Resumen Crítico de 'El poblamiento originario' de Alan L. Bryan

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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA DEPARTAMENTO DE ARQUEOLOGÍA, ETNOHISTORIA Y ECOLOGÍA CULTURAL ARQUEOLOGÍA DE AMÉRICA RESUMEN Y ANÁLISIS CRÍTICO DE EL POBLAMIENTO ORIGINARIO DE ALAN L. BRYAN Daniel Alberto Alegrett Salazar

Transcript of Resumen Crítico de 'El poblamiento originario' de Alan L. Bryan

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELAFACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

ESCUELA DE ANTROPOLOGÍADEPARTAMENTO DE ARQUEOLOGÍA,

ETNOHISTORIA Y ECOLOGÍA CULTURALARQUEOLOGÍA DE AMÉRICA

RESUMEN Y ANÁLISIS CRÍTICO DEEL POBLAMIENTO ORIGINARIO

DE ALAN L. BRYAN

Daniel Alberto Alegrett Salazar

CARACAS, 6 DE DICIEMBRE DE 2.001

El propósito principal del artículo de Bryan esrealizar una crítica a lo que llama el “modelo Clovis”,una propuesta de la teoría arqueológica explicativa delpoblamiento originario de América a través de ladispersión y difusión por todo el Nuevo Mundo de unatradición cultural propia de los cazadores especializadosde megafauna pleistocénica de Norteamérica, a los queeste modelo supone directos descendientes de losinmigrantes asiáticos.

Comienza su artículo Bryan partiendo del supuesto, deaceptación ya generalizada y cada día menoscontrovertible, de que “los lejanos antepasados de losprimeros seres humanos que llegaron a América proveníandel Nordeste de Asia” (Bryan, 1999: 41) tras atravesar laregión de Beringia, en particular en el (los) momento(s)en que se hallaba disponible un puente de tierra entreSiberia y Alaska que escapaba a los grandes bloques dehielo en las intermitentes glaciaciones pleistocénicas.

Se postuló inicialmente que los hombres que realizarontal paso lo hicieron movidos por los patrones migratoriosde la fauna (ya en su mayor parte extinta) de grandesherbívoros que constituían el principal elemento de sudieta. Es decir, se suponía a estos inmigrantes asiáticoscazadores de lo que se llama megafauna, que se pudodesplazar por el puente de tierra que daba continuidad aAsia con América, y que se movió libremente desde elYukon a las Grandes Llanuras de lo que hoy es EstadosUnidos a través de un “hipotético pasillo” despejado dehielo al este de las montañas Rocosas (Rocky Mountains) apartir de 11.000 a. p. Estos cazadores oriundos deSiberia contaban con una tecnología caracterizada porpuntas líticas acanaladas de proyectil denominadas Clovis

(aunque el modelo incluirá a las puntas Folsom, portratarse del “mismo” modo de vida), de elaboraciónespecializada para dar muerte a esa megafauna,consistente característicamente en mamuts y bisontes,junto con otros grandes herbívoros que encontraban unecosistema favorable en las praderas norteamericanas deabundantes y “onduleantes” pastos. Esta fauna seencuentra hoy extinta, y su proceso de extinción estáasociado a la supuesta sobreexplotación realizada por suscazadores (lo que en el modelo Clovis ni siquiera estomado o subrayado como un co-factor o un catalizador deun proceso que podría haber originado inicialmente —sibien no necesariamente— por las modificaciones en losecosistemas provocadas por los cambios climáticosglobales y locales del fin del pleistoceno y latransición al neoceno).

En estos primeros puntos, lo que Bryan hace resaltardiscretamente (véase ilustración 1 en Bryan: 1999, 42) es quela dinámica de las glaciaciones y sus interestadialespudieron haber permitido la entrada en América depobladores incluso antes del 30.000 a. p., lo que estáconsiderablemente lejos de los 15.000 a. p. que aceptacomo lejanos el modelo Clovis, y que Japón y Siberia yahabían sido alcanzados por pobladores tan lejanamente enla cronología como 500.000 a. p. y 250.000 a. p., lo quees un hecho violento para el modelo de los paleoindios.

La concepción de los primeros americanos, de los“originadores” de América, como cazadores especializadosen megafauna armados de puntas líticas acanaladas,provenientes del noreste de Asia y aprovechadores de uncorredor libre que les permitió la entrada a las praderasnorteamericanas, desde donde “se expandieron con rapidez

en todas direcciones, para poblar, en pocos siglos, todala superficie del Nuevo Mundo”, se ve controvertida porel hecho de que se han encontrado puntas líticasacanaladas no asociadas a megafauna o que los sitiosClovis no son los más antiguos de América, o que no selos encuentra al sur de Panamá, y que por lo tanto, no esla tradición cultural responsable de los procesossudamericanos.

Estableciendo estas dudas iniciales acerca de lavalidez del modelo, Bryan comienza una exposición de losdiversos puntos cruciales que lo llevarán a planteárselasy a concluir una seria y acertada crítica del modeloClovis, que aún hoy en día goza de alguna hegemoníateórica en la arqueología de los Estados Unidos comoexplicación del poblamiento originario de América.

Inicia la exposición con los orígenes biológicos delhombre americano ya en la práctica tenidos porincontrovertiblemente asiáticos, y luego a una revisiónde la tecnología y los sitios arqueológicos siberianos(cuya continuidad con Asia es más difícil de probar en loinmediato, por lo fragmentarios que son aún los aportesde la arqueología del noreste de Asia). Por lo tanto, nole es necesario pasar revista a teorías como la delmaestro y paleontólogo autodidacta argentino FlorentinoAmeghino, que planteaba una autoctonía del hombreamericano (desde los homínidos), con las Pampas como elcentro de dispersión de toda la humanidad. La aloctoníadel hombre americano es arqueológicamente aceptada comoun hecho por consenso unánime y por ello semejantediscusión está ausente en el texto de Bryan.

Ahora bien, es importante considerar, fuera del textode Bryan, que hay diferentes hipótesis para la aloctoníaamericana. Tales hipótesis pueden dividirse en dosgrandes bloques: las unilaterales y las multilaterales.Esto no sólo puede considerarse para los orígenesbiológicos, sino también para todo lo relacionado con elorigen de la(s) cultura(s) americana(s).

Las hipótesis multilaterales son aquellas queobservando lo evidente de la diversidad del hombreamericano, recurren para explicarla a la llegada aAmérica de diferentes grupos humanos de diferentesregiones de la Tierra en diferentes momentos. Clásica esla de Rivet, que supone el poblamiento de América desdeAsia a través de Beringia, y desde Oceanía a través de lasupuesta antigua conformación del continente antártico.Esto explica la diversidad biológica, lingüística,tecnológica, estilística, etc., y supuestos nexosamericanos evidentes (según esos mismos planos) con esosgrupos asiáticos y oceánicos. Otros también incluyeninfluencias transoceánicas africanas y europeas.

Las hipótesis unilaterales son las que plantean laproveniencia desde una única región. Primero que nada, ypuede dirigirse esto tanto contra Ameghino como contralos planteamientos del modelo Clovis, no se puededesmentir siquiera el paso de homínidos como el Homoerectus (que estaba en el norte China entre 250.000 y500.000 a. p.) u otros Homo sapiens tempranos (hace 70.000años) América con tecnología del Paleolítico inferior ymedio, pero tampoco hay evidencia que lo niegue: loimportante es que América bien pudo ser poblada desdeSiberia bastante antes del 11.000 a. p. La habitacióntemprana de islas japonesas y otras islas del Pacífico,

Australia y Nueva Guinea (desde tan ¡temprano! como500.000 a. p. hasta tan “tarde” como 30.000 a. p.)probarían también que esos hombres primitivos conoceríanla navegación, y no tenían que estar desembocando en lasllanuras norteamericanas desde Yukón haciendo ladesagradable caminata por el corredor libre. Bienpudieron haber caboteado la costa oeste americana, consus corrientes cálidas y haber ocupado sitios costeros,que eran ecosistemas muy ricos, más ricos que laspraderas y de más fácil adaptación, sin presencia ninecesidad de tecnología elaborada, mucho menosespecializada. De actividades y ocupaciones semejantes noqueda evidencia, ya que tales sitios se habrían inundadoal subir nuevamente el nivel del mar con el deshielo,pero eso no niega la posibilidad que así haya ocurrido.Es el interés de Bryan mostrar incluso una inadecuacióncomo propuesta científica del modelo Clovis.

Continuando: algunos unilateralistas, como Von Däniken,consideran el poblamiento americano de origenextraterrestre, lo que quizá sea más bien cuestión derisa. Otros, como los mormones, consideran al hombreamericano descendiente de las tribus perdidas de Israel.Otros menos recientes, durante la Conquista y la Coloniay también haciendo una lectura de la realidad desde losrelatos bíblicos, lo hacían descender de uno u otro hijode Noé. Pero otros de aquellos mismos tiempos, cronistasde Indias tales como el Padre Joseph de Acosta, ya habíandeducido que el origen del hombre americano se hallaba enel noreste de Asia, desde donde había pasado por lahipotética interconexión entre los dos continentes. Comoya esta es una noción amplia y casi unánimemente aceptadaentre los arqueólogos, Bryan la tiene por un presupuestoteórico y no le pasa revista. Sin embargo, es importante

para la exposición de Bryan cómo se entiende launilateralidad del poblamiento de América.

Ya en el siglo XX, el primer gran defensorantropológico de la unilateralidad del poblamiento desdeAsia fue el antropólogo físico norteamericano AleshHrdlicka, cuya posición teórica fue hegemónica durantesu vida en la antropología/arqueología norteamericana, yaunque Bryan no lo hace explícito, la posición deHrdlicka en cierto modo está implicada en el modeloClovis, debido a que supone una homogeneidad del hombreamericano, a tal punto que Hrdlicka y sus seguidoresforjaron y defendieron con fervor el concepto del AmericanHomotype a través de toda América, noción que se conservaimplícita en el modelo Clovis al suponer que es elpaleoindio, que caza megafauna con puntas líticasacanaladas, quien se extendió rápidamente por el NuevoMundo para dar lugar a toda la variedad de hombresamericanos.

En el modelo Clovis no necesariamente se plantea así,pero resulta en lo mismo: Hrdlicka plantea que una únicaoleada de inmigrantes desde Siberia originó al hombreamericano. En la antropología física esto se reforzócuando se creyó que la serología americana era 100% O(según el sistema ABO) o que en lo morfológico el hombreamericano era exclusivamente mongoloide. Pero laevidencia ha resultado ser otra: la serología, ladentición, la morfología, la craneometría, el ADNmitocondrial, etc., y extrasomáticamente, la tecnología yla lingüística, muestran variedad de tipos e incluso defactores propios americanos o factores ajenos de losasiáticos, que muestran tanto que hubo varias oleadasmigratorias (más o menos dilatadas) y procesos americanos

propios de diferenciación biológica y cultural quedesmienten una homogeneidad americana pero que no niegannunca un origen asiático, biológico (según las pruebas dela antropología física) y cultural (según las pruebas queofrecen la lingüística según la afinidad de las lenguas yla arqueología según las tradiciones tecnológicas)

Esto es importante para la exposición de Bryan, puesrevela las contradicciones internas del modelo Clovis.Los arqueólogos que lo sostienen, no pueden negar lavariedad biológica y cultural de los hombres americanosdesde sus orígenes siberianos. Pero el planteamiento delcazador especializado paleoindio que difunde las puntasacanaladas y su propia sangre y prole a una velocidad derayo por toda América no puede permitirse eso, a costa deaceptar unas rapidísimas evoluciones, diferenciaciones ydesarrollos propios locales después de la difusiónClovis.

Después de pasar revista a la “huella asiática” en labiología y tecnología americana, mostrando que desde susinicios pudo ser tan temprana como tardía, tan complicadacomo simple, tan variada como uniforme, pero nuncanecesariamente arreglada o ajustada a los planteamientosesquemáticos modelo Clovis, que ya se muestra como unacamisa de fuerza teórica, Bryan pasa a exponer una seriede evidencias arqueológicas que si bien son algunasdiscutibles, suelen ser bastante contundentes para restartoda validez al modelo Clovis, y esto es la evidencia ycronología del poblamiento de América Latina, lo que, sequiera o no, resulta además en una importante implicaciónhistórica y política que la arqueología y laantropología, como formas de aportar conocimientoscríticos (y no meramente descriptivos) acerca de los

procesos históricos, sociales y culturales, debenresaltar.

La evidencia de la entrada en “América Latina” (elmismo Bryan repite la consideración de que ésta empiezadónde hoy empieza México distinguida de los EstadosUnidos) de los descendientes de los inmigrantes delnoreste de Asia es desgraciadamente débil. Ya se mencionóque cualquier entrada desde la costa del Pacífico, através de Baja California, no puede verificarse en elcampo en pleno, ya que la mayoría de los sitios queproveerían la evidencia hoy en día están sumergidos alsubir el nivel marino después del fin del pleistoceno.Sin embargo, por la evidencia y por los esfuerzos queimplicarían a los paleoindios, no sería tampoco muyaceptable la que sería la propuesta de tal entrada desdela postura del modelo Clovis, que la plantearía desde unnecesario cruce hacia el sudoeste desde las praderas porla Sierra Nevada y la Cordillera de las Cascadas, queeran áreas glaciales de difícil y desalentador acceso.

Lo que sí ha sido verificado en campo y que esproblemático del modelo Clovis, es la presencia deconcheros en las islas del canal del sur de Californiaque están fechado en más de 10.000 años (Bryan, 1990:47). Esto significa que los primeros californianos,contemporáneos a los Clovis, eran recolectores marinos, yno están respondiendo afirmativamente a losplanteamientos del modelo que Bryan disputa, que loscaracterizaba como cazadores especializados de megafauna.

La primera evidencia que suministraría México, de serfuerte, sería negativa para el modelo Clovis, pues unposible fogón de El Cedral (Monterrey) asociado a huesos

de elefantes y raspadores monofaciales y posiblesartefactos en hueso, tendría 33.000 años: la fecha y latecnología no favorecen a Clovis. En Puebla, un raspadorasociado a conchas podría tener 20.000 años: la fecha yel tipo de fauna no apoyan a Clovis. ¿Se le prestaatención a Krieger con respecto a su noción de unhorizonte o una fase “Pre-Puntas de Proyectil? No hacefalta: en Iztapán I y en las mismas Grandes Llanurasaparecen antes del 9.000 a. p. puntas bifaciales deproyectil que no están acanaladas (como pediría elClovis), pero tienen hombros. Aparecen puntas lanceoladascon pedúnculos. Puntas acanaladas como la Clovis aparecenPanamá; aparece una base acanalada en Guatemala (LosTapiales) hacia el 10.700 a. p., a 3.000 msmn (una alturadonde no suele haber megafauna) y sin asociación a faunaalguna. Cerca aparecen puntas acanaladas Clovis y mamuts,pero también aparecen puntas cola de pescado.

Habiendo ya aparecido en Chiapas para 9.460 a. p., ysin haber sido fechadas en Centroamérica, las puntasacanaladas que aparecen en Sudamérica son las “cola depescado”, tan al sur como en la Cueva Fell, cerca delEstrecho de Magallanes, para una fecha tan temprana como11.000 a. p. Y no se puede mover más al sur, se muevehacia el norte: aparece poco después hacia Buenos Aires,en las Pampas, y sigue su movimiento al norte conposteridad a la extinción del caballo: ¿dónde está lamegafauna?

Para los primeros habitantes de Pachamachay, en Perú,un refugio rocoso a 4.000 msmn, la punta es triangular yregordeta para cazar vicuñas y fauna aun menor entre13.000 y 10.000 a. p., y hacia el 9.000 a. p. cambiaron apuntas con forma de hoja de sauce con salientes

bilaterales cerca de la base, tradición que se prolongó.Es anterior, pero ni hay Clovis ni grandes herbívoros.

En El Abra, en Colombia, aparecen núcleos simples ylascas retocadas para el 12.4000. En Tibitó la industriade El Abra está asociada a mastodontes, caballos y sobretodo, y esto no es megafauna, a ciervos, para 11.740 a.p. Anterior, sí se asocia con megafauna, pero no hay paranada puntas bifaciales como las Clovis.

Las Clovis nunca aparecen por debajo de Panamá, esdecir, nunca entran a Colombia y a Venezuela (y allíhabía megafauna), pero se ha dicho que las tradiciones delas Clovis y de las cola de pescado se encontraron yfundieron en Ecuador y Centroamérica hacia el 9.000.¿Cómo sin Clovis en Sudamérica?

Con los cambios climáticos, las selvas avanzaban, lamegafauna iba desapareciendo pero eran abundantes otrostipos de presa, y además, considerando el sur deCentroamérica con sus densos bosques, los ambientescosteros no estaban precisamente alejados. Pasar por allíno era precisamente una cuestión de gran velocidad, comopide el modelo Clovis, ni un modo de vida de cazaespecializada en megafauna. La madera, la caña y el huesoson abundantes: ¿por qué entonces suponer tallas líticasbifaciales?

La cuenca amazónica estaba ya poblada con solidez parael 11.000 a. p. y sus artefactos característicos son laslascas monofaciales. En El Jobo, Cruxent encontró, ademásde puntas en espiga, puntas biconvexas gruesas (puntas ElJobo) quizá utilizadas para cazar mastodontes o quizácaballos. Un hueso calcinado dató de 16.870 a. p. Pero

para cerca del 13.000 a. p. sí encontró una punta El Joboen el pubis de un mastodonte joven; para el 10.000 a. p.caballos y gliptodontes. Las evidencias megafaunísticasde Taima-Taima son destructivas entonces para el modeloClovis, al menos para una localidad. Sí, Clovis parecetener mayor difusión, considerada Norteamérica yCentroamérica. Pero El Jobo, o similares, comienzan aaparecer en el Noroeste de Argentina y al sur de Chilehacia 2.500. Hacen falta trabajos en los Andes quecomprueben su difusión, que puede tener bastanteimportancia si se demostrara que las puntas líticas ElJobo son una derivación de puntas precedentes,cilíndricas de madera o de hueso, lo que mostraría unavariedad de materias primas (provista por la riqueza derecursos naturales) para Sudamérica que no se ve en lalítica norteamericana: en Ilaló, Ecuador, aparece trabajode la obsidiana para 11.000 a. p., y no hay piedratallada de lasqueado bifacial hasta 10.000 a. p, laspuntas bifaciales de El Inga, que son cola de pescadoacanaladas y no acanaladas, tienen fechas de apenas entrelos 4.000 y los 9.000 a. p. En Lauricocha, Perú, hace9.500 años, para cazar ciervos, se utilizaban lascas quetenían un retoque marginal monofacial, al igual queraspadores, pero los artefactos más comunes eran puntasde hueso y de cornamenta de ciervo. Hacia el 8.000 y el5.000 a. p. cazan más camélidos con puntas de proyectiltriangulares con retoque bifacial como hojas de sauce, ysus vecinos utilizaban diferentes estilos de punta. Nohay una unidad en la tradición de puntas ni en el tiemponi en el espacio. Hay variedades contemporáneas yextemporáneas, y la hipótesis es que las de huesopudieron haber dado origen a las de piedra: esto no es loque plantea el modelo Clovis. Si aún así se está haciendonotar que semejantes fechas para el hueso son posteriores

a los 11.000 a. p. de Clovis, entonces téngase en cuentaque en Pikimachay aparecen puntas de hueso triangularesincontrovertibles, con marca de pulitura, con fecha deunos 14.000 a. p. Allí, aparte de abundar los camélidos,abundaban los tubérculos, que pudieron ser recolectados.

Venga entonces un nuevo señalamiento contra lacaracterización de un primigenio modo de vida cazadorespecializado. En los productivos estuarios de la áridacosta peruana ya eran explotados para el 10.500 a. p.crustáceos, aves marinas, peces y mamíferos terrestres ymarinos. No hay artefactos de lasca bifacial. En lapenínsula de Santa Elena, Ecuador, la cultura de LasVegas puede tener raíces hacia el 11.000 a. p. y tienefechas de carbón, huesos humanos y conchas ubicadas entre6.600 a. p. y un 10.840 a. p. Las lascas sonmonofaciales, hay percutores, y guijarros de filospulidos y hachas de piedra pulida, no tallada. Losartefactos sugieren que se usaba la madera, el carrizo,la caña, corteza, etc. Se dice que esta cultura incluyótempranamente algo de horticultura y pudo haber dadoorigen para el 5.300 a. p. a la cultura cerámica,agrícola y pesquera de Valdivia.

Semejantes modos de vida de recolectores marino se dana todo lo largo de la costa peruana, pacífica. Habíanentonces adaptaciones a formas de vida marítimadesarrolladas desde California hasta Sudamérica parafechas alrededor del 10.000 a. p. Al Atlántico parecehaber tardado más en llegar, después del 8.000 a. p. Peroestas fechas, de nuevo se advierte, son de los sitiosemergidos. Sitios más antiguos pueden haber quedadosumergidos, y por lo tanto, si se considera toda lacálida costa pacífica del Nuevo Mundo, los recolectores

marinos bien pudieron haber precedido a los cazadoresespecializados de megafauna, incluso remontándose a lallegada a Beringia. El movimiento bien pudo haber sidodesde las costas al interior del continente, y laadaptación ecológica de lo marino a lo terrestre (Bryan,1999: 59). Parece que tal transición pudiese estarseobservando en los sitios chilenos de Quereo, un farallónen la costa, y Tagua-Tagua, a orillas de un lago, confechas de 11.500 a. p. y 11.430-11.000 a. p.,respectivamente, mostrando el aprovechamiento demastodontes, caballos y camélidos, pero también de lafauna acuática, y herramientas simples. Tal variedad yriqueza disponible no requiere de especializaciones.

Particularmente importante es otro sitio chileno, el deMonte Verde, bastante al sur, en bosque húmedo subártico.Lo hallado aquí es particularmente demoledor para lossupuestos del modelo Clovis: lo desafía por completo. Conexcelente conservación, se trata de un lugar pantanosoque ha podido ser fechado c. 13.000 a. p. Es unasentamiento permanente (no nómada, no estacional), condiez bases de chozas “semirectangulares hechas controncos toscamente modificados y mantenidos en el lugarpor estacas de madera” (Bryan, 1999: 59). Hay fogones dearcilla, morteros de madera con semillas, frutos, tallos,piedras de moler, artefactos de madera y piedra lasqueadamonofacialmente, que parece tener una importancia menor.Las plantas dan evidencia de tratamientos médicos y derelaciones de intercambio con otros grupos, y esto esteposible comercio podría explicar dos bifacies y una puntaEl Jobo de materiales alóctonos. Quizá hayan matado oatrapado camélidos, animales pequeños. Aparecen huesos demastodonte, que Bryan sugiere que puedan haber sido

recogidos. Sorprende también una posible datación defogones de hasta 33.000 a. p.

Lo que ocurre en sitios chilenos posteriores a los8.500 a. p. ni siquiera requieren de un Monte Verde, ypodrían descartarse incluso por ser demasiado pan paralos gaznates semejantes dataciones (por prudencia,acéptese 13.000 a. p. únicamente), semejante estado depreservación del material vegetal, recolectado yprocesado, y la menor importancia que muestra frente aesto la cacería, que pueden echar por tierra todo lo queimplica el modelo Clovis e incluso, como bien sugiereBryan, todo el modelo de las etapas Lítica/Paleoindia yArcaica/Mesoindia, al menos para América del Sur. Losarqueólogos norteamericanos, aplicando el Modelo Clovishabrían estimado a los modos de vida recolectoresderivados de los paleoindios cazadores especializados demegafauna con puntas líticas lasqueadas bilabialmente.Esto desmonta todo el esquema evolutivo que se habíantrazado.

Después de tales informaciones, el resto del artículose convierte en una fuerte arremetida contra el modeloClovis, no por la presentación de nuevas informacionesque podrían decirse espectaculares, sino porque vanverificando hallazgos similares a los hasta ahoraexpuesto una y otra vez en Sudamérica, específicamenteArgentina y Brasil, éste último deparando los hallazgosmás notables que demuestran, por cronología, complejidady variedades de formas de vida (particularmenterecolectores acuáticos —p. ej., los sambaquis—, y unaenorme variedad de fauna y flora consumida). Aparte delinterés que puede tener que en Lagoa Santa para laantropología física por posibles Homo sapiens primitivos,

que se han logrado a asociar a fauna de hasta 11.600 a.p., hay núcleos y lascas fechados en 22.400 a. p. y unraspador monofacial de 25.000 a. p.

Las dataciones más notorias, y controvertidas,provienen de Toca do Boqueirão da Pedra Furada, un granabrigo rocoso que se había derrumbado prehistóricamente,formándose un terraplén que beneficiaba a sus ocupantes.Aparte de encontrarse industria lítica tallada casitotalmente monofacial, se encontró arte rupestre que pudofecharse por asociaciones, en c. 17.000 a. p. Vastoslechos de carbón muestran manipulación de fuego por elhombre por el arrastre de troncos y ramas encendidos, yse ha fechado entre ¡41.000 y 47.000 a. p.! Otros fogonesvan del ¡32.160! al 6.100 a. p. Semejantes dataciones,necesariamente, levantan mucha polémica por arte losarqueólogos norteamericanos. Aun si se comprobase quepara estos carbones se realizaron mal las dataciones, hayotras fechas seguras que superan por mucho las datacionesde los sitios Clovis.

Por donde se lo intente agarrar, el modelo Clovis notiene asidero con la realidad. Sea porque se considere elmaterial o la técnica de elaboración de los artefactos,sea que se considere su forma o función (para megafauna opara otras faunas), sea que se considere la diversidad deformas de vida no cazadoras especializadas y hasta lapresencia conjunta formas de vida recolectoras e incluso“protoagrícolas”, sea que se considere la localidadespacial (Norte, Centro o Sudamérica), o la localidadtemporal (anteriores al 11.000 a. p.) de las evidencias,el modelo Clovis, peor que insuficiente, se muestrafrancamente inválido.

Por diferentes razones no son de fiar: alguien tempranocomo Rivet citaba fechas de radiocarbono que databanhallazgos suramericanos más atrás que los Clovis, aligual que Cruxent (que sitúa el comienzo del poblamientoen 70.000), o el pre-punta de proyectil de Krieger conhasta 38.000 años para la propia Norteamérica esconsiderado herejía o superchería. Pero cuando a todo lolargo y ancho del Nuevo Mundo aparecen datacionessimilares, más o menos prudentes, más o menos confiables,¿de dónde proviene la hegemonía teórica del modeloClovis? No puede ser de la evidencia arqueológica. Quizávenga de las voces y la “autoridad científica” de losarqueólogos norteamericano, y todo lo que les implica unapropuesta como la del modelo Clovis.

La acertada crítica que realiza Bryan al “modeloClovis” tiene implicaciones de gran valor y significaciónen lo político. Bryan realiza su texto como contribucióna una Historia General de América Latina, lo que implica laconstrucción de una historia que se aleja de lasconstrucción de la historia desde el bloque de poderhegemónico en el Nuevo Mundo, como centro del universoamericano (y más allá).

Leyendo entre líneas y confirmando en la actitud de losarqueólogos norteamericanos hegemónicos ante lasdataciones suramericanas, en una crítica al Modelo Clovissubyace una crítica a una concepción de la historia delNuevo Mundo que es colonialista. En el Modelo Clovis,elaborado por arqueólogos norteamericanos, lacaracterización que se hace de los paleoindios es la delos cazadores especializados de megafaunanorteamericanos, y que fueron estos los constructores detodo lo que es América a través de la dispersión de su

población y la difusión de su tecnología (y, seamosclaros, toda la infraestructura y superestructura, o, enfin, su cultura) por todo el Continente. Más que lospobladores originarios de América, los Clovis serían los“originadores” de América.

En esto no está sino en el fondo una proyección haciael pasado de una especie de American Way of Lifeprehistórica, homogénea, como cultura superior ¡o única!de América, la única capaz de formar verdaderamente aAmérica, esto es, de desarrollar, industrializar(líticamente, para el caso) y echar a andar a los hombresde estas tierras.

Bryan logra asomar que esto pudiera ser falso, a travésde la enumeración de sitios arqueológicos que antecedencronológicamente (la cronología tiene aún su enormeimportancia para las escuelas norteamericanashegemónicas) a los sitios Clovis, no sólo (como lo haceprincipalmente) situados al sur del Río Grande (lo quesería América Latina), sino incluso al norte del mismo,es decir, en la propia Norteamérica. Muestran tambiénestos sitios que ni el modo de vida de los paleoindiosClovis tiene primacía (ni cronológica ni espacial) sobreotros modos de vida, encontrándose variados y diversosmodos de vida pretéritos y contemporáneos, alejados ycercanos en el espacio, a los Clovis, así como ni elAmerican Way of Life ni es el modo de vida propio y único delos norteamericanos, ni es el único camino viable para elresto de los que habitamos los “dos” continentes: niAmérica Latina comienza al sur del Río Grande, ni alnorte de él lo que se encuentra es sólo unos EstadosUnidos de América que son un monolito.

Pretendamos obviar por un momento el derrumbe de unesquema evolucionista (siempre con la racionalidadoccidental del progreso como ruido de fondo) como elWilley y Phillips ante la variedad suramericana temprana,del que ya paradigmáticamente se podía dudar. Aparte deser Clovis un modelo que “contiene supuestosinsostenibles y que restringe indebidamente no sólo laacción sino también el pensamiento científico libre”, yliberados del cual los arqueólogos “podrán determinar conexactitud el momento en el que comenzó el largo procesodel poblamiento de las Américas” (Bryan, 1999: 67), es unmodelo que justifica desde la “prehistoria” continental(el transplante e implante de) un status quo que niega suHistoria y procesos propios a los otros inquilinos de lavecindad americana.

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