Variación y discurso: aspectos institucionales y estilísticos en la formulación de preguntas en...
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la variante sin clítico resulta extraña o agramaticaL De estos solo eliminaremos del análisis los que se muestran claramente especializadospara usos que además exigen alteraciones estructurales de la cláusula:así, los casos ya comentados de irse, marcharse y llevarse con eventoslocalizados en el origen del desplazamiento.
8 Otros autores corno Bell (2001:168) y Macaulay (2009: cap. 7)defienden e ilustran la utilidad de este método para el análisis estilístico.
9 ef también Richards (2006) sobre las diversas derivacionesinteractivas de la identidad asociada a los grupos definidos socioprofesionalmente, así corno las relaciones colaborativas que se establecenentre ellos.
10 No hay que deducir de aquí que toda variación sea atriblÚble alas exigencias del género textual; los distintos grupos sociales tienden,de hecho, a preferir unas variantes sobre otras. Así, los artículos de opinión, siendo un género funcional y estilísticamente muy cercano a lascartas al director, obtienen una frecuencia más baja de reflexivos; essignificativo que en .el primer caso los autores sean casi siempre periodistas e intelectuales y, en el segundo, hablantes particulares. Lo queocurre es que esos distintos estilos grupales surgeu, en gran medida, delas propias situaciones en que suelen participar los hablantes (Finegany Biber 2001:265), aunque es de suponer que a su vez influirán sobreesas situaciones.
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VARIACIÓN y DISCURSO: FACTORES INSTITUCIONALES Y
ESTILÍSTICOS EN LA FORMULACIÓN DE PEEGUNL\S EN EL
DEBATE ELECOORAL CABA A CABAl
José Luis Bias ArroyoUniversitat Jaume 1
1. Introducción
E ste trabajo pretend~ dar cuenta de los factores que determman la dlstnbuclOn de las preguntas en un subgénero deldiscurso político como el debate electoral cara a cara.
El análisis de las preguntas ha despertado un notable interés en los últimos tiempos, como se desprende de la publicaciónde numerosos estudios acerca de su funcionamiento en diversosgéneros públicos e institucionales, como los tribunales de justicia,las instituciones sanitarias y policiales, los contextos académicos,las negociaciones y mediaciones o los contextos mediáticos, porcitar solo algunos de los más destacados (Labov y Fanshel1977,Heritage 2002, García et al. 2002, Puchta y Potter 2004, Archer,2005, Crawford 2008, Stokoe y Edwards 2008, Steensig y Drew2008, Castor 2009, Ehrlich y Freed 2009, Tracy y Robles 2009,etc.) A este interés no han sido ajenos tampoco los estudiosos del
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discurso politico, como revelan las investigaciones acerca de laforma y función de las preguntas en conferencias de prensa (Clayman 1993, Clayman y Heritage 2002), entrevistas (Jucker 1986,Ekstrom 2001, Heritage 2002, Piirainen-Marsh 2005) o, en menormedida, debates parlamentarios (Harris 2001, Fenton-Smith 2008,Fuentes 2010). Sin embargo, mucho menos es lo que sabemosacerca del papel que desempeñan en otra variante del debate politico como la que tiene lugar en tiempo de elecciones, cuando losrepresentantes de las principales formaciones politicas se enfrentan entre sí en combates dialécticos cara a cara ante las cámarasde televisión y con millones de potenciales votantes como testigos (con todo, véase Bilmes 1999, 2001.; Bias Arroyo 2009,2010). A ello ha debido de contribuir, seguramente, el carácter escasamente dialógico de este género, en el que las intervencionesde los politicos devienen a menudo verdaderos monólogos, convirtiendo algunas fases del debate en un auténtico "diálogo de sordos". Con todo, en tradiciones como la española,2 no faltan lasetapas del enfrentamiento en las que sus protagonistas no limitansu actividad a exponer programas e idearios, o criticar el de susoponentes, sino que acosan a estos últimos mediante toda clase depreguntas capciosas, destinadas a poner en aprietos al rivaL Enotro lugar hemos visto cómo estos actos comunicativos desempeñan un importante papel en diferentes niveles del análisis (BiasArroyo 2010). Así, en un plano textual, representan hitos en la arquitectura argumental de los políticos, quienes muchas veces sesirven de estas preguntas para introducir,. modificar o finalizartemas y/o fases relevantes de su discurso. Por otro lado, en el nivelinformativo estos enunciados se convierten en instrumentos destinados a proporcionar información relevante a la audiencia, dequien depende en última instancia la suerte del juego electoraLComo es lógico, esta información es siempre lesiva para el réditodel rival, y por lo tanto, positiva para los intereses propios o los.de la facción politica representada por el candidato. Tipológica-
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mente, además, las preguntas pueden ser de varios tipos, desdeaquellas que buscan genuinamente la respuesta del interlocutor, aotras en las que dicha réplica es proporcionada directamente porel mismo hablante, pasando por cuestiones que en si mismas contienen ya una respuesta, como sucede con las denominadas retóricas (sobre estos, y algunos tipos más marginales, véase BiasArroyo 2009). Por último, las preguntas desempeñan también unafunción coercitiva no menos destacada, ya que se convierten enpoderosas herramientas de control en el plano interaccionaL
Ahora bien, como veremos en las páginas que siguen, ladistribución de estas preguntas y las diferentes funciones quedesempeñan en el debate no son uniformes, ya que factores de diversa naturaleza condicionan su presencia en el discurso. En unartículo anterior (Bias Arroyo, en prensa) mostramos ya cómo lafrecuencia de aquellas se ve determinada por factores distribucionales y categoriales. Así, por ejemplo, las posiciones finales ylas interrupciones son especialmente tentadoras para la formulación de enunciados interrogativos que el hablante quiere ver respondido por el adversario, ya que son los contextos que másobligaciones interaccionales imponen al rivaL Asimismo, sonpuntos del discurso que alientan la aparición de preguntas exclamativas, en las que el hablante deja entrever actitudes de indignación con el oponente, y ecoicas, en las que se repite, en tonointerrogativo, una parte o la totalidad de las palabras producidaspor quien está en el uso de la palabra. Por el contrario, las posiciones intermedias son el terreno predilecto para otro tipo de preguntas con un importante valor argumentativo, como sucede conlas preguntas retóricas, en las que el hablante da implícitamentepor sentada una respuesta, o las cuestiones que, a modo de hitosargumentales, el orador se responde a sí mismo.
Para ahondar en este análisis, y mediante la aplicación delos mismos principios teóricos y metodológicos del variacionismolingüístico, a los que se une la perspectiva cualitativa del análisis
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pragmático del discurso, en el presente trabajo comprobaremoscómo, en el debate electoral, las preguntas se hallan también condicionadas por factores institucionales, asociados al rol político ya las expectativas de los candidatos en el debate, así como porotros que tienen que ver estrictamente con la voluntad retórica yestilística de los contendientes.
2. Corpusy metodología
El corpus de la presente investigación se halla compuestopor seis debates electorales cara a cara celebrados en España entrelos años 1993 y 2009. En ellos se enfrentaron los candidatos de lasdos principales formaciones políticas españolas, Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP), en diversas contiendas electorales. Los dos primeros, entre FelipeGonzález y José María Azuar, tuvieron una gran importancia histórica y mediática, ya que con ellos España se incorporaba a latradición de los debates presidenciales en el concierto de las naciones democráticas. Además, muchos analistas coincidieron enobservar que la suerte de aquellas elecciones -por cuarta vez consecutiva, favorables al Partido Socialista, cuando algunas encuestas habían presagiado un resultado distinto- estuvointimamente ligada a esos debates, en especial al segundo y decisivo, a tan solo cinco días de las elecciones. Estos debates no conocerían una nueva edición hasta las elecciones generales de2008, cuando los candidatos del Partido Socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, y del Partido Popular, Mariano Rajoy, se enfrentaron en otros tantos combates dialécticos ante las cámarasde televisión. En esa cita electoral se vieron asimismo las caras losresponsables de política económica y candidatos a la vicepresidencia, Pedro Solbes, a la sazón vicepresidente del gobierno socialista saliente y candidato por el PSOE para ese mismo cargo,y Manuel Pizarra, antigua estrella de la banca española, fichado
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a última hora por las filas populares, que poco tiempo despuésabandonaría tras el fracaso del Partido Popular. Por último, el corpus se completa con el primer debate entre Juan Fernando LópezAguilar (PSOE) y Jaime Mayor Oreja (PP) con motivo de laselecciones europeas celebradas en el año 2009.
Los debates fueron grabados el día de su emisión medianteel empleo de diversos equipos de grabación de la marca Philips.Obtenida la transcripción integra, se identificaron a continuaciónlos enunciados que podían funcionar como preguntas, aspecto delque damos cuenta en el siguiente apartado.
Señalemos, por último, que para el análisis cuantitativo noshemos servido del programa informático SPSS 18.0. Junto a loscálculos estadísticos descriptivos más habituales (frecuencias,porcentajes, medias, etc.) y los gráficos y tablas que de ellos se derivan, hemos utilizado un test de significación estadística (X'),con el fin de establecer la fiabilidad de algunas diferencias observadas. En todo caso, y por razones de claridad expositiva, seofrecerán únicamente los valores p, que indican la probabilidad deque las diferencias puedan ser o no debidas al azar (nivel de significación: p<O,OS).
3. Identificación de la variable lingüística
Aun conscientes de las dificultades para alcanzar una caracterización suficientemente exhaustiva acerca de las preguntas,identificamos como tales aquellos enunciados destinados funcionalmente a recabar informaciones, confirmaciones o acciones porparte de alguno de los participantes en el acto comunicativo, ya setrate (en su versión más genuina) del interlocutor, como en (1), yadel propio hablante. Con todo, entre estas últimas distinguimosentre: a) las llamadas preguntas retóricas,' ya que no persigueninformación ni respuesta explícita alguna, en vista de que en sumisma formulación se induce ya una claramente, como revela el
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fragmento (2); Yb) aquellas otras en las que se produce cierta simbiosis entre los caracteres anteriores. Asi, al igual que las retóricas, estas preguntas no buscan la colaboración del interlocutor,pero, contrariamente a aquellas, responden a los requerimientosinformativos de las preguntas estándares. Su singularidad, quepuede apreciarse en (3), reside en el hecho de que dicha información es aportada por el propio hablante y no por el adversario. Almismo tiempo, el contexto institucional del debate hace que dichainformación no vaya destinada a resolver potenciales lagunas informativas del hablante, sino a ilustrar a la audiencia acerca decontenidos perjudiciales para el adversario y/o positivas para elbando propio:
(1) R: yo vaya hacer una ley para garantizar que todos losciudadanos puedan mandar a sus hijos a estudiar en castellano entoda España. ¿ Usted la va a apoyar o no la va a apoyar? (Z/R, 1)4
(2) R: ¿Cree que es normal un país donde porponer un letrero en castellano automáticamente se te sancione? (ZIR, 1)
(3) R: ¿Hay algún país del mundo donde ocurra eso? Soloen este, en el que gobierna usted, señor Zapatero (Z/R, 1)
Por otro lado, desde un punto de vista gramatical, las preguntas pueden aparecer bajos dos formatos básicos, ya se trate deoraciones interrogativas directas, como en (4), o indirectas comoen (5):
(4) R: ¿Qué ha hecho usted en educación? (Z/R, 1)
(5) P: Querría saber qué política tienen sobre gas natural,qué piensan sobre renovables (P/S)
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Con todo, dado que nuestro criterio para la caracterizaciónde las preguntas es esencialmente pragmático y funcional, incluimos también en el análisis algunos enunciados declarativos que,en contexto, funcionan de manera similar a los interrogativos:
(6) G: O sea, que no lo han dicho ustedes (G/A, 1)
4. Datos y análisis
4.1 Datos generales
Como muestra la tabla 1, el número total de preguntas seeleva a 521 en un corpus integrado por 106.948 palabras transcritas. Se trata, como puede verse, de una cifra baja, lo cual confirma nuestras hipótesis iniciales acerca de la menor relevanciacuantitativa de estos enunciados con respecto a otros géneros institucionales más dialógicos, como las entrevistas o las interacciones verbales en los tribunales de justicia. Por otro lado, del análisisde esa misma tabla se deduce que las preguntas se hallan desiguahnente repartidas en el corpus. A ello puede contribuir la extensión de los debates, como lo demuestra el hecho de que lascifras más elevadas correspondan a los dos enfrentamientos entreAznar y González en 1993, que -en especial el segundo- se prolongaron a lo largo de más de dos horas y media. Como contrapartida, el debate para las elecciones europeas entre López Aguilary Mayor Oreja apenas rebasó la hora de duración y ello ayudaríaa explicar, probablemente, el hecho de que sea el enfrentamientodialéctico en el que aparecen menos enunciados de este tipo.Ahora bien, un análisis más detallado, como el que arroja el cálculo de los promedios -cociente entre el número de preguntas yel número de palabras totales del corpus- permite advertir que nosiempre la extensión de los debates explica por sí misma el número de preguntas en el corpus. Por el contrario, otros factores
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presidente económico de cada partido, Manuel Pizarro (PP) yPedro Solbes (PSOE). En todos los casos, los candidatos socialistas representaban al partido ganador en las últimas eleccionesmientras que los políticos conservadores habían ejercido durant~cuatro años el papel de oposición y aspiraban a convertirse en elnuevo partido de gobierno, si finalmente contaban con el apoyomayoritario de los españoles. Inicialmente, las cosas se presentaban de diferente manera en el debate mantenido entre MayorOreja (PP) y Juan Fernando López Aguilar (PSOE), con motivode las elecciones europeas de 2009, ya que el Partido Popularhabía vencido, aunque por escaso margen, en los últimos comicios, y además con el mismo candidato a la cabeza (no así el Partido socialista, cuya cabeza de lista había correspondido alveterano político catalán Josep Borrell). Sin embargo, el escasointerés del electorado español por estas elecciones -como se hademostrado repetidas veces, a través de una baja participación,muy inferior a la de otros comicios-, pero, sobre todo, el hecho deque estos comicios se hayan disputado siempre en clave nacionaly no europea, hace que, en la práctica, los roles de ambos candidatos puedan homologarse perfectamente a los del resto de debates. No en vano, el Partido Popular había planteado estaselecciones como el primer hito en la futura derrota de los socialistas en unas elecciones generales. Como recordaba un redactordel diario El Mundo al día siguiente del primer debate entre LópezAguilar y Mayor Oreja:
No eran Zapatero y Rajoy, pero el discurso fue prácticamente el mismo. El debate televisado entre los cabezas de listadel PSOE y el PP para las elecciones europeas se convirtió en unanueva refriega de política nacional con la crisis y, especialmente,el paro encima de la mesa.
0,00320,04700,00330,0048
Promemo;t0,00460,00640,,0054
1.607412-05511953106948
N" parnbras235361686516465
4 ZiR 52 105 S!P 57 1O~
6 1)0 40 7,1'forot 521 lúO
Tabla 1: Distribll.Clon de bIs preguntas en el corpus
IDebate ]\¡"'" pregunt-as %
1 G/A 109 20~
2 G/A 173 33;I3- ZfR 90 l7,3
de naturaleza institucional, o meramente estilística, inciden deforma más significativa en la distribución de estos actos de hablaen el corpus. De su análisis pormenorizado nos ocupamos en lossignieutes apartados.
4.2 Factores institucionales: roles políticos, identidadesy expectativas de los candidatos
La frecuencia de las preguntas en el debate electoral se vecondicionada por factores de carácter institucional, asociados ala propia esencia de este subgénero del discurso político. Entreesos factores se encuentra el rol político desempeñado por los diferentes protagonistas del debate. En cinco de los debates queconstituyen el corpus de la presente investigación se enfrentabancandidatos del partido en el gobierno, el Partido Socialista ObreroEspañol (PSOE), con líderes del principal partido de la oposiciónespañol, el Partido Popular (PP). Así ocurre en los enfrentamientos entre José María Aznar (PP) y Felípe González (PSOE) conmotivo de las elecciones generales de 1993, y lo mismo sucedería quince años más tarde en los debates entre Mariano Rajoy (PP)y José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), así como el que, en esasmismas elecciones de 2008, mantuvieron los candidatos a vice-
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De regreso a nuestro objeto de estudio, aunque las funciones reservadas a las preguntas en el debate no son privativas deningún bando político, parece razonable imaginar un mayor número de estos enunciados en boca de los representantes de la oposición que en los del gobierno. Especialmente ello es así en laspreguntas que revelan ante la audiencia información perjudicialpara los intereses del adversario, o más aún, en aquellas otras enlas que, por encima de cualquier otra finalidad, se intenta ejercerun poder coactivo sobre el interlocutor, a quien se critica, acusay culpa de los males que aquejan al país. No es que los representantes del gobierno no puedan valerse de estas mismas estrategias-en la práctica, también las utilizan a menudo-, pero parece ircon el estado de las cosas que estas tácticas inquisitivas sean máscaracterísticas de la oposición, cuya tarea principal es, justamente,poner en entredicho la política del gobierno con todas las armasdialécticas a su alcance. Por el contrario, al gobierno y sus representantes les corresponde preferentemente la tarea de defender lalabor realizada durante la última legislatura, mientras que el ataque a la oposición aparece inicialmente como una acción, si no secundaria, al menos sí complementaria.
En nuestro corpus, esta hipótesis parece inicialmente sustentada por los datos, ya que los políticos de la oposición en suconjunto formulan significativamente más preguntas a los representantes del partido en el gobierno (266; 51%), que las que tienen lugar en la dirección contraria (227; 43%) (A?: 184,921;p.000).5 Pese a ello, un análisis más detenido de los datos muestra cómo este factor se ve atemperado, y en ocasiones claramenteneutralizado, por otros principios vinculados con la identidad dis-
o cursiva de los protagonistas de los debates.Como han señalado diversos autores, la formay función de
las preguntas en contextos institucionales y no institucionales sehalla en ocasiones fuertemente asociada al estilo discursivo y alas identidades que los participantes desean revelar a través de
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sus alocuciones (Hansen y Jensen 1994, Crawford 2007, Tracy2009). En relación con uno de esos contextos institucionales, porejemplo, Tracy (2009) ha visto cómo en el modo de interrogar dediversos jueces en un mismo tribunal estadounidense aparecenimplicados diferentes estilos, no solo personales (mesurados,agresivos ... ), sino también políticos (progresistas, conservadores ... ) y actitudinales (favorables, desfavorables ... ) en relacióncon el tema objeto de litigio (en el estudio de Tracy, los matrimonios entre homosexuales en el estado de CalifonlÍa).
En el caso que nos ocupa, ello es así también, si bien aquíel número y la clase de preguntas que formulan los políticos se hallan también íntimamente relacionados con el tipo de debate y,sobre todo, con las expectativas electorales de los candidatos. Deeste modo, las identidades y estilos más o menos agresivos de lospolíticos se ven acentuados -o atemperados- por la coyuntura política y por las perspectivas electorales de cada uno. Y aunque enlíneas generales hayamos visto que el bando de la oposición realiza más preguntas a sus rivales que a la inversa -quizá como reflejo de la mayor agresividad institucional que se espera de estebando político-, en la práctica no todos los representantes de cadafacción actúan de la misma manera.
Líderes N' Pr€gUlltas %Aznar 128 24,6
G:ulZ>ile... 129 24,8!t~ 9ü 17;3
Zapatero 48 9,2Piz:arro 25 4 )l:Solbes 31 6
l\.faror Oreja 73 4,4Lóp'ezAgnilar 18 3,5
T:tbla 2. Distnbudón general de.las p«gnn.tas por lidere~ politico5
Así, por ejemplo, la hipótesis institucional a la que anteriormente hacíamos referencia se vería inicialmente confirmada,tal como muestra la tabla 2, en los casos de Rajoy (90) y MayorOreja (23), cuyo número de preguntas supera al obtenido por los
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representantes del partido del gobierno, Zapatero (48) (X2: 12,783;p. 000) y LópezAguilar (18), respectivamente (con todo, en esteúltimo caso las diferencias con Mayor Oreja no resultan estadísticamente significativas: X': 0,610; p. 435). Sín embargo, no secumple en los enfrentamientos entre Aznar (128) y González(129) (X': 0,004; p. 950), cuyas cifras generales son casi ídénticas, al tiempo que se invierten en el debate entre Solbes (31) YPizarra (25) (X': 0,643; p. 423).
Por otro lado, la distribución de esas preguntas presentairregularidades importantes en algunos políticos, particularmentedestacadas en aquellos enfrentamientos que constan de dos debates, celebrados en los estudios de televisión de dos cadenas diferentes, y con un lapso temporal de una semana entre uno y otro.Por ejemplo, tal como muestra el gráfico 1, el comportamientode Rajoy, uno de los políticos más "preguntones" en términos absolutos, difiere radicalmente entre un debate y otro. Así, en el tránsito del primero (62) al segundo (28) (X': 12,844; p. 000), laformulación de este tipo de enunciados desciende vertiginosamente. Frente a él, sin embargo, la actuación de Zapatero resultamucho más homogénea (27 / 21; X': 0.750: p. 386).
La explicación de estas diferencias tan elevadas quizá hayaque buscarla en las expectativas del candidato popular y de supartido en las fases previas a cada enfrentamiento. En efecto, laactitud de Rajoy en el primer debate fue descrita por algunos analistas como excesivamente agresiva, y no faltaron quienes destacarían algunos comportamientos poco edificantes endeterminadas fases del cara a cara, especialmente en aquellas enlas que el líder conservador acusó directamente a su rival de despreciar a las víctimas del terrorismo de ETA, una línea argumental que había sido defendida machaconamente a lo largo de todala legislatura por los sectores más conservadores de la prensa española. Con todo, el comportamiento de Rajoy en ese primer debate era esperable: muchos, incluso dentro de sus propias filas
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ideológicas, habían puesto en duda su capacidad para ganar unaselecciones -especialmente después de que perdiera las anterioresa manos del mismo rival, Rodríguez Zapatero-, y por si esto fuerapoco, los sondeos electorales previos habían dado sistemáticamente como vencedor de nuevo al Partido Socialista. Ahora bien,del mismo modo también era razonable esperar una mayor contención en el segundo debate, especialmente tras las críticas recibidas.
Este mismo escenario puede apreciarse en los debates entreGonzález y Aznar, solo que esta vez con las facciones políticas yel orden de los debates invertidos. Por un lado, nos encontramoscon un político de la oposición como José María Aznar, cuya agresividad dialéctica llegaría a convertirse en legendaria, y -por loque aquí nos interesa- con un destacado incremento en el númerode preguntas formuladas entre el primero (54) y el segundo debate(74) (X2: 3,125; p. 057). Con todo, el gráfico l muestra cómo eseincremento es muchísimo más abrupto en el caso del candidatogubernamental, el líder socialista Felipe González, quien triplicael número de enunciados interrogativos en el segundo debate (94)con respecto al primero (35) (X2: 26,984; p. 000). Aunque lamayor duración de este segundo debate -casi tres horas- podríaexplicar una pequeña parte de este incremento, creemos que estecambio de estrategia tan considerable se halla de nuevo en relación con el cálculo y las perspectivas electorales de los políticos.En efecto, a diferencia de las elecciones de 2008, en 1993 algunos sondeos habían apuntado hacia una posible victoria del Partido Popular. A ello habia que añadir una circunstancia agravante,como es el hecho de que en el enfrentamiento anterior un JoséMaría Aznar muy agresivo y bien preparado había vencido claramente a su oponente, para sorpresa de muchos. De este modo, atan solo unos pocos días de las elecciones, el panorama del Partido Socialista y, en especial, de su candidato y líder desde hacíados décadas, se presentaba francamente sombrío, y las posibili-
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Gnü'ico 1: NlÍllrero de preg"imbs plJ-rparte retos polítitOS IOn los dR-bllte:s dobles
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restricciones de carácter estilístico. Así, por ejemplo, la presenciaen el cotexto inmediato de otras preguntas explica la aparición desecuencias interrogativas en las que unos enunciados atraen aotros, en un hecho de variación que se ha advertido en diferentesniveles del análisis lingüístico (Pereira-Scherre 2001, Cameron yFlores Ferrán 2004, Blas Arroyo 2008). Diversos autores han llamado también la atención acerca de la frecuencia con que, en algunos géneros institucionales, las preguntas aparecen como partedé secuencias más amplias. Así ocurre, por ejemplo, en el discurso judicial, donde en no pocas ocasiones, abogados y fiscalesacumulan varias cuestiones en el tumo interrogatorio que dirigena testigos y acusados (Axcher 2005:156)
En el debate electoral, un porcentaje muy importante de laspreguntas (41,3%) surge también en secuencias en las que se encadenan o dos más enunciados del mismo tipo. El carácter retórico que adorna muchas .de las intervenciones de los políticoshace, además, que las sucesivas preguntas repitan, por lo general, la misma estructura formal que las anteriores. Con todo, nofaltan ejemplos en los que este formato difiere. Ambos modelospueden apreciarse en el siguiente fragmento, correspondiente auna de las intervenciones de Mayor Oreja en su enfrentamientocon López Aguilar. Obsérvese cómo a las preguntas parcialesacerca del por qué, siguen otras sobre el cómo, e incluso una última, a modo de coda retórica, cuya estructura sintáctico-semántica ya no se corresponde con la de las interrogativas parciales,sino con la de una interrogativa total:
(7) O: Este modelo que ustedes dicen que es tan malo, ¿porqué no lo cambiaron hace cinco años? ¿ Y por qué, por ejemplo,cuando ustedes nos dicen, por qué no apoyan los del PP la crisis?¿Por qué han negado la crisis hasta ayer? ¿Cómo ibamos a resolver la crisis si ustedes negaban la crisis? ¿No ve cómo la de-
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4.3 Preguntas y retoricidad
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dades de perder las elecciones después de tres victorias consecutivas (1982,1986 Y1990) eran muy elevadas. En este contexto, elcomportamiento de González, muy mesurado y presidencial duraute el primer enfrentamiento con Aznar -en parte motivado poruna experiencia vital traumática en la jornada electoral previacambió radicalmente en la segunda y definitiva ocasión, y el tonocombativo y provocador se convirtió en la nueva seña de identidad del siempre carismático líder socialista. En este contexto, lastácticas inquisitivas y de provocación al rival, las mismas que esteúltimo había utilizado tan hábilmente en el encuentro anterior,permitieron acorralar al candidato conservador, quien hacia elfinal de la contienda dio muestras -incluso fisicas- de su derrota.Las imputaciones por mentiroso, las acusaciones de inconsistencia, en ocasiones rayanas en el sarcasmo y la burla,6 pero tambiénciertas prácticas interaccionales, como las interrupciones continuas o las incesantes preguntas capciosas, destinadas a presionaral adversario y a .revelar ante la audiencia una supuesta "agendaoculta" del bando popular, se convirtieron en armas dialécticasde incalculable valor en manos del político socialista.
Junto a los factores reseñados en el apartado anterior, las. preguntas en el debate electoral se ven condicionadas también por
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4.4 Preguntas, pero ¿qué preguntas?
¿Existe alguna razón que explique estos patrones distribucionales, o se trata más bien dediferencias que, aunque significativas estadísticamente en este corpus, podrían alterarse en otros?¿Son estos, en definitiva, hechos que caracterizan estilísticamentemás el discurso de la oposición que el del gobierno, y que se añaden al mayor volumen general de preguntas por parte de la primera, sobre el que llamábamos la atención anteriormente (véase§ 4.2)? Ciertamente, con los datos disponibles resulta difícil obtener conclusiones generalizables a otras tradiciones políticas,pero al menos por lo que a la española se refiere, nuestra experiencia nos dice que estas estrategias forman parte de las preferencias estilísticas del principal partido de la oposición, en cuyospolíticos se advierte a menudo una fuerte inclinación hacia el empleo de toda clase de artificios retóricos (paralelismos sintácticos,metáforas, hipérboles, etc.), habituales en las intervenciones parlamentarias de sus principales líderes -Aznar y Rajoy son dosejemplos paradigmáticos-, en los comunicados de sus portavoces o en los argumentarios con que se alecciona a los cargos públicos acerca de lo que deben decir en tomo a los temas deactualidad más candentes. Por otro lado, esta intuición se ve reforzada por otros hechos distribucionales que se aprecian en elcorpus y que guardan relación con la preferencia por algunos tiposde preguntas, como veremos en el siguiente apartado.
En un artículo anterior hemos visto cómo las principalesfunciones desempeñadas por las preguntas en el debate electoralguardan una estrecha relación con una tipología categorial deestos enunciados interrogativos (Bias Arroyo 2010). Entre estosfiguran las llamadas preguntas retóricas, aquellas que la tradiciónlingüística suele apartar de las verdaderas preguntas -de ahí el
Opos1ciónGobierno
1<0
140
120
'00
ao60
40
20
o
En todos los enfrentamientos con los candidatos socialistas, estos se ven claramente superados por los populares, con diferencias que resultan muy significativas (X": 13,975; p.OOO).Especialmente llamativos son los ejemplos de Manuel Pizarra(52%) y José María Aznar (52%), políticos en cuyo discurso laspreguntas integrantes de secuencias interrogativas más ampliassuperan en número a las preguntas aisladas. Con todo, el resto delos candidatos populares se sitúa en cifras cercanas (Mayor Oreja:47%; Rajoy: 42%), y siempre superiores a las de los políticos socialistas, que en ningún caso superan el 38% (este último es elcaso de Solbes; el resto queda por debajo de esta cifra: González:31%; López Aguilar: 33%; Zapatero: 31%).
Gnifit<l 2: Dis:tribución de llIs pl~lUlt.sS en ooscGntexto~ iingilisficos dtrere:ntes en {miel6n del ["oipolitico del"s participantes (fruuenclas afflolnf::l.s)
Ahora bien, pese a la importancia general de este factor enel corpus, su relevancia explicativa varía considerablemente entreunos políticos y otros, un hecho que guarda relación con el mayoro menor grado de retoricidad que caracteriza sus discursos. Comopuede apreciarse en el gráfico 2, la inclinación por las secuenciasinterrogativas compuestas por dos o más preguntas -generalmente, con el mismo formato- es mayor entre los candidatos dela oposición.
magogia se deshace con facilidad? ¿Por eso el PP es el partidoque, en el año 96, supo crear estos empleos? (L/O)
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apelativo habitual de "falsas" preguntas- dado que, bajo un ropaje superficialmente interrogativo, se esconden aserciones o negaciones fuertemente modalizadas (Freed 1994, Escandell, 1999,Ilie 1999, Archer 2005). Trasladadas a la esfera del debate, podríamos decir que el político no solo se arroga el conocimiento de.la respuesta, sino que además -y lo que es más importante-, interpreta que debe ser asumida como evidente por el resto de losparticipantes en el acto comunicativo (el más importante para susintereses, la audiencia). De ahí que, prototípicamente, esta clasede preguntas no encuentre respuesta directa ni a cargo del interlocutor ni del propio hablante. Para este último, la transparenciasemántica de su pregunta resulta tan obvia que el candidato nopuede aportar esta vez ninguna respuesta, cuyo contenido, de producirse, sería necesariamente tautológico. Lo que el político pretende es que el interlocutor y la audiencia admitan laspresuposiciones implícitas en sus preguntas, porque estas son lesivas para el rival. Todos estos rasgos pueden advertirse en el siguiente fragmento, donde vemos una sucesión de preguntasretóricas a cargo de Rajoy durante el primero de sus debates conZapatero. Incluso el observador menos atento a la actualidad política española sabría interpretar que en las preguntas que el líderconservador dirige a su contrincante hay una respuesta evidente,que daña la imagen de este último:
(8) R: .. , pero luego, señor Zapatero, ha habido muchos incendios en España a 10 largo de estos años, en Huelva, en Guadalajara, en Galicia, ¿cuál fue su actuación? ¿Qué hizo usted?¿Cuál ha sido su política forestal? ¿Fue usted sensible con lagente? ¿Lo fue en Guadalajara? ¿Atendió a la gente? ¿Atendiósus necesidades? (Z/R, 1)
En definitiva, a los interrogantes sobre"¿cuál fue su actuación?" o "¿qué hizo usted?" les sigue un corolario evidente: "nin-
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guna/nada". Y qué decir de las preguntas siguientes: Rajoy da porsentado que Zapatero no solo no hizo nada ante una serie de catástrofes naturales que asolaron el país en los veranos anteriores,sino que -y lo que es peor- fue insensible al sufrimiento de lagente.
Como puede apreciarse en la tabla 3, esta clase de preguntas, fuertemente modalizadas, y en las que se adivina además unprurito retórico más que evidente, aparecen más en el discurso dela oposición española que en el del gobierno. En casi todos losdebates analizados -sobre la excepción que representa ManuelPizarro, véase más adelante, en este mismo apartado-, los políticos del Partido Popular superan a los adversarios en el empleo deesta estrategia interrogativa, un hecho que refuerza nuestra hipótesis acerca del mayor nivel de retoricidad de los candidatos de laoposición en el debate español. En suma, estos no son solo lospolíticos que más preguntas realizan en general, sino también-ysobre todo- aquellos que más se dejan arrastrar en su discurso porcondicionantes estilísticos, como los paralelismos sintácticos enlas secuencias interrogativas múltiples (§ 4.3) o la formulaciónde preguntas retóricas.
rUderes R":spnesta ,Respuesta Retóricas É;l:dllmativllS O'm Total
íllterlocut-or hablanteN % N % N % N % N %
MIi:n- 33 25,,7 33 19.5 45 35) 'O 7,8 15 U} 128
Ganziirez 7. 54,6 32 24,& 10 7,7 7 ),4 10 7;7 l19!W!!I 33 77.7 30 :H? 26 28,8 1 1.1 • S.' 9.
Zap:atero " 330 20 41,6 , 0.3 2 4.1 7 14,5 48Piz¡¡n"o 22 88,8 3 1l,2 33Solbes 9 29 20 64,5 1 3~ 1 3.2 31l'ihY°J: 11 47,8 1 4,3 6 26) 1 4,3 4 17,4 23Oreja
~~~44,4- , 38;8 3 16,6 18
ullarTabla 3: Distribución general paJ: líder-espolitkos} tipos d~ plegnntas
En relación con estas últimas, su presencia es especialmentellamativa en el discurso de Aznar, donde alcanza el 35% de todassus preguntas, lo que contrasta grandemente con las cifras muchomás moderadas de Felipe González (tan solo el 7,7%) (X': 22,273;p. 000). Asimismo, el líder del Partido Popular en las elecciones
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de 1993 encabeza el listado de una variante de estas preguntas retóricas como son las denominadas preguntas exclamativas,(Alonso Cortés 1999). Con ellas, y bajo un ropaje superficialmente interrogativo, el hablante deja entrever actitudes de disgusto, sorpresa o irritación (para un análisis más detallado de laforma y función de estas en el debate, véase BIas Arroyo 2009,2010). Aunque cuantitativamente sean mucho menos frecuentesen el discurso (tan solo 21; un 4% del total), la formulación deestas preguntas surge en aquellos momentos de la interacción enlos que el político se muestra particularmente indignado con su interlocutor, bien por su comportamiento interaccional durante eldebate -por ejemplo, por las continuas interrupciones-, bien porlas que considera insidias de sus mensajes. De ahí que no resulteextraño que buena parte de esas preguntas exclamativas surjan enel transcurso del segundo debate con Felipe González, aquel en elque Aznar sintió el acoso continuo del político socialista, con susinterrupciones recurrentes, las acusaciones de haber mentido en eldebate anterior, las expresiones sarcásticas, rayanas en el menosprecio, etc. Una sucesión ininterrumpida de estas preguntas puedeapreciarse en el siguiente pasaje de Aznar, donde el líder popularreprocha a su adversario la apelación sistemática al "discurso delmiedo" -el retomo de la derecha al poder- durante la campañaelectoral de 1993:
(9) A: ¿Usted es capaz de decirle a los ciudadanos españoles que si yo gano las elecciones sus pensiones, su sanidad y sueducación corren peligro? ¿Usted es capaz de mantener eso aquíde verdad? ¿Usted es capaz de decir que un jubilado español, unjubilado español, no sé si usted tiene jubilados en su familia, yosí tengo jubilados en la mía, que un jubilado español tiene algoque temer si yo gano las elecciones? ¿Usted cree que un gobiernoque yo presida va a desmantelar como usted dice la sanidad o va
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a hacer que disminuya la calidad de la educación en España?¿Usted realmente es capaz de introducir ese miedo a los españoles? (G/Al)
De regreso a las preguntas retóricas, la tabla 3 permite comprobar cómo las diferencias en otros enfrentamientos se mantienen en el mismo sentido que observábamos en el párrafo anterior.Así, Rajoy (29%) muestra una clara mayor propensión al empleode las preguntas retóricas que Zapatero (6,2%), un político muchomenos dado a este tipo de adornos verbales (X': 18,241; p. 000).Claro que nada comparable con el cabeza de lista a las eleccioneseuropeas por el Partido Socialista, Juan Fernando López Aguilar,en cuyo discurso no encontramos ninguna pregunta de esta clase,frente a un Mayor Oreja (30%) de nuevo considerablemente másretórico (X': 6,000; p. 014). La excepción a esta regla en el bandoopositor viene representada por Manuel Pizarra, un recién llegadoa la política en el momento de su debate con Pedro Solbes y cuyocomportamiento dialéctico fue llamativamente diferente al de losdemás candidatos.
De hecho, Manuel Pizarra figura en el corpus como el político cuyas preguntas pueden considerarse como más genuinas,en el sentido de que a través de ellas el hablante persigue información real, y que sea respondida, además, por el adversario. Enotro lugar hemos visto cómo los criterios que permiten diferenciarestas preguntas de otras en el debate electoral son, principalmente,de dos tipos: contextuales y actitudinales (BIas Arroyo 2009: 166171). Las claves contextuales aluden a la posición de las preguntas en los correspondientes tumos de palabra. Y es que, en algunoscasos, dicha posición genera pares de adyacencia a los que el interlocutor difícilmente puede sustraerse. Algunos de esos contextos corresponden a las preguntas situadas en pasajes de hablasimultánea, en los que el interlocutor interrumpe el tumo del político que está en ese momento en el uso de la palabra, así comolas preguntas colocadas estratégicamente en la parte final de las
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intervenciones, posición que les otorga también una notable relevancia interaccionaL Esta relevancia hace que, en ocasiones, elinterlocutor pueda interpretar como pertenecientes a este grupopreguntas que el hablante no ha pensado como tales. Es lo queocurre, por ejemplo, en el siguiente diálogo entre Zapatero yRajoy, donde el enunciado interrogativo formulado por el candidato socialista (¿se acuerda de eso?) parece más encaminado aironizar sobre las posiciones políticas mantenidas por su adversario en el pasado (. .. Estados Unidos nos iba a ayudar en la luchacontra ETA) que a obtener una respuesta real por parte de este último. Sin embargo, el hecho de que sea formulada al final delturno de Zapatero hace que Rajoy parezca sentirse obligado a contestar, siquiera con una lacónica negativa:
(10) Z: ... Sí, señor Rajoy, vuelve usted a hacer uso del terrorismo y la verdad es que lo han hecho desde hace varios años;hasta para justificar la guerra de lrak lo hicieron, fijese, que fueuna de las mayores extravagancias que tuvimos que escuchar ensu momento. Se inventaron que para justificar el apoyo a la guerra de Irak porque Estados Unidos nos iba a ayudar en la luchacontra ETA. ¿Se acuerda de eso?
R: No (Z/R, 2)
Frente a las claves contextuales, las que hemos caracterizado como actitudinales guardan relación con la evaluación queel hablante realiza de la respuesta -y, más frecuentemente, de laausencia de esta- por parte de su interlocutor. En ocasiones, estaactitud es claramente condenatoria, como en (11), donde FelipeGonzález recrimina a su adversario por no contestar a ninguna delas preguntas que le ha venido formulando en el transcurso delsegundo debate en tomo a un tema controvertido, como las potenciales consecuencias de un cambio en la ley de despenalización del aborto hacia posiciones conservadoras:
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(11) G: ... Y no llega a ahora para decir que la va a reformar;no, no, la va a mantener [ironía]. No dice además que la va a mantener, dice que no va a ir ninguna mujer a la cárceL ¡Hace más deveinte años que no va ninguna a la cárcel, señor Aznar! No tieneningún mérito decirlo. Ahora ¿le va a garantizar usted los derechos que la ley le concede?, ¿se los va a garantizar? ¿ Van a vivirtranquilos los médicos?, ¿van a vivir tranquilos los sanitariosqueparticipen en esa despenalización del aborto? ¿En esasprácticas? Este es el problema, y usted tiene que decirlo con claridad(G/A, 2)
Ahora hien, junto al formato interaccional escasamente dialógico del debate, las posibilidades reales de obtener respuestapor parte del interlocutor se ven dificultadas por las implicacionesnegativas que dicha información puede entrañar para el adversario, lo cual justificaría la ne·gativa de este último a responder.Como cabía esperar, y aquí radica una de las principales diferencias con la conversación cotidiana, esta información que se reclama al interlocutor no tiene al hablante como principaldestinatario, ni al moderador que vela por el cumplimiento de lasreglas del debate, sino a la audiencia. Una audiencia que, al igualque sucede en otros géneros mediáticos (Hess-Luttich 2007), presenta una naturaleza compleja en la que se pueden distinguir diferentes niveles: desde el público presente en el plató a laaudiencia extendida, integrada por millones de potenciales votantes, pasando por otras esferas intermedias, tales como el público que asiste en sus casas al espectáculo televisivo o quienessiguen a través de los medios de comunicación los resultados deldebate en los días siguientes a su celebración. Sea como sea, unaaudiencia que potencialmente puede verse notablemente influidapor el resultado de estos enfrentamientos dialécticos, como testimonian algunos ejemplos bien conocidos en la historia contemporánea de las elecciones presidenciales.'
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Entre los políticos de la oposición, la formulación de estaspreguntas busca poner en aprietos a los candidatos del gobierno,pretendiendo que sean estos mismos quienes revelen datos negativos que se han derivado en el pasado de la acción de gobiernosocialista. Como no podía ser de otra manera, en nuestro corpuslos cuatro políticos del Partido Popular acuden con frecuencia aeste esquema interrogativo. Así, tanto Azuar (25%) como Rajoy(27%) se sirven a menudo de estas preguntas en sus debates conGonzález y Zapatero, respectivamente. Con todo, en este puntoson especialmente llamativos los promedios de Mayor Oreja(47,8% de todas sus preguntas responden a este modelo), pero,sobre todo, de Manuel Pizarra (89%). Fichado a última hora porMariano Rajoy como número dos de las listas electorales del Partido Popular, quien hasta hacía poco había sido una de las estrellas de la banca privada española respondía escasamente al perfilesperable entre los profesionales de la política. Fiel al estereotipodel aragonés obstinado, pero noble, capaz de llamar a las cosaspor su nombre y escasamente predispuesto a esconder sus carencias bajo los artificios de la retórica y demás artes oratorias, en eldiscurso de Manuel Pizarra llama la atención que un elevadísimoporcentaje de todas sus preguntas están destinadas a reclamar desu oponente, Pedro Solbes, información factual sobre la situacióneconómica heredada tras los últimos cuatro años de gobierno socialista.
Ahora bien, la concepción de las preguntas como unatrampa tendida al adversario, para que sea este mismo quien cavesu propia tumba, proporcionando información contraria a sus intereses, no es en absoluto privativa de la oposición. En la práctica,los políticos del gobierno se sirven también de ella con el objetivode aguar la fiesta a quienes aspiran a sustituirles en el gobierno.Con frecuencia, el eje temporal en el que se sitúa la informaciónreclamada al contrincante es, esta vez, inverso al anterior. Si los
.políticos de la oposición exigen conocer hechos del pasado que
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dejen en evidencia al gobierno, los candidatos de este último conminan a los primeros para que revelen su "agenda oculta" de caraal futuro. Esta táctica fue especialmente recurrente en los debatesentre González y Aznar de 1993. Desde la victoria de los socialistas en 1982, estos habian revalidado su triunfo en varias ocasiones (1986 y 1990), apelando, según sus adversarios, al"discurso del miedo". Con todo, ese discurso -temor a la vueltade la derecha al poder, después de monopolizarlo durante variasdécadas bajo la dictadura franquista- tuvo su máxima expresiónen la campaña para las elecciones de 1993, en la que políticoscomo Felipe González aprovechaban todos sus actos para reclamar al Partido Popular, al que algunas encuestas daban vencedor,que explicara con claridad qué pensaba hacer con algunas de laspolíticas sociales (pensiones, seguro de desempleo, sanidad y educación públicas... ) que los socialistas habían impulsado durantesus años de gobierno. Los dos debates con Aznar fueron una magnífica plataforma para esta táctica, basta el punto de que el 54%de todas las preguntas del líder socialista buscaban esa respuestatrampa en su adversario. Con todo, estas cifras generales se elevan vertiginosamente en el segundo y decisivo debate, en el queGonzález se la jugaba a una sola carta, a tan solo cinco días de laselecciones y con todo en su contra. A este segundo debate corresponde, por ejemplo, el siguiente fragmento, en el que el lídersocialista conmina a Aznar a que responda de forma concreta atemas muy polémicos en la España del momento, como la construcción o no de más centrales nucleares o la realización de trasvases entre diferentes cuencas hídricas, temas ambos en los queel Partido Popular se había mantenido en una calculada indefinición:
(12) FG: ...porque ustedes no contestan a ni una sola pregunta, igual que van a Valencia y dicen allí que habrá trasvase yen Aragón dicen que no habrá trasvase. Diga usted si va a haber
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o no trasvases, si tiene usted alguna idea de hacer un plan hidrológico que aproveche al máximo, también solidariamente, lasaguas que existen en elpaís, el caudal que tenemos de agua en elpaís, porque en cada sitio estáu diciendo una cosa distinta. Poreso digo que tienen una visión radicalmente distinta de la nuestrade cómo sc expresa la solidaridad y la cohesión interterritoriaL Ypor eso le hago preguntas concretas: centrales nucleares ¿sí ono? y dónde; trasvases ¿sí o no?, esto es lo que hay que decir alos ciudadanos (G/A, 2)
Por último, y aunque en ténninos más moderados, dicha estrategia es compartida también por otros miembros del partido delgobierno, como revelan los importantes porcentajes alcanzadospor LópezAguilar (44%), Zapatero (33%) y Solbes (29%).
Ahora bien, las posibilidades de presentar información lesiva para los intereses del adversario no se restringen a estas preguntas, ya que, en no pocas ocasiones, la respuesta esproporcionada directamente por el propio hablante. Una estrategia informativa recurrente en estos casos consiste en el establecimiento de contrastes semánticos que actúan en paralelo a laextrema polarización que caracteriza el discurso político. De estemodo, la carga informativa incluida en preguntas y respuestassirve para representar ante la audiencia la nítida oposición entrela esfera -positiva- del nosotros y la antagónica -y negativa- delustedes. La ejecución de estos contrastes puede realizarse mediante estrategias que afectan al par pregunta-respuesta de formadiferente. Así, en casos como los de (13), el hablante introduce explícitamente el mencionado contraste en el tumo de la pregunta,sin necesidad de la intervención de respuesta:
(13) Z: ¿Sabe que hay 40000 investigadores más en Españaque cuando ustedes gobernaban? (Z/R, 1)
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Más frecuente es que dicho contraste se confíe al par completo, esto es, a la yuxtaposición de preguntas seguidas inmediatamente por la propia respuesta a cargo del hablante, como en(14), donde Pedro Solbes da a conocer datos económicos de formacomparativa y, como no podía ser de otra manera, favorablessiempre para el Partido Socialista. Y ello tanto en el capítulo delos logros (la infíación durante el periodo socialista ha sido inferior) como para justificar las circunstancias externas que han condicionado datos más negativos (el precio del petróleo durante laetapa socialista se triplicó con respecto al mismo periodo de gobierno popular, lo que ha condicionado los resultados económicos):
(14) S: ¿Sabe usted cuánto subió la inflación en el períodoen que... la última legislatura del Partido Popular, toda la inflación acumulada? ( ...). Subió el 12%. ¿Sabe cuánto ha subido lainflación durante el período del Partido Socialista? El 13%¿Sabe cuánto ha subido el petróleo, cuál era elprecio del petróleo en ese período del gobierno del Partido Popular? 27 dólares/barriL ¿Sabe cuál ha sido el precio del petróleo durante elperíodo del Partido Socialista? 60 dólaresibarril (S/P)
Tanto los políticos del gobierno como los de la oposiciónacuden a este formato interrogativo en los debates. Entre los primeros, es un recurso destacado en el discurso de Zapatero (42%)YLópez Aguilar (39%). Por otro lado, en los bancos de la oposición la estrategia sobresale especialmente en el habla de Rajoy(33%), que demuestra con ello ser el político que utiliza de formamás equilibrada los diferentes tipos de preguntas reseñados (véasela tabla 3). Ahora bien, por encima de todos ellos destaca esta vezla figura de Pedro Solbes, en cuyo discurso un 65% de todas lascuestiones formuladas responde a este tipo. La razón probablemente haya que encontrarla en la importante función que este tipo
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'iARlACIÓN 'iARIABLE
de preguntas desempeña en otros niveles del análisis. Y es que,además de facilitar a la audiencia información beneficiosa parael bando propio o -más a menudo- peljudicial para el contrario,con el consiguiente poder coercitivo sobre este último, estas preguntas realizan también un relevante papel en la arquitectura argumental del discurso (BIas Arroyo 2010). En efecto, mediante suempleo, el político puede introducir, orientar o concluir temas ysubtemas en su parlamento, en un sentido similar al que se ha observado en diversos géneros didácticos orales, como charlas, clases magistrales, conferencias, etc. (More1l2004, Crawford 2008).Justamente, este carácter didáctico está muy presente en las intervenciones de Pedro Solbes. El más veterano de los políticossocialistas -ya había participado en el último gobierno de FelipeGonzález en la década anterior-, Solbes posee una larga trayectoria académica como catedrático de Economía, que a juicio denumerosos analistas explicaría un discurso a menudo marcadamente profesoral, poco dado a estridencias y enfrentamientos acara de perro con sus adversarios. Y probablemente ese mismocarácter pedagógico ayude a interpretar la presencia destacada deestrategias interrogativas como las que se advierten en el ejemploanterior.
5. Conclusiones
Pese a las restricciones que impone el carácter escasamentedialógico del debate electoral, las preguntas actúan como una importante herramienta de la que se sirven los candidatos para elcombate dialéctico. En las páginas anteriores hemos comprobadocómo la presencia de estos enunciados en el debate no es uniforme y se ve claramente condicionada por factores de diversanaturaleza. Entre estos destacan, por ejemplo, algunas motivaciones de carácter estilístico, como las que llevan a los políticosa repetir, en varias ocasiones, pregJh'ltas o fonnatos de preguntas
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en el seno de secuencias interrogativas más amplias. De hecho,casi la mitad de todas estas aparece en dichas secuencias. Adicionalmente' la distribución de las preguntas en el debate se ve influida por una serie de factores institucionales. Uno de ellosestriba en el papel político desempeñado por los candidatos en elcara a cara. De este modo, y pese a que las preguntas aparecenregularmente por todo el espectro político, son los candidatos dela oposición quienes, en conjunto, formulan más preguntas a lospolíticos del gobierno que al contrario. Con todo, ello no es así enel conjunto del corpus, y los desequilibrios observados puedenexplicarse por la influencia de otros factores que, ocasionalmente,llegan a neutralizar, y hasta invertir, dicha tendencia. Entre losmás destacados se encuentran las expectativas e identidades quelos políticos desean transmitir, y que pneden variar considerablemente en diferentes momentos de la campaña electoral. Ello esespecialmente visible en aquellos enfrentamientos que constan dedos debates diferentes, y donde el comportamiento verbal de lospolíticos puede diferir en función de tales expectativas. De estemodo, hemos podido comprobar cómo políticos que se presentaban inicialmente con una imagen contenida y presidencial en elprimero de sus enfrentamientos (el caso de Felipe González) actuaban en el segundo de forma radicalmente distinta, acosandosin piedad al rival, acusándolo de mentiroso, interrumpiendo continuamente sus intervenciones y, por lo que aquí nos interesa, formulando preguntas capciosas, destinadas a dej ar en evidencia aladversario y al bando al que representa. Pero la dirección contraria también es posible, de manera que un político criticado por unexceso de agresividad en el primer encuentro (Rajoy) cambia deestrategia en la segunda oportunidad, lo que de paso deja un reflejo en el brusco descenso del número de preguntas formuladas.
Ahora bien, estas diferencias distribucionales en el corpusno solo afectan a las preguntas como un todo, sino también a distintos tipos categoriales. A este respecto, por ejemplo, el análisis
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cuantitativo nos ha permitido comprobar cómo las preguntas retóricas están íntimamente asociadas a algunos políticos del Partido Popular, mientras que los candidatos del partido gobernantealientan en mayor medida otros tipos. Ello es así, por ejemplo,cuando las expectativas negativas de estos últimos invitan a incrementar la formulación de preguntas insidiosas, destinadas a revelar la agenda oculta de la oposición. En estos casos, losrepresentantes de la oposición se ven fuertemente constreñidospor las obligaciones que imponen esas preguntas constantes. Ymás cuando las salidas posibles son escasas y, por lo general, pocohalagüeñas: lógicamente, el interpelado no puede responder coninformación que seria contraproducente para sus intereses y los desu partido, pero una negativa sistemática a contestar podría dañartambién severamente su imagen. Al final, los políticos se ven impelidos en estos casos a intentar deshacer las presuposiciones maliciosamente incluidas por los rivales en sus preguntas, aunqueno siempre con los resultados esperados.
Por último, el valor argumental que desempeñan aquellaspreguntas destinadas a ser respondidas por el mismo hablante lajustifica su empleo preferente en aquellos discursos presididospor un carácter más pedagógico y profesoral, como sucede en elcorpus con el discurso del veterano político socialista Pedro Solbes.
Señalemos para terminar que, a nuestro juicio, una aproximación variacionista como la emprendida en estas páginas, y enla que se aúnan las perspectivas cualitativa y cuantitativa del análisis, es una herramienta útil para el estudio sociopragmático delos discursos institucionales. De hecho, un análisis meramentepragmático -cualitativo- de las preguntas no nos hubiera permitido comprobar el modo en que estos enunciados se-reparten porel corpus, ni los factores (de diferente naturaleza) que intervie-
. nen en su distribución.
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1 La redacción de este articulo ha tenido lugar durante un semestre sabático concedido por la Universitat Jaume 1 al autor de estas pá"ginas y [manciado parcialmente por una beca del Ministerio de Cienciae Innovación para la realización del proyecto "Variación lingüística encontextos institucionales y no institucionales". Agradecemos su colaboración a ambas instituciones.
2 No así en la tradición norteamericana, donde, salvo en contadasexcepciones, los políticos han solido tener vedada la posibilidad de formular preguntas directas a sus oponentes. Por el contrario, en estos debates las preguntas son planteadas por el moderador o, en algunos casos,por miembros de la audiencia previamente seleccionados (Scharoeder2008).
3 A estas hay que añadir otras cuantitativamente más marginales,como las preguntas ecoicas y las de naturaleza exclamativa, las cualescoinciden con las retóricas en el componente fuertemente actitudinalque destilan (para más detalles sobre estas, véanse BIas Arroyo, 2009 yen prensa).
4 Los códigos entre paréntesis dan cuenta del debate al que pertenece cada fragmento. Por un lado, las letras identifican la identidad de
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MARÍA JosÉ SERRANO (ED.)
los participantes; a saber: a) debates de 2008 entre José Luis RodríguezZapatero y Mariano Rajoy (ZIR); b) debates de 1993 entre Felipe González y José MaríaAznar (G/A); c) debate de 2008 entre Pedro Solbesy Manuel Pizarro (S/P); d) debate entre Juan Fernando López Aguilary Jaime Mayor Oreja (L/O). Por su parte, la letra "M" representa al moderador/a de los debates. Por otro lado, el número a partir dc la coma,registra el debate concreto al que pertenece cada ejemplo. Así, el código(Z/R, 1) siguifica que el fragmento en cuestión se ha extraído de una intervención de Mariano Rajoy en el desarrollo del primero de sus enfrentamientos con Zapatero.
s Los 29 enunciados iuterrogativos restantes corren a cargo delos moderadores.
6 Para más detalles sobre estas estrategias de descortesía institucional, pero con consecuencias también en el plano personal en nopocas ocasiones, véase BIas Arroyo (2001).
7 Junto al segundo de los debates entre González y Aznar, ya reseñado en estas páginas, este es el caso del que enfrentó en 1960 a Richard Nixon y John F. Kennedy, el primero de este tipo celebrado antelas cámaras de televisión. Como se ha repetido muchas veces desde entonces, en aquel histórico debate el carisma y la legendaria telegeniadel joven senador por Massachusetts contribuyeron a derrotar a un político mucho más experimentado como era Nixon. Y en el mismo sentido cabe recordar, por ejemplo, el debate televisado en Francia entreValéry Giseard d'Estaing y Fran\,ois Mitterrand en 1974, con la victoria de un político de centro-derecha que supo obtener partido de su apelación a los sentimientos del electorado, frente a un Mitterrand muchomás frío y severo.
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