Opiliones fósiles. Los arácnidos actuales de origen más remoto / Fossil harvestmen: The oldest...

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Opiliones fósilesLos arácnidos actuales de origen más remoto

Russell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet y Mark D. Sutton

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Russell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet y Mark D. Sutton (2013). Opiliones fósiles. Los arácnidos actuales de origen más remoto. ¡Fundamental! 23, 1–58.

Este número se ha editado en el marco del 10º Premio Internacional de Investigación en

Paleontología Paleonturología 12, convocado por la Fundación Conjunto Paleontológico

de Teruel–Dinópolis, la Fundación Teruel Siglo XXI y Dinópolis.

Esta publicación forma parte de los proyectos de investigación en Paleontología subvencionados por:

Departamento de Educación, Universidad, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón; Departamento de

Industria e Innovación (Grupo de Investigación Consolidado E–62 FOCONTUR) del Gobierno de Aragón;

Fondo Social Europeo, Instituto Aragonés de Fomento, Dinópolis y Diputación Provincial de Teruel.

EDICIÓN: © Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel – Dinópolis

AUTORES: Russell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet y Mark D. Sutton

COORDINACIÓN: Luis Alcalá y Francisco Javier Verdú

DISEÑO Y MAQUETA: © EKIX Soluciones Gráficas

DEPÓSITO LEGAL: TE–194–2013

ISBN–13: 978–84–938173–6–7

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los autores y del editor, bajo las sanciones establecidas en la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático. Todos los derechos reservados.

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10º PREMIO INTERNACIONALDE INVEST IGACIÓN EN PALEONTOLOGÍA

Paleonturología 12

En la ciudad de Teruel, siendo las 22:30 horas del día 11 de diciembre de 2012, se reúnen en calidad de miembros del jurado la Dra. Ana Márquez Aliaga (Profesora de Paleontología de la Universidad de Valencia y Presidenta de la Sociedad Española de Paleontología), el Dr. Enrique Gil Bazán (Profesor de Biología y Geología en el IES Ramón y Cajal de Zaragoza) y el Dr. Heinrich Mallison (Museum für Naturkunde–Leibniz Institute for Research on Evolution and Biodiversity at the Humboldt University Berlin, premiado en Paleonturología 11) y, en calidad de secretario, el Dr. Luis Alcalá (Director Gerente de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis/Museo Aragonés de Paleontología),

después de examinar los 19 artículos científicos participantes en la fase final del Décimo Premio Internacional de Investigación en Paleontología Paleonturología 12 (convocado por la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, la Fundación Teruel Siglo XXI y Dinópolis) y tras las oportunas deliberaciones,

acuerdan conceder el Premio Paleonturología 12, dotado con 4.500 euros y una edición divulgativa del trabajo premiado, al artículo:

Anatomically modern Carboniferous harvestmen demonstrateearly cladogenesis and stasis in Opiliones

cuyos autores sonRusell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet y Mark D. Sutton

(Imperial College London, Humboldt University Berlin, Harvard University Cambridge)

publicado en la revista Nature Communications, 2: 444, 1-7. 2011

Los opiliones o segadores son arácnidos que, superficialmente, se parecen a las arañas; se trata de un grupo de organismos cuyo registro fósil se conoce escasamente. El artículo premiado describe dos nuevas especies de opiliones del Carbonífero de Francia, de unos 305 millones de años de antigüedad, a partir de fósiles excelentemente conservados y utilizando para su estudio microtomografías de rayos X de alta definición.

El artículo presenta, de modo claro y conciso, cómo funciona realmente la evolución, para lo cual utiliza técnicas actuales y combina los análisis tradicionales -morfológicos- con los moleculares para proponer el primer análisis cladístico (es decir, de parentesco) de los opiliones del Paleozoico. A pesar de su gran antigüedad, los dos nuevos opiliones tienen características modernas, demostrando que su configuración anatómica no ha variado en 300 millones de años.

Los autores han desarrollado una aplicación –de descarga gratuita- que permite reproducir resultados e introducen la información de modo muy accesible, de modo que presenta grandes posibilidades para la divulgación de los métodos de investigación en paleontología.

De todo lo cual doy constancia, a las 1:02 horas del día 12 de diciembre de 2012.

El SecretarioLuis Alcalá

Protimesius longipalpis (Stygnidae, Laniatores), Reserva Ducke, Manaos, Amazonas, Brasil. Fotografía: Gonzalo Giribet.

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Russell Garwood es paleontólogo en la Universidad de

Manchester, Reino Unido. Comenzó su carrera estudiando

geología en la Royal School of Mines, Imperial College,

Londres, antes de completar su doctorado en la misma

institución en 2010. Desde entonces ha trabajado en el Natural

History Museum de Londres, en su laboratorio de Tomografía

Computarizada, y también en la School of Materials en

Manchester. Desde 2012, Russell está siendo financiado,

durante un periodo de tres años, por la Royal Commision for

the Exhibition of 1851, para el estudio del origen y evolución

de los insectos, y por la School of Earth, Atmospheric and

Environmental Sciences. Fundamentalmente utiliza rayos X

para entender mejor a estos animales y a sus ecosistemas y

al mismo tiempo está interesado en una gran variedad de los

primeros animales terrestres. Otros aspectos que le atraen son

el origen y la evolución temprana de la vida, así como el uso de

ordenadores y técnicas de rayos X en geología.

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Jason Dunlop nació en Basingstoke, Inglaterra, y creció

en la localidad costera de Cleethorpes. Ya en su infancia le

fascinaban las arañas de su jardín y pronto decidió que le

gustaría convertir esa afición en su carrera profesional. Así,

Jason estudió zoología en la Universidad de Leeds y después

emprendió un doctorado acerca de un grupo extinto de

arácnidos fósiles en el Departamento de Ciencias de la Tierra

de la Universidad de Manchester, bajo la supervisión del Dr.

Paul Senden. Jason permaneció en Manchester con una beca

para investigar el origen de los arácnidos y sus parientes, y

en 1997 obtuvo una plaza de conservador de arácnidos y

miriápodos en el Museum für Naturkunde Berlin, puesto que

aún ocupa en la actualidad. Jason ha publicado numerosos

estudios sobre arácnidos fósiles –con un particular interés en los

opiliones durante los últimos años– y mantiene regularmente

actualizada la lista taxonómica de todos los fósiles de arácnidos

y sus parientes más cercanos. Actualmente es secretario de la

International Society of Arachnology y vicepresidente de la

European Society of Arachnology.

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Gonzalo Giribet es un zoólogo interesado en el origen de la

diversidad animal, especialmente en el origen de los grandes filos

animales y su diversidad, especialmente artrópodos y moluscos,

pero también en los llamados “filos menores”, grupos con

animales de pequeño tamaño y poca diversidad de especies. Es

profesor en el departamento de biología evolutiva y de organismos

de la Universidad de Harvard y conservador de la colección de

invertebrados en el Museo de Zoología Comparada de Harvard. Su

trabajo consiste en dar clases de zoología, sistemática, biogeografía

y en dirigir la colección de invertebrados del museo. Su investigación

le ha llevado a recolectar invertebrados en todos los continentes y

océanos. Aunque nació en Burgos, creció en Vilanova i la Geltrú,

en la costa barcelonesa, donde desarrolló su pasión por la zoología

y por los animales marinos. Estudió en la Universitat de Barcelona,

donde también recibió su doctorado. En 1997 inició una estancia

postdoctoral en el American Museum of Natural History de Nueva

York y de ahí pasó a Harvard, primero como profesor ayudante,

luego como profesor asociado y finalmente como catedrático.Go

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Mark Sutton es profesor titular de paleontología en

el Imperial College de Londres. Estudió en Cambridge

(licenciatura) y en Cardiff (doctorado) y ha ocupado cargos

académicos en Lampeter, Oxford y, desde 2005, en el

Imperial College de Londres. Su investigación ha estado

centrada principalmente en la conservación tridimensional

de invertebrados fósiles del ‘Herefordshire Lagerstätte’ del

Silúrico, pero mantiene un gran interés en la filogenia y

evolución de muchos grupos, particularmente braquiópodos,

artrópodos y moluscos. También investiga las aplicaciones de

los ordenadores en paleontología, especialmente técnicas de

reconstrucción tridimensional.

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Opiliones fósilesLos arácnidos actuales de origen más remoto

Russell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet y Mark D. Sutton

Phareicranaus manauara (Cranaidae, Laniatores), Reserva Ducke, Manaos, Amazonas, Brasil. Fotografía: Gonzalo Giribet.

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Puede ser que nunca antes haya oído hablar acerca de un

opilión (también conocido como segador). Y podría pensar que

son completamente insignificantes. Para los aracnófobos que

nos rodean pueden ser causa de una gran aprensión. Lo más

probable es, sin embargo, que usted haya visto a alguno de estos

arácnidos: puede haber alguno en su casa, o dondequiera que

esté leyendo esto ahora mismo, y hay realmente más especies

de opiliones en la actualidad que especies de mamíferos.

Esperamos convencerle en el transcurso de este artículo que los

opiliones son unas criaturas realmente interesantes. No hay que

temerlos sino que, al contrario, merecen un poco de respeto.

Los opiliones han estado por aquí desde hace mucho tiempo,

son biológicamente interesantes, y contribuyen de modo

relevante a los ecosistemas. También son cada vez más útiles

como organismos–modelo (criaturas que los científicos pueden

usar para entender el desarrollo y la evolución de los animales).

Este artículo deriva de una publicación que escribimos en 2011.

Aunque en este artículo presentaremos al grupo en su conjunto,

así como su registro fósil, nos centraremos en los animales de

un tiempo concreto (el Carbonífero; hace 360–299 millones

de años) que hemos estudiado con una técnica muy precisa

(Tomografía Axial Computarizada, TAC, de alta resolución).

Pero antes introduciremos las primeras formas de vida terrestres,

según lo que sabemos a partir del registro fósil. Y no porque

ello sea particularmente importante para este estudio sino

porque es realmente interesante. Luego aportaremos una idea

general de lo que ya conocemos acerca de los opiliones fósiles,

presentaremos nuestro periodo de tiempo (la última parte del

Carbonífero) y explicaremos cómo funciona el escaneado TAC.

Finalmente, mostraremos los nuevos y realmente fascinantes

fósiles que han sido la base de nuestra publicación. Así,

comencemos por echar un vistazo a la vida terrestre.

Terrestrización

Los animales terrestres son aquellos que viven sobre la

tierra y terrestrización es el proceso según el cual evolucionó

este modo de vida (aunque, como sucede con estas cosas,

establecer definiciones precisas no es tan simple como podría

parecer). La inmensa mayoría de especies conocidas se incluye

en dos grupos de artrópodos terrestres; para más información

(incluyendo una definición de artrópodo) consultar el encarte

Artrópodos y arácnidos (pag. 16). Estimaciones acerca de la

diversidad de la vida proponen que los insectos suponen más

del 50% de las especies vivas conocidas, incluyendo plantas,

bacterias y todo el resto de animales. Algunos estudios

sugieren que esta cifra podría alcanzar incluso un 85%,

aunque no conocemos la proporción exacta con certeza. De

las especies restantes, una buena proporción (una quinta

parte o más) son arácnidos: las arañas y sus parientes. Por

tanto, los artrópodos terrestres son grupos numerosos e

importantes. Fueron también los primeros animales terrestres

que conocemos. Pudieron haber sido precedidos por animales

de cuerpos blandos, como gusanos, pero es difícil de decir ya

que raramente se conservan bien como fósiles. Los animales

terrestres más primitivos tienen una antigüedad de unos 427

millones de años y se trata de dos milpiés descubiertos en

Stonehaven, Escocia (Figura 1). Cuando tratamos con fósiles

de esta antigüedad hemos de considerar la posibilidad de

que algo similar a un milpiés podría haber vivido en el agua.

Estamos seguros de que no era el caso de estas dos especies

porque tienen los llamados espiráculos (orificios de su sistema

de respiración que les ayudan a mantenerse húmedos y a

controlar el flujo de oxígeno) que no serían necesarios en un

animal que viviera en el agua. Es probable que los milpiés de

Opiliones fósiles. Los arácnidos actuales de origen más remotoRussell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet y Mark D. Sutton

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entonces fueran detritívoros, como lo son hoy en día, comiendo

materia orgánica en descomposición (probablemente derivada

de plantas). No había bosques en aquellos momentos: de

hecho, las primeras plantas conocidas están datadas en torno

a ese periodo. Por tanto, el registro fósil indica que los primeros

animales terrestres pudieron haber sido milpiés o sus ancestros,

que se alimentaban de materia orgánica en descomposición

derivada de plantas, hongos o lechos bacterianos. Su llegada

al medio terrestre tendría lugar anteriormente a la de los fósiles

que hemos encontrado pues ¡tendrían que haber estado ya allí

para fosilizar! De hecho, las primeras evidencias conocidas de

una criatura similar a un milpiés pueden encontrarse en forma

de rastros fosilizados en una roca decenas de millones de años

más antigua. Los milpiés y otros miembros de los miriápodos

(ciempiés y otros dos grupos más pequeños) preceden en

muy poco tiempo a los arácnidos en el registro fósil. El primer

arácnido conocido es un miembro de un grupo desaparecido,

similar al de las arañas, llamado Trigonotarbida (Figura 2) que,

al contrario de las arañas, careció de capacidad para producir

seda y todavía presentaba un abdomen con segmentos, como

vemos en algunas arañas primitivas que aún viven en el sudeste

asiático. Se encontró disolviendo con ácido rocas de unos 419

millones de años de antigüedad y cribando los restos, pues

los exoesqueletos de los artrópodos no se disuelven ni siquiera

en los ácidos más fuertes. Como casi todos los arácnidos son

depredadores, incluso los miembros de ese grupo, parece que

no pasó demasiado tiempo –en términos geológicos– para que

la depredación comenzara en tierra: un hecho destacado por

la existencia de un fósil de ciempiés de hace 418 millones de

años, también depredador, recuperado de la misma manera.

Hace 411 millones de años ya existían, al menos en

sus formas primitivas, los tres grupos más numerosos de

artrópodos que viven hoy en día en el medio terrestre (insectos,

arañas, miriápodos). Lo sabemos gracias a los yacimientos de

fósiles contenidos en las denominadas Rhynie y Windyfiled

Cherts. Estas rocas, situadas cerca las localidades de Rhynie,

Aberdeenshire, en el norte de Escocia, son muy inusuales:

fueron formadas cuando aguas termales ricas en dióxido de

silicio inundaron el ecosistema terrestre primitivo (de modo

Figura 1 – Fotografía y esquema de un milpiés de hace unos 427 millones de años (Cowiedesmus eroticopodus). Esta figura muestra la parte

frontal del fósil, incluyendo su cabeza, collum (primer segmento detrás de la cabeza, sin extremidades) y varios segmentos corporales tras él.

También se muestra una pata modificada (la undécima), que posiblemente se emplease durante la reproducción. Este fragmento mide 12

mm. Esquema de Garwood y Edgecombe 2011, modificado por Wilson y Anderson 2004, y fotografía de Yong Yi Zhen, Museo Australiano.

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muy parecido a lo que podemos ver actualmente en el

Parque Nacional de Yellowstone en EEUU). El agua petrificó

los animales y plantas reemplazándolos con chert, una roca

compuesta por dióxido de silicio. Aunque esto es muy raro,

cuando sucede puede conservar fósiles con un gran nivel de

detalle: casi hasta a nivel celular. Los Rhynnie y Windyfiled

Cherts han proporcionado: los primeros ancestros de los

insectos; el primer insecto en sentido estricto y, de acuerdo con

partes de una boca que se ha encontrado, posiblemente un

insecto con alas; trigonotárbidos; ácaros y ciempiés. Todo esto

nos lleva hacia el primer fósil de opilión, Eophalangium sheari

(Figura 3) que también procede de Rhyne Chert. Conserva

de su anatomía interna lo suficiente como para para tener la

seguridad de que es un verdadero opilión (de hecho, cuando

se describió el fósil fue situado en un grupo actual, llamado

Eupnoi, del que se hablará más adelante). Conserva elementos

del sistema respiratorio, las extremidades e, incluso, la genitalia.

Así, las Rhynie y Windyfiled Cherts son notables al permitir

atisbar la vida primitiva en el medio terrestre, así como varias de

las primeras apariciones de grupos modernos, incluyendo los

opiliones. Después, se conocen relativamente pocos artrópodos

terrestres fósiles en los siguientes 100 millones de años. Esto

es así porque no se produjeron las condiciones necesarias para

favorecer una conservación extraordinaria. Las excepciones son

algunos maravillosos fósiles terrestres de hace 380 millones

de años recuperados mediante disolución en ácido de rocas

procedentes del estado de Nueva York, así como unos pocos

lugares de Europa donde los animales terrestres se pueden

encontrar aplastados entre capas de esquistos de este periodo

de tiempo. Pero ninguna de ellas contiene opiliones. Hay un

fósil de Opiliones de Escocia, llamado Brigantibunum listoni,

de hace 340 millones de años y –a pesar de una conservación

bastante pobre– parece que puede ser miembro de un grupo

actual. Pero, como se ha indicado al principio, este artículo trata

sobre un grupo particular de animales de un periodo particular

de tiempo en la historia de la Tierra. Ese periodo de tiempo,

llamado Pensilvánico (situado en el Carbonífero tardío) comenzó

hace un poco más de 320 millones de años. De repente, fósiles

Figura 2 – Fotografía y esquema del primer arácnido conocido, un

representante del grupo extinto llamado Trigonotarbida (Palaeotarbus

jerami). El fósil fue recuperado mediante disolución con ácido de la

roca que lo contenía y, dado que le faltan las patas y a su degradada

apariencia, se le dio el apodo de “palomita de maíz quemada”. La

longitud del fósil es de 1,5 mm. Figura modificada de Dunlop, 1996.

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El Carbonífero

El Periodo Carbonífero abarca desde hace 360 hasta hace

290 millones de años. Se divide en dos partes: el Misisípico

(o Carbonífero Inferior: 359–318 Ma) y el Pensilvánico (o

Carbonífero Superior: 318–299 Ma). La mayoría de las rocas

de su parte más antigua, que es la más extensa, consiste

en calizas (rocas compuestas por carbonato cálcico) de

ambientes marinos someros, y se conocen muy pocos fósiles

de artrópodos (Figura 4, 5) terrestres de este periodo: de

hecho, un único opilión fósil supone la excepción a esta

regla. Sin embargo, la situación cambia por completo en el

Pensilvánico, al menos en términos de rocas que registran vida

terrestre. En Europa y Norteamérica, el Carbonífero tardío

está representado por muchas secuencias repetidas de lutitas,

calizas, areniscas y capas de carbón. Esto es el resultado de

una combinación de factores que nunca hemos vuelto a ver

desde entonces. Durante el Carbonífero aconteció un gran

evento generador de cordilleras, conocido como Orogenia

Varisca o Hercínica. Un gran continente situado en el sur del

planeta, Gondwana, y otro en el norte, Laurasia, colisionaron

y en ese proceso se formó el supercontinente Pangea, que los

dinosaurios poblarían decenas de millones de años después.

Esta colisión también creó un gran cinturón montañoso

ecuatorial (Figura 6). Asociadas a estas montañas variscas, y

tras un descenso del nivel del mar, surgieron muchas áreas

deprimidas que fueron ocupadas por pantanos y bosques.

De hecho, el Carbonífero se describe a menudo como el

primer periodo que tuvo ecosistemas de verdaderas selvas

tropicales. Las plantas de aquellos tiempos nos parecerían

muy sorprendentes. Había organismos relacionados con los

musgos de hoy en día pero con el porte de un árbol; helechos

con gamas de tamaño desde las pequeñas plantas con las que

los asociamos comúnmente hasta el de los grandes árboles; y

parientes de las actuales “colas de caballo” de unos 30 metros

de alto. También caracterizaban estos bosques los helechos

con semillas y parientes primitivas de las coníferas. La mayoría

de esas plantas eran muy ricas en una molécula compleja

Figura 3 – Fotografía del primer opilión conocido (Eophalangium

sheari). El fósil está conservado dentro de una roca traslúcida, por

lo que se pueden observar partes de su anatomía interna. Éstas

incluyen la base de las patas (o coxas, señaladas con la letra C),

la apertura genital (G) y el pene (P), indicando que era macho.

Alrededor del cuerpo se ven partes de las extremidades. Escala

0,2 mm. Modificado de Dunlop et al., 2003 y Dunlop et al., 2004.

de una gran variedad de animales terrestres aparecen en rocas

de todo el mundo. Para saber por qué esto es así, necesitamos

fijarnos un poco más detenidamente en este periodo.

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llamada lignina, que contribuye a formar las paredes celulares

de algunas plantas, aportando resistencia a sus tallos. Que

estas plantas fueran ricas en lignina es importante porque la

lignina es muy difícil de descomponer. Incluso actualmente,

después de que muchos animales, como las termitas, han

evolucionado para comer madera, tienen que esforzarse mucho

para digerir la lignina. Esta resistencia a la descomposición

biológica, así como la ausencia de organismos que pudiesen

degradar la lignina, dieron como resultado que los sedimentos

de estos bosques tropicales estuvieran formados por grandes

cantidades de carbón. Especialmente, porque estas regiones

más deprimidas eran propensas a ser rellenadas rápidamente

por sedimentos (por ejemplo, a través del cambio en el

curso de un río o de pequeñas oscilaciones del nivel del

mar). Tales eventos, junto con el bajo nivel de oxígeno, las

condiciones pantanosas y un rápido enterramiento, crearon

las condiciones ideales para producir carbón. De hecho, los

depósitos de carbón del Carbonífero han proporcionado al

periodo su propio nombre y las grandes reservas de carbón

de este periodo de 25 millones de años casi alimentaron por

completo a la revolución industrial en Europa y Norteamérica.

Una enorme cantidad de fósiles de animales terrestres,

las criaturas que vivían en los pantanos y bosques del

Pensilvánico, está asociada con este carbón. Incluyen una serie

de artrópodos y de otros invertebrados, y también algunos

de los primeros vertebrados terrestres (animales que dieron

lugar a los anfibios y a los reptiles, pájaros y mamíferos). Los

ambientes en los que se forma el carbón son también ideales

para el crecimiento de nódulos de carbonato de hierro,

compuestos por siderita (FeCO3), que se desarrollan a partir

de las grandes concentraciones de carbón en el sedimento

y en el agua. Pueden aparecer muy rápidamente después

de la formación y precipitan habitualmente en torno a un

organismo en descomposición que haya sido enterrado en el

sedimento, rodeándolo. Dado que estos nódulos se forman

tan rápidamente, evitan que los organismos sean aplastados,

como sucede con el resto del sedimento. Posteriormente, el

organismo suele descomponerse, dejando un hueco que, a

veces, queda rellenado con otros minerales.

Todo esto significa que tenemos un excelente registro

fósil de la vida terrestre del Pensilvánico. La geografía, el nivel

del mar, las plantas y los sedimentos de este periodo han

generado un gran número de concreciones de carbonato de

hierro, dentro de las cuales encontramos una variedad de los

primeros animales terrestres; por esta razón, el Carbonífero

aporta un conocimiento singular para los paleontólogos que

estudian los primeros ecosistemas terrestres. Hay una ventaja

adicional respecto a que los fósiles estén asociados con las capas

de carbón: con frecuencia son extraídos cuando se explota el

mismo. Otra coincidencia, en este caso histórica, entra aquí en

juego. En Europa, en el siglo XIX, la minería del carbón era una

sólida industria y la paleontología estaba progresando a grandes

zancadas como ciencia. En consecuencia, había un número

elevado de científicos alrededor de las minas en el momento

justo para recolectar estos fósiles y muchos museos todavía

tienen grandes colecciones de tales fósiles de este periodo. Esto

ha llevado a interesarse por depósitos similares de otras partes

del mundo, desde entonces hasta hoy en día. Por lo tanto, no

sólo tenemos fósiles muy bien conservados de esta época –

incluyendo muchos arácnidos– sino que también tenemos una

situación que ha acelerado su descubrimiento. Interesante ¿no?

Sólo hay un problema: los fósiles en 3D son difíciles de gestionar.

La mayoría de los fósiles tiene su origen en la muerte del animal,

que es enterrado en un sedimento y, luego, aplastado dentro del

mismo. La estrategia tradicional de partir una roca en dos mitades

resulta excelente para este tipo de fósiles, puesto que todo lo

que hay que ver de su anatomía se muestra en ese único plano

dividido. La preservación dentro de una concreción, como la

descrita para el Carbonífero, es relativamente rara. Pero cuando

esto sucede, las técnicas tradicionales no son suficientemente

útiles. Si se abre un nódulo, con un fósil 3D dentro de él, en dos

mitades, partes de la anatomía –el extremo de los apéndices, por

ejemplo, o la cabeza– permanecen ocultas en la roca (Figura 7).

Y esto ha limitado tradicionalmente lo que pueden decir los

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Artrópodos y arácnidos

Los arácnidos constituyen una Clase de animales que

forma parte de un grupo mayor denominado artrópodos.

Los artrópodos son animales definidos por compartir varias

características, como son: un exoesqueleto que se muda

conforme el animal crece; un cuerpo segmentado, con regiones

especializadas llamadas tagmatas; y apéndices articulados.

Otros grupos de artrópodos son los hexápodos (insectos y

unos pocos grupos más pequeños, Figura 4A-C), miriápodos

(ciempiés, milpiés y sus parientes cercanos, Figura 4F), crustáceos

(cangrejos, camarones, percebes, Figura 4G), y los extintos

trilobites. Los arácnidos (Figura 4D-E, 5) son, por su parte,

Figura 4 – Ejemplos de artrópodos actuales. A–C) insectos: A) mariposa, B) abeja melífera, C) un pariente de los saltamontes; D-E)

arácnidos: D) araña, E) ricinúlido, F) milpiés, G) cangrejo de río. Imágenes de: A) Richard Bartz, Munich, Alemania; B-F) Marshal Hedin,

San Diego State University, EEUU.

miembros de un gran subgrupo de artrópodos, los quelicerados.

Este subfilo tiene ese nombre por los apéndices de la boca y

comprende arácnidos, cangrejos cacerola (no emparentados

con los verdaderos cangrejos), probablemente arañas marinas y

varios grupos extintos. La Clase Arachnida consta de 15 grupos

u órdenes más pequeños, incluyendo ácaros y arañas. Otros

órdenes incluyen escorpiones, amblipigios, pseudoescorpiones

y grupos poco conocidos como los ricinúlidos. Los artrópodos

constituyen el linaje de animales más diverso; la mayoría de su

diversidad se debe a insectos y arácnidos pues juntos alcanzan

casi las tres cuartas partes de todos los animales conocidos.

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Figura 5 – Ilustración de Ernst

Haeckel, erudito alemán del

siglo XIX, que representa la

enorme variedad de formas

de los arácnidos.

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paleontólogos acerca de los animales. Pero cabe recordar que

estamos hablando de un grupo de animales (opiliones) de un

determinado periodo (el Carbonífero), descubiertos usando una

nueva técnica. Esta técnica es la microtomografía computarizada,

que entra en juego realmente con los fósiles en 3D.

Tomografía computarizada

La tomografía computarizada, o escaneado TAC, es

una técnica no destructiva basada en rayos X. Permite a los

paleontólogos ver dentro de los fósiles y los recrea como

modelos digitales en 3D. Es una herramienta cada vez más

común en el mundo de la paleontología, con la mejora de las

tecnologías de escaneado y de la capacidad de cálculo de los

ordenadores. El escaneado TAC para paleontólogos se basa en

el mismo principio que los escáneres TAC de los hospitales. En

los sistemas médicos una fuente de rayos X y un detector rotan

alrededor de un paciente y toman una serie de radiografías

conforme el paciente se mueve a través de este artilugio

giratorio. Estos escáneres son grandes, y como resultado a

veces son usados en paleontología para fósiles grandes; su

único problema es que estos escáneres están diseñados para

humanos y, por tanto, utilizan fuentes débiles de rayos X para

minimizar la dosis de radiación a los pacientes. A veces, la

fuente no puede penetrar en una roca densa. Una forma más

común de escaneado TAC para fósiles es la microtomografía

de rayos X (TMX o μTM). En este sistema, una muestra (el fósil)

rota aproximadamente 360º entre el emisor de rayos X y un

detector, el cual recibe rayos X de la muestra cada, digamos,

0,1 grados de rotación (Figura 8A). De los más de 3000 rayos

X obtenidos, pueden crearse imágenes de secciones del

fósil mediante la aplicación de algunas ingeniosas fórmulas

matemáticas (Figura 8B). Estas imágenes son, de hecho,

mapas de la atenuación de los rayos X dentro de un objeto,

Figura 6 - Los continentes de la Tierra durante el Pensilvánico. Obsérvese la colisión de los continentes del sur y del norte. En su punto de

encuentro, en el centro, se están formando las cordilleras que se denominan cinturón Varisco. Imagen: Ron Blakey, NAU Geology.

19

es decir, de la cantidad con la que cada parte del fósil reduce

la intensidad de los rayos X. Debido a que a la atenuación es

el resultado de la densidad y de los elementos que componen

cada una de las partes del fósil, estos mapas pueden diferenciar

normalmente al fósil de la roca que lo contiene (y, a veces,

diferentes partes del propio fósil). El resultado consiste en una

serie de imágenes en blanco y negro de secciones transversales

de un fósil. Sin embargo, el proceso de estudiar un fósil en

base a un escaneado TAC no termina ahí: habitualmente se

continúa con el largo y laborioso proceso de hacer un modelo

digital. Hay un buen número de modos diferentes para hacerlo

pero el método usado para crear las figuras que ilustran este

Figura 7 – Un fósil del Pensilvánico en una siderita típica: se trata de un insecto similar a una cucaracha (Archimylacris eggintoni). En este caso,

los apéndices de la boca, las extemidades y el cuerpo permanecen ocultos dentro de la roca. Lo único que podemos observar son las alas

(izquierda) y el escudo de la cabeza-cabeza a la derecha. Modificado de Garwood y Sutton. 2010. Imagen: Natural History Museum, Londres.

20

artículo requiere crear primero imágenes de umbral –una forma

sencilla de convertir píxeles con un cierto rango de niveles de

gris para ser renderizados en 3D, mientras se ignora el resto–.

En el caso de huecos situados en el interior de la roca se deben

eliminar los píxeles más oscuros de los escaneados TAC, dado

que el aire tiene una menor densidad a los rayos X que el

nódulo. Esto creará un modelo 3D del fósil pero también de

cualquier fractura que haya dentro del nódulo y del espacio

que bordea la roca. Para deshacerse de ellos, podemos ir a cada

una de las 2000 imágenes de corte del fósil, coloreando las

diferentes partes de su anatomía –cuerpo, extremidades, piezas

bucales, etc.– y entonces renderizar cada una por separado

en 3D. Mediante este proceso se elimina cualquier artefacto o

las fracturas. Renderizando el modelo en 3D, viendo dónde la

coloración es incorrecta y entonces mejorando cada corte, se

crea finalmente un modelo muy nítido. Al extraer la morfología

del animal completo de la roca –en el caso de nuestro trabajo,

dos opiliones de nódulos del Carbonífero de Francia– la

microtomografía puede decirnos mucho más acerca del modo

de vida del fósil, de su biología y de sus relaciones evolutivas.

Por tanto, en este punto, tiene sentido que nos familiaricemos

con los animales que protagonizarán nuestro artículo.

Opiliones

Los opiliones son arácnidos, miembros de un grupo que

también incluye las arañas, los escorpiones, los ácaros y las

garrapatas (Figura 5). Comparten con otros arácnidos la

presencia de ocho patas y un cuerpo dividido en dos partes

principales: el prosoma (parte anterior) y el opistosoma (parte

posterior). Estas partes de la anatomía diferencian a los

arácnidos de otros animales con los que están relacionados,

como son los insectos (seis pares de patas y cuerpo dividido en

tres partes: cabeza, tórax y abdomen) y de los milpiés/ciempiés

(con muchas patas y cuerpo compuesto por muchos segmentos).

Los miembros del Orden Opiliones se caracterizan por tener las

dos mitades de su cuerpo (es decir, el prosoma y el opistosoma)

unidas por una ancha y, a veces escasamente definida, cintura

Figura 8 – A: Una proyección de rayos X o radiografía. Los escaneados TAC están hechos de un gran número de ellas, tomadas conforme rota

la muestra. Este ejemplo es de un arácnido incluido en un nódulo de siderita. B: Imagen resultante del corte que cartografía la atenuación de

los rayos X dentro de una muestra. Las diferentes partes están etiquetadas.

21

Figura 9 – Arácnido opilión (Leiobunum aldrichi) con su anatomía

indicada. Obsérvese la división del cuerpo en dos mitades (el

prosoma y el opistosoma) con una unión ancha, las piezas bucales

(pedipalpos y quelíceros) y los apéndices locomotores 1-4 (L1-L4).

Imagen: Marshal Hedin, San Diego Sate University, EEUU.

(Figura 9). Esto contrasta con las arañas, por ejemplo, que

presentan un estrechamiento entre estas dos partes (o tagmas)

del cuerpo. De estos tagmas, el prosoma tiene los cuatro pares

de patas para caminar y los apéndices bucales: los quelíceros

(que son equivalentes a los de las arañas) y los pedipalpos,

que son los mismos apéndices que en los escorpiones han

evolucionado para usarse como pinzas (Figura 10). El opistosoma

no tiene verdaderos apéndices en los arácnidos, y los opiliones

no son una excepción. La mitad posterior tiene las aperturas del

sistema respiratorio, pequeños orificios llamados espiráculos, y

también la abertura genital, o gonostomo, que está cubierta a

menudo por una solapa llamada opérculo. Los machos tienen

pene, mientras que las hembras tienen un ovopositor, que es un

órgano especializado para poner huevos. En muchos grupos, el

segundo par de apéndices locomotores no se usa realmente para

desplazarse; en cambio, es más largo que las otras extremidades

y actúa a modo de antena, palpando para poder percibir el

entorno del animal.

Origen de los nombres

Los opiliones reciben nombres variados en las diferentes

culturas. En inglés el nombre de segadores -también

llamados arañas de la cosecha- puede derivar de que los

opiliones tienden a ser abundantes durante la temporada

de la cosecha. Alternativamente, también puede deberse

a que cuando sus patas están separadas, lo que sucede

comúnmente en algunos grupos como una forma de

defensa, los apéndices describen un movimiento similar

al de la siega. De modo que en varios idiomas se conocen

también como segadores. El nombre en español de agostero

tiene un origen similar, mientras que en algunas provincias

los opiliones son conocidos como pedros, en referencia al

día de San Pedro, que se celebra durante la temporada de la

siega. El nombre en latin del grupo, Opiliones, se estableció

en 1833. El zoólogo Suizo Karl J. Sundevall propuso ese

nombre del latín opilio, que significa maestro ovejero (usado

por el dramaturgo romano Plauto, 254-184 AC) o pastor,

según Virgilio en sus Bucólicas (37 AC). Se ha sugerido

que este origen pudo deberse a las largas patas y al cuerpo

elevado de algunas de las especies europeas, recordando

los opiliones a los antiguos pastores europeos que usaban

zancos para vigilar sus rebaños.

Los opiliones son un grupo grande: dentro de los arácnidos

sólo hay dos grupos más grandes –las arañas y los ácaros– y sólo

hay un grupo mayor y más diverso que los arácnidos, el de los

insectos. Una medida de la diversidad de los opiliones es el número

de especies que han sido descritas hasta la fecha: hay alrededor

de 6400 y las dos primeras ya fueron descritas en 1758 por

Linneo (el inventor del sistema de definición de especies que los

científicos todavía usan hoy en día). Como dato de comparación,

hay aproximadamente 5400 especies conocidas de mamíferos. A

pesar de ser un gran grupo, la biología de los opiliones es todavía

un poco desconocida y quedan muchas cosas por investigar. Los

22

aracnólogos (científicos que estudian los arácnidos) piensan que

tal vez pueden ser de los miembros más primitivos del grupo.

Muchos creen que son los más estrechamente relacionados con

escorpiones, pseudoescorpiones y solífugos. Esta agrupación de

cuatro órdenes se llama Dromopoda, aunque los aracnólogos

todavía debaten acerca de si esto es correcto y, si lo fuera, qué

relaciones puede haber entre los cuatro órdenes. También existe

bastante debate con respecto a las relaciones evolutivas dentro de

los propios opiliones. Los científicos se muestran de acuerdo en

que los opiliones comprenden cuatro linajes distintos (cada uno

de los cuales es técnicamente un suborden). Los Cyphophthalmi

(Figura 11A) probablemente representan el primer suborden,

la primera divergencia con respecto a los otros. Es pequeño (6

familias y 130 especies) pero tiene una distribución global. Los

miembros de este grupo normalmente son pequeños (1–5 mm),

tienen patas pequeñas y habitualmente son ciegos. Tienen un

exoesqueleto grueso y suelen vivir en la hojarasca, aunque

Apodos y mitos de los opiliones

En muchas partes de Estados Unidos, los opiliones se

llaman “papá piernas largas”, o “abuelito piernas largas”

por lo que, a veces, son confundidos en Europa con los

tipúlidos, que tienen el mismo apodo en las costas europeas.

Algunos apodos para los opiliones en diferentes países

reflejan el hecho de que se parecen a las arañas pero sin ser

verdaderos miembros del grupo (por ejemplo, Afterspinne

en Alemania, que significa falsa araña). En Estados Unidos

y Australia, una leyenda urbana muy común insinúa que el

grupo es extremadamente venenoso pero que sus piezas

bucales son incapaces de atravesar la piel humana. Como

muchas leyendas urbanas, es completamente falsa: los

opiliones no tienen veneno.

Figura 10 – Los pedipalpos (en azul) y los quelíceros (en rojo) indicados en dos arácnidos que no son opiliones: una araña y uno de los

primeros escorpiones fósiles. Obsérvese también que ambos tienen cuerpos que pueden dividirse en prosoma y opistosoma (uno de los

rasgos que define a un arácnido).

23

algunos viven en cuevas. Los otros tres linajes restantes de

opiliones se agrupan frecuentemente en un linaje llamado

Phalangida. El suborden Eupnoi (6 familias, aproximadamente

1800 especies, Figura 11C) incluye los opiliones más fácilmente

reconocibles: criaturas con pequeños cuerpos blandos

colgando bajo unas patas muy largas. Este grupo se encuentra

también en la mayor parte del mundo. Otro suborden,

Dyspnoi (7 familias, 290 especies, Figura 11B) muestra una

gran variedad de formas que están unificadas por tener un

par de dientes pequeños en los quelíceros. Este suborden se

encuentra ampliamente extendido en el Hemisferio Norte. El

último grupo es el de los Laniatores, el suborden más grande

(27 familias, aproximadamente 3750 especies, Figura 11D)

que, a menudo, son de colores vivos y tienen muchas espinas

pero están principalmente restringidos a las regiones tropicales

y templadas del Hemisferio Sur. No tenemos completamente

establecidas las relaciones entre estos tres subórdenes y dos

posibles ordenaciones se muestran en la Figura 12.

Figura 11 – Ejemplos de cada uno de los cuatro linajes de opiliones. A: Cyphophthalmi. B: Dyspnoi. C: Eupnoi. D: Laniatores. Imagen: Marshal

Hedin, San Diego State University, EEUU.

24

Estas encantadoras criaturas son bastante variadas en su

ecología y modos de vida. Muchas viven en suelos y hojarasca, en

lugares oscuros y húmedos tales como bajo las rocas y en cuevas.

Algunas, sin embargo, viven en paredes y troncos de árboles y

varias lo hacen entre la vegetación. Una consideración particular

de los opiliones es la humedad del lugar donde están viviendo,

ya que muchas especies son poco eficaces en la reducción de

la pérdida de agua. Los ambientes húmedos y oscuros ayudan

a evitar cualquier contratiempo que, de otra forma, surgiría

al perder demasiada agua. Encontramos la mayor diversidad

de los opiliones en ambientes tropicales, especialmente en

las pluviselvas. Siendo omnívoros, los opiliones tienen una

alimentación muy diversificada: pequeños invertebrados, plantas,

carroña y hongos. ¡Incluso han llegado a sobrevivir en la espuma

de un cappuccino cuando se escaparon en el laboratorio! Tener tal

variedad en su dieta es inusual ya que los otros arácnidos son casi

todos puramente depredadores y tienden a digerir su alimento

por vómito de enzimas digestivas sobre él, antes de filtrarlo y

succionarlo usando un estómago bombeador. Los opiliones

son depredadores que tienden a emboscar a sus presas u,

ocasionalmente, dejar que se agoten. Su sistema de alimentación,

sin embargo, tiene problemas: debido a que los opiliones utilizan

sus apéndices bucales –que terminan en pinzas– para romper la

comida en pequeños pedazos antes de comérsela (en lugar de

succionarla como un líquido, lo que permitiría filtrar el alimento),

son muy propensos a ingerir parásitos. Además, los opiliones

a menudo son presas de pájaros, anfibios, pequeños reptiles

e incluso arañas. Pero no están completamente indefensos:

algunas especies segregan una sustancia pegajosa y adhieren

partículas sobre su superficie externa para camuflarse. Otros

fingen estar muertos si son atacados y algunos se mueven

arriba y abajo para confundir a los potenciales depredadores.

Todos los opiliones tienen orificios para glándulas que emiten

olores desagradables en la mitad anterior de su cuerpo (otro

mecanismo de defensa). Finalmente, muchos pueden perder

sus patas; por ejemplo, si han quedado atrapadas en cualquier

lugar. Esta estrategia defensiva se conoce como apendoctomía.

Los apéndices perdidos no vuelven a crecer, pero la ruptura tiene

lugar a lo largo de unas líneas de debilidad. El resultado, aparte

de la pérdida de una pata (lo que no parece tener demasiado

impacto en la criatura), no ocasiona muchos problemas ya que

los músculos de la pata cierran la herida.

Figura 12 – Dos posibles relaciones entre los diferentes subórdenes de opiliones, ambas con Cyphophthalmi como suborden basal, pero que

difieren en la disposición de los otros tres grupos. Fotografías: Marshal Hedin, San Diego State University, EEUU.

25

mediante cinta adhesiva. Después del escaneado, y tras una

hora de procesamiento para convertir las simples radiografías en

secciones, obtuvimos 2000 imágenes mostrando las secciones

trasversales de los fósiles. En uno de los conjuntos de datos cada

píxel representó un cuadrado de 26,5µm x 26,5µm y, en el otro,

de 14,2µm x 14,2µm. En cada una de las imágenes de secciones

trasversales, los fósiles aparecían como formas oscuras, debido a

que eran menos densos a los rayos X que la roca que los contenía.

Utilizamos un software personalizado para reconstruir los fósiles

en 3D, como describimos en la sección de microtomografías.

Esto fue un proceso un poco lento: requería hacer conjeturas

acerca de lo que estábamos viendo en las imágenes de las

secciones, renderizar el modelo en 3D y entonces mejorar la

coloración. Sin embargo, finalmente creamos los modelos que se

presentan en este artículo: dos modelos de opiliones fósiles con

muy buen aspecto y notablemente completos. Para confeccionar

las imágenes de este trabajo, exportamos estos modelos como

un archivo que registra la forma de las superficies en 3D y lo

importamos en un programa CGI de código libre llamado

Blender, lo que permitió obtener imágenes y animaciones con

sombras e iluminación realistas.

Otra gran cuestión que se plantea cuando tratamos la biología

de criaturas tales como los opiliones es cómo se reproducen. La

mayoría de ellos lo hacen sexualmente: se necesita un macho

y una hembra de la misma especie para generar crías fértiles

(aunque hay unas pocas especies que se ha observado que se

multiplican asexualmente). Los opiliones emplean fertilización

interna; en la mayoría de los casos (todos los grupos excepto

los Cyphophthalmi) esto significa que los machos tienen un

pene y que una pareja copula para criar. Después de la cópula,

las hembras pueden poner huevos inmediatamente o tras un

periodo de tiempo. Usan su ovopositor para hacerlo y los huevos

eclosionarán después en un periodo de tiempo que varía entre

unos pocos días y varios meses. La mayoría de las especies

muestra diversos tipos de cuidado parental para los huevos/crías.

Podemos concluir de esta rápida introducción sobre los

opiliones que se trata de un grupo de criaturas realmente

interesante. Hasta ahora hemos introducido el periodo de

tiempo del que proceden estos fósiles (el Pensilvánico), el

método usado para estudiarlos (microtomografía de rayos X)

y los animales que han fosilizado (los opiliones). Así que ahora

presentaremos nuestra investigación.

La investigación

Fuimos bastante afortunados al encontrar dos nuevos fósiles de

opiliones que permitieron llevar a cabo esta investigación. Ambos

estaban en el interior de nódulos de siderita, provenientes de un

yacimiento llamado Montceau-Les-Mines, en el Macizo Central

de Francia. Sus cuerpos apenas se apreciaban en la superficie

visible tras romper el nódulo para abrirlo; incluso uno de ellos

no se identificó que era un opilión hasta que no lo escaneamos.

Ambos estaban depositados en el Muséum d’Histoire Naturelle

d’Autun y nos fueron prestados para estudiarlos. Para conseguir

revelar la anatomía oculta en la roca, llevamos a cabo escaneados

de ambos fósiles en un escáner TAC en el Natural History

Museum de Londres (Figura 13). Para ello juntamos de nuevo

las mitades de los nódulos partidos y las mantuvimos unidas

Figura 13 – El escáner TAC usado para este estudio, que puede

escanear muestras con tamaños desde unos pocos milímetros hasta un

cuarto de metro. La habitación donde se encuentra el equipamiento

está forrada de plomo para proteger del escape de radiación.

26

Los fósiles

Los resultados de nuestro trabajo –o, al menos, de su

mayor parte– son los modelos 3D que se pueden ver en las

figuras. Son bastante diferentes de cualquier otro opilión

que conozcamos de una edad similar, por lo que estábamos

capacitados para describirlos como especies nuevas. Esto

significaba que los dos necesitaban un nombre; dos, de

hecho, ya que también necesitaban un nombre para el género.

Tradicionalmente, estos nombres tienen su origen en el latín o

el griego, ajustándose al sistema que fue implantado a partir

de los trabajos de Linneo en el siglo XVIII.

Ameticos

Llamamos Ameticos scolos a la espinosa criatura que se ve

en la figura 14. El nombre tiene su origen en el griego, pues

ametikos significa relacionado con la siega y skilos significa espina

(en referencia a las espinas del animal). El fósil tiene un cuerpo

largo y elíptico que alcanza casi un centímetro de longitud. El

límite entre la mitad anterior del cuerpo (prosoma) y su mitad

posterior (opistosoma) está marcado por una cresta rectangular

de medio milímetro de ancho. El prosoma es bastante ancho en

comparación con la mitad posterior y tiene una serie de hoyos

en su parte trasera. Los ojos están situados sobre un montículo

Figura 14 – El fósil de la especie de opilión Ameticos scolos. A: Vista superior, con los apéndices anteriores en morado oscuro a la derecha y

las largas patas (aunque prematuramente truncadas) en tonos más claros. B: Vista lateral que muestra las espinas, particularmente nítidas, en

su parte posterior (izquierda). C: Vista de la parte inferior, que está un poco deteriorada en este ejemplar.

27

(el oculario) que se sitúa en la parte más frontal del animal,

donde hay una pequeña proyección (la estructura que se parece

un poco a una pequeña nariz). La parte inferior de la criatura

está muy fracturada pero podemos ver la base de sus patas en

uno de los lados. Los apéndices bucales –los quelíceros– son

pequeños (0,8 mm de longitud) y tienen tres segmentos pero,

por otra parte, no se ven bien. Probablemente, se debe a que no

están bien conservados y no a que no hayamos podido registrar

sus detalles en nuestro escaneado TAC. El segundo par de

apéndices (pedipalpos) son también bastante pequeños y han

perdido la uña de su extremo final; podemos distinguir los seis

segmentos que componen un apéndice de 2,3 mm de longitud.

La pata más completa del fósil es la tercera izquierda, que tiene

cuatro segmentos conservados y casi 9 mm de longitud. Las otras

extremidades parecen haberse desprendido entre el segundo y

el tercer segmento (el trocánter y el fémur, respectivamente).

Desplazándonos hacia el dorso de la criatura, lo más obvio son

los tres pares de espinas prominentes (cada una de 2,4 mm de

longitud). Esto hace que la criatura completa tenga alrededor de

medio centímetro de altura. Podemos ver cinco segmentos en el

opistosoma y las espinas se encuentran sobre los tres primeros.

Toda la superficie superior está recubierta por hoyos profundos

y esféricos de alrededor de un cuarto de milímetro de diámetro.

En la parte inferior también podemos distinguir cinco segmentos

en el opistosoma, cada vez más cortos hacia la parte posterior.

Macrogyion

Al fósil con patas largas decidimos llamarlo Macrogyion

cronus (Figura 15). Este nombre también tiene sus raíces en el

griego: makros significa grande y gyion significa extremidades;

Cronos era el padre de Zeus, Hades y Poseidón y el dios de la

cosecha. Por tanto, este fósil es una criatura con las patas largas,

llamada así en honor del dios de la cosecha. Interesante ¿no?

Figura 15 – Fósil de la especie

de opilión Macrogyion cronus.

A: Vista lateral incluyendo la

única pata completa con un

final curvo. El resto de las

patas se han partido a la

altura de la parte superior

del tercer segmento. B: Vista

lateral que muestra los

pedipalpos y los quelíceros

(derecha); patas marchadoras

eliminadas. C: Los quelíceros

con más detalle. Estos

finalizan en una uña, que

podría haber sido usada

para procesar el alimento.

D: Parte inferior, mostrando

que el ejemplar está hacia el

fondo de la imagen.

28

Evaluando las relaciones evolutivas

Cuando se tiene un fósil, una de las primeras cosas

que se desea resolver es con qué otros animales está

relacionado. Los organismos vivos tienen una estructura

jerarquizada: organismos con un parentesco cercano

se parecen más entre sí que a aquellos otros con los que

están menos estrechamente relacionados. Sobre esta

base, los paleontólogos han situado tradicionalmente a

los fósiles dentro de grupos que abarcan diferentes niveles

de semejanza. Por ejemplo, los miembros de una Familia

(tales como Hominidae: los grandes simios, incluyendo a

los humanos, chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes)

compartirán un número mayor de características que las

familias dentro de un Orden (como Primates, que incluye

también monos y lémures, entre otros). Sin embargo, esas

familias todavía compartirán un número de características

que definen al Orden. A su vez, los órdenes son los miembros

de una Clase, un grupo definido por otro conjunto de

caracteres compartidos (probablemente menos específico).

Este camino continúa hacia el nivel de Filo o Reino, que son

las divisiones verdaderamente gruesas de la vida.

Los paleontólogos modernos todavía usan este sistema;

los fósiles que hemos descrito aquí, por ejemplo, pertenecen

al Orden Opiliones y a la Clase Arachnida. Sin embargo,

resolver las relaciones evolutivas sólo en base al parecido

anatómico puede ser algo subjetivo. Por esta razón, muchos

paleontólogos usan ahora la cladística para entender las

relaciones evolutivas, o filogenia, de un grupo. Esto implica

crear una lista de aspectos diferentes de la anatomía de un

animal. Por ejemplo, se podría usar el número de patas, la

presencia (o ausencia) de ojos, si las patas tienen un número

determinado de subsegmentos, y un enorme número de

otros aspectos de la naturaleza de un organismo, como

caracteres. Una selección de los animales en cuestión son

entonces codificados con estos caracteres; por tanto, por

ejemplo, el número de patas podría ser introducido en una

lista para todos los animales, como se podría incluir también la

presencia (codificado como 1) o la ausencia (codificado como 0)

de ojos. Esto crea una matriz de un gran número de caracteres

para un gran número de especies, que registra en esencia las

similitudes y diferencias entre los animales codificados. Con

esta matriz, se puede usar un algoritmo informático para

resolver qué árbol evolutivo (o árboles, en su caso) es el que

implica el menor número de cambios en los caracteres. Por

tanto, en el caso de los ojos, si a 5 de las 20 especies en el

análisis le faltan los ojos y forman un único grupo, los ojos

solamente sería necesario perderlos en una ocasión. Otro

ejemplo se muestra en la Figura 16, con exactamente la misma

comparación pero usando otro carácter. De este modo, un

gran número de caracteres diferentes pueden ser usados para

tratar de elaborar un árbol evolutivo factible: el que implica el

menor número de cambios. Hacer esto, por supuesto, exige

asumir que el menor número de cambios proporcionará el más

plausible de los árboles evolutivos. Pero el uso de esta técnica

permite proporcionar hipótesis que se pueden contrastar y

verificar. Esto nos permite demostrar cómo de bien –o de mal–

está soportada cualquier agrupación y, a menudo, cuáles son

las alternativas. Si hay un número pequeño de árboles de igual

longitud, podemos elaborar un árbol de consenso (un árbol que

sólo tiene los pedacitos en los cuales todos los otros árboles

más cortos están de acuerdo).

En los últimos años se ha comenzado a utilizar la misma

técnica con DNA de una serie de organismos para tratar de

evaluar cuán estrechamente relacionados pueden estar. Cuanto

más tiempo hace que dos organismos comparten un ancestro

29

Figura 16 – Ejemplo de un solo carácter cuyos cambios están marcados en dos árboles posibles. Los grupos de opiliones Laniatores y

Dyspnoi tienen hembras que carecen de articulaciones en su ovopositor (el órgano que usan para poner los huevos). Si asumimos que

ésta es la condición primitiva para los opiliones, estas articulaciones deberían de haberse perdido en algún lugar en el camino entre

Laniatores y Dyspnoi. Si los dos no están estrechamente relacionados, como se ve a la izquierda, esto debería haber pasado una vez

en cada linaje. Sin embargo, si están más estrechamente relacionados entre sí que con el resto de opiliones, esta pérdida podría haber

sucedido sólo una vez, en el ancestro de ambos grupos. Así, al menos para este carácter, el árbol de la derecha tiene menos pasos. Si se

tiene un gran número de caracteres, se pueden usar comparaciones como éstas para construir un árbol con el menor número de pasos,

y proporcionar una hipótesis contrastable para las relaciones evolutivas. Fotografías: Marshal Hedin, San Diego State University, EEUU.

común (es decir, cuanto más tiempo hace que sus líneas se

dividieron) mayor tiempo han tenido para que mutaciones

se incorporen a su DNA. De acuerdo con esto, si se pueden

comparar dos de las mismas cadenas de DNA, los animales más

estrechamente relacionados tendrán menos diferencias que los

menos estrechamente relacionados y, de nuevo, esto puede

usarse para elaborar un árbol. También se pueden combinar

estas dos aproximaciones, permitiendo codificar la morfología

tanto de fósiles como de organismos vivos y entonces usar el

DNA de las especies actuales para ayudar a construir el árbol.

Hemos usado esta aproximación aquí para intentar resolver las

relaciones de nuestros dos fósiles.

30

El fósil es más pequeño que Ameticos pues tiene un cuerpo

ovalado de unos 6,5 mm de longitud. Es difícil decir dónde

está el límite prosoma/opistosoma y, de nuevo, partes de

las bases de las patas y la zona inferior del opistosma están

parcialmente rotas. El cuerpo tiene también aproximadamente

medio centímetro de altura, por lo que es más esférico que

el de Ameticos, que es más plano. En este caso los quelíceros

están muy bien conservados. Tienen unos 3,3 mm de largo y

se componen de tres segmentos que terminan en una pinza.

Están situados entre unos pedipalpos, bien conservados,

situados en alto y al frente del prosoma, y que finalizan en

una uña simple. Los seis segmentos de los pedipalpos están

bastante claros y la extremidad completa está cerca de los 8

mm de longitud. Las patas están generalmente rotas una vez

más pero la primera izquierda está conservada en sus 2,6 cm

completos; sus primeros tres segmentos apuntan hacia arriba,

luego hay un segmento horizontal tras una curva y luego otra

curva más; el resto del apéndice se orienta hacia abajo desde

aquí. La última parte de la pata está curvada, sugiriendo que

está compuesta por un gran número de sub–segmentos, algo

que vemos en varios grupos de opiliones actuales. El resto de las

patas se han roto en diferentes lugares y están mucho menos

completas. El prosoma está un poco aplastado también pero la

parte superior no ha cedido como la inferior. Tiene oculario, un

montículo que, presumiblemente, sostenía los ojos en vida. Los

primeros segmentos del opistosoma están fusionados y uno de

ellos tiene una pequeña cresta sobre él, aunque tres de ellos se

distinguen claramente en el dorso del animal. La segmentación

está bien conservada en la parte inferior: hay cinco segmentos

claros, el primero mucho más largo que los que le siguen.

Métodos cladísticos

Para resolver las relaciones evolutivas de estos dos fósiles,

hemos desarrollado un análisis cladístico (ver Evaluando las

relaciones evolutivas; pág. 28). Para ello usamos 201 caracteres

morfológicos, codificando todas las partes diferentes de la

anatomía de los opiliones. Después usamos un software

llamado TNT para calcular el árbol que requería el menor

número de cambios anatómicos. Tuvimos en cuenta varios

aspectos diferentes de la técnica para evaluar las relaciones.

Estos incluyen dar a todos los caracteres la misma importancia

(“mismos pesos”) y dar menos importancia (“pesos implícitos”)

a los que parecen ser menos fiables (es decir, que se invierten

más en muchos de los árboles). También demostramos si el

árbol estaba bien soportado, usando una medida llamada

remuestreado simétrico. Además de esta matriz morfológica,

usamos el DNA de las especies actuales para ayudar a construir

el árbol.

Resultados cladísticos

Todo este análisis nos dio algunos resultados interesantes

y novedosos, que perfilaremos aquí pero cuya importancia

discutiremos después. El análisis incluyó arácnidos no opiliones

que fueron usados para enraizar el árbol; es decir, para resolver

qué caracteres eran más similares a los de otros arácnidos y,

por lo tanto, probablemente los grupos con esos caracteres

se separaron antes. Usando solo la morfología de las especies

actuales y de los fósiles, analizándola con los mismos pesos,

obtuvimos una serie de agrupaciones. Éstas incluían a todos los

opiliones –los primitivos Cyphophthalmi y Phalangida (todos

los opiliones excepto los Cyphophthalmi)– compartiendo un

único ancestro común que definía cada grupo (Figura 17).

Los fósiles, a pesar de ser situados en Phalangida, no

tenían una posición clara: si el análisis se ejecutaba sin

los fósiles, tanto Eupnoi como Dyspnoi aparecían como

verdaderos grupos. Pero al añadir nuestros fósiles se cambiaba

el resultado cladístico: con M. cronus los Eupnoi ya no se

obtenían como un grupo verdadero y A. scolos tenía el

mismo efecto en los Dyspnoi cuando hacíamos un árbol de

consenso. En otras palabras, en todos los árboles que tenían

la misma longitud, los fósiles fueron encontrados en tantas

posiciones que relativamente pocas de las relaciones evolutivas

obtenidas eran compartidas entre los árboles. Los fósiles han

31

perdido muchos de sus elementos anatómicos, lo cual puede

explicar este resultado: añaden un elemento de inestabilidad

y, por tanto, cuando resolvemos cuáles son los árboles mejor

soportados, encontramos unos cuantos con los fósiles en

posiciones muy diferentes. Si introducíamos el peso implícito,

es decir, si disminuíamos la importancia en el análisis de los

caracteres poco fiables, apreciábamos muy poco impacto en

las relaciones evolutivas que obteníamos. Añadir el DNA de las

especies vivas ayudó a crear un árbol mejor definido: los Eupnoi

y Dyspnoi estaban muy bien soportados como grupo por las

Figura 17 – Árbol mostrando las relaciones de estos fósiles. a. El árbol obtenido usando la morfología de los opiliones -actuales y extintos-

y el DNA de las especies actuales. Los fósiles se han señalado en rojo (Halitherses es un fósil más moderno conservado en ámbar).

Ameticos scolos se sitúa como un miembro del suborden Dyspnoi y Macrogyion cronus como un miembro de los Eupnoi. Las fotografías

de la derecha muestran a Macrogyion cronus (b) y Ameticos scolos (d) con taxones comparables de Eupnoi y Dyspnoi actuales: Nelima

sempronii, Familia Sclerosomatidae (c) y Acuclavella cosmetoides Familia Ceratolasmatidae (e). Escalas b-c, 2 mm; d-e 1 mm. Imágenes:

c. Christian Komposch, Ökoteam, Graz, Austria; d. Cortesía de Casey Richart, San Diego State University, EEUU.

32

evidencias de su DNA. Con el DNA, y con mismos pesos para

los caracteres, M. cronus fue identificado como un miembro

de los Eupnoi y A. scolos como Dyspnoi. Comprobamos este

resultado usando unas pocas técnicas más para evaluar las

relaciones evolutivas de los fósiles, incluyendo una técnica

estadística conocida como inferencia bayesiana. Todos los

análisis que hicimos confirmaban esa misma disposición

de los fósiles. Para todos estos métodos de situación de los

fósiles, aportamos un indicador del grado de soporte del árbol;

cuando se incluían los fósiles, éste era habitualmente bajo,

pues muchos rasgos anatómicos de estos animales cuando

estaban vivos, tales como los espiráculos (orificios del sistema

traqueal), la genitalia, o los ojos no pueden ser determinados

con certeza en cada fósil, ya que son demasiado pequeños o

bien son internos y no pueden encontrarse con este tipo de

conservación. Esto incluye la mayoría de los caracteres usados

para definir cada suborden de los opiliones. No obstante, el

hecho de que en todos los análisis obtuviésemos esencialmente

el mismo resultado sugiere que la posición para los fósiles es

bastante fiable dentro del árbol de la vida de los opiliones.

¿Qué significa esto?

Por tanto tenemos dos nuevos fósiles, reconstruidos en 3D,

y hemos resuelto sus relaciones probables con otros opiliones.

Esto nos permite crear unas reconstrucciones precisas de su

aspecto en vida (Figura 18) y decir algo sobre la paleobiología

de ambas especies fósiles (como, por ejemplo, cómo vivieron).

Podemos usar también su descubrimiento para decir algo

sobre la historia de los opiliones en conjunto. Dado que estos

ejemplares están tan bien conservados (y esto es inusual

en fósiles de opiliones), se trata de la primera vez que unos

fósiles con más de unas pocas decenas de millones de años

han sido situados en el árbol de los opiliones en base a un

análisis cladístico. Como anteriormente se ha esbozado, los

opiliones pueden dividirse en cuatro subórdenes (Eupnoi,

Dyspnoi, Laniatores y Cyphophthalmi) y nuestro trabajo ha

situado a Ameticos en Dyspnoi y a Macrogyion en Eupnoi. Esto

significa que ambos subórdenes, Dyspnoi y Eupnoi, deben de

haber existido desde hace 305 millones de años, cuando estos

fósiles fueron depositados en una delgada lámina de agua

en uno de los bosques de carbón del Carbonífero. Ya se ha

sugerido que los Eupnoi existen desde hace 411 millones de

años en base a los opiliones mencionados anteriormente de

las Rhynie Chert, como fue inferido esencialmente a partir de

su morfología genital, aunque datos actuales basados en un

nuevo fósil contradicen la posición del opilión de Rhynie Chert.

La confirmación, usando una gran variedad de observaciones

anatómicas, de que existió un Eupnoi (Macrogyion) en

el Carbonífero añade peso a la propuesta de que Eupnoi

constituye un suborden antiguo. Por el contrario, el fósil más

antiguo de Dyspnoi situado mediante un análisis cladístico

antes de nuestra publicación sólo tiene pocas decenas de

millones de años de antigüedad. Así, Ameticos no sólo es el

miembro más antiguo conocido, sino que mueve un buen

trecho hacia atrás a los primeros fósiles conocidos del grupo. De

igual manera que se usan las similitudes en DNA para resolver

las relaciones entre grupos, el DNA puede también usarse

para estimar cuándo se dividen grupos diferentes, el uno con

respecto al otro, basándose en la frecuencia con la que ocurren

las mutaciones. Varios biólogos han usado esta técnica en la

última década para estimar la edad de diferentes grupos de

opiliones y nuestros dos fósiles corroboran tales estimaciones.

Las relaciones que descubrimos también aclaran que los dos

subórdenes de opiliones –ambos con representantes actuales

todavía– ya estaban presentes en los bosques de Europa hace

305 millones de años. En contraste, en aquel tiempo, otros

arácnidos como las arañas y los escorpiones no estaban

presentes (al menos en la forma que los vemos hoy en día).

Más bien, tienden a ser reconocidos sólo en sus formas

más primitivas: linajes que ahora están extintos. Los ácaros

son los únicos arácnidos que sabemos que eran similares

anatómicamente en aquel momento a las formas modernas.

Por tanto, nuestro trabajo proporciona evidencias convincentes

acerca de un origen temprano de los opiliones, pues parece

33

probable que estén entre las primeras ramas de los arácnidos.

Más allá de estos orígenes tan tempranos, nuestros dos fósiles

son esencialmente modernos en apariencia; esto demuestra

que el plan corporal de los opiliones fue establecido en el

Carbonífero tardío y que han permanecido mucho tiempo sin

cambiar desde hace 305 millones de años. Son un excelente

ejemplo de estasis evolutiva.

Podemos usar esta similitud para hacer conjeturas

fundamentadas acerca de cómo nuestros fósiles pudieron

haber vivido. Ameticos scolos presenta un parecido

llamativo con algunos miembros actuales de los Dyspnoi

(particularmente del género Acuclavella –miembros de una

familia llamada Ceratolasmatidae–; Figura 17e). El segundo

par de patas de nuestro fósil espinoso era probablemente

alargado, rasgo en común con Acuclavella. Sugerimos que

este es el caso porque incluso aunque el segundo par de

patas estén rotas por la mitad a través del tercer segmento,

el fémur, ese fragmento ya es más largo que los fémures

de todas las otras patas. Conocemos que en las formas

modernas de opiliones –como Acuclavella– estas patas son

usadas para palpar delante del animal cuando camina, un

poco a modo de antena. El hecho de que Ameticos tenga

unos hoyos profundos en su superficie superior sugiere un

Figura 18 – Reconstrucción idealizada de Ameticos scolos (arriba) y Macrogyion cronus (abajo), mostrando el aspecto en vida de ambas

especies. Escala 5 mm.

34

exoesqueleto robusto y bien construido, lo que implica que

la criatura es más probable que haya vivido sobre el suelo del

bosque que en los árboles. Acuclavella, el Dyspnoi actual, vive

en los márgenes de aguas perennes poco extensas, en restos

de madera húmedos, y pensamos que sus espinas pueden

proporcionarle defensa frente a depredadores anfibios. Del

mismo modo, nuestros fósiles podrían haber habitado zonas

similares de los bosques húmedos de carbón ricos en detritos

del Carbonífero y, probablemente, tenían espinas por las

mismas razones. Podemos hacer el mismo tipo de inferencias

para Macrogyion cronus, que es similar en forma a los Eupnoi

actuales de las familias Phalangiidae y Sclerosomatidae

(Figura 17c). Por ejemplo, las proporciones que vemos en

los segmentos de las extremidades, la forma y el tamaño del

cuerpo y los apéndices bucales son muy similares. El hecho

de que el cuerpo de los fósiles esté parcialmente roto y peor

conservado que las extremidades sugiere que –como en

los miembros modernos de estas familias– el exoesqueleto

de estos fósiles tenía probablemente una cutícula blanda y

curtida en vida. La pata completa muestra que el animal poseía

muchos subsegmentos al final de las patas locomotoras, que

le habrían permitido enrollarlos cuando fuera necesario. Esto

es una condición típica de los miembros actuales de Eupnoi

y una posible adaptación hacia la vida entre la vegetación,

permitiendo al animal agarrarse mejor a los tallos de las

plantas. Esta sugerencia está respaldada por sus extremidades

muy alargadas, que en las especies modernas son indicativas

de una vida por encima del nivel del suelo. De acuerdo con

esto, Macrogyion podría haber tenido su morada en la

vegetación o en los árboles.

Conclusiones

Esperamos haber aportado un trabajo interesante y que

nuestra introducción a elementos de paleobiología, cladística,

microtomografías, opiliones y la historia de la vida terrestre

tenga sentido… ¡Hemos abarcado mucho terreno! Querríamos

finalizar resumiendo las cosas que hemos mencionado.

Hemos aprendido que los primeros animales terrestres fueron

artrópodos. Los artrópodos incluyen a los arácnidos y los

opiliones son sólo un grupo de estos. Son bastante raros

como fósiles. Sin embargo, debido a un conjunto especial

de condiciones en el Periodo Carbonífero, muchos animales

terrestres de este tiempo –incluyendo nuestros dos nuevos

fósiles– están conservados en tres dimensiones. Los fósiles

conservados en esas condiciones pueden ser problemáticos:

usando técnicas tradicionales, los paleontólogos se están

dejando partes del organismo enterradas dentro de la roca.

La microtomografía puede superar esto utilizando rayos X

para obtener imágenes de secciones que pueden, a su vez,

ser usadas para crear un modelo en 3D de los fósiles. Esto

nos ha permitido reconstruir dos opiliones fósiles de hace 305

millones de años y usar los modelos resultantes para intentar

evaluar sus relaciones evolutivas. El presente trabajo sugiere

que los opiliones son uno de los primeros grupos de arácnidos

en diversificarse y que también son un excelente ejemplo

de estasis evolutiva. Los modelos y las comparaciones con

opiliones vivos nos han permitido proponer que una especie

tenía su morada en el suelo y la otra vivió en la vegetación

o en los árboles. Todo eso, a partir de dos pequeños fósiles

escondidos en una roca. ¡No está mal! ¿eh?

35

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Fossil harvestmenThe oldest surviving arachnids

Russell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet & Mark D. Sutton

38

Jason Dunlop was born in Basingstoke, England and grew up in the

coastal town of Cleethorpes. From childhood he was fascinated by

the spiders in his garden and decided early on he would like to turn

his hobby into a career. Jason thus studied zoology at the University

of Leeds and then undertook a PhD on an extinct group of fossil

arachnids in the Earth Sciences department of the University of

Manchester under the supervision of Dr Paul Selden. Jason remained

in Manchester on a research fellowship to investigate the origins of

arachnids and their relatives, and then in 1997 was appointed to the

position of curator for arachnids and myriapods at the Museum für

Naturkunde Berlin; a post which he has held until today. Jason has

published numerous studies about fossil arachnids –with a particular

focus on harvestmen in the last few years– and maintains a regularly

updated taxonomic list of all fossil arachnids and their relatives. He is

currently Secretary of the International Society of Arachnology, and

Vice-President of the European Society of Arachnology.

Russell Garwood is a palaeontologist based at the University of

Manchester, UK. He started his career studying geology as an

undergraduate at the Royal School of Mines, Imperial College,

London, before completing a PhD at the same institution in 2010.

Since then he has worked at the Natural History Museum, London,

running the CT lab there, and also in the School of Materials in

Manchester. For three years from 2012 Russell is being funded by

the Royal Commission for the Exhibition of 1851 to study the origin

and evolution of the insects, split between materials and the School

of Earth, Atmospheric and Environmental Sciences. Much of his

work uses X-ray techniques to better understand these animals and

their ecosystems, but he maintains an interest in a wide range of

early terrestrial animals. Other topics he is interested in include the

origin and early evolution of life, and the use of computers and

X-ray techniques in geology.

Russell J. Garwood Jason A. Dunlop

39

Gonzalo Giribet is an invertebrate zoologist interested in the origins

of animal diversity, especially the diversification of animal phyla

and the disparity of the large phyla, arthropods and molluscs. He

is also interested in the so-called “minor phyla”, often composed

of animals of small size and containing just a few species. He is a

Professor at the Department of Organismic and Evolutionary Biology

at Harvard and curator of the Department of Invertebrate Zoology

in the Museum of Comparative Zoology. His job therefore combines

research and teaching zoology, systematics, biogeography, and in

directing the invertebrate collections at the MCZ. His research has

taken him to collect invertebrates in every continent and ocean.

Born in Burgos, he grew up in Vilanova i la Geltrú, on the south

coast of Barcelona, where he developed his passion for zoology by

studying marine creatures. He went to school at the Universitat de

Barcelona, where he also received his PhD. In 1997 he moved to

New York City to conduct postdoctoral research at the American

Museum of Natural History, and from there he got an Assistant

Professorship at Harvard, where he went through the ranks until

becoming a Full Professor in 2007.

Mark Sutton is a Senior Lecturer in Palaeontology at Imperial

College, London. He studied at Cambridge (undergraduate) and

Cardiff (PhD), and has held academic appointments at Lampeter,

Oxford and, since 2005, Imperial College, London. His research

has primarily centered around the three-dimensionally preserved

invertebrate fossils of the Silurian ‘Herefordshire Lagerstätte’,

but he maintains broad interests in the phylogeny and evolution

of many groups, particularly the brachiopods, arthropods and

molluscs. His research interests also include computer-applications

in Palaeontology, especially three-dimensional reconstruction

techniques.

Gonzalo Giribet Mark D. Sutton

40 Speleosiro argasiformis (Pettalidae, Cyphophthalmi), un opilión cavernícola de Weynberg caves, Table Mountain, Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Fotografía: Gonzalo Giribet.

41

You may never have heard of a harvestman before.

And you might think they are entirely unimportant. To the

arachnophobes amongst you, they may be a cause of much

fear. The odds are, though, that you have seen one these

arachnids in the past: there may well be some in your home, or

wherever you’re reading this right now, and there are actually

more species of harvestmen alive than there are extant species

of mammals. We hope to convince you in the course of this

article that they are really cool creatures. They are nothing to be

afraid of, but they do deserve a little respect. Harvestmen have

been around for a very long time, are biologically interesting,

and make important contributions to ecosystems. They’re also

increasingly useful as model organisms–creatures scientists

can use to understand animal development and evolution.

This article stems from a paper we wrote in 2011. While we’ll

introduce the group as a whole, and their fossil record, some

this article will focus on animals from a particular time (the

Carboniferous; 360–299 million years ago) which we have

studied with a neat technique (high resolution CT scanning).

But we’ll first introduce early life on land, based on what

we know from the fossil record. Not because it’s particularly

important to this study, but because it’s really interesting. We’ll

then: outline the fossil harvestmen we already know about;

introduce our time period, the last part of the Carboniferous;

and explain CT scanning. Finally, we’ll introduce the really

exciting new fossils which were the basis of our paper. So, let’s

start by having a look at life on land.

Figure 1 – Photograph and sketch of a ~427 million year old

millipede (species name: Cowiedesmus eroticopodus). This

figure shows the front of the fossil, including its head, collum

(first segment behind the head, with no limbs), and a number

of body segments behind this. A modified leg (the eleventh)

is also shown. It is possible this was used for reproduction.

Shown portion of fossil 12 mm in length. (Figure from

Garwood and Edgecombe 2011, modified after Wilson and

Anderson 2004, and photograph courtesy of Yong Yi Zhen,

Australian Museum).

Terrestrialisation

Terrestrial animals are those which live on land, and

terrestrialisation is the process by which this way of living

evolved (although, as with all these things, if you look in detail

at either, creating a proper definition of either isn’t as simple

as it might appear). The vast majority of known living species

is found within two groups of terrestrial arthropods –for more

information (including a definition of the word arthropod) see

the Arthropods and Arachnids box–. Estimates of the diversity

of life suggest insects account for more than 50% of known

living species, including plants, bacteria, and all other animals.

Some studies suggest this figure may be as high as 85%,

although we don’t know the exact proportion for sure. Of the

leftover species, a good proportion (about a fifth or more) are

arachnids: spiders and their kin. So, terrestrial arthropods are

big and important groups. They were also the first animals

that we know of which came onto the land. They may have

been preceded by soft bodied animals like worms, but it is

hard to tell, as these rarely preserve well as fossils. The earliest

land animals are 427 or so million years old, and are found in

the form of two millipedes: fossils discovered in Stonehaven,

Scotland (Figure 1). When dealing with fossils this old we

have to consider the possibility that something millipede-like

in appearance could have lived in water. We’re sure that is

Fossil harvestmen. The oldest surviving arachnidsRussell J. Garwood, Jason A. Dunlop, Gonzalo Giribet & Mark D. Sutton

Page12

42

not the case with these two species because they have things

called spiracles - openings to their breathing system, which

help keep it moist and control oxygen flow. This wouldn’t be

necessary in an animal living in water. Millipedes then, as now,

were probably detritivores - eating decaying organic matter

(probably plant–derived). There were no forests around at this

point: in fact, the earliest known plants date from around this

time period. So it appears from the fossil record that the first

land animals may have been millipedes or their ancestors, who

ate decaying organic matter from plants, fungi or bacterial

mats. Their arrival on land must have come before the first

fossils we find - after all, they have to be there already to be

fossilised! In fact, the earliest known traces of a millipede-

like creature can be found in the form of tracks fossilised in

a rock that date from tens of millions of years before this.

Millipedes and other members of the myriapods (centipedes

and two smaller groups) only shortly precede the arachnids in

the fossil record. The earliest known arachnid is a member of

an extinct, spider–like group called the Trigonotarbida (Figure

2) - one which, unlike spiders, lacked the ability to make silk

and still had an abdomen with segments (as we see in some

primitive spiders that still live in southeast Asia). This was found

by dissolving away rocks ~419 million years old with strong

acid and sifting the remains (arthropods’ exoskeletons don’t

dissolve in even the strongest acids). As almost all arachnids are

predators, including members of this group, it suggests that it

didn’t take all that long –in geological terms– for predation

to begin on land: a fact highlighted by the existence of a 418

million year old fossil centipede, also a predator, recovered the

same way.

Figure 2 – Photograph and sketch of the first known arachnid,

a member of an extinct group called the Trigonotarbida (species

name: Palaeotarbus jerami). The fossil was recovered by

dissolving away the host rock with acid – hence the fossils lack

of legs, and less-than-pristine appearance which has earned it

the nickname ‘the burnt corn flake’. Fossil 1.5 mm in length.

(Modified after Dunlop 1996).

By 411 million years ago the three largest arthropod

groups that live on land today (insects, spider, myriapods)

were present - at least in their primitive forms. We know

this from fossil deposits called the Rhynie and Windyfield

Cherts. These two rocks - situated near the village of Rhynie,

Aberdeenshire, in Northern Scotland - are very unusual: they

were formed when water rich in silicon dioxide from a hot

spring inundated this early terrestrial ecosystem (much like we

can see at Yellowstone National Park in the USA today). The

water petrified the animals and plants by replacing them with

chert - a rock made of silicon dioxide. While this is very rare,

when it does occur, it can preserve fossils in huge amounts

of detail: almost down to a cellular level. The Rhynie and

Windyfield cherts provide: the earliest relatives of the insects;

the first true insect, and possibly one with wings on the basis of

some mouthparts found in the deposit; trigonotarbids; mites;

and centipedes. That neatly brings us to the earliest fossil

harvestman, Eophalangium sheari (Figure 3), which is also from

the Rhynie Chert. This preserves enough internal anatomy to

make us sure that it is a true harvestman - in fact, when the

fossil was described it was placed in a living group, called the

Eupnoi (which we introduce later). It preserves elements of the

breathing system, the limbs, and even the genitalia. Hence the

Rhynie and Windyfield Cherts are notable in providing an early

glimpse of life on land and a number of earliest occurrences

of modern groups, including the Opiliones. After this there are

relatively few terrestrial arthropod fossil for the next 100 million

years. This is because the conditions needed for exceptional

preservation did not occur. Exceptions can be found in some

wonderful land fossils from 380 million years ago recovered

by dissolving rocks from New York state in acid, and a few

sites in Europe exist during this time where land animals can

be found flattened between the layers of shale rocks. None of

these contain harvestmen. There is one fossil Opiliones called

Brigantibunum listoni from Scotland, which is 340 million years

old, and –despite fairly poor preservation– also looks like it may

be a member of a still living group. But you’ll remember at the

start, that we mentioned that this article is about a particular

Page13

43

group of animals, from a particular time period in the Earth’s

history. That time period, late in the Carboniferous, called the

Pennsylvanian, kicked off a little over 320 million years ago.

Suddenly fossils of a huge range of land animals appear in

rocks all over the world. To know why this is we need to look a

little more closely at this period.

Figure 3 – Photograph of the earliest known harvestman (species

name: Eophalangium sheari). The fossil is preserved within a

translucent rock, allowing parts of the internal anatomy to be

seen. These include the base of the legs (or coxae, labelled C),

genital opening (G), and penis (P), showing that this was a male.

Around the body you can see parts of the legs. Scale bar 0.2

mm. (Modified after Dunlop et al. 2003 and Dunlop et al. 2004).

Arthropods and Arachnids

Arachnids are class of animals, member of a bigger

group called the arthropods. Arthropods are animals

which are defined by having a number of shared

features including: an exoskeleton, which is moulted as

the animal grows; a segmented body, with specialised

regions called tagmata; and jointed appendages. Other

groups of arthropods include the hexapods (insects

and a few smaller groups, Figure 4A–C), myriapods

(centipedes and millipedes and close relatives, Figure

4F), crustaceans (including crabs, shrimp, barnacles,

Figure 4G), and the extinct trilobites. Arachnids (Figure

4D–E, 5) are themselves member of a larger subgroup

of the arthropods, the Chelicerates. This subphylum is

name after the mouthparts, and comprises arachnids,

horseshoe crabs (not related to the true crabs),

probably sea spiders, and a number of extinct groups.

The class Arachnida consists of 15 smaller groups or

orders, including the mites and spiders. Other orders

include scorpions, whip spiders, whip scorpions,

pseudoscorpions, and poorly known groups like the

ricinuleids. Arthropods are the most diverse lineage of

animals around - the majority of their diversity is found

in the insect and arachnids, which together account for

around ¾ of all known living organisms.

Figure 4 – Examples of extant arthropods. A-C insects:

A- a butterfly, B- a honey bee, C- a relative of the

grasshoppers; D-E arachnids: D- a spider, E- a ricinuleid;

F- a millipede; G- a crayfish. Image credit: A) Richard

Bartz, Munich, Germany; B-F) Marshal Hedin, San

Diego State University, USA.

Figure 5 – An illustration by 19th century German

polymath Ernst Haeckel showing the huge range of

different forms found within arachnids.

The Carboniferous

The Carboniferous Period spanned from 360 to 290

million years ago. It’s split into two parts - the earlier

Mississippian (or Lower Carboniferous: 359–318 Ma) and

later Pennsylvanian (or Upper Carboniferous: 318–299 Ma).

Most of the rocks we have from the longer, earlier part are

shallow marine limestones (calcium carbonate rocks), and

very few fossils of land arthropods are even known from this

period: in fact, a single harvestman fossil is the exception to

this rule. In the Pennsylvanian, however –at least in terms

of rocks which record life on land– everything kicks off.

In Europe and North America, the later Carboniferous is

represented by lots of repeated sequences of mudrocks,

limestones, sandstones and coal layers. This results from a

combination of factors which we haven’t really seen since.

During the Carboniferous, a mountain building event was

happening, called the Variscan Orogeny (or Hercynian, or in

fact Alleghenian depending on where in the world you are).

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Page17

44

A Southern continent, Gondwana, and a northern continent,

Laurussia (which eventually went on to make up many of the

rocks of Europe and North America) collided. In the process

the supercontinent Pangaea was formed, upon which the

dinosaurs lived tens of millions of years later. This collision also

created a large equatorial mountain belt (Figure 6). Associated

with these Variscan mountains, and a drop in sea level, were

lots of low–lying regions, which were host to swamps and

forests. In fact the Carboniferous is sometimes described as

having the first true rain forest ecosystems. The plants of

the time would have looked very unusual to our eyes. There

were: tree–like organisms related to extant club mosses; ferns

running the gamut from the small plants with which we are

familiar, to large trees; and thirty metre tall relatives of living

horsetails. Seed–bearing ferns and early relatives of conifers

also featured in these forests. Most of these plants were very

rich in a complex molecule called lignin which helps make up

some plant cell walls, giving wood its strength in the process.

The fact that the plants were so rich in this lignin is important.

Lignin is very hard to break down. Even today when lots of

animals such as termites, have evolved to eat wood, they

struggle to digest lignin. This resistance to biological decay,

and a lack of organisms which could degrade the lignin,

resulted in lots of carbon building up in the sediments of these

rainforests. This especially true because these low lying areas

were prone to rapid inundations of sediment (for example,

through a river changing course, or minor shifts in sea level).

Such events, coupled with low–oxygen, swampy conditions,

and rapid burial, created the ideal conditions to make coal.

Indeed, it is coal deposits from the Carboniferous that provide

the period with its name, and the vast coal reserves from this

25 million year period almost single–handedly fuelled the

industrial revolution in the Europe and North America.

Figure 6 – The Earth’s continents during the Pennsylvanian –

note the southern and northern continents colliding. Where

they meet, in the middle, mountains called the Variscan belt are

forming. (Image credit: Ron Blakey, NAU Geology).

Associated with this coal, are a huge number of fossils of

land animals - the creatures living in the Pennsylvanian swamps

and forests. These include a range of arthropods and other

invertebrates, and also some of the earliest land vertebrates

- animals which gave rise to the amphibians, and the reptiles,

birds and mammals. Environments in which coal forms are

also ideal for the growth of iron carbonate nodules. These are

made of the mineral siderite (FeCO3) and develop because of

high carbon concentrations in the sediment and water. They

can occur very rapidly after formation and will often precipitate

out around a decaying organism that has been buried with the

sediment, encasing it. Because these nodules form so quickly,

they prevent the organism from being squashed, as happens

to the rest of the sediment. The organism will then often rot

away leaving a void, which is sometimes then in–filled with

other minerals.

What this all means in that we have an excellent fossil

record of life on land from the Pennsylvanian. The geography,

sea level, plants and sediments of the time have created a

huge number of iron carbonate concretions, inside of which

we find a range of early land animals - for this reason the

Carboniferous is a unique insight for palaeontologists who

look at early terrestrial ecosystems. There’s an added bonus

that the fossils are associated with coal seams: they are often

dug up when people mine for coal. Another coincidence, this

one historical, comes into play here. In Europe, in the 19th

century, coal mining was a massive industry, and palaeontology

as a science was just hitting its stride. Accordingly there were

a large number of scientists around at just the right time to

collect these fossils, and many museums still have very large

collections of such fossils from this period. This has led to a

focus on similar deposits in other parts of the world, from this

time until today. So not only do we have very nicely preserved

fossils from this time - including lots of arachnids - but we

have a situation which has hastened their discovery. Neat huh?

There’s only one problem: 3D fossils are difficult to deal with.

Most fossils come about by an animal dying, being buried in

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a sediment, and then being flattened within it. The traditional

approach of splitting open a rock is excellent for these

because everything there is to see of its anatomy is shown

on that single split plane. Preservation within a concretion, as

described for the Carboniferous, is relatively rare. But when

it does happen, traditional techniques aren’t so useful. If you

split open a nodule with a 3D fossil in it, parts of the anatomy

- the ends of the limbs, for example, or the head - remain

buried in the rock (Figure 7). And this has traditionally limited

what palaeontologists can say about the animals. But you’ll

recall, we’re talking about one group of animals (harvestmen)

from one time (the Carboniferous), discovered using a new

technique. That technique is computed tomography, and it’s

with 3D fossils such as these that it really comes into play.

Figure 7 – A typical siderite hosted Pennsylvanian fossil,

this example being a cockroach-like insect (species name:

Archimylacris eggintoni). In this case the mouthparts, limbs,

and body all remain hidden within the rock - all we see are

the wings (left), and head shield/head on the right. (Modified

after Garwood & Sutton 2010, Image credit: Natural History

Museum, London).

Computed tomography

Computed tomography, or CT scanning, is a non–

destructive X–ray based technique. It allows palaeontologists

to see inside fossils and recreate them as 3D digital models. It’s

an increasingly common tool in the world of palaeontology

as scanning technology and computing power has improved.

CT scanning for palaeontologists comes in a number of

flavours, all following the same principle as CT scanners in

hospitals. In medical systems an X–ray source and detector

rotate around a patient, and take a series of radiographs

as the patient moves through this rotating contraption.

These scanners are big, and as a result are sometimes

used in palaeontology for large fossils - the only problem

being that the scanners are designed for humans, and so

have weak X–ray sources to minimise the radiation dose to

patients. Sometimes the source can’t penetrate dense rock.

A more common form of CT scanning for fossils is X–ray

microtomography (XMT or μCT). In this setup a sample (the

fossil) is rotated around 360 between an X–ray source and a

detector, which takes an X–ray of the sample every, say, 0.1

degrees of rotation (Figure 8A). From the resulting 3000+

X–rays, some clever maths can be used to create slice images

of the fossil (Figure 8B). These images are actually maps of

the X–ray attenuation within an object - the amount that any

given part of the fossil reduces the intensity of the X–rays.

Because attenuation is the result of both density and the

elements that make up any part of the fossil, these maps

can usually differentiate the fossil from the host rock (and

sometimes different parts of the fossil from each other). The

result is a series of black and white images of the cross–

section of a fossil. The process of studying a fossil on the

basis of CT scanning doesn’t end there, however - normally

it is followed by the long and laborious process of making a

digital model. There are quite a few different ways to do this,

but the method used to create the figures later in this article

involves first creating threshold images - a simple means of

turning pixels within a certain range of grey levels ‘on’ to

be rendered in 3D, and ignoring the rest. With CT scans of

voids within rock, this involves picking out the darkest pixels,

because air has a lower X–ray density that the host nodule.

This will create a 3D model of the fossil, but also any cracks

within the nodule, and airspace outside the rock. To get rid

of these, we can go through all 2000 slice images of the

fossil, colouring in the different parts of the anatomy - body,

legs, mouthparts etc., and then rendering each separately

in 3D. In the process this removes any artefacts, or cracks.

By rendering the model in 3D, seeing where the colouring is

wrong, and then making improvements on each slice, a very

neat model is finally created. By extracting the morphology

of the animal in full from the host rock - in the case or this

article, two harvestmen from Carboniferous nodules of

France - μCT can tell us a lot more about a fossil’s mode of

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life, its biology, and its evolutionary relationships. So, at this

point, it makes sense for us to acquaint ourselves with the

animals that provide the subject of our article.

Figure 8 – A: An X–ray projection, or radiograph. CT scans are

made of a large number of these, acquired as a sample rotates.

This example is an arachnid within a siderite nodule. B: The

resulting slice image which maps the X–ray attenuation within a

sample. Different features are labelled.

Harvestmen

The harvestmen are arachnids - members of a group that

also includes the spiders, scorpions, mites and ticks (Figure 5). In

common with other arachnids they possess eight legs, and a body

split into two major parts - the prosoma (front) and opisthosoma

(back). These parts of the anatomy set arachnids apart from

related animals like insects (six pairs of legs and three body parts:

a head, thorax and abdomen), and millipedes/centipedes (many

legs, and lots of segments). Harvestmen arachnids - members

of the order Opiliones - are defined by having the two halves

of their body (that is, the prosoma and opisthosoma), joined by

a broad and sometimes poorly–defined juncture (Figure 9). This

is in contrast to spiders, for example, which have a narrowing

between these two parts (or tagma) of the body. Of these

tagma, the prosoma has the four pairs of walking legs, and the

mouthparts - the chelicerae, which are the equivalent of a spider’s

fangs, and the pedipalps, which are the same limb that scorpions

have evolved to use as claws (Figure 10). The opisthosoma has

no real limbs in arachnids, and the harvestmen are no exception.

Rather, the back half has openings to the breathing system,

small holes called spiracles, and also the genital opening, which

is often covered by a flap called the operculum. Males have a

penis, whilst females have an ovipositor - a specialised organ for

laying eggs. In many groups the second pair of walking legs isn’t

actually used for moving around. Instead, it is longer than the

other limbs, and acts a bit an antenna, waving around and letting

the animal feel its surroundings.

Figure 9 – A harvestman arachnid (species name: Leiobunum

aldrichi) with the anatomy labelled. Note the division into two

halves of the body (the prosoma and opisthosoma), with a

broad junction, the mouthparts (pedipalps and chelicerae), and

walking legs 1 – 4 (L1 – L4). (Image credit: Marshal Hedin, San

Diego State University, USA).

Name origins

Harvestmen have a variety of different names in

different cultures. In English the names harvestmen

- or alternatively harvest spiders - may well stem from

the fact that Opiliones tend to be abundant during the

harvest season. Alternatively this may be because when

their legs are detached, which happens commonly in

some groups as a form of defence, the limb makes a

reaping motion. Hence they are known in a number of

languages as reaper too. The Spanish name agostero

has similar origins, whilst in some provinces harvestmen

are known as pedros. This is in reference to Saint Peter’s

Day which falls during harvest season. The group’s Latin

name, Opiliones, dates from 1833. Swedish zoologist

Karl J. Sundevall proposed the name, after the Latin

opilio, meaning sheep–master (used by a Roman

dramatist Plautus, 254–184 BC) or shepherd, as featured

in Virgil’s Eclogues (37 BC). It is suggested the origin of

this could be due to the long legs and high body of some

European species making harvestmen reminiscent of

ancient European shepherds who used stilts to oversee

their flocks.

Figure 10 – The pedipalps (blue) and chelicerae (red) marked

on two non–harvestman arachnids: A spider and an early fossil

scorpion. Note also that both have bodies which can be divided

into prosoma and opisthosoma - one of the things that defines

an arachnid.

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Harvestman nicknames and myths

In many parts of the US, harvestmen are called daddy

longlegs, or grandaddy longlegs - this means they are

sometimes confused in Europe with crane flies, which

have the same nickname on European shores. Some

nicknames for the harvestmen in different countries

reflect the fact that they resemble spiders, but are not

true members of the group - for example Afterspinne

in German, which means false spider. In the US and

Australia, a common urban legend suggests the group

is extremely poisonous, but that their mouthparts are

incapable of breaking human skin. In common with

many urban legends, this is entirely untrue - harvestmen

have no venom.

Harvestmen are a big group - in terms of arachnids there

are only two bigger: the spiders, and the mites, and there’s only

one bigger group which is more diverse than the arachnids,

which is the insects. If we measure the diversity of harvestmen

by the number of harvestman species that have been described

to date, there are around 6400 - the first two being described in

1758 by Linnaeus, who invented the system of defining species

which scientists still use today. By comparison there are ~5400

known species of mammals. Despite being a big group, the

biology of harvestmen is still a little murky, and many things

remain unknown. Arachnologists - scientists that work on

arachnids - believe they may represent fairly primitive members

of the group. Many think they are most closely related to the

scorpions, pseudoscorpions, and solifuges (a small arachnid

order otherwise known as camel/sun spiders or wind scorpions).

This grouping of four orders is called the Dromopoda, although

arachnologists still debate both whether this is correct, and if

so, what the relationships between the four orders may be.

Quite a lot of debate regarding evolutionary relationships within

the harvestmen also remains. Scientists agree the harvestmen

comprise four distinct lineages (each is technically a suborder).

The Cyphophthalmi (Figure 11A) is likely to represent the first

of these to branch from the others - it is small (6 families, 130

species) but has a worldwide distribution. Members of the group

are typically small (1–5mm), with short legs, and are usually blind.

They have a thick exoskeleton, and tend to live in the leaf litter on

forest floors, although some live in caves. The remaining three

lines of harvestmen are often grouped together as a lineage

called the Phalangida. The suborder Eupnoi (6 families, ~1800

species, Figure 11C) includes arguably the most easily recognised

harvestmen - creatures with small soft bodies, hanging down

between very long legs. This group is also found in most parts

of the world. Another suborder, the Dyspnoi (7 families, 290

species, Figure 11B) shows a great variety of form, but is united

by having small, regular teeth on the chelicerae. Interestingly,

this suborder is found largely in the Northern Hemisphere. The

final group is the Laniatores - the biggest suborder (27 families,

~3750 species, Figure 11D), which are often colourful and

spined, but are largely restricted to the tropical regions, and the

temperate Southern Hemisphere. We’re not 100% settled on

the relationships between these three suborders - two possible

arrangements are shown in Figure 12.

Figure 11 – Examples of each of the four lineages of harvestmen.

A: Cyphophthalmi. B: Dyspnoi. C: Eupnoi. D: Laniatores. (Image

credit: Marshal Hedin, San Diego State University, USA).

These lovely creatures are rather varied in their ecology and

way of life. Many live in soils and leaf litter, and in dark damp

places such as under rocks and in caves. Some, however, live on

walls and tree trunks and a number spend their time amongst

vegetation. A particular consideration with harvestmen is

the humidity of the place they’re living, as many species are

poor at minimising water loss. Dark, and humid environments

help avoid any issues which may otherwise arise from losing

too much water. We see the greatest diversity amongst

harvestmen in tropical, especially rainforest, environments.

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Being omnivorous, Opiliones eat a wide range of things - small

invertebrates, plants, carrion and fungi. They have even been

known to survive on cappuccino mousse when raised in the

laboratory! Having such variety in their diet is unusual because

other arachnids are almost all purely predatory, and tend to

digest their food by vomiting digestive enzymes on it, prior to

filtering and sucking up food using a pumping stomach. Where

they are predators, harvestmen tend to ambush their prey,

or occasionally run it down. Their feeding system has issues,

however - because the harvestmen use their mouthparts,

which end in pincers, to break food into small chunks before

eating it rather than sucking up a liquid (which would allow

the food to be filtered), they are very prone to ingesting

parasites. Also, Opiliones often fall prey to birds, amphibians,

small reptiles, and even spiders. They are not completely

defenceless, however; some species secrete a sticky substance,

gluing debris onto their outside to provide camouflage. Others

feign death if they are attacked, and some bob up and down to

confuse potential predators. All harvestmen have openings to

glands which emit nasty smells on the front half of their body

- another defence mechanism. Finally, many can detach their

legs if these get stuck somewhere, for example. This defensive

strategy is known as autospasy or appendotomy. The lost limbs

don’t grow back, but the break occurs along special lines of

weakness. As a result - other than the loss of a leg (which

doesn’t seem to impact on the creature too much) - it doesn’t

cause many issues as the muscles of the leg close the wound.

Figure 12 – Two possible relationships between the different

Opiliones orders - both have the Cyphophthalmi as the earliest

branching suborder, but differ in the arrangement of the other

three groups. (Photograph credits: Marshal Hedin, San Diego

State University, USA).

Another big question when dealing with the biology of

creatures such as harvestmen is how they reproduce. The

majority of harvestmen do this sexually - a male and a female

member of the same species are required for fertile young

to be created (although there are a few species which have

been seen to multiply asexually). Harvestmen employ internal

fertilisation - in the majority of cases (all groups except the

Cyphophthalmi), this means males have a penis, and a pair

copulate in order to breed. After copulation, females can lay

eggs immediately or after a period of time. They use their

ovipositor to do this, and eggs will hatch somewhere between

a few days and several months later. Most species show a range

of forms of parental care for the eggs/young. That brings to a

conclusion our quick introduction to the harvestmen - a really

interesting group of creatures.

We’ve now introduced the time period from which these

fossils come (the Pennsylvanian), the method used to study

them (X–ray microtomography), and the animals which

have been fossilised (the harvestmen). So, we’ll move on to

introducing our study.

This study

We were lucky enough to find two new harvestman fossils

for this investigation. Both were found within siderite nodules,

from a deposit called Montceau-Les-Mines, in the Massif

Central, France. Relatively little of their body was showing on

the crack sued to break the nodule open - for one of them,

we didn’t even realise the fossil was a harvestman until we

had scanned it. Both were housed in the Muséum d’histoire

naturelle d’Autun, and we borrowed the fossils from there

to study. In order to reveal the anatomy hidden in the rock,

we conducted scans of both on a CT scanner in the Natural

History Museum, London - to do so we put the bits of the

cracked nodules back together, and held them in place with

cling film. After scanning, and then an hour’s processing to

turn the plain radiographs into slices, we had 2000 images

showing the fossils’ cross sections. In one dataset each pixel

represented a 26.5µm x 26.5µm square, and in the other each

was 14.2µm x 14.2µm. In each cross sectional image, because

the fossils were less dense to X-rays than the surrounding rock,

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they appeared as dark shapes in the slices. We used custom-

built software to reconstruct the fossils in 3D as we described

in the micro-CT section. This was a bit of a slow process - it

required us to make a guess at what we were looking at in

slice images, render the model in 3D, and then improve the

colouring. However, eventually we created the models that

you see in this article - two very nice looking, and remarkably

complete models of fossil harvestmen. To make the images you

see here, we took these models, and exported them as a file

recording the shape of their 3D surfaces and imported them

into an open source CGI program called Blender. This allowed

the images and movies to have shadows and realistic lighting.

The fossils

The results of our work - or at least a major part of them

- are the 3D models which you can see in the figure. They are

both quite unlike any other harvestmen we know of a remotely

similar age, so we were able to name both of them as new

species. This meant that both needed a name - two, in fact, as

both needed a genus name too. Traditionally these are Latin

or Greek in origin, conforming to a system which has been in

place since the work of Linneaus in the 18th century.

Figure 13 – The CT scanner used for this study. This can scan

samples from a few millimetres to a quarter of a metre in size.

The cabinet housing the equipment is lead lined to prevent

radiation escaping.

Ameticos

The spiny creature you see in our figures we called Ameticos

scolos. This is Greek in origin, ametikos meaning relating to the

harvest, and skolos meaning thorn, in reference to the animal’s

spines. The fossil has a large, elliptical body which was almost

one centimetre in length. The boundary between the front half

(prosoma) and back half (opisthosoma) of the body is marked

by a half-a-millimetre wide rectangular ridge. The prosoma is

quite wide compared to the back half, and has a series of pits

towards the posterior. The eyes are situated on a mound (the

ocularium) found at the very front of the animal, where there is

a small projection (the structure which looks a little like a nose).

The underside of the creature is heavily crushed but we can see

the base of the walking legs on one side. The “mouthparts”

- the chelicerae - are small (0.8mm in length) and have three

segments, but are otherwise a little unclear. This is probably

because they are not well preserved, rather than because we

couldn’t get the details out in our CT scan. The second pair of

appendages (pedipalps) are also rather small. They are missing

a claw at the end, and we can see all six segments which make

up the 2.3mm long limb. The most complete leg on the fossil

is the third left leg, which has four preserved segments, and is

almost 9 mm in length. The other limbs appear to have been

snapped off between the second and third segments (the

trochanter and femur respectively). Moving to the back of the

creature, what is most obvious is the three pairs of prominent

spines (each 2.4mm long). This makes the entire creature

around half a centimetre deep. We can see five segments in

the opisthosoma - the spines being found on the first three.

The entire top surface is covered with deep, spherical pits

about a quarter of a millimetre across. On the underside we

can also make out five segments in the opisthosoma - they get

shorter towards the back.

Figure 14 – The fossil harvestman species Ameticos scolos. A:

View from above, with the anterior appendages in the darkest

purple to the right, and then longer (but prematurely truncated)

legs in lighter shades. B: View from the side. This makes the

spines particularly clear, shown towards the posterior (left). C: A

view of the underside, which in this specimen is crushed a little,

especially towards the bottom of the image.

Macrogyion

The fossil with long legs we decided to call Macrogyion

cronus. This also stems from Greek - makros means long and

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gyion means limb. Cronus/Kronos was the father of Zeus, Hades

and Poseidon, and the god of the harvest. So this fossil is a long

legged creature, named in honour of the harvest god. Cool,

huh? The fossil is smaller than Ameticos - it has an oval body

around 6.5 mm in length. It’s hard to tell where the prosoma/

opisthosoma boundary is, and again, parts of the leg bases and

underside of the opisthosoma have been partially crushed. The

body is around half a centimetre deep again, so this is more

spherical than the flatter Ameticos. This time the chelicerae

are very well preserved. They are 3.3 mm long, and made of

three segments, ending in a pincer. They are tucked in between

well preserved pedipalps - which are held aloft and in front of

the prosoma, and end in a simple claw. All six segments of the

pedipalps are quite clear, and the entire limb is nearly 8mm

long. The legs are generally snapped off again, but the first left

is preserved in its 2.6cm entirety - the first three segments point

upwards, before a bend and a horizontal segment, then another

bend. The rest of the limb points downwards from there. The last

part of the leg is curved, suggesting it is made from a large number

of sub-segments - something we see in a number of groups which

are still around today. The rest of the limbs have snapped off in

various places, and all are much less complete. The prosoma is a

little squashed too, but the top has not been caved in like the

underside. It has an ocularium - a mound, which presumably

held the eyes in life. The first segments of the opisthosoma are

fused together, and one of them has a small ridge on it, but three

segments are visible differentiated at the back of the animal. The

segmentation on the underside is well preserved - there are five

clear segments, the first being a lot longer than those behind it.

Figure 15 – The fossil harvestman species Macrogyion cronus.

A: View from the side, including the single complete leg with

a curved termination. The rest of the legs have snapped off

towards the top of the third segment. B: A side view showing

pedipalps and chelicerae (right), walking legs removed. C: The

chelicerae in more detail. These end in a claw, which would

have been used to process food. D: The underside, showing

that the specimen is towards the bottom of the image.

Assessing evolutionary relationships.

When you have a fossil, one of the first things

you want to be able to say is what other animals it

is related to. Living organisms have a hierarchical

structure: closely related organisms look more similar

to each other than they do to those less closely related.

On this basis, palaeontologists have traditionally placed

fossils into groups encompassing different levels of

similarity - for example, members of a family (such as

Hominidae: the great apes, including humans, chimps

and bonobos, gorillas and orang-utans) will share

a number more features than do the families within

an order (e.g. Primates, which also includes monkeys

and lemurs, amongst others). However, those families

will still share a number of features which defines the

order. In turn, orders are the members of a class - a

group defined by another, probably less specific set of

shared characters. This goes all the way to a phylum

or kingdom level, which are the truly coarse divisions

of life.

Modern palaeontologists still use this system - the

fossils we have described here, for example, belong to

the Opiliones, and class Arachnida. However, working

out evolutionary relationships just on the basis of

anatomical similarity can be somewhat subjective. For

this reason most palaeontologists now use something

called cladistics to understand the evolutionary

relationships, or phylogeny, of a group. This involves

creating a list of different aspects of the anatomy of an

animal. For example, you could use the number of legs,

the presence (or absence) of eyes, whether the leg ends

in a number of sub–segments, and a huge number of

other aspects of an organisms nature, as characters. A

selection of the animals in question are then coded for

these characters - so, for example, the number of legs

could be entered in a list for all the animals, as could the

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presence (e.g. coded as 1) or absence (coded as 0) of

eyes. This creates a matrix - a large number of characters

for a large number of species, which in essence records

the similarities and differences between the coded

animals. With this matrix, a computer algorithm can be

used to calculate work out which evolutionary tree(s)

which involve require the smallest number of character

changes. So in the case of eyes, if 5 of the 20 species

in an analysis lack eyes, and they form a unique group,

the eyes would only need to be lost once. Another

example is shown in Figure 16, of exactly the same

comparison but with another character. In this way,

a large number of different characters can be used to

try and work out a likely evolutionary tree: that with

the smallest number of changes. Doing this, of course,

requires the assumption that the smallest number of

changes will provide the most likely evolutionary tree.

But using this technique does allow us to provide

a testable, and verifiable hypothesis. It allows us to

demonstrate how well - or how poorly - any given

grouping is supported, and often what the alternatives

are. If there are a number of shortest trees of equal

length, we can produce a consensus tree - this is a tree

which has only the bits that all the different shortest

trees agree on.

Figure 16 – An example of a single character, whose

changes are marked onto two possible trees. The

harvestman groups Laniatores and Dyspnoi both have

females who lack joints in their ovipositor (the organ

they use to lay eggs). If we assume this is the primitive

condition for the harvestmen, such joints must have

been lost somewhere on the way to the Laniatores and

Dyspnoi. If the two are not closely related, as shown

on the left, this must have happened once in each

lineage. However, if they are more closely related to

each other than the rest of the harvestmen, this loss

could have occurred just once, in the ancestor of both

groups. Thus - for this character at least - the tree on

the right has less steps. If you have a large number of

characters, you can use comparisons like these to build

a tree with the smallest number of steps, and provide

a testable hypothesis for evolutionary relationships.

(Photograph credits: Marshal Hedin, San Diego State

University, USA).

In recent years people have started using the same

technique with the DNA of a range of organisms to try

and assess how closely related they may be. The longer

ago two organisms shared a common ancestor (i.e. the

longer ago their lines split), the more time there has

been for mutations to occur in their DNA. Accordingly,

if you can compare two of the same stretches of DNA,

more closely related animals will have less differences

than less closely related animals, and again, you can

use this to work out a tree. You can also combine these

two approaches, allowing you to code the morphology

of both fossils and living organisms, and then use the

DNA from the living species to help build the tree. We

have used this approach here to try and work out the

relationships of our two fossils.

Cladistics methods

To work out the evolutionary relationships of these two

fossils, we performed a cladistic analysis (see box Assessing

evolutionary relationships). For this we used 201 morphological

characters, all coding different parts of harvestmen anatomy.

We then used a piece of software called TNT to calculate

the tree which required the smallest number of anatomical

changes. We used a number of different aspects of the

technique to assess the relationships. These included giving

all the characters the same importance (“equal weights”),

and giving those which appear to be less reliable (i.e. they

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reverse more in many of the trees) less importance (“implied

weights”). We showed how well supported the tree was as

well, using a measure called symmetric resampling. As well

as this morphological matrix, we used the DNA of the living

species to help build the tree.

Cladistics results

All of this analysis gave us some interesting and exciting

results, which we’ll outline here, but the importance of which

we’ll discuss later. The analysis included non–harvestman

arachnids were used to root the tree - i.e. to work out

which harvestmen are most similar to the other arachnids,

and therefore probably split first. Using just the morphology

of the extant species and the fossils, analysing with equal

weights, we recovered a number of groupings. These included

the Opiliones as a whole, the primitive Cyphophthalmi, and

Phalangida (all harvestmen minus the Cyphophthalmi) - all

came out as sharing a single common ancestor which defined

each group (Figure 17).

Figure 17 – A tree showing the relationships of these fossils.

A: The tree recovered using the morphology of living and

extinct harvestmen, and the DNA of non–fossil species. Fossils

are shown in red (Halitherses is a younger fossil preserved

in amber). Ameticos scolos is recovered as a member of the

suborder Dyspnoi, and Macrogyion cronus as a member of the

Eupnoi. The images on the right show B: Macrogyion cronus and

D: Ameticos scolos with comparable taxa of the modern Eupnoi

and Dyspnoi; C: Nelima sempronii (family Sclerosomatidae)

E: Acuclavella cosmetoides, (family Ceratolasmatidae). Scale bar

B–C, 2mm; D–E 1mm. (Image credits: C: Christian Komposch,

Ökoteam, Graz, Austria; D: courtesy of Casey Richart, San Diego

State University, USA).

The fossils - despite being placed in the Phalangida - had no

clear position: if the analysis was run without the fossils, Eupnoi

and Dyspnoi both also came out as true groupings. Hence adding

our fossils changed the cladistic result: adding M. cronus stopped

the Eupnoi being recovered as a true group, and A. scolos had

the same effect on the Dyspnoi when we made a consensus tree.

In other words, in all of the trees which were of the same length,

the fossils were found in so many positions that relatively few

of the evolutionary relationships recovered were shared between

trees. The fossils have lots of missing parts of the anatomy, which

may explain this result: they add an element of instability, so

when we work out which are the best supported trees, there are

a number with the fossils in very different places. If we added

the implied weighting - i.e. lowered the importance of seemingly

unreliable characters in the analysis - it had relatively little impact

on the evolutionary relationships we recovered. Adding the

DNA of extant species helped create a better defined tree - the

Eupnoi and Dyspnoi were strongly supported as a group by their

DNA evidence. With DNA, and equal weights, M. cronus was

identified as a member of the Eupnoi and A. scolos the Dyspnoi.

We tested this result by using a few more techniques to assess

the evolutionary relationships of the fossils, including a statistical

technique known as Bayesian inference. All the analyses we did

supported this same placement of the fossils. For all of these

methods of placing the fossils, we provided an indication of

how well supported the tree was. When including the fossils,

this was usually low - a lot of the anatomy we may use to place

living fossils, such as spiracles (openings to the tracheal system),

genitalia, or eyes, can’t be resolved for certain on either fossil,

as they are too small, or are internal and thus aren’t found with

this type of preservation. This includes most of the characters

which are used to define each suborder of the harvestmen.

Nevertheless, the fact that in all analyses we obtained essentially

the same result suggests that this is a fairly reliable position for

the fossils in the Opiliones family tree.

What this means

So we have two new fossils, reconstructed in 3D, and

we have worked out how they are probably related to other

harvestmen. This allows us to create accurate reconstructions

Page31

53

of how they would have looked in life (Figure 18), and say

something about both the palaeobiology of these fossil species

(such as how they lived their lives).

Figure 18 – Idealised reconstructions of Ameticos scolos (above)

and Macrogyion cronus (below) showing how the two species

may have looked in life. Scale bar 5mm.

We can also use their discovery to say something about the

history of harvestmen as a whole. Because these specimens are

so well preserved, and this is unusual for harvestmen fossils,

this actually represents the first time any fossils older than a

few tens of millions of years have been placed in a harvestman

tree on the basis of a cladistic analysis. As previously outlined,

the Opiliones can be divided into four suborders, the Eupnoi,

Dyspnoi, Laniatores and Cyphophthalmi, and our work has

placed Ameticos with Dyspnoi, and Macrogyion with Eupnoi.

This means that both of the suborders Dyspnoi and Eupnoi

must have been around 305 million years ago, when these

fossils were deposited in a shallow body of water in one of the

Carboniferous coal forests. Now, it has already been suggested

that the Eupnoi existed 411 million years ago on the basis of

the harvestman mentioned earlier from the Rhynie Chert - this

was largely inferred on the basis of its genital morphology

– although new discoveries may suggest that the Rhynie

specimen is not a Eupnoi. The confirmation using a broader

range of anatomical observations that a Carboniferous eupnoid

(Macrogyion) existed adds weight to the suggestion that the

Eupnoi is an ancient suborder. In contrast, the oldest fossil

Dyspnoi placed with a cladistic analysis before this paper is a

few tens of millions of years old. Hence Ameticos is not only

the earliest known member, but it pushes the group’s earliest

known fossil back by a long way. As well as using the similarities

in DNA to work out the relationships between groups, the

DNA can also be used to estimate when different groups split

from each other based on the frequency with which mutations

occur. A number of biologists have used this technique in

the last decade to estimate the age of different harvestman

groups, and both these fossils corroborate such estimates. The

relationships we discovered also makes it very clear that two

harvestman suborders - both of which are still around today

- were present in the forests of Europe 305 million years ago.

In contrast, at this time, other arachnids such as spiders and

scorpions are not present - at least in the form we see them

today. Rather, they tend to be known in just their earliest

forms: lineages which are now extinct. The only arachnids we

know were similarly modern in anatomy by this point are the

mites. Hence this work provides compelling evidence for an

early origin of the harvestmen - it seems likely that they are

amongst the earliest branching arachnids. Beyond these early

origins, both fossils are essentially modern in appearance - this

demonstrates that Opiliones’ body plans were established by

the Late Carboniferous, and have remained largely unchanged

in the 305 million years since. They are an excellent example of

evolutionary stasis.

We can use this similarity to make educated guesses about

how our fossils may have lived their lives. Ameticos scolos bears

a striking resemblance to some living members of the Dyspnoi

- particularly members of the genus Acuclavella (members of a

family called Ceratolasmatidae - Figure 17E). The second pair

of walking legs on our spiny fossil was probably elongate - in

common with Acuclavella. We suggest this is the case because

even though the second legs are broken off midway through

the third segment, the femur, this part is already longer than

the femora on all the other legs. We know from modern

harvestmen - such as Acuclavella - that these legs are used

to feel ahead of the animal as it walks, a bit like an antenna.

The fact Ameticos has deep pits on its upper surface suggests

a robust, well–built exoskeleton, that implies the creature is

more likely to have lived on the forest floor, rather than in the

trees. Acuclavella, the modern dyspnoid, lives at the margins of

small perennial water features in moist, woody debris, and we

think that its spines may provide defence against amphibian

predators. As such, our fossil could have inhabited similar

regions in the moist, detritus–rich Carboniferous coal forests,

Page33

54

and likely bore spines for the same reasons. We can make the

same sort of inferences for Macrogyion cronus, which is similar

in form to modern eupnoids in the families Phalangiidae and

Sclerosomatidae (Figure 17C). For example, the proportions we

see in the segments of the limb, the body shape and size, and

the mouthparts are very similar. Hence, the fact that the body

of the fossil is partly crushed and less well preserved than the

limbs suggests that - like modern members of these families

- the exoskeleton of this fossil was probably soft and leathery

cuticle in life. The complete leg shows the animal possessed

lots of sub–segments at the end of walking legs, and would

have allows it to coil these where required. This is a condition

typical of living members of the Eupnoi, and a possible

adaptation towards life in vegetation, allowing the animal to

better grip plant stems. This suggestion is supported by the

highly–elongate limbs, which in modern species is indicative of

life above ground–level. Accordingly, Macrogyion could have

had a vegetation or tree dwelling mode of life.

Conclusions

We hope this has proved an interesting article. We hope

also that our introduction to elements of palaeobiology,

cladistics, CT scanning, harvestmen and the history of life

and land all made sense: we have covered a lot of ground!

We wanted to finish by summing up the things we have

mentioned. We have learned that the first animals on land

were arthropods. Arthropods include arachnids, and the

harvestmen are just one group of these. They are fairly rare

as fossils. However, due to a special set of conditions in the

Carboniferous period, a lot of land animals from this time are

preserved in three dimensions - including these two new fossils.

Three–dimensionally preserved fossils can be problematic:

using traditional techniques, palaeontologists are left with

unrecovered parts of the organism buried within the rock. CT

scanning can overcome this by using X–rays to recover slice

images, which can in turn be used to create a 3D model of the

fossils. Here it allowed us to reconstruct two 305 million year

old harvestman fossils, and use the resulting models to try and

assess their evolutionary relationships. This work suggests that

harvestmen are one of the earliest branching arachnid groups,

and are also an excellent example of evolutionary stasis. The

models and comparison with living harvestmen have allowed

us to suggest that one species was a ground–dwelling creature,

and the other lived in vegetation or trees. All that, from two

little fossils buried in a rock. Not bad, huh?

55Caddella sp. (Acropsopilionidae, Dyspnoi), cerca de Knysna, Western Cape Province, Sudáfrica. Fotografía: Gonzalo Giribet.

56

Terrestrización Página 11

El Carbonífero Página 14

Tomografía computarizada Página 18

Opiliones Página 20

La investigación Página 25

Los fósiles Página 26

Ameticos Página 26

Macrogyion Página 27

Métodos cladísticos Página 30

Resultados cladísticos Página 30

¿Qué significa esto? Página 32

Conclusiones Página 34

Índice

57Eucynortella duapunctata (Cosmetidae, Laniatores), Reserva Ducke, Manaos, Amazonas, Brasil. Fotografía: Gonzalo Giribet.

58

Terrestrialisation Página 41

The Carboniferous Página 43

Computed tomography Página 45

Harvestmen Página 46

This study Página 48

The fossils Página 49

Ameticos Página 49

Macrogyion Página 49

Cladistics methods Página 51

Cladistics results Página 52

What this means Página 52

Conclusions Página 54

Contents

59

¡Fundamental! es una serie de publicaciones de difusión paleontológica de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel–Dinópolis que consta de subseries temáticas para cuentos (Fundacuentos paleontológicos) o para versiones divulgativas de artículos científicos (Paleonturología) y, en función de la complejidad de los contenidos, tiene previsto dirigirse a públicos de tres niveles, especificados en el lomo de cada número mediante un pictograma.

Dirección de la serie: Luis Alcalá.

El tercer número, Evolución humana en el valle del río Omo (Etiopía), se edita como consecuencia de la adjudicación del Primer Premio Internacional de Investigación en Paleontología Paleonturología 03.

03

El segundo número, Dinosaurios de Teruel, ha sido editado en el marco del III Seminario sobre Paleontología y Desarrollo de la Universidad de Verano de Teruel (Universidad de Zaragoza) y con la colaboración de ésta.

02

El Gigante Europeo: excavando un dinosaurio. Documental y juego interactivo de la excavación del gran dinosaurio de Riodeva (Teruel), Turiasaurus riodevensis. Programa Nacional de Fomento de la Cultura Científica y Tecnológica del Ministerio de Educación y Ciencia (492839C1).

05

Teoría del Homosaurus (Paleontología imaginaria de Dino y Saura) es un cuento del que es autor Elifio Feliz de Vargas (Teruel, 1964), veterinario. En 1990 obtuvo la “Ayuda a la Creación Literaria” concedida por el Instituto de Estudios Turolenses y en 1991 el Premio “Teruel” de relatos.

04

07 –3.200.000 + 2005 Tejidos (óseos, arquitectónicos, pictóricos) es el catálogo de la exposición artística presentada en el Museo de Teruel desde el 4 de noviembre al 11 de diciembre de 2005.

06 XVI Reunión Bienal de la Real Sociedad Española de Historia Natural contiene los trabajos de investigación presentados en dicha reunión, celebrada en Teruel (septiembre-octubre de 2005).

01 El primer número, El apasionante mundo de la Paleontología, se editó en el marco del proyecto La paleontología al alcance de todos, desarrollado por la Fundación y financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (DIF2003–10062–E).

08 El octavo número, Modalidades de ornamentación en bivalvos, se edita como consecuencia de la adjudicación del Segundo Premio Internacional de Investigación en Paleontología Paleonturología 04.

09 El noveno número, Los huesos gastrales de los terópodos: insuflando vida a los dinosaurios, se edita como consecuencia de la adjudicación del Tercer Premio Internacional de Investigación en Paleontología Paleonturología 05.

10 Laboratorios de Paleontología (IV Seminario sobre Paleontología y Desarrollo de la Universidad de Verano de Teruel), ha sido editado en el marco del Año de la Ciencia 2007 con una ayuda de la FECYT y del Ministerio de Educación y Ciencia (proyecto Paleontología en Teruel: dos libros mejor que uno CCT005–07–00629).

60

Los ojos de los trilobites: el sistema visual más antiguo conservado se edita como consecuencia de la adjudicación del Quinto Premio de Investigación en Paleontología Paleonturología 07.

13

12 Aligerando a los gigantes: los huesos neumáticos de los dinosaurios saurópodos y sus implicaciones para la estimación de la masa corporal se edita durante el Año de la Ciencia 2007 como consecuencia de la adjudicación del Cuarto Premio de Investigación en Paleontología Paleonturología 06.

El dinosaurio que excavó su madriguera se edita como consecuencia de la adjudicación del Sexto Premio de Investigación en Paleontología Paleonturología 08.

15

Mesozoic Terrestrial Ecosystems in Eastern Spain es una síntesis en inglés de ecosistemas mesozoicos continentales –Pirineos orientales y centrales, Teruel y Cuenca– preparada con motivo de su visita durante el 10th MTE Symposium, celebrado en Teruel (septiembre de 2009).

14

En la Tierra como en el Cielo: Río Tinto como análogo terrestre de Marte se edita como consecuencia de la adjudicación del Séptimo Premio de Investigación en Paleontología Paleonturología 09.

17

Myotragus: la economía energética en la evolución se edita como consecuencia de la adjudicación del Octavo Premio de Investigación en Paleontología Paleonturología 10.

19

El Plateosaurus virtual se edita como consecuencia de la adjudicación del Noveno Premio de Investigación en Paleontología Paleonturología 11.

21

Dinojuegos (serie Fundajuegos paleontológicos, de nivel infantil) se ha realizado en colaboración con el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y en el marco del proyecto e-dino 10, financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología – Ministerio de Ciencia e Innovación (FCT-10-980). Incluye un DVD.

18

10th Annual Meeting of the European Association of Vertebrate Palaeontologists incluye las comunicaciones presentadas en la reunión anual de la EAVP celebrada en Teruel (junio de 2012).

20

Escuela Taller de Restauración Paleontológica IV describe trabajos de laboratorio y de campo promovidos para la recuperación de patrimonio y para la formación profesional.

22

XVI Simposio sobre Enseñanza de la Geología incluye las 34 comunicaciones presentadas en la reunión conmemorativa del vigésimo aniversario de la Asociación Española para la Enseñanza de las Ciencias de la Tierra (Teruel, julio de 2010).

16

11 Teruel: territorio paleontológico (Seminario sobre Paleontología y Desarrollo de la Universidad de Verano de Teruel), ha sido editado en el marco del Año de la Ciencia 2007 con ayuda de la FECYT y del Ministerio de Educación y Ciencia (proyecto Paleontología en Teruel: dos libros mejor que uno CCT005–07–00629).

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