A touch of Confidence

121

Transcript of A touch of Confidence

Índice Staff

Dedicatoria

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Agradecimientos

Staff MMooddeerraaddoorraa

Gaz Walker

TTrraadduuccttoorraass

Gaz Walker

Meellc

Playlob

TsuParthenopadeus

Blinda

Je_tatica

Mokona

Viqijb

CCoorrrreeccttoorraass

Meliizza

Pachi15

Leeconemi

*elis*

Carola Shaw

AriannysG

RReeccooppiillaacciióónn yy rreevviissiióónn

Gaz Walker

DDiisseeññoo

Gaz Walker

DDeeddiiccaattoorriiaa Jayne y Lorelei…siempre que queráis probar un

nuevo número, llamadme. Con un agradecimiento especial a Dawn,

Fedora y Kelly (sí, otra vez)

Sinopsis uando un codiciado espacio a la venta se abre en Rose Bay, Claire

Jones y sus hermanas no pierden el tiempo tomando el lugar

perfecto para reubicar su creciente librería de niños. Pero cuando

Claire llega a firmar en la línea de puntos, descubre que alguien llegó

primero.

Peor aún, el nuevo inquilino está sacudiendo las manos con un hombre

que no es sin duda el anciano Jack Wilson con quien ella hizo un acuerdo

verbal hace tres días. Este Jack Wilson es un hombre alto, corpulento,

gigante y ninguna cantidad de justa indignación puede enmascarar la

respuesta sexual de todos los huesos de su cuerpo.

Jack nunca planeó hacerse cargo de la empresa familiar, es maestro, no

un hombre de negocios. Pero con su abuelo en el hospital, ha tomado las

riendas y condujo directamente al problema. Ahora se enfrenta a un grave

error, y una hermosa, una mujer guerrera amazónica está exigiendo

satisfacción.

Le encantaría dárselo, pero su idea de satisfacción no tiene nada que ver

con los negocios, y todo que ver con conseguir a la diosa con curvas

desnuda. Cuanto antes, mejor...

C

1 Traducido por Gaz Walker

Corregido por Leeconemi

laire Jones apretó la cara cerca de la ventana de la tienda y

miró en su interior. Alguien había lavado el cristal, con el sol

de Sydney que entraba detrás de ella podía fácilmente ver.

Perfectamente.

Ubicación, tamaño, forma... Todo lo que necesitaba.

Este lugar se adaptaría a ella y a sus dos hermanas perfectamente.

Con una tienda de zapatos de niños al lado, una de artesanía en la calle,

una tienda especialista en venta de ropa de niños, libros y juguetes era

justo el barrio que necesitaban.

Claire flexionó los dedos, extendiéndolos para asegurarse de que

firmarían el contrato de arrendamiento. Si su reloj estaba bien, Jack

Wilson, el administrador de la propiedad, estaría ahí en los próximos dos

minutos. Tres días atrás, acordaron reunirse en la tienda para rellenar los

papeles.

Pronto la tienda les pertenecería a ellas. Bueno, por los próximos

tres años, de todos modos. Podrían entrar y empezar a arreglar el lugar,

añadir las estanterías necesarias y bastidores de ropa, poner suelos de

madera, pintar murales en las paredes y conseguir el lugar para parecer el

paraíso.

Movimiento en el interior de la tienda la sobresaltó. Alguien estaba

allí. Un hombre, aunque "hombre" sería un eufemismo. Gigante le quedaba

mucho mejor.

Se elevaba por encima de Claire, una hazaña considerando la altura

de ella.

C

Sus hombros eran enormes, casi ocultando la puerta que acababa

de atravesar, la que conducía a las habitaciones traseras de la tienda.

¿Qué demonios estaba haciendo allí?

Justo cuando Claire pensó que no podía estar más sorprendida, un

segundo hombre lo siguió. El gigante se volvió hacia él, los dos hombres se

dieron la mano, y el más pequeño se despidió, abriendo la puerta y

caminando a través de él.

—Genial hacer negocios contigo, Jack —dijo—. Wilson Property

Management me ha impresionado una vez más.

El gigante saludó tocando su dedo a la frente, y el hombre más

pequeño se alejó.

El corazón de Claire dio un vuelco. ¿Jack? ¿Wilson Property

Management? ¿Qué diablos estaba pasando?

Miró a su alrededor, hacia arriba y hacia abajo a la carretera detrás

de ella, pero no había señal de Jack Wilson. El único Jack en cualquier

lugar a la vista era el hombre que estaba en el interior de la tienda,

deslizando un archivo en su maletín.

Claire respiró hondo y llamó a la puerta.

Él levantó la vista.

—¿Puedo ayudarle?

—Sí. Estoy buscando a Jack Wilson. Tengo una cita con él.

—Soy Jack. —Se acercó más, con una pregunta en sus ojos.

Claire tuvo que parpadear, sorprendida por el impresionante color

verde de sus ojos. Este hombre podía tener el mismo nombre, pero no era

el Jack Wilson que esperaba.

Su señor Wilson no tenía un día menos de ochenta, tenía una forma

severa pero agradable sobre él y un sentido de negocios inteligente que

hizo que Claire confiara en él por instinto.

Este Sr. Wilson no podía tener un día más de treinta y cinco. Sus

largas y musculosas piernas parecían no terminar nunca, su cara... Mm,

mm, mm. Qué cara. Mentón cincelado, altas mejillas, una nariz fuerte,

esos ojos verdes llamativos enmarcados por pelo castaño claro, grueso y

ondulado.

Si se hubiera visto obligada a describirlo, tendría que inventar una

nueva palabra para describir “caliente”. Como una mezcla de Capitán

América, Thor, Bruce Banner y Tony Stark, todo en un sexy chico de

infarto.

Era precioso. Un gigante que parecería verse más cómo en un campo

de fútbol americano que manejando una empresa.

Ella negó con la cabeza.

—Estoy buscando a un hombre mayor. —Mucho mayor, mucho

menos potente. El ochentón nunca hubiera hecho al corazón de Claire

dejar de latir, o hacerle pensar en largas, clientes y sudorosas noches.

—Cierto, sí. Ese sería mi abuelo. Lo siento. No está aquí.

Vale. Eso explicaba los nombres y la diferencia de edad.

—Tenía una reunión con él programada para ahora.

—Mira, lo siento, ¿señorita...?

Por mucho que ella quería mirarlo a los exquisitos ojos, su mirada

parecía clavada en su boca. Vaya par de labios deliciosos que pedían ser

besados. Por ella.

—Jones.

—Jones. —Claire sacó la mano.

Él la estrechó.

—Lo siento, señorita Jones. Mi abuelo no podía hacer sus citas de

hoy. Estoy ocupando su lugar. Pero... —Se encogió de hombros

disculpándose—. No tengo ningún registro de cualquier reunión con usted.

Tardó unos cuantos segundos que el cerebro de Clair procesara lo

que acababa de oír.

—Hicimos un trato hace unos días —dijo—. Acoramos reunirnos

aquí a las once. Supongo que si no puede hacerlo, ¿debería estar hablando

con usted?

El M.G. —Magnífico Gigante— asintió con una sonrisa. Una muy

bonita sonrisa, sexy, con un hoyuelo en la mejilla derecha. El tipo de

depresión que te gustaría pasar tiempo explorando... con la lengua.

—Supongo que sí. ¿Cómo puedo ayudar?

—He llegado a firmar el contrato de arrendamiento de la tienda. —

Hizo un gesto al espacio alrededor de ellos.

Su palma hormigueaba ahora que la soltó, y ella temía que podría

tener la tentación de agarrársela de nuevo.

—Su abuelo dijo que tendría todos los papeles listos para… —se

interrumpió a media frase—. Uh, ¿está bien? —Él la miró con la boca

abierta, sin enfocar.

¿Tal vez había necesitaba un boca a boca?

—¿Ha venido al firmar el contrato de arrendamiento de la tienda? —

Señaló el suelo—. ¿Esta tienda?

Ella asintió, distraída por la idea de la respiración boca a boca con

Jack Wilson Junior.

—¿Y cuándo quedaron?

—Hace tres días. Mi hermana y yo lo vimos la semana pasada,

hicimos una oferta, y su abuelo aceptó. La firma es el último paso en el

proceso, la tienda es nuestra por los próximos tres años. —Ella sonrió,

emocionada y nerviosa de nuevo. Expandir su negocio era un gran paso.

Un paso costoso, pero necesario, si querían hacer dinero.

—Oh , um... —La cara de MG palideció un poco—. ¿Discutió el

contrato con mi abuelo?

—En profundidad. Un acuerdo de tres años, pago de cincuenta y

ocho a la semana durante el primer año, con un incremento anual del diez

por ciento.

Jack Wilson apretó el puente de la nariz entre el pulgar y el índice,

puso su maletín en el suelo e hizo una mueca.

—Quizá sea mejor que venga dentro —invitó—. Tenemos que hablar.

El estómago de Claire se retorció mientras daba un paso a un lado

para dejarla entrar, con un mal presentimiento.

—Parece que ha habido un malentendido, señorita Jones. No tenía

idea de que había hecho una cita con mi abuelo, ni idea de que había

acordado tomar la tienda. —Él cruzó el suelo de pie ante ella—. Lo acabo

de alquilar. El contrato de arrendamiento se firmó no hace cinco minutos.

—¿Perdón? —Ella solo no escuchó lo que acababa de oír.

—Acabo de alquilar la tienda. El nuevo inquilino salió de aquí un

momento antes de llamara.

Era su turno para palidecer. La sangre abandonó sus mejillas.

—Espera un minuto, ¿él firmó el contrato de arrendamiento? ¿Tiene

su firma en los papeles?

El Sr. Wilson Junior. se inclinó y sacó un fichero de su maletín. Lo

sostuvo en alto.

—Firmado y sellado. Estoy asustado. —Su expresión era

preocupada, como si se arrepintiera de haber causado su dolor. Pero él no

podía simplemente romper el contrato.

—Eso es genial. —Ella pegó una sonrisa empalagosa y dulce en su

rostro, tratando de contener sus emociones. Justo debajo de la superficie,

la ira y la decepción hervían en la misma medida. Ella, Maddie y Julia

habían buscado durante meses antes de encontrar esta tienda. Habían

investigado su base de datos, llevaron a cabo una amplia investigación de

mercado y encontrado bastante concluyente que Rose Bay sería una de las

mejores zonas para abrir su nueva tienda.

Encontrar una tienda desocupada en este mercado había

demostrado ser casi imposible, hasta que Maddie había tropezado con el

anuncio de Wilson.

Se habían ofrecido a alquilar la tienda ese mismo día.

Claire no tenía idea de lo que haría si la perdían ahora. ¿Llorar?

¿Despotricar? ¿Golpear a alguien? ¿O renunciar a su sueño de expansión

debido a la idea de que encontrar otra tienda era demasiado difícil y

demasiado tiempo?

Agh. No podía ser. No iba a perder esta tienda No cuando los planes

se acercaban buen término. No importaba cuán hermoso fuera este

gigante, malditamente sexy y de distrayente, o cómo se veía arrepentido,

no iba a robarle la propiedad.

—Genial para él, quiero decir. —Ella frunció los labios—.

Desafortunado para ti, Wilson. La propiedad está incumpliendo un

contrato.

Se quedó inmóvil, con la carpeta en el aire.

—¿Incumpliendo un contrato?

—Tu abuelo y yo teníamos un acuerdo verbal. Nos acomodamos en

los términos, él me prometió la tienda a mí. Es un contrato legalmente

vinculante. La pregunta ahora es, ¿cómo debemos proceder? —Él no tenía

respuesta, sólo miraba de ella al contrato y viceversa—. Tiene que

entender, señor Wilson, que no estoy dispuesta a renunciar a esta tienda.

Nos llevó demasiado tiempo encontrarla, y no tenemos ni el tiempo ni los

recursos para encontrar algo más. Esta propiedad es un hecho para

nosotras.

—Lo entiendo. Por desgracia, tengo las manos atadas. No tenía ni

idea de que mi abuelo había prometido la propiedad. Procedí como vi,

alquilando la tienda a un inquilino diferente. Lamento decepcionarte. En

verdad lo hago, pero no hay nada que pueda hacer para cambiarlo en este

punto.

—¿No puedes hacer nada? —Oh, no. Ella no iba a darse por vencida.

Claire era demasiado terca para eso, demasiado terca para su propio bien,

como sus hermanas señalaban muy a menudo.

—Nada. Lo siento.

Ella negó con la cabeza.

—Veo el asunto de forma diferente. Estoy pensando que esto puede

ir por una de dos alternativas.

Interés brilló en sus ojos.

—¿Y esas dos formas son…?

—Puedes dejar que el nuevo inquilino sepa qué pasó y lo convenzas

de romper el contrato.

Él frunció el ceño.

—¿O?

Ella vaciló con la segunda opción. Si traía a esta alternativa, las

cosas podrían agriarse rápidamente. Por mucho que quería la propiedad,

no creía que se la hubiera alquilado a alguien con malas intenciones.

Simplemente no había sabido sobre ella y sus hermanas. Sin embargo, la

tienda estaba en las manos de otra persona, lo que dejaba a las mujeres

Jones en ninguna parte.

—O podemos dejar que nuestros abogados se encarguen de esto.

Jack miró a la guerrera amazónica de pie delante de él. Con sus ojos

color avellana, la boca situada en una expresión grave y su cabello rubio

miel cayendo sobre sus hombros, le pareció que nunca había visto mujer

más fascinante.

No algo en lo que fijarse cuando acababa de amenazar con

emprender acciones legales.

Ella era... encantadora, con una voluptuosidad que la Madre Tierra

misma envidiaría. Su alta figura le prestaba la altura y la ponía más cerca

del nivel de los ojos de él de lo que él estaba acostumbrado a las mujeres.

—¿No tienes nada que decir? —preguntó ella.

Su voz vibraba a través de su estómago. Baja y un poco ronca, que

la hacía sonar como si acabara de despertar. O simplemente de buen sexo.

Retumbaba a través de su estómago y tiraba de sus bolas, enviando una

sacudida a través de su sangre.

Concéntrate.

Sacudió la cabeza, limpiando la niebla sexual que amenazaba con

inundarle.

Wilson Property Management estaba, al parecer, en incumplimiento

de contrato, y la señorita Jones acababa de mencionar adoptar de medidas

legales.

Mierda. Tres horas en el trabajo, y ya había hecho una mierda

monumental. Su fondo no lo había preparado para el funcionamiento de

este negocio, pero se negado a rechazarlo. Sobre todo después de la

noche anterior. Su abuelo, Big Jack, simplemente no necesitaba ningún

esfuerzo adicional.

Sin embargo, él nunca había conocido a la mujer, así que no podía

estar seguro de que, en efecto, había estado en contacto con Big Jack. Él

no había encontrado ninguna evidencia en cualquier parte de la oficina de

su abuelo

—Mira, antes de responder, voy a tener que verificar la validez del

contrato.

Su boca se abrió.

—¿Perdón?

—Quiero que veas esto desde mi punto de vista. No te conozco, no

tengo registro de cualquiera de tus tratos con mi abuelo. Sería tonto

perseguir a un cliente con un contrato de arrendamiento firmado y exigirle

que lo rompa solo con tu palabra. Necesito pruebas antes de que pueda

continuar con esto.

—Estoy de pie aquí, lista para firmar el contrato de arrendamiento.

¿Qué más pruebas se necesitan?

—¿Pruebas del contrato quizás?

Ella lo miró como si estuviera loco.

—Era un contrato verbal. No hay pruebas.

—Entonces hay muy pocas razones para que vaya detrás del cliente.

Sus mejillas se volvieron escarlata.

—Nuestro acuerdo incluía los tres elementos que hacen que un

contrato legal. —Ella dio un paso hacia delante y señaló con el dedo a su

pecho—. Uno, el contrato incluye una oferta. Me ofrecí a pagar para

alquilar esta propiedad. —Él dio un paso instintivo hacia atrás. No porque

la encontrara amenazante. Por el contrario, cuando se puso de pie tan

cerca, su aroma flotaba alrededor de su nariz, atormentándole con su

fragancia seductora. Ella olía a... una brisa primaveral, fresca y perfumada

con un toque de flores. ¿Rosas tal vez?

No, la razón por la que dio un paso atrás fue que la uña larga, si ella

empujaba su pecho, se clavaría en su piel. Ahora bien, si ella le clavaba las

uñas en la espalda mientras le agarraba y conducía a su cuerpo desnudo y

seductor, no tendría ningún problema con esos rasguños. A decir verdad,

disfrutaría de ellos, duro en ella un poco más, un poco más rápido,

animándola a clavar más profundo. Un poco de dolor siempre hacía el

placer mucho mejor. Pero completamente vestido, dudaba poder apreciar

el aguijón sin el placer complementario.

Ella dio un paso hacia delante y sacó un segundo dedo.

—Dos, tu abuelo aceptó mi oferta. Nos dimos la mano, como testigo,

mi hermana puede dar fe. Y tres... —Apareció un tercer dedo, este rozando

su pecho mientras movía su mano.

Lujuria explotó detrás de sus costillas, de repente, con un

inesperado deseo de llevar a la mujer más cerca y besarla hasta que no

pudiera más.

—...consideración. Tu abuelo me dijo una cifra, ochocientos

cincuenta dólares, y yo estuve de acuerdo con el valor. —Agitó los tres

dedos de él—. Y eso, señor Wilson, es su prueba. Eso es lo que hace un

contrato vinculante. A los ojos de la ley, es un acuerdo legal, que no puede

ser roto.

Su voz era severa, con los hombros rígidos y los ojos tan

concentrados que no podía apartar la mirada. Lo único fuera de sintonía

con la imagen profesional y furiosa era su respiración irregular. Ella inhaló

como si no pudiera llenar sus pulmones. Rápido, sus pantalones se

estrechaban cada vez que exhalaba, su aliento soplando sobre su cuello en

estallidos cortos y calientes.

Y vaya si no lo dejaba loco. Su cuerpo sentía un magnetismo, no solo

físico. ¿Qué había en la mujer que inspiraba esta reacción en él?

Maldita sea, el deseo no tenía lugar aquí. Tenía que usar la cabeza y

resolver el problema que inadvertidamente causó. Jack no tenía ninguna

duda de que la señorita Jones decía la verdad, que le debía una disculpa y

que necesitaba arreglar su desorden. No le hacía falta imaginarse

desnudándola y dejando al descubierto sus pechos voluptuosos a su

hambrienta mirada o boca.

Piensa, Jack.

¿Qué haría Big Jack? ¿Cómo iba a solucionar todo, dejando a la

señorita Jones satisfecha?

Ofrecerle otra propiedad, por supuesto. Una mejor, pero a un precio

con descuento. Neutralizaría su ira, daría a las hermanas Jones otra

opción y proporcionaría una solución a todos sus problemas.

La pregunta era: ¿su abuelo tenía otra propiedad en sus libros?

Cristo, odiaba no tener la menor idea de cómo se suponía que debía

dirigir este negocio. Pero recibió una llamada telefónica urgente anoche, y

apenas podía negarse a ayudar a Big Jack en una crisis.

No por primera vez, se preguntó si tomó la decisión equivocada hace

tantos años. Si debería haber estudiado algo más —un título en negocios,

tal vez, o economía—, no tendría ningún problema ahora con cuidar

Wilson Property Management por unos días. Tampoco tendría ningún

problema cumplir un sueño que había tenido durante unos años de

comprar una propiedad para sí mismo. Una casa en la que podía vivir con

comodidad.

Con su salario actual, era un sueño que nunca podría realizar.

—Mira, señorita Jones, me disculpo. No tenía ni idea sobre el

contrato verbal entre mi abuelo y tú. No dijo nada al respecto y no dejó

notas sobre una reunión. El hecho es que esta tienda está alquilada, el

contrato firmado, dudo que pueda romperlo.

Su rostro se ensombreció con la ira.

—Pero estaría más que feliz de revisar los archivos de nuevo en la

oficina y ver qué más tenemos disponible. —Más que feliz, siempre que

pudiera manejar el maldito software—. Estoy seguro de que si nos

tomamos un minuto para calmarnos y ver nuestras opciones

encontraremos algo que se adapte a tus necesidades igual de bien, si no

mejor, que esta tienda.

Ella sacudió la cabeza con una sonrisa incrédula

—¿Crees que es tan simple? ¿Verás los libros, llegaremos a algo

más, y todos estaremos felices?

—No veo por qué no.

—Debido a que no hay un montón de propiedades en este área. —La

sonrisa desapareció—. Cuando una se vuelve disponible, desaparece en

nada. —Chasqueó los dedos—. Esperaría que supieras esto.

Debería saberlo. Pero aparte de ser muy consciente de la subida del

precio de la vivienda residencial en Sydney, Jack no sabía nada sobre el

mercado inmobiliario, especialmente no el mercado comercial. No era

administrador de la propiedad. Aunque conocía los entresijos del Inglés de

secundaria y programas de estudio de Historia, el alquiler tiendas seguía

siendo un misterio para él. La única razón por la que había ayudado a Big

Jack era porque la escuela estaba cerrada por las vacaciones de

primavera.

Tal vez, sólo tal vez, era el momento de dejar la enseñanza. Era hora

de entrar en una profesión que al menos le permitiera ganar lo suficiente

para comprar su propia casa. Una casa en la que podía criar a una familia

en caso de que alguna vez se asentara. Podría reunirse con su abuelo y

poco a poco aprender el negocio hasta tener la confianza suficiente para

tomar las riendas cuando Big Jack se retirara.

Era una idea que odiaba con todo su ser. La idea de abandonar la

enseñanza, dejando a sus estudiantes, hizo girar su estómago.

—No puedo pretender recordar cada propiedad en nuestros libros,

señorita Jones. Hay demasiadas. Como ya he dicho, estaría más que feliz

de ver nuestros archivos.

—No me trates con condescendencia. No quiero otra propiedad.

Quiero este contrato firmado para que pueda abrir mi nueva tienda, justo

aquí.

—Estoy tratando de encontrar una manera de conseguir una nueva

tienda.

—¿Instándome a tomar otra tienda? No lo creo. ¿Por qué no

empiezas llamando a tu abuelo y arreglando este lío con él? Tal vez su otro

inquilino estaría feliz de establecerse en otra propiedad. Esta está tomada.

Jack negó con la cabeza.

—Por mucho quisiera tener a mi abuelo involucrado en esto, no

puedo contactar con él ahora.

Ella arqueó una ceja.

—¿Oh? ¿Y por qué es eso? —Le dirigió una mirada mordaz.

—Debido a que mi abuelo tuvo un ataque al corazón ayer. No

importa cómo de apremiante pueda ser tu necesidad de una tienda,

¿supongo que le permitirás tiempo para recuperarse antes de dejar caer la

bomba sobre él?

2 Traducido por TsuParthenopadeus y Playlob

Corregido por AriannysG

laire dio un paso atrás con un jadeo. —Oh, Dios mío —Sus

hombros cayeron y su mano cubrió su boca—. ¿Está bien?

—No, señorita Jones —Por alguna razón, Jack no pudo

contener su sarcasmo—. Tuvo un paro cardíaco. Por supuesto que no está

bien.

—L-lo siento. No tenía idea. —La mirada en sus ojos cambió de

furiosa a angustiada, y fue esa angustia la que destrozó a Jack.

Él había estado corriendo en piloto automático desde que su padre

lo había llamado ayer.

Big Jack había sufrido dolor de pecho y había ido al hospital, ante la

insistencia de su padre. El viejo hombre trató de argumentar que ese

pequeño dolor de pecho no iba a matarlo, pero su padre se había negado a

escuchar. Gracias a Dios, porque la molestia en su pecho había sido, de

hecho, un completo infarto miocardio y si su padre no hubiera estado en la

sala de emergencias, lo hubiera matado.

Así que su abuelo había sido programado para un triple bypass en

ocho semanas desde ahora.

El propio corazón de Jack balbuceó entonces. Él no había

reaccionado la noche anterior. No había tenido tiempo. Había estado tan

ocupado ordenando los archivos y carpetas en la oficina, tratando de

averiguar qué demonios necesitaba ser hecho.

Si hubiera podido, habría pasado la noche junto a la cama de su

abuelo. Pero la angustia de Big Jack se duplicaba cuando pensaba en su

negocio. Así que con el miedo de que el hombre sufriera otro infarto, Jack

C

le calmó de la mejor manera posible. Había tomado las riendas y no había

un minuto para pensar desde entonces.

Pero ahora lo hizo. De repent no podía no pensar en lo que le había

pasado a Big Jack. No podía pensar en otra cosa.

Cristo. Él casi perdió a su abuelo.

Casi perdía al hombre que había visto su vida entera. El mismo

hombre que le enseñó a jugar a rugby cuando su padre había estado muy

ocupado. El hombre que le dio el coraje para seguir a su corazón y

convertirse en maestro cuando sus padres lo habían urgido a estudiar

leyes o contabilidad o manejo de empresas.

Su abuelo. El hombre con el que pasaba los fines de semana cuando

era joven, pescando y caminando. Aprendiendo el respeto por las increíbles

actividades al aire libre que sus padres nunca le habían inculcado. Un

hombre al que amaba más que a sus propios padres, un hombre que lo

había criado a él y a su hermano, Anthony, más de lo que sus padres

habían hecho.

Mierda. El abuelo casi murió.

Alguien lo llamó por su nombre. Él lo escuchó, pero su mente estaba

enfocada totalmente y absolutamente en su abuelo, que yacía en una gran

cama de hospital, sus mejillas usualmente sonrojadas y filosos ojos, pálido

y aburrido contra la rigidez de las sabanas blancas.

Su estómago dio un vuelco. Su abuelo no estaba solo enfermo.

Estaba críticamente enfermo. Si no tenía la cirugía del bypass, su corazón

podía rendirse en cualquier momento, podía rendirse permanentemente

ante una arteria bloqueada.

Unas manos tocaron su brazo, sacudieron su hombro, pero él aún

no respondía. No podía. Una escena se reproducía en su cabeza como una

película. Él y su abuelo en su bote para pescar, cañas en la mano y algo

poderosamente atrapado al final de su línea. La mano de Big Jack le

ayudaba con el carrete contra gran pargo. Demasiado grande para que un

niño de nueve años lo sacara solo. El abuelo le había ayudado en cada

paso del camino sin quitarle nunca la gloria. Y cuando el pescado había

sido atrapado y el bote había regresado al muelle, Big Jack le había

enseñado como destriparlo, y juntos habían asado al gran pez para toda la

familia.

El estómago de Jack se apretó. ¿Tendrían él y el abuelo otra

oportunidad de pescar? ¿Saldrían en su bote otra vez? Últimamente, Jack

había sido el que ayudaba a Pop con los carretes, pero ninguno de ellos se

había quejado. No era por la pesca. Era por pasar tiempo juntos. Siempre

lo había sido.

—¿Señor Wilson? —La mano estaba en su brazo otra vez. Un toque

fuerte. Gentil pero firme—. ¿Jack?

Él parpadeó y se encontró a si mismo cara a cara con Claire Jones.

Sus ojos avellana estaban llenos con preocupación, su mirada buscando la

suya.

—¿Estás bien?

Él no respondió, solo miró sus hermosos ojos y se preguntaba qué

haría si perdiera a su abuelo.

—Creo que estás en shock. —Su mano se deslizaba sobre su cara,

suave, tibia y reconfortante—. Estás frio como hielo.

Él casi se reía de ella. Poooooor favor. Los hombres maduros no

entraban en shock. Tomaban pequeños golpes de la vida con los hombros

rectos y una postura orgullosa.

Pero entonces, perder a su abuelo no sería solo un pequeño golpe.

—Necesitas calentarte de alguna manera. —Su mano desapareció,

dejando a Jack extrañamente despojado por su ausencia. Luego sus

hombros estaban cubiertos con un peso ligero y su exquisita fragancia lo

rodeó, intoxicándolo.

Él la miró, dándose cuenta de su cuello desnudo por primera vez, y

se preguntó cómo respondería ella si le diera el más pequeño de los besos

a la piel expuesta. Parpadeó. Minutos antes ella había estado usando una

bufanda. Una larga que estaba enredada alrededor de su cuello y que

dejaba las puntas colgando sobre sus pechos. Ahora se había ido. Lo que

explicaba sus hombros envueltos en suave plumas calientes.

—No está funcionando —Ella sonó preocupada—. Quédate aquí,

estaré de vuelta pronto.

Y entonces la escultural señorita Jones se fue, dejando a Jack a

solas con sus pensamientos y sus miedos.

Él bajó hasta el piso y se frotó una mano agotada por su rostro.

Demonios. No quería estar solo. No quería enfrentar lo que había evadido

tan estoicamente desde que el teléfono había sonado. Sería mucho más

fácil olvidar la vida real. Negar que su abuelo tuviera un problema. Tal vez,

si se perdía en el sutil aroma de las rosas, el no tan sutil aumento de

senos y la cremosa piel blanca, él podría olvidar el trauma de la noche

anterior.

Largos momentos pasaron y ahí estaba Claire otra vez, en cuclillas

frente a él, presionando un vaso de papel en su mano. Él lo tomó, y casi

sonrió ante sus intentos de cuidar de él cuando ella puso su mano

alrededor de la taza también, poniendo sus dedos sobre los de él,

asegurándose de que él no lo tirara. Luego ella guió sus manos hacia su

boca, como si él fuera incapaz.

—Bebe —insistió ella—. Es té, con mucha azúcar. Te mantendrá

tibio y ayudará con el shock.

Él frunció el ceño con desdén. —No estoy en shock. Los hombres no

entran en shock.

Su gesto al responder mostró exactamente cuánto le creía. —Si, está

bien. Bebe el té de todos modos. —Ella inclinó la mano.

Caliente y cremoso líquido se derramó en su boca. Caliente y muy

dulce. Para alguien que tomaba sus bebidas sin azúcar, el sabor casi le

hizo vomitar. Pero denle crédito a la mujer, el té se deslizó por su garganta

y aterrizó en un charco caliente en su estomago, y cuando Claire inclinó la

taza por segunda vez, tomó otro sorbo y luego un tercero sin discutir.

Tres tragos era todo lo que podía soportar. La siguiente vez que ella

intentó alimentarlo, él sacudió la cabeza y bajó la taza y su mano. —

Gracias. Eso es suficiente.

Ella lo miró con incredulidad.

—Honestamente, no necesito más. Estoy bien. —Otra vez, se dio

cuenta de la bufanda alrededor de sus hombros llenando su cabeza con su

perfume seductor.

Él puso la taza en el piso, quitando sus dedos de ella así podía

equilibrarse.

Claire sacudió su cabeza. —Estás blanco como una sábana y frío

como un helado. No respondiste una vez cuando dije tu nombre y apenas

notas cuando te sacudo.

—Reacción retardada es todo —aseguró—. Estoy bien —Y lo sentía.

Sentía… Calma otra vez. Tal vez el té había ayudado. Aunque sospechaba

que fue la señorita Jones quien había calmado sus preocupaciones, no la

bebida caliente.

—Tú, mi amigo, no estás bien. Estás en shock. —Ella le disparó una

mirada que lo retaba a estar en desacuerdo, y la paciencia y amabilidad en

sus ojos le quitaron la respiración.

Él tuvo una repentina y desesperada urgencia de besarla.

Casi se rió en voz alta. Sí, claro. No era momento para un beso. Su

abuelo estaba en el hospital, acaba de joder un contrato de arrendamiento,

y ella estaba amenazándolo con el infierno y con tomar acciones legales.

Sus pensamientos se pusieron serios. Tal vez la mujer tenía razón,

tal vez él había experimentado un efecto de shock retardado.

—¿Quieres hablar de eso? —Su voz era gentil, nada como la ira

quemadora que había recibido antes, cuando amenazó con llamar a su

abogado.

Él se encojó, recuperándose. Si, su abuelo estaba mal. Pero el podía

lidiar con eso. No tenía opción. —No hay nada de qué hablar. Él tuvo un

ataque al corazón. Está en el hospital. Lo están cuidando. Fin de la

historia. —No le hacía ningún bien dejarse atrapar por la severidad de la

situación otra vez. De ninguna manera el podría pensar claro estando

enfocado en el trauma.

—Esa es una historia corta. Especialmente para un hombre

hospitalizado por un infarto. Esperaba algo… Un poco más largo. Un poco

más serio.

—No estoy seguro si mi abuelo apreciaría que hable de él contigo.

Ella se alejó y sostuvo sus manos abiertas, sus palmas hacia él. —

Tienes razón. No es mi asunto.

Él mentalmente se golpeó, sintiéndose como un idiota bloqueándola

cuando ella no había hecho nada más que ayudar.

Claire se levantó, estirándose de sus rodillas a su total

impresionante altura. —Sospecho que necesitas un poco de tiempo fuera.

Así que te dejaré solo. El té esta junto a ti si cambias de idea acerca de

querer más, lo que espero que hagas.

Jack buscó algo que decir y salió con nada.

Ella buscó en su bolsa de mano y sacó una tarjeta de negocios,

sosteniéndola hacia él. —Pasaré por tu oficina mañana en la mañana. ¿A

las 11 está bien? Podemos continuar nuestra discusión ahí. —Ella vaciló,

probablemente dándole la oportunidad de fijar la reunión o tal vez una

nueva cita.

Él no lo hizo, porque no tenía idea de cuál era su agenda para

mañana. Tan duro como había buscado, aún tenía que encontrar el diario

de Big Jack. Tal vez si lo hubiera encontrado la noche anterior habría

sabido de la reunión con la señorita Jones.

—Mi número está en la tarjeta si me necesitas antes. Pero eso

debería darte algún tiempo de recuperación, y un tiempo para control de

daños. —Ella asintió hacia el piso—. Tomate el té. Lo quieras o no, te hará

sentir mejor.

—¡Espera! —No era sorprendente que él la llamara. Su mente se

había aclarado. Estaba concentrado ahora. Claire se giró para mirarlo.

Él simplemente no quería que ella se alejara de él. No sin agradecerle

por su amabilidad. O sin disculparse por joder el último acuerdo. Él

extendió su brazo hacia ella. —¿Puedes darme una mano?

Confusión llenó sus ojos, pero ella parpadeó y se fue. —Claro. —Ella

lo alcanzó y tomó su mano con la suya.

Al segundo en que sus manos se tocaron, una descarga de energía lo

golpeó en el estómago, y Jack supo que cualquier buena intensión se

había ido al infierno. Él sabía que debería de usar su sentido común, sabía

que necesitaba mantener las cosas profesionales. Pero maldición, su toque

quemó un agujero sobre su piel, su perfume jugó Havoc con sus pelotas y

ella miró sus manos con ojos gigantes, como si también hubiera

experimentado la descarga eléctrica.

Usando su peso y posición como palanca, él jaló duro su brazo, y en

vez de empujarse hacia arriba, la tiró al piso.

Ella cayó con un grito de sorpresa.

Él la atrapó, rompiendo su caída con su cuerpo. Debió haber tomado

a consideración su talla antes de actuar tan impulsivamente. Pero no lo

había hecho, y su peso lo derribó.

Jack aterrizó en su espalda, atrapándola en sus brazos,

asegurándose de que ella no tenía ningún daño.

No había intentado aterrizar así, tan cerca. Sólo había esperado…

¿Qué? ¿Llenar sus brazos con la señorita Jones como se había sentido

obligado a hacer desde que ella había entrado por la puerta?

Pero ahora que ella yacía sobre él, sus curvas presionando contra su

cuerpo, el sentido común lo eludió. La lógica dejó la tienda.

Su cara se puso roja y una expresión de horror, o tal vez pena, cruzó

por su rostro. Antes de que ella tuviera un minuto para recuperar la

respiración, él presionó su mano en su nuca, la empujó y la besó.

El shock mantuvo a Claire inmóvil. Había caído sobre Jack Wilson,

le había quitado la respiración, humillándose a sí misma tanto que sus

mejillas quemaban como el demonio, y ahora el hombre al que casi

aplastaba con su considerable peso la estaba besando.

Moldeando sus labios a los de ella, sumiendo su húmeda lengua en

su boca, probándola, haciendo de ella un banquete.

Santo Dios, no estaba solo besándola, le estaba haciendo el amor a

su boca. Seduciéndola con su experiencia, destruyendo sus labios y

causando estragos en sus sentidos.

Él la rodeaba. Con sus brazos enredados en su espalda, sus labios

presionando su boca y su masivo y solido cuerpo colisionando con el suyo,

estaba eclipsada por él. Nunca antes un hombre la había hecho sentir…

pequeña. O frágil. Pero en su abrazo se sentía pequeña. Y femenina. Y

torpe como todo el infierno.

Oh, Dios, en vez de jalarlo y darle una mano de apoyo, había caído

encima de él. En vez de ofrecerle consuelo acerca de su abuelo, casi lo

noqueaba inconscientemente.

Intentó contener su mortificación, recordándose que el hombre

estaba en shock, pero resultó imposible. ¿Cómo podía concentrarse en lo

negativo cuando su sabor la abrumaba y su esencia le hacía cosas

graciosas a su estomago?

Olía como un hombre debe oler. A selva, como el gran aire libre, pero

también...

Ella inhaló, recogiendo su aroma. Sexy. No podía poner en palabras

lo que le hacía querer romper la camisa fuera de su cuerpo y permitir a

sus manos vagar libremente sobre su enorme pecho, sólo sabía que olía

embriagador.

A pesar de que la sensación de ebriedad podría ser resultado de su

beso. De la forma en la que su boca saqueó la suya, tomando todo lo que

pudo y devolviendo cien veces más.

No había nada de calma o suavidad en el beso. Trataba de saquear,

poseer y devorar. No podía hacer nada más que permitirle acceso libre. Y

tal vez devolverle el beso. Sólo un poco.

De acuerdo, mucho. Tal vez le devolvió el beso igual de vorazmente

mientras la besaba.

Maldición. Besó al hombre que había alquilado su local a otra

persona. El mismo hombre con el que debería estar furiosa como el

infierno. ¿Dónde estaban sus prioridades? Tenía que levantarse e irse. Al

menos hasta que Jack tuviera tiempo de arreglárselas con la enfermedad

de su abuelo y trabajar en una solución al problema de arrendamiento.

Pero no podía motivar a su cuerpo a irse. No podía forzarse a

levantarse y lejos de él.

No podría ni siquiera detener sus manos mientras se arrastraban

por sus costados, amoldándose a la forma de sus músculos, absorbiendo

su calor.

¿Había pensado que era frío hace apenas unos pocos minutos?

Ahora quemó bajo sus manos. Calor radiando desde el cuerpo,

chamuscando sus palmas. Eso era algo bueno, ¿verdad? Debe significar

que se estaba reponiendo de su sorpresa.

Claire tiró de su camisa, jalando los faldones fuera de los

pantalones, dejando que sus manos se deslizaran por debajo del algodón.

Mierda. Carne masculina caliente tensa sobre músculos ondulados.

Se sentía tan malditamente bien, un gemido de satisfacción escapó

de su garganta. Jack la besó con más fuerza, más a fondo, y Claire no

podía conseguir suficiente del calor húmedo de su boca.

El brazo alrededor de su espalda se tensó, acercándola más. Se

movió, enderezando sus piernas para que Claire yaciera encima de él. Sus

caderas presionaron las de él, sus pechos aplastados contra ese pecho

sólido.

Un gemido bajo de apreciación vibró a través de sus labios mientras

se molía contra ella, revelando una impresionante erección.

La cabeza de Claire giró.

El hombre estaba duro. Excitado.

Guau.

Ningún hombre había actuado con tal abandono erótico a su

alrededor. Ningún hombre la había besado como si su vida dependiera de

ello. Como si el sabor de sus labios fuese suficiente para enviar su

temperatura a lo alto, o la sensación de su cuerpo contra el suyo lo hiciera

gemir de agonía por el éxtasis.

Claire no se hacía falsas ilusiones. Nunca sería una de esas

hermosas mujeres, de tipo modelo que tenían a los hombres cayendo a sus

pies. Era la grande, torpe, muchacha con sobrepeso de al lado que...

Bueno, que cayó a los pies de los hombres al parecer. Al tratar de

ayudarlos.

¿Tal vez el golpe había confundido su cerebro? ¿Tal vez su dolor le

había dejado sacudido y vulnerable, y su instinto era llegar a quien estaba

cerca en ese momento?

Ella.

Eso explicaría la forma en que la sostenía con tanta fuerza, la forma

en que su boca parecía reacia a liberar la de ella. También explicaría el

gemido febril que retumbó en su pecho, vibrando contra su pecho y

haciendo a su coño apretarse con entusiasmo.

No explicaba la erección. No explicaba por qué él mecía sus caderas,

frotando su polla sobre un punto tan dulce que si Claire no hubiera estado

usando pantalones, habría sido arrojada a un orgasmo en espiral.

Oh, Dios.

No parecía importar si estaba vestida o no. No importaba que ambos

estuvieran totalmente vestidos. La presión contra su clítoris, tan

inesperada, tan intensa, era suficiente para crear la sensación de que

podría enviarla al límite en cualquier momento.

Meciéndose salvaje a cambio ayudó a que no importara en absoluto.

Sin ser consciente de las acciones de su cuerpo, se encontró moliéndose

hacia abajo sobre su erección, las rodillas a ambos lados de sus piernas,

encontrando cada impulso seductor de sus caderas con un giro propio.

Ya no se centraba en sus inhibiciones. Ni siquiera podía pensar en

ellas. A medida que la presión y la sensación se construían, y su lengua

acarició la de ella, le clavó los dedos en los costados, buscando conseguir

su dura carne.

Claire se iba a venir. Llegaba al orgasmo, encima del Sr. Wilson en el

mismo taller que había alquilado a otra persona.

Con una última reserva de energía, Claire arrancó su cabeza lejos,

rompiendo el beso que la mantuvo cautiva en sus brazos. Trató de

retirarse lejos de él, girando a un lado, pero él la abrazó con fuerza, aun

mientras la miraba fijamente con los ojos empañados de pasión.

—Tranquila, señorita Jones. Inclínese a ese lado, y es muy probable

que choque con una taza de té.

Sus tranquilas y prácticas palabras estaban en desacuerdo con su

oscura mirada sexy, Claire se quedó inmóvil a la mitad del giro. Y luego

tuvo que tragarse un gemido, mientras la posición presionaba su clítoris

firmemente contra su erección, casi haciéndole ver las estrellas.

—P-por favor. Déjame ir. —Trató de desmontarse por el otro lado.

La calidad de su voz sin aliento la avergonzaba. Aunque qué parte de

su conducta causaba la mayor vergüenza, no estaba segura. ¿Fue el hecho

de que la última cosa que quería hacer era trepar fuera de él? Estaba

cerca, tan condenadamente cerca de llegar, que incluso estremecerse quizá

podría enviarla sobre el borde.

¿O era el hecho de que se había caído sobre él, como un hipopótamo

gigante, sin ritmo ni gracia, ni siquiera un leve intento de enderezarse?

¿O era el hecho de que había caído en su beso tan descarada y

desenfrenadamente que dejó ir sus inhibiciones sin recordar siquiera tenía

alguna?

O tal vez, sólo tal vez, se había horrorizado a sí misma, hundiéndose

de cabeza en un beso y yendo a tientas con un hombre abrumado por el

estrés y la preocupación. Tal vez se horrorizó de sí misma por tomar

ventaja de un hombre tan obviamente sacudido por la mala salud de un

familiar.

Una combinación de todo lo anterior. Sin duda. Y eso ni siquiera

comienza a centrarse en sus razones para estar aquí en el primer lugar. La

mujer profesional buscando alquilar una tienda del gerente inmobiliario.

Sin embargo, una parte de ella, una gran parte, quería sumergirse y

besarlo nuevamente.

Sus brazos se aflojaron a su alrededor, dándole la oportunidad de

salir de él, como quería. Así que, ¿por qué dudaba?

Como si sintiera que quizá estaba dudando entre dos pensamientos,

él sacudió sus caderas una vez más. Claire saltó lejos de él con un grito

que no pudo reprimir. Cayó de rodillas junto a él, con toda su habitual

falta de gracia y finura, una masa palpitante de hormonas femeninas loca

y con el culo al aire.

¿Había alguna manera de que pudiera humillarse más con este

hombre?

Empujando hacia arriba a una posición de pie, y sabiendo que su

rostro estaba teñido de rojo, probablemente permanentemente, hizo todo lo

posible para disculparse, palmeando hacia abajo su camisa al mismo

tiempo.

—Y-yo lo siento mucho. Caerme sobre ti de esa manera. No tengo

idea de lo que pasó, además de que soy más torpe que un bebé elefante, y

probablemente no debería haberle ofrecido la mano en primer lugar. ¿T-te

he hecho daño?

Apoyó los antebrazos en el suelo y apoyó su peso sobre ellos,

mirándola, perplejo. —¿Hacerme daño?

Mierda, esto era insoportable. —Uh, sí. Ya sabes, cuando aterricé

sobre ti. —Sí, él era grande. Enorme. Sin embargo, ella no era ligera.

Podría haberle causado un daño grave.

—¿Me veo herido?

Escaneó su cuerpo. Se miró positivamente delicioso, aunque su

camisa era un desastre arrugada y sus pantalones no hicieron nada para

ocultar la gloriosa erección que había presionado contra ella tan

seductoramente. Su mirada como que se atascó en ella y no seguía

adelante.

—Te hice a un lado, señorita Jones. No caíste sobre mí.

Ruborizándose, incluso más que antes, lanzó su mirada hacia él.

Sólo dijo eso para hacer que se sienta mejor.

—¿Y para que conste? Eres bienvenida a aterrizar en mí en cualquier

momento. —Cerró los ojos y se desplazó a la posición de sentado, luego

gimió e inmediatamente cambió de nuevo—. ¿Pero tal vez la próxima vez,

no tendrás tanta prisa por levantarte?

Sin palabras, avergonzada y más que un poco excitada, Claire buscó

una respuesta adecuada y no encontró ninguna. Sólo sabía que tenía que

salir de allí. Obtener un poco de espacio, un poco de aire y recuperar la

compostura. De ninguna manera podía comportarse de la forma que

corresponde a un profesional ahora. Si no tenía cuidado, arrojaría la

precaución al viento y se lanzaría a sí misma sobre el hombre que ahora

está sentado en el suelo.

Podría romper su cuello en el proceso, pero por lo menos estaría de

vuelta en sus brazos, una idea que encontró anhelaba mucho. Bueno, así

que prácticamente babeaba ante la idea de estar en sus brazos de nuevo.

Tocada por él. Besada —Yo… er, me tengo que ir —murmuró.

No, no tenía. Había puesto a un lado todo por la mañana para

completar esta reunión. Ni Maddie ni Julia estaban esperando su regreso a

Li’l Books and Bits en un corto plazo. Pero no podía permanecer aquí un

segundo más. No si quería preservar su último gramo de orgullo.

—¿Irte? —preguntó él.

—Volver a mi tienda. Hacer un poco de trabajo. Y, eh,

probablemente deberías irte también. Ir a visitar a tu abuelo. Sospecho

tienes que verlo, por su bien y por el tuyo.

—¿Qué pasa con tu contrato de alquiler?

Asintió. Buena pregunta, ¿Qué pasa con eso? —Como he dicho, voy

a ir a tu oficina mañana por la mañana. Podemos arreglar todo entonces.

Te dará una oportunidad de cancelar el acuerdo con el hombre que acabas

de firmar.

Mucho más fácil hablar sobre el contrato de arrendamiento que del

beso escandaloso que acababan de compartir. Es curioso cómo podía

obsesionarse con eso internamente, reviviendo cada segundo de él

mientras mira al G.G., pero sin permitir que una sola palabra cruce sus

labios que le pueda dar la impresión de que le había dado más vueltas.

Contaba con que estaría dándole infinitas vueltas todo el camino de

regreso a la tienda y hasta bien entrado el almuerzo. Y la cena. Y el

desayuno de la mañana siguiente.

Sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa perpleja —¿Solamente

vas a ignorar ese beso? ¿Hacer de cuenta que no sucedió?

Lo miró fijamente, sin habla.

—¿Vas a fingir que no estoy sentado aquí, en mi culo, con una

enorme erección?

Se mordió el labio, sin querer contestar a eso. —Eso es exactamente

lo que voy a hacer. Voy a fingir que los últimos cinco minutos no tuvieron

lugar. Estás conmocionado por tu abuelo, estoy furiosa por el contrato de

arrendamiento, y debería ser necesario involucrar a nuestros abogados en

la situación, un beso y una… uh, erección, no van a mantenernos a

ninguno en un buen lugar.

—Ah, ¿así que lo mantenemos profesional? —Él entrecerró los ojos—

. Ignorar el hecho de que ambos casi llegamos al clímax, completamente

vestidos, aquí en el piso. Ignorar la química que me está diciendo que te

arrastre a mis brazos una vez más, a pesar del hecho de que estás

actuando como si no ocurriera

Se limpió las manos en los pantalones, consciente de que sus

palmas estaban húmedas de los nervios. O de la excitación. —Deberíamos

haberlo mantenido profesional todo el tiempo. No lo hicimos. Esta es la

única manera que conozco para rectificar la situación. Hacer de cuenta

que no tuvo lugar.

La mitad de su boca se arrugó en una mueca. La mitad que dejaba

ver su hoyuelo, y otra vez Claire sintió la necesidad de explorarlo, con la

lengua. —Supongo que debería estar agradecido de que no estás negando

la química.

¿Cómo iba a negarlo? Lo que sea que había entre ellos no era sólo

química, era altamente explosivo. —Le veré mañana, Sr. Wilson. En las

oficinas de su abuelo.

Él la contempló en silencio durante un largo rato antes de dar una

risa sin humor. —¿Sabe donde están las oficinas?

—Sí. Su abuelo me dio la dirección.

—Entonces supongo que te veré mañana.

Asintió. —Once en punto.

—Debería saber algo, señorita Jones.

Ella levantó una ceja cuestionando.

—Esto no ha terminado entre nosotros. Usted puede negar lo que

acaba de suceder. Yo no puedo.

3 Traducido por Meellc y Blinda

Corregido por *elis*

n abrumador alivio fue el primer sentimiento que tuvo Jack

mientras caminaba dentro de la habitación del hospital de su

abuelo.

La palidez del hombre había mejorado. Sus mejillas estaban rosadas,

y estaba sentado en su cama, descansando contra tres o cuatro

almohadas. Incluso el goteador conectado al brazo izquierdo de Big Jack

no podía restarle alivio a su nieto. No era doctor, pero el cambio era obvio.

El hombre estaba mejor.

Unos miles de kilogramos se alzaron de los hombros de Jack. El ver

a su abuelo así hizo más por él de lo que una taza o incluso una olla de té

podría hacer.

No podía explicar cómo había pasado todo, o por qué, pero Claire

había aliviado sus preocupaciones.

Algo acerca de su presencia había tomado el horror de la noche

pasada, de darse cuenta de que su abuelo podría morir. Su calma fusiló su

conmoción.

Y su beso había jodido su mente, pero eso era completamente otra

historia.

Al segundo en que ella dejó la tienda, no obstante, él saltó a su auto

y se dirigió directo al hospital, necesitando ver a Big Jack.

Ahora, mientras seguía plantado admirando el color de su abuelo, no

podía dejar de pensar que tal vez no pasaría demasiado tiempo antes de

tomar el barco de nuevo.

U

Su abuelo lo saludó con una sonrisa, y Jack lo abrazó, besándolo en

la mejilla, consciente de la textura como de papel de su piel. Aunque el

viejo hombre estuviera mejor, seguiría siendo viejo y más frágil de lo que

Jack pensaba. Jack como que había asumido que él viviría para siempre.

Realmente estúpido, pero cuando un chico idolatra a alguien de la manera

que él lo hizo siempre con Gran Jack, piensa que la muerte y la mortalidad

nunca llegarán.

—Justo se acaba de ir tu padre. Lo perdiste por unos pocos minutos.

—Está bien. No lo vine a ver a él. Vine por ti. ¿Cómo te estás

sintiendo?

Gran Jack miró su pecho mientras lo evaluaba.

—No creo que vaya a correr una maratón en un futuro cercano, pero

de otra manera bien. —Su voz era suave y escasa.

—Te compré algunas revistas para que leas. —Apoyó la pila en el

gabinete del hospital junto a la cama.

Su abuelo lo miró decepcionado.

—¿No comida?

—No tengo idea de lo que tienes permitido, o siquiera si tienes

permiso de comer, así que no. No comida.

Big Jack se enojó.

—Podría comer un Big Mac y unas papas fritas.

Jack resopló.

—Abuelo, acabas de tener un ataque al corazón por arterias tapadas.

Tus días de hamburguesas terminaron.

—Mientras puedas mátame ahora si no puedo tener otro Big Mac —

Se quejó el viejo hombre—. Estoy sosteniendo las papas fritas también.

—Te diré que. Consigue atravesar bien la cirugía, y te invitaré a

comer un Big Mac y luego un McFlurry. —Cualquiera que tuviera ansias

de comer en el McDonald’s tendría que sentirse mejor.

—Tienes un trato, mi chico. Ahora, cuéntame que está sucediendo

en mis oficinas.

Jack frunció el ceño.

—Así de mal, ¿huh?

—Peor.

—Jacky, vamos, eres un profesor. Guías a adolescentes todos los

días de tu vida. ¿Qué tan difícil puede ser para un hombre mantener una

propiedad de gestión empresarial? Comparado con la escuela, ¡es una

fiesta!

—Yo tengo chicos, abuelo. Los entiendo. Me gustan. —Todos ellos,

incluso los consentidos, los problemáticos, los nerds y los deportistas

arrogantes. A él no solo les gustan, los ama. Ama su trabajo. Llegar a casa

a final de cada día con un sentimiento de logro, el conocimiento de que

encontró el propósito de su vida.

Desafortunadamente, estaba consiguiendo que el viento lo golpeara

fuera de navegación. Porque, ¿cómo podía uno disfrutar su único propósito

en la vida cuando el salario no lo deja siquiera poseer una casa? ¿O un

nuevo auto, tal vez con tapizado de cuero?

Que Dios lo ayudara si alguna vez sentaba cabeza y empezaba una

familia. Los gastos serían económicamente devastadores.

Trabajando con su abuelo, sin embargo, y ganando dinero decente

podría abrir para su vida mejores posibilidades. ¿Y qué mejor oportunidad

para unirse a su abuelo que ahora mismo? Pero aún con esta oportunidad,

el vacilaría, odiando el pensamiento de dejar el trabajo que lo hizo feliz

—¿Tus negocios? Lo juro, no puedo entenderlo. Tomaré clases de

Historia e Inglés acerca de negocios algún día. Anthony está mejor

preparado para manejar tus negocios mientras estas fuera.

—Anthony esta en Perth. No puede manejar mis negocios.

Jack deseó que su hermano no estuviera lejos. Anthony habría

entendido como de preocupado había estado Jack acerca del Gran Jack, y

aunque ellos habían hablado la noche anterior, más de una vez, un

teléfono solamente no era un adecuado medio de comunicación para un

momento como este. Anthony podría incluso ser capaz de manejar la

empresa efectivamente. Había estudiado administración empresarial.

—Estoy tapado, abuelo.

—¿Qué has hecho?

—Alquilé una propiedad en New South Head Road.

—¿Cómo es eso un error? Te pedí que lo alquilaras. Tengo un buen

presentimiento acerca de esas chicas Jones. Pienso que serían buenas

inquilinas. ¿Quién firmo el alquiler? ¿Claire o Maddie?

Jack se avergonzó.

—Ninguna.

—¿Ninguna?

—Greg Parker lo hizo

Gran Jack le sostuvo la mirada.

—¿Parker?

Jack asintió.

—¿Ahora por qué en la tierra Parker firmaría ese local? Nunca se lo

mostré.

—Si, um, yo lo hice. Esta mañana.

—¿Por qué? —El viejo hombre lo miró perplejo.

—Porque me dijiste que rentara el local hoy. Creo que tus palabras

fueron: “Obtén la firma de alquiler, mi chico. Esa propiedad debe ser

rentada mañana”.

—Sí, ¿entonces?

—Así que tú nunca mencionaste quién debería firmar el alquiler. No

tenía ni idea de a quién tenías en mente. Cuando busqué en tu escritorio,

el único nombre que encontré fue el de Parker. Su número estaba ahí,

junto a una nota escrita a mano que decía “Mostrarle el local ASAP, con

una vista del arrendamiento”.

—Sí. Eso era para la propiedad en Surry Hills, no en Rose Bay.

—No tenía idea.

—¿Viste mi diario?

—No pude encontrarlo.

—En mi computadora. O mi teléfono.

Maldición. No había pensado en buscar ahí. No se había imaginado

que su abuelo era tecnológicamente perspicaz.

—¿Me haces un favor?

Jack asintió.

—Cualquier cosa.

—La próxima vez que pases, tráeme mi iPad. Iría a través de todo

contigo.

—¿Tienes un iPad?

—Por supuesto que tengo un iPad. Está en el tercer cajón de mi

escritorio. ¿Cómo puede trabajar alguien sin uno hoy en día?

Jack ocultó una sonrisa. El no conocía a otra persona cerca de la

edad de los sesenta con un iPad. Gran Jack era notablemente un hombre

de verdad.

—Así que, ¿qué debería hacer sobre el local ahora? ¿Qué le digo a la

señorita Jones?

—¿Señorita Jones?

—Claire. —Con solo decir su nombre envía un agudo deseo a través

de su estomago por tener otra probada de su dulce boca. No, las cosas no

estaban definitivamente a través de ellos. No por una larga dosis—. Pasó

por el local mientras estaba allí con Parker.

—Para firmar el alquiler.

—Aparentemente.

—Ah, pequeño Jacky, arruinaste esa.

—Si, lo sé. Pero gracias por reafirmarlo. ¿Cómo puedo arreglarlo?

Gran Jack sacudió su cabeza.

—¿Parker firmó?

—Lo hizo.

—Entonces estás en problemas. Es un buen cliente, uno firme. No

va a renunciar al local ahora.

Eso verdaderamente reflejó lo que Parker le contó por teléfono en el

camino hacia el hospital.

—Le puedo mostrar a la señorita Jones alguna otra de tus

propiedades.

—¿Cuál?

—No tengo idea. ¿Cuál me recomiendas?

—La tienda de New South Head es la única que tengo en Rose Bay.

La propiedad más próxima es un sector de oficinas en Bondi Junction.

Jack pellizcó el puente de su nariz con sus dedos y juró bajo su

aliento. Esto no estaba yendo en la manera que había esperado. Parker

había rechazado romper el contrato. Tal vez no tenía conocimiento del local

en primer lugar, pero una vez que lo había visto, se había negado a dejarlo.

La señorita Jones va a estar fuera de quicio.

Mientras Jack se arrepentía de enroscarse al alrededor de ella, no

importa lo que él había hecho involuntariamente, tenía una especie de

ganas de verla fuera de quicio. La sorprendente guerrera amazónica podría

tener unas pocas variedades de amenazas para lanzarle. Y Jack tenía

ganas de oír cada una y todas de ellas.

—¿Estás bromeando? —Claire se quedó mirando al hombre delante

de ella, boquiabierta—. ¿Quieres que haga qué? —Esperó que Dios no

pudiera ver ningún signo de su errático corazón, que golpeaba en su pecho

mientras luchaba para mantener su cordura y sus hormonas.

—Ven a dar una vuelta en auto conmigo. Te prometo que no te

arrepentirás.

Ella tomó una profunda respiración, se irguió en toda su estatura y

habló pacientemente.

—Señor Wilson, estoy aquí para arreglar el alquiler del local en New

South Head Road. No estoy interesada en callejear alrededor de Sydney

con usted.

Era raro que su voz saliera tan paciente, porque sus pulmones no

estaban trabajando bien y sus manos habían empezado a sudar. Revivir el

beso de Jack una y otra vez no la había preparado para la realidad de

pararse en frente de M.G. de nuevo. Su presencia física le golpeaba como

un golpe en el plexo solar, haciendo el respirar casi imposible.

Incluso él estaba más llamativo de lo que recordaba. Alto, sólido y

tan hasta arriba de músculos que no dudaba de que pudiera fácilmente

mover una casa.

Sus locas hormonas femeninas estaban haciendo una loca danza

feliz a la vista de él, y su estómago cayó locamente arriba y abajo. Por

mucho que tratara de convencerse a ella misma era solo un caso de

preocupación y ansiedad por que probablemente él no había puesto en

orden los detalles con el otro inquilino, no podía creérselo totalmente.

Su reacción física hacia él no tenía nada que ver con el local y todo

con el hombre. Incluso su coño se contrajo, recordándole como de cerca

había llegado al orgasmo encima de él ayer.

—Mira, jodí las cosas ayer, firmando el alquiler por una propiedad

que en realidad te había sido prometida, y me disculpo por eso. ¿Qué tal si

empezamos de nuevo, Señorita Jones? Desde el principio. Vamos a hacerlo

bien esta vez.

Ella no necesitaba empezar de nuevo. Solo necesitaba saber si él

había hecho las cosas bien con el alquiler.

El sacó su mano.

—Hola. Soy Jack Wilson, nieto de Big Jack Wilson. Mientras él esté

en el hospital yo estaré cuidando de sus negocios. ¿Y tú eres?

¿En serio? ¿Está realmente haciendo esto? Parados fuera de las

Propiedades de Oficinas de Administración Wilson, donde el señor Wilson

la había dirigido antes de que ella incluso pudiera entrar en el edificio.

Ella levantó una ceja.

—¿Big Jack?

Jack sonrió.

—Un nombre de mi infancia para mi abuelo. Ahora vamos —la

persuadió—. Sígueme la corriente. La cagué. Solo quiero hacer las cosas

bien. De cualquier manera que se pueda.

Mientras que eso significara que él le estaba dando la tienda, Claire

estaba dispuesta a seguir adelante con cualquier cosa.

—Es bueno conocerte. Soy Claire Jones. Y tenía una cita con tu

abuelo ayer, pero él no pudo concertarla —titubeó, desviándose—. ¿Cómo

está tu abuelo?

El asintió.

—Está mucho mejor ahora. Una persona diferente de quien fue

trasladado urgentemente a emergencias. —Su sonrisa era enorme, y ella

sintió un inmenso alivio en su respuesta.

—Estoy agradecida de escuchar eso. Y espero que continúe

recuperándose. Por favor pásele mis saludos a él, señor Wilson.

—Jack.

—¿Jack?

—Llámame Jack. Soy el Señor Wilson durante diez meses al año. Por

ahora, realmente me gustaría mucho sentir la libertad de ser Jack.

Críptica respuesta. Claire seguía dudando, insegura de sentirse

cómoda llamándolo por su nombre de pila. Al menos, si ella lo llama

“señor” podría mantener algún tipo de distancia emocional.

—Siempre puedes llamarme Pequeño Jacky, como lo hace mi abuelo.

Claire, reprimió un resoplido.

—¿Pequeño?

Sus ojos parpadearon.

—Oye, era joven cuando él me dio ese apodo.

—Creo que me quedo con Jack. —No hay forma de que ella pudiera

llamarlo “señor” después de eso—. Por favor, llámame Claire.

—Claire es. Por cierto, lindo nombre. Te queda.

Ella reconsideró responderle… por dos segundos completos. Jack

era demasiado atractivo para sus sentidos. Si le responde a sus

comentarios personales, nunca tendría ningún trabajo hecho.

Estaba demasiado enfocada en el hombre y no en el trato al alcance

de la mano. Y conocerlo, tropezar y caer completamente sobre él de nuevo,

aunque esta vez fuera totalmente deliberado. Y si se caía sobre él

deliberadamente y rompía su pierna o su brazo en consecuencia, nunca

conseguiría que lo olvidase.

—Así que, Jack. ¿En vez de viajar en tu coche, por qué no nos

dirigimos a su oficina y pensamos en firmar el contrato de alquiler?

—No, un viaje en mi coche es una mejor idea. Y mucho más

productiva. Lo juro.

—¿Está el contrato en tu coche?

Jack asintió

—Hay un contrato en mi coche. Y en cuanto llegamos a nuestro

destino, te lo daré.

—Tu oficina.

La cortó.

—No puede ser. La oficina está siendo fumigada. No podemos entrar

allí.

¿Uh, por qué no le creía?

—Bien, entonces vamos a la cafetería al otro lado del camino. Eso

será del todo correcto.

Sacudió su cabeza.

—Otra vez, tengo que rechazar la idea. Mira, hoy tengo que visitar

una propiedad que está allí, en Mosman, y pensé que podría matar dos

pájaros de un tiro. Podría ver el lugar mientras tú y yo hablamos de la

tienda de New South Head.

Claire no tenía ni idea de lo que la hizo estar de acuerdo,

probablemente desear pasar más tiempo con Jack, pero finalmente asintió

y le permitió colocar su mano sobre el codo y dirigirla al coche.

La mano sobre su codo no estaba lo suficientemente cerca. Quería

su mano sobre ella.

Dios bueno, no, no lo hacía. No quería su mano en ninguna parte

cerca de ella. Independientemente de lo rápido que su corazón latiera o la

humedad de sus palmas o los recurrentes retrocesos al beso que habían

compartido, no quería ni siquiera pensar en Jack Wilson de ese modo.

Lo que pasó entre ellos había sido… anormal. Sí. La descripción

perfecta. Se había caído sobre él, o había sido empujada, todavía no estaba

segura… y él, apenado y debido al shock había respondido

instintivamente, extendiendo la mano a la persona más cercana en la que

podía encontrar consuelo. Debe haber sido todo lo que había estado

buscando. Consuelo durante un momento difícil. Todo el mundo necesita

consuelo cuando una persona amada está enferma. Todo el mundo

necesitaba una forma de sobrellevar la pena por alguien. Los besos de ella

eran solamente eso. Nada más. Y si realmente le hizo algo más, sólo

estropearía un ya confuso negocio inmobiliario.

Una vez que se aseguró de que estaba sentada cómodamente en su

Ford Territory, salió en dirección al Túnel de Harbour con la radio del

coche sonando un suave rock de fondo.

—Gracias por venir conmigo. Estoy emocionado por ver esta tienda.

El alquiler justo surgió de una renovación, y las arrendatarias actuales no

están interesadas en re-suscribirse. Como está en el corazón de Mosman,

sobre Military Road, que es una dirección solicitada. Va a haber mucho

interés generado en cuanto pongamos el anuncio. —Claire no estaba

interesada en la tienda Mosman, pero le costaba ser grosera. Además, si le

daba charla y llegaba a conocer a Jack un poco mejor, las negociaciones

del alquiler podrían ser más dóciles.

—¿Quién lo alquila ahora?

—Dos mujeres que venden chaquetas hechas a mano. Muy costosas,

muy exclusivas.

—¿Buena ropa?

Se encogió.

—Nunca lo he visto. Como dije, esto es un negocio de Big Jack.

Solamente lo miro mientras se recupera.

—¿Qué haces cuándo tu abuelo está lo bastante bien como para

cuidar de su propio negocio? —Estaría dispuesta apostar que la respuesta

sería algo relacionado con los deportes. Un jugador de Rugby profesional, o

algo similar.

— Soy profesor.

—¿Eres… —Trató de atenuar su sorpresa—, entrenador deportivo tal

vez?

—Sip. Enseño Inglés e Historia en un instituto.

Se quedo con la boca abierta hacia él.

—Te tenía etiquetado como deportista profesional.

—Nah, yo no. Juego al rugby con mis compañeros durante el fin de

semana y entreno un equipo de Uni los martes por la tarde, pero mis

chicos son mi verdadera pasión. —Su rostro se encendió con genuino

afecto—. Me dan qué pensar a veces, pero valen el esfuerzo que pongo en

ellos. Y ellos parecen un poco como yo también, así que es una situación

de ganador a ganador.

Claire sumo dos y dos.

—¿Estás de vacaciones en la escuela ahora, así que tienes tiempo

libre?

—Un poco. Lo suficiente para que le pueda echar una pequeña mano

sin daños mayores durante un par de semanas. Nadie más podía. Mis

padres no podían conseguir tiempo libre de su práctica legal, y mi

hermano está en Perth. Me gustaría hacer todo el trabajo mientras se

recupera. Visitar las propiedades, clasificar los anuncios de alquiler,

dejarle solo las partes fáciles que él puede hacer desde casa, o al menos

sin dejar la oficina.

Claire se puso blanda por dentro. Jack seguro sabía cuidar a su

abuelo. Cuidar de su negocio mientras el anciano estaba en el hospital,

haciendo toda la parte física que Jack Senior no podía. Esa clase de

preocupación atraía a una mujer a lo grande. Bien, bien, esto la atraía a

ella a lo grande.

—¿Cuándo sale del hospital? —A juzgar por el shock de Jack antes,

su abuelo era un hombre muy enfermo.

—Creo que dentro de una semana. Pero después volverá en dos

meses para operarse.

—¿Tiene que operarse?

Asintió.

—Un triple bypass.

—Mierda —refunfuñó—. Eso es algo enorme de enfrentar.

—Sobre todo para alguien de ochenta y dos años. El doctor dijo que

pasaran aproximadamente seis semanas antes de que esté de regreso a la

normalidad.

Claire frunció el ceño.

—Lo siento, Jack. No puede ser fácil para nadie. Un hombre de su

edad va a encontrarlo aún más difícil.

—Lo sé. Trato de no preocuparme, pero es difícil. Somos cercanos,

mi abuelo y yo. Odio la idea de él estando enfermo.

Por mucho que quisiera tranquilizarle, no podía. Realmente no tenía

ni idea si su abuelo estaría bien o no. Si fuera alguien más, le daría un

apretón de apoyo en la mano y se ofrecería a ayudar de cualquier modo

que pudiera. Pero con Jack, ambos gestos serían inadecuados. Se

conformó con una frase hecha, la única cosa que podía.

—Es una situación de mierda. Para ti y tu abuelo.

—Lo es. —Él estuvo de acuerdo—. Lo es. —Se quedó callado.

Claire no lo empujó más. Se sentó silenciosamente mientras él se

perdía en sus pensamientos. Pero sentarse en el silencio la hizo demasiado

consciente de donde estaba sentada, al lado de él, en su coche.

Jack ocupaba mucho sitio. Su SUV, no un coche pequeño para los

estándares de nadie, parecía haberse encogido a la mitad de su tamaño

cuando entró. Su asiento lo había hecho retroceder tanto como pudo, para

darle espacio para estirar sus piernas a los pedales. Siempre que frenaba o

aceleraba, lo que sí, era todo el tiempo, Claire tenía que forzarse para no

mirar cómo se doblaba los músculos de sus muslos. O en sus dedos

largos, delgados, manejando el volante.

Aunque fingiera que no estaba afectada por su proximidad, era difícil

negar su presencia. Era duro negar aquel olor selvático, su sexy esencia.

Era duro olvidar que solamente hace un día la había besado

insensatamente en la tienda vacía.

—No lo he olvidado, ya sabes —dijo él suavemente.

—¿Olvidado, el qué?

—El beso. Ayer. —Tocó con un dedo su labio, como si recordara lo

qu había hecho con aquel labio el día antes.

Mierda santa. ¿Había leído su mente? Cerró la boca y rechazó

contestarle. No iría allí. No daría ni un paso en aquel campo de minas.

—Solamente porque no hemos hablado de ello no significa que no

sucedió. Nos besamos, en el suelo de la tienda de Rose Bay, y que me

condenen si no estuvo cerca de hacerme perder el juicio.

Tienda. Se enganchó a la palabra.

—¿Hablando de la tienda, vamos a volver allí después de esto?

—No es necesario. Podemos firmar el contrato en cualquier parte.

—Estás cambiando de tema.

—No. Enfoco la misma cuestión por la que estoy en el coche contigo

ahora. ¿Hablaste con el hombre que firmó el alquiler ayer? ¿Le dijiste que

había habido un error?

—Eres una cobarde, Claire Jones.

—Soy la mujer que tiene la intención de adquirir la propiedad que le

prometieron. ¿Hablaste con él?

Rió con la misma risa desconcertada con la que se había reído ayer.

—Realmente hablamos. Hablé con Big Jack también, que corroboró

tu historia sobre venir a la tienda para firmar el contrato —Antes de que

Claire pudiera decir algo, preguntó—: ¿Te importa si pregunto que estás

planeando para la tienda?

Ahora mira quien cambió de tema. Jack aún no le había dicho lo que

el otro arrendatario había dicho.

—No todo. Poseo una parte de una tienda especializada en niños.

Vendemos libros de niños, juguetes y ropa.

—¿Yo? ¿O nosotros?

—Nosotras. Mis dos hermanas y yo. Tenemos una tienda en Clovelly,

llamada Li’l Bits and Books, y ahora estamos viendo cómo ampliar. La

tienda está demasiado concurrida. El negocio ha crecido ya que añadimos

ropa y juguetes a nuestro inventario. Necesitamos más espacio y más

variedad de clientes para las ventas.

—¿Desde entonces agregasteis ropa y juguetes? —Claire asintió.

—Comenzamos como librería para niños, pero con la explosión de

eBooks y el derrumbamiento de las cadenas de librerías más grandes,

abasteciendo sólo libros impresos solamente no manteníamos el negocio.

Teníamos que ampliar nuestros productos o cerrar las puertas. Decidimos

ampliar.

—¿Satisfactoriamente, supongo?

—Más satisfactoriamente de lo que cualquiera de nosotras habíamos

esperado.

Claire, Maddie y Julie fueron sorprendidas por la cantidad de

ventas de la tienda.

—¿Tanto que ahora abriste una segunda sucursal, también en los

suburbios del este?

Claire se encogió.

—La mayor parte de nuestros clientes son de Vaucluse, Rose Bay,

Double Bay y Bellevue Hill. Esto hace que tenga sentido abrir más cerca de

ellos.

—¿Incluso si ellos están dispuestos a viajar a Clovelly?

Asintió.

—Aún así.

Jack condujo por el túnel.

—¿No tendría más sentido abrir más lejos? Un paseo de unos quince

o veinte minutos no va a disuadir a los clientes de ir a la tienda si

realmente quieren algo vuestro. Pero media hora o más podría.

—Nuestros productos son costosos. Apuntamos al mercado que

mejor podría permitírselo. Una tienda en New South Head Road es la

ubicación perfecta.

Jack ladeó su cabeza.

—En cuanto a una tienda un poco más lejos hacia fuera. Digamos,

por ejemplo… al otro lado del puente en Mosman. Tendrías una clientela

similar, y conducir hacia allí desde Clovelly es solamente un poco más

lejos para el comprador habitual.

Claire casi se rió.

—Nuestra tienda va bien. Pero no estamos en el lugar donde

podemos permitirnos alquileres en un área como Mosman. El coste

cortaría demasiado profundamente nuestras ganancias. Y ahora, que pasó

cuando hablaste con…

Jack de repente se inclinó adelante.

—Maldición, me gusta esta canción. —Levantó el volumen de la

radio del coche, haciendo difícil la conversación, luego continuó cantando

Coldplay a todo pulmón.

Caray, lo había hecho otra vez. Cambió de conversación cuando

trató de preguntar sobre el alquiler. Y qué modo de cambiar de

conversación esta vez.

Claire no podía dejar de resoplar sin gracia cuando la voz de Jack

llenó el coche. El M.G. podía estar constituido, maravillosa y sumamente

follable, pero no era ningún cantante. Su bemol, el canto desentonado

estaba tan desafinado que Claire apenas podía reconocer la canción.

Se puso una mano sobre la boca para prevenir respuestas aún más

inadecuadas, pero no podía menos que reírse disimuladamente mientras el

golpeaba el coro, fuera de melodía y de ritmo.

Jack dejó de cantar y la miró.

—¿Te estás riendo de mí?

Claire no se atrevió a contestar, tampoco se atrevió a alejar la mano

de su boca. En cambio sacudió su cabeza y miró fijamente al frente,

rechazando hacer contacto visual.

No podía arriesgarse a dejar que la risa que le burbujeaba dentro

saliera.

—Lo estás —la acusó—. Estás riéndote de mí.

Otro resoplido desgraciado estalló de su nariz cuando ella sacudió

su cabeza otra vez.

Él bajó el volumen mientras escogía su camino a lo largo de Military

Road.

—¿Francamente? ¿Así es cómo respondes a todos los agentes de la

propiedad cuando tratas de arrendar un local? ¿Te ríes de ellos?

—Sólo si estos cantan a todo volumen mientras tienen arrendatarios

potenciales en el coche.

—No hay nada malo en mi voz, te lo haré saber.

Claire asintió remilgadamente.

—¿Así que, qué hiciste con el dinero?

Su frente se arrugó.

—¿Qué dinero?

—El dinero que tu madre te dio para lecciones de canto.

Estaba boquiabierto.

—Simplemente no quieres seguir adelante.

Ella se reía a carcajadas. No podía contenerlas más.

—Al parecer lo hago.

—Mis estudiantes solían preguntárselo los unos a los otros —Rodó

sus ojos—, cuando estaban en la escuela primaria.

—Apuesto a que tus estudiantes cantan mejor que tú.

—Cantan así como yo lo hago, ya que soy su profesor de música

también.

Claire se sorprendió.

—No lo eres.

—Ah, que agradable. ¿No sólo te burlas de mi voz, ahora dudas de

mi capacidad para enseñar también?

—Dime que no enseñas música a los niños.

Sus labios se crisparon.

—No enseño música a los niños. Pero como castigo por tu ostensible

incredulidad a mi capacidad vocal, cantaré el resto del camino a la tienda.

Y con esto, subió la radio de nuevo cantando en voz alta su propia

inspirada interpretación de Paradise.

Para el momento en el que maniobró para meter el coche en el

espacio de aparcamiento, Claire había dejado toda pretensión de contener

su alegría y se reía a carcajadas en el asiento del pasajero.

Jack apagó el coche, se quitó el cinturón de seguridad, se giro a ella

todavía cantando la melodía, y antes de que tuviera la posibilidad de poner

una expresión seria sobre su rostro, bajó en picado y aplastó sus labios

con los suyos.

4 Traducido por Playlob

Corregido por Carola Shaw

esús, no sabía que Claire tenía sus pelotas todas enredadas en

nudos, pero el pasar veinte minutos en un coche con ella envió

a su libido disparada al cielo.

Al segundo en que había cerrado la puerta del conductor, su

perfume le había abrumado, y supo que iba a tener que besarla

nuevamente. Y besarla fue lo que hizo. Con su cuerpo atrapado entre él y

su asiento, tomó posesión de su boca y se negó a soltarla.

Su risa murió en sus labios, y su respiración se detuvo. Por unos

cuantos segundos, se quedó inmóvil, su mandíbula aflojando con

sorpresa.

Bastante bueno para Jack. Le ofrecía entrada libre a su lengua

dentro de su boca tentadora. Él entró profundo y corrió su lengua, luego

se retiró, impulsado por una necesidad consumidora de mordisquear su

labio inferior.

Arrastrando sus dientes sobre esa sensual carne, lo chupó en su

boca y mordió el contenido de su corazón. Sólo que su corazón exigía

mucho más de su labio inferior. Exigía la total propiedad de su boca y

cuerpo, y tuvo que obligarse a ir despacio, para centrarse sólo en la carne

núbil entre sus dientes, chupando, mordisqueando y soltando en la

sucesión lenta.

Un gemido gutural brotó de Claire, y a continuación sus manos se

encontraban sobre su cabeza, tirando de su cara más cerca. Sus dedos

excavaron a través de su cabello, haciéndole cosquillas en el cuero

cabelludo, masajeando, manteniéndolo allí.

Ella estaba respondiendo, devolviéndole el beso, mordiendo sus

J

labios, buscando su lengua. Sus bocas se fundieron juntas y el beso se

volvió caliente rápidamente, las ventanas empañadas.

Joder, había estado tan malditamente cerca de venirse en sus

pantalones por besarla ayer, y temía que pudiera enfrentar el mismo

dilema hoy. Aun así, eso no lo detuvo, no lo inspiró para alejar su boca ni

una pulgada.

Claire emitió suaves, hambrientos gemidos haciéndole estragos a

sus bolas ya anudadas. Lo besó como si se alimentara su boca, ganando el

sustento de él. Y joder si no le dio una erección del infierno. Joder si su

entusiasmo y sabor no tenían a su mano en su pecho y sus dedos

apretando suavemente la abundante carne.

Llenaba su mano y más, haciéndole codicioso por tocarla entera,

ávido de tener ambos senos en sus manos, sin el estorbo de las camisas y

sostenes.

Toda su vida había favorecido a las mujeres pequeñas. Pequeñas,

delgadas y de pechos pequeños, todo lo que Claire no era. Sin embargo,

aquí, con su tentadora lengua tentando la suya, y el pezón de su amplio

pecho apretando bajo su toque, no tenía ni idea de cómo alguna vez

encontró a las mujeres flacas más atractivas que esta belleza.

Jack se perdió en su beso, su sentir, su contacto. Sus bocas

trabajaron en perfecta armonía, como si por instinto supieran lo que el

otro buscaba o necesitaba.

O quizás Jack sólo sabía lo que buscaba y necesitaba

instintivamente e intentó darle lo mismo. Una cosa que sí sabía era que

besar Claire Jones era una experiencia que deseaba vivir repetidamente. O

tal vez sólo asegurarse de que este beso jamás terminaría.

Pero un beso nunca sería suficiente. Su polla señaló este hecho, ya

que creció contra su cremallera, exigiendo atención, satisfacción y el

acceso al cuerpo de Claire.

Se apartó de mala gana, entonces casi sellado sus labios de nuevo

cuando Claire gimió en señal de protesta.

Se obligó a abrir los ojos, a mirarla, y tuvo que morderse la mejilla

con fuerza al ver lo que le recibió. La cabeza de Claire se inclinó hacia

atrás, con los ojos cerrados, sus labios hinchados y separados. Le tomó

cada pizca de fuerza de voluntad que poseía, para no apretar su boca

sobre la de ella de nuevo.

—A menos que quieras que te desnude y folle en este coche, aquí, en

medio de Mosman —dijo con voz ronca—, sugiero salgas muy

rápidamente.

Sus ojos se abrieron instantáneamente, sus iris color avellana casi

invisibles alrededor de enormes pupilas negras.

—Parece que tengo muy poco control cuando estás cerca, señorita

Jones. —Apretó los dientes, el dolor y la frustración irradiando de su área

pélvica, haciendo el hablar casi imposible. Jack empujó a través de ello,

consciente de que su mano estaba aún en su pecho, su pulgar rozando el

pezón distendido—. Vete ahora, antes de que arranque tu camisa y chupe

tus pezones. —Tiró de su mano, sabiendo que si se movía más despacio,

no la soltaría.

Se hallaban sentados en su automóvil en la carretera Militar, a plena

luz del día. Cualquiera podría mirar dentro. Y si bien la idea de ser

observados no le preocupaba en absoluto, no lograba soportar que Claire

enfrentara esa indignidad. Se había sonrojado sólo al discutir el beso de

ayer, haciendo todo lo posible para negarlo. Si extraños la vieran

desnudarse con él, sospecharía que nunca superaría la humillación.

Lo miró con ojos aturdidos, parpadeando rápidamente. Tomó un

tiempo, pero su mirada comenzó a aclararse. Sus pupilas se contraen y su

iris avellana se hizo más grande. A medida que su mirada se tornó seria,

igualmente lo hizo su expresión. Cerró la boca y color inundó sus mejillas.

—Sal ahora —medio susurró y medio amenazó, y se empujó hacia

atrás, liberándola. Usó la mano que había estado en su seno para

desenganchar el cinturón de seguridad, para que no resbale y reemplace

su suave esfera redonda y así burlarse de su pezón con el pulgar una vez

más.

Claire se revolvió en el coche, golpeándolo en el hombro por su prisa.

Su color se hizo más profundo cuando gritó una disculpa, pero al menos

ya no estaba a su lado, debajo de él, tentándolo con su presencia.

Joder, si su abuelo pudiera verlo ahora, lo golpearía en la parte

posterior de la cabeza. Ya era bastante malo que hubiera estropeado el

contrato. Pero el perder el tiempo con uno de sus clientes nunca sería

suficiente. Big Jack no lo aprobaría.

Excepto que esto no se sentía como perder el tiempo. Esto era más

como obligación, una necesidad innegable de acercarse a Claire, tocarla,

besarla, y sí, follarla. Era una innegable necesidad de conocer todo sobre

ella.

Respiró hondo varias veces, deseando que su erección bajara. Salir

del coche con una furiosa erección no era buena idea. Pero ver a Claire

alisar su pelo y tirar de su blusa hacia abajo no ayudó.

Volvió sus pensamientos a dos noches atrás, a la sorpresa de recibir

la llamada telefónica acerca del ataque al corazón de su abuelo, a su

miedo mortal de que su abuelo quizá no podría lograrlo.

Un largo momento después, su polla estaba a la mitad del tamaño, y

Jack se bajó del coche. Se dirigió al lado de Claire, colocando su mano en

su codo y guiándola hacia la tienda.

—¿Vas a fingir que este beso tampoco sucedió, bonita? —susurró en

su oído.

Los hombros de Claire se pusieron rígidos, y el calor irradiaba sus

mejillas.

—Cállate, Jack.

—Te dije que la química entre nosotros no se iba a ninguna parte.

—Si dejaras de besarme todo el tiempo, lo haría.

Se echó a reír a carcajadas.

—No pararé. Créeme, la próxima vez que te bese, no creo que vaya a

ser capaz de apartarme. Tengo la intención de desnudarte y joderte de seis

maneras hasta el domingo. Y ni siquiera trates de negarlo, lo deseas tanto

como yo.

Jack se enderezó, abrió la puerta de la tienda e invitó a una

sorprendida Claire a mirar a su alrededor mientras se aproximaba a la

recepción. Mientras que él se hacía cargo de los negocios, comprobando el

estado de la propiedad y la finalización de los detalles con los actuales

titulares del contrato de arrendamiento, Claire examinó meticulosamente

tantas chamarras como pudo. Pero ocasionalmente le sorprendió mirando

fijamente en su dirección. También notó un anhelo en su expresión. Uno

que refleja su propia hambre.

Varias veces Jack tuvo que forzar su concentración de nuevo a los

inquilinos. No importaba lo mucho que quisiera tirar la precaución al

viento y actuar sobre sus impulsos, lanzando a Claire al suelo de esta

boutique reconocida y follarla hasta dejarla sin sentido, no le iba a ganar

puntos buenos... con nadie.

Jack se pasó una mano por la cara. Nunca reaccionó así por una

mujer. Nunca había querido a nadie tan inmediatamente o tan febrilmente.

Su reacción ante sus besos servía para encenderlo más. Jack estaba

permanentemente caliente, al borde de ponerse duro cada vez que pensaba

en Claire. Divertido a su reacción física tan fuerte a esta mujer.

Divertido y frustrante.

—Así que, ¿qué te parece? —preguntó cuando estuvieron de nuevo

sentados en su coche, y él maniobraba la camioneta a través del tráfico.

Sus mejillas se sonrojaron.

—¿De ti desnudándome y jodiéndome de seis maneras hasta el

domingo?

Su boca se divide en una sonrisa, inclusive cuando su pregunta hizo

un agujero en su estómago.

—En realidad, preguntaba por la tienda. Pero ahora prefiero saber

tus pensamientos sobre jodiéndote.

Claire levantó la nariz en el aire.

—Ya me ha jodido, Sr. Wilson. ¿O se ha olvidado de su metedura de

pata con mi contrato?

Ouch.

—¿Evitando el tema, señorita Jones?

—Volviendo al tema. Uno que tú pareces estar evitando

escrupulosamente.

—Es difícil pensar en los contratos de arrendamiento cuando todo lo

que he querido hacer desde que te fuiste de la propiedad en Rose Bay es

conseguir desnudarte.

—Bueno, tal vez eso explica por qué todavía no he firmado mi

contrato de arrendamiento. No has tenido la oportunidad de pensar en

ello.

—¿Has tenido la oportunidad de pensar sobre joderme?

—Estás muy decidido a obtener una respuesta de mí acerca de esto,

¿no es así?

—Oye, tú sacaste el tema. Yo simplemente te pregunté lo que

pensabas acerca de la tienda de Mosman. —Sonrió a su pequeño gruñido

de frustración.

—Es una bonita tienda. Hermosas chamarras, pero fuera de mi

rango de precios.

Jack la dejó salirse con la suya. Por ahora.

—Quiero decir, ¿qué piensas de la tienda como la nueva ubicación

de Li’l Books and Bits?

Se volvió hacia él, con su boca fruncida.

—No pensé nada al respecto. La idea nunca cruzó por mi mente.

Esperanzadoramente porque había estado pensando en él

jodiéndola.

—Creo que sería genial. En el corazón de Mosman. El tráfico

peatonal por todas partes, y su tipo de clientes viviendo en la zona.

Su mirada podría haber congelado el agua en los trópicos.

—¿Es por eso que me trajiste aquí? ¿Para ver la propiedad?

No se molestó en negarlo. Lo que le sorprendió fue que tardó tanto

en darse cuenta de ello.

—Es la mejor tienda de libros de mi abuelo. La zona más codiciada,

recientemente renovado y casi del mismo tamaño que la tienda en New

South Head Road.

—Estoy confundida —se apartó el pelo de la cara—. ¿Tengo idiota

tatuada en la frente?

Oh, le gustaba su belicosidad. Totalmente.

—Ni por un minuto creí que eres una idiota. Sólo te pido que

explores tus opciones antes de decidirte por una ubicación.

Furia se encendió en sus ojos.

—Exploramos nuestras opciones a fondo antes de elegir Rose Bay.

No nos decidimos como un capricho. Tomamos las estadísticas y los datos

de nuestros clientes en cuenta e hicimos la mejor elección para nuestro

negocio. ¿Qué piensas? ¿Que tres mujeres que dirigen una tienda son

incapaces de tomar decisiones lógicas? ¿Que elegimos alquilar en Rose Bay

en un capricho emocional?

—Mis acciones no tienen nada que ver contigo no conociendo tu

negocio y todo que ver conmigo ampliando tus horizontes. Simplemente te

muestro que tienes opciones fuera de los límites de los suburbios del este.

—Gracias, señor profesor de escuela, por tu interés y voluntad de

ayudarnos a explorar diferentes horizontes. En la vida podríamos haber

hecho eso sin tu innovación.

Ouch, otra vez. Le había golpeado donde más le dolía. En su falta de

experiencia en el mercado inmobiliario.

—La cagué, Claire. Alquilé la tienda que te habían prometido. Trato

hacer las reparaciones. Hago esto tanto para mí como para ti. Con la

esperanza de encontrar algo que te convenga.

Sacudió la cabeza con disgusto.

—Así que dime, ¿cuánto pides por la tienda de Mosman?

—Ochenta mil al año.

La risa indignada de Claire casi le hizo callar. Casi.

—Pero te ofrecemos un descuento. Un gran descuento, para

compensar mi error anterior.

—A menos que tu gran descuento esté en algún lugar en el estadio

de béisbol del cincuenta por ciento, entonces estas demente.

Se aclaró la garganta.

—Pensaba más cerca de un diez por ciento.

Una vez más dio un ladrido de risa burlona.

—Hablas de un alquiler de más de seiscientos dólares a la semana

por encima de lo que acordamos pagar en Rose Bay, ¿y esperas que esté

agradecida?

—Es un buen trato. Big Jack accedió a causa de mi equivocación. —

Muy bien, así que no era un buen negocio para las hermanas Jones.

Demasiado caro, como lo había sabido todo el tiempo. Pero existía el

método de la locura. Si le mostraba una cosa fuera de su rango de precio,

quizá cuando le mostrara algo más barato luego, se interesara.

Y adquiría una propiedad que sospechaba que le interesaría

considerablemente.

Lo miró en silencio durante un largo rato, con los ojos entrecerrados,

sacudiendo la cabeza de un lado a lado.

—Ni siquiera tienes mi contrato de arrendamiento de la tienda en

Rose Bay, ¿cierto?

No, no lo tenía. Aunque carajo, sabía que había tratado de convencer

a Parker.

Era el turno de Jack de fruncir los labios y otra vez evitar la

pregunta. Como deseaba poder subir el volumen y cantar de nuevo, pero

ella no caería en el mismo truco dos veces.

—Nunca le explicaste la situación al otro inquilino, ¿verdad? En su

lugar, optaste por ampliar mis horizontes, y esperaste hacer dos contratos

de arrendamiento en el proceso. El mío y el suyo. Que galante, señor

Wilson. Sólo supongo que lo haces con los mejores intereses de tu abuelo

en el corazón. Ahorrándole el problema de hallar algo más para mi

competencia cuando salga del hospital.

Negó con la cabeza.

—Esto no tiene nada que ver con mi abuelo. Simplemente estoy

tratando de mostrarte las zonas que pensé que quizá no habías explorado

antes.

—Tráeme el contrato de arrendamiento, Jack. Déjame firmarlo y

llévame de vuelta a mi coche. Tan pronto como lo tengamos todo cuadrado,

prometo no molestarte otra vez. —El aire a su alrededor estaba cargado de

electricidad estática y un montón de lujuria suprimida. Simplemente

inhalar ese aire parecía iluminar la sangre de Jack encendiéndolo. Voy a

esperar felizmente hasta que tu abuelo está bastante bien antes de tener

más interacciones con Wilson Property Management. —La voz de Claire

estaba helada y sus brazos cruzados sobre su pecho, en un gesto

desafiante, sin embargo chispas de incomodidad volaron por todo el coche.

—Y lo entenderé si no quieres tratar conmigo profesionalmente una

vez Big Jack esté de vuelta en sus pies. Pero no trates de engañarte a ti

misma con que no hay nada más sucediendo entre nosotros. Pase lo que

pase con el contrato de arrendamiento, sospecho que tu y yo veremos

mucho más del otro —sonrió, dejando que la insinuación en sus palabras

se filtrara en su mente—. Mucho más.

—No trates de utilizar la atracción entre nosotros como una forma de

evitar el problema.

Había algo en discutir con Claire que dejaba su sangre en llamas. Y

por la manera en que sus pezones sobresalían en su camisa, ¿cómo no

darse cuenta, con sus brazos empujando sus pechos generosos arriba?

Jack sospechaba que Claire sintió exactamente lo mismo

—¿Así que no estás negando que hay una atracción?

—Nos hemos besado dos veces. Sería difícil e hipócrita negar que

haya una atracción.

Satisfacción rugió a través de él

—Cena conmigo esta noche. No platicaremos acerca de las

propiedades y arrendamientos. No siquiera a pensar en eso. Sólo nos

concentrarnos en ti y en mí, y en a donde podemos llevar esta atracción

mutua.

—En otras palabras, cenar contigo para que me puedas desnudar y

joderme de seis maneras hasta el domingo.

Su polla saltó a la atención

—¿Sería tan malo?

No respondió, sólo lo miró.

Respuesta estúpida, sobre todo porque en realidad no había tenido

al sexo en su mente cuando le había preguntado

—Te invité a cenar, Claire. No a la cama. Pensé que podríamos llegar

a conocernos un poco mejor, sin tener la presión de un acuerdo de

negocios sentado entre nosotros.

Claire negó con la cabeza

—No puedo.

—¿No puedes o no quieres?

—Esta tienda es muy importante para mí. No debo dejar que mis

sentimientos personales interfieran con mi criterio empresarial.

Independientemente de lo que tienes en tus libros ahora, mi corazón está

puesto en la propiedad de Rose Bay, y voy a hacer lo que sea necesario

para obtenerla. Lo que significa cultivar una relación personal de cualquier

tipo contigo no sólo va a ser una mala idea, va a ser bastante imposible.

Suspiró. Ella no iba a cambiar de opinión en cualquier momento

pronto.

—Tenías razón.

—¿Respecto a qué?

—A mí no teniendo el contrato de arrendamiento.

—Así que consíguelo.

—No es así de simple.

Ella lo miró, dagas invisibles golpeándolo en su pecho con una

precisión mortal.

—Parker, el arrendatario, no se mueve. En lo que a él respecta ha

firmado, y la propiedad es suya.

Claire dejó escapar un gruñido bajo atractivo y giró su mirada

furiosa de él, mirando por la ventana en su lugar. Contó lentamente hasta

diez, pero antes de llegar a siete dio un grito de indignación.

—¿Dónde nos encontramos?

—En el coche.

Otra daga le golpeó en el pecho.

—¿A dónde vamos? Este no es el camino de regreso a tu oficina.

Era lo más extraño, pero cada puñal que le golpeó sólo aumentó su

deseo por ella. Le gustaba mirar a Claire ponerse toda encendida y hacer lo

posible para moderar su furia. Había algo extraordinariamente atractivo en

su control, y estaría dispuesto a apostar que hacerla perder ese control

sería un millón de veces sexy.

—¿No te he dicho que tenía que comprobar un par de propiedades?

Vamos a ver otra.

Su pequeño grito de incredulidad lo golpeó justo en el vientre.

—Uh-uh. No, no vamos a ninguna parte. Vas a llevarme de vuelta, y

resolverás el arrendamiento en Rose Bay, en ese momento eres más que

bienvenido a visitar tantas propiedades como desees. En tu tiempo, no el

mío.

Jack negó con la cabeza.

—Lo siento. No se puede hacer. Ya he tomado la rampa de salida.

Volver hacia el este será un infierno. Tendríamos que ir a través de la

ciudad. Y con el tráfico, va a tomar para siempre. Es más rápido que

vengas conmigo y veas el siguiente lugar.

Claire permaneció en silencio durante un minuto o dos. Sus dedos

tocando la puerta con un golpe rítmico. Un toque, dos toques, tres toques

y uno de nuevo. Oh, podía imaginarla tocando ese ritmo en su culo, con

sus pies, mientras la arroja sobre la cama y toma plena posesión de su

fuerte cuerpo.

Metió la mano en su bolso, sacó su iPhone y golpeó un par de

botones

—¿Maddie?... Sí... No, yo no... Es una larga historia. —Se mordió el

labio inferior—. ¿Sueno feliz?... Sí. Mi punto exactamente... No tengo idea.

Conduciendo en el centro de la ciudad, creo... Una vez más, no lo sé.

Jack no intentó interrumpir. Escuchó a su lado de la conversación,

satisfecho con oír la voz de recién levantada de Claire sonando en el coche.

No conseguía entender lo que Maddie decía en respuesta, sólo escuchó un

ruido tenue a través del teléfono.

Ni por un minuto pensó que Claire aceptara su decisión de llevarla a

otra tienda. Estaba claro que era demasiado terca para dejar que la

convenciera de nada, incluyendo estar de acuerdo con él para que el

contrato con Parker permanezca. Un minuto más tarde le demostró que

estaba en lo correcto.

—Esto es lo que necesito que hagas, Mad. ¿Puedes llamar a Epstein

por favor? Infórmale sobre lo que está pasando con el contrato de

arrendamiento, averigua exactamente dónde estamos, y dile que nos

disponemos a tomar las medidas necesarias para conseguir la propiedad

o... Agh. Quizás deberíamos... Mira, si la acción legal es nuestra única

opción, eso es lo que vamos a hacer... Sí. Por supuesto que debes hablar

con Julia primero.

Su conversación continuó, y Jack sabía que la mayor parte de lo que

dijo en voz alta fue expresado en su beneficio.

Sin embargo, Jack no estaba en pánico. Aún. Probablemente tenía

mucho que ver con su próximo destino, y el hecho de que la voz humeante

de la señorita Jones ataba sus bolas en nudos de nuevo.

Después de diez minutos, Jack se detuvo en otro lugar de

estacionamiento, esta vez en una zona de moda, no tanta categoría como

Mosman.

—¿Glebe? —Claire no parecía ni un poco impresionada.

—Glebe —confirmó—. Hay una tienda vacía que quiero que veas.

Intercalado entre dos universidades, Glebe era como un pequeño

pueblo, repleta de cafeterías, restaurantes, tiendas de ropa vintage y

librerías mal olientes.

—Estoy segura de que la hay —asintió hacia su puerta—. Si no, ¿por

qué no vas a mirarla, y espero aquí en tu coche? Cuando hayas terminado,

puedes llevarme de vuelta.

—No.

—¿No?

—No voy a entrar ahí sin ti.

—Bueno, parece que estaremos los dos sentados en el coche. Y si los

dos permanecemos aquí sentados sin hacer nada, puede ser que también

me lleves de regreso a mi coche.

—No, otra vez.

—¿No?

—Mira, si me veo obligado a sentarme aquí a tu lado, no me quedaré

sin hacer nada.

—¿Qué vas a hacer? ¿Intentar convencerme de las delicias de Glebe?

—No, bastante más sencillo que eso.

—¿Entonces qué?

—Tienes dos opciones. Puedo cantar en voz alta a la radio o una

canción de tu elección...

Hizo una mueca amarga, diciéndole sin palabras exactamente lo que

pensaba sobre esa opción.

—¿O?

—O bien, independientemente de tus pensamientos sobre conocerme

personalmente, voy a inclinarme y besarte nuevamente. Y esta vez no

pararé porque estemos estacionados en la vía pública.

Con un gruñido feroz, Claire subió el volumen.

Afortunadamente Jack reconoció la canción que sonaba, un tono de

Katy Perry, y cantó en el tiempo. O lo intentó de todos modos.

—Dios, ¿sabes que tienes que dejar de hacer horrible ruido?

Negó con la cabeza.

—No puedo hacerlo. Hasta que entres en la tienda conmigo, me

sentaré a cantar mi corazón fuera. —Y con eso dicho, lanzó su cuerpo y

alma a la canción. Por desgracia para Claire no tenía idea de cuál era la

letra y tuvo que hacer su propia letra, pero la originalidad sólo le agregaba

más alma.

Claire apagó la radio con un carraspeo.

Él sonrió, y continuó cantando, proyectando su voz tan lejos como

pudo cuando llegaba a las notas más altas.

Por segunda vez en el día, Claire salió tropezándose del coche.

—¿Cuántos años tienes? —refunfuñó mientras salía de auto—.

¿Quince?

—Cerca. Treinta y cinco años.

—Te comportas como un niño.

Jack se puso a caminar a su lado con un guiño triunfante.

—Entonces me imagino que voy a estar muy feliz en tu tienda.

—Eres bienvenido ahí de cualquier forma, mientras no cantes.

Asustarías a mis otros clientes.

—Te encantará este lugar.

—No estoy interesada en este lugar.

—I kissed a girl and I liked it1.

Claire apretó las manos sobre las orejas.

Él empujó su brazo fuera del camino.

—Sí, me gustó. Montones.

—¿La canción?

—El beso. Los dos besos.

—De verdad tienes quince.

—Realmente necesitas darle a este lugar una oportunidad.

Y en un movimiento que no vio venir, uno que nunca hubiera

esperado de la encantadora señorita Jones, puso sus manos en sus

caderas, miró en su dirección y... sacó su lengua hacia él.

Jack resopló. ¿Y había tenido el descaro de preguntar su edad? Él se

echó a reír a carcajadas mientras abría la puerta, con Claire gustándole

más con cada momento que pasaba.

1 Besé a una chica y me gustó. Letra de la canción.

5 Traducido por blinda

Corregido por Pachi15

or mucho que Claire odiara admitirlo, Jack tenía razón.

Realmente le gustaba la tienda. Un montón. Desde fuera no

podía ver mucho. Alguien había bajado las persianas y las había

cerrado totalmente. Pero Jack abrió la puerta, revelando el hermoso y

pulido suelo de madera, las paredes brillantes bañadas de color y el amplio

espacio para establecer todas las mercancías. Además había baldas de

madera de haya cubriendo una pared, que perfectamente servirían como

vitrinas para sus libros.

No tomó mucho imaginar la tienda establecida como Li’l Books and

Bits. Sin levantar un dedo para renovarla, podrían embarcarse dentro

directamente. Y el hecho de que estuviera allí de pie abierta sólo se podía

interpretar como una ventaja añadida. Podrían ocuparla inmediatamente.

¿Los dos únicos problemas? Estaba en una mierda incorrecta de

área, y no era la tienda en la que había puesto su corazón

—Sigue. —La empujo con suavidad en el brazo con su codo—.

Admítelo. Te gusta el lugar.

Claire rechazó avanzar lentamente.

—Sí. Me gusta. Es una tienda encantadora. Y quien sea que la

alquile tendrá suerte. Pero no tiene nada que ver conmigo ni con Li’l Books

and Bits

Él empujó la puerta cerrada.

—¿Has visto la parte de atrás? Es enorme. —La condujo hacía allí, y

aunque no quería estar emocionada, no pudo evitar la pequeña llamarada

que chispeó en su vientre. Otra vez, tenía razón. El espacio trasero era

enorme. Más del doble del tamaño de la tienda de Bahía de Rosa. Y

P

directamente detrás de este había otro espacio, perfecto para el

almacenaje, mientras en la tienda de Bahía de Rosa no tenía ninguno.

—Ocho cincuenta por semana —dijo Jack—. Puedes tenerlo por

ocho. Con un aumento del nueve por ciento cada año durante tres años.

Bien, era una ganga innegable. Dio vueltas a su alrededor

fulminándole con la mirada, luego tuvo que tragar porque parecía tan…

condenadamente atractivo. Como un gigante magnífico.

—No te rindes, ¿verdad?

—Te gusta el lugar, y si eres honesta contigo misma, reconocerás

que esta es una gran área para establecer una segunda tienda.

—¿Tratando de evitar un pleito, Sr. Wilson? —remendó. ¿Por qué

tenía que ser tan grande y hermoso? Era difícil mantenerse fría cuando

todo lo que quería era envolver sus brazos a su alrededor y pegar su cara a

la suya. O tal vez caerse encima de él otra vez, entonces podrían aterrizar

sobre el suelo, muy enredados.

Rechazar su invitación a cenar había tomado cada onza de su

voluntad.

Él rió, sus labios deliciosos, llenos, torcidos a los lados, luciendo su

atractivo hoyuelo. Su estómago arrojado por capirotazo al ver ello.

—La única cosa que trato de evitar es tirarte sobre el suelo y follarte

despiadadamente durante el resto de la tarde. Te diré algo, señorita Jones,

esa es una batalla que encuentro que he perdido sin remedio.

Su extraño comentario batió el aire de sus pulmones. Claire no

quería nada más que ser tirada sobre el suelo por su M.G. y follada hasta

que no pudiera mantenerse en pie. En ese segundo de tiempo, lo quiso

más que a la tienda de Bahía de Rosa.

—Eres incorregible.

Sacudió su cabeza.

—No. Lo que estoy es excitado y caliente y medio ciego por desearte.

—Entonces te harás una buena idea sobre cómo me siento sobre la

propiedad. —Sí, fue un comentario débil. Debería haber sido más honesta

consigo misma y con él. Debería haber confesado que sentía lo mismo.

Todo lo que quería era quitarse la ropa y la de él y una vez desnudos

enredarse juntos sobre el suelo.

Pero demasiados factores jugaban contra sus deseos. Ante todo, el

alquiler.

En segundo lugar, si aún se daba cuenta de la tentación que era

Jack, sospechaba que ella sería masilla en sus manos para siempre. Y

tercero, pero no menos importante, Jack había encendido todas las luces,

y aunque las persianas estuvieran bajadas, la tienda no podría estar más

iluminada.

Lo que para algunos no sería un problema, para Claire lo era.

Desnudarse era una cuestión complicada para ella. Habiendo sido

acomplejada por anteriores amantes debido a su corpulencia, había

desarrollado un miedo a permanecer desnuda con posteriores amantes. La

experiencia la había enseñado que la mayor parte de hombres no estaban

atraídos por mujeres grandes. Y Claire no era pequeña.

Esto no era algo a discutir con Jack con su ropa puesta, lo besaría

con la protección de su camisa y de su falda.

Pero pensar en él quitándoselas la aterrorizaba. En esencia sería

semejante a dejarla sin defensas. Vestida era una mujer con confianza,

serena que sabía quién era. Desnuda solo podía enfocar sus defectos e

inseguridades.

Por mucho que Claire quería librarse de su ropa, el pensamiento de

Jack viendo cada defecto de su muy dañado cuerpo aseguraba que se

quedará formal y totalmente cubierta.

La miró sorprendido.

—¿Te excita la tienda de Rose Bay?

—Quiero aquella tienda. Mucho. —No exactamente tanto como ella

lo quería a él en este momento, pero sin embargo malamente.

Bajó su voz.

—¿Te pone caliente… como me pone a mí?

Claire aclaró su garganta, encontrando difícil hablar.

—No tengo ni idea que es lo que te hago así que no puedo contestar

a eso.

—Bien, te hare preguntas más específicas. ¿Hace la tienda de Rose

Bay que se acelere tu sangre?

Le miró fijamente, sin embellecer su pregunta con una respuesta. Su

sangre corría, de acuerdo, teniendo una carrera de cien metros siempre

que hablaba, pero eso no tenía nada que ver con la tienda.

—¿Se endurecen tus pechos siempre que la miras? ¿Como si volver a

inspirar fuera una tarea monumental?

No le contestó.

—¿Hace que tu piel hormiguee? ¿O pone tu carne de gallina a cien

por hora? —Mientras preguntaba, pasaba su dedo sobre su brazo

desnudo, y un millón de diminutos bultitos en forma de carne de gallina

cobraron vida. Jack los notó y se rio de forma pecaminosa—. Lo mismo me

sucede siempre que pienso en ti, te miro, me imagino que tocas mi piel, o

mejor aún, tu lengua. —Un estremecimiento sacudió su cuerpo.

Totalmente con carne de gallina. Sus ojos estaban pegados sobre las

reveladoras formas en su brazo—. Si pasaras tus dedos por mi espalda

ahora, lo sentirías.

Claire levantó su mano, con la intención de hacer eso mismo,

ayudándose de su puño con firmeza, carne musculosa, luego lo dejó caer

cuando comprendió lo que hacía.

—Tócame, Claire. —La voz de Jack bajó a un tono de barítono,

profunda, soñolienta—. Pasa las manos por mi espalda.

Encontró su mirada clavada, Claire no podía mirar lejos, no quería.

—Yo… no puedo.

—Sí, puedes.

—No debería.

—Eso dices. Pero si deberías. Definitivamente, deberías. Deja de

fingir que no hay nada entre nosotros. Hay más sobre ti y sobre mí que

solo propiedades y alquileres. Nos hemos movido más allá de lo

profesional. Atravesamos lo personal la primera vez que sus labios tocaron

los míos.

Otra vez su mano revoloteó en el aire, dejándola caer de nuevo a su

lado. No, realmente no debería. Pero eso no importaba tanto como lo

desesperadamente que lo quería. Esto más o menos no mantendría las

cosas de forma profesional entre profesionales como ellos. Para Claire

había demasiado en juego.

Compartir besos con Jack podría ser un enorme empujón a su ego, y

podría hacer que su coño llorase de necesidad y entusiasmo, pero no

estaba lista para afrontar el desencanto que estaba segura vería en su cara

cuando viese sus muslos arrugados y su vientre suave.

Claire prefirió dejar que ambos se agarrasen a la fantasía en la que

Jack la encontraba atractiva. Pronto ojearía su cuerpo desnudo, y esa

fantasía reventaría como una burbuja de jabón.

—Claire —exigió—. Acaricia mi espalda. Por favor. —La ronquera de

su tono no podía ser ignorada.

Llegando arriba, corrió su mano sobre su hombro, forzándose a no

exprimirlo, a no agarrarlo y nunca dejarle ir. Era enorme. Sólido. Su toque

volvía sus entrañas toda suavidad y necesidad.

—Nada de carne de gallina. —Su garganta estaba casi demasiado

seca para hablar.

—Esto no es mi espalda.

Su mano se movía por voluntad propia, enredándose a su cuello,

pasando rozando sus dedos sobre la piel caliente allí. Ah. Sí.

Definitivamente de gallina.

Esto hizo que volviera a temblar.

La miro con intensidad, su mirada verde, fija, compeliéndola,

atrapándola.

—Todavía no es mi espalda. —Sin otra opción, Claire dio un paso

más cerca. Todavía demasiado lejos para alcanzar su espalda desde donde

estaba parada. En cuanto dio un paso adelante, él también.

—Ahora… —Su voz ronca como un susurro—. Toca mi espalda.

Al segundo curvo su mano sobre su hombro y en la elevación del

músculo al lado de la columna, gimió.

—Esto es personal, Claire. Muy personal.

Jack esquivó su cabeza y fundió sus labios juntos.

La carne de gallina fue olvidada en el calor del beso, así como lo

fueron la propiedad y las tiendas por alquilar. Todo lo que Claire sabía era

sobre el gigante que estaba tomando posesión de su boca y de su voluntad.

El gigante que la arrastraba contra su cuerpo, moldeando sus caderas con

las suyas, presionando sus manos sobre su culo tanto que no tenía

ninguna otro opción, sólo acunarse contra la sólida erección de su pelvis.

Pelvis contra pelvis. Esto era sobre su coño frotándose contra su

polla. Su muy excitado, muy despierto y muy mojado coño. Y eso era su

clítoris hinchándose en respuesta. Su clítoris que le enviaba olas de deseo

con cada movimiento de sus caderas.

Su erección acariciaba su nudo sensible, y su mano se movía hacia

su trasero y caderas rítmicamente, empujándose siempre que el la

empujaba a ella, luego liberándola cuando se retiraba.

Se mecían juntos en una simulación de sexo. La única razón por la

que ahora mismo no estaba siendo llenada con su polla eran las capas de

ropa que los separaban.

Arranco su boca de la suya, jadeando con fuerza, pero no paró su

danza erótica. Sus ojos rebosaran de lujuria, de hambre cruda que le

transmitió una caliente convulsión hacia su columna.

—Lo juro, Claire, puede que solo haga un día que te conozco, pero

siento como si te hubiera estado esperando toda mi vida.

Cuando ella se tambaleó con la sensualidad de sus palabras y la

honestidad de su voz, él tropezó con ella. Pegando su pie detrás de su

tobillo, dio una patada a su talón y la bajó hacía el suelo.

Por segunda vez en dos días ella se cayó como un hipopótamo.

Pero no había contado con su fuerza o su tamaño. Donde en

cualquier otro momento ella se habría golpeado con fuerza, ahora él la

había cogido antes de que chocara contra el piso.

Sus brazos eran su red de seguridad, y más bien que caerse como

una piedra, fue bajada con cuidado sobre su espalda. Incluso cuando se

esforzó por coger aliento, él estaba por todas partes sobre ella. Su boca

estaba sobre la suya otra vez, mordisqueando con gula su lengua y sus

labios. Su pecho unido al suyo sobre el piso, y sus rodillas impulsando

para apartar sus piernas. Su falda se subió alrededor de sus muslos

cuando Jack se colocó entre ellos, y de nuevo su polla fue presionada

contra su coño.

Él estiró aquellas largas piernas suyas, colocó sus manos sobre sus

caderas y se meció contra ella.

Claire estaba bien con él allí, besándolo de nuevo, dándole su

lengua, sus labios y su boca. Sus brazos le habían rodeado los hombros, y

sus manos fueron enterradas en su pelo. No necesitó ningún estímulo

para levantar y dejar caer sus caderas a tiempo que las de él.

Jack podía no tener oído para la música, pero su cuerpo bailaba con

mágicos golpes.

Claire comenzó a llegar el clímax otra vez, alcanzando aquel orgasmo

que sin piedad había suprimido ayer. Ella habría gemido de placer, pero su

boca estaba ocupada, de otra forma entretenida, atraída por él.

Él debió sentir su entusiasmo creciendo porque se movió abajo más

duro y con más precisión, sobre la zona de su clítoris, haciendo que Claire

quisiera gritar por el estímulo.

Cuando ella se acercaba a la cumbre, cuando sus músculos se

apretaron en anticipación y sus muslos lo abrazaron apretándolo

alrededor de sus piernas, Jack se calmó y corto su beso de nuevo.

—Uh-uh, señorita Jones. —Su negación gutural casi la hizo gritar de

frustración—. No te vas a correr con esto. No conmigo restregándome como

un animal. —Él arqueó su espalda y dobló sus rodillas, levantándola.

Claire no podía contener su shock.

—¡No! —Maldito sea. ¿Dónde iba?

—Silencio, preciosa —murmuró y presionó un beso más suave sobre

su cuello—. No voy en ninguna parte. —Sus manos encontraron su camisa

y rápidamente desabrochó los botones. Cuando empujó con suavidad

dejando su blusa abierta, presionó besos suaves sobre cada milímetro de

la carne expuesta.

Si Claire pensaba que antes tenía la carne de gallina, ahora millones

de bultitos se expandían a través de su piel. Sus pechos empujaban contra

los límites de su sostén y sus pezones endurecidos como cuentas.

Jack levantó su cabeza para clavar su mirada en su trabajo manual,

e instintivamente Claire trató de cubrirse. No había ninguna necesidad de

que Jack viera como su estómago se desbordaba por encima de su falda.

Él aparto sus manos lejos.

—No te ocultarás de mí. Nunca. Tú… —Su voz se calmó cuando su

blusa estuvo abierta del todo, revelando su vientre.

El corazón de Claire se encogió. Había llegado el momento. Su

decepción era inminente.

Ella giró su cabeza de lado y cerró los ojos, no queriendo afrontar la

prueba visual de su aversión.

—Tu… —Intentó decir de nuevo, pero pareció no tener suerte para

expresar su desilusión.

Los músculos de Claire se tensaron, preparándose para el rechazo.

Se arrepintió rápidamente. Esta era solo su culpa por dejar que las cosas

llegaran tan lejos. Su propia culpa por perderse en su sabor y su cruda

sensualidad. Solamente debería haber dejado las cosas como estaban,

haberlo abandonado dejando su fantasía intacta.

Las lágrimas acudieron a sus ojos, apretó sus parpados cerrándolos,

haciéndolas contenerse. Ahora cada vez que tuviera que afrontar a Jack,

sabría que no había cumplido con sus expectativas. Eso si alguna vez

pudiera afrontarlo otra vez. ¿Tal vez ahora podría ocuparse Maddie del

acuerdo de alquiler?

—Cristo, Clare —pudo decir Jack por fin, su voz tan ronca que no

tenía ni idea como fue capaz de hablar en absoluto—. Eres hermosa.

Ella se congeló.

—Tan… real, tan jodidamente atractiva.

—¿Qué?

Sus dedos rozaron su vientre.

—Eres la fantasía de todos los hombres.

Se giró para mirarlo, abriendo sólo un ojo por si acaso le estaba

jodiendo, pero él aún no lo notó. Su mirada estaba fija sobre sus pechos, y

su expresión era reverente.

No había ninguna indirecta decepción sobre su cara. Si había algo,

que Jack parecíahechizado, encantado por ella. Por su cuerpo dañado.

Levantó su mano y cubrió su pecho con ella, su aliento saliendo

hacia fuera.

—Eres toda una mujer, Claire. Mil sueños húmedos en un paquete

perfecto. —Estrujó su pecho. No con fuerza, solamente lo bastante como

para dejarla desesperada por más—. Q… quiero tocarte tan

desesperadamente. —Él sacudió su cabeza—. Pero necesito más probarte.

Tiró de la copa de su sostén hasta que su pecho sobresalió hacia

fuera, y luego su cabeza sustituyó su mano, y su boca estuvo sobre su

pecho, sus labios tirando de su pezón.

El calor comenzó a explotar en su vientre.

Su lengua mojada, caliente lamiendo el brote sensible, y sus dientes

mordisqueados alrededor de él. Claire arqueó su espalda, ofreciendo más

de ella a su inquisitiva boca, atontada por no sólo oír su admiración, sino

por sentirla en su lactación sensual.

Le liberó el otro pecho, acariciándolo con su mano, acariciando el

pezón, agarrando su pelo con un punto de dolor antes de dirigir a su boca

al pico tenso y catando el otro pecho con su mano.

—Jack… —No podía ocultar el asombro en su voz, la interrogación

en su tono. ¿Realmente podía desearla tanto?

—¿Mmm? —La alegría en su mascullada respuesta era toda la que

necesitaba.

—N… nada.

Liberó su pezón con un ligero "pop".

—Pienso que estoy en el cielo. —Luego le sonrió, sus ojos nublados

por el deseo.

—¿Estás…?

—Mhmm. Ah sí. —Tomó ambos pechos en sus manos,

exprimiéndolos juntos y paso su lengua de un pezón al otro—. Pareces

sorprendida. —No contestó, demasiado tímida para confesar la verdad.

Su mirada estaba fija sobre su cara otra vez, más clarificadora de lo

que lo había sido hace unos segundos.

—¿Claire? —Ahora estaba preguntando en su tono.

Parpadeó y trató de apartar su cabeza lejos para no encontrarse con

su entrometida mirada fija.

Su pregunta la paró.

—¿Tienes duda acerca de que pudiera encontrarte exquisita? —

Buscó sus ojos como si pensara que vería la verdad en sus profundidades.

No quería admitirlo, no quería que viera su inseguridad, pero por su

expresión preocupada, sospechó que ya había adivinado la verdad. Todo lo

que pudo manejar fue un leve asentimiento.

—Cristo. —Su mirada clavada con incredulidad—. ¿Tengo una

maldita erección, no puedo mantener mis manos o mi boca lejos de ti, y

estoy a dos segundos de arrancar tu falda y enterrar mi polla en tu

increíble cuerpo, y tienes dudas del efecto que me causas?

Cerró sus ojos, incapaces de seguir examinando los suyos

demasiado perspicaces.

—S... soy una mujer grande, Jack —dijo, como si eso lo explicara

todo.

—Soy un hombre grande, Claire. Mucho más grande que tú.

—Pero… eres perfecto. —Ah, Dios. Esto era insoportable—. Un

espléndido gigante.

—Y tú una belleza escultural. ¿Cuál es tu punto?

—¿No te preocupa mi tamaño?

—¿Estás loca? —Su risa era de pura incredulidad—. Me encantará

follarte. —Como si demostrase su punto, enterró su cabeza entre sus

pechos otra vez y chupó amorosamente sus pezones.

—Me encanta no tener que tratarte como una muñeca de porcelana,

no tengo que preocuparme de que te rompa si te beso con demasiado

fuerza. Y me encanta lo malditamente bien que sabes. Y que te sientes.

No había ninguna razón para negar sus acciones. Nadie podría

comprometerse en su adoración sin sentir al menos alguna atracción.

En segundos Claire se retorcía, jadeaba y mendigaba por más.

Jack se lo dio, dejó sus pechos para dejar un rastro de besos hacia

abajo por su esternón, sobre su vientre, sobre la cintura de su falda.

Arremolinó su lengua justo encima de su ombligo.

Su mano encontró el dobladillo de su falda y lo empujó sobre sus

muslos hasta que el aire fresco rozó su entrepierna.

—¿He de compararte con un día de verano? 2

Claire se forzó a apartar sus miedos e inhibiciones. Se forzó a que

simplemente le agradase el placer de ser tocada por este hombre, adorada

por él.

—¿Citas a Shakespeare? —preguntó sonriendo sin aliento.

—Lo hago. Por dos motivos. —Pasó rozando su mano sobre su muslo

izquierdo—. Uno, así nunca olvidarás cómo de realmente maravillosa eres.

—Su dedo tocó sus bragas, y Claire casi dejó de respirar—. Y dos, para

recordarte que no soy el despiadado administrador de propiedades que

piensas que soy. Hay más en mí que inspecciones de tiendas y arriendos.

—Levantó su cabeza para clavar la vista en sus piernas expuestas, y otra

vez su aliento silbó de entre sus labios, emplumándose sobre su piel,

haciéndola temblar.

—Eres profesor también. No lo he olvidado. —No había olvidado ni

sola una cosa sobre él. Dudaba hacerlo alguna vez.

2 Parte de un soneto de William Shakespeare.

—Bien. Entonces deberías saber que esto no es sobre la adquisición

de una tienda que no quieres. No es una distracción sobre la otra tienda

tampoco. Es sobre tú y yo.

Claire y Jack, y la atracción que ninguno de nosotros parece ser

capaz de negar.

—Yo… no puedo negar nada cuando me miras así.

—¿Cómo?

—Como si fuera el almuerzo.

Sacudió su cabeza.

—No un desayuno. Ni siquiera un día de verano. Eres más

encantadora y más delicada.

—¿Que el desayuno o que un día de verano?

—Que cualquier cosa que alguna vez he visto sobre la tierra. —Esta

vez cuando bajó su cabeza, no chupó sus pezones. Su boca se posó

firmemente sobre sus bragas, exactamente donde su clítoris pulsaba

contra la seda.

Jack presionó un beso suave allí, y Claire se sacudió de placer.

Enterró su nariz contra su clítoris e inhaló, luego gimió, un sonido

mixto de dolor y regocijo.

—Joder, que bien hueles.

El calor líquido se reunió entre las piernas de Claire, y abrió sus

muslos, dejándolo sin siquiera pensar en negar el acceso. ¿Cómo podría

apartarlo cuando hacía que su cuerpo llorase y tartamudease su corazón?

¿Cómo podría apartar a alguien que la miraba como Jack lo hacía?

¿Cuándo el hambre en su mirada clavada era casi tan evocadora como la

tentación de sus labios?

—Vientos fuertes agitan los adorados capullos primaverales. Y la vida

del estío no será extensa —dijo Jack.

Abrió su boca y aspiró su clítoris sobre sus bragas. Claire dejó de

pensar en nada. Entre Shakespeare y Jack, era un saco tembloroso de

despiertas hormonas femeninas. Dejó caer su cabeza al suelo, cerró sus

ojos y saboreó su ataque pecaminoso. ¿Grande? Bien, sí. Claire no era

pequeña y frágil. No significaba que no fuera la mujer más sexy que Jack

jamás hubiera encontrado, que jamás tuviera el placer de besar. Merecía

tener la belleza de las palabras del viejo bardo regadas sobre ella.

—A veces el ojo del cielo brilla con demasiado ardor. Y a menudo su

cutis de oro se desvanece.

Diciéndoselo se arrodilló entre sus piernas, resbalando su dedo bajo

la seda de sus bragas y apartándolas, exponiendo su dulce coño a su boca.

Le gustaba su tamaño. Le gustaba que no tuvieras que tenerla entre

algodones por miedo a herirla. Con su prisa por ponerse cerca de ella, la

había abordado sobre el suelo, por Dios. Dos veces.

No era solamente el agradable cambio de tener a una mujer que

podía enfrentarse con su tamaño. Esto era una enorme y jodida conexión.

Jack se dio un banquete con su clítoris, lamiéndolo, chupándolo,

besándolo y lamiéndolo una vez más. Él hizo el mismo con su raja,

extendiendo los labios de su coño con sus pulgares y lamiendo sus jugos.

—Y toda belleza a veces pierde belleza. Por el destino, o por el

inconstante curso de la naturaleza.

Era difícil no notar lo increíblemente que Claire respondía a sus

palabras. Siempre que citaba a Shakespeare, ella se mojaba un poco más.

Esta vez soltó un sollozo ahogado y lo exprimió entre sus muslos, la suave

carne satinada apretada contra sus orejas. Sí, Claire era una sólida mujer,

pero eso solamente le daba más de ella para apreciar.

—Pero tu eterno estío no desaparecerá. Ni perderá esa belleza que tú

posees.

Joder, luchaba para hablar, luchaba para mover su boca lo

bastante lejos de ella para soltar las palabras. Le gustaba su sabor, le

gustaba su respuesta. Le gustaba como había olvidado su timidez e

inhibiciones y sencillamente se había entregado a su toque.

Su propia excitación se movió poco a poco levantando otra muesca,

si fuera posible. Estaba tan encendido, tan caliente, que su polla le dolía

como el infierno. Si desabrochara sus pantalones, podría liberar su polla y

se masturbaría él mismo, solamente para conseguir algo de alivio. Pero no

era sobre él. Era sobre Claire. Sobre hacerla sentir tan hermosa como

pensaba que era.

—Ni la muerte en sus sombras te reclamará. Cuando en las líneas de

la eternidad tú crezcas.

Arrastró su lengua de su clítoris, sobre su coño, hacia abajo, casi

alcanzando su rosetón oculto.

Se congeló. Sus gemidos suaves se calmaron. Incluso hizo que

aguantara su respiración. Pero no se opuso.

Jack le sonrió abiertamente, y se envolvió en la observación de fuera

de su alcance, otra vez. Entonces repitió la acción, una y otra vez,

esperando que cogiera aliento nuevamente y que sus gritos de placer

llenaran el cuarto.

No tuvo que esperar mucho tiempo. Su cuerpo se puso rígido bajo

sus manos.

Sus caderas fueron contra su cara y se corrió. Todo alrededor de su

lengua.

Su cuerpo convulsionó en pequeñas y agudas sacudidas. Sus

muslos fijaron su cabeza a su coño.

Jack la lamió hasta su punto culminante, probando su placer, su

polla palpitando al mismo tiempo de su liberación, desesperada por

obtener la suya.

Largos segundos pasaron hasta que el orgasmo de Claire onduló por

ella. Larga satisfacción, frustrantes segundos para Jack.

Lamentaba no haber podido ver su cara, su expresión, examinado

sus ojos. Deseaba haber podido mostrarle su propia satisfacción, su

triunfo al liberarse. Pero ante todo sencillamente disfrutó de su clímax.

Y cuando finalmente sus caderas se dejaron caer sobre el suelo, sus

muslos se aflojaron y ella tiró de su pelo, separándolo de su coño

emitiendo impulsos, levantó sus hombros, miró fijamente sus aturdidos

ojos como él había querido y dijo:

—Mientras los hombres sigan respirando, o los ojos sigan viendo.

Seguirá vivo esto, y esto te dará vida a ti.

El cuerpo de Claire se estremeció otra vez en lo que Jack sospechó

que podría ser otro diminuto orgasmo.

Todavía temblando, y con las vibraciones exquisitas de éxtasis

ondulándose por ella, Claire miró al hombre que acababa de llevarla hacía

nuevas alturas, y con las que había pensado que podría desmayarse de la

dicha.

Sus labios estaban mojados por sus jugos, y mientras su fija mirada

se lo decía, limpió su boca con un dedo largo, luego chupó el dedo

limpiándolo.

—Mmmm.

Claire no podía hablar. No tenía aliento. En cambio tiró de su pelo,

tirándolo más cerca. Pronto cuando ella pudo alcanzar sus brazos, tiró de

ellos y después agarró sus caderas y tiró hacia delante exactamente donde

lo quería. Sentándose a horcajadas sobre su pecho.

Sus ojos se oscurecieron mientras la miraba hacia abajo, a su cara,

y su labio inferior se dejó caer abierto, emitiendo otro silbante sonido al

que ella se estaba haciendo adicta rápidamente.

Habría reído encima de él, pero lo olvidó cuando se perdió en su

expresión. Como sus dedos trabajaron febrilmente sobre su cinturón,

desabrochándolo, luchando con su botón y luego dando un tirón abajo a

su cremallera, su mente leyendo cien emociones en sus ojos.

Satisfacción, hambre, lujuria, felicidad, frustración, alegría, placer,

avaricia, necesidad…

Dejó de evaluarlo cuando sus manos encontraron su polla y la

liberaron de los límites de su bóxer de algodón. Jack ayudó con esto,

empujando abajo a sus pantalones así le daba fácil acceso tanto a su

impresionante erección como a sus apretadas bolas.

Juró suavemente mientras provisionalmente envolvía una mano

alrededor de su grueso eje y acaricio su escroto con la otra.

—Más apretado —exigió, y cerró su puño alrededor de él—. Sí,

hermosa. Así.

Su aprobación aumentó su confianza, y le sostuvo un poco más

firmemente aun, bombeando con su puño.

Las gotas de líquido pre seminal cayeron.

Claire levantó su cabeza y los lavó lejos, el sabor fuerte de su deseo

cubriendo su lengua. Dios, sabía bien. Se sentía bien también. La piel

sedosa suave se estiró tensa, más dura que el hierro.

Separó sus labios, tomando la cabeza de su polla en su boca,

probando su contorno, pasando su lengua alrededor y alrededor, hasta

que gimió y engancho sus caderas, dirigiendo un poco más de su longitud

en su boca.

Ella dejó caer su cabeza al suelo, tirando de sus muslos, y se inclinó,

tomando su tenso cuello.

Necesitaba todo de Claire. Se atiborró de él, tomando tanto de su

longitud como ella podía, tomándolo profundamente, envolviéndole con

sus mejillas y lengua, y liberándole en un ritmo lento, estable.

—Cristo, Claire —gimió—. Lo que me haces… —Cayó adelante,

estirándose sobre ella, tomando su peso sobre sus brazos, como si hiciera

flexiones, y Claire medio deseada poder ver la parte de arriba de su cuerpo,

mirar los músculos de sus brazos y sus hombros doblados y en aumento.

Sólo deseaba la mitad, porque nada sobre esta tierra de Dios conseguiría

apartar la boca de su polla. Nada le impediría darle tanto placer como él le

había dado.

Ella dejó caer un dedo por delante de sus pelotas hacia la frágil piel

detrás, dibujando pequeños círculos eróticos allí, y fue recompensada por

el empuje en su boca.

Durante un segundo ella pensó que podría ahogarse por su gran

tamaño mientras estaba con su mandíbula estirada al máximo. Pero se

forzó a respirar por la nariz y relajar los músculos de su garganta,

permitiéndole deslizarse dentro un poco más profundo.

De todos modos, él era un hombre grande, y no había ningún modo

de que pudiera encajar entero. Así que otra vez envolvió su puño apretado

alrededor de su polla, esta vez sobre la base, y lo bombeó a tiempo con sus

empujes.

Entre su puño, su boca y su dedo, calculó que tenía todas las bases

cubiertas.

Debía haberlo calculado bien, juzgando los gemidos que emitía.

—Jesús, Claire, joder…

Sus muslos se giraron para mecerse encima de su pecho. Cada para

entrometerse su cuerpo se puso tieso.

—No pares. Por favor, Dios, no pares nunca.

No paró. No disminuyó el ritmo ni durante un segundo. No antes de

que él se pusiera rígido encima de ella, solamente durante el más corto de

segundos. Y luego ella tomó tanto de él en su boca como le fue posible,

sostuvo su polla envuelta más apretadamente, y siguió haciéndole

cosquillas detrás de sus pelotas.

Jack se corrió con un gruñido feroz. Chorro tras chorro de semen

pulsando de su polla, llenando su boca y deslizándose hacia abajo por su

garganta. Aguantó mientras pudo, hasta que los pulsos redujeron la

marcha y se secó, y luego lo tragó todo.

Gimió larga y ruidosamente encima de ella. Un último

estremecimiento tembló por él, antes de que sus músculos se relajaran y

ella lo dejó deslizarse de su boca. Se tumbó a su lado, derrumbándose

junto a ella en el suelo.

Durante un largo instante, el único sonido que llenó el cuarto fue su

respiración desigual.

Entonces arrastro los pies abajo hasta que su cabeza se igualo a la

suya, apoyándose en ella, y sellando su boca sobre la suya. No fue un beso

largo. No como los anteriores. Pero fue feroz, era caliente, y sabia como el

sexo.

Y cuando se terminó, Claire sabía, más allá de la sombra de toda

duda, que una felación nunca, ninguna vez sería bastante para ella.

No estaba segura de cómo había pasado, o cuándo, ya que sólo lo

conocía hacía dos días y la mayor parte de ese tiempo lo habían pasado

discutiendo. Pero cuando Jack se corrió, quiso el lote completo, no solo el

magnífico orgasmo sobre el suelo de la tienda.

6 Traducido por Je_tatica

Corregido por Pachi15

o lo sé —dijo Julia, con la cara pensativa—. Tal vez no sea

una mala opción.

Ella, Claire y Maddie se sentaron a desayunar en

una cafetería de moda en Glebe metros de distancia de la propiedad que

Jack le había mostrado ayer.

—No es demasiado lejos —ofreció Maddie.

—Es en el otro lado de la ciudad. —Claire las miró como si se

trataran de dos nueces—. No hay atajo desde Clovelly en Glebe.

—Es el otro lado del centro de la ciudad —dijo Julia con calma—. No

es el otro lado de Sydney. No es como si nosotros tuviéramos que viajar a

Parramatta. Además, me gusta Glebe. Cuenta con algunos de mis

restaurantes favoritos. Y un verdadero ambiente marchoso. Hay algo muy

atractivo sobre él.

Claire hizo un gesto hacia la gente sentada a su alrededor.

—Está lleno de estudiantes. No es de extrañar que os guste. —Julia

le sacó la lengua.

—Sí, sí, búrlate de mi edad. El hecho de que terminé la UNI hace dos

años no quiere decir que sea muy joven para tomar decisiones.

—No me estoy burlando de tu edad, solo por esta vez. Sólo estoy

señalando un grupo demográfico básico de Glebe. Está lleno de

estudiantes de la UNI. Y los estudiantes de UNI no son nuestro mercado

—N

objetivo. Nuevos padres. Diferentes etapas de la vida. Glebe es el lugar

equivocado.

Maddie levantó la vista de su iPad.

—No estoy convencida de ello, Clairey. Hay una escuela primaria a la

vuelta de la esquina para empezar, y justo Googlear guarderías en Glebe.

Hay al menos una docena sólo en esta área, y esa cifra no tiene en cuenta

los suburbios vecinos.

—Además, una tienda de aquí se abre negocio al interior del Oeste

—dijo Jules—. Tal vez Jack Wilson tiene razón.

—Hablamos sobre el Interior del Oeste. Y el interior de la ciudad, y

decidimos en contra de ambos —les recordó Claire.

—Debido a que preferimos la idea de Rose Bay. Glebe todavía estaba

en la lista de los diez barrios que se adaptan a nuestras necesidades —les

recordó Maddie—. Mira, si hubiéramos conseguido la tienda sin ningún

problema, la hubiéramos tomado. Pero no lo hicimos, y no sé ustedes, pero

no me siento con ganas de ir a los tribunales por ello. Sí, estoy cabreada.

Pero no tengo ganas de gastar el dinero en un pleito. No si tenemos una

alternativa decente. Prefiero bombear el dinero en las dos tiendas o en la

compra de nuevas acciones.

—Y si estamos hablando de dinero, no se puede pasar por alto el

precio del alquiler. Es bueno. Demasiado bueno para ignorarlo —añadió

Julia.

Maddie asintió.

—De acuerdo. Dijiste que la tienda era agradable, ¿Clairey?

—La tienda es perfecta —admitió a regañadientes—. Si pudiéramos

cogerla y moverla a Rose Bay, tendríamos la vida resuelta.

—Pero no podemos, así que no vamos a pensar en eso.

Maddie tomó un sorbo de café.

—Creo que deberíamos tomar a la tienda si no por otra razón que

éste es el mejor capuchino en Sydney. Podría acostumbrarme a trabajar al

lado de este café.

—Oh, qué gran razón —murmuró Claire, sorprendió a sus hermanas

que estaban teniendo a la tienda como una seria consideración. Ellas

continuaron debatiendo los pros y los contras de Glebe hasta que se acabó

el desayuno y era tiempo de conocer a Jack.

Ayer, ella estuvo de acuerdo en mantener la mente abierta y llevar a

sus hermanas de paso a ver la propiedad antes de trabajar hoy. Sólo

traerlas aquí fue un gran paso para Claire, que todavía sostenía

tenazmente a sus creencias deberían tener la tienda de Rose Bay. Pero,

¿francamente? Ella habría aceptado cualquier cosa que Jack hubiera

sugerido. Su cabeza había estado tan llena de los placeres que había

llovido sobre ella, que había encontrado que no podía negarse

absolutamente nada.

Sintiéndose repentinamente tímida de verlo de nuevo, Claire se hizo

cargo de la factura antes de que Julia y Maddie se adelantaran a la tienda.

Ayer habían sido atrapados en el calor de la pasión. ¿Y si hoy Jack no

mostraba ningún interés? ¿Y si se había despertado esta mañana para

encontrar que la química se había desvanecido?

Se había quedado dormida pensando en él y despertado de la misma

manera. Guardar las distracciones a sus hermanas siempre, había más o

menos estado en su mente desde que lo dejó en su oficina ayer.

Ella tenía otro problema. ¿Qué pasaba si en su emoción al verlo hoy,

le saltaba en plena luz del día, mientras que sus hermanas miraban?

Claire casi se rio de su choque imaginado. Ella no les había dicho nada

sobre el aspecto personal de ella y la relación con Jack. No había estado

dispuesta a compartir los deliciosos detalles.

Arrastró sus tacones para pagar, luego tomó un lento paseo a la

tienda. La puerta estaba abierta, y su G.G. estaba dentro, hablando con

sus hermanas.

El corazón de Claire golpeó en sus costillas, y sus rodillas se convirtieron

en gelatina.

Su hermana pequeña, la más pequeña de las tres niñas Jones,

coqueteó con Jack mientras Maddie caminaba alrededor de la sala,

echando un vistazo a la estantería y el trabajo de pintura.

Una ola de envidia se apoderó de Claire, sorprendiéndola.

¿Celos? ¿De su propia hermana? ¿O era la capacidad de su hermana

para coquetear con tanta facilidad, mientras que Claire acababa todo

inhibida alrededor de los hombres a los que desea? Se aclaró la garganta.

—Señor Wilson.

Levantó la vista, y una amplia sonrisa dividió sus mejillas,

mostrando su hermoso hoyuelo.

—Señorita Jones.

Su mirada recorrió su cuerpo, de su cara, hasta los pies, y una copia

de seguridad de nuevo. El deseo brillaba en sus ojos, diciéndole que su

reacción a ella ayer no había sido un golpe de suerte loca. Ni que la

química se había menguado.

—Has conocido a mis hermanas, ya veo.

—Se presentaron hace unos minutos.

—Me encanta la tienda, Jack —anunció Julia—. Me encanta.

Maddie fue más moderada.

—Me gustaría ver las otras habitaciones antes de tomar una

decisión.

Jack le tendió la mano hacia la entre-puerta principal.

—Por favor, adelante. Echad un vistazo, y aseguráos de echar un

vistazo a la sección de almacenamiento también.

Maddie y Julia desaparecieron en la trastienda mientras Jack se

acercó a Claire.

—Buenos días, hermosa. —Su mirada potente le hizo contener el

aliento.

Tenía la intención de ser cortés. Honestamente. Pero al segundo en que

captó el olor de su colonia, de ese magnífico aroma amanerado, sus

modales se dispersaron, sus palabras se desvanecieron y el instinto se hizo

cargo. Ella agarró la corbata, tiró de él hacia delante, y robó sus labios en

un beso abrasador.

Afortunadamente, Jack fue más rápido para responder a sus

insinuaciones de lo que lo había sido ella. Él le devolvió el beso con tanto

entusiasmo como ella lo besó. En el instante en que sus labios se tocaron,

la química entre ellos se desató y el calor la atravesó, un recuerdo ardiente

de la pasión que habían compartido en la misma habitación que sus

hermanas ya exploraban.

También suerte para ella, que Jack tuviera un excelente oído, porque

Claire se perdió a sí misma en su pasión ardiente. Ella le habría besado

por el resto del día no se habría alejado con un áspero gemido, un instante

antes que Maddie volviera a entrar en la parte delantera de la tienda.

—Clairey —dijo ella, levantando una ceja cuando su mirada se posó

en Claire.

—¿Puedes venir a la sala de atrás por un minuto?

—Por supuesto. —Claire sonrió, pero Maddie sabía por qué le dio esa

mirada penetrante. Le ardían las mejillas y sus labios estaban hinchados y

exhaustivamente besados—. Discúlpanos —le informo a Jack.

—Adelante. —Él salió de su camino.

Afortunadamente Maddie no hizo preguntas, a pesar de que le lanzó

a Claire una mirada de Yo-sé-lo-que-hiciste.

En menos de un minuto para evaluar lo que sus hermanas querían,

y Claire sabía que no importaba lo obstinada que fuera, en esta lucha en

particular ella iba a tener que ceder.

—Tenemos que tomar la tienda —insistió Julia.

—Es perfecto —acordó Maddie—. Absolutamente perfecto.

Podríamos abrir el negocio la semana que viene. Todo lo que tenemos que

hacer es mover adentro, instalar y poner un cartel.

—Firma el contrato de arrendamiento —instó Julia—. Pregunta si

podemos añadir una cláusula sobre la base de la rentabilidad. Si, como se

temía, la tienda no se rompe, incluso después del primer año, entonces

podemos tener una opción de rescindir el contrato de arrendamiento. Sólo

para que no nos atemos en un contrato que no queramos en doce meses,

pero no creo que va a suceder. Sólo firma los malditos papeles.

—¿Y renunciar a la tienda de Rose Bay? —Esto para Claire era lo

esencial. Admitiendo que había un escenario alternativo que no había

considerado. Una alternativa viable.

—La tienda de Rose Bay no tiene nada de esto —dijo Maddie—.

Aparte de la ubicación, esta tienda es mejor en todos los sentidos.

Claire miró de una hermana a otra y no se molestó en discutir.

Estaban en lo cierto. Acerca de todo. Ella había estado tan inflamada por

la otra tienda de su firma de debajo de la nariz, que no había estado

dispuesto a dejarlo ir.

Jack había hecho lo imposible. La había convencido, y a sus hermanas,

que no tiene que tener la tienda de Rose Bay. Glebe era una buena zona

para abrir su tienda. Quizás no sea el mejor, pero sospechaba que iban a

hacer bien aquí.

Que era fantástico para los negocios, pero se abrió un nuevo

problema para ella.

Si ella firmaba el contrato de arrendamiento, no tendría ninguna

razón para reunirse con Jack después de que entregara las llaves. Su

abuelo volvería a trabajar, y Claire trataría con el anciano a partir de

entonces.

Eso significaba que ya sea que ella y Jack fueran por caminos

separados, una idea que ella odiaba, o intentaran llegar a conocerse entre

sí a nivel personal, con independencia de los arrendamientos y propiedad

visionados, una idea que la asustaba muchísimo.

Una gran elección.

Ante la insistencia de Maddie, Claire llevó a Jack de vuelta a sus

oficinas. Porque no había una modificación del contrato de alquiler, una

opción para romper el acuerdo después de un año, que se había acordado,

aunque sospechaba que no era normal la práctica los papeles necesarios

para ser reimpresos, y todos decidieron que sería mejor para conseguirlo y

firmados tan pronto como sea posible.

Maddie y Julia se despidieron para abrir Li’l Books and Bits, con la

promesa de que Jack dejaría a Claire allí tan pronto como el negocio fuera

atendido.

Si él iba a cumplir su promesa, tendría que hacer frente a las cosas

personales en primer lugar. Y así lo hizo. Al segundo que entró en la

oficina, Jack cerró la puerta detrás de él, agradeciendo a los poderes

fácticos de que Big Jack trabajara solo.

Sin darle la oportunidad de mirar a su alrededor, tiró el maletín al

suelo, apoyando a Claire contra la pared, y la besó como si hubiera

querido besarla desde que se habían dicho adiós el día anterior. Él tomó

su boca con la lengua en un hambriento beso casi salvaje que hacía que la

sangre brotara de su polla y dejara a Claire jadeando eróticamente.

La charla en el coche no había humedecido su pasión ni una jota.

En todo caso, escucharla hablar su voz recién despertó en marcha

mientras atrapados en un espacio cerrado solamente alimentaba su deseo.

Su sincero agradecimiento había calentado su corazón, y su

confesión de que había estado en lo cierto acerca de la tienda de Glebe

había hecho maravillas para su confianza.

Tal vez podría hacerlo con éxito en este negocio. Tal vez, si él lo

consideraba una opción a largo plazo, podría ayudar a que la empresa

prospere y crezca. Sabiendo que había encontrado una buena propiedad

para las hermanas Jones se sintió fantástico. Un día, Jack podría incluso

ser capaz de acostumbrarse a este tipo de trabajo.

Jamás amaría esto tanto como le gustaba enseñar, nunca sentiría

una pasión por ello. Pero él sería capaz de permitirse un montón más. Al

igual que establecerse y formar una familia... una idea que curiosamente

realizaba un inmenso atractivo, ahora que él había conocido a Claire.

Sus manos trabajaron en su camisa, tirando de él desde sus

pantalones y tirando hacia arriba de la cintura y los pechos. Por una

fracción de segundo que lamentaba tener que liberar sus labios, pero los

beneficios de la sacar la camisa sobre los hombros pesaba mucho, la

ausencia temporal de su boca.

—Supongo que esto quiere decir que estamos haciendo lo personal,

después de todo —dijo Claire mientras lo ayudaba, sacando del material

ofensivo.

—He estado haciendo lo personal contigo desde que entré en la

tienda de Rose Bay. —Él selló sus labios juntos de nuevo.

Jack no dejó las cosas así. No cuando sus manos le picaban para

sostener todo el peso de sus pechos. Ayer su acceso había sido limitado

por el sujetador. Hoy, llegó detrás de ella, desabrochó los ganchos y lanzó

el sujetador al otro lado de la habitación. Cuando sus manos encontraron

sus generosos pechos y los ahuecó, de nuevo tuvo que romper el beso.

Esta vez, debido a que un gemido irregular rasgó su garganta.

Fuerte, suave, redonda, femenina.

Cristo, nunca quiso dejarla ir. Estaría contento con acariciarlos por

la eternidad. Él se apartó de ella para admirar su semi-desnudez. Admirar

a Claire con nada que obstruya la vista desde la cintura para arriba.

Inmediatamente sus brazos cubrían su desnudez.

Sus acciones le habían sorprendido ayer y lo sorprendió otra vez

hoy. Que ella era tímida e incómoda con su magnífico cuerpo era un

crimen. Un pecado. Ninguna mujer que se pareciera a ella debe ser

inhibida o esconderse detrás de la ropa o los brazos.

—No. —Su voz era dura—. No te cubras. No de mí. Nunca jamás.

Ella lo miró, clara incertidumbre en sus ojos.

—Claire —susurró—. Eres hermosa. Perfecta. Tienes que creer eso.

Su sonrisa era tímida.

—Me haces sentir hermosa.

—Agárrate a esa sensación. Recuérdala siempre. Porque, si estoy

cerca o no, y tengo la intención de estar cerca demasiado, siempre debes

sentirte bella.

Su expresión cambió. De tímida a... ¿traviesa? Diablos, ¿era maldad

lo que veía en sus ojos?

Sus siguientes acciones confirmaron que se trataba efectivamente de

una travesura. En lugar de cubrirse a sí misma, tomó sus pechos,

sosteniéndolos juntos, así que cuando Jack bajó la mirada a su pecho una

vez más, fue recibido con dos gordos, globos gloriosos empujando a su

encuentro y dos pezones hinchados asomándose a él.

Enterró la cabeza en su plenitud, frotando primero una mejilla

contra el pecho y luego el otro contra su otro pecho. Cuando no pudo

contenerse más, tomó su pezón en la boca y lo chupó, haciendo que Claire

gimiera.

Ella no permaneció inactiva. No, las manos de Claire estaban

ocupadas.

—No es justo que seas el único que llegue a jugar —le dijo.

Sus dedos estaban en su botón de la bragueta, y sus pantalones

estaban siendo empujados por las caderas y por sus piernas. No sólo los

pantalones, los calzoncillos también. Se quitó los zapatos y los pantalones

y boxers cayeron al suelo. No les dio otro pensamiento.

¿Cómo podía, cuando el puño caliente de Claire se había cerrado

sobre su polla hinchada? ¿Cuándo el pulgar limpió la hendidura de su

glande, frotando previamente sobre él?

—Quiero tener un poco de diversión también.

Jesús, experta con la mano podría ser muy tentador, quería más. No

la mano. No en su boca. Quería enterrarse en su coño. En el mismo dulce,

y mojado coño hinchado en el que había festejado el día de ayer.

Sin soltar el pezón que lamía, imitó las acciones de Claire,

deshaciendo sus pantalones y empujándolos hacia abajo por sus piernas.

Tan pronto como llegaron las bragas a sus rodillas, hizo girar su dedo

sobre sus labios vaginales, y casi cayó de rodillas cuando el líquido

caliente se derramó sobre su mano.

Ella se rió con voz ronca.

—¿Qué? ¿No hay Shakespeare hoy?

Jack sacudió la cabeza, distraído. Apenas podía recordar quién era

Shakespeare en este punto, y mucho menos identificar citas apropiadas.

—Tengo la cabeza tan llena de ti en este momento, señorita Jones,

que no puedo pensar en otra cosa.

Enterró su dedo profundamente, profundamente en el interior de su

canal, por lo que Claire se estremecía.

—Jack... —Su voz era un susurro sin aliento, y sólo podía asumir

que su dedo la hizo olvidar a Shakespeare también.

Enterró un segundo dedo dentro de ella, amando el suave

deslizamiento, haciendo gala de un espasmo que rasgó a través de sus

paredes internas, atrapando sus dedos por un segundo.

—Oh, Dios mío. Eso se siente bien.

Joder, estaba mojada. Tan mojada. Tan tentadora. Frotó su pulgar

sobre su clítoris, y su nombre brotó de su garganta.

Su puño bombeaba su polla, juntando lo estrechó en sus garras

caliente, haciéndole ver las estrellas.

Deslizó sus dedos mojados de su coño, y recordando su respuesta a

la broma de ayer, deslizó su mano hacia atrás, entre los globos llenos de

sus nalgas, y encontró su agujero oculto, acariciándolo.

Ella dejó de respirar. Su puño se detuvo alrededor de su erección.

Jack mojó su dedo en su interior, nudillo profundo y Claire gritó. El

sonido resonó a través de él, el envío una nueva oleada de sangre a su

pene.

—Jack —gimió, su nombre una petición desesperada—. Por favor,

Dios. Fóllame ahora.

Por una fracción de segundo, Jack dudó. El mundo se volvió negro.

Claire suplicando le hizo algo. Hizo aumentar la lava fundida en sus bolas.

Lo convirtió en una manera que nunca supo que un hombre podía estar

encendido. La mujer que lo había amenazado con acciones legales, que se

había negado a participar con él en caso de que ella debía involucrar a un

abogado en su relación, ahora le rogaba.

¿La escultural y hermosa señorita Jones quería que la follara?

¿Quién era él para negarse? ¿Cómo podía negarse cuando las imágenes de

pasar el resto de su vida dándole placer bailaban a través de su

imaginación?

Aliviando su dedo de su agujero, se dejó caer de rodillas, revuelto

por sus pantalones, encontró su cartera, y agradeció a Dios que tenía el

sentido común para mantener el condón ahí todo el tiempo.

En un instante, su pene estaba cubierto, y él estaba de nuevo en pie,

con la boca pegada a Claire, la mano en su culo, acercándola.

Ella extendió sus muslos, envolvió en una pierna alrededor de uno

de los suyos, abriéndose buscando su polla. Su mano estaba en su

erección, sujetándola, frotándola, dirigiéndola hacia ella.

Y entonces él estaba allí. A punto en el borde, su glande cepillando

sus labios vaginales, con el corazón latiendo en sus oídos.

Jesús, quería esto. Quería más de lo que quería aire. Quería a Claire

más de lo que quería a su próximo aliento. No podía creer que la hubiera

conocido hace apenas tres días. No parecía poder recordar un momento en

que no estaría perdidamente enamorado de ella.

—Hazlo —insistió, sin asomo de la tímida, inhibida mujer que él

había desnudado hace unos momentos. Esta era una Claire confiada, una

amante que sabía lo que quería. Exigía—: Fóllame.

Ella inclinó sus caderas hacia él, y Jack se perdió. Él hizo la única

cosa que podía haber hecho, lo único que quería hacer. Empujó hacia

arriba y dentro de ella, estupefacto por el éxtasis que se apoderó de él.

Jesús, mierda. Incluso a través del condón, su calor asaltó sus

sentidos. Ella era fuerte. Tan jodidamente apretada, su coño apretando su

polla. Agarrando en un asimiento amoroso que soplaba su mente y le hizo

querer entrar en el acto.

Claire no le mostró ninguna piedad, no le dio tiempo para

recuperarse. Ella sacudió sus caderas hacia atrás, deslizando justo afuera

su polla, dejando sólo la punta dentro de ella, y luego se lanzó hacia abajo,

envolviéndolo una vez más.

—No voy a durar, hermosa —dijo con voz entrecortada—. Ni siquiera

un minuto si sigues así.

—No necesitamos... la resistencia, mi magnífico... gigante. —Su voz

estaba sin aliento como la suya—. Sólo necesito que me folles.

No se retuvo después de eso. No iba lento. Jack la agarró por las

caderas, amando a sus curvas y la sensación de eterna gratitud por su

tamaño y robustez. Podía aferrarse para salvar su vida mientras conducía

en ella.

Y se condujo entre ella, impulsando su polla dentro de ella, profundo

y tirando hacia atrás con el impulso incontrolado, una nueva experiencia

para él, una libertad que nunca había tenido con otras mujeres.

Ella lo encontró golpe por golpe, igualando su entusiasmo y su

fuerza, gritando mientras la llenaba al máximo y quejándose mientras se

retiraba. Ella utilizó su cuerpo para equilibrar su cuenta, aferrándose a él

por su pierna no resbalándose mientras se mecía en su contra.

Como ella se había imaginado haciendo esa primera mañana en que

se conocieron, ella le clavó las uñas en la espalda, arañando su carne. Él

disfrutó de la picadura, amó la quemadura. El dolor sólo aumentó su

placer, y él la penetró más duro, más rápido.

Jack no se contuvo. No modero sus movimientos por temor a

causarle daño a su tamaño. Ella era más que su igual, más que capaz de

tomar todo lo que daba, y le da vuelta en la misma medida. Él la golpeó en

repetidas ocasiones, su polla surgiendo tan profundo dentro de ella como

pudo.

No duró mucho tiempo. No podía durar mucho tiempo. Era

imposible mantener ese tipo de presión.

Las bolas de Jack se fruncieron. Su polla estaba rígida como un

puto palo, y estaba rodeado por el cielo.

—Me voy venir, Claire —advirtió, deseando poder aguantar hasta

llegar a su punto más alto, pero dándose cuenta de que era incapaz de

aplazar lo inevitable—. No puedo contenerme.

—Vamos —gimió—. Hazlo. Vamos.

Eso fue todo lo que necesitó. Jack se sumergió en ella dos veces más

y perdió el control. Él llegó a su clímax, al igual que ella, su orgasmo

desgarrando a través de su eje, el semen brotando de su polla.

Y mientras él explotaba dentro de ella, ella se vino abajo alrededor de

él. Sus músculos internos apretaron su miembro palpitante, un guante

apretado abrazándolo, lo ordeño, haciéndolo aún más difícil.

Nunca había experimentado un orgasmo tan poderoso. Nunca se

sintió mareado después de tener sexo.

Pero en el momento en que su respiración comenzó a normalizarse,

su corazón se desaceleró a una carrera corta y su pene encogido a la mitad

de su tamaño, Jack estaba mareado. Ido. Embriagado por su belleza

amazónica.

Y a decir verdad, más que un poco enamorado de ella.

7 Traducido por Mokona

Corregido por Pachi15

omo habían arreglado todo después del firmar el arriendo,

Claire hizo su camino a pie cruzando el muelle, buscando un

pequeño barco pesquero con un toldo negro y el nombre Big

Mac pintado en el costado.

Se preguntó brevemente por qué no se llamaba Big Jack.

Jack la había invitado a ir a pescar con él. Ya que era sábado de

vacaciones, y Julia decidió centrarse en la tienda, Claire estaba libre. Lo

cual significaba que podrían pasar todo el día juntos.

Ella inhaló nerviosamente. Una cosa era discutir sobre acuerdos de

propiedad y contratos de arrendamiento o burlarse de su terrible voz. No

había apostado nada en Jack en aquel entonces.

Pero todo había cambiado ahora. Jack se había alejado de ella.

Exponiendo una increíble cantidad de confianza en sus habilidades

para arreglar las cosas después de fastidiar el contrato de arrendamientos

de la bahía Rose. Le había encontrado una tienda que sabía que ella

adoraría, y las había salvado a ella y sus hermanas de abrir un archivo de

litigio y gastar tiempo y dinero buscando otra tienda. Si, él había hecho

esto tanto sí mismo como por ella, pero ella sospechaba que el

honestamente quería corregir el error, y ella apreciaba eso de él.

Jack también la había visto desnuda. Cien por ciento desnuda, sin

un punto de ropa a la vista. Y él había amado lo que había visto.

Haciéndola sentir como un millón de dólares, no, un billón de dólares. Él

le había inculcado un sentido de confianza en sí misma. Por primera vez,

en lugar de esconder su cuerpo, ella había estado orgullosa de exponerlo.

Y ella no podía esperar para exhibirse de nuevo. ¿Tal vez esta noche?

C

El hombre había reptado dentro de su corazón. Ella no sabía cómo lo

había hecho, o cuando, sólo sabía que una pequeña parte de su corazón

ahora le pertenecía a él. Lejos del sensacional sexo, a ella genuinamente le

gustaba, todo de él. Y eso solo significaba la magnitud. A ella le gustaba su

humor y su preocupación, su sensibilidad y su fuerza, le gustaba que él

podía burlarse de sí mismo y derrumbarse a sus pies cuando las

emociones lo agobiaban. A ella simplemente le gustaba Jack. Mucho.

Y en el gusto por él. En eso ella había apostado por él. Apostado por

sus emociones hacia él. Quería pasar tiempo con él. Quería conocerlo de

todas las maneras, no solo sexual y profesionalmente. Sólo esperaba que él

también quisiera eso.

Encontró el Big Mac un par de minutos después, identificándolo por

el robusto hombre a bordo. Sus rodillas se pusieron débiles al verlo. Hasta

ahora, él solo había usado pantalones formales y trajes de etiqueta. Hoy

estaba usando unos vaqueros y una camiseta que abrazaba sus músculos

y hacía que las piernas de ella se debilitaran.

Oh sí, le había dado realmente fuerte.

Tan pronto como él la vio, tomó la bolsa isotérmica de sus manos, la

cual ella había rellenado con deliciosa comida y sorpresas para compartir

mientras pasaban el día en el agua, la puso en la cubierta, y la ayudó a

abordar.

—Hola, hermosa. —Su voz sonó irregular. Un poco apagada, como si

no hubiese dormido la noche anterior, pero ella no tuvo tiempo de analizar

esto o su expresión. Sólo tuvo algunos segundos antes de notar las

manchas grises alrededor de sus ojos antes que él la llevara a sus brazos y

la sostuviera allí.

La sostuvo apretada. Cerca. No la dejo ir por un largo tiempo. Lo

cual habría estado perfectamente bien para ella, ella disfrutó el sentir su

duro cuerpo presionado contra el de ella, amando como encajaban a la

perfección, si ella no hubiese sentido que lago estaba mal. Muy mal.

Allí había una inconfundible tensión en sus hombros, y su

respiración era desigual, tal vez demasiado lenta.

Aun así, él la sostuvo como si no quisiera dejar ir nunca, inhalando

como si inhalara una pequeña parte de ella.

—¿Jack? —Ella movió sus manos arriba y abajo por su espalda, el

instinto diciéndole que mantuviera su toque reconfortante—. ¿Estás bien?

El asintió contra su cabello.

—Solo quiero sostenerte un poco. Necesito sostenerte.

Así que él la llevó incluso más cerca, hasta que sus senos estuvieron

aplastados contra su pecho y ellos estuvieron muslos contra muslos, no

había nada sexual en este abrazo. A ella le dio la impresión que el

buscaba… consuelo. Tal vez incluso fuerza.

—Tranquilo —susurró ella—. No voy a ningún lado.

Tiempo después, un suspiro se extendió a través del cabello de ella.

—Dios sabe que tú me calmas, señorita Jones. —Él le dio otro

abrazo apretado y luego la dejó libre lentamente, poniendo un dulce beso

en sus labios.

El no dijo nada más. No explicó porque ella había sentido nudos en

sus músculos. No elaboró un cómo o porque su toque lo calmaba. El

simplemente se ocupó de preparar su partida, no dándole a ella la

oportunidad de preguntar algo.

Ella no lo presionó al asunto. Si Jack no estaba listo para hablar,

entonces Claire estaba bien con dejarlo estar, siempre que su presencia lo

reconfortara.

Un minuto después de dirigir el pequeño bote fuera del puerto de la

bahía Rose, el mantuvo sus brazos abiertos hacia ella.

—Ven conmigo.

Ella fue hacia sus brazos abiertos y le dejó posicionarla frente a él,

su espalda contra el pecho de él, sus brazos estrechándola mientras dirigía

el timón.

Ninguno de ellos habló mientras él expertamente pasaba junto a los

cientos de botes e iba lejos de la costa. Era un hermoso y soleado día. No

demasiado cálido y no con demasiado viento, salvo el aire que corría

pasándolos mientras el bote se deslizaba sobre el agua. Un día perfecto

para estar en Sydney Harbour.

Claire aún sentía el sosiego en Jack, la necesitada de solo estar allí.

Lo que fuese que lo estaba inquietando aún se mostraba en su silencio y

su postura. Y en el suave suspiro que hizo eco en el cabello de ella. Incluso

el aire silbando alrededor de ellos, no podía cubrir su melancolía.

Con el pecho oprimido ella se giró para colocar un suave beso en su

cuello.

El solo apretó su agarre sobre ella y se concentró en el agua

enfrente.

Una hora después, cuando Jack había anclado en una cala

silenciosa, puso cebo en dos varillas y le dio una rápida lección de pesca,

se sentaron uno al lado del otro en dos sillas plegables. Las gaviotas

graznaban arriba de ellos, mirando con esperanzada anticipación por una

gran captura.

Pero su mente no estaba en la pesca o las gaviotas. Estaba en el

hombre a su lado.

Estaba sin color. No era solo el gris alrededor de sus ojos. Estaba

más pálido que de costumbre. Y su boca, usualmente tan rápida para

convertirse en una sonrisa y exhibir ese hermoso hoyuelo, había estado en

una línea recta durante todo el viaje.

Como si detectara una mirada en él, giró hacia ella. Fue ahí cuando

ella lo vio. Cuando el permitió que ella lo viera. El océano de dolor en sus

bellos ojos verdes.

Dolor apuñaló su pecho. Quiso estirarse y tomar su mano, pero las

manos de él estaban agarradas firmemente alrededor de la varilla. Ta

firme, que sus nudillos estaban blancos.

—Jack…

—Murió.

—¿Perdón?

—Mi abuelo. Murió anoche.

—Oh… mi Dios.

—Mientras estaba yéndome del hospital. Le dije adiós. Prometí ir a

visitarlo en la mañana. Estaba en mi carro, y mi teléfono sonó.

—Pero… pero creí que estaba mejorando. Pensé que estaba mejor

cada día.

—Fue otro ataque al corazón. Uno sólido. Nunca tuvo una

oportunidad. Trataron de revivirlo, pero ya era demasiado tarde. Para el

momento cuando regresé a la habitación, el carro de paro estaba allí,

inútil. —El rió, un hueco, vacío sonido—. ¿Sabes esos desfibriladores que

se ven en tv? ¿En ER o Grey’s Anatomy? Los usaron en mi abuelo. Pero no

pudieron salvarlo.

Fue la expresión en su rostro lo que sacó a Claire de su silla. Sus

ojos eran sombríos, desolados. El parecía perdido. Como si su ancla se

hubiese arrancado de debajo de él, y el ahora oscilaba sin rumbo en la

marea.

Ella dejó su varilla en el piso, agachándose al lado de la silla de él, y

colocó sus manos en el muslo de él.

—Lo lamento mucho —susurró ella—. De verdad lo siento.

—Él es mi persona favorita en el mundo —dijo Jack—. E… era mi

persona favorita. —Su voz se rompió, y tomo un tiempo antes que pudiera

hablar de nuevo—. Él me crió. Mientras mis padres trabajaban, mientras

ellos estaban muy ocupados, mi abuelo me educó. A mi hermano y a mí.

¿Tenía un hermano?

—Me enseñó a pescar. Me sacaba cada fin de semana. Pasábamos

horas juntos en este bote. Horas. —Sus hombros se sacudieron—.

Esperaba que lo hiciéramos de nuevo después de su cirugía. Cuando

estuviera más fuerte. Cuando no me tuviera que asustar porque de pronto

capturar un gran pez podía generarle otro ataque al corazón. —Su

respiración se volvió áspera—. Jesús, Claire. Creí que mejoraría. Creí que

iríamos juntos a pescar en los años venideros. Pero… pero no lo haremos.

—Un temblor sacudió su cuerpo—. Está muerto. Big Jack está muerto.

Ahora mi persona favorita se ha ido.

Con precisión, pero con erráticos movimientos, Jack enrolló su

cordel, acortó el gancho a salvo sobre la cuerda, dejando el cebo colgando

de él, y finalmente dejó la varilla en el suelo. En un movimiento forzado él

se levantó, enfrentando a Claire.

Ella se levantó también, instintivamente abriendo sus brazos.

Él le dio una mirada y entonces su cara se arrugo.

Claire no dudo, no se detuvo a pensar. Solo lo agarró, poniéndolo

cerca, estrechándolo en su corazón.

—Te tengo. Estás a salvo ahora. Estás bien. Déjalo ir. Deja ir todo.

El sacudió su cabeza, manteniéndose rígido.

—Aflígete por tu abuelo, Jack. Deja salir las lágrimas. No las

retengas más.

Aún se rehusaba.

Ella acaricio su cabello.

—Te sostengo, mi gigante. Lo haremos juntos. Tu abuelo se ha ido,

pero no tienes que llorar solo. Estoy aquí contigo.

Como si el último poco autocontrol se desintegrara, él dejó caer su

cabeza en el hombro de ella, dejó salir un agonizante chillido y comenzó a

llorar.

Y fiel a su promesa, ella lo sostuvo en su pena. Lo sostuvo mientras

el llanto arruinaba su cuerpo y las lágrimas empapaban su camisa. Lo

sostuvo mientras temblores sacudían a través de él, apoyándolo cuando él

fue incapaz de sostenerse a sí mismo y le dio su fuerza cuando él se quedó

sin la suya.

Ella lo sostuvo siempre, hasta que sus lágrimas finalmente se

agotaron y solo secos sollozos movían sus hombros, y entonces ella lo

sostuvo un poco más, hasta que su cuerpo se quedó quieto y una vacilante

paz pareció entrar sigilosamente en él.

Sus músculos se relajaron bajo los brazos de ella, y su respiración

ya no eran débiles y superficiales incrementos. Después de una eternidad,

él giró su rostro hacia ella, un mundo de tristeza reluciendo en su mirada.

Pero al menos había pasado lo peor de la tormenta.

Ella alejó el cabello de su rostro.

—¿Estás bien?

El asintió.

—Lo estaré. Lentamente.

—No hay prisa, ¿lo sabes? Toma el tiempo que necesites.

—Estoy bien por ahora. Gracias a ti.

—Yo no hice nada.

—Estuviste aquí para mí.

—Me necesitabas.

—Sí. Es como dije antes. Tú me calmas, señorita Jones. Cuando

estás cerca, yo… siento dentro de mí una paz por encima de todo el paraíso

terrenal, una inmóvil y silenciosa conciencia.

—¿Shakespeare?

—Shakespeare.

—¿Tienes algunas citas de Shakespeare para tu abuelo?

Los ojos de Jack se cerraron, y por un largo tiempo el no respondió

nada.

—Solo una —dijo al final.

Claire esperó en silencio.

—Buenas noches, dulce príncipe, y que vuelos de ángeles canten

sobre tu descanso.

—¿Quieres regresar a la costa? ¿Pasar algo de tiempo con tu familia?

Jack aún estaba pálido, y a Claire le dolió por él. Sentados con las

piernas cruzadas en la cubierta, la comida que ella había traído extendida

entre ellos. Ella dudo que él tuviera mucho apetito. Él había tomado un

bollo de pan, pero en lugar de comerlo, Jack metódicamente lo había de

rasgado en pequeñas piezas y una por una, las había dejado caer en su

plato, probablemente desconociendo incluso que sostenía el bollo.

El sacudió su cabeza.

—No. Pasé la noche entera con mis padres, primero en el hospital y

luego en su casa. Aquí es donde quiero estar ahora. En el agua, donde me

siento más cercano a él.

—¿Toda la noche? ¿Dormiste?

—Lo intenté, pero cada vez que cerraba mis ojos lo veía a él,

recostado en su cama. Sus ojos cerrados, su rostro blanco. —El desgarró

otra tira del bollo—. Sostuve su mano, sabes. Después que… después. El

aún estaba tibio. Aún… aún lucia como mi abuelo, solo más viejo. Años y

años más viejo.

Claire imaginó que Jack vería esa imagen de su abuelo en su mente

en los años venideros.

—¿Hablaste con él?

—Lo hice. Un poco. Dije adiós. Le agradecí. Le dije que lo extrañaría.

—Sus ojos llenos de nuevo, pero el parpadeó para contener sus lágrimas—.

Él no me escuchó.

Los ojos de Claire se llenaron.

—Al menos conseguiste decir adiós. Eso es una gran cosa.

—Lo es, supongo.

—¿Hay algo que habrías dicho o hecho distinto anoche? ¿Algo que te

habría dado más consuelo hoy?

Jack pensó en su pregunta. Luego sonrió, una inestable, triste

sonrisa.

—Me habría detenido en Maccas camino al hospital. Habría

comprado un Big Mac.

Ella parpadeó sorprendida.

—¿McDonalds?

—El viejo amaba esas hamburguesas. Pidió una en el hospital. Si

hubiese sabido que esa sería su última comida, habría movido cielo y

tierra para obtenerla. —Él sonrió entonces—. Juro que mi abuelo habría

postergado morir por algunos minutos solo para tener su última mordida.

—Dime que no nombró este bote después de una hamburguesa.

—No lo hizo. —Jack rió entre dientes—. Tenía el nombre pintado en

el lado antes incluso que me dijera que había comprado un nuevo bote. —

Jack la miró fijamente con asombro—. Mírame. Mi abuelo está muerto, y

yo estoy aquí sentado riendo.

Ella apretó su mano.

—No te detengas. Te estás riendo por el deleite que te dio tu abuelo.

Todo es parte del duelo por él. Recordar las cosas buenas mientras

experimentas las malas.

Él se puso serio.

—Suena como si entendieras la muerte muy bien.

—Lo hago. —El corazón de ella jadeó—. Mi madre murió de cáncer

hace 18 meses más o menos. Duro como fue ese tiempo, y créeme, fue

terrible, también reímos. Mi papá y mis hermanas y yo. Recordando las

cosas buenas y la diversión y las extravagancias de mi mamá… lo juro,

reímos hasta llorar. —Ella sonrió hacia él. Era tu turno de citar un

clásico—. Cuando estés afligido, vuelve a mirar tu corazón, y veras que en

verdad estas llorando por eso que ha sido tu deleite.

Jack la miro sorprendido.

—Eso no es de Shakespeare

—Kahlil Gibran, The Prophet.

El miró los ojos de ella por un largo rato.

—Gracias, señorita Jones.

—¿Por qué?

—Por ayudarme a encontrar una razón para sonreír hoy. Porque es

cierto. Mi abuelo fue un deleite.

—De nada.

—Le agradabas.

—¿A tu abuelo?

—Sip. Me dijo que tenía un buen presentimiento sobre ti.

Claire sonrió.

—Eso es lindo de oír.

—Yo le dije lo mismo. Que yo también tenía un buen presentimiento

sobre ti.

—Eso es muy lindo de oír.

Pasaron el resto del día en el bote, pescando y hablando. Jack le

habló a Claire sobre Anthony, quien, así como estaba de devastado por la

muerte de Big Jack, viajaría a Sydney mañana a tiempo para el funeral. Él

dio voz a las preocupaciones sobre el negocio de su abuelo, y lo que sería

de eso ahora.

Jack analizó los pros y contras de manejar el negocio de su abuelo

de manera regular. Con su abuelo muerto, la decisión no podía

postergarse más tiempo. Esto no era una cuestión de aprender lentamente

el trabajo. Esto era una cuestión de sumergirse de cabeza, y ser el hombre

uni-personal.

Además, Wilson Property Management era la compañía de su

abuelo, su sueño. Si Jack no la encabezaba de ahora en adelante, ¿qué

pasaría con ella? ¿Qué pasaría con el sueño? Big Jack le había dado a él

una niñez de ensueño, animándolo a seguir sus sueños y enseñar. ¿Cómo

podría Jack decepcionarlo destruyendo su sueño?

Aun así, por mucho que fuese una motivación el dinero, y por

mucho que Jack odiara la idea de dejar morir el sueño de su abuelo, el

pensamiento de dejar de enseñar, su propio sueño, hacía que su estómago

se acalambrara.

Claire no tenía una respuesta para él, pero hablar con ella le

ayudaba a darle voz a todo lo que mantenía dentro desde hace tanto, y se

sentía bien poder expresarlo finalmente.

En algún momento durante su conversación, Claire obtuvo una

mordida de su anzuelo, pero fue tan espantoso el pensamiento de dañar y

matar la mojarra negra que le rogó a Jack liberarla y lanzarla de regreso.

Y cuando el ocaso los obligó a regresar al puerto, Claire insistió en

que Jack fuese a casa con ella. Ella cocinó la cena, y para su sorpresa, él

comió hasta el último bocado, encontrándose de repente hambriento.

Luego ella le preparó un baño y lo hizo quedarse allí durante mucho

tiempo, incluso le añadió agua caliente dos veces.

Hubo varios momentos a lo largo del día cuando Jack pensó que tal

vez había encontrado una nueva persona favorita en su vida. No, Claire no

podía reemplazar a su abuelo. Pero ella seguro podía ayudarle a llenar el

vacío que dejó la muerte de su abuelo en su corazón.

Fue cuando se metieron en la cama esa noche, durmiendo juntos

por primera vez, que Jack supo que estaba en lo correcto. Ella se envolvió

alrededor de la espalda de él, de nuevo ofreciéndole consuelo y seguridad,

y él cerró sus ojos, esperando ver el rostro sin vida de Big Jack. En lugar

de eso solo sintió calma.

Momentos antes de resbalar al sueño profundo del olvido, las líneas

de una novela de D. H. Lawrence bailaron a través de su cabeza.

Toda esperanza de eternidad y toda adquisición del pasado las

habría dado el por tenerla allí, tenerla envuelta tibia con él en una manta, y

dormir, solamente dormir. Parecía que dormir con la mujer en sus brazos

era la única necesidad.

De hecho, dormir con Claire era todo lo que necesitaba es este

momento.

8

Traducido por Viqijb & Gaz Walker

Corregido por Meliizza

uatro semanas hicieron una gran diferencia en el estado de

ánimo y en la vida de Jack. Ya no se sentía tan bruto ni tan

hecho trizas. Comenzaba a aceptar la muerte de su abuelo,

aunque dudaba de que alguna vez se acostumbrase a haberlo perdido.

Lo que más dolía era la permanencia de la muerte. Claro, perdió a

Anthony mientras estuvo en Perth. Pero sabía que su hermano podría

volver. También sabía que podía tomar el teléfono y hablar con él cada vez

que el impulso golpeara.

Su abuelo se había ido para siempre. Y donde quiera que esté ahora,

no tenían líneas de teléfono. No había manera de ponerse en contacto con

él. Ninguna en absoluto.

Gracias a Dios por Claire durante estas últimas semanas. Hace

apenas un mes, ni siquiera la había conocido, y ahora se convertía en su

roca. Su voz de la razón. Su calma. Incluso cuando ella y sus hermanas

habían trabajado sus manos hasta los huesos por preparar su nueva

tienda para la inauguración, tuvo todo el tiempo del mundo para él.

Pasaron horas y horas discutiendo su futuro. Lo ayudó a poner su

trabajo en perspectiva, a decidir qué camino tomar y determinar qué era lo

más importante en su vida.

—Así que hoy estuve en las oficinas de Administración de

Propiedades Wilson —le dijo a ella ahora.

Claire lo miro sorprendida. Sosteniendo el cuchillo con el que estaba

cortando zanahorias. —¿Has estado dónde?

—Anthony me pidió que pasara. Dijo que tenía que hablar algunas

cosas conmigo.

C

—¿Cómo se sintió, volver allí?

Desde que estuvo de vuelta en la escuela en las últimas semanas, no

tenía tiempo de aparecerse en la oficina. —Bien. Supongo que me

acostumbré a estar en la oficina sin el viejo mientras él se hallaba en el

hospital, por lo que su ausencia hoy no me golpeó tan duro como pensé

que lo haría.

—Eso es bueno. Un progreso nivelado. —Cortó otra zanahoria antes

de levantar la tabla llena de verduras en cubitos y tirarlos dentro de una

olla.

Jack disfrutaba pasar las tardes en la casa de Claire. Adoraba su

comida. Le había hecho varias comidas, ahora, cada una más deliciosa

que la anterior. Trató de pagarle de alguna manera, pero una mirada a su

cara después de que ella probara sus espaguetis a la boloñesa, y habían

llegado a la mutua decisión de que haría la comida a partir de entonces.

—¿Entonces, qué era lo que quería Anthony?

—Decirme sobre lo que encontró a través de todos los libros y

archivos.

Claire añadió trozos de pollo a la olla, lo cubrió, comprobó la

temperatura y, a continuación, dio a Jack toda su atención. —¿Y qué fue

eso?

—Que mi abuelo tenía un total de setenta y una propiedades en el

archivo. Todas y cada una de ellas eran suyas.

Claire se quedó con la boca abierta. —¿Él qué?

—Le pertenecen. Todas.

—¿Setenta y una propiedades en Sydney?

—Sí.

—Su valor combinado debe ser asombroso.

—Eso al menos.

—¿Están todos alquilados?

—La mayoría. Alrededor de unos diez se mantienen abiertos.

—Mierda —dijo Claire, casi imitando su respuesta anterior.

—¿Sabes qué es aún más sorprendente ?

—No creo que nada podría ser más sorprendente que eso.

—Sólo una cosa. Nos dejó todas esas propiedades a Anthony y a mí.

Claire abrió la boca, luego la cerró de nuevo, como perdiendo las

palabras. —Mierda —pronunció una vez más—. Eres rico.

Se echó a reír. —Mucho. —La ironía de la situación no pasó

desapercibida para él. Durante mucho tiempo se debatió la idea de

renunciar a la enseñanza para finalmente ganar suficiente dinero para

comprar su propiedad.

Ahora, cuando lo había hecho, finalmente decidió que necesitaba

satisfacción en el trabajo más que comprar su propia casa, descubrió que

no sólo poseía una propiedad, sino que era copropietario de setenta y una.

—¿Esto va a afectar a tu decisión? Acerca de trabajar en el negocio,

quiero decir.

Jack negó con la cabeza. —No. Lo consideré de nuevo hoy, pero la

gestión de la propiedad no es mi sueño. No me enciende. Soy profesor,

Claire. Es lo que siempre quise ser. Lo que me encanta. No puedo dejarlo

por seguir el sueño de mi abuelo, y creo que estaría furioso conmigo si lo

hiciera—. Le costó un montón de búsqueda en el alma antes de llegar a

una decisión de trabajar en el negocio.

Un montón de profundizar en su alma, montones de tiempo Claire-

Jack y montones de discusiones en profundidad con Anthony.

Ellos llegaron a la conclusión de que Anthony se haría cargo de la

compañía, una idea de que emocionó a su hermano. La primera orden del

negocio sería contratar a una secretaria y un gestor de asistente de

propiedades. Alguien para cuidar de los trámites y alguien para ayudar a ir

a través de cada propiedad en los libros y determinar lo que debía hacer

con ello, en cada caso.

Una sonrisa brillaba en los ojos de Claire. —¿Así que puedo contar

contigo para mantenerme citando a grandes dramaturgos?

—Por lo menos hasta que me quede sin citas.

—Bueno. He cultivado un poco de afición a tus monólogos. —Se

acercó a él, tomó sus mejillas con su mano y presionó un beso a sus

labios—. Me alegro de que no renuncies a tu sueño, Jack. Los estudiantes

habrían perdido.

—No tanto como yo. —Él le atrajo la boca en otro beso, uno que duró

una gran cantidad más tiempo—. Ah, casi se me olvida. Encontré algo

mientras me encontraba en las oficinas. Algo que creo que estarás

encantada de ver.

—¿Qué es?

—Cierra los ojos. Quiero sorprenderte,

Sus párpados se cerraron.

—Ahora pon las manos juntas frente a ti.

Inmediatamente ahuecó sus manos, esperando a que pusiera algo en

ellos. Él sonrió y sacó algo de su bolsillo. Pero en lugar de colocándolo en

las manos de Claire, envolvió uno de los extremos alrededor de sus

muñecas, poniéndolas juntas.

—¿Qué...? —Sus ojos parpadearon abiertos por la sorpresa—. ¿Mi

bufanda?

—Sí. Te la dejaste en la tienda de Rose Bay el primer día, después de

ponérmelo para mantenerme caliente.

Ella se echó a reír. —No hice un trabajo muy bueno, ¿lo hizo? Es

demasiado insustancial para proporcionar cualquier calor.

—Hizo un gran trabajo, créeme. Tener tu olor a mí alrededor me dejó

completamente caliente

—¿Puedes soltarme ahora? —Extendió los brazos hacia él.

Negó con la cabeza. —No.

—¿No?

—No. Ves, ese pañuelo sigue siendo cada vez me excitante. Y

envuelto alrededor de tus muñecas así, dejándole atada e indefensa, me

dio todo tipo de ideas. —Tiró en el otro extremo de la bufanda, caminó

hacia el lado opuesto de la mesa y la ató a una silla.

—¿En serio? —Claire le dio una mala mirada—. ¿Estás realmente

haciendo esto? —La bufanda era larga, pero no lo suficiente para que

Claire pudiera mantenerse en pie. Se vio obligada a inclinarse sobre la

mesa.

Jack caminó de regreso alrededor de ella, admirando la curva de su

culo en esta posición. Se puso duro sólo contemplando todo lo que tenía

en mente. —Oh, sí, preciosa. Estamos realmente haciendo esto.

Claire soltó un bufido. —He oído de los pies descalzos, embarazada y

en la cocina, pero atada a la mesa de la cocina es un nuevo concepto para

mí.

Se inclinó sobre ella para acariciar con la nariz su mejilla, mientras

le acariciaba el culo con su erección en el proceso. También presionó su

peso hacia abajo en la espalda, aplanando su pecho sobre la mesa. —No

solo la voy a atar a la mesa de la cocina, señorita Jones. —Tenía las manos

en sus costados, moldeadas a las curvas de reloj de arena de la cintura—.

Pienso follarte encima también.

—¿Lo… lo haces? —No eran nervios o inhibiciones los que hacían

temblar la voz de Claire. Perdió todo sentido de la timidez en torno a él a lo

largo de las últimas semanas. Cada vez que hicieron el amor, y lo hicieron

mucho, Claire parecía relajarse más y más sobre su cuerpo. De hecho, la

pasada noche no tuvo problemas para hacer alarde en frente de él,

bailando desnuda, dejándole medio loco con la lujuria.

Le dio una visión completamente nueva del tango. Una sucia,

realmente sucia, no podía esperar para tomar otro vistazo.

No, el temblor de su voz era emoción. Pura y simple. La piel de

gallina por el cuello decía lo mismo. Al igual que su repentina inhalación

aguda de aliento. —Ciertamente lo hago.

Deslizó sus manos por debajo de su vientre, deshaciendo la

cremallera y el botón de sus pantalones. Entonces, muy lentamente, tiró

de sus pantalones sobre sus caderas, y hacia abajo. Hizo una pausa

después de exponer cada pulgada de piel, deteniéndose para admirar sus

formas. Se detuvo a presionar diminutos besos en su piel desnuda y

morderla provocativamente en sus nalgas.

Gimió y se agarró al borde alejado de la mesa con sus manos,

sacudiendo sus caderas, tratando de conseguir sus pantalones fuera.

—Uh uh. —Golpeó su trasero. No tan duro, sólo lo suficiente para

dejar la más mínima picadura, y se quedó sin aliento en respuesta—.

Hacemos esto a mi ritmo.

Acarició la piel rosada que golpeó antes caer de rodillas, pasando por

sus piernas y prestando atención a sus muslos y a la parte posterior de

sus rodillas. Se tomó su tiempo, disfrutando de cada centímetro de ella,

amando su respuesta, su gusto, sus gemidos. Amando la forma en que

temblaba debajo de sus manos y los labios y le rogaba por más.

Cuando por fin el medio inferior de su torso estuvo desnudo, libre de

pantalones y zapatos y calcetines, la golpeó en la otra nalga. Una vez más,

no demasiado duro, lo suficiente para dejar un pinchazo. Un poco de dolor

siempre aumenta el placer.

—Ábrete —pidió con una voz gutural, sin sonar para nada como él.

Le mostró el más mínimo indicio de su húmedo coño y su agujero,

de color rosa.

—Más.

Su aliento silbó y obedeció, dejándole ver exactamente cuan excitada

se sentía. Sus labios vaginales brillaban bajo la luz de la cocina, mojada.

Le frotó la nalga, aliviando la picadura. —Mucho mejor —elogió.

Cristo, parecía lo suficientemente buena para comer. Jack agarró sus

nalgas, las extendió tanto como podía, se arrodilló detrás de ella y se llevó

al sabor de su dulce crema.

No, el gusto nunca haría. Se sirvió tanto como pudo, lamiendo sus

jugos, hartándose en sus labios maduros, empujando su lengua en su

canal, buscando más de su néctar.

Claire se estremeció alrededor de él, pidiendo más. Y se lo dio,

mojando su dedo dentro de ella, mojando y luego deslizándolo hacia atrás,

de su coño a su culo, hasta que encontró el agujero fruncido, y dejó que su

dedo jugara.

Esta noche iba a hacer a Claire suya, en todos los sentidos. A partir

de su coño, y luego reclamaría su culo, y después, su corazón. Ella tenía el

suyo. Absolutamente y completamente. No era justo que ella no le diera a

él el suyo.

—Jack... —Sus piernas comenzaron a temblar, y ella empujó en

contra de su dedo, retorciendo sus caderas. Él le dirigió una mirada,

deslizándose en el interior apenas más allá del primer nudillo, y

continuando lamiendo su coño.

La tensión aumentó en ella. Sus músculos se flexionaron,

provocando flexionarse de nuevo. Sus rodillas perdieron fuerza y su torso

comenzó a temblar.

Jack colocó un último y casto beso en sus deliciosos labios, y se

retiró por completo, casi riendo cuando ella juró con saña en su mirada.

Casi riendo. Pero su polla le dolía como el demonio y la sangre hervía

en sus venas, y el humor era la última cosa en su mente.

—Maldita sea, Jack —gimió Claire—. No te atrevas a parar. No

ahora. —No podía creer que se apartó. En serio, el hombre parecía tener

radar de orgasmo. Tan pronto como intuía que se acercaba, retrocedía,

dejándola a medias, tan cerca de correrse que quería gritar, y sin embargo

incapaz de llegar hasta allí sin él.

—¿Dándome órdenes, señorita Jones? —Debió haber dado un paso

atrás, porque ahora no podía sentirlo.

—Por supuesto —resopló—. Vuelve aquí ahora mismo.

La golpeó en el culo, más fuerte que antes. Le dolió como el diablo, y

reverberó todo el camino a través de su coño, al igual que una ola de dolor

y placer. Un chorro fresco de líquido se filtró de su canal.

—Deberías saber a estas alturas que no me tomó las órdenes

demasiado bien.

Claire consideró insultarlo, pero no lo hizo. Probablemente la

golpearía otra vez, y, tan tentador como era, no era su mano lo que quería

en su culo.

Ella optó por una táctica diferente. —Por favor, Jack. Te lo ruego. No

me dejes colgando. —Con cualquier otro hombre, habría sido demasiado

orgullosa para suplicar. O también inhibida. Pero Claire se había enterado

de que a Jack le encantaba. Inflamaba su pasión a mayores alturas. Y

cuando se encontraba inflamado era demasiado.

Le frotó las nalgas. —No te voy a dejar colgando, Clairey. Te lo juro.

—Como sellando su promesa, pasó su dedo encima de su coño,

deslizándose entre sus labios mientras lo hacía, y a continuación,

arrastrándolo hacia atrás sobre su ano—. Te amo demasiado para hacer

eso.

Un temblor sacudió su cuerpo y su corazón se estrelló contra su

pecho. ¿Qué dijo?

—Pero tengo que conseguir algo. Así que te voy a dejar aquí, con tus

manos atadas a la silla, mientras lo consigo. Cuando venga, quiero ver tu

coño mojado y listo para mí.

¿Qué demo...? Acababa de decir que la amaba, ¿y seguía la

confesión con órdenes? ¿En serio? —No puedes solo decir algo así y luego

caminar lejos.

Él se echó a reír. —Ahí es donde estás mal. Contigo en esta posición,

puedo hacer o decir casi todo. —La abofeteó de nuevo, y ella se sacudió

por lo el pulso de dolor y el placer.

Claire se retorció, poniendo sus muslos juntos, tratando de ejercer

alguna presión. Dios, tenía que venirse. Jack actuaba más mandón de lo

habitual, más dominante, y su comportamiento y comentario enviaron una

emoción casi pervertida a través de ella, aumentando la necesidad y el

hambre por él.

Él puso sus manos sobre sus piernas, aquietando su desesperado

movimiento. —Mantén los muslos abiertos todo el tiempo. Quédate donde

estás y no trates de hacerte venir. Cuando tengas el orgasmo, será porque

yo te he traído a este punto. No tú.

—Date prisa —gruñó.

—¿Perdón?

Cerró los ojos y apretó los dientes. —Por favor, Jack. Date prisa, por

favor.

Pasó un dedo a través de sus pliegues húmedos por última vez y se

fue, dejando a Claire expuesta y excitada y cubriendo la mesa de su

cocina.

No cuestionó si volvería, no dudó de que volvería para llevarla a las

alturas, para hacerle ver las estrellas. Confiaba en él. Si Jack dijo que

estaría de regreso pronto, lo haría. Y no podía esperar. No sólo porque su

coño vibraba, se apretaba y necesitaba ser tocado. Pero debido a que

cuando Jack se hallaba cerca, Claire se sentía feliz.

Llena de un placer que ningún hombre había inspirado en ella antes.

Llenaba su corazón y una soledad que nunca notó allí.

Cuando lo tenía alrededor... vivía. Ya sea porque discutían o se

echaban a reír o se hacían enojar o veían tele juntos, se sentía viva. ¿Y lo

que la sorprendía más? Jack parecía sentirse exactamente de la forma en

que ella lo hacía. Cuando lo tenía alrededor de él estaba... calmado. Feliz.

Parecía contenido.

Los segundos se arrastraron. El aire frío se colaba a través de Claire,

golpeando la unión de sus piernas. Gimió ante las sensaciones

contradictorias de deseo caliente y aire frío en su coño y oró porque Jack

no se demorará mucho más.

Lo necesitaba. Lo quería. Lo amaba.

Claire se congeló.

¿Lo amaba?

Sí, lo amaba. Por supuesto que lo hacía. ¿Cómo no iba a hacerlo?

Era todo lo que buscaba en un hombre. Fuerte, sensible, amable,

cariñoso... mandón.

Cerró los ojos y apoyó la mejilla sobre la mesa y dejó que el

conocimiento la llenará. Amaba a Jack Wilson. Estaba total y

completamente enamorada de él. Y ese amor le hacía hinchársele el

corazón. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Amaba a Jack, y si sus

palabras eran cualquier cerca, la amaba también.

—Joder, te ves medio sexy. —Su voz rompió a través de sus

reflexiones.

Abrió los ojos para encontrarlo parado en la puerta, apoyado contra

el marco, desnudo como el día en que nació, su mirada fija en ella.

Llevaba algo en la única mano que no podía ver, y su pene con la

otra mano. Corrección. No solo llevaba su polla, la bombeaba poco a poco,

abajo en la base y deslizando su mano por encima de su longitud, todo el

camino hasta la punta, encerrándola en su palma, y luego deslizando la

mano hacia abajo a la base.

Claire notó que llevaba un condón, gimió ante la visión y su

significado, y eso encendió la mirada de él, con ella dándose cuenta de que

sus pensamientos debían estar reflejados en su expresión.

Su respiración se detuvo. Su mirada se ensombreció. Y su mano

bombeó un poco más rápido.

—No hemos tenido diversión hasta ahora. —Su voz bailó al otro lado

de la cocina en un latido sexy y lento—. Pero esta noche te haré mía.

Ella le sonrió. Una sonrisa lenta y de sirena, nacida de su confianza.

—Me atrevo a probar, Sr. Wilson.

Caminó hacia ella. —Agarre los bordes de la mesa, señorita Jones.

Va a necesitar aferrarse a algo.

Casi no tenía tiempo para seguir sus instrucciones. No con sus

muñecas atadas como lo estaban. Pero se las arregló para agarrar el borde

con los dedos, y luego allí se encontraba él. Sus manos en las caderas, sus

muslos entre los de ella, y su polla en su entrada, empujando, metiéndose,

conduciéndose dentro.

Un empuje, y la llenó. Su eje, grueso y largo, estiró sus músculos

internos y burlando sus terminaciones nerviosas, arrastrándose a lo largo

de las paredes de su coño.

Pero un impulso no fue suficiente. No para ella, y, evidentemente, no

para Jack, tampoco. Se retiró y empujó de nuevo, sin acompañar sus

acciones con palabras suaves. No, Jack la follaba con fuerza.

Introduciéndose dentro de ella, llenándola, a continuación, retirándose

solo para meterse otra vez.

Tenía las manos en sus caderas, sosteniéndola en su lugar, tirando

de ella sobre su polla mientras él empujaba, luego aflojó su control

mientras se retiraba. A Claire le encantaba, cada segundo, lo amaba. Le

encantaba la fuerza con la que lo hacía. Y tomarla como lo hacía, la

reclamaba como suya, y se dio a él plenamente, le dio su cuerpo para que

hiciera lo que le complaciera. Sabiendo que lo que fuera que hiciera sería

de lo más agradable para ella. Entonces su mano se había ido, sólo un

brazo inmovilizándola y sus embestidas se desaceleraron. Todavía la

llenaba, completamente, pero el ritmo era diferente. No tan exigente.

Deslizó la mano entre sus nalgas, y algo frío y húmedo tocó su

agujero.

Ella gritó, el frío calmando su cuerpo.

No se mantuvo frío. No por mucho tiempo. Jack lo frotó dentro de

ella, lo frotó en torno, tomándole el pelo a su agujero, al mismo tiempo

jodiendo su coño.

Un sollozo escapó de su garganta. Quería... más. Jack acarreó su

pasado a un lugar donde la emoción y la lógica reinaban. Lo que le hacía,

las sensaciones que inspiraba dentro de ella iban más allá de pura

necesidad física. Claire lanzó la precaución al viento, y se perdió en su

seducción exigente.

La burla era exquisita. Pero no lo suficiente. La siguiente vez que

empujó dentro, ella se abalanzó, levantando su culo, en silencio pidiendo

más.

Y bendito sea, se lo dio. Deslizó el dedo derecho en su interior. Y no

sólo el primer nudillo esta vez. Lo deslizó hasta el fondo.

El aliento explotó de sus pulmones mientras la sensación le entraba

por el coño.

Jack no perdió el ritmo. Él condujo su polla dentro de ella, follando

su culo simultáneamente con su dedo.

Oh, Dios. Era salvaje. Caprichosa. Una musaraña carnal

desesperada por más. Así que le rogó por ello, y que él se lo dio. Le dio

más. Le deslizó otro dedo en el culo.

Esta vez la sensación bordeaba el dolor, y Claire perdió el empuje,

dándose tiempo para estirarse, para dar cabida a sus dedos. Justo cuando

se adaptó, justo cuando sintió el culo en sí, agregó un tercer dedo.

No bordeaba el dolor. Fue instantáneo. Quemador. Tenía que

respirar a través de él. Pero debió haber añadido más de la materia fría y

húmeda mientras deslizaba ese tercer dedo, porque sus dedos se

deslizaron dentro de ella. Al igual que su polla se deslizó en su coño. Y

aunque se sentía llena, a toda su capacidad, esa plenitud de alguna

manera la completó. Hizo que el dolor valiera la pena.

A medida que aumentaba la velocidad de sus empujes otra vez, sus

dedos trabajaron al tiempo con sus caderas, por lo que su orgasmo

comenzó a construirse.

—Claire, me vas a matar. —Su voz era ronca, un homenaje a ella.

Claire escuchó más que sólo deseo sexual en él, más que sólo lujuria.

Escuchó una emoción que no podía identificar. Sólo sabía que la emoción

llenó su corazón al igual que su polla y dedos la llenaban a continuación—

. Eres mía, ¿lo sabes? Lo has sido desde el primer beso.

Sus palabras fluyeron sobre ella, y sus músculos se tensaron,

preparándose para un orgasmo.

Y otra vez, se retiró, lejos, retirándose por completo, dejando a su

orgasmo al borde.

Ella gritó. Literalmente gritó, la frustración casi la cegó.

Se movió, arrastrando los pies detrás de ella, y luego su boca en su

coño, lamiéndola con avidez, y su dedo se hallaba en su clítoris,

frotándolo, despertándolo, exigiendo.

No podía pararlo. No podía detener la liberación. No era lo que

esperaba. No, en absoluto, pero la presión sobre el clítoris era innegable.

Su orgasmo pasó de golpe a través de ella, enviándole en espiral sobre el

borde, abatiéndola y cayendo más y más profundamente en placer. Su

dedo no tenía piedad, jugando, tocando, acariciando, dibujando su clímax

mientras su boca pasaba la lengua sobre sus pliegues hinchados.

Placer como nunca había experimentado pasó de golpe a través de

ella mientras convulsionaba y se estremecía y alzaba la voz.

Pero incluso mientras su orgasmo alcanzaba su punto máximo y la

continuación la tumbaba sobre la mesa, sabía que quería algo más.

Jack estaba de pie otra vez, detrás de ella, tocándola. No podía ver,

no podía abrir los ojos para mirar, no tenía la energía.

Pero le dio lo que necesitaba. Le dio ese algo más. Esta vez, cuando

irrumpió en su culo, no fue con sus dedos. No, esta vez, cuando se deslizó

dentro, más allá de su apretado anillo muscular, fue con su polla.

Y esta vez fue implacable. Moviéndose lentamente, dándole a su

tiempo para adaptarse a su tamaño masivo, condujo su longitud completa

en su culo.

A medida que los restos de su orgasmo se estremecían a través de su

coño, de forma instintiva apretó los músculos del culo, atrapándolo en el

interior, cada vez más acostumbrada a la circunferencia y al shock de

tenerle allí. Le dolía. Pero en el buen sentido. De una manera

sorprendente. Una manera carnal. Una manera sucia.

Una manera que hacía a su coño aletear de nuevo con entusiasmo,

agitándose.

Se retiró, y apretó una vez más, más rápido esta vez.

Ella gritó, placer y dolor, y él la metió de nuevo. Y otra vez.

—Mía, Claire Jones. Eres mía. Lo has sido desde el día uno, y lo

serás hasta el final.

Oh, era suya ya. Y sospechaba que se encontraba en lo cierto. Lo

había sido desde el primer día.

Sus muslos estaban resbaladizos por el sudor. Eran demasiado, y

mientras él se conducía en ella, su piel, su cabello se deslizaban contra

ella suavemente.

Completa, tan llena, y todavía temblando de su orgasmo. Pero esto

era todo. Esto era el algo más que necesitaba. Una compulsión a moverse

con él, a mover sus caderas mientras se hundía dentro de ella no podía ser

ignorado.

Jack pasó la mano por su cadera, y su dedo encontró su clítoris,

acariciándolo. Ahí estaba de nuevo, la subida al orgasmo, el impulso para

bajar de sí misma en la extrema pasión. Para venirse con Jack Wilson.

Para llegar a ser uno con Jack Wilson. El coño de Claire revoloteaba, se

apretó y estalló una vez más en el orgasmo.

Ella gritó mientras se acercaba, este clímax más completo que el

anterior, más entero. No necesitaba nada más de lo que le dio.

Especialmente no cuando Jack salió de ella, cuando empujó una última

vez, profundo y duro y, a continuación, se vino también.

Incluso a través de sus propias convulsiones podía sentir la manera

que bombeaba dentro de ella, sus movimientos, su eje golpeando

pesadamente dentro mientras él se venía a borbotones. Y brotaba. Hasta

que no le quedó nada. Y entonces, mientras los últimos temblores de

éxtasis rodaban a través de ella, se derrumbó encima, aplastándola contra

la mesa, y Claire sabía que su relación había cambiado irrevocablemente.

Era el momento de hacerse eco de las palabras que habían sido

gritadas dentro de su cabeza desde que él salió en desnudo de la cocina.

Temió no tener la fuerza ni la energía para proyectar su voz, pero

hizo su mejor esfuerzo. —Te amo, Jack.

Jack la oyó. Lo sabía porque salió de encima de ella, como golpeado

por una descarga eléctrica. —¿Qué… qué has dicho?

—Dije que te amo también.

Se quedó en silencio. Demasiado silencioso. Y por un latido del

corazón Claire temió haber escuchado mal antes. Tal vez no dijo amarla

después de todo.

Ella rechazó la idea inmediatamente. Hubiera profesado su amor o

no, Claire sintió todas sus acciones, cada palabra tierna, cada beso

sensual. Y lo sintió en su cuerpo mientras le hacía el amor esa noche,

haciéndola suya.

—¿No tienes nada que decir en respuesta? —preguntó.

—Buscar amor es bueno —oyó la sonrisa en su voz—, pero

encontrarlo sin buscarlo es mejor.

—¿Eso es todo? —resopló—. Te digo que te amo, y en respuesta,

¿citas a Shakespeare?

Él le acarició el cuello. —Olvidas que Shakespeare tiene una cita

para cada ocasión.

—Entonces ¿Podrías citar algo que me haga sentir amada a cambio?

—Ah, señorita Jones, quizás pueda.

Esperó con expectación, pero la cita no llegó. No solo la cita no llegó,

sino que él se apartó. Se bajó de su espalda y se deslizó fuera de la mesa,

quitándose el condón.

Antes de que Claire tuviera la oportunidad de oponerse, se paró

frente, con las manos en el pañuelo con el que estaba anudada a la silla.

Lo desató, liberándola. Claire sacudió las manos, dejando que la sangre

fluyera a través de sus brazos.

Jack pateó la silla fuera de su camino y se arrodilló frente a ella, por

lo que sus ojos estaban al nivel de los de ella. Luego sonrió, y su hoyuelo

bailó en su mejilla.

—¿Seguro que estás lista para escuchar esto?

Ella asintió. —Estoy bastante segura.

—¿Puedes prometerme que no me amenazarás con una demanda

una vez que lo diga?

Claire pretendió pensarlo un poco. —Supongo que puedo prometerlo.

—¿Y juras no cambiar de opinión, incluso si rompo a cantar

después?

Hizo una mueca. —¿Puedes tal vez guardar la canción para otro

momento , para no arruinar este?

Era el turno de Jack de pensar un poco en su solicitud. —Está bien,

entonces. Pero sólo por esta vez, ¿entiendes?

Suspiró dramáticamente. —Está bien, entonces. Sólo esta vez.

Sus ojos se iluminaron. —Bien, señorita Jones: Sé muchas maneras

de hablar de amor, pero directamente digo… te amo.

Fin.

Traducido, corregido

y diseñado en:

¡Únete!