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VULNERABILIDAD ANTE DESASTRES: LA EXPERIENCIA
VENEZOLANA DEL PROYECTO PREVIN EN EL ESTADO FALCÓN.1
*Blanca De Lima y Jorge Jaber.
Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda-Fundacite Falcón
Recibido: 07/05/2010 Aceptado: 12/09/2010
Publicado en: Revista Croizatia. Universidad Nacional Experimental Francisco de
Miranda. Volumen 11, N° 1, enero-junio 2010. Pp. 17-31 ISSN 1317-1197
RESUMEN Se presentan los resultados de una investigación sociodemográfica realizada en
municipios del estado Falcón, Venezuela. La investigación aporta elementos de
reflexión sobre la complejidad del problema ambiental, social, la gestión de riesgo y
la cultura política local, y ayuda a comprender las razones del fracaso del Proyecto de
Prevención de las Inundaciones en los Estados Falcón, Yaracuy y Miranda
(PREVIN), proyecto multidisciplinario que dio origen a esta investigación. El área en
estudio abarcó poblados serranos ubicados en los municipios Federación y Unión, y
poblados ubicados en los municipios Cacique Manaure, Palmasola, Silva y Unión del
estado Falcón. El lapso del estudio fue de enero a septiembre del año 2007. Se aplicó
una entrevista a población ubicada en las zonas de mayor densidad poblacional y más
cercana a las zonas de desastre por inundaciones. Se concluye que los cambios
sucedidos en el área estudiada en sentido económico, físico, ecológico y demográfico
son evidentes y en su mayor parte irreversibles. No se ve un horizonte claro para las
zonas con alto riesgo ambiental en materia de inundaciones, en la medida en que los
intereses políticos y económicos se impongan a cualquier proyecto, modelo o
programa de desarrollo sustentable, como fue el caso del proyecto PREVIN, el cual
quedó sin culminar tras una larga pugna político-administrativa entre la Unión
Europea, los ministerios involucrados y organismos estadales.
Palabras clave: vulnerabilidad ecológica, inundaciones, acción antrópica, demografía,
centralismo.
*Autor para correspondencia: [email protected]
ABSTRACT The paper presents the results of a social-demographic research performed in several
localities of Falcon State, Venezuela. It offers evidence about the impact of
environmental and social issues, risk management and local political culture in the
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failure of the Project of Prevention of Water Floods (PREVIN, abbreviation in
Spanish) developed in Falcón, Yaracuy and Miranda States. Sampling area included
mountain localities (known as Sierra) of Federation and Union and coast localities in
Cacique Manaure, Palmasola, Silva and Unión municipalities from the Falcón State.
The study was carried out from January to September 2007. An interview was
accomplished with the people living in places with a higher population density and
near to those localities previously affected by water floods. It was concluded that the
economical, physical, ecological and demographic changes detected in the area were
evident and irrevocable. There is not a clear future for those localities which have a
higher environmental risk for water floods if political and economic interests are
imposed over any proyect, model or program related to sustainable development.
Such was the case of the project PREVIN, which remains unfinished after a long
political and economical struggle between the European Union, the State Ministries
and governmental agencies involved.
Keywords: ecological vulnerability, floods, anthropogenic alteration, demography,
centralism.
INTRODUCCIÓN
El trabajo que se presenta combina dos momentos y dos vivencias. Un primer
momento, de investigación, donde se colaboró en el “Proyecto de Prevención de las
Inundaciones en los Estados Falcón, Yaracuy y Miranda” (PREVIN), que formó parte
del convenio de financiación suscrito entre el Gobierno de la República Bolivariana
de Venezuela y la Comisión de la Unión Europea el 29 de diciembre de 2003, bajo el
Nº VEN/B7-310/01/0317, y publicado en la Gaceta Oficial de la República
Bolivariana de Venezuela Nº 37.882, de fecha 8 de febrero del año 2004. Un segundo
momento, ya culminado el Proyecto PREVIN y desaparecida la institución que lo
hizo viable, la Fundación para la Prevención de Inundaciones en el Estado Falcón
(FUNDAPREVINFAL); donde se reflexiona y explica por qué fracasó dicho
proyecto.
El Proyecto PREVIN era de orden multidisciplinar, y visualizaba tanto la
investigación básica como la aplicada, de orden social y tecnológico, en municipios
seleccionados de la costa oriental del estado Falcón, donde la intervención antrópica
negativa ha eliminado extensas superficies de vegetación para agrandar la frontera
agrícola y ganadera. En este escenario, desde el año 2002 se presenta un elevado
incremento de eventos desastrosos relacionados con lluvias y desbordes de ríos y
caños, que afectan a la población más pobre. Para este artículo se caracterizó la masa
poblacional a partir del concepto de vulnerabilidad, y en particular las
vulnerabilidades ecológica, física y económica; ya que se trata de población pobre,
que vive en zonas con elevado deterioro ambiental y sus precarias viviendas están
sometidas al riesgo por inundaciones.
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Los antecedentes del proyecto PREVIN datan de diciembre del año 1997,
cuando lluvias muy intensas cayeron el norte y noroeste de Venezuela. El saldo fue
de más de 25.000 muertos y 6000 desaparecidos, más de 16.000 viviendas destruidas
y otros graves daños en la infraestructura de las áreas afectadas.
Los efectos desastrosos de estas inundaciones movieron a la Unión Europea
(UE) a proponer una serie de medidas de cooperación multilateral que quedaron
plasmadas en su documento de trabajo SEC (2000) 1571. Los componentes
fundamentales eran dos: 1) Apoyo a la reconstrucción del estado Vargas con un costo
de 18,6 millones de euros, de los cuales 10 millones en contribución comunitaria.
Además de un proyecto de rehabilitación y reconstrucción por 25 millones de euros.
2) Un componente de prevención, del cual forman parte los resultados que se
presentan en este ensayo, destinado a realizar proyectos de gestión de riesgos en la
zona adyacente a la afectada en 1997, en los estados Falcón, Yaracuy y Miranda,
cuyas cuencas principales corresponden a los ríos Tocuyo (estado Falcón), Aroa
(estado Yaracuy) y Tuy (estado Miranda). Todas con degradación ambiental más o
menos avanzada.
Nace entonces el 18 de febrero de 2005 la Fundación para la Prevención de
Inundaciones en el Estado Falcón (FUNDAPREVINFAL), desde donde se condujo el
Proyecto PREVIN para el estado Falcón, cuyo objetivo general fue contribuir a la
reducción de la pobreza en los tres estados y reducir la vulnerabilidad frente a las
inundaciones; teniendo por objetivo específico reducir los riesgos de inundaciones
recurrentes producidas por el desbordamiento de los ríos Tocuyo, Aroa y Tuy;
introduciendo en las poblaciones elementos de planificación, una gestión racional y
sostenible de las cuencas y el uso de tecnologías adecuadas.
Se plantearon seis resultados: elaborar planes maestros para las cuencas,
mejorar la capacidad de coordinación y gestión interinstitucional, mejorar la
capacidad de las instituciones locales para ocuparse de las necesidades de la
población y hacer aplicar la legislación urbana y ambiental, implantar sistemas de
alerta temprana, optimizar la utilización de los suelos con técnicas beneficiosas para
el medio ambiente, y por último reducir los riesgos de inundaciones y mejorar la
calidad de las aguas aplicando la tecnología europea de presas filtrantes
(FUNDAPREVINFAL, 2005). Para apoyar el alcance de los resultados y ante la
dispersión de cifras e inexistencia de investigaciones sistemáticas de orden social
sobre la población de las cuencas, se diseñó y ejecutó en dos fases el estudio
sociodemográfico y socioeconómico de estas.
El proyecto PREVIN no culminó satisfactoriamente, ya que no pudo superar
los obstáculos que surgieron en su implementación. Ninguno de los resultados
aspirados se concretó. Fue rescindido por la Unión Europea en mayo del 2007 al no
respetarse los lapsos de ejecución, y por el Estado venezolano en agosto del mismo
año, desapareciendo la Fundación para la Prevención de Inundaciones en el Estado
Falcón, así como las fundaciones pares creadas en los estados Yaracuy y Miranda.
La costa oriental del estado Falcón y los municipios serranos aledaños forman
una unidad ecológica, física, económica y demográfica caracterizada por la
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vulnerabilidad. Presentan vulnerabilidad ecológica porque persiste una acción
destructiva sobre el entorno que aumenta los factores de riesgo para desastres
naturales. La costa, en particular, resiente las consecuencias de la actividad antrópica
negativa en los municipios serranos, la cual estimula en el plano costero la
vulnerabilidad física por estar asentados en zonas de alto riesgo para inundaciones.
La vulnerabilidad económica y el problema demográfico se advierten porque
son municipios con elevadas cifras de pobreza, cuya dinámica demográfica concentra
la población en las capitales municipales costeras a costa de la merma demográfica de
la serranía, donde ya se avanza hacia un envejecimiento demográfico emigratorio.
Todo ello deteriora aún más las condiciones y calidad de vida de la población,
ocasionando crecimiento sin desarrollo en los valles fluvio marinos, donde se impone
el sector terciario de la economía, sobre todo el turismo; y extrema debilidad
económica con acentuado ruralismo en el área serrana.
Este escenario ambiental y socio-económico-demográfico, exacerbado tras la
llamada “tragedia de Vargas”, motivó la ejecución del Proyecto PREVIN, el cual
quedó sin culminar tras una larga pugna político-administrativa que tuvo su origen en
el sello descentralizador que la Unión Europea –promotora y participante- imprimió
al convenio que dio vida al proyecto. Este trabajo aporta elementos de reflexión sobre
la complejidad del problema ambiental, social, la gestión de riesgo y la cultura
política local, para comprender el porqué del fracaso del Proyecto PREVIN.
MATERIALES Y MÉTODOS
El área en estudio abarcó poblados serranos ubicados en los municipios
Federación y Unión, y poblados ubicados en los municipios Cacique Manaure,
Palmasola, Silva y Unión. Esta extensa área está afectada por procesos compulsivos
de deforestación.
Dado que el tema de catástrofes por inundaciones y vulnerabilidad está poco
adelantado en Venezuela, y que para Falcón no existen trabajos sobre el particular,
sólo datos aislados; se optó por una investigación exploratoria y descriptiva. El
diseño en su primera fase avanzó mediante la investigación documental y
longitudinal, sustentada en cifras y datos de diversos años provenientes de
organismos oficiales del estado Falcón. En una segunda etapa se aplicó un
instrumento en campo en el lapso junio – julio 2007. El diseño longitudinal se alternó
con el diseño transeccional o transversal, ya que también se recogieron datos del
momento presente, para así describir distintas variables y analizar su incidencia sobre
los problemas abordados y las interrelaciones entre ellas.
El lapso del estudio fue de enero a septiembre del año 2007. Se hicieron
cuatro visitas a la zona de estudio para levantar un archivo fotográfico. Se efectuaron
tres reuniones con instituciones y grupos locales. El objetivo general fue estudiar las
vulnerabilidades ecológica, física, económica y la demografía del área; en el marco
de la ejecución del Proyecto PREVIN.
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Se aplicó una entrevista a población ubicada en las zonas de mayor densidad
poblacional y más cercana a las zonas de desastre por inundaciones: los municipios
Monseñor Iturriza, Palmasola y Silva. La población de estos asciende a 27.481
habitantes, distribuidos de la siguiente forma: Boca de Aroa, 6181; Chichiriviche,
6192; Palmasola, 750 y Tucacas 14.358 habitantes (INE, 2007). La confiabilidad de
la muestra se logró mediante la selección del 0.5% del total del universo, que implica
un 10% de error muestral. El número de entrevistados fue de 138 personas mayores
de edad, residentes habituales en los centros poblados seleccionados. La fórmula
aplicada fue:
Pr = 99,0%
k = 2,326348
e =10,0%
p = 0,5
q = 0,5
N = 27.481
k² = 5,411894
e² = 0,01
p x q = 0,25
n = 138
Para la descripción físico-ambiental el área de estudio se dividió en cuatro
zonas (FUNDAPREVINFAL, 2007). Las zonas I y II corresponden a poblados
serranos, dedicados a labores agropecuarias, no afectados por inundaciones pero cuya
actividad sobre el entorno afecta a los pobladores de las otras zonas. Las zonas III y
IV corresponden a las planicies terminales de los ríos Tocuyo y Aroa, zonas más
densamente pobladas, las cuales sufren años tras año inundaciones desastrosas. Toda
el área de estudio se incluye en el proceso compulsivo de deforestación de bosques
para su conversión en potreros y tierras agrícolas que afecta a Venezuela desde los
años setenta del siglo XX, y que la posiciona con una de las tasas de deforestación
más alta de América Latina, destacando que el área forma parte del escaso 20% de
bosques que posee Venezuela en su parte norte (Centeno, 1995; Hernández y
Pozzobon, 2002).
La Zona I (municipios Federación y Unión) se caracteriza por paisajes
montañosos donde la masa arbórea ha sido sustituida por la explotación ganadera
extensiva asentada en terrenos de alta pendientes. Los valles de origen aluvial son
áreas planas con suelos fértiles que permiten el establecimiento de explotaciones
agrícolas y ganadería. En esta zona hay una serie de ríos y quebradas afluentes del
Tocuyo, con régimen permanente de aguas que en épocas de lluvia tienen carácter
torrencial. Las mayores precipitaciones corresponden a los meses de junio y julio.
n=k
2Npq
Ne2 +k2 pq
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La Zona II presenta colinas y lomas de topografía quebrada, además de
valles aluviales a lo largo del río Tocuyo y otros cursos de la zona. En esta zona, la
margen izquierda del Tocuyo posee una extensa y rica red de afluentes secundarios
que en época de lluvia aumentan sus aportes, lo cual suele producir desbordes que
afectan fincas ganaderas y la vialidad de la zona. La masa vegetal ha sido afectada
por la deforestación para el desarrollo de la ganadería extensiva y la siembra de
pastizales, aunque también se encuentra la tala de especies madereras comerciales.
Las mayores precipitaciones se dan en octubre, noviembre y diciembre (Centeno,
1995; Hernández y Pozzobon, 2002; FUNDAPREVINFAL, 2007).
La Zona III presenta depresiones y llanuras aluviales y bajas, en gran parte
inundadas por las aguas del río Tocuyo y otros cursos secundarios. El río Tocuyo
tiene aquí su planicie terminal. Es la mayor red hídrica de la zona. En esta área
existen restricciones para el uso agropecuario, considerando la conservación de la
vegetación natural y de ambientes naturales con potencial turístico y recreacional,
destacando el Refugio de Fauna Silvestre de Cuare y el Parque Nacional Morrocoy.
Las mayores precipitaciones se dan en octubre, noviembre y diciembre (Guevara y de
Guevara, 1983; FUNDAPREVINFAL, 2007).
En la Zona IV predominan las planicies fluviales, fluvio marinas y marinas
con grandes superficies pantanosas que se inundan en la temporada lluviosa por
efectos de las pendientes débiles y la influencia de los ambientes marinos. El río
Aroa conforma la mayor red hídrica permanente de la zona. Su caudal en épocas de
lluvia aumenta ocasionando inundaciones graves en la cuenca baja. Las mayores
precipitaciones se dan en octubre, noviembre y diciembre (FUNDAPREVINFAL,
2007).
Existe una red de caños y quebradas que drenan al mar entre el eje costero
Tucacas y Boca de Aroa. Esta red es afectada por el cordón litoral, las corrientes
marinas y el terraplén de la Carretera Nacional Morón Coro; lo que ocasiona que
este sector permanezca parte del año inundado afectando a todas las poblaciones
asentadas en lugares vulnerables que carecen de adecuados drenajes para el libre
escurrimiento tanto de las aguas pluviales como fluviales hacia el mar (Guevara y de
Guevara, 1983; FUNDAPREVINFAL, 2007). En la actualidad esta zona se
caracteriza por el desarrollo de una ganadería extensiva unida al cultivo de pastos,
algunos cultivos de caña de azúcar y en menor escala plantaciones de cocotero; todo
esto asociado a un desarrollo turístico y recreacional que ha exacerbado el urbanismo
patológico a partir de la construcción desordenada de edificaciones turísticas.
La vulnerabilidad se abordó desde la taxonomía de Wilches-Chaux, de quien
tomamos tres de sus once vulnerabilidades, en función de que destacan de modo
preocupante en el área de estudio:
1.- Vulnerabilidad ecológica: producto de las consecuencias negativas de la acción
antrópica sobre el entorno, generando desastres naturales.
2.- Vulnerabilidad económica: identificada con los grupos en situación de pobreza. A
nivel local e individual se expresa en desempleo, precariedad laboral, bajos salarios,
dificultad para acceder a servicios sociales, educativos, de salud, y otros.
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3.- Vulnerabilidad física: abarca en especial a la localización de los asentamientos
humanos en zonas de riesgo, y a las deficiencias de sus estructuras físicas para
«absorber» los efectos de esos riesgos (Wilches-Chaux, 1993).
El concepto de vulnerabilidad es de uso reciente en diversas ciencias.
Comenzó su uso en las llamadas ciencias duras para el estudio de las consecuencias
de desastres naturales sobre comunidades. Las ciencias sociales lo asumieron y, en
particular la antropología, propone estudiar la vulnerabilidad desde la vivencia social
de los desastres y su papel en la producción de cultura (Amodio, 2005). La
Organización de las Naciones Unidas señala que esta es un estado de elevada
exposición a ciertos riesgos e incertidumbres, en combinación con una reducida
capacidad para protegerse contra esos riesgos e incertidumbres y hacer frente a sus
consecuencias negativas (ONU, 2004). Esta «reducida capacidad» involucra el
componente social, al respecto del cual dice Lavell (2000) la vulnerabilidad, en
cualquiera de sus distintas expresiones, es socialmente construida.
Por su parte, Wilches-Chaux entiende por vulnerabilidad la incapacidad de
una comunidad para absorber, mediante el autoajuste, los efectos de un determinado
cambio en su medio ambiente, o sea su “inflexibilidad” o incapacidad para adaptarse
a ese cambio, que para la comunidad constituye, por las razones expuestas, un riesgo.
La vulnerabilidad determina la intensidad de los daños que produzca la ocurrencia
efectiva del riesgo sobre la comunidad (Wilches-Chaux, 1993).
Cardona (1993) abandona el término incapacidad y relaciona la vulnerabilidad
con la predisposición intrínseca de un sujeto o elemento a sufrir daño debido a
posibles acciones externas, y por lo tanto su evaluación contribuye en forma
fundamental al conocimiento del riesgo mediante interacciones del elemento
susceptible con el ambiente peligroso.
La vulnerabilidad es, entonces, un hecho complejo, y no puede reducirse a una
única visual, siendo necesario comprender su carácter polisémico. Para efectos de
este estudio, se entenderá la vulnerabilidad como un déficit que conlleva a la
indefensión, a la incapacidad de los individuos y comunidades para dar respuestas
oportunas y adecuadas a eventos o sucesos desastrosos; la imposibilidad de responder
a la concreción de una amenaza.
En materia de vulnerabilidad se encuentran desde propuestas sencillas, como
la de Cardona (1993), quien encuentra dos tipos de vulnerabilidad: de carácter técnico
y de carácter social; hasta las más complejas, como la taxonomía de once
vulnerabilidades expuesta por Wilches-Chaux (1993). Entre ambos extremos una
serie de mediaciones que permiten a Lavell (1997) proponer tres áreas o clases de
vulnerabilidades: físico-material (aspectos de la naturaleza, vivienda, tecnología y
otros), social-organizacional (aspectos de instituciones y sistemas, liderazgo y otros)
y motivacional-actitudinal (percepción, reacción, posicionamiento ante el ambiente
físico y sociopolítico).
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RESULTADOS
Por su diferente comportamiento demográfico se dividió el área de estudio en
Zona I, que abarca la zona ambiental I, donde se ubican los municipios serranos
(Federación y Unión); y Zona III, que abarca las zonas ambientales III y IV (Cacique
Manaure, Palmasola, Silva y Unión). La zona ambiental II no se incluyó debido a su
muy bajo peso demográfico, que sesgaba los indicadores.
Para el momento del estudio la población de la Zona I era de 13.103
habitantes distribuidos en 45 centros poblados (INE, 2001). Los municipios serranos,
debilitados por su ruralidad, pierden población joven que se desplaza hacia Tucacas,
Chichiriviche y Boca de Aroa. Por ello, aunque la mayoría de su población está en el
segmento etario de 0-14 años (39,83%), por contraste, presentan un 8.37% de
población mayor de 60 años (INE, 2001). A este fenómeno se le denomina
envejecimiento demográfico por emigración, y es propio de áreas en pobreza.
La razón de dependencia, en todas sus expresiones, es superior a la del estado,
destacando la dependencia general, que en la zona es de 85.1 mientras en el estado es
de 64.9. En síntesis, menos adultos se reparten una numerosa población infantil y una
población en ascenso gradual y sostenido de adultos mayores (INE, 2001).
Siguiendo la metodología de Necesidades Básicas Insatisfechas, se observa
que todos los indicadores son negativos con respecto a los del estado; así, hay menos
hogares no pobres (47.81/63.1), más pobreza relativa (31.84/27.1) y mucha más
pobreza extrema (20.35/9.7); con un promedio de 1,4 ocupados por hogar en hogares
de cinco miembros (INE, 2001).
La vivienda presenta casi en su totalidad condiciones de regular a mala, para
un escaso 6.2% consideradas en buenas condiciones1. Estas viviendas presentan
fuertes carencias en materia de servicios públicos, asociadas a la pobreza y a entornos
predominantemente rurales. Así, sólo un 65,7% tienen servicio de agua; un 29%
cloacas y un 40,6% servicio de aseo urbano (INE, 2001).
La población de la Zona III es de 54.135 habitantes, distribuidos en 164
puntos entre localidades y población diseminada (INE, 2001). Tres municipios de
esta zona, Palmasola, Cacique Manaure y Silva, presentan el mayor crecimiento
poblacional del estado. Cuatro poblados presentan crecimientos explosivos, producto
de migraciones compulsivas hacia el extremo nororiental del estado en búsqueda de
mejores opciones de vida. La juventud demográfica de la Zona III se revela en el
amplio predominio de los grupos etarios entre los 0-29 años (65.19%) (INE, 2001).
La razón de dependencia en general se corresponde con el vigor demográfico
de la zona, por ellos los adultos se reparten una mayor población infantil pero una
menor población de adultos mayores (INE, 2001).
En materia de pobreza se mantiene la misma tendencia de la Zona I: todos los
indicadores son negativos con respecto a los del estado, habiendo un 56,78% de no
pobres, 30,63% de pobreza relativa y 12,60% de pobreza extrema. Se observa un
promedio de 1,4 ocupados por hogar en hogares de 4.7 personas por vivienda (INE,
2001). Pese a la aparente ebullición económica de la zona, el promedio de ocupados
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por hogar es el mismo que en la deprimida zona I, indicador de que el mercado de
trabajo no está cubriendo la demanda ocasionada por los procesos migratorios que
han asentado en la zona una predominante población en edad de trabajar.
La vivienda presenta casi en su totalidad condiciones de regular a mala
(85.11%), para un escaso 14.9% considerada en buenas condiciones. Como en la
Zona I, hay fuertes carencias en cobertura y calidad de los servicios públicos,
asociadas a la pobreza y a entornos con alto deterioro ambiental, tanto por la
depredación de la cubierta vegetal como la contaminación ocasionada por el casi
inexistente servicio de aguas servidas (16,8%) y el deficitario servicio de aseo urbano
(70,5%), que se acompaña de la inadecuada colocación y no reciclaje de los desechos
sólidos (INE, 2001). El 52.2% de la muestra ha sido víctima de inundaciones.
En la Zona III el número de afectados por eventos hídricos aumentó poco más
de 32 veces en los últimos cuatro años, pasando de 168 afectados en el 2002 a 5488
en el 2005, y de 36 a 920 viviendas afectadas (Protección Civil 2002, 2003, 2004 y
2005). Esto como consecuencia directa del creciente e incontrolado asentamiento de
población, especialmente débil desde el punto de vista socioeconómico, en la planicie
terminal de ambos ríos.
DISCUSIÓN
Vulnerabilidad ecológica
En forma progresiva y cada vez más intensa, las áreas estudiadas han sido
sometidas a distintos procesos que han disminuido la cobertura vegetal y alterado el
comportamiento de los ríos Tocuyo y Aroa, sus caños y quebradas. Ya en los años
sesenta del pasado siglo los mapas reflejaban la pérdida de vegetación, en unos casos
propiciada para expandir la frontera agropecuaria y en otros resultante de la
urbanización patológica, pérdida acrecentada en los años noventa (Figuras 1 y 2).
Como resultado de lo esto la cuenca alta del río Tocuyo ya presenta problemas de
producción de agua para abastecer las represas que debe alimentar (Pérez, 2006), y la
cuenca baja de ambos ríos una serie de obstrucciones en caños y quebradas. En el
caso del río Aroa, en su cuenca alta también se ha detectado una agricultura y
ganadería que carece de métodos y prácticas sustentables, con riesgo de alteraciones
que incidan sobre el caudal hídrico; deforestación amplia en las tierras medias y
bajas, y práctica desaparición de la cobertura vegetal original en su cuenca baja.
Pero comenzando el siglo XXI se adiciona a la deforestación la presencia de
desastres naturales en la cuenca baja, resultantes de la acción antrópica descontrolada.
Y es que la reducción dramática de la masa arbórea ha alterado las condiciones
naturales del drenaje de los ríos Tocuyo y Aroa y sus diferentes caños, provocando
que la cantidad de agua infiltrada por los suelos disminuya en la misma proporción
que aumenta la escorrentía superficial, aumentando el riesgo de desastres para una
población con elevada vulnerabilidad física. En este sentido se coincidió con lo
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afirmado por otros investigadores: la desembocadura del río Tocuyo presenta un
deterioro muy elevado de su hábitat y ambiente fluvial; expresado por una fuerte
sedimentación del cauce y la extirpación casi total de sus manglares (Rodríguez-
Olarte, 2005), y Rodríguez-Olarte et al., (2006).señalaron que en la planicie costera y
en la desembocadura del río Aroa al mar, la vegetación ribereña ancestral ha sido
prácticamente extirpada.
Vulnerabilidad económica
La población estudiada registra mayor pobreza relativa y extrema que el
promedio del estado Falcón, siendo aplicable el concepto de vulnerabilidad
económica para la costa oriental del estado Falcón y los municipios serranos del
oriente del mismo estado, contrastando con la imagen de bonanza económica con
base en la ganadería y el turismo. Es una población que en su mayoría no cuenta con
ingresos mensuales fijos, donde sólo el 12% percibe ingresos superiores al salario
mínimo (Figura 3) y mayoritariamente carece de seguridad social; donde más del
80% quedó sin educación formal o apenas alcanzó la básica incompleta y no tiene
acceso a internet.
La pobreza se pretende combatir aumentando la frontera agrícola y,
especialmente, la pecuaria, con la consecuente tala de bosques. A esto se suma el
creciente e indiscriminado uso de agroquímicos, lo cual induce la paulatina
degradación de los suelos. La pobreza es, entonces, una fuente de la vulnerabilidad
ecológica.
Adicionalmente, en el caso estudiado los mecanismos de cooperación y
solidaridad se originan y desarrollan en torno a la familia extensa conglomerada; la
cual en momentos de crisis aguda debida a la crecida de los ríos pierde su capacidad
organizativa y cohesión interna de manera transitoria, siendo que entonces el Estado
se hace presente de manera coyuntural, pero no resuelve los problemas en forma
permanente y la población sabe que, una y otra vez, deberá esperar el siguiente
desborde.
Lo anterior genera una actitud negativa de la población hacia las autoridades,
la cual deriva del divorcio entre la comunidad y los mandos civiles. Esto se
transforma en una escasa o nula participación en actividades comunitarias, inclusive
acciones de emergencia provocadas por inundaciones, especialmente las promovidas
desde esferas gubernamentales (Figura 4).
Esta aparente pasividad para la organización y para la acción ante emergencias
que se saben periódicas en la zona de residencia podría encontrar su explicación bajo
el concepto de desesperanza aprendida, el cual tuvo su origen en el campo médico
pero fue asumido por la psicología social y en la actualidad se utiliza en las ciencias
sociales para describir a individuos o grupos de individuos que se habitúan a vivir en
condiciones de extrema precariedad, generando procesos de adaptación a condiciones
de vida adversas ante las cuales se tornan pasivos.
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En realidad, la aparente pasividad es un elemento que revela la confrontación
entre la sociedad civil y las autoridades, las cuales -escudadas tras la teoría de la
anomia social- suelen hacer oídos sordos al gran rechazo que manifiestan los
habitantes hacia autoridades que por años no han logrado mejorar en forma radical su
situación, viendo sucederse a alcaldes y gobernadores que ofertan sin cumplir. Este
rechazo se vuelve álgido cuando se toca el punto de las inundaciones, por cuanto la
población percibe que la gravedad de los daños que alcanzan los eventos hídricos se
debe, principalmente, a la vulnerabilidad urbana, de la cual consideran únicas
responsables a las autoridades políticas municipales y estadales.
Vulnerabilidad física
Las viviendas, que son las estructuras físicas que deben absorber los riesgos
del entorno en que están ubicadas, tienen una calidad, ubicación en la trama urbana y
en la trama hidrográfica, que no les permiten responder a los factores de riesgo que
representan los eventos hídricos (Figura 5).
La vivienda de autoconstrucción, sin título de propiedad, con piso de cemento
rústico, equipamiento básico donde prácticamente están ausentes los aparatos de
computación y la internet, y con deficiencias en todos los servicios públicos es la
estructura que se impone, pudiendo hablarse de precariedad arquitectónica. La
población no expresa tanto tener un problema de acceso a la vivienda como sí una
vivienda con carencias, remarcando por una parte el deterioro parcial de la misma y
las graves fallas de los servicios públicos.
La población inmigrante se asienta en cinturones de miseria que son zonas de
alto riesgo para inundaciones, siendo evidente la vulnerabilidad física. La vivienda
está construida en espacios que vienen sufriendo una agresiva acción antrópica y
presentan una dramática reducción de la masa arbórea sumada a la construcción de
barreras urbanas que represan las descargas pluviales, siendo áreas que año con año
ven aumentar los desastres provocados por desbordes de los ríos, caños y quebradas
que les cruzan.
La trama urbana presenta el mismo crecimiento patológico, priorizándose la
atención en aquellas calles y avenidas de tránsito turístico en detrimento de la
comunicación interior de los poblados. Las adecuación realizada en la carretera
nacional Morón-Coro, representada por el llamado Par Vial, destinado al desahogo
del flujo vehicular en temporadas turísticas altas, fue realizada sobre un terraplén que
se ha constituido en una nueva barrera para la escorrentía superficial, aumentando con
ello la amenaza de inundaciones en la zona de Tucacas. Esta acción antrópica
indetenible incrementa el potencial destructivo de los puntos hidrográficos críticos de
la zona, a saber, la red hídrica alimentada por el río Aroa que incluye las subcuencas
del mismo río Aroa, Agua Linda y Quebrada Chapano, más una zona de interfluvios
integrada por una red de caños y quebradas que drenan al mar entre Tucacas y Boca
de Aroa. Esto puntos se ven afectados por el cordón litoral, las corrientes marinas, el
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terraplén de la Carretera Morón-Coro, el antiguo terraplén de la vía férrea Palmasola-
Tucacas y ahora también el Par Vial.
Del lado del río Tocuyo los puntos hidrográficos críticos los constituyen las
subcuencas Caño Dieguito –afectando por inundaciones a los poblados ubicados en la
margen derecha del río Tocuyo- y Golfete de Cuare, de particular interés por incluir
los humedales de Cuare, la población de Chichiriviche y sectores aledaños con
creciente población, que presentan inundaciones por deficientes infraestructuras de
drenaje para las aguas superficiales de lluvia, y ocho figuras de ABRAES creadas
para preservar ecosistemas de alto valor por su biodiversidad; todo ello generando
conflictos entre la población en expansión y las autoridades.
Lo anterior nos lleva para concluir al texto de Cilento (2004), quien al
referirse a la tragedia de Vargas afirma, siendo válido también para la zona en
estudio, que: “Los factores de vulnerabilidad urbana están íntimamente ligados a la
falta de sostenibilidad de las actuaciones de los humanos para la modificación del
medio ambiente natural y la transformación de lo modificado que, en resumidas
cuentas, es lo que hemos hecho a lo largo de siglos para la construcción de pueblos,
ciudades y metrópolis. Las áreas metropolitanas y megaciudades del mundo en
proceso de subdesarrollo, representan el mayor potencial de pérdidas humanas, de
pérdidas patrimoniales, de pérdidas de insumos productivos, de infraestructura y de
capacidad de producción, en caso de un desastre natural o provocado por el hombre”.
CONCLUSIONES
Los cambios ocurridos en el área estudiada en sentido económico, físico,
ecológico y demográfico son evidentes y en su mayor parte irreversibles, quedando
enlazados a los procesos de cambio que el estado Falcón ha vivido desde el último
cuarto del siglo XX en su costa oriental, tratando de motorizar nuevos ejes
económicos ajenos al petrolero mas sin el control debido sobre los procesos de
urbanización que acompañan a las grandes políticas y programas económicos, como
tampoco sin controlar –y más bien estimulando- la acción antrópica y negativa sobre
los nichos ecológicos.
Controlar el deterioro ambiental para reducir los factores de riesgo que
ocasionan desastres por inundaciones implica políticas y programas complejos en su
diseño y costosos en su ejecución, evaluación y seguimiento. El Proyecto PREVIN
era una opción diversificada, que enlazaba aspectos ambientales y sociales, y que
contaba con total respaldo financiero ¿Cómo explicar su fracaso? Pensamos que
puede explicarse a partir de las tensiones centro-estados, cuya dinámica se impone y
neutraliza los beneficios de cualquier proyecto. Se comprende también a partir de la
cultura política local y su largo trayecto histórico, que esbozamos brevemente:
Venezuela nació en el siglo XIX como una propuesta de Estado federal
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descentralizado clásico, una serie de estados que de manera voluntaria aceptaron
traspasar parte de sus competencias a un Estado central. En la realidad, lo que ha
funcionado es un Estado federal centralizado con logros mermados, que apenas ha
transferido a los estados algunas funciones políticas y administrativas. Es habitual la
dependencia del situado constitucional y el uso de la maniobra política y financiera
del centro contra las regiones, estados y municipios. Coliden las funciones
transferidas con las de organismos del poder central, como sucedió en este caso. La
propuesta europea, aceptada de inicio por el Estado venezolano, no contabilizó la
dinámica antagónica centro-periferia, más aguda en la medida que se desciende a
estados y municipios.
El convenio UE-Estado venezolano mostró desde sus comienzos las tensiones
y diferencias de intereses entre el poder central, en este caso en la figura del
Ministerio del Poder Popular para el Ambiente, y el poder regional representado por
el ejecutivo del estado Falcón. La pugna político-administrativa tuvo su núcleo a
partir del sello descentralizador que la UE imprimió al convenio, el cual se expresaba
en la creación de tres fundaciones, una por cada estado, para el manejo de los
proyectos, y la creación de una oficina autónoma destinada a ser una entidad gestora
técnico-administrativa, lo que nunca se dio.
Desde el comienzo, el Ministerio del Ambiente se opuso a la creación de la
oficina autónoma y a los roles desempeñados por las fundaciones. El dinero del
convenio, en su opinión, debía ser manejado por sus direcciones estadales. Siendo el
ministerio quien recibía y debía bajar hacia los estados los recursos del convenio,
asumió como estrategia el tomar las riendas del Proyecto PREVIN, y como táctica no
entregar los recursos asignados. Por tanto, los pocos resultados se lograron a través de
adelantos en dinero efectuados por el ejecutivo del estado Falcón para actividades
puntuales como corte de meandros, construcción de espigones, limpieza de playas,
caños y quebradas; pago de sueldos, investigación social y otros; a la espera de su
reembolso una vez que el ministerio bajara los recursos, mismos que nunca llegaron.
Por el lado de las comunidades no existe una cultura en torno a desastres por
inundaciones, el nivel de organización interno ante estos eventos es nulo. La realidad
es que el voluntariado comunitario es débil, se evaden las responsabilidades de
dirección y, en el caso específico de emergencias ocasionadas por inundaciones, no se
participa activa o proactivamente, sino que se espera el accionar de los organismos e
instituciones del Estado. Muchos funcionarios que participaron en operativos de
socorro y salvamento durante los eventos pluviométricos de 1998 y 2002, que
causaron estragos significativos en la zona, recuerdan que la población se dispersó y
enfrentó la contingencia de manera desorganizada, cuando no resignada. La
población demanda desde las necesidades inmediatas y sentidas, no desde sus
derechos en materia ambiental.
La aparente pasividad es un elemento que revela la confrontación entre la
sociedad civil y las autoridades, las cuales –escudadas tras la teoría de la anomia
social- suelen hacer oídos sordos al gran rechazo que manifiestan los habitantes hacia
instituciones que por años no han logrado mejorar en forma radical su situación. Este
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rechazo se vuelve álgido cuando se toca el punto de las inundaciones, por cuanto la
población percibe que la gravedad de los daños que alcanzan los eventos hídricos se
debe, en lo principal, a la precariedad urbana, de la cual son responsables las
autoridades políticas municipales y estadales. Para la Zona III es significativo
destacar el crecimiento explosivo de casi todas las capitales de municipio, que ha
llevado al colapso la infraestructura urbana y agudizado la vulnerabilidad física y
ecológica del área. Sería necesaria la reorientación completa del urbanismo, lo cual
implicaría un gasto de dimensiones incuantificables. Por tanto, sólo queda contener el
mal ya existente e insistir en el reordenamiento urbano, en la medida de lo posible
con la participación comunitaria, una educación que sensibilice al colectivo sobre la
fragilidad del ecosistema en que residen y el factor de riesgo que les acompaña por
vivir allí.
Ante la presencia de un colectivo con alta pobreza, bajo nivel socio educativo
y dispar concentración demográfica la forma más pertinente de afrontar el riesgo de
inundaciones es avanzar sobre una intervención social que, mitigando al máximo la
vulnerabilidad, genere un accionar endógeno que permita a estos conglomerados
convertirse en autoválidos para afrontar y coordinar los eventos desastrosos que les
afectan, o al menos reducir al máximo su indefensión ante el desastre.
Lo anterior, sin embargo, queda sujeto a las tensiones y conflictos
mencionados páginas atrás, y no se ve un horizonte claro para las zonas con alto
riesgo ambiental en materia de inundaciones a más de diez años de la llamada
“tragedia de Vargas”, en la medida en que los intereses políticos y económicos se
impongan a cualquier proyecto, modelo o programa de desarrollo sustentable.
Mientras, el deterioro ecológico continúa.
AGRADECIMIENTO
Agradecemos a Fundacite-Falcón, por haber otorgado la ayuda económica que hizo
posible presentar algunos resultados de esta investigación en el II Congreso
Sudamericano de Antropología, Universidad de San José, Costa Rica, julio 2008.
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