Agricultura en el bicentenario

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La Lenta Ruptura con el Pasado Colonial (1810-1850) Por: Hermes Tovar Pinzón El desarrollo económico de Colombia después de 1810 osciló entre dos modelos: el que luchaba por reconstruir los fundamentos coloniales de la economía nacional y el que aspiraba a una ruptura con múltiples trabas que se oponían al desarrollo moderno. El segundo, que habría de triunfar hacia 1850, oponía al proteccionismo el libre cambio, a la intervención del Estado en el ordenamiento de la economía la defensa de la empresa privada, y a los esfuerzos de industrialización y protección de los productos nacionales la teoría de que la agricultura y la minería para exportación deberían ser los ejes del desarrollo nacional. Los años que siguieron a 1820 mostraron los esfuerzos por reorientar la economía hacia uno u otro modelo. Los gobiernos posteriores a 1830 lograron sostener el patrón de desarrollo sobre parámetros de origen colonial. Sin embargo, a partir del primer gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849) se dieron los primeros pasos tendientes a reorientar la economía colombiana sobre fundamentos liberales. Este movimiento tomó pleno vuelo durante la administración de José Hilario López (1849-1853), en medio de un conflicto social creciente, por la movilización liberal de los sectores populares y la insurrección conservadora de 1851. LA POBLACIÓN Hasta 1810 la población de la actual Colombia había sido estratificada por castas: negros, indios, libres de todos los colores y blancos. Entre los blancos y los mestizos, grupos dominantes de la sociedad colonial, existían matices que hacían muy difícil homogeneizar sus intereses. Sin embargo, el desarrollo político de finales del siglo XVIII los había llevado a establecer sistemas de alianzas, allí donde era más importante su unión en torno a la ideología de “lo criollo” que una tajante diferenciación de origen socioeconómico. La independencia reforzó estos sentimientos de cohesión y una de las primeras decisiones del Estado republicano fue la supresión de las castas, quedando únicamente libres y esclavos como categorías sociales básicas. Además, ya entrado el siglo, hubo un mayor interés por conocer, no tanto los aspectos raciales de la sociedad, sino aquellos que tenían que ver con su edad, estado civil y ocupación. Hasta 1850, los negros esclavos fueron los únicos que continuaron siendo discriminados formalmente, aunque en la práctica los indios también lo fueron. La población había venido creciendo durante los cien años anteriores a 1810 a tasas que no iban más allá del 1% para el territorio colombiano en su conjunto. No obstante, a comienzos del siglo XIX se hablaba de una superpoblación, y la miseria abrumadora creaba inquietud en los

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La Lenta Ruptura con el Pasado Colonial (1810-1850) 

Por: Hermes Tovar Pinzón

El desarrollo económico de Colombia después de 1810 osciló entre dosmodelos: el que luchaba por reconstruir los fundamentos coloniales dela economía nacional y el que aspiraba a una ruptura con múltiplestrabas que se oponían al desarrollo moderno. El segundo, que habría detriunfar hacia 1850, oponía al proteccionismo el libre cambio, a laintervención del Estado en el ordenamiento de la economía la defensade la empresa privada, y a los esfuerzos de industrialización yprotección de los productos nacionales la teoría de que la agriculturay la minería para exportación deberían ser los ejes del desarrollonacional.

Los años que siguieron a 1820 mostraron los esfuerzos por reorientarla economía hacia uno u otro modelo. Los gobiernos posteriores a 1830lograron sostener el patrón de desarrollo sobre parámetros de origencolonial. Sin embargo, a partir del primer gobierno de Tomás Ciprianode Mosquera (1845-1849) se dieron los primeros pasos tendientes areorientar la economía colombiana sobre fundamentos liberales. Estemovimiento tomó pleno vuelo durante la administración de José HilarioLópez (1849-1853), en medio de un conflicto social creciente, por lamovilización liberal de los sectores populares y la insurrecciónconservadora de 1851.

LA POBLACIÓN

Hasta 1810 la población de la actual Colombia había sido estratificadapor castas: negros, indios, libres de todos los colores y blancos.Entre los blancos y los mestizos, grupos dominantes de la sociedadcolonial, existían matices que hacían muy difícil homogeneizar susintereses. Sin embargo, el desarrollo político de finales del sigloXVIII los había llevado a establecer sistemas de alianzas, allí dondeera más importante su unión en torno a la ideología de “lo criollo”que una tajante diferenciación de origen socioeconómico.

La independencia reforzó estos sentimientos de cohesión y una de lasprimeras decisiones del Estado republicano fue la supresión de lascastas, quedando únicamente libres y esclavos como categorías socialesbásicas. Además, ya entrado el siglo, hubo un mayor interés porconocer, no tanto los aspectos raciales de la sociedad, sino aquellosque tenían que ver con su edad, estado civil y ocupación. Hasta 1850,los negros esclavos fueron los únicos que continuaron siendodiscriminados formalmente, aunque en la práctica los indios también lofueron.

La población había venido creciendo durante los cien años anteriores a1810 a tasas que no iban más allá del 1% para el territorio colombianoen su conjunto. No obstante, a comienzos del siglo XIX se hablaba deuna superpoblación, y la miseria abrumadora creaba inquietud en los

aparatos políticos del Estado. En la primera mitad del siglo XIX serealizaron cuatro censos generales, en 1825, 1835, 1843 y 1851, quemuestran importantes cambios demográficos tanto en el plano de ladistribución geográfica como en el volumen de la población (véase elcuadro 3.1).

CUADRO 3.1EVOLUCION DE LA POBLACION COLOMBIANA1778-1851

 

Porcentajes

Deptos. 1778 1825 1835 1843 1851 1778

1851

Boyacá 289.824 409.969 550.472 638.142 739.839 37% 35%

Cauca 116.651 149.778 210.359 268.607 323.574 15 15

Mag/lena 169.221 117.983 239.269 254.119 273.371 22 13

Cund/marca

211.287 391.444 570.759 651.714 768.847 27 37

Totales 786.983

1.129.174

1.570.859

1.812.582

2.105.622 100 100

FUENTES: El presente cuadro se ha levantado siguiendo la divisiónterritorial establecida por la Ley 25 de junio de 1824 que creó parala actual Colombia 4 departamentos y 15 provincias así: Depto. deBoyacá, constituido por las provincias de Tunja, Pamplona, Socorro yCasanare; Depto. del Cauca, por las provincias de Popayán, Pasto,Chocó y Buenaventura; Depto. del Magdalena, por las provincias deCartagena, Santa Marta y Riohacha, y Depto. de Cundinamarca, por lasprovincias de Bogotá, Antioquia, Neiva y Mariquita. El censo de 1778se hizo siguiendo un resumen general realizado por el autor, que

corrige muchos errores sobre los datos hasta ahora conocidos. Para1825, 35, 43 y 51, cf. A.H.N., Resúmenes Censos Población 1825, 35,43, 51 y Miguel Urrutia y Mario Arrubla (eds.), Compendio deEstadísticas Históricas de Colombia, U. Nal., Bogotá, 1970, pp. 9-30.En términos de población, las guerras de Independencia (1810-1820) yde los Supremos (1839-42) no afectaron aparentemente la tendenciageneral del crecimiento demográfico. Los efectos de los conflictosarmados deben buscarse, más bien, en las movilizaciones,reclutamientos y desarraigos que creaban en las localidades y regionesun gran desorden coyuntural, haciendo que la estructura de ladistribución de la masa global de la población se viera afectada.Cuando los conflictos no eran generalizados, sus secuelas podíandispersarse a nivel nacional, pero el impacto local era significativoy se reflejaba en la merma de la población en la zona afectada,mientras que se recuperaba en otras regiones.

Las guerras, como fenómeno demográfico, no causaban solamenteperjuicios físicos que dejaron un rastro de crímenes, vagancia, ruinay bandidaje. Muchas gentes huían y otras se escondían o migraban,contribuyendo a deformar los cálculos y a redistribuir los espacioshabitados. En primer lugar, las levas arrancaban fuerza de trabajo delas zonas agrícolas y mineras, impidiendo el normal procesoproductivo. Los reclutamientos forzosos llegaron a ser tan desastrosose inútiles para la población que los peones, indios y aun esclavosterminaban por ocultarse cuando el rumor de que el censo o recuentoestaba ligado a una posible movilización. A su vez, los ejércitos encampaña actuaban contra la población civil, que huía de sus centros dehabitación e iba a buscar refugio a zonas de paz o de defensa. Losciudadanos urbanos se marchaban a otros pueblos y los trabajadoresrurales monte adentro, donde no fuera posible sufrir los efectos de ladevastación. Son conocidos los desarraigos ocurridos en Cúcuta conmotivo de la campaña de los españoles contra Bolívar, los atentadoscontra la población civil durante la reconquista (1815-16) y losocultamientos de la gente, en 1843, cuando se levantó el censo de laNueva Granada.

El segundo hecho notable del poblamiento en la primera mitad del sigloXIX fue el desplazamiento de los polos de desarrollo colonial haciacentros más dinámicos. Entre 1778, fecha en que se elaboró, por sucobertura, el censo de la población más importante del períodocolonial y 1851, la actual República de Colombia tuvo importantescambios en sus jurisdicciones administrativas, que hacen difícilseguir con cuidado las modificaciones operadas en la estructura de lapoblación. En términos generales, y a pesar de los conflictos, lascifras muestran una tendencia al crecimiento, que se explica no sólopor el mejoramiento de los sistemas de vida, sino por la incorporaciónde regiones antes aisladas y, obviamente, por los mecanismos decontrol y cuidado en la elaboración de los padrones.

De tales fenómenos podemos deducir que en las últimas décadas delsiglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX hubo cambios muy

importantes en la distribución regional de la población. Tal como seobserva en el cuadro 3.1, el departamento de Cundinamarca que, deacuerdo con la Ley 25 de 1824, agrupaba a las provincias de Bogotá,Neiva, Mariquita y Antioquia, pasó de 27 a 37% del total de lapoblación colombiana, mientras que el del Magdalena, que cobijaba lasprovincias de Riohacha, Santa Marta y Cartagena, pasó de un 22 a un13%. Los otros dos departamentos, Boyacá y Cauca, mantuvieron unaproporción estable de la población. La región del Caribe fue la únicaque no pudo duplicar su población en el curso de 70 años, lo quesupone un crecimiento anual inferior al 1%. En general, se observa unproceso de concentración de la población en las regiones centrales deColombia y una estabilización en el suroccidente y el oriente delpaís. El fenómeno estuvo ligado a la función que estas regionesjugaron en la lucha política y militar y en la vida económica en losaños posteriores a 1810.

LA AGRICULTURA

A fines del siglo XVIII la agricultura colombiana había vivido unperíodo de auge y expansión, gracias al crecimiento de la demanda delos centros urbanos y mineros y de los mercados intercoloniales por lavía del contrabando. Sin embargo, la expansión de otras economíascoloniales había generado competencias comerciales que hicieron entraren contradicción los intereses de los empresarios agrícolas con laspolíticas del sistema colonial en su conjunto.

La ilusión de una independencia que habría de adecuar las quejas deestos empresarios a sus expectativas económicas fue un acicate quemovilizó sus sentimientos de solidaridad con la causa republicana.Pero el proceso de independencia, que no pudo ser pacífico sinoviolento, dio al traste con muchos de los anhelos de los empresariosvinculados tanto a la agricultura y a la ganadería como a otrasactividades de la economía neogranadina. La independencia, alconvertirse en una guerra civil, luego en una guerra nacional contrala reconquista y, finalmente, en una guerra de liberación, arruinóvidas y bienes de importantes empresarios y sectores de la economíacolonial durante los años que siguieron a 1810.

Después de 1819 comenzaron a hacerse esfuerzos de reconstrucción yconservación de las estructuras económicas vigentes, aunque lassecuelas de la guerra impidieron que en la década del veinte hubierauna total readecuación de la economía. Fue sólo en la década deltreinta cuando se reordenó la economía nacional y los viejos herederosdel sistema de haciendas, propio del siglo XVIII, se lanzaron a unaofensiva de reconstrucción de los antiguos órdenes. Sin embargo, eramuy difícil contener los avances dejados por veinte años de lucha, quehabían logrado agrietar el orden colonial en el campo, crear nuevasrelaciones de trabajo, buscar nuevas perspectivas de mercado yreorientar la economía agraria hacia aquellos productos que parecíanofrecer mejores perspectivas de desarrollo.

Hasta 1850 persistió el carácter desigual de nuestro desarrolloagrícola-ganadero, sin que los primeros intentos de desarrolloagrícola modernos hubieran podido romper la vigencia de formas deexplotación profundamente enraizadas en las estructuras regionales deorigen colonial. El tabaco, en el Tolima y el Valle, no fue capaz desustituir la vieja hacienda colonial, que luchó por preservar suunidad, por modernizarse y por tecnificarse. Los sistemas de tenenciafamiliar se conservaron en muchas regiones de Colombia y más bien seconsolidaron con las políticas agrarias posteriores a laIndependencia. El esfuerzo por liberar mano de obra esclava e indiacondujo a la consolidación de pequeños tenedores, como proyección delespíritu de seguridad personal que había venido desarrollándose desdefinales del siglo XVIII.

1. Destrucción de la hacienda por la guerra

La Independencia, que asumió un carácter de guerra civil en losprimeros años de su declaratoria, desató entre la sociedad instintosde revancha, defensa y venganza. Para lograr sus objetivos, lossectores dirigentes no vacilaron en invitar a las castas asolidarizarse con su causa, sin prever que éstas podrían ejercer supropio derecho a la retaliación, movidas por un mayor resentimiento,al haber sido víctimas, durante siglos, de maltratos, opresiones einjusticias. Así, la guerra fue envolviendo en su loca carrera acuanto hombre, mujer y niño fue encontrando a su paso, que seafiliaron a banderas reivindicatorias tachonadas de promesas deigualdad, justicia y libertad.

Los negros esclavos, los indios, los mestizos y los libertos marcharoncon los ejércitos en contienda o recibieron el apoyo para que pudieranlevantar las banderas de la rebelión y la resistencia armada.Atendieron las voces que los llamaban a castigar por sus propiosmedios a los enemigos de turno y cuando se lanzaron a defender lascausas en contienda, su grito libertario expresó el afán de libertadabsoluta y la necesidad de cobrar con violencia las deudas de lainjusticia institucionalizada. Así surgió el deseo de robar lo quesiempre había parecido un sueño poseer: unas vacas, unos animales decarga, unos bienes. Este fue el patrimonio de esos años. Al saqueopersonal se unía el saqueo oficial, es decir, aquel que practicabanlos ejércitos para beneficio de sus causas.

Como la guerra no se decidía en las ciudades sino en los campos, lashaciendas se convirtieron en un factor muy importante para el abastode alimentos, reclutas y semovientes. Fue igualmente el cuartel y labase de la intendencia militar. Así, pues, debemos decir que laeconomía rural, en sus haciendas, en sus grandes y medianaspropiedades, sufrió políticas de secuestro total, embargo de bienes ysaqueo de ejércitos y organizaciones paramilitares.

En efecto, uno de los mecanismos más comunes empleados durante laguerra de Independencia fue el secuestro ordenado contra los enemigos

de turno, tanto en las guerras civiles como en la operación dereconquista. En la guerra civil entre Cartagena y Santa Marta, comoaquélla entre Santa Fe y Tunja, antes de 1815, los ejércitos encontienda practicaban los secuestros de los bienes de los españoles ode quienes emigraban temerosos de las posibles represalias. Estamigración, como el abandono de importantes haciendas y empresaseconómicas, fue lo que obligó a los comisionados políticos delgobierno general de las provincias unidas a nombrar, en 1814, alcoronel José Acevedo y Gómez como subpresidente y jefe superiorpolítico de la Villa de Zipaquirá y Nemocón para que regulara elabasto de los pueblos y mantuviera el orden político y económico, conel fin de lograr que los bienes de los enemigos estuvieran a buenrecaudo1. Era evidente que la guerra había creado una especie depánico que llevó a muchos individuos a vender ganados, esclavos ysemovientes antes que fuera tarde. Una buena administración de estasunidades de producción aseguraba, por lo menos, el sustento de losejércitos en campaña y servía de base a la intendencia militar.

CUADRO 3.2HACIENDAS EMBARGADAS DURANTE LA RECONQUISTA(1815-16)

 

 

 

 

CUADRO 3.2HACIENDAS EMBARGADAS DURANTE LA RECONQUISTA(1815-16)

 

 

 

 

 

 

Propietario Hacienda Jurisdicción Año

José Nicolás de Rivas La Chamicera Santa Fe 181

6

Domingo Bastidas La Laguna Usme 181

6

Casablanca Usme 1816

Josef María López Matarredonda Neiva 181

6

Francisco López Buenavista Neiva 181

6

Emigdio José Troyano Cayundá Anolaima 181

6

Camilo Torres Comerciante Santa Fe 1816

Agustín del Valle Comerciante Barranqui

lla1816

Bartolomé Molinares Comerciante Barranqui

lla1816

José G. Gómez Cura Lorica 1815

José M. Torres Cura S.

Nicolás1815

Fco. de la Cruz González Hda. Corito Serrezuel

a1816

Mariano Grillo Potr. Garzón Serrezuel

a1816

Antonio Rumbao Minero Zaragoza 181

6Gregorio SanGermán

Minero Zaragoza 1816

Diego Lobón Minero Zaragoza 1816

Propietario Hacienda Jurisdicción Año

Manuel Cobo Comerciante Zaragoza 1816

Francisco Pradilla Hda. La Peña Suratá 181

6

Ignacio Amaya Hacendado Fontibón 1816

José Acevedo Hacendado Santa Fe 1816

José Madrid Domínguez R Hacendado Espinal 181

6

Nicolás Manuel Tanco Honda 181

6

José María Castillo Santa Fe 181

6

Manuel García Santa Fe 1816

Estanislao Gutiérrez Santa Fe 181

6

Pantaleón Gutiérrez

Techo - La Herrera Fontibón 181

6Serrezuela-Zanquino

Juan Agustín Torres

Hda. El Volcán

Faca-Anolaima

1816

Ignacio Días H. Mana Blanca Faca 181

6

Luis DionisioCaycedo

H. Saldaña y Contreras La Mesa 181

6

José Sta. María Hacienda Fontibón 181

6

Pedro Groot Bermeo Santa Fe 1816

Mariano Grillo Potr. Garzón Santa Fe 181

6

Francisco Díaz Las Monjas Santa Fe 181

6

Pedro Felipe Valencia Santa Fe 181

6

Francisco García Hevia Casas Pamplona 181

6

Joaquín Sarmiento Cura (Hdas.) Socorro 181

6

Jorge Tadeo Lozano

Chinauta (Hda.) Tibacuy 181

6

Jorge Tadeo Lozano

S. Fortunato (Hda.) Soacha 181

6

FUENTE: A.H.N. (Bogotá), Secuestros.

Sería interminable el volumen de testimonios sobre extracción deganados, esclavos, alimentos y, en fin, cuanto pudiera ser utilizadopor militares, saqueadores y herederos, dispuestos a sobrevivir concuanto pudieran subrepticiamente vender. La guerra no sólo se limitóal saqueo de los factores productivos, sino que también preservó yacrecentó los bienes de quienes fueron fieles a la causa.

Cuando Pablo Morillo invadió la Nueva Granada recibió múltiples quejasde muchos españoles que habían sido perseguidos por los patriotasantes de 1816. Sus bienes, secuestrados por los gobiernos de laprimera república (1810-1815), se les deberían restituir. Comorecompensa a sus sacrificios, Morillo dispuso que las tierras, bienesy haciendas de los criollos derrotados les fueran entregadas parapaliar sus dificultades económicas (véase el cuadro 3.2). Otrosespañoles o criollos que permanecieron neutrales durante los años deindependencia, cuando notaron que las tropas del rey avanzaban por losdiferentes costados de nuestras cordilleras, procedieron a entregarvíveres y alimentos, contribuyendo a solidificar la intendencia de losinvasores, quienes luego les premiaron sus servicios al rey. Lossecuestros de bienes no fueron patrimonio de la reconquista sino de laprimera y aún de la segunda república, ya que después de 1819 muchosespañoles y defensores de la causa real perdieron todo su patrimonio,a más de que muchos de ellos, en la huida, fueron perseguidos porciudadanos corrientes que hacían cacerías de españoles para fusilarlosdespués del triunfo de agosto de 1819. En 1819, muchas de lashaciendas de los españoles regresaron a manos de los patriotas,cerrándose el ciclo de revanchas políticas que afectaron a un grannúmero de propietarios. La destrucción de las haciendas conllevó unaruptura del sistema de créditos y abastos y de los circuitoscomerciales que tuvieron que buscar nuevas fuentes de vida.

2. La hacienda colonial en la primera mitad del siglo XIX

Es indudable que muchas haciendas entraron en decadencia, ya seaporque sus dueños tuvieron que dejar definitivamente el país o porque

estaban ubicadas en aquellas regiones donde la guerra fue permanente.Otras lograron defenderse del conflicto o lo superaron manteniendo suvocación productiva hasta bien avanzado el siglo XIX. Así, algunas delas viejas familias coloniales se proyectaron sobre el siglo XIX comolegítimos herederos de viejos sistemas de organización económica,mientras que otras tierras fueron adquiridas por modernos comerciantesdeseosos de convertirlas en renovadas unidades de producción.Paralelamente, el Estado promovió la ocupación de tierras nuevas,aprovechando tierras públicas inexplotadas, medida que de todas formaspretendía resolver en forma marginal la demanda de los nuevos sectoresde trabajadores liberados por la guerra.

Un caso que nos ayuda a ilustrar los esfuerzos de conservación,reordenación y readaptación de la hacienda colonial en la primeramitad del siglo XIX lo presenta la hacienda de Coconuco, que duranteel siglo XVIII fue propiedad de la Compañía de Jesús y, después de1767, pasó a manos de dos de las familias más ilustres de Popayán, losArboleda y los Mosquera. Coconuco logró proyectarse hasta el siglo XXcomo una importante hacienda que fue capaz de adaptarse a lasvicisitudes de los tiempos de agitación social y política quesiguieron a 18202.

Como en otras haciendas de origen colonial, se introdujeron algunoscambios importantes en la producción y en los sistemas de trabajo. Deun lado, el general Tomás Cipriano de Mosquera mostró un gran interéspor la adquisición de semillas especializadas, tanto de trigo como demaíz. En sus instrucciones de 1842 decía: “Voy a remitir de Chile unacantidad de trigo para semilla siempre que calcule que puede estar enun potrero en Popayán y al efecto debe tenerse preparado un buenterreno. Si no llegare debe aprovecharse con otros trigos de losmejores de la hacienda”. La instrucción dada en 1842 por Mosquerarefleja una gran preocupación por la organización productiva de lahacienda, no sólo en el aspecto de la agricultura sino de los ganados,especialmente en la preservación de las ovejas merinas y bogotanas.

Al mismo tiempo surgía también el problema de las relaciones con losindios y los esclavos convertidos ahora en terrajeros o peones. Seadvertía que “los negros de Coconuco quizás será convenientecambiarlos por otros dejando solamente a Miguel por viejo”. Igualmentese pedía que “los manumitidos que se quieran contratar los contrataráparticularmente en las minas y les dará algún aliciente por tenerpeones de mina en cambio de los esclavos cuando falten y de modo quequeden utilidades”. Mientras Mosquera pensaba en la transición delesclavo al liberto, instruía con precisión a su administrador sobrelas formas de pago dentro de la hacienda y sobre la política generalque debería primar en la entrega de tierras en arrendamiento. Sobrelos indios, a más de pedir que se les cancelaran las cuentas,establecía que: “Hay que cargar a los indios el arrendamiento de lastierras conforme al cobro, a saber: Por cada res dos reales al año.Por cada oveja un real y tres pesos por la casa y sementeras. Aaquellos más pobres que siembran, peso menos.” Es decir, que los

terrajes no sólo dependían del área cultivada por los indios sino delnúmero de ganados que tuvieran en ellas. Aunque no conocemos detallesde esta relación contractual con los indígenas de la hacienda, esposible que muchas de las normas establecidas en los arrendamientos delos esclavos estuvieran también en vigencia para los indios. Lo ciertodel caso es que era tradición de la hacienda, según se constata en lainstrucción de Mosquera, en 1823, dar a los esclavos el día sábado“para que con él trabajen para vestirse y también el primer viernescuando no haya ración de carne”. Esta costumbre de dejar los sábados ydomingos a los esclavos era una tradición del siglo XVIII y fue comúnen las haciendas de los jesuitas. Con ello los esclavos generaban suspropios alientos y, de paso, contribuían a que el hacendado pudieradisminuir los costos de manutención. Dicha actitud, por tanto, noprovenía sólo de la presión que la Iglesia podía ejercer sobre losamos para que sus esclavos santificaran domingos y días festivos, sinoque respondía a fines propiamente económicos.Frente a la irremediable liberación de los esclavos, las disposicionesque restringían las áreas de cultivo y los productos que se permitíacosechar fueron delimitados así por el mismo Mosquera en 1842: “Ningúnesclavo puede sembrar trigo, ni hacer rocería en los montes de lahacienda que son todos los de Hispala, los del Rincón de Sachaquio,San Andrés y los montes de enfrente de la casa hasta el Sachaquio ylos rastrojos del Vinagre y en el potrero de Usiquitra entre elVinagre y Cauca y los rastrojos de Chiliglo, y la Agua Tibia y SanBartolo. Los esclavos deben solamente sembrar en Cauca desde el puentepara arriba hasta los límites con los indios y luego desde el Tablohasta la orilla del Cauca donde está la cerradura del potrero.” Nohabía permiso para criar sino cinco cabezas de ganado por familia yestaba prohibido efectuar operaciones de compraventa sin conocimientodel administrador. ¿Cuáles eran las razones por las que los hacendadosrestringían la producción de alimentos básicos producidos por lahacienda? Parece ser que, en primer lugar, todos los arrendatariosdebían producir alimentos complementarios al consumo interno de lahacienda y a los mercados locales para evitar fenómenos de competenciapor parte de indios y negros. La hacienda imponía una especie dedivisión forzosa del trabajo al obligar a los arrendatarios sembraralimentos que a la hacienda no le interesaba producir. Por ejemplo, lahacienda restringía la producción de maíz y papa. Del maíz se podíacultivar sólo el indispensable para las raciones y para los animalesy, de las papas, sólo las que a las criadas de la casa les fueraposible cosechar.

Aunque representativo de los intentos por adaptar la estructura de lahacienda colonial a las nuevas condiciones creadas por laindependencia, el caso de Coconuco no fue ciertamente único. En elTolima, la familia Barrios logró mantener la unidad de su hacienda SanJuan de la Vega incorporando nuevos pastos y técnicas y luchando pordefinir los linderos3.

Aunque representativo de los intentos por adaptar la estructura de lahacienda colonial a las nuevas condiciones creadas por la

independencia, el caso de Coconuco no fue ciertamente único. En elTolima, la familia Barrios logró mantener la unidad de su hacienda SanJuan de la Vega incorporando nuevos pastos y técnicas y luchando pordefinir los linderos3. En algunas haciendas del Valle del Caucaocurrió un proceso similar, aunque las grandes propiedades sufrieronun proceso de fragmentación generado por la herencia y por lanecesidad de recursos líquidos de los hacendados, en medio de unaeconomía en estancamiento y de la competencia creciente de propiedadesmedianas

4.

En otros casos, la transición al régimen republicano fue mucho mástraumática. La historia de las haciendas de Santa Rosa del Arenal, SanBartolomé de Honda y Barrancas, en Mompox, que también fueron de laCompañía de Jesús y luego de la familia Mier y sus herederos, ilustrantal proceso. Tal vez el golpe más rudo sufrido por estas haciendas fuela actitud hostil de los esclavos después de la independencia. Comocerca de la mitad del valor de propiedades de este tipo estabarepresentado por esclavos, su rebelión constituía una pérdidairreparable. Los acreedores, preocupados por su decadencia, concurríanentonces a rematar lo que aún podían salvar de sus capitales5.

El último fenómeno fue mucho más común, ya que no se restringióúnicamente a las haciendas esclavistas en decadencia. En efecto, habíasido costumbre en la Colonia imponer capitales a censo sobre bienesrurales o urbanos. Esta imposición era de diferente naturaleza. Lasgrandes haciendas lo hicieron apelando a la fundación de obras pías ocapellanías, reconociendo la renta del capital donado para tal fin.Otras propiedades medianas y pequeñas adquirieron capitales a censo(hipotecas) de la Iglesia, que garantizaron con sus propias tierras.En una economía en estancamiento y sujeta a periódicos conflictosarmados, porciones crecientes de los productos líquidos de lashaciendas debieron destinarse a dichos pagos. Muchos deudores tuvieronque entregar sus bienes a los prestamistas por la imposibilidad deatender las deudas correspondientes. La ruina condujo a losprestamistas a solicitar remates que acabaron por sumir en profundascrisis a muchas haciendas.

Irónicamente, la ruina de tales unidades les abrió perspectivas deinversión a aquellos empresarios que buscaban orientar la explotacióndel suelo hacia nuevos horizontes económicos. Sin embargo, sólo fuedespués de mitad de siglo cuando los nuevos artículos de exportación yla producción de ganado, azúcar y otros alimentos para el mercadointerno les crearon a estos empresarios una serie de oportunidades enescala apreciable. Hasta mediados del siglo, las posibilidades fueronmuy escasas. Algunas haciendas de la región de Ambalema pudieronentrar en el negocio del tabaco, apoyados en los primeros ensayos deexportación y en la desorganización del monopolio estatal. Al mismotiempo algunos comerciantes, enriquecidos por la explotación de losnuevos circuitos comerciales abiertos con las colonias inglesas en las

Antillas, pudieron tener acceso a algunas propiedades territoriales.Pero éstos fueron procesos marginales que sólo incidieron en pequeñosespacios de la economía nacional.

Por consiguiente, hasta las reformas de mediados del siglo las fuerzasempresariales de carácter privado, tanto nacionales como extranjeras,no lograron destruir los sistemas coloniales. La economía agraria delpaís siguió viviendo básicamente en función de sus mercados yproductos tradicionales, como el trigo en Bogotá o la caña de azúcaren el Socorro y Guaduas6.

3. La frontera agraria

Desde la Colonia el Estado había entregado a grandes empresariosextensiones ilimitadas de tierras baldías para su uso y colonización.El Estado republicano continuó con esta práctica después de 1820,llevado por el criterio de que tal política abría las perspectivas denuevos recursos económicos.

La novedad en la entrega de baldíos durante el período anterior a 1850radica en el intento de integrar la política de adjudicación detierras con la inmigración de extranjeros a Colombia, para generarnuevas posibilidades de desarrollo agrícola. La creación de laCompañía Nacional de Colonización de Colombia, entre otras, reflejahasta cierto punto los objetivos de quienes buscaron asociarse conempresas extranjeras con el propósito de desarrollar cultivos dedemanda en Europa. Esta compañía dispuso de un capital de $400.000 yse proponía colonizar tierras baldías y adelantar con el gobierno ycon los particulares toda clase de operaciones. Dentro de dichoscontratos con el Estado, la compañía se posesionaría de 500.000fanegadas de tierras baldías de buena fertilidad, para ofrecerlas alos extranjeros que desearan poblarlas7.

Esta compañía, como ocurrió con otras solicitudes para ocupar tierrasen diferentes regiones del territorio nacional (véase el cuadro 3.3),no cumplieron lo convenido. Al igual que otras empresas que surgieroncomo producto de las expectativas de altas rentas y ganancias quepodían ofrecer las inversiones en Colombia, no encontraron lascondiciones para su consolidación. Será después de 1850 cuando losprocesos de adjudicación de tierras baldías habrán de acentuarse enColombia, pero como consecuencia de la expansión del comercioexterior, que aseguró mercados a algunos de los productos tropicalesdel país.

4. La manumisión

Los esclavos, que habían constituido la base del trabajo en lashaciendas cañeras, cacaoteras y ganaderas de las llanuras ardientes deColombia, y que habían sido importantes en el desarrollo de la mineríay en casi todo tipo de actividad económica y en los servicios, sevieron envueltos en la guerra de Independencia por disposición de sus

amos o por decisión personal. Los ejércitos americanos y españolesproclamaron su libertad, en un acto más político que humanitario,buscando con ello ganar una importante fuerza para su causa.

Una vez concluida la Independencia, el Congreso de Cúcuta (1821) dictóla ley de manumisión de esclavos o libertad de partos, por medio de lacual todo hijo de esclavo nacido a partir de la promulgación de la leysería libre. Las reacciones de los amos no se hicieron esperar, pueslos esclavos constituían buena parte de su riqueza. Protestando y,sobre todo, dirigiendo las juntas de manumisión, los dueños deesclavos entrabaron el proyecto de libertad, forzando al Estado amoderar su postura. Más aún, la legislación sobre libertad de vientrescontradictoriamente restableció la esclavitud, pues con ella sereconoció el derecho de los amos sobre los esclavos que, a pesar dehaber luchado por la independencia y asumido posturas libertarias,tuvieron que aceptar su viejo status o sufrir las consecuencias de suinsubordinación. La ley reconoció así la propiedad que habíacuestionado la guerra.

A partir de entonces, los esclavos podían ser libres por decisión delos amos, ya porque compraran su libertad, ya porque hubieran nacidodespués de 1821. Normalmente los amos habían practicado desde lacolonia el sistema de manumitir esclavos por decisión personal, peroen escala reducida. En la colonia, por otra parte, los esclavostrabajaban en sus charcas o cascajeros de oro, con cuyos ingresospodían acumular el valor de su manumisión. Su uno supone un precio de$150 como valor medio de un esclavo a fines del siglo XVIII yprincipios del XIX, serían necesarios cinco años completos deconcierto para poder pagar la manumisión. Una situación tal era casiimposible. Los esclavos en ocasiones se comprometían durante 10 o 15años a servirles ilimitadamente a sus amos a cambio de su libertad, altérmino de dicho período o al morir el amo. En ocasiones los amos osus herederos no aceptaban estas reglas de juego y entonces losesclavos los demandaban por incumplimiento. Si alguna vez en talescondiciones llegó a otorgarse la libertad, fue gracias a un hechoexcepcional.

De todos modos los esclavos nacidos después de 1821 tuvieron queesperar 18 años para obtener la libertad. Los amos reclamaron el costode la alimentación de tales libertos y debían recibir, en servicios,el pago parcial de sus gastos. Sin embargo, en 1839, cuando losesclavos que tenían edad de ser manumitidos creyeron que había llegadoel momento de su liberación, se vieron frente a una gran guerra (1839-42) y a una nueva ley “de aprendizaje”, que en forma compulsiva losobligó a firmar un contrato de trabajo con sus amos por siete añosmás, es decir, hasta los 25 años, un mecanismo mediante el cual sedisimuló la prolongación de la esclavitud.

La decisión general del Estado, antes de la ley de aprendizaje,limitaba la manumisión a la posibilidad de disponer de recursosmonetarios recolectados por las juntas encargadas de realizarla. Por

eso los esclavos manumitidos fueron tan pocos que se convirtieron, porsu escasez, en un símbolo de las buenas intenciones de los padres dela patria. Muy pocos esclavos se manumitieron en los primeros años dela ley, aunque algunos liberales, como José Manuel Restrepo, hablabande miles (más precisamente, 3.000 entre 1833 y 1845). Sin embargo,luego de las disposiciones de 1842-48, que significaron un retrocesoen el proceso de manumisión, el gobierno restituyó las juntas y seencaminó a promover la liberación definitiva de los negros. Esta fuepromulgada finalmente el 21 de mayo de 1851 y puesta en vigencia apartir del 1º de enero de 1852. Los esclavos serían avaluados y sepagaría a los amos con bonos de deuda pública. Es decir, losesclavistas evitaron una manumisión sin indemnización, y al final, en1852, vendieron al Estado sus cuadrillas, ya envejecidas, y aunalgunos libertos, cuyas edades fueron alteradas para tal propósito.

Algunas haciendas lograron retener como arrendatarios a sus antiguosesclavos y a sus hijos, consolidando así una tendencia que se veníavislumbrando desde hacía varias décadas, según lo ilustra, entreotras, la evolución de la hacienda Coconuco. En estos casos, sinembargo, las rentas que pudieron establecer los propietarios en lascondiciones sociales creadas por la liberación fueron apenas unafracción de las que producían las haciendas en su época de auge, peroahora sujetas, además, a la inestabilidad creada por las guerras y porla resistencia de los antiguos esclavos a pagarlas. Algunos negrosbuscaron establecerse sobre una base totalmente independiente en laszonas de frontera cercanas a los viejos núcleos esclavistas. Esteproceso fue particularmente exitoso en las antiguas regiones minerasdel Chocó y la Costa Pacífica, donde la minería esclavista, endecadencia definitiva, se vio sustituida por una minería independienterelativamente extensa, aunque con una producción mucho más modesta quela característica de esta región del país a comienzos del siglo XIX.

5. La disolución de los resguardos

Siguiendo la tradición colonial, algunas de las primeras medidas de laRepública estuvieron dirigidas a proteger a los indígenas. En 1820 seordenó la restitución de las tierras que les habían usurpado y en 1821se reafirmó la vieja prohibición de emplearlos sin pagarles un salarioy se determinó que se conservaría el oficio de Protector de Naturales.Sin embargo, la misma ley que ordenó estas últimas medidas determinóque las tierras de resguardo se repartieran en pleno dominio ypropiedad privada a los indígenas. El principio fue reafirmado en1832, aunque se prohibió entonces la venta de las parcelas adjudicadasdurante los diez años posteriores a la entrega. Tal prohibición fueprolongada a veinte años en 1843. El proceso alcanzó su clímax en1850, cuando se autorizó a las Cámaras de Provincia para “arreglar lamedida, repartimiento, adjudicación y libre enajenación de losResguardos de indígenas, pudiendo, en consecuencia, autorizar a éstospara disponer de sus propiedades del mismo modo y por los propiostítulos que los demás granadinos”. Haciendo uso de dicha autorización,las Cámaras adoptaron normas que tendían a la extinción de los

resguardos.

Pese a las ideas liberales, que consideraban la existencia de lapropiedad colectiva como contraria a la búsqueda del provechoindividual y al beneficio de los propios indios, éstos se opusieron enmuchos casos, al repartimiento de las tierras y, en regiones como elCauca y Nariño, muchos resguardos han logrado sobrevivir hastanuestros días. En la altiplanicie cundiboyacense el proceso dedisolución se cumplió cabalmente pero, en contra de lo que se haargumentado a menudo, no es probable que las tierras de los resguardosdisueltos constituyeran una parte importante de la propiedad rural, nique los indígenas involucrados fueran muchos.

Por otra parte, el efecto inmediato de la disolución de los resguardosno parece haber sido la generación de latifundios; en muchas regionesse desarrolló por el contrario un sistema de propiedad en el quepredominaba el minifundio. Sin embargo, en algunos pocos casos se hadocumentado la pérdida de propiedad de las tierras por parte de losindios y su conversión en arrendatarios de las haciendas vecinas.Algunos pueden haberse incorporado a las filas de los trabajadoresasalariados rurales, aunque ciertamente no en cantidadessignificativas. LA MINERÍA La guerra de Independencia afectó laproducción de oro, desarticulando toda la estructura económica,fiscal, social y monetaria que se erigía sobre el buen funcionamientode las minas. La fuga de los esclavos o su incorporación a losejércitos contribuyó al abandono de los centros mineros. Algunosempresarios se vieron precisados a vender sus cuadrillas y otrostuvieron que huir de los centros productivos, como consecuencia delsistema de venganza y retaliaciones prevalecientes en aquellos años.Todo ello generó una gran escasez de oro y una notable disminución enla actividad de las casas de moneda. Además, las expectativas deinestabilidad política hicieron que muchos mineros atesoraran elmetal, agravando de hecho la escasez del circulante. Como resultado detales fenómenos, los patriotas se vieron obligados a emitir monedas decobre durante la guerra para tratar de subsanar la crisis.

La reorganización de la minería no fue una tarea fácil. De una parte,exigió una inversión considerable de capitales y, de otra, el uso detecnologías que hicieran rentable su explotación, particularmente enel caso de las minas de veta. Sobre estas bases, Antioquia terminódesplazando al Pacífico como principal productor del metal. Además, lareactivación de la producción comprometió no sólo los esfuerzos degrandes empresas nacionales y extranjeras, sino también a medianos ypequeños productores, que esparcieron a lo largo de las nuevasfronteras agrarias, en las inmediaciones de los viejos centrosmineros.

1. La gran minería

El efecto principal de las guerras de la Independencia fue el golpepropiciado a la minería esclavista del Chocó y el Pacífico, que

todavía representaba a fines de la Colonia poco más del 60% de laproducción de oro en el actual territorio colombiano. Aunque en estasregiones del país se desarrolló una pequeña producción independienterelativamente amplia, la gran minería desapareció por algún tiempo ysólo se recobró con la entrada de grandes empresas extranjeras y eldragado moderno en las últimas décadas del siglo XIX y comienzos delXX. Además, la producción del metal debió reducirse sustancialmente,en un 40% entre 1801-1810 y 1811-1820, de acuerdo tanto con losregistros de las casas de moneda como de los estimativos de VicenteRestrepo. Aunque la producción nacional logró recuperarse parcialmenteen las primeras décadas de la República, ello sólo fue posible graciasa un desplazamiento de los centros de producción del metal hacia elTolima, el Cauca medio y, particularmente, Antioquia, aprovechando eneste último caso el gran impulso que había tomado la explotación delmetal desde el siglo anterior.

En las dos primeras regiones, los principales esfuerzos estuvieron acargo de empresas extranjeras, que vieron en la minería de oro suprincipal oportunidad de inversión en la naciente república. Pese alos capitales invertidos y a las innovaciones técnicas, los esfuerzosiniciales de estas compañías no fueron exitosas.

En las dos primeras regiones, los principales esfuerzos estuvieron acargo de empresas extranjeras, que vieron en la minería de oro suprincipal oportunidad de inversión en la naciente república. Pese alos capitales invertidos y a las innovaciones técnicas, los esfuerzosiniciales de estas compañías no fueron exitosas. En la región deMariquita se repitieron los fracasos de Juan José D’Elhuyar en lasúltimas décadas del siglo XVIII (véase el capítulo anterior). Enefecto, en 1824 el gobierno de Colombia arrendó las minas de Santa Anay la Manta en esta región del país a la casa inglesa Herring, Graham yPowels, por cuenta de la Asociación Colombiana de Minas. Hasta 1836,la firma había invertido allí más de $1.100.000, sin éxito.

En 1825 la casa Goldschmidt tomó en arrendamiento varias minas de oroy plata en Marmato y Supía. El mismo año llegó al Cauca Medio Juan B.Boussingault, quien compró, por cuenta de la Asociación Colombiana deMinas, varias minas en Marmato, Supía y Quiebralomo. La innovación másimportante de Bous-singault fue la instalación de un molino simple depisones, fabricado casi en su totalidad con madera, que sustituyó losmolinos primitivos hasta entonces para triturar las rocas. Además,introdujo definitivamente los molinos de arrastre para amalgamar losmetales preciosos con mercurio, un proceso ampliamente conocido enPerú y México desde siglos anteriores, que permitió reducir laspérdidas en el procesamiento de un 80 a un 25%. Pese a tales avanceslos resultados económicos de esta compañía tampoco fueronsatisfactorios.

A diferencia del patrón típico en el Tolima y en Cauca Medio, losesfuerzos más importantes de organización de una nueva mineríaempresarial en Antioquia corrieron por cuenta de capitalistas de la

región que contaron, sin embargo, con la asesoría de algunos técnicosextranjeros. En efecto, en 1824 la mina del Zancudo fue adquirida porJosé María Restrepo. En 1836 y 1845 la mina empleaba 250 trabajadoresy utilizaba ocho molinos de pisones. Hacia 1826, Francisco Montoya yotros capitalistas formaron la Sociedad de Minas de Antioquia paraexplotar tres minas de veta en Santa Rosa. Para su explotacióncontrataron a Tyrell Moore, quien trajo a Antioquia el molino depisones que ya se venía utilizando en Marmato. En la misma región deSanta Rosa, Mariano Toro explotó entre 1836 y 1846 una de las minasmás grandes de la región. Algunas de estas empresas, por diversasrazones, debieron transferir a nuestros inversionistas las minas que,con innovaciones técnicas, propias de la segunda mitad del siglo XIX,volvieron a ser altamente rentables. Sin embargo, la informacióndisponible nos muestra que en la década de los cuarenta se produjo unanueva racha de descubrimientos y registros que ampliaron lasperspectivas de la minería, por lo menos en Antioquia. Si observamoslos registros de minas, vemos que en el espacio de diez años (1841-50)fueron registradas 106 minas, la mayoría de ellas de aluvión. De las106 minas, diez fueron registradas en Anorí, ocho en Remedios, seis enCáceres, seis en San Andrés y seis en Cañasgordas. Es decir, en loscinco pueblos citados se registró la tercera parte de las nuevasminas. La dirección y el espacio de la frontera minera se desplazó asíhacia las zonas bajas del Cauca y del nordeste antioqueño, en unaespecie de retorno a regiones que habían sido importantes en lossiglos anteriores.

Junto al auge minero que vivió Antioquia desde los años veinte, surgiócierto interés del Estado por introducir reformas a las disposicionesvigentes sobre registro y explotación de minas. En tal direcciónapuntaban los informes de la época de los cónsules de Río Negro,Antioquia, Nordeste y Medellín. Estos discutían básicamente lanecesidad de clasificar las minas de aluvión, señalar sus límites yhacer claridad en torno al uso de las aguas por parte de lospropietarios. También se planteaba la necesidad de definir en términoslegales las consideraciones que podían colocar a una mina en estado deabandono por parte de un propietario o una sociedad.Con respecto a la tipología de las minas, el concejo mu-nicipal delcantón del Nordeste encontraba útil dividir las minas altas de aluviónen aventadero, sobresabanas y criadero, mientras que clasificaba lasminas de aluvión bajas en tongas y sacas.Cada municipio hizo su propia tipología a la luz de sus experiencias yse regularon los criterios sobre límites y extensión.

En lo referente a la política de aguas, era necesaria una rápidalegislación debido a los complejos problemas que había de por medio.Recordemos que durante la Colonia no hubo una legislación importantesobre aguas para la Nueva Granada, lo que forzó a los legisladores delsiglo pasado a buscar algunos antecedentes legales en los acuerdos deminería que regían para la Nueva España con el fin de adecuarlos a larealidad granadina8.

Sobre los aspectos tendientes a dilucidar el abandono de una mina, losalegatos también proliferaron. El consejo de Nordeste consideraba,para que hubiera consenso de que una mina estaba abandonada, quedebían tenerse presentes estas reglas: “1a. En las minas altas seránecesario que el desamparo sea por lo menos de un período de dos atres años. 2a. En las bajas el abandono debe ser igual o exceder deltérmino de 6 a años9. A la vez se aclaraba si el abandono eravoluntario o de fuerza mayor. El mismo consejo sostenía: “En todocaso, como algunas ocasiones cesan los trabajos en una mina por laescasez de recursos de su dueño, a pesar de su voluntad, debe quedarleentonces a éste el derecho de levantar una información que acrediteque no la desampara porque la desecha sino porque le faltan mediospara llevar adelante los trabajos, y que tan luego como se halle enposibilidad volverá a emprenderlos, lo que será bastante para ponersea cubierto su derecho de un nuevo registrador”10. Finalmente, debemosanotar que la tendencia a una distribución de la propiedad mineraentre grandes, medianos y pequeños tenedores, nos repite el esfuerzorealizado por los antioqueños de actuar sobre necesidades sociales másamplias de lo ocurrido en otras regiones. Con la excepción de JoséMaría Barrientos, que registró dos minas de Anorí y una entre Yarumaly Campamento, la del general Juan María Gómez y socios, dueños de tresminas en San Andrés, y la de don Juan José Mora Berrío, poseedor detres minas en Yolombó, los demás mineros poseían una o dos minasmáximo. Más del 25% de los propietarios conformaba, por lo demás, labase de una sociedad de frontera, de cuyas propias condiciones de vidaaún sabemos poco. ¿Quiénes eran estos mineros? ¿Qué recursos decapital poseían? ¿Cómo se vinculaban a los mercados? ¿Qué los indujo avincularse a la minería del oro? He aquí estos y otros interrogantespara la futura investigación histórica.

2. La pequeña minería

Hemos visto antes que el auge minero en Colombia no comprometió sólo alos grandes empresarios nacionales y extranjeros, sino que en torno ala expansión de la minería de aluvión se arremolinaron centenares defamilias que trabajaban cascajeros y dependían de ingresos muypequeños. Estos mineros, denominados mazamorreros a fines de laColonia, crecieron con el siglo XVIII; con la libertad y manumisión deesclavos su número se acrecentó en las zonas mineras. Las dificultadesde encontrar oportunidades diferentes hacían que el sector crecierajunto a las grandes minas. Su producción fue muy importante enAntioquia, Tolima y Cauca, al igual que en el Chocó, pero es muy pocolo que aún conocemos sobre su actividad económica y social. Por uninforme de 1832 sabemos que, al menos en el Cauca, no eranpropietarios de suelos y su presencia era vista como factor dedestrucción ecológica, constituyéndose de hecho en un problema socialpara la zona y para aquellos grandes señores cuyas minas limitaban conlas de estos modestos trabajadores. Su actividad, descrita por unfuncionario, muestra los grandes traumas que causaban en las regionesen su desorbitante esfuerzo por generar un ingreso: “Las dehesas másfecundas para siembras y ganados quedan convertidas en escombros y

precipicios por todos lados. (...) Las aguas de fuentes y ríos comodestinadas exclusivamente a las labores, se cargan de tanto quijo yarena, que se inutilizan a absolutamente para todos los usos másnecesarios a la vida de los hombres y de sus rebaños principalmente enlas estaciones secas. Por donde quieran que corran estos viles ymazamorras, se infecundizan los prados y bosques, en términos de noproducir sino abrojos y malezas”11.

El informe antes citado trataba de probar la irracionalidad de lapequeña minería, defendiendo de paso las grandes explotaciones. Laconclusión lógica era pedir al gobierno un reglamento que sirviera algran empresario de código para sojuzgar a los precarios individuosmovilizadores de la frontera del oro.

El informe antes citado trataba de probar la irracionalidad de lapequeña minería, defendiendo de paso las grandes explotaciones. Laconclusión lógica era pedir al gobierno un reglamento que sirviera algran empresario de código para sojuzgar a los precarios individuosmovilizadores de la frontera del oro. La legislación debería buscarque “Todo minero esté obligado a pagar al propietario de tierras lomenos un dos por ciento de los oros que respectivamente extrajera porvía de indemnización.”

Proponía además que “Todo minero satisfaga inmediatamente y porseparado los perjuicios y daños que ocasionare en cercos, labranzas yposesiones ajenas, por convenio o por sentencia.”

La evolución de la minería de oro en Mompox ilustra otro tipo dedesarrollos, asociados al contrabando del metal. Aunque se trataba deun fenómeno corriente, en ésta como en otras regiones productoras sehabía agudizado bastante como consecuencia de las guerras deindependencia y de la supresión de la casa de fundición en aquellaciudad. Entre 1801-05 el derecho de quintos produjo 18.126 castellanosdos tomines de oro (40.743 pesos 6 reales), tendencia que se mantuvoen los años siguientes, lo que indujo al gobernador de la provincia amanifestar hacia 1830 que el Estado había dejado de recibir en losúltimos diez años más de $80.000. La ausencia de una casa de fundicióny la ley de 1828 que ordenó fundir los oros en otras casas defundición, puso a Mompox a depender de Medellín, donde se hallaba lacasa más cercana.

Debido a las pocas relaciones comerciales existentes entre lasprovincias de Mompox y Antioquia, tal determinación estimuló elcomercio ilegal de oro y mercancías en la primera de estas provincias.A lo anterior se unió la escasez de capital líquido entre la mayoríade los comerciantes de Mompox. El mismo gobernador observaba que todoello se había traducido en desaliento para muchos empresarios ymineros de la región12. Como alternativa proponía la libre circulacióndel oro en polvo, al igual que su exportación en barras. La medidarevitalizaría el comercio y haría bajar “el precio de los cambios” queafectaba fundamentalmente al consumidor de artículos extranjeros: “En

una palabra, saldrá más oro de la tierra y vendría más plata delocéano, dejando un cambio ventajoso a la balanza del país.” A pesar deque era imposible evitar el contrabando, por lo menos quedaba laposibilidad de recuperar la economía regional. Con esto ganaría elpaís, pues se estaban perdiendo no sólo los oros de Mompox, sino todoel que se producía en Simití y Cauca, que tampoco se enviaba aMedellín. LOS PROBLEMAS DEL COMERCIO1. La visión de los consulados13La reactivación de la economía y el comercio colombianos después de1830 fue una de las preocupaciones del Estado y de los sectores que sehabían visto comprometidos con la guerra. Interrogados sobre estostemas, los consulados del comercio de las más importantes ciudadescolombianas expusieron sus ideas acerca de los principales problemasque afectaban la economía colombiana hacia 1830. A grandes rasgosproponían, como condiciones necesarias para superarlos:

1.    Consolidar la paz y la unión como condiciones mínimas para unprogreso económico.

2.    Fomentar la agricultura, teniendo cuidado de estimular el augede sectores que no estuvieran desarrollados en otras regiones, con locual se evitaría la competencia y la posible ruina de los nuevosempresarios.

3.    Impulsar el cultivo del tabaco como producto básico deexportación. Para lograrlo era necesario suprimir el estanco ypermitir el libre cultivo.

4.    Estimular la agricultura de origen colonial como el cacao, eltrigo y el algodón, que habían decaído como consecuencia de lacompetencia extranjera y como resultado de la ruptura de viejoscircuitos comerciales.

5.    Crear condiciones socioeconómicas que permitieran a loscolombianos recuperar el control de los mercados internos, que estabansiendo controlados por los extranjeros, lo que había creado unaescasez de circulante monetario entre los comerciantes nacionales.

6.    Finalmente, impulsar las mejoras en las vías de comunicación,tan importantes para la disminución del costo final de las mercancíasy los productos de todo género y para la ampliación del espaciomercantil. Entre estas mejoras figuraban no sólo los caminosinterprovinciales, sino la navegación por el río Magdalena.

Todos los problemas expuestos por la clase comercial y empresarial delos años treinta indican con claridad el vértice de suspreocupaciones, ante un país compuesto por viejos y nuevos intereses.Al Estado le correspondería hacer un esfuerzo para satisfacer lasdemandas que en forma realista buscaban conciliar los variadosintereses empresariales, sectoriales y regionales.Durante estos años surge, si pudiéramos decirlo así, una protesta

“nacionalista” que expresa un abierto rechazo al libre comercio, nosólo por las secuelas que dejaba sobre la economía sino por ladependencia que se estaba creando con respecto a los mercadosextranjeros, con detrimento y ruina del empresariado nacional: “Unpueblo debe tener a la mira no depender de otro en lo que esindispensable para subsistir”, sentenciaba el comercio de Bogotá.

La queja se veía corroborada por hechos tan concretos como lacompetencia provocada por la introducción de harinas extranjeras,especialmente las provenientes de Estados Unidos, al igual que lacompetencia a la industria tabacalera, sustituida y castigada por lostabacos de Virginia. La destrucción de viejos mercados, como el de lasharinas de trigo entre Ocaña y Mompox, y el del algodón de Girón, quese exportaba, eran atribuidos a concepciones librecambistas que habíanpermitido la irrupción de productos desde el extranjero, dando altraste con los mercados, redes y flujos antes citados. La disputa entorno a la comercialización del trigo estaba muy enraizada en laconciencia de los criollos, pues durante todo el siglo XVIII la luchapara evitar que se trajeran harinas inglesas había desatado polémicassin fin. Ahora, en plena república, no eran los ingleses sino otraspotencias. Se argumentaba que el trigo cultivado en Ocaña había sidoreemplazado por el de Estados Unidos, que venía mezclado con “harinasde habas, garbanzos y otros granos”.

La preocupación fundamental que parece surgir de los informes era lade lograr una gran transformación y un fortalecimiento de laagricultura en las zonas tradicionales de producción mediante lahabilitación de nuevas regiones, con el fin de desarrollar mercados deconsumo interno más sólidos y crear excedentes susceptibles de serexportados. El modelo buscaba “sustituir” importaciones agrícolas,abastecer los mercados nacionales y acceder luego al comerciointernacional. Este era un viejo modelo colonial, que se oponía al delnuevo empresario interesado en buscar las ventajas del comerciointernacional. He aquí dos modelos de desarrollo económico sobre loscuales debatían entre sí los empresarios e inversionistas. Pensar quelas economías latinoamericanas de la primera mitad del siglo XIX notenían opciones o modelos diferentes al que se impuso a mediados delsiglo, basado en el librecambio, resulta erróneo, según se deduce delos informes de los cónsules de comercio.

2. Proteccionismo y librecambio

Acorde con los conceptos prevalecientes, las primeras décadas de larepública fomentaron un proteccionismo moderado, reflejado ante todoen la defensa de algunos sectores agrícolas afectados por lacompetencia extranjera, pero también en la promoción de los primerosensayos de industrialización.

La evolución de los aranceles no es fácil de seguir durante estos añosdebido a la complejidad de las normas correspondientes. Durante lamayor parte del período se conservó el sistema español de aforo por

arancel. De acuerdo con este sistema, la ley determinaba una largalista de precios oficiales de bienes de importación, sobre los cualesse cobraba una tasa determinada. Como no había ninguna intención deajustar los valores oficiales a las fluctuaciones frecuentes de losprecios de las mercancías, el sistema equivalía a un derechoespecífico de tantos centavos por vara de tela o por kilogramo dearroz. Por tal motivo, ya desde principios de la década del treintahabían comenzado a introducirse algunos derechos claramenteespecíficos, y en 1844 se reemplazaron en su totalidad los gravámenesexistentes por impuestos de esta naturaleza.

Para conocer con exactitud el efecto real de los gravámenes duranteaquellos años, sería necesario disponer de una considerable cantidadde información sobre los precios de los bienes importados, de la cualcarecemos enteramente. No obstante, algunos trabajos existentespermiten reconstruir parcialmente la evolución de los aranceles14. Deacuerdo con dichos estudios, los gravámenes establecidos en 1821fueron moderados (de un 20% en promedio sobre los valores oficiales),ciertamente inferiores a los que prevalecían a fines de la Colonia (35a 40%). Sin embargo, como la mayoría de los gravámenes se cobrabanantes en la metrópoli, el efecto fiscal de los derechos de importaciónestipulados por el Congreso de Cúcuta consistió en un aumento de losingresos de la naciente república. Fuera de los derechos deimportación propiamente dichos, se mantuvieron o crearon otrosgravámenes que tenían la misma base. El más importante de ellos era laalcabala o impuesto a las ventas, pero también existían otros de menorcuantía (los derechos de consulado, tonelaje, lazareto y consulares,estos últimos diferentes a los primeros).

A partir de 1828 se inició un movimiento proteccionista que tuvo sumomento culminante en 1833. Para ese entonces el gravamen conjunto deimportación y alcabala más común para las telas se había elevado al29% sobre los valores oficiales existentes, contra sólo 20% en 1821.Debido, sin embargo, al contrabando inducido por los elevados nivelesarancelarios, desde fines de 1834 se redujeron de nuevo losgravámenes, hasta llegar a mediados del año siguiente a un 22%. Acomienzos de la década del cuarenta se inició un nuevo procesoproteccionista. En 1842 se elevó en dos puntos el derecho deimportación y en 1844 se emprendió una reforma mucho más radical delarancel. Aunque los gravámenes sobre las telas no parecen habervariado mucho, se elevaron considerablemente los derechos deimportación de los bienes agrícolas. Tal reforma fue la culminación dela fase proteccionista, ya que los principios liberales se reflejaronen 1847 en una simplificación del régimen arancelario y en unareducción drástica de los gravámenes existentes. Los impuestos deimportación a las telas ordinarias de algodón y lana, a los alimentosy al hierro se redujeron a la mitad o menos de los niveles anteriores.En el caso de las telas finas, la disminución fue algo menor (20 a30%). Curiosamente, la reforma gravó las importaciones deherramientas, que hasta entonces habían permanecido libres de tododerecho.

La magnitud de los derechos arancelarios existentes hasta la reformade 1847 no parece haber sido exagerada. El arancel ad valorem promedio(es decir, la relación entre los recaudos arancelarios y el valor delas importaciones) fue de un 22% durante la década del treinta yaumentó a 27% en la primera mitad de la década del cuarenta. Deacuerdo con los conceptos prevalecientes, los gravámenes más elevadosrecaían sobre los alimentos importados. Hasta 1847 el azúcar fue deprohibida importación. En 1846, antes de las reformas liberales, elarroz pagaba el 173%, la harina el 63% y la manteca de cerdo el 70% desus precios en puertos norteamericanos. En el caso de las telasordinarias del algodón, los gravámenes oscilaban en torno a 80%, y enel de las telas finas de la misma fibra en torno a 40%; en amboscasos, sin embargo, los gravámenes típicos duplicaban los de fines delos años veinte ya que la baja en los precios internacionales de lostextiles no había sido acompañada de una merma en los derechoscorrespondientes. Como puede apreciarse, para algunos bienes claves enlas concepciones proteccionistas, los gravámenes eran elevados. Sinembargo, mucho más importante que el efecto de los aranceles eraentonces la “protección natural” ofrecida por el atraso en el sistemade transportes, que aumentaba considerablemente el precio de un bientraído al interior del país.

Las concepciones proteccionistas no se limitaron al manejo delarancel. Simultáneamente se desarrolló una política de privilegios yestímulos a todo tipo de industrias modernas que quisieran organizarseen el país. Los privilegios establecían un monopolio temporal, no a lafabricación de un bien particular, sino a la técnica utilizada. Estapolítica era complementada con préstamos nacionales a las nuevasfábricas, con primas especiales y con la exención de impuestos para lamaquinaria y herramientas necesarias. Con base en tales privilegios,en la década del treinta tuvo lugar un pequeño ensayo deindustrialización en Bogotá y sus cercanías, que incluyó fábricas deloza fina, papel, vidrios, tejidos, paños, sombreros y una ferrería(la de Pacho, establecida desde 1827, pero que se inició en firme sóloen 1838). Las fábricas enfrentaron disponibilidades de todo tipo,asociados al tamaño del mercado, a la calidad o disponibilidad de manode obra calificada y materias primas, a la guerra de los Supremos y alas maniobras financieras y posterior quiebra de Judas Tadeo Landíneza comienzos de 1842. Algunas de ellas, sin embargo, lograronsobrevivir y continuaron como pioneras de la industrializacióncolombiana en las décadas posteriores.

3. El comercio exterior

Después de 1820 el gobierno de Colombia inició un proceso de aperturade su comercio exterior con aquellos países que veían en las nuevasrepúblicas perspectivas de nuevos mercados. Inglaterra y, en menormedida, Francia y Estados Unidos, sustituyeron a España comoprincipales socios comerciales. Sin embargo, el comercio directo conlos países europeos sólo se generalizó a mediados de siglo. Hasta

entonces, gran parte de la actividad comercial se realizó con Jamaicay otras colonias inglesas en las Antillas. Allí se llevaba oro yalgunas mercancías —“frutos”, para utilizar el término colonial— y seadquirían bienes europeos, en particular textiles ingleses.Siguiendo el patrón de fines de la Colonia, el oro siguiórepresentando las tres cuartas partes de las exportaciones. De acuerdocon los estimativos de Vicente Restrepo, después de una recuperaciónen las primeras décadas de la República, la producción del metal llegóa $2.540.000 anuales en los años cuarenta, un nivel todavía inferioral de la primera década del siglo ($3.060.000). Las regulacionescoloniales según las cuales sólo se permitía exportar oro y plataamonedados, para garantizar el pago del quinto y los derechos deamonedación, se conservaron en las primeras décadas de la República.Sin embargo, es evidente, por los registros de las Casas de Moneda,que cerca de un tercio de la producción no cumplía esa norma legal.Toda la producción no amonedada, sin duda, salía del país ilegalmente.Para tratar de cobrar indirectamente los derechos de quinto, en 1828se estableció un impuesto del 6% a la “exportación presunta” de oro,que se cobraba sobre las importaciones. Dicho tributo fue eliminado en1833. Más tarde, en 1846, como parte de la reforma monetariaemprendida por la administración Mosquera, que introdujo el sistemadecimal y reguló la confusa circulación interna, se autorizó laexportación de oro sin amonedar, sujeta a un derecho único del 6%.Todos los gravámenes al oro fueron posteriormente derogados como partede las reformas liberales de mediados de siglo.

El proceso de expansión de exportaciones de origen agrícola y ganaderoiniciado a fines de la Colonia quiso reconstruirse después de laguerra. Los resultados de tales esfuerzos no fueron muy favorables.

El proceso de expansión de exportaciones de origen agrícola y ganaderoiniciado a fines de la Colonia quiso reconstruirse después de laguerra. Los resultados de tales esfuerzos no fueron muy favorables. Elprincipal “fruto” exportado en los primeros años del siglo, elalgodón, no pudo sostenerse ante la baja dramática de los preciosinternacionales generada por la expansión del cultivo en EstadosUnidos. Aunque todavía sobrevivía en la década del treinta,desapareció poco después de los registros de exportación. La quina,que también tuvo un corto período de auge a fines de la Colonia, sehabía eclipsado casi totalmente a comienzos de la República. Encambio, la exportación de cueros y palos de tinte siguióincrementándose. Al lado de estos bienes surgieron, además, nuevosproductos. Entre ellos se destaca el tabaco, que comenzó a exportarsedesde la década del treinta como resultado del interés conjunto delgobierno y los comerciantes (véase la sección siguiente).

En cualquier caso, antes de mediados de siglo, la apertura al comercioexterior fue muy limitada. Aunque la exportación de frutos creció unpoco en relación con los niveles más altos de la Colonia (de $785.000anuales en 1802-1804 a $849.000 en 1835-39 y $894.000 en 1841-45), laexpansión no alcanzó a compensar la caída en la producción y

exportación de oro. De esta manera, en la primera mitad del siglo XIXse vivió un estancamiento e incluso un retroceso del comercio deexportación. Como la población aumentó en un 80% aproximadamente, loanterior indica que, a mediados del siglo, las exportaciones porhabitante habían disminuido en más de un 40% en relación con losniveles de fines de la Colonia. El valor de las importaciones semantuvo también relativamente inalterado. Sin embargo, gracias a lacaída dramática de los precios de los textiles en el comerciointernacional, las compras reales de estos bienes, que representabanentonces tres cuartas partes de las importaciones colombianas, seelevaron a un ritmo relativamente aceptable (un 3% anual), aun antesde la bonanza exportadora de mediados del siglo. LAS FINANZAS PÚBLICASUno de los aspectos más controvertidos durante la constitución ydesarrollo del Estado republicano fue el relativo a las rentas. Eldesorden introducido por la guerra y las medidas adoptadas en losprimeros años de la República habían creado traumas en la estructuratributaria. La supresión de algunos impuestos y la desorganización dela administración fiscal abrió un boquete considerable en los recursosdel Estado, al tiempo que aumentaban considerablemente las necesidadesde gasto.

Las nuevas demandas creadas por la Independencia tenían tres orígenesdiferentes. El primero de ellos era la aparición de un ejércitonacional, que no solamente debía garantizar el triunfo republicanosino que tuvo que hacer frente a la resistencia irregular quesobrevivió después de 1820. La Nueva Granada tuvo también quefinanciar los ejércitos que se enviaron al sur de América para lucharpor la independencia del Ecuador y el Perú. A esto se unieron loslevantamientos, las guerras civiles y las amenazas de reconquista. Seestima que, en 1825-26, cerca de las tres cuartas partes de losegresos del Estado se destinaron a atender gastos militares y, aún en1826-27, los gastos del ejército y la marina alcanzaron el 62%. Aunqueposteriormente dichas erogaciones se redujeron, su proporción volvió ahacerse importante en los años que precedieron a la guerra de losSupremos (1829-42), cuando la hacienda nacional tuvo que disponer deun 44% del presupuesto para guerra y marina. La segunda demandaprovenía de la nueva burocracia estatal. A los gastos de los empleadosciviles se unían los de la burocracia internacional, que comenzó arecorrer el mundo estableciendo embajadas, consulados y legacionesdiplomáticas. Por último, la guerra de independencia y las necesidadesgenerales durante los primeros años de la vida republicana dejaroncomo legado una deuda externa e interna considerable. En 1839, al serdividida la deuda de la Gran Colombia, correspondió a nuestro país un50% del total, que sumaba $31.8 millones con el exterior y $19.9millones internamente. Ello equivalía a más de veinte veces losingresos públicos de aquellos años. La imposibilidad de pagarsemejante deuda se convirtió desde entonces en una amenaza constante,ya que los intereses no pagados se convertían en nuevo capital, en unpermanente círculo vicioso.

Es importante anotar que, pese a que la contabilidad mostró un

superávit en algunos años, éste no era más que un espejismo, queocultaba la postergación de los pagos de la deuda pública y los gastosirrisorios en nuevos proyectos de desarrollo económico. Teniendo encuenta la población del país, los gastos públicos por habitante, unavez deducidos los costos de recaudación de las rentas, oscilaban enlos años treinta en torno a $1 y tendieron a disminuir en la siguientedécada. Esta es una señal inequívoca de la absoluta indigencia en quese debatía la sociedad republicana en sus primeros años.

Durante los años de la primera república, varias juntas de gobiernohabían procedido a eliminar algunas de las rentas más odiadas, entreellas el tributo de indios, el impuesto a los mazamorreros y elmonopolio de aguardiente. Dichas medidas, unidas a la desorganizacióngeneral de la administración fiscal, generaron faltantes cuantiosos,que se cubrieron apelando a los saldos de las cajas reales, a laexpropiación de los bienes de los realistas, al uso del papel moneda,en Cartagena, y a las emisiones de moneda de baja ley.

Después de la reorganización del sistema rentístico que emprendieronlas autoridades españolas durante la Reconquista, los primerosgobiernos y congresos republicanos adoptaron una actitud máscautelosa. En 1821, el Congreso de Cúcuta abolió algunas rentasmenores que eran consideradas particularmente opresivas, entre ellasnuevamente el tributo de indios y el impuesto a los mazamorreros, laalcabala para ventas internas (aunque se mantuvo, con una tasareducida, para las operaciones de propiedad raíz), el impuesto sobrelas ventas de víveres o sisa y la venta de cargos públicos15. Sinembargo, por razones estrictamente rentísticas, se mantuvieron losmonopolios estatales sobre el tabaco y la sal, pese a la oposición queexistía contra el primero, y se sustituyó el del aguardiente por ungravamen diferente. Además, los diezmos y el quinto también sepreservaron, pese a que eran considerados como verdaderos frenos aldesarrollo de la agricultura y la minería nacional.

Aunque la renta del tabaco fue reorganizada con bastante éxito en ladécada del treinta, el interés del gobierno y de los comerciantes endesarrollar nuevas fuentes de exportación y las propias necesidadesfiscales del Estado, impulsaron diversos mecanismos mediante loscuales los intereses privados penetraron en el negocio e hicieronfinalmente inatajable su privatización. El primero de ellos fue unaforma de conciliar los intereses de los comerciantes y del monopolio.Después de un primer ensayo de exportación por cuenta del gobierno,este último decidió realizar subastas periódicas de tabaco entrealgunas firmas interesadas en venderlo en el mercado internacional.Además el gobierno contrató algunos empréstitos cuya garantía seestipuló en tabaco; algunos de ellos estaban todavía vigentes almomento de la abolición del monopolio. Debido a la falta de recursos,el gobierno se vio también obligado en diversas ocasiones, enparticular durante la guerra de los Supremos, a utilizar los fondos decaja del estanco para pagar sus gastos ordinarios. De esta manera, ala hora de hacer los pagos a los cosecheros, el estanco se encontraba

sin fondos. Este hecho obligó al gobierno a contratar las siembras conaquellos hacendados que tuvieran acceso al crédito, permitiendo queéstos se iniciaran en el cultivo, que hasta entonces se reservaba alos pequeños propietarios.

A mediados de la década del cuarenta era creciente el interés de loscomerciantes y de algunos hacendados en el negocio del tabaco. Por talmotivo, cuando la administración de Tomás Cipriano de Mosquera decidióentregar al sector privado las factorías de Ambalema, Palmira y Giróny crear algunas destinadas exclusivamente a la exportación, no tuvodificultad para arrendar ninguna de ellas. La producción y exportaciónde tabaco se incrementó rápidamente bajo el nuevo sistema. Por eso, lapresión para abolir el monopolio se hizo frontal. En 1848 el Congreso—en contra de la opinión del Ejecutivo— decretó la libertad delcultivo, estableciendo al mismo tiempo un impuesto de exportación. Alaño siguiente se redujo este gravamen pero se creó un impuesto a lassiembras de la hoja. La oposición a los nuevos tributos fue rápida yefectiva y en mayo de 1850 la producción y comercio del tabacoquedaron completamente libres de todo gravamen.

En el caso del aguardiente, las medidas de libertad fueron mástempranas. A ello contribuyó, sin duda, la mayor dispersión de suproducción en todo el territorio nacional y la decisión de variasjuntas revolucionarias de eliminarlo durante la primera república. LaReconquista consideró, además, que era peligroso en este caso revivirel monopolio y optó por imponer un gravamen de $2 por cántara deaguardiente producido. El Congreso de Cúcuta decretó igualmente lalibertad de producción de aguardiente, pero creó un gravamen sobre ladestilación y sobre la patente de venta al detal de dicho licor.Aunque en 1828 fue restablecido el monopolio, nuevamente se lesustituyó en 1834 por un sistema de patentes.

El ensayo más interesante en el terreno fiscal en los primeros años dela república fue el establecimiento de un impuesto a la renta. Estenuevo gravamen, creado en 1821 en el Congreso de Cúcuta, tenía dosmodalidades. En el caso de los salarios, se trataba de un gravamenlevemente progresivo: nulo para rentas inferiores a $150 anuales, del2% para ingresos de entre $150 y $1.000, y de 3% para rentassuperiores. Para los ingresos de capital, el gravamen era de un 10%,sobre una base que era en la práctica una renta presuntiva, puesequivalía al 5% de los capitales invertidos en la agricultura, laminería y la manufactura (incluidos los terrenos), y al 6% de losinvertidos en el comercio. El gravamen funcionó en forma muydeficiente en ausencia de un catastro que sirviera para determinar,siquiera imperfectamente, el valor de las propiedades. Su producidoresultó ser apenas una ínfima porción de lo estimado inicialmente. Fuesuspendido temporalmente en 1823 y, después de una tentativa demejorarlo, quedó abolido definitivamente en 1826. Sólo revivió comorenta provincial a mediados del siglo, según veremos en el capítulosiguiente de este libro.

Bibliografía de referencia

La literatura histórica para los años de 1810 y 1850 es masiva peroorientada a resaltar acontecimientos políticos y vidas de héroes. Losaportes en los campos de la economía y de la sociedad han sido menossistemáticos, pero se han convertido en una preocupación incipiente delos investigadores llegados a la vida universitaria.

Entre las colecciones de documentos para la época merecen consultarse,en particular, Sergio Elías Ortiz et al., Papeletas bibliográficaspara el estudio de la historia de Colombia; separata del BoletínCultural Bibliográfico, 1961, y Javier Ocampo López, Historiografía ybibliografía de la emancipación del Nuevo Reino de Granada, Tunja,1969. El mejor estudio sobre la independencia sigue siendo el de JoséManuel Restrepo, Historia de la revolución de Colombia, Bogotá 1942-1950, que debe ser complementado con David Bushnell, El régimen deSantander en la Gran Colombia, Bogotá, 1966; José Escorcia, Desarrollopolítico, social y económico 1800-1854, Bogotá, 1983; Zamira Díaz deZuluaga, Guerra y economía en las haciendas, Popayán 1780-1830,Bogotá, 1983; Hermes Tovar P., “Guerras de opinión y represión enColombia durante la independencia, 1810-1820”, en Anuario Colombianode Historia Social y de la Cultura, No. 11, 1983; y Germán Colmenareset al., La independencia, ensayos de historia, Bogotá, 1986.

La minería y agricultura en la primera mitad del siglo XIX no han sidoobjeto de atención detallada. Sin embargo, hay referencias para laagricultura en las obras de José Escorcia antes citada y en M.Brundgart, Tithe production and patterns of economic change in CentralColombia, 1764-1822, Tesis Doctoral, Universidad de Texas, 1974.

La minería y agricultura en la primera mitad del siglo XIX no han sidoobjeto de atención detallada. Sin embargo, hay referencias para laagricultura en las obras de José Escorcia antes citada y en M.Brundgart, Tithe production and patterns of economic change in CentralColombia, 1764-1822, Tesis Doctoral, Universidad de Texas, 1974. Sobrela manumisión en Colombia, véanse Antonio Galvis N., “La abolición dela esclavitud en la Nueva Granada, 1820-1832”, en Boletín de Historiay Antigüedades, julio-septiembre 1980, y Jorge Castellanos, Laabolición de la esclavitud en Popayán, 1832-1852, Cali, 1980. Sobre eltabaco, véanse John P. Harrison, The Colombian tobacco industry, fromgovernment monopoly to free trade, 1778-1876, Tesis Doctoral,Universidad de California, Berkeley, 1951; Luis F. Sierra, El tabacoen la economía colombiana del siglo XIX, Bogotá, 1971; y René de laPedraja, “Los cosecheros de Ambalema; un esbozo preliminar”, enAnuario Colombiano de la Historia Social y de la Cultura, No. 9, 1979.Sobre la minería pueden consultarse Vicente Restrepo, Estudio sobrelas minas de oro y plata de Colombia, Bogotá, 1955; y Roger Brew, Eldesarrollo económico de Antioquia desde la independencia hasta 1920,Bogotá, 1977.

Los aspectos relativos al comercio, la industrialización y las

finanzas públicas, se discuten en Luis Ospina Vásquez, Industria yprotección en Colombia, 1810-1930, Medellín, 1955; Frank Stafford,Commerce and Enterprise in Central Colombia, 1821-1870, Tesisdoctoral, Universidad de Columbia, 1965, y The ideal of the practical:Colombia’s struggle to form a technical elite, Austin, 1976; y JoséAntonio Ocampo, “Libre-cambio y proteccionismo en el siglo XIX”, enOcampo y Santiago Montenegro, Crisis mundial, protección eindustrialización, Bogotá 1984, C. 4.

Los problemas de mitad de siglo han sido tratados especialmente enIndalecio Liévano Aguirre, Rafael Núñez, Bogotá, 1944; Jaime JaramilloUribe, “Las sociedades democráticas de artesanos y la coyunturapolítica y social colombiana de 1848”, en Anuario Colombiano deHistoria Social y de la Cultura, No. 8, 1976; y J. León Helguera. Thefirst Mosquera Administration in New Granada, 1845-1849, TesisDoctoral, Universidad de North Carolina, 1958.

Muchos trabajos sobre el siglo XIX parten esencialmente de 1850 y losque no lo hacen introducen algunas reflexiones marginales sobre laprimera mitad del siglo pasado, convirtiéndolo en un apéndice de otrosproblemas.

 http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/economia/histecon/histecon4a.htm

Página especial o exhibición en líneaBiblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. "Humboldt 200años" Publicación digital en la página web de la Biblioteca Luis ÁngelArango del Banco de la República.<http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/exhibiciones/humboldt/home.htm>Búsqueda realizada el 16 de mayo de 2005

Paralelamente, había pequeñas propiedades dedicadas a la producción de pancoger. El desarrollo agrícola era floreciente por cuenta de la demanda de los centros urbanos y el mercado intercolonial.Además, el mandato de Carlos III, en el sentido de que las colonias debían proveer a España de materiasprimas, ayudó al auge agrícola.Después del grito de Independencia, la guerra apenascomenzaba y fue necesario mantener un Ejército numeroso, el cual demandó personal y quitó fuerza

laboral a los campos. Además, requirió gran cantidadde alimentos, lo que llevó a una crisis alimentaria.Hasta 1844, para mantener al Ejército, se destinó el50% del presupuesto nacional.Fue tal el caos del sector agrícola que el valor de la producción en 1835 fue la mitad de la de 1805. ElCongreso de 1821 definió la primera política agrariaal establecer un impuesto del 25% a las importaciones agrícolas.En 1824 se dio un nuevo impulso a la agricultura al liberar la producción de café, cacao y añil del pagode diezmos eclesiásticos. En 1825 se destinó un empréstito de un millón de pesos para la reconstrucción y desarrollo de haciendas, así se inició la restauración del aparato productivo destruido por la guerra y que se extendió hasta alrededor de 1840.En 1850 se estableció la navegación por el río Magdalena, lo que vinculó la agricultura del interior a la economía mundial y promovió la ocupación de nuevos territorios, esto consolidó la producción de tabaco, ganado, cacao, café, caña y quina. Como resultado, en 1835 las exportaciones agrícolas participaron con el 8,64% de las ventas externas totales, pero ya en 1855 participaron con el 64,78%.En 1854 el tabaco participó con el 27,8% del total de las exportaciones, mientras el café lo hizo con el 4,1%, ya en 1898 se consolidó la economía cafetera al participar con el 49% del total de las exportaciones, entretanto el tabaco bajo al 8,3%.En 1913 se creó el Ministerio de Agricultura, que inició labores con un proceso de difusión tecnológica, lo que contribuyó a que, hacia 1825 y paralelamente al café, se desarrollaran cultivos de caña, algodón, papa, arroz y trigo. En 1910 se

cultivaron 920.000 hectáreas, mientras en 1925 el área cultivada ascendió a 1'471.000 hectáreas.A pesar de la crisis mundial de 1929, el café sostuvo su precio hasta 1933 cuando bajó a US$10,5 ¢/lb, después de haber estado en US$28,5 durante 1926. En los años 40, la crisis se profundizó por cuenta de la Segunda Guerra que hizo desaparecer la demanda europea. Todo esto, tuvo un efecto negativo en la economía del país.A partir de 1934, se inicia una recuperación en el sector agrario que se refleja en un crecimiento del 2,1% anual entre 1935 y 1940. Esto se consolidó después de la guerra como consecuencia de la situación favorable de la balanza cambiaria, que permitió una inversión pública en el sector rural que pasó (en pesos) de $9 millones en 1930 a $70 millones entre 1945 y 1950, lo que fue complementadocon una política de precios agrícolas altos y disponibilidad de crédito barato.A partir de 1950 y durante parte de los 60, la política proteccionista obligó al sector a respondera las demandas internas por materias primas.Por esta razón, y apoyados con crédito, mecanizacióny tecnología se desarrollaron nuevos cultivos de arroz, algodón, soya, sorgo, caña y palma en la Costa y el Meta, así como flores en la Sabana. Como resultado, los cultivos empresariales pasaron de representar el 19% del área y el 17% de la producción a principios de los años 50 a 41% del área y el 40% de la producción a principios de los 70.A pesar del auge de otros cultivos, el café siguió representando un rubro importante y fue así que a inicios de la década de los 60 se inició un plan de recuperación combinando crédito, nuevas tecnologías,asistencia técnica, extensión y precio. Como

resultado, para comienzos de los 80 la producción aumentó 70% sobre la producción de principios de los70.A comienzos de los 80 se presentó una crisis sectorial de causas variadas: la crisis industrial de finales de los 70; la violencia rural; la liberación de importaciones; la baja inversión estatal agropecuaria; la revaluación del peso; los excedentes mundiales agrícolas; el incremento de precios de insumos y maquinaria.Por otra parte, la agricultura campesina se vio afectada por los mismos problemas, pero además por la ausencia de asistencia técnica y el difícil acceso a los recursos de crédito.Sin embargo, a finales de la década de los 80, como consecuencia de decisiones macroeconómicas y altos precios agrícolas internacionales se le dio un empuje a la política agropecuaria a través del programa de 'oferta selectiva' el cual dispuso de crédito, tecnología, mecanización, asistencia técnica y comercialización.Como consecuencia, el PIB agropecuario entre 1986 y 1990, tuvo un crecimiento superior al PIB total y osciló entre 2,9% en 1988 y 6,5% en 1987. En 1990 lapolítica se orientó a un programa de liberalización del comercio, que condujo al desmonte gradual de la intervención estatal en los procesos de importación.Como medida para amortiguar la variación en los precios internacionales se establecieron las franjasde precios en algunos productos sensibles. Este proceso abrupto de apertura resultó en 1992 en una de las mayores crisis agrícolas, que se reflejó en una disminución del 12% en la producción de los cultivos transitorios.

En 1993 se diseñó un plan de reactivación que incluyó: intervención en la comercialización; medidas para desestimular las importaciones; creación de salvaguardias y un plan de empleo rural.A pesar de todas estas medidas la producción de cultivos semestrales continuó en declive, al pasar el valor de producción (pesos de 1975) de $30.8 mil millones en 1992 a $ 28.5 mil millones en 1997.En 1998 ya era indiscutible que el país tenía que acomodarse a producir aquello en lo cual podía ser competitivo. Por una parte, se fortalecieron los acuerdos de competitividad de las cadenas productivas y se promovieron las alianzas.Por otra parte, se diseño una estrategia de 'oferta agropecuaria' tendiente a recuperar la agricultura de transitorios. Todo esto fue reforzado por una tasa de cambio favorable. Como resultado, entre 1998y el 2002 el área de siembras creció en 9,5%, la producción 17%, las exportaciones en volumen 11,9% yel PIB agropecuario 9,1%.En el año 2003 se inició un proceso para adecuar el sector agropecuario a un eventual TLC con E.U. Fue así como se diseñó un programa de inversión denominado Agro Ingreso Seguro. Además, se estableció el programa Apuesta Exportadora, en el cual se definieron unos cultivos y unas regiones concapacidad de exportación con el objetivo de darles el apoyo necesario.En el periodo 2002-2008 se presentó un proceso de revaluación del peso, lo que combinado con una crisis alimentaria y económica mundial hizo que el sector agropecuario presentara un comportamiento errático, para lo cual se diferencian dos etapas. Entre 2002 y 2006 la producción aumentó 7,9%, el área cultivada 6,7%, las importaciones 26,5% y las exportaciones 7,3%.

Entre 2006 y 2008 la producción disminuyó 2,4%, el área 4,2% y las exportaciones 6,7%, mientras las importaciones crecieron 6,7%. Paradójicamente, el PIB agropecuario creció 11,7% entre 2002 y 2006 y 6,5% entre 2006 y 2008. Este crecimiento del PIB concomportamiento decreciente, posiblemente se debió a los altos precios internacionales de los alimentos entre 2005 y 2008.Finalmente, esta historia breve pretende dar una visión superficial de la evolución del sector agropecuario, quedando muchas cosas por fuera incluyendo las citas.Publicación

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Editorial - opiniónFecha de publicación

2 de marzo de 2010Autor

LUIS ARANGO NIETO / Ex viceministro de Agricultura

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LA AGRICULTURA HACE 200 AÑOS

La agricultura colombiana había vivido un período de auge y expansión, gracias al crecimiento de la demanda de los centros urbanos y mineros y de los mercados intercoloniales por la vía del contrabando. Sin embargo, la expansión de otras economías coloniales había generado competencias comerciales que hicieron entrar en contradicción los intereses de los empresarios agrícolas con las políticas del sistema colonial en su conjunto.

La ilusión de una independencia que habría de adecuar las quejasde estos empresarios a sus expectativas económicas fue un acicate que movilizó sus sentimientos de solidaridad con la causa republicana. Pero el proceso de independencia, que no pudoser pacífico sino violento, dio al traste con muchos de los

anhelos de los empresarios vinculados tanto a la agricultura y ala ganadería como a otras actividades de la economía neogranadina. La independencia, al convertirse en una guerra civil, luego en una guerra nacional contra la reconquista y, finalmente, en una guerra de liberación, arruinó vidas y bienes de importantes empresarios y sectores de la economía colonial durante los años que siguieron a 1810.

Después de 1819 comenzaron a hacerse esfuerzos de reconstruccióny conservación de las estructuras económicas vigentes, aunque las secuelas de la guerra impidieron que en la década del veintehubiera una total readecuación de la economía. Fue sólo en la década del treinta cuando se reordenó la economía nacional y losviejos herederos del sistema de haciendas, propio del siglo XVIII, se lanzaron a una ofensiva de reconstrucción de los antiguos órdenes. Sin embargo, era muy difícil contener los avances dejados por veinte años de lucha, que habían logrado agrietar el orden colonial en el campo, crear nuevas relaciones de trabajo, buscar nuevas perspectivas de mercado y reorientar la economía agraria hacia aquellos productos que parecían ofrecer mejores perspectivas de desarrollo.

http://www.buenastareas.com/ensayos/Agricultura-En-La-Independencia/200879.html