(2014) BDS en el mundo árabe: del boicot de los gobiernos al boicot de los ciudadanos

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BDS POR PALESTINA El boicot a la ocupación y el apartheid israelíes Luz Gómez (ed.) frank barat - omar barghouti - ramzy baroud - john berger judith butler - angela davis - richard falk - daniel gil luz gómez - héctor grad - ran greenstein - aitor hernández stéphane hessel - shir hever - ayesha kidwai - naomi klein gideon levy - ken loach - haneen maikey - josé luis moragues ilan pappé - prabir purkayastha - raji sourani - magali thill desmond tutu - alice walker - roger waters - slavoj zizek

Transcript of (2014) BDS en el mundo árabe: del boicot de los gobiernos al boicot de los ciudadanos

BDS POR PALESTINA

El boicot a la ocupación y el apartheid israelíes

Luz Gómez (ed.)

frank barat - omar barghouti - ramzy baroud - john berger

judith butler - angela davis - richard falk - daniel gil

luz gómez - héctor grad - ran greenstein - aitor hernández

stéphane hessel - shir hever - ayesha kidwai - naomi klein

gideon levy - ken loach - haneen maikey - josé luis moragues

ilan pappé - prabir purkayastha - raji sourani - magali thill

desmond tutu - alice walker - roger waters - slavoj zizek

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Luz Gómez

El mundo árabe tiene una historia propia de boicot a Israel que condiciona el actual movimiento civil árabe por el "#$. Esta experiencia distinta tiene dos preceden-tes: el boicot comercial y financiero a Israel decretado por la Liga Árabe en !234 y la lucha contra las políticas de «normalización» de Israel posteriores a los Acuerdos de Oslo de !225. Ambos hechos comparten la dialéctica no resuelta característica de la historia poscolonial de la región, marcada por la tensión entre las pulsiones panarabistas y los intereses estatales. En todos los países árabes la «cuestión palestina» ha sido a la vez un asunto de política interna, interárabe e internacional. Puede pesar como un lastre o ser un impulso, pero es una realidad que determina la estrategia árabe dentro del llamamiento global del "#$.

Junto a ello, las revueltas en curso han introducido un factor nuevo en la marcha de la solidaridad con Pa-lestina en el mundo árabe. Los levantamientos pacíficos han sacado a la luz el potencial del activismo civil frente a la hipocresía de la política institucional, y una vez más se ha puesto en evidencia que mientras los árabes no sean dueños de su destino, Palestina no lo será del suyo, y viceversa.

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El boicot de la Liga Árabe: de la Nakba a Camp David

En octubre de #$%&, al poco de su creación, la Liga Árabe apoyó de manera expresa el llamamiento al boi-cot a los productos y servicios sionistas promovido en los años treinta por los líderes palestinos, y unos meses después lo amplió al comercio directo entre cualquier país miembro y las entidades sionistas asentadas en Palestina. Tras la creación del Estado de Israel en #$%', se formalizó el boicot contra el Estado de Israel pro-piamente dicho. En #$&( la Asamblea de la Liga Árabe emitió la resolución )#%, por la que el boicot en su for-ma original se ampliaba, prohibiéndose toda relación económica y comercial con terceros que tuvieran rela-ción con Israel. Resulta por ello habitual que se hable de tres niveles de boicot, o boicot primario, secundario y terciario, si bien, según Nancy Turck, este lenguaje propio de la política estadounidense fue desconocido entre los árabes hasta la década de #$*(#, cuando el boicot comenzó a preocupar en los círculos económicos occidentales. Como se verá, la adopción árabe de este vocabulario fue pareja a la desintegración del boicot real, relativizado por la lógica misma de los «niveles».

Siguiendo la formulación de los tres niveles, hoy estándar, se denomina boicot primario al que prohíbe toda transacción e intercambio directos entre los países árabes o sus nacionales e Israel y los suyos. El boicot secundario afecta a cualquier compañía o persona de cualquier país cuyos tratos con Israel supongan el for-talecimiento económico y militar de este. En un tercer nivel, se prohíbe a toda firma extranjera que opere en

#. Nancy Turck: «+e Arab boycott of Israel», Foreign A!airs, && (#$**), p. %*,.

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el mundo árabe el uso de materiales, equipamiento y servicios de empresas objeto del boicot.

La Liga Árabe concebía el boicot como una estra-tegia política de presión internacional en el marco de la guerra no cerrada con Israel, pues cabe recordar que el armisticio de $%&% no supuso la paz oficial entre los con-tendientes, sino el fin de las hostilidades armadas. Para la coordinación y seguimiento del boicot se creó en $%'$ la Oficina Central del Boicot (()*), con sede en Da-masco y sucursales en las capitales árabes. En reuniones semestrales se establecían las directrices comunes, que no eran vinculantes, sino que luego se formalizaban se-gún los distintos intereses nacionales. Una de las prin-cipales iniciativas de la ()* fue la elaboración de una «lista negra» de empresas que incumplían el boicot, ge-neralmente a partir de las respuestas a un cuestionario que la ()* enviaba a las firmas interesadas en invertir en algún país árabe: Ford, Xerox, Topps o Miles Labo-ratories son algunas de las que figuraron en ella. Sin embargo, la «lista negra» no era unitaria sino estatal, y cada empresa tenía que satisfacer los protocolos lo-cales. Así, en los años setenta era imposible encontrar Coca-Cola en Egipto, Siria, Kuwait o Irak, mientras que era un producto común en Túnez o Marruecos. Es más, Argelia, Marruecos, Mauritania, Túnez y Sudán nunca elaboraron «listas negras», y en la práctica solo siguieron el boicot primario. Por el contrario Kuwait era uno de los países más estrictos en la aplicación del boicot. El secretismo de la ()*, la descoordinación y la falta de objetivos vinculantes lastraron desde un primer momento la efectividad del boicot proyectado por la Liga Árabe. Y sobre todo impidieron que el mundo entendiera por qué el boicot y el aislamiento de Israel eran legítimos.

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Por otro lado, muy pronto se vio la dificultad de implementar el llamado «boicot terciario», que, como mucho, quedó reducido a los grandes proyectos de infraestructuras. También hubo excepciones lega-les, como la exención del boicot en las transacciones Gobierno-Gobierno, que permitía a los Estados árabes comprar equipamiento militar a las mismas compañías que proveían a Israel, o la excepción generalizada del boicot en el ámbito del turismo. Con todo, la llamada al boicot, con su simbolismo, fue respaldada a su vez por el Movimiento de los No Alineados en los años sesenta, y luego por la Organización de la Conferencia Islámica. Por su parte, ni Estados Unidos ni Israel, los principales afectados, parecieron preocuparse en exceso por el boicot hasta la crisis del petróleo de $%&'. Chaim Bar-Lev, ministro de Comercio e Industria de Israel, negaba la evidencia en una visita a Washington en $%&(: «El boicot árabe no significa nada para nosotros. No afecta en absoluto a Israel» ). En )*$+, ya en los tiem-pos del ,-., hemos podido escuchar una frase igual de displicente en boca del actual ministro de Economía, Naftali Bennett: «Más vale un boicot que la creación de un Estado palestino» '.

El cambio en los equilibrios internacionales que supuso la utilización del petróleo como arma política por parte de la /010 afectó de manera decisiva al boi-cot tal cual venía practicándose. El alza de los precios disparó los ingresos de los Estados árabes productores, convertidos de repente en atractivos consumidores pa-ra las empresas estadounidenses: 11.22. pasó de $*** millones de dólares en exportaciones a países árabes en

). N. Turck, art. cit., p. +&'.'. Le Monde, )%.$.)*$+.

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$%&$ a '()) millones en $%&' y *%)) millones en $%&*. Para allanar el camino a sus empresas, el Gobierno de ++.,,. decidió, tras varias normativas parciales que se remontaban a $%'% y $%*', promulgar una legislación antiboicot. No faltó el acostumbrado argumentario moral, que acusaba al boicot de la Liga Árabe de anti-semita, afirmando que se regía por criterios étnicos y religiosos; como prueba se aducían lecturas torticeras o malas traducciones de los protocolos en árabe, co-mo la traducción del término «sionista» por «judío» o «hebreo».

Finalmente, en $%&% la Administración Carter incluyó la normativa antiboicot en la Ley para la Ad-ministración de las Exportaciones, que declaraba ilegal y sancionaba por la vía civil y penal a las empresas que participaran en un boicot no patrocinado por ++.,,. Algunas, como McDonald’s, prefirieron pagar las mul-tas antes que perder sus mercados árabes. Se calcula que hacia -))' ++.,,. había recaudado -*,' millones de dólares en sanciones (. Pero en líneas generales la pre-sión estadounidense surtió efecto y la supervisión árabe se relajó. En cuanto a Europa, nunca llegó a legislar en esta materia a la manera de ++.,,., ya que no se vio empujada por los intereses encontrados de sus empre-sas, que hasta más tarde no se involucraron a fondo en el mercado israelí.

Sin embargo, en un sentido político más amplio el boicot de la Liga Árabe murió, como tantas otras cosas, con la firma de los Acuerdos de Paz entre Egipto e Israel en $%&.. En Camp David se enterró el sueño unitario

(. Grassroots Palestinian Anti-Apartheid Wall Campaign: Towards a Global Movement: A framework for today’s anti-apartheid activism, junio -))&, p. -).

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árabe, que en buena medida se había forjado en la lu-cha contra Israel. Y aunque Egipto fue expulsado de la Liga Árabe, la década de $%&' fue testigo de la práctica disolución del boicot como arma de presión económica y política. El boicot fue quedando reducido a una retó-rica versión primaria en boca de los gobernantes árabes: resultaba difícil liquidarlo sin que se viera afectada la imagen de soberanía de los Estados, que seguían sin es-tablecer relaciones diplomáticas con Israel. Los ochenta fueron los años del boicot sin boicot. O del chocolate Nestlé sin fronteras: ¡por fin se vendía en Riad y en Tel Aviv!

«Normalización se deletrea O-s-l-o»

Edward Said tituló un artículo publicado en oc-tubre de $%%& «Apartheid se deletrea O-s-l-o». Igual podría decirse de la «normalización». Son las dos caras de la moneda de Oslo: apartheid para Palestina, norma-lización para Israel. En árabe, la expresión que se utiliza para «normalización» es todavía más ajustada: tatbii, esto es, «naturalización». La «normalización» pretende borrar la historia, el derecho internacional y la noción misma de justicia para consagrar a nivel internacional el estado de cosas: la ocupación y el régimen de apartheid. La normalización, además, convierte a Israel en un socio legítimo, cuando no indispensable, en la región.

Como se vio a renglón seguido de los Acuerdos de Paz de Oslo ($%%(), la estrategia israelí de «norma-lización» estaba meticulosamente diseñada. Para Israel, acabar con su aislamiento regional significaba en prime-ra instancia introducirse en los mercados árabes como proveedor de alta tecnología y bienes de equipo, toda vez que la crisis de los años ochenta había mostrado la

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debilidad estructural de su economía. En un mercado occidental globalizado, la economía israelí, aislada en Oriente Próximo, amenazaba con convertirse en una carga para sus socios, o peor aún, con ser superflua.

En mayo de $%%& el Gobierno israelí y la naciente Autoridad Nacional Palestina ('()) firmaron el Proto-colo de París, que regulaba el marco de las relaciones económicas y financieras entre Israel y los territorios gestionados por la '(). Si bien previsto para un pe-riodo transitorio de cinco años, sigue en vigor en la actualidad, y en *+$* la '() pidió formalmente a Israel renegociarlo. Es un ejemplo más de la perpetuación de la transitoriedad y las asimetrías de Oslo. Por otra parte, en octubre de $%%&, Jordania firmó su tratado de paz con Israel, y cuatro meses después los grandes hom-bres de negocios egipcios, jordanos, estadounidenses y palestinos acordaron en la Declaración de Taba «aunar esfuerzos para acabar con el boicot a Israel» ,.

El Protocolo de París supedita la economía pa-lestina a Israel, que controla el agua, la tierra y las fronteras, y la somete a la supervisión del -./ y el Banco Mundial, de los que depende la '() para seguir recibiendo la ayuda financiera de los países donantes. Los fondos de ayuda estadounidenses y europeos han servido para promover proyectos de normalización económica, que alimentan las relaciones de poder des-iguales y mantienen la ficción de las negociaciones de «paz». Un macroproyecto paradigmático es el llamado «Corredor de la Paz». Comprende un ferrocarril Jorda-nia-Yenín-Haifa, un canal para unir el mar Muerto y el mar Rojo y la construcción de infraestructuras turísticas regionales, pensadas sobre todo para los árabes de los

,. Grassroots Palestinian..., ob. cit, p. *0.

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países del Golfo. Por el Corredor de la Paz se pretende que circulen los productos de las Zonas Industriales Cualificadas ($%&), el plan estrella de la normalización.

Para la puesta en marcha de las $%& se precisó la implicación directa del Gobierno de ''.((. Las $%&, situadas en áreas estratégicas de Egipto, Jordania y Cisjordania, han atraído industrias deslocalizadas de la región, con el consiguiente perjuicio para las eco-nomías locales, y han introducido la tecnología punta israelí, de la que ahora se depende. Las mercancías de las $%& llevan la etiqueta «made in Jordan» o «made in Palestine», subterfugio que en el mundo árabe facilita la circulación de productos israelíes susceptibles de ser boicoteados por la población. Hay que añadir que esta producción penetra libre de aranceles en el mercado norteamericano, de modo que el resto de la exportación regional no puede competir con ella.

También a escala internacional no árabe la nor-malización ha reportado notables beneficios a Israel. Destacan las inversiones de Japón (en el pasado uno de los países más escrupulosos en el cumplimiento del boicot de la Liga Árabe) en las industrias automovilís-tica y electrónica, que han contribuido a la bajada de los precios de numerosos bienes de consumo en Israel.

En este contexto de desintegración generalizada del espíritu y la forma del boicot de )*+,, la propia Liga Ára-be, que en su origen lo había concebido como una estra-tegia política en la lucha común contra el sionismo, pasó a considerarlo en función del proyecto de consecución de un Estado palestino independiente en las fronteras de )*-., con Jerusalén Oriental como capital. Los países del Consejo de Cooperación del Golfo (Kuwait, Bahréin, Catar, Omán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí) anunciaron su renuncia formal al boicot secundario y

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terciario tras la firma del Tratado de Paz Jordano-Israelí. Y muy pronto Catar, Omán y Marruecos establecieron relaciones comerciales directas con Israel. Entre $%%& y '(($ la Oficina Central del Boicot no se reunió. Cuando lo hizo, bajo la presión de la Segunda Intifada, fue sin la asistencia de Egipto, Jordania y Marruecos, los tres países que, junto con Mauritania y Túnez, ya habían establecido relaciones diplomáticas con Israel.

Aunque a raíz de la Segunda Intifada pareció que las nefastas políticas árabes de normalización iban a dar un vuelco, lo cierto es que todo se quedó en el terreno de los buenos propósitos. La Liga Árabe aprobó en '((& una resolución llamando a intensificar el desvaído boicot (solo Líbano seguía manteniéndolo de hecho en los tres niveles), pero con escaso éxito: en el primer semestre de '(() el comercio árabe con Israel creció un )*+, y esto sin incluir el negocio a través de países intermediarios como Chipre,. En '((, la -./ volvió a reunirse y propuso que se reactivara el mecanismo de las listas negras, pero ningún país, salvo Siria, se mostró dispuesto a asumir las consecuencias inmediatas, como por ejemplo romper con multinacionales como Nestlé.

En la actualidad la Liga Árabe sigue manteniendo oficialmente el boicot y hasta lo incluye en el orden del día de sus plenarios. Pero en la práctica no se va más allá de las declaraciones de principios. Doron Peskin, consultor israelí especializado en relaciones comerciales con el mundo árabe, lo ha resumido sin tapujos: «El boicot árabe solo existe hoy de boquilla» *.

,. Grassroots Palestinian..., ob. cit., p. '0.*. Martin A. Weiss: Arab League Boycott of Israel, Congressional Re-

search Service, '($&, p. '.

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Movimiento antinormalización y BDS

La respuesta de las sociedades árabes a las políti-cas de normalización promovidas por sus Gobiernos fue inmediata. Desde el principio se denunció el ca-rácter transversal y hegemónico de la normalización/naturalización y se pusieron en marcha estrategias para contrarrestarla. A nivel popular, arraigó el boicot al consumo de productos israelíes, y tras la Segunda Inti-fada aumentó además el rechazo a las multinacionales que los ciudadanos relacionaban con el conflicto: en Mascate, por ejemplo, los directivos de McDonald’s y $%& reconocieron que la Intifada había influido en la caída de sus ingresos en '(('). A nivel organizativo, se constituyeron los llamados «movimientos antinormali-zación», que abrieron un camino en el mundo árabe a lo que luego sería el movimiento *+, global.

El movimiento antinormalización jordano fue pionero. Hisham Bustani, uno de sus fundadores y destacado militante de izquierda, definió en -../ la lucha contra la normalización como «el rechazo a establecer trato o relación con ningún individuo, compañía, institución o producto sionista (sea políti-co, comercial, personal, cultural, turístico, etc.)» .. El movimiento antinormalización jordano preludió for-mas de organización del *+, al incorporar a distintos sectores cívicos. Su motor fue la Unión de Asociacio-nes Profesionales, y en su organigrama se integraron la Asociación Jordana de Escritores, la Asociación de la Prensa Jordana, la Asociación para la Protección de los

). Grassroots Palestinian..., ob. cit., p. ')... Loles Oliván: «El movimiento antinormalización en Jordania», Na-

ción Árabe, 01 ('((-), p. -').

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Consumidores, la Asociación de Cambistas, las Cáma-ras de Comercio e Industria, asociaciones de mujeres, movimientos estudiantiles de izquierda, sindicatos y partidos políticos islamistas y nacionalistas. Hasta hoy, en el movimiento se conjugan intereses económicos, políticos y estratégicos, pero existen distintos comités sectoriales con sus propios mecanismos de actuación para denunciar los casos de normalización, prevenirlos o neutralizarlos.

Este modelo se siguió pronto en Egipto, el otro país objeto preferente de la normalización. Y desde finales de la década de #$$% Argelia, Líbano, Túnez, Omán, Bahréin y Marruecos han creado también sus gestoras de coordinación de actividades antinormali-zación. Aunque a nivel interárabe se echa en falta una estrategia conjunta, a escala internacional los movi-mientos antinormalización han sabido integrarse en los foros antiglobalización. Ya en &%%# el movimiento antinormalización jordano denunció en el Foro Social de Génova los intereses hegemónicos sobre la región del proyecto colonial israelí, y desde entonces los distintos movimientos antinormalización nacionales se han ido sumando al Foro Social Mundial, situando la lucha contra la normalización en la dimensión altermundista en la que cobra pleno sentido.

A diferencia del boicot de la Liga Árabe (centra-lizado, secretista, protocolario, volcado en la acción exterior), el movimiento antinormalización era y es centrífugo, abierto, horizontal y se dirige a las socie-dades árabes. Son características que comparte con el movimiento '(), fruto del llamamiento palestino de &%%*. Como en el caso del '(), su penetración entre los grupos de base y sindicales ha sido notable, si bien, como afirma Wissam al-Saliby, «los activistas no han

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sido capaces de trasladar estos logros a la política guber-namental debido a su exclusión de las altas esferas y a la continua represión de los Gobiernos» $%. Aunque esto es cierto, el movimiento &'( ha introducido sin embargo un importante giro en las prácticas antinormalización al potenciar la acción ciudadana y no privilegiar la presión política.

Pero mientras que el ideario &'( apela al derecho internacional y a la legalidad y deja muy claro que se dirige contra Israel y sus instituciones y empresas y no contra sus ciudadanos, los movimientos antinormaliza-ción se han caracterizado siempre por su radicalismo, hasta el punto de que hay sectores antinormalización muy críticos con la campaña &'( por las limitaciones programáticas que impone. Por ejemplo, buena parte de los militantes antinormalización se niegan a toda participación conjunta en proyectos de resistencia con ciudadanos israelíes.

&'( y antinormalización son iniciativas que tienen estrategias diferentes, pero en buena medida confluyen en sus objetivos, y muchas de las acciones del &'( en el actual contexto árabe coinciden con las propias de los antinormalización. En concreto, se en-frentan a una serie de desafíos:

• Romper la dinámica histórica del boicot árabe centrado en el comercio y ampliar la gama de ob-jetivos. El boicot cultural es una de las asignatu-ras pendientes en el mundo árabe, y, como analiza Sami Jitan a propósito de la visita del Cirque du

$%. Wissam al-Saliby: «La campaña &'( en el mundo árabe a la luz de los recientes levantamientos», trad. Beatriz Morales Bastos, Rebelión, $).$$.*%$$ [rebelion.org/noticia.php?id=$+,+$*].

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Soleil a Ammán en el verano de #$%#, de las más difíciles de aprobar dado el grado de esnobismo de las élites de la región en el consumo de cultura glo-balizada%%. • Abrir la organización de los comités para integrar a otros colectivos. Fue así como nacieron los gru-pos &'( de Marruecos, en concreto en Casablanca y Marrakech, aunque sus actividades se centran más en la denuncia de las relaciones )uidas entre Marruecos e Israel que en la puesta en marcha de campañas especí*cas de &'(. También existen gru-pos propiamente &'( en Líbano. Otros, como los de Catar o Kuwait, se presentan de manera indis-tinta como «antinormalización» y «&'(». Un caso particular es el de Egipto, donde la solidaridad con Palestina puesta en marcha a raíz de la Segunda In-tifada incorporó al movimiento antinormalización a grupos y personas hasta entonces ajenos. Este ca-pital humano ha sido fundamental para sostener el activismo del actual &'(, en la medida en que sus reivindicaciones (por ejemplo la denuncia de los acuerdos energéticos para el suministro de gas de Egipto a Israel) encajan en el marco general de las reivindicaciones de la revolución de #$%%.• Incorporar al ciudadano no ideologizado, o bien activista en otros frentes, a objetivos concretos del boicot. Una campaña novedosa en este sentido ha sido la lanzada recientemente en las redes sociales contra las autoridades saudíes por contratar servi-cios y equipamiento de seguridad del grupo +,(

%%. Sami Jitan: «Jordan and the e-ort to support &'( in the Arab world», !e Electronic Intifada, ##...#$%# [electronicintifada.net/content/jordan-and-e-ort-support-bds-arab-world/%%/%0].

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para La Meca, cuando el $%& hace años que de-nuncia a '(& por su complicidad con el sistema represivo israelí.• Desvincular el $%& de la manipulación política. Es un reto decisivo en el caso de los sindicatos ára-bes, perdidos en una retórica estéril, cuando no hipócrita: Kamal Abu Aita, ex representante de la Federación de Sindicatos Independientes Egipcios, anunciaba en el verano de )*++ en un discurso en Londres ante simpatizantes del $%& que la Federa-ción había acordado boicotear a todos los sindica-tos y organismos o,ciales israelíes, y llamaba «al movimiento sindical internacional a cortar lazos con el Histadrut y a apoyar a la Coalición de Sin-dicatos Palestinos por el $%&» +). En )*+-, Abu Aita se convirtió en ministro de Recursos Humanos y Trabajo del Gobierno formado tras el golpe de Es-tado que derrocó al presidente Mohamed Morsi, y que se ha caracterizado, entre otras cosas, por la .uidez de sus relaciones con Israel y la persecución de los gazauíes en Egipto.• Reconducir la dependencia de campañas promovi-das desde el exterior hacia una mayor iniciativa pro-pia que retroalimente la implantación del $%& en las sociedades árabes. Un logro agridulce en esta línea es la marcha atrás del Gobierno de los /01 a la apertura de una sucursal en Dubái de la cadena de joyerías de Lev Leviev, lograda gracias a la presión de la asocia-ción de derechos humanos Adalah-New York.• Recuperar el liderazgo del discurso anticolonia-lista, que, cada vez más, está siendo protagonizado

+). Nora Barrows: «Independent trade unions in Egypt endorse $%&», !e Electronic Intifada, 2.2.)*++ [electronicintifada.net/blogs/nora/inde-pendent-trade-unions-egypt-endorse-bds].

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por los activistas occidentales, y vincularlo con el sentido del $%&. Es una cuestión delicada y difícil de encauzar en la actual situación política y so-cial árabe. A pesar de ello, hay iniciativas que solo pueden partir de las sociedades árabes, y que por desgracia no reciben la misma atención que otras similares promovidas desde ''.((. o Europa, lo que es un claro síntoma de imperialismo cultural apli-cado en este caso a la solidaridad con Palestina. En este sentido, apenas han trascendido las presiones de músicos, actores y escritores árabes al Gobierno militar egipcio presidido por Husein Tantaui, que en mayo de )*+) lograron que se abriera el paso de Rafah y ese año pudiera celebrarse el Festival Pales-tino de Literatura en Gaza.• Coordinar la respuesta a las estrategias antiboicot. El terreno académico y cultural es especialmente indicado: una campaña de promoción árabe bien estructurada podría combatir la «marca Israel», con la que el Estado israelí pretende difundir una imagen de potencia cultural y cientí,ca ajena a la ocupación y el apartheid. Un buen punto de par-tida son los artistas árabes de fama internacional que vienen participando en la difusión del boicot, como la escritora egipcia Ahdaf Soueif, la cantante palestina Reem Kelani, el compositor libanés Mar-cel Khalife o el director cinematográ,co palestino Elia Suleiman.

El momento es decisivo. Las revueltas árabes han recordado la centralidad de la causa palestina en la rei-vindicación de dignidad, justicia social y libertad de los pueblos árabes. Durante los alzamientos populares de )*++, en ninguna manifestación de Túnez, Egipto, Ye-

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men, Bahréin o Siria faltaron los llamamientos en favor de Palestina. Sin embargo, cabe el riesgo de que la deri-va nacional de cada revolución lastre las estrategias glo-bales en que se fundamenta el actual movimiento $%&. A comienzos de '()* la persecución de los refugiados palestinos en Siria y su criminalización en Egipto nos recuerdan, una vez más, que los palestinos son moneda de cambio en las políticas nacionales árabes y que de los viejos poderes no cabe esperar nada. Es la prueba de la estrecha relación que hay entre el movimiento $%& y las demandas de apertura democrática de los ciudadanos árabes.