En torno a algunos aspectos de la fundación de Augusta Emerita

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REVISTADE

rTSTTJDIOSXTREMEI\O S

DEPÓSITO LEGAL' BA.I4-I958

DIRECTOR: ENRIQ UE SEGURA

A Ñ O I e8 I TOMO XXXVII

NUN,I

BAD AIOZPUBLICACIONES DE LOS SERVICIOS CULTURÄLES

DE T'T EXCELENTÍSIMA DIPUTACIÓN PROVINCIAL

En torno a algunos aspectos de la fundación

de Avgusta Emerita

La fundación de Aufusta Emerita ha sido ananalizada suficien-temente por varios investigadores, entre los que podríamos cles-tacar por el interés de sus apreciaciones a García Bellido (l) y a

Alvarez Sáenz de Buruaga (2t. En estos trabajos se explican losdiversos factores que jugaron a la hora de decidir la creación dela colonia, siempre como specula populi Romani ac propugnaculum,según la conocida frase de Cicerón. No vamos a insistir en lasrazones de tipo político, social y administrativo que nos parecenmuy claras, pero sí queremos fiiarnos en algunos puntos queconsideramos decisivos para comprender la elección del empla-zamiento.

La topografía emeritense tiene dos zonas importantes a consi-derar' el río Guadiana y las colinas, de poca elevación, pues lamayor no sobrepasa la cota de 240 metros, doncle se establecióla ciudad.

Hay una particularidad que nos sorprende claramente y es eltrazado del lecho del río Guadiana, que en la zona de Mérida seaparta sensiblemente de la dirección normal de los ríos peninsu-lares, que, como se sabe, es Este Oeste, para seguir, tras un cam-bio de curso producido en los aledaños de Alange, debido a lainfranqueable barrera de la crestería silúrica del lugar y de lasinmediatas sierras o serretas de Don Tello y San Serván, un cursoSur-Sudeste a Norte-Noroeste. El río dobla en meandros y vanensanchando poco a poco su cauce, que llega a los 1.000 metrosa su pâso por Mérida, donde es flanqueado por laderas bajas ysuavesr verdaderas terrazas fluviales, donde se producen con hartafrecuencia hallazgos de bifaces achelenses o *choppers' (3).

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Augusta Emerita, como tantas otras ciudacles de la antigüedacl,debe su nacimiento al río. Es muy posible, incluso, que la topo-grafía emeritense, con un gran río que ceñía al lugar por todo su

frente occidental y otro, más pequeño, el Albarregas, que lo abar-

caba por oriente y septentrión, sea muy propicia para poder ex-plicar la presencia de un núcleo de habitación, acaso poco impor-tante, en un período preromano, pero que nos ha legado, si hemos

de creer en la procedencia exacta de los mismos (sólo el kernos

hallado en la Alcazaba y el carrito votivo clel Museo de Saint-

Gennain-en-Laye la tienen segura), unos restos rnuy considera -

bles bien estudiados por Blázquez (4). Creemos que el lugar idó-neo clonde pudo estar ubicado este asentamiento es el cercano a

la confluencia de ambos ríos, es decir, en la zona del <El Calva-

rio,, pero hasta ahora no contamos con nada significativo para

aclarar el probìema.La zona de Mérida era el único sitio en mucho kilómetros

donde se podía vadear el Guadiana con poca dificultad, por loque desde antiguo, como nos demuestran los hallazgos que ialo-nan las rutas, fue un lugar muy frecuentado por diversos pueblosque venían del Mecìiodía en busca del Noroeste peninsular tan

rico en yacimientos de rninerales. Si a ello uninros la existencia de

una isla en medio del cauce, no nos es difícil explicar su grên

valor estratégico. Fue la clásica ciudad-puente, como Roma con

su Isola Tiberina, revalorizada por etruscos y latinos, que ponía

en comunicación Etruria con la Italia meridional (5), o París con laIle de la Citè, cuyo paso comunicaba a Ia mitacl Norte con la mi-tad Sur de la Galia (6). En Toulottse la poca profundidacl del Ga-

rona, particularidad importante para pasar el río y tender puentes,

tambien facilitó el emplazamiento cle la ciuclacl. Allí se escogió,

como en el caso de Mérida, tlna alta terraza, para que la ciudadquedara el abrigo de ias inundaciones devastadoras del río (7).

Este tipo de asentamientos en un verdadero .Cârr€fs¡¡, puede

multiplicarse y podríamos citar igualmente el caso cle Bèziers (8),

Vienne (9), o el de algunas ciudades de la Cisalpina, que tantr-¡s

paralelos, en cuanto a su topogra{ía y urbanisrno, ofrecen con las

hispanas, según la acertada visión de Mansuelli (ltl)'La importancia del camino era vital y el control de las calzadas

era ei que imponía la elección del lugar a fundar, relegancio el

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el papel de la conrunicación fluvial, en aqr-rellos sitios donde este

tráfico era posible, a un segundo grado, Como explican claratnenteLe Lannou (ll) o Burnand (12). Preocupaciones de defensa y re-lación son los caracteres en los que se fija el hombre a la hora cle

funciar ciudades. Las calzadas mûndôn, e incluso las calles prin-cipaìes cle la ciudad son prolongaciones o corresponden a las

mismas, como en el caso cle la que nos ocupa, donde el decumt'nu,s maximus es Ia vía que, viniendo clel Sur, se dirige a la l\4eseta

y el kardo maximus no era otra cosa, en buena parte, que la cal-zada del Noroeste. Como dice Mansuelli, "Ninguna otra,civiliza-ción ha valorado tanto como la romana el senticlo del camino.Las ciudades eran los ganglios de un sistema, del que las calzadas

eran la unión" (13).

La isla del cauce del Guadiana, por tanto, así como la pocaprofundidad de las aguas -que hacen al río vadeable por este

punto, fue la razón de mayor peso a la hora de considerar el em*plazamiento cle la que sería, unos años más tarcle, capital cle laprovincia cle Lusitania. Allí se estableció un largo puente, cle

acuerdo con la anchura del cauce, que permitía el paso del río,que tuvo en gran parte una magnífica cimentación, al poder esta-

blecerse sobre una depresión diorítica bien patente en la zonamás próxima a la ciudad (14).

El puente estaba provisto de un largo tajamar o aleta de en-cauzamiento de las aguas, para que éstas en las crecidas no se

precipitaran contra la parte central del mismo, debido a problemasde cimentación, como explicamos en otro lugar (15). Esios restos

del tajamar han sido confundidos muchas veces con los de unpretendido muelle fluvial, al considerar algunos autores al Gua-diana navegable en esta zona (16), siguiendo el testimonio deEstrabón, a nuestro juicio mal interpretado, porque este autordice clararnente que "el Anas poclía ser navegado durante ungran trecho y por barcos de cierto tamaño, sin bien no tan lejos nien naves tan grancles corno el Baetis, (17). Este tajanrar tiene susparalelos erì la propia l*"ola Tiberina (18), o en algunos puntosdel Guadalquivir observados por Thovenot (19) y Abad (20). Otrosconfunclieron el dique romano que sirvió de base para levantarla alcazaba con el muelle fluvial (¿l), cuando difícilmente las

aguas del Guadiana pudieron haber alcanzado tanta altttra y sien-

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do, además, su carácter muy distinto como veretnos. FLre Cornicle(22) el primero que se fijó en el obstáculo infranqueable del "Pulodo Lobo", cascada irnpresionante situada en un estrechamiento delrío cerca de MértolatMyrtilis),lo que impediría el paso cle cualquierbarco, y negó la navegabilidad del río, aunque sí lo considerabaposible a partir de la citada ciudad portuguesa. La misma opiniónfue expresada posteriormente por Alarcao (23). Esta circunstanciageográfica, así como el hecho de ofrecer el río en muchas zonasdurante el estiaie bajos fondos, el de no haberse hallado estable-

cimientos industriales, como alfares, etc., al contrario de lo que

sucede en el Guadalquivir, y el de la existencia de tres calzaclas

o ramales de la misma en dirección a Olisipo, natural salicla al

mar, hablan bien claro del carácter no navegable del Guadianaen el tramo español.

Trazados los dos puentes de la colonia, la urbanización de lamisma fue fácil de acuerdo Con lo expresado anteriortnente, es

decir, no hubo que hacer otra cosa que seguir las vías para esta-

blecer las calles principales y, a partir de ellas, las demás (kardines

y decümani mínores),

El lugar escogido fue la rnargen derecha del río, que, aunqLle

ofrecÍa algunas dificultades, era la más idónea por Io que se dirá a

continuación. La dificultad estribaba en las avenidas del río, muyviolentas y atestiguadas ya en la antigüeclad, porque, cuando se

produce la temporacla cle lluvias, los afluentes del Guadiana corno

el P.uecas, Búrdalo, Zúiar, Guadámez y Matachel aumentan con-siderablemente su caudal, que ha llegado a ser, a su paso porMérida, de 8.000 metros cúbicos por segundo (14). Para ello, ade-más de la elevación que ofrecía la terraza clel río, los'colonizado-res establecieron a lo largo de gran parte de la ciudacl, un fuertedíque de mampostería con contrafuerte de sillares, que nacla te-

nía que verr como muy bien dljo Moreno de Vargas y se ha com-probado en la excavación de la Alcazaba, con el recinto mttradopropiamente dicho de la colonia. Gracias al dique ésta podíâ per-manecer al abrigo de las inundaciones. que tanto asolaron a otras

ciudades como la propia Roma, donde esta contingencia rìuncapudo ser soslayada, a pesar de los esfuerzos de varios emperado-res (25). No está muy extendido, al menos en lo que conozco,este tipo de dique protector. En Hisoania sólo se tiene noticia de

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unos posibles restos en Coesurau$usta, doncle se descubrió un

muro de hormigón muy clerecho y paralelo al rio (26). El caso de

Londres, en lo Bloomfield Street, con el que compara Richmoncl

a nuestro dique, no está claro, Como Se encarga de decirnos Merri-field (27). Sí tenemos, por el contrario, un buen paralelo en Tou-Iouse, donde se ha hallado 'recientemente un mtlro de 76 metroscle longitud situado en la zona más vulnerable (28). Más normalera que los propios (nuros del recinto protegieran a la ciuclad clel

río, como en el caso de Mainz.Si las dificultades o desventajas que presenta el establecimiento

de la ciudad en la margen derecha eran mínimas y pudieron sersoslayadas con facilidad, las ventajas eran máximas.

Por una parte, el lugar era rico en agua, lo que no sucede enla margen izquierda, donde abunda menos, y los manantiales quese han descubierto en el recinto de la ciudad romana han sidomuchos, construyéndose, incluso, numerosas cisternas al efecto,restos de las cuales aún podemos ver hoy. Además, tras la obser-vación cle la tierra, se pucìo com¡rrobar que existían una serie dedepresiones junto a varios arroyos y corrientes de agua, que en lazona izquierda tambiérr faltan. Fue así, como aprovechando losrecursos naturales que se ofrecían, se puclieron trazar las tres con-ducciones hidraúlicas emeritenses, la primera de las cuales, comonos demuestra una inscripción que menciona su nombre antigtto,fue la de Cornalvo (29), a la que siguieron San Lázaro y Proserpina,no tan alejaclas en el tiempo como se creer sino inmediatas (30).

La naturaleza, además, había dibujado aquí unas colinas, bienventiladas, que servían a la perfección para establecer instalacio-nes de capital importancia. ,\sí, en la cota de San Albín, de 238metros cle aìtitud, en el lugar donde se halla hoy la plaza de toros,se pudo construirr no a partir de los decenios centrales del sigloI d. C. como se ha dicho (31), sino en los prirneros tiempos de lacolonia un castellum aquoe, que era el distribuidor de las aguasproceclentes del embalse de Cornalvo. Esto era algo que siemprehabíamos pensado y que ha sido confirmado recientemente, alaparecer unos restos de la conducción en las inrnediaciones deldepósito municipal de aguas, que consisten en dos cañerías, unaque, bajando, va a surtir de agua al teatro y al anfiteatro, con losque nada tiene que ver, como demostró una excavación en su

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día, la conclucción de San Lázaro, y otro conducto que, a través

de la denominada Vía Ensanche, va a parar a la ptraza de toros.

Igualmente, en Ia cota de "El Calvario', de 225 metros de altitud,

se pudo establecer un castellum divisoriunt, qLre era el depÓsito ter-

minal de la que venía de Proserpina (32). Por fin, en el lugar, tam-

bién elevado, del anfiteatro se hallO el correspondiente a la con-

clucción de San Lázaro, que venía a surtir de agua a las termas

del foro, que se ubicaban en las cercanías del "templo de Diana'.Las ventajas de esta topografía fueron bien aprovechadas para

la construcción del teatro y anfiteatro, realizados "a la griega",

que estôblecieron sus gradas en la colina allí existente.

Por lo que se refiere al recinto murado, seguía las sinuosiciades

de las colinas, estableciéndose en la cima cle las mismas, a excep-

ción de la zona cercana al Guacliana, como suele ser lo usual,

ofreciendo un perímetro irregular de tendencia trapezoiclal, colllotantos otros atestiguados de la época. Por cierto que el recinto

murado, englobanCo el teatro y el anfiteatro, se trazó toclo cle una

vez, por lo que hav que desechar las teorías de Schulten (33), se-

grridas por García y Bellido (34) y Balil (35), que suponían una

cerca primitiva, cuyos límites eran el denominado *Arco de Tra-jano" y el de "Cirnbrón,,la "Puerta de la Villa" y el Puente, con

una expansión posterior. Esta idea de Mérida -grancle- desde

siempre fue expuestâ por primera vez por Richnlond (36), a quien

sigue Harnand (37), al observar que sobre la muraìla de la ciudad,

en la zona de "los Columbarios" se ubicó la conducción augtrs-

tea de Cornalvo y que el ar-rfiteatro estaba adosado a la rnuràlla,

cuestión esta aún nada clara por otra parte. Hubo, efectivamente(son muchas las pruebas que abogan por considerar un trazado

grande cle la ciuclad "clesde un principio, como opina tarnbién

el profesor Almagro y clernostrôtnos en otro lugar), como en las

tierras que se repartieron a los colonos, una idea de previsión,

una confianza en futuras ampliaciones cle la ciuclad. Era esta

una política muy desarrolìada en las fundaciones de época cìe

Augusto y primeros emperadores de la dinastía ]ulio-Claudia. Se

ve en Autun, en Verona (38), donde quedaban espacios (vacío9'

en los aledaños del teatro y del anfiteatro, en la Cisalpina, donde,por ejemplo, el decumanus de Ariminum se extendiÓ a lo largo de

un kiìómetro, resultanclo espaCios sin edificarr en Pompeya, donde

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todavía en el aito 79 d. C. queclaban zonas ocupaclas por iardines,huertas y viñedos, etc. (40).

La ciudad recién funclada estaba en medio de unas zonas

agrícolas del mayor valor, contaba con un extenso territorio, que

fue repartido, como sabemos por las citas de los gromáticos (41),

con prodigalidad y su explotación, acerca de cuyos caracteres

estamos muy mal informados por lo fragmentario de la labor rea-

lizada, se tradujo en el auge de la colonia, todo ello unido a los

constantes favores prodigados por la administración.En otro orden de cosas, el valor innegable del lugar elegido

para la fundación se acrecentaba merced a los recursos naturalesde la zona, referentes a los materiales de construcción, que se

tenían que emplear para la construcción de la nueva ciudad. Aeste respecto hay que citar las canteras de mármol de Carija, lasde granito de .El Hinojal', .El Cuarto de la Charca,, Esparraga-lejo y .El 3"troç61', de donde salieron los sillares del puente,.templo de Diana,, teatro, anfiteatro, etc. Extensas eran, además,las canteras de diorita, entre las que destacan las de .La Corte-zona, y las de La Garrovillar con el tipo azulado que se empleabapara la pavimentación de calles. Por otra parte, y con esto finalizo.el río proporcionaba arenas cle gran calidad, así como grava, gravi-llas para cimentaciones y hormigón. Cerca de Emérita, por fin, enProserpina, Aljucén y Alange había buenas arcillas para la fabri-cación de ladrillos.

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