2014. Las paradojas de la democracia en la Ciudad de México. Redes políticas y elecciones

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Continuidades, rupturasy regresiones

Contradicciones y paradojasde la democracia mexicana

Héctor Tejera GaonaPablo Castro Domingo

Emanuel Rodríguez Domínguez(coordinadores)

Universidad Autónoma MetropolitanaUnidad Iztapalapa

DepartamentoJuan Pablos Editor

México, 2014

Primera edición, 2014

D.R. © 2014, Héctor Tejera Gaona, Pablo Castro Domingo y Emanuel Rodríguez Domínguez

D.R. © 2014, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Antropología San Rafael Atlixco núm. 186, Col. Vicentina Iztapalapa, 09340 México, D.F. Tel. (55) 5804 4763, (55) 5804 4764 y fax (55) 5804 4767 <[email protected]>

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Ilustración de portada:

ISBN 000-000-000-000-0

Impreso en MéxicoReservados los derechos

Juan Pablos Editor es miembro de la Alianzade Editoriales Mexicanas Independientes (aemi)Distribución: TintaRoja <www.tintaroja.com.mx>

Continuidades, rupturas y regresiones : contradicciones y paradojas de la democracia mexicana /Héctor Tejera Gaona, Pablo Castro Domingo y Emanuel Rodríguez Domínguez, coordinadores. -- México : Universidad Autónoma Me-tropolitana-Unidad Iztapalapa : Juan Pablos Editor, 2014.

1a edición

448 p. : ilustraciones ; 14 x 21 cm.

ISBN: FALTA

T. 1. Democracia - México T. 2. Ciencia política - México T. 3. Par-ticipación política - México

JL1281 C66

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Índice

Hacia una perspectiva integral de la democracia en méxico: sobre elecciones, cultura y ciudadanÍaHéctor Tejera Gaona y Pablo Castro Domingo 13 Bibliografía 25

la regularidad democrática en las elecciones locales en el valle de méxicoPablo Castro Domingo y Miguel Ángel Montiel Mejía 29 Reflexiones finales 49 Bibliografía 53

las paradojas de la democracia en la ciudadde méxico: redes polÍticas y eleccionesHéctor Tejera Gaona 55 La evidencia gráfico-etnográfica de los cambios en la estructura política 59 La formación de la estructura política en la ciudad de México 65 Redes políticas, identificaciones partidarias y resultados electorales 70

8 continuidades, rupturas y regresiones

La estructura de las redes políticas en la ciudad de México 74 Bibliografía 79

participación corporativa y redes de control electoral: los usos polÍticos de las organizaciones sociales en la ciudad de méxico

Emanuel Rodríguez Domínguez 83 Participación ciudadana, sociedad civil y redes de poder local 84 Diseños normativos de la participación ciudadana y heterogeneidad de la sociedad civil 88 Organizaciones sociales, procesos participativos y redes de control electoral 92 Organizaciones sociales, líderes urbano-territoriales y disputas electorales 93 Estructuras delegacionales, organizaciones sociales y disputas electorales 99 Candidaturas “ciudadanas”, organizaciones sociales y disputas electorales 104 Reflexiones finales 107 Bibliografía 109

alternancias electorales y continuidades autoritarias: una mirada al caso oaxaqueño

Diana Guillén y Berenice Ortega Bayona 111 Relaciones clientelares y corporativas: notas sobre la historia oaxaqueña reciente 113 Los entretelones de un corporativismo rebasado: la Sección XXII 117 El ingrediente popular: organización y movilización como puentes de acceso y transformación de la arena pública 121

9índice

Disputando la carta electoral: ¿espacios conquistados o refuncionalización de relaciones clientelares y corporativas? 126 A manera de conclusión 133 Bibliografia 140

las elecciones presidenciales desde la perspectiva de las entidadesSilvia Gómez-Tagle Lemaistre 153 Introducción 153 El papel de los gobernadores: del centralismo a la autonomía 162 Las elecciones presidenciales de 2006 y 2012 166 ¿Qué influencia ejercen los gobernadores en las elecciones presidenciales? 169 Elecciones presidenciales de 2006 por estados 171 Elecciones presidenciales de 2012 analizadas por entidad 178 Elecciones federales de 2012 en estados gobernados por el prd y las izquierdas 180 Conclusiones 181 Bibliografía 185

los caminos Hacia el multipartidismo. el cambio en el sistema de partidos mexicanoIgor Vivero Ávila y Oniel Francisco Díaz Jiménez 189 Introducción 189 El cambio electoral 190 Fragmentación y número efectivo de partidos 197 Cambios en el partidismo: la expansión del mercado electoral. 201 ¿Desalineamiento o realineamiento? 205 Fortaleza del partidismo 207 Lealtades partidistas y volatilidad del voto 208 Consecuencias de los cambios en el macropartidismo 210

10 continuidades, rupturas y regresiones

Reflexiones finales 211 Bibliografía 212

¿clientes acarreados versus ciudadanos electores? elementos empÍricos, metodológicos, teóricos y conceptuales para el estudio sociológico y territorial del voto urbano/rural

Willibald Sonnleitner 219 De la impugnación de la calidad técnica de las elecciones al cuestionamiento de la calidad del voto [a modo de introducción] 219 ¿Un incremento “sospechoso” y un comportamiento “atípico” del voto rural? 221 Hacia una teoría plural del voto: un modelo derivado de la transición chiapaneca 229 Explorando las dimensiones microsociológicas del voto en Chiapas 235 La diferenciación sociodemográfica de los tipos extremos del voto 244 Hallazgos principales y matices [a modo de conclusiones] 248 Bibliografía 251

proyectos rivales: Historia de alianzas y rupturas electorales

Sergio Tamayo 255 La campaña electoral como una lucha por la hegemonía 259 El compromiso ¿por México? 264 La soledad del pragmatismo 271 Las redes políticas del Movimiento Progresista 276 Las dimensiones analíticas en la formación de las redes rivales: consideraciones finales 283 Bibliografía 285

11índice

el reclamo democrático del movimiento #yosoy132María Eugenia Valdés Vega y Josefina Maldonado Montes 297 Presentación 297 La política en un marco democrático 301 La estructura de los medios electrónicos en México 306 La demanda democrática del movimiento #YoSoy132 316 Una nota final 326 Bibliografía 328

polÍtica 2.0: internet, redes sociales y participación

Jorge G. Castillo Vaquera 335 Introducción 335 La política 2.0 337 Capacidad de penetración de internet en América Latina 342 Internet y la política 355 Las manifestaciones de internet en la política 363 Una nueva forma de participación social 366 La desigualdad reflejada en el acceso a internet (brecha digital). Algunas cifras del caso mexicano 368 Conclusiones tentativas 370 Bibliografía 373

sufragistas del nuevo milenio: la lucHa de las mujeres indÍgenas por espacios de representación polÍtica

Laura Raquel Valladares de la Cruz 377 Introducción 377 El contexto normativo: multiculturalismo y las acciones afirmativas en materia electoral y de género para indígenas 383 Cuotas electorales y reconocimiento de los sistemas de elección de autoridades en los pueblos indígenas 384

12 continuidades, rupturas y regresiones

Cuotas de género para la participación política de las mujeres indígenas: la urdimbre de la inclusión 387 Las sufragistas indígenas: la trama del fortalecimiento de los liderazgos femeninos 397 Reflexiones finales 401 Bibliografía 403

la democracia mexicana en clave deliberativa: la relevancia de la teorÍa normativa en el análisis polÍticoAlejandro Monsiváis Carrillo 411 El rol de la teoría política normativa en la investigación empírica 412 Democracia y teoría normativa: tres agendas de investigación empírica 419 Los regímenes políticos como sistemas deliberativos: la democracia en México 423 Reflexiones finales 433 Bibliografía 435

sobre los autores 441

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Hacia una perspectiva integral de la democracia en méxico:

sobre elecciones, cultura y ciudadanÍa

Héctor Tejera Gaona* Pablo Castro Domingo*

* Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

Los sucesos sociopolíticos que acompañan a los procesos electorales, así como la dinámica de los comicios, son una oportunidad para repen-sar los alcances y límites de la democracia en México; el papel que está adquiriendo la ciudadanía en diferentes ámbitos de la vida polí-tica del país; los contenidos de la cultura que sustentan el ejercicio político en todos los niveles de la vida del país, y la relación entre eco-nomía, política, cultura y democracia. Por esta razón, al término de las elecciones de 2012, reunimos un grupo de destacados especialistas en diferentes enfoques sobre los procesos políticos con la finalidad de propiciar una reflexión que, basada en el proceso electoral, profundi-zara en los vínculos entre los aspectos estructurales que sustentan las relaciones sociopolíticas que caracterizan al país, así como entre di-chos aspectos y las transformaciones existentes en las correlaciones de poder entre los grupos y partidos políticos que actúan en el contexto actual; el papel de los medios de comunicación y el peso de las redes sociales; el fortalecimiento de los poderes estatales y regionales; la multiplicación de actores tales como las organizaciones civiles, pero también organizaciones paragubernamentales. Asimismo, el efecto po-lítico del debilitamiento de la presencia del Estado, que no necesaria-mente ha sido sustituido por la ciudadanía, sino por corporaciones de muy diversa índole, sustancialmente de carácter político-clientelar.

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Buscábamos establecer en qué se ha avanzado en México, dónde se encuentran los rezagos más importantes, y la causa de las asimetrías y desigualdades de las que está impregnada la vida del país.

Abrimos un espacio para discutir ampliamente y a fondo las re-flexiones de cada uno de los participantes sobre varios de los aspectos antes señalados, y con base en la discusión colectiva de dichas reflexio-nes, se fueron perfilando los capítulos que ahora presentamos al lector. Son estudios que abarcan desde aspectos conceptuales (Monsiváis), hasta aquellos que profundizan en la dinámica sociopolítica de alguna entidad o región (Castro y Montiel, Tejera, Rodríguez, Guillén y Or-tega), pero todos tienen como marco de reflexión general cuáles son las características actuales de nuestra democracia y cuánto hemos avanzado en su extensión y profundización.

Entre las líneas de reflexión que integran el conjunto de los capí-tulos aquí presentados, destacan dos aspectos: el primero, que debemos tener una visión de la democracia más sistémica con la cual establecer los alcances y límites actuales de la existente en nuestro país; el se gun-do, que esa visión integral requiere impulsar una visión transver sal de la democracia en diferentes ámbitos y procesos sociales, para gene-rar las bases que permitan impulsar su ampliación y fortalecimiento. En otras palabras, se requiere generar políticas de democratización más allá de los aspectos electorales.

Quienes acotan la transición democrática, con base en la diná-mica partidaria (cfr. Woldenberg, 2012), han establecido parámetros para determinar los alcances democráticos que se sustentan en el di-seño institucional y la participación partidaria. Sin embargo, como muestran los textos aquí reunidos, existen una serie de problemas desde una perspectiva más amplia de democracia que obligan, no solamen-te a adoptar una posición cauta con quienes sostienen que la transi-ción ha terminado, sino a visualizar que, en muchos sentidos, dicha transición no ha comenzado o, lo más importante, no debe confundir-se ella con la democracia. En efecto, los textos de Guillén y Ortega, sobre Oaxaca, así como el de Castro y Montiel sobre Valle de Chalco Solidaridad, muestran que independientemente de los procesos de alternancia electoral, las elites locales se mantienen en el poder. Esta situación sugiere que se requiere impulsar el estudio de procesos polí-ticos estatales y locales con el propósito de construir un panorama de

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la actual situación política del país y el papel que ha jugado el incre-mento de las opciones partidarias en las pugnas entre las diversas fac-ciones de los grupos hegemónicos. Desde el punto de vista electoral, la democracia ha avanzado sustancialmente si comparamos la situación actual con la prevaleciente hace treinta años, pero es difícil echar las campanas al vuelo ante el autoritarismo y la desigualdad que conti-núan siendo la constante en las relaciones políticas. Como plantean Guillén y Ortega, en este libro “alternancia y democracia no son si-nónimos”. Pero lo cierto es que, sin alternancia el retorno al autorita-rismo es un constante riesgo. Así, por ejemplo, los lugares donde no ha habido un recambio político en mucho tiempo, como ha sido el caso del Distrito Federal, que desde hace quince años es gobernado por el prd, tienden a mostrar el anquilosamiento de las relaciones políti-cas y el fortalecimiento de las prácticas clientelares de viejo cuño. Al respecto, en este libro se expone (Tejera) cómo se ha generado una nue-va estructura de dominación, sustentada en la formación de nuevas redes de poder político respaldadas en el control de dominios territo-riales que abarcan desde colonias y barrios hasta conjuntos de dele-gaciones políticas. Se han consolidado estructuras de control político que muestran un carácter personalizado en figuras emblemáticas (líde-res de corrientes políticas o tribus) cuyo poder está apoyado en relacio-nes clientelares. Son formas personalizadas donde quienes las controlan actúan en diversos ámbitos, ya sea como intermediarios entre las redes que encabezan y el gobierno, pero también como funcionarios de go-bierno que utilizan las normas y recursos gubernamentales de forma personalizada y facciosa.

Uno de los principales problemas para propiciar una visión amplia de los alcances y límites de la democracia en el país, radica en la presen-cia de un discurso institucional y académico predominante que tiende a constreñirla a su ámbito electoral, basada en el concepto de Dahl (1971) sobre la poliarquía; es decir, referida a los mecanismos de acceso al poder. Con ello, las posibilidades de una nueva socialidad en nuestro país quedan acotadas a la participación electoral, que si bien ga ran-tiza la participación de diversas fuerzas políticas ubicadas en el ámbito partidario, no parece influir en la transformación de las condi ciones de inequidad social y económica prevalecientes en el país. Hay entonces un cambio político indudable, pero difícilmente podemos sostener

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que dicho cambio haya generado una ampliación de la democracia en el país (Guillén, 2012).

Por lo anterior, la invitación de Monsiváis (en este libro) para adop-tar una posición positiva ante la teoría normativa resulta sugerente. Sostiene que con ella se propicia un marco general para realizar estu-dios empíricos de lo político y, particularmente, de la democracia. En efecto, es fácil perdernos en los contenidos del problema a estudiar, si carecemos de referentes generales que guíen la mirada del investiga-dor por los múltiples caminos de los procesos políticos y de las formas democráticas que pueden delinear. Además del carácter científico que requiere la investigación en el campo de los procesos políticos, que ra-dica en las posibilidades de contar con los elementos para evaluarla y confrontarla con otros resultados, el enfoque normativo facilita el co-tejo de dichos resultados con enunciados de contenido más general. Explícita o implícitamente, dicho cotejo lo realizan quienes estu-dian la “calidad de la democracia”, como también los interesados en la par ticipación ciudadana como aspecto sustancial para establecer los alcan ces no electorales de una democracia, así como las formas de in-teracción ciudadana para la toma de decisiones con base en procesos deliberati vos contenidos en un régimen democrático. En todo caso, lo interesante es que la investigación sobre las normas inscritas en la inves-tigación son sustantivas para elaborar conceptos y definir las di versas posturas mediante las cuales se aborda la democracia.

Probablemente, la dinámica de la transición mexicana y sus al-cances sean el resultado de su diferencia con otras transiciones de re-gímenes autoritarios a la democracia. Lo que distingue a la transición mexicana radica, como lo plantean Vivero y Díaz, en que en Méxi-co la dominación se sustentó en una estrategia donde existían algunas de las instituciones que generalmente se adscriben a un régimen de-mocrático, como es el caso de elecciones, presencia acotada de algu-nos partidos de oposición, y la integración de legislaturas con alguna facción disonante a la dominación priísta. Además, estas instituciones interactuaron con el modelo de dominación social corporativa instau-rado en la década de los treinta del siglo pasado que, si bien posterior-mente a Cárdenas fue perdiendo su carácter populista, permaneció como sistema de control social y político, hasta que la irrupción de las políticas neoliberales, en la década de los ochenta, rompió el pacto

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social con amplios sectores de la sociedad y generó, además, una grave ruptura en el pri, donde el ala nacionalista aglutinó a varios sectores de la izquierda alrededor de la figura de Cuauhtémoc Cárdenas (Crespo, 2012:84). A la larga, la persistencia de las crisis económicas ha debili-tado la presencia de un partido de Estado (sea el pri o el pan) y al Esta- do mismo.

En el marco de una competitividad limitada, caracterizada por la asimetría de recursos partidarios, las desventajas comparativas de apo-yar a los partidos de oposición por parte de algunos sectores de la po blación, y la existencia de reglas que acotaban la competitividad e incluso, como se recordará, convertía a los elegidos (los legisladores) en juez y parte en la calificación de las elecciones, el pri tuvo durante varias décadas la preferencia de los electores. La relativa estabilidad económica y la desconfianza hacia el posible desempeño de otros par-tidos, sugieren Vivero y Díaz, probablemente hayan sido clave en el mantenimiento de la hegemonía partidaria del pri.

La mayoría de los interesados en el tema sostienen que fueron las reformas electorales, producto de la modernidad del país y la crecien-te presión nacional e internacional, las que generaron condiciones para una mayor competitividad electoral. En la medida en que un par-tido ganaba posiciones, presionaba para garantizar consolidando las condiciones que hacían posible su participación electoral, disminu-yendo de esta forma las ventajas comparativas de las cuales gozaba el pri. De esta forma se consolidó un sistema de partidos, a partir de me-diados de los noventa, caracterizado por la competencia bipartidista en la mayoría de los distritos electorales del país. A su vez, se comien-za a expresar un comportamiento electoral distinto caracterizado por el cambio de lealtades del pri hacia otros partidos, así como el incre-mento del apartidismo coyuntural que fluctúa de un partido a otro con base en percepciones coyunturales sobre candidatos.

Los estudios de comportamiento electoral invitan a profundizar en las estructuras de poder estatal y local que se han consolidado en el país, particularmente aquellas asociadas al pri. Ciertamente, la pérdi-da de la presidencia por parte de este partido lo debilitó en la medida en que tuvo que aprender nuevas formas de organización y negocia-ción internas, pero al cabo de doce años, se evidencia que el cemento que siempre ha unido a este partido: el poder, sigue siendo un importan-

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te catalizador para que haya permanecido relativamente cohesionado en su búsqueda por retornar a la Presidencia de la República.

El estudio que nos presenta Gómez-Tagle en esta obra indica que, en el mejor de los casos, el país se caracteriza por contiendas electora-les bipartidistas (pan-pri, o pri-prd), pero que además, en el nivel lo cal, las diferencias ideológicas se han matizado en la medida en que los partidos, particularmente el pan y el prd han realizado alianzas es tratégicas. Por su parte, el pri no hubiese ganado en diversas enti-dades si no fuera por el apoyo del pvem y el Panal.

Lo que se evidencia es que durante el presidencialismo panista, el pri continuó siendo la fuerza política estatal y legislativa más importan-te con excepción de los primeros tres años del gobierno calderonista, cuando el pan se posiciona como primera fuerza electoral legislativa (Pacheco, 2012). Durante los doce años de gobierno federal panista, en 22 entidades hubo alternancia, pero en diez el pri se mantuvo en la gubernatura (Campeche, Coahuila, Colima, Durango, Hidalgo, Es-tado de México, Quintana Roo, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz). Sin embargo, diversos estudios de carácter estatal, regional y municipal muestran que, en muchos casos, a lo que asistimos con esa alternancia es al empleo de los partidos como franquicias para disputarse el poder entre las elites locales. En este sentido, dicha alternancia difumina que la democracia en muchos estados ha sido más un procedimiento para el recambio de las distintas facciones de las elites políticas y económi-cas, que un elemento para ampliar las bases de decisión de la población sobre el rumbo de la economía y la sociedad. En todo caso, antes de las elecciones de 2012, el pri gobernaba en veinte entidades de la Repú-blica. Por esa razón, algunos autores sostienen que, en realidad la vio-lencia generada por el narcotráfico impactó mayormente sobre los vo tos hacia el pri (Díaz, Magaloni y Olarte, 2012:21). Sin embargo, este ti-po de análisis, con base en regresiones estadísticas, diluye la efi cacia del gasto social en el nivel estatal realizado durante 2011 y 2012 para garantizar el triunfo electoral de ese partido, y del cual existen múlti-ples testimonios en todo el país. Ciertamente, parte de la explicación del triunfo del pri ha radicado en el empleo de mecanismos de compra o coacción de voto, particularmente en las zonas rurales. Al respecto Sonnleitner presenta en este libro un análisis estadístico de carácter longitudinal del comportamiento del voto rural/urbano donde encuen-

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tra que, con vaivenes, el voto rural tiende a ser un voto priísta a diferen-cia, por ejemplo del prd, que muestra un carácter más heterogéneo. En todo caso, su análisis general sustenta una reflexión sobre los diversos modelos explicativos del comportamiento electoral (identidad cultu-ral o política, intercambio específico y convicción racional), que cen-trará en el caso chiapaneco. La tendencia que encuentra indica que el voto por convicción se expresa en zonas de mayor desarrollo eco-nómico y educativo, mientras que en las zonas de mayor atraso pre-valece el voto ligado a redes políticas y adhesiones identitarias. En este sentido, lo que se muestra es que el comportamiento electoral pa-rece estar relativamente relacionado con el desarrollo social de las diversas zonas del país y que mientras menos dependencia a mecanis-mos de intermediación, el comportamiento electoral es más heterogé-neo. En todo caso, la pregunta que abre un análisis como el descrito es si el gasto social continuará siendo dirigido al mantenimiento de dependencias y adhesiones políticas, más que para propiciar el desa-rrollo y la capacidad de agencia social.

Las reformas electorales han ampliado el ejercicio de los derechos ciudadanos en cuanto a la decisión de quienes serán sus gobernantes y eso no es un logro menor. También han propiciado el surgimiento de un comportamiento electoral menos corporativo y con mayor gra-do de diferenciación, que Castro y Montiel, en su contribución, con-sideran como resultado de un debilitamiento del corporativismo y el creciente pluralismo de las ofertas políticas. Todo ello sin que hayan desaparecido del todo, del panorama del quehacer partidario, las prác-ticas corporativo-clientelares, la compra y coacción del voto y la cul-tura de la sumisión. Para ellos, estos avances pueden atribuirse a la creciente competencia partidaria, aunque también habría que consi-derar el desarrollo social y económico de este municipio del Estado de México. En todo caso, ciertamente encontramos nuevas formas de ha-cer política que están propiciando prácticas originales de integración a las redes de poder político locales. Una de ellas proviene del discur-so de lo ciudadano, el cual encubre procesos de formación de poder político propiciados, en parte, por el contenido difuso y multisemánti-co del término, y que puede utilizarse para la reafirmación de espacios de poder. Emanuel Rodríguez, en su estudio sobre la dinámica polí-tica de la ciudad de México, nos muestra cómo los mecanismos institu-

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cionales formales de procesos ciudadanos participativos excluyen de su diseño la existencia de estructuras corporativas (como es el caso de las organizaciones de ambulantes) o, de los propios partidos políti-cos, pero que son éstos quienes ocupan los espacios de representación ciudadana, proscribiendo al vecino común de las posibilidades de acce-der a vías de influencia y comunicación con las autoridades locales. En todo caso, muestra que la ciudadanía o la denominada sociedad civil está integrada por sectores con diferentes objetivos políticos y sustratos ideológico-culturales que constantemente se contraponen en la esfe-ra pública. Los diseños participativos actuales tienen reglas y procedi-mientos muy similares a los que muestran los procesos electorales; en consecuencia, los ciudadanos aislados se encuentran en desventaja ante partidos políticos y organizaciones que pueden aplastar electoral-mente a los vecinos desorganizados. De esta forma aunque en térmi-nos formales, se ejercen procedimientos democráticos, en el ámbito de las relaciones políticas predominantes, lo que se ejerce es la exclu-sión ciudadana de los órganos mediante los cuales puede representarse. Lo que tenemos, en realidad, es la instauración de nuevos mecanismos de intermediación y contención de las demandas ciudadanas a tra-vés de los partidos, los representantes de organizaciones corporativas y de in termediarios. Como sostiene Rodríguez, “[que] los espacios par-ticipativos sean, en realidad, un ámbito de pugna política más que de incidencia ciudadana en las políticas públicas de los gobiernos loca-les”. Bajo estas condiciones, las posibilidades de que se impulsen relacio-nes realmente democráticas en donde la participación ciudadana tenga lugar están todavía en el horizonte.

Lo anterior demuestra que no está garantizada la participación de todos los sectores de forma equitativa. No basta con ser reconocido como ciudadano con derecho de votar y ser votado. Al respecto son también necesarios mecanismos que solventen no solamente los pro-blemas de tratar como iguales a los que son desiguales, y que no gene-ren exclusiones las desigualdades y la marginación económica, étnica y de género, por mencionar algunas de las más importantes atacando, además, la persistencia sus causas estructurales.

En más de una veintena de estados de la República, se han promul-gado leyes asociadas a los derechos y cultura indígenas, a las políticas públicas para sus comunidades, y de acciones afirmativas para garan-

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tizar las posibilidades de que sus hombres y mujeres cuenten con ma-yores posibilidades para arribar a la arena política. Como nos mues tra Valladares, en el capítulo que elaboró para este libro, esta participa ción no hubiese sido posible sin los cambios que hubo en las últimas déca-das en la relación entre el Estado y las comunidades indígenas, im pul-sados por el surgimiento del ezln.

Pero reformas legales como el derecho a la autodeterminación y la ampliación de las autonomías comunales no hubiesen sido posi-bles, en nuestra opinión, sin la confluencia de dos factores: por un lado, el empuje que dicho surgimiento imprimió al movimiento indí-gena nacional; por otro, sin una mayor diversidad de las fuerzas po-líticas en los ámbitos legislativos, algunas de las cuales han promovido cambios importantes. Es el caso de la instauración de los distritos elec-torales indígenas y de las cuotas de género, para garantizar los derechos de las mujeres y, como consecuencia, el incremento de la participa-ción de las mujeres indígenas en los órganos legislativos (Sonnleitner, 2012). Estos avances son significativos, pero se realizan en un ámbito donde también se ha secuestrado la verdadera ciudadanización de las instituciones públicas, como claramente lo muestra el caso de las cuo-tas de consejeros electorales por partido en el Instituto Federal Elec-toral y otras instituciones, o donde grupos políticos que se ostentan de izquierda han obstaculizado la participación ciudadana en metrópolis como la ciudad de México (Tejera y Rodríguez, 2012).

Con excepción de algunos casos, como el de Oaxaca donde se formó el Partido de Unidad Popular como resultado de la coalición de diversas organizaciones entre las que destacan el Movimiento de Unificación de Lucha Triqui (mult) y la Coalición Obrero Campe-sino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (cocei), así como la Aso -ciación Nacional Indígena Plural por la Autonomía (anipa), que buscó convertirse en Asociación Política Nacional, los indígenas no han mostrado mayor interés por formar Asociaciones Políticas que pudiesen derivar en partidos políticos. En todo caso, las comunidades u organizaciones indígenas han mostrado la tendencia a insertarse en los partidos consolidados, con ciertamente muchas dificultades y resistencia, y desde ahí, hacer política.

Por ello, sin desechar que se han suscitado cambios políticos favo-rables en las últimas décadas, también asistimos a regresiones autori-

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tarias, o donde el autoritarismo se ha refuncionalizado. Probablemente el regreso del pri a la presidencia modifique la inclinación académica a menospreciar la persistencia de las relaciones políticas autoritarias y regresivas en el país. Como plantean Guillén y Ortega en el capítulo que aportan a este libro,

[...] el regreso del pri a Los Pinos no es una alternancia más dentro de un régimen democrático en el que la pluralidad partidaria favorece ese tipo de cambios en el poder, pero tampoco constituye un regreso lineal al pasado autoritario que marcó la vida política del México pos-revolucionario.

El análisis realizado por Tamayo, de las alianzas y las rupturas in-trapartidarias y entre partidos, muestra cómo éstos representan no solamente posturas ideológicas sobre distintos modelos de ciudadanía, sino que resultan de la defensa coyuntural de intereses de diversos grupos sociales y económicos que buscan mayores espacios de influen-cia en el país, ya sea por la vía electoral, o por parte de quienes la consi-deran ineficaz. Tal es el caso de movimientos como el de Paz con Justicia y Dignidad, el cual coincide en este y otros aspectos con las movilizaciones del ezln y movimientos como Atenco, entre otros.

Las formas de hacer política no se han modificado sustantivamen-te y probablemente ello se deba a que el sistema de partidos, precisa-mente como resultado del incremento de la competitividad electoral, ha propiciado el mantenimiento o refuncionalización de las prácticas re-gresivas y autoritarias. De esta forma, independientemente de que la competitividad y la alternancia sean consideradas como indicadores de la consolidación democrática, nos encontramos ante el hecho para-dójico de que ellas están propiciando el surgimiento o mantenimiento de dichas prácticas.

Es en las campañas políticas en donde éstas se hacen evidentes, porque, como plantea Tamayo en su contribución a esta obra, a tra-vés de ellas se busca construir una hegemonía política en el espacio de lo público; es decir, la hegemonía como “dirección y autoridad política y cultural, de influencia social y moral, que se expresa en un proyecto particu­lar de ciudadanía”. También porque en las estrategias utilizadas por los diferentes proyectos políticos, se expresan percepciones de lo que es la

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ciudadanía y, mediante el proselitismo político, se imprime de conte-nidos culturales a lo ciudadano.

Los partidos políticos, hemos sostenido, son organizaciones cultu-rales (Tejera, 2009), en el sentido en que buscan implantar formas de alcanzar y relacionarse con el poder, y al hacerlo influyen en las for-mas en que la ciudadanía percibe el ejercicio y los objetivos de la po-lítica. Lo que se hace evidente es que la delimitación de las fronteras políticas se complejiza como resultado de las alianzas y las rupturas elec-torales, los bloques que se forman explícita o implícitamente —por ejemplo del pan y el pri en contra del prd cuando López Obrador fue catalogado como un peligro para México—, y la actual Alianza por México, la cual puede considerarse como la vía alternativa a la cláu-sula de gobernabilidad que fuera tan buscada en su momento por el equipo de Peña Nieto; alianza signada por el prd y el pan. En todo caso, no solamente las campañas políticas sino el quehacer legislativo, pero sustancialmente la relación cotidiana con las políticas públicas, configuran la actual cultura ciudadana.

Los cambios en la vida política del país, y una mayor influencia de ciertos sectores de la sociedad mexicana, si bien no han incidido en las políticas públicas de forma tal que reviertan el modelo económico excluyente que impera en el país, sí muestran que hay mayor actividad de la sociedad civil en el espacio público, la cual influye en la opinión pública. En México, como plantean Dagnino (2003) y Dagnino, Olve-ra y Panfichi (2006), para toda América Latina, se han generado nue-vos procesos de ciudadanización, sustentados en demandas de diversos sectores por reformas legales que garanticen derechos en general y para grupos en particular. Entre dichos procesos de ciudadanización no podemos olvidar el impacto de las nuevas tecnologías de informa-ción en su proceso de cohesión y formas de expresión. Valdés y Mal-donado hacen un recuento, en el capítulo que prepararon para este libro, de cómo el ejercicio autoritario del poder durante la campaña electoral del actual presidente de la República, generará una marea de descontento y organización estudiantil con demandas en favor de la demo cratización de los medios de comunicación masiva. Para las autoras #YoSoy132 se distingue de otras movilizaciones por su carác-ter multiclasista y porque finalmente integró a sectores estudiantiles de es cuelas del sector público y privado, en la lucha contra el control de

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los medios y el empoderamiento que hicieron de uno solo de los can-didatos presidenciales. Si actualmente se ha impulsado una nueva ley de medios de comunicación, ello indudablemente ha tenido relación con la importante influencia que en la opinión pública tuvo la po-sición de los jóvenes en cuanto a la concentración monopólica. Esto no significa que sus demandas hayan quedado cabalmente plasmadas en dicha ley, pero la rápida respuesta gubernamental al tema no pue-de considerarse casual, sino una respuesta a demandas reiteradamente planteadas por diversos sectores y, además, una prevención para evi-tar una nueva movilización estudiantil.

Parte de la difusión de las demandas y de la organización de #Yo-Soy132 se generó en las redes sociales, y este hecho muestra que la política 2.0 —como la denomina Castillo en el capítulo elaborado para este libro— permitió el empleo de las formas de comunicación social basadas en las nuevas tecnologías de información que fueron una alternativa ante el control informativo de los monopolios de comu-nicación. De esta forma, si bien es cierto que continúa como interro-gante el papel que han tenido dichas tecnologías para promover la movilización, aunque el imaginario sobre lo sucedido en la Primave-ra Árabe pueda propiciar analogías, ciertamente tuvieron un papel decisivo para evitar la exclusión generada por el ghetto informativo que caracteriza al país.

El país es diverso y desigual en sus procesos políticos y los estados del sur-sureste han sido aquellos con mayores retrasos y retrocesos. Ve-racruz, Oaxaca, Chiapas y Tabasco, con sus particularidades, son un ejemplo de relaciones políticas retardatarias, donde la impunidad y el abuso a la población son cotidianos. Son entidades en las cuales las prácticas de intermediación y gestión antidemocráticas se reprodu-cen cotidianamente como formas de control político y, no obstante que en algunos casos existen rediseños institucionales progresistas, la política se caracteriza por formas de relación que las socavan. En al-gunas de esas entidades la organización y movilización popular han sido importantes como en su momento fue el caso de la appo oaxa-queña, al mismo tiempo que la construcción de una compleja red política ligada al sector agrario ha garantizado la relativa estabilidad de esta entidad, a pesar de las carencias ancestrales de la mayoría de su población. Lo que Guillén y Ortega nos muestran, es que el sistema

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de dominación tradicional basado en el clientelismo y el corporativis-mo mediante intermediarios caciquiles se encuentra en franca deca-dencia, por lo menos en cuanto a su efectividad como estructura de contención social, particularmente porque la crisis económica ha redu-cido la capacidad de atención de amplios sectores de la población que se encuentran en situación de profunda pobreza. Al mismo tiempo, ha propiciado la consolidación de movimientos que han logrado mejorar sus condiciones de vida, experimentar con nuevas formas de or ganiza-ción de base, caso de los maestros oaxaqueños de la sección XXII del snte, pero al mismo tiempo, han favorecido la corrupción. Cierta-mente la movilización popular oaxaqueña se ha cimentado y muchas organizaciones han logrado desplazar a los caciques e intermedia-rios po líticos. Sin embargo, los gobiernos, sean del cuño que fueren, utilizan las mismas prácticas para mediatizar y lograr ciertos grado de go bernabilidad, basándose en relaciones clientelares y corporativas a las que, usualmente, también son proclives muchas de las organizacio-nes populares.

Lo que se hace evidente es que no se modifica el modelo econó-mico, las elites económicas y políticas se redistribuyen los ámbitos de influencia, y los gobiernos estatales reproducen las prácticas políticas tradicionales para mantener la gobernabilidad, sustentadas en la aten-ción a las demandas coyunturales y la búsqueda de relaciones cliente-lares para mantener el control político. Como resultado, son entidades donde las elites políticas se mantienen en el poder y la alternancia par-tidaria se circunscribe a las facciones que la integran.

Con el libro que el lector tiene en sus manos, queremos comen-zar a construir una estrategia de análisis más integral de la dimensión democrática en diversos ámbitos de la vida social. Es una tarea a largo plazo y este libro prefigura dicho propósito, pero a quienes participa-mos en él nos une el interés por continuar avanzando en este esfuerzo de comprensión más sistémico de la democracia en nuestro país.

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las paradojas de la democracia en la ciudad de méxico:

redes polÍticas y elecciones

Héctor Tejera Gaona*

El propósito de este capítulo es proporcionar un panorama del proce-so de formación y características de la estructura de poder político que impera actualmente en la ciudad de México.1 Nos proponemos expo-ner cuáles han sido los antecedentes que han dado lugar a la estructu-ra de poder político actual en una ciudad que se ha caracterizado como una entidad de oposición. Dicha estructura se ha configurado en los últimos quince años, particularmente a partir de que el prd se ha trans-formado en el partido predominante en la capital del país.2 La presencia de redes define la dinámica de las relaciones políticas, influyendo en el comportamiento electoral y las identificaciones partidarias de quie-nes están insertos en ellas.3

* Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.1 Algunos aspectos de la reflexión que expondremos han sido enriquecidos

con el intercambio de opiniones con el doctor Emanuel Rodríguez de la enaH con quien hemos elaborado varios textos sobre el tema. La información de campo que presentamos ha sido recabada por diversos equipos de investigación bajo mi coor-dinación. El más reciente, integrado por quienes participan en el proyecto interins-titucional de ciencia básica con financiamiento Conacyt, “Las paradojas de la democracia”.

2 No lo definimos como partido hegemónico, porque existe competencia partidaria, si bien los demás partidos no ponen en peligro su mayoría absoluta.

3 Hablamos aquí de identificaciones y no de identidades, ya que las redes no necesariamente generan afinidades de carácter político, sino adhesiones horizon-

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La democracia en la capital del país ha sido posible en la medida en que, como ha indicado Gómez-Tagle (2000), desde los años se-senta se ha caracterizado porque sus habitantes muestran una tradi-ción política que se ha manifestado claramente al momento en que los capitalinos han obtenido el derecho de elegir a sus autoridades de gobierno y a sus representantes legislativos. Desde la creación del Fren-te Democrático Nacional en 1988 hasta la fecha, los capitalinos han sufragado preferentemente por la izquierda, manteniéndose dos o tres delegaciones con predominio panista (Álvarez, 2006). Por ello, la ciudad de México debe clasificarse como una entidad de oposición; lo cual no significa que sea de izquierda sino que, como se ha dicho, muestra una tendencia a votar en contra del pri. Usualmente las cla-ses medias han otorgado su voto al pan, con excepción de las últimas elecciones (2012) cuando la crisis de ese partido, en el nivel nacional y local, llevó a muchos panistas a votar por el candidato a jefe de go-bierno del prd. Reductos de ese partido como las delegaciones Miguel Hidalgo y Benito Juárez, con colonias predominantemente de clase media y alta, muestran cambios significativos en su comportamiento electoral. En Miguel Hidalgo, una delegación en la cual durante 12 años se votó por un delegado panista, triunfa el prd; en Benito Juárez, la diferencia final entre pan y prd es de 498 votos (un poco menos que la lista nominal de una casilla electoral) de ventaja para el prime-ro. Otra delegación, Cuajimalpa es un caso particular, ya que el candi-dato triunfante del pri obtiene la candidatura de ese partido después de que no es elegido en el prd como aspirante a la jefatura delegacional. La diferencia entre pri y prd será de 1 145 votos. Habría que pre cisar que el descrédito panista es tal, que después de 15 años el pri obtiene el segundo lugar en 24 de los cuarenta distritos electorales loca les, ubi-cándolo como la segunda fuerza electoral en la capital. El cuadro 1 sintetiza el comportamiento electoral de 1997 a 2012 en la ciu dad de México.

El reiterado triunfo del prd en los últimos 15 años —con excep-ción del año 2000 cuando el “efecto Fox” disminuye sensiblemente

tales de grupo, donde el cemento que las une entremezcla similitudes socioeco-nómicas y culturales, organizadas verticalmente por relaciones de dependencia sustentadas en la subordinación y el autoritarismo.

57las paradojas de la democracia

la votación a ese partido— ha difuminado la formación de una nueva estructura política que influye en el comportamiento electoral de una fracción de los capitalinos; en particular los de más bajos ingresos inser-tos en redes de intermediación política y beneficiarios de programas de gasto social.

La ciudad de México es la urbe del país con mayor avance demo-crático en cuanto a derechos ciudadanos, pero también aquella don-de se están generando prácticas político-culturales de viejo y nuevo cuño dirigidas a amplios sectores de la población, y cuya finalidad es su control electoral (Bauer de la Isla y Wirth, 2001).

Si bien en la capital se ha avanzado en cuestiones como la justicia social y los derechos ciudadanos, también se han afianzado relaciones

cuadro 1 resumen de los resultados electorales

en la ciudad de méxico (1997-2012)

Presidente (% de votos) 1997 2000 2003 2006 2009 2012

pan — 43% — 27% — 17%

pri — 24% — 9% — 25%

prd-pt-Convergencia — 26% — 58% — 53%

Jefe de Gobierno (% de votos) 1997 2000 2003 2006 2009 2012

pan 16% 33% — 27% — 14%

pri 26% 23% — 22% — 20%

prd-pt-Convergencia 48% 37% — 46% — 64%

Número de diputados locales 1997 2000 2003 2006 2009 2012

pan 2 21 3 4 9 2

pri 0 0 0 0 0 0

prd-pt-Convergencia 38 19 37 36 31 38

Número de jefes delegacionales 1997 2000 2003 2006 2009 2012

pan — 6 2 2 3 1

pri — 0 1 0 0 1

prd-pt-Convergencia — 10 13 14 13 14

fuente: estadísticas electorales ife e iedf. Los resultados han sido redondeados para facilitar su presentación.

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políticas sustentadas tanto en vínculos clientelares de contenido terri-torial-corporativo,4 como en la aplicación de recursos públicos me-diante procedimientos patrimonialistas de corte personalizado. Ello explica que parte de la acción electoral no se halle en el marco institu-cionalista, cultural o de acción racional, sino en redes sociopolíticas que moldean el comportamiento electoral de sus integrantes. Estas re-des se han esparcido territorialmente y consolidado políticamente en los últimos 15 años, estimuladas por el énfasis partidario en el tema electoral que, a su vez, ha profundizado las pugnas intrapartidarias por posiciones en la estructura partidaria, las delegaciones políticas y diputaciones locales y federales.

En términos particulares, la formación de la estructura política de la ciudad de México es resultado de la interinfluencia de siete pro-cesos sobre los cuales nos detendremos en las siguientes páginas y que son: a) las condiciones de integración del prd; b) las particularidades de las prácticas políticas de este partido que, desde su fundación, hará énfasis en objetivos electorales por encima de un proyecto político de organización social; c) los procedimientos para dirimir las pugnas entre las diferentes corrientes y la estrategia para evitar las rupturas par-tidarias; d) las modificaciones en los procedimientos para seleccio-nar los integrantes de la estructura partidaria, así como a los aspirantes a puestos de elección popular; e) las estrategias de las corrientes políti-cas internas para disputarse los puestos gubernamentales y legislativos; f) el carácter de los incentivos empleados para buscar la adhesión elec-toral ciudadana mediante políticas de gasto social, y g) el control de la participación política ciudadana5 más allá de la participación elec-toral, particularmente en los procesos de representación y gobierno en la capital del país.

La reflexión que realizaremos sobre dichos procesos se sustenta en los resultados del proyecto “Cultura y política en México” que he coordinado en los últimos 15 años, con base en una estrategia de análi-

4 Estas nuevas redes tienen un carácter corporativo distinto a las formadas bajo la relación sindicatos-gobierno. Muestran un carácter no gremial y están agru-padas en torno a intermediarios como líderes de organizaciones urbano-popula-res, de colonias, corrientes políticas del prd o funcionarios de gobierno.

5 Entendemos la participación política en términos más amplios que la par-ticipación electoral.

59las paradojas de la democracia

sis que tiene semejanza con la propuesta como etnografía multilocal por Marcus ([1995] 2001). Hemos estudiado diversos problemas re-lacionados con la cultura, la ciudadanía y el poder, en momentos, espacios geográficos y ámbitos de ejercicio distintos y encontrado ex-presiones pecu liares de la forma en que se estructuran las relaciones de poder en el Distrito Federal; particularmente de los diversos modos en que se en samblan los distintos agentes sociales con el poder gu-bernamental local y central constituyendo dominios gobernables y administrables (Dean, 1999:29).

la evidencia gráfico-etnográfica de los cambios en la estructura polÍtica

Uno de los aspectos más evidentes de las transformaciones en la es-tructura política de la capital del país se manifiesta en la integración de quienes asisten a los mítines proselitistas. Comparando los resulta-dos del trabajo de campo realizado hace 15 o 10 años en el marco de las campañas electorales, destaca que tanto candidatos como asistentes a mítines y asambleas muestran un carácter más corporativizado.

Durante el proceso electoral en que Cárdenas se presentó como candidato a jefe de gobierno, los postulantes a diputados locales y fede-rales eran diversos, aunque podemos congregarlos en tres grupos: los políticos nacionalistas y de izquierda, los intelectuales universitarios y los integrantes de organizaciones urbano-populares. Los primeros y los segundos eran cercanos personal o ideológicamente a Cárdenas, y ha-bían sido designados por éste o sus más cercanos seguidores para conten-der a algún puesto de elección popular; los terceros eran candidatos resultado de negociaciones entre Cárdenas y las organizaciones cor-porativas. Los grupos mostraban diferencias ideológicas importantes en cuanto a cómo relacionarse con la ciudadanía y de su papel en un par tido de izquierda. En conjunto integraban un frente de izquierda relati vamente heterogéneo, como puede verse en la imagen 1.

Esta imagen es un ejemplo de la interacción entre estos grupos, reunidos en un mitin realizado en el parque “De los Venados” (Fran-cisco Villa). De izquierda a derecha Gilberto López y Rivas, antro-pólogo, investigador del inaH y candidato a diputado federal, quien

60 héctor tejera gaona

fue designado por Cárdenas; el dirigente de la actual unyr, Alejandro Quintero, en ese momento diputado federal; Porfirio Muñoz Ledo, quien disputó la candidatura a jefe de gobierno a Cárdenas; Raúl Villegas, candidato a diputado local; el candidato a diputado federal Jorge Mar-tínez Ramos (al micrófono), quien en entrevista de campo sostiene que fue sugerido como candidato a Cárdenas por Bejarano y Padierna, aun-que posteriormente estará ligado a Nueva Izquierda; Lenia Batres (par-cialmente oculta detrás de Martínez), candidata a diputada federal plurinominal, y el candidato a diputado local Martí Batres del grupo de René Bejarano, este último a su derecha.

En los estudios de campo realizados desde 2006 hasta 2012 ha sido más evidente el desplazamiento de líderes morales como Cárdenas y los posteriores presidentes del prd en la designación de aspirantes a puestos de elección popular, y la creciente influencia de los líderes de las facciones más importantes que dominan al prd. Las causas de este cambio se abordarán posteriormente.

Como resultado de este fortalecimiento de las organizaciones en el prd, los mítines se han transformado; ello resalta en la etnografía de las campañas políticas, y evidencia los cambios en la forma en que se ha organizado la estructura política prevaleciente en la capital del país.

imagen 1 mitin de cierre de campaña de diputados locales y federales

en la delegación benito juárez (1997)

fuente: fotografía del autor. Archivo visual de trabajo de campo 2007.

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Cuando realizamos la etnografía de las campañas electorales de 1997 (por ejemplo, Tejera, 2003) obviamente había organizaciones y grupos políticos insertos en el prd que actuaban en diferentes lugares de la ciudad. Su presencia, evidente en los actos políticos más importan-tes, como los inicios y cierres de campaña, no era mayoritaria. Los re-gistros fotográficos de los actos de inicio y cierre de campaña de los jefes de gobierno muestran que durante las campañas a la jefatura de gobierno de Cárdenas, López Obrador y Marcelo Ebrard, la presencia de ciudadanos simpatizantes era significativa; es decir, participaban en ellas integrantes de la sociedad mexicana que no formaban parte de organizaciones de carácter clientelar-corporativo. Sin embargo, seis años después, los asistentes al mitin de inicio de campaña de Mance-ra son distintos. Los ciudadanos no han desaparecido, pero sí se han desvanecido en el tumulto corporativo que caracteriza actualmente a estos actos políticos. El registro fotográfico que presentamos a conti-nuación evidencia lo antes expuesto.

Como puede verse en la imagen 1, la mayor parte de quienes asis-tieron al cierre de campaña de Cárdenas, si bien eran simpatizantes del prd, no pertenecían a corporaciones específicas, ni aprovechaban el mitin para pronunciarse por algún candidato en particular o hacerse propaganda; a diferencia, en la imagen 2 vemos un mitin que recuer-da la estructura clientelar corporativa clásica en nuestro país formada durante el predominio del priísmo.

La comparación evidencia que las redes corporativas prevalecen actualmente en los mítines, como consecuencia del incremento de su importancia en la estructura política de la ciudad de México. Además, dicho predominio ha modificado el contenido de los performances políticos (Turner, 1975:154-155; Alexander, 2004). Éstos han transi-tado paulatinamente de manifestaciones de apoyo y simpatía ciuda-dana hacia los candidatos de este partido en los primeros siete años de gobierno perredista, a prácticas políticas más cercanas a los “rituales de confirmación” (Lipset y Rokkan, 1992); los mítines se realizan para reafirmar la subordinación (así sea de manera relativamente volunta-ria) de quienes se integran a las redes corporativas de control y dominio político. Los diferentes grupos políticos vinculados con la izquierda partidaria, que actúa en el Distrito Federal, los utilizan como performan-ces para ejercer la didáctica del dominio político hacia los integrantes

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imagen 2 cierre de campaña de cuauHtémoc cárdenas

para jefe de gobierno (1997)

imagen 3 inicio de campaña de miguel mancera para jefe de gobierno

(2012)

fuente: Blogdeizquierda.com.

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de las organizaciones que encabezan, recurriendo a símbolos y signi-ficados hegemónicos y subalternos que les permitan reproducir, pa-rafraseando a Cohen (1974:IX), “la distribución, mantenimiento y ejercicio del poder”. Sus líderes muestran su cercanía (real o imagina-ria) con autoridades actuales y candidatos (lo cual fortalece su papel como intermediarios y gestores) o buscan, al menos, obtener de ellos un saludo lejano y una sonrisa vaga. También son un lugar donde se de-sarrollan intracampañas mediante las cuales dichas organizaciones polí-ticas buscan promoverse en la arena abierta por el ritual político. La práctica común y cada vez más predominante de dichas intracampa-ñas radica en que las diversas organizaciones manifiesten su capacidad de convocatoria como muestra de su fortaleza política. En efecto, estos actos públicos son, para muchos de quienes asisten, lugares donde se expresan indicadores político-culturales sobre la importancia de cada grupo o asociación participante; indicadores como la amplitud del es pacio ocupado, la cercanía o distancia con los principales actores políticos y las expresiones que insinúan acuerdos, alianzas y confron-taciones entre ellos. Otros mítines observados en el trabajo de campo no serán más que una reproducción local y reducida de la estructura or-ganizativa observada en el arranque de campaña del aspirante a jefe de gobierno; fueron expresiones políticas de grupos organizados en apo-yo a “sus” candidatos (usualmente sus líderes e intermediarios) y para mostrar al aspirante a la jefatura de gobierno su fuerza política, como lo expresa la descripción del siguiente mitin realizado en la delegación Iztapalapa.

Se ha instalado un gran escenario con una manta de aproxima-damente nueve metros en cuyo centro está ubicada la imagen de la candidata rodeada de las fotos de otros candidatos. Es un montaje de imágenes de los candidatos más importantes por Iztapalapa, a los que se han sumado los aspirantes a senadores y jefe de gobierno. En las ori-llas del templete se han ubicado macetas con girasoles y en la parte frontal se han montado letreros con los nombres de la candidata a diputada local y el candidato a jefe de gobierno, uno en cada extremo del escenario. En la unidad habitacional aledaña, tres edificios se han cubierto con grandes mantas con la imagen de Ebrard, López Obra-dor y Cárdenas. Un par de edificios más alejados muestran mantas de la organización social “mesi” (Movimiento Equidad Social de Izquier-

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da), con el siguiente letrero: “Emilio Girón e Isaac Badillo apoyan a Man-cera, Dione y Karen”. En las sillas colocadas en la parte central de la explanada se ubican aproximadamente unos 30 integrantes de la or-ganización “Decide” (Ciudadanos en Movimiento por la Democracia y la Equidad). Al otro lado, a la misma altura, unas 20 personas de otra organización social, en su mayoría señoras de cincuenta o más años, lanzan porras a uno de los candidatos a senador que llega al lugar. Hay una gran cantidad de propaganda y los equipos de campaña entre-gan a quienes se integran al mitin, al menos una playera y una gorra blanca. A un lado de la explanada se ubican dos o tres personas que ad-ministran el reparto de los “utilitarios” (regalos) para su entrega. Hay un constante fluir de personas que los solicitan, pero los “administra-dores” les indican que regresen al lugar asignado para ellos, porque ahí “se los van entregar”. Los animadores del evento invitan a los asis-tentes a lanzar porras para “matar el tiempo mientras llegan nuestros invitados (los candidatos)”. La mayoría no les hace caso, pues están acomodándose en sus lugares, esperando que les repartan las prometi-das camisetas, así como mandiles, gorras, banderines, globos, pul se-ras, etc. En otra parte del escenario se coloca una gran manta (de las más vistosas) con la foto de la candidata y su suplente, que dice “Ope-ración Sotelo impulsando a Dione Anguiano/mesi-Movimiento Equi-dad Social de Izquierda/Janete Hernández Sotelo suplente”. Entre los nombres estampados en los banderines destacan los de los distin tos can-didatos, sumados a los de algunas organizaciones como “Fuerza Ro-cha mesi”, que tiene presencia en la colonia Santa Martha; hay otros en los que se lee: “mesi” y el nombre de la candidata. En la parte baja del escenario se vislumbran dos pequeñas mantas de tela amarilla que dicen “Zeltzin Marta Velásquez apoya a Mancera, Quiroga y Anguia-no”. Otras mantas que destacan son las de la “Organización de Vi-vienda Valle de Luces a.c., cpci” y otra de una organización similar que reza: “Lic. Jesús Valencia, Bienvenido a Valle de Luces”.6

La similitud en las prácticas políticas observadas requiere de una explicación más amplia que la sustentada en los aspectos político-cul-turales. Responde a una estructura política que se ha consolidado en

6 Observación de campo de inicio de campaña de diputada local, 20 de mayo de 2012.

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los últimos años y que se encuentra sustentada en relaciones de con-trol social y formas de ascenso político de intermediarios y líderes, la cual se ha generalizado y está respaldada en la formación de redes clientelares de carácter corporativo asociadas al partido-gobierno do-minante en la ciudad de México.

la formación de la estructura polÍtica en la ciudad de méxico

En términos esquemáticos las fuerzas agrupadas en torno al prd tran-sitaron la apertura democrática apoyadas por la integración de una federación compuesta por personalidades políticas y académicas, lí-deres y miembros de partidos y agrupaciones de izquierda y no tanto, movimientos urbano-populares y sociales, así como simpatizantes de la ciudadanía en general. El cemento que unirá las diversas partes de di-cha federación tendrá como ingrediente principal la búsqueda del reco-nocimiento legal e institucional de un partido registrado, pero los

imagen 4 mitin de inicio de campaña de diputada local por iztapalapa

fuente: <https://www.facebook.com/dione.anguiano>.

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propósitos particulares de dicho reconocimiento serán distintos para los diversos grupos. Por ejemplo, para Cárdenas y sus allegados susten ta una estrategia electoral que data de su búsqueda de la pre sidencia, en 1988; para algunos grupos provenientes del movimiento urbano-po-pular es un paraguas formal e institucional que fortalece sus negocia-ciones frente a las instituciones del Estado y otros partidos políticos. Para otros es un avance democrático en las opciones políticas y pone a la izquierda como un oponente capaz de competir electoralmente convirtiéndose en una opción de proyecto para el país. Es un partido donde coexisten posiciones políticas como el nacionalismo de quienes han abandonado el pri; de intelectuales de izquierda que consideran la formación del partido como un espacio abierto por el Estado desde el cual es posible profundizar los ideales de la izquierda, hasta los mo vi-mientos sociales y grupos estudiantiles que encuentran en la apertura política y la consolidación del partido el paraguas ideal para im pri-mirle vigor a sus demandas sociales.

La cuestión es que en los primeros años de vida del prd, el particu-lar ejercicio del poder y la perspectiva de Cárdenas sobre sus objetivos tendrán consecuencias a mediano plazo. Para consolidar su influen-cia en el partido emplea el personalismo político (Vivero, 2006) utili-zando su carisma y las redes políticas para mantener cierta centralización sobre las decisiones principales en torno al derrotero del partido. El propósito de Cárdenas y su grupo se enfoca en concentrar los recursos partidarios y la energía de sus militantes en el objetivo electoral (Hil-gers, 2008:124). Si bien existe un programa político-electoral, en la práctica se desideologiza al partido y se desvanece el trabajo político y de organización social que no es electoralmente redituable. Muchos de los líderes de los movimientos y organizaciones sociales, que subsisten del apoyo de las organizaciones que encabezan, ven abrirse la oportu-nidad de vivir de la política como diputados locales, federales, así como funcionarios y comienzan a utilizar a dichos movimientos u orga-nizaciones como apoyo clientelar para aprovechar esa opor tunidad.7

La izquierda desgasta sus convicciones y principios en aras de triun-far en los procesos electorales. En las contiendas electorales, de 1997 a la fecha, es cada vez más usual que los candidatos y militantes del

7 Como el candidato local del prd en la Benito Juárez.

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prd justifiquen las prácticas ilegales que antes criticaban al pri, afir-mando que: “ésa es la única forma de ganar elecciones y si ellos lo ha-cen nosotros también tenemos que hacerlo”.8

La mira electoral también deriva de asociar la profundización de la democracia con el cambio revolucionario. Asociación proveniente de la influencia de las posiciones de la izquierda sudamericana ante el autoritarismo militarista en la región.

El énfasis electoral y el control carismático predominan en una primera época, a costa del fortalecimiento de la estructura institucio-nal. En consecuencia, se propicia una dinámica caracterizada por la desorganización, pugnas desgastantes y acuerdos laxos entre los dife-rentes grupos de interés, en las normas que regulan la vida interna y las formas de elección de la estructura interna y los candidatos a puestos de elección popular. Además, la debilidad institucional propicia la supervivencia de liderazgos asociados a facciones internas (validadas estatutariamente), y la constante pugna entre ellas. Estos liderazgos se disputan la hegemonía partidaria pero son pocas las secesiones ya que tienen como afinidad ganar comicios electorales para fortalecer-se económica y políticamente.

En la medida en que este partido tiene éxito electoral, se debilita como estructura aunque, paradójicamente, adquieren mayor impor-tancia los puestos internos. Ellos definen las candidaturas, influyen sobre puestos gubernamentales, y son un medio para presionar a los gobernantes y ubicar a sus integrantes en puestos clave de la adminis-tración pública. La dispersión de miras y objetivos partidarios así como el fortalecimiento de las corrientes que se disputan el control del par-tido mediante la querella por los puestos en la estructura interna, los cargos en los gobiernos estatales perredistas, en el gobierno central del Distrito Federal, los gobiernos delegacionales y las diputaciones locales y federales, convierten al partido en un medio para consolidar posiciones, obtener puestos y ampliar influencias político-económi-co-territoriales. Al ganar elecciones, las pugnas que se circunscribían al ámbito partidario, se trasladan al ámbito gubernamental y al direc-cionamiento de las políticas públicas, particularmente las relacionadas con el gasto social.

8 Comentario para justificar haber arrancado propaganda de un contendien-te. Candidato a diputado local en el Distrito Federal, 24 de junio de 2003.

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El prd se va transmutando de un partido de izquierda, en una agen-cia de colocaciones, particularmente en la medida en que se consolida como partido dominante en lugares como la ciudad de México. Ac-tualmente el tema de quién queda en dónde es central en las nego-ciaciones entre los líderes de las facciones. Por ejemplo, se cede en la candidatura a una delegación política en la ciudad de México, pero bajo el compromiso de que ese cargo se intercambia por varios pues-tos de segundo nivel.

En la medida en que Cárdenas deja de ser un candidato presiden-cial viable, particularmente conforme se acercan las elecciones de 2006 y la atención comienza a concentrarse en López Obrador, se fortale-cen las corrientes del prd, las cuales acuerdan que la definición de la estructura partidaria, sustancialmente de delegados, así como los aspi-rantes a puestos de representación popular, se realizará con base en el voto de los militantes. Esta decisión profundiza las prácticas cliente-lares y tiene efectos demoledores en la democracia interna. Las faccio-nes comienzan a rivalizar en dos ámbitos para incrementar su influencia: por un lado, aumentando las prácticas patrimonialistas y clientelares de los recursos públicos para generar o fortalecer clientelas para las elecciones internas; por otro, con el incremento de recursos reitera-damente criticados como el relleno de urnas, el ratón loco, el pago de votos y el acarreo. El intercambio de acusaciones, toma de locales, pro-testas en los medios de comunicación e, incluso, el perifoneo en las calles denunciando el fraude, han desgastado la imagen del perredismo con costos políticos y electorales.

En respuesta a dicho desgaste, si bien se realizaron elecciones para designar a los delegados que, a su vez, elegirían a los candidatos a las elecciones de 2012, al menos en el Distrito Federal, las partes interesa-das buscaron procedimientos menos desgastantes frente a los medios de comunicación y la opinión pública. Por ello, anunciaron que las encuestas definirían a algunos candidatos, particularmente al aspi-rante a la jefatura de gobierno y los jefes delegacionales. Sin embar-go, los resultados de las encuestas contratadas por el propio prd para establecer quiénes estaban mejor posicionados no significa que éstos hayan sido designados como candidatos, sino que dichas designacio-nes derivaron de negociaciones entre las diversas fuerzas políticas de este partido. El siguiente cuadro ilustra el lugar que ocupaba cada uno de ellos en la encuesta.

69las paradojas de la democracia

cuadro 2 lugar que ocupaban los candidatos a jefes delegacionales del prd en las encuestas realizadas por ese partido en 2011

Delegación Candidato Lugar

Puntos de diferencia

porcentuales consegundo lugar

Álvaro Obregón Leonel Luna Primer lugar 0.0Azcapotzalco Sergio Palacios Segundo lugar 12.6Benito Juárez Leticia Varela Segundo lugar 5.9

Coyoacán Mauricio Toledo Primer lugar 0.0Cuajimalpa de Morelos

Luis Rosendo Gutiérrez

Quinto lugar 33.5

Cuauhtémoc Alejandro Fernández

Segundo lugar 11.6

Gustavo A. Madero Nora Arias Quinto lugar 8.6Iztacalco Elizabeth Mateos Segundo lugar 0.7Iztapalapa Jesús Valencia Sexto lugar 14.0

La Magdalena Contreras

Leticia Quezada Primer lugar 0.0

Miguel Hidalgo Víctor Hugo Romo Primer lugar 0.0Milpa Alta Víctor Hugo

MonterolaSegundo lugar 22.8

Tláhuac Angelina Méndez Segundo lugar 7.3Tlalpan Maricela Contreras Primer lugar 0.0

Venustiano Carranza

José Manuel Ballesteros

Tercer lugar 35.0

Xochimilco Miguel Ángel Cámara

Séptimo lugar 5.8

fuente: cuadro elaborado con datos de las encuestas realizadas por Mitofsky para el prd en agosto de 2011.

Lo anterior significa que 37.5% de los candidatos elegidos para contender por las jefaturas delegacionales ocupaban el segundo lugar en las encuestas; 31% el primer lugar, 12.5% el quinto lugar, los tres restantes (18.9%) el tercero, sexto y séptimo lugares. Ciertamente hu-bo señalamientos entre los interesados de que la mayoría de las candi-daturas se escogieron mediante negociaciones “en lo oscurito” entre

70 héctor tejera gaona

los principales líderes de las diferentes “tribus” y el jefe de gobierno. Como puede observarse, en un poco más de 60% de los casos, el se-ñalamiento era correcto. Ahora bien, en realidad, el efecto de estos procedimientos puede haber tensado fuertemente las relaciones en el interior del prd, pero ciertamente no tuvieron consecuencias electo-rales más que en el caso de Cuajimalpa donde el principal aspirante, Adrián Ruvalcaba, no fue designado y decidió contender por el pri, el cual ganó la elección.

En los últimos años la pugna por el control partidario se ha resuel-to en favor de los grupos más eficientes en formar clientelas y su in-fluencia electoral en las designaciones internas ha desplazado de los espacios resolutivos a los líderes tradicionales o históricos no ligados a dichas redes de organizaciones corporativas.

redes polÍticas, identificaciones partidarias y resultados electorales

Los problemas de gobernabilidad generados por la existencia de orga-nizaciones políticas opositoras, durante los primeros años de gobier-no, impulsan no solamente la organización de una red de monitoreo de la ciudad apoyada en los líderes de las organizaciones afines, sino a crear organizaciones como contrapeso a las encabezadas por los priístas (Zaremberg, 2011). En los años posteriores, las principales corrientes perredistas, particularmente a partir de la lucha por el con-trol político-electoral-territorial para garantizar su influencia en los procesos electorales internos, amplían sus redes políticas mediante la formación de grupos corporativos alimentados por programas de gas-to social, obras y servicios.

El funcionamiento de la lógica político-económica mediante la cual se fortalece la estructura política que caracteriza al Distrito Fe-deral está asociada a la creciente influencia de ciertos personajes y sus organizaciones, quienes comenzaron apoyando a organizaciones ur-bano-populares que demandaban vivienda y servicios, hasta culmi-nar dirigiéndoles.

La izquierda partidaria se integró como una federación en donde estas organizaciones se convirtieron paulatinamente en las “tribus”, y

71las paradojas de la democracia

en el contexto de la democracia interna, sus agrupaciones se torna-ron en el “voto duro” en beneficio de los líderes y sus allegados que buscaron, tanto el control político de la estructura partidaria formal, como la designación de candidaturas a los puestos de representación popular. Al convertirse en gobierno, algunos de estos líderes o inte-grantes de sus camarillas (Camp, 1990:106-107) han pasado a ser funcionarios que utilizan los recursos gubernamentales para consoli-dar y ampliar sus redes. También han abierto a sus organizaciones la posibilidad de realizar actividades económicas informales y formales (por ejemplo, espacios para vendedores ambulantes o concesiones de placas para taxistas). De esta forma han cimentado una espiral ascen-dente donde interrelacionan expansión territorial, fortalecimiento de sus organizaciones, empleo de recursos públicos, crecimiento de capi-tal político, y así sucesivamente. También se ha generado un entrama-do entre corrientes partidistas, instancias de gobierno y organizaciones urbano-populares que, a su vez, se emplean como plataforma de ne-gociación para obtener diputaciones y puestos político-administrati-vos en el gobierno central, las demarcaciones del Distrito Federal y el poder Legislativo.

En espacios más locales, los líderes de colonias o movimientos urbanos han formado asociaciones civiles para promover la exten-sión de los derechos sociales de los habitantes del Distrito Federal. En realidad, emplean las ac para subvencionar actividades políticas y extenderlas a espacios donde no tienen presencia territorial. Su con solidación política depende de su capacidad para “bajar” (como les gusta decir) el gasto social hacia grupos afines y, en menor medida, a la ciudadanía cercana a su red política. Esta estrategia se acompaña de una reconfiguración discursiva donde la intermediación política se disfraza de “organización ciudadana”. Estas ac se han formado para allegarse recursos “dándole la vuelta” a la ley electoral. Actualmente, quien desea alcanzar una candidatura o un puesto como funciona-rio público, muy probablemente, deberá apoyarse en alguna de estas asociaciones parapartidarias. En actos proselitistas actuales son muy frecuen tes las mantas de asociaciones civiles que publicitan a los per-sonajes que las encabezan, manifestando su apoyo para que ocupen puestos legislativos, o se unan a las candidaturas de personajes más influyentes.

72 héctor tejera gaona

La forma en que se están estructurando las redes políticas en la ciudad de México propicia la fragmentación de la identidad de la iz-quierda partidaria en múltiples identificaciones (que no identidades) por lo que su voto, más que manifestar el apoyo a un partido, es la expresión de la adhesión a liderazgos particulares. Este proceso debi-lita aún más la cohesión partidaria, porque, además de las tribus, hay un proceso de pulverización territorial de intereses particulares que buscan espacios específicos para influir en la política, la función pú-blica y las acciones de gobierno.

La oposición entre grupos e individuos y su dinámica se expresa en espacios públicos como los actos proselitistas, en que se manifiesta una evidente tensión entre la identidad partidaria y la identificación con estructuras particulares de organización política donde la últi-ma tiende a prevalecer. Durante las elecciones de 2012 hallamos ca-sos en que los líderes de una “tribu”, o de una facción de ella, hicieron “sus” mítines convocando exclusivamente a las organizaciones que los apo yan, y expresaron su distancia, desacuerdo u oposición con otros personajes o grupos políticos. Aunque hubo actividades de “unidad”, con la asistencia de todos los candidatos de una zona o delegación, particu larmente si concurría el candidato a jefe de gobierno, la frag-mentación de las actividades proselitistas de los candidatos en la ciudad de México es creciente.

La consolidación de la estructura política actual, fundada en el fortalecimiento de organizaciones corporativas locales, asociadas a es-pacios territoriales, ha sido impulsada por acuerdos y alianzas que convergen en un control centralizado en manos de algunos actores políticos que actúan en la cúpula partidaria, el gobierno central o dele-gacional, o desde un puesto legislativo. En el caso delegacional, es posible que las organizaciones predominantes en el territorio de una demarcación estén, en su mayoría, cohesionadas por alianzas alrede-dor de grupos de interés vinculados, a su vez, con líderes de grupos que operan en el ámbito partidario coloquialmente denominados como “tribus”. A su vez, varias delegaciones pueden estar centralizadas en una corriente partidaria.9 La influencia política de ellas puede ser desi g ual,

9 Izquierda Democrática Nacional (idn), Nueva Izquierda (ni), Izquierda Social (is), Foro Nuevo Sol (fns), Izquierda Renovadora en Movimiento (irm), entre otras.

73las paradojas de la democracia

pero todas rivalizan por acceder a secretarías y direcciones en el gobier-no central; jefaturas y puestos directivos en las administraciones dele-gacionales, así como senadurías y diputaciones locales y fe derales.

La presencia política de las redes se evidencia en fenómenos como el direccionamiento del voto en periodos tan cortos como dos sema-nas, porque dichas redes no están adheridas a un partido político, sino relacionadas con diversas facciones perredistas. Pueden modificar sus preferencias electorales dependiendo de situaciones coyunturales; es decir, cambian el sentido de su voto con base en los acuerdos de sus lí deres con otras fuerzas políticas y los representantes del gobierno lo-cal y central. Probablemente en las próximas elecciones esta situación se haga más evidente por la división de los votos entre el prd y Morena.

Pero el caso Iztapalapa ilustra lo que ha pasado hasta ahora. El performance de López Obrador en el proceso electoral de 2009, donde en un mitin en la explanada delegacional (que fue el primero de va-rios realizados en esa demarcación), dos semanas antes de las eleccio-nes, solicitó a los habitantes de Iztapalapa que votaran por “Juanito” (Rafael Acosta Ángeles), candidato a jefe delegacional del Partido del Trabajo (pt), en vez de por Silvia Oliva Fragoso, candidata del prd, pro-pició que los medios de comunicación masivos impulsaran el imagi na -rio de que el tabasqueño tenía la suficiente capacidad de “arrastre” como para modificar el sentido de la votación a dos semanas de los co mi cios. Pero dicho imaginario encubrió la dinámica política existente.

Todo indica que las alianzas del grupo Nueva Izquierda, que había mantenido al poder delegacional se deterioraron gradualmente, por lo que los líderes de las redes ubicadas en Iztapalapa comenzaron a realizar acuerdos con Clara Brugada y los integrantes de la corriente política uprez a la que estaba vinculada. Como finalmente Brugada pierde el proceso de elección interna por decisión del Tribunal Elec-toral del Poder Judicial de la Federación (tepjf), la estrategia plan-teada no podría haber sido eficaz sin el actuar de redes políticas que influyeran en el comportamiento electoral. Al momento de que amlo pide que se vote por “Juanito”, el prd mostraba una intención del voto de 33.2%, mientras que el pt de 13.7%, según la encuesta del Gru-po de Comunicación Estratégica.10 Los resultados electorales finales

10 Publicada en Milenio Diario, 17 de junio de 2009.

74 héctor tejera gaona

fueron de 22.11% para el prd y de 31.18% para el pt; es decir, se restó al prd 11.09% de sus votos, mientras que al pt se sumó 17.48%. Pero el “arrastre” atribuido a López Obrador para modificar el sentido de la elección relega el hecho de que el prd está integrado por facciones que, a su vez, se vinculan con organizaciones corporativas enclavadas en diversos territorios. Sin los acuerdos previos entre Brugada y las fac cio-nes y redes que la apoyaban en Iztapalapa, es probable que el mencio na-do exhorto a cambiar el sentido del voto no hubiese tenido efecto.

La influencia de las redes es determinante en el comportamiento electoral de amplios grupos de la población; lo cual se evidencia al com-parar los resultados electorales por sección de las elecciones a la jefatu-ra delegacional de 2006 y 2009 con aquellos obtenidos en las elecciones de 2012, como lo muestran las gráficas 1 y 2 que presentamos en la si-guiente página.

Al comparar las gráficas se evidencia el control político en Izta-palapa por parte de las organizaciones corporativas y, sobre todo, su influencia territorial. En las elecciones de 2006, el prd triunfó en la ma-yoría de las secciones electorales, mientras que en 2009 el pt dominó la contienda. En las elecciones de 2012, no obstante que el prd y el pt fueron en coalición, en conjunto con Movimiento Ciudadano, pue-de encontrarse que la mayoría de los votos regresaron al prd, el cual obtuvo 40.72%, mientras que el pt solamente 5.66% y Movimiento Ciudadano 3.12%. Lo anterior evidencia que las redes políticas rene-gociaron en los últimos tres años su direccionamiento electoral en favor del prd.

la estructura de las redes polÍticas en la ciudad de méxico

El crecimiento y consolidación de las redes políticas no podría expli-carse sin la debilidad política para incidir en la acción pública y en el direccionamiento del gasto social de los sectores más desfavorecidos de la población. Por esa razón, las redes se ubican en las zonas donde vive la población más pobre de la capital. La correlación entre pobre-za y existencia de redes sustenta la explicación de las variaciones elec-torales en el nivel territorial. El siguiente mapa muestra que, en términos

75las paradojas de la democracia

gráfica 1 partido ganador, iztapalapa

elecciones para jefe delegacional, 2006

fuente: estadísticas electorales, iedf.

pan (27)pri (1)prd + pt + Convergencia (975) 0 50

Kilómetros

gráfica 2 partido ganador, iztapalapa

elecciones para jefe delegacional, 2009

fuente: estadísticas electorales, iedf.

pan (74)pri (11)prd (183)pt (735) 0 50

Kilómetros

76 héctor tejera gaona

generales, las zonas con mayor desarrollo social (en color blanco en la gráfica 3), han sido relativamente constantes en sus preferencias electorales (votando por el pan); mientras que las zonas de menor de-sarrollo social (en tonos más oscuros) son donde operan las redes polí-ticas y muestran el swing entre prd y pt. No obstante, en las elecciones de 2012 encontramos un nuevo proceso en el cual zonas de la demar-cación usualmente panistas votaron en su mayoría por el prd. Pro-bablemente, esto haya sido resultado del arrastre “clase mediero” del candidato a jefe de gobierno perredista, el cual se hizo evidente en la mayoría de las zonas panistas en la capital del país (Tejera y Rodrí-guez, 2013).11

Los procesos electorales expresan, al menos en parte, una estruc-tura política de poder que induce el comportamiento electoral y que responde a la formación de un partido-gobierno dominante en el ám-bito local.

11 Los resultados electorales para jefe de gobierno en delegaciones tradicional-mente panistas como Benito Juárez, donde el prd alcanzó 41.79%, contra 22.99% del pan; y Miguel Hidalgo, donde el prd obtuvo 43.61%, contra 19.15% del pan, son un ejemplo de ello.

gráfica 3 Índice de desarrollo social por colonia

delegación iztapalapa, 2005

fuente: Consejo de Evaluación del Desarrollo Social del Distrito Federal.

Gradode desarrollo

socialMuy bajoBajoMedioAltoSin datoLímite de colonia

0.8 0 0.8 1.6

Kilómetros

77las paradojas de la democracia

La estructura política que sustenta esta red de control político y ejercicio gubernamental se basa en una muy similar a las estructuras piramidales descritas por Lomnitz et al. (2004) y definidas por Kirch-hoff (1977) y Friedman (1977:211) como de dominio cónico. Son un conjunto de redes político-territoriales piramidales integradas por organizaciones corporativas de carácter local que, con base en alian-zas y adhesiones, permiten el control sobre un territorio más extenso, como colonias, delegaciones o distritos electorales (A); o que están formadas por varias organizaciones locales relacionadas con líderes que, de esta forma, controlan territorios más amplios (B); dichos líderes, a su vez, están vinculados por alianzas o su integración en camarillas políticas (C), las cuales se asocian políticamente con líderes transte-rritoriales que encabezan una o varias estructuras territoriales de domi-nio cónico (T1, T2, T3) que, a su vez, forman las “tribus” que pue den catalogarse como coaliciones de organizaciones de primero y segundo nivel cuyo control está centralizado en pocos personajes políticos.

El diagrama presentado no muestra el relativamente dinámico pro-ceso de integración y escisión entre las organizaciones como resultado de las pugnas entre sus líderes por incrementar su influencia política y su poder económico, pero habría que ubicar algunos de los cambios en las preferencias electorales como expresión de dichos procesos de fusión y escisión política.

Estas redes corporativas de carácter clientelar están vinculadas a un partido, condición para que sean sujetos de las políticas de gasto o atención social implantadas por el gobierno central o delegacional y controladas por un intermediario, que puede estar ubicado en la estruc-tura partidaria o un puesto de gobierno en la ciudad de México.12 Su carácter clientelar deriva de que muestran una interacción sociopo-lítica caracterizada por el intercambio de bienes o servicios, por votos y apoyo político. El intercambio puede ser desigual, pero en la pers-pectiva de quienes lo realizan, considerado como equivalente al estar rodeado de contenidos de carácter moral y cultural (Montambeault, 2011). Las relaciones clientelares son una respuesta estratégica para asegurar votos en espacios delimitados como resultado de la compe-tencia partidaria y, para el caso analizado, también intrapartidaria al

12 Para una reflexión del concepto de corporativismo véase Wiarda (2009).

78 héctor tejera gaonag

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79las paradojas de la democracia

ser empleada por los emprendedores políticos para incrementar su influencia política en la estructura partidaria y las instituciones de go-bierno (Wiarda, 2009:94). Es una relación que propicia la búsqueda de control de recursos escasos y no necesariamente es un remanente de las relaciones autoritarias, sino que se reproduce como resultado de la competencia electoral que impulsa a los partidos políticos a conver-tirse en máquinas clientelares.

La dinámica de esta estructura de redes políticas favorece la con-solidación de formas de control de carácter personalizado de grupos corporativos sustentados en relaciones clientelares. Quienes las en-cabezan actúan como intermediarios que abarcan consecutiva o simul-táneamente diversos papeles como intermediarios entre sus redes y el gobierno (dirigentes de la izquierda partidaria, funcionarios públicos del gobierno central, delegaciones o integrantes del poder Legislati-vo); muestran la tendencia a ejercer una dominación autoritaria per-sonalizada pero no cotidiana ni necesariamente cara a cara, sobre los grupos que representan o lideran. Esta dominación está mediada por las normas y reglas de la racionalidad institucional prevaleciente para que los integrantes de dichas organizaciones accedan a los recursos pú-blicos. Las relaciones entre líderes y organizaciones se manifiestan en un contexto relativamente democrático donde tienen cierta libertad para escoger entre, digámoslo así, un mercado de ofertas entre perso-najes que compiten entre ellos por atraerlos como clientelas; son em-pleados como “voto cautivo” por quienes los encabezan en beneficio de éstos o los líderes y funcionarios que los cobijan. Son relaciones que tienden a adquirir un carácter neocaciquil en la medida en que son corporativas, clientelares y controladas por un intermediario entre el Estado y los integrantes de la corporación que se beneficia política y económicamente de dicha intermediación.

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