REBELIÓN EN LA GRANJA

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REBELIÓN EN LA GRANJA DE GEORGE ORWEL Traducción al español de Edmundo Briceño. CAPÍTILO 1

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REBELIÓN EN LA GRANJA

DE

GEORGE ORWEL

Traducción al españolde

Edmundo Briceño.

CAPÍTILO 1

El señor Jones, dueño de la granja Manor, habíaasegurado el gallinero por la noche, pero estaba tanborracho que olvidó cerrar las puertas de las jaulas.Con el aro de la luz de su linterna se bambaleaba de unlado al otro, se mecía a través del patio,desprendiendo sus botas detrás de la puerta, tomó unúltimo vaso de cerveza del pipote de la cocina, y seacostó al lado de la señora Jones, quien ya seencontraba roncando. Tan pronto como se apagaba la luz del cuarto,comenzó un alboroto y agitación en todas lasedificaciones de la granja. Se había corrido la voz,durante el día, que el viejo Mayor, el cerdo gris másrespetado, había tenido un sueño extraño la nocheanterior y deseaba comunicárselo a los otros animales.Se acordó que todos convenían reunirse en el granestablo al asegurase de que el señor Jones ya noestuviera por ahí. El viejo Mayor (así siempre lollamaban, a pesar de que el nombre bajo el cual lohabían presentado era La Belleza de Wellington) era tanextraordinariamente considerado en la granja, que todosestaban muy dispuestos a desaprovechar una hora desueño a cambio de escuchar lo que tenía que decir. A un extremo del gran establo, sobre una especiede plataforma elevada, Mayor se encontraba ya preparadosobre su cama de paja, bajo un faro que colgaba de unabiga. Tenía doce años de edad y últimamente se habíapuesto un poco gordo, pero, Mayor era aún un cochino deapariencia majestuosa, con un aspecto de sabio ybonachón, a pesar del hecho de no habérsele cortadonunca sus colmillos. En seguida, comenzaron a llegarlos otros animales y se acomodaron de acuerdo a suscapacidades. Primero entraron los tres perros:Bluebell, Jessie y Pitcher, y luego los marranos, quese cuadraron en la paja justo al frente de laplataforma. Las gallinas se colocaron en los antepechosde las ventanas, las palomas revolotearon subiéndose a

los maderos, las ovejas y las vacas se echaron detrásde los cochinos y comenzaron a rumiar. Los dos caballosde tiro, Bóxer y Clover, entraron juntos, caminando muydespacio y pisando el suelo con sus grandes cascospeludos con mucho cuidado, no vaya a ser que haya algúnanimalito escondido en la paja. Clover era una yeguamaterna y robusta, próxima a la tercera edad, que nohabía recuperado su figura después de su cuartopotrillo. Bóxer, una bestia enorme, de aproximadamentediez y ocho palmos de alto, tan fuerte como elequivalente a dos caballos ordinarios. Una raya blancaque le bajaba por la nariz le daba una apariencia unpoco estúpida, y de hecho no poseía un índiceintelectual alto, pero era infinitamente respetado porsu estabilidad de carácter y su tremenda capacidad defuerza de trabajo. Luego de los caballos llegó Muriel,la cabra blanca, y Benjamín, el burro. Benjamín era elanimal más viejo de la granja, y el de peor sentido delhumor. Nunca hablaba, y cuando lo hacía comúnmente erapara remarcar algo cínico, por ejemplo, él decía queDios le había dado una cola para espantar las mosca,pero que hubiera preferido no tener ni cola y muchomenos moscas. Entre todos los animales de la granja,él era el que nunca sonreía. Si se le preguntase elmotivo, diría que a nada le veía la gracia parasonreír. No obstante, y sin admitirlo abiertamente,sentía una gran devoción hacía Bóxer. Ambos a menudopasaban los domingos juntos en el pequeño cercado, másdistante del huerto, pastoreando de lado a lado siempresin hablar. Los dos caballos ya se habían tendido cuando ungrupo de patitos, que habían perdido a su madre, enfila, entraban al establo pillando débilmente ydivagando de un lado al otro para encontrar algún lugardonde no fueran maltratados. Clover formó una especiede pared alrededor de ellos con sus patas delanteras, ylos patitos se anidaron dentro de ellas, y se durmieronde inmediato. Al final, Mullie, la tonta, blanca yhermosa yegua, que tiraba del carro del señor Jones,entraba con pacitos coquetones masticando un terrón deazúcar. Ella tomó un lugar cerca de la fachada y

comenzó a sacudir su crin blanca, esperando llamar laatención con la cinta roja que arqueaba. Finalmente,entró la gata que buscaba alrededor, como de costumbre,el lugar más cálido y, al fin, se estiró entre Bóxer yClover. Una vez allí, ronroneaba contenta durante eldiscurso de Mayor sin escucharle una sola palabra. Ahora todos los animales estaban presentesexcepto Moses, el cuervo amaestrado, que dormía en unapercha detrás de la puerta trasera. Cuando Mayorobservó que todos se habían acomodado y esperabanatentamente, aclaró su garganta y comenzó: – Camaradas, ya habéis escuchado acerca delextraño sueño que tuve anoche. Sin embargo, me referiréa él luego. Tengo algo más importante que decirosprimero. No creo, camaradas, que llegue a estar conustedes por muchos meses más, y antes de morir creo quees mi deber transmitirles la sabiduría que headquirido. He tenido una larga vida y mucho tiempo parala reflexión tal como solo me encuentro en mí establo,y creo que puedo decir que entiendo la naturaleza de lavida en este planeta del mismo modo que cualquieranimal viviente de nuestra era. Es acerca de esto quequiero hablaros. –Ahora, camaradas, ¿cuál es la naturaleza denuestras vidas? Veámosla: nuestras vidas sonmiserables, laboriosas y cortas. Nacemos, se nos da lasuficiente cantidad de alimento que mantiene el sosiegoen nuestros cuerpos, y aquellos que son capases desobrellevarlo, son forzados a trabajar hasta agotar elúltimo átomo de sus fuerzas; y al momento en quenuestra energía haya llegado a su fin, somos ahorcadoscon una maléfica crueldad. Ningún animal en Inglaterraconoce el significado de la felicidad o de óseo despuésde cumplir un año de edad. Ningún animal en Inglaterraes libre. La vida de un animal es miserable yesclavizante: esa es la verdad plena. – Pero, ¿es esto lo que constituye una partesimple del orden de la naturaleza? ¿Es porque nuestratierra es tan pobre que no puede proporcionar una vidadecente a aquellos que viven en ella? No, camaradas,¡mil veces no! El suelo de Inglaterra es fértil, su

clima es bueno, tiene la capacidad para dar alimento enabundancia a una cantidad colosal de animales mayor dela que ahora la habitan. Esta simple granja nuestrapudiera mantener a una docena de caballos, veintevacas, cientos de cabras, y todos viviendo en unacomodidad y dignidad, que está ahora más allá denuestra imaginación. ¿Porqué, entonces, continuamos enesta condición miserable? Porque los seres humanos nosroban casi toda la producción de nuestro trabajo. Ahí,camaradas, está la respuesta a todos nuestrosproblemas. Se suma a una simple palabra, Hombre. Elhombre es el único enemigo real que tenemos. Eliminemosal hombre de nuestras vidas, y la raíz que causa lahambruna y el trabajo forzado será abolida parasiempre. – El hombre es la única criatura que consume sinproducir. No da leche, no pone huevos, es demasiadodébil para tirar del arado, no puede correr losuficientemente rápido para cazar conejos. Aún así, esel amo de todos los animales. Los obliga a trabajar,les da, a cambio, la mínima ración que les evitarámorir de hambre, y él se queda con el resto. Nuestrotrabajo labra el suelo, nuestro estiércol lo fertiliza,pero no hay uno de nosotros que posea más que su meropellejo. Ustedes, vacas que veo ante mí, ¿cuantos milesde galones de leche han dado durante este último año?¿Y qué ha pasado con esa leche, la cual debía haberestado alimentando robustos becerros? Cada gota de ellaha bajado por las gargantas de nuestros enemigos. Yustedes, gallinas, ¿Cuántos huevos han puesto este año,y cuantos de ellos empollaron alguna vez? El resto hasido colocado en los mercados para traerles dinero aJones y a sus hombres. Y tú, Clover, ¿Dónde están esoscuatro potrillos que pariste, los cuales debieron habersido el sustento y la satisfacción en tu vejez? Todosfueron vendidos al cumplir un año, jamás los volverás aver. A cambio de tus cuatro partos y de todo tu trabajoen el campo, ¿qué más has tenido a excepción de tusraciones de migajas y un establo? –Además, no permiten que nuestras vidas miserablesalcancen su muerte natural. En tal sentido, no me

quejo porque llegué a ser un afortunado. Tengo doceaños de edad y he tenido cuatrocientos hijos. Esta esla vida natural de un cochino. Pero al final, ningúnanimal escapa del cruel cuchillo. Ustedes, jóvenescerdos que veo en frente de mí, uno por uno, altranscurrir un año, clamarán, el fin de sus vidas.Todos llegaremos a ese horror, vacas, cerdos, gallinas,ovejas; todos. Ni siquiera los caballos y los perrostendrán un destino mejor. Tú, Bóxer, el día en que esosgrandiosos músculos tuyos pierdan su poder, Jones tevenderá al matador de caballos, quien cortará tugarganta y te cocinará para los sabuesos. En cuanto alos perros, cuando envejezcan y se queden sin dientes,Jones les atará un ladrillo alrededor del cuello y losahogará en el pozo más cercano. ¿No está claroentonces, camaradas, que todos los males de nuestrasvidas provienen de la tiranía de los seres humanos?Sólo eliminemos al hombre, y el producto del trabajoserá nuestro. Casi de la noche a la mañana podemoshacernos ricos y ser libres. ¿Entonces, qué debemoshacer? ¿Porqué?, ¡trabajemos día y noche en cuerpo yalma para derrocar a la raza humana! Ese es mi mensajepara ustedes: ¡REBELIÓN! No sé en qué momento llegaráesta rebelión, puede ser en una semana, o dentro decien años, pero sé, tan seguro como veo esta paja bajomis pies, que tarde o temprano se hará justicia. ¡Fijensu vista en eso, camaradas, durante el resto de todassus cortas vidas! Y sobre todo, transmitan mi mensaje aaquellos que vienen después de ustedes, para que esasgeneraciones futuras lleven la lucha hasta lavictoria.” –Y recuerden, camaradas, su propósito no debevacilar. Ningún argumento debe conducirlos a laresignación. Nunca escuchen cuando les digan que elhombre y los animales tienen un interés común, que laprosperidad de uno es la prosperidad del otro. Todo esmentira. El hombre no contribuye a los intereses deninguna criatura excepto a los de él mismo. Y entrenosotros, los animales, que exista la unidad perfecta,la camaradería perfecta en la lucha. Todos los hombresson enemigos. Todos los animales son camaradas.

En ese momento se produjo un alboroto tremendo.Mientras Mayor estaba hablando cuatro ratas grandes sehabían arrastrado fuera de sus cuevas y se sentabansobre sus patas traseras escuchando al viejo Mayor.Súbitamente las inmovilizaron los perros con susmiradas, y fue sólo por una atropellada ventaja haciasus cuevas que las ratas salvaron sus vidas. Mayorlevantó su patita para hacer silencio.– Camaradas – dijo –aquí hay un punto que debe serestablecido. Las criaturas salvajes, tales como lasratas y los conejos, ¿son ellos nuestros amigos onuestros enemigos? Hagamos una votación. Propongo estapregunta a la reunión: ¿son las ratas camaradas? La votación se realizó de inmediato, y se acordópor una gran mayoría que las ratas eran camaradas. Hubosólo cuatro disidentes, los tres perros y la gata, lacual se descubrió luego que había votado por ambaspartes. Mayor continuó: – Tengo algo más que deciros.Sólo les repito que recuerden siempre su deber deenemistad hacia el hombre y todas sus maneras. Todo loque ande sobre dos patas es un enemigo. Todo lo queande sobre cuatro patas o tenga alas es un amigo. Yrecuerden también que en la lucha contra el hombre, nodebemos imitarlo. Aún cuando lo hayamos conquistado, noadopten sus vicios. Ningún animal debe vivir en unacasa, dormir en una cama, vestir ropa, beber alcohol,fumar tabaco, tocar dinero o relacionarse con losnegocios. Todos los hábitos del hombre son diabólicos.Y sobre todo, nunca deben tiranizar sobre su propiaespecie. Débil o fuerte, listo o limitado, todos somoshermanos. Ningún animal jamás debe matar a otro animal.Todos los animales son iguales. – Ahora, camaradas, les describiré el sueño que tuveanoche. No puedo describirles ese sueño. Era un sueñoacerca de cómo será la tierra cuando el hombre hayadesaparecido. Pero, esto me hizo recordar algo quehabía olvidado antaño. Hace mucho tiempo, cuando yo eraun cochinito, mi madre y las otras puercas cantaban unavieja canción, de la cual solo se sabían la melodía ylas tres primeras palabras. Yo había conocido ésatonada en mi infancia, pero hacía mucho que se me había

borrado de mi mente. Sin embargo, anoche, llegó a míen el sueño. Y además, la letra de la canción tambiénme alcanzó, letra, la cual estoy seguro, que fuecantada por los animales hace mucho tiempo y que se leshabía borrado de sus mentes por generaciones. Lescantaré esta canción ahora, camaradas. Soy viejo y mivoz está ronca, pero cuando les haya enseñado lamúsica, podrán cantarla mejor para ustedes. Se llama“BESTIAS DE INGLATERRA”. El viejo Mayor aclaró su garganta y comenzó acantar. Como lo había dicho, su voz estaba ronca, perocantó lo suficientemente bien. Era una canciónconmovedora, algo entre” Clementina” y “La cucaracha”. Laletra decía:

¡Bestias de Inglaterra, Bestias de Irlanda!¡Bestias de todos los campos y estaciones!

Escuchad mis buenas plegarias¡Del tiempo del futuro dorado!Tarde o temprano llegará el día

En que el hombre tirano será derrocado,y los fructíferos campos de InglaterraSólo las bestias los podrán recorrer

Desaparecerán los aros de nuestras naricesY las riendas de nuestras espaldas

Oxidados quedaran las espuelas y los frenos,y el cruel látigo nunca más repicaráMás de lo que la mente pueda imaginar,

El trigo y la cebada,La avena y el heno

El trébol, las habichuelas y las remolachas forrajerasSerán nuestras ese día

Claro brillarán los campos de InglaterraMás pura serán sus aguas

Más dulce soplarán las brisasEl día que nos proclamemos libres

Para ese día debemos todos laborarAunque muramos ante el intentoVacas y caballos gansos y pavos

¡Todos a trabajar por el destino de la libertad!

Bestias de Inglaterra, Bestias de Irlanda¡Bestias de todos los campos y estaciones!Escuchad bien y propagad mis plegarias

Del tiempo del futuro dorado.

El canto de la canción volcó a los animales a lamás salvaje emoción. Casi antes de que Mayor llegaraal final, la habían comenzado a cantar por iniciativapropia. Hasta los más estúpidos ya se habían aprendidoel tono y un poco de la letra, y en cuanto a los másastutos, como los cerdos y los perros, tenían lacanción entera de memoria en unos cuantos minutos.Rápidamente, después de unos intentos preliminares,toda la granja explosionó en “Bestias de Inglaterra” en untremendo unísono. Las vacas la mugieron, los perros lagimieron, las ovejas la balaron, los caballos larelincharon, los patos la graznaron. Ellos seencontraban tan encantados con la canción que lacantaron cinco veces correctamente sin parar, yhubieran podido continuar cantándola, si no hubieransido interrumpidos. Desafortunadamente, el alboroto hizo despertar alseñor Jones, quien saltó de la cama, asegurándose deque había un zorro en el patio. Tomó la escopeta, lacual siempre permanecía en una esquina de su cuarto, ysoltó una carga de seis disparos a la oscuridad. Losperdigones se incrustaron en la pared del establo yrápidamente terminó la tertulia. Cada cual se escabulloa su lugar para dormir. Los pájaros saltaron a suspercheros, los animales se acomodaron en sus pajas, yen un momento, se quedó dormida toda la granja.

CAPÍTULO 2

Tres noches después, Mayor murió mientrasdormía. Enterraron su cuerpo al pie de la huerta.

Esto ocurrió a principios de marzo. Durante lospróximos tres meses hubo más actividades secretas. Eldiscurso de Mayor había dado a los animales másinteligentes de la granja una nueva visión completa dela vida. No sabían cuando se llevaría a cabo laRebelión que predijo Mayor, no tenían razón para pensarque estaría entre sus propias vidas, pero veíanclaramente que su deber era prepararse para ello. El trabajo de la enseñanza y la organización paralos otros recayó naturalmente en los cerdos, quieneseran reconocidos, de manera general, como los másinteligentes de los animales. Los superiores entre loscerdos eran dos jóvenes jabalíes llamados Snowball yNapoleón, a quienes el señor Jones estaba alimentandopara la venta. Napoleón era un puerco verraco grande deapariencia un poco fiera, el único verraco de lagranja, de poco argumento, pero con una reputación desalirse con la suya. Snowball era un cerdo más vivo queNapoleón, más rápido al hablar y más creativo, pero nose le consideraba poseer la misma profundidad decarácter. Todos los otros cerdos varones de la granjaeran puercos. El más conocido entre ellos era unopequeño gordo de nombre Squealer, de cachetes muyredondos, ojos titiladores, movimientos avispados y unavoz chillona. Era un brillante orador, y cuando seencontraba argumentando algún punto difícil tenía unaforma de saltar de un lado al otro moviendo su cola, loque lo hacía muy persuasivo. Los otros decían deSquealer que podía tornarse de negro a blanco. Estos tres habían elaborado las enseñanzas delviejo Mayor a un sistema completo de pensamiento, alcual le dieron el nombre de Animalismo. Varias noches ala semana, después que el señor Jones se iba a dormir,sostenían reuniones secretas en el establo y exponíanlos principios del Animalismo a los otros. Al comienzose encontraron con mucha simpleza y apatía. Algunos delos animales hablaban del deber de lealtad hacia elseñor Jones, a quien se referían como “AMO”, o hacíanafirmaciones elementales tales como: “el señor Jonesnos alimenta. Si él se fuera, moriríamos de hambre”.Otros hacían preguntas tales como: “¿por qué debería

importarnos lo que va a pasar después que estemosmuertos?” o bien: “Si esta rebelión se lleva a cabo, detodas maneras, ¿cuál es la diferencia si trabajamos porella o no?”, y los cerdos encontraban grandesdificultades en hacerles ver que esto era contrario alespíritu del Animalismo. La pregunta más estúpida detodas la hizo Mollie, la yegua blanca. La primera quele hizo a Snowball fue: – ¿Habrá azúcar aún después dela Rebelión?” – No – dijo Snowball con firmeza –. No tenemoslos medios para elaborar azúcar en esta granja. Además,no necesitas azúcar. Tendrás toda la avena y el henoque quieras. – ¿Y se me permitirá vestir cintas en mi melena? –preguntó Mollie. – Camarada –, dijo Snowball, – esas cintas quetanto quieres es la insignia de la esclavitud. ¿Nopuedes entender que la libertad es más valiosa que lascintas? Mollie estuvo de a cuerdo, pero no parecía muyconvencida. Los cochinos tenían un problema más difícil aúnpara contrarrestar las mentiras que predicaba Moses, elcuervo amaestrado. Moses, una mascota especial delseñor Jones, era un espía y chismoso, pero también, unorador brillante. Él afirmaba saber de la existencia deun campo misterioso llamado la Montaña Dulce, dondetodos los animales iban cuando morían. Se encontraba enun lugar arriba en el cielo, un poco más distante delas nubes, decía Moses. En la Montaña Dulce es domingolos siete días de la semana, el trébol se da durantetodo el año, los terrones de azúcar y la torta delinaza se cultivan en los caminos. Los animales odiabana Moses porque contaba cuentos y no trabajaba, peroalgunos de ellos creían en la Montaña Dulce, y lospuercos tenían que argumentar duramente parapersuadirlos de que no existía tal lugar. Los dos caballos de tiro, Bóxer y Clover, eran losdiscípulos más fieles. Estos dos tenían una grandificultad en pensar cualquier cosa fuera de subeneficio, pero una vez de haber aceptado a los

cochinos como sus maestros, todo lo que se les decía loasimilaban y se lo trasmitían a los otros animales pormedio de simples argumentos. Nunca faltaban a lasreuniones secretas en el establo, y dirigían el cantode “Bestias de Inglaterra”, con el cual siempreterminaban las reuniones. Ahora, tal como se anunció, la REBELIÓN sematerializó más temprana y más fácil de lo quecualquiera hubiera esperado. En años anteriores, elseñor Jones, a pesar de ser un amo severo, había sidoun campesino capaz, pero últimamente había caído endías malos. Había estado muy desanimado después dehaber perdido dinero en un mal negocio, y había tomadola bebida más de lo que era bueno para él. Durantetodo el día en ocasiones haraganeaba en su sillamecedora de la cocina, leyendo el periódico, tomando yen ocasiones alimentando a Moses con cortezas de panmojadas en cerveza. Sus hombres estaban flojos yperezosos, los terrenos se encontraban llenos demaleza, los establos necesitaban el techado, el cercadoestaba descuidado y no se alimentaba bien a losanimales. Llegó junio y el heno estaba casi listo paracortarlo. En la víspera del verano, que era un sábado,el señor Jones fue a Willingdon y se emborracho tantoen el Red Lion que no regresó hasta el mediodía deldomingo. Los hombres habían ordeñado las vacas tempranoen la mañana y luego se fueron a cazar conejos sinmolestarse en alimentar a los animales. Cuando el señorJones regresó inmediatamente se durmió en el sofá delsalón con las noticias del mundo sobre su cara, de modoque cuando llegó la tarde, todavía no se habíanalimentado a los animales. Finalmente, no pudieronaguantar más. Una de las vacas forzó la puerta delalmacén con sus cuernos y todos los animales comenzarona incorporarse desde los toneles. Fue justo después deeso que el señor Jones se despertó. Luego, él y suscuatro hombres estaban en el almacén con látigos en susmanos pegando por todas partes. Esto era más de lo queunos animales hambrientos podían soportar. Con unacuerdo, a pesar de que nada de esto había sido

planeado antes, se lanzaron sobre sus martirizantes.Jones y sus hombres se encontraban súbitamente siendoembestidos y pateados desde todas las direcciones. Lasituación estaba fuera de control. Nunca habían visto alos animales comportarse así antes, y esta sublevaciónsúbita de las criaturas, a las que usaban paraazotarlos y maltratarlos a su antojo, los atemorizóhasta el borde de la locura. Luego de unos momentos serindieron tratando de defenderse y salieron corriendo.Un minuto más tarde cinco de ellos se encontraban encompleto vuelo bajo las ruedas de la carreta que sedirigía al camino principal, con los animalespersiguiéndolo con alusiones de triunfo. La señora Jones observaba desde la ventana delbaño, vio lo que estaba pasando, rápidamente lanzóvarias de sus posesiones dentro del morral, y se esfumode la granja por otra salida. Moses saltó desde supercha y voló tras ella graznando fuertemente. Mientrastanto, los animales habían echado a Jones y a sushombres fuera del camino y habían bloqueado la entradaprincipal. De esta manera, casi antes de que se dierancuenta de lo que estaba sucediendo, la Rebelión sehabía llevado a cabo exitosamente. Jones fue expulsadoy la granja Manor era de ellos. Durante los primeros minutos los animalesdifícilmente podían creer en su gran suerte. Su primeracto fue galopar en un solo cuerpo en derredor de losconfines de la granja, como para asegurarse bien de queningún ser humano pudiera estar escondiéndose encualquier lugar de ella. Luego regresaron corriendohacia los edificios de la granja para deshacerse de losúltimos vestigios del despreciable reino de Jones. Elcuarto de los arneses, al final del establo, fueforzado para entrar; los látigos, los aros de lasnarices, las cadenas de los perros, los cruelescuchillos, que el señor Jones utilizaba para castrar alos cerdos y a los carneros, se arrojaron todos alpozo. Las sogas, los tapa ojos de los caballos, lascebaderas degradantes fueron quemados en la basura quese consumía en el patio; al igual que los látigos.Todos los animales brincaron de alegría cuando vieron

los látigos consumirse en llamas. Snowball tambiénlanzó al fuego las cintas con las cuales habían sidodecoradas las melenas y las colas de los caballos,comúnmente, los días de fiesta. – Las cintas –, dijo Snowball, deben considerarsecomo ropa, que constituye la marca de los sereshumanos. Todos los animales deben andar desnudos. Cuando Boxer escuchó esto buscó el pequeñosombrero de paja que usaba en verano para proteger susorejas de las moscas, y lo echó al fuego con el resto. En tan sólo escasos momentos los animales habíandestruido todo lo que le recordaba al señor Jones.Napoleón luego les permitió regresar al establo ysirvió una doble ración de maíz a cada uno, con dosgalletas para cada perro. Prontamente cantaron “Bestiasde Inglaterra” de principio a fin siete veces seguidas, yluego de eso se acostaron por la noche y durmieron comonunca antes en sus vidas. No obstante, despertaron al amanecer como decostumbre, y repentinamente recordando lo glorioso delo ocurrido, todos corrieron juntos hacia elapacentamiento. Un caminito descendía de éste dondehabía una loma que permitía una vista de gran parte dela granja. Los animales se apresuraron hacia la cimade esta y contemplaron alrededor la clara luz de lamañana. Sí, era de ellos-¡todo lo que podían mirar erade ellos!-, en el éxtasis de ese pensamiento todossaltaban y brincaban alrededor, se abalanzaban en elaire con grandes saltos de alegría. Se revolcaban entreel rocío, trozaban bocanadas del dulce pasto delverano, sacaban los terrones de de la tierra negra yolían su rica esencia. Luego hicieron un tour deinspección por toda la granja, examinando con mudaadmiración el campo para el arado, el henar, el huerto,el pozo, el matorral. Era como si no hubieran vistotodas estas cosas entes, y todavía no podían creer quetodo era de ellos. Luego marcharon de regreso hacia los edificios dela granja y se detuvieron en silencio en la puerta dela casa. Todo era de ellos también, pero tenían miedode entrar. No obstante, a continuación Snowball y

Napoleón empujaron la puerta con sus hombros paraabrirla y los animales entraron en fila, con sumocuidado para no desarreglar nada. Caminaron enpuntillas de cuarto en cuarto, temerosos de hablar másde lo que creaba un susurro, mirando con cierta clasede pavor ante el increíble lujo, las camas concolchones de pluma, los espejos, el sofá de pelo decaballo, la alfombra de Bruselas y la litografía de lareina Victoria sobre la repisa del salón de dibujo. Seencontraban justo bajando la escalera cuando se dieroncuenta de que Mullie estaba perdida. De regreso, losotros descubrieron que se había quedado atrás en elmejor cuarto. Había tomado un pedazo de cinta azul dela peinadora de la señora Jones y se lo estaba midiendosobre su hombro, admirándose estúpidamente al espejo.Los otros se lo reprocharon firmemente, y salieron. Sesustrajeron algunos jamones que colgaban en la cocinapara darle sepultura, y el barril de cerveza fue rotocon una patada de los cascos de Bóxer. Por otra parte,no se tocó ningún otro objeto de la casa. En el lugarse franqueó una resolución unánime, la cual anunciabaque la casa de la granja se preservaría como un museo.Todos acordaron que ningún animal debería vivir allí. Los animales desayunaron, y luego Snowball yNapoleón llamaron nuevamente a todos. – Camaradas –, dijo Snowball, – son las seis ymedia y tenemos un largo día por delante. Hoycomenzamos con la cosecha del heno. Sin embargo, hay unasunto, el cual debemos atender primero. Los cerdos revelaron ahora que durante los tresmeses anteriores habían aprendido a leer y a escribircon una vieja cartilla, la cual había pertenecido a loshijos de la señora Jones y que había tirado al montónde basura. Napoleón envió a buscar unos potes depintura blanca y negra y los llevó hacia el portón dela entrada que daba al camino principal. Luego,Snowball (porque era Snowball quien mejor escribía)tomó una brocha entre los dos nudillos de sus patas,borró el nombre de Granja Manor desde el tope de labarra de la puerta y en su lugar colocó Granja Animal.Este iba a ser el nombre de la granja de ahora en

adelante. Luego regresaron a los edificios de lagranja, en donde Snowball y Napoleón mandaron a buscaruna escalera que lograron colocar al final de la paredde la gran biga. Explicaron que por sus estudiosdurante estos tres últimos meses, los cerdos habíanllegado a reducir los principios del Animalismo ensiete mandamientos. Estos Siete Mandamientos estaríaninscritos en la pared; formarían una ley inalterable,por medio de la cual todos los animales de GranjaAnimal deberían vivir para siempre. Con algunadificultad (porque no es fácil para un cerdobalancearse en una escalera) Snowball subió y comenzó atrabajar, con Squealer a unos cuantos peldaños debajososteniendo el pote de pintura. Se escribieron losmandamientos en la pared alquitranada en letras blancasgrandes, que podían leerse a una distancia de treintayardas. Lo que se escribió decía así:

LOS SIETE MANDAMIENTOS

1. Todo lo que ande sobre dos patas es un enemigo.2. Todo lo que ande sobre cuatro patas o tenga alas

es un amigo.3. Ningún animal deberá usar ropa.4. Ningún animal deberá dormir en una cama.5. Ningún animal deberá beber alcohol6. Ningún animal deberá matar a otro animal.7. Todos los animales son iguales.

Todo estaba muy nítidamente escrito con laexcepción de que la palabra “amigo” se había escrito“agomi” y una de las “Ss” quedó volteada, lo demásestaba bien hasta el final. Snowball leyó en voz altapara el beneficio de los otros. Todos los animalesasintieron quedando completamente de acuerdo, einmediatamente los más inteligentes comenzaron aaprenderse Los Mandamientos de memoria.

–Ahora, camaradas –, dijo Snowball lanzando labrocha de pintura, – ¡al campo de heno! Tengamos elhonor de terminar la cosecha de heno más rápido de loque podían hacerlo Jones y sus hombres. Pero en ese momento las tres vacas, que parecíanhaberse estado quejando desde hacía tiempo, levantaronun gran mugido. No habían sido ordeñadas enveinticuatro horas y sus ubres estaban a punto deestallar. Luego de meditar un poco, los cerdos mandarona buscar algunos baldes y las ordeñaron con muchoéxito, adaptando bien sus patas para esta faena. Prontohabían cinco baldes de espumosa y cremosa leche, lacual mucho de los animales la observaba con sumointerés. – ¿Qué va a pasar con toda esa leche? dijoalguien, – Jones algunas veces la utilizaba paramezclarla un poco con nuestro majar–, dijo una de lasgallinas. – No importa la leche, camaradas–, afirmóNapoleón, colocándose frente a los baldes. –Eso seatenderá. La cosecha es más importante. Camaradas,Snowball guiará el camino. Los seguiré en algunosminutos. ¡Adelante, camaradas! El heno está esperando. Entonces los animales bajaron al henar paracomenzar la cosecha, y cuando regresaron en la tarde,se notó que la leche había desaparecido.

CAPITULO 3

¡Cómo trabajaron y sudaron para sembrar elheno! Pero sus esfuerzos eran reconfortantes, porquemás grandioso, incluso de lo que habían esperado,constituía el éxito de la cosecha. Algunas veces el trabajo era rudo; los implementosestaban diseñados para los seres humanos y no para losanimales, lo que establecía un gran atraso el hecho deque ningún animal estuviera capacitado para utilizaralguna herramienta que involucrara el pararse sobre suspatas traseras. No obstante los cerdos eran taninteligentes que podían pensar en la manera de darle la

vuelta a cualquier dificultad. En cuanto a loscaballos, conocían cada palmo del campo, y de hecho,entendían el negocio del segar y rastrillar mucho mejorde lo que Jones y sus hombres lo habían hecho.Ciertamente los cerdos no trabajaban, pero dirigían ysupervisaban a los otros. Con sus conocimientossuperiores, era natural que asumieran el liderazgo.Boxer y Clover armaban el arnés, sin ayuda, a lasegadora o a la rastrilladora (por supuesto, no senecesitaban ni riendas ni frenos en esos tiempos) yfirmemente tiraban una y otra vez alrededor del campocon un cerdo caminando detrás que decía “¡arre, camarada!”o “¡hacia atrás, camarada!” según el caso. Además, hasta elmás humilde de todos los animales trabajaba acomodandoy amontonando el heno. Incluso los patos y las gallinastrabajaban de un lado al otro todo el día a la luz delsol, cargando volutas diminutas de heno en sus picos.Finalmente, terminaron la cosecha en dos días menos delo que comúnmente empleaban Jones y sus hombres. Sinembargo, esta era la mayor cosecha jamás vista en lagranja. Nada se desperdiciaba; las gallinas y los patoscon buen tino habían reunido hasta el último tallo.Además, ningún animal en la granja se había sobrepasadoen tomar más de lo debido.

Durante todo ese verano el trabajo de la granja serealizó con precisión. Los animales estaban más felicesque nunca por haber alcanzado tal logro. Cada bocado decomida resultaba un agudo placer positivo, ahora queverdaderamente era su propia comida, producida porellos mismos y para ellos mismos, y no repartida por unamo rencoroso. Con la partida de los parasitarios einútiles seres humanos, había más de comer para cadaquien. Había también más tiempo libre, a pesar de lainexperiencia de los animales. Se encontraban conmuchas dificultades; por ejemplo, al final del año,cuando cosechaban el maíz, tenían que remacharlo alestilo arcaico, y disipar la cizaña con el aire de suspulmones, puesto que la granja no poseía una maquinatrilladora; pero siempre las superaban con lainteligencia de los cerdos y los tremendos músculos de

Boxer. Boxer constituía la admiración de todos. Élhabía sido un trabajador arduo hasta en los tiempos deJones, sin embargo, ahora lucía tres caballos en ves deuno; y habían días en donde todo el trabajo parecíadescansar sobre sus poderosos músculos. Desde la mañanahasta la noche él estaba empujando y arrastrando,siempre en el lugar donde el trabajo era másdificultoso. Él había hecho un trato con uno de losgallos para que lo llamara en las mañanas media horamás temprano que a cualquier otro para poner a voluntadla labor en donde pareciera ser más necesario, antesdel inicio del trabajo diario. Su respuesta a cualquierproblema, cada pausa, era “¡trabajaré más fuerte!” la cualbahía adoptado como un eslogan personal. Pero cada quien trabajaba de acuerdo a sucapacidad. Las gallinas y los patos, por ejemplo,ahorraban cinco toneladas de maíz de la cosechareuniendo los granos rezagados. Nadie robaba, nadie sequejaba de su ración, la discordia, el engaño y elcelo, que habían sido características normales de lavida en los viejos días, casi habían desaparecido.Nadie evadía el trabajo, o casi nadie. A decir verdad,Mollie no era capas de levantarse temprano en la mañanay siempre tenía una excusa para dejar el trabajo prontoen el campo, como la de tener una piedra en su casco.En tanto que el comportamiento de la gata era algopeculiar. Pronto se notó que cuando había trabajo porhacer a ésta nunca se le podía encontrar. Desaparecíapor horas hasta el final, y luego aparecía a la hora dela cena, o en la tarde luego de que el trabajoterminaba, como si nada hubiese ocurrido. Pero siempretenía excelentes excusas, y ronroneaba tancariñosamente que era imposible no creer en sus buenasintenciones. El viejo Benjamín, el burro, lucía sincambios desde la Rebelión. Hacía su trabajo de la mismamanera lenta y tenaz como en los tiempos de Jones,nunca evadiéndolo ni ofreciéndose para algún trabajoextra. No expresaba ninguna opinión sobre la Rebelión ysus resultados. Si en algún momento se le preguntasesi era más feliz ahora que no estaba Jones, diría sóloque: “Los burros viven mucho tiempo. Ninguno de ustedes ha visto

algunas vez a un burro muerto,” y los demás debían contentarsecon esta misteriosa respuesta. Los domingos no se trabajaba. El desayuno era unahora más tarde que de costumbre, y luego había unaceremonia, la cual se cumplía cada semana sin falta.Primero venía la izada de la bandera. Snowball habíaencontrado en el cuarto de los arneses un viejo mantelverde de la señora Jones y había pintado en él un cascoy un cuerno en blanco. Esto era lo que levantaba elasta de la bandera, en el jardín de la granja, todoslos domingos por la mañana. La bandera era verde,explico Snowball, para representar los campos verdes deInglaterra, mientras el casco y el cuerno; la futurarepública de los animales que emergería cuando la razahumana haya sido finalmente depuesta. Después de laizada de la bandera todos los animales entraban entropel al gran establo para una asamblea general, lacual era conocida como el Meeting. Aquí se planeaba eltrabajo de la siguiente semana y se adelantaban ydebatían las resoluciones. Siempre eran los cerdos losque las dirigían. Los otros animales sabían como votar,pero no podían pensar por sí solos en ningunaresolución. Snowball y Napoleón eran por cierto los másactivos en los debates. Pero se notaba que estos dosnunca se ponían de acuerdo. Cualquier sugerencia quealguno de los dos proponía, podría prevenir laoposición del otro. Aún cuando se solventó –lo queninguno pudo objetar para su bien –apartar un pequeñoapacentadero detrás de la huerta como hogar de descansopara los animales que estuvieran en período de retiro,hubo un tormentoso debate sobre la edad correcta dejubilación para cada clase de animal. El Meetingsiempre terminaba con el canto de “Bestias deInglaterra”. Y las tardes se dejaban para larecreación. Los cerdos habían apartado el cuarto de losarneses como centro de operaciones. Allí, por lastardes, estudiaban herrería, carpintería, y otras artesnecesarias de los libros de textos que habían sacado dela casa de la granja. Snowball también se ocupaba deorganizar a los otros animales en lo que el llamaba

Comité de Animales. En esto era perseverante. Formó elComité de Producción de Huevos Para las Gallinas, La Liga de Las ColasLimpias para las vacas, El comité para la Reeducación de Los AnimalesSalvajes (el objetivo de este consistía en amaestrar alas ratas y a los conejos), El Movimiento de la Lana másBlanca Para las Ovejas, y varios otros; además de las clasesinstructivas para leer y escribir. Por lo general,estos proyectos constituyeron un fracaso. El intento deamansar a las criaturas salvajes, por ejemplo, fallócasi de inmediato. Continuaron comportándose comoantes, y cuando se les trataba con generosidad, seaprovechaban de la ocasión. La gata se unió al Comité yera muy activa en él durante algunos días. Una vez, fuevista sentada en el techo conversan con unos gorrionesque se encontraban fuera de su alcance. Ella les decíaque ahora todos los animales eran camaradas y quecualquier gorrión, si quería, podía percharse en suzarpa; sin embargo los gorriones mantuvieron ladistancia. Las clases de lectura y escritura, noobstante, constituyeron un gran éxito. Para el otoño,cada animal en la granja poseía, literalmente, algúnnivel. En cuanto a los cerdos, estos podían ya leer yescribir correctamente. Los perros aprendieron a leerbastante bien, pero no se interesaban por estudiar nadaexcepto los Siete Mandamientos. Muriel, la cabra, podíaleer un poco mejor que los perros, y en ocasionesacostumbraba a leerle a los otros, por las tardes, losretazos de periódico que encontraba en el montón de labasura. Benjamín podía leer tan bien como cualquiera delos cerdos, pero nunca practicaba su facultad. De modoque, como él sabía, decía que no había nada escrito quevaliera la pena. Clover aprendió todo el alfabeto, perono podía juntar las palabras. Boxer no pudo pasar de laletra D; podía trazar la A, B, C y la D en la arena consus enormes cascos, y luego se quedaba mirando lasletras con sus orejas hacia atrás sacudiendo su melena,tratando con toda su voluntad de recordar cual veníadespués sin tener éxito. En varias ocasiones, de hecho,él sí se aprendía la E,F,G, y H, pero cuando lasmemorizaba, se descubría siempre que había olvidado la

A,B,C y D. Finalmente, decidió estar contento con lascuatro primeras letras, y acostumbraba a escribirlas,una vez o dos todos los días para refrescar su memoria.Mollie se negaba a aprender cualquier cosa que nofuesen las seis letras que deletreaban su nombre. Lasarmaba muy claramente con pedazos de ramas,decorándolas luego con una o dos flores y las admirabacaminando a su alrededor. Ninguno de los otros animales de la granja pudollegar más allá de la A. Se supo también que losanimales más estúpidos, tales como las ovejas, gallinasy los patos no estaban capacitados para aprender lossiete mandamientos de memoria. Luego de mucho meditar,Snowball proclamó que los Siete Mandamientos podían, enefecto, ser reducidos a una máxima pequeña,declarándose: “Cuatro patas bien, dos patas mal”. Esto, decía,contenía los principios esenciales del animalismo.Cualquiera que lo haya comprendido completamente,estará a salvo de las influencias humanas. Los pájaroslo objetaron al principio, puesto que les parecía quetambién tenían dos patas, pero Snowball comprobó queesto no era así. – El ala de un ave, camaradas, – dijo, –constituye un órgano de propulsión y no demanipulación. De manera que debe ser considerado comopata. La marca que distingue al hombre es “la mano”, quees el instrumento por medio del cual realiza todas susvagabunderías. Las aves no entendían las extendidas palabras deSnowball, sin embargo aceptaban su explicación y losanimales más humildes comenzaron a trabajar paraaprenderse la nueva máxima de memoria. CUATRO PATAS BIEN,DOS PATAS MAL, se inscribió sobre la pared al final delgranero, encima de los siete mandamientos y en letrasmás grandes. Cuando todos ya la tenían de memoria, lasovejas demostraron un gran gusto por esta máxima, ysiempre que se echaban en el campo todas comenzaban abalar “¡cuatro patas bien, dos patas mal!”, “¡cuatro patas bien, dospatas mal!”Y se mantenían así por horas sin cansarse porello.

Napoleón no se interesaba por las reuniones deSnowball. Él afirmaba que la educación del joven eramás importante que cualquier otra cosa que pudierahacerse para aquellos que ya estaban crecidos. Sucedióque Jessie y Bluebell habían parido ambas, justo luegode la cosecha de heno, dando luz, entre las dos, anueve perritos robustos. Tan pronto como fuerondestetados, Napoleón se los quito a sus madres,diciéndoles que él se haría responsable por sueducación. Los llevo al ático, donde solo podíallegarse por medio de una escalera desde el cuarto delos arneses, allí se mantenían en tal aislamiento, queel resto de la granja pronto se olvido de suexistencia. El misterio sobre el paradero de la leche prontose aclaro. Ésta era mezclada con la comida de loscerdos todos los días. Las primeras manzanas estabanmadurando, y la grama del huerto se encontrabaliteralmente con frutas caídas de los árboles. Losanimales habían asumido, como es natural, que éstas secompartirían de manera equitativa. Un día, sin embargo,se adelantó la orden de que todas las frutas caídasfuesen recogidas para agruparlas y traerlas al cuartode los arneses para el uso de los cerdos. A todasestas, algunos de los otros animales murmuraron, peroesto no valió de nada. Todos los cerdos estuvieroncompletamente de acuerdo al respecto, incluso Snowbally Napoleón. Se envió a Squealer para que diera a losotros las explicaciones necesarias. – ¡Camarada! – gritó él – ¡no se estaránimaginando, espero, que nosotros los cochinos estamoshaciendo esto con un espíritu de egoísmo y privilegio,a muchos de nosotros no nos gusta la leche y lasmanzanas! A mi, personalmente, me desagradan. Nuestroúnico objetivo en tomar estas cosas es para conservarnuestra salud. La leche y las manzanas (comprobadocientíficamente, camaradas) contienen sustanciasabsolutamente necesarias para el bienestar del cochino.Nosotros los cochinos, utilizamos el cerebro paratrabajar. Todo el manejo y organización de la granjadepende de nosotros. Día y noche permanecemos vigilando

su bienestar. Es por ustedes que bebemos esa leche ycomemos esas manzanas. – ¿Saben qué pasaría si nosotroslos cochinos falláramos con nuestro deber? ¡Jonesregresaría! ¡Sí, Jones regresaría! ¿Seguramente,camaradas, – gritó Squealer casi suplicándoles,saltando de un lado al otro, batiendo su cola, –seguramente no hay nadie entre ustedes que quisiera verel regreso de Jones? Ahora, si ocurría algo de que los animalesestuvieran seguros, era el hecho de que ellos noquerían el regreso de Jones. Cuando esto les fueaclarado, no tuvieron más nada que decir. Laimportancia de mantener a los cochinos saludables erademasiado obvia. De manera que se acordó, sin adelantarcomentarios, que la leche y las manzanas que cayeran (ytambién las cosechas importantes de manzanas cuandomaduraran) deberían preservarse solo para los cochinos.

CAPÍTULO 4

Para el verano. La noticia de lo que habíaocurrido en Granja Animal se propagó por casi toda lamitad del condado. Todos los días Snowball y Napoleónenviaban vuelos de palomas, cuyas instrucciones eranlas de reunirse con los animales de las granjasvecinas, contarles la historia de la rebelión yenseñarle la canción “Bestias de Inglaterra”. Jones había pasado la mayor parte de este tiemposentado en la taberna El León Rojo en Willingdonquejándose, con cualquiera que le escuchara, de lamonstruosa injusticia que le había ocurrido por habersido despojado de su propiedad por una camada deanimales buenos para nada. Los otros granjerossimpatizaban como colegas, pero no le proporcionaban,de inmediato, mucha ayuda. En el fondo, cada uno sepreguntaba de qué manera podía sacarle provecho a la

desgracia de Jones para su propio beneficio. Por suertelos dueños de las dos granjas que colindan con GranjaAnimal permanecían constantemente en malas relaciones.Una de estas, la cual se llamaba Foxwood, constituíauna granja amplia, descuidada y anticuada, en donde elmonte crecía exageradamente, con su pasto abandonado ysus linderos en condiciones desagradables. El señorPilkington, su dueño, era un granjero caballeroso yamable que pasaba la mayor parte del tiempo pescando ocazando de acuerdo a la época. La otra granja, que sellamaba Pinchfield, era más pequeña y estaba mejormantenida. Su dueño era un tal señor Frederick, unhombre vulgar y astuto, que siempre estaba involucradoen negocios sucios y con fama de tacaño entransacciones embarazosas. Estos dos se odiaban tantoque resultaba difícil para ambos llegar a un mutuoacuerdo, aún en defensa de sus propios intereses. No obstante, ambos estaban completamente temerosospor la rebelión en Granja Animal, y muy ansiosos porprevenir a sus animales de aprender mucho al respecto.Al principio procuraron reírse para desdeñar la idea deque unos animales manejaban su propia granja. Todoterminaría en una quincena, dijeron. Pretendían hacercreer, con sus divulgaciones, que los animales en laGranja Manor (insistían en llamarla Granja Manor; notoleraban el nombre “Granja Animal”) se encontraban enconstantes peleas entre ellos y morían rápidamente dehambre. Cuando el tiempo pasó y los animales,evidentemente, no morían de hambre, Frederick yPilkington cambiaron su tono y comenzaron a hablar delas terribles debilidades que florecían ahora en laGranja Animal. Se había divulgado que los animalespracticaban allí el canibalismo, se torturaban unos aotros con herraduras de caballo calientes al rojo vivo,y prestaban sus parejas. Esto era el resultado de larevelación de las leyes de la naturaleza, dijeronFrederick y Pilkington. A pesar de todo, estas historias no se creíancompletamente. Los rumores de una granja maravillosa,sobre la que los seres humanos habían sido depuestos yen donde los animales manejaban sus propios negocios,

continuaban circulando de manera vaga y distorsionada,y a lo largo de ese año una ola de insurrecciónarropaba todo el condado. Los toros, que siempre sehabían comportado mansos, de repente se habían tornadosalvajes, las ovejas derribaban el cercado y devorabanel trébol, las vacas pateaban el cubo, los caballos decaza se negaban a saltar los setos y lanzaban a susjinetes al otro lado. Sobre todo, las notas y hasta laletra de la canción “Bestias de Inglaterra” ya se conocíanpor todas partes. Se había propagado con una velocidadimpresionante. Los seres humanos no podían contener suira cuando escuchaban esta canción, por más queaparentaban pensar que era ridícula. No podíancomprender, decían, cómo hasta los animales lograbandedicarse a cantar semejante basura detestable. Acualquier animal que se encontrase cantándola se leazotaba inmediatamente. Sin embargo, la canción nopodía reprimirse. Los mirlos la silbaban en losvallados, las palomas la arrullaban en los álamos, seexpandía en lo tenue de las fraguas y en los tonos delas campanas de la iglesia. Además, cuando los humanosla escuchaban, temblaban en secreto, sentían en ella laprofecía de su futura fatalidad. A principio de octubre, cuando se cortó y apilonóel maíz, cuya parte de él ya estaba trillado, un grupode palomas se aproximaba revoloteando en el aire y enformación con salvaje emoción sobre el jardín de AnimalFarm. Jones y todos sus hombres, con un grupo más dedoce, de Foxwood y Pinchfield, habían entradoviolentamente por la entrada principal y venían encarretas en dirección a la granja. Todos traían palosexcepto Jones, quien marchaba al frente con una pistolaen sus manos. Ciertamente, estos intentaban retomarla granja. Esto se había estado esperando desde hacía mucho yse habían hecho todos los preparativos. Snowball, quienhabía estudiado un viejo libro sobre las campañas deJulio Cesar, el cual había encontrado en la casa de lagranja, permanecía a cargo de las operaciones dedefensa. Dio sus órdenes rápidamente, y en unossegundos cada animal se encontraba en su puesto.

A medida en que los seres humanos se aproximaban alos edificios de la granja, Snowball lanzó su primerataque. Todas las palomas, un numero de treinta ycinco, revolotearon de aquí para allá sobre las cabezasde los hombres y los ensuciaban desde el aire; ymientras los hombres enfrentaban esta situación, losgansos, quienes habían estado escondidos tras elvallado, los embistieron y picaron con astucia en suspantorrillas. Sin embargo, esto constituía sólo unaligera maniobra de escaramuza con la intención de crearun poco de desorden, y los hombres fácilmente lograronlibrarse de los gansos con los palos. Ahora Snowballlanza su segunda línea de ataque. Murriel, Benjamín, ytodas las ovejas, con Snowball a la cabeza, se lanzaronhacia adelante y picaron y embistieron a los hombresdesde cualquier parte, mientras que Benjamín sedevolvía y los embestía y pateaba con sus pequeñoscascos. Pero una vez más los hombres, con sus palos ysus botas espoladas, resultaban demasiado fuertes paraellos, y repentinamente, al escuchar el chillido deSnowball, que era la señal de retirada, todos losanimales regresaron y escaparon hacia la entrada delcorral. Los hombres lanzaron un grito de triunfo, veían,tal como lo imaginaban, a sus enemigos en huida, ycorrieron tras ellos en desorden. Esto era justo lo queSnowball había planeado. Tan pronto como estuvierondentro del corral, los tres caballos, las tres vacas yel resto de los cochinos, quienes habían estadohaciendo una emboscada en el establo de las vacas,repentinamente emergieron desde atrás,neutralizándolos, Snowball ahora daba la señal de alacarga. Él mismo se lanzó directo hacia jones. Jones vioque él venía, sacó su pistola y disparó. Los perdigonesmancharon de sangre de manera instantánea la espalda deSnowball y una oveja cayó muerta. Sin detenerse por uninstante, Snowball lanzó su decima quinta roca contralas piernas de Jones. Jones fue lanzado a una pila deexcremento y su escopeta se le soltó de sus manos. Peroel más terrible espectáculo de todos era el de Boxer,quien empinándose sobre sus patas traseras, golpeaba

fuertemente con sus grandes cascos de hierro como unsemental. El primer golpe lo recibió en la cabeza unmozo del establo de Foxwood, quien cayó tendido sinvida en el fango. En vista de esto, algunos hombressoltaron sus palos y trataron de correr. El pánico seapoderó de ellos y por consiguiente todos los animaleslos persiguieron por todo el patio. Los cornearon, lesdieron coces, los patearon, los mordieron y lospisotearon. No hubo ningún animal en la granja que nose vengara según su capacidad. Hasta la gata se lanzódel techo sobre los hombros de un vaquero, clavando susgarras sobre el cuello de éste, por lo que gritó conhorror. En un momento, al haber un claro espacio, loshombres se animaron lo suficiente para escabullirse delpatio y huyeron por el camino principal. De estamanera, en cinco minutos de su invasión se encontrabanen una retirada deshonrosa por el mismo camino de dondevinieron, con una bandada de gansos siseándoles detrásde ellos y picoteándoles sus pantorrillas durante todoel trayecto. Todos los hombres habían huido excepto uno. En elpatio trasero, Bóxer removía con su casco a un jovendel establo, que yacía boca abajo en el lodo, tratandode voltearlo. El joven no se movía. –Está muerto, –dijo Bóxer con tristeza – No tenía intención de haceresto. Olvidé que tenía puesto los cascos de hierro.¿Quién va a creer que no lo hice al propósito? – ¡Nada de sentimentalismo, camarada! –gritóSnowball, cuyas heridas aún estaban sangrando. – LaGuerra es la guerra. El único ser humano bueno es elmuerto. - No tengo el deseo de quitar la vida, ni siquierala vida humana –repetía Bóxer, con sus ojos llenos delágrimas. – ¿Dónde está Mullie? – preguntó alguien. De hecho, Mullie se encontraba extraviada. Porun momento, hubo una gran alarma; se temía que loshombres pudieran haberla lastimado de alguna manera, ohasta habérsela llevado con ellos. Afortunadamente, laencontraron escondida en su establo con su cabezametida entre el heno del pesebre. Ella había emergido

volando inmediatamente al brotar el primer disparo.Cuando los demás salieron a buscarla, se encontraronque el mozo del establo, quien ciertamente sólo seencontraba inconsciente, se había recuperado yescapado. Los animales ahora se habían reunido una vez máscon salvaje emoción, cada quien recontando, en suintervención, sus propias hazañas durante la batalla.De inmediato se improvisó una celebración de lavictoria. Se izó la bandera y se cantó varias veces“Bestias de Inglaterra”, luego se le otorgó un funeralsolemne a la oveja que había sido asesinada en labatalla, plantándosele un espino blanco del monte en sutumba. Al lado de la tumba, Snowball pronunció unpequeño discurso, enfatizando la necesidad deprepararse todos los animales para morir por AnimalFarm, si fuera necesario. Unánimemente, los animales decidieron crear unacondecoración militar “Héroe Animal Primera Clase”, la cualle fue conferida, en ese instante, a Snowball y aBóxer. Eran unas medallas de bronce (en realidadconsistían en unos viejos adornos de caballería quehabían sido encontrados en el cuarto de los arneses),que se colocarían los domingos y días feriados. Tambiénestaba la de “Héroe Animal segunda clase”, la cual le fueconferida, de manera póstuma, a la oveja caída. Hubo mucha discusión sobre el nombre que debíadársele a la batalla. Finalmente, se la nombró “LaBatalla Del Establo de Las Vacas”, puesto que fue ahí dondehabía surgido la emboscada. Se encontró la escopeta delseñor Jones tirada en el lodo, y se supo que en la casade la granja habían repuestos de cartuchos. Se decidiócolocar la escopeta al pie del mástil como pieza deartillería y que fuera disparada dos veces al año; unael 12 de octubre, aniversario de la Batalla del Establode Las Vacas y la otra en el día del solsticio deverano, aniversario de la Rebelión.

CAPÍTULO 5

A medida que transcurría el invierno, Mullie setornaba cada vez más problemática. Todas las mañanasllegaba tarde a las labores con la excusa de que sehabía trasnochado, quejándose también de doloresmisteriosos, a pesar de que su apetito era excelente.Con cualquier pretexto abandonaba el trabajo y sedirigía al bebedero, donde se quedaba estúpidamentecontemplando su propio reflejo sobre el agua. Pero,también existían rumores de algo más serio. Un día;mientras Mollie entraba al patio paseando alegremente,moviendo su larga cola y masticando un puñado de heno;Clover la llamo aparte. – Mullie, – dijo ella– tengo algo muy serio quedecirte. Esta mañana te vi mirando hacia la cerca quedivide a Animal Farm de Foxwood. Uno de los hombres dePilkington estaba parado al otro lado de la cerca. Meencontraba, entonces, más o menos distante, pero estoycasi segura que vi esto: él estaba hablándote y tú lepermitías que acariciara tu hocico. ¿Que significa eso,Mullie? – ¡El no estaba! ¡Yo no estaba! ¡No es verdad! –Gritó Mullie, comenzando a cabriolar y escarbar elsuelo. – ¡Mullie!, Mírame a la cara. ¿Me Das tu palabrade honor de que el hombre no estaba tocando tu nariz? – ¡No es cierto! –repitió Mullie, pero no pudo ver aClover a la cara, y después escapó, galopando hacia elcampo. Un pensamiento golpeó a Clover. Sin decir nada alos otros, Fue al establo de Mullie y volteó la pajacon sus cascos. Bajo la paja se hallaba escondida unapaca de terrón de azúcar y algunas patucas de cintas dediferentes colores. Luego de tres días, Mullie desapareció. Poralgunas semanas, nada se supo de su paradero. Mástarde, las palomas reportaron haberla visto al otro

lado de Willingdon. Se encontraba entre las barras deun elegante carruaje color rojo y negro, que estabaparado en las afueras de una taberna. Un hombregordo, de cara rojiza, con pantalones a cuadros ypolainas, que lucía como un tabernero, acariciaba suhocico y la alimentaba con azúcar. Recientemente lehabían cortado su pelo y llevaba una cinta colorescarlata sobre su pollina. Lucia contenta consigomisma. Así dijeron las palomas. Ninguno de los animalesvolvió a mencionar a Mullie. En enero, tocó una amarga y dura estación. Latierra estaba como el hierro, y no se podía hacer nadaen los campos. En el gran establo se llevaron a cabomuchas reuniones, y los cochinos se ocupaban de planearlos trabajos para la próxima estación. Se habíaacordado que los cochinos, los cuales eran claramentemás listos que los otros animales, decidirían todos losasuntos políticos de la granja, a pesar de que susdecisiones tenían que ser ratificadas por mayoría devotos. Este arreglo habría funcionado bien si nohubiera sido por las disputas entre Snowball yNapoleón. Estos dos no llegaban a un acuerdo encualquier punto de posibilidad del mismo. Si uno deellos sugería sembrar una mayor hectárea de cebada, elotro seguro que mandaba a sembrar una mayor de avena,y si uno de ellos decía que tal o cual terreno eraapropiados para las lechugas, el otro afirmaba que ésteera útil solamente para los nabos. Cada cual tenía sussimpatizantes, y algunos debates eran violentos. En lasreuniones, Snowball siempre obtenía el apoyo pormayoría debido a sus brillantes discursos, peroNapoleón era más astuto al conseguir apoyo para supropio beneficio en medio del debate. Especialmente,tenía éxito al lograr el apoyo de las ovejas. Al final,las ovejas habían optado por balar “Cuatro patas bien, dospatas mal” cuando les tocaba la palabra y cuando no, ycon esto siempre interrumpían las reuniones. Se notabael hecho de que habían sido encomendados para irrumpircon “Cuatro patas mal dos patas bien” en el momento crucial delos discursos de Snowball. Snowball, lleno de planes ymejoras, había hecho un estudio minucioso de algunos

volúmenes anteriores de “el granjero y el agricultor”que había encontrado en la casa de la granja. Hablabade manera didáctica sobre el sistema de riego delcampo, el almacenamiento del trigo y la escoria básica,del mismo modo, había elaborado un esquema completo endonde todos los animales depositaran sus excrementosdirectamente en los campos, en lugares diferentesdiariamente para ahorrar la tarea del traslado.Napoleón, no era capaz de crear un esquema propio, peroafirmaba tranquilamente que Snowball no llegaría anada, y reflejaba su perdida de tiempo. Pero entretodas sus contrariedades, ninguna era tan infame comola que tuvo lugar acerca del molino de viento. A lolejos del pastizal, no tan distante de lasedificaciones de la granja, había una pequeña loma, locual constituía el punto más alto de la granja. Luegode supervisar el suelo, Snowball decretó que este erael lugar preciso para el molino de viento, el cualpodría construirse para poner a funcionar una dinamo yalimentar a la granja de energía eléctrica. Estoiluminaría los establos y nos mantendría cálidos eninvierno, y también encendería una sierra, unatrilladora, una cortadora y una ordeñadora eléctrica.Los animales nunca habían escuchado hablar de estaclase de cosas antes (debido a que la granja eraanticuada y la mayor parte de la maquinaria estabanobsoletas), escuchaban a Snowball con asombro mientraséste les mostraba su creación de dibujos de máquinasfantásticas, las cuales harían el trabajo para subeneficio, mientras pastoreaban tranquilamente en loscampos o mejoraran su intelecto con las lecturas y lasconversaciones. En pocas semanas los planes de Snowball para elmolino de viento estaban completamente elaborados. Losdetalles mecánicos provenían principalmente de treslibros que habían pertenecido al señor Jones “Mil cosasútiles para la casa”, “El hombre su propio albañil yElectricidad para principiantes”. Snowball utilizo comoestudio un establo que anteriormente había sidoutilizado como incubadora y cuyo piso era de maderapulida, adecuada para dibujar sobre éste. Allí se

encerraba por horas enteras. Con sus libros abiertossostenidos con una piedra, y con un pedazo de tizaasida entre los nudillos de sus patas, se movíarápidamente de un lado a otro, dibujando una línea trasotra, expresando pequeños gimoteos de emoción. Demanera gradual, los planos se iban convirtiendo en unaenmarañada masa de palancas y engranajes, que cubríanmás de la mitad del piso, los cuales eran completamenteilegibles para los otros animales, pero muyimpresionantes. Todos venían a observar los dibujos deSnowball al menos una vez al día. Hasta las gallinas ylos patos venían, y se percataban de no pisar lasmarcas de tiza. Sólo Napoleón mantuvo la distancia.Desde el principio, se había declarado, él mismo, encontra del molino de viento. Sin embargo, un día llegóinesperadamente a examinar los planos. Caminabapesadamente alrededor del cobertizo, observaba muy decerca cada detalle de los planos y los olfateaba una yotra vez, luego permaneció unos instantescontemplándolos de reojo; entonces, de repente, levantósu pata, y orino en los planos, sin decir una palabrasalió caminando. Toda la granja estaba dividida con el objetivo delmolino de viento. Snowball no negaba que suconstrucción constituía una tarea muy difícil. Habríaque cargar piedras y levantar con ellas las paredes,inmediatamente se tendría que construir las aspas yluego de eso se requeriría de dinamos y cables. ¿Cómose iba a producir todo esto? Snowball no lo decía. Peroél sostenía que todo podría hacerse en un período de unaño. Después de esto, dijo él, se ahorraría tantotrabajo que los animales sólo necesitarían trabajartres días a la semana. Por otro lado, Napoleónargumentaba que la mayor necesidad por el momentoconsistía en el incremento de la producción dealimentos, y que si ellos perdían el tiempo en elmolino de viento todos morirían de hambre. Los animalesse organizaron hacia dos tendencias bajo el eslogan“vota por Snowball y los tres días de trabajo” y “vota por Napoleón y lacomelona”. Benjamín era el único animal que no teníainclinación hacia ninguna de las dos tendencias. Se

reusaba a creer tanto por si la comida fuera másabundante, como si con el molino de viento seahorraría más trabajo. Con molino de viento o sin él,decía, la vida seguirá su curso como siempre, así es,que lástima. Aparte de las disputas sobre el molino de viento,existía la cuestión sobre la defensa de la granja. Eracompletamente evidente que a pesar de que los sereshumanos habían sido derrotados en la Batalla delEstablo de las Vacas, ellos podrían realizar otrointento más determinado para reconquistar la granja yreinstalar al señor Jones. Tenían razones suficientespara hacerlo de esa manera, debido a que la noticia desu derrota se había expandido por todo el condado, loque causaba que los animales de las granjas vecinasestuvieran más inquietos que nunca. Como de costumbre,Snowball y Napoleón no se ponían de acuerdo. SegúnNapoleón, lo que debían hacer los animales eraconseguir armas de fuego y adiestrarse entre ellos parausarlas. De acuerdo a Snowball, ellos deberían enviarmás y más palomas y fomentar la rebelión entre losanimales de las otras granjas vecinas. El primeroargumentaba que si ellos no eran capaces de defenderse,estaban destinados a ser conquistados; el otro sosteníaque si las rebeliones ocurrieran en todas partes, notendrían la necesidad de defenderse. Los animalesescuchaban primero a Napoleón, luego a Snowball y nopodían decidir quien tenía la razón, de hecho, ellossiempre concebían estar de acuerdo con quien estuvierahablando al momento. Por fin, llegó el día en que los planos deSnowball estaban listos. En la reunión del siguientedomingo la interrogante de si comenzar o no el trabajode la construcción del molino de viento se sometería avotación. Cuando los animales se encontraban reunidosen el establo principal, Snowball se levantó, a pesarde que lo interrumpían ocasionalmente con el balar delas ovejas, adelantaba sus razones para abogar por laconstrucción del molino de viento. Luego Napoleón separó para responder. Dijo muy tranquilamente que elmolino de viento era una tontería y que no le

aconsejaba a nadie que votara por ello, y en seguida sesentó nuevamente; a penas tardo treinta escasossegundos en hablar, y parecía casi indiferente a lo quecausaba su efecto. En ese momento salto Snowball sobresus patas y gritándole a las ovejas, quienes habíancomenzado a balar nuevamente, lanzaron una apasionantesimpatía a favor del molino de viento. Hasta ahora losanimales habían permanecido divididos más o menos enpartes iguales, pero en un monumento, la elocuencia deSnowball los había atraído a todos. El desarrollo delas oraciones dibujaba la imagen de cómo sería GranjaAnimal cuando el sucio trabajo se desmontara de lasespaldas de los animales. Su imaginación había ido másallá de las trilladoras y las cegadoras. Laelectricidad, decía, podría hacer funcionar lastrilladoras, los arados, las rastrilladoras, losrodillos, las segadoras, y las cosechadoras, además lesuministraría a cada establo su propia luz eléctrica,agua caliente y fría y un calentador eléctrico. Parael momento en que había terminado de hablar no cabíaninguna duda hacia cual lado se dirigirían los votos.Pero justo en ese momento Napoleón se levantó y,lanzando una prolongada mirada indirecta a Snowballpronunció un fuerte chillido muy alto, el cual nadiehabía escuchado antes. Sumado a esto, afuera había unterrible aullido de nueve perros enormes que teníanpuestos unos collares con clavos remachados, que demanera amenazante entraron al establo. Directamente, selanzaron contra Snowball, quien salto de su sitio justoa tiempo, escapando de las acolmilladas mandíbulas. Losperros lo echaron fuera de la puerta en persecución.Estaba muy sorprendido y lleno de pánico para hablar.Todos los animales se aproximaron a la puerta parapresenciar la persecución de Snowball. Snowball corríacruzando el largo pastizal, el cual le indicaba alcamino. Corría y corría como sólo un cochino puedehacerlo, no obstante los perros, estaban casi tomándolopor los tobillos muy cerca de él. De repente, seescabulló y parecía evidente que ya lo tenían. Luegosalió otra vez, corriendo más rápido que nunca,entonces los perros salieron nuevamente a su encuentro.

Uno de ellos acercó su mandíbula a la cola deSnowball, sin embargo, Snowball lo esquivó liberándosejusto a tiempo. Con miedo y espanto, los animalesregresaron lentamente al granero. En un momento losperros regresaron de manera amenazante. Al principio,nadie se había podido imaginar el origen de estascriaturas, pero pronto el problema se solucionó: Eranlos cachorros, los cuales Napoleón le había quitado ala madre y criado en privado. A pesar de que aún noestaban completamente desarrollados, eran unos perrosenormes, y con una mirada tan fiera como la de loslobos. Se mantenían junto a Napoleón. Se notaba quemovían sus colas de la misma manera que los otrosperros acostumbraban a hacerlo con el señor Jones. Napoleón, con sus perros custodiándole, se montóahora sobre la parte elevada del piso, donde habíaestado anteriormente Mayor para dar su discurso.Anunció que de ahora en adelante se acababan lasreuniones de los domingos por la mañana. Eraninnecesarias, dijo, y se perdía el tiempo. En unfuturo, todas las cuestiones relacionadas con eltrabajo de la granja se establecerían por un comitéespecial de cochinos, precedida por mi persona. Nosreuniremos en privado, y luego se darán a conocer lasdecisiones del mismo a los otros. Los animales aún sereunían los domingos en la mañana para saludar labandera, cantar “Bestias de Inglaterra” y recibir sus órdenesde la semana; pero ya no había más debates. A pesar del impacto que les había causado laexpulsión de Snowball, los animales se encontrabandesolados debido al anuncio. Muchos de ellos hubieranprotestado si hubiesen encontrado los argumentoscorrectos. Hasta bóxer estaba un poco desconcertado.Echó sus orejas hacia atrás, movió fuertemente supollina varías veces e hizo un gran intento derevelarse; pero finalmente no pudo pensar en nada másque decir. Algunos cochinos, sin embargo, estaban másconectados. Cuatro de ellos, jóvenes, de la fila delfrente se pronunciaron con chillones alaridos dedesaprobación, y los mismos cuatro emergieron de piey comenzaron a hablar inmediatamente. Pero en un

momento los perros que estaban sentados rodeando aNapoleón emitieron un profundo gruñido amenazante, porlo que los cerdos se callaron y tomaron asientonuevamente. Luego las ovejas irrumpieron con untremendo balido de “Cuatro patas bien dos patas mal” quecontinuo por un cuarto de hora aproximadamente y pusofin a cualquier oportunidad de discusión. Luego enviaron a Squealer hacia la granja para queexplicara las nuevas normativas a los otros.–Camaradas, – dijo – Tengo la confianza de que todoanimal aquí aprecia el sacrificio que ha hecho elcamarada Napoleón en tomarse una hora extra dedescanso. ¡No se imaginen, Camaradas, que el liderazgoes un placer! Todo lo contrario, es una profunda ycargada responsabilidad. Nadie más que el camaradaNapoleón cree firmemente que todos los animales soniguales. Él sería muy feliz con tan sólo dejar queustedes tomen sus propias decisiones. No obstante,algunas veces podrían equivocarse, camaradas, y luego,¿dónde estuviéramos? Supongamos que ustedes hubierandecidido seguir a Snowball con su disparate del molinode viento. Snowball como ya sabemos todos, ¿no eraun criminal más? –Él luchó valientemente en la Batalla del establo delas vacas– dijo una voz.–La valentía no es suficiente– dijo Squealer. –Lalealtad y la obediencia son más importantes. Y conrespecto a la Batalla del establo de las vacas, creoque llegará el momento en que nos daremos cuenta de quela participación de Snowball fue exagerada.¡Disciplina, camaradas, disciplina de hierro! Esta esla palabra mágica del día. Un paso en falso, y nuestrosenemigos estarán sobre nosotros. Seguramente,camaradas, ¿quieren e regreso de Jones? Una vez más este argumento era irrefutable.Ciertamente, los animales no querían el regreso deJones; si la realización de los debates de los domingosen la mañana implicaba la facilidad para que regresara,entonces se debía suspender los debates. Bóxer, quienahora había tenido tiempo para recapacitar, expresó sussentimientos generales con: –si el camarada Napoleón lo

dice, debe estar correcto. Y desde entonces adoptó eleslogan. “Napoleón siempre tiene la razón”, además del suyopropio: “Trabajare más fuertemente” Para ese momento el tiempo había cambiado y estabacomenzando a retoñar la primavera. El cobertizo dondeSnowball había dibujado sus planos del molino de vientohabía sido clausurado y se presumía que habían robadolos planos del suelo. Todos los domingos en la mañana,a las diez en punto, los animales se reunían en elestablo principal para recibir las órdenes de lasemana. El cráneo del Viejo Mayor, límpido sin lacarne, había sido desenterrado del huerto y puesto enun poste al pie del mástil, al lado de la escopeta.Luego de izar la bandera, Se les pidió a los animalesque desfilaran por el cráneo en modo de reverenciaantes de entrar al establo. Ahora no se sentaban juntoscomo antes. Napoleón, con Squealer, y otro cochino denombre Mínimos, quien poseía un marcado don decompositor de canciones y poemas, se sentó al frente dela elevada plataforma, con los nueve perros jóvenes queformaban un semicírculo a su alrededor, y los otroscochinos sentados atrás. El resto de los animales seencontraba sentado de frente en la parte principaldel granero. Napoleón les leyó la orden de la semanacon un desagradable estilo militar, y luego de cantar“Bestias de Inglaterra”, todos los animales se dispersaron. Al tercer domingo, luego de la expulsión deSnowball, los animales se mostraron un tantosorprendidos al escuchar el anuncio de Napoleón de que,después de todo, se iba a construir el molino deviento. No dio razones por las cuales había cambiado deopinión, pero advirtió a los animales que esta tareaextra significaría un trabajo muy arduo; e incluso,podría ser necesario reducir las raciones. Los planes,sin embargo, habían sido preparados, tomando en cuentael más mínimo detalle. Un comité especial de cochinoshabía estado trabajando en ellos desde hace tressemanas. La construcción del molino de viento, conalgunas otras mejoras, se esperaba que tardara unosdos años.

Aquella tarde Squealer explicó, de manera privadaa los otros animales, que en realidad Napoleón nuncahabía estado en contra del molino de viento. Todo locontrario, fue él quien lo había defendido desde unprincipio, y que los planos que Snowball había dibujadoen el suelo del establo de las incubadoras habían sidorobados de los documentos de Napoleón. De hecho, elmolino de viento era creación de Napoleón. – ¿Por qué,entonces, – preguntaba alguien, – se había manifestadotan fuertemente en su contra? En ese momento, Squealermiró muy disimuladamente. – Eso –dijo –constituyó unaestrategia de Napoleón. Él parecía oponerse al molinode viento, simplemente como una maniobra paradeshacerse de Snowball, quien era un personajepeligroso y con mala influencia. Ahora que Snowballestaba fuera, los planes podían marchar sin suinterferencia. Esto, decía Squealer, fue algo llamadotácticas. – Lo repetía varias veces, – ¡tácticas,camaradas, tácticas! – Saltando en círculo y moviendosu cola con una deliciosa sonrisa. Los animales noestaban seguros del significado de las palabras, peroSquealer hablaba de manera tan persuasiva, y los perrosque andaban con el gruñían de manera tan amenazante,que aceptaban sus explicaciones sin hacer objeciones.

CAPÍTULO 6

Todo aquél año los animales trabajaron comoesclavos. Pero estaban contentos con su labor; no sequejaban por el esfuerzo o el sacrificio; estaban muyconscientes de que todo lo que hacían era en pro de supropio beneficio y para las generaciones futuras, y nopara una pila de seres humanos perezosos y ladrones. En el transcurso de la primavera y el verano,trabajaron sesenta horas a la semana, y en agosto,Napoleón anunció que habría trabajo también losdomingos por la tarde. Este trabajo era estrictamentevoluntario, pero cualquier animal que se ausentara delmismo tendría su ración reducida a la mitad. Aún de

este modo, se halló necesario tener ciertas tareas porhacer. La cosecha estuvo un poco más abundante que ladel año pasado, y dos campos, los cuales debieron habersido sembrados de nabos, a comienzos del verano, no seejecutaron porque el arado no se había culminado atiempo. Era posible predecir que el próximo inviernosería dificultoso. El molino de viento presentó problemasinesperados. Había un buen montón de piedra caliza enla granja, y se había encontrado, en una de las casasde la parte de afuera a la principal, suficiente arenay cemento. De manera que todo el material deconstrucción se encontraba a la mano. Sin embargo, elasunto, que al principio no podían resolver losanimales, era el de romper las piedras en tamañosadecuados. Parecía no existir una manera de hacerlo,excepto con picos y patas de cabra, las cuales nopodían ser maniobradas por los animales, debido a queninguno de ellos podía pararse sobre sus dos patastraseras. Hasta que, luego de varias sananas de vanoesfuerzo, uno de ellos tuvo una idea genial;consistía en utilizar la fuerza de la gravedad. Rocasenormes, como eran demasiado grandes para utilizarlas,estaban tiradas al fondo de la cantera. Los animalesataron cuerdas alrededor de las rocas y luego todosjuntos, las vacas, los caballos, las cabras, todoanimal que pudiera agarrar la cuerda (hasta loscochinos participaban en los momentos críticos)arrastraban las piedras con desesperada lentitud por lapendiente rumbo a la cima de la cantera, en donde lasdejaban caer por la orilla para que se despedazaran alestrellarse abajo. El transportar las piedras, yarotas, constituía una tarea completamente simple. Loscaballos las cargaban en carretas, las ovejasarrastraban pedazos pequeños; hasta Murriel y Benjamínse unieron a una carreta vieja con conductor, y hacíansu labor. Para el final del verano, se había acumuladoun buen suministro de piedra, y entonces se dio inicioa la construcción, bajo la superintendencia de loscochinos.

Sin embargo, la tarea laboriosa constituía unproceso lento. Frecuentemente, para arrastrar unaúnica roca hacia la cima de la cantera, tomaba un díacompleto de esfuerzo agotador y, algunas veces, alempujarla fuertemente al barranco no se rompía en elintento. Nada pudo haberse logrado sin Bóxer, cuyafuerza era equivalente a la del resto de todos losanimales juntos. Cuando la roca comenzaba a deslizarsey los animales pedían auxilio con desesperación y seveían arrastrados hacía la pendiente, siempre era Bóxerquien tiraba en contra de la tensión de la roca contodas sus fuerzas y lograba detenerla. Ver a Bóxer, consu gran esfuerzo, halar la cuerda pulgada tras pulgada,aumentando su respiración, rasgando sobre el suelo conla punta de sus cascos y con su enorme cuerpoenmarañado de sudor por todos lados, era un espectáculoque llenaba a todos de admiración. Clover algunas veceslo aconsejaba para que no se sobre esforzara tanto,pero Bóxer nunca le hacía caso. Sus dos slogans,“trabajaré más fuertemente” y “Napoleón siempre tiene larazón”, parecían una respuesta para todos susproblemas. Se había puesto de acuerdo con el gallo paraque lo despertara más temprano en la mañana trescuartos de hora antes en lugar de media hora. Además,en sus ratos libres, los cuales eran muy pocos en esosdías, se iba solo a la cantera, recolectaba una cargade piedra rota, y la arrastraba sin ayuda al sitio delmolino de viento.

Durante todo el verano, los animales no estuvierontan mal, a pesar de lo arduo de su trabajo. Si noposeían más alimento del que habían tenido en los díasde Jones, al menos no escaseaba. La ventaja de tenerque alimentarse por si solos y no tener que mantener acinco seres humanos extravagantes también era tan

placentero, que habían tomado muchos fracasos paraperderla. Y, de muchas ocasiones, los métodos de losanimales, para hacer las cosas, eran más eficientes yse ahorraba trabajo. Tales labores como el dedesmalezar, por ejemplo, podía realizarse con taleficacia, que para los seres humanos resultabaimposible. Y de nuevo, como ahora ningún animal robaba,no era necesario cercar el pasto de la tierra paracultivar, lo cual ahorraba mucho la labor demantenimiento para el cercado y las puertas. Sinembargo, a medida que arropaba el verano, comenzaron asentir una inesperada escasez de varios artículos.Había la necesidad de aceite de parafina, clavos,cuerdas, biscochos para los perros y hierro para loscascos de los caballos, nada de lo cual se podíaproducir en la granja. Más tarde se necesitaríansemillas y abono artificial, a parte de variasherramientas y, finalmente, la maquinaria para elmolino de viento. ¿De que manera se iba a producir todoesto? Nadie era capaz de imaginarlo. Un domingo por la mañana, al reunirse los animalespara recibir sus órdenes, Napoleón anunció que habíatomado la decisión de una nueva política. De ahora enadelante Granja Animal haría transacciones con lasgranjas vecinas; por su puesto, no era para cualquierpropósito comercial, sino simplemente para obtenerciertos materiales, los cuales eran necesariamenteengentes. – Las necesidades del molino de viento debenestar por encima de todo, – decía. De hecho, seencontraba haciendo arreglos para vender una pila deheno y parte de la cosecha de trigo del año en curso,y más tarde, si se necesitaba más dinero, habría querealizarse la venta de unos cuantos huevos, porque elmercado siempre era bueno en Willingdon. –Las gallinas,–dijo Napoleón, –deberán tomar este sacrificio como unajusta contribución especial para la construcción delmolino de viento. Una vez más los animales estaban conscientes deuna vaga intranquilidad. El no tener ningún trato conlos seres humanos, no meterse en negocios nunca, noutilizar dinero nunca (¿no se encontraba todo esto

entre las resoluciones pasadas de la primera reunióntriunfante luego de la expulsión de Jones? Todos losanimales recordaban el arreglo de tales resoluciones; oal menos pensaron que lo habían recordado. Los cuatrojóvenes cochinos, quienes en una oportunidad habíanprotestado cuando Napoleón eliminó las reuniones,levantaron tímidamente sus voces, pero fueron calladosrápidamente por el gruñido descomunal de los perros.Entonces, como de costumbre, las ovejas irrumpieron con“¡Cuatro patas bien, Dos patas mal!” y la inconformidad delmomento fue llevada a la calma. Finalmente, Napoleónlevantó su pata en señal de silencio y anunció quehabía hecho ya todos los arreglos. Ninguno de losanimales tendría la necesidad de tener contacto con losseres humanos, quienes deberían ser sin lugar a dudasunos indeseables. Propuso llevar todas lasresponsabilidades en sus hombros. Un tal señor Whymper,un procurador que vive en Willingdon, había estado deacuerdo para actuar como intermediario entre GranjaAnimal y el mundo exterior, y visitaría la granja cadalunes por la mañana para recibir sus instrucciones.Napoleón terminó su discurso con su grito usual de“Larga Vida Granja Animal”, y luego de cantar “Bestias deInglaterra” les fue ordenada la retirada. Luego Squealer dio una vuelta a la granja ytranquilizó las mentes de los animales. Les aseguró quela resolución que se oponía a relacionarse con losnegocios y la utilización de dinero nunca se habíaaprobado, o hasta sugerida. Fue sólo imaginación,probablemente tentadora al principio por las mentirasque hizo circular Snowball. Algunos animales aún sesentían vagamente dudosos, pero Squealer les preguntóde manera astuta– ¿Están ustedes seguros de que esto noera algo que habían soñado, camaradas? ¿No tienen algúnregistro de tal resolución? Y puesto que eraabsolutamente cierto, el hecho de que no había nada deesto escrito, los animales quedaron satisfechos alreconocer que estaban en un error. Como se habíaarreglado, el señor Whymper visitaba la granja todoslos lunes. Era un hombre pequeño de patillas y demirada viva, un intermediario en cualquier clase de

negocito, pero lo suficientemente cuerdo como paradarse cuenta más rápido que cualquier otro de queGranja Animal requería de un agente y que lascomisiones serían muy buenas. Los animales observabansu ir y venir con cierto espanto, y lo evitaban tantocomo fuera posible. Sin embargo, Napoleón, a gatas, sellenaba de orgullo al darle órdenes a Whymper, quienpermanecía en dos pies, y parcialmente reanudaban unnuevo acuerdo. Las relaciones con la raza humana ya noeran las mismas de antes. Los humanos no odiaban aGranja Animal mucho menos ahora que estaba prosperando;De hecho, la odiaban más que nunca. Cada ser humanomantenía la fe de que tarde o temprano la granja caeríaen banca rota, y que, sobre todo, el molino de vientosería un fracaso. Se reunían en las tabernas ydemostraban por, medio de diagramas, de que el destinodel molino de viento era su desplome evidente, o que sipermanecía en pie, no funcionaría. Sin embargo, encontra de su voluntad, habían creado un cierto respetopor la eficiencia con que los animales habían manejadosus propios asuntos. Uno de estos síntomas era el hechode que habían comenzado a llamar a Granja Animal por suverdadero nombre y dejaron la pretensión de seguirllamándola Granja Manor. Se les había caído también elcampeonato de Jones, quien había tenido las esperanzasde recuperar su granja, y se había ido a vivir a otraparte del país. No existía contacto aún entre GranjaAnimal y el mundo exterior, exceptuando lasintervenciones de Whymper, pero había constantesrumores de que Napoleón estaba a punto de llegar a unosacuerdos de negocios definidos, tanto con el señorPilkington de Foxwood como el señor Frederick dePinchfield (sin embargo, nunca se le veía con ambos ala vez) Más o menos en esa época, constituyo para loscochinos la súbita mudanza hacia la casa de la granja yse residenciaron en ella. Nuevamente, los animalesparecían recordar que la resolución en contra de estamedida había sido aprobada al principio, luego Squealerfue capaz de convencerlos de que ese no era el caso.Consistía en algo necesario, dijo, que los cochinos,

que constituían el cerebro de la granja, debían tenerun lugar apacible para trabajar. También era masapropiado para la dignidad del líder de la granja(porque últimamente se había referido a Napoleón con elseudónimo de “Líder”) vivir en una casa que en unaverdadera pocilga. Sin embargo, algunos de los animalesse molestaron al enterarse de que los cochinos no solodesayunaban en la cocina y utilizaban el cuarto dedibujo como sitio de recreación, sino que tambiéndormían en las camas. Bóxer como de costumbre loaprobaba con su lema de “¡Napoleón siempre tiene razón!”Noobstante, Clover, quien creyó recordar una regladefinitiva en contra de las camas, fue al final delestablo y trato de descifrar los Siete Mandamientos quese encontraban allí escritos. Encontrándose capaz deleer no más que letras sueltas, buscó a Murriel. –Murriel, – dijo ella-, léeme el CuartoMandamiento. ¿No dice algo acerca de nunca dormir enuna cama? Con cierta dificultad Murriel pronunció.–Dice, –Ningún animal deberá dormir en una cama consábanas, –dijo ella finalmente. Con mucha curiosidad, Clover no había recordadoque el Cuarto Mandamiento mencionara las sabanas. Perocomo estaba ahí en la pared, debieron haberlo hechoasí. Y Squealer que estaba pasando por ahí en esosmomentos, escoltado por dos o tres perros, estabadispuesto a poner todo el asunto en una perspectivaadecuada. – ¿Ya se han enterado entonces, camaradas, – dijo,–que nosotros los cochinos dormimos en las camas de lacasa? ¿Cuál es el problema? ¿Seguramente, no seestarán suponiendo que existe una regla en contra delas camas? El único significado de la cama consiste enque sólo es un lugar para dormir. Un puñado de paja enun establo es una cama propiamente dicha. La reglaestaba en contra de las sábanas, las cuales soninvenciones de los humanos. Hemos Quitado las sábanasde la casa de la granja y dormimos entre mantas ¡y laverdad es que son camas muy cómodas también! Pero no esla comodidad lo que necesitamos, se los aseguro,

camaradas, con todo el esfuerzo mental que tenemos quehacer en estos días. Ustedes no nos despojarían denuestro reposo, ¿no es cierto, camaradas? ¿No querránque nos cansemos para realizar nuestras obligaciones?¿Seguramente ninguno de ustedes desea ver el regreso deJones? Los animales le confirmaron este puntoinmediatamente, y no se volvió a decir más nada sobrelos cochinos que duermen en las camas de la casa de lagranja. Y cuando, luego de unos días, se anunció que deahora en adelante los cochinos se levantarían en lamañana una hora más tarde que los otros animales,tampoco hubo quejas al respecto. Para el otoño los animales estaban cansados perofelices. Habían tenido un año apretado, y luego de laventa de parte del heno y el maíz, el almacenamientodel alimento para el invierno no era nada abundante,pero el molino de viento constituía la compensaciónpara todo. La construcción iba ya casi por la mitad.Luego de la cosecha, hubo una larga temporada detiempo despejado, y los animales trabajaban másfuertemente que nunca, pensando en lo bien que valía lapena atarearse de aquí para allá todo el día con losbloques de piedra como si de esta manera pudiesenlevantar con los tabiques otro peldaño. Bóxer venía atrabajar hasta en las noches durante una hora o dos porsu propia cuenta, a la luz de la luna. En sus horaslibres, los animales venían a darle vueltas al casiterminado molino, admirando la fuerza y laperpendicularidad de sus paredes, al tiempo que semaravillaban de haber sido, una vez, capaces deconstruir algo tan imponente. Solo el viejo Benjamínse rehusaba a entusiasmarse con el molino de viento;con todo, como de costumbre, no decía nada quesobrepasara su cínico comentario de que los burrosduraban mucho tiempo. Llego noviembre, con fuertes vientos delsudoeste. Hubo que detener la construcción debido a laexcesiva existencia de humedad para la mezcla delcemento. Finalmente, llego una noche en la que elventarrón era tan fuerte que las edificaciones de la

granja se sacudían desde sus cimientos y algunas tejasse desprendían del techo del granero. Las gallinas sedespertaron cacareando de terror porque todas habíansoñado de manera simultánea con el sonar de un disparode escopeta a lo lejos. En la mañana, los animalessalieron de sus establos, encontrando que el mástil dela bandera había sido derribado por el viento y unolmo, al pie del huerto, desprendido como un rábano.Cuando ya habían notado esto, un grito de desesperaciónemergió de las gargantas de todos los animales. Susojos habían encontrado una vista terrible. El molino deviento estaba en ruinas. En un acuerdo se apresuraronal sitio. Napoleón, quien a menudo flojeaba al caminar,marchaba delante de todos ellos. Sí, ahí estaba, elfruto de todos sus esfuerzos, derribado desde suscimientos; las piedras que habían roto y cargado demanera tan laboriosa andaban esparcidas por todaspartes. Incapaces de hablar al principio, se quedaronmirando con las bocas cerradas ante el caos debido aldesplome de las piedras. Napoleón paseaba de aquí paraallá en silencio. En ocasiones olfateaba el suelo. Sucola se había tornado rígida y se sacudía sagazmente delado a lado, señal de su intensa actividad mental. Depronto, se detuvo como si su mente estuviera lista.–Camaradas, – dijo tranquilamente, – ¿no saben quién esel responsable de todo esto? ¿No conocen al enemigo queha venido en la noche y ha derribado nuestro molino?¡Snowball¡ – se estremeció súbitamente con voz detrueno. – ¡Snowball ha hecho esto! con clara maldad,pensando en hacer retroceder nuestros planes y porvengarse de su deshonrosa expulsión, este traidor havenido escondido bajo la sombra de la noche paradestruir nuestro trabajo de casi un año. Camaradas,aquí y ahora pronuncio la sentencia de muerte aSnowball. “héroe animal, segunda clase”, y media tonelada demanzanas al animal que lo traiga para enjuiciarlo, ¡Unatonelada completa al que lo capture vivo! Los animales estaban desmesuradamente en shockpara asimilar que hasta Snowball podía ser culpable desemejante acción. Hubo un llanto de indignación y todoscomenzaron a pensar en la manera de capturar a Snowball

si regresaba alguna vez. Casi de inmediato, sedescubrieron sobre la grama las huellas de un cochino apoca distancia de la pequeña colina. Pudieron sermarcadas solamente por unas cuantas yardas, peroparecían conducir a una madriguera sobre el seto.Napoleón les olfateaba profundamente y les decía queolía a Snowball. Les daba como su opinión de queSnowball había venido probablemente desde la vía de lagranja Foxwood. – ¡No más retrasos, camaradas! – dijo Napoleón alexaminar las huellas. – Hay trabajo por hacer. Estamisma mañana comenzaremos todos a reconstruir elmolino de viento, y lo completaremos durante todo elinvierno; llueva, truene o relampaguee. Le enseñaremosa ese miserable traidor de que no podrá arruinarnuestro trabajo tan fácilmente. Recuerden, camaradas,nuestro trabajo no debe retrasarse. Debe mantenersehasta que llegue el día. ¡Adelante, camaradas! ¡Largavida Granja Animal!

CAPÍTULO 7

El verano amargo transcurrió. Al climatormentoso lo siguió la cellisca y la nieve,seguidamente por la fuerte helada que no se quitabahasta bien entrado febrero. Los animales lo tomaban lomejor que podían junto con la reconstrucción del molinode viento, bien a saber, de que el mundo exterior losobservaba y de que los envidiosos seres humanos seregocijarían triunfando, de no terminar el molino atiempo. Con toda insensibilidad, los seres humanos fingíanen no creer que era Snowball quien había destruido elmolino de viento; afirmaban que se había caído debido aque las paredes eran muy finas. Los animales sabían queeste no era el caso. Aún se había decidido construirlas paredes tres pies de ancho ahora en vez de diez yocho pulgadas como antes, lo que significaba larecolección de una cantidad mayor de piedras. Por mucho

tiempo la cantera estuvo llena de ventisquero y no sepodía hacer nada. Se hicieron algunos progresos en laestación seca y fría que siguieron, pero fue un trabajocruel, y os animales no se sentían tan esperanzadoscomo antes. Siempre tenían frío y hambre también.Únicamente Bóxer y Clover no perdían las esperanzas.Squealer realizaba discursos excelentes sobre el júbilodel servicio y la dignidad de la faena, pero los otrosanimales encontraban más inspiración en la fuerza deBóxer y su infalible grito de “¡Trabajaré másfuertemente!” En enero los alimentos llegaron a la escasez. Seredujo drásticamente la ración de maíz, y se anuncióque se suministraría una ración extra de papa comosustituto. Luego se descubrió que la mayor parte de lacosecha de papas se había congelado en las parcelas,las cuales no habían sido debidamente cubiertas losuficiente. Las papas se habían puesto blandas ydescoloridas y solo servían algunas. Durante días losanimales no tenían que comer; únicamente paja, yremolachas. La hambruna parecía reflejársele en susrostros. Vitalmente, era necesario esconder este hecho delmundo exterior. Los seres humanos inventaban nuevasmentiras, alentados con el colapso del molino deviento. Una vez más se divulgo que todos los animalesestaban muriendo de hambre y de enfermedades, y quecontinuamente peleaban entre sí y habían recurrido alcanibalismo y al infanticidio. Napoleón estaba bienconsciente de las malas consecuencias que se podíanoriginar si se enteraban de la verdadera situación delos alimentos, y decidió utilizar a Whymper con elobjeto de que diera a conocer una impresión contraria.Hasta ahora, los animales habían tenido poco o ningúncontacto con Whymper en sus visitas semanales. Sinembargo ahora, unos pocos animales seleccionados, en sumayoría las ovejas, se les instruyo que le apuntaran asu oreja que las raciones se habían incrementado.Además, Napoleón ordenó llenar hasta los bordes unosrecipientes con arena en el almacén del establo queeran entonces cubiertos con las sobras de los cereales

y harina de maíz. Con un pretexto adecuado se condujo aWhymper hasta el almacén del establo y se le permitióechar un vistazo a los recipientes. Se le engañó ycontinuó reportando al mundo exterior de que no habíaescasez de alimentos en Granja Animal. A pesar de eso, a finales de enero se hacíaevidente la necesidad de procurar más granos de algúnlugar. En esos días Napoleón raramente aparecía enpúblico, pero pasaba la mayor parte del tiempo en lacasa de la granja, cuyas puertas estaban resguardadaspor las miradas fieras de los perros. Cuando aparecía,lo hacia de manera ceremonial, con una escolta de seisperros que lo rodeaban muy de cerca y que gruñían sialguien se acercaba mucho. Con frecuencia, no seasomaba los domingos por la mañana, pero entregaba susórdenes por medio de uno de los otros cochinos, por logeneral, Squealer. Un domingo en la mañana, Squealer anunció que lasgallinas que se encontraban nuevamente en época dereproducción, debían entregar sus huevos. Napoleónhabía aceptado, por medio de Whymper, un contrato decuatrocientos huevos por semana. Este precio pagaríalos granos y la harina suficiente para hacer que lagranja continuara hasta que llegara el verano yfacilitar más aún las condiciones. Cuando las gallinas escucharon esto, levantaron unbullicio terrible. Les habían advertido conanticipación que este sacrificio era necesario, pero deque realmente llegara a ocurrir, no lo creyeronjamás. Se encontraban preparando sus nidadas paraempollar en primavera, y se oponían alegando que lasustracción de los huevos en esta época resaltaba unverdadero crimen. Por primera vez desde la expulsión deJones aparecía algo semejante a una rebelión. Dirigidaspor tres jóvenes gallinas Black Minorca, las gallinastomaron la determinación de esforzarse por desconocerlas aspiraciones de Napoleón. El método de ellas era elde volar hasta las vigas y allí poner los huevos, paraque se despedazaran en el piso. Napoleón actuórápidamente y de manera despiadada. Ordenó suspenderlessu ración, y decreto que cualquier animal que le

suministrara el mínimo grano de maíz a una gallinasería condenado a muerte. Los perros estuvieron en todopara que se cumplieran estas órdenes. Las gallinasaguantaron por 5 días, luego se rindieron y regresarona sus nidos. Entretanto, nueve gallinas murieron. Sesepultaron sus cuerpos en el huerto y se dijo quehabían muerto de coccidiosis. Whymper no supo nada delasunto y los huevos se entregaron correctamente; unacamioneta de pulpería llegaba a la granja una vez porsemana para llevárselos. Durante todo este tiempo, no se supo más sobreSnowball. Se murmuraba que estaba escondido en una delas granjas vecinas, bien fuese la de Foxwood oPinchfield. En estos tiempos, Napoleón habíamejorado, un poco más que antes, las relaciones con losotros granjeros. Ocurrió que había en el patio unapila de madera, la cual había sido amontonada ahíhacía ya 10 años, cuando se podó un matorral de hayas.Estaba bien curada, y Whymper le había aconsejado aNapoleón que la vendiera; tanto el señor Pilkingtoncomo el señor Frederick estaban ansiosos por comprarla.Napoleón no era capaz de decidir y vacilaba entre losdos. Se notaba que cuando parecía llegar a un acuerdocon Frederick, se declaraba que Snowball se encontrabaescondido en Foxwood, mientras se inclinaba haciaPilkington, se decía que Snowball estaba en Pinchfield. Repentinamente, entrando la primavera, sedescubrió algo alarmante. ¡Snowball había estadofrecuentando la granja por las noches! Los animalesestaban tan desequilibrados, que casi no podían dormiren sus establos. Todas las noches, se decía, élentraba sigilosamente bajo la sombra de la oscuridad,haciendo toda clase de maldades. Se robaba el maíz,volteaba los cubos de leche, rompía los huevos y roíala corteza de los frutales. Cuando todo iba mal, eracostumbre echarle la culpa a Snowball. Si se rompía unaventana o se tapaba la cañería, era seguro de quealguien dijera que fue Snowball quien vino y lo hizodurante la noche, y cuando se perdió la llave delalmacén del establo, toda la granja tenía la convicciónde que Snowball la había tirado al pozo. Llenos de

curiosidad, llegaron a creer esto, aún después que lallave extraviada se encontraba debajo de un saco deharina. Las vacas declararon unánimemente que Snowballhabía entrado sigilosamente a sus establos y las habíaordeñado mientras dormían. Las ratas, que habían sidomolestadas en aquél invierno, también dijeron quetenían una alianza con Snowball. Napoleón declaró quese debía hacer una investigación exhaustiva sobre todaslas actividades de Snowball. Napoleón salió en compañíade sus perros y realizó una cuidadosa tarea deinspeccionar por los alrededores de los edificios de lagranja, lo seguían los otros animales salvando ladistancia. En cada paso, Napoleón se detenía yolfateaba el suelo hacia las marcas de las huellas deSnowball, las cuales, el decía, se detectaban por elolor. Olfateaba en cada rincón, en el granero. En elestablo de las vacas, en el gallinero, en el jardín dehortalizas, se hallaron huellas de Snowball por casitodas partes. Al colocar su hocico sobre el piso, dioalgunos olfateos profundos y exclamó con una terriblevoz, – ¡ha estado aquí! ¡Puedo olerlo claramente! – yal escuchar la palabra “Snowball”, todos los perrosmanifestaron unos horripilantes gruñidos, mostrandosus colmillos. Los animales estaban completamenteasustados. Parecía como si Snowball fuese una clase deinfluencia invisible para ellos, que les saturaba elambiente, amenazándolos con toda clase de peligros. Enla tarde Squealer los llamó para que se reunieran, ycon una expresión de alarma en su rostro les dijo quetenía que reportarles unas cuantas noticias serias. – ¡Camaradas! – gritó Squealer, saltando un poconervioso, – se ha descubierto la cosa más terrible.¡Snowball se ha vendido a Frederick, el de la granjaPinchfield, quien se encuentra aún tramando atacarnosy quitarnos nuestra granja! Snowball arremeterá comoguía cuando comience el ataque. Pero hay cosas peoresque esa. Creíamos que la rebelión de Snowball la habíacausado su vanidad y ambición. Pero estábamosequivocados, camaradas. ¿Saben cuál era la verdaderarazón? ¡Snowball estaba aliado con Jones desde elprincipio! Él fue un agente de Jones todo el tiempo.

Todo se ha comprobado por medio de documentos que dejóabandonado, los cuales acabamos de descubrir. A mijuicio, esto explica mucho, camaradas. ¿No vimosnosotros mismos la manera cómo intentó (sin existo,afortunadamente) dejar que nos derrotaran y que nosdestruyeran en la Batalla del Establo de las Vacas? Los animales se encontraban absortos. Esto erauna maldad de Snowball, la cual iba más allá de ladestrucción del molino de viento. Pero pasaron unosminutos antes de poder comprenderlo. Todos recordaron,o creían recordar, la manera en la cual Snowball loscomandaba al frente de la Batalla del Establo de lasVacas, cómo los reanimaba y los alentaba en cadamomento, y cómo no se detenía por un instante aúncuando los perdigones de la escopeta de Jones lo habíanherido en su espalda. Al principio fue un poco difícildarse cuenta en cuadrar la manera de haber actuado afavor de Jones. Hasta Bóxer, quien raras veces hacíapreguntas, estaba confundido. Se echó, acomodó suscascos delanteros bajo sí, cerró sus ojos, y con granesfuerzo se transportó para formular sus pensamientos. – Yo no creo eso, – dijo. – Snowball luchóvalientemente en la Batalla Del Establo de las Vacas.Yo mismo lo vi. ¿No le otorgamos “El Héroe Animal, PrimeraClase”, inmediatamente después de eso? – Ese fue nuestro error, camaradas. Porquenosotros ahora sabemos (todo está escrito en losdocumentos secretos que encontramos) de que enrealidad él trató de atraernos hacia nuestra fatalidad. -Pero lo hirieron, – dijo Bóxer. – Todos lovimos correr bañado en su propia sangre. – ¡Aquello era parte del trato! – gritóSquealer. – Los perdigones de Jones sólo lo rozaron.Puedo demostrárselos por medio de sus propiasescrituras, si son capaces de leerlo. El argumentoconsistía en que Snowball, en el momento crítico,diera la señal de retirada y dejarle el campo alenemigo. Y casi lo logra (hasta les diré, camaradas,que él hubiera tenido éxito, si no hubiera sido pornuestro heroico líder “El Camarada Napoleón”. ¿Norecuerdan cómo fue, justo en el momento cuando Jones y

sus hombres habían entrado al patio, que Snowball sedevolvió y huyó, y muchos animales le siguieron? Y ¿norecuerdan , también, que fue justo en el momento enque se propagó el pánico y todos parecían perdidos, queel camaradas Napoleón emergió hacia adelante con elgrito de “¡Muerte a la Humanidad!” y clavó suscolmillos en las piernas de Jones? Seguramente querecuerdan eso, camaradas – exclamó Squealerbrincando de un lado a otro. Ahora, cuando Squealer describía la escena tangráficamente, los animales sí parecían recordarlo.De cualquier modo, recordaron que Snowball habíaretrocedido en el momento crítico de la batalla. PeroBóxer estaba un poco intranquilo.– Yo no creo que Snowball haya sido un traidor alprincipio, – dijo finalmente.– Lo que haya hecho después es diferente. Pero creoque en La Batalla del Establo de las Vacas… fue unbuen camarada.-Nuestro líder, El camarada Napoleón, – anuncióSquealer, hablando muy despacio y firme, – hadeterminado categóricamente (categóricamente,camaradas) que Snowball era agente de Jones desde elprincipio. Sí, y mucho antes de que se pensara en larebelión.– ¡Ah, eso es diferente! – dijo bóxer. – si elcamarada Napoleón lo dice, debe ser verdad.– ¡Ese es el verdadero espíritu, camaradas!, – gritóSquealer, pero se notó que le echó una mirada muy fea aBóxer con sus ojos pestañosos. Se volteó para irse,luego hizo una pausa y de manera imprevista agregó: –Le advierto a todos los animales de esta granjamantener sus ojos bien abiertos. Porque tenemos razonespara pensar que algunos de los agentes secretos deSnowball están ocultos entre nosotros en estosmomentos. Luego de cuatro días, cayendo la tarde, Napoleónordenó a todos los animales que se reunieran en elpatio. Cuando todos estaban congregados, Napoleónemergió de la casa de la granja, con ambas medallaspuestas (porque él mismo se había otorgado,

recientemente, el reconocimiento de Héroe Animal,Primera Clase y Héroe Animal, Segunda Clase), con susnueve perros listos alrededor de él emitiendo gruñidosque transmitían escalofríos en los espinazos de losanimales. Todos se agazaparon silenciosamente en suslugares, parecían saber de antemano que estaba a puntode suceder algo terrible. Napoleón permanecía severamente supervisando suaudiencia; luego pronunció un plañido agudo.Inmediatamente los perros saltaron hacía el frente,tomaron a cuatro de los cerdos por las orejas y losarrastraron, chillando con terror, hasta los pies deNapoleón. Las orejas de los perros estaban sangrando,los perros habían probado sangre, y por unos momentosparecieron enloquecer. Para sorpresa de todos, tres deellos atacaron a Bóxer. Bóxer vio que éstos venían yse cubrió con sus tremendos cascos, cogió a uno de losperros en medio del aire, y lo inmovilizó en el suelo.El perro chilló clemencia y los otros dos huyeron consus rabos entre las piernas. Bóxer miró a Napoleón parasaber si debía aplastar al perro hasta que muriera odejarlo ir. Napoleón pareció cambiar el semblante, yfirmemente le ordenó a Bóxer liberar al perro, a locual Bóxer levantó su casco, y el perro, aullando,salió magullado. En esos momentos, cesó la revuelta. Los cuatrocochinos esperaban, temblando, con una culpabilidadescrita en cada expresión de sus semblantes. Napoleónlos llamó ahora para que confesaran sus crímenes. Eranlos mismos cuatro cerdos que habían protestado cuandoNapoleón abolió las reuniones de los domingos. Sinninguna otra clase de apuro, confesaron que habíanestado en contacto con Snowball desde su expulsión,que habían colaborado con él en la destrucción delmolino de viento, y que habían llegado a un acuerdo conél para entregarle Granja Animal al señor Frederick.Agregaron también, que Snowball había admitido, demanera privada, que él había sido un agente secreto deJones desde hacía años. Cuando terminaron susconfesiones, rápidamente los perros destrozaron sus

gargantas y, con una voz terrible, Napoleón exigió quesi algún otro animal tuviera que confesar algo más. Las tres gallinas, las cabecillas del intento derebelión de los huevos, se manifestaron y afirmaronque Snowball se les había aparecido en un sueño y lasincitó a desobedecer las órdenes de Napoleón. Ellastambién fueron masacradas. Luego, un ganso se presentóy confesó haberse apoderado de seis mazorcas de maízdurante la última cosecha del año y se las había comidodurante la noche. Después, una oveja confeso haberorinado en el bebedero (obligada a hacerlo, así lodijo, por Snowball) y otras dos ovejas confesaron haberasesinado a un viejo carnero, un fiel seguidor especialde Napoleón, haciéndolo correr alrededor de una fogatacuando sufría de una gripe. Todos ellos fueronasesinados en el sitio. Así continuó la historia de lasconfesiones y las ejecuciones, hasta que yacía unmontón de cadáveres ante los pies de Napoleón, y elaire estaba pesado con un olor a sangre, la cual habíasido desconocida ahí desde la expulsión de Jones. Cuando todo terminó, los animales que quedaron,excepto los cerdos y los perros, salieron temerosamentecomo en un solo cuerpo. Fueron sacudidos y ultrajados.No sabían qué era lo más traumático; la traición de losanimales que se habían aliado a Snowball, o el cruelcastigo, del cual habían sido testigos. Antaño, amenudo había escenas de sangre igual de terribles, Peroahora, a todos les parecía que esto era algo peor, yaque estaba sobreviniendo entre ellos mismos. Desde queJones había abandonado la granja hasta ahora, ningúnanimal había matado a otro animal. Ni siquiera se habíamatado a una rata. Todos se aproximaron juntos hacia lalomita, donde se encontraba el casi terminado molino deviento, y en un acuerdo se echaron a fin de cobijarsetodos para darse calor. (Clover, Murriel, Benjamín,las vacas, las ovejas, y toda una bandada de gansos ygallinas) todos, de hecho, excepto el gato querepentinamente había desaparecido justo cuando Napoleónordenaba la reunión de los animales. Por un rato nadiehabló. Únicamente Bóxer permanecía de pie. Se agitabade aquí para allá, moviendo su larga cola negra hacia

ambos lados, emitiendo un relinchido de sorpresa, devez en cuando. Finalmente, dijo: Yo no entiendo. Nohabría creído que estas cosas podían suceder en nuestragranja. Debe ser que existe alguna culpa en nosotrosmismos. La solución que yo veo es la de trabajar másfuertemente. De ahora en adelante me levantaré una horacompleta más temprano en la mañana. Luego salió con su galope pesado rumbo a lacantera. Una vez allá, recogió dos cargas sucesivas depiedra y las arrastró hacia el molino de viento antesde irse a dormir. Los animales se abrigaron sobreClover, sin hablar. La loma, sobre la cual se echaban,les daba una vista amplia de todo el campo. Elespectáculo incluía la mayor parte de Granja Animal (ellargo pastizal, que se extendía hasta el caminoprincipal; el campo de heno, la maleza, el pozo debeber, los campos para el arado; donde el trigo tiernoyacía grueso y verde, y los techos rojos de losedificios de la granja con el humo circulante de laschimeneas) que constituía una tarde clara de primavera.El pasto y el seto florido estaban dorados por losrayos perpendiculares del sol. Nunca la granja leshabía a los animales (y con singular sorpresarecordaban que era su propia granja, que cada pulgadade ella, su propia pertenencia) parecido un lugar tanplacentero. Al tiempo que Clover miraba hacia lasladeras de la colina, sus ojos se llenaron delágrimas. Si los pensamientos de Clover hubiesen podidohablar, habría sido para decir que esto no era lo queellos se habían propuesto cuando emprendieron, añosatrás, trabajar para derrocar a la raza humana.

Estas escenas de terror y muerte cruel no era lo queellos habían visualizado aquella noche cuando el viejoMayor por primera vez los entusiasmó para la rebelión.Si ella hubiera tenido cualquier imagen del futuro,habría sido la de una sociedad de animales libres dela hambruna y el látigo, todos iguales, todostrabajando de acuerdo a su capacidad, el fuerteprotegiendo al débil, tal como ella había protegido algrupo de patitos con su pata delantera la noche deldiscurso de Mayor. Todo lo contrario, (ella no sabíapor qué) habían llegado a un momento en el cual nadiese atrevía a formular su pensamiento, cuando los fierosperros gruñones rastreaban por doquier, y cuando habíaque ver a tus camaradas descuartizados luego deconfesar los crímenes traumáticos. No existía elpensamiento de rebelión o rebeldía en su mente. Sabíaque, aún como continuaban las cosas, estaban muchomejor que en los días de Jones, y que antes que todo lodemás, era necesario prevenir el regreso de los sereshumanos. Pasara lo que pasara, ella no perdía lasesperanzas, trabajar duro, obedecer las órdenes que sede daban, y aceptar el liderazgo de Napoleón. Pero aúnasí, no era por esto lo que ella y todos los otrosanimales habían anhelado y trabajado. No era para estoque ellos habían construido el molino de viento yenfrentado las balas de la escopeta de Jones. Taleseran sus pensamientos, a pesar de que no tenía palabraspara expresarlos. Finalmente, con este sentimiento quede alguna manera sustituían las palabras que no podíaencontrar, comenzó a cantar “Bestias de Inglaterra”. Losanimales sentados a su alrededor la siguieron, y lacantaron tres veces seguidas (con mucha melodía, pero

lentamente, con profunda tristeza, como nunca lahabían cantado antes) Cuando ya la habían terminado de cantar portercera vez, Squealer, en compañía de dos perros, seaproximó a ellos con un aire de tener algo importanteque decir. Les anunció que, por un decreto especial deNapoleón, “Bestias de Inglaterra” había sido abolida. Deahora en adelante estaba prohibida cantarla. Esto tomo de sorpresa a los animales. – ¿Por qué? – gritó Murriel. – Ya no es necesaria, camaradas, – dijo Squealerrudamente. – “Bestias de Inglaterra” fue la canción de laRebelión. Pero la rebelión se completó ya. La ejecuciónde los traidores esta tarde fue el acto final. Se haderrotado al enemigo, tanto externo como interno. En“Bestias de Inglaterra” expresamos nuestro anhelo por unasociedad mejor en días venideros. Pero ya se haestablecido tal sociedad. Realmente, esta canción notiene ningún propósito. A pesar de que se encontraban atemorizados,algunos animales posiblemente pudieron haberprotestado, pero en ese momento las ovejas entraron consu balido habitual de “Culantro patas bien, Dos patas mal”, conlo cual continuó pos varios minutos y puso fin a ladiscusión. De modo que no se escuchó más “Bestias deInglaterra”. En lugar de ésta, Minimus, el poeta,había compuesto otra canción que comenzaba así:

Granja Animal, Granja animal,¡Nunca por mi caerás en desgracia!

Y ésta se cantaba todos los domingos en la mañana luegode izar la bandera. Pero, los animales, de algunamanera, veían que ni la letra ni en tono se podíacomparar con “Bestias de Inglaterra”

CAPÍTULO 8

Unos días después, cuando el terror causado por lasejecuciones se desvaneció, algunos animales recordaron(o creyeron recordar) que el sexto mandamiento decíaasí: Ningún animal deberá matar a otro animal. Y,aunque nadie se preocupó de mencionarlo para elconocimiento de los perros asesinos o los cochinos, secreía que las matanzas llevadas a cabo no cuadraban conesto. Clover le pidió a Benjamín que leyera el sextomandamiento, y cuando Benjamín, como de costumbre,dijo que se negaba a meterse en esos asuntos, ellaocupó a Murriel. Murriel le leyó el mandamiento. Asídecía: “Ningún animal deberá matar a otro animal, sinjustificación.”De alguna manera u otra, las dos últimaspalabras se habían escurrido de las memorias de losanimales. Pero se dieron cuenta que el mandamiento nohabía sido violado; por lo que entonces había una razónjusta para matar a los traidores que se habían aliado aSnowball. Durante todo aquél año, los animales trabajaronaún más duro que en años anteriores. Reconstruir elmolino de viento, con las paredes el doble de gruesasque antes, y terminarlo en la fecha señalada, enconjunto con el trabajo regular de la granja, era unalabor descomunal. Había momentos en que a los animalesles parecía que las horas de trabajo eran más largas yse alimentaban no tan bien como en la época de Jones.Los domingos por la mañana, Squealer, sosteniendo unrollo largo de papel con su pata, les leía una listade cifras indicando que la producción de cada cosechase había incrementado en un 200 por ciento, 300 porciento, o en un 500 por ciento según el caso. Losanimales no veían razón para no creerle, especialmenteporque no podían recordar muy bien cómo eran lascondiciones de la granja antes de la Rebelión. De todasmaneras, había días en que sentían que preferían tenermenos cifras y más comida.

Ahora, todas las órdenes les eran asignadas pormedio de Squealer o por uno de los otros cochinos.Napoleón ya no se veía en público tan a menudo, masuna vez cada quince días. Cando aparecía, lo asistíano solo su comitiva de perros, sino por un gallo negroque marchaba al frente de él y actuaba como una especiede trompetero, despidiendo un fuerte “yaba-daba- duuu”antes de que Napoleón hablara. Hasta en la casa de lagranja, se decía, Napoleón ocupaba habitacionesseparado de los otros. Comía solo, con dos perrossirviéndole, y siempre se servía y comía en la vasijade La Corona Del Derby, que había estado en la vitrinade cristal del salón de dibujo. Se anunció también quese dispararía la escopeta anualmente en el cumpleañosde Napoleón, así como también en los dos aniversarios. Ahora no se mencionaba a Napoleón como simplemente“Napoleón.” En un estilo formal se hacía referencia aél como “Nuestro Líder, Camarada Napoleón”, y a loscochinos les gustaba inventarle títulos tales como:Padre de Todos Los Animales, Terror de la Humanidad,Protector de las ovejas, Amigo de los patitos, y otrosparecidos. En sus discursos, Squealer hablaba, conlagrimas rodándole por las mejillas, acerca de lasabiduría de Napoleón, la bondad de su corazón, y elamor profundo que emergía hacia todos los animales delmundo, y hasta, especialmente, a los pobres animalesinfelices de otras granjas que aún vivían en laignorancia y en la esclavitud. Se había hechocostumbre darle a Napoleón el crédito de todos loséxitos logrados y cada golpe de suerte. Se escuchaba amenudo el comentar de una gallina a otra: “bajo lainstrucción de Nuestro líder, Camarada Napoleón hepuesto cinco huevos en seis días”; o a dos vacas,disfrutando del agua que tomaban del bebedero queexclamaban: “Gracias al liderazgo del CamaradaNapoleón, ¡qué exquisita sabe esta agua!” El sentimiento general de la granja bien seexpresaba en un poema titulado: “Camarada Napoleón” elcual fue compuesto por Minimus y decía así:

¡Amigo de los huérfanos!

¡Fuente de felicidad!¡Señor de la abundancia!¡Oh, cómo está mi almaFuego cuando te miroCalma y ojo incisivo,

Como el sol en el cielo!¡Camarada Napoleón!

Tú eres el dador deTodo lo que tus criaturas aman,

Barriga llena, pasto limpio que extraeCada bestia magna o chica

Ovejas en paz en su establo,Tú, que todo lo adviertes,

¡Camarada Napoleón!

Procreando un cochinito,Antes de que crezca

Hasta como una botella de un octavo de galón,Debe aprender a ser

Fiel y devoto contigo,Sí, su primer chillido será

“Camarada Napoleón”

Napoleón aprobó este poema e hizo que se imprimiera enla pared del gran establo, en el extremo opuesto a lossiete mandamientos. Estaba por encima de un retrato deNapoleón, de perfil, elaborado por Squealer en pinturablanca. Mientras tanto, a través de la intervención deWhymper, Napoleón estaba involucrado en negociacionescomplicadas con Frederick y Pilkington. El pilón demadera no había sido vendido aún. Frederick era el másansioso de los dos por apoderarse de éste, pero noofrecía un precio razonable. Al mismo tiempo, se habíanreanudado los rumores de que Frederick y sus hombresestaban elaborando un complot para atacar a GranjaAnimal y destruir el molino de viento, construcción quehabía causado una ira de envidia. Se supo que Snowballaún se estaba escondiendo en la Granja de Pinchfield.En medio del verano, los animales se alarmaron al

enterarse que las gallinas habían venido a confesar, deque tres de ellas, inspiradas por Snowball, habíanparticipado en un complot para asesinar a Napoleón.Inmediatamente, las pasaron por las armas, y se tomaronnuevas precauciones para proteger a Napoleón. Cuatroperros custodiaban su cama durante la noche, en cadaextremo, y un cochino joven llamado Pinkeye le fueasignada la tarea de probar toda su comida antes decomerla, no fuera a ser que estuviera envenenada. Más o menos por la misma época, se murmuraba queNapoleón había acordado vender el pilón de madera alseñor Pilkington. También, iba a entrar en un acuerdoregular para el intercambio de ciertos productos entreAnimal Farm y Foxwood. Las relaciones entre Napoleón yPilkington, a pesar de que solamente se manejaban pormedio de Whymper, eran ya casi incondicionales. Losanimales desconfiaban de Pilkington, como ser humano,pero generalmente preferían a éste que a Frederick,ambos eran temidos y odiados. A medida que circundabael verano, y se acercaba la culminación del molino deviento, los rumores de una amenaza pérfida de ataque seincrementaban cada vez más. Se decía que Frederickintentaba enviar veinte hombres contra ellos, todos conarmas de fuego, y ya había sobornado a los magistradosy a la policía, de modo que una vez apoderados de lostítulos de propiedad de Granja Animal, no hicieranninguna pregunta. Más aún, se filtraban historias dePinchfield acerca de las crueldades que practicabaFrederick con sus animales. Había azotado a un caballoanciano hasta morir, sus vacas estaban muriendo dehambre, asesinó a un perro tirándolo en un horno; sedivertía en las tardes poniendo a pelear a los galloscon estillas de hojillas de afeitar atadas a susespuelas. La sangre de los animales ardía de ira cuandoescuchaban lo que le hacían a sus camaradas, y algunasveces clamaban para que se les permitiera ir enconjunto y atacar la Granja Pinchfield, someter a loshumanos y liberar a los animales. Pero Squealer lesaconsejaba evitar acciones imprudentes y que confiaranen las estrategias del Camarada Napoleón.

Sin embargo, los malos sentimientos haciaFrederick continuaron incrementándose. Un domingo,Napoleón se apareció en el granero y explicó que enningún momento había tenido la intención de vender elpilón de madera a Frederick. Él consideraba indignante,decía, el hecho de tener tratos con semejantes pillos.Las palomas, las cuales aún se enviaban para propagarlas noticias sobre la Rebelión, les estaba prohibidoaterrizar en cualquier territorio de Foxwood, ytambién se les ordenó sustituir su eslogan anterior de“Muerte a la Humanidad” por “Muerte a Frederick”. A finales delverano, se reveló una de las intrigas que faltabaacerca de Snowball. La cosecha de trigo estaba llenade maleza, y se descubrió que en una de las visitasnocturnas, Snowball mezcló semillas de maleza consemilla de maíz. Un ganso que había participado, demanera privada en el complot, confesó su culpa aSquealer e inmediatamente se suicidó ingiriendosemillas venenosas de hierba mora. Los animales habíanaprendido también que Snowball nunca (como muchos deellos había creído hasta ahora) recibió la orden de“Héroe Animal, Primera clase” Fue una simple leyenda, la cualel mismo Snowball transmitió por algún tiempo luego dela Batalla del Establo de lasa Vacas. Menos aún de sercondecorado, se le había censurado por haber demostradouna actitud cobarde en la batalla. Una vez más, algunosde los animales tomaron esto con cierta estupefacción,pero Squealer pronto ideó la manera de convencerlos deque les estaba fallando la memoria. En el otoño, por medio de un incansable esfuerzo(porque la cosecha debía ser recogida casi al mismotiempo) se terminó el molino de viento. Aún debíaninstalarse las maquinarias y Whymper se encontrabanegociando su compra, pero estaba completa laestructura. En medio de todas las dificultades, a pesarde la inexperiencia, de los implementos arcaicos, lamala suerte y la traición de Snowball, ¡se concluyó,el día señalado, todo el trabajo! Exhaustos peroorgullosos, los animales caminaban una y otra vezalrededor de su obra maestra, la cual se presentaba, ala vista de sus ojos, aún más hermosa que cuando la

construyeron por primera vez. Además, las paredes eranahora dos veces más gruesas que antes. ¡Nada salvounos explosivos haría desplomarlo nuevamente! Y cuandose dieron cuenta de todo lo que habían trabajado,cuantas decepciones habían superado, y la enormediferencia que causaría en sus vidas, al encender lasaspas y al arrancar las dinamos; al pensar todo esto,el cansancio los abandonó y saltaron alrededor delmolino de viento, manifestando gritos de triunfo. Elmismo Napoleón, en compañía de sus perros y su gallo,vino a inspeccionar la última etapa del trabajo;personalmente, él felicitó a los animales por sulogro, y anunció que el molino de viento llevaría elnombre de “El Molino de Napoleón” Dos días después, llamaron a los animales para quese reunieran en el establo principal para una reuniónextraordinaria. Una contundente sorpresa los hizoenmudecer, cuando Napoleón anunció que había vendido elpilón de madera a Frederick. Al día siguiente llegaríanlos vagones de Frederick y se lo llevaría. Durante todoese periodo de aparente amistad con Pilkington,Napoleón había trabajado, secretamente en llave, conFrederick. Todas las relaciones con Foxwood se habíanfracturado; se enviaban mensajes ofensivos haciaPilkington. Se les dijo a las palomas que evitaran elcontacto con la granja Pinchfield y que cambiaran eleslogan de “Muerte a Frederick” por “Muerte a Pilkington” Almismo tiempo, Napoleón le aseguró a los animales que noeran ciertas las historias acerca de un eminente ataqueen contra de Granja Animal, y que los cuentos sobre eltrato cruel a los animales de Frederick habían sidoenormemente exagerados. Todos estos rumores los habíanoriginado, probablemente, Snowball y sus agentes. Sesupo que Snowball no estaba, después de todo,escondiéndose en la Granja Pinchfield, y que de hechonunca había estado ahí en su vida. Estaba viviendo (contodas las comodidades lujosas, así se decía) enFoxwood, y que, en realidad, había sido un protegido dePilkington desde hacia años. Los cochinos estabanextasiados debido a la astucia de Napoleón. Aparentando

ser amigable con Pilkington había presionado aFrederick para que aumentara el precio más o menos endoce libras. Pero la calidad de la mente superior deNapoleón, decía Squealer, se demostró con el hecho deno confiar en nadie, ni siquiera en Frederick.Frederick había querido pagar el pilón de madera conalgo llamado un cheque, que al parecer, consistía en unpedazo de papel con un compromiso de pago escrito enél. Pero Napoleón fue demasiado astuto con él. Él habíaexigido el pago en dinero efectivo en libras, el cualdebía ser entregado antes de que sacaran el pilón. YaFrederick había pagado y la suma era suficiente paracomprar la maquinaria del molino. Mientras tanto, se llevaron la maderainmediatamente. Cuando todos salieron, se realizó otrareunión especial en el establo para que los animalesinspeccionaran los billetes de banco de Frederick.Sonriente de manera beatificante, con sus doscondecoraciones puestas, reposaba Napoleón en la camade paja sobre la plataforma, al lado de su dinero,delicadamente amontonado sobre un platón pertenecientea la cocina de la casa de la granja. Los animalespasaban lentamente en fila y cada uno miraba suhartada. Y Bóxer coloco su hocico para oler losbilletes, y los blancos y frágiles papeles crujían,moviéndose ante su aspiración. Tres días después, hubo un tremendo bochorno.Whymper, con su cara pálida de muerte, manejando porel camino su bicicleta, irrumpió en el jardín y entróapresuradamente a la casa de la Granja. Luego, unahogado bramido de rabia resonó desde el cuarto deNapoleón. La noticia de lo que había ocurrido sepropago en la granja como un fuego abominable. ¡Losbilletes eran falsos! Frederick había ¡obtenido lamadera a cambio de nada! Napoleón llamó a los animales inmediatamente y conuna voz aterradora pronunció la sentencia de muerte aFrederick. Al mismo tiempo, los alertó a que, despuésde este hecho de traición, se esperara lo peor.Frederick y sus hombres podrían efectuar su anheladoataque en cualquier momento. En todas las proximidades

de la granja se colocaron guardias. Además, se enviaroncuatro palomas a Foxwood con un mensaje conciliatorio,cuyo propósito era el de restablecer las buenasrelaciones con Pilkington. Ahí mismito en la mañana,se efectuó el ataque. Los animales estaban desayunandocuando los vigilantes entraron en carrera con lanoticia de que Frederick y sus seguidores ya habíanpasado por la puerta principal. Con suficientevalentía, los animales salieron al frente paradesafiarlos, pero esta vez no obtuvieron la victoriafácil que habían tenido en la Batalla del Establo delas Vacas. Eran quince hombres, con una docena deescopetas entre todos, y abrieron fuego al aproximarsea una distancia de cincuenta yardas. Los animales nopodían confrontar las terribles explosiones y losperdigones, y a pesar de los esfuerzos de Napoleón ybóxer para contenerlos, pronto los hicieron retroceder.Unos cuantos de ellos ya estaban heridos. Se refugiaronen los edificios de la granja y se asomaban haciaafuera con precaución desde las grietas y hoyos de lasparedes de madera. Todo el pastizal y el molino,estaban en manos del enemigo. Por un momento Napoleónparecía una loca perdida. Daba un pasito hacia delantey otro hacia atrás sin decir nada, sacudiendo su rígidacola. Se liberaban miradas de nostalgias endirección a Foxwood. Si Pilkington y sus hombres losayudaran, se podría ganar. Pero en este momento, lascuatro palomas, que habían sido enviadas el díaanterior, regresaron; una de ellas cargando un pedazode papel de Pilkington. Éste mostraba, pinceladas, laspalabras: “Hágase justicia” Mientras tanto Frederick y sus hombres sedetuvieron en el molino de viento. Los animales losobservaban, y se desprendió un murmullo de desanimo.Dos de los hombres elaboraron una palanca y unmartillo. Iban a derrumbar el molino de viento. -¡Imposible!, gritó Napoleón. -Hemos construidolas paredes dos centímetros de más para esto. No podránderribarlo en una semana. ¡Animo, camaradas! Pero Benjamín observaba los movimientos de loshombres ávidamente. Los dos que tenían el martillo y la

palanca estaban haciendo un agujero cerca de la basedel molino de viento. Lentamente, y con un aire casi dediversión, Benjamín movió su largo hocico. – Creo que sí, – dijo él. – ¿No ven lo que estánhaciendo? Ellos van ahora a colocar explosivos depólvora en aquél hueco. Los animales esperaban, llenos de terror. Eraimposible ahora aventurarse fuera de la protección delos edificios. Luego de unos cuantos minutos se vierona los hombres correr por todas direcciones. Despuéshubo un estruendo ensordecedor. Las palomas searremolinaron en el aire, y todos los animales, exceptoNapoleón se lanzaron al piso boca abajo y escondieronsus caras. Al levantarse nuevamente, una gigantescanube negra divagaba donde había estado el molino deviento. Lentamente la brisa se lo llevó. ¡El molino deviento había dejado de existir!Al ver esto, los animales recuperaron su coraje. Elmiedo y la desesperación que habían sentido un momentoantes lo drenó la ira contra este vil y despreciableacto. Se destapó un poderoso grito de venganza. Y sinesperar órdenes anticipadas avanzaron adelante juntos yconfrontaron al enemigo. Esta vez no le dieronimportancia a los perdigones crueles que rozaban comogranizo. Fue una batalla amarga y salvaje. Los hombresdisparaban una y otra vez, y cuando los animalesllegaban para acercar su cuadrilla, los azotaban consus palos y sus botas pesadas. Murió una vaca, tresabejas, y dos gansos, y casi todos estaban heridos.Incluso Napoleón, que estaba dirigiendo las operacionesdesde lo último, los perdigones le embromaron lapuntita de su colita. Pero tampoco los hombres estabanilesos y a salvo. Un vendaval de golpes de los cascosde Bóxer rompió las cabezas de tres de ellos; a unolo hirió una vaca en la barriga con sus cuernos;Jessie y Bluebell casi le arrancan los pantalones aotro. El pánico se apodero de los hombres, cuando losnueve perros guardianes de Napoleón, a los que se lesdieron instrucciones de rodear el cercado, aparecieronrepentinamente en el flanco de los hombres, ladrandocon ferocidad. Se percibieron estar en peligro de ser

rodeados. Frederick gritó a sus hombres que salieran yaprovecharan la huída, y luego, para salvarse comopudieran, corría el cobarde agresor. Los animales losarrojaron echándolos por todo el final del campo, ylograron golpearlos mientras salían forzadamente através de la cerca de alambre de púas. Habían ganado, pero estaban fatigados yensangrentados. Lentamente, comenzaron a caminarrenqueando de regreso a la granja. El panorama de suscamaradas muertos, que se extendía por todo el pasto,causó, en algunos, un brotar de lágrimas. Y por unmomento, se detuvieron con un silencio desamparado enel lugar donde una vez estuvo el molino de viento. Sí,se había ido; ¡casi el último vestigio de su labor yano estaba! Hasta los cimientos estaban parcialmentedestruidos. Y para la reconstrucción no se podía estavez, como antes, utilizar las rocas derribadas. Estavez las mismas habían desaparecido también. La fuerzade la explosión las expulsó a cientos de yardas dedistancia. Era como si el molino de viento nuncahubiese estado allí. Aproximándose a la granja, Squealer, ausente y decuya presencia no se contó durante la lucha, llegósaltando hacia ellos, agitando su cola y rebozando desatisfacción. Y los animales, desde los lados de losedificios de la granja, escucharon el solemne disparode la escopeta. – ¿A qué se debe ese disparo de escopeta? dijoBóxer. – ¡Para celebrar nuestra victoria! gritó Squealer. –¿Qué victoria?- dijo Bóxer. Sus rodillas estabansangrando, había perdido una herradura, tenía una rajaen uno de sus cascos, y una docena de perdigones sehabían incrustado en sus patas traseras. – ¿Qué victoria, camaradas? ¿No hemos sacado alenemigo de nuestra tierra, el suelo sagrado de GranjaAnimal? – Pero han destruido el molino de viento. ¡Yhabíamos trabajado en él por dos años! – ¿Que importa? Construiremos otro molino deviento. Construiremos seis molinos de viento si nos lo

proponemos así. No se dan cuenta, camaradas, el poderque hemos logrado. El enemigo estaba en posesión deeste suelo que pisamos. ¡Y ahora, gracias al liderazgodel Camarada Napoleón, hemos recuperado cada centímetrode este nuevamente! – Entonces, hemos recuperado lo que teníamos antes,– dijo Bóxer. – Esta es nuestra victoria, – dijo Squealer. Cojeando, entraron al patio. Los perdigones bajola pierna de Bóxer ardían de manera dolorosa. Veía conanticipación la pesada labor de reconstrucción delmolino de viento desde sus cimientos, y ya en suimaginación se recuperaba para la tarea. Sin embargo,tuvo la apariencia de que tenía once años y queposiblemente sus grandiosos músculos no eran ya comoantes. Pero cuando los animales vieron la bandera verdebatida por el viento, y oyeron el disparo de laescopeta nuevamente (cinco veces se disparó) yescucharon el discurso que dio Napoleón, felicitándolospor su conducta, sí les pareció, después de todo, quehabían logrado una gran victoria. Se realizó un funeralsolemne a los animales caídos en acción. Bóxer yClover tiraban del vagón, el cual servía de carrozafúnebre, y el mismo Napoleón marchaba al frente de laprocesión. Se procuraron dos días completos a lascelebraciones. Hubo canciones, discursos, y másdisparadas de la escopeta, y se otorgó un regaloespecial de una manzana para cada animal, con dos onzasde maíz para cada ave y tres biscochos para cada perro.Se anunció que la batalla se llamaría La Batalla delMolino de Viento, y que Napoleón había creado una nuevacondecoración, La Orden del Estandarte Verde, la cualse le había conferido a él mismo. En un regocijogeneral, la cuestión infortunada de los billetes falsosse olvidó. Sucedió unos días después que los cochinosencontraron una caja de whisky en el sótano de la casade la granja. Se había pasado por alto desde la épocaen que se ocupó la casa por primera vez. Esa noche,desde la casa de la granja, salía un sonido alto de

música, en donde, para sorpresa de todos, se mezclabacon los acordes de Bestias de Inglaterra. A eso de lasnueve y media, Napoleón con un sombrero de hongo viejodel señor Jones puesto, se le vio claramente emergerdesde la puerta trasera, galopaba rápidamentealrededor del patio, y nuevamente entró,desapareciendo. Pero en la mañana, divagaba un profundosilencio en la casa de la granja. No se aparecióningún cochino que estuviera husmeando. Fue casi a lasnueve en punto que apareció Squealer, caminandolentamente y con abatimiento, sus ojos apagados, sucola colgando fláccidamente a su espalda y estabaseriamente herido, aparentemente. Llamó a los animalesa reunirse y les dijo que tenía que anunciarles unanoticia terrible. ¡El camarada Napoleón se estabamuriendo! Se levantó un grito de lamento. Se colocó pajafuera de las puertas de la casa de la granja, y losanimales caminaban en pintillas. Con lágrimas en susojos, se preguntaban unos a los otros qué iban a hacersi el Líder Napoleón los abandonaba. Se murmuraba queSnowball había contribuido, después de todo, colocandoveneno en la comida de Napoleón. A las once en punto,Squealer salió para hacer otro anuncio. Como su últimoacto sobre la tierra, el camarada Napoleón habíapronunciado un decreto solemne. La ingesta de alcoholdebe ser castigada con la muerte. En la tarde Napoleón parcia recuperarse, noobstante, y a la mañana siguiente, Squealer tuvo ladisposición de decirles que se encontraba en un procesode recuperación. En esa misma tarde, Napoleón regresóal trabajo, y al siguiente día, se supo que le habíadado instrucciones a Whymper de comprar en Wellingtonalgunos folletos sobre fermentación y destilación. Unasemana después, Napoleón ordenó que se arara el pequeñocampo, más allá del huerto, el cual previamente sehabía tenido la intención de apartarlo como lugar depastoreo para los animales que pasaban a retito. Se dioa conocer que el pasto estaba muy lastrado y serequería una nueva siembra. Pero pronto se supo queNapoleón intentaba cultivarlo con cebada.

Por este tiempo, ocurrió un extraño incidente, elcual casi nadie era capaz de entender. Una noche, a esode las doce en punto, hubo un ruido aparatoso en elpatio, y los animales salieron de los establoscorriendo. Era una noche de luna llena. Al pie delfinal de la pared del granero principal, donde sehallaban escritos los siete mandamientos, había unaescalera tirada partida en dos pedazos. Squealer,aturdido, estaba tirado al lado de ésta, y cerca, a lamano, yacía una linterna, una brocha y un pote depintura volteado. Inmediatamente los perros hicieron unanillo alrededor de Squealer, y lo escoltaron deregreso a la casa de la granja hasta que pudieracaminar. Ninguno de los animales podía formular algunaidea de lo que significaba esto, excepto el viejoBenjamín, quien movía su hocico con un aire deconocimiento, y que sabía entender, pero que no decíanada. Pero Murriel, días después, leyendo nuevamente lossiete mandamientos para sí, notó que todavía habíaotro, el cual los animales no recordaban bien. Pensaronque el quinto mandamiento era: “Ningún animal deberábeber alcohol” pero se encontraban dos palabras quehabían olvidado. En realidad, el mandamiento decía.“Ningún animal deberá beber alcohol, en exceso”

CAPITULO 9

La grieta del casco de Bóxer estaba tardandomucho tiempo para sanarse. Se había comenzado lareconstrucción del molino de viento un día después determinadas las celebraciones. Bóxer se rehusaba a tomarun día de trabajo libre. Y se sometió, por cuestión dehonor, a no demostrar que estaba lesionado. En lasnoches le manifestaba a Clover, en secreto, que el

casco le molestaba demasiado. Clover se lo curaba conemplastos de hierba, los cuales preparaba almasticarlos y tanto ella como Benjamín le advertían queno trabajara tano. – Los pulmones de un caballo no soneternos, – le decía ella. Pero Bóxer no prestabaatención. Él tenía, decía, sólo una verdadera ambición:ver el molino de viento bien encaminado antes dejubilarse. Al principio, cuando se formularon las leyesde Granja Animal, por primera vez, se determinó que laedad de retiro para los caballos y los cochinos erade doce años; para las vacas, catorce; los perros a losnueve; para las ovejas, siete y para las gallinas y losgansos a los cinco. Se crearon pensionescondescendientes de vejes. Ciertamente, ningún animalse había pensionado aún, pero últimamente, el tema secolocaba cada vez más en discusión. Ahora que elcampito, distante a la huerta, lo apartaron para eltrigo, se murmuraba que algún espacio del gran pastizaldebía ser cercado con el fin de convertirlo en lugar depastoreo para los animales jubilados. Se decía que paraun caballo, la pensión sería de cinco onzas de maíz aldía y, en el invierno quince libras de heno, con unazanahoria o posiblemente una manzana en los díasferiados. A finales del verano del siguiente año,Bóxer estaría cumpliendo doce años. Mientras tanto, la vida era dura. El inviernoacaecía tan frío como el anterior, y siempre escaseabala comida. Una vez más se redujeron todas las raciones,excepto la de los cochinos y los perros. Una rigidezextrema en la inequidad de las raciones, explicabaSquealer, sería contraria a los fundamentos delAnimalismo. En cualquier caso, él no tenía dificultaden demostrarles a los otros animales que en realidad nohabía escases de alimentos, a pesar de las apariencias.Por lo pronto, ciertamente, se había llegado a lanecesidad de hacer un reajuste en las raciones(Squealer siempre hacía referencia a un “reajuste”,nunca a una “reducción”), pero en comparación con losdías de Jones, las mejoras eran enormes. Con vozacelerada y estridente leyendo las cifras, les demostrócon detalles que tenían más trigo, más heno y más nabos

que en los tiempos de Jones; de que vivían más queuna gran proporción de jóvenes al nacer; que tenían máspasto en sus establos y que ya no sufrían tanto porlas moscas. Los animales creían en cada palabra. Adecir verdad, Jones y todo lo que había sido paraellos, se había desvanecido de sus memorias. Sabían quela vida ahora era laboriosa y áspera; que en muchasocasiones pasaban hambre y a menudo frío, y de quealgunas veces se encontraban trabajando en lugar deestar durmiendo. Pero sin lugar a dudas, en tiempospasados hubiera sido peor. Se alegraban con creerloasí. Además, en aquellos días ellos eran unosesclavos, y ahora eran libres, y esa era toda ladiferencia, como señalaba siempre Squealer. Había ahora muchas bocas que alimentar. En elotoño las cuatro cochinas, entre ellas, literalmente demanera simultánea, produjeron treinta y un cochinitos.Los cochinitos eran de colores, y como Napoleón era elúnico verraco en la granja, era fácil adivinar susparentescos. Se anunció que más tarde, cuando secompraran los ladrillos y la madera, se construiría unaescuela en el jardín de la casa de la granja. Mientrastanto, Napoleón instruía a los cochinitos en la cocinade la casa de la granja. Hacían los ejercicios en eljardín, y no se le recomendaba jugar con los otrosanimalitos. Más o menos en esa época, se estableció unanorma, también, de que cuando un cochino y cualquierotro animal se encontraran en el camino, el otro animaldebía apartarse; así como también que todos losanimales, de cualquier rango, tendrían el privilegio decolocarse cintas verdes en su cola los domingos. La granja había tenido definitivamente un añopróspero, pero aún había escases de dinero. HacíaFalta comprar los ladrillos, la arena, y cemento parala escuela, y también sería necesario comenzar aahorrar nuevamente para la maquinaria del molino deviento. Luego habría lámparas de aceite y velas parala casa, azúcar para la propia mesa de Napoleón(prohibió esto a los otros cochinos, con el basamentode que hacía engordar), y todos los repuestosnecesarios tales como herramientas, clavos, cuerda,

carbón, cable, chatarra y biscochos para los perros.Se despacharon en venta un montón de heno y parte de lacosecha de papa, y el contrato de los huevos seincrementó a seiscientos por semana, de manera que enaquel año, las gallinas casi no empollaron losuficiente como para mantener su número a un mismonivel. Las raciones reducidas en diciembre disminuyeronnuevamente en febrero, y se prohibieron las lámparas enlos establos para ahorrar aceite. Pero los cochinosparecían tener cierto confort, y de hecho teníansobrepeso, por cierto. Una tarde, a finales de febrero,un tibio, rico y apetitoso aroma, algo que nunca habíanpercibido los animales con su olfato, fluctuaba através del patio desde la fabriquita de cerveza, quehabía sido abandonada en los tiempos de Jones, y queestaba separada de la cocina. Los animales,hambrientos, olfateaban el aire preguntándose si elcálido hervido estaba siendo preparado para su cena.Sin embargo, no se trataba de ningún hervido enpreparación, y al siguiente domingo se anunció que deahora en adelante toda la cebada se reservaría para loscochinos. El campo, mas allá del huerto, se había yasembrado de cebada. Y pronto se divulgó la noticia deque cada cochino estaba recibiendo ahora una ración deun octavo de galón de cerveza diario, con medio galónpara el mismo Napoleón, que siempre se le servía en lacacerola de la Corona del Derby de la vitrina decristal. A pesar de todo si existían penurias que soportar,en parte se suprimían por el hecho de que la vidaactual tenía una mayor dignidad que antes. Había máscanciones, más discursos, más procesiones. Napoleónordenó que se realizara una vez por semana una cosaque se llamaba Demostración Espontanea, cuyo objetivoera el de celebrar las luchas y el esfuerzo de GranjaAnimal. A la hora señalada, los animales dejarían sustareas y se pondrían en marcha por los linderos de lagranja en formación militar, al mando de los cochinos,siguiéndole los perros, luego las ovejas, y después lasaves de corral. Los perros flanqueaban la procesión yel gallo negro de Napoleón marchaba a la cabeza de

todos. Bóxer y Clover cargaban siempre entre los dosuna bandera verde con la marca de un casco y un cuernocon un título que decía: “¡Que viva El CamaradaNapoleón!” Luego se recitaban unos poemas compuestos enhonor a Napoleón, y Squealer daba un discurso, el cualdetallaba los incrementos recientes en la producción dealimentos y, en ocasiones, se disparaba la escopeta.Los más asiduos devotos de la Demostración Espontaneaeran las ovejas, y si alguien se quejaba (algunas vecesvarios animales se quejaban, cuando los perros y loscochinos no andaban por ahí) de que perdían el tiempoargumentando una larga espera a la deriva, las ovejasse aseguraban de silenciarlos con el tremendo balidode “¡Cuatro patas bien, dos patas mal!” Pero, al fin yal cabo, los animales disfrutaban de estascelebraciones. Concebían el consuelo de que, después detodo, eran en verdad sus propios jefes y que el trabajoque realizaban era para su propio beneficio. De modoque con las canciones, las procesiones, la lista decifras de Squealer, el estruendo de la escopeta, y laoscilación de la bandera, les hacía olvidar que susestómagos estaban vacios, al menos en parte del tiempo. En abril, Granja Animal fue proclamada Republica,y fue necesario elegir un presidente. Había un solocandidato, Napoleón, quien fue electo de maneraunánime. Ese mismo día, se dio a conocer el hecho deque se había descubierto unos nuevos documentos loscuales revelaban más detalles sobre la complicidad deSnowball con Jones. En estos aparecía ahora queSnowball no había, tal como creían antes los animales,ciertamente intentado perder la Batalla del Establo delas Vacas por medio de una estrategia, sino queabiertamente había peleado en alianza con Jones. Dehecho, fue él quien había verdaderamente actuado comoel líder de las fuerzas humanas, y quien llevaba en suslabios las palabras “¡viva la humanidad!” dentro de labatalla. Las heridas de Snowball en su espalda, lascuales recuerdan aún los animales haberlas visto,fueron ocasionadas por los dientes de Napoleón. A mitad del verano, Moses, el cuervo, apareció denuevo de manera repentina en la granja, luego de varios

años de ausencia. No tenía rasgos de cambio, seguíasin trabajar, y hablaba en el mismo tono que antesacerca de la Montaña de Caramelo de Azúcar. Se perchabaen la plataforma, aleteando sus alas negras y acualquiera que escuchara le hablaba en su momento. –¡Allá arriba, camaradas, - solemnemente decía,señalando hacia el cielo con su pico largo – alláarriba, justo al otro lado de aquella nube negra lacual pueden ver, queda la Montaña de Caramelo deAzúcar, ese campo feliz, donde todos nosotros, pobresanimales, descansaremos para siempre de nuestrasfaenas! – Hasta afirmaba que había estado allí, en unode sus más altos vuelos, y que había visto los camposeternos de trébol, torta de linaza y de terrones deazúcar que crecían en los huertos. Muchos de losanimales le creían. Sus vidas ahora, razonaban, estabaen la hambruna y con mucho trabajo; ¿no era correcto yjusto el hecho de que debería existir un mundo mejor enalgún lugar? Algo que era difícil de determinar era laactitud de los cochinos hacia Moses. Todos ellosdeclaraban de manera contenciosa de que sus historias,acerca de La Montaña De Caramelo de Azúcar, eranmentiras, mas sí se le permitía quedarse en la granja,sin trabajar, proporcionándole el derecho a una raciónde cerveza diaria. Luego de la sanación del casco, Bóxer trabajó másduro que nunca. De hecho, todos los animales trabajaroncomo unos esclavos ese año. Además del trabajo regularde la granja, y la reconstrucción del molino de viento,estaba el jardín de infancia para los cochinitos, elcual se había iniciado en marzo. Algunas veces laslargas horas,que se soportaban por la insuficiencia decomida, eran arduas, pero Bóxer nunca se echaba paraatrás. No había nada en lo que hiciera o dijera quele indicara que ya sus fuerzas no eran las mismas.Sólo su apariencia era lo único que estaba un pocoalterada; Su pelaje era menos brillante que el deantes, y sus grandes caderas parecían haber disminuido.Los otros decían, – Bóxer se recuperará cuando crezcael pasto de la primavera, – pero llegó la primavera yBóxer no engordó. Algunas veces, sobre la cuesta, rumbo

a la cima de la cantera, cuando preparaba sus músculoscontra el peso de algún peñasco, parecía que nada lomantenía sobre sus pies para continuar excepto suvoluntad. En ocasiones, sus labios parecían formar laspalabras, “Trabajaré más fuertemente”; no le salían.Una vez más, Clover y Benjamín le advirtieron quecuidara su salud, pero Bóxer no prestaba atención. Seaproximaba su decimosegundo aniversario. No leimportaba lo que pasara, con tal de acumular una buenaprovisión de bloques antes de que llegara a sujubilación. Una noche, a finales del verano, se corrióun rumor en la granja de que algo le había sucedido aBóxer. Se había ido solo para arrastrar una carga depiedra hacia el molino de viento. Y en verdad, el rumorera cierto. Unos minutos después entraron dos palomascorriendo con la noticia: –¡¡HA CAIDO BÓXER!! ¡¡Estatirado de lado y no se puede levantar!! Más o menos la mitad de los animales de la granjase apresuraron hacia la loma donde estaba el molino deviento. Allí se encontraba Bóxer, entre los chasis dela carreta, su cuello extendido, le impedía aúnlevantar su cabeza. Sus ojos estaban dormitados y suscostados, empampados de sudor. Por su boca salía unhilito de sangre. Clover cayó a su lado de rodillas. –¡BÓXER –gritó ella, – ¿Cómo estás? – Es mi pulmón,– dijo Bóxer con voz débil. – Noimporta. Creo que serán capaces de terminar el molinode viento sin mí. Hay una muy buena recopilación depiedra acumulada. Me queda sólo un mes para irme detodos modos. Honestamente, he estado adelantando miretiro. Y quizá, como Benjamín está envejeciendotambién, le permitirán retirarse al mismo tiempo y seauna compañía para mí. – Debemos conseguir ayuda inmediatamente, – dijoClover. – Corra, alguien, y avise a Squealer loocurrido ahora. Todos los otros animales, inmediatamenteregresaron corriendo a la casa de la granja para darlela noticia a Squealer. Sólo se quedó Clover yBenjamín, quien se echó al lado de Bóxer y, sin hablar,le espantaba las moscas con su larga cola. Luego de más

o menos un cuarto de hora apareció Squealer, lleno desimpatía y preocupación. Dijo que Napoleón se habíaenterado con la más profunda aflicción del infortuniode uno de los trabajadores más leales de la granja, yque ya se encontraba haciendo los arreglos para enviara Bóxer a un hospital en Willingdon para eltratamiento. Los animales se sintieron un pocoincómodos con esto. Con la excepción de Mullie ySnowball, ningún otro animal había salido de la granja,y no les agrado imaginarse a su camarada enfermo enmanos de seres humanos. Sin embargo, fácilmenteSquealer los convenció de que el cirujano veterinariode Wellington podía tratar el caso de Bóxer de lamanera más satisfactoria de la que pudiera hacerse enla granja. Una media hora más tarde, cuando Bóxerestaba algo recuperado, con dificultad, lo colocaron depie y lo llevaron de vuelta, cojeando, a su establo.Donde Clover y Benjamín le tenían preparada una buenacama de paja. En los dos días siguientes Bóxer permaneció en suestablo. Los cochinos enviaron una botella grande demedicina de clavellinas, la cual habían encontrado enel baúl de remedios del baño, y Clover se lassuministraba a Bóxer dos veces al día después de lascomidas. Por las noches se quedaba en su establo yhablaba con él, mientras Benjamín le espantaba lasmoscas. Por lo ocurrido, Boxer no profesaba lamento.Si se recuperaba bien, esperaba vivir otros tres años,y se imaginaba los días llenos de paz que pasaría en laesquina del enorme pastizal. Sería la primera vez quetuviera tiempo libre para estudiar y ejercitar sumente. Intentaría, decía, dedicar el resto de su vidaaprendiendo las restantes veintidós letras delabecedario. Sin embargo, Benjamín y Clover solo permanecíancon Boxer luego de las horas de trabajo, y fue al mediodía que vino la carreta a llevárselo. Todos losanimales se encontraban en el trabajo desmalezandonabos bajo la supervisión de un cochino, cuando sesorprendieron al ver a Benjamín galopando desde losedificios de la granja, rebuznando con todo el poderío

de su voz. Acaso se trataba de la primera vez quehabían visto a Benjamín alterado – sí, era la primeravez que alguien lo veía galopar. – ¡Rápido, rápido!, –gritaba. – ¡vengan de inmediato! ¡Se están llevando aBoxer! – Sin esperan órdenes de los cochinos, losanimales regresaron a los edificios de la granja.Ciertamente, ahí en el patio se encontraba una carretagrande cubierta, la cual era tirada por dos caballos,con un letrero al extremo y un hombre de apariencia noamigable, de boina, sentado sobre el sillón delconductor. El establo de Boxer se encontraba vacío. Los animales se amontonaron al rededor de lacarreta. – ¡Adiós Boxer!, gritaban, – ¡Adiós!–¡Tontos! ¡tontos! – Gritaba Benjamín, cabriolandoalrededor de ellos y bordeando el suelo con suspequeños cascos. – ¡Tontos! ¿No ven lo que dice en lacarreta? Aquello ocasionó una pausa en los animales, yhubo un silencio. Muriel comenzó a deletrear laspalabras. Pero Benjamín la empujó echándola a un ladoy, en medio de una enmudecida agonizante, él leyó:-“Alfred Simmons, descuartizador de caballos y hervidorde cola, Willingdon. Comerciante de Pieles, Harina deHuesos. Suministros de perrera” ¿No entienden lo quesignifica eso? ¡Están llevando a Boxer al matadero! Un grito de horror brotó de los animales. Enese momento, el carretero alentó a sus caballos y lacarreta se movió hacia fuera del patio a un pasomoderado. Todos los animales la siguieron, gritando contodo el poderío de sus voces. Clover se hizo camino ala delantera. La carreta comenzó a tomar velocidad.Clover intentó esforzar sus fuertes miembros al trote ylogró un medio galope. – ¡Boxer! Gritó ella-¡Boxer!¡Boxer! ¡Boxer! Y justo en ese momento, como si él hubieraescuchado el alboroto afuera, la cara de Boxer, con laraya blanca que recorría su hocico, se asomó por laventanita trasera de la carreta. Con una voz terrible Clover gritaba – ¡Boxer salde ahí! – ¡Boxer! ¡Sal de ahí! ¡sal de ahí rápido! ¡Teestán llevando a tu muerte!

Todos los animales comenzaron a gritar – ¡Sal,Bóxer, Sal! – Pero la carreta ya estaba tomandovelocidad y los dejaba atrás. A ciencia cierta, no sesabía si Boxer había entendido el mensaje de Clover.Pero, luego de un instante, su rostro desapareció de laventana y hubo un sonido tremendo de tamborileo decascos dentro de la carreta. Estaba tratando de hacersepaso a los golpes. Ya había pasado la época en la cualunos cuantos golpes de los cascos de Boxer hubieranvuelto añicos a ésa carreta. ¡Que lastima! Sus fuerzaslo habían abandonado; y en unos instantes el sonido detamborileo se debilitaba y desvanecía. en medio de ladesesperación, los animales le hacían afectaciones alas dos bestias que arreaban la carreta para que sedetuvieran. – ¡Camaradas, camaradas! – Gritaban, – ¡Nolleven a su propio hermano a la muerte! Pero las estúpidas bestias, ignoraban lo queestaba ocurriendo, tan solo, echaron sus orejas haciaatrás y apuraron el paso. A última hora, alguien tuvola ocurrencia de corren para adelantarse y cerrar elportón principal, al tiempo que la carreta loatravesaba y desaparecía en el camino. No volvieron aver a Boxer.

Tres días después se anunció que había muerto enel hospital de Willingdon, a pesar de toda la atenciónque se le podía brindar a un caballo. Squealer vino aanunciar la noticia a los otros. Él había, así lo dijo,estado presente en las últimas horas de Boxer.

– ¡Fue la escena más conmovedora que jamás hayavisto! – dijo Squealer, levantando su pata y secándoseuna lágrima. – Yo estuve a su lado hasta el últimomomento. Y al final, ya muy débil para hablar, mesusurró al oído que su único lamento era tener quemorir antes de ver finiquitado el molino de viento. –¡Adelante, camaradas! – musitó. – ¡Adelante en nombrede la Rebelión! ¡Que viva Granja Animal! – ¡Que viva el

camarada Napoleón! ¡Napoleón siempre tiene la razón!Esas fueron sus últimas palabras, camaradas. Aquí, el aspecto de Squealer cambiórepentinamente. Se quedó mudo por un memento, y antesde continuar, sus ojitos lanzaban miradas suspicacesde un lado al otro. Se le había dicho, dijo, que un rumor malvado ytonto, había circulado al momento del traslado deBoxer. Algunos animales notaron que la carreta que sellevó a Boxer decía “MATADERO DE CABALLOS “yciertamente llegaron a la conclusión de que Boxerestaba siendo enviado al “DESCUARTZADOR”. Fue casiincreíble, dijo Squealer, que algún animal pudiera sertan estúpido. Seguramente, gritó inmediatamente,frotando su cola y saltando de un lado a otro,seguramente, ¿conocían a su venerado líder, el CamaradaNapoleón mejor que nadie? Sin embargo, la explicaciónera muy simple. La carreta había pertenecidoanteriormente al descuartizador y había sido vendida alcirujano y veterinario, quien no había borrado elnombre. Por eso fue que surgió el mal entendido. Los animales se aliviaron mucho al escuchar esto.Y cuando Squealer se disponía a adelantar más detallesgráficos sobre el lecho de muerte de Boxer, delcuidado inmenso que había recibido, y las medicinascaras, por las Napoleón había pagado sin importarle elcosto, desaparecieron las últimas dudas y la tristeza,que sentían por la muerte de su camarada, fueconfigurada por la idea de que, al menos, había muertofeliz. Napoleón, por sí solo, apareció en la reunión delsiguiente domingo por la mañana y pronunció una cortaoración en honor a Boxer. No había sido posible, dijoél, traer los lamentados restos del camarada Boxerpara darle sepultura en la granja, pero que habíamandado a hacer una corona grande de los laureles deljardín de la casa de la granja para enviarla ycolocarla en la tumba de Boxer. Y a los pocos días, loscerdos pretendían llevar a cabo un banquete memorial enhonor a Boxer. Napoleón terminó su discurso recordandolos dos lemas favoritos de Boxer: “Trabajaré más

fuertemente” y “El camarada Napoleón siempre tiene la razón”,lemas, dijo él, que, sería muy bueno, todo animaldebería adoptar como propios. En el día del Banquete, una carreta de abarrotesllegaba de Willingdon y despachó en embalaje grande demadera para la casa de la granja. Esa noche hubosonidos alborotados de cantos seguidos de otros como depeleas violentas que terminaron como a las once de lanoche con un estruendo estrepitoso de cristales rotos.Antes de la media noche, nadie se movió de la casa dela granja hasta el siguiente día, y se corrió el rumorde que los cerdos, de alguna manera, habían conseguidodinero para comprarse otra caja de Whisky.

CAPITULO 10

Pasaron los años. Las estaciones vinieron y sefueron, se extinguieron las cortas vidas de losanimales. Llegó la época en la que no había ningúnanimal que recordara los antiguos días antes de larebelión, con la excepción de Clover, Benjamín, Mosesel cuervo, y una cantidad de cochinos. Muriel murió; Bluebell, Jessie, y Pitcher tambiénmurieron. Jones también murió. Murió en una casa dealcohólicos en las afueras de la ciudad. Snowball quedóolvidado. Bóxer, también, excepto por aquellos pocosque lo conocieron. Clover ahora era una yegua anciana yrobusta, con articulaciones rígidas, y con tendenciaal reumatismo ocular. Hacía ya dos años que se lehabía cumplido el tiempo de su jubilación, pero locierto es que ningún animal se había jubilado aún.Había cesado, desde hacía tiempo, el argumento deapartar un espacio de pastoreo para los animales ensituación de retiro. Napoleón era ahora un verracomaduro de veinticuatro toneladas. Squealer seencontraba tan gordo que difícilmente podía ver másallá de sus narices. Únicamente el viejo Benjamín

estaba más o menos igual que siempre, excepto por suhocico, que era un poco más canoso y, desde la muertede Bóxer, estaba más malhumorado y taciturno quenunca. Había mucho más criaturas en la granja ahora, apesar de que este incremento no era tanto como el quese esperaba en años anteriores. Habían nacido muchosanimales para cuya rebelión sólo constituyó una tenuetradición, y que cuyas palabras se trasladaban de boca,y se compraron otros que, antes de llegar, nunca seenteraron de semejante cosa. Además de Clover, lagranja ahora poseía tres caballos. Eran unas bestiasbien honradas, trabajadores dispuestos y buenoscamaradas, pero muy necios. Ninguno de ellos demostróla capacidad de aprender el abecedario más allá de laletra B. Aceptaban todo lo que se les dijeran acercade la Rebelión y los fundamentos del Animalismo,especialmente por Clover, de quien poseían un respetoafín, pero si lo entendían, existía mucha duda. La granja ahora era más próspera, y estaba mejororganizada; hasta se había agrandado por dos terrenosque se le compraron al Señor Pilkington. Se completopor fin, de manera exitosa, el molino de viento, y lagranja poseía una máquina trilladora y un elevador deheno propio, y se le agregó varios edificios nuevos.Whymper por su cuenta compro un coche. El molino deviento, no obstante, no se usó, después de todo, paragenerar energía eléctrica. Se utilizaba para moler elmaíz, y suministraba una agradable suma de dinero.Todavía los animales se encontraban trabajando duroconstruyendo otro molino de viento, se decía que cuandose terminara, se instalarían las dinamos. Sin embargo,los lujos, que había enseñado Snowball soñar a losanimales, el establo con luz eléctrica, agua fría ycaliente, y los tres días libres, nunca más semencionaron. Napoleón había denunciado tales ideas comocontrarias al fundamento del animalismo. La máxima sumade felicidad se encontraba en el trabajo arduo y en lofrugal de la vida. De alguna manera, parecía como si la granja sehubiera enriquecido sin hacer enriquecer en nada a los

animales excepto, por supuesto, a los cochinos y a losperros. Quizá esto ocurría en parte debido a que habíamuchos cochinos y muchos perros. No era que estascriaturas no trabajaban según su capacidad. Había, talcomo Squealer nunca se cansaba de explicar, un trabajode nunca acabar en cuanto a la supervisión yorganización de la granja. La mayor parte de estetrabajo era de tal manera que los otros animales no lopodían comprender por su ignorancia. Por ejemplo,Squealer les decía que los cochinos tenían que pasarpor labores gigantescas todos los días en cosasmisteriosas llamadas “archivos”, “reportes”, “minutas”,y “memorándum”. Estos consistían en hojas grandes depapel, las cuales debían llenarse de letras, y que tanpronto como fueran completadas, se quemaban en elhorno. Esto resultaba de suma importancia para elbienestar de la granja, decía Squealer. Pero aún ni loscochinos ni los perros producían ninguna clase dealimento de su propia labor, y eran muchos de ellos ysu apetito siempre era excelente.

En cuanto a los otros, su vida, por lo que ellossabían, era lo que había sido siempre. Generalmentetenían hambre, dormían sobre paja, bebían del pozo,trabajaban en el campo; en invierno sufrían los efectosdel frío y en verano de las moscas. A veces los másviejos entre ellos esforzaban sus turbias memorias ytrataban de determinar si en los primeros días de laRebelión, cuando la expulsión de Jones aún erareciente, las cosas fueron mejor o peor que ahora. Noalcanzaban a recordar. No había con qué comparar suvida presente, no tenían en qué basarse, exceptuandolas listas de cifras de Squealer que, invariablemente,demostraban que todo mejoraba cada vez más. Losanimales no encontraron solución al problema; decualquier forma, tenían ahora poco tiempo paraespecular con estas cosas. Únicamente el viejo Benjamínmanifestaba recordar cada detalle de su larga vida ysaber que las cosas nunca fueron, ni podrían ser, muchomejor o mucho peor; el hambre, la opresión y el

desengaño eran, así dijo él, la ley inalterable de lavida.Y, sin embargo, los animales nunca abandonaron susesperanzas. Más aún, jamás perdieron, ni por uninstante, su sentido del honor y el privilegio de sermiembros de Granja Animal. Todavía era la única granjaen todo el condado, ¡en toda Inglaterra!, poseída ymanejada por animales. Ninguno, ni el más joven, nisiquiera los recién llegados, traídos desde granjas adiez o veinte millas de distancia, jamás dejó demaravillarse de ello. Y cuando sentían tronar laescopeta y veían la bandera verde ondeando al tope delmástil, sus corazones se hinchaban de orgulloinagotable, la conversación siempre giraba en torno alos heroicos días de antaño: la expulsión de Jones, lainscripción de los Siete Mandamientos, las grandesbatallas en que los invasores humanos fueronderrotados. Ninguno de los viejos ensueños había sidoabandonado. La República de los Animales que Mayorpronosticaba, cuando los campos verdes de Inglaterra nofueran hollados por pies humanos, todavía era sucreencia. Algún día llegaría; tal vez no fuera pronto,quizá no sucediera durante la existencia de la actualgeneración de animales, pero llegaría. Hasta lacanción Bestias de Inglaterra era seguramente tarareada aescondidas, aquí o allá; de cualquier manera era unhecho que todos los animales de la Granja la conocían,aunque ninguno se hubiera atrevido a cantarla en vozalta. Podría ser que sus vidas fueran penosas y que notodas sus esperanzas se vieran cumplidas; pero teníanla conciencia de no ser como otros animales. Si pasaban hambre, no lo era por alimentar atiránicos seres humanos; si trabajaban mucho, al menoslo hacían para ellos mismos. Ninguno caminaba sobre dospies. Ninguno llamaba a otro "amo". Todos los animaleseran iguales. Un día, a principios de verano, Squealerordenó a las ovejas que lo siguieran, y las condujohacia un pedazo de tierra no cultivada en el otroextremo de la granja, cubierto por retoños de abedul.Las ovejas pasaron todo el día allí comiendo las hojasbajo la supervisión de Squealer. Al anochecer, él

volvió a la casa, pero, como hacía calor, les dijo alas ovejas que se quedaran donde estaban. Al finalpermanecieron allí toda la semana y en ese lapso losdemás animales no las vieron para nada. Squealerpermanecía con ellas durante la mayor parte del día.Dijo que les estaba enseñando una nueva canción, paralo cual se necesitaba el aislamiento. Una tardeplacentera, al poco tiempo de haber vuelto las ovejas,los animales ya habían terminado de trabajar yregresaban hacia los edificios de la granja, se oyódesde el patio el relincho aterrorizado de un caballo.Alarmados, los animales se detuvieron bruscamente. Erala voz de Clover. Relinchó de nuevo y todos se lanzaronal galope entrando precipitadamente en el patio.Entonces observaron lo que Clover había visto. Era uncerdo caminando sobre sus patas traseras. Sí, eraSquealer. Un poco torpe, como que si no estuviera deltodo acostumbrado a sostener su gran volumen en esaposición, pero con perfecto equilibrio, estabapaseándose por el patio. Y un rato después, por lapuerta de la casa apareció una larga fila de cerdos,todos caminando sobre sus patas traseras. Algunos lohacían mejor que otros, si bien uno o dos andaban unpoco inseguros, dando la impresión de que les hubieragustado el apoyo de un bastón, pero todos ellos dieroncon éxito una vuelta completa por el patio. Finalmente,se oyó un tremendo ladrido de los perros y un agudocacareo del gallo negro, y apareció Napoleón enpersona, erguido majestuosamente, lanzando miradasarrogantes hacia uno y otro lado con los perrosbrincando alrededor. Llevaba un látigo en la mano. Seprodujo un silencio de muerte. Asombrados,aterrorizados, acurrucados unos contra otros, losanimales observaban la larga fila de cerdos marchandolentamente alrededor del patio. Era como si el mundo sehubiese vuelto patas arriba. Llegó un momento en quepasó la primera impresión y, a pesar de todo, a pesarde su terror a los perros y de la costumbre adquiridadurante muchos años, de nunca quejarse, nunca criticar,podían haber emitido alguna palabra de protesta. Perojusto en ese instante, como obedeciendo a una señal,

todas las ovejas estallaron en un tremendo balido:"¡Cuatro patas bien, dos patas mejor! ¡Cuatro patasbien, dos patas mejor! ¡Cuatro patas bien, dos patasmejor!"Esto continuó durante cinco minutos sin parar. Y cuandolas ovejas callaron, la oportunidad para protestarhabía pasado, pues los cerdos entraron nuevamente en lacasa. Benjamín sintió que un hocico le rozaba elhombro. Se volvió. Era Clover. Sus viejos ojos parecíanmás apagados que nunca. Sin decir nada, le tirósuavemente de la crin y lo llevó hasta el extremo delgranero principal, donde estaban inscritos los SieteMandamientos. Durante un minuto o dos estuvieronmirando la pared alquitranada con sus blancas letras.– La vista me está fallando, – dijo ella finalmente. –Ni aun cuando era joven podía leer lo que estaba ahíescrito. Pero me parece que esa pared está cambiada.¿Están igual que antes los Siete Mandamientos,Benjamín? Por primera vez Benjamín consintió en quebrarsu costumbre y leyó lo que estaba escrito en el muro.Allí no había nada, excepto un solo Mandamiento. Estedecía:

TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES,PERO ALGUNOS SON MÁS IGUALES QUE

OTROS

Después de eso no les resultó extraño que al díasiguiente los cerdos que estaban supervisando eltrabajo de la granja llevaran todos látigos en la mano.No les pareció raro enterarse de que los cerdos sehabían comprado una radio, estaban gestionando lainstalación de un teléfono y se habían suscrito a JohnBull, Tit-Bits y al Daily Mirror. No les resultó extraño cuandovieron a Napoleón paseando por el jardín de la casa conuna pipa en la boca; no, ni siquiera cuando los cerdossacaron la ropa del señor Jones de los roperos y se lapusieron. Napoleón apareció con una chaqueta negra,pantalones y polainas de cuero, mientras que sufavorita lucía el vestido de seda que la señora Jones

acostumbraba a usar los domingos. Una semana después,por la tarde, cierto número de coches llegó a lagranja. Una delegación de granjeros vecinos había sidoinvitada para realizar una inspección. Recorrieron lagranja y expresaron gran admiración por todo lo quevieron, especialmente el molino. Los animales estabanescardando el campo de nabos. Trabajaban casi sindespegar las caras del suelo y sin saber si debíantemer más a los cerdos o a los visitantes humanos.Esa noche se escucharon fuertes carcajadas y cancionesdesde la casa. El sonido de las voces entremezcladasdespertó repentinamente la curiosidad de los animales.¿Qué podía estar sucediendo allí, ahora que, porprimera vez, animales y seres humanos estaban reunidosen igualdad de condiciones? De común acuerdo searrastraron en el mayor silencio hasta el jardín de lacasa. En la entrada se detuvieron, un poco asustados,pero Clover avanzó resueltamente y los demás lasiguieron.Fueron de puntillas hasta la casa, y los animales demayor estatura espiaron por la ventana del comedor.Allí, alrededor de una larga mesa, estaban sentadosmedia docena de granjeros y media docena de los cerdosmás eminentes, ocupando Napoleón el sitial de honor enla cabecera. Los cerdos parecían encontrarse en lassillas completamente a sus anchas. El grupo estabajugando una partida de naipes, pero había dejado eljuego un momento, sin duda para brindar. Una jarragrande estaba pasando de mano en mano y los vasos sellenaban de cerveza una y otra vez. El señorPilkington, de Foxwood, se puso de pie, con un vaso enla mano. Dentro de un instante, expresó, iba asolicitar un brindis a los presentes. Pero,previamente, se consideraba obligado a decir unaspalabras.Era para él motivo de gran satisfacción, dijo, y estabaseguro que también, para todos los asistentes,comprobar que un largo periodo de desconfianza ydesavenencias llegaba a su fin. Hubo un tiempo, no esque él o cualquiera de los presentes, compartieron

tales sentimientos, pero hubo un tiempo en que losrespetables propietarios de Granja Animal fueronconsiderados, él no diría con hostilidad, sino concierta dosis de recelo por sus vecinos humanos. Seprodujeron incidentes infortunados, eran corrientes lasideas equivocadas. Se creyó que la existencia de unagranja poseída y manejada por cerdos era en cierto modoanormal y que podría tener un efecto perturbador en elvecindario. Demasiados granjeros supusieron, sin ladebida investigación, que en dicha granja prevalecía unespíritu de libertinaje e indisciplina. Habían estadopreocupados respecto a las consecuencias que elloacarrearía a sus propios animales o aún sobre susempleados humanos. Pero todas estas dudas ya estabandisipadas.Él y sus amigos acababan de visitar Granja Animal y deinspeccionar cada pulgada con sus propios ojos, ¿y quéhabían encontrado? No solamente los métodos másmodernos, sino una disciplina y un orden que debíanservir de ejemplo para todos los granjeros de todaspartes. Él creía que estaba en lo cierto al decir quelos animales inferiores de Granja Animal hacían mástrabajo y recibían menos comida que cualquier animaldel condado. En verdad, él y sus colegas visitantesobservaron muchos detalles que pensaban implantar ensus granjas inmediatamente. Quería terminar sudiscurso, dijo, recalcando nuevamente el sentimientoamistoso que subsistía, y que debía subsistir, entreGranja Animal y sus vecinos. Entre los cerdos y losseres humanos no había, y no debería haber, ningúnchoque de intereses de cualquier especie. Sus esfuerzosy sus dificultades eran idénticos. ¿No era el problemade los obreros el mismo en todas partes? Aquí se pusode manifiesto que el señor Pilkington se disponía acontar algún chiste bien preparado, pero por uninstante lo dominó tanto la risa que no pudo articularpalabra. Después de sofocarse un rato, durante el cualsus diversas papadas, enrojecieron, logró expresarse: – ¡Si bien ustedes tienen que lidiar con sus animalesinferiores, dijo, nosotros tenemos nuestras clasesinferiores!

Estas extraordinarias palabras los hizo morirsede la risa; y el señor Pilkington nuevamente felicitó alos cerdos por las menudas raciones, las largas horasde trabajo y la falta general de trato blando queobservaba en Granja Animal. Y ahora, dijo finalmente, iba a pedir a lospresentes que se pusieran de pie y se cercioraran deque sus vasos estaban llenos.– Señores, concluyó el señor Pilkington, señores, lespropongo un brindis: ¡Por la prosperidad de GranjaAnimal!Hubo un vitoreo entusiasta y un golpeteo de pies ypatas. Napoleón estaba tan complacido, que dejó sulugar y dio la vuelta a la mesa para chocar su vasocontra el del señor Pilkington antes de vaciarlo.Cuando terminó el vitoreo, Napoleón, que permanecía depie, insinuó que también él tenía que decir algunaspalabras.Como en todos sus discursos, Napoleón fue breve y algrano. El también, dijo, estaba contento de que elperíodo de desavenencias llegara a su fin. Durantemucho tiempo hubo rumores propalados, él tenía motivospara creer que por algún enemigo maligno, de queexistía algo subversivo y hasta revolucionario entre supunto de vista y el de sus colegas. Se les atribuyó laintención de fomentar la rebelión entre los animales delas granjas vecinas. ¡Nada podía estar más lejos de laverdad! Su único deseo, ahora y en el pasado, era viviren paz y mantener relaciones normales con sus vecinos.Esta granja que él tenía el honor de controlar, agregó,era una empresa cooperativa. Los títulos de propiedad,que estaban en su poder, pertenecían a todos los cerdosen conjunto. El no creía, dijo, que aún quedaran rastros de lasviejas sospechas, pero se acababan de introducirciertos cambios en la rutina de la granja que tendríanel efecto de promover aún más la confianza.Hasta entonces los animales de la granja tenían unacostumbre algo tonta de dirigirse unos a otros como"camarada". Eso iba a ser suprimido. También existíauna modalidad muy rara, cuyo origen era desconocido: la

de desfilar todo los domingos por la mañana ante elcráneo de un cerdo clavado en un poste del jardín. Esotambién iba a ser eliminado, y el cráneo ya fueenterrado. Sus visitantes habían observado así mismo labandera verde que ondeaba al tope del mástil. En esecaso, seguramente notaron que el asta y la pezuñablanca con que estaba marcada anteriormente fueroneliminadas. En adelante, sería simplemente una banderaverde. Tenía que hacer una sola crítica al magnífico yamistoso discurso del señor Pilkington. El señorPilkington hizo referencia en todo momento a GranjaAnimal. No podía saber, naturalmente, - porque él,Napoleón, ahora lo anunciaría por primera vez -, que elnombre Granja Animal había sido abolido. Desde esemomento la granja iba a ser conocida como Granja Manor,el cual, creía, fue su nombre verdadero y original.– Señores, concluyó Napoleón, os voy a proponer elmismo brindis de antes, pero en otra forma, llenad losvasos hasta el borde. Señores, éste es mi brindis: ¡Porla prosperidad de Granja Manor! Se repitió el mismo cordial vitoreo de antes y losvasos fueron vaciados de un trago. Pero a los animales,que desde fuera observaban la escena, les pareció quealgo raro estaba ocurriendo. ¿Qué era lo que se habíaalterado en los rostros de los cerdos? Los viejos yapagados ojos de Clover pasaron rápida yalternativamente de un rostro a otro. Algunos teníancinco papadas, otros tenían cuatro, aquéllos teníantres. Pero ¿qué era lo que parecía diluirse ytransformarse? Luego; finalizados los aplausos, losconcurrentes tomaron nuevamente los naipes ycontinuaron la partida interrumpida, alejándose losanimales en silencio. Pero no habían dado veinte pasoscuando se pararon bruscamente. Un alboroto de vocesvenía desde la casa. Corrieron de vuelta y miraronnuevamente por la ventana. Sí, se estaba desarrollandouna violenta discusión: gritos, golpes sobre la mesa,miradas penetrantes y desconfiadas, negativas furiosas.

El origen del conflicto parecía ser que tanto Napoleóncomo el señor Pilkington habían jugado simultáneamenteun as de espadas cada uno. Doce voces estaban gritando enfurecidas, y erantodas iguales. No existía duda de lo que sucediera alas caras de los cerdos. Los animales de afuera mirarondel cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, ynuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposiblediscernir quién era quién.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR

La lectura del libro Rebelión en la Granja deGeorge Orwell, nos hace reflexionar acerca de laexistencia del ser humano y su comportamiento comoindividuo miembro de una sociedad determinada. Situviéramos que hacer un análisis sobre el contenido dela obra, la cual tiene un corte político y una críticaal régimen del dictador Stalin durante la época de laRusia comunista, afirmaríamos que existen factores quedebemos tomar muy en consideración. Estos factorescomprenden ciertos matices filosóficos tales como elhumanismo, el materialismo, el altruismo etc., dedonde, a la misma vez, se desprenden valores y antivalores concernientes a la amistad, la cooperación, eltrabajo, el orden, la moral, la mentira la hipocresía,la ambición y las controversias que se enmarañan dealguna manera para desarrollar formas de gobernar yadquirir poder por medio de regímenes tales como lademocracia, la autocracia, la participación, etc.     Se trata de una historia que se desarrolla en unagranja cuyo propietario es un tal señor Jones, quien laadministra y tiene a su cuidado diversos animales con

fines comerciales que les proporcionan el bienestar yel sustento. En esta granja se va a desarrollar unarebelión, la cual es organizada por todos los animalesluego de haber escuchado un discurso del cerdo másanciano de la granja llamado Mayor, quien les deja elmensaje de descontento y la necesidad de rebelarsecontra los humanos enemigos y el régimen que los oprimey explota a cambio de ningún beneficio excepto elhambre y las condiciones paupérrimas. Una vez derrocado el régimen del señor Jones, losanimales reorganizan la granja y se disponen aimplantar mejoras y beneficios, llevando a cabo unproyecto para alcanzar la igualdad, la hermandad, lafelicidad, la paz y la libertad plena para todos.     Sin embargo, a medida que se van desarrollando losacontecimientos, se comienza a apreciar una serie desituaciones que nos permiten darnos cuenta de que elsueño anhelado por los animales no se cumple. Lacomunidad de la granja comienza a hacer manejada porlos más astutos que, en este caso, recae sobre un grupode cerdos, cuyo liderazgo lo conforman dos de nombresNapoleón y Snowball. Se implanta un régimen autoritarioy el control total de la granja por medio de lademagogia, la manipulación, la explotación de losanimales, la injusticia social, y la ambición de poder.Todo esto acontece luego de que el cerdo Napoleónsiempre entraba en discusiones con su compañero decausa Snowball, quien ofrecía ideas y mejoras practicaspara el desarrollo de la granja con un régimen flexibley democrático, lo que conduce a un antagonismo entreestos dos líderes. Se refleja la pugna por alcanzar elpoder y el control. Finalmente, el cerdo Snowball esexpulsado del proyecto por las fuerzas de Napoleónrepresentada por unos feroces perros que lo custodian yque conforman el instrumento de la amenaza de losanimales. De esta manera Napoleón consolida el poderconduciendo el sueño de todos a una verdaderapesadilla.     No obstante, y a pesar de que este libro tienecomo fin una crítica al régimen de la Rusia comunistade Stalin, también refleja los valores y los anti

valores, sobre todo el crimen, la injusticia y laexplotación del hombre por el hombre.     Así mismo, el libro constituye, del mismo modo, unllamado a la reflexión del valor que debemos tenertodos los seres humanos por la vida y hacia toda lascosas que nos rodean, tales como el amor al prójimo, lasolidaridad, la ayuda, la justicia social y laprosperidad de todos como una unidad. Muchos aspectos y conceptos se ven reflejados yejemplificados en esta obra. Pero en lo particular y enlo emocional de mi parte, puedo decir que no es fácilconcientizar todo aquello que nos proporciona unverdadero aprendizaje que enfoque el aspecto meramentehumano. Por tal motivo me veo en la necesidad deinterpretar el valor de la “ayuda” que se representa enlos personajes de Boxer; el caballo de tiro y Muriel;la cabra blanca, amiga de Clover, en la obra. Estevalor de la “ayuda”, para mí, en la comunidad de lagranja, la brinda Boxer con su incansable esfuerzo,aportando su vida, si era preciso, a cambio de verparte de la realización del sueño que compartía contodos sus camaradas. Me conmovió mucho la muerte deBoxer, quien proporcionó una gran “ayuda”. Por otrolado Muriel, la cabra blanca, conformaba un personajecasi ausente y de muy poca importancia, quiensuministraba una “ayuda” muy minina, casiimperceptible. La “ayuda” de Muriel podríamosinterpretarla solo como un deseo de ayudar y ser útiltal como lo fueron todos sus camaradas. Su muerte luegome hace reflexionar, y me conmueve hasta el punto deafirmar que su deseo fue tan grande como el de Boxer ymás, quizá. En tal sentido, se interpretaría, entonces,que el valor de poder brindar cualquier “ayuda” ensituaciones determinadas, grande o pequeña que éstasea, es infinito.