Bioética y nuevas biotecnologias en salud humana
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BOOK·JANUARY2009
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InigoDEMIGUELBERIAIN
UniversidaddelPaísVasco/EuskalHerriko…
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2
INDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………….. pág. 4
CAPÍTULO I: NUEVAS TECNOLOGÍAS EN
LA REPRODUCCIÓN HUMANA. LA CLONACIÓN………………………...…pág. 6
1.- Introducción……………………………………………………………….…….pág. 6
2.- La clonación. Definición e introducción científica……………………………pág. 8
3.- Clonación: ¿una práctica poco ética?.................................................................pág. 10
4.- La clonación: una recapitulación final……………………………….….…….pág. 20
CAPÍTULO II: LA CUESTIÓN
DE LAS CÉLULAS TRONCALES……………………………………………..pág. 22
1.- Introducción…………………………………………………………………pág. 22
2.- Libertad de investigación y células troncales………………………………….pág. 23
3.- Lo que la transferencia nuclear ha aportado al debate bioético:
temblores sísmicos sobre el concepto de embrión………………………………...pág. 26
4.- Transferencia nuclear e híbridos citoplasmáticos:
¿la solución a todos nuestros problemas?................................................................pág. 33
5.- A modo de conclusión………………………………………………………....pág. 39
CAPÍTULO III: QUIMERAS E HÍBRIDOS…………………………………….pág. 41
1.- Introducción. ......................................................................................................pág. 41
2.- Pero, ¿qué son las quimeras e híbridos? ..........................................................pág. 45
3.- Quimeras e híbridos, una discusión bioética…….........................................pág. 46
4.- Observaciones finales.........................................................................................pág. 56
3
CAPÍTULO IV: DIAGNÓSTICO PREIMPLANTATORIO
Y SELECCIÓN DE EMBRIONES................................................................pág. 58
1.- Introducción.............................................................................................pág. 58
2.- El diagnóstico genético preimplantatorio:
Un análisis técnico ...........................................................................................pág. 60
3.- El diagnóstico genético preimplantatorio:
Problemas éticos implicados. .......................................................................pág. 62
4.- La selección de embriones con fines terapéuticos. .........................................pág. 69
5.- Una recapitulación final………………………..…………………………….pág. 75
CAPÍTULO V: INGENIERÍA GENÉTICA
Y BIOLOGÍA SINTÉTICA. ..................................................................................pág. 75
1.- Introducción. .........................................................................................pág. 75
2.- Ingeniería genética. .........................................................................................pág. 76
3.- Terapias génicas: ¿sueño o pesadilla? .............................................................pág. 77
4.- Terapias génicas sobre la línea somática
y sobre la línea germinal. ........................................................................................pág. 79
5.- Biología sintética: una introducción…………………………………………pág. 83
6.- Biología sintética: una descripción………………………………………….pág. 85
7.- Biología sintética y ética: una discusión emergente……………………….pág. 88
8.- Biología sintética: una reflexión final. .............................................................pág. 92
PUNTO Y ¿FINAL? .........................................................................................pág. 94
BIBLIOGRAFÍA.........................................................................................pág. 95
4
INTRODUCCIÓN
La palabra biotecnología proviene de la unión de los vocablos griegos ―bios‖,
que significa ―vida‖, tekne (τεχνη, "arte, técnica u oficio") y logos (λογος, "conjunto de
saberes"). De acuerdo con el artículo 2 del Convenio sobre Diversidad Biológica de
1992, podría describirse como "toda aplicación tecnológica que utilice sistemas
biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de
productos o procesos para usos específicos". Lo que esta definición, sin embargo, no
dice es que la biotecnología es uno de los desarrollos del saber que han generado
mayores beneficios para la humanidad en los últimos cincuenta años. La fecundación in
vitro, los productos transgénicos o el diagnóstico genético son sólo algunas de las
pruebas de sus logros. Ello, no obstante, no significa que no encierre en su seno un
temible lado oscuro. La posibilidad de crear enfermedades artificialmente, la alteración
del medio ambiente a través de la creación de nuevas formas de vida genéticamente
modificadas, o la generación de híbridos humano-animales aquejados de graves taras
son sólo algunos de los peligros todavía sólo presentes en nuestra imaginación, pero que
en un futuro podrían materializarse.
La plena consciencia de que no hay motivos por los que presumir que sólo
gozaremos de los beneficios que estas tecnologías prometen sin sufrir, en cambio, las
consecuencias negativas que encierran, justifica sobradamente el interés creciente por
reflexionar acerca de la licitud moral de cada uno de sus desarrollos. Y ahí, justo ahí, es
donde interviene la Bioética. Nacida como una evolución de la antigua ética médica, a
la que, no obstante, supera ampliamente, la Bioética tiene como misión fundamental
estudiar las implicaciones éticas de las diferentes ciencias de la vida, lo que no es
sencillo. Entre otros motivos, porque la Bioética, se halla condicionada por los distintos
paradigmas ontológicos que ahora mismo existen. Esta circunstancia hará que en
ocasiones nos hallemos ante callejones sin salida, en los que no tendremos otro remedio
5
que volver sobre nuestros pasos. En otras, en cambio, la mera existencia de esta clase de
limitaciones será la mejor prueba de que algunos de los modelos éticos que hemos
manejado en el pasado no resultan ya útiles. De hecho, nuestro objetivo en el presente
trabajo consistirá en aplicar una mirada sobre las nuevas biotecnologías desde el punto
de vista de la ética, pero, también en estudiar cuáles de los cimientos de nuestra ética
tradicional se han visto resquebrajados por el panorama que éstas han contribuido a
trazar. Se tratará, por consiguiente, de una indagación de doble vía, que intentará aplicar
un juicio ético sobre la ciencia, pero también aprovechar las enseñanzas de la ciencia
para mejorar nuestras estructuras éticas.
Nótese, no obstante, que no toda aplicación de la biotecnología será ahora
objeto de estudio. Por el contrario, limitaremos nuestra atención a aquellas que afectan
directamente a la salud humana y que, además, resultan novedosas. Siguiendo este
criterio, incluiremos en nuestro análisis los dilemas morales que rodean al diagnóstico
genético preimplantatorio, a la clonación de seres humanos o a la obtención de células
troncales a través de la destrucción de embriones o mediante la transferencia nuclear.
Será también objeto de nuestro estudio la constitución de quimeras humano-animales o
las nuevas formas de creación de vida artificial, esto es, la llamada biología sintética,
herramientas que tendrán múltiples aplicaciones en la salud humana, así como todo lo
que se atañe a la selección de embriones con fines terapéuticos.
Evidentemente, habrá quien discrepe de la oportunidad de algunos de los temas
elegidos, ya sea por su novedad o por su mayor o menor relación con el concepto de
biotecnología. A buen seguro, otras personas echarán en falta la inclusión de un
comentario a cuestiones diferentes a las incluidas. Frente a todo ello, poco podremos
decir, salvo que una obra de las características de ésta implica necesariamente adoptar
decisiones complejas, casi tan complejas como las materias sobre las que versa. Y entre
ellas se cuenta, sin duda, la de tener que acotar de una forma u otra su objeto de estudio.
Esperemos, con todo, haber sido capaces de elegir cuestiones ajustadas a la discusión
bioética y de aportar, en ellas, alguna aportación sustancial, de modo que sea posible
cumplir con el objetivo último de esta obra: contribuir a superar algunos de los dilemas
que ahora mismo tiene planteados la Bioética.
6
CAPÍTULO I: NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LA REPRODUCCIÓN HUMANA.
LA CLONACIÓN
1.- Introducción.
En febrero de 1997 la revista Nature dio a conocer al mundo uno de los
acontecimientos más turbadores de cuantos han tenido lugar en los últimos cincuenta
años: el nacimiento de la oveja Dolly1. Por primera vez en la historia, un grupo de
investigadores había sido capaz de clonar un mamífero adulto, desafiando así el dogma,
enunciado por August Weissman2, de que el proceso de diferenciación al que se ven
constantemente sometidas priva a las células de su capacidad de reproducir la
información contenida en el cigoto que, en última instancia, le dio origen. Desde ese
momento, nada volvería a ser igual. Los términos del debate habían cambiado
sustancialmente y ya no cabía dar marcha atrás. Si hasta entonces la idea de clonar seres
humanos adultos no pasaba de ser una mera hipótesis teórica que no suscitaba mayores
discusiones, de repente nos hallábamos ante la aterradora constancia de que cualquier
científico podría intentar reproducir en nuestra especie el procedimiento que había dado
lugar a la oveja clónica.
El primer capítulo de este trabajo irá destinado a analizar la clonación humana
desde el punto de vista de la Bioética. Se trata de una de las aplicaciones de la
biotecnología que ha generado mayor polémica, siendo muchos los que consideran que
1 La referencia de este histórico texto es: WILMUT, I., E. SCHNIEKE, et als., ―Viable offspring derived
from fetal and adult mammalian cells‖, Nature, nº 385, 1997, pp. 810–813.
2 WILMUT, I., K. CAMPBELL y C. TUDGE, La Segunda Creación, Barcelona: ediciones B, 2000, pp.
22, 92, 93 y 101.
7
ni siquiera debería considerarse como una técnica terapéutica, porque, al igual que
sucede con la fecundación in vitro, no soluciona ninguna patología3. Nuestra postura, en
cambio, será un tanto diferente. Concederemos, de un lado, que hay algunos casos en
los que, efectivamente, cabe descartar todo uso terapéutico de estas técnicas. Son
aquellos en los que algún inconsciente trata de clonarse para vivir eternamente, o para
tener un hijo más parecido a él o por cualquier otro motivo no relacionado con la
esterilidad. En dichas circunstancias, no existe finalidad terapéutica alguna, por lo que
evitaremos realizar comentarios al respecto, por mucho que ansiemos hablar de lo
absurdo y egoístamente inmoral de un propósito de este tipo. Sin embargo, hay otras
situaciones en las que una pareja ni es fértil ni responde a los tratamientos de
reproducción asistida. Es en tales casos en los que el carácter terapéutico de la técnica
de la transferencia de núcleos celulares resulta difícilmente descartable, si tenemos
presente que la esterilidad es una patología4. Enmarcado en estas coordenadas, el
recurso a la clonación ha de calificarse, como terapéutico, porque no sólo permite a los
implicados superar su incapacidad física de procrear, sino también los problemas
psicológicos asociados a la misma5. El que tales circunstancias sólo concurran escasas
ocasiones no desdice su carácter patológico, ni la naturaleza terapéutica de toda
tecnología que contribuya sus efectos. En consecuencia, la clonación de seres humanos
será objeto de atención en el presente texto.
3 Aplicando un símil sencillo, se podría decir que fabricar una silla mecánica no supone curar la
minusvalía de nadie, aunque facilite considerablemente el movimiento de la persona enferma
(SANTAMARÍA, L. V., ―Aspectos bioéticos de las técnicas de reproducción asistida‖, Cuadernos de
Bioética, nº 41, 2000, p. 38).
4 Hay, no obstante, quienes todavía niegan el carácter patológico de la infertilidad. Véase: KASS, L.,
―Babies by means of in vitro fertilization: unethical experiments on the unborn?‖, New England Journal
of Medicine, nº 285, 1971, pp. 1174-1179.
5 No debe olvidarse, en lo que a ello se refiere, que la mera existencia de medios de superar la
incapacidad de tener descendencia tiene un efecto terapéutico, no ya sólo porque permite a las parejas
infértiles procrear, sino, sobre todo, porque les permite pensar que pueden llegar a hacerlo. De esta forma,
la posibilidad de acudir a cualquier técnica de reproducción asistida siempre tendrá un carácter
terapéutico en cuanto que elimina el trastorno mental que la imposibilidad de ser padres provoca en las
parejas estériles.
8
2.- La clonación. Definición e introducción científica.
2.1.- Clonación. Una definición.
El término ―clon‖ es de origen griego6. Podría traducirse como retoño o
esqueje7. Partiendo de esta idea básica inicial, en los últimos años han sido muchos los
autores, textos normativos, declaraciones internacionales, etc., que han tratado de
definir en qué consiste. Dado que no es nuestra obsesión ser excesivamente puntillosos
en este punto, nos limitaremos a decir que no es difícil unificar todas las
caracterizaciones existentes en una sola: clonar es crear un ser genéticamente idéntico a
otro que ya existe gracias a técnicas de reproducción no sexuada. La clonación es, a su
vez, el resultado de la acción de clonar, mientras que un ser clónico o clon sería el que
surge como consecuencia de la clonación y ser clonado aquel a cuya imagen y
semejanza se ha creado el clónico8.
2.2.- La clonación: una descripción científica.
Clonar, como acabamos de decir, consiste en crear un ser genéticamente
idéntico a otro que ya existe. Es por consiguiente, una acción que, para llevarse a
término, necesita de un procedimiento que la haga posible. Y, lo cierto, es que, a pesar
de que a menudo nos concentremos en la técnica desarrollada por el equipo de Ian
Willmut como si fuera la única capaz de obtener este resultado, lo cierto es que existen,
al menos, dos vías diferentes de clonar seres vivos, la partición de embriones y la
transferencia de núcleos celulares somáticos.
6 Véase, por ejemplo: ROMEO MALANDA, S., Intervenciones genéticas sobre el ser humano y Derecho
Penal, Bilbao-Granda: Cátedra Interuniversitaria Fundación BBVA-Diputación Foral de Bizkaia de
Derecho y Genoma Humano-Comares, 2006, p. 20.
7 Sobre los diferentes significados de la palabra clon, consúltese: SUSANNE, CH., ―Human Cloning: the
biological and ethical principle‖, Global Bioethics, vol. 14, nº 2–3, 2001, pp. 5–9.
8 ROMEO MALANDA, S., Intervenciones genéticas sobre el ser humano y Derecho Penal, cit., p. 20.
9
La primera de las técnicas a las que acabamos de referirnos es la que
habitualmente se conoce como partición de embriones o, en su denominación inglesa,
splitting embryos, que consiste en la separación de las células que conforman un
embrión durante sus primeros días de vida, es decir, la etapa que abarca desde la
fecundación hasta la constitución de la mórula o el blastocisto temprano. Se trata de una
práctica que reproduce los mecanismos con los que la naturaleza genera los gemelos
monocigóticos9. De ahí que a menudo reciba también el nombre de gemelación
artificial. Ahora bien, dado que sólo permite clonar embriones, y no seres humanos
adultos, lo que atenúa considerablemente sus posibilidades de originar grave polémica,
en el presente capítulo no nos referiremos a ella.
El segundo de los procedimientos capaces de clonar un ser humano es el que
habitualmente se denomina transferencia de núcleos celulares. La transferencia de
núcleos celulares parte de la extracción del núcleo de una célula somática adulta, para
después situarlo en un óvulo previamente enucleado. En condiciones normales, esta
manipulación no obtiene otro resultado que la muerte de la célula. Sin embargo, hoy en
día sabemos, gracias a los experimentos desarrollados para originar a Dolly, que, si
antes de llevar a cabo la extracción privamos a las células somáticas de todo suministro
energético, induciendo en ellas el estado que los científicos denominan gap cero (G0)10
,
se consigue que, una vez transferidas al núcleo de un óvulo y convenientemente
activadas11
, muestren una actividad muy superior a la normal, hasta el punto de acabar
9 RAMIRO, F. J., Técnicas de asistencia a la reproducción humana. Valoración ética, Bilbao: Grafite,
2000, p. 90 y 92; ROTHENBERG, K. H., ―Adult Sep Cloning and Embryo Splitting: an Overview‖, en
VV. AA., Cloning, Science and Society, Wisconsin: GEM, 1998, p. 31.
10 Que en términos metafóricos podría describirse como una situación de máxima deprivación que lleva a
los embriones a convertirse en seres ―famélicos‖.
11 Las formas de activar la célula resultante son varias. La más común es la que emplearon los miembros
del equipo creador de Dolly, quienes operaban depositando el núcleo en el espacio perivitelino del óvulo,
debajo de la zona pelúcida, procediéndose a la fusión con el oocito enucleado mediante una descarga
eléctrica (Véase, en este sentido: LÓPEZ MORATALLA, N., ―¿Clones Humanos‖, Cuadernos de
Bioética, 2004/3, p. 395). Un método alternativo es el desarrollado por los investigadores del Instituto de
Investigación en Biogénesis de la Universidad de Hawai, Ryuzo Yanagimachi y Tere Wakayama
(WAKANAYAMA, T., A. D. F. PERRY, et als., ―Full-term development of mice from enucleated
oocytes injected with cumulus cell nuclei‖, Nature, nº 394, 1998, pp. 369-374), que sustituye la pulsión
eléctrica por la microinyección, introduciendo el núcleo directamente en el citoplasma del oocito
enucleado, lo que permite aumentar drásticamente la tasa de éxitos de la técnica (CIBELLI, J. B., A. A.
10
comportándose como si fueran cigotos, con todo lo que ello implica12
. El fruto final de
la aplicación de la técnica de la transferencia de núcleos celulares puede llegar a ser, por
consiguiente, la obtención de un clon de un mamífero adulto, que compartirá con el
sujeto clonado su ADN nucleico, aunque no su ADN mitocondrial13
.
3.- Clonación: ¿una práctica poco ética?
3.1.- Introducción: las preguntas que suscita la clonación humana.
La idea de clonar un ser humano adulto ha suscitado un rechazo general en los
últimos años. La casi unanimidad de esa condena, con todo, no presupone su acierto. A
fin de cuentas, una opinión sostenida por la mayoría no tiene por qué ser necesariamente
la mejor, sobre todo si esa mayoría no posee la información adecuada o si,
sencillamente, no ha sido capaz de exponer argumentos lo suficientemente sólidos como
para sostener su oposición.
A lo largo de este apartado trataremos de demostrar que muchos de los motivos
que se han aducido para prohibir la clonación de seres humanos son sumamente
endebles cuando no, directamente, inconsistentes. Situación, todo sea dicho, que debería
preocuparnos, por cuanto el recurso a la clonación puede ser la única forma de tener
descendencia para aquellas personas que no tienen la posibilidad de acogerse a ningún
otro procedimiento. Restringir a este colectivo su acceso a las técnicas de clonación
KIESSLING et als, ―Somatic cell nuclear in humans: pronuclear and early embryonic development‖, The
Journal of Regenerative Medicine, 2001, nº 2, pp. 25–31).
12 Como veremos posteriormente, sería más realista decir que en ocasiones verdaderamente
excepcionales.
13 El ADN mitocondrial no se replica porque éste se encuentra en el citoplasma, y no en el núcleo. Las
mitocondrias contienen 37 genes de los que 13 sintetizan proteínas (PALMER, J. D., ―The Mitochondrion
that time forgot‖, Nature, nº 387, 1997, pp. 454 y 455). Esta salvedad, con no ser realmente esencial,
tiene su importancia, por cuanto los genes contenidos en la mitocondria poseen funciones muy
interesantes. Una más que correcta exposición acerca de la importancia del ADN mitocondrial puede
encontrarse en: TREVIJANO, M., ¿Qué es la Bioética?, cit., p. 204.
11
supone un atentado contra su derecho a la salud que sólo debería permitirse bajo
criterios realmente sólidos. Los riesgos que encierra el recurso a una tecnología todavía
insegura son, sin duda, un buen motivo para justificar la prohibición de la clonación.
Pero este motivo, por su propia naturaleza, no durará eternamente: conforme se disipe el
riesgo, perderá vigencia. ¿Hay alguna otra razón que pueda sustentar el veto? La
doctrina ha aducido algunas: la pérdida de vidas humanas que encerraría el desarrollo de
esta tecnología, los daños al ser humano así creado, las conmociones sociales que
llevaría asociada, etc. A estudiar la consistencia de cada una de ellas nos dedicaremos a
partir de este momento.
3.2.- La clonación: ¿una técnica asociada a una alta mortalidad?
Un argumento que se invoca frecuentemente para oponerse al desarrollo de las
técnicas de clonación y, en especial, a la utilización de la transferencia de núcleos
celulares para tal fin, es que ello supondría provocar la muerte de millares de embriones,
que tendríamos que sacrificar necesariamente para obtener un solo ser humano adulto14
.
El dato que respalda esta afirmación es que, a día de hoy, ha hecho falta recurrir a
cientos de transferencias nucleares para obtener unos pocos animales clónicos. A partir
de ahí, la pregunta es inevitable: ¿no sería inmoral hacer lo mismo con seres humanos?
Enunciada así, esta objeción parece intachable. ¿Cómo considerar legítimo el
desarrollo de una técnica si implica la condena a muerte de tantos seres humanos? Ello
supondría, de ser cierto, un grave atentado contra el principio kantiano, tan arraigado en
nuestro imaginario colectivo, de no utilizar a un ser humano únicamente como un medio
para los fines de otro. El problema estriba en que los términos reales en los que se ha de
enmarcar la discusión distan mucho de ser éstos. Frente a la sensación que se intenta
transmitir, la técnica de transferencia de núcleos celulares no necesita eliminar algunos
embriones para poder asegurar el desarrollo de los demás. Cada transferencia es un
suceso aislado y cada ente creado sigue su propia historia independiente. Entre el
14
Citaremos aquí, por ejemplo, al doctor RAEZ, (―La farsa y el peligro de la clonación de seres
humanos‖, en: http://www.corazones.org/moral/vida/clonacion_raez.htm. Última visita: 12 de agosto de
2008).
12
nacimiento de uno de ellos y la pérdida de los demás no existe ninguna relación de
causa-efecto. Cada ente generado se desarrolla más o menos en función de sus propias
características internas, siendo así que no es cierto que se utilicen algunos de ellos para
favorecer a otros, o que no se les permita seguir el curso vital que “deberían haber
seguido”. Sencillamente, viven el tiempo que su constitución genética les otorga. Decir,
por tanto, que emplear este procedimiento de reproducción es inmoral porque tiene altas
tasas de mortalidad prenatal es tan absurdo (o más) como decir que una pareja que tiene
graves problemas en concebir embriones viables y, por tanto, sufre continuos abortos,
hace mal en intentar reproducirse. Quien no entienda qué queremos decir, que nos
responda a una simple pregunta: ¿qué derecho humano de los embriones “sacrificados”
estaríamos vulnerando si procediéramos a llevar a cabo la técnica? ¿Su derecho a la
vida, cuando nadie se la arrebata? ¿Un inexistente derecho a tener una esperanza de vida
igual a la media? ¿Un derecho a no ser utilizados para beneficiar a otro ser humano,
cosa que nadie está pensando en hacer?
Hay, además, que tener en cuenta que, en caso de que nos tomáramos
realmente en serio un argumento como éste, probablemente tendríamos que afrontar
algunas consecuencias que, vaticinamos, no serán del agrado de quienes lo sostienen
con tanto fervor. Pensemos, en este sentido, que si analizamos detenidamente la
cuestión, notaremos que la creencia que sustenta la objeción es que los procedimientos a
los que se asocia una alta tasa de mortalidad embrionaria son moralmente censurables.
Tanto, que deberíamos evitar utilizarlos o, al menos, sustituirlos por otros que ofrezcan
mejores ratios de esperanza de vida. Ahora bien, hay que tener en cuenta, cuando
hablamos en estos términos, que la naturaleza y sus mecanismos permanecen casi
inmutables a lo largo de los tiempos. En cambio, las técnicas creadas por los seres
humanos mejoran inevitablemente con los ensayos, experimentos e investigaciones.
Llegará, por consiguiente un momento en que la reproducción asistida, en alguna de sus
modalidades, incluyendo, por supuesto, la transferencia nuclear, obtendrá menores tasas
de mortalidad prenatal que la reproducción natural. En ese instante, quienquiera que sea
coherente con el postulado ético de que debemos procrear de manera que se sacrifique
el menor número de embriones posible tendría que apelar a una abstención general de
utilizar la forma natural de reproducción humana en favor de las técnicas artificiales.
¿Hay alguien que se atreva a sostener esto seriamente?
13
A tenor de lo dicho cabe llegar ya a una primera conclusión: prohibir la
clonación sobre la base de la presunta pérdida de embriones que su desarrollo traerá
consigo es un dislate, que no se sostiene ante un análisis serio. De ahí, por consiguiente,
que creamos recomendable negar, sin más, la legitimidad de toda la objeción.
3.3.- Clonación y morbilidad: la posibilidad de una vida trágica.
Si algo nos han mostrado los primeros animales clónicos es que la aplicación
de la transferencia nuclear para clonar mamíferos provoca serias secuelas en las
criaturas así engendradas. El envejecimiento prematuro es un síntoma que parecen
hallarse presente en muchos de los ejemplares obtenidos hasta ahora, que tal vez se debe
a los problemas que esta técnica causa en los telómeros de las células originarias15
. Caso
de emplearse en nuestra especie, podría dar lugar al nacimiento de seres humanos
aquejados de graves taras16
. De ahí que, por el momento, sea mejor vetar su uso en la
especie humana.
Este segundo motivo de oposición a la clonación de seres humanos es mucho
más sólido que el primero, aunque sólo sea porque afecta a seres humanos reales y no a
células aisladas de dudoso estatuto ontológico17
. El problema, aquí, estriba en
determinar qué derecho humano es el que se ve afectado por el uso de estas técnicas,
porque éste no puede ser, mal que muchos se empeñen en ello, el derecho a la salud de
los clones. La razón de esta drástica afirmación radica en un hecho muy sencillo: la
15
TREVIJANO, M., ¿Qué es la Bioética?, cit., p. 206.
16 ROMEO CASABONA, C. M., ―Bienes jurídicos implicados en la clonación‖, Revista de Derecho,
Criminología y Ciencias Penales, nº 2, 2000, p. 147; TREVIJANO, M, ¿Qué es la Bioética?, Salamanca:
Sígueme, 1998, p. 231; Véase también, a este respecto: Recomendaciones de la NATIONAL
BIOETHICS ADVISORY COMISSION, especialmente la I; NBAC, ―Perspectivas religiosas‖, en
NUSSBAUM, M. C. y C. R. SUNSTEIN (Eds.), Clones y clones. Hechos y fantasías sobre la clonación
humana, cit., p. 168; COMISIÓN ASESORA NACIONAL DE BIOÉTICA (NBAC), Clonación de seres
humanos, junio de 1997, capítulo 6.
17 En este caso se actúa, evidentemente, sobre un embrión, pero los resultados de esa actuación se
demuestran en la persona a la que dará lugar. En el anterior, en cambio, la propia muerte de la embrión
hacía que nunca llegaran a tenerse en cuenta los intereses de la persona a la que daría lugar, sencillamente
porque ésta no existiría jamás.
14
transferencia de núcleos celulares, como técnica, es incapaz, por sí misma de afectar a
las características del ser al que da lugar. La transferencia creará o no un embrión, pero
lo que jamás hará será decidir cómo será el clon que origina. Tanto es así que, aunque
un científico intentara crear un ser humano sordo a través de una manipulación de los
gametos o del embrión al que éstos dieran lugar, le resultaría imposible hacerlo18
. Pero
si es imposible causar un daño, resulta complicado pensar en un derecho vulnerado, a no
ser que el daño sea, precisamente, existir en según qué condiciones, en cuyo caso
hablaríamos de la quiebra de un derecho a no existir con este defecto19
.
Lo que acabamos de escribir resulta, sin duda, complicado de asimilar, así que
conviene detenernos a analizarlo. Vayamos por partes. Hemos dicho que un científico
que decide crear un clon no tiene capacidad alguna de afectar a su salud. No puede,
sencillamente, decidir cómo será ese clon. En principio, por tanto, el clon nunca podría
acusar a su creador de haber atentado contra su integridad física, su autonomía, o
cualquier otro de los derechos que surgen a partir del dato primigenio de la propia
existencia. En cambio, lo que cabría censurarle sería el hecho mismo de haberlo traído
al mundo sin asegurarse de que su existencia fuera mínimamente soportable, caso de
que, como consecuencia de su extraño origen, el ser humano en cuestión sufriera de tal
modo que prefiriese no haber nacido20
.
Este escenario, aun resultando extravagante a primera vista, no choca con
nuestras creencias generales. Antes bien, las ideas de que hay ocasiones en que es mejor
no vivir que continuar viviendo o que a veces es preferible que según qué fetos no
18
De hecho, la única forma de crear un ser humano con un defecto genético deliberadamente sería
someter a los embriones generados por una pareja capaz de transmitirlo a un diagnóstico
preimplantatorio, para poder así averiguar si alguno de ellos lo portaba, y después trasplantar al útero sólo
este. El caso arquetípico en este sentido es el de la pareja de lesbianas sordas solicitó que su hijo fuera
también sordo, gracias a la elección del semen de un hombre aquejado de este defecto y la posterior
selección de los embriones generados (Véase: http://www.abc.es/hemeroteca/historico-14-04-
2002/abc/Sociedad/una-pareja-de-lesbianas-sordas-dispara-el-debate-de-los-bebes-de-
dise%C3%B1o_91916.html. Última visita: 14 agosto de 2008).
19 La cuestión es sumamente compleja, por supuesto. Véase al respecto, las palabras de la profesora
PUIGPELAT en: FUNDACIÓN GRIFOLS I LUCAS, Medicina Predictiva y Discriminación, p. 108, en:
www. fundaciongrifols. org/docs/pub%420esp. pdf. Última visita: 12 marzo de 2008). 20
Véase: ALKORTA, I., ―Nuevos límites del derecho a procrear‖, Derecho Privado y Constitución, nº
20, 2006, pp. 9-61).
15
lleguen a nacer se hallan bien enraizadas en nuestro imaginario colectivo21
. Ambas
presuponen un mismo axioma: que la no-existencia puede ser más valiosa que la
existencia en algunas circunstancias. O, dicho con otras palabras, que la existencia
puede ser un mal en comparación con la no-existencia22
. Claro que aceptar esta
hipótesis debería implicar aceptar también que traer una vida al mundo en determinadas
condiciones significa tanto como causar un mal, un daño al ser así creado. Y que el
origen de ese daño será la propia existencia. La consecuencia de lo dicho es que, caso de
que una aplicación de la transferencia nuclear llegase a generar un ser humano aquejado
de tal sufrimiento que su existencia pudiera calificarse como un mal, deberíamos pensar
que habríamos realizado un acto contrario a la moral. Y, dado que no es esta una
posibilidad ni mucho menos ficticia, en el estado actual de la técnica, convendría
abstenerse, al menos por el momento, de intentar clonar un ser humano23
.
21
Piénsese, en este sentido, que, cuando a alguien se le muere un familiar que se encuentra en
circunstancias vitales poco halagüeñas, tendemos a consolarle diciendo algo del tipo ―es lo mejor para él‖,
o ―ya ha dejado de sufrir‖ o ―Dios ha sido misericordioso y se lo ha llevado‖. Incluso el Nuevo
Testamente, hablando de Judas Iscariote, dice que hubiera sido mejor que no naciera (Véase Marcos, 14,
21).
22 Véase, en este mismo sentido, VEHMAS, S., ―Is it wrong to Deliberately Conceive or give Birth to a
Child with Mental Retardation?‖, Journal of Medicine and Philosophy, vol. 27, nº 1, 2002, pp. 47-63.
Incluso, hay quien, como Joel FEINBERG, habla de un derecho a no nacer del nasciturus (Véase:
FEINBERG, J., Freeedom and Fulfillment, Princeton: Princeton University Press, 1992, p. 22), que él
describe así: ―hablar de derecho a no nacer es una forma resumida de referirse al requisito moral de que
los niños no deben traerse al mundo si no podemos asegurar que gozarán de unas mínimas condiciones de
vida‖ (FEINBERG, J., Harm to Others, New York: Oxford University Press, 1984, p. 101). De la misma
forma, el famoso teólogo Paul RAMSEY ha manifestado que ―la libertad de la paternidad (...) no es una
licencia para producir individuos seriamente defectuosos‖ (HUBBARD, R. y WALD, E., El mito del gen,
Madrid: Alianza Editorial, 1999, p. 67). Véase, en este sentido: SELIGMANN, J. y D. FOOTE, ―Whose
Baby is it, Anyway?‖, Newsweek, 28 de octubre de 1991, p. 73; CHADWICK, R., ―Gene Therapy‖, en
SINGER, P. y H. KUHSE, A companion to Bioethics, Oxford: Balckwell, 1998, p. 193 y ss; WILLIAMS,
B., ―Who I might have been?‖, en CHADWICK, R. et als. (Eds.), Human genetic Information: Science,
law and ethics, Chistester: John Wiley, 1990, pp. 167–173; HAYD, D., Genethics. Moral Issues in the
creation of People, University of California Press, 1992, pp. 29 y ss.
23 Véase una postura similar en: FEINBERG, J., Harm to Others, cit., p. 102; SAVULESCU, J., ―Deaf
lesbians, ―designer disability‖, and the future of medicine‖, British Medical Journal, nº 325, 2002, pp.
771-773; TESTART, J., ―La eugenesia médica, una cuestión de actualidad‖, Derecho y Genoma Humano,
nº 8, 1998, pp. 21-27. Bien es cierto que esta postura puede incluir muchos matices. Así, por ejemplo, en
nuestro caso, sostendríamos la hipótesis de que tal vez sea mejor no llegar a implantar un embrión
aquejado de una enfermedad, pero no suscribiríamos, en cambio, la de que pueda existir un imperativo
moral de abortar.
16
De todo lo dicho en el presente epígrafe cabe extraer, en general, dos
conclusiones. La primera es que, dado que la transferencia nuclear es una técnica de
clonación todavía demasiado insegura, nunca debería permitirse a una persona que
recurriera a ella si fuese posible satisfacer su derecho a reproducirse mediante otras
técnicas. Cobra, en este sentido, especial relevancia la idea de que debemos preferir
siempre aquellos métodos de creación de seres humanos que causan menor daño al ser
creado, no por el bien del ser creado en sí, sino por el aforismo de que tenemos que
intentar evitar el mal en cuanto sea posible24
. La segunda es que, aun en los casos en los
que la transferencia nuclear sea la única forma en que una persona pueda reproducirse,
deberíamos evitar que alguien llegue a recurrir a esta tecnología, en atención al derecho
de una persona a no-existir en determinadas condiciones. Estas consideraciones, sin
embargo, no han de ser vistas como una recomendación de prohibición indefinida de la
Visto desde el punto de vista de la lógica del consentimiento informado, esta postura se expresaría así:
obviamente, no es posible preguntar a un ser humano si desea ser creado. De ahí que, generalmente, antes
de proceder a una fecundación presumamos que la persona a la que dará lugar, de haber podido ser
consultada, habría respondido afirmativamente. Claro que esta presunción no tiene por qué ser
automática: si la damos por supuesta es porque no concurre ninguna circunstancia que nos lleve a pensar
lo contrario. Sin embargo, si supiéramos que los gametos con los que contamos contienen genes
asociados a terribles patologías, tal vez ya no presumiríamos ese consentimiento. Lo que es más, en esas
circunstancias, no sería extraño pensar que, caso de poder ser consultada, la persona que deseamos
engendrar no nos otorgaría su consentimiento a vivir. Aplicando ahora este razonamiento al tema que nos
ocupa, es fácil presumir que en el caso de la clonación resulta difícil llegar a presumir el consentimiento
del clon, dada la inseguridad que todavía existe acerca de la calidad de vida que llegaría a tener, al menos
en el caso de que la clonación se realizara a través de la técnica de la transferencia de núcleos celulares.
De ahí, por tanto, que se llegue a la conclusión de que una moratoria sobre esta opción reproductiva, que
se prolongue hasta que los riesgos sean menores, es, teniendo en mente siempre los presupuestos de esta
primera línea de pensamiento, la mejor opción de entre las que disponemos.
24 En lo que a ello respecta, merece la pena citar aquí a HARRIS, quien ha escrito que, en esta clase de
casos, ―la injusticia será la de traer sufrimiento evitable al mundo, la injusticia de elegir deliberadamente
incrementar innecesariamente la cantidad de perjuicio o sufrimiento en el mundo, o de elegir un mundo
con más sufrimiento en vez de uno con menos‖ (HARRIS, J., Superman y la mujer maravillosa, cit., p.
129. Véase también, en este mismo sentido: HARRIS, J., On cloning, Londres: Routledge, 2004, p. 88).
En sentido parecido, HEYD ha afirmado que ―aunque los menores no pueden reclamar daños por haber
nacido con deficiencias, una vez nacidos sus intereses han de ser satisfechos por la sociedad. Y la
sociedad (...) se encuentra definitivamente en la posición de reclamar que sus intereses han sido dañados
por la negligencia que condujo a la concepción del menor (...) Si los negligentes son los padres, hay
razones para que la sociedad repercuta los gastos, forzándoles a arrostrar el coste de criar al niño‖
(HEYD, D., Genetics, Moral Issues in the Creation of People, cit., pp. 109-110 y 157-158). Véase
también, sobre este punto: FEINBERG, J., Harm to Others, cit., 1984, p. 102; ABELLAN, F.,
―Diagnóstico Genético Embrionario y Libertad Reproductiva en la Procreación Asistida‖, Revista de
Derecho y Genoma Humano, nº 25, 2006, p. 48 y 49).
17
clonación de seres humanos, sino, más bien, como una llamada a una moratoria en su
puesta en práctica hasta que tengamos un mayor conocimiento de la técnica que el que
poseemos ahora mismo.
3.4.- Clonación e identidad: el derecho a ser uno mismo.
Una de las razones que ha obtenido mayor predicamento a la hora de justificar
la prohibición de la clonación de seres humanos adultos es su presunto perjuicio a la
identidad del ser clónico25
, porque supone una predeterminación de la constitución
genética del embrión por parte de un tercero26
. Debemos impedir que se clonen seres
humanos adultos porque, de lo contrario, atentaríamos contra el derecho de todo ser
humano a su identidad, esto es, a ser uno mismo y no otro. Esto, a su vez, supondría una
considerable merma en su dignidad27
, reduciéndolo al rango de producto28
. Todo ello
25
La idea de identidad es compleja, por lo que merece dedicar un poco de espacio a explicar este punto,
ya que existe una cierta confusión acerca del significado de la voz ―identidad‖ en el ámbito biomédico. La
descripción habitual del término, de acuerdo con la Real Academia, hace referencia a una gran similitud
entre dos elementos. Sin embargo, el sentido del que dotamos a la expresión en el contexto actual no tiene
que ver con esta primera acepción, sino con la noción de ―ser uno mismo‖ o, más exactamente, con ―la
conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás‖, como muy bien ha expresado
el profesor ROMEO MALANDA (ROMEO MALANDA, S., Intervenciones genéticas sobre el ser
humano y Derecho Penal, Bilbao-Granada: Comares, 2006, p. 166). El derecho a la identidad, por tanto,
puede definirse aquí como el derecho a ser uno mismo. La confusión, no obstante, acecha si tenemos en
cuenta que son muchos quienes consideran que la forma de violar este derecho consiste en clonar seres
humanos, esto es, en crear seres humanos genéticamente idénticos, término que, en este segundo
contexto, quiere decir ―muy similar‖. Los juegos de palabras nos gastan aquí una mala pasada que, sin
embargo, se evita si pensamos que la idea de ―ser uno mismo‖ tiene como requisito primordial
diferenciarse de los demás y es, precisamente, esta capacidad la que se puede llegar a vulnerar a través de
una práctica que nos haga genéticamente idénticos a otros seres humanos.
26 Informe explicativo al Protocolo Adicional al Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y
la Dignidad Humana en relación con la aplicación de la biología y la medicina, sobre la prohibición de
clonar seres humanos, de 6 de noviembre de 1997; HABERMAS, J., El futuro de la naturaleza humana.
¿Hacia una eugenesia liberal?, Barcelona: Paidós, 2002, p. 95 y ss; JONAS, H., Técnica, Medicina y
ética: sobre la práctica del principio de responsabilidad, Barcelona: Paidós, 1997, pp. 122-130.
27 En este sentido, la Pontificia Academia para la Vida ha dicho que ―La clonación humana merece un
juicio negativo también en relación a la dignidad de la persona clonada, que vendrá al mundo como
«copia» (aunque sea sólo copia biológica) de otro ser. En efecto, esta práctica propicia un íntimo malestar
en el clonado, cuya identidad psíquica corre serio peligro por la presencia real o incluso sólo virtual de su
«otro». Tampoco es imaginable que pueda valer un pacto de silencio, el cual -como ya notaba Jonas- sería
18
sin contar, por supuesto, con los problemas psicológicos que podría generarle el hecho
mismo de sentirse una ―copia‖ de otro ser humano.
Parte del argumento que acabamos de mostrar resulta, sin lugar a dudas,
fácilmente rebatible. Decir que un clon vería lesionada su dignidad por su especial
origen supone tanto como aceptar o bien que esta falta se recuperaría durante la
gestación, lo que es ridículo, o bien que ese ser humano nacería con menos dignidad que
el resto de los mortales, lo que resulta, cuando menos, chocante, de forma que es mejor
no tomárselo demasiado en serio. En cuanto al factor asociado al daño psicológico, bien
parece, tratándose como se trata, de una cuestión relacionada con el tema de la
morbilidad asociada a la transferencia de núcleos celulares como forma de clonación,
abocarnos a volver al anterior epígrafe: si creemos que esta tara hará que el clon prefiera
no existir que existir, tendremos que prohibir la clonación y prohibirla para siempre,
porque, a diferencia de lo que ocurría en el caso precedente, la ciencia nunca podrá, por
mucho que avance, evitar que el clon carezca de identidad genética propia (de lo
contrario, no sería un clon, qué le vamos a hacer). Y si no estamos dispuestos a asumir
esta consecuencia, mejor sería olvidar la objeción en sí.
Hechas estas observaciones preliminares, convendría ahora centrarnos en el eje
esencial del argumento: la privación de identidad a la que estas técnicas someten al
clon. Y, sobre este asunto, creemos adecuado distinguir entre la figura del ser clonado y
el ser clónico y los efectos que sobre su identidad puede tener la clonación, porque
ambos casos son absolutamente diversos. Así, el ser humano que posee su identidad
propia y es clonado contra su voluntad es, sin duda, despojado de esta cualidad que ha
imposible y también inmoral, dado que el clonado fue engendrado para que se asemejara a alguien que
«valía la pena» clonar y, por tanto, recaerán sobre él atenciones y expectativas no menos nefastas, que
constituirán un verdadero atentado contra su subjetividad personal‖ (Pontificia Academia para la Vida,
Reflexiones sobre la Clonación, 25 de junio de 1997). Véase también, en este sentido, JONAS, H.,
Técnica, Medicina y ética: sobre la práctica del principio de responsabilidad, cit., p. 127; LINACRE
CENTRE, ―Submission to the Science and Technology Committee Inquiry into Government Proposals
for the Regulation of Hybrid and Chimera Embryos‖, punto 7.
28 EMANUEL, E., ―Ethical counterpoints on Human Cloning: an Overview‖, en VV. AA., Cloning,
Science and Society, cit., p. 75; ROTHENBERG, K. H., ―Adult Cell Cloning and Embryo Splitting: an
Overview‖, en VV. AA., Cloning, Science and Society, cit., p. 32.
19
de considerarse, en principio, como un bien29
. Lo que, en cambio, resulta imposible, es
privar al clon de una cualidad que, por su propia constitución, nunca podría tener. Un
científico puede crear o no crear un clon, pero si lo crea será un ser privado de identidad
genética por pura definición: si no fuera así, no sería un clon. De ahí que, frente a lo que
algunos de los más destacados penalistas de nuestro país defienden30
, la identidad del
clon nunca será el bien protegido en los delitos de clonación, porque es, precisamente,
el bien que nunca habrá existido31
. Sin embargo, la identidad del ser clonado sí que
debería obtener dicha protección, mal que nadie nunca se refiera a ella32
.
Nos encontramos, en suma, con la desconcertante circunstancia de que no
podemos prohibir la clonación de un ser humano adulto sobre la base de un atentado a
la identidad genética del clon que nunca acaecerá. Sí, en cambio, tiene sentido llegar a
la misma conclusión en aras a la defensa de la identidad del ser clonado, pero esta
29
Y ello sin contar, por supuesto, con la quiebra de su libertad que supone reproducirlo sin su
consentimiento.
30 ROMEO, C. M., "La Clonación Humana: presupuestos para una intervención jurídico–penal", en
ROMEO CASABONA, C. M. (Ed.), Genética y Derecho Penal, Granada: Comares, 2001, p. 150;
TAMARIT SUMALLA, ―Delitos relativos a la manipulación genética‖, en QUINTERO OLIVARES, G.
y R. MORALES PRATS (Coord.), Comentarios al Nuevo Código Penal, 3ª edición, Cizur Menor:
Aranzadi, 2004, p. 825; MARTÍN URANGA, A., La protección jurídica de las innovaciones
biotecnológicas, Bilbao-Granda: Cátedra Interuniversitaria Fundación BBVA-Diputación Foral de
Bizkaia de Derecho y Genoma Humano-Comares, 2003, p. 426; ROMEO MALANDA, S.,
Intervenciones genéticas sobre el ser humano y Derecho Penal, cit., p. 375 y ss.
31 La diferencia entre ambos casos tal vez se comprenda mejor a través de un ejemplo: imaginemos una
pareja de seres humanos, en la que ambos de sus componentes padecen una grave enfermedad hereditaria.
Si se decidieran a tener un hijo, sería inevitable que éste heredase la patología de sus padres. ¿Significaría
eso que los padres estaban atentando contra la salud de su hijo por el mero hecho de traerlo al mundo? A
nuestro juicio, una respuesta positiva a esta pregunta sería, desde un punto de vista jurídico,
completamente absurda, ya que lo que sería científicamente imposible sería crear un ser humano libre de
esa patología, de modo que no podría, en ningún caso, preservarse la salud del niño. Pero si no hay
posibilidad de preservar el bien jurídico, ¿qué sentido tiene penalizar la conducta? Otra cosa, no obstante,
sería dilucidar o no si esa patología será lo suficientemente grave como para desaconsejar que esas
personas procrearan. Pero, en términos de derechos subjetivos, una recomendación en contra nunca
defendería el derecho a la salud del niño así concebido, sino, en todo caso, su interés en no existir en esas
condiciones.
32 Es curioso que prácticamente nadie haya planteado los problemas éticos y jurídicos asociados a la
clonación desde el punto de vista del ser clonado, y no desde la del clónico, cuando, en realidad, el
perjuicio que nos puede causar ver nacer a una fotocopia de nosotros mismos puede ser tan grave o más
que el que supone nacer siendo la copia de otra persona. ¿O es que acaso no resultaría traumático
descubrir que nuestro clon es un genio del ajedrez y que nosotros nunca llegamos a desarrollar esa
habilidad porque no nos enseñaron las claves de este juego-ciencia?
20
defensa sólo será necesaria cuando éste no renuncie voluntariamente a su propia
identidad. En caso contrario, y a salvo de que pensemos que la falta de identidad propia
en el clon atentaría contra su derecho a no-existir, enunciado en los términos descritos
en el apartado anterior, no vemos motivos reales por los que sugerir la prohibición
indefinida de la clonación de seres humanos.
4.- La clonación: una recapitulación final.
Clonar un ser humano sería, a día de hoy, una temeridad. Nuestra absoluta falta
de control de la transferencia de núcleos celulares provocaría, probablemente, el
nacimiento de una persona afectada de graves trastornos, tal vez lo suficientemente
graves como para que prefiriese no haber nacido nunca. La posibilidad de llegar a este
final es, a nuestro juicio, más que suficiente como para considerar que la presunción del
consentimiento a nacer que acompaña siempre a la generación de la descendencia deba
ponerse, en este caso, en entredicho. Sea por compartir esta impresión, o por la mera
idea de que traer una persona al mundo en esas condiciones es algo malo para ella y
malo para todos nosotros, porque contribuye a incrementar el dolor que nos rodea,
resulta pertinente abogar por la prohibición del empleo de esta tecnología. Esta
recomendación, no obstante, no debe entenderse como un veto total y absoluto a la
clonación de seres humanos adultos, sino una moratoria en su puesta en práctica basada
en los riesgos que implica. Si más adelante cambian las circunstancias del caso,
deberíamos replantearnos la posibilidad de autorizarla.
21
CAPÍTULO II: LA CUESTIÓN DE LAS CÉLULAS TRONCALES
1.- Introducción.
Las células troncales tienen la extraordinaria cualidad de diferenciarse en
algunos o en todos los doscientos tipos celulares que forman nuestro cuerpo, lo que las
dota de una importancia esencial para la medicina reparadora. Ello no obstante, sólo a
principios de los años 80 del pasado siglo comenzó a obtenerse células troncales de
ratón a partir de embriones cultivados in vitro. El salto de dichos resultados a nuestra
especie no se produciría hasta 1998, cuando dos equipos diferentes lograron abrir esta
nueva puerta a la esperanza, cultivando células troncales en el laboratorio33
.
A partir de ese instante fue obvio que un día resultaría posible cultivar líneas
celulares in vitro. La posterior aparición de la técnica de transferencia de núcleos
celulares y su aplicación para estos fines no hizo sino reforzar esta impresión, que todos
los desarrollos de la biotecnología han confirmado paulatinamente. A día de hoy, la
ciencia nos ofrece múltiples posibilidades para obtener las preciadas células troncales.
En una enumeración tal vez incompleta, cabe citar como fuentes de células troncales
adultas las siguientes: las células embrionarias ya existentes o creadas al efecto34
; la
33
THOMSON, J. A., J. ITSKOVITZ–ELDOR, S. S. SHAPIRO et als., ―Embryonic stem cells lines
derived from human blastocysts‖, Science, nº 282, 1998, pp. 1145–1147; SHAMBLOTT, M. J., J.
AXELMAN, et als., ―Derivation of pluripotent stem cells from cultured human primordial germ cells‖,
Proceedings of the National Academy of Sciences, nº 95, 1998, pp. 13726–13731.
34 Las células troncales obtenidas de embriones no resultan hasta ahora de gran interés
terapéutico porque su escaso grado de diferenciación hace que, a menudo, acaben degenerando
en tumores cancerígenos (Véase: VOGEL, G., ―Stem cells: new excitement, persistent questions‖,
22
sangre contenida en el cordón umbilical o del líquido amniótico35
; la creación de
“embriones partenogénicos”36
; la creación de células pluripotentes inducidas (iPS)37
; la
fusión de células38
; la reprogramación de células troncales adultas39
¸ y la transferencia
de núcleos de células troncales adultas a óvulos enucleados previamente40
.
Science, nº 290, 2000, 1672–1674; NOMBELA, C., Células troncales. Encrucijadas biológicas para la
Medicina: del tronco embrionario a la regeneración adulta, cit., pp. 140 y ss.). Además, la posesión de
un ADN diferente al del ser humano al que habrían de ser trasplantadas hace que se
reproduzcan los problemas asociados al rechazo de tejidos u órganos: o bien se produce un
fenómeno de compatibilidad, o bien pierden toda utilidad terapéutica. Todo ello supone que, si
bien dichas células pueden ser de gran ayuda en la investigación de múltiples incógnitas
científicas, no parece que vayan a resultar útiles para fines terapéuticos.
35 Por el momento, las células provenientes del cordón umbilical sólo resultan plenamente funcionales
para tratar patologías asociadas a personas de un máximo de 50 kilogramos de peso, si bien es cierto que
hay algunos estudios preliminares que muestran que esta tara se reduce aplicando otras técnicas de
recolección de las células (BORSTEIN, R., A. I. FLORES, M. A. MONTALBAN, et als, ―A modified
cord blood collection method achieves sufficient cell levels for transplantation in most adult patients‖,
Stem Cells, nº 23, 2005, pp. 324-334).
36 Los embriones partenogénicos son, en realidad, ovocitos activados mediante partenogénesis
que, en ciertas condiciones, son capaces de generar líneas celulares aparentemente aptas para su
uso en investigación o terapia, como demostró el equipo de José Cibelli, de la empresa ACT, en
2001 (GK, ―Embryonic Stem Cells without Embryos?‖, Hastings Centre Report, vol. 31, nº 6, 2001, p. 7.
Véase también: CIBELLI, J. B., K. A. GRANT, et als, ―Parthenogenetic stem cells in non human
primates‖, Science, nº 295, 2002, p. 819). 37
Las células pluripotentes inducidas (iPS) son células somáticas que, convenientemente reprogramadas
en el laboratorio, acaban comportándose como si fueran pluripotentes. Esta tecnología ha sido
desarrollada por tres equipos de investigación diferentes, el del doctor Shinya Yamanaka, de la
Universidad de Kyoto en Japón (OKITA, K., T. ICHISAKA y S. YAMANAKA, ―Generation of
germline-competent induced pluripotent stem cells‖, Nature advance online publication, 6 June 2007|
doi:10.1038/nature05934; Received 6 February 2007; Accepted 22 May 2007; Published online 6 June
2007), el del doctor Konrad Hochedlinger del Harvard Stem Cell Institute (MAHERALI, Nimet, Rupa
SRIDHARAN, Konrad HOCHEDLINGER, et als., ―Directly reprogrammed fibroblasts show global
epigenetic remodelling and widespread tissue contribution‖, Cell Stem Cell, Vol. 1, 55-70, 07 June 2007),
y el del profesor Rudolf Jaenisch, del Whitehead Institute en Cambridge, Massachussets (WERNIG,
Marius, Alexander MEISSNER, Rudolf JAENISCH, et als., ―In vitro reprogramming of fibroblasts into a
pluripotent ES-cell-like state‖, Nature advance online publication, 6 June 2007| doi:10.1038/nature05944;
Received 27 February 2007; Accepted 22 May 2007; Published online 6 June 2007). 38
En situación muy similar a la de las iPS se halla la técnica de fusión celular. Desarrollada en el
año 2005 por un equipo mixto de la Universidad de Harvard y el Instituto Médico Howard de
los Estados Unidos, entre cuyos investigadores se contaban Kevin Eggan, Howard Hugues
Douglas, Chad Cowan o Jocelyn Atienza (COWAN, C. A., J. ATIENZA et als, ―Nuclear
reprogramming of somatic cells after fusion with human embryonic stem cells‖, Science, nº 309, 2005,
1369-1373), este desarrollo tecnológico consiguió fusionar células somáticas adultas humanas,
procedentes de la piel con células troncales embrionarias y que el núcleo resultante se
comportase como una célula embrionaria.
23
La diferencia fundamental entre todas estas fuentes, desde el punto de vista de
la Bioética, es que, mientras algunas de ellas, como la creación de células pluripotentes
inducidas o la manipulación del líquido amniótico no suscitan rechazo alguno, otras,
como el uso de células embrionarias o la transferencia nuclear, se hallan en el ojo del
huracán de la discusión ética. Nuestro objetivo en el presente capítulo será, antes que
nada, centrarnos en este segundo grupo, mostrando cuáles son las claves de la polémica.
En un segundo instante, sin embargo, trataremos de ir un paso más allá. No será
entonces nuestro objetivo ver lo que la Bioética tiene que decir sobre el trasplante
nuclear sino, más bien, qué es lo que el trasplante ha aportado a las bases teóricas de
nuestra disciplina. Esperemos contribuir con ello a superar algunas de las discusiones
que ahora mismo parecen irresolubles.
2.- Libertad de investigación y células troncales.
¿Hay motivos éticos sólidos por los que prohibir la investigación con células
troncales embrionarias o la que parte de la transferencia de núcleos celulares? Resolver
esta interrogante no es tarea sencilla, ya que son muchas las creencias que se hallan
enraizadas en cualquiera de sus posibles respuestas, y no todas ellas son susceptibles de
39 Las células adultas han sido las más utilizadas en ensayos clínicos, especialmente desde que
un equipo de la universidad de Minnesota liderado por Catherine Verfaille demostrara en 2002
que algunas de ellas eran pluripotentes (JIANG, Y., B. N. JAHAGIRDAR, C. M. VERFAILLE et
als, ―Pluripotency of mesenchymal stem cells derived from adult marrow‖, Nature, nº 418, 2002, pp. 41–
49. Hoy en día están en marcha sólo Estados Unidos más de 1.700 ensayos clínicos basados en
ellas (LACADENA, J. R., ―Reprogramación Celular: Células Troncales Pluripotentes Inducidas.
¿Una Esperanza Ética para el Futuro de la Medicina Regenerativa?‖, en:
http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/2008_01/2008_01_01.html. Última visita: 15 de agosto de
2008).
40 Además de eso, cabe la posibilidad de obtener células troncales pluripotentes a partir de embriones
abortados (PURROY, J., La era del genoma, Barcelona: Salvat, 2001, p. 165). Ello no obstante, no
profundizaremos aquí en esta posibilidad, porque no ofrece especialidad alguna. Si son células inmaduras,
se comportan como las embrionarias, y si son células de fetos en avanzado estado de gestación, se
asimilan a las que provienen de adultos.
24
discusión razonable. De ahí que la mejor forma de enfocar el debate sea partir de un
principio básico: son quienes quieren vetar dichas prácticas quienes han de justificar
adecuadamente los motivos en lo que fundamentan su postura. Ello se debe a que al
científico, como a cualquier otro ser humanos, debe siempre amparar, prima facie, el
derecho a la libertad de investigación, que es un derecho humano fundamental41
directamente relacionado con el derecho a la libertad de conciencia, que abarca todas las
ramas de nuestra existencia, incluyendo, por supuesto, la biomedicina42
. De modo que
la libertad de todo científico a realizar su investigación de la manera en que considere
más conveniente sólo puede verse limitada si contamos con razones convincentes al
efecto.
La cuestión, por consiguiente, se centra en saber cuáles son esas razones, qué
motivos son los que se aducen para poner coto a la libertad de investigación. Y,
buceando en ellas, es fácil reducirlas a dos grupos diversos, pese a que a menudo se
esgriman conjuntamente. El primero, son los argumentos que señalar la innecesaridad
de proseguir con estas líneas de investigación cuando otras parecen más fructíferas. El
segundo, son las posturas de quienes ven en dichos experimentos un atentado contra
principios fundamentales, como el respeto a la vida humana. Frente a quienes sostienen
la primera objeción, es fácil proporcionar una respuesta: la innecesaridad o, incluso, la
absoluta inutilidad de una investigación puede ser un serio obstáculo para la atribución
de fondos públicos a la misma, pero nunca un motivo por el que coartar la libertad
privada. A ello hay que añadir que todo juicio acerca de la inutilidad de una vía de
investigación en este campo resulta discutible. Piénsese, en este sentido, que si algún
día obtenemos maravillosos beneficios del desarrollo de las iPS, será gracias al
conocimiento del papel de los factores de transcripción Oct3/4, Sox2, c-Myc, Klf4,
Nanog y Lin28 en el proceso de reprogramación celular de células somáticas adultas43
41
La importancia del derecho en cuestión es tal que figura en el artículo 19 de la Declaración Universal
de los derechos humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre
de 1948.
42 Véase: MARTÍN URANGA, A., La protección jurídica de las innovaciones biotecnológicas. Especial
consideración de su protección penal, Bilbao-Granada: Comares, 2002, p. 35.
43 Consúltese: LACADENA, J. R., ―Reprogramación Celular: Células Troncales Pluripotentes Inducidas.
¿Una Esperanza Ética para el Futuro de la Medicina Regenerativa?‖, en internet:
http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/2008_01/2008_01_01.html. Última visita: 15 de agosto de 2008
25
que nos han proporcionado las investigaciones realizadas partiendo de la transferencia
de núcleos, o sobre embriones in vitro. De modo que, por una mínima prudencia,
haríamos bien en reconocer, colectivamente, que es muy complicado emitir juicios a
priori acerca de la necesidad o no de una línea de investigación.
El segundo obstáculo es más complicado de evitar. A fin de cuentas, si fuera
cierto que la investigación con embriones o mediante transferencia de núcleos celulares
implica la muerte de seres humanos, nos hallaríamos ante una razón más que suficiente
para prohibir la realización de esta clase de investigación. El problema, por descontado,
radica en que las vidas humanas que parecen hallarse amenazadas por estos
experimentos son, en unos casos, vidas embrionarias y, en otros, las de seres a los que
ni siquiera tenemos claro cómo deberíamos denominar. En lo que atañe a la cuestión de
los embriones humanos y el valor de sus vidas, no hay mucho que podamos aportar a la
discusión. El estatuto del embrión es un tema ya manido en Bioética, sobre el que no
queda otro recurso que decir que, dependiendo del valor que le atribuyamos, llegaremos
a una conclusión u otra.
Lo que acabamos de señalar, no obstante, debe verse convenientemente
matizado por lo que añadiremos ahora. Y es que, cuando contemplamos los motivos de
oposición a la transferencia de núcleos celulares que origina embriones humanos,
resulta fácil darse cuenta de que la aparición de esta nueva tecnología ha abierto un
nuevo e interesantísimo frente en el debate bioético, que va, incluso, más allá de la
conveniencia o no de su prohibición, para inscribirse en el marco de la metaética, o la
consistencia real del paradigma que se opone a la utilización de embriones humanos
para investigación biomédica. Pero mejor será que dejemos para el siguiente apartado el
estudio de todos estos fascinantes asuntos.
26
3.- Lo que la transferencia nuclear ha aportado al debate bioético: temblores
sísmicos sobre el concepto de embrión.
Permítasenos retroceder unas páginas en la discusión para recordar cuál es el
motivo esencial por el que algunas tendencias ideológicas se oponen a la utilización de
la transferencia nuclear para obtener células troncales: al parecer, esta tecnología crea
embriones humanos, que serán destruidos con fines científicos, lo que constituye un
atentado contra la vida humana. Por desgracia, muchas de las discusiones bioéticas
sostenidas a lo largo de estos últimos años sobre este tema se han centrado en
determinar si esta destrucción de embriones resultaba justificable sobre la base de los
beneficios que podrían obtenerse de ello, reproduciendo así fielmente la polémica que
rodeaba al uso de los embriones para investigación. Esta circunstancia no resulta
extraña si damos como cierto algo que todos los que han participado en esta discusión
parecen haber aceptado como tal: que la transferencia nuclear produce embriones.
Ahora bien, ¿qué sucedería si pusiéramos en duda este enunciado? ¿Deberíamos ser
tildados rápidamente de imprudentes? A primera vista, puede parecer que sí, pero, ¿y si
mostráramos que hay serios motivos por los que dudar que las criaturas resultantes de la
transferencia sean auténticos embriones? ¿No cambiarían radicalmente los términos de
la discusión? Y, yendo todavía más lejos, ¿qué ocurriría si demostráramos que es
imposible mantener a un tiempo una definición de embrión basada en la idea de
fecundación y negar la moralidad de la transferencia de núcleos celulares? ¿No
habríamos dado un vuelco sustancial a la discusión sobre la licitud moral de esta
tecnología? El presente apartado se dedicará a analizar todas estas preguntas.
3.1.- ¿Crea la transferencia de núcleos celulares embriones humanos?
Como acabamos de explicar, quienes se oponen a la utilización de la
transferencia de núcleos celulares para generar células troncales lo hacen porque creen
que esta tecnología genera embriones humanos, destruidos para aprovechar sus restos.
Ahora bien, ¿es esta creencia tan sólida como ellos consideran? Si tenemos en mente
27
que la definición habitual de embrión es la de ―fruto de una fecundación”, es obvio que
no. La activación del óvulo que tiene lugar en el proceso de transferencia no tiene
absolutamente nada que ver con una fecundación. No hay mezcla gamética, ni fusión de
pronúcleos ni nada similar. En consecuencia, decir que una transferencia nuclear genera
un embrión es, a primera vista, un grueso dislate. Lo que se crea es una nueva clase de
entidad, que merece a todas luces una denominación propia, diferente a la de embrión,
denominación para la que existen ya, en realidad, diferentes propuestas: embrión
somático44
, ovonúcleo45
, clonote46
o, incluso, agregación de n–células47
. En esta obra,
no obstante, utilizaremos, por su fácil dicción y la correcta expresión de la realidad que
pretende representar, el término nuclóvulo48
.
Teniendo presente todo lo dicho, la respuesta a la pregunta planteada resulta
sencilla: una transferencia nuclear es un proceso que crea nuclóvulos, no embriones.
Con lo que la objeción a su uso queda desautorizada. Claro que un férreo opositor a la
transferencia de núcleos celulares estará, a estas alturas, a buen seguro acusándonos
mentalmente de jugar con las palabras. “El resultado de una transferencia –pensará- es
un embrión humano porque la transferencia de núcleos celulares crea clones humanos.
Si introducimos lo que tú llamas nuclóvulo en el cuerpo de una mujer crecerá hasta dar
origen a un ser humano, así que no intentes engañarnos: es un embrión”.
Evidentemente, una afirmación de estas características tiene fundamento, pero sólo si
aceptamos dos hipótesis complejas. La primera es que sea cierto que toda transferencia
nuclear permita clonar un ser humano. La segunda, más recóndita, que la idea de
embrión no debe asociarse con el resultado de un proceso, sino, más bien, con el origen
de un proyecto vital. Dado que ambas cuestiones son, a nuestro juicio, de gran
importancia, conviene estudiarlas por separado.
44
LACADENA, J. R., ―Células troncales humanas: Ciencia y ética‖, Moralia, nº 24, 2001, pp. 425-468.
45 Véase: LÓPEZ MORATALLA, R., Diario Médico, 19 de febrero de 2004.
46 El término fue acuñado por el doctor Paul McHugh en las discusiones del Consejo de Bioética de la
Administración de E. E. U. U. Después ha sido recogido y utilizado por Rudolf Jaenish.
47 TAMKINS, T., ―South Koreans create human stem cell line using nuclear transfer‖, The lancet, nº 363,
p. 623.
48 PALACIOS, M. ―La clonación humana con fines terapéuticos: algunos aspectos biológicos, éticos y
legales‖, EL PAIS, 16 de abril, p. 15.
28
3.2.- ¿Toda transferencia nuclear genera un ser humano?
La primera cuestión que nos queremos plantear ahora, por consiguiente, será
si las técnicas de transferencia nuclear generan siempre un embrión humano. Pregunta,
todo sea dicho, que resulta cuando menos curiosa, si tenemos en cuenta que la
polémica científica que realmente existe en nuestros días es la que atañe a si somos
siquiera capaces de clonar un ser humano. Y es que, aunque quienes se oponían a la
puesta en práctica de esta técnica como fuente de obtención de células troncales
asuman como perfectamente factible esta posibilidad, la realidad es que, durante los
últimos diez años ha sido científicamente imposible clonar un ser humano.
Sencillamente, el estado de la técnica durante este tiempo no hubiera permitido llegar
a ese resultado, ni aunque nos lo hubiéramos propuesto seriamente. Merece la pena, en
lo que a ello respecta, que todos los intentos de clonar un homínido fracasaron
sistemáticamente49
durante años. Sólo en 2007, y gracias a considerables mejoras en la
técnica50
, pudo un equipo dirigido por el doctor Shoukhrat Mitalipov, del Oregon
Nacional Primate Research Center, obtener dos líneas celulares embrionarias a partir
de una transferencia de núcleos celulares de macaco rhesus51
. En el caso de la especie
humana, ha sido sólo en este mismo año, 2008, cuando la revista Stem Cell publicó los
49
Véase, a este respecto: LÓPEZ MORATALLA, N., ―¿Qué hay de nuevo sobre las células troncales? La
utopía de la clonación terapéutica‖, accesible en internet en:
http://www.arvo.net/documento.asp?doc=01060457d. Última visita: 11 de septiembre de 2007; ARIAS-
STELLA, J., ―Clonación, un paso atrás”, Folia Dermatológica Peruana, 14 (3), 2003, pp. 10-14.
50 Al parecer, la clave de su éxito radicaría en haber utilizado luz polarizada en el laboratorio en lugar de
tinturas y luz ultravioleta, que se emplea tradicionalmente para identificar los cromosomas celulares,
(Véase: ―Un paso más hacia la clonación terapéutica humana‖, Jano online, http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=49785. Última visita: 31 de agosto de 2007; ―Un paso más
hacia la clonación terapéutica humana‖, Bio.tecnológica, http://www.biotecnologica.com/un-paso-mas-
hacia-la-clonacion-terapeutica-humana/. Última visita: 31 de agosto de 2007).
51 Véase: BYRNE, J. A., D. A. PEDERSEN, L. L. CLEPPER, M. NELSON, W. G. SANGER, S.
GOKHALE, D. P. WOLF1 & S. M. MITALIPOV, ―Producing primate embryonic stem cells by somatic
cell nuclear transfer‖, Nature advance online publication, 14 November 2007 | doi:10.1038/nature06357;
en:
http://www.nature.com/nature/journal/vaop/ncurrent/abs/nature06357.html. Última visita: 19 de enero de
2008.
29
resultados de un experimento que parece haber conseguido líneas celulares humanas a
través de la transferencia nuclear52
.
Teniendo en mente este panorama, resulta del todo chocante que a lo largo de
una década existiera una obsesión tan acentuada por evitar la creación de nuclóvulos
mediante técnicas de transferencia de núcleos celulares que en aquellos momentos
jamás hubieran permitido clonar un ser humano. Algunas de ellas, como las utilizadas
por el instituto Roslin, o las que ahora emplean óvulos de animales para subsanar los
problemas derivados de la falta de ovocitos humanos son poco aptas para clonar
homínidos. De otras, lo más que podemos decir, a día de hoy, es que tal vez nos
proporcionen los resultados apetecidos. Es todo lo que sabemos ahora mismo y es más
que suficiente, porque sólo con esta información es perfectamente legítimo concluir dos
cosas: primero, que no toda transferencia nuclear ha permitido, permite o permitirá
clonar seres humanos; segundo, que algunas de sus variantes, ya sean las que ahora
mismo existen o las que surjan más adelante, serán aptas para conseguirlo.
De ambos axiomas se deriva, a su vez, una única conclusión: no toda
transferencia nuclear será apta para clonar seres humanos, ni , en consecuencia, se
entiende por qué hemos de llamar embrión a todo resultado de una tecnología que, en
ocasiones, dará como resultado algo más parecido a un cáncer que a una persona. Con
lo que, en suma, podemos despejar ya una incógnita: técnica y resultado, transferencia y
clonación, no van unidos de la mano, y nunca lo irán. De ahí que, por descontado, se
pueda diferenciar entre la idea de nuclóvulo y la de embrión humano, sea como sea que
lo definamos. Claro que esta coletilla nos lleva ya al siguiente epígrafe de este
apartado…
52
Se trata de un experimento llevado a cabo por un equipo de investigación de la empresa Stemagen
Corporation, de La Jolla, California, dirigido por Andrew French, en el que se extrajeron los núcleos de
las células cutáneas de dos adultos varones que trabajan en el centro, insertándolos posteriormente en
varios óvulos humanos previamente enucleados, obteniéndose finalmente cinco embriones humanos que
resultaron ser clones de los dos donantesLa referencia oficial del artículo es la siguiente: FRENCH, A. J.,
C. A. ADAMS, L. S. ANDERSON, J. R. KITCHEN, M. R. HUGHES, S. H. WOOD, "Development of
Human cloned Blastocysts Following Somatic Cell Nuclear Transfer (SCNT) with Adult Fibroblasts",
Stem Cells (on-line January 17, 2008). En: http://stemcells.alphamedpress.org/cgi/content/short/2007-
0252v1. Última visita: 18 de junio de 2008.
30
3.3.- ¿Qué es un embrión? Dos definiciones muy mal avenidas.
Hasta el año 1997, cualquier persona mínimamente instruida hubiera
contestado a la pregunta de qué es un embrión humano con una misma y repetitiva
respuesta: es el resultado de la unión de un espermatozoide y un óvulo o, si se prefiere,
el fruto de una fecundación. A partir de esa base común, había una poderosa vertiente
de pensamiento que creía que una entidad como esta debía ser valorada como si fuera
una persona por el mero hecho de poseer la potencialidad suficiente para convertirse en
ella53
. Otra línea de pensamiento, no obstante, defendía ideas diversas, que se sintetizan
en el aserto común de que esa potencialidad no era suficiente para dotar al embrión de
un valor tan elevado.
La caracterización del embrión como el resultado de una fecundación no era,
por consiguiente, discutida por nadie en aquel momento. Lo que es peor, ni siquiera se
discutía la afirmación de que todo embrión poseía la capacidad de desarrollarse hasta
generar un ser humano adulto, aunque esto siempre ha sido un auténtico dislate
científico, que ni siquiera los autores menos sospechosos de atentar contra los derechos
del embrión sostienen actualmente54
. A lo más que se llegaba, en aquellos momentos,
era a trazar una distinción entre dos categorías de embriones, los que se consideraban
viables, esto es, capaces de generar una persona, y los que no lo eran, otorgando, dentro
de lo que cabía, mayor valor a los primeros que a los segundos.
El nacimiento de Dolly puso todo este paradigma en entredicho. De la noche a
la mañana, un grupo de científicos había sido capaz de generar un mamífero sin recurrir
a nada parecido a una fecundación. A partir de ese momento, los bioéticos se
encontraron en una dura tesitura. De un lado, cabía mantener la definición tradicional de
53
Sirvan como ejemplo de lo dicho las siguientes referencias: PALAZZANI, L. Il concetto di persona tra
bioetica e diritto, cit., p. 239; OLLERO, A., Bioderecho. Entre la vida y la muerte, Cizur (Navarra):
Aranzadi, 2006, p. 33 y ss; SERANI, A., ―El estatuto antropológico y ético del embrión humano‖,
Cuadernos de bioética, nº 3, 1997, p. 1073; LUCAS, R., ―El estatuto antropológico del embrión
humano‖, en VV. AA., Identidad y estatuto del embrión humano, Madrid: Ediciones Internacionales
Universitarias, 2000, p. 158 y ss.
54 Así, por ejemplo, N. LÓPEZ MORATALLA escribía hace ya años que ―el carácter de individuo que
posee el cigoto no se alcanza en cualquier fusión de gametos; ni se alcanza, sin más, en el mero proceso
de transferencia del núcleo de una célula somática a un óvulo‖ (LÓPEZ MORATALLA, N., ―Clones y
partenotes‖, en: www.arvo.net. Última consulta, 14 de mayor de 2006).
31
embrión, pero ello obligaría a tanto como decir que la transferencia de núcleos celulares
no generaba embriones y que la oveja en cuestión no procedía de un embrión, porque en
su producción nunca intervino un espermatozoide. La otra alternativa era asumir que lo
que caracteriza a una célula como embrión no es la circunstancia de ser el resultado de
un proceso, sino el hecho de poseer la capacidad de dar origen a un ser55
. Por expresarlo
de una forma particularmente incomprensible, una célula no sería totipotente por ser un
embrión, sino que sería un embrión por ser totipotente.
La disyuntiva que acabamos de plantear parece fácil de resolver a primera
vista. La mera posibilidad de negar que la oveja Dolly proceda de un embrión sólo por
un juego de palabras como el que hemos descrito suena, al menos en nuestros oídos, tan
absurda que la tentación de apuntarnos a la segunda opción nos seduce de manera casi
irresistible. El problema está en que cambiar la definición tradicional de embrión por
otra basada en la idea de potencialidad traería consigo un auténtico maremoto en las
aguas de la discusión ontológica que subyace a la Bioética. Quien no lo crea no tiene
más que pararse a pensar. Para toda una línea de pensamiento ha sido una creencia
esencial que toda vida humana comienza con la fecundación, porque sólo así cabía
sostener que todo ser humano proviene de una fecundación y toda fecundación da
origen a una persona. Era un círculo cerrado y bien atado. Sin embargo, si admitimos
que la totipotencia no es el resultado de la esencia de un ser, sino la condición de su
reconocimiento como tal, ¿qué respuesta dar a la inevitable pregunta de si un cigoto que
no posee ninguna clase de potencialidad es o no un embrión? E, incluso, más allá,
¿cómo describir exactamente qué es la totipotencialidad?
55
Así, por ejemplo, el Consejo Presidencial de Bioética de los Estados Unidos consideró al nuclóvulo
como un embrión. La razón de esta presunción estribó en que, aunque éste no tiene el mismo origen que
el cigoto —que es fruto de la fertilizacion de un óvulo por un espermatozoide—, el resultado de la
clonación es ―un organismo en su estadio germinal, cuya actividad es la de una totalidad autointegrada
que se va desarrollando‖. De este modo, y siempre en su opinión, aunque sea fruto del artificio y esté
exclusivamente formado por la dotación genética de otra célula, era incuestionable el carácter
embrionario de esa entidad, que radicaba en su potencia para desarrollarse por sí mismo como un
miembro de la especie humana. De ahí que debiera ser denominado embrión humano clónico. Véase, a
este respecto: BELLVER CAPELLA, V., ―Razones para el rechazo de la clonación con fines de
investigación biomédica (CIB)‖, en: http://www.aebioetica.
org/rtf/Razones%20para%20el%20rechazo%20de%20la%20clonacion. rtf. Última visita: 13 de marzo de
2007.
32
Esta última cuestión resulta particularmente sangrante para el paradigma que
asocia la idea de persona a la de “resultado de”. Pensemos por un momento que
aceptamos la definición de embrión que proporcionan normativas como la alemana, la
holandesa, la belga, la japonesa, etc., esto es, la “célula o sistema cohesionado de
células con capacidad para desarrollarse y dar lugar a una persona humana”56
. La
duda obvia que despierta esta caracterización es la siguiente: ¿cómo saber si un grupo
de células es o no un embrión si antes no determinamos qué es una persona? ¿Pero
cómo determinamos qué es una persona con independencia de la propia idea de
embrión? La respuesta a esta pregunta no encierra dudas: sencillamente, haciéndolo,
porque no nos queda otra opción lógica. Si definimos a la persona como un A que puede
llegar al momento Y, es obvio que sólo cabe saber si A es persona o no si antes
delimitamos qué es el momento Y. Pero eso es tanto como aceptar que la persona debe
ser definida con independencia de sus orígenes biológicos, esto es, basándonos o bien
en alguna de sus cualidades concretas o bien en un término vital al que dotaremos de
importancia ontológica.
La conclusión de todo lo dicho es que si alguien se opone a la utilización de la
transferencia de núcleos celulares como fuente de obtención de células troncales por su
presunta destrucción de embriones será porque aceptará que la definición de embrión no
debe continuar asociándose a la idea de fecundación, con todas las consecuencias que
ello trae consigo. Y, si no es así, mejor hará en no oponerse, so pena de ser tildado de
manifiestamente incoherente. Con ello, probablemente, no habremos disipado la
discusión sobre la transferencia nuclear, pero, ¿no hemos, en cambio, avanzado en lo
que se refiere a una polémica aún mayor, la que afecta al estatuto ontológico del
embrión humano? Si es así, bienvenida sea esta tara.
56
BELGIAN CHAMBER OF REPRESENTATIVES, Bill Concerning Research on Embryos in Vitro,
diciembre de 2002. En sentido casi idéntico, la Ley sobre embriones holandesa de 1 de septiembre de
2002 señala, en su sección primera, que será embrión ―la célula o grupo de células con capacidad para
desarrollarse y dar lugar a un ser humano‖ (REINO DE HOLANDA, Embryo Act, 1 de septiembre de
2002). Citaremos, por último, que en Japón, la Ley relativa a la normativa sobre las técnicas de clonación
humana y otras técnicas similares, de 30 de noviembre de 2000, caracteriza, en su artículo 2 al embrión
como ―una célula (a excepción de una célula germinal) o células que pueden llegar a convertirse en un
individuo por medio de su desarrollo in utero de un humano o animal, y que no ha/han iniciado aún la
formación de la placenta‖ (La traducción se halla en: CÁTEDRA INTERUNIVERSITARIA
FUNDACIÓN BBVA-DIPUTACIÓN FORAL DE BIZKAIA DE DERECHO Y GENOMA HUMANO,
Código de Leyes sobre Genética (II), Bilbao-Granada: Comares, 2007).
33
4.- Transferencia nuclear e híbridos citoplasmáticos: ¿la solución a todos nuestros
problemas?
4.1.- Los híbridos citoplasmáticos: una breve historia.
Un debate serio sobre las posibilidades reales que la transferencia nuclear
ofrece a la biomedicina regenerativa debe, obligatoriamente, reflejar un problema que,
por sí mismo, es lo suficientemente importante como para arruinar definitivamente su
candidatura a liderar la lista de las tecnologías más útiles de los últimos años. Nos
estamos refiriendo a la cantidad de óvulos que resultarían necesarios caso de que,
finalmente, fuéramos capaces de generar líneas celulares, tejidos y órganos susceptibles
de trasplantes histocompatibles gracias a la transferencia de núcleos celulares.
Esta dificultad es seria. Lo suficientemente seria como para desechar el uso
terapéutico de esta tecnología57
. Piénsese, en este sentido, que la única forma de obtener
óvulos consiste en extraerlos del cuerpo de las hembras de la especie que se trate, lo que
implica una intervención compleja y un tanto peligrosa para las donantes58
. Una mujer
podría afrontar estos riesgos por sí misma, por sus familiares o por sus amigos, pero,
probablemente, no se hallaría demasiado dispuesta a hacer lo mismo por un
desconocido. Evidentemente, cabría la posibilidad de replantearse la gratuidad de estas
donaciones, lo que a buen seguro incrementaría el número de óvulos disponibles, pero
ello no cuadra demasiado bien con nuestro ideal de evitar la explotación de la mujer y
su cuerpo por dinero, que tanto nos ha costado instaurar en la mentalidad de la sociedad.
Además, ello incrementaría los costes de la aplicación de esta tecnología hasta límites
57
OODORICO, J. S., D. S. KAUFMAN, J. A. THOMSON, ―Multilineage differentiation from human
embryonic stem cell lines‖, Stem Cells, nº 19, 2001, 193-204. Véase también, en este sentido:
TROUNSON, A. O., ―The derivation and potencial use of human embryonic stem cells‖, Reproduction,
Fertility and Development, nº 13, 2001, pp. 523-532.
58 Acerca de la complejidad inherente a todos los temas relacionados con la donación de óvulos véanse:
DICKENSON, D., Property in the body: Feminist perspectives, Cambridge: Cambridge University Press,
2007; y un excelente artículo de una de las mejores especialistas españolas en Bioderecho: ALKORTA, I,
―Donación de óvulos‖, EL PAÍS, 28 de marzo de 2006.
34
inasumibles, convirtiéndola en un lujo que sólo los ricos se permitirían59
. No creemos
que ello sea, precisamente, lo que deseábamos en un principio. ¿Hemos estado,
entonces, perdiendo el tiempo con un debate ético sobre una tecnología que nunca será
aplicable en la práctica clínica? No seamos tan pesimistas. Nuestros científicos suelen
ser lo suficientemente ingeniosos como para ofrecernos alternativas válidas con las que
hacer frente a todo tipo de problemas. En este caso, la solución propuesta ha sido tan
simple que parece como si surgiera espontáneamente: si es complicado disponer de
óvulos humanos, utilicemos los de otras especies.
Esta fue la tarea que afrontaron experimentos como los del doctor Chen, del
Center for Developmental Biology, de la Second Medical University en Shanghai,
China, y su equipo60
, quienes, ya en 2003, consiguieron obtener líneas celulares
humanas transfiriendo núcleos celulares humanos a óvulos de coneja, que después
serían activados según los procedimientos al uso61
. Poco más tarde, el doctor Zavos, que
dirige un laboratorio de fertilidad en los Estados Unidos declaró haber creado unos
doscientos híbridos citoplasmáticos de vaca y ser humano, que vivieron cerca de dos
semanas, alcanzando un tamaño de más de cien células y superando el estadio en el que
las células muestran los primeros signos de dividirse para formar tejidos y órganos62
.
Años después, su equipo de investigación informaría de que los entes creados mediante
59
Un ejemplo lo aclara muy gráficamente: en EE. UU. hay 17 millones de diabéticos. Siendo optimistas,
para conseguir solucionar el problema se necesitarían unos 100 ovocitos por cada uno de ellos. Lo que
supondría un coste de entre 100 y 200.000 dólares por cada paciente, entre 75 y 150.000 euros
(MOMBAERTS, P., ―Therapeutic cloning in the mouse‖, Proceedings of the Nacional Academy of
Sciences USA, nº 100, septiembre de 2003, pp. 11924 y 11925; PRENTICE, D. A., Stem Cells and
Cloning, San Francisco: Perason Education/Benjamín-Cummings, July 2002).
60 CHEN, Y., Z. X. HE, et als, ―Embryonic stem cells generated by nuclear transfer of human somatic
nuclei into rabbit oocytes‖, Cell Research, nº 13(4), 2003, pp. 251-263.
61 De hecho, los híbridos resultantes alcanzaron el estadio de cien células, pero, lo que es más importante,
con una madurez suficiente como para que los científicos fueran capaces de derivar de ellos células
similares a las células madre embrionarias convencionales.
62 Véase, por ejemplo: http://www.technologyreview.com/blog/editors/22045/- Última visita: 12 de
agosto de 2008.
35
este procedimiento mostraban un ADN mitocondrial humano, lo que significaría que los
núcleos humanos la llevaban consigo al ovocito animal63
.
La consecución de estos éxitos abrió una puerta a la esperanza para todos
aquellos que quisieron ver en la constitución de híbridos humano animales la solución a
los problemas científicos y éticos que presentaba la transferencia de núcleos celulares.
Desde el punto de vista de la técnica, esta variación permitía solucionar las limitaciones
procedentes de la falta de ovocitos humanos disponibles. Desde la óptica de la ética, por
su parte, la creación de entes privados de toda capacidad de desarrollo a través de un
procedimiento que nada tenía que ver con la fecundación parecía alejar para siempre la
sombra de la discusión sobre la conveniencia de utilizar embriones humanos en
biomedicina64
.
Tanto fue así que al poco tiempo de publicarse los trabajos citados, varios
equipos de investigación británicos solicitaron a la Human Fertilisation Embryology
Auctority (HFEA), la máxima autoridad británica en reproducción humana asistida, la
autorización pertinente para la puesta en marcha de experimentos similares en el Reino
Unido. La petición, no obstante, no fue bien acogida por el gobierno británico, lo que
ocasionó una reacción furibunda en la comunidad científica de dicho país. La protesta
cristalizó en la redacción de una carta, remitida a la HFEA, pero publicada también en
la prensa, en la que cuarenta y cinco destacados miembros de la comunidad científica e
intelectual británica, entre los que se contaban tres premios Nobel, solicitaban
enérgicamente que no se prohibiese la investigación con híbridos y quimeras
humanos65
. Esta iniciativa tuvo un éxito rotundo: la HFEA encargó la realización de una
63
ILLMENSEEE, K., M. LEVANDUSKI y P. ZAVOS, ―Evaluation of the embryonic preimplantation
potential of human adult somatic cells via an embryo interspecies bioassay using bovine oocytes‖,
Fertility and Sterility, volumen 85, abril 2006, pp. 1248-1260.
64 Es una certeza científica que un nuclóvulo que no cuente con un ADN mitocondrial apropiado jamás
llegará a desarrollarse. Y, desde luego, un ADN de vaca o conejo no es el adecuado para un ser humano.
Esta evidencia viene a resultar reconocida por el Linacre Centre, que ha señalado que ―es difícil saber si
estas novedosas técnicas crearán un genuino embrión humano‖ (LINACRE CENTRE, ―Submission to the
Science and Technology Committee Inquiry into Government Proposals for the Regulation of Hybrid and
Chimera Embryos‖, punto 5).
65 Véase: www.bep.ox.ac. uk/The%20case%20to%20permit%20this%20research.pdf. Última visita: 13 de
septiembre de 2008.
36
encuesta pública que vino a confirmar la aceptación de los británicos a estas prácticas66
.
El final de la historia llegó cuando la máxima autoridad británica aceptó, el miércoles 5
de septiembre de 2007 la inserción de núcleos de células somáticas humanas en
ovocitos animales previamente enucleados, si bien sujeta a estrictos controles y a una
aprobación específica de cada caso67
.
4.2.- Los híbridos citoplasmáticos: un comentario ético.
La aceptación británica del desarrollo de la transferencia nuclear con ovocitos
animales despertó una colosal polémica en toda Europa. Los representantes de las
grandes religiones, especialmente la católica, no tardaron en denunciar lo que para ellos
era un "acto monstruoso contra la dignidad humana"68
. No fueron, por supuesto, los
únicos. Científicos como Angelo Vescovi o César Nombela adujeron la falta de
necesidad real de acudir a estas prácticas para criticar unos experimentos cuyo
desarrollo se debería, en palabras del primero, a intereses puramente económicos69
,
mientras filósofos como Vicente Bellver expresaban su radical oposición a estas
66
Al final la HFEA se decidió tanto a lanzar una encuesta pública como a convocar un encuentro con
representantes de los múltiples colectivos sociales afectados, así como con expertos de diferentes campos
en junio de 2007 para tratar el caso (http://www.hfea.gov.uk/en/1517.html. Última visita realizada el 14
mayo de 2008. El resultado de la consulta fue que más del 60% de los británicos estaban a favor de estos
métodos, mientras que sólo un 25% se oponían a ellos (Véase: ―El Reino Unido aprueba la creación de
híbridos entre humano y animal, basada en la falacia de quiméricos efectos terapéuticos‖, en:
http://www.hazteoir.org/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=5654. Última visita realizada el
14 de septiembre de 2008).
67 La decisión del organismo puede hallarse en: http://www.hfea.gov.uk/docs/HFEA_Final.pdf. Última
visita: 13 de septiembre de 2008.
68 Véase: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20070906/53392144549.html. Última visita: 18 de enero de
2008.
69 Sus palabras exactas fueron: ―existen fuertes intereses económicos. Si el modo de producir células para
la terapia, a través de la clonación, pasa por este tipo de experimento, todos los enfoques se concentran
allí. A los grupos financieros que los respaldan les interesa sobremanera que sea así. No les importa que
existan alternativas, probablemente más seguras y más eficaces‖ (http://www.marana-
tha.com.ar/wp/?p=714. Última visita: 18 de noviembre de 2007). César NOMBELA, por su parte,
manifestó al respecto que ―los híbridos son éticamente aberrantes y científicamente absurdos‖
(http://bioet.blogspot.com/. Última visita: 12 de noviembre de 2007).
37
técnicas sobre la base de la indefinición del estatuto moral del embrión creado70
. Desde
el punto de vista opuesto, han sido muchas las voces que han clamado en favor del
desarrollo de estas técnicas, acusando a quienes se oponen a ellas de atentar contra el
principio de beneficencia, en cuanto que la prohibición por la que abogan privaría a
miles de personas de la posibilidad de beneficiarse de sus resultados71
. Todo ello, por
supuesto, sin contar con la enorme pérdida de oportunidades de mejorar nuestro
conocimiento de la forma en que funcionan los mecanismos biológicos gaméticos o
embrionarios que todo ello traería consigo72
. Llegamos así a una situación en la que
confluyen dos posturas radicalmente enfrentadas. La primera se opone tajantemente a la
utilización de híbridos citoplasmáticos en la terapia celular, ya sea porque su misma
creación atenta gravemente contra la dignidad humana o porque su utilización con fines
terapéuticos implica la destrucción de una vida humana para salvar otras. La segunda,
en cambio, aboga firmemente por su uso, considerando una negligencia gravemente
atentatoria contra el principio de beneficencia toda norma restrictiva.
En nuestra opinión, la alusión a la defensa de la vida de un ser humano se halla,
en el caso de los híbridos citoplasmáticos, completamente de sobra, por la sencilla razón
de que ni son ni han sido ni serán nunca otra cosa que mezclas celulares sin un régimen
de organización interna mínimamente sólido. Precisamente por eso, del cruce un óvulo
animal y un núcleo humano jamás surgirá una persona73
. O, si se prefiere decirlo con
70
BELLVER CAPELLA, V., ―Razones para el rechazo de la clonación con fines de investigación
biomédica (CIB)‖,
en: http://www.aebioetica.org/rtf/Razones%20para%20el%20rechazo%20de%20la%20clonacion.rtf.
Última visita: 13 de marzo de 2008.
71 Véase: SAVULESCU, J., ―The case for Creating Human-Nonhuman cell lines‖, accesible en internet
en la siguiente dirección: http://www.bioethicsforum.org/research-cloning-hybrid-embryos.asp. Última
visita: 13 de abril de 2008.
72 Véase al respecto lo manifestado por distintos científicos en: FLEMING, N., ―Hybrid embryo ban
would cost patients‘ lives‖, The telegraph, de cinco de enero de 2007, accesible en internet en la
dirección: http://www.telegraph.co.uk/news/main. jhtml?xml=/news/2007/01/05/nembryo05.xml. Última
visita 16 de julio de 2008.
73 En sentido contrario, Mónica LÓPEZ BARAHONA ha declarado que ―el cigoto que se pretende
generar mediante esta estrategia, en tanto en cuanto puede desarrollarse hasta blastocisto y a partir de éste
obtener células troncales embrionarias humanas, es merecedor del estatuto de embrión humano, híbrido,
sí, pero humano. El hecho de que no pueda continuar su desarrollo más allá de blastocisto no le merma su
categoría de embrión humano pues su estatuto se lo otorga el ser desde el estado de cigoto una célula
38
otras palabras, ninguna de estas estructuras biológicas poseerá nunca potencialidad
suficiente para originar un ente tan sumamente complejo como cualquiera de nosotros.
Pero si un híbrido citoplasmático no posee potencialidad alguna para desarrollarse como
persona, ni proviene, obviamente, de una fecundación, entonces tampoco hay ningún
motivo por el que pensar que nos hallamos ante un embrión humano. ¿Por qué entonces
han recibido esta denominación en algunos foros?
Hay dos formas esenciales de responder a esta pregunta, que responden a
intereses completamente diferentes. De un lado, se encuentran quienes desean
fervientemente prohibir esta clase de experimentos, en atención a la defensa de valores
que les son muy queridos. Para ellos, hablar de embriones en lugar de híbridos
citoplasmáticos supone una ventaja, en cuanto que predispone a la opinión pública a
posicionarse de su lado. De otro lado, se sitúan quienes, como en el caso británico, han
preferido beneficiarse de una normativa antigua, que protege la utilización de embriones
para experimentación que exponerse a afrontar un peligroso vacío normativo. En
consecuencia, han adoptado la fácil solución de denominar a estas nuevas entidades
embriones, obviando todo atisbo de racionalidad científica en aras de una mayor
funcionalidad.
Nos hallamos, en suma, ante una situación que invita firmemente a la
perplejidad. No hay motivos científicos serios por los que considerar a un híbrido
citoplasmático como embrión74
. Ni posee potencialidad alguna ni procede de una
fecundación. Si alguien sostiene lo contrario será, nos tememos, o por beneficiarse de la
red conceptual de un sistema jurídico concreto, o por adornar su propia causa de
términos altisonantes. Ninguna de estas dos razones nos resulta sólida. Ni siquiera, a
nuestro juicio, debería admitirse en el debate, so pena de, como ocurre a menudo,
tergiversarlo totalmente.
específicamente humana y totipotente‖ (Véase: ―El Reino Unido aprueba la creación de híbridos entre
humano y animal, basada en la falacia de quiméricos efectos terapéuticos‖, en
http://www.hazteoir.org/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=5654. Última visita realizada el
14 de septiembre de 2007). Claro que, siguiendo este razonamiento, el resultado de una partenogénesis
también es un embrión, cosa, cuando menos, curiosa.
74 Véase, en el mismo sentido: DEVOLDER, K., The Ethics and regulation of human embryonic stem cell
research: a critical analysis of the debate, cit., p. 120; ATLAN, H., L’uterus artificiel, cit., p. 82.
39
¿Qué consecuencia cabe extraer de lo dicho? Sencillamente, que el primer
motivo por el que oponerse a la utilización de híbridos citoplásmicos en terapias
celulares o en investigación y experimentación científica es, sin más, inconsistente.
Pero, ¿qué hay del segundo motivo? ¿Atentan los híbridos citoplasmáticos contra la
dignidad humana? Esta pregunta es algo más compleja. Y, dado que en el siguiente
capítulo nos encargaremos de analizar desde la bioética los nuevos experimentos
realizados a través de quimerismo e hibridación, creemos más prudente posponer su
respuesta hasta ese punto. Allí quedamos emplazados a contestarla.
5.- A modo de conclusión.
La medicina reparadora no podrá satisfacer las necesidades de una sociedad
avanzada recurriendo sólo a las técnicas actuales de obtención de tejidos u órganos. La
aparición de nuevas fuentes de células troncales supone, en este sentido, una
oportunidad demasiado buena para desaprovecharla. Tanto, en realidad, que resultaría
no sólo necio, sino también, probablemente, inmoral, no explorar todos los mapas
capaces de guiarnos hasta el tesoro que la investigación o la fortuna vayan poniendo en
nuestras manos. Esto, por supuesto, no significa que no debamos priorizar unas vías
frente a otras. Toda política de innovación, de hecho, implica asumir el riesgo de
apostar por unos medios y no otros, porque los recursos no son infinitos. En el caso que
nos ocupa, parece claro que algunas de las fuentes de células troncales, como los
embriones, resultan poco prometedoras, mientras que otras, como las células
pluripotentes inducidas o las generadas mediante transferencia de núcleos celulares,
pueden ser idóneas para los retos que el futuro nos plantea, no sólo por motivos
científicos sino, también, porque, en un debate ético mínimamente razonable, no
tendrían por qué suscitar rechazo alguno.
La cuestión esencial, más bien, consiste en captar la esencia de hasta qué punto
la aparición de la transferencia de núcleos celulares ha cambiado el propio paradigma
ontológico en que se desarrolla la Bioética. La noción de embrión, esencial en nuestro
40
campo, ha de cambiar, forzosamente, para ajustarse a los nuevos tiempos. Considerarlo
como el resultado de un proceso ha dejado de tener todo sentido desde el mismo
momento en que son varias las formas en las que cabe generar un ser humano. Ha
llegado el tiempo de hablar de potencialidad, por mucho que ello trastoque las bases de
los paradigmas más tradicionalistas. Y no debemos entristecernos por ello. Demasiado a
menudo el concepto clásico de embrión ha supuesto un serio obstáculo para todo
acuerdo ético. Ojalá que el cambio facilite la construcción de nuevos consensos
sociales.
41
CAPÍTULO III: QUIMERAS E HÍBRIDOS, EXPLORANDO LOS LÍMITES DE
LO HUMANO
1.- Introducción.
La primera sensación que viene a nuestra mente cuando alguien menciona la
palabra quimeras o híbridos probablemente sea miedo, si no asco. Desde que éramos
unos niños, nos hemos acostumbrado a oír estremecedoras historias, heredadas de la
mitología occidental75
, sobre seres monstruosos, mitad humanos, mitad animales, que
habitaban entre nosotros dándose a las peores perversiones. El más famoso de entre
todos ellos era, sin duda, Quimera (en griego antiguo Χίμαιρα Khimaira, y, en latín,
Chimæra), el poco agraciado vástago de Tifón y de Equidna76
, que vagaba por las
regiones de Asia Menor aterrorizando a las poblaciones, mientras engullía rebaños y
animales. Después de una vida intensa, en la que alternaba sus innumerables desmanes
75
La figura de la quimera no es, con todo, propiedad exclusiva de la mitología helénica, sino que en otras
culturas encontramos ejemplos de seres similares. En la mitología judaica, por ejemplo, una quimera es
una criatura compuesta a partir de otras, de forma similar a lo que es en la mitología griega, pero con un
espectro más amplio de aspecto y características. En la japonesa, por su parte, se habla de un ser llamado
Nue, que tenía cabeza de mono, piernas de tigre, cuerpo de perro y una serpiente en lugar de rabo, que
traía el infortunio y la enfermedad allí donde iba. Son, además, notoriamente conocidas las formas
quiméricas que los antiguos egipcios, los mayas o los aztecas atribuían a muchas de sus deidades, como,
por ejemplo, el dios Anubis, mezcla de ser humano y chacal. Aún en nuestros días, el hinduismo describe
a algunos de sus dioses como quimeras.
76 Sus progenitores, de hecho, tampoco eran especialmente agraciados. Tifón, al parecer, tenía cien
cabezas de dragón, mientras que Equidna era, en realidad, medio humana y medio serpiente. Con esos
antecedentes, no es difícil entender cómo salió la criatura.
42
con la procreación de seres como la Esfinge o el León de Nemea, fue derrotada
finalmente por Belerofonte con la ayuda de Pegaso, el caballo alado (también una
quimera, por cierto). Las descripciones de su aspecto varían desde las que le atribuyen
el cuerpo de una cabra, los cuartos traseros de una serpiente o un dragón y la cabeza de
un León, hasta las que afirman que tenía tres cabezas: una de león, otra de macho
cabrío, que le salía del lomo, y la última de dragón, que nacía en la cola. Todas sus
caracterizaciones, sin embargo, coinciden en que vomitaba fuego por una o más de sus
cabezas y en que era sumamente rápida77
. Con esas cualidades, es lógico que no gozara
de la admiración de sus contemporáneos o de las generaciones posteriores.
En tiempos más modernos, la tradición mitológica helénica se ha visto
actualizada por nuevos y aterradores relatos. Así, al final del siglo XIX se publicó uno
de los clásicos de la ciencia ficción, la Isla del Doctor Moreau, de H. G. Wells, cuyo
argumento trataba de la creación de seres humano-animales por un científico
extravagante, que acababan por resultar compañías poco recomendables para los
humanos. En el siglo XX, George Langelaan volvería a tratar el tema en su relato La
Mosca, publicado en 1957 en la revista Playboy78
. Ambos textos han conocido varias
adaptaciones cinematográficas, lo que les ha dado gran popularidad entre el público,
extendiéndose así la sensación de desconfianza hacia todo experimento científico que
pueda originar la mezcla de material genético humano-animal.
Con todo, esta mala fama que, en general, rodea a quimeras e híbridos
seguramente se vería alterada si conociéramos lo que la ciencia puede decirnos al
respecto de su auténtico estatuto. Aunque no lo sepamos, mucho de nosotros hemos
sido, somos o seremos en algún momento de nuestra vida seres quiméricos. Lo que es
más, con un poco de fortuna, la ciencia conseguirá que en un futuro no muy lejano
todos podamos convertirnos en quimeras interespecíficas. Y ello no será en absoluto
algo ante lo que sentirnos aterrorizados. Más bien, si tal fuera el caso, no podríamos por
menos que alegrarnos, porque todo ello significaría que el xenotrasplante habría dado,
77
Véase: http://es.wikipedia.org/wiki/Quimera_%28mitolog%C3%ADa%29. Última visita: 18 de octubre
de 2007.
78 Véase todo lo concerniente a este tema en la voz The Fly, en la enciclopedia digital WIKIPEDIA:
http://en.wikipedia.org/wiki/The_Fly_(George_Langelaan). Última visita: 18 de marzo de 2008.
43
por fin, algún resultado positivo, haciendo así accesible al ser humano una fuente
infinita de tejidos y órganos a los que recurrir en caso de que le fuera necesario.
Siendo esta mera posibilidad una espléndida noticia para las ciencias
biomédicas, lo cierto es que la creación de quimeras e híbridos humano-animales ofrece
a las ciencias de la salud oportunidades que van mucho más allá del xenotrasplante. La
ya citada idea de emplear según qué clase de híbridos humano-animales como fuente de
células troncales, o de explorar el funcionamiento del cerebro humano a través de la
inserción de algunas de sus partes en los de otras especies, la creación de nuevas
sustancias susceptibles de ser utilizadas en farmacología79
, o el estudio de patologías
asociadas a genes humanos concretos80
son sólo algunos ejemplos de las múltiples
utilidades que esta nueva herramienta científica puede proporcionar en el futuro81
.
79
Hay ocasiones en las que lo que se hace, directamente, es modificar genéticamente según que animales,
como las cabras o las ovejas, para que su leche contenga combinaciones genéticas susceptibles de uso
terapéutico (EBERT, K.M., J. P. SELGRATH, et als, ―Transgenic production of a variant of human
tissue-type plasminogen activator in goat milk: generation of transgenic goats and analysis of
expression‖, Biotechnology, nº 9, 1991, pp. 835-838; CLARK, A.. J., H. BESSOS, et als. ― Expression of
human antihemphilic factor IX in the milk of transgenic sheep‖, Biotechnology, nº 7, 1989, pp. 487-492;
EDMUNDS, T., S. M. VAN PATTEN et als., ―Transgenically produced human antithrombin: structural
and functional comparison to human plasma-derived antithrombin‖, Blood, nº 91, 1998, pp. 4561-4571;
GTC, ―ATrynŽ - RECOMBINANT HUMAN ANTITHROMBIN‖, en:
http://www.transgenics.com/products/atryn.html. Última visita: 6 de abril de 2008.
80 Entre ellas se encuentra, desde luego, el Síndrome de Down, pero en un futuro esta tecnología puede
ser útil también para estudiar otras menos conocidas como el síndrome de Edwards, provocado por tres
copias del cromosoma 18, o el de Patau, causado por un triple cromosoma 13, que causan la muerte a
muchas personas antes de que cumplan los cinco años.
81 La potencialidad de esta herramienta de investigación y la espectacularidad que pueden llegar a tener
sus resultados, en cualquier caso, quedó clara hace más de diez añoscuando, un equipo de investigadores
procedió a extraer pequeñas porciones de cerebro de fetos de codorniz para después introducirlas en el
cerebro de fetos de pollo. Los pollos resultantes exhibieron rasgos característicos de las codornices, como
el gorjeo o las sacudidas de cabeza propias de esta especie, lo que quería decir que las células transferidas
habían producido grandes cambios en el cerebro de sus huéspedes (BALABAN, E., ―Changes in múltiple
brain regions underlie species differences in a complex, congenital behavior‖, Proc. Natl. Acad. Sciences
USA, nº 94 (5), 1997, pp. 2001-2006). De esas mismas fechas son los primeros intentos de introducción
de material genético humano en cerebros de ratón para producir células neuronales o gliales (Véase, por
ejemplo: BRÜSTLE, O., ―Building Brains: Neural Chimeras in the Study of Nervous System
Development and Repair‖, Brain Pathology, nº 9 (3), 1999, pp. 527–545 doi:10.1111/j.1750-
3639.1999.tb00540.x.; BENNINGER, Y, S. MARINO, R. HARDEGGER, et als., ―Differentiation and
Histological Analysis of Embryonic Stem Cell-Derived Neural Transplants in Mice‖, Brain Pathology, nº
10:3, 2000, pp. 330–341). Yendo un paso más allá en la escala evolutiva, un grupo de investigadores de
distintas nacionalidades, pero mayoritariamente norteamericanos, introdujo células madre neuronales
humanas en embriones de monos. Las células se distribuyeron en éstos, afectando tanto al cerebro como a
44
A pesar de sus innegables posibilidades terapéuticas y de investigación, la
creación de quimeras e híbridos se halla sujeta a una fuerte polémica ética. Muchas
personas consideran que la creación de quimeras o híbridos humano-animales supone
una ruptura radical de las barreras entre especies, constituyendo un atentado contra el
orden natural de las cosas y la dignidad de la especie humana. En consecuencia, abogan
fervientemente por la prohibición total y permanente de esta clase de experimentos,
sean cuales sean sus circunstancias concretas. Otras, sin llegar a estos extremos, pugnan,
al menos, por la admonición de aquellas investigaciones en las que se vean afectados
aquellos órganos que juzgan esenciales para determinar la naturaleza de los seres vivos,
como su cerebro, o los experimentos en los que no quepa garantizar una vida
mínimamente aceptable a la criatura resultante de dichos experimentos. En un sentido
diametralmente opuesto, por fin, hay quienes reivindican la completa supresión de toda
barrera a esta tecnología que no sea la propia de cualquier tipo de investigación
biomédica naciente.
En las siguientes páginas nos ocuparernos cuidadosamente de esta cuestión,
que es mucho más compleja que las que han recabado nuestra atención en anteriores
capítulos, por cuanto si aquéllas podían, al menos, ser analizadas a la luz de los
paradigmas éticos con los que ahora mismo contamos, ésta, en cambio, desafía una de
la línea germinal (OUREDNIK, V, J. OUREDNIK et als., ―Segregation of Human Neural Stem Cells in
the Developing Primate Forebrain‖, Science, Vol. 293. no. 5536, 2001, pp. 1820 – 1824). En otra
investigación, desarrollada en el año 2002, científicos hebreos introdujeron neuronas humanas en el
cerebro de embriones de pollos (GOLDSTEIN, R. S., M. DRUKKER, B. E. REUBINOFF, y N.
BENVENISTY, ―Integration and differentiation of human embryonic stem cells transplanted to the chick
embryo‖, Developmental Dynamics, nº 225, 2002, pp. 80–86). A su vez, un grupo de investigadores
probó en el año 2005 a mezclar células troncales embrionarias humana diferenciadas hacia líneas
neuronales con células procedentes de los tejidos óseos de un ratón. Posteriormente, la mezcla se
introdujo en el cerebro de embriones de ratón a los quince días de su desarrollo. Las quimeras resultantes
mostraron que las células trasplantadas se integraron en el cerebro del huésped, dando lugar a células
neuronales y gliales maduras (MUOTRI, A. R., et als, ―Development of functional human embryonic
stem cell-derived neurons in mouse brain‖, Proceedings of the National Academy of Sciences USA, Nº
102, 2005, pp. 18644-18648). En la universidad de Stanford, en Estados Unidos, el distinguido biólogo
molecular Irving WEISSMAN introdujo células madre neuronales humanas en fetos de ratón, generando
ejemplares cuyos cerebros eran humanos hasta en un 1%. Posteriormente, fueron diseccionando los
ejemplares en distintas etapas de su desarrollo, descubriendo que las células enjertadas se multiplicaban y
establecían conexiones con las del ratón. De ahí que se piense que esta clase de modelos pueden ser útiles
para el estudio de los orígenes genéticos de enfermedades como el Parkinson o la enfermedad de Lou
Gehrig.Véase, sobre las posibilidades biomédicas de quimeras e híbridos: GREELY, H. T., M. K. CHO,
et als, ―Thinking about the Human Neuron Mouse‖, American Journal Of Bioethics, nº 7(5), mayo de
2007, pp. 27-40.
45
las bases esenciales de nuestra ética tradicional: la distinción entre seres humanos y
animales. Esta circunstancia, por sí misma, resulta tan complicada de asumir que, como
veremos, muchos de los argumentos que se han pronunciado en torno a esta cuestión no
la han tenido en cuenta, cayendo, en consecuencia, en graves contradicciones internas.
Ello no obstante, antes de comenzar con esta parte, creemos conveniente introducir
algunas claves científicas y terminológicas que permitan que el lector se familiarice con
el objeto de este capítulo.
2.- Pero, ¿qué son las quimeras e híbridos?
Una quimera es, sencillamente, un ser vivo en el que conviven varios ADNs
diferentes. Un híbrido, en cambio, es aquel en el que todas sus células comparten un
mismo ADN, que ha surgido de la mezcla del de sujetos pertenecientes a especies
distintas. Las primeras se crean habitualmente introduciendo partes de un ser en otro
que ya existe, mientras que las segundas surgen por la fusión de gametos pertenecientes
a diferentes especies, como en el caso de la mula. Teniendo esto en mente, resulta
sencillo distinguir teóricamente entre unos y otros. En la práctica, a veces las cosas son
un poco más complicadas, sobre todo porque todavía no somos capaces de controlar
hasta qué extremo contamina un organismo la inserción de un gen en uno solo de sus
órganos. Estas dudas se acentúan en el caso de las mezclas en las que interviene
material genético humano, sobre las que planean serias controversias.
Estas lagunas no deberían sorprendernos. A fin de cuentas, la creación de las
primeras quimeras o híbridos humano-animales es relativamente reciente. Quitando los
desafortunados intentos del doctor Ilya Ivanov en los años 20 del pasado siglo82
, los
primeros experimentos encaminados a obtener un híbrido humano animal datan tan sólo
82
Sobre la agitada vida de IVANOV, véase: ROSSIIANOV, K., ―Beyond species: Il‘ya Ivanov and his
experiments on cross. Breeding humans and anthropoid apes‖, Science in Context., nº 15, issue 2, 2002,
pp. 277-316; WOOD, C y A. WESTMORE, Test-Tube Conception, Sydney: George Allen & Unwin,
1984).
46
de los años 80 del pasado siglo, momento en que se empezaron a introducir genes
humanos en cigotos de ratón para estudiar su función concreta83
. La introducción de
cromosomas enteros tuvo, por su parte, que esperar hasta el final de esa década y no ha
sido sino hasta 2005 cuando hemos podido certificar, por fin, la creación de un ratón
completamente transgénico, esto es, un auténtico híbrido animal-humano84
.
3.- Quimeras e híbridos, una discusión bioética.
Los principales argumentos que se han aducido contra la creación de quimeras
e híbridos son los siguientes: en primer lugar, la mera idea de juntar lo humano y lo
animal es, de por sí, algo asqueroso, lo que debería predisponernos a evitarlo; en
segundo lugar, un cruce de esta clase conllevaría un serio reto para el esquema
conceptual en que se basa la antropología contemporánea; en tercer lugar, la creación de
quimeras e híbridos pondría en serio peligro la misma idea de dignidad humana, que
parte de la superioridad del ser humano sobre los animales; por último, se dice que, caso
de continuar con esta clase de experimentos, estaríamos causando un serio perjuicio a
83
HERBERS, K., D. JÄHNER, R. JAENISCH, ―Microinjection of Cloned Retroviral Genomes into
Mouse Zygotes: Integration and Expression of the Animal‖, Nature, nº 293, 1981, pp. 540-542.
84 El experimento en cuestión fue conducido por un grupo de científicos británicos, liderado por el doctor
Victor Tybulewicz. El equipo extrajo el cromosoma 21 de unas cuantas células humanas y lo insertó en
cultivos de células madre extraídas de embriones de ratón. Aquellas células madre que absorbieron el
cromosoma fueron, a su vez, inyectadas en embriones de ratón de tres días, que posteriormente se
transfirieron al útero de varias hembras. Los ratones resultantes contenían copias del cromosoma y eran
capaces de transmitirlo a su descendencia (O‘DOHERTY, A. R. S., C. MULLIGAN, et als., ―An
aneuploid mouse strain carrying human chromosome 21 with Down Sybdrome phenotypes‖, Science, nº
309, 2005, pp. 2033-2037. Otros experimentos interesantes de este mismo tipo pueden hallarse en las
siguiente referencias: TOMIZUKA, K., H. YOSHIDA, H. UEJIMA et als, ―Functional expression and
germline transmission of a human chromosome fragment in chimaeric mice‖, Nature Genetics, nº 16,
1997, pp. 133-143; SAGO, H., E. J. CARLSON, D. J. SMITH, et als, ―Ts1Cje, a partial trisomy 16
mouse model for Down syndrome, exhibits learning and behavioral abnormalities‖, Proc. Natl. Acad. Sci.
USA, nº 95, 1998, pp. 6256-6261; GARDINER, K., ―Gene-dosage effects in Down syndrome and
trisomic mouse models‖, Genome Biol., nº 5, 2004, p. 244¸ REEVES, R. H., ―Down syndrome mouse
models are looking up‖, Trends. Mol. Med., nº 12, 2006, pp. 237-240).
47
los seres implicados, lesionando su dignidad individual. A continuación analizaremos
detenidamente cada una de estas objeciones.
3.1.- Quimeras, híbridos y “yuck factor”.
La noción del ―yuck factor‖ se asocia directamente a la figura del profesor
Leon Kass, bien conocido por haber presidido el Consejo Presidencial de Bioética en
los Estados Unidos de América85
. Lo que Kass quiere decir con esta expresión es que
hay acciones humanas que nos provocan una inmediata reacción de asco o de
repugnancia, lo que debería interpretarse como el reflejo de alguna forma de
inteligencia moral natural que nos compele a evitarlas. Dado que la creación de
quimeras e híbridos humano-animales es susceptible de englobarse dentro del catálogo
de actos que suscitan tan visceral reacción, deberíamos intentar evitar continuar en esta
dirección.
La cuestión que se nos plantea, sin embargo, tan pronto como intentamos
razonar sobre la conveniencia de adoptar este criterio como una base sólida desde la que
guiar el obrar humano es la de cómo distinguir entre aquellos casos en los que el asco,
la repugnancia, la repulsión, etc., se deben a una razón intemporal, como Kass señala, y
cuándo tienen más que ver con lo que la cultura en que nos hallamos inmersos considera
como indecente. Piénsese, en lo que a ello respecta, que nuestros antepasados (y algunos
de nuestros contemporáneos) sentían tales emociones frente a extranjeros, judíos,
homosexuales, negros, esclavos, etc. A buen seguro, Kass considerará que en tales caso
(o, al menos, en algunos de ellos), tales sensaciones no resultaban justificables86
. Claro
85
La primera alusión a dicho concepto puede hallarse en la siguiente referencia: KASS, L. R., ―The
Wisdom of repugnante: why should we ban the cloning of humans‖, The New Republic,2 de junio de
1997, pp. 17-26. Sobre el ―yuck factor‖, véase, por ejemplo: FETHE, CH, ―The Yuck Factor‖, Philosophy
Now, octubre-noviembre de 2000, pp. 30-33. En:
http://www.stoa.org.uk/topics/nature/The%20Yuck%20Factor.pdf. Última visita: 25 de marzo de 2008.
86 Véase al respecto: THE DANISH COUNCIL OF ETHICS, Man or Mouse? Ethical Aspects of
chimaera research, en: http://www.etiskraad.dk/sw16983.asp. Última visita: 26 de marzo de 2008, p, 40 y
ss; NUSSBAUM, M. C., ―Danger to Human Dignity: the Revival of Disgust and Shame in the Law‖, The
Chronicle Review, 6 de agosto de 2004, en: http://chronicle.com/cgi2-
48
que, a posteriori, no resulta difícil distinguir entre unos casos y otros. El problema que
nos resulta difícil de resolver es cómo saber, a día de hoy, cuántas de nuestras
reacciones se hallan sólidamente justificadas y cuáles de ellas, en cambio, son meros
prejuicios que aguantarán mal el paso del tiempo. Dado que no creemos posible hallar
una solución realista a esta incógnita, creemos más inteligente obviar toda referencia a
un factor que, en cualquier caso, ha sido objeto de dura crítica por parte de múltiples
autores87
.
3.2.- Quimeras e híbridos humano-animales: un desafío a nuestro sistema
ontológico actual.
Nuestra ontología tradicional (y la que no lo es tanto también88
) se basa en una
división radical entre especies que a menudo antepone la colectividad al individuo. De
este modo, el valor de un ser proviene del hecho de pertenecer a una especie y no a otra,
y no de las cualidades que muestre por sí mismo89
. Los experimentos de hibridación y
bin/printable.cgi?article=http://chronicle.com/free/v50/i48/48b00601.htm. Última visita: 26 de marzo de
2008.
87 Véase, a este respecto: HARRIS, J., Clones, Genes, and Immortality: Ethics and the Genetic
Revolution, Oxford: Oxford University Press, 1998, p. 37; DAWKINS, R., ―What‘s Wrong With
Cloning?‖, en NUSSBAUM, M. C., y R. S. CASS (Eds.), Clones and Clones: Facts and Fantasies About
Human Cloning, New York: W.W. Norton & Company, 1998, pp. 54-66 (59); LYNCH, B., Repugnance
Won’t Do. A comment on cloning and stem cell research in light of emotion, p. 35. En:
http://brianlynchmd.com/ETHICS/kass.PDF. Última visita: 26 de marzo de 2008; FETHE, CH, ―The
Yuck Factor‖, cit., p. 31. En defensa del argumento de KASS, véase: MENDAN, M., ―Replication and
Repugnance: Leon Kass on Human Cloning‖, en:
http://www.eliewieselfoundation.org/CM_Images//UploadedImages/WinnersEssays/Matthew_D_Mendha
m.pdf. Última visita: 26 de marzo de 2008.
88 Curiosamente, los defensores de los derechos de los animales, que desafían las éticas tradicionales en
casi todo, comparten con ellas el tic de superponer el grupo al individuo.
89 La creencia que se halla inserta en esta forma de pensamiento, de hondas raíces aristotélicas, es que los
miembros de una misma especie comparten una misma esencia, esto es, un sustrato común a todos ellos,
y que es lo que hace que cada uno de ellos sea lo que es y no otra cosa. Por ese motivo, el concepto de
especie es anterior al de individuo, porque sólo conociendo anteriormente el sustrato, la esencia, la
naturaleza de una especie podremos saber si un individuo pertenece o no a ella. Véase: GRIFFITHS, P.
E., ―Squaring the Circle: Natural Kinds with Historical Essences‖, en WILSON, R. A. (Ed.), Species:
New Interdisciplinary Essays, Cambridge: MIT Press, 1999, pp. 210-228; VIOLA, F., De la Naturaleza a
los derechos. Los lugares de la ética contemporánea, Granada: Comares, 1998, p. 218 y ss.
49
quimerismo suponen un desafío ineludible a este marco conceptual, porque las quimeras
e híbridos interespecíficos no pueden asociarse a priori a ninguna especie anterior. El
problema que nos crea esta evidencia es que si acabáramos con este marco
paradigmático nos hallaríamos ante un vacío imposible de cubrir: si nuestra ética parte
de una ontología basada en la idea de especie, es obvio que la destrucción de ésta traería
consigo una insostenible incertidumbre moral. ¿Cómo saber cómo debemos tratar a una
quimera o un híbrido sin saber antes a qué especie pertenece? Esta situación generaría
graves inquietudes sociales90
, aparte de suponer un grave atentado contra el ser
afectado91
. De ahí, en suma, que sea mejor evitar seguir con esta clase de experimentos.
Este segundo argumento contra la creación de quimeras o híbridos goza,
aparentemente, de mayor entidad que el primero, en cuanto que entronca con las
preguntas que tendemos a hacernos cada vez que nos creamos la imagen mental de una
quimera o un híbrido: ¿qué son estos extraños seres? ¿A qué especie pertenecen?
Teniendo en mente la perspectiva de la ontología rígida de la que hablábamos en el
párrafo anterior, confesar nuestro desconocimiento sobre la respuesta a estas cuestiones
nos provocaría un grave estado de ansiedad: no sabríamos qué opinar, que decir, qué
hacer.
Reflexionando, sin embargo, de una forma más tranquila, tal vez lográramos
darnos cuenta de que nuestro azogue resultará injustificado, aunque sólo sea porque la
pretendida situación de “desconocimiento de la especie” que, se supone, provocan estas
prácticas nunca llegará a producirse. Conviene, en este sentido, tener bien presente que
no se entiende cómo un experimento de quimerismo92
puede atentar contra un sistema
de división de seres en especies diferentes: hagamos lo que hagamos, un animal nunca
90
Esta posibilidad fue planteada originalmente por J. S. ROBERTS y F. BAYLIS en: ROBERTS, J. S., y
F. BAYLIS, ―Crossing Species Boundaries‖, cit., pags. 1-13.
91 Resulta, en este sentido, particularmente reveladora la opinión del bioético católico norteamericano
Richard DOERFLINGER, quien ha venido a decir que es inmoral crear un ser humano cuyo estatus no
podemos determinar, dado que ello nos crearía el dilema insoluble de no saber cómo tratarlo (JOHNSON,
C. Y., ―Blending of Species Raises Ethical Issues‖, International Herald Tribune, 21 de abril de 2005).
Véase también, en este sentido: ROBERTS, J. S., y F. BAYLIS, ―Crossing Species Boundaries‖, The
American Journal of Bioethics, vol. 3 (3), 2003, p. 9 (1-13).
92 El caso de los híbridos es un tanto más complejo, en cuanto que no se parte de un ser que ya existe, sino
que se debe crear uno de la nada. De ahí que puedan surgir realidades inclasificables, teniendo presentes
los parámetros elaborados al efecto.
50
dejará de pertenecer grupo al grupo al que lo asociábamos antes de experimentar con él,
por la sencilla razón de que, por hipótesis, alterar la composición de las especies no se
halla en nuestra mano. Permítasenos precisar lo que queremos decir con un sencillo
ejemplo. Imaginemos que gracias a la transferencia de ADN humano, unos científicos
consiguen mejorar el cerebro de un simio lo suficiente como para que dé signos
inequívocos de racionalidad, al más puro estilo de los seres humanos normales.
¿Estarían con ello rompiendo la barrera entre la especie humana y los chimpancés? En
caso de que compartiéramos una idea de especie basada en el linaje es obvio que no,
dado que el experimento en cuestión nunca alteraría la ascendencia del simio en
cuestión. Tampoco lo harían si partiéramos de un concepto de especie unido al
apareamiento: por mucho que pensara el simio, es improbable que fuera capaz de
engendrar descendencia uniendo sus gametos con los de un ser humano. De hecho, no
conocemos ninguna definición de especie que contemple la posibilidad del cambio, esto
es, de que un ser pueda transmutar de una a otra93
, por lo que el peligro que
presuntamente encierran los experimentos de quimerismo no resulta tan real como sus
detractores lo pintan.
¿De dónde procede, entonces, la rabiosa oposición de los defensores de los
modelos ontológicos tradicionales a la creación de quimeras o híbridos? La respuesta a
esta pregunta es sencilla si nos percatamos de un significativo detalle: el auténtico
problema ante el que nos sitúan quimeras e híbridos es que si un día un ser de la especie
A al que se le introducen células de otro de la especie B muestra alguno de los rasgos
que dotan de un valor superior a la especie B, tendremos que decidir si ese ser ha
incrementado también su valor o si permanece con el mismo94
. Para alguien que
considere que la idea de especie no lleva asociada ninguna connotación ética concreta,
93
Tal vez la única excepción a esta regla sea la definición de especies que parten de la constitución
genética. Ahora bien, no conocemos a nadie que defienda a ultranza esta clase de caracterización.
Piénsese, en este sentido, que no existe un genoma-tipo de una especie que no haga que algunos de los
individuos que generalmente se han incluido en ella no queden, automáticamente excluidos.
94 Como dice KARPOWICZ, ―las quimeras no son objeto de controversia porque puedan atravesar
categorías reales o teóricas, sino porque podrían poseeer rasgos que asociamos necesariamente al valor
moral‖ (KARPOWICZ, P., ―In defense of Stem Cell Chimeras: A Response to ―Crossing Species
Boundaries‖, AMERICAN JOURNAL OF BIOETHICS, volumen 3, nº 3, verano de 2003, p. 17).
51
porque lo importante siempre es el individuo y no el grupo95
, esta disyuntiva le
importará bastante poco96
. Para quien, por el contrario, defienda la idea de que los seres
han de ser valorados éticamente en función de la especie a la que pertenecen, este
dilema adopta tildes dramáticos. Caso de suscribir la primera hipótesis, la de que ha
cambiado de valor, tendrá que aceptar, por ejemplo, que un chimpancé pueda tener el
mismo valor que un ser humano, esto es, que un chimpancé puede tener más valor que
los otros chimpancés, lo que va en contra del postulado de que el valor moral proviene
de la especie. Caso de suscribir la segunda, esto es, que el ser de la especie A (el
chimpancé, por ejemplo), que ha adquirido el rasgo (léase la racionalidad) de la especie
B (el ser humano) que la hace especialmente valiosa, no ha incrementado su valor,
estaría diciendo, sin ir más lejos, que la diferencia entre el valor de unas especies y otras
no tiene que ver con los rasgos que cada una mostrara, sino con el capricho especeísta
de quien asigna el valor. Pero, ¿no es éste un postulado muy difícil de aceptar? Se llega
así a la terrible circunstancia de que los partidarios del paradigma ontológico tradicional
han de elegir entre lo inaceptable (que una especie animal tenga el mismo valor que la
especie humana) o lo manifiestamente injusto (que un ser que posee el mismo rango que
hace valiosa a la especie humana no sea, sin embargo, valioso).
De todo lo dicho en el presente apartado, se deduce inevitablemente una
conclusión: el problema real que las quimeras e híbridos suponen para el sistema
ontológico basado en la relevancia moral de la pertenencia a la especie es que nos
obliga a tener que elegir entre dos opciones que normalmente nunca nos plantearíamos.
O bien mantenemos que por mucho que experimentemos con un ser nunca alteraremos
su valor, porque nunca dejará de pertenecer a la misma especie, o bien aceptamos la
posibilidad del cambio en el valor de un ser vivo. En el primer caso, la idea de que son
95
Habrá, a estas alturas, quien esté pensando ya en la idea de dignidad kantiana, directamente unida a la
racionalidad, que el genio alemán no limitaba a la especie humana, sino que extendía a otros seres. No es
de extrañar. Evidentemente, el concepto de ser humano que acabamos de esbozar equivaldría al concepto
de ser digno del que hablaba Kant. Lo curioso, no obstante, es que, desde la óptica de su paradigma, la
creación de quimeras o híbridos humano-animales no representaría mayores dificultades: caso de que el
ente mostrara signos de racionalidad, sería un ser digno y en caso contrario, no. Pero si en el modelo
kantiano quimeras e híbridos no representarían jamás un problema, ¿por qué iban a hacerlo en este otro
caso?
96 Véase, en este sentido, lo declarado por SIEGEL en: SIEGEL, A. W., ―The moral insignificance of
crossing species boundaries‖, The American Journal of Bioethics, nº 3(3), 2003, pp. 33-34.
52
las especies las que determinan los rasgos de los seres que forman parte de ellas y, por
consiguiente, las que también establecen su auténtico valor resulta perfectamente
sostenible teóricamente. El problema es que, ante la visión de un chimpancé con las
cualidades intelectuales de un humano tal vez sea complejo mantener que su valor será
menor al de cualquier ser humano (incluidos, por ejemplo, los anencéfalos), por el mero
hecho de ser un simio. Todo ello sin contar, por supuesto, con que la oposición a los
experimentos de creación de quimeras e híbridos resultaría absurda97
. En el segundo,
sencillamente, nos encontraremos en la tesitura de tener que reconocer que atribuir valor
a un ser por la especie a la que pertenece es absurdo, lo que acabaría con el paradigma.
El resultado final, en suma, de todo lo dicho, es que es cierto, absolutamente
cierto, que la creación de quimeras es capaz de alterar todo un paradigma basado en la
idea de que un ser recibe su valor de la especie a la que pertenece. Un chimpancé
racional será, quizás, siempre un chimpancé, pero no será sencillo mantener
indefinidamente que su valor sea inferior al de los humanos. Pero, en tal caso, ¿no
tendríamos que aceptar también que un ser humano no racional no sería valioso? Como
vemos, cualquiera que sea nuestra conclusión, nos crea innumerables problemas. Pero,
¿ha de ser esto un motivo por el que oponerse a la creación e quimeras e híbridos? ¿O,
más bien, debería ser una razón para, simplemente, pensar que el paradigma es, por sí
mismo, absurdo y cambiarlo, a pesar de todos los problemas que ello traiga consigo?
Responder a estas preguntas es tanto como preguntarnos si ha de ser la ciencia quien se
adapte al hombre o lo contrario. O, lo que es lo mismo, si queremos ser libres de elegir
la interpretación del mundo que más se adapte a él o si, por el contrario, hemos de
modificar el mundo hasta que sea él quien se adecúe a nuestro modelo. Dejaremos al
lector que halle por sí mismo la respuesta a esta cuestión. Lo que, por nuestra parte, nos
permitiremos señalar, es que si sostenemos un sistema tan absurdo sólo por temor a la
convulsión social que su sustitución por otro más racional podría provocar, tal vez no
seamos tan dignos como creemos serlo98
.
97
Si sostenemos que un individuo de cualquier especie nunca dejará de pertenecer a ella hagamos lo que
hagamos, ¿en qué atenta a la división de especies un experimento de quimerismo?
98 Véase, en el mismo sentido: McGEE, D. B., ―Moral Ambiguity) Yes. Moral Confusion? No‖, The
American Journal of Bioethics, volumen 3, nº 3, verano de 2003, p. 11; SOTNAK, E., ―Nonhuman
53
3.3.- Quimeras e híbridos humano-animales: un atentado contra la dignidad
humana.
Pensemos ahora en una situación diversa. Imaginemos que damos por sentado
que el chimpancé quimérico del punto anterior no cambia de especie. Si, aun así,
muestra los mismos rasgos que habitualmente acompañan a un ser humano adulto, ¿no
nos veríamos obligados a admitir la injusticia de tratarlo de forma diversa, de adscribirle
un estatuto ético diverso sólo por el mero hecho de pertenecer a otra especie? Quienes
se oponen a la creación de quimeras e híbridos en aras a la defensa de la dignidad de la
especie humana, saben de sobra que sí. Si la razón, la base de nuestra presunta dignidad,
que nos hace superiores a todos los demás seres vivos, radica en los rasgos que muestra
nuestra especie, mejor será no intentar siquiera crear un simio como el de nuestro
ejemplo, so pena de acabar con el “coto de lo sagrado”99
.
Teniendo en mente este argumento, no debería extrañarnos que haya quien sea
capaz de llegar a resultados cuando menos chocantes con tal de no arriesgarse a atentar
contra lo sagrado. Un ejemplo especialmente esclarecedor en este sentido proviene de la
respuesta dada por el comité de ética de la Universidad de Stamford a la pregunta
planteada por el doctor Irving Weissman acerca de la consideración moral de un
experimento que incluía la inserción de células cerebrales humanas en un embrión de
ratón. En aquella ocasión, el comité del que hablamos dictaminó que el experimento
Chimeras with Human Brain Cells‖, Between the Species, issue VII, agosto de 2007, en internet:
http://cla.calpoly.edu/bts/issue_07/07sotnak.htm. Última visita: 24 de septiembre de 2008.
99 KARPOWICZ y compañía han señalado al respecto, con mucha razón, que una recomendación de este
tipo no suena particularmente respetuosa con la idea de dignidad, a no ser, claro, que interpretemos esta
en el sentido de ―coto reservado a los humanos que hay que preservar matando a todo animal que parezca
compartir sus cualidades‖ (KARPOWICZ, P., C. COHEN y D. VAN DER KOOY, ―Developing Human-
Nonhuman Chimeras in Human Stem Cell Research: Ethical Issues and Boundaries‖, Kennedy Institute of
Ethics Journal, nº 15 (2), Junio de 2005, pp. 107-134).
54
podría desarrollarse libremente, mientras el ratón no mostrara rasgos humanos100
. O, si
se prefiere, que mientras el ratón se comportase como un ratón, se podía proseguir con
la prueba, pero si el ratón daba la más mínima señal de estar adquiriendo signos propios
de los seres dignos, había que matarlo rápidamente101
. Evidentemente, una
recomendación de este estilo es perfecta para preservar la exclusividad de la dignidad de
la especie humana: si no queremos que ningún otro ser vivo la ponga en tela de juicio,
lo mejor que podemos hacer es exterminar a cualquiera que muestre síntomas de poseer
habilidades parecidas a las nuestras.
¿Cuál es el problema que plantea una recomendación de este tipo? Quizás lo
sea que si un día descubrimos que según qué animales son mucho más racionales de lo
que pensábamos, tendríamos que eliminarlos preventivamente. O que si alguien resucita
a homínidos similares a nosotros, a través de la clonación, nos veríamos compelidos a
asesinarlos a todos. La misma solución, desde luego, que habría que dar a cualquier
forma de vida compleja que encontráramos en el universo o, yendo un paso más allá, a
los ángeles del Cielo, si algún día bajaban a este mundo. Claro que todo ello tal vez
resulte demasiado duro de digerir hasta para el más firme defensor de la dignidad
humana.
3.4.- Quimeras, híbridos e intereses implicados.
Una objeción muy interesante a la creación de quimeras e híbridos es la que
señala que nunca deberíamos seguir adelante con unos procedimientos que pueden ser
contraproducentes para los intereses de los sujetos afectados. El grave riesgo que
conllevan, efectivamente, estos experimentos es que podrían originar criaturas afectadas
de terribles patologías o, simplemente, privar a otras que ya existen de algunas de sus
100
Véase: GREELY, H. T., M. K. CHO, et als., ―Thinking about the Human Neuron Mouse‖, The
American Journal of Bioethics, nº 7 (5), mayo 2007, pp. 27-40.
101 A la profesora SUTTON matarlos aún le parece poca garantía (SUTTON, A., ―Do human-animal
hybrids and chimeras mean the abolition of man?‖, cit., p. 23).
55
cualidades más valiosas, lo que les ocasionaría un gran sufrimiento102
. Especialmente
preocupantes parecen, en este sentido, aquellos casos en los que un ser humano adulto
corriera el riesgo de ver cómo sus facultades mentales resultaban afectadas como
consecuencia de la introducción de elementos procedentes de otras especies. ¿No
constituiría un acto de este tipo un grave atentado contra sus derechos?
Entrando ahora a comentar este argumento, creemos conveniente comenzar por
realizar una primera matización: el caso de las quimeras no es, en esta ocasión, similar
al de los híbridos. Estos últimos surgen de la nada, dado que no hay un sujeto anterior a
ellos mismos que se someta a modificación. En consecuencia, y al igual que sucedía en
el caso de los clones, es difícil pensar en cualquier atentado contra sus intereses si no se
trata de su interés por no existir en según qué condiciones. Lo que, por cierto, implica
que, caso de que el híbrido no llegue a desarrollarse lo suficiente para poseer esos
intereses será complicado pensar en cualquier atentado contra los mismos, cosa que
habrá que tener bien presente a la hora de juzgar la moralidad de la creación de los
híbridos citoplasmáticos de los que hablábamos páginas atrás.
La situación ante la que nos hallamos en el caso de las quimeras es
significativamente diferente, dado que, para crearlas, se parte siempre de un ente que
preexiste al que el experimento dará lugar. En consecuencia, en esta ocasión sí cabe
hablar de intereses anteriores a los de la criatura surgida como consecuencia de él. Y
cabe, por supuesto, trazar serias dudas acerca de la consideración ética de la práctica
biomédica cuando implique serios riesgos para el sujeto que se somete a ella. Claro que
todo lo que acabamos de decir debe ser convenientemente matizado por las
circunstancias del caso. En primer lugar, porque no es lo mismo si partimos de un ser
racional al que probamos a privar de dicha cualidad a través de cualquiera de los medios
que implican quimerismo, que si lo que hacemos es lo contrario, esto es, tratar de elevar
las capacidades de un cerebro animal para que se acerque más a las cualidades que
muestran los humanos adultos. Si en el primer caso es complicado defender la
aceptabilidad del experimento, en el segundo no parece haber grandes motivos por los
102
KARPOWICZ, P., C. COHEN y D. VAN DER KOOY, ―Developing Human-Nonhuman Chimeras in
Human Stem Cell Research: Ethical Issues and Boundaries‖, cit., p. 123. Véase también al respecto: THE
DANISH COUNCIL OF ETHICS, Man or Mouse? Ethical Aspects of chimaera research, en:
http://www.etiskraad.dk/sw16983.asp. Última visita: 26 de marzo de 2008, p, 51.
56
que rechazarlo, a no ser que sostengamos la hipótesis de que un cerdo satisfecho es
preferible a un ser racional insatisfecho.
Hay, por desgracia, que tener en cuenta que la vida está llena de matices y no
resulta sencillo dar respuestas categóricas a cuestiones como las planteadas en este
apartado. Así, por ejemplo, aun siendo, a nuestro juicio, cierto en general que es inmoral
poner en riesgo las capacidades de un humano adulto, también lo es que, en según qué
ocasiones, esta regla debe abrirse a la excepción. Piénsese, en lo que a este punto se
refiere, en lo que ocurriría si demostrásemos que, al menos en algunos casos, la
inserción de partes del cerebro de chimpancés de simios en humanos podría retrasar el
desarrollo del mal de Alzheimer. ¿Con qué argumentos negaríamos a los afectados por
tan terrible enfermedad la posibilidad de someterse a experimentos de quimerismo?
¿Diciéndoles que tal vez su racionalidad se verá afectada por el contacto con un cerebro
animal? Si somos realmente consecuentes con la idea que da pié a la objeción
presentada en este epígrafe, parece obvio que nunca podríamos llegar hasta tales
extremos, so pena de incurrir en un paternalismo absoluto que decidiera por el propio
paciente cuáles serían sus mejores intereses en un momento tan crucial de su vida.
El dilema que nos ocupa es, como cabe deducir de las breves líneas que le
hemos dedicado, lo suficientemente arduo como para que no quepa dar una respuesta
general a la objeción a la que nos referíamos al inicio de este epígrafe. La creación de
híbridos y, en especial, de quimeras, provocará en ocasiones graves sufrimientos, ya sea
a los seres de los que partimos para crearlas o a los que resulten del experimento, pero,
en otras, será de enorme utilidad para los propios seres implicados o para la ciencia en
su conjunto. Valorar la importancia de los intereses de cada una de las partes implicadas
es tarea demasiado compleja como para enfocarla de modo general, siendo el estudio de
cada caso la fórmula más adecuada de afrontar la cuestión, al menos desde nuestro
punto de vista.
57
4.- Observaciones finales.
El temor a monstruos terroríficos, mitad humanos, mitad bestias, se halla bien
presente en nuestro inconsciente colectivo. Casi tanto como ese respeto reverencial a la
naturaleza que tan poco se entiende cuando vemos con qué falta de escrúpulos trata ésta
a muchas de sus criaturas. Oponerse a la creación de quimeras e híbridos para
investigación biomédica por cualquiera de ambos motivos no parece excesivamente
sólido. Menos lo es, desde luego, hacerlo basándose en una presunta necesidad de
preservar la dignidad de la especie humana a través del exterminio de todos aquellos
seres que podrían disminuirla por el mero hecho de poseer mostrar rasgos que creemos
exclusivos de ella. De ahí, por consiguiente, que nos resulte una buen idea no incurrir en
la tentación de prohibir toda experimentación en este sentido por unos prejuicios que
creemos profundamente irracionales.
Más allá, no obstante, de su importancia científica, el caso de quimeras e
híbridos resulta de particular interés para el bioético, en cuanto que muestra a las claras
la futilidad del concepto de especie a la hora de valorar un ser vivo en concreto. Ello, a
su vez, contribuye todavía más a desplazar los viejos paradigmas, pidiendo a gritos su
sustitución por otros nuevos. La recuperación de la esencia real del mensaje kantiano
sería, a estas alturas, la mejor de las noticias para la Bioética.
58
CAPÍTULO IV: DIAGNÓSTICO PREIMPLANTATORIO Y SELECCIÓN DE
EMBRIONES
1.- Introducción
El 13 de octubre de 2008 nacía en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla un
hermoso bebé de 3,4 kilogramos de peso a quien sus padres tenían previsto llamar
Javier103
. Expuesta así, la noticia no parece especialmente significativa para nadie,
salvo, por descontado, los directamente implicados. Lo que ocurre es que Javier no era
un niño más, uno de tantos que nacen cada día en nuestro país, sino el resultado final de
un complejo procedimiento biomédico cuyas raíces se habrían de situar años atrás. Fue
entonces caundo su hermano, Andrés, con tan sólo tres meses de vida, comenzó a
mostrar los síntomas de una terrible enfermedad, la beta-talasemia mayor, la más dura
de las anemias congénitas, que no conoce otra cura que un trasplante de médula ósea.
Destrozados por el descubrimiento, sus progenitores se lanzaron a la ardua tarea de
encontrar un donante compatible con el pequeño. Todo fue inútil. De los once millones
de posibles donantes que se hallaban indexados, ninguno respondía a las necesidades
del caso. En ese momento fue cuando se les sugirió por primera vez la posibilidad de
recurrir a la selección de embriones con fines terapéuticos para engendrar un hijo
histocompatible con el hermano enfermo. Los protagonistas de nuestra historia no lo
dudaron. Años más tarde, veía la luz el primer niño surgido como fruto de la selección
genética de embriones con fines terapéuticos para terceros.
103
Véase: El Mundo, 18 de octubre de 2008, pp. 38 y 39.
59
La noticia, siendo, indudablemente, motivo de alegría para todos, por cuanto
podía suponer de positivo para el pequeño Andrés, suscitó, no obstante, también una
furibunda ola de críticas por parte de algunos sectores sociales, que veían en este hecho
una muestra más de la instrumentalización a la que se ven sometidos los embriones
humanos. De entre todas ellas, destacaban las de la Iglesia Católica, quien hizo pública
una nota104
en la que, entre otras cosas, señalaba que “el hermano que finalmente ha
nacido ha sido escogido por ser el más útil para una posible curación. Se ha
conculcado de esta manera su derecho a ser amado como un fin en sí mismo y a no ser
tratado como medio instrumental de utilidad técnica”. Frente a ello, científicos como
Buenaventura Coroleu, del Instituto Dexeus, bioéticos como el profesor Marcelo
Palacios o, incluso, voces de la propia Iglesia, como Juan Masiá, reiteraban su
posicionamiento en favor de esta opción como la única solución terapéutica aplicable al
caso.
El objetivo de este capítulo consiste en analizar desde un punto de vista ético
todos los problemas que suscita la selección de embriones con fines terapéuticos. Claro
que para llegar hasta ese momento será preciso recorrer un largo camino, que pasará,
necesariamente, por el análisis del diagnóstico genético preimplantatorio, medio
absolutamente imprescindible para lograr el resultado que busca todo proceso de
selección embrionaria. En consecuencia, centraremos nuestra atención, en primer lugar,
en este procedimiento, que analizaremos comenzando por su descripción científica, para
después pasar a explorar las múltiples polémicas que lo acompañan. Más tarde, una vez
solidificada esta base, será el momento de ocuparnos del caso de Javier y su hermano
Andrés.
104
SECRETARÍA GENERAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ―Curar a los
enfermos, pero sin eliminar a nadie‖ (en: http://www.infodecom.com/Manager.php?var=7049. Última
visita: 23 de octubre de 2008).
60
2.- El diagnóstico genético preimplantatorio: un análisis técnico.
2.1.- Diagnóstico genético: definición.
Por diagnóstico genético preimplantatorio ha de entenderse el conjunto de
actuaciones que pretenden detectar las posibles anomalías cromosómicas o alteraciones
genéticas que pudieran tener los embriones in vitro antes de ser transferidos a la
mujer105
. Teóricamente, podría efectuarse tanto sobre embriones in vitro como sobre
aquellos que se hallan en el útero de la gestante. Esta posibilidad, no obstante, es tan
sumamente peligrosa para su salud en general y su supervivencia en particular que
nunca se lleva a cabo, limitándose el análisis a los embriones generados in vitro.
2.2.- Diagnóstico genético: técnicas implicadas. El análisis genético.
Entre las herramientas aptas para el diagnóstico preimplantatorio se cuentan la
elaboración de cariotipos, que permite descubrir las anomalías cromosómicas más
importantes, o el análisis genético, que merece un comentario algo más pausado.
Denominamos análisis genético a un conjunto de acciones encaminadas a obtener datos
a partir de la información genética presente en cada ser vivo106
. La técnica en sí es muy
105
EMALDI, A., El consejo genético y sus implicaciones jurídicas, Bilbao-Granada: Comares, 2001, p.
94; BLÁZQUEZ, N., Bioética, la nueva ciencia de la vida, Madrid: Biblioteca de autores cristianos,
2000, pág. 101; ROMEO CASABONA, C. M., Del Gen al Derecho, Bogotá: Universidad externado de
Colombia, 1996, p. 186; SUREAU, C., ―Come la clonazione reproduttiva umana può cambiare la nostra
vita: alcuni scenari‖, MCLAREN, A., La clonazione. Uno sguardo etico, Strasbourg: Consejo de Europa,
2002, p. 102.
106 Conviene recordar, en lo que atañe a este punto, que la información genética es la información referida
a nuestros genes. Para obtenerla, basta con obtener una célula, un tejido, o cualquier otra muestra
biológica de un ser humano. Ahora bien, no es lo mismo poseer la información que ser capaz de acceder a
ella. Cuando transformamos esa información en un código comprensible creamos un dato genético, que
no es otra cosa que la explicitación de aquella en una forma comprensible. Una célula de nuestro cuerpo
posee toda la información genética sobre cada uno de nosotros. Si extraemos esa célula, la analizamos y
conservamos la información obtenida en un fichero informático, estamos creando un dato genético. La
61
simple: se extrae o succiona una de las células del embrión creado in vitro para
determinar las alteraciones genéticas presentes a través, en general, de la técnica de la
Reacción en Cadena de la Polimerasa (RCP)107
. Normalmente se hace en el momento en
que el embrión consta de 6 a 8 células. Posteriormente, se intenta averiguar la
composición genética exacta del embrión a través del uso de técnicas como la creación
de ―moldes‖ genéticos propios de las enfermedades monogénicas mediante microarrays
o biochips, de tal modo que si el ADN del embrión encaja en ellos, sea posible
diagnosticar la patología sin género de dudas108
. Ello no obstante, es posible que en un
futuro próximo comience a aplicarse masivamente el karyomapping, una técnica
novedosa desarrollada por los investigadores del Bridge Center, de Londres. Aplicada al
ADN de los embriones, esta tecnología ha conseguido aumentar significativamente la
efectividad del diagnóstico genético preimplantatorio, reduciendo además su conste
económico prácticamente a la mitad.
2.3.- Las posibilidades del diagnóstico genético.
El diagnóstico genético preimplantatorio nos proporciona una información
extremadamente valiosa en varios sentidos. En primer lugar, constituye la forma más
efectiva de descubrir si el producto de la aplicación de una técnica de reproducción
asistida es o no un embrión en el sentido en que lo hemos definido antes, ya que permite
determinar las posibilidades reales que tiene de desarrollarse satisfactoriamente. En
segundo lugar, nos permite diagnosticar la presencia o no de enfermedades
diferencia, por tanto, entre ambos conceptos es clara: mientras la información genética se encuentra en
todo ser vivo de forma natural, un dato genético es una creación artificial del ser humano que, partiendo
de la primera, construye una herramienta útil para incrementar su conocimiento (Véase: NICOLÁS, P.,
La protección jurídica de los datos genéticos de carácter personal, Comares: Granada-Bilbao, 2006, pp.
59 y ss). 107
LACADENA, J. R., ―Selección de embriones con fines terapéuticos‖, en
http://www.isftic.mepsyd.es/w3/tematicas/genetica/index.html. Última visita: 20 de octubre de 2008.
108 CARRACEDO, A., M. V. LAREU, F. BARROS, ―Nuevos métodos para el análisis de la variabilidad
genética‖, Actas del Primer Simposio Nacional sobre Bioinformática, Información Genética y Salud,
Madrid: Sociedad Española de Informática de la Salud, 27 y 28 de enero de 2000, pp. 3-10.
62
monogénicas en un embrión109
, a la par que nos proporciona cierta información acerca
de sus probabilidades de padecer según qué patologías asociadas a combinaciones de
diferentes genes. De la importancia de esta función da fe el hecho mismo de que el
número de enfermedades que podrían llegar a detectarse oscilaría las 1500, de
confirmarse la utilidad de la nueva técnica desarrollada por los investigadores del
Bridge Center110
. En tercer lugar, nos dota de la capacidad de averiguar si un embrión
será o no histocompatible con otras personas, haciendo posible su selección con fines
terapéuticos.
En un futuro, esperamos, el diagnóstico genético será la antesala de la
aplicación de las terapias génicas sobre los seres afectados por las patologías
diagnosticadas. A día de hoy, no obstante, y como tendremos ocasión de reiterar
posteriormente, no hay posibilidad alguna de proporcionar una solución terapéutica de
este tipo. En el caso de los seres humanos adultos, lo más que podemos hacer es tratar
de paliar los síntomas que se vayan manifestando. En el caso de los embriones, lo que
habitualmente se hace es no transferirlos a la gestante, lo que provoca las fuertes
discusiones que analizaremos en el próximo apartado.
3.- El diagnóstico preimplantatorio: problemas éticos implicados.
Como acabamos de señalar, el diagnóstico preimplantatorio es una práctica
seriamente cuestionada desde algunos posicionamientos, por diferentes motivos. Así, y
en primer lugar, hay quienes creen que es inmoral por los medios que emplea, ya sea
porque la extracción de una célula del blastocisto pone en peligro la vida del embrión, o
porque piensan que la célula extraída, al ser totipotente, debe ser considerada, una vez
109
Entre este amplio repertorio de enfermedades se hallan la fibrosis quística, el síndrome de Lesch–
Nyham, la hemofilia A, la distrofia muscular de Duchenne, etc
110 El diagnóstico de enfermedades plurigénicas, con todo, no será en un futuro próximo tan fiable como
el de las monogénicas. Lo más que conseguiremos, nos tememos, será obtener ciertos indicios
probabilísticos de contraer una enfermedad. Pero eso, por sí mismo, constituiría un gran avance.
63
seccionada, como otro embrión, que se sacrifica en aras de la buena marcha del
procedimiento. Otros, por su parte, creen que la idea misma de utilizar el diagnóstico
preimplantatorio para descartar la implantación de algunos embriones atenta
directamente contra el propósito de la medicina, ya que, en lugar de servir para curar, la
biomedicina acaba contribuyendo a la muerte del ser humano. Hay, por último, un
elevado número de autores que censura esta práctica por considerarla de naturaleza
puramente eugenésica, dado que provoca la eliminación de algunos seres humanos
siguiendo el criterio de las patologías que los aquejan. A continuación comentaremos
estos argumentos detenidamente.
3.1.- Los problemas relacionados con el método.
La primera clase de argumentos que se han aducido contra el diagnóstico
preimplantatorio son los que tienen que ver con el método empleado al efecto. Dentro
de ellos, a su vez, se debe distinguir entre dos variantes diferentes. De un lado, se hallan
quienes creen que la técnica debe evitarse porque la extracción de una célula pone en
peligro al embrión111
. De otro, quienes piensan que toda célula extraída de un
blastocisto es, en sí mismo, otro embrión, así que todo diagnóstico implica la muerte de
un ser humano112
.
El problema que presentan ambos argumentos es que sólo resultarán
preocupantes para quienes crean que la vida de un embrión in vitro es valiosa. Pero es
que, aun aceptando este presupuesto, ninguno de ellos resulta definitivo. En el caso del
primero, es inevitable considerar que si ponemos en una balanza el posible riesgo que
una práctica de este estilo puede suponer para la vida de un embrión y la posibilidad de
que, gracias a ella, a una gestante no se le implanten unos cuerpos celulares
111
Véase: HORIS, H., et als., ―Reduced survival after human embryo biopsy and subsequent
cryopreservation‖, Human Reproduction, nº 14, 1999, pp. 2833–2837. Otros autores, sin embargo, niegan
la existencia de riesgos para el desarrollo posterior del embrión (DI CARLI, L., ―Etica nella ricerca sul
genoma umano‖, en DEL TACCA, M., L’etica nella Ricerca Biomedica, Roma: La Nouva Italia
Scientifica, 1997, p. 155).
112 BELLVER, V., ¿Clonar? Ética y derecho ante la clonación humana, Granada: Comares, 2000, p 146.
64
completamente incapaces de desarrollarse, o no acabe recurriendo a un aborto por la
existencia de una patología que podría haberse detectado mucho antes, no es sencillo
concluir que será el primer factor el que más pese. Menos lo será, desde luego, si un día
el diagnóstico acaba siendo la antesala de una terapia. En cuanto al segundo, qué
podemos decir si no es que, como han puesto de manifiesto biólogos de considerable
prestigio, pensar que toda célula extraída de un blastocisto es totipotente es,
probablemente, una exageración.
3.2.- El daño causado al embrión: el diagnóstico como herramienta para la
muerte.
Como hemos dicho, el segundo de los grandes argumentos contra el
diagnóstico preimplatatorio es el que señala que esta técnica, hoy por hoy, y mientras
las terapias génicas no se hallen disponibles, implica una perversión de la medicina, en
cuanto que no sirve para curar, sino para matar113
. Evidentemente, una afirmación de tan
hondo calado es, por sí misma, lo suficientemente grave como para, caso de ser cierta,
poner en duda la licitud moral de esta técnica. Sin embargo, una mirada atenta a las
circunstancias del caso nos hará descubrir rápidamente que la contundencia del juicio no
se corresponde tan fielmente con su consistencia como algunos pretenden. De hecho, el
vigor de la sentencia dependerá inevitablemente del estatuto ontológico que
concedamos al embrión humano. Quienes sostienen la afirmación de que un embrión
debe ser tratado como si fuera una persona, porque tal vez lo sea sin duda aceptarán la
veracidad de la presunta tergiversación de la medicina. Quienes, por el contrario, lo
consideran sólo como un ser humano potencial, esto es, como una no-persona,
113
En lo que a esto respecta, HERRANZ ha afirmado que a través de estas prácticas, ―la medicina
preventiva sufre un gran cambio. Altera su objetivo: en lugar de volcar sus energías en incrementar el
número de personas que no caen enfermas, busca la eliminación de las personas que habrían caído
enfermas privándolas de la existencia‖ (HERRANZ, G., ―Medical–ethical problems in prenatal and pre–
implantation genetic diagnosis‖, en VIAL CORREA, J. y E. SGRECCIA (Eds.), Human Genome, Human
Person and the Society of the Future, Ciudad del Vaticano: libreria editrice vaticana, 1998, p. 198).
65
seguramente no darán a su no transferencia la misma trascendencia114
, considerando,
por el contrario, un serio atentado contra el principio de beneficencia no hacer lo posible
por curar a su hermano enfermo.
Esta discusión, por desgracia, no tiene solución o, al menos, nadie la ha
encontrado hasta ahora, por cuanto sobre los desacuerdos valorativos es complejo
construir acuerdos racionales115
y no seremos nosotros quienes tratemos ahora, en este
breve espacio, de colmar esta laguna. Permítasenos, no obstante, introducir, como una
reflexión personal: incluso quienes creen que el embrión es una persona deberían
admitir la validez de tres enunciados generales. El primero es que no tenemos por qué
valorar a los seres sólo por lo que son, sino también por las circunstancias en que se
encuentran, que cobran especial relevancia a este respecto. Dotar del mismo valor al
embrión que resta en un tubo de ensayo que al que se encuentra en el ambiente uterino
resulta, cuando menos, discutible. Piénsese, en este sentido, que la mayor parte de
nosotros nunca valora igual la semilla de roble que guardamos en nuestra despensa que
la que ya hemos plantado en tierra fértil. ¿Por qué deberíamos seguir parámetros
diferentes en el caso del embrión in vitro cuando, además, lo contrario podría abocarnos
a graves problemas teóricos?116
114
Véase a este respecto: MORI, M., ―Sulla moralita della diagnosi preimpianto‖, Bioetica. Rivista
interdisciplinare, nº 2, 2001, p. 562; PURROY, J., La era del genoma, Barcelona: Salvat ciencia, 2001,
p. 167; ROMEO CASABONA, C. M., El Derecho y la Bioética ante los límites de la vida humana, cit.,
p. 376; BAGARIC, M., ―Eugenics –so what‘s wrong with improving the quality of the human species?‖,
Monash Bioethics Review, vol. 20, nº 2, abril 2001, p. 14 y ss; CORBELLINI, G. ―Oportunità, rischi e
fraintendimenti della biotecnologia e dell‘ingegneria genetica‖, Bioetica. Rivista interdisciplinare, nº 1,
2001, pp. 104 y ss; BRAMBATI., B., ―Tecnologie della riproduzione, diagnosi genetica e qualità della
vita‖, en DEL TACCA, M., L’etica nella Ricerca Biomedica, Roma: La Nouva Italia Scientifica, 1997, p.
183.
115 Una de las muestras de lo enconado de la disputa nos la ofrece HERRANZ cuando manifiesta que ―no
se puede sostener una discusión neutral acerca del diagnóstico prenatal o preimplantatorio hoy en día,
porque en materia tan fundamental no existe una tercera vía entre las éticas del respeto y las del poder‖
(HERRANZ, G., ―Medical–ethical problems in prenatal and pre–implantation genetic diagnosis‖, en
VIAL CORREA, J. y E. SGRECCIA (Eds.), Human Genome, Human Person and the Society of the
Future, cit., p. 191. Traducción del autor).
116 Quien no esté de acuerdo con esta diferencia, haría bien en formularse esta pregunta: si un día somos
capaces de diseñar una máquina capaz de gestar un ser humano a partir de cualquier célula del cuerpo
humano, ¿tendríamos que considerar que cada vez que nos rascamos la piel cometemos un genocidio?
¿No sería más sabio pensar que sólo las células introducidas en dicha máquina serían dignas de ser
valorados como el germen de un ser humano?
66
La segunda consideración, evidentemente conectada con la primera, es que no
debemos cometer el error de identificar ontología y ética. El que dos seres compartan
una misma naturaleza no significa que los debamos tratar de la misma forma. Quien
escribe estas líneas es ontológicamente idéntico a la persona de movilidad reducida que
vive en el piso de al lado, pero el tratamiento que se nos otorga a ambos no es el mismo,
y no hay nada de injusto en ello. Tampoco parece injusto proporcionar un trato diferente
a un embrión in útero y un embrión in vivo, ni posee la misma trascendencia las
acciones que emprendemos con respecto a ellos. Piénsese, en este sentido, que no
transferir un embrión al útero de una gestante no es lo mismo que interrumpir un
embarazo, ya que lo primero implica la omisión de un medio necesario para un fin y lo
segundo, en cambio, supone una intervención directa destinada a impedir que se alcance
un resultado que surgiría por sí mismo en su ausencia.
Por último, permítasenos apuntar que, frente a quienes afirman que la vida
siempre es valiosa, hay quienes creemos que hay vidas que hubiera sido mejor que
nunca existieran. Gracias a ello nos oponemos a la clonación o a la creación de según
qué híbridos o a la aplicación más alocada de la biología sintética, o abogamos por la
omisión de todo tratamiento que no haga sino multiplicar los sufrimientos de un
enfermo con el único fin de prolongar su vida biológica117
. Aplicando esta creencia al
caso que nos ocupa, cabe pensar en casos en los que las patologías detectadas sean de
tal gravedad que, por motivos piadosos, sea mejor renunciar a la trasferencia
embrionaria, del mismo modo en que, en ocasiones, no prolongamos artificialmente la
vida de quienes no pueden seguir viviendo con una mínima calidad118
. Lo que en
cualquier caso es seguro es que, con independencia de la valoración moral que nos
117 Curiosamente, algunos de quienes afirman con más vehemencia la teoría de la sacralidad de la vida
humana también se oponen al encarnizamiento terapéutico y, sin embargo, aceptan la licitud de la pena de
muerte, al menos en circunstancias extremas, lo que no deja de ser, a nuestro juicio, un tanto
contradictorio.
118 Véase, en este sentido, VEHMAS, S., ―Is it wrong to Deliberately Conceive or give Birth to a Child
with Mental Retardation?‖, Journal of Medicine and Philosophy, vol. 27, nº 1, 2002, pp. 48 y ss;
CHADWICK, R., ―Gene Therapy‖, en SINGER, P. y H. KUHSE, A companion to Bioethics, Oxford:
Balckwell, 1998, pp. 193 y ss; WILLIAMS, B., ―Who I might have been?‖, en CHADWICK, R. et als.
(Eds.), Human genetic Information: Science, law and ethics, Chistester: John Wiley, 1990, pp. 167–173;
HAYD, D., Genethics. Moral Issues in the creation of People, University of California Press, 1992, pp.
29 y ss.
67
merezca el diagnóstico preimplantatorio, en aquellos países en los que el aborto es legal,
resultaría un contrasentido manifiesto obligar a alguien a seguir adelante con una
transferencia embrionaria cuando después tendría derecho a interrumpir su embarazo
aduciendo graves patologías en el feto.
A lo anterior hay que añadir, desde luego, allí donde impera una ética laica
que, como tal, ha de ser forzosamente una ética de mínimos, probablemente sería un
grave dislate impedir todo diagnóstico preimplantatorio en atención a los intereses del
embrión. Una remisión a la voluntad de los padres y, especialmente a la de la madre,
que es quien ha de gestar el embrión, parece mucho más razonable. Sobre todo, por
supuesto, si mantenemos en vigor la posibilidad de generar un mayor número de
embriones que el estrictamente necesario para un ciclo de la fecundación in vitro. De lo
contrario, nos hallaríamos ante la paradójica situación de poder descartar a unos
embriones sólo por el hecho de no resultar ya necesarios y, en cambio, no ser capaces de
estudiar su estado de salud mediante el diagnóstico preimplantatorio en atención a su
valor como seres humanos.
3.3.- ¿Una nueva forma de eugenesia?
Nos queda, por último, ocuparnos de aquellos argumentos que niegan la licitud
del diagnóstico preimplantatorio sobre la base de que, en las condiciones actuales, nos
aboca directamente a las prácticas eugenésicas que originaron tan terribles
consecuencias en la primera mitad del siglo XX119
. El hecho de que seres humanos sean
abandonados a la muerte por el mero hecho de padecer enfermedades como el síndrome
de Down constituye, a su juicio, una forma muy sutil de diferenciar entre personas de
119
SERRA, A. y G. BELLANOVA, ―Accertamento prenatale di rischio di patologia cromosomica fetale.
Aspetti scientifici, etici e deontologici‖, Medicina e Morale, nº 47, 1997, pp. 15–35; BAGARIC, M.,
―Eugenics– so what‘s wrong with improving the quality of the human species?‖, cit., pp. 12 y ss;
CORBELLINI, G., ―Opportunitá, rischi e fraintendimenti della biotecnologia e dell‘ingegneria genetica‖,
cit., p. 104; GOLSER, K., ―Desiderare un figlio e pretenderlo sano: mutamenti culturali riguardo alla
generazione‖, Bioetica. Rivista interdisciplinare, nº 1, 2001, p. 187; GRAUMANN, S., ―Preimplantation
genetic diagnosis: the bridge between human genetics and reproductive medicine‖, Derecho y Genoma
Humano, nº 13, 2000, p. 219.
68
dignidad equivalente y que, por tanto, deberían ser tratadas de igual forma120
. En
consecuencia, cada vez que realizamos un diagnóstico y aceptamos la posibilidad de no
transferir según qué embriones al útero de la gestante estamos resucitando viejas
barreras, destruyendo el dogma de la igual dignidad de todo ser humano, lo que podría
acabar trayendo terribles consecuencias a la humanidad. Y todo ello, por supuesto, sin
contar con que abrir la puerta a esta práctica probablemente traerá consigo, en el futuro,
la posibilidad de elegir, directamente a la carta, la constitución de nuestros hijos. Al fin
y al cabo, si podemos decidir sobre su vida o su muerte, ¿por qué no seleccionar su
color de ojos, que es algo mucho más inocuo para ellos?
Expuesto de esta forma, el argumento en cuestión posee una fuerza formidable.
El conjunto de sentimientos de rechazo que provoca la mera mención de la palabra
eugenesia unido a la descripción de un futuro marcado por la tecnificación absoluta de
la reproducción humana pintan un cuadro formidable que, sin embargo, no se
corresponde fielmente con la realidad que pretende abarcar. Merece la pena, en este
sentido, destacar que muchas de las suposiciones o de los desarrollos lógicos de este
argumento tienen algo de sofístico. De ahí que sea mejor ir por partes.
Empecemos, en consecuencia, por la idea primaria que fundamenta todas las
demás. ¿Implica la decisión de no transferir algunos embriones por sus patologías un
retorno a la eugenesia? La respuesta a esta pregunta ha de ser, probablemente, positiva,
si tomamos una noción literal de la idea de eugenesia. Lo que, no obstante, no implica
necesariamente que merezca una condena moral. Todo dependerá de si creemos que esa
conducta eugenésica se aplica sobre seres humanos moralmente valiosos o no. Elegir, de
entre doscientos millones de espermatozoides, aquellos que ofrecen mejores garantías
de generar un ser humano sano es una conducta eugenésica, pero en absoluto inmoral121
.
La misma naturaleza hace que, de entre todos los ovocitos que se hallan presentes en el
cuerpo de una adolescente, maduren antes aquellos que resultan más aptos para la
reproducción. La cuestión, por consiguiente, no es si el diagnóstico preimplantatorio
conduce a la eugenesia, sino si esa forma de eugenesia es o no éticamente rechazable. El
120
Véase, en este sentido: NELSON, J. L., ―Prenatal diagnosis, personal identity and Disability‖,
Kennedy Institute of Ethics Journal, vol. 10, nº 3, 2000, p. 219.
121 Consúltese: SOUTULLO, D., Las células madre, el genoma y las intervenciones genéticas, Madrid:
Talasa, 2006, pp. 31-42.
69
problema radica en que la respuesta a este dilema depende directamente del estatuto que
adjudiquemos al embrión humano. Si creemos que un embrión es una persona, dejarlo
morir por poseer una enfermedad o tara es algo moralmente terrible. Si no creemos tal
cosa, no se entiende muy bien por qué la lógica que aplicamos al elegir a los
espermatozoides in vitro o la que la misma naturaleza emplea al seleccionar los ovocitos
debería proscribirse en este caso.
Del mismo modo, la presunta quiebra de la igualdad entre seres humanos sólo
se rompería si pensáramos que los embriones son equivalentes a cualquiera de nosotros.
En caso contrario, este efecto nunca llegaría a producirse. No implantar un embrión
porque padece una enfermedad no sería lo mismo que decir que quienes la padecen son
menos dignos que el resto de los seres humanos, por el mismo motivo por el que decir
que es mejor poseer dos piernas que una no implica pensar que los seres con una pierna
son inferiores a las que tienen dos. Por eso mismo, elegir traer al mundo un ser humano
con piernas en vez de uno que no las tiene no tendrá nunca nada de inmoral, ni causará
o fomentará discriminación alguna si somos capaces de sostener con argumentos
convincentes la idea expuesta: que no es lo mismo discriminar entre personas que entre
entidades pre-personales de valor completamente diferente.
Nos queda, por fin, analizar la idea de que la aceptación del diagnóstico
preimplantatorio acabará posibilitando no ya sólo la eugenesia negativa sino también la
eugenesia positiva es el típico argumento de la “pendiente resbaladiza” (slippery slope)
que tanto gusta a los gurús del alarmismo social, pese a que pocas veces se muestra
realista. Menos lo será todavía en este caso, en el que cabe diferenciar fácilmente entre
unas conductas y otras. Si consideramos que un embrión in vitro no es una persona sino
de forma potencial, resulta obvio que existe un abismo entre decidir en sentido negativo
sobre su transferencia a un útero, lo que afecta exclusivamente a ese embrión, o alterar
su composición genética antes de proceder a transferirlo, lo que no sólo le atañe a él
sino también a la persona a la que dará lugar. De ahí, por tanto, que quepa trazar un
abismo entre ambos tipos de eugenesia que no tiene por qué atravesarse (aunque
tampoco tiene por qué no, obviamente. Todo dependerá de lo razonable que resulte la
eugenesia positiva o, al menos, algunas de sus formas).
70
4.- La selección de embriones con fines terapéuticos.
Una vez analizado el complejo asunto del diagnóstico preimplantatorio en
general, nos encontramos ya en condiciones de extender nuestros comentarios hacia el
dilema con el que empezábamos el presente capítulo, el que plantea el caso del joven
Andrés y su recién nacido hermano Javier. Un caso, todo sea dicho, que nos obligará a
ir un paso más allá de todo lo expresado en los apartados anteriores, por cuanto, aun
hallándose directamente asociada al diagnóstico preimplantatorio, la selección de
embriones con fines terapéuticos incluye parámetros lo suficientemente diferentes como
para merecer un análisis propio. Piénsese, en este sentido, que, en el caso de Javier, los
criterios que favorecieron su elección y no la de cualquier otro de los embriones
generados a través de las técnicas de reproducción asistida no tenían tanto que ver con
su propio interés como con el de otra persona, Andrés.
Hay, además, que tener en cuenta que la misma finalidad de la técnica obliga a
la creación de un número de embriones muy superior al de una fecundación in vitro
normal, que el profesor Lacadena cifra en veinte122
, lo que entraña, por sí mismo, un
serio problema ético, que ha sido esgrimido para negar la licitud de la aplicación de esta
técnica. En los próximos epígrafes examinaremos las objeciones éticas que se han
interpuesto a la selección de embriones con fines terapéuticos, sobre la base de las
peculiaridades citadas, objeciones que clasificaremos en dos grupos, las que atañen al
embrión seleccionado y las que tienen que ver con los que se nunca serán transferidos.
4.1.- Los argumentos que tienen que ver con el embrión seleccionado.
La principal objeción que suele realizarse a la selección de embriones con fines
terapéuticos es que esta técnica trata al embrión como un mero medio y no como un fin
en sí mismo, lo que atentaría contra su dignidad, rompiendo el principio kantiano de que
122
LACADENA, J. R., ―El fin no justifica los medios‖, EL MUNDO, 15 de octubre de 2008.
71
toda persona debe ser tratada como fin y no como medio123
. Sin embargo, hay
poderosos motivos por los que dudar de la consistencia de una afirmación de este
calado.
Antes que nada, porque quienes sostienen este argumento comenten, desde
nuestro punto de vista, el craso error de confundir entre la idea de causa y finalidad. La
necesidad de hallar un donante para su hijo enfermo puede ser la razón por la que unos
padres deseen tener un hijo, incluso su única razón, pero esto no significa
necesariamente que tengan un hijo exclusivamente para que sirva a tal fin. Si así fuera,
probablemente lo entregarían en adopción tan pronto como naciera, cosa que no ha
sucedido en ninguno de los casos que conocemos. Por el contrario, niños como Javier
son muy queridos por sus progenitores. Saber si nuestro nivel de exigencia moral debe
llegar no ya sólo a la forma en que tratamos a nuestros hijos sino también a los motivos
por los que decidimos tenerlos, tal vez siga siendo posible condenar una práctica de este
tipo. Pero, en tal caso, quizás sea mejor que empecemos a prepararnos para aceptar el
hecho de que muchos de nuestros padres se comportaron de forma harto inmoral a la
hora de decidir sobre nuestra existencia. A ello se ha de añadir que la alusión a Kant no
resulta en este caso pertinente, sobre todo si no se hace literalmente. Lo que el genio
alemán recomendaba era no tratar jamás a un ser humano únicamente como un medio.
Quien desea tener un hijo para salvar la vida de otro, sin duda está utilizando al niño en
cuestión como un medio, pero, ¿únicamente como un medio? Si lo trata de acuerdo con
el deber de cuidado propio de un buen padre de familia, resulta dudoso que sea así.
Más absurdo resulta aducir la posibilidad de un daño psicológico al niño que ha
sido concebido con el fin de facilitar la curación de su hermano124
. Pensemos, por no
123
En lo que a ello respecta, la Conferencia Episcopal Española ha señalado que ―someter la vida humana
a criterios de pura eficacia técnica supone reducir la dignidad de la persona a un mero valor de utilidad.
Los hermanos a los que se les ha privado del derecho a nacer han sido desechados por no ser útiles desde
la perspectiva técnica, violando así su dignidad y el respeto absoluto que toda persona merece en sí
misma, al margen de cualquier consideración utilitarista. Por su parte, el hermano que finalmente ha
nacido ha sido escogido por ser el más útil para una posible curación. Se ha conculcado de esta manera su
derecho a ser amado como un fin en sí mismo y a no ser tratado como medio instrumental de utilidad
técnica‖ (SECRETARÍA GENERAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ―Curar a los
enfermos, pero sin eliminar a nadie‖, 17 de octubre de 2008, en:
http://www.infodecom.com/Manager.php?var=7049. Última visita: 23 de octubre de 2008).
72
reiterar todo lo ya dicho, que aludir a esta clase de problemática sólo tiene sentido si
consideramos que ese daño es lo suficientemente importante como para creer que sería
mejor que ese niño nunca llegara a existir, porque el daño es aquí condición de
existencia, y no resultado de una alteración en la propia constitución del ser. Quien no
entienda a qué nos referimos, bien hará en pensar que si un día Javier dice a sus padres
que sufre mucho por la idea de haber sido concebido para ayudar a su hermano, éstos
podrán responderle que si no hubiera sido por eso, nunca habría llegado a nacer. En
consecuencia, y salvo que el dolor le hiciera insoportable la vida, bien haría en dejar de
preocuparse por esa circunstancia.
4.2.- La cuestión de los embriones sobrantes.
Más compleja, por supuesto, es la cuestión de la pérdida de vidas embrionarias
que esta práctica engloba, circunstancia que ha sido utilizada para negar su licitud
moral. Evidentemente, si alguien cree que un embrión es equivalente a un adulto,
difícilmente admitirá que se deje morir a algunos de los embriones creados sólo por el
hecho de que no sean histocompatibles con su hermano enfermo125
. Quienes, por el
124
Consúltese, al respecto: LACADENA, J. R., ―El fin no justifica los medios‖, EL MUNDO, 15 de
octubre de 2008; RAMIRO, F. J., ―Bebé medicamento, bebé persona‖, 19 de octubre de 2008, en internet:
http://sintesis.blogspot.com/2008/10/beb-medicamento-beb-persona.html. Última visita: 23 de octubre de
2008. Hay, incluso, quien habla de un daño físico. Transcribiremos aquí las palabras de Gloria TOMÁS
cuando dice de los niños nacidos por selección que ―son bebés medicamento porque la finalidad primaria
en su concepción es utilizarlos en pro del hermano enfermo, y no quererlos por sí mismos, como exige la
dignidad de todo ser humano. Estos bebés serían sometidos a un grave ensañamiento, puesto que la
posibilidad de seleccionar exige múltiples hermanos, lo que supone partir varios óvulos necesariamente
más inmaduros‖ (TOMÁS Y GARRIDO, G. M., «Ética y ‗Bebés medicamento‘», Diario Médico, 27 de
octubre de 2008).
125 En este sentido, la Conferencia Episcopal Española ha manifestado que ―los planteamientos emotivos
encaminados a justificar estas prácticas horrendas son inaceptables. Es cierto: hay que curar a los
enfermos, pero sin eliminar nunca para ello a los sanos. La compasión bien entendida comienza por
respetar los derechos de todos, en particular, la vida de todos los hijos, sanos y enfermos‖ (LXXXVI
ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ―Algunas Orientaciones
sobre la ilicitud de la Reproducción Humana Artificial y sobre las prácticas injustas autorizadas por la
Ley que la regulará en España‖, Madrid, 30 de marzo de 2006, en:
http://www.conferenciaepiscopal.es/DOCUMENTOS/Conferencia/reproduccion.htm. Última visita: 17 de
octubre de 2008).
73
contrario, consideran al embrión in vitro como un grupo de células apenas concederán
importancia a esta circunstancia. Sin ánimo de repetir aquí lo ya dicho en torno a la
diferente consideración del embrión in vitro e in vivo, nos permitiremos, sin embargo,
señalar que esta objeción dejaría de tener solvencia si los progenitores decidieran
transferir al útero de la mujer todos los embriones generados, con independencia de su
ADN individual, o si tales embriones se crioconservaran para su donación a otras
parejas. El escasísimo número de esta clase de casos haría que, probablemente, no fuera
nada complicado encontrar una solución alternativa a su destrucción. Y tampoco parece
que se vulnerara ninguna norma moral si, puestos a optar por transferir unos antes que
otros, se eligiera en primera posición a los que muestren la histocompatibilidad
buscada126
.
4.3.- Selección de embriones, un comentario.
La conclusión de todo lo dicho debería ser, desde nuestro punto de vista, que la
selección de embriones con fines terapéuticos sólo resulta moralmente condenable si
sostenemos la idea de que los embriones son personas. Y, aun en ese caso, es posible
evitar este problema asumiendo la paternidad de todos los embriones creados, o
recurriendo a un procedimiento de adopción. En consecuencia, toda recomendación de
una prohibición general, sustentada por las normas penales, de estas prácticas, nos
resulta, cuando menos, un tanto exagerada, teniendo en cuenta los bienes que se hallan
presentes y en juego.
Lo dicho, por supuesto, no significa que no sea posible, e incluso
recomendable, tomar una serie de precauciones adicionales que ayuden a hacer más
aceptable el uso de esta técnica a quienes defienden leoninamente el carácter sagrado de
la vida del embrión humano. Una mejora en nuestros biobancos o en las bases de datos
de donantes que haga más sencillo encontrar otra solución distinta a la que nos ocupa
será siempre recomendable. También podría ser una buena idea no constituir
126
Véase, sobre esta cuestión: SOUTULLO, D., Las células madre, el genoma y las intervenciones
genéticas, cit., pp. 31-42.
74
demasiados embriones a un mismo tiempo, sino proceder a su creación y análisis
progresivo, de manera que fuera posible para la cadena tan pronto como halláramos uno
histocompatible, lo que disminuiría el número de los sobrantes. Ahora bien, si, hecho
todo esto, siguiésemos necesitando más embriones, no resulta sencillo encontrar
motivos morales sólidos por los que denegar a unos progenitores angustiados por la
salud de su hijo toda posibilidad de acogerse a la única solución factible.
5.- Una recapitulación final.
El problema fundamental que ofrece todo intento de consideración moral del
diagnóstico preimplantatorio, ya se use con el fin de evitar el nacimiento de seres
humanos aquejados de graves enfermedades, o para aliviar las que ya sufren otros que
ya existen, como en el caso de la selección de embriones con fines terapéuticos, es que
siempre dependerá de un factor sumamente delicado: el estatuto ontológico y ético que
atribuyamos al embrión in vitro. Caso de creer que éste no pasa de ser un grupo de
células con ciertas potencialidades que, sin embargo, no deberían atribuirle derecho
alguno, será complejo encontrar buenas razones por las que oponernos a esta técnica. Si,
por el contrario, pensamos que un embrión es una persona y merece ser tratada de la
misma forma que cualquiera de nosotros, será imposible aceptar una práctica que
discrimina entre unos seres humanos y otros en función de su estado de salud,
situándose de lleno en el complejo campo de la eugenesia.
Este dilema, como nos hemos cansado de señalar, no tiene fácil solución,
porque depende directamente de factores emocionales, antes que de un juicio racional.
Ahora bien, esto no significa, ni mucho menos, que debamos aplicar aquí el argumento
de que, en caso de duda, hay que optar por proteger al embrión. Hay varios y buenos
motivos por los que pensar que esta idea es palmariamente errónea, pero el más
importante es fácil de sintetizar: que exista una profunda división social no significa que
todos dudemos. Lo que quiere decir es que hay personas profundamente convencidas de
que un embrión es valioso y otras que afirman taxativamente lo contrario. La falta de
75
consenso social no implica duda generalizada, sino división en la forma de valorar.
Frente a esta situación lo más lógico sería, desde nuestra perspectiva, optar por dar paso
a la conciencia individual: que cada uno tome sus determinaciones en función de lo que
le dice su propia ética. Y, por supuesto, que los demás seamos capaces de aceptar su
decisión. Lo contrario, nos tememos, nos lleva al callejón sin otra salida que la
imposición del pensamiento por la fuerza que tantos problemas nos ocasionó en el
pasado.
76
CAPÍTULO V: INGENIERÍA GENÉTICA Y BIOLOGÍA SINTÉTICA.
TRAS LAS HUELLAS DE LA VIDA Y MÁS ALLÁ
1.- Introducción.
Llegamos ya a la última parte de este trabajo, que no es, en absoluto, la menos
importante. Por el contrario, lo que será objeto de nuestra atención de aquí y hasta al
final tal vez sea, de entre todas las aplicaciones de la biotecnología, aquélla que posee
mayor capacidad de alterar la realidad que nos rodea, conduciéndonos hacia un
escenario absolutamente nuevo. La ingeniería genética, que ocupará la primera parte de
este apartado final, hace ya años que suscita enconadas reacciones en el campo de la
agricultura o de la manipulación de animales. Mayor será, probablemente, la polémica
que la rodee si los esfuerzos que venimos realizando en los últimos años acaban
fructificando en aplicaciones biomédicas capaces de devolver la salud a un enfermo,
pero poniendo en peligro la de millones de seres humanos sanos a cambio. Y eso, por
supuesto, por no hablar de la biología sintética. Todavía en proceso de nacimiento, esta
nueva biotecnología contiene, por sí misma, la capacidad de originar tales beneficios
terapéuticos que resulta complicado insinuar siquiera la necesidad de adoptar medidas
encaminadas a someter su desarrollo a alguna forma de control. Nuestra labor en las
siguientes páginas será mostrar que la biología sintética ocasionará graves
perturbaciones en nuestro modo de vida, caso de desarrollarse fuera de toda supervisión.
Más, todavía, si tenemos en cuenta que, en este caso, lo que el investigador pretende es
ir más allá de todo campo conocido, creando vida de la nada, gracias al diseño genético
artificial. La mera mención de esta posibilidad ya ha debido causar un gran impacto en
77
el lector. Mucho mayor será, sin duda, el que suponga para quienes, desde el campo de
la Bioética y, más aún, desde la Filosofía con mayúsculas sean conscientes de las
implicaciones que los logros de esta tecnología depararían sobre nuestras construcciones
éticas tradicionales.
2.- Ingeniería genética.
La ingeniería genética se define como un “conjunto de técnicas para aislar,
modificar, multiplicar y recombinar los genes de diferentes organismos”127
. Es, por
tanto, una tecnología que intenta mejorar nuestras condiciones de vida actuando sobre
los mecanismos básicos de entre todos los que las determinan, los genes. Como toda
tecnología, la ingeniería genética es susceptible de diferentes usos. En los últimos años
se ha empleado profusamente para mejorar las condiciones de la agricultura o la pesca,
a través de la creación de organismos modificados genéticamente capaces de ofrecer
mejores prestaciones que los que se hallan presentes en la naturaleza. En este trabajo, no
obstante, nos centraremos exclusivamente en el estudio de los usos que tienen que ver
directamente con el ser humano, esto es, en aquellas aplicaciones de la técnica que
implican un cambio directo en nuestro ADN.
Claro que, dentro de este compartimiento, aún cabe trazar serias diferencias
entre dos formas diversas de ingeniería genética, atendiendo al criterio de su finalidad.
127
HO, M. W., Ingeniería Genética: ¿sueño o pesadilla?”, Barcelona: GEDISA, 2001, p. 45. Otras
posibles definiciones son: “el proceso por el que los científicos alteran o añaden genes específicos al
material genético presente en el embrión, de modo que un individuo pudiera nacer con características
que no hubiera tenido de otro modo” (SILVER, L. M., Vuelta al Edén, Madrid: Taurus, 1997, p. 181) ;
―una tecnología cuya finalidad es mejorar la herencia genética de los seres vivos mediante la
manipulación de su código genético‖ (RIFKIN, J., El siglo de la biotecnología, Barcelona: Crítica, 1999,
p. 127); los ―cambios artificialmente introducidos en los genes de una célula" (SÁDABA, J., y J. L.
VELÁZQUEZ, Hombres a la carta, Madrid: Temas de Hoy, 1998, p. 145); ―conjunto de conceptos,
metodologías y técnicas que tratan de modificar el patrimonio hereditario de una célula mediante la
manipulación de sus genes o mediante trasplante‖ (TUDGE, C., ―Chi ha il diritto di clonare chi?‖, en
MCLAREN, A., La clonazione. Uno sguardo etico, Strasbourg: Consejo de Europa, 2002, p. 26.
Traducción del autor).
78
Así, distinguiremos entre la ingeniería genética de mejora, que es la que pretende
optimizar las cualidades de un individuo sano y las terapias génicas, que son el conjunto
de herramientas que procuran mejorar la salud humana a través de la modificación
genética128
. Dado que, por definición, las terapias génicas son la única de las
aplicaciones de la ingeniería genética que tiene que ver con salud humana, y este texto
se ocupa exclusivamente de las nuevas biotecnologías relacionadas con ella, nos
limitaremos, de aquí en adelante, a exponer los parámetros principales de la discusión
bioética sobre las terapias génicas, dejando para otra ocasión la apasionante disputa
sobre la mejora genética de la especie humana.
3.- Terapias génicas: ¿sueño o pesadilla?
Las terapias génicas son aquella parte de la ingeniería genética que se utiliza
para mejorar la salud humana o, viendo la cuestión desde una perspectiva diferente, el
conjunto de todas las herramientas biomédicas que parten de una modificación
genética129
. Dada su naturaleza, estas terapias sólo servirían para combatir aquellas
patologías que tienen un origen genético. Esto, no obstante, no significa que sean poco
importantes. Por el contrario, hay tres hechos que se confabulan para multiplicar las
expectativas generadas en torno a ellas: de una parte, que el número de enfermedades
humanas asociadas a la genética se cuenta por millares; de otro, que sólo las terapias
génicas ofrecen una posibilidad real de ir más allá de mitigar sus síntomas fenotípicos
128
FEITO, L. Bioética y terapia génica, Madrid: UPCO, 1999, p. 248 y ss.
129 Otras definiciones pueden hallarse en: LACADENA, J. R., ―Bioética, gratuidad del organismo y
patentabilidad de los genes humanos‖, Moralia, nº 20, 1990, pp. 441–462, o: SOUTILLO, D., ―Terapia
génica ayer y hoy‖, en: http://www.ugr.es/~eianez/Biotecnologia/tergen–2.htm. Última visita: 12 de junio
de 2008).
79
para eliminar la enfermedad en su raíz; por último, que para algunas patologías son la
única perspectiva con la que ahora mismo cuenta la medicina130
.
Teniendo esto en mente, nadie se extrañará de que las terapias génicas
constituyan una gran esperanza de la medicina. Sin embargo, el camino hacia el logro
de los primeros éxitos en este campo del conocimiento humano ha sido todo menos
sencillo. De hecho, en el tiempo transcurrido entre los primeros experimentos de esta
clase, desarrollados en los años 90 del pasado siglo131
, y los primeros en obtener un
resultado científicamente alentador, ya a finales de esta década132
, hemos tenido que
afrontar momentos realmente críticos133
, en los que parecía que nunca veríamos la luz.
130
FRIEDMANN, T., ―Progress toward human gene therapy‖, Science, nº 244, 1989, pp. 1275–1281;
BLÁZQUEZ, J. Derechos Humanos y Proyecto Genoma, Granada: COMARES, 1999, p. 115 y ss;
WIVEL, N. A. y L. WALTERS, ―Germ–Line gene Modification and Disease Prevention: some medical
and Ethical perspectives‖, Science, nº 262, 1993, pp. 533–538.
131 Se suele considerar que el primer experimento serio de terapia génica tuvo lugar en verano de 1990,
cuando un equipo americano introdujo un gen extraño en células linfáticas de personas que padecían de
un melanoma maligno (ROSENBERG, S. A. et als., ―Gene Transfer into Humans. Immuno–therapy of
Patients with Advanced Melanoma, Using Tumor–Infiltrating Lymphocytes Modified by Retroviral Gene
Transduction‖, New England Journal of Medicine, vol. 323, pp. 570–578; COURNOVER, D., y C.
THOMAS CASKEY, ―Gene Transfer into Humans: A First Step‖, New England Journal of Medicine,
vol. 323, pp. 601–603; GRACE, E. S., La biotecnología al desnudo. Promesas y realidades, cit., p. 94).
132 El origen de esta nueva esperanza hay que encontrarlo en un equipo francés de investigación dirigido
por Alain FISCHER. Este equipo consiguió en un experimento desarrollado a finales de los 90 el primer
resultado verdaderamente exitoso contra una enfermedad genética gracias a estas terapias. En el caso en
cuestión, los pacientes sometidos al tratamiento padecían de inmunodeficiencia combinada grave XI,
patología muy similar a la deficiencia de la adenosina deaminasa, que se caracteriza por la imposibilidad
de desarrollar células T, componentes esenciales del sistema inmunológico humano. El método empleado
en esta ocasión fue la extracción de células de la médula ósea que se reconstituyeron genéticamente de
manera que fueran capaces de desarrollar células T y posteriormente se devolvieron a su lugar de origen.
Diez meses después de llevar a cabo esta operación, los pacientes podían llevar vida normal sin recibir
ningún tipo de medicación, gracias a un sistema inmunológico que se comportaba de una manera
perfectamente normal (DAVIES, K., La Conquista del Genoma Humano, Barcelona: Círculo de Lectores,
2001, p. 295; DOBSON, R., ―Gene therapy saves immune deficient babies in France‖, BMJ, nº 320, 2000,
p.1225).
133 El peor de todos ellos tuvo lugar en septiembre de 1999, cuando un joven de Arizona aquejado de una
patología denominada ―deficiencia de ornitina transcarbamilasa‖ se sometió voluntariamente a terapia
génica en la Universidad de Pennsylvania. El experimento, por causas difíciles de prever a priori,
ocasionó al paciente una terrible inflamación que acabó causándole la muerte el 17 de septiembre
(SILBERNER, J., ―A Gene Therapy Death‖, Hastings Centre Report, vol. 30, nº 2, 2000, p. 6;
HOPKINS, J., ―US faces ethical issues after gene therapy death‖, BMJ, nº 320, 2000, p. 602; CIMENT,
J., ―Gene therapy experiments put on "clinical hold", BMJ, nº 320, 2000, p. 336).
80
Y es que, a pesar de los miles de experimentos realizados134
y las enormes sumas de
dinero gastadas en su desarrollo, las terapias génicas no han sido capaces de ir más allá
de ser un tratamiento experimental para enfermedades monocigóticas. Resultados, en
suma, un tanto decepcionantes para lo que esperábamos de ellas135
, pero que no deben
ocultar la cruda realidad de que, a no ser que logremos encontrar otras tecnologías que
sean capaces de hacer frente a las enfermedades a las que hemos hecho referencia en
este apartado, las terapias génicas continuarán siendo la única esperanza de curación
para miles de seres humanos afectados por ellas. Esta simple constatación debería ser
suficiente para alentarnos a continuar con nuestros estudios y para afrontar el debate
ético que los acompaña, porque, como veremos a continuación, los problemas que
rodean a las terapias génicas no son sólo de corte científico.
4.- Terapias génicas sobre la línea somática y sobre la línea germinal.
Una distinción que resulta particularmente oportuna en las terapias génicas es
la que separa éstas en dos grupos, en función de la estirpe celular a la que afectan. De un
lado, se hallan aquellas que intervienen sólo sobre las células somáticas, de tal forma
que los cambios genéticos que originan no se transmiten a la descendencia del paciente,
a las que llamaremos terapias génicas sobre la línea somática. De otro, existe grupo de
técnicas que operan sobre las células sexuales y, por tanto, pasan a las siguientes
134
Se calcula que a lo largo de los años 90 del pasado siglo hasta 3000 pacientes que padecían
enfermedades como la fibrosis quística, la hemofilia, la distrofia muscular, el SIDA o el cáncer, entre
otras, se sometieron a terapias génicas (Véase: MUÑOZ, E., Biotecnología y sociedad. Encuentros y
desencuentros, Madrid: Cambridge University Press, 2001, p. 153; COGHLAN, A., ―Gene dream fades
Hawai‖, New Scientist, 25 de noviembre de 1995, pp. 14 y 15; HODGSON, ―There‘s a whole lot of
nothing going on‖, Biotechnology, nº 13, 1995, p. 714).
135 Así lo han reconocido eminentes miembros de la comunidad científica. Véase: MARSHALL, E., E.
PENNISI y L. ROBERTS, ―In the Crossfire: Collins on Genomes, Patents and Rivalry‖, Science, nº 287,
2000, pp. 2396–2398.
81
generaciones, esto es, a los descendientes del enfermo, razón por la que se denominan
terapias génicas sobre la línea germinal136
.
Esta división, que puede parecer meramente anecdótica desde la perspectiva
del profano, tiene, sin embargo, tanta importancia en el debate bioético, que
prácticamente toda discusión seria sobre el tema parte de ella. Cabe, no obstante,
introducir el matiz, que a veces pasa demasiado inadvertido, de que hay ocasiones en
que no es sencillo determinar si una modificación genética afectará solamente a una
línea o si acabará extendiéndose a ambas. Esta circunstancia resulta particularmente
cierta en el caso de las terapias aplicadas sobre embriones, en los que su propia
inmadurez orgánica juega en contra de toda distinción drástica entre unos tipos celulares
y otros. En la explosiva potencialidad de las células que componen la raíz de toda vida
es muy complicado trazar las fronteras que nos acompañan a los individuos adultos. De
ahí, por consiguiente, que todo lo que digamos a continuación deba entenderse siempre
bajo la óptica de que no resulta tan sencillo distinguir entre los dos grupos de terapias
aquí trazados y que tendremos que estar especialmente atentos a la hora de controlar
cada intervención en el cuerpo humano, si no queremos incurrir en serios errores que se
evitarían con una correcta gestión del riesgo.
4.1.- Las terapias génicas sobre la línea somática.
Toda terapia experimental implica un riesgo para el paciente sobre el que se
ejecuta. En consecuencia, el criterio habitual que seguimos para su aplicación tiene
mucho que ver con el ratio riesgo/beneficio. Las terapias génicas sufren, además, de la
terrible circunstancia de que, en su caso, no cabe la posibilidad de limitar todo efecto
negativo al entorno del laboratorio. Dado que los sujetos sobre los que se aplican son
personas vivas que se relacionan con otras, siempre existirá la posibilidad de que una
mutación patógena de un gen se extienda inmediatamente por todo el mundo. Así son
las cosas y no hay mucho que podamos hacer para cambiarlas. A no ser que
136
RIFKIN, J., El siglo de la biotecnología, cit., p. 128; HUBBARD, R. y WALD, E., El mito del gen,
Madrid: Alianza Editorial, 1999, p. 196 y ss; MASON, J. K. y R. A. McCALL SMITH, Law and Medical
Ethics, Butterworths, 1999, p. 184.
82
impusiéramos al sujeto sobre el que se ejecutan la complicada carga de vivir en
continuo aislamiento del resto del mundo, nunca estaríamos seguros de permanecer
inmunes a sus consecuencias. Pero, ¿cómo someter a un ser humano adulto a una
situación tan parecida a la que vivían los leprosos en la Edad Media?
Por fortuna, los riesgos reales que acompañan a muchas de las terapias que
ahora mismo aplicamos son lo suficientemente pequeños como para asumirlos sin
plantearnos dilemas morales tan complejos como el que acabamos de trazar. Mientras
nos limitemos a tratar enfermedades monogénicas y nuestros pacientes sean humanos
adultos, no habrá demasiado que temer. ¿Y si vamos un paso más allá, ya sea
atendiendo a otra clase de patologías, estas plurigénicas, o incluyendo entre los
afectados a los embriones o fetos tempranos? En el primer caso, estaremos, a buen
seguro, cometiendo una temeridad. A cambio de una posibilidad nula de obtener un
beneficio clínico, estaríamos sometiendo al enfermo y a los que le rodean a un riesgo
imponderable. En el segundo caso, nos hallaremos ya ante una terapia génica que,
seguramente, afectará a la línea germinal. A lo que diremos a continuación sobre ella
nos remitiremos ahora, por tanto.
4.2.- Las terapias génicas sobre la línea germinal.
El mayor problema ético que suscitan las terapias génicas sobre la línea
germinal proviene de los enormes riesgos que conlleva su uso. Para ser sinceros, nos
hallamos muy lejos de saber si su empleo causaría serios perjuicios no ya sólo al ser
humano al que se le aplicaran, sino también a su descendencia. Cabe, además, la
posibilidad de que la variación de los genes de una persona originase alguna patología
de muy difícil control, que supusiera una seria amenaza contra la vida humana137
. A
137
LACADENA, J. R., ―Terapia génica‖, Genética y bioética, C.N.I.C.E., en:
www.cnice.mecd.es/genetica/1999_04/1999_04_00.html; GAFO, J., ―Demandas de un moralista a la
ética filosófica‖, en ABEL, F. y C. CAÑÓN, La mediación de la filosofía en la construcción de la
Bioética, Madrid: UPCO, 1993, pp. 181–195; MURRAY, T. H., ―Ethical issues in human genome
research‖, en BULGER, R. E. et als (Eds), The Ethical Dimensions of the Biological Sciences, Cambridge
University Press, 1993, p. 289; ROMEO CASABONA, C. M., El Derecho y la Bioética ante los límites
de la vida humana, MADRID: Centro de estudios Ramón Areces, 1994, p. 367 y 368.
83
partir de estos datos, han sido múltiples las voces que han abogado en contra de su
puesta en práctica.
Hay, sin embargo, autores que se han pronunciado a favor del desarrollo de
estas terapias, al menos en el caso de algunas patologías, principalmente las
monogénicas, que son las que mejor conocemos. Lo que, en este caso, se sostiene es que
si sabemos ya que hay un gen en concreto que es el causante de patologías tan terribles
como la fibrosis quística, la espina bífida, etc., y nos limitamos a eliminarlo de quienes
las padecen, pero no de su descendencia, estaremos neutralizando el mecanismo
evolutivo, esto es, favoreciendo su expansión a las generaciones futuras138
.
Aun reconociendo que este argumento es sumamente interesante, convendría
introducir en el debate algunos datos que lo situarán en una dimensión más aproximada
a la realidad. El principal de ellos es que, por desgracia, no todos los genes que
producen las terribles enfermedades de las que hemos hablado antes son siempre y en
cualquier circunstancia dañinos para quien los posee. Antes bien, sabemos
perfectamente que algunos de ellos resultan de gran utilidad para la lucha contra según
qué otras patologías139
. Caso de eliminarlos, por consiguiente, tal vez estuviéramos
causando un perjuicio mayor del que se pretendería evitar.
La enseñanza que debemos entresacar de lo dicho es que la conciencia del
riesgo debe tenerse, en esta ocasión, presente. Sobre todo porque, en el caso de las
terapias génicas en la línea germinal afectan a personas diferentes de las que
proporcionan su consentimiento. De este modo, cabe, efectivamente, que la aplicación
de las terapias génicas sobre una persona sirviera para remediar una patología, pero la
consecuencia inevitable que habría que arrostrar sería que su descendencia se viera
afectada por consecuencias imprevisibles. La única forma de evitar esta consecuencia
sería exigir al paciente su renuncia total y permanente a tener descendencia. ¿Estamos
dispuestos a sumir esta circunstancia?
138
ZIMMERMAN, B. E., ―Human Germ–Line Therapy: The Case for its Development and Use‖, Journal
of Medicine and Philosophy, diciembre de 1991, vol. 16, nº 6, p. 594 y ss; WALTERS, L., ―The ethics of
human gene therapy‖, Nature, nº 298, 1986, pp. 225–227. En sentido contrario: LACADENA, J. R.,
―Manipulación genética‖, en GAFO (Ed.) Fundamentación de la Bioética y manipulación genética,
Madrid: UPCO, 1989, p. 170.
139 Así, por ejemplo, el mismo gen que provoca la fibrosis quística cuando funciona como dominante,
permite a quienes lo poseen como recesivo una mayor resistencia frente a enfermedades como la malaria.
84
5.- Biología sintética: una introducción.
En junio de 2007 se produjo un acontecimiento que, vaticinamos, marcará un
hito en la historia de la biología140
. Por primera vez, un equipo de investigación
anunciaba la creación de un organismo vivo engendrado enteramente en el laboratorio,
una bacteria construida con ADN sintético, bautizada con el nombre de ―Micoplasma
laboratorium‖ y actualmente apodada "Sintia‖141
, cuya patente se había reclamado ya
meses antes142
. El ser humano había dado un paso más en su eterno desafío a la
naturaleza: ya no necesitábamos partir de la vida para crear vida, sino que nos era
posible construir nuevas estructuras orgánicas a partir del diseño genético.
Detrás de todo ello se encontraba uno de los centros más polémicos e
impactantes de cuantos existen ahora mismo en el mundo, el Instituto Venter, creado y
financiado por J. Craig Venter, el científico que encabezó el sector privado en la carrera
para mapear el genoma humano143
. Se hacía así realidad el sueño de un grupo de
científicos, entre los que se incluía el citado, que ya en el año 1999 se propusieron crear
vida artificial en el laboratorio144
. A partir de ese instante comenzó un laborioso
proceso, que fue recorriendo diferentes etapas: el descubrimiento del número mínimo de
140
Véase: LARTIGUE, C., J. I. GLASS, N. ALPEROVICH, et als., ―Genome transplantation in bacteria:
changing one species to another‖, Science, 27 de junio de 2007. DOI:10.1126/science.1144622.
141 Fue el grupo Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), una organización no
gubernamental dedicada a la conservación y promoción de la diversidad cultural y ecológica y los
derechos humanos, quien le adjudicó el apodo. Véase al respecto la siguiente dirección de internet:
http://elnoografo.wordpress.com/2007/06/19/solicitud-de-patente-del-j-craig-venter-institute-sobre-la-
primera-especie-del-mundo-sintetizada-totalmente-en-laboratorio/.
142 La solicitud de patente en cuestión reclamaba la propiedad exclusiva sobre un conjunto genes
esenciales y sobre un ―organismo vivo sintético que puede crecer y reproducirse‖, construido con esos
genes. Se presentó ante la la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) el 27 de abril de
2007, y ante la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (USPTO) el 31 de mayo de 2007.
143 Véase al respecto: LACADENA, J. R., ―Vida Sintética: J. Craig Venter, ¿Un Dios Menor?‖, accesible
en internet en la siguiente dirección: http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/index.html. Última visita:
12 de agosto de 2008.
144 Véase: HUTCHISON III, C. A., S. N. PETERSON, S. R. GILL, et als, ―Global transposon
mutagenesis and a minimal Mycoplasma genome‖, Science, nº 286, 1999, pp.. 2165-2169.
85
genes que ha de poseer una bacteria para seguir viva145
, el desarrollo de los mecanismos
necesarios para silenciar los distintos genes del microorganismo y observar así las
funciones de cada uno de ellos146
, y la elaboración de una nueva técnica capaz de
introducir en una célula bacteriana una molécula de ADN artificial, que, tras varias
generaciones, sustituyera completamente el código genético del ente receptor, dando
origen a una bacteria artificial al cien por cien, objetivo final del experimento.
Más allá, no obstante, de la significación del logro científico, lo asombroso (y
preocupante, a la vez) de los hechos narrados es que el tránsito desde el deseo científico
hasta la posibilidad real se haya producido en un periodo de tiempo tan corto.
Evidentemente, si los progresos siguen a este ritmo, el futuro se hará presente mucho
antes de lo previsto. Si alguna conclusión cabe sacar de todo lo dicho hasta ahora ésta
ha de ser que nos hallamos ante las puertas de una nueva revolución en el campo de la
biología. La ―biología sintética‖ o ―synbio‖, en sus siglas inglesas, ya no es sólo una
hipótesis teórica de difícil realización práctica, sino un fenómeno bien presente en
nuestro mundo del siglo XXI. Mientras escribimos estas líneas son muchos los
laboratorios que están trabajando en el desarrollo de esta nueva disciplina. Gracias a
ello, en un futuro tal vez sea posible no ya sólo obtener tejidos o células idóneos para la
medicina regenerativa, sino diseñar artilugios capaces de detectar anomalías en nuestros
genes o en nuestro sistema inmunológico, circulatorio, etc., e, incluso, proceder a
repararlas. Resultados tan espectaculares como éstos, sin embargo, pueden ir
acompañados de amenazas tan terribles como el diseño (inteligente) de nuevos virus, o
la alteración inconsciente del medio ambiente, o la simple causación de una pandemia
145
Este paso necesario se cubrió a través de una serie de experimentos realizados ya en los años noventa
del pasado siglo. Véase: FRASER, C. M. et als, ―The minimal gene complement of Mycoplasma
genitalium”, Science, nº 270, 1995, pp397-403; FLEISCHMANN, R.D., et als, ―Whole-genome random
sequencing and assembly of Haemophilus influenzae‖, Science, nº 269, 1995, pp.. 496-512;
HUTCHISON III, C. A., S. N. PETERSON, S. R. GILL, et als, ―Global transposon mutagenesis and a
minimal Mycoplasma genome‖, cit., pp.. 2165-2169.
146 Ello se hizo a través de una técnica denominada denominada mutagénesis global con transposones,
que consiste en inducir con transposones un gran número de mutaciones en genes distintos. Véase al
respecto: LACADENA, J. R., ―Vida Sintética: J. Craig Venter, ¿Un Dios Menor?‖, accesible en internet
en la siguiente dirección: http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/index.html. Última visita: 12 de
agosto de 2008.
86
por un experimento mal diseñado. Bien haremos, por consiguiente, en comenzar a
discutir acerca de las implicaciones éticas de la biología sintética.
6.- Biología sintética: una descripción.
6.1.- Definición de biología sintética: ¿nueva disciplina o desarrollo de la
biotecnología?
Si por algo cabe caracterizar a la biología sintética es, sin duda, por su inmensa
capacidad para generar polémica en todas sus facetas. Su propia denominación se halla
continuamente sujeta a debate. Así, si bien el término ―biología sintética‖ es el que goza
de mayor aceptación hasta ahora, hay quienes consideran que sería más exacto utilizar
para describir esta tecnología otros como ―ingeniería genética extrema‖147
. Otros, por su
parte, tratan de evitar las connotaciones, aparentemente peyorativas del término
―sintética‖, cambiando la denominación de esta tecnología por expresiones como
―biología constructiva‖ o ―biología intencional‖.
Otro tanto sucede, por supuesto, a la hora de fijar una definición universal de lo
que es la biología sintética. Las distintas definiciones proporcionadas hasta ahora
muestran serias divergencias entre sí. Así, por ejemplo, el grupo de investigadores en
esta disciplina encargados del mantenimiento de la entrada “synbio” en la página
“Open Wet Ware” describen sus trabajos como “el diseño y la construcción de nuevas
partes biológicas, dispositivos y sistemas y el rediseño de sistemas biológicos naturales,
ya existentes, para aplicaciones útiles”148
. De una forma un tanto más simplificada, la
tercera conferencia mundial sobre biología sintética, celebrada en Zurich en junio de
147
LACADENA, J. R., ―Vida Sintética: J. Craig Venter, ¿Un Dios Menor?‖, accesible en internet en la
siguiente dirección: http://w3.cnice.mec.es/tematicas/genetica/index.html. Última visita: 12 de agosto de
2008.
148 Véase: http://openwetware.org/wiki/Biolog%C3%ADa_Sint%C3%A9tica. Última visita 14 de agosto
de 2008.
87
2007, define su objeto como “una nueva disciplina que está emergiendo rápidamente y
que se propone el (re-)diseño y construcción de (nuevos) sistemas biológicos”149
. En
sentido parecido, el informe del New and Energing Science and Technology (NEST), un
grupo de expertos sufragado por la Comisión Europea, califica la biología sintética
como “el diseño de componentes y sistemas biológicos que no existen en la naturaleza
y el re-diseño de elementos biológicos que ya existen”, señalando como su objetivo
principal “la aplicación del paradigma del diseño de sistemas para producir sistemas
predecibles y robustos con nuevas funciones que no existen en la naturaleza”150
. En
esta última apreciación del NEST se halla incluida una coletilla muy apreciada por
quienes tratan de incluir la biología sintética dentro de la ingeniería de sistemas, antes
que en la biotecnología151
.
Las diferencias entre unas definiciones y otras enmarcan algunas de las
discusiones más importantes que ha de afrontar la biología sintética a la hora de
conformar su propio campo de estudio. ¿Se convertirá en una mera extensión de la
ingeniería de sistemas a la biotecnología? ¿Ha de ser atendida por biólogos o químicos
o, más bien, se trata de un área directamente conectada con los expertos en
programación y los ingenieros de sistemas? A nuestro juicio, cualquier respuesta que se
decante por uno sólo de esos polos resulta sumamente aventurada. La biología sintética
es un ejemplo claro de la ciencia del futuro, una disciplina caracterizada por su
multidisciplinaridad. Es una aplicación de la teoría de sistemas, pero también una
biotecnología, en cuanto que se aplica sobre seres vivos, que constituyen una
herramienta, hasta ahora imprescindible, para constituir nuevas formas de vida.
149
Véase: http://www.syntheticbiology3.ethz.ch/. Última visita 14 de agosto de 2008.
150 NEST, Synthetic Biology. Applying Engineering to Biology, Luxembourg: Office for Official
Publications on the European Communities online, p. 12. En internet:
ftp://ftp.cordis.europa.eu/pub/nest/docs/syntheticbiology_b5_eur21796_en.pdf. Última visita 14 de agosto
de 2008.
151 Véase: ENDY, D., ―Foundations for engineering biology‖, Nature, nº 438, 2005, pp. 449-453;
ARKIN, A. P., y D. A. FLETCHER, ―Fast, cheap and somewhat in control‖, Genome Biol., nº7, 2006, p.
114, doi:10.1186/gb-2006-7-8-114.
88
6.2.- Las técnicas de la biología sintética.
En el apartado anterior hemos descrito la biotecnología sintética de una forma
general. Un trabajo como el que ahora nos ocupa no permite, nos tememos, demasiadas
matizaciones. Ello no obstante, pecaríamos de una grave inexactitud si no
concediéramos, al menos, que, dentro de la idea de biotecnología sintética se engloban
técnicas muy diversas entre sí, que a veces no tienen otro elemento en común que su
objetivo final, crear vida artificial utilizando las estructuras celulares que ahora mismo
existen como mero soporte. De este modo, podemos hablar de tres o cuatro líneas
diferentes dentro de la biología sintética, algunas de las cuales se hallan muy cerca de la
ingeniería genética, tal y como la conocemos, mientras que otras desarrollan modelos
completamente diversos. La literatura, no obstante, suele agrupar todas estas líneas en
dos modelos principales152
, simplificación que juzgamos suficiente para una obra de
estas características:
Modelos top down o deconstructivos. Son aquellos que pretenden
diseccionar los sistemas biológicos para encontrar las formas mínimas
de vida, para, posteriormente, proceder a construir vida artificial. Son
modelos que utilizan técnicas muy similares a las de la ingeniería
genética, en su afán por adivinar la función de cada gen y la forma de
sustituir unos por otros hasta cambiar una cadena de ADN completa. Su
mejor ejemplo lo constituyen los experimentos de la Fundación Craig
Venter, de los que ya hemos hablado.
Modelos bottom up o constructivos. Se basan en la construcción de entes
vivos a través del uso de componentes biológicos o químicos, mediante
el empleo de conceptos propios de la ingeniería eléctrica, o de la
informática de sistemas. Su pretensión es, frecuentemente, la creación
de un ser capaz de responder a estímulos a través de respuestas
similares a las diferentes seres vivos que ya existen, mezclando así la
información procedente de unos y otros. El resultado más conocido de
152
DE VRIEND, H., Constructing Life. Early social reflections on the emerging field of synthetic
biology, The Hague: Rathenau Institute, 2006, p. 18 y ss.
89
esta línea de investigación son los “biobricks” o “piezas biológicas”,
que tratan de construir la vida de la forma en que un niño emplea las
piezas de un lego, por poner un ejemplo, esto es, mezclando de
diferentes formas piezas básicas.
Ambos modelos, como puede apreciarse, difieren sustancialmente entre sí. El
primero, trata de imitar a la naturaleza para superarla. El segundo, en cambio, transita
por una vía separada de lo que ya existe, intentando construir organismos enteros a
partir de unidades básicas completamente artificiales. En consecuencia, tendrá muchas
menos posibilidades de interactuar con los seres vivos que ahora mismo conocemos que
cualquier fruto de los modelos deconstructivos, factor que, como veremos, será muy
relevante a la hora de hablar de la gestión del riesgo.
7.- Biología sintética y ética: una discusión emergente.
7.1.- Introducción.
La discusión ética sobre la biología sintética ha surgido hace relativamente
poco tiempo, como no podía ser menos. Tal vez por eso sufre algunas de las taras que
acompañan a toda construcción valorativa que tiene que afrontar una novedad
aparentemente peligrosa. Las primeras opiniones que hemos conocido sobre este tema
tienden a rellenar el vacío anterior extrapolando a este caso muchas de las objeciones
presentadas al desarrollo de la ingeniería genética. Otras, recuperan para ella las
advertencias apocalípticas que han acompañado a las más interesantes aportaciones de
la ciencia. Quedan, por fin, por reflejar las graves taras que muestran todos aquellos
estudios que, aun siendo más proclives a esta tecnología, contienen serias lagunas en sus
exposiciones factuales, fruto, probablemente, de un cierto desconocimiento acerca del
objeto de su estudio. Nuestro objetivo en las siguientes páginas será analizar el tema
tratando de evitar todas estas taras.
90
7.2.- ¿Jugando a ser Dios?
Un argumento clásico en contra de la biología sintética es que, caso de llevar
las actuales vías de experimentación hasta sus últimas consecuencias, estaríamos
creando vida de la nada, esto es, desempeñando el mismo papel que, se supone, ejerció
Dios en el principio de los tiempos. Ocuparíamos así un puesto que no nos corresponde,
desafiando el orden natural de las cosas, como hicieron Adán y Eva al comer el fruto del
árbol prohibido. Mejor sería, por tanto, abstenernos completamente de seguir por esta
vía, olvidando para siempre todo lo que tenga que ver con ella, si no queremos
arriesgarnos a sufrir sus trágicas consecuencias.
El problema de este argumento sólo se sostiene si aceptamos una considerable
carga de creencias metafísicas. La misma idea de un orden natural de las cosas que ha
de oponerse a lo artificial resulta cada vez más absurda, y el propio avance de la
biología sintética no hará sino reforzar este sentimiento. Más aún, no hay motivos por
los que creer que el orden natural es mejor que el orden que el ser humano inserta en la
naturaleza, so pena de caer en la falacia naturalista. Ni tampoco hay razones fundadas
por las que pensar que la intervención humana, aunque arribe a los extremos que ahora
planteamos, sea antinatural, cuando el mundo es un sistema dinámico, sujeto a múltiples
y continuos cambios. A lo anterior hay que añadir que, por desgracia, una vez que una
forma de conocimiento nos resulta accesible, tan “divina” es la decisión de utilizarla
como de no hacerlo. Olvidar para siempre la biología sintética también es jugar a ser
dios, un dios mucho menos omnipresente que el que la emplea, pero a ser dios, porque
quien actúa por omisión, en definitiva, actúa. Y no está nada claro que ese dios sea
mejor que el que decide asumir su papel de ordenador del mundo siguiendo los intereses
de los agentes morales.
La consecuencia de todo lo dicho es que los argumentos de ―jugar a ser Dios‖
tienen poco que ofrecer en contra de la biología sintética. El auténtico desafío
conceptual que encierra esta tecnología proviene, más bien, de que nos obliga a
replantearnos conceptos tan cruciales como qué es la vida, cuando comienza, o en qué
se distingue una máquina de un ser vivo. Si la ciencia consigue hallar el número mínimo
de genes necesarios para soportar una estructura viva en cada especie, ¿no estaría
91
induciendo en la sociedad un reduccionismo intolerable acerca de lo humano? ¿No
estaría expulsando para siempre de nuestro vocabulario toda referencia a lo metafísico,
a lo espiritual?
Esta posibilidad, aparentemente terrorífica, sólo debería asustarnos realmente si
creemos que verdad y correspondencia con la realidad son conceptos intercambiables.
Dicho con otras palabras, si alguien cree que la misión del ser humano consiste en
encontrar la verdad, y que cabe determinar qué es lo cierto observando el mundo que
nos rodea, la biología sintética supondrá un serio problema: si cambiamos la realidad,
creando vida de forma artificial, ¿no es indudable concluir que también estaremos
alterando la idea de verdad? Para quienes, por el contrario, consideramos la idea de
verdad como un concepto mucho más unido a lo convencionalmente aceptable en
atención a su utilidad, la biología sintética no supone ningún trauma. Si tenemos que
revisar nuestra idea de lo que es vida, lo haremos, porque no hay nada que nos lo
impida. Supondrá un esfuerzo, por supuesto, pero no mayor que el que implicaría re-
determinar el sujeto de la moral, tal y como hemos sugerido anteriormente, al hablar de
quimeras e híbridos. Si después entendemos que resultará más adecuado definir la vida
en función de las cualidades que muestra una entidad, antes que atendiendo a su
constitución, será, una cuestión de readaptar nuestros paradigmas de manera que
asuman la transformación o de crear otros nuevos. Ni más ni menos. Y si alguien
sostiene que tal cambio es inaceptable y ha de evitarse en pro de la paz espiritual de los
hombres, será mejor que no nos lo tomemos demasiado en serio, si no queremos
terminar aborreciendo toda invención humana que ha hecho más complejo el mundo.
7.3- Biología sintética y gestión del riesgo: de cuando la omisión puede ser
más arriesgada que la acción.
El segundo de los argumentos que se aduce para exigir la prohibición de toda
técnica de biología sintética es el que hace referencia a los riesgos que implica una
tecnología de la que sabemos todavía tan poco. Se asimila, en este sentido, a lo ya dicho
en el caso de la ingeniería genética. Entre aquélla y la biología sintética existe, no
obstante, una diferencia muy notable, que afecta directamente a la consideración de los
92
riesgos que debemos afrontar en cada ocasión. Mientras que en el caso de la primera
todo experimento implica una alteración de las condiciones naturales en las que el ser
humano se desenvuelve, en el segundo es perfectamente posible diferenciar entre lo
existente y lo creado. Esta distinción, por descontado, no se refiere a los efectos finales
de una tecnología y otra: ambas pretenden, como toda herramienta científica, interactuar
con el mundo para mejorar la vida humana. Se ubica, más bien, en la distinta necesidad
que ambas tienen de emplear la naturaleza como un medio: mientras la ingeniería
genética implica la alteración del ADN de un ser vivo, la biología sintética es capaz de
generar vida de forma completamente artificial sin causar efecto alguno sobre el medio.
La consecuencia de esto es que, mientras la ingeniería genética tradicional resulta muy
difícil de controlar, la biología sintética ofrece tanto la opción de desarrollarse
exclusivamente en el laboratorio, como la de construir formas de vida tan alejadas de las
naturales que sea imposible cualquier interactuación entre unas y otras. Dado que la
diferencia es sinónimo de seguridad, mientras que la semejanza encierra graves riesgos,
cabe afirmar que la biología sintética es, o puede ser, mucho más segura que la
ingeniería genética.
A lo anterior hay que sumar que, aunque no fuera así, no hay ninguna garantía
de que dejar de subvencionar la investigación en biología sintética o, incluso, introducir
en nuestros códigos penales serias sanciones a quienes la lleven a término, conseguiría
evitar que acabe derivando en alguna forma de bioterrorismo. La práctica imposibilidad
de evitar que surjan “paraísos biosintéticos”, o de impedir que células terroristas o
“hackers” diversos utilicen la información que ahora mismo ya existe en la red hace
que sea más seguro continuar con esta tecnología que abandonarla. Sólo así tendremos
una mínima posibilidad de repeler los ataques, caso que éstos se produzcan finalmente.
Y sólo así, otorgando transparencia a todo el sistema, seremos capaces de prevenir que
nadie se haga con la información precisa para fines terroristas sin ser detectado. Claro
que para ello será necesario modificar muchos de los protocolos actuales, obligando, por
ejemplo, a las compañías que proveen de segmentos de ADN a verificar la identidad de
sus clientes o la peligrosidad potencial de sus productos. Esto, por supuesto, no
disolverá todos los riesgos, pero sí que los hará, cuando menos, mucho más manejables.
Se debe, además, tener en cuenta que no todas las técnicas que tienen como finalidad
crear vida artificial encierran los mismos riesgos. Lo que es más, algunas de ellas hasta
93
contemplan la posibilidad de insertar en sus creaciones un sistema de autodestrucción
que garantizaría que, aun en caso de entrar en contacto con otras formas de vida, su
estirpe no proliferaría indefinidamente. Una correcta gestión del riesgo haría bien en
intentar priorizar aquellas técnicas que suscitan menos suspicacias en quienes creen ver
una amenaza en la biología sintética.
8.- Biología sintética: una reflexión final.
Si alguna conclusión cabe extraer de todo lo dicho acerca de la biología
sintética ha de ser, a nuestro juicio, que su nivel de riesgo no es, en ningún caso,
superior al de la ingeniería genética. Por el contrario, hay varios factores que confluyen
para hacer de ella una tecnología mucho más segura: la dificultad de que interactúe con
la vida natural, la opción de insertar funciones autodestructivas en sus creaciones, o el
control que cabe ejercer sobre el origen y el destino de las herramientas imprescindibles
para ponerla en práctica así parecen asegurarlo. Su capacidad destructiva, por el
contrario, no es muy superior a la de la ingeniería genética: más allá del apocalipsis es
difícil arribar. Si a ello añadimos que es perfectamente posible que esta tecnología se
desarrolle de forma privada, sin apoyo de los gobiernos, resulta complicado defender
una moratoria que nos sitúe a expensas de lo que los agentes privados hagan legal o
ilegalmente.
A pesar de ello, seguirá habiendo muchas voces contrarias a la biología
sintética, sea cual sea el mecanismo elegido para desarrollarla. Esto no debe
sorprendernos, ya que, como en todas las facetas de la vida, la valoración del riesgo y la
comprensión de las variables presentes en cada escenario varían mucho de unos a otros
seres humanos. Pero lo que, en cualquier caso, nunca deberíamos olvidar es que el
miedo y, sobre todo, el que resulta más irracional, jamás será una herramienta sólida en
la que fundar nuestras decisiones. ¿Qué cabe, al fin, decir al respecto? Sencillamente,
que, como todo desarrollo científico la biología sintética necesita de mucho control, de
un control que asegure una gestión del riesgo tan eficiente como sea posible, pero nunca
94
de una prohibición que sólo serviría para generar una investigación encubierta mucho
más difícil de supervisar. Esperemos que así sea, por el bien de la ciencia y de la
humanidad en su conjunto.
95
PUNTO Y ¿FINAL?
Llegamos al final de esta obra. A través de sus páginas hemos visto transcurrir
apasionantes discusiones. Algunas de nuestras observaciones habrán convencido al
lector. Otras, ciertamente no. Así debe ser en toda discusión razonable. Los argumentos
se confrontan para descubrir hasta qué punto serán capaces de sostener un modelo de
conducta adecuado a las exigencias de nuestra conciencia colectiva, tratando siempre de
mejorar nuestras construcciones éticas, en una espiral que el tiempo ha demostrado
infinita. Y así ha de ser, desde luego, porque por mucho que nos obstinemos en pensar
lo contrario, la perfección no existe (al menos en este mundo), ni nadie se halla en
posesión de verdades absolutas.
Mantener una idea tan simple fresca en la mente puede ser esencial en un
momento en que muchos de los viejos paradigmas se tambalean y no tardarán mucho en
venirse abajo. Los clones ya están destruyendo nuestro concepto tradicional de embrión,
mientras que las quimeras suponen un grave peligro para la idea de especie y la biología
sintética amenaza con ir mucho más allá, poniendo en duda la mismísima noción de
vida. El futuro se está haciendo presente a pasos agigantados. Si no queremos tener que
afrontar una realidad completamente nueva con herramientas pertenecientes a lo que ya
hoy es pasado, es mejor que empecemos cuanto antes la tarea de destrucción creativa
que resulta tan necesaria.
Ha llegado el momento de los grandes cambios. En las próximas décadas
tendremos que redefinir conceptos como el de persona, especie humana, o el de agente
moral a través de un esfuerzo colectivo. La alternativa a esta necesidad consiste en dejar
la responsabilidad de las decisiones a nuestros jueces, a los funcionarios de las oficinas
de patentes o a los científicos que han de seguir adelante con su tarea por el bien de la
humanidad. ¿No será mejor asumir, más bien, la responsabilidad de nuestra historia,
arriesgándonos a tomar decisiones colectivas?
Frente a esta posibilidad siempre habrá, por supuesto, quienes aboguen por
abortar todo cambio en nuestras construcciones éticas, sobre la base de la conservación
de nuestros valores tradicionales, de la dignidad humana, de la naturaleza, o de
96
cualquier otro término abstracto en el que podamos pensar. Mal haremos en prestarles
demasiada atención porque, cuando nos hallamos en momentos como los presentes, el
cambio ya no es una opción, sino una necesidad racional. Y si alguien defiende lo
contrario será porque, lo diga o no, en el fondo de su argumento laten consideraciones
de otro tipo, desde la defensa de una fe religiosa o una convicción política, hasta el
miedo a lo desconocido, en sus formas más crudas. Pero esta clase de impulsos, siendo,
por supuesto, poderosos y, en el caso de los primeros, respetables, no deben ser, a
nuestro juicio, los que prevalezcan. Somos seres autónomos, capaces de razonar
nuestras decisiones. Permitámonos, en consecuencia, ser capaces de construir un futuro
libres de todo prejuicio anterior, porque si lo que en el pasado era válido continúa
siéndolo, a buen seguro lo conservaremos y, si no es así, ¿qué mejor medida que
cambiarlo?
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