Teatro escogido de José María Rodríguez Méndez. Tomo I

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3 José María Rodríquez Méndez Teatro escogido

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José María Rodríquez Méndez

Teatro escogido

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Primera edición, septiembre 2005

© José María Rodríguez Méndez© De los estudios e introducciones: sus autores© AAT para esta edición

Diseño Portada: Martín Moreno y PizarroEdita: Asociación de Autores de Teatro

Obra completa. ISBN: 84-88659-60-1

Tomo I. ISBN: 84-88659-58-X

Depósito Legal: GU: 418/2005

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ÍNDICE

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ÍNDICE

Presentación por Jesús Campos García 7

Introducción de Domingo Miras 9

Bibliografía de Virtudes Serrano 61

Vagones de madera 73Introducción de Gregorio Torres Nebrera 75Texto de la obra 83

Los inocentes de la Moncloa 137Introducción de M.ª Francisca Vilches de Frutos 139Texto de la obra 147

La vendimia de Francia 197Introducción de Bernardo Antonio González 199Texto de la obra 205

La batalla del Verdún 261Introducción de Ricard Salvat 263Texto de la obra 271

La Mano Negra 333Introducción de César Oliva 335Texto de la obra 343

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Los quinquis de Madriz 409Introducción de Antonio Fernández Insuela 411TExto de la obra 421

La marca de fuego 489Introducción de Cerstin Bauer-Funke 491Texto de la obra 497

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PRESENTACIÓN

El ejercicio de esta profesión produce efectos muy distintos entre quie-nes frecuentan tales derroteros. Los hay que abandonan tras las primerasjornadas, aunque los más perseveran, pese a la hostilidad o al ninguneo conque el medio teatral obsequia a sus autores; así, muchos modifican sus posi-ciones yendo al encuentro de un público siempre difícil de encontrar; otrosguadianean, con una actividad intermitente, como si necesitaran hundirseen el silencio para respirar, y los menos se enriscan y fortifican en la defen-sa de sus principios sin concederse tregua ni relajo, por más que tal actitudpueda incluso operar en su contra. Entre estos aguerridos está José María,asceta donde los haya y al que ni los rigores de la dictadura ni el relajo de lasposmodernidad hicieron mella, firme en su posición de escritor comprome-tido, con una determinación que lo convierte en ejemplo de cuantos le se-guimos.

La circunstancia de que la publicación de su obra coincida con el estre-no de Flor de Otoño, uno de sus textos más emblemáticos –el cual serápuesto en escena por el Centro Dramático Nacional–, nos anima a pensarque, aunque con tardanza, finalmente se le hará justicia, reconociéndose laimportancia de su aportación al teatro.

Es por esto por lo que editar estos volúmenes con los mejores textos dequien ya es socio de honor de esta Asociación es para la AAT y para noso-tros, sus compañeros, un honor.

JESÚS CAMPOS GARCÍAPresidente de la Asociación de Autores de Teatro

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Aquí paso lo de siempre: hanmuerto cuatro romanos y cin-co cartagineses.

Del Romancero gitano

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Estrenada en el Teatro Candilejas de Barcelona, el 21 de diciembre de1959, por el Teatro Español Universitario, con el siguiente

REPARTO

VALENCIA Roberto MartínESTELLA Pablo ZabalbeascoaTORERO Francisco JoverLUIS TRIANA Jesús ColomerNAVAJA Julián MateosFERMINILLO Francisco SapenaALVAR GONZÁLEZ Juan OlléPABLO DÍAZ Enrique ArredondoUN MOZO Pedro MurilloEL CABO Juan Segura PalomaresEL SARGENTO José Luis G. SamaniegoUN SOLDADO N. N.

DirecciónJOSÉ M.ª LOPERENA

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Personajes

VALENCIAESTELLATOREROLUIS TRIANANAVAJAFERMINILLOALVAR GONZÁLEZPABLO DÍAZUN MOZOEL CABOUN SARGENTOUN SOLDADO

En España, por los años de 1921

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ACTO PRIMERO

LOS VALIENTES

Interior de un vagón de mercancías cerrado. A través de las junturas sefiltra la luz del atardecer. Se destacan los perfiles de los soldados. En lapared, apoyadas, varias maletas y fusiles. Hay colgado un trozo de pañuelocon los colores nacionales. También un letrero con tiza que dice: «¡Vivanlos quintos de 1921!».

(A la izquierda, sobre una mesa formada por varias ma-letas y sentados, juegan a las cartas el TORERO, NAVAJA,FERMINILLO y LUIS TRIANA. En el centro, VALENCIA estáencendiendo un farol que apoya en una maleta. ALVARGONZÁLEZ duerme envuelto en una manta. ESTELLA, sen-tado sobre una maleta, mordisquea, en un rincón, un tro-zo de pan, y PABLO DÍAZ rasguea una guitarra mientrastararea deshilvanados cuplés que nadie escucha. Ruidodecreciente de tren en marcha.)

VALENCIA.– (Maniobrando la ruedecilla del farol.) ¡De qué buena gana loestrellaba! El maldito no quiere alumbrar. Sí, por mi madre que lo es-trellaba en la cabeza de alguien. ¡Vaya si lo estrellaba!

ESTELLA.– (Sin dejar de mordisquear.) Guárdate la bravura para luego. Teregalamos el farol, si quieres, para que lo estrelles en la cabeza de Abd-El-Krim.

VALENCIA.– ¿Abd-El-Krim? ¡Bah! Con mejor gusto lo estrellaría en otrascabezas. En otras. En la de Abd-El-Krim, no.

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ESTELLA.– Pues en la cabeza coronada, si te parece. ¿Eso quiere decir?VALENCIA.– ¡Maldita sea mi estampa! Cómo la haría. Te juro que...TORERO.– Si no viene ese farol, no podemos seguir. Nos vuelven a dar órda-

go a ciegas, Luisillo.L. TRIANA.– Pero ¿qué pasa con ese farol?VALENCIA.– ¿Qué? ¿Es que soy vuestro mozo acaso? ¡Mira tú que...! Enci-

ma que estoy aquí secándome los pulmones... ¡Se habrán creído!...TORERO.– Yo no sigo.NAVAJA.– Se ve todavía.TORERO.– Verás tú. Lo que es yo...NAVAJA.– Cuando se quiere ver, se ve. Si no quieres, es otra cosa.TORERO.– Quiera o no quiera, no sigo. Y ya está. ¿Qué pasa?FERMINILLO.– Dejamos de jugar. A mí me duelen los ojos. ¿Cuánto hemos

perdido, Navaja?L. TRIANA.– ¿Perdido? «Ganado» querrás decir.FERMINILLO.– ¿Ganado? Para mí todo es pérdida. ¿Crees que podemos ganar

ni tú, ni yo, ni nadie? Perder. Sólo perder. ¡Bah, qué más da!...TORERO.– Sí, pero de momento os lleváis más de cien reales.FERMINILLO.– Te los regalo. Te los tiro a la cara.VALENCIA.– (Enseñando el farol.) Bueno. Ya está el farol. ¿Qué os parece?ESTELLA.– No durará toda la noche.TORERO.– Has hecho una luz fetén, Valencia. Cómo se ve que entiendes. Da

gusto verse las caras así. (Señalando a ALVAR.) Y el tío ese roncandotodavía. ¡Chico, qué manera de roncar!...

VALENCIA.– Y pone una cara. Cara de cuchillo. Sonrisa de niño criminal.NAVAJA.– Estará soñando que ya está metido en bureo. Que está degollinando

moros. ¿Dónde está el botijo?VALENCIA.– No le despiertes, hombre. Déjale que duerma.TORERO.– ¿Y si no quiero que duerma?VALENCIA.– Pues a lo mejor lo quiero yo.ESTELLA.– ¡Ooo...lé!L. TRIANA.– ¡Vivan los heroicos soldaditos!TORERO.– (Da un cachete en el cogote de TRIANA.) Mira que te sacudo.L. TRIANA.– ¡Vamos, anda...!TORERO.– (A PABLO DÍAZ, que sigue canturreando.) ¡Y tú, cupletista, a ver si

dejas esa monserga...!

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NAVAJA.– (A TORERO.) Por lo visto te has creído que vas a ser aquí el guapo.TORERO.– Aquí, allá y donde se me pone en las narices... soy lo que me da la

gana.VALENCIA.– Te pareces a uno de mi pueblo. ¿Sabes dónde acabó?TORERO.– No me importa. Que acabara donde le saliera... Lo que yo quiero

es vino. ¿Dónde está la bota?PABLO DÍAZ.– (Dejando de tocar.) Si se trata de vino, ya es otra cosa. Ha-

blando se entiende la gente. Aquí tengo la bota.TORERO.– Entonces, chaval, sigue cantando mariconerías y trae aquí la bota.

(PABLO DÍAZ tira la bota a TORERO, que bebe, se limpia yla pasa a VALENCIA, quien a su vez la va pasando a losdemás, que beben. Al final vuelve la bota a TORERO. Seacerca éste a ALVAR GONZÁLEZ, que sigue dormido, e in-tenta enchufarle la bota a la cara.)

ESTELLA.– (Interponiéndose.) ¡No, hombre, no! Déjale.TORERO.– ¡Me da la gana y tú te callas!ESTELLA.– ¡Pues no me da la gana a mí!TORERO.– ¡Te doy en la boca!ESTELLA.– ¡Vas a dar tú...!VALENCIA.– (Separándoles.) ¿Qué pasa? ¿Pasa algo? ¿Quién quiere lumbre?L. TRIANA.– Déjales que se sacudan. Se desahogan.ESTELLA.– ¿Quién ha dicho eso?L. TRIANA.– (Desde el fondo oscuro del vagón.) El comendador.TORERO.– Hombre, sal aquí, que no te vemos bien. Que no te vemos, hom-

bre. ¡Sal, haz el favor!NAVAJA.– (Plantándose ante el TORERO.) Aquí estoy yo. ¿Qué pasa?L. TRIANA.– (Plantándose a su vez.) Oye, en mis asuntos no se mete nadie.

Que no se mete nadie te digo.NAVAJA.– (Remedando.) Que no se mete nadie. Toma. (Le mete el gorro

hasta las orejas.)L. TRIANA.– (Cegado, da unos golpes en el vacío. Voltea los brazos como

jugando a la gallina ciega. Todos ríen alrededor. Él se quita el gorro yacaba riendo también. Cae al suelo rodando.) Os voy a partir la bocauno a uno.

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TODOS.– (Coreando a PABLO DÍAZ.) «Y ven, y ven y ven y vente conmigo ala cama... La-lala-lar-larla...

(FERMINILLO coge la bota y le enchufa vino a la cara. Elotro abre la boca y bebe con avidez. Vuelven a bebertodos. Se sientan en corro y permanecen de pronto calla-dos. Se oye el silbido del tren y el traqueteo de la made-ra. Silencio.)

L. TRIANA.– Pues ya es de noche.NAVAJA.– Como boca de lobo.PABLO DÍAZ.– Y empieza a hacer frío.TORERO.– (Que sigue con la bota en la mano.) No temas, chaval. Aquí hay

calor.VALENCIA.– Pero se está acabando.ESTELLA.– La llenamos en el primer pueblo. Yo me encargo.L. TRIANA.– Es la primera noche que pasa uno fuera de su tierra.FERMINILLO.– No os pongáis sentimentales. Pablo, dale a la guitarra.PABLO DÍAZ.– Dale tú. Yo no tengo ganas.NAVAJA.– ¿Por dónde andaremos ahora?TORERO.– Acabamos de pasar por un pueblo que le dicen Manzanares. Esta-

mos en la Mancha.PABLO DÍAZ.– ¡Pues vaya un frío que hace en la Mancha!TORERO.– Eres un friolero. (Pausa.) Parece mentira. Total hace sólo un día

que salimos cada cual del pueblo, como quien dice, para degollar mo-ros, y parece que nos conocemos de toda la vida. Hasta me parece quetenéis cara de gente conocida. Caras de parientes.

PABLO DÍAZ.– Caras de muertos.NAVAJA.– (Enfadado.) ¿Por qué dices eso ahora?PABLO DÍAZ.– Por nada.ESTELLA.– Pues ten cuidado, no te pongamos al fresco colgado como un jamón.TORERO.– No está mal la idea.NAVAJA.– El único que falta en la reunión es ése, el motilón ese. Me parece

que ya sería hora de que se despertara. ¿No?VALENCIA.– Eso me parece. También está bonito eso de dormir mientras los

demás velan.

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NAVAJA.– Y que el tío nada más salir se envolvió en las mantas y ahí está,más frito que mi difunto abuelo.

PABLO DÍAZ.– Ahora eres tú el que mienta muertos.NAVAJA.– Pero yo miento lo que se me antoja, lo que se me pone en las

narices. Mira tú.ESTELLA.– ¿Vamos a empezar otra vez?NAVAJA.– Y a ti, navarro, te digo que ya me estás jorobando demasiado.PABLO DÍAZ.– Pues si seguís así de bravos cuando lleguemos a África, Abd-

El-Krim, nada más veros, va a echar a correr.TORERO.– Otro que está pidiendo que le rompamos su querida guitarra en la

cabeza.FERMINILLO.– Chico, aquí no se va a poder hablar.TORERO.– ¿Quién ha dicho eso? ¡Valencia!, el farol se apaga.VALENCIA.– (Descolgando otra vez el farol.) Cuando yo digo que estrellaría

el trasto inútil este en alguna cabeza.TORERO.– Hombre, pues espera a que venga el sargento a pasar lista.VALENCIA.– (Riendo.) Y que ahí sí que había que alumbrar. Ni farolazos que

necesita esa cabeza.FERMINILLO.– En eso sí que os ayudaba.VALENCIA.– Y ya que no podemos partirlo en la cabeza del tío de la corona,

lo partíamos en uno de sus representantes, aunque sea un gañán de laAlmunia.

TORERO.– ¡Ooo...lé! Eso es luz. ¿Dónde aprendiste, Valencia, a encenderfaroles?

(PABLO DÍAZ, FERMINILLO y LUIS TRIANA tararean un pa-sodoble.)

VALENCIA.– (Quitándose el gorro.) Gracias a la afición. Pues sí, me pasé lavida haciendo faroles.

NAVAJA.– Y los que te quedan por hacer.

(LUIS TRIANA se ha levantado y va hacia el que duerme.)

TORERO.– (Señalándole.) ¿Dónde va ése?PABLO DÍAZ.– Eh, Luisillo, ¿qué vas a hacer?

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LUIS.– Dejarme...VALENCIA.– No le despertéis, hombre.NAVAJA.– Pero ¿qué te ha dado a ti? ¿Es que nos vamos a pasar todo el viaje

sin saber si habla o no habla, si vive o es un... fantasma?TORERO.– Claro. Puede que esté enfermo. No es natural tanto roncar, digo

yo...VALENCIA.– A uno de mi pueblo ya le pasó que estuvo durmiendo quince

días y se marchó al otro mundo.ESTELLA.– Despertadle de una vez o dejadle que duerma y callaos. Ojalá

pudiera yo dormir como él. Es como mejor se pasa la vida, chavales...,durmiendo. No te enteras de nada, ni sufres. Ni piensas, ni recuerdas.Ni tienes delante de los ojos tu pueblo con sus musas llenas de cascabe-les, y tu novia que tiende las sábanas, y el perro que ladra...

TORERO.– (Interrumpiéndole.) Oye, Valencia, tú, que estás cerca, dale unpescozón para que no vuelva a decir pajolerías.

(Se oye el pescozón de VALENCIA.)

ESTELLA.– ¡Ay, bestia! ¡Bestia eres! Sois todos unos chulos.NAVAJA.– ¿Te callas o voy yo?ESTELLA.– ¿Es que...?NAVAJA.– ¿Voy?ESTELLA.– Bueno...

(Pausa.)

L. TRIANA.– (Desde la oscuridad.) Está soñando.VALENCIA.– Pues déjale que sueñe.L. TRIANA.– Está soñando con una mujer y aprieta los labios.TORERO.– Una ducha entonces. Hay que darle una buena ducha. Venga el

botijo.VALENCIA.– No le despiertes, digo.TORERO.– ¿Porque tú lo mandas?VALENCIA.– A lo mejor...

(VALENCIA le mira desafiante y el TORERO baja los ojos.)

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PABLO DÍAZ.– (Al quite.) Desde luego que... un tío que se mete en el vagón,se envuelve en las mantas y se pone a roncar... Vamos, que no ha dichoni pío... Mientras los demás nos encontramos aquí mirándonos las ca-ras, y el tiempo no corre, y no llegamos nunca...

VALENCIA.– Tú te callas también.PABLO DÍAZ.– (Coge la guitarra y canturrea.) «Y ven-y ven-y ven. Y vente

conmigo...

(VALENCIA se encoge de hombros y se pasea. El TOREROse apoya en la madera y se mira las uñas. Los otros mu-chachos aparecen envueltos en una vaga melancolía. Porlas junturas de la puerta del vagón, luz de plata.)

FERMINILLO.– (Rompiendo el silencio.) Me parece que hace buena luna. Comoen mi pueblo, ¡qué noches de luna!

NAVAJA.– (Llevándose aparte el TORERO.) ¿Por qué te has dejado achantar?TORERO.– ¿Quién? ¿Yo?NAVAJA.– Tú.TORERO.– No digas pajolerías, chaval.NAVAJA.– Pues las digo. Y digo también que es triste ver un tío como tú,

de donde eres y como eres, que se deja avasallar por un tipejo comoése...

TORERO.– Mira, déjame en paz.NAVAJA.– Sí, ahora «déjame en paz». ¿Te parece a ti que nosotros, tú y yo,

vamos a dejarnos avasallar por ése? Si tú quieres, los metemos a todosen un puño.

TORERO.– A mí qué me importa. ¿Y qué? ¿Sabes adónde vamos todos?NAVAJA.– Pues por eso... Hay que empezar a distinguirse.TORERO.– ¿Quién? ¿Yo? ¿En eso? ¡Bah! No me interesa matar moros, ni ser

matón. Yo quiero otra cosa.NAVAJA.– Allá tú. Está visto que eres un borrego como los demás. Y está

visto que el único trío con todo puesto soy yo...

(Se adelanta al centro del vagón, se abre bien de pier-nas, se desabrocha los botones de la guerrera y se rascael pecho. Los demás están como adormecidos.)

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NAVAJA.– (Enfurecido, a PABLO, que sigue con su monótona cantinela.) ¿Tevas a callar de una vez, cupletista desdentada?

PABLO.– (Dejando de tocar.) A tus órdenes, jefe. (NAVAJA se pavonea entreel silencio tirante. Descuelga la bota del clavo. Parpadea la luz. Aprie-ta el cuero de la bota y se oye un silbido. Alguien se ríe. El NAVAJA tirarabioso la bota.)

NAVAJA.– Ni para mojar la lengua.ESTELLA.– Y esto parece el tren fantasma. No se detiene ni para tomar agua.

Y menos, vino.NAVAJA.– Ni para olerlo, maldita sea mi estampa.ESTELLA.– A ver si te va a dar sin catarlo. Que yo conocí uno de esa condi-

ción.TORERO.– ¿Sin catarlo?ESTELLA.– Quiero decir que se soplaba con el aire. Un caso; Ramiro el de

Tudela, mi compadre...VALENCIA.– A ver si os calláis y dejadle que se desahogue.FERMINILLO.– Lo que aquí falta es aire.VALENCIA.– Y si viene aire se apaga el farol y estamos en las mismas. Tene-

mos que jugar con muchas cartas nuestra partida.NAVAJA.– A ése le voy a abrir los ojos yo. Yo solo.

(Va hacia el que duerme y todos miran curiosos. El dur-miente se resuelve. Se inclina NAVAJA sobre él.)

NAVAJA.– Ya está bien de ronquera, amigo. Que todos vamos a lo mismo ytenemos que cantar a coro. Conque a ver si te despiertas y desarrugas tunombre y tu apellido.

(Va a sacudirle y VALENCIA se planta, chulón, delante.)

VALENCIA.– Ya te dije que se me antojó que no le despertaras.

(NAVAJA da un giro repentino y se planta ante él. Brillala hoja de una NAVAJA. Todos se incorporan.)

NAVAJA.– Y a ti te despierto en el otro mundo, canalla.

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(Lanza un viaje a VALENCIA que éste esquiva con garbo.Luego le da al chulo un puntapié en la muñeca y salta lanavaja. Suena un puñetazo y NAVAJA se tambalea sobrela madera. Se ha ido formando rueda. De pronto se abrenlas puertas del vagón y entran un SOLDADO, que lleva unfarol, un CABO y un SARGENTO, con sus buenos bigotes. ElCABO lleva una lista en la mano. Todos se ponen en posi-ción de firmes. Y FERMINILLO, con mucho tiento, pinta elpie sobre la hoja albaceteña. El SARGENTO finge no darsecuenta de nada.)

CABO.– (Leyendo en la lista.) Juan Juez.TORERO.– Presente.CABO.– Julio González.NAVAJA.– Presente.CABO.– Antonio Carbonell.VALENCIA.– Presente.CABO.– Alvar González.

(Leve pausa. Se cruzan las miradas.)

VALENCIA.– Es ese que está durmiendo ahí.CABO.– ¿Ése es Alvar González? ¿Le despertamos, mi sargento?

(Hace ademán de ir hacia él, pero el SARGENTO le de-tiene.)

SARGENTO.– Sigue pasando lista. Luego arreglaremos eso.CABO.– Pablo Díaz.PABLO.– Presente.CABO.– Francisco Estella.ESTELLA.– Presente.CABO.– Fermín Echevarría.FERMINILLO.– Presente.CABO.– Luis Triana.L. TRIANA.– Presente.

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CABO.– (Al SARGENTO.) Están los ocho. Primera Compañía. (Anota.)SARGENTO.– (Echa una mirada por el vagón.) ¿No hay ninguna novedad?

¿Va bien el viaje?VALENCIA.– Bien.ESTELLA.– Un poco falto de vinoSARGENTO.– Pues aquí podéis llenar. Paramos un rato.

(NAVAJA coge la bota. El SARGENTO va a salir cuando ledice el CABO.)

CABO.– Mi sargento, ¿qué pasa con el que ronca?SARGENTO.– (Volviéndose.) Ah, bueno, ¿y qué? ¿Por qué no puede dormir?

Déjale. Están todos, ¿no? Pues con la música a otra parte. Nada, chicos:animarse y que durmáis, que la noche es larga.

TODOS.– Gracias. A sus órdenes.

(Una vez ha desaparecido el SARGENTO y sus acompañan-tes, saltan todos del vagón menos ALVAR, que sigue dur-miendo. Por la puerta abierta del vagón se ve un paisajecadavérico de lomas iluminadas por la Luna. Se oyengritos y rasgueos de guitarra. Todos los del vagón hansaltado al campo, excepto el que duerme bajo las man-tas. Aumenta el griterío. Silbidos, voces agrias. De pron-to se asoma una cabeza, husmea en el vagón.)

UN MOZO.– ¡Alvar!... ¡Alvar!... ¿Estás ahí? Se ha debido de bajar.

(Desaparece la cabeza y se oye durante unos instantesaquella llamada, «Alvar», entre el griterío nocturno.ALVAR se incorpora al oír su nombre. Mira con ojos desueño la luz parpadeante del vagón y luego la noche pordonde asoma la luna. Se rasca el cogote. De pronto, sumirada se clava en algo brillante que hay en el suelo: lanavaja. La recoge y la contempla a la luz de la Luna. Enesto, vuelven a saltar al vagón los cuatro «chiquillos» dela panda: PABLO DÍAZ, ESTELLA, FERMINILLO y LUIS TRIANA.

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Con ellos va el MOZO que antes venía inquiriendo. ALVAR,inmediatamente, se esconde la navaja entre las mantas.)

PABLO DÍAZ.– (Señalando a ALVAR.) Aquí lo tienes. Y mira: está despierto.No es suerte. Milagro se podía llamar.

MOZO.– Alvar, ¿cómo te prueba esto?ALVAR.– (Con voz desesperada.) ¿Cómo quieres que me vaya?ESTELLA.– Pues mira que roncando como roncas. Ni un arzobispo. (Al MOZO.)

Te digo que el gachó ha venido en el otro mundo.L. TRIANA.– Y ni el Sargento, fíjate, ni el mismo sargento, se ha atrevido a

despertarle.MOZO.– Menudo genio tiene éste.PABLO DÍAZ.– ¿Sí? Pues mira que aquí el genio abunda, pero no por esta

barriada. Éste lo que hace es dormir. ¿Y de dónde sois, si puede saberse?MOZO.– ¿De dónde? De Castilla la Vieja.FERMINILLO.– Lo dices de un modo... De Castilla la Vieja.MOZO.– Nos hemos criado juntos, ¿verdad, Alvar? La mala suerte que nos

separaron de vagón. Pues no me ha costado encontrarte...FERMINILLO.– Ahora ya es distinto. (A ALVAR.) No sé si sabrás que por tu

culpa ha habido aquí sus más y sus menos...ALVAR.– ¿Por mi culpa?L. TRIANA.– Calla...FERMINILLO.– Bueno...

(Suena el silbido de la locomotora. Y luego un silbato.Una corneta.)

MOZO.– Me voy... Me parece que esto va a arrancar... Hasta luego, Alvar.Volveré... ¡Ten ánimo!... Vuelvo.

(Salta. Se cruza con los «guapos» del vagón, que suben:TORERO, NAVAJA, VALENCIA. Traen la bota de vino biensurtida.)

ALVAR.– (Sentado en el lugar donde dormía.) Qué bien se está durmiendo...

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TORERO.– (Que se ha plantado ante ALVAR.) Hombre... La resurrección deLázaro.

NAVAJA.– (Ofreciendo la bota a ALVAR.) Anda, échate un viaje, que por tuculpa por poco me busco presidio para toda la vida.

(ALVAR no contesta y NAVAJA queda con la bota de vinoen el aire cuando el farol –al arrancar el tren– vuelve aapagarse.)

VALENCIA.– (Volviéndose hacia el farol.) Otra vez el maldito...NAVAJA.– (Airado.) ¿Qué? ¿Es que todavía sigues durmiendo?

(El farol se apaga definitivamente al cerrarse las puer-tas del vagón y aparece un mundo de sombras.)

ESTELLA.– (Voz de.) Requiescat in pace.L. TRIANA.– Amén.NAVAJA.– Al que vuelva a decir una cosa de ésas, lo acogoto.FERMINILLO y PABLO.– (Cantando.) «Y ven y ven y ven...»

(Se oye el trasegar de vino de NAVAJA.)

NAVAJA.– (Voz.) El caso es que donde haya un amigo como éste para encan-dilar ilusiones, los oídos se vuelven tan sordos como un caracol al quecantan los niños.

TORERO.– (Voz de.) Oye, Navaja, que el vino se pagó a escote y la noche eslarga. Con que...

VALENCIA.– (Voz de.) Maldita sea mi estampa y el día en que nací. Pues sime parece que esto no tiene líquido. Y vete a saber lo que tardaremosen hacer otra parada. Y los buitres esos nos han dado cerrojazo. Osdigo que... me parece que no llegamos enteros a las narices de Abd-El-Krim.

TORERO.– Si tuviéramos orines del General, quizá podrías encender, Va-lencia.

(Brota de pronto la luz.)

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FERMINILLO, LUIS, PABLO, ESTELLA.– Ooolé. Ooolé. (Cantan.) «Valencia esla tierra de las flores...»

TORERO.– Cada vez te queda mejor esa luz. Cuélgala despacio. Así. Y ahoravamos a sentarnos y a hacer un poco por la vida. Trae esa bota, Navaja,y el que tenga para hincar el diente que aporte a la comunidad, y el queno, con los dientes le sobra.

(Sin dejar de cantar entre dientes el pasodoble, los «pe-queños» van agrupando víveres: panes, longanizas, pe-dazos de queso, mientras NAVAJA sigue observando aALVAR.)

NAVAJA.– Pues para ese viaje, amigo, te podías haber quedado donde esta-bas. Ni sospechoso que estás resultando.

TORERO.– Debe de tener morriña. Déjale.NAVAJA.– Eso no se conoce en mi tierra. Aquí todos somos gente brava y

realista, que va a partirse el pecho con la morería.

(LUIS, FERMINILLO, PABLO y ESTELLA tatarean otro pasodo-ble, ajenos al bravucón, mientras preparan con VALEN-CIA la mesa con unos papeles a guisa de manteles, en losque se ve la fotografía de la «Bella Otero».)

TORERO.– (Intencionadamente, mientras enciende un cigarrillo.) Ya sabe-mos que eres un valiente, Navaja.

NAVAJA.– (Volviéndose rápido.) Lo soy, ¿qué pasa?

(Los cuatro chicos tararean otra vez «Valencia».)

NAVAJA.– (Enfurecido.) Por mí os podéis ir todos al infierno.L. TRIANA.– (Leyendo en los periódicos que hacen de mantel.) «Debut de la

sin par Bella Otero en el Gran Kursaal de San Sebastián.» ¡Vaya monu-mento!

TORERO.– Fue la querida del zar de Rusia; con eso está dicho todo. Se acostócon el zar y hasta con nuestro querido monarca.

VALENCIA.– Cómo se ve que alternas con la gran sociedad.

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TORERO.– Quién sabe... Y si no hubiera sido por esta maldita guerra, enlugar de ir a recibir el estoque puede que lo tuviera en la mano pararecibir al toro como un hombre. ¿Por qué no cantáis ahora?

PABLO.– Eso se queda para las grandes faenas.NAVAJA.– ¿Dónde está mi navaja?

(Nadie contesta.)

NAVAJA.– (Exaltado.) Me habéis robado la navaja. ¿Dónde está? Ya me laestás dando. ¿Dónde me la habéis escondido?

TORERO.– (Se acerca a NAVAJA. Le quita la bota.) Tú, de momento, nos dasel «busilis», y luego puedes dar todos los saltos que quieras. Y el quequiera sentarse que se siente. No falta vino, ni tasajo, y la invitación sehace de buen grado.

VALENCIA.– Estáis invitados. A ti también te decimos, Alvar, o como te lla-mes.

(ALVAR no se mueve. Está despierto, pero sigue tumbadoy contemplando el techo.)

NAVAJA.– (Enfurecido.) ¿Dónde habéis puesto mi navaja? ¿Dónde? Me ladais ahora mismo.

VALENCIA.– Venga, Navaja, déjate de historias y ven a la rueda, que parecéistú y ése dos buitres.

(Se han sentado como los moros, formando rueda, y vancomiendo y echándose lingotazos de vino ajenos a la pre-sencia de los dos fantasmas.)

ESTELLA.– (A VALENCIA, en voz baja.) Me parece que le vas a tener que sacu-dir otro.

PABLO.– Y, chico, que le arreaste bien. Debe tener la cabeza dura, porque...ni referencias. (NAVAJA busca por el suelo, aturdido.)

TORERO.– Pero no le vino poco bien que digamos. ¡Hay que ver cómo se lebajan los humos a la gente!... Prueba esto, Valencia. Pínchame una acei-tuna, Luisillo.

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L. TRIANA.– Mejor es que empecéis con este atún. Está que para qué pensaren Abd-El-Krim, el General y la Bella Otero. Es el resumen del paladar.Toma, Valencia.

VALENCIA.– No, deja. Que tengo ahora las manos ocupadas.L. TRIANA.– Pues tú, Ferminillo, y tú, Estella. Vamos, que no se diga.

(Pinchan éstos en el plato que les ofrece LUIS.)

TORERO.– ¡Qué demonio, si no fuera por ratos como éste... y los que nos daNavaja!

L. TRIANA.– Mira, mira cómo gazapea.TORERO.– Ya le veo, ya...PABLO.– ¿Dónde está la bota, hombre?LUIS.– ¿La bota? Cuando te toque el turno, que hay que racionarlo.PABLO.– Amos anda. Ni que estuviéramos ya en África. Mira tú... (Le arran-

ca la bota y se echa un trago.)LUIS.– (Contando.) Unos, dos, tres, cuatro, cinco, seis... ¡Josú el tío!... Mira

que... Que te vas a ahogar, chico.

(Le da un golpe en el pecho. El otro se atraganta y tose.Risas. Ruedan por el suelo.)

PABLO.– Eres un...LUIS.– ¿Qué?PABLO.– Porque no quiero enturbiar esta apacible reunión, si no...LUIS.– ¿Qué?...ESTELLA.– (Canturreando el pasodoble.) «Se ve que eres madrileño...»VALENCIA.– (Cogiendo la bota.) ¿Qué pasa? ¿Es que se ha quedado ya viuda,

Doña Alegre? (Aprieta el cuero.) ¡Pero qué va!... ¡Si todavía sangra!...ESTELLA.– (A FERMINILLO, mientras los otros se van pasando la bota.) Mira,

mira cómo han intimado ésos. ¡Chico, qué manera!...

(ALVAR y NAVAJA hablan en un rincón.)

FERMINILLO.– Si no fuera de donde soy y no viniera de donde vengo y nofuera a matar moros a la bayoneta, te digo que esos dos judíos me da-rían repeluznos.

VAGONES DE MADERA

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ESTELLA.– Es que ponen ojos de gato. Son capaces de...FERMINILLO.– ¡Ánimas del Purgatorio!VALENCIA.– ¿Qué estáis rumiando vosotros ahí?FERMINILLO.– Nada. (Hace un gesto señalando a los dos que cuchichean.)VALENCIA.– (Volviéndose.) Pero, bueno, ¿qué pasa? ¿Qué hacen estos dos

frailes encapuchados? ¡Venga, hombre! Se acabó el cuento, digo. ¡Abeber y a alegrarse se ha dicho, que aquí lo que hay es amistad y compa-ñerismo! ¿Qué importa todo lo demás? ¿Qué importa que vayamos almatadero? ¿Qué importa que nos encajonen como toros de brega? ¡So-mos jóvenes y nos gusta vivir! ¡Venga, beber, hombre, beber y alegrar-se! Pablillo, vamos, cántate una jota, una buena jota de ésas que tú sa-bes, y vamos a bailarla todos. Vamos, Pablillo.

(Tira la bota a ALVAR, que la coge en el aire, se levanta,se pone de rodillas y aprieta el cuero bajo la mirada tor-va del NAVAJA.)

VALENCIA.– ¡Bravo! Así me gustan los hombres. Ya tenemos otro de losnuestros. ¡Viva España y que se muera el tío de la Corona! Toca, Pablillo.

PABLO.– (Tienta la guitarra.) Espera, chico, que no acabo de encontrar lanota. Le pasa lo que a tu farol, que va y viene. Mira, ya está aquí, mira,mira...

FERMINILLO y LUIS.– Dale ahí, maño...PABLO.– (Cantando con mala voz.) «A nadie le tengo miedo...»

(Todos se han puesto en pie e intentan bailar; mientras,ALVAR entrega la bota a NAVAJA, que duda un momentoy, al fin, bebe como todos. VALENCIA le da una palmadaamistosa en la espalda y la alegría se va extendiendo porel vagón mientras cae el telón.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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ACTO SEGUNDO

LOS INTELIGENTES

Oscuridad. Por las junturas de la madera se filtra una luz azulada deamanecer. En un rincón, ya apagado, está el farol de VALENCIA. Los hom-bres duermen por el suelo enrollados en mantas. Trozos de periódico por elsuelo, restos de comida, la bota en un rincón y la guitarra de PABLO DÍAZ, dela que parecen salir las notas de la jota con que terminó el acto anterior,que se oyen lejanas.

(Se levanta una sombra despacio, sacude una manta,avanza entre los cuerpos caídos cuidadosamente para nodespertar a nadie. Se acerca a la hendidura de la puer-ta, por donde entran rayos azules de luz, y pega allí surostro, que se perfila con su nariz judaica. Es ALVARGONZÁLEZ, el castellano.)

ALVAR.– (Se persigna y susurra lentamente.) «Padre nuestro que estás enlos cielos. Santificado sea Tu Nombre. Venga a nosotros Tu Reino yhágase Tu Voluntad... (Se detiene y balbucea:) Hágase Tu Voluntad...

(Se ha acercado por detrás VALENCIA de puntillas y lecoloca la mano en el hombro. Se vuelve asustado y mo-lesto y se miran ambos.)

ALVAR.– ¿Qué quieres? ¿Qué te pasa?VALENCIA.– (Sonriente.) Buenos días...

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ALVAR.– Buenos días...

(ALVAR se vuelve otra vez de espaldas a VALENCIA y pegalos ojos a la juntura de la puerta.)

VALENCIA.– Hace fresco, ¿verdad? ¿Por dónde estaremos? Juraría que hueloel aire del mar...

ALVAR.– No sé...VALENCIA.– Es triste el amanecer. Sobre todo cuando uno anda por los cami-

nos. Nunca se madruga para nada bueno, digo yo. Siempre se madrugapara huir o para velar a un cadáver, o para...

ALVAR.– Cállate ya...VALENCIA.– Perdona si te molesté. Perdóname.ALVAR.– Perdona, perdona... Cállate...

(Golpea la madera con los puños. VALENCIA mueve lacabeza y coge el farol.)

VALENCIA.– Maldito. Ahora ya no haces falta hasta la noche. A ver si meacuerdo de decir al cabo que no tiene líquido.

(Observa a ALVAR y mueve la cabeza. Luego hace un gestode indiferencia y se pone a doblar las mantas. Contem-pla al NAVAJA, dormido.)

VALENCIA.– Cómo ronca este tío. Ya se ve que dentro de tu cabeza no haymás que humo. Estarás soñando que eres el rey del Rif, el conquistadorde África. Pero te advierto que si no te andas con pies de plomo, no vasa llegar entero a la victoria. Te lo dice éste, este buen amigo...

(Vuelve a mirar a ALVAR y se dirige a él:)

VALENCIA.– (Habla con sencillez.) Me dijeron que eras de Castilla. ¿De dón-de partes? ¿De Burgos? ¿De Soria? Yo anduve por esas tierras de cha-val. Tengo algún pariente por allá. Pero ahora parece que todo quedamuy lejos, ¿verdad? Todo se ha quedado atrás: las penas y las alegrías.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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Ahora es como si fuéramos otros. Como si fuéramos nuevos. Como sinaciéramos. Igual que si volviéramos a nacer, chaval. ¿Volveremos?Cualquiera sabe. Pero la verdad es que ahora somos otros. ¿No te mara-villa verte nacido de nuevo? ¿No importarte ya lo que hay detrás... nitampoco lo de delante? A mí no me importa un pito el Abd-El-Krimése... Ya no hay remedio, pues a... reír se ha dicho. ¿Qué vas a sacar,amigo Alvar, con estar así? Nada. Todo es lo mismo. Todo es un malsueño. Todo.

ALVAR.– (Que ha escuchado con atención creciente las palabras de VALEN-CIA.) Pero a veces lleva uno detrás mucha carga... Y es imposible... Nopuede ser... Te digo que no puede ser olvidarse de la verdad. Es comouna agonía.

VALENCIA.– Me gustaría poder contarte mi vida. Quizá podría ayudarte. Y lavida de cualquiera de éstos, y cualquier vida de cualquier muchacho deEspaña, hoy, es suficiente para que todos nos consolemos y nos sinta-mos hermanos. Basta con calar hondo y ver, ver la verdad: unos cuantoshombres arrastrados en un vagón de madera...

(Se oye un quiquiriquí mal imitado. PABLO DÍAZ está sen-tado. Los dos se vuelven a observarle.)

PABLO.– Valiente par de lechuzas estáis hechos los dos, ahí hablando sindejar dormir a nadie: chu-chu-chu-chu... Los intelectuales. Los filóso-fos de las narices. Vamos, anda allá, que estáis más tocados los dos...Pues sí que os sentó bien el vino anoche.

VALENCIA.– Pues da gracias a que me he levantado de buen humor, si no...PABLO.– Si no, ¿qué?

(VALENCIA se ríe, se acerca a él y le revuelve el pelo.)

VALENCIA.– Que me eres simpático, hombre, porque me eres simpático.PABLO.– (Dirigiéndose a ALVAR.) Hoy has madrugado, ¿eh? Claro, tanto

dormir ayer. Vamos, que ayer por poco enlazas un sueño con otro...¿Me estás oyendo, Bella Durmiente?

(VALENCIA le dice por señas que le deje tranquilo.)

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PABLO.– (Llevándose el dedo a la sien.) Pobre, debe estar... Bueno, todosestamos lo mismo, más o menos. (Suelta otro quiquiriquí.)

NAVAJA.– (Revolviéndose entre las mantas.) Maldita sea mi suerte...VALENCIA.– No hagas caso y vuelve a dormirte, que todavía no han tocado

diana.NAVAJA.– (Arrebujándose otra vez en las mantas.) Maldita sea mi suerte

negra...VALENCIA.– (A PABLO.) Eres un provocador.PABLO.– Es que...VALENCIA.– Chisss... Habla más bajo, hombre. Con lo bien que se está ha-

blando con la gente pacífica. Y mirad: está amaneciendo y huele a mar.PABLO.– Dichosos pulmones los tuyos y dichosa nariz que huele a mar...VALENCIA.– Claro, porque me he criado a su orilla. ¿Qué quieres? Lo huelo

de lejos... el mar... Eso sí que vale la pena... Eso sí que te hace olvidarlotodo.

PABLO.– Olvidar. ¡Ay!, quién pudiera olvidar... Vamos, pensar que hace sólounos días... Qué días..., horas como quien dice, estaba yo en la kermes-se bailando... (Canturrea.) «Una morena y una rubia, hijas del pueblode Madrid...»

(El NAVAJA vuelve a revolverse en las mantas.)

VALENCIA.– Chisss, que hables más bajo, hombre. Chico, que no se despier-te. ¿No ves que cuando se levante va a empezar como ayer? Deja quelleguemos a África y entonces se le bajarán los humos, digo yo.

PABLO.– Humos, ya, ya. Mira tú si no conoceré yo a estos tipos... Nací en lacalle de Calatrava, con que... ¿Tú no sabes lo que es la calle de Calatrava?Tú qué vas a saber. Tú sabes sólo encender faroles. ¿Has sido farolero?Chico, eso sí que me gustaría: estar ahora de farolero por las calles deMadrid con el chuzo al hombro... Ay, el chuzo al hombro..., sí, sí... Loque voy a llevar va a ser otra cosa... Ay, Valencia, que me entra unanostalgia... que me despedazó de pena, Valencia...

VALENCIA.– A ver si te doy un sopapo y te olvidas de la calle de Calatrava alminuto. Aquí hay que olvidarse de todo. ¿Entiendes? De todo. ¿Dóndeestá la bota? Aquí. (La recoge del suelo.) Pero más seca que...

ALVAR.– Que nuestra alma...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PABLO.– Olé. Por fin te oigo hablar sin que te saquen las palabras con gan-cho. Chócala, hombre, chócala...

(Se levanta medio enredado en las mantas y va hacia ALVARcon la mano extendida. Pero aquel no le hace caso y sevuelve de espaldas. PABLO hace un gesto de malhumor.Luego se encoge de hombros y se vuelve a VALENCIA.)

PABLO.– ¿Te has fijado? Nada. Como si no tuviera que ver nada con noso-tros. ¿Será despreciativo?

VALENCIA.– Déjale... No sabemos...PABLO.– No sabemos, no sabemos... Pues aquí tenemos que saberlo todo,

porque somos como una familia. Más que una familia. ¿Qué te parece?Somos más que una familia. Todos dependemos unos de otros. Necesi-tamos hacer esta «cosa» juntos. Y los malos pensamientos de uno con-tagian al otro, y la bravuconería de uno hace daño al otro, y las nostal-gias, y...

VALENCIA.– Pues sí que te has levantado lenguaraz.PABLO.– Y las angustias que... ¡Ay!... (Le da una bota en el hombro.) ¿Quién

ha sido el bestia, indecente, el ignorante que le molesta que los inteli-gentes pensemos...? Me gustaría saberlo, hombre...

TORERO.– (Levantándose.) Yo soy ése... ¿Qué pasa?PABLO.– Hombre, pues que... no es una manera muy recomendada de dar los

buenos días tirar una bota...TORERO.– Ah, bueno. Es que ya está bien. Te llevo escuchando un buen rato

y no todos tenemos la paciencia de ese buenazo de Valencia. A ti teconvenía ese que ronca ahí (Por NAVAJA.) para que te sentara bien lascosturas de vez en cuando. Que eres un chulillo en el fondo. Un chulillode Madrid.

PABLO.– Que sí...TORERO.– (Ya en pie.) Y buenos días, que no había dicho nada. ¡Y cómo me

da vueltas la cabeza! Está dura la cama, ¿eh?PABLO.– Ya lo creo, y si viene el sargento, que no tardará en venir, y ve esta

leonera...TORERO.– Lo pagas tú, porque no sé si sabrás que, según acordamos ayer, te

encargabas tú de despertar a la gente...

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PABLO.– ¿Cómo?TORERO.– Lo que oyes. Así que si no quieres entendértelas con el tío de los

galones, ya puedes ir despertando a ésos...PABLO.– ¿A ésos? No dices tú nada...TORERO.– ¿Ves cómo no eres más que un chulillo?PABLO.– Lo que tú digas, hombre.TORERO.– Sí, hombre. Que no vales.PABLO.– ¿Y qué? Soy pacifista.TORERO.– Bueno. Pero eso no te vale. No está de moda. Y si no, prueba a

decírselo al sargento. Y si no, que te diga Luisillo el de Triana.LUIS.– (Incorporándose.) ¿Quién me nombra?VALENCIA.– Ahí le tienes.PABLO.– Tu mamá, que te está preparando el desayuno para llevártelo a la

cama. Venga, gandul, despierta. A despertarse todo el mundo.LUIS.– Vas a ver tú. ¿Dónde puse mis botas?

(Busca a su alrededor.)

PABLO.– No, que ya me han tirado otra y soy pacifista.LUIS.– (Con la bota en alto para arrojárselo.) Aquí todos somos pacifistas

mientras no se demuestre lo contrario.NAVAJA.– Maldita sea mi negra estampa.TORERO.– Menos lamentarse y arriba, que ya es hora...NAVAJA.– (Restregándose los ojos.) Maldita sea...LUIS.– (A FERMÍN y ESTELLA.) Eh, vosotros, despertarse de una vez y dejarse

de deciros palabritas al oído. Qué gente ésta...

(Ya están todos en pie y el vagón se llena de sombrasdecaídas. Sacuden mantas. Buscan por el suelo. Se cal-zan botas y alpargatas. Hay leves discusiones. VALEN-CIA, aparte, habla quedo con ALVAR, que mira fijamenteal suelo.)

PABLO.– (A TORERO.) Chico, pues ayer lo pasamos bien, ¿verdad? Hasta elbestia ése (Por NAVAJA.) y el tío fúnebre colaboraron en la fiesta. Dagusto, ¿verdad?, cuando se está así, bien unido.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MENDEZ

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TORERO.– Hombre, claro. Y si empezamos nosotros a pelearnos, ¿qué vamosa dejar para allá abajo? Debemos estar unidos el tiempo que podamos.Es una tontería pelearnos por querer ser los primeros.

NAVAJA.– Os advierto que mi navaja sigue sin aparecer. Y que como hoy nola encuentre, podéis prepararos. Aquí hay un ladrón.

TORERO.– No digas chulerías, hombre. ¿Qué ladrón va a haber aquí?NAVAJA.– Pues lo hay.TORERO.– Bueno, no empecemos, Navaja. Ayer lo pasamos bien. Primero

estuvimos a punto de pelearnos y llevar un viaje de perros. Así que nodigas tonterías. Mira cómo ayer, gracias al vino, resultaste a última horauno de los mejores tíos de la panda. Con que no vuelvas a empezar.

NAVAJA.– Yo, si no tengo vino, soy un tío amargado; para que lo sepáis.TORERO.– Pues no faltará vino hoy tampoco, hombre.VALENCIA.– Pues claro, hombre, tenemos la obligación de ser inteligentes y

no envolvernos nosotros mismos. Nos traen ya envueltos arriba, puesno vamos a hacer nosotros mismos el mismo juego.

ALVAR.– Sí, hombre. Llevas razón.ESTELLA.– «Sí, hombre. Llevas razón» ahora. Pero en cuanto te dejen solo, a

dormir, a suspirar o a rezar el rosario...LUIS.– No se puede ir con un tío así. La alegría nunca es completa.ALVAR.– Pero es que...VALENCIA.– No hay «es que» que valga, amigo Alvar. Aquí todos somos

camaradas y hay que confraternizar.NAVAJA.– ¡Viva la confraternización!...VALENCIA.– Así se habla, Navaja.

(FERMÍN, ESTELLA y PABLO tocan palmas y tararean unpasodoble.)

LUIS.– Bueno. Y a todo eso: el bicho este que corre sin parar, ¿dónde noshabrá traído?

FERMÍN.– A lo mejor ya estamos en casa de Abd-El-Krim.VALENCIA.– Estamos cerca del mar. Lo huelo...TORERO.– Qué tío eres haciendo faroles...LUIS.– Y que no nos abran, maldita sea... Yo que no he visto nunca el mar.VALENCIA.– ¿No has visto el mar y eres sevillano?

VAGONES DE MADERA

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LUIS.– Si en Sevilla no hay mar. Ay, Valencia, que entenderás de faroles,pero de geografía...

FERMÍN.– Pues yo tampoco he visto el mar.PABLO.– Toma, ni yo...ESTELLA.– Ni yo...VALENCIA.– A ver si va a resultar que sólo lo he visto yo...TORERO.– No, porque yo también lo he visto. En Bilbao. Siempre lo pasé

bien junto al mar.PABLO.– Yo sólo conozco el Manzanares... Y el Tajo.ESTELLA.– ¿Y allí donde vamos hay mar, Valencia?VALENCIA.– Hombre, no sé. Depende...PABLO.– Vamos a ver si nos alegramos...

(Coge la guitarra y rasguea suavemente. El TORERO seacerca a VALENCIA y señala la pareja conspirativa queforman ALVAR y NAVAJA, como en el acto anterior.)

TORERO.– Ya tienes a ésos ahí. ¿Qué tramarán?VALENCIA.– No hacedles caso.TORERO.– Es una pena. Podríamos ir bien y tenemos que soportar a ésos.VALENCIA.– ¿Soportarles? Con no hacerles caso...TORERO.– No me gusta ninguno de los dos. Primero quiso liarme a mí. Tie-

nen los ojos inyectados de sangre como los lobos. Si no hubiera sidopor ti, Valencia, que eres como nuestro padre...

VALENCIA.– Qué tonterías dices.TORERO.– No, no lo digo por mí. Lo digo por estos chavalillos, que son muy

infelices. Si no hubiera sido por nosotros, tú y yo, hubieran llegado a...allá... oyendo sólo blasfemias y maldiciones de esos tipos...

VALENCIA.– Es verdad: gracias al vino, a la alegría, porque hay que ser ale-gre. Tenemos que ser listos y no pensar. Si pensamos, estamos per-didos.

TORERO.– Por eso digo.LUIS.– ¿Vamos a empezar la timba?

(FERMÍN y ESTELLA se apresuran a preparar la mesa conlas maletas.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MENDEZ

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VALENCIA.– No. Después que vengan a pasar lista. Entonces ya nos queda-mos tranquilos.

PABLO.– Valencia es una mamá que piensa en todo.VALENCIA.– Oye, cuidadito con lo que se habla.PABLO.– No lo digo por ofender, hombre.VALENCIA.– Por si acaso...TORERO.– Es mejor esperar. Pero lo que necesitamos antes de nada es vino.

A ver si paramos en algún sitio. Tienen que darnos el desayuno. Notardarán.

ESTELLA.– Y si luego no venden vino.TORERO.– En todas partes hay vino, chaval.

(Pausa. Se sientan aburridos.)

NAVAJA.– (A ALVAR.) Estoy seguro de que me has quitado la navaja.ALVAR.– ¿Yo? ¿Y si te la hubiera quitado, qué?NAVAJA.– Es mía la navaja.ALVAR.– A mí no me molestes. Ya estoy harto de ti. Estoy harto de todos

vosotros desde que subí al vagón. No quiero saber nada...NAVAJA.– (Voz susurrante.) Es que, amigo, si tú quisieras...ALVAR.– No quiero nada. No me hables. ¿Me oyes?NAVAJA.– Tú eres un tipo macho de verdad.ALVAR.– (Escupe.) No me des coba.NAVAJA.– Bien sabes que estás por encima de todas estas ovejas.ALVAR.– ¿Y qué?NAVAJA.– (Suplicante.) Dame el pincho. Lo conseguiste al quedarte solo

anoche.ALVAR.– ¿Para qué lo quieres?

(Bajan la voz y siguen hablando con muchos gestos. Losdemás han ido tumbándose en el suelo, apoyando la ca-beza en líos de mantas y en maletas.)

LUIS.– Alguien tendrá tabaco, digo yo...FERMINILLO.– Seguro. (Mirando a VALENCIA.) Valencia, deja de leer el pe-

riódico de la mañana y échanos un pitillo, hombre.

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VALENCIA.– Para mí lo quisiera, mira tú...TORERO.– Si tuviéramos un cigarrillo, aquí tumbados y con el fresquito agra-

dable que entra por ahí, ni el «eslipin».PABLO.– Oye, quizá alguno de ésos... Eh, vosotros. (A NAVAJA y a ALVAR.)

¿Tenéis tabaco? Ya veis, ni caso...VALENCIA.– Hombre, pues, por lo menos, Pablillo, podrías echarnos una co-

pla con la sonanta.PABLO.– Me cargan esos dos tipejos. Si no fuera por ellos.TORERO.– Siempre tiene que haber alguien así. ¿Qué quieres que te diga? En

todos los pueblos hay dos o tres tíos que se meten a caciques y no tedejan vivir...

ESTELLA.– Es nuestro destino, siempre tenemos que estar esclavos de al-guien.

VALENCIA.– (Medio incorporándose.) Bueno: eso es un decir. Porque yono soy esclavo de ésos. Y si me levanto, me lío a tortazos y me quedosolo.

TORERO.– Sí, pero no es eso lo que el chaval quiere decir. Quiere decir, va-mos, es un suponer, de que no hay manera de que nos entendamos unoscon otros, porque siempre tiene que haber alguien que quiere separarsede la... colectividad.

LOS OTROS.– (A coro.) Ooo...lé.VALENCIA.– Eres un tío hablando, Torero. Estás hecho un Canalejas. Vaya

palabreja: colectividad...TORERO.– Iros al cuerno. Lo que pasa es que vosotros no leéis ni os importa

nada. Ni que os lleven en un vagón a... cualquiera sabe... Nunca os haimportado nada...

PABLO.– El Torero ha cambiado la muleta por la cátedra. Vamos a escucharle.TORERO.– (Muy serio.) Que sois, bueno, somos, una patulea de ignorantes es

bien verdad. No sabemos nada. Hemos salido de la tierra y nos volve-mos a la tierra sin saber nada. Trabajando como mulas y ya está. Y nosimporta todo poco. La revolución y...

PABLO.– Anda, la revolución...TORERO.– Pues claro: la revolución social. ¿Creéis que no? Pues la Repúbli-

ca está encima. Está al llegar. Y entonces...VALENCIA.– Puede que lleves razón. ¿Quién no es republicano? Todos tene-

mos nuestro carnet de...

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TORERO.– (Cortando.) Sí; pero una cosa es hablar y otra estar preparado. Tú,Valencia, eres un tipo bueno y no necesitas saber nada. Con lo que eres:ni aprender una letra y serás alguien. Pero nosotros, que cabeceamoscomo toros marrajos, necesitamos aprender, que nos enseñen...

PABLO.– Bah... Cualquiera diría. Los moros van a hacerse collares con nues-tras cabezas. No sé para qué hablamos. Yo lo que quiero es ganar dineroy casarme y...

FERMINILLO.– Y yo también. Yo...TORERO.– (Cortando.) Yo, yo, yo... Por eso vivimos así, porque todos quere-

mos ser yo y nos importan un comino los demás... Eso es lo que pasa:yo esto, yo lo otro... Pues hay que tener en cuenta que detrás de nosotrosvienen otros y hemos de dejar el camino preparado...

VALENCIA.– Hombre, por lo menos, que no se tengan que ver como nos ve-mos nosotros ahora... Vale la pena.

ESTELLA.– Y hablando de otra cosa: ¿cuándo nos darán el desayuno?TORERO.– ¿Ves? En eso pensáis nada más.LUIS.– Pues a ver...TORERO.– Cuando se acabe la tiranía...VALENCIA.– Déjate de historias, Torero. ¿Qué es eso de la tiranía? Lo que

debemos hacer es ayudarnos por nuestra cuenta y procurar pasarlo lomejor posible. Y el Gobierno, al diablo.

TORERO.– Eso se llama solidaridad.TODOS.– Ooo...lé.VALENCIA.– Chico, qué frases estás largando. Luego decís de las mías.TORERO.– Iros a... La culpa la tengo yo, por meterme a hablar con ignoran-

tes... (Se levanta y se reúne con NAVAJA y ALVAR.)LUIS.– (A PABLO y VALENCIA.) Oye, y se enfada y todo.VALENCIA.– Por lo visto quiere hacer la competencia a Primo de Rivera.PABLO.– Lo que pasa es que no termina de tomar la alternativa..., y claro.VALENCIA.– Valiente chalado... Mira que durarle todavía... Y no bebimos

tanto anoche.PABLO.– (Coge la guitarra, rasguea y canta.) «Y ven, y ven, y ven...»FERMINILLO.– No toques eso, Pablo.PABLO.– ¿Por qué no lo voy a tocar?, si puede saberse.LUIS.– ¿A que nos sale otro matón?FERMINILLO.– No, hombre, es que lo oí el día de la despedida y...

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PABLO.– Pues razón de más para cantarlo y se te quite la morriña a base depudrirte escuchándolo.

VALENCIA.– Así se habla...PABLO.– «Y ven, y ven, y ven...»TODOS.– (Menos FERMÍN y los del grupo.) «Vente conmigo a la cama...»

(FERMÍN se tumba y se coloca las manos sobre los oídos.)

ESTELLA.– Gritad más fuerte.PABLO.– (A gritos, en el oído de FERMÍN.) «Y ven, y ven, y ven... / Vente

conmigo a la cama...»FERMÍN.– (Levantándose airado.) Eres una bestia asquerosa... Me has deja-

do sordo...

(Risas.)

VALENCIA.– ¿Se te ha pasado ya la morriña?FERMÍN.– Vosotros sois capaces de quitar hasta el dolor de muelas.LUIS.– Reconoce que somos unos tíos estupendos.PABLO.– Hay de todo, como en botica.VALENCIA.– (Por TORERO.) Y uno más que se pasa al otro bando.PABLO.– Al final nos dividiremos todos. Cada uno por un lado. Así tendrá

menos trabajo Abd-El-Krim...VALENCIA.– No hables así, Pablo. Que no es para tanto...ESTELLA.– Bueno, otro idealista... ¿Sabes tú cuándo dejé yo de creer en los

Reyes Magos?VALENCIA.– Yo cuando todavía mamaba.ESTELLA.– ¿Y entonces?VALENCIA.– Pero todavía me gusta chuparme el dedo.PABLO.– Ah, vamos...ESTELLA.– Si no fuera porque sin ti no podríamos tener luz esta noche...VALENCIA.– ¿Qué?PABLO.– (En broma.) Que te tirábamos del vagón, Valencia; que nos estás ya

fastidiando con tanta... discreción.VALENCIA.– Pablito, Pablito; que te veo y no te veo.PABLO.– Pues si te crees que los de Madrid no tenemos también quinqué...

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ESTELLA.– (Llama la atención para interrumpir.) Mirad, mirad cómo secompadrean ésos...

VALENCIA.– No hacerles caso...PABLO.– ¿Habrá gilís? ¿Qué les habremos hecho nosotros?VALENCIA.– Pues al Torero no escucharle en clase. ¿Os parece poco?PABLO.– El de la solidaridad. ¿Y a los otros?VALENCIA.– ¿A los otros? No partirles la cara, que es lo que debimos hacer

en un principio.PABLO.– Bueno, tú le colaste un buen directo al Abd-El-Krim ése...VALENCIA.– Pero, por lo visto, no ha sido bastante. Pero ¿qué importa? No-

sotros lo pasaremos bien esta noche. Ya veréis. Encenderé un farol. Yaveréis qué farol...

ESTELLA.– Menuda luz. Ya vísteis que anoche no había un vagón mejor en-cendido.

VALENCIA.– Pues eso..., con luz, una buena timba..., una comilona como lade anoche, buen vino...

PABLO.– Y a ésos no les convidamos como anoche.ESTELLA.– ¿Ni al torero?PABLO.– Nada.LUIS.– Así me gusta. Nos dividimos como nos dividían en mi colegio: roma-

nos y cartagineses.PABLO.– ¿Romanos y cartagineses? ¿Y eso qué es?VALENCIA.– Sería un colegio de curas. En los colegios de curas hacen eso.

Dividen a los chicos para que se peleen.PABLO.– ¿Ah, sí?VALENCIA.– Sí.LUIS.– Eso hacían. Los romanos eran los buenos y los cartagineses los ma-

los. Yo siempre fui cartaginés. En clase siempre teníamos los puestospeores, pero en cuanto salíamos a la calle nos liábamos a pedradas y losque ganabamos eramos nosotros, los cartagineses.

PABLO.– Qué tíos cursis esos curas. Yo, como no fui a colegio de pago.VALENCIA.– ¿Has ido siquiera al colegio, Pablillo?PABLO.– Claro. Me hicieron ir un poco tiempo, pero hice todos los novillos

que pude. No me gustaba el colegio. Allí no había más romano que elmaestro. Los demás, todos cartagineses.

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VALENCIA.– Debía ser un tío ese maestro... ¿Y cuántas veces has sido carta-ginés luego, en la vida?

PABLO.– ¿Quién, yo? ¿Cartaginés? Amos anda. No lo he sido nunca. Ya tedigo que no fui al colegio para no serlo.

ESTELLA.– Pues no hables tan alto, que si nos descuidamos nos convertimostodos en cartagineses hoy en este vagón...

VALENCIA.– Tú lo has dicho.FERMÍN.– Porque, por lo visto, llevamos tres romanos a bordo.VALENCIA.– (Pensativo.) Quién sabe. A lo mejor ahora somos más romanos

que nunca.PABLO.– Es verdad, qué diablo.LUIS.– ¿Ya os vais a poner melancólicos?VALENCIA.– Gracias por advertírnoslo, Luis. Llevas razón.PABLO.– El primero que hable de cosas tristes, que pague una botella de

vino.ESTELLA.– Entonces hay tres que tienen que pagar.VALENCIA.– Esos no cuentan.LUIS.– ¿Ni el Torero?PABLO.– Claro que no. Ese menos que nadie. Renegado, que es un renegado.VALENCIA.– Esperemos que no se pase ninguno más al otro bando.PABLO.– Nosotros somos incondicionales, Valencia.VALENCIA.– Si supiérais lo importante que es que estemos aquí unidos.LUIS.– Tenemos que unirnos bien y degollar a todos los romanos.PABLO.– Eso es: en vez de degollar moros, que no nos han hecho nada, dego-

llar romanos.VALENCIA.– (Ríe.) Empezando por tu maestro.LUIS.– Y siguiendo por los curas de mi colegio.FERMÍN.– Y por el alcalde del mío.VALENCIA.– Hay mucho romano en España.PABLO.– Ya lo creo: está llena de tíos de ésos.VALENCIA.– (Al TORERO.) Eh tú, romano. ¿No vienes a echar una partida con

nosotros?TORERO.– (Sin moverse.) No, no quiero que me toméis el pelo como antes.VALENCIA.– Me parece que no es recuperable...PABLO.– Ni falta que hace. Mira que pretender ser torero un tipo así...LUIS.– Anda, Pablillo, dale un poco al bicho ése.

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PABLO.– Pero, chicos, que yo así, sin beber nada, en ayunas no sé tocar.VALENCIA.– Tú lo que estás es lleno de melindres. Que parece mentira que te

hayas criado donde te has criado. Trae acá el instrumento...PABLO.– Vamos, no me digas, Valencia, que también entiendes de eso.VALENCIA.– ¿Por qué no? Trae acá.LUIS.– Dásela, Pablo. Vamos a ver los valientes.VALENCIA.– Deja que la temple un poco.PABLO.– ¡A que me saltas una cuerda!VALENCIA.– Voy a saltar...PABLO.– Que no tengo y están caras.FERMÍN.– Cállate ya, romano.VALENCIA.– Escuchen ustedes unos fandangos...

(VALENCIA pulsa suavemente la guitarra y los otros escu-chan. Hablan ahora los tres «romanos».)

TORERO.– Con eso no conseguimos nada.NAVAJA.– Tú lo que eres es un miedoso.TORERO.– No me hagas reír, chiquillo.ALVAR.– Lo que sea hay que decidirlo pronto.NAVAJA.– Tendríamos que contar con alguien más.ALVAR.– ¿Contar con alguien? ¿No te bastan los puños? Además, en el otro

vagón viene un paisano mío. Estamos en comunicación desde que sa-limos.

TORERO.– ¿Sí?ALVAR.– Sí. Fíjate. (Va al rincón.) Si pegas aquí un golpe, en este hierro, lo

oyen en el otro vagón.TORERO.– No me digas.ALVAR.– ¿Queréis que probemos?NAVAJA.– Vaya tío que está hecho el castellano.TORERO.– No hay tíos con más recursos que estos de la Meseta.ALVAR.– (Da unos golpecitos en el hierro.) Poned el oído y veréis.

(Pegan el TORERO y NAVAJA el oído a la pared.)

NAVAJA.– Sí que se oye.

VAGONES DE MADERA

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TORERO.– Y tan claro que se oye.PABLO.– Pega tú mismo, verás.

(NAVAJA da unos golpes y escucha.)

NAVAJA.– Seguro.TORERO.– (Hace lo mismo.) Menudo telégrafo.NAVAJA.– (A ALVAR.) ¿Dónde lo aprendiste?ALVAR.– (Con orgullo.) Donde se templan los hombres. En presidio.

(Sigue el otro escuchando a VALENCIA, que termina.)

LUIS.– (Aplaudiendo.) Bravo. Estás hecho un artista.PABLO.– Este Valencia no tiene desperdicio.FERMÍN.– Sigue tocando.VALENCIA.– Es que ya no me acuerdo de más. Me lo sabía de memoria.PABLO.– Esta noche nos divertiremos, veréis.VALENCIA.– Sí que tenemos que armarla. Porque mañana...ESTELLA.– Mañana ¿qué?VALENCIA.– Nada...PABLO.– Quiero decir que mañana llegaremos y tal vez nos separemos para

siempre.FERMÍN.– Ya estáis con lo mismo... Tenéis que pagar una botella de vino.VALENCIA.– De acuerdo, Pablito y yo debemos una botella de vino a la co-

munidad.LUIS.– De acuerdo. Se tomará nota.PABLO.– De todos modos, esta noche va a hacer falta vino, mucho vino.VALENCIA.– Sí, porque vamos a armarla. Y todos.PABLO.– ¿Esos también?VALENCIA.– Sí, ya lo veréis. Tendremos vino, juerga y una buena luz.PABLO.– Uno de tus mejores faroles, chico.VALENCIA.– Ya lo creo, y que brindaré a la afición.PABLO.– A mí todavía me quedan provisiones.FERMÍN.– Será una buena noche... por ser la última.VALENCIA y PABLO.– Tú también pagas...FERMÍN.– Por eso lo dije...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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(Se elevan de pronto las voces en el grupo de los tres.)

ALVAR.– ¡Te digo que no te la doy!NAVAJA.– ¡Es mía!ALVAR.– ¡Aquí el que manda soy yo!NAVAJA.– ¡Maldita sea. Si no...!TORERO.– Calmarse, hombre...NAVAJA.– ¡No quiero! ¡No me da la gana achantarme ante ese hijo de mala

madre!ALVAR.– ¿Qué dices?NAVAJA.– ¡Eres un...!

(ALVAR se lanza con la navaja contra él, y el TORERO, alinterponerse, recibe la puñalada en el brazo.)

ALVAR.– ¡Toma, cerdo...!TORERO.– ¡Ay, me has cortado...!

(Se sujeta el brazo y acuden los otros.)

ALVAR.– ¡Apartarse, que os acuchillo!

(Está como loco. Se lanza otra vez contra NAVAJA y ahoraes VALENCIA quien se interpone, mientras los otros atien-den al TORERO.)

VALENCIA.– ¡Detente, Alvar!NAVAJA.– ¡Asesino...!VALENCIA.– ¡Quieto, lobo, quieto...!

(Forcejean él y ALVAR.)

PABLO.– (Va hacia VALENCIA.) ¡Cuidado, cuidado..., Valencia!

(Grito ahogado de VALENCIA. La navaja de ALVAR se haclavado en su costado. Se lleva las manos a la herida.)

VAGONES DE MADERA

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VALENCIA.– ¡Ay!..., ¡ay!..., ¡sujetadle!... Alvar, amigo mío... ¿Por qué lo hashecho?... ¿Por qué te has vuelto loco, hermano mío?

(ALVAR tira horrorizado el cuchillo.)

PABLO.– (Sosteniendo a VALENCIA. Los otros sostienen al TORERO. NAVAJAtiene la cabeza entre las manos y ALVAR mira estúpidamente.) ¿Quétienes?

VALENCIA.– Nada..., no es nada..., no preocuparse... La mala suerte... Seguidunidos..., hasta el final... unidos... No ha pasado nada...; no os preocu-péis..., camaradas... (Inclina la cabeza y suelta las manos que sujetabanla herida.)

PABLO.– Dios mío... ¿Es posible?TORERO.– No, no puede ser... No es posible... Valencia, el mejor de los nues-

tros...

(Telón.)

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ACTO TERCERO

LOS TRÁGICOS

Atardece. Otra vez la luz de la tarde entre las junturas del vagón, comoen el primer acto.

(FERMÍN y LUIS sentados sobre las maletas, cabizbajos.PABLO rasguea lentamente la guitarra y LUIS se apoya enla pared. Un CABO con barba y rojos galones se pasea.Sensación opresiva.)

CABO.– (Deteniéndose de pronto.) Ya casi no se ve. Habrá que encender elfarol.

PABLO.– (Dejando de tocar repentinamente.) ¿Qué?CABO.– Que hay que encender el farol. No vamos a estar a oscuras.

(Emoción en todos ellos.)

PABLO.– ¿El farol?CABO.– Sí, el farol. No vamos a alumbrarnos con el cigarrillo, digo yo.FERMÍN.– Sí, claro.

(El CABO rebusca por los rincones y coge el farol.)

CABO.– Aquí está. Hay que encenderlo. (A PABLO.) Anda, muchacho, en-ciéndelo.

PABLO.– Yo..., es que yo... no sé cómo se hace.

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CABO.– ¿Que no sabes? Un soldado tiene que saber hacerlo todo. ¡Vamos,enciende el farol!

PABLO.– (Se tapa la cara con las manos.) Oh, Dios mío...CABO.– ¿Qué demonios te pasa? ¿No me estás oyendo? Te he mandado que

enciendas el farol. ¿Me obedeces?LUIS.– Déjelo usted, mi cabo. Yo lo encenderé... Es que él... no se encuentra

bien...CABO.– No se encuentra bien... Eso ayer, ayer... Y no hubiera pasado lo que

ha pasado... Por vuestra culpa ha muerto un hombre, otro está herido ydos presos..., y yo aquí, pudriéndome en este cochino vagón de madera,pudiendo ir con los demás cabos en mi departamento...

LUIS.– Lleva usted razón, mi cabo.CABO.– Vamos, chico, apártate. Si he mandado a éste que lo haga, lo hace...

Ya me han dicho que erais todos unos chulitos y no os va a valer con-migo...

PABLO.– (Levantándose.) Él prefería siempre la paz...CABO.– ¿Qué dices?PABLO.– Él prefería obedecer... Traiga usted, mi cabo. A sus órdenes...CABO.– Así se hace.PABLO.– (Coge el farol y lo lleva despacio al centro, y lo coloca en el suelo

y se arrodilla.) Quizá no tenga suficiente líquido. (Maniobra.)CABO.– Puse ya esta mañana.PABLO.– No quiere encenderse.CABO.– Eres bastante torpe, muchacho...PABLO.– Nunca encendí el farol...

(Brota la luz y PABLO la gradúa.)

CABO.– Vaya... Muy bien, déjala así. Es una buena luz. Suficiente para ver-nos las caras bien.

PABLO.– Si usted quiere, puede lucir más todavía. Anoche este vagón ibamejor encendido que ninguno. (Lo ha dicho con orgullo.)

CABO.– Sí, ya lo sé... Ya se ha visto que ibais bien alumbrados...PABLO.– Es un buen farol y él lo encendía como nadie. Esta noche... (Se

detiene, emocionado.)CABO.– Vamos. Ya está bien. Déjalo ya. Cuélgalo. ¿No lo tirará el viento?

Entra por las rendijas el aire del mar...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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FERMÍN.– El aire del mar...CABO.– (Liando un cigarrillo.) Sí; ya casi estamos a la orilla del mar, como

quien dice... Mañana embarcaremos. Mañana, si dios quiere, a partir-nos los riñones con los «mojamets». (Se frota las manos.)

ESTELLA.– ¿Así que es verdad que ésta es la última noche?CABO.– La última noche que pasamos en estos vagones, si Dios quiere.PABLO.– Y no tenemos ni una gota de vino.CABO.– Han prohibido el vino por vuestra culpa. Claro que... quizá en la

próxima parada. Yo, como si no hubiera visto nada, ¿sabéis?PABLO.– No, no; mejor es no beber...CABO.– Chico, no sabes lo que quieres. Me parece que tienes fiebre.LUIS.– Está impresionado.PABLO.– Mentira. ¿A qué tienes que decir tonterías? ¿Impresionado yo? ¿De

qué?CABO.– Silencio. Ni una palabra más alta que otra. Aquí se han terminado

las discusiones. Tengamos la fiesta en paz. Es la última noche que pasa-mos juntos y...

LUIS.– Ibamos a celebrarlo todos...PABLO.– Y hasta decía que los otros vendrían a beber también. Que iríamos

hasta el final bien reunidos. Y ahora... (Deja caer la cabeza entre susmanos.)

CABO.– Pues vaya funeral que estáis organizando por nada. ¿Eso qué es?Una riña más, ¿qué? Cuando seáis veteranos como yo, ya os acostum-braréis, y os enfriaréis también. Yo he visto morir a muchos compañe-ros. Al principio, sí, me impresionaba. Ahora, lo siento..., y a otra cosa...

LUIS.– Ahora lo mejor es llegar allá cuanto antes...CABO.– Allá, muchacho, lo vas a pasar fetén. Ya lo veréis. Os acostumbra-

réis en seguida. Os endureceréis y seréis verdaderos hombres.LUIS.– Entonces ¿la paz no es buena?CABO.– Yo, qué quieres que te diga..., no sé si es buena o mala. Pero el caso es

que hay que acostumbrarse a lo que venga. Si hay que ir a la guerra, se va.PABLO.– También él decía eso, aunque era pacífico por encima de todo...CABO.– ¿Quién, el muerto? No penséis más en eso. Al fin y al cabo, yo digo

que os conviene que os acostumbréis cuanto antes. Habéis visto la san-gre antes que los demás, y eso les lleváis de ventaja...

FERMÍN.– Hemos tenido mala suerte. Llevamos la negra.

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CABO.– ¿Quién dijo esa tontería? Aquí no pasa nada. Se terminó el asunto.Prohibido que se hable de eso. Nadie hable de lo que ha pasado, si noqueréis que os manden a primera línea como a esos dos camorristas...

PABLO.– ¿Qué les harán?CABO.– Ni lo sé, ni me importa. Les mandarán a primera línea, digo yo..., o

les fusilarán... Pero no me hagáis hablar más. Demonio, vamos a ver sinos divertimos un poco. ¿Hay baraja aquí?

PABLO.– No lo sé...CABO.– No me vais a decir que no lleváis baraja.ESTELLA.– Me parece que se la llevó el Torero.CABO.– ¿Quién es el Torero?ESTELLA.– El Torero.CABO.– Qué mala suerte. Pues sí que vamos a pasar buena noche. Como no

nos emborrachemos...; y han prohibido el vino. Ahora que (Guiña elojo.) si hacemos una parada...

PABLO.– Sí, vamos a emborracharnos.CABO.– Ni hablar. Ponerse un poco alegrillos, sí. Así nos plantábamos en

Algeciras sin sentirlo...ESTELLA.– Pero no hay vino.CABO.– ¿Tampoco tenéis tabaco?PABLO.– Era él quién se preocupaba de todo.CABO.– Y dale con él. ¿Qué es lo que he dicho? Sois unos chiquillos, hom-

bre, unos chiquillos. Mira tú la morriña que han cogido.FERMÍN.– Lo mejor será echarnos a dormir.CABO.– ¿Dormir? ¿Tú sabes la hora que debe ser? Las ocho o así. No hace

mucho que se hizo de noche y estamos en el mes de septiembre.ESTELLA.– El mes más bonito en mi tierra.CABO.– ¿De qué parte eres, chico?ESTELLA.– Soy de La Rioja. Una tierra estupenda...CABO.– No pienses más en ella. Ahora vas a ver una cosa buena: África. Una

tierra de hombres. Fuerte. Vas a ver lo que es aquel sol y aquellos hom-bres traicioneros, que te pegan una puñalada en la espalda en cuanto tedescuidas...

LUIS.– Eso dicen...CABO.– Son la gente más podrida que he conocido... Si os contara las cosas

que he visto... Ahora que están llevando lo suyo...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PABLO.– Por culpa de ellos ya ha muerto un hombre aquí, en este mismovagón...

CABO.– Son lo más canalla y criminal que darse puede. Hay que acuchillarlossin piedad. Muchachos: cuando lleguéis al frente no dejéis escapar niuno... Pensad que nos están haciendo bajas continuamente y siempre atraición. Cuando estamos más tranquilos, en el campamento, descansan-do o trabajando, salen de donde menos se espera y, pim, pim, pim, nosdejan uno o dos muertos los muy..., y si os hacen prisioneros, ¿qué osvoy a contar? Les cortan los párpados a los prisioneros y los dejan al sol.O les cortan algo peor y se lo ponen en la boca..., los cerdos malditos...

LUIS.– Cochinos criminales...FERMÍN.– Son peor que los buitres...CABO.– Los buitres son inofensivos. Ni las hienas... No hay que tenerles

compasión.ESTELLA.– Y que tengamos que ir a batirnos con esa ralea...CABO.– No saben luchar honradamente. Los ves a lo mejor tranquilos,

mugrientos, con las holapandas esas que llevan, llenos de piojos, y creesque van a comprar o a partir leña, siempre sonriendo, y sacan el cuchi-llo y antes que te des cuenta te han degollado...

ESTELLA.– Canallas...

(El farol parpadea.)

PABLO.– Se apaga el farol...CABO.– Sí... Ese farol no está bien...PABLO.– Anoche estuvo él arreglándolo continuamente...CABO.– Anda, ve a arreglarlo tú. Hoy te toca a ti...

(PABLO obedece.)

LUIS.– Sí, hombre, sí. Hay que darles fuerte...CABO.– No merecen ni agua. Habría que exterminarlos...PABLO.– Es un farol extraño. Debe de estar estropeado.CABO.– Bueno, déjalo así.PABLO.– Sale humo. Poco, pero sale. Se nos va a llenar el vagón de humo.CABO.– Saldrá por las rendijas... El aire del mar se lo lleva. Ya veréis cómo

se lo lleva el aire.

VAGONES DE MADERA

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LUIS.– Cómo me gustaría estar ya en el frente...CABO.– No tengas prisa, muchacho. Te hartarás de pegar tiros.PABLO.– El humo sale por las rendijas... Se lo lleva el aire del mar... El aire

del mar se lo lleva...CABO.– (Mirándole fijo.) Sí, claro. El aire del mar... ¿Para qué lo repites

como si hubieras perdido la chaveta?LUIS.– (Interrumpiendo.) ¿Y dice usted, mi cabo, que aquello es una tierra

buena?CABO.– Una tierra de hombres, ya te digo. Donde se templan los valientes.

Allí, el que no tiene lo que deben tener los hombres... está listo...FERMÍN.– Ya tengo ganas de estar allí.CABO.– Mañana embarcaremos en Algeciras. Tal vez lleguemos de noche...

Ya veréis las moras...LUIS.– ¿Cómo son?CABO.– ¿Las moras? Unas puercas. Pero como no hay otra cosa... Y también

hay que tener cuidado con ellas.FERMÍN.– ¿También?CABO.– También llevan el cuchillo escondido.FERMÍN.– Las muy...CABO.– Sí, chico. Así es esa gente podrida. Mala raza, cochina raza. Habría

que hacer una hoguera con todo Marruecos. Empezar por una punta yterminar en la otra. Que ardiera todo. Hasta los niños. Porque hasta losniños son criminales...

LUIS.– ¿Los chavales?CABO.– Digo... Los chavales de siete años te clavan un cuchillo donde alcan-

cen...ESTELLA.– ¿Es posible?FERMÍN.– Sí; a mí ya me han contado todo eso...CABO.– Todo lo que te cuenten, muchacho, y mucho más, es verdadero...LUIS.– Con qué ganas voy a tirar contra ellos.FERMÍN.– Y diga usted, mi cabo, ¿se llega al cuerpo a cuerpo muchas veces?CABO.– Muchas veces. ¿No ves que ellos se creen maestros con el arma

blanca?... Pero los españoles les damos ciento y raya.LUIS.– Yo, como pueda ensartar uno...CABO.– Podrás. Ya lo verás.ESTELLA.– Qué gustillo dará ver correr esa sucia sangre.CABO.– Dan ganas de bebérsela, chico...

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(El CABO señala a PABLO, que está cabizbajo sentado so-bre una maleta.)

CABO.– Y a ése ¿qué le pasa?LUIS.– Cualquiera sabe... Ayer venían así dos tíos en el vagón... Y ya sabe lo

que pasó...CABO.– (A PABLO.) Vamos, chico, hay que alegrarse. ¿Es que tienes miedo?PABLO.– (Mira desafiante al CABO.) ¿Yo? ¿Miedo? Bah...CABO.– Eh, eh, oye..., cuidadito con esos modales, que soy un superior y te

cruzo la cara en menos que canta un gallo.PABLO.– Usted perdone. Pero me siento aburrido.CABO.– Sí; en realidad, sin vino, sin mujeres... No es muy divertido estar

encajonado como un toro de lidia...PABLO.– Desde que él... se fue, todo ha sido distinto. Hablaba de otras cosas.

Quería que todos fuéramos amigos, que olvidáramos.CABO.– (Le da un pescozón cariñoso.) Vamos, chaval, no te pongas así. Hay

que ser hombre.PABLO.– Lo soy...CABO.– Nadie lo duda...LUIS.– Podríamos haber tenido un viaje agradable dentro de lo malo. Pero el

tío aquel se metió a dormir... Fíjese, mi cabo, un tío que se envuelve enlas mantas y se queda roque. Y no hay quien le despierte. Y viene elsargento a pasar lista y tampoco le despierta el sargento. Total: que selevanta de un café de diablo y, claro, a la menor cosa, zas, se arma. Y yave usted: uno en el otro barrio, otros dos presos, otro herido y nosotrosaquí, sometidos a vigilancia especial...

CABO.– Bueno, sí. Pero vaya vigilancia, ¿eh? No os podréis quejar. Miraque... me habían dicho: «mételes en un puño, que no rechisten en lo quequeda del viaje». Y si me mandaron a mí con vosotros es porque sabencómo las gasto... Pero ya veis.

LUIS.– Y resulta que lo estamos pasando tan bien con usted...CABO.– Cuando paremos me pondré a dar voces y a regañaros. Pero en cuan-

to estemos aquí solos, nada: un compañero más... Y si pudiéramos com-prar vino...

FERMÍN.– Esta mañana queríamos haber comprado vino en abundancia antesque pasara todo el lío...

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CABO.– A ver si luego tenemos ocasión... Bueno, ¿no os quejaréis del caboque os han mandado para vigilaros, eh?

TODOS.– (Menos PABLO.) Oh, no, no...CABO.– Yo sólo soy duro cuando hace falta... (Pausa. Señala a PABLO.) Pero

a éste me parece que no acabo de gustarle, ¿verdad?PABLO.– ¿Por qué?... ¿Por qué no me va a gustar? Pero después de haberle

conocido a él. Era muy distinto...CABO.– (Un poco enfadado.) ¿Pero qué es lo que tenía ése? ¿Por qué le

habíais hecho vuestro jefe?PABLO.– Porque lo era, porque...LUIS.– (Interrumpe.) Aquí nadie era jefe, mi cabo. Porque varios querían

serlo pasó lo que pasó. Eso de los romanos y los cartagineses...PABLO.– Él no quería que nadie fuera jefe. No quería que nos peleáramos.CABO.– Valiente tío. Ése lo que era es un débil. Los hombres deben ir siempre a

la pelea con gusto. La pelea es cosa de hombres. Ése debía ser un marica...PABLO.– No hable usted así...CABO.– Lo digo... Era un marica, y, si me apuras, tú otro.

(PABLO se levanta electrizado.)

CABO.– Y cuidadito con rechistar. ¿Oyes? Cuidado. Mira. (Le señala losgalones.)

PABLO.– Eso no le da derecho a insultar.CABO.– No me da derecho, pero te insulto. ¿Y qué?

(PABLO aprieta los puños y se dirige hacia el farol, queparpadea, y se pone a arreglarlo.)

CABO.– Bueno, no te enfades, chico. No te enfades. Es que no quiero vertetan mustio, hombre. Ya sé que eres un hombre. Pero es que vas de unmudo... Me ha gustado, sí señor; me ha gustado ver esos ojos queacuchillaban cuando te insulté...

PABLO.– He aprendido muchas cosas aquí dentro. (Contempla el vagón.)CABO.– Y las que vas a aprender, chico. Ahora es cuando empiezas a vivir.

Ya verás mañana cuando entremos en fuego quizá. Y el viaje todavía nose ha terminado. Todavía tenéis que estar conmigo unas cuantas ho-ras..., hasta que amanezca...

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PABLO.– ¿Falta mucho para amanecer?CABO.– ¿Tienes ganas de perderme de vista? (PABLO no contesta.) No te

gusto tanto como el difunto... Un tío que se dejó dar un navajazo.LUIS.– Intentó separarles. Era un buen compañero...FERMÍN.– Era bueno...CABO.– Pero ¿no había prohibido hablar de todo eso? ¿Es que me desobede-

céis? ¿Es que queréis que me ponga como tendría que ponerme? ¿Que-réis que deje de ser un compañero para convertirme en jefe?

PABLO.– (Desafiante.) Sí, lo preferimos...CABO.– ¿Cómo?PABLO.– (Arrepentido.) Sí, sí, cabo. Usted es nuestro jefe...CABO.– Ah, vamos. ¿No me admites como compañero?LUIS.– Lo que quieres decir es que...CABO.– (Enfurecido.) En primer lugar, ponte firmes... (PABLO se cuadra.)

Así. ¿Decías?PABLO.– Que queremos tenerle a usted como jefe.CABO.– Ya... Pues, muy bien; voy a ser vuestro jefe. Un jefe al que no que-

réis. Al que teméis. Al que no queréis por compañero...LUIS.– No, señor. No haga usted caso. Nosotros...CABO.– ¿Te vas a callar?LUIS.– Lo que usted ordene...CABO.– (A PABLO.) Tú sigue ahí sin moverte. Sin pestañear. Veremos cuando

amanezca cómo te encuentras. (A los otros.) Y vosotros os echáis ahoraa dormir, porque ya hace tiempo que tocaron silencio. Vamos, vivo.¿Queréis que os lo diga de otra manera? (Asustados, los otros tres sevan a un rincón y se tienden.) Vamos, rápido. Ya debíais estar con losojos cerrados. Así... (Se pasea.) Nos quedamos los dos solitos. Hacién-donos compañía. El veterano y el novato. El hombre que tiene las ma-nos encallecidas de coger el cuchillo y el que... ¿Qué oficio tienes tú?...

PABLO.– No tengo oficio.CABO.– ¿No tienes oficio?PABLO.– No.CABO.– Se dice: no, mi cabo. La próxima vez te lo diré de otra manera.PABLO.– No, mi cabo.CABO.– Está bien. Quizá lleguemos a entendernos... (Viendo a LUIS, que se

asoma entre las mantas.) Eh, tú..., a dormir o te largo un puntapié. (APABLO.) ¿Así que no tienes oficio?

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PABLO.– No, mi cabo.CABO.– ¿Eres rico y no necesitas trabajar?PABLO.– No, mi cabo. Pero no tengo oficio.CABO.– Ah, ya entiendo. ¿Y de dónde eres?PABLO.– De Madrid...CABO.– Buen lugar, bueno... ¿Y a qué te dedicabas?PABLO.– A lo que salía... Cada uno vive como puede y sabe...CABO.– Hombre, pues no parece que seas un tipo de esos que viven como

pueden y saben... No pareces un golfillo de Madrid.PABLO.– Lo fui hasta ayer...CABO.– Tu difunto amigo hacía milagros por lo visto. ¿Es eso lo que quieres

decir?PABLO.– No, mi cabo...CABO.– Pues explícate.PABLO.– Me ha enseñado lo que es la vida.CABO.– Pues ahora enséñame tú a mí.PABLO.– Pues... la vida es... sentirnos camaradas unos de otros, formar todos

como una gran familia... En fin, no sé...CABO.– Muchacho... Resulta que eres un infeliz. Un tonto es lo que eres...

Mira, créeme, deja a tu amigo, olvídale, porque el pobre ya no necesitapreocuparse de sentirse unido y camarada de nadie. Olvídate y preparatus uñas, que pronto tendrás que usarlas. Hay que pelear. Así que mejores que seamos amigos y bebamos, ¡no hay vino, demonio!, juntos y...

PABLO.– También decía él eso.Cbao.- Ah, vamos. ¿También lo decía?PABLO.– Sí. Y también decía que había que estar alegres y beber todos jun-

tos... Porque el viaje se terminaría...CABO.– Ah... Ya veo que no era un santo vuestro compañero... Estoy seguro

que yo también hubiera sido su amigo...PABLO.– Sí, mi cabo.CABO.– ¿Y tuyo? ¿Soy amigo tuyo?PABLO.– Sí, mi cabo.CABO.– Entonces, ¿por qué dijiste antes que querías que sólo fuera vuestro

jefe? ¿Por qué?PABLO.– No sabía lo que decía... Perdone usted.

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CABO.– (Gritando.) Pues por tu culpa, ¿has visto?, me he puesto de un hu-mor de perros. Hice acostar a tus compañeros y se ha llenado el ambien-te de electricidad. Por tu culpa.

PABLO.– (Bajando la vista.) Lleva usted razón.CABO.– (Mirándole con desprecio.) Puah... Cuando yo digo que... (Se pasea

por el vagón. El farol parpadea y PABLO permanece en posición de fir-mes. Cogiendo la guitarra que había dejado PABLO.) Hombre, vamos aver si nos distraemos por fin... Toma, quiero que toques algo alegre, algobueno y pícaro... No lo que tocabas cuando vine al cochino vagón este...,sino..., qué sé yo..., algo de la Chelito, por ejemplo..., o de la BellaOtero... Algo así... Anda, toca.

PABLO.– (Coge la guitarra.) A sus órdenes.CABO.– Tú toca y déjate de cumplidos.PABLO.– ¿Me puedo sentar?CABO.– Sí, hombre, claro. Ahora ya volvemos a ser amigos. Tú has dicho que

todos podemos ser amigos: el muerto, tú, yo y esos que ya están roncando...PABLO.– Se van a despertar...CABO.– Que se despierten... Y si me da la gana los despierto yo a patadas...PABLO.– ¿Qué quiere usted que toque?CABO.– ¿Pues no te he dicho? Algo alegre...PABLO.– Algo alegre... Él decía que eso era lo principal, que había que ser

alegre por encima de todo... Llegó a ponernos alegres a todos... Hasta altío fúnebre... A todos...

CABO.– Bueno, está bien. Ya lo sé, ya lo sé... que era un tío muy bueno. Peroestá muerto. Le sangraron como..., en fin: está muerto. Ahora toca.

(PABLO rasguea la jota con la que terminó el primer acto.)

CABO.– No, eso no... Hombre, eso no es divertido...PABLO.– Es una jota.CABO.– A mí no me gustan las jotas.PABLO.– Es una copla española. Y alegre...CABO.– ¿Y qué? Yo quiero algo que me recuerde cosas..., algo de teatro...PABLO.– ¿Quiere que toque unos fandangos?CABO.– Que no, hombre, que no... Cuplés es lo que quiero que toques, para

que te enteres de una vez. Eso de (Canta con voz cascada.) «Tápame,tápame, tápame, / tápame que tengo frío...».

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PABLO.– No lo sé....CABO.– Bueno, pues entonces eso de: «Y ven, y ven, y ven...».PABLO.– Tampoco lo sé...CABO.– ¿Y dices que estuvisteis alegres? ¿Y que él os enseñó a estar ale-

gres? Sois un entierro de tercera todo el vagón. ¿Así que un chico comotú, que no ha hecho más que golfear por las calles de Madrid, ahora diceque no sabe tocar esas cosas? Vamos, anda, díselo a otro. Eres un em-bustero, y lo que pasa es que no quieres darme ese placer. Porque meodias, me odias, y lo veo en tus ojos. A pesar de que tu difunto amigo teenseñara a querer a tu prójimo y todas esas pamplinas, la verdad es quetú eres como yo: un animal egoísta... Y también lo era el muerto. ¿Mevas hacer creer tú a mí en los santos? (PABLO está cabizbajo.) En cuantolleguemos, todo cambiará.Verás qué pronto te olvidas de tu buen ami-go. Cuando llegue la hora de los hombres. Allí hay que estar dispuestoa pegar si no quieres que te peguen. Y la vida es eso: o pegas o te pegan.Es mejor pegar. Tienes que pegar... Y después de la vida, ¿qué? Cual-quiera sabe lo que hay. Y si hay algo, será lo peor, porque a nosotrossiempre nos ha tocado lo peor. Por eso: ¿vas a venirme con monsergasde curas? La verdad es que los chicos de ahora estáis más apalominados...Pues sí que vais hacer buenos soldados. Mira yo: tres cruces, ascendidopor méritos de guerra, que me he hecho viejo jugándome el tipo con losmoros. Aprende; aquí es donde tienes que aprender. Y como yo, todosmis compañeros. Menudos tíos. Con más pelo en el pecho que losorangutanes... Ésa es la vida... Bah... (Se pasea.) Total: que ni vino, nimúsica, ni nada. Y ésos, dormidos como cafres. Mírales: cómo abren laboca. Parecen niños de teta. Parece que están pidiendo de mamar. Mal-dita sea la hora en que me hicieron meterme en este vagón. Vaya unviaje. Podía estar yo ahora con mis compadres bebiendo y fumando mipuro, y por vuestra culpa, aquí, como un recluta. Y todavía me portobien con vosotros y os trato como a iguales... Seré imbécil... Debí meterosen un puño desde el primer momento. Te digo yo... (Se apaga el farol.)Y lo que faltaba. Ahora nos quedamos a oscuras... Anda, enciende elfarol... (PABLO, entre las sombras, anda a tientas hacia el farol.) Pero,calla. Si nos hemos parado. Es una parada.

PABLO.– El farol se apagó al detenerse el tren de repente.CABO.– ¿Habremos llegado? Es demasiado pronto todavía.PABLO.– Quizá hemos llegado y vamos a dejar ya este vagón.

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CABO.– Si fuera verdad... Dejar este vagón...PABLO.– Usted lleva unas horas y nosotros casi cuatro días...CABO.– Qué ganas tienes de dejarlo.PABLO.– Tengo ganas de salir...CABO.– Ahora saldrás al ruedo...PABLO.– No viene nadie. No abren las puertas...CABO.– Enciende el farol... No hemos llegado...PABLO.– Estará la vía interceptada.

(El CABO se acerca a la puerta y mira entre las junturas.Pega el oído en la madera.)

CABO.– No se ve nada. Ni se oye nada. Todo está oscuro. Debemos estar enel campo. Entra un aire caliente que parece ya africano. Ven, ven. Verásqué aire...

(Coge a PABLO y le pone la cabeza entre las junturas.)

PABLO.– Ya lo noto.CABO.– ¿Te he hecho daño? No te gusta este aire, ¿verdad?PABLO.– El aire se tiene que sentir fuera... Aquí todo llega enrarecido.CABO.– (Desalentado.) Pues no hemos llegado, amigo mío. Todavía tienes

que soportarme... (PABLO se deja caer sobre una maleta y da unas cabe-zadas.)

CABO.– Eh..., no te duermas. Yo no tengo sueño y no voy a quedarme des-pierto yo solo. Me parece que voy a despertar a ésos...

PABLO.– No les despierte. Están durmiendo...CABO.– ¿Cómo que no los despierte? Yo hago lo que quiero. ¿A qué te metes

a darme consejos?PABLO.– Yo no me dormiré.CABO.– En cuanto el tren arranque y ya no pueda oírse el jaleo, despierto a

ésos y la armamos. Y tú tocas la guitarra como Dios manda y...

(Se corre de pronto la puerta y se ve un cielo azul ama-neciente y una gran lámina de mar.)

UNA VOZ.– Hemos llegado. ¡Abajo todo el mundo!

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(PABLO se vuelve hacia la hermosura del cielo, donde bri-llan algunas estrellas, y el mar.)

PABLO.– Dios, qué hermosura. Salir del vagón para ver esto...CABO.– ¿Es que no habías visto nunca el mar, muchacho?PABLO.– (Extasiado.) Nunca, no...CABO.– Yo también tardé mucho en verlo. Ya ves cómo la guerra tiene cosas

buenas, amigo. (Le coloca la mano en el hombro y los dos, de espaldas,contemplan el mar.) También yo, gracias a la guerra, pude ver el mar ysalir de aquellos terrones sucios de mi pueblo...

VOZ LEJANA.– ¡Vamos, abajo todo el mundo!CABO.– (Volviéndose.) Hay que despertar a éstos.

(Se oye una corneta que toca diana.)

CABO.– (Da unas palmadas.) Vamos, muchachos, arriba. Hemos llegado.

(PABLO sigue extático contemplando el amanecer.)

CABO.– (Agitando con el pie a los que duermen.) Vamos arriba, gandules...Vaya un sueño que tenéis. Gandules... (Se levantan los tres.) Vamos,hombre, que ya han tocado diana. Que hemos llegado. Vamos.

(LUIS, al ver el mar, lanza una exclamación.)

LUIS.– El mar, es el mar...CABO.– Sí, hombre, el mar. ¿Tampoco tú lo habías visto?LUIS.– El mar...

(FERMÍN y ESTELLA se unen al grupo que contempla elmar. Se oye otro toque de corneta.)

CABO.– (Más bien jovial y alegre.) Pero, bueno, ¿es que vais a estar todo eltiempo ahí diciendo pamplinas?... Vamos, abajo ya... ¿No estáis oyen-do la corneta? ¡A África!

(Los muchachos se disponen a bajar y cae el telón.)

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ACTO PRIMERO

Habitación de una pensión del barrio de Argüelles, de Madrid. Doscamas. Una de ellas, impecable; la otra, revuelta. Un gran armario de lunaanticuado y muebles del mismo estilo, ajados y deteriorados. Balcón a manoizquierda, por el que llega, amortiguado, el ruido de la calle. Junto al bal-cón, una mesa camilla llena de papeles. Al levantarse el telón, JOSÉ LUIS, enpijama, revuelve un montón de papelitos doblados que hay en la mesa y, congesto nervioso, coge uno y lee de prisa:

JOSÉ LUIS.– Tema cuarenta y cinco... Las servidumbres... (Se alisa un pocoel pelo, bebe un sorbo de agua de un vaso, pone el reloj de pulsera enmarcha y se sitúa frente al espejo del armario para estudiar sus movi-mientos y gestos. Compone la figura y trata, no sin cierto nerviosismo,de dar tono doctoral a lo que dice.) Las servidumbres. Historia. EnRoma se definían las servidumbres como aquel derecho real por cuyavirtud se obliga al dueño de una cosa a no ejercer en ella o a tolerar quese ejerza una actividad prefijada en provecho de cosa ajena o de la per-sona titular del derecho... (Vacila. Acciona elegantemente con los bra-zos. Carraspea un poco y va enhebrando el hilo del discurso un poco ala carretilla, procurando dar tono y gravedad a lo que dice por encimade su nerviosismo.)... Al decir derecho real venimos a expresar su natu-raleza jurídica, y al decir «por cuya virtud se obliga al dueño de unacosa» queremos afirmar que no puede establecerse derecho sobre «resnullius», a no ser que en el momento de su constitución fuera de al-guien. Y a no ejercer en ella o a tolerar que se ejerza una actividad,

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porque en esto consiste el gravamen: y sólo excepcionalmente en la«oneris ferendi» viene obligado con gravamen positivo y de acción pre-fijada, porque la razón es que si se le obliga a hacer, sería la libertadpersonal el derecho cohibido y no la propiedad, que es en lo que sediferencia de la obligación o derecho personal... (Se atasca. Mira ner-vioso el reloj y hace un gesto de impaciencia con la cabeza. Se vuelve aalisar el pelo y torna a su discurso.)..., o derecho personal..., esto...Bueno... Debe constituirse en forma legal, determinando su objeto yesfera de actuación, pues las servidumbres no se presumen jamás, dadoque la situación normal en que las cosas deben suponerse por naturale-za es en las de pleno dominio, que concreta el perfecto señorío del hom-bre sobre ellas, cuyo objeto es servirla de medio a sus fines... (Mientrastanto, han sonado golpes en la puerta, que JOSÉ LUIS no ha percibido,metido en su deshilvanado y terrible discurso frente al espejo. Se haoído una voz que decía: «¿Se puede?», y, en vista del silencio, se ha abier-to la puerta y ha aparecido la dueña de la pensión, DOÑA ROSALÍA, consu bata de flores y volantes y sus rizadores de pelo. JOSÉ LUIS sigue sinver nada, frente al espejo.), cuyo objeto es servirle de medio a sus finespara expresar las dos clases de servidumbres reales y personales, indi-cando...

DOÑA ROSA.– (Desde la puerta.) Don José Luis... Don José Luis... (Aparte.)¿Se habrá vuelto loco?... (Se acerca hasta él y le da un golpecito en laespalda. El otro da un gritito ahogado y se vuelve.) Don José Luis...,¿no se va usted hoy a desayunar?...

JOSÉ LUIS.– (Malhumorado.) No, no, no. Por favor, déjeme..., déjeme... (Tratade empujarla hacia la puerta.) Estoy muy ocupado. Actúo pasado ma-ñana, ¿sabe?, pasado mañana...

DOÑA ROSA.– Es que tenemos que arreglar la habitación; ¿usted me com-prende?

JOSÉ LUIS.– Luego, luego. Más tarde.DOÑA ROSA.– Bueno; pero que le vayan haciendo la cama. No le molestan

para nada...JOSÉ LUIS.– No, no... Luego. Dentro de media hora..., sí, media hora. Enton-

ces me iré a tomar café... En cuanto haya dicho todo el tema.DOÑA ROSA.– ¿El tema?... Bueno, bueno..., allá usted. Pero luego, si se olvi-

da, no venga diciendo que si fue, que si vino. ¿Usted me comprende?

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JOSÉ LUIS.– Sí, sí. Media hora, media horita, y la habitación es suya. (Empu-ja a la mujer, que se va retirando.)

DOÑA ROSA.– (Aparte.) Parece que están endemoniaos... (Sale. Vuelve, muynervioso, JOSÉ LUIS frente al espejo y a alisarse el pelo.)

JOSÉ LUIS.– Ya no sé por dónde iba... Ya me he perdido otra vez. Malditasea. ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, ya! Servidumbres, servidumbres.... Bue-no. Empezaremos otra vez. Con calma, ¿eh?, con calma, Pepe Luis. Aver, vamos a ver. Servidumbres. Historia. En Roma se definían las ser-vidumbres como el derecho real por cuya virtud se obliga al dueño deuna cosa..., al dueño de una cosa..., a no ejercer en ella o a tolerar que seejerza una actividad prefijada..., una actividad prefijada... (Sacude lacabeza rabioso.) Ya, ya me ha puesto nervioso. Ya me ha puesto ner-vioso esa mujer. No le dejan a uno tranquilo en esta casa. Así no hayquien haga nada útil. No te pongas nervioso, ¿eh? Nada de ponerse ner-vioso, sobre todo. Voy a tomar una pastilla... (Va a la mesilla de nochey busca en el cajón. Coge una pastilla de un tubo. La toma y bebe unvaso de agua. Se sienta un momento en la cama y mira pensativo altecho. Se levanta más animado y vuelve al espejo.) Empiezo de nuevo.Cronometremos. (Pone el reloj.) Uno, dos, tres... Servidumbres. Histo-ria. En Roma se definían las servidumbres como aquel derecho real porcuya virtud se obliga al dueño de una cosa a no ejercer en ella o tolerarque se ejerza una actividad prefijada en provecho de cosa ajena o de lapersona que es titular del derecho... Ajá... Su naturaleza de derecho realviene determinada por recaer sobre una cosa, y al decir por cuya virtuddel dueño de la cosa queremos decir que..., que... (Se corta repentina-mente y se mesa el cabello.) Dios mío... No me acuerdo de nada. Peroque de nada. Si es que no sé nada. (Se pasea nervioso y se sienta en lacama como idiotizado. Levantándose decidido.) Bueno. Ahora va enserio. Todo lo anterior no ha sido nada. Ahora, como si estuvieras de-lante del Tribunal. Así. Empiezo. En Roma se definían las servidum-bres... (Se abre la puerta sin más preámbulos y aparece un compañerode pensión: PACO RUIZ, licenciado en Medicina, tipo superficial y de-senvuelto.)

PACO RUIZ.– Oye, ¿me dejas un duro? Te lo devuelvo a la noche. Es paratomar el trole, tú...

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JOSÉ LUIS.– Un duro, un duro... Ahí, en la chaqueta tengo. En el bolsillo dedentro en la cartera... «En Roma se definían las servidumbres...»

PACO RUIZ.– (Después de rebuscar en la chaqueta que hay colgada de unapercha.) Aquí no hay nada, tú...

JOSÉ LUIS.– ... como el derecho real por cuya virtud se obliga... Sí, hombre,sí, tiene que haber. Espera...; ¿qué hice del dinero que tenía?

PACO RUIZ.– Tú sabrás. Aquí no hay más que el carnet de identidad, pape-les...

JOSÉ LUIS.– (Quitándole la cartera.) Trae acá. No tienes por qué ver lo queno te importa. No hay duro...

PACO RUIZ.– Pues sí que... Es que no me puedo ir andando, tú. Me queda uncuarto de hora. Y estoy aplanao, chaval. Ayer no pude dormir con lamurga de ésos...

JOSÉ LUIS.– ¿Los de la tuna? A mí tampoco me dejaron decir mis temas...Maldita sea...

PACO RUIZ.– Claro, como la Sofi esa está enchulada con el jefe de la tuna deFarmacia, tienen que venirnos a jorobar todas las noches. Hasta que...,hasta que..., ¿sabes qué?..., me la cargue yo...

JOSÉ LUIS.– ¿A la Sofi?PACO RUIZ.– ¿Por qué no?JOSÉ LUIS.– ¡Bah! Siempre has sido un idealista...PACO RUIZ.– Bueno, pues... si no saco un duro, no sé cómo voy a ir al hospi-

tal. No voy a ir andando, porque no llego. Ni en «auto-stop». Así esque...

JOSÉ LUIS.– Bueno, Paco, ahora haz el favor de largarte, que yo me examinopasado mañana. ¿Lo sabías?

PACO RUIZ.– ¿Pasao mañana? ¡Ja, ja!... Pues sufre, macho, sufre. Ahí te que-das... (Sale con un portazo y una carcajada.)

JOSÉ LUIS.– (Pasándose otra vez la mano por la cabeza.) No, si no me deja-rán concentrarme en toda la mañana... Dice que se va a cargar a la Sofi.Ése es un desgraciado, nada más. Nada más que eso. ¿Pues no tenía yodos duros en la cartera? ¿En qué los gasté? Pues, ahora, si quiero ir atomar un café... Bueno, bueno, bueno..., fuera líos. Las nueve y veinte.¡Qué horror! Y todavía así, sin hacer nada. En fin: empezaremos otravez. Tema cuarenta y cinco. Las servidumbres. Historia. En Roma se de-finían las servidumbres como aquel derecho real por cuya virtud se obliga

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al dueño de una cosa a no ejercer en ella o a tolerar que se ejerza unaactividad prefijada en provecho de cosa ajena o de la persona titular delderecho. Su naturaleza jurídica de derecho real queda patente al afirmarque se trata de derecho sobre una cosa y el... (Vuelve a abrirse la puer-ta, luego de unos golpes leves, y reaparece DOÑA ROSALÍA, seguida deun muchacho mal trajeado que viene con una maleta.)

DOÑA ROSA.– (Plantándose delante de JOSÉ LUIS, habla deprisa para ir almeollo del asunto.) Oiga, don José Luis, me va usted a hacer un favor.Y, además, ayuda usted a un compañero. Aquí, el muchacho, acaba dellegar de Córdoba, y como de momento no tengo cama disponible, ¿us-ted me comprende?, pues que se acueste ahora aquí hasta que le puedacambiar. ¿Usted me comprende? Porque el chico parece que vienemalo..., ¿verdad?

EL MUCHACHO.– Vengo muy cansado del tren. Toda la noche sin dormir.Además, estoy constipado. Yo creo que tengo fiebre...

JOSÉ LUIS.– Doña Rosalía, Doña Rosalía, ¿no sabe usted que actúo pasadomañana? ¿Que no puedo parar, que necesito estar solo, que...? Mire.(Señala el montón de papeles de la mesa.)

DOÑA ROSA.– Pero si es sólo hoy, criatura. Si es para que descanse su com-pañero. Si no le va a molestar, ¿usted me comprende?

EL MUCHACHO.– No te molesto nada. Me tumbaré a dormir un rato y...JOSÉ LUIS.– Si no te voy a dejar dormir. Si tengo que hablar, y hablar, y

hablar, como un papagayo...DOÑA ROSA.– ¡Bendito sea Dios y su santo nombre!... ¡Qué ganas de no

hacer un favor a nadie!...JOSÉ LUIS.– (Desolado y señalando los papeles.) Pero mire, pero mire...DOÑA ROSA.– Ganas me dan de cogerlos y echarlos a la lumbre... (Se vuelve,

sin más, al MUCHACHO.) Bueno. Usted échese un rato, que trae muy malacara. Luego, a ver si, por fin, queda libre el tres... Y que descanse...(Sale expeditiva y quedan los dos frente a frente.)

EL MUCHACHO.– Perdona la molestia.JOSÉ LUIS.– Si no es por mí. Es que con el trajín que me traigo no vas a poder

pegar ojo...EL MUCHACHO.– Estoy acostumbrado a dormir en cualquier sitio. En cual-

quier sitio duermo, menos en el tren. Catorce horas para venir desdeCórdoba. ¿Qué te parece? Y me duele la garganta. No estoy bien. Me

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tumbo, me tapo la cara y ya puedes cascar con todo eso. No te molestarémucho. Un par de horas... (Mientras habla se ha ido quitando la cha-queta y los zapatos y se tumba en la cama hecha y se tapa con la col-cha.)

JOSÉ LUIS.– Bueno... ¿Quieres una taza de nescafé?EL MUCHACHO.– (Con voz ronca.) No, gracias. Me amodorraré un poco. (JOSÉ

LUIS entorna el balcón. Coge la maleta que ha traído el MUCHACHO y lamete debajo de la cama. Se sacude las manos y va al armario, de dondesaca un infiernillo y un bote de nescafé.)

JOSÉ LUIS.– (Hablando en un susurro.) A ver si me tranquilizo con una tazade esto. ¿Qué demonios haría yo con los dos duros? No puedo recor-dar... (Maniobra en el infiernillo.) Si no saco la oposición ahora, seacabó: «kaput». Me pongo a cavar... o a lo que sea... Me dedico a eso...No puedo más. Bien lo sabes tú, Dios mío, que no puedo más. Anda, sicasi no queda ya nescafé... (Se dirige al MUCHACHO de la cama.) ¿Temolesta la luz? ¿Quieres que cierre más? (El otro no contesta. Se acer-ca JOSÉ LUIS a la cama.) ¡Si se ha quedado roque el tío! Sueño tenía elchaval. Lo que es la juventud. ¡Quién pudiera dormir así!... Bueno. (Echael polvo negro en la taza y el agua caliente. Mueve melancólico con lacucharilla.) Vida de paria. Vive uno como los gitanos. Ese chico deCórdoba tampoco parece muy feliz. Como los gitanos vivimos. Malditasea... «Las servidumbres se definen como aquel derecho real por cuyavirtud se obliga al dueño de una cosa a no ejercer o a dejar ejercer sobreella una actividad prefijada en provecho de cosa ajena o de la personatitular del derecho... (Mientras habla sobre la taza de nescafé.) Al decir“por cuya virtud se obliga al dueño de una cosa”, queremos afirmar queno puede establecerse servidumbre sobre “res nullius”, a no ser que enel momento de la constitución fuera de alguien...» (Se abre la puertasin previa llamada. Aparece ANA MARI, mujer de unos veintitantos años,licenciada en Filosofía y Letras. Más bien fea y desgarbada y novia deJOSÉ LUIS.)

ANA MARI.– Vengo a estar aquí un rato mientras arreglan mi cuarto. No temolesto. Sigue, sigue. Me traigo labor. (Lleva una bolsa de ídem.) ¡Huy,qué ambiente! ¿Por qué no abres un poco?

JOSÉ LUIS.– ¡Chiss!... No hables tan alto, mujer. Hay un enfermo... (Señalala cama.)

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ANA MARI.– (Volviéndose.) Anda... ¿Tienes un compañero?JOSÉ LUIS.– Uno de Córdoba. Está malo. Debe de tener fiebre...ANA MARI.– Y Doña Rosalía te lo larga a ti. Claro, como eres tonto...JOSÉ LUIS.– (Sigue con su recitado.) «... fuera de alguien. Y a no ejercer en

ella o a tolerar que se ejerza una actividad, porque en esto consiste elgravamen...» (Mientras el uno recita, la otra habla, estableciéndose unparalelismo de discursos. Sobre el fondo monótono del recitado de JOSÉLUIS, la voz metálica de ANA MARI.)

ANA MARI.– ¿Y le ha visto Paco? Claro que ése... ¡Ay! Me pongo más negralos días que no tengo trabajo... Ahora, con eso del mes de María, dicho-so mes de María; cuando toca suprimir una clase, ¿cuál va a ser? La deliteratura. Y la profesora, a la porra. Más harta estoy de monjas...

JOSÉ LUIS.– «... en que el dueño omita actos o permita que los pongan, y sóloexcepcionalmente, en la institución romana de la “oneris ferendi”, ve-nía obligado con carácter positivo de acción prefijada...»

ANA MARI.– Si lo dices así, te quedas otra vez sin plaza, Pepe Luis...JOSÉ LUIS.– (Cortándose.) ¿Así? Pues ¿cómo quieres que lo diga?ANA MARI.– Con gracia, hijo, con gracia. Lo principal de una oposición,

puedes estar seguro, es decir bien las cosas, más que decirlas...JOSÉ LUIS.– ¡Bah! Déjame tranquilo... «En la institución... de la “oneris fe-

rendi”...»ANA MARI.– (Terca.) Mira, acuérdate de Santana. ¿Qué sabía Santana? Nada.

Pero decía las cosas...JOSÉ LUIS.– Sí..., Santana, Santana. Con un tío director general del Timbre...ANA MARI.– Y gracia para decir las cosas, Pepe Luis, que es lo principal...JOSÉ LUIS.– Ya me has puesto nervioso. Ya no doy pie con bola...ANA MARI.– Tú necesitas muy poca cosa para ponerte nervioso. ¡Vaya unos

hombres que sois todos! Luego dicen que nosotras...JOSÉ LUIS.– ¿Por qué no haces tú también oposiciones?ANA MARI.– Eso. Y a mantenerte a ti, ¿verdad, rico? Amos, anda... Si tuvie-

ras que estar como yo, dando clases a cuarenta duros al mes, veríastambién cosa buena...

JOSÉ LUIS.– Bueno, basta, ¿eh?, basta. ¿Te vas a estar callada?ANA MARI.– Sí, hombre, sí. ¿Tienes alguna camisa para planchar? (Revuelve

en el armario.)

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JOSÉ LUIS.– «Servidumbres: generalidades. Se definen las servidumbres comoel derecho real por cuya virtud el dueño de una cosa...»

ANA MARI.– (Siempre hablando sobre el recitado.) Mira que te tengo dichoque no guardes las camisas sin planchar...; pues como si nada. Que noquiero que te planche las camisas Doña Rosalía, que las deforma, queesa mujer no sabe hacer nada. ¡Huy, qué ganas tengo de casarme de unavez y salir de esta «promiscuidá»! (Transición.) Anda, anda, anímate,hombre, anímate, que esta vez estoy segura que las sacas...

JOSÉ LUIS.– Dios te oiga, mujer...ANA MARI.– Mira que yo, aunque no creo en nada, se lo pido a Dios todos

los días... Y tiene que escucharme...JOSÉ LUIS.– Ojalá, mujer... Yo voy a comulgar mañana...ANA MARI.– Y yo haría lo mismo, si no fuera por eso de confesarme. Eso de

la confesión no lo trago, te lo aseguro...JOSÉ LUIS.– (Emocionado.) Es que si las saco, si las saco, Ana Mari, ¿sabes

lo que significa? Cincuenta mil duros al año...ANA MARI.– (Entusiasmada.) ¿Cincuenta mil? ¿Tanto?...JOSÉ LUIS.– Ya lo creo... Bueno, al principio, no. Las notarías de entrada son

una birria...; pero a los seis o siete meses...ANA MARI.– ¡Qué maravilla!JOSÉ LUIS.– Menudo salto...ANA MARI.– Y dejar a la Doña Rosalía y a las monjas y poder dormir tran-

quila, sin que le den a una la tabarra los de la tuna.JOSÉ LUIS.– ¿También te despertaron a ti anoche?ANA MARI.– También, hijo, también. Pero ¿qué verán en la chica esa? ¿Sa-

bes lo que dicen de ella? (Bajando la voz.) Pues que va a dar a luz...JOSÉ LUIS.– Estás loca...ANA MARI.– Hijo, yo, como lo dicen lo cuento...JOSÉ LUIS.– Patrañas...ANA MARI.– Yo ni quito ni pongo... Ahora que, respecto a la belleza de la

prójima, no sé dónde la verán. (Observando el interés de JOSÉ LUIS.)Anda, a ver si tú también vas a ser otro admirador...

JOSÉ LUIS.– (Reaccionando.) Yo sólo tengo admiración al «civil» y al «mer-cantil». (Se dispone otra vez a su recitado.)

ANA MARI.– Los hombres es que ahora parecéis ciegos. Tenéis un hambretal, que con un mendrugo os basta...

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JOSÉ LUIS.– Bueno, basta, basta. ¿Me dejas estudiar?ANA MARI.– Pero ¿es que te molesto? Si yo me estoy aquí sin abrir la boca,

ya te digo. Y en cuanto tenga lista mi habitación, me largo... Anda, an-da, estudia. Mira que si las sacaras, qué borrachera...

JOSÉ LUIS.– Agarraremos una buena, ya verás. (La besa en el pelo y se retiraen seguida a recitar su tema. Sólo se ve el movimiento de sus labios,como si rezara.)

ANA MARI.– ¡Qué telegrama iba a poner a los míos! Telegrama bomba.¿Llevaba o no llevaba razón? Anda, y que no me iba a reír... Me iba areír de todos y de todas. En un mes no me conocía nadie... Pero vete asaber...; esos tíos son unos bestias... Y así, sin nada por delante... Casiestoy por ir a comulgar contigo mañana... Pero no sé... Un sueño me ibaa parecer, un sueño, salir de tanta miseria. Porque hay que ver lo quellevamos sufriendo. Diez años dando tumbos por ahí. Con treinta añosencima y sin vender escoba, como aquel que dice. Sin saber lo que es elmundo. Me río yo de las monjas de clausura... Y otros, Santana, porejemplo, al año de terminar la carrera, ¡pum!, notarios. Es suerte, nadamás que suerte, y a nosotros nos ha tocado la negra... (Pausa. JOSÉ LUISse pasea, recitando y angustiado.) ¿Y si no las sacas? Mira que si no lassacas... La alegría que se llevarán más de cuatro. Pero lo que es yo, noaguanto más. Te digo que la paciencia tiene un límite... Me pongo ahacer la carrera..., no la de Filosofía, claro, que ya la tengo y malditopara lo que sirve..., sino la otra... (Reaccionando.) Qué cosas dice una...Pero es que son muchos años. Y todo sigue lo mismo... Y trazas lleva deseguir todo igual hasta sabe Dios cuando...

JOSÉ LUIS.– (Plantándose, fiero, delante de ella.) Pero ¿es que no vas a ca-llar?

ANA MARI.– ¿Te molesto?JOSÉ LUIS.– ¿Todavía lo preguntas?ANA MARI.– Bueno, hijo; me callaré... (Pausa. ANA MARI hace labor y JOSÉ

LUIS va haciendo inteligible su discurso interno.)JOSÉ LUIS.– «... el Código civil define las servidumbres como el gravamen

impuesto sobre un predio a beneficio de otro predio...»ANA MARI.– (Sin poderse contener.) ¡Qué feo es todo eso, hijo! No sé cómo

podéis pasaros los mejores años de vuestra vida con ese asco...JOSÉ LUIS.– (Dejándose caer como mareado en la silla.) No puedo más.

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ANA MARI.– (Acude solícita.) ¿Qué te pasa? ¿Te mareas?JOSÉ LUIS.– No es nada. Los nervios.ANA MARI.– (Tierna.) Yo me voy en seguida. Descansa un poco. No puedes

vivir así... Esta tarde iremos a dar un paseo...JOSÉ LUIS.– No sé si podrá ser... Tengo que pasar seis temas...ANA MARI.– Un paseo te despejará. Y hace muy buen tiempo... Un paseo por

Rosales.JOSÉ LUIS.– Sí que me vendría bien...ANA MARI.– Vas a caer malo, como ese chico...JOSÉ LUIS.– Mira que si cayera malo ahora...ANA MARI.– No lo querrá Dios...JOSÉ LUIS.– No puedo más...ANA MARI.– (Levantándose bruscamente.) Te voy a hacer una taza de nescafé.

En mi habitación tengo.JOSÉ LUIS.– No; ya he tomado.ANA MARI.– Pues una pastilla de ésas...JOSÉ LUIS.– No; si lo que yo necesito es..., es... sacar la oposición...ANA MARI.– Dentro de un mes «somos» notarios. Ya lo verás.JOSÉ LUIS.– ¿Un mes? Si sólo el primer ejercicio dura seis meses entre unas

cosas y otras. Y luego, los otros ejercicios. Y luego...ANA MARI.– Bueno; pues dentro de un año...JOSÉ LUIS.– Pon año y medio en el mejor de los casos...ANA MARI.– Año y medio..., año y medio, Dios bendito... Esto es como una

pesadilla...JOSÉ LUIS.– Pero ¿qué quieres que hagamos?ANA MARI.– Ojalá viniera un vendaval y nos llevara a todos de una vez.JOSÉ LUIS.– No te pongas nerviosa, no te pongas nerviosa, porque si te pones

nerviosa...ANA MARI.– No, hijo, no. (Le acaricia la cabeza.) No te preocupes, que yo

tengo la cabeza bien puesta sobre los hombros. Tú lo que necesitas esdescansar...

JOSÉ LUIS.– No puedo...ANA MARI.– ¿Por qué no te acuestas un poco? ¿Dormiste anoche?JOSÉ LUIS.– Hace un mes que sólo duermo dos horas.ANA MARI.– Así no puede ser.JOSÉ LUIS.– Voy muy retrasado, Ana Mari.

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ANA MARI.– Pero si te agotas...JOSÉ LUIS.– (Se levanta de nuevo.) No. No puedo. Voy a seguir.ANA MARI.– ¿Cenaste anoche?JOSÉ LUIS.– Ahí enfrente tomé un bocadillo. Ahora caigo... Los dos duros.ANA MARI.– ¿Por qué no fuiste a la Universitaria?JOSÉ LUIS.– Cae lejos. No puedo perder tiempo.ANA MARI.– ¿Ves? Eso es lo que te mata. Pues hoy vienes conmigo a comer

al S.E.U. (JOSÉ LUIS niega con la cabeza.) ¡Ni hablar! Hoy vienes con-migo a comer. Pero ¿no ves que sín comer, sin dormir, es imposible, noya aprobar una oposición de ésas, sino vivir? «Primum vivere.» Claro,claro...

JOSÉ LUIS.– (Desaciéndose.) Déjame, déjame...ANA MARI.– Que descanses un poco, hombre. No puedes seguir así. Pasado

mañana te caes redondo frente al Tribunal, te lo digo yo. Mira, vámo-nos ahora a tomar un café...

JOSÉ LUIS.– ¡Que no, mujer!...ANA MARI.– ¡Huy! ¡Qué cabezota es este hombre!...JOSÉ LUIS.– Tengo que sacarlas, que sacarlas como sea...ANA MARI.– Y las sacarás, hombre. Hoy he soñado con un gato negro, y eso

da suerte. Estoy segura de que las sacas. La envidia que me van a teneralgunas del pueblo. Sobre todo, la del secretario.

JOSÉ LUIS.– Bueno; pero si no estudio...ANA MARI.– Y mañana, lo que tenías que hacer ¿sabes qué es? Estarte todo

el día en la cama.JOSÉ LUIS.– ¿Estás loca?ANA MARI.– ¿Loca?JOSÉ LUIS.– Loca de remate. Todavía tengo que dar una vuelta al Civil y dos

al Mercantil.ANA MARI.– Lo principal es tener calma. Es la base. Acuérdate de Pepe San-

tana...JOSÉ LUIS.– No me acuerdo de nada.ANA MARI.– Pues tienes que acordarte. (Llaman a la puerta y asoma DOÑA

ROSALÍA.)DOÑA ROSA.– Don José Luis, preguntan por usted.JOSÉ LUIS.– (Asustado, mira a ANA MARI.) ¿Quién será?DOÑA ROSA.– (Sin entrar.) Bueno, ¡qué!

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JOSÉ LUIS.– Que pase... (A ANA MARI.) ¿Quién será? A ver si va a ser...ANA MARI.– (Asustada.) No creo. ¡Qué pesimista estás hoy! Te has puesto

pálido.VOZ.– (Fuera.) Soy yo, Pepe Luis; soy yo... (Se abre la puerta ante un hom-

bre de unos veintitantos años, despeinado a la europea y con aire depaleto amundanado.)

ANA MARI y JOSÉ LUIS.– ¿Tú?SANTANA.– Sí, soy yo. No me esperábais, ¿eh? Estoy de paso por los Madriles

y no me quería ir sin verte, Pepe Luis.ANA MARI.– Ahora mismo, pero lo que se dice ahora mismo, estábamos

hablando de ti, Santana.SANTANA.– (Sentándose.) Bueno. ¿Y qué? ¿Cómo os va?JOSÉ LUIS.– Ya lo ves. (Señala el montón de papeles.)SANTANA.– Ya veo, ya. ¿Y qué, animado?ANA MARI.– Le toca pasado mañana. Está deshecho.SANTANA.– Bueno; pues no te molestaré, chaval. Tampoco quería irme sin

verte. Me marcho en seguida. Quería decirte que conozco a dos tíos delTribunal.

ANA MARI.– ¿Sí?SANTANA.– (Con cierto énfasis.) Sí... Dos compañeros...JOSÉ LUIS.– Pues vaya sorpresa...SANTANA.– (Siempre en su papel de notario.) A ver si podemos hacer algo...

Tienes que ser notario como yo... Empezamos juntos a preparar la opo-sición.

ANA MARI.– Tú tuviste suerte, Santana... Eso mismo estábamos diciendohace un momento...

SANTANA.– ¡Psch!... De todo hubo.ANA MARI.– (Agresiva.) Sobre todo, suerte.JOSÉ LUIS.– Oye. Y dime: ¿y te ha compensado?SANTANA.– (Con orgullo.) ¿Que si me ha compensado? No podéis imaginar-

lo. Tengo un seiscientos. Ahora estoy en la notaría de Ecija. Cincuentamil duros largos. Como lo oís. Ahora vengo de la Costa Azul.

ANA MARI.– ¿Te has casado ya?SANTANA.– Todavía es pronto. ¿Sabéis que soy uno de los notarios más jóve-

nes de España? Mentira me parece que hace sólo unos años estuvieraasí... (Señala los papeles.)

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JOSÉ LUIS.– (Acusando el golpe con resignación.) Pues ya lo ves...ANA MARI.– (Hosca.) Dichosa suerte la tuya. (Pausa violenta. SANTANA mira

con altivez todo.)SANTANA.– (Con afectación.) Pero tú las sacas esta vez. Ya verás...JOSÉ LUIS.– Quiera Dios.ANA MARI.– Debe ser emocionante eso de verse notario, ¿verdad?SANTANA.– No te lo puedes imaginar.ANA MARI.– Díselo a éste. ¡Anda más mustio!JOSÉ LUIS.– (Protestando.) Di que no. Estoy potente. Poniendo «delantalitos»

nada más...SANTANA.– Los «delantalitos» son lo que más hace, tú. Impresionan al tribu-

nal.JOSÉ LUIS.– Tengo aquí apuntados muchos. Oye, ¿tú tienes alguno?SANTANA.– ¿Yo...? Lo tiré todo, lo quemé todo, lo olvidé todo en cuanto

saqué la bicoca. A ver... Ahora ni leo el periódico siquiera. Me estoyembruteciendo a base de bien. Me lo merezco, ¿no?

ANA MARI.– (Entusiasmada.) ¡Hombre!, claro...SANTANA.– Eso harás tú en cuanto las saques. Verás. Te entrará un asco de

todo esto... (Coge un papel y lee.) «La enfiteusis...» ¡Puaf! (Lo tira congesto de desagrado.)

JOSÉ LUIS.– (Disponiéndose a recitar.) La enfiteusis...SANTANA.– ¡Eh, tú; no sueltes ahora el rollo! Tranquilo, muchacho; tranquilo.ANA MARI.– A éste no hay quien le tranquilice. ¡Ay, si tuviera tu calma!...

Que fuiste a la oposición como el Bomba...SANTANA.– ¿Te acuerdas?ANA MARI.– Claro que me acuerdo. Y de que estuvimos de panda toda la

noche antes, y moña que la cogimos... Dile eso a éste... ¡Más «acobardao»está!...

SANTANA.– ¿De verdad? ¡No digas, chaval! Tranquilo; tú, tranquilo, y laplaza es tuya. A embrutecerte, a no pensar. A amontonar dinerito...

ANA MARI.– ¡Qué felicidad!SANTANA.– (A ANA MARI.) Y tú, ¿qué? ¿Con tus clases?ANA MARI.– Con mis clases y mis monjas. Aburrida.SANTANA.– Te advierto que... a veces me acuerdo de esta vida y pienso que

no estaba mal del todo. Si no hubiera sido por los apuntes, los temas...

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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JOSÉ LUIS.– (Muy molesto.) Bueno. Me vas a perdonar. Voy a seguir dándolea esto. Voy atrasado, ¿sabes?

SANTANA.– Te dejo. Sólo venía para eso. Para saludarte y para invitaros acenar conmigo esta noche.

JOSÉ LUIS.– No puedo.ANA MARI.– (Violenta.) Sí puede. Di que sí puede. Sí; te acompañaremos a

cenar.SANTANA.– ¡Estupendo! Luego iremos a un cine. Te conviene tranquilizarte.JOSÉ LUIS.– Si no puedo...ANA MARI.– (Violenta.) Sí que puede. Di que sí puede.JOSÉ LUIS.– Bueno; ya veremos. Ahora me voy al pasillo a recitar.SANTANA.– No; soy yo el que se va.JOSÉ LUIS.– No; no te vayas si no quieres. Yo me salgo al pasillo...SANTANA.– Es que tengo prisa. Tengo que pasar por el Colegio para un asun-

to de protocolo... No sé de qué se trata porque yo no me ocupo de lanotaría, claro está.

JOSÉ LUIS.– ¿No te ocupas?SANTANA.– Pues claro que no. Tengo un esclavo que lo hace todo. Yo, ya te

digo: a embrutecerme. ¡Lo paso más bien!... Bueno, Pepe Luis, ¡ánimo!Adiós, Ana Mari.

JOSÉ LUIS.– Te acompañamos.ANA MARI.– (En el momento de salir.) A Pepe Luis le conviene distraerse.

Esta noche cenamos juntos, sí.SANTANA.– (Al pasar delante del chico, que duerme.) Y este gandul, ¿quién

es? Eso sí que es vida, tú. (A JOSÉ LUIS.) Ya verás. Otra cosa que harás encuanto te veas libre de eso es dormir como un arzobispo... (Salen. La ha-bitación, sola. El muchacho se agita en el lecho y suspira. De pronto seoye su voz, que delira levemente. Dice: «Ecuación general de la pro-yectividad... Ecuación general de la proyectividad...». Vuelve a suspi-rar. Vuelven a entrar JOSÉ LUIS y ANA MARI. JOSÉ LUIS está indignado.)

JOSÉ LUIS.– (Dando un portazo.) El canalla, el bandido... viene a complacer-se. Nada más que a complacerse, a ensañarse con mi desgracia. Pues nopienso ir, ¿sabes? No pienso ir. No me da la gana. No quiero ni verle. Niquiero estudiar más. Al cuerno la oposición... (Da un gran manotazo alos papeles que hay sobre la mesa, que salen por el aire.) No quiero, nome da la gana.

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ANA MARI.– (Apoyada sobre la puerta y muy tranquila.) Claro, claro. Si tepones así sólo por una visita impertinente, ¿qué tiene de particular quepasado mañana te mueras del susto delante de los cochinos del tribu-nal? ¿Eh? ¿Qué tiene de importancia? ¡Imbécil, apocado! ¡Que eres unimbécil y un apocado!

JOSÉ LUIS.– (Fuera de sí.) Tú te vas a tu habitación. ¡Lárgate y déjame tran-quilo si no quieres que me tire por el balcón! Déjame solo; déjame tran-quilo; déjame que me pudra...

ANA MARI.– Sí, hombre, sí. Ya me voy... Pero todo eso se lo podías haberdicho a él y no quedarte callado como te has quedado. Tonto; que erestonto. En cambio, yo le he dicho cuatro frescas.

JOSÉ LUIS.– (Cada vez más nervioso.) Sí, tú también quieres que me suspen-dan... ¿Crees que no lo sé? Lo estás deseando en el fondo.

ANA MARI.– ¿Será mala bestia?JOSÉ LUIS.– Todos, todos estáis contra mí. Tú, y el otro, y el otro. Y la socie-

dad entera. La sociedad entera está contra nosotros. Contra los que vivi-mos de la ilusión de trabajar y de ser honrados...

ANA MARI.– ¿Por qué no vas a darte una ducha?JOSÉ LUIS.– Vete, vete de una vez.ANA MARI.– Oye, haz el favor de tranquilizarte. A ver si vas a hacer una

barbaridad...JOSÉ LUIS.– Si no fuera tan cobarde...ANA MARI.– Un crío es lo que eres. Nada más que un crío... Cobardes lo

somos todos.JOSÉ LUIS.– (Cae rendido sobre una silla.) Es que no puedo más...ANA MARI.– Me voy, José Luis. Si me necesitas, vendré enseguida. Com-

prendo tu arrebato. Es natural. La mansedumbre tiene un límite. Si yo tecontara... Pero, por lo que más quieras, tranquilízate. Estudia. Descansaun poco también. Promete que te vas a tranquilizar y a olvidar de eseimpertinente.

JOSÉ LUIS.– Estoy harto...ANA MARI.– Me voy si me prometes que vas a quedarte tranquilo...JOSÉ LUIS.– Te lo prometo.ANA MARI.– Vendrás conmigo a comer, ¿eh? Y si pierdes otra vez, ¡qué

importa! Hay que vivir. Seguiremos trabajando y sufriendo como lamayoría de los españoles.

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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JOSÉ LUIS.– Es lo justo.ANA MARI.– Eso es lo único que podemos hacer ante esta barbarie: ser sumi-

sos y obedientes...JOSÉ LUIS.– ¡Cobardes!...ANA MARI.– Déjate de torturar.JOSÉ LUIS.– (Ya tranquilizado.) Bueno. ¿Te vas?ANA MARI.– Sí. (Muy seria, coge la camisa y la labor y se dispone a salir,

después de darle un beso. Al pasar delante de la cama donde duerme elmuchacho de Córdoba se detiene un momento.) ¡Huy, cómo suda estechico!...

JOSÉ LUIS.– Eso le conviene...ANA MARI.– Este chico tiene fiebre..., mucha fiebre, José Luis.JOSÉ LUIS.– Dijo que estaba acatarrado.ANA MARI.– (Inclinada sobre él.) Respira mal..., se queja... Me parece que

delira. Ven.. Oye... Escucha...JOSÉ LUIS.– (Se acerca, curioso.) Pues sólo faltaba esto...ANA MARI.– ¿Qué dice?JOSÉ LUIS.– Dice algo así como «ecuación general de la proyectividad...».ANA MARI.– ¡Pobre chico! ¡Y qué joven es! Diecinueve años, todo lo más...JOSÉ LUIS.– Bueno; yo voy a...ANA MARI.– José Luis, este chico está muy malo...JOSÉ LUIS.– Bueno. ¿Y qué quieres que haga yo? Ya te lo dije. Bastante he

hecho con dejarle acostarse ahí, ¿no?ANA MARI.– ¿Hay aspirinas por aquí?JOSÉ LUIS.– No. Aquí sólo tengo simpatina, profamina y...ANA MARI.– Y no hay ningún médico ahora. Paco se marchó y no volverá

hasta la noche. Quizá doña Rosalía tenga un par de aspirinas... (Sale de lahabitación y se oye su voz llamando a la dueña de la pensión. JOSÉ LUISobserva con extrañeza y curiosidad al enfermo. Entra ANA MARI conSOFI, una chica aparatosa que viene vestida muy elegante para la calle.)

SOFI.– (A JOSÉ LUIS.) ¡Hola! doña Rosalía ha salido, pero yo tengo aquí aspi-rina. Siempre llevo... (Abre el bolso.)

ANA MARI.– Mira lo que vale ser previsora...SOFI.– ¡A ver!... Antes me olvido del dinero o de las llaves que de la aspiri-

na. Si tuvieras que aguantar tanta tabarra como yo, verías... Toma; tedejo medio tubo. ¿Es éste el enfermo?

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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ANA MARI.– Sí.SOFI.– Está un poco «rebatao». Aunque aquí, con todo «cerrao», hace un

calor que...ANA MARI.– Es que José Luis está en capilla, ¿sabes?, y no quiere abrir el

balcón porque no puede soportar los ruidos de la calle.SOFI.– ¿Cuándo te examinas?JOSÉ LUIS.– Pasado mañana.SOFI.– Pues que tengas suerte, majo...JOSÉ LUIS.– Gracias.SOFI.– Y ahora estudia... Al chico darle una aspirina. No será nada. Estoy

segura de que no será nada. Me voy...ANA MARI.– (Insidiosa.) Anoche nos despertaron también los de la tuna...

¡Qué éxito tienes, chica!...SOFI.– ¡Menuda tabarra, mujer!... Adiós, José Luis..., y adiós, muchacho.

¡Pobrecillo! (A ANA MARI.) Es guapito, ¿verdad?ANA MARI.– (Al tiempo de salir.) José Luis, no te olvides de dar una aspirina

al chico. (A SOFI.) Te acompaño hasta la calle. (Salen las dos mujeres.JOSÉ LUIS coge el tubo de aspirinas y permanece ensimismado. Toma unvaso, echa un poco de agua de la jarra y disuelve lentamente la pastillaal tiempo que vuelve a su recitado.)

JOSÉ LUIS.– Defínense las servidumbres como el derecho real por cuya vir-tud el dueño de una cosa se obliga a no ejercer en ella o a tolerar que seejerza una actividad prefijada... (Disuelta la pastilla, se bebe lentamen-te el contenido del vaso, que deja sobre la mesita de noche, y sigue sutrágico monólogo, ajeno al enfermo y al mundo entero.) ... en provechode cosa ajena o de la persona titular del derecho. Al decir derecho realvenimos a expresar su naturaleza jurídica.

(El telón ha descendido lentamente.)

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ACTO SEGUNDO

La misma decoración. El mismo día por la noche. La escena en semi-penumbra. JOSÉ LUIS se ha quedado dormido sobre la mesa. Por el balcónentra el reflejo de la calle y se oye el ruido del tráfico. En la cama, el MU-CHACHO de Córdoba se debate entre la fiebre y el delirio.

EL MUCHACHO.– A C partido por B C es B C partido por B X, lo que es iguala O C menos O A partido por O X menos O A y O C menos O B partidopor O X menos O B, lo que es igual a X sub tres menos X sub unopartido por X menos X sub prima y X prima menos... (Saca el brazofuera de las sábanas y pinta en un encerado imaginario.) La curva X yla Y prima menos tres, prima, menos Q menos Y, menos uno. No, no...,borro otra vez. Ecuación general de la proyectividad... La proyectividades... (Se ha abierto la puerta y ha entrado ANA MARI, que viene vestidade calle, enciende la luz y se dirige a JOSÉ LUIS, que se despierta asus-tado.)

ANA MARI.– José Luis, José Luis..., criatura...JOSÉ LUIS.– (Muy asustado.) Me había quedado dormido...ANA MARI.– Pero ¿por qué no te acuestas un ratito?JOSÉ LUIS.– (Se pone en pie de un salto.) ¿Por qué me habré quedado dormi-

do? (Busca afanoso entre los papeles.) Si me queda todavía mucho...,mucho...

ANA MARI.– (Le quita los papeles.) Se terminó por hoy.JOSÉ LUIS.– ¿Estás loca?ANA MARI.– Arréglate. Va a venir Santana y estamos invitados a cenar con él.

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JOSÉ LUIS.– Ni hablar. Pero que ni pensarlo.ANA MARI.– Eso te despejará. Y te vendrá bien...JOSÉ LUIS.– Me llevaré las chuletas y repasaré.ANA MARI.– Como quieras. Pero vienes con nosotros. No faltaba más. Dios

mío, qué atmósfera hay aquí dentro... (Se dirige a abrir el balcón ypercibe el discurso del enfermo.)

EL MUCHACHO.– X prima sub uno, menos X prima sub tres, partido por Xmenos...

ANA MARI.– (Después de abrir el balcón.) Uy, se me había olvidado. Elpobre muchacho... (Va hacia la cama.) Está delirando, José Luis, estádelirando. Me parece que tiene más fiebre. Este chico está muy malo.¿Dónde está la aspirina? ¿Le diste la aspirina?

JOSÉ LUIS.– ¿Qué aspirina?ANA MARI.– José Luis, José Luis, no me pongas nerviosa. La aspirina que

nos dio Sofi, ¿dónde la has puesto?JOSÉ LUIS.– ¿A mí qué me cuentas? Déjame tranquilo... (Bisbisea un tema

entre labios. ANA MARI busca, nerviosa, hasta hallar el tubo entre lospapeles.)

ANA MARI.– Pero si está el tubo vacío. ¿Es que le has dado todas las aspirinas?(Gesto de indiferencia de JOSÉ LUIS. Ella, furiosa.) Dime: ¿le has dadotodas las aspirinas o qué? Despierta de una vez. Date cuenta de queestás vivo, de que estoy hablándote, de que hay un compañero enfermo.Date cuenta. Sal de tus estúpidos apuntes de una vez...

JOSÉ LUIS.– (Rechazándola.) No sé, no sé...; déjame en paz. Tengo que sacarla oposición, ¿comprendes? Tengo que sacarla y me tiene todo sin cui-dado: el enfermo, tú y el mundo entero. Y la vida. Todo me tiene sincuidado. Sólo quiero sacar la plaza.

ANA MARI.– (Pasándose la mano por la frente.) Uy, qué pesadilla... (JOSÉLUIS se dirige hacia la puerta.) ¿Dónde vas?

JOSÉ LUIS.– Al infierno. Donde me dejes tranquilo.ANA MARI.– (Cogiéndole por un brazo e intentando mostrarse dulce.) Ven

aquí. Tranquilízate. Tú tampoco te encuentras bien. Tienes mal color y...JOSÉ LUIS.– Déjalo. A ver si me muero de una vez.ANA MARI.– Eres capaz de haberte tomado todas las aspirinas.JOSÉ LUIS.– Quizá.ANA MARI.– Estás loco.

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JOSÉ LUIS.– Me tienes harto.ANA MARI.– Más harta me tienes tú a mí.JOSÉ LUIS.– Me gustaría perderte de vista.ANA MARI.– (Lloriqueando.) No me extraña, porque eres un egoísta. Un

gran egoísta, como todos. Si ya lo sé. Lo sé muy bien. No creas que mehago ilusiones. Serás capaz de plantarme en cuanto saques esa asquero-sa notaría. Como el asqueroso de Pepe Santana hizo con la Mary Carre-ras... Si es que soy tonta. Tonta de preocuparme por ti. De desvivirme ydejar lo mío..., para luego recibir insultos... Grosero, más que grosero...(Gimotea, llorosa.)

JOSÉ LUIS.– (Fuera de sí.) Ah, ¿además, eso? ¿Vas a llorar ahora? Fuera,fuera de aquí. Vete. Déjame trabajar tranquilo. A la calle. (La empujahacia la puerta.)

ANA MARI.– (Al verse empujada se vuelve y le da un bofetón.) Cochino, queeres un cochino...

JOSÉ LUIS.– (Le da un gran empujón, la echa fuera y cierra la puerta. Seapoya sobre ésta y se toca la mejilla.) Es una zorra..., como todas...(Vuelve la vista hacia la cama, donde el MUCHACHO se debate entre lafiebre y su absoluto monólogo, y se dirige hacia él.) Y tú, ¿quieres ca-llar también? ¿Quieres dejarme tranquilo? (Coge la almohada de sucama y la coloca sobre la cabeza del enfermo y aprieta levemente. Elcuerpo se rebela levemente, y JOSÉ LUIS, asustado, retira la almohada yretrocede. El delirio del MUCHACHO parece apaciguado. JOSÉ LUIS vahacia el balcón y mira al cielo.) Dios mío, no sé lo que estoy hacien-do... (Se apoya en el balcón otra vez, ensimismado. Se oyen golpes en lapuerta. JOSÉ LUIS se vuelve, rabioso, y abre de un tirón, pero al ver aSOFI sonríe, satisfecho. Ésta viene vestida con traje de calle, muy ele-gante, casi aparatosa.)

SOFI.– Perdona que te moleste, José Luis... Vengo a ver al enfermo. (Lo hadicho con mucha dulzura, al tiempo que se acerca a la cama del enfer-mo. JOSÉ LUIS ha perdido todo su arrebato y es pura miel.) Oye, JoséLuis..., (Tiene la mano puesta sobre la frente del calenturiento.) ¿distelas aspirinas que te dejé al muchacho?

JOSÉ LUIS.– ¿Qué aspirinas?SOFI.– (Muy dulce y habilidosa.) Bueno; es igual. Tengo más aquí. (Abre el

bolso con mucha coquetería.) Es que si toma muchas aspirinas es muy

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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malo. Lo sabías, ¿no? Yo sólo tengo dos cursos de farmacia y, aunqueno me acuerdo de nada, ¿sabes?, sé que las aspirinas en cantidad no esbueno...; es veneno...; como es veneno muchas de esas pastillas que ostomáis. (Mientras habla va disolviendo la pastilla en el vaso. Todo ellocon tanta femineidad maternal que emboba a JOSÉ LUIS.) Lo que pasa esque con eso de las oposiciones os emborracháis y os enviciáis. Unaborrachera como otra cualquiera. Al final, si os descuidáis, os convertísen unos inútiles. Más de uno conozco yo que anda dando tumbos por lacalle, y no por el alcohol, sino a base de ese derecho civil y mercantil...(Habla ahora con el enfermo.) Hala, majo, bebe, bebe esto... Así, muybien... Qué buen chico... Ahora te voy a poner el termómetro... (Se vuel-ve a JOSÉ LUIS.) ¿Cómo se llama? ¿Qué estudia?

JOSÉ LUIS.– ¿Quién?SOFI.– El chico.JOSÉ LUIS.– ¿Qué chico?SOFI.– ¿Qué chico va a ser? Éste...JOSÉ LUIS.– Ah, no lo sé.SOFI.– ¿No sabes siquiera cómo se llama?JOSÉ LUIS.– Tampoco. Doña Rosalía le metió aquí esta mañana. Dijo que

esta noche le cambiaría de habitación. Pero... ella sabrá. Yo lo únicoque sé es que viene de Córdoba...

SOFI.– Debe estudiar algo de matemáticas...JOSÉ LUIS.– Debe preparar un ingreso de ésos a alguna escuela de inge-

nieros.SOFI.– Pobre chico...JOSÉ LUIS.– (Intentando ser tierno.) Sí, es verdad... Da pena... Tan jovenci-

to, ¿verdad? Pero ya, ya llegará a estar bregao como nosotros...«Placeao», como los toreros de cartel...

SOFI.– (Riéndose.) Ojalá... Eso será buena señal...JOSÉ LUIS.– ¿Buena señal? Bah... Te advierto que si se muriera haría su

suerte...SOFI.– Estás loco, muchacho.JOSÉ LUIS.– Sí, sí, loco... Tú no sabes nada de esto. De la lucha esta. Ni tú, ni

nadie. Hay que vivirlo.SOFI.– Oye, que yo también empecé a estudiar farmacia.JOSÉ LUIS.– Pero tuviste la suerte..., y la inteligencia, de abandonarlo.

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SOFI.– Cualquiera sabe...JOSÉ LUIS.– (Se acerca, excitado.) Hiciste muy bien. Porque con ese aire

tuyo y esos ojazos no ibas a meterte en un laboratorio a hacer pasti-llas.

SOFI.– Gracias, saladísimo...JOSÉ LUIS.– (Satisfecho del éxito.) Y eso que, mirándolo bien, da lo mismo

que estés en un laboratorio que en una sala de fiestas. Porque donde túestés, está la..., la...

SOFI.– (Cortándole.) Pero ¿qué te ha dao, José Luis?JOSÉ LUIS.– Las aspirinas.SOFI.– ¿Qué?JOSÉ LUIS.– Que te digo que serán las aspirinas que me he tomao...SOFI.– Te volverás chalupa con esos papeles...JOSÉ LUIS.– (Intenta abrazarla.) Yo lo que necesito, ¿sabes qué es? Necesito

fe..., fe..., y tú eres la única que puedes darme eso...SOFI.– (Desasiéndose.) No me tomes por Santa Rita...JOSÉ LUIS.– (Excitadísimo.) Que sí, que sí, que estoy acostumbrao a que

todo se hunda. A fracasar en todo. Porque no he tenido a nadie que creaen mí...

SOFI.– ¿Y Ana Mari?JOSÉ LUIS.– Es una egoísta. No me quiere a mí. Quiere al notario. Además,

es una birria.SOFI.– ¿Y si fueras a darte una ducha?JOSÉ LUIS.– Ducha la que me estás tú dando. Que sólo con verte ya se me ha

olvidao todo...SOFI.– Si por lo menos te doy paz...JOSÉ LUIS.– ¿Paz? Para «in eternum»... Si tú quisieras...SOFI.– ¿Qué?JOSÉ LUIS.– Que sacaba la notaría.SOFI.– ¿De verás?JOSÉ LUIS.– Y un registro, y una abogacía del Estado, y...SOFI.– (Rompiendo a reír.) Madre, cómo te ha dao la luna de mayo...JOSÉ LUIS.– ¿La luna de mayo? Todas las lunas de mayo que he pasao meti-

do en estos papeles, todas las lunas de mayo perdidas en las habitacio-nes con los bienes proindiviso y las testamentarías..., todo lo olvidoahora y sólo sé que te estoy viendo... y que me estás mirando...

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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SOFI.– (Rechaza otra acometida.) Bueno, cuidadito. Está muy bien el dis-curso. Por lo menos, te sales un poco de la rutina diaria. Pero las manosquietas, rico...

JOSÉ LUIS.– Llega un momento, ¿sabes?, en que uno cree que no va a saberhablar, en que uno cree que ha perdido la lengua verdadera y habla sóloen lenguaje jurídico. Eso trae esto. (Señala los apuntes.) Pero hay seresmilagrosos como tú y te das cuenta de que no es eso, que no es eso lavida...

SOFI.– Se nota que, además de «eso», has leído la hoja del calendario... o hasoído algún serial radiofónico...

JOSÉ LUIS.– Si tú quisieras, todo esto lo transformaba yo en noche de mayopura y verdadera.

SOFI.– Quieto, niño...JOSÉ LUIS.– No puedo..., no puedo... (La sujeta, por fin, y la besa. Ella se

deja besar.)SOFI.– Mira el pillín... ¿Quién iba a decirlo? Metido en sus papeles y ahora...JOSÉ LUIS.– Tú y yo hemos nacido para entendernos... Desde el primer día

lo vi...SOFI.– (Hace un esfuerzo para desasirse.) Voy por el termómetro...JOSÉ LUIS.– No, no te vayas... (Da doble vuelta a la llave.)SOFI.– Que hay mucha temperatura aquí, chaval. Entre tú y ese...JOSÉ LUIS.– Tienes que darme fe...SOFI.– Si supiera que de verdad ibas a sacar la plaza...JOSÉ LUIS.– ¿Qué?SOFI.– Que sería capaz de hacer una locura...JOSÉ LUIS.– ¿De verdad?SOFI.– Quizá...JOSÉ LUIS.– No seas guasona...SOFI.– Tranquilo, niño, tranquilo... (Se suelta otra vez.) Bueno, y ábreme la

puerta. A ver si voy a tener que gritar y damos el espectáculo...JOSÉ LUIS.– Si me prometes...SOFI.– Te prometo lo que quieras...JOSÉ LUIS.– Si me prometes algo..., te digo que voy a la oposición como

quien va a una fiesta..., a una fiesta brava..., como lo que es...SOFI.– Olé...JOSÉ LUIS.– ¿Me prometes?

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SOFI.– Que sí... Ahora déjame ir por el termómetro... (JOSÉ LUIS abre y SOFIsale. JOSÉ LUIS se vuelve hacia el balcón y contempla, radiante, la no-che primaveral.)

EL MUCHACHO.– Educación general de la proyectividad... Tenemos que ACpartido por AX es AB partido por BX igual a OC menos OA partido porOK menos OA...

JOSÉ LUIS.– Me siento nuevo... Ahora es cuando me siento en forma. (VuelveSOFI y le hace una seña de silencio con el dedo sobre los labios.)

SOFI.– Ana Mari está llorando en su habitación y tú tienes la culpa...JOSÉ LUIS.– ¿Yo?SOFI.– Cuanto más cultos sois los hombres, sois más brutos...JOSÉ LUIS.– Eso dicen...SOFI.– Deja que ponga el termómetro... (Coloca el termómetro al enfermo y

le acaricia el pelo suavemente, más bien para protegerse de la acome-tida de JOSÉ LUIS.)

JOSÉ LUIS.– ¿Qué te parece si saco la notaría y nos vamos tú y yo de notariosa Málaga, por ejemplo? Eh, ¿qué te parece?

SOFI.– ¿Yo de notaria a Málaga? No sé...JOSÉ LUIS.– Cincuenta mil duros al año...SOFI.– ¿En serio?JOSÉ LUIS.– Por lo menos.SOFI.– Pero ¿un notario gana eso?JOSÉ LUIS.– Que sí, mujer. Un notario como yo...SOFI.– Me parece mentira tanta belleza...JOSÉ LUIS.– Ya lo estoy viendo. Tú y yo, bailando en la playa de Torre-

molinos...SOFI.– (Mirando el termómetro.) Madre, cuarenta de fiebre...JOSÉ LUIS.– ¿Cuarenta? Si me lo pones a mí, rompo el termómetro...SOFI.– Quiero. El chico tiene cuarenta de fiebre.JOSÉ LUIS.– ¿Y qué?SOFI.– ¿Cómo que «y qué»? Que está muy malo.JOSÉ LUIS.– ¿El chico?SOFI.– Hay que llamar a un médico...JOSÉ LUIS.– No te vayas ahora...SOFI.– Hay que avisar al médico.JOSÉ LUIS.– No te vayas..., no puedes dejarme solo...

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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SOFI.– ¿A quién?JOSÉ LUIS.– Al enfermo... (Trata de abrazarla y ella le esquiva.)SOFI.– Estudia un ratito. (Al abrir la puerta aparece PEPE SANTANA, muy

elegante, con traje negro y su poco de pañuelo blanco saliendo delbolsillo. Viene despeinado y perfumado.)

SANTANA.– Buenas noches, José Luis y compañía..., y vaya compañía.SOFI.– (Seca.) Buenas noches.JOSÉ LUIS.– Hola, Pepe. No me acordaba de tu visita...SANTANA.– (Embobado frente a la SOFI.) No tengo el gusto...JOSÉ LUIS.– (Molesto.) ¿No os conocéis? Sofi, y aquí, un amigo: Pepe Santana.SANTANA.– Notario de Écija, para servirla...SOFI.– (Interesada.) ¿Notario?SANTANA.– Notario...SOFI.– ¿De esos de cincuenta mil duros?SANTANA.– (Riendo.) De esos mismos.SOFI.– Cuarenta de fiebre... Madre mía... (Sale. Silbido de SANTANA.)SANTANA.– Vaya monumento... ¿De dónde sale eso, tú?JOSÉ LUIS.– (Haciéndose el interesante.) Amistades...SANTANA.– Pero ¿vive aquí?JOSÉ LUIS.– Hace años...SANTANA.– Y tú, ¿estudiando la enfiteusis?JOSÉ LUIS.– A ver...SANTANA.– Pues lo que es yo, macho, si tengo una compañera de pensión

como ésa, me paso la vida opositando a notarías.JOSÉ LUIS.– Sí, no está mal..., pero...SANTANA.– Oye, ¿y qué hace? ¿A qué se dedica?JOSÉ LUIS.– ¿Ésa? Está enchulada con el jefe de la tuna de la Farmacia. Vie-

nen todas las noches a darle la serenata, y a mí no me dejan estudiar...SANTANA.– ¿Y si la llevamos a cenar con nosotros?JOSÉ LUIS.– No va a querer...SANTANA.– Yo la convenzo...JOSÉ LUIS.– Todos están locos por ella..., y ella no hace caso ni al jefe de la

tuna...SANTANA.– ¿No dices que está enchulada con él?JOSÉ LUIS.– Dicen. Que no es lo mismo.SANTANA.– Aquí no hay plan.

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JOSÉ LUIS.– Ni lo intentes...SANTANA.– Ah, vamos... ¿Es que no quieres que te invada el campo?JOSÉ LUIS.– ¿Quién, yo? Bastante tengo con lo mío.SANTANA.– Claro. Tú lo que tienes que hacer es estudiar. Aprovechar estas

veinticuatro horas.JOSÉ LUIS.– Pues entonces vete a cenar tú solo y déjame tranquilo.SANTANA.– Bueno, no te enfades. ¿Y Ana Mari?JOSÉ LUIS.– Se ha ido. No vendrá. Y yo, pensándolo bien, tampoco puedo

acompañarte. Tengo que repasar todo el Civil...SANTANA.– Hombre, no; tú, no; eso no se hace. Quedamos en ir a cenar

juntos...JOSÉ LUIS.– (Retador.) Vete con la Sofi..., si es que puedes...SANTANA.– Anda..., si quisiera... Pero no... Mirándolo bien, como ella hay

muchas. En la Gran Vía, a montones. Lo que pasa es que aquí, en esteambiente, pues eso, que choca un poquito. Por el mismo contraste...Pero, nada. Tiene la boca torcida...

JOSÉ LUIS.– Sí, sí..., torcida...SANTANA.– Bueno, tú, que se hace tarde. Vamos a cenar.JOSÉ LUIS.– Ya te he dicho que no voy.SANTANA.– ¿Es tu última palabra?JOSÉ LUIS.– La última. (Se abre la puerta y entran SOFI, PACO RUIZ y ANA

MARI, cabizbaja, que se desentiende de todo, muy hosca.)SOFI.– (A PACO.) Yo creo que está muy malo. Tiene cuarenta, fíjate...PACO RUIZ.– (A JOSÉ LUIS y SANTANA.) Hola, chicos... (Muy en su papel de

médico, se dirige a las mujeres.) Vamos, incorporarle un poco para quepueda auscultarle. ¿Has dicho que cuarenta?

SOFI.– Cuarenta. (SANTANA se acerca a ANA MARI y observa su ceño frun-cido.)

SANTANA.– Buenas noches, se dice, Anita...ANA MARI.– (Displicente.) Hola, Pepe...SANTANA.– (Se vuelve a JOSÉ LUIS.) ¿Estáis de morros?JOSÉ LUIS.– Bah... (Se ha sentado junto a la mesa y lee los apuntes.)PACO RUIZ.– Esto es pulmonía. Hay que ponerle penicilina.SOFI.– Pobre chico.PACO RUIZ.– Unas cuantas unidades de «peni» y mañana nuevo, chata.ANA MARI.– Habrá que avisar a su familia, ¿no?

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PACO RUIZ.– No estaría de más.SOFI.– Si nadie sabe cómo se llama siquiera...ANA MARI.– Doña Rosalía tiene que saberlo.SOFI.– Pero no está. Vamos a mirar el carnet de identidad. ¿Es ésta su cha-

queta? (Se dirige a la percha.)ANA MARI.– No; la otra.SOFI.– ¿Ésta?SANTANA.– Permítame, señorita... (Coge la chaqueta antes que SOFI y re-

vuelve los bolsillos.)ANA MARI.– Con cuidado. No está bien eso de registrar...SANTANA.– No hay nada. Un sobre en blanco, dos billetes del metro, unos

apuntes de geometría analítica, dos pesetas... A ver... aquí...ANA MARI.– A mí no me gusta eso de registrar.SANTANA.– Soy notario. Quiero decir que mis manos son sagradas.ANA MARI.– Ya sabemos que eres notario...SANTANA.– Aquí hay una carta en francés... Letra femenina... Procedente de

Suiza... Nada... Y aquí... tampoco... Está indocumentado...SOFI.– ¿Y la maleta? ¿Habéis mirado en la maleta?ANA MARI.– Doña Rosalía la abrió esta mañana. Nada: libros y ropa sucia.PACO RUIZ.– ¿Quién tiene pasta?ANA MARI.– ¿Pasta?PACO RUIZ.– A ver... Cuarenta duros cuesta la broma. No vamos a dejar a un

compañero morirse como un perro...SOFI.– Espera, que voy por el bolso...SANTANA.– (Adelantándose, muy ceremonioso.) No se moleste. Aquí tengo

yo. (SOFI coge con delicadeza y finura los dos billetes.)SOFI.– Gracias, generoso.PACO RUIZ.– (Escribe rápidamente en una cuartilla.) Aquí está la receta.SOFI.– Bajo la farmacia.SANTANA.– La acompaño...SOFI.– Sé ir sola...SANTANA.– Quiero decir, si no es molestia.SOFI.– ¿Molestia? El dinero es suyo, al cabo. (Salen emparejados.)SANTANA.– Hasta luego, muchachos... (Asombro de todos.)PACO RUIZ.– ¿Quién es ése?ANA MARI.– Un notario...

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PACO RUIZ.– ¡Vaya con el notario!...ANA MARI.– Bueno; si no me necesitas, no tengo nada que hacer aquí.PACO RUIZ.– ¿Qué te pasa?ANA MARI.– Nada...PACO RUIZ.– Tienes cara de «suspense»...ANA MARI.– Me duele la cabeza...PACO RUIZ.– ¿Quieres venir a tomar un café?ANA MARI.– ¿A tu cuarto?PACO RUIZ.– A la cafetería...ANA MARI.– No está mal la idea...PACO RUIZ.– En cuanto ponga la inyección a éste. ¿Quieres ir preparando un

poco de agua caliente?ANA MARI.– En seguida... (Sale ANA MARI. JOSÉ LUIS sigue estudiando. PACO

saca un paquete de «Ideales».)PACO RUIZ.– ¿Quieres un pito?JOSÉ LUIS.– Bueno. (Lo coge al vuelo.)PACO RUIZ.– ¿Cómo va eso?JOSÉ LUIS.– Medianejo...PACO RUIZ.– Ánimo, chaval. El mundo es de los decididos...JOSÉ LUIS.– Déjate de cachondeo...PACO RUIZ.– Que sí, hombre. Que dentro de nada estás de notario..., como

éste..., y aquí se queda Paco Ruiz, poniendo inyecciones de penicilina...JOSÉ LUIS.– Sí, sí... Notario...PACO RUIZ.– Y mientras, los notarios que se van con la Sofía Loren esa...

Toda mi vida viendo cómo los otros se llevan lo bueno del mundo... Yyo, poniendo inyecciones de penicilina. Es la vida.

JOSÉ LUIS.– La vida.PACO RUIZ.– Y un servidor, husmeando por las bocacalles de la Gran Vía...

para volver a casa con sueño y mal sabor de boca. La vida...JOSÉ LUIS.– La vida, macho...PACO RUIZ.– (Acercándose a él y en voz baja.) De todas formas, te encuentro

un poco cachondo, José Luis.JOSÉ LUIS.– Será por esto que estoy leyendo de los bienes parafernales. (Pausa.

PACO se pasea.)PACO RUIZ.– (Repentino.) ¿Sabes a quién vi el otro día? A Trostky, que ha

vuelto de Rusia...

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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JOSÉ LUIS.– ¿Trostky? ¿Es que ha estado en Rusia?PACO RUIZ.– En Moscú. ¡Vaya tío!... Ése sí que entiende la vida... (Calla de

pronto al entrar ANA MARI con un cazo de agua caliente, que deja enci-ma de la mesilla de noche. A ANA MARI.) Te has dao demasiada pri-sa..., porque ésos no tienen traza de volver. Y mira que la farmacia deguardia está en la esquina... A lo mejor, se han ido a pasear a Rosales...

JOSÉ LUIS.– Capaces son. Les importa poco que se muera un compañero...ANA MARI.– ¡Qué sensible!...PACO RUIZ.– Oye, ¿qué os pasa? ¿Os habéis peleao?ANA MARI.– No es nada.PACO RUIZ.– Ya decía yo que algo pasaba.ANA MARI.– No te metas en nuestros asuntos.PACO RUIZ.– Bueno..., bueno... Pero mientras tanto, como ésos no vienen,

será bueno que vuelvas a calentar el agua...ANA MARI.– Está bien. (Sale otra vez con el cazo.)PACO RUIZ.– Pues como te decía, el tío ha estao en Moscú.JOSÉ LUIS.– Parece mentira.PACO RUIZ.– Imagínate que me lo encuentro el otro día por la Universitaria.

No le había conocido porque llevaba gafas negras y se había dejao barbitade esas de... Ya me entiendes... Me para y me dice con su vocecita:«¿Sabes de dónde vengo? De Moscú». A mí me dio un vahído. Me acordéde que aquel tío; a pesar de sus gafas y su barbita, lo había conocido enAlmendralejo, en plena Extremadura... Y me parecía mentira... Suenararo todo lo que pasa ahora, ¿verdad?

JOSÉ LUIS.– Parece el fin del mundo.PACO RUIZ.– Es un tío, no digas. Mira que haber estao en Moscú... Ya sólo le

queda ir a la Luna...JOSÉ LUIS.– (Con voz llorosa.) Y yo sin poder asimilar todo eso... Mañana

palmo otra vez, Paco...PACO RUIZ.– No llores, hombre.JOSÉ LUIS.– No lloro... ¿Y cómo ha ido ése a Moscú?...PACO RUIZ.– Según me dijo... (Se detiene al ver otra vez a ANA MARI con el

cazo de agua caliente.)ANA MARI.– Pero ¿no han vuelto todavía?PACO RUIZ.– No han vuelto, no, Anita.ANA MARI.– ¡Qué canallas, qué criminales!... Porque, vamos, es un crimen...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PACO RUIZ.– Vuelve a poner el agua en la lumbre. Ya te avisaré cuandovuelvan...

ANA MARI.– A ver si voy a estar toda la noche yendo y viniendo con eldichoso cacito... (Sale.)

PACO RUIZ.– Me dijo que estaba en París y que le habían invitado al congre-so de no sé qué. El no es comunista. Más bien había sido un hincha delReal Madrid. Pero ¿quién se pierde un viaje así?

JOSÉ LUIS.– ¡A ver! Y uno tiene ganas de ver cosas nuevas...PACO RUIZ.– Y como vemos que nos vamos a pasar toda la vida poniendo

inyecciones, o preparando notarías, o llevando y trayendo un cazo deagua caliente, la verdad... (Entra ANA MARI, rabiosa.)

ANA MARI.– He dejao el agua en el hornillo. Que hierva. A ver si le da lagana de volver.

PACO RUIZ.– Es igual, mujer. Si sólo era para lavar la aguja... Ya puedes traerel agua.

ANA MARI.– (Fuera de sí.) ¿Y para eso me haces ir y venir? Te voy a tirar elagua hirviendo a la cara..., ¡sinvergüenza!... (Sale airada.)

PACO RUIZ.– Y luego hay tíos, como el notario ese, que viven como enanos.Y no lo entiendo. Como si fueramos de otra raza.

JOSÉ LUIS.– Igual que los negros vivimos...PACO RUIZ.– A lo mejor, somos negros y no nos habíamos dao cuenta, tú.

(Entra otra vez ANA MARI y deja con rabia el cazo de agua hirviendosobre la mesilla.)

ANA MARI.– (Enfurecida.) ¿Ya me habéis cortao suficientes trajes?PACO RUIZ.– ¡Qué lista eres!...ANA MARI.– Vosotros me habéis tomao por tonta...PACO RUIZ.– (Mientras desinfecta la aguja.) No se puede andar con secretos

con las mujeres...ANA MARI.– ¡Somos más tontas!... (Se abre la puerta y entran SOFI y SANTANA

muy alegres, riéndose, ante la envidia de todos.)SOFI.– (Triunfal.) Aquí está la «peni».PACO RUIZ.– ¿Habéis ido al extranjero por ella?SANTANA.– ¿Hemos tardao?PACO RUIZ.– El tiempo de tomar el avión a Berlín y volver.SOFI.– ¡Anda, exagerao...!PACO RUIZ.– Bueno. Ahora, ayudadme un poco. (Mientras ayudan las dos

mujeres a PACO, SANTANA mira con aire triunfal a JOSÉ LUIS.)

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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SANTANA.– Ánimo, chaval, que mañana es tu día...JOSÉ LUIS.– Déjame tranquilo dentro de mi angustia...SANTANA.– Esa frase debe ser de alguna obra de Buero Vallejo. (JOSÉ LUIS

no le contesta. Se aprieta la cabeza con las manos y trata de abs-traerse.)

PACO RUIZ.– (Termina de inyectar.) ¡Pobre chico!... Es muy mono, ¿verdad?ANA MARI.– Y parece buena persona... Se le ve inocente... No parece malea-

do como nosotros...SOFI.– Y no le deben ir muy bien las cosas, porque va muy mal trajeadito,

¿verdad? (Siguen hablando las dos mujeres junto a la cama. PACO RUIZse une al grupo de los hombres. SANTANA saca tabaco rubio.)

PACO RUIZ.– (Rechazando el tabaco.) No fumo de eso. ¿Quieres tú de esto?(Saca el paquete de «Ideales».)

SANTANA.– Pues sí... Gracias. (Encienden los cigarrillos.) ¿Es grave lo delchaval?

PACO RUIZ.– Pulmonía doble... (Silbido de SANTANA.)SANTANA.– ¿Qué estudia?PACO RUIZ.– ¡Si, por lo visto, no lo conoce nadie!JOSÉ LUIS.– Llegó esta mañana. Me dijo que venía de Córdoba y que se

había acatarrado en el tren. Se acostó. Doña Rosalía dijo que esta nochele cambiaría de habitación. Pero esta noche será mañana, porque DoñaRosalía no está. Trabaja por la noche de cajera en una sala de fiestas...

SANTANA.– ¿No le basta con el negocio?PACO RUIZ.– A ésa no le basta ni con el Banco de España... ¡Debe tener más

dinero guardao!... Un día me voy a convertir en Raskolnikof...JOSÉ LUIS.– No estaría mal... Y si necesitas cómplice, avisa.SANTANA.– Bueno... ¿Y qué hacemos aquí ya? El chico dormirá. ¿Por qué no

vamos todos a cenar?PACO RUIZ.– ¡Hombre! La idea es propia de un notariazo...JOSÉ LUIS.– Yo no puedo ir...PACO RUIZ.– (A SANTANA.) Pues nos vamos los dos con las dos mujeres.

¿Hace?SANTANA.– Hace. (A las mujeres.) ¡Eh, vosotras!... ¿Venís a cenar?ANA MARI.– Y el chico, ¿qué?PACO RUIZ.– Éste se queda de enfermero. (Por JOSÉ LUIS.)ANA MARI.– ¿Ése? Pues mira que si hace lo de hoy...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PACO RUIZ.– ¿Qué ha hecho hoy?ANA MARI.– Tomarse él las aspirinas en lugar de dárselas al enfermo. ¡Será

atontao!...SANTANA.– Bueno, ¿vamos o no?SOFI.– Yo no puedo ir...ANA MARI.– Pues si tú no vienes, tampoco voy yo...SANTANA.– ¿Cómo? ¿Que no vas a venir?SOFI.– Tengo un compromiso...SANTANA.– Pues deja el compromiso.SOFI.– Dejadme telefonear, al menos.PACO RUIZ.– Pues ya estás telefoneando, que son más de las diez y media.

(Sale SOFI.)ANA MARI.– Os advierto que yo voy sin ganas. Tengo un dolor de cabeza...SANTANA.– Tómate unas aspirinas. Y tú, José Luis, ¿vienes o no vienes?ANA MARI.– No sé para qué se lo preguntas siquiera...SANTANA.– Pensándolo bien, lo mejor es que se quede. No sea que luego

vaya a decir que por nuestra culpa perdió la notaría...JOSÉ LUIS.– ¿Por qué no os largáis de una vez?ANA MARI.– Sí, hijo, sí. Te dejamos a tus anchas...JOSÉ LUIS.– A ver si es verdad, de una vez... (Vuelve SOFI.)SOFI.– Ya está. Finiquitao el asunto. A vuestra disposición.SANTANA.– Bravo. Ya lo sabía yo... (SANTANA se empareja con SOFI, y PACO

con ANA MARI. JOSÉ LUIS, un poco sorprendido, se pone en pie.)SANTANA.– Bueno, chico. Que aproveche la noche.SOFI.– Adiós, José Luis.ANA MARI.– A ver si no haces una barbaridad con la criatura...PACO RUIZ.– No te preocupes. El chico dormirá tranquilo. Si pasa algo, que

no pasará, llamabas al cero-nueve-uno... (Salen entre risas. Se oyen vo-ces un rato. JOSÉ LUIS, abrumado, da unas cuantas vueltas por la habi-tación. Se acerca al balcón y mira hacia abajo. Luego mira al que duer-me. Apaga las luces y deja todo en penumbra. Enciende el flexo que hayen la mesa y se inclina sobre los apuntes. Suspira. Bebe un vaso deagua y, en son triste, recita.)

JOSÉ LUIS.– En los albores bizantinos del siglo sexto estaba consagrada esaoposición por la pugna sucesoria entre las Doce Tablas y las reformaspretorianas, como lo estaban también en la propiedad quiritaria ybonitaria la usucapión y la prescripción. El Código de los Decenviros,

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estableciendo los órdenes de «suyos» y «agnado», tenía vigor legal;pero su fuerza estaba sólo en la letra de la ley, mas no en la realidadvivida..., mas no en la realidad vivida... (En el silencio de la noche seoyen, de pronto, rasgueos de guitarras y murmullos de cantos. JOSÉLUIS levanta la cabeza, asustado.) Y ahora vienen ésos, como todas lasnoches... (Se oyen voces en la calle de «Atención» y «Preparados».JOSÉ LUIS habla deprisa.) Así encontró Justiniano el derecho de suce-sión legítima, regido en teoría por normas seculares implacables. (Lle-ga, alegre y melancólico, el canto de los «tunos» en la calle:)

«En la noche de claros luceros,la que yo más quiero,la vengo a rondar...»

(Tratando de aislarse.) Justiniano, al igual que en otras instituciones,orientó su labor a simplificar el derecho, recibiendo como ley lo que lavida había sancionado... (El canto sube, sonoro y triunfal.) Es imposi-ble... No se puede... (Abre el balcón y grita a los de abajo.) Eh... A versi os calláis...

VOCES ABAJO.– ¡A ver si te crees que te hemos venido a cantar a ti!... ¡Que noeres la Marilyn Monroe!... ¿Quién es ese tío feo?

JOSÉ LUIS.– ¡Hay un enfermo..., un enfermo grave..., muy grave!... (Arre-cian los silbidos y el canto se hace agamberrado.) ¡Maldito sea!... Lestiraba un tiesto de buena gana... ¡Que os calléis, hombre!... ¡Que se hamarchao!... ¡Que no está!... ¡Que se la ha llevao un notario..., para queos enteréis!... (Más silbidos. Más insultos. JOSÉ LUIS, asustado, cierrael balcón. El canto vinoso y turbio sigue desgarrado, como buscandouna especie de venganza.)

«Sal al balcón,mi corazón.Ahora, que pasa la ronda...»

(JOSÉ LUIS se aprieta las sienes con las manos y caederrengado en la silla, lloroso, mientras desciende eltelón.)

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ACTO TERCERO

MOMENTO PRIMERO

La misma decoración. Dos días después, por la noche. La escena, aoscuras, únicamente iluminada por el resplandor de las luces de la calle.Ruido lejano de tranvías y bocinas. Se abre la puerta y aparece ANA MARI,vestida de calle, que rápidamente se inclina sobre el enfermo a auscultarle.En seguida lanza un grito ahogado y sale al pasillo, llamando a gritos aDOÑA ROSALÍA. La escena, unos momentos sola. Se oye la música estridentede un «rock and roll», procedente de un tocadiscos cercano. Entra DOÑAROSALÍA, sofocada, con una bata muy complicada y el pelo lleno de rizadores.

DOÑA ROSA.– ¡Qué disgusto, santo Dios, qué disgusto!... En veinte años, enveinte años no había pasado nada igual!...

ANA MARI.– ¡Ay, Dios mío!... (Asustadas, las mujeres contemplan al en-fermo.)

DOÑA ROSA.– (Mientras se inclina sobre el enfermo.) ¡En qué hora se meocurrió admitirle! ¡En qué hora! Calle..., espere..., todavía vive...

ANA MARI.– (Rompiendo a llorar.) ¡Ay, qué pena, Dios mío, qué pena!...DOÑA ROSA.– (Muy nerviosa.) Si no se calla, no puedo escuchar... Cállese,

que escuche, por amor de Dios...ANA MARI.– (Reponiéndose.) Yo voy a ver si encuentro a PACO... o a otro

cualquiera...DOÑA ROSA.– Pero cállese y déjeme escuchar... (Pausa.) El corazón late...

Desde luego, vive... Pero yo creo que es la agonía...ANA MARI.– (Nerviosísima.) A ver..., déjeme a mí... (Ausculta.) Sí, sí, vive.

Hay que hacer algo..., porque se muere...

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DOÑA ROSA.– (Secándose el sudor.) En veinte años, ¿usted me comprende?,en veinte años de salir y entrar gente en mi casa no me había pasaonunca esto. (Llega la música estridente.) ¡Dios mío, qué complicación!Y esa música, ¿quién toca esa música?

ANA MARI.– Hay que avisar... Llamar al cero-nueve-uno.DOÑA ROSA.– (Rápida.) No, no. Nada de complicaciones con la Policía... A

la casa de socorro, tampoco... Hay que avisar a Paco, que es el que haasistido... ¿Dónde estará ahora ese hombre?

ANA MARI.– (Llorando otra vez.) Dios mío, qué desgracia. En esta casa te-nemos la negra...

DOÑA ROSA.– No diga usted tonterías. A lo mejor es una falsa alarma. Pero¿cómo no me dijo nada José Luis cuando se fue esta mañana?

ANA MARI.– Porque esta mañana ni veía ni oía. Seguro que ni le miró, con elnerviosismo del examen. Además, como usted quedó en cambiar al chi-co de habitación y desde anteayer no se ha preocupado...

DOÑA ROSA.– Pero eso no se hace. Porque quién sabe si hubiera podido arre-glarse antes de llegar a esto. Dios mío, si se muere, qué conflicto. Unmuchacho desconocido, indocumentado... No quiero ni pensarlo... Hayque hacer algo en seguida. No nos estemos así, mirándonos las caras.¿Me comprende usted? Vamos a llamar. Busque usted a Paco o a otromédico. No pensemos. Lo mejor es no quedarse quietas, porque si nosquedamos quietas estamos perdidas. (Llega la música horrísona.) Uy,esa maldita música... Voy a ver si consigo que la bajen un poco... (SaleDOÑA ROSALÍA apresurada, y ANA MARI se inclina un momento sobre elagonizante.)

ANA MARI.– ¡Pobre, pobre muchacho! ¿Cómo has venido a morirte aquí,aquí precisamente?... (Sale llorando. Se oyen voces. Timbres. Entra PACO,quitándose la gabardina aprisa. Trae gotas de lluvia en el pelo, quebrillan luminosas. Tras él, las dos compungidas mujeres.) ¡Ay! Graciasa Dios que llegas, Paco...

DOÑA ROSA.– (Inclinada en la puerta, con el pañuelo en la boca. Mira asus-tada y nerviosa, mientras PACO reconoce al enfermo. Pausa larga ytensa.)

PACO RUIZ.– (Levanta la cabeza y mira fijamente a las dos mujeres.) No haynada que hacer...

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DOÑA ROSA.– (Con un leve grito.) Una ambulancia. Una ambulancia en se-guida y que se lo lleven. Que se lo lleven. No quiero líos.

PACO RUIZ.– Calma, señora, calma. A ver si obramos con un poco de tran-quilidad... Una inyección de cardiazol... Preparen agua caliente... Y noanden gimoteando. Pronto. (Las mujeres salen, empujándose una a otra.PACO se seca la lluvia del pelo y saca la jeringuilla de la cartera. Ob-serva al muchacho como lo hizo ANA MARI.) Muchacho..., muchacho...Mala suerte has tenido... (Entra DOÑA ROSALÍA, muy nerviosa.)

DOÑA ROSA.– Oiga, señor Ruiz, compréndame usted. Yo no quiero líos conla Policía. El chico es un indocumentado. Que se lo lleven. A cualquiersitio.

PACO RUIZ.– Usted se calla ahora...DOÑA ROSA.– Soy una pobre mujer. Compréndame usted...PACO RUIZ.– Está usted comprendida...DOÑA ROSA.– Es que...PACO RUIZ.– No hay «es que» que valga... El chico se muere...DOÑA ROSA.– Si al menos supiéramos quiénes son sus parientes. Tendrá a

alguien, digo yo... ¿Es ésta su ropa? A ver, a ver... (Coge con nerviosasmanos de avara la chaqueta y los pantalones del chico.) Papeles, dospesetas..., un sobre... No hay nada... A ver..., nada..., «Ecuación generalde la proyectividad». ¡Dios mío, cómo se me ocurrió admitirle! ¡Quédescuido, Dios mío, qué descuido!... (Entra ANA MARI con el recipientede agua, llorando. Mientras PACO inyecta, se oye una pausa de gimoteospor parte de las mujeres.)

PACO RUIZ.– Ya está hecho todo lo que podía hacerse.DOÑA ROSA.– ¿Y usted no vio ayer que se moría? Vaya médico que es usted.

Luego dicen que no encuentran ustedes trabajo. Si...PACO RUIZ.– (Cortando.) Haga el favor de salir de esta habitación, señora...DOÑA ROSA.– No me da la gana... Ésta es mi casa. Usted es el que tiene que

irse a la calle...PACO RUIZ.– (Muy tranquilo.) Si yo cruzo esa puerta es para llamar en segui-

da a la comisaría...DOÑA ROSA.– Será capaz...PACO RUIZ.– Salga.ANA MARI.– (Llorosa.) No griten así, por favor. Se va a enterara la vecindad.

(DOÑA ROSALÍA sale, furiosa. Pausa, en la que se oye la música delinconcreto tocadiscos.)

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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PACO RUIZ.– Tía indecente. La de líos que tendrá cuando teme tanto a laPolicía. Bruja usurera...

ANA MARI.– Estoy temblando, Paco. (Se deja caer sobre una silla.)PACO RUIZ.– ¿Es que no has visto nunca morir a nadie?ANA MARI.– En estas circunstancias tan extrañas, no.PACO RUIZ.– Pues así nos hemos de ver todos. Muertos en el rincón de cual-

quier pensión, si es que Dios no lo remedia.ANA MARI.– No hables así, por Dios.PACO RUIZ.– Acostúmbrate a esto. Es como una guerra sorda. Es como si

estuviéramos en el frente...ANA MARI.– Pero ¿de verdad se muere?PACO RUIZ.– No hay más remedio. Le ha fallado el corazón... Debía tener

alguna lesión... No sé...ANA MARI.– Pero si ayer parecía que estaba mejor.PACO RUIZ.– Eso parecía.ANA MARI.– ¿Debemos avisar a un sacerdote? (PACO se encoge de hom-

bros.) Pero ¿qué pasa? Dios le perdonará. Tiene que perdonarnos a to-dos los que sufrimos tanto...

PACO RUIZ.– Va a ser un lío. Habrá que dar cuenta, naturalmente. Vendrá laPolicía. Habrá investigaciones. Luego, el entierro. Claro que nosotros,nada. Doña Rosalía es la que apechugará con todo. Me alegro por ello.

ANA MARI.– ¿Cómo dices eso? ¿Es posible que hables así? ¿Por qué nosodiamos de ese modo? (Se abre la puerta y aparece DOÑA ROSALÍA,tímida y llorosa.)

DOÑA ROSA.– ¿Qué?PACO RUIZ.– Hágase usted a la idea. El chaval palma. Hay que dar cuenta...Doañ Rosa.- Pero ¿no puede intentarse...?PACO RUIZ.– ¿El qué?DOÑA ROSA.– La ambulancia.PACO RUIZ.– Imposible. No hay tiempo.DOÑA ROSA.– Y lo dice usted así..., así... (Se sienta en una silla, retorcién-

dose las manos.) Me está bien empleado por buena. Por no hacer lo quetenía que hacer. ¿Usted me comprende? Abro mis puertas a todo elmundo. Cualquier desharrapao que llega a mi casa encuentra las puer-tas francas. Y me tenía que pasar. Que confía una demasiado en la gentey hay de todo, por desgracia, en este mundo... (ANA MARI se ha acerca-

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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do a la cama y mira obsesiva al MUCHACHO. PACO también le contempla.DOÑA ROSALÍA sigue su perorata, subrayada por el ya amortiguado rui-do de la música del tocadiscos.) Y luego, cuando llega la hora, le vuel-ven a una las espaldas. Ahora vendrá la Policía. Pues nadie me echaráuna mano, descuide usted, y si te he visto no me acuerdo. ¿Usted mecomprende? Ahora que... se terminó. Doña Rosalía la buena se muerecon el muchacho eso. Vaya si se muere. Lo que es a partir de ahora enmi casa no entran golfos ni viven golfos... Lo que es eso... Y el que nopague como Dios manda, a la calle..., a la calle... Porque ya se ha vistobien claro lo que puede una esperar de los demás... Tonta que es una,más tonta... (Se seca los ojos con el pañuelo. La música del tocadiscossube estridente de tono cuando cae el telón.)

MOMENTO SEGUNDO

Una media hora después. Han retirado el cadáver de la cama. Sobre lamesa está encendido el flexo, y todo el resto de la escena, en semipenumbra.No se oye ya la música. ANA MARI se ha dejado caer sobre una silla frenteal balcón y escucha las palabras de PACO, que habla tras ella, contemplan-do también la noche primaveral.

PACO RUIZ.– Tienen que pasar estas cosas..., ¿comprendes? Estas pequeñascosas, para que nos demos cuenta de algo. De que somos unos pobresinocentes que no saben dónde van; de que hay un destino negro pordelante... Pero no te preocupes. Mañana ya habrá pasado. Y nos olvida-remos también de esto... Piensa en José Luis. Es posible que triunfe.Quizá mañana sea un gran día para ti... (ANA MARI trata de ahogar sussollozos colocándose el pañuelo en la boca.) Ahí quedará el pobre mu-chacho desconocido. Pasará al depósito judicial. Seguiremos indagan-do sobre sus familiares... Y seguiremos viviendo los demás...

ANA MARI.– Parece un sueño...PACO RUIZ.– Vamos, Ana Mari..., no seas tan criatura...ANA MARI.– ¿Cómo podremos ser tan miserables?

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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PACO RUIZ.– ¿Y si hicieras un par de tazas de nescafé? Estoy agotado. Tútambién lo estás... Anda... Eso te distraerá.

ANA MARI.– No quiero distraerme. Quiero pensarlo. Quiero que se me clavebien dentro. Pero, sí, haré dos tazas de nescafé. Tengo también algunagalleta. Pero ¿por qué no nos vamos a la calle?

PACO RUIZ.– Debemos estar aquí hasta el final...ANA MARI.– (Más calmada.) Está bien. Vuelvo ahora... (Sale ANA MARI.

PACO enciende un cigarrillo y coge un montón de papeles de JOSÉ LUIS,que lee por encima con indiferencia. Entra SOFI, que viene de la calle,muy nerviosa.)

SOFI.– Paco, Paco..., ¿es posible?PACO RUIZ.– ¿No lo has visto?SOFI.– (Signo afirmativo con la cabeza.) Pobre muchacho... Pero ¿quién era?PACO RUIZ.– No sabemos ni cómo se llamaba.SOFI.– Es horrible. Y doña Rosalía está que echa chispas. Qué mujer más

odiosa. No he visto nada tan egoísta.PACO RUIZ.– Felizmente para ella.SOFI.– No hables así... (Pausa.) ¿Puede hacerse algo todavía? Tengo algún

dinero.PACO RUIZ.– Supongo que la mujer esa habrá dado parte.SOFI.– ¿Tiene que venir la Policía?PACO RUIZ.– Supongo...SOFI.– La autopsia y todo eso, ¿no?PACO RUIZ.– ¡Qué espanto! ¿Y cómo no pudo preverse? No, no quiero decir

tonterías. Supongo que tú lo habrás previsto todo. Eres médico. Pero noconsigo hacerme a la idea. Que haya muerto un muchacho desconoci-do, pero unido a nosotros de una manera tan extraña... Le acabo dever... y tiene una grandeza misteriosa. Parece Jesucristo... (Se sienta yenciende un cigarrillo para ocultar su nerviosismo.) Y no sé por qué,pero me temía todo esto. Venía nerviosa en el autobús. Estaba segura deque iba a pasarme algo. Pero no pensaba en el muchacho. Se me habíaborrado de la memoria. A todos se nos había borrado de la memoria...,aunque lo teníamos delante...

PACO RUIZ.– No tiene gran importancia. No hagamos como los intelectualesde moda, que echan literatura a manos llenas. No somos de ésos. (Pausa.)

SOFI.– ¿Y José Luis?

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PACO RUIZ.– (Con ironía.) José Luis debe estar ahora luchando por una no-taría...

SOFI.– Sí..., y toda la tarde estuve pensando en él. Del muchacho ni me acor-daba... (Entra ANA MARI con la bandeja y las tazas de nescafé. Al ver aSOFI, deja aprisa la bandeja y se abraza, llorosa, a ella.) Qué desgra-cia, ¿verdad?

ANA MARI.– Es horrible... (PACO se ha sentado en la mesa y mueve la cucha-rilla con cinismo.)

PACO RUIZ.– Y lo peor de todo es que la tía esa ha aprovechado la ocasiónpara insultarnos. Me parece que vamos a tener que largarnos...

ANA MARI.– Yo no estaré ni un día más en esta casa. Cuando todo hayaterminado...

SOFI.– ¿Quién piensa ahora en eso?PACO RUIZ.– ¿En qué quieres que pensemos? ¿En la metafísica?ANA MARI.– (A SOFI.) ¿Quieres una taza?SOFI.– No, hija, no tengo ganas. (PACO y ANA MARI toman el nescafé y SOFI

pasea por la habitación. Contempla la cama vacía.) Si pudiéramosenterrarle nosotros..., nosotros solos..., sus amigos, sus compañeros...Porque no debe tener otros... Pero que se tengan que meter todos ésos...

ANA MARI.– Un compañero..., un compañero que ni siquiera sabíamos cómose llamaba.

PACO RUIZ.– No te pongas de folletín.ANA MARI.– Tú ya estás tan tranquilo. Como si no hubiera pasado nada.SOFI.– Por favor, no discutáis ahora.ANA MARI.– Aunque quisiera, no podría pensar en otra cosa. Me he quedado

vacía. Todo lo demás me parece una bobada...PACO RUIZ.– Es lo que se dice en casos semejantes.ANA MARI.– Será mejor que me calle... (Pausa. PACO se levanta.)PACO RUIZ.– Yo me voy a dormir. Ya me despertaréis si es necesario.ANA MARI.– Yo no puedo dormir. Me quedaré a velarle. Deberíamos velarle

todos.PACO RUIZ.– Me gustaría saber de verdad quién te preocupa más: si el muer-

to o el vivo. Quiero decir si lo que esperas no son noticias de José Luis...ANA MARI.– Qué cosas dices. Parece mentira que antes estuvieras tan cabal

y ahora digas eso... Me tiene sin cuidado José Luis y la oposición. He

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terminado, para que lo sepas, con José Luis y con todo. Necesitaba sóloesto para terminar de ver claro...

PACO RUIZ.– Pues ya eres mayorcita. Podías haber visto claro hace muchotiempo.

ANA MARI.– Me callaré. Está visto que no puedo decir más que tonterías. Yasé que no veo nada claro...

SOFI.– (A ANA MARI.) Acuéstate un rato. De momento, me quedo yo.ANA MARI.– (Con rabia.) No tengo sueño...PACO RUIZ.– Bueno..., pues yo..., con vuestro permiso, me voy a la piltra. Ya

me despertaréis en todo caso... (Al salir se para frente a un calendario.)¿Qué día es hoy? Catorce de mayo. Hombre, mañana es San Isidro. Nome acordaba. Hasta luego, chicas. (Sale. Pausa violenta. Las dos muje-res fuman en silencio, observando el cielo por el balcón.)

SOFI.– (Repentina.) José Luis, ¿no habrá terminado ya?ANA MARI.– (Molesta.) No lo sé.SOFI.– ¿No te ha telefoneado?ANA MARI.– No me importa.SOFI.– No seas boba. No quieras engañarte. Te preocupa, y mucho.ANA MARI.– Es un egoísta odioso...SOFI.– Anteayer pensabas de otra manera cuando fuiste llorando a mi cuarto.ANA MARI.– Anteayer... ¿Quién se acuerda ya de anteayer?SOFI.– No seas tonta. Lo que importa es cambiar de vida. Tienes que casarte.ANA MARI.– No.SOFI.– Estoy segura de que todo irá bien.ANA MARI.– Calla, por favor.SOFI.– Sin embargo..., no puedo dejar de pensar en el pobre muchacho.ANA MARI.– Ha sido todo tan inesperado... Un momento, y todo ha cambia-

do. Por eso, ¿qué puede importarme José Luis? No puedo vivir así, Sofi.No podemos seguir viviendo de este modo. Vacíos. Como animales.Como piedras, ni siquiera como animales. Está pasando el tiempo. Nosestamos hundiendo.

SOFI.– Cambiar. Si se pudiera... La vida tiene mucho veneno. Ya ves, Pacose ha ido a dormir. No quiere pensar. Créeme: lo mejor es no pensar.Emborracharnos.

ANA MARI.– (Furiosa.) Llevamos diciendo eso veinte años. Veinte años conla misma historia. No pensar, emborracharse. Hasta que, de pronto, un

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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compañero tuyo muere delante de tus narices y todavía sigues diciendo:no pensar, emborracharse... (Entra DOÑA ROSALÍA.)

DOÑA ROSA.– ¿Y Paco?SOFI.– Se acostó.DOÑA ROSA.– ¡Será sinvergüenza! (Pausa. DOÑA ROSALÍA se sienta en la

otra silla.) Bueno, quiero decirles... que ahora, ¿me comprenden?, cuandovenga la gente esa, que digan la verdad...

SOFI.– ¿Qué verdad?DOÑA ROSA.– ¿Qué verdad va a ser? Que el muchacho llegó anteayer, que

venía enfermo; pero que parecía cosa de nada; que tenía prisa por acos-tarse y que por eso no le pedimos la documentación y no pude presentarla hoja de entrada, y que..., en fin, la verdad.

SOFI.– Usted descuide... Por nosotras no quedará.DOÑA ROSA.– Y Paco que se las arregle como sea.ANA MARI.– ¿Qué tiene que ver Paco?DOÑA ROSA.– ¿No me comprende? El fue quien le asistió como médico. El

responsable...ANA MARI.– No sé qué quiere usted decir.DOÑA ROSA.– Que todos tenemos que bailar en la misma cuerda. Eso quiere

decir.SOFI.– No se preocupe.DOÑA ROSA.– Y se ha terminado todo en esta casa. ¿Me comprenden? Todo.

Que ésta es una casa decente. ¿Me comprenden?SOFI.– (Un poco chula.) Hombre, una casa decentísima...DOÑA ROSA.– (Idem.) Pues eso. (Pausa. DOÑA ROSALÍA consulta el reloj.) Y

ahora, vaya usted a saber lo que tardarán en venir. Y yo sin poder ir atrabajar. Porque no puedo salir. ¿Ustedes no se acuestan?

SOFI.– Cuando tengamos sueño.DOÑA ROSA.– Mira que en veintitantos años no me había pasado nada y, zas,

de pronto, hala, el follón... (Se levanta.) Voy a tomar un poco de tila.Ustedes también deberían tomar. Parecen muertas. (Sale.)

SOFI.– ¡Qué mujer tan asquerosa! Mañana mismo dejo esta casa.ANA MARI.– Y yo...SOFI.– Mañana buscaremos otro sitio.ANA MARI.– A una isla desierta.SOFI.– ¿Qué te parece si nos vamos a vivir juntas?

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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ANA MARI.– Aunque sea a una barraca...SOFI.– Mañana mismo empezamos a buscar. Lo encontraremos. Tenemos

que apartarnos de todo esto. Si no, acabaremos como ella. ¿Te das cuen-ta? Acabaremos igual que ella. Es espantoso.

ANA MARI.– Sí, mañana. Mañana empezaremos. Encontraremos un sitioapartado. Nos encerraremos para toda la vida. No quiero hablar connadie.

SOFI.– Mujer, no seas exagerada. Podemos vivir a gusto. Podemos buscar unpiso pequeño. Yo me encargo...

ANA MARI.– Sí, que no nos veamos como ese chico...SOFI.– El muchacho ese tiene cierta grandeza. Es una muerte..., no sé cómo

decirte..., poética. Morir así, en el anónimo más grande... ¿No es her-mosa esa muerte?

ANA MARI.– Calla, por Dios...SOFI.– Lo estoy pensando. Aunque esté hablando contigo, le estoy viendo.

Le estoy viendo en los trenes, en los vagones de tercera, con sus ojosausentes. Le estoy viendo subir las escaleras de las pensiones con sumaleta. Le veo estudiar por los rincones, desorientado, vagabundeando,sin sentirse unido a nadie..., envuelto en su locura.

ANA MARI.– Sofi... Estás soñando.SOFI.– Te juro que me gustaría estar en su lugar. Haber terminado con todo

sin empezar. Tener esa pureza.ANA MARI.– Pero Sofi...SOFI.– Tú no sabes lo que yo tengo sufrido. No puedes hacerte una idea. Si

tú supieras..., si tú supieras... (Se oyen voces en la calle y rasgueos deguitarra. Las dos mujeres se interrumpen. Es la tuna, que viene a ron-dar como todas las noches. SOFI, como despertando de un sueño, dice:)Dios mío..., los de la tuna.

ANA MARI.– Y van a cantar, como todas las noches...SOFI.– Hay que avisarles...ANA MARI.– Déjame a mí. (Voces abajo. Estalla el coro, que canta «Cla-

velitos».)SOFI.– ¡Dios mío, qué tristeza tan grande!... (Interrumpe, furiosa, DOÑA RO-

SALÍA.)DOÑA ROSA.– A ver si hacen el favor de decir a esos gamberros que ha habi-

do una defunción en la casa y que no estamos para musiquitas. ¿Me

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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comprenden? (Al oír esto, SOFI gana el terreno a ANA MARI y sale albalcón. La canción se intercala de suspiros y piropos. SOFI sonríe satis-fecha.) Vamos. No se quede ahí... Jesús, qué poca vergüenza. (SOFI si-gue indiferente a DOÑA ROSALÍA.)

ANA MARI.– Diles que callen, mujer...SOFI.– (Arrebatada de pronto.) No, no les diré que callen. Que canten. Que

sigan cantando. Que canten hasta el amanecer. Es el único homenajeque podemos hacer al muchacho. Y deben cantar como todas las noches...

DOÑA ROSA.– ¿Se ha vuelto loca? (DOÑA ROSA intenta salir al balcón ySOFI se lo impide. Durante esta escena las dos mujeres jadean en lalucha.)

SOFI.– Tienen que cantar. Vienen a cantarme a mí todas las noches. Pero hoycantan por otro mucho más grande que todos nosotros.

DOÑA ROSA.– Que se callen. Que se callen.SOFI.– A usted nunca han podido cantarla.DOÑA ROSA.– Tiene que venir la Policía..., la Policía...SOFI.– No le gusta que canten. Es la primera noche que puede oírles. Hoy no

ha podido ir a encerrarse en su cubil.DOÑA ROSA.– Es usted una ramera indecente.SOFI.– Usted no llega siquiera a eso...ANA MARI.– Por Dios, SOFI... (DOÑA ROSALÍA se desprende de la otra y se

dirige a la puerta de la habitación.)DOÑA ROSA.– Me van a oír... Van a conocerme... (Quedan las dos mujeres

apoyadas en el ángulo del balcón mientras la tuna sigue cantando.)SOFI.– Me he desahogado...ANA MARI.– Pero... ¿por qué?SOFI.– Escucha.VOCES ABAJO.– Va por ti, Sofi... A la chica más guapa de Madrid, una, dos,

tres...

En la noche de claros luceros,la que yo más quiero,hoy vengo a cantar...Sal al balcón,mi corazón,ahora que pasa la ronda...

LOS INOCENTES DE LA MONCLOA

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SOFI.– Escucha..., escucha... (De pronto se oye jaleo abajo. El canto se quie-bra y se escuchan discusiones.) ¿Qué pasa?

ANA MARI.– (Asomándose al balcón.) Esa mujer...SOFI.– Pero no se atreve... Es cobarde... Mira, mira... quién viene... José

Luis. Es José Luis.VOZ DE JOSÉ LUIS.– Sofi..., Sofi... Me han aprobao..., me han aprobao... (ANA

MARI, al oír esto, se mete dentro y se deja caer llorando en una silla.)SOFI.– ¿Qué te pasa, mujer? ¿No lo estás oyendo? Ha ganado. José Luis ha

ganado. Vamos, mujer, no llores. Es un triunfo.ANA MARI.– Déjame. ¿Cómo te atreves?... (Se abre la puerta y entra PACO

en pijama..)PACO RUIZ.– Pero, bueno, ¿qué pasa? ¿Es que ya ha empezao la fiesta? ¿Cómo

no decís que se callen a esos gamberros? ¿Es que no se puede dormir enesta casa?

SOFI.– Cantan al muchacho.PACO RUIZ.– ¿Qué dices?SOFI.– Que es como si hubiera resucitado... (Se abre la puerta y entra JOSÉ

LUIS, despeinado, el nudo de la corbata deshecho, algo bebido, radian-te. Viene con PEPE SANTANA y los dos están eufóricos.)

JOSÉ LUIS.– (Dirigiéndose a SOFI, sin reparar en ANA MARI.) Sofi..., Sofi...,He ganao el primer ejercicio. Todo gracias a ti. Tú me diste fe... Túsola...

SANTANA.– La ruta hacia el triunfo está empezada... (SOFI, para evitar elabrazo de JOSÉ LUIS, sale rápidamente de la habitación.) Eh..., que hayque mojar esto. Hay que mojarlo por todo lo grande... (Al ver llorar aANA MARI.) ¿Qué te pasa, Ana Mari?

PACO RUIZ.– (A JOSÉ LUIS.) Enhorabuena, macho... (JOSÉ LUIS acaba de re-parar en ANA MARI y se encuentra cohibido, pero al fin se dirige aella.)

JOSÉ LUIS.– Ana Mari... He aprobao... Perdóname... Eran los nervios...SANTANA.– Pero ¿no estás oyendo, mujer? Que ya se acaban las preocupa-

ciones... (ANA MARI se levanta, airada.)ANA MARI.– Cínico..., cínico..., sois todos unos cínicos. ¿Es que no sabéis lo

que ha pasado?JOSÉ LUIS.– Fue una tontería... Los nervios... Luego, Sofi es una chica tan...

¿Verdad, tú?, simpática...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PACO RUIZ.– Ah, es verdad, tú, se me olvidaba. El chico, que...JOSÉ LUIS.– ¿El chico? ¿Qué chico?SANTANA.– Ah, sí... El enfermo... (Señala la cama vacía.) ¿Qué?PACO RUIZ.– Palmó hace cosa de una hora...SANTANA.– ¿Que... palmó? Pero ¿tan mal estaba?PACO RUIZ.– Las mujeres se impresionan.ANA MARI.– Cínicos..., egoístas...SANTANA.– También es mala pata.JOSÉ LUIS.– (Algo aturdido.) Y esos ahí cantando... Y yo voy y apruebo mien-

tras el otro palmaba... También es casualidad... Pero ¿qué le vamos ahacer? Ana Mari, soy notario como quien dice... ¿Sigues enfadada con-migo? No seas así, mujer...

ANA MARI.– Sinvergüenza... Vete con la Sofi... Vete al infierno.SANTANA.– (Que se ha asomado al balcón.) La Sofi se va con los de la tuna...

Irán de juerga. Nosotros también hemos de celebrarlo... Vamos con ellos.También el chico hubiera venido con nosotros...

PACO RUIZ.– El está mejor que nosotros. Morirse a los veinte años. Eso esganar una oposición. (JOSÉ LUIS besa a ANA MARI, que poco a poco em-pieza a ablandarse.)

JOSÉ LUIS.– Tienes que perdonarme, mujer. Estaba muy nervioso. Tenía mie-do. Has de hacerte el cargo...

SANTANA.– Es natural... Los nervios ciegan...JOSÉ LUIS.– Pero al terminar el examen..., que te diga éste..., sólo pensé en ti.PACO RUIZ.– Bueno, lo mejor será largarnos. Tampoco conviene estar ale-

gres aquí mismo.SANTANA.– Sí, vámonos. Es triste lo del muchacho, pero ya no tiene remedio.ANA MARI.– Yo no me moveré de aquí. Tú dijiste que debíamos estar aquí.PACO RUIZ.– Volveremos en seguida. Yo voy a vestirme. (A SANTANA.) ¿Me

acompañas tú?SANTANA.– Sí. (Mutis los dos.)JOSÉ LUIS.– Hazte cuenta de que hemos despertado de un mal sueño. Ahora

vamos a vivir. Qué peso se me ha quitado de encima... Nunca creí quellegara este momento, te lo juro... (ANA MARI solloza, totalmente venci-da, mientras se abrazan.)

(Telón.)

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LA VENDIMIA DE FRANCIA

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Personajes

EL GONZÁLEZ (40 años)LA CANDELAS (38 años)EL MÁRQUEZ (38 años)EL TRALLA (23 años)LA MATILDE (22 años)EL CATALÁNLA VIEJA FRANCESA (60 años)LA VECINADOS MOZOS

La acción en una comarca del Rosellón francés, cercana a la frontera espa-ñola. Época actual.

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ACTO PRIMERO

Una enorme estancia de casa labriega. Pajar y almacén al mismo tiem-po. Una puerta grande de madera en el centro que da al campo mustio ytriste del sur de Francia. A la derecha (del espectador) un muro con vesti-gios de arco divide un tercio de la sala. En este tercio hay una ventana conuna reja deteriorada por la que se ve el mismo campo. Sacos de trigo, ces-tos de vendimia, paja, etc.: objetos de labranza. Techo de vigas entreveradas.En un rincón, a la izquierda, amontonadas, colchonetas y mantas.

(Es de noche. Al levantarse el telón, entran por la puertadel fondo dos hombres y dos mujeres. Los hombres vis-ten pantalón de pana, camisa a cuadros y botas. Las mu-jeres, vestidos ligeros, pañuelo a la cabeza y alpargatas.Traen maletas, cestos y sacos, atados entre sí complica-damente, que dejan en el suelo con gesto de cansancio.Los hombres son: el GONZÁLEZ, 40 años, fornido, seco,riguroso y despótico; el TRALLA, un muchacho recién cum-plido el servicio militar, despreocupado y achulado; laCARMELA, esposa del GONZÁLEZ, de unos treinta y ochoaños, huraña y reconcentrada, y la MATILDE, esposa delTRALLA, de su misma edad, más o menos, desenvuelta yfrescachona. Todos ellos traen gran aspecto de cansan-cio y denotan haber andado mucho. Son labradores es-pañoles que van por la vendimia a Francia.)

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EL GONZÁLEZ.– (Saca un pañuelo del bolsillo y se seca el sudor al mismotiempo que observa al TRALLA y a la MATILDE, que se han dejado caerderrengados sobre el equipaje mientras la CANDELAS curiosea la estan-cia.) ¿Qué? ¿Dormimos o no dormimos bajo techo? ¿Llevaba o no lle-vaba razón?

(El TRALLA no contesta. Se está quitando las botas. LaMATILDE lo hace por él.)

LA MATILDE.– ¡Virgen de las Angustias! En toda mi vida he andao tanto...EL GONZÁLEZ.– Pues ahora lo que hay que hacer es desatar todo eso y prepa-

rar un rincón... (A la CANDELAS.) Tú, Candelas, ¿qué buscas por ahí?...

(La CANDELAS, al oír la voz del marido, se vuelve asus-tada.)

LA CANDELAS.– Nada..., nada... (Se acerca a él.)EL GONZÁLEZ.– ¡Venga!..., ¡vivo!... Hay que dormir, que mañana hay faena.

Aquí se trabaja, no es como allá abajo. Aquí hay que hablar poco y«currelar» firme, conque...

(Va hacia el TRALLA y le sacude un poco.)

EL TRALLA.– Deja que me termine de quitar las botas. «Aluego» dices queno eres un mandón...

EL GONZÁLEZ.– Mañana tenemos que estar de pie antes de las cinco...

(La MATILDE suspira. La CANDELAS, sumisa, empieza adesatar los líos.)

LA CANDELAS.– (Al GONZÁLEZ.) ¿Tienes hambre? (A los otros.) ¿Queréis co-mer vosotros algo?

(GONZÁLEZ recorre lentamente la estancia y contesta unpoco somnoliento a la CANDELAS.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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EL GONZÁLEZ.– Yo no tengo hambre. Ni sueño tampoco. Vosotros tumbarospor ahí. No preocuparse por mí... (La CANDELAS hace un gesto de desen-fado con los hombros. El GONZÁLEZ va hacia la derecha y mira tras laventana. Luego vuelve a contemplar todo con el ceño fruncido, como sirecordara algo. Está muy preocupado.)

LA CANDELAS.– (Revolviendo en los líos, ayudada ahora por la MATILDE.)Pues yo sí voy a comer un bocadito. Lo que hay es vino. Ni agua...

LA MATILDE.– (Cogiendo una cantimplora.) Trae que iré a por agua...EL GONZÁLEZ.– (Volviéndose rápidamente.) ¡Ni hablar! No son horas de sa-

lir. ¿Es que no sabes que estás en país extranjero, chiquilla?LA CANDELAS.– Anda..., pero pa ir por agua, me parece que no se necesita...,

vamos digo yo...EL GONZÁLEZ.– ¡Anda ya! Comer sin agua. Que vino nos faltará mañana si

Dios quiere. Que dios no deja sin vino a los pobres....

(El TRALLA, que ya se ha quitado las botas y calzado unasalpargatas, se acerca al GONZÁLEZ.)

EL TRALLA.– Oye, González, que mi mujer es mía y no tuya, creo yo. Quequiero decir, vamos me parece a mí, que si yo quiero que vaya poragua...

EL GONZÁLEZ.– (Tajante.) No va por agua. No va por agua, porque no sonhoras de ir por agua. (Recalcando.) Las mujeres no salen de aquí. ¿Es-tamos?

(Las mujeres han sacado viandas y comen acurrucadasen el suelo ajenas a los hombres.)

EL TRALLA.– (Encogiéndose de hombros.) Tú sabrás. Tú ya conoces esto. Túeres el jefe...

EL GONZÁLEZ.– Yo sé lo que me digo... (Va hacia el rincón donde estánamontonadas las colchonetas.) Mirar: aquí tenéis..., aquí tenéis... col-chonetas y mantas... Claro que no sé si estarán en perfecto estao derevista, como decían en la mili... (Frunce el ceño.) ¡Qué porquería!...Juraría que son las mismas de entonces... Las mismas... Todo igual,igual... ¡Maldita sea la suerte...!

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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LA CANDELAS.– (Mirándole extrañada al igual que la MATILDE y el TRALLA.)Pero ¿qué tienes, chaval? Que siempre tienes que gruñir por todo. ¿Esque no traemos nosotros mantas? ¿Es que te crees que nos da miedodormir en el suelo? Pues sí que una es melindrosa...

(GONZÁLEZ coge una manta y se la tira con cierta rabia,pero luego se ríe.)

EL GONZÁLEZ.– ¡Hala!... Taparse con eso y dormir, que mañana hay que ma-drugar...

(Las mujeres han recibido el mantazo riéndose.)

EL GONZÁLEZ.– Vosotras acostarse y apagar la luz, que éste y yo vamos asalir por ahí...

LA CANDELAS.– ¿No te digo?... Conque pa nosotras es tarde y vosotros vais asalir a golfear por ahí, ¿no?...

LA MATILDE.– Déjales, chica. Yo estoy rendida. Yo me tumbo aquí (Lo hace.)y me quedo roque. Deja que se vayan...

(La CANDELAS se levanta y va a su marido.)

LA CANDELAS.– Pero ¿no te da miedo dejarnos solas aquí? Estamos en unpaís extranjero...

EL GONZÁLEZ.– (Mirándola fijamente. El TRALLA se ha sentado junto a laMATILDE y la susurra algo al oído.) Cerráis la puerta con la tranca. Cuan-do vengamos daremos tres golpes. Ya los conoces. No os pasará nada.Vosotras os acostáis y dormís...

LA CANDELAS.– Pero ¿qué contra tenéis que hacer por ahí con lo que hemosandao hoy?... ¡Mira que el capricho también!... Nosotras os acompa-ñamos...

EL GONZÁLEZ.– (Muy chulo.) Tienes la cara sucia de grasa. Límpiate...

(La CANDELAS hace un gesto de desprecio.)

LA CANDELAS.– ¡Anda y vete a la ...!

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EL GONZÁLEZ.– (Con gesto significativo.) ¿Quieres que haya marcha nadamás llegar? (Pausa. La CANDELAS vuelve a sentarse.) Anda, tú, Tralla,vamos...

EL TRALLA.– (Levantándose malhumorado.) Pues lo que es menda se tumba-ba ahora más tranquilo que... ¿Por qué no te vas solo, González?...

EL GONZÁLEZ.– Porque no..., porque tú vienes conmigo...LA MATILDE.– (A la CANDELAS.) Hala, déjales que se larguen. Yo tengo un

sueño, chiquilla... ¡Madre de los Dolores, qué sueño...!EL GONZÁLEZ.– (Al TRALLA.) Coge la bota que llenaremos. ¡Hala, vamos!...

Te voy a enseñar el país. Francia. Vas a ver tú cómo aquí pisamos fuer-te. No te achantes, que aquí hay que ser los amos. Mucho marica hay eneste país... ¡Vamos, chaval!... (Al punto de salir se vuelve hacia lasmujeres.) Ya sabes, Candelas, la tranca a la puerta. Y no abrís si no datres golpes así. (Da tres golpes sobre la madera.) ¿Estamos?

(La CANDELAS sentada, de espaldas a ellos, finge no es-cuchar.)

EL GONZÁLEZ.– (Acercándose.) ¿Qué? ¿No me oyes? (La coge del pelo ylevanta la cara de ella hacia el grito ahogado de CANDELAS.)

LA CANDELAS.– Ay, sí, sí..., te oigo...EL GONZÁLEZ.– Pues venga que tardas...

(Se levanta sumisa la CANDELAS y va tras los hombres,que le ayudan desde fuera a cerrar la puerta. La CANDE-LAS se dispone a colocar el travesaño.)

LA CANDELAS.– Ayúdame, Matilde, chiquilla, que yo no puedo... (La MATILDE,con aire de cansancio, va de mala gana a ayudar a la otra.)

VOZ DE GONZÁLEZ.– (Desde fuera.) ¿Qué pasa?...LA CANDELAS.– (Con un gran vozarrón de rabia y asco.) ¡Ya va, hombre, ya

va! ¡Maldita sea mi suerte...!LA MATILDE.– (Mientras ayuda a la CANDELAS a atrancar la puerta.) ¡Mala

peste les coma! ¡Qué hombres...!LA CANDELAS.– (Terminando de poner el travesaño.) Me tiene más negra...

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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(La MATILDE vuelve al rincón y se tumba mientras la CAN-DELAS va a mirar tras la ventana para verles marchar.)

LA CANDELAS.– Mírales. Vendrán como cubas. Ya puedes prepararte. Cual-quiera se mete a dormir pa que le despierten a una a patadas con elaliento de vino...

LA MATILDE.– Pues yo..., (Bostezando.) chiquilla..., tengo una soñiquera...Ya pueden venir como quieran, que...

LA CANDELAS.– Eso si no se andan con peleas. Y en un país extranjero. Poralgo yo no quería venir. Yo sé muchas cosas. Muchas, Matilde. Tú por-que eres tonta, pero yo sé lo que pasa aquí. ¿Tú no has ído hablar delMárquez? ¡Eh, Matilde, Matilde!... ¿Pero te has dormido Matilde? ¡Chi-ca, despierta... despierta...

LA MATILDE.– (Al ser sacudida se vuelve.) Déjame, mujer, déjame. Estoycansada. Quiero dormir...

LA CANDELAS.– (Arrodillada junto a ella.) No te duermas, mujer. Yo estoydespierta. No tengo sueño. Estoy asustada, Matilde. Mira: estamos enpaís extranjero. Y aquí hay uno que se llama Márquez. ¿No has oídohablar del Márquez?

LA MATILDE.– ¡Que no, mujer!... ¡Que me dejes dormir!... ¡Estoy cansada...!LA CANDELAS.– El sabe que aquí está el Márquez. Márquez... ¿No te acuer-

das? Te lo he contado mil veces... ¡Pareces tonta, mujer...!LA MATILDE.– ¿Por qué no me dejas dormir? (Casi suplicante.) Déjame,

mujer...LA CANDELAS.– ¡Huy... qué mujer ésta! Comiendo, durmiendo. No te impor-

ta nada. No estás en nada. Eres como un animal. Igualito que un animaleres, mujer. Yo quisiera ser como tú. No pensar en nada. No imaginarsiempre cosas y cosas. No tener esto que tengo dentro desde hace añosy años...

LA MATILDE.– (Incorporándose.) ¿Por qué no me dejas dormir? Anda y lár-gate por ahí también y déjame que me pudra aquí yo sola. ¡Tener queescucharte y escucharte! ¡Ah!... Me has desvelado por fin. Eres un bi-cho malo...

LA CANDELAS.– Estoy segura, fíjate bien, que ha ido a buscar al Márquez.Quiere matarlo. Se darán de navajazos. Te lo digo yo. No me equivoconunca. Yo no quería venir a la vendimia. «¿Pa qué quieres que vayamos

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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allá, a aquellas tierras de Dios? ¿No lo ganamos aquí mal u bien? No senos ha perdido nada allí.» Y él, dale que dale: «el año que viene a lavendimia de Francia. Hay que hacer ahorro, hay que comprar esto y lootro...». Pero él sabe que aquí está el Márquez, el hombre que yo más hequerido. A él le odio... ¡No te duermas, mujer!

LA MATILDE.– No me duermo... No me dejas... ¡Márquez!...LA CANDELAS.– Un hombre de raza... y unos modales... Vive aquí en Francia

desde la guerra. El mío se vino y él se quedó. Dijo que ya no queríanada con España, que volvería pa prender fuego al pueblo y colgar atodos... Estuvieron juntos los dos presos por aquí, por aquí precisamen-te... Se pelearon... Yo me enteré de todo porque parezco bruja. ElMárquez era un tío: todos hablan de él todavía en el pueblo... Tú porqueeres tonta, porque no te enteras de nada. Eso es lo que pasa... Siempredurmiendo, comiendo, siempre buscando el calor de los pantalones...

LA MATILDE.– Yo no hago más que trabajar todo el día. Tú parece que hayasnacido pa señora. Tu marido te trata bien y nunca te ha faltado nada.Eso es lo que te pasa... Siempre con tus locuras... ¡El Márquez!..., ¡elMárquez!..., ¡el bizco! Ya lo sé, ya lo sé todo... Que te dio un empujónjuanto a la fuente y que...

LA CANDELAS.– (Cortando rabiosa.) ¡Mentira!... ¡Envidiosa!... Eres comotodas...

LA MATILDE.– Sí, sí... y poco que te gusta que te lo digan... Que «antes de laguerra», que «cuando la guerra», que si no había quien te tosiera, que tetraía esto y lo otro..., que...

LA CANDELAS.– Mujer, qué negra de envidia...LA MATILDE.– (Rabiosa.) Déjame a mí con la envidia. Vete por ahí a buscar

a tu Márquez y deja que yo duerma un poco. Un marido como el míodebías tener. Desde que nací, pasando hambre y sudores y fatigas. ¡Le-che con la loca!..., que si el Márquez, que si... Tú lo que necesitas espalos, muchos palos, que tu marido mucho gritarte y mucha amenaza,pero nada, en el fondo, tu esclavo, tu criado... El mío no me chilla; metapa la boca de un puñetazo enseguida. Por eso yo... a dormir, a callar...Desde que nací no sé otra cosa...

LA CANDELAS.– A mí me gustaría ser como tú. Eso: un animal. Pero no tengoaguante, chica. Además me salgo con la mía siempre. Yo cuando élquería venir aquí, ¿no sabes lo que hacía? Pues contradecirle. Y por eso

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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me ha traído, precisamente. Pa demostrarme que él es más que el otro.Yo soy bastante lista, chica. Muy lista. Tú eres más tonta...

LA MATILDE.– (Enfadada.) ¡Jesús y la porra que ha cogido! El caso es nodejarla a una en paz. (Se levanta y se acurruca sobre la pared.) Bueno.Sigue. Ya está visto que una no puede dormir.

LA CANDELAS.– ¿Y si saliéramos a darnos un garbeo por ahí?LA MATILDE.– ¡Anda allá, loca! ¿Será loca la mujer de Dios? Me ve mi

Tralla y me da una. Claro, tú con aquello de que has sido otra cosa y tumarido te idolatra, sabes que al final, besos y caricias. Pa mí, palo...

LA CANDELAS.– ... Que eres más miedosa... y más poca cosa, mujer...LA MATILDE.– Pues mira, yo me alegro de ser como soy y de que mi marido

me trate como debe tratarme, que por mi bien lo hará cuando lo hace. Ati, con tanto regalo y tanta caricia, lo que ha hecho de ti, pues eso: unaloca..., siempre pensando en el Márquez. A mí el mío el único regaloque me ha hecho fue una foto cuando se fue a la mili, pa que la tuvierasiempre delante cuando él no estuviera en casa, como aviso. Y eso quees más bueno que el pan. Bien bueno que es el Tralla, chica, con todo loque digan... Yo le quiero a él y nada más que a él... ¡Qué sé yo!... Habránacido una decente...

LA CANDELAS.– ¡Mira la sosa!... No, si yo lo he dicho siempre. Las chicasque vienen detrás nuestro son todas atontás... A la Carmela se lo tengodicho más veces... ¡Madre, la de veces que se lo tengo dicho! Que noso-tras somos de otra sustancia, de otra raza. Las mozas, tontas todas. Quesi coser, trabajar, hacer la comida y buscar el calor de la cama a todashoras del día...

LA MATILDE.– ¡Anda y la de veces que te tengo oído todo eso! Y ahora melargas el mismo rollo aquí, en tierra extranjera...

LA CANDELAS.– Tengo unos nervios, chiquilla... Estamos solas... Se nota lafalta de la tierra de una... Y es de noche...

LA MATILDE.– Sí..., y se han largao y nos han dejao aquí como lo que somos,como dos animales nada más. Tú como yo, no te hagas ilusiones. Sisiempre hemos estao tiradas en un sitio u en otro. Que tienes pájaros,nada más que pájaros en la cabeza, Candelas...

LA CANDELAS.– Yo estoy que ardo, chica. No puedo estarme aquí. Me pareceoirlo a él. Cantaba Mi jaca. Cómo la cantaba, chica. Eran otros tiemposaquéllos. Qué se yo. Estaba una llena de vida. ¡Cómo cantaba el chaval!

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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(Canturrea.) «Mi jaca / galopa y corta el viento / cuando pasa por elPuerto / caminito de Jerez.»

LA MATILDE.– (Remendándola.) «Mi jaca / galopa y corta el viento...» ¡Ay,Candelas, qué loca estás, mujer...!

LA CANDELAS.– No puedo más, chiquilla. No puedo vivir así, una vida así,como la tuya. Esperar, trabajar, morirse. Y no sé para qué. Quiero vivir,Matilde...

LA MATILDE.– Déjame dormir, chica...LA CANDELAS.– (Premiosa.) Vamos por ahí, chiquilla. Nos asomaremos na

más a la puerta. ¿Tú sabes dónde estamos? ¿Eh? ¿Lo sabes?...LA MATILDE.– En Francia. Pues no tengo oído esta tierra ni nada. Cuando era

chavala. «Que si el mío está en Francia.» «Que el mío vendrá de Fran-cia.» «Que se va a Francia.» ¡Asco me da oír ese nombre, te lo juro...!

LA CANDELAS.– A ti todo lo que no sea lo de siempre, lo de todos los días, laporquería diaria, te da asco. Todas sois así. No sé qué leche os dieron amamar cuando nacisteis. Parece mentira que nacierais cuando la guerra,cuando los hombres se mataban...

LA MATILDE.– (Enfadada.) ¡Chica, queremos vivir también nosotras a nues-tra manera! ¡Pues anda también, con la perra que ha cogido la mujer deDios! ¡Anda y date con la cabeza contra las paredes! Mira la que mearma con que si somos o no somos. Somos como nos da la gana, tam-bién. Pero que tenga una que escuchar sermones en todos los sitios,también. Se acabó la cuestión. Ya puedes hablar con las paredes...

(Se levanta y se va hacia el compartimento de la dere-cha, donde hay un montón de sacos, con idea de rendirseallí. Pero antes se acerca a la ventana para espiar lanoche. La CANDELAS se apoya sobre la puerta llena deansiedad y cansancio.)

LA MATILDE.– (Mirando tras la ventana.) ¡Madre, qué noche más negra estátambién! No se oye ni un alma... ¡Jesús, qué miedo da estar fuera de latierra de una...!

(Vuelve de la ventana con un gesto de resignación y avan-za otra vez hacia el montón de sacos. Pero cuando va a

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tenderse aparece la sombra negra de un ser humano queyacía entre los sacos y que se yergue emitiendo gruñi-dos. Grito aterrorizado de la MATILDE. La CANDELAS vacorriendo hacia ella. La sombra que aparece es la deuna VIEJA mendiga que masculla insultos en francés. Setrata de una vagabunda que se había refugiado allí antesde llegar ellos.)

LA MATILDE.– (Abrazada a la CANDELAS y mirando a la VIEJA, que parecedesafiarlas.) Ay, madre mía..., vámonos de aquí, vamos volando, chica...

(Vuelven las dos dando trompicones hacia la puerta eintentan sacar el travesaño. La VIEJA, sentada sobre lossacos, masculla insultos. Se percibe la palabra «putains»...)

LA CANDELAS.– (Forcejeando en la puerta.) ¡Y nos dejan solas y se van! ¡Yahí os pudráis...!

LA MATILDE.– (Nerviosa.) Déjame a mí, que tú no puedes con los nervios.¡Vaya un canguelo que te ha cogido...!

LA CANDELAS.– (Dándola un empujón.) ¡Imbécil! ¿Yo miedo? Tú sí que teestás orinando del susto. ¿Miedo yo? ¡Vas a ver tú...!

(Ante el espanto de la MATILDE, la otra se dirige rectahacia la VIEJA y se encara con ella.)

LA CANDELAS.– ¡Eh!... ¿Quién es usted?... ¿Qué hace usted aquí?... ¿De dón-de sale?...

LA VIEJA FRANCESA.– Putains... Putains de l’Espagne... (Escupe.)LA CANDELAS.– (Con rabia y orgullo.) De España, sí, de España... ¿Qué pasa?...

(La VIEJA no contesta y vuelve a tenderse entre los sacosluego de empuñar un palo nudoso que tenía junto a ella.Las dos mujeres ya tranquilizadas vuelven al centro dela escena.)

LA CANDELAS.– ¿Has visto la tía? Será puerca...

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LA MATILDE.– Pero ¿qué ha dicho, mujer?... Debe ser una «méndiga»...LA CANDELAS.– (Envalentonada y dirigiéndose otra vez a la VIEJA.) ¡Váyase

de aquí con sus piojos a otra parte!... ¿Me oye?

(La vieja se incorpora y empuña el bastón.)

LA VIEJA FRANCESA.– ¡Putains de l’Espagne...!

(La CANDELAS quiere ir hacia ella, pero la MATILDE lasujeta.)

LA CANDELAS.– ¡Déjame...! ¡Que me dejes...!LA MATILDE.– Pero si está «guillá»... ¿No lo estás viendo?... Y cualquiera

sabe lo que dice... (A la VIEJA.) ¡Hala por ahí, tía borracha!... ¡Vamos,mujer...!

(Vuelven las dos hacia la parte izquierda, donde se ha-llaban anteriormente.)

LA CANDELAS.– Qué tía más sucia. Luego dicen de las españolas...LA MATILDE.– Es una «méndiga». También tiene derecho a la vida...LA CANDELAS.– En cuanto venga mi González, la echa a palos...LA MATILDE.– También..., tenemos la negra... ¡Chica, qué repeluzno...!LA CANDELAS.– Y vete a saber lo que hace ahí la tía...LA MATILDE.– ¿Y qué va a hacer? Dormir. Lo que teníamos que hacer noso-

tros...LA CANDELAS.– Sí, pues lo que es yo no duermo con una desconocida...LA MATILDE.– Ya se ve que no tienes caridad...LA CANDELAS.– ¡Qué caridad, ni qué contra!... Cualquiera sabe lo que hace

aquí esa tía...LA MATILDE.– ¡Y dale con la mujer!... Pues es lo único que faltaba...LA CANDELAS.– (Muy decidida.) Mira, yo me voy a buscar a mi marido...LA MATILDE.– ¿Y yo me voy a quedar aquí sola?... Ni hablar...LA CANDELAS.– Pues nos vamos las dos...LA MATILDE.– (Señalando el equipaje.) ¿Y vamos a dejar aquí esto?...LA CANDELAS.– A ver...

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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LA MATILDE.– Y «aluego» si vienen los hombres y falta algo, nos atizan una«capujana» y con razón... Anda, vamos a dormir... Ya no tienen quetardar...

LA CANDELAS.– ¡Que yo no me estoy aquí, chica...!

(Va a la puerta y saca con energía el travesaño. Aparecela noche oscura.)

LA MATILDE.– (Sin atreverse a salir.) ¡Chica, qué respeto...!LA CANDELAS.– (Vacilante también.) Sí que está oscura la noche... ¿Dónde

se habrán metido ese par...?LA MATILDE.– A cualquier tasca se habrán orientao, seguro...LA CANDELAS.– Pero, chica, si parece un pueblo muerto...LA MATILDE.– Como que cada cual está en la cama... Mira ésta...LA CANDELAS.– Pero si todavía es pronto... Si en España a esta hora se chatea

y se pasea por la plaza... Es que no se ve ni un alma...LA MATILDE.– Bueno ¿salimos o no? O cierra la puerta, porque hay un re-

lente...

(La CANDELAS se apoya en la puerta.)

LA CANDELAS.– Me lo habían dicho y no lo creía, tú... Que en estando fuerade la patria de una, te falta como el aire, chica...

LA MATILDE.– Sí, sí... Parece que una respira de otra manera...LA CANDELAS.– (Angustiada.) ¿Dónde andarán?... También, si nos encuen-

tran por ahí...LA MATILDE.– Escucha... Se oyen voces... ¡Voces de hombre...!LA CANDELAS.– ¡El Márquez!...LA MATILDE.– Qué Márquez, ni qué narices... Mi Tralla es ese que viene.

Como que no lo conozco. ¡Y alegrillo viene!... (Lo ha dicho con ale-gría.) Anda, cierra la puerta, que no nos vean aquí... Vamos a hacernoslas dormidas...

LA CANDELAS.– (Alegre y excitada.) ¡Déjame, mujer!... (Se adelanta haciadonde vienen las voces.) ¿Eres tú?... ¿Eres tú, muchacho?...

LA MATILDE.– (Asustada.) Calla, mujer...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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(Han aparecido en el umbral los hombres. Traen la botaen bandolera y vienen alegres.)

EL TRALLA.– ¿Qué pasa aquí? (La CANDELAS abraza al GONZÁLEZ.)EL GONZÁLEZ.– (Separándose de la CANDELAS.) ¿Qué hacéis con la puerta

abierta?EL TRALLA.– Me parece que hablamos en castellano, creo yo.LA MATILDE.– ¡Qué susto!... ¡Hay una mujer...!EL GONZÁLEZ.– ¿Una mujer? ¿Dónde?LA CANDELAS.– Una bruja entre los sacos. Allí...EL TRALLA.– A ver si tenemos la noche en paz...

(El GONZÁLEZ va dando trompicones hasta donde está laVIEJA. Los otros le siguen.)

EL GONZÁLEZ.– (Plantándose ante la VIEJA.) ¿Quién está ahí?

(La VIEJA se yergue gruñendo.)

LA MATILDE.– Debe ser una «méndiga»...EL GONZÁLEZ.– ¿Por qué la habéis dejao entrar?LA CANDELAS.– Estaba ya aquí cuando «lleguemos»...EL TRALLA.– Eh..., abuela..., ¿qué pasa?

(La VIEJA se levanta despacio.)

EL GONZÁLEZ.– Es una francesa... ¡Váyase! Aquí estamos nosotros...LA VIEJA FRANCESA.– ¡Salauds!... ¡Ils sont salauds!... ¡Espagnols..., salauds!...EL TRALLA.– (Al GONZÁLEZ.) Anda tú, González, que chamullas un poco,

dila que se largue...

(La VIEJA ha vuelto a sentarse y lloriquea.)

EL GONZÁLEZ.– Tú, Tralla, cógela y ponla de patitas en la calle...EL TRALLA.– Ponla tú..., mira éste...EL GONZÁLEZ.– Y si no, déjala. ¿Qué mas da? Es una pobre vieja... Hay que

ser compasivo con los pobres... ¡Hala, abuela, que duerma usted en paz!...

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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(Vuelven hacia la parte de la izquierda.)

EL GONZÁLEZ.– (Explicativo, tratando de dar seguridad a sus palabras.) Esuna «méndiga»... Tenemos que ayudarnos unos a otros. Además esta-mos en tierra extranjera. Hay que tener modales. Si se enteran que echa-mos a la vieja, igual nos largan a nosotros...

LA CANDELAS.– (Tranquila y alegre.) Ésta se ha llevao un susto...LA MATILDE.– ¿Yo?... ¡Tú si que estabas que!...LA CANDELAS.– Será embustera... Se pone que yo...EL GONZÁLEZ.– ¡Basta! ¡A callar! Si os hubierais tumbao a dormir como se

os ordenó...EL TRALLA.– (Al tiempo que se echa un lingotazo de vino.) Y que se dijo en

castellano, me parece a mí...EL GONZÁLEZ.– Y se plantan en la puerta ahí como dos... ¡Te doy un...! (Hace

el gesto.)EL TRALLA.– (Al tiempo que cierra la puerta.) Bueno. Ahora sí que toca

dormir. Hala, ya estáis durmiendo. Vamos a tener la noche en paz...

(Las mujeres, sumisas, se van a su rincón y empiezan aextender mantas. Los hombres hablan aparte echandotragos de la bota.)

EL GONZÁLEZ.– Mañana veremos quién es la vieja...EL TRALLA.– Bah..., qué importa...EL GONZÁLEZ.– ¿Te fijaste cómo le paré los pies al franchute...?EL TRALLA.– ¡Vaya..., cómo cerró el pico!... No están acostumbrados a las

palabras fuertes, macho... (Ofreciéndole la bota.) Venga, echa un tragoy a la cama...

(Mientras el otro bebe, el TRALLA coge una colchoneta yse sienta sobre ella. El GONZÁLEZ cuelga la bota de unclavo.)

EL TRALLA.– (Alcanzando otra colchoneta para el GONZÁLEZ.) Toma...EL GONZÁLEZ.– (Rechazándola.) Quita allá. Yo duermo en el suelo...EL TRALLA.– (Botando sobre la colchoneta.) No está muy blanda, pero peor

es el suelíviris...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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EL GONZÁLEZ.– Mañana las quemo todas...EL TRALLA.– ¿Todas las que...?EL GONZÁLEZ.– (Señalando las colchonetas.) Toda esa porquería...EL TRALLA.– ¿Por qué?EL GONZÁLEZ.– Porque sí... Ahí va un pito... (Le echa un cigarrillo. Las

mujeres han ido arrastrándose hasta los hombres y escuchan.)EL TRALLA.– (Encendiendo muy ceremoniosamente y ofreciendo fuego a

GONZÁLEZ.) Lo vamos a pasar fetén aquí, González...EL GONZÁLEZ.– A ver... Aquí lo que hay que hacer es no achantarse... ¿Me

comprendes, no? Yo conozco el paño. En cuanto te suban el gallo, di-recto a las narices...

EL TRALLA.– Ya has visto que hoy..., ¿eh?...EL GONZÁLEZ.– (Medio tumbado.) Sí, ya... (Queda pensativo.)

(Pausa. El TRALLA se levanta y descuelga la bota.)

EL TRALLA.– El último trago. «Con Dios me acuesto / con Dios me levanto /con la Virgen María / y el Espíritu Santo...» (Se echa un trago. Risasahogadas de las mujeres.)

EL GONZÁLEZ.– (Alegre.) ¿Qué? ¿Aún estáis así vosotras? Tenéis hormigui-llo, ¿eh?...

LA CANDELAS.– (Abrazándole.) Me tienes más loca. Más loca me tienes...EL GONZÁLEZ.– Anda allá, zalamera..., que estás hecha una zalamera...LA CANDELAS.– ¿Qué había por ahí?...EL GONZÁLEZ.– ¿Por dónde?...LA CANDELAS.– En Francia...EL GONZÁLEZ.– A ti que te importa. A dormir. Que mañana te levanto a las

cinco... Venga a dormir...LA CANDELAS.– Tirano..., que eres un tirano...EL GONZÁLEZ.– Que te duermas... No hagas que me cabree...

(Pausa. El GONZÁLEZ se pone cómodo. La CANDELAS setumba suspirando. El GONZÁLEZ se recuesta en el muro ysigue fumando pensativo. Se oye un instante el susurrodel TRALLA, que acaricia el pelo a la MATILDE.)

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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EL GONZÁLEZ.– (Expulsando lentamente el humo.) ¿Te has dormido, Tralla?EL TRALLA.– ¿Qué?...EL GONZÁLEZ.– Que si te has dormido...EL TRALLA.– (Riendo.) No me deja ésta...EL GONZÁLEZ.– Digo que aquí podemos sacar buen jornal. Ya has oído al tío

ese. Al capataz ese... Si pinta como dice, me represento que además depasarlo fenómeno, podemos llevarnos un buen pellizco allá abajo...¿Oyes lo que te digo o qué?...

EL TRALLA.– Te oigo...EL GONZÁLEZ.– Lo que hay que hacer es aguantar el tipo... Porque aquí hay

mucha hija de mala madre... ¡Pues no tengo yo pisao todo esto!... Poreso, ya te digo, hay que partir la cara al que se plante... ¿Me oyes,Tralla?...

EL TRALLA.– Te estoy oyendo, González...EL GONZÁLEZ.– Porque hay mucho hijo de mala madre... No te olvides nun-

ca de la navaja por si acaso... Y los peores son los nuestros..., los tíosque se quedaron aquí con los franchutes... Ésos son los peores. Quierodecir que si hay que pinchar, se pincha... ¡Pues no tengo yo sufrido enesta cochina tierra!... ¿Me estás oyendo?...

EL TRALLA.– Sí, macho...EL GONZÁLEZ.– Pero con un poco de suerte, ya te digo... Nos vamos forraos.

Y ¿sabes lo que voy a hacer?... Comprar aquella punta de olivos quehay detrás de la rectoral. Con lo que me lleve y me prometió la vieja, lacompro engañando al señor Contreras... A mí no me sacan del campo...¡A Barcelona me voy a ir!..., ya, ya..., o quedarme en Francia comoésos... para convertirme en un marica y un traidor..., como muchos queconozco... Ni hablar... Tengo unas ganas de vivir tranquilo, chaval...¿Te has dormido?...

EL TRALLA.– No me he dormido, no...EL GONZÁLEZ.– Échame la bota tú. Que me quite este escozor...EL TRALLA.– Duérmete hombre...EL GONZÁLEZ.– Que me eches la bota, chaval...

(Se la echa.)

EL TRALLA.– Pa ti, pa toda la vida...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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EL GONZÁLEZ.– (Luego de comprobar que la bota está seca la vuelve a tirarrabioso hacia el TRALLA.) Ya puedes dormirla, ya...

EL TRALLA.– La finiquitó la parienta. (Risas de la MATILDE.)EL GONZÁLEZ.– Ya digo yo que... (Pensativo.) Mira que tengo yo sufrido en

esta tierra. Y era peor tiempo que ahora. Llovía mucho aquel año. Lasvides se murieron. ¡Menudo hormiguero de tíos! Nadie sabía quién eranadie. De película, chaval. Y «aluego» allí se vieron los hombres. Tan-to chulo que se volvió marica. Llorando como hembras. Pidiendo li-mosna a estos tíos malasangre. ¡Qué tiempo aquél! ¡Qué diluvio, cha-val!... Y ahí es donde se tenían que ver los hombres... Pero nada..., unostíos negros con los ametralladores esos y nosotros lo único que hacía-mos era llorar. Y palos. Nadie abría el pico si no era pa llorar. Ésos, los quese comían el mundo... Tu entonces eras un chavalín... ¿Qué sabes tú?...(Chupa el cigarrillo y expulsa el humo lentamente.) Y había cada judasentre nosotros mismos... ¿Me estás oyendo, Tralla?... (Escucha y subeel ronquido del TRALLA. GONZÁLEZ hace un gesto de fastidio y compren-sión.) Y el más bicho de todos, aquél..., ¡el Márquez!... Dicen que to-davía anda por aquí... Trabaja en una fábrica de no se qué y dice que sólovuelve a España pa quemar el pueblo... Ése es de los que hay queguardarse... ¡Madre mía, cuánto tengo yo sufrido por aquí..., y por to-das partes...! (Al TRALLA.) ¡Duerme, chaval, duerme...! ¡A ver si yo tam-bién puedo dormirme alguna vez...!

(Se da una vuelta rabioso y se tapa la cara con la manta.Se oscurece la escena y cae el telón.)

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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ACTO SEGUNDO

La misma decoración. Ha habido ciertas transformaciones. En el espa-cio de la derecha hay dos jergones separados por una cortina, un cajón quesirve de mesita de noche y unas telas de saco que sirven de alfombras. Unpalanganero, un espejo, etc. En el centro de la escena iluminada por un solrutilante que entra por la puerta del fondo, abierta de par en par a la cam-piña del Rosellón, hay una mesa con restos del convite. Brillan unos cuan-tos porrones llenos de vino. Alrededor de la mesa se sientan: el GONZÁLEZ,el TRALLA, la CANDELAS, el MÁRQUEZ, la MATILDE y el CATALÁN. Un pocoapartada, dando la cara al público, la VIEJA FRANCESA. Todos están alegresmenos el MÁRQUEZ, que procura estarlo sin éxito y deja de vez en cuandocaer la cabeza pensativo sobre el porrón que acaricia con las manos. Lafrancesa, aparte, también permanece callada. Al levantarse el telón, risas,alegría y bullicio.)

EL GONZÁLEZ.– (Dirigiéndose a la VIEJA.) Beba usted, agüela. Que hoy esfiesta para todos... (Le ofrece el porrón.)

LA CANDELAS.– Sí, sí..., a buena parte... (Al MÁRQUEZ.) Ni Dios le oye deciruna palabra si no es para insultar...

EL TRALLA.– ¡Vamos!..., ¡agüela!...EL GONZÁLEZ.– Que no se diga, agüela...

(Ante el asombro de todos, la VIEJA se levanta y coge elporrón. Silencio. La VIEJA bebe y luego se limpia la pe-chera manchada de gotas. Risas de todos. La VIEJA seretira a su rincón.)

226

LA VIEJA FRANCESA.– ¡Salauds!..., ¡salauds!..., ¡ivres!...

(Más risas.)

LA CANDELAS.– (Al MÁRQUEZ.) ¿Lo ves?EL GONZÁLEZ.– Pues hoy tiene usted que emborracharse con nosotros, agüela.

Hoy se emborracha todo el mundo. ¡Hoy la armamos...!EL TRALLA.– (Como un eco.) ¡La armamos...!

(Suben los porrones. Lingotazos que se trasiegan y ale-gría comunal.)

EL GONZÁLEZ.– (Limpiándose la boca con la mano.) Hoy, como si estu-viéramos en la patria. Igual. Hoy todos somos hermanos. ¡Chócala,Márquez...! (MÁRQUEZ intenta sonreír y le da la mano. Todos se dan lamano.) Hoy tenemos que estar alegres, porque somos españoles y vol-vemos a España. Y hemos hecho buena vendimia, ¿no?

EL TRALLA.– Sí, macho...EL GONZÁLEZ.– Pues eso digo... (Pausa.) Bueno tú, catalán, ¿viene o no vie-

ne tu compadre con la guitarra?EL CATALÁN.– Yo pienso que vendrá. Eso dijo él. Ahora que si lo han liado

por ahí.LA MATILDE.– Pues ve a buscarlo, hombre...EL GONZÁLEZ.– ¡Claro...!EL CATALÁN.– Ya vendrá, ya... ¿Dónde hay una reunión como ésta?EL GONZÁLEZ.– Claro, hombre. (A la VIEJA.) ¡Vamos, agüela, eche usted otro

trago...!LA CANDELAS.– Déjala tranquila, hombre. Si sabes que no quiere nada con

nosotros.EL GONZÁLEZ.– Tú déjame a mí... ¡Agüela!... Tú, Márquez, díselo en fran-

cés, que lo chamullas tan bien... Que se entere..., que se entere por finde lo que somos..., de la tierra que somos...

EL MÁRQUEZ.– Déjala, hombre... Cada uno se divierte a su manera.EL GONZÁLEZ.– Hoy tenemos que estar alegres. Igual que allá abajo. Y tú y

ésa parecéis de piedra.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MENDEZ

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LA MATILDE.– (Interrumpiendo intencionadamente.) ¿Por qué no contáis al-gún chiste mientras viene el tío de la guitarra? Venga, tú, Tralla, cuentaun chiste, chico...

EL GONZÁLEZ.– Eso es. Vamos a contar chistes. Cada uno tiene que contarun chiste...

LA CANDELAS.– Que empiece el Tralla.EL TRALLA.– No, que empiece el González, que pa eso es el jefe.EL GONZÁLEZ.– Empieza el Márquez, que parece un funeral.LA CANDELAS.– ¡Que empiece el Tralla!EL GONZÁLEZ.– ¡Te digo que el que tiene que empezar es el Márquez...!EL TRALLA.– (Para zanjar la discusión.) Pues ya está. Ahí va el primero...

Prepararse...LA MATILDE.– (Riendo.) Prepararse chavales, que vienen curvas...EL TRALLA.– Esto le pasó a uno de mi pueblo...LA MATILDE.– (Al MÁRQUEZ.) En el pueblo de éste pasa cada cosa...EL GONZÁLEZ.– ¡Chissss!... A ver si os calláis las mujeres...EL TRALLA.– Digo que uno de mi pueblo se fue a Zaragoza y cogió el tran-

vía. Y va y cuando el cobrador le pregunta: ¿adónde va usted?, el tío sepone: a ver a mi primo, que le han operao de la orina...

(Risas y exclamaciones.)

LA MATILDE.– ¿No os digo? ¡Anda ya!... ¡Qué malo es el tío...!EL GONZÁLEZ.– (Riendo.) Muy bueno, sí señor, muy bueno... Un trago, agüela;

un trago, Márquez. (Coge el porrón e intenta levantarse, pero ya estámedio beodo.)

LA CANDELAS.– (Al GONZÁLEZ.) Venga, ahora te toca a ti...EL TRALLA.– No, ahora le toca al catalán...LA MATILDE.– No, tú. Que el catalán tiene muy poca gracia pa los chistes...LA CANDELAS.– Anda ya, mujer. También tú...EL GONZÁLEZ.– (Que ha vuelto a sentarse.) Venga, catalán, a ver ese chiste...EL CATALÁN.– (Muy modesto.) Hombre, es que si uno tiene ya tan mala fama...LA MATILDE.– Lo que yo digo no es insultar; vamos, me parece a mí. El que

no tiene gracia no tiene gracia.EL GONZÁLEZ.– ¡Basta ya! Aquí hoy todos somos hermanos y todos somos

españoles. El catalán, como el francés. (Lo ha dicho mirando al MÁRQUEZ

con desafío) Venga, «noi», a ver ese chiste...

LA VENDIMIA DE FRANCIA

228

EL CATALÁN.– Pues con permiso de la concurrencia...LA CANDELAS.– Olé... Eso sí que son modales.

(Risas y palmas de todos.)

EL GONZÁLEZ.– Que digo que a ver si os calláis las mujeres... (Sigue mirandohacia el MÁRQUEZ. Luego se limpia los labios con el dorso de la mano.)

EL CATALÁN.– Allá va... Pues esto era un tío que estaba sin una «pela» y notenía qué comer... Ya sabéis lo que es eso, ¿no? (Murmullos.) Conquevan y le ofrece un domador de leones trabajo. Va el domador y le dice:«Oye, mira, resulta que se me ha puesto enfermo un león y necesitotrabajar con todos esta tarde. Te doy diez duros si te vistes de león y temetes en la jaula con los otros». «¿Con los otros leones? ¡Ande ya!...»Pero va el domador y le dice que no tiene que preocuparse, que los otrosleones no le harían nada, porque eran muy mansitos y «molt trempats»,que decimos los catalanes. El otro, pues, claro, como que estaba con«més fam que un mestre d’escola, que diem en Catalunya», pues seconvence, se viste de león y se mete en la jaula con un canguelo quepara qué... Y los otros leones allá en un rincón rugiendo: ¡auuuuh!...,¡auuuuuh!... El tío temblando y encomendándose a todos los santos,cuando, de pronto, ve que uno con cara de pocos amigos, un león deesos de melena, se acerca despacio, despacio... El tío cierra los ojos ypiensa: «Ya está. Yo quería comer y resulta que me comen a mí»... Y elleón aquel venga a acercarse rugiendo: ¡auuuhhh!, ¡auuuhh! El otro, yaos podéis pensar, «més mort que viu», que decimos en catalán. Y yaestaba esperando el primer zarpazo, cuando oye que el león le dice:«¿Qué, usted también es de Gerona?...»

(Risas de todos.)

LA MATILDE.– ¡Muy bueno, muy bueno...!EL GONZÁLEZ.– Eres un tío majo, Catalán. ¡Un trago, Catalán...!EL CATALÁN.– (Mientras bebe.) Pero en catalán queda mejor, porque el león

va y dice: «Vusté també es de Girona?».EL GONZÁLEZ.– ¡Muy bueno, muy bueno!... Mira, hasta la agüela se ríe...LA CANDELAS.– Sí, sí... Me parece que ya ves doble, chaval...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

229

EL GONZÁLEZ.– (Al MÁRQUEZ.) Venga tú, Márquez, te toca. Otro de leones...LA CANDELAS.– Venga Márquez, que no se diga...LA MATILDE.– Ése (Por MÁRQUEZ.) es más soso que el catalán, que ya es

decir...EL GONZÁLEZ.– A ver si os calláis las mujeres... Venga, Márquez, que hoy

todos somos hermanos...EL MÁRQUEZ.– (Bajando la cabeza.) Yo no sé ningún chiste...LAS CANDELAS.– (Al GONZÁLEZ.) Cuenta tú uno, chico. Ahora sí que te toca a

ti. (A los otros.) ¿Le toca o no le toca?TODOS.– ¡Sí, sí!... ¡Venga ese chiste!... ¡Ahora tú!...EL GONZÁLEZ.– Bueno. Pero después le toca al Márquez. ¿Eh? Si no lo sabe

lo inventa, que decimos en mi tierra...LA CANDELAS.– Venga, empieza y ya está...LA MATILDE.– Pero que sea más corto que el del catalán, que ése en cuanto le

dejan hablar...EL GONZÁLEZ.– A ver si os calláis las mujeres... (Silencio solemne.) Éste es

uno de la «mili». Va el sargento y le pregunte al recluta. Muchacho,dime, ¿de cuántas partes se divide un fusil? Y va el recluta y contesta:de dos; de fu y de sil. El sargento le dice: ¡Muchacho, tú eres un genio!Y el otro se pone: Sí, mi sargento: Ugenio Martínez González...

(Risas, alboroto y palmotadas en la espalda)

EL GONZÁLEZ.– (Riendo todavía.) Sí, hombre, sí. En la mili hay cada uno...¿Eh, Tralla?

EL TRALLA.– De miedo, tú...EL GONZÁLEZ.– Bueno. Ahora te toca, Márquez...LA CANDELAS y LA MATILDE.– (Con cantinela.) ¡Que hable, que hable...!TODOS.– ¡Que hable, que hable, que hable...!EL MÁRQUEZ.– (Muy molesto.) No sé qué decir...EL TRALLA.– ¡Que baile, que baile...!EL GONZÁLEZ.– (Elevando la voz.) Hoy aquí somos hermanos. Nada más que

eso. Nada más y nada menos. Y hay que divertirse...LA CANDELAS.– (Aparte.) ¡La que ha cogido...!EL GONZÁLEZ.– A ver si os calláis las mujeres... Y tú, catalán, ¿viene o no

viene el tío de la guitarra?

LA VENDIMIA DE FRANCIA

230

EL TRALLA.– Me parece a mí que le podemos esperar sentaos...EL GONZÁLEZ.– Pues sí que es mala suerte. Porque si viniera el guitarrero

ese, aquí el camarada, el franchute este (Señalando a MÁRQUEZ.) nosiba a echar un cante..., porque, ¿no lo sabíais?; pues aquí el amigo entiempos cantaba... El «Niño de Fuego» lo llamaban si no me traiciona lamemoria. ¿Miento, chaval?

LA MATILDE.– (A la CANDELAS.) Éste se cae redondo. (A MÁRQUEZ.) Tú nohagas caso.

EL GONZÁLEZ.– Como no os calléis las mujeres, vais a... Pues digo a la con-currencia que aquí, el artista, el «iño de la funeraria», cantaba por todoslos estilos: por el Angelillo y el Marchena y...

EL CATALÁN.– (Interrumpiendo.) ¿Y por qué no cantas tú, González?TODOS.– ¡Que cante..., que cante..., que cante...!EL GONZÁLEZ.– (Con un gesto airado.) ¡Silencio!... ¡Silencio, digo!... A ver

si os calláis las mujeres, que todos habláis como mujeres... Digo que nohay cosa más triste que ver a un tío llorar como un marica... Sí, llorarcomo un marica, que yo los he visto, y aquí, aquí mismito, en estatierra... cuando vosotros aún mamabais...

LA CANDELAS.– Verás tú... el mal vino que tiene éste...EL GONZÁLEZ.– ¡... y... y... muchos que se las daban de tíos..., eh..., y que

ahora dicen que van a volver a España para quemar el pueblo..., ja, ja...,lloraban también como maricas!... y que... (Transición.) Bueno,Márquez, anda, échate una copla.

EL CATALÁN.– ¡Que no hay guitarra, hombre!... ¡Tú, González, González,oye...!

EL GONZÁLEZ.– (Desprendiéndose con brusquedad del CATALÁN, que inten-taba llevárselo afuera.) ¡Déjame!... ¿Me dejas?... ¡Aquí hay que hablary hay que divertirse!... Y el «niño de la funeraria» nos va a echar unacopla... Venga, a tocar palmas..., así... (Toca palmas torpemente.)

(La CANDELAS se ha levantado y se acerca a él teme-rosa.)

EL GONZÁLEZ.– Y había unos tíos, unos negrazos, con un látigo y él tambiénse dejaba pegar... ¡Vamos a ver esa copla!... ¿Por qué no cantas?... Peroademás de cantar, ¿sabéis?, era de los que corrían mucho, delante de los

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

231

«civiles», en el pueblo... A correr nadie le ganaba, ni un galgo de carre-ras...

LA CANDELAS.– (Abrazándole por detrás.) ¡Vamos, a tomar el aire...!EL TRALLA.– (Que también se ha levantado.) Vamos a darnos un garbeo por

ahí, macho...EL GONZÁLEZ.– (Debatiéndose.) ¡Que me dejéis..., que me dejéis digo...! Y

que os calléis las mujeres..., que estoy hablando yo...LA MATILDE.– (Al MÁRQUEZ.) ¡Vete, Márquez...!EL GONZÁLEZ.– Ahora va a cantar el Márquez... por el Marchena... O si no,

aquello de... (Canturrea beodo.) «Mi jaca / galopa y corta el viento...»Anda, Márquez, échate una copla, pa que la oigan estos señores, queson mis convidaos... ¿Eh?... Pero qué..., si ya no tienes vos, ya no tie-nes, na..., se acabó... ¡Ya no hay hombres en España...! (Un violentopuñetazo sobre la mesa.)

(Silencio repentino.)

LA VIEJA FRANCESA.– ¡Ils sont salauds!... ¡Ils sont ivres!... ¡Ils se tuerant...!EL GONZÁLEZ.– (Lloriqueando.) ¡Ya no hay hombres en España!... Se pu-

drieron todos..., se amujeraron todos... Aquí y allí y en todas partes... (Asu mujer, que trata de abrazarle.) ¡Déjame!... ¡Que me dejes!... ¡Que tedoy...! (Larga un puñetazo a la CANDELAS, que lo esquiva.)

(De pronto, se oye el estallido de un cohete.)

EL TRALLA.– (Alegre.) ¡Ya están ahí...!EL GONZÁLEZ.– (Sobresaltado.) Eh, ¿qué pasa? ¿Qué pasa?EL CATALÁN.– Que empieza la traca, macho... Que ya ha venido el de los

cohetes... Que estamos en fiesta como en nuestro pueblo... ¡Viva la ven-dimia!... ¡Vamos, vamos afuera...!

(Otro cohete.)

EL GONZÁLEZ.– ¡Bravo!... ¡Fuego...!LA CANDELAS.– (A los otros.) ¡Llevároslo fuera..., llevároslo...!

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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(El CATALÁN y el TRALLA cogen a GONZÁLEZ y lo arras-tran hacia fuera.)

EL TRALLA.– Macho, que ya suenan los cohetes... ¡Que vienen los toros deSan Fermín...!

EL GONZÁLEZ.– ¿Que vienen los...? Vamos, vamos allá... (Cuando va a salirse vuelve hacia las dos mujeres y el MÁRQUEZ, que mira obstinadamen-te el suelo.) Vosotras, las mujeres, quedarse aquí, aquí para ponerseguapas, que esta noche hay baile... Nosotros vamos a... a partirnos losriñones con los enemigos...

EL TRALLA.– (Dándole un empujón.) ¡Venga, macho...!EL GONZÁLEZ.– (Señalando al MÁRQUEZ.) ¿Y ése? ¿Ése? El «niño del peine

sucio»..., ¿eh?... Ése también viene. (Se abalanza hacia él y lo coge poruna manga.) Anda, vamos, vamos al ruedo, a vernos las caras... (Learrastra hacia fuera y él se deja arrastrar.) (La CANDELAS intenta saliry la rechaza el GONZÁLEZ.) Las mujeres a arreglarse pa el baile de lanoche... Pero nada de pintarse, ¿eh? Porque me quito la correa y...

EL TRALLA.– (Otro empujón violento.) ¡Vamos, jefe, vamos ya!... ¡Qué plo-mo el tío...! (A punto de salir se vuelve también hacia las mujeres.)Vosotras aquí..., que menda rubrica lo últimamente dicho por el señorGonzález...

(Salen por fin todos. La CANDELAS queda apoyada en elmarco de la puerta viéndoles marchar. La MATILDE, sen-tada en el sitio que ocupaba mirando el suelo cabizba-ja. Estalla otro cohete en el silencio. Alborozo lejano.)

LA VIEJA FRANCESA.– ¡Ils sont ivres!... ¡Ils se tuerasent!

(Estremecimiento de las mujeres. La MATILDE se levantairritada.)

LA MATILDE.– ¡Mala sombra!... Siempre le tiene que dar el vino igual... ¡Agua-fiestas!... Pues mira que el otro, el Márquez..., ¡vaya tío!..., ni abrir elpico... Vaya cara de cemento armao... (A la CANDELAS.) Estarás orgullo-sa, ¿eh? ¿Ése era el galán del pueblo? ¡Jésus, María, me muero de risa...!

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

233

(La CANDELAS sigue apoyada en la puerta. De vez en cuan-do, estallido de cohetes.)

LA VIEJA FRANCESA.– ¡Ivres!... ¡Salauds...!LA MATILDE.– (Rabiosa.) ¿Se va a callar usted, agüela? ¡Qué nervios me

pone!... Todo el santo día, de la mañana a la noche, con la misma histo-ria... Y así desde el primer día... ¿Se callan? (Pausa. A la CANDELAS.)Lo que debías hacer es echar a la vieja y no quedarte ahí alelada por tu...(Con sarna.) «amor»...

(Risa nerviosa. La MATILDE va al cuarto de la derecha ytrae una palangana en la que vierte el agua de un cánta-ro que hay en un rincón, mientras sigue hablando.)

LA MATILDE.– Y yo que me había figurao..., ¡qué se yo!..., que era..., ¡no sé!,tanto ponderarlo... Y el primer día que lo veo en las vidas... ¡Madre, quéachuchón de risa!..., ni pa descalzar a mi Tralla... Y «aluego» con esosaires..., con esas hebillitas de metal y esos gemelos finos... ¡Si parecemarica, Dios me perdone...! (Ha echado agua en el palanganero y haempezado a mojarse el pelo sentada en una silla baja y mirándose aun espejo roto que hay en la pared.) (A la CANDELAS.) Pero bueno, ¿teha dao un aire? ¡Cuidao con la mujer de Dios...! Pues sí que... (Estallidode cohetes.) ¡Anda, cafres, que son más cafres! ¡Huy, las ganas quetengo de volver al pueblo y acabar con todo esto y pudrirme tranquila!¡Qué vida ésta, oyendo a la bruja esa... como si andara una entre cu-chillos todo el día!... Y total pa nada... Pero mujer, ¿te has vuelto tonta?

(Va hacia la CANDELAS y la sacude.)

LA CANDELAS.– ¡Déjame, mujer...!LA MATILDE.– Pero tú estás guillada, moza. ¡Mira que!... Si todos son igua-

les, si el que no es chulo es marica... Si conozco yo mejor a los hombresque tú... Anda, ven a arreglarte... Te voy a peinar... Te pondré un pocode colorete...

(La arrastra hacia el palanganero. Ella se deja arras-trar como sonámbula.)

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LA MATILDE.– Te pongo un poco de colorete. Ni se dan cuenta...LA CANDELAS.– (Apartando la cara.) Que me dejes, mujer...LA MATILDE.– Pero ¡será boba!... Mírala... Tanto hablar, tanto decir... Que

parece que se va a comer el mundo..., y «aluego»...

(La VIEJA se ha levantado despacio y ha entornado lapuerta. Queda amortiguado el ruido de los cohetes. LaMATILDE se encara furiosa con la VIEJA.)

LA MATILDE.– ¿Quién la manda cerrar la puerta, bruja?LA CANDELAS.– (Sujetándola.) Déjala, mujer. Se está mejor así. Tanto sol

hace daño.LA MATILDE.– Pero ¿qué contra te pasa?LA CANDELAS.– Y yo qué sé, mujer... Tengo una cosa muy rara...LA MATILDE.– A ver si te ha dao mal el vino también...LA CANDELAS.– Ni lo caté apenas...LA MATILDE.– Pues la comida entonces...LA CANDELAS.– No sé, mujer...LA MATILDE.– (Desesperada.) ¡Bendito sea Dios...!LA CANDELAS.– (Levantándose repentina y desesperada.) ¡Asco. Asco. Asco

es lo que me da todo! ¡Estoy asqueada, estoy harta, Dios mío, harta detodo! De mí misma. De todo. ¡No puedo con esta vida, no puedo! Ardo.Voy todo el día como si tuviera fiebre. Igual que si tuviera fiebre. ¡Ytodo es una porquería, una basura!... Ese hombre...

LA MATILDE.– ¿Quién, el Márquez?LA CANDELAS.– (Paseándose rabiosa.) El Márquez... y el otro... y el otro...LA MATILDE.– (Con risa nerviosa.) ¡Ay, madre... Las ganitas que tengo de

volverme al pueblo...!LA CANDELAS.– ¡Al pueblo!..., ¡al pueblo!..., a lo de siempre. A comer, a

dormir, a trabajar, a...LA MATILDE.– Pero, chavala, ¿te has vuelto loca? ¿Es que quieres acostarte

con el Márquez? ¡Pues acuéstate de una vez y nos dejas tranquilos atodos! ¡Huy, qué chica más loca!... Mira, yo voy a seguir peinándome.(A la VIEJA.) Y usted, so bruja, ¿se calla o se larga? ¿Me ha oído?

LA CANDELAS.– Mira si no se mataran... Eso es lo que hacía falta... Que se pelea-ran, que corriera la sangre de una vez... ¡Siempre la misma historia...!

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LA MATILDE.– ¿Matarse? Ja, ja... Lo que es eso... Todos son valientes deboca: pero en cuanto llega el momento: nequaquam... Ya has visto hoya tu Márquez, el pico cerrao pa que no entren moscas... Las mujeres síque somos capaces de sacar las castañas del fuego... Los hombres: ahílos tienes, cantando...

(Llega entre el estallido de los cohetes el canto de loshombres. Eso de «no hay quien pueda / con las gentes deesta tierra»...)

LA MATILDE.– (Sigue peinándose.) En teniendo vino y tabaco, ellos a vivir...Y si «aluego» tienen una que les caliente el jergón, ¿pa qué mas? Bue-no, los hombres... Tú dices que si nosotras, las mozas de ahora, no sabe-mos de la vida... Nos enseñarás tú, que te has pasado la vida bordandoenaguas y mirando detrás de la ventana... a ver si venía... el Márquez...(Risas.)

LA CANDELAS.– ¿Te vas a callar de una vez?LA MATILDE.– ¡No!, no me voy a callar. No me da la gana de callar. Para

algo tengo lengua. ¡Y estoy hasta la coronilla de verte con esa cara depascua! ¡Que te has pasao toda la vendimia, rica, que pa qué..., que yoque te aguanto lo sé y nadie más..., que tu marido con tener la bota apunto y lo otro, nada; pero que con eso de pasarnos las dos aquí, manoa mano, me has dao una vendimia que en cuanto llegue a mi casa, echola puerta, la clavo y si te he visto no me acuerdo, rica, que también secansa una de aguantar gaitas!... ¿Que quieres acostarte con el Márquez?Pues eso, más hacer y menos hablar..., que todas os pasáis la vida ha-blando. Y una se cansa de escuchar, pa que te enteres. (Transición ypausa.) Anda, mujer, arréglate. Esta noche hay baile. Los hombres es-tarán alumbradillos y es la nuestra. Podemos sacar el estómago de malaño... antes de encerrarnos en el invierno...

LA CANDELAS.– (Como despertando.) Dios te oiga, mujer... porque si no pasalo que tiene que pasar...

LA MATILDE.– (Encarándose a ella.) ¿Qué?LA CANDELAS.– ¡Que me mato!... ¡Que me doy un tajo en el cuello!... ¡Por

éstas...!

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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LA MATILDE.– (Soltando una carcajada.) ¡Huuuy!..., ¡qué miedo!... ¡Madre,la de veces que te tengo oído lo mismo!...

LA CANDELAS.– (Fuera de sí.) ¿Que no?... ¡Vas a ver!... (Corre nerviosa ha-cia la mesa e intenta coger un cuchillo. La MATILDE la detiene y sujeta.Forcejean.)

LA MATILDE.– ¿Te vas a estar tranquila?... ¿Te vas a sosegar?... ¿To... (Sevuelve repentina a la VIEJA, que está en acecho, y, soltando a la CANDE-LAS, se dirige enfurecida a la VIEJA.) ¡Y usted a la calle!... ¡Ya se estálargando pero que ahora mismo!... ¡Hale!... ¡Hale!... (Arrastra a la VIE-JA, que gruñe, hasta la puerta y luego cierra totalmente atrancando conel travesaño.) ¡Hala!... ¡Ya está!... Así hay que hacer las cosas... (A laCANDELAS.) Y tú, a arreglarte... Y a fregar los cacharros, que no voy ahacerlo yo todo... Mira si hay trabajo por hacer..., conque... ¡al traba-jo!... (La CANDELAS sigue sin inmutarse.) Y si no, mira: te tumbas unrato y duermes la mona, que yo creo que lo que tienes es una mona depadre y muy señor mío. Y yo me quedo más tranquila, que... (Mientrashablaba se puso un delantal, trajo un cubo lleno de agua y empezó ameter en él los platos y cubiertos de la mesa. La CANDELAS se ha senta-do y se sujeta la cabeza entre las manos. Cohetes ya lejanos. Atardece.)

LA MATILDE.– ¡Huy, lo tranquila que se queda una sin la vieja!... Mira queno habla nada, pero el que esté ahí como una amenaza te hace una cosa...Como que se queda una sorda, chica... (Mirando a la CANDELAS.) Anda,mujer, anda... A ver si se te pasa el achuchón... También tengo yo lomío, no creas (Está fregando los cacharros arrodillada junto al cubo.)Pues no tengo yo llorao sola, sin que nadie se entere, que yo no doycuenta a nadie... Me guardo las penas para mí sola..., como debe ser...Mira que cuando lo de la Trini, no me digas que no fue cruz... ¡La malazorra cómo me trajo a mi Tralla!... Y él a pegarme encima... Y todo elpueblo de cachondeo... Yo: metida en casa, llorando..., ¡porque no que-ría dar la satisfacción a mis enemigos de verme llorar!... Hasta que hicelo que tenía que hacer y nada más... Y ya has visto. Desde entonces,como una seda... ¡A ver! (Friega con rabia.) Y tú, pues lo que tienesque hacer es una de dos: o acostarte de una vez con el Márquez de lasnarices, o volverte al pueblo como has venido. Y a vivir. Lo que no sepuede es estar lloriqueando y siempre con lo mismo, que sí, que no,que... Porque si te crees que el González le va a matar por ti y si te crees

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que el Márquez te va a raptar y va a matar al otro, estás lista. Juraría,Dios me perdone, que ahora están dale que dale, trago va y trago viene,muy juntitos, muy compadres, y nosotras... ¡a fregar...! ¡Mala pasote!...(Rompe a cantar estentórea.) «Tengo una vaca lechera, / no es una vacacualquiera...» (Se yergue extrañada cuando ve a la CANDELAS que sedirige furiosa a la habitación y se tumba boca abajo sobre un jergón.Atardece. Ya no hay cohetes.)

LA MATILDE.– ¡Vaya!... ¡Bendito sea Dios!... ¡Qué bien se está sola!... ¡Ma-dre, qué tranquilidad!...

(Friega y sólo se oye el ruido de los cacharros. Luego losva secando y los coloca en hilera junto a la mesa, en elsuelo.)

(Tras la ventana de la derecha ha aparecido el rostro deMÁRQUEZ, que viene algo bebido y «dispuesto a todo».La MATILDE va guardando los cacharros en un cajón demadera.)

EL MÁRQUEZ.– (Llamando a CANDELAS tras la reja.) ¡Candelas!... ¡Cande-las!... ¿Qué tienes, mujer?...

LA CANDELAS.– (Se yergue despacio y le mira.) ¡Anda allá, marica, que eresun marica...!

(Hablan en susurro, por lo que la MATILDE no se da cuentade nada.)

EL MÁRQUEZ.– ¡Ábreme, Candelas! Tu marido está como una cuba. Da sal-tos como un mono. ¡Ábreme, chavala...!

LA CANDELAS.– No tiene vergüenza... ¡Cobarde!... ¡Me das asco...!EL MÁRQUEZ.– (Muy cínico.) O si no: háblame detrás de la reja... Vamos a

pelar la pava, Candeliyas... ¡Uy, madre!... Las ganas que tenía yo depelar la pava, como en España. Anda, bonita, ven. Ven, que a ti si que tevoy a cantar una copla. Anda, chavala... Te voy a cantar aquello: (Can-ta.) «Mi jaca / galopa y corta el viento / cuando pasa por el Puerto /caminito de Jerez...».

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(La MATILDE ha oído la copla. Deja todo y se asoma a laderecha, y al ver al MÁRQUEZ tras la reja y a la CANDELASque ya se acercaba hacia él, va a la puerta, la abre, saley a poco vuelve a aparecer arrastrando de un brazo alMÁRQUEZ, que se ríe con risa algo beoda. Lo lleva hastadonde está la CANDELAS y le tira en sus brazos de un em-pujón. La pareja se abraza emocionada. Mientras los doshablan, la MATILDE termina de guardar los cacharros yluego coge de un saco un montón de patatas que se echaal delantal, abre la puerta de par en par y se sienta enuna silla de paja a pelar patatas. Ya es casi de noche.)

LA CANDELAS.– ¡Golfo!... ¡Golfo!..., ¡que eres un golfo!... ¡y un cobarde!...Y siempre has sido igual...

EL MÁRQUEZ.– Anda ya, mujer... Si estás loca..., si te lo veo en los ojos... Sitenía que pasar. No tengas miedo, mujer. El González está ahí, plantaoen la taberna... Dice que quiere comerse crudos a los franchutes...

LA CANDELAS.– Sois todos unos guarros... (Se deja besar.)EL MÁRQUEZ.– Y venga a darle a aquello: que si llorábamos, que si no llorá-

bamos. ¡Como una cuba, chica, como una cuba...!LA CANDELAS.– (Rendida.) Me tienes loca, Márquez. Loquita me tienes...EL MÁRQUEZ.– ¿Y vas a irte allá abajo?... ¿Con esa bestia? Tu y yo nos

quedamos aquí... Vas a ver vida...

(Besos.)

LA MATILDE.– (Moviendo la cabeza.) Los papeles que tiene que hacer una...EL MÁRQUEZ.– Ahora están cantando «Asturias, patria querida»... (Se ríe.)

¡Ay, cómo te idolatro, Candelas...!LA CANDELAS.– Me estás haciendo daño, canalla...EL MÁRQUEZ.– Y si te vas a ese país odioso, me voy detrás tuyo, pase lo que

pase, y quemo el pueblo y te llevo a caballo entre las llamas... ¡Negra!...LA CANDELAS.– ¡Loco, loco!..., ¡eres más loco!... ¡Siempre has sido igual!...

¡Que me haces daño...!

(La mano de la CANDELAS corre la cortina que hay delan-te del jergón y se oculta la pareja. Noche. La MATILDE

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sigue sentada en la puerta. Se oyen lejanos los cantos delos hombres. De pronto, la MATILDE se pone en pie y cogeuna patata y hace ademán de ir a arrojarla sobre al-guien.)

LA MATILDE.– Aquí no te acerques, bruja, que eres una bruja. ¡Fuera, fue-ra!... Te largo un patatazo... (Vuelven a sentarse.) ¡Jesús, qué peste demujer y las ganas que tengo de perderla de vista!

(Aparece la VECINA.)

VECINA.– ¿Por qué no dejas entrar a la vieja? ¿Qué daño te hace? ¿No te dalástima?

LA MATILDE.– (Desafiante.) ¡No, no me da lástima!... ¡En mi casa mandoyo...!

VECINA.– ¡Ya se ve que te has criao donde no hay caridad ni amor al pró-jimo...

LA MATILDE.– ¡Me he criao donde me sale de las narices!... ¡Y basta, que ten-go prisa!...

VECINA.– Hay que ver qué mujeres. No hay más que verlas para saber dedónde vienen...

LA MATILDE.– (Levantándose.) Pero, oye, ¿es que me vas a soltar tú otrosermón? ¡Que no te lo consiento!... ¿Oyes?...

VECINA.– ¡Anda ya, zarrapastrosa!... Más te valiera haberte quedao en tutierra y no traernos aquí tus piojos...

LA MATILDE.– (Fuera de sí se lanza hacia la otra, que sale corriendo.) ¡Uy,la tía esta!..., ¡que la degüello!... (Le tira una patata.) ¡Yo zarrapastrosay tú una mala zorra! (A gritos.) ¡Que eso es lo que eres!... ¡Renegá!...,¡zorra!..., ¡zorra!... (Se sienta de nuevo enfurruñada.) ¡La tía zorra!...Vamos que... Está una tan tranquila en su casa sin meterse con nadie yvienen a provocarla a una... ¡Vamos que!... ¡Huy, madre, lo que tengoyo sufrido en esta cochina tierra y las ganas que tengo de volverme alpueblo!... ¡Pero qué malas zorras! Siempre con lo mismo... La culpa latengo yo, yo sola. Por meterme a... Y dice que no tengo caridad. Vamosque... Y estoy aquí, como una... imbécil, haciendo de... Dios me perdo-ne... Y «aluego» dice que no tengo caridad... Si no fuera que... (Se le-

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vanta, de pronto, sobresaltada.) ¡Anda, salero!..., ahora vienen ésos...¡Madre, qué susto!... ¡Y cómo vienen!... (Va corriendo hacia donde losamantes.) ¡Márquez, Márquez, que vienen!... ¡Y cómo vienen!...¡Márquez!

(Vuelve a la puerta temerosa. Se abre la cortina y salepálida la CANDELAS con el pelo revuelto. Asoma tambiénla cabeza MÁRQUEZ.)

LA MATILDE.– ¡Ay, madre, y cómo vienen! Si no se tienen de pie. ¡SantaMaría, Madre de Dios!... (A la CANDELAS.) ¡Que no salga ahora..., quevan a verlo..., que se esconda!... (El MÁRQUEZ ha desaparecido tras lascortinas.)

LA MATILDE.– (A la CANDELAS, que se arregla deprisa el vestido.) Anda,siéntate aquí y toma. (Le echa un puñado de patatas en la falda.) Hazcomo si nada... ¡Madre, cómo vienen estos hombres...!

(Se oye el canto de los hombres.)

LA MATILDE.– ¡Que se esté escondido!... Hoy nos matan..., nos matan...LA CANDELAS.– ¡Virgen Santísima!

(Aparecen en la puerta el TRALLA y el GONZÁLEZ abraza-dos y canturreando. Detrás, el CATALÁN con la bota enbandolera y otro par de MOZOS.)

EL GONZÁLEZ.– (Borracho.) ¡Viva España!... Sí, señor... ¿Que no?...EL TRALLA.– ¡Que sí, macho!... ¡Que viva España y que mueran los fran-

chutes...!LA MATILDE.– Madre, la que han cogido...EL GONZÁLEZ.– Hoy es fiesta..., hoy todos somos hermanos... ¡Viva España...!EL TRALLA.– Y vosotras, a vestirse enseguida... ¿Me oís?... Hoy somos los

amos...EL CATALÁN.– Bueno, ¿qué?... ¿Encendemos o no encendemos la hoguera?EL TRALLA.– ¡La hoguera...!EL GONZÁLEZ.– ¡La hoguera, chaval! ¡Hay que encender la hoguera...!

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EL CATALÁN.– Leña. Hace falta leña... Mucha leña...EL TRALLA.– (A gritos.) ¡Madera!... ¿Dónde hay madera?LA CANDELAS.– ¡Ay, madre!..., ¿qué quieren hacer estos hombres?...EL GONZÁLEZ.– Callarse las mujeres... ¡Ahí están los cajones..., los co..., los

cajones...!

(Va a ir hacia la derecha y la MATILDE se coloca ante él.)

LA MATILDE.– ¿Qué quieres, hombre?...EL GONZÁLEZ.– ¡Madera...!EL CATALÁN.– Es para encender una hoguera grande...LA MATILDE.– ¡Estáis locos!... ¡Os van a meter en la cárcel!... ¡Estamos en

Francia...!EL GONZÁLEZ.– (Dándola un empellón.) ¡Quita ya, mujer!... ¡Viva España!...LA MATILDE.– (Al ver la decisión de los hombres y para evitar que entren

donde se esconde el MÁRQUEZ.) ¡Aquí tenéis madera: la mesa, los ta-buretes...!

EL TRALLA.– ¿Y «aluego» dónde comemos?EL GONZÁLEZ.– (Que empieza a coger los taburetes.) ¿Y pa qué los precisa-

mos?... Si ya nos vamos de esta cochina tierra... ¡Afuera con la mesa!...Chavales, ayudarme... Vamos a hacer una hoguera de miedo... ¡Viva lavendimia...!

(Entre todos van sacando los muebles.)

EL GONZÁLEZ.– ¡Viva Fran!..., digo, ¡viva España y muera...! (El TRALLA letapa la boca.) Déjame marica, que también tú eres un marica...

(Las mujeres están aterrorizadas. Los hombres van sa-cando alegres los utensilios y las mujeres les ayudan paraevitar que descubran al MÁRQUEZ.)

LA MATILDE.– (Divertida.) ¡Madre, la que han organizao...!

(Salen los hombres. Las mujeres, horrorizadas, miran ha-cia la derecha. Desde fuera llegan distintas frases: «Aquí

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hay lumbre», «Hace falta paja macho», «Tú, Catalán,trae aquella paja», etc.)

LA CANDELAS.– (Yendo hacia el jergón donde se oculta el MÁRQUEZ.) ¡Co-rre..., ahora!... Están encendiendo una hoguera... ¡Que no te vean, portodos los santos...

EL MÁRQUEZ.– (Muy tranquilo.) ¡Qué van a ver!... si están ciegos de vino...¡Dame un beso! (Se besan al tiempo que empieza a verse el resplandorde la hoguera y estallan los gritos de los hombres.)

LA CANDELAS.– ¡Estás loco!... ¡Vete de una vez!... ¡Huy, qué loco es estehombre...!

(Entra corriendo el CATALÁN y uno de los mozos sin re-parar en el MÁRQUEZ.)

EL CATALÁN.– ¡Más fusta!... ¡más fusta!...

(La MATILDE le da los últimos cajones. El MÁRQUEZ sedispone a salir cuando entran el GONZÁLEZ y el TRALLA,que tampoco reparan en él.)

EL TRALLA.– ¡La puerta. Ahora, la puerta...!EL GONZÁLEZ.– (Al ver de pronto al MÁRQUEZ.) ¡Hombre..., si está aquí el

franchute!... ¡Viva España!...EL MÁRQUEZ.– (Asustado.) ¡Viva España...!EL GONZÁLEZ.– (Echándole un brazo por el hombro.) ¡Bravo, eres un tío

bueno, Márquez!... Tú, Tralla, dale un trago a éste... (El TRALLA le traela bota y el otro bebe.)

EL GONZÁLEZ.– Es un tío bueno, ¿no? Y hoy todos somos hermanos...EL TRALLA.– ¡Viva España!... ¡Hoy la armamos, macho, hoy la armamos!...EL GONZÁLEZ.– Sí señor. Eres un tío bueno, Márquez... Tú te vienes con

nosotros a España, a tu tierra, macho...

(En el fondo, abrazados y mirando la hoguera, los DOSMOZOS y la MATILDE cantan lo de «No hay quien pueda».)

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EL GONZÁLEZ.– ¡Y ahora, silencio! ¡Que voy a hablar!... ¡Voy a ...!

(Entra el CATALÁN. La escena se llena de resplandor rojo.)

EL CATALÁN.– ¡Mirar, mirar!... ¡Qué hoguera!... ¡Como en mi tierra...!EL GONZÁLEZ.– Eres un tío estupendo, Catalán. Así me gustan los hombres...

Tú, Márquez, échate un trago y canta... (A las mujeres.) ¿Y vosotrasqué hacéis ahí como dos cuervos? Salir a bailar en la hoguera... Vayahoguera... Todo el pueblo está de color rojo..., rojo... Así somos loshombres de allá.... ¡Venga, a cantar todo el mundo, que hoy es fiesta!...

TODOS.– (Cantando.) «No hay quien pueda..., no hay quien pueda...»

(Aparece de pronto en el umbral la VIEJA, asustada. Des-taca sobre el resplandor rojo.)

EL GONZÁLEZ.– ¡La vieja, la vieja!... ¡A la hoguera la vieja!...

(Entre risotadas se acerca a la VIEJA y la levanta en vilo.Grito de horror de todos, que acuden a sujetarlo.)

LA MATILDE.– ¡Bruto, bestia...!EL GONZÁLEZ.– ¡La quiero mucho a la vieja!... ¡Un trago a la vieja!... ¡Viva

España, vieja!... ¡Viva España!... ¡Un trago a la vieja!...

(El CATALÁN y el TRALLA, entre risas, logran liberar a laVIEJA y la hacen beber a la fuerza de la bota. La VIEJAintenta gritar casi asfixiada. Por fin el MÁRQUEZ la libe-ra y se pone a bailar con ella cogiéndola de las manosmientras los otros hacen corro alrededor con palmas.)

LA MATILDE.– ¡Pero qué cafres!..., ¡qué cafres!

(El MÁRQUEZ suelta al fin a la VIEJA, que cae mareada.La CANDELAS está abrazada al GONZÁLEZ, que la mirafijamente a la cara.)

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EL GONZÁLEZ.– ¡Huy, qué requetebonita estás así!... ¡Con el fuego en la cara!¡Huy!...

(La besa.)

EL TRALLA.– (Al MÁRQUEZ.) Eres un tío macho, Márquez... ¡Echa un trago!...EL GONZÁLEZ.– (Yendo beodo hacia el MÁRQUEZ.) ¡Sí señor!... ¡Eres un tío

bueno!... ¡Y eres mi hermano!... Porque hoy todos somos hermanos...Ya nadie se acuerda de nada...

(Se abrazan los dos mientras los demás rompen en car-cajadas.)

EL GONZÁLEZ.– ¡Tú te vienes con nosotros a España... A trabajar en la acei-tuna...!

(Estallido de cohetes. Alborozo.)

EL GONZÁLEZ.– (Que vuelve a abrazar al MÁRQUEZ.) ¡Porque eres mi her-mano!...

(La MATILDE se persigna horrorizada. Resplandor de lahoguera. Cohetes, alboroto y telón.)

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ACTO TERCERO

La misma decoración. Corridas las cortinas de la derecha, que ocultanlos jergones donde deben dormir las parejas. Es por la mañana temprano.En la estancia hay restos de los excesos del día anterior: cascos rotos debotellas, astillas, etc. Se abre una de las cortinillas y aparece el GONZÁLEZ,despeinado y sucio, terminándose de vestir. Cruza la escena con paso so-námbulo y se dirige a la puerta del fondo. La abre lentamente. Está llovien-do. Contempla el cielo con tristeza. Escupe. Se apoya en el marco de lapuerta y se revuelve el pelo con la mano.

EL GONZÁLEZ.– Lloviendo... (Vuelve a escupir en el suelo.) (Se dirige a unrincón y saca un palanganero, echa agua en la jofaina de un cubo y selava por encima. Saca un peine del bolsillo del pantalón y se peina, sinmirarse apenas, en el trozo de espejo que hay colgado en la pared.Luego saca un cigarrillo, lo enciende lentamente y, luego de echar unabocanada de humo, se dirige al jergón donde duerme su mujer.)

EL GONZÁLEZ.– Eh... Candelas... Despierta, mujer...VOZ DE LA CANDELAS.– (Tras las cortinas.) ¿Eh?... ¿Qué hora es?...EL GONZÁLEZ.– No sé qué hora es... Hay que levantarse... Nos vamos...LA CANDELAS.– ¿Que nos vamos?...EL GONZÁLEZ.– Sí, y cuanto antes, mejor... Hay mucho que andar... Aviva...

Y despierta a ésos...VOZ DE LA CANDELAS.– Qué sueño tengo. Me da vueltas la cabeza, chico.

Qué día ayer...

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EL GONZÁLEZ.– Bueno. Basta de hablar. Levántate. Y que se levanten ésos...(Se dirige hacia donde está el otro jergón.) Eh... Tralla y Matilde...Arriba... Arriba, que es hora...

MURMULLOS DE LOS OTROS DOS.– ¿Qué pasa?... ¿Qué hora es?... Huy, qué sueño...EL GONZÁLEZ.– Venga, levanta, so... Nos vamos enseguida. Que hay mucho

que andar... A ver si podemos coger el correo.VOZ DEL TRALLA.– Déjanos tranquilos, González. «Aluego» dices que no

eres un mandón...EL GONZÁLEZ.– No empecéis ya cabreándome de buena mañana. Digo que

os levantéis, gandules... (Para sí.) Qué dolor de cabeza... (Contempla laestancia y retira con los pies unos cuantos cascos rotos de botellas.)

(Sale la CANDELAS con el pelo suelto, anundándoselo enun moño.)

LA CANDELAS.– Me da vueltas la cabeza...EL GONZÁLEZ.– (Apoyado en el marco de la puerta, mira caer la lluvia.) A

ver si andas ligera. Cuanto antes salgamos de aquí, mejor...LA CANDELAS.– Ya empiezas a gruñir de buena mañana...

(La MATILDE se empieza a poner las horquillas que tieneentre la boca, mirándose al espejo.)

LA CANDELAS.– Más ganas que tengas tú de irte las tengo yo. Asco de vendi-mia...

EL GONZÁLEZ.– Ya nos vamos. Se ha hecho buena vendimia. Ahora, si se dabien la aceituna por allá abajo..., ¿sabes lo que voy a hacer? Voy a ver sipuedo comprar la punta de olivos de Contreras. Como haya suerte, la com-pro. Y si Dios quiere, ya no tenemos que venir aquí ni ir a ninguna parte.En sabiéndose administrar, fenómeno. No tienes que estar bajo nadie, niir de un sitio a otro como los gitanos. Ya es hora... Sale uno por la mañanaen el carro, carretera adelante, y «aluego» vuelve uno al ponerse el sol yse mete en la casa y nadie tiene que meterse en las cosas de uno. No hayque aguantar nada... Las ganas que tengo de vivir tranquilo, mujer...

(La CANDELAS, malhumorada, no dice nada y sigue colo-cándose las horquillas.)

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EL GONZÁLEZ.– (Va hacia ella enfadado.) Pero ¿te vas a dar prisa, mujer?LA CANDELAS.– Jolín con el tío... ¿Es que vas a empezar de buena mañana a

arrearme como si fuera un burro de carga?EL GONZÁLEZ.– Es que ya se ha terminao todo, ¿sabes? Se acabó...

(La CANDELAS se vuelve airada y, al hacerlo, se le caeuna horquilla.)

LA CANDELAS.– (Encarándose.) ¿El qué se acabó?...EL GONZÁLEZ.– (Con voz autoritaria y absoluta.) Todo...LA CANDELAS.– ¿Todo? ¿Qué todo? ¿Es que ha empezao algo u qué...?EL GONZÁLEZ.– No me hagas cabrear. Digo que ahora en cuanto que lleguemos

te meto entre cuatro paredes, te tapio la puerta, fíjate, y no te ve ni Dios...LA CANDELAS.– Pero, bueno, ¿es que me vas a dar el día?...EL GONZÁLEZ.– Te juro que ya no salimos del pueblo... Ni del pueblo, ni de

la casa... Me compro el olivar y trabajamos los dos juntos. Y en mi casano entra nadie...

LA CANDELAS.– Pero ¿es que hemos dejao de trabajar juntos alguna vez? ¿Esque me he separao de ti? ¿Es que me he propasao u qué?

EL GONZÁLEZ.– No me hagas hablar, que no estoy pa cháchara. Y hay muchoque hacer, conque aviva...

LA CANDELAS.– (Enfadada.) Pues cualquiera que te oyera diría que yo soyuna... cualquiera. Vamos que... lo que me faltaba... En cambio él si pue-de. Él sí puede. Él sí puede venir con una tajada de caballo dando el«espectáculo»... Vergüenza te debiera dar...

EL GONZÁLEZ.– Cállate...LA CANDELAS.– No me da la gana... El «espectáculo» que disteis ayer aquí...

Entre gente extraña... ¿Qué dirán de nosotros?...EL GONZÁLEZ.– No hagas que me cabree...LA CANDELAS.– (Mientras saca las cosas y va amontonándolas; maletas,

etcétera.) Date con la cabeza contra las paredes, chaval... No te gustaque te digan la verdad, porque te pica, ¿eh?...

EL GONZÁLEZ.– Que te voy a sacudir. Mira que estoy muy harto. Que me hepasao la vida amenazándote, pero que un día voy a empezar de verdad...

LA CANDELAS.– Vida... La vida de una... Siempre encerrada entre cuatro pa-redes... y «aluego» como un perro. Al fin y al cabo yo no quería venir ala vendimia. Fuiste tú el que te empeñaste. Porque cuando te se mete

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una cosa en la mollera, ni Dios te la saca. Te dio por la vendimia deFrancia... y a la vendimia de Francia... Hale..., a dar el «espetáculo»nada más... Todo porque otros se habían hecho de oro aquí... Ya ves túqué oro nos llevamos nosotros: bilis y mala sangre nada más...

(El GONZÁLEZ se pasea nervioso conteniéndose los ner-vios.)

LA CANDELAS.– (Luego de una pausa.) Oye, y, hablando de otra cosa, ¿dón-de se habrá metido la vieja?

EL GONZÁLEZ.– ¿Qué vieja?LA CANDELAS.– ¿Qué vieja va a ser? ¿Es que te dura todavía la trompa? La

vieja, que no ha dormido esta noche aquí. El susto que la distéis. Pobremujer. Ésa si nos va echa a correr... Mira que sois brutos los hombres...Ni los toros bravos son tan salvajes como vosotros... La pobre vieja...Madre, y la vendimia que nos ha dao también la vieja... Mira que yo noquería venir... Que vine a esta tierra ahorcada, pa que lo sepas...

(GONZÁLEZ va hacia su mujer y levanta el puño.)

EL GONZÁLEZ.– ¿Te vas a callar?LA CANDELAS.– Anda..., pégame, pégame si con eso te quedas tranquilo...

(Aparece el TRALLA abrochándose la hebilla del cin-turón.)

EL TRALLA.– ¿Qué? ¿Ya estáis así de buena mañana?... Chaval, qué resacatengo...

EL GONZÁLEZ.– (Que ha vuelto a apoyarse en la puerta.) Pues si quieres, tequedas en la cama... Ésta y yo nos largamos. Las ganas que tengo yo dedejar este cochino pueblo de una vez...

EL TRALLA.– (Mientras se peina.) Y yo, chaval. Hay que ver cómo tira latierra de uno, macho. Mira que no hace ni dos meses que salimos de alláy me parece que son años. Que tira la tierra de uno. Yo no me lo queríacreer cuando le decían: pamplinas, decía yo, sentimentalismo. Pero sí,chaval, sí que tira la tierra. Lo que es un servidor, en cuanto vea el cam-panario de la iglesia... Madre... Me parece que beso el suelo, fíjate...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

249

EL GONZÁLEZ.– Sí, pues sí que tienes tú mucho que hablar... Te has tiraomala vendimia, ¿no? Si has ido de soplo en soplo... Si te dejan, te bebestoda la vendimia... Y otras cosas que me callo... Tenemos tantas cosasque callarnos...

EL TRALLA.– No ha sido mala vendimia, no. Si dijera otra cosa, mentiría...Pero también le tiene ley uno a su pedazo de tierra... Y no lo queríacreer, ya ves tú...

(Sale la MATILDE, que se dirige derecha hacia el GONZÁLEZ.)

LA MATILDE.– Oye, González, ¿qué querías decir con eso?EL GONZÁLEZ.– ¿Con qué?LA MATILDE.– Con eso de que teníais cosas que callaros, ¿eh?EL TRALLA.– (Cogiendo a su mujer por los hombros.) Oye, guapa, a avivar,

que la Candelas no lo va a hacer todo. ¿Estamos?LA MATILDE.– (Debatiéndose.) Es que si vosotros tenéis cosas de qué callar-

se, también yo podría hablar si me diese la gana...EL TRALLA.– Toma..., y yo partirte la boca. ¿Y qué?...

(La MATILDE, enfurruñada, va a ayudar a la CANDELAS.)

EL TRALLA.– (Al CONZÁLEZ.) ¿Decías?...EL GONZÁLEZ.– Nada. Eso..., que vosotros los chavales no sabéis nada de nada...EL TRALLA.– Hombre, a mí se me representa que algo se va aprendiendo...EL GONZÁLEZ.– (Animado a hablar.) Es que vosotros los chavales, como

digo, no sabéis lo que es de verdad estar lejos de la tierra de uno... Yo síque sé eso... Cuando estuvimos aquí, allá por el año 39, cuando terminóla guerra. Tú no puedes representarte aquello. Metidos en un trozo detierra extraña y con unos tíos negros como la noche que te vigilaban sinparar... Ni mover un dedo podía, ni hablar con un paisano sin que teoyeran... Que te cuente el Márquez...

EL TRALLA.– Jolín con el tío... Hasta el último día me vas a estar dando la ta-barra con la misma historia. Mira que tiene uno aguante. ¿Sabes lo quete pasa, González? Pues te lo voy a decir: que te estás volviendo viejo...

EL GONZÁLEZ.– ¿Qué?...EL TRALLA.– Viejo, viejales...

LA VENDIMIA DE FRANCIA

250

LA CANDELAS.– (Mientras arregla el equipaje.) Pero no está viejo pa beber,descuida...

EL TRALLA.– Sí, hombre, sí... Eso de andar todo el día de Dios recordando escosa de viejos. Que el tiempo no pasa en balde, chaval...

EL GONZÁLEZ.– Qué sabes tú...EL TRALLA.– Y eso de querer comprar los olivos y meterse en casita al calor

de la lumbre y...EL GONZÁLEZ.– Bueno, al fin y al cabo me iré volviendo viejo. No le digo

que no. Pero tú, vosotros, con vuestros veinte años, habéis sido siempremás viejos que yo pueda serlo ahora. Al menos lo he vivido...

LA MATILDE.– Y bebido también..., y otras cosas que me callo.LA CANDELAS.– No seas cordelera, maja...EL GONZÁLEZ.– (Enfadado.) Y si no os gusto, os largáis todos. Y me quedo

solo, que pa sufrir no se necesita compañía...EL TRALLA.– Olé...LA CANDELAS.– Dichoso vino y dichosos todos...EL TRALLA.– (A las mujeres.) Venga, y vosotras dejarse de cháchara y traba-

jar. A ver si voy a tener que ir yo...LA MATILDE.– Huuuy, qué miedo...EL TRALLA.– (Al GONZÁLEZ.) Nada, chaval... Se ha hecho buena vendimia,

¿no?...EL GONZÁLEZ.– Sí, hombre. Eso es lo que vale...EL TRALLA.– Pues claro...EL GONZÁLEZ.– Podemos volver con la frente muy alta, porque nos lo hemos

ganao, ¿no?EL TRALLA.– A ver... Y yo me voy a comprar una pelliza con solapa de piel

de borrego blanca, que...LA MATILDE.– Sí, te vas a comprar... Lo que es eso... ¿Es que no necesitamos

otras cosas?EL TRALLA.– (A la MATILDE.) ¿Qué tienes tú que decir?LA MATILDE.– (Encarada.) Muchas cosas. Que me tienes harta. Y que como

yo me entere de algo que...EL TRALLA.– ¿Qué? ¿Qué?... ¿Qué tienes que enterarte?LA MATILDE.– Mira, Tralla, no me hagas hablar... Que si crees que se me ha

olvidao lo de la Trini, estás pero que muy equivocadito...EL TRALLA.– Anda allá, chavala y límpiate... Pero ¡será boba la tía!

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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LA MATILDE.– Que ya está una harta, harta de ver tanto y tanto, y de llorartanto también y tragarse las lágrimas una... Que ya no puedo más de su-frir. Pa que lo sepas. Que sois una panda de chulos todos, que... (Llora.)

LA CANDELAS.– Lástima de rayo que nos cayera y se nos comiera a todos deuna vez.

EL TRALLA.– (Muy chulo, a GONZÁLEZ.) Huuuy..., oye..., y como se nos hanlevantado las parientas..., ¿qué te parece, González, si imponemos unpoco nuestra autoridad?

EL GONZÁLEZ.– A mí me están poniendo... A la mía la voy a partir la boca...LA MATILDE.– ¿Y no nos podéis echar una mano, eh? «Aluego» con irse por

ahí de chateo... Y las mujeres trabajando como mulas... Pues yo no hagonada. (Se sienta sobre el equipaje a medio hacer.)

LA CANDELAS.– Y yo, ídem.EL GONZÁLEZ.– Pero, bueno, ¿qué pasa aquí?EL TRALLA.– (Suavemente explicativo.) Que si no hay marcha, chaval, el

carro no anda...

(Ante la actitud de los hombres, las mujeres vuelven a lafaena en actitud gimoteante.)

EL TRALLA.– ¿Y dónde se habrá metido la vieja, tú?EL GONZÁLEZ.– ¿Y a ti que te importa?EL TRALLA.– ¿A mí? Nada. Pues no tenía ganas de perderla de vista... Y

también tenía ganas de marcharme, no creas..., y eso que..., ya ves tú...,ahora me da no se qué al dejar esto...

EL GONZÁLEZ.– Hombre, a mí, en tu lugar, también me daría pena...EL TRALLA.– Dices de mí, pero tú también lo has pasao fetén, no digas...LA CANDELAS.– No, si ya lo sabemos. Y nosotras como mulas trabajando y

encerradas entre cuatro paredes como monjas, maldita sea...EL TRALLA.– (Sin hacer caso.) Y que todo ha ido bien, macho. Porque mala

ley, lo que se dice mala ley, no hemos encontrao en nadie, ¿no?EL GONZÁLEZ.– Pues no...EL TRALLA.– Porque el mismo Márquez, que parecía el más difícil, ya ves

cómo al final, fue un amigo más... Y un buen tío en el fondo, ¿no?...EL GONZÁLEZ.– Puede...EL TRALLA.– Y el capataz aquel, el Tejerino, que me convidó después de que

le partí los morros al día siguiente de llegar, ¿eh?

LA VENDIMIA DE FRANCIA

252

EL GONZÁLEZ.– Vaya...EL TRALLA.– Y «aluego» jaleos de guardias y eso, nada... Digan lo que quie-

ran, en esta tierra hay más libertad que allí. ¿No te parece?EL GONZÁLEZ.– A mí no me lo preguntes, que yo tengo aquí metido lo de

aquellos años...EL TRALLA.– Sí, sí, ya..., aquellos años. Pero yo quiero decir, vamos es un

suponer, que ahora nadie nos molestó, quiero decir en autoridades...EL GONZÁLEZ.– Tampoco hemos dao motivos, me parece a mí...EL TRALLA.– Eso según y cómo se mire..., porque ayer, sin ir más lejos, la

armamos, ¿no?EL GONZÁLEZ.– Hombre, una hoguera y un poco de vino...; eso...EL TRALLA.– Y vino... y lo que no es vino...LA MATILDE.– (A la CANDELAS en voz alta para que la oigan ellos.) Ahora

quiere quemarme la sangre...LA CANDELAS.– Más quemada me la tiene a mí...EL TRALLA.– Pues yo digo, chaval, que si allá abajo hacemos lo que hemos

hecho aquí...EL GONZÁLEZ.– ¿Qué...?EL TRALLA.– Que los civiles nos hacen «de» sentir...EL GONZÁLEZ.– Bah..., pues no hemos hecho cosas peores...EL TRALLA.– No se el qué..., dime tú...EL GONZÁLEZ.– Esta tierra es una porquería, pa que lo sepas..., una porque-

ría... Yo la odio. (Escupe.) Y no vuelvo a ella. La hago la cruz, mira. (Lahace.) No vuelvo, te lo juro. Tengo muy sufrido esto. Y si he venido, hasido a la fuerza; siempre vine a la fuerza a esta cochina tierra. O porqueme trajeron las circunstancias o por el maldito dinero. Pero la odio...

EL TRALLA.– Bueno...EL GONZÁLEZ.– Me gustaría ser como tú, chaval. No haber vivido. Como si

hubiera caído de las ramas. Que eso tenéis vosotros los jóvenes...EL TRALLA.– Pues yo, si puedo, el año que viene me tienes aquí...LA MATILDE.– Sí, conmigo, ¿no? Lo que es eso... Claro... A saber lo que

dejarás aquí...EL TRALLA.– Tú vienes conmigo, pero atada, fíjate bien. Tú, delante...LA MATILDE.– Ja, ja...

(El TRALLA se dirige muy decidido hacia ella, y la CAN-DELAS, para cortar el percance, dice:)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

253

LA CANDELAS.– Bueno, ¿no podéis tampoco ayudarnos a atar las mantas?EL TRALLA.– (Rabioso.) Trae acá...

(Les ayuda a atar las mantas.)

EL TRALLA.– (Limpiándose el sudor.) Jozú... ¿Y no hay algo pa comer?...LA MATILDE.– Mírale en lo que piensa. No ha hecho más que agarrar la

cuerda y ya está...LA CANDELAS.– Si no piensan en otra cosa...

(El TRALLA descuelga la bota y se la echa a los labios.)

EL TRALLA.– Oye..., todavía queda. Y ya que no hay qué comer, beberemos.Echa un trago, majo...

EL GONZÁLEZ.– No tengo gana...EL TRALLA.– Pues es como mejor se quita la resaca. (Observando al

GONZÁLEZ.) Hay que ver cómo estás, compadre... Parece como si..., quése yo..., como si te hubieran quitao el alma en esta tierra... ¿Pa quéviniste entonces?...

EL GONZÁLEZ.– (Pensativo.) Como si me hubieran quitao el alma... Sí...,eso... No sé por qué vine. Pa volver humillao como siempre. Siemprevuelve uno humillao de todos los sitios, pa que lo sepas...

EL TRALLA.– Pero ¿qué te pasa ahora? (A las mujeres.) Y vosotras ¿qué mi-ráis? ¿Por qué escucháis con tanta atención? (Las mujeres vuelven altrabajo.) ¿Qué es eso de volver humillao? Volvemos como has dichoantes. Con la cabeza alta y con unas perras, gracias a Dios...

EL GONZÁLEZ.– Sí..., es verdad. Llevás razón. No me hagas caso. Es lo quepasa siempre, cuando se ha bebido más de la cuenta...

LA CANDELAS.– ¿No te digo?EL GONZÁLEZ.– (Volviéndose a las mujeres.) Bueno, ya me estoy cansando.

A terminar eso en seguida y a largarnos. A ver si cruzamos hoy la raya...

(Ante la puerta aparece el CATALÁN.)

EL CATALÁN.– A los buenos días...EL GONZÁLEZ.– Buenos días, hombre...EL TRALLA.– Se le saluda al amigo...

LA VENDIMIA DE FRANCIA

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EL CATALÁN.– Pero ¿qué pasa? ¿Ya nos vamos?EL TRALLA.– Como lo ves...EL CATALÁN.– Hombre..., pues sí que lo siento... Yo pensé que ibais a estar

más días, ¿eh? Pero ¿os marcháis ahora mismo?EL GONZÁLEZ.– Queremos cruzar la raya al mediodía...EL CATALÁN.– Hombre... Es una lástima... Yo creí... (Transición.) Oye, os

voy a dar un recao pa un amigo que es carabinero, y así, si lleváis algode contrabando..., ¿eh?..., os hará la vista gorda...

EL TRALLA.– Anda..., pues es verdad. No habíamos pensao en eso del con-trabando... Estos catalanes son la «monda»...

EL CATALÁN.– Hombre, pues claro... Hay que ser un poco vivales, ¿no?EL GONZÁLEZ.– Y «aluego» son todo líos... No, gracias...LA MATILDE.– Dí que sí, Catalán... Hay que hacer por la vida... ¿Qué pode-

mos llevar?EL CATALÁN.– Pues muchas cosas..., café..., nilón de ése...EL GONZÁLEZ.– Que no..., que no. Es tarde. Quiero cruzar la raya hoy mismo...EL TRALLA.– Por esperar dos o tres horas no creo que perdamos nada. Va-

mos, digo yo...EL GONZÁLEZ.– Que no... Que nos vamos. ¿Está listo todo?LA CANDELAS.– Huy qué hombre. Qué burro es. Se le mete una cosa en la

cabeza y no se la sacas ni con tenazas... Madre, qué hombre...EL CATALÁN.– Bueno, nada... Yo lo digo porque para algo somos amigos,

¿no?EL TRALLA.– ¿Y qué, Catalán? ¿Tú no te vienes por allí?EL CATALÁN.– Hombre, ya me gustaría, ya... No creas que no tengo ganas.

Pero ¿qué hago yo allí? Aquí tengo mi vida y...EL GONZÁLEZ.– La vida no la tiene uno en ninguna parte. Sobre todo noso-

tros, los pobres. Vete a saber dónde iremos a parar. Ya ves tú... Yotambién creí que nunca iba a volver allí, ni venir aquí. Y no hago másque dar vueltas. Que somos así. Parecemos máquinas del tren haciendomaniobras...

EL CATALÁN.– ¿Yo ir por allí?... Quita, hombre, quita... Ya lo conozco aque-llo. Y ya me gusta, ya... Pero hay cosas que no me gustan...

EL GONZÁLEZ.– Si todo lo que a uno no le gustara, no pudiera apechugar conello..., teníamos que hacer un hoyo en la tierra y sepultarnos...

EL TRALLA.– No hagas caso a éste, que la resaca le ha dao por lo fúnebre...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

255LA VENDIMIA DE FRANCIA

EL CATALÁN.– Ja, ja... También yo estoy un poco raro... Al amigo Márquezse lo decía ahí tomando una copa... Que si se pensara en lo que vienedespués, uno no se emborrachaba...

EL TRALLA.– Y si uno no sopla..., ¿pa qué va a vivir? ¿Eh?EL CATALÁN.– También es verdad. Hoy día, si no te alegras de vez en cuan-

do, estás perdido... (Mirando hacia la puerta.) Hombre, aquí tenéis alMárquez...

EL GONZÁLEZ.– (Sobresaltado.) ¿Qué?...EL CATALÁN.– (Adelantándose a la puerta.) ¿Qué pasa, Márquez? ¿Qué dices?

(Entra el MÁRQUEZ jovial y satisfecho de sí.)

EL MÁRQUEZ.– Buenos días nos de Dios..., como dicen allá abajo...

(GONZÁLEZ se ha vuelto de espalda al MÁRQUEZ.)

EL TRALLA.– Hola, majo...LA CANDELAS.– Buenos días, hombre...EL MÁRQUEZ.– ¿Qué hay de nuevo?EL CATALÁN.– Ya ves. Que se nos van... Que se llevan la alegría, como quien

dice... Que nos quedamos otra vez aquí... los cabales...EL MÁRQUEZ.– ¿Ya os vais pa allá?... ¿A la bendita tierra?EL CATALÁN.– (Con sorna.) ¿Qué? ¿No decías que te ibas a ir con ellos?EL MÁRQUEZ.– ¿Quién? ¿Yo?EL CATALÁN.– Eso decías ayer...EL MÁRQUEZ.– ¿Quién se acuerda de ayer?... Estábamos bebidos. ¿No, Gon-

zález?LA CANDELAS.– Tendrán mala sangre...EL MÁRQUEZ.– Un servidor volverá allá... cuando llegue la hora...EL TRALLA.– (Avanzando un poco matón.) ¿Qué hora?EL MÁRQUEZ.– (Despreciativo.) Eres demasiado chaval para hablar de cier-

tas cosas...EL TRALLA.– Si soy chaval..., también tengo derecho a preguntar, ¿no?EL MÁRQUEZ.– Y yo no soy el cura párroco pa contestar a consultas de ado-

lescentes...EL GONZÁLEZ.– Bueno... Se acabó. Señores: ustedes lo pasen bien. Nos vamos...

256 JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

(La CANDELAS no ha dejado de mirar al MÁRQUEZ.)

EL MÁRQUEZ.– Qué buenos modales... (Al CATALÁN.) ¿Verdad, tú? Pa queluego digan... Bueno..., ahí va mi mano...

(El GONZÁLEZ, que está cogiendo los bultos, se vuelve deespaldas.)

EL MÁRQUEZ.– (Explicativo, al CATALÁN.) Éste es como los carros; si no seengrasan las ruedas...

EL CATALÁN.– Bueno..., pues que tengáis buen viaje... Y ya digo, si...EL MÁRQUEZ.– (Que ha ido creciéndose.) Y ya nos veremos, hombre, por

allá abajo... ¿Eh, Candelas? Que las promesas son promesas...

(GONZÁLEZ tira los bultos. Avanza hacia el MÁRQUEZ y lecoge por la pechera.)

EL GONZÁLEZ.– ¿De qué promesas estás hablando?EL MÁRQUEZ.– (Muy tranquilo.) De nada, hombre. Maneras de hablar que

tiene uno... Si a mí no me tira nada aquello... Pa que lo sepas. Porquetodo, todo, fíjate bien, lo que podía desear de allí, ya lo he tenido...Conque... lo demás, pa que lo roan los perros...

(GONZÁLEZ hace un gesto de ira.)

EL GONZÁLEZ.– Vamos a ver. Vamos a hablar de una vez. ¿Qué quieres tú?EL MÁRQUEZ.– Nada. ¿No te lo estoy diciendo?... Desearos un buen viaje...EL GONZÁLEZ.– (Fuera de sí.) Márquez... Me has estao buscando años y

años... Y si quieres encontrarme a última hora..., me vas a encontrar. Sicrees que te he perdonao, estás equivocao. ¿Sabes? Porque nunca hassido capaz de dar la cara... Y ahora...

(Al ver la actitud que toman las cosas, el CATALÁN y elTRALLA se interponen entre los dos. Susto de las mujeres,que se acercan a sus maridos.)

257LA VENDIMIA DE FRANCIA

LA CANDELAS.– Vámonos. Anda, vámonos. Ya está todo listo. A ver si sali-mos pronto de...

EL GONZÁLEZ.– (Dando un empellón fuerte a la CANDELAS, que cae al suelo.)Contigo ajustaré cuentas allá abajo... Con este...

EL MÁRQUEZ.– Si tú eres un desgraciao. Y siempre lo has sido. Tú en tenien-do vino eres capaz de dejar la honra por los suelos...

(GONZÁLEZ con un rugido se ha desasido de todos y hasacado la navaja.)

EL GONZÁLEZ.– Y a ti... por fin... te voy a partir el corazón...

(El MÁRQUEZ, tranquilo, a la defensiva, ha sacado tam-bién su navaja. Gritos de las mujeres. El CATALÁN y elTRALLA intentan separarlos.)

EL GONZÁLEZ.– Fuera..., fuera todo el mundo, que no respondo...EL CATALÁN.– (Al MÁRQUEZ.) Márquez... Márquez..., ten cuenta... Mira que...

(Los dos van tomando posiciones. El TRALLA se coloca allado del GONZÁLEZ y saca también la navaja. Las muje-res, pálidas y aterrorizadas, parecen estatuas.)

EL MÁRQUEZ.– (Susurrando claramente.) Tu mujer ha sido mía..., pa que losepas... Mía durante la vendimia... ¿Qué te creías?... Allí y aquí... Y entodas partes... Mía...

(GONZÁLEZ se ha abalanzado hacia el MÁRQUEZ, pero enel preciso instante el CATALÁN, por detrás, consigue tirardel MÁRQUEZ hacia fuera y cerrar una de las hojas de lapuerta. En la acometida el GONZÁLEZ clava el cuchillo enla madera de la puerta, sin poder evitar un navajazo delMÁRQUEZ en el muslo. El MÁRQUEZ y el CATALÁN desapa-recen y queda GONZÁLEZ de bruces sobre la hoja de lapuerta. El TRALLA, repuesto enseguida, sale tras los otros.)

EL TRALLA.– Canalla... Cobarde... Traidor... No te escapes...

258 JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

(Las dos mujeres acuden hacia el GONZÁLEZ, que las apar-ta con gesto de fiera tratando de arrancar el cuchillo dela madera.)

LA MATILDE.– (A la CANDELAS.) Vete mujer... Vete..., que te va a matar... Vete...(La CANDELAS, horrorizada, da un grito y sale corriendo. El GONZÁLEZarranca por fin el cuchillo e intenta salir tras ella. Pero la herida delmuslo le hace caer de rodillas. La MATILDE trata de quitarle el cuchillo.)

LA MATILDE.– Por tu madre, González... Por tu madre...EL GONZÁLEZ.– (Forcejeando con ella.) Quita..., quita... Deja que me corte

las venas...LA MATILDE.– Dios mío misericordioso..., ten compasión...

(GONZÁLEZ, de rodillas, ha soltado al fin el cuchillo, quela MATILDE tira lejos. Ella cierra la puerta y queda debruces sobre ella mientras el GONZÁLEZ, de rodillas, semesa los cabellos.)

EL GONZÁLEZ.– (Intentando levantarse.) Tenía que ser en esta maldita tie-rra..., en este infierno donde cayera por última vez... Quita, mujer, apár-tate..., déjame...

LA MATILDE.– (Llorando.) No, González, no...EL GONZÁLEZ.– Mala raza... Todas sois de mala raza... Dios mío..., ¿por qué

no me dejaste hacerlo?... ¿Por qué?... ¿Por qué pude aguantar hastaaquí?... Si sólo vine pa matarlo... ¿Por qué, por qué no he podido?...¿Por qué he tenido que caer de rodillas lleno de sangre? Otra vez más...Y siempre de rodillas...

(Se arrastra por el suelo. La MATILDE ha mojado una toa-lla y se acerca a vendarle la herida.)

EL GONZÁLEZ.– No te acerques a mí... Me pudriré aquí, en este suelo... hastaque se me trague la tierra que debió tragárseme el día que nací...

LA MATILDE.– Dios mío... ¿Por qué ha sido todo así?...EL GONZÁLEZ.– Si vine sólo para matarle... Y estuve esperando y apretando

los dientes... porque quería perdonar... (Carcajada convulsa.) Perdo-nar... Y a mí no me perdonará nadie..., nadie...

259LA VENDIMIA DE FRANCIA

(Al fin oculta la cabeza en los brazos y llora. La MATILDE

aprovecha la ocasión para vendarle el muslo de rodillasante él. Se abre la puerta y aparece el TRALLA.)

EL TRALLA.– (Con muestra de gran cansancio.) He traído el carro... Pode-mos llegar hasta la estación... Todavía podremos coger el correo... Alpartirse el sol estamos en España...

(Sollozos de GONZÁLEZ.)

EL TRALLA.– González..., ten ánimo, hombre.... Terminó la vendimia. Loshombres como tú no miran atrás... Estamos aquí, nosotros..., los jóve-nes... Lo demás está muerto... González...

EL GONZÁLEZ.– Tengo que matarles a los dos... Tengo que hundirme en susangre y aún me moriré de sed...

EL TRALLA.– González..., tengo aquí el carro... a punto. Llegamos a la esta-ción, tomamos el tren... Y llegamos a España... No ha pasao nada. Allíestá todo..., estamos nosotros, González..., los que te necesitamos...

LA MATILDE.– González..., no pienses más..., anda...EL TRALLA.– (Apartando a la MATILDE.) Tú lleva las cosas al carro, métete

dentro y tápate con una manta como si estuvieras muerta. ¿Me oyes?¿Me entiendes? Como si estuvieras muerta. Hazte cuenta que te entie-rran..., porque así vas a vivir desde ahora...

LA MATILDE.– Yo no tengo culpa de nada...EL TRALLA.– (Con un gran vozarrón.) Haz lo que te digo...

(La MATILDE obedece y va sacando lentamente los bultos.)

EL TRALLA.– Si no nos vamos pronto..., va a empezar a venir gente. Estásherido y no puedes valerte, González... Sí, estás herido... Estamos conlas manos atadas, como estuvimos siempre... Pero hemos aguantao eltemporal...

EL GONZÁLEZ.– Tengo que matarle...EL TRALLA.– Se ha escondido... Hay quien le protege, ¿sabes?... Pero ya

volveremos a encontrarnos, te lo juro... Nos encontraremos unos a otros,González. Un día u otro estaremos otra vez con la navaja en la mano...

260 JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

EL GONZÁLEZ.– (Que se ha erguido de pronto.) No... No... Demasiada san-gre ya... Demasiada sangre, Dios mío... No... nos encontraremos nunca,ya nunca... Sólo queda morirnos cada uno a un lado... No, Tralla, amigomío, amigo mío... Volvamos, volvamos a España... A seguir trabajan-do... Olvidando... Como si nunca hubiéramos estado en esta tierra... Niahora, ni entonces... Vamos... (Se apoya en el TRALLA, que le saca lenta-mente. Al salir dice:) Al fin y al cabo, amigo, se hizo buena vendimia...

(Salen. Pausa larga. Se oye el traqueteo del carro y elrestallido del látigo que se aleja. A poco entra lentamen-te la CANDELAS. Viene derrotada y con el terror en el sem-blante. Se apoya en el marco de la puerta y mira a lolejos, donde el carro se aleja. Parece a punto de gritar.Pero cae derrengada llorando. De pronto se yergue ygrita dirigiéndose hacia fuera.)

LA CANDELAS.– No... No te acerques... Vete... Maldita... Vete... Tú, tú tienesla culpa de todo... Tú...

(Sin embargo, retrocede lentamente. En la puerta ha apa-recido la VIEJA FRANCESA, que audazmente la mira rién-dose mientras la CANDELAS se tapa la cara con las manos.)

LA VIEJA FRANCESA.– Ils sont salauds..., salauds..., salauds espagnols...

(La CANDELAS, horrorizada, sale de la casa y se lanza gri-tando.)

LA CANDELAS.– No... No me dejéis así... No me dejéis así...

(Se alejan los gritos... La VIEJA atraviesa la estancia y sedirige hacia el compartimento de la derecha donde apa-reció en el primer acto.)

LA VIEJA FRANCESA.– L’Espagne... (Escupe y se deja caer en un jergón mien-tras rápidamente cae el telón final.)

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LA BATALLA DEL VERDÚN

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Estrenada en el Teatro Candilejas de Barcelona, el 16 de mayo de 1965,por el Grupo de Teatro La Pipironda, con el siguiente

REPARTO

MUCHACHO 1 Jorge LópezMUCHACHO 2 Antonio LucchettiMANUELA Isabel MartínezPACO Alfredo LucchettiSR. FRASQUITO Jesús LizanoCOMPADRE 1 Jaime FusterCOMPADRE 2 José M. Rodríguez MéndezPANCHO Agustín BallesterCHAVAL 1 Ramón TeixidorCHAVAL 2 José M. LucchettiÁNGEL Jorge TeixidorCARMELA Elpidia OliverANDRÉS Florencio ClavéLEGIONARIO Ángel Carmona

Escenografía de Florencio Clavé y Jorge TeixidóTraspunte: Francina AloyCanción original de Ramón Teixidor: «Fang»Regidor: Jorge Bayona

DirecciónÁNGEL CARMONA

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ACTO I

Un suburbio barcelonés. En la parte alta de la ciudad. Encrucijada decalles sin urbanizar. A la parte izquierda del espectador, un terraplén porel que se adivina, más que se ve, la panorámica de la ciudad que desciendea lo lejos hacia el mar. Sobre este balcón natural se abren las puertas de unbar miserable, ante el cual una pequeña terraza improvisada sirve para, enbuen tiempo, colocar mesas y sillas. A la derecha una casa modesta, sinfachada, de modo que se vea el interior. Habitación de dormir y comedor-cocina amueblada muy humildemente y en cuyo mobiliario se adivina elgusto pueblerino de los lugares del Sur. Máquina de coser, armarios deluna, aparadores grandes y estampas de vírgenes andaluzas. En la alcoba,la gran cama de matrimonio y a la cabecera el ángel de la guarda. A laderecha, una calle que se adelanta hacia el foro con tapiales de pequeñafábrica. Por lo demás, queda a merced del director de escena la disposiciónde los restantes elementos. Lo imprescindibles es: el bar, la casa somera-mente descrita y la salida hacia la calle de la derecha.

(Al iniciarse la acción es por la mañana –mañana de in-vierno– temprano, casi de noche. El bar está cerrado. Enla casa, a oscuras, se adivina el bulto de dos cuerpos queyacen en la alcoba de matrimonio. Hay en la calle unambiente frío, recogimiento y encanto. Por la izquierdasube desde el terraplén un MUCHACHO de unos 23 o 24años. Cazadora y bufanda. Lleva al hombro un saco deobrero. Mira las puertas del bar cerradas, se frota las

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manos y, luego, queda un instante mirando hacia la ca-lleja de la derecha, es decir, hacia la ciudad, con ojos denostalgia. Casi inmediatamente avanza por el lateral OTROMUCHACHO de más o menos la mismo edad y vestido porel estilo del anterior. También lleva un saco de obrerocolgado al hombro. Se dirige enseguida hacia donde estáel otro ensimismado contemplando el panorama del ama-necer y le da un golpe en la espalda.)

MUCHACHO 1.– Ya está, macho...MUCHACHO 2.– (Volviéndose alegre.) Hola.

(Leve pausa; se miran los dos.)

MUCHACHO 1.– Bueno...MUCHACHO 2.– Vamos...

(El MUCHACHO 2 va a iniciar el descenso. El otro sigueirresoluto.)

MUCHACHO 2.– ¿Qué?MUCHACHO 1.– Si abrieran la tasca... No vendría mal tomar un caliente, an-

tes de...MUCHACHO 2.– En la estación...MUCHACHO 1.– Hay tiempo. ¿Te has despedido?MUCHACHO 2.– (Alegre e indiferente.) ¿De quién?MUCHACHO 1.– De los tuyos y de...MUCHACHO 2.– ¡Bah!MUCHACHO 1.– Mira, es la última vez que vemos esta ciudad.MUCHACHO 2.– Yo escupo en ella, fíjate. (Escupe en el aire.)MUCHACHO 1.– Pues yo también, macho... (Escupe también.)MUCHACHO 2.– (Con decisión.) ¡Vamos...!MUCHACHO 1.– ¡Vamos!

(Desaparecen saltando. Un estridente sonido de desper-tador envuelve la escena. Inmediatamente se enciende

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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una triste lámpara en la mesilla de la alcoba del matri-monio de la casa. Emerge el cuerpo de una mujer. Trein-ta años aproximadamente. Bella pero endurecida.)

MANUELA.– Paco... Paco... ¿Es que no estás oyendo el despertador? (Lo para.PACO da una doble vuelta en la cama. Las mantas caen a un lado.)Muchacho, que te llevas la ropa...

PACO.– (Adormecido.) Ya voy, ya voy...MANUELA.– (Saltando de la cama.) No, si es para mí. Tú tienes todavía me-

dia hora. Pero... levántate, (Le sacude.) levántate...

(PACO, treinta y tantos años, se incorpora.)

PACO.– Si ya lo oigo, mujer, si ya lo oigo...MANUELA.– Es que yo me voy a la estación, ¿oyes?PACO.– Sí...MANUELA.– (Se viste deprisa.) No llegues tarde al trabajo. Yo me voy volan-

do. Menuda mañana me espera. Las siete. Luego vendrá el tren conretraso. Pero hay que estar a la hora en la estación. A lo mejor, por uncasual, llegan a la hora. ¿Te has quedado dormido, o qué?

(PACO vuelve a incorporarse.)

MANUELA.– (Mientras termina de vestirse deprisa.) Que te levantes, que yome voy a esperar a los primos. Que te vistas. Que no me voy sin que tehayas levantao.

(Va deprisa a la cocina y maniobra en el hornillo de gasy en el lavadero. PACO se da otra vuelta y se queda denuevo dormido.)

MANUELA.– (Mientras trajina en la cocina.) Vaya día que nos espera. Sobretodo a mí. Tú podías haber pedido permiso en la fábrica. Pero, claro,tratándose de la familia..., ¿pa qué? Si fuera pa el fútbol..., bueno. Peropara algo importante... Todo el trabajo para mí... (Se detiene y va otravez a la alcoba. Sacude con rabia a PACO.) Paco... Que te levantes...

LA BATALLA DEL VERDÚN

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PACO.– Bueno. ¿Qué hora es?MANUELA.– (A gritos.) Las siete. Y yo me voy a la estación. A por los pri-

mos. ¡Levántate!PACO.– (Como un niño.) Tengo tiempo hasta las siete y media.MANUELA.– (Enérgica.) No, que te vuelves a dormir y llegas tarde. Y te

desquitan los dos duros. Y buenos estamos...PACO.– Bueno, ya estoy despierto, vete.MANUELA.– No; anda a lavarte. Que te vea yo levantao...PACO.– Pero si es media hora, mujer...MANUELA.– (Tirando de él.) ¡Que te despiertes, Paco...!

(PACO sale de la cama, se mete los pantalones y se tam-balea en camiseta en el centro de la alcoba. MANUELA vaa la cocina y trae una palangana de agua, que deja sobreuna silla.)

MANUELA.– Ves lavándote. (PACO se acerca a la palangana y se moja lacara. MANUELA se peina delante de un espejo que hay colocado en lamisma habitación, dándose fuertes tirones, nerviosa, en el pelo, con elpeine.)

PACO.– Tienes tiempo de sobra. ¿A qué hora llega el tren?MANUELA.– (Sin contestarle.) ¿Sabrás calentarte el café? Tienes mortadela

y pan en la alacena... Yo me voy.PACO.– Adiós...MANUELA.– (Luego de echarse un abrigo sobre los hombros y anudarse un

pañuelo sobre la cabeza.) Cierra bien la puerta... Adiós. (Al ir a abrir lapuerta se detiene.) Bueno, ¿y no me dices nada para ellos?

PACO.– ¿Qué?MANUELA.– Nada, nada... ¡Qué hombre! (Sale dando un portazo. PACO se

encoge de hombros, se estira y pasea por la habitación. Luego se sientaen la cama y se coloca un jersey grueso. MANUELA ha salido ya a lacalle y se dirige hacia el terraplén de la izquierda. El dueño de la tasca,el SR. FRASQUITO, cuarenta años, abría las puertas del bar.)

SR. FRASQUITO.– Buenas y frescas, señora Manuela...

(La MANUELA se vuelve a él sin detenerse.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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MANUELA.– Adiós, sr. Frasquito. Que voy a llegar tarde. Voy a la estación.SR. FRASQUITO.– ¿A por la familia?MANUELA.– Sí señor; no me hable usted, no me hable usted.

(Desaparece. El SR. FRASQUITO, abiertas ya las puertasdel bar, después de un frote de manos, se mete en su casa.Pausa y tintineo lejano de tranvías. Ligerísimas sirenas.PACO, luego de mirar la cama con tristeza, va a la coci-na. Coge algo de la alacena, mira los cacharros y hueleuno de ellos.)

PACO.– Vaya un café... Y a esto llaman café... Que se lo tomen ellos... Loque es yo... (Se lía al cuello una bufanda. Busca la llave. Sale. Haceademán de cerrar la puerta. Al salir dice:) Podría haber dormido mediahorita más... Maldita sea. (En la calle, luego de mirar el cielo y apretar-se un poco la bufanda.) Andá... Me parece que me he dejao encendío elgas, mecachis. (Vuelve a la habitación.) Qué media hora de sueño mehe perdido... (Sale otra vez. Vuelve a mirar al cielo.) Qué frío, quéfríííooo. (Anda dando saltitos y abre la puerta del bar. Se oye su voz enla profundidad: «A los buenos días...». Por la calle de la derecha bajandos COMPADRES camino de su trabajo. Se paran en la esquina, a encen-der un «pito».)

COMPADRE 1.– Y eso que el hijo de tal del árbitro anuló dos goles, tú...COMPADRE 2.– Es que si no hubiera sido por eso..., la cosa queda 6 a 1, tú...COMPADRE 1.– Ya van bien servíos, tú...COMPADRE 2.– Si se lo tengo yo vaticinao...COMPADRE 1.– Oye, ¿sabes lo que voy a hacer? A esperar al Pancho. Quiero

ver la carota que lleva, tú...COMPADRE 2.– Yo tengo tarde... No puedo esperarme...COMPADRE 1.– Si está al caer, chaval...COMPADRE 2.– Ése se ha quedao en la cama del disgusto. Ése no se deja ver.COMPADRE 1.– Yo quiero verle la cara...COMPADRE 2.– Allá tú, yo no quiero que se me escape la camioneta...COMPADRE 1.– Pero qué desgraciao eres. Qué desgraciao, chaval... Ni que te

dieran en el tajo el tesoro de Alí-Babá, mira tú, que...

LA BATALLA DEL VERDÚN

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COMPADRE 2.– Está la cosa mala, muy achuchada, chaval. Déjame de histo-rias...

COMPADRE 1.– Pero si es cosa de cinco minutos..., que te lo digo yo..., que lopasamos fenómeno, con el Pancho...

COMPADRE 2.– Hasta más ver. (Saltaba ya el COMPADRE 2 por el terraplén,hacia el autobús, si el mefistofélico COMPADRE 1 no le retrajera así:)

COMPADRE 1.– Te convido a un caliente en el bar...

(La cabeza y el cuerpo del COMPADRE 1 están otra vez enel borde.)

COMPADRE 2.– ¿Hace?COMPADRE 1.– Palabra de honor...COMPADRE 2.– Cinco minutos, tú...COMPADRE 1.– Hasta que llegue el Pancho...

(Entran en el bar y ya es día completo. Han ido aumen-tando los tintineos del tranvía, los bocinazos, el resplan-dor musical y lúgubre de las sirenas y hasta una radioque lanza ya el primer mambo de moda de la madruga-dora mañana.)

(Llega el PANCHO, mohíno, con un saquillo al hombro ysu jeta torcida. Al pasar por delante del bar se oye unestrépito de cristales y se ven las caras de los que espe-ran su «pascua». Como sea que el PANCHO no está parabromas, se iba presuroso a la parada del tranvía, hastaque el COMPADRE 1 abre la puerta del bar y le reclama.)

COMPADRE 1.– ¡Pancho..., Panchito! ¿No quieres un caliente?COMPADRE 2.– (Asomando la pelota por detrás del otro.) Y calentito que

está, jefe...

(El PANCHO se planta chulón en la calle y grita un:)

PANCHO.– ¿Qué pasa?

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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COMPADRE 1.– ¿Es que no vas a tomar una copa con los amigos?PANCHO.– (Chulón y fiero...) Y cuatro...

(Entra en el bar. Ceremoniosos, le abrían la puerta losdos COMPADRES. Portazo.)

(Primer lengüetazo de sol. Un estallido de misteriosa ale-gría que enciende los tapiales de la fábrica. Por la izquier-da aparecen dos CHAVALES más o menos del talante delos dos que salieron en primer lugar, pero más jóvenes.)

CHAVAL 1.– (Al otro.) A ver si está este tío aquí...

(Abre la puerta del bar y, en tanto que el otro espera,mete la cabeza y grita: «¿Está el sr. Fábregas?»... Antela negativa, cierra y se queda fuera.)

CHAVAL 1.– No ha venido. Supongo que no tardará...CHAVAL 2.– Pues hace un frío que pela, macho...CHAVAL 1.– No tiene que tardar...CHAVAL 2.– Vamos a esperarle dentro, ¿no?CHAVAL 1.– No tardará. Ponte aquí en el sol.CHAVAL 2.– Estamos sin una «pela»...CHAVAL 1.– Por eso... Además, que aquí dentro están ésos con el fútbol.

Peste de fútbol, tú... Cada día le tengo más asco.CHAVAL 2.– Los viejos no saben salir de eso, oye, del fútbol. Quién pudiera

ser tan tonto como ellos.CHAVAL 1.– Yo prefiero leer novelas. Oye, he leído la última novela de

Candel; es fenómena...CHAVAL 2.– ¿Me la dejarás, no?CHAVAL 1.– No puedo, tú... Es de mi cuñao... Y el tío no me la dejaba. La he

tenido que leer por las noches... ¡Es de miedo! Es un tío escribiendo eseautor... Es que te retrata, el tío... A mí, lo único que me gusta en estavida son las novelas de ese Candel y el cine italiano. ¿Has visto Rufufú?

CHAVAL 2.– ¿Voy a ver?... Si llevo quince días parao...CHAVAL 1.– A ver si hay suerte hoy...

LA BATALLA DEL VERDÚN

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CHAVAL 2.– ¿Qué te dijo ese Fábregas?CHAVAL 1.– Que tenía trabajo pa los dos. Y bueno... Diez pelas la hora, tú...CHAVAL 2.– En una semana me ponía en casa, oye... Es que si no, me largo a

Francia, te lo juro...CHAVAL 1.– Francia... Quién pudiera... En cuanto hagamos la mili y nos den el

pasaporte, nos largamos. Madre, el día que pierda yo de vista este país...CHAVAL 2.– Si es que aquí no es uno más que un esclavo. Yo no me hablo ni

con mi padre, tú. Y el tío, porque no llevo nada a casa, se cree que soyun gánster, tú...

CHAVAL 1.– Si lo único que quiere uno es trabajar...

(Estalla un clamoreo de voces dentro del bar.)

CHAVAL 2.– Mira tú ésos, discutiendo de fútbol. A sus años, tú... Luego dicen...CHAVAL 1.– Qué barbaros, tú...

(Las voces arrecian. El CHAVAL 2 iba a fisgonear a travésde la puerta, pero una explosión de aire seguido por elcuerpo de PANCHO le hizo hacerse a un lado. El PANCHOse planta en medio la calle, rojo de ira...)

PANCHO.– ¡Sal aquí, cabrito! ¡Dímelo aquí, en la calle...! ¡Que no quiero darun escándalo..., que... ¡

(Ya sale el COMPADRE 1 seguido del COMPADRE 2 y de losmedrosos SR. PACO y SR. FRASQUITO.)

COMPADRE 1.– Aquí estoy. ¿Qué pasa? Y te digo que...

(Se van a trabar los dos y el CHAVAL 2 se interpone.)

PANCHO.– Aparta, chico, que esto es cosa de hombres...CHAVAL 2.– ¿De hombres? ¿Dónde están los hombres?

(La ira de los dos contendientes se azuza ahora, repenti-namente, contra los dos CHAVALES.)

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COMPADRE 1.– Largo de aquí, que te largo un puntapié que te...

(SR. FRASQUITO, asustado, intervenía.)

SR. FRASQUITO.– Deja quieto al chaval...

(El otro se ponía agresivo y sacaba de repente una na-vaja.)

CHAVAL 1.– Al que toque a mi hermano, lo acuchillo...

(Extraño asombro de todos y reacción rápida de todo elgrupo contra los imberbes.)

COMPADRE 1.– (Sujetando al CHAVAL 2 mientras el SR. PACO y el SR. FRASQUI-TO sujetan al otro, amenazándoles y dándoles en la cara.) Granujas...

TODOS.– (Entreverados.) Golfos, sinvergüenzas, gamberros. Pero qué pali-za les daba..., sí... Mecachis en la sota de oros...

PANCHO.– La mala educación que reciben. La culpa la tienen los padres...COMPADRE 2.– Es que si fuera hijo mío, lo doblaba...

(El SR. FRASQUITO se ha apoderado de la navaja y se lacoloca junto al cuello al CHAVAL 1, como si fuera el po-bre chico un «Fellagah» argelino.)

SR. FRASQUITO.– ¿De dónde sacaste esta joya?PANCHO.– Llevarle al cuartelillo, allí se entenderán con él...

(El SR. PACO se arrebujaba en la bufanda e iniciaba elmutis.)

PACO.– Tampoco iba a llegar la sangre al río... Cosas de chavales...COMPADRE 1.– Cosas de chavales... Menudos están los chavales... Un día nos

degüellan a todos.PANCHO.– Yo me largo también, Paco... Y ya arreglaremos cuentas, eh, vo-

sotros.

LA BATALLA DEL VERDÚN

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(Se largaba deprisa el PACO con el PANCHO.)

COMPADRE 1.– (Matón, hacia los que se van.) A ver si me haces bueno eso...,¿eh?

PANCHO.– (Su voz.) El domingo en Mestalla lo vamos a ver...COMPADRE 2.– ¿Lo ves? No tiene dos bofetadas...

(El COMPADRE 1 ha soltado al CHAVAL y se marchan losdos.)

COMPADRE 1.– Vamos tú..., sr. Frasquito, a ver si da usted parte de esos gra-nujas...

SR. FRASQUITO.– Se lo diré a su padre...

(Se largan todos, apaciguados ya. Queda el SR. FRASQUI-TO con los chicos; por otra parte, más tranquilos que unaspascuas.)

CHAVAL 1.– Bueno... ¿Me da usted el pincho?SR. FRASQUITO.– Se lo daré a tu padre...CHAVAL 1.– Mi padre no tiene nada que ver conmigo...SR. FRASQUITO.– ¿Ah, no? Pues por eso... A tu padre se lo doy... Tú quieres

buscarte un presidio...CHAVAL 2.– ¡Me defendía a mí!SR. FRASQUITO.– ¿Te defendía? ¿De qué?CHAVAL 1.– De la barbarie...SR. FRASQUITO.– Ooolé... Serial de la radio...CHAVAL 1.– Bueno, deme usted la faca...SR. FRASQUITO.– Que no te la doy, no insistas. Y ¿cómo se te ocurre cabrear

a los hombres una mañana del lunes y habiendo perdido el Atletic deMadrid?, ¿eh?

CHAVAL 1.– Mira si no perdiera lo que yo me sé...SR. FRASQUITO.– ¿Es que eres del Barça...?CHAVAL 2.– Vamos, no diga usté sandeces, sr. Frasquito, que no está usted en

edad.SR. FRASQUITO.– Pues no te la voy dar, ea. Un chaval como tú no necesita

esos instrumentos...

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CHAVAL 1.– Es igual, déjale, ya me la dará...SR. FRASQUITO.– ¿Es que amenazas, sinvergonzón?CHAVAL 2.– Si se cree usted que a mí me importa lo que le diga a mi padre...

Mira, tú, lo siento por la navaja...SR. FRASQUITO.– ¿No le tienes miedo a tu padre?CHAVAL 2.– Ni a usted...SR. FRASQUITO.– No, si yo lo tengo sentenciado. Vais a ser nuestra ruina.

Claro, como ahora no se usa el palo...

(Los dos CHAVALES se han apoyado al sol de la tapia y sehacen los indiferentes.)

SR. FRASQUITO.– ¿Y por qué no vais a trabajar? Vagos, que sois unos vagos...CHAVAL 1.– (Al CHAVAL 2.) ¿Estás oyendo?CHAVAL 2.– El tranvía y la sirena... No oigo palabras huecas...SR. FRASQUITO.– ¿No tenéis trabajo, o qué?CHAVAL 2.– (Canturreando.) Mustafá, ah, ah Mustafá...

(El SR. FRASQUITO adopta ahor un aire celestinesco acer-cándose al oído de los CHAVALES.)

SR. FRASQUITO.– ¿Queréis que os devuelva la faca? ¿Queréis que la cosaquede entre hombres?

(Mirada alterna de los CHAVALES.)

SR. FRASQUITO.– Me limpiáis la bodega y os devuelvo la navaja...

(Ira inusitada de los dos arrapiezos contra el FRASQUITO.)

CHAVAL 1.– Váyase a su tierra a coger esparto...CHAVAL 2.– A tu tierra, charnego...SR. FRASQUITO.– Ah, ¿sí? ¿Encima eso? Pues ya varéis, ya... Golfos... (Va a

entrar en el bar, pero todavía intenta otro celestineo.) Os daba a lomejor cinco durejos a cada uno...

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(Leve movimiento de los CHAVALES. Para dejar más sus-pense en la cuestión, el SR. FRASQUITO desapareció en elbar.)

CHAVAL 2.– ¿Qué ha dicho?CHAVAL 1.– Nada.

(Pausa. Más sol. Más tintineos de tranvías. Rotundidadde la mañana primeriza.)

CHAVAL 2.– Le podíamos pedir cinco duros y un paquete de «Ideales».CHAVAL 1.– Que ni hablar...CHAVAL 2.– Pues el sr. Fábregas ese no va a venir...CHAVAL 1.– Que no venga.CHAVAL 2.– ¿Y tu papi qué?CHAVAL 1.– ¡Mi papi, na!CHAVAL 2.– Pues el mío, si se entera de que he amenazado a un tío con un

navaja como ésa, madre mía, no quiero ni pensarlo...CHAVAL 1.– (Reflexivo.) Tú no conoces al mío...CHAVAL 2.– ¿Tu papi? (Silbido escalofriante y pausa.) Oye: vamos a hablar

de negocios con el sr. Frasquito.CHAVAL 1.– Que se vaya a Almería a coger esparto...CHAVAL 2.– Ven. Sígueme. Que hablando se entiende la gente. (Iniciaba el

mutis hacia el bar.)CHAVAL 1.– Que no, que así es como esclavizan a los negros del Congo...CHAVAL 2.– ¿Qué dices del Congo?CHAVAL 1.– ¡Que nos quiere explotar el tío!CHAVAL 2.– Cinco duros y un paquete de Ideales por barba. Ésas son las

condiciones.CHAVAL 1.– Y vino a discreción... (Irresoluto, no se atrevía a entrar.) Pero

no creas que me da miedo mi papi, ¿eh? (Mutis de los dos CHAVALES enel bar, camino de la esclavitud momentánea. Pausa. Se oye la bocina yun frenazo de un auto, que se supone se ha detenido bajo el barranco.Voces imprecisas, barullo. Portazos y despedidas. A poco aparece porel borde del barranco una tropilla de miserables compuesta por lassiguientes personas: la MANUELA, que viene sofocada con una cesta

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tamaña en una mano y un par de pollos en la otra; una muchachajovencísima de unos diecinueve años. La CARMELA, prima de la MANUELA,muy acicaladita, también con cestas y una como bacalada debajo delbrazo. El ANDRÉS, marido de la CARMELA, un mozo, recién terminada«la mili» con una enorme maleta al hombro. Y el ÁNGEL, hermano deANDRÉS, más o menos de su misma edad, con un enorme lío al hombro,formado por un maletón y un bulto de mantas y colchones.)

MANUELA.– (Sofocada.) Ya estamos. Es aquí mismo. Es que estamos sinurbanizar y por eso el «taxis» no puede llegar. ¿Descansamos un poco?

(Todos tiran a la vez los líos al suelo.)

(El SR. FRASQUITO en la puerta del bar; tras él, las cabe-zas curiosas de los CHAVALES.)

CHAVAL 2.– Vaya un safari...SR. FRASQUITO.– (Al CHAVAL 2.) Niño... (Ceremonioso, se adelanta al gru-

po.) Bienvenida la señora Manuela y compañía.MANUELA.– (Presentando también, muy ceremoniosa.) Muchas gracias, sr.

Frasquito. Aquí el sr. Frasquito, paisano, y aquí los primos...

(Ceremonioso apretón colectivo de manos).

SR. FRASQUITO.– Pues aquí tienen un amigo y un servidor de ustedes. Y siquieren refrescar un momento...

ÁNGEL.– Pues no vendría mal...MANUELA.– Vamos a dejar los bultos a casa y aluego, en todo caso...SR. FRASQUITO.– Pues como gusten Uds. Y lo dicho, a mandar...

(Nueva rueda de apretones de mano. Mutis del SR. FRAS-QUITO y los chicos.)

MANUELA.– A ver si hacemos un poder, y llegamos a casa. Es aquí a la vuelta...ANDRÉS.– (Cargándose de nuevo la maleta al hombro, al igual que el ÁN-

GEL.) ¡Jozú!MANUELA.– (A la CARMELA.) ¿Te echo una mano?

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CARMELA.– No, mujer...MANUELA.– Pues hale...

(La comitiva africana se adelanta hacia la casa).

ÁNGEL.– ¿Ya estamos?MANUELA.– Pues claro... Lo malo es la cuesta..., ahora ya...

(Otra vez los bultos al suelo y general frote de manos.)

MANUELA.– (Mientras mete la llave en la cerradura.) Desde aquí se ve toaBarcelona; por la noche es muy majo de ver.

(Las mujeres entran delante y los hombres comienzan aacarrear el equipaje).

MANUELA.– Un poquito estrechos vamos a estar, de momento...CARMELA.– Nos arreglaremos como podamos...MANUELA.– Ese maletón ponlo ahí, en la alcoba... (El ANDRÉS descarga el

maletón en la alcoba.)ÁNGEL.– (Con otro maletón en el hombro.) ¿Y esto?MANUELA.– Pues también aquí...CARMELA.– Huy, chica, va a haber que andar a saltos...MANUELA.– Tú no te preocupes ahora, maja; ya iremos arreglándonos...ANDRÉS.– ¿Y los colchones?MANUELA.– En el comedor...

(Los bultos se amontonan y se produce una verdaderaopresión de cosas y seres. La MANUELA no sabe dóndedejar los pollos, y la otra, el bacalao y las cestas. Guiri-gay de confusiones.)

CARMELA.– Pero, chiquillo, quita eso de delante, que no puedo pasar...ÁNGEL.– ¿Y dónde lo voy a meter?ANDRÉS.– (Con los bultos de las mantas al hombro.) ¿Dónde echo esto?MANUELA.– ¿Y qué hago con los pollos?

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CARMELA.– (Al ANDRÉS.) Pero suelta eso, que pareces tonto, tonto pelao.ANDRÉS.– A ver si te parto la boca antes de tiempo...MANUELA.– No arméis lío, que no hay para tanto... Que aquí el personal es

muy formal, no vayamos a dar el espectáculo...

(El ANDRÉS, al volverse para dejar el lío de las mantasjunto al fogón, se tropieza con el ÁNGEL, que buscabasitio para las cestas.)

ANDRÉS.– (Enfadado.) Desaborío... Delante siempre, como el jueves...ÁNGEL.– A ver si te meto esto en las narices...

(Mientras los hombres acaban de distribuir el bagajesepultando sillas y moviendo muebles, la MANUELA y laCARMELA se han sentando en la cama poniendo los piessobre los maletones. Se quitan los abrigos.)

CARMELA.– Lo que quisiera es lavarme...MANUELA.– Hay que traer el agua de afuera... Que vaya uno de ésos...

(Los hombres ya se habían reconciliado y liaban un pito,sentados sobre los bultos, ajenos a lo que los rodea.)

CARMELA.– (Asomándose a la puerta.) Andrés, Ángel, a ver si traéis un pocode agua....

(Los hombres no le hacen caso. El ANDRÉS se desliaba labufanda y el ÁNGEL se quitaba el velvetón).

ANDRÉS.– Jozú, estoy sudando, chaval...ÁNGEL.– Ya se sabe: llegar a Barcelona y empezar a sudar... Ya lo sabía yo...ANDRÉS.– Jozú, no seas exagerao...CARMELA.– (A la MANUELA, mientras se ponen cómodas también.) Estoy más

guarra... Como no había agua en el váter del tren... Y qué pelos, madrede Dios.

MANUELA.– A ver si luego puedo abrir el armario y te enseño las cosas deseda... Ya verás...

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CARMELA.– Esta colcha es muy mona...MANUELA.– Tengo otra mejor en el armario... Y sábanas bordadas...CARMELA.– Es muy maja la casa...MANUELA.– Es muy pequeñita... Pero nos arreglaremos, ¿no? (Lo ha dicho

con dudas.)CARMELA.– Será cuestión de poco tiempo... Pero, ésos, ¿no traen el agua?

¡Ángel, Andrés...! (Salta y va hacia los hombres.)ANDRÉS.– ¿Qué pasa?CARMELA.– ¿Es que vosotros no «se» laváis?ÁNGEL.– No hay prisa...CARMELA.– ¡Qué perros sois! (A la MANUELA.) ¿Dónde tienes el cubo,

Manuela?MANUELA.– (Desde la habitación.) Debajo del fogón estará...

(La CARMELA se agacha para separar las cestas y cogerel cubo y el ANDRÉS, risueño, le da un manotazo en lanalga.)

CARMELA.– Anda ya, desaborío...

(Se traban en risueños golpes. El ÁNGEL, como un ídolooriental, mira indiferente. La MANUELA sale de la alco-ba, saltando siempre por encima de los bultos).

MANUELA.– Carmela, chiquilla... ¡Huy, qué chiquilla eres! Siempre lo hassido...

(La abraza y la da sonoros besos, siempre correspondi-da por la otra.)

MANUELA.– Anda, coge el cubo, vente conmigo a la tienda..., y también teenseñaré dónde está la fuente...

CARMELA.– (Gozosa.) Vamos... Vamos... (Se cogen del brazo y salen las dos.)

(Al salir a la calle coinciden con CHAVAL 2 que saca unbarril de cerveza de la bodega haciéndolo rodar por el

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borde. Las dos mujeres con oscilante vaiveneo del pom-pis se alejan por la calle de la derecha y el chavalillocon «un ideal entre la oreja» se para a mirarlas.)

CHAVAL 2.– «¡Una paloma blanca, como la nieve...!» (Cantando. Mutis enla bodega.)

(El ÁNGEL y el ANDRÉS se han quedado un rato cabiz-bajos.)

ÁNGEL.– (Echando una ojeada a la promiscuidad.) A ver cómo salimos deésta, tú...

ANDRÉS.– Igual que otros han salido... Mira éste...ÁNGEL.– A ver qué dice el Paco...ANDRÉS.– Que diga lo que quiera...ÁNGEL.– Esta tarde empiezo a buscar trabajo... ¿Dónde pusiste las cartas?ANDRÉS.– No corras tanto... Ahora descansa... (Se incorpora un poco y en-

chufa la radio. Un mambo.)ÁNGEL.– ¡Mambooo!ÁNDRÉS.– (Volviendo a la tranquilidad y al «pito».) Sí, hombre, sí... Calma,

hombre, sobre todo calma...ÁNGEL.– La Manolilla es bien buena...ANDRÉS.– Un pedazo de pan...ÁNGEL.– Si fuera verdad eso de que podemos ganar cien duros a la semana...ANDRÉS.– Y más, también...ÁNGEL.– Enseguida llamaba a mi chavala y nos casábamos...ANDRÉS.– No vayas tan deprisa...ÁNGEL.– Y a buscarnos un rinconcito por ahí... Que aquí no vamos a poder

estar mucho tiempo, tú...ANDRÉS.– Todo el que haga falta...ÁNGEL.– Que te crees tú eso... El Paco y la Manoli son bien buenos, pero no

creas que nos van a aguantar mucho tiempo...ANDRÉS.– Bueno, bueno..., tú, no empieces a cabrearme de buena mañana...

(Pausa, el ANDRÉS saca un papel del bolsillo.)

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ANDRÉS.– Aquí tengo la quiniela, oye... A ver si nos enteramos de toos losresultaos...

ÁNGEL.– ¿Qué le has puesto al Osasuna...?ANDRÉS.– Empate... Ése está bien... El Valladolid ganaba al Real Sociedá.ÁNGEL.– Aluego tenemos que ir al bar... Allí sabrán...ANDRÉS.– (Incorporándose.) Podemos ir ahora...ÁNGEL.– Espera que vengan las mujeres...ANDRÉS.– ¿Para qué?ÁNGEL.– Se habrá llevao la llave, la Manoli...ANDRÉS.– (Que ha vuelto a sentarse.) Mira que si ganara... Esta misma tarde

a buscar casa...ÁNGEL.– Casa hay que buscarla de todas maneras... Y si no casa, una habita-

ción con derecho a cocina...ANDRÉS.– Lo bien que nos vendrían cincuenta mil duros.ÁNGEL.– Ya no teníamos que tener miedo de volvernos para allí abajo.ANDRÉS.– (Airado.) ¿Volvernos? Ni hablar... ¿Para qué dices esa pijada...?

Volver. ¡Volverás tú, desgraciao!ÁNGEL.– Pues no creas que me disgustaría volver allí abajo, con dinerillo...ANDRÉS.– Estás hablando de volver y todavía no sabes lo que es Barcelona.

Donde esté Barcelona, que se quite todo... Ésta es nuestra tierra, y noaquélla.

ÁNGEL.– Pues otros no dicen lo mismo...ANDRÉS.– ¿Otros? ¿Qué otros? Serán tus compinches, muertos de hambre,

vagos... que no tienen donde caerse muertos...ÁNGEL.– (Canturreando para no hacerle caso.) «Por qué se viste de luto,

con esos ojos de flor..., tralalá... Ay, campanera...»ANDRÉS.– Es que si sé que me vas a dar el viaje, no vengo contigo. ¡Que me

has dao un viaje que pa qué! Tú lo que harás es no dar golpe aquí, comoallí... Como si no te conociera...

ÁNGEL.– A ver si te ocupas de tus asuntos.ANDRÉS.– No creas que voy a alimentar vagos. Que ya se ha visto... Yo ven-

go de la mili con el permiso de conducir, y tú más cateto que cuando tefuiste.

(El ÁNGEL se calla y el ANDRÉS expulsa el humo con ra-bia. Por la esquina vuelven la MANUELA y la CARMELA.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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Una con la cesta llena de paquetes, la otra con el cubode agua. Hacen ademán, en la vuelta de la calle, de des-pedirse de alguien.)

MANUELA.– Gracias, señora Ramona...CARMELA.– Y lo dicho, el gusto es mío...

(Se detienen ante la puerta. La MANUELA busca la llaveen la cesta.)

MANUELA.– Ésta es la madre de aquel chico que vimos en la estación...CARMELA.– ¿Aquel que iba con el otro?MANUELA.– Sí, estoy segura de que me vio y se hizo el tonto... La madre dice

que ha ido a la fábrica y yo juraría que le he visto tomar el tren. No hequerido decirla nada... Están los hombres como locos.

(Abre la puerta y entran.)

MANUELA.– (Al ver cabizbajos a los hombres.) ¿Qué os pasa? ¿Os habéispeleao, o qué?

CARMELA.– (Un poco malhumorada ante la estrechez de la casa.) A ver sime dejáis pasar con el cubo... No me echaréis una mano, no...

ÁNGEL.– ¡Trae acá!

(La MANUELA va sacando paquetes).

MANUELA.– A ver si me dejáis sitio en la mesa, que vamos a almorzar...Tendréis gana, ¿no?

CARMELA.– Yo comí en el tren. ¿Dónde tienes la palangana?MANUELA.– Por ahí andará... Búscala chica, que no voy a decirlo yo todo...

¿Os gusta el bacalao? ¿Y las sardinas arenques?ANDRÉS.– (Que ha salido un momento de su malhumor.) Entonces habrá que

ir a por vino, ¿no?ÁNGEL.– Eso ni se pregunta...MANUELA.– Sí, ve por vino. ¿Sabes dónde es, no?... ¿Quieres dinero?ANDRÉS.– (Un poco enfadado.) A ver si te crees que hemos venido sin di-

nero...

LA BATALLA DEL VERDÚN

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MANUELA.– Bueno, bueno, yo lo pregunto nada más...ANDRÉS.– Claro que llevo dinero, mujer...MANUELA.– Jesús, qué modales; yo lo pregunto nada más.CARMELA.– (Que ha puesto la palangana sobre una silla y se moja la cara.)

No le hagas caso, mujer...ANDRÉS.– Lo que hace falta es la botella, el envase, el recipiente... para el

vino.ÁNGEL.– ¿No ves ahí esas botellas? (Señala la repisa.) Pues cualquiera de

ésas, ¿no?MANUELA.– Sí, hombre... Aquí nunca falta el vino... Ayer se acabó la garra-

fa... Luego mandaré traer otra... (El ANDRÉS sale con las botellas, cruzala calle y se mete nervioso en la bodega.) Carmela, hija, a ver si meayudas a cortar el bacalao y a colocar esto en orden...

CARMELA.– Ya voy, mujer, no seas impaciente...

(El ÁNGEL arregla un poco el mobiliario dejando expedi-ta la mesa.)

ÁNGEL.– Aquí vamos a dormir como en la mili. En el campamento nos liá-bamos a trompazos por un trocito de suelo para dormir...

MANUELA.– (Riéndose.) Entre personas decentes no hay necesidad de pe-leas...

CARMELA.– (Que va a ayudar a MANUELA.) Huy, apaga esa radio, que semete el ruido en las sienes...

MANUELA.– Andá, pues ya verás cuando los vecinos pongan su aparato a lastantas de la noche y no te dejen dormir...

CARMELA.– Pues para mis nervios, hija...

(El ÁNGEL ha bajado la radio y escucha pegado a ella,bailoteando el cuerpo.)

CARMELA.– ¿Y para qué tanto? Si yo no tengo apetito, mujer...MANUELA.– Tú no, pero éstos... Trae un plato de la alacena... Y el pan que

está en la cesta...

(Mientras la CARMELA va a cumplir el encargo, la MA-NUELA se dirige al ÁNGEL.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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MANUELA.– Y tú, ¿qué plan traes?

(Pausa. El ÁNGEL ni se inmuta).

ÁNGEL.– ¿Qué?MANUELA.– Que digo que si ya tienes algún plan...ÁNGEL.– ¿Plan?MANUELA.– Que si ya vienes a un sitio fijo. ¿O qué?ÁNGEL.– Ah..., sí... Traigo unas cartas de recomendación que me dio un

teniente para un amigo suyo, que tiene una fábrica...CARMELA.– (Que trae un plato y comienza a cortar el pan.) Estuvo toda la

mili de asistente de un teniente... Le quería mucho, ¿verdad?ÁNGEL.– A veces...MANUELA.– Pues mira, a lo mejor te sale una buena colocación...ÁNGEL.– Estoy seguro de que sí...CARMELA.– Es que allá abajo... a los hombres se les quitan las ganas de

trabajar... Como ganan jornales de hambre...MANUELA.– Pues aquí el que quiere ganar, gana... Ahora, que hay que

currelar...ÁNGEL.– Pues si hay que currelar, se currela, ¿no?MANUELA.– Bueno, ya está todo... ¿Y el vino? Anda, ése se ha quedao en la

bodega.CARMELA.– Mira, hablando del ruin de Roma...

(Efectivamente, ANDRÉS entraba cabizbajo con las bote-llas de tinto.)

MANUELA.– Huy, qué cara trae ése... ¿Es que te han hablao en catalán?

(ANDRÉS no dice nada... Ha dejado las botellas sobre lamesa.)

ÁNGEL.– No, hombre, no... Las quinielas.CARMELA.– (Riéndose.) Las quinielas... Otra vez será, muchacho...MANUELA.– Pues hala, a alegrarse y a trabajar. (Señalando el bacalao y las

sardinas.) Espera..., que voy a traer una cosa... (Saltando va a la alace-

LA BATALLA DEL VERDÚN

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na y saca un porrón, que todos miran con cierta curiosidad, lo llena yes la primera en hacer un trago.) Así, así beben los catalanes...

ANDRÉS.– A mí déjame de líos y dame un vaso... O si no, en la botella; así...(Se echa un trago de la botella.)

CARMELA.– Huy, será cochino...MANUELA.– (Que se echa a reír.) Déjalo, mujer..., aquí; en casa uno hace lo

que le da la gana...ÁNGEL.– Aquí cada uno es libre. (Coge un tasajo de bacalao y se lo come.)CARMELA.– (Riéndose.) Mira, el otro...MANUELA.– (Otro lingotazo del porrón.) A alegrarse de que la vida es corta.

(Todos beben y comen, mientras desciende el telón).

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ACTO II

Rotunda mañana de sol veraniego. Delante de la taberna del SR. FRAS-QUITO hay colocadas dos o tres mesas de madera, con varias sillas, paragozar de la sombra cálida que derrama un improvisado sombrajo y satisfa-cer la vista con la panorámica de la ciudad, que a las diez de la mañanaofrece la nebulosa pálida de torres y tejados. La terraza, sin embargo, estápoco concurrida; sentado a una mesa, delante de un quinto de cerveza, unmuchacho, moreno y patilludo, vestido de LEGIONARIO contempla ensimis-mado la lejanía de la ciudad. En la puerta, provisto de pincel y pintura, elCHAVAL 2 que habíamos visto en el acto 1.º, ataviado con un mandil, pintaen el cristal de la puerta letreros que dicen: «Tapas variadas», «CervezaDam», «Boquerones», «Calamares», «Café-café», etc. De vez en cuando sealeja unos pasos para contemplar su obra de arte, ya que pinta tambiénbotellines y figuras que quieren ser calamares y sardinas... En la casa delSR. PACO, la MANUELA, vestida de verano, retira las colchonetas donde sesupone han dormido el ANDRÉS y la CARMELA en la misma habitación delmatrimonio, que ahora divide una cortina. La CARMELA en el comedor-cocina, muy afanada, planchando. Lleva una bata ligera, a cuyo través seadivinan señales de un avanzado embarazo. En el rincón que hay entre lamesa y la cocinilla, una colchoneta extendida en la que reposa todavía elÁNGEL, semitapado por una sábana, de la que emerge parte de su torsovestido con una camiseta. La CARMELA, según la obliga el movimiento delplanchado, tiene que saltar por encima del durmiente, que ronca osten-siblemente.

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(La MANUELA, una vez termina de recoger las colchone-tas de la habitación, pasa a la otra estancia y se cruza debrazos, ante el espectáculo del muchacho dormido.)

MANUELA.– Pero oye, Carmela..., ¿es que no vas a despertar a ése?CARMELA.– Es más gandul...MANUELA.– Que son más de las diez, chica. Y hay que arreglar todo esto...

¡Qué leonera, Madre de Dios, cuánta porquería...! ¡Qué harta estoy...!CARMELA.– (Bajando la cabeza, va hacia donde duerme el ÁNGEL y le da

suavemente con el pie. La MANUELA, que está de malas, ha salido con elcubo y en chanclas de la casa. Vencida, lentamente, se fue por la callede la derecha a por agua.) Ángel, levántate, hombre... ¡Levántate ya!(El ÁNGEL se incorpora y se restrega los ojos.)

ÁNGEL.– Ya voy, chalada, ya voy... No le dejáis a uno siquiera un domingo...CARMELA.– (Cáustica.) Un domingo... Para ti todos los días son domingo...

(El ÁNGEL, sin hacer caso de la CARMELA, hace unos le-ves movimientos gimnásticos sobre la colchoneta).

CARMELA.– No sé cómo no te da vergüenza. Nos estás amargando la vida...Por tu culpa nos vamos a tener que ir de esta casa... Y de Barcelona...Vamos, que se dice pronto, cuatro meses y medio y todavía sin encontrartrabajo fijo... No sé que te has creído... Y a vivir de la sopa boba... Pueste advierto que la Manoli está contigo hecha una loba... Y con razón...

(El ÁNGEL se ha metido los pantalones bajo la sábanacon estilo y pudor y se aprieta el cinturón, mostrando sutorso bajo la camiseta, aunque sin exhibicionismo nin-guno).

CARMELA.– (Muy atenta a la plancha.) Mira, Ángel, tienes que tomar unadeterminación...

(El ÁNGEL se inclina sobre ella y le coge la cara.)

CARMELA.– Déjame ahora... No vengas con las zalamerías de siempre...

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ÁNGEL.– Pero no seas boba, chiquilla...

(Antes de que ella pueda defenderse –que tampoco hacíamucho por defenderse–, el ÁNGEL le ha plantado un so-noro beso en la mejilla.)

CARMELA.– Sinvergüenza... Eres un sinvergüenza... ¿No te da vergüenza be-sar a la mujer de tu hermano?

(El ÁNGEL se ríe e intenta darle otro beso. La CARMELAenarbola la plancha.)

CARMELA.– Que te doy con la plancha... Que te «escalabro», Ángel. Queestoy harta de ti, para que lo sepas... Vago, más que vago... Déjame...

(El ÁNGEL la deja por fin y vuelve a estirarse de brazos.)

CARMELA.– Y enrolla la colchoneta. Y deja todo en orden. Y quita esa por-quería de delante... (El ÁNGEL ahora busca en la alacena. La CARMELA,al verlo, cierra de golpe.) Y no hagas tonterías... Lárgate... Luego noquiero líos..., que ya estoy harta de defenderte... ¿Te acuerdas lo que tedije el otro día, no? Pues ya lo sabes. El Andrés me ha cascado una vezpor tu culpa... Y no lo va a hacer dos veces...

ÁNGEL.– A ése quien le va a cascar voy a ser yo. Y muy prontito...CARMELA.– Huy, ya te librarías muy bien... Estaría bueno, encima que te

tenemos por misericordia...ÁNGEL.– (Un poco enfadado.) Anda ya, tonta, que eres más tonta...CARMELA.– Mira, Ángel, no quiero ni verte, pa que lo sepas... Ya está...,

déjame, que tengo que planchar... Lárgate...

(El ÁNGEL se sienta en una silla, irresoluto.)

ÁNGEL.– A lo mejor, de aquí a una semana estáis todos conmigo que no sa-béis que hacerse...

CARMELA.– Huy, sí... La historia de siempre..., las quinielas..., la lotería...Los hombres, ahora, no hacéis más que soñar y dormir. O las dos cosasa la vez, que viene a ser lo mismo...

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ÁNGEL.– Pues ¿qué querías?, ¿que siguiera trabajando en el almacén por 35pelas diarias...? Para eso me largaba al pueblo...

CARMELA.– Pues mira, sería la gran solución, ya ves tú...ÁNGEL.– (Mirándola con arrobo.) Qué maja estás, Carmeliya, a pesar de eso

que llevas en la barriga...

(La CARMELA se echa a reír, a pesar de todo.)

CARMELA.– Anda allá, bárbaro..., qué bruto eres, Dios mío. (Sigue riéndose.)ÁNGEL.– Como me entere de que el Andrés te casca..., le abro en canal...

Mira. (Saca una navaja.)CARMELA.– (En voz baja y lúgubre.) Guarda eso, chaval... Huy, qué canalla

eres... Si por ti fuera, salíamos en Caso..., ¡burro...!ÁNGEL.– Es que cuando los hombres equivocan el camino... ¡Ay!, cuando

los hombres equivocan el camino...

(Se guarda melancólico la navaja.)

CARMELA.– Lo que deberías hacer es irte a dar un chapuzón en la fuente...,que tienes una cara que da asco verte, hijo... Y no es por alabarte...

ÁNGEL.– ¿Y la Manuela? ¿Se ha ido a misa...? Oye: dame algo. Un poco depan...

(La CARMELA se pone a planchar y lo mira con ternura yrepugnancia a un tiempo.)

CARMELA.– Acabarás pidiendo limosna...ÁNGEL.– A ti te pediría... hasta...

(La CARMELA, más bien para librarse de la acometida, vaa la alacena y corta un trozo de pan y un cacho de chori-zo y se lo da deprisa.)

CARMELA.– Anda, esconde eso y vete...ÁNGEL.– ¿Nada más? (Intenta besarla otra vez.)CARMELA.– Que te doy un planchazo que te rompo la crisma... Ángel...

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(La MANUELA vuelve, doblada por el peso del cubo. Abrela puerta. El ÁNGEL ha tenido tiempo de esconder la pi-tanza. Pero se nota algo en la actitud de él y de la chica.La MANUELA se detiene un momento y deja el cubo, per-pleja. El ÁNGEL sale deprisa, sin mirar a la otra, y sedirige hacia el bar. La MANUELA mira a la CARMELA, queplancha deprisa, un poco sofocada, y luego coge el cubo,se mete en la habitación, cierra la puerta y se arrodilla afregar el suelo, llena de rabia y resignación.)

(El ÁNGEL se sienta en la mesa contigua a la del LEGIONA-RIO, luego de haberlo observado con cierta curiosidad yextrañeza. Saca del bolsillo el pan y el chorizo y se ponea comer con cierta melancolía. El CHAVAL 2, ahora ca-marero, se acerca arreglando sillas, con disimulo, peroal fin se vuelve al interior.)

ÁNGEL.– (Al LEGIONARIO.) Pues hoy también va a hacer calor...LEGIONARIO.– (Sin volverse apenas, abstraído.) Sí...ÁNGEL.– (Luego de una pausa.) Jozú, qué calor va a hacer hoy...

(Ante el mutismo del LEGIONARIO, el ÁNGEL se calla enor-memente entristecido.)

(Aparece el CHAVAL 1 del acto anterior. Viste camisa ne-gra y un pantalón tejano. El aire de golfo que tenía antesse ha endurecido ahora. El ÁNGEL, alborozado, le llamacomo si fuera la salvación esperada para salir de la me-lancolía que le ha sobrevenido repentinamente. Pero elCHAVAL se ha plantado delante del LEGIONARIO, a quienreconoce como a un compinche.)

CHAVAL 1.– (Al LEGIONARIO.) Pero hombre... ¡Tadeo...!LEGIONARIO.– (Alegre, abraza al CHAVAL. Abrazo apretado y varonil.) Ma-

cho, macho...CHAVAL 1.– ¿Qué haces aquí?

LA BATALLA DEL VERDÚN

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LEGIONARIO.– De permiso, chaval...

(El ÁNGEL está de pie, junto a ellos. El CHAVAL hace laspresentaciones.)

CHAVAL 1.– ¿No os conocéis vosotros? Aquí mi amigo Tadeo... Aquí el Án-gel... (Apretón de manos, ceremonioso.)

LEGIONARIO.– ¿Qué queréis beber?CHAVAL 1.– Di a ése que traiga un quinto...ÁNGEL.– Eso...LEGIONARIO.– (Llamando.) ¡Chicooo!

(Aparece el CHAVAL 2, que se acerca ceremonioso a lamesa. El CHAVAL 1, antiguo compinche, ni le mira.)

CHAVAL 2.– A la orden...LEGIONARIO.– Trae tres medianas...CHAVAL 1.– Que estén bien fresquitas...CHAVAL 2.– ¿Algo de tapas?LEGIONARIO.– ¿Qué tienes por ahí?CHAVAL 1.– ¿Qué quieres que tengan?

(El CHAVAL 2 no hace caso, aunque no puede evitar unligero golpe en el codo del CHAVAL 1, aprovechando quelimpia la mesa.)

CHAVAL 2.– Hay olivas, berberechos, calamares, sardinas a la plancha, «mús-culos», bacalao, callos, anchoas...

LEGIONARIO.– Tráete unas raciones de callos...CHAVAL 1.– Pero ya están aquí volando...CHAVAL 2.– En cohete supersónico...CHAVAL 1.– (Mientras observa cómo el diligente camarero desaparece.) Ése

se ha creído que está en la Diagonal, tú. Le tengo una tirria... Bueno,hombre, bueno... ¿Y qué? ¿Cómo va eso? Pero chaval, estás que ni teconoce la madre que te parió... Vaya un legionario... A mí cuando me lo

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

303

dijeron, no me lo creía, tú... El Tadeo legionario... (Al ÁNGEL.) Si hubie-ras conocido a éste... Menuda pinta...

LEGIONARIO.– (Melancólico.) Eran otros tiempos...CHAVAL 1.– Es que pareces un argelino...LEGIONARIO.– Cerca de aquellas tierras ando...CHAVAL 1.– ¿En Argelia?LEGIONARIO.– A la vera, como aquel que dice: en Chafarinas...CHAVAL 1.– ¿Y eso qué es?ÁNGEL.– (Aprovechando rápido para meter baza.) Unas islas que hay cerca

de Melilla.LEGIONARIO.– Eso es. ¿Es que conoces aquello?ÁNGEL.– Hice la mili en Melilla...LEGIONARIO.– Desde allí oíamos la guerra de Argelia...CHAVAL 1.– Jozú, qué tío... Y de mujeres, ¿qué?LEGIONARIO.– (Lacónico y expresivo.) La gloria...ÁNGEL.– Vaya mujerío el de aquel país...LEGIONARIO.– Canela en rama...CHAVAL 1.– Entonces ¿te vas a reenganchar?LEGIONARIO.– A lo mejor...CHAVAL 1.– ¿Y hasta cuándo vas a estar aquí?LEGIONARIO.– Tengo un mes de permiso. Pero en Barcelona me estaré una

semana... Luego me voy a Cartagena...CHAVAL 1.– ¿Habrás venido a ver a la Rosi?LEGIONARIO.– (Airado.) ¿Quién, yo?CHAVAL 1.– ¿Entonces has venido a ver a tu papi?LEGIONARIO.– A ése, si le veo..., si le veo..., lo... (Da un pequeño puñetazo

sobre la mesa, presagiando cosas terribles, que hacen enmudecer a losotros.)

CHAVAL 1.– Bueno, tú cuenta... Pero ¿y el servicio? ¿Dónde está el servicio?

(Da grandes palmadas. Aparece el CHAVAL 2, con la ban-deja y el servicio.)

CHAVAL 2.– (En catalán y con mala intención.) No tingueu tanta pressa, home...CHAVAL 1.– ¿Habéis oído?, pero si nos está hablando en catalán, este... (A

los otros.)

LA BATALLA DEL VERDÚN

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CHAVAL 2.– (Sin hacer caso.) Los callos calentitos...CHAVAL 1.– ¿Desde cuándo hablas catalán?CHAVAL 2.– Servidor de ustedes. (Se va ceremonioso.)CHAVAL 1.– A mi me revientan estos tíos, tú... Maricas de la cabeza... Mira

tú el tío...ÁNGEL.– (Acometiendo la cazuela de callos.) Bueno, come y calla...

(Comen un rato y beben a morro de los botellines de cer-veza.)

CHAVAL 1.– Y la cerveza, caliente, tú...LEGIONARIO.– Para cerveza, la de Málaga... Y para callos, en Madrid...CHAVAL 1.– Porque aquí en Barcelona no hay más que maricas... como ése...,

charnegos...ÁNGEL.– En el tercio acabaremos todos..., oye. (Lo ha dicho al LEGIONARIO.)LEGIONARIO.– Aquello no es lo que era... El Tercio ya no es el Tercio... Aho-

ra ya no hay hombres...CHAVAL 1.– ¿Ni en el tercio?LEGIONARIO.– Na..., niñatos...ÁNGEL.– A mí lo que me gustaba es aquel clima...LEGIONARIO.– Pero el Tercio ya no es nada...CHAVAL 1.– ¿Y cuánto os pagan ahora?LEGIONARIO.– Dos duros diarios...CHAVAL 1.– Y eso que tú estabas bien aquí. ¿Cuánto te sacabas de limpia-

botas?LEGIONARIO.– Aquí no vuelvo ni aunque me aten... Si viniera aquí, hacía una

barbaridad... Porque un día me encuentro a mi padre...CHAVAL 1.– Entonces, ¿por qué contra has venido, chaval?LEGIONARIO.– ¡Y yo qué sé!ÁNGEL.– (Ceremonioso.) Será para ver a los viejos amigos...CHAVAL 1.– Yo, en cuanto haga la mili, me largo a Francia...ÁNGEL.– Vete voluntario a la Legión.CHAVAL 1.– Que se me ponga en la cabeza y me largo con el Tadeo...LEGIONARIO.– Aquello ya no es lo que era...ÁNGEL.– Pero, bueno, ¿qué quieres decir con todo eso?

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LEGIONARIO.– No sé explicar... Antes se iban al Tercio los hombres desespe-raos de la vida... Y eran hombres, ¿no? Ahora ya no hay hombres deses-peraos.

CHAVAL 1.– Hay que ver las vueltas que da el mundo...ÁNGEL.– Ahora la solera del ejército son los paracaidistas...LEGIONARIO.– (Airado.) ¿Los «paras»? Si ésos son todos de Acción Católica...ÁNGEL.– Te diré chaval... Para tirarse con un chisme de esos se necesita...LEGIONARIO.– Se conoce que tú ni te subes al tranvía en marcha, siquiera...ÁNGEL.– ¿Yo? Bueno...CHAVAL 1.– (Que ha sacado un paquete de Ideales.) Bueno, no pegarse aho-

ra y echad un pito...LEGIONARIO.– (Amoscado.) Va y se pone que los paras...

(Mientras tanto, la terraza se ha ido llenando de públi-co. Parejas de novios que van endomingadas y risueñas.)

LEGIONARIO.– Quita de ahí ese tabaco... Aquí traigo de lo bueno..., flor de Cuba...CHAVAL 1.– Así se hace, macho...LEGIONARIO.– Y aquí tengo doscientos duros para gastármelos como un hom-

bre con los amigos...CHAVAL 1.– Mejor que mejor...LEGIONARIO.– Ahora, que mis amigos tienen que ser echaos pa delante...CHAVAL 1.– Eso, como yo.ÁNGEL.– Yo hablaba por lo que he oído...LEGIONARIO.– Hay mucha ignorancia en estas cuestiones...CHAVAL 1.– ¿Va en serio lo que has dicho de las mil pelas?LEGIONARIO.– Aquí las tengo. (Hace ademán de abrirse el bolsillo de la

sahariana.) Y las quemo en una hora...CHAVAL 1.– La vamos a armar por todo lo alto, macho...LEGIONARIO.– Pero no quiero aguafiestas...CHAVAL 1.– (Echándole el brazo sobre el hombro al LEGIONARIO.) Hombres

como tú quedan pocos, macho... Lo que tenemos corrido juntos...

(Llegan ahora el ANDRÉS, que viste uniforme de tranvia-rio, y el PACO muy endomingado, con corbata y todo, yzapatos lustrados.)

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ÁNGEL.– (Al ver a los otros, que ni le han saludado siquiera.) Andá, lo quefaltaba, tú.

CHAVAL 1.– ¿Tu familia?ÁNGEL.– Ahí los tienes... (Al LEGIONARIO.) Pues mira que te advierto que un

servidor está dispuesto a todo.LEGIONARIO.– De cobardes nunca se ha escrito nada...ÁNGEL.– Es que eso estoy dispuesto a discutírtelo donde quieras...CHAVAL 1.– ¿Es que vais a pelearse ahora, o qué?ÁNGEL.– (Que está muy enfurruñado.) Y habla más bajo, tú, que nadie tiene

por qué enterarse de lo que no le importa.LEGIONARIO.– ¿No te digo?

(El ANDRÉS y el SR. PACO, muy aburguesados y muy cir-cunspectos, se han sentado en una mesa cercana a la delos granujas, después de haber descubierto al ÁNGEL. ElCHAVAL 2 se acerca solícito a servirles.)

PACO.– (Al ANDRÉS.) ¿Qué quieres, tú?ANDRÉS.– Una pesicola.PACO.– Y otra para mí; fresquitas...CHAVAL 2.– Del polo...

(Le llaman de otra mesa. El LEGIONARIO, mientras, ha a-bierto la cartera.)

LEGIONARIO.– ¿Qué se debe aquí, chaval?CHAVAL 2.– Son doce..., y tres de callos..., veintitrés pesetas.LEGIONARIO.– (Dándole un billete de veinticinco.) Ahí tienes y quédate con

la vuelta.CHAVAL 1.– (Saltando.) Pero ¿es que un legionario como tú va a dejar que le

roben?CHAVAL 2.– (Saltando al fin.) ... Y te parto la boca a ti, verás...CHAVAL 1.– ¿A quién? ¿A mí? ¿Tú? ¿De qué?... Pero...LEGIONARIO.– (Dándole un cachete al CHAVAL 1 en el cogote.) Vamos, tira

palante, tú, a ver si voy a cabrearme...

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(Los dos CHAVALES se miran con ira casi secular. El ÁNGELpasa por delante de la mesa de los parientes y es obser-vado por éstos con altanera mirada asesina; desapare-cen los tres compadres en busca de otra tasca.)

ANDRÉS.– (Al CHAVAL 2, que recoge malhumorado los trastos de la mesa quehan abandonado los otros.) Niño, ¿vienen esas pesicolas?

CHAVAL 2.– Volando...

(Pausa. Los dos compadres sacan tabaco.)

ANDRÉS.– (Al PACO.) Será desgraciao el tío...PACO.– ¿Qué sabe él?ANDRÉS.– Pero es que un día se me va a subir la sangre a la cabeza y voy a

hacer una barbaridad, Paco, una barbaridad...PACO.– Es la juventud de ahora, ni más ni menos...ANDRÉS.– ¿Qué juventud ni qué narices? Un sirvengüenza que quiere vivir a

costa de los demás..., y encima camelándose a la Carmela... Que no seponga delante de mi vista... Eso es lo que hace falta...

(Llega el CHAVAL, con las pepsi-colas.)

CHAVAL 2.– (Mientras abre las botellas.) ¡Jozú, qué calor!PACO.– (Al ANDRÉS.) Mira, éste sí que es otra cosa... Quién te ha visto y

quién te ve, Jardín Botánico...CHAVAL 2.– La necesidad, sr. Paco...PACO.– Llámale hache... Pero se conoce que tienes la cabeza sobre los hom-

bros... Al sr. Frasquito tienes que agradecerlo...CHAVAL 2.– No me hable usté del sr. Frasquito... No me hable usté. (Contes-

tando a la llamada de un nuevo cliente.) Voy volando...ANDRÉS.– No tiene perdón, hombre... Desengáñate, Curro; aquí, en Barcelo-

na, el que no trabaja es porque no quiere..., y nada más..., que lo llevanen la sangre...

PACO.– Tampoco tienes que atosigar al chico...ANDRÉS.– Si te parece, le seguiré manteniendo... Pues en mi casa..., bueno,

en la tuya, no le quiero...

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PACO.– Mira, Andrés, más vale tener paciencia; se logra más con buenasrazones que con intemperancias...

ANDRÉS.– ¿Buenas razones ése? No me hagas reír...PACO.– Con violencia nada se arregla, te lo digo yo... Todo lo que no le entre

a uno por el «cirebro» es cosa perdida...ANDRÉS.– ¿«El cirebro»? No me hagas reír, chaval... Si yo soy como soy,

vamos, quiero decir honrao, a mi padre se lo debo.PACO.– (Sorbiendo de la botella.) No me digas.ANDRÉS.– Sí señor. A mi padre que en gloria esté. El pecado de la juventud

de ahora es la falta de educación... Si yo soy como soy, es gracias a lastundas que me dio mi padre... En cambio el Ángel, que era el mimao desu madre, ni tocarle un pelo de la ropa. Total, que él ha salido perdido yyo honrao, ya ves tú...

PACO.– A ver si vas a salir con complejos de esos...ANDRÉS.– Que sí... Que todo se lo consentían de niño, supongo que por boni-

to..., aunque de bonito no tiene nada... Y a mí me arreaban cada leñazoque me doblaban... Ahí tienes el resultado, Paco...

PACO.– Hay que comprenderse como hermano, y máxime siéndolo como losois ustedes...

ANDRÉS.– Tú eres muy bueno, Paco... Y, ya se sabe, al bueno le llaman tonto...PACO.– Al Ángel tienes que hablarle despacio...ANDRÉS.– ¿Hablarle? Ya verás cuando me líe con él...PACO.– Y es que los españoles semos irreconciliables... Ni hermanos, ni pa-

dres, ni ná...ANDRÉS.– El que sale honrao, sale honrao..., y el que sale podrío sale podrío...PACO.– Como los melones...ANDRÉS.– Pues eso...PACO.– El defecto de los españoles es ése: el individualismo...ANDRÉS.– Mucho chulo es lo que hay... Y los demás tenemos que mantener-

los... Y yo no, Curro, que mira (Se señala el uniforme.) que hasta losdomingos me tienes de servicio... Todo para la Carmela... Y lo que tie-ne que venir...

PACO.– Por ahí..., por ahí está la vida...ANDRÉS.– No me hables... Que cuando pienso en la vida que le espera al

chaval... y que a lo mejor me sale rana como mi hermanito...

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PACO.– Lo que te pasa es que piensas demasiao...ANDRÉS.– Que soy demasiao honrao, Curro, y eso en estos tiempos es un

atraso, te lo digo yo... Pero ¿qué pensará el golferas de mi hermano?Ahí le tienes de juerga con esos granujas... Y los demás partiéndonos elpecho en la trinchera... Que hay que acabar con los vagos, Curro...

(Aparecen ahora la MANUELA y la CARMELA. La MANUELA

lleva una bolsa de red con dos botellas y un sifón. Hansalido a comprar vino a la tasca y, de paso, a dar unavuelta por el barrio.)

MANUELA.– (Plantándose delante de los dos hombres.) Anda, mira tú és-tos... ¿Los habrá sinvergüenzas?

PACO.– (Levantándose ceremonioso.) Hola, chata...MANUELA.– Pero qué sinvergüenzas de hombres... ¿Has visto? Nosotras en

la casa, tirándonos por las paredes, y ellos aquí sentaditos...PACO.– Sentarse, hombre... ¡Chicoooo!MANUELA.– (Furiosa.) En un domingo... No son capaces de llevarnos a dar

un paseo y se vienen aquí, al bar... Pero qué sinvergüenzas...CARMELA.– Bueno, mujer, déjalos...ANDRÉS.– Gritar más alto para que se entere todo el mundo... ¿Es que no

podemos tomar un refresco u qué?PACO.– (Se ha levantado y ofrece su silla a la CARMELA, en vista del embara-

zo.) Anda, Carmelilla, siéntate... A ver si ese niño trae más sillas...¡Chicoooo!

(La CARMELA se sienta y la MANUELA clava la vista enANDRÉS, que sigue sentado.)

ANDRÉS.– (A la CARMELA.) Tú lo que tienes que hacer es marcharte a casa...,que aquí no tienes nada que hacer... Venga, lárgate...

PACO.– Deja que tome un refresco...ANDRÉS.– No me da la gana... Se lo llevaremos nosotros a la casa...

(La CARMELA asustada intenta levantarse.)

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MANUELA.– (Muy jarifa, sujetando a la CARMELA por los hombros, paraque no se levante.) Di que no, mujer..., que también nosotras tenemosderecho...

ANDRÉS.– (Furioso.) Que te tengo dicho que no te metas en nuestros asuntos...MANUELA.– (Dejando las botellas sobre la mesa.) Me da la gana de meter-

me, pa que lo sepas..., que estoy muy harta...PACO.– Pero mujer..., mujer.MANUELA.– (Lloriqueando.) Que estoy muy harta..., que no puedo más...,

que no tenéis vergüenza..., que no os acordáis de nosotras ni para...PACO.– Venga, mujer, anda...

(El ANDRÉS ha seguido sentado.)

ANDRÉS.– (Levantándose.) Venga, vamos... Vamos a casa...MANUELA.– (Sentándose deprisa en la silla que ha dejado ANDRÉS.) Vete tú.

A mí no me da la gana...ANDRÉS.– (Cogiendo por el brazo a la CARMELA.) Hala..., a casa...MANUELA.– A casa..., a casa... A casa de tu prima será...ANDRÉS.– ¡Mecachis en mi suerte! Mira, Manuela, que...PACO.– (Llamando a grandes voces al chico, para acallar el escándalo.)

¡Chicooo...! (Aparece el CHAVAL.)CHAVAL 2.– Vooooy...ANDRÉS.– (Porfiando con CARMELA.) Que nos vamos a casa, te digo...PACO.– No seas burro, Andrés... Deja que la chica tome un refresco...ANDRÉS.– No me da la gana... En mi mujer mando yo...CHAVAL 2.– ¿Qué va a ser?

(La CARMELA, llorando, se levanta.)

PACO.– (A ANDRÉS.) No seas así, hombre... (Al CHICO.) Tráete cuatro quintos...MANUELA.– (A ANDRÉS.) Valiente sinvergüenza... No tienes de hombre ni

tanto así...

(El ANDRÉS se lleva a la CARMELA arrastrando casi. LaMANUELA coge las botellas de encima de la mesa, queestán a punto de romperse.)

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CHAVAL 2.– ¿Cuatro quintos?PACO.– (Sentándose cabizbajo.) No, hombre, trae dos nada más...MANUELA.– Y llena las botellas de vino tinto..., y un sifón... (El CHICO se va.)PACO.– Mira que eres... Hay que ver como eres...MANUELA.– Me da la gana... Estoy harta...PACO.– Tú tienes la culpa, que fuiste tú quien los trajiste...MANUELA.– ¿Yo? ¿Ahora vas a decir que soy yo? No, si yo tengo la culpa de

todo...PACO.– Vamos a tener la fiesta en paz...MANUELA.– Que desde que estás con el sinvergüenza ese, no pones lo pies

en casa.PACO.– Pero ¿es que no ha sido todo porque tú lo quisiste?MANUELA.– Mira, Paco, que te planto un bofetón como me recrimines enci-

ma..., que me tienes hasta aquí..., hasta aquí...

(Viene el CHAVAL 2 con las dos botellas. El matrimoniopermanece sentado, callando.)

(Ha llegado a la casa el otro matrimonio, y al tiempo queel del bar enmudece de rabia y disgusto y beben deprisalos dos botellines de cerveza, el ANDRÉS se enfrenta conla CARMELA.)

ANDRÉS.– Mira que te lo tengo dicho cincuenta veces que no quiero vertesola por ahí... ¿Es que no hablo en castellano?

CARMELA.– ¿Es que no puedo salir con la prima siquiera?ANDRÉS.– No... Tú eres mi mujer y me tienes que obedecer... ¿Lo oyes?CARMELA.– Eres un chulo... Eso es lo que eres...ANDRÉS.– (Fuera de sí.) ¿Qué has dicho? ¿Qué has dicho? Anda, repítelo...,

repite eso que has dicho...

(La CARMELA, asustada y llorosa retrocede un poco.)

ANDRÉS.– Que me lo repitas, te digo... ¿O te lo digo de otra manera?

(Ante el silencio y el terror de la CARMELA, el ANDRÉSlevanta el puño para pegarla. La CARMELA, al verlo, asus-

LA BATALLA DEL VERDÚN

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tada, sale corriendo, saltando casi, entre las sillas y semete en la alcoba, cierra la puerta y echa el cerrojo. ElANDRÉS se queda furioso fuera, dando fuertes golpes.)

ANDRÉS.– Abre..., ábreme, que te mato...

(En la terraza el matrimonio rompe ahora su mutismo.)

PACO.– Mira, me voy a la casa..., no sea que ese demonio de Andrés vaya ameterse con la Carmela...

MANUELA.– (Sujetándolo violentamente por el brazo.) Que se maten... Túno tienes por qué meterte en lo de los demás... Que se maten...

PACO.– Pero, mujer...

(En la casa, la CARMELA llora apoyada en la puerta y elANDRÉS se pasea furioso dando puñetazos a diestro y si-niestro.)

MANUELA.– (Sujetando a su marido.) Que se maten te digo... ¿No ves que esque están hartos de nosotros?

PACO.– Que no es ley, mujer...MANUELA.– (Sujetándole.) Pues vete al cuerno... ¡Huy, qué harta me tenéis...!

(Le suelta.)

(Se va el PACO, y la mujer queda un rato abanicándosecon un pay-pay, llena un vaso con el sifón que le ha traí-do el chico y se lo bebe de un trago.)

(El PACO entra en la casa y encuentra al ANDRÉS enlo-quecido.)

PACO.– Pero, bueno... ¿Es que ya estáis otra vez?ANDRÉS.– Pero qué suerte más negra tengo... Lo que me faltaba, Curro, lo

que me faltaba..., que la mujer me salga...PACO.– (Tapándole casi la boca.) Bueno, bueno, bueno..., sin excitarse, sin

nervios...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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ANDRÉS.– Pero si es que..., si es que... Un hombre tiene aguante hasta quetiene aguante... Pues no va y me llama chulo... cuando...

PACO.– Bueno, pero cálmate, anda...ANDRÉS.– (Revolviéndose.) Mira que... hasta el domingo estoy haciendo ser-

vicio para que no le falte nada... y procurando no molestaros a vosotros,que no sé cómo tenéis tanta paciencia..., y que además no sé qué hacer-me con ella, y ella sin mirarme siquiera, que...

PACO.– Calla, hombre, calla, que está muy feo eso de pegar a una mujer...ANDRÉS.– Dejaré que me pegue a mí, si te parece...PACO.– Que estás en Barcelona, chaval, que no estás en tu pueblo...ANDRÉS.– (Sacudido de ira.) Vete al cuerno también tú con Barcelona... Me

vas a venir a enseñar tú a mí... Me importan tres pitos Barcelona y lacultura y las narices... Barcelona, Barcelona... Aquí lo que sois todos esunos desgraciaos que os han vuelto maricas con tanta estupidez... Me-cachis en mi negra suerte..., en qué mala hora vine yo a esta tierra... Queestoy de los catalanes hasta los cataplines, y de vosotros, que sois peo-res que ellos, porque os habéis hecho peores que ellos.

(El PACO tiene que retirarse porque el otro, furioso, quierepegarle. En este preciso momento llega la MANUELA, so-focada, con las botellas de vino. Al ver al ANDRÉS en talactitud, da un grito estentóreo.)

MANUELA.– ¡A mi Paco tú no le pegas...! (Se tira sobre el ANDRÉS, que, asus-tado, se deja zarandear. PACO se interpone.)

PACO.– Qué oportuna, mujer, qué oportuna eres...

(La CARMELA da golpes en la puerta. La MANUELA, aloírlos, corre a la alcoba.)

MANUELA.– ¡Prima..., prima..., Carmela, hija...! ¿Dónde estás...? ¡Abre...!

(Sollozos violentos de la CARMELA detrás de la puerta.)

MANUELA.– (Volviéndose al ANDRÉS, que es arrastrado por el PACO hacia lapuerta.) ¿Qué le has hecho, sinvergüenza?

LA BATALLA DEL VERDÚN

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(El PACO y el ANDRÉS han salido a la calle. PACO cierra lapuerta y fuera trata de serenar al ANDRÉS.)

PACO.– Vamos, muchacho, cálmate, cálmate...MANUELA.– (Dando desesperados gritos en la puerta.) Abre, Carmela, abre...

(La CARMELA abre al fin, temblorosa, y las dos mujeresse abrazan llorando.)

PACO.– (Arrastrando al ANDRÉS hacia la tasca.) Si la culpa la tenemos no-sotros por meternos en asuntos de mujeres... Anda, vamos a echar unacopa...

ANDRÉS.– Es que a mí no me insulta una mujer...PACO.– Ni a mí... ¿Qué te crees tú...? A la Manuela la voy a doblar... Anda,

vamos al bar, que aluego arreglaremo cuentas...

(Entran en el bar, del que ahora emana, como un lamen-to cálido, la voz estentórea de Antonio Molina, a travésde un disco. Pausa. La calle vibra en el mediodía vera-niego, punta del mediodía, atiborrada de alegría y pa-sión. Vienen por la calle de la derecha los tres guajas com-padreados: el LEGIONARIO, el ÁNGEL y el CHAVAL 1, cogi-dos del brazo, cantando «El novio de la muerte».)

LEGIONARIO.– (Llevando al mismo tiempo la batuta.) «Soy el novio de lamuerte...».

(Entran en el bar.)

(Mientras, en la casa.)

MANUELA.– ¿Te ha pegao? Dime. ¿Te ha pegao?CARMELA.– (Compungida.) Como si fuera la primera vez.MANUELA.– Pues en mi casa no..., en mi casa, no... Estaría bueno... Hasta ahí

podían llegar las bromas... Es que se van a la calle el uno y el otro y elotro y el uno... Y el Paco se larga con ellos...

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CARMELA.– ¡Ay, madre mía, qué sofoco!MANUELA.– Capaz de hacer malparir el tío... Huy qué mala sangre tienen...

Anda, descansa un rato, descansa un rato, mujer...CARMELA.– (Tendiéndose en la cama.) Ya nos han dao el domingo, Manoli,

ya nos han dao el domingo...MANUELA.– Si no son gente civilizada..., si tienen el pelo de la dehesa..., si

no valen para vivir entre gente civilizada...CARMELA.– (Llorando de nuevo.) Ay, cállate, Manoli...MANUELA.– No llores, hija, no llores... ¡Huy qué canallas son, pero qué ca-

nallas...!

(Se oye un gran estrépito dentro del bar, que hace en-mudecer incluso la voz de Antonio Molina. Se ve al CHA-VAL 2, que sale echándose las manos a la cabeza. Corredesorientado hacia la casa.)

CHAVAL 2.– ¡Señora Manuela, señora Manuela..., que al Ángel le han abier-to la cabeza... Señora Manuela...!

(La MANUELA y la CARMELA se levantan horrorizadas, elCHAVAL 2 da grandes golpes en la puerta, mientras cae eltelón.)

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ACTO III

Atardecer tibio otoñal. En el bar del SR. FRASQUITO ya no hay sombrajo.En la terraza quedan dos mesas. No hay nadie. El último sol pega sobre eltapial de la fábrica. Se oyen chillidos de pájaros y tintineos de tranvías. Encasa del SR. PACO se advierte orden y pulcritud. Ya no se ven colchonetaspor el suelo. La cocina, ordenada. El comedor, pulcro, con sus tapetes deseda. En el comedor-cocina, la MANUELA cose junto a la mesa, aprovechan-do la última luz del atardecer. Aparece tranquila y sosegada. De vez encuando deja la labor y hace ademán de mirar hacia fuera, como si estuvieseesperando a alguien.

(Se oye el frenazo de un auto en la parte del terraplén y,a poco, aparecen ANDRÉS y la CARMELA. El ANDRÉS visteuna gabardina nueva, casi recién comprada, y lleva za-patos lustrados y corbata. Da el brazo a la CARMELA, quetambién viste decentemente, con buenos zapatos de ta-cón y muy peinada. Lleva en brazos un niño de pocosmeses. Se dirigen a la casa. Pasan de largo ante el bar.)

ANDRÉS.– Nos hemos retrasado mucho, Carmela...CARMELA.– Y tú podías haberte afeitao, Andrés...

(Llaman a la puerta y la MANUELA sale deprisa a abrir.Dan un gozoso grito.)

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MANUELA.– ¡Huy, Carmeliya, hija...! (Besuqueo.) Creí que no ibais a venir...Huy, qué hermoso, qué hermoso el niño, qué maravilla... (Coge al niñoy lo besa.) Guapo... nene... Ay, qué rico está..., qué requeterriquísimoestá... Se parece a su madre... ¡Vida mía...! (Mas besos.)

CARMELA.– (Al ANDRÉS.) Quítate la gabardina.MANUELA.– Sentaros, chicos... Vamos a merendar...ANDRÉS.– (Que se ha quitdo la gabardina y se sienta.) ¿Y el Paco?MANUELA.– No creo que tarde... «Plega» a las siete... Ya le he dicho que

ibais a venir...CARMELA.– Hemos tenido que coger un taxi; el Andrés se ha retrasado...ANDRÉS.– No digas tonterías. Lo que pasa es que tú no terminas nunca...MANUELA.– (Luego de dejar al niño en el regazo de la madre.) Estoy hacien-

do chocolate. (Husmea el fogón.) ¿Os gusta?CARMELA.– No sé para qué te molestas, chica.ANDRÉS.– Tienes que venir a nuestra casa...MANUELA.– A ver si un domingo...CARMELA.– ¡Estoy más contenta...! ¡Tengo una casa más mona...!MANUELA.– ¿Sí?CARMELA.– Hasta una terracita muy maja... Ya verás el chico lo que va a

correr cuando crezca...MANUELA.– ¿Ves cómo todo se arregla?ANDRÉS.– No nos podemos quejar de Barcelona.MANUELA.– ¡Y claro que no!ANDRÉS.– Ya se sabe, trabajar se trabaja...MANUELA.– Eso es bueno, Andrés...ANDRÉS.– No sé si sabrás que trabajo doce horas entre unas cosas y otras.

Cuando termino mi servicio, voy al almacén de muebles...CARMELA.– Y gracias a eso hemos podido amueblar la casa..., a plazos lar-

gos... Ya verás, Manoli, ya verás...ANDRÉS.– Acaba uno rendido. Doce horas. Luego de estar dándole a la ma-

nivela del tranvía, a echar mano al volante para llevar los muebles porahí... Y a cargarse los armarios a las espaldas..., y venga subir esca-leras...

CARMELA.– No para de quejarse, Manoli... Pero es lo que yo digo... ¿Cuándohabíamos estado mejor...? Tienes que venir a casa, Manoli... Un díaentre semana, a hacerme compañía, mujer...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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MANUELA.– (Que va preparando la mesa con tazas y rebanadas de pan tos-tado.) El Andrés es que tiene un carácter un poco así... Pero bien buenoy trabajador que es...

CARMELA.– (Cogiendo por el brazo al ANDRÉS.) Sí que es bueno, sí...ANDRÉS.– Menos cuando me enfado... ¿No?CARMELA.– Es que no hay quien te lleve la contraria, mujer... Pero déjame

que te ayude... (Mientras las dos mujeres preparan los útiles de la me-rienda, el ANDRÉS coge al chiquillo y sonríe haciendo cucamonas. Lasdos mujeres le miran en una escena cargada de cursilería, como en unacomedia norteamericana.)

ANDRÉS.– Macho, tú si que eres un tío macho... Ni puñadas que vas a endiñara los chicos del barrio... Vas a pegar a todos... (Besos. Cuando se da cuen-ta de que las mujeres se ríen, da un respingo.) ¿Y ustedes qué hacéisahí, mirando como tontas? (Al chico.) Andá, se ha hecho pis... Cochino,que eres un cochino... (La CARMELA coge riendo al chico y el ANDRÉS selevanta, limpiándose los pantalones.) Pues no estoy harto ya del crío...Yo... Que sea mayor. Verás cómo le hago ir más derecho que una vela...

CARMELA.– (Mirando la casa.) Huy, chica, parece mentira que pudiéramosarreglarnos aquí, los cinco...

MANUELA.– ¿Verdad?

(El ANDRÉS ha cogido «La Vanguardia» y busca la pági-na de los deportes.)

CARMELA.– Bien buenos fuisteis con nosotros; mira que aguantasteis...MANUELA.– Hasta que los nervios saltaban...CARMELA.– (Riéndose.) Vaya si armamos buenos follones.MANUELA.– (Cogiendo con las manos la cara de CARMELA.) ¿Estás de ver-

dad contenta ahora?CARMELA.– (Luego de una pausa.) Sí, sí, ¿por qué no lo iba a estar? Tengo

una casa, un marido trabajador, un niño... No me puedo quejar...MANUELA.– (Cogiendo otra vez al niño.) Huy, qué requetebonito es...CARMELA.– Que se sale el chocolate...

(ANDRÉS levanta la mirada del periódico y mueve la ca-beza.)

LA BATALLA DEL VERDÚN

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ANDRÉS.– Estáis más atontadas...CARMELA.– ¿Ves?, ya está rabiando.MANUELA.– ¿Queréis que merendemos ya? ¿O esperamos al Paco?CARMELA.– Pues mejor que esperemos, ¿no, Andrés?ANDRÉS.– Haced lo que queráis...MANUELA.– Ya no puede tardar... Trabaja aquí cerca... Y son las siete y vein-

te... Mira, aquí está...

(PACO llega con su saquillo al hombro. Apretones de ma-nos y abrazos.)

PACO.– Carmela, chiquiya... Andrés, chaval... ¿Y el pequeño? ¡Huy, quémajo está...!

CARMELA.– Cuatro quilos y medio pesa, fíjate...MANUELA.– (Con el cacharro del chocolate en la mano.) Bueno, dejad ahora

al chico y vamos a merendar...PACO.– ¿Chocolate?MANUELA.– ¿Ya estás protestando?PACO.– Yo no quiero chocolate... (Al ANDRÉS.) ¿Es que vas a tomar tú cho-

colate?ANDRÉS.– A mí me es igual...PACO.– ¿Hay vino? ¿Y bacalao?MANUELA.– Pero tomad primero una taza de chocolate y aluego haced lo que

queráis. (Mientras llena las tazas.) ¿Qué, queréis vino? Pues en la ta-berna está.

PACO.– (Al ANDRÉS.) Al fin y al cabo las mujeres son las que mandan, tú...ANDRÉS.– No me digas, tú... (Sigue leyendo «La Vanguardia».) ¿Has leído

esto del Osasuna? ¿Y el gol de Gento?MANUELA.– Paco, tú que estás más cerca..., haz el favor de enchufar la

radio...CARMELA.– (Que sorbe el chocolate.) ¡Huy, qué rico está!

(La radio transmite una canción flamenca. Todos se po-nen a comer. ANDRÉS está cansado y sigue, sin embargo,leyendo «La Vanguardia», abstraído en su lectura.)

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(Por la parte del terraplén –ya casi ha obscurecido–suben tres sombras. Son el ÁNGEL, el CHAVAL 1 y el CHA-VAL 2. Los tres visten traje de faena y llevan su saquillo osu tartera envuelta en papel de periódico. Se les notaaire de cansancio y fatiga.)

ÁNGEL.– (Dando palmadas.) Señor Frasquito.CHAVAL 2.– ¿Un subastao?ÁNGEL.– Menda lo que quiere es descansar... ¡Qué muerto estoy...!

(Al salir el SR. FRASQUITO aprovecha para encender la luzde la puerta. La escena se llena de sombras. En la casa,ahora iluminada, la familia se encuentra confortable yhogareña.)

SR. FRASQUITO.– Aquí tenéis la baraja...CHAVAL 2.– Y vaya usted preparando unos carajillos.SR. FRASQUITO.– (Al CHAVAL 2.) Y tú, ¿qué? ¿Dónde trabajas ahora?CHAVAL 2.– Donde no me explotan, abuelo...SR. FRASQUITO.– ¿Ah, sí?... Ya, ya... Lo que es explotarte a ti... Que me lo

digan a mí, que no sé cómo te aguanté lo que aguanté...CHAVAL 2.– Pues espere usté que le llamen del Sindicato.SR. FRASQUITO.– Bueno, no me hagas reír, chaval...

(El SR. FRASQUITO se va, meneando la cabeza. El CHAVAL 1ha sacado un sobre, mientras el ÁNGEL baraja displicen-temente la baraja.)

CHAVAL 2.– ¿Qué lees, tú?CHAVAL 1.– Una carta del Tadeo; está en Alemania.CHAVAL 2.– ¿Y qué dice, tú?CHAVAL 1.– Dice..., dice..., espera..., que tiene novia y que se va a casar...CHAVAL 2.– ¿Otra vez?CHAVAL 1.– (Leyendo.) Tengo una novia que se llama Erika y nos vamos a

casar, pues ella tiene casa y a mí me van a subir el jornal...CHAVAL 2.– ¡Qué tío!

LA BATALLA DEL VERDÚN

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CHAVAL 1.– Pero en cuanto tenga dinero de sobra nos volveremos a España,que es más bonito...

CHAVAL 2.– ¡Bah!CHAVAL 1.– (Leyendo aún.) Aquí los alemanes y los italianos son muy ma-

los y más cobardes que un gitano...ÁNGEL.– Ése no parará en ningún sitio...CHAVAL 2.– ¡A ver! Hace bien, chaval... Hay que correr mundo... Tengo

unas ganas de largarme, tú...CHAVAL 1.– (Guardando la carta.) Y yo, macho... Es que se me cae encima

esta ciudad.CHAVAL 2.– Si no fuera por la mili.ÁNGEL.– Pues yo no me muevo de España, fijaros.CHAVAL 2.– ¿Tú? No me digas... Pues sí que te va bien aquí...ÁNGEL.– Prefiero lo malo conocido que lo bueno por conocer...CHAVAL 1.– Un tío como tú, sin familia, viviendo solo, que no tiene que dar

cuenta a nadie... y ganando trescientas cincuenta pelas a la semana, aquíen España...

ÁNGEL.– Me basta y me sobra...CHAVAL 1.– Para no tener tabaco suficiente.ÁNGEL.– Allá vosotros; yo, si me voy de Barcelona, será a mi tierra. Pero

España, para mí...CHAVAL 2.– Bueno, tú, da cartas...ÁNGEL.– Ya sabemos lo que vamos a encontrar por ahí... Trabajo...CHAVAL 1.– Si lo malo no es trabajar..., lo malo no es trabajar... Lo malo es

que no te paguen el trabajo.ÁNGEL.– No se me ha perdido nada por ahí...CHAVAL 2.– No sé para qué hablas.

(Pausa.)

ÁNGEL.– Qué noche tan bonita...CHAVAL 1.– Para correrse una juerga, si uno no tuviera que madrugar,

macho...CHAVAL 2.– Para acabar en la comisaría...ÁNGEL.– Mira, ya se encienden las luces... Así da gusto ver Barcelona... Éste

es el barrio más bonito de Barcelona...

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CHAVAL 1.– Es el único barrio alegre... Los demás parecen funerarias...ÁNGEL.– Yo no sé vivir en otra parte... Y si no fuera porque tengo cerca mis

parientes...CHAVAL 2.– Yo estoy cansao de trabajar, Ángel.ÁNGEL.– No digas...CHAVAL 2.– Es que no siento el cuerpo... Diez horas trabajando... ¿Para qué?

Luego mi padre sólo me da cinco duros a la semana...CHAVAL 1.– ¿Y las horas de estraperlo que te guardas, qué?CHAVAL 2.– Gracias a eso vivo... Pero que se entere mi papi y verás... Un día

hago una barbaridad...ÁNGEL.– (Ensimismado en la contemplación de la ciudad.) Mira, mira, aque-

llas luces son las de Horta..., aquellas otras las del Carmelo... Más allá,Pedralbes, Coll-Blach, Casa Antúnez... Los barrios alegres...

CHAVAL 2.– Sí que es verdad, tú. Barcelona está rodeada de alegría...CHAVAL 1.– (Sombrío.) Pon que un día todos los charnegos caigamos sobre

la ciudad; nos lo comemos, como en las novelas de Mau-Mau, tú...ÁNGEL.– Sí que bajaremos un día a la ciudad... La conquistaremos, la lleva-

remos nuestra alegría...CHAVAL 1.– ¿Has oído? Es un tío idealista, el Ángel...CHAVAL 2.– Un poeta, el tío...

(Llega el SR. FRASQUITO con los carajillos.)

CHAVAL 2.– El Ángel es un tío raro, ¿verdad, señor Frasquito?SR. FRASQUITO.– ¿Lo dices porque se ha dejao el bigote?CHAVAL 2.– Que dice cosas más raras... Sólo se oyen por el «arradio».SR. FRASQUITO.– (Al ÁNGEL.) ¿Y qué? ¿Ya hiciste las paces con tu familia?

Muchacho, que te digo si ya te has arreglao con la familia.ÁNGEL.– ¿Qué dice usted de la familia?SR. FRASQUITO.– Que te vayas a dormir, digo. ¡Jozú, qué tío! (Se va.)CHAVAL 1.– Nosotros somos los enemigos de la familia, ¿no? Los tres a

matar con nuestras familias...ÁNGEL.– Vamos a hablar de otra cosa...

(Sorben los carajillos absortos un poco en el misterio dela noche otoñal.)

LA BATALLA DEL VERDÚN

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(En la casa, luego de tomar el chocolate.)

PACO.– Dame una botella, que voy a por vino... Vamos a acabar este bacalao...MANUELA.– Cógela de ahí... Y ahora aprovecha para quedarte en la tasca.CARMELA.– Nosotros nos vamos a ir de seguida...

(ANDRÉS sigue absorto en «La Vanguardia».)

(Las dos mujeres hablan en voz baja, mirando al niño. ElSR. PACO sale a la calle con la botella y mira el maravi-lloso cielo estrellado. Se llega a la tasca.)

PACO.– Buenas noches, Ángel y compañía.CHAVAL 1.– Buenas noches...CHAVAL 2.– Buenas noches...ÁNGEL.– Hola, Paco...PACO.– ¿Sabes quién ha venido a vernos? El Andrés y la Carmela. En casa

están...ÁNGEL.– Me alegro...PACO.– Estamos merendando... ¿Por qué no vienes a echar una copa...? Ten-

go bacalao de ese bueno...ÁNGEL.– ¿Es que todos los días me vas a venir con lo mismo?PACO.– A la Manoli también le darías un alegría... Y, al fin y al cabo, es tu

hermano...ÁNGEL.– Mira Paco: no me des la lata. Sabes muy bien que no pienso ir a tu

casa desde aquel día...PACO.– Eres muy rencoroso...CHAVAL 1.– Sí, sí, rencoroso... Menudo botellazo le arreó su hermanito...ÁNGEL.– Tú no te metas en donde no te llaman...PACO.– (Al ÁNGEL, con fuerza.) Pues en mi casa siempre tienes un rincón,

Ángel...ÁNGEL.– Muchas gracias.PACO.– Bueno, ¿qué?ÁNGEL.– Que te largues...PACO.– Está bien, hombre...

(PACO se va despacio hacia el bar. Pausa.)

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CHAVAL 1.– Bueno... ¿Jugamos?ÁNGEL.– Me duele la cabeza...CHAVAL 2.– Todo huele a podrido en este país...CHAVAL 1.– También yo tengo ganas de perder de vista a mi familia. Es una

peste la familia... Tú haces muy bien, Ángel... Hay que vivir indepen-diente.

ÁNGEL.– Ahora me vienen con historias... Tienen más cuento. Y cuandovivía con ellos no me dejaban ni respirar... Pues que se joroben ahora...

CHAVAL 1.– Y el botellazo que te dio tu hermanito...ÁNGEL.– Lo de menos son los golpes... Es otra cosa... Que estamos los unos

frente a los otros... Eso es... Nada más que eso.CHAVAL 1.– Y tenemos que liarnos a golpes. También eso.ÁNGEL.– Están bonitas las luces, ¿verdad? Desde aquí parece una feria. Pa-

rece una ciudad alegre...CHAVAL 2.– Sí que está maja la ciudad...

(Vuelve el PACO con la botella de vino.)

PACO.– (Al pasar delante de ellos.) Con Dios, Ángel...ÁNGEL.– Con Dios...

(Pausa.)

CHAVAL 1.– Un buen tío el Paco...ÁNGEL.– De ésos quedan pocos, tú...CHAVAL 2.– No tiene nada suyo...ÁNGEL.– Un cristiano..., eso es un cristiano...CHAVAL 1.– Así, vive como vive, pobre hombre...ÁNGEL.– Pues mira, es feliz...CHAVAL 2.– Claro, se conforma con poco...ÁNGEL.– También yo me conformo con poco, y no me dejan vivir. Trabajo

ahora como un negro y apenas me llega para comer...CHAVAL 1.– Tendrás que casarte, Ángel.ÁNGEL.– Es un consuelo saber que uno tiene que morirse.CHAVAL 2.– Bueno, pues vaya noche que tenéis. Yo me largo si seguís con

ese plan, tú...

LA BATALLA DEL VERDÚN

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ÁNGEL.– ¿Y si nos vamos a dar un paseo? Está la noche muy maja, tú...CHAVAL 2.– ¿No echamos la partida?CHAVAL 1.– Vámonos de tascas...ÁNGEL.– Vámonos a dar una vuelta por el barrio. Ahora da gusto ver a las

chavalas... Parece como si tuvieran miedo al invierno. En el pueblo tam-bién pasaba eso. Aquí se las ve llenas de miedo. Tienen miedo de todo...

CHAVAL 1.– Como que Barcelona es mucha Barcelona, tú...; hay cada pá-jaro...

CHAVAL 2.– Bueno, pues nos vamos..., ¡sr. Frasquito!CHAVAL 1.– La noche está para eso... Para no tener que madrugar. ¿Eh, tú?

(Sale el SR. FRASQUITO.)

SR. FRASQUITO.– ¿Ya «se» vais?ÁNGEL.– (Sacando un billete de cinco duros.) Cóbrese usted...SR. FRASQUITO.– Son diez cincuenta.ÁNGEL.– Hasta mañana...

(Cogen los saquillos que habían dejado colgados del res-paldo de las sillas y salen despacio. ÁNGEL ofrece tabacoa los chicos y encienden. Van hacia la calle de la dere-cha, con ánimo deliberado de pasar ante la casa de PACO.)

CHAVAL 1.– Os convido a unos vinos en casa del Chepa...

(Al pasar ante la casa, el CHAVAL 2 se pone de puntillaspara mirar a través de la ventana. Se ve a la CARMELA,frente a la luz de la noche.)

CHAVAL 1.– Huy, tú, la Carmela... qué maja se ha puesto.ÁNGEL.– Bueno, tú...CHAVAL 1.– Está bonita porque sí...ÁNGEL.– Para lo que le sirve, con esa bestia...CHAVAL 2.– A las chavalas, a lo primero, Barcelona les favorece, tú...ÁNGEL.– (Impaciente.) Bueno, vamos...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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(Al fin, rindiéndose a sus deseos, se asoma a la ventana.Aunque la CARMELA no nota nada, tiene un presentimien-to y se agita.)

ÁNGEL.– Madre mía..., qué guapa está la Carmela... Qué bonita es... Es comosi viera mi pueblo en ella, tú... Lo tiene todo en la cara... Lo lleva todoen sus ojos... La alegría del pueblo, los años mejores..., los... (Reaccio-nando.) Bueno, vámonos...

(Al ir a marcharse, asoma la cabeza de PACO por la fin-gida ventana.)

PACO.– Ángel, Angelillo, pasa, hombre, pasa...MANUELA.– (Avanzando hacia la ventana.) ¿Estás ahí, Ángel? ¡Que pase!

Dile que entre... ¡Ángel...!

(ÁNGEL retrocede lentamente.)

(La CARMELA va a levantarse para ir a la ventana y, depronto, se siente cruzada por la mirada de ANDRÉS, queha levantado los ojos del periódico y la mira con dureza.La CARMELA lucha consigo misma.)

PACO.– (A los CHAVALES.) Entrad a echar una copa, hombre...MANUELA.– (Tratando de asomarse detrás de su marido.) Venid a echar una

copa... ¿Y el Ángel?

(Gran tensión entre la CARMELA y el ANDRÉS.)

CHAVAL 1.– ¿Qué? ¿Vamos?ÁNGEL.– (En un arranque.) No... No... Entrar vosotros, si queréis... Yo no...,

yo no... ¡Nunca ya..., nunca!PACO y MANUELA.– (A dúo.) ¡Ángel, no te vayas, Ángel...!

(Salen deprisa el ÁNGEL y los CHAVALES. Pausa. MANUELA

y PACO vuelven a la reunión.)

LA BATALLA DEL VERDÚN

328

MANUELA.– Es un cabezota ese Ángel...CARMELA.– (Ansiosa.) ¿Se ha ido?PACO.– No hay quien lo haga volver...CARMELA.– Pobre Ángel...ANDRÉS.– (Nervioso.) ¿Dónde está ese vino, Paco?PACO.– (Llenándole el vaso.) Aquí lo tienes...

(ANDRÉS bebe sin dejar de mirar a la CARMELA.)

ANDRÉS.– (Luego de limpiarse los labios.) Cada uno tiene que espabilarse...Aquí no estamos en el pueblo... Barcelona es para los hombres. Hayque luchar. Aquí no hay ni hermanos, ni sobrinos, ni tíos...

MANUELA.– Por Dios, Andrés...ANDRÉS.– Yo he sudao, ¿no? Yo me rompo el espinazo, ¿no? Trabajo diez y

once horas. Tengo derecho a tener tranquilidad en mi casa... ¿Lo oyes,Carmela?

CARMELA.– Sí..., te oigo... (Está a punto de llorar.)ANDRÉS.– Y tengo a mi hijo... Y más que tiene que venir...MANUELA.– (Comprensiva.) El Ángel también se casará...CARMELA.– Eso es lo que me gustaría; verlo casao, mujer...PACO.– No sé que tiene la juventud esta, no sé...ANDRÉS.– Ya estás con las mismas de siempre...MANUELA.– Que no les gusta trabajar...PACO.– A nadie le gusta trabajar, mira tú...ANDRÉS.– Si me dejaran a mí, verías cómo se iba a acabar todo, pronto...CARMELA.– (Como despertando de un sueño.) ¿Qué hora es, Manoli? Pero...

¿va bien ese reloj?MANUELA.– Cinco minutos atrasado, me parece, vamos creo yo...CARMELA.– Huy, pues ya nos estamos marchando...PACO.– ¡Qué prisa tenéis!ANDRÉS.– Tú verás... Entro a trabajar hoy a las once... Hasta las dos de la

madrugada...CARMELA.– (Nostálgica.) Se van acortando tanto los días... Debe ser muy

triste el invierno, en Barcelona...ANDRÉS.– ¿Es que no hemos pasado otro?CARMELA.– Como llegamos en febrero...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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ANDRÉS.– Venga, ve arropando al niño...MANUELA.– Tenéis que venir pronto... ¡Eh! Déjame que bese al niño... ¡Qué

rico está!CARMELA.– (Mientras arropa al niño.) También el Ángel... Podía haber en-

trado...ANDRÉS.– Venga, que se hace tarde...MANUELA.– Ya volverá el Ángel... ¿Qué va a hacer un chico solo? Y se ca-

sará pronto... Ya verás...PACO.– No hay más remedio que volver a los carriles... Es la vida...ANDRÉS.– Pues que se espabile..., que si uno no se busca un porvenir pron-

to..., no sé...CARMELA.– No sé qué porvenir tenemos nosotros tampoco...ANDRÉS.– ¿Es que vas a empezar a cabrearme?MANUELA.– Bueno. ¿No iréis a pelearse otra vez? No sé que tiene esta casa,

que todo el mundo viene a pelearse...CARMELA.– Todo lo que hablo le parece mal, chica...ANDRÉS.– (Al PACO.) ¡A ver si un día nos corremos una buena, tú y yo!MANUELA.– Lo que faltaba... Eso queda para los solteros, pal Ángel. Ustedes

bastante tenéis con trabajar y cumplir con vuestras obligaciones...ANDRÉS.– Claro... Y vosotras, a pasarlo bien...

(Se besan muy tiernas, la CARMELA y la MANOLI.)

CARMELA.– ¿Cuándo vendrás a verme?MANUELA.– Un día de la semana que viene...CARMELA.– Yo no salgo de casa en todo el día; figúrate, con el niño...ANDRÉS.– Y el puesto de una mujer está en su casa...CARMELA.– Entre paredes todo el día. En el pueblo, mujer, era otra cosa...

Salías a la puerta, charlabas con una y con otra..., qué sé yo... Aquí seaburre una...

ANDRÉS.– ¡Cuánto cuento tienes encima!MANUELA.– ¡Bueno, Andrés, no seas malo!ANDRÉS.– ¿Malo yo? Si...PACO.– Hala, adiós...

(Salen al fin. El matrimonio sale a la puerta a despedirlos.)

LA BATALLA DEL VERDÚN

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MANUELA.– Abriga bien al niño, que ya hace relente...CARMELA.– Ya está encima el invierno...ANDRÉS.– Bueno, adiós...

(Doblan la esquina y el matrimonio se mete en la casa.La CARMELA se detiene un momento a cambiar al niño debrazo. La calle está llena de nostalgias.)

ANDRÉS.– ¿Qué pasa ahora?CARMELA.– Huy..., tú sabrás lo que pasa. (Pausa.) Parece como si hiciera

tantos siglos que no veníamos por este barrio... Y los malos recuerdosque tengo de él.

ANDRÉS.– Espera que no los tengas peores...CARMELA.– Luego dices que tú no eres agorero...

(Echan a andar. Y al pasar frente al bar...)

CARMELA.– ¿Y si nos sentáramos un poquito aquí, Andrés...?ANDRÉS.– Es muy tarde...CARMELA.– Pero mira qué vista tan maja... Huy, qué lucerío...ANDRÉS.– ¿Qué te pasa? ¿Por qué te has puesto tan tonta?

(Fuera de sí.)

CARMELA.– ¿Yo?ANDRÉS.– Sí, tú... ¿Te crees que soy tonto, o qué? El pijo ese, el Ángel que te

ha soliviantao la sangre...CARMELA.– ¿El Ángel? Ni me acordaba del santo de su nombre ahora...ANDRÉS.– ¿No? ¿No? Me alegro..., porque como vuelvas a las andadas...CARMELA.– Tonto, más que tonto..., cómo se conoce que me quieres... (Le

besa.) Mira, mira qué bonita..., qué lucerío...ANDRÉS.– Y no saldremos nunca más de Barcelona... Nos hemos hecho un

hueco...CARMELA.– ¡Qué bien!ANDRÉS.– Ahora, a educar a nuestros chavales y a trabajar...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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CARMELA.– Gracias a ti, Andrés...ANDRÉS.– (Autoritario.) Vámonos...

(Descienden lentamente por el terraplén que va a la ciu-dad. Pausa. Un halo de neblina aureola la bombilla delbar. Se oye un lejano cante flamenco y tintineos de tran-vías por abajo.)

(A poco, aparecen emergiendo por el terraplén, los dosMUCHACHOS que vimos al iniciarse la obra. Vienen comoendurecidos. Visten cazadoras de piel y traen una male-ta cada uno. Al llegar arriba se detienen y dejan la male-ta en el suelo.)

MUCHACHO 1.– Bueno..., ya hemos llegado...MUCHACHO 2.– Qué ganas tenía de volver a estar aquí..., aquí mismo... Mira

las luces...MUCHACHO 1.– Lo mismo de siempre... El bar del sr. Frasquito... Donde esté

España, que se quite todo...MUCHACHO 2.– A lo mejor mi madre no está en casa...

(Se ha abierto la puerta y aparece el SR. FRASQUITO.)

SR. FRASQUITO.– Pero ¿cómo? ¿Vosotros?MUCHACHO 1.– Sí señor..., nosotros...SR. FRASQUITO.– ¿De vuelta ya?MUCHACHO 1.– De vuelta...SR. FRASQUITO.– ¿Dónde habéis estado? ¿En Francia?MUCHACHO 2.– En Francia y en Suiza y en medio mundo.SR. FRASQUITO.– Y habéis vuelto..., ¿eh?

(Pausa.)

MUCHACHO 2.– Yo me voy a ver mi madre...SR. FRASQUITO.– Pasar a tomar una copa... Hay que celebrarlo...

LA BATALLA DEL VERDÚN

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MUCHACHO 1.– ¿Celebrarlo? Bueno...SR. FRASQUITO.– (Encaminándose con los chicos hacia el bar.) ¿Y qué? ¿Qué

pinta por esos mundos de Dios?MUCHACHO 1.– En todos los sitios cuecen habas, sr. Frasquito...

(Telón.)

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LA MANO NEGRA

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Personajes

MOZO 1MOZO 2EL COJOSOLELA VIEJATOBALOEL CHISPAPABLOEL LEÓNANTÓNEL LEBRIJAEL APERADORMICAELA

GUARDIA 1GUARDIA 2EL SARGENTOGUARDIAS CIVILESGAÑÁN 1GAÑÁN 2GAÑÁN 3GAÑÁN 4

La acción, en un cortijo de Andalucía, por los años de 1911.

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ACTO PRIMERO

Gañanía del cortijo de Venegas, por tierras de serranía, entre las pro-vincias de Córdoba y Jaén. Es un camaranchón destartalado, anejo a lascuadras contiguas. Techo abovedado y sombrío de humos y humedades. Enun rincón un gran hogar donde se guisa la comida de los gañanesarranchados. Una mesa larga ocupa una de las paredes laterales. Al ladodel hogar se inicia una escalera que conduce al sobrado, donde duermenlos mozos. Hay colgados en las paredes arreos de mulas, ristras de ajos,guindillas, etc. Unos velones de lucerna difunden una luz parpadeante. Poruna ventana enrejada se descubre la melancolía de la sierra al atardecer.Puerta que da a las cuadras. Otra que da al corral.

(La acción se inicia un atardecer frío de marzo. En elrincón del hogar se adivina el bulto de una mujer queatiende el guiso que se cuece en la gran marmita. A sulado, sentada en el poyo junto al fuego, una VIEJA con elrosario en la mano cruza con la otra palabras mezcladasal rezo. Sentados en banquetas, junto a la mesa, dos jó-venes gañanes de unos diecisiete años aprenden a leersobre una cartilla mugrienta. El MAESTRO es un viejo cojo,corpulento y sombrío. Al fijarse en él se percibe que, másque viejo, está aviejado. Los dos MOZOS aparecen cansa-dos. Uno de ellos apoya su cabeza sobre la mano y elcodo sobre la mesa, y se le cierran los ojos ante la lectu-ra. El MAESTRO tiene la cartilla colocada verticalmenteante ellos y les va señalando las sílabas.)

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MOZO 1.– (Luego de titubear un momento.) Pa... ta...MOZO 2.– Ca... ma...MOZO 1.– Que... na...EL COJO.– ¿Cómo? (El chico le mira embobado.) ¿Qué letra es ésta?MOZO 2.– ... La que...EL COJO.– ¿La qué? (Al otro.) Tu...MOZO 2.– Ce... (Pronuncia a la andaluza.)EL COJO.– (Remarcando el sonido.) Ce, ce... Ze... ¿Y la c con la e? (Al MOZO 2,

que va a decirlo.) No, tú no... Este que está dormío hoy...MOZO 1.– (Que se cae de sueño.) ¿La c con la e...?, (Lo ha dicho con cierta

cantinela escolar.) que...EL COJO.– (Dándole un coscorrón suave.) Espabila, chaval... La c con la e...MOZO 2.– Ce...EL COJO.– (Al MOZO 2.) A ver si te callas tú... Le estoy preguntando a éste...

(Al MOZO 1.) Ce... ¡Vamos, lee...!MOZO 1.– (Con voz cansada.) Ce... na...EL COJO.– Cena... (Señalando al otro mozo otras sílabas.)MOZO 2.– Ci... to...EL COJO.– Fíjate bien, hombre...MOZO 2.– Ci... to...EL COJO.– ¿Cito?... (Al MOZO 1.) A ver, tú...MOZO 1.– Qui... to...EL COJO.– ¡Anda, salero!... Cómo vienes hoy... ¿Te ha picao un bicho? (Al

MOZO 2.) Vamos, tú, ¿qué letras son éstas...?MOZO 2.– C... ne... te...EL COJO.– La c con la i y con la n, ¿qué hacen?MOZO 2.– (Mirándole embobado.) La c con la i...EL COJO.– Pero no me mires a mí, que no lo tengo en la jeta... (Señalando la

cartilla nervioso.) Aquí, aquí es «aonde» ties que mirar, gorrión, quepaeces un gorrión arrecío... (Le aprieta las narices. El otro se ríe infan-til.) ¡Vamos..., valiente...!

MOZO 1.– (Como iluminado de pronto.) ¡Cin...!EL COJO.– Ya está. (Volviéndose a las mujeres.) Cuando tien que contestar,

no contestan, y cuando le toca al otro... ¡Vaya un par de catetos que macostao desaznar...! (Al MOZO 2.) ¿Lo estás viendo, gorrión? La c con la iy con la n hacen cin, cin, cin... Que se te clave en la chola, cin. (Le da un

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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ligero coscorrón.) Es que no se cuál «seis» más burro de los dos... Ven-ga, lee...

MOZO 2.– Cin... to...EL COJO.– (Dando un suspiro.) ¡Ya salió por fin la madre el cordero! Cinto.

Que trabajito «mos» cuesta. Cinto. ¿Es que no sabéis ustedes lo que esel cinto? Pos «sus» lo voy a enseñar... (Se desata el cinturón y se loenseña a los otros, que se ríen, aunque se apartan con cierto temor,pues el otro lo ha doblado y lo esgrime con una sonrisa torva.) Esto esel cinto... No sus apartéis, venir aquí..., que sus quiero mucho... Que nosus pego... (Los otros vuelven.) Pero mira: vamos a dejar qui el cinto(Lo pronuncia muy bien.) pa si hace falta. Venga. Al que se me equivo-que: cintazo y tentetieso... (Los chicos se ríen, pero se acomodan bienen la banqueta y meten las narices en la cartilla.)

EL COJO.– (Al MOZO 1.) Vamos tú... (Señala una sílaba.)

(El MOZO deletrea la sílaba. El otro sigue el mismo juegoy ahora parece que las cosas van saliendo mejor. Ha-blan las VIEJAS, y sus palabras son subrayadas por la can-tinela del MAESTRO y los discípulos.)

LA SOLE.– (Que es la mujer que atiende el guiso.) Qué pacencia se nesecita...¡Pobre hombre...! (Señala al maestro.)

LA VIEJA.– Madre de los Dolores... Con lo grandullones que son... Pa lo queva a aprovecharles. Se van a pasar la vía «estripando» terrones.

LA SOLE.– Es lo que yo digo. Ahora les da por aprender de letra. Pa lo queles va a servir... (Husmeando el guiso.) Pos la comía ya está hecha...Ahora a ver si vienen pronto.

LA VIEJA.– (Mirando hacia la ventana.) Ya se notan los días. Entoavía hayluz en la Sierra...

(Al oír estas palabras, uno de los muchachos se ha vuel-to a mirar con nostalgia a la ventana. El MAESTRO le vuelvela cabeza hacia él como si fuera un tornillo.)

EL COJO.– ¿Es que te interesa más lo que pasa por ahí? Venga... (Señala conuna mano el silabario y con la otra coge el cinturón doblado.)

LA MANO NEGRA

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MOZO 1.– (Mirando alternativamente al silabario y a la correa.) Ta... (Alver la cara del MAESTRO frunce el ceño como si hiciera un esfuerzo parapensar.) Ta... (El otro MOZO sonríe como dando a entender que lo sabe.)

EL COJO.– (Al otro.) Tú...MOZO 2.– Tal... (Corrigiendo en seguida.) Tas...MOZO 1.– (Como iluminado.) Tan...EL COJO.– (Que había levantado el cinturón aunque sin intención de gol-

pear, sino solamente para amedrantarles.) Tan, tan... la t con la a y conla n... Tan... Estáis dormíos hoy... Que «sus» voy a tener que dispertar,que entoavía no me conocéis... (Dulcificándose y en tono amical.) ¿Ha-béis «currelao» mucho hoy, u qué?

MOZO 1.– Regular...LA SOLE.– (Interviniendo desde su rincón.) Notarán el hormiguillo de la pri-

mavera...MOZO 2.– Yo tengo sueño. Y hambre...LA SOLE.– Pos me paece que va pa rato; que ésos no tien traza de venir y

entoavía tie que venir el señor pal rosario. La comía ya está prepará...LA VIEJA.– Yo me espero pal rosario...EL COJO.– Bueno..., descansaremos un ratillo... Echaremos un cigarrillo...

(Saca el paquete de picadura y se pone a liar un cigarro. Los otros serelajan satisfechos.)

MOZO 1.– (Refiriéndose a la lectura.) Es que tenemos la cabeza mu dura,señor Santos...

EL COJO.– Ya «sus» la ablandaré yo, perder cuidao... (Al ver que los chicosmiran con envidia el cigarrillo.) ¿Qué? ¿Es que fumáis vosotros ya, uqué? Seguro que ya echáis un cigarrillo por ahí. Pero delante de mí nosus quiero ver fumar...

MOZO 2.– No, señor, no fumamos...EL COJO.– Ya..., valiente par de gorriones estáis hechos. Si, ya, ya, ya me he

enterao de muchas cosas... (Les guiña un ojo.)MOZO 2.– ¿De qué «sa enterao» usted?EL COJO.– De na... Que el domingo «andasteis» por el pueblo mu acicalaos

y a la vera del Molino...MOZO 1.– (Se ríe y se pone colorado.) ¿Quién se lo ha dicho?EL COJO.– Un pajarito...LA SOLE.– (Riendo.) To se sabe. Pa eso han puesto el «telégrafo»...

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EL COJO.– Vaya par de gorriones... Sí, hombre... Ya veréis, ya..., como «sus»cojan los de la Mano Negra...

(Se ríen los dos chicos. Entra el TOBALO procedente delas cuadras contiguas. Trae una silla de montar al hom-bro, que deja en un rincón.)

TOBALO.– A las güenas tardes la compaña...LA SOLE.– Vaya, ya llega uno... Sus retrasáis hoy...TOBALO.– Por ahí viene ya la tropa con más hambre que un maestro escuela.

(Al COJO.) Y perdona...EL COJO.– No hay na que perdonar. Además que yo no soy más que un

maestro aficionao... Lía un pitillo, Tobalo...TOBALO.– (Cogiendo la petaca.) Gracias... (A los muchachos.) Y vosotros,

¿qué?... ¿Ya habéis dao la lición? (Al COJO.) Vaya descípulos que tie-nes, Cojo. Toa la tarde de Dios me han estao dando la tabarra pa que losdejara venirse a dar la lición. (Imitándoles.) «Que ya son las seis, señorTobalo.» Y entoavía no había sonao el cuarto. (A los chicos.) ¿Sus ha-béis venío derecho, o sus habéis entretenío por ahí? (Al decir esto haguiñado un ojo al otro.)

MOZO 1.– Que lo diga el señor Santos...EL COJO.– Sonás las siete estaban aquí... (Lo dice de broma.)EL TOBALO.– ¿No te digo? Pos antes de las seis los solté yo...MOZO 2.– (Riendo.) Habemos ido a un mandao...EL COJO.– Los estaba diciendo lo del Molino...EL TOBALO.– (Reparando en la correa del maestro, que sigue sobre la mesa.)

Y eso ¿qué es? (Moviendo la mano significativamente.) ¿Es que ha ha-bido jarana? (Dando una palmada al COJO.) Pos ya era hora, maestro,que se pusiá un poco severo con estos holgazanes. Que ties muchapacencia. Ahora, que si te pones en ese plan vas a tener pocos descípulos.Mía tú que yo mismo estaba barruntando el que me enseñaras de letra;pero gachó cualquia se arrima a ti con esa zurriaga. (Ha cogido el cintu-rón y lo examina.) Ahora, que si quieres, yo tengo ahí (Señala la cua-dra.) un vergajo de toro que...

(Los CHICOS se ríen, y el MAESTRO.)

LA MANO NEGRA

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EL COJO.– Oye: ¿y los otros? ¿Es que ya no quieren aprender?EL TOBALO.– ¿Quién? ¿El Centeno? ¿El Manolo? Dicen que son mu viejos...EL COJO.– Nunca es tarde pa aprender...EL TOBALO.– Ya sabes que yo permiso les daba pa que se vinieran con éstos.

Pero tiran pa el azadón. Y ahora que hay un poco trabajo desfrutan máscon la viña que con la cartilla. No tien remedio. Yo tampoco. Semosanalfabetos y qué lo vamos a hacer...

EL COJO.– Pues me paece que como sigáis así me quedo sin «descípulos».Ya sólo me quedan éstos de los diez que eran al «prencipio».

TOBALO.– ¿Diez? Nueve eran...EL COJO.– Diez con la chica la Indiana.LA SOLE.– Mira tú la chica la Indiana pa que «quedrá» aprender de letra. Más

la valiera que aprendiera costura...LA VIEJA.– (Asintiendo con la cabeza.) Las mozas de ahora no saben coger

una aguja. Yo... (Baja la voz y cuchichea con la SOLE.)EL COJO.– Y éstos, que me paece que se van a cansar mu pronto...TOBALO.– (Que se ha sentado junto al COJO.) Deja que pase el tiempo, Cojo,

y que falte el trabajo y que el mocerío no sepa qué hacer, y ya veráscómo vienen a tu vera... (Señalando el cinto.) aunque les zurres coneso. Ahora sucede que están encariñaos con el trabajo. Déjales quedesfruten con la azá, Cojo; pa cuando falte...

EL COJO.– (Con cierta melancolía.) Ellos sabrán lo que hacen... Pero yo,Tobalo, si no tengo «descípulos», no pinto na aquí. Ya lo sabes...

TOBALO.– (Hablando muy lento.) «Descípulos» tendrás, porque éstos (Seña-la a los chavales.) seguirán desaznándose, porque lo mando yo... (Diri-giéndose a ellos.) ¿No? (Los muchachos asienten.) Y «manque no tuviásdescípulos», Cojo, aquí tendrás siempre un plato caliente cuando haiga,y cuando no, un «hoyo» de aceite y cobijo, porque también lo man-do yo...

EL COJO.– Gracias, Tobalo. Gracias y que Dios te lo pague. Pero falta saberlo que piensa el aperaó...

TOBALO.– Aquí dentro mando yo. Afuera manda ése. El aperaó, que se metaen lo suyo; aquí el chulo, yo. Mismamente como en la prisión. El cela-dor de rastrillo pa ajuera, el matón pa adentro. Y no se hable más. Y yapues seguir desaznando a estos catetos, que yo ni digo ni pío; sus escu-cho por si se me pega algo, manque me paece que en este «coco» (Se da

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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un coscorrón en la cabeza.) ya no entra na... (A los CHICOS.) Ea..., quesus vea yo. (Coge el cinturón.) Y a ver si andamos listos...

EL COJO.– (Quitándole el cinturón.) Trae. (Se lo pone.) Vamo a dejarlo porhoy, que los chavales están cansaos; que ya me han dicho que los hacescurrelar como burros...

TOBALO.– ¿Quién? ¿Yo? ¡Güeno!... (Hace ademán de darles un coscorrón,pero cariñosamente.) Demasiao los mimo, que paece que están en sucasa... De seguro que su pare no los trata como yo... ¿Miento, mucha-chos? (Ellos mueven la cabeza sin dar a entender nada.) Ahí viene latropa...

(Entra, procedente de la puerta de las cuadras, la tropillade GAÑANES de distintas edades, aunque todos mayoresque los dos muchachos. Visten blusilla, gorra, etc., alestilo de principios de siglo. Rezuman miseria y ganasde vivir. Están curtidos por el sol y el viento. Y tienen losmovimientos ágiles y felinos de los labriegos del sur. Vie-nen cansados, sucios. Pero alegres por el trabajo y de-seosos de un rato, por pequeño que sea, de libertad. Alentrar, algunos, con el hatillo al hombro, suben las esca-leras que conducen al sobrado donde están las yacijas,sin duda con ánimo de estirarse un poco. Otros van acalentarse en la lumbre. Otros se sientan y otros se unenal grupo del COJO, el TOBALO y los muchachos. La estan-cia parece animarse, llenarse de fuerza y brío.)

EL CHISPA.– (Un treintañero, flaco, nervioso, de ojos brillantes, entrega unpuñado de papeles al COJO y se sienta a su lado entre él y TOBALO.)Mira, Cojo, mira lo que... que... afa... afané de la Venta (Tartamudea unpoco debido a su nerviosismo.) Pape... peles de Madri y ta... tamién deCórdoba... Mi... mira Cojo, mira... Este... (Levantando el periódico.)Ezte es Ma... Machantini...

TOBALO.– ¿A ver? Mazantini... ¡Mazantini, cateto...!EL CHISPA.– Mazantini... ¡Jozú, qué torero!... Mi... mi... (Cogiendo otra vez

los papeles con entusiasmo.) El... ¡El Gue... Guerra...!

LA MANO NEGRA

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(Otros dos intervienen en el papeleo. Los chicos tambiénmiran entusiasmados la fotografía del torero.)

PABLO.– (Otro GAÑÁN, más reposado que el CHISPA.) Ése es Mazantini... Síseñó... En la Feria de Córdoba lo vi el año pasado... Mare, qué torerazo...(Al otro.) Mira tú, Mazantini... (Se van pasando el papel de mano enmano.)

LEÓN.– (Otro gañán joven.) Lee lo que dice, Cojo... ¡Callarsus!... Lee, Cojo...TOBALO.– No lo leas, Cojo. Diles que aprendan de letra. ¿Por qué no venís,

como éstos, (Señala los chavales.) a aprender, ¿eh?EL CHISPA.– Güeno, ya, ya... vendremos... Lee, Cojo...

(Se acerca un muchacho tímido, renegrido y se dirige alCOJO.)

ANTÓN.– Oye, Cojo, ¿te has acordado del mandao aquel...?EL COJO.– ¿Qué mandao? ¡Ah, sí!... No sufras, hombre. Ya lo tengo...ANTÓN.– Escríbeme la carta, Cojo...EL COJO.– ¿Ahora mismo? Aluego, cuando comamos...LEÓN.– Asiéntate ahora aquí, chavea, que mos va a leer la corría...ANTÓN.– ¿Me la escribirás?EL COJO.– Sí, hombre...TOBALO.– (Haciendo sentar a la fuerza al otro.) Ahora calla y escucha...

Lee, Cojo...EL COJO.– (Que está leyendo el papel por otra parte.) ¿Qué queréis que

«sus» lea? ¿Esto? (Lee con sorna.) «Más crímenes atribuidos a la ManoNegra. Según noticias de Córdoba...»

TOBALO.– (Dando la vuelta al papel con una sonrisa.) Aquí, Cojo, aquí... Lodel Mazantini...

EL COJO.– ¡Ah...!EL CHISPA.– Pos... ¿no sabéis uz... uztedes?... Que... que... dicen que en el

Cortijo de la Pa... Paloma... que...TOBALO.– (Dándole un coscorrón.) Calla y escucha... Aluego mos explica-

rás lo del Cortijo de la Pa... Paloma... (Remedándole.)LEÓN.– Lee, Cojo; lee de una puñetera vez, me cagüen...

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EL COJO.– ¿Queresis que «sus» lea esto de la Corrida de la Beneficencia? Yocreo que «sus» interesaba más lo de la Mano Negra...

PABLO.– Aluego lo de la Mano Negra...EL TOBALO.– ¿Te crees tú que el Cojo no tie otra cosa que hacer que leer los

papeles a catetos como tú?... Y ahora callarsus y escuchar... (Al COJO.)Y tú, deprisa, que ya mismo está aquí el aperaó pal rosario... Venga...

EL COJO.– (Leyendo ante la expectación de todos.) Ayer, con gran brillan-tez, se celebró la tradicional Corrida de Beneficencia en la nueva Plazade las Ventas con asistencia de Sus Majestades el Rey Don AlfonsoXIII y la Reina Doña Victoria. En los palcos principales, contiguos alpalco regio, bellas señoritas ataviadas con peineta y mantilla presidie-ron el festejo, que resultó muy lucido...

(Va bajando la voz. Los otros escuchan embobados y nose oye más que el cuchicheo de las dos mujeres y otrosdos hombres, que enseguida dejarán el rincón del fuegoy se acercarán a escuchar aquello. Incluso la SOLE pro-cura atender desde su sitio.)

A las cinco menos cuarto de la tarde dio comienzo el festejo. Una luci-da comitiva de calesas ocupadas por la Junta de Damas de la Beneficen-cia dio la vuelta al ruedo, una vez terminado el paseíllo, entre las gran-des aclamaciones del público, que también había vitoreado a Sus Ma-jestades, que correspondieron con su simpar simpatía. A continuaciónse soltó el primer burel de la ganadería de Pablo Romero, de nombre«Lobato», astifino, escurrido de carnes. El diestro Mazzantini lo recogecon media docena de verónicas soberbias, que son ovacionadas por elpúblico... (La expectación crece.) Toma luego el bicho tres varas y media,derribando al picador en la segunda...

PABLO.– (Interrumpiendo.) En Córdoba, el año pasao un toro mató tres ca-ballos...

TOBALO.– ¡Güeno, calla!... Sigue...EL COJO.– ... que son ovacionadas por el público. Toma luego el bicho tres

varas y media...LEÓN.– Pos ya son varas...

LA MANO NEGRA

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EL COJO.– ... derribando a la segunda..., eh... (Titubea.) Una vez banderilleadovistosamente, el maestro toma los trastos de matar y se dirige a su ene-migo con paso lento y seguro. Antes había brindado la muerte de suenemigo a Sus Majestades Reales...

(En este momento entra por la puerta del corral el APE-RADOR o capataz: un hombre cincuentañero, serio, cum-plidor; en suma, el clásico hombre de confianza de loscortijeros que ya no tiene voluntad y sigue su función sinpensar en ella. Al verle se levantan todos y se interrumpela lectura.)

LA SOLE.– Güenas tardes le de Dios, señor Mariano...EL APERADOR.– Güenas tardes tenga la compañía... (Intenta mostrarse sim-

pático.)EL COJO.– Aquí estaba leyendo a los muchachos unas cosillas de toros...EL TOBALO.– (Sonriendo.) La corría de la «Benefecencia» de Madrid, don

Mariano...EL APERADOR.– (Soltando una especie de gruñido.) (Refiriéndose a la foto-

grafía que campea en los papeles que tiene el COJO en la mano.) ¿Ése esMazantini?

EL CHISPA.– Ma... Mazantini..., sí señor...EL APERADOR.– Güeno..., asentarse... (Volviéndose a las mujeres.) ¿Habéis

rezao el rosario?LA SOLE.– No señor. Le aguardábamos a usté, como siempre.EL APERADOR.– Hoy me he retrasao con el señorito. Y lo vais ustés que tené

que rezar solos, porque tengo que irme a un mandao. Conque eso es lo quequería deciros: que vayáis rezando el rosario, por si me retraso.

(El COJO ha guardado los papeles con pena y los hom-bres se van poniendo otra vez en pie. Alguno saca unrosario del bolsillo con tono de rutina.)

EL APERADOR.– Oye, Tobalo... Que no te acuestes sin verme, que tenemosque tratar una cosilla...

EL TOBALO.– Sí, señor. Descuide...

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EL APERADOR.– ¿Qué más? Ah, sí, ¿aónde está el Lebrija?

(Todos miran alrededor buscando al LEBRIJA.)

TOBALO.– ¿Aonde está el Lebrija?LA SOLE.– (Que estaba atizando el fuego.) Tenga usté, señor...

(El APERADOR coge los papeles y los hojea.)

El MOZO 1.– (Baja las escaleras.) Aquí viene, don Mariano... (Aparecen en-seguida el LEBRIJANO, hombre treintañero muy apuesto, de gran bellezavaronil; tras él viene otro GAÑÁN. Vienen con desgana.)

EL LEBRIJA.– ¿Me mandaba usté llamar, don Mariano...?EL APERADOR.– (Levantando la vista de los papeles.) ¿Aónde te metes?EL LEBRIJA.– (Sonriendo.) Me había tumbao un ratito...EL APERADOR.– ¿Tú no rezas el rosario?EL LEBRIJA.– Sí, señor. Lo que pasa es que... «mos» habíamos tumbao yo y

éste mientras usté venía...EL APERADOR.– (Con benevolencia.) Me parece que estás hecho tú un buen

perro. Que te gusta el catre demasiado... (Se ríen todos con risas másbien forzadas.) Pos mira, hoy tampoco vas a rezar, que el señorito quie-re verte...

(Al oír esto se le oscurece el semblante al LEBRIJA.)

EL LEBRIJA.– Sí, señor... Lo que usté mande...EL APERADOR.– Conque... vente conmigo. Y vosotros rezar el rosario y aluego

a dormir pa que mañana estéis ligero... (A la mujer.) Sol, tú te encargasde que recen. Ya sabes que el señorito nunca se acuesta sin preguntar-me por esta gente. ¡Es mucho hombre don José María!... ¡Ea!... Lo di-cho. Y tú, Tobalo, que me veas antes de irte al catre. ¡Con Dios!... (Al ira marcharse, el LEBRIJA va tras él como un perro con la cabeza gacha;se vuelve al COJO.) Oye, Cojo..., aluego te traigo los papeles estos. Mien-tras ustedes rezáis el rosario y yo aguardo al señorito, quiero echarlosun vistazo... Ya mismo te los devuelvo... Con Dios... (Sale seguido porel LEBRIJA.)

LA MANO NEGRA

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(Una vez ha salido, gran contrariedad del CHISPA y losotros taurófilos. La SOLE, inmediatamente, da unas pal-madas.)

LA SOLE.– Ea... Ya habéis oído... Arrimarse a la candela... (A la VIEJA.) Usté,agüela, lleve la cuenta. ¿Se ha quedado alguien arriba? Muchacho: subepor si se ha quedao alguno arriba. Ea..., que hay que rezar. El que norece no come...

(Los hombres en su mayoría se arriman al fuego y sesientan junto a la VIEJA, en banquetas o en el mismo sue-lo, con aire de indiferencia o cansancio. El grupo forma-do por el COJO, el TOBALO, el CHISPA, el PABLO y el LEÓN,permanecen en el rincón de la mesa muy contrariadospor la pérdida de los papeles.)

LA SOLE.– (Advirtiendo a los remolones y después de que uno de los mucha-chos ha bajado del sobrado diciendo que allá arriba no queda nadie.)¿Vosotros no queréis rezar, u qué?

TOBALO.– (Que toma la palabra por todos.) Desde aquí rezaremos, Sole. Notenemos frío pa necesitar de candela... Eso se queda pa las mujeres...(Los que están junto a él, menos el COJO, ríen su gracia y la dan palma-das. Los hombres que han ido «hasta la candela» apenas se sientenmolestos. Están acostumbrados a todos.)

LA SOLE.– Güeno..., que sus vea yo rezar, que aluego no quiero que diganque soy una «malmandá». Ustedes sabéis cómo las gasta don Mariano...Ea...

(Los segregacionistas se encogen de hombros y se vuel-ven a sentar donde estaban. Los dos muchachos que ha-bían ido al hogar, enseguida que comience el rezo, iránreplegándose hasta volver a unirse al otro grupo.)

LA SOLE.– (A la VIEJA.) Vamos, agüela...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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(La VIEJA empieza en un tono bisbiseante y rutinario queapenas se oye: «los misterios que hemos de contemplarhoy son los de dolor...». En el grupo de los disidentes hayprimero mucho silencio, y sigue el primer avemaría.)

VIEJA.– Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo y ben-dito sea el fruto de tu vientre Jesús...

TODOS.– Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahoray en la hora de nuestra muerte, amén, Jesús...

EL CHISPA.– (En el intervalo entre una y otra avemaría.) Ta... ta... tamién hasío ma... ma...la pata... que nos haigamos quedao sin co... corría...

TOBALO.– Tie una sangre mu negra el don Mariano... Santa María, Madre deDios...

PABLO.– Si queréis, yo sus pueo contar la corría que vi el año pasado en laFeria de Córdoba...

EL LEÓN.– Ya «mos» la has contao cien veces... Santa María, Madre de Dios...

(Poco a poco la conversación del grupo se va despegan-do de las avemarías y su conversación termina resaltan-do sobre el rezo bisbiseante de los que están junto al fue-go. Al principio, la SOLE les observa de reojo y mueve lacabeza. Por último, se desentiende de ellos y reza en elgrupo. Así se divide pronto la escena.)

EL CHISPA.– Pos que «mos» lo cuente otra vez... Venga, Pablo...TOBALO.– (Con sorna.) Chiss..., callarsus y rezar...EL LEÓN.– (Al COJO.) Tú nunca rezas... Mueves los labios, pero no rezas,

gorrión, que te tengo guipao... (Se ríe el COJO.)EL CHISPA.– Pos di... dicen que antié... antié..., que... q... que los caballistas

han colgao del pezcuezo a los del co... cortijo de la... Pa... Paloma...PABLO.– ¿Queréis que sus cuente la corría...?EL LEÓN.– Sí, Pablo... Cuenta, muchacho...EL COJO.– Hablar más bajo, niños... Cuenta...PABLO.– ¡Jozú, qué corría...! En cien años que viva, que no se me olvida.

Madre, qué día... Yo y mi compadre, el Tato el de La Puebla, habemosdisfrutao como nunca. Figurarse que destriparon cinco caballos, cinco...

LA MANO NEGRA

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TOBALO.– ¿Cinco? Eres un desagerao...PABLO.– Por mi madre, cinco...EL CHISPA.– ¿Y... Y... se... le han sa... salío las tri... tripas ajuera?PABLO.– Toas las tripas ajuera. Chacho..., qué corría...TOBALO.– ¿Y el Mazantini?PABLO.– Pos el Mazantini se llevó una pita de miedo. Escoltao por la Guar-

dia Civil salió. Se meaba de mieo con aquellos Miura...EL LEÓN.– ¿Cómo eran los Miura?PABLO.– Jozú..., vaya bichos... Comenzaba a salir toro de los toriles y no se

terminaba nunca de salir. ¡Chacho!..., unos pitones como de aquí a laIndiana. Pos ¿y loz mugío que pegaban? Muuu... Muuuu... Muuuu...

(Se ríen todos, menos el COJO.)

EL GRUPO.– (Riendo la gracia.) Muuu... Muuu... Muuu... (Los muchachos seretuercen de risa.)

LA SOLE.– (Volviendo la cabeza.) Ea... A ver si va poder ser...TOBALO.– Chisss... (Ahora se enhebran a las avemarías.)TODOS.– Santa María, Madre de Dios, etc.EL CHISPA.– Se... se necesita tenerlo too bien apa... apañao pa... pa ponerse

de... delante un bicho de esos...TOBALO.– Pos aquí el León bien que se puso...EL CHISPA.– Pe... pero... le dio can... canguelo...EL LEÓN.– (Elevando la voz.) ¿Quién, yo? ¿Canguelo...? Pero ¿qué dices,

chaval? ¿Canguelo del toro?TOBALO.– Del toro, no; pero de los guardias sí...EL LEÓN.– Si a ti te hubián estao zumbando toa la noche en el cuarteliyo, a

ver si te quedaban ganas de volver a arrimarte a los toros...PABLO.– Güeno..., ¿sus sigo contando?...EL LEÓN.– (Siguiendo con su tema.) Y yo porque ahora no me dejan

arrirmarme a un cerrao, porque siempre hay quien va con el cuento a losceviles, que si no...

TOBALO.– Pos, León, si los «ceviles» pegan, más pega el toro...EL LEÓN.– Pos pa que te enteres, que no me da mieo ni el toro ni los ceviles...

(Al oír esto vuelven todos a hacer el «muuu» y la SOLEvuelve a reconvenirlos.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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TOBALO.– Gúeno..., callasus... Y rezar... (Se enhebran fugazmente, pero vuel-ven enseguida a separarse.)

PABLO.– Güeno..., ¿ya no queréis que sus cuente más?EL LEÓN.– Si «mos» lo has explicao cincuenta veces. Además, que no lo

sabes contar. Aluego no sabes cómo Mazantini pega el derechazo...TOBALO.– ¿Cómo lo pega, León?EL LEÓN.– (Poniéndose en pie y marcando un derechazo.) Asín..., asín... (Le

olean los otros y vuelven al «muu». Ahora la SOLE va hacia ellas enfa-dada.)

LA SOLE.– (Con voz silabante como una víbora.) Si no queréis rezar, mar-charse ajuera y no estorbéis... (Al COJO.) Y usté también, vaya un ejem-plo que da. Así agradece la caridá que se le hace en esta santa casa... (Aloír esto todos se callan. La SOLE sin reparar en ello da un cachete en elcogote a los muchachos.) Y vosotros, a rezar..., que se lo voy a decir adon Mariano y verás la que sus arrima. Ea... (Se lleva a los muchachosluego de echar una mirada de reconvención a los alborotadores.)

(Hay una pausa tensa en que el bisbiseo de los que rezantiene un acento trágico.)

TOBALO.– (Al COJO, que se siente abrumado.) Es una bicha... No la hagascaso. (El COJO parece hacer ademán de levantarse para ir a rezar.)¡Sus!... quieto ahí. ¿Se va a salir con la suya?...

EL COJO.– No sus quiero comprometer...TOBALO.– ¡Quieto! Como si no te hubiás enterao...EL LEÓN.– Y aluego dicen de la Mano Negra...EL CHISPA.– Pos dicen que en el Co... Cortijo de la Pa... Paloma...TOBALO.– Lo que hacía falta es que se arrimaran pa acá...EL COJO.– Callarse...TOBALO.– (Muy enérgico.) Venga, Pablo..., cuenta la corría...PABLO.– ¿Queréis que sus cuente cuando se picó con Machaquito? Pos se

picó porque, en el otro toro, el Machaquito antes de pegar la estocá lohabía guipao así, en plan chulo, como diciendo: «mía cómo se mata»...

EL LEÓN.– Porque el Machaquito sabe pegar estocás y el Mazantini no sabemás que hacer figuras, porque es el toreo de la aristocracia...

EL COJO.– (Obsesionado.) Me marcharé y no me tendréis que mantener más...

LA MANO NEGRA

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TOBALO.– Me cagüen en la... (Cierra los labios para no decir una blasfe-mia.) Pos te advierto que como se me suba la sangre a la caeza mañana,pío yo también la cuenta y mos largamos...

EL COJO.– No me puen ver ni en pintura.EL LEÓN.– Si tos nos vamos a tener que largar pronto. Ya no quea na de

trabajo...EL CHISPA.– Pe... pero... el... señorito... di... dice que mos tendrá too el año

por la comía...TOBALO.– Me cauen... Sigue contando, Pablo...EL COJO.– Deja, Tobalo, que me vaya...TOBALO.– Que no te vas, por mi madre que en gloria esté...EL LEÓN.– ¡Güeno, callarsus ahora...!

(Pausa. Las avemarías. El grupo permanece silencioso.)

EL CHISPA.– (Rompiendo la pausa.) Pa... Pa suerte..., la del... Le... Lebrija...TOBALO.– Pos este cura no se cambiaba por él.EL LEÓN.– (Con mucha ironía al TOBALO.) La «invidia» se lo come al Chis-

pa. (Al CHISPA.) ¿Te gustaría que el amo te quisiera?EL CHISPA.– El a... amo «mos» quiere a toos... (Risas sofocadas. El COJO

sigue taciturno.)PABLO.– (Intentando continuar su relato.) ¿Pos y cuándo el Machaquito cita

al toro con la montera...?TOBALO.– (Interrumpiéndole y dirigiéndose al COJO.) Compadre, ¿quies des-

arrugar la jeta ya de una vez?EL COJO.– (Con acento de enfado.) Déjame en paz, Tobalo... (Hay una

pausa tensa. El TOBALO da un puñetazo en la mesa y sofoca una blas-femia. En este momento se da por terminada la parte principal delrosario.)

LA SOLE.– (Volviéndose hacia ellos.) ¡Güeno, niños!... Por lo menos reza-réis el último padrenuestro...

TOBALO.– Sí, mujer...EL CHISPA.– El pe... penúltimo... Nun... nunca se debe decir el últi... timo...LA VIEJA.– (Luego de un silencio.) Un padrenuestro por la salud de nuestros

amos y en acción de gracias a su pan que comemos: Padre nuestro queestás en los cielos...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

361

TODOS.– El pan nuestro de cada día...LA SOLE.– (Cuando han terminado de rezar.) Ea..., ya podéis retozar too lo

que gustéis, que paecéis mismamente animales... ¿Se va usté, agüela?LA VIEJA.– (Que va a hacer mutis.) Tengo que ir a ver al ama antes de acos-

tarme. Hasta mañana, hijos... Descansar...VOCES.– Con Dios, agüela, que descanse... (Sale la VIEJA.)

(Casi todos han ido a reunirse con el grupo. La SOLElevanta la tapa de la marmita y remueve el guisote.)

ANTÓN.– (Al COJO.) Cojo, ¿me harás el favor, hombre...?EL COJO.– Aluego, hombre, déjame ahora...TOBALO.– El Cojo está cabreao...

(El PABLO ha conseguido apartar a algunos, entre ellosal CHISPA, y parece explicarles «La Corrida de la Feriade Córdoba».)

LA SOLE.– (Dando un golpe con el cazo en la marmita.) Ea..., a comer...

(Al oír esto, todos van a coger una escudilla que hay co-locadas en una repisa y se van acercando a la SOLE, queles vierte, a estilo cuartel, el guiso. Luego cada cual va ala mesa larga, coge un mendrugo de pan del saquillo queha traído del campo –algunos sacan un frasco de aceite–y engullen su yantar. El COJO no se atreve a presentarsecon la escudilla. El TOBALO le entrega la escudilla y, aempujones, le hace ir delante suyo hasta donde la SOLEreparte el rancho.)

EL COJO.– (Al TOBALO.) Déjame, hombre, déjame...TOBALO.– (Cogiendo el brazo del COJO y haciéndole presentar la escudilla a

la SOLE, que se la llena. El COJO se va con la cabeza gacha hasta lamesa donde están los otros.) Oye, Sole...

LA SOLE.– Tú dirás... (Mientras tanto llena la escudilla del TOBALO.)TOBALO.– ¿Es que no te pagamos entre toos lo que se come el Cojo?

LA MANO NEGRA

362

LA SOLE.– Ustedes no pagáis ni lo que «se» coméis vosotros. ¿O qué te crees,que con lo que trabajáis se pué comer?

TOBALO.– Es que tú no ties por qué meterte con que si hacemos u no hace-mos caridá con el Cojo. ¿Te enteras?

LA SOLE.– (Que está distribuyendo el rancho a los otros.) Enterá... Podéishacer lo que sus salga de las narices. Y «cachondearse» del rosario ta-mién...

TOBALO.– (Que ya se volvía hacia la mesa con la escudilla, al oír esto damarcha atrás.) Porque mos sale de las narices, sí. Y pues irle con elcuento al señor Mariano y al señorito. Semos bastante hombres pa te-nernos sin cuidao lo que chivatee una zorra como tú...

(Al oír esto, la SOLE intenta dar con el cazo al TOBALO,que tiene las manos ocupadas con la escudilla. De rabia,la tira contra el suelo. Se arma un gran alboroto. Variosrodean al TOBALO, entre ellos el COJO. Otros calman a laSOLE.)

VOCES DIVERSAS.– ¡Haiga paz!... ¡Menos lobos!... ¡Callarsus, leñe...!LA SOLE.– (Haciendo la cruz con los dedos.) Me las vas a pagar... ¡Por éstas!

(Besa la cruz.)EL LEÓN.– (Dando una palmada al TOBALO.) Que es una mujer, compadre...TOBALO.– Me cagüen sus muertos...UN GAÑÁN.– No lo hagas caso, Sole...

(La SOLE, que, llevada por su cuidado de la limpieza, seha apresurado a recoger los trozos del cuenco roto y lim-pia el suelo, masculla maldiciones.)

EL COJO.– (Abrumado, ayuda a llevar al TOBALO hasta un rincón de la mesa.Le ofrece lo que queda en su escudilla.) Anda, cálmate y come un poco...

TOBALO.– (Apartando con rabia la escudilla.) No quiero comer...

(La mayoría come tranquilamente sin dejar de observaral TOBALO.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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EL CHISPA.– (Ofreciéndole un «hoyo» de pan con aceite.) ¿Qui... quies... unami... miaja... de... ja... jamón?...

(PABLO, que está a su lado, detiene su brazo. El TOBALOse ha levantado frenético y se ha marchado por la puertade las cuadras. Hay una pausa tensa. Cargada. Los quehan terminado de engullir el guiso van dejando junto alhogar las escudillas vacías. Algunos suben con paso pe-sado las escaleras camino del catre. La SOLE, acurruca-da junto al fuego, come a su vez de la escudilla que sos-tiene entre las piernas, la cabeza agachada como un gra-jo. Los hombres que quedan están de malhumor. Los úni-cos que están alegres son los dos muchachos, que tiranmigas de pan al CHISPA, que también se ríe.)

EL LEÓN.– (Cuando le dan con una miga en un ojo. A los muchachos.) ¿Mequito la correa?

EL CHISPA.– (A los muchachos, guiñándoles un ojo.) ¡Haiga paz, niños...! Ala... ca... cama...

(Sólo queda el grupo formado por el COJO, el CHISPA, elPABLO, el LEÓN, los dos muchachos y el ANTÓN.)

ANTÓN.– (Luego de una pausa.) Cojo..., ¿harás favor, hombre, de «escre-birme» la carta?...

EL COJO.– (Levantando la cara y mirándole fijamente. Pausa. Suavizándosey dándole cariñosamente un palmada en la cara.) Sí, hijo..., cuandoquieras... (Pausa.) Arriba, en el canasto, tengo la carta y el sobre. Subepor ellos...

ANTÓN.– (Balbuceante.) Aquí no... La «escrebimos» arriba...

(Los otros, al oír esto, se ríen.)

PABLO.– (Con sorna.) Ay, Jesús..., que me ruborizo...EL COJO.– No tie que darte nenguna vergüenza de querer a una mujer...EL CHISPA.– Es pa... pa la Marina, ¿verdad, ni... niño?

LA MANO NEGRA

364

ANTÓN.– Arriba me la escribes...MOZO 1.– Ya podía aprender a «escrebir» como nosotros...EL COJO.– No les hagas caso. Ea..., vamos... (Se disponen a subir. La SOLE

los detiene.)LA SOLE.– Arriba no quiero luces... Si tenéis que «escrebir», «escrebir» aquí.

El señorito no quie luces. Arriba sólo se va pa dormir... (El COJO aprietalos labios.) (Se dirige al ANTÓN.) En el canasto verás los papeles. Bája-los. (El ANTÓN sube las escaleras.)

(Los otros, aburridos, contemplan con sorna la escena.El COJO se vuelve al grupo.)

EL LEÓN.– (Susurrante al COJO.) Ties que avisar a la Mano Negra, pa quehaiga justicia en esta casa...

PABLO.– Calla... (La SOLE ha ido por un barreño. En el vierte agua de uncántaro y se dispone a fregar las escudillas. Baja el ANTÓN con un so-bre, un papel, tintero y pluma.)

ANTÓN.– (Poniendo delante del COJO los objetos.) Toma...EL COJO.– Siéntate a mi vera... (Al CHISPA.) Apártate tú y deja que se siente

éste... (El ANTÓN se sienta junto a él con mucha vergüenza. Todos seapiñan alrededor, muy maliciosos.)

LA SOLE.– Darse prisa, que sus voy a apagar la luz...EL COJO.– (Poniendo la fecha.) Cortijo de Venegas, a 27 de marzo de 1911.

Mi querida e idolatrada Mariana...PABLO.– Ay... (Risas.)EL COJO.– (Al ANTÓN.) Tú dirás...

(El ANTÓN baja la cabeza avergonzado. Mira a los otros,que se ríen.)

EL COJO.– (Luego de una pausa.) Vamos, muchacho... ¿Qué quies decirla?...EL LEÓN.– (Muy brutalmente.) Que te vengas pal Soto mañana por la no-

che... (Risas.)EL COJO.– (Muy serio.) A ver si tenéis un poco de ca... (Iba a decir caridad.

Se detiene. Baja la cabeza.) (Dice con mucha energía.) ¡A ver si seishombres!... (Lo ha dicho con tanta energía que los otros enmudecen en

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

365

sus risas. El ANTÓN está a punto de llorar.) (Al ANTÓN.) Vente pa acá,muchacho... (Se aparta con él al otro extremo. A los otros.) Y voso-tros... hacer favor, hombre... (El CHISPA iba a seguirles, pero el LEÓN ledetiene.)

EL LEÓN.– Aquí... Dejarles tranquilos... Nosotros, pal catre...

(El COJO y el ANTÓN se colocan en un rincón de la mesacomo confesándose. El ANTÓN va dictando la carta. Losotros van desfilando escaleras arriba con un «descan-sar» que la SOLE contesta entre dientes. Quedan soloslos tres: la SOLE, el ANTÓN y el COJO. La mujer mira dereojo a la pareja y sigue fregando. Se oye el bisbiseo delANTÓN, que sigue con la cabeza gacha, avergonzado. Alcabo de un rato entra la MICAELA, una muchacha verda-deramente hermosa, joven, estropeada. Saluda con un«güenas noches», que los dos no contestan, y se dirige adonde está la SOLE.)

MICAELA.– Traiga que la ayude un poco.LA SOLE.– Si ya estoy terminando, mujer...MICAELA.– No he podío venir antes... (Habla con voz dura y cansada.)LA SOLE.– Nadie te pregunta na...

(La MICAELA mira alrededor como buscando a alguien.Está desasosegada.)

LA SOLE.– (Muy maliciosa.) No mires tanto, mujer, que no está. Arriba tam-poco... (Luego de una pausa premeditada para que sus palabras haganmás efecto.) El amo lo ha mandao a llamar...

MICAELA.– (Con voz ronca y rabiosa.) Otra vez...LA SOLE.– (Con toda su malicia.) Que no pue vivir sin él... (La MICAELA calla

y baja la cabeza.) Le quiere con locura. (Otra pausa.) ¿Y la señora?MICAELA.– Lo de siempre: llorando, rezando...LA SOLE.– ¿Has comío?MICAELA.– No tengo ganas...

LA MANO NEGRA

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LA SOLE.– Pues hija: te tomas las cosas de una manera... Cuando se es «probe»ya se sabe lo que le toca a una: tragar mecha. (La MICAELA deja de fregary llora.) Pero chica..., ¿vas a llorar ahora? Pos hija: ni que no hubiá enel mundo más hombre que el Lebrija. Tamién tú... Mía por dónde elamo se ha ido a encaprichar con el tuyo. Ni que tuviás la negra. Pos yasabes lo que te toca: buscar otro. Hombres no faltan... (La MICAELA

mira a la pareja del COJO y el ANTÓN le indica a la SOLE que se calle.)¡Bah!..., ésos están en las nubes... Hazme caso, mujer...

(En este momento entra el LEBRIJA. Viene con la cabezagacha. Derrotado. No dice nada al entrar. Se dirige ha-cia las escaleras sin reparar siquiera en las mujeres. Éstasse ponen de pie. Le detienen.)

LA SOLE.– ¡Chacho!... ¡Lebrija!...

(El LEBRIJA se detiene y se vuelve a ellas. La SOLE señalaa la MICAELA. Los de la carta están embebidos y no repa-ran en nada.)

LA SOLE.– Pero... ¿no ves quién está aquí?...MICAELA.– (Dando un paso hacia él.) Te estaba esperando...EL LEBRIJA.– (Bajando la cabeza.) Con Dios, Micaela...LA SOLE.– (Deteniéndole.) No te vayas... ¿Has cenao ya? (LEBRIJA no con-

testa. Mira a la MICAELA y no se atreve a marcharse. La SOLE habla conmalicia.) Habrás cenao con el amo. Buenas magras y vino de Montilla...

MICAELA.– (Ha llegado hasta el LEBRIJA y le sacude.) ¿Qué te pasa? ¿Quétienes, Lebrija?

EL LEBRIJA.– Déjame... No me pasa naa...MICAELA.– (Intentando abrazarle.) ¿Es que ya no me quieres? ¿Qué te he

hecho yo? ¿Qué te he hecho yo?, dime.

(El LEBRIJA se pasa la mano por la boca como limpián-dosela. Está nervioso. Se debate.)

EL LEBRIJA.– No me pasa naa...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

367

(De pronto, cede ante la MICAELA y, de una manera salva-je, la abraza y la besa. La SOLE da un grito y los separa.)

LA SOLE.– Eh... Eh... Pero ¿sus habéis vuelto majaras?... ¿Es que no tenéisvergüenza, ni temor de Dios? Vamos..., aquí delante de mí, delante deesos... (Los otros han observado el beso y han dejado de escribir.) Nose pue consentir. Vamos. Pa eso estoy yo aquí. Poes estaría bueno. (A laMICAELA.) Ya te estás marchando tú... (Al LEBRIJA.) Y tú a dormir...Vamos. ¡Pues sí, lo que faltaba! Que se entere el señorito y... Ea...,vivo. (Empuja a cada uno a su sitio.) Si queréis hacer guarrerías, osvais lejos. Pero aquí, delante de mi jeta, ni hablar... ¿Me oís? (La MICAELA

llora. El LEBRIJA escupe y mira fijamente a la SOLE. Le relampagueanlos ojos. Por fin LEBRIJA da media vuelta y sube escaleras arriba. LaSOLE empuja hacia la puerta a la MICAELA.) Ea..., se ha terminao lafunción. A llorar a la cama. Aquí no ha pasao na. Nadie se ha enterao dena... (Mira a los de la carta. La MICAELA sale gimoteando. Luego laSOLE recorre la estancia. Atranca bien la ventana, y la puerta que da alcorral, por donde se ha ido la MICAELA. Se planta al fin ante los queescriben la carta y da una palmada.) Ea..., se acabó la escritura. Maña-na será otro día...

EL COJO.– Un momento, mujer...LA SOLE.– No hay momento. A dormir se ha dicho. La termináis mañana. Y

na de encender luces arriba, ¿eh? A dormir. Que se van a terminar mu-chas cosas aquí. Que una es demasiao buena... ¡Al catre...!

(El COJO y el ANTÓN se dirigen hacia las escaleras y su-ben lentamente con el recado de escribir en la mano.)

LA SOLE.– (En el momento en que van a desaparecer.) Y que no quio verluces encendías. ¿Estamos? (Mutis de los otros.)

(La SOLE lentamente va matando las luces de los velones.En la semioscuridad termina de dejar todo en orden.Queda la escena iluminada por el rescoldo rojo del ho-gar. La SOLE sube de puntillas la escalera y desde arribaescucha un momento. Baja luego lentamente. Mira a to-

LA MANO NEGRA

368

dos lados. Abre luego la puerta de las cuadras. Mira ha-cia dentro. Sonríe.)

LA SOLE.– (En la puerta de la cuadra.) Mariano... ¿Estás ahí?EL APERADOR.– (Apareciendo en la puerta. En mangas de camisa. Con la

faja ceñida a la cintura.) Aquí estoy, mujer... Esperándote... (La echala mano por el hombro y la besa. La empuja hacia dentro.)

LA SOLE.– (Que con la otra mano se ha desceñido el escote.) ¡Chacho,cuidao..., cuidao...! (Cierra bien la puerta. La escena queda vacía. Elresplandor rojizo del rescoldo.)

(Telón.)

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ACTO SEGUNDO

La misma decoración. A través de la ventana se inicia un hermoso yprimaveral día de sol. La SOLE mete cosas diversas en un cesto que haysobre la mesa: unas tortas de aceite, cintas, botones, un panecillo, etc. Almismo tiempo vigila algo que se fríe en la sartén. Por la puerta que da alcorral entra lentamente el COJO. Viene poniéndose una zamarra.

LA SOLE.– (Muy cariñosa, al COJO.) Le pongo unas tortas de aceite de lasque a usté le gustan tanto. En el pan, unas magritas...

EL COJO.– No se moleste...LA SOLE.– Hoy va hacer buen día. Asiéntese mientras el Pablo viene con el

carro.EL COJO.– Prefiero irme dando un paseo. Con un día tan güeno...LA SOLE.– (Extremando su melosidad.) ¿Andando? ¡Quia!... Con lo que llo-

vió ayer, hay mucho barro. Por eso le he dicho al Pablo que viniera. ¿Noquiere usté tomar na más?

EL COJO.– Se agradece. Pero estoy bien...LA SOLE.– ¿De verdad no quiere usté unos torreznitos? Mire que estoy ha-

ciendo el almuerzo al señor Mariano y va a sobrar...EL COJO.– Se lo agradezco, Sole. Pero no...LA SOLE.– Paece que está usté dolío conmigo por lo de anoche. ¡Como si no

me conociera...!EL COJO.– Aquello ya pasó...LA SOLE.– El berrinche fue mayormente con el Tobalo, que me pone siem-

pre en el disparadero. Mía por dónde siempre tie que pagarlo usté, quees un santo varón...

370

(El COJO ha ido por el canasto y se lo mete debajo delbrazo. Parece dispuesto a marcharse.)

EL COJO.– Güeno...LA SOLE.– Pero ¿no va usté a esperar el carro?EL COJO.– Me voy a pata... Despacito.LA SOLE.– (Cogiéndole el canasto y volviendo a colocarlo sobre la mesa.)

Ya he mandao a llamar al Pablo. Y como lleva el mismo camino... Porlo menos lo deja a usté en el cruce... Por cierto, ¿se va a llegar usté hastaSanta Cruz?

EL COJO.– Sí; porque los muchachos me han encargao unas cosillas: tabaco,sobres...

LA SOLE.– Pos si no le sirve de molestia, le doy dos pesetas pa que me traigamedia vara de aquella tela que tien en Ca la Romana pa delantales. ¿Seacordará?

EL COJO.– No se me olvida.LA SOLE.– Aquí le meto las dos pesetas. (Pausa.) Vaya usté con el Pablo. No

ande solo por los caminos, que paece que las cosas no están bien, que yasabe usté lo que dicen los papeles. A ver si nos da usté un desgusto. Conel Pablo va más tranquilo...

EL COJO.– Naide se va a meter con un pobre como yo. Ya me conocen en toslos cortijos...

LA SOLE.– ¡Ay, sí!..., pero yo no vivo hasta que no lo veo de vuelta y conbien. Cuando más ahora, que hay tanto maleante. Que manque usté nose lo crea, yo le tengo guena voluntad y me lleno de gozo cuando le veoenseñar de letra con tanta paciencia a esos desgraciaos que no se loagradecen...

(El COJO está sentado y parece creerse lo que la otra ledice.)

EL COJO.– Gracias, mujer...LA SOLE.– Le pasaba a usté algo, no quiera la Virgen Santísima, y me moría

del desgusto. Y como yo, toos los de esta casa, que ya sabe usté que sele quiere, que no hay naide que puea decir ni tanto así. ¿No quiere deverdad un torreznito antes de marcharse? (Va a atisbar por la puerta de

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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la cuadra.) Ya tenía que estar aquí el Pablo... Se va usté con él y mequedo más tranquila. Dende el cruce al caserío no hay más que un paso.

EL COJO.– Pero ¿quién se va a meter conmigo? Si cuando menos tuviá yocaudales pa que pudieran pedir secuestro...

LA SOLE.– Esos de la Mano Negra sólo quién la barbarie. Matar y asesinar,ya lo sabe usté...

EL COJO.– (Se ríe divertido.) Vamos, qué cosas tie usté...LA SOLE.– (Que ha ido remover la fritanga.) Aluego pa la tarde, cuando

venga pa dar la licción a los catetos, le tendré preparao un buen cuencode café con leche...

EL COJO.– (Que se ha levantado.) Gracias... Pero si no viene el Pablo, metendré que marchar. Aluego no me da tiempo a hacer tos los mandaos...

LA SOLE.– Pos si no le da tiempo, lo deja. Contra menos vicios tenga elpersonal, mejor. Tabaco será lo que la han encargao. Usté, con calma.Eso sí, la media vara de tele sí que le agradecería que me la trajera,porque mire qué delantal llevo... (Extiende el delantal cogiéndolo poruna punta.) Pero usté es primero que nadie... (Asomándose a la puerta.)¡Pos no se cómo no está aquí el Pablo ya...!

EL COJO.– Si no viene, me tendré que marchar...LA SOLE.– (Al oírse un rumor de pasos en el corral.) Ahí me parece que

llega...

(Miran los dos hacia la puerta del corral, donde se des-taca una pareja de la Guardia Civil con fusil y traje debrega.)

LA PAREJA.– (Antes de entrar.) ¡A los güenos días...!LA SOLE.– (Fingiendo extrañeza. El COJO se ha puesto en pie.) Mu güenas

tengan ustés... ¿Se ofrece algo?

(La pareja ha entrado y miran a todos lados. Sus mira-das resbalan hacia el COJO.)

GUARDIA 1.– (Descolgándose el fusil y sentándose en una banqueta sin másceremonia. El otro descansa el fusil y permanece en pie a su lado.)Amos a descansar un ratito, si no le sirve de molestia...

LA MANO NEGRA

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LA SOLE.– ... Faltaba más...GUARDIA 1.– Y si tie usté un poco de agua, s’agradece. Ya se nota el calor...LA SOLE.– (Yendo a llenar una jarra de agua.) Sí, se nota, sí... Al agüelo se

lo estaba «iciendo»... Sí señor... (Vuelve con la jarra de agua. Al otroGUARDIA.) ¿Usté no sienta? (El GUARDIA 2 hace un gesto despectivo conlos hombros. El GUARDIA 1 mete los hocicos en la jarra, bebe y la ofreceal GUARDIA 2, que hace lo propio.) ¿Ustés no son de por aquí? Y perdo-nen la curiosidá...

GUARDIA 1.– (Limpiándose la boca con el dorso de la mano.) No, señora...Nosotros habemos venío de Córdoba...

EL COJO.– (Por decir algo.) ¡Ah, de Córdoba...!GUARDIA 1.– (Mirándole muy fijamente.) Sí..., de Córdoba. (Se vuelve al

otro GUARDIA.) Saca los papeles... (El otro GUARDIA atrae para sí la bol-sa de costado y saca unos papeles que entrega al otro.)

EL COJO.– (Levantándose, a la SOLE.) Pos yo me voy a retirar, porque elPablo...

(El GUARDIA 1 ha colocado ante sí los papeles y pareceleer.)

LA SOLE.– Pero ¿aónde se habrá metío el Pablo? (Al COJO.) ¿Se va usté?EL COJO.– (Que ha cogido la cesta.) Me voy... (A los GUARDIAS.) Señores...GUARDIA 1.– (Levantando la vista.) ¿Usté vive aquí?EL COJO.– Aquí vivo, sí señor...LA SOLE.– Ya va pa un año...GUARDIA 1.– Aguarde un ratito, si no le sirve de molestia...EL COJO.– No señor... Como usté mande... (Vuelve a sentarse sin dejar de

mirar inquieto al GUARDIA.)GUARDIA 1.– (Haciendo una señal a la SOLE.) A ver..., usté...LA SOLE.– (Acercándose.) Mande... Perdone un momento... (Va hacia el

fogón y retira la sartén. Vuelve.) Mande usté...GUARDIA 1.– ¿Cuántos hombres pernoctan aquí?LA SOLE.– ¿Cómo «ice» usté?GUARDIA 2.– Que cuántos hombres duermen aquí...LA SOLE.– ¿Aquí? Pos... (Al COJO.) ¿Cuántos son?EL COJO.– Once...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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LA SOLE.– Eso. Once... Sí, once...GUARDIA 1.– (A la SOLE.) ¿Usté conocerá a too el personal?LA SOLE.– Sí señor..., una servidora les guisa y arregla. Ya sabe usté... Los

pobres necesitan una que los apañe. Que si coser un botón, que si...GUARDIA 1.– (Cortando.) ¿Cuánto tiempo hace que sirve usté aquí?LA SOLE.– ¿Una serviora? ¡Toa la vía! Toa la vía. Pos mire usté: mi madre,

que en gloria esté, ya entró a servir aquí y una serviora nació aquí, ahímismo. (Señala un lugar.)

GUARDIA 1.– (Cortando.) ¿Y conoce usté bien a toa la peoná?LA SOLE.– (Riendo.) ¿No voy a conocer?...GUARDIA 1.– La peoná que hay ahora aquí, ¿dende cuándo trabaja en la casa?LA SOLE.– Pos los más serios de la casa. Aquí too el personal es de confianza.

¡Menúo es el señorito pa coger a cualisquiera! Ya conocerán ustés a donJosé María Venegas... ¡Pos sí!...

GUARDIA 1.– (Mirándola muy serio.) Ahora atienda usté a lo suyo...LA SOLE.– Sí, señor... Una serviora está pa servirles... (Va hacia el fogón. El

GUARDIA mira al COJO. Éste ha sacado tabaco y ofrece a los GUARDIAS.)GUARDIA 1.– No fumo... (El otro también deniega. El COJO empieza a liar el

cigarrillo.) ¿Tú cómo te llamas?EL COJO.– Santos Fernández López, pa servirles... Tengo papeles... (Hace

ademán de ir a rebuscar en su faja.)GUARDIA 1.– (Deteniéndole con un gesto.) No..., deja, ... déjate ahora de

papeles...LA SOLE.– (Desde el fogón.) Huy, este señor Santos es como su nombre: un

santo. Pregunte, pregunte al personal. No hallaran ustés malqueren-cia, no...

GUARDIA 1.– (Sin hacer caso y luego de una pausa.) Bueno, hombre, bueno...Conque un año. (El GUARDIA consulta los papeles que tiene en la mano.)¿Y a qué te dedicas aquí?

EL COJO.– (Sonriendo.) Pos mire usté... La cosa es que... Como un servidor,por la misma inutilidad, (Muestra la pierna agarrotada.) no sirve patrabajar en lo suyo, es decir, en lo que debe trabajar un hombre, u séase,en el campo..., pos aquí me tien ustés, arrecogío como el que dice..., ypa no ser una carga, pos hago algunos mandaos y...

LA SOLE.– (Volviéndose.) Aquí el señor Santos enseña la letra al personal.Es un hombre leío y que sabe de letra...

LA MANO NEGRA

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GUARDIA 1.– Güeno, hombre, güeno... Asín que enseña a leer al personá...EL COJO.– (Sonriendo.) Mos entretenmos asín...GUARDIA 1.– ¿Y aónde trabajaba el amigo antes de caer por acá?EL COJO.– Un servidor siempre ha estao por acá. Pos antes de aquí estuve en

la Veleta, por donde el término de Porcuna, y más antes entoavía, en lasPalomas... A cualisquiá que pregunten...

GUARDIA 1.– Y lo de la pierna, ¿cómo vino a ser?EL COJO.– Un carro que me la aplastó... Hace ya... pos sus güenos veinte

años. Tengo cincuenta y dos... Sí..., veinte años...GUARDIA 1.– ¿No ties familia?EL COJO.– No, señor... Por eso...GUARDIA 1.– ¿Y siempre te has dedicao a eso? Amos, quiero decir, dende lo

de la pierna...EL COJO.– Pos sí señor... Amos siempre he procurao echar una mano en lo

que pueo...GUARDIA 1.– ¿Tú conocerás bien al personal de la casa?EL COJO.– Pos, hombre... en un año que llevo...GUARDIA 1.– Amos quiero decir que... si siempre has andao por esta comar-

ca, que conocerás al personal de aquí y de otros lugares. Másime noteniendo que trabajar en el campo y yendo de acá pa allá. (Buscando laaprobación del otro GUARDIA.) Siempre se conoce así más personal...

EL COJO.– Pos sí señor...LA SOLE.– Es un hombre mu servicial y mu hombre de bien...GUARDIA 1.– Güeno, hombre... (Al COJO.) Pos ya se pue marchar el amigo...

(Haciendo una seña.) Manque, si no le sirve de molestia al amigo, quese llegara hoy mismo al Cuartel de Santa Cruz, no sea que el Sargentoquisiá preguntarle algo...

EL COJO.– Pos sí señor, con mucho gusto; precisamente a Santa Cruz voy ahacer unos mandaos pa los muchachos...

GUARDIA 1.– (Levantándose.) Pos si no le paece mal, echaremos una tirá conusté, que nosotros vamos pa hacia el cruce, jasta el Pedruelo...

EL COJO.– Sí, señor...LA SOLE.– (Al COJO.) No se le olvide la media vara e tela... ¡Mía que también

el Pablo! (A los GUARDIAS.) Es que si viniera el Pablo, les llevaba a lostres en el carro...

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(Los GUARDIAS, con el COJO, ya se han ido hacia la puerta.)

GUARDIA 1.– (Sonriendo y guardándose los papeles.) Ahora ya habemosdescansao... Ea, señora... Conservarse...

LA SOLE.– Vayan ustés con Dios... Hasta luego, señor Santos...

(La SOLE va hasta la puerta del corral a despedirlos. Surostro denota a la vez satisfacción y preocupación. Va alfogón y vuelve a sus quehaceres. En seguida se oye eltrote de un caballo. Se detiene. La SOLE se arregla unpoco el pelo. Se vuelve a la puerta de la cuadra por don-de aparece el APERADOR, con traje campero. Trae cara avi-nagrada.)

EL APERADOR.– (Nada más entrar.) ¡La maldita jaca esta!... ¡La mare que laechó, lo resabiá y lo indócil que está! Tengo que tener unas palabritascon los que mangonean la cuadra, no sea que me estén preparando latrampa... (Se ha sentado junto a la mesa. La SOLE ha ido hacia él y pordetrás le ha dado un beso en la mejilla.)

LA SOLE.– Ha estao la pareja...EL APERADOR.– (Apartando la cara para evitar la caricia de la SOLE.) Quie-

ta, ahora... Ten cuenta... (Contestando a la frase anterior.) Sí, los hevisto... Uno, menos...

(La SOLE ha vertido en el plato los huevos con magras yse los ofrece reverenciosa al hombre.)

LA SOLE.– A ver si está de tu gusto, hombre...EL APERADOR.– No me llames de tú. Aquí nunca estamos solos. Ten cuenta,

mujer...LA SOLE.– (Mirando hacia todos lados.) Perdona... (En voz alta.) Si quie

usté que lo dé otra vueltecita en la sartén, me lo dice... (El otro ha em-pezado a comer vorazmente.) ¿Está bien? (El otro hace un gesto.) Alprobe señor Santos se le iban los ojos tras las magras...

EL APERADOR.– (Muy hosco.) ¿Aónde está el vino?... Ea..., y a ver si hablasmenos, que paece que te has desayunao con lengua...

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(La otra va a la alacena y saca la botella del vino. Llenaun vaso y se lo lleva al hombre. Al volver la botella, lamira al trasluz.)

LA SOLE.– (Mirando la botella.) El día que coja yo al que tienta esta botellase va a enterar de cómo me llamo... ¡Mía que es grande que una no semueve de aquí y siempre tien que faltar cosas! Cuando no un huevo, unpeazo tocino... Hasta tu vino...

EL APERADOR.– ¡Y dale!... (La otra se tapa la boca. Luego de una pausa.)¿Qué dice la pareja?

LA SOLE.– (Acercándose muy solícita.) Pos... na de particular. Lo de siem-pre. Si conocía al personal y que cuántos dormían. No le entendía. Hadicho no sé qué...

EL APERADOR.– (Masticando pensativo.) Andan revueltos los cortijos...LA SOLE.– Pero ¿qué pasa?EL APERADOR.– ¿Qué pasa? Na... Gandulería. Lo de siempre. Antes eran los

caballistas. Ahora los sindicatos, los anarquistas... Eso de la Mano Ne-gra...

LA SOLE.– ¡Vaya por Dios!EL APERADOR.– El personal está mu resabiao... Ya les iba a dar yo... ¡Si el

señorito no fue tan güeno, me cagüen...! (Tendiendo el vaso.) Llénameesto, oye... (La mujer va a por la botella. Le llena el vaso y permanecede pie a su lado sin atreverse a sentarse.) Acabo de tener una discusióncon el Tobalo...

LA SOLE.– (Fingiendo sorpresa.) ¿Con el Tobalo?EL APERADOR.– El señorito me dijo ayer que lo despidiera. Conque voy y le

digo: Tobalo, ya sabes, el sábado te doy la cuenta y... ¡que se ma hapuesto flamenco el tío...!

LA SOLE.– Es mal bicho ese Tobalo...EL APERADOR.– Con que el sábado se larga... (Luego de una pausa y con

mucha intención.) ... Y van dos...LA SOLE.– Pos señor Mariano..., tenga cuenta con el Tobalo, no se fíe...EL APERADOR.– ¿Quién? ¿El Tobalo? ¿Ese desgraciao? Lo que le he dicho...

Oye Tobalo, eso es lo que me gusta: los flamencos como tú. Asín quecuando quieras...

LA SOLE.– Pero en estos tiempos, una malquerencia...

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EL APERADOR.– A mí ni me gusta el Tobalo, ni nenguno. Al que se me pongachulo, lo amarro en la cuadra y le meto en solfeo con el vergajo que nole van a quedar ganas ni de recostarse...

LA SOLE.– Pa eso está la Guardia Cevil... (El APERADOR ha terminado de comery se limpia la boca con el dorso de la mano, eructa, se pone de pie.Agarra de improviso a la SOLE y la estrecha entre los brazos, la besa.En seguida la suelta. Habla en voz alta.) Ea..., me voy, que no quieoperder de vista a esa gente. Estarán haciendo el rácano. Oye bien lo quete digo: no quieo aquí jarana. Na de «conciliábulos» ni de papeleos, nicachondeo. En cuanto guipes alguna cosiya, por pequeña que sea, medas cuenta. ¿Enteraos? Que el señorito quie dormir tranquilo. Y, ya tedigo, si alguno se pone flamenco, (Moviendo significativamente lamano.) ya lo arreglaré yo... Ea...

(En el mismo momento en que va a salir por la puerta delas cuadras, aparece el LEBRIJA. El APERADOR se quedaextrañado. La SOLE también. El LEBRIJA está de pie anteellos, moviendo nervioso la gorra que lleva en la mano.)

EL APERADOR.– ¿Qué pasa? ¿Por qué has dejao el trabajo?EL LEBRIJA.– Nesecito hablar con usté...EL APERADOR.– Desembucha...EL LEBRIJA.– (Tragando saliva.) «Nesecito» hablar con usté a solas...EL APERADOR.– (Mirando a la SOLE.) Pos a solas me tienes. Haz cuenta que

la Sole es de confianza. ¡Y vivo que no estoy pa perder tiempo!... Ea...EL LEBRIJA.– (Luego de titubear.) Que me haga usté la cuenta, que me mar-

cho...

(Al oír esto, el APERADOR, que se disponía a salir por lacuadra, se vuelve. La SOLE se acerca.)

EL APERADOR.– (Luego de una pausa.) ¿Que te quies marchar?... ¿Por qué?...EL LEBRIJA.– (Luego de otra pausa.) Ya sabe usté por qué...EL APERADOR.– (Dándole una palmada en el hombro.) Amos, muchacho,

amos.... No seas lila y déjame tranquilo, que bastante tengo yo con...EL LEBRIJA.– (Con energía.) ¡Le digo a usté que me marcho...!

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(Le mira de frente el APERADOR.)

LA SOLE.– ¿Es que te habemos tratao mal?EL APERADOR.– (A la SOLE.) Tú, cállate... (Al LEBRIJA.) Oye, guapo: ¿vamos a

empezar otra vez? (Luego de otra corta pausa.) ¿Por qué no se lo dicesal señorito? ¿Eh? ¿Por qué me ties que dar a mí siempre la tabarra? An-da, díselo al señorito...

LA SOLE.– ¡Probe don José María, se muere del desgusto...!EL LEBRIJA.– (En voz baja y poco convencido.) Tengo que marcharme...EL APERADOR.– Oye: que no te se ocurra... Que no te se ocurra marcharte sin

enterar al señorito. Por tu bien te lo digo... (Dándole otra palmada eintentando bromear.) ¡Ea, venga ya!... ¿a que ties que decir tonterías?...Vamos a tomar una copa. (Volviéndose a la SOLE.) Sole: échanos doscopas de cazalla, mujer... (La SOLE va corriendo a la alacena y sacauna botella y dos copas.) ¡Ea, bebiendo se entienden los hombres...!

(El LEBRIJA se va a llevar la copa a los labios, cuandoirrumpe en escena la MICAELA, totalmente descompues-ta. Se planta delante del LEBRIJA y habla expulsando laspalabras de la boca como si echara las entrañas.)

MICAELA.– (Al LEBRIJA.) ¡Cobarde!... ¡Eres un cobarde!... ¡Un cobarde y unmaricón...! ¡Maricón!...

(El LEBRIJA, ciego de ira, ha dado un tremendo bofetón ala MICAELA, que ha caído rodando por el suelo. La SOLEy el APERADOR han quedado sorprendidos y helados anteaquella salida. Al fin cogen a la chiquilla, que está presade un ataque convulsivo. El LEBRIJA ha dado media vuel-ta y ha salido de estampía.)

MICAELA.– (Agitándose entre las convulsiones.) ¡Es un maricón que se vacon el señorito..., y usté tie la culpa..., se va con el señorito! ¡Se va conel señorito!... (El APERADOR le da unas cuantas bofetadas. Ella le muer-de la mano.)

EL APERADOR.– (Muy nervioso a la SOLE.) ¿Y tú qué haces ahí, atontá?...¡Una cuerda!... ¡Pronto!... En la cuadra...

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(La SOLE entra corriendo en la cuadra y saca una soga.Con gran trabajo, porque la otra echa espuma por laboca y balbucea ya palabras incoherentes, consiguenatarla fuertemente. Entre los dos se la llevan a la cua-dra. En seguida vuelven los dos. El APERADOR tiene san-gre en la mano.)

LA SOLE.– ¡Le ha hecho a usté, sangre...!EL APERADOR.– No es na... ¡Quita!... Se ha vuelto loca.... Voy a avisar pa que

vengan a por ella... Tú, vigílala... (Se dirige a la puerta del corral tro-pezando con las banquetas; a una de ellas, que se interpone en su cami-no, la echa a rodar de una patada.)

LA SOLE.– ¿No quies que te cure?...EL APERADOR.– ¡Tú no te muevas de aquí! ¡Y vigila...!

(La SOLE está muy nerviosa. No sabe qué hacer. Se arre-gla el pelo, el delantal. Va de un lado a otro. Atisba porla ventana. Hace no se qué en el fogón. Al fin se asomaotra vez a la cuadra y por fin cierra bien la puerta, en elmomento en que aparece la VIEJA en la puerta del corral.La SOLE intenta disimular y se acerca al fogón.)

LA VIEJA.– ¿Pasa algo, Sole?LA SOLE.– (Muy seca.) Na...LA VIEJA.– Como he visto salir al muchacho de esa manera y aluego al señor

Mariano, digo a ver si le ha pasao algo a la Sole. Estaba ahí tomando elsol...

LA SOLE.– (Tratando de calmar su inquietud.) Pos no pasa na, agüela. Vaya,vaya usté a tomar el sol... Hoy se agradece... (Suspira.) ¡Madre de Dios,qué mañana! Y van a venir esos por el almuerzo y las papas sin hervir...¿No te digo? (Pensativa.) Y vendrán a por el carro... (A la VIEJA.) Agüela,si no le sirve de molestia, asiéntese usté a la vera de la puerta la cuadray asín que vengan los chavalillos, dígales que no entren en la cuadra...(Cambiando de tono.) ¡No se qué hacer...!

LA VIEJA.– (Mirándola inquisidoramente.) Pero ¿qué pasa? ¿No me quiesdecir qué pasa? Aquí ha pasao algo. Lo huelo...

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LA SOLE.– (Que ya no puede más.) ¡Ay, calle usté, agüela!... Que a la Micaela,a la probe, que la ha dao asín como un ataque de locura que... ¡un sustoque nos habemos llevao...! Aún me tiemblan las carnes...

LA VIEJA.– ¿Y aónde está?LA SOLE.– En la cuadra, mujer... Pero no diga usté na, no se vayan a alar-

mar... El señor Mariano ha ido a dar parte...LA VIEJA.– (Caminando hacia la puerta de la cuadra.) ¡Jesús, Jesús, Jesús...!LA SOLE.– (Se adelanta para abrir la puerta de la cuadra.) No se la pue

mirar de mieo que da... (Queda en la puerta y la VIEJA entra recelosa. Seoyen exclamaciones y jadeos.) No la toque, mujer... Déjela... Salga ya...¡Venga usté!... Véngase... (La VIEJA sale lentamente apesadumbrada.)Si viera usté cómo se ha puesto. Al señor Mariano le ha pegao un mor-disco en semejante parte (Señala una parte de la muñeca.) que sangra-ba como un puerco... ¡Madre mía...!

LA VIEJA.– Paece como si tuviá la rabia, ¿verdad? Endemoniá paece...LA SOLE.– (Cerrando bien la puerta de la cuadra.) Cierre, cierre bien. Mire

usté si la puerta de ajuera está bien atrancá, y no deje pasar a nadie.Haga el favor, mujer... ¡Y a ver si yo pueo poner a hervir las papas...!

LA VIEJA.– (Que no se mueve.) Mismamente paece el demonio... (Se persignay masculla oraciones.) Habría que darla alguna hierba. Un zumo debeleño pa que no sufriera...

LA SOLE.– (Interesada.) ¿Zumo de beleño?LA VIEJA.– Pa que no sufriera... Y rezarla unas oraciones...LA SOLE.– ¡Con tal de no verla sufrir!... Agüela, ¿aónde se puen encontrar

esas yerbas?LA VIEJA.– Ése es el caso... ¡Ave María Purísima sin pecao concebía!... Una

ha visto tantos. Antaño se entendía en estos casos, pero hogaño habemosperdío el conocimiento de too lo que sirve pa matar al demonio. Tengooío que el zumo de beleño...

LA SOLE.– ¿Y aónde está ese zumo? Pero, agüela, salga usté ya de una vez yasiéntese, y si viene algún muchacho, que no entre en la cuadra... ¡Porla Virgen Santísima!...

LA VIEJA.– Güeno, mujer... Ten calma y paciencia... ¿Has avisao a la señora?LA SOLE.– No...LA VIEJA.– ¿Quies que la mande llamar?LA SOLE.– No, mujer...

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LA VIEJA.– ¿Por qué?LA SOLE.– Porque hasta que vuelva el señor Mariano no se pue hacer na...

Me ha dicho que espere... Aluego se la mandará recao, mujer. ¡Haga loque la mando!

LA VIEJA.– Güeno, mujer... Aquí ajuera estoy. Si pasa algo, me das una voz.

(La VIEJA sale lentamente por la puerta del corral.)

LA SOLE.– (En el momento en que la otra hace el mutis.) Y van a venir esopa llevarse el almuerzo y las papas sin hervir. ¿Qué hago yo? (La otraya ha salido.) ¿Qué hago yo, Virgen de los Dolores? (Va a la alacena yrebusca. Coge algunos frascos. Los destapa, huele. Está indecisa. Vahacia la ventana y se asoma.) Pero ¿qué hace usté, agüela?

VOZ DESDE FUERA.– Na, mujer...LA SOLE.– Pero asiéntese, mujer, y espere. Ahí, en esa piedra... ¿Pa qué se

agacha? Si eso no es beleño, mujer; eso es cardo... (Se vuelve.) ¡Jesús,qué desgracia...! (Coloca con gran trabajo un caldero en el fuego. Loretira.) ¡Quia..., si ya no hay tiempo, si están pa venir!... (Se asoma denuevo a la ventana.) ¿Qué hora será, agüela?... ¿Las once? Ave, MaríaPurísima... (Vuelve adentro. Se aproxima a escuchar a través de la puertade la cuadra. Abre y mira por la rendija.) Paece que está más calmá...(Se queda pensativa un rato y vuelve a asomarse a la ventana.) Agüe-la..., ¿aónde se ha metío usté?

VOZ FUERA.– Aquí estoy, mujer...LA SOLE.– Póngase aquí, que la vea, mujer... Aquí... ¡Jesús!... Oiga, ¿pa

aónde tiró el Lebrija?... ¿Que pa aónde tiró el Lebrija, cuando lo viousté salir?... Sí, al Lebrija... ¿Pa aónde?... ¿Pa la casa?... ¿No se jue palcampo?... (Entra dentro.) Cualquiá la hace caso... (Mueve la cabezatratando de expulsar un mal pensamiento.) Cualquiá la hace caso... (Sien-te de pronto como un escalofrío y se pasa la mano por los brazos.) ¡Seme ha puesto carne de gallina!... Ay, Dios mío, que vuelva pronto elMariano, que vuelva pronto el Mariano... (Mira a todos lados con te-mor.) ¿Aónde se habrá metido? (Vuelve a escuchar tras la puerta de lacuadra. Luego se asoma de nuevo a la ventana.) ¡Agüelaaa...! (Se vuel-ve llena de rabia.) Ya se ha marchao la dichosa vieja... Ya se ha ío...(Sale por la puerta del corral y vuelve al cabo de un rato.) ¿Aónde se

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habrá metío...? (Vuelve a mirar a todos lados. Su cara refleja temor. Seasoma a la ventana. De pronto hace una seña.) Venirse pa acá... Quesus vengáis pa acá... No hace falta el carro... Venirse pa acá... (Muyjadeante y suspirando de satisfacción va hacia la puerta del corral,donde aparecen en seguida los dos MOZOS.)

MOZOS.– A los güenos días... ¿No sacamos el carro?LA SOLE.– (Mirando a la puerta de la cuadra y hablando tranquila, como

segura, por tener compañía.) No se pue sacar el carro, porque el señorMariano ha dejao cerrá la cuadra. Que me ha dicho que la jaca esa, laClavela, que tie no sé qué... Asín que me ha dicho en cuanti que venganésos por el almuerzo, que no entren en la cuadra... Asentarse un rato,que venís sofocaos...

MOZO 1.– ¿Y aónde vamos a llevar el caldero?...LA SOLE.– Pos ésa es la cuistión: que sus habéis de apañar como sea. Por un

día no se vais a morir. Sus vais a llevar pan y aceite; sus arregláis alláun hoyo pa ca uno y aluego a la noche ya sus prepararé un güen puche-ro. ¿Estamos?

MOZO 2.– Lo que usté mande...MOZO 1.– Pos cuando nos vean llegar aquéllos con pan seco...LA SOLE.– Y un cuenco de aceite mu güeno... ¡Pos hijo, tamién!... Si se

habéis vuelto señoritos. Razón lleva el señor Mariano... Pos mira que elseñor Mariano está de unas pulgas que... ¿Sabéis qué me ha dicho? Queal que se ponga chulo que lo arrima una paliza en la cuadra... (Al deciresto se vuelve inquieta y mira hacia la cuadra. Luego sonríe a los mu-chachos.) Pero, güeno, asentarse mientras sus preparo ese almuerzo.(Mirando el fogón.) Mira y vosotros salís ganando. Sus vais a comerahora unas magritas que han quedao aquí, con pan... ¿Sus apetece unasmagritas?

(Les muestra la sartén donde se ven las magras. Los chi-cos no pueden disimular su contento.)

MOZO 1.– «Mos» las pone usté en el pan y «mos» las comemos por el ca-mino...

LA SOLE.– No, hijo. Sus las coméis aquí tranquilos...

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MOZO 2.– ¡Madre, aluego nos matan aquéllos! ¡Con la caminata que habemosde hacer a pata, llegamos a las mil y una...!

LA SOLE.– Que se aguanten... (Guiñando un ojo.) Y sus bebéis un vasito evino mu güeno que tengo aquí. (Saca la botella de la alacena y se laenseña.) Es del señor Mariano. Vosotros no decir na... (Coge vasos.)Asentarse aquí, en la mesa, como si fuerais señoritos...

(Ella misma los lleva hasta la mesa cogiéndoles del bra-zo como si fueran niños.)

MOZO 1.– (Restregándose las manos al contemplar la sartén que ha puestola SOLE ante ellos.) ¡Menúo festín, chacho...!

LA SOLE.– (Ha cortado un pan en dos trozos y se lo da. Les mira arrobada.)Comer tranquilos. Que yo sus vea... Qué gozo da veros comer asín...¿Qué años tenéis?

MOZO 1.– (Con la boca llena.) Un servidor cumplirá los deciocho pa la Vir-gen de Agosto?

LA SOLE.– (Al MOZO 2.) ¿Y tú?MOZO 2.– (Encogiéndose de hombros.) No sé... Como éste.LA SOLE.– (Riéndose.) ¿Es que no sabes ni en qué día has nació?... ¡Chacho!...MOZO 2.– (Vuelve a encogerse de hombros.) Mi pare no s’acuerda...LA SOLE.– (Ha ido por detrás de ellos y les pone la mano sobre el hombro

abarcándoles en un abrazo.) Tamien podíais ser hijos míos los dos...

(Pausa. Los chicos devoran el yantar. Beben.)

LA SOLE.– ¿Y tenéis pare y mare?MOZO 2.– Yo no tengo más que mi pare... Ya hace mucho que no lo veo...MOZO 1.– (Mastica lentamente.) Un servidor sí... tiene pare y mare...LA SOLE.– (Que se ha llenado de una inmensa ternura.) Ya seis dos mozos.

Ya no necesitáis a nadie. Ya mismo tenéis que ir a servir al Rey... (Insi-nuante.) Y ya castigaréis a alguna moza..., ¿eh? (Los chicos se ríen.)Too se sabe... ¿Están güenas las magras? (Los chicos asienten con lacabeza.) A vuestra edad too está güeno. No comáis deprisa. Aquéllos,que esperen.

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MOZO 1.– ¡Si se enteran de que habemos comío tan bien y que ellos sólo tienun «hoyo» pa too el día...!

LA SOLE.– (Que ha ido hasta la alacena.) Y ahora sus vais a comer estosperos... Pero terminarse antes eso... (Coloca la fruta ante ellos.) Quégusto da veros comer, hijos... (Se ha sentado frente a ellos, olvidada yade todo, y parece agarrarse a aquella repentina ternura.) Sois mugüenos mozos los dos...

MOZO 2.– (Mordiendo la fruta y mirando a la SOLE.) Mos habemos de mar-char ya...

LA SOLE.– Esperarse... Descansar un ratito. Se nota ya el calor... (Vuelve a laalacena.) Otro traguejo e vino...

MOZO 1.– (Riendo.) Mos vamos a ajumar. (Al otro.) ¿Eh, tú?... (Se ríen.)LA SOLE.– Con tanto hombre aquí... una no tie tiempo de fijarse en na. Mis-

mamente paece que os he visto ahora de nuevas. Y ya lleváis aquí unaporra e meses, ¿no?

MOZO 2.– Más de un año...LA SOLE.– (Asombrada.) ¡Más de un año!...MOZO 1.– Habemos tenío suerte.LA SOLE.– ¿Se os ha tratao bien?MOZO 1.– Habemos tenío trabajo...LA SOLE.– Y entoavía vais a salir sabiendo la letra... (Su rostro se ensombre-

ce. Los muchachos han retirado la sartén y mordisquean la fruta. LaSOLE retira la sartén.) Mare de los Dolores, cómo habéis dejao esto.Mismamente paece una patena... Chachos... (Va hacia el fogón parallevar la sartén.)

MOZO 2.– (Riendo.) Pos aquéllos se estarán muriendo e gazuza...

(La SOLE mira a través de la ventana. Parece emocio-nada.)

MOZO 2.– Señá Sole: ¿tie uste ya preparao eso?LA SOLE.– (Volviéndose.) Sus lo preparo en seguida... (Va a un arcón y em-

pieza a sacar panes que va amontonando en un rincón de la mesa. Pa-rece sonámbula.) ¿Habéis visto a la vieja?

MOZO 1.– ¿A qué vieja? ¿A la señá Dolores?

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LA SOLE.– Sí...MOZO 1.– Yo no...MOZO 2.– Yo tampoco...LA SOLE.– (Que ya tiene preparados los panes.) Pos ahora os preparo el

aceite. Con un «hoyo» se podéis arreglar hasta la noche. Hoy habemostenío una mañana mu mala. Esta noche sus preparé unas güenas papas...¡Ay, me gustaría que juera ya de noche pa que estuviérais ahí mismodando la lición con el señor Santos...!

(Los chicos se han levantado y están dispuestos ya amarcharse. La SOLE vierte con cuidado el aceite en uncuenco que luego coloca en la mesa junto a los panes.)

LA SOLE.– A ver si hay un canasto grande por ahí... (Buscando el canasto,pasa ante la puerta de la cuadra y escucha. Se tranquiliza. Viene conun canasto grande que ha sacado del rincón y lo lleva hasta dondeestán los chicos. Éstos la ayudan a meter los panes. Ella les mira enter-necida. Se detiene de pronto.) Oye: ¿vosotros fumáis? (Los MOZOS seríen. Entonces ella va hasta la alacena y saca un paquete de tabaco.)Un día es un día, chachos... Nadie se va a enterar...

MOZO 1.– (Que se ha puesto serio.) No, seña Sole... (El otro ya ha cogido elcigarrillo.)

LA SOLE.– Anda, muchacho... Hazte cuenta que ya te vas al servicio. ¿Mevais a hacer creer que no habéis fumao? ¡Anda ya!... (El MOZO ha cogi-do el cigarrillo. La SOLE y los chicos se ríen como si estuvieran hacien-do una travesura. Es la misma SOLE la que prende un palito en la lum-bre y enciende los cigarrillos. Se ríe.) Que sus vea yo fumar... A ver sisabéis echar el humo... (Los chicos fuman torpemente. Risas.) Mía quépar de chulillos.... Ya seis dos hombres... Sentarse. Ya está preparaotoo... (Riendo.) Mare mía; como se entere el señor Mariano, «mos» mataa toos... (Riendo coreada por los chicos.) Como se entere de que lehabemos bebío el vino y fumao de su tabaca. (Se echa las manos a lacabeza, melodramática.) Mare mía, no quieo ni pensarlo... ¡Pos míaque está pa venir...!

(Al oír esto, los chicos dejan de fumar asustados.)

LA MANO NEGRA

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LA SOLE.– (Riendo.) No sus asustéis... Ya seis hombres... Y pa eso estoy yoaquí. Pa defenderos... Ea..., fumar que me hacéis mucha gracia... (Loschicos vuelven a fumar.) Estáis pa retrataros... Pero sus habéis vueltopálidos. ¿Tie malas pulgas el señor Mariano, verdad? (Los chicos ha-cen un gesto sacudiendo la mano.) ¿Sus ha zumbao alguna vez?

MOZO 1.– (Encogiéndose de hombros.) Casi nunca...MOZO 2.– Pero cuando pega...LA SOLE.– Es mu bruto. Pero es un güen hombre...MOZO 1.– Es mu serio...LA SOLE.– Le voy a decir que no sus pegue...MOZO 2.– Los que «mos» van a arrear van a ser los otros como tardemos...LA SOLE.– Ésos no tien derecho a pegaros...MOZO 2.– Huy...LA SOLE.– Me lo decís a mí... (Con tristeza.) Güeno, hombre..., marcharse

ya. (El MOZO 1 va a coger el canasto.) ¿Pesa?MOZO 1.– Una miaja...LA SOLE.– Lo lleváis un ratillo ca uno... (Al MOZO 1.) Tú estás mas juerte que

éste...MOZO 2.– Pos yo lo gano cuando mos peleamos...LA SOLE.– ¿Sus peleáis?MOZO 2.– De mentirijillas...MOZO 1.– Pero lo gano yo...

(La SOLE se ríe y les da unos cariñosos coscorrones. Loschicos se encaminan hacia la puerta. Todavía chupan elcigarrillo.)

LA SOLE.– Terminar de fumar eso... No salgáis así... (Cambiando de tono.)Oye, ¿habéis visto al Lebrija?

MOZO 1.– (Negando con la cabeza.) Se vino trempano...MOZO 2.– (Con malicia.) Lo llamó el señorito...LA SOLE.– (Riéndose.) No seas guasón... (Está ella muy triste y con miedo de

quedarse sola.) Si veis al señor Mariano, le decís que venga ya mismo,que ya está too preparao...

MOZO 2.– Sí, señora... Y muchas gracias... (La SOLE está ante ellos cerrandola puerta del corral. Los chicos han tirao la colilla del cigarrillo y la

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aplastan con el pie. La SOLE retira las colillas para que no se vean. Lesmira a los ojos. Les acaricia.) ¿Me dais un beso? (Los chicos quedanextrañados. Ella se acerca y les besa en la mejilla. Ellos no saben quéhacer.) Ea, marcharse... (Los chicos salen. Ella les ve marchar. Luegose asoma a la ventana y los despide.)

LA SOLE.– No corráis..., que sus vais a caer..., ¡que vais a verter el aceite!...(Riendo.) ¡Qué chiquillos!... (Gritando.) Hasta luego... Aquí sus espe-ro...

(Mueve la mano. Después, lentamente se retira de la ven-tana. Contempla aquella estancia inundada de tristezadespués de la salida de los muchachos. Se nota una sole-dad agria. El sol entra formando cortinas de polvo. LaSOLE se deja caer apesadumbrada en un banco. Se enco-ge. Está totalmente vencida. Pasa un rato. En la puertadel corral ha aparecido la figura del LEBRIJA. Viene des-compuesto. Las greñas sobre la frente. El cuello descu-bierto. Parece beodo. Contempla a la SOLE, que no le ve,porque está vuelta de espaldas. Sus ojos echan chispas.La SOLE lo presiente de pronto y se vuelve. Da un gritoahogado. Corre hacia la puerta de la cuadra y se colocadelante. El LEBRIJA avanza lentamente hacia ella, que,muda de horror, no puede ni gritar. De pronto se da cuen-ta de que el LEBRIJA no va hacia la cuadra, sino haciaella. Se retira lentamente.)

LA SOLE.– ¡Lebrija!... ¡Muchacho!... ¡Muchacho!... ¡Por los clavos de Cris-to!... ¡Por la Virgen Santísima!...

(La SOLE da un salto e intenta subir las escaleras paraencerrarse en el sobrado. El LEBRIJA ha ido tras ella. Lacoge con una mano del moño y con la otra levanta lanavaja que escondía en la cintura.)

LA SOLE.– ¡Socorrooo!

LA MANO NEGRA

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(El grito se ahoga. El LEBRIJA le clava hasta cuatro vecesla navaja en el costado. La SOLE queda de bruces sobrelos escalones teñidos de sangre. El LEBRIJA, con toda tran-quilidad, limpia la navaja. La dobla. La guarda. Va lue-go a la cuadra. Abre la puerta y entra. Cae el telón.)

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ACTO TERCERO

La misma decoración. Noche cerrada. La escena, iluminada por losparpadeantes velones. No hay fuego en el hogar. Puertas y ventanas cerra-das herméticamente. Ante la puerta que da al corral, un GUARDIA CIVIL; antela puerta de la cuadra, otro. En los últimos escalones de la escalera queconduce al sobrado, otro GUARDIA, al que se le ven únicamente las piernas.Estos tres GUARDIAS, armados con su fusil. En un rincón, en actitud expec-tante, otros dos GUARDIAs sin armas y en mangas de camisa. Sentado ante lamesa, el SARGENTO y el APERADOR. Humo espeso de cigarrillos. Un silenciotrágico.

EL SARGENTO.– (Moja una pluma en el tintero, acerca un pliego de papel alAPERADOR. Le ofrece una pluma.) Firme usté aquí...

EL APERADOR.– ¿Aquí?EL SARGENTO.– Eso es... Ahí...

(El APERADOR firma despacio. La operación de firmar re-sulta larga y aparatosa. Se nota el trazado torpe de lasletras y el complicado juego de la rúbrica.)

EL APERADOR.– (Una vez ha terminado de firmar, hace resbalar el papelhasta donde está el SARGENTO.) Ea...

EL SARGENTO.– Mu bien... (Volviéndose hacia uno de los GUARDIAs que estánen el rincón.) Tú..., vente p’acá... (El otro se acerca. El SARGENTO letiende el papel.) Lee... (Al APERADOR.) A ver si está de acuerdo con la

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declaración... (El APERADOR hace un gesto de desenfado como diciendoque «está bien».) Hay que cumplir toas las formalidades... (Imperativo,al GUARDIA que sostiene el papel.) Lee...

EL GUARDIA.– (Empieza a leer despacio y torpemente.) En el cortijo deVenegas a 28 de marzo de 1911. Ante mí, el sargento-comandante...

EL SARGENTO.– (Interrumpiendo.) Too eso lo pues pasar por alto... Empiezaaquí... Trae... (Le quita el papel. Busca. Señala un lugar.) Aquí... (Elotro coge el papel y señala también con el dedo el lugar.)

EL GUARDIA.– (Leyendo.) ... quien declara lo siguiente: que sobre las docedel día, cuando volvió de pedir auxilio para la muchacha que había su-frido un ataque de niervos...

EL SARGENTO.– (Corrigiendo.) Será un ataque de nervios..., ¿no?EL GUARDIA.– De nervios..., sí señor...EL SARGENTO.– Pue que no fuera propiamente un ataque de nervios...EL APERADOR.– (Moviendo la cabeza.) Mismamente lo paecía...EL SARGENTO.– En too caso... habrá que corregir eso... (Al GUARDIA.) Recuér-

damelo...EL GUARDIA.– Sí, señor...EL SARGENTO.– No sea que vayamos a poner ataque de nervios y fuera otra

clase de ataque... De moo y maera que será mejor poner únicamente:ataque... Güeno... Sigue...

EL GUARDIA.– Que había sufrido un ataque de nervios (Subraya la palabrapara evitar meter la pata otra vez.); al entrar en el zaguán vio un cuerpotendido boca abajo...

EL GUARDIA.– (Interrumpiendo. Al APERADOR.) ¿Boca abajo precisamente?EL APERADOR.– Sí, señor. Boca abajo estaba la pobrecita...EL SARGENTO.– Sigue...EL GUARDIA.– Tendido boca abajo como si se hubiá (Corrigiendo.), como si

se hubiera caído al subir las escaleras. Que la llamó por su nombre,Sole, y que al ver que no contestaba que se acercó hasta donde estaba yque entonces vio la sangre que cubrían los escalones, la falda y el de-lantal de la mujer, que entonces se dio cuenta de que estaba muerta, quese quedó tan aterrorizado (Ha pronunciado la palabra con dificultad.)que en principio no supo que hacer, que tan confuso se encontraba queno vio que la puerta de la cuadra estaba abierta y que de ella faltaba lamuchacha Micaela y el caballo pío del señorito...

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EL SARGENTO.– (Interrumpiendo.) ¿Cuál es el nombre de ese caballo?EL APERADOR.– «Saltero», lo llamaba el señorito...EL SARGENTO.– (Al GUARDIA.) Habrá que añadirlo... Sigue...EL GUARDIA.– ... del señorito, que salió y fue a dar cuenta de lo acontecido al

amo, quien decidió dar parte. Que preguntado acerca de los motivosque hubiera podío... (Corrigiendo.) podido tener el Lebrija para ase-sinarla, dijo que ni el Lebrija ni ninguno de los jornaleros que trabajanen la finca podía tener ningun motivo para semejante barbarie, puestoque la Sole era mujer de buena conducta, servicial y atenta con el perso-nal, que la discusión que tuvo con el Lebrija no tomó parte la Sole...

EL SARGENTO.– (Interrumpiendo.) A ver... Lee eso otra vez...EL GUARDIA.– ... no tomó parte la Sole...EL SARGENTO.– Antes, antes..., donde dice «que la discusión»...EL GUARDIA.– ¿Que en la discusión?...EL SARGENTO.– Eso..., en la discusión. Es que no has leído la preposición...EL GUARDIA.– ... que en la discusión que tuvo con el Lebrija no tomó parte la

Sole, ni cree que tampoco fuera ése el móvil del crimen, que si la Dolo-res dice que vio salir al Lebrija con acaloro, que no cree que eso fueramás que por la discusión, que ya había tenido otras veces. Preguntadocómo la discusión había provocado el ataque de la Micaela, dice queésta, la Micaela, era propensa a esos ataques y que en aquella ocasiónfue un poco más intenso que otras veces, por lo que decidió ir a pedirauxilio. Preguntado sobre la posible existencia de otros sospechosos,dijo que no se le ocurría otro fuera del Lebrija; pero que los móviles delasesinato no le parecían de venganza o represalia...

EL SARGENTO.– (Interrumpiendo. Al APERADOR.) ¿Es así?...EL APERADOR.– Sí, señor... Así es...

(El SARGENTO hace una señal al otro para que siga le-yendo.)

EL GUARDIA.– Preguntado si creía que hubiera otros motivos de tipo político,por ejemplo, dijo que era lo más acertado. Preguntado sobre si creía en laintervención de la llamada «Mano Negra», dijo que era posible, en vistade lo sucedido en otros lugares de la comarca. Preguntado si había nota-do algo anormal en la gañanía, dijo que había notado algo y que de un

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tiempo a esta parte la Sole se lamentaba de falta de atención en el rezodel rosario y de que circulaban algunos papeles que leían los mozos aescondidas. Preguntado si alguno de ellos se había manifestado particu-larmente, dijo que el apodado Tobalo, justamente despedido por el amode la finca, había dicho que «se las pagaría». Preguntado si los mucha-chos que fueron a recoger la comida que había preparado la Sole, paralos que trabajaban por el campo, pudieran tener algo que ver con elbarbaro hecho, dijo que no lo creía, ya que los muchachos habían obser-vado buena conducta y carácter tranquilo. Preguntado, por último, sipodía dar alguna noticia del paradero de los fugitivos, dijo que no teníaidea, porque tanto el Lebrija como la Micaela no tenían parientes porestos contornos...

EL SARGENTO.– (Interrumpiendo.) Trae... (El GUARDIA le devuelve el papel.El SARGENTO le pide una seña y se va al rincón con el otro. Al APERA-DOR.) ¿Estamos conformes?

EL APERADOR.– Conforme, sí señor...

(El SARGENTO observa el papel como recreándose en suprosa.)

EL SARGENTO.– Aluego le haremos las correciones oportunas...EL APERADOR.– Si no manda usté otra cosa...EL SARGENTO.– No; de momento, no. Váyase a tranquilizar al amo. El pobre

se ha llevao un buen disgusto... Y, de paso, procure que las mujeres no seacerquen por acá... Voy a interrogar a los muchachos... Me paece que lacosa está clara.

EL APERADOR.– (Que se ha levantado.) A mí too me parece una pesadilla...Pobre mujer.

EL SARGENTO.– Esto es cosa política. La Mano Negra.EL APERADOR.– (Asintiendo.) La Mano Negra.EL SARGENTO.– Si nos hubiera usté avisao hace dos días... Si cazamos al

Cojo hace dos días...EL APERADOR.– Pero ¿quién se iba a figurar...?EL SARGENTO.– (Con tono de reconvención.) ¿Quién se iba a figurar que en

las Palomas iba a pasar lo que pasó, y en la Flecha?... Pero hay que

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cazarlas al vuelo, amigo... Ya ve usté si hubiamos tenío al Cojo antié,por ejemplo... Cazamos a toos juntos, al Lebrija, a la querida y a toos...Y la pobre mujer esa estaría con vía... Ea.

EL APERADOR.– (Fingiendo justificarse.) Si no confía uno en el personal...EL SARGENTO.– En estos tiempos no hay que fiarse de neguno... Pero, ea, ya

pasó too y la cosa no tie arreglo. Siempre lo paga el más inocente y hatenío que ser esa pobre mujer. Mala suerte, amigo. Entoavía tie usté quedar gracias al Señor, porque si no me engaño, iban por usté...

EL APERADOR.– (Han ido hablando hasta la puerta de la cuadra.) Ya ve ustécómo iba yo a figurarme...

EL SARGENTO.– De moo y manera que tenemos que dejar too los cabos bienamarraos. Asín que con su permiso voy a tomar declaración a los mu-chachos. (Uno de los GUARDIAs ha abierto la puerta de la cuadra paraque pase el APERADOR.) Supongo que hablarán, que no habrá necesiáde... Bueno, (Tiende la mano al APERADOR.) póngame a las órdenes dedon José María y dígale usté que en cuanti que deje finiquitao este asuntosubiré a despedirme de él, y que aquí estoy pa lo que guste mandar...Ea... Y a tranquilizarse, y pa otra vez que no seamos tan confiaos...

EL APERADOR.– Muchas gracias y a mandar...

(Sale. El GUARDIA, una vez ha salido el APERADOR, va acerrar la puerta de la cuadra. El SARGENTO le detiene conun gesto.)

EL SARGENTO.– Déjala abierta... (Dicho esto, entra en la cuadra y sale a pocollevando en la mano dos vergajos. Se los tiende a los dos GUARDIAS.)Coger uno ca uno, por si os hacen falta. (Riendo.) Que sus vean bienarmaos... (Los GUARDIAS los cogen sonriendo. Los sacuden en el aire.)A ver si pue ser que hagamos un buen servicio y que «mos» feliciten.Aver si limpiamos de una vez esta Andalucía de criminales y bandíos...(Se pasea fumando.) A ver si terminando pronto... (Se dirige al GUARDIAque monta la centinela en los escalones del sobrado.) ¡Manuel..., quebaje la gente...!

(El GUARDIA, luego de contestar «a sus órdenes» desapa-rece. Se oyen sus voces. En seguida van bajando los es-

LA MANO NEGRA

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calones la partida de GAÑANES. Vienen esposados de dosen dos. Reflejan el susto en la cara. Son todos los quevimos en el primer acto, excepto el LEBRIJA. Bajan silen-ciosos, tropezando a causa de las esposas que los suje-tan. Fingen una tranquilidad que no tienen y que contra-dicen en su rostro amarillo.)

EL SARGENTO.– (Al GUARDIA que los conduce.) Que se sienten ahí... Toos enfila, que «mos» veamos bien las caras...

(Los hombres se van sentando en el banco largo tras lamesa. Parece un jurado. Miran medrosamente a los GUAR-DIAS que los rodean. Especialmente a los dos que cimbreanlos vergajes frente a ellos. El SARGENTO se pasea fuman-do y prolonga la pausa a sabiendas del efecto que estoproduce en aquellos hombres. Los dos MUCHACHOS, espe-cialmente, están a punto de llorar. El TOBALO es el queaparece más resignado.)

EL SARGENTO.– (Una vez se han colocado todos, se planta ante ellos.) Amosa ver... Lo primero de too: las presentaciones. Quiero que me digais cauno de ustedes el nombre y apodo. (Indica al GUARDIA que antes losvigilaba que se siente junto a él. Y le entrega una lista. Al GUARDIA.) Tú,vas poniendo una cruz en ca nombre... (Señala un lugar en el papel.)Aquí... (Mirando a los detenidos.) Ea..., empieza tú, muchacho. (Seña-la a uno de los muchachos que está en uno de los extremos.)

MUCHACHO 1.– ¿Mande?EL SARGENTO.– ¿No te has enterao entoavía? Tu nombre y tu apodo...MUCHACHO 1.– (Mirando asustado a los otros.) ¿Qué?MUCHACHO 2.– (Que está a su lado.) Que le digan cómo te llamas...MUCHACHO 1.– Andrés Cuesta Jiménez...EL SARGENTO.– Si empezáis ya, vamos a estar aquí hasta mañana... Mira que

será difícil decir el nombre... (Al GUARDIA.) ¿Lo has señalao? (Gestoafirmativo del GUARDIA.) ¿Y ties apodo? (El chico no contesta.) ¿Te lla-man por algún mote?

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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MUCHACHO 1.– No, señor...EL SARGENTO.– El otro...MUCHACHO 2.– Manuel Segura Vázquez...EL SARGENTO.– ¿Apodo?MUCHACHO 2.– No tengo...EL SARGENTO.– Bueno... Otro... Vamos, vivo..., que paecéis muertos... Me

cagüen...EL CHISPA.– Pa... Pa... Patri...ci...o Fer... Fer...nánn...dez Ló... López...EL SARGENTO.– (Se ha reído, así como los GUARDIAS.) Pero ¿qué te pasa, mu-

chacho? ¿Ties diarrea en la lengua? (Más risas de los GUARDIAS.)El TOBALO.– (Interviniendo.) El chavea es tartaja...EL SARGENTO.– (Ha mirado fijamente al TOBALO.) Bueno, hombre... Gracias

por la aclaración... (Al CHISPA.) ¿Tu mote?EL CHISPA.– Chis... Chis...pa... (Más risas.)EL SARGENTO.– ¿Chispa? Menúa chispa ties, gachó... (Incluso los detenidos

se ríen animados por el buen talante que parece tener el SARGENTO.Dando una palmada.) Venga, otro... Rápido...

PABLO.– (Con voz ronca.) Pablo Martínez Sanguera. No tengo apodo...EL SARGENTO.– Mu bien... Asín me gusta... Empezamos con los grandes... Otro...EL LEÓN.– Policarpo Murciano Lara... Me llaman el León...EL SARGENTO.– (Fingiendo susto.) Jozú... (Risas leves.)TOBALO.– Cristóbal de la Fuente Hermigio, y de apodo, Tobalo...EL SARGENTO.– Hombre..., el Tobalo. Pos mira que ya tenía ganas de cono-

certe. Hasta en Córdoba te conocen, gachó... Ties muchos amigos porahí... Na, tanto gusto, hombre... (Se ríe. El TOBALO no contesta. Luegode una pausa escalofriante, el SARGENTO señala a otro.)

ANTÓN.– Antón Casero Expósito...EL SARGENTO.– ¿Apodo?ANTÓN.– No, señor...GAÑÁN 1.– Eustaquio Fernández García... No, señor, no tengo apodo...GAÑÁN 2.– Doroteo Rodríguez García... El Leche...GAÑÁN 3.– Curro Olivar de la Cuesta... Sin apodo...GAÑÁN 4.– Jesús Hernández Molinero... Asín me llaman...

(Estos cuatro GAÑANES, ya de edad, son los que en el pri-mer acto atendían al rezo.)

LA MANO NEGRA

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EL SARGENTO.– (Una vez terminada la revista.) Ea..., pos ya «mos» conoce-mos todos. Asín será más fácil hablar como güenos amigos... (El SAR-GENTO está adoptando cierta postura propia de maestro de escuela. Elcaso es que los hombres parecen estar más confiados.) A ver si aten-déis un momento... (Al CHISPA.) Tú, Chispa..., ¿ties tamién hormigui-llo? ¿Qué te pasa?

EL CHISPA.– Na...EL SARGENTO.– Pos a ver si no haces tantos visajes... Ea... Escuchadme... (Se

pasea mientras habla, pavoneándose.) Ya sabéis toos..., amos cren queya sus habéis enterao de lo que ha sucedío en esta casa. Se ha cometíoun crimen y tenéis que ayudar a la justicia pa que too quede bien aclaraoy que nadie puea escapar al castigo que merece. Asín que me vais ahacer el favor de decirme toa la verdad de lo que aquí ha pasao estosúltimos días. Ya sabemos que ca cual tie sus amigos y compadres y quea nadie le gusta chivatear; pero el caso es que hay que aclarar lo que hasucedío. Como comprenderéis ustedes, yo de güena gana estaría ahorasentao al fresco y sin preocuparme na de too esto. Pero el deber es eldeber y, asín como yo tengo el deber de interrogaros, ustedes tenéis laobligación de decirme too lo que sepáis. Quiero que me expliquéis toolo que ha pasao aquí, de hombre a hombre. Haced cuenta que yo nollevo galones, ni uniforme, que soy uno más de vosotros. Con toa con-fianza me decís: «pos mire usté; aquí ha pasao esto y lo otro o lo de másallá». ¿Estamos? Y echamos un plumazo y caiga el que caiga. Y aluegoca cual a lo suyo y a tomarse una copa si a mano viene. Yo soy elprimero en desear que no sus pase naa y que podáis reunirse con vuestraparienta y vuestros chavales y aluego que sus podáis encontrar algúnacomodo por ahí y aquí no ha pasao na. ¿Estamos? ¿Mos habemoenterao? Ea, pos aquí me tenéis. Ya podéis hablar el que queráis...

(Pausa. Silencio. Se miran unos a otros.)

EL SARGENTO.– (Luego de dejar una pausa.) ¿No decís na? Me paece quehablo en castellano. Ya veis que mejores intenciones no pueo llevar. ¿Osea que sus acostáis a las ocho?

(Se miran unos a los otros y todos parecen esperar quehable otro.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MENDEZ

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EL SARGENTO.– Pos si no sabéis na, tendremos que ir sacándoos las pregun-tas una a una. Yo lo que quería es terminar pronto. Pero, en vista de queno queréis ayudarme..., allá vosotros... (Cruzado de brazos.) Ea..., posahí va la primera pregunta. Que la conteste el que la sepa... ¿Aóndeestán el Lebrija y la Micaela?

(Pausa. Silencio de todos.)

VOCES ASUSTADAS, INDECISAS.– No lo sabemos... No sé... (Se miran unos a otros.)EL SARGENTO.– No lo sabéis... Mu bien... A ver si aluego lo vais a saber...

(Pausa.) De eso no sabéis na... Bueno... Segunda pregunta... Fijarsebien... ¿Por qué motivo el Lebrija ha matao a la Sole?... (Pausa. Ten-sión.) ¿Tampoco lo sabéis?

TOBALO.– (Decidido a hablar.) Lo sabrá el Lebrija... Nosotros...EL SARGENTO.– Lo sabe el Lebrija y lo sabéis vosotros...TOBALO.– Nosotros no sabemos na...VOCES.– No sabemos na... No sabemos na... (Uno de los muchachos gimotea.)EL SARGENTO.– Silencio... ¿Así que no poéis saber qué motivo pue tener un

hombre al que estáis viendo toos los días pa matar a una mujer, a unapobre mujer que no sus hacía más que bien?

TOBALO.– Alguna razón tendría...EL SARGENTO.– Tú lo has dicho, Tobalo... Alguna razón tendría. Eso, eso es

lo que quiero precisamente que me digáis. La razón... ¿Eh, Tobalo?TOBALO.– (Que se va animando.) Razones de hombre... probablemente...EL SARGENTO.– Eso: razones de hombre. Que el Lebrija era un hombre. Y

aquí me paece que hay pocos hombres. ¿Por qué mató el Lebrija?TOBALO.– La Sole era una mala mujer...EL CHISPA.– (Se ha levantado como iluminado.) El Le... Le...brija... e... era...

no... no...vio... de la Mi... Micaela... Y ... (El SARGENTO se ríe. El CHISPAse calla asustado.)

EL SARGENTO.– Venga..., sigue..., sigue... No hagas caso, que se rían... O ayu-darle uno de vosotros. El Lebrija es el novio de la Micaela..., ¿y qué?...

EL CHISPA.– (Animándose.) Pe... pe... pero el señorito... (Esta frase la hedicho de golpe. Silencio.)

EL SARGENTO.– ¿Qué pasaba con el señorito?... Amos habla... Habla...

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(Los otros miran al CHISPA asustados.)

EL CHISPA.– No sé... Amos..., el se... seño...rito... no... no...

(El SARGENTO se pone nervioso.)

EL SARGENTO.– (Con un gran vozarrón.) ¿No qué?EL CHISPA.– No que... quería... que...EL SARGENTO.– (Cortándole se echa a reír.) El señorito no quería que se

casara con la Micaela... (Se detiene de golpe y se vuelve a reír.) Peroque atontao eres... Mía tú qué tendrá que ver toa esa historia con... ¿Serácateto el tío? Lo que me viene a contar. Te doy un revés que... (Se ponemuy serio.) Y cuidaíto con lo que dice esa lengua, cuidaito con lo que sehabla, a ver si te corto la lengua. Al señorito hay que dejarle tranquilo.¿Estamos?

(El MUCHACHO, asustado, dice que «sí» con la cabeza. Si-lencio.)

EL SARGENTO.– Ea..., ¿no sabéis tampoco na? Ni que se hubiáis caío toos deun nido. Pos ahí va la tercera pregunta: ¿habéis oío hablar de la ManoNegra? (Pausa.) ¿Tampoco? ¿Ni del anarquismo? ¿Ni del sindicato?Na... No sabéis na. Que no habéis roto un plato nunca, ea. Que seis mugüenos chavales toos. ¿Y del Cojo? ¿Tampoco sabéis na? ¿Que sus en-señaba a leer? ¿Que sus leía cosas? ¿Qué cosas sus leía?

TOBALO.– De los toros...EL SARGENTO.– De los toros... Na más... (Enfadado.) No sabéis na de na.

Toos los tíos aquí viviendo juntos y nadie sabe na... Mía tu que...TOBALO.– Nosotros estamos aquí pa currelar...EL SARGENTO.– Y pa amenazar al aperador también... ¿Te crees que no sabe-

mos que se la tenías jurá al señor Marino...?TOBALO.– (Que ha palidecido.) Un acaloro lo tie cualquiera...EL SARGENTO.– Un acaloro lo tie cualquiera. Pos vais a ver como me acalore

yo, que ya comienzo a acalorarme, cómo sus va desatar la lengua y vaisdecir too lo que sabéis y lo que no habléis por las güenas, que menos

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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que os gusta a vosotros me gusta a mi esto, que yo tengo mucha pacien-cia, pero que no soy un santo. Mirar que es por vuestro bien... (Pausa.)Me vais a tener que obligar a decíroslo de otra manera. Que voy a tenerque arrimar una «capujana» a más de uno. Pensarlo bien: que no vale dena el esconderse, que con nosotros no vale el cachondeo, y el culpable olos culpables tien que salir. Que el Lebrija no estaba solo, que aquí haymucha mar de fondo. (Muy enérgico.) Y que las cosas tien que quedarclaras, ea... (El SARGENTO se vuelve a mirar a los GUARDIAS, que sacudenen el aire el vergajo.) Aquí tenéis este par de amigos pa que sus diganun par de palabritas. (Coge a uno de ellos el vergajo y lo muestra a loshombres.) ¿Tampoco sabéis lo que es esto? (Al CHISPA.) ¿Qué es esto,chispa?

EL CHISPA.– (Muy pálido.) U... u...na... pi... pi...cha... e to... toro... (Risas delos GUARDIAS.)

EL SARGENTO.– (Devolviendo al otro el vergajo.) Vaya, por lo menos sabéisalgo... Ea..., voy a contar hasta veinte, y si no habláis antes, empezare-mos la fiesta...

(Se pasea el SARGENTO bisbiseando como un rezo. Los de-tenidos están inquietos. Flota un ambiente espeso. Nadiese atreve a hablar. El SARGENTO se detiene de pronto.)

Ea, ya está... Tenéis tan mala sangre que por culpa de unos cuantosamos a tener que castigar a algún inocente. Era pa colgaros a toos. Amosa ver con quién empezamos. (Va mirando a la cara de cada uno. Serecrea en el juego. Mira al TOBALO, al CHISPA. Al fin se decide.) Amosa empezar con los más chavaliyos... (Señala a los dos MUCHACHOS, queempiezan a gimotear.) (A los GUARDIAS.) Ea..., a la cuadra con ellos...(Los dos GUARDIAS del vergajo van a por ellos, los levantan del asientoy se los llevan hacia la cuadra.)

LOS MUCHACHOS.– No... No... No sabemos na, señor... No sabemos na... Nosabemos na... Ay, mare mía...

(El SARGENTO contempla cómo los meten en la cuadra. Vahasta la puerta para dar las últimas órdenes.)

LA MANO NEGRA

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EL SARGENTO.– Amarrarlos bien... Así... Quitarles la ropa... Sí..., desnuitoscomo vinieron al mundo... (Deja la puerta de la cuadra y se vuelve a loshombres, que están abrumados.) Si tendréis mala sangre pa dejar quemaltraten a dos criaturitas a sangre fría... (Escupe.) Colgaos teníais queestar toos, me cagüen en toos los muertos... (A los hombres se les saltanlas lágrimas. Se oye el ruido de las esposas, que rozan unas con otras.De la cuadra llega el gimoteo cada vez más débil de los dos MUCHA-CHOS. El SARGENTO, luego de esperar indeciso, va con paso firme a lapuerta de la cuadra, que permanece abierta, y grita.) Ea..., duro conellos... Romperles los huesos pa que estos criminales se relaman degusto... (Se detiene y mira a los hombres. Éstos se retuercen y bajan lavista... Se oye el chasquido seco de los vergajos al caer sobre la carney el grito ahogado y terrible de los MUCHACHOS. El SARGENTO les mira aellos. Escupe y mueve la cabeza.) Seréis capazes de dejar que los ma-ten...

(Los hombres están desesperados. Alguno llora. AlTOBALO se le enciende el rostro.)

(Pausa tensa. El sonar de los vergajos y los gemidos.)

EL SARGENTO.– Pero ¿no vais a hablar? (Va presuroso a la puerta de la cua-dra y grita lo siguiente:) Soltar eso... Coger esas caenas que hay colgás.Con la caena... (Se vuelve a mirar a los hombres. Deja de oírse el ruidode los vergajos. Se oye el tintineo de unas cadenas. El TOBALO se poneen pie descompuesto arrastrando al LEÓN consigo.)

TOBALO.– Basta..., basta... (El SARGENTO hace una seña a los de la cuadra yva hacia el TOBALO expectante.)

EL SARGENTO.– Habla...TOBALO.– (Lleno de rabia.) Pégueme usté a mí... Pégueme usté a mí... Suelte

a los chavales, que no tien culpa de na...EL SARGENTO.– Luego, confiesas canalla...TOBALO.– Digo que me pegue usté a mí...EL LEÓN.– Y a mí...PABLO.– Y a mí...

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EL SARGENTO.– (Fuera de sí.) Pero ¿sus declaráis culpables? (Silencio. ElSARGENTO va otra vez hacia la puerta de la cuadra.) Arriba las cade-nas... Zumbando fuerte...

TOBALO.– (Con voz enronquecida y gimoteante de hombría.) Yo soy cul-pable...

(Nuevo gesto del SARGENTO para detener a los verdugos.)

EL SARGENTO.– (Se detiene ante el TOBALO. Con mano nerviosa enciende uncigarrillo.) Me dan ganas de escupirte a la cara, mamarracho... Has síocapaz de dejar que maltraten a los chavalillos. ¿Y tú eres el Tobalo? (Sevuelve de espaldas desdeñosamente y grita hacia la cuadra.) Soltar-los... Traerlos pa acá... (Al TOBALO.) Habla... (A uno de los guardias.)Tú, toma nota...

TOBALO.– (Con la vista baja, encendido en cólera.) ¿Qué quie usté que diga?EL SARGENTO.– Que eras de la Mano Negra...TOBALO.– (Asintiendo.) Sí...EL SARGENTO.– Que habíais planeao el asesinato del señor Mariano y que no

sus salió bien y cayó la mujer esa...TOBALO.– Eso...EL SARGENTO.– Que ibais a quemar el cortijo... Que estabais en combinación

con la partía de Córdoba y de Bujalance... ¿Confiesas?TOBALO.– Sí... Sí...

(Traen en este momento a los dos MUCHACHOS. Desnudosde cintura para arriba, con los verdugones en la carne,medio desmayados. Los sostienen los dos GUARDIAS. ElSARGENTO los señala.)

EL SARGENTO.– Otro crimen más... Pobres chavalillos... (Los otros hombresestán aterrorizados.) (A los GUARDIAS.) Quitarles las esposas... (LosGUARDIAS quitan las esposas a los MUCHACHOS. Los sientan en banque-tas. Al TOBALO.) ¿Tú solo? (Pausa.) ¿Tú solo?

TOBALO.– (Con rabia.) Sí, solo... (Mira a los otros desafiante.)EL SARGENTO.– (Echándole el humo del cigarrillo a la cara.) Pero qué des-

graciao eres, Tobalo... Qué desgraciao... ¿Es que no te habías enterao

LA MANO NEGRA

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que el Cojo cantó ayer?... (Pausa escalofriante. Se oye el débil gemidode los chicos, que están derrengados sobre el taburete.) Too lo habíadicho el Cojo... Y tú has dejao que castiguen a los chavales... (Se vuelvea los chicos.) Éste, éste ha tenío la culpa de que sus pegaran... Mirarle...Ahí lo tenéis... Mañana sus llamaré al cuartel pa que le devolváis losvergajazos que sus habemos dao... (Por toda respuesta los chicos au-mentan sus gemidos. Con voz autoritaria, a los GUARDIAS.) Soltarme atodos... menos al Tobalo, al León, al Pablo y al Chispa... (Ante el asom-bro de los tres últimos, aclara.) Porque vosotros tres me paece que noseis trigo limpio... Eso lo veremos mañana... (Los GUARDIAS van des-atando a los liberados.) Y os advierto una cosa a vosotros: (Se dirige alos liberados.) que desde este punto y hora ustedes estáis a disposiciónde la autoridad, de moo y manera que no sus poéis ausentar de la co-marca hasta que se os ordene. ¿Estamos? (Los hombres asienten con lacabeza.)

EL CHISPA.– (Con voz gimoteante.) Un ser... ser...vi... vi...dor... no... no...EL SARGENTO.– Ya te explicarás en el cuartel, hombre... Vas a ver cómo allí

aprendes a hablar derecho... (Le da un coscorrón. Los GUARDIAS rodeana los cuatro presos y se disponen a sacarlos.) Ea..., tirar palante... (ElTOBALO cierra los ojos y aprieta los puños. El SARGENTO se vuelve a losliberados.) Ya estáis enteraos... Poéis ir a ver a vuestros parientes, perode la comarca no se mueve ni Dios... El que avisa no es traidor... Tira...(Salen los GUARDIAS, y los presos con la cabeza baja, tambaleantes. ElSARGENTO recoge el papel de la declaración y se lo guarda. Se dirige alos conductores.) Ir delante vosotros, que yo voy a despachar con elamo... (Sale la tropa de presos. Los liberados bajan la cabeza abruma-dos. Están quietos en el lugar donde los dejaron. Al salir, el SARGENTOacaricia a los MUCHACHOS.) Ya seis dos hombres los dos... Sus habéisportao como dos hombres...

(Sale. Quedan solos los dos MUCHACHOS, el ANTÓN y loscuatro GAÑANES. La puerta del corral ha quedao abier-ta. La de la cuadra también. Poco a poco los hombresvan recobrando sus movimientos. Se acercan indecisos ala puerta del corral para que les dé el fresco de fuera enla cara. De pronto advierten a los dos MUCHACHOS. Se

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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acercan todos y contemplan las espaldas de los MUCHA-CHOS.)

ANTÓN.– ¿Sus duele mucho? (Los MUCHACHOS asienten con la cabeza.)GAÑÁN 1.– Amos a curarles...ANTÓN.– ¿Con qué?GAÑÁN 2.– Con una miaja aceite...GAÑÁN 3.– (Yendo a la alacena.) La mujer esa lo guardaba aquí... (Saca de

debajo de la alacena un cántaro de aceite.)GAÑÁN 4.– (Lleno de indecisión.) ¿Qué hacemos ahora?GAÑÁN 1.– (Que mira por la ventana.) Dos guardias han ío aonde las mujeres...

(Pero los hombres no quieren pensar en nada. El ANTÓNy el GAÑAN 2 han sacado un pañuelo. Lo mojan de aceitey van pasándolo por las heridas de los MUCHACHOS, quetiemblan y gimen.)

ANTÓN.– (Mientras cura a los MUCHACHOS, poseído de rabia.) Maldita sea...Qué desgraciaos semos... ¿Por qué no nos matarán a toos de una vez?...(El otro GAÑAN mira temeroso a todos los lados.)

GAÑÁN 2.– Entoavía eres joven, muchacho... Entoavía no sabes lo que es lavía... (Pasando el paño por la espalda de los MUCHACHOS.) Ya aprende-rás... Esto no tie na de particular...

ANTÓN.– Me cagüen en toos sus muertos...GAÑÁN 2.– Calla, muchacho, calla... ¿Te quies ver como el Tobalo?...ANTÓN.– (Dejando de curar y mirándole.) El Tobalo es inocente. El Tobalo

es como nosotros. (Pausa.) El Tobalo es un hombre.... (Dicho esto, re-friega duramente la espalda del muchacho, que guiña los ojos.)

GAÑÁN 2.– (Mirando a todas partes.) Habla más bajo... Las cosas ya no tienremedio.

(Los otros gañanes han sacado pan de la alacena y acu-den al otro grupo.)

GAÑÁN 1.– (Ha abierto un «hoyo» en el pan y lo tiene el ANTÓN.) Oye, cha-cho... Echa una «chorrá» de aceite aquí.

LA MANO NEGRA

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GAÑÁN 3.– Y aquí.GAÑÁN 4.– ¿Vosotros no tenéis gazuza?

(El ANTÓN les mira. Luego coge el cantarillo de aceite yles echa un chorrito en el pan.)

ANTÓN.– Comed..., comed...GAÑÁN 1.– Menúo día hoy... (Él y los otros comen el pan con aceite.)GAÑÁN 2.– (Sin dejar de refregar el paño en las espaldas de los chicos.) Los

muchachos tamién querrán jalar... (Se dirige a los MUCHACHOS.) ¿Vais acomer un hoyo? (Los MUCHACHOS hacen un gesto indiferente.) (Diri-giéndose a los otros.) Sus voy a prepararlo... (Deja de curar. ANTÓNtambién. El torso de los MUCHACHOS parece bronceado y brillante. ElGAÑÁN 2 prepara los «hoyos» de aceite.)

ANTÓN.– (Contemplando las espaldas de los MUCHACHOS.) Si sus llegan apegar con la caena..., ¿sus duele menos?

(Gesto afirmativo de los MUCHACHOS.)

GAÑÁN 2.– (Lleva el trozo de pan a los MUCHACHOS.) Tomad... Amos, co-med, aunque sea sin ganas... (Los MUCHACHOS cogen negligentemente elpan y se lo llevan a la boca. El GAÑÁN 2 ofrece otro trozo al ANTÓN.)

ANTÓN.– No..., yo no quiero... No tengo hambre... (Sin embargo, luego, con-templando la escena en la que todos comulgan con el pan y el aceiteque sirvió para curar las heridas de los MUCHACHOS, se vuelve.) Trae...Tenemos que comer...

GAÑÁN 2.– Claro... Tenemos que vivir...

(Pausa. Están todos sentados en corro comiendo el pancon aceite.)

GAÑÁN 1.– Mos habemos escapao de güena...GAÑÁN 2.– Y tamién mos habemos quedao sin jornal...GAÑÁN 1.– ¿Es que mos van a echar?GAÑÁN 2.– Aquí no tenemos na que hacer ya...

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(El ANTÓN pensativo masca el pan.)

GAÑÁN 3.– Pos pa luego es tarde. Yo me voy de naja ahorita mismo. Cuandomenos, dormiré esta noche con la parienta...

GAÑÁN 1.– Mos debíamos haber marchao ya. Van a creer que estamos ha-ciendo algo malo...

GAÑÁN 2.– En cuanto mos comamos esto, mos largamos. Poemos llevarnosun poco e pan al menos...

GAÑÁN 3.– Sí... (Va a la alacena y abre para sacar más pan.)GAÑÁN 2.– (A los MUCHACHOS.) ¿Vosotros poéis andar?

(Antes de que contesten los MUCHACHOS ha aparecido enla puerta el APERADOR. El GAÑÁN 3, sorprendido al sacarel pan de la alacena, queda suspenso. Los hombres selevantan, menos el ANTÓN.)

EL APERADOR.– (Sin reparar en el GAÑÁN 3, que vuelve al grupo, aparece conbuen talante.) ¿Qué pasa, muchachos?

GAÑÁN 2.– Pos aquí mos tiene, señor Mariano, que como los señores guardiamos han soltao y como no habíamos comío na dende esta mañana, poshabemos dicho echaremos algo al estómago con el permiso del señorMariano...

EL APERADOR.– Güeno, hombre..., seguid..., seguid... Poéis comer lo que que-ráis... Habéis pasao un mal rato..., ¿verdad? (Al ver la espalda de losMUCHACHOS.) ¿Sus han pegao?... Ya me lo ha dicho el sargento, que sushabéis portao como dos tíos... Otra vez no sus confiaréis en naide. Vo-sotros, a currelar y a callar... Sus servirá de escarmiento...

GAÑÁN 2.– Ya ha pasao too...MUCHACHO 1.– Ya no duele...GAÑÁN 2.– Los habemos curao con una miaja aceite...GAÑÁN 1.– Han pasao una miaja e miedo...GAÑÁN 3.– Un servidor que no ha hecho na... no ha pasao miedo...GAÑÁN 2.– Pos ahora con su permiso, señor Mariano, mos vamos....EL APERADOR.– ¿Que sus vais?GAÑÁN 2.– (Un poco perplejo.) Claro...

LA MANO NEGRA

406 JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

GAÑÁN 1.– Como dicen que estamos despedíos...EL APERADOR.– ¿Despedíos? ¿Vosotros? No..., na de eso... Vosotros poéis

seguir aquí... Con vosotros no hay naa... La Dolores sus hará la comía.Mientras no falte el trabajo, vosotros poéis estar aquí... ¿Es que noqueréis?

(A todos, incluso a los MUCHACHOS, se les ha iluminado elsemblante, excepto al ANTÓN, que sigue ceñudo.)

GAÑÁN 1.– U séase, que no estamos despedíos.EL APERADOR.– No... Esta noche sus poéis marchar a casa. Mañana sus quie-

ro ver a toos aquí, pal entierro de la Sole. Y si queréis quedarse estanoche, tamién...

ANTÓN.– (Al oír esto se ha levantado.) Yo me voy... ahora mismo. Y novuelvo más...

(El APERADOR se vuelve a él. Todos le miran extrañados.)

EL APERADOR.– ¿Qué te pasa, muchacho? ¿Por qué no quieres quedarte?ANTÓN.– (Mirando fieramente al APERADOR y a los otros con conmisera-

ción.) Paece mentira que me lo pregunte...EL APERADOR.– (Un tanto enojado y evitando traslucirlo.) Allá tú, mucha-

cho... Haz lo que te dé la gana. Vete, si quieres. Falta no hace nadie... Siquieres te quedas, y si no, te largas. Di que no te gusta currelar y eso esotra cosa.

ANTÓN.– (Plantándose delante de los MUCHACHOS.) ¿Y vosotros tamién sequedáis?

(Los MUCHACHOS no contestan. El APERADOR da un empu-jón a ANTÓN.)

EL APERADOR.– Lárgate ya de una vez, si quies largarte, y no te metas en lascosas de nadie... Paece mentira que entoavía no haya sío escarmentao.Vete.

(El ANTÓN sale rápidamente.)

407LA MANO NEGRA

EL APERADOR.– (En el momento en que el ANTÓN va a salir.) Y si no encuen-tras trabajo por ahí..., no tengas mieo de volver...

ANTÓN.– (Volviéndose muy rabioso.) Me iré con la partía del Lebrija... (Sale.Los hombres han quedado aterrorizados. El APERADOR se ríe.)

EL APERADOR.– Me río sin ganas. No pueo echar de mi cabeza a la pobreSole... (Pausa.) Me paece que sus habían calentao demasiao los cas-cos... Ea... Lo dicho: vosotros poéis hacer lo que queráis. Si queréismarcharse esta noche, poéis hacerlo. Mañana, aquí...

GAÑÁN 1.– Un servidor se quea...GAÑÁN 2.– Y un servidor...GAÑÁN 3.– Y un servidor...MUCHACHO 1.– ¿Aónde amos a ir nosotros?EL APERADOR.– Aquí no sus faltará trabajo por ahora. Ahora menos que nun-

ca. Lo que tenéis que hacer es ir ca cual a lo vuestro y no meterse enlíos... como ese cateto del Antón... Será chalao el tío...

(En este momento aparece la VIEJA Dolores. Trae un ro-sario en la mano colgando. Se acerca al grupo.)

LA VIEJA.– Güena noches mos de Dios... Bendito sea el Señor que ya mos halibrao de too mal... (Al señor Mariano.) Ya salieron toos. Las mujeresestán tranquilas...

EL APERADOR.– Sí, ya too está tranquilo. (Mira a los hombres.) Sólo falta quecacen al Lebrija y a la moza... No tardará en caer... (Con voz quejum-brosa.) Pobre Sole...

LA VIEJA.– (Llorando.) Era mu güena...EL APERADOR.– Dios la tenga en la gloria...LA VIEJA.– Señor Mariano, ¿le paece que recemos el rosario por su alma?EL APERADOR.– Sí, sí..., amos a rezar...

(Los hombres apesadumbrados se ponen en pie. Al arro-dillarse el APERADOR, se arrodillan todos. Vuelven las co-sas a estar casi como al principio. Los dos MUCHACHOS,con las espaldas desnudas. La VIEJA empieza a bisbisearel rosario.)

408 JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

LA VIEJA.– Señor, acoge en tu reino a tu sierva Sole y lírbanos de too mal...Padre Nuestro que estás en los cielos, santificao sea tu nombre, venga anos el tu reino, hágase tu voluntá así en la tierra como en el cielo...

TODOS.– El pan nuestro de casa día dánoslo hoy...

(Esta frase queda como gravitando en la oquedad som-bría del cortijo de Venegas.)

(Telón.)

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LOS QUINQUIS DE MADRIZ(Reportaje dramático en diez momentos)

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Personajes

EL PERRO JOHNSON (invisible)EL TRUENOLA LURDESEL TRANVIEL CHUNGUIEL CARIBELA MADRE DEL TRUENOEL PUMAEL CHATOEL COCINAEL NIÑO DE CANILLASEL GUITARRISTAEL OTROEL COMISARIOEL SERENOEL POLICÍA (de la secreta)EL MAESTROEL ESTUDIANTE REBELDEEL GUARDIÁNEL CAMAREROUN CABO DE LA LEGIÓNUN OFICIAL DE LA GUARDIA CIVILGUARDIAS CIVILESVOCES DIVERSAS

La acción en España, y concretamente en 1967.

ESCENA FIJA: cámara oscura sobre la que irán jugando los elementos –siem-pre esquemáticos– que servirán para ir ambientando la acción. Es aconseja-ble la acomodación de algunos planos escalonados. En los momentos en queno tiene que haber «ambientación especial», conviene que se adivinen unascuantas formas evocadoras de un mundo de andurrial y suburbio.

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MOMENTO PRIMERO

Tarde de sol primaveral, en pleno invierno, por un rincón del Madridvallecano de Palomeras Altas. Descampado entre chabolas. Baja corrien-do, por el terraplén, un quinqui de unos veinticinco años. Viste camisa le-gionaria a la que ha arrancado distintivos e insignias, pantalón de tergal.Va, a pesar del invierno, remangado para que se vean los tatuajes que sehizo en el antebrazo durante su estancia en el tercio sahariano. El mucha-cho viene jugando con un perro invisible, pero que parece emparejarse enalegría y ganas de vivir con su amo. Aunque no se vea al perro, puedenescucharse sus ladridos de gozo.

EL TRUENO.– ¡Venga, Johnson!... ¡Hale, Johnson!... ¡Tira, Johnson...! (Haceademán de lanzar piedras que el perro recoge y trae. El chico mezclapalabras, interjecciones y silbidos.) ¡Mía, mía, mía...! ¡Johnson!... Venacá p’acá, Johnson... ¡Johnson!... Ven acá p’acá, macho, macho... (Setumba en el suelo y se deja lamer por el perro tapándose la boca.)Quieto, ya, ahora, quieto. (Mirando el punto fijo donde parece estar elperro.) Quieto ¡Fir... es!... ¡Fir...es! (El perro no hace caso de la ordenmilitar y parece lanzarse de nuevo a su cara. El TRUENO se vuelve aestirar patas arriba forcejeando con el perro.) ¡Ay, ay, ay, ay!... Queme matas, Johnson, que me matas... (Imitando el tableteo de una ame-tralladora.) Tra, tra, tratratra, tra... M’has matao, Johnson, m’has matao...(Se finge el muerto, se oyen los ladridos felices del perro. Un momentode silencio. El TRUENO se incorpora de pronto. Como si cogiera el hoci-co del perro.) No es verdá, no es verdá, que estoy vivo, que estoy vivo,

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¡vivo!... Quieto, Johnson, quieto, que me haces daño... Eh, quieto, quete doy... Ahora quieto... Amos a descansar, ¿eh? ¡Que estoy suando,Josú! (Amenazándole con la mano.) Quieto, que te doy, firmes ahí. Así.Eso es. Quieto. Quieto, que te pelo... Mu bien, así me gustan los perroslegionarios disciplinaos... ¡Ea!... Ssss, quieto. (El perro parece aquie-tarse definitivamente. El muchacho saca un paquete de «Chester» ycoge un cigarrillo; se lo pone en los labios, enciende con un encende-dor elegante. Expulsa la primera bocanada de humo y da un golpe ca-riñoso al perro.) Estás contento, ¿eh, macho?... Quieto, eh, quieto. Bue-no, hombre, así me gusta... Bueno. Y ahora cuéntame, Johnson. Amos aver: ¿Qué ha hecho usted cuando yo estaba en la «mili»? ¿Eh? ¿Cómos’ha portao usted? ¿A cuántas perras t’has trincao? No me engañes. No meengañes, que ya sé que estás hecho un golferas. ¿Qué pasó con la Guin-dilla? ¿Eh? No te hagas el canelo, que ya sabes quién digo. La Guindi-lla, sí señor. (Se oye un ladrido alborozado del perro.) Aquella putaperra que te traía por la calle l’amargura. ¿Qué? ¿To fue bien? No medigas que no, que me decepcionas, macho. Así que te la trincastes, ¿no?Fenómeno. Así me gusta, que p’algo eres mi compadre... Ya te veo,cabronazo, ya. Me lo imagino. Seguro que te la llevaste pal barranco yallí..., ¡ey, Johnson!..., menúo festín... ¡Quieto, quieto! Firmes ahí. Cuá-drate. Cuando te habla un superior, cuadrao. Así... (Fuma muy alegre.)Hablemos de otra cosa: ¿y cómo ha ido la vía? ¿Cómo t’has buscao lavía? Porque te veo mu regordito, macho. ¿Ha habío güenas tajás dechicha, o ha habío gazuza? Un poquito de too, ¿verdad? Pero tú eresvaliente, tú eres un tío. Tú no te quedas sin comer, ¿verdad? Mientrashaiga aonde hincar el diente, tú no te achantas. Claro que no. Seguroque habrás robao más de un conejo y de vez en cuando habrá caídoalguna rata... ¿Y la bofia? ¿T’ha dao mucho la bofia? ¿No t’han cogíolos perreros? (Habla imitando a los polis.) ¿No te has tropezado conuno de ellos, que se ponen tan tiesos? (El TRUENO se levanta y va imi-tando los gestos del poli.) Y con aquella cara de palo santo te dicen:«eh, tú, a ver la documentación». ¿Que no la llevas? ¿Es que ya empie-zas a hacerte el chulo? ¡Toma! (Hace ademán de dar una bofetada. Elperro ladra.) Eso pa empezar. Y ahora, hijo tal, te vienes a la comi, quete amos a meter una cruja pa que aprendas modales. (Volviéndose amirar al perro.) Pero, tú, Johnson, te has hecho el quite, así, alargando

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el brazo. (Dibuja un pase torero.) Has enseñao esa navaja que son tusdientes, y el poli achantó la mui, y tú l’has dao a las patas y el poli hasacao la pistola: date que te mato, date que te mato. Pero tú, Johnson,quiebro torero, así, como Manuel Benítez, (Torea el TRUENO y el perroparece pasar por la invisible muleta.) ¡ooole!..., ¡ooooole!..., ¡ooooole!...,así, mirando al tendío..., ¡y oooleee...! Quieto, Johnson, quieto... Venp’acá, Johnson... (Se sienta de nuevo en el suelo y parece abrazar alperro.) ¿Las has pasao canutas o no? Alguna vez no habrás tenío suertey t’habrán pillao con las manos en la masa y a lo mejor te has tenido queestar en el calabozo. ¿Te han dao muchos palos? ¡Ay, qué majo eres,Johnson! (Le da un beso.) Pos yo m’acordaba mucho de ti en Sidi Ifni.Muchas veces lo decía a los otros: menda es madrileño y tie un perroque se llama Johnson, un perro lobo que planta cara a toos los matonesde Vallecas. Allí, en el tercio, Johnson, no había perro que sirviera padescalzarte a ti. Me habría gustao verte allí plantando cara a aquelloschuletas con mucha facha y na de na, na de lo que tie que tener un perroy un hombre. ¡Las ganas que tenía yo de estar en Madrid con mi Johnson!¡Mira, aquí me tatué tu nombre: Johnson. Aquí, pegaíto al nombre de laLurdes! Pa que veas si no te quiero. ¡Mía que si llego a Madriz, de mialma, y tú te habías muerto...! Pero estoy mu contento, Johnson, estoymu contento... Estoy «lili» y tú estás hecho un macho, y la Lurdes estáfetén, y la vieja hecha una chavala. ¡Viva Madriz, que es mi pueblo!

(El perro de pronto salta de los brazos del TRUENO y co-rre ladrando hacia el alto del barranco por donde bajala LURDES, una quinquilla, novia del TRUENO, muy lim-piamente vestida y con un gran clavelón en el pelo ne-gro. Trae una cesta con vituallas.)

LURDES.– (Chillando y extendiendo la mano libre hacia delante para dete-ner el impulso del perro, que intenta abalanzarse sobre ella.) No, John-son, no. ¡Que me vas a poner perdía! ¡Quita allá, chucho! Trueno, chi-quillo, llámale, cógele, que me va ensuciar toa... ¡Chucho...!

TRUENO.– (Divertido y azuzando al perro.) ¡Anda con ella, Johnson, anda...!(Silbándole.) Levántala las faldas, Johnson... ¡Venga...!

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

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LURDES.– (Que ha dejado la cesta y sale corriendo perseguida por el perro,que ladra.) ¡Ay, ay!... ¡No..., no...! ¡Trueno, chiquillo...! (Parece que elperro ha conseguido cogerla y ella se debate cayendo en el suelo. En-tonces da una patada al perro y se escucha su gañido exagerado.) Toma,sarnoso...

TRUENO.– (Enfurecido va hacia la LURDES.) Oye, tú al perro no lo toques,¿eh? No lo toques.

LURDES.– (Protestando.) ¡Pero si me pone perdía!TRUENO.– (Volviéndose hacia el perro.) Y tú, quieto. Se acabó. Ea, lárgate,

Johnson... Venga, lárgate ya... (Ladrido de perro.) Lárgate, que te cas-co... ¿Me oyes? (Avanza hacia el perro echándose las manos al cinto enactitud amenazadora. El perro parece alejarse con leves ladridos.) ¡Esoes...! Vete a buscar un apaño por ahí, que ya te llamaré... ¡Ey!... (Tirauna piedra.)

LURDES.– (Mirándose el vestido.) Mira la gracia..., limpio que me lo he puestohoy... (Se levanta sacudiéndose el vestido. El TRUENO va y, con el pre-texto de limpiarle el polvo, le da dos sonoros azotes en las nalgas.)

TRUENO.– (Riéndose.) A los perros no se les pega...LURDES.– ¡Trueno, chiquillo!... ¿Pero t’has vuelto loco?TRUENO.– ¡Loco, loco, estoy loco...! (Canturreando.) «Por Dios, que me

vuelvo loco....».LURDES.– (Que ha conseguido soltarse de él.) Que me voy a la casa. Que me

dejes. ¡Que cojo una piedra que te descalabro, Trueno...! Pos anda, tam-bién, cómo ha venío éste de la mili... ¡Que no me toques...!

TRUENO.– (Remendándola.) Que no me toques... (Se ha levantado el TRUE-NO. Silba. La LURDES está sentada arreglándose el vestido y fingiendoenojo, aunque se la ve contentísima.) (Plantándose ante ella, las pier-nas abiertas muy en plan chulo. Las manos metidas en el ancho cintu-rón. Habla con el mismo tono que hablaba con el perro.) Güeno, usté ymenda, señorita, habemos de ajustar cuentas. ¿Cómo s’ha portao ustémientras yo estaba allá abajo? ¿Eh? Que m’han contao algunas cosillasque... ¿Me está usté oyendo, Marilyn Monroe?

LURDES.– No, no te estoy oyendo. Que m’has hecho mucho e sufrir con noescribirme. ¡Amos que!... Tos los días a ver si había carta, y na. Comosi no supiá escribir, después que su mare le llevó a un colegio e pago...¡Amos, la poca lacha que tie el gachó...!

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TRUENO.– (De broma.) Sí, pa escribir estaba yo, con aquellas moránganasque las tenía así; oye, así (Aprieta el puño riendo ante ella. Ella le da unmanotazo.)

LURDES.– (Llena de picardía.) Pues una ¿qué iba a hacer? Pos darte el saltocon el que salía, mía tú éste...

TRUENO.– (Que se ha puesto serio de repente.) Eso no se dice ni en broma, nisiquiera en broma.

LURDES.– (Cordelera.) Tú con las moránganas y yo con los moránganos...TRUENO.– A ver si te voy a sacudir ya el primer día...LURDES.– (Muy chulapa.) Tú no sacudes ni a una mosca.TRUENO.– (Al que se le ha pasado el enfado.) ¿Que no? ¿Que no?... ¡Je, je...!LURDES.– (En un arranque sentimental.) Que me has hecho mucho de sufrir,

niño; pero mucho, que un día, que te lo diga tu madre, que ya iba aquemar toas las fotos que nos habíamos hecho juntos. Que me muera sies mentira....

(El TRUENO se ha sentado junto a ella y la besa muy cari-ñoso.)

TRUENO.– Tonta, que eres más tonta... Pos si yo no pensaba más que en ti yen la vieja. Pos si sólo soñaba contigo. ¿Qué te crees, fea? ¡A ver si nom’acordaba de ti! ¿No te mandé aquellos zarcillos y aquel collar con elPindonga, cuando vino de permiso por lo de su padre?

LURDES.– Sí, vaya cosa... Seis reales por junto... Menúas tumbagas, chaval.TRUENO.– ¡Tres reales; se pone que tres reales...!LURDES.– Que te gastas menos que la vía el tranvía...TRUENO.– (Ha sacao unas cuantas fotos del bolsillo trasero del pantalón y

se las entrega a la LURDES.) Mira qué fotos. Éstas no las has visto. Mira...,¿qué te parece este legionario? (La da un beso.) Alguien, ¿no? Aquí fueel día que por poco me busco un presidio pa toa la vía, cuando me plan-té con el «primero» aquel..., y aquí cuando me tatué tu nombre en elbracíbiris, (Se besa la parte del brazo.) y aquí...

LURDES.– (Asombrada.) ¿Esto qué es? (El TRUENO le arranca la foto y se laguarda en un santiamén.)

TRUENO.– Ésa no es «azta» pa menores...

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

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LURDES.– (Tirándole el resto de las fotos a la cara.) Golfo, que eres un gol-fo... ¡Mira que eres malo, Virgen Santa!... Tú no quieres a nadie, ni amí, ni a tu madre, ni a naide, ni al Johnson. Tú sólo te quieres a ti...¡Amos que!...

TRUENO.– (Echando a broma el enfado de la LURDES.) Amos, venga ya y noempieces que no es mi santo; mía que...

LURDES.– (Enfadada.) ¡Pos si es verdad! Mira que lo más feo de un hombrees el que sea embustero, y tú eres un embustero, que no dices más queembustes. Eso es lo que eres. ¿Te crees que me importa a mí que me desel salto y te vayas con cualquiera? ¡Pa eso eres hombre! Pero lo que nopuedo consentir es que me mientas, como si yo fuera tonta. ¡Ea! Y aho-ra me voy a la casa y me meto en la cama. Porque ya me has dao latarde... (Medio llorando se levanta. El TRUENO la echa un brazo por loshombros y la atrae a sí.)

TRUENO.– Pero venga ya, tonta, que estás más tonta... ¡Pero mira cómo sepone por na...!

LURDES.– (Lloriqueante.) ¡Sí..., por naaa...!TRUENO.– Pos claro. Si esa foto la hicimos de cachondeo un día de manio-

bra. Pregúntaselo al Pindonga. Si es una «mezcla».LURDES.– ¿Una mezcla? Golferas...TRUENO.– (Sacando la foto y haciéndola pedazos.) Y, además, la rompo, así,

en mil peazos. Así. Y la pisoteo. (La pisotea.) Hala p’allá, mala, ma-la, que eres mala... (Da patadas a los pedazos de fotografía, silba.)¡... Cómete eso...! (Se oye el ladrido del perro.) Pero vete, ¡eh!, vete.Así... ¿Ves qué obediente?

LURDES.– Sí, los animales son mejor que las personas...TRUENO.– Güeno; ya está. ¿Me perdonas?LURDES.– (Tranquilizada ya.) ¡Anda ya!... Perdonarte. Que me estás matan-

do a disgustos.TRUENO.– (Imitando un anuncio de la televisión.) «No me llores, no me llo-

res, que te compraré una nevera Super-ser.» Anda, atontoliná. Que nosamos a casar por la iglesia. Y que me voy a comprar un seiscientos, pallevarte a Benidorm. Un piso te voy a comprar en el barrio de la Con-cepción... (La abraza, la besa y ella se entrega a él compungida yfingidora.)

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LURDES.– Ni zalamero que eres ni ná, cuando quieres. Y basta de besuqueo,no vaya a venir un guardia y tengamos un disgusto, con las ganas que tetienen.

(El TRUENO se ha levantado y se ajusta el pantalón lim-piándose el polvo, muy pulcro, con gestos elegantes.)

TRUENO.– ¿Que me tie ganas? Mas ganas tengo yo de ellos. Lo que es ahora,ni el Puma, ni el Chato, me achantan. Por éstas... (Va hacia la cesta quedejó la LURDES en el suelo.) Y amos a ver lo que has traío de merienda.Hombre, ¿has cogío la cámara? (Saca una cámara fotográfica.) Fenó-meno. Te voy a hacer unas fotos de chipén... Amos a ver... ¿Esto quées? ¿Escabeche? ¿Pero m’has traío escabeche? Si a mí no me gusta elescabeche. Conque esta mañana no he comío na, porque mi madre m’hapuesto también una ensalá de escabeche. ¡No te digo!...

(La LURDES se ha levantado y ha ido hasta la cesta. Re-vuelve y saca otro paquete.)

LURDES.– A ti no te gusta na. Eres más raro, hijo. P’arrejuntarme contigo yme das la lata tos los días con la dichosa comía. Toma, ¿y esto? ¿Tam-poco te gusta? Jamón serrano...

TRUENO.– (Desenvuelve el paquete y lo huele.) Esto es otra cosa...LURDES.– Cógelo también, a ver si está malo... ¡Jesús con el señorito!...TRUENO.– (Que ha sacao una Coca-Cola.) Hombre, voy a beberme una

Coca-Cola, que tengo sed...LURDES.– A ver si te hace daño, que estás mu sudao...TRUENO.– (Que está abriendo la botella aprovechando el borde de una pie-

dra.) Sí, un dolor me va a dar, con lo caliente que está...LURDES.– Pos a ver..., ¿qué quieres? ¿Que esté fresca entoavía?TRUENO.– Pa eso hay neveras portátiles... ¿Tú quies una?LURDES.– Yo beberé un chupito de la tuya... ¿Sabes qué?... Que entoavía te

has vuelto más señorito que cuando te fuiste...TRUENO.– (Que se echa al gaznate media Coca-Cola y ofrece el resto a

LURDES.) Toma, gruñona. A ver si algún día se te quita el cabreo, maja...

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(La LURDES bebe de la botella muy pulcramente, ponien-do la mano debajo para no mancharse la pechera y sinapenas rozar con los labios el gollete; el TRUENO ha sacaouna enorme navaja y corta un pedazo de pan para hacer-se un bocadillo de jamón. Al ver la pulcritud con quebebe la otra, la da un golpe en el pecho con el mango dela navaja, y la otra se atraganta.)

LURDES.– ¡Ay!... ¡Hum!... (Tose.) ¡Cafre, más que cafre!... ¡Pos no va y me daun golpe pa que me ahogue! ¡Te daba un botellazo que... (Tira la bote-lla con rabia contra el suelo.) ¡La paciencia que tie que tener una conél... (El TRUENO se ríe, mientras corta el pan.) Y quita ya esa navaja,que me pones nerviosa. Guárdala, ¿me oyes?

TRUENO.– (Colocándose junto al cuello.) Como te pongas tan pesá, te alivio.(La LURDES aparta la navaja con un manotazo. El TRUENO silba alperro.) Ven acá p’acá... Toma... (Le echa un pedazo enorme de jamón.Ladrido alegre del perro.)

LURDES.– Pa eso he traído yo el jamón. Pa que se lo dé al perro.TRUENO.– (Comiendo.) ¿Tú no quies na?LURDES.– Yo lo que empiezo es a sentir frío. Me estoy quedando arrecía...

(Hay un momento de silencio. La LURDES, muy contenta,mira comer al TRUENO. El perro ladra alrededor pidien-do más. El TRUENO se arranca trozos de jamón de la bocay se los echa, y con el brazo que le queda libre aprietaconsigo a la LURDES y la da un beso muy puro en la fren-te. La LURDES se enternece.)

LURDES.– (Enternecida.) ¿Por qué no eres güeno, Trueno? ¿Por qué? Yo creíque ibas a venir de la mili mejor. Y ha sío al revés... ¿Por qué no erescomo Dios manda? (El TRUENO se encoge de hombros.) ¿Vas a ser güeno?No te metas en líos, chiquillo. Que no te vea yo más en la trena. Mira,ahora hay trabajo to el que quieras. Mira yo, que no doy abasto. Entoavía,en lo que queda de tarde, tengo que ir a dos casas; a lavar la ropa en unay a fregar una escalera en la otra. Hoy se gana parné honradamente...

TRUENO.– (Mirándola. Deja de comer.) Enséñame las manos...

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LURDES.– (Tendiéndole las manos.) ¿Pa qué las quieres?TRUENO.– (Que ha dejado el bocadillo en la piedra y la coge las manos. Las

observa. Las besa muy enternecido.) Estas manos no van a trabajar másporque yo no quiero. Porque son demasiao bonitas pa que se gasten enlimpiar la mierda de nadie. Estas manos no trabajan más. Lo dice elTrueno.

LURDES.– (Retirando las manos.) Anda tonto..., zalamero. Saluz es lo quehace falta. (Pausa.) Tengo un duro ahorrao.

TRUENO.– (Que ha vuelto a coger el bocadillo y vuelve a dar un trozo alperro.) La Lurdes ya no trabaja más, y el Trueno, menos...

LURDES.– Te crees tú que los jamones vienen por la chimenea...TRUENO.– La mujer del Trueno no va a ser criá de nadie. ¡Por éstas! (Jura.)LURDES.– Pos mira, Trueno, si tú no quies trabajar, yo sí. Porque me gusta.TRUENO.– A ver si te parto la cara, por decir eso.

(Se levanta el TRUENO, que ya ha terminado el bocadillo.Se limpia los morros. Juguetea con el perro y vuelve arebuscar en la cesta. Saca una naranja y la va pelando.)

LURDES.– (Que sigue sentada en el mismo sitio y va predicando como siestuviera en el desierto.) Pos yo que tú, fíjate lo que son las cosas,ahora que ya estás cumplío y eres una persona decente, pues me ponía acurrelar y ahorraba unos duros. Un poner: lo que ha hecho el Chungui,que trabaja en una obra en la Plaza de Toros y se saca un billete verde ycuatro chicos. O como el Tranvi, que lleva una furgoneta. Y me dabaalgún capricho, me compraba ropa y ahorraba pal piso. Porque trabajosobra, que hasta el Caribe trabaja ahora siendo calé... Y, listo como túeres y con tus hechuras, podías hacer lo que quisieras; yo no digo que tevayas a meter en una cosa fea; un poner: hacerte de la Poli Armá, comohizo el chaval del Ustaquio, o meterte en la Guardia Civil, aunque túdas la talla y to, pa eso y mucho más; pero en un hotel, por ejemplo, desereno, o de mozo en un buen almacén. ¿Y en los tranvías? ¿No te gus-taría eso? Pos mira que más descansao no pue ser... Y que a ti un unifor-me te tira, porque de legionario estabas fetén. Con lo que te gusta ha-certe fotos... (El otro, a sabiendas, está ausente totalmente de lo quedice la LURDES, que sigue su desesperanzado sermón.) Amos, porque a

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mí que no me digan; un muchacho como tú, fuerte y guapo, conestrucción, ¡a ver si no va a encontrar un trabajo fijo! Con saber leer yde escribir y las cuatro reglas esas, cuanti más tú que sabes hastaelecticidá... (La LURDES observa el efecto que sus palabras hacen en elTRUENO y, al comprobar su indiferencia –pues el TRUENO juguetea conel perro–, se levanta airada y se arregla el vestido.) ¡Pos no señor, nos’apeará del burro! Volverá a lo d’enantes: la chatarra, el cachondeo, laratería. Y vengan digustos, y palos y quincenas. Y si te perjudicaras túsolamente, pero ya sabes que luego también lo pago yo, y hasta tu pobremadre... (Está a punto de llorar.)

TRUENO.– (Que ha dejado de comer y ha cogido la cámara fotográfica.) Unmomento, Lurdes. Quédate así, quieta. Así como estás... (Va a situarserodilla en tierra ante ella para hacerla la foto.) Así, que te pareces a laGrace de Mónaco...

LURDES.– (Dando un respingo.) ¡No quiero!... No estoy pa fotos ahora... Melargo a trabajar, a trabajar...

(El TRUENO corre hacia ella. El perro ladra, la coge delbrazo y la hace volverse.)

TRUENO.– Quieta, ahí, cascarrabias, llorona, que paeces la Jacquelin Kenne-dy... Venga ya, no llores... (Tira la foto.) Ha queao fetén... Ahora pontecon el Johnson, ponte con la señora... (El perro va hacia ella. Ella loacaricia.) Estaros así los dos. Así, quietos. Mira p’acá, Johnson. Mis-mamente paeces la reina de Inglaterra. Ya está. Ahora, (Le entrega unabotella de Coca-Cola.) bebiéndote la Coca, como las chicas de la tele...

LURDES.– ¡Venga ya! Pos anda tamién, la manía de las fotos... Pero si ya noties aónde meterlas...

TRUENO.– En casa tengo un cajón lleno. Miles... Ponte p’allá, mirando p’allá.La botella en los labios. Pero con más gracia, asaúra..., más arriba...Así..., tú, Johnson, mírala..., que la mires... Eso es.... Quieto.. (Tira lafoto.) Ya está...

LURDES.– (Yendo a por el cesto.) S’acabó, que me tengo que largar. Ya nohay más fotos, ea. S’acabó la sesión de cini.

TRUENO.– (Retrocediendo.) Espera, espera, quédate así, cogiendo la canas-ta... Ya está... Aparta, Johnson... (La LURDES ha cogido la cesta y ya

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sube por el barranco. El TRUENO va tras ella y le entrega la cámara.)Toma, llévatela. Mañana haremos otras en la fiesta. (La abraza de nue-vo.) ¿Estás enfadá?

LURDES.– (Irónica.) No estoy enfadá, estoy que...TRUENO.– No te vayas...LURDES.– Ya tenía que estar allí...TRUENO.– (Como un niño caprichoso.) No quiero que trabajes pa nadie...LURDES.– Trabajarás tú pa mí...TRUENO.– Yo te doy pa lo que necesites. ¡Lo que pías! Como si fuas una

reina...LURDES.– (Acariciándolo.) Gracias, pero me conformo con menos...TRUENO.– Oye; despídete hoy del trabajo. Que te hagan la cuenta. Mañana

no vas...LURDES.– ¡Ele!TRUENO.– M’arrejunto contigo...LURDES.– ¿Más arrejuntaos entoavía?TRUENO.– Nos casamos en los Jerónimos...LURDES.– ¡Anda ya, déjame, gorrión...!TRUENO.– (Despidiéndose de ella.) La fija: hoy te despides. Como me lla-

man el Trueno. La semana que viene nos vamos a Palma de Mallorcalos dos a pasar la luna de miel...

LURDES.– (Ya a punto de marcharse.) Di que me lo has dicho... (Desaparece.)TRUENO.– (Gritando.) ¡Pos lo vas a ver, y mu prontito!...

(Se queda sólo el TRUENO con el perro. Da una patada auna piedra.)

TRUENO.– (Al perro.) ¡Anda ya, Johson!... ¡Hale, Johnson...! (Juguetea denuevo con el perro.)

(Oscuro.)

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MOMENTO SEGUNDO

Rincón de un bar. Una máquina tocadiscos. En la máquina, apoyado elTRUENO,,que se ha echado sobre los hombros una chaqueta. Están con él: elCHUNGUI, que lleva la cabeza vendada; el CARIBE, un gitano que lleva cami-sa de hábito del Nazareno, y el TRANVI; este último tiene alguna más edadque los otros. Parece haber doblado ya el cabo de la treintena. Se oyen losruidos propios de un bar; parloteo, fichas de dominó pegando contra elmármol, etc. El TRUENO está haciendo una especie de «romance» de susaños legionarios, que los otros escuchan tragándose de buena gana las «bo-las» que les cuenta.

TRUENO.– (Como sin dar importancia a la cosa.) Pero si yo era el amo.Hacía lo que me daba la gana, tú. Me enchufé en automovilismo y mepulía la gasolina a base de bien...

TRANVI.– ¿Y no te trincaron nunca?TRUENO.– Una vez..., pero porque fue una cosa ya mu descará, tú. Yo y uno

que llamaban el Fidel Castro nos pulimos un bidón entero...TRANVI.– ¿Y os trincaron?TRUENO.– Naturaca. ¡Tú verás...!CARIBE.– (Con ingenuidad.) ¿Y qué sus hicieron?TRUENO.– ¡Na!... ¿Pa lo que podía haber pasao? Na... Una semana en el pe-

lotón. Porque hasta el mismo coronel soltaba unos lagrimones así; por-que me quería. Y el capitán, no te digo... ¿No ves que menda es insusti-tuible?

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CARIBE.– Jolín, pos me dan ganas de apuntarme mañana y marcharme palIfni ese...

CHUNGUI.– (A los otros, que hasta ahora no había dicho nada escuchandocon malicia.) No te fíes, tú, que no estás hecho pa esos trotes. Que allíse pringa y te cascan.

TRUENO.– (Observando al CARIBE y con cierta ternura.) Eso es verdá... Quete meten en ca crujío también...

CHUNGUI.– ¿Entoavía está aquel sargento: el enterraor?TRUENO.– Entoavía.TRANVI.– El año que yo estuve nos intoxicaron a toos, porque echaron un

perro muerto en el caldero del rancho.TRUENO.– Ya lo oí contar...

(Pausa.)

TRANVI.– Güeno: a ver quién echa dos pelas ahí y escuchamos un disco, quesos gastáis menos que el Cordobés en libros...

TRUENO.– (Con sorna.) Que apoquine el Chungui, que cobra del seguro...

(Risas de los otros, que se vuelven a mirar al CHUNGUIcon su cabeza vendada.)

TRANVI.– ¡Menúo macho está hecho! Ni reaños tie el gachó... Tenías quehaberlo visto, tú; allí en la obra subió al andamio. Hasta que se dio elcoscorrón...

CHUNGUI.– Güeno, ¿y qué?, ¿por qué no podía probar?, ¿por qué?TRANVI.– (Remedándole.) ¿Por qué? Pos ya has probao. Que casi te dejas el

coco, mía tú éste... Venga, echa dos pelas ahí y calla...TRUENO.– (Al CHUNGUI.) ¿Y ties papeles y too eso, del Seguro y too eso?

¡Jover, qué macho estás hecho!...CHUNGUI.– (En un lamento.) Pero si entoavía no m’habían dao de alta, tú...CARIBE.– Pero ¿no currelabas con toos los derechos...?CHUNGUI.– Güeno, basta ya de cachondeo... Mala pata la tie cualquiera...TRANVI.– Güeno, macho; pos echa ahí dos pelas de esas del Seguro...CHUNGUI.– ¡Pa mí las quisiera...!

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(El TRUENO, muy rumboso, se ha sacado unas cuantasrubias del bolsillo y se dispone a poner en marcha eltocadiscos.)

TRANVI.– ¡Ele y viva tu mare...! Pon al Valderrama...CARIBE.– No, tú, al Menese, que canta de buten el tío... Uno nuevo...TRUENO.– (Mientras maniobra la máquina.) Allí en el tercio había uno, tú,

el Californiano, que cantaba a base de bien por los «bítel». ¡Qué tío, lamare que lo echó!...

TRANVI.– ¿Ya has puesto al Valderrama?TRUENO.– Al Valderrama, el Menese y a la Virgen...

(Empieza a oírse la voz del Valderrama y de consumoempiezan todos a tocar palmas y a bailotear.)

TRANVI.– Güeno, ¿y qué? ¿Qué hay de la fiesta esa que nos ibas a dar a toospa festejar tu vuelta a los madriles?

TRUENO.– Ya la tengo apalabrá con el Cocina. Pa celebrar mi vuelta y miboda con la Lurdes...

TRANVI Y CHUNGUI.– ¡Ele, ele los tíos...! (No se sabe si jalean al TRUENO o alValderrama.)

TRUENO.– Pero que la vamos a organizar por to lo alto. ¿Quién sos creéis quees el Trueno? Que sos lo digan en el Tercio Gran Capitán, ¡Ele!

TRANVI Y CHUNGUI.– (Sin dejar de tocar las palmas.) ¡Y... ele!... ¡Ele!CARIBE.– (Sin dejar de tocar palmas.) ¡Dita sea su estampa y la mare que lo

parió...!TRANVI.– Y que dice que va a acabar con todos nosotros... ¡Ele tu mare...!CARIBE.– A mí el otro día, que te diga éste, que casi me trinca en el «trole»,

que por poco me rompo el coco como el Chungui por darme el bote...¡Sin haber hecho na...!

TRANVI.– Y que el tío ahora pega con un látigo que se ha hecho, con doscorreas así de largas y remachás de acero en la punta... El Caribe lo haprobao...

CARIBE.– (Tocando las palmas.) ¡Qué lo amos a hacer!... Así es la vía... (Semarca unos cuantos pasos de baile.)

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TRANVI.– A ver si va a ser menda quien acabe con tos los criminales de labrigaílla...

(Clamoreo de oles.)

CHUNGUI.– Tener en cuenta que nos guipa el Pozo...TRANVI.– Al Pozo le amos a tener que meter otra cruja como aquella que le

arrimamos hace dos primaveras...CHUNGUI.– Entoavía está señalao...TRANVI.– Pero tú calla ya, que hasta ties papeles y too...CARIBE.– Pero ¿es verdad eso? ¿Ties papeles y too? Enséñamelos...CHUNGUI.– ¡Amos, güeno!... ¿Tú te vas a creer lo que te diga éste?TRANVI.– Di que sí, macho. Que tie cartilla del seguro y too...CHUNGUI.– (Molesto.) Que no es verdad, hombre... ¡Pos vaya lata que me

dais y no es mi santo...!TRUENO.– Pos allá tú, si te tiras pa lo honrao... Ca uno es libre, ¿no? Si él

quie currelar en una obra, pos que currele, ¡no te joes!...TRANVI.– Como cuando el Caribe cogió una caja de limpia...CARIBE.– Ya ves tú, pa que aluego me la rompieran en las costillas... Eso es

lo que pasa, tú...

(Vuelven a tocar las palmas.)

CARIBE.– Mía qué fandangos canta este bordes. Menese se llama.TRUENO.– (Al CARIBE.) ¿Y cómo te va la chatarra?CARIBE.– Cada vez más achuchao. No se currela na. Amos a tener que

pirárnoslas.TRANVI.– Sí..., tú mucho darle a la mui; pero bien que te alivias de vez en

cuando sin soltar prenda. Y, además, ¿sabes?, (El TRUENO.) anda ha-ciendo la rosca a los de los Balas...

CARIBE.– (Ofendido.) Eso sí que no es verdad. Por mis muertos que es men-tira.

TRUENO.– (Aplacándole.) Ni que yo me iba a creer que un tío tan honraocomo tú va a traicionar a nadie. (Al TRANVI.) Ten cuidao con la sin-hueso, macho, que aquí el Caribe es sagrao...

TRANVI.– Era una guasa, gachó...

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CARIBE.– Es que hay guasas y guasas...CHUNGUI.– Pa correa yo, que la habéis tomao conmigo y na...TRUENO.– (Luego de una pausa en que el palmear de los tres sube de tono.)

¿Así que la cosa está un poco achuchá? ¿No? ¿Qué el Puma anda pi-diendo guerra?

TRANVI.– Y atizando...CARIBE.– Entoavía tengo las marcas...CHUNGUI.– Y con refuerzos de la bofia...TRANVI.– Hasta don Dolores se da un garbeo pol barrio...TRUENO.– (Muy rotundo.) Pos habrá que seguir viviendo...TRANVI.– Naturaca...TRUENO.– Habrá que echarse p’adelante...CARIBE.– Pa lo que tú ordenes, jefe...TRUENO.– A ver si no amos a tener derecho a la vía...CHUNGUI.– Como ca quisqui...TRUENO.– Trabajo sobra, que lo icen los ministros...TRANVI.– Y los billetes verdes que vuelan...CARIBE.– Ea...TRUENO.– Y al Pozo le metemos una cruja que no lo cuenta... Y al Puma se

tropieza con una bala perdía.... Y yo me he traío un par de granadas deltercio...

LOS OTROS.– (Jaleando y marcando pases de baile a compás de la coplaflamenca.) ¡Ele, macho!... ¡Vamos p’allá! ¡Yeeey!

(Oscuro.)

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MOMENTO TERCERO

La banda ha salido a la calle. Los cuatro quinquis, hartos de copas ydiscos flamencos, se demoran a la puerta del bar viendo pasar a las gachísy discutiendo planes.

TRANVI.– (Canturreando todavía una mala copla por bulerías.)

Mia si tengo talentomia si tengo talento,que he puesto una casa e putasfrente al auntamiento,frente al auntamiento...

LOS OTROS.– ¡Ele!...TRUENO.– (Lírico y ensoñador de repente.) Ay, Madriz de mi alma, y las

ganas que tenía de estar a tu vera. Ni Nueva York ni China, ¡Viva Va-llecas...!

CHUNGUI.– ¿Pa aónde tiramos, macho?CARIBE.– ¿Nos largamos a Corea?TRUENO.– (Que ha divisao a una GACHÍ fetén, va tras ella piropeándola.)

Contigo sí que me iba yo, chata, al Viernán ese. Y qué foto te hacía conmi objetivo recién estrenao... (La GACHÍ desaparece y el TRUENO vuelveal grupo.)

CHUNGUI.– Güeno, decidirse de una vez, que la noche es joven...TRANVI.– (Al CHUNGUI.) ¿Y aónde quies ir tú con esa pelota que parece del

Inter? Si te ven con eso y tiran un córner, macho...

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(Ahora son los cuatro quienes rodean a una gachí o a unpar de ellas invisibles envolviéndolas en carpetovetónicospiropos.)

TRUENO.– ¡La mare que me parió con la tía la minifalda, que paece que salee la incubadora...!

TRANVI.– ¡Niña, que paeces un helicótero...CHUNGUI.– Vente conmigo, que soy tu primo...

(El CARIBE, más expeditivo que los otros, ha ido y le hadado un azote en las nalgas. Risas de los otros.)

TRUENO.– ¡Macho es El Caribe!...TRANVI.– (A la chica, que ha huido.) No te acalores, chata, que ya viene el

verano...TRUENO.– Está pa tomarla de aperitivo. Gachó con la tía...TRANVI.– (Volviendo al canturreo.) «Mía si tengo talento, mía si tengo ta-

lento...»CHUNGUI.– Güeno, decidirse... ¿Pa aónde tiramos?TRUENO.– Espera, leñe, ya... Empaciente... Deja que veamos un poco el mues-

trario. ¡Mira, mira, lo que viene, lo que viene!...TRANVI.– (Que ha dejado de cantar, pone al TRUENO la mano en el pecho

retirándole hacia atrás.) Eh, tú, que ésa es mi cuñá...TRUENO.– (Muy noble y reverencioso.) Entonces, na... A perdonar se ha di-

cho...TRANVI.– (Saluda a la GACHÍ.) Con Dios, Caqui...LOS OTROS.– (Muy respetuosos a la invisible que pasa.) Buenas noches...

(Pausa. Rota la tensión, los cuatro se relajan.)

TRUENO.– ¿Aónde s’habrá metío el Johnson?

(El CHUNGUI es quien se adelanta ahora hacia una su-puesta gachí.)

CHUNGUI.– Ésa sí que pa mí solo... Niña, ¿por qué te has puesto una Super-séen el coco?

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TRUENO.– Déjame que te «fagorice» un poco, chata.

(Acorralan los cuatro a la hembra. El CARIBE, que ibaotra vez expeditivo, se echa la mano a la cara al sonar elbofetón.)

TRANVI.– Pero niña, no seas mal educá, que no estás en el plató...

(Los cuatro meten mano a la GACHÍ. Se oyen los ladridosalegres del Johnson, que parece haber venido a partici-par del festín.)

TRUENO.– ¡Anda con ella, Johnson, tríncala tú que puedes, macho!...

(Se arma un notable guirigay. Parece que alguien –siem-pre invisible, porque los paseantes son figurados– havenido en defensa de la hembra. El TRUENO se encaracon él.)

TRUENO.– ¿Pasa algo, Elliot Ness?TRANVI.– (Acercándose también por detrás al defensor de mujeres. Unos

gritos han subrayado la desaparición de la hembra.) ¿Qué pasa? ¿Queha venío el Santo?

(Los otros se acercan al invisible defensor en actitud ame-nazadora.)

TRUENO.– ¡Eso lo va a ser tu padre; tu padre y tu primo juntos! Que te metoun embolao que...

TRANVI.– (Hace un ademán de dar una patada en la parte posterior del deman-dante.) Venga ya pa la congregación, y las reclamaciones el jueves...

CARIBE.– (Que ha abierto la navaja.) Vente acá p’acá, Mariconchi, que temaquillo un poco...

(Parece que la escena ha provocado algunas iras de in-visibles paseantes. Los cuatro se vuelven ahora hacia elpúblico.)

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VOCES CONFUSAS.– C’avisen ya al 091...! ¡Gamberros! ¡Quinquis!... ¡Que loscuelguen de una vez!... ¡Ya podréis, cuatro contra uno! ¡Cobardes!...

TRUENO.– (Encarándose con uno.) ¿Quies ver cómo te parto a ti la boca, yosolo y cara a cara?

TRANVI.– (Haciendo ademán de dar un puñetazo.) ¡Que no quieo estropearel tupé, maestro el andamio...!

CARIBE.– (Con la navaja en la mano.) Me estoy cortando las uñas. ¿Pasaalgo?

CHUNGUI.– Tú hablas cuando te interroguen...TRUENO.– Ustez, señora, váyase a hacer la cama que ya es hora, pa cuando

venga su macho...

(Murmullo inconfuso de voces. Los cuatro quinquis em-piezan a debatirse. Johnson ladra.)

UNA VOZ ROTUNDA.– Ya está ahí el 091... ¡Aquí, aquí...!CARIBE.– (Que ha cerrado la navaja.) ¡La bofia, Trueno, la bofia!... ¡Chava-

les, que nos trincan....!

(El CHUNGUI y el TRANVI son los primeros que desapare-cen. El TRUENO y el CARIBE, sin embargo, permanecenerguidos.)

TRUENO.– ¡A mí la Legión!...CARIBE.– (Tirando de él.) ¡Que nos trincan!... Echa p’alante ya...

(Desaparecen los dos echándose mano a la cabeza. Losgritos arrecian. Ladridos del perro. Sirena de la poli.Oscuro.)

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MOMENTO CUARTO

La barraca del TRUENO. Una sola estancia. COCINA eléctrica. Un sofáque sirve de cama. Un televisor. Un frigorífico. Mesa y sillas. En la pared,clavadas con chinchetas, muchas fotos: del TRUENO –vestido de legionario–,de su novia, de sus amigos, etc. Una parte de la estancia está dividida poruna cortina, y en ella hay un catre con el bulto de una vieja, aquejada deasma, que es la madre del TRUENO.

(Derrengados por la carrera que acaban de darse, en-tran el TRUENO y el CARIBE acompañados por los ladri-dos del Johnson. En la puerta de la barraca el TRUENOcobra aliento, se sienta en una piedra y saca el paquetede tabaco.)

TRUENO.– Toma aliento, chaval... (Ofrece al CARIBE un cigarrillo «Chéster».)Y tú, échate aquí. (Se lo ha dicho al perro, que parece obedecerle. ElTRUENO mira el cielo estrellado y se aprieta la chaqueta subiéndose lasolapa.) Pa coger una pulmonía con la carrera que nos habemos pegao.(Se pasa la mano por la frente limpiándose el sudor.) ¡Amos que...! Esque no le dejan a uno vivir, tú. Es que te hacen la vía imposible. Ni quefuéramos negros de ésos. ¿Es que no puede uno decir un piropo a unachavala? Mía que viene uno de la mili con ganas de cachondeo, porquees natural, ¿no? Que uno tie veinticinco años y ganas de triunfar... Puesna, como si no tuviéramos derecho a la vía. Toos contra uno... ¡Joer!...

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CARIBE.– (Que se ha acuclillado a su lado sin llegar a sentarse.) Son unoscabrones. Y no nos han trincao por un pelo, macho. (Acaricia al invisi-ble de Johnson.) Y el perro quería plantarles cara, ¿t’has dao cuenta?

TRUENO.– (Palpando al perro.) Es un macho el Johnson...CARIBE.– A aquél tío lo teníamos que haber pinchao, tú...TRUENO.– (Contemplando la noche.) Llega un momento, tú, que uno sólo se

encuentra a gusto a altas horas de la noche. Como si uno fuera una fiera.Igualito... Tie uno que esperar a que toos esos criminales duerman papoer respirar... Mira, toca. (Pone la mano del otro en su corazón.) ¿Noves cómo me late la caja a cambios? Y no es por canguelo, es por cora-je. ¡Que tengo unas ganas de llevarme a uno de esos por delante...!

(Pausa.)

CARIBE.– (Poniéndose serio de repente y como trascendental.) Oye, ma-cho...

TRUENO.– (Que estaba con la cabeza baja acariciando al perro.) ¿Eh? ¿Que-rías algo?

CARIBE.– Oye, macho, ¿tú eres mi amigo?TRUENO.– (Con extrañeza y escupiendo por el rabillo de la boca.) ¡Puede!...CARIBE.– Es que estoy en un apuro, tú... Que tengo que pagar a la patrona y

no tengo parné...TRUENO.– (Echándose la mano al bolsillo trasero del pantalón.) ¿Cuánto

necesitas?CARIBE.– (Deteniéndole el movimiento.) No, dinero no quiero...TRUENO.– Pos ¿qué quieres?CARIBE.– (Haciendo dibujos en el suelo con la mano.) Lo de la chatarra anda

mal por culpa de mi tío; ese malage... Lo que quisiera es hacer una«operación», si te parece. Dinero no, que ya me distes otra vez, cuandome compré la capa pa torear...

TRUENO.– ¿Te quies explicar ya de una vez y dejarte de «arrodeos»? Que mecaigo de sueño y me voy pa la piltra... Ea, Johnson, a la piltra... (Se halevantado y el CARIBE también.)

CARIBE.– Oye, ¿tú habrás traío...?TRUENO.– ¿Qué?...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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CARIBE.– (Como si dijera una palabra mágica.) Grifa...TRUENO.– (Quieto.) ¿Quién te lo ha chivateao?CARIBE.– (Muy vehemente.) Nadie, Trueno, nadie, que me quede aquí muer-

to, nadie.TRUENO.– ¿Entonces?CARIBE.– Na. Que conociéndote como menda te conoce, es la fija: si el True-

no viene de la mili de África, no va a venir con las manos vacías. Y detraer algo, ¿qué iba a traer? ¡Grifa!...

TRUENO.– (Riendo. Le pone una mano en el hombro.) Ni pesquis que ties tú,Caribe. Calé tenías que ser...

CARIBE.– ¡Hombre!...TRUENO.– Güeno, pero mira, yo te doy el parné y ya me arreglaré con la

mercancía, que mis fatiguitas me ha costao pasarla por los verdes deMálaga la Bella...

CARIBE.– No. Tú me vendes un poco a precio de coste, ¿no? Y yo m’apaño...Por tus muertos, Trueno, que estoy en un apuro, que quieo pagar a lapatrona, que la señá Isabel se porta mu bien conmigo.

TRUENO.– Pero ¿pa qué vas a pasar fatigas, Caribe? Que tú eres demasiadogüeno y te calan de seguía... (Al ver la cara compungida del CARIBE.)Güeno, anda, pasa... (En el momento de entrar en la barraca se vuelvehacia él.) Pero achanta la mui, que no s’entere la vieja, tú... (Entran enla barraca. La VIEJA se agita en el catre.)

VIEJA.– ¿Quién va?TRUENO.– Soy yo, madre... Duerma tranquila, que no pasa na...VIEJA.– (Agitándose entre los estertores del asma.) Ay, niño, qué horas...

(El TRUENO ha ido a dar un beso a su madre.)

TRUENO.– Estoy aquí, con un amiguete. Duerma, que ya me acuesto...VIEJA.– (Entre murmullos inconexos.) Que m’hace daño el humo... La Lurdes

ha venío... ¿T’has comío la ensalada? ¡Niño!... (Al ver que no le hacecaso, acaba callándose.)

(El TRUENO ha llevado al CARIBE hasta el sofá. El CARIBEsilba ligeramente al perro señalándole el sofá.)

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

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TRUENO.– (A media voz, luego del silbido.) ¡Hale, Johnson..., a la piltra...(Le acaricia una vez que el perro se ha instalado.) Ea, duerme y calla...

CARIBE.– ¡Jolín, la de fotos que ties, gachó...!TRUENO.– (Que se ha agachado a rebuscar debajo del sofá.) A miles, a mi-

les las tengo... (Señala un cajón.) To ese cajón lleno y otro que tie laLurdes...

CARIBE.– (Contemplando las fotos.) Aquí estoy yo... Aquí estamos toos...TRUENO.– (Que sigue de rodillas, se yergue.) Sí, cuando la despedida..., en

la venta el novillo... Y aquí estás tú toreando...CARIBE.– ¡Anda, pos sí es verdad!... Estuve fenómeno, ¿no?TRUENO.– Entoavía prometes. Yo te lo tengo dicho, ahora que tú...CARIBE.– ¡Macauen la mar!... Me falta coraje, reaños... Mira aquí, la Lurdes,

qué maja...

(Saca el TRUENO otra, que le enseña al CARIBE.)

TRUENO.– ¿Has visto ésta?CARIBE.– (Cogiendo la foto.) ¡Mi madre!... ¡Mecagüen!... Qué foto, chavó...

¿Y cómo se la hiciste así?... ¡Menúo monumento...!TRUENO.– La Lurdes hace lo que yo quiero. La tengo en el bote. Pero (Muy

serio.) es mi hembra. Ni más ni menos. ¡Mía!... (Recoge la foto que elotro le entrega. La deja sobre el sofá. Ha sacado un cajón lleno demáquinas de fotografiar.) ¿Y too este arsenal?

CARIBE.– (Mirándolo.) ¡Ojú!TRUENO.– (Enseñándole algunas.) Las tengo de toas las marcas y toos los

países. (Enseñándole una.) Ésta es rusa... Ésta, americana... ¿No vesque me pasé too un verano en los autocares de los turistas? Con el Pindo,él y yo... Y las que hemos vendío. (Le entrega una.) Toma, te regaloésta...

CARIBE.– ¿De veras? (Ha cogido la cámara.)TRUENO.– La voy a tirar si no...

(El CARIBE, extasiado, da vueltas a la cámara.)

CARIBE.– ¿Y funciona?

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TRUENO.– Funciona fetén. Fetén, funciona...CARIBE.– Mersi, tú... Sen Kiu...TRUENO.– Calla, pichinglis... (Ha sacado un envoltorio en papel de periódi-

co y se lo entrega diciéndole en un susurro:) Esconde esto. (En voz másalta.) Echaremos un vasito. (Ha cogido una botella y dos vasos, quellena. El CARIBE se ha metido el paquete por dentro del pantalón en elvientre. Se arregla la camisa. El TRUENO se ríe.) Paece que estás preñá.

CARIBE.– (Riendo también.) Me he engordao en un minuto...TRUENO.– (Brindando antes de beber.) Suerte.CARIBE.– Suerte...

(Pausa.)

TRUENO.– Si no es mucho preguntar, ¿aónde vas a llevar eso? ¿A ca el Galle-go? (Gesto afirmativo del CARIBE.) No te digo na.

CARIBE.– ¿Es que no te fías?TRUENO.– Me fío. Contigo voy al fin del mundo...CARIBE.– Pos eso... ¿Qué te tengo que dar?TRUENO.– Tú apáñate y luego haremos cuentas...CARIBE.– Gracias. Eres mi padre...TRUENO.– De baracalofi no te lo voy a dar...CARIBE.– Como debe ser...TRUENO.– (Que se ha levantado de pronto, y sin que el otro diga ni haga

gesto alguno, dice en voz alta.) ¿Ya te las piras?CARIBE.– (Que naturalmente se levanta.) Sí, tú, que me caigo de sueñíviris...

Con Dios.TRUENO.– (Dándole la máquina que el otro fingía olvidar.) Que te dejas esto.CARIBE.– (Cogiendo la máquina.) ¡Gracias, macho!...

(El TRUENO le acompaña hasta la puerta. Le despide.Cuando el otro se aleja, dice el TRUENO:)

TRUENO.– ¡Y no bebas tanto, que se te jincha la barriga...! (Y le tira unapiedra. Se oyen en la noche las risas del otro. El TRUENO vuelve a laestancia. Se pasa la mano por la cara. Parece como cansado, fatigado.

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

450 JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

Bebe el resto del vino. Coge la foto de la LURDES que dejo en el sofá. Lacontempla con ansiedad gozosa. Se tumba, diciendo al perro:) Déjame,Johnson, que toa la cama no es tuya... (Leves gruñidos del perro.)

(El TRUENO pone ante sí la fotografía y la mira arrobado.La besa. Vuelve a mirarla. Muy lentamente llega a me-dia voz aquella canción del Príncipe Gitano que dice:«Cuando por la noche / a solas me quedo en mi soleá /miro tu retrato / y luego me pongo a llorar». Oscuro.)

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MOMENTO QUINTO

El CARIBE, a altas horas de la noche, muy contento, con la grifa escon-dida en el vientre y la cámara fotográfica en las manos, camino de su ran-cho. Se detiene de vez en cuando y maneja la cámara, mirando por el obje-tivo. Está contento como un chaval con un juguete y no toma precauciones,olvidándose del contrabando que esconde. Por eso no repara en aquellosdos tipos que, medio escondidos, le acechan. Son dos agentes de la «Briga-da» que visten pantalón tejano y cazadoras de cuero. Esconden la pistolaen el cinto y la chapa debajo de la cazadora. Pero son conocidos del CARI-BE. A uno lo llaman el PUMA, y al otro, el CHATO. El CARIBE se ha detenido yenfoca la cámara hacia un lugar como si fuera a tirar una foto. El PUMA,haciendo un guiño picaresco a su amigo, se adelanta y se coloca ante lacámara del muchacho en una pose de gánster de película. El CARIBE retirala cámara y se queda helado ante aquella aparición.

PUMA.– (Que habla con una gran suavidad y misterio, con un ostensibleacento gallego.) Venga ya..., tírame una fotu. ¿Estoy bien así?... (Agudizasu gesto chulesco. El CHATO se acerca con las manos en el cinto acari-ciando la pistola.)

CARIBE.– (Que ha vuelto a la tierra, aterrado.) Mu..., mu... güenas noches.CHATO.– (Al PUMA.) ¿Cómo quies que te fotografíe de noche y sin flas? ¡Ca-

teto, que eres un cateto!...PUMA.– (Que ha compuesto ya la figura y acariciándose el bigote.) Pues que

no hay pocos adelantus en esta clase de estrumentos como pa noconseguirse fotus sin pijadas de ésas... (Al CARIBE.) ¿Verdad, tú?

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CARIBE.– Un servidor... no...PUMA.– Ni tampoco sabías que te dedicabas al oficio de retratista ambulan-

te... (Al CHATO.) ¿Y tú, lo sabías?...CHATO.– Éste es un chaval mu apañao...PUMA.– (Al CARIBE.) Déjame el estrumentu, hombre, haz el favor...

(El CARIBE le tiende la máquina y es ahora cuando sepalpa el vientre y recuerda que lleva la grifa. Instintiva-mente, da una gran zancada para huir. Pero el CHATO,que ya estaba preparado, le echa el brazo por el cuello,le hace una llave de kárate y lo tumba en el suelo. Allí lomantiene bien sujeto. El CARIBE gime escondido.)

PUMA.– (Mientras su compañero realizaba la operación, seguía muy tran-quilo observando la cámara.) ¿Y aónde l’has comprau, machu?... ¿Eh?...(Se adelanta y da un puntapié, no muy fuerte, en los riñones del CARIBE,tumbado boca abajo y sujeto por el otro, que saca las esposas.) ¡Que teestoy interrogando!... ¿Dónde?

CARIBE.– (Que se va rehaciendo y mintiendo con ingenuidad.) En el Rastro...CHATO.– Si en el Rastro hay de to. No sé pa qué preguntas, ¡cateto!... Las

traen del África...PUMA.– En el África las dan mu baratas... Manda cojones con el Caribe, que

se ha hecho aficionau a las fotus... ¿Y tie rollo?...CHATO.– (Al CARIBE.) No llores, hombre, que no te va a pasar na...CARIBE.– (En un leve rasgo de virilidad.) Es que me hace usté daño...

(Ya le ha puesto las esposas. Pero el tío sigue con larodilla puesta en sus riñones.)

PUMA.– Pues vamos a irnos pa casa y allí nos vas a enseñar a manejar elaparato y amos a hacer algunas fotus. Se pueden hacer cosas mu diver-tidas...

CHATO.– Con ésa fotografía hembras desnudas aquí, el amigo...PUMA.– (Que echa a andar y se une al grupo.) Pues mira que aquí, el amigu,

le venía diciéndoselu; que hace días que no sabemos na del Caribe. Yque teníamus algún deseu de echar un pitu contigo. ¿Que no?

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CHATO.– Si es un desagradecido que no quie na con los viejos amigos. ¿Porqué no quies na con los amigos?

(El CARIBE tiene como un acceso de locura y se da degolpes contra el suelo con la cabeza, lleno de ira. ElCHATO, cogiéndole del pelo, le obliga a levantarse. Peroél, para que no vea el bulto que lleva en el vientre, quierepermanecer agachado.)

PUMA.– (Mientras el CHATO levanta al CARIBE.) ¿Por qué ties siempre tanmal genio, calé? No te pongas así, chachu. Luego te quejas de que tecasquemus...

CHATO.– (Al ver que el CARIBE se mantiene agachado.) Pero ponte derecho.¿Es que ties reúma?

PUMA.– (Que ha ido hasta él y le va a dar un puñetazo en la boca del estó-mago; cuando guipa el paquete que esconde, le mete la mano por labragueta, tira y lo saca. El CARIBE se agita y se yergue al fin.) ¡Hom-bre!... (Huele el paquete y dice al CHATO, muy tranquilo.) ¿Y cómoquerías tú que el rapaz se pusiá derechu si llevaba esto, el pobriñu?...

CHATO.– (Riéndose.) Lo llevaba como los moros, metío en los calzones...

(El CARIBE, desesperado, la cabeza caída, el mechón depelos sobre la frente, los ojos arrasados de lágrimas, res-pira jadeante.)

PUMA.– (Lleva debajo del brazo la cámara y el paquete. Va al CARIBE y lerevuelve, «cariñoso», el pelo.) No te pongas así, chachu, que no es patantu, hombre...

CHATO.– No te pongas tan feo, que bastante ties con tu jeta habitual...PUMA.– (Que ya va iniciando el mutis. Al CHATO, con mucha suavidad.) Si el

Caribe ya sabe que no le pasa na. Ganas de hacer tragedia que tie, elcalé... Que a lo mejor no tenías ganas de vernus a los dos juntus. Peor yase le ha pasau, (Al CARIBE, que es empujado lentamente por el otro.)¿verdad? Ahora amus a charlar un puquitu y nos entendemos comobuenus amigus sin necesiá de acalorarnus...

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CHATO.– (Riéndose.) La misma emoción de vernos de pronto, y como elchaval es tan sensible... (Al CARIBE.) Anda, tira, tira p’alante, que hacefresquillo y allí tenemos una güena lumbre pa que se te quite la tem-bliquera...

(A punto de hacer mutis.)

EL PUMA.– (Que camina detrás muy reflexivo.) Que también son horas éstasde estar ya recogidus, aunque gracias a undivé no tengamos que levan-tarnos tempranitu...

(Salen. Llega de nuevo el lamento del Príncipe Gitano,que continúa la copla con aquellos versos: «Dolores, aymi Dolores / déjame que llore y llore / llore yo sobre lasflores…».)

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MOMENTO SEXTO

Un tercio de escena es el interior de un merendero de Vallecas. Unamesa preparada con manteles para la cena. En otra mesa se amontonan lasviandas: pollos asados y botellas de Tío Pepe. Están en escena el TRANVI yel CHUNGUI con el COCINA. Los dos primeros, vestidos como secretarios deembajada. El CHUNGUI ya no lleva la cabeza vendada, sino un pequeño es-paradrapo. El COCINA es el mozo del merendero y lleva chaqueta blanca decamarero y delantal de rayas verdes y negras. Es de noche.

COCINA.– (Mostrando a los otros lo que tiene preparado.) ¿Qué sos parece?CHUNGUI.– Fenómeno.COCINA.– Los callos están a la lumbre, pa que cuando vengan los demás

estén bien calentitos...TRANVI.– (Dando una palmada al mozo.) Eres un fenómeno. A ver si va a

ser verdad que poamos echar un rato güeno sin que nos moleste nadie...COCINA.– De eso poéis estar seguros. Bástete que hoy es día de cierre pa que

naide s’acerque, y másime que estará menda vigilando...TRANVI.– Porque sólo por hacernos gomitar lo que comimos, esos crimina-

les son capaces de venirnos a dar un disgusto...CHUNGUI.– Oye, Cocina, ¿no habrás visto por un casual al Caribe? ¿No ha

venío por aquí?COCINA.– Yo no lo he visto. Ahora, que si tie que venir vendrá con el Trueno...TRANVI.– (Que se ha acercado a husmear los pollos.) Oye, Cocina: estos

pollos son del año pasao, ¿no?COCINA.– (Ofendido.) Del año e tu agüela la del pueblo... ¡No te joe el tío...!

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TRANVI.– Es que paecen mismamente de plástico, tú...COCINA.– (Que sigue enfadado.) Como que menda iba a servir na malo al

Trueno, que es el tío más rumboso y flamenco de Madriz, másime cuandose trata de celebrar su vuelta a los madriles con sus compadres. ¿Porquién m’has tomao, chavea?

TRANVI.– Anda ya, gorrión, que ties más cuento que el Calleja...CHUNGUI.– (Que se pasea preocupado.) Pos es raro, porque yo m’había citao

con él en la Cepa de Oro y no ha venío...TRANVI.– Porque habrá tenío un plan mejor, ¡no te joe!, o ¿es que te crees que

resulta muy atractivo ir con ese coco que llevas? que paece mentiraque lo pueas transportar con tanta soltura.

COCINA.– Pos ya no puen tardar, porque el Trueno me encargó que tuviá toopreparao pa las diez y son las diez y cuarto; u séase, que por mi parte yaestá too apañao. Ahora, que vengan cuando quieran...

TRANVI.– Pos lo que amos a hacer es descorchar una botella de Tío Pepe ynos traes unas aceitunillas...

CHUNGUI.– No, tú... Esperemos a que venga, por lo menos el Trueno, tú, y elCaribe...

TRANVI.– Pues yo tengo sez. Tráeme una pisicola, que pago por mi cuenta.(Cuando va a salir el COCINA.) Y oye, vigila bien, y si ves algo raro nosavisas, pa que estemos preparaos...

COCINA.– (Volviéndose enfadado.) Pero ¿qué me vas a decir a mí? En cuantovenga to Dios, echo el cierre y no entra ni el capitán general ¡Pos sí que...!Como no tengo yo bola a los tíos de la brigadilla, ni cuentas pendientescon ellos, pa que me vengas a mí con...

(Sale el COCINA.)

CHUNGUI.– (Que se ha sentado y sigue con su preocupación.) Pos mía que esraro que un tío tan serio como el Caribe dé plantón...

TRANVI.– ¡Y dale...!CHUNGUI.– ¿Y tú no lo has visto en too el día?TRANVI.– ¿Yo? ¡Pa ver estaba yo! He tenío un día de perros, que me he

recorrío too Madriz en trole y too m’ha salío en contra...CHUNGUI.– Tendría chiste que lo hubián trincao...

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COCINA.– (Que ha aparecido sin traer la bebida que el otro le pidió.) Mepaece que ya están ahí...

(Salen a la puerta. Se oye el frenazo de un taxi y el cerrarde dos puertas. Los tres se adelantan a recibir a los quellegan. El TRUENO viene hecho un brazo de mar, con unterno y una corbata impresionantes. Con él vienen laLURDES, guapísima y elegantísima, como una de las quesalen en «París Match», un tío que lleva una guitarra enun estuche y un cantaor flamenco muy gitano.)

TRANVI.– (Adelantándose.) Pos ya creímos que nos ibais a dar plantón...CHUNGUI.– ¿Y el Caribe? ¿No viene con vosotros?TRUENO.– (Echando una mano por el hombro del COCINA.) ¿Qué hay macho,

lo ties too a punto?COCINA.– A ver si está de tu gusto, macho...

(Ha entrado el grupo en el merendero. La LURDES dejaunos paquetes sobre una silla y se arregla el pelo mirán-dose en un espejo. El TRUENO pasa revista a todo como sifuera un general.)

TRUENO.– (Dando otro palmoteo al COCINA.) ¡Vale...! ¡Ea...!TRANVI.– (Mirando al GUITARRISTA y al CANTAOR, que están instalándose.)

Pero si has traío artistas y too... (Adelantándose al CANTAOR.) ¿Tú eresel Canillas, no?

CANILLAS.– Me llaman..CHUNGUI.– (Que va tras el TRUENO.) Oye, que no ha venío el Caribe entoavía...TRUENO.– (Alegre, lleno de vitalidad, sin hacer caso de lo que le dice el

otro, ha desenfundado una cámara fotográfica. Al COCINA.) Güeno, vetedescorchando unas botellas y ponnos unos vinos y una tapilla de algo.(A los otros.) Y vosotros ponerse en grupo, que amos a hacer una foto...

LURDES.– (Volviéndose.) Ya está con las fotos...TRUENO.– (A la LURDES.) Y tú, toma una copilla y una tapa y te vas pa casa,

que esto es pa hombres solos...LURDES.– Ya tenía que estar en casa, que de copas no quiero na...

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CHUNGUI.– (Al TRUENO.) Oye..., pero que falta el Caribe...TRUENO.– (Volviéndose.) Pero ¿qué estás diciendo tú? ¡Qué tío más rollo...!CHUNGUI.– No, que digo que entoavía no ha venío el Caribe...TRUENO.– ¿El Caribe? ¿Y aónde s’ha metío?CHUNGUI.– Pos no sé...TRUENO.– Nos va hacer esperar... Güeno, ponerse, que tiramos una foto...

(Llamando.) Y tú, Cocina, vente p’acá, que también entras en el grupo.(Ordenando la foto.) A ver, tú... (Al GUITARRISTA.) Aquí, a un lao, con lasonante... Así... (Al CANTAOR.) Tú a su vera... Güeno, venga, a ver siamos a estar toa la noche con esto... ¿Aónde está la Lurdes? Ponte aquídelante, agáchate, así... Un momento, que sale un pajarito... Levanta lajeta, Lurdes...

LURDES.– ¿Así?

(El TRUENO tira la foto.)

TRUENO.– Vale... (Tira la foto.)CHUNGUI.– (En el momento de deshacerse el grupo.) Pero falta el Caribe...TRUENO.– (Ahora ya más preocupado.) ¡También el Caribe...! Pero ya hare-

mos otras; he comprao tres rollos... (La LURDES está recogiendo los pa-quetes que dejó sobre la silla.)

TRUENO.– Eso es. Ahora las mujeres que se larguen. (El COCINA ha servidocopas y tapas de aceitunas y chorizo.)

LURDES.– Pos eso mesmito es lo que estaba haciendo... Ea...TRUENO.– Güeno..., tómate una copilla...LURDES.– No quieo copas... (Da un beso al TRUENO.) Y a ver qué pasa...TRUENO.– Espera, ven aquí... (La lleva hasta la mesa de los pollos; coge

uno.) Toma, llévate esto...LURDES.– Jesús...TRUENO.– (Dándole una botella de Tío Pepe.) Y esto tamién... (La LURDES

coge las cosas alborozada y las mete en una bolsa que lleva.) ¿Quiesque te acompañe?

LURDES.– ¿Pa qué?TRUENO.– Te pueo acompañar mientras viene el calé ese...LURDES.– (Que inicia el mutis.) Divertirse vosotros, que yo me voy a la

piltra...

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TRANVI.– (Al TRUENO.) ¿Quies que la acompañe yo?TRUENO.– (Rotundo.) No, disfruta ahora, chavea...LURDES.– Güeno... (A los otros.) Güeno, chavales, divertirse y gastar poco.TODOS.– (Despidiéndola.) Gracias, salerosa... ¡Viva el rumbo!... ¡Abur!...

(Salen a despedirla como si fuera una reina. El TRUENO,satisfecho, con las manos metidas en los bolsillos, la vealejarse. Ella, muy pizpireta, taconeando.)

TRUENO.– (A voces.) ¡Que paeces la caperucita con esa cesta!...CHUNGUI.– Ten cuidao con el lobo feroz...

(Risas, palmoteos y todos adentro a la pitanza.)

TRUENO.– (Quitándose la chaqueta.) Güeno, chavales, al fin solos. Ahoraponerse cómodos y a triunfar... (Inútil consejo, porque casi todos ya sehan quitado la chaqueta.) Y tú, Cocina, ¿cómo andamos de discos?

TRANVI.– ¿Pos no has traío artistas?TRUENO.– Los artistas pa luego. Ahora pon dos placas ahí pa amenizar la cena...TRANVI.– Pon al Valderrama...CHUNGUI.– Al Menese...COCINA.– (Maniobrando el tocadiscos.) Pongo al Manolo Escobar pa que

sos conforméis...TRANVI.– Pon a tu tía la del pueblo...TRUENO.– (Dando una palmada.) Venga, a sentarse y a ver los callos...CHUNGUI.– Pero ¿y el Caribe?

(La pregunta del CHUNGUI queda, por vez primera, tem-blando en el aire cuando todos se sitúan en la mesa, conel TRUENO en el sitio de honor. El COCINA distribuye lascazuelas de callos, y en el tocadiscos, la voz flamencotade Manolo Escobar.)

TRUENO.– (Volviéndose hacia el CHUNGUI.) ¡Pos es verdá tamién...! ¡Qué raro!TRANVI.– Habrá encontrao algún plan...COCINA.– Pos yo ya he echao el cierre. Si viene, llamará él...

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CHUNGUI.– Es raro...TRUENO.– (Luego de un momento de vacilación.) Ea..., que venga cuando le

dé la gana... Comía va a sobrar, ¿eh, tú, Cocina?COCINA.– Pa parar un tren.TRUENO.– U séase que... (Al COCINA.) Oye, macho, ahí ties la cámara; de vez

en cuando nos tiras una foto, sin que nos demos cuenta...TRANVI.– (Con mucha chulería.) De frente y de perfil, macho...

(Empiezan a comer. Se nota la leve preocupación por elCARIBE. Efectivamente, el COCINA les tira una foto. La luzdecrece y quedan todos inmóviles. Se enciende la otraparte del escenario con una luz agria y se ve al CARIBEcon las manos esposadas por detrás de las rodillas, deespalda al público, la cabeza baja. El pelo enmarañado.Delante de él, dando la cara al público, sentado en unasilla, el PUMA, y a los lados, de pie, en mangas de camisa,el CHATO y otro; a un lado, el SERENO, contemplando laescena con satisfacción, apoyado en el chuzo.)

PUMA.– (Que bebe una botella de Coca-Cola y se limpia los morros con lamano, al CARIBE.) Pero mira si tie amor propiu que no quie «dilatar» asu cumpadre... ¡Está chalau el tiu...!

CHATO.– Como si no supiéramos nosotros de aónde sale too el material foto-gráfico del barrio ni quién viene de África...!

PUMA.– Pos lo que yo digu... Bástese que le quiera uno bien, porque al Cari-be se le quiere...

EL OTRO.– Tien una idea falsa de la hombría estos gitanos...EL SERENO.– Lo que son es unos gandules.PUMA.– (Muy severo, al SERENO.) Tú ya te estás cayandu si quies contemplar

el espectáculo. ¿Te pregunta alguien algu, u qué?...EL SERENO.– Hombre yo...PUMA.– (Que se vuelve al CHATO despectivamente.) A mí ya se me están hin-

chando las narices. ¿Y a ti?CHATO.– Menda hace tiempo que habría terminao. Las formalidades no son

mi fuerte, macho...

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PUMA.– Llevas razón. Luegu uno tie que tomar bicarbonato... (Se dirige alCARIBE.) Mira, Caribe: lo quieru escuchar todu de tus labius de rosa...¡Anda!...

(Pausa. El CARIBE calla. Se oyen los golpecitos del chuzodel SERENO en el suelo.)

PUMA.– (Muy sentimental.) También es una lástima que tengamos quecastigarlu...

CHATO.– (Que se ha echado las manos al cinturón. Al PUMA.) ¿Vale ya?

(El PUMA se encoge de hombros. El CHATO y el OTRO, conuna rapidez escalofriante, con entusiasmo, se han solta-do el cinturón del uniforme. Avanzan sobre el CARIBE ylevantan las hebillas sobre él, cuando el PUMA los detie-ne con un rugido.)

PUMA.– ¡Eeey!... ¡So!... Aquí tengo yo otro estrumento... (Va a un rincón apor algo.) Que vosotrus no pensáis en na... (Se agacha para recogeralgo y se oscurece la escena.)

(Vuelve a iluminarse la escena del merendero. El TRUE-NO está de pie trinchando un pollo. Hay cierta tristeza.Se nota el deseo de alejar el mal fario que sienten todos.El TRUENO sirve a los demás.)

TRUENO.– (Al COCINA que le ayuda.) Que quede algo pal Caribe... (Sonrien-te.) El Caribe seguro que viene con una torta de campeonato. Eso si nonos trae alguna gachí... Y mira que aquí no queremos hembras; u séase,que como venga con una gachí, se van los dos a tomar el fresco... Esecalé no hay quien le haga entrar en el orden...

CHUNGUI.– Es el tío mejor del mundo...TRANVI.– Demasiao panoli pa estos tiempos...TRUENO.– Tú, calla, que ya quisieas parecerte al Caribe. Hay que ver cuando

nos salvó a toa la banda y por culpa nuestra se pasó dos meses en Cara-banchel... Eso no lo hace nadie...

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TRANVI.– Eso es de tonto...TRUENO.– A ver si te callas ya, Tranvi. Que el Caribe es sagrao. Ya lo sa-

bes... Güeno, ¿cómo está el pollo? ¿Qué icen los artistas?EL GUITARRISTA.– Pue pasar...TRANVI.– ¡Josú con éstos!... Como están acostumbrados a alternar con los

famosos del cine y la tele...TRUENO.– Y con Luis Miguel Dominguín..., no te joe...EL GUITARRISTA.– Puede...TRUENO.– Güeno, vosotros aclararse la garganta pa que vean éstos lo que

hay. Y tú, Cocina, ¿qué te parece que echaras una visual a ver cómo estála costa y aluego nos sacaras otra foto?

COCINA.– (Saludando militarmente.) A la orden de usted, mi coronel...

(Vuelve a bajar la luz y a encenderse la otra parte. ElCARIBE está hecho un ovillo en el suelo. Deshecho. Losagentes se limpian el sudor.)

PUMA.– ¡Ya salió la madre el curderu!... El partu de los montes...

(Los otros dos se ponen las cazadoras. Se colocan bienlas pistolas.)

EL SERENO.– (Avanzando muy obsequioso hacia el PUMA y saltando sobre elovillo del CARIBE.) Si le paece, jefe, yo me adelanto pa retenerlos, nosea que levanten el vuelo...

PUMA.– (Que se pone la cazadora.) Tú te puedes ir a tomar por el sacu si teda la gana...

(El SERENO se ríe con risa de conejo y sale. Se abre unapuerta y aparece un señor esbelto con aire de profesor,las manos metidas en el bolsillo.)

COMISARIO.– ¿Qué? ¿Ya salió? (El PUMA afirma con la cabeza y señala elovillo del CARIBE. El COMISARIO se acerca y lo mueve con el pie.) ¿A quelo habéis desgraciao? ¿A que me lo habéis hecho la puñeta? (Se vuelveal PUMA.) A ti, Puma, te voy a licenciar muy pronto...

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PUMA.– ¿Pos qué quie usté que un servidor haga?COMISARIO.– (Dándole un cogotazo más bien cariñoso.) ¡Anda, cafre, que

eres más cafre...! Que tenías que estar en Scodlan Yar pa que aprendie-ras modos. Que te voy a meter un día una tunda que... Hale, finiquitar elasunto y dejarme en paz, puñeteros. (Los otros van a hacer mutis. ElCOMISARIO se dirige a la puerta gritando.) ¡Eh!, dos tíos que vengan allevarse un bulto...

(Se oscurece la escena. Se enciende la otra parte. Loscomensales están tocando palmas muy alegres; llevandoel ritmo del tanguillo de Cádiz que canta y baila el CAN-TAOR con grandes gestos afeminados.)

EL CANTAOR.– Dicen que tendremos prontomucho trabajo y mucha riquezay que arrojarán de Españaa los que tengan poca vergüenza...

(En este momento ha llegado a la puerta del merenderoel SERENO y pega grandes golpes con el chuzo. Todos en-mudecen. El COCINA sale corriendo a ver lo que pasa. ElCANTAOR se ha quedado como si le hubiera dado un aire.)

TRUENO.– (Que ha sacado una pistola.) A ver quién es el guasa que nos mo-lesta ahora mismo. A ver si le tengo que meter un tiro en el mondongo.

CHUNGUI.– Será el Caribe...TRUENO.– (Muy alegremente, guardando la pistola.) ¡La fija: El Caribe!...

Le amos a dar una...

(El CHUNGUI se ha levantado. El TRANVI está medio borra-cho con el GUITARRISTA y sigue tocando palmas. Llegaenseguida el COCINA.)

COCINA.– Es el mulato, el sereno. Que ice que si no le convidamos a una copa,que hace frío y que aquí estamos calentitos. Que no es pa molestar...

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

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CHUNGUI.– (Rabioso.) Se vaya a tomar por el...TRUENO.– ¡... Se largue ya!... O, si no, espera... ¿Pa qué le amos a hacer un

feo? Que pase a tomar una copa...TRANVI.– Oye tú, que a menda le dio un día un par de palos ese marrajo...TRUENO.– ¿Un par? Si tú te mereces... (Al COCINA.) Anda, dile que entre...CHUNGUI.– No te fíes...TRUENO.– A lo mejor sabe algo del Caribe...

(Ha salido el COCINA y vuelve enseguida con el SERENO,que entra muy respetuoso con la gorra en la mano, son-riente y balanceando el chuzo.)

EL SERENO.– Saluz a toos, señores... Enhorabuena. ¿Qué? ¿Hay una copillapal vigilante nocturno?

TRANVI.– ¿Pa ti? Veneno matarratas.

(El SERENO le da una palmada.)

EL SERENO.– ¡Ele...!TRUENO.– Convidar aquí... al sereno. Oye, mulato, ¿sabes algo del Caribe?EL SERENO.– (En el momento en que se llevaba la copa a los labios.) No

señor. ¿No ha venío con ustedes?TRANVI.– (Al CANTAOR.) Venga, tú, sigue dándole al tenguillo...EL SERENO.– ¡Vivan los artistas...! (Se queda a un lado contemplando el es-

pectáculo como antes en la guarida de la brigadilla.)

(Vuelven todos al acompañamiento de palmas y el CAN-TAOR a su tanguillo. El SERENO hace el acompañamientodando golpecillos con el chuzo en el suelo, formando uncontrapunto bastante siniestro.)

EL CANTAOR.– Dicen que tendremos prontomucho trabajo y mucha riqueza,y que arrojarán de Españaa los que tengan poca vergüenza.

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Los que viven de mamelalos mandarán para Puerto Ricoy al borracho mala lenguahasta Rusia en un borrico...

(Estalla un ole rotundo. El TRANVI, sin dejar de tocarpalmas, se acerca al SERENO.)

TRANVI.– (Al SERENO, por lo bajini.) ¿Quies meterte el chuzo aonde te coja?

(El SERENO se encoge de hombros y sigue desafiante dán-dole al chuzo.)

EL CANTAOR.– Me creo que sea verdad,pero la realidadnos hace de comprenderque mucho tardará ponerse en ese planpor lo que ahora le diré...

(En ese momento, fuera, se ve al PUMA y a los otros dos.El PUMA, con señas, ordena al CHATO y al otro que se que-den en una esquina. Mientras, él va a rodear el ventorropara situarse en el otro extremo.)

Si a tanto bien se nos invita,¿por qué se aumentan los puestosde masa frita?Así que lo mejores no hacerse ilusiónde lo que pueda venir,ni con revolución, ni con revoluciónprosperará nuestro país...

(Estalla un ole clamoroso.)

TRUENO.– (Puesto en pie.) ¡Viva la madre que te parió...!

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TRANVI.– (También al CANTAOR, pasándole la mano por el hombro.) Que sedebió quear bien descansá la probe después del parto...

TRUENO.– (Al COCINA. Muy eufórico.) Y tú, Cocina, ya estás repartiendo pu-ros a toos... ¡Venga ya...!

(Siguen tocando palmas. El TRUENO se marca unos pasesde baile que todos jalean. El COCINA trae la caja de pu-ros. Todos cogen.)

TRANVI.– (Al TRUENO, cuando el SERENO se acerca a coger un puro.) ¿Y a estejúas, tamién le das?

TRUENO.– Tamién. Un día es un día... (Da un golpe en la espalda al SERENO.Y de pronto el TRUENO, ebrio ya de locura, saca la cartera.) Y ahora sosvoy a dar a ca uno un billete pa que sos acordéis de un amigo. Y a ti,Mulato, el primero.

(Le da, efectivamente, un billete de veinte duros y luegohace lo mismo con los otros, que lo cogen alborozados.)

TRANVI.– Pero qué macho es el tío...CHUNGUI.– ¡Qué grande eres, hijo...!TRUENO.– (Que sigue su reparto.) Pa ti, tamién, Cocina, y pa los artistas, que

aluego echaremos cuentas. Güeno, señores, oío al parche: que mendaya s’ha cansao de estar aquí metío como un conejo en la madriguera yque amos a darnos un garbeo por los madriles...

TRANVI.– ¡Ele...! Lo que menda estaba pensando...CHUNGUI.– A ver si damos por fin con el Caribe...

(Han ido a ponerse las chaquetas.)

TRUENO.– (A los artistas.) Y vosotros, a alegrar la vía. Que se despierte to elmundo y a ver quién es el flamenco que se nos atraviesa...

EL SERENO.– Yo saldré primero, pa ver si hay moros en la costa.

(Efectivamente, el SERENO sale. Se dirige al CHATO y alotro, que acechan, y les indica con un gesto que los otros

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van a salir y se sitúa en un lado para ver la escena. Losdos VIGILANTES sacan la pistola: el CHATO silba para avi-sar al PUMA, que se supone al acecho en la otra parte.Salen ya los comensales; el GUITARRISTA, dándole a lasonata, y el CANTAOR, canturreando. El TRANVI y el CHUNGUItocando palmas. El TRUENO, como un capitán, delante, lachaqueta colgada al hombro. El COCINA también les acom-paña. Se agrupan todos en el campo para despejarse delmareo anterior y, en ese momento, el CHATO y EL OTRO seabren avanzando y encañonándoles con las pistolas.)

CHATO.– ¡Alto ya toos!...EL OTRO.– ¡Quietos y las manos p’arriba...!

(Ha aparecido por el otro lado el PUMA esgrimiendo tam-bién su pistola y enfrentándose al TRUENO. Ha habido unmomento de escalofrío. En un relámpago se oyen inter-jecciones y se organiza una desbandada; cada uno correpor un lado. El TRUENO se agacha y saca la pistola parahacer frente al PUMA. En ese momento se ve cruzar porprimer término, cortando la escena, ante los espectado-res, al SERENO con la pistola en la mano. Suena un disparo;el PUMA cae sobre el TRUENO. El CHATO y EL OTRO, que nose han dado cuenta de nada, persiguen a los otros, quehuyen por el fondo. El SERENO desaparece. El TRUENO sequita el bulto de encima y lo deja caer pesadamente so-bre la chaqueta que se le cayó del hombro en el momentode sacar la pistola. El TRUENO mira horrorizado la pisto-la suya, que «no» ha disparado. Mira el cuerpo sin vidadel PUMA. Se retira con rabia el mechón de pelos que lecae por la cara. Mira a su alrededor con rabia y se en-cuentra solo. Le da un pisotón con rabia en la cara y,con un gesto de fatal desesperación, retrocede de espal-das. Enseguida se vuelve y sale corriendo. Oscuro.)

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MOMENTO SÉPTIMO

La chabola de la LURDES. En la ventana, cortinillas coquetas de gasa.Cretonas y pulcritud. Fotos de artistas en las paredes, y también la delTRUENO. La LURDES duerme en el catre. Entra la luz de la luna. Se oye elsibido penetrante del TRUENO. La LURDES se agita en el lecho. Vuelve a so-nar el silbido. La LURDES ya no duda; se levanta en camisón. Se pone, ner-viosa, las zapatillas y corre a la ventana. La entreabre.

LURDES.– (En un susurro. Medio adormilada.) ¿Eres tú?VOZ SECA DEL TRUENO.– ¡Ábreme, que voy...!

(Tambaleándose de sueño, va hacia la puerta y abre.Cuando aparece ante ella el TRUENO, en mangas de ca-misa, arrugado, se despierta del todo.)

LURDES.– (Al ver al TRUENO.) ¡Ay, Virgen...!

(El TRUENO ha cerrado tras de sí la puerta y se ha arroja-do sobre los brazos de la LURDES, a la que ahoga con unabrazo, medio llorando.)

LURDES.– (Agitándose entre los brazos del TRUENO.) ¡Ay, Virgen, ay, virgencitade mi alma!... Ay, ¿qué ha pasao?... ¡Déjame, déjame...! (Logra desasirsedel TRUENO y, como si la viniera un pensamiento, corre hasta la otrapared y dice:) ¡Mi padre, trueno, mi padre...! ¡Que no s’entere mi padre!

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(En un susurro estremecedor y violento, el TRUENO se hasentado en la cama y, limpiándose las lágrimas con ra-bia, saca un paquete de cigarrillos; tira tres y se poneuno en los labios. Busca febril el encendedor, que noencuentra. La LURDES, como alucinada, recorre el cuar-to. Se vuelve de espaldas, alza los brazos, da una tre-menda palmada y se agacha llorando.)

LURDES.– ¡Ay, Virgen bendita...! ¿Qué habrá hecho este hombre?... ¡Virgenbendita...!

TRUENO.– (Tirando el cigarrillo sin encender vuelve a ella y la abrazalloriqueando arrastrándola hasta la cama.) ¡No ha pasao na!... ¡No hapasao na!... ¡No ha pasao na...! (Lo ha dicho con mucha rabia.)

LURDES.– (Agitándose.) ¡Por los clavos de Cristo!TRUENO.– (Que ha sacado un montón de billetes del bolsillo y se los da a la

LURDES.) Toma, toma esto... Yo me voy... Me largo... Me tengo que ir.Toma, pa que te vayas tú tamién. Pa que te lleves a mi madre... (Lloradesconsolado. Los billetes caen por el suelo y la LURDES se levanta y vuelvea pasearse como una fiera.) Ay, ¿qué habré hecho yo en el mundo? ¿Peroqué habré hecho yo en el mundo? ¿Pero por qué? ¿Por qué? (Baja el tonode voz.)

TRUENO.– (Como alucinado.) ¡Yo no le he matao...! Yo tenía la pistola en lamano; pero yo no he disparao. Por mis muertos, que no he disparao...No sé quién ha sío, no sé quién ha sío... ¡Yo he tirao la pistola!... Y lachaqueta... Se m’ha perdío la chaqueta... Y no he disparao... ¿Y losotros, aónde están los otros?... ¿Y el Johnson? (Parece desvariar. LaLURDES se pone de rodillas ante él con un patetismo desgarrador.)

LURDES.– Pero ¿a quién has matao?TRUENO.– (Con un acento de alegría.) ¡Al Pumaaa...!

(Se quedan los dos mirándose en silencio. En ese momen-to se oyen unos golpes en el ligero tabique y llega la VOZDEL PADRE DE LA LURDES, que ellos escuchan con extrañeza.)

VOZ DEL PADRE DE LA LURDES.– ¿Ya estáis vosotros otra vez?... ¿Queréis vercómo me levanto?

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(La LURDES cae al suelo como enajenada. El TRUENO lalevanta y la arrastra hacia sí.)

TRUENO.– (Como comiéndose las palabras.) ¡Pero yo no lo he matao...! ¡Yono...! ¡No...!

LURDES.– (Cogiendo algunos billetes del suelo y tirándolos con rabia.) ¡No...,no..., no...!

TRUENO.– (Que coge a la LURDES y la arrastra hasta el lecho llorando.)¡Semos desgraciados!..., ¡semos desgraciados..! (La LURDES, vencida,se deja arrastrar. Luchan ambos en el lecho. Acaban por fin rendidos yllorando. Luego de una pausa larga, el TRUENO se levanta y va a mirarpor la ventana. Se arregla el pantalón y la camisa. La LURDES siguellorando en el catre toda descompuesta. Volviéndose muy agitado ha-cia ella.) ¡A mí no me puen hacer na, porque no lo he matao! ¡No mepuen hacer na!... Porque he perdío la chaqueta... Yo no he sío...

LURDES.– (Levantándose muy agitada.) ¡Vete a entregar, vete a entregar...!¡Vete a entregar!... Yo iré contigo. Cuéntalo todo... (Va a un rincóndonde hay una percha e intenta vestirse sin saber casi lo que hace.) (ElTRUENO va hacia ella y la abraza de nuevo.) ¡Chiss!..., calla..., ¡mi pa-dre...! Que nos va a oír... mi padre, por los clavos de Cristo...

TRUENO.– (Serenándose.) Espera, quita... Déjame que te explique, mujer... ¿Mequies escuchar?... ¿Me quies escuchar, zorra?... Te pego un tortazo... (Efec-tivamente, da el tortazo y la LURDES llora.) Yo me voy, pero volveré...Volveré en cuanto esté arreglao too... No te pasará na, ni a ti, ni a mi ma-dre... O vete a un pueblo... No nos va a pasar na, porque Dios no lo quiere.

(La LURDES se ha puesto una rebeca encima del camisón.Se oyen gruñidos ininteligibles del padre al otro lado deltabique.)

TRUENO.– (Abrazando y besando a la LURDES, con mucha ternura.) Si yo tequiero mucho, si te quiero mucho... ¡Yo te quiero mucho...! (La LURDESse deja besar totalmente rendida.)

LURDES.– (Apartándose de pronto.) ¡Vete, Trueno!... Escápate, que no tecojan. No te preocupes por mí, ni por tu madre... ¡Huye!... (Se agacha yempieza a recoger los billetes que había desparramados por el suelo.)¡Vete de seguía...! Corre, que te cogen..., ¡corre!...

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

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TRUENO.– (Agachándose sobre ella, la besa en la nuca.) Me defenderé. Medefenderé y me harán caso... ¡Como hay Dios...!

LURDES.– (Que se levanta con los billetes en la mano y empuja hacia lapuerta al TRUENO.) ¡Vete ya!... Vete de una vez y no pienses más. Vete,cariño mío, niño, vete. (Le besa también con gran ternura.)

(El TRUENO se ha dejado empujar y obedece como unperrito.)

LURDES.– (Deteniéndose de pronto.) Espera, que hace frío. ¿Cómo te vas a irasí, chiquiyo?... (Se quita la rebeca que se había puesto sobre el cami-són y se la pone. El TRUENO se deja hacer como un niño. Le abrocha conmucho cariño la rebeca, atrayéndole hacia sí mientras empuja los bo-tones.) ¡Ay, ay, ay...! (Pega su cara a la del hombre y permanecen asíun rato llorando. Separa de pronto la cara y vuelve a empujarle. Le daunos cuantos billetes y se los mete en el bolsillo.) Toma, toma, que tehará falta... ¡El dinero...! (Con una orden seca.) ¡Fuera!... (Cuando elotro va a salir, le vuelve a atraer hacia sí y empieza a olerle el cuerpo,a olfatearle como una perra.) ¡Mi hombre, mi hombre!..., ay...

TRUENO.– (Sin saber lo que dice.) ¡Mi madre!... ¡Y el Johnson...!LURDES.– (Muy entera.) ¡Sí!..., ¡sí!... ¡Vete!... (Le empuja y, en un arranque,

cierra la puerta. Sujeta con los brazos la puerta y se oyen los quejidosdel TRUENO. El TRUENO por fin se aleja vencido. Ladran los perros. LaLURDES se retira de la puerta.)

(Mira hacia la ventana, pero no se atreve a llegar hastaella. Se guarda los billetes en el pecho. Se acerca al tabi-que y da un golpecito.)

LURDES.– (Comiéndose las lágrimas.) Ya s’ha marchao, padre... Ya s’ha mar-chao...

VOZ DEL PADRE.– ¡La mare que sos jechó a los dos; mía si no se murierais,que no dejáis dormir a nadie...!

(La LURDES cae sobre el catre mesándose los cabellos yse oye el ladrido de los perros.)

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MOMENTO OCTAVO

Interior de la comisaría. Sobre una mesa, un montón de fotografías delTRUENO, la chaqueta que perdió en la refriega; la pistola. Proyectadas en lapared, fotografías del TRUENO en varias poses, mezcladas. Están examinan-do las fotografías cuatro individuos: el COMISARIO, otro POLICÍA, el CHATO yel otro AGENTE de la brigadilla. Parece ser que las gestiones para capturaral muchacho van por buen camino.

EL COMISARIO.– (Revolviendo el montón de fotos y contemplando algunas.)Por falta de fotos no va a quedar. En toa mi puñetera vía he visto uncaso igual. Vaya un «hobby» del tío.

EL POLICÍA.– Pero si en casa de su madre tenía otro cajón lleno el tío; en casala fulana, otro. Un aficionado...

CHATO.– Y una porrá de cámaras...EL POLICÍA.– Pues mira que algunas están bien. No, si el tío tenía idea. Lo

que pasa es que, sin saberlo, s’ha buscao la ruina el tío, porque contanta foto, ¿aónde va a ir a parar? Amos, si se ha retrato más que elCaudillo...

EL OTRO.– (Muy filosófico.) Que uno se labra la ruina sin diquelarse.EL POLICÍA.– Toa la Guardia Civil lleva su foto en la cartera. ¡Ni que fuera el

novio de España...!EL COMISARIO.– (Volviendo a revolver las fotos.) Y que no tie salida. Está de

todas las poses: con patillas, sin patillas, con bigote, con barba, sin bi-gote... Vacilaciones pa todos los gustos...

CHATO.– El chaval habría hecho carrera en el «cini»...

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EL OTRO.– Aquí se parece a Roc Hudson...EL POLICÍA.– (Con ironía.) Y aquí al Marlon Brando...EL COMISARIO.– Tanto es así que ayer me decía el jefe de la Criminal que ya

tie ganas de verlo al natural, después de verlo tan en pose...EL POLICÍA.– Yo tengo ganas de verlo en persona... ¿Ya falta poco, no?...EL COMISARIO.– No hagas preguntas. (Rompiendo la confianza.) Nosotros ya

hemos cumplido. (Al CHATO y al otro.) De la vieja y la fulana, ¿qué?CHATO.– De la vieja y la fulana, na. S’acuestan a las ocho como los otros.

Que disparó él no se atreven a negarlo.EL COMISARIO.– Tampoco es plato de gusto.CHATO.– (Muy severo.) El pobre Puma lo ha tenío que pagar.EL COMISARIO.– Y la fulana ¿cómo se porta?CHATO.– Mu entera, mu entera de verdá. Una apasioná. Ni más, ni menos...EL COMISARIO.– (Muy severo.) Bueno, a ver si no nos propasamos. Cuidadito

con lo que se hace. ¿Me estás oyendo? (El CHATO asiente con la cabe-za.) Que ahora la cosa anda en papeleo; no vayamos a tener un plancha-zo. Ojo con los detalles...

CHATO.– ¿Un servidor? (Por el otro.) Que lo diga éste: ayer la mandé unaCoca-Cola. Pagá de mi bolsillo...

EL COMISARIO.– Pues que no me entere yo que cometéis la menor demasía,porque os dejo como estabais en el hampa, solitos, pa que os afeiten losque os quieren. Os retiro las pistolas y las licencias como que me llamoAlbaladejo. Oís al parche, ¿o no?

CHATO.– Que sí, señor, que sí. ¡Entoavía si viviera el pobre Puma, que no losujetaba naide! ¡Pero no siendo él!...

EL OTRO.– Así tenía que morir; en acto de servicio, como dice la prensa...

(El COMISARIO y el POLICÍA contemplan las diapositivas dela pared.)

EL COMISARIO.– Dará todavía juego. No se entregará de cualquier manera.Un caso regular.

EL POLICÍA.– De los que aparecen cada cinco años.

(Se oscurece la escena. Se ilumina la otra parte; apareceel TRUENO. El pantalón arrugado, la rebeca medio caída,

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la camisa sucia, febril. El aspecto del que lleva dos díasacosado por el campo. Lleva una barra de pan y una latade sardinas. Está completamente derrotado. Camina unospasos. Mira alrededor, se agacha. Se sienta. Vuelve alevantarse y se cambia de sitio. Por fin, con un gesto deresignación muerde un trozo de pan. Saca una navaja yabre con gran trabajo la lata de sardinas. Come voraz-mente. Se oyen unos lejanos ladridos de perro y el TRUE-NO hace un movimiento de inquietud. Sigue comiendo…De pronto, se quita un trozo de pan de la boca y lo tira alsuelo. Se oyen ahora los imaginados ladridos del perroJohnson, como al principio, y el TRUENO deja de comer.Hace ademán de pasar la mano por el lomo invisible desu perro. Los ojos se le llenan de lágrimas. Se oye su vozcuando decía: «Hale, Johnson; tira, Johnson...».)

(En este momento se ilumina el otro lado y se ve, cruzadapor la sombra de los barrotes carcelarios, a la LURDES,sentada en un banco. La cara escondida entre las manos.Delante de ella, dándole la espalda, el CHATO y el «OTRO»,sentados a caballo en sendas sillas. El CHATO lee «Pue-blo». El OTRO fuma pensando en las musarañas.)

(El TRUENO sigue pensando arrullado por los ladridosalegres del perro. En este momento, la LURDES levanta lacabeza. Se yergue. Camina y va al encuentro del TRUE-NO. Se sienta un poco detrás de él, iluminada por una luzdistinta, como en el «primer momento» de nuestro rela-to. El TRUENO se vuelve sonriente hacia ella y se repro-duce la siguiente escena.)

TRUENO.– Enséñame las manos...LURDES.– ¿Pa qué las quieres?TRUENO.– Estas manos no van a trabajar más porque yo no quiero. Porque

son demasiado bonitas pa que se gasten en limpiar la mugre de naide.Estas manos no trabajan más. Lo dice el Trueno.

LOS QUINQUIS DE MADRIZ

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LURDES.– (Retirando las manos.) ¡Anda, tonto!... Zalamero. Saluz es lo quehace falta. (Pausa.) Tengo un duro ahorrao...

TRUENO.– (Retirándose al sitio donde estaba.) La Lurdes ya no trabaja más,y el Trueno, menos...

(En este momento se oyen otros ladridos de perro muydistintos. Como perros de caza persiguiendo la presa. ElTRUENO da un salto. Mira a todas partes y, ahogando ungrito, huye. La LURDES se retira a la otra parte y quedaen la postura anterior.)

UNA VOZ.– (Al CHATO y al otro. La voz viene por altavoz.) Lurdes Sánchez,suba a comunicar...

EL OTRO.– (Volviéndose a la LURDES.) Niña; pregunta por ti... Te requieren,guapa. Hale p’arriba... (La LURDES se levanta y desaparece muy tran-quila por un lado.)

CHATO.– (Que ha seguido leyendo el periódico, se ríe.) Es la monda. Es lamonda. Lo que es la prensa, tú... Hay que ver las cosas que llega a decir.Mira que...

EL OTRO.– (Acercándose.) ¿Qué?CHATO.– ¿No has leío lo que dice aquí del Puma, que en gloria esté?EL OTRO.– No... ¿Qué ice?CHATO.– Escucha, que te vas a caer de culo. (Lee deletreando, con gran tra-

bajo.) Era un a-gen-te e-jem-plar, de sólida (Sin acento.) for-ma-cióncris-tia... cristiana, pa-dre a-man-tis-mo y cumpli-dor de su deber, es-po-so a... a... ane... ane-gado... (Se ríe con una gran carcajada. El otropermanece indiferente.) ¡Amos que...! Si lo lee la Paca. Padre ejemplar,con un hijo de ca una y otro al que ni conocía... ¡El pobre, con lo majoque era! ¡Con lo buen tío que era el Puma...!

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MOMENTO NOVENO

Otro paraje del campo. Los ladridos de los perros policías en el hori-zonte. El TRUENO totalmente acosado, febril, desgarrado, medio descalzo,se deja caer en el suelo, esconde la cara entre las manos, llora. Se quedamedio dormido. Una luz irreal. Un hombre maduro, modestamente vestido,se acerca a él por detrás. Le pone suavemente una mano en el hombro; elTRUENO despierta sobresaltado y se vuelve, pero, al encontrarse con el hom-bre, sonríe agradablemente. Se levanta.

EL MAESTRO.– (Al ponerle la mano en el hombro.) ¿Qué pasa, granuja?TRUENO.– (Levantándose, ahora es un muchacho.) Don Ángel... (Le da la

mano y enseguida saca el paquete de tabaco y le ofrece.)EL MAESTRO.– (Cogiendo el cigarrillo.) Gracias, hombre... Te veo muy

amurriaíllo...TRUENO.– M’había sentao aquí un rato pa pasar el tiempo...EL MAESTRO.– Bueno, hombre, bueno. Pues yo así, de pronto, no te había

conocido; pero luego digo, digo, pues si parece el Trueno, ese granujazo...Como hace ya tiempo que no te veía...

TRUENO.– (Sonriendo.) Es verdad, sí señor...EL MAESTRO.– (Con mucha intención.) Por la escuela no te quieres dejar ver.

Y eso es lo que pasa...TRUENO.– Claro. Eso es lo que pasa..., sí señor...EL MAESTRO.– Pero ¿por qué no vienes a la escuela? ¿Eh? (El TRUENO tiene

la cabeza baja y remueve la arena del suelo con el pie. Mientras, fumanervioso.) Ahora vienen muchos por la noche. Amigos tuyos y todo...

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TRUENO.– Tengo que trabajar...EL MAESTRO.– Pero todo el día no vas a estar trabajando. Vamos, digo yo...TRUENO.– ¡Huy...!EL MAESTRO.– Hay cursos de ocho a diez. Aunque no fuera todos los días,

algún día a la semana. Con lo listo que eres tú, podías... Ahora vienenunos chavales muy majos de la Universidad y enseñan especialidades:electrotécnica, que a ti te gustaba... ¿Por qué no vienes?

TRUENO.– (Con voz amarga.) Ya sabe ustez. Tengo a mi madre. Soy el únicoque lo gana...

EL MAESTRO.– Pues por eso mismo. Lo que interesa es tener conocimientos yconseguir un buen oficio...

TRUENO.– (Volviéndose con rabia.) No tengo tiempo. No puedo. Prefieroestar en el bar. Oyendo discos...

EL MAESTRO.– Pero, muchacho, ¿por qué dices eso? A ti te gusta saber. Yo lonoté cuando aprendías a leer con tanta facilidad. No mientas, que no tevale...

TRUENO.– (Que se enfrenta de nuevo con él.) Puede que sí, que lleve ustezrazón, no digo que no. Claro que me gusta. A veces me compro unarevista de motores, y me he comprao un libro de fotografía. Pero...

EL MAESTRO.– Pero ¿qué?TRUENO.– Que no..., que no... No puedo. Si fuera más chaval, entoavía. Pero

estar allí, en el banco y... Que no, vaya...EL MAESTRO.– Tú estás chalao... ¡Ni que tuvieras cuarenta años! Vamos, que

un chaval con diecinueve años y más listo que el hambre, que podía...¡Anda ya!... Además, las clases son gratis...

TRUENO.– (Como una fiera.) ¡No me diga ustez eso! ¡No me diga ustez eso!EL MAESTRO.– (Asombrado.) ¿El qué?TRUENO.– Lo de siempre; ¡gratis, gratis, gratis! ¿Es que ustez se cree que a

mí no me importa eso? Si a mí me diera la gana de aprender, el dinerome importaría poco. Le sacaría de donde pudiera. Y me lo gastaría eneso, si me diera la gana... ¡Gratis!...

EL MAESTRO.– Bueno, hombre, no te pongas así... Eres muy susceptible...TRUENO.– Si no voy a esa escuela, es porque no me da la gana, ni tengo tiem-

po, ni humor tampoco...EL MAESTRO.– Bueno, hombre, bueno...

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TRUENO.– (Dulcificado y para suavizar las cosas.) Bueno; pero me alegrode haberle visto, don Ángel. Ustez es un buen tío. Es verdad. (Reflexio-nando.) Sí, hombre, sí. Me acuerdo muchas veces de ustez y de la es-cuela. Y... (Se ríe.)

EL MAESTRO.– ¿Por qué te ríes?TRUENO.– Por na... Me acuerdo de lo panoli que era hace dos años... Allí en

la escuela nocturna, con el cuaderno, haciendo palotes...EL MAESTRO.– Y bien que los hacías...TRUENO.– ¡Quite ustez!... Bueno, ¿quiere ustez tomar algo? Vamos a tomar

una cerveza ahí en ese bar...EL MAESTRO.– (Mirando su reloj de pulsera.) ¡Huy, no, que llevo prisa! Ten-

go que dar una clase...TRUENO.– ¡Son diez minutos, jover...!EL MAESTRO.– No, no... Otro día. Te lo agradezco. Otro día será...TRUENO.– ¡Venga ya!... Nos tomamos un par de cervezas. ¿S’hace usted de

menos por estar con un tipo como yo?EL MAESTRO.– ¡Qué cosas tienes! De verdad que te lo agradezco. Me tengo

que marchar...TRUENO.– (Resignado.) Bueno. Un servidor se lo ofrecía de buena volun-

tad...EL MAESTRO.– (Que va a hacer mutis.) Ya lo sé, hombre... Nos veremos otro

día. Y si te animas a venirte por allá... (El TRUENO permanece indiferen-te.) Ya te digo, vienen unos chavales muy majos a enseñar. Son tíos dela universidad, pero tíos de verdad. Que te lo digan tus amigos...

TRUENO.– Yo no tengo amigos...EL MAESTRO.– ¿Yo soy tu amigo, por ejemplo?TRUENO.– (Envuelto en un mar de dudas.) Pues... no sé. Ustez es el maes-

tro...EL MAESTRO.– Y tu amigo... Hala, ¿no decías que pagabas unas cervezas?

Vamos p’allá.TRUENO.– Eso ya es otra cosa, sí señor...

(Le echa la mano por el hombro y caminan. Pero el MAES-TRO sigue solo y el TRUENO vuelve a retroceder y se dejacaer de nuevo en el sitio de antes. La luz vuelve a su na-turalidad cuando el MAESTRO ha desaparecido. Vuelve a

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oírse el ladrido de los perros policías que le buscan. ElTRUENO se levanta. Se retira el pelo de la frente y se pal-pa con las manos comprobando que tiene fiebre. Se notaque está pensando en aquella escena retrospectiva quetuvo con el MAESTRO. Al fin, llorando, se recuesta en elsuelo. Los ladridos de los perros crecen. Se tapa los oí-dos con las manos e intenta dormir. Pero no puede. Serevuelve en el suelo.)

(Se enciende la luz en el otro lado. Unos cuantos presi-diarios –El CARIBE, el CHUNGUI, el TRANVI– sentados en elsuelo, en el patio de la cárcel, escuchan a un preso –ESTU-DIANTE– que le habla. El GUARDIÁN, sonriendo y rascán-dose el cogote.)

CHUNGUI.– (Al preso ESTUDIANTE.) ¿Por qué has dicho que estás aquí, macho?TRANVI.– ¿No lo has oído ya, cateto? Por política...CHUNGUI.– Jover...TRANVI.– Tú sigue, macho, y no le hagas caso a éste, que es un «alfabeto».

Sigue...EL ESTUDIANTE.– Pues eso; que hay que cambiar las estructuras; o sea, cam-

biar la sociedad injusta por otra más justa...CHUNGUI.– ¿Las estructuras? ¿Qué es eso de las estructuras?CARIBE.– (Al CHUNGUI.) Pero cállate ya...TRANVI.– (Al CHUNGUI.) Se está rifando una hostia y yo sé quién tie toos los

números... (Al ESTUDIANTE.) Tú no hagas caso, macho. O séase que tieque venir el comunismo...

EL ESTUDIANTE.– (Riendo.) Hombre, yo no digo tanto...EL GUARDIÁN.– (Rascándose el cogote.) Aprender, aprender, que buena falta

os hace...TRANVI.– (Desafiante, al GUARDIÁN.) Pues eso también va por usté...CHUNGUI.– (Al ESTUDIANTE.) Oye tú, «estructuras»; eso de la justicia, ¿qué?

Porque menda ha tenío bastante que ver con la justicia, y de eso, na dena. ¿Estamos?

TRANVI.– (Dándole un coscorrón.) Pero ¿te quies callar de una vez, atontao?

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EL ESTUDIANTE.– (Muy reflexivo.) Lo importante, compañeros, es que nossintamos todos unidos frente a la injusticia. Porque todo lo que nosrodea es injusticia nada más. Los que dicen que sirven a la justicia es ala injusticia a la que sirven.

TRANVI.– Eso es verdá, macho...CARIBE.– Hay que vivir como un hombre. A uno tien que tratarlo como a un

hombre y no como a una fiera...EL GUARDIÁN.– (Para sí mismo, en voz alta.) Cómo se encandilan los chavales.EL ESTUDIANTE.– (Entusiasmado en su retórica.) Por eso es necesaria una

acción conjunta contra la tiranía de los poderosos, de los capitalistas...TRANVI.– ¡La fija...!CHUNGUI.– Ahora ya empiezo a entender...EL ESTUDIANTE.– Vosotros, con vuestra rebeldía frente a un orden burgués

y egoísta, estáis labrando una posición justa y sincera, y el día de ma-ñana...

(El VIGILANTE interrumpe al orador.)

EL GUARDIÁN.– (Al ESTUDIANTE.) Usted perdone, pero esos tres pájaros tienque ir a declarar, que ya son las cuatro y media. (A los tres quinquis.)Venga, que el abogao «sus» espera en el locutorio. ¡Andando ya!...

TRANVI.– ¡Cagüen!... Cuando esto se ponía güeno...EL ESTUDIANTE.– Ya seguiremos otro rato, compañeros...CHUNGUI.– A mandar...CARIBE.– Da gusto escucharle...

(Salen los tres presos con el GUARDIÁN. El ESTUDIANTE sequeda solo. Sentado en este momento, envuelto en luzirreal, el TRUENO se levanta como sonámbulo y acudehacia la otra parte. Llega a dar frente al ESTUDIANTE yse acuclilla frente a él como un indio, sin decir palabra.)

EL ESTUDIANTE.– (Entusiasmado al ver un nuevo escuchador.) Decía quevosotros, con vuestra rebeldía frente a un orden burgués y egoísta, es-táis preparados para el día de mañana en que todos unidos podamosimplantar otro orden justo y...

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(Vuelve el GUARDIÁN y se enfrenta al ESTUDIANTE. Al TRUE-NO, naturalmente, no lo ve.)

EL GUARDIÁN.– (Al ESTUDIANTE.) Tú, Lenin de vía estrecha, adentro, que s’haterminao el recreo...

(El ESTUDIANTE se levanta y desaparece. El TRUENO que-da solo un rato, meditabundo, se levanta y, siempre en-vuelto en aquella luz irreal, vuelve al centro de la esce-na. Camina como un muchacho que vuelve del trabajo.Frente a él aparece el PUMA.)

TRUENO.– (Deteniéndose en seco al ver al PUMA.) Güenas tardes...

(Intenta seguir su camino, pero el PUMA lo detiene po-niéndole una mano en el hombro. La otra la mete en elbolsillo del pantalón.)

PUMA.– No camines tan de prisa, machu...TRUENO.– (Volviéndose muy sombrío.) ¿Qué desá ustez?PUMA.– Na de particular, hombre. Unas palabritas... ¿No me das un pitu,

u qué?TRUENO.– (Con mano nerviosa finge sacar el paquete de cigarrillos. El otro

coge uno y enciende.) Adiós... (Va a marcharse.)PUMA.– Espérate, hombre. Vete p’acá, que no te veu la jeta hace mucho

tiempo... (Expulsa el humo y sopla sobre la cara del TRUENO.) ¿Por quéno vienes a verme los sábados como te lo tengo ordenau?

TRUENO.– (Sorbiendo aire.) Porque ahora estoy trabajando. Trabajo en untaller. Y luego voy a la academia...

PUMA.– (Silbando.) Pues que me lo habían dichu y que no lo creía machu. Elotru día me lo dijeron y perdí una apuesta... ¿El Trueno trabajando hon-radamente? ¡Pamplinas....! U sea, ¿que es verdaderu?

TRUENO.– Sí, señor...PUMA.– Y que ties novia m’habían dichu tamién...TRUENO.– Pa casarme así que haga la mili...

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PUMA.– (Volviendo a silbar.) ¿Así que sus vais a arrejuntar?TRUENO.– A casar...PUMA.– Manda cojones el Trueno... Pero ¿qué ha pasau? ¿t’ha cogiu por su

cuenta algún cura, u qué? (El TRUENO no contesta.) Pues esu hay queremojarlo. ¿No me invitas, u qué? Amos ahí enfrente a tomar unacervecita. ¿O es que desde que t’has vueltu un trabajador honrau no tiesfondus?

TRUENO.– (Con rabia.) Amos p’allá.

(Entran en un bar. Se sitúan en la barra.)

PUMA.– (Al CAMARERO.) Pero ¿tú sabías la noticia, machu? Que aquí el Truenuse ha convertiu en un obrero honrau. ¿No lo sabías?

EL CAMARERO.– Con la edad viene el raciocinio...PUMA.– Pos si no lo veu, no lo creu. Y comu el señor ya es too un caballeru,

se permite el lujo de no querer saber na con sus superiores. Y yo tetengu ordenau que ca ochu días te presentes a mí pa dar cuenta y señaldetallada de toos tus malus pasus. Y si no me equivocu, los sábadus erael día. ¿O no?

TRUENO.– Sí, señor. Pero como ustez se marchó con permiso, y como...

(Se detiene mirando al CAMARERO, que escucha compla-cido.)

PUMA.– (Terminando la frase.) Comu ahora eres un trabajador honrau, puesque lo den por el sacu al jefe... ¿No es esu?...

(El CAMARERO se ríe.)

TRUENO.– Yo no soy un perro para...PUMA.– (Dejando con rabia el botellín sobre la mesa.) Tú lo que eres te lo

voy a decir yo en cuatru palabras. Tú eres un chorizu de mierda. Eso eslo que eres. Pa eso has naciu y así te morirás. Tú acabarás colgau,porque eres un chorizu de mierda. Y porque hoy me sientu de buenhumor, que si no, te llevaba a la oficina ahora mismo y t’arrimaba una

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soba que te doblaba. ¿O es que te vas a creer que porque estás aquí alter-nando con nosotrus (Señala al CAMARERO.) ya te pues codear con la gen-te respetable? Pues ándate con mucho oju, porque a la primera de cam-bio me encargaré yo de recordarte lo que eres: un chorizu de mierda...

(El TRUENO agarra convulsivamente el borde de la barra.El PUMA, sonriente, se lleva de nuevo la botella a los la-bios y desaparece la visión. De nuevo solo el TRUENO.Los ladridos de los perros policías, más cercanos. Des-esperado, el TRUENO cae de rodillas y vuelve a tumbarseen el suelo. Aparece ahora un CABO DE LA LEGIÓN viejo,con más de cuarenta años. Se sienta a su lado y le da conel pie para despertarlo.)

EL CABO.– ¿Ya la has cogido otra vez, Trueno?TRUENO.– (Que se levanta, se incorpora, se restrega los ojos.) Hola, cabo.

M’había quedao dormío aquí a la fresca. Ha hecho tanta calor hoy...¡José!...

EL CABO.– (Mirando hacia los lados receloso, saca dos pitillos del bolsillode la camisa. Ofrece uno al TRUENO.) Toma, macho, un poquito e quifi...

TRUENO.– (Mirando también y cogiendo con agrado la droga.) A ver si nosmandan pal pelotón, paisano...

EL CABO.– (Ayudando a encender al TRUENO.) Yo toas las tardes me vengop’acá a soñar con hembras...

(Empiezan los dos a fumar el quifi, encerrado el cigarri-llo en el hueco de la mano y sorbiendo lenta y suavemen-te el humo penetrante.)

TRUENO.– (Sonriente.) S’agradece, cabo...EL CABO.– Si no fua por estos ratos, m’habría pegao ya un tiro. Me lo pegaré

el día menos pensao. Haré como el ordenanza del comandante; me pon-dré la boca el fusil en el cuello y daré con el pie al gatillo. Ya tengo elalambre preparao... Y a escuchar a los angelitos. Ésa es la fija, macho.(Sorbe el humo.) ¿Pa qué quiero vivir ya? Pa na. ¿Qué hago cuandosalga de aquí, a mis años? Na. He sufrío mucho. M’han pegao demasiado

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y ya estoy harto. Hice toa la guerra aquí, too el frente del Ebro; ya te lohe contao muchas veces y ahora te lo vuelvo a contar porque me sale delos cataplines. De toa la bandera quedamos cuatro en Vinaroz. Al sar-gento le dieron la laureá y a nosotros por el culo. Aluego en terminadala guerra, al Pirineo a zumbar a los maquis y a darnos jartás de frío y aromper la boca a cualquier tío que se fuera de la mui... Aluego unatemporadita en el disciplinario porque dije la verdad al coronel. Espera,gachó que too no s’acaba aquí. A aumbar a los moros aquí en Ifni. A co-mer tierra y a darle al pico. Too pa los galones de cabo... ¡Toma Legión,toma por culo!... Y tú lo que ties que hacer es desertar sin que te lleguela hora, porque mira que si no lo haces, seré yo, éste que lo es, el caboRojo, el que te pegue un tiro... (Le da un cogotazo. El TRUENO le miracon lástima, terror, alucinación; sorben los dos el humo de la grifa.)

TRUENO.– (Moviendo la cabeza con rabia.) ... ¡dita sea la hora que se nosocurrió nacer...!

EL CABO.– Si no que menda lo que quisiera antes de dejar este puto mundo esllevarse a cuatro por delante..., ¡dita sea la...!

TRUENO.– (Que se levanta como alucinado tirando el cigarrillo, grita.) ¡No...,no... no...!

(La luz ha vuelto a ser natural y el CABO ha desapareci-do. Ahora los ladridos de los perros están cerquísima. ElTRUENO intenta huir. Parece que ve ya a los perros quese abalanzan sobre él.)

¡No..., no..., Johnson..., Johnson..., no..., no...!

(Los perros le han apresado. Cada uno por una manga ypor los pantalones. El TRUENO cae de rodillas defendién-dose de las dentelladas.)

¡Jesucristo, ten compasión de mííí...!

(Han aparecido ya en lo alto los GUARDIAS CIVILES con lasmetralletas montadas y apuntan al TRUENO. Silban a losperros. Los ladridos decrecen y se convierten en gruñidos.)

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VOZ JEFE CIVILES.– ¡No disparar, que se entrega! ¿Verdad que te entregas,gran Trueno?

(El TRUENO permanece de rodillas, las manos juntas, ven-cido, mientras los GUARDIAS CIVILES avanzan hacia él apun-tándole. Oscuro.)

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MOMENTO DÉCIMO

La sala del tribunal militar que juzga al quinqui y a sus cómplices porel delito de homicidio en una autoridad. Vemos frente a nosotros, en primertérmino, al TRUENO esposado y vestido muy correctamente, mirando fija-mente hacia delante. Detrás, a alguna distancia, sus cómplices: el CARIBE,el CHUNGUI, el TRANVI, el COCINA, la LURDES; los componentes del tribunalquedan invisibles. Se supone que están en la parte del público. La luz ilumi-na a los encartados. Llegan las voces de los miembros del tribunal a travésde altavoz. También se oye el rumor de gente. El TRUENO, de vez en cuando,mira furtivamente a la LURDES, que está detrás.

VOZ DEL PRESIDENTE.– El ministerio fiscal tiene la palabra...EL FISCAL.– Excelentísimo Señor, señores... Este ministerio fiscal...

(A partir de este momento sólo se oye un «gua-gua-gua»continuado, entre el que sobresalen las siguientes fra-ses:)

Un funcionario honorable... y respetado por su abnegación... Castigoejemplar... Indeclinable y doloroso saber de la Justicia... Procedimientoslegales... Justicia Militar... Pena de muerte... Veinte años de reclusión...

(Terminado el «gua-gua» del FISCAL.)

VOZ DEL PRESIDENTE.– La defensa tiene la palabra...

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VOZ DE LA DEFENSA.– Con vuestra venia, excelentísimo señor, señores... Tododelito, por repugnante que resulte, por antisocial que se tipifique, de-manda también el imperio de la compasión cristiana... (A partir de aquí,el «gua-gua», en el que sobresalen las siguientes frases.) Aunque sea elmismo pueblo quien demanda justicia ejemplar..., nuestro deber huma-nitario... La comprensión humana... El sentido medicinal y preventivode la pena... Alfonso de Castro... Santo Tomás... El indulto que procededel excelentísimo señor jefe del Estado... La sociedad cristiana... (Ter-mina el «gua-gua» del defensor.)

VOZ DEL PRESIDENTE.– ¿Tienen algo que alegar los acusados?TRUENO.– (Levantándose.) ¡Soy inocente...!CARIBE.– (Ídem.) ¡Soy inocente...!TRANVI.– ¡Soy inocente!LURDES.– ¡Soy inocente!COCINA.– ¡Soy inocente!

(Resuena en la concavidad la frase: inocente, inocente…Se oscurece la parte de los cómplices del TRUENO, sobrela que cae una luz de franjas negras que imita las rejasdel presidio. El TRUENO queda iluminado totalmente. Pordetrás de él se acerca la silueta del PUMA, que lleva enlas manos una especie de capuchón negro que coloca so-bre la cabeza del TRUENO, que tiene un estremecimiento.Una vez encapuchado, el PUMA aprieta sus manos sobreel cuello del quinqui, como si fueran una argolla, y lacabeza del TRUENO cae hacia un lado. El PUMA permane-ce sonriente engarfiando el cuello del muchacho. Oscu-ro final.)

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Nuestra patria no quiere, ni yoquiero abortar un poema colecticiode lenguaje y espíritu extranjero.Porque mi musa fiel como españolaa venerar nuestras banderas vienedonde la religión las enarbola.

BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA

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Personajes

YIMIPEPAEL EQUISEL CHICO DEL BUTANOLA ASISTENTA SOCIAL

DECORADO

Apartamento de un barrio periférico de Madrid, muebles variopintos.En las paredes se ven viejos carteles que un día fueron revolucionarios. Pro-miscuidad, desorden y abandono.

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PRIMERA PARTE

Al levantarse el telón, la escena a oscuras. Se oye el llavín en la puertade la escalera que comunica directamente con el saloncillo. Es práctica-mente todo el apartamento, salvo una puerta que se supone da a un dormi-torio, cocina, etc. Se abre la puerta, que da paso a una silueta gatuna queva vestida con mucho cuero claveteado, casco de motorista, cadena a lacintura... Enciende la luz y entra. Va tirando sobre un sofá el casco, lasgafas negras, la bolsa de mano, la cadena, etc., hasta aparecer bajo todoeso la clásica silueta del quinquillero, delincuente y drogadicto.

YIMI.– (Gritando.) ¡Pepa!... ¡Pepa!... ¿Estás ahí?

(Avanza hacia la puerta del dormitorio mientras siguequitándose cosas. Aparece la PEPA.)

PEPA.– Vas a despertar a la niña...YIMI.– Es que creí que no estabas...PEPA.– (Bosteza.) Estoy muerta de sueño. ¡A estas horas!...YIMI.– Vengo hecho polvo. He tenío una tarde...PEPA.– ¿Ha habido problemas, o qué?YIMI.– Más cabreao que una mona vengo... (Dejándose caer en el sofá. En-

seña el bolso que traía en la mano.) Una tía que no quería soltar elbolso ni pa Dios. No había modo de que lo soltara... Total, que tuve quesacarme ésta (Por la cadena.) y darla en los brazos. Pero, no creas, latuve que romper un par de huesos por lo menos...

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PEPA.– La gente, por no soltar un duro, es capaz de todo... ¿Y en total?YIMI.– Pues ya ves tú.PEPA.– ¿Siete talegos? ¡Jo, pues no habéis perdío la noche!YIMI.– Siete y un poco de chatarra... ¡Na!... Pero hay que ver cómo se puso

la tía, oye, defendiendo el asunto... No había manera de hacérselo sol-tar. Creíamos que llevaba una pilá de joyas, figúrate. ¡Y to por sietemil!

PEPA.– Son de miedo esas tías...YIMI.– Y no vayas a creer. Una canica. Pues na, sin soltarlo. Y yo y el chulo

arrastrándola con la máquina por toa la calle el Doctor Esquerdo, queparecía Ben-Hur, oye. (Ha vaciado el bolsillo.) Y eso es lo que hay.(Entregándole algo.) Toma, si lo quieres..

PEPA.– (Llevándose a la nariz el frasquito que le ha entregado y torciendo elmorro.) Una mierda...

YIMI.– (Ha agrupado sobre la mesita los billetes.) El chulo estaba mosca,creyendo que esto tenía doble fondo... (Sacude el bolso por si quedaalgo.) Ya ves tú que no... O sea, que esto es lo que hay. ¡Qué se le va ahacer!... Siete mil pelas... Pa comprar bonos del Tesoro, como dice latele...

PEPA.– (Sentándose jovialmente en el sofá y echando la mano por el hombroal compañero.) Bueno, no está mal tampoco...

YIMI.– Tol día y la noche currando pa esto... Y hay que dar la mitá al colega,¿no?

PEPA.– Tal como se están poniendo las cosas, no sé adónde vamos a ir aparar...

YIMI.– (Estirando los brazos.) Así que estoy hecho polvo, tía... No puedo nicon mi alma. ¿Y la niña?

PEPA.– Dormidita, la pobre. ¡Es que yo he pasao también un día, no creas!...YIMI.– Trae un poco de polvo, anda. A ver si me levanto algo...PEPA.– Pero si ya es hora de irse al catre, Yimi... Hace mucho que terminó la

tele.YIMI.– (Nervioso.) Trae... eso..., coño.PEPA.– ¿Ahora?YIMI.– (Enfadado.) ¡Leche, ya! (Ella sale un momento y vuelve con un tarrito;

una especie de salero.) (Cogiendo el tarrito y mirándolo al trasluz.)¿Sólo queda esto?

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PEPA.– ¡Hombre!...YIMI.– ¡Joder! (Sorbe un poco por la nariz y lanza un suspiro.) ¡Aaah...!PEPA.– Yo me tomé dos pizquitas...YIMI.– ¿Dos?... ¡Jo, la tía!...PEPA.– Tenía mono; por mi madre, tío.YIMI.– ¿Tú has creído que la pasta cae por la chimenea, o qué? ¡Con lo que

cuesta ganarlo!PEPA.– (Le ha cogido el recipiente.) Déjame dar un...YIMI.– (Arrebatándole el tarrito y guardándoselo en el bolsillo.) ¡A la pil-

tra!...PEPA.– Hay que ver, tío. Si es sólo un soplao...YIMI.– Es que yo no sé lo que te has creído...PEPA.– (Suplicante.) Una sorbida, Yimi...YIMI.– Cuando se acabe esto no sé lo que vamos a hacer, ni cómo vamos a

vivir sin tener quién nos suministre... Y tú lo sabes, pero como si nada...¡Jo, Pepa, haz el favor!... Yo no sé cómo sois las mujeres, leche...

PEPA.– (Se levanta del sofá y bosteza.) ¡Te gusta piarlas por piarlas!... Eso eslo que te mola. Porque, vamos, digo yo que tampoco es dársete mal lanoche. Cuántos quisieran sacar siete billetes tan limpiamente como telos has sacao tú. Pero...

YIMI.– (Quitándole los billetes que ella había cogido.) Trae acá, que hastaque no haga cuentas con ése... Ya sabes que a mí me gusta hacer lascosas por lo legal, o sea, con el tarro. (Se levanta.) Voy a darle un besoa la piba y nos empoltramos... Anda. (Flexiona las piernas y extiendelos brazos.) ¿Quieres creer que la tía esa me ha dejao roto? Que meduelen los brazos, tú. Ahora que..., la he metío unos cadenazos, oye. Seha caído al suelo, ya te digo, chillando, y yo: zas, zas, zas, cuatro veces,y el Chuchi dando caña a la máquina. La he tenío que partir el brazo portres o cuatro laos...

PEPA.– ¡Que aprenda!... y se acostumbre a soltar las cosas, coño.YIMI.– Y si hubiera sido por algo que valiera la pena... Pero por siete bille-

tes, tú... (Suena el teléfono.) Y ahora el Chuchi creerá que... (Cuandoella acude al teléfono, la detiene.) ¡Deja, no lo cojas!...

PEPA.– Pero ¿y si es algo...?YIMI.– (Dándole un manotazo.) ¡Que no!PEPA.– (Intenta cogerlo.) ¡Hombre!...

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YIMI.– (Se lo impide.) ¡Quieta te digo, leche!... (El teléfono sigue sonandocon insistencia.)

PEPA.– Puede ser cosa de urgencia...YIMI.– ¡Pues sólo faltaba eso!... Después del día que he pasao... ¡Joer! Al

menos, que pueda uno pasar la noche tranquilo...PEPA.– No sé qué noche, tío... Porque no sé si sabrás que son ya las... (Se

lleva la muñeca a los ojos, pero no lleva el reloj. Instintivamente sefrota un poco el antebrazo.)

YIMI.– (Que ha observado el gesto.) ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes ahí?PEPA.– (Esconde el brazo.) ¿Dónde?YIMI.– Trae a ver...PEPA.– (Intenta huir hacia el dormitorio, pero él la retuerce hasta hacerle

enseñar el brazo.) Pero déjame...YIMI.– (Con pocos miramientos la ha arrastrado hasta colocarla bajo la

lámpara y observa el brazo.) Con que te has picao, ¿eh?...PEPA.– (Debatiéndose.) ¿Picao? ¿Dónde...? ¡Dice que me he picao!...YIMI.– (Zarandeándola.) ¡Me cagüen la tía!... ¡Te voy a...!PEPA.– ¡Que no, Yimi, que no!... ¡Que me sueltes!...YIMI.– (Con aire desolado.) ¡Te has picao!... ¡Amos, que...!PEPA.– Por mis muertos, Yimi!...YIMI.– ¡Te voy a meter con la cadena, fíjate!... (Y hace ademán de ir a coger

la cadena que está sobre el sofá, ocasión que ella aprovecha para me-terse en el cuarto y encerrarse.) ¡No quiero dar más escándalo, si no...!¡Cagüen la tía!... Pero ¡ya te apañaré yo mañana, no te creas! ¡Negra tepongo, fíjate, por la madre que me parió!... ¡Cantidad, pero cantidad tevoy a...! ¡Va la tía y se vuelve a picar! (Ha echado mucho dramatismoal asunto.)

PEPA.– (Desde el dormitorio.) ¡Ya has despertado a la niña!... ¡Mira la gracia!YIMI.– La pobre criaturita, ¡con una madre así!...PEPA.– ¡Pues mira que tú!... ¿Me vas a dar otra vez la noche?... ¡Calla, nena,

calla ya, rica!... (Canturrea una extraña nana con ritmo de rock.)YIMI.– (Casi histérico.) ¡Te has picao, te has dado chute!... ¡No digas que

no, joder!...PEPA.– (Interrumpe la nana.) ¡Mierda, ya!...YIMI.– ¿Y de adónde?... Pero ¿cómo te la has...? (Se pasea furioso.) ¡Yo no

sé!... ¡Es que no lo sé! ¡Y, además, en el sitio ande más se ve!... ¡Se tie

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que ir a picar donde to Dios tie que verlo!... ¡Pa que luego salgan lasmanchas y vaya pregonándolo por ahí la tía!... ¡Y mira que se lo tengodicho: por encima del hombro!...

PEPA.– (Asomándose.) Hasta que tenga los brazos como tú, con esa mierdade tatuaje que te hicieron en el talego...

YIMI.– (Va hacia ella, que se encierra de nuevo.) ¡A ti te voy hacer yo otrosque...! (Ella no parece escucharle y sigue su canturreo, que se acompasasiniestramente con las reflexiones medio sonámbulas de él.) ¡Va y sepica la tía otra vez!... ¡Está uno hecho un cabroncete, pa que ella dis-ponga de polvo y... Pero ¿de adónde lo habrá sacao?... (Grita.) ¿Deadónde lo has sacao?... Dime, ¿de adónde?... (Tras un silencio.) ¡Y sifuera de confianza, joer!... ¡Te voy a partir el brazo con la cadena, comoa la otra, pa que pases de una vez!... ¡Si ya me chocaba a mí!... ¡Ya mechocaba que la tía no volviera a las andás!... ¡La puta viajera!.... ¡Malayerba, coño!.... (Se deja caer en el sofá. Vuelve a sonar el teléfono.) Mealegro de haberle partío el brazo a la vieja... Pero ¿quién coño pue lla-mar a estas horas también? El chuchi, seguro, pa que le diga si habíaalgo más en el bolso... ¡Ése también!... Es capaz de dar la castaña aestas horas. Ya pue soñar, que no pienso cogerlo... Pue que sea algúnbofia. ¡Loco iba a estar si lo cojo!... ¡No son horas de llamar a unacasa... respetable, leche!... (El teléfono deja de sonar, pero vuelve aemprender la llamada pasados unos segundos.) ¡Jo!... Y el tío o la tía, ola puta madre que los parió..., ¡que se vayan al servicio de urgencias!...(Se levanta y tiende la mano, pero no llega a descolgar.) ¡Anda y vetepor ahí, titi, pa que te quiten la...! (Grita.) ¡Que no te cojo!... (Mirahacia el dormitorio.) ¡Y a ésa la voy a...! (Se deja caer sobre la mesitay reclina la cabeza en los brazos, cansado. El teléfono, tras una pausa,vuelve a sonar.) Pues va a resultar que es cosa de urgencia... (Se levantay tiende la mano, pero no llega a descolgar.) ¡Que no, leche, que no vaa ser cosa de...!

(Ha salido la PEPA con la niña en los brazos como defensay protección, y va a descolgar el teléfono. Él la detiene.)

PEPA.– Pero ¿no lo vas a coger, leche? Después que hemos pagao los reci-bos... ¿Pa qué tenemos el teléfono?...

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YIMI.– (Amenazándola.) ¡Quita o...!PEPA.– (Mostrando a la niña para defenderse del ataque, como una pudoro-

sa matrona romana.) ¡Mira la niña!... ¡Dormidita que estaba y....!

(La besa lloriqueante. Él ha cogido la cadena y ella optapor esconderse de nuevo en su guarida.)

YIMI.– ¡Te voy a....! ¡Un día vamos a salir en «El Caso», fíjate! Eso de«mata a su mujer y a su hija y se mata aluego...» va a ser la noticia. En«El Caso» y en «El País». Lo estoy viendo, leche. «Asesina a su esposay a su hija de pocos meses»... ¡Pero porque nadie sabe que la mujer erauna puta drogata!... (Grita.) ¡Una puta drogata!... ¡Y el tío, un cabrón!...que se dejaba poner la pica en tol testuz... ¡Y de eso nada!... ¿Qué te hascreído? (Vuelve a sonar el teléfono.) La leche que mamé de una vez,¿no te joe? (En un arranque, descuelga por fin el teléfono.) ¿Qué pasa?(Cambia el disgusto en gran sorpresa y alborozo.) ¿Cómo...? ¿Tú...?¿Tú?... Pero ¿tú, tronco?... Ostia, ostia... ¡La ostia!... Pero ¿desde cuán-do? No me jodas... (Se ha entreabierto la puerta del dormitorio y aso-ma la nariz de la PEPA, que atiende a la conversación.) ¡Que sí, colega,que sí! ... ¡Que me das una gozada!... Ahora mismo... Ya mismo bajo yte abro... ¡Huy la leche, el Equis!...

(Ha colgado el teléfono lleno de alegría y se ha lanzadoescaleras abajo. La PEPA vuelve a encerrarse en el dor-mitorio y atranca la puerta. La luz de la escalera, encen-dida. Pronto se oyen voces, risotadas, pasos presurosos,hasta que vuelve el YIMI con su colega el EQUIS, que esun tío mayor que él, de unos cuarenta años, con la pielamarilla y ajada, propia del que acaba de salir de la mis-ma trena.)

EL EQUIS.– (Siguiendo la conversación anterior.) Lo que yo te digo..., vengaechar money y el aparato sin...

YIMI.– Pero ¿cómo me iba yo a imaginar, tío?... ¡Eres el último en el quepensaba!

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EL EQUIS.– (Dándole un cachete en la cara con cariño.) Pues la primeravisita que hago es a ti... ¿A quién si no?...

YIMI.– (Mimosote.) ¡No me digas!... ¿De verdad?EL EQUIS.– (Sonriente.) Si te parece, después de haber estao juntos tanto

tiempo...YIMI.– (Le señala el sofá.) Ponte cómodo, titi, y me lo cuentas... ¿Vale?

(El EQUIS se sienta en el sofá e inmediatamente adoptauna posición horizontal, como quien está acostumbradoa hacerlo en la celda.)

EL EQUIS.– ¡Joder, pues lo que te vengo diciendo!.... Lo del artículo ese de laostia...

YIMI.– ¿Qué artículo?EL EQUIS.– Pero ¿es que tú no te enteras, o qué?YIMI.– ¡Jo!... ¿Y cómo me iba a enterar, si estoy to el día hecho un paria,

pa sacar las cuatro pelas que se necesitan pa malvivir?... ¡Y tal como se hapuesto la mercancía!... Vamos, quio decir el chute... Y con una señora yuna niña que tengo... ¿No lo sabías? Así que pa enterarse de na, ni paleer los periódicos... (Baja la voz con cierto sigilo, propio de costumbrecarcelaria.) Y que la mujer se pica, ¿sabes?... No te digo más. Fíjate:hoy mismo pa conseguir unos cuantos talegos... (Se interrumpe porqueel otro se ha quedado dormido emitiendo un extraño jadeo.) Pero... ¿es-tás roque ya, titi?

EL EQUIS.– (En la misma postura y sin mover un músculo.) No, no... Teescucho... No te preocupes... Esto me da... Lo que me da...Tú, sigue.

YIMI.– ¿Es que estás con el mono?EL EQUIS.– ¡Que no!... Que sigue..., que te escucho...YIMI.– (Observándole, con cierta precaución.) Pues eso..., lo que te decía...

Que la cosa está mu chunga... Así que...EL EQUIS.– (Con cierto desvarío.) Conmigo han salido también el Letras, el

Ganchete y el Lagarto. Prácticamente toa la basca... Por el aquel delartículo, ya te digo...

YIMI.– Eso se llama tener suerte. Porque, ya ves, el Chuchi y yo nos tuvimosque pasar los dos años enteros. ¡La puta justicia!...

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EL EQUIS.– ¿Qué justicia? ¿Qué leche dices de justicia? (De pronto.) ¡Espe-ra, que me da el trance!...

(Se queda otra vez como ido, paralizado. El YIMI, sor-prendido, se rasca la cabeza.)

YIMI.– Pero ¿te vas a aclarar de una puñetera vez?... (El EQUIS no contesta.)Si no es el mono, será el telele..., o ¿qué leche es lo que tienes?... Tú hassío diempre un tío raro, titi... (Le sacude levemente.) ¿Me oyes, o no meoyes? ¿Estás dormío, o despierto? (Ante la hamletiana duda, le sacudeviolentamente.) ¡Equis!... ¡Equis!... ¡La ostia! Pero ¿qué te pasa, ga-chó?... ¡Equis, que no te entiendo!...

(Ha salido la PEPA, ya sin la niña, y contempla la escena.Muy alegre.)

PEPA.– ¿Es el Equis?... ¿Verdad que es él?YIMI.– (Se vuelve airado.) ¿Qué haces aquí?... ¡Anda al catre!PEPA.– (Con un gesto de la mano.) Trae...YIMI.– (Con cierta comprensión.) Anda, lárgate, si no quieres que... (Ella se

aparta, pero no se mete en el cuarto. Sigue observando a distancia.)¡Oye, Equis, colega!..., ¡que a ver si nos pues echar una mano, que esta-mos en las últimas!... ¿Vale?...

EL EQUIS.– (Se ha despertado y habla lentamente, con cierta solemnidad.)Los tiempos vienen de culo, tronco. Ahora, con las multinacionales esas...Y con los..., eso, los socialistas... No sé si me entiendes.

(Se corta y vuelve a quedarse paralizado.)

YIMI.– (Desesperado.) ¡Jo, macho!... ¡Estás pa ir a un circo!... (Le pone lamano en la frente.) ¡Y vaya un sudor frío que tienes!... ¡Un mono másgrande que King-Kong!...

PEPA.– (Acercándose intrigada.) ¿Qué le pasa?YIMI.– ¡A ti sí que te va a pasar como no te vayas de una puta vez!... (Ella se

aparta.) Lo que pasa es que éste se está gastando uno de sus trucos

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¡Como si no nos conociéramos!... (Le pasa la mano por los ojos.) ¿Ve,o no ve?... ¿Oye, o no oye?...

EL EQUIS.– (Recobrando el conocimiento.) ¡Vaya jai que tienes, macho!...¿Por qué no la dices que se acueste conmigo?

YIMI.– ¡Hombre, ya decía yo!... (Bromeando.) Menos trucos, Equis, menostrucos. ¿Vale?

EL EQUIS.– ¿Trucos?... ¿Qué dices de trucos?... Te estoy viendo y te estoyoyendo, ¿no?... Pues es como si estuvieras allá, en la otra...

(Vuelve a quedarse mudo.)

YIMI.– ¡Pues sí que es guasa la manía!... (Observándole.) Y el caso... es queno parece truco. ¿De qué pué ser esto?... (Alza la voz.) Bueno..., si meescuchas, Equis, y si no me escuchas, también... Pasa, que aquí sólopues estar esta noche. Vamos, quieo decir lo que queda de noche, por-que resulta que yo y mi señora y mi niña habemos formao una familia...¿Vale?... Y estamos en eso que dicen... En el camino de la esa..., lareinserción social, ¿no? Y queremos vivir tranquilos... (Un silencio. Elotro como si no oyera.) Lo que pasa es lo que tú ya sabes; que necesita-mos un poco de chute pa terminar de tranquilizarnos, y tú nos vienescomo pintao pa volvernos a relacionar con... Que la cosa está mu chun-ga y... ¿Te enteras, Equis? (El otro no contesta.) ¡Me paece quel tío noquie enterarse!... (Coge la cadena.) Hoy he partío a una tía el brazo porlos cuatro laos porque no quería soltar el bolso, conque....

(Tintinea amenazadoramente la cadena y el EQUIS se des-pierta de nuevo.)

EL EQUIS.– ¿Qué decías de eso de la reinserción social?YIMI.– ¡Jo!... Ya veo que te has enterao, colega... Pero es que se te pone una

jeta que da canguelo verla... Pero, ¿qué te metes pa que se te dé un monoasí? ¿Me lo quiés decir?

EL EQUIS.– Pues, mira; esto me viene de unas corrientes eléctricas que memetieron en la sexta...

YIMI.– ¿Corrientes eléctricas?...

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EL EQUIS.– ¡Y me las van a pagar, por la madre que me parió! ¡Palabra! (Com-pungido.) Mira lo que han hecho de mí, que me quedao parao, como sise me fundieran las pilas...

(Vuelve a caer en trance.)

YIMI.– (Poniéndose en pie de un salto.) ¡Leche!... ¿Será posible?... Ahora vaa resultar que este camello vie vacío... ¡Te joe!... ¡Será pasota! ¡Pa me-terle un...! Y me extraña que esté sonao este tío... ¿Corrientes eléctri-cas?... (Le da cachetitos en la cara.) ¿Qué es esa leche de las corrien-tes? ¿Me lo vas a explicar?... ¿Me oyes?... ¿Tú te dejaste dar?... (Re-flexiona desesperado.) Sí, paece que vie desarmao, vacío... ¿No traena? ¡A ver!... (Le mete las manos por los bolsillos. El otro se deja ha-cer.) Un trapo..., una jeringa... vacía... Un papel... (Leyendo.) del tale-go... Dos canutillos... ¿Este sobre?... Cinco libras..., la paga... (Le sacudecon rabia.) ¿Dónde te has metío la carga, camello?... ¡Venga, habla!...

PEPA.– (Que se ha acercado.) A este tío le pasa algo, tú...YIMI.– (Nervioso.) Pero ¿otra vez?PEPA.– Es una cosa tan rara...YIMI.– Como curioso, es curioso. Porque nos está viendo y nos está oyendo,

¿sabes?PEPA.– En la tele salió una cosa así. Un... un.. no sé cómo se llama. Uno de

ésos, que era como si se hubiá muerto, pero no estaba muerto... O sea,que estaba muerto y enterrao, y andaba por el mundo... ¿Cómo era?...En la tele, acuérdate.

YIMI.– ¡Pues sí que nos ha venío a dar la noche el pasota, después de lo quehe corrío en to el día! Yo no sé si sabrás que no trae na, pero na de na.Vamos, que por aquí se acabó el suministro.

PEPA.– ¡Bueno!... Como que el Equis te va a dejar colgao a ti, que siemprefue tu colega...

YIMI.– Y tú venga a picarte...PEPA.– ¡Y dale!... ¿De qué sacas que me he picao?YIMI.– Como éste nos falle, no sé... No sé de qué vamos a vivir...

(Ella mueve al EQUIS, que se deja hacer como si fuera unmuñeco.)

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PEPA.– Pero ¿qué pue tener?YIMI.– ¡Y yo qué sé!... No sé qué dijo de electricidá... Como no le hayan

dejao convertío en un transitor los del talego, pero me choca... Y ahorani reaciona... (Grita.) ¡Equis, oye!... ¡Equis!... ¡Equis!

PEPA.– Pero no grites así, que se van a despertar los vecinos... Y sólo faltabaeso, con las ganas que nos tienen.

YIMI.– Pues que me parece que el Equis está fuera de combate, fíjate...PEPA.– ¿Le has registrao bien?YIMI.– ¡No..., si te parece, tía!PEPA.– ¿Los bolsillos, bien?YIMI.– ¿Es que van a tener secreto los bolsillos pa mí?... ¡Te joe!... ¡Los

bolsillos!... (Mientras habla, va metiendo la mano por todos los reco-vecos del atuendo con cierta complacencia.) Las costuras, los...; tos lossitios ande se pue esconder cosas..., ¿sabré yo?... Como no se l’hayatragao y tengamos que darle una purga...

EL EQUIS.– (El EQUIS se despierta y le da un manotazo riendo.) ¡Que meestás haciendo cosqui... cosquillas, mariconazo!...

PEPA.– ¡Hola, Equis!...EL EQUIS.– (Observa muy bien a la PEPA, con aire de cálculo.) Es que tú

siempre fuiste un poco mariconcete, reconócelo...YIMI.– Bueno, no te enrolles y contesta a lo que te pregunto... ¿Traes algo o

no?EL EQUIS.– ¿Traer?... ¿El qué?YIMI.– ¡Venga ya!... ¡Menos rollo, tú!... No me digas que no traes ná...EL EQUIS.– (Dándole de nuevo el telele.) No te digo, porque me vuelve a

dar el...YIMI.– (Sacudiéndole.) ¡Equis!...PEPA.– ¡Pues vaya ostia!...YIMI.– ¿Será posible, con el tronco este?... ¿Te quies ir ya?... O sea, que va

a venir del talego con las manos vacías y sin...PEPA.– A mí este tío, no sé..., lo encuentro misterioso... Tú dirás lo que

quieras. Yo siempre lo encontré raro... ¿Qué sabes de él? ¡Eh!... Na,como aquel que dice.

YIMI.– Lo sabrás tú, tía. ¿Y de qué vas a saber tú, si yo no te hubiá contao?Éste no engaña más que a la bofia del estupefaciente, que pa eso siem-pre fue divino el gachongui... Lo que pasa es que ha preparao un truquillo

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pa salir por peteneras. Porque ¿me vas a decir tú a mí que el equis va asarlir del talego con las manos vacías y derecho a mi casa?... ¡Vengaya!...

PEPA.– ¿Y quién te ha dicho que venga del talego?YIMI.– ¡Jo, tía, tú también!... Pues ¿de ande va a venir si no? ¿Del Pakistán?PEPA.– Pues, mira, a lo mejor... Es que no sabes ni tan siquiá cómo se lla-

ma...YIMI.– (Rotundo.) ¡El Equis!PEPA.– Sí, el Equis... ¿Y qué?YIMI.– Un camello debuti, tía.PEPA.– (Intentando leer un papel de los que había sacado el YIMI.) A lo

mejor aquí viene algo, su nombre o...YIMI.– (Le quita el papel.) Pero ¿qué leche de nombre? ¿Qué coño nos im-

porta el nombre? A ti siempre t’a gustao enterarte de... (Arroja al sueloel papel.) ¡Na..., esto, na!... Un vale del economato de Carabanchel.

PEPA.– Pues estaría chungo que no volviera en sí, y tener que aguantarle sinque aporte na.

YIMI.– (Que parece estar seriamente preocupado.) El Equis es más conocíode toa la basca que... Y no me vas a decir que no le debamos favores,¿no? Si hay un tío de confianza es éste, que lo puen decir tos. (Gritaahora casi con desesperación.) ¡Equis!... ¡Equis, macho, que te...!

(Suenan golpes en el techo.)

PEPA.– ¿Lo ves? La tía de arriba molestando. Por gritar... A ver si nos mandaa los maderos, como el otro día. Y con éste aquí...

YIMI.– (Dirige la mirada al techo.) ¡Madero la que le voy a meter a ella porel chichi!... (Coge al EQUIS y lo sienta como un muñeco en el sofá. Conrabia.) ¡Ayuda tú también, tía, que pesa lo suyo, y yo estoy hecho pol-vo, joé!...

PEPA.– (Intenta ayudarle.) Pero ¿qué vas a hacer?YIMI.– ¡Yo qué sé!... A ver si...PEPA.– (Que le ha puesto la mano en el pecho.) Como respirar, respira. ¡Y el

tufo que echa por la boca!... Yo creo que lo que éste tiene es un mono debandera...

YIMI.– ¿Menudo mono!...

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PEPA.– Y se las sabe todas.YIMI.– (Ha cogido la cadena.) Pues, mira, le voy a meter un cadenazo en tol

tarro, que vas a ver... ¡Equis, que te voy a encender las pilas!...

(El EQUIS sigue impasible.)

PEPA.– Da no sé qué verle así...YIMI.– (Sacude la cadena.) No sé qué hacer... ¡De buena gana le metía un

toque!... Pero ésta es de respeto y..., no sé.., me da lástima. Que se lodigan a la tía esa, que debe tener ahora el brazo roto por cuatro partes.No sé...

PEPA.– Pues habría que hacer algo...YIMI.– (Pensativo.) Se me está ocurriendo...PEPA.– ¿Qué?... ¿Qué se te ocurre?...YIMI.– Una cosa..., una idea, tú.

(Se ha levantado y va a hurgar en un estuche de herra-mientas.)

PEPA.– ¡Cuidao con lo que vas a hacer, Yimi!... No nos vayamos a enrollartampoco...

YIMI.– ¡Lo que a mí no se me ocurra!... A mí me va a enseñar éste, ni cin-cuenta como éste... ¿Tú ves estos cables?

PEPA.– (Inquieta.) ¿Qué vas a hacer?... ¡Oye!...YIMI.– Tú, lo primero, te callas, y te vas al catre... Mira, has dejao a la niña

sola...PEPA.– Pero ¿pa qué esos cables?YIMI.– ¡Que te calles, leche, y te metas en la piltra de una jodía vez!... ¿Cómo

te lo voy a tener que decir?PEPA.– (Preocupada.) Es que me das miedo, Yimi... Tú eres capaz de todo y...YIMI.– (Mientras maneja el cable.) El tío a lo mejor se ha creído que a este

cura lo iba a engañar... ¡Y va listo! Verás tú... Dice que se ha quedao asíde unas corrientes que le metieron los de la sexta. Pues ya verás cómo...

PEPA.– Pero ¿serás capaz de...?YIMI.– ¡A él y a ti, fíjate! Como te pongas pesá, te lo meto a ti en la almeja,

pa que te pique de verdá.

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PEPA.– ¡Oye, que no...!YIMI.– (Con el cable en la mano.) ¿Te estás enterando, o no te enteras?PEPA.– (Baja el tono.) Es que vas a hacer una barbaridad...YIMI.– ¿Y qué?... ¿Qué pasa?... Le voy a reanimar. Ni más ni menos. Si es

un truco, pa que aprenda, y si no, pa que se espabile...PEPA.– Pero, espérate... Mira, parece que abre los ojos...YIMI.– Que los abra...PEPA.– (Dándole cachetitos en la cara al EQUIS.) ¡Equis, tío!... ¡Equis, oye!...YIMI.– ¡Dale, dale...! Ya le pues ir dando... Ahora verás, porque esto sí que

no falla...PEPA.– Pero ¿qué te ha hecho el pobre?YIMI.– Si quies echar una mano, ya pues ir abriéndole la bragueta, que deso

sí que entiendes...PEPA.– (Lleva la mano tímidamente al lugar indicado.) ¡Jo!... También tú...YIMI.– Y si no quieres, ya te he dicho cuarenta veces que te largues a la

piltra.PEPA.– ¡No me da la gana!YIMI.– (Salta hacia ella.) Mira, ¡la primera que lo vas a probar vas a ser tú!

¡Te voy a asar! ¡Voy a matar dos pájaros de un tiro!... ¡Ven acá, quete....! (Con el cable en la mano derecha, intenta agarrar con la otra a lamujer, pero ésta se escabulle y se mete en el cuarto aterrada. Se oyende nuevo golpes en el techo.) ¡Ostia con la tía!... ¡Ya te pillaré otra vez!(Prepara el cable.) Esto es fenómeno... No sé cómo no se me habíaocurrío antes... Un puente bien hecho, y le encasco al tío... (Mete losextremos del cable en el enchufe de la pared.) Lo que pasa es que unono tie experiencia... (Avanza hacia el EQUIS con los otros dos extremosdel cable.) Oye, camello, o te espabilas, o ¡ahí te va el metro! (Con unamano ha abierto la bragueta y va a introducirle el cable cuando seproduce un gran chispazo, se oye el grito del EQUIS, el aullido de laPEPA y se hace el oscuro.)

(Han pasado unos días. El EQUIS está sentado en el sofá,como un sátrapa persa. El YIMI, a sus pies, convertido enun miserable paria, le limpia los zapatos. El primeroparece un auténtico sultán; viste una elegante chilaba,comprada seguramente a los moros del Rastro. El otro

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lleva puesto un mono mugriento. La PEPA, acicalada ycompuesta, va y viene canturreando, al tiempo que untransistor expande una música de influjos orientales y elambiente se carga de vapores de hachís. En suma: elPakistán trasladado a Orcasitas.)

PEPA.– (Con un porro en la mano.) Mañana... Mañana, seguro.EL EQUIS.– ¿Tú le enteraste bien al tío?PEPA.– A ella. Y muy bien que se enteró.EL EQUIS.– (Sonríe.) No, si tú no tienes un pelo de tonta.

(Ella se le acerca y le pone el porrete en los labios. Élaspira una bocanada y lo devuelve a ella, que hace lopropio. Luego, se besan. Ella se separa y se contonea alritmo de la música. El YIMI cepilla con sometimiento y sucepilleo establece un contrapunto siniestro.)

EL EQUIS.– (Echa una mirada displicente al trabajo del YIMI.) Está bien,muchacho... Pero ¡no pongas esa cara, joer!... Mira, si eres bueno y medejas contenta, ¿quién sabe?, a lo mejor te dejamos dar una chupadita...¿Tú qué dices, Pepi?

PEPA.– (Se encoge de hombros.) Él sabe lo que se hace, que ya es mayorcito.EL EQUIS.– Ahora que si pones esa cara, tío, que parece que nos estás perdo-

nando la vida, lo único que puede pasar es que lleves una mano de cade-na, que ya la has probao y has visto a lo que sabe... Así que no pongasesa jeta y afina si quieres ser feliz.

PEPA.– (Que sigue contoneándose.) ¡Qué pena de hombre!... No sé ni porqué le hablas siquiera...

EL EQUIS.– Mujer, a mí siempre me ha gustao tratar bien a mis «machacas».En el talego he tenido unos cuantos, y no creo que ninguno guarde malrecuerdo del Equis, por más que les quede algún moratón que otro...Otra cosa seré, pero inhumano, nunca. Eso que dicen de los «derechoshumanos» lo tengo yo muy clavao. Y si no, que te diga éste... (Señala alYIMI, que no dice nada.)

PEPA.– Es que tú has nacido pa mandar y ser un señor... ¡Digo!...

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EL EQUIS.– Yo, eso de dar corrientes a un tío..., ¡vamos!... De eso, incapaz.(Se despereza extendiendo los brazos.) ¡Me encuentro a gusto, tía,enrollao!... ¿Y tú?...

PEPA.– Viajando a placer, y a mil por hora, chungui.EL EQUIS.– (Guiñando el ojo.) Y, luego, nos vamos a...PEPA.– Colocarnos bien colocaos... (Un poco alocada.) Figúrate, si lo llego a

saber antes... ¡No me digas, es que una llega a ser más gili!... ¡Pa cuatrocochinos días que vive una y...! Pudiendo pasarse el día en Benidorm,pasarlo en el talego... ¿No te digo lo que hay? Pues eso, que si no nosenseñan a vivir, pues es como si una no supiera andar, lo mismito. ¡Loque es yo...!

(Se lanza en los brazos del EQUIS como si éste fuera unapiscina y se apelotonan ambos besuqueándose. El YIMIrecoge la caja casera de limpiar los zapatos y, muy hos-co, se aparta.)

YIMI.– Servido... ¿Vale?EL EQUIS.– (Extiende el reluciente pie y aparta al YIMI de un suave punta-

pié.) ¿Te puedes largar y dejarnos, chico?PEPA.– (Grita.) ¡En la cocina está la fregona!... ¡Ya sabes!

(El YIMI sale con la cabeza baja y rendido, como un into-cable.)

EL EQUIS.– (Aparta con mimo a la PEPA.) Bueno, bonita... Ahora, déjameque me...

PEPA.– (Achuchándolo.) ¡Mi príncipe de la Arabia!... Mira qué zapatos te hadejao...

EL EQUIS.– Habría que darle un premio al chaval...PEPA.– ¡Una mierda es lo que hay que darle!... ¿Te joe?... ¡Anda y que se

pudra! (Exaltada.) Gracias, titi... Gracias por hacerme vivir. ¿Y pensarque estaba agilipollá, con la criaturita esa, que me tenía, no sé, comoembrujá, oye...

EL EQUIS.– (Acariciándola.) Boba, bobita..., panoli... ¡Chutona!... (La besa.)Es que si yo no vengo a esta casa, no sé...

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PEPA.– Si no llegas a venir...EL EQUIS.– ¡Ostia, no me digas!... Es que... no sé... Cuando te vi enchulaíta

con ese desgraciao, que te tenía achantada, me quedé helao, tía. Y conla cría en brazos y dándole de mamar... (Metiéndole mano.) Y con estospechitos que... ¡Jo, vaya pechazos!... La Pepa, una jai de bandera, con-vertida en... (Ríe.) una buena madre de familia... ¡Ay, leche!... ¡Unahonrada mamá!... ¿No te jode?

PEPA.– (Canturrea.) “Mamá, mamá yo quero...”EL EQUIS.– Y esposa fiel... ¿No es eso, chutona?PEPA.– (Molesta.) Oye, no te cachondees...EL EQUIS.– ¡Ja!... Y con un marido que curraba... sin ser currante. ¿Es así

o no?PEPA.– (Arrebatada.) ¡Ay, pero qué ocurrente es mi hombre!... ¡Hum!...

(Aprieta su nariz contra la de él.)EL EQUIS.– Y claro, pasa lo que pasa, porque siempre pasa lo mismo... (Se

ha puesto serio.)PEPA.– (Intrigada.) ¿Qué pasa?EL EQUIS.– Pues que las jais de verdad, o sea, las como tú, las que tienen lo

que hay que tener...PEPA.– (Bebiendo sus palabras.) ¿Qué?...EL EQUIS.– Pues que siempre vienen a caer en manos del primer gilipollas

que pasa por su lao.PEPA.– (Suspira.) ¡Eso sí que es el credo, tío!...EL EQUIS.– Y va, y encima te hace una criaturita... ¿Qué te parece? ¡Una

criaturita!...PEPA.– (Con tono menos entusiasmado.) Hombre, Equis... Eso es natural.EL EQUIS.– ¿Natural?... ¿Eso va a ser natural?PEPA.– ¿No va a serlo que una tía quia ser madre?EL EQUIS.– (Rotundo.) ¡Madre y mema, eso!PEPA.– Bueno...EL EQUIS.– Mira, verte como una tía cualquiera del barrio, con una niñita en

brazos y un marido, ¡vamos hombre!... Y mira que yo soy un sentimen-tal, porque yo lo soy de veras... y eso es lo que me ha perdido siempre.Pero ¡hay cosas y cosas, y verte de esa manera me dio una pena!...

PEPA.– ¿Y qué sabe una, si también...?EL EQUIS.– Pero, ahora, ya eres libre. ¡No me digas que no te sientes libre!

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PEPA.– (Feliz.) ¡Hombreee!...EL EQUIS.– Ahora, eres una liberada... Y ya no tienes que andar dándole teta

a esa cría, ni tener que comprarle esos polvos para la papillita...PEPA.– (Con un suspiro de alivio.) ¡Ufff, menudo rollo me he quitao de en-

cima!...EL EQUIS.– Y, luego, eso de que si la diarrea, que si los dientes... ¡Todo eso

ya ha pasao de moda, tía! Una jai moderna como tú...PEPA.– Majara... ¡Que me había vuelto majara, mira!EL EQUIS.– (Despectivo.) ¡Y con un tío como ese...!PEPA.– Eso si que no lo «capisco», fíjate.EL EQUIS.– (Confidencial, casi al oído.) Oye..., mañana te suministran la

otra mitad, ¿no?PEPA.– Eso parece...EL EQUIS.– Con lo que tenemos ahí, y lo que mañana te den, podemos tirar

una temporadita regular...PEPA.– Y mercancía de toa confianza, tú...EL EQUIS.– ¡Hombre, la Yanki siempre fue para eso una tía seria!... Y si la

cosa no fuera por buen camino, aquí estoy yo para hacerla una visita...A ella y al Jalifa.

PEPA.– Ya se lo dije...: «Si no cumples, el Equis vendrá a haceros una visita».EL EQUIS.– ¿Y qué?...PEPA.– Pues que se la puso el culo así de estrechito... (Feliz.) ¡Ay, tío, qué

carrozón estás hecho!...EL EQUIS.– (Señalando la puerta.) Y de ése... ni preocuparte.PEPA.– ¿De ése?... (Con desprecio.) ¡Pues sí que estaba yo pensando en él!EL EQUIS.– Lo más que puede pasar es que si se entera de que hemos hecho

esa operación con la cría, pida su parte.PEPA.– (Furiosa.) ¡Y una mierda también!... ¡Una mierda pinchá en un palo,

fíjate!... Va a participar ése, ¿de qué? ¡Vamos anda!... (Se levanta y searregla el pelo contoneándose con ritmo oriental.) ¡Pues sólo faltaría!...

EL EQUIS.– Pero ¡ven acá, tía!... ¿Tú qué sabes?PEPA.– (Rotunda.) ¡Que te he dicho que no!... Si me he desprendío de esa

muñeca ha sido pa colocarme contigo, que si no, ¿de qué?...EL EQUIS.– Está claro... Pero hay que ver las cosas como son.PEPA.– La cosa es que yo hago de mi hija lo que me sale del coño.EL EQUIS.– Tu hija y la suya, oye...

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PEPA.– ¿La suya?... ¿De qué?EL EQUIS.– ¡Ah!..., ¿es que no es suya?PEPA.– ¡La parí yo!... Yo solita, tío. Que me tuve que ir a urgencias yo sola,

porque ése estaba donde estaba... ¡Vamos hombre!... De eso nada, mo-nada.

EL EQUIS.– Mira, a mí me gusta hacer las cosas bien y con toda justicia. Co-mo Dios manda. Y si la niña es de vosotros dos, la ganancia...

PEPA.– ¿Ganancia?...EL EQUIS.– Que un padre es... un padre.PEPA.– Y una madre es una madre... ¿Te jode?...EL EQUIS.– Cuando se entere de que hemos vendido a la niña...PEPA.– (Triste de pronto.) Vendido...EL EQUIS.– Mujer, son maneras de hablar. Y, además, mejor es dejarlo. Mira,

la cría no va a estar en mejores manos, porque esa gente..., la Yanki y elJalifa, saben muy bien dónde colocarla. Así que la niña puede llegaradonde ni soñarlo podía con un padre como ése. ¡Lo que yo te digo!...De Orcasitas a la Arabia Saudí esa... Ya verás. Y no hemos hecho malnegocio, si mañana te dan la otra parte de la mercancía.

PEPA.– (Un poco traspuesta.) ¿La Arabia qué?... ¿Qué has dicho?EL EQUIS.– Pues la Arabia, tonta... Por eso digo que habría que dar también

un poco de gusto a ése.PEPA.– (Entre dientes.) ¿A ése?... (Gritando hacia la alcoba.) ¡A ver cómo

dejas limpio ese suelo!... (Al EQUIS.) Y yo voy a poner el agua a calentar.EL EQUIS.– Ya verás cuando se entere de que hemos vendido a la niña...PEPA.– ¡Y dale con el vendido!...EL EQUIS.– ¡Son maneras de hablar, coño!... Las cosas se dicen como se

puede. Digo vender como podría decir «cumplir un compromiso». Nimás ni menos. Que la niña ni siente ni padece, y nos puede hacer atodos un buen servicio. ¡A ver si te pones en razón de una puta vez!

PEPA.– (Ella maniobra en el infiernillo.) Bueno, tú dirás lo que quieras, peroque ése no prueba ni una pizca, ¡como me llamo Pepa!... Y no me expli-co tanta pamplina con ese sinvergüenza, que el otro día si a poco te asacon las corrientes esas...

EL EQUIS.– (Suelta una carcajada.) ¿Asar?... ¿A quién, a mí?... ¿Al Equis?...¡Vamos, hombre!... ¿A mí? ¡Vete ya, salmonete!... (Se señala, jactan-cioso.) Como que éste no venía ya preparao... Y ya viste lo pronto que

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le puse fuera de combate... ¡Mira!... ¡A mí me iba a asar!... ¡Lo que eseso!... ¿Estando como estábamos tú y yo de acuerdo?... ¡Y aunque nohubiera sido así! Ya viste cómo le metí el cable por donde había quemetérselo. Lo que es ése ya no chulea conmigo... ¡Y lo mansito que lohe puesto!... ¿O no?

PEPA.– ¡Hombre, es que la electricidad, oye...!EL EQUIS.– Pero ¡Pepi de mi alma!... ¿Qué puede saber ése que yo no le haya

enseñao?... ¿Eh?... ¿Me lo quieres decir?... Si le conocí donde le conocíy no era más que un choricete de mierda de Lavapiés.

PEPA.– Eso es lo que es y lo que seguirá siendo ¡un chorizo!...EL EQUIS.– ¡Pero hombre!... Si lo poco que sabe, suponiendo que sepa algo,

es lo que le enseñó el Equis. Que tampoco ha llegao a diquelar mucho,porque el tío tiene el coco más duro que una piedra.

PEPA.– ¡Dímelo a mí!...EL EQUIS.– Él para lo único que vale es para eso, para servir a los demás...

Yo le tuve de machaca en el talego y el chaval para eso de lustrar pince-les o darle a la fregona y tal, se defiende. Pero para otra cosa más deli-cada, ¡olvídale!... Por eso mismo, el tío quería tirar por la vía de lahonradez... Y a mí eso, plim; que cada cual haga de su capa un sayo,que la libertad hay que respetarla, y no voy a ser yo el que me meta.Pero que te arrastrara a ti, sin comerlo ni beberlo, y te hiciera ademásuna criaturita y te tuviera enchulada..., eso ya es harina de otro costal,tía. ¿O no me explico?

PEPA.– (Con la jeringuilla en la mano.) Hombre, y tanto que te explicas...Pero lo que hay que hacer es pensar en lo que vamos a hacer con él.

EL EQUIS.– Tú déjame a mí... Déjame, que todo se andará. Ahora, ¡a triun-far!...

(Ella está agachada junto al infiernillo; parece una in-dia centroamericana, de esas que amasan tortillas o ma-ceran el mijo.)

PEPA.– Yo te digo una cosa, Equis, y que me quede aquí muerta ahora mis-mo si no es verdad: que si me he desprendío de mi niña, no va a ser paaguantar a ése; y, una de dos, o me quedo enteramente libre, pero así decuerpo entero, o...

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EL EQUIS.– (La requiebra.) ¡Olé cómo hablas!...PEPA.– O, de lo dicho, no hay na. Porque si... ¡Huy, cómo está esto de calien-

te! (Anda maniobrando la jeringuilla y el ácido. Se levanta sin termi-nar la frase con la jeringa en la mano como si fuera una boquilla decigarrillo, adoptando una postura de cupletista de los años veinte.) ¡Aquíestá la... jeringuera! ¿Qué te parece?

EL EQUIS.– (La requiebra.) ¡Y olé!... ¡Tía buena!PEPA.– (Canturrea.)

Como ave precursorade primavera,en abril aparecela jeringuera...

(Y se da una vuelta garbosa.) (Sigue cantando.)

Que pregonando,parece golondrinaque va... picando,que va... picando...

EL EQUIS.– (Siguiendo el juego, se remanga cantando al tiempo que le ofre-ce el brazo.)

Deme usté una picaítaque no vale más que un real...

PEPA.– (Con ironía.) ¡Sí, sí..., un real!...

EL EQUIS.– (Bailotea con la jeringuilla en la mano. Él la coge por la cinturay la sienta en el sofá. Coloca su brazo desnudo y ella procede a lainyección.)

Deme usté una picaítapa ponerme a... viajar.

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PEPA.– (Canta.)

Tome usté la picaíta,que la traigo mu bonitapa que pueda viajar...

EL EQUIS.– Vámonos a... viajar... (Tras la inyección de él sigue la de ella.Ambos suspiran de gozo abrazados sobre el sofá. Se abre la puerta delfondo y aparece el YIMI, con la fregona en la mano, implorando conojos desesperados su ración de droga.) (Al verle.) Pero ¿de dónde saleese zulú?

PEPA.– (Lánguida, imitando el acento antillano.) ¡Ay, el pobre ezclavito!...Habrá que dale de latigasos... (Simula darlos extendiendo el brazo.)¡Chu, chu, chu!... ¡Fuera, fuera!...

EL EQUIS.– (Sigue el mismo juego.) El negriyo ezte... ¿Qué quierez?... ¿Unpoco de alpiste, pajarito?...

YIMI.– (Va hacia el infiernillo y se apodera de la jeringuilla que dejó ella;se remanga el brazo febrilmente e intenta inyectarse dando gruñidos.Al no poder, se retuerce de impotencia, hincándose la aguja con rabia.)¡Hum..., hum..., hum...!

PEPA.– (Al EQUIS.) Pero ¡fíjate el chalao...!EL EQUIS.– (Con gran sorna.) Lo que hacen los mayores... ¡Je, je!...PEPA.– ¡Ay, qué leche!... ¡Anda negrito, pincha, pínchate!...EL EQUIS.– Pero ¿no ves que está vacía, venao?

(El YIMI, en su atolondramiento, se echa encima el aguahirviendo del cazo que está sobre el infiernillo. Da ungrito de dolor.)

PEPA.– ¡Que te abrasas, cafre!... (Ella y el EQUIS se ríen.) ¿Por qué no lo en-cierras ya?

EL EQUIS.– (Silbándole como a un perrito.) ¡Toma, toma, ven acá, ven!...¡Ven con tu amito!... ¡Ven, que voy a darte un poco!... ¡Ven!... ¡Toma!...¿No quieres una picaíta?

(Cuando YIMI, confiado, se acerca, le da un cadenazo enlos brazos, que le hace soltar la jeringuilla de las manos

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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y retroceder restregándose la parte dolorida. PEPA y elEQUIS se ríen.)

PEPA.– ¡Anda, vuelve por otra!... (Al EQUIS, por la cadena.) Trae, dame a míla ésa... (Con la cadena en la mano.) Ven..., ven pa acá, que te voy a daryo una picaíta..

EL EQUIS.– (Le silba, como a un chucho.) Anda, ladra un poco... Ladra unpoquito.. Si ladras y te pones a cuatro patas...

PEPA.– (Tintineando la cadena.) Y meneas el rabo...EL EQUIS.– El rabito, chucho... ¡Vamos, menéalo!...PEPA.– (Con acento antillano.) Anda, perrito... Venga p’acá con su amita,

que le va a dá... la chichita...

(El YIMI, completamente atontado, mueve la boca comosi fuera a emitir un ladrido.)

EL EQUIS.– (Riendo.) ¡Huy, qué tío!... ¡La leche que mamó!...PEPA.– (Moviendo la cadena.) ¡Ven, ven aquí!... ¡Vamos!... ¡Toma, toma!...EL EQUIS.– (Le quita a ella la cadena.) ¡Trae y verás!... (Ante el retroceso

del YIMI.) Pero no te asustes, negrito..., que no te voy a hacer nada...(Con acento antillano.) Tate tranquilo, negrito..., que te vamo a da unpoquito... Un poquito pa ti, negrito... (Y va hacia el infiernillo.)

PEPA.– Oye, ¿no lo irás a hacer en serio?EL EQUIS.– ¿Tú no eres feliz ahora?PEPA.– Como una vaca...EL EQUIS.– Pues hay que hacer también felices a los demás. Los amos tienen

que hacer felices a sus criados. (Preparando la jeringuilla.) Ven acá,chucho... Mira lo que estoy haciendo... Mira que cocha, que cochita marica le estoy preparando al nene...

(El YIMI no se confía.)

PEPA.– No se fía... Fíjate.EL EQUIS.– (Llega hasta el YIMI; le sujeta el antebrazo, con la jeringuilla

dispuesta.) Esto, por bueno... Por haber sido muy bueno... ¡Premio!...(Le inyecta. El otro suspira agradecido.) ¿Cómo se dice?

LA MARCA DE FUEGO

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YIMI.– Gra...ciassss...EL EQUIS.– (Inyectándole más.) Un poquito más....PEPA.– (Da un salto airada.) Pero ¡bueno!... ¿Estás majara?... ¿Es que vas a

gastarlo con ese mierda, con lo que hemos pagao?EL EQUIS.– (Apartándola.) ¡Quita ya!... ¿Tú qué sabes?PEPA.– (Indignada.) ¡El chorro que le has metío!...EL EQUIS.– Anda, anda... ¡Qué sabes tú! (Al YIMI, que está hecho un ovillo.)

¿Eh?... ¿Qué te parece, tío?... ¿Lo notas ya?...

(El YIMI empieza a retorcerse de dolor.)

PEPA.– (Observándole, curiosa.) ¿Qué hace?EL EQUIS.– Vas a ver cosa guapa... Ven aquí; vamos a sentarnos a ver la fun-

ción a gusto.

(Se sientan en el sofá.)

PEPA.– Pero ¿qué le has dao?EL EQUIS.– ¡Calla y mira!... Y no sueltes la cadena, por si acaso...

(El YIMI parece presa de un ataque epiléptico.)

PEPA.– ¡Huy, la leche!... Pero ¿qué le has metío?EL EQUIS.– A ver si te creías que le iba a dar de lo nuestro... Esos lujos no se

han hecho para ése. Fíjate, mira, mírale...PEPA.– (Viéndole retorcerse.) Parece un gato rabioso, oye... Pero ¿me vas a

decir qué le has dao?EL EQUIS.– Una cosa baratita, tú verás...PEPA.– (Intrigada.) ¿Qué cosa?EL EQUIS.– Un chorrillo de aguarrás... ¡Eh, cuidao, que el tigre está furioso!...

(El YIMI ha hecho ademán de lanzarse contra ellos, perocae sobre el infiernillo y se quema el brazo, y lanza unaullido de dolor.)

PEPA.– ¡Será bestia!...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

525

EL EQUIS.– (Apartándole con la cadena.) ¡Atrás..., chucho!... ¡Fuera!...

(El YIMI retrocede frotándose el brazo.)

PEPA.– ¿Aguarrás?... ¿Y eso?EL EQUIS.– Eso le deja fuera de combate una temporadita... Le da una fiebre

de caballo que le dura unos cuantos días. Y se le va a poner el brazo másduro que el hormigón, ya verás. Hazte cuenta de que nos hemos libraode él para una semana, por lo menos.

(El YIMI, efectivamente, tirita de fiebre y jadea en elsuelo.)

PEPA.– ¿Y de qué sabías tú eso?EL EQUIS.– De cuando estuve en el siquiátrico. Vamos, en el manicomio,

para hablar claro. Cuando un tío se ponía así muy pesao, le metían unbuen chorrazo de aguarrás y se quedaba en un rincón sin molestar unoscuantos días, hasta que se le pasaba la fiebre. Y luego, si vieras, dabapena mirarlos arrastrarse por el suelo para ir a buscar la comida... En eltalego hacíamos lo mismo cuando alguno se pasaba....

PEPA.– ¡Hay que ver, qué adelantos!...EL EQUIS.– Luego, cuando se les iba la calentura, no tenían fuerzas ni para

ponerse de pie, y les dábamos un palo para apoyarse en él e ir a rastrascomo una serpiente.

PEPA.– ¡Huy, no me nombres la bicha!...EL EQUIS.– Pues así vas a tener a ése...PEPA.– ¿Y quién va a limpiarme todo esto?EL EQUIS.– ¡Anda, leche!... ¿Y para qué quieres limpiar?PEPA.– ¡Hombre!...EL EQUIS.– Si es que necesitas un negro, yo te traigo otro. Los tengo a do-

cenas.PEPA.– (Pone la mano sobre la frente del YIMI.) ¡Jo..., cómo arde!....EL EQUIS.– Déjale que arda, y vente para acá... ¡Venga!....PEPA.– (Se tiende en el sofá.) ¡Ah..., esto es vida!...EL EQUIS.– Aún hay clases.PEPA.– (Suspira.) ¡Es tan bonito vivir, tío!...

LA MARCA DE FUEGO

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EL EQUIS.– Dímelo a mí, que me he pasao tres años entalegao.PEPA.– Y yo, pues ya ves, tonta de mí, viviendo con ése en plan chulo. Y

queriendo tirar por el camino honrao... ¡La leche!... Y porque me piquéun poquito –na, el día aquel que tú viniste, con el poquito ácido aquél–,pues no sabes cómo se me puso; que me quería matar... Y, luego, laniña...

EL EQUIS.– Lo tenías claro, chica... ¡Anda, que si no llego yo a venir a estacasa!...

PEPA.– Has sío pa mí la salvación, chato...EL EQUIS.– Podemos pasar unos días un poco regular, teniendo en cuenta

que mañana recoges la otra parte...PEPA.– Mañana, sin falta.EL EQUIS.– ¡Hombre, eso está chupao!... Porque si no, iban a saber lo que

vale un peine..., que a mí no me asusta el Jalifa...PEPA.– ¡Huy, cuando les dije que tú...!EL EQUIS.– O sea, ¡que a vivir y a triunfar!... (Mete la mano por debajo de la

bata de ella.) ¿No crees que ya va siendo hora de que te pongas ligeritay nos amemos un rato?... (Comienza a desvestirla.)

PEPA.– (Le ayuda.) ¿Jodemos delante de ése, como el otro día?EL EQUIS.– (Desnudándose.) No, no... Haremos el amor en un yate... En un

yate, por las Bahamas...PEPA.– (Abrazándole.) ¿Por las qué...?EL EQUIS.– (Cubriéndola.) Por Miami..., Honolulu..., las Bermudas... ¡Y el

Pakistán!

(Decrece la luz a medida que van quedándose desnudos.Suena el teléfono al tiempo que el YIMI se debate entre lacrispación y la calentura.) (Telón.)

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SEGUNDA PARTE

El EQUIS se encuentra vestido muy correctamente con su buen traje. LaPEPA, por el contrario, está vestida casi pobremente: jersey arrugado, faldamuy holgada, botas estropeadas, la cara sin pintar y desgreñada. En elsofá, tapado con una manta hay un bulto: el YIMI, todavía presa de la fie-bre, con sus jadeos y su respiración entrecortada.

EL EQUIS.– (Tieso como un general, está observando a la PEPA.) A ver, aver... Los ojos, esos ojos...

PEPA.– ¿Qué pasa con mis ojos?EL EQUIS.– (Muy doctrinal.) Los ojos son las ventanas del alma, como dijo...

el que sea. Por los ojos de una jai se puede ver lo que hay por detrás. Asíque hay que tener cuidado con la mirada. ¿Te vas enterando?

PEPA.– ¿Y qué más?EL EQUIS.– (Le coge la cabeza y se la baja.) La mirada, al suelo.... (Le saca

el pañuelo del bolsillo.) Y el pañuelito, en los ojos, así. ¿Ves?... (Sepasea con la cabeza baja y llevándose el pañuelo a los ojos.) Así, asítienes que estar, llorando, triste, desesperada. Tú verás, con el maridoasí, tan enfermo... ¿Tú me sigues?

PEPA.– ¡Jo, Equis, vaya rollo! ¿Otra vez?EL EQUIS.– Y cincuenta. Las que hagan falta. Y nunca será «demasié» con

esta gente. Te lo digo yo, chica.PEPA.– Pero si ya lo hemos entrenao...EL EQUIS.– Tú hazme caso a mí. Mira lo que te digo: esa gente no entiende

nada. ¿De diquelar y eso? Nada. Pero yo sé cómo las gastan. Se fijan en

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detalles. En cositas. Por eso a simple vista, así a ojo, como quien dice,tienes que parecer eso, una esposa desconsolada, con el marido enfer-mo, inválido... Sin ayuda. To ese rollo, vamos... Y hay detalles que...

PEPA.– Pero ¿qué detalles, leche? Ya ves tú el suéter que me he puesto.¡Pues anda, que la falda!... Y no digamos las botas. La chatarrera, a milao, parece una marquesa... ¿No te jode?...

EL EQUIS.– Tú no sabes lo que es esa gente... Serán muy socialistas y todoese rollo. De acuerdo, pero nunca se sabe. Y como nunca se sabe, hayque cuidar los detalles hasta el mínimo. En seguida huelen el vicio.Vamos, quiero decir lo que ellos llaman vicio... Son capaces de inven-tarlo, porque piensan que uno, si no tiene vicios, es como si no existie-ra. Es su trabajo, porque de eso viven, tú dirás...

PEPA.– ¡Jo, tío!... Cuando te pones paliza...EL EQUIS.– Paliza la que vas a llevar como no me hagas caso.PEPA.– Bueno, oye... A ver si he salío de Málaga pa meterme en Malagón...EL EQUIS.– (Aparentando paciencia y sereno raciocinio.) Ahora, chata, lo

que importa es lo que importa, que nos saquen a ese muerto de aquí.PEPA.– (Llevándose la mano a la cabeza.) Cuatro días igual...EL EQUIS.– Si lo que importa es que nos quiten el estorbo, habrá que hacer

las cosas con el coco, ¿no?PEPA.– Yo ya te dije que no me importaba que...EL EQUIS.– Si las cosas se pueden hacer por derecho y legalmente no hay por

qué recurrir a la violencia, como te dije ayer. Veremos si sale la cosa unpoco regular y no tenemos que molestarnos. (Mira su reloj de bolsillo,sujeto con cadena, como en los buenos tiempos.) Ya no pueden tardar.Así que vamos a ver si tenemos las cosas en orden...

PEPA.– (Señalando el cuarto.) Ya lo ves...EL EQUIS.– Seré un rollo, una paliza..., lo que quieras. Pero que tengo mucho

andao, y no me vas a enseñar tú a...PEPA.– ¡Jo!...EL EQUIS.– Tú lo que tienes que hacer es hablar poco o nada. Llorar como

sabes; que a ti cuando te da la llorona no hay quien te pase la mano porla cara... Y adelante.

PEPA.– Estoy pensando que me podía poner el escapulario ese....EL EQUIS.– No, mujer. Eso ya no se lleva.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PEPA.– (Va a encender un pitillo y él se lo quita.) No, no... Parecerá unatontería, pero no. Lo que te digo; que éstos son muy socialistas y lo quetú quieras, pero mejor que no te vean fumar.

PEPA.– Pues sólo me faltaba...EL EQUIS.– Es un ratito nada más. Una vez «finiquitao» el asunto, y las cosas

en regla, lo primero que hacemos es darnos una picaíta buena, y vas aver tú la movida...

PEPA.– (Suspira.) ¡Ay...!EL EQUIS.– Y ya tenemos la vida por delante, sin estorbos ni pijerías...PEPA.– ¡Uff, quitarse de encima tanto rollo!...EL EQUIS.– Y ya podemos ir pasando de todo. O sea, que es mejor tener

ahora un poco de paciencia y disimular.PEPA.– Pues lo que es yo, pa disimular...EL EQUIS.– Tú déjamelo a mí en las manos. Tú a llorar y llorar. De lo demás

me encargo yo. Oye, ¿no huele esto a algo?PEPA.– A lejía. Y al zotal que he metido por tos los rincones...EL EQUIS.– Yo es que desde que perdí el olfato en el Puerto de Santa María...

Desde entonces no huelo nada... Y éste... (Va al bulto del YIMI y loobserva.) Me parece que está bastante potable. Por aquí no hay nadaque temer. Este no rechista. Estuve cavilando si meterle otra inyección,pero podría no resultar. Yo creo que así está en su punto. Con una fiebrenormal, demacrao, como es natural, con los ojos hinchados... Fíjate sino está pintiparao.

PEPA.– Ya lo creo...EL EQUIS.– Las cosas tienen que estar en su punto. Ni más ni menos. Sin

pasarse. ¿Comprendes? Que podamos dar bien el pego... Lo que hacefalta es que no nos den plantón, porque en este país, ya se sabe... Ytenemos aún mucha tela que cortar.

PEPA.– A ver si es verdad que terminamos ya de una puta vez...EL EQUIS.– Y yo, ¿que te parezco, Pepi?PEPA.– ¡Hombre, tú!... Pues... que podías ser uno de esos de la banca, fíjate...EL EQUIS.– (Se contonea satisfecho.) No, si yo... puedo entrar en muchos

sitios sin que se percaten ni tanto así... No es por decirlo, pero ya te heexplicao los pasos que tuve que dar, y no es por alabarme, pero siempresalí del trance. (Suena el timbre de la puerta.) Aquí está... ¡Anda, a tusitio!...

LA MARCA DE FUEGO

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(Se pone tieso. La PEPA va a la butaca, se saca el pañueloy se lo lleva a los ojos. Él va hacia la puerta y la abre.Aparece el CHICO DEL BUTANO, con la bombona al hom-bro, que deja en el suelo con un gran golpetazo.)

EL DEL BUTANO.– ... ¡Tardes!...PEPA.– (Con el pañuelo en los ojos.) ¡Ay, madre mía, qué pena!...EL EQUIS.– (Sorprendido.) Pero... ¿esto qué es?EL DEL BUTANO.– El butano... ¿Me da la vacía?EL EQUIS.– (A ella.) ¿Qué butano es éste?...PEPA.– (Deja de llorar.) ¡Si no usamos butano!...EL EQUIS.– (Enfurecido.) ¡Largo ya de aquí, leche!EL DEL BUTANO.– Oiga, oiga, oiga...EL EQUIS.– ¡Ni oiga, ni...! ¿Te quieres largar ya o...?EL DEL BUTANO.– ¡Eh, eh, eh...! Más despacio, tío... Más des-pa-cio.EL EQUIS.– (Intenta cerrar la puerta.) Que le he dicho a usted que se ha

equivocao, que aquí no...EL DEL BUTANO.– ¡Un momento, un momento!... Oiga usté...EL EQUIS.– (Intenta cerrar la puerta.) No tengo más que decirle. Hágame el

favor...EL DEL BUTANO.– Sin faltar, ¿eh?... Sin fal-tar...EL EQUIS.– (Conteniéndose.) ¡Uy, la madre que lo parió!...PEPA.– (Se acerca para mediar.) Se ha equivocao... Es que el chico se ha

equivocao...EL DEL BUTANO.– (Crecido.) ¡Un respeto!... Si uno se equivoca, pues un res-

peto...

(En la discusión, el BUTANERO se ha metido prácticamen-te en la habitación.)

EL EQUIS.– (Empujándole.) ¡Que cojas la leche esa y te largues!...EL DEL BUTANO.– Es que un servidor viene con tol respeto, ¿no?... Y aquí, su

señora de usté, o lo que sea, sabe que...PEPA.– No, chico, no... Ya digo que te has equivocao...EL DEL BUTANO.– Si ya me he percatao, ¡joé!... Si ya está... Pero que a mí no

me se come nadie, que no me chulea nadie, vaya...

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EL EQUIS.– (Paciente.) ¡Releche con el tío!...EL DEL BUTANO.– ¡Que a mí no me putea ni mi padre!... ¿Se entera? ¡Ni mi

padre!PEPA.– (Que esta ayudando al chico a cargar la bombona.) Será aquí al

lao... Dispensa, chico.EL DEL BUTANO.– ¡Que no, hombre, que no!... ¡Que uno es un currante y no

tie por qué aguantar malos modos!...

(PEPA, con su diplomacia, ha conseguido, al fin, cerrarla puerta, aunque siguen oyéndose los exabruptos delBUTANERO.)

PEPA.– ¡Jo..., vaya rollo!...EL EQUIS.– ¡Me cagüen!... (Observa por la mirilla.) Y sigue ahí... Aún voy a

tener que salir y...PEPA.– (Sujetándole.) ¡Deja, ya está!...EL EQUIS.– ¡Que me ha cabreao ese mierda!...PEPA.– (Que miraba por la mirilla.) Está hablando con una tía...EL EQUIS.– (Agitado.) Debe de ser esa... ¡La asistenta social!... Anda, anda a

tu sitio... ¡Corre!...PEPA.– Y el otro sigue ahí...EL EQUIS.– (Cogiéndola del brazo y llevándola a la butaca.) ¡Que te sientes,

coño!... (Va al bulto del YIMI.) Y éste, bien tapao... (Suena el timbre. Vaa abrir la puerta y a inclinarse ceremoniosamente.) Muy buenas tardestenga usted...

ASISTENTA.– Muy buenas... (Entra una mujer con gafas, algo hombruna,que habla con cierta precaución y acento extranjero.) ¿Doña JosefinaGonzález?...

(La PEPA se ha puesto a llorar. Fuera, en la escalera, aúnse oye la voz del BUTANERO.)

EL DEL BUTANO.– (En «off».) ¡Qui ahí muerden, oiga!...EL EQUIS.– (Conteniendo la indignación.) Haga usted el favor de pasar, doc-

tora, y hágase la sorda... Ya sabe usted lo que pasa en estos barrios...Siéntese, doctora. Por favor...

LA MARCA DE FUEGO

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(La que acaba de entrar parece observarle con ciertamalicia, pero está muy en su papel.)

ASISTENTA.– De doctora nada, amigo..., aunque se agradece el cumplido.EL EQUIS.– Usted perdone, señorita... ¿O señora?ASISTENTA.– Puede llamarme como quiera.EL EQUIS.– (A la PEPA.) Saluda a la señora funcionaria...

(La PEPA le tiende la mano. La funcionaria se sienta frentea ésta y la observa atentamente, con supuesto aire cien-tífico.)

EL EQUIS.– A ver si haces el favor, hija mía, de tranquilizarte un poco, por-que así no puedes seguir... ¿Verdad, usted? (Asiente la ASISTENTA.) Y sihas tenido una desgracia como ésa, vas a dar lugar a tener otra. Asílleva cuatro días, señora, y no hay quien la consuele. Claro, formabanuna pareja tan bien avenida... De esos matrimonios que salen pocos. Yame entiende usted... Y ahí tiene a ese pobre... Fíjese cómo está.

ASISTENTA.– (Muy en su papel, sin hacerle caso, ha sacado de la cartera pa-peles, fichas, etc.) ¿Cuál es el dictamen facultativo?

EL EQUIS.– (Desconcertado.) ¿El dictamen?ASISTENTA.– ¿Qué ha dicho el médico?EL EQUIS.– ¿El médico?... Pero señora, ¿qué médico va a tener una mucha-

cha sin trabajo, sin el seguro de desempleo..., sin nada? Paraos comoestán los dos desde...

ASISTENTA.– Comprendo...PEPA.– (Llorando.) ¡Ay, madre mía del alma!... ¡Virgen Santa de la Paloma!...EL EQUIS.– Si ya se lo he dicho, señora; esto es el tercer mundo.ASISTENTA.– Ya lo creo. ¡En fin!...EL EQUIS.– El tercer mundo, ni más ni menos...ASISTENTA.– Veré lo que se puede hacer... (A la PEPA.) Usted, lo primero,

tranquilizarse, porque si cae usted también enferma... ¿Quiere que le déun tranquilizante?...

PEPA.– (Dando un respingo.) ¡Ay, madre mía!...EL EQUIS.– (Detiene a la ASISTENTA.) No, no se preocupe... Déjelo de mi

cuenta...

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ASISTENTA.– Tendremos que hablar con cierta tranquilidad... Deberá sere-narse...

(Suena el timbre de la puerta.)

EL EQUIS.– Con su permiso... (Pone el ojo en la mirilla, pero no llega aabrir.) Es el chico ese que... (Grita al de afuera.) ¡Que ya le hemosdicho que aquí no usamos butano!... Mira que le ha dao buena...

ASISTENTA.– Sí, estaba diciendo que le habían dado con la puerta en las nari-ces y no sé qué más.

EL EQUIS.– Fíjese... Y con un enfermo grave... ¿Qué digo el tercer mundo?El cuarto o el quinto...

(La PEPA ha ido renqueante hasta el bulto del YIMI y en-tona un planto de trémolos egipcios.)

PEPA.– ¡Ay, Dios mío!... ¡Mírele!... ¡Qué pena de hombre, en la flor de laedad!... ¡Mírele al pobrecito!... ¡Un chico tan bueno!...

EL EQUIS.– (Coge a la PEPA y le da unos golpecitos en la espalda.) Vamos,hija, vamos. Consuélate, que aquí está la señora para ayudarte...

(Cruza una mirada con la funcionaria que indica conmi-seración.)

ASISTENTA.– Una pena, sí señor... Pero esto pasa en una casa y en la otratambién. ¡Con tanto paro y tanta miseria! (A la PEPA.) Pero con llorar ydescomponerse no logra usted nada, querida... No hay más remedio que«posicionarse» y encarar la situación como viene. Tendremos que ha-cer un informe previo al objeto de cuestionar, a nivel familiar y contoda exhaustividad, el cuadro biosíquico y determinar el campo de...,de... circunstancias que le han llevado a la situación actual.

(Ante la andanada seudocientífica de la funcionaria, laPEPA se queda muda de estupor, mientras el EQUIS sonríecon suficiencia como diciendo: «¿Qué te decía yo...?».)

LA MARCA DE FUEGO

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PEPA.– (Grita.) ¡Ay, que ya lo veo, que ya lo estoy viendo!... ¡Que habrá queencerrar al pobrecito y llevarle a un manicomio..., y quedarme sin él!...¡Y eso, no, no!...

ASISTENTA.– Mujer... Vamos, mujer...EL EQUIS.– (A la ASISTENTA.) Ésta lo ve siempre todo negro. No hay manera

de explicarla que hoy, con tanto adelanto, casi todo tiene arreglo...ASISTENTA.– Claro. Y si es necesario internar al paciente en un lugar idóneo,

donde existe una tecnología avanzada...EL EQUIS.– (A la PEPA.) ¿Lo estás viendo?PEPA.– (Alzándose iracunda.) ¡Pues yo no quiero, no quiero, ea!... ¡No quie-

ro ver a mi compañero del alma en su sitio de ésos!...EL EQUIS.– Siéntate, mujer y escucha con serenidad.PEPA.– (Retorciéndose entre el EQUIS.) ¡Aunque tenga yo que pedir limos-

na!...ASISTENTA.– Vamos a ver, veamos... (Saca más fichas, las extiende, etc.) Okey...EL EQUIS.– Tienes que comprender, hija, que aquí no lo puedes tener. Ya has

visto qué cuatro días de martirio en esta vecindad. ¡Menuda vecindad!...Ya has visto el chorizo ese del butano. Usted misma, señora, ha vistocómo nos insultaba, encima que se equivocó de puerta... ¿Qué le parece?

ASISTENTA.– Ahora no se puede vivir... Con tanta delincuencia, tanta insegu-ridad ciudadana... El otro día, sin ir más lejos, a una amiga mía la tira-ron del bolso y, como no lo soltaba, la dieron con una cadena en elbrazo, que se lo han roto por cuatro partes. (Señalándose.) Por aquí, poraquí, por aquí y por aquí.

EL EQUIS.– ¡Qué barbaridad!... ¡Qué cafres!... ¡A ésos los cogía yo y...!PEPA.– ¡Ya podrán con una pobre mujer!...EL EQUIS.– Por eso digo que aquí no puede quedarse. Esta chica tiene que

salir, dejarle solo; figúrese... Así que lo ingresa donde sea, que estarámejor atendido. ¿No es verdad?

ASISTENTA.– Imprescindible... Eso es imprescindible.EL EQUIS.– (Pasándole la mano por la cara a la PEPA.) Y tú puedes estar con

él haciéndole compañía...PEPA.– (Dando un respingo.) ¡Huy no...! ¡Eso, no!ASISTENTA.– Es que en España aún no nos hemos «concienciado» suficiente-

mente de que la enfermedad hay que tratarla a nivel clínico y en lugar«ad hoc».

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(Ha sacado el paquete de cigarrillos y ofrece. La PEPA yel EQUIS rechazan.)

PEPA.– ¡Huy no, no gasto!...EL EQUIS.– Yo es que estoy acostumbrao al... negro. Pero se agradece...ASISTENTA.– (Apuntando.) ¿Y dice que lleva cuatro días...?EL EQUIS.– Con hoy, cinco.PEPA.– (Como el eco.) Cinco...ASISTENTA.– (Sigue su apunte.) Cinco. Y... a ver... ¿Cómo se llama?PEPA.– ¿Quién, el Yimi?...EL EQUIS.– (Acudiendo al quite.) El enfermo se llama Cayetano Morales

García.ASISTENTA.– ¿Edad?EL EQUIS.– (A la PEPA.) ¿Eh?PEPA.– No ha cumplido los treinta...ASISTENTA.– Tendrá que dejarme la tarjeta de identidad y el...EL EQUIS.– Ahora mismo...ASISTENTA.– ¿Estado?... ¿Soltero?PEPA.– (Tristemente.) Soltero...EL EQUIS.– (Dando casi un grito.) ¿Cómo?... ¡Casado, casado!... ¡Ay, Pepa!

No sé cómo tienes hoy la cabeza... Estás... Menester será que te calles yme dejes a mí...

PEPA.– No sé lo que me digo. Pero, ¡casaos, casaos!... Por la Iglesia, claro.EL EQUIS.– (A la ASISTENTA.) Más vale que me interrogue usted a mí, porque

esta pobre...ASISTENTA.– Le advierto que por estas cuestiones no hay que preocuparse.

Nuestra legislación está avanzando mucho, como habrán podido com-probar si ven la tele o leen algún medio de comunicación... Hoy día, pormás que queden algunas lagunas legales, después de tantos años de atra-so, la situación de la mujer está mejorando mucho, y ya se nos equiparaa solteras y casadas en el mismo plano de legalidad, en base a los dere-chos convivenciales. O sea, que podemos poner «casado»... ¿Tiene al-guna profesión definida?

PEPA.– (Rotunda.) Unas manos de oro es lo que tiene el pobrecito... ¡Quémanos, oiga usté!...

LA MARCA DE FUEGO

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EL EQUIS.– (Vuelve a darle unas palmaditas en la cara.) ¡Bueno, bueno...!,pero cállate, cállate... (Dirige una mirada a la funcionaria que denotacomprensión y tristeza.) El muchacho, como profesión, vamos, a nivelde oficio, instrucción y eso, pues ya me entiende usted; hoy esto, maña-na lo otro... A lo que va saliendo. Siendo joven y con tanto paro...

ASISTENTA.– Claro, claro... ¿Sabe leer y escribir?PEPA.– (Impulsiva.) ¡Toma, no!...EL EQUIS.– Los estudios correspondientes a nivel de básica.ASISTENTA.– Y, claro, no estará asegurado, al no haber estado fijo en ningu-

na empresa, ni pertenecer a ninguna central sindical...EL EQUIS.– No, señora. De eso, nada. El chaval curraba, perdón, trabajaba

como ambulante. Ya me entiende usted...ASISTENTA.– Entiendo...PEPA.– ¡Ah, pero donde ponía las manos lo dejaba pintao!ASISTENTA.– ¿Hijos?PEPA.– ¡Ay!...EL EQUIS.– Una criaturita..., que murió.ASISTENTA.– ¿De qué?PEPA.– ¡Ay, qué pena tan grande, qué pena!...EL EQUIS.– De eso sería mejor hablar en otra ocasión...ASISTENTA.– Comprendo... ¿Antecedentes familiares?EL EQUIS.– ¿Antecedentes? Ninguno. Faltaría más...ASISTENTA.– ¿Cómo?EL EQUIS.– Digo que...ASISTENTA.– Me refiero a sus padres, y eso...EL EQUIS.– ¡Ah, ya!...ASISTENTA.– ¿Viven sus padres? ¿Sabe qué enfermedades han padecido o

padecen?EL EQUIS.– Sus padres viven y gozan de muy buena salud.

(Tras una pausa, un poco espectacular.)

ASISTENTA.– ¿Droga?EL EQUIS.– ¿Cómo dice?PEPA.– (Tapándose la cara con horror.) ¡Huy, qué horror!...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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EL EQUIS.– Mire, por no tener vicios el pobre, ni aun fumaba. Y sin una pe-lea, figúrese...

ASISTENTA.– Así que... (Revolviendo las fichas, haciéndose un lío.) Bueno,a ver...

EL EQUIS.– El pobre empezó con eso de siempre; que me duele mucho lacabeza, que no puedo más, que me mareo, que me tiro por la ventana...Lo normal.

PEPA.– ¡Y con la cabeza que tenía!...EL EQUIS.– Luego, empezaron las manías... Decir a esta pobre que lo tenía

secuestrao..., quererla maltratar, romper cosas... Así que esta infeliz mellamó para que la echara una mano. Yo soy amigo de ellos hace unaporrá de años... Hasta que, por fin, le dio ese calenturón, y ahí sigue...

ASISTENTA.– (Observándola con el bolígrafo y la ficha en la mano.) ¡Tanjoven!... ¡Qué pena!... ¿Y no se aclara?

PEPA.– Está amodorraíto, el pobre...EL EQUIS.– Mucha fiebre, mucha...PEPA.– Y fíjese lo guapo que es, señora...ASISTENTA.– Ya, ya...EL EQUIS.– (Que ha vuelto a cubrir al YIMI con la manta.) Ya ha visto usted...ASISTENTA.– (Clavando en el EQUIS una mirada penetrante.) Creo que podrá

hacerse algo...EL EQUIS.– ¿Usted cree?... (Ella afirma con la cabeza.) ¿Ingresarlo en un...?PEPA.– (Fingiendo.) ¡No, no, eso sí que no!... ¡No, oiga, por favor..., eso, no...!EL EQUIS.– Cálmate, mujer, cálmate... (Recalcando las palabras.) Habrá que

hacerlo urgentemente, porque no se puede seguir en esta situación...ASISTENTA.– Yo hago el informe, lo presento, para que se proceda a formar

el expediente, y ya veremos. Las cosas de palacio van despacio, y siem-pre hay muchos palillos que tocar.

EL EQUIS.– ¿Así que la cosa puede ir para largo?ASISTENTA.– Para muy largo... A no ser que haya alguien..., ya me entiende

usted, que lo active desde dentro. La burocracia...EL EQUIS.– Pero en un caso así, tan claro...ASISTENTA.– ¡Huy, casos hay peores!... Si ustedes vieran... Será lo que diga

la junta facultativa... Ahora necesito que me firmen aquí...EL EQUIS.– ¿Dónde?ASISTENTA.– Usted, no. La señora, la interesada...PEPA.– (Aterrada.) ¿Yo, firmar?... ¿Firmar para que lo encierren?

LA MARCA DE FUEGO

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EL EQUIS.– Mujer, no seas tonta...ASISTENTA.– No siendo cosa incurable, será cuestión de una temporada de

internamiento, y nuevo otra vez.EL EQUIS.– (A la PEPA.) Anda, firma, firma... Yo te ayudo, para que no tiem-

bles...

(La ASISTENTA presenta sólo un trozo de la ficha. La PEPA,un tanto melindrosa, porque apenas sabe firmar.)

PEPA.– Es que me da no sé qué... Como si fuera pa matarle...EL EQUIS.– Deja que te lleve la mano, que tú no tienes pulso... (Con una

mano le sujeta la cabeza por la frente, casi tapándole los ojos, y con laotra le ayuda a trazar la complicada firma.) Eso es... (Le da un beso.)

ASISTENTA.– (Guardando rápidamente las cosas en la cartera.) En fin, ¡quése le va a hacer!... Tendrán ustedes que presentar la partida de matrimo-nio y toda la documentación. Ya les avisarán...

EL EQUIS.– Todo lo que haga falta... Lo que sería menester es que fuerapronto, porque ya ve usted que es cosa de urgencia...

ASISTENTA.– (Ha cogido la cartera y se encamina hacia la puerta.) Si seprodujera una crisis violenta, que corriera peligro la señora... En esecaso, llamen a este teléfono... (Entrega al EQUIS una tarjeta.)

EL EQUIS.– (Cogiéndola.) ¿Aquí?...ASISTENTA.– Vendrían a recogerlo en la ambulancia, pero sólo en un caso

extremo.EL EQUIS.– ¿Y si no...?ASISTENTA.– Esperemos que no sea necesario.PEPA.– ¡No quiera Dios, ni la Virgen Santísima...!ASISTENTA.– Tiene que ser sólo en caso de extrema violencia, como les digo.EL EQUIS.– Pero ya ha visto usted que...ASISTENTA.– No se preocupe, que todo irá bien.EL EQUIS.– En una situación tan...ASISTENTA.– ¿Qué me va a decir a mí? ¡He visto tantas cosas en los años que

llevo metida en esto!... Y todavía me impresiona. Le prometo que harélo posible para que el traslado se resuelva pronto, muy pronto. Recibi-rán ustedes el aviso.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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EL EQUIS.– ¡En fin, que sea lo que Dios quiera!... (A la PEPA.) Despídete dela señora...

PEPA.– (Abrazándose a la funcionaria, deshecha en llanto.) ¡Ay, qué des-gracia la mía, señora!...

ASISTENTA.– (Compungida.) Vamos, vamos, criatura, no se ponga usted así...Y no sea pesimista, que todo se arreglará. No hay que ver las cosas tannegras, y, además, es usted muy joven y muy bonita para...

(Ha llegado a la puerta. La nariz del EQUIS atisba tras lamirilla para ver si hay moros en la costa.)

EL EQUIS.– La acompañaré hasta el portal, no vaya a estar aún ahí ese loco...ASISTENTA.– ¿Qué loco?EL EQUIS.– El otro, el del butano.ASISTENTA.– ¡Ah, bueno!...EL EQUIS.– Me va a permitir que la acompañe, porque en estos barrios no

sabe uno nunca con quién puede toparse...ASISTENTA.– Como usted quiera. Es usted muy amable.EL EQUIS.– ¿Tiene el coche abajo? (Volviéndose a la PEPA.) Vuelvo en se-

guida. No abras a nadie.

(Salen. La PEPA da un saltito de alegría, como quien seha quitado una gran molestia de encima. Tira el jerseypara arriba y se desnuda de medio cuerpo. Va hacia elbulto del YIMI y le saca la lengua. Canturrea dandosaltitos y se mete en el dormitorio. Tras unos segundos,el bulto del YIMI empieza a moverse. Unas manos huesu-das apartan la manta que le cubre y el propio YIMI seyergue hasta quedar sentado en el sofá. Se pasa la manopor la cara y se aprieta los ojos. Carraspea. Se lleva lamano a la garganta. Hace esfuerzos para ponerse de piey lo consigue con mucha dificultad. Una vez de pie, vuel-ve a llevarse la mano a la cabeza como si se mareara. Noparece oír el canturreo de la PEPA en el dormitorio. Pa-rece un auténtico zombi, un resucitado. Se abre la puertade la alcoba y aparece la PEPA cepillándose el pelo, enropa interior.)

LA MARCA DE FUEGO

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PEPA.– ¿Ya has vuelto...?

(El YIMI, en un arranque, se lanza hacia ella como untigre, y ella, aterrorizada, al darse cuenta, logra meterseen el cuarto y atrancar la puerta. Con los pies, con lospuños, con la cabeza, incluso, el YIMI comienza a dargolpes sobre la madera.)

YIMI.– ¡Mala puta, mala puta, mala puta!... ¡Abre que te voy a... a cortar el...gañote!... ¡Te voy a sacar... las, las tripas!... ¡Te voy a...! ¡Me, me, me...he enterao de to, de to...! ¡Hijaputa, te ra, te ra, te rajo!... ¡Huy, la, la...!¡No empujes la puerta, que te rajo!... ¡Te voy a....!

(Se pone a buscar frenético, casi arrastrándose por elsuelo, alguna cosa con que echar abajo la puerta.)

PEPA.– (En «off».) ¡Socorro!... ¡Auxilio!... ¡Que me mata!... ¡Que sa vueltoloco!...

YIMI.– (Furibundo.) ¿Me, me, me vais a... a... encerrar, a encerrar?...

(Se oye cierto revuelo entre los vecinos. Alguien discuteen la escalera y, en la discusión, sobresale la voz delEQUIS, que, por fin, abre la puerta y se encuentra, de pron-to, con la escena.)

EL EQUIS.– Pero ¿qué leche pasa...?YIMI.– (Lanzándose contra él.) ¡Cabrón...!

(El EQUIS lo deja fuera de combate de un mandoble. Va aabrir la puerta del dormitorio y acoge a la PEPA, que seabraza a él.)

EL EQUIS.– ¡Abre, abre, que soy yo!...PEPA.– ¡Ah, por fin!...EL EQUIS.– Pero ¿será posible?... ¿Será posible, coño?... ¿Es que no se os

puede dejar solos?

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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PEPA.– ¡Figúrate que, de pronto, me lo encuentro ahí, de pie, como si na!...EL EQUIS.– (Volviéndose hacia el YIMI.) Pues sí que se te ha pasao pronto la...PEPA.– ¡Ay, Equis!...

(El YIMI, recobrado, vuelve a lanzarse contra el EQUIS,pero éste, con un fuerte empujón, lo lanza contra la pa-red, que le deja medio atontado.)

EL EQUIS.– ¡Te voy a...! (Saca la cadena que llevaba debajo de la chaque-ta.) ¡Pero... coño!...

PEPA.– (Animándole a pegarle.) ¡Dale, dale fuerte!...

(Ha cogido al YIMI por el cogote y, con la otra mano, leamenaza con la cadena.)

EL EQUIS.– ¡Te voy a partir el coco, so cabronazo!...YIMI.– ¡Jo...puta!... ¡Maricón!

(El EQUIS ha echado la cadena por el cuello al YIMI comosi fuera a ahorcarle y lo amarra a la puerta.)

EL EQUIS.– ¡Te voy a poner aquí de portero!... ¡Aquí, bien amarrao!... Siviene alguien y ve tu jeta, le va a entrar un susto que va a salir corriendoa toda pastilla escaleras abajo. ¿Qué te parece?

PEPA.– ¡Fenómeno!... Es pa lo único que vale.YIMI.– ¡Me, me, me... las vais a pagar; por la leche que mamé, que me las

vais a pagar!...

(El YIMI ha quedado prendido por el cuello y parece unmurciélago, ensartado en la puerta.)

EL EQUIS.– (Volviéndose a ella.) ¿Qué te parece este portero automático?PEPA.– ¡Fenómeno, tío!... Está que ni pintao...EL EQUIS.– (Mirándole despectivo.) Si en este mundo todos hemos nacido

para algo. Tú naciste para esto: para servir de portero y limpiar los za-patos...

LA MARCA DE FUEGO

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PEPA.– (Que se ha plantado delante de YIMI y le lanza un escupitajo.) ¡Yquería cortarme el gañote este mierda!... ¡Cortarme el gañote a mí!...¡Anda, córtamelo!

YIMI.– ¡Me las ties que pagar toas juntas, por la leche que mamé!...EL EQUIS.– (Coge a la PEPA por el cuello y la hace girar hacia él; le da un

beso en la boca y la lleva hacia el sofá.) No seas mala, tía... Déjale yaque se pudra. Hay que tener consideración con los enfermos. Y ya vesque nos puede hacer un buen servicio.

PEPA.– ¿Ése?... ¿Un buen servicio? Como no sea de murciélago.EL EQUIS.– (Se quita la chaqueta y desanuda la corbata; luego, se remanga

y se pone cómodo.) Pronto vamos a librarnos de él..., ya verás.YIMI.– (Dando fuertes tirones a la cadena que hacen temblar la puerta.)

Eso... lo, lo... lo veremos. De, de, de mi... no, no...EL EQUIS.– (Autoritario.) A ver si te estás con la boca cerradita, ¿eh? ¿O

quies que te meta otra banderilla de fuego?... ¿Es que te gusta el aguarrás?PEPA.– Ya se la tenías que haber puesto, y que nos dejara tranquilos de una

puta vez, ¡leche!...EL EQUIS.– ¡Déjale!... En seguida vendrán por él... (Al YIMI.) Hemos llamao

al carro de la basura... Los que no valen para nada, como tú, ¡a la basura!...YIMI.– (Con voz de borracho, lloroso.) Pero..., pero... ¿qué te he hecho yo...,

Equis?... ¿Qué te he hecho?...EL EQUIS.– ¿Te vas a callar?... ¿O te meto un cadenazo en la chorla pa que se

te enciendan las pilas? (A la PEPA.) ¿Qué?... ¿Le encendemos las pilasal portero automático?

PEPA.– (Queriendo cogerle la cadena.) ¡Trae que se las encienda yo!...EL EQUIS.– ¡No, quita!... Que ahora te voy yo a dar un gustillo...YIMI.– (Amenazador.) Tan..., tan..., tampoco... os escaparéis vo..., vo..., vo-

sotros de..., de..., ¡la basura!...

(Y sigue diciendo incoherencias.)

EL EQUIS.– Como no te la envaines, te meto una bolsa de plástico en el tes-tuz...

PEPA.– (Animándole.) ¿Quieres que traiga una?EL EQUIS.– ¡Déjale!... Y ven aquí... (Al YIMI.) Como no venga a salvarte el

del butano ese..., o el Supermán...

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

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(Y saca varias cosas del bolsillo, entre éstas un monede-ro, que balancea en el aire ante los ojos sorprendidos dela PEPA y el YIMI.)

PEPA.– ¿Qué es eso?EL EQUIS.– ¿Esto?... ¿Qué va a ser? ¿Para qué te crees que uno es galante

con las señoras?... ¡Mira, Yimi!... ¿Qué te parece? (A la PEPA.) Se lo hesacao a la tía esa... ¡A ver!... ¿Te crees que iba a acompañarla de gratis?(Al YIMI.) ¡Fíjate, macho!... ¿Sé o no sé de mangancia?

YIMI.– Lo, lo... lo que te enseñó el Tinto de Valencia..., ¡porque tú!...EL EQUIS.– (Indignado.) ¿A mí?... ¿A mí me enseñó nadie?... ¡Te voy a...!

¡Bah, olvídame ya, y a ver si vas aprendido algo, tío...!PEPA.– ¿Ése?... ¿Te va a llegar a la suela del zapato?EL EQUIS.– Figúrate, que la llevaba la tía en el carterón aquel, y tuve que

meterla bien la mano...; que, por cierto, tiene las carnes muy en su pun-to, la funcionaria.

PEPA.– (Ansiosa.) Abre, abre a ver qué hay...YIMI.– (Profético.) La, la..., la muerte...EL EQUIS.– (Sin oírle.) ¿Qué va a haber aquí?... Ya lo ves..., papeles..., cha-

tarra y... ¡Ostia!... (Va sacando las cosas. Saca hasta cinco o seis bille-tes de a mil.) Apretaos en el forro, oye... Uno, dos, tres... ¡Cinco milduretes!... ¡Toma castaña!

YIMI.– (Carraspeando.) Me..., me..., me ahogo... ¡Me... ahogo!EL EQUIS.– (A la PEPA.) Anda y aflójale un poco la cadena.PEPA.– (Con malísima intención.) ¡Se la aprieto más!EL EQUIS.– (Deteniéndola.) No, mujer, ¡déjale!... Que se ahogue él solo.

(Volviendo al tema del bolso.) No sé por qué me lo maliciaba... que latía pechugona llevaba algo. Estas funcionarias cobran buenos«moneys»... (Al YIMI.) ¿No decías tú que yo había perdido facultades enel talego? A ver si tú eres capaz de...

YIMI.– (Fanfarrón.) Suéltame... Suéltame y te lo demuestro... ¡Me cagüen!...PEPA.– (Que ha cogido los billetes.) Dámelos pa comprar unos granillos...EL EQUIS.– (Quitándoselos y guardándoselos en el bolsillo.) Con esto, con

lo que te den mañana por la muñeca..., y los que nos den por ése...PEPA.– (Despectiva.) ¿Por eso?... ¿Qué nos van a dar por un murciélago?EL EQUIS.– Tú déjame a mí, que lo tengo bien planeao... Si vinieran a por

él... Pero ¡qué va!... ¡En este país!... Si fuera en América, ya estaría aquí

LA MARCA DE FUEGO

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la ambulancia con los loqueros y toa la ostia... Pero ¡aquí!... Aquí tieneuno que aguantar a un majara hasta que les salga de los cojones.

YIMI.– (Retorciéndose.) A... acuérdate del..., del...EL EQUIS.– Y ahora, ¡A ver si me puedo relajar un poco, leche, después del

trago que me habéis dao!...PEPA.– ¡Ése ha tenío la culpa!...EL EQUIS.– Mira que asustarse de un pingajo... Me has decepcionao, tía...PEPA.– Porque me lo encontré de pronto ahí, como un....YIMI.– ¡No te vas a escapar, mala puta!EL EQUIS.– (Vuelve a sujetarla cuando intenta irse hacia el YIMI.) ¡Que lo

dejes ya!... Para lo que va a estar ahí...PEPA.– Bueno..., ¿vamos a hacer algo, o no?EL EQUIS.– (La aparta con cierta brusquedad.) Sí..., pero déjame un poco...PEPA.– ¿Es que ya ties el mono, o qué?EL EQUIS.– (Nervioso.) ¡Es que no tienes espera!.. No vivís más que para

una cosa. Como si en la vida todo fuera el chute... y sólo eso. No aca-báis de mentalizaros de lo que es esta vida, leche... Anda, acércate...

PEPA.– (Ella se acerca al ver que el EQUIS ha sacado un estuche de agujashipodérmicas.) ¡Ya era hora, paliza!... (Y se descubre el brazo.)

YIMI.– (Lloriquea.) ¿Y yo qué he hecho pa que no...?EL EQUIS.– (Cortante.) ¡Que me olvides ya....!PEPA.– (De rodillas ante el EQUIS.) Una chorraíta buena, jefe...EL EQUIS.– (Observa el brazo y pasa suavemente la mano por éste. Le besa

el brazo.) Un brazo tan bonito, tan redondo, y picaíto...PEPA.– ¡Bueno!...EL EQUIS.– Mira, mira cuantas picaítas... Una, dos, tres, cuatro...YIMI.– ¡Se picaba la tía a mis espaldas!...EL EQUIS.– (Sigue contando.) Cinco, seis, siete... (Va señalando con un leve

pinchazo de la aguja cada marca.) Condecoraciones de fuego... Mar-quitas de placer, ¿eh?...

PEPA.– ¡Ni que fueras un bofia!...EL EQUIS.– (Sonríe.) Te voy a dar yo a ti... (Al YIMI, que hace sonar la

cadena.) ¿Te vas a estar quieto ya con la cadena? ¿O es que me quieresrecordar el talego?

YIMI.– ¡El talego pa ti pa siempre, joputa!...

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EL EQUIS.– (A la PEPA.) Primero, habrá que tapar estas picaítas tan feas...Una «jai» como tú no puede ir por ahí con esta mierda. Máxime si va aser mía... Porque vas a serlo, ¿no?

PEPA.– (Arrobada.) Sí, tu hembra; tuya pa siempre...EL EQUIS.– (Con una aguja larga en la mano.) Por eso lo primero que voy a

hacer es disimular esto con un dibujo que voy a hacerte... Vas a ver miarte... Trae acá...

PEPA.– (Esconde el brazo.) ¿Me vas a....?EL EQUIS.– A ponerte un tatuaje, una marca... La mía.PEPA.– (Escapando de él.) ¡No, no quiero tatuajes!... ¡No!...YIMI.– (Dando un tirón a la cadena.) ¡Híncala, clávasela bien!... Es una

cucaracha, una culebra...

(Ha conseguido atraparla y la lleva arrastrando hacia elsofá. El YIMI hasta le da un puntapié desde su atadura.)

EL EQUIS.– ¿Te crees que vas a escaparte?... ¡Antes te voy a marcar, porqueeres mía!...

PEPA.– (Defendiéndose.) ¡No, no, no quiero!... ¡No!...EL EQUIS.– (Obligándola a arrodillarse ante él.) Te voy a poner una mar-

ca.., una marca de fuego..., ¡como me llamo el Equis!...PEPA.– (Queriendo desasirse.) Luego, luego... Primero, dame...EL EQUIS.– (Sujetándola bien.) Primero, te marco, te pongo mi nombre, como

se lo puse a todos... (Señala al YIMI.) Que te diga ése... A mis «jais» lasseñalo a tres colores.

PEPA.– (Con rencor.) ¡A ti sí que te puso el rejón en el culo el Americano!...¡Acuérdate!

EL EQUIS.– (Clavando hondo la aguja a la PEPA.) Yo soy maestro en esto delas marcas...

(Ella grita.)

YIMI.– El mejor está en Ocaña... ¡Y tú sabes quién es!EL EQUIS.– (Va hacia el YIMI y le abre el mono hasta descubrirle el pecho,

donde hay tres señales.) ¿Mejor que yo?... ¿Quién te marcó a ti?... (Lepasa la mano por el pecho con indudable placer. El YIMI parece apla-

LA MARCA DE FUEGO

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carse.) ¿Quién te puso estas marcas? Una por mí... Otra, por... quien túsabes... Y la otra por...

YIMI.– ¡Por lo nuestro!...EL EQUIS.– (Le pasa la mano por la cara.) ¡Calla!... O te callas, o te meto

una bolsa de plástico como la que le metí al Catalán el día que se chivó.YIMI.– (Exaltado.) ¡Fui yo!... ¡Yo, para vengarte!... Fue el día de las moscas

en el caldo...EL EQUIS.– (Chulo.) ¡Olvídame, tío!... (Volviéndose a ella.) A mi Pepi la

voy a tatuar una araña..., con su tela... Una tela... para cazar las moscas.La mosca..., la mosquita...

(Le da varios pinchazos que le hacen soltar otros tantosgritos.)

PEPA.– ¡Ay, ay, ay....! ¡Ay, Equis!...EL EQUIS.– Mi marca... (Le grita.) ¡Y no llores, tía!... ¡Una «jai» como tú no

llora!PEPA.– (Tragándose las lágrimas.) No, no, no... lloro...YIMI.– (Enardecido.) ¡Híncala!... ¡Híncasela bien!...EL EQUIS.– (Con sadismo.) A ti sí que te voy a hincar yo... ¡Para celebrar

nuestra fiesta!...PEPA.– (Queriendo estar zalamera.) Es que... si me dieran una chorraíta pri-

mero, pues...EL EQUIS.– (Que ha empezado ya la meticulosa labor del tatuaje.) Estas co-

sas... hay que hacerlas con el coco bien claro. Es un trabajo de precisión,como el de los relojeros o los joyeros... Ya habrá tiempo para colocar-se... los tres.

PEPA.– (Sorprendida.) ¿Los tres?... ¿Ese también?YIMI.– (Anhelante.) Yo, yo también...EL EQUIS.– (Rotundo.) ¡También!... Si dejas de decir chorradas... ¿Te crees

que yo no soy humano, o qué?... ¿Es que ya no te acuerdas las veces quete he salvao la vida?

YIMI.– Y yo a ti... ¡Yo a ti!EL EQUIS.– ¿Tú?... ¿Tú a mí?... ¿De qué?...PEPA.– (Da un grito.) ¡Ay!...EL EQUIS.– (Justificándose.) Me pone ése nervioso, y te pincho...YIMI.– ¡Pínchala!... ¡Pínchala!...

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PEPA.– Duele mucho...EL EQUIS.– ¡Coño, claro que duele!... También duele lo otro, ¿no? Y te ca-

llas. Pues tienes que aguantarte. Si quieres presumir de «jai» del Equis,tienes que aguantar mecha... Luego te dará gustirrinín... Si te mueves,será peor.

YIMI.– ¡Pínchala!...EL EQUIS.– Y si ése sigue fardando... Anda, dile que se calle.PEPA.– (Suplicante.) Cállate, Yimi, por Dios....YIMI.– (Amenazador.) Luego, ¡te clavaré yo hasta el corazón!...EL EQUIS.– (Enfebrecido.) Hondo..., muy hondo... A alguien como tú hay

que pincharle bien hondo...PEPA.– (Aprieta los labios.) Pincha..., pincha...EL EQUIS.– Así me gusta... Así me molan las hembras. En el Oriente las «jais»

van marcadas para toda la vida... Y aquí habrá que hacerlo algún día...Ya verás qué bonito... Antes, se te hinchará el brazo, las tintas se corre-rán y... (Le da un beso muy apretado en el brazo.) ¡Para toda la vida!...

YIMI.– (Sardónico.) Sí... ¡Hasta la muerte!...PEPA.– (Rendida.) Una... araña tuya... para mí...YIMI.– (Burlón.) No.., un alacrán... ¡Un alacrán venenoso!EL EQUIS.– (Asiente.) Sí..., me llaman el alacrán... en el Puerto de Santa

María. Pero soy un alacrán sin veneno. Yo no tengo veneno, sino cariñopara ti... (Besa las picadas y sorbe la sangre a la vez.) Cariño que vienedel Tercio Gran Capitán; del Batallón Disciplinario de Melilla, del pe-nal del Puerto, de Ocaña y los Carabancheles... De sitios de hombressolos; de hombres con lo que tienen que tener, y no de muñecas comotú, ni de murciélagos secos... como ése.

YIMI.– (Excitado, nervioso.) Yo... ¡más hombre que tú! ¡Más hombre quetú!... ¡Me cagüen la leche!...

EL EQUIS.– (Va hacia el YIMI, con la aguja hacia el rostro de éste.) ¡A ti temarco en la cara como a los soplones!...

PEPA.– (Reteniéndole.) ¡Termina!... ¡Terminemos ya de una vez!... (Mos-trándole el brazo sangrante.) ¡Mira!...

EL EQUIS.– (Señala al YIMI.) Hazte cuenta de que es nuestro casorio... Y ésees nuestro padrino... Luego, lo celebraremos los tres.

PEPA.– (Con ansiedad.) ¡Vamos a celebrarlo ya!EL EQUIS.– No..., antes hay que terminar esto... con dolor. Para llegar a la

dulzura, hay que sufrir primero...

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YIMI.– (Con agresividad.) ¡Bocazas!... ¡Siempre has sido un bocazas!PEPA.– (Convencida.) ¡Pincha!... ¡Pínchame!...EL EQUIS.– ¿Tú sabes quién me enseñó a hacer este trabajo?YIMI.– (Corrosivo.) El Americano, en Ocaña...EL EQUIS.– ¿Tú qué sabes?... Fue mi madre la que me enseñó a hacer esto..

Mi madre que en gloria esté... Porque ella cosía... Antes, las mujeresaquí no hacían más que coser... Y mi madre, ¡siempre con la aguja en lamano!... (Ríe al recordarlo.) Y como yo era un desalmao, pues venía y¡zas!, me clavabla la aguja donde alcanzaba... (Ha clavado tambiénhondamente la aguja a la PEPA, que se estremece.) Pero me clavabamuy bien, ¿sabes?... Luego, yo me entretenía con la herida y... así apren-dí. (Al YIMI.) ¡Al americano lo marqué yo!... ¡Yo!...

YIMI.– (Exaltado.) ¡No!.. ¡No es verdá!... ¡Te marcó él!... ¡Y a mí también!(Se abre más el mono hasta enseñar el trasero.) ¡Me lo hizo aquí!...

EL EQUIS.– (Enfurecido.) ¡Maricón!... ¡Maricón de mierda!... ¡Ahí sólo tie-nes señales mías!... ¡Sólo mías!

PEPA.– (Algo asustada.) Por Dios, Equis, ¡déjalo!...EL EQUIS.– (Conteniéndose.) Sí, será mejor, mejor... Ahora hay que celebrar

esto... El casorio... Hazte cuenta que tú eres la novia y yo te pregunto,como haría el cura: «Fátima... ¿Te gusta el nombre?».

PEPA.– (Con los ojos cerrados, repite.) ¿Fátima...? Me gusta.EL EQUIS.– «¿Quieres por compañero al Equis?»PEPA.– Sí...EL EQUIS.– (Pinchándola fuerte.) ¡Dilo más alto!PEPA.– ¡Sí!... ¡Lo quiero!EL EQUIS.– «¿En la suerte... y en el mal fario?»PEPA.– Sí, sí...EL EQUIS.– ¡Repítelo!PEPA.– En la... muerte, y el mal fario...EL EQUIS.– «Y hasta que...» ¿Cómo se dice?YIMI.– (Sardónico, zumbón.) Hasta que la huesa os separe... Tuya hasta la

muerte. ¡Te la regalo!EL EQUIS.– (Apremiante.) ¡Dilo!... Hasta la muerte...PEPA.– (Dócil.) Hasta la muerte.EL EQUIS.– (Como en un ritual.) Y te clavo esta aguja de fuego..., para que

nunca se te olvide mi nombre, y lo lleves hasta la mortaja.YIMI.– (Mientras ella da agudos gritos de dolor.) ¡Y que te se pudra con ella!...

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EL EQUIS.– (Radiante, dominador.) ¡Que se calle el padrino!... (Amenaza-dor, entre dientes.) Luego me entenderé contigo... Me las pagarás.

YIMI.– (Grita.) ¿Tú a mí, a mí?... ¡Hijoputa!...PEPA.– (Deseando acabar. Al EQUIS.) ¿Está... ya?EL EQUIS.– ¡Qué va a estar!... ¿Tú crees que esto se hace en un día, ni dos?...

Hay que entretenerse si hay que cuidar los pinchazos en esta carne tanhermosa... (Besa el brazo y sorbe la sangre.)

PEPA.– (Entre el dolor y el placer.) Equis... ¡Por Dios, Equis!...¡No!...EL EQUIS.– (Por el YIMI.) Ése ya lleva mi marca... Y tú, la llevarás ahora

también...PEPA.– (Agotada.) No..., no puedo más... No puedo...EL EQUIS.– Habrá que descansar... y colocarnos un poco... ¿Dónde está la

jeringuilla?

(Deja la aguja del tatuaje y coge la jeringuilla.)

PEPA.– (Anhelante.) ¡Por fin!... Por tu madre te lo pido, Equis; por mis muer-tos... ¡Que no puedo más!...

EL EQUIS.– ¡No soy una fiera, coño!... Ahora vais a ver quién soy yo...PEPA.– (Mostrándole los brazos.) Ahora... ¡Ahora!...EL EQUIS.– Te voy a meter una corriente... de cariño, para que viajes conmi-

go hasta el fin del mundo... (Volviéndose al YIMI.) ¡Y usted que lo vea,señor padrino!...

(Baja la jeringuilla y clava la aguja con fuerza en el hom-bro de ella.)

PEPA.– (Grita.) ¡Ay!... (Algo relajada. Suspirando. Queda semiconsciente.)Gra... gracias... Gracias, amor... ¡Qué gozada!...

(El EQUIS va hacia el YIMI, que le observa fijamente. Leafloja la cadena. Le quita de la puerta y le lleva arras-trando, como a un mono.)

EL EQUIS.– Tú también quieres gozar, ¿no?YIMI.– Por..., por favor..., Equis... Por favor, si puedes...

LA MARCA DE FUEGO

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EL EQUIS.– (Dominador.) ¡Si no fuera por mí!... (Le acaricia la cabeza.) Sino fuera por tu amo, ¿qué sería de ti?... ¿Cuántas veces te saqué deapuros?... Allí y aquí... ¿Eh?

YIMI.– (Suplicante.) Aguarrás, no... ¡Por favor!...EL EQUIS.– Tú sabes que yo soy justo... Lo sabes... Te di aguarrás porque te lo

merecías. Y, ahora, te voy a dar tu parte... La parte que te corresponde...YIMI.– (Alzándose como un perro.) ¡Mi parte... sí!... ¡Quiero mi parte!...EL EQUIS.– La vas a tener... Ahora mismo, cuando acabemos el asunto... (Lo

arrastra por la cadena hasta llegar al teléfono. Marca un número yespera. Mientras, acaricia la cabeza del YIMI.) Verás ahora... Ya verás.(Al teléfono.) Oye... Que ya está. Ya puedes subir... Sí... ¿Qué te parece?

YIMI.– (Le presenta el brazo desnudo.) Venga ya... Venga... ¡Deprisa!EL EQUIS.– (Acariciándole.) ¡Espera!... No seas nervioso... Todo lo quieres

siempre deprisa, corriendo... (Le da un beso, casi un mordisco, en lanuca.) Ahora, cuado todo se arregle..., verás cómo soy... (Va a abrir lapuerta. Se oyen pasos.) Ya sube... Ya está aquí... ¡Pasa, tía!...

(Aparece la ASISTENTA SOCIAL, que se enfrenta al EQUIS,como a un colega, sin reparar en el YIMI ni en la PEPA,que permanece semiconsciente.)

ASISTENTA.– (Muestra un cheque.) Aquí está...EL EQUIS.– ¿Sin problemas?ASISTENTA.– Abajo está el Jalifa con el coche... La otra mitad, luego...EL EQUIS.– (Que ha cogido el talón y se lo ha guardado tras echarle una

ojeada. Señala a la PEPA.) Ahí tienes la mercancía... Y dile al Jalifa queestaré a punto para «finiquitar» la operación.

ASISTENTA.– (Ha ido hasta la PEPA y la incorpora suavemente.) ¿Me vas aacompañar, guapa?

EL EQUIS.– La señora te va a llevar de viaje...ASISTENTA.– A Túnez... Nos están esperando abajo.PEPA.– (Dejándose llevar.) ¿Viajar?... Sí, sí... Viajar...ASISTENTA.– (Llevándosela hacia la puerta, como quien promete una golo-

sina.) A Túnez... Nos vamos a Túnez...PEPA.– (Casi inconsciente.) ¿Tnez...? ¡Ah..., sí!...ASISTENTA.– (Al EQUIS.) A las dos, en la cafetería...EL EQUIS.– Allí estaré. Y que no os pase nada.

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(La ASISTENTA hace un gesto despectivo y sale llevando ala PEPA medio inerte.)

YIMI.– (Queriendo detenerlas.) ¡Espera!... ¡No te la lleves!EL EQUIS.– (Cerrando la puerta y cortándole el paso.) ¡Tú, quieto!YIMI.– (Abalanzándose furioso.) ¡Déjame pasar!...EL EQUIS.– (Terminante, le empuja.) ¡No quiero!YIMI.– (Tras una breve tensión, amenazador.) ¡Mira, que soy capaz de...!EL EQUIS.– (Retándole.) ¿Qué?...YIMI.– (Mordiendo las palabras con rabia.) ¡De ajustarte las cuentas de una

vez por todas!EL EQUIS.– (Con sarcasmo.) ¿A mí?... ¿Las cuentas a mí, tú?YIMI.– (Enérgico, bravucón.) ¡Sí, yo! ¿Qué pasa?... ¡Te crees que aún esta-

mos enrejaos?... Que puedes seguir haciendo conmigo lo que te sale delnabo? ¡Pues no han cambiao poco las cosas!...

EL EQUIS.– (Sardónico.) ¿Tú crees que han cambiao?YIMI.– Sí, ¡al menos pa mí!... ¡No te pienses que sin ella aquí to va a ser lo

mismo! ¡Ni que vas a tenerme bien agarrao con el chute!... Si he aguantaotoas las ostias que has querío darme, ha sido sobre to por ella. Y por mítambién. Hay que tragárselas enteras, o doblás, con tal de tener un cobi-jo... y alguien pa compartirlo.

EL EQUIS.– (Con una sonrisa cínica.) ¡Bien!... Estás en tu casa... Y aquíestoy yo.

YIMI.– (Con rencor.) ¡Tú no me vales!... Contigo aquí to volvería a ser igualque en el talego. Desde que atravesastes esa puerta, que has convertíoesto en un chiquero, en otra jaula como aquella en la que tú eras el amo.A donde tú entras, arramblas con to lo cojonudo que pueda haber allí.

EL EQUIS.– (Sin dejar de sonreírle.) ¿Tan malo soy?... ¿Tan mal me he portaocontigo?

YIMI.– (Con odio.) Lo de menos han sido toas las cabronás que me has he-cho desde la noche en que aparecistes. Te las he soportao pa poder se-guir viviendo aquí con ella, gozando... o sufriendo juntos.

EL EQUIS.– (Sonríe maligno.) ¿Qué más da lo uno o lo otro? Son dos partesde la misma cosa. ¿Eh, Yimi?...

YIMI.– (Sin oírle.) Lo que no te perdono es el haberme embarcao pa un viajedel que nunca se vuelve... Cuando me enjaularon contigo y con dos de

LA MARCA DE FUEGO

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tus machacas, yo no era na más que un pijo chuleras, acosao por elhambre y el miedo. Tú me pinchastes por vez primera pa poder luegotrastearme como a los demás y hacerme otro colgao tuyo. Y eso es loque he sido hasta ahora: el mandao más tontarra de to el atajo de guripasque te han rodeao.

EL EQUIS.– (Con frenesí.) ¡No!... ¡Tú eres para mí mucho más que eso!... ¡Tenecesito, Yimi!... ¡Y tú me necesitas!... Vine a buscarte al salir del tale-go porque no quiero, ¡no puedo!, ser libre si tú no estás atao a mi lao yyo no soy tu esclavo. Por eso te arranqué de aquí los estorbos. Tus mu-jeres están ya bien colocadas... y lejos de nosotros. Volvemos a ser li-bres, colega, para poder encadenarnos otra vez uno al otro.

YIMI.– (Con firmeza.) ¡No!... ¡Nunca más volveré a ese infierno!... ¡Nuncavolveré!

EL EQUIS.– (Sonríe.) No tienes escapatoria, Yimi. Ninguno de los dos latenemos. Estamos enganchaos para siempre a un carro de fuego, quegira en redondo y nos arrastra con él.

YIMI.– (Rotundo.) ¡Yo haré que se pare de golpe!EL EQUIS.– (Igual.) ¡Nadie puede pararlo!... ¡Ni borrar sus marcas!YIMI.– (Febril.) ¡Yo lo haré! ¡Juro que lo haré!

(Abre la puerta de salida y se marcha agitado.)

EL EQUIS.– (Queriendo detenerlo, grita. Se le oye bajar deprisa la escaleraque lleva a la calle.) ¡Yimi!... ¡Vuelve, Yimi!... ¡Vuelve!... ¡Yimi!...

(El EQUIS cierra la puerta y camina como ausente hastallegar cerca de donde está la casete. La mira con nostal-gia. Se oye lejana la música que sirvió de fondo a losrituales sadomasoquistas.)

EL EQUIS.– (Con voz apagada.) ¡Volverás!... Yo sé que volverás..., tarde opronto. Nadie puede escapar de su destino... Y el tuyo está ya marca-do... con fuego.

(Sube la música al tiempo que bajan las luces. Telón.)

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ