Actos de Vida

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Ensayos de teoría y crítica del Arte contemporáneo Actos de Vida Mayra Lucia Carrillo Colmenares

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Ensayos de teoría y crítica

del Arte contemporáneo

Actos de Vida

Mayra Lucia Carrillo Colmenares

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Mayra Lucia Carrillo Colmenares

ACTOS DE VIDA. Ensayos: En otra parte del mundo- Estudiar a Beuys.

Está permitida la reproducción total o parcial de este texto, su tratamiento informático, la transmisión de toda forma o por cualquier medio, ya sea

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☺ Editorial Malucaco. Mayo de 2012 [email protected] División Performance

Centro de Investigaciones

Impreso en Bogotá – Colombia

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A mi Madre, in memóriam

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“No discutas de cosa alguna con tu alumno.

Él no está allí para llevarte la contraria,

sino para aprender; castígale si no lo hace”

Vasanpeine. Cuaderno 1 A.

“No es posible sustraer de la vida de alguien un tema

Una vez se le ha dado a conocer”

Alberto Manguel.

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Data

A finales del año 1993, en la ciudad de Bogotá tuvo lugar un extraño suceso. Con un grupo de estudiantes de tercer semestre de la Universidad

Nacional de Colombia, un profesor de Teoría del Arte, leyó la traducción del texto Hablar de Propio País Alemania ofrecido por Joseph Beuys en la

ciudad de Munich. Dicho texto nació de un discurso que el artista había realizado en 1985, a tan solo un año de su muerte. La lectura debía realizarse

como parte de las labores de la formación en Artes Plásticas.

Nadie sabe por qué el profesor eligió dicho discurso, entre otros tantos textos que existen sobre el autor. No es evidente como llegó ese texto a

Bogotá. Lo cierto es que, en esos casos, todo es misterioso. Algo en la visión, intuida o imaginada, del otro provoca inesperadamente un golpe, un

estado de sorpresa e incomprensión.

Quien se sorprende suele proceder de dos maneras: observa un segundo y cuando termina el espectáculo, da la vuelta y se va o se dedica a estudiar

aquello que le sorprendió. En este último caso, es frecuente que el estudiante busque alguien con quien realizar sus esfuerzos por conocer y

comprender. En ocasiones ese alguien es un compañero, en otros es un profesor y con mucha frecuencia lo que encuentra registrado en Libros,

videos, artículos, entrevistas o lo que su labor le permita conseguir.

El estudiante busca, ante todo, satisfacer una inquietud, misma que puede crecer con el paso del tiempo, ya que en ciertas ocasiones, lo observado

posee un alto grado de complejidad. Ese fue mi caso con el artista alemán Joseph Beuys.

Bogotá, 9 de Abril de 2011

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En otra parte del Mundo

“Y así como puede revelársenos un país extranjero que estaba ahí desde antes, así hay palabras o

gestos que pueden revelarnos ese extranjero invisible que es el futuro, que se nos había olvidado”

Walter Benjamín, En Crónicas de Berlín

Una mañana de 1980, cuando yo contaba con casi once años, igual que todos los domingos, llegó a mi casa el periódico. El ritual habitual era que el

primero en leerlo era mi papá, y ninguno de los seis hijos debíamos atrevernos a tocarlo hasta que él así lo aprobara, ya que le resultaba muy molesto

tener que ordenarlo para leerlo o de pronto encontrar que no era posible leer ciertas partes por que estas habían encontrado otros usos.

Ese día, cuando por fín llegó mi turno de mirarlo, la imagen y el titular de la primera página aún pervive en mi memoria: en dos terceras partes de la

misma se mostraba una foto a todo color de un montaje de cómo se vería una explosión nuclear capaz de arrasar la vida del planeta en cuestión de

minutos.

La imagen en sí misma me sorprendía mucho pues no imaginaba como podía haber sido realizada. Parecía ser una foto, pero para que lo fuese (según

lo que creía de la fotografía), el hecho tuviera que haber sucedido y era evidente que no, de lo contrario ni yo ni nada de lo que me rodeaba existiría

en ese momento.

El título que acompañaba la imagen, aunque no lo podría repetir literalmente, recuerdo que no resultaba significativamente más esperanzador. El

artículo hablaba de la capacidad del hombre para autodestruirse y de lo cerca que se estaba de ello debido al auge de las plantas nucleares en

Europa.

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Ese día resultó ser bastante extraño para mí. Coincidencialmente alguien me había regalado una caja de óleos y me dediqué a usarlos realizando una

pintura tamaño carta en la que me cuestionaba la capacidad que tenemos como seres humanos para conservar o destruir. La imagen resultante

contenía sobre un fondo negro tres esferas y dos manos, en el centro se veía una esfera azul más pequeña que las otras, en la diagonal inferior

izquierda se encontraba una representación de la mano de Dios con los dedos extendidos hacia la derecha señalando otra esfera con una imagen de

lo que podía haber sido el jardín del Edén. En la esquina superior derecha una representación de la mano humana señalaba con sus dedos la imagen

de la tercera esfera, un posible y desafortunado resultado de nuestras creaciones: la explosión nuclear.

No recuerdo que antes de aquel domingo yo me hubiese dado cuenta de lo terriblemente frágiles y fuertes que éramos los humanos y mucho menos

del terrible desenlace que podia llegar a tener la tecnología.

Desde ese día - y a pesar de nunca haber ido mas alla de los limites de mi amada ciudad-, el Planeta tierra comenzó a ser para mí, considerablemente

más pequeño de lo que siempre había percibido. Mi casa dejó de ser tan segura como la creía y por primera vez me dí cuenta que, con algo más que

cuatro muros y un techo, ella no podría protegerme de un desastre a gran escala.

Sin embargo y a pesar de lo impactante de la noticia y las reflexiones que me suscitó, ello no bastó para que comenzara a pensar que el anunciado fin

del mundo fuese a llegar tan pronto como se llegó a especular (y se especula cada cierto tiempo). Pero lo que sí resultaba a todas luces evidente era

que, sin darnos cuenta de ello, como humanos, con nuestras actividades cotidianas tenemos el poder suficiente para modificar e incluso arrasar a

todos los seres que le habitan.

Con una familia bastante numerosa en la que, desde que nací, cuento con cinco hermanos, veintiún tíos y cuarenta tres primos que gustábamos

reunirnos con cierta frecuencia. Desde muy pequeña me acostumbre a pensar en los seres humanos como aquel grupo de individuos a quienes pocos

rasgos físicos y habilidades nos diferenciaba entre unos y otros, pero a los que todas las necesidades básicas nos son comunes, aunque las

solucionemos de diversas formas.

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Muchos de mis familiares no sólo vivían en otras ciudades sino también en otros países, lo cual hízo que desde muy corta edad me acostumbrara a

viajar de un lado para otro en Colombia y a enviar y recibir cartas ricamente decoradas a mano.

Asi, ser Colombiana para mí, no significaba otra cosa que vivir en un país en el que se hablaba español, lleno de montañas rios, frutas y flores bañados

de sol todo el año. Solía pensar en los otros países como lugares menos afortunados que el mío ya que, en una mirada comparativa a los mapas,

encontraba que ninguno de ellos ni tenía tantas montañas, ni tantos climas.

A pesar de haber tenido una infancia muy difícil en la que carecimos de muchas cosas, el espíritu empresario, recursivo e incansable de mi padre

logró hacer que en pocos años llegáramos a ser de clase media-media y vivir en casa propia al norte de la ciudad. En 1981 parte del dinero extra, se

invertía en la organización de viajes familiares a diversas partes del país - a bordo del recien comprado Chevell Malibu modelo 66- o en ir a comer

helado en - el entonces muy renombrado y concurrido- Picos.

A pocas cuadras de nuestra casa, alquilaban caballos y podíamos montar hasta una hora por tan sólo quinientos pesos. Siguiendo los pasos y las

enseñanzas de mi madre, algunas de sus hijas aprendimos a usar la máquina de coser, diseñar ropa, pintar en tela para decorar manteles, comprar

ropa fina, zapatos de buena calidad, maquillaje costoso, coleccionar perfumes caros y cocinar los platos especiales de la familia (pavo relleno,

tamales, envueltos, ajiaco, mantecadas y galletas de avena entre otras).

Ni mi padre, ni mi madre había estudiado más allá de la primaria pero aún asi ambos sabían leer y escribir. A mi madre le gustaba leer y le parecía

importante que todos sus hijos estudiaran, leyeran y aprendieran a destacarse socialmente por sus buenos modales y su educación. Con ese fin nos

hacía visitas guiadas por la ciudad, nos daba clases de glamur, nos enseñó a bailar diversos géneros musicales, a decorar la casa, a cocinar y nos

construyó una gran biblioteca. La sala, tapizada de muro a muro con estantes llenos de todo tipo de enciclopedias y diccionarios, nos permitía sin

necesidad de salir de casa -y sin depender de la luz eléctrica- , investigar para nuestras tareas del colegio y acceder al estudio de todo tipo de temas.

Con frecuencia tomaba libros al azar y los abría para ver que sorpresa me deparaba su contenido. Esta sencilla y divertida acción me permitía cada

cierta tarde la posibilidad de llenar mi vida de historias extrañas, imágenes asombrosas, animales curiosos o personajes fantásticos de tierras lejanas.

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En otras ocasiones me deleitaba buscando el significado de las palabras que veía en otro idioma y pasaba largas horas tratando de traducir al español,

con diccionario en mano, fragmentos de canciones, poesias y frases.

Mi primera relación con Alemania, fue hacia 1983 por medio del programa Tele Match producido por Transtel Colognia que llegó a Colombia. A pesar

de ser traducido al español, con ese programa mis hermanos y yo aprendimos a contar hasta tres en alemán y conocimos los nombres de muchas

ciudades de ese país. Cada capítulo ofrecía una serie de competencias agradablemente ambientadas tanto por épocas como por temas y en la

dinámica general del programa, dos equipos se enfrentaban por una gran suma de dinero que el ganador usaría para abrir nuevas escuelas o

bibliotecas en su ciudad.

Por iniciativa de mi madre, siempre estudiamos en colegios privados en los que contábamos con ruta escolar para ir y volver. Además de las clases

básicas contábamos con profesores de Ballet, ajedrez, dibujo artístico, historia del arte, francés, teatro, pintura, bordado, tejido, natación, volley ball,

básquet ball y tenis de mesa, habían grandes jardínes, canchas, piscina, excelentes laboratorios y enormes bibliotecas.

Para 1985 cursaba octavo grado de bachillerato y de modo general con mis hermanos hacíamos lo que cualquier adolescente promedio: ibamos al

colegio, ayudabamos a mis padres en lo que nos pedían, jugabamos marcianitos, solíamos mantener un pequeño grupo de amigos con los que

montabamos bicicleta, practicábamos básquet ball, patinaje y ping pong.

Mi grado de bachiller llegó bien pronto y aunque había dedicado gran parte del tiempo a modelar figuras en barro, dibujar y pintar murales en el

colegio (por los cuales llegue a ganarme un par de premios), descarte la posibilidad de estudiar artes, ya que yo no tenía ni idea lo que hacía un artista

y a ojos de mi director de curso, el que estudiaba artes era porque no tenía nada en la cabeza. Aún cuando tampoco tenía ni idea de lo que hacía un

biólogo profesional y convencida de que tal vez debía tener algo en mi cabeza, inicie la carrera de biología en la Universidad Nacional de Colombia.

Entré allí bastante dudosa de mi elección y por ello, a medida que avanzaba en mis estudios como bióloga, comencé a frecuentar los salones y los

profesores de la facultad de Artes. En ocasiones durante mis recorridos, con aire de nostalgia dibujaba sobre los pliegos de papel y con los

carboncillos que suelen quedar en el piso luego de las prácticas.

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No pasó mucho tiempo cuando empecé a percibir que probablemente el que no tenía nada en la cabeza, por lo menos desde el punto de vista del

arte, era mi profesor de colegio. Mire el pensum y descubrí que estudiar artes requería de mucha dedicación, disciplina y el desarrollo de

conocimientos especializados en historia y teoría del arte.

Totalmente decidida a ser maestra en Artes Plásticas, inicie mis trámites para cambiar de carrera. Aún recuerdo el miedo que tenía de tener que

contarles a mis padres tamaña decisión. Sin embargo - por el contrario de lo que me esperaba-, mi madre se puso muy feliz, ya que ella misma en un

par de ocasiones me lo había sugerido y mi padre muy seca y parcamente sólo dijo: Mija, vida no hay sino una… ¡Haga lo que quiera! y nunca mas

volvió a decir nada sobre el tema. Y ello en parte porque al verse en la necesidad de trabajar desde los nueve años él no creía mucho en el estudio

formal y porque nunca tuvo que darme dinero para pagar un semestre.

Para 1992, Beuys iba a cumplir siete años de muerto y yo apenas iniciaba mis estudios como Maestra en Artes Plásticas. Con casi cinco semestres de

Biología en mi historial académico, empezé otra carrera con la convicción y la confianza de que ahora si había elegido con conocimiento de causa

aquella profesión que me permitiría fortalecer un proyecto de vida. Y en la que tanto mis expectativas sobre el futuro como mis habilidades pudiesen

ser cultivadas y aprovechadas.

A ojos de mi generación, estudiar Artes Plásticas implicaba tomar en un lapso de diez semestres: tres cursos de modelado y escultura, uno de dibujo

técnico, siete de dibujo artístico, dos de fotografía, ocho de taller experimental, uno o dos de grabado, seis de teorías y seminarios del arte y siete de

historia del arte - que incluían también seminarios- . A partir de quinto semestre se debía tomar una de las cuatro profundizaciones que se ofrecían:

Pintura, Cerámica, Escultura o Grabado, misma que debía conducirte a la realización de tu trabajo de grado durante el último año de estudios. Y así,

durante aquel momento sólo se tomaban las materias de trabajo de grado al lado de alguna de las seis electivas que debían tomarse.

Aunque no era muy claro para qué, gran parte del tiempo en los dos primeros años, los estudiantes de artes pasábamos largas horas conociendo y

comprendiendo la anatomía humana, copiando modelos desnudos o copias en yeso de la antigüedad griega clásica. Tanto las clases de dibujo como

las de escultura y pintura duraban seis horas a la semana en bloques de tres horas, mismas que se pasaban casi siempre copiando a la modelo,

bodegones o espacios con perspectivas diversas. Debido a la gran cantidad de bocetos que se nos exigía presentar cada semana en las clases de

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dibujo, las esculturas que había que entregar y las pinturas en formato de pliego que era preciso realizar, era importante poseer bastantes recursos

económicos para comprar todos los materiales y estar casi todo el día en los talleres de la facultad.

Con asombrosa frecuencia, en las clases de dibujo el estudiante que sobresalía lo hacía porque sus dibujos podían llegar a copiar con gran precisión lo

que los ojos pueden ver. Y por otro lado, en las clases de pintura, sobresalía aquel que lograba integrar una buena idea al mayor número de colores

en escalas secuenciadas que pudiese preparar, en todas las técnicas que se estudiaban: témpera, óleo, acuarela y acrílico.

Las clases de Escultura contaban con costosos talleres en los que se elaboraban modelos a gran escala en bronce, madera, piedra o cerámica.

Tanto en las clases de Teoría como de Historia del arte lo fundamental era conocer lo mejor que pudiéramos civilizaciones antiguas, teorías del arte o

la obra y algo de la biografía de artistas que, a juicio de nuestros profesores, eran determinantes para ubicarse en el campo de la recién elegida

profesión. Por ello, desde primer semestre se nos iniciaba en el estudio de un largo listado de maestros de la historia del arte. A la mayoría de ellos,

debido a su abundancia, solíamos verlos en medio de un singular zapping, en el que el profesor esperaba que una que otra frase y una que otra obra

nos quedara muy bien etiquetada, organizada y archivada en nuestra memoria.

Con mucha ingenuidad solíamos creer que dicho archivo ya contenia todo los que debíamos saber sobre los artistas y sus obras. Pensábamos que con

las breves reflexiones que se hacen entre una clase y otra o entre un semestre y otro, alcanzabamos los criterios suficientes para juzgar tanto a las

obras como a los artistas.

Nunca nos dimos cuenta que dicho archivo resultaba útil sólo en la medida en que este nos permitía tener una base sobre la cual dar inicio a un

estudio más profundo e intentar responsablemente desarrollar nuevas creaciones que les dieran continuidad o las modificaran desde su sentido

original. Prácticamente ninguno de nosotros supimos asumir la tarea sincera de comprender lo que esos artistas habian realizado en realidad.

Estabamos iniciándonos y entrando a formar parte de un campo del saber humano, que al igual que los otros, requiere de investigación y serios

compromisos para ser conservado, revisado y renovado, pero no lográbamos darnos cuenta y lo curioso era que ello no sólo nos pasaba a los

estudiantes.

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En aquel momento en la Facultad de Artes se respiraba un aire enrarecido, ya que los estudiantes entrábamos con unos imaginarios bastante

insulsos sobre lo que es el arte y casi todos los docentes que tuvimos estaban a un año o dos de pensionarse. Formados bajo los parámetros que la

academia francesa había establecido para las artes plásticas en el siglo XVIII, a la mayoría se les veía siempre muy abstraídos y - por lo que nos

comentaban en sus clases-, estaban siendo fuertemente cuestionados por los planteamientos más recientes del arte.

Algunos esperando mantener el sentido de lo que hacían, sostenían largos debates sobre la importancia de la abstracción o la figuración y como parte

de sus clases nos llevaban a ver sus obras en museos y nos daban a conocer los pormenores de su oficio y los antecedentes de su estilo. Otros,

bastante exitosos en ese momento, trataban de incluir en sus trabajos algunas de las premisas más difundidas del arte conceptual y sus clases eran la

exaltación de los referentes que les daban su merecida fama. Varios de ellos con catálogos recien llegados al país, entraban a clase y duraban horas

comentándonos sus preocupaciones y tratando de animarnos a trabajar sin descanso para que solucionáramos lo mejor que pudiéramos nuestras

inquiteudes.

Así, entre un semestre y otro nos encontrábamos con profesores que creían firmemente en el oficio de la pintura, el grabado o la cerámica y otros

que se llamaban a sí mismos conceptuales y realizaban instalaciones o performance. Las diferencias entre ellos solían ser irreconciliables y aún

cuando no era muy claro por qué se vivía en una especie de guerra sin cuartel en la que en más de una ocasión los estudiantes quedabamos en medio

de las más pintorescas batallas. Para muchos de nosotros, en ocasiones, pasar una materia resultaba ser más un ejercicio de perspicáz lectura y

exhibición de aquel estilo que el profesor quería ver, que un sincero ejercicio de reflexión y creación.

Y por supuesto que nuestros propios conflictos internos, las crisis familiares propias de la adolescencia, los complejos de infancia y miedos e

inquietudes frente a las expectativas que cada uno tenía sobre su propia vida… hacian lo suyo para mantener cierto estado de caos. Varios llegamos

a desarrollar una habilidad particular para sacar cinco sobre cinco: Ojeábamos los catalogos o revistas que nos llevaban nuestros profesores,

realizabamos apresuradas interpretaciones formales a la obra de los artistas que allí aparecían y construíamos lo que bien podríamos llamar juegos

de palabras, mediante la reconfiguración de lo que alcanzábamos a imaginar del artista y nuestras propias vivencias. Nunca nos detuvimos a pensar

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que posiblemente lo que pensamos sobre esos artistas y su obra no tenía absolutamente nada que ver con ellos y mucho menos con su creación. Y tal

vez ello se deba a que nos gusta fortalecer nuestra imaginación y creer que el texto que miramos nos devuleve nuestros reflejos.

En nuestra sociedad, la capacidad de seguir una carrera profesional señala el ingreso a dicho campo profesional, con sus códigos y exigencias

particulares, y nos permite compartir la fuente común de las investigaciones realizadas. Pero es erróneo considerar que la obtención de un diploma

nos garantice el haber aprendido y comprendido todo lo que ese campo contiene y menos aún, logrado crecer a la altura de la conciencia espiritual

que puede haber alcanzado un ser humano en su labor continuada de una o varias décadas.

Tal vez por los intereses inconscientes que suelen estar presentes en las distintas profesiones, en pocos semestres solemos olvidar que se estudia a

los autores y sus obras con el fin de crecer y mejorar. Y con el tiempo adoptamos la extraña costumbre de acercamos a museos y estanterías

imaginarias del arte, como ladrones en la noche, como hurtando nombres, técnicas y conceptos, múltiples creaciones tan antiguas como la técnica

del temple o el óleo o tan contemporáneas como el arte conceptual o el Land art.

En ocasiones, algunos años despúes, descubrimos que los libros que leímos por sugerencia de nuestros profesores y que nos ayudaron a realizar

interesantes ejercicios académicos - o a solucionar creativamente algo-, nos ofrecen un amplio espectro de conocimientos del que disponemos al

pertenecer al campo del arte. Pero la profundidad de nuestros conocimientos depende enteramente de nuestro claro y continuado esfuerzo por

conocer. Nos damos cuenta que las cosas más importantes del arte y la vida suelen suceder en medio del silencio, en un mundo sin palabras y en el

que es preciso darnos el espacio necesario para comprender. De allí que la mejor forma de estudiar a un creador es, dedicar largas horas, en

bibliotecas y oscuras habitaciones a escucharle cuidadosamente y seguirle en sus reflexiones hasta entender la forma en que él pasa de su caos

intuitivo a una representación clara de su espíritu…en que gracias a sus múltiples y continuados esfuerzos su obra alcanza una existencia necesaria y

completa.

En tanto estudiantes, en nuestra imaginación debemos volver a dar vida al autor o creador para conversar con él y tratar de comprender su época, su

carácter, sus referentes y sobre todo las intenciones de su creación. Buscando propiciar una serie de correspondencias, de respiro mutuo, de lugares

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físicos e imaginarios que bien puede estar o no estar presente en el mundo al que llamamos reales entre nosotros y a aquel o aquello que

estudiamos.

Tal vez algún día y sólo gracias a este esfuerzo nos sea dado descubrir que los grandes creadores de la humanidad producen el mundo a través de y

para la conciencia artística, porque el arte mismo -como ya lo dijo Konrad Fiedler en 1886-, es el proceso a través del cual se enriquece sin

mediaciones el dominio intelectual del hombre.

Como tuve que vivirlo en los primeros años, el riesgo es que al estudiar a Joseph Beuys en profunda soledad, lo confundí con mi propia forma de verlo

y a su obra con mi forma de interpretarla. Las creativas interpretaciones con las cuales solemos cubrir su obra cuando lo miramos las primeras veces

no son su obra. Sólo cuando le observamos en detalle, se nos revelan uno a uno los innumerables esfuerzos que Beuys tuvo que realizar año tras año

tanto para dar claridad a sus pensamientos como para fortalecer su espíritu y poder dar vida a su obra. De forma literal y con plena consciencia de lo

que había logrado en el trabajo de su vida, Beuys en su discurso Hablar del propio país Alemania explica su obra de arte el Concepto Ampliado del

Arte, el Arte Social, la Plástica Social, y le dice a todo el que le escucha “en tus manos encomiendo mi creación”.

¿Pero cómo pueden proceder estos oyentes para comprender la profunda complejidad de dicha creación?

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Estudiar a Beuys

“No se trata simplemente de ser, sino de crecer y mejorar mediante el estudio. Es decir, tratando de entender

afirmando el derecho a preguntar y conocer; logrando sobrevivir mediante la asimilación que consiste en tomar el

mundo exterior y hacerlo propio; formulando preguntas y desplegando posibilidades”

Alberto Manguel En el Bosque del Espejo.

Es bien sabido que estudiar ayuda a recrear en el tiempo y el espacio del estudiante aquello que se había concebido y transformado en imágenes o

palabras en otra época y en otros cielos. Cuando estudiamos se impulsa un acto de autodesarrollo, de asimilación de mundo y ampliación de nuestras

propias percepciones y posibilidades. Estudiar enriquece el presente y actualiza el pasado y permite al estudiante antento no sólo comprender y

relacionarse con un autor, sino que, gracias a la asimilación, convertirlo en parte de sí mismo. Por que estudiar alimenta nuestra alma, prepara

nuestro espíritu para nuevas cosas y, en general, nos ayuda a crecer gracias a que nuestro plan de vida y expectativas vitales se ven fuertemente

enriquecidos y confrontados.

Una vez se me dió a conocer a Beuys en la académia y sabiendo que no comprendia su labor, no pude dejar de estudiarlo para tratar de comprender

su vida y obra. Sin importar que estuviese muerto y con unos pocos registros de su trabajo, empecé a estudiarle para permitir que lo leído y lo escrito

presentara a mi memoria aquello que le preocupaba, aquello que le impulso a hacer lo que hízo y la forma en que se articulan con sentido los

fragmentos de su trabajo.

Muchos hallamos en los textos a los muertos como si estuvieran vivos y seguramente por ello, desde que leí por primera vez el texto impreso del

discurso Hablar del Propio País Alemania - y cada vez que lo releo-, Beuys se hace presente y yo hago parte del auditorio del Munchner Kamerspiele

en la ciudad de Munich Alemania.

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Para autores como Kafka resulta evidente que se lee para hacer y hacerce preguntas, sin embargo, los autores son diferentes cada vez que los

estudiamos porque, en el rescate de esos acontecimientos y voces del pasado, se modifica nuestra comprensión, cambiamos nosotros y cambia lo

estudiado porque nuestros recuerdos, resplandecen, se oscurecen y brillan de nuevo.

La primera vez que leí el discurso de Beuys yo tenía veintitrés años y conociéndolo muy superficialmente él era para mí, ante todo, alguien que había

estudiado lo mismo que yo y que a los sesenta y cuatro años de vida se preocupaba por darme un consejo, en una actitud muy cercana a la de aquel

maestro que se preocupa por tu futuro, por prepararte para tu vida.

Cuando leí su afirmación: “El arte no significa sólo la destreza especial de una mano habilidosa; (...) muy al contrario significa, que todo ser humano

tiene en su propia mano la posibilidad de hacerse a sí mismo lo que quiere ser”, sentí que con frecuencia se nos enseña a vivir creyendo que son otros

los que determinan nuestra vida y raras veces se nos hace conscientes de la capacidad que tenemos para determinar muchos de sus aspectos. Desde

ese momento me di cuenta que no podía dejar pasar un sólo dia de mi vida en el que no hiciera mi máximo esfuerzo por entender qué quería y que

podía hacer con mi vida. Porque si bien la carrera que me encontraba estudiando me exigía un gran desarrollo de habilidades “mal llamadas”

manuales, ellas en sí mismas no determinaban mi ser y mucho menos mis posibilidades de acción.

Sin saber si entendía por completo sus palabras o no, ellas me cuestionaron mi vida y mi posible rol profesional futuro como nadie nunca antes lo

había hecho. ¿Qué quería y podía hacer con mi vida desde la carrera recién elegida y mi posible rol profesional en un país como Colombia?…tamaña

pregunta aún me inquieta como ninguna otra.

A pesar de encontrarse traducidas al español, de las diez y siete páginas que conforman el discurso, recuerdo no haber entendido ni tres (aunque

podía pasar mis ojos sobre ellas e identificar todas las palabras). Así, aquellas frases que me cuestionaron, que más me impactaron y que contenían la

implícita pregunta y sus posibles vías de solución, fueron copiadas a mano y pasaron a ser parte de la recién iniciada colección personal de frases y

autores que lograban captar mi interés, más allá de las labores que la academia me demandaba.

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“Cada uno debe lanzar una mirada a su propio interior, cada uno tiene que mover realmente en sí, como lenguaje, lo que desarrolla el sentir y el

pensar, hacer que el pensar influya sobre la voluntad y la voluntad sobre el lenguaje”, dice Beuys en su discurso. ¿Puede alguien que estudie no

sentirse cuestionado con esta frase? …Tal vez, pero definitivamente no fui yo.

Por ello aunque nadie me lo exigió o sugirió, conseguí las fotocopias del texto completo en la biblioteca de mi facultad y pase tardes enteras

estudiando cada uno de los textos contenidos en el libro En torno a la muerte de Joseph Beuys, Necrologías, Ensayos, Discursos. En aquel momento

ese era el único texto que había en la biblioteca de mi facultad sobre el autor y por ello fui de biblioteca en biblioteca hasta encontrar otro que me

ofreciera más información sobre este artista. Luego de un tiempo, encontré en otra facultad de arte el texto titulado Joseph Beuys escrito por un

autor de apellido Stachelhaus. Desde entonces los releí con frecuencia y subrayaba con diferentes colores frases y palabras que consideraba claves y

que de alguna forma me inquietaban.

A partir de sexto semestre y debido a que me interesaba formarme como conferencista, propuse a mis profesores que parte de mi labor en la materia

taller experimental VI fuese ofrecer una charla a mis compañeros sobre Joseph Beuys. Recuerdo que con lo poco que conocía sobre él me atreví a

hablar sobre su biografía y elaboré algunas diapositivas con las que yo, muy torpemente creí, me sería posible hablar sobre algunas de sus obras

significativas. Aún cuando hoy en día conservo esas imágenes, ahora sé muy bien que -con justa razon a ojos de Beuys-, sus dibujos fueron formas de

acceder a la comprención de su propio ser y los objetos sólo restos necesarios de sus actividades no obras de arte.

Sin darnos cuenta y sin que nos lo propongamos conscientemente, muchos hacemos visible a Beuys, desde lo que creemos que es su obra y por no

escucharle atentamente hablamos de su labor desde lo que ésta podría ser nosotros y nos perdemos de comprender visiones que bien pueden

enriquecer nuestra forma ver el mundo y a nosotros mismos.

En ocasiones, las categorías creadas por los teóricos del arte nos ayudan a todos, a nombrar ciertos aspectos innombrables del proceso y creaciones

de los artistas y a ofrecer una primera ventana o encuadre desde donde empezar a observarle, pero en ocasiones ellas mismas nos impiden

comprenderles profundamente y más aún en el caso de Beuys. Aún cuando cuesta mucho trabajo darse cuenta, este creador tenía tal grado de

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consciencia sobre su trabajo y tal grado de coherencia sobre sus origenes y alcances, que las únicas categorías que su labor admite son las que él

mismo dá a sus productos.

Desde que inicié mi estudio a este autor, cuando comentaba que estaba estudiándole, en muchas ocasiones tanto estudiantes como profesores de las

artes plásticas y visuales al escuchar su nombre hablaron con gran vehemencia. En un par de ocasiones me ofrecieron curiosas advertencias y

concejos por medio de los cuales afirmaban que no valía la pena estudiarle porque Beuys era de la transvanguardia (¿?) o que, por ser alemán, poco

servía a Colombia conocer o estudiar sus trabajos. Sus palabras nada significaban para mi, ya que el Beuys que llevaba en mí, el que conocí en su

discurso, era un hombre maduro y lucido que a un año de morir se habia preocupado por decirme cosas que me hacian pensar sobre el sentido de mi

vida.

Un par de años después llegó a mí el Beuys de mi tesis de pregrado, un profesional que me ofreció en sus conceptos sobre Plástica Social interesantes

claves que me ayudaron a definir creativamente mis inquietudes profesionales y mi posible campo de acción. Sin tener muy claro que entendía Beuys

por Plástica Social, ni por qué la habia creado, me serví de uno que otro concepto que creí entender de la misma forma que alguien bebe un vaso de

agua para calmar la sed. Me tomo un par de años más reconocer que, en tanto autor con una amplia tradición intelectual y un bagaje profesional

enorme, no sólo me encontraba a años luz de comprenderle sino que nunca lo lograría si no iniciaba la lectura a los referentes intelectuales que

continuamente él mismo citaba en sus trabajos y entrevistas: Rudolph Steiner, Goethe, Bakunin, Fichte, Schelling y Hegel.

A mis treinta años de edad, el sentido de sus creaciones y el contexto en que las crea, aún no me era claro y el material conseguido era exiguo. Por

ello hice traer al país textos en alemán, inglés y francés que contenían discursos, videos, entrevistas y algunas reproducciones de sus tableros.

Fué por medio de las traducciones y con ayuda de las entrevistas contenidas en algunos textos encontrados que me fue posible comprender la forma

en que Beuys articula las diferentes fuentes intelectuales en un todo organizado que busca sentar claras bases conceptuales para la reconstrucción de

toda la sociedad moderna.

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Mis estudios de maestría iniciados resultaron ser decisivos, pues fue allí cuando decidí asumir formalmente la labor de intentar comprender con el

máximo nivel de claridad: ¿Qué es el Concepto Ampliado del Arte de Joseph Beuys para Joseph Beuys?

De la mano de Konrad Fiedler, autor alemán que me dio a conocer mi asesor de tesis, comprendí que lo propio de la teoría del Arte es hacer el

esfuerzo por comprender y explicar las obras humanas a partir de preguntarse por el sentido que debe cumplir de acuerdo con la intensión de su

autor. Entendí con mayor claridad que si quería comprender desde donde, por que trabaja y cómo lo hace debía concentrarme en escuchar las

explicaciones que el mismo Beuys daba de su trabajo. En un proceso lento y dispendioso, fuí reuniendo y estudiando videos en los que Beuys daba

declaraciones sobre su trabajo, libros que contenían cartas, entrevistas, discursos y conferencias desarrolladas entre 1970 y 1986.

Para poder organizar el material conseguido, resultó necesario confrontar y/o realizar traducciones, mirar detalladamente su contexto y origen,

realizar diversos esquemas de análisis, mapas conceptuales y cuadros sinópticos. Con todos estos ejercicios, poco a poco se fue conformando un

archivo especial que en sí mismo constituye una extensión de mi memoria y lugar real para la realización de reflexiones íntimas, fragmentadas y

libres, tanto en torno a la biografía de Beuys como en torno a cada uno de sus conceptos y visiones de mundo.

Dicho archivo, además de permitirme retener ideas e imágenes mentales fácilmente consultables, mediante un continuado esfuerzo, me ha

permitido tanto conocer y comprender acontecimientos, personajes o cosas sin detenerme en detalles, como crear un panorama general de teorías,

historias, personajes o técnicas- y realizar una cuidadosa exploración al pensamiento de Beuys. Debido a lo complejo de su pensamiento tuve que

analizar cada palabra y frase, línea por línea para tratar de captar su sentido con algo de profundidad.

Con la línea del tiempo que construí por aquella época, relacioné la edad que Beuys tenía en cada una de sus acciones, en qué momento había

estudiado a o con algunos de sus referentes conceptuales y a hacer visibles los cambios que fue haciendo en su producción.

Algo importante del método de estudio elegido es que debía releer continuamente los apuntes, para poder provocar una reorganización mental de

mis propias percepciones y vivencias.

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Mayra Lucia Carrillo Colmenares

Día a día y durante dos años consulté e interrelacioné los conceptos centrales de los pensadores estudiados por Beuys, confronté mis opiniones con

otras personas y escribía textos que me permitieran ensayar hipótesis y poner a prueba posibles sentidos e interpretaciones.

Un día, entre las múltiples correlaciones con otros autores, relectura de biografías, análisis etimológicos que realizaba, me fue posible entender en el

discurso Hablar del Propio País Alemania que Beuys analiza detenidamente y por décadas los conceptos tradicionales del arte y decide que es preciso

ampliarlos para ayudar a la humanidad a encontrar formas en las que sea posible dar impulso a nuevos procedimientos humanos capaces de

contribuir en los procesos evolutivos de la humanidad. Fue en este texto que me fue mucho más claro comprender la forma en que buscó

incansablemente dar forma a algo para todas las personas y lo que obtuvo de esa búsqueda.

Poco a poco y durante años fué madurando sus inquietudes hasta llegar a crear y ofrecer su obra de arte, la creación conceptual más compleja y

profunda que la humanidad haya recibido a lo largo del siglo XX: El Concepto Ampliado del Arte en sus tres experimentos o acciones concretas: La

Organización para la Democracia Directa, La Universidad Libre Internacional y la participación en las elecciones del parlamento en 1979.

El procedimiento de seguir el sentido de sus acciones y no de sus imágenes, de seguirle palabra a palabra y párrafo a párrafo en sus discursos y

observarle como individuo en el contexto global de su época es profundamente revelador, ya que sólo por ese camino es posible captar con nitidez

sus preocupaciones, acceder a sus visiones y saber en qué consiste una creación conceptual.

A ojos de Beuys -tal como lo afirma en el discurso registrado en el libro titulado Kunst = Kapital- los conceptos pueden ser usados en un sentido

tecnologico, es decir, de la forma en que un técnico usa una pieza de su obra para insertarlo, por ejemplo en un vehículo o en una máquina,

esperando construir algo muy concreto: Un vehículo que permita abolir lo que hace sufrir a las personas, para construir una nueva estructura social,

una estructura que abarque toda la sociedad. Para Beuys el Concepto Ampliado del Arte y sus experimentos son vehículos que se dirigen al ser

creativo de cada ser humano, el ser libre capaz de autodeterminarse y determinar, transformar su entorno y que puede lograr transformaciones en el

contexto de toda la sociedad. Beuys cuestiona minuciosamente e intensamente las posibilidades vitales y sociales de todos y cada uno con el fin de

impulsar procesos evolutivos.

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Actos de Vida

Es por ello que hoy sé que aquel consejo que recibí, al leer por primera vez su discurso, fué deliberadamente construído por su autor con plena

consciencia de la capacidad que posee el lenguaje para suscitar formas e imágenes internas. Cada vez que vuelvo a él, sus pasajes me siguen

cuestionando y recordando que mi forma de pensar, de imaginar, de sentir debe poseer la calidad que posee un cuadro equilibrado.

Tal vez por la forma materialista en que estamos acostumbrados a ver el mundo, cuesta mucho trabajo darse cuenta que la depurada creación que

Beuys presenta en la Documenta VI de Kassel en 1977 es la Universidad Libre Internacional para la Creatividad y la Investigación Interdisciplinar (ULI).

Según nos explica el mismo Beuys en las entrevistas - que luego fueron publicadas bajo el titulo ¿Qué es el Arte?-, la instalación llamada Bomba de

Miel es sólo un signo que tiene la función de demarcar o señalar el lugar en el que se realiza su segundo experimento- acción del Concepto Ampliado

del Arte. Muchos, aún hoy, atendiendo a una visión convencional sobre lo que podría ser una obra de arte creen que la Bomba de Miel que Beuys

instala como parte del conjunto de acciones y signos en 1977, es su obra. Y no se dan por enterados que han confundido abierta y claramente un

signo con la obra, dejan de lado (y en últimas desconocen) su verdadera creación y se entregan a describir, con lujo de detalles, cuánto mide el tubo

de plexiglás, cuantos litros de miel se usaron, que capacidad tenía el motor usado, la simbología de la miel y cosas similares.

Con minúsculas excepciones se puede afirmar que en general los textos de historia de habla hispana que llegan a Colombia, no se ocupan en explicar

el sentido y las características de la ULI y ello se debe a que no alcanzan a ver papel que esta desempeña en el conjunto de acciones o experimentos

de Beuys. Muchos de esos textos afirman casi categóricamente, que desde 1970 se dedicó a la política; otros, pensando en su posible impacto en la

educación creen que Beuys se interesó por la educación artística.

Muchos que intentan analizarle suelen olvidan que al ser un artista plástico, Beuys lee el mundo en términos de pintura, dibujo y escultura y que su

inquietudes le llevan a usar el lenguaje como herramienta clave para modelar su pensamiento, su vida y la sociedad en la que vivió.

Estudiar escuchando directamente a Beuys nos ayuda a comprender que con su obra anhelaba realizar los fundamentos del idealismo trascendental y

por eso buscó incansablemente contribuir en la evolución de la humanidad y ayudar a manifestar una conciencia avanzada de la realidad. Apoyado en

las pautas de creacion visual de su época, intenta alcanzar un determinado tipo de perfección en la que: naturaleza, ser humano y sociedad se

reconocen y mantienen en equilibrio.

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Mayra Lucia Carrillo Colmenares

Pero ¿Quién puede leer a una autor sin peligro? y ¿Qué revela un estudio realizado? ¿La identidad del estudiante o la del estudiado? Quizá ni lo uno

ni lo otro: es una tercera persona la que aparece, ese estudiante en el estudiado transformado que busca quien estudia.

En el mundo entero, bajo ciertos supuestos de contemporaneidad, tanto los objetos legados por Beuys como todos los que se le parecen

formalmente se venden exitosamente en contextos educativos y culturales en una tacita demanda y oferta que acepta dinero y otras formas

simbolicas de pago.

En más de una ocasión ví cómo se producían y aceptaban con gran interés acciones que evocaban formalmente pero ignoraban por completo los

aportes de Beuys.

Al respecto, recuerdo con particular nitidez que cierta mañana después de haberme graduado de mi pregrado, hacia 1999, en la entrada del edificio

de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia un estudiante daba vueltas en una bicicleta que había pintado de blanco. En cada vuelta

pasaba sobre un charco de pintura fresca de color blanco y al hacerlo dejaba siempre nuevas huellas. Por este acto tan aparentemente innovador,

notoriamente evocador de la instalación de Beuys Is it about a bicycle? de 1982, y sin mayores reflexiones sobre lo que significaba esta obra para su

creador, su fascinado profesor le otorgó un cinco sobre cinco en su entrega de taller experimental VI a tan ingenioso estudiante. Cada vez que viene a

mi memoria esta imagen comprendo por que Roger Taylor afirma que el arte es como un cáncer que todo lo que toca lo banaliza o lo convierte en

mercancía.

Por ser tan altamente complejo de comprender, su consciencia de mundo suele pasar inadvertida, quedar fuera de nuestro alcance y nos perdemos

la oportunidad de abarcar un aspecto del mundo que sólo puede alcanzarse por los medios que él desarrolló. Su conciencia de la realidad social del

hombre moderno y las posibilidades que ofrecen al hombre las creaciones conceptuales son en verdad excepcionales.

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Actos de Vida

Asumiendo que, como bien lo afirma Alberto Mangel, existe una ética de la lectura, una responsabilidad en como leemos, un compromiso a la

vez político y privado en el acto de volver las páginas y seguir las líneas. Aún hoy sigo leyendo el discurso Hablar del Propio País Alemania como

si no lo hubiese leído nunca. Muchas interpretaciones diferentes e inquietantes he realizado de su discurso, pero no podría afirmar que lo haya

comprendido aún tanto como quisiera (¿y debiera?).

Con justa razón y tendiendo a evitar lo difícil, muchos ceden a la tácita paradoja que cultiva el mundo del consumo: creer que lo profundo es

superfluo o a repetir sin comprender sus trabajos, movimientos o frases. Ya que realmente es muy difícil comprender a este autor y ello en parte

porque en sus obras y acciones, no sólo nos cuestiona permanentemente, sino que además redefine todos los conceptos que hereda de las Bellas

Artes. Así el material disponible sobre él, con frecuencia, actúa como detonante de nuestros deseos, sueños, interrogantes o pesares y vencer dichos

sueños para entregarse a verle verdaderamente, suele ser algo que no sucede si no se tiene como objetivo de estudio. Solemos entregarnos con

facilidad al deleite de lo que producen los artistas, más que a su comprención.

Desde luego que todo el trabajo y dedicación, en tanto estudiosa, no ha tenido en mí como única misión la comprensión del estudiado. A lo largo de

los últimos veinte años he notado que en ese esfuerzo por conocer y comprender a este autor he perdido algo de mi singularidad, de mi egoísmo,

para acceder a un estado plural, una existencia compartida… y en algo, un poco más generosa.

En sus cuadernos de estudio, San Agustín, anotaba que en los escritos particulares de un ser humano que estudia a otro ser humano, no aparecen dos

seres humanos, sino es el ser humano el que se vé. Así sabiendo que la obra de Beuys nos esta en parte destinada, al estudiarla no dejamos de ser

colombianos, no negamos que sea alemán y mucho menos nos convertimos en artistas. Tan sólo actúamos responsablemente como lo que somos:

tácitos herederos e invisibles participes de unos actos de vida que algo nos dicen de nuestra historia en tanto seres humanos creativos y creadores.

Bogotá, Abril 25 de 2012

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Mayra Lucia Carrillo Colmenares

Editorial Malucaco

2012

Otros títulos de Editorial Malucaco:

- Arte= Mediador de Energías Creativas. Reflexiones sobre

la pedagogía como manifestación artística contemporánea

- La Huella del Caminar. Estudio Sobre el Concepto Ampliado

del Arte de Joseph Beuys

- Voluntad. Ensayo sobre el estudio a Beuys y su obra

- Apuntes de: El Educador Nato: Extractos del texto de

Eduard Spranger

- Apuntes de: El Arte: Extractos de Conversaciones con

Augusto Rodin

Traducciones del Alemán: Kunst= Kapital y Llamado a la Alternativa

Artículos:

- Reflexiones sobre la historia de la Enseñanza de la Historia del Arte y sus Modelos de Enseñanza

- Reflexiones sobre enseñanza del dibujo dirigido a jóvenes a la luz de Eduard Spranger