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CAPÍTULO I: LA ORATORIA
1.1 Oratoria
Para Villafuerte I. (2012: 13)
La Oratoria tiene dos sinónimos de uso frecuente, la
retórica que deriva de la palabra griega rhétor, la cual
designa al arte del bien decir, de embellecer la expresión
de los conceptos, de dar lenguaje escrito o hablado, la
eficacia adecuada para deleitar, persuadir o conmover; y
la elocuencia como la facultad de hablar o escribir de
modo efectivo para encantar, inquietar y convencer a los
demás mediante el manejo dialéctico de argumentos lógicos,
para que asuman la conducta que se sugiere, de tal forma
que no se sientan sometidos u obligados a hacer por la
fuerza lo que se les dice, sino que lo realicen por propia
voluntad, porque realmente lo quieran hacer, puesto que
están convencidos de que así debe de hacerse.
Según Verderber, R.F, (2004:2)
La oratoria es persuasión, honradez y convicción. La
manipulación mediante la palabra, el engaño y la
intimidación, no es oratoria, es charlatanería, es
falacia, ya que se tiene que convencer con la verdad, por
consiguiente el auténtico orador hace de la palabra un
instrumento de la verdad.
“Todo por la fuerza de la razón; nada por la razón de la
fuerza”
Asimismo Ramos J. (2014:23)
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Dice que la oratoria es el arte de conmover y persuadir
por medio de un lenguaje bello y elegante. Originalmente
la oratoria era un sinónimo de retórica, más adelante
designo únicamente las composiciones pronunciadas a viva
voz. En occidente la oratoria ha sido un elemento muy
importante y trascendental para la política, la misma se
celebra con esplendor en un escenario; la religión que se
desarrolla básicamente en el pulpito y la praxis jurídica,
referente precisamente ante el tribunal o el foro.
1.2. Evolución histórica de la oratoria
La oratoria en la edad contemporánea: Grandes oradores
contemporáneos. Si la edad moderna comprende desde la toma
de Constantinopla hasta la Revolución Francesa (Fines del
siglo XVIII), entonces diremos que la edad contemporánea
corresponde a lo subsiguiente de la anterior hasta
nuestros días. Dijimos en anteriores oportunidades que la
oratoria es el arte de hablar con elocuencia; de deleitar
y persuadir por medio de la palabra. Para aclarar lo dicho
en pocas palabras, diremos que por elocuencia debemos
entender aquella facultad de hablar bien y de modo
convincente, gracias a la fuerza expresiva poseída por el
orador, en todos sus aspectos tanto internos como
externos; ahora bien debemos saber que, deleitar es causar
placer o agrado en el ánimo o los sentidos de los oyentes
y que persuadir significa convencer con razones a otra
persona, es decir es el hecho de inducir a uno a creer o
hacer algo.
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En cuanto a estos aspectos diremos que la oratoria, como
arte y la elocuencia como fuerza expresiva, van juntas, ya
que no se posee el arte si no se tiene la fuerza vital de
esta. Referente al deleite y a la persuasión ambos son
consecuencias de las primeras, y es en estas donde estriba
el éxito de los oradores. La causa es la facultad del
orador y el efecto es la atención, entendimiento,
comprensión, convencimiento y los ánimos conseguidos en
los oyentes por parte del orador. La oratoria se encuentra
reflejada en el discurso, y el discurso en su conjunto
ofrece una trilogía, la cual en el presente periodo, han
sido tomados con más énfasis, ya que con ellos se pueden
alcanzar los objetivos trazados y los efectos deseados. El
discurso es el razonamiento extenso dirigido por una
persona a otra u otras, es la exposición oral de alguna
extensión hecha generalmente con el fin de persuadir, y
que ella como dijimos se encuentra conformada por tres
aspectos que son: Tema o contenido del discurso, Orador y
Auditorio.
El origen de la retórica está en Sicilia y, más
concretamente, en Siracusa, cuando, derrocados los tiranos
de ésta y el resto de ciudades sicilianas, los ciudadanos
libres, para recuperar sus propiedades ilegítimamente
confiscadas en el régimen anterior, promovieron numerosos
procesos civiles, práctica que animó a Tisias y a Córax a
redactar un tratado en el que se examinaban y exponían las
reglas de la elocuencia, o arte de la persuasión por medio
de la palabra. Algunas de estas normas eran, por ejemplo,
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la división del discurso en tres partes (proemio, centro y
epílogo), el uso de la argumentación a base de la
probabilidad, etc.
De una ciudad siciliana, concretamente de Leontinos, llegó
a Atenas como embajador en el 427 a. C. Gorgias, quien
pronunció un discurso que dejó maravillados a los
atenienses. Se instaló después en Atenas y se consagró a
la enseñanza de la retórica. Es considerado como el
verdadero padre de la prosa artística ática. Se añadieron,
además, otros rhetores y sofistas extranjeros, y también
maestros de Atenas.
El desarrollo de la oratoria en Atenas se debe a la
existencia de un régimen democrático. En él, la oratoria
era un arma esencial en la política y en los asuntos
legales; “rhetor” es, en Atenas, sinónimo de “político”.
Su desarrollo es paralelo al de la sofística, la
revolución cultural que se asienta en Atenas en el siglo V
a. C. y que hace surgir una nueva filosofía, una nueva
retórica.
La oratoria en Roma
El primer prosista y orador romano del que se tiene
noticia es Apio Claudio el Ciego, censor del siglo III a.
C. famoso por su carácter agrio, pero de amplios recursos
políticos. Cicerón, en cuya época circulaban aún sus
discursos, lo califica como notable orador.
Pero la oratoria comenzó a establecerse realmente en Roma
con la llegada de los rhetores griegos traídos por los
patricios para que educaran a sus hijos. Se produjo con
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ello un cambio fundamental en la enseñanza de los jóvenes
romanos, ya que se empezó a estudiar e interpretar la
literatura clásica griega bajo la disciplina fundamental
de la retórica. Apareció en este contexto toda una
corriente filohelénica en torno al Círculo de los
Escipiones (s. II a. C.), quienes difundieron la
literatura, la filosofía, el arte y la cultura griega en
general entre las capas altas de la sociedad romana. El
rhetor completaba la educación impartida por el
litterator y el grammaticus con ejercicios denominados
suasoriae y controversiae : las suasoriae eran consultas
ficticias hechas a personajes ilustres, que debían
explicar los motivos que les llevaban a tomar una decisión
en una situación concreta; las controversia e consistían
en ejercicios prácticos de nivel más avanzado con un
contenido preferentemente jurídico y un alcance dialéctico
elevado. El joven adquiría en el Foro la experiencia
necesaria para completar su preparación escuchando los
discursos de los oradores famosos. Todo ello suponía para
el alumno el desarrollo de su agilidad mental, la
adquisición de una mayor capacidad oratoria y la
disciplina necesaria para enfrentarse a las situaciones
políticas y jurídicas reales que se le iban a presentar en
su carrera.
La expansión de la influencia helénica encontró la
oposición de los romanos que defendían la superioridad de
la cultura y civilización propia; al frente de ellos se
situó
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Catón el Censor (234-149 a. C.), cuya xenofobia se hizo
famosa por sus manifestaciones públicas, impregnadas no
obstante de la técnica oratoria que comenzaba entonces a
influir en toda creación literaria. De Catón nos quedan
fragmentos de 80 discursos, pero Cicerón conocía más de
150. En ellos demuestra ingenio, sencillez y honestidad.
Según Catón, el orador es «un hombre de bien, experto en
el arte de la palabra» porque no debe buscar la eficacia
del discurso dejando a un lado el análisis de los
problemas morales. Catón concebía el discurso como un todo
en el que la expresión formal surge necesariamente del
contenido: remtene, verba sequentur, fija el tema, que las
palabras vendrán solas.
La oratoria alcanzó su mayor desarrollo en el marco de las
luchas sociales que caracterizaron la historia de Roma
del último siglo de la República. En este sistema político
se daban las condiciones de libertad suficientes para que
los ciudadanos se pudieran manifestar públicamente y,
además, el sistema judicial tenía cierta independencia.
Así, el conocimiento de los mecanismos de la oratoria era
el medio más eficaz para convencer a los demás y tener la
mayor influencia sobre un público generalmente de menor
preparación. De esta forma, la oratoria se convirtió en un
arma política, ya que con ella se podían conseguir los
votos de los ciudadanos y el apoyo de los miembros del
senado. Además, la oratoria era un recurso imprescindible
en las causas judiciales, en las que el abogado debía
inclinar en favor de su cliente la voluntad de los jueces.
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De esta época y hasta la aparición en escena de Cicerón,
la figura culmen de la oratoria romana, debemos citar a
algunos políticos que destacaron en el campo de la
oratoria impulsados por la necesidad de defender sus
ideas: de los hermanos Graco, líderes de la reforma
agraria del 133, destaca Cayo, descrito por Cicerón como
un gran erudito de oratoria vehemente, pero que no sabía
rematar bien sus discursos. También debemos citar a los
que Cicerón consideraba sus maestros: Marco Antonio
(abuelo del famoso triunviro) y Lucio Licinio Craso,
cónsul en el 95, cuyos discursos seguían las reglas de la
oratoria griega. Contemporáneo y antagonista de Cicerón en
juicios importantes como el de Verres (70) fue Hortensio,
abogado brillante de oratoria ampulosa que fue eclipsado
por rival, lo que no impidió que elogiara su oratoria en
dos de sus obras. También es ensalzado por Cicerón Julio
César, al que considera el más ingenioso y dialéctico de
los oradores romanos. Como en la Atenas de finales del
siglo IV, durante la época imperial romana cambiaron las
condiciones sociales y políticas y la oratoria ya no se
practicaba en contacto directo con las asambleas o los
tribunales, por lo que se convirtió en puro artificio y
pasó a ser un ejercicio literario practicado sólo en el
marco de las escuelas.
1.3. La oratoria forense
Para Ramos J. la oratoria forense es la que tiene lugar en
el ejercicio de la ciencia jurídica. Se le conoce también
como Oratoria Judicial y es utilizada en exclusiva, en el
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ámbito de la jurisprudencia para exponer con claridad y
precisión los informes orales de jueces, fiscales y
abogados.
Según Ramos J. la oratoria forense es la que tiene por
objeto, que el abogado defensor y el de la parte civil,
cada uno dentro de lo que le corresponde ilustre a los
vocales, sobre la situación jurídico-social de sus
patrocinados. “En el día y hora señalados, presentes el
fiscal, el acusado, en los casos en que sea obligatoria su
concurrencia, y defensor, el presidente del tribunal
declara abierta la audiencia, la que continuara durante
las sesiones consecutivas que sean necesarias, hasta su
conclusión”.
Así mismo, para Bautista J. la oratoria forense es la
exigida o practicada ante los tribunales de justicia, en
las vistas o audiencias en que, lista para sentencia la
causa, las partes, o con mayor frecuencia sus letrados,
resumen ante el juez o los magistrados los hechos, las
pruebas y los fundamentos de derecho que apoyan su tesis y
su petición de condena o absolutoria.
1.4 La importancia de la oratoria forense
El orador como sostenía los clásicos, su arte no es pues
enteramente liberal lo que se presume si era antes es hoy
una mezcla entre lo útil y lo dulce. Esto es, lo real y
lo ideal. Es sugerente, que el orador debiera disponer de
una vez agradable, haciendo uso de una mínima adecuación;
ayuda a la expresividad y sugestión del discurso que en
todas las circunstancias hace mucha falta. Según el
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pensamiento idealista, el orador requiere tener cualidades
físicas, porque el público asentado en el auditorio
necesario verlo en el proceso discursal que realiza. Sin
embargo, lo determinante en el orador de hoy consideramos
nosotros es ostentar las cualidades intelectuales que no
deben de faltar en el discursista u orador.
CAPITULO II: CUALIDADES DEL ORADOR FORENCE
2.1 Cualidades del orador forense
Sean cuales fueran las tareas específicas que el orador
deba realizar en una disertación y aunque muchas de ellas
puedan parecer mecánicas o rutinarias, no puede pasarse
por alto la importancia de la posición que ocupa como
comunicador social y/o líder de opinión. Por ello, en el
orador no sólo se valora la aptitud para el desempeño de
las funciones como expositor sino también la idoneidad a
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través de una serie de cualidades que a nuestro entender
debe poseer un orador de éxito y que a continuación
presentamos.
2.2 cualidades endógenas del orador forense
Cualidades intelectuales:
Estas cualidades están relacionadas con la facultad para
conocer, comprender y razonar; implican un conjunto de
características inherentes que todo orador debe
desarrollar y utilizar con eficacia. Estas cualidades
propias de la actividad mental, están al alcance de todos
y sólo requieren de decisión para aplicarlas.
Memoria: El poder recordar nombres, rostros, situaciones y
la ubicación exacta de documentos o cosas, constituye un
requisito indispensable en la labor del orador, ello le
permite evocar con facilidad, información que se necesita
en lo inmediato. El llamar a las personas por su nombre,
luego de haberlos reconocido, constituye una muestra de
especial deferencia hacia el público con el que tratamos.
Recordar la ubicación de documentos y cosas, nos permite
realizar las labores con mayor rapidez. La memoria se
ejercita a través de la observación minuciosa, la
retención y la evocación.
Imaginación: Consiste en la facultad de reproducir
mentalmente objetos ausentes; de crear y combinar imágenes
mentales de algo no percibido antes o inexistente. El
término imaginación, incluye dos características básicas:
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la renovación o "re experimentación" de lo ya vivido
(memoria), y la creación de imágenes mentales que antes no
existían (imaginación). Los psicólogos distinguen entre
imaginación pasiva, que recupera imágenes previamente
percibidas por los sentidos y la imaginación activa,
constructiva o creativa, mediante la cual la mente produce
imágenes de sucesos o de objetos poco o nada relacionados.
Sensibilidad: Es la facultad de sentir física o moralmente
los sentimientos de alegría, pena, dolor, compasión y
ternura. Es una cualidad propia de los seres humanos, pero
no por ello todos los tienen desarrollados en la misma
medida. Existen algunos oradores que parecieran
insensibles al dolor ajeno, dan la impresión de no
interesarles para nada los sentimientos de sus congéneres.
A la larga, estas personas se hacen odiar y son
públicamente vilipendiadas. En cambio, un orador que
demuestre sensibilidad en su trato y en sus acciones se
ganará el cariño y estima de las personas con las que
trata.
Iniciativa: Es el ideal que nos mueve a realizar algo por
voluntad propia sin que nadie nos lo diga, ordene o
motive. Involucra la acción de adelantarse a los demás en
hablar u obrar, es una cualidad personal que inclina a las
personas a realizar acciones para alcanzar una ventaja
competitiva. En la mente de todo orador debe estar
presente siempre la frase: «la iniciativa es del
interesado», si anhelamos lograr un objetivo, no podemos
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confiar sólo en la voluntad divina o en la buena voluntad
de las personas; sino que, como interesados, debemos
intervenir directamente para su concretización.
Cualidades morales
La moral está relacionada a las costumbres y a las normas
de conducta de una determinada sociedad. Por extensión,
podemos decir que es el conjunto de normas de
comportamiento que debe cumplir un orador, para que exista
congruencia entre lo que predica y hace, en el ejercicio
de su labor profesional.
Honradez: Es una cualidad que involucra un proceder recto
y honesto de parte de un orador. Actuar con honestidad
significa, no apartarnos de los cánones morales
establecidos por la profesión ya que muchas veces suelen
presentársenos oportunidades o propuestas nada decentes,
que bien podríamos aprovechar en beneficio nuestro. La
falta de honradez significa una falta moral hacia nuestra
profesión y el desprestigio para nuestra persona. Un
orador que no sea honrado, poco tiempo durará en su
trabajo, pues las exigencias de su labor demandan de él,
un proceder recto y honesto.
Puntualidad: Es la cualidad de hacer las cosas con
prontitud, diligencia y a su debido tiempo. Es ser exactos
en hacer las cosas a su tiempo y de llegar a los sitios
convenidos en la hora establecida. Napoleón Bonaparte
solía decir: «la hora es la hora... cinco minutos antes de
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la hora, no es la hora... cinco minutos después de la hora
tampoco es la hora.» y concluía diciendo: «puedo perder
una batalla pero nunca un minuto; las batallas se
recuperan, el tiempo jamás» La puntualidad es en esencia,
una cualidad que todo orador debe practicar e interiorizar
en su subconsciente.
Sinceridad: Es el modo de expresarse libre de fingimiento
y mentiras. Involucra hablar con veracidad y sin doblez.
En la boca del mentiroso todo se hace dudoso; en cambio,
en los labios de una persona sincera, todo es creíble y
aceptado con confianza. Un orador debe ser sincero tanto
en lo que dice como en lo que hace; existen ocasiones en
las que se ve al orador fingiendo, descaradamente, estados
de ánimos que no siente para tratar con personas o
públicos que no les agrada. Piensa que el fingimiento no
se nota, pero es evidente y causa serios problemas en la
interrelación con nuestros semejantes.
Congruencia: Es la relación que existe entre el pensar y
el actuar, relación que muchas veces no es armoniosa, pues
a menudo no hacemos lo que predicamos. Un orador puede
manifestar en una exposición empresarial, que los
cigarrillos son perjudiciales para la salud y que por
consiguiente no debemos fumar, pero al terminar su
exposición, en el hall del auditorio, compra una cajetilla
para fumarlos delante de su sorprendido público. Todo lo
que decimos debe tener su contraparte en la acción, caso
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contrario corremos el riesgo de caer en la demagogia o
cháchara barata.
Lealtad: Es la cualidad de ser leal; es decir, convertirse
en una persona incapaz de traicionar la confianza
depositada en uno, o ser incapaz de engañar a quien le ha
brindado su consideración. Se entiende por leal a la
persona que pese a los graves problemas que se suscitan,
no abandona jamás al compañero, jefe o institución para la
que trabaja. Dícese, que la lealtad inspira la realización
de acciones nobles, altruistas y hasta de sacrificio. Más
que una cualidad, es una virtud que todo orador debe
practicar a diario como parte de su comportamiento ético y
moral.
2.3 cualidades exógenas del orador forense
Cualidades físicas
Estas cualidades tienen que ver con la apariencia personal
del orador, no involucra que sea hermoso o de físico
impresionante. Implica el cumplimiento de una serie de
pautas sencillas que le permitan resaltar su personalidad,
de tal forma que constituya un conjunto armonioso y
estético ante los ojos de los demás.
El aseo personal: Es la limpieza, cuidado, compostura y
buena disposición de nuestro cuerpo. Ello transmite una
agradable impresión a través del sentido visual y
olfativo. El acicalamiento en nuestro peinado, maquillaje
y perfume permiten un buen acercamiento de los oyentes
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hacía nosotros. El no bañarse o no cepillarse los dientes,
a la larga van produciendo un hedor insoportable o un
aliento nada agradable que pondrá una barrera entre
nosotros y las personas con las que tratamos. Es
recomendable el baño diario, el cambio de ropas con la
misma frecuencia, el corte de uñas y de cabello en forma
periódica.
El vestido: Es la cubierta que nos ponemos en el cuerpo
para abrigo o adorno. Involucra el conjunto de piezas que
sirven para cubrir nuestro cuerpo, pueden ser formales o
informales según la ocasión en la que tengamos que
utilizarlo. Constituye la prenda exterior completa de una
persona y en el caso de los oradores constituye su
uniforme de trabajo; esta vestimenta debe ser la adecuada
para cada reunión oratoria debiendo primar los principios
de elegancia, limpieza y una correcta combinación de
prendas y/o colores. Recordemos que el vestido resalta
nuestra personalidad, formalidad y pulcritud.
La actitud mental positiva: Es la condición subjetiva de
nuestra mente; ésta nos permite tener una actitud mental
positiva que nos impulsa a realizar lo anhelado o en su
defecto, una actitud mental negativa que sólo apunta a
buscar excusas para no realizar lo deseado. Estas
actitudes tienen que ver, principalmente, con nuestros
pensamientos ya que nuestras acciones son el reflejo de
ellos. Por ello, todo orador debe estar imbuido de actitud
mental positiva para realizar sus exposiciones con
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entusiasmo y mucho optimismo; ello se logra a través de la
autosugestión y del correcto uso de las técnicas de
respiración y de relajamiento.
Gozar de buena salud física: Un orador con dolor de muela,
dolor de cabeza o fuerte dolor de vientre, no podrá
realizar con eficacia sus exposiciones, el dolor lacerante
lo pondrá de mal humor o lo indispondrá para sus tareas.
Lo recomendable es que periódicamente se acuda al médico
para un chequeo general y evitar desagradables sorpresas.
La labor un tanto estresante, conlleva a padecer de una
serie de dolencias que al no ser atendidas o al ser mal
curadas, pueden convertirse en crónicas y mortales. Se
debe combinar una buena dieta con ejercicios matutinos
para evitar el sedentarismo y las enfermedades
psicosomáticas.
Gozar de buena salud psíquica: La mente también se enferma
y puede producir lamentables estados de distorsión de la
personalidad; paranoia, esquizofrenia y aún, psicopatía.
Lógicamente una persona con desbarajustes mentales no
podrá realizar a satisfacción su labor como orador, casi
siempre tendrá problemas con sus superiores, compañeros de
trabajo y más aún, con el público oyente. Una visita al
psicólogo o psiquiatra es recomendable, pues a diferencia
de las enfermedades físicas estas no se manifiestan
pasivamente, sino a través de un accionar desequilibrado
que perjudica el buen desempeño del orador.
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CONCLUSIONES
1. La discusión verbal es el laboratorio del jurista y, por
tanto, del abogado.
2. Importancia capital del informe oral como expresión del
lenguaje jurídico hablado.
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3. El informe oral representa una puesta en situación del
abogado ante el asunto, en presencia del contradictor y
ante los que han de decidir.
4. La preparación personal en la oratoria forense está
marcada por el hábito y la propia experiencia del abogado
más que por el aprendizaje.
5. La improvisación, a veces –pocas- oportuna, es mala
compañera de la oratoria forense.
6. La preparación de la intervención debe aspirar a ser
minuciosa y completa
7. El informe forense debe aspirar a ser cortés, preciso,
conciso y claro.
8. El lenguaje jurídico ha de ser lo suficientemente claro y
preciso para no ofrecer dificultades a la comprensión de
la mayoría de los miembros del grupo social a quienes va
dirigido.
9. Ante el Jurado, la especificidad del lenguaje jurídico ha
de ser expresada de forma más cuidadosa, teniendo en
cuenta el escaso conocimiento jurídico de sus miembros.
10. Toda narración ante el Jurado puede ir acompañada de
notas emotivas.
11. El lenguaje jurídico ante el Tribunal del Jurado es
diferente, pero su exposición requiere por parte del
orador la intuición receptiva de los miembros que lo
componen.
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SUGERENCIAS
A los docentes de la Escuela de derecho ULADECH
Que en la medida de sus posibilidades en el (los)
curso(s) que imparten traten de desarrollar habilidades
discursivas en sus estudiantes, realizando más
exposiciones orales.
A los estudiantes de la Escuela de derecho ULADECH
Tener presente que el arte de hablar en público
representa un reto para el comunicador social, una
oportunidad de transmitir en un momento específico un
mensaje, con el fin de convencer, persuadir o influir en
un público. Por lo que es necesario procurar dominar este
arte.
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Al Coordinador de Extensión de la Escuela derecho ULADECH
Tomar en cuenta la propuesta del curso de oratoria,
incluida en esta tesis para ser implementada y poder así
desarrollar la habilidad discursiva de los estudiantes de
derecho ULADECH
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
1. Irma Candelaria Villafuerte coello Oratoria Tercer
Milenio
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2. Verderber, Rudolph F., Comunicación Oral Efectiva,
Editorial Thomson, 11ª. Edición, México, 2004,p.23
3. Antonio Hernández Gil. “Conceptos jurídicos
fundamentales” Obras completas. Tomo I. Espasa Calpe S.A.
1987
4. Antonio Fernández-Galiano y Benito de Castro Cid.
“Lecciones de teoría del Derecho y Derecho Natural”.
Editorial Universitaria, S.A. Madrid, 1993.
5. “Lenguaje administrativo y lenguaje jurídico”. Cuadernos
de Derecho Judicial.
6. A. Hernández Gil. “Peculiaridad de la expresión oral”.
O.C. pág.653
7. Carles Duarte Monserrat. “Lenguaje administrativo y
lenguaje jurídico”. Cuadernos de Derecho Judicial