Nacionales, populares e integrados

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RD 58 Integración L as convulsiones aún recientes de la Argentina han obligado a replante- os profundos de las políticas públi- cas. Los mismos ni empiezan ni terminan con la política cambiaria, sino que se ins- criben en la crisis del relato que se le pro- puso a la comunidad nacional desde las postrimerías de la década del 80. En tan- to la nación es en buena medida un rela- to, una historia compartida, evidente- mente, pero más aún un recorrido imagi- nado futuro, es pertinente intentar pensar si la comunidad propuesta debe ir más allá de los confines de la nación del pasa- do (y del presente, en tanto ya es pasado cuando es pensado). El debilitamiento de los Estados-nación es una constatación que tanto se ha celebra- do por quienes ven en el mercado a la úni- ca institución perfecta, como menospre- ciado por quienes piensan en la perfecta reversibilidad de la historia humana. Esta constatación abre la puerta a la posibilidad de pensar la integración como un proceso que lleva implícita la realización del pro- Con el cambio de siglo y la crisis de algunas ideas dominantes durante los 90, la Argentina enfrenta un interesante desafío: el trabajo simultáneo de reconstruir un relato que le de sentido a su existencia como país, que este relato sea tomado como propio por los ciudadanos, y que al mismo tiempo rescate a la inserción regional y la estrategia de integración como parte central de ese “sentido de Nación”. Nacionales, Populares e Integrados POR GABRIEL PURICELLI

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Las convulsiones aún recientes de laArgentina han obligado a replante-os profundos de las políticas públi-

cas. Los mismos ni empiezan ni terminancon la política cambiaria, sino que se ins-criben en la crisis del relato que se le pro-puso a la comunidad nacional desde laspostrimerías de la década del 80. En tan-to la nación es en buena medida un rela-to, una historia compartida, evidente-mente, pero más aún un recorrido imagi-nado futuro, es pertinente intentar pensarsi la comunidad propuesta debe ir más

allá de los confines de la nación del pasa-do (y del presente, en tanto ya es pasadocuando es pensado).

El debilitamiento de los Estados-nación esuna constatación que tanto se ha celebra-do por quienes ven en el mercado a la úni-ca institución perfecta, como menospre-ciado por quienes piensan en la perfectareversibilidad de la historia humana. Estaconstatación abre la puerta a la posibilidadde pensar la integración como un procesoque lleva implícita la realización del pro-

Con el cambio de siglo y la crisis de algunas ideas

dominantes durante los 90, la Argentina enfrenta un

interesante desafío: el trabajo simultáneo de reconstruir

un relato que le de sentido a su existencia como país,

que este relato sea tomado como propio por los

ciudadanos, y que al mismo tiempo rescate a la inserción

regional y la estrategia de integración como parte central

de ese “sentido de Nación”.

Nacionales, Populares e Integrados

POR GABRIEL PURICELLI

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yecto nacional (es decir, los proyectos na-cionales de cada país) en América del Sur,el único espacio que tiene escala suficientepara que eso sea posible en las condicionesactuales del mundo y con el grado de des-arrollo relativo de las economías de cadapaís de la región.

Las visiones polares que celebran o nieganla pérdida de poder de los Estados naciona-les frente al capital transnacional y las gra-daciones que hay en el continuum que uneambos extremos, reniegan de la posibilidadde torcer el camino (es decir, ni resignarse,ni intentar volver atrás) y de trazar una tra-yectoria nacional divergente en espacios einstituciones supra o post nacionales. En elpresente ensayo intentaremos situar lacuestión en la coyuntura actual y enunciaralgunas orientaciones de política exteriorconsistentes con esa trayectoria propuesta y

con la búsqueda más general de un nuevorelato que renueve entre los argentinos lavocación de vivir juntos.

La idea de que la Argentina había vividoequivocada desde la época en que dejó deser “una parte integrante del ImperioBritánico” (en la definición elocuente quecitara el Vicepresidente Julio A. Roca), nosólo estuvo en el corazón de la concepciónde las acciones de gobierno por largos diezaños recientes, sino que se hizo carne en elsentido común, facilitando las elevadas co-tas de aceptación con que éstas contaron.Tal idea no se limitó a impregnar la acciónestatal, sino que sirvió para naturalizar enlas relaciones sociales (en primer lugar, lasinteracciones entre el Estado y la sociedadcivil) la aceptación de una correlación defuerzas ampliamente desfavorable para lossectores subalternos de la sociedad. Esa vi-sión de la Argentina en el mundo, en tantoparte de una ideología más abarcadora quedefinía jerarquías y posiciones en el seno dela sociedad, fue parte de una ofensiva des-tinada a resolver, en un sentido favorable alas clases dominantes, la crisis hegemónicasubyacente a los comportamientos de la so-ciedad argentina desde al menos las postri-merías de la década del 60. Desafiada porgolpes de Estado que no por sangrientos re-sultaban eficaces en revertir los avances quehabían logrado los sectores de la burguesíaindustrial y los trabajadores, la hegemoníaque tenía traducción en el relato del ascen-so social y la independencia nacional habíadejado de ser tal quince años antes de quela puesta en práctica de las reformas neoli-berales lograran finalmente instalar en elimaginario colectivo un relato alternativo.La interpelación que supone el relato que

La idea de que la Argentina había vivido equivocada desde

la época en que dejó de ser“una parte integrante del

Imperio Británico”… no se limitó a impregnar la acciónestatal, sino que sirvió para naturalizar en las relaciones

sociales la aceptación de unacorrelación de fuerzas

ampliamente desfavorable paralos sectores subalternos

de la sociedad.

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se hizo sentido común en la década del 90se expresó en decenas de metáforas distin-tas (“no hay que quedarse fuera del mun-do”, “hay que hacer como los países exito-sos”, “no nos podemos sustraer a la globali-zación, que todo lo abarca”, entre otras),todas con la noción del lugar de laArgentina en el mundo como imagen evo-cada fundamental. Lejos de constituir unamera receta para la política exterior, esasmetáforas expresaban el imperativo de ha-cer que el país aceptara todas las reformasnecesarias para internalizar la globalizacióndel capital financiero internacional, elimi-nando trabas que ni la política de JoséAlfredo Martínez de Hoz había logrado ha-cer desaparecer definitivamente.

La crisis del relato neoliberal, evidente yaen la segunda mitad de los 90 y particular-mente aguda en los últimos tres años de esadécada, debilitó la legitimidad de la últimaetapa del gobierno del Presidente CarlosMenem e hizo impracticables las rectifica-ciones dentro del mismo paradigma queensayó el Presidente Fernando De la Rúa.La referencia a la gestión específica deMenem se hace aquí insoslayable por cues-tiones de precisión cronológica, pero es ne-cesario recordar que Eduardo Angeloz, elcandidato que Menem derrotara en 1989para alcanzar democráticamente el gobier-no, había prometido hacer lo que su con-trincante en efecto hizo una vez electo: esarara unanimidad conceptual refleja conelocuencia el consenso que empezaba a pre-dominar en el sistema político.

La incapacidad del sistema político en suconjunto de asumir los cambios que la de-teriorada situación económica y social exi-

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Licenciado en Sociología

(UBA), coordina el Programa

de Política Internacional del

Laboratorio de Políticas

Públicas de Buenos Aires.

Fue Jefe de Gabinete

de la Dirección General de

Relaciones Internacionales

del Gobierno de la Ciudad

de Buenos Aires (2000-2001)

e integró la Comisión de

Política Exterior de la

Fundación Carlos Auyero.

Gabriel Puricelli

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gían condujo a la explosión social de di-ciembre de 2001 y al subsecuente abando-no de las premisas de dicho relato. Sin em-bargo, a un lustro del mencionado estalli-do, a pesar de la consistencia de muchas delas políticas públicas adoptadas después delmismo y de la empinada curva de recupe-ración del crecimiento económico, no apa-rece con nitidez aún el relato que exprese lavoluntad de seguir siendo parte de unamisma nación, al menos si la entendemoscomo proyecto colectivo de futuro.

Las reformas económicas emprendidas ba-jo el gobierno de Menem se articularon conuna política exterior que se pretendía ade-

cuada a las mismas, pero que (a diferenciade lo sucedido en el frente de la economíay la sociedad) no alcanzó los logros que sehabía planteado. Leyendo en clave idealistaun proceso de reformas que estaba inscrip-to en una correlación de fuerzas material ala que no le oponía ninguna voluntad sub-jetiva relevante, los responsables de la polí-tica exterior de entonces adoptaron un“comportamiento irrealista” (Tokatlian,2004: 159) basado en el principio del “ali-neamiento automático” con los EstadosUnidos y carente de densidad en su agenda.En el caso de la relación con Washington,el abandono del principio del no alinea-miento implicó la subsecuente renuncia a

Archivo Agencia TÉLAM

Si tomamos el grado de industrialización y la capacidadde garantizar ciudadanía política y social plena a susciudadanos, resulta evidenteque ni los países de nuestra región gozaron de un períodode expansión comparable a los “treinta gloriosos” de la posguerra europea, ni lograron desarrollar estados de bienestar, o bien garantizarla perdurabilidad de los esquemas estatales incluyentesque algunos de ellos construyeron.

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discriminar entre las cuestiones en las quehabía convergencias y aquellas en las quehabía divergencias entre ambos países, im-pidiendo así la definición precisa de cuáleseran los intereses argentinos a preservar enel marco de esa relación. La consecuencianecesaria de ese enfoque fue la obtenciónde reconocimientos nominales intangibles(como el estatus de aliado extra-OTAN) yla ausencia de avances en materias concre-tas como el acceso al mercado estadouni-dense o en la disminución de los subsidiosanticompetitivos del gobierno de ese país ala producción agrícola que continúa com-pitiendo directamente con las exportacio-nes argentinas. En el plano regional, el im-pacto de ese enfoque significó reducir elMERCOSUR a su dimensión comercial,jugando muchas veces un rol de spoiler res-pecto del papel global que empezaba a in-sinuar Brasil. Es en ese contexto (sobrede-terminado por cuestiones domésticas de laArgentina, por cierto, principalmente laobstinación de mantener un tipo de cam-bio ficticio a través de un endeudamientoirresponsable) que puede entenderse la to-tal ausencia de coordinación bilateral a lahora de la devaluación de la moneda brasi-leña de principios de 1999, con las conse-cuencias deletéreas que eso tuvo para el in-terés nacional argentino.

En política exterior es un hecho que las pre-misas del gobierno del Presidente Menem(parcialmente dejadas de lado, en cuestionescomo la de Malvinas, ya bajo el de De laRúa), han sido abandonadas por completoen la actualidad, pero lo es también que lasdefiniciones que orientan el accionar de lacancillería están menos explicitadas de loque lo estaban las del “realismo periférico”

El Mercosur aparece como una alternativa viable, porque incorpora cada vez más componentes políticos y sociales que apuntan a quelos ciudadanos de los paísesmiembros cuenten con un amplio espacio integrador.

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que se ha dejado atrás. Esta constatación nose hace aquí desde una vana pretensión aca-demicista, sino desde la convicción de que,en tanto la fortaleza de un país en las rela-ciones internacionales depende, entre otrascosas, de su cohesión interna y de la solidezdel consenso doméstico en que basa su polí-tica exterior, vale la pena dedicar esfuerzos aesa explicitación, mediante un proceso queinvolucre a ciudadanos e instituciones esta-tales y no gubernamentales y que tenga porobjetivo hacer el aporte que corresponde enla definición de ese nuevo relato por cons-truir sobre el futuro de la Argentina comonación. El esfuerzo propuesto es imprescin-dible, en tanto una política exterior organi-zada en torno a una noción realista de auto-nomía supone abandonar la comodidad im-plícita en las estrategias de adaptación segui-das anteriormente y obliga a argumentarcon fundamento el por qué de un rumboque requiere de más energía que la siempreseductora posibilidad de abandonarse a lacorriente que definen los poderes fuertes.

Desde el punto de vista estricto de la polí-tica pública, sería interesante contar con unenunciado de política exterior que funcio-

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nara como referencia no sólo para la diplo-macia profesional, sino para la variedad deactores que hoy están involucrados en eldespliegue de la política exterior: otras áre-as gubernamentales, organizaciones de lasociedad civil, organizaciones políticas e in-dividuos notables, entre otros. Las relacio-nes internacionales que despliegan diversosactores (no exclusivamente estatales) de laArgentina podrían aspirar a alcanzar unaarmonía coral, dejando de lado las cacofo-nías que provocan las diplomacias informa-les (que pueden ser de algún área guberna-mental, de algún líder particularmentebien conectado) que, sin tener intención decontravenir la política de la cancillería, lohacen de todos modos, por desconocer lalínea de la misma o porque la misma no estodo lo pública y explícita que podría ser.La elaboración de tal enunciado es una ta-rea de la política exterior y a la vez unaporte que ésta puede hacer (mientras per-sigue sus objetivos específicos) a la defini-ción de unos objetivos nacionales para loscuales el “estar en el mundo” no se limite adefinir la posición relativa que el Estadoargentino ocupa entre los otros Estados delplaneta, sino que defina cómo es el hori-zonte de relaciones sociales a las que aspiraen su interior. Si estas dimensiones (inter-nacional y doméstica) han de reflejarse yreforzarse mutuamente, propiciando “undespliegue convergente entre el Estado y lasociedades el terreno global” (Tokatlian,2004: 160) es imprescindible pensar en unproceso de consulta ciudadana que estimu-le un diálogo entre la cancillería y esos ac-tores que enumerábamos antes (muchos

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de los cuales ya interactúan cotidianamen-te con la cancillería1), abarcando todo elterritorio nacional. En un contexto do-méstico en el que el déficit de legitimidadde las instituciones está lejos de haber sidosuperado, este proceso podría ser un terre-no fértil para la experimentación responsa-ble orientada a combatir dicho déficit,buscando inspiración en experiencias re-cientes como las de las asambleas de ciuda-danos (en Canadá) o el foro cívico (en losPaíses Bajos), donde grupos de ciudadanosescogidos al azar, pero escrupulosamenterepresentativos de la demografía local, sesientan a debatir reformas (del sistemaelectoral en los casos citados) o nuevasorientaciones para una política pública (enel caso que estamos imaginando aquí).

En el terreno de la política exterior prácti-ca, si es cierto que cada vez más actores notradicionales conquistan su ciudadanía in-ternacional y logran sentarse al lado de losEstados en la mesa de la política interna-cional, no menos cierto es que un Estadopuede acrecentar su poder y recursos de po-lítica exterior si articula a aquellos de susciudadanos y organizaciones (grupos em-presarios, organizaciones no gubernamen-tales, sindicatos, partidos) que actúan enese terreno. Para hacer sólo una enumera-ción parcial, recordemos que las dos cen-trales sindicales, la Confederación Generaldel Trabajo y la Central de los TrabajadoresArgentinos, forman parte de la reciente-mente creada Confederación SindicalInternacional, que muchas ONGs argenti-nas integran la Alianza Social Continental

1Es el caso, por ejemplo, de las entidades empresarias en las misiones comerciales o de la variada gama de organizaciones

que integran el Consejo Consultivo de la Sociedad Civil de la cancillería.

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En el terreno de la política exterior

práctica, si es cierto que cada vez más

actores no tradicionales conquistan

su ciudadanía internacional y logran

sentarse al lado de los Estados

en la mesa de la política internacional,

no menos cierto es que un Estado puede

acrecentar su poder y recursos de política

exterior si articula a aquellos

de sus ciudadanos y organizaciones

que actúan en ese terreno.

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identificada como una práctica exitosa a sertenida en cuenta. Un flujo y retroalimenta-ción permanente entre la cancillería y estosactores sería de enorme valor en la perspec-tiva que estamos bosquejando.

Una política exterior coherente, consisten-te y persistente debe apoyarse en la articu-lación de actores como los ya menciona-dos, pero en las condiciones actuales de laArgentina enfrentan un serio desafío a la

y participan del proceso del Foro SocialMundial2, que los partidos políticos másestablecidos son miembros activos de plata-formas regionales como la ConferenciaPermanente de Partidos Políticos deAmérica Latina y el Caribe y el Foro de SãoPaulo o mundiales, como la InternacionalSocialista. La experiencia reciente de Brasilen la articulación de una estrategia coope-rativa en esos ámbitos, siempre en el respe-to de la autonomía de los actores, puede ser

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2Como lo han hecho también, en ediciones recientes de dicho foro, funcionarios de la cancillería.

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hora de transformarse en política de Estado.Esta noción, que se menea con frecuencialivianamente, es decir, sin tener en cuentalas condiciones políticas bajo las cuales unaorientación de la política pública alcanzaese estatus, debe ser situada en coordenadasprecisas: en presencia de un sistema políti-co estable, política de Estado es aquella queexpresa el consenso de la totalidad prácticade los actores del mismo. Frente a la fluidezmagmática del sistema político argentino(en particular, ante la crisis de los partidospolíticos, sin excepción), es difícil asegurarque cualquier consenso circunstancial alque se arribe definirá una orientación esta-ble de la política exterior en el mediano ylargo plazo. Aun en las condiciones dadas,es imprescindible encarar esa tarea, que es ala vez una tarea de legitimación mutua deactores que con exasperante persistenciajuegan a deslegitimarse.

El terreno de la política exterior se nos ocu-rre uno en el que, si vemos el decenio1989-1999 como un hiato, los go-biernos democráticos han segui-do (a veces intuitiva, a vecesconcientemente) una línea co-mún. Más aún, la política siste-mática de eliminación de las hi-pótesis de conflicto con los paí-ses vecinos llevada a cabo por el gobiernode Raúl Alfonsín resultó una viga maestratan sólida, que el MERCOSUR, conse-cuencia natural de la misma, se desarrollócon vigor (y se puso formalmente en mar-cha) bajo el gobierno de un sucesor cuyapolítica exterior tenía su centro gravitatorioideal lejos del Cono Sur. Si se puede decir,a grandes rasgos, que la política exterior ac-tual retoma ese impulso, entonces tenemos

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la base a partir de la cual enhebrar una na-rrativa de fondo y, en la medida en que elsistema político alcance una configuraciónestable, establecer una política de Estado.

La comparación más frecuente es aquellaque parangona el MERCOSUR a la expe-riencia de la Europa comunitaria, donde eleje franco-alemán se equipara con el argen-tino-brasileño y el trayecto desde laComunidad Europea del Carbón y delAcero hasta la Unión Europea prefigura elpaso del acuerdo comercial a la comunidadde naciones en el Cono Sur. Sin embargo,esa comparación relativiza la diferencia demagnitud enorme que hay entre el horrorde las guerras en las que franceses y alema-nes (y demás europeos) se mataron por mi-llones y las hipótesis de conflicto nunca re-alizadas que opusieron a Brasil y laArgentina. El lazo que mantiene unida a laUE tiene una fuerza histórica propia quees evidente.

Ahora bien, ¿cuál es en el MERCOSUR elfundamento que pueda sostenerlo con vi-gor comparable? En la visión brasileña de“un futuro mercado común, base de unEstado supranacional” (Moniz Bandeira,2004:555), claramente inscripta en elpensamiento de más largo plazo deItamaraty, se halla una premisa que es pa-sible de ser reelaborada en conjunción conla constatación de que (a diferencia de lospaíses de la UE) los países de América delSur no concluyeron su proyecto de cons-trucción nacional en la etapa histórica enque los Estados nacionales podían funcio-nar como totalidades relativamente autó-nomas e incluyentes en lo doméstico. Sitomamos dos indicadores, el grado de in-La República resiste, Rubén Borré

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dustrialización y la capacidad de garanti-zar ciudadanía política y social plena a susciudadanos, resulta evidente que ni los pa-íses de nuestra región gozaron de un perí-odo de expansión comparable a los “trein-ta gloriosos” de la posguerra europea, nilograron o bien desarrollar estados debienestar, o bien garantizar la perdurabili-dad de los esquemas estatales incluyentesque algunos de ellos construyeron.

Si retornamos a la comparación con laUnión Europea, pero situándola en la co-yuntura actual, más que centrándonos en elcamino virtuoso que llevó del Tratado deParís hasta la Europa de los Quince, vemosque la UE hoy se encuentra con el desafíoque implica no poder terminar de precisardónde terminarán sus fronteras en el futu-ro (cuánto se expandirá hacia el Este) y conel problema del repliegue identitario queprovocan los fenómenos gemelos del enve-jecimiento demográfico y la inmigracióninterna y extracomunitaria. América delSur, por su parte, tiene ante sí la certeza dela finitud de su territorio y no afronta des-afíos demográficos comparables a los deallende el Atlántico.

La realización de las oportunidades que laregión tiene ante sí depende, entre otrosfactores de imaginar un futuro común quese le proponga a sus ciudadanos no con lasretóricas del pasado, en tanto éstas mezclantanto las referencias abstractas virtuosas a la“Patria Grande”, como la interpelación na-cionalista fijada en las guerras de fines delsiglo XIX y principios del siglo XX. Se tra-ta de relatos potentes (sobre todo en los ca-sos chileno, peruano y boliviano), cuya su-peración requiere de la definición de una

La realización de las oportunidades que la regióntiene ante sí depende de la definición de una visión articulada común de los líderesregionales, que asocie el potencial desarrollo integradoen un espacio territorial común con una revolución democrática que permita acceder a la plena ciudadanía a todos los pueblos.

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visión articulada común de los líderes (nosólo gubernamentales) de la región, que lo-gre asociar el potencial del desarrollo inte-grado en un espacio territorial común conuna revolución democrática (inconclusa enalgunos países, nunca iniciada en otros)que permita acceder a la plena ciudadanía atodos los pueblos.

Sin caer en la simplificación de postularque América del Sur puede crecer exclusi-vamente “hacia adentro”, desmentida confacilidad por cualquier lectura del impactoque tienen las exportaciones en el produc-to bruto agregado de la región, sí es nece-sario subrayar que lapotenciación de lacomponente endóge-na de ese crecimientodebería ser una víaprivilegiada para laampliación de la ciu-dadanía de los sud-americanos. En efec-to, un Brasil en quetodos sus habitantesdisfruten de tres co-midas al día, como loprefigura la insigniade la revolución democrática que lenta-mente avanza en el gigante de la región, nosólo es la aspiración modesta e inexcusablede justicia social de sus ciudadanos, sinouna oportunidad para las economías veci-nas. Pero no hay que limitarse a este ejem-plo (pura virtud y ningún defecto) sinoprecisar con claridad los casos donde se ha-ce imprescindible superar crudos diferen-dos bilaterales, como el del acceso al marde Bolivia: para hacer imaginable no sóloun salto cualitativo en el desarrollo de ese

país, sino una superación del obstáculo aldesarrollo chileno que implica la necesidadde aprovisionarse de gas a través de laArgentina (un sinsentido a la vista del ac-tual estado de las reservas gasíferas denuestro país) es necesaria la audacia deimaginar una solución. La estricta bilatera-lidad de ese conflicto, que todos los acto-res de la región respetan a rajatabla, sólopodrá ser superada de manera aceptablepara los pueblos y gobiernos involucradosen tanto se ponga en evidencia la trama in-extricable que une las posibilidades de queambas partes (y, de manera no tan indirec-ta, sus vecinos) realicen su potencial de

desarrollo de maneramás plena y en pla-zos más breves. Unenfoque de resolu-ción de problemasdebería hacerse sus-tentable a partir deuna comprensiónclara de la dimensiónmaterial que la bús-queda de solucionestiene para pueblosque sufren las conse-cuencias de una des-

igualdad que se agrava (entre otras múlti-ples causas) cuando los países no lograndefinir un espacio vital de escala propor-cional a las necesidades por satisfacer.

Si tomamos distancia de ciertas retóricasorganizadas en torno a las máximas de loslíderes de las luchas de independencia noes para desecharlas, ni tan sólo para señalarlos problemas de consistencia que tienen,sino para obligarnos a valorar la potenciaque tiene el efecto demostración de los pe-

Que todos los habitantesdisfruten de tres comidas

al día no sólo es una

aspiración modesta e inexcusable de justicia social

sino una oportunidad para las

economias vecinas

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queños pasos exitosos que se han dado y sepueden seguir dando en materia de inte-gración. De allí no emana automáticamen-te un relato (como en las lecturas mecani-cistas de aquello de que “la vida determinala conciencia”), pero los elementos paraconstruirlo y hacerlo verosímil están ins-criptos en dichos pasos, de los cuales sedesprenden también las correcciones quese les deben hacer a las inconsistencias delas retóricas de manual escolar. Para dar unejemplo que puede pasar por banal, ¿cuán-to del éxito parcial de la integración argen-tino-brasileña se debe al hecho de que mi-llones de turistas han atravesado esa fron-tera innúmeras veces a lo largo de más detreinta años y constatado cuántos de losmitos que separaban a ambas culturas eranfalsos?

Una visión de la integración como la queintentamos problematizar aquí, debe darcuenta del lugar que la región ha de ocuparen el mundo. El rol activo que la misma de-be empeñarse en jugar en la construcciónde instituciones democráticas globales debeestar claramente traducido en términos delos derechos que los ciudadanos podránejercer efectivamente si (y sólo si) Américadel Sur se implica en ese desafío de escalaplanetaria.

Muchos de los acontecimientos internacio-nales más relevantes del último lustro hanmostrado a países sudamericanos ejerciendoun papel destacado en la búsqueda de unordenamiento político global que prefigurenormas que un día puedan ser las de un go-bierno planetario. El rol de Chile en elConsejo de Seguridad de la ONU en las in-tensas semanas que precedieron la invasión

Sin caer en la simplificación de postular que América del Surpuede crecer exclusivamente “hacia adentro”, sí es necesariosubrayar que la potenciación dela componente endógena de ese crecimiento debería ser una víaprivilegiada para la ampliaciónde la ciudadanía de los sudamericanos.

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de los Estados Unidos y sus aliados a Irakresultó ejemplar. El liderazgo de Brasil enlas discusiones de la Organización Mundialdel Comercio articulando las demandas dereglas equitativas, que no pongan más obs-táculos al desarrollo de nuestros países, tam-bién lo es. La Argentina ha hecho de la crí-tica de las instituciones de Bretton Woodsun leit motiv al que su propia experiencia derecuperación a con-tramano de las pro-puestas del FondoMonetario Interna-cional le da plausibili-dad. Argentina yBrasil prefiguran (apesar de las diferen-cias sobre la reformade la organizaciónque siguen teniendo)un modo de concebirla acción regional enla ONU cuando seinvitan mutuamentea integrar las respectivas representacionesdiplomáticas cuando a cada país le toca sen-tarse en el Consejo de Seguridad y un mo-do de construir un mundo seguro cuandoencaran la vigilancia mutua de sus respecti-vos programas nucleares. Lo mismo cabedecir de Argentina y Chile en cuanto a loseficaces mecanismos que han puesto enmarcha para evitar la absurda carrera arma-mentista en que se habían empeñado lasdictaduras. Si la región se apoyara en esasfortalezas, no sólo podría encontrar el mo-

do de pensar la cuestión del lugar a ocuparen las instituciones internacionales3 sin de-jar escapar de la botella el genio del predo-minio geopolítico de un país sobre losotros, sino que los gobiernos tendrían ensus manos argumentos para invitar a losciudadanos a sentirse parte de un compro-miso global con valores cuya realización do-méstica depende grandemente de que se le

ponga gobierno a laglobalización. El ac-cionar global de la re-gión sólo adquiriráfuerza para influir enloas asuntos mundia-les si coincide con lapolítica doméstica enluchar, a ambos nive-les, contra lo queZygmunt Baumanllama la “reestratifica-ción”, el proceso de“redistribución deprivilegios y despo-

jos, riqueza y pobreza”, recursos y despose-sión, poder e impotencia, libertad y restric-ción” (2005: 94)

Es muy importante decir que para avanzaren la dirección imaginada no se deberíacontar exclusivamente con el dato coyun-tural de que haya en los países de la regiónen el momento actual, gobiernos que com-parten aires de familia ideológica. Por elcontrario, cabe propender a instalar estanueva narrativa en los más amplios secto-

3Seguramente haya que atribuir a esa aún persistente cortedad de miras la soledad en que todos los países de América del Sur

dejaron a Brasil frente a la ofensiva estadounidense que llevó al desplazamiento del Embajador José Mauricio Bustani de su car-go de Director General de la Organización para la Proscripción de las Armas Químicas, en 2002, en momentos en que éstebuscaba que Irak aceptara los controles de la agencia, para evitar la guerra ilegal que vendría después.

Para avanzar en la dirección

imaginada no se debería contar

exclusivamente con el dato

coyuntural de que haya

en los países de la región

en el momento actual,

gobiernos que comparten

aires de familia ideológica.

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res de cada sociedad nacional y hacer el es-fuerzo de darle una consistencia tal (apo-yado en el efecto demostración incremen-tal de unas acciones comunes entre los go-biernos tanto en el escenario regional co-mo global) que dificulte la pervivencia ymine definitivamente la credibilidad de losdiscursos nacionalistas estrechos y de losque postulan la adaptación pasiva a unaglobalización que escaparía por definicióna cualquier posibilidad de regulación de-mocrática.

Luego de una crisis que portaba dentro desí la pregunta misma sobre la pertinenciade seguir siendo una comunidad nacional,la Argentina ha adoptado políticas públi-cas que han aventado los riesgos inmedia-tos de una situación en la que se había lle-gado a sugerir la posibilidad de poner lascuentas fiscales del país bajo administra-ción de un comité de Estados extranjeros(Caballero y Dornbusch, 2002). La cica-triz que tal situación de labilidad del lazosocial mismo requiere no una respuesta co-yuntural, sino una que despeje dudas queamenazan con volver a emerger con cadaepisodio anómico que se vive. A esa res-puesta debe contribuir una política exte-rior que no sólo acreciente los recursosdestinados al bienestar de los ciudadanos,sino que tenga una enunciación inscriptaen una trayectoria de futuro que haga de-seable el esfuerzo de completar la cons-trucción nacional en un marco que no só-lo supera las fronteras de la Argentina, si-no que asume una dimensión global quedista de ser un fetiche, sino que es un fe-nómeno a gobernar.

Bibliografía citada y consultadaELECTORAL SYSTEM CIVIC FORUM.

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