Añadiendo muertos a los muertos: el destino de los vencidos en la frontera de Al Andalus en la...

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CEU Ediciones Hacedores de frontera Estudios sobre el contexto social de la frontera en la España medieval MANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA (Editor)

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CEU Ediciones

Hacedores de fronteraEstudios sobre el contexto socialde la frontera en la España medieval

MANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA (Editor)

CEU Ediciones

Hacedores de FronteraEstudios sobre el contexto social de laFrontera en la España medieval

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña (Director)

Hacedores de FronteraEstudios sobre el contexto social de la Frontera en la España medieval

©Director, 2009, Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña© De la edición, 2009, Ana Rodríguez de Agüero y Delgado© 2009, Carlos De Ayala Martínez, Francisco A. Cardells Martí, Julián Pablo Díaz López,Francisco García-Serrano, Francisco Glicerio Conde Mora, Manuel González Jiménez,Nuria González Sánchez, Philippe Josserand, Antonio Malalana Ureña, J. Santiago Pala-cios Ontalva, Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, Rafael Sánchez Saus, John Tolan

© De la edición, 2009, Fundación Universitaria San Pablo CEUCEU EdicionesJulián Romea 18, 28003 MadridTeléfono: 91 514 05 73, Fax: 91 514 04 30Correo electrónico: [email protected]

ISBN: 978-84-92456-63-5Depósito legal: M-26389-2009

Ilustración de cubierta: Muralla y Castillo de Berlanga de Duero (Soria)Maquetación e impresión: Servicios Gráficos Kenaf, S.L.Impreso en España - Printed in Spain

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transforma-ción de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvoexcepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Repro-gráficos, www.cedro.org ) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

IntroducciónMANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

PARTE PRIMERA. EL ESTUDIO DE LA FRONTERA: LAS FUENTES

1. Fuentes para la historia de la frontera castellano-granadinaMANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

2. Añadiendo muertos a los muertos: el destino de los vencidos enla frontera de Al Andalus en la cronística latina plenomedievalMANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

PARTE SEGUNDA. IDENTIDAD Y ALTERIDAD EN LA FRONTERA: EL OTRO

3. La figura de Mahoma en los textos de la modernidad europea(siglos XV-XVIII)JOHN TOLAN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

4. La creación de identidad en la frontera medieval hispana y la visióndel otro: mudéjares y judíosFRANCISCO GARCÍA-SERRANO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

5. ¿Una frontera espiritual?: Actividad cultural de las mujeres cristianas,musulmanas y judías en el occidente medievalNURIA GONZÁLEZ SÁNCHEZ ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

PARTE TERCERA. LA NOBLEZA Y LA FRONTERA

6. Nobleza y frontera en la Andalucía medievalRAFAEL SÁNCHEZ SAUS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

7. Linaje y poder en la frontera castellano-nazarí: el caso de Cidi Yaya(D. Pedro de Granada)FRANCISCO GLICERIO CONDE MORA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

8. La documentación de la casa de los Vélez en el Archivo Ducal deMedina Sidonia (siglos XV-XVI): la hacienda marquesal y elascenso social de los FajardoJULIÁN PABLO DÍAZ LÓPEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143

PARTE CUARTA. LAS ÓRDENES MILITARES Y LA FRONTERA

9. Presencia y protagonismo de las Órdenes Militarescastellano-leonesas en la frontera (s. XIII-XIV)CARLOS DE AYALA MARTÍNEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

10. Entre dos frentes: aproximación a las empresas militares delos Templarios del occidente peninsular (siglos XII-XIV)PHILIPPE JOSSERAND . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179

PARTE QUINTA. EL ESPACIO FRONTERIZO

11. El contexto de los recintos amurallados románicos en losenclaves de frontera durante los siglos XII-XIIIANTONIO MALALANA UREÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

12. Las bases del territorio en la frontera. El caso de la comarca deValencia en el siglo XIIIFRANCISCO A. CARDELLS MARTÍ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265

13. De ḥiṣn a castrum. Los castillos fronterizos del reino de Toledoen el umbral de un nuevo tiempoJ. SANTIAGO PALACIOS ONTALVA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281

ANEXO DE IMÁGENES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323

Introducción

En el año 1059 aparece documentado por vez primera en la Es-paña medieval el término frontera, aludiendo a los límites del mundocristiano hispánico con el Islam andalusí. Se trata del testamento delrey Ramiro I de Aragón. Se puede decir que este término, “frontera”, lafrontaria sarracenorum de la documentación latina, ha tenido un éxitoinusitado en la historiografía reciente para englobar y calificar un tipode sociedades y contexto cultural propio de los límites del Occidentemedieval. Otros términos no menos utilizados en el periodo comofines, extremum, confines o extremitas no son ya de uso común. Y esque ninguno ha tenido la posteridad que ha disfrutado el de frontera,que en el Medievo tan solo denotaba aquellos territorios ultra termi-nos Christianitatis y no los bordes territoriales entre las monarquías deOccidente.

En las últimas décadas se ha producido un enorme esfuerzo histo-riográfico por reevaluar y redimensionar estas sociedades de frontera(frontier societies) en el Occidente latino medieval1, un esfuerzo que enEspaña, nación forjada en la frontera como pocas a lo largo de la histo-ria, se ha centrado muy particularmente en los estudios de la fronteracon el Islam andalusí2.

1 Entre los más interesantes, los de Daniel POWER, “Frontiers: Terms, Concepts, and the Historiansof Medieval and Early Modern Europe”, (eds.), Frontiers in Question: Eurasian Borderlands, 700-1700, eds. D. Power y N. Standen, Nueva York, 1999, pp. 1-31; Nora BEREND, “Medievalists and theNotion of the Frontier”, The Medieval History Journal, 2/1, 1999, pp. 55-72; Emilio MITRE FER-NÁNDEZ et alii, eds., Frontera y fronterizos en la historia, Valladolid, 1997 y Robert BARTLETT yAngus MACKAY, eds.,Medieval Frontier Societies, Oxford, 1989.

2 Entre otros trabajos, cabe destacar en los últimos años los de Enrique RODRÍGUEZ PICAVEA, “TheFrontier and Royal Power in Medieval Spain: A Developmental Hypothesis”, The Medieval HistoryJournal, 8/2, 2005, pp. 273-301; Philippe SENAC, ed., Frontières et espaces pyrénéens au Moyen Âge,Perpignan, 1992; Carlos DE AYALAMARTÍNEZ, Pascal BURESI y Philippe JOSSERAND, eds., Identi-dad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV), Madrid, 2001; VV.AA., Lassociedades de frontera en la España medieval, Zaragoza, 1993; Eduardo MANZANO MORENO, Lafrontera de Al Andalus en la época de los Omeyas, Madrid, 1991 y Emilio MITRE FERNÁNDEZ, “Re-flexiones sobre la noción de frontera tras la conquista de Toledo (1085): fronteras reales y fronterasmentales”, Cuadernos de Historia de España, 69, 1987, pp. 197-215.

En concreto, los especialistas tienden desde hace décadas a pre-sentarnos a los freires de las Órdenes Militares como “hacedores defrontera” en la España medieval y hemos pensado que este término tanplástico podía ser un buen título para este trabajo colectivo. Un trabajoque es, en parte, fruto de los estudios que se presentaron en el CongresoInternacional Identidad, Conflicto y Representación de la Frontera en laEspaña Medieval, celebrado en Huéscar (Granada) en Septiembre de2008. Este Congreso y algunos trabajos posteriores a él se han enmarca-do en el proyecto de investigación Cristianismo e Islam andalusí:encuentros en la frontera, conflicto e identidad en la Plena Edad Media(1000-1300) financiado por la Universidad CEU San Pablo y la FundaciónC. Nuestra Señora del Carmen y Fundación Portillo. También resultaobligado mencionar el apoyo logístico prestado por el Ayuntamiento deHuéscar, con su alcalde a la cabeza. Es de justicia manifestar aquí nues-tro agradecimiento. Sin la generosa ayuda proporcionada por todas estasinstituciones no hubiera sido posible la publicación de este libro.

Mi reconocimiento también para los autores de los sobresalientesestudios que forman parte de esta obra. Estoy en deuda por ellos con losprofesores Manuel González Jiménez (Universidad de Sevilla), Carlos DeAyala Martínez (Universidad Autónoma de Madrid), John Tolan (Univer-sidad de Nantes), Rafael Sánchez Saus (Universidad de Cádiz), PhilippeJosserand (Universidad de Nantes), Francisco García-Serrano (SaintLouis University), Antonio Malalana Ureña (Universidad CEU SanPablo), Santiago Palacios Ontalva (Universidad Autónoma de Madrid),Francisco Cardells Martí (Universidad CEU Cardenal Herrera) y Francis-co Glicerio Conde Mora (Universidad CEU San Pablo), así como con losinvestigadores Julián Pablo Díaz López (Universidad de Almería) y NuriaGonzález Sánchez (Universidad CEU San Pablo).

Finalmente, resulta ineludible manifestar mi más sincero agrade-cimiento a todos aquellos que, junto a los autores de los trabajoscientíficos, han hecho posible que este libro sea una realidad: en primerlugar, a mi querido amigo Íñigo de Bustos, miembro del Patronato de laFundación C. Nuestra Señora del Carmen. Él fue quien puso en marchael proceso que ha desembocado en la publicación de este libro. Sin suentusiasmo, mecenazgo y aliento dudo que esta empresa se hubiera po-dido llevar a buen término.

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

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En la Universidad CEU San Pablo, estoy en deuda con el directorde CEU Ediciones, Pablo Siegrist Ridruejo, por acoger esta obra en su co-lección; con el responsable del Servicio de Apoyo a la Investigación, elprofesor Francisco Javier López Atanes por su magnífica organizacióndel Congreso Internacional y con Ana Rodríguez de Agüero Delgado, Jefedel Área editorial, por su espectacular trabajo en la edición del texto. Enúltimo lugar quiero manifestar mi más sentida gratitud hacia el Presi-dente de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Alfredo DagninoGuerra, por su apoyo, cercanía e inmerecida amistad a lo largo de todoeste tiempo comoVicerrector de Investigación en la Universidad.

Manuel Alejandro Rodríguez de la PeñaVicerrector de Investigación de la Universidad CEU San Pablo

Madrid, 9 de Mayo de 2009

Introducción

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Parte Primera

El estudio de la Frontera:

las fuentes

Añadiendo muertos a los muertos: el

destino de los vencidos en la frontera de

Al Andalus en la cronística latina

plenomedieval

MANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑAUniversidad CEU San Pablo

1. Introducción

A la hora de analizar el destino de los vencidos en la fronteramedie-val andalusí tomaremos en especial consideración el trato del que fueronobjeto los no combatientes, los que hoy día son conocidos como poblacióncivil (un término anacrónico para elMedievo cuya primera utilización datade 1766) y en términos medievales podríamos calificar como inermes, “losdesarmados”. Los derechos de los no combatientes eran parte del ius inbello, objeto de una reflexiónmenos profunda ymás pobre que el ius ad be-llum, principal preocupación de los pensadores medievales.

Con todo, cabe señalar que si bien los no combatientes no teníanun estatus legal específico ni en la Cristiandad ni en el Islam medievalessí que resulta indudable, como señala Christopher Allmand, que su in-defensión dio origen a una gran preocupación moral en el Occidentelatino durante el periodo posterior al Año Mil1.

El precedente directo de esta inquietud moral lo encontramos,como en tantos otros aspectos del pensamiento medieval, en la obra de

1 Christopher ALLMAND, “La guerra y los no combatientes en la Edad Media”, Historia de la Guerraen la EdadMedia, ed.Maurice Keen,Madrid, 2005, pp. 323-324; vid. Kelly DEVRIES, “MedievalWar-fare and theValue of Human Life”,Noble Ideals and Bloody Realities:Warfare in theMiddle Ages, eds.N. Christie y M. Yazigi, Leiden, 2006, pp. 27-56.

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San Agustín, el principal teórico del ius ad bellum en la Edad Media. Enun célebre pasaje de su Contra Faustum el obispo de Hipona hacía la si-guiente reflexión sobre la crueldad de la guerra y su dimensión moral:¿qué hay de culpable en la guerra? ¿acaso el hecho de que algunos hom-bres, que morirían de todos modos tarde o temprano,mueran a manos deotros hombres para que éstos puedan vivir en paz? Esta censura es propiade hombres cobardes, no de hombres religiosos. El deseo de hacer daño, lacrueldad de la venganza, el ánimo belicoso implacable, la ferocidad de larebelión, la voluntad de dominio (libido dominandi) y motivos similaresson los que en la guerra son en justicia culpables2.

Como apunta Frederick Russell este pasaje, conocido como elQuid culpatur?, resulta fundamental para el desarrollo del pensamientoagustiniano sobre la guerra justa, ya que localiza el mal de la guerra noen la propia mortandad que produce sino en la intención del guerrero,en especial en la voluntad de dominación (libido dominandi) y en lacrueldad movida por el ánimo de venganza (crudelitas ulciscendi)3. Estepasaje resulta ser una excepción en el magisterio agustiniano, ya queponía el acento antes en el cómo hacer la guerra (ius in bello) qué en lalegitimidad de la propia guerra en sí misma (ius ad bellum), objeto pri-mordial de la reflexión de San Agustín.

En la Edad Media, como en la Antigüedad o también en los tiem-pos modernos, la conclusión y las postrimerías de un combate podíaconvertir al campo de batalla en un espacio amoral, sin ley, donde la ma-sacre y el exterminio no sólo estaban permitidos sino que eran casirituarios4. En el siglo XX esta tendencia criminal del comportamiento hu-mano ha llegado a su paroxismo con la doctrina de la guerra total y laconsideración de la población civil del enemigo como objetivo legítimode bombardeos masivos: Coventry, Dresde, Hamburgo, Hiroshima y Na-gasaki son algunos de los sangrientos hitos que nos recuerdan lasconsecuencias de esta doctrina militar.

Sin duda, la vivencia de la batalla en la Edad Media como la granfiesta de la sangre se exacerbaba cuando el enemigo al que se hacía fren-

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

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2 SAN AGUSTÍN, Contra Faustum Manichaeum, XXII, 74.3 Frederick H. RUSSELL, “Love and Hate in MedievalWarfare: The Contribution of Saint Augustine”,

Medieval Studies, 31, 1987, p. 110.4 Martín ALVIRA CABRER, El Jueves de Muret, Barcelona, 2002, pp. 176 y ss.

te era musulmán, pagano o herético. Si en el combate entre poderes cris-tianos y en los enfrentamientos feudales se guardaban algunasconvenciones propias de la piedad y la caridad cristianas o del código ca-balleresco con los vencidos, buena parte de estas convencionesdesaparecía en el contexto de la lucha contra un adversario situado extraecclesiam, es decir cuando el combate era propio de lo que hoy llamaría-mos un“choque de civilizaciones”, lo que la historiografía anglosajona hadado en llamar transcultural wars.

Se puede afirmar que, con algunas excepciones, en los dos siglosposteriores al movimiento de la Paz de Dios se alcanzó en el Occidentecristiano una cierta “civilidad” en el tratamiento al adversario pertene-ciente a la comunidad político-religiosa conocida como res publicacristiana5. Como escribió Georges Duby a propósito de la incruenta perodecisiva batalla de Bouvines (1214), la caballería de los siglos XI al XIII,hija de una ética de la milicia nacida al amparo del movimiento de la Pazde Dios, “regresa de la guerra cubierta de heridas y, sobre todo, de chi-chones. Pero regresa”6. Similares episodios de magnanimitas con elcaballero vencido los encontramos en España en la Chronica AdefonsiImperatoris (I, 4) o la Historia Roderici (40-41).

En cuanto a lo que podríamos llamar población civil cristiana, lamentalidad caballeresca estaba penetrada por la conmiseración hacialos no combatientes propia del movimiento de la Paz de Dios, un espíri-tu que vemos reflejado en las disposiciones del Concilio de Narbona(1054), donde se decretó la prohibición de atacar a clérigos, monjes, mu-jeres, peregrinos, mercaderes y campesinos7. Estas disposiciones,aunque no siempre observadas, sin duda mejoraron la situación de in-defensión de los inermes8.

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5 Vid. David J. HAY, “Collateral Damage? Civilian Casualties in the Early Ideologies of Chivalry andCrusade”, Noble Ideals and Bloody Realities, op. cit., pp. 3-26.

6 Georges DUBY, 27 Juillet 1214. Le dimanche de Bouvines, París, 1973, ed. esp. El Domingo de Bou-vines, Madrid, 1988, p. 143.

7 Francisco GARCÍA FITZ, La EdadMedia: guerra e ideología. Justificaciones religiosas y jurídicas, Ma-drid, 2003, p. 148; vid. T. HEAD y R. LANDES, eds., The Peace of God. Social Violence and ReligiousResponse in France around the Year 1000, Londres, 1992.

8 Para el caso anglonormando, vid. Matthew J. STRICKLAND, War and Chivalry. The Conduct andPerception ofWar in England and Normandy (1066-1217), Cambridge, 1996, pp. 258-290 y “Killingor Clemency? Ransom, Chivalry and Changing Attitudes to Defeated Opponents in Britain andNorthern France, 7-12th centuries”, Krieg in Mittelalter, ed. H. H. Kortum, Akademie Verlag, Berlín,2001, pp. 93-122.

Pero ésta era la realidad ad intra, en el contexto de la común per-tenencia al Corpus Mysticum de la Iglesia Católica. Muy otro es elescenario, por ejemplo, en un choque contemporáneo al mencionado deBouvines, la cruel batalla de Muret (1213), que enfrentó a los cruzadosfranceses a un ejército occitano-aragonés liderado por el rey Pedro deAragón. En el curso de esta batalla los vencedores no tuvieron piedad al-guna de los vencidos, a pesar de que la mayoría de ellos no eran cátarossino católicos. La condición de defensores de los herejes occitanos de losvencidos les convirtió en exterminables, muy en especial los peones to-losanos, raza de víboras entre los cuales los cruzados del norte harán unaverdadera matanza al pie de las murallas de Muret, incluso rematando alos heridos y sin dar cuartel alguno a los que se rendían, siendo miles deellos pasados a cuchillo sin piedad9.

En el relato de la batalla que hace el cronista francés Guillermo elBretón (1180-1225) leemos: privados de la protección del Señor, dieron laespalda, y, no pudiendo sostener un choque tan violento, se dejaronmasa-crar y cedieron vergonzosamente ante sus enemigos. Como un lobo, quehabiendo roto las barreras y habiendo entrado de noche en un redil nobusca saciar su sed o tragar de una dentellada ávida la carne de sus vícti-mas, sino quebrar por la garganta los carneros cargados de lana,añadiendo muertos a los muertos, lamiendo la sangre con el deleite de sulengua siempre seca y saciando su estómago con esta cálida bebida; de lamisma forma el ejército consagrado al Señor se arrojó en medio de susenemigos, masacrando por todas partes, y con su espada vengadora satis-fizo la cólera de su Señor…Nadie se ocupó en despojar o hacer prisioneros;solamente enrojecieron sus espadas a fuerza de herir y arrancar la vida alos vencidos derramando toda su sangre10.

Esta crueldad, verificable en el combate sin cuartel contra la hae-retica pravitas, es predicable, según ha resaltado el principal especialistaen la guerra medieval, el profesor Strickland, de cualquier contexto me-dieval de conflicto entre civilizaciones, muy en particular de la luchaentre la Cristiandad y el Islam, fuera esa en Outremeer o en España11. Es

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

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9 Martín ALVIRA CABRER, Muret 1213. La batalla decisiva de la Cruzada contra los Cátaros, Madrid,2008, pp. 196-197.

10 GUILLERMOELBRETÓN,GestaPhilippi Augusti, vv. 839-854; apudM.Alvira,Muret 1213, op. cit., p. 195.11 Vid. Matthew J. STRICKLAND, “Rules of War or War without Rules? Some Reflections on Conduct

lo que RamónMenéndez Pidal definió, refiriéndose a los siglos centralesde la Reconquista, como“cierta intolerancia racial” propia de una “épocacristiano-bárbara”12. Una sociedad organizada para la guerra que, no loolvidemos, también fue testigo de realizaciones brillantes fruto de laconvivencia entre las tres religiones, como la Escuela de Traductores deToledo, los talleres alfonsíes o los logros culturales de la Sicilia norman-da y staúfica.

Encontramos otro ejemplo plástico de esta crueldad con los ene-migos de la Cristiandad en la Gesta Chuonradi, la crónica del reinado delemperador alemán Conrado II (imp. 1027-1039), donde el capellán im-perial y cronista Wipo (m. 1048) nos brinda un relato escalofriante de laactitud teutona hacia los eslavos paganos, descrita con aprobación por elcronista como una ferocitas en defensa del nomen Christi. De estemodo,Wipo refiere cómo los paganos levantaron en ese tiempo una figura demadera de Jesucristo a la que hacían vergonzosas burlas, a la que golpea-ban y sobre la que escupían. Finalmente, le sacaron los ojos y le cortaronlas manos y los pies. Para vengar estos hechos, el emperador mutiló de si-milar manera a una gran multitud de cautivos paganos, dándoles variasclases de muerte. Ello en retribución por la efigie injuriada de Jesucristo.Por eso el César es proclamadoVindicador de la Fe en un poema y compa-rado con Tito y Vespasiano, que vengaron al Señor13.

Ahora bien, no sólo sufrieron los paganos en los recios tiemposde la frontera medieval. La población civil del Occidente latino que ha-bitaba territorios de frontera con otras civilizaciones (fuera esta lafrontera del norte con el mundo vikingo, la del este con el mundo es-lavo o la del sur con el mundo islámico) estuvo envuelta durante todala Edad Media en una espiral continua de violencia. Los no comba-tientes y sus propiedades, muebles o inmuebles, fueron blanco deataques indiscriminados que generalmente tenían como objeto el sa-queo y la obtención de un botín que en muchas ocasiones erahumano, siendo la esclavitud de por vida el destino de no pocos pri-

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and the Treatment of Non-Combatants in Medieval Transcultural Wars”, Transcultural Wars fromthe Middle Ages to the 21st Century, Berlín, 2006, pp. 107-140.

12 Ramón MENÉNDEZ PIDAL, La España del Cid, Madrid, 1929, p. 675.13 WIPO, Gesta Chuonradi, I, 23, ed. Th. Mommsen y K. F. Morrison, Imperial Lives and Letters of the

Eleventh Century, Universidad de Columbia, 2000, p. 92.

sioneros de guerra del período. En este sentido, es bien sabido que lasmujeres europeas surtieron durante siglos los harenes musulmanes ylos mercados de esclavos de Oriente. Por otra parte, en los tiempospleno y bajomedievales la práctica de someter a la esclavitud a prisio-neros de guerra musulmanes y judíos estuvo generalizada en losreinos de Aragón y León-Castilla, incluso conociéndose algunos casosde prisioneros cristianos esclavizados, si bien éstos despertaban es-crúpulos de conciencia mucho mayores14.

Por lo general, un musulmán o judío capturado por los cristianosen la frontera en tiempos de guerra podía ser esclavizado legalmente dela misma forma que un cristiano capturado en una de las frecuentes in-cursiones musulmanas (algaradas) acababa casi irremisiblemente en unmercado de esclavos. Incluso se daba de vez en cuando el secuestro demusulmanes y cristianos en tiempos de paz para venderlos como escla-vos en otro reino. Lo que era visto como algo escandaloso a juzgar por lasfuentes sin que ello fuera óbice para la existencia de un lucrativo comer-cio internacional de tales cautivos15.

Y es que las sociedades situadas en líneas fronterizas resultabanparticularmente vulnerables, siendo la expedición de saqueo la formacaracterística de guerra llevada a cabo por quienes vivían a ambos ladosde la frontera16. En muchas ocasiones, las incursiones de saqueo (porejemplo, las cabalgadas castellanas o las aceifas andalusíes) se proyecta-ban para causar al enemigo un daño de baja intensidad, pero recurrentey sistemático, con la idea de aterrorizar y desmoralizar a la poblacióncivil17. Este tipo de incursión diezmaba el ganado, destruía las cosechas ycautivaba a los no combatientes. Incluso, la simple destrucción del eco-sistema causaba una gran conmoción psicológica en el enemigo. Porejemplo, sabemos por las fuentes árabes que el gobernador musulmán

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

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14 Máximo DIAGO HERNANDO, “Esclavitud y frontera en la Península Ibérica bajomedieval: el casode la Corona de Aragón”, De l`esclavitud a la llibertat. Esclaus i lliberts a l`Edat Mitjana, eds. MaríaTeresa Ferrer y Josefina Mutgé, Barcelona, 2000, p. 147.

15 David NIRENBERG, Communities of Violence. Persecution of Minorities in the Middle Ages, Prince-ton, 1996, ed. esp. Comunidades de violencia. La persecución de las minorías en la Edad Media,Barcelona, 2001, p. 55.

16 Ch. ALLMAND, La guerra y los no combatientes en la Edad Media, art. cit., p. 324.17 Vid. Francisco GARCÍA FITZ, Castilla y León frente al Islam. Estrategias de expansión y tácticas mi-

litares (siglos XI-XIII), Sevilla, 1998, pp. 106-126.

de Calatrava expresó su horror cuando Alfonso VI devastó toda la regiónde la Marca Media al sur del Tajo y taló todos los árboles18.

En lo tocante al tratamiento otorgado por parte de la historiogra-fía latina al destino de los vencidos en el mundo de la frontera andalusímedieval, creemos que resulta un buen punto de partida el juicio deFrancisco García Fitz cuando sostiene, a partir del análisis de las fuentesde los siglos XI al XIII, que “algunas expresiones empleadas en crónicas ydocumentos plenomedievales para describir la actuación militar delreino de Castilla-León frente a sus vecinos musulmanes de Al Andalus,sugieren que la guerra que se realizaba en las fronteras meridionales dela Cristiandad era una guerra sin cuartel”19.

Ciertamente, si diéramos credibilidad absoluta a las fuentes cro-nísticas habría que concluir que existió una política de exterminio delenemigo islámico por parte de los reyes cristianos españoles. Por consi-guiente, las preguntas que cabe hacerse a partir de este juicio de lasfuentes por parte del profesor García Fitz, un juicio sin duda matizablepero sustancialmente acertado, son dos: ¿responde este relato cronísticode exterminio del musulmán a la realidad histórica de la Reconquistaentre los siglos XI y XIII? Parece que no, como enseguida veremos. Y nosiendo así ¿a qué se debe entonces este discurso historiográfico de exter-minio del vencido? La respuesta a esta segunda pregunta es la más difícilde contestar y será el objeto principal de este estudio.

En cuanto a la respuesta a la primera pregunta, el propio GarcíaFitz nos la brinda con cierta rotundidad en su último y brillante estudiode la cuestión, que es en nuestra opinión la obra definitiva sobre estetema: “el estudio del comportamiento de los vencedores permite com-probar que esta especie de solución final –el exterminio de losmusulmanes –… no fue nunca su modo de actuación habitual ni su ob-jetivo prioritario. Por supuesto, la masacre tuvo lugar en la guerra contrael Islam y hubo matanzas indiscriminadas, tanto de guerreros como de

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18 Thomas F. GLICK, Islamic and Christian Spain in the Early Middle Ages, ed. esp. Cristianos y Musul-manes en la España medieval (711-1250), Madrid, 1991, p. 83.

19 Francisco GARCÍA FITZ, “¿De exterminandis sarracenis? El trato dado al enemigo musulmán en elreino de Castilla-León durante la Plena Edad Media”, El cuerpo derrotado: cómo trataban musul-manes y cristianos a los enemigos vencidos (Península Ibérica, ss. VIII-XIII), eds. Maribel Fierro yFrancisco García Fitz, CSIC, Madrid, 2008, p. 113.

población no combatiente… de cualquier manera, ni ésta fue la línea ge-neral del comportamiento de los gobernantes castellano-leoneses, niparece que estas acciones respondan a una deliberada voluntad de ex-terminar violentamente a la población musulmana. A este respecto,resulta significativo que prácticas consideradas como brutales en laépoca – tales como lamutilación de prisioneros, el descuartizamiento delos cadáveres o la exposición pública de sus restos -, y que son propias deconflictos en los que no se daba ni el más mínimo cuartel al enemigo,estén ausentes – bien por falta de aplicación, bien por pudor de los au-tores – de las fuentes que narran los acontecimientos militares del sigloXII y del siglo XIII”20.

En definitiva, cuando nos encontramos en las fuentes latinas conapelaciones al exterminio de los sarracenos estamos en las más de lasocasiones ante un ejercicio retórico tremendista más que ante un pro-grama deliberado para eliminar por completo a la poblaciónmusulmanadel territorio andalusí. Y es que, “de hecho, el exterminio fuemás una ex-cepción que una regla en el trato dado a los enemigos vencidos, mientrasque las garantías para su permanencia y el respeto a sus vidas, a sus bien-es o a sus costumbres… suelen caracterizar habitualmente las relacionesentre vencedores y vencidos”21 en la frontera andalusí entre los siglos XIy XIII.

2. El destino del vencido en la cronística del siglo XI

Resulta incuestionable la importancia del movimiento de la Paz deDios en tanto que avance decisivo en el proceso de toma de concienciasobre la necesidad de proteger a los inermes y los pauperes del alcance dela violencia ejercida por losmilites. Estos no combatientes objeto de pro-tección fueron clasificados por la Iglesia en los concilios del siglo XIcomo clérigos, monjes, viudas, huérfanos, peregrinos, pobres, mercade-res y campesinos (con sus familias), es decir, lo que hoy definiríamoscomo el conjunto de la población civil22. Este espíritu, que no era otra

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20 F. GARCÍA FITZ, El cuerpo derrotado, op. cit., Introducción, pp. 24-25.21 F. GARCÍA FITZ, ¿De exterminandis sarracenis?, art. cit., p. 115.22 Ch. ALLMAND, La guerra y los no combatientes en la Edad Media, art. cit., p. 327.

cosa que la aplicación del Evangelio a las estructuras sociales, se resumeen una disposición del Concilio de Narbona antes mencionado: quienmata a un cristiano sin duda derrama la sangre de Cristo23. A nuestro jui-cio, este fue el logro más importante en la historia de Europa en loreferente a la protección de los no combatientes hasta la firma de la Con-vención de Ginebra.

En el contexto hispánico del siglo XI contamos con un texto y unafigura que encarnan a la perfección esta predisposición a la magnanimi-dad con el vencido de la misma religión que el vencedor: el texto es laHistoria Roderici y el personaje, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campea-dor24. La Historia Roderici, probablemente compuesta por un obispocluniacense de origen francés, Jerónimo de Perigord, es una obra con vo-cación de exaltación de la figura del Cid y denigración de Alfonso VIcomo Rex tyrannus. Por consiguiente, el cronista resalta las virtudes deDon Rodrigo y entre ellas la clemencia cidiana, puesta de relieve en va-rios episodios en los que el héroe castellano hizo prisioneros a caballerosy nobles cristianos, como cuando liberó a siete caballeros aragoneses (alos que incluso devolvió sus caballos)25 o cuando apresó al conde de Bar-celona, Berenguer Ramón II el Fratricida (com. 1076-1097) y al conde deCerdaña, liberados a los cinco días por parte del señor del Cid, el rey taifaAl Mutamin de Zaragoza26.

Pero la máxima expresión de la clemencia cidiana, encomiada porlaHistoria Roderici junto a virtudes propias del optimusmiles christianustales como la largitas, la misericordia, la nobilitas y la pietas, llegará fi-nalmente cuando Don Rodrigo aprese por segunda vez al conde deBarcelona, lo que relata así el cronista: las huestes de Rodrigo saquearonel campamento del conde y rapiñaron todo lo que pudieron... Todo ello lopresentaron fielmente a Rodrigo. El conde Berenguer, dándose cuenta deque había sido castigado y confundido por Dios que le había dejado amerced de don Rodrigo, llegó ante el Cid que estaba sentado en su tienda

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23 Ch. ALLMAND, La guerra y los no combatientes en la Edad Media, art. cit., p. 326.24 Sobre este tema, vid. David PORRINAS GONZÁLEZ, “¿Masacre o clemencia? La conducta del Cid

hacia sus enemigos vencidos”, El cuerpo vencido, op. cit., pp. 167-206.25 JERÓNIMO DE PERIGORD [¿?], Historia Roderici vel Gesta Roderici Campidocti, 13, ed. Emma Fal-

que, Chronica Hispana Saeculi XII, I, Corpus Christianorum, vol. 71, Turnholt, 1990, p. 52.26 JERÓNIMO DE PERIGORD [¿?], Historia Roderici, 16, ed. cit., p. 54.

solicitando humildemente clemencia. Rodrigo, sin embargo, no quiso reci-birle benignamente y permitirle sentarle a su lado en su tienda sino que lemantuvo bajo custodia al aire libre fuera de su tienda. No obstante, orde-nó magnánimo que se le diera de comer con abundancia. Posteriormentepermitió que retornara libremente a sus dominios. Cuando recobró susalud, Rodrigo negoció con el conde Berenguer un rescate de 80.000 mar-cos de oro deValencia. Todos los demás cautivos juraron pagar rescates porsu libertad... Los cautivos pronto regresaron a sus hogares y pronto llega-ron en cascada al campamento de Rodrigo una enorme cantidad de oro yplata, junto con los hijos y familiares de los cautivos como rehenes enprenda por el pago de los rescates... Cuando Rodrigo vio esto consultó consu hueste y, movido por la piedad (pietatis intuitu motus), no solo les per-mitió partir libres a su tierra sino que incluso llegó a perdonar todos losrescates. Ellos por su parte le dieron las gracias de forma efusiva por su no-bleza, su piedad y su misericordia y, prometiendo servirle, retornaron a sutierra con enorme regocijo, gran honor y todos sus bienes27.

Sin embargo, la pietas cidiana brilló por su ausencia cuando suseñor, el rey Al Mutamin, le encomendó realizar campañas de castigo enel reino de Aragón o en La Rioja. En torno a la primera campaña leemosen la Historia Roderici que juntos saquearon las tierras de Aragón y lasdespojaron de sus riquezas y redujeron a la cautividad a muchos de sushabitantes28 (ello a pesar de la condición de súbditos de unmonarca cris-tiano de éstos).

En cuanto a la campaña riojana de 1091, una expedición de sa-queo punitiva contra el conde García Ordóñez de Nájera, su enemigopersonal, fue aún más cruel el comportamiento cidiano a juzgar por laplástica y viva descripción de la crónica: con brutalidad y sin piedad des-truyó esas regiones, animado por un impulso incansable, destructivo eirreligioso. Se apoderó de un gran botín, pero ello fue deplorable hasta laslágrimas. Su cruel e impía devastación destruyó y asoló todas las tierrasmencionadas. Las desposeyó de todos sus bienes y riquezas y se apoderó deellos29.

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27 JERÓNIMO DE PERIGORD [¿?], Historia Roderici, 40-41, ed. cit., pp. 75-76.28 JERÓNIMO DE PERIGORD [¿?], Historia Roderici, 21, ed. cit., pp. 56-57.29 JERÓNIMO DE PERIGORD [¿?], Historia Roderici, 50, ed. cit., pp. 82-83; en descargo del Cid cabe

señalar que llevaba consigo tropas auxiliares demusulmanes renegados (los dawa`ir), mercenarios

Por consiguiente, el cronista llega a calificar sin ambages la cam-paña del héroe al que había venido ensalzando como una impiadepredatione contra tierras cristianas una adjetivación tan dura y una in-dignación apasionada que ha llevado a Richard Fletcher a preguntarseperplejo si el cronista no sería acaso riojano30. Quizá la respuesta estaríaantes en la devastación que sufrieron durante esta campaña cidiana lastierras y los bienes de la abadía de Santa María de Nájera31, un cenobiobenedictino entregado por Alfonso VI a la obediencia de Cluny, siendoeste hecho el que pudo indignar sobremanera al posible autor de la His-toria Roderici, el también cluniacense Jerónimo de Perigord.

Con todo, no parece que esta campaña riojana haya sido la únicaocasión en que el Cid recurriera a métodos expeditivos para lograr susobjetivosmilitares. En los cronistasmusulmanes encontramos relatos dela crueldad del Cid durante el asedio deValencia que, con las reservas de-bidas, apuntan a que este no vaciló en recurrir a la violencia contrainermes cuando era necesario32. En cualquier caso, lo que sí descartan es-pecialistas como Francisco García Fitz y David Porrinas es que el Cidtuviera nunca como objetivo de sus campañas el exterminio del adversa-rio, siendo un caudillo que conjugó en un “ambiguo equilibrio crueldado clemencia”33.

Del mismo modo que el autor de la Historia Roderici, el grupo deautores de la Historia Compostelana será contundente a la hora de cen-surar con los epítetos más contundentes la depredación de las huestesde Alfonso I el Batallador en las tierras occidentales del Reino de León yCastilla y en la propia Galicia, asimilando su salvaje comportamiento alque habrían tenido los mismos sarracenos: el tirano aragonés devastaba

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crueles y desalmados, a los que quizá haya que atribuir estos excesos. Al menos esto se puede de-ducir de un pasaje del Kitab al-Iktifa de Ibn al-Kardabus (D. PORRINAS, ¿Masacre o clemencia?, art.cit., pp. 190 y 192).

30 Richard FLETCHER, TheWorld of El Cid. Chronicles of the Spanish Reconquest, Manchester, 2000, p.133, n. 98.

31 Como apunta David PORRINAS (¿Masacre o clemencia?, art. cit., pp. 189-190): “acaso el cronistasintiera como propios los males sufridos por los monjes y campesinos dependientes de la abadíade Santa María de Nájera”, quien sin embargo no lo liga con la posible autoría de la crónica porparte de Jerónimo de Perigord (que también sustenta).

32 D. PORRINAS, ¿Masacre o clemencia?, art. cit., pp. 194-195.33 Francisco GARCÍA FITZ, “El Cid y la guerra”, El Cid, Poema e Historia, pp. 394-395 y D. PORRINAS,

¿Masacre o clemencia?, art. cit., pp. 180, n. 31 y 206.

casi toda España con el ímpetu de su fiereza... llevado por la ambición dereinar, cuántos y cuáles daños había causado a los hispanos, encendidopor el furor de su tiranía, a saber: las cosas divinas y humanas audaz-mente profanadas, las iglesias de España gravemente perturbadas, lostesoros de las iglesias violentamente arrebatados y sus heredades y prediosexpoliados, los caudillos y todos los jefes de Iberia, unos hechos prisionerospor él mismo y cargados de cadenas, otros aniquilados por la espada, lospobres muertos a hierro, de hambre o de frío, los mismos sacerdotes delSeñor, los propios obispos, los maestros de las iglesias, cautivos como la-drones y salteadores, expulsa… en definitiva, una persecución de la Iglesiatan grande, tan gran destrucción de España, como la hubiesen infligido lospropios sarracenos si hubiera estado en sus manos34.

Por consiguiente, no se puede afirmar que no hubiera en los tiem-pos posteriores al Año Mil en el ámbito de los clérigos áulicos (laintelligentsia de la época) una conciencia extendida respecto al impactosocial y moral de las devastaciones cometidas por los contendientessobre la población civil. Los dos fragmentos anteriormente citados resul-tan perfectamente reveladores en este sentido. Simplemente, esaconciencia del sufrimiento infringido limitaba su empatía a la poblacióncivil cristiana.

Sea como fuere, la actitud de reprobación moral por parte delcronista al abordar los abusos cometidos con los vencidos resultabamuy diferente cuando el combate se desarrollaba en las fronteras dela Cristiandad latina. De hecho, el Pontificado, que había sancionadoel movimiento de la Paz de Dios, intentó dirigir las energías bélicas delos caballeros de Occidente hacia expediciones contra el Islam o lospaganos, expediciones en las que muchas veces se dio rienda suelta ala barbarie en el trato a los vencidos, como ocurrió por ejemplo en lacarnicería desatada tras la toma de Jerusalén por los cruzados en elaño 1099.

Del mismo modo, la Crónica de la abadía de Saint-Maixent refiereasí la toma de la ciudad de Barbastro en el año 1064 por un ejército de“protocruzados” franceses entre los que posiblemente se encontraban elduque GuillermoVII de Aquitania y los condes Godofredo de Anjou y Ar-

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34 Historia Compostelana, I, 79, ed. Emma Falque, Madrid, 1994, p. 190.

mengol de Urgell35: de ahí, marchándose a España con numerosas perso-nas de la región de Vermandois, ganó la ciudad de Barbastro para laCristiandad después de haber masacrado a todos lo que anteriormente seencontraban en dicha ciudad36.

La versión de un insigne cronista andalusí, Ibn Hayyan de Córdo-ba (988-1076), corrobora y amplifica lo que tan escuetamente afirma laCrónica de Saint-Maixent. De nuevo, como veíamos que ocurría con losclérigos cronistas cristianos, la empatía del narrador se amplifica al tra-tarse las víctimas de sus correligionarios: el ejército de gentes del Nortesitió largo tiempo esta ciudad y la atacó vigorosamente. El príncipe aquien pertenecía era Yusuf ibn Sulaiman ibn Hud y la había abandonadoa su suerte, de manera que sus habitantes no podían contar más que consus propias fuerzas. El asedio había durado cuarenta días y los sitiados co-menzaron a disputar los escasos víveres que tenían (…) entonces lossoldados de la guarnición, que creyeron morir de sed, ofrecieron rendirse acondición de que se les respetase la vida abandonando a los enemigos deDios tanto sus bienes como sus familias. Como así se hizo. Los cristianosviolaron su palabra, porque mataron a todos los soldados musulmanesconforme salían de la ciudad, a excepción del jefe ibn-al-Tawil, del cadíibn-Isa y de un pequeño número de ciudadanos importantes. El botín quehicieron los impíos en Barbastro fue inmenso. Su general en jefe, el co-mandante de la caballería de Roma, se dice que obtuvo para él alrededorde mil quinientas jóvenes y quinientas cargas de muebles, ornamentos,vestidos y tapices. Se cuenta que con esta ocasión fueronmuertas o reduci-das a cautividad cincuenta mil personas37.

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35 En torno el debate en torno a la condición de protocruzada de la toma de Barbastro vid. Charles J.BISHKO, “Fernando I and the Origins of the Leonese-Castilian AllianceWith Cluny”, Cuadernos deHistoria de España, 47, 1968, pp. 54-57 y Pierre BOISSONNADE, “Cluny, la papaute et la premièregrande croisade Internationale contre les sarrasins d'Espagne: Barbastro (1064-1065)”, Revue desquestions historiques, 117, 1932, pp. 257-301.

36 Chronique de Saint-Maixent (751-1140), a. 1062, ed. J. Verdon, París, 1979, p. 136; apud Jean FLORI,La Guerre Sainte: la formation de l'idée de croisade dans l'Occident chrétien, París, 2001, ed. esp. Laguerra santa. La formación de la idea de Cruzada en el Occidente cristiano, Granada, 2003, p. 273;vid. Jean VERDON, “Une source de la reconquête chrétienne en Espagne: la Chronique de Saint-Maixent”, Mélanges offerts à René Crozet, eds. Pierre Gallais y Y.-R. Riou, vol. 1, Poitiers, 1966, pp.273-282.

37 IBNHAYYAN, Al-Muqtabis fi Tarikh al-Andalus, traducción R.Dozy, Recherches sur l'histoire et la lit-térature de l'Espagne pendant le moyen age, 3rd ed., Amsterdam, 1965, vol. 2, pp. 335-349 (apudAntonio UBIETO ARTETA, “La Cruzada de Barbastro (1064)”, Historia de Aragón, La Formación Te-rritorial, Zaragoza, 1981, pp. 53-67).

Se ha discutido mucho entre los especialistas sobre si el papa Ale-jandro II (pont. 1061-1073) prestó su apoyo explícito o incluso convocóesta protocruzada de Barbastro o no. Se han esgrimido, en este sentido,diferentes evidencias documentales para negar o sustentar la hipótesisde la protocruzada pontificia. Sea como fuere, lo cierto es que sí que pa-rece que el Pontífice estableció a raíz de las matanzas desatadas en elcurso de esta expedición una cierta doctrina respecto al tratamiento delos no combatientes infieles por parte de los guerreros cristianos. En unaepístola sin datación dirigida a los obispos de España, Alejandro II apro-baba la protección que estos habrían concedido a los judíos frente a lasmasacres que las mesnadas francesas que habían llegado a España a lu-char contra los sarracenos habrían intentado perpetrar contra ellos,impulsados por la estupidez o la codicia. Y es que, sostenía el Papa, dis-tinguir entre los judíos y losmusulmanes, ya que el combate contra estosúltimos era algo laudable, puesto que expulsaron a los cristianos de sustierras, mientras que a los primeros no convenía matarlos sino tan soloavasallarlos38.

Similares ideas defendió Alejandro II en otra carta dirigida al arzo-bispo de Narbona, que también había defendido a los judíos, al querecordó que todas las leyes, tanto eclesiásticas como seculares, condena-ban la efusión de sangre, excepto cuando se trataba de castigar a loscriminales y las exacciones de los sarracenos39. Tal y como señala JeanFlori, el Pontífice asimila a los sarracenos a los malhechores y exhorta acombatirlos como a tales40. Desde luego, esto no significa que el Pontífi-ce aprobara expresamente la masacre de los habitantes musulmanes deBarbastro pero, sin duda, ayuda a contextualizar la mentalidad aniquila-dora de los protocruzados franceses.

Un siglo después el papa Celestino III también establecería (año1192) que eran legítimos la expulsión y el exterminio de los musulmanes(exterminandis sarracenis) que ocupaban un territorio anteriormentecristiano, como era el caso de España: no es contrario a la fe católica el

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38 ALEJANDRO II, epístola nº 101, A los obispos de España, ed. J. P. Migne, Patrología Latina, vol. 146,col. 1386-87; apud J. FLORI, La Guerre Sainte, op. cit., ed. cit., p. 277.

39 ALEJANDRO II, epístola nº 83, Al arzobispo de Narbona, ed. S. Loewenfeld, Epistolae PontificumRomanorum ineditae, p. 43; apud J. FLORI, La Guerre Sainte, op. cit., ed. cit., p. 277.

40 J. FLORI, La Guerre Sainte, op. cit., ed. cit., p. 277.

mandato de perseguir y exterminar a los sarracenos pues, a ejemplo de loque se lee en el Libro de los Macabeos, los cristianos no pretenden adue-ñarse de tierras ajenas, sino de la herencia de sus padres, que fueinjustamente desposeída por los enemigos de la Cruz de Cristo durantealgún tiempo. Además, resulta legítimo y admitido por el derecho de gentesque de los lugares ocupados por los enemigos que los retienen con injuriade la Divina Majestad, el pío expulse al impío y el justo al injusto41.

A nuestro juicio resulta de la mayor importancia esta distinción,según la cual los musulmanes de Al Andalus deben ser combatidos, ex-pulsados e incluso en último término exterminados no por razón de sufalsa fe mahometana sino de su ocupación ilícita de España. Don JuanManuel (1282-1348) lo explicaba, estando ya virtualmente concluida laReconquista, con gran claridad conceptual y, casi diríamos, teológica: haguerra entre los cristianos e los moros, e habrá, fasta que hayan cobradolos cristianos las tierras que los moros les tienen forzadas; ca cuanto por laley nin por la secta que ellos tienen, non habrían guerra entre ellos; ca Je-sucristo nunca mandó que matasen nin apremiasen a ninguno porquetomase la su ley, ca Él non quiere servicio forzado, sinon el que se face debuen talante et de grado42.

En este sentido, Benjamin Kedar ha señalado que si bien los Pon-tífices buscaban obviamente la conversión de los musulmanesandalusíes antes que su expulsión o exterminio, su evangelización fuesubordinada a las necesidades de la situación local hispánica, siendo laprotección de los intereses y la seguridad de los cristianos españolespuestos por encima de cualquier otra consideración43. En otras palabras,la Misión cedió ante la Cruzada, lo que explica la lentitud y falta de entu-siasmo con la que se predicó el Evangelio a los mudéjares españoles enlos siglos plenomedievales.

Quizá también puede resultar de ayuda para una más adecuadacomprensión del comportamiento francés en Barbastro la lectura de al-

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41 Apud Juan Francisco RIVERA RECIO, La Iglesia de Toledo en el siglo XII (1086-1208), Roma, 1966-1976, vol. 1, pp. 229-230; F. GARCÍA FITZ, ¿De exterminandis sarracenis?, art. cit., pp. 113-114.

42 DON JUANMANUEL, Libro de los Estados, eds. I. R. Macpherson, y R. B. Tate, Madrid, 1991. p. 294;Américo CASTRO, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Barcelona, 1983, p. 199.

43 Vid. Benjamin Z. KEDAR, Crusade and Mission: European approaches toward the Muslims, Prince-ton, 1984 (especialmente pp. X y 45-57).

gunos pasajes de la Chanson de Roland, un poema épico compuesto a fi-nales del siglo XI, la época propia de formación del espíritu de la PrimeraCruzada. En este sentido, Christopher Lowney ha apuntado que el Can-tar de Roldán presenta “una visión intransigente” según la cual “laaniquilación del Islam peninsular era la única solución para el futuro deEspaña”. Lowney aduce en apoyo de esta tesis las escenas (imaginarias)de la toma de Zaragoza por las huestes de Carlomagno contenidas en elCantar, en las que los francos recorren a la luz de la luna las sinagogas ymezquitas de la ciudad andalusí y reúnen a los judíos y musulmanespara obligarles a escoger entre el bautismo o la muerte:

Llevan a los paganos hasta el baptisterioSi hay alguno que se resista a CarlosÉste lo hace colgar o quemar o matarMás de cien mil fueron bautizados44.

Asimismo, la crónica del Pseudo-Turpin, perteneciente al CodexCalixtinus y cuyo autor pretende ser uno de los obispos que acompaña-ron a España a Carlomagno, resulta ser también reflejo de estamentalidad ultramontana de no dar cuartel a los musulmanes. En efec-to, en este texto se justifica la actuación de las huestes carolingias al dara escoger a los prisioneros islámicos entre la conversión al cristianismoo ser pasados a cuchillo45. No olvidemos que Carlomagno, el gran empe-rador de la barba florida, y su campaña en España eran el arquetipolegendario que había marcado el imaginario cruzadista que tenían en lacabeza desde niños muchos caballeros franceses.

3. El destino del vencido en la cronística del siglo XII

Encontramos la mejor plasmación hispánica del espíritu militantede Cruzada ultrapirenaico y su política de no dar cuartel al vencido mu-sulmán en la Chronica Adefonsi Imperatoris, la cual dados suscontenidos y su discurso resulta ser también el texto más paradigmático

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44 ANÓNIMO, Chanson de Roland, vv. 3368-2671; Christopher Lowney, A Vanished World, Oxford,2005; ed. esp. Un mundo desaparecido, Buenos Aires, 2007, p. 164.

45 PSEUDO-TURPIN, Historia Karoli Magni et Rotholandi, ed. C. Meredith Jones, Ginebra, 1972, pp.93, 131, 169; Ron BARKAI, El enemigo en el espejo, Madrid, 1984, p. 161.

del ciclo historiográfico cluniacense del siglo XII español46. Precisamen-te, su condición cluniacense la deduce Ángel Ferrari de cómo presenta elcronista las relaciones del reino de León y Castilla con los musulmanes,lo que sería reflejo de una visión cruzadista de la Reconquista ajena a latradición propiamente hispánica47.

Al examinar la Chronica Adefonsi Imperatoris, Ron Barkai saca laconclusión de que “la lucha despiadada hasta el exterminio total pareceser una aspiración mutua de ambas partes”, llegando a desear el cronis-ta que se borrara completamente, hasta su desaparición (ad nihilum), laraza impura de los ismaelitas48. El concepto de “guerra total” se ajusta en-teramente a la descripción que la Chronica Adefonsi Imperatoris realizade la lucha contra los Almorávides (cuyo comandante es calificado dehomicida christianorum): “en las descripciones de esta lucha – señala elprofesor Barkai – tropezamos regularmente con los rasgos que distin-guen una guerra total, como el asesinato de las mujeres, los niños y losprisioneros”49.

El probable autor de la Chronica Adefonsi Imperatoris, el obispoArnaldo de Astorga (ep. 1144-1153), da cuenta detallada, sin asomo algu-no de crítica, de las campañas de Alfonso VII el Emperador en AlAndalus, campañas caracterizadas por una extrema dureza. Como ha se-ñalado Francisco García Fitz, estas campañas eran parte de unaestrategia de “guerra de desgaste” con la cual Alfonso VII tenía como ob-jetivo provocar la “desmoralización de los andalusíes y el desencantohacia los Almorávides”, aunque “resulta difícil constatar el efecto de talesagresiones, unidas a la acumulación de daños de otras anteriores, tuvie-ron sobre los andalusíes y las fricciones que provocarían entre aquellapoblación y unos dominadores almorávides”50.

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46 Vid.Manuel Alejandro RODRÍGUEZDE LA PEÑA, “Ideología política y crónicasmonásticas: la con-cepción cluniacense de la Realeza en la España del siglo XII”, Anuario de Estudios Medievales, 30/2,2000, pp. 681-734.

47 Ángel FERRARI, “Artificios septenarios en la Chronica Adefonsi Imperatoris y Poema de Almería”,Boletín de la Real Academia de la Historia, 153, 1963, p. 20.

48 R. BARKAI, El enemigo en el espejo, op. cit., p. 137.49 R. BARKAI, El enemigo en el espejo, op. cit., p. 139.50 Francisco GARCÍA FITZ, Relaciones políticas y guerra. La experiencia castellano-leonesa frente al

Islam. Siglos XI-XIII, Sevilla, 2002, pp. 90-91.

Con todo, lo cierto es que entre finales de 1134 y la primavera de1135 tuvieron lugar al menos tres sublevaciones populares en Córdoba ySevilla51 y, finalmente, tras quince años de terrible guerra de desgaste y unaúltima razzia brutal del Emperador (septiembre de 1144), estalló una granrebelión popular contra los Almorávides que acabaría al fin y a la postrecon el poder de esta secta magrebí. Según apunta el profesor García Fitz,el autor de la Chronica Adefonsi Imperatoris “señala, sin ningún género dedudas” (libro II, capítulo 93) que el derrumbamiento del poder almorávi-de había sido “consecuencia directa de aquella campaña y de lasdestrucciones que cada año llevaban a cabo los ejércitos del Emperador”52.

De lo anterior se puede inferir que el obispo cronista de Astorga,de origen francés y posible adscripción monástica cluniacense, aproba-ba al menos tácitamente la estrategia de devastación del emperadorAlfonso VII, en consonancia con la ideología cruzadista ultrapirenaicaque veíamos en acción anteriormente en Barbastro. Una estrategia fría ycalculada, ya que no cabe atribuir a Alfonso VII una personalidad pato-lógica dominada por un rasgo como la crueldad. Cuando los enemigos alos que hacía frente eran cristianos, el monarca demostró una extraordi-naria clemencia incluso aunque se tratara de rebeldes. De este modo,cuando sometió a los rebeldes de las torres de León los dejó marchar sincastigo alguno: a los que fueron capturados en las torres les permitió mar-char libres gracias a un prudente y necesario arreglo, hecho que aterrorizósobremanera a los enemigos del Rey53.

Pero cuando cruzaba la frontera, Alfonso VII se mostraba comoun depredador implacable. Sirva como botón de muestra el relato de laque el Emperador realizó en el año 1133, iniciada, según el cronista, enrepresalia por las matanzas de los Almorávides, que habían pasado acuchillo a todos los cristianos que encontraron (omnes christianos quosibi invenerant perdiderant gladio) durante una incursión en el territo-rio de Toledo en 112854: el Rey levantó de allí el campamento, empezó a

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51 F. GARCÍA FITZ, Relaciones políticas y guerra, op. cit., p. 91.52 F. GARCÍA FITZ, Relaciones políticas y guerra, op. cit, p. 93.53 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 4, ed. Maurilio Pérez, León, 1997, p.

68; cuando se utilice la versión original latina será a partir de la edición de Antonio Maya, Chroni-ca Hispana Saeculi XII, I, Corpus Christianorum, vol. 71, Turnholt, 1990.

54 Y tomarse venganza del rey Texufín y de los demás reyes moabitas, que incluso en persona habían ve-

moverse por la campiña de Córdoba saqueando a diestro y siniestro,ocupó todo aquel territorio, lo saqueó, lo incendió a sus espaldas, hizogran número de prisioneros y llegó al río llamado Guadalquivir... Era laépoca de recolección, por lo que hizo incendiar todos los sembrados ycortar todas las viñas, olivos e higueras. El temor a él se apoderó de todoslos habitantes del territorio de los moabitas y agarenos que, invadidospor un gran temor, abandonaron las ciudades y castillos secundarios y serefugiaron en los castillos más fortificados y en las ciudades amuralla-das; se escondieron en las montañas, en las cavernas de las rocas y en lasislas del mar... Saquearon todo el territorio de Sevilla, Córdoba y Carmo-na y prendieron fuego a todo aquel territorio, a las ciudades y a loscastillos... era incontable el número de prisioneros que hicieron entrehombres y mujeres, e igualmente era incontable el número de pillajes decaballos y yeguas, de camellos y asnos, también de bueyes, ovejas y ca-bras... Pasaban a cuchillo a los sacerdotes y doctores de su religión queencontraban al paso, e igualmente quemaron los libros de su religión enlas mezquitas55.

La campaña de saqueo que Alfonso VII realizó en Mayo de 1138en el valle del Guadalquivir asolando toda la región es objeto de unanarración muy similar en la Chronica Adefonsi Imperatoris, de nuevosin que se trasluzca la menor crítica explícita o implícita al trato dado alos vencidos islámicos: el emperador Alfonso tomó un gran ejército deExtremadura y poniéndose en camino acampó junto al río llamadoGuadalquivir. Numerosos escuadrones dedicados al pillaje se alejarondurante muchos días, saquearon todo el territorio de Jaén, Baeza,Úbeda,Andujar y de otras muchas ciudades, prendieron fuego a todas las villasque encontraban, destruyeron sus mezquitas y entregaron al fuego los li-bros de la ley de Mahoma. Mataron a golpe de espada a todos losdoctores de la Ley que encontraron. Hicieron cortar las viñas, olivos, hi-gueras y todos los árboles, y todo lugar que hollaron sus pies quedódevastado. Y después de muchos días regresaron al campamento ante elemperador llevando consigo una gran multitud de cautivos, hombres,mujeres y niños, regalos de oro y plata, vestidos muy valiosos, todas sus

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nido al territorio de Toledo, matado a muchos caudillos cristianos, destruido hasta sus cimientos elcastillo llamado Aceca y pasado a chuchillo a todos los cristianos que allí había encontrado (AR-NALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 33, ed. cit., p. 74).

55 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 35-36, ed. cit., pp. 74-75.

riquezas, todo su ajuar y grandes rebaños de caballos, yeguas, bueyes,vacas, ovejas y cabras56.

Parecido es el tratamiento que otorga el cronista a dos matanzasde prisionerosmusulmanes por parte de las huestes cristianas, matanzasde mujeres y niños que no oculta ni vela pero que tampoco reprueba,como sería de esperar en un obispo. En el primero de estos episodios, Ar-naldo de Astorga escribe sucintamente: por su parte, los cristianos,viendo esto (que los almorávides tenían rodeado su campamento), mata-ron a todos los musulmanes cautivos, tanto hombres como mujeres, nofuera que alteraran su campamento tras recibir armas57.

Pero es en el segundo episodio donde incluso se puede entreveralgo más que un aséptico relato de los hechos: entonces los cristianos,bien provistos de fe y armas, mataron a todos los musulmanes cautivosque habían apresado, tanto varones como niños y mujeres, y los animalesque tenían consigo58. Esta expresión, fide et armis bene instructi (bienprovistos de fe y armas), que precede al verbo occiderunt, resulta revela-dora de cómomínimo una cierta complacencia con algo tan espantoso yajeno al cristianismo como el asesinato a sangre fría de niños cautivos,sin dejar de sorprender que mencione expresamente el que hubieraniños entre los ejecutados.

La única ocasión en la que se puede vislumbrar un tímido juiciocrítico por parte del cronista al describir una matanza de cautivos mu-sulmanes tiene lugar cuando la Chronica Adefonsi Imperatoris relata laintención de Alfonso el Batallador de proceder a unamatanza de los mu-sulmanes de Fraga en lugar de aceptar su oferta de rendición. Del relatodel cronista se deduce que esta búsqueda de venganza acabaría por cau-sar la ruina del monarca aragonés, que perecería durante el asedioinfructuoso de la ciudad (17 de Julio de 1134): los moabitas y agarenosque estaban dentro de Fraga querían entregar la ciudad al rey de Aragónpara que les dejara marchar en paz. Sin embargo, él no quiso aceptarlaporque Dios había endurecido su corazón para que cayeran sobre él, comocayeron, todos los males que él había hecho contra los cristianos en León y

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56 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 36, ed. cit., p. 106.57 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 28, ed. cit., p. 104.58 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 38-39, ed. cit., p. 107.

Castilla y contra su propio pueblo. Pues quería tomar la ciudad y afirmóbajo juramento que todos los nobles musulmanes iban a sufrir la pena ca-pital, que sus mujeres e hijos iban a ser cautivos igualmente y que susriquezas se iban a robar sin compasión59.

Y es que el monarca aragonés no gozaba de las simpatías de loscronistas de León y Castilla, que recordaban perfectamente las enormesexacciones y saqueos perpetrados por las huestes aragonesas dos déca-das antes en las tierras occidentales del Reino durante la contiendasostenida entre el Batallador y su esposa, la reina Urraca. Estos crímenescometidos contra cristianos y contra su propio pueblo (super christianoset super gentem suam), entre los que incluso la Historia Compostelanamenciona la violaciónmasiva demonjas por parte de sus tropas, son losque el Rey Batallador habría expiado y los que Dios habría juzgado al en-durecerle el corazón (quia Deus induraverat cor eius), una expresiónprovidencialista del obispo cronista de clara raigambre vetero-testa-mentaria.

4. El destino del vencido en la cronística del siglo XIII

Los tres autores de las grandes crónicas latinas hispánicas del sigloXIII fueron obispos, prelados influyentes y poderosos: Don Rodrigo Ji-ménez de Rada, fue cabeza de la Iglesia hispana en tanto que arzobispodeToledo; Don Juan de Osma fue canciller del Reino y obispo primero deOsma y luego de Burgos; y finalmente, Don Lucas fue obispo de Tuy yhombre de confianza de la influyente reina Berenguela.

Estos tres obispos presentan una serie de características comu-nes: en primer lugar, un espacio geopolítico común, los reinos de Leóny Castilla.

En segundo lugar, y esto es quizá lo más importante, su condiciónde clérigos áulicos, es decir, de eclesiásticos cortesanos que tenían queconciliar el servitium Dei con el servitium regis. Y la conciliación de estasdos lealtades no siempre fue posible60. De este conflicto de lealtades en

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59 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 53, ed. cit., p. 80.60 Vid. Peter LINEHAN,History and the Historians of Medieval Spain, Oxford, 1993, Georges MARTIN,

Les juges de Castille: Mentalités et discours historique dans l`Espagne médiévale, París, 1992 y Ma-

sus conciencias, proviene a nuestro juicio la principal clave interpretati-va de la narrativa de estos cronistas en torno al tratamiento que elvencido musulmán recibió por parte de los reyes de León y Castilla a losque nuestros autores servían. Ciertamente, las más de las veces estosobispos cronistas dan muestras de una escasa pietas cristiana en su faltade empatía por el destino del vencido, siendo quizá Juan de Osma el máshumano de los tres. Al mismo tiempo, Don Rodrigo y Don Juanmuestranun gran celo cruzadista unido a una defensa a ultranza de las figuras delos reyes Alfonso VIII el Noble y Fernando III el Santo como encarnaciónde todas las virtudes del optimus princeps christianus61.

Con todo, sí encontramos algunos pasajes aislados que dejan en-trever algo al historiador interesado en la visión del otro, del enemigomusulmán vencido. No, desde luego, en el ChroniconMundi de Lucas deTuy. Al tudense, para cuya diócesis la frontera era una realidad extraña ylejana, estas cuestiones parecen haberle interesado muy poco.

Es en la llamada Crónica Latina de los Reyes de Castilla (circa1230), atribuida por los especialistas con bastante seguridad a Juan deOsma, donde nos encontramos con una de las primeras críticas expresasa una matanza de no combatientes (presumible) en la cronística latinahispánica medieval. Cuando el cronista da cuenta de la toma de la ciu-dad de Malagón por los cristianos en los prolegómenos de la batalla deLas Navas censura escueta pero claramente el exterminio de los habitan-tes de la villa, que habían ofrecido rendirse a cambio de que serespetaran sus vidas (lo que el cronista omite mencionar): levantaron,pues, los campamentos en nombre del Señor Jesucristo y marcharon haciaMalagón, que en un momento y como en un abrir y cerrar de ojos toma-ron de las manos de los moros, matando inútilmente a cuantos allíencontraron62.

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nuel Alejandro RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, “La figura del obispo cronista como ideólogo de la Rea-leza en León y Castilla: la construcción de un nuevo modelo de didáctica política en la primeramitad del siglo XIII”, La imagen del obispo en la Edad Media, eds. Martin Aurell y Ángeles García dela Borbolla, editorial Eunsa (Ediciones Universidad de Navarra), Pamplona, 2004, pp. 115-152.

61 Vid. Manuel Alejandro RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, “La Cruzada como discurso político en la cro-nística alfonsí”, Alcanate: Revista de Estudios Alfonsíes, 2, 2000-2001, pp. 23-41.

62 JUANDEOSMA [¿?], Chronica Latina RegumCastellae, 22, ed. Luis Charlo Brea,Madrid, 1999, p. 50;para la versión original latina se ha utilizado la edición del mismo profesor en Corpus Christiano-rum (vol. 73, Chronica Hispana Saeculi XIII, Turnholt, 1997).

Con todo, esta expresión, concidentes in frustra (matando inútil-mente), siendo la única mención crítica de una acción de la Cruzada delas Navas por parte de un cronista cristiano63 y resultando ciertamentereprobatoria, tiene menos resonancias morales cristianas que de merautilidad bélica (utilitas). Por otra parte, cuando inmediatamente a conti-nuación señala que en cambio sí se perdonó la vida de los habitantes deCalatrava este comportamiento no le merece comentario alguno, a pesarde que esta piedad con los vencidos impuesta por los cruzados españo-les acabó provocando que los cruzados ultramontanos abandonaran lacampaña: se encaminaron después a Calatrava, que se la entregó unmorollamado Avencalén, respetada la vida de los hombres y mujeres que allíencontraron64.

Curiosamente, el canciller cronista tampoco menciona el hechode que la autoría de la carnicería de Malagón correspondió a los ultra-montanos, esto es, a los cruzados franceses que habían acudido enauxilio de AlfonsoVIII y a los que les pareció luego inadmisible la piedadcon el vencido musulmán en Calatrava65.

La participación ultramontana en la toma de Malagón sí es desve-lada por Rodrigo Jiménez de Rada en su De Rebus Hispaniae. Elarzobispo toledano en cambio evita cualquier censura de la masacre delos vencidos en Malagón, la cual no es presentada como una matanzaposterior al combate, y se prodiga en elogios al ardor bélico de los ultra-montanos, enmarcado en una narrativa propia de la teología de la guerrasanta: los ultramontanos plantaron su campamento junto a Guadalferzay, partiendo desde allí, sitiaron la fortaleza de Malagón; y aportando lagracia divina un buen augurio, aunque los que estaban en la fortaleza sedefendieron muy bravamente, sin embargo el empuje de los ultramonta-nos, que ardía de valerosa pasión, en su afán de morir por la fe de Cristoquebrantó el valor de los defensores y la solidez de la fortificación en nom-bre del Señor y se apoderó de Malagón, matando a todos los de dentro66.

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63 F. GARCÍA FITZ, ¿De exterminandis sarracenis?, art. cit., p. 120.64 JUAN DE OSMA [¿?], Chronica Latina Regum Castellae, 22, loc. cit.65 Vid. Damian J. SMITH, «“Soli hispani” ? Innocent III and Las Navas de Tolosa», Hispania Sacra, 51

(1999), pp. 487-514.66 RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA, De Rebus Hispaniae, VIII, 5, ed. Juan Fernández Valverde, Madrid,

1989, pp. 312-313. Para la versión original latina se ha utilizado la edición del mismo profesor enCorpus Christianorum (vol. 72, Turnholt, 1987).

Ciertamente, de este pasaje se puede inferir que el arzobispo cro-nista no vio con malos ojos el destino de la población de Malagón o que,al menos, no le pareció ajeno a la lógica de la guerra, al ius in bello. En re-alidad, Don Rodrigo parece considerar como propio del ius in bello quelos cautivosmusulmanes fueran ajusticiados, reservándose la pietas paralos vencidos cristianos.

Al menos eso parece deducirse de su relato de la batalla de Ata-puerca (año 1054) entre Fernando I de Castilla y García de Navarra: unavez muerto su hermano (el rey García) y puesto en fuga el ejército de éste,aunque el rey Fernando estaba alegre por su victoria, sin embargo no se ol-vidó de su piedad (pietatis non inmemor) y ordenó a los suyos que no seensañaran con los cristianos que huían; no obstante, la mayor parte de lossarracenos presentes fueron apresados y pasados a cuchillo67. Esto en uncontexto de conflicto entre reinos cristianos, no un conflicto de fronteracon el Islam. Si este era el destino reservado a los mercenarios islámicosque luchaban por el Rey de Navarra, ¿cuál no debía ser el del musulmánenemigo en un contexto de Cruzada?

Tampoco hace referencia alguna el De Rebus Hispaniae a un acon-tecimiento tan importante como la deserción de los cruzadosultrapirenaicos tras el perdón concedido a los habitantes de Calatrava,algo que se debió seguramente al pudor del cronista ante un comporta-miento tan deleznable y que en tanmal lugar dejaba a los ultramontanos.Sea como fuere, a juzgar por sus escritos, a Don Rodrigo el destino delvencido musulmán no parecía importarle en exceso.

Esta ausencia de fibra moral del Toledano vuelve a salir a la luz ensu relato de la toma de Úbeda (23 de Julio de 1212) por Alfonso VIII yPedro el Católico y en su propia participación decisiva como arzobispoen la toma de decisiones ajenas a la misericordia en el campamento delos reyes cristianos: tras parlamentar largamente sobre ello, los sarracenosofrecieron en primer lugar un millón de áureos a cambio de la indemni-dad de la ciudad, lo que algunos aceptaron con gran contrariedad de losreyes, que sin embargo disimularon por el gran interés de los nobles. Fi-nalmente, al prohibir tal acuerdo los arzobispos de Toledo, Narbona y losdemás con su autoridad pontificia, se quedó en que la ciudad fuera arra-

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67 RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA, De Rebus Hispaniae, VI, 10, ed. cit., p. 232.

sada hasta sus cimientos, perdonándoles la vida a los sarracenos y ha-ciéndolos prisioneros68.

En su relato de los acontecimientos, Don Rodrigo silencia muchascosas. El acuerdo inicial fue ciertamente revocado por la intervención delos prelados, que adujeron que este violaba los cánones del III Conciliode Letrán (1179) respecto a la venta de armas y víveres a los infieles69. Deahí que se optara por aceptar el millón ofrecido pero a cambio de suspersonas y bienes no de la ciudad, que sería arrasada. Tampoco mencio-na el Toledano el hecho de que los ubedanos no pudieron reunir elmillón y fueron por ello todos hechos cautivos, siendo reducidos a la es-clavitud en torno a unos 60.000, de los cuales unos fueronmuertos, otrosregalados a los nobles de la hueste real y otros enviados a las fortalezasde la frontera como mano de obra70.

El relato de este episodio por parte del canciller Juan de Osma en laCrónica Latina es mucho más plástico, detallado y dramático, si bientampoco encierra asomo de crítica alguna, calificando incluso a los cau-tivosmusulmanes comounamultitudomaledicta, condiciónmaldita quejustificaría su destino de esclavitud: viendo, pues, los moros el poderío delos cristianos… se entregaron enmanos del Rey glorioso (AlfonsoVIII) y delRey de Aragón (Pedro II) con la condición de que, si se les conservaba lavida, se constituirían tanto ellos en persona como sus bienes todos en botínde su enemigo. Según contaban algunos de los mismos moros, que fueroncapturados entonces en esa villa de Úbeda y que creían conocer el númerode los encerrados, fueron hechos prisioneros allí casi cien mil sarracenos,contandomujeres y niños. Todos los bienes muebles que se consideraron devalor fueron entregados al Rey de Aragón y a los que con él habían venidoa la guerra; también se llevó con él muchos moros cautivos. Aquella maldi-ta multitud, que estuvo encerrada en la villa, fue dispersada por todas lasregiones de los cristianos, puesto que de las distintas partes del mundomu-rieron unos pocos en la gloriosa y triunfal batalla71.

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68 RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA, De Rebus Hispaniae, VIII, 12, ed. cit., p. 325.69 Tercer Concilio Lateranense, canon 22 (James M. POWELL, “The Papacy and the Muslim Frontier”,

Muslims under Latin rule (1100-1300), ed. J. M. Powell, Princeton, 1991, p. 189).70 Ambrosio HUICI MIRANDA, Las grandes batallas de la Reconquista durante las invasiones africa-

nas, Granada, 2000, p. 275; F. GARCÍA FITZ, ¿De exterminandis sarracenis?, art. cit., p. 129.71 JUAN DE OSMA [¿?], Chronica Latina Regum Castellae, 25, ed. cit., p. 55.

Ahora bien, el Toledano da cuenta en su De Rebus Hispaniae dedos matanzas indiscriminadas de población civil musulmana a manosde la hueste del rey Fernando III el Santo, cuyas frecuentes cabalgadas enla Bética sembraron el terror entre los campesinos andalusíes72. Extraña-mente, esta carnicería es silenciada por la Crónica Latina de los Reyes deCastilla, que suele estar más atenta al sufrimiento infringido al vencido.

Estos hechos se produjeron en el año 1225 tras la toma por parte delRey Santo de la ciudad de Priego y la fortaleza de Alhama. Este es el relato,frío y aséptico, del arzobispo cronista: partiendo desde allí tomó Priego y,apresados y pasados a cuchillo susmoradores,demolió la fortaleza hasta loscimientos, y dirigiéndose al castillo que se llamaAlhama,arrasó el lugar conel mismo sistema tras apresar y pasar a cuchillo a sus habitantes73.

Con todo, Juan de Osma resulta ser la mayor parte de las veces unnarrador más atento al destino de los vencidos que el Toledano, aunquesea muy parco en los juicios morales. Así, por ejemplo, cuando aborda lacaída de la ciudad de Quesada en manos de Fernando III (año 1224),presta atención al hecho de que los castellanos se llevaran cautivos ahombres y mujeres, a mayores y lactantes, tanta multitud cuánta apenasse podía creer74. Esta mención de los lactantes y los ancianos (maiorescum lactantibus) llama la atención, ya que revela una voluntad del na-rrador por diferenciar a la multitud de cautivos en categorías humanasque no podían dejar de suscitar una reacción del lector.

Del mismo modo, Juan de Osma, quien con toda probabilidad fuetestigo presencial de los hechos, nos brinda una conmovedora narracióndel sufrimiento de los habitantes musulmanes de Córdoba tras caer laCiudad califal enmanos de Fernando III el Santo: tras tratar, pues, enton-ces y firmar estas cosas, frustrados en la esperanza que habían tenido deconservar su ciudad, los moros cordobeses, desfallecidos de hambre, aban-donaron su asentamiento llorando, gritando y gimiendo por la angustiade su espíritu75.

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72 Monarca que se caracterizó por “emplear este tipo de prácticas durante la conquista de la Andalu-cía bética” (F. GARCÍA FITZ, ¿De exterminandis sarracenis?, art. cit., p. 127).

73 RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA, De Rebus Hispaniae, IX, 12, ed. cit., p. 345.74 JUAN DE OSMA [¿?], Chronica Latina Regum Castellae, 44, ed. cit., pp. 75-76; F. GARCÍA FITZ, ¿De

exterminandis sarracenis?, art. cit., pp. 129-130.75 JUAN DE OSMA [¿?], Chronica Latina Regum Castellae, 72-73, ed. cit., pp. 101-102.

Sin embargo, en este mismo capítulo el obispo cronista relata unadiscusión en el campo cristiano entre los magnates partidarios de nego-ciar la rendición y aquellos que aconsejaban al Rey que no la aceptara,sino que los tomara a la fuerza y los decapitara76, posturas encontradasque no le merecen a Don Juan comentario alguno a favor o en contra. Denuevo, nos encontramos ante la sensación de que el narrador sientealgún tipo de empatía hacia el sufrimiento del vencido pero no lo expli-cita en juicios morales, acaso porque hubiera sido algo “políticamenteincorrecto” en la corte castellana a la que pertenecía: y es que el clérigoáulico se imponía casi siempre al obispo cristiano.

Esta percepción parece ser corroborada por el contraste entreeste clamoroso silencio y la “santa ira” desplegada por el cronista aljuzgar la cruel actuación de los condes de Lara contra la poblacióncivil cristiana de Belorado en el marco de la guerra civil castellana de1220: como se detuvieran allí, el conde Álvaro Núñez de Lara y sus her-manos y todos sus partidarios... irrumpieron en Belorado: entraron allípor la fuerza y robaron cuantos bienes pudieron encontrar; mataron aalgunos de sus habitantes, hirieron a otros, cogieron prisioneros y pu-sieron así a la citada villa en ruina y desolación. No perdonaronhombre o edad alguna. De allí volvieron con victoria y mucho botín ymarchó cada cual a su lugar. Cuando el Rey y la Reina, su madre, y suspartidarios supieron lo que habían llevado a cabo los condes de Lara ysus cómplices en la citada villa, dolidos en su interior, lloraron confuerte dolor. Pero el Altísimo, que es paciente vengador, viendo desde eltrono de Su gloria los males que habían realizado, llevó a cabo unavenganza admirable para todos los siglos sobre el conde don Álvaro ysus secuaces77.

Repárese en cómo en este episodio el cronista sí alude al justo cas-tigo divino por abusar de los no combatientes, sin perdonar hombre oedad alguna: nulli pepercerunt homini vel etati. Ciertamente, ya estabamuy interiorizado en el ánimo de los hombres del siglo XIII el respeto alas personas de los no combatientes cristianos pero todavía quedaba unlargo trecho para conseguir idéntico respeto por la dignidad humana de

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76 JUAN DE OSMA [¿?], Chronica Latina Regum Castellae, 73, loc. cit.77 JUAN DE OSMA [¿?], Chronica Latina Regum Castellae, 38, ed. cit., p. 70.

los vencidos extra Ecclesiam. Por desgracia, las doctrinas sobre la digni-dad de la persona de la Escuela de Salamanca y su avanzado ius gentiumquedaban todavía muy lejos.

5. El Islam andalusí y el trato a los vencidos cristianos

en las fuentes

El tratamiento de los prisioneros de guerra en el Islam hay que en-tenderlo desde la óptica de que son tan parte del botín (fay) como losbienes muebles y pasa por cuatro opciones que contempla la Sharia yque quedan a la libre disposición del gobernante islámico: la liberacióndel cautivo, la exigencia de un rescate, la esclavitud y la ejecución (estaúltima opción queda excluida si antes de ha concedido el aman, el per-dón garantía de rendición)78. Las dos primeras opciones estáncontempladas en el Corán (sura ILVI, 4) pero las cuatro en realidad pro-ceden de la propia actuación de Mahoma con los cautivos que capturódurante sus campañas militares.

Solo algunos juristas islámicos consideraron que la ejecución decautivos no era una opción legítima para el imam musulmán, siendoAverroes un defensor destacado de esta postura, así como un enemigo dela tortura o mutilación del enemigo. Incluso hubo juristas como Malik yAbu Hanifa que intentaron excluir del grupo de cautivos “ejecutables” alos ciegos, dementes, ermitaños y ancianos decrépitos, pero la doctrinamás autorizada de Al-Safi`i preconizaba que se podía ejecutar a cual-quier prisionero perteneciente a dichas categorías79.

En realidad, el Islam no admite la captura sin más de cautivos y suposterior esclavización salvo que sea como resultado de la Yihad, la gue-rra santa que tiene como fin ampliar los límites del Dar al-Islam. Y esque, en general, toda guerra que no fuera guerra santa era para el Islamde la época un combate ilegítimo80. Por supuesto, la guerra contra los rei-

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78 Alejandro GARCÍA SANJUÁN, “Formas de sumisión del territorio y tratamiento de los vencidos enel derecho islámico clásico”, El cuerpo derrotado, op. cit., p. 66; vid. Francisco VIDAL CASTRO, “Elcautivo en el mundo islámico: visión y vivencia desde el otro lado de la frontera andalusí”, II Estu-dios de Frontera. Actividad y vida en la frontera, Jaén, 1998, pp. 773 y ss.

79 A. GARCÍA SANJUÁN, Formas de sumisión del territorio, art. cit., pp. 66-67.80 Vid. Dominique URVOY, “Sur l`évolution de la notion de yihad dans l`Espagne musulmane”, Mé-

nos cristianos del norte de España, sea cual fuere el cambiante contextoa lo largo de los ocho siglos de la Reconquista, se podía encuadrar al am-paro de una sura coránica (II, 186-193) bajo la categoría de Yihad, por loque era perfectamente lícita la esclavización de los cautivos.

Estas aleyas (186-193) de la segunda sura del Corán, la Al-Baqa-ra (La Vaca), eran perfectamente aplicables al contexto de lacontienda con los cristianos en el ámbito de la Península Ibérica y re-zaban así: combatid en el camino de Dios a los que combaten contravosotros, pero no cometáis agresión, pues ciertamente Dios no ama alos agresores. Matadlos donde los encontréis, arrojadlos de donde osarrojaron, pues la opresión es aún peor que matar… pero si os comba-ten matadlos: ésa es la recompensa de los que no creen… Por tanto,combatidles hasta que cese la opresión y la adoración esté consagradapor entero a Dios. Pero si desisten, entonces no debiera haber hostilidadsino contra los opresores.

En cuanto a la esclavización de los cautivos fruto de la Yihad, laSharia distingue los siguientes casos: los niños solo pueden ser vendi-dos junto con sus madres y viceversa. No es lícita la ejecución demujeres (salvo que sea combatientes) y recién nacidos en ningún caso,ya que Mahoma dictaminó: en el nombre de Dios por cuya causa comba-tís a los infieles: no matéis a las mujeres ni a los recién nacidos81. Encambio, los ancianos sí podían ser esclavizados al ser capturados en elcampo de batalla.

Pero, del mismomodo que el propio Corán no parece ser ese “mo-numento de tolerancia” que pretendía Américo Castro82, no todas lasdisposiciones islámicas eran tan benévolas. Mahoma mismo ordenó elexterminio de todos los prisioneros de guerra que pertenecieran al Ahlal-ridda (los apóstatas), si no abrazaban el Islam en el plazo de tresdías83. Por su parte, el califa Abu Bakr ordenó a sus comandantes que pa-saran a cuchillo a todos los monjes cristianos que encontraran: te

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langes de la Casa de Velásquez, 9, 1973, pp. 334-371.81 Milouda CHAROUITI HASNAOUI, “Esclavos y cautivos según la ley islámica: condiciones y conse-

cuencias”,De l`esclavitud a la llibertat. Esclaus i lliberts a l`Edat Mitjana, eds. María Teresa Ferrer yJosefina Mutgé, Barcelona, 2000, p. 5.

82 A. CASTRO, España en su historia, op. cit., p. 199.83 M. CHAROUITI, Esclavos y cautivos, art. cit., p. 7.

encontrarás con gente con la parte central de su cabeza rapada (tonsura),con esos echa mano de tu espada84.

Tomando como punto de partida esta jurisprudencia islámica,cabe preguntarse ¿cómo reflejaron las diferentes crónicas latinas hispá-nicas el comportamiento de los poderes musulmanes con los vencidoscristianos? ¿Se correspondía el trato al vencido con la definición quedaba la Segunda Partida, que consideraba la cautividad a manos de mu-sulmanes como la mayor mal andança que los omes pueden aver en estemundo?Y es que, según leemos en la Segunda Partida, este era el trato in-fringido a los cautivos: los tormentan de crueles penas, o se sirven delloscomo de siervos, metiendo los atales servicios que querrian antes la muer-te que la vida85.

Significativamente, la Historia Compostelana, que se ocupa por logeneral muy poco de los musulmanes, destaca en ellos como su princi-pal característica la crueldad (saevitia), una crueldad ismaelita que contremenda dureza les llevaría a devastar con frecuentes incursiones nues-tra patria86. La crónica describe además a los guerreros musulmanes ensus incursiones tierra adentro como violadores habituales de las mujerescristianas, tanto doncellas como casadas87.

La Chronica Adefonsi Imperatoris, centrada en la frontera comopocos textos, nos brinda algún episodio concreto de crueldad islámica,aunque ciertamente menos de los que cabría esperar. Uno de ellos lo en-contramos en esta matanza almorávide, en la que incluso se llevan lascabezas de los cristianos como trofeo de guerra: y al instante el ejército delos musulmanes cayó sobre ellos y todos los cristianos murieron, no que-dando de ellos sino un caballero cristiano, que se lanzó al agua y emergióal otro lado del río entre los cristianos... Los musulmanes se marcharonllevándose consigo muchas cabezas de cristianos y sus despojos88.

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84 M. CHAROUITI, Esclavos y cautivos, art. cit., p. 6.85 Segunda Partida, título XXIX, Ley I, ed. J. Sánchez-Arcilla, Madrid, 2004; F. GARCÍA FITZ, ¿De exter-

minandis sarracenis?, art. cit., p. 133.86 Historia Compostelana, I, c. 32, ed. E. Florez, España Sagrada, XX, Madrid, 1765, p. 73 (ed. esp. cit.,

p. 132); R. BARKAI, El enemigo en el espejo, op. cit., p. 135.87 Feminas quoque, tam virgines quam nuptas, libidine stimulante turpiter maculabat (Historia Com-

postelana, III, c. 28, ed. lat. cit., p. 527).88 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 38-39, ed. cit., p. 107; bien es cier-

to que con anterioridad se había producido una matanza cristiana de todos los prisioneros

Otro fragmento de la Chronica Adefonsi Imperatoris que descri-be prosaicamente el exterminio por parte de los Almorávides de losvencidos cristianos parece denotar en el cronista una cierta sensaciónde inevitabilidad, como si no otra cosa se pudiera esperar en estaclase de guerra de frontera: ningún moabita apresaba a nadie, sinoque los cristianos recibían la sentencia de muerte propia de los prisio-neros89.

Por otra parte, en las ocasiones en que sí hacían prisioneros no pa-rece que fuera infrecuente por parte del poder almorávide el recurrir a latortura con los notables cristianos. La Chronica Adefonsi Imperatoris re-fiere dos casos: el del obispo de Lascar y el del caballero Munio Alfonso.En el primero de los casos se dice que el obispo fue llevado cautivo aVa-lencia y le sometieron a muchas torturas para que renegase de Aquél quepor nosotros fue colgado en un madero y del bautismo, y para circunci-darlo de acuerdo con sus leyes. Después de esto el obispo entregó rehenespor él, pagó tres mil maravedíes de oro y regresó a su sede episcopal90. Encuanto al noble gallego, alcaide de la fortaleza toledana de Mora, leemosque fue capturado y llevado a Córdoba, le encarcelaron y le atormentaroncon hambre y sed91.

LosMilagros de Santo Domingo de Silos (c. 1250) recogen algunasexperiencias de cautividad de prisioneros cristianos liberados por la in-tercesión del Santo sobre las cuales ha llamado la atención FranciscoGarcía Fitz: cepo de pies; muchos azotes e muchas penas e mucha fambre;frenos de fierro en las bocas apretados con candados (para que no se co-miesen el pan que molían) o atabanles las manos tan fuerte, que sallie lasangre por las unnas. A otro cautivo para que renegase del cristianismomandol quemar muchas veces con fierros calientes, castigándole por ne-garse a hacerlo con el siguiente tormento: sacaronle 12 dientes de la boca.A otro cautivo cristiano, para obligarle a que obtuviera el rescate exigido

Añadiendo muertos a los muertos

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musulmanes, hombres, mujeres y niños, como vimos con anterioridad.89 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 40, ed. cit., p. 76; la traducción de

este pasaje por parte del editor es, con todo, cuestionable a nuestro juicio. El texto latino (moabi-tes neminem captivabant, sed captorum capitalem accipiebant sententiam) pudiera quizátraducirse mejor como: los moabitas no hacían prisioneros sino que condenaban a todos a la penacapital. Y es que pudiera deducirse de la frase utilizada por Maurilio Pérez que el destino naturaldel vencido era a los ojos del cronista la pena de muerte.

90 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 59, ed. cit., p. 82.91 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 17, ed. cit., p. 100.

de sus allegados,mandol dar 102 azotes con una correa cruda mui fuerte,e tenia en cabo una sortija de fierro, que se metia en la carne92.

Este tipo de prácticas lógicamente despertaba el temor entre lapoblación civil cristiana a caer en manos del enemigo musulmán. Así, elcronista nos describe con vivos colores la psicosis existente en Toledoante la posibilidad de que la ciudad cayera enmanos de los Almorávides:mientras estos combates se llevaban a cabo, el arzobispo de Toledo, donBernardo junto con los clérigos, monjes, ancianos, mujeres y pobres, pos-trados en tierra en la catedral de Santa María, rogaban unánimemente aDios Nuestro Señor y a Santa María que no recordasen de nuevo los peca-dos de los reyes y de sus pueblos, que ellos no fueran entregados alcautiverio y a la muerte, las mujeres al ultraje, sus niños a la rapiña, suciudad al exterminio y la sagrada Ley de Dios al oprobio, la profanación yel desprecio93. Difícilmente se encontrará en las fuentes medievales unadescripción mejor del estado de ánimo de la población civil de una ciu-dad cristiana ante la perspectiva de caer en manos del enemigomusulmán.

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

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92 S. DE VERGARA, Vida y Milagros de Santo Domingo, Madrid, 1736, pp. 129, 136, 138, 164, 168, 177y 185; apud F. GARCÍA FITZ, ¿De exterminandis sarracenis?, art. cit., pp. 132-133, n. 32.

93 ARNALDO DE ASTORGA [¿?], Chronica Adefonsi Imperatoris, II, 6, ed. cit., p. 97.

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Colabora:

Excmo. Ayuntamiento de Huéscar