de cariotipos, que permite descubrir las anomalías cromosómicas más

importantes, o el análisis genético, que merece un comentario algo más pausado.

Denominamos análisis genético a un conjunto de acciones encaminadas a obtener datos

a partir de la información genética presente en cada ser vivo106

. La técnica en sí es muy

105

EMALDI, A., El consejo genético y sus implicaciones jurídicas, Bilbao-Granada: Comares, 2001, p.

94; BLÁZQUEZ, N., Bioética, la nueva ciencia de la vida, Madrid: Biblioteca de autores cristianos,

2000, pág. 101; ROMEO CASABONA, C. M., Del Gen al Derecho, Bogotá: Universidad externado de

Colombia, 1996, p. 186; SUREAU, C., ―Come la clonazione reproduttiva umana può cambiare la nostra

vita: alcuni scenari‖, MCLAREN, A., La clonazione. Uno sguardo etico, Strasbourg: Consejo de Europa,

2002, p. 102.

106 Conviene recordar, en lo que atañe a este punto, que la información genética es la información referida

a nuestros genes. Para obtenerla, basta con obtener una célula, un tejido, o cualquier otra muestra

biológica de un ser humano. Ahora bien, no es lo mismo poseer la información que ser capaz de acceder a

ella. Cuando transformamos esa información en un código comprensible creamos un dato genético, que

no es otra cosa que la explicitación de aquella en una forma comprensible. Una célula de nuestro cuerpo

posee toda la información genética sobre cada uno de nosotros. Si extraemos esa célula, la analizamos y

conservamos la información obtenida en un fichero informático, estamos creando un dato genético. La

61

simple: se extrae o succiona una de las células del embrión creado in vitro para

determinar las alteraciones genéticas presentes a través, en general, de la técnica de la

Reacción en Cadena de la Polimerasa (RCP)107

. Normalmente se hace en el momento en

que el embrión consta de 6 a 8 células. Posteriormente, se intenta averiguar la

composición genética exacta del embrión a través del uso de técnicas como la creación

de ―moldes‖ genéticos propios de las enfermedades monogénicas mediante microarrays

o biochips, de tal modo que si el ADN del embrión encaja en ellos, sea posible

diagnosticar la patología sin género de dudas108

. Ello no obstante, es posible que en un

futuro próximo comience a aplicarse masivamente el karyomapping, una técnica

novedosa desarrollada por los investigadores del Bridge Center, de Londres. Aplicada al

ADN de los embriones, esta tecnología ha conseguido aumentar significativamente la

efectividad del diagnóstico genético preimplantatorio, reduciendo además su conste

económico prácticamente a la mitad.

2.3.- Las posibilidades del diagnóstico genético.

El diagnóstico genético preimplantatorio nos proporciona una información

extremadamente valiosa en varios sentidos. En primer lugar, constituye la forma más

efectiva de descubrir si el producto de la aplicación de una técnica de reproducción

asistida es o no un embrión en el sentido en que lo hemos definido antes, ya que permite

determinar las posibilidades reales que tiene de desarrollarse satisfactoriamente. En

segundo lugar, nos permite diagnosticar la presencia o no de enfermedades

diferencia, por tanto, entre ambos conceptos es clara: mientras la información genética se encuentra en

todo ser vivo de forma natural, un dato genético es una creación artificial del ser humano que, partiendo

de la primera, construye una herramienta útil para incrementar su conocimiento (Véase: NICOLÁS, P.,

La protección jurídica de los datos genéticos de carácter personal, Comares: Granada-Bilbao, 2006, pp.

59 y ss). 107

LACADENA, J. R., ―Selección de embriones con fines terapéuticos‖, en

http://www.isftic.mepsyd.es/w3/tematicas/genetica/index.html. Última visita: 20 de octubre de 2008.

108 CARRACEDO, A., M. V. LAREU, F. BARROS, ―Nuevos métodos para el análisis de la variabilidad

genética‖, Actas del Primer Simposio Nacional sobre Bioinformática, Información Genética y Salud,

Madrid: Sociedad Española de Informática de la Salud, 27 y 28 de enero de 2000, pp. 3-10.

62

monogénicas en un embrión109

, a la par que nos proporciona cierta información acerca

de sus probabilidades de padecer según qué patologías asociadas a combinaciones de

diferentes genes. De la importancia de esta función da fe el hecho mismo de que el

número de enfermedades que podrían llegar a detectarse oscilaría las 1500, de

confirmarse la utilidad de la nueva técnica desarrollada por los investigadores del

Bridge Center110

. En tercer lugar, nos dota de la capacidad de averiguar si un embrión

será o no histocompatible con otras personas, haciendo posible su selección con fines

terapéuticos.

En un futuro, esperamos, el diagnóstico genético será la antesala de la

aplicación de las terapias génicas sobre los seres afectados por las patologías

diagnosticadas. A día de hoy, no obstante, y como tendremos ocasión de reiterar

posteriormente, no hay posibilidad alguna de proporcionar una solución terapéutica de

este tipo. En el caso de los seres humanos adultos, lo más que podemos hacer es tratar

de paliar los síntomas que se vayan manifestando. En el caso de los embriones, lo que

habitualmente se hace es no transferirlos a la gestante, lo que provoca las fuertes

discusiones que analizaremos en el próximo apartado.

3.- El diagnóstico preimplantatorio: problemas éticos implicados.

Como acabamos de señalar, el diagnóstico preimplantatorio es una práctica

seriamente cuestionada desde algunos posicionamientos, por diferentes motivos. Así, y

en primer lugar, hay quienes creen que es inmoral por los medios que emplea, ya sea

porque la extracción de una célula del blastocisto pone en peligro la vida del embrión, o

porque piensan que la célula extraída, al ser totipotente, debe ser considerada, una vez

109

Entre este amplio repertorio de enfermedades se hallan la fibrosis quística, el síndrome de Lesch–

Nyham, la hemofilia A, la distrofia muscular de Duchenne, etc

110 El diagnóstico de enfermedades plurigénicas, con todo, no será en un futuro próximo tan fiable como

el de las monogénicas. Lo más que conseguiremos, nos tememos, será obtener ciertos indicios

probabilísticos de contraer una enfermedad. Pero eso, por sí mismo, constituiría un gran avance.

63

seccionada, como otro embrión, que se sacrifica en aras de la buena marcha del

procedimiento. Otros, por su parte, creen que la idea misma de utilizar el diagnóstico

preimplantatorio para descartar la implantación de algunos embriones atenta

directamente contra el propósito de la medicina, ya que, en lugar de servir para curar, la

biomedicina acaba contribuyendo a la muerte del ser humano. Hay, por último, un

elevado número de autores que censura esta práctica por considerarla de naturaleza

puramente eugenésica, dado que provoca la eliminación de algunos seres humanos

siguiendo el criterio de las patologías que los aquejan. A continuación comentaremos

estos argumentos detenidamente.

3.1.- Los problemas relacionados con el método.

La primera clase de argumentos que se han aducido contra el diagnóstico

preimplantatorio son los que tienen que ver con el método empleado al efecto. Dentro

de ellos, a su vez, se debe distinguir entre dos variantes diferentes. De un lado, se hallan

quienes creen que la técnica debe evitarse porque la extracción de una célula pone en

peligro al embrión111

. De otro, quienes piensan que toda célula extraída de un

blastocisto es, en sí mismo, otro embrión, así que todo diagnóstico implica la muerte de

un ser humano112

.

El problema que presentan ambos argumentos es que sólo resultarán

preocupantes para quienes crean que la vida de un embrión in vitro es valiosa. Pero es

que, aun aceptando este presupuesto, ninguno de ellos resulta definitivo. En el caso del

primero, es inevitable considerar que si ponemos en una balanza el posible riesgo que

una práctica de este estilo puede suponer para la vida de un embrión y la posibilidad de

que, gracias a ella, a una gestante no se le implanten unos cuerpos celulares

111

Véase: HORIS, H., et als., ―Reduced survival after human embryo biopsy and subsequent

cryopreservation‖, Human Reproduction, nº 14, 1999, pp. 2833–2837. Otros autores, sin embargo, niegan

la existencia de riesgos para el desarrollo posterior del embrión (DI CARLI, L., ―Etica nella ricerca sul

genoma umano‖, en DEL TACCA, M., L’etica nella Ricerca Biomedica, Roma: La Nouva Italia

Scientifica, 1997, p. 155).

112 BELLVER, V., ¿Clonar? Ética y derecho ante la clonación humana, Granada: Comares, 2000, p 146.

64

completamente incapaces de desarrollarse, o no acabe recurriendo a un aborto por la

existencia de una patología que podría haberse detectado mucho antes, no es sencillo

concluir que será el primer factor el que más pese. Menos lo será, desde luego, si un día

el diagnóstico acaba siendo la antesala de una terapia. En cuanto al segundo, qué

podemos decir si no es que, como han puesto de manifiesto biólogos de considerable

prestigio, pensar que toda célula extraída de un blastocisto es totipotente es,

probablemente, una exageración.

3.2.- El daño causado al embrión: el diagnóstico como herramienta para la

muerte.

Como hemos dicho, el segundo de los grandes argumentos contra el

diagnóstico preimplatatorio es el que señala que esta técnica, hoy por hoy, y mientras

las terapias génicas no se hallen disponibles, implica una perversión de la medicina, en

cuanto que no sirve para curar, sino para matar113

. Evidentemente, una afirmación de tan

hondo calado es, por sí misma, lo suficientemente grave como para, caso de ser cierta,

poner en duda la licitud moral de esta técnica. Sin embargo, una mirada atenta a las

circunstancias del caso nos hará descubrir rápidamente que la contundencia del juicio no

se corresponde tan fielmente con su consistencia como algunos pretenden. De hecho, el

vigor de la sentencia dependerá inevitablemente del estatuto ontológico que

concedamos al embrión humano. Quienes sostienen la afirmación de que un embrión

debe ser tratado como si fuera una persona, porque tal vez lo sea sin duda aceptarán la

veracidad de la presunta tergiversación de la medicina. Quienes, por el contrario, lo

consideran sólo como un ser humano potencial, esto es, como una no-persona,

113

En lo que a esto respecta, HERRANZ ha afirmado que a través de estas prácticas, ―la medicina

preventiva sufre un gran cambio. Altera su objetivo: en lugar de volcar sus energías en incrementar el

número de personas que no caen enfermas, busca la eliminación de las personas que habrían caído

enfermas privándolas de la existencia‖ (HERRANZ, G., ―Medical–ethical problems in prenatal and pre–

implantation genetic diagnosis‖, en VIAL CORREA, J. y E. SGRECCIA (Eds.), Human Genome, Human

Person and the Society of the Future, Ciudad del Vaticano: libreria editrice vaticana, 1998, p. 198).

65

seguramente no darán a su no transferencia la misma trascendencia114

, considerando,

por el contrario, un serio atentado contra el principio de beneficencia no hacer lo posible

por curar a su hermano enfermo.

Esta discusión, por desgracia, no tiene solución o, al menos, nadie la ha

encontrado hasta ahora, por cuanto sobre los desacuerdos valorativos es complejo

construir acuerdos racionales115

y no seremos nosotros quienes tratemos ahora, en este

breve espacio, de colmar esta laguna. Permítasenos, no obstante, introducir, como una

reflexión personal: incluso quienes creen que el embrión es una persona deberían

admitir la validez de tres enunciados generales. El primero es que no tenemos por qué

valorar a los seres sólo por lo que son, sino también por las circunstancias en que se

encuentran, que cobran especial relevancia a este respecto. Dotar del mismo valor al

embrión que resta en un tubo de ensayo que al que se encuentra en el ambiente uterino

resulta, cuando menos, discutible. Piénsese, en este sentido, que la mayor parte de

nosotros nunca valora igual la semilla de roble que guardamos en nuestra despensa que

la que ya hemos plantado en tierra fértil. ¿Por qué deberíamos seguir parámetros

diferentes en el caso del embrión in vitro cuando, además, lo contrario podría abocarnos

a graves problemas teóricos?116

114

Véase a este respecto: MORI, M., ―Sulla moralita della diagnosi preimpianto‖, Bioetica. Rivista

interdisciplinare, nº 2, 2001, p. 562; PURROY, J., La era del genoma, Barcelona: Salvat ciencia, 2001,

p. 167; ROMEO CASABONA, C. M., El Derecho y la Bioética ante los límites de la vida humana, cit.,

p. 376; BAGARIC, M., ―Eugenics –so what‘s wrong with improving the quality of the human species?‖,

Monash Bioethics Review, vol. 20, nº 2, abril 2001, p. 14 y ss; CORBELLINI, G. ―Oportunità, rischi e

fraintendimenti della biotecnologia e dell‘ingegneria genetica‖, Bioetica. Rivista interdisciplinare, nº 1,

2001, pp. 104 y ss; BRAMBATI., B., ―Tecnologie della riproduzione, diagnosi genetica e qualità della

vita‖, en DEL TACCA, M., L’etica nella Ricerca Biomedica, Roma: La Nouva Italia Scientifica, 1997, p.

183.

115 Una de las muestras de lo enconado de la disputa nos la ofrece HERRANZ cuando manifiesta que ―no

se puede sostener una discusión neutral acerca del diagnóstico prenatal o preimplantatorio hoy en día,

porque en materia tan fundamental no existe una tercera vía entre las éticas del respeto y las del poder‖

(HERRANZ, G., ―Medical–ethical problems in prenatal and pre–implantation genetic diagnosis‖, en

VIAL CORREA, J. y E. SGRECCIA (Eds.), Human Genome, Human Person and the Society of the

Future, cit., p. 191. Traducción del autor).

116 Quien no esté de acuerdo con esta diferencia, haría bien en formularse esta pregunta: si un día somos

capaces de diseñar una máquina capaz de gestar un ser humano a partir de cualquier célula del cuerpo

humano, ¿tendríamos que considerar que cada vez que nos rascamos la piel cometemos un genocidio?

¿No sería más sabio pensar que sólo las células introducidas en dicha máquina serían dignas de ser

valorados como el germen de un ser humano?

66

La segunda consideración, evidentemente conectada con la primera, es que no

debemos cometer el error de identificar ontología y ética. El que dos seres compartan

una misma naturaleza no significa que los debamos tratar de la misma forma. Quien

escribe estas líneas es ontológicamente idéntico a la persona de movilidad reducida que

vive en el piso de al lado, pero el tratamiento que se nos otorga a ambos no es el mismo,

y no hay nada de injusto en ello. Tampoco parece injusto proporcionar un trato diferente

a un embrión in útero y un embrión in vivo, ni posee la misma trascendencia las

acciones que emprendemos con respecto a ellos. Piénsese, en este sentido, que no

transferir un embrión al útero de una gestante no es lo mismo que interrumpir un

embarazo, ya que lo primero implica la omisión de un medio necesario para un fin y lo

segundo, en cambio, supone una intervención directa destinada a impedir que se alcance

un resultado que surgiría por sí mismo en su ausencia.

Por último, permítasenos apuntar que, frente a quienes afirman que la vida

siempre es valiosa, hay quienes creemos que hay vidas que hubiera sido mejor que

nunca existieran. Gracias a ello nos oponemos a la clonación o a la creación de según

qué híbridos o a la aplicación más alocada de la biología sintética, o abogamos por la

omisión de todo tratamiento que no haga sino multiplicar los sufrimientos de un

enfermo con el único fin de prolongar su vida biológica117

. Aplicando esta creencia al

caso que nos ocupa, cabe pensar en casos en los que las patologías detectadas sean de

tal gravedad que, por motivos piadosos, sea mejor renunciar a la trasferencia

embrionaria, del mismo modo en que, en ocasiones, no prolongamos artificialmente la

vida de quienes no pueden seguir viviendo con una mínima calidad118

. Lo que en

cualquier caso es seguro es que, con independencia de la valoración moral que nos

117 Curiosamente, algunos de quienes afirman con más vehemencia la teoría de la sacralidad de la vida

humana también se oponen al encarnizamiento terapéutico y, sin embargo, aceptan la licitud de la pena de

muerte, al menos en circunstancias extremas, lo que no deja de ser, a nuestro juicio, un tanto

contradictorio.

118 Véase, en este sentido, VEHMAS, S., ―Is it wrong to Deliberately Conceive or give Birth to a Child

with Mental Retardation?‖, Journal of Medicine and Philosophy, vol. 27, nº 1, 2002, pp. 48 y ss;

CHADWICK, R., ―Gene Therapy‖, en SINGER, P. y H. KUHSE, A companion to Bioethics, Oxford:

Balckwell, 1998, pp. 193 y ss; WILLIAMS, B., ―Who I might have been?‖, en CHADWICK, R. et als.

(Eds.), Human genetic Information: Science, law and ethics, Chistester: John Wiley, 1990, pp. 167–173;

HAYD, D., Genethics. Moral Issues in the creation of People, University of California Press, 1992, pp.

29 y ss.

67

merezca el diagnóstico preimplantatorio, en aquellos países en los que el aborto es legal,

resultaría un contrasentido manifiesto obligar a alguien a seguir adelante con una

transferencia embrionaria cuando después tendría derecho a interrumpir su embarazo

aduciendo graves patologías en el feto.

A lo anterior hay que añadir, desde luego, allí donde impera una ética laica

que, como tal, ha de ser forzosamente una ética de mínimos, probablemente sería un

grave dislate impedir todo diagnóstico preimplantatorio en atención a los intereses del

embrión. Una remisión a la voluntad de los padres y, especialmente a la de la madre,

que es quien ha de gestar el embrión, parece mucho más razonable. Sobre todo, por

supuesto, si mantenemos en vigor la posibilidad de generar un mayor número de

embriones que el estrictamente necesario para un ciclo de la fecundación in vitro. De lo

contrario, nos hallaríamos ante la paradójica situación de poder descartar a unos

embriones sólo por el hecho de no resultar ya necesarios y, en cambio, no ser capaces de

estudiar su estado de salud mediante el diagnóstico preimplantatorio en atención a su

valor como seres humanos.

3.3.- ¿Una nueva forma de eugenesia?

Nos queda, por último, ocuparnos de aquellos argumentos que niegan la licitud

del diagnóstico preimplantatorio sobre la base de que, en las condiciones actuales, nos

aboca directamente a las prácticas eugenésicas que originaron tan terribles

consecuencias en la primera mitad del siglo XX119

. El hecho de que seres humanos sean

abandonados a la muerte por el mero hecho de padecer enfermedades como el síndrome

de Down constituye, a su juicio, una forma muy sutil de diferenciar entre personas de

119

SERRA, A. y G. BELLANOVA, ―Accertamento prenatale di rischio di patologia cromosomica fetale.

Aspetti scientifici, etici e deontologici‖, Medicina e Morale, nº 47, 1997, pp. 15–35; BAGARIC, M.,

―Eugenics– so what‘s wrong with improving the quality of the human species?‖, cit., pp. 12 y ss;

CORBELLINI, G., ―Opportunitá, rischi e fraintendimenti della biotecnologia e dell‘ingegneria genetica‖,

cit., p. 104; GOLSER, K., ―Desiderare un figlio e pretenderlo sano: mutamenti culturali riguardo alla

generazione‖, Bioetica. Rivista interdisciplinare, nº 1, 2001, p. 187; GRAUMANN, S., ―Preimplantation

genetic diagnosis: the bridge between human genetics and reproductive medicine‖, Derecho y Genoma

Humano, nº 13, 2000, p. 219.

68

dignidad equivalente y que, por tanto, deberían ser tratadas de igual forma120

. En

consecuencia, cada vez que realizamos un diagnóstico y aceptamos la posibilidad de no

transferir según qué embriones al útero de la gestante estamos resucitando viejas

barreras, destruyendo el dogma de la igual dignidad de todo ser humano, lo que podría

acabar trayendo terribles consecuencias a la humanidad. Y todo ello, por supuesto, sin

contar con que abrir la puerta a esta práctica probablemente traerá consigo, en el futuro,

la posibilidad de elegir, directamente a la carta, la constitución de nuestros hijos. Al fin

y al cabo, si podemos decidir sobre su vida o su muerte, ¿por qué no seleccionar su

color de ojos, que es algo mucho más inocuo para ellos?

Expuesto de esta forma, el argumento en cuestión posee una fuerza formidable.

El conjunto de sentimientos de rechazo que provoca la mera mención de la palabra

eugenesia unido a la descripción de un futuro marcado por la tecnificación absoluta de

la reproducción humana pintan un cuadro formidable que, sin embargo, no se

corresponde fielmente con la realidad que pretende abarcar. Merece la pena, en este

sentido, destacar que muchas de las suposiciones o de los desarrollos lógicos de este

argumento tienen algo de sofístico. De ahí que sea mejor ir por partes.

Empecemos, en consecuencia, por la idea primaria que fundamenta todas las

demás. ¿Implica la decisión de no transferir algunos embriones por sus patologías un

retorno a la eugenesia? La respuesta a esta pregunta ha de ser, probablemente, positiva,

si tomamos una noción literal de la idea de eugenesia. Lo que, no obstante, no implica

necesariamente que merezca una condena moral. Todo dependerá de si creemos que esa

conducta eugenésica se aplica sobre seres humanos moralmente valiosos o no. Elegir, de

entre doscientos millones de espermatozoides, aquellos que ofrecen mejores garantías

de generar un ser humano sano es una conducta eugenésica, pero en absoluto inmoral121

.

La misma naturaleza hace que, de entre todos los ovocitos que se hallan presentes en el

cuerpo de una adolescente, maduren antes aquellos que resultan más aptos para la

reproducción. La cuestión, por consiguiente, no es si el diagnóstico preimplantatorio

conduce a la eugenesia, sino si esa forma de eugenesia es o no éticamente rechazable. El

120

Véase, en este sentido: NELSON, J. L., ―Prenatal diagnosis, personal identity and Disability‖,

Kennedy Institute of Ethics Journal, vol. 10, nº 3, 2000, p. 219.

121 Consúltese: SOUTULLO, D., Las células madre, el genoma y las intervenciones genéticas, Madrid:

Talasa, 2006, pp. 31-42.

69

problema radica en que la respuesta a este dilema depende directamente del estatuto que

adjudiquemos al embrión humano. Si creemos que un embrión es una persona, dejarlo

morir por poseer una enfermedad o tara es algo moralmente terrible. Si no creemos tal

cosa, no se entiende muy bien por qué la lógica que aplicamos al elegir a los

espermatozoides in vitro o la que la misma naturaleza emplea al seleccionar los ovocitos

debería proscribirse en este caso.

Del mismo modo, la presunta quiebra de la igualdad entre seres humanos sólo

se rompería si pensáramos que los embriones son equivalentes a cualquiera de nosotros.

En caso contrario, este efecto nunca llegaría a producirse. No implantar un embrión

porque padece una enfermedad no sería lo mismo que decir que quienes la padecen son

menos dignos que el resto de los seres humanos, por el mismo motivo por el que decir

que es mejor poseer dos piernas que una no implica pensar que los seres con una pierna

son inferiores a las que tienen dos. Por eso mismo, elegir traer al mundo un ser humano

con piernas en vez de uno que no las tiene no tendrá nunca nada de inmoral, ni causará

o fomentará discriminación alguna si somos capaces de sostener con argumentos

convincentes la idea expuesta: que no es lo mismo discriminar entre personas que entre

entidades pre-personales de valor completamente diferente.

Nos queda, por fin, analizar la idea de que la aceptación del diagnóstico

preimplantatorio acabará posibilitando no ya sólo la eugenesia negativa sino también la

eugenesia positiva es el típico argumento de la “pendiente resbaladiza” (slippery slope)

que tanto gusta a los gurús del alarmismo social, pese a que pocas veces se muestra

realista. Menos lo será todavía en este caso, en el que cabe diferenciar fácilmente entre

unas conductas y otras. Si consideramos que un embrión in vitro no es una persona sino

de forma potencial, resulta obvio que existe un abismo entre decidir en sentido negativo

sobre su transferencia a un útero, lo que afecta exclusivamente a ese embrión, o alterar

su composición genética antes de proceder a transferirlo, lo que no sólo le atañe a él

sino también a la persona a la que dará lugar. De ahí, por tanto, que quepa trazar un

abismo entre ambos tipos de eugenesia que no tiene por qué atravesarse (aunque

tampoco tiene por qué no, obviamente. Todo dependerá de lo razonable que resulte la

eugenesia positiva o, al menos, algunas de sus formas).

70

4.- La selección de embriones con fines terapéuticos.

Una vez analizado el complejo asunto del diagnóstico preimplantatorio en

general, nos encontramos ya en condiciones de extender nuestros comentarios hacia el

dilema con el que empezábamos el presente capítulo, el que plantea el caso del joven

Andrés y su recién nacido hermano Javier. Un caso, todo sea dicho, que nos obligará a

ir un paso más allá de todo lo expresado en los apartados anteriores, por cuanto, aun

hallándose directamente asociada al diagnóstico preimplantatorio, la selección de

embriones con fines terapéuticos incluye parámetros lo suficientemente diferentes como

para merecer un análisis propio. Piénsese, en este sentido, que, en el caso de Javier, los

criterios que favorecieron su elección y no la de cualquier otro de los embriones

generados a través de las técnicas de reproducción asistida no tenían tanto que ver con

su propio interés como con el de otra persona, Andrés.

Hay, además, que tener en cuenta que la misma finalidad de la técnica obliga a

la creación de un número de embriones muy superior al de una fecundación in vitro

normal, que el profesor Lacadena cifra en veinte122

, lo que entraña, por sí mismo, un

serio problema ético, que ha sido esgrimido para negar la licitud de la aplicación de esta

técnica. En los próximos epígrafes examinaremos las objeciones éticas que se han

interpuesto a la selección de embriones con fines terapéuticos, sobre la base de las

peculiaridades citadas, objeciones que clasificaremos en dos grupos, las que atañen al

embrión seleccionado y las que tienen que ver con los que se nunca serán transferidos.

4.1.- Los argumentos que tienen que ver con el embrión seleccionado.

La principal objeción que suele realizarse a la selección de embriones con fines

terapéuticos es que esta técnica trata al embrión como un mero medio y no como un fin

en sí mismo, lo que atentaría contra su dignidad, rompiendo el principio kantiano de que

122

LACADENA, J. R., ―El fin no justifica los medios‖, EL MUNDO, 15 de octubre de 2008.

71

toda persona debe ser tratada como fin y no como medio123

. Sin embargo, hay

poderosos motivos por los que dudar de la consistencia de una afirmación de este

calado.

Antes que nada, porque quienes sostienen este argumento comenten, desde

nuestro punto de vista, el craso error de confundir entre la idea de causa y finalidad. La

necesidad de hallar un donante para su hijo enfermo puede ser la razón por la que unos

padres deseen tener un hijo, incluso su única razón, pero esto no significa

necesariamente que tengan un hijo exclusivamente para que sirva a tal fin. Si así fuera,

probablemente lo entregarían en adopción tan pronto como naciera, cosa que no ha

sucedido en ninguno de los casos que conocemos. Por el contrario, niños como Javier

son muy queridos por sus progenitores. Saber si nuestro nivel de exigencia moral debe

llegar no ya sólo a la forma en que tratamos a nuestros hijos sino también a los motivos

por los que decidimos tenerlos, tal vez siga siendo posible condenar una práctica de este

tipo. Pero, en tal caso, quizás sea mejor que empecemos a prepararnos para aceptar el

hecho de que muchos de nuestros padres se comportaron de forma harto inmoral a la

hora de decidir sobre nuestra existencia. A ello se ha de añadir que la alusión a Kant no

resulta en este caso pertinente, sobre todo si no se hace literalmente. Lo que el genio

alemán recomendaba era no tratar jamás a un ser humano únicamente como un medio.

Quien desea tener un hijo para salvar la vida de otro, sin duda está utilizando al niño en

cuestión como un medio, pero, ¿únicamente como un medio? Si lo trata de acuerdo con

el deber de cuidado propio de un buen padre de familia, resulta dudoso que sea así.

Más absurdo resulta aducir la posibilidad de un daño psicológico al niño que ha

sido concebido con el fin de facilitar la curación de su hermano124

. Pensemos, por no

123

En lo que a ello respecta, la Conferencia Episcopal Española ha señalado que ―someter la vida humana

a criterios de pura eficacia técnica supone reducir la dignidad de la persona a un mero valor de utilidad.

Los hermanos a los que se les ha privado del derecho a nacer han sido desechados por no ser útiles desde

la perspectiva técnica, violando así su dignidad y el respeto absoluto que toda persona merece en sí

misma, al margen de cualquier consideración utilitarista. Por su parte, el hermano que finalmente ha

nacido ha sido escogido por ser el más útil para una posible curación. Se ha conculcado de esta manera su

derecho a ser amado como un fin en sí mismo y a no ser tratado como medio instrumental de utilidad

técnica‖ (SECRETARÍA GENERAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ―Curar a los

enfermos, pero sin eliminar a nadie‖, 17 de octubre de 2008, en:

http://www.infodecom.com/Manager.php?var=7049. Última visita: 23 de octubre de 2008).

72

reiterar todo lo ya dicho, que aludir a esta clase de problemática sólo tiene sentido si

consideramos que ese daño es lo suficientemente importante como para creer que sería

mejor que ese niño nunca llegara a existir, porque el daño es aquí condición de

existencia, y no resultado de una alteración en la propia constitución del ser. Quien no

entienda a qué nos referimos, bien hará en pensar que si un día Javier dice a sus padres

que sufre mucho por la idea de haber sido concebido para ayudar a su hermano, éstos

podrán responderle que si no hubiera sido por eso, nunca habría llegado a nacer. En

consecuencia, y salvo que el dolor le hiciera insoportable la vida, bien haría en dejar de

preocuparse por esa circunstancia.

4.2.- La cuestión de los embriones sobrantes.

Más compleja, por supuesto, es la cuestión de la pérdida de vidas embrionarias

que esta práctica engloba, circunstancia que ha sido utilizada para negar su licitud

moral. Evidentemente, si alguien cree que un embrión es equivalente a un adulto,

difícilmente admitirá que se deje morir a algunos de los embriones creados sólo por el

hecho de que no sean histocompatibles con su hermano enfermo125

. Quienes, por el

124

Consúltese, al respecto: LACADENA, J. R., ―El fin no justifica los medios‖, EL MUNDO, 15 de

octubre de 2008; RAMIRO, F. J., ―Bebé medicamento, bebé persona‖, 19 de octubre de 2008, en internet:

http://sintesis.blogspot.com/2008/10/beb-medicamento-beb-persona.html. Última visita: 23 de octubre de

2008. Hay, incluso, quien habla de un daño físico. Transcribiremos aquí las palabras de Gloria TOMÁS

cuando dice de los niños nacidos por selección que ―son bebés medicamento porque la finalidad primaria

en su concepción es utilizarlos en pro del hermano enfermo, y no quererlos por sí mismos, como exige la

dignidad de todo ser humano. Estos bebés serían sometidos a un grave ensañamiento, puesto que la

posibilidad de seleccionar exige múltiples hermanos, lo que supone partir varios óvulos necesariamente

más inmaduros‖ (TOMÁS Y GARRIDO, G. M., «Ética y ‗Bebés medicamento‘», Diario Médico, 27 de

octubre de 2008).

125 En este sentido, la Conferencia Episcopal Española ha manifestado que ―los planteamientos emotivos

encaminados a justificar estas prácticas horrendas son inaceptables. Es cierto: hay que curar a los

enfermos, pero sin eliminar nunca para ello a los sanos. La compasión bien entendida comienza por

respetar los derechos de todos, en particular, la vida de todos los hijos, sanos y enfermos‖ (LXXXVI

ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ―Algunas Orientaciones

sobre la ilicitud de la Reproducción Humana Artificial y sobre las prácticas injustas autorizadas por la

Ley que la regulará en España‖, Madrid, 30 de marzo de 2006, en:

http://www.conferenciaepiscopal.es/DOCUMENTOS/Conferencia/reproduccion.htm. Última visita: 17 de

octubre de 2008).

73

contrario, consideran al embrión in vitro como un grupo de células apenas concederán

importancia a esta circunstancia. Sin ánimo de repetir aquí lo ya dicho en torno a la

diferente consideración del embrión in vitro e in vivo, nos permitiremos, sin embargo,

señalar que esta objeción dejaría de tener solvencia si los progenitores decidieran

transferir al útero de la mujer todos los embriones generados, con independencia de su

ADN individual, o si tales embriones se crioconservaran para su donación a otras

parejas. El escasísimo número de esta clase de casos haría que, probablemente, no fuera

nada complicado encontrar una solución alternativa a su destrucción. Y tampoco parece

que se vulnerara ninguna norma moral si, puestos a optar por transferir unos antes que

otros, se eligiera en primera posición a los que muestren la histocompatibilidad

buscada126

.

4.3.- Selección de embriones, un comentario.

La conclusión de todo lo dicho debería ser, desde nuestro punto de vista, que la

selección de embriones con fines terapéuticos sólo resulta moralmente condenable si

sostenemos la idea de que los embriones son personas. Y, aun en ese caso, es posible

evitar este problema asumiendo la paternidad de todos los embriones creados, o

recurriendo a un procedimiento de adopción. En consecuencia, toda recomendación de

una prohibición general, sustentada por las normas penales, de estas prácticas, nos

resulta, cuando menos, un tanto exagerada, teniendo en cuenta los bienes que se hallan

presentes y en juego.

Lo dicho, por supuesto, no significa que no sea posible, e incluso

recomendable, tomar una serie de precauciones adicionales que ayuden a hacer más

aceptable el uso de esta técnica a quienes defienden leoninamente el carácter sagrado de

la vida del embrión humano. Una mejora en nuestros biobancos o en las bases de datos

de donantes que haga más sencillo encontrar otra solución distinta a la que nos ocupa

será siempre recomendable. También podría ser una buena idea no constituir

126

Véase, sobre esta cuestión: SOUTULLO, D., Las células madre, el genoma y las intervenciones

genéticas, cit., pp. 31-42.

74

demasiados embriones a un mismo tiempo, sino proceder a su creación y análisis

progresivo, de manera que fuera posible para la cadena tan pronto como halláramos uno

histocompatible, lo que disminuiría el número de los sobrantes. Ahora bien, si, hecho

todo esto, siguiésemos necesitando más embriones, no resulta sencillo encontrar

motivos morales sólidos por los que denegar a unos progenitores angustiados por la

salud de su hijo toda posibilidad de acogerse a la única solución factible.

5.- Una recapitulación final.

El problema fundamental que ofrece todo intento de consideración moral del

diagnóstico preimplantatorio, ya se use con el fin de evitar el nacimiento de seres

humanos aquejados de graves enfermedades, o para aliviar las que ya sufren otros que

ya existen, como en el caso de la selección de embriones con fines terapéuticos, es que

siempre dependerá de un factor sumamente delicado: el estatuto ontológico y ético que

atribuyamos al embrión in vitro. Caso de creer que éste no pasa de ser un grupo de

células con ciertas potencialidades que, sin embargo, no deberían atribuirle derecho

alguno, será complejo encontrar buenas razones por las que oponernos a esta técnica. Si,

por el contrario, pensamos que un embrión es una persona y merece ser tratada de la

misma forma que cualquiera de nosotros, será imposible aceptar una práctica que

discrimina entre unos seres humanos y otros en función de su estado de salud,

situándose de lleno en el complejo campo de la eugenesia.

Este dilema, como nos hemos cansado de señalar, no tiene fácil solución,

porque depende directamente de factores emocionales, antes que de un juicio racional.

Ahora bien, esto no significa, ni mucho menos, que debamos aplicar aquí el argumento

de que, en caso de duda, hay que optar por proteger al embrión. Hay varios y buenos

motivos por los que pensar que esta idea es palmariamente errónea, pero el más

importante es fácil de sintetizar: que exista una profunda división social no significa que

todos dudemos. Lo que quiere decir es que hay personas profundamente convencidas de

que un embrión es valioso y otras que afirman taxativamente lo contrario. La falta de

75

consenso social no implica duda generalizada, sino división en la forma de valorar.

Frente a esta situación lo más lógico sería, desde nuestra perspectiva, optar por dar paso

a la conciencia individual: que cada uno tome sus determinaciones en función de lo que

le dice su propia ética. Y, por supuesto, que los demás seamos capaces de aceptar su

decisión. Lo contrario, nos tememos, nos lleva al callejón sin otra salida que la

imposición del pensamiento por la fuerza que tantos problemas nos ocasionó en el

pasado.

76

CAPÍTULO V: INGENIERÍA GENÉTICA Y BIOLOGÍA SINTÉTICA.

TRAS LAS HUELLAS DE LA VIDA Y MÁS ALLÁ

1.- Introducción.

Llegamos ya a la última parte de este trabajo, que no es, en absoluto, la menos

importante. Por el contrario, lo que será objeto de nuestra atención de aquí y hasta al

final tal vez sea, de entre todas las aplicaciones de la biotecnología, aquélla que posee

mayor capacidad de alterar la realidad que nos rodea, conduciéndonos hacia un

escenario absolutamente nuevo. La ingeniería genética, que ocupará la primera parte de

este apartado final, hace ya años que suscita enconadas reacciones en el campo de la

agricultura o de la manipulación de animales. Mayor será, probablemente, la polémica

que la rodee si los esfuerzos que venimos realizando en los últimos años acaban

fructificando en aplicaciones biomédicas capaces de devolver la salud a un enfermo,

pero poniendo en peligro la de millones de seres humanos sanos a cambio. Y eso, por

supuesto, por no hablar de la biología sintética. Todavía en proceso de nacimiento, esta

nueva biotecnología contiene, por sí misma, la capacidad de originar tales beneficios

terapéuticos que resulta complicado insinuar siquiera la necesidad de adoptar medidas

encaminadas a someter su desarrollo a alguna forma de control. Nuestra labor en las

siguientes páginas será mostrar que la biología sintética ocasionará graves

perturbaciones en nuestro modo de vida, caso de desarrollarse fuera de toda supervisión.

Más, todavía, si tenemos en cuenta que, en este caso, lo que el investigador pretende es

ir más allá de todo campo conocido, creando vida de la nada, gracias al diseño genético

artificial. La mera mención de esta posibilidad ya ha debido causar un gran impacto en

77

el lector. Mucho mayor será, sin duda, el que suponga para quienes, desde el campo de

la Bioética y, más aún, desde la Filosofía con mayúsculas sean conscientes de las

implicaciones que los logros de esta tecnología depararían sobre nuestras construcciones

éticas tradicionales.

2.- Ingeniería genética.

La ingeniería genética se define como un “conjunto de técnicas para aislar,

modificar, multiplicar y recombinar los genes de diferentes organismos”127

. Es, por

tanto, una tecnología que intenta mejorar nuestras condiciones de vida actuando sobre

los mecanismos básicos de entre todos los que las determinan, los genes. Como toda

tecnología, la ingeniería genética es susceptible de diferentes usos. En los últimos años

se ha empleado profusamente para mejorar las condiciones de la agricultura o la pesca,

a través de la creación de organismos modificados genéticamente capaces de ofrecer

mejores prestaciones que los que se hallan presentes en la naturaleza. En este trabajo, no

obstante, nos centraremos exclusivamente en el estudio de los usos que tienen que ver

directamente con el ser humano, esto es, en aquellas aplicaciones de la técnica que

implican un cambio directo en nuestro ADN.

Claro que, dentro de este compartimiento, aún cabe trazar serias diferencias

entre dos formas diversas de ingeniería genética, atendiendo al criterio de su finalidad.

127

HO, M. W., Ingeniería Genética: ¿sueño o pesadilla?”, Barcelona: GEDISA, 2001, p. 45. Otras

posibles definiciones son: “el proceso por el que los científicos alteran o añaden genes específicos al

material genético presente en el embrión, de modo que un individuo pudiera nacer con características

que no hubiera tenido de otro modo” (SILVER, L. M., Vuelta al Edén, Madrid: Taurus, 1997, p. 181) ;

―una tecnología cuya finalidad es mejorar la herencia genética de los seres vivos mediante la

manipulación de su código genético‖ (RIFKIN, J., El siglo de la biotecnología, Barcelona: Crítica, 1999,

p. 127); los ―cambios artificialmente introducidos en los genes de una célula" (SÁDABA, J., y J. L.

VELÁZQUEZ, Hombres a la carta, Madrid: Temas de Hoy, 1998, p. 145); ―conjunto de conceptos,

metodologías y técnicas que tratan de modificar el patrimonio hereditario de una célula mediante la

manipulación de sus genes o mediante trasplante‖ (TUDGE, C., ―Chi ha il diritto di clonare chi?‖, en

MCLAREN, A., La clonazione. Uno sguardo etico, Strasbourg: Consejo de Europa, 2002, p. 26.

Traducción del autor).

78

Así, distinguiremos entre la ingeniería genética de mejora, que es la que pretende

optimizar las cualidades de un individuo sano y las terapias génicas, que son el conjunto

de herramientas que procuran mejorar la salud humana a través de la modificación

genética128

. Dado que, por definición, las terapias génicas son la única de las

aplicaciones de la ingeniería genética que tiene que ver con salud humana, y este texto

se ocupa exclusivamente de las nuevas biotecnologías relacionadas con ella, nos

limitaremos, de aquí en adelante, a exponer los parámetros principales de la discusión

bioética sobre las terapias génicas, dejando para otra ocasión la apasionante disputa

sobre la mejora genética de la especie humana.

3.- Terapias génicas: ¿sueño o pesadilla?

Las terapias génicas son aquella parte de la ingeniería genética que se utiliza

para mejorar la salud humana o, viendo la cuestión desde una perspectiva diferente, el

conjunto de todas las herramientas biomédicas que parten de una modificación

genética129

. Dada su naturaleza, estas terapias sólo servirían para combatir aquellas

patologías que tienen un origen genético. Esto, no obstante, no significa que sean poco

importantes. Por el contrario, hay tres hechos que se confabulan para multiplicar las

expectativas generadas en torno a ellas: de una parte, que el número de enfermedades

humanas asociadas a la genética se cuenta por millares; de otro, que sólo las terapias

génicas ofrecen una posibilidad real de ir más allá de mitigar sus síntomas fenotípicos

128

FEITO, L. Bioética y terapia génica, Madrid: UPCO, 1999, p. 248 y ss.

129 Otras definiciones pueden hallarse en: LACADENA, J. R., ―Bioética, gratuidad del organismo y

patentabilidad de los genes humanos‖, Moralia, nº 20, 1990, pp. 441–462, o: SOUTILLO, D., ―Terapia

génica ayer y hoy‖, en: http://www.ugr.es/~eianez/Biotecnologia/tergen–2.htm. Última visita: 12 de junio

de 2008).

79

para eliminar la enfermedad en su raíz; por último, que para algunas patologías son la

única perspectiva con la que ahora mismo cuenta la medicina130

.

Teniendo esto en mente, nadie se extrañará de que las terapias génicas

constituyan una gran esperanza de la medicina. Sin embargo, el camino hacia el logro

de los primeros éxitos en este campo del conocimiento humano ha sido todo menos

sencillo. De hecho, en el tiempo transcurrido entre los primeros experimentos de esta

clase, desarrollados en los años 90 del pasado siglo131

, y los primeros en obtener un

resultado científicamente alentador, ya a finales de esta década132

, hemos tenido que

afrontar momentos realmente críticos133

, en los que parecía que nunca veríamos la luz.

130

FRIEDMANN, T., ―Progress toward human gene therapy‖, Science, nº 244, 1989, pp. 1275–1281;

BLÁZQUEZ, J. Derechos Humanos y Proyecto Genoma, Granada: COMARES, 1999, p. 115 y ss;

WIVEL, N. A. y L. WALTERS, ―Germ–Line gene Modification and Disease Prevention: some medical

and Ethical perspectives‖, Science, nº 262, 1993, pp. 533–538.

131 Se suele considerar que el primer experimento serio de terapia génica tuvo lugar en verano de 1990,

cuando un equipo americano introdujo un gen extraño en células linfáticas de personas que padecían de

un melanoma maligno (ROSENBERG, S. A. et als., ―Gene Transfer into Humans. Immuno–therapy of

Patients with Advanced Melanoma, Using Tumor–Infiltrating Lymphocytes Modified by Retroviral Gene

Transduction‖, New England Journal of Medicine, vol. 323, pp. 570–578; COURNOVER, D., y C.

THOMAS CASKEY, ―Gene Transfer into Humans: A First Step‖, New England Journal of Medicine,

vol. 323, pp. 601–603; GRACE, E. S., La biotecnología al desnudo. Promesas y realidades, cit., p. 94).

132 El origen de esta nueva esperanza hay que encontrarlo en un equipo francés de investigación dirigido

por Alain FISCHER. Este equipo consiguió en un experimento desarrollado a finales de los 90 el primer

resultado verdaderamente exitoso contra una enfermedad genética gracias a estas terapias. En el caso en

cuestión, los pacientes sometidos al tratamiento padecían de inmunodeficiencia combinada grave XI,

patología muy similar a la deficiencia de la adenosina deaminasa, que se caracteriza por la imposibilidad

de desarrollar células T, componentes esenciales del sistema inmunológico humano. El método empleado

en esta ocasión fue la extracción de células de la médula ósea que se reconstituyeron genéticamente de

manera que fueran capaces de desarrollar células T y posteriormente se devolvieron a su lugar de origen.

Diez meses después de llevar a cabo esta operación, los pacientes podían llevar vida normal sin recibir

ningún tipo de medicación, gracias a un sistema inmunológico que se comportaba de una manera

perfectamente normal (DAVIES, K., La Conquista del Genoma Humano, Barcelona: Círculo de Lectores,

2001, p. 295; DOBSON, R., ―Gene therapy saves immune deficient babies in France‖, BMJ, nº 320, 2000,

p.1225).

133 El peor de todos ellos tuvo lugar en septiembre de 1999, cuando un joven de Arizona aquejado de una

patología denominada ―deficiencia de ornitina transcarbamilasa‖ se sometió voluntariamente a terapia

génica en la Universidad de Pennsylvania. El experimento, por causas difíciles de prever a priori,

ocasionó al paciente una terrible inflamación que acabó causándole la muerte el 17 de septiembre

(SILBERNER, J., ―A Gene Therapy Death‖, Hastings Centre Report, vol. 30, nº 2, 2000, p. 6;

HOPKINS, J., ―US faces ethical issues after gene therapy death‖, BMJ, nº 320, 2000, p. 602; CIMENT,

J., ―Gene therapy experiments put on "clinical hold", BMJ, nº 320, 2000, p. 336).

80

Y es que, a pesar de los miles de experimentos realizados134

y las enormes sumas de

dinero gastadas en su desarrollo, las terapias génicas no han sido capaces de ir más allá

de ser un tratamiento experimental para enfermedades monocigóticas. Resultados, en

suma, un tanto decepcionantes para lo que esperábamos de ellas135

, pero que no deben

ocultar la cruda realidad de que, a no ser que logremos encontrar otras tecnologías que

sean capaces de hacer frente a las enfermedades a las que hemos hecho referencia en

este apartado, las terapias génicas continuarán siendo la única esperanza de curación

para miles de seres humanos afectados por ellas. Esta simple constatación debería ser

suficiente para alentarnos a continuar con nuestros estudios y para afrontar el debate

ético que los acompaña, porque, como veremos a continuación, los problemas que

rodean a las terapias génicas no son sólo de corte científico.

4.- Terapias génicas sobre la línea somática y sobre la línea germinal.

Una distinción que resulta particularmente oportuna en las terapias génicas es

la que separa éstas en dos grupos, en función de la estirpe celular a la que afectan. De un

lado, se hallan aquellas que intervienen sólo sobre las células somáticas, de tal forma

que los cambios genéticos que originan no se transmiten a la descendencia del paciente,

a las que llamaremos terapias génicas sobre la línea somática. De otro, existe grupo de

técnicas que operan sobre las células sexuales y, por tanto, pasan a las siguientes

134

Se calcula que a lo largo de los años 90 del pasado siglo hasta 3000 pacientes que padecían

enfermedades como la fibrosis quística, la hemofilia, la distrofia muscular, el SIDA o el cáncer, entre

otras, se sometieron a terapias génicas (Véase: MUÑOZ, E., Biotecnología y sociedad. Encuentros y

desencuentros, Madrid: Cambridge University Press, 2001, p. 153; COGHLAN, A., ―Gene dream fades

Hawai‖, New Scientist, 25 de noviembre de 1995, pp. 14 y 15; HODGSON, ―There‘s a whole lot of

nothing going on‖, Biotechnology, nº 13, 1995, p. 714).

135 Así lo han reconocido eminentes miembros de la comunidad científica. Véase: MARSHALL, E., E.

PENNISI y L. ROBERTS, ―In the Crossfire: Collins on Genomes, Patents and Rivalry‖, Science, nº 287,

2000, pp. 2396–2398.

81

generaciones, esto es, a los descendientes del enfermo, razón por la que se denominan

terapias génicas sobre la línea germinal136

.

Esta división, que puede parecer meramente anecdótica desde la perspectiva

del profano, tiene, sin embargo, tanta importancia en el debate bioético, que

prácticamente toda discusión seria sobre el tema parte de ella. Cabe, no obstante,

introducir el matiz, que a veces pasa demasiado inadvertido, de que hay ocasiones en

que no es sencillo determinar si una modificación genética afectará solamente a una

línea o si acabará extendiéndose a ambas. Esta circunstancia resulta particularmente

cierta en el caso de las terapias aplicadas sobre embriones, en los que su propia

inmadurez orgánica juega en contra de toda distinción drástica entre unos tipos celulares

y otros. En la explosiva potencialidad de las células que componen la raíz de toda vida

es muy complicado trazar las fronteras que nos acompañan a los individuos adultos. De

ahí, por consiguiente, que todo lo que digamos a continuación deba entenderse siempre

bajo la óptica de que no resulta tan sencillo distinguir entre los dos grupos de terapias

aquí trazados y que tendremos que estar especialmente atentos a la hora de controlar

cada intervención en el cuerpo humano, si no queremos incurrir en serios errores que se

evitarían con una correcta gestión del riesgo.

4.1.- Las terapias génicas sobre la línea somática.

Toda terapia experimental implica un riesgo para el paciente sobre el que se

ejecuta. En consecuencia, el criterio habitual que seguimos para su aplicación tiene

mucho que ver con el ratio riesgo/beneficio. Las terapias génicas sufren, además, de la

terrible circunstancia de que, en su caso, no cabe la posibilidad de limitar todo efecto

negativo al entorno del laboratorio. Dado que los sujetos sobre los que se aplican son

personas vivas que se relacionan con otras, siempre existirá la posibilidad de que una

mutación patógena de un gen se extienda inmediatamente por todo el mundo. Así son

las cosas y no hay mucho que podamos hacer para cambiarlas. A no ser que

136

RIFKIN, J., El siglo de la biotecnología, cit., p. 128; HUBBARD, R. y WALD, E., El mito del gen,

Madrid: Alianza Editorial, 1999, p. 196 y ss; MASON, J. K. y R. A. McCALL SMITH, Law and Medical

Ethics, Butterworths, 1999, p. 184.

82

impusiéramos al sujeto sobre el que se ejecutan la complicada carga de vivir en

continuo aislamiento del resto del mundo, nunca estaríamos seguros de permanecer

inmunes a sus consecuencias. Pero, ¿cómo someter a un ser humano adulto a una

situación tan parecida a la que vivían los leprosos en la Edad Media?

Por fortuna, los riesgos reales que acompañan a muchas de las terapias que

ahora mismo aplicamos son lo suficientemente pequeños como para asumirlos sin

plantearnos dilemas morales tan complejos como el que acabamos de trazar. Mientras

nos limitemos a tratar enfermedades monogénicas y nuestros pacientes sean humanos

adultos, no habrá demasiado que temer. ¿Y si vamos un paso más allá, ya sea

atendiendo a otra clase de patologías, estas plurigénicas, o incluyendo entre los

afectados a los embriones o fetos tempranos? En el primer caso, estaremos, a buen

seguro, cometiendo una temeridad. A cambio de una posibilidad nula de obtener un

beneficio clínico, estaríamos sometiendo al enfermo y a los que le rodean a un riesgo

imponderable. En el segundo caso, nos hallaremos ya ante una terapia génica que,

seguramente, afectará a la línea germinal. A lo que diremos a continuación sobre ella

nos remitiremos ahora, por tanto.

4.2.- Las terapias génicas sobre la línea germinal.

El mayor problema ético que suscitan las terapias génicas sobre la línea

germinal proviene de los enormes riesgos que conlleva su uso. Para ser sinceros, nos

hallamos muy lejos de saber si su empleo causaría serios perjuicios no ya sólo al ser

humano al que se le aplicaran, sino también a su descendencia. Cabe, además, la

posibilidad de que la variación de los genes de una persona originase alguna patología

de muy difícil control, que supusiera una seria amenaza contra la vida humana137

. A

137

LACADENA, J. R., ―Terapia génica‖, Genética y bioética, C.N.I.C.E., en:

www.cnice.mecd.es/genetica/1999_04/1999_04_00.html; GAFO, J., ―Demandas de un moralista a la

ética filosófica‖, en ABEL, F. y C. CAÑÓN, La mediación de la filosofía en la construcción de la

Bioética, Madrid: UPCO, 1993, pp. 181–195; MURRAY, T. H., ―Ethical issues in human genome

research‖, en BULGER, R. E. et als (Eds), The Ethical Dimensions of the Biological Sciences, Cambridge

University Press, 1993, p. 289; ROMEO CASABONA, C. M., El Derecho y la Bioética ante los límites

de la vida humana, MADRID: Centro de estudios Ramón Areces, 1994, p. 367 y 368.

83

partir de estos datos, han sido múltiples las voces que han abogado en contra de su

puesta en práctica.

Hay, sin embargo, autores que se han pronunciado a favor del desarrollo de

estas terapias, al menos en el caso de algunas patologías, principalmente las

monogénicas, que son las que mejor conocemos. Lo que, en este caso, se sostiene es que

si sabemos ya que hay un gen en concreto que es el causante de patologías tan terribles

como la fibrosis quística, la espina bífida, etc., y nos limitamos a eliminarlo de quienes

las padecen, pero no de su descendencia, estaremos neutralizando el mecanismo

evolutivo, esto es, favoreciendo su expansión a las generaciones futuras138

.

Aun reconociendo que este argumento es sumamente interesante, convendría

introducir en el debate algunos datos que lo situarán en una dimensión más aproximada

a la realidad. El principal de ellos es que, por desgracia, no todos los genes que

producen las terribles enfermedades de las que hemos hablado antes son siempre y en

cualquier circunstancia dañinos para quien los posee. Antes bien, sabemos

perfectamente que algunos de ellos resultan de gran utilidad para la lucha contra según

qué otras patologías139

. Caso de eliminarlos, por consiguiente, tal vez estuviéramos

causando un perjuicio mayor del que se pretendería evitar.

La enseñanza que debemos entresacar de lo dicho es que la conciencia del

riesgo debe tenerse, en esta ocasión, presente. Sobre todo porque, en el caso de las

terapias génicas en la línea germinal afectan a personas diferentes de las que

proporcionan su consentimiento. De este modo, cabe, efectivamente, que la aplicación

de las terapias génicas sobre una persona sirviera para remediar una patología, pero la

consecuencia inevitable que habría que arrostrar sería que su descendencia se viera

afectada por consecuencias imprevisibles. La única forma de evitar esta consecuencia

sería exigir al paciente su renuncia total y permanente a tener descendencia. ¿Estamos

dispuestos a sumir esta circunstancia?

138

ZIMMERMAN, B. E., ―Human Germ–Line Therapy: The Case for its Development and Use‖, Journal

of Medicine and Philosophy, diciembre de 1991, vol. 16, nº 6, p. 594 y ss; WALTERS, L., ―The ethics of

human gene therapy‖, Nature, nº 298, 1986, pp. 225–227. En sentido contrario: LACADENA, J. R.,

―Manipulación genética‖, en GAFO (Ed.) Fundamentación de la Bioética y manipulación genética,

Madrid: UPCO, 1989, p. 170.

139 Así, por ejemplo, el mismo gen que provoca la fibrosis quística cuando funciona como dominante,

permite a quienes lo poseen como recesivo una mayor resistencia frente a enfermedades como la malaria.

84

5.- Biología sintética: una introducción.

En junio de 2007 se produjo un acontecimiento que, vaticinamos, marcará un

hito en la historia de la biología140

. Por primera vez, un equipo de investigación

anunciaba la creación de un organismo vivo engendrado enteramente en el laboratorio,

una bacteria construida con ADN sintético, bautizada con el nombre de ―Micoplasma

laboratorium‖ y actualmente apodada "Sintia‖141

, cuya patente se había reclamado ya

meses antes142

. El ser humano había dado un paso más en su eterno desafío a la

naturaleza: ya no necesitábamos partir de la vida para crear vida, sino que nos era

posible construir nuevas estructuras orgánicas a partir del diseño genético.

Detrás de todo ello se encontraba uno de los centros más polémicos e

impactantes de cuantos existen ahora mismo en el mundo, el Instituto Venter, creado y

financiado por J. Craig Venter, el científico que encabezó el sector privado en la carrera

para mapear el genoma humano143

. Se hacía así realidad el sueño de un grupo de

científicos, entre los que se incluía el citado, que ya en el año 1999 se propusieron crear

vida artificial en el laboratorio144

. A partir de ese instante comenzó un laborioso

proceso, que fue recorriendo diferentes etapas: el descubrimiento del número mínimo de

140

Véase: LARTIGUE, C., J. I. GLASS, N. ALPEROVICH, et als., ―Genome transplantation in bacteria:

changing one species to another‖, Science, 27 de junio de 2007. DOI:10.1126/science.1144622.

141 Fue el grupo Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), una organización no

gubernamental dedicada a la conservación y promoción de la diversidad cultural y ecológica y los

derechos humanos, quien le adjudicó el apodo. Véase al respecto la siguiente dirección de internet:

http://elnoografo.wordpress.com/2007/06/19/solicitud-de-patente-del-j-craig-venter-institute-sobre-la-

primera-especie-del-mundo-sintetizada-totalmente-en-laboratorio/.

142 La solicitud de patente en cuestión reclamaba la propiedad exclusiva sobre un conjunto genes

esenciales y sobre un ―organismo vivo sintético que puede crecer y reproducirse‖, construido con esos

genes. Se presentó ante la la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) el 27 de abril de

2007, y ante la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (USPTO) el 31 de mayo de 2007.

143 Véase al respecto: LACADENA, J. R., ―Vida Sintética: J. Craig Venter, ¿Un Dios Menor?‖, accesible

en internet en la siguiente dirección: http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/index.html. Última visita:

12 de agosto de 2008.

144 Véase: HUTCHISON III, C. A., S. N. PETERSON, S. R. GILL, et als, ―Global transposon

mutagenesis and a minimal Mycoplasma genome‖, Science, nº 286, 1999, pp.. 2165-2169.

85

genes que ha de poseer una bacteria para seguir viva145

, el desarrollo de los mecanismos

necesarios para silenciar los distintos genes del microorganismo y observar así las

funciones de cada uno de ellos146

, y la elaboración de una nueva técnica capaz de

introducir en una célula bacteriana una molécula de ADN artificial, que, tras varias

generaciones, sustituyera completamente el código genético del ente receptor, dando

origen a una bacteria artificial al cien por cien, objetivo final del experimento.

Más allá, no obstante, de la significación del logro científico, lo asombroso (y

preocupante, a la vez) de los hechos narrados es que el tránsito desde el deseo científico

hasta la posibilidad real se haya producido en un periodo de tiempo tan corto.

Evidentemente, si los progresos siguen a este ritmo, el futuro se hará presente mucho

antes de lo previsto. Si alguna conclusión cabe sacar de todo lo dicho hasta ahora ésta

ha de ser que nos hallamos ante las puertas de una nueva revolución en el campo de la

biología. La ―biología sintética‖ o ―synbio‖, en sus siglas inglesas, ya no es sólo una

hipótesis teórica de difícil realización práctica, sino un fenómeno bien presente en

nuestro mundo del siglo XXI. Mientras escribimos estas líneas son muchos los

laboratorios que están trabajando en el desarrollo de esta nueva disciplina. Gracias a

ello, en un futuro tal vez sea posible no ya sólo obtener tejidos o células idóneos para la

medicina regenerativa, sino diseñar artilugios capaces de detectar anomalías en nuestros

genes o en nuestro sistema inmunológico, circulatorio, etc., e, incluso, proceder a

repararlas. Resultados tan espectaculares como éstos, sin embargo, pueden ir

acompañados de amenazas tan terribles como el diseño (inteligente) de nuevos virus, o

la alteración inconsciente del medio ambiente, o la simple causación de una pandemia

145

Este paso necesario se cubrió a través de una serie de experimentos realizados ya en los años noventa

del pasado siglo. Véase: FRASER, C. M. et als, ―The minimal gene complement of Mycoplasma

genitalium”, Science, nº 270, 1995, pp397-403; FLEISCHMANN, R.D., et als, ―Whole-genome random

sequencing and assembly of Haemophilus influenzae‖, Science, nº 269, 1995, pp.. 496-512;

HUTCHISON III, C. A., S. N. PETERSON, S. R. GILL, et als, ―Global transposon mutagenesis and a

minimal Mycoplasma genome‖, cit., pp.. 2165-2169.

146 Ello se hizo a través de una técnica denominada denominada mutagénesis global con transposones,

que consiste en inducir con transposones un gran número de mutaciones en genes distintos. Véase al

respecto: LACADENA, J. R., ―Vida Sintética: J. Craig Venter, ¿Un Dios Menor?‖, accesible en internet

en la siguiente dirección: http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/index.html. Última visita: 12 de

agosto de 2008.

86

por un experimento mal diseñado. Bien haremos, por consiguiente, en comenzar a

discutir acerca de las implicaciones éticas de la biología sintética.

6.- Biología sintética: una descripción.

6.1.- Definición de biología sintética: ¿nueva disciplina o desarrollo de la

biotecnología?

Si por algo cabe caracterizar a la biología sintética es, sin duda, por su inmensa

capacidad para generar polémica en todas sus facetas. Su propia denominación se halla

continuamente sujeta a debate. Así, si bien el término ―biología sintética‖ es el que goza

de mayor aceptación hasta ahora, hay quienes consideran que sería más exacto utilizar

para describir esta tecnología otros como ―ingeniería genética extrema‖147

. Otros, por su

parte, tratan de evitar las connotaciones, aparentemente peyorativas del término

―sintética‖, cambiando la denominación de esta tecnología por expresiones como

―biología constructiva‖ o ―biología intencional‖.

Otro tanto sucede, por supuesto, a la hora de fijar una definición universal de lo

que es la biología sintética. Las distintas definiciones proporcionadas hasta ahora

muestran serias divergencias entre sí. Así, por ejemplo, el grupo de investigadores en

esta disciplina encargados del mantenimiento de la entrada “synbio” en la página

“Open Wet Ware” describen sus trabajos como “el diseño y la construcción de nuevas

partes biológicas, dispositivos y sistemas y el rediseño de sistemas biológicos naturales,

ya existentes, para aplicaciones útiles”148

. De una forma un tanto más simplificada, la

tercera conferencia mundial sobre biología sintética, celebrada en Zurich en junio de

147

LACADENA, J. R., ―Vida Sintética: J. Craig Venter, ¿Un Dios Menor?‖, accesible en internet en la

siguiente dirección: http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/index.html. Última visita: 12 de agosto de

2008.

148 Véase: http://openwetware.org/wiki/Biolog%C3%ADa_Sint%C3%A9tica. Última visita 14 de agosto

de 2008.

87

2007, define su objeto como “una nueva disciplina que está emergiendo rápidamente y

que se propone el (re-)diseño y construcción de (nuevos) sistemas biológicos”149

. En

sentido parecido, el informe del New and Energing Science and Technology (NEST), un

grupo de expertos sufragado por la Comisión Europea, califica la biología sintética

como “el diseño de componentes y sistemas biológicos que no existen en la naturaleza

y el re-diseño de elementos biológicos que ya existen”, señalando como su objetivo

principal “la aplicación del paradigma del diseño de sistemas para producir sistemas

predecibles y robustos con nuevas funciones que no existen en la naturaleza”150

. En

esta última apreciación del NEST se halla incluida una coletilla muy apreciada por

quienes tratan de incluir la biología sintética dentro de la ingeniería de sistemas, antes

que en la biotecnología151

.

Las diferencias entre unas definiciones y otras enmarcan algunas de las

discusiones más importantes que ha de afrontar la biología sintética a la hora de

conformar su propio campo de estudio. ¿Se convertirá en una mera extensión de la

ingeniería de sistemas a la biotecnología? ¿Ha de ser atendida por biólogos o químicos

o, más bien, se trata de un área directamente conectada con los expertos en

programación y los ingenieros de sistemas? A nuestro juicio, cualquier respuesta que se

decante por uno sólo de esos polos resulta sumamente aventurada. La biología sintética

es un ejemplo claro de la ciencia del futuro, una disciplina caracterizada por su

multidisciplinaridad. Es una aplicación de la teoría de sistemas, pero también una

biotecnología, en cuanto que se aplica sobre seres vivos, que constituyen una

herramienta, hasta ahora imprescindible, para constituir nuevas formas de vida.

149

Véase: http://www.syntheticbiology3.ethz.ch/. Última visita 14 de agosto de 2008.

150 NEST, Synthetic Biology. Applying Engineering to Biology, Luxembourg: Office for Official

Publications on the European Communities online, p. 12. En internet:

ftp://ftp.cordis.europa.eu/pub/nest/docs/syntheticbiology_b5_eur21796_en.pdf. Última visita 14 de agosto

de 2008.

151 Véase: ENDY, D., ―Foundations for engineering biology‖, Nature, nº 438, 2005, pp. 449-453;

ARKIN, A. P., y D. A. FLETCHER, ―Fast, cheap and somewhat in control‖, Genome Biol., nº7, 2006, p.

114, doi:10.1186/gb-2006-7-8-114.

88

6.2.- Las técnicas de la biología sintética.

En el apartado anterior hemos descrito la biotecnología sintética de una forma

general. Un trabajo como el que ahora nos ocupa no permite, nos tememos, demasiadas

matizaciones. Ello no obstante, pecaríamos de una grave inexactitud si no

concediéramos, al menos, que, dentro de la idea de biotecnología sintética se engloban

técnicas muy diversas entre sí, que a veces no tienen otro elemento en común que su

objetivo final, crear vida artificial utilizando las estructuras celulares que ahora mismo

existen como mero soporte. De este modo, podemos hablar de tres o cuatro líneas

diferentes dentro de la biología sintética, algunas de las cuales se hallan muy cerca de la

ingeniería genética, tal y como la conocemos, mientras que otras desarrollan modelos

completamente diversos. La literatura, no obstante, suele agrupar todas estas líneas en

dos modelos principales152

, simplificación que juzgamos suficiente para una obra de

estas características:

Modelos top down o deconstructivos. Son aquellos que pretenden

diseccionar los sistemas biológicos para encontrar las formas mínimas

de vida, para, posteriormente, proceder a construir vida artificial. Son

modelos que utilizan técnicas muy similares a las de la ingeniería

genética, en su afán por adivinar la función de cada gen y la forma de

sustituir unos por otros hasta cambiar una cadena de ADN completa. Su

mejor ejemplo lo constituyen los experimentos de la Fundación Craig

Venter, de los que ya hemos hablado.

Modelos bottom up o constructivos. Se basan en la construcción de entes

vivos a través del uso de componentes biológicos o químicos, mediante

el empleo de conceptos propios de la ingeniería eléctrica, o de la

informática de sistemas. Su pretensión es, frecuentemente, la creación

de un ser capaz de responder a estímulos a través de respuestas

similares a las diferentes seres vivos que ya existen, mezclando así la

información procedente de unos y otros. El resultado más conocido de

152

DE VRIEND, H., Constructing Life. Early social reflections on the emerging field of synthetic

biology, The Hague: Rathenau Institute, 2006, p. 18 y ss.

89

esta línea de investigación son los “biobricks” o “piezas biológicas”,

que tratan de construir la vida de la forma en que un niño emplea las

piezas de un lego, por poner un ejemplo, esto es, mezclando de

diferentes formas piezas básicas.

Ambos modelos, como puede apreciarse, difieren sustancialmente entre sí. El

primero, trata de imitar a la naturaleza para superarla. El segundo, en cambio, transita

por una vía separada de lo que ya existe, intentando construir organismos enteros a

partir de unidades básicas completamente artificiales. En consecuencia, tendrá muchas

menos posibilidades de interactuar con los seres vivos que ahora mismo conocemos que

cualquier fruto de los modelos deconstructivos, factor que, como veremos, será muy

relevante a la hora de hablar de la gestión del riesgo.

7.- Biología sintética y ética: una discusión emergente.

7.1.- Introducción.

La discusión ética sobre la biología sintética ha surgido hace relativamente

poco tiempo, como no podía ser menos. Tal vez por eso sufre algunas de las taras que

acompañan a toda construcción valorativa que tiene que afrontar una novedad

aparentemente peligrosa. Las primeras opiniones que hemos conocido sobre este tema

tienden a rellenar el vacío anterior extrapolando a este caso muchas de las objeciones

presentadas al desarrollo de la ingeniería genética. Otras, recuperan para ella las

advertencias apocalípticas que han acompañado a las más interesantes aportaciones de

la ciencia. Quedan, por fin, por reflejar las graves taras que muestran todos aquellos

estudios que, aun siendo más proclives a esta tecnología, contienen serias lagunas en sus

exposiciones factuales, fruto, probablemente, de un cierto desconocimiento acerca del

objeto de su estudio. Nuestro objetivo en las siguientes páginas será analizar el tema

tratando de evitar todas estas taras.

90

7.2.- ¿Jugando a ser Dios?

Un argumento clásico en contra de la biología sintética es que, caso de llevar

las actuales vías de experimentación hasta sus últimas consecuencias, estaríamos

creando vida de la nada, esto es, desempeñando el mismo papel que, se supone, ejerció

Dios en el principio de los tiempos. Ocuparíamos así un puesto que no nos corresponde,

desafiando el orden natural de las cosas, como hicieron Adán y Eva al comer el fruto del

árbol prohibido. Mejor sería, por tanto, abstenernos completamente de seguir por esta

vía, olvidando para siempre todo lo que tenga que ver con ella, si no queremos

arriesgarnos a sufrir sus trágicas consecuencias.

El problema de este argumento sólo se sostiene si aceptamos una considerable

carga de creencias metafísicas. La misma idea de un orden natural de las cosas que ha

de oponerse a lo artificial resulta cada vez más absurda, y el propio avance de la

biología sintética no hará sino reforzar este sentimiento. Más aún, no hay motivos por

los que creer que el orden natural es mejor que el orden que el ser humano inserta en la

naturaleza, so pena de caer en la falacia naturalista. Ni tampoco hay razones fundadas

por las que pensar que la intervención humana, aunque arribe a los extremos que ahora

planteamos, sea antinatural, cuando el mundo es un sistema dinámico, sujeto a múltiples

y continuos cambios. A lo anterior hay que añadir que, por desgracia, una vez que una

forma de conocimiento nos resulta accesible, tan “divina” es la decisión de utilizarla

como de no hacerlo. Olvidar para siempre la biología sintética también es jugar a ser

dios, un dios mucho menos omnipresente que el que la emplea, pero a ser dios, porque

quien actúa por omisión, en definitiva, actúa. Y no está nada claro que ese dios sea

mejor que el que decide asumir su papel de ordenador del mundo siguiendo los intereses

de los agentes morales.

La consecuencia de todo lo dicho es que los argumentos de ―jugar a ser Dios‖

tienen poco que ofrecer en contra de la biología sintética. El auténtico desafío

conceptual que encierra esta tecnología proviene, más bien, de que nos obliga a

replantearnos conceptos tan cruciales como qué es la vida, cuando comienza, o en qué

se distingue una máquina de un ser vivo. Si la ciencia consigue hallar el número mínimo

de genes necesarios para soportar una estructura viva en cada especie, ¿no estaría

91

induciendo en la sociedad un reduccionismo intolerable acerca de lo humano? ¿No

estaría expulsando para siempre de nuestro vocabulario toda referencia a lo metafísico,

a lo espiritual?

Esta posibilidad, aparentemente terrorífica, sólo debería asustarnos realmente si

creemos que verdad y correspondencia con la realidad son conceptos intercambiables.

Dicho con otras palabras, si alguien cree que la misión del ser humano consiste en

encontrar la verdad, y que cabe determinar qué es lo cierto observando el mundo que

nos rodea, la biología sintética supondrá un serio problema: si cambiamos la realidad,

creando vida de forma artificial, ¿no es indudable concluir que también estaremos

alterando la idea de verdad? Para quienes, por el contrario, consideramos la idea de

verdad como un concepto mucho más unido a lo convencionalmente aceptable en

atención a su utilidad, la biología sintética no supone ningún trauma. Si tenemos que

revisar nuestra idea de lo que es vida, lo haremos, porque no hay nada que nos lo

impida. Supondrá un esfuerzo, por supuesto, pero no mayor que el que implicaría re-

determinar el sujeto de la moral, tal y como hemos sugerido anteriormente, al hablar de

quimeras e híbridos. Si después entendemos que resultará más adecuado definir la vida

en función de las cualidades que muestra una entidad, antes que atendiendo a su

constitución, será, una cuestión de readaptar nuestros paradigmas de manera que

asuman la transformación o de crear otros nuevos. Ni más ni menos. Y si alguien

sostiene que tal cambio es inaceptable y ha de evitarse en pro de la paz espiritual de los

hombres, será mejor que no nos lo tomemos demasiado en serio, si no queremos

terminar aborreciendo toda invención humana que ha hecho más complejo el mundo.

7.3- Biología sintética y gestión del riesgo: de cuando la omisión puede ser

más arriesgada que la acción.

El segundo de los argumentos que se aduce para exigir la prohibición de toda

técnica de biología sintética es el que hace referencia a los riesgos que implica una

tecnología de la que sabemos todavía tan poco. Se asimila, en este sentido, a lo ya dicho

en el caso de la ingeniería genética. Entre aquélla y la biología sintética existe, no

obstante, una diferencia muy notable, que afecta directamente a la consideración de los

92

riesgos que debemos afrontar en cada ocasión. Mientras que en el caso de la primera

todo experimento implica una alteración de las condiciones naturales en las que el ser

humano se desenvuelve, en el segundo es perfectamente posible diferenciar entre lo

existente y lo creado. Esta distinción, por descontado, no se refiere a los efectos finales

de una tecnología y otra: ambas pretenden, como toda herramienta científica, interactuar

con el mundo para mejorar la vida humana. Se ubica, más bien, en la distinta necesidad

que ambas tienen de emplear la naturaleza como un medio: mientras la ingeniería

genética implica la alteración del ADN de un ser vivo, la biología sintética es capaz de

generar vida de forma completamente artificial sin causar efecto alguno sobre el medio.

La consecuencia de esto es que, mientras la ingeniería genética tradicional resulta muy

difícil de controlar, la biología sintética ofrece tanto la opción de desarrollarse

exclusivamente en el laboratorio, como la de construir formas de vida tan alejadas de las

naturales que sea imposible cualquier interactuación entre unas y otras. Dado que la

diferencia es sinónimo de seguridad, mientras que la semejanza encierra graves riesgos,

cabe afirmar que la biología sintética es, o puede ser, mucho más segura que la

ingeniería genética.

A lo anterior hay que sumar que, aunque no fuera así, no hay ninguna garantía

de que dejar de subvencionar la investigación en biología sintética o, incluso, introducir

en nuestros códigos penales serias sanciones a quienes la lleven a término, conseguiría

evitar que acabe derivando en alguna forma de bioterrorismo. La práctica imposibilidad

de evitar que surjan “paraísos biosintéticos”, o de impedir que células terroristas o

“hackers” diversos utilicen la información que ahora mismo ya existe en la red hace

que sea más seguro continuar con esta tecnología que abandonarla. Sólo así tendremos

una mínima posibilidad de repeler los ataques, caso que éstos se produzcan finalmente.

Y sólo así, otorgando transparencia a todo el sistema, seremos capaces de prevenir que

nadie se haga con la información precisa para fines terroristas sin ser detectado. Claro

que para ello será necesario modificar muchos de los protocolos actuales, obligando, por

ejemplo, a las compañías que proveen de segmentos de ADN a verificar la identidad de

sus clientes o la peligrosidad potencial de sus productos. Esto, por supuesto, no

disolverá todos los riesgos, pero sí que los hará, cuando menos, mucho más manejables.

Se debe, además, tener en cuenta que no todas las técnicas que tienen como finalidad

crear vida artificial encierran los mismos riesgos. Lo que es más, algunas de ellas hasta

93

contemplan la posibilidad de insertar en sus creaciones un sistema de autodestrucción

que garantizaría que, aun en caso de entrar en contacto con otras formas de vida, su

estirpe no proliferaría indefinidamente. Una correcta gestión del riesgo haría bien en

intentar priorizar aquellas técnicas que suscitan menos suspicacias en quienes creen ver

una amenaza en la biología sintética.

8.- Biología sintética: una reflexión final.

Si alguna conclusión cabe extraer de todo lo dicho acerca de la biología

sintética ha de ser, a nuestro juicio, que su nivel de riesgo no es, en ningún caso,

superior al de la ingeniería genética. Por el contrario, hay varios factores que confluyen

para hacer de ella una tecnología mucho más segura: la dificultad de que interactúe con

la vida natural, la opción de insertar funciones autodestructivas en sus creaciones, o el

control que cabe ejercer sobre el origen y el destino de las herramientas imprescindibles

para ponerla en práctica así parecen asegurarlo. Su capacidad destructiva, por el

contrario, no es muy superior a la de la ingeniería genética: más allá del apocalipsis es

difícil arribar. Si a ello añadimos que es perfectamente posible que esta tecnología se

desarrolle de forma privada, sin apoyo de los gobiernos, resulta complicado defender

una moratoria que nos sitúe a expensas de lo que los agentes privados hagan legal o

ilegalmente.

A pesar de ello, seguirá habiendo muchas voces contrarias a la biología

sintética, sea cual sea el mecanismo elegido para desarrollarla. Esto no debe

sorprendernos, ya que, como en todas las facetas de la vida, la valoración del riesgo y la

comprensión de las variables presentes en cada escenario varían mucho de unos a otros

seres humanos. Pero lo que, en cualquier caso, nunca deberíamos olvidar es que el

miedo y, sobre todo, el que resulta más irracional, jamás será una herramienta sólida en

la que fundar nuestras decisiones. ¿Qué cabe, al fin, decir al respecto? Sencillamente,

que, como todo desarrollo científico la biología sintética necesita de mucho control, de

un control que asegure una gestión del riesgo tan eficiente como sea posible, pero nunca

94

de una prohibición que sólo serviría para generar una investigación encubierta mucho

más difícil de supervisar. Esperemos que así sea, por el bien de la ciencia y de la

humanidad en su conjunto.

95

PUNTO Y ¿FINAL?

Llegamos al final de esta obra. A través de sus páginas hemos visto transcurrir

apasionantes discusiones. Algunas de nuestras observaciones habrán convencido al

lector. Otras, ciertamente no. Así debe ser en toda discusión razonable. Los argumentos

se confrontan para descubrir hasta qué punto serán capaces de sostener un modelo de

conducta adecuado a las exigencias de nuestra conciencia colectiva, tratando siempre de

mejorar nuestras construcciones éticas, en una espiral que el tiempo ha demostrado

infinita. Y así ha de ser, desde luego, porque por mucho que nos obstinemos en pensar

lo contrario, la perfección no existe (al menos en este mundo), ni nadie se halla en

posesión de verdades absolutas.

Mantener una idea tan simple fresca en la mente puede ser esencial en un

momento en que muchos de los viejos paradigmas se tambalean y no tardarán mucho en

venirse abajo. Los clones ya están destruyendo nuestro concepto tradicional de embrión,

mientras que las quimeras suponen un grave peligro para la idea de especie y la biología

sintética amenaza con ir mucho más allá, poniendo en duda la mismísima noción de

vida. El futuro se está haciendo presente a pasos agigantados. Si no queremos tener que

afrontar una realidad completamente nueva con herramientas pertenecientes a lo que ya

hoy es pasado, es mejor que empecemos cuanto antes la tarea de destrucción creativa

que resulta tan necesaria.

Ha llegado el momento de los grandes cambios. En las próximas décadas

tendremos que redefinir conceptos como el de persona, especie humana, o el de agente

moral a través de un esfuerzo colectivo. La alternativa a esta necesidad consiste en dejar

la responsabilidad de las decisiones a nuestros jueces, a los funcionarios de las oficinas

de patentes o a los científicos que han de seguir adelante con su tarea por el bien de la

humanidad. ¿No será mejor asumir, más bien, la responsabilidad de nuestra historia,

arriesgándonos a tomar decisiones colectivas?

Frente a esta posibilidad siempre habrá, por supuesto, quienes aboguen por

abortar todo cambio en nuestras construcciones éticas, sobre la base de la conservación

de nuestros valores tradicionales, de la dignidad humana, de la naturaleza, o de

96

cualquier otro término abstracto en el que podamos pensar. Mal haremos en prestarles

demasiada atención porque, cuando nos hallamos en momentos como los presentes, el

cambio ya no es una opción, sino una necesidad racional. Y si alguien defiende lo

contrario será porque, lo diga o no, en el fondo de su argumento laten consideraciones

de otro tipo, desde la defensa de una fe religiosa o una convicción política, hasta el

miedo a lo desconocido, en sus formas más crudas. Pero esta clase de impulsos, siendo,

por supuesto, poderosos y, en el caso de los primeros, respetables, no deben ser, a

nuestro juicio, los que prevalezcan. Somos seres autónomos, capaces de razonar

nuestras decisiones. Permitámonos, en consecuencia, ser capaces de construir un futuro

libres de todo prejuicio anterior, porque si lo que en el pasado era válido continúa

siéndolo, a buen seguro lo conservaremos y, si no es así, ¿qué mejor medida que

cambiarlo?

97

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