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SEMIÓTICA PARA UNA PRAXIS DOCENTE SIGNIFICATIVA. NUEVAS BASES
PARA LA EVALUACIÓN DE AMBIENTES DE APRENDIZAJE
Ángel del Moral
Universidad Autónoma de Aguascalientes
Septiembre de 2014
Eje Temático: Experiencias, planteamientos y propuestas de los docentes
acordes al enfoque de la RIEMS.
Resumen
A partir de las actuales tendencias pedagógicas constructivistas asumida por la RIEMS
en el sentido de la implementación de nuevos modelos y métodos, la propuesta de los
ambientes de aprendizaje se manifiesta como una estrategia adecuada para el
aprendizaje significativo por parte de los (as) estudiantes. En ese sentido, el presente
texto desea ahora considerar la noción de la praxis pedagógica y de los ambientes de
aprendizaje desde un horizonte distinto al acostumbrado, a saber, desde la Semiótica,
sobre todo desde la propuesta pragmatista de Peirce y de la integracionista de Eco,
retomando de manera específica las dimensiones sintáctica, semántica y pragmática
propuestas por Charles Morris, que van de la mano con la distinción ya tradicional
realizada por Saussure entre lengua y habla. A partir de dicha revisión, sugeriré una
nueva conceptualización de los ambientes de aprendizaje y ofreceré propuestas del
orden de la triple dimensionalidad semiótica para su adecuada evaluación.
Palabras clave: Ambiente de aprendizaje, Semiótica, sintáctica, semántica,
pragmática.
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1. Introducción
A partir de los postulados del aprendizaje significativo sido asumido de manera
institucional en la RIEMS, el proceso educativo se orienta a formar sujetos que actúan e
interactúen en diversos sistemas sociales, sujetos que actúan de manera competente
en su entorno social y cultural de manera significativa (UDGVirtual, 2004, noviembre, p.
17) y, diríamos también, solidaria. Una de las metodologías recientemente
implementadas es la estructurada en ambientes de aprendizaje. En Duarte, J. (2003),
pp. 98-99 se señalan algunas razones que fundamentan su pertinencia. Por ejemplo, la
proliferación de ambientes educativos en la sociedad contemporánea que no son
propiamente escolares (grupos urbanos, medios de comunicación) y que confieren a la
Pedagogía un sentido social que rebasa los escenarios escolares. De ahí la importancia
de la reflexión y de la praxis pedagógica a partir de los ambientes de aprendizaje, que
se gestan no sólo para propiciar condiciones en que los (as) estudiantes se relacionen
entre sí, sino también para vincularlos epistémicamente con problemáticas y situaciones
de su entorno real y para fungir como promotores de su intervención activa en dichas
problemáticas (UDGVirtual, 2004, noviembre, pp. 17-18).
En última instancia, el propósito de dicha metodología pedagógica es lograr que
sus estudiantes lleguen a ser personas autogestoras y creativas que participen e
intervengan de forma activa y significativa en su sociedad y en su cultura (UDGVirtual,
2004, noviembre, p. 18). Pero dicha metodología ha de ser siempre susceptible de
evaluación constante en orden a su mejoramiento. Por ello me propongo sugerir pautas
con ese propósito, desarrollando algunas de las nociones recibidas, como la de praxis
pedagógica y la de ambiente de aprendizaje, pero en un sentido diferente al ordinario y
que les otorga otro horizonte de comprensión y de aplicación, como veremos.
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2. Noción constructivista de “ambiente de aprendizaje”
Dice UDGVirtual (2004, noviembre), p. 17 que los ambientes de aprendizaje
suponen la articulación de entornos que posibiliten relaciones entre sujetos, y de éstos
con herramientas y objetos de conocimiento; son, pues las condiciones físicas, sociales
y educativas en las que se ubican las situaciones de aprendizaje (instalaciones, equipo,
estrategias, didácticas, contexto y clima de las relaciones sociales). Se componen en
esencia de dos elementos: las condiciones naturales o propias del entorno en el que el
estudiante se desarrolla, y aquellas condiciones que la institución educativa planifica y
provee. En fin, se estructuran gracias a cuatro entornos (Chan Núñez, M. E., 2004, p.
10: UDGVirtual, 2004, noviembre, p. 19): información, interacción, producción y
exhibición. Duarte (2003), p. 102 propone algo similar:
El ambiente educativo no se limita a las condiciones materiales necesarias […] o a las relaciones
interpersonales básicas entre maestros y alumnos. Por el contrario, se instaura en las dinámicas que
constituyen los procesos educativos y que involucran acciones, experiencias vivencias por cada uno de los
participantes; actitudes, condiciones materiales y socioafectivas, múltiples relaciones con el entorno y la
infraestructura necesaria para la concreción de los propósitos culturales que se hacen explícitos en toda
propuesta educativa. […] Actualmente, por ambiente educativo […] no sólo se considera el medio físico sino
las interacciones que se producen en dicho medio. […].
A partir de las consideraciones anteriores1, así como de otro tipo de relaciones
entrevistas con categorías cercanas (“entorno” y “clima” de aprendizaje) y de mi
experiencia docente, voy a servirme de un horizonte categorial diferente proveniente de
la Filosofía de la Comunicación, concretamente de la Semiótica, para proponer una
conceptualización diferente (mejor dicho, complementaria) de dicha noción. Para ello
expongo en el siguiente apartado el aparato teórico en que me fundamento.
1 Me ha parecido suficiente y pertinente considerar sólo estas dos propuestas, en primer lugar, porque son discursos sistemáticos que han procurado retomar otros conceptos anteriores; y en segundo lugar, porque son las propuestas que actualmente maneja la SEMS en lo referente a la formación docente.
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3. El horizonte semiótico
Hablemos de Semiótica. Podemos comenzar ubicando dicha disciplina en el
ámbito de las ciencias de la comunicación. Si aceptamos la definición de comunicación
que hace Hovland como “el proceso mediante el cual un individuo (el comunicador)
transmite estímulos (generalmente se trata de estímulos verbales), a fin de modificar el
comportamiento de otros individuos (los receptores)” (Lazar, J., 1995, p 23), podemos
decir que la Semiótica o Semiología tiene como objeto de estudio la comunicación en
cuanto que producción de significaciones en mensajes (semiosis), misma que no es un
concepto estático sino proceso activo resultado de una interacción dinámica entre
objeto, sujeto y signo. Por ello decía Peirce que la Semiótica es “la doctrina de la
naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de cualquier clase posible de
semiosis”2. Y él mismo aclara a qué se refiere con este último concepto:
Por semiosis entiendo una acción, una influencia que sea, o suponga, una cooperación de tres sujetos,
como, por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante, influencia tri-relativa que en ningún caso puede
acabar en una acción entre parejas3.
Podemos reafirmar lo anterior con las palabres de Eco: “la semiótica estudia
todos los procesos culturales como procesos de comunicación” (Eco, U., 1999, p. 33).
La semiosis es “el proceso por el que los individuos empíricos comunican y los sistemas
de significación hacen posibles los procesos de comunicación” (Eco, U., 2000, p. 424).
Como dice de Lauretis, el término “semiosis” usado por Peirce para referirse al proceso
de construcción de sentido (the process of ‘meaning-making’), fue luego expandido por
Eco para designar el proceso por el cual una cultura produce signos y/o atribuye
significado a signos. Aunque dicha producción de sentido sea una actividad social,
factores subjetivos se encuentren implicados en cada acto individual de semiosis.4
Por otra parte, Charles Morris estableció la división de la semiótica en sintaxis,
semántica y pragmática (Morris, Ch., 1985, pp. 31-32). Esa división surgió de su
2 CP, 5.488, en: Hartshorne, Ch., Weiss. P. (Eds.). (1965). 3 CP, 5.484. 4 Teresa de Lauretis, Alice Doesn’t: Feminism, Semiotics, Cinema. London: Macmillan, 1984, p. 167, citado en: Chandler, D. (2001, 30 de mayo).
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análisis del proceso semiótico, del que resultan cuatro factores: el vehículo sígnico
(aquello que actúa como un signo), el designatum (aquello a que el signo se refiere), el
intérprete (alguien) y el interpretante (el efecto, el “darse-cuenta” de un intérprete, por lo
que se puede subsumir en el intérprete). En ese sentido, la semiosis es el proceso en
que alguien se da cuenta de una cosa mediante una tercera y es tridimensional:
contempla siempre un vehículo sígnico, un designatum y un intérprete. De esta relación
triádica de la semiosis se extraen diferentes tipos de relaciones diádicas: las relaciones
de los signos entre sí (sintáctica), las relaciones de los signos a los objetos a que se
refieren (dimensión semántica) y las relaciones entre los signos y sus intérpretes o
usuarios (dimensión pragmática). La dimensión semántica es la resultante de la
sintáctica. Pero, a su vez, la semántica no sólo se amplía, define y calibra por la
integración sintagmática, sino que profundiza sus funciones emotivas, connotativas,
poéticas, gracias a su dimensión pragmática, por su relación con las personas que
crean y usan los signos. La pragmática supone, pues, la semántica; y ésta, la sintáctica.
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4. Lengua y habla. Sistema y uso. Competencia y performatividad
Saussure había distinguido la lengua tanto del lenguaje como del habla. Frente
el lenguaje, la lengua se caracteriza por ser una parte determinada, esencial, suya: una
institución social —entre otras— que expresa ideas mediante un sistema de signos
lingüísticos. La lengua es un todo en sí y a ella le compete servir como principio de
clasificación para el lenguaje. Respecto al habla, que es individual y accidental, la
lengua se distingue por ser social y esencial y necesita de un aprendizaje para su
comprensión y dominio (Saussure, F. de, 1983, pp. 78-79).
Los signos son, pues, elementos de un sistema, pero también tienen un uso
concreto. Esta es una distinción fundamental: el sistema de que forma parte el signo
está más acá del uso que se hace de los signos. El sistema, dice Helmslev, es una
mera realidad formal, el conjunto de las relaciones abstractas que existen entre sus
elementos. Es del sistema de donde surge la naturaleza vinculativa y la uniformidad del
signo. El uso, por su parte, constituye la particularidad y la irrepetibilidad del signo en su
realización concreta (Hjelmslev, L., 1971, pp. 37-38).
A la distinción saussureana entre lengua y habla corresponde la distinción entre
competencia —el dominio que un hablante de una lengua tiene de ella como sistema,
pudiendo entender frases que nunca había oído, o construir frases nunca antes
construidas— y performatividad —la realización puntual de esa competencia— en la
lingüística de Noam Chomsky (2004).
Lo que la pragmática viene a añadir a la semiótica es la descripción de las
reglas de uso de los signos. Sintaxis y semántica estudian sólo el sistema; la
pragmática estudia el uso de los elementos del sistema. Ella define las reglas de uso de
los signos, distintas de las reglas del sistema, pues no basta que una frase sea correcta
desde el punto de vista gramatical; también es necesario que ella se adecue al contexto
para que pueda tener el sentido pretendido y pueda ser entendida en ese sentido.
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5. Reconceptualización de los ambientes de aprendizaje
A partir de la noción general de comunicación de Hovland (“proceso mediante el
cual un individuo transmite estímulos, a fin de modificar el comportamiento de otros
individuos”) y de la noción de semiosis de Peirce y de Eco (“proceso de construcción de
sentido”), podemos afirmar que toda praxis pedagógica es, en esencia, un acto
comunicativo, una acción semiótica, y participa consecuentemente de una dimensión
sintáctica, de una semántica y de una pragmática. Por ello propongo un concepto de
ambiente de aprendizaje acorde tanto con los postulados del aprendizaje significativo
como con los de la teoría semiótica de la comunicación, en los siguientes términos:
El Ambiente de aprendizaje consiste en una estructura metodológica de
articulaciones o relaciones entre, al menos, cuatro ámbitos o espacios5 distintos de
acciones de talante pedagógico ―informar, interactuar, producir y exhibir― cuyo
propósitos es el aprendizaje por parte del (de la) estudiante. En tanto que articulación
entre acciones de orden pedagógico y, por tanto, comunicativo, participa de las
dimensiones semióticas básicas: una sintáctica (la correcta articulación de sus
elementos), una semántica (su sentido o significado) y una pragmática (su ejecución y
sus efectos reales). Esta estructura metodológica se encuentra inmersa en un contexto
tanto natural como cultural (entorno y clima del aprendizaje) que la condicionan6.
Las funciones del docente con respecto a los ambientes de aprendizaje
consiste en su gestión, diseño y recreación, completando así el ambiente natural con
recursos y actividades orientadas al aprendizaje (UDGVirtual, 2004, noviembre, p. 17).
Estas funciones consisten fundamentalmente en la manera como el docente, a partir de
5 He optado por utilizar el término “espacio” para no provocar confusiones con la noción de “entorno de aprendizaje” (Universidad de Guadalajara, 2004, 19). 6 Hay términos cercanos, como “entorno” y “clima" de aprendizaje. El Entorno del aprendizaje consiste en las determinaciones físicas, tanto naturales (climáticas, geográficas, etc.) como culturales (arquitectónicas, tecnológicas, económicas, etc.), que limitan ―aunque no determinan― las posibilidades de informar, interactuar, producir y exhibir. El Clima del aprendizaje consiste en el tipo de interacciones posibles y reales (justas o injustas, solidarias o insolidarias, respetuosas o irrespetuosas, machistas, feministas o personalistas, etc.) que entran en juego entre los distintos actores de la acción educativa, que influyen en las posibilidades de informar, producir y exhibir, y que surgen de estructuras culturales de tipo epistémico, estético, ético, religioso, socio-político, etc. Se distingue del “espacio de interacción” en que éste se refiere al tipo de interacciones (docente-estudiante, estudiante-estudiante, individuales, por pareja, en equipo, etc.), mientras que el clima del aprendizaje se refiere a la calidad de las mismas.
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un contexto dado y con miras a ciertos propósitos educativos determinados, dispone su
estrategia didáctica organizando la información que va a utilizarse o a requerirse, las
interacciones que se llevarán a cabo, las evidencias que se producirán y las estrategias
para su exhibición y su posterior evaluación7.
Pero es importante también prever la evaluación del propio ambiente de
aprendizaje. En ese sentido resultan ahora de suma utilidad las consideraciones
teóricas anteriores referentes a la Semiótica y a la distinción entre lengua y habla.
Es decir, el ambiente de aprendizaje es, ante todo, una estructura relacional
(dinámica) correctamente alineada o articulada entre el espacio de información, de
interacción, de producción y de exhibición. Dicha articulación estructural corresponde a
la dimensión sintáctica del proceso de producción de significado que es la acción
pedagógica: la correcta alineación o acomodo —coherencia— de los elementos de la
estructura entre sí, que es diseñada por un docente en orden al aprendizaje significativo
de sus estudiantes y es susceptible de evaluación.
Pero esa estructura, que puede servir muy bien en cierto contexto (por ejemplo,
el Centro de Educación Media de la UAA), puede ser que no tenga ningún sentido en
otro contexto (por ejemplo, un centro escolar de alguna comunidad rural marginada) por
no tener en cuenta las circunstancias propias del lugar. Esta es la dimensión semántica,
también evaluable: la consideración de la referencia, esto es, del contexto.
Y por si esto no bastara, resulta ser también que después de que ya se planeó
la estrategia de aprendizaje, alineando muy bien sus elementos y considerando el
contexto, viene el momento de la ejecución real de la misma, y ahí intervienen muchos
factores imprevistos que hacen que una cosa sea lo que se planeó y otra muy distinta lo
que sucede en la realidad. Esta es la dimensión pragmática del ambiente: lo que se
7 Con respecto al entorno del aprendizaje, la función del docente es la consciencia y conocimiento del mismo para servirse de él, usándolo para mayor aprovechamiento de sus estrategias didácticas, y para gestionar cambios y mejorías ante las autoridades competentes. En fin, la función del docente en referencia al clima de aprendizaje consiste en propiciar y promover relaciones respetuosas, justas y solidarias que permitan un tránsito verdaderamente humano de la información allí compartida, así como la adecuada producción y emisión de las evidencias realizadas. Asimismo, advertir y combatir prejuicios de todo tipo que vayan en contra de relaciones intersubjetivas auténticamente humanas.
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hizo y se aprendió realmente8. En otros términos, volviendo a la distinción entre lengua
y habla, una cosa es la lengua española (sus dimensiones sintáctica y semántica), y
otra muy distinta es el habla: cómo hablamos de hecho en casa, en la calle, en el
agropecuario, etc. (la pragmática). Y el habla va haciendo cambiar la lengua (se
introducen neologismos y palabras “altisonantes” al diccionario de la RAE, se hacen
cambios a las reglas ortográficas, etc.). Similarmente, lo que sucede realmente en la
ejecución de mis estrategias didácticas tiene que servirme para modificar mis
planeaciones, mi producción de ambientes; si no, la experiencia adquirida sería inútil.
8 De hecho, podemos observar cierta presencia del elemento pragmático en algunas instituciones escolares que solicitan a los docentes incluir en sus planeaciones tanto la fecha prevista como la fecha real de realización de determinada experiencia didáctica.
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6. Conclusiones
La actual propuesta de observar la metodología de los ambientes de
aprendizaje desde el horizonte de las tres dimensiones semióticas (sintáctica,
semántica y pragmática) constituye, a su vez, en una propuesta metodológica para la
evaluación de los mismos. En efecto, dada la importancia actual de la evaluación de la
praxis docente e institucional, es imprescindible su adecuada evaluación, tanto desde la
construcción de su estructura misma, como desde su sentido con respecto a un
referente o contexto concreto, así como en lo referente a la realización y resultados
concretos. Me parece que, si se considera esta triple criteriología en la evaluación de
los ambientes de aprendizaje (y de toda otra metodología pedagógica susceptible de
ello), podremos mejorar cada vez más la calidad del aprendizaje ofrecido, recordando
que lo que se busca es alcanzar la construcción de ambientes de aprendizaje más
realistas y humanos, que hagan de los (as) estudiantes personas más solidarias y
comprometidas social y culturalmente.
La Semiótica es, pues, una metodología crítica de la praxis pedagógica. Nos
remite a la importancia de coherencia entre los espacios de información, interacción,
producción y exhibición; por tanto, a la necesidad de investigar y desarrollar estrategias
para llevarlo a cabo de la manera más científica y objetiva posible. Asimismo, nos
recuerda lo indispensable que resulta la adecuada contextualización de nuestras
propuestas pedagógicas; ello habla de la necesidad de docentes mejor preparados y
verdaderamente comprometidos con su labor. Desde la perspectiva constructivista, el
docente es un facilitador del aprendizaje de los(as) estudiantes; por tanto, un
estructurador de ambientes para el aprendizaje significativo. Ya no le basta con poseer
el dominio teórico-práctico de una seria de saberes, sino que debe tener un
conocimiento profundo del contexto en que se ha de llevar a cabo la acción educativa.
En fin, nos habla no sólo de la necesaria honestidad y responsabilidad docente en la
ejecución de la experiencia didáctica programada, sino también de la correcta y objetiva
descripción de los aspectos pertinentes de su desarrollo (sin maquillar ni engrandecer
desmedidamente lo hecho) y de la capacidad de evaluarlo críticamente en orden a su
mejora y a su constante actualización para futuras planeaciones.
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