SAN FRANCISCO DE LA CAL EdiUPSO SOBcomp

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SAN FRANCISCO DE LA CAL WALTER ARIEL MANFREDA

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SAN FRANCISCO DE LA CAL

WALTER ARIEL MANFREDA

COLECCIÓN HISTORIAS DEL SUDOESTE BONAERENSE

Manfreda, Walter Ariel San Francisco de la Cal / Walter Ariel Manfreda. - 1.a ed. - Bahía Blanca : EdiUPSO, 2019. Libro digital, PDF - (Historias del Sudoeste Bonaerense / Tedesco, Marcelo C.)

Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-46769-1-7

1. Historia Regional. I. Título. CDD 982.12

Directora EdiUPSO: Regina DuránDirector de la Colección del Sudoeste Bonaerense: Marcelo C. Tedesco Corrección, diagramación y tapa: Franco Magi

No se permite la reproducción parcial o total, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fo-tocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las Leyes 11723 y 25446.

Queda hecho el depósito que establece la Ley 11723.

Bahía Blanca, Argentina, octubre de 2019.© 2019 Ediupso

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UPSO

RectorDr. Hernán P. Vigier

VicerrectoraDra. Andrea A. Savoretti

Lic. María Claudia Dietz

Lic. Natalia Castillo

Institucionales y ComunicaciónLic. Claudio Tesan

Bienestar UniversitarioLic. Mariano Porras

Decana de la Facultad de Desarrollo Local y Regional

Lic. Juliana Tomassini

Decana de la Facultad de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa

Lic. Alexia Postemsky

EdiUPSO

Directora Mg. Regina Durán

Consejo EditorialMg. Regina Durán

Mg. Adrián Cannellotto

Director colección Historias del Sudoeste Bonaerense

Mg. Marcelo C. Tedesco

L a colección “Historias del Sudoeste Bonae-rense” forma parte de uno de los objetivos por los que fue creada la Editorial de la

UPSO. Nuestro sello editor nació en 2017 con la misión de contribuir a la promoción y difusión del saber a través de la generación de material

-doeste Bonaerense, teniendo en cuenta las nece-sidades del ámbito académico, cultural y del me-

responder de manera satisfactoria a las expecta-tivas de la comunidad que la contiene.

Entre sus objetivos cuenta “promover, rescatar y difundir la producción de autores de la región del sudoeste bonaerense, en sus diferentes gé-neros, de acuerdo con las líneas editoriales y condiciones determinadas por esta editorial”.En este sentido, esta serie está compuesta por obras originales, cuyos autores resultaron se-leccionados en concursos de propuestas, o bien fueron convocados especialmente para aportar su producción literaria o histórica. El propósito de esta Colección es múltiple, y quizás ambicioso: en primer lugar, buscamos llenar un lugar de vacancia en el conocimiento de los sucesos que han hilado las ricas tramas de nuestros pueblos y ciudades del sudoes-te bonaerense, enhebrándolas con anécdotas, personajes, lugares y acontecimientos singula-res; y que por diversas razones en muchos casos no trascienden los ámbitos locales, volviéndose así de difícil acceso para quienes no viven o han vivido en ellos.

En segundo lugar, aspiramos a generar un es-pacio de publicación para autores más o menos

para divulgar su obra. Como se expresara, he-mos asumido desde la creación de la EdiUP-SO que la tarea de un sello universitario debe

orientarse especialmente a brindar acceso so-cial al conocimiento, poniendo al alcance de la comunidad de manera pública y gratuita textos académicos, literarios, de cátedra y otros.

A poco más de dos años de creada la EdiUPSO, su repositorio está en constante crecimiento. La

avance en términos de brindar obras a un públi-co que quizás no es quien busca prioritariamen-te lectura de textos provenientes de una editorial universitaria, pero a quien nuestro carácter de universidad pública comprometida con su co-munidad nos obliga también a alcanzar.

Cabe un especial agradecimiento a los autores que sumaron sus obras a esta colección, quie-nes dedicaron tiempo y esfuerzo para brindar generosamente sus trabajos. También a la di-rectora de EdiUPSO, magíster Regina Durán, y

-nellotto—, por la dedicación con la que asumie-ron esta tarea. Este reconocimiento alcanza por igual al Director de esta Colección, el ma-gíster Marcelo Tedesco, quien tuvo a su cargo la relación cotidiana con los autores, la edición y corrección de cada uno de los trabajos y el se-guimiento del proceso editorial.

Esta Colección es un espacio abierto, que se irá enriqueciendo con nuevos aportes que paulati-namente se irán publicando luego de sucesivos concursos, así como con permanentes convoca-torias. Esperamos que los lectores vuelvan pe-riódicamente a encontrarse aquí con “nuevas y viejas” Historias del Sudoeste Bonaerense.

Dr. Hernán VigierRector

SAN FRANCISCO DE LA CAL

WALTER ARIEL MANFREDA

Un homenaje a la vida, obra y legado del padre Francisco del Brío, rescatada para la construcción de la memoria colectiva e identidad a partir

de reportajes y anécdotas.

A la memoria de Miguel Mellado

Padre Francisco (Índice del Sur, 5 de octubre de 1996.

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—En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo… —se quitó el alba y la dejó caer sobre el altar. Salió casi tan rápido como lo fue el bau-tismo de mi sobrino.

—Bueno… No va a haber foto con el cura —dije, y guardé la cámara. —El padre Francisco es así —dijo mi suegro, conteniendo, por res-

peto al templo, una carcajada. Seguramente, mi cara delataba la sor-presa que me causó la salida abrupta del sacerdote.

–Amén… —respondí. Y ese fue mi primer y último contacto con él.Era diciembre del 93 y no tenía la menor idea que veinte años des-

pués dejaría mi Buenos Aires natal por la ciudad de mi esposa: Pun-ta Alta. Mucho menos que ese hombre octogenario, de baja estatura, aspecto misántropo y un gracejo muy particular, iba a ocupar los dos últimos capítulos de AOHC (un malogrado magazine periodístico de cable local, que allá por el 2013, me animé a producir y conducir). Dios y Punta Alta, sepan disculparme.

Pero lo cierto es que dicha investigación y los posteriores reportajes son la base de estas páginas, y de un naciente arrobamiento hacia un hombre tan huraño como encantador. Un ilustre «personaje» rosaleño que me trajo inmediatamente a la memoria al inefable Don Camilo, ese cura pueblerino al que le diera vida Fernandel en cinco oportunidades, amado y respetado por feligreses, y que convertía a Peppone, el alcalde comunista della città, en su antagonista y blanco de sus picardías.

Al igual que el arcipreste de Brescello, Del Brío es más recordado por su anecdotario (el que varía en tiempo, intensión y magnitud según quien lo cuente) que por su carácter emprendedor, tanto edilicio, como social y educativo. Y cierto es también que ha tenido sus «Peppone», detractores, que cuestionan hoy la palabra San en el título de este texto. Pero bueno… Ya verán el porqué del mote.

Vamos de a poco. Las obras materiales de Francisco están en pie, y las sociales en la memoria de la ciudad. Y es digno de repasar los he-chos que marcaron su mecenazgo y su espíritu emprendedor.

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Mil novecientos once. De este lado del Atlántico, Buenos Aires se ilu-minaba, en un mismo día con el nacimiento de dos de sus ilustres hi-jos: Juan Manuel Fangio y Ernesto Sábato. Veinte días antes, un cuatro de junio (como no podía ser de otra forma, un domingo) del otro lado del océano, en una comarca pequeña llamada Parada de Rubiales (casi escapándose de la provincia de Salamanca, que pertenece a la Comuni-dad Autónoma de Castilla y León, España), Doña Brígida Huerta daba a luz a su hijo Francisco. Ella y su esposo Don Daniel Del Brío eran principalmente labriegos y trabajadores rurales. Por aquel año reinaba Alfonso XIII de Borbón y el gobierno lo ejercía el Dr. José de Canale-jas Méndez, presidente del Consejo de Ministros desde un año antes. España estaba sumida en una crisis social. La hambruna, la guerra de

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setiembre de 19111. En ese contexto el pequeño Francisco transitaba sus primeros años

de vida. Localizado a 847 metros sobre el nivel del mar, con menos de 2

Armuña y el monte Rubiales, el municipio llegaba a su pico histórico 2,número al que

-maría a partir de los 70, llegando a los 324 actuales3. Las escasas posi-bilidades de trabajo, una pobreza generalizada y el creciente anticleri-calismo imperante en España4 no pudieron sofocar la fe de un pueblo

Al propio Francisco se lo oyó decir en repetidas ocasiones «nací en un pueblo de 1100 habitantes que tenía 20 sacerdotes congregados». Casi el 2% de la población total, lo que habla a las claras de la fe profesada por la grey rubialeña.

el anarquista Manuel Pardiñas Serrano asesinara de dos disparos a quemarropa al presidente de Ministros, junto al escaparate de la librería San Martín, en las cer-

2 Fuente: Instituto Nacional de Estadística de España.3 https://www.ayuntamiento.es/parada-de-rubiales Consultado 05/20194 El clima anticlerical imperante en la época se acentuó después de la sanción de la

Ley del Candado de 1910, impulsada por el gobierno de Canalejas, que prohibía el establecimiento de nuevas congregaciones religiosas por dos años.

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A la luz de la historia, una España pobre, socialmente turbulenta, con un índice de desocupación alto y el hambre presente en los rostros de los niños, marcarían a fuego el carácter social, así como el norte es-piritual de las obras del futuro monseñor Del Brío.

Con tan solo 9 años, ingresa al convento de los Trinitarios, cerca de Bilbao, en donde realiza el aspirantado. Hoy nos resulta impensado que un niño de tan solo 9 años encuentre su vocación a tan temprana edad, y más aún que lo comprometa a una vida entera de dedicación plena.

Antes se tomaban como vocaciones clásicas «desde muy temprana edad —aclaró el Padre Miguel Mellado cuando vio mi cara de desconcier-to—, cuando terminaban el primario como los salesianos o terminaban el Bachillerato Humanista, como Salesianos o Diocesanos». Él pertene-cía a la Congregación de la Santísima Trinidad, era Trinitario, agregó, y a la vez comenzó a reír recordando su propia experiencia. Se reclinó sobre el escritorio del despacho de María Auxiliadora, me miró directo, como solía hacer cada vez que quería hacerse entender, de la manera más sim-ple y efectiva. Movió su mano derecha de lado, allanando la corta distan-

más simple: «A los que, como en mi caso, entramos al seminario a los 19 años, nos llamaban los viudos»… las vocaciones tardías.

Quedaba claro que la propensión estaba presente y que la educación religiosa familiar la había alimentado. Miguel Mellado, que tenía un

-cipó a mi próxima pregunta: «Recordaba frecuentemente a sus padres con mucho cariño. Con eso me bastaba». Seguimos con otro tema.

Un par de años más tarde, sus estudios se profundizan cuando, jun-to a un grupo de compañeros, es trasladado a Santander, donde profe-san Religión. Un año después de ello, son enviados a estudiar Filosofía al pueblo de Belmonte.

El año 1929 se presenta como un año convulso, y Francisco es desti-nado a la Argentina. En España es el antepenúltimo año del reinado de Alfonso XIII. El 29 de enero una fuerte tormenta será la principal res-

contra el dictador Primo de Rivera. En Estados Unidos, el 24 de octubre, quedará en la historia como El Jueves Negro: la quiebra del mercado

latinoamericanas. Especialmente a la Argentina, que ve afectadas sus

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exportaciones5. Con ese panorama social, el 26 de noviembre de 1929 el «Reina Victoria Eugenia» amarró en el Puerto de Buenos Aires. Entre los pasajeros se destacan Francisco del Brío, de 18 años, junto a otros 11 compañeros, quienes serán «anecdóticamente recordados como los doce apóstoles»6 con objeto de completar su carrera sacerdotal.

Se aloja en la Parroquia de la Santísima Trinidad de Buenos Aires, aún hoy situada al 3600 de la Avenida Cabildo, en el barrio porteño de Saavedra. Quizás por destino (quizás por causa-efecto), al día siguiente de su llegada tiene su primer contacto con la Armada Argentina, ya que «acompañaba al párroco de Nuestra Santísima de la Trinidad a dar clase a los conscriptos navales en la Escuela de Mecánica de la Armada, fuerza en la que fue capellán durante tres décadas»7 -ba de catequista y confesor. Esta tarea la realiza durante 17 años.

El lunes 24 de junio de 1935, el mismo día que en Medellín se apagaba

se encendía la luz de otro ícono, más local claro está: Francisco Del Brío se ordena sacerdote, convirtiéndose para siempre en el Padre Francisco8.

Ese mismo año, pero unos meses antes, el 3 de febrero de 1935, en la parroquia María Auxiliadora de la ciudad de Punta Alta, el Doctor Eugenio Bosseti reemplazaría en el cargo de Cura Párroco y Vicario Presbítero al Presbítero Padre Dionisio Pío, primer sacerdote registra-do en el archivo parroquial de Punta Alta9, quien partía a radicarse en su Italia natal10. Bosseti «nació en Pehuajó en 1902. Allí donde cursó los estudios eclesiásticos, se graduó de Doctor en Filosofía y fue ordenado en 1926»11. Pronto se convertirá en el «Peppone» de Francisco, ya que de la relación entre ambos nacerán divertidas anécdotas aún presentes en

que el Padre Del Brío llevará a cabo en las siguientes décadas.

5 El entonces presidente Hipólito Yrigoyen no logra acertar con las medidas económi-cas tomadas para paliar la crisis, sumiéndose la sociedad toda en una etapa de desocupación y pobreza, desembocando posteriormente en el golpe de Estado de 1930.

6 Nota de La Nueva Provincia, 03/06/2006. Sergio Soler. Referencias: Investigador Eduardo Raúl de la Iglesia. Archivo Histórico Municipal.

7 Nota de La Nueva Provincia, 03/06/2006. Sergio Soler. Referencias: Investigador Eduardo Raúl de la Iglesia. Archivo Histórico Municipal.

8 Archivo Histórico Municipal de Punta Alta.9 Archivo Parroquial María Auxiliadora.10 Revista El Archivo11 Revista El Archivo

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El 4 de junio de 1946, cumpleaños número 35 de Francisco, asume, luego de ganar las elecciones presidenciales del 24 de febrero con el 52,08%12, la dupla Perón-Quijano. Francisco Del Brío es destinado a la Diócesis de Bahía Blanca para desempeñarse en la ciudad de Coronel

presentarse en la ciudad de Punta Alta, donde se encuentra la Base Na-val Puerto Belgrano. El sacerdote se alegra de la noticia, ya que seguirá en contacto con la Armada, en donde evangelizó durante 17 años.

«Él viene en el año 46, exclaustrado», relata el Padre Miguel, que es la forma en que se llama canónicamente a quienes dejan una congre-gación. Vino como Vicario cooperador, así se llamaba antes. O vulgar-mente «Teniente Cura», del Padre Bosetti. Comienza una de las recu-rrentes carcajadas que el sacerdote propinó durante toda la entrevista, en cada frase que tenía como protagonistas a Francisco y a Bosetti. «Ahí se sacaron chispas. Cómicas, ¿no?».

Según el Código de Derecho Canónico, el Vicario Cooperador es una

el ministerio pastoral en una parroquia o en una determinada parte de ella o a un grupo concreto, bien para destinarlo a un ministerio especí-

13. La población estimada de Punta Alta era de aproximadamente 19.852 habitantes14 y hacía poco más de un año que la ciudad había recibido su autonomía comunal15. María Auxiliadora era la única Iglesia donde presenciar mi-sas y recibir sacramentos. Dispuestas estas condiciones, era natural que el obispado se compadeciera del pobre Padre Bosseti y consiguiera

-quesis.

El Padre Mellado hizo hincapié en varios tramos de la entrevista en las grandes cualidades que esgrimía Del Brío como orador, al dar los sermones durante misa.

«Él se subía al pulpito (como se hacía en aquella época), cerraba sus ojos y empezaba a predicar… y lo hacía tan bien, que había gente que venía desde Bahía Blanca en tren, en autobús o en coches particulares para escucharlo». Esta calidad de oratoria al parecer no incluía el po-

12 Elecciones presidenciales del año 1945.13 Código de Derecho Canónico.14 Cuaderno N.° 1. La Punta de la historia (Punta Alta y su historia)15 -

do Municipal.

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der de síntesis. «Pero a veces se hacía un sermón muy extenso —sigue el padre Miguel con una sonrisa—. Entonces el padre Bosetti se iba a la puerta del templo, sacaba el reloj de bolsillo y le indicaba que de-bía terminar. Pero claro, Francisco estaba con los ojos cerrados y no lo veía. Entonces Bosetti acudió a otro recurso (a esta altura empecé a reír yo, que ya conocía la anécdota) que fue el de tocar unas campanillas». Entonces Francisco decía: «Ya que me quitan el permiso de seguir ha-blando, Ave María purísima», y se terminaba el sermón. Como se ve, no fueron pocas las veces que las diferencias entre Bosetti y Del Brío se hacían públicas.

Aunque la diferencia de edad entre los sacerdotes era de apenas 9 años, existía una generación de distancia que marcaba sobremanera dos enfoques distintos en cuanto a los modos del sacerdocio. Bosseti pertenecía a la vieja generación de sacerdotes, más rígidos, protocola-res y conservadores, que la generación de su vicario. Y a Francisco le gustaba tensar esa cuerda.

«Corría el año 1949, o 1950 —recuerda el Padre Mellado—, y en ese entonces regía el antiguo Código de Derecho Canónico. Los sacerdotes de cualquier lugar de una diócesis o arquidiócesis, si querían ir al cine, tenían que pedirle permiso al Obispo». Se toma la cabeza y se seca la frente conteniendo la risa. «Eran tiempos muy particulares… y el padre Francisco, dijo (imitando el gracejo): ‘Pues… Este padre Bosseti me tie-ne frito. ¿Qué puedo hacer para que cambie de actitud?’».

Vio que daban una película en el cine de la asociación española, Apa-sionadamente, de Pedro López Lagar y Zully Moreno… una película que no tenía nada de malo para aquella época. Y realmente lo más sugeren-

-16. Trataba del

romance entre una joven aristocrática y un pintor sin suerte que trans-curría en los lagos de Bariloche. El que iba al cine sin pedir permiso quedaba «Latae Sententiae»17, o sea suspendido «a Divinis»18, es decir, no podía celebrar ningún sacramento en público.

16 Registro www.imdb.com17 Latae sententiae es un término latino utilizado en el Código de Derecho Canónico de

una pena de latae sententiae sigue automáticamente, por fuerza de ley en sí misma, cuando una ley es contravenida, sin necesidad de declaración por una autoridad eclesiástica. «Can. 1314». Code of Canon Law. Consultado el 1 de junio de 2008.

18 La suspensión A Divinis es una pena canónica prevista en el canon 1333 del Código

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Francisco no dejó pasar la oportunidad. Fue al cine, sin pedir permi-so alguno, y a sabiendas de la pena resultante.

«Al otro día era domingo —continúa Mellado— y Francisco no salía

en la que estábamos, mientras sus ojos se orientaron al cénit). Juntó sus manos, a modo de rezo, bajó la cabeza hacia al escritorio y rió: «En-tonces el padre Bosetti lo llamaba a los golpes (imitando una voz dulce y preocupada): ‘¿Padre Francisco? ¿Padre Francisco? Tiene que dar la misa de las ocho’».

—Pues, ¡no! —imitando el acento del salamantino—. Yo estoy sus-pendido.

—¿Cómo que está suspendido? —Pues sí, hombre, que he ido al cine sin permiso.A esas alturas, Bosseti ya no quería lidiar con las ocurrencias de su

colaborador. Cargado en partes iguales de bronca y paciencia, recurre -

do desde 1946, en obispo de Bahía Blanca19, a quien llamó por teléfono.

de Derecho Canónico de la Iglesia Católica (establecida en la edición de 1983). La frase latina A Divinisse interpreta y aplica como «lejos de lo divino». En la actualidad, ya no es usada, ni aplicada por el derecho positivo, ni por el Código de Derecho Canónico, ni por el Códi-go de los Cánones de las Iglesias Orientales (cfr. canon 1432).

Una de las penas tradicionales de la Iglesia, es la suspensión. Se encuadra entre las censuras, y a diferencia de las otras dos censuras (excomunión y entredicho) ésta solo

o censura (canon 1312) que impide al clérigo el ejercicio ordinario de la potestad de or-den. Es por ello que el antiguo derecho denominaba suspensión A divinis a esta pena.

La suspensión puede ser infringida como ferendae sententiae o latae sententiae. Si el clérigo incurre en suspensión latae sententiae, el canon 1334. 2 indica que los efectos son todos los enumerados en el canon 1333. En el caso de que la suspensión sea feren-dae sententiae, se debe cumplir con lo que establezca el decreto, con una salvedad: no

del Superior que establece la pena» (canon 1333. 3, 1).19 Nació en Laprida el 9 de junio de 1897. En octubre de 1946, el Poder Ejecutivo Na-

-ca. Nativo de Laprida, monseñor Esorto fue designado obispo por el Papa Pío XII, para suceder a monseñor Leandro Benito Astelarra, fallecido en 1943… En 1957 se convirtió en el primer arzobispo de Bahía, al ser elevada la diócesis a la categoría de arquidiócesis. Durante su mandato, de las cinco capillas existentes en la ciudad se elevaron a quince. Preocupado por tener una mejor pastoral, impulsó la fundación

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Monseñor Esorto estaba muy al tanto de los roces en la relación de sus párrocos en Punta Alta. Y se divertía mucho con sus ocurrencias. Sentía gran aprecio por ambos. Por Bosseti, por haber compartido se-

-co, sentía una gran empatía, que lo demostrará en más de una oportu-nidad en los venideros años.

—Era un tipo muy criollazo —sentencia el Padre Miguel— y un buen pastor.

Previendo que se trataba de una de tantas rencillas armadas por Del Brío para fastidiar al párroco, le responde:

—Ok, andá y decile que le levanto la suspensión. Que vaya a dar la misa.

Bosseti, presuroso, le informa a Francisco lo ordenado por el Obispo.—No puede ser que existan las leyes y hagamos lo que queremos con

ellas —respondió el vicario—. me autosuspendo a Divinis.Bosseti desistió de cualquier intento por hacer cambiar de parecer a

Francisco. A pesar de estar suspendido, nada le impedía asistir a misa,

se sentó en el primer banco. —Bosetti se lo quería comer crudo— concluyó Miguel.Existían, según el Padre Mellado, diferencias intelectuales y cultura-

les entre los sacerdotes. Si bien Del Brío era considerado una persona instruida y de amplia cultura general que le otorgaba otra perspectiva de la problemática de su congregación, Bosseti era —como mencio-no en párrafos anteriores— Doctor en Filosofía y un muy entusiasta amante de la literatura.

Culturalmente, las diferencias eran tan sutiles como notorias. Uno era español de pura cepa. Más que español, castizo. El otro de ascen-dencia italiana, con todas las costumbres incorporadas. Si bien ambos venían de poblaciones rurales, uno creció correteando entre los trigales en plena llanura pampeana y el otro escondiéndose en las callejuelas bi-centenarias que se abrían desordenadas en la ladera del cerro Rubiales. Para Bosseti la infancia fue la que le otorgara el seno de una familia de

del seminario La Asunción, inaugurado en abril de 1959. En 1963, vecino a esa in-stitución, comenzó a funcionar el Colegio Secundario de Bachillerato Humanista, un importante aporte al ciclo medio bahiense. Murió en Quilmes en 1978. Diario La Nueva Provincia, 1 de octubre de 2006.

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-ra, en ciernes de ser «el granero del mundo». Para Del Brío, la infancia

y desempleo, donde hasta el pan negro era una rareza y donde muchos de sus hijos habían migrado o lo harían posteriormente hacia estas tie-rras, para hacer la américa.

Por otro lado, ambos coincidían en algo: tenían fama de avaros. Ma-yor era la fama de Bosseti en aquellos años, que la que años posteriores señalara a Francisco.

—En el contexto histórico, era más que normal —aclara el Padre Me-llado.

También los sacerdotes compartían el gusto por la buena comida. Por ello se los veía muy gustosos, cada vez que el Padre Eugenio regre-saba de su casa de Sierra de la Ventana, al sentarse a la mesa a degustar las exquisitas liebres que traía ya preparadas el pehuajense. Y Francis-co disfrutaba muchísimo de esos guisos.

—Hete aquí que un día el Padre Dobal, que coincidió en tiempo con Francisco y Bosseti —indica Miguel—, descubrió que el Padre Eugenio se arremangaba la sotana, subía a los techos y donde veía un gato me-dio gordito… pum… garrotazo. Y entonces, comían eso.

Dobal se lo contó a Francisco y este interpeló al párroco, quien sin inmutarse asintió20. Ya lo dice el dicho, le dieron gato por liebre.

Francisco, de ahí en más, se negó a comer eso. Imitando el acento castizo, Mellado concluyó: «No lo comía en mi pueblo, con la hambruna que había, menos aquí».

Más allá de estas anécdotas con tintes de comicidad, Francisco sen-tía gran aprecio y admiración por el Padre Bosseti. Y viceversa. De allí que encontrara en la obra del pehuajense la inspiración para sus más recordados emprendimientos: la construcción de Templos. «Bosseti tuvo la visión y temple de levantar esta iglesia», dice el Padre Mellado en un tramo de la entrevista.

20 Cabe aclarar que el consumo de carne de gato es culturalmente aceptado desde tiempos inmemoriales, sobre todo en Hawái, países asiáticos como Vietnam, china o Corea. En Sudamérica ha sido por los españoles en la época de la conquista, en el siglo XVI, estableciéndose la misma en vastas regiones de la Argentina, hasta entra-do el siglo XX en donde se prohibió por transmitir el consumo de esta carne, Toxo-

http://www.peru.com/noticias/sgc/PORTADA/2008/09/22/detalle6612.aspx

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Archivo Histórico Municipal de Punta Alta)

Padre Francisco. (Índice del Sur,

Municipal de Punta Alta)

Bendición de la piedra fundamental por Monseñor Astelarra, y Padre. E. Bosseti (El Regional, 19/03/1939. Archivo Histórico Municipal de Punta Alta)

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Cuenta una leyenda urbana que una noche de febrero de 1935, cuan-do el Padre Bosseti se bajó del tren, hizo lo que cualquiera de nosotros si buscamos la iglesia principal de un pueblo, sin conocer la ciudad: buscó la Plaza Central, donde seguro está la Iglesia y la Municipalidad. Al llegar encontró la plaza, cerrada por ese entonces, y la Casa Munici-pal. Pero ni noticias de iglesia, capilla, parroquia o campanario alguno a la vista. Preguntó a un transeúnte que le indicó que se había pasado dos cuadras y que el sacerdote la había cruzado sin advertirla. Volvien-do hacia Rivadavia al 300, donde se encontraba otrora la iglesia21, el

Por otro lado, ya se sentía en la comunidad la necesidad de una igle-sia más grande, según las quejas presentes en diarios y revistas de la época puesto que, en días de misa, el templo se colmaba y muchos de-bían quedar fuera, esperando que el cura salga a la calle para impartir la comunión22.

«Bosseti fue verdaderamente el émbolo de la construcción de algo que parecía una gran patriada. Las obras se desarrollaron en plena

», explica Mellado. Así fue que Bosseti armó una comisión Pro Templo, encabezada por Elisa de Marseillán y An-tonio Cartolano y participó activamente en las negociaciones con el Municipio de Bahía Blanca para que le cedieran el terreno «de uno de los lotes que fueran donados el 11 de octubre de 1906, por Carlos R. V.

casa municipal, una iglesia, el cementerio y los corrales de abasto»23.Finalmente quedó terminada el 4 de junio de 1942, fecha que sim-

bolizó una coincidencia del destino: era el cumpleaños número 31 de Francisco Del Brío, todavía a cuatro años de su arribo a Punta Alta. El templo tiene un campanario de 52 metros y en su consagración el pa-dre Bosseti la encomienda a Nuestra Señora de Luján24.

En una nota al diario La Nueva Provincia, con motivo del Centenario de la Iglesia, el padre Mellado comentó «que el campanario es muy in-teresante dado que posee tres campanas: una de ellas se enarboló en mil novecientos seis, en la antigua capilla que funcionaba adonde hoy

21 Actualmente, en aquella dirección funciona el colegio «José María Estrada».22 Revista El Archivo23 Revista El Archivo24 -

ján. La parroquia, es decir, según diccionario la «División territorial eclesiástica que está bajo la jurisdicción espiritual de un párroco o rector», es María Auxiliadora.

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está el Colegio Parroquial José Manuel Estrada. Otra que fue donada y la grande que pesa 800 kilos y que la donó el padre Eugenio Bosetti, de su peculio y fue fabricada en Santa Fe. Son campanas que se hacen sonar mediante el sistema de badajos», expresó el padre Mellado. Y las campanas también tendrán un papel en la historia de Francisco.

En el año 1941, mientras Perón inaugura los Juegos Panamericanos de Buenos Aires y el primer canal de televisión (Canal 7), se prepara para su reelección en noviembre. Estados Unidos realiza una serie de detonaciones nucleares en el desierto de Nevada, más precisamente seis en un mes. En estos parajes, Monseñor Esorto le da a elegir a Fran-

Blanca, en donde ya existía una parroquia; otra en Cabildo, 50 km al norte de la antedicha ciudad, pero por ruta 51, en donde ya existía una iglesia, con casa para el sacerdote o fundar una parroquia en Ciudad Atlántida, donde solo había una ermita, dedicada a Santa Lucía, cons-truida por Cerro Mora, en el año 1948.

«El obispo me dejó un tiempo para pensarlo —cuenta el padre Fran-cisco—. No quería separarme de la zona de Puerto Belgrano, donde tanto cariño tenía por la Marina. Elegí y preferí la fundación. Comencé a voltear lo poco que había de la ermita en Barrio Mora, e hice la prime-

ilusiones de fundar algo más que eso, porque allí en Barrio Mora no 25.

La nueva parroquia abarcaba los barrios Ciudad Atlántida y Villa Mora26, además de las zonas de Bajo Hondo, Las Oscuras y Pehuen Co. Un amigo personal del sacerdote, Adolfo Montiquín, cuenta cómo fue la experiencia de levantar la capilla:

En Santa Lucía, el Padre no tenía agua. Había que llevar el agua en bidones. El material lo transportaba en carretilla. Cuando sonaba la campana, el padre se sacudía la sotana, se limpiaba las manos, e iba a dar misa. Porque después tenía que seguir con la construcción.

25 Diario La Nueva Provincia, junio 1992. 26 Sector delimitado por la avenida Tucumán, la ruta 249, la estancia La Martina y

las vías férreas de la Línea Rosario Puerto Belgrano. Conocido popularmente como Villa Mora, que incluye a los barrios El Trébol y Las Ranas. Sergio Soler. Referen-cias: Investigador Eduardo Raúl de la Iglesia. Archivo Histórico Municipal. Diario La Nueva Provincia, 03/06/2006.

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A diferencia de Bosseti, Francisco sentía la necesidad de levantar con sus propias manos las obras que realizará de aquí en más. Sabía, por la experiencia de la Iglesia Nuestra Señora de Luján, lo que costaba burocráticamente esperar la ayuda tanto estatal como de feligreses. Su carácter, netamente emprendedor, le decía instintivamente que debía dar el primer paso y, sin prisa pero sin pausa, continuar con la obra hasta completarla.

Así también es que los «Peppones» lo bautizarían como el «sucio» mote que nunca quitaría el sueño del sacerdote.

«Daba la misa con los zapatos llenos de cal —continúa Montiquín—. Un amigo me comentó que el Padre, cuando bautizó al hijo, dijo: ‘En el nombre del Padre, Del Hijo y del Espíritu Santo’ y lo salpicó con cal». Las historias de «bautismos» de cal han sido escuchadas muchas veces y proliferan en variedad y cantidad.

«Ciertamente no sé por qué a todos los curas nos gusta ser ladri-lleros», me dijo Miguel Mellado cuando le pregunté si tenían alguna materia de Arquitectura en el seminario, lo que le causó mucha risa. Y yo le había preguntado (casi) en serio.

iglesias y colegios católicos, impulsados por sacerdotes. Como dijimos, solo en la arquidiócesis de Bahía Blanca se pasó de 5 a 15 en un muy breve lapso, más los colegios y seminarios.

«Hubo un movimiento que lamentablemente hoy ha desaparecido. En Francia se formó el movimiento de curas obreros»27, cuenta Mellado con un dejo de nostalgia. «El cura iba a la fábrica y hacia su pastoral

Católica».marea

eclesiástica que ya había desembarcado en nuestras costas. Algunos de los sacerdotes censurados por Juan XXIII, como Francisco Hui-dobro, se dirigieron a la Argentina, donde con sacerdotes de ese país como Jerónimo Podestá, Arturo Paoli y José María De Paola desarro-llaron una amplia corriente de curas obreros y curas villeros. El padre

27 Como movimiento eclesial nace en Francia en 1944, hasta que en 1959 fue suprimido por el papa Juan XXIII a causa de haberse comprobado que la mitad de ellos había

-stacó el Abate Pierre, fundador de los Traperos de Emaús. Fuente: http://www.fun-dacionspeiro.org/verbo/1991/V-295-296-P-828-856.pdf

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adhirió al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y fue cura

se vio obligado a abandonar ante el reclamo de su feligresía»28. Aun-que seguramente, Francisco coincidió más en cuestiones de formas que de fondo.

En 1953 en la URSS muere Josef Stalin a los 74 años y asume en su lugar Nikita Jrushchov. En Argentina, La Plata se dividía emocional-mente con el descenso de Estudiantes a Segunda División y el ascenso

será el atentado del 15 de abril en la Plaza de Mayo, durante un acto sindical, que deja un saldo de seis muertos y noventa heridos, de ellos diecinueve mutilados29

la Casa Radical, el Jockey Club y la sede del Partido Demócrata, junto a una crisis social que desembocará en el golpe de Estado a Perón dos años más tarde.

«Entonces —continúa el Padre Francisco — le dije a Monseñor Esor-to que había una manzana donada en su tiempo en Ciudad Atlántida, que estaba totalmente vacía» 30. Había chañares en todo su alrededor. Tal es así, que en la manzana que hoy ocupan la Iglesia y el Colegio Cannosiano, había un sector donde pastaban las vacas.

«Cuando le comenté a Monseñor Esorto que tenía la intención de levantar una parroquia, se rió un poquito. Expresé que iba a levan-tar allí la parroquia porque Ciudad Atlántida con el tiempo iba a ser grande. Yo no lo veré, acoté en esa oportunidad. Otros en cambio, lo disfrutarán».

28 Diario Infobae, 2 de junio de 2018.29 Elsa Portugheis (coord.) (2010). «Atentado del 15 de abril de 1953». Bombardeo del

16 de junio de 1955. Buenos Aires: Secretaría de Derechos Humanos de la Nación Argentina, pp. 70-71. Archivado desde el original el 2 de abril de 2015.

30 Diario La Nueva Provincia, junio 1992.

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Iglesia Santa Lucía, Punta Alta

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Capilla Sagrado Corazón, Punta Alta

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Existe una máxima que dice «el emprendedor es aquel capaz de des-cubrir la oportunidad donde otros no la ven». Y precisamente esta es

demografía de Ciudad Atlántida, prácticamente periferia de la ciudad, pocos podían anticipar el crecimiento poblacional que se daría en el mediano plazo. Y es que, si tenemos en cuenta los Censos de 194731 y el siguiente, el de 196032

sido de 78,51%33. Hoy la tasa de crecimiento intercensal es de un 2%.«Esorto me dijo que me ayudaría en todo lo que pueda, pero me dijo

también ‘mirá que estás en el campo’», concluyó Del Brío. Y en relación a este punto comenzó otro roce con Bosseti.

«Ese terreno, de la manzana, era de propiedad de María Auxiliado-ra, explica Mellado. Pero canónicamente cuando se desmiembra una parroquia de otra lo que queda en la nueva jurisdicción es de la nueva parroquia. Es decir, que cuando Monseñor Esorto crea en 1951 la nueva parroquia de Ciudad Atlántida, María Auxiliadora perdió todo derecho sobre esas tierras, aunque el padre Eugenio presentó batalla.

buen dinero eso. Por eso Francisco empezó en Santa Lucía. Y Bosseti quería retener eso… —Miguel Mellado inspira hondo—. Y no pudo… Mirá… Lo que es de todos es de todos». Así, en 1953 toma posesión de los terrenos.

Prosigue el Padre Francisco: «Inicié la tarea, y en aquel entonces el -

dras donde se encontraba la canilla pública más cercana. Algunos sa-cerdotes —principalmente Bosseti— me insinuaban que hiciera una iglesia grande, como la que estaba en el centro. Y yo tenía una forma totalmente distinta ver. Es decir, la de tener un gran monumento e iglesia grande, porque pensaba: ¿qué hago yo con una iglesia grande en

las obras del colegio que eran mis ilusiones desde un principio».

31 En el Censo Nacional de Población de 1947, la población total de la ciudad de Punta Alta asciende a 24.503 habitantes.

32 En el año 1960, la población total asciende a 43.752 habitantes.33

Buenos Aires registrada en los Censos Nacionales y en el Censo Provincial de 1881,

Consultado el 16 de febrero de 2013.

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Y así, la capilla quedó terminada en 1955. Pero como dijo Francisco,

el momento, en 1957, comencé a idear el colegio. Por supuesto que no tenía dinero en ese entonces, lo único que tenía era que, como profesor del colegio Nacional, tenía 12 horas de clase, y entonces con lo que ga-naba podía comprar materiales».

Ya con 46 años, el sacerdote tenía vasta experiencia no solo en el arte de la albañilería, sino también en las formas de conseguir ayuda cuando la necesidad urgía. Y de esta época es que comienza a hacerse fama, en la expresión criolla, de manguero.

«Le decían San Cayetano, porque al que pasaba le daba laburo», cuenta el padre Miguel. Y eso le costó que más de un feligrés, al verlo de lejos, cambiara su recorrido. Carmen Sabadín, amiga, colaboradora y miembro de su congregación, comentó al respecto: «Cuando pasaba alguien lo llamaba: ‘¿Me puede ayudar un ratito?’, y el ratito por ahí eran cinco horas».

No son pocos los que cuentan haberle acercado una cuchara al cura, para terminar, sin darse cuenta, poniendo ladrillos. Tenía una gran fa-cilidad para la negociación y el convencimiento, aun cuando sabía que él podía perder en la negociación directa.

«Era necesario hacer la vereda del colegio —cuenta con mucha gra-cia Adolfo Montiquín, al recordar la anécdota— y entonces le dije: ‘Pa-dre, por qué no habla con el Intendente’.

—No, estoy enojado… —me contestó el Padre Francisco—¿Quiere que hable yo en su nombre?—No, habla tú en el tuyo…—Así que hablé con el intendente, —continuó Montiquín— y me

dijo que sí… Cuando le dije que serían unos 250 metros cuadrados, se

34.Muchos hablaban del mal humor del Padre Francisco. Para Carmen

Sabadín, cuando él se enojaba no había tu tía. Pero a los 30 segundos se le pasaba. Miguel Mellado aporta más sobre el carácter del clérigo:

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34 Esta anécdota debe corresponder al período comprendido entre los años 1976 y -

cicio del cargo, y lo sucedió el Cr. Omar Potenar, durante un año y dos meses.

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dor. Supo poner paños fríos en varias situaciones complicadas. A Fran-cisco lo querían de todos lados. Con los intendentes de la ciudad se lle-vó bien, con la Armada se llevó bien. Los castellanos no van a expresar su cariño por más que se mueran de amor hacia ti. Francisco se hizo muy bien a nuestra tierra. Tenía una gracia muy, muy aguda… como la de las campanas».

Campana Iglesia Nuestra Señora de Fátima, Bajo Hondo

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Adolfo Montiquín continúa con la anécdota de las veredas: «Al tiem--

mos que hacer las veredas rápido por miedo a que se llevaran baldosas, hablamos con el Padre y él me pidió que me encargue. Comencé a to-car algunos contactos en la Base, pidiendo uno o dos conscriptos. Un día me llaman y me dicen que hay unos soldados que no sabían dónde mandarlos. Les dije al colegio Cannosiano… Eran 27 soldados, que vi-nieron en ropa de fajina ya preparados… Y así hicimos la vereda». Para cuando el colegio estuvo terminado, solo faltaba quién dirigiera la ins-titución educativa.

Monseñor Esorto, que conocía a las hermanas cannosianas35 del Hospital Italiano de La Plata36, sugiere al padre que ellas estaban en condiciones de dirigir el colegio, ya que además poseían vasta expe-riencia en el ámbito educativo37. Al comenzar el año 1960, dos herma-nas, la Madre Carolina Albergatti y la Madre Esther Rivas, inauguran el Jardín de Infantes y ponen en funcionamiento los primeros años de la escuela primaria: así nació el Cannosiano Sagrado Corazón.

La Base Naval Puerto Belgrano proveyó de bancos y pizarrones al naciente colegio. Los vecinos aportaron las instalaciones eléctricas, sa-

-rreo donaron la primera Bandera de Ceremonias del establecimiento.

35 Después del fallecimiento de Magdalena de Canossa sus compañeras más íntimas, primero la M. Cristina Pilotti y luego M. Ángela Bragato, así como lo había previsto Magdalena misma, han guiado el Instituto hacia una gran expansión en Italia del norte. En 1860 comienzan las Misiones Canossianas con la llegada de las primeras seis Hermanas a Hong Kong en donde abren escuelas, orfanatos y centros de asis-tencia médica. Las Hermanas Canossianas, luego se dirigen a otros países del Este,

Madre María Cipolla, el deseo de que las Hijas de la Caridad vinieran a América. Fuente: https://canossianas.com.ar

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gentina. El 29 de diciembre de 1932 llegan desde Italia las madres que integrarán la Comunidad del Hospital Italiano de La Plata. La mañana del 31 de diciembre de 1932 son recibidas por la Comisión Directiva del Hospital. Fuente: https://canossianas.com.ar

37 Desde el año 1937 dirigían el Instituto San José, de la localidad de Berisso, Buenos Aires.

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Así se completaba el sueño que Francisco tuvo de crear un complejo educativo, en los niveles inicial, primario y secundario, institución que hoy día es un referente educativo para la región.

Construidas dos iglesias y un colegio, todo indicaba que Francisco se

María Calerno, amiga, colaboradora, y vecina de Bajo Hondo, nos cuenta lo contrario. «Luego que hizo Santa Lucía y Sagrado Corazón, él iba a Bajo Hondo38 y daba las comuniones en la Escuela. La comunidad no era muy grande». Allí Francisco vio una necesidad y se decidió a satisfacerla con la construcción de un nuevo templo ya que ocupar las instalaciones de la escuela generaba más de un inconveniente.

Entonces, el sacerdote colocaba un carrito a su motoneta y así lleva-ba los materiales desde Ciudad Atlántida a Bajo Hondo para comenzar a levantar las paredes, hasta donde la Divina Providencia o el omnipre-sente viento se lo permitieran.

«Un día —continúa María—, estaba él almorzando en la casa de la

veces, hasta que Francisco, que era de pocas pulgas, hizo lo que debía hacer: puso la estatuilla de la Virgen de Fátima de espaldas, cuenta en-tre risas Mellado. «La dio vuelta… —e imitando el acento español, con-cluyó—: ‘Pues hasta que no se dejen de caer las paredes no te vuelvo’». Según testigos, como Carmen y María, así fue.

En 1967 se inaugura la iglesia en Bajo Hondo (con sus paredes más sólidas que nunca), consagrada, claro está, a Nuestra Señora de Fáti-ma. También impulsó la creación de la sala de primeros auxilios del pueblo.

Ya en la década del 70 la fama del curita de Punta Alta, sus obras, su sotana llena de cal y portland y sobre todo sus anécdotas, eran conoci-das en toda la región. Fue en esta época en que Miguel Mellado conoció personalmente a Francisco.

«Lo conocí cuando tendría yo unos 16 años, en el patio del colegio Don Bosco. Sería en el año 1973. Los varones íbamos para un cursillo de cristiandad. Soy oriundo de Bahía Blanca y ya sabía de las anécdotas del padre Francisco por ruedas de amigos y familia. Me imaginaba un

38 Bajo Hondo es una localidad del sur de la provincia argentina de Buenos Aires, ubi-cada a 22 km de Punta Alta y a 30 de Bahía Blanca, sobre la Ruta Nacional 3, dentro del partido del Coronel Rosales.

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cura más esbelto, más alto, y cuando lo vi me encontré con un hombre mayor, de baja estatura que tenía un gracejo muy castizo. ¡Y cómo no iba a ser castizo si era de Salamanca, que tiene la Universidad más an-tigua de Europa!»

Adolfo Montiquín cuenta que él iba a la Iglesia Stella Maris, dentro de la Base Naval Puerto Belgrano, y que una vez, acompañando a un amigo, escuchó una misa de él. De ahí en más comenzó a ir a su parro-quia. Según Montiquín «El padre Francisco era un cura cualunque, iba y venía de Bahía en bicicleta… Hasta que un jefe de base lo vio y lo siguió. Francisco iba por todos los lugares en donde había un enfermo, y saca-ba esa cajita donde llevaba sus cosas». Se quedó tan sorprendido que lo invitó a ingresar a la Marina como cura militar. «No puedo, tengo mucho trabajo», cuenta que le dijo Francisco. «Bueno, reparta el traba-jo. Necesitamos gente como usted», le respondió el marino. Entonces el padre Francisco se apareció un día con uniforme gris (de aquel en-tonces) y las tiras de Teniente de Fragata Capellán. A partir de ahí fue reconocido como Capellán Militar y no dejó de ir un solo día a recorrer el Hospital Naval.

Miguel Mellado agrega: «Llegó a ser capellán auxiliar. Él estuvo años ad honorem. Hacía catequesis en convención con los capellanes en Cam-po Sarmiento, cuando la incorporación era allí. El hospital Naval ha sido para él como su casa. Puerto Rosales y también la dársena de la

sobre la sotana para celebrar misa, se le veían los borceguíes llenos de cal. Ser capellán, para Francisco, no solo era un honor, sino también un reconocimiento de la institución a la que estuvo ligada desde casi que bajó del barco. Además era un nuevo recurso que ponían a su disposi-ción para terminar las obras con las que soñaba».

Por ejemplo, las tres iglesias que fundó adolecían de un elemento fundamental y en el que Bosseti le sacaba ventaja: campanas. «Cuando en Puerto Belgrano se podían hacer obras muy buenas —recuerda en-tre risas el padre Miguel—, él pidió campanas… Así fue que se hicieron tres. Y cuando el jefe de la Base vio semejantes campanones, conocien-do a Francisco de antemano, le dijo ‘¡Pero, Padre! Usted me dijo que era una campanita así’ —poniendo la mano a unos 30 centímetros del escritorio—. ‘No, no señor, es que usted ha medido desde la mesa a la mano… Yo desde el suelo’».

Y esa no es la única ocurrencia del clérigo sobre las campanas que se recuerda: «En ese momento la motoneta tenía un piso —cuenta Mon-tiquín— y llevaba, no una campana, sino tres… Una dentro de otra».

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En la jerga popular puntaltense, se conoce como sacar un perro a con-seguir algo sin permiso de la Base Naval (algo de lo que no tengo prue-bas, y confío en que pertenece a alguna leyenda sin fundamentos). Y Francisco tenía fama de sacar perros a menudo. A sabiendas de eso, al pasar por un puesto policía, se dirigió al de mayor rango y le anticipó que al día siguiente sacaría un perro. Al día siguiente, alertados, los po-licías del puesto y al solo efecto de gastarle una broma al sacerdote, lo pararon cuando salía y le dieron vuelta la motoneta. No encontraron nada.

—Padre, pero usted no lleva nada —lo inquirieron asombrados.—Es que lo saqué ayer, cuando te avisé —le dijo Francisco. A propósito de perros, María Calerno nos ilustra con otra ocurren-

cia: «Todos sabía que sacaba perros, ¡que sacaba animales de todo tipo! Un día agarró un perro y lo metió dentro del baúl de la camioneta… Cuando fue a pasar por la guardia, le dijeron: ‘Padre, lo tenemos que revisar’». Él les avisó que llevaba un perro… ‘Lo tenemos que revisar igual’, dijeron los guardias. Cuando levantaron la tapa, un perro de verdad salió corriendo despavorido. ‘Ahora lo van a buscar ustedes’, les dijo el curita gastándoles otra broma. Hasta el día de hoy no se sabe dónde está el perro».

Las tres campanas que, según Francisco, habían tenido cría en la camioneta, tuvieron como destino las tres iglesias: la más grande en Sagrado Corazón, la mediana en Santa Lucía y la más pequeña en Bajo Hondo. Ya le había ganado a Bosseti en cantidad.

Tan conocida como la historia de las campanas era la fama de del Brío al volante. Mellado sufre con gemidos al recordarlo… «¡Un día hice 120 kilómetros con él y fueron 120 rosarios!» Ante la obvia pregunta de por qué, cuenta que es porque iba por el medio de la ruta. «Claro, cuan-do iba por la ruta 249, ya lo conocían todos. Los choferes de los micros lo veían venir y lo dejaban pasar. Pero esa vez nos tocó ir por la ruta 229 a Bahía Blanca… Ay, mamita querida… Entonces le dije en dos oportu-nidades (la tercera no intenté porque cuando se enojaba… se enojaba): ‘Francisco, ¿no me deja manejar a mí?’, a lo que me contestó: ‘No, no guapo, que este burro conoce solamente quien lo monta’».

«Él, cuando manejaba —añade Montiquín— clavaba el volante, y la velocidad a cuarenta. Y de ahí no salía. Miraba solo para adelante. Te-nía las manos quietas y después que los demás se arreglaran… Nunca tuvo un descuido, ni nada. Yo lo cargaba y le decía: ‘Padre, usted tiene

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un teléfono directo con la superioridad de arriba, porque esto no pue-de ser’».

Adolfo Montiquín me comenta durante una parte de la entrevista que la camioneta aún se encuentra dentro de la Base Naval, ya que per-

-mar. «Nosotros, los amigos de Francisco, pensamos que la camioneta tiene que tener un lugar (y lo aceptó el Jefe de Base hace unos años, el Capitán Zaragoza) junto al Museo», agrega.

Instituto Cannosiano Sagrado Corazón, Punta Alta

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Ya en la década de 1980 el cansancio del cuerpo se iba notando, pero no el del espíritu. Francisco sabía que “los rezos no llenan pancitas va-cías”, y siente la necesidad de paliar el hambre de los más necesitados. Las posibilidades que le otorgaba la Armada eran ideales para evitarle a otros lo que él padeció en su infancia

El padre Miguel se pone serio al hablar de este tema: «Él iba a bus-car en aquellos años de mucha abundancia comida y lo que fuera para ayudar a la gente del barrio (FONAVI). Obviamente si se toma de la perspectiva contemporánea, por ejemplo, Caritas, ciertamente que no es solo una asistencia, sino que además tiene que ser una promo-ción de las personas. Pero en ese tiempo él hizo muchísimo matando el hambre a muchísimas personas. Y él decía: ‘Pues saco de donde sobra y pongo donde falta’».

No es que a Francisco le dieran ganas de jugar a Robín Hood. Solo vio la necesidad y la oportunidad e hizo que se conocieran entre sí.

«La comida venía de la cocina de la Base —narra Adolfo Montiquín— antes los que entraban a la Base venían a lo que se llamaba Centro de Concentración. Cuando terminaban de cenar todos los marineros que hacían los cursos, quedaba comida. Esa comida, no las sobras, el padre la cargaba en la camioneta. Sopa, arroz con leche, todo el menú que había que era bastante bueno, y después iba al barrio FONAVI… El pa-dre trataba fundamentalmente a los niños. Él llevaba la comida para los niños. Y los chicos lo querían una barbaridad y las madres y padres también. Le tenían un gran respeto. Yo le pregunté un día ‘Padre, díga-me una cosa, usted tiene Caritas en su iglesia (Sagrado Corazón)’ y me dijo ‘Caritas es una organización nacional y tiene sus pautas, tiene sus días en que da de comer… pero los chicos tienen que comer todos los días. Entonces esto tengo que hacerlo yo’…. Y lo hacía».

«En su último año de vida, Francisco estuvo internado cuatro meses. Entonces, el esposo de Carmen (Sabadín) le llevaba la comida al medio-día y yo a la noche, porque no le gustaba la comida del hospital. Mientras comía, miraba el reloj y decía: ‘¿Qué pasa con Mary y el gurí?’, que era el chofer de la camioneta cuando estaba internado. El padre tenía 19 de presión y se preocupaba porque no había llegado el que fue a repartir la comida. Una vez que llegaron y los vio, la presión se estabilizó».

«Él se desvivía por la gente carenciada», agrega Carmen, quien transmite la pasión a sus palabras al hablar de la tarea de Francisco en el barrio. «Religiosamente, todos los días a las 19, iban con Mary Caler-no a buscar la comida y luego hacia el barrio FONAVI. Pegaba unos cu-charonazos en una cacerola, salían todos y repartía la comida. Es más,

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en ocasiones, le han faltado cosas de la camioneta. Mi esposo le dijo que le dejara de llevar comida si le estaban robando, a lo que respondía: ‘¿Y los niños?’».

«Muchos decían que el Padre fomentaba la vagancia —dice casi con bronca Mary Calerno— porque él andaba con la sotana llena de ce-mento. Para el Padre Francisco, era todo lo contrario: había que ayudar a salir a aquellas personas que querían hacerlo».

«Además la vagancia no era consecuencia de la actividad del Padre Francisco», complementa Montiquín las palabras de Mary, como si tu-viera alguna necesidad de explicar que el hambre y la vagancia no son consecuencia uno de otro. Y en realidad, le doy la razón, ya que ahora entiendo que hay muchos a los que hay que explicarle una y otra vez. «Él llevaba la comida para los niños, y los niños venían con una olla. Les servía, y al rato volvían, pidiendo más… ‘¿Y tu comida?’. ‘Se la comieron mis hermanos’». Eso le pasó muchas veces al Padre Francisco. Porque, además, él quería hacer las cosas muy rápidamente, porque no tenía tiempo para descansar».

El descanso de Francisco era un tema que preocupaba a su entorno en aquellas épocas. Sobre todo, porque el sacerdote hacía caso omiso a las recomendaciones. Una de sus grandes distracciones eran las jun-tadas a jugar al truco en la casa del ingeniero José María Saavedra39. El padre siempre tomaba agua. Se sorteaban quién iba a ser compañero de Francisco, porque si era mano, la primera carta que jugaba era el ancho de espada. También era de hacer trampa en el juego de cartas.

«Cuando volvíamos de la casa de Saavedra, el caía muerto… No se sa-caba los borceguíes, porque a las cinco se levantaba y a las cinco y me-dia ya estaba en la misa del Cannosiano. Y a las seis treinta en la misa de las monjas del Hospital Naval de Puerto Belgrano. Además, nunca se fue a dormir sin ir a ver a aquellos enfermos en peligro de muerte», dice Montiquín.

Ciertamente, Francisco no se estaba haciendo más joven, por lo que le pidió a Adolfo Montiquín, textualmente, «que no permitiera que sus chicos pasen hambre». Y durante mucho tiempo, ya fallecido Francis-co, su amigo cumplió a rajatablas con su promesa. Hasta que el cuerpo del Capitán (RE) le pidió una pausa. Debió ser sometido a una opera-ción de corazón y ya nadie recogió ese guante que al salmantino tanto le costó poner en práctica.

39 El Ingeniero José María Saavedra fue Presidente de la Cooperativa Eléctrica de Pun-ta Alta (CEPA) y de la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Punta Alta.

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Y así llegamos a 1989. El mundo parece querer cambiar de golpe.

Paraguay derrocan al dictador Alfredo Stroessner, tras 35 años en el

dictatorial y una protesta de estudiantes en Pekín queda inmortalizada como la Masacre de Tiananmen40. Aunque el hecho sobresaliente del año es la caída del Muro de Berlín, en la noche del 9 al 10 de noviembre de ese año.

Aquí en la Argentina, arrancamos el año con el ataque al regimiento 41, la sali-

da temprana del presidente Raúl Alfonsín y la asunción de su sucesor, Carlos Saúl Menem.

Con ese panorama —sobre todo entendiendo y atendiendo a ese contexto—, el Papa Juan Pablo II otorga a Francisco Del Brío el título

«El título de Monseñor es un título nobiliario, que mucho no le gusta al Papa actual (Francisco I). Viene del francés monseigneur (‘mi señor’), y para explicarlo mejor, digo que todos los obispos son monseñores, pero no todos los monseñores son obispos. Fue un reconocimiento que la Iglesia suele dar por funciones a un presbítero, que era el orden sa-grado de Francisco. Y es que luego de tantos años ejerciendo el minis-terio y con penurias, la Arquidiócesis a través de Monseñor Jorge Ma-yer, el arzobispo de Bahía Blanca, decidió pedirle al Papa de entonces, Juan Pablo II el título de Prelado de Honor. En esto de los monseñora-tos hay muchos escalafones. Sé que el Papa Francisco no es muy amigo

40 Las estimaciones de las muertes civiles varían: 400-800 (CIA), 2600 (según fuentes

y 10.000.41 El 5 de febrero, el ministro Juan Vital Sourrouille, el presidente del Banco Central,

José Luis Machinea, y el secretario de Hacienda del Ministerio de Economía, Mario Brodersohn, resolvieron aplicar cambios en la política económica. Para ello dispus-ieron decretar un feriado bancario por 48 horas. Ante los rumores de inestabilidad,

Fraga presidente del Banco Central de la República Argentina, por decreto del presi-dente Menem. La pérdida del valor de la moneda, sumado a la pérdida del valor de la moneda Austral, llevada cabo por el Banco Central en 1989, el dólar subió el 2,038%.

argentina. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. ISSN: 0075-7411.

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de estos títulos42, porque como arzobispo de Buenos Aires debe haber entregado uno o dos. Porque en sí lo que vale es ser sacerdote», cuenta Mellado.

Para celebrar el reconocimiento, se realizó una cena en el salón de la Sociedad Italiana, que estuvo desbordado de gente, aun cuando la asistencia era con tarjeta de invitación previa. Unos años más tarde, en 1992, su feligresía y el municipio deciden hacer un reconocimiento a su

un monolito en la plaza Moreno de Ciudad Atlántida.Miguel se ríe a carcajadas: «La peseta. Esa estatua se hizo en el Ta-

recuerdo el nombre del compañero de él. En broma decíamos que pa-recía una peseta gigante, y Francisco parecía Franco. Fue un homenaje en vida».

Carmen Sabadín nos cuenta de esa ceremonia. «Nos dijeron a tal día y a tal hora vamos a inaugurarla. Así que estábamos parados ahí, junto al intendente. Éramos como 50 esperando a Francisco. Entonces, él pasó con la camioneta, nos tocó bocina, agarró por la calle Dorrego, dobló por Belgrano y desapareció. Así se terminó la inauguración». Es que nadie le había avisado personalmente a Francisco sobre la ceremo-nia de reconocimiento. Y aunque él lo sabía por perspicacia, decidió ju-gar esa picardía. Finalmente, el 8 de junio de 1992 se inauguró de nuevo la placa con él presente.

«Ciertamente que en los últimos años era un hombre mayor como para aglutinar grupos de jóvenes. Francisco se fue apagando, se fue apagando de a poquito», dice Mellado con alguna lágrima. «Pero su chispa no se apagaba: una vez estando el padre internado muy mal en el hospital, me llamó por teléfono. Yo estaba en la parroquia Cristo Rey.

-mos de la sala en donde estaba y me dice: ‘Bueno ahora vamos a rezar el rosario’. Yo a todo esto iba en burro, como se suele decir. Llegamos a la entrada del hospital, y me dice:

42 El papa Francisco, en enero de 2014, decidió reducir aún más estos títulos dejando solo el título de «capellán de Su Santidad» y no concederlo a sacerdotes menores de 65 años. Dado que esta determinación no tiene carácter retroactivo, los sacerdotes que posean cualquiera de estos títulos los conservan todavía. Asimismo, no afecta a las personas que reciben el tratamiento de «monseñor» por otros títulos (como los obis-pos y vicarios generales de las diócesis). «Secretaría de Estado: el título de “monseñor” se concede solo después de los 65 años de edad». Consultado el 10 de marzo de 2014.

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—¡Hala! ¿Dónde está tu coche? —Aquel (señala Mellado). —Bueno, me llevas a Ciudad Atlántida.—¡No, Francisco!—Tú obedece, que soy más viejo que tú. » Se me subió en el Renault 12 todo destartalado, y lo llevé a su parro-

quia en Ciudad Atlántida. Ahí sacó el Citroën. Esos de los viejos que se abrían al revés. ‘Bueno guapo, ahora a Bajo Hondo’. Cuando volvimos el Director del Hospital me llamó y me dio una felpeada con toda la ra-zón del mundo. Menos mal que volvió sano y salvo. Francisco tenía esas cosas».

Y así, de a poco, con algunas idas de urgencia al Hospital Naval Puer-to Belgrano, asomaba el año , con un Francisco anciano y cansado.

iglesia del centro. Lo ayudó el Padre Miguel. Eso fue un 21 de enero», asegura Carmen Sabadín.

Y abril lo sorprendió nuevamente internado en el Hospital Naval, aquel que tantas veces recorrió, incluso cuando él estaba internado, vi-sitando a enfermos y llevándoles alguna palabra de confort. Fueron sus

«Cuando estaba en terapia intensiva era un paciente VIP, porque te-nía siempre un acompañante. No quería estar solo», recuerda Carmen. Así fue que en el Viernes Santo de 1995 la habitación del hospital tenía más que doctores junto a la cama de Francisco. Adolfo Montiquín lo tomaba de la mano, estaban Carmen y Mary presentes, junto al médi-co. Y como hombre que toda su vida se encaprichó en las emblemáticas coincidencias, a jugar con la semiótica de los hechos, se debía marchar de este mundo, como Dios manda.

«Cuando me soltó la mano, miramos la hora… Las tres de la tarde, la hora que murió Cristo».

Su amigo Miguel Mellado escribirá con posterioridad, en el diario La Nueva Provincia:

«El Hacedor —perdóneseme la agnóstica alusión borgeana— lo in-

Hora Santa, las 15. ¡Qué ofrenda para premiar tanto trabajo! ¡Qué sa-namente envidiable ofrenda!». Tenía 83 años.

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Monumento al Padre Francisco del Brío inaugurado en la plaza Moreno el 8 de

al padre Francisco Del Brío (La Nueva Provincia, 16/04/1995.

Tarjeta Francisco

Historico Municipal de Punta Alta)

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A modo de cierre

Antes de concluir el texto vayan mis agradecimientos a Carmen Sa-badín, a María Calerno y a Adolfo Montiquín, quienes me abrieron las puertas de sus casas allá por 2013 sin saber en dónde terminarían esta marea de preguntas y recuerdos, que despertaron más de una lágrima en sus ojos, pero muchas más sonrisas. Al apoyo dado por el Archivo Histórico de Punta Alta, por los datos y fotografías. A Jorge Orazi, ami-go campero de Bajo Hondo porque lo molesté más de una vez. A la Uni-versidad Provincial del Sudoeste, por esta oportunidad única.

En especial, a tu memoria, Padre Miguel Mellado. Sin vos no se po-dría haber escrito ni una palabra de este texto. Me hubiese gustado que me dieras tu opinión, que me iluminaras con más historias o simple-mente escucharte, con esas carrasperas típicas y ese tono de voz aún más típico. Pero te apuraste a alcanzar a Francisco, de madrugada, el 30 de diciembre de 2018. A vos, eternamente gracias.

Quedan por contar muchas historias de Francisco, de su vida de pro-fesor en el Cannosiano, en el Colegio Nacional o en la Escuela de Sani-dad Naval. O las historias de bicicletas rotas, de partidas de truco o del destino de Bosseti después de 1955. Quedarán para charlas informales.

A los que preguntaban el porqué del título ‘San Francisco’, ya que la iglesia no lo ha canonizado, les aclaro que, si bien soy creyente, disto mucho de ser practicante. Si me preguntan si creo que Francisco Del Brío fue un Santo, en el sentido canónico del término, les diré que no, o por lo menos que no lo sé. De hecho, creo que muchos del santoral me generan dudas. Pero la palabra Santo (del latín sanctus) es anterior a la

lo fue. Dejó tres legados que ningún «Peppone» puede negar: el prime-ro, el pasar de la observación a la acción, lo que llamamos hoy empren-der, sin miedos, sin objeciones, con solo voluntad y el ‘Dios proveerá’. Segundo, la interminable creatividad. Por último, la convicción, el ‘ha-cer el bien sin mirar a quién’, el ‘saco de donde sobra, y pongo donde falta’. Y eso para mí, y espero que para muchos, sea un ejemplo a se-guir. Y si algún «Peppone» cree que hay un mejor camino… que tire la primera piedra.

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Padre Francisco dando la comunión