Arbol más hermoso (Poetry), by José Millet

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4 CÁrbol más hermoso José Millet

Transcript of Arbol más hermoso (Poetry), by José Millet

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CÁrbol

más

hermoso

José Millet

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Premio de poesía “Jose´María Heredia”, de la UNEAC (1985)

Santiago de Cuba, 198… Coro, Venezuela, 2009.

A mi abuela mambisa Caridad “Cacha” Pérez: raíz y semilla.

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“El árbol cuando florece, siempre descubre su sitio y enseña su nombre”.

Alí Primera

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Velar armas de un poeta de la tierra de “El desterrado” en el Pueblo de los Vientos.

“El que su tierra no adora tiene espíritu prestado”.

Alí Primera

Reivindico la libertad de la roca de mantenerse en su sitio,inconmovible al viento que la bate, en la tierra o en lo más alto,o a las olas que la golpean en el cortante acantilado. De vivir ymorir donde se quiera. Algo he de haber aprendido de la filosofíade la naturaleza salvaje e indomable de la cual soy criatura,pero a su vez Creador. Se nace donde no se ha pedido nacer; semuere, donde uno quiere y de la forma en que uno lo decida. Soyalguien de hechos más que de derechos. Rechazo, como Alí, laprotesta por considerarla infantil. Me precio de jamás habersolicitado caridad ni nada que no sea un puesto en la línea delcombate por la vida. Me guío por la regla de la dignidad seguidapor los seres más sencillos que habitan ahorita conmigo en estesitio del planeta elegido: del cují y del chivo, de quienes heabsorbido más saber, en estos cuatro años de exilio auto impuesto,que en todos los libros consumidos en la ingesta intelectualdenominada “carrera universitaria”, por la cual expiden unpergamino, firmado y sellado con cuño seco, que es el que vale.Pongo mi vida por delante: ella son obras, positivas yverificables, de principio a fin. Como Martí—déme Venezuela en quéservirla y ella encontrará en mí un hijo—y Carpentier, que vino

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aquí por poco tiempo y se olvidó de su partida ante la fascinaciónde lo descubierto: así vinieron a dar mis huesos a este bello ydesemejante país, cuyo pueblo no pide cédula de identidad paracompartir su destino. Aquí estoy a su lado transitando por elriesgo común de cada uno de sus hijos al pararse, saludar el Soly echarse a la calle; ajustado a su ley y estilo de vida, tal vezúnico en el planeta: la riqueza que entra en la bolsa fluye entrelos dedos y se va corriendito, como arena de estas dunas que nosrodean, en Curiana, tierra pechada con sangre de aborígenesrebeldes, que recibieron a punta de flecha al invasor europeo, decompostura insurrecta de raíz afro, constituida en la recianobleza del insurrecto José Leonardo Chirino y de historia bravía,con Josefa Camejo como símbolo de atrevimiento y valentía.

Tal vez porque nunca, en cuarenta años de trashumancia por sitiosdel mapamundi, experimenté en carne propia, como ahora, vivirentre dos mundos, me esforcé en recuperar los originales dealgunos de mis libros inéditos dejados atrás, en una isla delCaribe: estaba seguro de que me devolverían parte de la memoriaque corre riesgo de perderse cuando se está lejos de la patria,sin poder volver a las fuentes originales donde reforzar lasconexiones psicológicas que se debilitan con el paso del tiempo.De ahí que me aplicara escribir unas notas autobiográficas “deurgencia” que di a conocer a través de la araña digital que poneel mundo en un pañuelo llamada internet. Al menos dos de aquéllos,volvieron a mis manos en una “operación rescate” que llamé “MaríaLionza” por una razón secreta que algún día se sabrá: mi hijomenor viajó de la ciudad Holguín a Santiago de Cuba, donde logrósacarlos, de entre mi “biblioteca personal” que yace secuestradaen lo que fue “mi” apartamento, en el reparto Pastorita Núñez,donde transcurrieron “aquellos años felices”, tal vez los únicos,junto a mi familia…y donde crecieron mis cuatro hijos: Tania,Alejandro, Ernesto y Joseph James, desde 1982 hasta que sehicieron adultos y echaron a volar.

Estos versos terminaron de brotar en la tierra donde nació JoséMaría Heredia, el poeta más trágico y admirable que mi patriahaya dado al mundo y obtuvieron en 1985 el premio que irónicamentelleva su nombre, otorgado por la Unión Nacional de Escritores yArtistas de Cuba (UNEAC). El laurel, lo compartieron con otrolibro de la autoría del “Quijote del Caribe”, mi hermano Jesús CosCausse () cuya muerte me desgarró al punto de escribir el poema“De qué murió Cos Causse”, por el que tal vez me haya dado aconocer en mi condición de lírico o “escribidor de versos”,

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expresión ésta con la cual no rechazo el gremio, sino que me sitúoen mi debido sitial: en el de simple “bachiller en ciencias yletras”, que para mí es el honor mejor otorgado a mi índole dejoven aspirante al título de caballero andante, alcanzado con lasarmas en la mano y bajo la bandera no de ningún amo ni señorfeudal, sino de la libertad de la Humanidad. Se impone una minutade historia para el público foráneo que los leerá. Cómo regresarona mis manos?. En ocasión de la VI Bienal Internacional de poesíaElías David Curiel realizada aquí en septiembre 2008, viajaron enuna caja de cartón, cuidadosamente alijada por las manos del poetaReynaldo García Blanco, que las recibió de las de mi hijo menor,junto con los objetos sagrados de mi madre y los míos, que yotenía colocados encima de la mesita de noche, en el cuartodormitorio del amor y de ¡tantas memorias de mi hogar¡ queentristecen de sólo traerlas al presente. En su trayecto por lasaguas del Caribe, viajaron junto a mi Ifá, a la imagen santiaguerade la Virgen de La Caridad de El Cobre, de donde procedo y a la deMaría Lionza, reafirmando el árbol con flores de sangre y espírituque une a dos pueblos cobijados bajo su sombra luminosa.

Como podrá poder apreciar cualquier lector medianamente avisado,por ellos transita un tono en ocasiones melancólico y en otrasacre, dictado por las circunstancias vividas en el aciago año de1980, que se sintetiza en una palabra clave: Mariel. Comenzabaentonces otro capítulo de las “décadas oscuras” que llevaría amuchos cubanos al exilio, incluidos muchos artistas y escritores.Afortunadamente, y gracias a la valiente intervención del camaradaJoel James Figarola que me rescató del martirio en que me vienvuelto absurdamente en Holguín, sin haber hecho otra cosa quecrear y manifestar lo creado, pude establecerme nuevamente enSantiago de Cuba, donde fundamos la institución Casa del Caribe(1982), que pasó a la historia cultural del país y de toda laregión del Caribe como una de las más valientes, aguerridas ycreadoras. Desde esa fecha hasta la muerte de Joel, ocurrida en el2006, me dediqué casi de modo absoluto a dos actividades a las quedediqué mis mejores energías y años de juventud: a establecerrelaciones con los pueblos que habitan la región, medianteintercambios artísticos y académicos, y a la investigacióncientífica de las culturas populares. Dejé a un lado la críticaliteraria y artística, la creación como escritor, y me concentréen la antropología cultural. No obstante, logré terminar treslibros de poesía, uno de los cuales perdió un poeta a quien se loentregué para que lo publicara. El libro que ahora coloco en tus

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manos es fruto de las mencionadas circunstancias del éxodo masivoy de golpe, por vía marítima, de más de cien mil cubanos hacia elNorte, y expresa la elevación de espíritu que el artista eintelectual comprometido con la Revolución está obligado aadoptar.

Del papel amarillento en que los escribí en mi vieja Underwood(¿correrá la misma suerte de mi apartamento siquitrillado?) lostranscribo al ordenador para devolverlos a la Humanidad a la quepertenecen y darlos a conocer, en acto de justicia poética porqueellos me acompañaron durante muchos años de naufragios yvicisitudes, como buenos soldados: disciplinados, en silencio ysin chistar, junto al resto de “mis libros y demás papelesmanuscritos” cuyo destino final no sé cuál será. Duranteveinticuatro años se mantuvieron “a la altura” de los principiosque adornan al guerrillero que los creó: sincero, leal y amigo, ala espera de que volviera a ocuparme de ellos para llamarlos alcombate. Correspondiendo a su fidelidad, los publico como losdictó el corazón y los cinceló el pulso, sin alterar coma niañadir un punto. En el proceso de acomodo del cuaderno, originalfue revisado por el poeta “Ignacito” Vázquez Espinosa, compañerode estudios universitarios, cuyas indicaciones y el trabajo deorfebre relacionados con la factura siempre recordaré con elcariño que él merece, aún más porque siempre me ha acompañadoaquella imagen del poeta arrojándose desde el techo al monumentalpatio de concreto del Colegio de Dolores, cerca de donde élejercía la docencia. Tal vez estos versos conserven, sin embargo,la sonrisa de aquel amigo con quien compartimos tantas veces enlas aulas, las calles de nuestro Santiago de Cuba o en la casa denuestro inolvidable profesor Ricardo Repilado Parreño.

J.M.

Coro, Patrimonio de la Humanidad, mayo 25.2009.

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Árbol más hermoso

Con el mismo brazo

Cargado de frutos

Con que fuiste azotado un día,

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Un día serás laureado.

No se pudran las hojas

En tus manos. Abierto

Mantén el pecho y limpio

El fuego de tu fragua.

Tampoco enturbien tus ojos

Esas pasajeras aguas:

Permite que por ellas corra

Aquel finísimo arroyo,

Desgajado de los montes,

Que los acunó en tu infancia.

No tiemble el Sol en tu piel,

Ni la neblina descobijes de tu cuerpo:

Un aluvión de flores,

De pétalos esparcidos al viento

Habitará tu frente

Por los días de tu vida.

En este lado nacerá un lirio;

En este otro, parirá un cerezo

Frutos sin luto ni sombras…

Por los poros te brotará el ramaje

Hasta tocar con las yemas el cielo.

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Palparán tus entrañas los humanos

Cuando toquen las flores.

Árbol más hermoso no conocerá,

En largo tiempo, la tierra.

Árbol

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A Julián Mateo y La Fela, su poema

De la palma,

El viento en las alas.

Del laurel,

El ancho de sus copas.

De la ceiba

El más oscuro signo.

Del roble

El robledal.

Del naranjo,

La abeja en el azahar.

Del pino,

Su coro nocturno.

Del cerezo,

La sombra en la corriente.

Del ciruelo,

Un sauce a cada lado.

Del júcaro,

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El nido en las ramas.

Del almendro,

Claustros reverdecidos.

De la caoba,

Los primeros juguetes.

Del cedro,

La mesa del almuerzo.

Del guayacán,

Yugo, cepo, dogal.

Del guayabo,

La montería del cerdo.

De la menta,

Las curas de mi madre.

Del bejuco,

El ,camarada abrazo

De la guásima,

El perro ahorcado.

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De la güira,

El son.

De la anacahuita,

El sueño de los pájaros.

Del cupey,

Mi cupeicito.

De la yagruma,

Las olas rompiéndose en las rocas.

Del jobo,

El ojo asustadizo de la jutía.

De la yaba,

Abuelo en el taburete.

Del jagüey,

Los puñales.

Del almácigo,

El alma en pie.

Del jiquí,

Un tronco.

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Del framboyán,

El frente de mi casa.

Del árbol,

La tierra.

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Naturaleza muerta

A IgnacitoVázquez Espinosa

Un pájaro

Deshabitado

Entre las hojas.

Su canto,

Serpenteando

Al borde de las aguas.

Doradas escamas,

--sus plumas--,

Que se alejan en las ondas

Y mueren en el marco.

El ojo, negro,

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De una extraña fijeza,

No se ha repuesto al disparo,

…oscuro orificio

Que le crece dentro.

Ala que no rompe el cristal,

Pájaro entre las hojas.

Conjuro

Sol:

Haz que la hoja

Desprendida de la rama,

Vuelva a su fronda.

Y al fruto

Que en el claustro húmedo y oscuro

De la flor yace,

Viértelo en fruta madura.

Y a la semilla que mañana

Aventará el viento,

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Conviértela en árbol de actuante levadura.

Haz que yo sea un tiempo

De árbol, flor, fruto y semilla.

Baladilla vegetal

¡Qué oscuro ruido

En estas dos hojas ¡

Una no es reverso,

La otra no es escudo

Y son una las dos.

Quise poner en verso

Que eran, de un pino,

El mismo follaje

Y al papel vino

A estamparse el ramaje

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De todos los árboles.

En sucesivo oleaje

Las maderas

Tocan mi puño:

En mi puerta

Un pájaro se detuvo

A limpiarse el plumaje:

Las oscuras hojas

Que ahora son dos aves.

Variación al tema árbol con sol

A Luis Díaz, hermano

Si mis manos

Ahora son las ramas

De este mismo naranjo

Donde picotean los pájaros,

Y mi aliento,

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La médula del almendro

Donde nos cobijamos,

Coplas de un amigo

--ni alegres ni tristes—

Van diciendo las aves

Que en mi copa anidan.

(Flores no dibuja el viento

En su pañuelo de luto.)

Mi voz no repite el eco:

Más bien la tierra,

Con su acento animal,

La está repitiendo en la herida.

(Triste es el serrucho

Cortándome el centro.)

Hermano,

La verdad no es el otoño,

Es ese Sol

Palpitando de flores

Que entona con tu voz

Sus verdes coplas.

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Coplas de un amigo

--ni alegres ni tristes--,

Está el Sol diciendo

Encaramado en su fronda.

(En el cementerio de Jiguaní, última reserva indígena. 1981)

Sortilegio

Un rayo de sol

Entrega al cerezo.

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(No porque sabio se crea,

¡Por puros destellos¡)

Una gota de rocío

Da a la mañana.

(No parece lluvia:

En él dos nubes chocan)

Agudos alfileres

El rumor de las ramas

Clava en tu pecho.

Un árbol florido, una sombra

En medio del desierto,

Clavos buscando el madero,

Raíces que flotan en la corriente,

Un abrigo, una mano, un bastón…

¡ urgente¡,

si en las copas no anida un amigo.

(Si es el viento

Quien bebe en la flor,

Camarada de raíces

Mientras vivas.)

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Un caballo, una vara, una piedra por almohada,

Una llave que no abre, una tumba sin regadera,

Un rostro pálido que me persigue, un libro abierto,

Un gajo, una sola columna, una pistola encargada,

Una cueva, la misma sonrisa, una guitarra,

Siempre el viajero sin mapas ni brújulas al uso,

Un traje que no me he puesto nunca, lleno de lomas,

Una cadena sin levita, un niño, un girasol que me mira,

El agua, el fuego, mi mujer.

Una hendija por la que vea la luz,

Una gota minúscula

El beso tierno al amanecer,

Dos nubes que chocan en la noche del amor,

En el claro cielo donde no tengo señor ni dios

Ni una hostia de la que arrepentirme.

Sin consignas ni un coño¡¡

Cabalga en el huracán

El árbol con su flor.

Oda mínima

A Holguín y sus holguineros

A las crisálidas

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De esta floresta

Les está prohibido

Tejer y destejer la seda

Con dedos de viento levantisco.

Los dedos del sol

Deben servir de husos

Al estampado vegetal,

Reza el mandato.

Las hojas inéditas

Del ciruelo

No sirven de nido

A las piérides:

¿Será porque un viento pícaro

Con sus alfileres

Abre mil flores y no hay vírgenes?

[1980…Mariel}

Leyenda

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A Sonia, en recuerdo de signos de sangre en su tierra mapuche

Sátiro insensato

Fue entre las flores.

Se arrebujó en los pétalos

Semejando fieros animales.

Amó el tierno ópalo

Del crepitar de las olas

Y la inmensidad del cielo.

Amó, más allá del horizonte,

Las tibias noches con estrellas.

A una ruda soledad se entregó

Con cierta sonrisa antigua.

Se paseaba por el bosque

Detrás de las amapolas.

Cazaba fugaces amapolas

Para devolverlas al viento.

A esa antigua dicha se entregó

De jugar a la inocencia,

Hasta que un sol con espada

Coronó danzando su frente.

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Maldición de un espíritu ebrio:

No reconoció distancias,

Confundió profundidad con altura,

No reconoció los signos del trueno y la cosecha.

Como una estrella que quema

Retuvo el sol en los dedos

Y se desparramó en un rayo

Cuando esperaba la lluvia.

Cierta luz bañó su cuerpo

Prolongando la noche entre besos robados.

De nada le valió llevar en la frente

Halo de ángel inocente.

Sátiro insensato

Fue entre las flores

En árbol cazador de estrellas

El sol lo trocó.

Un rabo de nube

Baña sus ojos,

Y entre las ramas

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Lo aprisiona el viento.

Pequeño dominio

Cocuyo que te escurriste

Por la ceja del monte,

Róndame el aliento.

(Cien potros en el vuelo

Y, en el ojo,

Un pájaro yerto.)

Los gajos acunen la noche

Y, las raíces, la corriente.

Lechuza que heriste el párpado

En la vaguedad del horizonte:

Clávame en tus garras

Cuando al amanecer

Emprendas vuelo.

Caracol que la luz lames

En la proa de mi nave:

Dame tu hogar transeúnte

Con sus oscuros duendes.

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Caracoles que ayer

Cubrían mi cuerpo:

¡Cúbranlo de flores¡

Trillito que serpenteaste

Con timidez el monte:

¡Retenme en el espejo ¡

Voy por tus ojos negros,

A la oscuridad que escondes…

Una lámpara volando

Dentro, muy dentro, veo

Y un caballo encabritado

Impide seguir tus pasos…

Me salvan de sus coses

El arroyo y tu paloma.

Peña que oíste mis voces,

Envíame las piedras

(El dolor yo prefiero

A traicionar la huella.)

Eco que en la lluvia

Dibujaste mi signo,

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Nada escribas encima.

Un árbol da sus soles

Si fuego lleva dentro.

Árbol que guardaste mis hojas

En décadas largas y oscuras,

No te rindas al invierno¡¡.

Sin alas… ¡se puede volar¡

Dos alas tienen este árbol

A un pájaro parecido:

Una lo impulsa al nido;

La otra, a la corriente.

Como caoba es el tallo

Lleva en su copa una flor.

Una sola dirección

Emprende en la sabana

Cuando bate sus dos alas:

Una, al mar, al horizonte,

Donde se pierde la vista.

Con exactitud apunta

Siempre al remontar el vuelo;

Con fijos ojos despunta.

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Esta le viene del monte

Donde revientan los nidos

Yemas de la nueva vida;

La otra, del río crecido.

Y así, moviéndolos a saltos,

Ambas alas, muy unidas,

Impúlsanlo a lo alto.

Aventuras de una semilla

En Ivonne, por gracia concedida

En tu vientre planté un árbol

Impenitente a la ternura de las hojas.

Con las yemas de las ramas

Toqué el azul del espacio.

En tus caderas acumulé nubes

Contra una estación.

Creció este árbol

A golpes de sueños.

Las raíces bebieron

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Humus.

El tronco fue hecho de flor y ceniza.

Por las ramas subieron

Libélulas

Sus ansias.

Un gajo rozó la galaxia:

Una rama pintó

El otro árbol en el cielo.

Y pintó nubes

Y pintó lluvias

Y pintó soles

Hasta que se iluminó todo de verde.

Tocó el ángel su trompeta:

Un rayó descobijó la fronda

Y las aves volaron en bandadas.

Fue encendida una hoguera

Donde quemaron colmillos y garras

Y se alzó la fronda.

Y alimentaron

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El fuego de las verdes hojas.

Hasta que crujieron las velas.

Un grillo entró

En el corazón del árbol pintado

Y las piedras resucitaron:

Se conoció lo que había escrito

En el dorso de cada hoja

Cuando el sol escapó furtivo

Por un oscuro horizonte.

Aventó el viento

La semilla

Del árbol que sembré en tu vientre.

Y volvió la lluvia

Y el verde a las ciudades

Donde encendidos maderos

Alimentados por la ternura

Fertilizaron tus yemas.

No tuvo el árbol que dibujarse en el cielo

Sino en el fondo del grandioso río.

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Escaramuza con las estrellas

A las ramas

Que en el cielo caracolean

Doy mi brazo firme.

Caballos forman, y montes,

Con breves golpes de hojas.

Al humo tornándose fruto;

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A la neblina, en gigantes…

Devuelvo la sonrisa.

En monstruos sublimes

Truécase la materia

Proteica de las ondas;

Y en larga espada de polvo,

Una manga de polvo.

Del árbol la resina

Revuelvo en la retorta

Donde se vuelven memoria

Las cosas más reales.

Cuántas ilusiones rotas

En una sola pompa

De jabón desvanecida…

Qué enérgico mi caballo

Despedazando las huestes

Contrarias, y no otra cosa

Son que pedazos de madera.

Las ramas y las estrellas

Se aprestaban al combate

Cuando un viento de galaxia

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Las sumió en el sueño.

Grillo en el parnaso

Con mi himno

La piedra trueco

En almohada.

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Como un pino

Vibro acariciado por el viento ¡

Llevo el sueño del río

En el cuerpo;

Algodón son las aguas,

Calzas de mis pies desnudos ¡

Seda es mi garganta

Si decido alegrar el mundo.

En la caja de mi violín

Se solapa el bosque:

La tristeza no conoce

El triste, cuando yo canto:

Caben en sus cuerdas

Todas las notas:

El papalote del niño

Y la calavera de un vejo.

Salto en el ojo del monte.

Del metal y del fuego,

De animales y hombres,

Hasta de flores amargas

Dan fe mi cuerpo

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Y sus escamas brillantes.

Una música es un fuego

Que calienta y alumbra:

Desde una rama ciega

Esta música revienta.

Con mi himno voy,

Con mi himno vengo,

Como un pino vibro

Rozado por el viento.

La siembra anuncian las hojas

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Los senderos llevan

Al lóbrego estero.

Un ave desde su nido

Levanta el vuelo.

Los pichones en la frente

Llevan la ceja del monte.

Cómo no escuchar los trinos

En aquella rama ciega ¡

Si las semillas que vierte

No las avienta el viento…

--¡Corran, corran aguas del estero¡

Traigan su canto temprano:

Los animales puedan limpiarse

De lodo el pelaje.

Quieran los helechos

Ungirme con su sangre;

Y los arroyos fríos

Cubrirme con sus piedras.

Cómo se escucha el trino

Del ave que no se posa

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En esta rama seca…

Es la caricia más duradera

El abrazo del bejuco

Y el calor de la tierra.

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Planeta verde

A Tania, Alejandro y Ernesto.

Un júcaro anciano

Se quejaba de su vejez:

“Apenas tengo cobija,

Aves ya no pican mis frutos

Y, como no estoy abrigado,

Paso frío y no doy sombra.”

Un chipojo anidad,o

Entre las ramas,

Respondió la queja:

“no podrán dolerte las raíces,

Que tanta tierra conocieron!

A cuántos diste albergue

¿Cuántos pájaros anidaron en tus ramas?

Pregunta al viento

Los distantes sitios del planeta

Adonde esparció tu cimiente.

Alegraste las flores del bosque,

Saciaste con tu fruto al sediento,

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Y quizá mañana sirva tu madera

Para mesa de cualquier casa.

Si las razones no te convencen,

Desencórvate y levanta la vista:

Estos arbolitos que te rodean,

¿no son hijos de tus obras?”

El júcaro iba replicar

Cuando una pareja de perdices,

Recién venida de sus bodas,

Se detuvo en una de las ramas

Con una brizna de hierba

Entre las patas.

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A la sombra de los cerezos en flor.

Para mi hijo Joseph James M. M.

Yo planté un cerezo

En el claro del monte.

Mi ojo estuvo atento

Al retoñar de las hojas.

Mandó aguas el cielo

Y los animales abonaron la cimiente.

Fornidas raíces buscaron el centro.

El sol bendijo la fronda con un soplo

De luz.

Mi árbol conoció la dicha

De las ramas robustas.

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A veces le molestaron

Los inquietos pájaros.

Un día cesó de crecer

Y le faltaron las fuerzas.

A los lejos descubrió

Que había otros árboles;

Uno extendió hasta él

Un inmenso gajo

Y la inclemencia del cielo

Cesó por un tiempo.

Otros le rodearon

Impidiendo que el viento

Castigara su ramaje.

Le dijo el más joven:

“un árbol puede estar solo

Entre los mismos árboles:

Tenemos lo que tú tienes

Y pasamos por ese instante

En que nos abandonaron los padres.

Ya ves, ni aun así has estado solo,

No te oculto que tendrás

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Que vértelas por ti mismo

De aquí en adelante.”

Vino la primavera

Y las hojas a sus ramas,

Brillaron las flores al sol

Y pronto pudo comprobar

Los frutos de su cobija.

Verde región fue desde entonces

Aquel antiguo claro del monte

En el que ahora crecían

Otros árboles plantados por la mano del viento.

Una mañana el árbol

Descrubrió cerca una plantita,

Quizá salida de sus semillas…

Pudo sentirse viejo

Mas recordó

Lo que había vivido.

Ahora a disfrutar de su sombra

A todos convida, rodeado

De los arboles que le salvaron.

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Por toda la tierra

Sus cimientes

Esparce el viento.

El árbol, la revolución y la muerte

Basta que aquel sol

Se cierre en apretada sístole

Para secarse el ramaje.

La sombrilla de neutrones

---sus varillas alargadas---.

Fundida al polvo seco

Terminó por cubrir la semilla buena

Y liquidó el ojo del poeta.

Como un puño, por el tronco

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Brotaron los versos al aire;

No fueron menester las velas:

El viento los izó a todo lo alto,

Sobrepasando el nivel de las aguas.

El árbol es una nave

Que surca mares de amapolas;

Su quilla abre senderos insondables,

Bate las olas que no podrán acallarnos,

Su silbo rompe el silencio.

Los gajos son sargazo del mañana,

Las flores adornan los peces.

La semilla desnuda la espuma

Y siembra vida en lo profundo.

Las olas y los frutos se columpian,

Se acercan o alejan en el cielo

Por un amarillento sol iluminados.

Este barco que navega hacia el origen

--sus raíces ancladas en el océano--,

Con capitán de lucero,

Estalla en la quietud de la tarde

Con un rojo de framboyán inconfundible.

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Árbol de fuego y neblina

Es esta nave que partió

Hacia su destino justo

Una mañana de rumbo cierto.

Regístrese o no en la capitanía del puerto.

No habrá equivocación de pasajeros.

Ni de colores.

Su verso, tierno y violento, estremece el monte,

Como el canto del gallo al universo,

Al levantar el sol

Su puño incandescente de rayos.