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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO:CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

Forti�caciones en la Edad del Hierro: Control de los recursos y el territorio.

Coordinadores: Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado, José Carlos Sastre Blanco y Patricia Fuentes Melgar.

Organización: Asociación Cientí"co-Cultural Zamora Protohistórica.

© de los textos: los autores.© de las ilustraciones: los autores.© Glyphos Publicaciones.

Edita: Arbotante Patrimonio e Innovación, S.L. Glyphos Publicaciones. www.glyphos.net

1ª edición, julio de 2015

ISBN: 978-84-944018-6-2 Depósito legal: VA-600-2015Impreso en España / Printed in Spain

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción, reimpresión, ni utilización por cualquier forma o medio, bien sea electrónico, mecánico, químico o de otro tipo, tanto conocido como los que puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y por escrito del editor.

Fortificaciones en la Edad del Hierro

Control de los recursos y el territorio

Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado, José Carlos Sastre Blanco y Patricia Fuentes Melgar.

(Coordinadores).

Índice

Forti�caciones en la Edad del Hierro: Control de los recursos y el territorio.

ISBN: 978-84-944018-6-2.Coordinadores: Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado,

José Carlos Sastre Blanco y Patricia Fuentes Melgar.

de la Edad del Hierro: recursos y control del territorio ...................................... 11

Capítulo 1. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en el Norte de la Península Ibérica ............................................................... 13

Estudio preliminar del sistema defensivo del poblado protohistórico de Munoaundi (Azpeitia - Azkoitia, Gipuzkoa, Euskal Herria): entrada principal con sus estructuras defensivas ........................................................................................................................................ 15

del Noroeste .................................................................................................................................... 31

Abierto por inventario: novedades castreñas en la comarca de La Cabrera y Valdería (León) ............................................................................................................................ 51

Avance de resultados de la primera intervención arqueológica en La Peña del Castro (La Ercina, León) ............................................................................................................................ 81

El paisaje protohistórico en el alto Valle del Sil (León) ............................................................. 91

El Oppidum de Monte Bernorio, estructura defensiva y proyección territorial.................. 109

Capítulo 2. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona central de la Península Ibérica ............................................................................. 129

La aplicación de métodos geofísicos en la detección de sistemas defensivos vacceos. El caso de Paredes de Nava .......................................................................................................... 131

El Castillejo de Chilla (Candeleda, Ávila): Estudio del Territorio .......................................... 152

Redescubriendo el Picón de la Mora: un poblado y santuario vettón en la ribera del Huebra ........................................................................................................................... 158

Piedras hincadas en el Alto Tajo .................................................................................................. 164

Sistemas defensivos y control del territorio en la Oretania septentrional ............................. 175

Un modelo de control territorial durante la Prehistoria Reciente........................................... 194

Capítulo 3. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona Occidental de la Península Ibérica ................................................................................ 207

Da memória à paisagem, da paisagem à memória – o castro S. João das Arribas................ 209

O sistema defensivo do Castelo dos Mouros de Vilarinho dos Galegos (Mogadouro, Nordeste de Portugal), tipologia, faseamento e cronologia ............................ 225

Arquiteturas da II Idade do Ferro. A evolução do sistema defensivo do sítio .............................................................. 242

de um territorio .............................................................................................................................. 277

Território e Domínio, a proto-história como narrativa para fruição da Paisagem ............... 290

As muralhas do Castro de Cidadelhe (Mesão Frio, Portugal) ................................................. 299

Muralhas proto-históricas no Alto Côa (Portugal): análise com ferramentas SIG e 3D ...... 307

Las murallas protohistóricas de la villa romana del Alto da Fonte do Milho (Peso da Régua, Portugal) ............................................................................................................. 324

Capítulo 4. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona Oriental de la Península Ibérica ..................................................................................... 339

Los Sistemas defensivos de las ciudades ibéricas del valle medio del Ebro del siglo III al I a. C. Exito y olvido de un modelo tardío ............................................................... 341

tipología e implicaciones ............................................................................................................... 361

El caso de Segeda II (Belmonte de Gracián, Zaragoza) ............................................................ 385

La fortaleza ibérica de Sigarra: génesis y diacronía entre la Primera Edad del Hierro y la Antigüedad Tardía (siglos VI a.C. – VI d.C.) ...................................................................... 399

Capítulo 5. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en el Sur de la Península Ibérica ......................................................................................................... 409

paramento con compartimentos .................................................................................................. 411

................................ 424

La poliorcética ibérica en el Sureste peninsular: el área central de la bastetania .................. 432

(Cabra, Córdoba). Resultados preliminares ............................................................................... 441

Capítulo 6. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la Provincia de Zamora ............................................................................................................. 449

diferencias con los de las Sierras del Teleno y la Cabrera ........................................................ 451

El Castro de Las Labradas (Arrabalde, Zamora): un ejemplo excepcional de la defensa de un territorio ante la amenaza de Roma ................................................................... 479

del Hierro ........................................................................................................................................ 499

El Castro de Peñas de la Cerca (Rionegrito de Sanabria): Sistemas defensivos del Noroeste de Zamora y control de los recursos .......................................................................... 506

Estrategias de poblamiento entre la Edad del Hierro y el inicio del dominio romano a través de dos casos del occidente zamorano ............................................................ 520

“Cuesta el Pico” (Castrillo de la Guareña, Zamora). Un asentamiento atípico de la Primera Edad del Hierro al Sur del Duero ....................................................................... 534

La presencia de defensas en los poblados de la cultura del Soto: una evidencia cada vez menos excepcional ......................................................................................................... 547

Capítulo 7. Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en Europa y el Norte de África ................................................................................................................ 565

El recinto amurallado de Saurecci (Guspini, Cerdeña, Italia): conexión entre minas y mar .................................................................................................................................... 567

Monumentos funerarios Protohistóricos presaharianos en la región de ..................................................................................... 575

de la Edad del Hierro: recursos y control del territorio ...................................... 589

Capítulo 4

Sistemas defensivos de la Edad del Hierro en la zona Oriental

de la Península Ibérica

Los Castellets de Mequinenza (Zaragoza)Fotografía de José Ignacio Royo.

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LOS SISTEMAS DEFENSIVOS DE LOS ASENTAMIENTOS Y CIUDADES IBÉRICAS

DEL VALLE MEDIO DEL EBRO DEL SIGLO III AL I A.C. EXITO Y OLVIDO

DE UN MODELO TARDÍO

Francisco Romeo Marugán

[email protected]

José Ignacio Royo Guillén

[email protected]

RESUMENLa inercia del fenómeno de la guerra en el mundo ibérico llevó al desarrollo de un modelo en los sistemas defensivos de los asentamientos ibéricos que, pese a una aparente debilidad, demostraron su potencial frente a asedios organizados. Analizaremos el origen de estos mo-delos, realizando un repaso por las defensas más representativas de las ciudades ibéricas del valle medio del Ebro en la baja época ibérica, desde el siglo III al I a.C. En este sentido, se ha

neciente únicamente a las batallas en campo abierto; la honda.

PALABRAS CLAVESistemas defensivos, Asedios, Fosos, .

ABSTRACTThe warfare inertia during the Iberic World caused the development of the defensive systems of the settlements. These apparently weak systems showed an important resistance to orga-nized sieges. We are going to study the beginnings of this model, analysing the most emblem-atic defensive systems in the middle Ebro valley between the 3rd and 1rd century BC. In this

and siege the settlements: the sling.

KEY WORDS Defensive Systems, Sieges, Moats, Slings shots.

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A lo largo de estas páginas, que han de ser necesariamente pocas, vamos a realizar un rápido estudio de los sistemas defensivos de asentamientos pertenecientes a la baja época ibérica en el Valle Medio del Ebro, entendien-do por el mismo, por reducción, el territorio de

misma datación que muestran los elementos

-nales del siglo IV y la primera mitad del siglo III a.C., y alcanzan su máximo desarrollo a lo largo del siglo II y la primera mitad del I a.C.

El ámbito cultural analizado es, sobre todo, el ibérico del Valle medio del Ebro, pero dada la reconocida capacidad osmótica de la frontera con el mundo celtibérico, sobre todo en el ámbito de la cultura material, se han in-cluido ejemplos y referencias a algunos asen-tamientos y ciudades celtibéricas.

Estos elementos defensivos aparecen en esta zona peninsular como resultado de un largo proceso de depuración de sistemas defensivos anteriores, que ya hemos tenido oportunidad de comentar extensamente en este mismo congreso1. No obstante para dar la mínima unidad al discurso de este artícu-lo, se hace imprescindible un breve repaso a las bases que posibilitan la aparición de un modelo defensivo que, como concluiremos, se aleja de los modelos más utilizados en el ibérico pleno y tardío en el resto de la penín-sula ibérica.

BASES PARA UNA EVOLUCIÓN

El fenómeno de la guerra se encon-traba ampliamente extendido en el mun-do ibérico; formaba parte del día a día en estas comunidades, tal y como se pone de

datos aportados por las necrópolis, gracias a las menguadas citas de los tratadistas clásicos y, sobre todo, gracias a la misma relevancia

1 Ver en este mismo congreso el trabajo de ROYO y ROMEO.

de los sistemas defensivos de las ciudades,

y necesidad de una defensa real y efectiva frente a enemigos por fuerza próximos.

Como ya hemos comentado con anterio-

siglo VI los sistemas defensivos alcanzan un -

derar necesariamente la existencia de un es-tado habitual de guerra o violencia en esos momentos. La presencia habitual de niveles de destrucción en los yacimientos aragone-ses con una cronología del siglo VII y VI a.C. propiciaron en su momento la determinación de lo que se denominó como la crisis del ibé-rico antiguo (BURILLO 1990), que se explicó como consecuencia de un relevo de élites lo-cales propiciado con la batalla de Alalia (537

en el Mediterráneo en el siglo VI a.C. (AL-MAGRO 1975 170), pese a la relativamente mesurada presencia de cerámica y productos de importación griegos en la Península Ibéri-ca (MURILLO 1994 184).

Este presenta varios inconve-nientes para poder considerarlo como el ele-mento determinante de todas estas destruc-ciones. El primero de ellos radica en el mismo margen cronológico en el que aparecen; más

hasta comienzos del V a.C., un lapso de tiem-po demasiado amplio para considerar como causa un relevo violento de las elites locales. Otro problema reside en la amplísima zona en la que se documentan estas destrucciones violentas, que se extienden por toda la Penín-sula Ibérica e incluso fuera de ella (BEYLIER Y GAILLEDRAT 2009).

Como ya hemos comentado, somos par-tidarios de considerar como causa de estas destrucciones la unión de varios factores re-dundantes en una crisis de recursos de pri-mera necesidad.

La prospección arqueológica que reali-zamos en una amplia zona de la zaragoza-na comarca de las Cinco Villas nos permitió comprobar de primera mano una intensa ocupación del territorio hasta mediados del

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siglo VII a.C., momento en el que desapare-cían todos los asentamientos (ROMEO 2003), emergiendo inmediatamente después sola-mente uno, que alcanzó sin duda la categoría de ciudad en el siglo III a.C. (ROMEO 1998)

Este hecho parece indicar una explosión

dada la intensa ocupación del territorio, con una crisis violenta a mediados del siglo VI a.C., y la desaparición de prácticamente to-dos los núcleos habitados. Esta crisis pensa-mos que hay que ponerla en relación a una

recursos limitados, situación quizás agravada por contextos climáticos adversos, que impli-có una competencia violenta para su control. Esta hipótesis explicaría que este fenómeno se haya dado en una zona tan amplia y en un lapso de tiempo tan prolongado, no obstante

la realización de más excavaciones arqueoló-

gicas prestando especial atención a los regis-tros paleoambientales.

Centrándonos ya en las bases de las que arranca el modelo defensivo que centra nuestra exposición, un elemento común en la práctica totalidad de los asentamientos preexistentes, correspondientes a la Edad del Hierro I, es la presencia de un modelo urbanístico que se ha denominado tradicio-nalmente como de calle central, con conoci-dos ejemplos como el Cabezo de Monleón de Caspe (BELTRAN, A. 1984), El Cabo de Andorra (BENAVENTE Y GALVE 2000), La Loma de los Brunos en Caspe (EIROA 1982, EIROA ET ALII 1986) o El Taratrato (MEL-GUIZO ET ALII 2012). El análisis de las fases constructivas de estos asentamientos ha per-mitido inferir que en la mayoría de los casos se delimita en primer término el perímetro del asentamiento, construyéndose un muro o muralla que sirve de apoyo a las traseras

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de las viviendas, que se abren a un espacio o calle común que vertebra y organiza todo el asentamiento.

Pese a que hasta bien entrados los años noventa del siglo pasado se había considera-do que estos asentamientos no poseían obras

1986), o que éstas aparecían exclusivamen-te concentradas en el entorno de la puerta de acceso (ALFARO 1991, GARCIA ET ALII 1991), recientes intervenciones, incluso en ya-cimientos ya excavados, como es el caso de El Taratrato en Alcañiz2, han puesto de mani-

-tervalos regulares a lo largo de largos lienzos defensivos (MELGUIZO ET ALII 2012).

La situación en altura es igualmente una característica común en la mayoría de los asentamientos conocidos, aunque la reciente aparición de varios casos de ocupación en lla-no, junto a la intensa antropización de crono-logía moderna y, sobre todo, contemporánea, de las zonas bajas, hace que haya que pon-derar y repensar este rasgo como elemento

Hierro I en esta zona de la Península Ibérica. No obstante no deja de ser cierto que el

apriorismo de esta situación en altura se con--

rar la defensa del asentamiento, lo que abocó a ignorar la posible presencia de defensas exteriores. Fue en la década de los años no-venta del siglo pasado cuando se comenzó a detectar su presencia (GONZÁLEZ Y PEÑA 1991). La revisión de estos asentamientos ha

ellos presentaban foso, al menos por el punto de acceso natural al poblado defendido.

Un rasgo que sí que parece presente en los asentamientos desde el Hierro I hasta media-dos del III a.C. es la reducida anchura de los fosos (ROMEO 2002 162). Hasta el momen-to no se ha localizado ningún yacimiento en

2 Queremos agradecer a José Antonio Benavente, gestor del

consorcio La Ruta de los Iberos y director de la intervención,

los datos remitidos sobre este interesante yacimiento arqueo-

lógico.

Aragón con anchuras superiores a los quince metros para cronologías estrictamente anterio-res al siglo IV a.C., siendo el próximo Els Vilars, por el momento, un en este sentido.

Este hecho ha sido interpretado por no-sotros en relación al principio de proporción entre el ataque y la defensa; los fosos de an-churas contenidas para momentos anteriores al siglo IV parecen apuntar a las tesis expues-tas por Quesada en su momento, relativas al poco uso de armas arrojadizas con anteriori-dad a la presencia de los ejércitos helenísticos en el solar de la Península Ibérica (QUESA-DA 1989).

Todos estos elementos, además del hecho de que la guerra y la defensa de los poblados y ciudades se convirtieron en un fenómeno prácticamente cotidiano en unas sociedades, según las pruebas que venimos recabando, francamente belicistas, abocaron al desarro-llo de estructuras y sistemas defensivos en

el excavado en el yacimiento zaragozano del Alto de Cruz, en La Muela (PICAZO Y RODANES 2009, RODANES ET ALII 2011, PEÑA ET ALII 2014).

-plejidad de las defensas de este asentamien-

-carse como prácticamente urbano. Dichas defensas crean una secuencia de muralla-an-temuro-foso-empalizada que volverá a apa-recer en otros contextos culturales a priori

Quizás el ejemplo más próximo sea el sistema defensivo del yacimiento de la Picola, en Santa Pola (BADIE ET ALII 2000 98-99), da-

tiempo y espacio, el ya famoso sistema de-fensivo del Cerámico de Atenas realizado en época de Pericles (WINTER 1971)

No obstante, consideramos que no hay -

tacto en uno u otro sentido, sino que parece comprobarse, una vez más, el aforismo del maestro Gordon Childe:

. Estamos hablando de una sociedad, la existente en esta zona peninsular

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en el siglo VI a.C., en el que la guerra era un fenómeno habitual, y la maximización de las defensas de los núcleos habitados responde a la imperiosa necesidad de la defensa de las comunidades y de sus recursos.

TRAS LA COMPLEJIDAD, LA SENCILLEZ. EL SIGLO III A.C. DEFINICIÓN DE UN MODELO PROPIO

Una vez vista la complejidad de las defen-sas de asentamientos como el Alto de la Cruz, la comparativa con las defensas de los gran-des asentamientos ibéricos del siglo III a,C. es

-can los recintos, prácticamente desaparecen las torres, se reduce el módulo de sillares y mampuestos… esta aparente sencillez, casi naïf, contrasta con su presencia en unos mo-mentos en que, siguiendo a las fuentes clási-cas, se produjeron fuertes combates y asedios con maquinaria por parte de la mayor poten-cia bélica en el mundo en ese momento; la Re-pública de Roma.

yacimientos aragoneses se pondrá de mani--

raíz itálica dentro de ciudades ibéricas (BEL-TRAN 2013 242 ss).

Muchos de estos yacimientos que llegan al siglo I a.C., de hecho prácticamente todos, presentan niveles de destrucción que se pue-den situar en el primer cuarto del siglo I a.C.,

-torio con la República, especialmente cruenta en Aragón ya que, recordando la famosa carta de Pompeyo:

-.. (Salustio, , II, 98).

Los sistemas defensivos de estos yaci-

-turas vivas, que deben adaptarse a las mejo-ras bélicas de cada momento para garantizar

En esta evolución las defensas pueden borrar estructuras preexistentes, asumirlas o poten-

ciarlas. Estableciendo un epílogo en época contemporánea, algunas murallas pasan a integrarse como un elemento urbano más, llegando a poblarse y vivirse, abriéndose en ellas balcones y ventanas. Acaban siendo mu-rallas habitadas.

Esta evolución poliorcética se concreta en una serie de pautas comunes que caracteri-zan y conforman los sistemas defensivos pre-sentes en las ciudades del III a.C., y que son las siguientes:

1. Núcleo urbano en altura y extensión en llano.

2. Ampliación y adaptación de los fosos.3. Minimización o ausencia de las torres

y bastiones.4. Estructura en terrazas.5. Reducción de los módulos de sillares y

mampuestos y uso del adobe.

1. Núcleo urbano en altura y extensión en llano.

La práctica totalidad de los asentamientos urbanos existentes en el siglo III a.C. poseen un núcleo original, anterior, del Hierro I.

Las contadas excepciones de yacimientos en llano aparecen algo más tarde, ya en el I a.C. como resultado de mecanismos hasta cierto punto ajenos a la inercia indíge-na, como en el caso de la ciudad de La Cari-dad, en Caminreal, Teruel o La Cabañeta de El Burgo de Ebro, en Zaragoza.

En esta zona del valle del Ebro se va a convertir en habitual en época ibérica que las ciudades posean parte del asentamiento en altura, en una elevación conformando una auténtica acrópolis, mientras que el asenta-miento se extiende por la ladera y el llano. Esta situación ha llevado en numerosas oca-siones a la investigación a reconocer única-mente como ciudad esta acrópolis, pasando desapercibida toda la ocupación existente en el llano y, las más de las veces, hasta la de la misma ladera, lo que distorsionó notablemen-te la consideración de los yacimientos, que exclusivamente por su menguada extensión

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han sido considerados como meros poblados y no como ciudades (ALMAGRO 1988).

Este es el caso, sin ir más lejos, del mismo yacimiento del Cabezo de Alcalá de Azaila.

Pese a que el mismo Cabré (CABRE 1925 297-298) señaló que la ciudad se extendía por el llano, rotulando posteriormente la exten-

-riografía posterior ignoró este hecho señalan-do en ocasiones que difícilmente podía tener el rango de ciudad un asentamiento de esca-samente hectárea y media (BURILLO 1986 5), cuando en realidad se acerca a las veinte hectáreas.

La nómina de yacimientos en esta misma situación es amplísima; la Tallada de Caspe,

-siblemente Sedeis, la capital de los sedetanos, Los Castellazos en Mediana de Aragón, La Corona en Fuentes de Ebro, Cabezo Muel en Escatrón, El Cabezo de las Minas en Botorri-ta, El Poyo en Mara, Valdetaus en Tauste…

Se trata de este modo de un fenómeno ha-bitual, consecuencia tanto de una contrasta-

III a.C., como de una posible reorganización de los modos y sistemas de explotación del territorio, con concentraciones en centros ur-banos.

Este hecho cambia radicalmente tanto la visión de los mismos yacimientos, como la misma concepción del fenómeno ibérico en esta zona del valle del Ebro, pasando el terri-torio a estar presidido por grandes ciudades que concentrarán y distribuirán los recursos, organizando de este modo el territorio. Esta organización territorial fue la causa de la rá-pida romanización de toda esta zona penin-sular, pero esa es ya otra historia.

2. Ampliación y adaptación de los fosos.

Si hay algo que verdaderamente va carac-terizar a los fosos de las ciudades ibéricas que aquí nos ocupan es sin duda la ampliación de la anchura de los mismos, llevándolos a una anchura media de veinte metros. Como ya hemos comentado, y basándonos en el prin-

cipio de proporcionalidad de las defensas al tipo de ataque que prevén recibir, se pudo comprobar que los fosos existentes en con-textos cronológicos cerrados anteriores al si-glo IV a.C. poseían anchuras que raramente superaban los doce metros mientras que, por el contrario, los fosos de unos veinte metros de anchura aparecían siempre en yacimientos romanizados (ROMEO 2002). Este fenómeno se da en nuestra zona de estudio pero tam-bién fuera de la Península Ibérica, como ha

para la zona del Mediodia francés (BEYLIER 2011) donde este autor analiza varios fosos de yacimientos anteriores al siglo VI a.C. con anchuras que redundan en los cinco metros, como Portel Vielh, en Vendres, Mailac o in-cluso Pech Mahó.

La nómina de yacimientos con fosos de más de veinte metros de anchura es amplia; este es el caso, por ejemplo, del yacimiento de Valdetaus (LANZAROTE Y MAGALLON 1992 227), en Tauste. El foso mantiene en al-gunos de sus tramos las paredes verticales, que en algunos casos superan todavía hoy los cuatro metros de altura, y presenta el fondo completamente plano, salvo al sur, donde la

-cavando el fondo del foso y una estructura que consiste en un muro, de tres metros de anchura y diez de trazado visible, que corta perpendicularmente el foso en su extremo sur, estando alineado con la entrada al yaci-miento (ROMEO 1998).

Otro foso con una anchura de veinte me-tros es el del Cabezo de las Minas de Boto-

tallado en la roca de resulta paradigmático ya que en su fondo se localiza-ron vestigios, en nuestra opinión, de un foso anterior, con una anchura mucho menor.

Un foso igualmente espectacular es el del Cabezo de San Pedro, de Oliete (VICENTE ET ALII 1985 63-93). Con una anchura de 21

fos- (JOHNSON 1983 47) forma un con-

junto defensivo extraordinariamente relevan-te, como comentaremos más adelante.

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Otros fosos de anchura similar es el del Cabezo de Miranda de Juslibol (ALVAREZ 1991 16; FATAS 1976 171-176), con una anchu-ra variable entre los 25 y los 16 metros, o el del Piquete de la Atalaya, en Azuara (ASEN-SIO 1995 281), entre una larga nómina de ya-cimientos.

Un hecho especialmente relevante para este siglo III a.C., es la aparición de segundas y terceras líneas de fosos habilitadas por el

exterior de un primer foso anterior, amplian-do la anchura y el potencial efectivo de la de-fensa proporcionada por este recurso.

Se trata de un recurso que había pasado prácticamente inadvertido, y que las revisio-nes de campo que se vienen realizando ponen de relieve como relativamente habitual. Cite-mos únicamente a modo de ejemplo los co-nocidos casos de Els Castellans de Cretas, la Tallada de Caspe o, lejos del ámbito del Bajo

Torregabasa en Ojos Negros, con no menos de tres fosos.

La duplicidad de fosos con la adición de otra línea por el exterior evidentemente bus-ca alejar al atacante, y su armamento, por supuesto, del núcleo defendido, lo que tiene que responder al uso de recursos ofensivos para los que antes del siglo III a.C. no era necesario defenderse, redundando en el ya comentado uso de las armas arrojadizas con posterioridad al siglo IV a.C.

Este fenómeno está comenzando a iden-

Península Ibérica, como en el yacimiento galo de Pech, en Castelnauday, donde se reconoce un foso doble con una cronología del II al I a.C. (BEYLIER 2011 265).

No se trata de este modo de un fenómeno local centrado en el Bajo Aragón, como pen-samos en un primer momento (ROMEO 2002 162), sino que se extiende incluso fuera del ámbito peninsular.

-ferentes tipos de estructuras asociadas a los fosos en estos márgenes cronológicos, que responden al potencial efectivo de esta es-tructura defensiva:

Antemuros a modo de proteichisma3, creando una terraza defensiva entre la mu-

3 Muro defensivo construido a los pies de la muralla

de crear una plataforma de defensa tras el foso y a una mayor

este término a contramuros de trazado triangular construidos

línea de defensa si cae la primera y principal. El mismo autor

utiliza el mismo término para referirse a una retirada. Diodoro

Figura 2: Yacimiento del Cabezo de la Romana. La línea verde corresponde a la extensión conocida de la ciudad, mientras que en elevación se encuen-tra la acrópolis de la ciudad.

Figura 3. Sección del foso de San Pedro en Oliete (VICENTE ET ALII 1985)

Figura 4: Foso doble de San Pedro, en Las Cuerlas.

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ralla y la escarpa del foso. Se trata de ele-mentos por el momento excepcionales para estas cronologías de baja época ibérica y que se encuentran en yacimientos claramente ro-manizados, como el sistema defensivo de la ciudad de .

Muros construidos delante del foso, sobre la contraescarpa, como en el caso de La Talla-

Muros que cierran el foso por alguno de sus extremos, obligando al atacante a un iti-nerario por el fondo del mismo, ya que mu-chos de los fosos constituyen la principal vía de acceso al interior del asentamiento, forzan-do al eventual atacante a introducirse en un corredor que segmenta y facilita la defensa. En muchos de los casos se obliga al atacante a

en el yacimiento de Valdetaus (ROMEO 1998) y La Caraza de Valdevallerías, en Alcañiz.

Muros que segmentan los fosos en distin-tos tramos, compartimentando la defensa en sectores, como en el caso de la ya mencionada ciudad celtibérica de .

En varios casos de fosos dobles, concen-trados en el Bajo Aragón por el momento, aparecen sendos muros o barreras levantadas por delante de cada una de las líneas de foso. Este es el caso de la Talladad en Caspe y Els Castelláns en Cretas. Estos espectaculares sis-temas defensivos poseen tantos elementos en común, junto con otros yacimientos como San Antonio en Calaceite, y en una cronología tan próxima, que ya en su momento especulamos con la posibilidad de que participasen no sólo de planteamientos poliorcéticos similares, sino que podían responder a un mismo equi-po de constructores (ROMEO 2002 176-180)

Un tipo de foso especialmente relevante que ha pasado prácticamente desapercibido hasta ahora son los fosos que aparecen a gran distancia de los frentes de muralla. Se trata

es uno de los más explícitos al referirse a la entrada principal

del sármata Arifarnes, protegida el 310 a.C. por “altas torres y

hasta época bizantina, cuando un contemporáneo de Belisario

recomienda su uso. (ROMEO 2005 207)

de fosos emplazados a más de cien metros de distancia y que debido a esa distancia al ya-cimiento o habían pasado desapercibidos o se habían interpretado, sin más detalles o análi-sis, como defensas avanzadas.

Los Castellazos en Mediana de Aragón es un yacimiento de enormes dimensiones con una amplia cronología entre el siglo VII a.C. y el I a.C. (MAESTRO 2007 244), que presen-ta unas enormes defensas para la última fase del asentamiento, con una secuencia de tres fosos alineados en paralelo de más de veinte metros de anchura y hasta quince metros de profundidad en algún tramo. Todo el siste-ma defensivo se encuentra presidido por un

de planta cuadrada y 21 metros de longitud, que se eleva sobre todo el entor-no y la secuencia de fosos. El potencial y la concepción de las defensas, además de las dimensiones y naturaleza del , ha

como estrictamente romano (ROMEO 1997),

comienzos del I a.C.Dicho esto, el hecho de que la tercera línea

de foso alejase a los atacantes a una distancia de cien metros de las murallas suponía una verdadero problema ya que esta distancia resulta a todas luces corta para proporcionar una defensa frente a la artillería de torsión, de alcance mucho mayor. En concreto, y para la artillería de torsión del siglo II a.C., se barajan dos rangos de alcance; un alcance máximo de 300 metros para los escorpios (HARMAND 1976 224) y un alcance algo menor para las litobolas, las catapultas de torsión que arro-jaban proyectiles de piedra (MARSDEN 1969 103). Esta distancia, 300 metros, es la que re-comendaban los tratadísticas en poliorcética para las dimensiones de los campos forti-

dimensiones de las defensas avanzadas que hemos localizado no cumplen con estos ran-gos de medidas, estando en un margen entre los 110 y los 150 metros de distancia de las murallas.

349

La pista para interpretar correctamente la vocación de estas defensas la ha proporciona-do la localización de numerosos -

en el entorno directo de las defensas de varias ciudades ibéricas y celtibéricas. Este

de esta arma tanto para el ataque como en la defensa de los asentamientos en contextos ro-manizados.

Es palmaria la falta de estudios sobre la utilización y desarrollo de este tipo de arma, quedándose las citas, las más de las veces, en las consabidas referencias a los honderos baleáricos y a su presencia dentro del rol de los ejércitos helenísticos4. La aparición ma-siva de este tipo de proyectiles de plomo en

que éstas se atacaban con proyectiles de hon-da, algo ya comentado, por otra parte, por Diodoro de Sicilia V.18.3 en el siglo I a.C.:

.Se trata de un arma ofensiva y defensi-

va, barata y de fácil utilización, ya que no es necesaria mucha pericia para poder bombar-dear una línea de muralla y el poblado que

-ción. Este bombardeo por saturación busca-ría desproteger las murallas de defensores en largos tramos para facilitar así su ataque.

El alcance de estos proyectiles varía enor-memente en función de las dimensiones del proyectil, su material y el tipo de honda utili-

4 Sin ánimo de ser exhaustivos, Livio 28, 37, Estrabón III.5.1,

Floro 1, 43, Silio Italico VII.297, Licofrón de Calcis, Alexan-

dra, 633-641 y Diodoro de Sicilia V 13-19

zada. Se ha determinado que el alcance efec-tivo de esta arma estaría entre los 50 metros, para tiros precisos, y más de 125 metros para tiros parabólicos. Esta distancia da sentido a estas líneas de fosos que aparecen alejadas de los núcleos defendidos y que o bien no se habían sabido explicar o bien no se habían lo-calizado.

La reciente aparición de depósitos de can-tos de río de diferentes dimensiones en los bajos de las torres del yacimiento del Taratra-to en Alcañiz, abre más todavía este panora-

en fechas próximas.En el sistema defensivo principal de Los

los fosos y trazado desde varios puntos del exterior dos radios de alcance, a 100 y 150 metros. Como se puede apreciar, la situación de los fosos y del hace que la zona superior de la ciudad, defendida por una mu-ralla rotulada en azul, quede absolutamente alejada de los impactos de proyectiles de hon-da arrojados desde la zona defendida.

podemos tener en el yacimiento de El Casti-llejo, en Las Cuerlas, con un foso a 120 metros de las murallas de un reducido enclave de

Figura 5. Esquema del sistema defensivo de Los Castellazos, y proyección de dos radios de alcance de proyectiles de honda.

LOS SISTEMAS DEFENSIVOS DE LOS ASENTAMIENTOS Y CIUDADES IBÉRICAS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO

350

FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

La excavación de la escarpa de estos fosos quizás muestre en algún caso la existencia de empalizadas u otras estructuras similares que posibilitarían el emplazamiento de un contin-gente avanzado en una primera línea de de-fensa que, de otro modo, sería muy fácil de rebasar.

3. MINIMIZACIÓN O AUSENCIA DE LAS TORRES Y BASTIONES

Resulta verdaderamente sorprendente que mientras en el siglo VI a.C. las torres son

de los sistemas defensivos, apareciendo a es-

mediante la adquisición de un valor simbó-lico, intimidatorio o de prestigio, durante la baja época ibérica prácticamente desaparecen en los trazados defensivos.

En algunos casos, como el de Azaila, no se ha reconocido ninguna torre o bastión5. En este caso el trazado sinuoso de largos lienzos

los atacantes.En algunos casos, tras una larga línea de

muralla sin ningún tipo de torre u obra de

organizar y presidir la defensa, estructuras dotadas de gruesos muros en ocasiones de si-llares que se adosan por el interior a la mura-lla. Este es el caso, entre otros, del yacimiento denominado Ruinas ciclópeas, en Monreal de Ariza, y del gran yacimiento de San Jorge en

-mar un modelo común.

El establecimiento de grandes lienzos con-tinuos de muralla como recurso defensivo no es ajeno a la poliorcética más clásica (GAR-LAN 1974 265 y ADAM 1982 37-38). Se tra-ta de un recurso que busca que el eventual atacante tenga difícil la elección de un punto débil en el que concentrar el ataque, mientras

5

un bastión reside en que las torres se proyectan en altura, su-

perando la muralla, mientras que los bastiones no sobrepasan

la altura del adarve o camino de ronda (ROMEO 2005 195).

que facilita a los defensores la concentración de recursos en un punto determinado con ra-pidez.

Dos ejemplos de esta evolución minimi-zando o incluso eliminando la presencia de torres la tenemos de un modo claro en otros dos yacimientos; San Antonio en Calaceite y San Pedro en Oliete.

San Antonio en Calaceite es un yacimien-to cuya vida se situó en un primer momento entre el siglo V y el III a.C., momento en el que sufriría un abandono violento según Pa-llarés (PALLARES 1965 103-105). Posterior-mente Sanmartí matizaría esta cronología, adelantando el origen del yacimiento al VI

la presencia en el mismo de un fragmento de pared y borde de una cerámica campanien-se B, más concretamente de una Lamboglia 8, pieza que habría que situar en la segunda

120 metros de la muralla.

Figura 7: Yacimiento de San Jorge, en Lécera.

351

mitad del siglo II a.C. (SANMARTI 1975 111, 1984 169). Esta datación estaría en consonan-cia con la presencia en el yacimiento de un denario de , según noticias de Vidiella (VIDIELLA 1896 10).

La zona superior de San Antonio corres-pondería de este modo a un típico poblado de calle central con una muralla dotada de, al menos, dos torres de defensa. Con posterio-ridad, casi con toda seguridad en el siglo III a.C. (ATRIAN ET ALII 1980 132) se ocuparon las laderas, llegando el poblado a su máxima extensión. Esta ampliación del poblado se realiza mediante un largo lienzo de muralla, presidido por un interesante reducto defensi-vo intramuros. Al exterior solo se ve un largo lienzo continuo de muralla (ROMEO 2002

Más interesante si cabe resulta el yaci-miento de San Pedro de Oliete, en el que se pueden reconocer dos líneas de muralla; una interior dotada de espectaculares torres, y otra exterior, que deja entre ambas restos de lo que sin duda fue un fosos defensivo, per-ceptible tanto sobre el terreno como en la to-pografía publicada en su día (VICENTE EL ALII 1985).

La línea de muralla exterior posee un apa-

-riza por presentar un trazado curvilíneo irre-gular respondiendo a una intencionalidad estratégica de los constructores. Los autores han querido ver en este retranqueo de la mu-

EL ALII 1985 69).En esta línea de muralla se localizan dos

accesos; uno principal, cegado por un muro, de mayores dimensiones, y otro, con toda se-guridad una poterna, que se encuentra en el mismo saliente acodado del lienzo, con unas dimensiones de 1,5 metros de anchura y 3 de altura y aparece perfectamente conservado.

La segunda línea de muralla, situada en-tre ocho y catorce metros tras la primera, es radicalmente distinta a la primera. Presen-ta un fuerte ataludamiento y la técnica de construcción es mucho más tosca, sin que los

mampuestos de caliza puedan determinar hi-ladas horizontales. Sin duda el elemento más sobresaliente de esta línea de muralla son sus dos torres, que todavía presiden el conjunto defensivo.

A falta de la necesaria intervención estra--

rece poseer muchos elementos en común con otras estructuras similares y no demasiado alejadas, como el aparejo de Torregabasa, el del Castillejo en Las Cuerlas y el del Castellar de Berrueco, yacimientos que aparecerían a mediados del III a.C. y se prolongarían hasta el I a.C. (POLO Y VILLAGORDO 2004).

4. ESTRUCTURA EN TERRAZAS

mundo ibérico entre el siglo IV y III a.C. obli-gó a que los asentamientos desbordasen las líneas de muralla extendiéndose extramuros por las laderas.

No obstante existen yacimientos que se ubican directamente en ladera, ya que no hay una zona llana en la zona superior para una ocupación del tipo de calle central.

Los casos mejor conocidos, por excavados,

además de sostener las viviendas y posibi-litar el urbanismo de la ladera, cumplieron

Figura 8: En primer término el aparejo de la línea de muralla exterior. Por detrás se aprecia una torre de la segunda línea de muralla.

LOS SISTEMAS DEFENSIVOS DE LOS ASENTAMIENTOS Y CIUDADES IBÉRICAS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO

352

FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

funciones defensivas, multiplicando de facto las líneas de muralla que un atacante debía superar en esa zona.

-des líneas de potentes muros de aterramien-to, que organizan el urbanismo de la ciudad, indican sin lugar a dudas un planteamiento urbanístico previo en el que la dimensión es-tratégica estaba muy presente.

Este caso se puede apreciar claramente en

en el que se reconocen dos grandes muros de aterramiento que escalonan la ladera junto a otros muros secundarios cuya relevancia que-da pendiente de una intervención arqueoló-gica en la zona.

5. REDUCCIÓN DE LOS MÓDULOS DE SILLARES Y MAMPUESTOS Y USO DEL ADOBE

Si bien es cierto que la geología local con--

to que se va a utilizar en la construcción de las defensas, que se suele nutrir de los recur-sos más próximos, extraídos en ocasiones del mismo foso, no deja de ser menos cierto que resulta palpable una reducción de los tama-ños de los mampuestos en las obras de los sistemas defensivos de las ciudades ibéricas, apareciendo y generalizándose, además, el uso de adobes para levantar las murallas.

Esta tendencia a la reducción de los mam-puestos se aprecia en yacimientos como Los Castellazos en Mediana de Aragón, El Cabezo de Alcalá en Azaila, El Castillo de Miranda en Juslibol o El Piquete de la Atalaya en Azuara.

Una mención especial hay que hacer de al-gunos yacimientos en los que esta tendencia parece que se invierte, apareciendo murallas

en ocasiones como ciclópeos. La aparición de estas líneas defensivas levantadas con gran-

del siglo III en zonas en las que las defensas anteriores se levantaban con piezas más mo-destas, como hemos visto en el caso de San Pedro de Oliete. Esto, junto con las reducidas

dimensiones de muchos de estos asentamien-

Torregabasa en Ojos Negros, El Castellar en Berrueco, San Pedro en Oliete, etc., hace que este tipo de asentamientos conformen un pa-trón único y diferenciado de los sistemas de-fensivos que venimos comentando.

Clemente Polo y Carolina Villagordo al es-tudiar en 2004 estos asentamientos y compro-

-no en el I a.C. (POLO Y VILLAGORDO 2004 171), establecieron sutilmente una relación con unas estructuras similares que Pierre Moret había analizado en la Bética. Efecti-vamente unas estructuras similares del sur peninsular, que venían siendo interpretadas como las famosas , eran en su mayor parte para el investigador francés, y muy acertadamente en nuestra opinión, cas-tella realizados para el control del territorio por Roma (MORET 1990). En los casos ara-

no obstante, por las correspondientes inter-venciones arqueológicas.

El uso del adobe se generaliza igualmen-te para levantar las murallas de los núcleos urbanos ibéricos. Este hecho quizás haya de ponerlo más en relación con la carencia de piedra en numerosas zonas aragonesas antes que con las propiedades plásticas y poliorcé-ticas del adobe, que los tratadistas recomien-dan para defenderse del ataque de proyecti-les de artillería de torsión (Pausanias, VIII, 8, 6-9, citado por ADAM 1982 19). En cualquier caso su uso está contrastado en las murallas de numerosas asentamientos aragoneses, como el Cabezo de Miranda de Juslibol, o el Piquete de la Atalaya de Azuara (ASENSIO 1995 283).

Resulta evidente de este modo que los sistemas defensivos ibéricos del valle medio del Ebro se apartan de un modo claro de la tendencia de los sistemas anteriores al siglo IV a.C., en los que se habían multiplicado las

representación e intimidación que por necesi-dades reales de defensa.

353

Se crea de este modo un modelo propio

todos o la mayor parte de los rasgos analiza-dos. El resultado son unas defensas que no parecen especialmente potentes ni relevantes a primera vista pero que, siguiendo, sin ir más lejos, las fuentes clásicas, se revelaron de una gran efectividad.

Es segura, no obstante, la contundente in-

y I a.C., con la aparición de estructuras y plan-teamientos absolutamente ajenos a la inercia poliorcética indígena como los castella, los fo-sos alejados y las estructuras que segmentan y dividen transversalmente los fosos, parce-lando la defensa del asentamiento.

El Modelo a prueba: el caso de Azaila.

El sistema defensivo de este yacimiento aragonés, un auténtico icono de la cultura ibérica en la Península, participa de la prác-tica totalidad de los rasgos y elementos co-mentados con anterioridad para una crono-

yacimiento:

• Posee un núcleo urbano en altura y un desarrollo del urbanismo por la la-dera y el llano existente al Este.

• como torres o bastiones.

• Estructura en terrazas que adquieren una clara función defensiva.

• Reducción del tamaño de los sillarejos utilizados.

del Cabezo de Alcalá, que muestra una clara y violenta destrucción merece un comentario aparte, ya que la cronología tradicional que situaba la destrucción de la ciudad en un con-texto sertoriano, propuesta por Miguel Bel-trán (BELTRAN, M. 1984) fue contestada por varios investigadores quienes, analizando el material y estableciendo paralelos estratigrá-

aragonesa, proponían una cronología hacia mediados del siglo I a.V., en relación con la guerra civil que asoló Roma y que abocó al

todos los materiales realizada por Miguel Bel-

-yan una cronología Sertoriana para la des-trucción del yacimiento (BELTRAN 2013 481-489), en la misma línea de un estudio sobre la

-zamos en su momento (ROMEO 2006 49).

Curiosamente, el único elemento que no responde a estas pautas lo constituye el foso defensivo, que circunda casi totalmente el ce-rro sobre el que se asienta la acrópolis de la ciudad. Este foso muestra una anchura entre los 12 y los 5 metros con una profundidad que llega a los 7. En este caso el foso presen-ta tanto la escarpa como la contraescarpa re-vestidas con muros prácticamente verticales, conservando un pavimento de piedras en su fondo y que, además de facilitar la limpieza para el foso, quizás haya que poner en rela-ción al imprescindible y no resuelto suminis-tro de agua para las temas que se construye-ron en sus inmediaciones a comienzos del siglo I a.C. El foso se salvaba mediante una estructura de la que se conservaron los apo-yos en la mampostería y que Cabré imaginó levadiza (BELTRAN 1976 132), lo que dio pie a la reconstrucción realizada en los años se-senta del siglo pasado a modo de puente.

Figura 9: Estructura en terrazas del yacimiento de Azaila.

LOS SISTEMAS DEFENSIVOS DE LOS ASENTAMIENTOS Y CIUDADES IBÉRICAS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

-can torres como tal en el sistema defensivo del yacimiento de Azaila, reconociéndose algunos engrosamientos para permitir una concentración de defensores en varios puntos en concreto del sistema defensivo. El traza-do sinuoso del cerro sobre el que se asienta, así como algunos salientes del trazado de la

eventual enemigo.En toda la vertiente este la ocupación se

desarrolla en terrazas que en algunas zonas, como al sur, se aproximan de tal modo entre sí que no pueden cumplir esa función, adqui-

de Azaila resulta un claro ejemplo de este mo-delo defensivo que venimos analizando y que

6.Siendo conocida desde las primeras inter-

venciones arqueológicas la existencia de un potente nivel de cenizas que ponía sin duda

-fías e ilustraciones del gran álbum de Cabré publicadas en 1995 (BELTRAN 1995 175) re-velaron la presencia de un elemento absolu-tamente inédito hasta el momento para esta zona del valle del Ebro, pero bien conocido en otros ámbitos peninsulares (HARBISON 1968, 1978): un campo de piedras hincadas

Estos elementos fueron interpretados en su momento por Juan Cabré como pertene-cientes a la estructura de un gran túmulo

la arqueología española pensó que se trataba de piezas hincadas para asegurar y estabili-zar la base de un supuesto túmulo funerario (CABRE 1944 5). Se trataba en realidad, como acertadamente observó Beltrán, de un campo de piedras hincadas, un sistema de defensa consistente en zonas sembradas de lajas de piedra hincadas en el suelo para entorpecer y

6 Sobre el asedio sufrido por este yacimiento ver ROMEO

2006 y, en contra, HOURCADE 2009. Recientemente BEL-

-

vor de nuestras teorías.

ralentizar los movimientos de los atacantes, ofreciendo un mejor blanco a los defensores.

No obstante lo verdaderamente relevante

aparece la hija de Cabré, es que se aprecia cla-ramente el hecho de que estas lajas hincadas eran las mismas losas del empedrado de la

-gen indica sin lugar a dudas la amortización del vial y el abandono de una zona urbana para preparar una defensa en relación con el último episodio bélico de la ciudad, que con-llevó su destrucción.

Otros autores han querido ver en estas piedras hincadas un elemento defensivo per-teneciente a una primera fase de la ciudad ibérica (HOURCADE 2009 117). El conoci-miento directo de la morfología y urbanismo de la ciudad, además de la misma prueba que supone la imagen anterior, hace imposi-ble esta posibilidad ya que, en primer lugar, la urbanización de una zona implica necesa-riamente su adaptación y habilitación para la ocupación humana efectiva, en la que no hay lugar para barreras que imposibiliten el trán-sito por viales. En segundo término, como decíamos, se puede apreciar claramente que las piedras hincadas son las mismas losas de pavimentación de la calle, volteadas e hinca-das. En algunas de ellas la fotografía permite

presentan las piezas del pavimento.El hecho de que hasta el momento no

campo de lajas hincadas en los sistemas de-fensivos ibéricos aragoneses motiva que con-sideremos en este caso un recurso defensivo de corte clásico (ROMEO 2002 163), sobrada-mente conocido para la defensa de ciudades y la castramentación romana, como vemos en los mismos relatos de Cesar en relación a -sia (Caes. B.G. VII, 73) o en relatos de Diodoro de Sicilia (D.S. LXXV, 6).

Dentro de un programa de actuaciones complejo se reforzaron las defensas azailien-ses cerrando con muros los accesos como el que ascendía desde las termas, como señaló Cabré. El sellar los accesos con muros era un

355

Figura 10: Vista aérea del Cabezo de Alcalá de Azaila.

primer término en enlosado de una calle.

la proyección del campo de piedras hincadas y la rampa de asalto según ROMEO 2006.

LOS SISTEMAS DEFENSIVOS DE LOS ASENTAMIENTOS Y CIUDADES IBÉRICAS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO

356

FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

recurso habitual en los asedios, tal y como se ha comprobado en yacimientos como el Cas-tellar de Meca (ALFARO 1991 151, ALFARO y BRONCANO 1992), el más próximo de San Pedro de Oliete o Sagunto (ROMEO y GA-RAY 1995 265). En este último caso el registro

-tes clásicas, ya que tanto Plutarco en Sertorio, 21, como Salustio II, 64 narran que Sertorio reparó las murallas de Sagunto y bloqueó sus puertas (SCHULTEN 1949 151).

El mismo Cabré señala la existencia de otros muros o barricadas, que cortaban las ca-lles principales de la acrópolis preparándole desbordamiento de la última línea de mura-lla. Algunos autores (HOURCADE 2009 117)

expolio de los materiales de construcción del yacimiento tras su destrucción, interpretados erróneamente por Cabré. A falta de alguna prueba somos partidarios, como así lo defen-dimos en su momento (ROMEO 2006 47), de

-queólogo como Cabré quien, trabajando hace casi ochenta años, legó notas y materiales de calidad, útiles todavía hoy. El análisis realiza-do recientemente (BELTRAN 2013 356-358), ampliando las imágenes del plano levantado por Cabré, permite apreciar en este sentido obras rectilíneas y bien conformadas, autén-ticas estructuras difícilmente interpretables como acumulaciones fruto del expolio de unas ruinas.

No obstante, el elemento que acabó de conformar un panorama bélico complejo en

-ción como rampa de asalto de la acumulación de tierra que Cabré interpretó en su momento

Resulta innegable que esta acumulación de tierra es antrópica y, si bien tanto Bel-trán como nosotros mismos pensamos que se trataba de un mortero similar a -

, posteriores análisis realizados en el laboratorio de materiales del Gobierno de Aragón nos permitieron comprobar que la dureza de los rellenos se debía a un proce-so natural de precipitación de calcitas, que

endurecieron el relleno hasta hacerlo pasar por un mortero extremadamente duro (BEL-TRAN 2013 363-364).

El análisis de las planimetrías de Cabré

la coincidencia del eje del supuesto túmulo con un tramo de muralla arruinado, según el diario de Cabré, junto al hecho de que los rellenos estén sellando directamente zonas urbanas de la ciudad, llevó a Miguel Beltrán a considerar la posibilidad de que se pudie-se interpretar como una rampa de asalto a la zona superior de la acrópolis azailiense (BEL-TRAN 1995 176).

Dejando a un lado otras rampas de asalto exóticas que fueron en su momento casos úni-cos, como la de Massada, los autores clásicos citan la construcción de varias rampas en el contexto de asedios a ciudades indígenas de la Península Ibérica, como en el caso de Ner-

, descrita por Apiano (App. Iber., 48) o Intercatia (App. Iber., 54). El caso de Azaila no sería por lo tanto, algo imposible o siquiera poco frecuente; este recurso era hasta cierto punto habitual7.

situación de esta rampa revela que se situó en el punto más favorable para la toma del reducto; la altura es sólo 8 metros inferior a la cota del suelo de la acrópolis de la ciudad,

Este agger implica forzosamente la cons-trucción y utilización de una torre de asalto

este punto, accediendo al interior de las de-fensas. Este tipo de maquinaria formaba parte de los recursos habituales del ejército romano en este tipo de campaña, y está igualmente constatado por las fuentes clásicas para otros casos en la Península Ibérica, como la citada Intercatia.

La interpretación de esta rampa como una rampa de tierra para facilitar el expolio y reutilización de los materiales de construc-

7 Sobre este asunto, por no ser reiterativos, ver ROMEO 2006

39 ss.

357

ción existentes en la zona alta del yacimiento (HOURCADE 2009 116) posee numerosos in-convenientes que redundan en dos aspectos principales; en primer lugar lo innecesario de una obra sin duda laboriosa y costosa, sa-bida la tendencia de los materiales de cons-trucción a sufrir especialmente los efectos de la gravedad, sobre todo ante la presencia de laderas inclinadas y, en segundo término, la falta de ninguna prueba que sostenga esta hi-pótesis, exceptuando . La nota en el plano de Cabré de entrada pri-mitiva que se esgrime como prueba (HOUR-

asciende desde el este a la zona superior de la acrópolis, que excavó Cabré en su día y no

túmulo ibérico en el mismo plano.

La localización de numerosos proyectiles de catapulta (BELTRAN 1995 163-165), un hecho incontestable, indica la utilización por parte de los atacantes de artillería de torsión para desguarnecer las murallas y los puntos más vulnerables, como los accesos (CABRE 1926 40, BELTRAN 1995 198) dibujando, en nuestra opinión, un asedio que responde a la tecnología y estrategia propia de la repúbli-ca de Roma a comienzos del siglo I a.C. (RO-MEO 2006 47-49).

En cualquier caso, tenemos en el caso del Cabezo de Alcalá de Azaila la prueba de la capacidad de un sistema defensivo pertene-ciente a este modelo poliorcético que hemos

aparentemente poco potente, pero que fue ca-paz de oponer una notable resistencia a los

y reconstrucción sobre fotografía aérea siguiendo la topografía realizada por J.I. Lorenzo y J. Soro (BEL-TRAN 2013 316-317).

LOS SISTEMAS DEFENSIVOS DE LOS ASENTAMIENTOS Y CIUDADES IBÉRICAS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

ejércitos más poderosos del momento. Una prueba sin duda de la capacidad y la pericia bélica y poliorcética del mundo indígena, ibé-rico en este caso, de la Península Ibérica.

Un modelo que tal como apareció, desapa-

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