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IRANZO MUÑÍO, María Teresa. “Archivos”. En UBIETO, Agustín (ed.). IV Jornadas de Estudios sobre Aragón en el umbral del siglo XXI, Panticosa, 21-23 de diciembre de 2001, 1.ª ed., Zaragoza: Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad de Zaragoza, 2005; pp. 11-40.

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María Teresa Iranzo Muñío

Diputación General de Aragón

1. EL PUNTO DE PARTIDA:SITUACIÓN DE LOS ARCHIVOS ARAGONESES EN 1978

La ponencia que en 1978 abrió las Primeras Jornadas sobre el Estado Actual de los Estudios sobre Aragón estaba concebida como un texto para ser incorporado en una Mesa Redonda sobre Archivos Bibliotecas y Museos1. El debate suscitado en torno a tal Mesa Redonda servía como introducción a las ponencias propiamente dichas, que trataban sustancialmente sobre Historia.

Ceñidas al tema de los archivos aragoneses, esas páginas desgranaban los contenidos de distintos tipos de centros, según una organización muy sencilla y desde una perspectiva meramente descriptiva, añadiendo a los archivos aragoneses un breve elenco de archivos «con fondos aragoneses».

1 BUESA, Domingo; REDONDO, Guillermo. «Los archivos aragoneses». En II Jornadas del Estado Actual de los Estudios sobre Aragón (Teruel, 1978). Zaragoza: ICE, 1979; pp. 19-40.

Además de unas cuantas referencias bibliográficas de carácter erudito, el trabajo se cerraba con un apartado dedicado a la «problemática general», donde se hace referencia a una de las dos cuestiones transversales en este tema: los problemas derivados del acceso a los centros de archivo y a los fondos documentales.

En realidad son dos aspectos de un mismo asunto: hay centros a los que resulta difícil e incluso muy difícil acceder, y hay otros archivos a los cuales a lo mejor hasta es demasiado fácil entrar, pero que, una vez dentro, ofrecen al usuario un desbarajuste de organización y un muy deficiente nivel de descripción. En resumen, dificultades de acceso.

El segundo problema, señalado ya entonces y de constante actualidad aún hoy día, es la inexistencia de un Archivo Regional de Aragón. Este déficit, que se justifica por el desastre histórico del asalto de las tropas napoléonicas, es uno de los puntos que se desarrollan más adelante, en el punto 3.2.

La aportación más sustanciosa, desde mi punto de vista, de aquellas Jornadas de 1978, se halla, como debe ser, en las Conclusiones. Sobre un esquema de diez puntos, los asistentes plasmaron sus justos anhelos archivísticos y señalaron en negro las carencias más afrentosas de aquel entonces. No es preciso decir que esos diez puntos mantienen su vigencia en la actualidad, agravada por el paso de todos estos años que con tan poco brío han incidido sobre la problemática que fue puesta entonces en evidencia.

Por si esta apreciación pudiera parecer excesivamente negativa, repasemos el contenido de las Conclusiones de 1978: en el primer punto se reclamaba la constitución de un patronato mixto para el gobierno del Archivo de la Corona de Aragón, integrado por las cuatro comunidades autónomas que tienen fondos históricos en el centro. Y sigue pendiente, tras consumir varias proposiciones parlamentarias y extinguir todos los plazos legales.

También se pedía la creación de un Archivo de Microfilm de Aragón, con fondos de archivos aragoneses y documentación relativa a Aragón. Hoy, hechos ya algunos centenares de rollos, éstos se hallan dispersos entre distintas instituciones y, de momento, inaccesibles. Si un investigador aragonés necesita una reproducción ya realizada, debe pedirla a Madrid y, armado de paciencia, aprestarse a pagar un rollo entero o encargarlo al archivo que custodia el original y esperar una media de seis meses.

En el aspecto puramente administrativo, se reclamaba en 1978 la creación de «un ente coordinador de los archivos aragoneses a nivel regional, que trate de

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2. Ibidem, pp. 109-117 y 1089-1091, las Conclusiones generales.

evitar el estado actual de los mismos» y mejoras en las dotaciones humanas y materiales. En parte, estas mejoras se han producido, si bien a un ritmo misérrimo en comparación con otros aspectos de la gestión cultural.

En relación con los fondos documentales dispersos y su acceso, no ya en microfilm, sino a los documentos originales, hubo entonces dos peticiones: la recogida de archivos de los municipios despoblados y la reintegración al territorio de la comunidad autónoma de todo el patrimonio cultural ubicado fuera. En este segundo caso se hallan, por citar un ejemplo, los fondos documentales de la catedral de Roda, todavía hoy objeto de litigio ante una jurisdicción que no atiende de manera prioritaria a los derechos de los investigadores.

El acceso, que era y es tema recurrente, fue objeto de los últimos acuerdos: se hizo patente ante las autoridades políticas, culturales y religiosas la necesidad de que los archivos de la Iglesia estuvieran a disposición de los investigadores en las mejores condiciones posibles. Este punto se reiteró en las Conclusiones del área de Museos, desde las que se reclamó la imposición en los centros de la accesibilidad adecuada para el desarrollo de la investigación científica.

Tal unanimidad en la percepción de los problemas quedó reflejada en las Conclusiones generales, conclusiones que abordaban el que será tema de la Mesa Redonda de esta convocatoria, esto es: la constitución de un Centro o Instituto de Cultura Aragonesa, para el que se propuso como sede el palacio de Huarte. Esta línea argumental continua entre 1978 y 2001 pone en evidencia la escasa capacidad organizativa y la falta de coordinación entre las administraciones e instituciones responsables del patrimonio cultural aragonés2.

Finalmente, en 1978 se denunció el hecho de que archivos fundamentales para la Historia de Aragón permanecían cerrados al investigador en general. Sin citar ejemplos concretos, debemos aceptar que el panorama ha cambiado muy poco en este sentido.

La posición inaugural asignada al debate sobre los Archivos, Bibliotecas y Museos respecto a los Estudios sobre Aragón significa, en una primera lectura, la importancia que tenía, tanto para los organizadores como para los asistentes, el abordar las cuestiones relacionadas con los lugares donde se produce y almacena la información sobre patrimonio cultural, como un requisito previo antes de abordar

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el «estado actual» de los estudios sobre Aragón. Por este motivo, acompañó al texto principal (en el caso de los archivos) una serie de comunicaciones que abordaban distintos aspectos más concretos sobre los fondos.

La preocupación que en la comunidad científica despertaron los archivos tiene su reflejo a lo largo de la propia historia de los encuentros «agustinianos», en especial en su segunda versión, protagonizada por la serie «Metodología de la investigación científica sobre fuentes aragonesas». Desde las Jornadas Primeras a las Cuartas, entre los años 1985 y 1989, se habló continuamente de tipos de fondos documentales, incidiendo en la problemática derivada de la localización de las fuentes, su características y valor informativo y, por supuesto, de las posibilidades de explotación. Esto significa que, de una u otra manera, los archivos siempre han estado presentes en las preocupaciones de los asistentes a estas reuniones3.

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3. Haciendo un repaso rápido, fueron abordados los siguientes «tipos»: los libros parroquiales (José Antonio Salas), los catastros y amillaramientos (Herminio Lafoz), las ordenanzas gremiales (Guillermo Redondo) y el padrón municipal (Carmen Chueca y Manuela Solans), en las primeras (Monzón); los protocolos notariales en relación con la obra de arte (José Antonio Almería), las cartas de población (M.ª Luisa Ledesma) y las fuentes susceptibles de aprovechamiento para el estudio de los regadíos (Antonio Peiró), en las Segundas (Jaca); en las Terceras (Albarracín), correspondió hablar del Registro Civil (José Antonio Salas), las actas municipales medievales (M.ª Isabel Falcón), los aforos de aguas (José M.ª Marín) y las fuentes para el estudio de la desamortización (Pascual Marteles y Encarna Moreno); finalmente, recibieron también atención los censos electorales (Carmen Frías y Montserrat Serrano), los actos de cortes medievales (Esteban Sarasa) y las fuentes para la historia de los precios y salarios (Antonio Peiró), en las Cuartas (Daroca). De las siguientes ediciones sólo destacaré las intervenciones que más incidieron en los archivos. En especial, la relativa a los señoríos que tanto en la ponencia de Carlos Franco de Espés como en las comunicaciones a la misma (debidas a Alejandro Abadía, Herminio Lafoz, Carlos Forcadell, Jesús Mediavilla y Daniel Garín) ofrecieron aportaciones de interés (VI Jornadas, Graus, 1990, especialmente pp. 47-90). Las visitas pastorales (Pilar Pueyo) y la documentación judicial (Jesús Morales) fueron objeto de atención en las VIII Jornadas (Barbastro, 1992). Al tratar el tema de las relaciones entre los Austrias y Aragón, Enrique Solano dedicó buena parte de su intervención a exponer cómo y dónde se localizan las fuentes, pp. 381-392. Y Ramón Salanova ofreció un anexo con la lista de los libros de Actas Municipales existentes en los archivos aragoneses al explorar su uso como fuente para la edad moderna, ambos en las VII Jornadas (Calamocha, 1991).

2. CAMBIOS MÁS SIGNIFICATIVOS

2.1. Un país democrático. Legislación y Archivos

Lo primero que ha cambiado desde entonces hasta ahora ha sido el país: 1978 es el año de promulgación de la Constitución Española, que proporcionó un nuevo marco competencial en materia de patrimonio cultural. Para Aragón, esto significa disfrutar de la competencia exclusiva en archivos de interés para la comunidad autónoma, siempre que no sean de titularidad estatal, y compartida [ejecución de la legislación general del Estado] sobre archivos estatales radicados en su territorio, tal y como quedó reflejado en el Estatuto de Autonomía de 1982 y su Reforma4. Las transferencias en materia de cultura empezaron al año siguiente, y la cooperación entre la DGA y el Estado para la gestión de los distintos centros se estructuró bajo la fórmula de un Convenio, que se firmó en 19865.

En el ámbito del Estado, el Ministerio de Cultura se reservó la gestión de los grandes Archivos Nacionales, cuyos depósitos albergan fondos que afectan a todo el territorio español, incluyendo naturalmente muchos fondos producidos por instituciones aragonesas o radicadas en Aragón y otros relativos al territorio aragonés.

El otro asunto relacionado con los archivos que la Constitución puso sobre el tapete de la convivencia democrática fue el reconocimiento del derecho de acceso a los archivos y registros administrativos. El desarrollo legal de este precepto constitucional tuvo que esperar hasta 1992, con la promulgación de la nueva Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y de Procedimiento

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4. Estatuto de Autonomía de Aragón [Ley Orgánica 5/1996, de 30 de diciembre (BOE núm. 315, de 31 de diciembre de 1996)], art. 35.1. 32ª y. 33ª y art. 39.14ª.

5. Resolución de 11 de julio de 1986, de la Secretaría General Técnica, por la que se da publicidad al Convenio entre el Ministerio de Cultura y la Comunidad Autónoma de Aragón sobre gestión de Museos y Archivos de titularidad estatal (BOE núm. 199, de 20 de agosto de 1986). Son complementarios los Real Decreto 3065/1983, de 5 de octubre, de traspaso de funciones y servicios del Estado en materia de Cultura (BOE de 12 de diciembre de 1983) y Real Decreto 2765/1986, de 30 de diciembre, de ampliación de medios personales y presupuestarios traspasados a la Comunidad Autónoma de Aragón por el Real Decreto 3065/1983, de 5 de octubre, en materia de cultura (BOE núm. 20, de 23 de enero de 1987).

Administrativo Común6. El derecho de acceso reconocido al ciudadano debe armonizarse con otro precepto constitucional, que es el derecho a la intimidad, consagrado por otros textos legales.

El establecimiento de estos nuevos parámetros de conducta respecto a los archivos afecta, sobre todo, a los investigadores de Historia Contemporánea, que trabajan sobre las épocas más recientes y que tratan a menudo aspectos fronterizos con el área de «intimidad» de las personas o relacionados con procesos disciplinarios de diversa índole. Hasta la fecha, se han dictado en España algunas sentencias judiciales que, al amparo de la nueva regulación, han obligado, por un lado, a destruir expedientes de interés por proteger la intimidad, y, por otro, a abrir archivos ministeriales a los investigadores.

La Ley de Procedimiento Administrativo, en todo caso, reserva un apartado g) a la consulta de fondos documentales existentes en los Archivos Históricos como uno de los casos en que una disposición específica deberá regular el derecho de acceso.

Esa regulación específica debía establecerse mediante un Reglamento para los Archivos Estatales, que no ha visto aún la luz. Ha habido distintos borradores, pero todos los proyectos han resultados abortados por unos u otros motivos. Alguna de las resoluciones judiciales antes mencionadas debieron basarse en reglamentos del año 1911.

Los aspectos más directamente relacionados con los archivos y el patrimonio documental fueron desarrollados en la Ley del Patrimonio Histórico Español, una ley de la primera legislatura socialista que arbitraba una serie de herramientas para la protección y el control del patrimonio documental7. La más interesante, porque se ha llevado a término aunque con ciertas carencias, era la obligación de elaborar el llamado Censo-Guía de Archivos, una relación de centros con la breve y exacta descripción de su contenido, condiciones de acceso, etc. Ese censo se completó en Aragón en colaboración con la DGA, que desde entonces lo ha mantenido, actualizándolo sólo en lo que concierne a sus intervenciones, pero sin proporcionar un tratamiento general. Es accesible en la página web del Ministerio de Educación y

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6. Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (BOE núm. 285, de 27 de noviembre de 1992), art. 37. Véanse al respecto las opiniones de los profesionales en Actas del VII Congreso de ANABAD. Información y derechos de los ciudadanos. La confrontación entre teoría y realidad en el 20ª aniversario de la Constitución. Boletín de ANABAD, vol. XLX, núm. 3-4. Madrid, 1999.

7. Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español (BOE núm. 155, de 29 de junio).

Cultura (http://www.mcu.es/bases/spa/barc/BARC.html). Es, sin duda, un instrumento utilísimo para conocer en primera instancia la localización y alcance de las fuentes documentales y como guía de muchos archivos en otra manera inaccesibles.

Otras iniciativas, más técnicas, que quiso poner en marcha esta ley fueron las famosas comisiones: la Junta Superior de Archivos, la Comisión Superior Calificadora de Documentos Administrativos y la de Exportación de Bienes. Ha costado varios años que todas ellas se pongan en funcionamiento, sin que sus trabajos hayan dado, hasta el momento, resultado evidente alguno, al menos las dos primeras. Sin embargo, han tenido un efecto de espejo en otras instancias, que han puesto en marcha sus propias Comisiones de Valoración de documentos. En Aragón, lo ha hecho el Ayuntamiento de Zaragoza y también el Archivo de la Administración, aunque sin mucha continuidad en sus sesiones de trabajo. Los resultados de tales valoraciones, en cualquier caso, se hacen públicos en las publicaciones oficiales.

Para concluir el análisis de la ley del Patrimonio Histórico Español, hay que mencionar que consagró el reconocimiento legal de la plena propiedad de los bienes integrantes del patrimonio histórico en manos de la Iglesia Católica, quizá la mayor titular de fondos documentales históricos en España, a pesar de los procesos de Desamortización, que no afectaron al clero secular. La falta de flexibilidad en este punto ha sido con frecuencia fuente de conflictos y, desde mi punto de vista, un lastre a la hora de hallar soluciones en las cuestiones relacionadas con el acceso.

Debe reconocerse, no obstante, que la actitud de las distintas diócesis no siempre ha sido tan cerrada, que la Asociación de Archiveros de la Iglesia manifiesta una vitalidad envidiable en la periodicidad y publicación de sus reuniones de trabajo, que muchos eclesiásticos hacen gala de su voluntad de atención a los investigadores. Pero lo cierto, al menos en lo que respecta a Aragón, es que no ha habido buen entendimiento entre los poderes laicos y los eclesiásticos a la hora de hacer accesibles sus archivos mediante la descripción de fondos y el establecimiento de horarios de consulta pública.

2.2. Diseño y realidad del Sistema de Archivos de Aragón

Apenas un año y medio después de promulgarse la ley española, la Comunidad Autónoma de Aragón tuvo su Ley de Archivos, también fruto de un ejecutivo

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socialista8. Sinceramente, creo que esta ley no se ha puesto en práctica jamás, salvo en cuestiones de carácter estrictamente administrativo. Hasta tal punto es ese mi convencimiento, que diez años después de su publicación, en 1996, organizamos desde el Gobierno de Aragón unas Jornadas de Archivos Aragoneses (las últimas que se han celebrado) para contrastar las experiencias de desarrollo legislativo y los modelos de articulación de sistemas de archivos puestos en práctica en otras comunidades autónomas, y combinarlo además con la última perspectiva de la Administración Central, de modo que dispusiéramos de un punto de partida actualizado para la elaboración de una nueva ley, a todas luces necesaria.

En 1999 se redactó una nueva ley autonómica, denominada Ley del Patrimonio Cultural Aragonés. Esta ley apenas dedica una referencia a los archivos y al patrimonio documental, a los que abandona al aburrimiento de su legislación «sectorial» específica9. El término aburrimiento no quiere decir que la Ley de Archivos de 1986 sea aburrida. Estaba muy bien para su época: proclama que su finalidad última «no es otra que mantener viva la documentación que ha generado nuestra historia y facilitar su utilización en aras de su mejor conocimiento y difusión, impulsando al respecto una política archivística coordinada y coherente con la eficaz gestión que corresponde ejercer a los poderes públicos de Aragón»; establece la existencia de un Sistema de Archivos de Aragón, del que forman parte los Archivos Municipales y los de Diputaciones Provinciales, además de los privados subvencionados y aquéllos que quisieran adherirse; habla del Archivo General de Aragón como cabecera de ese Sistema y determina qué parte de su contenido ha de estar constituido por esos rollos de microfilm en los que queremos leer la parte de nuestra historia que se encuentra fuera. Tras plantear la dotación de medios personales y materiales, dedica un capítulo al acceso y difusión del patrimonio documental, con un art. 27.2 que dice textualmente: «La consulta y difusión con fines de estudio o investigación es condición inherente a los documentos regulados por esta ley», siempre que se cumplan las condiciones legales, claro está. Y también contiene importantes medidas de castigo a las infracciones en materia de patrimonio documental.

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8. Ley 6/1986, de 28 de noviembre, de Archivos de Aragón (BOA núm. 120, de 1 de diciembre de 1986).

9. En las páginas de análisis que le dedica un grupo de juristas, muy críticos con la redacción del proyecto, apenas se menciona el tema del patrimonio documental. Véase POMED SÁNCHEZ, Luis (director), Estudio sistemático de la Ley del Patrimonio Cultural Aragonés: Ley 3/1999, de 10 de marzo. Zaragoza: Cortes de Aragón, 2001. En pp. 156-157, Javier Barcelona Llop señala esta ausencia: «la ley de Aragón... es de las pocas que no disciplinan el régimen jurídico de patrimonios especiales tan cualificados como el Documental y el Bibliográfico...». Se lee con especial provecho el capítulo primero, pp. 19-53, redactado por Luis Pomed, sobre la ley en el contexto competencial.

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Era una ley cargada de buenas intenciones, y tuvo desarrollo al año siguiente en un Decreto sobre documentos de titularidad privada, censo de archivos y composición y funciones de la Comisión Asesora, pero como se ha recordado con frecuencia, la actuación sobre el patrimonio debe comenzar al día siguiente de publicase la ley10. La Ley de Archivos de Aragón es triste porque es una ley que no se cumple. Nunca se han incoado expedientes de declaración de archivos o documentos históricos para fondos de titularidad privada (arts. 9 a 12), no se controla el tráfico comercial de bienes integrantes del patrimonio documental (art. 13), ni se recibe información sobre enajenaciones (art. 14), no se exigen horarios de apertura al público, no se ha creado el Archivo General, los Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales, al amparo de la autonomía local, trazan sus propios planes y seleccionan como les parece a su personal11.

Además, esta ley deja sin solucionar una cuestión clave, que es la articulación de la única red de archivos que ahora existe sobre el territorio aragonés, que son los Históricos Provinciales, con el resto del Sistema de Archivos de Aragón. Otras comunidades pluriprovinciales han buscado distintas alternativas a este problema, que están funcionando12. Por el contrario, el Decreto de creación del Archivo de la Administración de la Comunidad Autónoma sí que supo aprovecharse de la presencia de estos centros, e integró los servicios de los archivos de Huesca y de Teruel en su «subsistema», de manera que los AHP de esas dos provincias sirven de depósito definitivo tanto a la documentación estatal como a la autonómica. Lógico, ya que las series documentales se continúan como resultado de las mismas actividades administrativas, que van mudando al ritmo de las transferencias. Pero queda pendiente de resolver el caso de Zaragoza13.

10. Decreto 34/1987, de 1 de abril, de la Diputación General de Aragón, de desarrollo parcial de la ley 6/1986, de 28 de noviembre, de Archivos de Aragón (BOA núm. 42, de 1 de abril de 1987). Todas las Comisiones Asesoras en materia de patrimonio histórico fueron nuevamente reguladas por el Decreto 158/1997, de 23 de septiembre (BOA núm. 116, de 6 de octubre).

11. Un ejemplo reciente: RESOLUCIÓN del Ayuntamiento de Castejón de Monegros, relativa a la convocatoria de una beca para la ordenación, catalogación e investigación del archivo municipal de Castejón de Monegros, BOPH, núm. 172, del 27 de julio de 2001. Por 1.333.333 pts. se exige «la ordenación, catalogación e investigación del archivo municipal, así como la formación del personal municipal que se designe para continuar con el sistema de ordenación del archivo». Todo ello en el plazo máximo de nueve meses.

12. RODRÍGUEZ MATEOS, Joaquín. «Los Archivos Históricos Provinciales en la Comunidad Autónoma de Andalucía: legislación, competencias y su problemática» En Boletín de la ANABAD, vol. XLIX, núm. 2. Madrid, 1998; pp. 123-132.

13. Decreto 12 /1993, de 9 de febrero, de la Diputación General de Aragón, por el que se crea el Archivo de la Administración de la Comunidad Autónoma y se regula su organización y funcionamiento.

Cuando se firmó el Convenio para la construcción de la nueva sede del Histórico Provincial de Zaragoza, el entonces Presidente de la DGA, Santiago Lanzuela, planteó la fórmula de edificio mixto: Histórico Provincial y General de Aragón, fórmula que comportaba el compromiso económico del equipamiento del nuevo centro por parte de la Comunidad Autónoma14.

El proyecto de ejecución está en marcha y tiene un plazo de treinta meses para materializarse. Falta ahora un largo camino por recorrer para dotarlo de una organización técnica ambiciosa y capaz de ofrecer buen substrato a la coexistencia de centros, funciones e instancias decisorias, con la prioridad puesta en el servicio al ciudadano y al investigador.

2.3. La política de archivos: proyectos y subvenciones

El tema del nuevo archivo para Aragón sirve muy bien como introducción a los proyectos que se han visto surgir durante este último casi cuarto de siglo. Los primeros trabajos técnicos desarrollados por la administración autonómica, a mediados ya de los años ochenta, estuvieron dirigidos a cumplir las disposiciones legales en lo que respecta a la elaboración del Censo-Guía de Archivos. Coordinados por los Servicios Provinciales de Cultura y bajo la dirección técnica de los respectivos Archivos Históricos Provinciales. En Teruel, el proyecto tuvo un interesante añadido, por iniciativa del Instituto de Estudios Turolenses, que se plasmó en la catalogación y microfilmación de todos los fondos locales anteriores al siglo XVIII. El trabajo dio también como resultado la publicación de la colección Archivos Municipales Turolenses, que contiene esos trabajos en papel15.

La década siguiente se orientó a la realización de los trabajos preliminares que se consideraban necesarios para evaluar esa parte del patrimonio documental relativo a Aragón que se halla fuera de los límites de la Comunidad Autónoma. Se llevaron a cabo campañas en Madrid, tanto en el Archivo Histórico Nacional como en la Academia de la Historia y la sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional. El resultado es una serie de tomos inéditos que contienen las referencias

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14. Orden de 28 de octubre de 1998, por la que se dispone la publicación del Convenio suscrito entre la Ministra de Cultura y el Consejero de Educación y Cultura para la construcción de la nueva sede del Archivo Histórico Provincial de Zaragoza y del Archivo General de Aragón (BOA núm. 131, de 11 de noviembre).

15. «Programa de Archivos y Museos». En Aragón Cultural, núm. 14-16. Zaragoza, 1985; pp. 48-51.

y localización de buena parte de esos fondos16. Al poco tiempo, esta actuación se congeló; sin embargo, otras comunidades autónomas afectadas por una problemática similar, y movidas también por el deseo de disponer de, al menos, una copia en microfilm de los documentos que les conciernen, han seguido utilizando este método de trabajo, financiando el desplazamiento de sus trabajadores a las salas de consulta de los archivos suprarregionales, obteniendo las referencias y solicitando luego las copias.

Con cierta frecuencia se pueden ver publicados en el BOE los convenios de colaboración entre el Ministerio de Cultura, habitualmente titular de esos archivos, y tal o cual administración autonómica para estos fines. En el caso de Cantabria, hasta se supo hallar la financiación de una fundación privada para dar un tratamiento informático moderno a la labor de recuperación, siendo sus resultados accesibles al público17. Incluso se ha llegado a provechosos acuerdos con titulares de archivos privados, a menudo más difíciles de consultar, como ha sucedido en Andalucía, cuyo Archivo General muestra entre sus fondos una importante sección de microfilms donde quedan recogidos los de aquellas casas nobiliarias andaluzas del archivo de Medinaceli, archivo que por cierto acoge también algún trozo de historia de Aragón18. Sin embargo, en Aragón no hemos sido capaces de articular un acuerdo de este tipo que solventase los inconvenientes del alejamiento físico entre investigadores y fuentes, sin añadir a éstos otros nuevos.

Además de la DGA, otras administraciones han intervenido estos años para mejorar la situación de los archivos y de sus fondos. La Comunidad Autónoma ha puesto en marcha dos líneas de subvenciones: para la organización de fondos, por un lado, y para la mejora de instalaciones, por otro. Sin llegar nunca a cantidades totales importantes, se ha venido trabajando sobre todo en los

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16. Catálogo de documentos aragoneses existentes en el Archivo Histórico Nacional. tomos I, II, III, vol. 1 y 2 y IV, vol. 1 y 2. Inventario general de manuscritos de la Real Academia de la Historia de Madrid. Inventario general de manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid. Sección de manuscritos. Zaragoza: Servicio de Archivos de la DGA.

17. ÁLVAREZ LLOPIS, Elisa y BLANCO CAMPOS, Emma. «Documentación histórica de Cantabria: proyecto DOHISCAN» en Congreso Internacional sobre Sistemas de Información Histórica. Vitoria: Juntas Generales de Álava, 1997, pp. 99-109. Se trata de un proyecto puesto en marcha en 1993 por la Fundación Marcelino Botín y dirigido por J. A. García de Cortázar, que ya ha dado a la imprenta cinco colecciones diplomáticas, resultado de los trabajos de transcripción. También se trabaja recuperando referencias de otros depósitos en el País Vasco: MARTÍN SUQUÍA, Ramón. Vocabulario de indización y consulta de la Base de Datos BADATOR. Bergara: Centro del Patrimonio Documental de Euskadi, 1993.

18. Más información en http://www.junta-andalucía.es/agaweb/.

fondos municipales, durante mucho tiempo en colaboración con la Dirección General de Administración Local. Las últimas cifras oficiales disponibles, las del año 2000 ascienden a 9.300.000 pts. para la organización de archivos, en su mayoría fondos administrativos de Mancomunidades de municipios que tienen este servicio en común.

Esta experiencia de implantación de servicios mancomunados de archivos ha sido especialmente fructífera en la provincia de Huesca y sus logros vienen a demostrar que es factible el trabajo con calidad técnica en archivos locales si hay suficiente interés por parte de las administraciones responsables.

A diferencia de lo que se ha hecho con las bibliotecas, dibujando una red autonómica entre cuyos intersticios fluyen redes provinciales, los archivos han sido mero objeto de la buena voluntad de los distintos titulares. Las infraestructuras culturales han sido mejoradas pero en menor medida. Algunos depósitos, como los Municipales de Zaragoza y Huesca han cambiado de situación, mejorando sus instalaciones. Los Históricos Provinciales de Huesca y de Teruel disponen desde mediados de los ochenta de edificios suficientes y adecuados para realizar su función, algo que lamentablemente no se puede decir del de Zaragoza, que, amenazado de desalojo, estuvo recientemente a punto de desaparecer de su actual emplazamiento. La Administración autonómica reservó parte de sus dependencias en el Pignatelli para depósito de archivo, pero ya no son suficientes y se debe recurrir a locales en el extrarradio. Las Diputaciones Provinciales han mejorado, en mayor o menor medida, sus depósitos, y la de Huesca parece que va finalmente a suplir la carencia de un lugar en condiciones para guardar su propia documentación y atender a los investigadores.

Sin embargo, si se analiza esta trayectoria en relación con otros equipamientos culturales (bibliotecas, museos o teatros), la inversión en archivos queda muy por debajo de la media. Los desequilibrios en este sentido son evidentes respecto a las pequeñas localidades. La DGA abrió una segunda línea de trabajo para apoyo o mejora de instalaciones, a la cual se incorporó hace unos años la Diputación Provincial de Huesca. Las cifras de las subvenciones para el 2001 son algo más altas que otros años: 16.000.000 pts., aunque ningún archivo recibe tanto como algunos museos locales.

Mención aparte merece la actuación de la Diputación de Zaragoza, que no sólo ha implantado cauces habituales de colaboración con los ayuntamientos de la provincia para la ordenación de los archivos locales de carácter más o menos

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patrimonial, sino que también se ha preocupado por los desarrollos informáticos para el tratamiento y recuperación de la documentación administrativa municipal19.

Esta labor se ha ampliado recientemente a experiencias que aprovechan las nuevas tecnologías digitales para recuperar y hacer accesibles fondos documentales relacionados con la historia de muchas poblaciones, pero que se encuentran alejadas de las mismas por distintos motivos. Se trata del archivo de Sobradiel (Orgaz) y la reconstrucción del fondo de la Encomienda de San Juan de Jerusalén de La Almunia de doña Godina20. Con los mismos documentos de su propio fondo, la unidad de Archivo y Biblioteca de la DPZ ha digitalizado fondos: las Actas de la institución están siendo informatizadas en estos momentos, asociando a las imágenes un tratamiento documental.

Después de sacar a flote estas iniciativas, resulta difícil de admitir que no se haya alcanzado un acuerdo, un convenio o al menos un marco conjunto de trabajo entre las Diputaciones Provinciales y la Comunidad Autónoma en esa materia de interés común que son los archivos locales, entre los que se encuentran, al menos en la provincia de Zaragoza, varios depósitos de protocolos notariales muy importantes para los investigadores: Sos del Rey Católico, Calatayud, Daroca, La Almunia, etc.

El futuro Instituto Aragonés de Cultura debe tener muy presente esta necesidad de cooperación en el ámbito de los archivos y el acceso al patrimonio documental.

2.4. La archivística en la Universidad aragonesa

El último cambio en el panorama archivístico regional al que me gustaría referirme ha sido la implantación de estudios universitarios específicos sobre Archivística. En teoría, esto supone que estamos en condiciones de garantizar una formación académica suficiente para futuros profesionales que se incorporen

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19. Archivos Municipales de la provincia de Zaragoza. Catalogación. I. Zaragoza: Diputación Provincial, 1990. Archivo municipal de Borja. El fondo del Corregidor. Zaragoza: Diputación Provincial, 1990. También han colaborado en los trabajos sobre fondos eclesiásticos: Archivos parroquiales de la diócesis de Zaragoza. Catalogación. I y II. Zaragoza: Diputación Provincial, 1988 y 2001.

20. El Archivo de los condes de Sobradiel. Zaragoza: Diputación Provincial, 1997. 16 pág. En el mismo fondo hay otras secciones: Esquedas, Figueruelas, Usón y Gabarda, Ariño, Udina y Sesa, baronía de Letosa y mayorazgo de Tarazona, además de una denominada Zaragoza y otra llamada Marrán, que también han sido reproducidas.

al mundo laboral como titulados medios. En realidad, el perfil del diplomado en Biblioteconomía y Documentación es mucho más polivalente, pero también menos definido hacia la archivística, materia obligatoria que sólo se cursa durante dos años, si bien tanto otras asignaturas troncales como varias de las optativas permiten diseñar unos estudios más a la medida.

Los planes de estudio van a cambiar próximamente y, a la Archivística General, se añadirá la docencia sobre archivos de gestión, archivos de la Administración Local e Historia de los archivos, además de la informática, una herramienta incorporada de forma inextricable al quehacer diario de nuestro trabajo.

No quisiera olvidar que en Huesca y en Teruel, dentro de las Humanidades, se pueden cursar también asignaturas relacionadas con el patrimonio documental. Y que en Huesca se está poniendo en funcionamiento ya el tercer curso de una Escuela de Restauración que incluye el documento gráfico entre sus contenidos.

Además de lo que se puede aprender en ella, la Universidad lanza a la comunidad científica el resultado de las investigaciones realizadas por sus profesores, en su mayoría sobre aspectos teóricos. Este grupo de profesionales universitarios se ha caracterizado también en los últimos años por su vitalidad organizativa de congresos y reuniones en torno a temas tangencialmente relacionados con los archivos, y por su participación en foros de debate, como las Mesas de Archivos Municipales o las reuniones de la ya citada Asociación de Archiveros de la Iglesia21.

El engarce entre la docencia y la práctica, sin embargo, no se encuentra todavía bien articulado, desde mi punto de vista. Aunque los alumnos cursan una asignatura completa que consiste en hacer prácticas en un centro, la hibridación aprendizaje-trabajo no termina de estar tan bien resuelta en materia de archivos como lo está en otras áreas temáticas. Sería deseable una mayor cooperación entre los profesores de la Universidad y los profesionales que desarrollan su trabajo en los distintos centros, utilizando fórmulas más flexibles que propiciaran mejoras para ambos.

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21. Mesa de Trabajo sobre Organización de Archivos Municipales. Archivos Municipales. Propuesta de Cuadro de Clasificación de Fondos de Ayuntamientos. Madrid: ANABAD, etc., 1996. A la práctica totalidad de la reuniones, desde 1988, ha asistido Pilar Gay Molins, profesora titular de Archivística en la Universidad de Zaragoza.

3. CONSTANTES HISTÓRICAS

Después de resumir los cambios acaecidos, hay que abordar la exposición de aquellas cuestiones que se vienen arrastrando desde tiempo atrás, con pocas alternativas de avance hacia una solución que se vea próxima. Quizá su reiteración nos permita vislumbrar alguna de las razones por las cuales estos temas se han enquistado.

3.1. Un anhelo incumplido: el Archivo de Aragón

El Archivo General de Aragón es un anhelo incumplido más que un verdadero proyecto. Durante estos años, han circulado borradores, propuestas, planes de dotación de personal. La Comisión Asesora de Archivos encargó una ponencia técnica sobre el tema hace ya tiempo. Con seguridad, sobre la mesa de trabajo del actual Consejero de Cultura hay un último proyecto, pero nada de todo esto ha trascendido más allá de los despachos.

Sin embargo, ha sido casi, se puede decir, el único tema que ha movido a la opinión pública en todos estos años. ¿Qué tiene este archivo para desencadenar las pasiones? Tiene todos los ingredientes necesarios porque todavía no es nada y, por lo tanto, puede serlo todo. Puede ser el centro de trabajo ideal y moderno soñado por los investigadores, donde se disponga de información de primera mano, accesible por medios rápidos e inteligibles y de la que se puedan obtener reproducciones inmediatas a buen precio; un lugar desde el cual acceder al resto del mundo histórico aragonés, esté donde esté, en los soportes en que se halle; con un horario amplio de atención al público, atendido por personal cualificado y suficiente, con los equipamientos adecuados y con un programa propio de actividades culturales y científicas, abierto a otras instituciones.

Para los profesionales ha de ser el primer centro archivístico de la Comunidad Autónoma, cabecera de un sistema que funcione, compuesto por un equipo bien estructurado y coherente, con ganas de trabajar y con un proyecto que desarrollar en el ámbito de todo Aragón, dotado de la financiación adecuada para llevarlo a cabo, y, por supuesto, con disponibilidad de instalaciones modélicas.

Esto es lo que dicen sobre el Archivo General de Aragón los artículos 18 y 20 de la ley de Archivos de Aragón: que se trata de un centro dependiente de la DGA,

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22. Estatuto de Autonomía de Aragón [Ley Orgánica 5/1996, de 30 de diciembre (BOE núm.315, de 31 de diciembre de 1996)]: Disposiciones Adicionales. Primera. 1. Mediante la correspondiente norma del Estado, y bajo la tutela de éste, se creará y regulará la composición y funciones de un patronato del Archivo de la Corona de Aragón, en el que tendrán participación preeminente la Comunidad Autónoma aragonesa y otras Comunidades Autónomas. 2. La Comunidad Autónoma de Aragón informará el anteproyecto de norma a que se refiere el apartado anterior, atendiendo a la unidad histórica del Archivo de la Corona de Aragón. Hubo un borrador de Decreto sobre la constitución de este Patronato, presentado por la entonces ministra Esperanza Aguirre en mayo de 1997, tras un agrio debate parlamentario en las Cortes Generales el otoño anterior, donde se manifestaron posturas muy encontradas. La Generalidad de Cataluña rechazó de plano la propuesta de Madrid. La opinión más extendida allí es que, tanto por la composición de los fondos como por su ubicación, corresponde mayor representación a Cataluña en el Patronato.

que forma parte del Sistema de Archivos de Aragón, y se halla destinado a cumplir al menos tres funciones: recoger los fondos documentales producidos por las instituciones propias de la Comunidad Autónoma y sus organismos. Esta redacción ¿se entiende que incluye al Parlamento, al Justicia y a los diversos Institutos en los que participa la DGA, además de la propia Administración Autonómica? Deberá el AGA recoger también «la documentación histórica relativa a Aragón que se pueda obtener o, en caso necesario, procurarse copia de la misma en soporte adecuado». Y, finalmente, se le asigna la tarea de recibir los fondos de carácter histórico donados o entregados en depósito y aquéllos que no puedan ser debidamente protegidos por el archivo que legalmente les corresponda.

La realidad, por ahora, avanza mucho más lentamente que nuestros deseos. El edificio que está construyendo el Ministerio de Cultura para nueva sede del Archivo Histórico Provincial de Zaragoza albergará también al General de Aragón, según los términos del acuerdo. Desconozco si han variado las previsiones que se han hecho al respecto en los últimos meses, pero los 50 km lineales de estantería inicialmente contemplados no son suficientes, visto el ritmo exponencial de la producción documental moderna. Disponemos de un plazo próximo a los tres años para dar solución a éste y otros problemas, como es el de la coexistencia de centros, y para dotar de contenido real a este proyecto.

3.2. Un tema pendiente: el Patronato del ACA

Al repasar las conclusiones generales de las Jornadas de 1978, que han servido como marco de referencia y punto de partida para la reflexión, ya se mencionaba el Archivo de la Corona de Aragón. La desidia, ya no sé si política o administrativa, persigue al cumplimiento de la Disposición Adicional Primera del Estatuto de Autonomía de Aragón, relativa a la creación del Patronato del Archivo de la Corona de Aragón, o más exactamente a la participación de esta Comunidad Autónoma en dicho Patronato22. Una noticia de la prensa local, fechada el 19 de

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23. VALERO, José Luis. En Heraldo de Aragón, 19 de octubre de 2001.

24. Ley 10/2001, de 13 de julio, de Archivos y Documentos (Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña núm. 3.437, de 24 de julio de 2001).

octubre de 2001, se titula «Las Cortes no dan soluciones para el Archivo de la Corona». Y explica el periodista:

El debate que tuvo lugar ayer en el pleno de las Cortes autonómicas sobre el Archivo de la Corona de Aragón, dejó claro que la Comunidad autónoma carece de un proyecto político común que sea capaz de aguantar los cambios electorales y los intereses partidistas. Un problema que Aragón arrastra desde hace veinte años y que supone un obstáculo a la hora de defender los intereses propios y generales frente al Gobierno central y al resto de las Autonomías23.

Resumía que propuestas similares a la iniciativa debatida se han aprobado en el parlamento aragonés al menos en cinco ocasiones, casi todas por unanimidad. El peso político de Cataluña ha bloqueado siempre la constitución del Patronato y la elaboración de una norma estatal sobre el Archivo, ya sea con gobiernos del PSOE o del PP, con mayoría absoluta o relativa.

El preámbulo de la nueva ley catalana de archivos y documentos explicita el motivo de su posición al respecto: «Aún queda pendiente, sin embargo, la adaptación al marco estatutario del régimen jurídico del denominado Archivo de la Corona de Aragón, que contiene los fondos más importantes para la historia de la Cataluña medieval y moderna» y el texto del artículo 20.1. «El sistema de Archivos de Cataluña está integrado por los siguientes archivos: a. El Archivo de la Corona de Aragón. b. Los archivos de la Generalidad. c. Los archivos de las Diputaciones Provinciales y los de los municipios de más de 10.000 habitantes. d. Los archivos de las universidades. e. El Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona. f. Los archivos históricos provinciales. g. Los archivos diocesanos y capitulares de la Iglesia Católica. h. Los que sean integrados al mismo de acuerdo con lo que establece el apartado 2.»24.

A efectos legales, esto significa que desde el punto de vista técnico (normas de gestión documental, administración, infraestructuras, personal, financiación y servicios) serán todos ellos archivos regulados por la Administración Autonómica catalana.

Las últimas noticias, surgidas tras la reunión entre el Ministro de Administraciones Públicas y el Vicepresidente del Gobierno de Aragón para tratar las transferencias pendientes y los contenciosos institucionales, apuntan a un nuevo plazo arrancado

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25. Ver Heraldo de Aragón, 30 de noviembre de1996: «Sesma pide un Archivo General de Aragón».

a la Generalidad para reformar su ley de archivos, antes de interponer recurso ante el Tribunal Constitucional. Pero este recurso no puede plantearlo Aragón, sino que debe hacerlo Madrid. Al parecer, los plazos se superponen, y por el momento no está nada claro qué solución se dará a este problema.

El ACA como problema es profundamente vivido, no me atrevo a decir por la sociedad, pero sí por la comunidad archivística catalana, tanto como por la valenciana y por nosotros, aunque en los últimos debates intervienen más historiadores aragoneses que técnicos de archivos. En las Jornadas de Archivos Aragoneses de 1996, le dedicamos el tema de la mesa redonda de clausura, pero la tensión política del momento (se estaba debatiendo una proposición no de ley en las Cortes Generales sobre la constitución del Patronato) evitó, paradójicamente, que se llegara a conclusiones muy drásticas25.

La última polémica, que se cobró una víctima en la cabeza del director del centro, tuvo lugar hace dos años en torno a un tema que no suele trascender más allá de las paredes de los centros, que es el cuadro de clasificación de fondos. El debate sobre la pertinencia del nuevo cuadro propuesto tuvo eco en las páginas de distintas revistas, especialmente l’Avenç; las incidencias también saltaron a la prensa regional y nacional.

Por su parte, la Asociación de Archiveros de Cataluña convocó un «fórum» para discutir sobre el origen, formación y evolución histórica del ACA y su futuro en relación con la posible constitución de ese Patronato contemplado en los Estatutos de Autonomía de las diferentes CC.AA. La opinión expresada por los facultativos asistentes resultó ser extraordinariamente favorable a la constitución del Patronato, en el que señalaron múltiples ventajas (entre ellas, y no la menor, la posibilidad de cooperación cultural entre las CC.AA., una opción poco explorada en el panorama archivístico). Incluso llegó a proponerse una fórmula idéntica para los demás archivos de los antiguos reinos de la Corona.

Federico Udina y Josep Fontana participaron en ese debate, el primero intentando delimitar qué fondos del ACA –llamado también «arxiu reial» y «archivo de archivos»– son sólo catalanes, y qué porcentaje de documentación afecta además a otros territorios. Fontana, por su parte, defendió el mantenimiento del archivo en su integridad, tal y como ha llegado hasta nuestros días, resultado de su propia historia y con una difusión de uso internacional nada menospreciable;

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26. «Fòrum de debat sobre l’Arxiu de la Corona d’Aragó» en Lligall. Revista Catalana d’Arxivística, núm. 13. Barcelona, 1998; pp. 297-327.

además, se adhirió con energía a ese macropatronato de archivos de la Corona de Aragón, uno de cuyos objetivos sería, desde su punto de vista, la búsqueda de fuentes de información que ayudase a los aragoneses, en la medida de lo posible, a suplir la carencia de un archivo del reino26.

Creo que podemos coincidir en muy buena medida con lo expresado. Desgraciadamente, no está en nuestras manos materializar ese acuerdo, pero es nuestra obligación clamar y reclamar que se lleve a buen puerto.

3.3. Un proyecto de futuro para los archivos aragoneses

Todos los problemas expuestos hasta aquí tienen un origen común, y es que derivan de una carencia: la falta de previsión, la ausencia de una verdadera planificación metódica, ordenada y convenientemente financiada, de actuaciones en materia de archivos. Eso significa, en primer término, disponer de un buen diagnóstico de la situación actual, además de tener un modelo ideal de funcionamiento con objetivos claros y ser capaces de llegar a los acuerdos precisos para que eso se haga realidad.

Para lo primero, conocer el «estado actual», se había previsto la confección del censo-guía, pero lo cierto es que el censo no se utiliza como herramienta de planificación. La mecánica de las subvenciones propicia que sean aquellas instancias, ayuntamientos o asociaciones, que piden dinero o que tienen más peso político, las que reciban la cooperación (en torno al 60% de la inversión total) por parte de la administración competente en materia de archivos.

En cuanto al modelo ideal que hace años deberíamos estar construyendo, es el llamado Sistema de Archivos de Aragón. Debemos reclamar que finalmente se haga una realidad, que se materialice la existencia de un conjunto de centros aragoneses dotados de los servicios y el personal necesarios por los que fluya de manera natural y ordenada la producción documental. Dentro de ese Sistema deben hallarse las fórmulas para articular tanto los Archivos Históricos Provinciales como el Archivo de la Administración y, por supuesto, el General de Aragón.

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La puesta en funcionamiento de la red así trazada exige la cooperación institucional y debe recabar también la integración de centros privados. En los umbrales del siglo XXI, no es posible olvidar la casi total ausencia en nuestros depósitos de fondos documentales de empresas (con la excepción del fondo de «Sierra Menera»), de archivos tanto semiprivados como personales que se han perdido y se pierden a falta de un plan de recuperación integral y de custodia bien programada. No se puede confiar sólo a la iniciativa privada el cuidado de su propio patrimonio, en la medida en que forma parte del patrimonio común, a pesar de realidades tan encomiables como el archivo histórico de la «Fundación Casa de Ganaderos».

También los bienes eclesiásticos deben hacerse accesibles, integrándose en ese conjunto de centros de archivos. Las inversiones que Aragón está haciendo en restauraciones de bienes cuyo mantenimiento es en exceso gravoso para la Iglesia, muy bien podrían tener respuesta con gestos de apertura de archivos y mejoras en los servicios de consulta.

Se trata de aunar voluntades, de ofrecer ventajas y exigir compromisos de mejora de servicios. Todo esto se sostiene con una dotación presupuestaria suficiente. Y en la gestión del presupuesto de archivos, es hora ya de empezar a comprometerse, de pedir más y mejor.

En este balance de veintitrés años, sólo las adquisiciones de patrimonio documental presentan un saldo favorable para la Comunidad Autónoma. Las primeras intervenciones tuvieron lugar a mediados de los ochenta, con la cesión por los duques de Alba a la DGA del Archivo Ducal de Híjar que integra el de los condes de Aranda y que, en su conjunto, es uno de los mejores archivos señoriales de España y, sin duda, el mejor de Aragón. La compra del Archivo Fotográfico de Juan Mora Insa, con su importantísima serie de Arte Aragonés, data también de esa época. Ambos están en estos momentos depositados en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza. A estos les siguió el conjunto de archivo-palacio-biblioteca de los barones de Valdeolivos (casa Ric) en la localidad de Fonz. Allí se restauró y habilitó un espacio para la consulta y se financiaron trabajos técnicos de descripción del archivo, pendientes aún de publicación. La reactivación de los estudios sobre heráldica y genealogía ha dado nueva vida a este archivo.

Después de varios años de inactividad en este sentido, en estos últimos ejercicios presupuestarios se han consignado fondos para la adquisición de patrimonio documental: en 1998-99 fueron comprados los archivos señoriales de los condes de Argillo (Sanz de Cortés, Muñoz de Pamplona y otros) y el de los condes de Morata y marqueses de Villaverde (Martínez de Luna), desgajados en su

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día y hoy nuevamente reunidos y accesibles, aunque en proceso de catalogación. Lo más reciente es la gestión con los herederos de Coyne para adquirir el archivo y el equipamiento fotográfico del estudio con más solera en Zaragoza. En la reubicación y digitalización del Archivo de Juan Mora y en la digitalización del mucho menos conocido de José Galiay se han hecho inversiones importantes.

Se trata de dos líneas de trabajo bastante interesantes, por cuanto afectan a fondos (archivos privados y archivos fotográficos) que todavía es posible hallar en el mercado actual y de los que, por su origen, carecen los archivos públicos. En este sentido, la Diputación Provincial de Huesca ha conseguido consolidar una formidable fototeca, articulada en torno al fondo de Compairé, ha publicado una bella colección de catálogos y está dinamizando también la difusión y formación de especialistas con sus talleres de Huesca-Imagen.

4. LOS ARCHIVOS ARAGONESES DEL SEGUNDO MILENIO

Para los investigadores de cualquier época que acuden a trabajar a los archivos, tanto públicos como privados, los principales problemas radican en la cuestión del acceso. Esto se refiere tanto a las condiciones en que se realiza la consulta como a la ausencia de instrumentos de descripción satisfactorios y a la prestación de buenos servicios de reprografía. Todo esto debería solucionarse en buena medida con la adopción de una normativa común que regulase los requisitos y estableciese las circunstancias en que se materializa ese acceso: no sólo establecer horarios mínimos de apertura de los centros y hacerlos públicos junto con las acreditaciones que fueran precisas. En este sentido, sería deseable cierta homogeneidad. Al margen de las anécdotas que cada uno puede haber vivido, lo cierto es que en la mayor parte de los archivos públicos permiten acceder con la tarjeta nacional de investigador. Otra cuestión muy diferente son los archivos de titularidad privada, tanto eclesiásticos como de instituciones o fundaciones y en los doblemente privados de particulares o familias.

La Comunidad Autónoma, a través de su administración de archivos, debería regular estos aspectos y darlos a conocer mediante una Guía de Archivos de Aragón, que también estuviera disponible en formato electrónico como un recurso

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27 Otras instituciones han suplido esta carencia, como el reciente caso de la Diputación Provincial de Huesca: Proyecto de Reglamento del Archivo (BOP, núm. 263, de 15 de noviembre de 2001). En cierto sentido, el Decreto 12/1993 de creación, organización y funcionamiento del Archivo de la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón (BOA núm. 27, de 8 de marzo de 1993) también puede considerarse así.

de información, convenientemente actualizado. Supondría una gran ventaja para el investigador conocer de antemano todos estos datos y saber a dónde dirigirse para solventar las dificultades burocráticas del acceso.

La otra vertiente del acceso es, fundamentalmente, resultado de la labor de los archiveros, y se refiere a la manera en que los contenidos son comunicados a los usuarios. Normalmente hablamos de los instrumentos de descripción: de los índices, inventarios o catálogos de tal o cual fondo. También son útiles los cuadros de clasificación, que ayudan a orientarse en el archivo de una manera más general. En la mayoría de los casos, estos cuadros son pasados por alto, pero la identificación del productor del fondo, su dependencia orgánica y las fechas extremas de su producción documental son datos de importancia para calibrar el interés que puede tener determinado fondo para determinada investigación.

En todo caso, un buen reglamento para los archivos aragoneses, del que estamos ayunos a la espera de uno estatal, debería regular tanto la obligatoriedad como las características de esta clase de herramientas de trabajo, incluyendo el tratamiento de aspectos muy debatidos como la propiedad intelectual, la obtención de copias, etc.27.

El trabajo técnico en los archivos, al igual que ha sucedido en otros ámbitos, ha sufrido un gran cambio con la implantación de los modernos sistemas de tratamiento automatizado de información, a los que se han aliado y casi superpuesto los procesamientos digitales de imágenes, asociadas o no a un texto. En España, la celebración de la Expo Universal de Sevilla motivó al Ministerio de Cultura para la puesta en marcha de un ambicioso proyecto de digitalización de fondos americanistas del Archivo de Indias. Este proyecto tuvo sus apóstoles y también sus detractores. Se empezó con mucho ímpetu y luego el trabajo sufrió un parón. A pesar de los esfuerzos de difusión por parte de las firmas comerciales que lo sostenían, este programa no se ha difundido por otros archivos dependientes de la Administración Central, a diferencia, por ejemplo, de la política llevada a cabo en Bibliotecas con la implantación de estándares comunes en los programas informáticos de la Red de Bibliotecas Públicas del Estado.

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A la ceremonia de la confusión tecnológica se ha sumado la progresiva implantación de una norma internacional para la descripción de archivos, una norma que exige para su aplicación ser asociada a un sistema informático. No podemos esperar mucho tiempo más para la adopción de alguno de estos sistemas de información que cumpla también el requisito de compatibilidad, en el sentido de que todos los archivos que formen parte de una misma red puedan conocer el contenido unos de otros, intercambiar datos o incluso trabajar simultáneamente. Todas estas posibilidades informáticas existen y están disponibles, a nuestro alcance. Hay varias empresas en el mercado español que ofrecen productos que contemplan estas necesidades, incluyendo la difusión mediante las herramientas propias de la web. Necesitamos, más que nunca, que archiveros e investigadores lleguen a un acuerdo para el diseño de canales de comunicación eficaces y fiables.

Por nuestra parte, hemos dirigido nuestros esfuerzos a la mayor difusión de los archivos aragoneses y sus fondos a través de una página web, cuya URL es: http://www.aragob.es/edycul/archivos/ , además de implantar en el archivo de Zaragoza un acceso directo del usuario a las bases de datos.

No obstante, tal como se detalla en el punto último, se publica muy poco sobre archivos en Aragón.

Los centros, además, no están bien dotados de personal. Quizá esto sea un ideal o una utopía, pero es una demanda profesional muy fuerte desde los centros, cuyo funcionamiento se resiente por la falta de estructura organizativa interna del trabajo técnico. ¿Cuántas plazas de archivero, fijas o a tiempo completo, existen en este momento en Aragón? El nivel de dotaciones de plazas se mueve de forma casi inversa al crecimiento del volumen de documentación producida, recibida y por recibir en los archivos. ¿Podemos hablar de archivo sin que haya un responsable al frente, alguien capaz de informar con fiabilidad, de una manera independiente y científica sobre las fuentes disponibles tanto para una investigación a largo plazo como para la consulta puntual de un ciudadano?

Un archivo es un centro que ofrece servicios de información: información y servicio son los dos ejes sobre los que pivota su existencia. Muchos de nosotros no estamos dispuestos a perder el tren de las nuevas tecnologías, pero necesitamos el apoyo de las administraciones responsables con la dotación de más trabajadores y mejores herramientas de trabajo.

El servicio que se presta en los archivos debe entenderse en un sentido más amplio y quizá algo más complejo que en otros centros: incluye, además de la

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28. SÁNCHEZ HERNAMPÉREZ, Arsenio. Manual de planificación y prevención de desastres en archivos y bibliotecas. Ed. corr. y aum. Madrid: Fundación Histórica Tavera, 2000. Véase también el artículo de la profesora de la materia en la Universidad de Zaragoza: ALLO MANERO, M.ª Adelaida. «Teoría e historia de la conservación y restauración de documentos». En Revista General de Información y Documentación, vol. 7, n.º 1. Madrid: Universidad Complutense, 1997.

comunicación, la conservación. En ese aspecto, son centros más parecidos a los Museos, que muestran y conservan sus colecciones. Cada archivo debería tener una dotación adecuada en materia de conservación: esto afecta a las condiciones materiales de los depósitos, el control de las medidas ambientales precisas, el uso de contenedores adecuados, y, finalmente, la restauración de aquellas piezas que lo necesiten. Las corrientes más actuales en esta materia defienden posturas escasamente intervencionistas sobre los documentos y ponen mucho más énfasis en la práctica cotidiana de medidas de conservación.

En muchas ocasiones se ha denunciado la penuria de esta Comunidad en materia de restauración del documento gráfico. Pero, más que pedir talleres de restauración, deberíamos encaminarnos a exigir la presencia de un restaurador en los centros importantes, que podría prestar servicio a otros archivos menores y relacionados con él, y, en todo caso, promover la existencia de talleres para las emergencias, que podrían ser centrales en cada provincia e incluso ser utilizados por otros centros, como los museos con obra gráfica.

La microfilmación sistemática de los fondos documentales es una de las más graves carencias detectable en la mayoría de los archivos aragoneses. Sólo el Histórico Provincial de Teruel y el Municipal de Zaragoza cuentan con personal y dotación de maquinaria estables; el Provincial de Huesca ha sido equipado, pero por el momento es atendido por personal contratado, lo que dificulta una planificación a largo plazo.

El recurso al microfilm sirve como medida preventiva para evitar el deterioro y la manipulación innecesaria de mucha documentación cuyo estado de conservación aconseja su retirada de la consulta directa.

No es posible afrontar el próximo siglo sin que se proceda, a la menor brevedad posible, a la redacción de planes de emergencia para cada uno de los centros incluidos en el Sistema de Archivos de Aragón. Desde el punto de vista técnico, la administración de archivos es responsable de ello, y tiene la obligación de velar porque la conservación del patrimonio documental se realice en las mejores condiciones posibles, prestando para ello el asesoramiento del personal especializado de que dispone y las ayudas económicas necesarias28.

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29. GUERREAU, Alain. L’avenir d’un passé incertain, París, 2001, p. 95: «Poco a poco, se ha desarrollado en estos oficios un espíritu puramente «gestionario» [ausencia de preocupaciones científicas en la tarea diaria del conservador]. El mejor archivo es el que consigue tener la actividad de «comunicación» más visible. La importancia del depósito se mide en kilómetros lineales. Se encuentran en los archivos, bibliotecas y museos gran cantidad de conservadores que han recibido una muy conveniente formación como medievalistas. Incluso un medievalista de primera línea dirigió durante años los Archivos de Francia. Sin embargo, la participación de estos conservadores en el movimiento científico del medievalismo tiende a cero. Entre dos fuegos, me parece sin embargo que el futuro de estos cuerpos está entre sus manos: o bien son capaces de redefinir y reorientar seriamente su actividad hacia trabajos científicos, aunque poco vistosos, o serán laminados en un plazo de tiempo mucho más corto del que las peores previsiones hacen temer. Lo que no impide que haya aquí un problema que compete a toda la élite intelectual de la nación. En Alemania, los archiveros no se han transformado en almaceneros de dossieres contemporáneos».

Una última consideración, que considero obligado plantear, es la dedicación de muchos archiveros al estudio de las fuentes documentales conservadas en los archivos donde trabajan. Estos estudios pueden orientarse a los aspectos históricos o bien a los puramente archivísticos. La formación profesional que se exige a los facultativos de Archivos, Bibliotecas y Museos les capacita perfectamente para desarrollar estas tareas de investigación. En el caso de los Museos, parece evidente para todo el mundo que los conservadores compatibilizan las excavaciones arqueológicas o la investigación en historia del arte con su trabajo habitual de conservación y exposición de las colecciones. En el mundo de los archivos, además de la tradición de solventes investigadores, habituales por ejemplo en la plantilla de centros como el ACA, ha habido un reciente debate sobre los perfiles profesionales actuales cuyo resultado parece netamente favorable a esta opción. De hecho, el Código de Ética Profesional, propiciado por el Consejo Internacional de Archivos, así lo reconoce. Alain Guerreau, un medievalista justamente famoso, lo defiende sin perder su capacidad crítica: «No hay que olvidar que sólo se conserva bien lo que se conoce bien, y que es difícil pretender conocer verdaderamente los objetos conservados si no se ha consagrado jamás la menor investigación seria y continuada al respecto»29.

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30. El Centro de Información Documental de Archivos (CIDA), creado en 1977, se encarga desde esa fecha de la recopilación bibliográfica sobre esta materia. Ha creado una base de datos de bibliografía archivística llamada BARC que contiene las referencias que se hallan en su biblioteca. Desde 1980 publica el Boletín de Información [publicación periódica]. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Centro de Información Documental de Archivos, que da cuenta no sólo de las monografías sino también de los artículos aparecidos en publicaciones periódicas; de los trabajos en lengua extranjera, suele ofrecer un resumen, así como de aquéllos que tienen especial interés para la profesión. Abarca materias relacionadas con la archivística y ciencias afines: paleografía, diplomática, repertorios de fuentes, colecciones diplomáticas, etc. CRUZ HERRANZ, Luis Miguel de la. «La bibliografía archivística española». En Archivamos, n.º 36-37 (2000), pp. 64-68. Este autor, facultativo destinado en el AHN, es el continuador del trabajo de Luis Sánchez Belda, y se encuentra detrás del CD-ROM Bibliografía archivística española (1962-2000). Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Secretaría General Técnica, 2000, que contiene 3.647 registros. Hay otras bibliografías sectoriales, como la de CERDÁ DÍAZ, Julio. Archivos municipales españoles: guía bibliográfica. Gijón: Trea, 1999.

5. ARCHIVOS Y PATRIMONIO DOCUMENTAL ARAGONÉS.LA PRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA DE UN CUARTO DE SIGLO

En este punto, es obligado recurrir a la consulta de las bases de datos. Tres son las fuentes principales de información disponibles en estos momentos. En línea, son accesibles las bases de datos del Centro de Información Documental de Archivos (CIDA), dependiente del Ministerio de Cultura, en la dirección de internet http://www.mcu.es/bases/spa/barc/BARC.html. También son útiles los catálogos y bibliografías de tema aragonés elaborados por el Instituto Bibliográfico Aragonés (IBA), del Gobierno de Aragón. La dirección es http://www.aragob.es/edycul/bibara/pagiba/iba1.htm.

Además, con motivo del Congreso Internacional de Archivos celebrado en España el año 2000, el Ministerio de Educación y Cultura editó en CD-ROM una Bibliografía Archivística Española (1962-2000), obra de Luis Miguel Martínez Cuenca, de fácil consulta30.

Los resultados de las búsquedas realizadas ofrecen un panorama bastante completo de la bibliografía especializada producida desde 1978 hasta la fecha, revelando las áreas prioritarias de interés para investigadores y archiveros. Aragón como materia aparece en 160 registros de la bibliografía del CIDA, la más amplia en sus criterios de recopilación. Búsquedas sectoriales por cada una de las tres provincias no alteran apenas este resultado. Entre las monografías, el mayor peso corresponde a los estudios y ediciones de fuentes, incluyendo aquí

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31. Ediciones más significativas de fuentes documentales: la Inquisición, por A. Sesma; documentos para la historia del trabajo, por A. San Vicente; el fondo Casa de Ganaderos, por A. Canellas y J. A. Fernández Otal; Colecciones Diplomáticas Municipales de Huesca y de Jaca, por C. Laliena y C. López, respectivamente; los Cartularios de La Seo, por A. Canellas; Cartas de población, por M.ª Luisa Ledesma; Ordenanzas de gremios, por M.ª I. Falcón; colecciones diplomáticas de reyes aragoneses: Sancho Ramírez, obra póstuma de A. Canellas, Alfonso I, por J. A. Lema y Alfonso II, por A. Sánchez.

32. Proyecto de organización de archivos eclesiásticos aragoneses. Zaragoza: Comisión Regional del Patrimonio Cultural de la Iglesia en Aragón, 1995. Trabajos de P. Gay Molins, J. M. López Villalba, M.ª A. Allo Manero y M. A. Esteban Navarro.

33. UDINA MARTORELL, Federico (dir.). Guía histórica y descriptiva del Archivo de la Corona de Aragón. Madrid: Ministerio de Cultura, 1986. Archivo General de Simancas: guía del investigador. Madrid: Ministerio de Cultura, 1989. CRESPO, Carmen. El Archivo Histórico Nacional. Guía. Madrid: Ministerio de Cultura, 1990.

34. Un ejemplo de exposición que dedicó mucha atención a los documentos de archivo: El conde de Aranda [Catálogo de la exposición celebrada en el Palacio de Sástago. 1 de octubre-13 de diciembre de 1998]. Zaragoza: Gobierno de Aragón; Diputación de Zaragoza; Ibercaja, 1998.

la proliferación de ediciones facsímiles, seguido por los inventarios y catálogos de fondos locales: municipales, parroquiales, diocesanos, etc., o de secciones de archivo muy concretas31.

Como obra colectiva destinada a una clase especial de archivos, debe destacarse la publicación en 1995 del Proyecto de organización de archivos eclesiásticos aragoneses, que abordaba sobre todo cuestiones técnicas32.

Son, sin embargo, lamentablemente escasos los títulos que ofrecen información general y de uso para los investigadores del tipo de las guías de archivos: sólo se han publicado las de los Históricos Provinciales de Huesca y Teruel y la del Archivo de la Diputación de Zaragoza, obra de sus respectivas directoras. A éstas, de archivos aragoneses, deben añadirse las guías del Archivo de la Corona de Aragón, de Federico Udina, editada en 1986 (hoy agotada); la muy esquemática del Histórico Nacional, elaborada por Carmen Crespo en 1990, y la guía del investigador del Archivo General de Simancas, del año 1989. Todas ellas publicadas por el Ministerio de Cultura33.

Las celebraciones, conmemoraciones, exposiciones y otros eventos culturales que tanto éxito tienen como fórmula de fasto cultural en estos últimos años han dejado testimonio perdurable de su efímera existencia en los catálogos, destacando por su continuidad aunque de orientación, más bibliográfica a pesar del título, las Muestras de Documentación Histórica Aragonesa34.

María Teresa Iranzo Muñío

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35. Colección «Archivos Aragoneses», editada por la DGA: LONGAS, M.ª A. y VELAS, M.ª E. Archivo Municipal de Villarroya de la Sierra. n.º 1. 1988. RIVAS PALA, María. Archivo Histórico Provincial de Huesca. Guía del investigador. n.º 2; 2.a ed., 1995. GONZÁLEZ MIRANDA, Marina. Fuentes documentales para la historia de Tarazona: Pleitos civiles (1712-1870). n.º 3. 1990. ID. Fuentes documentales para la historia de Daroca: Pleitos Civiles (XVIII-XIX). n.º 4. 1990. RIVAS PALA, María. (dir.) Archivo de Joaquín Costa: Inventario de los documentos conservados en el Archivo Histórico Provincial de Huesca.nº 5. 1993. SERRANO GONZÁLEZ, Reyes. Archivo Histórico Provincial de Teruel. Guía. nº 6. 1993. CASAUS BALLESTER, M.ª José. Archivo Ducal de Híjar: catálogo de los fondos del antiguo ducado de Híjar (1268-1919). n.º 7. 1997.

36. Estado Actual de los Archivos con fondos aragoneses. I Jornadas de Archivos. Madrid: Ministerio de Cultura, 1981. II Jornadas de Archivos. Zaragoza: Ateneo, 1982. PÉREZ SARRIÓN, Guillermo (editor). El patrimonio documental aragonés y la Historia (Actas de las III y IV Jornadas de Archivos Aragoneses). Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1986. Actas de las V Jornadas de Archivos Aragoneses. Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1994. Actas de las VI Jornadas de Archivos Aragoneses. Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1996.

En estos momentos, sólo hay una colección con siete títulos dedicada a los archivos aragoneses, que lleva precisamente ese título y está patrocinada por el Servicio de Archivos de la DGA35.

En ausencia de una nutrida representación de publicaciones específicas sobre archivos aragoneses, los artículos recopilados en las reuniones científicas periódicas son una fuente de información relevante. Entre éstas, deben citarse en primer término las Jornadas de Archivos Aragoneses, desde su primera edición en 1980 a la sexta, celebrada en 1994 y publicada en el 96, con motivo de las séptimas, aún inéditas36. También los muchos trabajos aparecidos en las JEAESA desde 1978 y posteriormente en las Jornadas de Metodología y en estos Estudios en el umbral del siglo XXI, desde 1999. No se pueden olvidar los Congresos de Historia de la Corona de Aragón, cuya décima reunión tuvo lugar en Zaragoza en 1976, aunque las Actas vieron la luz en 1984; de la última, celebrada entre Barcelona y Lérida en el 2000, sólo se dispone de un preprint. Otras reuniones de carácter más localista, como los Encuentros de Estudios Bilbilitanos, que ya van por su quinta o sexta edición, o los Encuentros sobre Historia Contemporánea, también dedican cierta atención a temas de archivos.

El universo cambiante de las publicaciones periódicas siempre depara sorpresas. Hay muchos títulos que suelen albergar entre sus páginas trabajos de investigación sobre archivos. Entre las revistas aragonesas, Aragonia Sacra (n.º 1, 1986) destina una sección específica a los archivos eclesiásticos. También se publica sobre archivos y documentos en Revista de Historia Jerónimo Zurita, Aragón en la Edad Media, Argensola, Teruel, Emblemata, Artigrama, Seminario de Arte Aragonés, Archivo de Filología Aragonesa, Turia, Boletín de Mas de las Matas, Suessetania, Cuadernos de Estudios Borjanos, Turia, Xiloca y Cuadernos Caspolinos.

Archivos

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De menor calado, otras publicaciones más cercanas al periodismo, pueden ofrecer informaciones interesantes relacionadas con el patrimonio documental local, así Trébede, El cierzo oscense, Ador, El gurrión, Jacetania, etc.

Sería impensable olvidar todo cuanto se publica en revistas editadas fuera de Aragón:, títulos como el Anuario de Estudios Medievales, Boletín de ANABAD, Miscellanea Barcinonensia, Estudis Castellonens, Hidalguía, Memmoria ecclesiae, Signo, La Ciudad de Dios o L’Avenç deben ser consultados para estar al tanto de las referencias que vienen de otros parajes, aunque en ocasiones son obra de autores aragoneses.

El último tipo de publicación colectiva donde se pueden hallar referencias a los archivos aragoneses son las que concitan los homenajes a personas cuya actividad profesional estuviera relacionada de una u otra forma con ello: José María Lacarra, Antonio Durán Gudiol, Justo García Morales, Federico Udina, entre otros, son destinatarios de trabajos sobre estos temas.

No puedo dejar de mencionar aquí los estudios que tanto los profesionales que trabajamos en los archivos como los docentes universitarios de archivística dedicamos a temas de nuestra especialidad, quizá algo alejados en su orientación de los intereses prácticos de los investigadores y usuarios, pero que son, sin duda, un indicio más de la vitalidad o quizá la mala salud de los archivos en Aragón.

Toda reflexión actual sobre producción escrita en España, y más aún si se trata de temas de interés sectorial, tropieza con graves inconvenientes derivados de los bajos índices de lectura y la fragmentación del sector dedicado a la distribución y comercialización de los libros. Los criterios habitualmente manejados desde esas perspectivas no son compatibles con la edición de libros sobre archivos, pero todos los concernidos –profesionales e investigadores– sabemos cuánto nos puede ayudar un buen catálogo, una guía actualizada o un inventario detallado que esté disponible en la estantería para responder a las consultas que diariamente surgen en nuestro trabajo. Por eso debemos seguir escribiendo sobre nuestros archivos y sus fondos y pedir a las instituciones que tienen responsabilidad sobre ello que destinen una pequeña parte de su presupuesto a la publicación y difusión de las obras sobre el patrimonio documental aragonés.

María Teresa Iranzo Muñío

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A MODO DE CONCLUSIÓN

A pesar de que es una evidencia casi científica que los archivos no le importan a casi nadie, como decía un colega al inicio de su trabajo sobre el derecho de acceso, para los que nos reunimos aquí significan mucho: son nuestro trabajo, a ellos dedicamos nuestra actividad profesional y somos conscientes de la importancia que debe concedérseles al menos en dos aspectos: como centros de conservación y difusión de toda la información histórica que sirve de base para profundizar en el conocimiento científico de la realidad cultural de Aragón, y también como un servicio público esencial en la construcción de las conciencias ciudadanas, propiciando la implantación de políticas democráticas de acceso y difusión de estos fondos documentales. Hay mucha historia, pero también mucha realidad y mucha sociedad actual entre las paredes de los archivos aragoneses esperando a quien necesite y sepa interpretarlo. Por ello, estoy convencida de que, en el siglo XXI, los archivos aragoneses ocuparán el lugar que verdaderamente les corresponde, no el que les ha tocado representar hasta la fecha, sino aquel futuro por el que los presentes en estas Jornadas luchamos por conseguir todos los días.