Los grabados digitales de la cueva de Los Canes. Cabrales, Asturias.

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DIPUTACION PROVINCIAL DE OVIEDO BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N.° 104 AÑO XXXV OVIEDO Septiembre Diciembre 1981

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D I P U T A C I O N P R O V I N C I A L DE OVI EDO

BOLETIN DEL INSTITUTODE

ESTUDIOS ASTURIANOS

N.° 104

AÑO XXXV OVIEDO SeptiembreDiciembre 1981

S U M A R I O

Páginas

Transformaciones del poblamiento rural de Asturias durante la Alta EdadMedia: La Villa, por Santiago Aguade Nieto .............................................. 621

Carreño y Jovellanos: Correspondencia con motivo de su nombramientocomo embajador de España ante la corte de Rusia, por Marino Busto. 667

Don Pedro Díaz de Oseja fundador del colegio de S. José de Oviedo,por Eutimio Martino, S. J ....................................................................................... 677

Vida y obra de Valentín Andrés Alvarez, por Virginia García Gontán ... 691La conquista de Asturias por Jos romanos, por Carmen Fernández Ochoa. 703

El Yo y su doble en los personajes de Leopoldo Alas, por Franklín Proaño. 723El problema del origen del gótico en Asturias, por Francisco de Caso ....... ...733Navia remota y actual: Datos y referencias para su historia. La casa de

Lienes en el siglo XVI, por Jesús Martínez Fernández ........................ 751El concejo de Villaviciosa, según el Catastro de Ensenada, por J. L. Pé­

rez de Castro ............................................................................................................. 775Un epígono con garra: Francisco Bances Candamo, por Caridad Villar

Castejón ...................................................................................................................... 803

Nuevos yacimientos paleolíticos en la región Asturiana, por Luis M. González ...................................................................................................................... 831

Los dípticos consulares y el Ramirense, por Paulino García Toraño ....... 837Publio Carisio y las guerras astur-cántabras, por Narciso Santos Yanguas. 849El Cuarto Poder, una novela asturiana de don Armando Palacio Valdés,

por Rodrigo Grossi .................................................................................................. 875Sapos y culebras en el folklore asturiano, por Luciano Castañón ............ 889Familia, quintana y casería en Asturias ante la investigación antropológi­

ca y etno-histórica, por José M. Gómez-Tabanera ................................. 907

Breves notas sobre el santuario prehistórica del abrigo de la Manzaneda,por Antonio J. Gavelas ............................................................................................ 933

Nota sobre los grabados digitales de la Cueva de los Canes (Arangas, Cabrales), por Pablo Arias Cabal y otros ...................................................... 937

L I B R O S

“Datos y documentos para una historia minera e industrial de Asturias”, de D. Luis Adaro y Ruiz-Falcó .................................................... ...................... 957

Francisco de Caso: La construcción de la catedral de Oviedo (1293-1587). 969Juan Ignacio Ruiz de la Peña: La “Polas” Asturianas en la Edad Media. 970Luis Fernández Cabeza: Vivencia de un plan mierense ............................. 971

D I P U T A C I O N P R O V I N C I A L DE OVI EDO

BOLETIN DEL INSTITUTOD E

ESTUDIOS ASTURIANOS

N.° 104

AÑO XXXV OVIEDO SeptiembreDiciembre 1981

Depósito Legal: O. 43 - 1958

I. S S. N .: 0020 0384

Imprenta “LA CRUZ”Hijos de Rogelio Labrador Pedregal

Granda-Siero (Oviedo), 1 X2

B O L E T I N D E L I N S T I T U T O DE

E S T U D I O S A S T U R I A N O S

Año xxxv Setiembre-Diciembre Núm. 104

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS DURANTE LA ALTA EDAD MEDIA: LA VILLA

POR

SANTIAGO AGUADE NIETO

INTRODUCCION

A la hora de abordar el estudio de la historia de Asturias en general, y especialmente durante la etapa medieval, parece in­dicado tener en cuenta la afirmación, tantas veces repetidas y parafraseada, de que «de las civilizaciones que han existido, quizá ninguna se nos presenta más fundamentalmente rural de lo que lo fue la medieval» (1), máxime tratándose de una región como la citada, cuyo núcleo urbano más im portante durante el mencio­nado período, Oviedo, no parece haber sido, precisam ente, de acuerdo con el ponderado juicio de María del Carmen Carle, una ciudad rica e industriosa (2), dado que la actividad comercial que en ella se desarrollaba ha sido calificada por un investigador, tan bien inform ado sobre el particular como el Profesor García La- rragueta, de «no muy im portante» (3).

(1) Georges D u b y : Economía rural y vida campesina en el occidente me­dieval, Barcelona, Península, 1.a ed. 1968, p. 5.

(2) M.a Carmen C a r le : El municipio de Oviedo, excepción. Buenos Aires, “Cuadernos de Historia de España”, LI-LII, p. 38.

(3) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : “Sancta Ovetensis”. La catedral de Ovie­do, centro de vida urbana y rural en los siglos XI al XIII. Madrid, C. S. I. C., 1962, p. 121.

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Por consiguiente, si en el ámbito de la civilización del occidente medieval una parte im portante de las vidas hum anas transcurren en el medio rural, en el terrazgo campesino, el estudio de la vi­vienda rural y de la aldea debería, en buena lógica, ocupar un lu­gar destacado en el interés de los investigadores (4). En una pa­labra, tal como afirm aba, ya en 1931, Marc B lo c h , todo estudio regional debiera conceder un ámplio espacio a los fenómenos de habitat, de poblamiento, de roturación (5). En este mismo senti­do, y refiriéndose concretamente al proceso de crecimiento que tiene lugar entre los siglos XI y X III, Georges D uby afirm aba que «un m apa de todos los nuevos pueblos cuya creación está atesti­guada por un texto, en el que se señalaría la fecha de fundación, y que abarcara a toda Europa, sería de un extraordinario interés. Sin duda nos revelaría fuertes discordancias regionales, pondría de manifiesto que la extensión se realizó por olas sucesivas y haría aparecer también espacios vacíos» (6).

Dado que, en el caso concreto de Asturias, no parecen haberse prodigado en exceso los esfuerzos de los investigadores en el aná­lisis de estas realidades, en concreto, ni de la vida campesina, en general, lo que me mueve a redactar este trabajo es el deseo de realizar una pequeña contribución al estudio del poblamiento de la región durante la alta Edad Media, aún a riesgo de que el re­sultado a obtener consista más en el planteam iento de algunos nuevos interrogantes que en la resolución de antiguos problemas.

fuentes

Para ello, resulta obligado dirigirse, en prim era instancia, a las fuentes tradicionalm ente empleadas desde hace siglos por los his­toriadores, las escritas, y especialmente a los documentos de apli­cación del Derecho.

Desgraciadamente, estos últimos presentan, en relación con el área que va a servir de marco a este trabajo, dos tipos de proble­mas que condicionan fuertemente su posible eficacia como fuentes inform ativas.

(4) Jean C h a pelo t - Robert F o s s i e r : Le village et la maison au Moyen Age. Hachette, 1980, p. 15.

(5) Marc B loch : La historia rural francesa : caracteres originales. Barce­lona, Crítica, 1978, p. 51.

(6) Georges D u b y : Op. cit., p. 113.

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En prim er lugar, la documentación esqrita altomedieval as­turiana, inexistente prácticam ente hasta el siglo IX, muy escasa aún para esta centuria, sólo un poco menos para la siguiente, y exasperantem ente poco locuaz, por lo general, presenta, por aña­didura, en buena parte, un estado verdaderamente caótico en cuan­to se refiere a su posible grado de ingenuidad, como consecuencia de las manipulaciones llevadas a cabo por el obispo don Pelayo y por otros falsarios.

En consecuencia, crece considerablemente la im portancia, ya de por sí grande, de cualesquiera otro tipo de fuentes de infor­mación.

Ante todo, de la arqueología, y por ello, precisamente, es tanto más de lam entar que la arqueología rural y la arqueología medie­val permanezcan prácticam ente inéditas en Asturias.

De ahí, el papel verdaderam ente clave que cabe atribu ir al análisis de la toponimia, cuyas posibilidades y aportaciones de cara al conocimiento del período posterior a las invasiones germá­nicas del siglo V, en general, y de la Francia merovingia, en parti­cular, que ofrecen una coincidencia cronológica y problem ática parcial con la alta Edad Media asturiana, han sido puestas de re­lieve por Gabriel Fournier (7).

He recurrido, pues, preferente pero no exclusivamente, a la más antigua documentación editada por Santos García Larragueta (8), Antonio C. Floriano Cumbreño (9), Pedro Floriano L lórente (10), Francisco Javier Fernandez Conde y otros (11), y Luis Fernández Martín (12), ciñéndome en la mayor medida posible a aquella sobre la que no existan sombras de autenticidad, con el objeto de dotar

(7) G a b r ie l F o u r n i e r : Les mérovingiens. P a r ís , P . U. F ., 3.a e d . 1978, p . 4.(8 ) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección de documentos de la catedral

de Oviedo. Oviedo, I. D. E. A., 1962.(9) Antonio C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o : Colección de fuentes para la histo­

ria de Asturias: I. El monasterio de Cornellana. Oviedo, I. D. E. A., 1949; II. El Libro Registro de Cortas. Oviedo, I. D. E. A., 1950; Colección diplomá­tica del monasterio de Belmonte. Oviedo, I. D. E. A., 1960.

(10) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección diplomática del monasterio de San Vicente de Oviedo. Oviedo, I. D. E. A., 1968.

(11) F r a n c is c o J. F e r n a n d e z C onde - I s a b e l T o r r e n t e F e r n a n d e z - G u a ­d a lu p e de la N oval M e n e n d e z : El monasterio de San Pelayo de Oviode, His­toria y Fuentes: I. C o le c c ió n d ip lo m á t ic a (996-1325). O v ie d o , M o n a s te r io d e S a n P e la y o , 1978.

(12) Luis F e r n a n d e z M a r t i n : Posesiones de la abadía de Sahagún en Asturias durante la Edad Media. Oviedo, B. I. D. E. A., núm. 80 (septiembre- diciembre 1973), p. 617-645.

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a las conclusiones que se obtengan de la mayor solidez posible, al menos en este terreno. Y en cuanto a los topónimos, he analiza­do sobre todos aquellos, tanto latinos como germánicos, que, se­gún los especialistas, son los más numerosos y más característi­cos en el conjunto de los nombres de lugar surgidos a partir del proceso de romanización del país, es decir, los derivados de nom­bres de posesores (13), y, por consiguiente, originados en torno a la ocupación y puesta en explotación de la tierra, y al régimen de propiedad de la misma, y entre ellos, por una parte, los dotados del sufijo -aña, y, por otra, aquellos que form an parte del que Joseph P i e l ha llamado tipo «integral», arcaizante, compuesto por el sus­tantivo latino que designa el bien poseído y por el nombre del pro­pietario en genitivo (14), topónimos estos capaces de proporcionar­nos una información algo más abundante y menos vaga, más pre­cisa.

Con ello, he pretendido, además, poner en práctica, si bien a un nivel puram ente personal y sumamente modesto, esa colabora­ción interdisciplinar que constituye uno de los postulados básicos de la llamada «Ecole des Annales» desde su fundación (15), y que es, en opinión de Edouard S a l ín , expléndidamente corroborada por su magnífica obra sobre la civilización merovingia, el único procedi­miento capaz de abrir nuevas perspectivas a la investigación his­tórica (16).

(13) M.a Carmen B o b e s : La toponimia romana en Asturias. Madrid, “Emérita”, tomo XXVIII (1960), p. 247.

Joseph M. P i e l : Toponimia germánica. En: Enciclopedia Lingüística His­pánica. Madrid, C. S. I. C., T. I, 1960, pp. 531-540.

(14) Joseph M. P i e l : Op. cit., pp. 543-544.(15) Lucien F e b v r e : De 1892 a 1933. Examen de conciencia de una his­

toria y de un historiador. En: Combates por la historia. Barcelona, Ariel, 1970, pp. 30-31; Vivir la historia. Ibid., p. 47; Las investigaciones y el porvenir de la historia. Ibid. p,. 86 y 87; Contra el espíritu de especialidad, Ibid., pp. 160 y 161; Hacia otra historia. Ibid., pp. 230-231.

Marc B l o c h : La historia rural francesa, p. 38.Fernand B r a u d el : Historia y sociología. E n : La historia y las ciencias so­

ciales. Madrid, Alianza Editorial, 1968, pp. 113, 179-181, 182-183; Las respon­sabilidades de la historia. Ibid., pp. 38-40 y passim.

(16) Edouard S a l í n : La civilisation mérovingienne d’apres les sépultures, les textes et le laboratoire. París, A. et J. Picard et Cié., Troisieme Partie, 1957, p. 1.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 625

TOPONIMIA Y CRONOLOGIA

Ahora bien, los topónimos, al igual, en general, que todos los otros fenómenos del lenguaje, plantean al historiador dos proble­mas, y dos dificultades, fundamentales: el de su datación con la mayor precisión posible, y el de su interpretación, con objeto de tra ta r de precisar las realidades que tras ellos se ocultan (17).

La prim era de ambas cuestiones presenta, naturalm ente, as­pectos comunes a la toponimia latina y a la germánica, y otros pro­pios de cada una de ellas, pero en ambos casos suscita notables divergencias entre los especialistas.

Por lo que se refiere a aquella, ya lo sea desde el punto de vista de sus componentes como desde el m eram ente formal, la Profesora Carmen B o b e s , basándose en lo prolongado del proce­so de su formación, que se extenderá a lo largo de siglos, con las consiguientes pervivencias de procedimientos, y en la complejidad de la procedencia de los elementos que en él intervienen, de origen romano, prerrom ano o germánico, estos últimos fonéticam ente ro­manizados, niega rotundam ente que la lingüística tenga posibilidad alguna de «prestar una ayuda eficaz al esclarecimiento del pro­blema cronológico» (18), actitud que, junto a la ausencia de una cartografía de los datos que en ella se contienen, resta a su obra, tan estim able por otros conceptos, buena parte de su valor poten­cial para el historiador.

Joseph P i e l por su parte mantiene la posibilidad de es­tablecer una ordenación en el tiempo basándose en los cambios experimentados por el sistema de expresar las relaciones de pro­piedad. De m anera que entre los topónimos derivados de nombres de posesores, el tipo más antiguo sería el originado por el empleo sistem ático de gentilicios en -ius, -ia, -ium, algo más tardío, desde fines del período republicano hasta el período previsigodo, en la Península Ibérica, el ocasionado por el añadido al sustantivo que designaba al bien poseído del nombre del propietario con los sufijos -anus, -ana, -anum, según el género, y, por último, el mas moderno, que aparece ya generalizado desde el momento en que surgen los más antiguos documentos escritos del NO. de la Península, siglos

(17) Gabriel F o u r n i e r : Op. cit., p . 4.M. Carmen B o b e s : Op. cit., p. 249.Joseph M . P i e l : Nornes de “possessores” latino-cristaos na toponimia as-

turo-galego-portuguesa. Coimbra, 1948, pp. 8-9.(18) M. Carmen B o b e s : Op. cit., p. 249.

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V III y IX, el que se basa en la aplicación del nombre del propie­tario en genitivo al sustantivo que designa el objeto (19).

En cuanto a la toponimia germánica, la polémica es aún más acentuada.

El esquema básico fue trazado, ya en 1932, por Georg Sachs, quien estim aba que, de un total de unos dos mil cuatrocientos to­pónimos germánicos localizados en la Península Ibérica, m ientras a lo largo del siglo VI habrían ido formándose los etnónimos del tipo Godos, Suevos, a partir del VII, en que tiene lugar la asimila­ción, más o menos efectiva, del elemento visigodo por el hispano- rrom ano en el aspecto de las costumbres, de la religión y del idio­ma, se habría abandonado el antiguo sistema germánico de for­mación de topónimos, tipo Avricourt < Eberhardi cu rtís , y, fi­nalmente, cuando, como consecuencia del derrum bam iento del es­tado hispanovisigodo, en 711, buen número de godos se traslada­ron al área noroccidental de la Península, asentándose en las tie­rras baldías, procediendo a su apropiación y posterior roturación, las nuevas explotaciones agrícolas así surgidas habrían recibido el nom bre de su nuevo propietario, pero ya no según el viejo pro­cedimiento germánico, sino mediante el sistema latino, entonces en vigor, del uso sistemático del genitivo pospuesto al sustantivo que designaba el bien poseído (20).

Sanchez-Albornoz ha aceptado básicamente, con algún retoque, este cuadro. Frente a Abadal, argumenta detenidam ente en pro del establecimiento muy temprano, durante el siglo VI, de guarnicio­nes y colonias godas en el NO. peninsular, territorio del reino suevo, que habría dado lugar a los etnónimos del tipo Godos, Gode, Godin, Gotones (21). Además, sostiene la existencia de una emi­gración de parte de la población visigoda a las tierras situadas al norte de la Cordillera Cantábrica, en 711, y la documenta (22), y, en tercer lugar, señala el papel del proceso repoblador altome- dieval, a partir del siglo IX avanzado, especialmente en la Galicia meridional, valles del Duero y Miño, en la formación de la toponi-

(1 9 ) Joseph M . P i e l : Nomes de “possessores”..., pp. 5, 6 , 9 y 10.(20) Georg S a c h s : Die germanischen Ortsnamen in Spanien und. Portu­

gal. Berliner Beiträge zur Romanischen Philologie, Band II, 4, Jena und Leip­zig, Verlag von Wilhelm Gronau, 1932, pp. 4-5 y 6.

(21) Claudio S an c h ez-A l b o r n o z : Tradición y derecho visigodos en León y Castilla. En: Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1970, p. 23 y nota 29; Orígenes de la nación española. I. D. E. A ., Oviedo, T. II, 1974, pp. 270-271, nota 54.

(22) Claudio S a n c h ez-A l b o r n o z : Tradición..., p. 122 y notas 26 y 33.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 627

mia germánica (23). Finalmente, considera válida una vieja idea defendida en su día por W. R e in h a r t (24), la de que buena parte de los topónimos germánicos del NO. peninsular se debe al esta­blecimiento de los suevos en dicha área (25).

Por el contrario, otros dos notables investigadores han in tro­ducido sensibles correcciones en esta imagen: Ramón D 'a b a d a l i V in y a ls , y, sobre todo, Joseph P ie l .

El prim ero pospone la formación de los etnónimos del tipo Go­dos hasta los siglos V III y IX, con ocasión de las deportaciones de la población asentada en el valle del Duero llevadas a cabo por Alfonso I (26), asentam ientos colectivos que habrían ido acompa­ñados, durante el mismo período, por establecimientos de carác­te r individual que habrían dado lugar a los más de dos mil topóni­mos derivados de nombres germánicos de propietarios, cuya exis­tencia ya habían señalado S a c h s y G a m ill s c h e g (27).

El segundo ha reestructurado, prácticam ente, toda la cronología, acentuando, quizá de form a excesiva, el carácter tardío de la for­mación de este últim o grupo de topónimos.

En efecto, tras rechazar la validez de la inmensa mayoría de los ochenta etnónim os derivados del nombre «Godo», y señalados por G a m il l s c h e g en el NO. peninsular, por considerarlos derivados de nom bres de propietarios medievales (28), la tesis de R e in h a r t , ya aludida, sobre el posible origen suevo de la toponim ia germánica del NO. de la Península (29), y la idea de B r o e n s sobre la existencia, a mediados del siglo VI, de una im portante colonización de inva­sores francos, que habría afectado principalm ente a Galicia y que habría dado lugar a la creación de cerca de setenta topónimos a base del etnónim o respectivo (30), niega que los nombres de lugar germánicos del NO. rem onten a la etapa del estado hispanovisigo- do o a la época inm ediatamente posterior a su hundim iento (31),

(23) Cl. S a n c h e z -A l b o r n o z : Tradición..., p. 124 y notas 19 y 34.(24) Joseph M. P i e l : Toponimia germánica..., p. 535.(25) Cl. S a n c h ez - A l b o r n o z : Tradición..., p. 128, nota 45; Orígenes..., T.

II, p. 271, nota 54.(26) Ramón D ’A badal i V in y a l s : El llegat visigotic a Híspanla. E n : Deis

visigots ais catalans, Barcelona, Edicions 62, T. I, 2.a ed. 1974, pp. 100-101.(27) Ramón D ’A badal i V i n y a l s : Op. cit., pp. 101-102.(28) Joseph M. P i e l : Toponimia..., pp. 533-534.(29) Joseph M. P i e l : Toponimia..., p. 535.(30) Joseph M. P i e l : Toponimia..., pp. 536-538.(31) Joseph M. P i e l : Toponimia..., p. 541; Nombres visigodos de propie­

tarios en la toponimia gallega. En: Homenaje a Fritz Krüger, Mendoza, 1954, IT. p. 248.

628 SANTIAGO AGUADE NIETO

y afirm a tajantem ente que, en su mayoría, «surgieron en el trans­curso de la reconquista y de la repoblación de las tierras del no­roeste, abandonadas o en posesión de los árabes» (32).

Los topónimos derivados de nombres de propietarios germáni­cos, tanto del tipo «integral», compuesto, arcaizante, como del tipo elíptico, serían derivados del proceso de reconquista y repoblación del país, mediante la puesta en práctica de la presura (33), y ha­brían surgido con ocasión de los mismos fenómenos, durante el mismo período, en la misma área geográfica, y sobre el modelo de los derivados de nombres de propietarios latinos (34). De ahí que unos y otros constituyan, en realidad, una misma unidad histórica y deban estudiarse de forma conjunta (35).

Hasta aquí las opiniones de los especialistas.Sin pretender terciar en el debate, deseo, no obstante, hacer al­

gunas consideraciones.En prim er lugar, que la discusión amenaza con en trar en un

callejón sin salida, si es que no lo ha hecho ya, si continúa dentro de los límites estrictos de lo filológico, en los que las posibilidades de obtener mayores precisiones cronológicas son muy escasas.

A esto hay que añadir que en la misma proporción en que las fuentes escritas escasean para el período comprendido entre los siglos V y V III, hasta faltar, o se m uestran poco locuaces, aumen­ta el papel desempeñado por la conjetura y por la hipótesis.

Por consiguiente, sólo las aportaciones realizadas por la inves­tigación arqueológica, lo más sistemática posible, en un futuro más o menos lejano, parece que podrán perm itirnos salir de esta situa­ción actual y pisar terreno más seguro, al igual que parece empe­zar a ocurrir con la problemática propia de la cuenca del Duero (36).

M ientras tales aportaciones llegan, habrá que tener en cuenta que los argumentos basados en la latinización fonética, morfológica y sintáctica del sistema de formación de los topónimos germáni­cos, que perm ite re tro traer este último fenómeno, si no en su to­talidad, sí, al menos, en su mayor parte, hasta un momento poste­rior al siglo VII, parecen de peso.

(32) Joseph M. P i e l : Nombres visigodos..., p. 248.(33 ) J o s e p h M . P i e l : Toponimia..., p . 542.(34) Joseph M. P i e l : Toponimia..., p. 544.(35) Joseph M. P i e l : Toponimia..., pp. 540-541.(36) Salvador de Moxo: Repoblación y sociedad en la España cristiana

medieval. Madrid, Rialp, 1971, pp. 22-23.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 629

Por el contrario, estim o absolutamente exageradas y carentes de base algunas de las tesis sustentadas por Piel, aún cuando sus puntos de vista, en general, son muy valiosos.

Así cuando afirm a que «Los principios del repoblam iento pue­den ya pertenecer a la segunda mitad del siglo V III, pero la inesta­bilidad de las conquistas territoriales hechas por Alfonso I no debe haber sido propicia a una actividad colonizadora de envergadura» (37), añadiendo que «el clima de mediados del siglo V III no era to­davía de molde a fom entar una campaña de repoblación de gran estilo» (38), o cuando sostiene que «La actividad repobladora, a la que innum erables pueblos gallego-portugueses deben su nombre, no procedió del sur, en los años que siguieron a 711, sino del Nordeste, cuando el reino asturiano, en los siglos IX y X, y aún en la segun­da m itad del V III, pasó a consolidar las posiciones occidentales que iba arrebatando a los moros» (39), conviene tener presentes algunos de los datos que nos proporciona la investigación histórica.

Ante todo, que inestabilidad y riesgo son rasgos inseparables de la repoblación de los territorios próximos a la frontera, y ello des­de el siglo V III hasta el X III o hasta el XV, y que los colonizadores rara vez han esperado a ver un territorio pacificado para instalarse en él (40), pero también que, de creer a Sanchez-Albornoz, «Des­pués de Covadonga (722) los ejércitos islámicos sólo penetraron en Asturias a fines del siglo VIII» (41), y, por lo tanto, el período com prendido entre estas dos fechas parece tan propicio para las tareas repobladoras, al menos, como el siguiente, en que, a partir de 791, se suceden las campañas de los ejércitos musulmanes con-

(37) Joseph M. P i e l : Toponimia..., p. 542, nota 33.(38) Ibid.(39) Joseph M. P i e l : Toponimia..., p. 542.(40) Claudio S a n c h ez - A lbo r n o z : España. Un enigma histórico. Barcelona,

E. D. H. A . S . A ., 6.a edición, 1977, T. II, pp. 33-35.Julio G o n z a l e z : Repoblación de Castilla la Nueva. Madrid, Universidad

Complutense, 1975, T. I, pp. 88-108, 135-140, T. II, pp. 229-232, 235-242 y passim.José M.a L a c a r r a : Aragón en el pasado. Madrid, Espasa-Calpe, 1972, pp.

28-29.Pierre B o n n a s s i e : La Catalogne du milieu du Xe. a la fin du Xle. siecle.

Croissance et mutations d ’une société. Toulouse, Université de Toulouse-Le Mirail, T. I, 1975, pp. 118 y 121.

(41) Claudio S a n c h ez - A l b o r n o z : ¿Muza en Asturias? Los musulmanes y los árabes trasmontanos antes de Covadonga. En : Orígenes de la nación espa­ñola. Estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias. Oviedo, I.D.E.A., T. I, 1972, p. 478.

630 SANTIAGO AGUADE NIETO

tra las tierras del norte a lo largo de todo el siglo IX (42), si bien es cierto que la expedición de 795 es la últim a que penetra en el solar de Asturias (43), y que a partir de 841 ningún ejército cordo­bés penetrará en Galicia (44).

Por o tra parte, los centros de decisión del reino de Asturias, si existieron como tales centros, cambiaron de ubicación muy precoz­mente, de m anera que en el reinado de Silo (774-783) se hallaban en Pravia, y en el de Alfonso II (792-842) en Oviedo, por lo que, en todo caso, sería del área central de la actual Asturias de la que procederían las hipotéticas decisiones regias sobre las empresas repobladoras, m ientras que la población que habría de llevarlas a cabo, de form a más o menos espontánea, procedería fundam ental, si no exclusivamente, del sur.

Son sobradam ente conocidos los textos de la crónica Albeldense y de la de Alfonso III que relatan las campañas de Alfonso I, los traslados de la población establecida en el valle del Duero a las tierras del norte dispuestos por él, y la repoblación, llevada a cabo en su tiempo, de extensos territorios del naciente estado, para que se haga necesario volver a citarlos una vez más o insistir sobre ellos.

Se puede exagerar o minimizar su alcance, pero están ahí, y, por consiguiente, no hay más remedio que preguntarse dónde se habrían asentado esos grupos humanos, más o menos numerosos que, procedentes del sur, de la cuenca del Duero, penetraron, ya a mediados del siglo V III, en Asturias, y a qué fenómenos habrá da­do lugar tal asentamiento.

Y del sur procedían otros colonizadores que atraviesan la cor­dillera Cantábrica, o se quedan a sus puertas, por esas mismas fe­chas: Odoario, el repoblador de Lugo, con sus familiares y siervos, a mediados del siglo VIII (45), los primitivos colonizadores del valle de Mena (46), y quizá también el presbítero Máximo y su tío

(42) C la u d io S a n c h ez -A l bo rn o z : España. Un enigma histórico, T . II, p . 13-14.

(43) Juan U r ia Riu: Las campañas enviadas por Hixem 1 contra Asturias (794-795) y su probable geografía. En: Estudios sobre la monarquía asturiana, Oviedo, I. D. E. A., 2.a ed. 1971, p. 499.

(44) C l. S a n c h ez - A l b o r n o z : España..., T . II , p . 398.(45) Cl. S an c h ez- A l b o r n o z : España..., T . II, p. 421; Viejos y nuevos es­

tudios sobre las instituciones medievales españolas. Madrid, Espasa-Calpe, T .III, 1980, p. 1319.

(46) José Angel G a r c ía de C o r tazar y R u iz de A g u i r r e : El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII). Universidad de Sa­lamanca, 1969, p. 100.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 6 3 1

Fromistano, presores, con sus siervos, en el monte Naranco y fun­dadores allí del m onasterio de San Vicente hacia 761 (47).

Así pues, no cabe confundir el área de procedencia del m aterial humano que interviene en la repoblación, y el área de origen de las hipotéticas decisiones que la habrían puesto en marcha.

En una palabra, y como conclusión de lo expuesto hasta aquí, en tanto no se produzcan aportaciones sustanciales que desmientan esta imagen, existen, a mi juicio, suficientes razones para pensar que la form ación de los topónimos derivados de nom bres de pro­pietarios, tanto latinos como germánicos, en Asturias, debió ini­ciarse con ocasión de las repoblaciones efectuadas ya en la prim e­ra m itad del siglo V III, y como consecuencia de la inmigración, estim ulada por la m onarquía o no, y del asentam iento en la región de grupos humanos o personas aisladas procedentes de la Meseta, procesos todos estos que debieron prolongarse a lo largo de los siglos IX y X.

LAS «VILLAE» ROMANAS.

Evidentem ente, no es mi propósito llevar a cabo un estudio exhaustivo de la «villa» en Asturias durante la época rom ana, sino obtener una imágen lo más clara posible de lo que la romanización supuso para el poblamiento rural de la región, y una imagen sus­ceptible, además, de ser com parada con la que en su mom ento ob­tengamos del mismo fenómeno durante la alta Edad Media.

Para ello, he procedido a cartografiar la serie homogénea de datos más directam ente relacionados con la cuestión planteada en este apartado que nos proporciona M. del Carmen B o b e s en su tesis doctoral, ya mencionada, sobre la toponim ia rom ana en As­turias. Se tra ta de los topónimos con sufijo -ana, que tienen su origen, como ya hemos visto, en una forma de m anifestar la exis­tencia de relaciones de propiedad respecto a determ inados fenó­menos de ocupación y; explotación del suelo, precisam ente las «villae».

Los resultados obtenidos, reflejados en el croquis cartográfico núm ero 1, por una parte, no deian de ser elocuentes, y, por otra, pueden cotejarse con el mapa que acompaña al estudio de M.a del

(47) Antonio C. F l o r ia n o : Restauración del culto cristiano en Asturias en la iniciación de la Reconquista. Oviedo, I. D. E. A., 1949, pp. 15-16.

632 SANTIAGO AGUADE NIETO

Dulce Nombre E s t e f a n ía A lv a r e z sobre el aspecto económico de la romanización de Asturias (48).

La distribución de los topónimos sobre el terreno perm ite cons­tatar, en prim er lugar, la desigual intensidad con que el proceso de romanización, en lo que se refiere a la introducción y difusión de un nuevo régimen de propiedad de la tierra y de nuevos sistemas de explotación de la misma, parece haber afectado a las diversas áreas de la región asturiana.

En efecto, hay unos ejes en la proximidad de los cuales se acusa una mayor abundancia de topónimos.

Ante todo, el eje Pajares-Gijón, que se corresponde, en líneas generales, con una de las vías romanas más im portantes de pe­netración en Asturias, que partiendo de León y siguiendo los cursos del Bernesga, en la vertiente leonesa, y del Lena y el Caudal, en la asturiana, se dirigía hacia Lucus Asturum, continuando, más ta r­de hasta Gijón (49).

Después, la costa, a lo largo de la cual M.a del D. N. E s t e f a n ía A lv a r e z ha señalado la existencia de una «colonización rom ana de im portancia» (50), y en la que se ubica un porcentaje im portante de los topónimos en -ana cartografiados.

Así pues, las vías de comunicación, internas o que unen a la re­gión con el exterior, parecen haber desempeñado un cierto papel en la ubicación de las «villae» creadas en aquélla.

Un papel que es preciso no desorbitar, puesto que, en contraste con los casos citados, la vía que unía Asturica y Lucus Asturum a través del puerto de La Mesa presentaba ámplios tram os de su re­corrido sin un solo establecimiento humano, de m anera que los nombres de lugar de época romana que aparecen sobre su trazado son bien escasos (51), aunque, eso sí. fuera a desembocar en un área en la que se encuentra hoy abundantes topónimos derivados de nombres de antiguos «possessores» (52), la situada en torno a la conjunción de los ríos Narcea y Pigüeña.

(48) M.a del Dulce Nombre E st e fa n ía A l v a r e z : Aspecto económico de la penetración y colonización romana de Asturias. Madrid, “Emérita”, T. XXI (1963), pp. 43-52.

(49) Juan U r ia R i u : Las campañas..., pp. 472-473; José Manuel G o nzá lez y F e r n a n d e z V a l le s : Mansiones del trayecto de vía romana Lucus Asturum- Lucus Angustí. En: Miscelánea histórica asturiana. Oviedo, 1976, pp. 212-213.

(50) M. del D. N. E st e f a n ía A l v a r e z : Op. cit., p. 49.(51) Juan U r ia R i u : Op. cit., p. 478.(52) Juan U r ia R i u : Op. cit., pp. 480-481.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 633

De ahí que se haga necesario tener en cuenta algún otro factor explicativo de la distribución de esta serie de topónimos. Me refiero, en concreto, a las mayores o menores posibilidades que ofrece el suelo para la práctica de la agricultura.

La inform ación que nos proporciona Estrabón, y los recientes trabajos de Mauricio Pastor Muñoz (53) y Francisco Javier Lomas Salm onte (54) nos perm iten conocer cuáles eran, en líneas genera­les, las características de la organización económica de la sociedad astu r en el mom ento de la llegada de los romanos.

Su rasgo más acusado era el primitivismo, dado que en ella continuaba desempeñando un papel fundamental la recolección de alimentos, de m anera que la base de la dieta alimenticia la cons­tituían el pan elaborado con la harina obtenida de la m olturación de las bellotas recogidas en los bosques de robles que poblaban la región, alimento este que subvenía a las necesidades de los aboríge­nes durante dos terceras partes del año, y la carne de macho ca­brío (55).

La agricultura había hecho su aparición, aunque conservaba un carácter marginal.

Se trataba de una agricultura extensiva, practicada por m uje­res (56), que, a diferencia de lo que ocurría en la Meseta, apenas conocía el cultivo de cereales (57), y que empleaba sistemas de cultivo muy arcáicos, cultivo de azada, itinerante, realizado me­diante rozas, y que, a lo sumo, utilizaba un arado muy prim iti­vo (58).

El carácter endeble de esta base de sustentación, su angostura, y la consiguiente escasa variedad de la dieta alimenticia originaban una situación de subalimentación crónica, que explica las constan­tes incursiones llevadas a cabo por estos pueblos en las zonas agrí­colas del sur, más prósperas (59).

(53) Mauricio P a st o r M u ñ o z : Estudio socio-económico del “Conventus Asturum”. Salamanca. 1975; Los astures durante el Imperio romano (Con­tribución a su historia social y económica). Oviedo, I. D. E. A., 1977.

(54) Francisco Javier L om as S a l m o n t e : Asturias prerromana y altoimpe- rial. Sevilla, Universidad, 1975.

(55) Mauricio P a s t o r M u ñ o z : Los astures..., pp. 95 y 232-233; Estudio..., p. 26.

Feo. J. L om as S a l m o n t e : Asturias.. ., pp. 73-74.(56) Mauricio P a st o r M u ñ o z : Estudio..., p. 26; Los astures..., p. 233.(57) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : Ib id .(58) Feo. J. L om as S a l m o n t e : Asturias..., pp. 74-75.(59) Feo. J. L om as S a l m o n t k : Op. cit., pp. 75-76.

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TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 635

Tanto estos rasgos de acentuado primitivismo, como las trans­formaciones producidas por la romanización, ofrecen un grado desi­gual de desarrollo e intensidad al sur y al norte de la Cordillera can­tábrica, en los territorios, respectivamente, de los astures augusta- nos y de los astures transm ontanos (60).

Pero incluso en este último, tales estructuras comenzaron a transform arse, en mayor o menor medida, ya a partir de los mis­mos inicios del proceso de romanización (61), m ediante la paulati­na reducción del sistem a de recolección, y el desarrollo de la agri­cultura a través de la implantación de nuevos cultivos de origen m editerráneo, como el trigo y la vid (62), y el perfeccionamiento de las técnicas (63).

Ahora bien, dada la escasa difusión alcanzada por la vida u r­bana, en general, y en especial en el territorio de los astures trans­montanos (64), el papel de gran factor de romanización que en el resto de la Península Ibérica com parte la ciudad con el ejército y la «villa», pasa a ser desempeñado aquí por esta últim a (65).

En una palabra, si en el territorio de lo que hoy es Asturias la inm ensa mayoría de la población aborigen continuó viviendo a lo largo del Im perio y del bajo Imperio en los prim itivos castros indígenas (66), las «villae» de nueva creación pasaron a desempe­ñar un im portante papel como formas de asentam iento y de apro- niación del suelo, de acuerdo con el concepto romano de propie­dad. v como centros de renovación, de romanización agrícola.

No es extraño, pues, que se buscaran preferentem ente para su emplazamiento las áreas de la región con mayores posibilidades para el cultivo: la rasa litoral, con terrenos cuaternarios sobre los oue adquieren cierta envergndura los suelos podsolizados y los sue­los pardos (67), las fértiles vpgas del interior form adas por m ate­riales de aluvión aportados por las aguas del Nalón y del Narcea,

(6 0 ) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : Estudio..., p p . 9, 12-13, 17.(6 1 ) M a u r ic io P a st o r M u*ñ o z : O p. c it ., p p . 17-18 y 26.(6 2 ) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : Estudio..., p. 2 6 ; Los astures.. ., p. 235.(6 3 ) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : Estudio..., p. 26.(6 4 ) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : Estudio..., p p . 13, 19 y 32.(65 ) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : O p . cit., p . 20.(6 6 ) M a u r ic io P a st o r M u ñ o z : Estudio..., p. 33.(6 7 ) Mapa de Suelos de España. Escala 1 /1 .0 0 0 .0 0 0 , Madrid, C. S. I. C.,

1966-1968 , Descripción de las asociaciones y tipos principales de suelos, pp. 65-74 y 109-111.

636 SANTIAGO AGUADE NIETO

y el área de orografía más suave que se extiende entre el medio y bajo curso del Nalón y la costa (68).

Ya en mi tesis doctoral, leída el 16 de mayo de 1978 en la Fa­cultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, y que permanece inédita, hice observan, en relación con este mismo he­cho, la notable coincidencia existente, en líneas generales, entre tres de los croquis cartográficos que la acompañan, los dos en que se plasma la ubicación de los molinos hidráulicos de que queda noticia a través de la documentación medieval y de la toponimia actual asturianas, y el que refleja la situación de los topónimos en -ana de origen latino.

Esa observación me llevaba entonces a preguntarm e sobre la posible relación existente entre la colonización agraria tardorro- mana en Asturias, las «villae» surgidas como consecuencia de la misma, sobre todo en el área central de la región, la introducción e intensificación en ellas del cultivo de cereales, y la implantación y difusión en estas mismas zonas del molino hidráulico en un mo­mento que resulta imposible concretar (69). Hoy considero con­veniente volver a form ular aquí la misma pregunta.

Por o tra parte, en el croquis cartográfico, junto a zonas en que la densidad de este tipo de poblamiento es más elevada, aparecen otras, situadas en la zona oriental y occidental de la región, en que los vacíos resultan evidentes.

En el prim er caso el croquis cartográfico número 1 que acom­paña a este trabajo y el elaborado por M.a del D. N. Estefanía

Alvarez difieren parcialmente, corrigiendo el segundo la imagen excesivamente tajante del segundo, aunque también se producen coincidencias. En el segundo caso, el del occidente de Asturias, dichas coincidencias son mayores.

El vacío parcial que se acusa en el área oriental probablemente sea debido a lo atorm entado de su orografía, poco propicia a la creación de asentamientos agrícolas.

Los que aparecen en el occidente de Asturias se deben, con toda probabilidad, no a la to+al ausencia de romanización, sino al carácter unilateral que ésta reviste en dicha zona, volcada hacia

(68) José Manuel G onzález y F er n a n d e z V a l l e s : Localización de una “villa” romana en Paredes (Lugones). En: Miscelánea..., p. 255; La “villa” romana de Linio en Naranco. En: Miscelánea..., pp. 265-266.

(69) Santiago A g u ade N i e t o : El monasterio de Santa María de Villanueva de Oseos : Su señorío y la subregión occidental de Asturias hasta el siglo XIV. Ejemplar dactilografiado, T. I, pp. 463-464.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 637

la explotación de los recursos mineros (70), actividad que desplaza en gran medida a la agricultura.

Por último, conviene tener en cuenta que la proliferación de las «villae» en el área central de la actual Asturias no sólo debe signi­ficar mayor intensidad en la romanización de la misma, en cuanto transform ación de las estructuras agrarias, sino tam bién la exis­tencia de una mayor densidad de población que se ve corroborada por el croquis cartográfico que acompaña al trabajo de José Ma­nuel G o n z á le z y F e r n a n d e z V a l l e s sobre los castros asturianos del sector lucense, y que refleja la ubicación de este fenómeno de poblamiento en la totalidad de la región (71).

SUPERVIVENCIA DE LAS «VILLAE» ROMANAS EN LA ALTA EDAD MEDIA.

Una parte, al menos, de estas entidades cuyo origen y papel a lo largo de la época rom ana he intentado analizar brevemente, parece sobrevivir tal cual durante la alta Edada Media.

Dicha pervivencia ha sido dem ostrada por la arqueología (72), pero tam bién quedan de ella testimonios documentales.

Así, en 980, cierta Ildonza dona al monasterio de Sahagún «...villa territo rio Submonzia valle quos vocitant Flabiana in loco predicto Aubiniana hic in bustelo ubi Liverius habitabit...» (73). Los topó­nimos mencionados son dos de los latinos en -ana cartografiados en el valle alto del Nalón, en el sector oriental de Asturias: Lavia- na y Oviñana.

A mediados de la centuria siguiente, en 1055, Donnu C id iz y Ecta C td iz venden «... uilla nostra probria quos auemus in te rri­torio asturiense, in uilla Ponzana, quo auemus de parentibus nos-

(70) M. C. B o b e s : La toponimia.. Madrid, “Emérita”, T. XXIX (1961), p. 33.

M. del D. N. E s t e f a n ía A l v a r e z : Aspecto económico..., p. 52.Claude D o m e r g u e : Les exploitatons auriferes du nord-ouest de la Pénin­

sule Ibérique sous l’occupation romaine. En : La minería hispana e iberoame­ricana. Contribución a su investigación histórica. León, Cátedra San Isidoro. VI Congreso internacional de Minería, Vol. I, 1970, pp. 162 y mapa p. 193.

(71) J. M . G o n z a le z y F e r n a n d e z V a l l e s : Castros asturianos del sector lucense y otros no catalogados. E n : Miscelánea..., pp. 138-139.

(72) J. M . G on z a le z y F e r n a n d e z V a l l e s : La “villa” romana..., p p . 261- 274, especialmente pp. 271-274; Orígenes de Valdediós. En: Miscelánea..., pp. 321-326.

(73) Luis F e r n a n d e z M a r t i n : Posesiones de la abadía de Sahagún..., Doc. núm. 3 (980. IX. 2), p. 631.

638 SANTIAGO AGUADE NIETO

tris» (74), que no es otra que Ponzana, situada en la comarca cen­tral de la región.

Por último, unos años antes, en 1024, Cristina, viuda del infante Ordoño, lleva a cabo la dotación fundacional del m onasterio de Cornellana, donándole, entre otros bienes, «... uillam iuris nostro deuitam, iam superius nominatam Cornelianam, super ripam Nar- cegie» (75). Nos encontramos en este caso a orillas del Narcea, en el occidente de Asturias.

El número de ejemplos podría, sin duda aum entarse, pero creo que no es eso lo verdaderamente interesante, sino el tra ta r de pre­cisar el alcance de semejante continuidad, atestiguada para la to­talidad de la región, es decir si se limita simplemente a los topóni­mos o se extiende también a las realidades existentes tras ellos.

En el prim ero de los tres casos citados, la descripción que se hace de la entidad donada parece bien significativa: «Concedimus in ipsa villa ... casas, torculada, apoteciis, cubas plenas bivendum id sunt num ero IIII, orrea plena frumento, térras et pom aria vel ceteras arbusculas qui in ipsas villas sunt plantatis, pratis, pascuis, padulibus, fontes, aquis aquarum, cessum vel regressum quantum ad eandem villa pertinet esse videntur» (76).

Y lo mismo ocurre con el tercero: «Hanc uillam cum domibus, edificiis, cassas, orreo, abotecis, cum suis utensilibus, nasis, torcu- laribus uel omne intrinsecus domorum, cum terris, uineis, adque ingens pomeriis aruusta fructífera uel infructífera, cum montes et fontes, cum exitibus atque introitibus suis; cum pratis, pascuis, siluis; cum aiacenciis et prestationibus suis; cum ortis et molinis cum suis productibus; aquis cum accessu et regressuque suo, quic- quid ad eadem uillam pertinet ab omni integritate...» (77).

Ciertamente, desconocemos la configuración de ambas realida­des en el momento de su creación y en el período inm ediatamente posterior, y tampoco es que las descripciones transcritas resulten muy detalladas, pero la impresión que se tiene es que, probable­mente al igual que en la época romana, se tra ta de sendas propie­dades agrícolas de cierta extensión, quizá considerable, explotacio­nes agrícolas con sus edificios, sus tierras cultivada e incultas, su equipam iento y su utillaje.

(74) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección diplomática.. ., Doc. núm. 51 (1055. IV. 29), p. 109.

(75) Antonio C. F l o r ia n o : El monasterio de Cornellana, Doc. núm. I (1024. V. 31), pp. 17-18.

(76) Luis F e r n a n d e z M a r t i n : Op. cit., p. 632.(77) Antonio C. F l o r ia n o : El monasterio de Cornellana, p. 18.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 639

No obstante, es preciso señalar algunas otras circunstancias que se insinúan a través de alguno o de los tres textos citados.

Ante todo, los topónimos originados por las prim itivas «villae» rom anas han pasado a designar, en ocasiones, realidades distintas. Así Laviana da nom bre a un valle situado en el territorio de So- moza, y Oviñana constituye un «locus» (78), es decir, tal como lo define ya la «Lex Visigothorum», un lugar colectivamente habita­do (79). Y es en el ám bito de ese valle y de ese «locus», «in bustelo ubi Liverius abitabit», donde se halla la verdadera entidad desig­nada como «villa» y donada en el documento de 980 (80).

Y esa identificación entre «villa» y «locus» se repite, incluso, en un caso aparentem ente tan claro como el de Cornellana (81).

Por lo que se refiere a la villa Ponzana, es la m itad de ella, y ésta no completa, lo que se vende o trueca (82).

En suma, la perduración de las «villae» surgidas en Asturias durante el proceso de romanización no parece, a través de estos ejemplos, haber sido tan completa como pudiera creerse en un principio. Se han m antenido los topónimos, y en algunas ocasio­nes, el carácter de gran propiedad; pero no siempre parecen haber continuado como grandes explotaciones agrarias.

En cierto núm ero de casos, han surgido en su ám bito otras en­tidades tam bién calificadas como «villae», y el grupo hum ano que las habitaba da la impresión de haber aum entado, y quizá de ha­berse diferenciado, evolucionando hacia una realidad de tipo «al­dea».

La «villa» asturiana altomedieval no da la impresión, pues, de poder em parentarse directam ente con la de época romana. Esta evolucionó considerablemente.

(78) Luis F e r n a n d e z M a r t i n : Op. cit., p. 631.(79) Claudio SáNCHEZ-ALBORNOz : Repoblación del reino astur-leonés. Pro­

ceso, dinámica y proyecciones. Buenos Aires, “Cuadernos de Historia de Es­paña”, LIII-LIV (1971), p. 339.

(80 ) Luis F e r n a n d e z M a r t i n : Op. cit., p . 631.(81) Antonio C. F l o r ia n o : El monasterio de Cornellana, p . 15: “quorum

baselica in nomine tuo edificauimus sub iure monasterii fundata esse dinos- citur in locum uocitatum Corneliana secus fluuio N arceie...”.

(82) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección diplomática..., p. 109.

640 SANTIAGO AGUADE NIETO

DIFUSION DE LA «VILLA» DURANTE LA ALTA EDAD MEDIA.

En páginas anteriores creo que ha quedado bastante claro que la conclusión lógica a obtener del contraste de las diversas postu­ras sobre la cronología de la toponimia latina y germánica del área noroccidental de la Península, en general, y de la región asturiana, en particular, es que las repoblaciones llevadas a cabo durante el reinado de Alfonso I (739-757) iniciaron un proceso muy precoz de creación de nuevos asentamientos humanos, a lo largo del cual fue surgiendo una parte im portante de dichos topónimos: los for­mados a base de un nombre de propietario en genitivo.

Sentada esta base, y si se acepta la afirmación de Piel en el sentido de que tales nombres de lugar aparecieron como conse­cuencia de apropiaciones de tierras total o parcialmente despobla­das mediante el sistema de la presura (83), afirmación que no me parece fácil de rechazar, se derivan importantes consecuencias.

En prim er lugar, la existencia en el territorio de la actual As­turias de- un tem prano proceso de remodelación de la propiedad de la tierra y del poblamiento que parece abrirse en el mismo si­glo V III, y ello mediante la práctica frecuente de la presura.

En segundo, que cabe la posibilidad de que esta últim a institu­ción haya surgido, no con ocasión del asentam iento de los visigodos en el valle del Duero durante el siglo V, como recientemente ha su­gerido el gran m aestro del medievalismo español, Claudio Sanchez- Albornoz (84), sino en las tierras del noroeste peninsular situadas al norte de la Cordillera Cantábrica, y como respuesta a las necesi­dades y problem as planteados por la nueva situación, y como con­secuencia de esta serie de fenómenos de redistribución de la po­blación que tiene lugar, de manera que las escasísimas m anifesta­ciones de aquélla de que ha quedado huella en la documentación escrita no constituirían sino pobres indicios de una práctica mucho más frecuente en la realidad. El mismo Sanchez-Albornoz, por otra parte, reconoce que «La repoblación de las tierras yermas comenzó al norte de los montes en el solar primigenio del reino» (85).

Si Odoario llevó a cabo presuras en Lugo a mediados del si­glo V III (86), si las practicaron en Taranco los prim itivos repo-

(83) Joseph M . P i e l : Toponimia germánica..., p. 542.(84) Claudio S ó n c h ez- A lbo rn o z : Repoblación del reino..., p. 258-260.(85) Claudio S a n c h ez -A l b o r n o z : Repoblación del reino..., p. 247.(86) Claudio S an c h ez -A l b o r n o z : Repoblación del reino..., p. 247; El ré­

gimen de la tierra en el reino asturleonés hace mil años. E n : Viejos y nuevos estudios..., T. III, p. 1319.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 641

bladores del valle de Mena (87), y si Máximo y From estano las rea­lizaron también en Oviedo, en 761 (88), no parece haber motivo para pensar que la mayoría, al menos, de los restantes asentam ien­tos humanos que tuvieron lugar por entonces en la región astu­riana, no se hayan efectuado por el mismo sistema, máxime cuan­do creo que todavía se puede encontrar algún rastro de él en el territo rio de Cangas de Narcea, datable de principios del siglo X.

En efecto, en 944 tiene lugar, tras un juicio, la división entre el presbítero Donadio, m inistro de la iglesia de santa María de Li- més (Cangas de Narcea) y sus herederos, de un «bustum descalido», que se hallaba integrado, injustam ente, en el monte de Prada, pro- cediéndose a la delimitación de ambas heredades, delimitación al final de la cual se declara: «Et uicerunt istam hereditatem per istos térm inos: Donadio, Simplicio, Iurgio, Iburdio, in tempore re­gis Froile» (89). Es decir, que el presbítero y sus tres herederos habían obtenido trabajosam ente la propiedad en litigio, el «bus­tum de scalido», durante el reinado de un monarca que, de acuerdo con el nom bre y la fecha del proceso, habrá de ser Fruela II (910- 925).

Casi en el otro extremo de Asturias, el presbítero Seoano dona, en 895, a la iglesia de San Martín, obispo, sus bienes en Noanca, en el valle de Caso, «homnem ipsa hereditatem secundum illo ad defendendum eam scalidabi uel que est pro scalidare et que ganabi uel hacm entare potui...» (89 bis).

Se hace difícil, por consiguiente, continuar contraponiendo, en este sentido, tan tajantem ente como lo viene haciendo S a n c h e z - A lb o r n o z (90), las tierras situadas al norte de la Cordillera Cantá­brica, en las que continuaría el viejo sistema de la gran propiedad

(87) J. Angel G a r c ía de C o r t a z a r : Op. cit., pp. 98-99.(88) Pedro F l o r ia n o L l o r a n t e : Colección diplomática.. ., Doc. núm. I

(781. XI. 25), pp. 30-31.(89) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro de Corias, T. I, (106), pp.

36-37.(89 bis) Antonio C. F l o r ia n o : Diplomática española del período astur.

Oviedo, I. D. E. A., 1951, T. II, Doc. núm. 149 (895. IX. 19), p. 206.(90) Claudio S a n c h ez -A l bo r n o z : Las behetrías. La encomendación en As­

turias, León y Castilla. En: Estudios sobre las instituciones medievales espa­ñolas. México, Universidad Nacional Autónoma, 1965, pp. 50-51; El precio de la vida en el reino astur-leonés hace mil años. En: Estudios..., pp. 379-380 y nota 32; Pequeños propietarios libres en el reino astur-leonés. Su realidad his­tórica. E n : Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas. San­tiago, Editorial Jurídica de Chile, 1970, pp. 178-180; Repoblación del reino..., pp. 342-343.

642 SANTIAGO AGUADE NIETO

rom ana, y la «térra de foris», el valle del Duero, zona desierta en la que se habría puesto en práctica de form a masiva la presura, a partir de mediados del siglo IX, creándose con ello una pequeña y mediana propiedad ampliamente generalizada.

La «prehistoria» de la repoblación de dicha zona se desarrolla en la Galicia y en la Asturias norteñas, y en la cornisa cantábrica en general, durante el espacio de un siglo que antecede a aquella fecha, y es el desarrollo de esa «prehistoria» en el marco concreto de la región asturiana el que desearíamos conocer mejor.

Con este objeto, he procedido a cartografiar los más explícitos de aquellos topónimos originados por la creación de nuevos asen­tam ientos de población del tipo «villa», cuya cronología he tra ta ­do de precisar, en la mayor medida posible, en páginas anteriores, es decir, los llamados por Piel de tipo «integral», arcaizante (91), compuestos por el sustantivo latino «villa» y el nombre del pro­pietario, fundador o presor, independientemente de que tal nom­bre sea de origen latino o germánico.

El resultado es el croquis cartográfico número 2, cuya compa­ración con el núm ero 1 permite, a mi modo de ver, realizar algunas constataciones.

En prim er lugar, en relación al número de los nuevos asenta­mientos surgidos.

Sin conceder, por supuesto, un valor absoluto a las cifras, fren­te a un total de 52 topónimos en -ana supervivientes de la época rom ana, contabilizamos 66 topónimos compuestos del tipo arriba indicado, y es prácticam ente seguro que este número aum entará, si los especialistas filólogos se ocupan del tema en el futuro.

Así pues, la prim era impresión que se obtiene es que a partir de mediados del siglo VIII parece haberse producido una impor­tante aportación al poblamiento de la región, consistente, entre otros aspectos, en la difusión del régimen vilicario.

La «villa» se multiplica como forma de ocupación, de apropia­ción y de explotación del suelo. Y por consiguiente, el grupo de los antiguos «possessores», cuyo origen rem ontaría a la época ro­mana, se reduciría, al menos proporcionalmente, ya que a su lado debió surgir un número considerable de nuevos propietarios, re­pobladores.

En segundo lugar, respecto a la ubicación de las entidades nue­vamente creadas.

(91) Joseph M. P i^ l: Toponimia germánica.. pp. 543-544.

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644 SANTIAGO AGUADE NIETO

Para empezar, resulta evidente el asentam iento predom inante de las mismas en el área situada al oeste del curso del Nalón, aun­que estimo que en la realidad no debió resultar tan aplastante co­mo aparece en el croquis, dado que en la Asturias oriental también se encuentran topónimos derivados de nombre de posesor en ge­nitivo, si bien no de este tipo sino de tipo elíptico.

Este fenómeno pone de relieve la necesidad de evitar form ular generalizaciones para el conjunto de la región asturiana, tanto al estudiar la evolución del poblamiento como cualquier otro aspec­to, sin antes llevar a cabo un análisis de la realidad en las diversas subregiones que la forman.

En todo caso, las razones de tan notable diferencia entre la Asturias oriental y la central y occidental, que, de confirm arse, nos llevaría a plantearnos la ausencia de este proceso repoblador en la prim era, no me parecen, ni mucho menos, fáciles de explicar.

Se puede acudir a la mayor densidad del poblamiento que du­rante la época romana alcanza el territorio comprendido entre el bajo y medio curso del Nalón y los del Piloña y el Sella, y la linca de la costa, que se refleja en el croquis cartográfico número 1, y que haría de él una zona poco propicia para la colonización. Sin embargo, este argumento no parece convincente.

Es posible también echar mano de las propias características, las circunstancias, del proceso repoblador, los factores que en él intervienen y que desconocemos por completo.

Aún cuando continuaré rozando este problem a en las páginas siguientes, tratando de iluminarlo, me parecen imprescindibles in­vestigaciones más a fondo, primero con vistas a com probar la rea­lidad del hecho, y después para tra ta r de explicarlo de manera eficaz.

Por ahora, no me parece aventurado afirm ar ya que el proceso de creación de nuevos asentamientos de población que venimos estudiando afectó con mayor intensidad a los territorios situados al oeste del eje Pajares-Gijón, territorios que, como ya advertí en páginas anteriores, eran los más escasamente romanizados, al me­nos desde el punto de vista de las estructuras agrarias, por lo que la proliferación en ellos de las nuevas entidades me parece bas­tante natural.

Por o tra parte, las «villae» de nueva creación se m ultiplican en la costa y a lo largo de las vegas fluviales del interior, sobre todo de la del Narcea, completando así su poblamiento antiguo, pero también lo hacen en comarcas de las que se hallan ausentes, o poco menos, los topónimos latinos en -ana.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 645

En prim er lugar, en los valles que ascienden hasta las mismas cum bres de la Cordillera Cantábrica.

Tal es el caso del valle de Proaza-Quirós, en el que encontra­mos Villagime, Villagundú, Villamarcel, Villamejín, Villaorille y Villasante, m ientras que en el vecino occidental de Teverga halla­mos un Villabonel y en el inmediato de Somiedo, un Villamor.

En cuanto al alto valle del Narcea y sus afluentes, el Antrago, el Naviego y el Cibea, tropezamos con Villacibran, Villager, Villa* laez, Villarmental, Villategil, Villaoril de Bimeda y Villaoril de la Sierra, si bien la etimología de estos dos últimos es discutida (92).

Por último, en el alto valle del Navia, y sus afluentes, localiza­mos Villajane y Villaoril a orillas del Ibias, y, ya sobre el mismo Navia, Villaselande, Villagudin, Villabolle y Villabrille, sin contar Villarpille y Villarquille sobre el Agüeira y el Ahío, ni Villasonte y Villalaín sobre el río del Oro.

¿A qué obedece este despliegue siguiendo el curso de las vías fluviales que descienden de la cordillera? Aún a riesgo de que pue­da parecer un contrasentido, yo creo que al papel de vías de co­municación que han desempeñado a lo largo de la historia, vías de comunicación especialmente valiosas en un territorio m onta­ñoso como el de la Asturias meridional, porque, como señala Lu- cien Febvre, «su valle perfora los macizos» (93), y que la misma orografía hace fácilmente defendibles. Por añadidura, esa función la han cumplido tanto en dirección norte como en dirección sur, puesto que en las cabeceras de esos valles se hallan los puertos que tradicionalm ente han servido de puntos de comunicación de la región con la Meseta, ya se trate del Puerto Ventana en relación con Quirós y Teverga, de los de La Mesa y Saliencia con el de So- miedo, o del de Leitariegos con los valles del Narcea, el Ibias y el Navia.

Es en torno a ellos donde surgirán, sobre todo a p artir de la segunda m itad del siglo XI, las prim eras noticias de la existencia de tráfico entre una y o tra vertiente de la Cordillera Cantábrica, con la consiguiente creación de instalaciones de albergue (94), y

(92) M. C. B o b e s : La toponimia..., “Emérita”, T. XXIX (1961), p. 33.(93) Lucien F e bv r e : La tierra y la evolución humana. Introducción geo­

gráfica a la historia. México, U. T. E. H. A., 1955, p. 301.(94) Juan U r ia R i u : Las campañas..., p. 474; Santiago A g u a d e N i e t o :

El monasterio de Santa María de Villanueva de Oseos, T. II, pp. 650-655; Luis V azquez de P ar g a - J. M. L acarra - Juan U r ia R i u : Las peregrinaciones a Santiago de Compostela. Madrid, C. S. I. C., T. I, 1948, pp. 308, T. II, 1949, pp. 465 y 544, nota 159; Claudio S an chez-A lbo r n o z : Notas para el estudio del “pe+itvm”. En: Estudio sobre las instituciones.... pp. 499-500 y nota 44.

646 SANTIAGO AGUADE NIETO

a través de ellos penetrarán en Asturias, por ejemplo, los monjes cistercienses que procedentes de Carracedo, en el Bierzo, llevarán a cabo la reform a de monasterios como el de Belmonte y el de Villanueva de Oseos (95).

Por consiguiente, ya nos imaginemos la preocupación de los monarcas asturianos, desde los prim eros momentos, por repoblar esos accesos, ya sigamos el recorrido de los grupos humanos que inician el proceso repoblador, y quizá, en parte, de los que lo con­tinúan, penetrando desde la Meseta superior, la creación de par­te de los nuevos asentamientos en tales lugares, no resulta, a pri­m era vista, difícil de explicar.

Pero, y en segundo lugar, también aparecen en otras áreas cuyo papel resulta más complejo determinar.

Así en las proximidades de Oviedo, especialmente en la comarca situada entre esta ciudad y el curso del Nalón, que le sirve de foso y defensa natural, comarca que parece haber sido clave, entre otras razones por hallarse en ella el nudo de comunicaciones que unía el centro con el oeste y el sudoeste de la región, y en el que confluían algunas de las rutas más im portantes que, ya desde épo­ca rom ana, unían el territorio de los astures trasm ontanos con el exterior.

Allí se hallaban antaño los puentes de Godos y Udrión (96), el em barcadero de Priorio (97), y por allí pasaban, como demostró hace años Juan U r ia R iu , algunas im portantes vías de comunica­ción, tal el «Calce de Constanti», mencionado en el siglo XI (98), o la «carrale antiqua», que aparece en un documento falso (99), de Alfonso III (100), datado en 891, o la «strata maiore» que conducía a Oviedo, que aparece en un documento del m onasterio de San Vicente, de 978 (101). Por allí debió cruzar el río, en 795, Alfonso II, perseguido por los musulmanes, para refugiarse en la fortaleza que, tam bién allí, pero en la margen derecha del Nalón, debía pro­teger todo este entram ado, y que debía hallarse, según el citado

(95) Antonio C. F l o r ia n o : Colección diplomática del monasterio de Bel- monte, p. 7 ; Santiago A guade N ieto : El monasterio de Santa María de Villa- nueva de Oseos..., pp. 653 y 866-869.

(96) J. M . G o n zá lez y F er n a n d e z V a lles : Vestigios de un desconocido puente antiguo en el Nalón. En: Miscelánea..., p. 289 y nota (4).

(97) Juan U r ia R i u : Las campañas..., p. 482.(98) Juan U r ia R i u : Ibid., y p. 508, nota 30.(99) Antonio C. F l o r ia n o : Diplomática española..., T. II, p. 188.(100) Juan U r ia R i u : Ibid., y p. 508, nota 31.(101) Juan U r ia R i u : Ibid. y pág. 509, nota 35.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 647

Juan U r ia , «en alguna de las eminencias situadas cerca y al norte del Nalón, entre Godos y Las Caldas» (102).

En relación con este im portante papel debe hallarse la presen­cia en ella de una serie de topónimos que me parece significativa: un Godos, un Bascones, dos Gallegos.

En suma, todo esto y también la proximidad de la urbe regia, al menos desde los días de Alfonso II, nos perm iten explicarnos la presencia allí de Villamar, Villamorsén, Villarmil y Villarruiz.

Y, para finalizar, la comarca próxima a Pravia, un poco a ca­ballo entre la costa y el valle del Narcea, y que constituye otro notable ejemplo de concentración de esta clase de topónimos.

Si bien toda ella presenta m uestras de haber sido afectada por la romanización, en esta etapa a la que me estoy refiriendo pare­cen haber sido las alturas que dominan el valle las que presencia­ron las más im portantes transformaciones del poblamiento, de ma­nera que partiendo de Villademar y Villazaín, en la costa, y re­montándonos por la carretera que desde Somado se dirige a Salas, bordeando la sierra de Los Cabos, encontramos Villamuñín, Godina, Villameján, Villavaler, y en las proximidades, en la vertiente sobre Pravia, Villarigán e Inclán, y a continuación, al descender en direc­ción a Salas, en el fondo del valle del río Aranguín, La Calzada y Villamondrid.

Sem ejante acumulación, en tan corto espacio, de nombres de lugar, unos derivados de nombres de propietarios en genitivo, y otros simplemente de un antropónimo de origen germánico, no debe obedecer a simple casualidad.

El lugar de La Calzada, situado aguas arriba del mencionado río, parece indicar la existencia, quizá desde época romana, de una vía de comunicación que, partiendo de Pravia y siguiendo el valle de Arango, al igual que la carretera actual, se dirigiría, en diagonal y en línea casi recta hacia la zona del valle medio del Narcea, evi­tando así el largo recorrido en forma de arco que describe el curso de este últim o río.

Al térm ino de este recorrido, nos encontramos hov con Salas, cuyo nom bre es uno de los escasos topónimos derivados de nom­bres comunes germánicos (del gótico «sala») que se puede hallar no sólo en Asturias, sino en la Penínsu’a Tbérica en general (10^ Y

La existencia de los tonónimos que acabo de enum erar, v de los correspondientes asentam ientos humanos, así como su distribu-

(102) Juan U r ia R i u : Las campañas..., pp. 497-498.(103) Joseph M . P i e l : Toponimia germánica..., pp. 538-539.

648 SANTIAGO AGUADE NIETO

ción sobre el terreno, se explicaría bastante bien si hubiera existi­do un camino, antecedente de la actual carretera, que uniría el li­toral con la calzada interior, precisamente en el lugar que ha con­servado hasta hoy el nombre de la vieja vía romana.

Hasta aquí, me he detenido a analizar la ubicación de una parte de los topónimos, los más «explícitos», surgidos con ocasión del proceso de repoblación altomedieval, iniciado ya en la prim era mi­tad del siglo VIII.

Pero a esta serie de fenómenos habrá que añadir otras, muy nutridas, que también se hallan en relación con dicho proceso.

En prim er lugar, la formada por los restantes topónimos, con form a elíptica, derivados de nombres de posesores en genitivo.

En segundo, las constituidas por otras nuevas formas de ocu­pación y explotación del suelo: villares, casales, etc., que ya apare­cen en la documen+ación medieval asturiana más antigua con que contamos.

Por último, un porcentaje im portante, al menos, de las «villa- nuevas» que figuran en las fuentes escritas de la región o cuyo re­cuerdo perdura en la toponimia actual de la misma, porcentaje que, como he demostrado en un trabajo anterior, tuvo su origen, o es posible que lo tuviera, antes del siglo XII, y probablemente, incluso, antes del XI (104).

La acumulación de todos estos datos indica, a mi modo de ver, el considerable aumento del número de lugares habitados en ge­neral, y, en particular, del de «villae» existentes en la región, au­mento que ha debido suponer una redistribución de la población, a nivel extra e intraregional, v el aumento de la densidad de la misma en áreas antes nula o escasamente habitadas.

Por su parte, estas transformaciones, que han debido tener lu­gar en un espacio de tiempo relativamente breve, de unos dos si­glos, han descansado sobre unas bases más profundas, de cuya exis­tencia, además, dan testimonio.

A mi modo de ver, lo que ha ocurrido es que el papel de refugio, desempeñado por la m ontaña en el área pirenàica y que tan acerta­damente ha puesto de relieve Pierre B o n n a s s ie en su magnífica obra sobre la Catakiña de los siglos X y XT (105), lo han desempe­ñado, en medida que no fiene por qué ser análoga, la Cordillera

(104) Santiago A guade N i e t o : Las “villanuevas” en Asturias durante la Edad Media. En: Homenaje a Don José María Lacarra De Miguel en su ju­bilación del profesorado , Zaragoza, 1977, T. I, pp. 231-236.

(105) Pierre B o n n a s s i e : La Catalogne..., T. I, p. 82.

TRANSFORMACIONES DEL P0BLAM1ENT0 RURAL DE ASTURIAS 649

Cantábrica y las tierras situadas al norte de la misma, entre ellas la Asturias trasm ontana, dando lugar a la existencia, tam bién en ellas, de movimientos repobladores, de ocupación y de reocupación del suelo, que han revestido una precocidad excepcional en el con­texto de la Europa altomedieval (106).

En el caso concreto de Asturias, tales fenómenos explican los datos que hemos venido recogiendo a lo largo de las páginas ante­riores de este trabajo , el aumento del número de asentam ientos hu­manos, de la población de la región en térm inos absolutos, de la densidad de la misma en determinadas áreas, y también a cambios que tratarem os de precisar más, a continuación, en la estructura del poblamiento.

Y este elemento humano más abundante proporcionaría la ma­no de obra necesaria para llevar a cabo las ampliaciones del espacio cultivado a que hubo de dar origen la creación de los nuevos lu­gares.

Ahora bien, si se desea profundizar en el alcance de todos estos acontecimientos, es preciso, ante +odo, tra ta r de concretar qué es lo que se quiere decir cuando se afirma la creación de un buen número de «villae». El verdadero problema es saber en qué con­siste cada una de estas entidades en los marcos espacial y tempo­ral que, desde un principio, se ha fijado a este trabajo.

S a n c iie z -A lb o r n o z se lo ha preguntado en relación con el ám bi­to castellano-leonés del siglo X (107), y B o n n a s s ie para la Cata­luña de la misma época (108). Es hora ya de que nos planteemos esta misma cuestión respec+o a la Asturias altomedieval.

PROBLEMATICA DE T.A «VILLA» ALTOMEDIEVAL.

Todavía hoy continúa parcialm ente en vigor la imagen de la «villa», trazada para la época merovingia por F u s t e l d e C o u la n g e s en su obra sobre «L'Alleu et le domaine rural», como la form a fun­dam ental de la vida agraria, el gran dominio, que cubría el te rri­torio de la Galia, con excepción de las ciudades y algunas al­deas (109).

(106) Pierre B o n n a s s i e : Op. cit., T. I, pp. 128-129.(107) Claudio S a n c h ez- A lbo r n o z : Repoblación del reino..., p. 392.(108) Pierre B o n n a s s ii:: Op. cit., T. I, p. 215.(109) Robert L a t o u c h e : Orígenes de la economía occidental (siglos IV-XI).

México, U. T. E. H. A., 1957, p. 53.

650 SANTIAGO AGUADE NIETO

Al hacer hincapié en la ausencia de un cataclismo y de solución de continuidad entre el mundo antiguo y el mundo medieval, D o p sch afirm aba que «los fenómenos económicos y sociales que conocemos de la época franca son continuación directa de los que se desarrollaron en los últimos tiempos del imperio» (110), y la ne­cesidad de partir, en el análisis de la evolución de la ocupación del suelo y de la vida agrícola, de los grandes dominios señoriales existentes en dicha época (111), trazando un auténtico paralelo entre la villa rom ana y su directa heredera altomedieval, e, in­cluso, entre la organización de ambas (112).

Estos puntos de vista aparecen consagrados por P ir e n n e , al afirm ar éste que la «villa» gala de la época imperial permaneció en su form a más prim itiva durante el período de las invasiones germánicas, se conservó en la Francia merovingia, y fue in trodu­cida por la Iglesia allende el Rin, paralelam ente a su labor misio­nera y evangelizadora (113).

Y el mismo Marc Bloch se representaba la Galia franca de la alta Edad Media cubierta de señoríos, «villae», cada una de las cuales «en el espacio, era un territorio organizado de tal modo que gran parte de los beneficios de la tierra revirtieran, directa o in­directam ente en un solo dueño, y humanamente era un grupo que obedecía a un solo jefe» (114).

Así cristaliza la imágen de la «villa clásica» en el marco del ré­gimen dominical carolingio, villa cuya superficie no es raro que haya coincidido con la de una parroquia del antiguo régimen, pero que podía alcanzar, excepcionalmente, las 18.600 Ha., y que fre­cuentemente sobrepasaba las 1.000 (115); y régimen que, de acuer­do con Guy F o u rq ijin , habría surgido durante los siglos VII y V III en la mayor parte de los países entre Loira y Rin, y que se habría difundido a partir de estas regiones, y generalizado, de acuerdo con formas más o menos «bastardas» (116).

(110) Alfons D o p s c h : Fundamentos económicos y sociales de la cultura eu­ropea (De César a Carlomagno). México, F. C. E., 1.a ed. en español, 1951, p. 156.

(111) Alfons D o p s c h : Op. cit., p. 153.( 112) Alfons D o p s c h : Op. cit., p. 154.(113) Henri P i r e n n e : Historia económica y social de la Edad Media. Mé­

xico, F. C. E., 9.a ed. en español 1963, p. 13. —(114) Marc B l o c h : La historia rural francesa..., p. 213.(115) Guy F o u r q u in : Histoire économique de l’occident médiéval. Paris,

Armand Colin, 2e. édition revue, 1969, pp. 66-67.(1 1 6 ) Guy F o u r q u in : Op. cit., p . 66.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 651

.Así pues, la «villa» altomedieval aparece identificada, de form a general, con el gran dominio por excelencia, cuyo centro era un recinto en el que se hallaban la m orada señorial y las dependencias necesarias para albergar establos, graneros, talleres y alojam ientos, cuya extensión equivalía a la de varias decenas de los terrazgos entregados a los campesinos, y que se hallaba dividida en dos .par­tes, la reserva, explotada directam ente por el señor, y los mansos, cedidos a los terrazgueros (117). ' ' "

Ahora bien, ya Robert L a to u c h e señalaba la necesidad de reac­cionar contra una concepción rígida de la «villa», y ello fundam en­talm ente por dos razones: En prim er lugar, porque las «villae» que se encuentran en la documentación altomedieval jam ás tuvie­ron el carácter uniform e que se les atribuye con frecuencia, y, en segundo, porque la «villa» no constituye una estructura rígida e inmóvil, sino que tiene su propia historia, evoluciona (118). ■ •■■■■

Y, al mismo tiempo, planteaba con gran lucidez, el problema, vinculado desde sus orígenes al de la naturaleza de la «villa», de las posibles relaciones existentes entre ésta y el «vicus»,' la al­dea (119). •

Por últim o, él mismo, investigando sobre una región concreta de Francia, la de Maine, obtenía una serie de im portantes conclu­siones: •

- a) Frente a las afirmaciones de F u s t e l d e C o u la n g e s en el sentido de un absoluto predominio durante la alta Edad Media' de las «villae» como form a de ocupación y explotación del suelo, los «vici», las aldeas, las agrupaciones de viviendas rurales, no sólo no habían desaparecido en el siglo IX, sino que entonces, al me­nos en aquella región concreta, eran numerosos (120).

b) El térm ino «villa», heredado de la latinidad clásica, oculta realidades diversas (121). > « , ^ v

c) Algunos asentam ientos de población se designan indistin­tam ente m ediante las voces «vicus» o «villas», confusión que-, al parecer, se rem onta ya al bajo Imperio (122).

(117) Marc B loch : La historia rural francesa..., pp.r 213-214; Georges D u b y : Economía rural..., p p . 53-54.

(118) Robert L a t o u c h e : Orígenes..., p. 56. ;'o(119) Robert L a t o u c h e : Op. cit., pp. 57-59. .(120) Robert L a t o u c h e : Op. cit., pp. 57-58. • - ■-!(121) Robert L a t o u c h e : Op. cit., p. 59. :(122) Robert L a t o u c h e : Op. cit., pp. 60-61.

652 SANTIAGO AGUADE NIETO

d) Independientem ente del término que sirva para designarlos, «villa» o «vicus», dichos asentamientos constituyen verdaderas cé­lulas aldeanas (123).

Conclusiones que se pueden condensar en una sola expresión: diversidad de las realidades designadas y disparidad regional de las mismas.

Esta últim a disparidad es la que vienen a dem ostrar sendos estu­dios a nivel regional, llevados a cabo en el ám bito de la misma Francia, el de R o b e r t F o s s ie r para Picardía hasta fines del siglo X III, área en la que constata la vigencia de las fórmulas «clásicas» descritas más arriba (124), y el de G a b r ie l F o u r n ir sobre la baja Auvernia, en la que comprueba que el térm ino «villa» designa, ya durante los siglos IX y X, en la mayoría de los casos, un fenómeno de ocupación del suelo de tipo aldea, aunque también es frecuente que bajo él se halle una gran propiedad territorial (125).

Por consiguiente se aprecia a través de la historiografía euro­pea en general, toda una evolución en el enfoque de la problem á­tica existente en torno a la «villa» altomedieval, y en las conclusio­nes obtenidas al respecto.

Se hace necesario echar un vistazo a lo que ocurre en el campo de la historiografía peninsular, especialmente en la que se refiere a Asturias.

Ramón P r ie t o B a n c e s , tras advertir, en su pionero estudio so­bre el dominio del monasterio de San Vicente, que en esta región el latifundio cerrado, unitario, no existe (126), y que la propiedad se ha hallado siempre muy dividida, de m anera que «el pequeño propietario no se esfuma» (127), se refiere a la «villa» como la unidad fundamental para la explotación agrícola del dominio mo­nástico, unidad que no se disgrega durante gran parte de la Edad Media, de m anera que en las transm isiones hereditarias los copar­tícipes reciben distintas porciones de la misma por indiviso, y en

(1 2 3 ) Robert L a t o u c h e : Op. cit., p . 63.(124) Citan: M. Carmen P a l la r e s M endez - Ermelindo P ó r tela S i l v a :

Aproximación al estudio de las explotaciones agrarias en Galicia en los si­glos IX-XII. “I Jormadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas. 24-27 abril 1973”. Universidad de Santiago de Compostela, vol. 1 (Ejemplar Dactilografiado), pág. 3.

(125) Citan: M . Carmen P a l la r e s M endez - Ermelindo P ó r tela S il v a : Ibid.

(126) Ramón P r ie t o B a n c e s : La explotación rural del dominio de San Vicente de Oviedo en los siglos X al XIII. (Notas para su estudio). Coimbra, Universidad, “Boletim da Facultade de Direito”, Vol. XIV (1937-1938), p. 343.

(127) Ramón P r ie t o B a n c e s : Op. cit., pp. 344-345.

TRANSFORMACIONES DEL PQBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 653

la que ostenta la representación del abad un «villicus» (128). Por lo demás, aquella entidad constituye «un organismo vivo legado del mundo antiguo al mundo medieval» (129).

Ya he aludido al énfasis que pone S a n c h e z -A lb o r n o z en la afir­mación de la existencia, dentro del estado asturleonés, de dos zo­nas bien dispares: la situada al norte de la Cordillera Cantábrica, en la que no se habría interrum pido la relación con el pasado ro­mano y visigodo, y la situada al sur, el valle del Duero, despoblada por las sucesivas crisis que la afectan a p artir del siglo III d. C., y colonizada a partir de mediados del siglo IX (130).

Las relaciones del hombre con la tierra y las estructuras so­ciales surgidas en una y en otra habrían sido profundam ente dife­rentes (131), y de ahí que también hubieran aparecido formas dis­tintas de ocupación del suelo, de poblamiento.

En este mismo sentido diferenciador, habrían actuado también factores de tipo geográfico: «Es notorio, afirm a a este respecto el gran medievalista, que en las tierras secas los hom bres se agru­pan junto al río, al arroyo o a la fuente que les perm ite subsis­tir» (132).

Partiendo de estas premisas, a la pregunta sobre la realidad o realidades que se ocultan tras las numerosas menciones de villas oue aparecen en la documentación surgida en el in terior de los límites del estado asturleonés durante los siglos VIII-X, fundo, nran propiedad, gran explotación, o aldea, este mismo investigador responde m ediante una tajante contraposición.

En el área noroccidental de la Península, «la inmensa mayoría de las villas que afloran a los textos debieron ser prolongación de las villas hispanorrom anas, hispanosuevas o hispanogodas; quiero decir, que no constituyeron aldeas, sino fundos unitarios» (133).

Por el contrario, en las tierras situadas al sur de la Cordillera Cantábrica, en la «térra de foris», «No faltan... numerosos testi­monios de su uso para designar minúsculas agrupaciones humanas, es decir, aldeas» (134). Y acaba añadiendo: «Siempre más revolu­cionaria, Castilla nos m uestra una mayoría de villas con el signifi-

(128) Ramón P r ie t o B a n c e s : Op. cit., pp. 349, 353 y 358.(129) Ramón P r ie t o B a n c e s : Op. cit., p. 353.(130) Claudio S a n c h ez - A l b o r n o z : Las behetrías... , pp. 48-53; Pequeños

propietarios.. ., p. 178.(131) Claudio S a n c h ez- A l b o r n o z : Ibid.(132) Claudio S a n c h ez- A l b o r n o z : Repoblación del reino..., pp. 340-341.(133) Claudio S a n c h ez -A l b o r n o z : Repoblación..., p . 342.(134) Claudio S a n c h ez- A l b o r n o z : Op. cit., p. 343.

654 SANTIAGO AGUADE NIETO

cado de pequeños grupos rurales de hombres libres» (135), «... no cabe dudar de que fueron aldeas las unidades básicas del sistem a de habitación de las llanuras castellanas» (136).

El esquema resulta, por consiguiente, extraordinariam ente cla­ro: a una y o tra vertiente de la Cordillera Cantábrica, el térm ino «villa» se emplea para designar realidades profundam ente diferen­tes: al norte, gran propiedad señorial, al sur, aldea.

Finalmente, y refiriéndose, como P r ie t o B a n c e s , al caso concre­to de Asturias, Santos G a r c ía L a r r a g u e ta define la «villa» altome- dieval como «una propiedad familiar, de abolengo romano» (137), análoga a la «corte», y que evolucionará posteriorm ente hasta con­vertirse en «núcleo de una agrupación humana, sede de un «con­cilium» local, con sus bienes comunales y los derechos y exenciones que va adquiriendo...» (138).

Por consiguiente, en la historiografía española también consta­tamos, como en la de allende los Pirineos, la existencia de una co­rriente historiográfica que identifica la entidad que venimos anali­zando, al menos en el área situada al norte de la Cordillera Cantá­brica, con la propiedad agraria de cierta im portancia, incluso con el gran dominio.

Sin embargo, desde hace años, algunos investigadores apuntan en o tra dirección, tratando de analizar con mayor detenimiento las realidades que subyacen a las palabras.

Este es el caso, para la misma Castilla, de José Angel García de Cortazár. quien, en su estudio sobre el dominio del m onasterio de San Millán de la Cogolla, reconoce, junto a la «villa» consistente en «un espacio de tierra centrado en torno a una vivienda y dotado de una serie de realidades, campos, molinos, pastos, bosques, oue lo convierten en una unidad de explotación rural» (139), otro tipo constituido por auténticas aldeas (140).

Y en esta dirección parece haber orientado las investigaciones llevadas a cabo por sus discípulos sobre el área gallega.

Así, María del Carmen P a l l a r e s M en d ez y Erm elindo P ó r t e la S i lv a , al estudiar las formas de explotación agraria existentes en Galicia entre los siglos IX y XII, constatan la presencia en la do­cumentación m anejada por ellos tanto de la villa/gran propiedad.

(1 3 5 ) C la u d io S a n c h e z - A lb o r n o z : O p . cit., p . 344.(1 3 6 ) Claudio S a n c h ez -A l b o r n o z : Ibid.(1 3 7 ) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : “Sancta Ovetensis”..., p . 49.(1 3 8 ) S a n to s G a r c ía L a r r a g u e t a : Op. cit., p . 50.(1 3 9 ) J. A n g e l G a r c ía d e C o r t a z a r : El dominio..., p p . 84-85 .(1 4 0 ) J. A n g e l G a r c ía d e C o r t a z a r : El dominio... ,p . 85.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 655

como de la villa/aldea, si bien, de un total de 524 menciones re­gistradas, 306 corresponden a la prim era realidad y sólo 74 a la se­gunda (141).

Por último, Pierre B o n n a s s ie , en esa hermosa obra a la que ya he aludido en páginas anteriores, constata para la Cataluña de los siglos X y XI la existencia en el interior de los límites del te rrito ­rio de «villae» supuestam ente donadas o vendidas en su totalidad, «ad proprium », «ad plenissimum aloden», con todos los bienes que encierran, de una m ultitud de alodios, de m anera que estos últim os se venden, se perm utan, se donan en plena propiedad, en territorios que se designa, sin vacilar, con el nombre de «villa» (142).

Este últim o térm ino, por consiguiente, se usa en las fuentes catalanas de la época para designar, al menos, tres tipos de realida­des distintos:

a) Un mosáico de alodios libres de toda sujeción.b) Un predio en el que tanto la totalidad de la tierra como de

los derechos que sobre ella recaen pertenecen a un solo dueño.c) Una realidad compleja sobre la que coexisten, simultánea­

mente, derechos de distinta naturaleza, por ejemplo, de propiedad, sobre la tierra, y de jurisdicción, sobre los hombres (143).

De ahí que, para este investigador, plantear el problem a del gran dominio no consista en calcular el número de «villae» «po­seídas por las diferentes familias aristocráticas o iglesias, sino, por el contrario, en tra ta r de precisar cuál es, en el interior de estas «villae», la parte del suelo que realmente les corresponde (144).

A lo largo de las páginas que componen este apartado he llevado a cabo la enfadosa exposición de las distintas posturas sobre la pro­blemática relativa a la «villa» altomedieval, exposición que me ha perm itido plantear, al mismo tiempo, unas posibles hipótesis de trabajo a tener en cuenta, direcciones de investigación.

Contrastémoslas ahora con la información que nos proporcionan las fuentes.

(141) M . C. P a l l a r e s M en dez - E. P ó r tela S il v a : Aproximación... , p p . 3-4.(142) Pierre B o n n a s s i e : La Catalogne..., T. I, p . 217.(143) Pierre B o n n a s s i e : Op. cit., T. I, p . 218.(144) Pierre B o n n a s s i e : Op. cit., T. I, p. 219.

656 SANTIAGO AGUADE NIETO

LA «VILLA» EN LA DOCUMENTACION ASTURIANA DE LA ALTA EDAD MEDIA.

A la hora de llevar a cabo esta confrontación, y tratando de evi­ta r el escollo de las falsificaciones, tan abundantes en la documen­tación del archivo de la catedral de Oviedo, voy a comenzar diri­giéndome al fondo del monasterio de San Vicente, de dicha ciudad.

En él se conservan 24 piezas datadas entre 887 y 994, es decir, que cubren prácticam ente la totalidad del siglo X, y en las que apa­recen mencionadas una serie de «villae» (145).

Leyéndolas detenidamente, el prim er detalle que llama la aten­ción es que unos pocos topónimos se repiten en ellas con notable frecuencia.

En efecto, en 887 Aspra, nombre de una localidad hoy inm ediata al casco urbano de Oviedo, era un monte en cuyas cercanías debían existir dos villares. Y es allí, en dicho monte y en dichos villares, donde cierto diácono, llamado Indisclo, adquiere una heredad en la fecha mencionada (146).

Unos años más tarde, en 905, sabemos que en el monte existía una «villa» (147), en la que, entre esta misma fecha y el año 978 tienen lugar nada menos de cinco enajenaciones de bienes, llevadas a cabo por cuatro matrim onios y una m ujer viuda, y tres de las cuales tienen como destinatario al m onasterio de San Vicente (148).

En uno de los cinco casos se declara que se dona la villa mis­ma (149), declaración que no parece posible tom ar al pié de la le­tra, puesto que en las otras cuatro transacciones restantes se lleva a cabo la transm isión de diversas heredades situadas en ella.

Entre 937 y 949, cierto presbítero llamado Vicente y su mujer, Beata, llevan a cabo cinco adquisiciones a otras tantas familias en una «villa», cuyo nombre FLORIANO LLORENTE transcribe Mem- bro, Nembro y Nimbro, que los documentos nos m uestran como

(145) Pedro F lo r ia n o L l ó r e n t e : Colección diplomática..., Docs. núms. II (887. I. 1), p. 32, a XXV (994. VII. 17), pp. 64-65.

(146) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. Núm. II (887. I. 1), p. 32.

(147) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. III (905. XII. 24), p. 34.

(148) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. III (905. XII. 24), p. 34; Doc. núm. XVI (969. IV. 6), p. 51; Doc. núm. XIX (978. I. 11), p. 55; Doc. núm. XX (978. III. 25), p. 57 ; Doc. núm. XXI (978. V. 5), p. 58.

(149) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. XX, p. 57.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 657

próxima al «locum» de Autura, y que debe corresponder a la actual aldea de Meobra, en las Regueras, cercana a Otura (150).

Los bienes raíces objeto de transacción consisten invariablemen­te en tierras, junto, en algunas ocasiones, con pom aradas y fru ta­les. No se tra ta de grandes propiedades, sino de los elementos típi­cos del terrazgo de una aldea de la España húmeda.

En 929 y 982 tienen lugar sendas enajenaciones de bienes situa­dos en la villa de Otura, la prim era de las cuales consiste en la venta de una tierra y un pomar (151), y la segunda en el trueque de unas tierras (152).

Finalmente, en 950 y 962 un tal Bonello y su m ujer, Argaya, ad­quieren en cada una de ambas ocasiones una cuarta parte de la «villa» llamada Pando, en las proximidades de Oviedo (153), villa cuya tercera parte donará el prim ero en 974, al hacer testam ento, al m onasterio de San Vicente de Oviedo (154).

En una palabra, a través de estos ejemplos, la «villa», en el área central de Asturias, no se nos presenta como una propiedad unitaria, mucho menos como una gran propiedad, sino, por el con­trario , muy fragm entada, y más que como la form a básica de apropiación de la tierra, como un marco en el que se inserta una serie de bienes raíces pertenecientes a personas diversas.

Es a la luz de esta conclusión, como cobra sentido la m ayoría de las transacciones que se nos han conservado en la documentación vicentina del siglo X.

Ello no quiere decir que de esta últim a se halle totalm ente au­sente la «villa» como propiedad única, pero constituye, según pa­rece, una excepción.

En 916, el presbítero Dulcidio dona a cierta Gregoria la «villa» de Vervegio (Siero), «... ab integro, secundum est conclusa in giro, casas, orrea, cubas, uel quantum ad ipsa uilla pertinet...» ,155).

(150) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. VIII (937. V. 31), p. 40; Doc. núm. IX (946. III. 11), p. 41; Doc. Núm. X (946. XII. 13), p. 42; Doc. núm. XII (948. VI. 17), p. 46; Doc. núm. XIII (949. VII. 10), p. 47.

(151) Pedro F lo r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. VI (929. VI. 28), p. 38.

(152) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. XXIII (982. X. 6), p. 61.

(153) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. XIV (950. V. 26), p. 48 ; Doc. núm. XV (962. IV. 2), p. 49.

(154) Pedro F lo r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. XVIII (974. V. 19), p. 53.

(155) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. IV, p. 35.

658 SANTIAGO AGUADE NIETO

Y la im presión que obtenemos a través de los escasos documen­tos auténticos del archivo de la catedral de Oviedo, fechados a lo largo de los siglos IX y X, es bien similar a la que nos proporciona la del vecino m onasterio de San Vicente de antealtares.

Ya en 803, Fakilo, monje del monasterio de Santa María de Li- bardón, dona a éste, la quinta parte de sus bienes en las villas de Fano, Colunga, Camoca y otras (156).

Y cuando, en 863, Gladila, obispo de Braga, hace una extensa donación a la iglesia de San Pedro y San Pablo de Muros, a orillas del río Trubia, los bienes raíces cuya propiedad transm ite con­sisten, en buena parte, en: «... térras et pomares in Pialla, in uilla Uidulgio meam porcionem ex integro et in Caso meam por- cionem ab integritate, et in uilla Nava térras et pomares ... térras et pomares et uineas in Maloagio in uilla quod dicunt Bozzanes ab integritate meam porcionem, et pomarem quod Buriancus planta*- u it in ipsa uilla ex integrum», «... pomarem in Trupia de iermane mee Piniole cum suo fundamento et sorte in uilla quem dicunt Sal­to...» (157).

Algo sim ilar podemos observar a través de la donación que, en 951, realizan el presbítero Ledantius y Sempronia a la iglesia de San Miguel de Rodiles, en el valle de Salcedo, en la que hacen en­trega de «villas» íntegras, pero, sobre todo, de «rationes», es decir, de partes de «villa» (158).

Por último, si nos trasladamos hacia el occidente de Asturias, resulta posible, por ejemplo, atisbar la situación de la «villa» de Yervo en 937, fecha de la más antigua noticia datada contenida en el Libro Registro del monasterio de San Juan Bautista de Co- rias (159). , ■ ' -

De algunos de los elementos existentes en aquel lugar era pro­pietario cierto Eulalio, quien, habiendo edificado allí una iglesia y habiéndola dotado con dos villares y medio molino, lo dona todo, acto seguido, al m onasterio de San Miguel de Bárcena, jun to con sus restantes bienes en la villa (160).

(156) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección de documentos..., Doc. núm. 1 (803. VII. 8), pp. 3-4.

(157) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección..., Doc. núm. 8 (863. X. 30), p. 36-38.

(158) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección..., Doc. núm. 25~(951. II. 5), pp. 100-101. -

(159) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (524), p. 162.(160) Ibid,

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURL DE ASTURIAS 659

Además, seteinta años después, en 1007, tiene lugar la donación, al mismo cenobio, de o tia heredad situada en la misma «villa» (161), y todavía en 1088 habrá de producirse una nueva enajenación del mismo tipo (162).

Abundantes casos análogos se encuentran, para el siglo XI, re­corriendo las páginas del Libro-Registro de Corias. Entre ellos re­sultan bien ilustrativo, a mi modo de ver el de algunas «villae» próximas al actual Cangas de Narcea, situadas entre el Narcea y el Naviego, y que parecen frecuentemente relacionadas con Limés, lugar situado en la orilla derecha de este últim o río.

Como hemos visto en páginas anteriores, en aquella comarca todavía se realizaban presuras a principios del siglo X. Frente a Limés, en la o tra orilla, se hallaba la «villa» de Moral (act. Moral), de la que el m onasterio de Corias recibe sucesivamente, m ediante donación: una cuarta parte en 1079, una heredad en 1082, otra cuarta parte en 1084, la mitad en fecha indeterm inada, la m itad de o tra heredad en algún momento entre 1118 y 1138 (163), y todavía una más en 1157 «164).

Y en las inmediaciones de Moral, se hallaba o tra «villa», la de Arzeriz (act. Plació de Ardaliz), en la que la misma abadía va ob­teniendo: la m itad de una heredad en 1126, media yuguería entre 1118 y 1138, una segunda heredad en 1157, y una últim a en 1191, como composición por un homicidio (165).

A nada conduce continuar multiplicando indefinidam ente los ejemplos. Por todas partes, tanto en la Asturias oriental, como en la central y occidental nos sale al paso la imagen recogida en pá­ginas anteriores. En esta región, durante los siglos IX a XI, la «vi­lla» que aparece en las fuentes difiere totalm ente, en buen número de casos, del «modelo clásico» carolingio. Aquí, como en la «térra de foris», la propiedad de la tierra se nos presenta muy fragmen­tada.

Ahora bien, esta impresión de la «villa» que obtenemos a tra ­vés del análisis de la estructura de la propiedad de la tierra, se ve confirm ada por la que nos proporciona el estudio del hábitat, de

(161) Ibid.(162) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (524), p. 163.(163) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (105), pp. 35-36.(164) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (107), p. 37.(165) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (105), p. 36 y (107),

p. 37.

660 SANTIAGO AGUADE NIETO

la disposición del espacio habitado (166), en los poquísimos casos en que la documentación nos permite llevarlo a cabo.

Así a través de un documento de 978 podemos echar una ojeada a la ya mencionada «villa» de Aspra. Sucesivamente se menciona: un palacio con su valla, un carral que conduce a la iglesia, un la­gar, un solar, un castañar, un horno, unos nogales, un casal, unos cerezos, un pozo y una dehesa, e intercaladas diversas parcelas y otros bienes raíces, todo ello perteneciente a diferentes propieta­rios (167).

Y cuando, en 982, se donan ciertas tierras en la villa de Otura, la form a en que aquellas se deslindan habla por sí sola: «... de term ino de Cibriano usque in termino de filia mea Bellida, et de alia parte de term ino de Agostino usque in term ino de filios Bon- menti» (168).

Por último, en 1063 se dona en la «villa» de Otur (act. Otur, Luarca) una senra situada al lado de la vivienda de su propietaria, senra que se hallaba bordeada por un carral, una valla de otra par­cela, un arroyo y una quintana propiedad de la misma donan­te (169).

Estas descripciones, a las que podrían sumarse otras mediante un recorrido más exhaustivo de la documentación, por sumarias que sean, lo que en realidad nos transm iten es la imagen de autén­ticas aldeas del siglo X o del XI, y nos recuerdan bastante, guar­dando todas las distancias, el habitat aldeano, un tanto desperdi­gado, en el que las viviendas se mezclan con las parcelas, los huer­tos y algunos prados, frecuente en la actual Asturias.

Pero la similitud se acrecienta si tenemos en cuenta la term i­nología empleada en relación con la «villa».

Por ejemplo, en la documentación vicentina del siglo X se ob­serva una notable vacilación al aplicar las voces «villa» y «locus». Así, m ientras en algunas piezas de la misma la «villa» Meobra se

(1 6 6 ) M a x D e r r u a u : Tratado de Geografía humana. Barcelona, Vicens Vives, 1.a ed. 1964, p. 383.

(1 6 7 ) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. XIX (978 . I. 11), p . 55.

(1 6 8 ) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. XXIII (982 . X. 6), p . 61.

(1 6 9 ) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (3 7 3 ), p . 108.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 661

localiza «in agacentia» del «locum» Otura (170), en otras, este mis­mo «locum» aparece calificado de «villa» (171).

Teniendo en cuenta que, como ha señalado Sánchez-Albornoz, la Lex Visigothorum ya emplea el vocablo «locum» para designar un lugar colectivamente habitado, y que de él derivará el castellano actual «lugar», en el sentido de «pueblo» o «aldea» (172), habrá que convenir, por una parte, en que las «villae» aparecen, en al­gunos casos, en una cierta relación de subordinación respecto a los «loca», es decir, respecto a las aldeas, lo que choca un poco con las ideas generalmente adm itidas sobre el particular, y, por otra, en que, para entonces, las posibles diferencias anteriorm ente exis­tentes entre una y otra realidad se habían difuminado lo suficiente como para que los términos que las designaban resultasen inter­cambiables.

Ahora bien, semejante fluctuación aparece ya un tanto clarifi­cada, en algunas fuentes, a partir, al menos, de mediados del si­glo XI.

En efecto, ya en 1052, la abadesa del m onasterio de San Tirso de Nalón enajena a Corias «unam uillam in cabo de uilla de Ua- llinas...» (173), y desde ese momento, se suceden en el Libro Re­gistro de Corias las expresiones «Uillam de fondos de uilla» (174), «uillam in cima de uilla» (175), «uillam in cabo de uilla» (176), y en 1103 nos encontram os con una «villa» literalm ente llam ada «Fondos de Villa» (177).

Es así como surgen auténticos topónimos «Cabo de Villa», «Cab- devilla», que vemos aplicados como tales a «villae» registradas en el inventario de dicho m onasterio (178).

Esta serie de datos pone de manifiesto, a mi modo de ver, que la voz «villa» se usa en un doble sentido, por una parte, para de-

(170) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. VIII (937. V. 31), p. 40; Doc. núm. X (946. XII. 13), p. 42; Doc. núm. XII (948. VI. 17), p. 46; Doc. núm. XIII (949. VII. 10), p. 47.

(171) Pedro F l o r ia n o L l ó r e n t e : Colección..., Doc. núm. VI (929. VI. 28), p. 38; Doc. núm. XXIII (982. X. 6), p. 61.

(172) Claudio S a n c h ez- A l b o r n o z : Repoblación del reino..., ppr 339 y 339-340, nota 37.

(173) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (28), p. 16.(174) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (23), pp. 15-16.(175) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (524), p. 162.(176) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (269), p. 79.(177) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (113), p. 38.(178) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (313), p. 92; (315),

p 93.

662 SANTIAGO AGUADE NIETO

signar asentam ientos humanos colectivos, aldeas, y, por otra, las explotaciones agrícolas familiares que norm alm ente se hallarían encuadradas en ellos.

Sólo partiendo de esta conclusión se puede entender la donación a Corias, en 1066, de la mitad de la «villa» de Busto, «foris illam uillam de Lauredo, que est integra de Cañero» (179), o la adquisi­ción por esta misma abadía de nada menos que cuatro «villae» en Villacín entre 1075 y 1123 (180), y de tres en Villager entre 1077 y 1090 (181), por ejemplo.

Todo esto no quiere decir ni inexistencia de la gran propiedad, ni que ésta, en ocasiones, no se hallase integrada por un número mayor o menor de «villae», ni tampoco que esta gran propiedad no fuese predom inante en Asturias.

A lo largo del siglo XI encontramos frecuentemente en la docu­mentación entidades de aquel tipo que constituyen grandes pro­piedades unitarias (182). Sin embargo, no por ello hay que supo­ner que su origen como tales se remonte siempre muy atrás en el tiempo.

En 1012 Mumadonna, viuda del conde Gundemaro Piniolez, hace donación al m onasterio de Santa María, edificado por ella en Ovie­do, de cuantiosos bienes, entre ellos una serie de villas, y funda­m enta sus derechos de propiedad sobre algunas de ellas de la si­guiente forma: «... alia uilla quos dicunt Uerbegio ... et abuimus ea de Gisamira et de Uiventia per carta com parationis, et de Ser- banda cum filiis suis similiter per carta, et de Guntilo cum filiis suis, et de alii plurimi unde cartas confirm ationis habemus, ... Uilla Naura ... et abuimus ea per carta de Uegitu Citiz et de alii plures unde kartas firm itatis habemus ... Uilla Zerdenio quos ha- buimus de Honamiro, cognomento Citiz et de alios plures cum omnes adiacentiis et prestationibus suis ...» (183).

Y en 1037 Vermudo Fortunez y su m ujer, Auria, donan a la iglesia de Oviedo una villa en Ovies, en el valle de Berdicio (Go- zón), «... que abuimus de nostro com parato de parte de Frednan-

(179) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (398), p. 116.(180) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (274), p. 80; (275),

p. 80-81.(181) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (150), p. 49.(182) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección..., Docs. núms. 35, 36, 39, 41,

43, 45, 50, 51, etc.(183) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección..., Doc. núm. 41 (1012. VII.

18), p. 138.

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 663

do Gundemariz siue de alias ganantias per scripturas emtiones et com parationes...» (184).

Estos dos testimonios son suficientes para probar que algunas de las «villae» propiedad de la nobleza asturiana durante el si­glo XI, habían ido a parar a manos de ésta a través de toda una serie de transacciones realizadas con los diversos propietarios que hasta entonces se repartían cada una de ellas, transacciones que convendría tener en cuenta tras cada donación realizada a un cen­tro religioso.

Por consiguiente, durante la Alta Edad Media, la tierra se halla dotada de una precoz movilidad en Asturias. La propiedad de la misma no se halla fosilizada, como a veces se supone.

A la vista de estas constataciones y de los textos m anejados a lo largo de este trabajo, acude inmediatamente a la imaginación una expresión cara a S á n c h e z A lb o r n o z (185), y se hacecasi inevi­table una pregunta: ¿Existieron campesinos «pequeños propieta­rios libres» en Asturias durante la alta Edad Media?.

Y creo que no hace falta forzar las fuentes m anejadas, para re­conocer la existencia, al lado de una gran propiedad a cuyo con­tinuo crecimiento acabamos de asistir, de una pequeña y mediana propiedad bastante difundida. Cuestión muy distinta es la del gra­do de libertad que pudieran gozar quienes la detentaban. Recientes investigaciones del propio Sánchez-Albornoz (186), invitan a una gran prudencia en relación con la misma, de m anera que in tentar responderla exige estudio aparte. En todo caso, la identificación autom ática, sin más, de pequeña propiedad y libertad no me pa­rece correcta.

Es en relación con estos problemas como conviene considerar un tercer posible sentido que el térm ino «villa» parece tener en la Asturias altomedieval.

En efecto, cuando Bermudo II dona, en 996, «omines et villas et hereditates» que se hallan en el valle de Sariego, al m onasterio de San Pelayo de Oviedo, resulta difícil suponer que lo que se trans­mite sean los derechos de propiedad sobre todo ello (187). Si así hubiese sido, carecería de sentido la venta realizada, en 1129, por

(1 8 4 ) Santos G a r c ía L a r r a g u e t a : Colección..., Doc. núm. 47 (1 0 3 7 . VI. 22), p . 159. ~ T I

(185) Claudio S a n c h e z - A l b o r n o z : Pequeños propietarios.. ., pp. 178-201.(186) Claudio S a n c h ez - A l b o r n o z : Homines mandationis y júniores. Bue­

nos Aires, “Cuadernos de Historia de España”, LIII-LIV (1971), pp. 166 y 189.(187) F e o . J. F e r n a n d e z C onde y o tr o s : El monasterio de San Pelayo...,

D o c . núm. 1 (996. III. 14), p. 20.

664 SANTIAGO AGUADE NIETO

un matrim onio de su heredad en la villa de Priodo, situada en di­cho valle. Por consiguiente, lo que el monarca cede en realidad son, más bien, los derechos jurisdiccionales y fiscales que hasta entonces correspondían a la cosona sobre las tierras y los hom­bres.

Y un caso semejante debe ser, por ejemplo, el de la «villa» de Otur.

Propiedad del conde Sancho Jiménez, hermano del fundador de Corias, Piniolo, los bienes raíces que la integraban se extendían sobre un territorio de configuración rectangular, de unos siete ki­lómetros de base en línea recta, limitado al este y al oeste, respec­tivamente, por los ríos Negro y Barayo (188). A prim era vista, difícilmente se hubiera podido encontrar una m uestra más clara de «villa» identificada con un gran dominio.

En fecha que el Libro-Registro no concreta, su dueño la dona a la abadía fundada por su hermano, «cum totis suis pertinenciis, cum uillis et seruis» (189). No es posible concebir una transm isión más completa.

Sin embargo, la cantidad y calidad de las enajenaciones lleva­das a cabo en ella entre mediados del siglo XI y el año 1181 (190) dan a entender que no era la propiedad de la tierra en su totalidad lo que se cedía, sino, probablemente, una parte im portante de aauella en unión de un conjunto de derechos ostentados por el conde sobre un territorio más ámplio.

En la Asturias del siglo XI, señorío y propiedad de la tierra no se identifican necesariamente.

CONCLUSIONES

Mediante el análisis de la información que nos proporciona esa valiosa fuente que es la toponimia, he tratado de atisbar la form a­ción del poblamiento altomedieval de Asturias, antes, incluso, de la aparición de los prim eros documentos escritos.

(188) Antonio C. F l o r ia n o : El Libro Registro..., T. I, (370), p. 107.(189) Ibid.(190) Antonio C. F lo r ia n o : El Libro Registro..., T. I. Ante 1055: villa de

Palacio (7370), pp. 107-108); 1063: una senra ((373), p. 108); 1090: una he­redad ((372), p. 108); 1094: villa de Carraie y 2 tierras ((371), p. 108); 1107: villa de Mexnadas ((370), p. 107); 1141 y 1181: totalidad de Pepín ((373), p. 108).

TRANSFORMACIONES DEL POBLAMIENTO RURAL DE ASTURIAS 665

ira s el im pacto de la romanización, que supuso, entre otras co­sas, la difusión en la región de la «villa» como nueva form a de apropiación, ocupación y explotación de la tierra, a partir del si­glo V III se inicia un precoz proceso repoblador, cuyo resultado es una considerable transform ación del poblamiento regional, en par­te, al menos, como consecuencia de la práctica de la presura por la población inmigrada, con la consiguiente creación de una con­siderable cantidad de nuevas «villae», en la ubicación de las cuales las vías de comunicación preexistentes parecen haber ejercido un considerable influjo.

Ahora bien, la «villa» altomedieval asturiana, tanto en el caso de que rem onte su origen a la época romana, como en el de que sea de nueva creación, poco o nada tiene que ver, en buen núme­ro de casos, con el pasado romano ni con los esquemas obtenidos del estudio de la realidad contemporánea del área situada entre el Loira y el Rin, y a menudo calificados de «clásicos».

La diversidad y complejidad parecen ser sus rasgos más ca­racterísticos, y así la encontramos en las fuentes bien como ele­mento integrante de las grandes propiedades nobiliarias, bien co­mo asentam iento humano rural colectivo, aldea, bien como explo­tación agrícola fam iliar integrada en esta última, o, por fin, como un conjunto de derechos, probablemente de origen público, osten­tados por determ inados miembros de la nobleza sobre los habi­tantes de un territorio que recibe el nombre de «villa».

En todo caso, el análisis de las distintas realidades que se ocul­tan tras este últim o térm ino nos permite com probar que las di­ferencias existentes entre Asturias y otras regiones del norte pe­ninsular durante la alta Edad Media, en cuanto a formas de pobla­miento y a estructura de la propiedad se refiere, no parecen haber sido tan abismales como frecuentemente se afirma.

CARREÑO Y JOVELLANOS: CORRESPONDENCIA CON MOTIVO DE SU NOMBRAMIENTO COMO EMBAJADOR

DE ESPAÑA ANTE LA CORTE DE RUSIA

POR

MARINO BUSTO

En las Casas Consistoriales de la villa y puerto de Candás, capital del Muy Leal y Fiel concejo de Carreño, a 24 días del mes de oc­tubre de 1797, se juntaron los señores de Justicia y Regimiento, previa convocatoria «antediem» circulada por vereda, para tra ta r y conferir una sola cuestión: Dar el parabién a D. Gaspar Melchor de Jovellanos por su nom bram iento para em bajador de España cerca de la Corte de Rusia; nueva que les había llegado aquel mis­mo día.

Nada de cuanto afectase al ilustre gijonés podía ser ajeno o indiferente al municipio de Carreño. De ahí que, la extraordinaria noticia produjese en la villa pescadora honda satisfacción e inusi­tada alegría, tanto por el motivo en sí, cuanto porque el egregio Jovellanos era figura entrañable y asiduo visitante de Candás a quien estaba unido por vínculos familiares y amistosos, como igualmente, a todo el Concejo, pues no ha de olvidarse su paren­tesco, por parte de padre, con la nobilísima familia de los Carre­ño, «de Armas P intar y Casa Solar Conocido» en la parroquia de Santa María La Real de Logrezana, como también, con los Pe- ñalva de la feligresía San Lorenzo de Carrió, de cuyo palacio era a la ocasión dueña su propia hermana D.a Benita Antonia de Jove-

670 MARINO BUSTO

llanos, «señora de gran virtud y saber» (1), casada con D. Baltasar González Cienfuegos, V conde de Marcel Peñalva.

Alegría y satisfacción la de los carreñenses, al contrario no com­partida por el propio D. Gaspar (que a lo que parece ya se conside­raba viejo a sus 53 años), a tenor de la particular versión del his­tórico acontecimiento. Es sabido que, el 15 de octubre del citado 1797, al regreso de León y, cuando ya retirado a su cuarto se dis­ponía a pernoctar en casa de «sus favorecedores» los Benavides, llegaron «a uña de caballo» procedentes de Oviedo su sobrino D. Baltasar Cienfuegos y el oficial Linares, quienes alborozados y entre abrazos, le comunicaron su nombram iento como em bajador de Rusia.

Ante la inusitada noticia, Jovellanos aún aturdido, en su «diario» correspondiente al día 16 del mes y año que nos ocupa, escribe: «Lo tengo a burla» ... Después, refiriéndose al señor Linares que había sido quien realmente le diera la inesperada nueva, exclama: ¡Hombre, me da usted un pistoletazo!. ¡Yo a Rusia! ¡Oh, mi Dios! ... ¡Mi edad! ... Y se quedó anonadado: «cuanto más lo pienso, más crece mi desolación»... «la noche cruel»... (2).

A la mencionada sesión municipal en Candás del 24 de octubre, asistieron sus mercedes el señor D. Marcos de Arenas, Juez pri­mero noble; D. Miguel Rodríguez Obaya y D. Tomás González Pola, regidores; D. Antonio González Posada, procurador general y D. Francisco Muñiz, diputado del común, todos por el estado de la nobleza, junto con el escribano de número y puridad de Ayun­tam iento D. Gonzalo Amaro Toraño. Entre más cosas, todas refe­ridas al misma asunto, el acta de la sesión, literalm ente expone: «y hallándose assi juntos, por el Sr. Juez que preside, dijeron ha- verles sido del maior agrado y contento la feliz nueba que acaban de recivir en la promoción qe. hizo el Agusto m onarca reynante D. Carlos quarto (que Dios Gue) de la persona del Excmo. Sr. D. Gaspar de Jove Llanos, vecino de Gijón a Em bajador del Im perio de las Rusias, ya por ver premiado un savio e ya porque en él se reconoce un Paisano de este Principado lleno de Patriotism o e innata inclinación hacia este»... (3).

Como conclusión de la Junta, acordaron darle el «para bien» por su ascenso, para lo cual de inmediato le escribieron la magní-

(1) J u l io S om oza . “Las amarguras de Jovellanos”. Pág. 86. Gijón, 1889.(2) “Diarios de D. Gaspar Melchor de Jovellanos, 1970-1801. Publicados

por el Instituto “Jovellanos” de Gijón. Madrid, 1915.(3) Arch. Mun. Acta 24-X-1797.

CARREN0 Y JOVELLANOS 671

fica y herm osa carta que hoy, con carácter de inédita, y todo me­recimiento, transcribim os con fotocopia del original. Además, se nom bró una comisión compuesta por el Juez prim ero noble, antes referido y, el Licenciado D. Antonio Rodríguez Solís, ambos veci­nos de la villa candasina (4) quienes como representantes y em ba­jadores del Concejo se personaron en el domicilio de D. Gaspar el día 26 del octubre en cuestión, para darle la enhorabuena.

La carta a que nos hemos referido y que el destinatario agra­deció profundam ente, tanto por su contenido, como por ser la primera y única felicitación hasta entonces recibida, textualm ente copiada, dice así:

«Excmo. Sr. D. Gaspar de Jove-Llanos».«Muy Sr. nuestro. La inmediación de territorios hizo que en

este suelo se difundiese el gozo universal qe. reina en Gijón con la agradable noticia de la elección qe. hizo el Soberano en la per­sona de V. E. pa. la legación al imperio de las Rusias. Tan justa y acertada distinción no pudo menos de causar en nosotros las mismas ideas, los propios sentimientos qe. al vecindario de ese Pueblo, pues aún quando a este le cupo la suerte de darle cuna y poseerle pr. largo tpo. a este otro solo Oviodonio (*) le separa, y es estrecho m ojón pa. dejar V. E. de ser nuestro, y si a Gijón no podemos arrancar tal preferencia, nos queda el resto del Principado pa. envidiárnosla. Con motivo tan justificado nos unimos Justicia y Regimiento en las Casas Consistoriales y hemos form ado una acta decretando se dieren gracias al Supremo autor del Universo pr. el favor qe. nos dispensó en tal elección, y nombram os para dar el parabién a V. E., las personas del Juez prim ero Noble D. Marcos Arenas y del Licdo. D. Antonio Rodríguez Solís.

«Esperamos de V. E. tendrá a bien esta elección de diputados qe. nos representen, pues qe. en ellos juzgamos haver escogido el m érito y la inclinación a la prosperidad de V. E. Dios Gue. a V. E. muchos años, Candás 24 de octubre de 1797. Nota (*) Oviodonio= En lo antiguo fue assi llamado el río qe. hoy se dice Aboño según Carballo al folio 299 = también se dijo Allonio según el mismo al folio 221=Con Yepes y era 1061 Ovonio, lo propio en la gran do­nación de D. Alonso el Magno de la Era 943 (año 905) in Ovonio

(4) Todas las personas nombradas en el acta parcialmente transcrita, cons­tan en e l Padrón de Hijos-Dalgo de Carreño. Por su parte el Licenciado D. Antonio Rodríguez Solís, era abogado de los Reales Consejos de S. M .; del ilustre Colegio de la Real Audiencia de Galicia y Asesor de la Jurisdicción M ilitar de Marina en el partido que comprendía las villas y puertos de Candás, Luanco y rada de Bañugues.

672marino busto

CARREÑO Y JOVELLANOS 673

ecclesiam sancti Joan de Perbera, qe. son palabras de dicha dona­ción. Esta nota no tiene otro objeto qe. apoyar la voz Oviodonio de qe. se hizo uso y no se extiende más pr. qe. no sea mayor la alcoba que el salón=» (5).

Como no podía dejar de suceder, Jovellanos, en aquellos me­m orables días de estupor, dudas e indecisiones, aún apesadum bra­do, se dirigió a su m ejor, más leal y querido amigo el eximio ca­nónigo candasín y Académico Honorario de la Real Academia de la H istoria, D. Carlos González Posada a quien escribió a la Cate­dral de Tarragona donde se hallaba de Magistral, la siguiente carta:

«Gijón, 22 de octubre de 1797.—Mi querido amigo: Con más gusto pensé yo escribirle a usted de vuelta de mi largo viaje em­prendido el 19 de agosto, y acabado el 19 de octubre, pero el 15 en la noche me sorprendió en la Pola de Lena la noticia de mi nom bram iento a la em bajada de Rusia, en que está envuelto no menos que el sacrificio de toda mi felicidad, el abandono de mi ca­sa, herm anos, amigos, alumnos, y todos mis dulces cuidados y es­peranzas. Me lisonjeo que pierden ellos tanto como yo en tan larga ausencia, y aún esto con ser tanto, es m enor que la despro­porción que hay entre mi edad, mi pobreza, mis estudios y mi os­curidad, y el alto y difícil destino para que estoy nom brado. Así lo he hecho presente: si no bastase, como temo, iré a Madrid, y veré si puedo hallar algún consuelo en la proporción de servir a mis amigos, entre los cuales tiene usted el distinguilo lugar que co­rresponde a la estimación que hace de su mérito, y a la ternura conque le ama su afectísimo paisano y amigo Gaspar».

(5) Archivo Municipal. Candás.

674 MARINO BUSTO

Sigue a la carta esta posdata: «Cuánto he debido a Candás ¡Cuán expresiva enhorabuena me ha dado!. No parece sino que usted se la dictó. Así lo mereciera el asunto» (6).

Relativo al escrito precedente nos perm itim os llam ar la aten­ción sobre su fecha, que consideramos indudablemente errónea en la edición abajo consignada, va que mal pudo Juvellanos referirse el día 22 a la enhorabuena de Candás, cuando no se la enviaron hasta el día 24, por escrito, v dada personalmente, el 26 del susodi­cho octubre. Posiblemente la carta fuese escrita el mismo día úl­timo citado o en fechas posteriores.

A la adm irable, pronta y cordial felicitación de la villa de Can­dás y su concejo de Carreño, D. Gaspar, lleno de «gratitud y con­suelo», correspondió diligentemente con el oficio que literalm ente transcribim os:

«Mui Srs. mios: la noble, delicada, y distinguida expresión con ae. V. S. me honrran en su favorecida de 24 del corrte. y la piadosa dem ostración con que se sirvieron celebrar mi nom bram iento ala Em bajada de Rusia, me dejan íntimamente penetrado de consueloV de gratitud. De consuelo por que V. S. son los primeros y hasta ora los únicos a reconocer qe. la tierna, inclinación conque miro los intereses del Pueblo en qe. nací no ha podido menguar la qe. profeso y debo a los de todo el Principado y señaladamente a esa antigua y m ui ilustre villa, a cuios ingeniosos naturales me unen tantos y tan estrechos vínculos de antiguo y amistoso trato. Y de gratitud por que no hallando en mí m éritos para tan señalado ho­nor, debo reconocerle generosidad. Por esto y por haber VS. S. nom brado pa. verificar tan estimable obsequio personas a quienes profeso mui particular estimación doi a VS. S. las mas tiernas y expresivas gracias asegurándoles que la natural propensión con que siempre he deseado el bien y la prosperidad de esa ilustre villa, crecerá y se afirm ará más y mas con la estrecha obligación de pro­moverlos en qe. me ponen su generosidad y mi reconocimiento. Nuestro Sr. gue. a V. S. S. muchos años. Gijón 26 de octubre de 1797. Besa las manos de usias su mas atento y apasionado servidor. Gaspar de Jovellanos. Srs. Justicia y Reximiento de la villa de Candás» (7).

(6) Colección D. Cándido Nocedal. Obras de G. M. de Jovellanos. “Co­rrespondencia con el señor Posada”. Págs. 197-198. Biblioteca de Autores es­pañoles. Madrid, 1858.

(7) Colección Nocedal. “Obras de Jovellanos”. (Pág. 198). Madrid, 1858.

Maqueta de la estatua de Jovellanos situada en la Plaza del Seis de Agosto.

Autor: Jaime Fuxá

CARREÑO Y JOVELLANOS 675

Como final del cruce de correspondencia y parabienes, el Ayun­tam iento nuevam ente reunido el 17 de noviembre del año tantas veces expresado, acordó darse por enterado del «oficio recibido del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jove Llanos» y, también, de que los «dos caballeros comisionados» para cum plim entarlo «demos­traron haber cumplido personalm ente con el encargo que se les confirió». Levantada el acta correspondiente, en su final dice así: «En cuya atención los Srs. X.a y Reximt.0 asistentes, m andaron que para perpetua m em oria se incorporase a continuación la respuesta del Excmo. y que, además el Escribano, del Ayuntamiento, testi­moniase a continuación de este Acuerdo Suespreso y lo firm aron de que yo Essmo. doy fe. Gonzalo Amaro Toraño» (8). Fueron fir­m antes los mismos Juez y Regidores, que anteriorm ente hemos mencionado.

Días antes de la sesión municipal mencionada, imprevisiblemen­te, la em bajada de Rusia, sufrió un cambio de rumbo. Muchas fue­ran las gestiones infructuosas del Patricio gijonés para conseguir la derogación de tan honroso nombram iento, que, sin embargo, extrem adam ente le preocupaba. «Gran perturbación en su ánimo le produjo», afirm a Constantino Suárez, «Españolito», quien, ade­más, afirm a que, escribió a Godoy «en súplica de que le eximiese de aceptar ese empleo» (9) que, en definitiva y al fin, nunca llegó a desempeñar. Cuando cansado de sus infructuosas diligencias ha­bía aceptado la Em baíada y se disponía resignado a efectuar el viaje, le llegó de Madrid, inesperadamente, el 13 de noviembre, una posta con su nom bram iento para Ministro de Gracia y Justicia.

(8) Arch. Mun. Candás. Act. 17-XI-1797.(9) Constantino Suárez. “Escritores y Artistas asturianos”. T. IV. G. K,

Pág. 559. Oviedo, 1955,

DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE S. JOSE DE OVIEDO*

POR

EUTIMIO MARTINO, S. J.

3

EL CURATO DE OSEJA (1608-1620)

LA PERMUTA FALLIDA

A la etapa de la infancia de Sajambre, sin duda feliz, a no ser por la posible m uerte de su padre, y a la feliz tam bién de los estu­dios en Oviedo y Madrid, sucede una etapa torm entosa. Desde 1608 a 1620 Pedro Díaz de Ose ja, prim ero estudiante y luego presbítero, pleitea con Juan González de Prada, cura de Oseja, por el curato de Oseja y Soto.

El estallido inicial se produce hacia 1608. Este año Prada está en la cárcel eclesiástica de Madrid por haber sido acusado de simonía, o com pra del curato, por Pedro Díaz. Este ha im petrado del papa Paulo V el beneficio de Oseja para sí y ha puesto en su lugar un ecónomo, pues él no pasa todavía de Ordenes menores (50). Al año siguiente, 1609, se examina para beneficio curado en mayo

(50) Archivo histórico diocesano de León. Fondo beneficial, carpeta 590, doc. 11099, fols. 28, 30, 109. Este documento es el legajo íntegro del pleito se­gún pasó ante el provisor de León por el escribano Juan Bautista de Torres- Es la fuente para este capítulo,

678 EUTIMIO MARTINO

por orden del nuncio Carafa. Le examinan Fray José Im parato, franciscano, y Baltasar de la Sma. Trinidad, carm elita descalzo (51).Y es en noviembre del mismo año cuando se examina por orden de Cetina, vicario de Madrid, como acabamos de ver en el capítulo anterior. También en 1609 se ordena de subdiácono.

En diciembre de 1610, ya diácono, tram ita por tercera vez el ser examinado para beneficio curado, ahora por el obispo de León y famoso predicador Francisco Terrones del Caño. Pedro Díaz es­cribe que «por estar tan lejos de esta ciudad y por otros respetos el susodicho no puede ausentarse de la dicha corte ni venir a ser examinado». El obispo de León comisiona en Madrid a Fray Se­bastián de Bercianos, predicador de Su Majestad, y a dos canóni­gos de Málaga, a quienes aludimos anteriorm ente, Alonso Barba de Sotomayor, chantre, y Lorenzo Vela. Ellos le examinan en mayo de 1611 (52).

Este mismo mayo, tres años después del estallido inicial, vol­vemos a saber de la disputa con Prada. Este ya no está en la cárcel aunque sí cerca de ella. Por carta de Pedro Díaz al mismo entreve­mos que Prada llevó el pleito al Consejo Real v que ahora quiere llevarlo a la Real Chancillería de Valladolid. Pedro Díaz le advierte que, si lo hace, le llevarán a la cárcel, pues el pleito ha de concluir ante el tribunal del nuncio. Y añade: «Y tenga por cierto que, si sale por sentencia, tiene segura una galera, de lo que a mí me pesaría, pero, si lo quiere, buen provecho le haga» (53).

Sorprende que sólo tres semanas después, el 3 de junio de 1611, acuerden los dos una perm uta de beneficios. Prada entrega el be­neficio de Oseja y Soto a Pedro Díaz, quien, por su parte, otorga a Prada un beneficio en Viñales, diócesis de Astorga (54). Al año casi, el 24 de mayo de 1612, Paulo V confirma la perm uta. Para la eje­cución de la bula Pedro Díaz, ya presbítero, da su poder y se tes­tim onia a sí mismo: «Ante mí mismo como notario apostólico público, residente en la audiencia y tribunal del limo. Sr. Nuncio de Su Santidad, en la villa de Madrid» (55). Por aquí sabemos que el fámulo llegó a notario apostólico a la vez que hacía la carrera sacerdotal.

(51) Doc. cit., fols. 11-llv.(52) Doc. cit., fols. 6-7v.(53) Doc. cit., fols. 52-52v.(54) Doc. cit., fols. 30-31v. -(55) Doc. cit., fols. 3-3v. Tuvo que haber sido ordenado presbítero éntre

mayo de 1611 y mayo de 1612.

DON PEDRO DIAZ DE OSEJA 679

Testigos de la parte de Pedro Díaz, en ausencia de la parte de Prada, declaran que el beneficio de Oseja no vale más de 100 du­cados de renta, condición exigida para la validez de la bula (56), por lo que, a la vista de la información, el obispo Terrones hace colación del curato de Oseja a Pedro Díaz en su procurador el 24 de agosto de 1612 para que lo goce toda su vida. Los fieles deberán acudirle con frutos y rentas como es debido (57).

Cuando todo parecía resuelto, a los cinco meses de la ejecución de la perm uta, el 20 de enero de 1613, inesperadam ente Francisco Ubaldo, auditor de la Rota romana, cita a Prada ante su tribunal e inhibe a los tribunales inferiores. ¿Qué había ocurrido?. Pedro Díaz había escrito a Roma que Prada trataba de inquietarle en la posesión del beneficio, «aunque no judicialmente»; no olvidemos esta fórm ula. El Papa comisiona a Ubaldo para que term ine con tales perturbaciones, como pide Pedro Díaz (58).

Pero Prada sí que procedía judicialmente, como hemos visto. Ahora mismo pretende llevar el pleito a Chancillería de Valladolid, por lo que el juez del nuncio, Antonio de Borja, descarga la o r­den de prisión que antes amenazaba. A ruego suyo el provisor de Valladolid encarcela a Prada. Pero éste recurre a Chancillería por vía de fuerza. El alto tribunal declara en 30 de julio de 1613 que el provisor hizo fuerza contra Prada y manda le suelte para que siga su apelación (59).

Este año 1613 Pedro Díaz, ya párroco en Oseja, comienza sus com pras en Sajam bre (60). En cuanto a las letras de Ubaldo, el provisor de León, Juan Bautista de Herrera, las tacha de «obrepti­cias y subrepticias», no ganadas con relación verdadera, puesto que hay pleito judicial entre Prada y Pedro Díaz, que está pendien­te ante el mismo provisor, con intervención, además, del nuncio. Se inhibe ante Ubaldo pero sin perjuicio de las partes (61).

(56) Son testigos Juan Diez, vecino de Oseja; Cosme de Ponga, clérigo subdiácono, natural de Burón; Pedro Rodríguez, clérigo de Ordenes meno­res, natural de Polvoredo; y Sebastián Fernández, presbítero, natural de Ri- bota, a quien ya conocemos, doc. cit., fols. 12-21.

(57) Doc. cit., fols. 21-22.(58) Doc. cit., fols. 24-24v.(59) Doc. cit., fols. 32-32v.(60) Fernando Prieto, vecino de Oseja, le vende un carro de hierba en

Berrunde, en Los Pontigos, ante el escribano Sancho Díaz. Archivo de la ca­tedral de Oviedo. Colegio de S . José.

(61) Doc. cit., fols. 25-25v.

680 EUTIMIO MARTINO

Así las cosas, entra Prada en escena. Ante el provisor de León presenta una querella el 22 de agosto de 1613 cuya sustancia es la siguiente. Se titula cura propio de Oseja y Soto. Poseía el benefi­cio desde 1592 por justo título y colación canónica, de buena fe, hasta que Pedro Díaz, criado del auditor del nuncio, lo im petró pa­ra sí, acusándole de simoníaco y criminoso. Así, le hizo prender, secuestrar los frutos del beneficio y poner un ecónomo de su ma­no. Aunque no se le pudieron probar los delitos im putados, le tuvo en prisión 28 meses y sin los frutos hace ya cinco años. Estan­do en la cárcel de Madrid, le forzó con amenazas a dar el poder para la perm uta (62). Y se le dio posesión del beneficio de Oseja estando asimismo Prada en la cárcel (63). Librado por auto de Chancillería el 30 de julio pasado, encuentra que Pedro Díaz, ade­más del beneficio de Oseja y sus frutos, lleva los de St.a María de Bemales, que había perm utado por el de Oseja, de modo que se ha quedado con ambos. Además engañó en la perm uta, pues mien­tras el beneficio de Oseja vale más de 200 ducados de renta, el de Pedro Díaz no puede pasar de 24, ya que fue proveído por el nun­cio. En consecuencia pide que se anule todo lo actuado, perm uta y concordia, título de Oseja a favor de Pedro Díaz y colación, y se le restituya su beneficio junto con los beneficios usurpados; en fin, que Pedro Díaz pague las costas (64).

Aquí aparece la o tra cara de la historia, el reverso de la meda­lla. El provisor cita a Pedro Díaz en Oseja el 1 de setiembre pero él responde que el negocio está pendiente de la Rota romana, ante Francisco Ubaldo, ante quien apela, y recusa al provisor como juez no com petente (65).

CURA DE OSEJA.

¡Quién iba a decir que muy pronto iban a firm ar una nueva concordia!. El documento está fechado en León el 14 de octubre de 1613. De la historia pasada Prada sólo menciona que la perm uta fue nula por valer su beneficio más de 200 ducados m ientras que no pasa de 24 el de Pedro Díaz. Les mueve a la concordia, dicen, el

(62) Recuérdese la carta de Pedro Díaz a Prada en mayo de 1611.(63) Doc. cit., fols. 28-29.(64) O recién absuelto por Chancillería pero sin poder actuar todavía.(65) Doc. cit., fols. 34-41v.

DON PEDRO DIAZ DE OSE JA 681

ser parientes (66), lo largo, costoso e incierto de los pleitos, y que han mediado personas principales. Se comprometen de la siguiente forma. Pedro Díaz pagará a Prada una pensión anual de 60 duca­dos pero conserva el beneficio de Ose ja; pagará las costas de la concordia y deja de apelar a la Rota romana. Por su parte Prada renuncia al beneficio de Oseja así como al de Beniales (67), de Pedro Díaz, que figuraba en la permuta. Se multiplican los gastos y protestas de fidelidad a lo acordado. Sólo falta que Su Santidad apruebe la concordia (68).

Un hecho anecdótico sale a luz con ocasión de la concordia. Debió de ocurrir dos años antes, en 1611. Un oficial del nuncio, que pasó a Sajam bre para llevarse preso a Prada, cobró su salario de los bienes del mismo. Hizo pregonar un hórreo cubierto de teja, dos prados y ciertos maderos, todo lo cual se rem ató en Juana Fernández como m ejor postor. Pero tales bienes ya no pertenecían a Prada, pues los había donado a su criada y a un hijo de ella. Ahora se acuerda retractar aquella subasta y volver a tasar el hó­rreo según lo que dijeren dos o tres peritos en el arte. Y «la dicha Juana Fernández, m adre del dicho Pedro Diez, pagándole y vol­viéndole lo que ha pagado por ellos, los volverá libres...» (69).

Volviendo a la recién acordada concordia, el año 1614 consti­tuye un compás de espera por la confirmación de Roma, sin hechos externos que reseñar. En su retiro de Sajam bre recibe Pedro Díaz un aviso fechado en Roma el 15 de agosto de 1614: «La súplica de la concordia entre Pedro Díaz de Oseja y Joan González de Prada está signada por el Papa, aunque tuvo dificultad; está ahora en la componenda y irá pasando adelante» (70). Entrado 1615, se pro­duce una leve som bra de nube surgida en el horizonte. En febrero Pedro Díaz escribe a Prada; piensa que las bulas están despacha­das, pero, de no estarlo, diga Prada si quiere que se despachen o no «porque tratem os con claridad». En abril contesta Prada ro­gando a Pedro Díaz que haga relación de todo lo que hay, pues, en

(66) Recordamos que una hermana del arcediano, María, estaba casada con Antonio González de Prada, del mismo apellido que el cura. Pero no po­demos precisar más el parentesco.

(67) Tan pronto escriben Viniales como Bem oles, Beniales, etc. Se trata seguramente de Viñales, próximo a Bembibre.

(68) Doc. cit., fols. 57-59.(69) Doc. cit., fols. 60-61.(70) Doc. cit., fol. 76.

682 EUTIMIO MARTINO

caso de que las bulas vengan con falta, no consentirá (71). Sin más pasa 1615 sin que lleguen las bulas (72).

Ya en 1616 Prada alza la voz por la tardanza: «Se han pasado ya dos años y cuatro meses». El ha instado a Pedro Díaz a que traiga las bulas, el cual no busca sino consumirle. Prada «anda mendigando de puerta en puerta, como a Vmd. le es notorio». Su­plica al provisor ponga plazo a Pedro Diez para que deposite el coste de las bulas. Así lo mandan, efectivamente, los provisores de León, sede vacante, bajo pena de excomunión, señalando tres me­ses de plazo (73).

Responde Pedro Díaz tres meses después de la notificación, el 16 de mayo de 1616, que se allana a traer las bulas, confirm ada como está, según aviso, la concordia. Pero que no se urgió porque Prada hablaba de enm endarla y pedía la pensión en beneficios sim­ples. Ahora pide tres meses más de plazo. No ha podido acudir al mandam iento judicial por causa de las nevadas, que impedían andar a pie y a caballo, aparte de otras ocupaciones (74).

En junio insta a Prada que manifieste la enmienda que desea y diga sí o no a la expedición de las bulas. En agosto pide a los provisores obliguen a Prada a que responda. En setiembre expone a los provisores lo actuado por él para traer las bulas y pide obli­guen a Prada a concretar la enmienda y que suspendan su man­dam iento contra él (75). Pero los provisores, al expirar en agosto el plazo prorrogado por tres meses, urgen su m andamiento; si Pedro Díaz no entrega las bulas en tres días, se ejecutará contra él su coste. Así se notifica en Oseja el 14 de setiembre, ante las puertas de su casa, «a Francisca Fernández, ama y herm ana del dicho Pedro Díaz, y a Juan, su criado», en ausencia de Pedro Díaz (76).

(71) Doc. cit., fol. 78.(72) En Sajambre, este año 1615, María Suárez de Cuetoluengo, viuda

de ¡Juan Díaz de Vierdes, vende a Pedro Díaz dos carros de hierba en Ya- narrío ante Sancho Díaz. Archivo de la catedral de Oviedo. Colegio de S. José.

(73) Doc. cit., fols. 55-55v, 62-65v.(74) En la cuaresma y Semana Santa, las confesiones de los feligreses;

después, acompañar a un pintor que estuvo estofando y decorando la custo­dia del Sm° Sacramento, doc. cit., fols. 66-66v.

(75) Doc. cit., fols. 73-75v. Como Prada insistía en que había que enmen­dar la concordia, Pedro Díaz detuvo su expedición “algún tiempo”. Y pro­sigue: “el cual [Pedro Díaz], como estaba cansado de pleitos antiguos, temía m eterse en otros nuevos”, doc. cit., fols. 79-80v.

(76) Doc. cit., fol. 72.

DON PEDRO DIAZ DE OSEJA 683

A su vez Prada se defiende y acusa. No ha variado en la con­cordia pero teme que Pedro Díaz con falsa relación le deje sin la pensión acordada. Pedro Díaz difiere las bulas para consum ir a Prada. ¿La prueba?. Sin haber hecho gestiones en León con el canónigo doctor Gayoso, ante quien se había obligado en 1613 a pagar las bulas, como consta, se lúe a Astorga ante otro curial sólo por diferir (77). Gayoso confirma la declaración de Prada. Se fija en 40.000 maravedís el coste de las bulas e inm ediatam ente los provisores disponen la ejecución contra Pedro Díaz por esa cuantía, comenzando por 10 ducados en bienes muebles o ropas; y, si no los diere, «le traed a la cárcel y torre episcopal desta ciu­dad» bajo pena de excomunión mayor (78).

Pedro Díaz, que veía venir el golpe de León, no permanece in­activo. Su ausencia de Oseja se debe a que gestiona con el nuncio. Este declara en 28 de octubre que Pedro Díaz ha sido indebidamen­te condenado a trae r las bulas en tres meses y da su comisión a Jerónim o de Lerma, abad de Fuencebadón, canónigo de Astorga, para que concluya el litigio. El 1 de noviembre Lerma inhibe al provisor de León de toda acción en el pleito de las bulas bajo graves penas y censuras (79). Pero el provisor, Antonio Centeno de Valdés, dice que tal inhibición no se aplica a una causa ejecutiva como ésta. Así, el 12 de diciembre de 1616, Juan García, teniente de merino del obispado de León, asistido por Hernando Alonso, escribano de Burón, ejecutó en Oseja los diez ducados contra Pe­dro Díaz. El dijo que no los debía pero que hiciera su diligencia. Entonces Juan García le confiscó una prenda larga de mezcla que Pedro Díaz traía vestida (80).

Vuelve de nuevo el teniente de merino el 13 de enero de 1617. Requiere a Pedro Díaz para que nombre fiador depositario de sus bienes, a lo cual éste se niega, pese a las censuras y a la orden de llevarlo preso. Juan García parece indulgente. El mismo acude a Julián Gómez, cura de Ribota, quien accede a ser depositario de los bienes de Pedro Díaz, pero él rehúsa declararlos pues no debe tal deuda (81).

E ntretan to Pedro Díaz insiste ante Lerma para que ate las m a­nos al provisor de León en virtud de la comisión recibida del nun-

(77) Doc. cit., fols. 84-85.(78) Doc. cit., fols. 86-87v, 106-197v.(79) Doc. cit., fols. 89-94v.(80) Doc. cit., fols. 95-96v, 107.(81) Doc. cit., fols. 107v.-108v.

684 ËUTIMIO MARTINO

ció. Así lo hace Lerma reiterando su orden de inhibición al provi­sor con fecha 19 de enero de 1617. Manda que suspendan toda eje­cución por 40 días bajo las mayores penas, cuando, a los pocos días, inesperadamente, Pedro Díaz se allana a depositar ante Rodrigo Cabral, canónigo de León, los 40.000 maravedís del coste de las bulas. Este se compromete a traerlas en el plazo máximo de seis meses, para el 4 de agosto de 1617. Aunque tarde, todo parece, por fin, encaminado hacia la solución (82).

PRADA RESTITUIDO.

El nuevo plazo se agota sin efecto alguno. Justo un mes des­pués, el 4 de setiembre de 1617, Prada reproduce su querella con­tra Pedro Díaz haciendo retoñar con renovado vigor el antiguo plei­to. Recoge las tres fases de la historia: la acusación y prisión pri­meras, la perm uta engañosa, la concordia y pensión demoradas. El tono resulta más cargado y sombrío (83).

En esta misma ocasión se produjo la declaración de Diego Váz­quez, canónigo, que había coincidido con Prada en la cárcel de M adrid en 1611, una declaración de fondo a favor de Prada (84).

La querella conicide con nuevo obispo en León, Juan de Llano y Valdés, y nuevo provisor, Francisco Palacios de la Cruz. Este juzga que las acusaciones de Prada están probadas. Al cabo de ocho días m anda que Prada sea restituido al beneficio de Oseja, que se le dé posesión, que feligreses y colonos le acepten so pena de ex­comunión mayor y de 50.000 maravedís de m ulta, que Pedro Díaz no le moleste bajo la misma excomunión y 200 ducados para la guerra contra infieles. Fecha del auto: 13 de setiembre de 1617 (85).

El día 17 se dispone a la ejecución Juan Fernández, cura de Liegos, en compañía de Julián Alonso de Mediavilla, escribano. Se dirige prim eram ente a Soto de Arriba (según dice). Manda a Prada que taña la campana para Misa y se reúnen muchos vecinos. Co­mienza la Misa con ornamentos, libro y cáliz. Le ayuda a la lección Juan Fernández, quien al ofertorio manda al escribano lea el m an­dam iento del provisor. Juan Fernández declara que restituye a Juan González de Prada la posesión de la iglesia de Soto, como después

(82) Doc. cit., fols. 96v.-101, 104-105.(83) Doc. cit., fols. 109-112.(84) Doc. cit., fols. 121-123.(85) Doc. cit., fols. 127“131.

1X)N PEDRO DIAZ DE OSEJA 685

hará con la de Oseja. Prada concluyó la Misa y tomó posesión quie­ta y pacíficamente.

Pero, al salir de la iglesia, Sancho Díaz, juez y escribano de Sajam bre, llamó aparte a Juan Fernández y a su escribano y, ante José de la Cañe ja, leyó un mandamiento de censuras dado en As- torga el 11 de octubre de 1613 por un canónigo Gavilanes y le pidió no siguiera dando posesión.

Llegando a Piedrahita, en el camino reai de Oseja de Soto, en­cuentran a Pedro Díaz, a quien el escribano Alonso lee la sentencia del provisor de León. Tuvo que ser una extraordinaria escena. A continuación Juan Fernández le pide las llaves de la iglesia de Oseja bajo pena de excomunión, pero él no las quiso dar, sino que, apar­tándole jun to con el escribano, le dijo que el provisor no era juez en este pleito, que se hallaba pendiente ante juez superior, y que no continuara la ejecución pues incurría en excomunión.

En Oseja mandó Juan Fernández al escribano leyese a los veci­nos la sentencia del provisor pero, temiendo incurrir en censuras, no concluyó la ejecución y devolvió la causa al provisor. A los cua­tro días, 21 de setiembre, fiesta de S. Mateo, Sebastián Fernández, presbítero, natural de Ribota, a quien ya conocemos, dio posesión a Prada de la iglesia de Oseja ante la mayor parte del pueblo, todo quieta y pacíficam ente (86).

¿Qué clase de documento era el mandamiento de Gavilanes?. E ra una orden de ejecución a favor de Pedro Díaz de las letras da­das por Francisco Ubaldo poco después de la disputa, el 20 de ene­ro de 1613, por las que citaba a Prada ante la Rota rom ana e inhi­bía a los tribunales inferiores bajo penas y censuras. El m anda­miento de Gavilanes fue dado el 11 de octubre de 1613 pero sólo tres días más tarde, el 14 del mismo mes, como recordam os, fir­m aron los dos litigantes la concordia (87). Este es el documento que ahora esgrime Pedro Díaz frente al provisor diciendo que su auto y sentencia en favor de Prada son nulos. El provisor Palacios se somete al mandam iento de Gavilanes. En cambio Prada arguye tachando las letras de Ubaldo, como ya hiciera en su día el provisor H errera, aparte de que Pedro Díaz renunció a ellas por escritura pública al hacer la concordia (88).

E ntretanto en Sajam bre se hallan Pedro Díaz y Prada frente a frente. Según éste, Pedro Díaz persuade a los vecinos de que incu-

(86) Doc. cit., fols. 132-135v, 140.(87) Doc. cit., fols. 136-140.(88) Doc. cit., fols. 145, 152-152v.

686 EUTIMIO MARTINO

rren en excomunión, si aceptan a Prada, por oponerse al m andato de Gavilanes. A él mismo le impide el oficio. Toca a Misa antes de am anecer y luego cierra las puertas de la iglesia o esconde cálices y ornamentos. Gavilanes, por su parte, rem ite la causa al nuncio y otorga a Prada que apele ante Su Santidad. Vuelven a pedir el pleito de la Rota romana. El 26 de mayo de 1618 el auditor Ubaldo, a petición de Pedro Díaz, manda se le rem itan los autos de la cau­sa (89).

En Sajambre, al año de la posesión de Prada, éste sigue sin en trar en posesión. En 24 de octubre de 1618 expone al provisor que los vecinos no le aceptan por cura, ya por tem or a las letras apostólicas, ya por ser parientes o amigos de Pedro Díaz. No le entregan los diezmos, le niegan las llaves de la iglesia y los orna­mentos. Aunque la causa esté pendiente de apelación, al provisor le toca am pararle en la posesión (90).

El provisor accede a la petición de Prada. Vuelve a fulm inar la excomunión y m ulta de 200 ducados contra los desobedientes. Deberán aceptarle por cura, darle diezmos, llaves y ornamentos. El 28 de octubre Sebastián Fernández lo notifica en Oseja al ofer­torio de la Misa mayor. Se hallaban presentes 37 vecinos. Al día siguiente pidieron todos copia. «Y dijeron no querían dezmar». Se publica también en Soto, sin que se observe reacción en contra del mandamiento. A continuación Sebastián Fernández comunica a Julián Gómez, cura de Ribota y Vierdes, y a Alonso Diez, clérigo, que deben excluir de las Horas y Oficios Divinos a los vecinos de Oseja como contumaces y rebeldes. Ellos aceptan (91).

A partir de ese 28 de octubre de 1618 no sabemos ni es fácil im aginar lo que pasó en Oseja. Si la excomunión surtió sus efectos, como parece, y Prada no dejaría de urgirlos, el pueblo viviría sin Misa y sacram entos: sin bautismo, confesión, matrim onio. Si al­guien se reconciliaba en caso de muerte, los demás no podrían asis­tir al funeral. Prada residía en Soto donde, al parecer, fue tolerado. Pedro Díaz se ha desvanecido de la escena de Sajam bre. Insiste ante el provisor en que debe revocar lo hecho por estar inhibido por la Rota romana. Replica Prada, que se presenta como viejo y

(89) Doc. cit., fols. 154-155, 159-159v, 164-165.(90) Doc. cit., fols. 168-168v.(91) Doc. cit., fols. 169-172. En Soto, el 1 de noviembre siguiente, fiesta

de Todos los Santos, José de la Caneja, cuñado del arcediano, se opuso pú­blicamente a Prada en la iglesia, el cual tuvo que desistir de la Misa, fol. 172v.

DON PEDRO DIAZ DE OSEJA 687

pobre, que el provisor debe am pararle en la posesión. Así lo hace Palacios hasta que Roma disponga otra cosa. Estam os en noviem­bre de 1618 (92).

CONFUSION.

A partir de ahora entram os en un vaivén cada vez más acelera­do entre Prada y Pedro Díaz, Pedro Díaz y Prada. Es el reino de la confusión.

Una vez más logra Pedro Díaz del nuncio de Su Santidad un juez especial en la persona de José de Mena, el cual vuelve a des­pojar a Prada pero sin que, al parecer, Pedro Díaz vuelva personal­mente. Prada recurre a Chancillería «por vía de fuerza». Y el 4 de junio de 1619 Chancillería declara que Mena «hizo fuerza» contra Prada y m anda a Mena que devuelva las cosas al estado anterior. Mena se somete (93).

En cum plim iento de la Real Provisión de Chancillería, el pro­visor Palacios m anda reponer a Prada, que los vecinos le reconoz­can, le entreguen el diezmo, etc., todo bajo pena de excomunión y como en su m andam iento precedente. Una vez más fue Sebastián Fernández el llamado a notificarlo todo en Oseja el 23 de junio siguiente, en la iglesia, al ofertorio de la Misa mayor (94). Entre los asistentes mencionados, no muchos, figuran únicam ente dos m ujeres: Juana Fernández v Francisca Diez, viudas; evidentemen­te la m adre y la herm ana de Pedro Díaz. No consta que se produ­jera oposición al m andam iento del provisor y Real Provisión de Chancillería (95).

El fallo adverso de Chancillería debió de im pulsar a Pedro Díaz a recu rrir a la más alta instancia, a Roma, personalm ente. Y en Roma se hallaba en seguimiento de la causa antes del 23 de abril de 1620, fecha de las nuevas letras apostólicas dadas a favor de Pedro Díaz. Otra vez se da comisión a Francisco Ubaldo para que sentencie sobre el beneficio. Entretanto Pedro Díaz ha de ser m an­tenido en el beneficio, Prada, en cambio, removido. El nuncio en Madrid, Francisco Cenino, comunica las letras al provisor de León,

(92) Doc. cit., fols. 173, 185-186, 181, 187,(93) Doc. cit., fols. 189-190.(94) Como el juez Mena había repuesto a Pedro Díaz, absolvería tam­

bién de las excomuniones dadas contra los que se oponían a Prada. De ahí que puedan asistir a la Misa.

(95) Doc, cit., fols. 193-195. ' - ■ • ‘

688 EUTIMIO MARTINO

Fernando de Valdés Flores, un provisor nuevo. Este no duda en poner en ejecución el mandamiento del nuncio y de la Rota rom a­na. En consecuencia da su mandamiento que fue leído por el escri­bano Sancho Díaz junto a la iglesia de Oseja el 19 de julio de 1620 al mismo Prada y a los vecinos, de los que se nom bran hasta 33 vecinos varones. El júbilo sería total, excepto para Prada, nueva­mente desposeído poco más de un año después de la últim a po­sesión (96).

Prada recurre inmediatamente al provisor alegando que lo man­dado y ejecutado contra él se funda en una falsa relación de Pedro Díaz a Roma. Entonces Valdés considera detenidam ente los autos y se convence de que hubo relación falsa de parte de Pedro Díaz (97), por lo cual las sucesivas letras apostólicas fundadas en un dato falso no son obligantes. Así es como el 20 de agosto, al mes justo del auto anterior, lo revoca y anula formalmente, restituyendo a Prada en el beneficio de Oseja con las excomuniones acostum bra­das. No poseemos detalles de su notificación en Oseja pero tuvo que producir auténtico desmayo (98).

Pero el nuncio reacciona también rápidamente. Antes de un mes intim a al provisor a revocar el último auto y restablecer el anterior en el plazo de tres días; en caso de no hacerlo, com pare­cerá en Madrid en el térm ino de quince días; de lo contrario, el nuncio enviará persona «que os traiga preso con las guardas, p ri­siones y custodias necesarias». Al recibir este mandamiento, el provisor Valdés, aunque afirmando que ha hecho justicia confor­me resulta de los autos, acepta por obediencia y revoca el auto a26 de setiembre. Poco más de un mes le duró a Prada la últim a posesión (99).

(96) Doc. cit., fols. 197-200. En el mandamiento del provisor destacamos un detalle interesante. Dice Valdés: “...suspendemos todas y cualesquier cen­suras dadas en la dicha razón contra Juana Fernández y Alonso de Quinta­na y Sancho Diez, escribano, y más personas, de pedimento de Juan Gonzá­lez de Prada...”, fol. 199. Se desprende que los mencionados se habrían opues­to a la última toma de posesión de Prada. Todavía está en vida por el 1620 la madre del arcediano.

(97) Doc. cit., fols. 201-204v. El dato que el provisor juzga falso es aquel aunque no judicialm ente (non tamen iudicialiter) que Pedro Díaz escribió a Roma a raíz de la permuta, en 1612. Según éste, Prada le inquietaba en la posesión, aunque no judicialmente, siendo así que había pleito entre los dos ante el provisor de León con intervención del nuncio, como entonces advirtió el provisor Herrera.

(98) Doc. cit., fols. 205*-206.(99) Doc. cit., fols. 207-209.

DON PEDRO DIAZ DE OSEJA 689

Pero tampoco se rinde. El 2 de octubre apela una vez más para ante Su Santidad. Y el 10 de diciembre recurre al Consejo Real «por vía de fuerza», pidiéndole declare que el nuncio hizo fuerza contra él por no dejar la causa a la prim era instancia del obispo. El Consejo Real da su Real Provisión el 23 de diciembre de 1620 ordenando al escribano de León ante quien pasa este pleito, Juan B autista de Torres, que rem ita al Consejo el pleito original «para que visto se provea lo que sea justicia» ( 100).

Es lo últim o que sabemos. Pero es casi seguro que el Consejo Real, en un duelo de las más altas esferas, corrigiese la plana al nuncio porque, de hecho, Prada conservó intacta la propiedad del beneficio. Se deduce así de que al año próximo, 1621, lo perm uta con el curato de Gradefes, que poseía Domingo Piñán. Este pasa a ser párroco de Ose ja desde 1621 a 1652, en que muere. Se ve que Prada optó por dejar Sajam bre después de todo lo que había ocu­rrido. Dos años más tarde m orirá en Gradefes a los 63 de edad aproxim adam ente.

A Pedro Díaz le dejamos en Roma en abril de 1620 activando su causa ante la Rota romana. Parece lo probable que desistió del pleito por el motivo que fuera. Tal vez porque a principios de 1621, a los 38 años de edad, se le abre una nueva perspectiva en Roma.

Así concluye, sin concluir, el famoso pleito cuyos ecos aún per­duran en Sajam bre, sin duda por tradición oral, después de más de tres siglos y medio. ¿Qué pensar de todo ello?. Mucho se pudiera decir en el plano jurídico pero baste aquí un par de acotaciones con la debida reserva por lo extraño del caso y de su desarrollo y la distancia que del mismo nos separa.

Pedro Díaz acusa a Prada de simonía, o sea, de haber comprado el beneficio, pero no vemos por ningún lado las pruebas. Sólo su personalidad posterior junto con la obstinación con que acosa a Prada nos impide poner en duda su rectitud. Todo se desarrolla como si Pedro Díaz estuviese convencido del delito de Prada, sin disponer por o tra parte de pruebas judicialmente válidas. Al acusar y acosar a Prada. parece pretender que Prada se doblegue a su cul­pabilidad y abandone, para lo cual no repara en medios, como si el fin bueno, supuesto que lo fuera, justificase los medios.

Por su parte Prada parece un tanto encogido en la perm uta v en la concordia, fuese por miedo, fuese por culpabilidad o por su na­tural. Pero los fallos a su favor le dan ánimo v. punaue económica­mente debilitado v viejo, se crece más y más al fracasar la perm uta

(100) Doc. cit„ fols. 210-212... sin foliar.

690 EUTIMIO MARTINO

y la concordia, como si se acorazase con el sano principio de que nadie es culpable m ientras no se demuestre.

Es notable que reaccionan a favor de Pedro Díaz aquellos ante quienes él pesa personalmente, como son el nuncio y la Rota ro­mana, m ientras que fallan a favor de Prada el tribunal del obispado de León, el más próximo al caso, a través de sus varios provisores, y Chancillería; tal vez también el Consejo Real.

Un dato que puede ser muy significativo: el vecindario de Ose- ja se pronunció cerradamente y a pesar de la excomunión en contra Prada. ¿Se movía sólo por parentesco y am istad con Pedro Díaz?.

VIDA Y OBRA DE VALENTIN ANDRES ALVAREZ (*)

VII

POR

VIRGINIA GARCIA GONTAN

APENDICE II

BIBLIOGRAFIA DEL AUTOR (1)

1.—Reflejos, Ed. Galatea, Madrid, 1921, 101 páginas.Libro de versos, en composiciones generalmente reducidas, y

de muy variados temas. Encabezado por un breve m anifiesto poé­tico.

2.—Viaje, revista literaria Plural, Madrid, Enero de 1925, págs. 21-24.

Fragmento de la novela Sentimental-Dancing.3.—Sentimental-Dancing, Revista de Occidente, Madrid, Abril,

1925, páginas 1-33.Fragmentos de las memorias de un tanguista muy conocido en

los «dancings» del Barrio Latino de París en los comienzos de la «après-guerre».

(*) Véase el número 103 de nuestro “Boletín”.(1) Se incluyen todas las publicaciones de Valentín-Andrés Alvarez, in­

cluso las no literarias, así como algunos escritos inéditos.Se suceden según el orden en que fueron editándose o, en su defecto, re­

dactándose.Acompaño cada ficha bibliográfica de un breve resumen del contenido

de la obra.

692 VIRGINIA GARCIA GONTAN

4.—Sentimental-Dancing, Editorial Calpe, Madrid, 1925, 170 pá­ginas.

Se amplía la publicación anterior hasta el momento en que el tanguista abandona París. Aparece aquí, ya, la prim era redacción definitiva de esta novela.

5.—Telarañas en el Cielo, Revista de Occidente, Madrid, Octu­bre-Noviembre-Diciembre de 1925, páginas 265-289.

Narración en donde se cuentan las vicisitudes de un joven es­tudioso de Astronomía: sus amores, su noviazgo y casamiento, des­pués de en trar a form ar parte del escalafón del Estado como em­pleado del Observatorio Astronómico.

6.—Dorotea, Luz y Sombra, Revista de Occidente, Enero-Febre­ro-Marzo de 1927, páginas 145-170.

Prim er capítulo de Naufragio en la Sombra.7.— \Tararí\, Revista de Occidente, colección «Nova Novorum»,

Madrid, Octubre de 1929, 96 páginas.Farsa cómica en dos actos y un epílogo, estrenada en el Teatro

Lara de M adrid el 25 de Septiembre de 1929 por la compañía Ro- bles-Orduña.

Rebelados los reclusos de un manicomio, tom an ellos el m an­do. Los hechos se suceden unos a otros con profunda comicidad, hasta que llegan las autoridades, momento en que finaliza la obra.

8.— Antonio Bibesco: Laquelle?... Quatuor..., Revista de Occi­dente, M adrid 1930, páginas 253-256.

Comentarios a un libro que contiene dos comedias de Antoi­ne Bibesco: Laquelle?, comedia en tres actos, versa en torno al te­ma de Don Juan; Quatuor, enlaza una compleja tram a am orosa en torno a dos parejas.

(Nota: el libro de Bibesco se editó en las Ediciones de la Nou­velle Revue Française, París, 1930).

9.—Naufragio en la Sombra, Ediciones Ulises, colección «Valo­res Actuales», Madrid 1930, 193 páginas.

Novela en que intervienen el autor y dos amigas, Lolita y Do­rotea, h ija esta últim a de un americano afincado en aquel paisaje, en un caserón llamado «Casa Blanca». Vida pueblerina, descripcio­nes de discreteos, son capítulos de esta novela que term ina con el enam oram iento de los protagonistas.

10.—Al Volver del Gran Viaje.Comedia en tres actos, estrenada en el Teatro Lara, después

de \Tararí\. Inédita.

VIDA Y OBRA DE VALENTIN ANDRES ALVAREZ 693

H istoria de unos amores que, comenzados una generación an­tes y no realizados, se cumplen en los descendientes de los enamo­rados una generación después.

11.— Abelardo y Eloísa, Sociedad Limitada.Comedia en tres actos. Inédita.Teatralización del tema de Naufragio en la Sombra.12.—La templanza, Revista de Occidente, Madrid 1931, páginas

181-196.Ensayo cómico acerca de los pros y los contras de esta virtud

cardinal.13.—Las Siete Virtudes, Espasa-Calpe, Madrid 1931.Libro que consta de siete ensayos —redactados por siete cola­

boradores distintos— que corresponden a cada una de las siete virtudes cardinales. Se incluye La Templanza de Valentín-Andrés Alvarez.

14.—D. Juan de Tertulia : La Invitación al Convidado de Piedra, artículo periodístico; Madrid, 2 de Febrero de 1934. (Ficha biblio­gráfica incompleta).

Compara irónicam ente la actuación política del pueblo español —en las elecciones, prim ero, y frente al Gobierno elegido, des­pués— con el tem peram ento veleidoso y tornátil del Tenorio..

15.— ¿Cuánto Vale un H om bre?, artículo periodístico 'en La Voz, sección «En Serio y en Broma», Madrid, 2 de Abril de 1934. " ^

Ante la tergiversación actual de valores, y la dificultad de me­dir objetivam ente las capacidades individuales hum anas, él hom­bre, hoy, está a expensas de los dirigentes, de la casualidad y de la publicidad.

16.—El «Nacismo» sin «Nazi» y sin. «Ismo», artículo periodísti­co en La Voz, sección «En Serio y en Broma», Madrid, 9 de Abril de 1934. ” :

Este artículo, que resulta verdaderamente divertido y que en­cierra una fina m ordacidad, critica irónicamente la obsesión ger­m ana de depurar su nación desde el punto de vista racial y políti­co. (Fué compuesto por encargo). -

17.—Vagos de Profesión y de Afición, artículo periodístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 17 de Abril de 1934.

Breves consideraciones «teológico-sociales» sobre la constante ineficacia de las prohibiciones de la mendicidad en nuestro país, así como sobre el abolengo histórico de aquellos que viven, á gran escala, del trabajo de los demás.

694 VIRGINIA GARCIA GONTAN

18.—Las Mujeres y las Abstracciones, artículo periodístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 27 de Abril de 1934.

Curiosos comentarios acerca de las manifestaciones reivindica- tivas y anhelos igualatorios del sexo femenino frente al masculino.

19.—Política Práctica o Metafísica Teórica, artículo periodísti­co en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 3 de Mayo de 1934.

«España fué siempre un país de ex m inistros. Ellos son quie­nes han dado ese carácter especial que es propio de nuestra polí­tica». Este lema, teniendo en cuenta las limitaciones prácticas de los m inistros y las influencias soterradas de quienes lo fueron, lle­va a Valentín-Andrés a concluir: «La República, ante una crisis política, debe preocuparse algo menos de los m inistros y algo más de los ex m inistros; porque si aquéllos quieren gobernar, éstos no quieren ser gobernados. De lo contrario, volveremos a aquellas crisis de la Monarquía: los ministros form arán el Gobierno y los ex ministros, el Desgobierno».

20.—Diálogos de la Feña, artículo periodístico en La Voz, sec­ción «En Serio y en Broma»; Madrid, 15 de Mayo de 1934.

El autor dialoga, en la Feria del Libro, con dos amigos: uno, «sabio de profesión»; otro, «ignorante de afición», y ponen, entre los tres, precios diferentes a las verdades, dudas, aventuras, emo­ciones, etc., que contienen los diversos volúmenes.

21.—Retórica y Poética, artículo periodístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 22 de Mayo de 1934.

Tras una somera historia de cómo surgió el parlam entarism o en la política, concluye el artículo: «Como se impuso la palabra hablada, fué ella el elemento esencial en todo régimen político. Ella hace y deshace todo. Por eso la prim era medida de todo dicta­dor es no dejar hablar. (...) Así se llegó al imperio absoluto de la palabra. Partidos, programas, ideas..., palabras y nada más; jus­ticia, democracia, libertad..., palabras y nada más que palabras».

22.—Primaveral y Lírico, artículo periodístico en La Voz, sec­ción «En Serio y en Broma»; Madrid, 1 de Junio de 1934.

Comentarios y anécdotas sobre el interés que se concede, en la Primavera, a todo aquello que tiene relación con la belleza.

23.—Zamora, el Gran Capitán, artículo periodístico en La Voz; Madrid, 4 de junio de 1934.

Compara un partido de fútbol que jugó en Italia la selección española, con algunas hazañas de nuestra historia. (Fue com­puesto por encargo).

VIDA Y OBRA DE VALENTIN ANDRES ALVAREZ 695

24.—Buenos Trabajadores y Buenos Holgazanes, artículo perio­dístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 19 de Junio de 1934.

La costum bre, nueva en el momento, de organizar expediciones domingueras al campo —surgida por iniciativa de los jóvenes— ha­ce pensar al escritor que se está aprendiendo a trab a ja r m ejor y a descansar de un modo más sano y efectivo.

25.—Estudiantina Desafinada, artículo periodístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 3 de Julio de 1934.

La mendicidad y los libros de texto, dos viejos problem as es­pañoles, tienen una íntim a conexión sustancial: son las dos form as de la vagancia, que se corresponden perfectamente con las dos for­mas del trabajo: vagancia manual y vagancia intelectual.

26.—Sin Pies ni Cabeza, artículo periodístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 20 de Julio de 1934.

El hom bre actual usa, en general, mucho menos que el anti­guo, sus pies y su cabeza: lo primero, a causa de la mecanización en el transporte; lo segundo, como consecuencia de la prolifera­ción creciente de m áquinas de calcular, form ularios, recetarios, modelos de cartas, etc. «Y así como se ha reducido con los vehícu­los el radio de acción de nuestros pies, se están acortando también los alcances de nuestras cabezas».

27.—Filosofía Playera, artículo periodístico en La Voz, sección «En Serio y en Broma»; Madrid, 23 de Agosto de 1934.

Divertido, interesante y original artículo que parte de la idea de que todas las singularidades de la playa derivan del hecho bá­sico de que un acto como el baño, ordinariam ente tan íntimo y pri­vado, se hace allí en público. «Este es el fundam ento de la psico­logía, la lógica y la ética playeras».

28.—Historia y Crítica de los Valores de Nuestra Balanza de Comercio, por Valentín-Andrés Alvarez, Catedrático de Economía de la Universidad de Oviedo, Moneda y Crédito. Revista de Econo­mía, núm ero 4; Madrid, Marzo de 1943, páginas 11-25.

Este trabajo se dirige a fundam entar dos afirmaciones: prim e­ra, que no teníamos todavía (en el momento de publicación del artículo) ningún conocimiento de la historia de nuestra Balanza de Comercio; segunda, que todas las estadísticas del comercio exte­rio r español hasta el año 30 son falsas.

Para ello hace, en prim er lugar, una historia detallada de la le­gislación española de Aduanas entre los años 1869-1930; posterior­mente dem uestra cómo la fuente principal de los errores que afec­tan a las valoraciones del comercio exterior hasta dicho año, ha

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sido la confusión de dos conceptos de valoración de mercancías, que son esencialmente distintos por su naturaleza y por sus fines: valor arancelario y valor estadístico.

29.—«El Camino Hacia la Servidum bre», del Profesor Hayek, por Valentín-Andrés Alvarez, Vicedecano de la Facultad de Cien­cias Económicas de Madrid, Moneda y Crédito. Revista de Econo­mía, número 13; Madrid, Junio de 1945, páginas 68-79.

Resumen, análisis y comentario, del interesantísim o libro: HA­YEK (F.A.); The Road to Serfdom, 184 págs., 10 s. George Routled- ge and Sons Ltd. London, 1944.

El profesor Hayek sostiene la teoría de que, cuando se conside­ra al Estado como un «factótum» providencial, se asientan las pre­misas de un proceso lógico que conduce necesariamente al sistema de ideas del autoritarism o perárquico, y se crean, además, los im­pulsos para un desenvolvimiento político cuya m eta inevitable es el totalitarism o. Dicho proceso, una vez iniciado, se desenvuelve irrem ediablem ente en los planos político, económico y moral. Ha­yek —que tuvo que huir a Inglaterra perseguido por Hitler— ex­plica cómo se realizaron estos hechos dentro de Alemania y advier­te, alarmado, su inicio dentro de otros países de Occidente.

30.—Cosas que Pasan y Palabras que Quedan, artículo periodís­tico en Informaciones, sección «Colaboradores de Informaciones»; Madrid, 21 de Octubre de 1948.

Las palabras son mucho más resistentes que las cosas a la ac­ción del tiempo; según esto, cuando la realidad se transform a pro­fundamente, como los neologismos —aunque sean acertados y líci­tos— resultan siempre pedantescos, no hay más remedio que apli­car a las cosas nuevas las palabras viejas. «Esto tiene, sin em bar­go, un inconveniente grave, y es que hay hombres ingenuos que siguen atribuyendo a las palabras su significación prim itiva, gen­tes sencillas que siguen creyendo, por ejemplo, que el cazador ca­za, el estudiante estudia y el funcionario funciona».

31.—El Mundo al Revés, artículo periodístico en Informaciones, sección «Colaboradores de Informaciones»; Madrid, 5 de Noviem­bre de 1948.

Conjunto de anécdotas que m uestran cómo el progreso, si bien ha traído un gran mejoramiento social, ha invertido los términos en la mayor parte de las realidades cotidianas: «Antes, por ejem ­plo, para tener un mueble, un reloj o una obra en varios tomos, se ahorraba, prim ero, y se compraba la cosa después. Ahora no; ahora la venta a plazos ha conseguido invertir los términos; se dis­fru ta todo desde hoy y se dejan los sacrificios para mañana».

VIDA Y OBRA DE VALENTIN ANDRES ALVAREZ 697

32.—Don Juan y Doña Juana. (Ficha bibliográfica sin localizar).Divertidísimo artículo sobre los diversos tipos de Tenorios —in­

cluida su oponente, la «Doña Juana»— que abarca desde el «Juan Lanas» hasta lo que define el autor como «Super Don Juan».

33.—Planificación. (Artículo periodístico inédito).La planificación económica ha hecho cam biar la vida, las cos­

tum bres y las instituciones. La verticalización es uno de sus efec­tos: «El alto y estrecho taburete del Bar, el asiento vertical, y el largo diván del Café, el asiento horizontal y sin límite, son los dos símbolos representativos de dos épocas, pues expresan de un modo muy plástico y exacto la sustitución de la casa por el rascacielos, el sindicato horizontal por el vertical, el café tomado de pie en el Bar, la sobremesa vertical, en vez de la siesta, la sobremesa hori­zontal.

34.—Inflación. (Artículo periodístico inédito).Según el au tor existen profundas y pintorescas afinidades en­

tre la circulación hum orística y la crem atística. En este sentido, la inflación es un proceso complicado que, además de consecuen­cias económicas, produce reacciones hum orísticas «y al final la vi­da se hace más difícil y la risa más fácil».

35.— ¡TararV. ; Pim, Pam, Pum\ Sentimental-Dancing, Edito­rial Aguilar, colección «Crisol», número 223; Madrid, 1948; 468 páginas.

Pim, Pam, Pum: farsa cómica en donde el personaje principal cambia repetidas veces de personalidad, con motivo de conquistar el am or de su prima.

36.—Otra Vez Don Juan o El Español y su Teatro, Clavileño, Revista de la Asociación Internacional de H ispanismo , núm ero 3; Madrid, Mayo-Junio de 1950; páginas 22-30.

El artículo comienza con algunas consideraciones generales acer­ca del teatro nacional español, francés, inglés, alemás e italiano. Pasa después a com parar entre sí varios héroes teatrales: Don Juan, Hamlet, Segismundo y Fausto y, seguidamente, establece las conexiones comunes que podrían encontrarse en los orígenes del tipo donjuanesco y de las corridas de toros. Intenta luego explicar por qué nuestro teatro nacional escasea en autores específicamen­te cómicos, y term ina estudiando el antagonismo entre el Don Juan de Zorrilla y el de Molière.

37.—Prólogo a:SIEYES, Emmanuel-Joseph, ¿Qué es el Estado Llano?, Insti­

tuto de Estudios Políticos; Madrid, 1950 (páginas del Prólogo: 7-18).

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Biografía de Sieyés (1748-1836) y directrices generales de su pensamiento.

38.—Banco Hispano-Americano. El primer medio siglo de su historia, Madrid, 1951.

En este libro, Valentín-Andrés Alvarez da una somera explica­ción de la situación económica española durante la época del 98 y aclara el origen de las prim eras instituciones bancarias en gene­ral, y del Banco Hispano-Americano en particular.

A continuación narra las vicisitudes de dicho banco en sus co­mienzos, sus luchas por abrirse camino y mantenerse, y su poste­rior desenvolvimiento hasta la época actual.

39.—Naturaleza, Sociedad y Economía. Discurso de recepción del académico electo Excmo. Sr. D. Valentín-Andrés Alvarez. Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Prensa Castellana, Ma­drid, Sesión del 16 de Diciembre de 1952, 38 páginas.

El discurso parte del análisis, a distintos niveles, del doble ca­rácter —natural y social— de todo hecho económico, y pretende ser una réplica al concepto de Estado omnipotente que va, en su poder político, más allá de «los límites impuestos por la naturale­za misma de las cosas». Concluye estudiando los desajustes de la economía actual como consecuencia del desequilibrio entre consu­mo y producción, y exponiendo las soluciones posibles que ofrece la escuela fisiocrática.

40.—Guía Espiritual de Asturias. Elogio de Asturias e ingenio de los asturianos. Oviedo, 1955, 8 páginas. (Tirada aparte de la re­vista Aramo).

En una entrañable descripción, Valentín-Andrés recorre Astu­rias en su paisaje, sus ciudades, su historia, tradiciones, industrias, el concepto de la vida y el hum or típico de sus habitantes, y term ina augurando para esta tierra un «glorioso porvenir».

41.—Edición de:La Nueva Ciencia Económica. La influencia de Keynes en la teo­

ría y en la política económica, Biblioteca de la Ciencia Económica, Revista de Occidente, Madrid, 1955.

42.—Prólogo y traducción de:DAVID, Ricardo. Principios de Economía Política y de Tributa­

ción, Ed. Aguilar, Madrid, 1955, (páginas del Prólogo: I-XII).Expone, y critica irónicamente, las causas de la cuestión más

seria que, en m ateria económica, se plantea hoy al mundo: el pro­blema de la distribución de la riqueza. No se produce para el con­sumo, sino para el mercado; esta paradoja, que ya entrevio David Ricardo en su tiempo y cuyas consecuencias se replantean hoy, ac­

VIDA Y OBRA DE VALENTIN ANDRES ALVAREZ 699

tualiza el pensam iento del famoso autor de los Principios de Econo­mía Política.

43.—Prólogo a:JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Inform e sobre la Ley Agra­

ria. Institu to de Estudios Políticos, Madrid, 1955, (páginas del Pró­logo: 7-32).

En este prólogo se da una visión de la personalidad de Jovella­nos historiador, legislador, pedagogo, estudioso, reform ador y li­terato, y algunas opiniones acerca de su actuación política a nivel tanto teórico como práctico. Se explicitan los antecedentes históri­cos del In form e Sobre la Ley Agraria y se indica detalladam ente qué ideas son originales en Jovellanos y cuáles han sido tom adas de la tradición; con respecto a estas últimas, se exponen las fuen­tes de las cuales han sido tomadas.

44.—Julián Cañedo y su Epoca. Prólogo a:CAÑEDO, Julián. . ..D e Toros. Ed. Aramo, colección «Tema Ibé­

rico», M adrid, 1955, (páginas del Prólogo: 17-28).Biografía resum ida de Julián Cañedo, famoso torero a quien Va-

lentín-Andrés Alvarez conoció. Cuenta los rasgos más característicos de su personalidad y da una explicación del am biente taurino de su época, el apogeo y decadencia de la «Fiesta Nacional».

45.—Teoría e Historia o Apolo y Dionisio, La Torre, Revista Ge­neral de la Universidad de Puerto Rico, Homenaje a José Ortega y Gasset, año IV, número 15-16, Julio-Diciembre de 1956, páginas 469-476.

Se plantea la reductibilidad de Teoría e H istoria como realidades científicas opuestas. Frente a las tres soluciones de la filosofía clá­sica: racionalism o hegeliano, historicismo y eclecticismo de Weber, propone el au tor la aplicación de la «doctrina del punto de vista», que expone Ortega en El Ocaso de las Revoluciones. Incorpora, ade­más, los conceptos nietzscheanos de apolíneo y dionisíaco en el es­tudio de la dualidad, y concluye considerando que Teoría e H istoria constituyen dos mundos científicos comunicables, no contrapues­tos metafísicamente.

46.—Edición de:LINDHOLM, Richard W., Introducción a la Política Fiscal, Bi­

blioteca de la Ciencia Económica, Revista de Occidente, Madrid, 1958.

47.—Prólogo a:La Estructura de la Economía Española. Tabla «Input-O utput»,

Institu to de Estudios Políticos, Madrid, 1958, (páginas del Prólogo: 15-25).

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Presentación, explicación e interés que supone la publicación de la «Tabla de Conexiones Estructurales de la Economía Española», como podría subtitularse la «Tabla 'Input-O utput’ de la Economía Española. Año 1954». H istoria de cómo surgió esta idea y método de análisis en que se funda.

48.—Libertad Económica y Responsabilidad Social. Conferencia pronunciada en el acto de la clausura del curso 1958-1959 en el Co­legio Mayor Universitario de San Pablo. Publicaciones del Colegio Mayor Universitario de San Pablo, Madrid, 1959, 14 páginas.

Tras haber constatado las relaciones entre libertad y responsa­bilidad, a nivel social, recorre el autor la historia del capitalismo, desde su génesis —el nacimiento del liberalismo económico— hasta su triunfo final en época moderna, donde ya aquellas relaciones han quedado básicamente desequilibradas. Concluye con la tesis de la com patibilidad entre libertad individual e intervención estatal.

49.—Discurso en Homenaje a Don Ramón Menéndez Pidal. Iné­dito.

En 1959, al ir a cumplir los noventa años D. Ramón Menéndez Pidal, el Centro Asturiano de Madrid, —al que D. Ramón perte­necía como Socio de Honor— se dispuso a solicitar para él la Medalla de Oro del Trabajo. Al presentar la solicitud les exi­gieron un largo y detallado expediente. Valentín-Andrés Alvarez, que entonces era presidente del Centro, dispuso todo lo necesario para su elaboración inmediata. Estando esta elaboración en curso, les llegó la noticia de que la Medalla de Oro había sido concedida a Perico Chicote sin la presentación del menor expediente. La in­dignación, que alcanzó al propio Pidal, se apoderó de todo el Cen­tro, y a partir de ese momento abandonaron el proyecto. Valentín- Andrés había compuesto un pequeño discurso en honor del homena­jeado, encomiando su tarea y su tierra natal, Asturias.

50.—Discurso Correspondiente a la Solemne Apertura del Curso Académico 1961-1962. Por el catedrático num erario de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, Valentín-Andrés Alvarez. Estades, Artes Gráficas, Madrid, 1961, 32 páginas.

En este discurso de apertura, que coincide con el año de la jubi­lación del autor, se recogen, en esencia, las tesis de Más allá de la Econnmía y Teoría e Historia o Apolo y Dloniso, artículos núms. 51 y 45 de esta bibliografía.

51 —Más Allá de la Economía, Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, publicación número 4, Madrid, 1962, 98 páginas.

VIDA Y OBRA DE VALENTIN ANDRES ALVAREZ 701

Se estudia, en este libro, la evolución económica como parte de la evolución natural, tom ando como punto de partida la hipó­tesis de que los hechos económicos se engranan «en cierto orde­nam iento natural del mundo, que nos hace pensar en un más allá de la Economía, donde las leyes de ésta se enraízan acaso en con­diciones y principios cósmicos».

52.—Contestación al Discurso de Recepción del Académico de Núm ero Don Carlos Ollero Gómez, Real Academia de Ciencias Mo­rales y Políticas, sesión del 15 de Marzo de 1966, Madrid, pági­nas 61-71.

Breve biografía, y exposición de las ideas fundam entales del Sr. Ollero.

53.—Prólogo a:SISMONDI, Simonde de, Economía Política, Alianza Editorial,

Biblioteca de la Ciencia Económica, Madrid, 1969, (páginas del Prólogo: XXI).

Biografía del gran historiador y economista Simonde de Sis- mondi (1773-1842), y explicitación de sus ideas fundamentales: la obra económica original de Sismondi es una crítica de la economía clásica —«ortodoxa», como él la denominó con éxito— tanto con respecto al objeto como en cuanto a sus métodos. Es el fundador de dos principales escuelas que se opusieron, muy posteriorm ente, a la Economía Clásica, única vigente en su época: la Escuela his­tórica y la Socialista; esta última, en las dos formas en que se ma­nifestó en el siglo pasado y aun en el presente, la del Socialismo del Estado, de Adolfo Wagner, y la del Socialismo del pueblo, de Car­los Marx.

54.—Terminología y Morfología del Mercado. (Publicado en Re­vista de Economía Política, Vol. II, núm. 4, Febrero de 1951). Ana­les de Economía, Institu to «Sancho de Moneada» del C. S. I. C., separata de los núm eros 1-4, tercera época, Enero-Diciembre de 1969, M adrid, 1971, páginas 63-78.

En este im portante artículo, Valentín-Andrés Alvarez deslinda dos conceptos fundam entales en terminología m ercantil: concu­rrencia y competencia. Dichos conceptos, de gran interés en el aná­lisis económico, se habían mezclado, hasta la publicación de este trabajo , a causa de que las lenguas inglesa, alemana, francesa e italiana disponen de un sólo vocablo para designar ambas ideas. El español dispone de dos y, basándose en ellos, el au tor ha po­dido resolver la confusión que se venía manteniendo en todos los tratados m ercantiles; una vez establecida la verdadera división,

702 VIRGINIA GARCIA GONTAN

deduce sobre ella una nueva clasificación sistem ática de las formas de mercado, y sus recíprocas conexiones verticales.

55.—Individuo y Grupo. (Aparte del libro Homenaje a Xavier Zubiñ), Madrid, 1970, páginas 81-87.

Las relaciones entre individuo y grupo —o elemento y conjun­to— m uestran, en determinados casos, las dos características si­guientes: la creación, por el conjunto, de algo nuevo e irreducti­ble a sus elementos y la infinitud (matemática) que muchas veces se interpone entre la totalidad y sus componentes.

En este estudio se aclaran las dos características indicadas, y se aplican diversos modos de entenderlas a ciertos problem as con­cretos que presentan varias ciencias, muy distintas entre si.

56.—Memorias de Medio Siglo. (Conferencia pronunciada en la Academia Médico-Quirúrgica Asturiana). Medicina Asturiana. Re­vista Española de Ciencias Médicas, Oviedo, 1971, páginas 79-89.

N arración de los acontecimientos histórico-sociales, científicos y literarios que más llamaron la atención del au tor durante el pe­ríodo comprendido entre 1907 y la segunda postguerra europea.

57.—La Manivela de Sismondi o el Porvenir de la Automación. Disertación en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1971.

Resumen del número 53 de esta bibliografía.58.—Prólogo y edición de:QUESNAY, François. Le Tableau Economique, Ediciones de la

Revista del Trabajo, Madrid, 1974, (páginas del Prólogo: 11-50).Vida y obra de François Quesnay, explicación de la creciente mo­

dernidad de la escuela fisiocrática, y análisis y edición de la fórm u­la aritm ética del «Tableau Economique» de la distribución de los gastos anuales de una nación agrícola.

59.—Fernando Vela y su Tiempo. Prólogo a:Escritos de Vela (Selección), Revista de Occidente. En prensa.60.—Naufragio en la Sombra. En prensa.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS

(En la celebración de su Bimilenario)

POR

CARMEN FERNANDEZ OCHOA

La penetración de los romanos en Asturias está en relación di­recta con las Guerras Cántabras, pero no tanto en la dinámica de la conquista, como en las consecuencias que para el territorio as­turiano tuvieron los acontecimientos que sucedian al sur de la Cor­dillera Cantábrica. En efecto, el resultado de esta dura lucha, sos­tenida por los cántabros y astures contra Roma, durante diez años (29 a. C. - 19 a. C.), tuvo como resultado final el sometimiento de Asturias bajo el dominio romano y, en consecuencia, el comienzo de una nueva etapa en la historia regional.

A lo largo de este trabajo no vamos a detenernos en porm enori­zar acontecimientos bélicos, pues ya lo han hecho, con más o me­nos acierto, bastantes historiadores del presente siglo; más bien querem os analizar aquello que nos sea útil para in terpretar mejor la penetración de Roma en Asturias. Así pues, tratarem os las cau­sas de la guerra, en prim er lugar; a continuación ofreceremos una referencia de las principales tendencias de los distintos historiado­res en la interpretación de las fuentes y de los puntos álgidos de la discusión histórica asi como una breve descripción de los aconte­cimientos principales para finalizar, dada la ausencia de datos, con una serie de hipótesis sobre la conquista de Asturias y la organiza­ción posterior del territorio.

704 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

I.— LAS CAUSAS DE LA GUERRA.

Según Floro (II, 33-64) la causa principal de éstas guerras fue­ron las incursiones devastadoras que hacían los cántabros sobre los pueblos lim ítrofes de la Meseta Norte, vacceos, autrigones y turmó- gos ( 1 ).

Sin embargo, los investigadores modernos apuntan otras razo­nes de más peso. Así Blázquez (2) dice que las fuentes son explícitas en cuanto al móvil de la guerra:

«Un factor im portante en la conquista del país cántabro y astu r fué el apoderarse de las ricas minas de su territorio , ya que el erario se encontraba en una situación francam ente mala, pués el Oriente con motivo de la asoladora guerra m itridàtica, de la piratería endémica hasta la cam paña de Pompeyo, de la repercusión de la guerra civil y de la políti­ca seguida por Antonio, se encontraba extenuado...».

Este mismo investigador ve muy claro el móvil de la guerra en las expresiones de Floro (II, 33, 39-60) sobre la naturaleza de la región «rica en oro, malaquita, minio, y abundante en otros pro­ductos», y a continuación añade que «en consecuencia Augusto ordenó que se explotara el suelo» (3).

Hay otras fuentes literarias (Josefo 2,37,4) que también vincu­lan el fin de la guerra con el comienzo de las explotaciones de oro.

Algunos investigadores (4) se suman a la opinión de Blázquez y consideran como causa principal de la conquista la gran rique­za m inera del Noroeste.

Sin embargo, a los motivos económicos se unieron los pura­m ente políticos y estratégicos (5) como el establecimiento de unas

(1) Sobre estos pueblos ver: W a t t e n b e r g , F. La región vaccea, Bibliotheca Praehistorica Hispana II, Madrid, 1959.

S ola n a , J . L os autrigones a través de las fuentes literarias. Anejos de His- pania Antiqua, I, Vitoria, 1973, Idem. Autrigonia Romana, Valladolid, 1978.

S o la n a , J . M . Los turmodigos durante la época romana. I. Fuentes litera­rias, Anejos de Hispania Antiqua, Valladolid, 1976.

(2) B l á zq u e z , J . M . Estado de la romanización de Hispania bajo César y Augusto. Emérita, núm. 30, 1962, pág. 117-118 nota 4.

(3 ) B l á zq u e z , J . M . Roma y la explotación económica de la Península Ibé­rica. Las raíces de España..., 1967, pág. 276 y ss.

(4) R o d r íg u e z C o l m e n e r o , A. Galicia Meridional Romana, Bilbao, 1977, pág. 50.

(5) D o m e r g u e , C. Les explotations aurifères du Nord-Ouest de la Penin- sule Iberique sous l’ocupation romaine. VI CIMineria. Vol. I, León, 1970, pág. 270.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 705

fronteras y de un sistema defensivo que perm itiera la paz de los ciudadanos (6) así como la necesidad de Augusto de prestigiarse ante el pueblo con algunas victorias como ha señalado Rostovzeff (7).

En suma, las causas de las Guerras Cántabras creemos que fue­ron múltiples. Por una parte, los romanos necesitaban acabar con un enemigo incómodo que aprovechaba los momentos difíciles de Roma para saquear a las poblaciones vecinas ya sometidas de la región del Duero. Por o tra parte, Augusto necesitaba acrecentar su prestigio personal con victorias sobre pueblos enemigos y con­quistas de territorios por encima de sus triunfos sobre com patrio­tas desidentes como Bruto y Marco Antonio (8), y por últim o hay que adm itir como factor im portante el deseo de apoderarse de las minas del Noroeste en un momento en que el erario romano se encontraba en una situación bastante precaria.

II .— LA INTERPRETACION DE LAS FUENTES Y LOS PRINCIPALES

ACONTECIMIENTOS BELICOS.

1.— Corrietes o escuelas historiográficas.

Ningún historiador clásico de prim era categoría ha narrado las guerras de Augusto en el Noroeste. Fuente principal es Dión Casio en los libros 51-54 de su «Historia Romana», cuyo valor re­side en la cronología de los acontecimientos que son enum erados del 29 a. C. al 19 a. C., es decir, que su relato abarca todo el desa­rrollo de las guerras. Para el período que va del 26 a. C. al 19 a. C. se añaden los relatos de Floro «Epitomae historiae romanae» (II,33, 46-60) y de Orosio «Historiarum adversus paganus» (VI, 21) cuya fuente común parece que fué Livio quien a su vez debió de to-

(6) L o m a s S a l m o n t e , F. J. Asturias Prerromana y A ltoim perial. Sevilla,1975, pág. 118. Abunda en esta idea R o ld a n , J. M. Hispania y el ejército ro­mano. Contribución a la Historia social de la España Antigua. Salamanca, 1974, pág. 179. Cfr. H a r m a n d , J. L ’Occident rom ain : Gaule, Espagne, Bretagne, A fri­que du Nord (31 a. C. a 235 d. C.). Paris, 1970, pág. 43-47.

(7 ) R o st o v z e f f , M. Historia económica y social del Imperio Romano. Ma­drid, 1937, pág. 115 y ss.

Vid. también R o l d a n , J. M. Op. cit.(8) M o n t e n e g r o , A. Las Guerras Cántabras en Historia de España A nti­

gua, Hispania Romana, Cátedra, Madrid, 1978, pág. 256.

706 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

m ar los datos de la Autobiografía de Augusto (9). Desgraciada­mente para conocer las Guerras Cántabras falta un tipo de fuente tan im portante como puede ser la de Polibio para la guerra celti­bérica y lusitana.

Ciertos detalles aislados de estas guerras aportan también otros escritores como Estrabón, Silio Itálico, Valerio Patérculo, Hora­cio (10). A estas fuentes se suman los datos numismáticos recogi­dos por algunos autores (11) principalmente las monedas de Ca- risio con armas y trofeos utilizados en tal contienda ( 12 ).

El estudio de todas las fuentes detalladas anteriorm ente ha dado lugar a numerosos trabajos sobre la guerra cántabro-astur a lo largo del presente siglo. Cada uno de estos estudios, a los que nos referimos a continuación, ha supuesto una interpretación pecu­liar de los acontecimientos bélicos.

Si bien no están demasiado claros los hechos que sucedieron del 29 a. C. al 26 a. C. cuya fuente única es Dión Casio, no obstante el punto álgido de la discusión histórica se ha centrado en los su­cesos fundamentales ocurridos en los años 26 y 25 a.C. y en la de­term inación exacta del campo de operaciones donde los mismos se desarrollaron.

Dos grandes corrientes o escuelas pueden tenerse en cuenta al estudiar las interpretaciones principales de tales sucesos. En prim er lugar, la más amplia monografía sobre las guerras Cánta-

(9) S c h u l t e n , A. Los Cántabros y astures y su guerra con Roma. Ma­drid, 1943 (varias ediciones), pág. 145.

(10) S c h u l t e n , A. Las guerras del 27-19 a. de J. C. FHA., Fascículo V, Barcelona, 1940, pág. 183^207 y 326-340.

(1 1 ) G il F a r r e s , O . La moneda hispánica en la Edad Antigua. Madrid, 1966, pág. 394, y ss. Cfr. G u a d a n , A. M. Las armas en la moneda ibérica. Cua­dernos de Numismática, Madrid, 1979, pág. 77-78.

(12) Román Imperial Coinage. Vol. I, núm. 221-239. Vid. V illaron ga , L. Emisión m onetaria augustea con escudo atribuible a P. Carisio y a la zona Norte de España. XI CAN, Zaragoza, 1970, pág. 591-600. También B e ltran , A. Las Monedas romanas de Mérida. ABMérida, pág. 93. Más recientemente B e ltra n M artínez, A. Nuevas aportaciones al problema de los bronces de Augusto con caetra o panoplia acuñados en el Noroeste de España, Numisma XXVIII, núm. 150-155, Enero-diciembre, 1978, pág. 157 y ss. En este trabajo realiza el catálogo de los hallazgos monetarios de P. Carisio basándose en datos de publicaciones anteriores y de algunos Museos. Hemos echado en falta un as de Augusto encontrado en Coaña, vid. Fernandez Ochoa, C. La Numis­m ática romana de Asturias. CPAUAM núm. 4, 1977 pág. 139 y 162.

Cfr. B lanco F r e ix e ir o , A. Los monumentos romanos de la conquista de Galicia. CSECS núm. 16, 1976, pág. 95 y ss. (Tb. en Habis 2. 1971).

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 707

bras se la debemos a Schulten (13) quien recoge de Magie (14) la idea de una operación m ilitar combinada y simultánea en todo el Noroeste (unos 400 Km). Schulten centra el punto principal de la lucha en Asturia, donde se da la batalla de Bélgica y la retirada del Mons Vindius. Sitúa el Mons Medullius en la desembocadura del Miño y reduce la lucha en Cantabria al ataque a la ciudad de Aracillium. Coloca los campamentos-base de las operaciones en Sasamón, Astorga y Braga, desde cada uno de los cuales se tom a­ría sim ultáneam ente Cantabria, Asturias y Galicia.

A las opiniones de Schulten se adhieren, con algunas correc­ciones, H orrent (15), Brancati (16), Forni (17), Schm itthenner (18), C. Torres (19), González Echegaray (20) y Roldán (21).

En contra de esta interpretación de las guerras realizada por Schulten, otros investigadores han seguido las huellas de la escue­la tradicional de historiadores españoles (Fernández Guerra y Fló- rez), especialmente el inglés Syme (22), quien sitúa en Cantabria la parte más im portante de la guerra del año 26 a. C., donde tuvo lugar la batalla de Bélgica, que identifica con la ciudad cántabra de Vellica (23) y la retirada al Mons Vindius. En el año 25 a. C.

(13) Vid. nota 9.(14) M a g ie , D. Augustus War in Spain, 26-25 a. C., Classical Philology,

XV, 1920, pág. 323 y ss.(15) H o r r e n t , H . Notas sobre el desarrollo de la guerra Cántabra del año

26 a. C., Emérita, 21, 1953, pág. 279 y ss.(16) B r a n c a t i, A. Augusto e la Guerra de Spagna, Urbino, 1963.(17) F o r n i , G . Uocupazione m ilitare della Spagne nordooccidentale, Ana-

logie e Paralelli, Legio VII Gemina, León, 1970, pág. 205 y ss.(18) S c h m it t h e n e r , R . Augustus Spanischer Feldzug und der K am pf um

dem Pricipat, Historia XI, 1962, pág. 54 y ss.(19) T o r r e s , C. Galicia en las guerras cántabras, Boletín de la Universi­

dad de Santiago de Compostela, 51-52, 1948. Posteriormente revisa algunas de sus opiniones en La conquista romana de Galicia, CSECS núm. 16, 1976, pág. 9 y ss.

(20) G o n z á le z E c h e g a r a y , J. L o s Cántabros. Madrid, 1966, pág. 171-193.(21) R o l d a n , J. M. Fuentes antiguas..., pág. 171 y ss.(22) S y m e , R . The Spanich w ar of Augustus 26-25 B. C. American Journal

of Philology. LV, 4, 1934, pág. 293 y ss. (traducido por I g l e s ia s , J. M. en Santuola II, Santander, 1976-77, pág. 303 y ss.). Este artículo fué reconstruido por Syme posteriormente, agregándola nueva bbliografía, en The conquest of North-W est Spain, Legio VII Gemina, León, 1970, pág. 78 y ss.

(23) Syme en la puesta al día en 1970 de su trabajo de 1934, sigue iden­tificando Bélgica con Vellica y ésta con la actual Helechia. El nombre de Vellica corresponde a la Villecia de la placa núm. 1 del Itinerario del Barro, que describe las estaciones desde Legio VII a Portus Blendium es decir, la ruta de la columna central mandada por Augusto en el año 26 a. C. como veremos

708 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

tendría lugar la guerra contra los astures. Este historiador no ad­mite el desarrollo simultáneo del ataque desde los tres campamen­tos de Schulten y excluye prácticam ente de las guerras a Galicia, ya que sitúa el Mons Medullius en el Bierzo, entre las provincias de León, Lugo y Orense.

Las teorías de Syme, expuestas por vez prim era en 1934 y pues­tas al día en 1970, han ido ganando terreno e nlos últimos años. Entre sus seguidores destaca Lomas Salmonte (24).

Más recientemente, y tomando elementos de una y otra escue­la, la obra de Rodríguez Colmenero (25) ofrece también una visión del problema. Coincide con Syme en no adm itir un ataque simul­táneo a lo largo de los 400 Km., excluye a Galicia de las guerras Cantábricas y centra el ataque más im portante en Cantabria, pero sitúa el Mons Medullius en el curso alto del Miño.

Posteriorm ente Montenegro (26) si bien recoge datos de sus predecesores estudiosos del tema, en especial de Rodríguez Col­menero, retorna de alguna manera a la concepción de Schulten, adm itiendo el establecimiento de los tres campamentos de Segi- samo, Asturica y Bracara y situando la batalla de Bélgica en el Bierzo (Bergidum, Cacabelos).

La síntesis más ecléctica sobre el tema se la debemos a Gon­zález Echegaray (27), quien revisa sus opiniones de 1966, en las que seguía fundam entalm ente a Schulten, y realiza una interpre-

más adelante. Sobre el itinerario del Barro, Vid. R o ld a n , J. M. Las Tablas de Barro de Astorga, ¿una falsificación moderna? Zephyrus XXIII-XXIV, 1972-73, pág. 222 y ss. (Reproducido también en Itineraria Hispana. Valladolid, 197'5, pág. 163-175). E l autor niega la autenticidad de las placas 1, 3 y 4 y admite como válida únicamente la placa 2. Recientemente G o n za lez E chega ­r a y , J. Cantabria a través de su historia. Santander, 1979, pág. 128, se inclina por la autenticidad del Itinerario.

(24) L om as S a lm o n t e , F. J. Op. cit. pág. 99-140.(25) R o d r íg u e z C o l m e n e r o , A. Op. cit. pág. 42-58 y también La conquista

romana de Galicia en Historia 16 Febrero 1977, pág. 51 y ss. Ultimamente en su obra Augusto e Hispania. Conquista y Organización del Norte Peninsular. Bilbao, 1979, pág. 24-129, revisa algunas de sus propuestas anteriores:

—Comprime en el año 25 a. C. los acontecimientos que anteriormente dis­tribuía entre el 25 a. C. y el 26 a. C.

—Identifica el Astura con el Orbigo y no con el Esla.—Retrasa el año 22 a. C. el episodio del Mons Medullius.—Coloca el episodio de Carisio y el ataque astur al comienzo de la guerra.—Piensa que una columna marcha hacia el Nervión.(26) M o n t e n e g r o , A. Op. cit. pág. 254-262.(27) G onza lez E c h e g a r a y , J. Cantabria, pág. 79-120 y también Cantabros

y A stures frente a Roma, en Historia 16. octubre 1976, pág. 55 y ss.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 709

tación de los acontecimientos dentro del encuadre de la visión de Syme.

Fialmente hay una serie de obras generales (28) que también se ocupan de las guerras Cántabras con alguna mención determ i­nada.

2 .— Principales acontecimientos bélicos.

El año 29 a. C. fué el prim er año de la gran guerra, cuya única fuente y muy escueta es Dión Casio. Se encontraba al mando de toda Hispania el procónsul Statilio Tauro. Las acciones de Stati- lio Tauro debieron de ser bastante infructuosas porque las hosti­lidades continuaron al año siguiente, estando las tropas bajo el mando de Calvisius Sabinus. Lo mismo debió suceder en el año27 a. C., hallándose al frente de las tropas el procónsul Sexto Apu- leyo (29). Evidentem ente los pueblos del Norte proseguían irreduc­tibles, al menos los cántabros, lo que quizá decidió a Augusto a trasladarse a H ispania a fines del 27 o comienzos del 26 a. C. Du­rante el invierno del 27 al 26 a. C. Agusto estuvo en Tarragona, donde celebró su octavo consulado, y allí planificó la guerra; m an­dó ab rir las puertas del templo de Jano y tomó medidas de carác­ter adm inistrativo, dividiendo Hispania en tres provincias: Ulte­rior, C iterior y Lusitania, la prim era de las cuales quedaba en ma­nos del Senado; nombró legado de la Citerior a Cayo Anstitio y de Lusitania a Publio Carisio, dejando ambas provincias bajo control directo del em perador.

Sobre el desarrollo de los acontecimientos bélicos de los años 26-25 a.C. nos parece válida la división de Syme del «Bellum Can- tabricum» y «Belum Asturicum» en cada uno de esos años respec­tivamente. Disentimos, sin embargo, en su interpretación del epi-

(28) B l a zq u e z , J. M. La Romanización. Madrid, 1974, pág. 237-258, T o v a r , A. y B l a zq u e z , J. M. Historia de la Hispania Romana, Alianza ed. Madrid 1975, pág. 115-121; V i g il , M. Historia de la España Antigua. H.a de España. Alfa­guara I, Madrid, 1973, (varias ediciones), pág. 289-291.

Existen algunos otros trabajos sobre el tema que no hemos incluido aquí, bien porque se refieren a aspectos parciales o porque hoy día pueden con­siderarse muy superados. Remitimos a la traducción de Syme realizada por I g l e s ia s , J. M. (nota 22) que incluye un apéndice bibliográfico elaborado por este último.

(29) B a l il , A. Los gobernadores de la Hispania Tarraconense durante el Im perio Romano. Emérita XXXII, 1964, pág. 19 y ss.

710 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

sodio de Carisio, que él sitúa a comienzos del 26 a.C. como un pre­lim inar del «Bellum Cantabricum». Las fuentes sitúan claram ente este episodio en el año 25 a. C. y nada nos autoriza a pensar que estas acciones contra los astures se desarrollaran antes de tal fe­cha. Lo que sí podría adm itirse es la actuación indirecta del legado de la Lusitania controlando a los pueblos limítrofes con los cán­tabros, pero nada más. También nos plantea duda su in terpreta­ción del episodio del Mons Medullius y la ubicación del mismo, lo que expondremos en las páginas siguientes.

a) La guerra del año 26 a. C.

Augusto se dirigió a Cantabria y escogió el lugar de Segisamo (actual Sasamón) para establecerse. Con base en Segisamo, donde tuvo su cuartel de invierno la Legión IV Macedónica (30), el ejér­cito romano se dividió en tres columnas para atacar los puntos neurálgicos de los cántabros. El mando de la columna central lo ostentaba Augusto, y su legado Antistio mandaba sin duda alguna de las otras dos columnas. No conocemos más que las operacio­nes de la columna central porque las noticias se han conservado gracias a la Autobiografía del Emperador, fuente de conocimientos para Livio y de consecuencia para Floro y Orosio. La línea de pe­netración de la columna central remontó el río Pisuerga para con­tinuar descendiendo por el Besaya siguiendo más o menos el tra­zado actual del ferrocarril Madrid-Santander. En su trayectoria el ejército romano debió de someter Peña Amaya hasta llegar a la fortaleza de Vellica, que ha sido identificada con Monte Cildá (31), al sur de Aguilar de Campóo. Los sántabros fueron vencidos pro­bablem ente en la llanura de Mave y al no poder refugiarse en Ve­llica, huyeron Pisuerga arriba a refugiarse en la Cordillera, en el Mons Vindius (Monte Blanco) (32). Los autores que sitúan el Mons

(30) G o n zá lez E c h e g a r a y , J. y S o lana , J. M. La Legión IV Macedónica n España, HA, V 1975, pág. 151 y ss.

(31) G a r c ía G u in e a , M. A. y o tr o s : Excavaciones en Monte Cildá, Olleros de Pisuerga (Patencia). EAE, núm. 61, 1966. Idem, Excavaciones en Monte Cildá, Olleros de Pisuerga (Palencia). EAE, núm. 82. 1973.

(32) La ubicación del Mons Vindius es diversa según se sitúa en Astu­rias o Cantábria. Vid. Cagigal, M. Algo sobre vías romanas en Cantabria con m otivo del libro del Dr. A. Schulten : Los Cántabros y astures y su guerra con Roma. AEspA vol. 17, 1944, pág. 373 y ss. También Rabanal A lvarez, M. Peña Ubiña, Mons Vindius, Archivos Leoneses núm. 18, 1956, pág. 129 y ss. Cada uno de los autores citados en las notas anteriores opinan sobre la ubica­ción del Mons Vindius.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 711

Vindius en Cantabria lo identifican con las sierras de H íjar, Cori­za, Peña Labra, Peña Prieta, al oeste del campo de operaciones de Vellica. Aunque las fuentes no digan nada, es posible que los ro­manos, tras derro tar a los de Vellica, tuvieran que vencer la resis­tencia de los habitantes de Monte Bernorio (33) y de Santa Mari­na (M ataporquera) (34).

Prosiguiendo su m archa hacia el norte, Augusto se dirige con­tra Aracillium (actual Aradillos junto a las fuentes del Besaya (35)), oppidum que es tom ado probablemente con ayuda de la es­cuadra, procedente de Aquitania, que desem barcaría en la ría de Suances (Portus Blendium) (36). La resistencia de Aracillium fué bastante larga y penosa según refiere Orosio.

Con la tom a de Aracillium finalizó el «Bellum Cantabricum» pero no la pacificación del norte de la Península.

Las fuentes son explícitas al señalar las dificultades de la gue­rra. El ejército rom ano estaba acostum brado a luchar en llano y Cantabria es una región montañosa. Además los cántabros lucha­ban en guerra de guerrillas, sin presentar nunca batallas cam pa­les. Augusto mismo esperaba una conquista más rápida de la que se estaba produciendo; unido esto a una serie de sucesos persona­les y a su salud bastante quebrantada en esos momento, el empe­rador decidió retirarse a Tarragona y dejó al mando del ejército a Antistio. La retirada de Augusto pudo producirse antes de la to­ma de Aracillium.

La actuación de las columnas oriental y occidental nos es des­conocida. Syme supone una entrada por Pajares hacia Gijón para la columna occidental m ientras que la columna oriental penetra­ría por Espinosa hacia Bilbao (37).

(33) S a n V a l er o A p a r i s i , J. Excavaciones Arqueológicas en Monte Bernorio (Palencia). Primera Campaña 1943, Informes y Memorias núm. 5, Madrid, 1944. Id. Monte Bernorio, Aguilar de Campóo (Palencia). Campaña de Excavaciones en 1959, EAE núm. 44. 1966.

(34) S c h u t e n , A. Castros prerromanos de la región cantábrica. AEspA núm. 15, 1942, pág. 2 y ss.

(35) G o n z a le z E c h e g a r a y , J. Nuevas investigaciones sobre la guerra can­tábrica. Altamira 1 ; 1951, pág. 147 y ss.

(36) Id e m , Estudio sobre “Portus Victoriae”, Altamira 2-3, 1951, pág. 282 y ss.

(37) Syme, R. En Santuola II, pág. 313.

712 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

b) La guerra del año 25 a. C.

En la prim avera del año 25 a. C. según las fuentes, había tres cam pamentos (38) legionarios instalados jun to a las riberas del Astura (Esla), con tropas posiblemente de la Tarraconense como señala Syme.

Los astures descendieron de sus «nevados» montes y se esta­blecieron junto al Astura con intención de atacar los tres campa­mentos de invierno de los romanos. Sin embargo, los brigaecini de la región de Benavente delataron a Casirio, que invernaba en algún lugar al norte del Duero, los planes de ataque de los astures. El legado acudió en defensa de los campamentos romanos, sorpren­diendo a los astures, lanzados ya a la batalla, por la espalda. Par­te del ejército astu r derrotado se refugió en Lancia (Villasabariego) (39) que era, según Floro, la ciudad más poderosa de los astures. Carisio sitió Lancia, que se entregó por capitulación. Tras la toma de Lancia, Carisio, sin duda debió someter otras plazas fuertes de los astures augustanos.

Algunos investigadores (40) suponen la ausencia de Antistio de los cam pamentos del Esla y lo sitúan realizando incursiones por la costa asturiana y norte de Lugo. Nada dicen las fuentes al res­pecto. Con la tom a de Lancia finaliza, en nuestra opinión, el «Be- llum Asturicum» porque el episodio del Mons Medullius que va­rios historiadores sitúan a continuación de las acciones de Cari­sio entre los augustanos, no está del todo claro que se desarrollase en tal momento, y al menos por ahora debemos m antener una du­da razonable sobre su cronología.

c) El episodio del Mons Medullius.

Posiblemente haya que separar el «Bellum Asturicum» del epi­sodio del Mons Medullius del que Floro dice «postremo» y Osorio «praeterea». Este episodio podría constituir una tercera fase en el desarrollo de las Guerras Cántabras.

(38) Sobre los campamentos romanos en torno al Esla que pudieron servir de base en las operaciones del “Bellum Asturium” ver R. M a r t in V a l s , R. y D e l ib e s , G. Sobre los campamentos de Petavonium. St. Arch. núm. 36, 1975 y también L o e w in s o h n , E. Una calzada de dos campamentos romanos del con- ventus Asturum . AEspA vol. 38, 1965, pág. 42-43.

(39) J orda C er da , F. Lancia, EAE núm. 1, 1962.(40) G o n zá lez E c h e g a r a y , J . Cantabria..., pág. 112. También D ie g o S a n ­

t o s , F. A sturias Romana y visigoda en Historia de Asturias T. III, Salinas, 1978, pág. 7.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 713

M ientras que Lomas Salmonte (41) atribuye a Carisio la tom a del Mons Medullius, González Echegaray (42) piensa más bien en una acción conjunta en la que Antistio probablem ente llevaría el mado; C. Torres (43) atribuye a Cayo Furnio o Firmio el ataque y rendición de dicho monte. Schmitthenner re tro trae al año 22 a. C. la acción del Mons Medullius (44) y Diego Santos (45) retrasa aún más la cronología de episodio, situándolo prácticam ente en tiem­pos de Agripa o muy próximos a su llegada, quizá al final del m an­do de Carisio o de alguno de sus sucesores,cuyos nom bres nos son desconocidos.

Evidentem ente las fuentes no son claras al respecto, pues An­tistio y Furnio no pudieron actuar juntos por no coincidir el tiem­po de su perm anencia en España. Antistio estuvo del 27 al 25 a. C. y Cayo Furnio del 22 al 20 a. C.

Si problem ática es la cronología de este episodio, no lo es me­nos la ubicación del lugar donde se desarrollaron los aconteci­mientos. Syme, Lomas Salmonte y González Echegaray sitúan el Mons Medullius jun to al Sil, considerando que la expresión de Oso- rio «Minio flumini imminens» puede ser una confusión y no su­pone que se refiera al Miño, pues el Sil es más im portante desde el punto de vista geográfico. Concretando más aún su ubicación, Lomas Salm onte lo identifica con Las Médulas, en el Bierzo leo­nés, opinión a la que se suma, además de González Echegaray, C. Torres rectificando sus antiguas reducciones geográficas (46).

Sin embargo creemos que Osorio no se equivocó al citar el Mi­ño, pues no es fácil atribu ir a un historiador de Galicia la confu­sión entre Miño y Sil, que pudo ser posible en autores anteriores (47). Además, por la Epigrafía sabemos que en la antigüedad al Miño se le daba su propio nombre (48). Por o tra parte, la ubica­ción del Mons Medullius en Las Médulas es dudosa porque no po­demos considerar que estas montañas se encuentren en los «ulte-

(41) L om a s S a l m o n t e , F. J. Op. cit. pág. 130-131.(42) G o n z á le z E c h e g a r a y , J. Cantabria... p á g . 112-113.(43) T o r r e , C. La conquista..., pág. 27-28.(44) S c h m it t h e n n e r , R. Op. cit. pág. 54-70.M á s r e c ie n t e m e n te R o d r íg u e z C o l m e n e r o , A. Augusto e H ispania..., p á g .

111.(45) D ie g o S a n t o s . Asturias romana y visigoda... pág. 15 y 16.(4 6 ) T o r r e s , C. La conquista..., p á g . 27-28.(47) M o n t e a g u d o , A. Galicia en Ptolomeo. CEGall. III, 1947, pág. 620,

afirma la confusión de Orosio entre Milo y Sil porque este historiador tomó los datos de otros historiadores y no de su propia experiencia.

(48) R o d r íg u e z C o l m e n e r o , A. La conquista de G alicia..., pág. 57.

714 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

riores Gallaeciae partes», ni en esta zona hay tejo para extraer ve­neno (49).

Mañanes (50), argumentando en favor de una ubicación gallega para el Mons Medullius, plantea la posibilidad de una confusión o una corrupción de la palabra Meidullius por Meidunius, «castello» que se conoce a través de la Epigrafía (CIL, II, 2.520) como situado en alguna parte de Galicia pero cuya localización resulta proble­mática.

Rodríguez Colmenero y Montenegro sitúan el Mons Medullius en el curso alto del Miño, al norte de la provincia de Lugo, en cro­nología paralela con los restantes acontecimientos del «Bellum As- tu r icum».

Con base en los textos de Floro y Osorio, creemos que el episo­dio del Mons Medullius debe situarse en algún lugar lim ítrofe en­tre Asturias, Galicia y León, pero no en la desembocadura del Mi­ño, como pretendió Schulten, sino en las proximidades de su cur­so alto en una zona más oriental, es decir, próxima al escenario donde se desarrollaron los acontecimientos más im portantes de la guerra contra los astures y los cántabros. En esta zona, ade­más, se han encontrado el mayor número de monedas con la caetra (a las que hemos aludido anteriormente), lo que argum entaría en favor de ésta la ubicación propuesta.

En resumen, hemos de adm itir que no sabemos con certeza el año en que tuvo lugar este episodio, el lugar seguro del Monte, ni cuánto tiempo resistieron el asedio los sitiados que pudieron ser astures y galaicos o galaicos solos. Floro y Orosio coinciden en los detalles de la lucha: los romanos cercan el Monte y lo rodean de un foso de 15 millas para vencer la resistencia. Los sitiados pre­firieron la m uerte a la rendición.

En opinión de Rodríguez Colmenero y Montenegro, después de laderrota del Mons Medullius se conquistarían las «ulteriores Ga­llaeciae partes», estableciendo en Lugo una base campamental que dió origen a la ciudad (51).

(49) M a ñ a n e s , T. en la recensión del libro de F. J. L om as S alm o n te en HA, V, 1975, pág. 352 y ss.

(50) I b id e m .

(51) A r i a s V i l a s , F. L u c u s Augusti, CSECS núm. 16, 1976, pág. 57 y ss.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 715

d) El final de las Guerras Cántabras.

Después de la tom a de Lancia en el año 25 a. C., Carisio —se­gún Dión Casio— licenció a algunos de los soldados de sus legio­nes V y X, con lo que fundó ese mismo año la ciudad de Em érita Augusta (M érida) (52). Con este motivo acuñó moneda, principal­m ente ases, en los que figura la efigie de Augusto, el nom bre de las legiones (53).

A fines del 25 a. C. Augusto regresó a Roma y mandó cerrar el templo de Jano, negándose a aceptar la celebración del triunfo que el Senado le proponía.

En el año 24 a. C. fué nombrado gobernador de la Citerior L. A. Lamia. Según Dión Casio, los indígenas, más probablem ente los astures que los cántabros, ofrecieron al nuevo gobernador tri­go para las tropas y dieron m uerte a los soldados invitados a coger el trigo. L. A. Lamia reprim ió esta sublevación devastando campos, ocupando poblados y cortando las manos de los prisioneros.

En el 22 a. C. se recrudece el levantamiento con la llegada del nuevo gobernador Cayo Furnio. Según se expresa Dión Casio, los astures, que estaban molestos de los malos tratos de Carisio, mo­vieron en favor suyo a los cántabros. Furnio reprim ió la subleva­ción cántabra y acudió en ayuda de Carisio, quien sin duda lucha­ba contra los astures augustanos. Ambos lograron restablecer la paz.

Sin embargo, en Cantabria, todavía iba a tener lugar el acto final de estas guerras. Muchos cántabros, que habían sido vendi­dos como esclavos en la Galia, después de dar m uerte a sus dueños, regresaron a su país. Se hicieron fuertes en las m ontañas y ataca­ron desesperadam ente los campamentos romanos. Publio Silio Ner- va, legado en el año 19 a. C., intentó apaciguar la revuelta sin con­seguirlo. Entonces Augusto envió a su m ejor general, Agripa, quien reavivó la m oral de las tropas y empleó métodos de ajusticiam iento drásticos arrasando el país.

Así concluyó una larga lucha de diez años y con ella se rem ató el dominio de la Península por los romanos, aunque, según Dión

(52) A lv ar ez S a e n z de B u r u a g a , J. La fundación de Mérida. ABMérida,1976, pág. 19 y ss.

(53) Véase nota 12. Casi todos los autores que se han ocupado de estudiar las Guerras Cántabras han dado su opinión sobre el número y nombre de las legiones que participaron en ellas. Un estudio más detenido, en Roldan, J. M. Hispania y el ejército romano, Salamanca, 1974, pág. 159 y ss. y Jones, R. F. J. The román m ilitary occupation of North-W est Spain JRS, 66, 1976, pág. 45 y ss.

716 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

Casio, en el año 16 a. C. todavía hubo revueltas en Hispania. Pro­bablemente se refiere a las últimas dificultades que tuvieron los romanos para realizar una ocupación total y definitiva de las cos­tas de Galicia y Asturias. Quizá Lucio Sexto Quirinalis intervino finalmente en la ocupación del Noroeste, siendo propretor de la Tarraconense.

I I I .— HIPOTESIS EN TORNO A LA CONQUISTA DE ASTURIAS.

Apenas se puede decir nada con certeza sobre la conquista de Asturias por los romanos. Las fuentes no dan referencia de nin­gún combate llevado a cabo entre los astures transm ontanos, ni explicitan el momento en que este territorio pudo ser conquista­do definitivamente.

Si nos atenemos a la consideración de algunos autores como Lomas Salmonte y Rodríguez Colmenero, hemos de pensar que bajo el nom bre de Astures y Cántabros las fuentes clásicas com­prendían a todas las etnias protohistóricas cuyo territorio se ex­tendía desde el Cantábrico hasta el Bierzo con la región de Ara- cillium al este y el Miño por el Oeste. Más aún, en muchas ocasio­nes, la referencia a las tierras cántabras no se ceñía a la actual provincia de Santander y norte de Palencia, sino a las tierras de la fran ja cantábrica desde el Miño a los límites con la Autrigonia.

Sea cual fuere el nombre que se daba a los astures transm on­tanos antes de la conquista, dos hechos son incuestionables: As­turias fué sometida a Roma antes del cambio de Era, y las fuentes no explicitan cómo se llevó a cabo tal conquista. No obstante se pueden m anejar algunas hipótesis posibles y llegar incluso a afir­m ar algunos puntos concretos.

Por ejemplo, es muy posible que los astures transm ontanos participarán activamente en las Guerras Cántabras, ayudando unas veces a sus vecinos del sur, o bien penetrando transversalm ente otras veces en ayuda de los cántabros. Parece bastante razonable pensar que no se incorporarían a la lucha antes del año 26 a. C., cuando tuvo lugar el ataque a los centros neurálgicos de los cán­tabros. La mayoría de los autores admiten también su participa­ción en el ataue a los campamentos del Esla en el año 25 a. C., dado el número abundante de atacantes que descendieron de los montes «nevados». Podemos adm itir asimismo su participación en el cerco de Mons Medullius, en parte por la cercanía física y en parte también porque si retrasam os cronológicamente este episo­

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 717

dio hacia los años 22-20 a. C., parece lógico pensar que los pueblos costeros se sentirían cada vez más cercados y por tanto más dis­puestos a defenderse.

Si cambiamos de óptica y pensamos en los antiguos pobladores de Asturias defendiéndose en su propio territorio o, lo que es lo mismo, a los rom anos penetrando en Asturias, las posibilidades hipotéti­cas podrían centrarse en algunos momentos concretos que expo­nemos a continuación.

¿Primer m om ento en el año 26 a. C.?

De las tres columnas que atacaron Cantabria, la columna más occidental pudo penetrar por Pajares. Esta es la posibilidad que piensa Syme. González Echegaray cree que esta columna pudo avanzar hacia el norte por el pciso de Piedras Luengas —Valle del Nansa— Deva, o bien por el valle de Riaño —Puerto de San Glo­rio— Liébana, y siguiendo el Deva penetrar en Asturias hasta Ri- badesella. Rodríguez Colmenero ofrece una interpretación diver­sa pues cree que la columna más oriental era la que dirigía Augus­to y m archaba hacia Aracillium m ientras que sitúa una columna central atacando el sur del sistema cantábrico que penetraría en Asturias después de la batalla de Bergidum y de la retirada al Mons Vindius.

No disponemos de datos suficientes para dar por válidas es­tas propuestas. Si aceptamos la hipótesis de Syme, a la que se su­ma Rodríguez Colmenero con los matices diferenciales expresados más arriba, parece que los astures de la región central transm on­tana fueron sometidos relativamente pronto al dominio romano, aunque participaran posteriorm ente en otros levantamientos. La hipótesis de González Echegaray resulta en principio algo más co­herente. Sobre el terreno y sobre el mapa, es más factible una pe­netración por tierras cántabras y m ejor por Piedras Luengas que por Riaño, pues resulta mucho más fácil penetrar por el Nansa que atravesar la parte oriental de los Picos de Europa. Si realm en­te la columna occidental llegó hasta el Deva, el camino hasta Ri- badesella (Noega Ucesia) bordeando la costa pudo resultar bastan­te fácil. Si adm itimos esta hipótesis como más verosímil, en el año 26 a. C. tendría lugar la prim era penetración rom ana en el sector cántabro de Asturias, es decir, la prim era fase de la conquista del territorio de la actual región asturiana.

718 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

Sin embargo no todos los autores están de acuerdo en esto. Así Diego Santos cree que posiblemente fue Agripa quien llegó hasta Ribadesella, pues considera que ni Antistio ni Furnio habían alcan­zado la costa en los años anteriores.

¿Segundo momento en el año 25 a. C.?.

Es posible que los astures transm ontanos participaran en el ataque a los campamentos del Esla en el año 25 a. C. González Echegaray supone que Antistio probablemente dejó a Carisio pa­cificando la zona de los astures augustanos y cruzó el puerto de Pajares para unirse con otras tropas que avanzaban por la costa procedentes de Cantabria y Galicia. Por las fuentes nada sabemos de estos episodios.

Si supiéramos con cierto grado de exactitud la cronología del cerco del Mons Medullius y se pudiera situar en el 25 a. C. habría que pensar también en la participación de los astures transm onta­nos en tal episodio, con lo que probablemente la zona centro-occi­dental de Asturias pudo quedar sometida en ese momento al poder romano. Pero tampoco se puede aventurar mucho más en tal hipó­tesis.

¿Tercer m om ento entre el 24-19 a. C.?.

No cabe duda de que si el norte de Galicia y Asturias no fueron conquistados en los años anteriores, entre el 24 y el 19 a. C. tuvie­ron que ser sometidos a Roma.

Si, como quieren algunos autores, retrasam os el episodio del Mons Medullius a estas fechas, está claro que tras este cerco se ocuparían el mayor número de tierras de los norteños aún rebeldes. No obstante las sublevaciones de los años 20-22 a. C. ponen de ma­nifiesto la irreductibilidad de los indígenas, con lo cual se puede pensar que el tercer v casi definitivo momento de la conquista de Asturias sucede en +iempos de Agripa. Es posible que Lucio Sexto Quirinalis rem atara totalm ente las acciones de Agripa años más tarde, aunque sin duda los pueblos norteños habían sido aplastados definitivamente por el verno del Emperador.

Como hemos visto hasta acmí, las fuentes históricas no nos per­miten concreciones respecto a la conquista de Asturias por los ro­manos. Desgraciadamente la Arqueología tampoco aporta datos al

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 719

respecto. Contamos con algunas noticias de fines del XIX como la de Elias Tuñón (54) que nos dice que en el lugar de Cuniellos, del Puerto de La Carisa, se encontraron restos de cascos y otros ins­trum entos de época romana.

Hemos intentado confirm ar este dato sin obtener ningún resul­tado positivo. El nom bre de La Carisa que conserva la vía rom a­na que penetra desde Busdongo, podría ser un significativo re­cuerdo del legado Carisio (55). También hemos podido averiguar «in situ» que se llama «Carisa» una corriente de aire frío que sopla en la zona. Lo que no sabemos es si la corriente de aire recibe este nom bre porque procede del alto de La Carisa ó a la inversa. Por o tra parte, el nom bre de Carisa tiene el radical Kar- que significa «rocoso» con lo que podría tratarse simplemente de una denom ina­ción de carácter geológico.

IV. ASTURIAS DENTRO DE LA ORGANIZACION DE LA HISPANIA ROMANA.

El territo rio conquistado siguió ocupado de form a m ilitar hasta el fin del Im perio (56). Primero fueron las tres legiones que en tiempos de Tiberio aseguraban la paz en el Norte:

VI «Vixtrix» en LugoXa «Gemina» en Rosinos de VidríalesVI «Macedónica» en Segisama (Aguilar de Campóo)

Después éstas fueron reemplazadas por la Legio VII «Gemina» en León, creada en el 68 d. C. y con alae y cohortes acantonadas en distintos puntos de Galicia, Asturias Cismontana y Cantabria (57).

En Asturias no tenemos noticias seguras de ningún asentam iento de cohortes o alae. En las Termas de Gijón excavadas en 1903 se encontró un ladrillo con una inscripción que podía ser de una «ve-

(54) G o n z á le z S o l is , P. Memorias Asturianas, Madrid 1890, pág. 229.(55) Sobre la vía de La Carisa véase nuestro estudio F e r n a n d e z O choa , C.

v<Asturias en la época romana. Monografías Arqueológicas núm. 1 de la U. A. M. Madrid, 1982, págs. 50-52.

(56) En este apartado seguimos básicamente nuestro trabajo: F e r n a n d e z O cho a , C., Aportaciones a la Carta Arqueológica de Asturias: la romanización. Memoria de licenciatura Inédita. Valladolid, 1974, pág. 31-33.

(57) S á n c h ez A l b o r n o z , C. El Reino de Asturias. IDEA, Oviedo, 1972, pág. 10-16.

720 CARMEN FERNANDEZ OCHOA

xillatio» de la Legio IV Macedónica. Un estudio reciente (58) ha cuestionado la validez de la inscripción del ladrillo de Campos Valdés.

También la lápida votiva a M ittra encontrada en La Isla (Colun- ga) podría ser otro testimonio de la presencia m ilitar en la zona.

Un dato más que puede considerarse es una inscripción del Museo Arqueológico de Oviedo, de procedencia imprecisa. En la parte que se conserva se lee:

... ASTVRV ET (...?) LVGGONVPara Garcia y Bellido probablemente puede ser el nombre de

un alae o cohorte de la Asturia Transmontana (59), aunque otros autores, como Alfóldy, lo ponen en duda.

La pobreza de testimonios es evidente. Sin embargo, el enorme desarrollo que tuvieron las minas de oro en esta época nos induce a pensar que, bien por motivos de protección a los yacimientos y al transporte del metal, o m ejor aún, por razones de tipo técnico (obras hidráulicas) como ha señalado Domergue para todas las m i­nas del Noroeste (60) tendrían que existir algunos destacamentos militares.

Después de la conquista, Asturia y Gallaecia se incorporaron a la provincia Ulterior Lusitania, m ientras que Cantabria pasó a for­m ar parte de la Citerior. Todavía viviendo Augusto, y en una fecha no fácil de precisar, como ha señalado Syme (61) se alteró la di­visión y Asturias junto con Gallaecia se incorporaron a la Tarraco­nense.

Lo que hoy es Asturias dependía de tres circunscripciones ju ríd i­cas distintas. A Lucus Augusti (Lugo) capital del Conventus Lucen- sis, pertenecía al territorio asturiano que va desde el Navia (o el Cañero) al Eo. De Asturica Augusta (Astorga), capital del Conven­tus Asturum, dependía el territorio actual de Asturias que abarca del río Navia al Sella. Y el Conventus Cluniense, con capital en Clunia (Peñalba de Castro) correspondía el territorio entre los ríos Sella y Deva.

(58) G o n za lez E c h eg a r ay y S ola n a , J. M. La Legio IV Macedónica..., pág. 176-177.

(59) G a r c ia y B e ll id o , A. El “Exercitus Hispanicus” desde Augusto a Ves­pasiano. A E s p A v o l. 35 1961, p á g . 145. V é a s e F e r n a n d e z O ch o a , C. Asturias en la época rom ana..., p á g s . 234-235.

(60) D o m e r g u e , C. Introduction a l’étude des mines d’or du Nord-Ouest de la Peninsule Iberique dans VAntiquité. Legio VII Gemina, León 1970, pág. 271 y ss.

(61) Syme, R. The conquest..., pág. 104.

LA CONQUISTA DE ASTURIAS POR LOS ROMANOS 721

H asta Diocleciano se mantuvo la división provincial citada más arriba, a excepción de la creación de la Provincia Nova Hispaniae Asturiae et Gallaecia por Caracalla, provincia que no debió sobre­vivir a su reinado.

Las razones para la creación de esta provincia las ha señalado Balil de la form a siguiente:

«... En prim er lugar la lejanía de este territorio respecto a la capital de la Citerior, Tarragona; en segundo lugar, la coincidencia en esta provincia de las guarniciones militares de H ispania y los yacimientos auríferos. En un momento de frecuentes pronuncia­mientos por parte de los gobernadores de las provincias con gran­des guarniciones... no pueden extrañar medidas de este tipo... un gobernador de la Citerior inerme y sin reservas aúreas no podía em ular la em presa de Galba, y por otra parte la provincia era de­masiado pequeña y alejada del centro de la vida política rom ana para que un gobernador de la misma hubiera podido in ten tar una aventura de este tipo» (62).

En tiempo de Dioclesiano resurgió esta división y así Asturias pasó a form ar parte de la provincia de Galecia, cuyos límites orien­tales estaban en las fuentes del Ebro en Santander.

(62) B a l l , A. El Imperio Romano hasta la crisis del siglo III..., pág. 270. Vid. D ie g o S a n t o s , F. Provincia Hispania Nova Citerior Antoniniana d ’apres

deux inscriptions de León (CIL 2661 et 5680). Akten des VI Internationalen Kongresses fur Griechische und Lateinische Epigraphik, Munchen 1972, en “Vestigia” 17, 1974, pág. 472-474, donde sostiene que la provincia “Nova Ci­terior Antoniniana” fué toda la Citerior y no sólo Asturia y Gallaecia; pien­sa además que esta división sobrepasó el reinado de Caracalla y duró a lo largo del siglo III d. C. Cfr. Marchetti, Dizionario Epigráfico, s.v. “Hispania”.

ABREVIATURAS EMPLEADAS EN EL TEXTO

A B M érida=A ctas del Coloquio Internacional sobre el Bimilenario de Mérida. A E spA =A rchivo español de Arqueología.CAN= Congreso Nacional de Arqueología.CIM ineria=Congreso Internacional de Minería. León.CEGall. = Cuadernos de Estudios Gallegos.CPAUAM =Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autó­

noma de Madrid.CSECS = Cuadernos del Seminario de Estudios Cerámicos de Sargadelos. E A E =E xcavaciones Arqueológicas en España.F H A = F ontes Hispaniae Antiqua.H A =H ispania Antiqua.IDEA= Instituto de Estudios Asturianos.JR S=Journal of Román Studies.St.A rch .=Studia Archeologica.

EL YO Y SU DOBLE EN LOS PERSONAJES DE LEOPOLDO ALAS (*)

POR

FRANKLIN PROAÑO

La confrontación del YO con su doble es un tem a repetitivo en las obras literarias de Clarín. El doble implica una reduplica­ción del yo prim ero y no únicamente la presencia de elementos heterogéneos dentro del yo total. Esta reduplicación nos presenta un yo que m ira frente a sí a otro que él muchas veces desconoce, pero en quien descubre la imagen viva de su proyección. El otro es la figura del espejo o la imagen que el yo lleva a sus espaldas, que dialoga con él y le discute derechos de individualidad. Desaparece la percepción del principio de unidad de conciencia. En su lugar surge la duda, la indecisión, el asombro. Se tra ta de una verdadera dicotomía del ser en la que hay división tanto de la personalidad del yo como de su entidad física. Realidad y ficción entrecruzan y mezclan sus conceptos. El yo y el otro aparecen y desaparecen como centros de unidad, de proyección y reduplicación. El yo, el otro y el lector com parten un mundo de esquizofrenia donde los lí­mites de lo que es y no es se tambalean y desaparecen ( 1 ).

(*) Sobre el tema del “yo” en “Clarín”, véase un trabajo del mismo autor, en el núm. 80 del BIDEA, página 549.

(1) El fenómeno del doble tiene origen quizá en el mito de Narciso y en el Doppelgänger. Precursores en el tratamiento del Otro, cuando éste sólo era objeto de preocupación para sicólogos y sociólogos, fueron Kierkegaard, Nietzsche y Unamuno. No hay, por tanto, en ellos más que aciertos intuiti­vos, problematización, pero no sistematización de pensamiento.

Lo que Nietzsche sentía no era repugnancia por la cercanía del otro, sino más bien repugnancia por la decepción que provocaba en él la ausencia to­tal del otro, la imposibilidad de legítima comunicación, a pesar de todos los esfuerzos.

Para Heidegger, el Sein (el ser) es siempre m it sein (ser con otro), pero sometido a la forzosidad del con, al estilo de los presidiarios o de los galeotes

724 FRANKLIN PROAÑO

En Tamayo encontramos la muda presencia del yo y su doble:

Es casi seguro que si Tamayo va por la calle con cual­quier amigo, y a quien no le conoce se le dice: «aquél es Ta­mayo», nuestro hombre cree que Tamayo es el otro (2).

que conviven en una fatiga, una rutina, sin que se produzca por este hecho mecánico y objetivo interrelaciones cordiales.

Para J. P. Sartre, “el otro” no es cuerpo situado delante de “m i”, entre otros cuerpos y objetos; tampoco es una simple representación de otro dada en mí. En ambos casos la situación de exterioridad suprime la relación entre el yo y el tú, quedando por consiguente fuera la apariencia original, ya que entre objeto y sujeto no hay medida común. Invirtiendo la actitud tradicio­nal respecto a la percepción del otro, “aquel a quien yo veo”, Sartre nos ofre­ce una primera toma de contacto con el “aquel que me ve”. Yo veo al “otro objeto”, pero al mismo tiempo soy visto por el “otro-sujeto” como un objeto. El otro —dice Sartre— se convierte de pronto en “un sistema ligado de ex-- periencias fuera de mi alcance, en el cual yo vivo como un objeto entre los otros”. Estoy visto, desposeído, desnudado, hecho, “robado”, por el otro.

Para Max Scheler y Gabriel Marcel, la comunicación entre sujetos, la en­trada en contacto “con-el-otro” es un intento de colaboración común en la consecusión de la libertad existencial. Se trata de que el otro no sea un lí­mite del yo, sino lo que origina la conciencia personal. En el tú nos descu­brimos al convertirse en “nosotros” (tú y yo conjuntamente). Este contacto trata de formular un universo de experiencias condenado, sin embargo, al fracaso, cuando trata de ser algo más que una aspiración”. Segundo Serra­no Poncela, El Pensamiento de Unamuno, (México-Buenos Aires: Fondo de Cultura, 1964), pp. 169-172.

Entre los escritores españoles, Unamuno es quizá quien más ha sentido y analizado conceptualmente el problema del doble. Oigamos a Paul Ilie, en este respecto: “He saw that he could ignore his feelings, or write about them as if the were someone else’s. Sensing that he was many different men at the same time, he delved further into the problem of the split personality. He was intrigued by a process which he called desdoblamiento, a splitting of the self in which the self is objectively reproduced and the individual beco­m es two people at the same time. This process of reduplication can occur physically, within space and time, or within the mind”. Unamuno, An Exis- ten tita l V iew of Self and Society (Madison, Milwaukee and London: The University of Wisconsin Press, 1976), p. 28.

No hay una relación extrínseca entre el estudio del yo que hace Unamu­no y las concepciones aue sobre este problema tiene Clarín, a través de sus personajes literarios. Sin embargo, existe obvia conexión intrínseca entre la concepción literaria del yo de Alas y la filosófica de Unamuno. Lo que este último expresa en conceptos y análisis lógicos, aquél lo demuestra en la vida de sus personajes.

(2) L eopoldo A l a s , Obras Selectas (Madrid: Biblioteca Nueva, 1947), p. 1013. En adelante, al citar esta, edición, únicamente indicaremos en el texto el número de la página.

EL YO Y SU DOBLE EN LOS PERSONAJES DE LEOPOLDO ALAS 725

La contingencia de la personalidad es manifiesta. ¿Qué hace del personaje literario un verdadero Tamayo? No lo sabemos, pe­ro lo intuim os como algo fluctuante e inseguro. Esta tamaidad es aplicable a quienquiera, a quien marche al lado de nuestro perso­naje literario, pero no a éste. Tamayo es el otro. ¿Qué queda en­tonces del Tamayo prim ero? Sólo la imagen de lo que fué. Una proyección am bulante que no sólo se niega a sí mismo, sino lo que es más, se predica en el otro. El yo y el otro m archan juntos, de­term inándose en form a recíproca. El Tamayo prim ero se define por el otro. El doble adquiere su tamaidad por la presencia del p ri­mero. El doble, en este caso, no es la imagen de espejo, sino el herm ano gemelo del yo que m archa a su lado. El uno y el otro parecen inconscientes de sus vaivenes y vacilaciones de persona­lidad.

En Las Dos Cajas el yo y su doble entran en un diálogo que m a­nifiesta la presencia de los dos, pero no nos aclara problem as de personalidad.

V entura se sentó en el suelo. Apoyó un codo en el bulto que puso a su lado sobre la tierra y dijo —cave Ud., Ven­tura. Cavó el otro Ventura y pronto tropezó el hierro con la m adera (897).

¿Quién es el verdadero enterrador: Ventura o el otro Ventura? El doble no es más que la realización exterior de los deseos del prim ero. Estam os frente al yo que ordena y al yo que obedece. En la presencia de los dos sentimos su conexión. Los dos se herm a­nan en la finalidad de sus acciones como copartícipes de ella. El yo prim ero se refleja en el otro, sin crear sin embargo una imagen que le represente totalm ente. El doble adquiere un dinamismo que la figura estática del Ventura prim ero no posee.

En los personajes anteriores, el doble aparece sin precisa co­nexión con el yo prim ero. Son hermanos gemelos y su creación depende del escritor o lector que pone en ellos relaciones de reci­procidad. En el caso de Pipá, el doble aparece como creación real de los anhelos del prim er yo.

Su gran sorpresa fué la que le produjo el arm ario de espejo, devolviéndole a la espantada vista la imagen de aquel Pipá sobrenatural que él había ideado al buscar su extraña vestim enta (834).

El yo se reproduce en el otro. O mejor, el doble es la realiza­ción de la imagen que el yo prim ero tiene de sí mismo. La dicoto­

726 FRANKLIN PROAÑO

mía nos m uestra al Pipá que es y aquel que él quiere ser y que ha llegado a ser sin que Pipá lo supiera, pero que ahora le reconoce como su yo. Paradójicamente, la dicotomía nos conduce de la di­visión a la unidad. El yo acepta en su doble el Pipá que él quiere ser y que es distinto del Pipá que lo observa detrás de la máscara. ¿Cuál es el Pipá verdadero? La realización de los anhelos del pri­m er Pipá o el otro: el que es lo que él no quiere ser? Sentimos el conflicto. Y lo siente también el yo del Pipá observador. Este ha­ce un esfuerzo para pasar de la realidad que él posee desde anti­guo a esta nueva que ahora descubre al exterior y reproduce sus deseos.

Pipá contempló al Pipá de cuerpo entero que tenía en­frente, y volvió de súbito a toda la dignidad y parsim onia m ajestuosa que manifestara en un principio, porque la im a­gen que le ofrecía el azogue despertó su conciencia de fan­tasm a (834).

El yo prim ero fluctúa entre lo que es y quiere ser. Pasa de sí mismo al doble que observa frente a frente y de éste recibe el lla­mamiento de conciencia que niega lo que él es y le asegura en sus deseos. El doble se convierte en el Pipá verdadero y desde su ima­gen de ficción reform a al yo prim ero de Pipá en una imagen se­gunda que es reflejo del fantasm a del espejo. Los espejos parale­los se cruzan y reproducen una y otra vez sus imágenes. La dico­tom ía desintegra la realidad de Pipá y desmenuza su conciencia. De él no queda más que esos ojos que observan detrás de la care­ta. El se reconoce en el otro que le ofrece el espejo, cuya imagen reduplicada al exterior se plasma en su dignidad y parsim onia de fantasm a.

El yo no ve conflictos en la presencia de su doble. Es éste más bien quien siente la inadaptación del yo prim ero y tra ta de some­terlo a esta nueva realidad.

Detrás de su careta, Pipá se veía con los ojos de la fanta­sía, como algo colosal por lo formidable, y estaba tentado de tenerse miedo a sí mismo; y un poco se tuvo cuando ya de noche, se vió solo atravesando las oscuras callejuelas (829).

La dicotomía quiebra una vez más la realidad y separa al yo in terior del exterior. La proyección del Pipá fantasm a se refleja en el in terior del personaje y modifica sus reacciones. El yo tiene miedo de su doble, del que él ha creado y que ahora se mueve con entera hegemonía desde afuera hacia dentro. La dicotomía es cons­

EL YO Y SU DOBLE EN LÓS PERSONAJES DE LEOPOLDO ALAS 727

tante, pues la presencia de los dos yos se m anifiesta a repetidos in­tervalos. Sin embargo, esta misma división nos conduce a la uni­dad del ser. En el transcurso de estas vicisitudes se rechaza la rea­lidad del yo prim ero, del Pipá que existía sin aceptarse ni interior ni exteriorm ente, para aceptar la ficción soñada que ahora es la única que controla a los dos yos.

H asta el mom ento hemos analizado presencias singulares del yo y su doble. Veamos brevemente una presencia reduplicada de estos seres. Doña Berta nos ofrece un ejemplo:

El otro re tra to que le enviaba el pin tor tenía un rótulo al pie, que decía en letras pequeñas, rojas: «mi capitán». No era más que una cabeza; Doña Berta, al m irarlo, perdió el aliento y üió un grito de espanto. Aquel mi capitan era tam bién el suyo..., el suyo, mezclado con ella misma, con la Berta de hacia cuarenta años, con la que estaba allí ai la­do... Juntó, confrontó las telas, vió la semejanza perfecta que el p in tor había visto entre el re tra to del salón y el ca­pitán de sus recuerdos, y de su obra m aestra; pero además, y sobre todo, vió otras semejanzas, aún más acentuadas, en ciertas facciones y en la expresión que ella podía evocar de la imagen que en su cerebro vivía, grabada con el buril de lo indeleble, como la gota labra la piedra (737).

La confrontación de los dos cuadros produce la dicotomía de doña Berta. El doble de Berta es un yo de hace cuarenta años que ahora rejuvenece y se superpone al yo actual. El yo del pasado conserva las imágenes de su capitán. El del presente se ve obliga­do a difundirse en el doble latente y a reconocerse en éste. Tam­bién la imagen del capitán tiene su doble. Pero ésta es una imagen reversible que lo mismo puede atestiguar al yo prim ero o al otro, sin que e-1 lector alcance a distinguir límites de diferencia. ¿Cuál es el reflejo del capitán original: el del salón de Susacasa o el del pintor? Ninguno. Los dos son dobles del yo que Berta m antiene en el recuerdo y que a la vez es el doble de la realidad que ella amó. Estam os frente a espejos paralelos en los que las imágenes se contraponen y yuxtaponen casi en una serie infinita. Nos perde­mos en un juego de reciprocidades y reversibilidades esquizofré- icas. El yo y el otro, éste y su doble, el doble y su imagen, combi­nan esencias del ser en las que ya no es posible distinguir con cla­ridad realidad y ficción, presente y pasado.

Ana, la protagonista de La Regenta, confronta muchas veces su doble:

728 FRANKLIN PROANO

...llegó Ana a su tocador; la luz de la esperma que se re­flejaba en el espejo estaba próxima a extinguirse, se acaba­ba..., y Ana se vio como un hermoso fantasm a flotante en el tonao oscuro de la alcoba que tenía en frente, en el cris­tal límpido. Sonrió a su imagen con una am argura que le pareció diabólica..., tuvo miedo de sí m ism a..., se refugió en la alcoba, y sobre la piel de tigre dejó caer la ropa de que se despojaba para dorm ir (413).

El doble de Ana es la visión fantasm agórica que la Ozores lle­va en su interior. Ahora está frente a ella, escrutándolo todo, ob­servándola y reproduciendo en ella sensaciones de terror. Los dos yos entrecruzan sus acciones. El doble reproduce en su ser de fan­tasm a la belleza de Ana. Pone en su sonrisa la im presión diabóli­ca que le brinda su fantasma. Los dos yos se presentan como obser­vadores silenciosos del otro. Reciben el im pacto de sus im presio­nes y se rechazan sin entablar diálogo alguno. Ana se retira al re­fugio de su lecho y el doble desaparece por el fondo oscuro de su alcoba de cristal.

Pero el doble de Ana no es siempre reproducción de su imagen interior. Muchas veces Ana reconoce su otro yo en personajes ex­teriores:

Al ver a Doña Inés en la celda, sintió la Regenta escalo­fríos; la novicia se parecía a ella; Ana lo conoció al mismo tiempo que el público.

En este doble podemos ver las vacilaciones del yo prim ero. Es­te tiene la conciencia de encontrarse frente a sí mismo. Pero al mismo tiempo teme equivocarse. Su doble pertenece también a otro ser. Es otro ser. Esto no impide, sin embargo, la bipolaridad en la cual observamos el doble de Ana y el yo de Doña Inés. Ana destruye sus vacilaciones al intuir la percepción del público. Este se da cuenta que frente a sí, en el escenario, tiene la imagen de la Ana que está a su lado, en los balcones del teatro. Doña Inés, se ha dividido también. Representa su papel de ficción y sale de ésta pa­ra convertirse en la realidad doble de Ana.

En Don Alvaro, el doble se reduce a representar fracciones es­pecíficas del personaje. No es un doble independiente del yo pri­mero, ni en su origen ni en sus actividades.

Por su parte se confesaba todo lo enam orado que él po­día estarlo de quien no fuese Don Alvaro Mesía. Después del Presidente del Casino, ningún ser de la tierra le parecía más digno de adoración que su dócil Ana, su Ana frenética de am or (504),

EL YO Y SU DOBLE EN LOS PERSONAJES DE LEOPOLDO ALAS 729

Don Alvaro acepta como doble lo que él representa: el presi­dente del casino. Pero éste es únicamente un ente de ficción, obje­to de am or del personaje. El uno y el múltiple, en este caso, m an­tienen una distancia de separación reducida a lo mínimo. La bi- polaridad se conserva únicamente en el interior de Don Alvaro.

La presencia del doble, unificada a la del yo del personaje, la observamos tam bién con otro matiz diferente del que presenta el doble fraccionario de Don Alvaro. Muchos de los personajes de Su Unico Hijo nos hablan del yo que ellos representan como do­bles. Si en el caso de Don Alvaro oímos hablar del doble, aunque éste no esté presente como tal, pues se encuentra unificado al per­sonaje, en el ejemplo a continuación sólo nos encontram os frente al doble. El yo prim ero vive en el recuerdo de este yo segundo:

Emma le soltó para decir (a Bonis) poniéndose de pie: —Mira, mira, yo soy la Georgheggi o la Gorgoritos, esa que cantaba hace poco, la reina Micomicona. Sí, hom bre, esa que a ti te gusta tanto; y para hacerte la ilusión, m írame aquí, aquí, aquí, tontín; granuja, aauí te digo; las botas, lo mismo que las de ella.Cógele un t>ie a la Gorgoritos, anda, cógeselo; las medias no serán del mismo color, pero éstas son bien bonitas; anda, ahora canta, dila que sí, que la quie­res. que olvidas a la de Francia y que te casas con ella... Tú te llamas, ¿cómo te llamas tú? Sí, hombre, el barítono, te digo.

—Minghetti.—Eso, Minghetti, tú eres Minghetti y yo la Gorgoritos...

(632).

Em ma y Bonis han dejado de ser lo que son para convertirse en su doble, en la realidad y ficción que no está en el presente: la de Georgheggi, de la reina Micomicona y de Minghetti. Aunque este doble no es únicamente una precisión mental como la del pre­sidente del casino, sino pretende ser la reproducción física del yo que representa, sin embargo, al igual que el doble de Don Alvaro, es otro yo que no m antiene intrínsecas relaciones con el yo pri­mero, ni nos hace conocer al yo que representa. Si la presencia del doble resulta clara y aceptable, una vez que conocemos al yo origi­nal. la presencia del doble, sin el conocimiento previo del yo ori­ginal. carece de fuerza y caracterización. El doble que representa Bonifacio y Em ma ni nos impresiona, ni nos descubre nuevas pro­blemáticas.

Las tías de Ana presentan un doble que casi se confunde con el yo original. Estam os por decir que ellas son su doble. Pero es-

730 FRANKLIN PROAÑO

to sería generalizar una circunstancia específica. El yo original de las tías tiene una manifestación más amplia que la que ellas pro­yectan:

Al ventilar semejante negocio, el tipo de trotaconventos de salón, que sólo se diferencia de las otras en que no hace ruido, asomaba a la figura de aquellas solteronas, como anuncio de veiez de bruja: la chimenea arroiaba a la pared las siluetas contrahechas de aquellas señoritas, y los movi­mientos de la llama v los gestos de ellas producían en la som bra un embrión de aquellare (77-78).

El yo de las tías produce un doble satánico y celestinesco que lo vemos proyectado en la pared. Esta sirve de espejo y tiene su paralelo en el rostro de las vieias. Las proyecciones se mezclan y entrecruzan. No sabemos si el doble imprime en las solteronas esa figura de amiellarre que sus rostros de bru jas manifiestan, o si la imagen de la pared tiene origen en los personales del e x t e r io r .

Lo im portante es observar que el doble deshace la presencia del vo original. De éste no nos queda más que la insinuación algo di­fusa de las dos solteronas, m ientras que del doble conservamos su presencia hum ana v su reflejo de sombra.

F.1 doble de Don Santos, el ateo, se m anifiesta una vez que el yo prim ero ha muerto:

i Que muero de ham bre...! ¡De hambre!Fueron sus últimas nalabras razonables. Poco desmiés

empezaba el delirio. Celestina lloraba a los pies del lecho. Don Antero, el cura, se paseaba, con los brazos cruzados, por la sala, admirando lo que él llamaba la m uerte del jus­to (397).

El doble, en este caso, es un ser que tan sólo tiene explicación a la luz de la vida sobrenatural. El yo de Don Santos ha muerto. De él no queda más oue su cuerpo exánime. Pero éste no es el Don Santos de Vetusta. És el Don Santos desconocido que la m uerte del prim ero ha puesto en existencia, el justo que vivía a espaldas del ateo.

El doble, a veces, se presenta también como un yo múltiple dis­tinto del yo prim ero que lo produce. El uno y el múltiple adquie­ren su máxima expresión.

—Mejor, decía Don Pompeyo, que se multiplicaba.—Para nada queremos cuervos —exclamaba Foja— que

se m ultiplicaba también (401).

EL YO Y SU DOBLE EN LOS PERSONAJES DE LEOPOLDO ALAS 731

No podemos en tra r en el análisis de este doble m últiple, pues no vemos su presencia. La multiplicación contradice únicam ente la unidad. Vislumbramos, sin embargo, la desintegración de Pompe- yo y de Foja en seres diversos que representan a estos personajes y en ellos se unifican.

La presencia del doble que tan claramente se presenta en diver­sos personajes de Clarín, se manifiesta también como eco de reali­dades inanim adas. Este doble es a la vez un reflejo del prim er yo y una creación que el personaje literario impone sobre la imagi­nación del lector.

Y de repente, de poco tiempo a aquella parte, debajo del océano, en las regiones misteriosas del abismo en las que habitaba el enemigo, de las que venían voces subterráneas de amenaza y castigo, aparecía como un reflejo infiel, otro cielo con o tra luna, un cielo borrascoso con espíritus infer­nales vestidos de nubarrones, con el mismísimo demonio disfrazado de cuarto menguante, de la luna de miel satáni­ca, del Valpurgis, que su m ujer, Emma Valcárcel, había de­cretado que brillara en las profundidades de aquellas no­ches de amores inauditos, inesperados y como desespera­dos (635).

El cosmos parece desdoblarse. Frente a frente, separados por una distancia infinita, el mundo sideral encuentra su réplica y an­titesis. Dos cielos y dos lunas se reflejan y contraponen. A lo ce­leste responde lo infernal, a lo etéreo lo subterráneo, a las prom e­sas de prem io las amenazas de castigo, a Dios, el mismísimo de­monio. El cielo subterráneo, el doble, desafía y contradice al cielo estelar. Este no m antiene diálogo con aquél. La distancia que lo separa del otro es infinita. El yo no puede b a jar al abismo de su doble (3).

(3) Morse Peckham nos explica cómo se produce la comunicación del mundo exterior con nuestros sentidos y nuestra inteligencia. “In any situation in which our senses give our minds messages about the world, two elem ents are present. On the one hand is the real world, the public world, which we all agree is there: the mountain, the tree, the table, the contents of the test tube, the pointer of the measuring scale. On the other is the pattern in the mind, the Gestalt, the neural path, the orientation, with which we organize these public data. This orientation is made up of a thousand elem ents, about which we know not very much; except that we are sure that even for the scientist there are not only neural patterns and system s of interrelations among the brain cells, but at another level emotions, feelings, chilhood trau­mas, enxieties, and traces of former gratifications and frustrations. Beyond the Tragic Vision, (New York: George Braziller, 1962), p. 17.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS

POR

FRANCISCO DE CASO

E ntre las distintas etapas que componen la historia artística de la región asturiana, tal vez ha sido la época gótica la que ha m ere­cido una m enor atención. Cuando se la menciona no suele irse m u­cho más allá del obligado recuerdo a la catedral de San Salvador, obra que por cierto se ha venido considerando como una reali­zación m arginal en la que, al parecer, sólo la to rre era digna de elogio, siendo la realidad bien diferente.

No cabe duda de que, si comparamos la Asturias gótica con la románica, se aprecia inmediatamente un agudo contraste entre la proliferación de edificios de este último estilo y el discreto núme­ro de los que pertenecen al primero. Pero tan m arcada diferencia, lejos de incitarnos a em itir un apresurado juicio peyorativo, o de hacer dism inuir el interés por la etapa, ha de ser más bien una sugestiva invitación a investigar el porqué de sem ejante hecho. Aquí es donde reside precisamente la peculiaridad del gótico as- tur, que no es sólo una etapa más, sino una etapa cargada de pro­blemas en la que la explicación de los vacíos artísticos puede ser tan im portante como la rigurosa observación de sus manifestacio­nes. Por eso, quien desee introducirse en esa época ha de saber y com prender que más que el estudio de «el gótico en Asturias» emprende el análisis de «el fenómeno del gótico astur».

Entre la serie de incógnitas y el cúmulo de problem as que con­form an sem ejante fenómeno, quiero prestar atención en este ar­

734 FRANCISCO DE CASO

tículo al que, al menos cronológicamente, precede a todos ellos: el del origen de nuestro gótico. El tema no ha sido tratado jam ás, y en verdad no resulta fácil de resolver. Y no lo es, en prim er lu­gar, porque hasta el presente apenas existen estudios que ana­licen en sus vertientes histórica y artística edificios del gótico as- tur.

Es claro que sería deseable disponer de un cúmulo muy supe­rior de datos, sin embargo, y dado que he tenido la oportuni­dad y la necesidad de tom ar contacto con los edificios góticos de la provincia, creo estar en condiciones de dar una prim era res­puesta al problem a planteado, dejando desde luego el cauce abierto a los resultados de nuevas indagaciones.

Sin incurrir en determinismo alguno, es lícito afirm ar que el estilo gótico ha de vincularse fundamentalmente al ám bito urbano, con todo lo que ello comporta de renovación e innovación en las más diversas facetas del quehacer humano. En este sentido las condiciones que venía ofreciendo el medio regional no puede decir­se que fuesen las idóneas: las estructuras más tradicionales se man­tenían casi intactas, favorecidas por la intrincada orografía, obs­tacu lizad o s de todas aquellas actividades que, como el comercio, requieren fluidez y dinamicidad. Semejante escenario, objetivamen­te poco apetecible, parecía en cambio ajustarse a las normas dic­tadas en 1134 por el capítulo general del Cister, de acuerdo con las cuales sus m onasterios deberían situarse «en lugares apartados, no frecuentados por los hombres». Según estas exigencias las opcio­nes que los intrincados valles asturianos podían ofrecer eran casi infinitas, y precisamente de acuerdo con ellas va a escogerse el emplazamiento de las dos grandes fundaciones cistercienses de nuestra región: San Antolín de Bedón y Santa María de Valdediós. Su cita es obligada, dado que precisamente los m onasterios cister­cienses constituyen «uno de los grupos más característicos donde se concretan e inician las formas protogóticas» ( 1 ).

De ambos se conserva sólo la iglesia. Respecto a la fecha de construcción de la prim era, una inscripción citada por Vigil (2) nos rem onta al año 1176, m ientras que la segunda se levantó apro­xim adamente entre los años 1218 y 1225. Las dos parten de una planta románica, manteniendo la estructura de tres naves y tres

(1 ) A zcarate y R i s t o r i , José M.a: El Protogótico hispánico, Madrid, 1974, p . 37.

(2 ) M ig u e l V i g il , Ciríaco: Asturias monumental, epigráfica y diplom áti­ca, Oviedo, 1887, p. 424,-. - ... ; ....... :... —

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 735

ábsides semicirculares al exterior y al interior. Pero tam bién am ­bas introducen innovaciones fundamentales que implican una su­peración de los hábitos constructivos anteriores, mereciendo como puede suponerse una especial mención la aparición «de la bóveda ojival o de crucería de cuatro nervios, con función arquitectónica sem ejante a la que adquiere en el gótico, es decir, los nervios, re­saltados ya con molduras, recogen los empujes, y la plem entería tiene una función de relleno» (3). Además la im portancia de estas obras no se agota en sí mismas. Siguiendo un proceso sim ilar al de otras regiones, su influencia va a dejarse sentir sobre realizacio­nes de nuestro románico, en el que aparecen, como ha señalado el profesor Cid, «elementos constructivos y decorativos procedentes del císter, como la ornamentación geometrizante de las portadas, los capiteles sin figuras y los apuntam ientos de los arcos», debién­dose tam bién «a las mismas causas» otras variaciones, «como la sustitución de los ábsides cuadrados autóctonos por los semicircu­lares» (4). El alcance de esta influencia en Asturias es muy de tener en cuenta, dado que nuestra región en el tránsito del sigloXII al X III y aún en este último, vio surgir o al menos reform arse la mayor parte de las iglesias románicas que hoy se conservan (5).

En consecuencia, indagando en lo que arquitectónicam ente aporta el siglo X III a la región, hay que contar en prim er lugar con la arquitectura cisterciense, que llena uno de los apar­tados de nuestro pasado protogótico; sin embargo, como escribe el profesor Azcárate «el ideal monástico cisterciense no supone un tránsito hacia la estética de la arquitectura gótica, por lo que no pueden cosiderarse los monasterios cistercienses como el pri­m er capítulo del arte gótico» (6). Lo acertado de tales palabras encuentra en Asturias especial constatación. Tal vez en aquellas regiones en las que, por su rápida incorporación a las corrientes artísticas nuevas, las formas cistercienses son com pañeras de las góticas, e incluso llegan a influir sobre ellas, podría existir la du­da, de hecho ha existido, de que las segundas fuesen un paso dado a p artir de las prim eras. En nuestro caso ésto no sucede. Si las fórm ulas del Císter, que se introducen en el Principado en esa etapa crucial que va de 1170 a 1225, fuesen como se ha pretendido el germen del gótico o simplemente representasen a la tan traída

(3) M o r a l e s , María Cruz y Ca s a r e s , Emilio: El Románico en Asturias (Zona Oriental), Gijón, 1977, p. 75.

(4) C id P r ie g o , Carlos: A rte, en “Asturias”, Vitoria, 1978, p. 216.(5) M o r a l e s , M . C . y C a s a r e s , E .: Op. cit., p. 53.(6) A z c ar a te , J . M.a: Op. cit., p. 38. • " . ~

736 FRANCISCO DE CASO

y llevada transición hacia ese estilo, el siglo X III asturiano, época como veremos de expansión en lo económico, en lo humano y tam ­bién en lo construc+ivo, estaría cuajado de obras góticas, o al me­nos existirían ciertas m uestras de interés. Pero la realidad es justo la contraria. Lo que proliferan a lo largo de esos cien años, y aún después, son las realizaciones de un tardío románico en el que en ocasiones se aprecian las influencias y cambios ya señalados, y que constituyen la últim a proyección de esa interesantísim a arquitectura m onástica cuyo marco, es im portante subrayarlo, no es otro que el tradicional ámbito agrícola, contexto bien distinto al que debe servir de base al desarrollo del gótico.

Sin embargo el panoram a del siglo X III astu r no se halla sólo definido por un agrarismo tradicional, sino que existe también una corriente renovadora que en principio abre la puerta a la es­peranza de que tal renovación traiga aparejado un cambio que favorezca la aparición de unas circunstancias idóneas para la im­plantación y desarrollo del nuevo estilo.

Durante la centuria en que nos movemos Asturias no es extra­ña a la causa de la Reconauista, a la que se vincula con hombres y dinero, estando también documentada su concurrencia a las Cor­tes (7), y sin que tampoco dejen de repercutir en el ám bito local las convulsiones y problemas internos de la M onarquía. Pero ade­más, la economía asturiana va a dar un giro im portante.

Si durante la alta Edad Media la región había vivido de una economía de signo prim ario, «cerrada, de proyección m ercantil casi nula, como correspondía a un país carente de formaciones urbanas im portantes, geográficamente aislado», en la baja Edad Media «esa economía rudim entaria evolucionará, experimentando un lento pero firme progreso» ÍS), si bien es verdad que el cambio no será palpable por igual en todos los lugares ni en todos los sec­tores. Lo fundam ental va a ser el progresivo desarrollo alcanzado por el comercio.

A p artir del siglo X III «Asturias se incorpora lentam ente al tráfico m ercantil atlántico», y sus puertos «la proyectan hacia las ru tas del gran comercio m arítimo occidental, en el que los m ari­neros y mercaderes asturianos desempeñarán un papel sin duda m odesto... pero revelador de los horizontes que se abren al desen-

(7) Vid. A lv arez A l v a r e z , César: Asturias en las Cortes M edievales, en “Asturiensia Medievalia”, Núm. 1, Oviedo, 1972, p. 250.

(8) G o n z á le z G a r c ía , Isabel y Ruiz de la P e ñ a , J. I . : La economía sa­linera en la Asturias m edieval” ; en “Asturiensia M edievalia”, Núm. 1. Ovie­do, 1972, p. 14.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 737

volvimiento económico de un país hasta entonces replegado sobre sí mismo»; horizontes que no miran sólo hacia el m ar, sino tam ­bién hacia el interior, siempre distante por lo abrupto de la cor­dillera, pero que ahora se verá franqueada por «una corriente co­mercial, de estimable intensidad en las épocas favorables del año, que pone en circulación hacia los mercados del hinterland. leonés los productos regionales —naturales y elaborados— y una buena parte de las mercancías que accedían a los puertos de la costa procedentes del tráfico m arítim o por ellos mantenido» (9). Sin profundizar demasiado en el tema, es im portante señalar que el producto capital de este comercio es la sal, cuya dem anda se in­tensifica cara a las explotaciones pecuarias, pero que además va a posibilitar la expansión de la industria salazonera regional, ocu­pando precisam ente la salazón de pescado «el prim er lugar entre los productos que alim entaban el comercio exterior terrestre m an­tenido por Asturias con los centros de la meseta leonesa en la baja Edad Media» (10). Y aún podríamos añadir que el beneficio de la sal jugó, en determ inados momentos, un papel no despreciable en la financiación de las obras de la catedral de Oviedo.

Con todo, el desarrollo de la actividad m ercantil, la dinamiza- ción en fin de la economía, no se hubiera producido si previa­mente no hubiera existido una intensa política de repoblación u r­bana, política necesaria «no sólo cuando un pueblo en expansión territoria l se halla ante zonas despobladas o de población escasa, sino tam bién, y quizás con mayor motivo, cuando en un territorio ya habitado se pretende modificar las estructuras, crear una nueva entidad social» (11). Por eso escribe Ruiz de la Peña que «no eran hom bres lo que necesitaban estas regiones norteñas, sino organiza­ción» (12). De este modo, vamos a asistir al otorgam iento de una serie de cartas y privilegios, »concedidos por este tiempo a otros tantos puntos propicios a la explotación agrícola, la actividad ma- rítim o-pesquera o el control político-administrativo de los valles y las costas astures» (13). Constatamos así, ya a comienzos del siglo

(9) Id., p. 15.(10) Id., p. 16.(11) S e r r a R a f o l s , E .: La repoblación de las islas Canarias, “Anuario de

Estudios M edievales”, 5, (1968), p. 409; citado por Ruiz de la P e ñ a , J. I. en Los procesos tardíos de repoblación urbana en las tierras del Norte del Duero (siglos XII-X1V ), “B. I. D. E. A.”, 88-89, Oviedo, 1976, p. 737.

(12) Ruiz de la P e ñ a , J. I.: Los procesos tardíos..., p. 757.(13) B enito Ruano, Eloy: El desarrollo urbano de A sturias en la Edad

Media. Ciudades y “polas”, en “Annales de la Faculté des Lettres et Sciences

738 FRANCISCO DE CASO

X III la concesión del Fuero de Benavente a la «puebla de Llanes», a la que seguirán, ya en época del Rey Sabio, otras como Lena, Gijón, Luarca, Nava, Siero y Maliayo (Villaviciosa), estas cuatro últim as en 1270, y en fechas no determinadas, aunque siempre den­tro del siglo, Grado, Somiedo, Salas, Ribadesella... (14).

La iniciativa regia se ve en ocasiones acompañada por la de los obispos ovetenses, a los que deben sus cartas de población, tam ­bién en la decimotercera centuria, lugares como Santo Adriano de Vaselgas, Campomanes, Pola de Allande y puebla de Castropol (15).

De todo lo dicho podemos concluir que la Asturias del siglo X III cuenta ya con dos ingredientes básicos que, hablando en térm inos generales, conforman el sustrato socioeconómico de ese mundo ba- jomedieval en el que vive el gótico: el elemento poblacional y un comercio en alza cuyo radio de acción ha rebasado claram ente los límites regionales, abriendo o ensanchando con ello unos cauces susceptibles de ser utilizados por corrientes o influencias no siem­pre estrictam ente mercantiles. Vistas así las cosas, y partiendo de un frío análisis de laboratorio, no habría inconveniente en adm itir la posibilidad de una Asturias gótica ya en el siglo X III, empare­jando nuestro desarrollo artístico al de otras regiones, y en aceptar por tanto que en cada nueva villa surgiese una iglesia gótica que sería «el exponente de una llegada simultánea a condiciones muy semejantes» (16).

Pero teoría y realidad no van siempre unidas, y los principios o norm as válidos para determinados momentos y lugares no tienen porqué poseer un carácter universal.

Si algo he aprendido del contacto con el arte regional ha sido precisam ente su casi constante disonancia respecto a otras áreas, circunstancia esta que se deriva ante todo de su poco favorable si­tuación periférica. Por eso la validez que en nuestro marco puede poseer la teoría general depende más que nunca de que sea con­trastada con la realidad. Y la realidad, la realidad gótica de la As­turias del siglo X III, no tiene nada que ver con la teoría. Excep­ción hecha de ciertas edificaciones adyacentes de la catedral de San Salvador, iniciadas en la última década de ese siglo, no existe hoy sobre el suelo asturiano un solo edificio de carácter plena-

Humaines de Nice”, Núm. 9-10 (1969), pp. 29-45; utilizamos la reimpresión de “B. I. D. E. A .”, XXIV, Oviedo, 1970, p. 176.

(14) Id., p. 176.(15) Id., p. 179.(16) M o r a l e s S a r o , M . C .: La iglesia gótica de Sta. M.a de Conceyu de la

villa de Llanes, Gijón, 1979, p. 25.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 739

mente gótico perteneciente a la decimotercera centuria, ni tampoco hemos hallado documento alguno que nos perm ita sospechar de su existencia. Aunque es cierto que en muchas ocasiones el tiempo se ha encargado de borrar vestigios y noticias, tampoco resulta de­masiado verosímil que sobre nuestro siglo X III haya caído un m an­to de destrucción y de silencio tan curiosamente selectivo como pa­ra hacer evaporarse con exclusividad las m uestras góticas y su re­cuerdo.

La realidad arquitectónica de Asturias durante la prim era cen­turia del bajo Medievo es fundamentalmente románica, aunque sus rasgos difieren, como es lógico, de los de la centuria anterior. El hecho de que en la región se produzca un cambio que efecta tanto al aspecto poblacional como al económico no significa ne­cesariam ente que aquél tenga un alcance tan amplio como para que cada nueva «puebla» edifique de inmediato su iglesia, ni que ésta tenga que ser por fuerza gótica. Y ello por dos razones fundam en­tales.

En prim er lugar, y ésta es una característica típica de nuestro medio, es un hecho comprobado «que a la profunda incidencia que en el orden jurídico tuvo el proceso fundacional de las villas o pue­blas nuevas asturianas no correspondió una renovación, en igual medida, de las tradicionales estructuras económicas del país, ni un desenvolvimiento pleno de las formas de actividad productiva características de la economía urbana: comercio y artesanado» (17). De este modo puede afirm arse que fueron «muy pocas las villas nuevas asturianas que conocieron en la prim era etapa de su histo­ria una actividad m ercantil e industrial de cierto rango y en las que, consecuentemente, puede detectarse la existencia de grupos sociales susceptibles de ser alojados bajo la rúbrica de burgueses»(18). Resulta así que lo que en teoría parecía ser un panoram a ade­cuado para el desarrollo del gótico, queda desvirtuado por com­pleto al no existir en la form a adecuada esa serie de condiciones económicas y sociales que, sin caer en determinism o alguno, son im prescindibles para el desarrollo del nuevo estilo. Este es un he­cho capital que explica en gran medida la extrema pobreza gótica de la Asturias del siglo X III.

Además, es preciso tener en cuenta que «salvo excepciones de creación ex novo, como es el caso de Villaviciosa», los numerosos

(17) Ruiz de la P e ñ a , J. I . : Baja Edad Media, T. V d e la Historia d e As-' turias, Vitoria, 1979, p. 226.

(18) Id., p. 227.

740 FRANCISCO DE CASO

núcleos surgidos en la citada centuria se crearon tomando como base «cierto avecindamiento local más o menos disperso en torno a un eje o polo, con algún vínculo asociativo entre sus habitantes, pre ó param unicipal, basado en una comunidad real de intereses»(19); y si partim os de la existencia previa de un grupo humano, aunque fuese en situación «más o menos dispersa», no hay que hacer recaer necesariamente sobre los habitantes de la nueva pue­bla la inm ediata construcción de una iglesia, no sólo porque acaso estuviera fuera de sus posibilidades, sino porque podrían seguir m anteniendo la vinculación al mismo centro religioso que hasta entonces había servido a los ocupantes de la zona.

En segundo lugar es obligado considerar tam bién qué carac­terística tienen los edificios de aquellos lugares en los que, a lo largo del siglo X III se planteó y llevó a cabo la construcción de nuevas iglesias.

En su trabajo sobre El Protogótico Hispánico recoge Azcárate unas palabras de Pérez Carmona sobre el románico burgalés en las que éste afirm a que en el último tercio del siglo XII se asiste «a una explosión popular del arte románico como nunca hasta en­tonces se había presenciado... Las villas y hasta las más pequeñas aldeas levantan ahora sus parroquias con arte desigual, según sus recursos y la calidad de los artistas que en ella trabajan», frase que en opinión del propio Azcárate «puede ser aplicada a las di­versas regiones españolas, pues es en este período cuando el romá­nico alcanza mayor difusión de acuerdo con las condiciones histó­ricas. Y es lógico —añade— que en estos edificios se utilicen las form as y elementos protogóticos cuando su empleo supone una mayor economía en el coste de las construcciones sin detrim ento de su solidez» (20). En general Asturias no escapa a esta norma, lo que sucede, y es aquí donde surge la peculiaridad fundam ental, es que debido a su crónico retraso es preciso alterar la cronología, de modo que lo que en otras regiones es una realidad en el último tercio del siglo XII, en la nuestra no se hace patente más que a lo largo del siglo X III, y cuando los habitantes de determ inados luga­res tengan la necesidad de levantar nuevos templos lo que edifica­rán fundam entalm ente serán iglesias románicas con elementos pro­togóticos. Ellas y las construcciones cistercienses son la ilustración más avanzada de lo que representa en nuestro ám bito la decimo­tercera centuria (excepción hecha de lo que a partir de 1293 se

(19) B e n it o R u a n o , E .: El desarrollo urbano..., pp. 177-178.(20) A zcarate y R is t o r i , J. M .: El Protogótico..., p. 40.

Fig. 1.—Santa Maria de Villaviciosa.

Fig. 2.—Catedral de Oviedo, sala capitular.

Fig. 3.—Sala capitular. Bóveda.

Fig. 4.—Claustro de la catedral de León. Tema iconográfico de la crucifixión de San Pedro.

Fig. 5.—El mismo tema en el claustro de la catedral de Oviedo.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DÉL GOTICO EN ASTURIAS

inicie en el Salvador), al tiempo que constituyen la materialización de lo que supone el pasado protogótico de Asturias.

No vamos a ofrecer aquí una relación de iglesias rom ánicas con elementos protogóticos porque otros autores se han ocupado de un modo sum ario ae ello, aunque creemos que es mucho aún lo que queda por escribir. Pero sí queremos referirnos a dos edilicios, que por su avanzada cronología y su particular ubicación, resultan es­pecialmente ejempliticadores al tiempo que útiles a nuestro em­peño por dem ostrar la peculiaridad del siglo X III astu r y por ex­plicar el vacío gótico que en él existe.

Consideraremos en prim er lugar la iglesia de Santo Tomás de Canterbury, tam bién llamada de Sabugo por el lugar de su empla­zamiento. Sobre su cronología señala Uría Ríu que «fechada en enero de 1254 se conserva en el archivo de nuestra catedral una escritura de avenencia entre su maestrescuela y los feligreses de Santo Tomás de Sabugo, siendo posible que esta iglesia hubiera sido edificada unos años antes» (21). El edificio, pese a su época y ubicación, en uno de los barrios de Avilés, la única villa que con Oviedo y quizá Llanes pueda equipararse a las localidades desarro­lladas de la fran ja cantábrica (22), va a lucir por todo signo de avance un arco de triunfo apuntado y una portada principal de las mismas características. Pero tampoco falta, en su costado m eridio­nal, o tra portada cuyas arquivoltas desarrollan el más perfecto y clásico de los semicírculos, y todo ello se está dando, insisto una vez más, en un núcleo con «un desarrollo social y demográfico sólo superado en aquellos siglos, en territorio asturiano, por la propia m etrópoli ovetense» (23).

El segundo caso a considerar es bien distinto del anterior, si­tuándose en el m arco de un establecimiento ex novo, el de Maliayo, que a partir del siglo XIV pasó a denominarse de Villaviciosa. Sobre las ventajas que ofrecía el medio natural se ha escrito que «la economía, lo mismo que la adm inistración, no podían haber encontrado lugar más a propósito para su desarrollo en toda la com arca que luego se llamó concejo de Villaviciosa, y ésta fue la

(21) U r ia R i u , Juan: La urbanización y los monumentos del Avilés me­dieval, en su aspecto socioeconómico. Publicado en “Asturias Semanal” (23-8- 1971), e incluido en la recopilación “Estudios sobre la baja Edad Media astu­riana”, p. 374.

(22) Ruiz de la P e ñ a , J. I . : Baja Edad Media, p. 227.(23) B e n it o R u a n o , E .: Gómez Arias, mercader de Avilés en “Asturien-

sia M edievalia”, Núm. 2, Oviedo, 1975, p. 280.

FRANCISCO DE CASO

razón principal de que en él se hubiera establecido la Puebla» (24). Según un curioso documento de 1790, en el que se propone la construcción de una nueva iglesia debido al mal estado de la anti­gua («se está temiendo de hora en ñora un desplome general de toda la techumbre») y a sus reducidas dimensiones («en el día en que juntándose las familias en la parroquial es preciso que se aco­moden en el pórtico, pues la estrechez de su recinto apenas les deja respirar»), se dice que esta últim a había sido levantada «en el reygnado de don Alfonso el Sabio» (25). Sin embargo la cronolo­gía puede precisarse algo más, puesto que se sabe que el monarca otorgó la carta de población a este núcleo el 17 de octubre de 1270 en la ciudad de Vitoria, lo que significa que las obras de Santa María comenzarían con posterioridad a esa fecha. A pesar de lo avanzado del momento, el edificio no pasa de ser una construc­ción rom ánica con elementos protogóticos, aunque justo es recono­cer que éstos son más abundantes que en otras ocasiones, aña­diéndose a los tradicionales, como el apuntam iento de su arco de triunfo o de la portada principal, otros nuevos, como el pequeño rosetón de su tachada, retocado por cierto en momentos poste­riores. Todo ésto, sin olvidar nunca lo tardío de la fecha, nos lleva a conceptuar la iglesia como un ejem plar más, aunque de los más avanzados, del peculiar florecimiento arquitectónico del siglo X III en nuestra región, y que en este caso hay que poner en relación con ciertos templos románicos con elementos protogóticos que existen en el concejo del antiguo Maliayo (26).

En conclusión, y resumiendo lo dicho, puede afirm arse que As­turias, pese al cambio económico y social que experimenta en esta centuria, no va a ver surgir en su suelo la nueva arquitectura que en la vecina Castilla da ya el espléndido fruto de las grandes cate-

-------------------(24) U ria Riu, J.: Apuntes para la Historia de Villaviciosa, en “Valde-

diós”, III, Oviedo, 1959, pp. 65-91 y IV, 1960, pp 91-94 y 140-147, e incluido en la recopilación citada, p. 386.

(25) A. H. P. O. Año 1790, caja 1567, fols. 156-161.(26) Especial atención al estudio del románico en esta zona ha dedicado

Etelvina Fernández González, con trabajos como Los capiteles románicos de la zona de Villaviciosa (Tesis de Licenciatura. Universidad de Oviedo), Temas juglarescos en el románico de Villaviciosa (Asturias), en “Estudios Humanís­ticos y Jurídicos”, León, 1977, pp. 81 a 106, Las “cabezas rostradas”. Un tema ornamental en el románico de Villaviciosa, en “Asturiensia Medievalia” N.° 3, Oviedo, 1979, pp. 341 a 364 y Lectura iconográfica del “Pecado original” a través de la escultura románica de Villaviciosa, en “Studium Ovetense”, vol. VI-VII, 1978-79, pp. 154 a 164. En la misma línea se sitúa su tesis doctoral: El románico de Villaviciosa (Asturias). Universidad Complutense. Madrid.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 743

drales. En su lugar nuestra región consume su potencial impulso en la construcción de toda una serie de edificios que pese a cons­titu ir en general, ya que no siempre, una superación de las formas rom ánicas tradicionales, no hacen más que paternizar el crónico retraso local, en cuanto que tales manifestaciones son propias de una etapa que en la mayor parte de los lugares había finalizado con el prim er cuarto del siglo X III.

Por tanto, partiendo del rechazo de que los edificios rom áni­cos con elementos protogóticos puedan conducirnos por evolución hacia el gótico, idea hoy no adm itida a niveles generales y por ende mucho menos a escala local, la pregunta que inm ediatam ente hemos de hacernos es en qué momento, por qué vía o como con- cuencia de qué circunstancia se introdujo el nuevo estilo en As­turias.

En principio, entre los cauces de obligada consideración, se encuentra el representado por las órdenes mendicantes, o para ser más precisos por los franciscanos, puesto que los dominicos no llegaron a Oviedo hasta el siglo XVI. La im portancia de unos y otros dentro del tema que nos ocupa es bien conocida, pudiendo considerarlos por ejemplo como «los verdaderos introductores del gótico en Cataluña» (27). Su influencia en la vecina Galicia tiene tam bién especial interés, en cuanto que a ellos se debe la aporta­ción «de un tipo de templo ya puram ente gótico» (28), que queda fijado en la desaparecida iglesia franciscana de Santiago, derruida en 1741, y que representaba «la prim era iglesia gallega gótica pu­ra» (29).

Con estos antecedentes generales y el cercano ejemplo gallego, las sospechas acerca del papel jugado en nuestra región por los hijos de Asís parecen avivarse. Pero la realidad se encargará de nuevo de dem ostrarnos que el patrón válido para otras regiones no lo es para la nuestra.

Según la tradición, el convento de San Francisco de Oviedo, demolido en 1902 para dar paso al actual edificio de la Diputación Provincial, habría sido fundado por Fray Pedro, apellidado Com­padre, compañero del santo de Asís, cuya posible presencia se ha apuntado tanto para Oviedo como para Avilés, donde también se

(27) C aam año M a r t ín e z , Jesús M .a : Contribución al estudio del gótico en Galicia (Diócesis de Santiago), Valladolid, 1962, p. 12.

(28) Id., p. 13.(29) Id., p. 14.

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estableció la orden (30), siempre en la ru ta de su peregrinar hacia Santiago. Pero al margen de las tradiciones, el testimonio más antiguo alusivo a los Iranciscanos ovetenses es una escritura de venta otorgada por el canónigo de San Pedro de Teverga don Fer­nando Alfonso «a la ordene de los frayres menores m orantes en Oviedo» con fecha de 1 de mayo de 1243. Algún tiempo después la misma orden fundaría en la propia capital una casa femenina colocada bajo la advocación de Santa Clara, favorecida en 1287 por un im portante privilegio de Sancho IV. Precisamente a la se­gunda m itad de la centuria se rem onta la documentación más an­tigua del ya citado convento de Avilés, y de fecha aún más tardía, en torno a 1300, data el establecimiento de los franciscanos en Tineo (31).

Si de la constatación del dato histórico pasamos al análisis ar­tístico nos encontramos con que en los dos últimos edificios men­cionados, Tineo y Avilés (este último con variantes de diversas épocas) los elementos arquitectónicos fechables en el siglo X III no rebasan jam ás la categoría de protogóticos. Precisamente Mo­rales y Casares han señalado ya cómo las portadas que merecen ese calificativo son especialmente frecuentes «en aquellos lugares en que al románico se superpone la llegada de los franciscanos», citando en concreto los casos de la portada de la antigua iglesia de la orden en Avilés, hoy San Nicolás de Bari, y de San Francisco de Tineo (32), todo lo cual no hace sino situar estas edificaciones de la orden mendicante en la línea de las iglesias románicas con ele­mentos protogóticos, tan nutrida en la región, sin que su presen­cia suponga en ningún momento la introducción de las fórmulas ge- nuinam ente góticas.

Nada nuevo se deduce tampoco al analizar los dibujos que de la portada del antiguo convento de Santa Clara, que estuvo ubi­cado en el solar que hoy ocupa la Delegación de Hacienda, realizó Roberto Frassinelli para la obra M onumentos arquitectónicos de España. Incluso podría decirse que la portada se sitúa en una lí­nea constructiva más tradicional que las citadas.

Finalmente sólo nos queda acudir al también ovetense conven­to de San Francisco, el más antiguo de los poseídos por la orden en la provincia. Ya he indicado que desapareció a comienzos de es-

(30) V id . G arralda G a r c ía , Angel: Avilés, su fe y sus obras, Avilés, 1970, pp. 233 y ss.

(31) Ruiz DE LA P e ñ a , J. I . : Baja Edad Media, p. 214.(32 ) M o r a l e s , M . C. y Ca s a r e s , E . : El Románico en Asturias (Centro y

Occidente). Gijón, 1978, p. 34.

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 745

te siglo, sin em bargo en el Museo Arqueológico Provincial se han conservado algunos vestigios materiales del mismo (33), a los que hay que un ir el testim onio aportado por ciertas fotografías anti­guas (34). Respecto a los prim eros, distan mucho de ser cataloga- bles como del siglo X III, pudiendo incluso relacionarse algunos de ellos con los talleres catedralíceos del siglo XV. De hecho al ob­servar las reproducciones fotográficas aludidas se advierte que la construcción de la iglesia, tal como aquellas nos la presentan, es el resultado de una serie de adiciones y reformas em prendidas en diversas etapas.

La cabecera, como resulta habitual, es la parte más vetusta del edificio, y tras su observación, dificultada por la calidad y an­tigüedad de las fotografías, no podría rechazarse sin más que hu­biese sido levantada en la decimotercera canturía, aunoue siempre dentro de una época avanzada de su segunda mitad. Es ahora, an­te la incertidum bre que se deriva de nuestra indirecta observación, cuando el testim onio del P. Carvallo resulta sumam ente útil. Este, desde la privilegiada perspectiva que le concede el haber escrito a comienzos del siglo XVII, ocupando el cargo de archivero de la catedral de San Salvador, atribuye una parte de construcción fran­ciscana a la munificencia de don Gonzalo Martínez de Oviedo, que «comengo á fabricar la iglesia, v dexó acabada la Capilla mayor, y el Cruzero» (35). Habiéndose desarrollado la vida del citado noble paralela a la de Alfonso XI, que le mandó ejecutar, resulta que el marco cronológico al que corresponden estas palabras es ya la prim era m itad del siglo XIV. Es evidente que la afirm ación de Carvallo no tiene el mismo valor que un documento original, sin embargo la estimam os como digna de crédito: si los franciscanos hubiesen sido los introductores de las formas góticas en Asturias, el patrón m arcado por su más im portante fundación, la de Ovie­do, se habría deiado sentir en los demás conventos, v en realidad, como hemos visto, las iglesias de éstos no hacen sino m antener una línea arquitectónica en absoluto extraña a la región, como tampoco será extraño el gótico cuando en la prim era m itad del siglo XIV inicien los frailes sus obras en la capital, pues en ese mo-

(33) Vid. E sc o r t e l l P o n sa d a , Matilde: Catálogo de las salas de Arte Ro­mánico y Gótico del Museo Arqueológico de Oviedo, Oviedo, 1976.

(34) L lano R oza de A m p u d ia , Aurelio: Bellezas de Asturias de Oriente a Occidente, Oviedo, 1928, figs. 345 a 347.

(35 ) C a r v a ll o , L u is A lfo n s o d e : Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, M a d r id , 1695, p . 385.

746 FRANCISCO DE CASO

mentó el nuevo estilo ha prendido ya en las edificaciones adyacen­tes de la catedral, en la sala capitular y en el claustro.

En consecuencia, descartado el cauce franciscano como vía de penetración de la nueva arquitectura, situadas sus construcciones por estilo o cronología en el lugar que les corresponde, todo nos lleva a buscar en San Salvador las prim eras manifestaciones del gótico de Asturias. De los tres edificios góticos que hoy componen el ám bito catedralicio, la iglesia, el claustro y la sala capitular, fué este último el prim ero en surgir. Cuando a partir de 1293 se inician las obras, se estará produciendo la im plantación en la re­gión de un estilo nuevo, al menos para Asturias, puesto que en térm inos generales el gótico está a punto de consumir la que ha sido llamada su etapa clásica.

Y es que realmente, como hace unos momentos señalábamos, Oviedo era una de las escasísimas poblaciones asturianas que en esta época reunía esa serie de rasgos de cotexto imprescindibles para el desarrollo de la obra gótica, como parte que es de una cultura típicam ente urbana. La capital es en la segunda m itad del siglo X III «una ciudad que ha alcanzado ya la plena madurez de su desarrollo urbanístico, socioeconómico e institucional» (36). Se­gún un documento muchas veces citado (37), el número de vecinos «sin el concejo», era de novecientos, «lo que m ultiplicado por un coeficiente de cinco y añadidos los vecinos a quienes puede refe­rirse la exceptuación citada, obtenemos un censo aproximado a unas seis mil almas» (38). No faltan entre ellas un pequeño núme­ro de nobles, en general de rango inferior («caballeros»), un abun­dante y siempre influyente clero, y sobre todo una nutridísim a burguesía, activa tanto en lo económico como en lo adm inistrati­vo, y de cuya dinamicidad es buena prueba la labor de algunos de sus miembros, como Alfonso Nicolás (39) o Marcos Pérez (40). A la población estable hay que unir la aportada por las peregrina­ciones, cuya im portancia en el siglo X III, en opinión de Uría «aumenta y se consolida, lo mismo para los peregrinos extranjeros

(36) Ruiz de la P e ñ a , J . I . : Alfonso Nicolás, burgués de Oviedo y alcalde del rey en “Asturiensia Medievalia”, Núm. 2, Oviedo, 1975, p. 115.

(37) Vid. M ig u e l V i g il , Ciríaco: Colección histórico diplomática del Ayun­tamiento de Oviedo, Oviedo, 1889, p. 292, Núm. 13.

(38) B e n it o R u a n o , E . : El desarrollo urbano..., p. 169.(39) Vid. supra, nota 36.(40 ) R u iz de la P e ñ a , J . I .: Un típico representante de la burguesía ove­

tense medieval. El mercader Marcos Pérez, en “Asturiensia M edievalia”, N.° 2, Oviedo, 1975, pp. 107-112. • - ............

EL PROBLEMA DEL ORIGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 747

que para los nacionales» (41). Semejante aluvión de forasteros «de­bía desbordar con frecuencia las normales posibilidades de abas­tecimiento de Oviedo, planteando serios problemas alimenticios a su población estable y transeúnte» (42). No hemos de olvidar que pese a la imagen que pueda dar la capital, el resto de la región está siempre m arcado por una serie de constantes, llamémoslas am bientales, que aún en etapas de expansión, como es la centuria en que nos movemos, dificultan su normal desenvolvimiento.

El m arco m aterial en el que desarrolla la vida este grupo hu­mano y en el que poco a poco irá surgiendo la nueva catedral, está delimitado por una m uralla también nueva, visible aún en algunos de sus tram os, cuyas obras se iniciaron en 1261 y se concluyeron ya en el siglo XIV (43). En su interior, junto con la fortaleza, la catedral y las edificaciones monásticas, un vivo mercado v toda una serie de calles de significativos y evocadores nombres (44), flanqueadas por casas escasamente alineadas, de pequeñas pro­porciones, hechas en piedra y madera, con un piso y a veces dos, denom inándose «soberado» o «somberado» el más alto. Algunas de ellas tenían detrás un huerto cercado, e incluso, nota curiosa, estaban en ocasiones acompañadas de un hórreo, abundantes fuera de la ciudad, pero existentes también en su interior. No faltaban tampoco las tiendas (en 1256 se habla de la «Rúa de las tiendas»), ni por supuesto algunas viviendas nobles, como la del ya citado burgués y alcalde Alfonso Nicolás (45).

Este es, a grandes rasgos, el medio al que a finales del siglo X III llegaron las formas góticas; y lo hicieron casi diríamos que subrepticia y tím idamente, afectando antes a las construcciones adyacentes que al vetusto edificio del Salvador. Un aspecto im portan­te queda sin embargo por precisar aún, y es el de cuál fue el foco

(41) U r ia Riu, J . : La peregrinación a Oviedo en relación con la com- postelana, en “Las peregrinaciones a Santiago de Compostela”, de Luis Váz­quez de Parga, José María Lacarra y Juan Uría Ríu, t. II, Madrid, 1949, p. 460.

(42) Ruiz de la P e ñ a , J. I.: El comercio ovetense en la Edad Media, en “Archivum”, t. XVI, Oviedo, 1966, p. 347.

(43) G a r c ía L a r r a g u e t a , Santos: “Sancta Ovetensia”. La catedral de Oviedo centro de vida urbana y rural en los siglos XI al XIII, Madrid; 1962. pp. 103 y 104.

(44) Id., pp. 98 a 102. También T olivar F a e s , J .: Nombres y cosas de las calles de Oviedo, Oviedo, 1958.

(45) Vid. U r ia R i u , Juan: Contribución a la historia de la arquitectura re­gional. Las casas de Oviedo en la diplomática de los siglos XIII al XVI. en '“B-I.D.E.A.”, LX, Oviedo, 196?, pp. 3 a;.30. También R u iz d e -la P e ñ a , J. I . : Alfonso Nicolás, pp. 127 y 128. : —

748 FRANCISCO DE CASO

emisor del que irradió ese nuevo estilo que prende en Asturias en época tan tardía.

Si repasam os lo que hasta ahora se ha escrito acerca del edi­ficio que ha quedado definido en las páginas anteriores como el prim ero de todos los del gótico astur, la sala capitular de San Salvador, observaremos que existe una tendencia a considerar a este últim o como vinculado a la órbita burgalesa, idea que de con­firm arse supondría hallar en esa ciudad castellana la respuesta a la cuestión planteada. Así, Torres Balbás dice que el tipo de sala capitular de Burgos «hizo escuela y se repitió en las catedrales de Oviedo, Pamplona, Valencia...» (46).

Semejante opinión puede ser descartada inm ediatam ente una vez hechas las oportunas precisiones cronológicas: la capitular burgalesa se inició en 1316, m ientras que en la de Oviedo se cele­braban reuniones ya en 1314, lo que hace por completo inviable la teoría expuesta.

En mi opinión la resolución del problem a pasa por la conside­ración de un aspecto clave: la sala capitular del Salvador y el ala Norte del claustro fueron iniciados casi al mismo tiempo, y es ló­gico adm itir que por el mismo equipo de canteros, lo que significa ciue los rasgos arquitectónicos v escultóricos que encontramos en la zona más antigua de este último edificio, la galería septentrio­nal, serán un im portante apoyo a la hora de buscar parentescos, de determ inar filiaciones, de descubrir en suma el foco que pro­yectó el gótico sobre Asturias.

No estaría de más contar con la im portante ayuda de la docu­mentación, pero puesto que ésta nada aclara, o para ser más exac­tos, no nos perm ite ir más allá de las precisiones cronológicas se­ñaladas. es necesario acudir al monumento en sí, que cara a la His­toria del Arte es sin duda el prim er documento. En este sentido la canitular de Oviedo es poco locuaz. Del análisis formal sólo puede deducirse su vinculación a una tipología general que hunde sus raíces en el románico salmantino, proyectándose luego hacia Pl?»- sencia, según demostró Lampérez (47), que se renueva en el cabil­do de la catedral de Avila, y que encuentra su culminación, aun­que sólo sea cronológica, en el de Oviedo, si bien entre aquél v éste sólo puede establecerse una conexión que nunca va más allá de

(46) T o r r e s B a l b a s , Leopoldo: Arquitectura gótica, t. VII de Ars His- paniae, Madrid, 1952, p. 238.

(47) Vid. L a m pe r ez y R om ea , V icente: La antigua sala capitular de la catedral de Plasencia, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, T. IX, Madrid, 1901.

EL PROBLEMA DEL ORJGEN DEL GOTICO EN ASTURIAS 749

la inscripción en un cauce tipológico común. Pero como más a rr i­ba apuntábam os, la sala capitular y el sector más antiguo del claus­tro de San Salvador nacieron separados por un mínimo margen de tiempo, llegando enseguida a hacerse sincrónica la m archa de las obras de los dos conjuntos y com partiendo con toda probabi­lidad ambos el mismo equipo de canteros. De ahí que las escasas conclusiones que respecto a su directa filiación puedan extraerse al contem plar la capitular, queden válidamente compensadas con las que se obtengan del mucho más locuaz ala N orte del claustro.

También de éste se ha dicho que «está inspirado directam ente en el de la catedral de Burgos» (48). No voy a en tra r ahora en un prolijo análisis com parativo porque ello alargaría demasiado la extensión de este artículo, pero dado que en su m om ento tuve la oportunidad de efectuar dicho análisis (49), creo estar en condi­ciones de afirm ar que la pretendida «inspiración directa» de Ovie­do en Burgos no existe. Las similitudes entre el claustro de Burgos y el ala N orte del ovetense (puesto que con el resto de éste no exis­te ni el m enor asomo de proximidad) son escasísimas, nunca su­ficientes para argum entar una influencia, ni válidas para explicar un parentesco, y en cualquier caso consecuencia tan sólo de que am bas obras se halla próximas en lo cronológico y por ende han de com partir ciertos rasgos propios del momento.

Quien de verdad inspiró de un modo directo toda la prim era etapa de construcción del claustro del Salvador, que es, insisto, tan­to como hablar de los prim eros pasos del gótico astur, no fué Bur­gos sino León. Lástima que el claustro de la pulchra leonina hayan sufrido im portantes modificaciones a lo largo del tiempo, pero con lo que hoy se conserva de su estructura original, es más que suficiente para probar que es aquí a donde debemos rem ontarnos para hallar las raíces de nuestro gótico.

El análisis en prim er lugar de los elementos arquitectónicos, y en concreto de las pilastras que se distribuyen a lo largo de todo el claustro leonés y de todo el ala N orte y parte de la Oeste en el de Oviedo, lleva de m anera inequívoca a concluir que entre ambos claustros existió una directa conexión. En cambio, el modelo de p ilastra usado en Burgos no com parte con los anteriores más que unos rasgos generales que, como apuntábamos, es lógico que posea

(48) T o r r e s B a l b a s , L .: Op. cit., p. 237.(49) Vid. C a so , Feo. de: La construcción de la catedral de Oviedo. Original

mecanografiado, pp. 271 a 276. Prepara su publicación el Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo.

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dada su inserción en la misma etapa del gótico. También las po­tentes ménsulas situadas sobre los capiteles que rem atan las pilas­tras m uestran en León idénticos rasgos que en Oviedo. Su perfil y acusado constructivismo las identifican con San Salvador, y a un tiempo las alejan de Burgos, donde estos elementos ofrecen un escaso relieve y una ornamentación mucho más monótona.

Pero por si existiera alguna duda respecto al parentesco de am­bas obras, la iconografía de capiteles y ménsulas viene a disiparla por completo. En el claustro de la catedral de León y en la prim era etapa constructiva del ovetense, se utiliza en varias ocasiones la misma temática. La historia de Phylis y Aristóteles, la Anuncia­ción, la Crucifixión, las luchas cuerpo a cuerpo, los seres fantás­ticos, etc., son, entre otros, motivos comunes a los dos claustros, aunque también a otros muchos, por lo que su sola presencia podría servir de base tal vez únicamente a una simple sospecha de rela­ción o imitación. Lo que sucede es que existen otros ejemplos, co­mo el del ciclo de la creación de la m ujer, pecado original y expul­sión del paraíso, representación de Santa Clara, historia de Santia­go el Mayor o crucifixión de San Pedro, en los que las figuras de nuestro claustro son un auténtico duplicado de las de la obra cas­tellana. Esta es la prueba definitiva contra la que pienso que ya nada puede argumentarse.

Queda pues fiiado en León el foco de origen del gótico de As­turias. Razones de proximidad geográfica y de relación en todos los órdenes vienen a confirm ar la lógica de una conexión que ha­brá de ser enormemente fructífera, aunque es evidente que no tan­to como para hacer de ella la cómoda fórmula que perm ita resolver toda la casuística del arte regional bajomedieval a efectos de in­fluencias. Su validez no obstante en esta etapa inicial es clara.

Pero el gótico es un estilo que, aunque prenda tarde en la re­gión asturiana, estará presente durante mucho tiempo, hasta el punto de que la flecha de la torre única de la catedral de Oviedo se concluirá cuando falte poco más de un decenio para llegar al siglo XVII. Y m ientras tanto, entre un extremo y otro, entre el problem ático siglo X III que hemos tratado de clarificar y casi la época barroca, toda una serie de brillos y vacíos que conforman la singular fenomenología del gótico astur.

NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA. LA CASA DE LIEN ES EN EL

SIGLO XVI

POR

JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

Abreviaturas en el texto:J.M .F.: Jesús Martínez Fernández.S .R .: Sánchez del Rey.M .J.: Marqués de Jaureguizar.L.N.O.: Luis Navia Osorio.M .V.: Juan de Dios Miguel Vigil.

Los fundadores de la Casa de Navia vivieron en la villa en 1p

prim era parte del siglo X III (1). Por sus postrim erías o a principios de la siguiente centuria construyeron en el valle de Anleo un sun­tuoso palacio en el que fijaron su residencia. En un reconocimiento verificado en 1747 por el Teniente de Alcalde, con asistencia del Regidor y del Procurador General, se relacionan las dos torres de tres altos coronadas de almenas, puertas de arcos, ventanas, trone­ras, capilla y una profusión de escudos labrados en la piedra, des­tacando el de la casa con «dos cabezas de dragones con una banda

(1) T r f l l f s V il l a d e m o r o s . Asturias ilustrada. T.° II, parte 3.a, pág. 137. Madrid, 1760.

Habla de este primitivo solar, que nosotros hemos identificado en nuestro trabajo “N av ia : los siglos XVI y XVII” publicado en BIDEA, núms. 96 y 97. 1979.

752 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

atravesada teniéndola de sus bocas» (2). Los datos dan una idea de su solidez y magnificencia pretéritas, aunque por esas calendas la estructura ya había comenzado a resentirse.

Tres siglos más tarde, dominando el curso del río Navia y las hermosas vegas de Armental, se levantó el palacio de Lienes con una esbelta torre que pretendiera simbolizar el poder y fortaleza de sus dueños, y sendos blasones que pregonaran la hidalguía de su es­tirpe.

Ambas casas, entre las que se establecieron vinculaciones y la­zos durante varias generaciones, condicionaron unos modelos so­ciales y unos sistemas económicos que sin diferir, ciertam ente, de los vigentes en otros lugares de la región y del reino, impusieron por mucho tiempo en toda la órbita de su dominio unas peculiares maneras de vivir. La influencia se cimentaba en dos pilares funda­mentales: en la abundancia de recursos dinerarios y concentración de propiedades, y en la asunción de cargos públicos y privilegios que ponían en sus manos las riendas del mando y de la adminis­tración concejil.

Pero el tiempo no corría en vano. Y las dispersiones heredita­rias —siquiera contenidas por el conservadurismo de los mayoraz­gos—, los pleitos familiares, la redistribución oficial de las gran­des haciendas, el atractivo de las ciudades y la consagración de nuevos rumbos y modas en las costumbres, m arcaron para las gran­des casas el principio de una decadencia notoria. El nacido prim e­ro fenecería también antes por rigurosa lev de la vida. Y a media­dos del siglo XVIII Anleo va había iniciado el declive en tan+o Lie­nes aún alcanzaba altas cotas de esplendor. En una declaración de rentas de 1752 se observa aue m ientras Lienes recaudaba 36.879 Rs. al año, Anleo sólo percibía 13.035 Rs. (3). Reparado el inmueble

(2 ) J u a n de D tos M ig u e l V i g il . Historia genealógica de la Casa de Na­via. Madrid, 1961 . Págs. 21-23.

(3) Archivo General de Simancas. Catastro del M. de la Ensenada. De­claración del mayor hacendado. Libro 446. Año 1752.

Anleo recaudaba en el segundo Departamento formado por Anleo, Arbón, La Montaña e hijuela de Parlero (F.° 1471-1568) por los siguientes conceptos: Producto de heredades: 11.056 Rs. 25 m s.; Rentas de casas y hórreos: 38 Rs. 0,30,3 m s.; Molinos harineros: 62 Rs. 14 m s.; Apóstales salmones: 40 R s.; Réditos de censos: 427 Rs. 23 m s.; Diezmos: 1.410 Rs. 13 ms. Total: 13.035 Rs.

Lienes, en el primer Departamento constituido por Navia, Andés, San An- tolín, Cabanella, Santa Marina, Villapedre, Pinera y Polavieja (F.° 1319-1470 V.°), alcanzaba las siguientes cifras: Productos de heredades: 14.371 Rs. 3,5 m s.; Rentas de casas: 421 R s.; Rentas hórreos: 39 Rs. 11 y 1/3 m s:; Moli­nos harineros: 4 Rs. 22 y 2/3 m s.; Rentas de foros perpetuos: 835 Rs. 32 m s.;

NAVIA REMOTA Y ACTUAL 753

en 1704 (4), se hallaba de nuevo inhabitable medio siglo después (5) viviendo en Ribadeo su propietario el Marqués de Santa Cruz. Lie- nes logró mayor supervivencia. Y aunque en el siglo XVIII su due­ño Don Joaquín Velarde, casado con Doña María Manuela Navia Bolaño, vivía en Oviedo, el palacio siguió estando ocupado u lterior­mente por sus descendientes hasta 1971 en cuya fecha, por la inva­sión industrial de aquel paraje, fué definitivamente abandonado empezando el proceso inexorable, lento y progresivo, de su des­trucción (6).

* * *

A continuación intentarem os analizar críticam ente algunos por­menores históricos relativos a la Casa de Lienes en el siglo XVI; un período muy confuso, tanto por lo mucho que sobre él se ha es­crito, cuanto por la existencia de múltiples lagunas difíciles de lle­nar con una inform ación testimoniada.

Para com plicar más las cosas, cabe considerar cómo los nom­bres y apellidos de los protagonistas se repetían invariable o pare­cidamente en dos o tres líneas sucesorias, según costum bre de la época, cuando no alteraban de pronto la secuencia patroním ica pa­ra anteponer un cognomen particular o un gentilicio de lejanos an­tepasados. Y m ultiplicando el embrollo, la consaguinidad frecuen­te de los cónyuges, la numerosa prole de las familias, los matrimo-

Réditos de censos redimibles: 74 Rs. 22 m s.; Derechos de diezmos: 114 Rs. 2.5 m s.; Derechos de primicias: 70 R s.; Derechos de ofertas forzosas: 12 Rs. 17 ms. Total: 15.943 Rs. 9 ms.

El mismo Lienes en el tercer Departamento compuesto por Villayón, One- ta y Ponticiella (F.° 1569-1571) cobraba: Productos de heredades: 19.935 Rs. 27 m s.; Rentas de casas: 59 Rs. 18 m s.; Rentas de hórreos: 6 R s.; Molinos harineros: 127 R s.; Réditos de foros: 39 Rs. 27 m s.; Diezmos (Ponticiella): 768 Rs. 25 ms. Total: 20.936 Rs.

Es obvio que estamos refiriéndonos a haciendas locales ya que las dos ca­sas tenían importantes riquezas en otras jurisdicciones.

(4) F e r n a n d e z A s e n j o , C. Anleo, ayer y hoy. 1978. Pág. 33. Publica la fo­tografía con la inscripción de la piedra de una puerta señalando la fecha de la reparación, efectuada por orden de Don Juan Antonio Navia Osorio, Mar­ques de Santa Cruz.

(5) Arch. Gen. de Simancas. Loe. cit. F.° 1471-1471 V.°: “...Casa arruina­da en el lugar, de-Anleo, de veintisiete varas de frente y cuarenta, y siete va­ras de fondo...”.

(6) En las tierras ribereñas que fueron de la casa, se construyó la facto­ría Ceasa, para la fabricación de pasta de papel.

754 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

nios de padres viudos con segundas esposas y las ramificaciones genealógicas de los hijos naturales.

Todos estos motivos justifican de alguna forma muchas equivo­caciones cometidas al escribir sobre el tema —que tratarem os de aclarar y subsanar en lo posible— sin tener la seguridad de que en estas páginas no pudiera deslizarse alguna o tra que podría ser desvelada v rectificada por indagaciones posteriores; y teniendo la certeza de dejar sin respuesta, por falta de datos, un número im­portante de interrogaciones.

En la sucesión genealógica gráfica del siglo XVI aue confeccio­namos para ilustrar este trabaio, hemos representado los troncos de las dos casas estableciendo la coetaneidad de las diferentes y su­cesivas líneas. Para clarificar el esauema, hemos eliminado todas las ram as que no jugaron un papel directo en la transm isión de los vínculos y en la herencia de los mayorazgos. Figuran también los entronques entre ambos linajes durante el período que se estu­dia. Y en ciertos casos de similitud de los nombres seguidos de uno o dos apellidos (forma bastante común de designación en documen­tos originales o transcripciones), nos ha parecido conveniente aña­dir un tercer apellido diferenciador.

* * *

La historia de la Casa de Lienes comienza en 1543 cuando Don Alonso Vázquez Bahamonde. casado con Doña Constanza Rodríguez Vizoso (7), adquiere los terrenos que le venden Menén Pérez de Talarén v en su nombre Diego López de Talarén y Gonzalo Pérez v Diego Fernández: «A los cuatro días del mes de marzo de mil e quinientos e quarenta v tres años vendían a vos el señor Alonso Vázquez Bahamonde y a la señora Constanza Rodríguez Vizoso vuestra m ujer...toda la nar+e oue a cada uno de nosotros nos per­tenece en térm inos de Lienes. Así mismo vos vendo la parte e qui­ñón que pertenece a Lope Méndez hiio de Menendo Suárez de Vi­llar. m orador en Vivero, por precio e quantía de trece ducados e medio de oro...» (8).

(7) Don Alonso López Navia Bolaño. en su testamento de 1599, aclara y elogia el linaje gallego de los ascendientes de su mujer.

(8) Transcribe este fragmento de la escritura S.R. en “Miscelánea histó­rica comarcal del Navia. La Casa de Lienes, BIDEA. N.° 74. 1971.

NAVIA REMOTA Y ACTUAL 755

No tenemos pruebas de la fecha en que se inició la construc­ción de la casa, del tiempo que habrían durado las obras ni de las ampliaciones efectuadas sobre el núcleo inicial (9).

En 1752 constaba de «cocina, casa de horno, dos salas, cuatro dorm itorios, to rre de tres altos, seis bodegas y tres caballerizas» ( 10).

Don Alonso Vázquez Bahamonde fundó el mayorazgo en testa­m ento otorgado en la villa de Ribadeo el 22 de febrero de 1569 an­te el escribano Diego López. En este documento inédito, que pu­blicamos íntegro por su interés en el apéndice documental, se dice que «estaba enfermo y no podía firmar» (11).

Según S.R. falleció el 29 ó 30 de abril de 1569 (12).Resulta pues errónea la afirmación de L.N.O. (13) al escribir

que Don Alonso López de Navia, hijo de Don Alvaro Pérez de Na- via y de Doña M arina Pérez de Aguiar, «fijó su residencia en el lu­gar de Lienes», puesto que aún no existía. En cambio es cierto que el apellido Bolaño fué aportado a la casa de Lienes por el m atrim o­nio de aquél con Doña Isabel de Castro Bolaño a través de su nieto Don Alonso López Navia Bolaño, y no por los ancestros gallegos de Don Alonso Vázquez Bahamonde, según se lee en algunas relacio­nes.

Puede prestarse a confusión la afirmación de M J. cuando re­firiéndose a Don Alonso López Navia Bolaño y bajo el epígrafe- Na- via-Bolaño, dice que aquél «por su testam ento otorgado a fe del escribano Pedro Rodríguez de Navia en 1599, fundó mayorazgo» (14). No se tra ta , naturalm ente, del mayorazgo de Lienes fundado por Don Alonso Vázquez Bahamonde, sino del relativo a la Casa de Navia, en la villa de Navia, cuyas armas son «una banda colora­da en la boca y cabeza de dos sierpes en campo verde...y nunca hom bre de nuestro apellido se llamó Anleo, sino Navia, no obstante que de muchos años atrás han vivido y viven en Anleo los dueños

(9) En la Gran Enciclopedia Asturiana (T.° 9, Pág. 72) se dice inexacta­mente que fué construido en el siglo XVII.

(10) Arch. Gen. de Simancas. Ant. cit. F.° 1439 V.°— 1440.(11) Arch. Revillagigedo. Fundación del mayorazgo de la Casa de Lienes.

1569.(12) BIDEA, loe. cit.

(13) Luis N avia O s o r io . Datos para la historia del Concejo de Navia. 1966. Pág. 194.

(14) M a r q u e s de J a u r e g u iz a r . Relación de los poseedores del Castro y Palacio de Priaranza del Bierzo, de algunos de sus allegados y descendencia de ellos. Madrid, 1971. Pág. 385.

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y poseedores de la casa que fueron todos mis ascendientes» (15). Son los hijos de Don Alonso López Navia Bolaño, los herm anastros Alvaro y Alonso, quienes pasan a vivir al palacio incorporando al escudo de su padre el blasón de los Bolaño con «un castillo como descolgándose de él un cordero y un bollo en la misma orla que el de la mano derecha» (16).

Es seguro que el palacio «funcionaba» en vida de Don Alonso Vázquez: servidum bre alerta (legados a María Cabral, «mi criada», a Domingo de Serandinas «que ai presente anda en casa», a Lope Pico de Coaña «que es nuestro criado», etc.), ganados en los esta­blos (hay una m anda en el testamento para Santa María de Guada­lupe de «dos bacas, qués baca y xata questán en Lienes que son bermellas»), capilla útil para ciertos cultos (ordena se digan por su ánim a «perpetuamente dos misas en cada semana en la capilla de Sta. M aría de los Remedios que es en Lienes») y estancias o per­manencias comprobadas más o menos largas (17).

Pero cabe sospechar que el matrim onio tuviera en Navia su re­sidencia oficial: se titulan «vecinos de la villa» (18) y al testar (¿en Lienes?) se excusan por no poder exhibir la «facultad del Rey Phe- lipe N° Señor para hacer vínculo, que dejamos de m ostrar porque la tenemos en la villa de Nabia do moramos» (19). Si Don Alonso estaba «muy enfermo del cuerpo» al redactar su últim a voluntad, es muy posible que fallecera en Lienes unos dos meses después, siendo enterrado en la iglesia de Santa María de la Barca (que tales fueron sus deseos expresos) en la sepultura de su padre Ares Gon­zález (20).

¿Dónde radicaba su morada de Navia? Volveremos al tema más adelante.

Don Alonso Vázquez y Doña Constanza tuvieron una sola hija, heredera de todos los bienes, que se llamó Doña Isabel Vázquez de Navia Bahamonde.

Casó con ella Don Alonso López Navia Bolaño, hijo segundón de Don Alvaro Pérez de Navia y de Doña Mencía de Valdés, que na-

(15) Testamento de Don Alonso López Navia Bolaño. 1599.(16) T i r s o de A v il e s . Armas y linajes de Asturias y antigüedades del Prin­

cipado. Edit. IDEA. 1956. Pág. 385.C ir ía c o M ig u e l V i g il . Heráldica Asturiana. 1892. Págs. 26-27.(17) Testamento de Don Alonso Vázquez. Apéndice documental Arch. Re­

villagigedo. S. XVI.(18) Testamento de Don Alonso Vázquez. Ant. cit.(19) Testamento de Don Alonso Vázquez. Ant. cit.(20) Testamento de Don Alonso Vázquez. Ant. cit.

NAVIA REMOTA Y ACTUAL 757

cido en Anleo en 1543, testó en Navia «do soy vecino» el 1 de junio de 1599 y falleció en dicha villa el 27 de octubre de 1604 a los 56 años de edad. De este matrim ono nació en Navia el 10 de diciem­bre de 1571 Don Alvaro Pérez de Navia Bahamonde. Dos años des-

ANLEO.

pués, en 1573, Doña Isabel, «muy enferma en la cama de la enfer­medad que Dios N° Señor fué servido de darme», se encontraba en Lienes viviendo con su madre viuda. Redactó su testam ento el 13 de abril de dicho año nombrando testam entarios y ejecutores de su voluntad a su marido, a su madre Doña Constanza y a su tío Francisco Ares de Bahamonde, Regidor y vecino de Vivero. Y como heredero universal a su hijo Alvaro, o al que pudiera tener, pues «al presente estoy preñada si Dios fuese serbido de alum brarm e y parir con salud» (21). Debió malograrse el hijo y, por esta u otra causa posterior, m orir la madre. Y Don Alonso López Navia Bola- ño, viudo con trein ta años de edad, contrajo nuevo m atrim onio con Doña Teresa Flórez de Sierra, heredando el mayorazgo el hijo

(21) Testamento de Doña Isabel Vázquez de Navia Bahamonde. Arch. Re­villagigedo. 1573.

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de ambos Don Alonso López Navia Bolaño y Flórez, ya que Alvaro, hijo de la prim era m ujer y casado con Doña Antonia Rón y Quirós —y que testó en Lienes el 5 de octubre de 1630— murió sin descen­dencia.

Don Alonso López Navia Bolaño y Flórez murió en 1631 dejando heredero al descendiente de su matrim onio con Doña Catalina Na­via y Moscoso, que fué Don Antonio Navia Bolaño y Moscoso. Este se casó con Doña María Navia Osorio (hija de Don Juan Alonso de Navia Valdés y de Doña Catalina Fuertes de Sierra), estableciendo la últim a conexión Lienes-Anleo del período que estudiamos.

* * *

A la vista de esta somera descripción, cuyas secuencias enten­derá perfectam ente el lector siguiéndolas en el cuadro genealógico adjunto, resultan patentes las principales contradicciones detec­tadas en otras publicaciones sobre el tema.

Comencemos con nuestro propio «mea culpa». J.M.F. (22): Se dice que Don Alonso López Navia Bolaño era hijo de Don Alonso López de Navia y Aguiar y de Doña Isabel de Castro Bolaño, cuan­do fué realm ente su nieto.

S.R. hace a Don Alonso López Navia Bolaño hijo de Don Alon­so Vázquez Bahamonde, cuando fué, evidentemente, su yerno por casamiento con su hija única Isabel (23).

M.V. dice que Don Alonso López Navia Bolaño fué el fundador del mayorazgo de la Casa de Lienes en el año 1599, afirmación que desmienten tanto el testam ento de éste como el de su suegro, ver­dadero fundador (24). Por idéntica argumentación ponemos en te­la de juicio una nota marginal en unos papeles del Archivo de la Casa de la Rúa, consignando que «Don Alonso López Navia Bolaño y su segunda m ujer Doña Teresa Flórez de Sierra, fueron los pri­mitivos ascendientes de la Casa de Lienes y los que fundaron con los llamamientos de rigurosa asignación», queriendo dar a enten­der, posiblemente, que fueron los prim eros que conjuntaron en Lienes los blasones Navia-Bolaño (25).

(22) BIDEA. Núms. 96 y 97. 1979.(23) BIDEA. Loe. cit.(24) Ant. cit. Pág. 37.(25) Arch. de la Casa de la Rúa. Genealogías.

Palacio de Anleo. Estado actual.

Palacio de Anleo. Detalle de la Torre. Torre del Palacio de Lienes.

Lienes. Armas de los Bolaño.

Lienes desde el Sur.

Lienes. Armas de los Navia.

KAVIA REMOTA Y ACTUAL 759

L.N.O. inicia con el nombre de Antonio el testam ento de 1599 incorporado a su obra, si bien posteriorm ente reza el nom bre de Alonso (26).

S.R. escribe que Doña Teresa Flórez de Sierra, segunda esposa de Don Alonso López Navia Bolaño, procedía del palacio de Andés, cuando había venido, en verdad, de la Casa de Tuña en Cangas de Tineo, hija de Don Pedro Núñez Flórez de Tuña y de Doña Leonor Flórez de Sierra, de la Casa de Sierra, de Llamas, en Cangas (27).

El mismo S.R. afirm a que del matrim onio de Don Alonso y Do­ña Teresa nacieron Don Alonso y Don Antonio, cuando Don Alonso fué padre —que no herm ano— de Don Antonio, su sucesor (28).

M J. incurre en mayor confusión diciendo que Don Alvaro Pé­rez de Navia y Bahamonde casó en segundas nupcias con Doña Te­resa Flórez de Sierra, que fué la segunda m ujer de su padre. Tam­bién al escribir que el hijo de Don Alonso López Navia Bolaño, que casó con Catalina Navia Moscoso, fué Don Alvaro Navia Bolaño y Sierra, en lugar de decir Don Alonso López Navia Bolaño y Fló­rez (29).

* * *

La mansión de Don Alonso Vázquez Bahamonde es probable que estuviera en la Plaza Mayor por ser en ella y en torno a la igle­sia donde se concentraban algunas casas principales. No conoce­mos referencias sobre el particular.

S.R., sin citar fuentes, la sitúa en la confluencia de la calle del Ribero con la calle Real. La calle del Ribero —antes calle del Cris­to y actualm ente Ramón y Cajal— subía en aquellos tiempos des­de las playas y m arism as hacia la plaza y se continuaba en sentido ascendente con la calle Real, no existiendo confluencia entre ellas. En el transcurso de los años y seguramente con los prim eros tra­bajos de relleno y utilización de las playas, se pasó a llam ar Ribero a las nuevas tierras ganadas al río —actual calle Regueral— en tan­to iría dejando de llamarse así al viejo Ribero en evitación de du­plicidades equívocas. Este nuevo Ribero sí que confluía con la pro­longación en sentido descendente de la calle Real, cuya calle Real

(26) Adolece de igual defecto una copia que poseemos nosotros.(27) BIDEA. Ant. cit.(28) BIDEA. Ant. cit.(29) Ant. cit. Pág. 386.

pudo, por extensión, dar al todo el nombre de la parte. Pero en es­ta contluencia no existió casa aiguna hasta el siglo XIX (30).

Don Alvaro Pérez de Navia, casado con Doña Elvira Osorio (y tío abuelo de Don Alonso López Navia Bolaño), vendió ia prim iti­va Casa de Navia al escribano García Morán. Don Alonso, sentimen­talmente impulsado, la rescató por compra a la viuda e hijos del escribano, para reintegrarla al patrim onio fam iliar (31). Y es presu­mible que no habitara la de sus lejanos antepasados por hallarse en estado ruinoso cual parece deducirse de las recomendaciones testam entarias encareciendo a los herederos su reparación: «...Y atento a que dicho solar está caído, si acaso yo me muriese sin lo edificar, o no se elevare, quiero y mando que cualquiera que me sucediere en mis bienes, viviendo de un año arriba, después que entrase en ellos, por lo menos gaste doscientos ducados, cada uno de ellos, en hacer y reparar la casa con patios, torres y cuartos...» (32).

Es lógicamente aceptable que viviera en la nueva que mandó construir en la plaza pública («Y más la casa que tengo e hice de nuevo en la plaza desta villa, frontera de la iglesia...») (33) y que bien pudo haber sido una reconstrucción de la de su suegro (?) o de sus antecesores de Anleo. La identificamos con la Casa actual de Valdés y la sorprendemos objeto de operaciones notariales a lo largo de los siglos, en documentos originales aunque' inconexos, por personas de Lienes o Anleo. Los deslindes que se repiten son bastante elocuentes y coinciden con los que tuvo ayer y tiene hoy en parte la aludida casa: iglesia y puerta principal de N uestra Se­ñora de la Barca por la cara que da a la plaza, m uralla por detrás, arco de dicha villa y calle del Ribero a la plaza por un costado, y por el otro una casa. En una de las escrituras de aforo se reserva el derecho a una ventana frente al templo parroquial «los días de procesiones solemnes, sermones y otras festividades de iglesia y villa» (34). . ^

El 1 de enero de 1658 el actor de la transación es Don Juan Alon­so Navia Osorio (casado en 1651 con Doña Juana Teresa Arguelles Celles) (35). El 1 de octubre de 1757 y en las Casas de Lienes, Don Joaquín Velarde Calderón y Prada, marido de Doña Manuela Navia

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(30) BIDEA. Ant. cit.(31) Testamento 1599.(32) Testamento 1599.(33) Testamento 1599.(34) Arch. Notarial. 1757. F.° 135.(35) Arch. Casa de la Rua. Legajo 21—D. 1658.

ÑAVIA REMOTA Y ACTUAL 76Í

Bolaño, afora la finca a Don Juan Rodríguez Lanza, vecino de Na- via (36). El 29 de septiem bre de 1770 se vende en el mismo lugar una casa colindante con o tra de los herederos de Don Fernando Na- via Bolaño. Por fin, el 22 de enero de 1865, el Ayuntamiento propu­so prolongar la calle de Tras la Cerca por «el punto en que se ha­lla una casa declarada ruinosa, propiedad de la Casa de Lienes». La evocación de la Casa de Valdés, por la coincidencia de los lin­deros, vuelve a ser inevitable.

❖ H* H5

En la torre de Lienes cam pearían los hermosos escudos de Na­via y Bolaño desde los tiempos de Don Alonso López Navia Bolaño y Flórez. Con anterioridad, lucirían los blasones de Vázquez Baha- monde y Rodríguez Vizoso, que revertirían al tronco de Vivero, por explícita determ inación testam entaria, al fallecer sin sucesión Don Alvaro Pérez de Navia y Bahamonde.

* * *

Con esta breve exposición no hemos pretendido re tra ta r a unos hombres, cuyas biografías ocuparían muchas páginas, ni com entar siquiera superficialm ente las circunstancias socieconómicas en que se desenvolvieron. Sólo hemos perseguido proyectar alguna luz so­bre ciertos lapsus y equívocos circulantes en letra im presa —rela­tivos a la m era identificación nominal— que pudieran ser punto erróneo de partida, no denunciándolos, para otras investigaciones.

(36) Arch. Not. 1757. F.° 135.Don Joaquín Velarde, de la Casa de Velarde de Oviedo, de donde era ve­

cino, fué Teniente Coronel de Infantería del Regimiento del Principado. Con­trajo matrimonio con Doña María Manuela Navia Bolaño, nacida en Lienes el 31 de diciembre de 1737 y heredera del vínculo. Falleció el 21 de mayo de 1804 siendo enterrada en la iglesia de Santa María de la Barca de Navia.

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APENDICE DOCUMENTAL

Nabia. Casa de Lienes. Funda­ción del mayorazgo. Año l^bV.

Traslado del testam ento de Alonso Vázquez y Constanza Rodríguez su mujer, en que nicieron vínculo y mayorazgo de sus bienes.

En el nombre de Dios amén. Quantos la presente bieren sepan como nos Alonso Bazquez de Nabia y Baamonde y Constanza Ro­dríguez Baamonde Bi^ossa marido e mujer, vezinos que somos de la villa de Nabia, estando yo el dctio Al° Bazquez enterm o del cuer­po aunque con el juicio y enienaim iento que Dios tue serbido ae me dar recelándome ue la muerte que es cossa natural deseando poner nuestras animas en camino de salvación otorgamos y reco­nocemos que en la m ejor lorm a bía e m anera que con derecho po­demos e aya lugar en alabanza de Dios N° Señor y de su bendita madre Virxen María a quien tenemos por abogada e señora en to­das nuestras cossas, acemos e ordenamos nuestro testam ento e ul­tima voluntad en la orden e manera siguiente= Prim eram ente acien- do como acemos la señal de cruz t renegamos el diablo e todas sus obras e como verdaderos fieles cristianos prometemos de bivir e m orir en la Sta té católica de N° Sr. Xesucristo e creemos todo aquello que cree la Sta madre yglesia de rrom a y mandamos nues­tra ánim a a NJ S°r. Xesucristo que sea serbido ae por los m éritos de su Sm1 pasión nos perdonar n°s pecados = Item quando Dios quiera serbido de mi el Alonso Bazquez llevar de la presente bida mando que mi cuerpo sea sepultado en la capilla de la yglesia de Sta María de la villa de Navia en la sepultura do está sepultado Ares González mi pad re= E ansi mismo yo la dcha Constanza Ro­dríguez, y si la dcna sepultura por algún caso estubiere ocupada m andamos que junto a ella se nos aga el dcho entierro = E m anda­mos quel dia de nuestros entierros e de qualquier de nos se digan en la dcha yglesia todas las misas que se pudieren decir en los ta­les dias y en los mas de n°s osequios y de cada uno de noss y m an­damos que a los planos acostumbrados se nos digan en la dcha ygle­sia ciento e cinquenta misas por cada uno de nos, entiendesse que las dchas ciento e cinquenta misas sean dichas fuera de los planos e despues de las de los plagos, y que las dchas ciento e cinquenta misas que ansi mandamos decir fuera de los dchos planos m anda­mos se digan la m itad dellas en la dcha yglesia de Nabia y la otra m itad en Lienes e le paguen de limosna por cada una de las dchas misas un real e su cera para los alum brar= Item m andam os para la fábrica de la yglesia de Sta Maria de Nabia beinte ducados, diez por cada uno de nos= Item mandamos a la Sta Cruzada y reden­ción de cautivos y a Sta Maria de Guadalupe a cada una dos rea­

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le s= E m andam os al ospital de Nabia tres ducados por entram ­bos = E m andam os por las ánimas del purgatorio perpetuam ente cada año dos eminas de escanda oue de renta perpetuam os, debe la una e media Suero Gonzales Rebellón e la media debe Alonso de Moyas con que cada prim ero dia de cada mes salean sobre nues­tras sepulturas con responso= Item mandamos a la cofradía del Sm° Sacram ento seis reales = Item mandamos por la nuestra hacien­da de Lienes, de Reconco y Barganaz y todos sus térm inos que di­gan perpetuam ente para siempre dos misas en cada semana en la vglesia de Sta Maria de los Remedios que es en Lienes las quales dos missas sean la una de Na Sa e las otras de San Cosme e sean las debas dos misas rezadas e mandamos que por los dehos bienes sean pagadas de limosna al clérigo que dixere las tales misas diez duca­dos cada año para lo qual ipo+ecamos y obligamos los dehos bie­nes v las debas dos misas las diga el clérigo que es Gómez Ares de Trelles vz° del Conceio He Castropol durante su vida nueriéndolas decir v desnues de su fallecimiento v sí él no las Quisiere decir las diga el clérigo que se quede, Nos los dehos Alonso Bazquez e Cons- tanca Rodriguez que si falleciere postrero nombrare, y despues de n°s fallescimientos nom brare el eredero que de nos quedare en los dehos bienes el qual eredero queremos nombre el tal clérigo e lo mismo sus sucesores de uno e de otro sin que en ellos intervengan ni tenga que hacer en el tal nombram iento Obisno ni probisor ni o tra persona poroue al tal eredero e suscesores damos poder e fa­cultad para el tal nombramien+o vn sollidum =Item mandamos a Maria sobrina de mi la deha Constanca Rodriguez, digo a Alonso Bazquez e a Isabel sobrina de mi la deha Constanza Rodriguez a cada una cien ducados para sus dote«; e casamiento veniendo a tiem­po para ello la oual Maria es hiia de Ares Gonzalez nieta de Ares Pérez de Castrillón la onal al presente anda en nuestra casa. E la Isabel e hiia de Pedro Vicoso que sea en gloria la qual al presente anda en casa e disponiendo Dios della oue no se casare mandamos que la deba m anda ouede a nuestros herederos con los más bie- nes = Tt.em vo el deho Alonso "Razone/ mando a Juan mi sobrino hi­jo del deho Ares Pérez cien ducados e a Pero su herm ano mando cincuenta ducados = Ttem mando vo el deho Alonso Bazquez que se paguen a Maria de Cas+ropol todo lo que en dote le fue prom etido sobre trein ta v dos ducados oue va tiene recebidos=Ansi mismo vo el deho Alonso Razone/ mando e vo la deha Constanca también a los erederos de Tnés nuestra criada m iner oue fué de Domingo de Armental dos mil m rds tomando en ouenta los que se les dio para su en tie rro= Item digo vo el deho Alonso R atone/ oue por onanto vo ube un iio aue se llama no sé bien su nombre e su m?»dr° es la deha María de Castropol el oual iio al presente nuede ab^r nnrp meses p o c o más o menos m'mdo qi1 ^nr mis bienes por bía de alimentos e para su susten+aci^n se le d^n e pacme^ m iatron’p^+os ducados conoue si Dios lo llebare no beníenHn »1 deho mi üo o estado de ser casado o clérigo «e huelban los dehos onatrociVntos ducados al cuerno de mi acienda v a poder de mi eredero e de su susccsor=Y ansi mismo yo el deho Alonso Bazquez mando a María

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del Reconco dos mil mrds por el tiempo que sirbió a mi y a la dcha Constanpa Rodríguez y a Maria Cabral mi criada quinientos mrds de mas de su serbicio las anales mandas se entienda las acemos a los dchos mocos ambos marido e m u ier^Y ansi mismo mandamos a Albaro de Salcedo la mitad de la escanda que se cogió de la rroca de Villacondide el año pasado e la mitad de la rroga e pan della aue ogaño está labrado e mas dos mil mrds lo qual todo se entien­da por el tiempo que nos serbio = E mandamos a Domingo de Se- randinas por el tiempo que nos serbio quatrocientos ducados, el nual Domingo es el que al presente anda en casa= E mandamos a Lope Galán yjo de Pedro Martínez de Andés quatrocientos ducados por el tiempo que nos sirb ió= E mandamos a Lope Pico de Coaña que es nuestro criado doce ducados por el tiempo que nos serbio v estos doce ducados se le den de más y allende lo que tiene rece- bido = Item digo que por auanto el vnquisidor Diego mi herm ano oucstá en gloria de todo lo que gastó mi padre Ares González de Nabia con él en el estudio nnnca me dió el dcho vnquisidor emien­da ni a mi Sra madre que le benía la mitad y agora su eredero pide los bienes que le pertenecen questán en mi poder y el dcho ynqui- sidor a sido mi curador v no a dado ni se a hecho quenta ninguna, digo one mirando dos letrados si el dcho ynquisidor e su eredero me deben los mrds de la mitad que en su estudio se gastó mando si fuere iusticia pedírseles se les pida o si no fuere iusticia no se les pida = ltem digo oue las contrataciones que tengo las tenso asen­tadas en mis libros de quentas y en otras memorias las ouales alián­dose de mi letra se tengan por ciertas saibó de que si aleuno diiere tiene pago algo que no esté agentado siendo persona de buena fa­ma se le crea asta en quantía de do«? ducados=Item digo que todas las nuentas que tengo con Lone Albarez de Baamonde cerca de la doela de rme vo me remito a lo que en las quentas del dcho Lope Albarez dello +iene v está scrinto excepto la quenta que tenno con algunos asturianos v que aquello oue en las tales quentas el dcho T one Albarez tubiere scripto de su letra en su libro mando se m m - rfa al pié de la letra e lo dov ñor berdadero = Item diño aue Alba­ro ^dez de Omaña a mi e al dcho Lope Albarez nos debia ciertos reales e por ellos vo tengo carta de venta en form a con cartilla asta San Martín de nobiemhre de sesenta e nuebe años, declaro ser la m i+ad del dcho Lope Albarez a auenta de las ba^enas que el dcho Lope Albarez tiene v a las quentas de las ta^es ballenas a las quaW mientas me refiero v dov r>or balido lo en ellas contenido = Item di-

nue nnrnnp vo e ouedado por curador de los vios de Ares pérez ^ Castrijlón mi hermano, di'oro on<’ mire lo que los bienes de los dchos menores pudieran rentar a bista de dos personas honradas e mando se les pague tomando ellos en quenta lo oue en mis libros pareciera aber vo el dcho Alonso Bazouez pagado y gastado por ellos = Ttem en lo tocante a las carnaciones e contrataciones con Ares Oonzále? mi sobrino estante en Sevilla digo vo el dcho Alonso Razquez que tengo todos los recibos de dinero e m arcaderias que me a embiado v las carnaciones que le hice todo asentado en mi libro por el qual e por ciertas mensibas e otras memorias e quen-

NAVIA REMOTA Y ACTUAL 765

tas constará le berdad e si faltare alguna partida de lo quel debo Ares González ava cargado o enviado me refiero a sus libros e ouen- +as=O trosi en lo tocante a la compañía que ay entre mi v el debo Ares González e Alonso Franco de Rio de Lado e la oue se compró a Fc° de Santianes por todos tres e de otra doela que fuera de aque­lla se com pró a García de Baldés de Cansas, digo vo el debo Alon­so Bazquez que la claridad dello y de todo ello está en mi libro de quenta al qual me refiero=Y otrosí, a lo tocante a una de unos ochenta v dos millares que de doela debía Francisco García de Tu­na a Gutierre de Samp0 por ciertas obligaciones y rabones declaro vo el deho Alonso Bazquez que los dehos ochenta v dos millares de doela están benidos a mi poder y cargué parte de ellos con Ares Glez y otra bendí a Su Magestad, digo que la orden dellos se berá en el deho mi libro de quentas y en una carta quenta oue di al deho G utierre de Samn0 mando sean pagos los alcances librándom e de las fianzas y embargos que sobre ello se an fecho = Ttem nos los dehos Alonso Bazquez e C o n stab a Rodríguez decimos nue por quanto tenemos licencia y facultad de S.M. para acer binculo v m a­yorazgo de nuestros bienes y asi es nuestra boluntad de los abincu- lar todos, asi muebles como rayees doquiera que los tenemos des­pués de cumplidas las mandas contenidas en este testam ento por ende usando de la deba licencia v facultad oue para ello tenemos del Rev Phelipe N° Señor firm ado e sellado de su real sello refren­dada de Fc° de Erasso su secreptario librada de algunos de los del su muy alto consexo la qual deiamos de m ostrar porque la tene­mos en la billa de Nabia do moramos a la qual nos referimos = E usando della e de qualnuier dreho oue para balidación de tal bincu­lo m ejor conbensa decimos que queremos y es na boluntad de acer acemos m ejora binculo e mavorazqo de los bienes de que de vuso se ará m ención=E que son las nas cassas e bienes ravees e mue­bles que tenemos en las aldeas de Lienes e Barganaz en este conce- io v en toda la parqa de San Antolín de Va nueva que es en el Con0 de Nabia con mas las c^sas v eredades y guertas que tenemos e tu- bieremos en la deha villa de Nabia e sus térm inos v e n todos los concejos de Nabia e Castropol e Tineo e Allande e Baldés e todos los bienes rayees e muebles sitos en los dehos concejos=Con mas todos los bienes rayees e muebles drch°s e acciones que tenemos en el Revno de Galicia que queremos ansim0 entren en esta m ejora e binculo e mayorazgo p ansi u s a n d o de la deha licencia que el dreho nos dá e de la facultad oue para ello ríe Su Mst tenemos e otorga­mos e conocemos nue por la meior bia e modo e form a míe de dreho por la deha licencia e facultad para balidación del tal hinm - lo e m eiora e mayorazgo haiga e pueda v deba aber luqar d^ los dehos bienes rayees e muebles cue al presente tenemos en las debas villas e. conceios e feligresías v aldeas e revno de Galicia acemos el deho binculo m eiora e mavorazqo e donación pura perfecta v irre- hocable oue es deha entrebibos para siempre jamás a bós doña Ysa- bel de Baamonde y Nabia nuestra via legitima y a vuestros susce- sores de todos los bienes arriba declarados v otros qualesquiera que nos ayamos y tengamos y emos y tenemos en qualquier juris-

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dición y terrentorio de las dchas partes questén los quales bienes v qualquiera dellos emos aaui por declarados e acemos el dcho binculo con las condiciones binculos y grabámenes en esta script* contenidas e según e como nos tenemos e poseemos los tales bie- es e nos pertenecen e pertenecer pueden en aualquier m anera e con todas sus entradas y salidas usos y costumbres drchos y acciones diversas e m istas e con sus términos e territorios e con la parte de iurisdición cebil e creminal alta, baia mero misto vmperio e- parte de basallos e for+a!eca billa e término rredondo e iurisdición cebil e creminal oue nos tenemos en la billa de Nabia, en su conceio e con todo lo demás a los dchos bienes pertenescientes ansi de pre­sentación de vglesia como bienes natrimoniales de ellas para que todo ello sea para siempre iamás binculo e mayorazgo por cuerpo de bienes e acienda lo anal todo ello después de n°s dias benga e snsceda en ello la dcha doña Ysabel na vía legitima e sus descen­dientes de barón en b^rón de mavor de dias v en defecto de barón, de enbra en enbra prefiriendo la mavor en dias a la m enor conque siempre el barón aunaue sea menor en dias prefiera a la enbra e si caso fuere de lo oual Dios no se a serbido aue la dcha doña Ysa­bel se fallesciere sin erederos descendientes, nombram os en la dcha m eiora e b in ad o por el dcho Alonso Bazauez a Juan Garcia mi so­brino vio de Ares Perez de Castrillón mi herm ano con oue se case podiendo v abiendo lucrar con via de Ysabela Viciosa de Ribero her­mana de la dcha Constanca Rodríguez v en caso que se efectúe dcho easamt° vo l a dcha Cons+anca nombro Por mi boz a la dcha via de 1« dcha Ysabel Bicciossa que se dice Clara Martínez e no abiendo efecto el dcho casamiento vo el drho Alonso Bazquez nombro to­davía al dcho Tuan Garcia e vo 1c» Hrha Constanca a Juan P° Riccio- sso vez0 de Ribero nup en pioria moriendo el dcho Juan Garcia cin erederos vo el drho A lo n s o Raznuez nombro en su lugar a Pe­dro herm ano del dcho .Tuan O a v en s u defecto e de sus erederos nom bro a Diego hermano del ^cho Juan Garcia mandando como mando aue siempre baya el dcho binculo de los erederos de qual- ouiera dellos de barón en barón e de mayor en mavor según arri­ba b^ dcho v en defecto en enbra e si Dios fuesse serbido de llehar a todos arriba nombrados mando aue mi parte de bienes del dcho binculo se bendan en publica almoneda e se distribuyan en casar doncellas guerfanas veznas del conceio de Nabia e billa dando del tal dinero aue asi se yciere cien ducados a Arias yio de dcho Ares p erez mi herm ano v a sus erederos si los ubiere aue sean d e s c e n ­dientes v entiéndase aue si acaso el dcho Juán Garcia o alguno de sus herm anos biniere a eredar los drhos bienes sea obligado a sa­ra r dellos auinientos ducados para casam t0 de guerfanas pobres v los cinauenta d e l l o s se empleen en l o s reparos de la yglesia de Na Sa de los R.emedios aue es en Lienes=E si lo que Dios no quiera, la dcha doña Ysabel mi via se moriese sin deiar crederò descendien­te mie erede los dehos bienes e binculo e mayorazgo en tal caso r»or 1 bía aue de drebo m eior ubiera higar deio e mando a Alonso Ló­pez de Bolaño e Nabia s u marido todos los bienes que yo ai tengo e me pertenecen en el baile de Lorencana y en la Moyoeira con

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todo lo a ellos anejo dependientes con más todo lo que oy tengo en Riotorto. porque quiero y es mi boluntad que llebasen sus ere­deros los dcbos bienes v sus propiedades e drcbos e aciones=E vo la deba Constanca Rodríguez digo que si Dios N° Señor fuere ser- bido de llebar la deba doña Ysabel mi vja sin erederos descendien­tes o no se efetua el deho casam t0 según arriba va declarado e mo- riere el deho Juan y jo de P° Biciosso mi herm ano arriba por mi nom brado sin descendientes, nombro en su lugar en la mi parte del deho binculo e mayorazgo a Pedro y jo segundo del deho Pero Bi­ciosso o a sus descendientes de mayor en mayor como arriba ha debo prefiriendo el barón a la enbra, e si Dios lo llebase sin des­cendientes que susceda en la deha mi parte de binculo la deha Cla­ra Martínez yja de la deha Ysabela Biciossa e sus erederos descen­dientes según ba dcho= E si Dios se llebare a la deba Clara M artí­nez sin erederos descendientes quiero que la parte de mis bienes se destribuia entre parientes míos la mitad de deha acienda e la o tra m itad en casar guerfanas naturales de Bibero con que abiendo las de mi linea e siendo pobres sean preferidas a otras qualqu iera= E la deha m itad que mando repartir entre mis parientes declaro que sean descendientes de Ysabela Biciosso mi prim a Veza de la billa de Ribadeo m uier que fué de Sancho Nos de San Tirso dando a la deba Ysabela Biciossa aparte siendo biba, la quarta parte de la deha m itad de bienes con que entren con los dehos vjos de la deha Ysabela Biciossa ansi m° los demás vjos en las que quedaren de P° Biciosso siendo bibos conque qualquiera que suscediese en la deha mi parte de binculo consienta en la deha m anda que el deho Alonso Bazouez mi m arido dexa al deho Alonso López nuestro yer­no e se entienda la mitad de h deha manda dejarla vo para oue mis erederos sean obligados a ella la qual quiero sea de deho Alon­so López e de sus erederos libremente, el qual deho binculo se en­tienda con las condiciones debas arriba e con las mas siguientes con condición que los dehos bienes sea enaxenables e ym partibles o se biniendo e debidir entre dos erederos en los casos arriba nom­brados e debidiendose entre los dos asimis0 la parte que a cada uno cupiere sea vnaxe(na')ble e im partible v todos sean ymprescripti- bles para que en ningún tiempo por ninguna m anera ninguno ni algn°s de los que binieren e suscedieren en el deho mayorazgo los puedan hender ni trocar ni cam biar ni enaxenar ni em peñar ni ypo- tecar obligar ni traspasar ni dibidir ni apartar todos ni parte de ellos lo uno de lo otro ni lo otro de lo otro ni darlo en dote ni en arras ni en donación p ro ter nuncins ni darlo por nualauier titulo o n e ro so ni lucratibo ni par?» limosnas ni para obras pias ni re­dención de cautibos ni por otra causa boluntaria ni necessaria en bida ni por causa de m uerte aunque sea por boluntad y consentm" de aquel o aquellos en quien abía dé susceder y pasar el deho m a­yorazgo aunque haya autoridad del Rey e Feyna ni de principe ere- dero ni de qua^quier bía nue sea o ser pueda oue todahia y en todo tiempo este deho mayorazgo nue les permanezca iunto v entero e no suxeto a debisión ni partición como deho que es e si contra el tenor y form a de lo sus°dcho aparte dello el tal posedor yntentare

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ganar licencia para acer contra esta espressa provbición aunque sea hecho por ynorancia o personas vnorantes destas dchas condi­ciones e binculo o ñor otro qualouier herror defeto e derecho o por cualquiera caussa de las nue iciere o vntentare acer el suscesor de deho mavorazgo pierda el deho mavorazgo todos los dehos bienes e se traspase en el siguiente en grado a quien según la disposición dél ubiere de benir como si él no fuera llamado a la suscesión dél = Otrosí con condición e grabamen que el barón e enbra que en deho mavorazgo suscediera v el marido oue con ella casare tome el ape­llido nr^ncipal prim ero de Nabia e Baamonde e si la deba acienda se debidiere como arriba bá deho el oue suscediera en la parte de mi el debo Alonso Bazouez tome el debo apellido de Nabia e Baa- monde y el que suscediera en la parte de mi la deha Constanca Ro­dríguez tome Baamonde e Biciosso según cada uno de nos al pre­sente nos llamamos e traigan el escudo e blasón de las dchas arm as en sus reposteros e cosas necesaria v en todas las escrituras que otorgaren y edificios oue pusieren sus nombres pongan el debo ape­llido e si asi no lo vcieren pierdan el deho mayorazgo el tal susce- sor como si lo ubiese enajenado e benga al siguiente en grado O tro ­sí con condición que si por caso el suscesor de deho mayorazgo tubiera herm anas e no +ubiere o tra cosa de que se poder cassar o tnbipre en muy noca cantidad oueremos que el tal suscesor no te­niendo yias propias que tengan la mesma necesidad sea obligado a dar a cada una de las tales sus hermanas la renta de dos años para ayuda de se cassar=O trosí con tal condicion e grabamen de la per­sona oue ubiere de susceder en el deho binculo e mavorazgo sea ca­tólico cristiano e no ava cometido ni cometa los delitos siguientes: que no sea traydor a la corona real ni ereíe ni ava fecho otro delito oue sea crimen lexa mavestatis v este tal si lo ubiere cometido o rom etiese no ava ni erede el debo mayorazgo porque asi es n ta bo- luntad porque dende agora decimos oue no deiamos ni llamamos en el ala persona oue semexantes delitos o qualesquiera dellos co­metiere v 1p damos por vncanaz e pribado de debo mavorazgo él e sus descendientes como si no nbiera comet° el tal delito e oueremos oue benga el tal mavorazgo a la persona oue según la orden sobre ella debiera benir pero si por caso el tal fué reabili+ado e restitu i­do en su honrra e fama quedemos pueda aber e susceder en el debo mayorazgo él e sus descendientes como si no ubiera cometido el tal delito= Otrosí con condición oue la persona en quién a de sus­ceder el deho mavorazgo no ?ra ni ava ser de orden sacra ni nue i’bíprp entrado pn rehVjón v herbó nrofesión éscepto en la orden de caballería del señor Santiago de manera oue rtueda aber vios le­gítimos e de legitimo matrimonio pero si antes de la deha profesión v tener orden sacra ubiere abido vios lexitimos se pase este deho mavorazgo en ellos por la orden e forma e grabámenes en el córi- ted°s pero si los que es+ubieren ordenados en la deha religión ubié- ren dispensación al tiempo que ubieran de susceder én éste debo mavorazgo no embargante Jo susdeho e después dellos párá se ca­sar estos tales suscedan en el deho mavorazgo e sus descendientes de legitimo m atrim °=O trosí con condición que el que ubiere de

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susceder en el dcho mayorazgo e bienes del que a ltiem po e antes que aprenda la posesion de los denos Dienes a de acer e agu ju ram tü c pieyiomenaxe ante ei mismo eseiioano que no enajenara ios denos oieiics ni p an e uenos ni ios ucjaia pci ucr ames ius lerna bien re­parados e guardara e cum plirá las dclias condiciones e cada una delias e asía que haga el tai ju ram t0 queremos que no pueda gozar de los tales bienes ni de sus Iru ios—Utrosi con condicion queste nuestro binculo e mayorazgo m parte del no se cometa ni jum e con otro ningún binculo m mayorazgo aunque sea de y lusue, m señor de m uio ni o tra alguna persn“ m el tai qansi se jun tare o por ca- sa m r o por o tra causa 110 sometiera su acienda e mayorazgo a es­te que nos por esta escritura publica asi acemos, pero si por casso el suscesor o suscesora deste nu binculo e mayorazgo se casare con otro o o tra que tengan o ayan de tener otro bincuio o mayorazgo queremos y es n t“ boluntad que durante el m atrim 0 de los tales ios ucños dos binculos puedan esiar junios conque íenecido el dclio m atrim 0 se debidan entre los yjos por barones que quedaren abien- do dos e si no ubiese mas de uno o moriesen los otros sin erederos quedando uno solo que puedan asimismo tener entram bos binculos asta que aya dos erederos barones entre ios quales se debida como deno es e lo mismo sea si ios tales suscesores lueren enbras no abiendo yjo baron= U trosi con condicion que si el que ubiese de susceder en el deno mayorazgo e binculo iuese m ujer quental caso el dcno mayorazgo suscediente que en defecto de enbra abía de sus­ceder con condición quel tal barón sea obligado a se casar con la tal que abía de susceder si luera barón e según las condiciones des­te mayorazgo le pertenecía lo que a costa de los Irutos de dclio m a­yorazgo se saque a alcance la dispensación de su Santidad y esto se entienda estando la tal que abía de susceder por casar, doncellao biuda sin yjos que estando casada al tiempo que podía susceder no es nuestra boluntad de le quitar el tal bínculo e mayorazgo antes le llamamos a él como de antes, e ansi mismo conquel tal pariente que abía de susceder no esté cassado questándolo e no teniendo yjos de edad para poder cassar con la tal que suscediere bien per­mitimos e queremos que la tai se case con otro pariente que fuere ansim s0 de nuestra descendencia el más cercano = Por ende nos los dehos Alonso Bazquez de Nabia e Baamonde e Constanza Rodrí­guez Baamonde e B iliosa su m ujer e cada uno de nos acemos la deha donación mayorazgo e m ejora con las clausulas sus°dchas e con cada una dellas e ansi lo constituymos e ordenam os como dcho hes e reserbando como resorbamos en nosotros para todos los dias de na bida e de cada uno de nos la tenencia de los dehos bienes e los frutos e rentas dellos e queremos queste dcho mayorazgo se cum pla e aya efeto lo en el contenido e si ay alguna ley o dreho que lo repone o en contrario sea desta nuestra disposición si de dercho a lugar en tal caso por birtud de la cédula lo podemos acer por la licencia de Su Mgtd derogamos e abrogamos qualquier dercho que en contrario sea porque en esta parte e para todo lo que en es­te dcho mayorazgo sea necess0 queremos della usar como nos íué concedida e queremos e mandamos que cada uno de los que ubiere

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el dcho mayorazgo sea en su tiempo señor berdadero abido e teni­do para todas las cosas que lueren utnes e provechosas a el y su conservación e perpetuidad e las que ícieren daño e perjuicio no baigan ni tengan eieto aigir e sea aoiao por no necno como si nun­ca m era m pasara e ceaernos e nos pasamos todo el dreno e ación que abemos e tenemos a los dehos bienes en la deña doña Ysabel Nabia Baamonde nuestra yja legitima e a los llamados en este dclio mayorazgo según dcho es e le traspasam os toda la posesión cebil e natural e corporal de los denos bienes y para que aespues ae nues­tros cuas sean tenedores e poseuores de ios denos bienes e a mayor abundam u nos constituymos por ynquilinos posedores del dcho ma­yorazgo = Item digo que Alonso López mi yerno me debe ciento cin- quenta ducados mas o menos lo que paresciera por su conocimien­to e por mi libro de quentas a lo quai me refiero e mas una cadena de oro que pesa veinte y quatroducados mando que los pague a la dena Constanza Kouriguez su parte de eilos = item mandamos que al ciengo que al tiempo de nuestro failescimiento esíubiere con ca­da uno de nos se íe de dos ducados por cada uno de nos al tiempo de su lallescimiento = item yo el dcho Alonso Bazquez nombro por complidores deste dcho mi testam u e de lo en el contenido a la deha Constanza Kodriguez e al dcho Alonso López mi yerno e a Lo­pe Albarez de Baamonde e a Ares (ionzales de Nabia mi sobrino que ai prete reside en Sebilla=E yo la deha Constanza dexo y nom­bro por mis complidores al dcho Alonso Bazquez e a Juán Ares mi herm ano e al deno Alonso López mi yerno y al dcho Lope Albarez de Baamonde mi prim o= A los quales dehos complidores e a cada uno dellos ynsolidum que m ejor disposición para ello tubiere da­mos nuestro poder cumplido para que entren en qualesquiera par­te de nuestros bienes e tomen los que dellos quisieren e los ben- dan e rem aten y entreguen e por lo que dellos ubiere cumplan y eietuen este dcho testam u y lo en el conten0, les mandamos a los dehos complidores que ycieren el tal cum plim t0 por cada uno de nos mandamos a los malatos de Barayo dos eminas descanda y y otras dos por diezmos e ayuda e paga la tercia parte en la ygle- sia de Nabia e la otra tercia parte en San Antolín de Villanueba y la o tra tercia parte en San Miguel de Anleo = Item mando yo el dcho Alonso Bazquez que en el monasterio de San Fc° de la billa de Ribadeo se digan treynta misas rrecadas por la ánima de doña Mayor de Baamonde mi madre e por mis antepasados y que paguen a los flayres que las dijeren a rreal por cada u n a= E ansi cumpli­do este n° testam 0 e lo en el conten0 en lo al rem anente de todos nuestros bienes deseamos e nombramos por nuestra eredera uni- brsal e lexitima e todos ellos a la deha doña Ysabel nuestra yja le- xitima para que ella los erede e sus suscesores los ereden, lleven e gocen e todos sus derechos e acciones debajo de los bínculos en el dcho testam 0 conten°s según dcho es= E rebocamos e damos por ning0 e de ningún balor y eleto otro qualquier testam 0 o codicilio que por escriptu o de palabra antes deste ayamos o qualquier de nos hecho porque queremos que no balgan puesto que parezcan saibó este que al presente acemos que su registro ba escript0 en es­

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tas ocho ojas de papel con la presente escript11 de la letra del escri­bano el qual queremos que balga como testam 0 e si no baiga como codicilio o escript11 publica e autentica en que dem ostram os nuestra uuim a ooiuniau o como m ejor ubiere lugar de dreno ei qual que­remos que baiga en juycio e iuera del doquiera que iuese presenta­do e su traslado signado=Ansi mismo nos los dehos Alonso Baz- quez e Constanza Kodriguez decimos e queremos e mandamos que todas las mandas en este testam 0 contenas sean complidas e seste- túen dentro de un año siguiente del dia de n° lallescimiento de ca­da uno de nos por su pai te lo qual decimos e mandamos que cada uno de ios arriba dclios a quien algo abemos m and0 e dejado lo to­me en pago e quenta de lo que le debemos e somos a cargo escepto las que ansimismo ban reserbadas=O trosí yo el deho Alonso Váz­quez digo que los quatrocientos ducados que en una clausula des­te testam 0 mando se den a mi yjo e de Maria de Castropol mando que se depositen en poder de Ares González de Nabia sobrino e com- pndor ei qual los tenga para se los dar o bolber a mis erederos con­forme a la clausula en testimonio de lo qual en la billa de Ribadeo a Vte y dos dias del mes de teb° de mil e quinientos e sesenta e nue- be años otorgam os este deho testam 0 e lo en el conten0 ante el es­cribano y testigos yuso escriptos e lo tirm am os de n°s nombres siendo testigos el deho de- Santo Ysidro m estre Francisco e Albaro González de Castrillón e Lope Albarez yjo del deho Lope Albarez e Gonzalo criado del deho Lope Albarez vecn°s e abitantes en la deha billa de Ribadeo = E yo el escribano conozco a los otorgantes e testigos= Alonso Bazquez = Constanza Rodríguez= el deho de Santo \s id ro m estre Francisco pasó ante m i=Diego López escriba­no público de S.M. en todos sus Reynos e señoríos e escribano del consistorio de la billa de Ribadeo e vez° della que al otorgam t0 del deho testam" con los dehos otorgantes y testigos he sido presente y de otro tanto que por registro me queda firm ado de los dehos otorgantes y de algunos de los dehos testigos fielmente de pedm t0 de Lope Albarez Baamonde complidor en la deha billa a cinco dias del mes de marco del año de mil e quinientos e sesenta e nuebe años después que el deho Alonso Bazquez se fallesció fice escrebir e sacar este traslado en estas quince ojas de papel con la preste pla­na y en fé de ello fice mi signo en testimonio de berdad=D iego Ló­pez = En la billa de Ribadeo a veinte y tres dias del mes de febr0 del año de mil e quinientos sesenta e nuebe años ante mi el escribano e testigos yuso escript°s Alonso Bazquez de Nabia e Baamonde vez0 de la billa de Nabia estando enfermo aunque con todo su juyeio y entendí0 que Dios fué serbido de le dar y que solía tener antes de la enferm edad digo que él abía fecho su testam 0 el dia pasado que se contaron beynte y dos del preste febr0 ante mi el deho escriba­no e de lo en el contenido e estaba bien acordado y al preste no yno- bando ni alterando en el deho testam 0 ni en lo en el conten0 antes lo afirm ando e retificando teniendo como siempre abía tenido debo- ción a N tra Sa la birgen Maria y en el señor San Bartolom é= Digo que allende de lo en el deho su testam 0 abía m andado tocante a las dos misas de cada año perpetuamte abía mandado decir en Lienes

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en la yglesia de N:' Sa de Jos Remedios dixo que era su boluntad e m anaaoa e mando que su eredero por los bienes que a la limosna üe las aos misas en ei dcho testan r ban ypotecados aga decir e se digan caua oispera ae iv* ae marco ue caaa ano perpetm ie en la >giesia ue Na 54 ae los Remedios de Llenes una seis misas regadas 4ue digan seis clérigos o irayles quales su eredero quisiere y se les de de limosna por cada una un real= Y ansi mismo mando que ca­da bíspera del día del aposlol San Bartolomé se dixesen en la dcha yglesia de Llenes de cada año perpetm te quat° misas regadas e por cada una se de de limosna un real e se entienda que una de las quatu misas de San Bartolomé a de ser cantada e lo mismo una de las seis de bispera de Nil Sa también sea cantada e que por las canta­das se pague de limosna un real e medio e se dé cera para las alum ­brar e comida a los tales sacerdotes e a la paga de la dcha limosna ypoteco e obligo ansimism” los bienes quen la clausula del dcho lestam “ están o aligados a ia limosna de las dchas dos misas que asi manuo perpetnne en la dcna yglesia de Nu Sa de los remedios lo qual todo ansim" la dcha Constanza Rodríguez de Baamonde con el dcho Alonso Bazquez su marido dijo m andaba también por bia de codicilio e tanto el uno como el otro = E ansim0 los dchos m ari­do e m ujer dixeron mandaban e m andaron a M arina Alvarez unos tres m u m rs e una saya de Londres de paño bajo para su casam t0 e aunque no se case e la dcha Constanza Rodríguez allende de lo sobredcho en el dcho testam" contenido dijo m andaba e mandó se digan en la billa de Ribadeo cinquenta misas por el anima de sus padres e los sacerdotes que las dijeren en fin de cada una salgan con cruz e responso sobre las sepulturas de los padres de ella ro­gando a Dios por sus ánim as=E ansimismo dijeron que mandaban e m andaron a Sta Ma de Guadalupe dos bacas qués baca y xata questán en Lienes que son bermellas y e una mayor e b lanca= Item dijo el dcho Alonso Bazquez que con Alonso Rodriguez de Barrei- ro vez° de la billa de Ribadeo tenía contratación de doela y tenían en Nabia e su rio cinquenta y quat0 millares menos la que llevó el rio la cual es de León e para ello e para lo demás que tiene com pra­do dijo que lo que paresciere que tiene asentado en su libro e memo­riales de lo que le tiene dado es berdad e que el dcho Alü Rodriguez a de dar ragon de la mas que está comprada allende de la sobredcha e que m andaba se aberigue e se aga alcance de lo que se debiere entre el uno al otro, e echo se aga la paga y se cobre lo que se de­biese = E ansim° manda el dcho Alonso Bazquez que al tiempo que Dios fuere serbido de lo llebar se le bista del ábito del Sr. Sn Fe = En lo qual los dchos Alonso Bazquez e Constanza Rodriguez no al­tercando en el dcho su testam ü antes e firm ándolo e rateficandolo dijeron que por bía de codicilio e por la que en tal caso para su ba- lidación m ejor ubiere lugar de drcho mandaban lo sobredcho ante mi el dcho escribano e testigos yuso escriptos e lo firm ó la dcha Constanza Rodriguez y el dcho Alonso Bazquez dijo no podía fir­m ar e rogó a Fernando Sanjurjo vez0 de Castropol que por el fir­mase y mandó el dcho Alonso Bazquez que unas nobenas que abía él prometdo a estar en Sta Maria de la Puente se digan e agan con

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sus misas e también se cumplan unas romerías aue él abia prom e­tido en Sto Andrés de Texido v en Na Sa de Conforto e a Na Sa de Onadalune = A todo lo qual fueron testigos el dcho Fd° Saniurio e Juan de Balbin e Rodrigo Saniurio e mestre Francisco iio del dcho Fd° Saniurio e Pero Albarez sobrino de dcho Alonso Bazquez a los míales otorgantes e testigos vo escribano reconozco=Por la parte Fd° Sanjurio = Constanza Rodríguez = Pasó ante mi Diego López escribano=E n la billa de Ribadeo domingo que se contaron veinte v siete dias del mes de febr0 del año de mil e quinientos e sesenta e nuebe años= Ante mi el Escn° e testigos vuso escriptos Alonso Fazquez de Baamonde de Nabia questaba enfermo aunque con to­do su iuvcio v entendim t0 natural que solía antes de la dcha enfer­medad tener, dijo que a veinte e dos e a veinte y tres dias del prestefebr° por ante mi el dcho escribano abia fecho su testam 0 ( ........... )e su codicilio e de lo contd0 en los dchos testm°s e codicilio estaba muv bien acordado los quales por la bia oue mas para balidacion de lo en ellos conten0 ava lugar de drcho diio que aprobaba e ra ti­ficaba no altereando ni vnovando en ellos ni en cosa de lo en ellos conten0 y despues de asi fechos pensando m eior en la salbacion de su alma e por lo oue para ello le conbenía dijo que por la bia de codicilio e por la bia que para balidacion dello m ejor ubiese lugar m andaba e mandó oue por sus bienes se den e paguen a Teresa Po- law eia y dé a Al° Rodríguez de Nabia su sobrino quince mil mrs e a Suero Mendez de Nabia escribano mandó se le diesen e paga­sen diez mil m rs y en lo de las quentas que con él tenía diio se re­fería a sus libros según se contenía en una cláusula xeneral que en lo tocante a sus contrataciones deiaba en su testam 0 las quales debas m andas de quince mil mrs v diez mil mrs m andaba y m anda se cumplan iuntam ente con las mas en los dchos testam°s e codi- cilios contenidos con lo qual rateficaba e rateficó los dchos tes­tamos e codicilios no alternando en ellos ni en su fuerqa cosa algu- n a= E n testim 0 de lo qual otorgo lo sobredeho e porque por su vndisposizión v enfermedad oue tenía no podia firm ar rogó a Gra- biel N u ñ e z de Lamas clérigo oue por él firmasse lo sobredeho de sn nom bre a lo qual fueron testigos el dcho Grabiel Nuñez e Lone Albarez e Mestre Francisco e Pero Nuñez e Juan Rodríguez Ferrei- ro vez°s de la dcha billa e abitantes e yo el escribano conozco al otorgante e testigos Grabiel Nuñez. Lope Albarez, m estre Francis- co= Pasó ante mi Diego L o p ^ z escribano publico de Su Magestad e escribano del consistorio de la billa de Ribadeo e vezino della. oue al dcho otorgam iento de los codicilios con los dchos otorgan­tes e testigos p sido presente fielmente de otro tanto oue por re­gistro me queda fice escrebir e sacar el traslado de pedimiento de Lope Albarez de Baamonde complidor, y mi signo en testim onio de berdad=D iego López escribano.

E yo Alonso Ga Rayón escribano publico del Pey N° Sr. y de nú­mero v avuntam 0 deste Conceio de Nabia de pedim t0 e recuert0 de doña Catalina de Nabia v Moscoso biuda de Alonso López de Nabia v Bolaño difunto vez0 del dcho conceio saqué este traslado fielmen­te del traslado signado de los codicilios y testam 0 de Alonso Baz-

774 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

quez Baamonde y Constanza Rodríguez su m ujer que pasaron ante Diego López escribano, vezino que era de la billa de Ribadeo Reyno de Galicia según del dcho traslado y sus firmas consta y parece el qual bolbí a entregar a la dcha doña Catalina y este traslado con­cuerda con el que le bolbí a entregar a que me refiero= Y en fe dello lo signo en el lugar de Cabanella deste concejo de Nabia a tres dias del mes de nobiembre deste año de mil e seiscientos y treinta y uno y en fe dello lo signo y bá en estas diez ojas todo ello en esta que bá mi signo.

En testimonio de berdad. Alonso Ga Rayón, escribano.

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA

POR

J. L. PEREZ DE CASTRO

A José Manuel Valdés Costales, villaviciosino, y servidor secreto y eficaz de la cultura asturia­na. Amor librorum nos unit.

Continuamos la publicación de las RESPUESTAS GENERALES dadas al In terrogatorio de la Letra A, del Catastro del Marqués de la Ensenada, efectuando la transcripción de las correspondientes al Concejo de Villaviciosa, siguiendo el m anuscrito que de las mismas obra en el Archivo General de Simancas, Dirección General de Ren­tas, Estadística de Fernando VI, Inventario de los Libros que con­tienen las Respuestas Generales al Interrogatorio hecho a los pue­blos en 1749-1750. Forman parte de las dadas para el Reino de León y Principado de Asturias, y se encuentran en el Libro 369, folios 390-457. Su texto dice así:«CONCEJO DE VILLAVICIOSA. COPIA DE SUS RESPUESTAS GE­NERALES.

En la villa de Villaviciosa a ocho días del mes de marzo de mil setecientos y cincuenta y tres años, ante el señor don Gonzalo An­tonio Fernández de Tejada, Capitán de Infantería y Juez Subdele­gado de este concejo para las diligencias de arreglo y establecimien­to de la Unica Contribución, por S. S.a el señor don Gabriel Francis­co Arias de Saavedra, del Consejo de S. M., su Intendente y Comi­sionado General de este Principado, estando en las Casas de su

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habitación, comparecieron don Ramón de Valdés, Teniente de Juez, y Alcalde Ordinario por el estado noble de esta dicha villa, en au­sencia de don Francisco Solares y Francisco Guerra Tresvilla, Juez de ella por el Estado General; don Pedro José de Peón Queipo; don Francisco Antonio Miravalles, sus Regidores perpétuos; Juan Rodríguez Moro, escribano de este concejo y su Ayuntamiento, con concurrencia de don Francisco Antonio Villaverde, Arcipreste de él, y Cura Párroco de la Iglesia de Santo Tomás de Coro, de Mateo de Medio, Perito nom brado por la Justicia y Regimiento de este dicho concejo, por lo que toca y respeta al térm ino de la parroquia in­titulada de Santa María de el concejo de esta villa; Domingo la Vega por lo correspondiente a la de San Juan de Amandi; Gabriel de Obaia por la de dicho Santo Tomás de Coro; Fernando Alvarez por la de Santiago de Peón; Andrés de la Riera por lo que m ira a Santa María Magdalena de los Pandos; Juan de Ceñal por la de San­ta María de Rozadas; Gabriel de Estrada por la de Santa Eulalia de Selorio; Pedro Alonso por la de San Justo y Sariego su hijuela; José Villar por la de San Juan de Camoca; Diego Crespo por la de San Vicente de Grases; Bernardo Moñiz por la de San Salvador de Fuentes; Juan Rivero por la de San Vicente de la Palma; Domingo Alonso por la de San Esteban de Miravalles; Francisco de Ortiz por la de San Martín del Mar; Juan Fernández por la de Santa Eulalia de Carda; y Alonso de la Llera por la de San Salvador de Priesca; Francisco Alonso Baldidares por la de S. Andrés de Bal- debárzana; Francisco Alonso la Espina por la de Santa María de Celada; Gabriel de Tuero por la de Santa María de Nievares; José Fernández por la de San Pedro de Ambas; José de Pando por la de San Vicente del Busto; Francisco la Vega Barguera por la de Santa María de Lugas; Juan de Pando por la de San Cosme de Fornon; José de la Llera mavor en días por la de Santa Eugenia; Francisco la Prida por la de San Martín de Valles, Antonio Fernández por la de San Julián de Cazanes; Francisco la Agüera por la de San Andrés de Bedriñana; Juan de Costales por la de Santa Cecilia de Careñes; Francisco Alonso Olivar por la de S. Pedro de Villaverde; Toribio de Ponga por la de S. Feliz de Oles; Juan del Valle por la de S. Mi­guel del Mar; Fernando Gixón por la de S. Sebastián de Quintes y S. Clemente de Quintueles su hijuela; Francisco Baldés por la deS. Juan del Castiello; Francisco de Tuero por la de S. Mames de Argüero; Francisco Baldés por la de Santa Eulalia de Lloraza; y José del Acebal por la de Santa María de Arroes; de los cuales a excepción de dicho Párroco, como de Ignacio Cótero, Antonio de la Carrera, vecino del Coto de Bal de Dios, Gregorio Cobian y José

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 777

García Norniella del de Poreño; Antonio García del concejo de Cabranes, Peritos nom brados por cuenta de la Real Hacienda por tenerlo asi por conveniente dicho Señor Subdelegado, a fin de que las Respuestas que se den al Interrogatorio impreso señalado con la letra A, que va por cabeza, a cuyo efecto es esta Junta, sea y se ejecuten con la mayor pureza y conocimiento, tomó y recibió ju ra ­m ento por Dios y una Cruz según derecho y los suso dichos lo hi­cieron como se requiere, prom etieron decir verdad unos y otros, conform e a su leal saber y entender y les corresponda, en cuya consecuencia su merced les hizo presente la Real mente de S. M. que Dios guarde, para que sin perjudicarla ni agraviar al vasallo, hubiesen de deponer y declarar, con arreglo a m ateria tan im por­tante, y cada uno en su lugar sin causar el menor estrépito ni de­tención alguna que no sea con justo motivo de duda legítima, que pueda ofrecerse, bien entendidos, de que si resultarse m otivarse de algún fin particular, que ceda en deservicio de ambas Magestades o de qualquiera de ellas, protesta dicho señor Subdelegado tom ar las providencias que le parezcan mas convenientes, a obiar el atraso de esta operación, y habiéndolo así entendido en su consecuencia: Di­jeron lo siguiente:

1.a) A la prim era pregunta: Dijeron que esta población se lla­ma la Villa de Villaviciosa, cabeza del concejo de su nom bre en que comprende las trein ta y siete parroquias que se hace mención antecedentemente: y responden.

2.a) A la segunda que este dicho concejo es de jurisdicción Real; cuya Justicia y Regimiento tiene la facultad de nom brar anualm en­te un Juez del estado noble y otro por el estado general, un Pro­curador Sindico General, también del Estado noble; siete Alcaldes de la herm andad: los cinco del Noble y los dos del General y un Mayordomo de Propios.

3.a) A la tercera que el territorio que ocupa su térm ino, es, des­de oriente a poniente de tres leguas y de dos desde el Mediodía al norte, y nueve de circunferencia que se andaran dos días. Confronta a Oriente con el concejo de Colunga; Mediodía con el de Cabranes y Piloña; Poniente con el de Sariego y Gijón, y del Norte con el Mar Océano; y su figura es la del margen.

4.a) A la Cuarta que en el térm ino de dicho concejo hay vein­te y una especies de tierra de regadío y secano, que son las siguientes:

1 .a—H uertos de hortaliza y arcacer de regadío, que producen sin intermisión.

2.a—H uertos de hortaliza o arcacer de secano, que producen de el mismo modo.

778 J. L. PEREZ DE CASTRO

3.a—Tierras de maiz y habas de secano, que producen seguida­mente.

4.a—Tierras de secano que dan un año escanda y al siguiente maiz y habas alternando sin descanso.

5.a—Tierras de secano que producen un año trigo y al siguiente maiz y habas, alternando sin descanso.

6.a—Tierras que producen mitad escanda y de trigo, alternando igualmente con el maiz y habas, como las antecedentes también de secano.

7.a—Tierras de secano que producen una parte escanda y las dos de trigo, alternando de el mismo modo, al siguiente año con el maiz y habas.

8.a—Tierras de secano que producen una parte escanda y las tres de trigo, alternando con el maiz y habas del mismo modo.

9.a—Tierras de secano que producen por dos años uno escanda y otro maiz o mijo y panizo subalternando sin descanso estas dos.

10.a—Tierras plantadas de pumares para hacer sidra, con des­canso de un año.

11.a—Tierras de pevidales, o criadero de dichos pumares.12.a—Tierras plantadas de cerezos, en debida forma.13.a—Tierras plantadas de nogales que llaman nozaledas.14.a—Tierras plantadas de castaños.15.a—Prados de regadío que dan hierba de guadaña y dos pacio­

nes: una de prim avera y otra de otoño.16.a—Prados de secano que producen lo mismo.17.a—Prados de secano que dan hierba de guadaña y pación de

otoño.

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 779

18.a—Tierras de pascon que llaman roederas, para los ganados en cierros propios que llaman controzos.

19 a—Tierras de pasto a diente que llaman llendon.20.a—Tierras de m atorral y roza, incultas, en cierros propios, y

otras peñascosas e infructíferas, en términos comunes.21.a—Montes de robles y carballedas para corta de leña, en tér­

minos propios y comunes.Y se nota que no hay tierras, que den dos cosechas al año;

pues aunque se siem bra lino y alcacer en algunos controzos de las heredades de buena calidad, es tan variable y de tan corta canti­dad, que no se puede hacer regulación por tres cuatro ni mas años a dichas tierras, ni para sacar estas especies; y el producto todos los años es por el continuo abono con que las benefician los labra­dores.

5.a) A la quinta pregunta dijeron que en dichas heredades hay en las especies tercera, cuarta, quinta, sexta, sétima, octava y de­cima, de todas tres calidades; en la prim era, segunda, quince y die­ciseis solo de la prim era; en la once y en la doce de la segunda. En la trece y en la diecisiete de la prim era y segunda; de la nueve, catorce, dieciocho, diecinueve y veinte y una de la tercera y que tam bién hay de la inculta y la esteril.

6.a) A la sexta pregunta que en los térm inos de este concejo hay plantíos de árboles frutales puestos en debida forma, como manzanos, nogales, cerezos y castaños; y otros plantados sin re­gla, orden ni medida en la extensión y margenes de las heredades y dispersos en los térm inos comunes, como son perales, higueras, guindos, avellanos, ciruelas, prunales, pavías, limones y naranjos.Y tam bién hay de las infructíferas como son robles o carballedas y de estos tam bién plantados unos en debida forma, como dueños propios y otros dispersos e interpolados en los térm inos comunes.

7.a) A la séptim a pregunta que dichos arboles de plantaría de que se ha hecho mención, están en tierras propias y con la debida proporción, y los otros para dar fuerza a los cierros de algunas de las heredades, y otras como se ha dicho, en los comunes.

8.a) A la octava pregunta, dijeron lo que en la antecedente.9.a) A la novena dijeron, que las medidas de tierra, de que se

usa en este concejo, es por dias de bueyes, que es la que está dada generalmente por la Justicia y Regimiento de esta Villa, y se usa en la mayor parte de este Principado, que se compone de veinti­cuatro varas claveras de frente y cuarenta y ocho de costado, o largo; teniendo cada una de estas varas cinco cuartas castellanas, con que viene a componerse el frente de cada día de bueyes de

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trein ta varas castellanas, y sesenta de largo o costado. Y en esta conform idad se ejecutan judicialmente. Y en el terreno que ocupa un dia de bueyes, se siembra en todos los térm inos de este con­cejo, con siete copines de fisga, en erga, que hacen tres y medio en limpio, y lo mismo de trigo; y al siguiente año en dichas tres ca­lidades, con un copin de maiz y medio galipo de habas en la buena y mediana calidad; y en la de ínfima con un copín de maiz por no dar habas. Y en las parroquias de la marina, se siem bran con tres partes de copín de maiz, y la cuarta parte de panizo o mijo. Que un dia de bueyes de buena calidad en la parroquia de Villaviciosa y demas tierras que hay en las parroquias que solo producen maiz y habas, se siem bran todos los años con copín y medio de maiz y me­dio copín de habas.

Y se nota que aunque en las parroquias de Bedriñana, Se- lorio, San M artin del Mar, no se siembra por lo regular ha­bas, las tierras de mediana calidad, también es cierto se co­ge en ellas mas maiz por faltarle la desipación de aquella semilla y porque favorece a la de maiz el aire húmedo de la marina; por lo cual no obstante haber considerado la diferencia del precio de uno y otro grano, los igualaron en siem bra y produc­to; y que aunque en las de ínfima calidad también las dan, no se las consideran por ir cargadas las otras. Y también dijeron que en este concejo se compone la fanega de ocho copines, cada uno de dos celemines castellanos, de m anera que viene a tener dicha fanega dieciseis celemines castellanos, y hace cada copín dos gali- pos, un galipo seis maquitos o pucheras, y un ochavo se compone de cinco copines.

10.a) A la décima pregunta, que en el térm ino de este concejo hay ciento y diecinuebe mil quinientos y cuatro días de bueyes, los veintiún mil setecientos y doce de tierras labrantias, de los cuales trein ta y uno de huerto de hortaliza y alcacer; los cuatro regadíos y los veintisiete de secano; unos y otros de buena calidad, cada uno en su especie. Quatrocientos y treinta y seis que produ­cen maiz y habas, seguidamente, los noventa y siete de buena ca­lidad; doscientos y uno de mediana; y los ciento trein ta y ocho res­tantes de ínfima. Once mil doscientos y cincuenta y siete que pro­ducen fisga un año y al siguiente maiz y habas alternando en las tierras de buena y mediana calidad sin descanso. En las parroquias de Amandi, Coro, Peón, La Magdalena, San Justo, Camoca, Grases, el Busto, Lugas, Priesca, Celada, Tornon, Santa Eugenia, San Mar­tin de Valles, Cazanes, Bedriñana y Miravalles, sacando los dos lu­gares de Miravalles y Camatierra, de los cuales doscientos y cua­

ÉL CONCEJO DE V1LLAVIC10SA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 7 8 1

renta y cinco de buena calidad; tres mil y setenta de mediana, siete mil novecientos noventa y dos de ínfima. Trescientos ochenta y ocho que producen del mismo modo fisga un año, maiz y habas al siguiente, alternando sin descanso en las tierras de buena y me­diana calidad. En las parroquias de Careñes, Quintes, Quintueles, San Miguel del Mar, Oles, Castiello, Arguero, Tuero, La Lloraza y Villaverde, los veinte de buena calidad, y trescientos y sesenta y ocho de mediana. Que en las expresadas parroquias de la Marina, producen un año fisga y al siguiente año tres partes de maiz y una de panizo y mijo, alternando sin descanso, de única ínfima cali­dad. Tres mil trescientos treinta y dos dias de bueyes que produ­cen un año trigo y al siguiente maiz y habas, en la de buena y me­diana calidad; y solo trigo y maiz en las de ínfima. En las parro ­quias de Fuentes, San Vicente de la Palma, Carda, Arroes, S. Pe­dro Ambas, Nievares, Rozadas, y en la parroquia de Miravalles, en el lugar de Miravalles y Camatierra, ciento y cuarenta y cinco de buena calidad; mil y ciento de mediana, dos mil y ochenta y siete de ínfima. Dos mil ciento y setenta días de bueyes en la parroquia de Selorio, m itad de fisga y mitad de trigo, considerándose estas dos especies de granos de todas tres calidades, con la alternativa de maiz y habas, como las antecedentes; y de estos sesenta dias de buena calidad, ciento y cincuenta de mediana y mil y seiscien­tas de ínfima. Mil ciento y sesenta dias de bueyes en la parroquia de Valdebarzana y en Termin, hijuela de San Pedro Ambas; cuyas tierras son de dos partes de trigo y una de fisga, alternando igual­mente con el maiz y habas como las antecedentes, y de ellas, cua­renta y dos de buena calidad, trescientas y cuarenta de mediana, y quinientas y setenta y ocho de ínfima. Y los cientos y ochenta y cinco restantes en la parroquia de San M artin del Mar, las tres cuartas partes de trigo y una de fisga, alternando como las antece­dentes con el maiz y habas; los diecinueve de buena calidad, trein­ta de mediana, y ciento y trein ta y seis de ínfima. De prados de guadaña ocho mil ciento y ochenta y nueve dias de bueyes, los ochen­ta y siete de regadio, todos de buena calidad; trescientos cuarenta y cinco de secano de buena calidad; dos mil trescientos veinte y ocho de mediana; y cinco mil cuatrocientos y diecinueve de ínfima. Los prim eros dan hierba de guadaña y dos paciones. Los de me­diana hierba de guadaña y una pación y los de ínfima calidad tam ­bién hierba de guadaña y una pación. De pastos que llam an Lien- don, propio de particulares, dentro de cierros, tres mil y cuatro dias de bueyes. De m atorral o tierra inculta por desidia, dentro de dichos cierros, tres mil y sesenta y un dias de bueyes. De tierra

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plantada de pumares, en debida forma, que llaman pum aradas, cuatrocientos dias de bueyes: treinta y nueve de buena calidad, doscientos cuarenta y nueve de mediana, y ciento y doce de ínfi­ma.—De criadero de pumares, que llaman pidales, tres dias de bueyes en tierra de mediana calidad. De tierras plantadas de no­gales, cuatrocientos y veinte y cinco dias de bueyes: los doce de buena calidad, plantados en debida forma, que llaman Nozaledas, y los cuatrocientos y trece en comunes de ínfima calidad. De tie­rras plantadas de castaños, siete mil ochocientos cuarenta y ocho dias de bueyes, los cinco mil ochocientos y diez puestos en debida form a y en térm inos propios, y los dos mil y cuarenta y ocho dis­persos e interpolados en términos comunes, todos de ínfima cali­dad. De tierra plantada de cerezos, plantados en debida forma, dos dias de bueyes. De controzos en cierros, cuarenta y ocho dias. De montes de robles y carbayedos para corta de leña, tres mil seis­cientos y cincuenta y nueve dias de bueyes: Tres mil y trescientos plantados fen debida forma, con dueños propios; trescientos y trein ta y nueve interpolados en término comunes, y los treinta restantes de carbayedas con dueños propios y de ínfima calidad.Y los sesenta y nueve mil doscientos y catorce restantes de comu­nes. Los veinte mil de monte bajo y árgoma, que lo son incultos por desidia y si se beneficiaran, pudiera producir pan y maiz. Y los cuarenta y nueve mil ciento y sesenta y cuatro de tierra peñas­cosa, árida, inculta e infructífera por naturaleza, con lo que com­ponen los expresados ciento y dienueve mil quinientos y cuatro dias de bueyes.

11.a) A la undécima, que hay las especies de tierra que se re­fieren en las respuestas cuarta y sexta.

En este estado y extendida la mayor parte de la respuesta duo­décima, llegó a esta dicha villa, ayer diez del corriente, en la noche, el Sr. don Gabriel Francisco Arias de Saavedra, del Consejo de S. M., su Intendente y Comisionado General en este Principado para las diligencias correspondientes al arreglo y establecimiento de la Uni­ca Contribución, e informado de que los Peritos nom brados por la Justicia y Regimiento de esta expresada Villa, no procedían en sus declaraciones según están obligados, providenció que hoy once del presente mes de marzo, se juntasen en las Casas de Ayunta­miento con asistencia de los jueces noble y del estado llano, el Arcipreste de este concejo, los dos diputados Regidores y Escriba­no de dicho Ayuntamiento, a fin de proseguir en estas generalesS. Señoría, y con efecto, habiendo tenido el concurso (a excepción del Párroco que no concurrió), les tomó a todos juram ento por

ÉL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN ÉL CATASTRO DÉ ENSENADA 783

Dios y una cruz, según derecho, y los susodichos lo hicieron como se requiere, prom etieron decir verdad a su leal saber y entender, y prevenidos de que han de declarar según su sincero juicio y ex­periencia, sin miedo, contemplación ni respeto alguno y sin des­cuento, ni rebajar rentales, observando en todo la mayor pureza; dijeron lo siguiente:

12.a) A la doce, que la medida de un dia de bueyes, regadio y secano, buena calidad que produce hortaliza y alcacer sin descan­so, le regulan con el dia de bueyes de buena calidad que produce maiz y habas seguidamente en esta parroquia de Villaviciosa; y el de hortaliza y alcacer de secano en las demas, con los de fisga, maiz y habas de buena calidad.—Que un día de bueyes de buena calidad sem brado de fisga, en las parroquias de Amandi, Coro, Peón, la Magdalena, San Justo, Camoca, Grases, el Busto, Lugas, Priesca, Celada, Tornon, Santa Eugenia, San M artin de Valles, Ca- zanes, Bedriñana y Miravalles, a excepción de los dos lugares de Miravalles y Cam atierra, producen con una ordinaria cultura y beneficio, unos años con otros, dos fanegas de fisga, y al siguiente año dos fanegas y cuatro copines de maiz, seis copines de habas. El de m ediana una fanega y seis copines de fisga y al siguiente año dos fanegas de maiz y tres copines dehabas. Y el de ínfima, una fanga de fisga y al siguiente año una fanega y dos copines de maiz sin habas. Que un dia de bueyes de buena calidad, en las pa­rroquias de Quintes, Quintueles, Villaverde, Careñes, Castiello, Ar- guero, Tuero, La Lloraza, Oles, San Miguel del Mar, pertenecien­tes a la m arina, produce una fanega y cuatro copines de fisga y al siguiente año dos fanegas de maiz y cuatro copines, y seis copines de habas. Del de mediana una fanega de fisga y al siguiente dos fa­negas: dos fanegas de maiz y tres copines de habas. Y en las de ín­fima, que alterna el pan con el maiz, panizo o mijo, produce el prim er año seis copines de fisga y al siguiente una fanega de maiz y dos copines de panizo o mijo. Que un dia de bueyes de buena calidad sem brado de trigo en las parroquias de Fuentes, S. Vicente de la Palma, Carda, S. Pedro de Ambas, Nievares, Rozadas, Arroes y en la parroquia de Miravalles, los dos lugares Miravalles y Ca­m atierra, produce dos fanegas y dos copines de trigo. El de media­na una, y seis copines; y el de ínfima una y dos copines, alternan­do igualmente todas calidades con el maiz y habas, como las ante­cedentes. Que un dia de bueyes en la parroquia de Selorio, que se siem bra de trigo y fisga por mitad. En la de Valdebarzana y Ter- nín, las dos partes de trigo y una de fisga. En la de San M artin del Mar, las tres partes de trigo y una de fisga, producen igualmente,

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como las antecedentes, cada una en su especie, y en todas tres ca­lidades y con la misma alternativa de maiz y habas. Que un dia de bueyes en la parroquia de Villa viciosa, en que solo hay la especie de tierra de maiz y habas, todos los años, produce el de buena ca­lidad tres fanegas de maiz y ocho copines de habas; el de mediana dos fanegas y cuatro copines de maiz y otros cuatro de habas y el de ínfima una fanega y seis copines de maiz y tres copines de ha­bas. Y en las parroquias de Amandi, San Vicente de la Palma, Mi- ravalles, Fuentes, Selorio, Peón, Arroes, S. Justo, Bedriñana, Ro­zadas, San Pedro Ambas, Carda, Priesca, S. M artin de Valles y Ca- zanes, que hay la misma especie, produce el de buena calidad dos fanegas y seis copines de maiz y cuatro copines de habas; el de mediana dos fanegas y dos copines de maiz y tres copines de ha­bas; y el de íntim a una fanega y cuatro copines de maiz y copin y medio de habas.—Que un dia de bueyes de prado regadío de bue­na calidad da un carro de hierba de guadaña y dos paciones, una de prim avera y o tra de otoño. El de secano de buena calidad tres partes de carro y las mismas dos paciones. El de mediana medio carro de hierba y una pación de otoño, y el de ínfima, la cuarta parte de un carro de hierba. El día de bueyes de Llendon o pas- con, le aprecian en veinte maravedíes y el de controzos en quince.Y el de m atorral o inculto seis maravedíes.

13.a) A la trece que los arboles frutales que se dejan dicho en la respuesta sexta, se hayan plantados en debida form a en tierras propias y otros en los margenes de las heredades, y otros por dis­tintos sitios sin orden, regla ni medida, se reducen a esta: Que un dia de bueyes plantado de manzanos le ocupan cincuenta pies; y en los que están en forma de planturia en tierras propias, produce el de buena calidad pipa y media de sidra de veinte y cinco can­taras mayores, cada dos años; el de mediana tres cuartos de pipa y el de ínfima media. Y en los demas árboles dichos en los cierros y esparcidos, regulados a los de mediana calidad, que un dia de bueyes plantado de nogales en debida form a y los que se hallan esparcidos, de dieciocho pies cada uno; los prim eros en tierra de buena calidad y los segundos en la ínfima, produce una fanega de nueces. Que un dia de bueyes plantado de castaños, de dieciocho pies, en la parroquia de Amandi, Fuentes, Coro, Lugas, El Busto y S. M artin de Valles, produce una fanega de castañas; y en el res­to de las demas parroquias del concejo media fanega; todas tie­rras de ínfima calidad. Que un dia de bueyes de perales, de cin­cuenta pies cada uno, dos reales cada dos años. El de prunales y rásales, compuesto de los mismos cincuenta pies, medio real en

cada un año; lo mismo de los guindos y también lo propio de las ciruelas. Los cerezos también de cincuenta pies, dos reales cada un año. Los pescales también de cincuenta pies, medio real, todos plantados como en tierra de mediana calidad. Que el dia de bue­yes plantado de limones de a treinta y dos pies, un real cada un año; y el de naranjas de lo mismo, medio real; considerados en tierras de m ediana calidad. El día de bueyes plantado de higueras de dieciocho pies, dos reales en tierras de ínfima calidad. El de avellanos de a setenta y dos pies cada uno, produce dos ochavos de avellanas, considerados en la tierra de ínfima calidad. Que un dia de bueyes plantado de pidales, o criadero de pumares, le regu­lan a la tierra que produce un año fisga y al siguiente maiz y ha­bas de m ediana calidad. Que un dia de bueyes plantado de robles en todas las parroquias de tierra adentro, a excepción de los de la m arina, regulados de dieciocho pies cada uno, consideran su frada o corta de dieciocho en dieciocho años y produce doce carros de leña. Y en las parroquias de Careñes, Villaverde, Oles, S. Miguel del Mar, Quintes, Quintueles, Castiello, Arguero, Tuero y la Lio- raza, que son las de la m arina, produce los mismos doce carros de leña con la frada o corta de veinticuatro en veinticuatro años. Y las carballedas que hay en todo el concejo, los mismos doce carros con la frada de trein ta y seis en treinta y seis años.

14.a) A la catorce, que el valor que ordinariam ente tiene la fa­nega de fisga en este concejo, de ocho copines, es de veinticuatro reales; la de trigo veintidós reales; la de habas, lo mismo; la de maiz doce reales; la de panizo y de mijo a seis reales; la de nuez.

ÉL CONCEJO DE V1LLAVICÍ0SÁ, SEGUN ÉL CATASTRO DE ENSENADA 785

NOTAS SOBRE LAS RESPUESTAS GENERALES DEL CONCEJO DE

VILLAVICIOSA/PRINCIPADO DE ASTURIAS.

Don Bernardo Diez Paniagua, Contador principal por S. M. de la Intendencia de la provincia de Palencia, y Comisionado por la Real Jun ta de Unica Contribución entre otras cosas para el arre­glo de las Respuestas generales al Interrogatorio, practicado en los pueblos de la comprehension de esta y Principado de Asturias; deseando ejecutarlo con la mas posible brevedad y menor dispen­dio de la Real Hacienda: habiendo reconocido la operacion del con­cejo de Villaviciosa, incluso en aquel, y hallado algunas de sus res­puestas Generales, dim inutas y sin la correspondiente claridad, y constar de los Autos, Asientos, Berificaciones, Notas y demas dili­gencias, las equivalentes noticias para aclararlas y darlas la inte­

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ligencia necesaria, a fin de que se venga en conocimiento de los verdaderos productos, utilidades, esquilmos y sustancia de dicho concejo y que conforme a ello se tiren y formen los estados par­ticulares de el, se pasa a hacer las notas y declaraciones siguien­tes:

15.a y 16.a) Que mediante a que en las respuestas 15.a y 16.a no están expresadas las especies de que se diezma en cada parroquia de las que se comprende en este concejo, quanto de cada una, a que ascienden, y entre quienes se reparten, y menos el derecho de pri­micias y otro cualquiera que haya y se halle impuesto y resultar de diferentes Relaciones que se encuentran separadas en esta ope­ración y de otros documentos puestos en ella, lo que es, y demas circunstancias, para venir en conocimiento de lo form al de cada parroquia. Se declara que en la de Villaviciosa y su térm ino, se halla impuesto el derecho de diezmo, que es de diez uno de las especies de maiz, que asciende por un cuatrenio a setenta fanegas; la de hierba a cuatro carros; la de nuez a dos fanegas; la de cebo­llas a cien reales; la de tocino a quinientos cuarenta; y el dere­cho de prim icia que se paga por cada vecino al respecto de un co-, pin de pan y medio la viuda; y asciende este a ocho fanegas; cuyos diezmos y primicias se reparten por mitad entre el cura de esta pa­rroquia y la Dignidad episcopal de Oviedo. En la parroquia de San Vicente de la Palma, se halla impuesto el derecho de diezmo, de diez uno de las especies de trigo, que asciende a diecinueve fane­gas; la de maiz a cuarenta; la de hierba a diez carros; la de tocino a ciento y sesenta reales; la de cebollas y ajos a doce reales; la de nueces a fanega y media; la de lino a veinticuatro reales; y la de corderos a ocho reales. Y el derecho de prim icias que se satisface por cada vecino de Junta, a celemín de trigo y al que no lo tiene medio; im porta anualmente dieciocho fanegas; cuyos diezmos y prim icias se reparten en esta forma: la m itad del total al cura párroco y la o tra mitad se hacen ocho partes, las que se dividen entre diferentes personas seglares, como Patronos y presenteros de dicho curato, a saber: Las seis percibe y pertenecen a don Diego de Hevia, vecino de Oviedo; una octava parte a don Francisco Ja­vier Balbin, vecino de Villaviciosa, y la últim a octava parte se re­duce a seis: Las dos percibe y corresponden a don Francisco So­lares, o tra a don Juan Solares, una y media a don Luis de Villamil; la o tra y media restantes a distintos vocales, todos vecinos de di­cho concejo que por ser muchos, no se hace expresión de ellos, por menor; si bien les está hecho cargo respectivamente en sus pliegos. En la parroquia de Lugas está impuesto el derecho de diezmo, de

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 787

diez uno, en las especies de escanda, que asciende a tre in ta fane­gas; en la de maiz a cuarenta fanegas; en la de castañas a doce fanegas; en la de nuez a tres fanegas; en la de tocino a sesenta reales; en la de hierba tres carros; y en la de corderos a dieciocho reales. Y el derecho de primicias que sesatisface por cada vecino de Junta, un copin de escanda; y los viudos cinco reales. La de castaña tres reales; la de avellana ocho reales; la pipa de sidra sesenta y seis reales; el carro de hierba de esta parroquia de Villa- viciosa, veintidós reales. En la de Fuentes, San Vicente de la Pal­ma y Amandi, a veinte reales. Y en las demas parroquias del con­cejo, inclusas las de la marina, a quince reales. Las paciones de prim a en los prados de regadío y de secano, a cuatro reales, y las de otoño a tres y medio. El dia de bueyes de hortaliza y alcacer, no se hizo aprecio de su valor por haberse regulado el de regadío y secano a cuatro reales y las de otoño a tres y medio. El dia de bueyes de hortaliza y de alcacer, no se hizo aprecio de su valor, por haberse regulado el de regadío y secano con la tierra de maiz y habas de buena calidad, de esta villa; y el de secano con el de fisga, maiz y habas de buena calidad.El dia de bueyes de Llendon veinte maravedíes, el de Controzos quince maravedíes, y el de m ato­rral y argoma, en seis maravedíes. El carro de leña en las parro ­quias de Fuentes, Bedriñana y Amandi, a tres reales en el monte. En la de Castiello, Arroes, San Justo, Nievares y Celada, a seis ma­ravedíes. Y en la Parroquia de Peon a cuatro. El carro de leña en la Villa a cuatro reales. Lino a dos reales libra. Cáñamo, real y me­dio. Tocino, real y medio. Cebada, catorce reales. Pescada a dos reales. Mielga, un real.

15.a) A la decima quinta: Que en todas las tierras de las ex­presadas tre in ta y siete parroquias, sus hijuelas y otros lugares que la tienen fuera del concejo, se paga el derecho de diezmo y p ri­micias que constara por las certificaciones que diesen los párrocos de ellas, asi en los granos como en los ganados, sobre que no pue­den dar puntual noticia por la gran diversidad que hay en ellas, y para satisfacer en m ejor modo que puedan a dicha pregunta, dije­ron; que ademas de los que perciben los párrocos, la Dignidad episcopal, el Cabildo o mesa capitular de su Catedral, los Monas­terios de San Pelayo, Santa Clara, San Benito de la ciudad de Ovie­do, el de San Bernardo de Val de Dios, el de San Pedro de Eslonza, y otros eclesiásticos por los simples; en dichas parroquias hav también tercios diezmos seculares que perciben don Diego de He- via, don Francisco Solares, don Frascinco Javier de Balbin, don Juan de Solares, y don Luis de Villarmil. En la parroquia de San

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Vicente y todos los vocales vecinos de dicha parroquia; y en todo se remiten a dichas certificaciones y relaciones de los interesados.

16.a) A la dieciseis que se remiten igualmente a las certifica­ciones de dichos párrocos y a las que cien sus prestam eros; y que satisfaciendo a dicha pregunta, podrán ascender dichos efectos, según informes, los de diezmos, a sesenta y siete mil y ochocientos reales y los primiciales a seis mil y quinientos reales.

17.a) A la diecisiete, que hay tres minas de acebache y pagan a don Pedro de Peón, vecino de esta villa, trescientos reales, a cien reales cada una. En términos de la parroquia de Oles, tres batanes de sayal, dos herrerías: sus dueños don Diego de Hevia, vecino de esta villa, y don Francisco de Llanos, vecino de la de Gijón. Y de los batanes Francisco del Fresno y Juan de Ceñal, vecinos de este concejo y don Santos del Busto del de Colunga. Que hay cientoV cuarenta molinos harineros; los once en la parroquia de Roza­das y sus dueños, el prim ero es de Juan de Ceñal, mayor en dias, y de Francisco Sánchez, el que se haya al sitio del Rio de la Huel­ga, y renta cada un año nueve hanegas de pan, según el reconoci­miento que han hecho los peritos, y en este y en todos los demas, se rem iten a dicho reconocimiento y son los siguientes: El segun­do de Juan de Ceñal, menor en dias; el tercero de Juan de Ceñal, mayor; el cuarto que llaman de la Vega, de Juan Suarez y consor­te. El quinto se halla arruinado, de Maria de San Pedro. El sexto de Bernardo San Pedro. El sétimo de Santiago Fernandez. El octa­vo de Juan Fernandez. El noveno de una obra pia que lleva Pedro Sopeñas. El décimo de don Toribio Garcia. Y el once de don Joseph de Hevia. En la parroquia de Grases, siete: Dos de don Francisco Fernandez; otro de don Diego Solares, otro de don Francisco Ja­vier Balbin; otro de Francisco Costales; otro de don Joseph Alon­so; otro de don Pedro de Peón. En la parroquia de Amandi, qua- tro: Uno del dicho don Francisco Javier de Balbín; otro de don Alonso García y de Jeronimo Garcia; otro de la viuda de don José Queveda y otro de Francisco de Pando. En la parroquia de Peón, ocho: Uno de don Baltasar de Costales, otro de don Antonio de Es­trada, otro del dicho don Baltasar, otros dos del dicho don Anto­nio; otro de don Luis de Llanos, vecino de la villa de Giión; otro del M onasterio de Val de Dios y otro de don Francisco de Llanos. En la parroquia de Arroes, nueve: Uno de José del Acebal y con­sorte. Otro de Ignacio de Hevia. Otro de Antonio Suarez. Otro de Manuel del Monte. Otro de José de Miranda. Otro del dicho don Francisco de Llanos. Otro de Joseph del Acebal y los dos de Fran­cisco del Monte. En la Parroquia de Castiello, tres: Uno de Fran­

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 789

cisco Valdes. Otro de Juan de Tuero y el otro de Pedro Cobian. En la de Quintes, dos: Uno de Francisco Valdes y el otro de Juan de Pidal. En la de Villaverde, uno de don Francisco Costales. En la de Careñes, uno de don Francisco Antonio Villaverde; otro de To- ribio del Acebal; otro de Juan Garcia y el otro de Gabriel Rodríguez. En la de Agüera, nueve: Uno de Juan Buznego, otro de Francisco Alonso. Otro de Pedro de Tuero. Dos de Juana de Buznego. Otro de José del Acebal. Otro de Pedro de Tuero de Manzanedo. Otro de doña Teresa de Granda, viuda de don José Caveda; y el otro de Domingo Alvarez. En la de Tuero, uno de José de Tuero, Pedro Fernandez y consortes. Otro arruinado de Maria Fernandez. Otro de Miguel de Barredo y otro arruinado de Mateo Valdes y de Fran­cisco de Tuero. En la Parroquia de Oles, uno de Francisco de Tue­ro; otro de Francisco de Ponga y de Juana Alonso. En la de San Miguel del Mar, seis: uno de don Pedro de Peón. Otro de Pedro de Tuero. Otro de Domingo Musiera, menor en dias, y Manuel Mar­tin. Otro de Medero Gallego. Otro de doña Teresa de Granda. Otro de Santiago del Campo y consortes. En la de San M artin del Mar, tres: Uno de don Gabriel de Llames. Otro de don Nicolás de Lla­mes. En la de Bedriñana uno de Antonio del Gallinal y el otro de don Francisco Baldes. En la de Baldebarzana uno de Francis­co de Pando. Otro de don Luis Montes y otro de don José Alvarez. En la de Celada, cuatro: Uno de Gabriel Alvarez Sánchez y Fran­cisco de Pando. Otro del dicho Francisco de Pando y los dos últi­mos de don Diego de Hevia. En la de San Pedro Ambas y su hijue­la, uno de. Jacinta de la Vega. Otro de Simón de Ambas. Otro de Gregorio Cobian y consortes, y el otro de Juan de la Miyar y consor­tes. En la de Amandi uno de Francisco del Llagar. Otro de doña Teresa de Granda. Otro de don Diego de Hevia. Otro de don Pe­dro Balbin. En la de Fuentes uno de don Juan y don Diego Posada. En la de Lu^as, tres: los dos de don Antonio Posada y el otro de don Manuel de Posada. En la de Coro, uno de Bernardo Robledo; o tro de las Herm anas Recoletas de Villaviciosa. Otro de Antonio La Huerta, y consortes. Otro de Tomas de Piñera y consortes. Otro de don José Peón Valdes. Otro de don Andrés de Hevia. Otro de Andrés de B arquera y consortes. Otro de Francisco Rosales. Otro de Francisco del Fresno. Otro de don José del Canto. Otro de Ven­tu ra del Busto y consortes. Otro de don Francisco de Pando. Otro de Juan de la Venta y consortes. En la de San Martin de Valles, uno de Juan del Busto. Otro de don José del Canto. Otro de don Alvaro Garcia. Otro de don Cayetano Mariqueta. Otro de don José de Jun­co. En la de la Magdalena, uno de don Alonso del Busto. En la del

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Busto, uno de María Alonso y de Ignacio Rubio. En la de Santa Eugenia, uno de don José de los Toyos. En la de Miravalles, cinco: Dos de don Francisco Antonio Miravalles; otro de don Manuel Valdes. Otro de Nicolás del Rivero y de Alonso La Llera. Otro de Francisco Miravalles, vecino del concejo de Colunga. En la de San Vicente uno de don Francisco Solares, otro de don Pedro de Peón. En la de Cazanes, uno de don Rafael Valdes Sorribas. En la de Tornon uno de don Francisco Valdés. Otro de don Manuel de Po­sada. Otro de don Cosme de Lué, del conceio de Colunga. En la de Selorio uno de doña Teresa de Granda. Otro de Julián de Pe- draves. Otro de Domingo de Lov. Otro de Hemeterio Perez. Otro de don Antonio del Rivero y Toribio Perez. Otro de don Pedro Bal- bin y otro de dicho don Pedro. En la de Priesca uno de Alonso de la Llera. Otro de Ana Maria Lozana. Otro de don Rodrigo Balbin v de don Luis Ruiz. Otro de Juan Diaz. Y que asi en estos, como en los demas artefactos, se remiten y refieren a las relaciones que hayan dado sus dueños.

18.a) A la dieciocho (que continuó su señoría, hoy doce de di­cho mes y el Párroco) dijeron: Que en el térm ino de esta villa y su concejo no hay esquileo alguno y la corta de lana la hacen los ga­naderos en sus casas; que hay esquilmo de leche de vacas y de ca­bras y de estas solo cuatro meses de verano. De terneros, potros, corderos, cabritos, cerdos, Lana, Miel y cera y que regulan la u ti­lidad de ello en esta forma: A cada vaca de leche en el térm ino de esta parroquia de Villaviciosa la de Amandi, Fuentes, San Vicente de la Palma, manteniendo su ternero, le reputan estando parida, un quartillo diario y como esto es con un año de descanso, por suponer el uno de cria v el otro de no cria, corresponde a medio cuartillo cada día en cada uno de dichos dos años y dicho cuartillo le aprecian en seis maravedíes. Y en la paroquias de Careñes, Vi- llaverde, Oles, San Miguel del Mar, Quintes, Quintueles. Castiello, Agüero, Tuero y La Lloraza, que son de la m arina, en dichos dos años, tres cuarterones de leche que corresponde a cuarterón y me­dio cada dia de cada año, y su precio a cuatro maravedíes el cuar­tillo. Y en las demas parroquias de este conceio, un cuartillo dia­rio en dichos dos años, que corresponde a medio en cada un día. Como en las prim eras su precio a quatro maravedíes quartillo; y Ja libra de manteca, a precio de dos reales, v que a cada cabra que con equidad regulan parida en segundo año, como se explicará hablando de los cabritos, reputan por ella medio quartillo de leche cada día, por los quatro meses del año, y su precio a seis m arave­díes el quartillo, com putando asi unas vacas y cabras lecheras con

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 791

otras, que no lo son tanto. Cada ternero, veintidós reales y por la consideración antecedente queda reducido a once reales cada año; y en la mism a conform idad regulan una potranca en cuarenta y cua­tro reales, y un potranco en trein ta y seis; considerando paridas las yeguas de segundo en segundo año, como no se puede saber si ha de parir macho o hem bra, se considera parirá aquel en un viento y esta en otro, de m anera que repartidos en estos cuatro años los dichos ochenta reales, se reduce a veinte reales el esquilmo de cada una de dichas yeguas. Que cada cordero le aprecian en tres reales y considerando a cada oveja mitad de cria, porque no todas paren anualmente, porque la delicadeza de los corderos, el mal pasto del país, el riguroso tiempo de el invierno y la persecución de los raposos, son causa de la perdida de muchos; y que por estas razo­nes consideran tam bién a las cabras mitad de cría, y aunque el pre­cio de un cabrito le estiman en dos reales, que si fuera anual va­liera cuatro, le regulan en tres; porque a esta especie de ganado cabrio no se ajustan las razones antecedentes en la fuerza y ju sti­ficación que a los corderos, por ser estos de menos resistencia y mas expuestos a malograrse. Que a cada puerca de vientre le regu­lan m antiene tres guarros o lechoncitos anualmente, y a cada uno le aprecian en tres reales y medio. Que a cada oveja y carnero, le re­gulan una libra de lana, y esta un real de vellón; y que no regulan ni aprecian la de los corderos porque no esquilándose has­ta los dieciseis o dieciocho meses, no se tiene por esquilmo hasta entonces y llegando este caso, se reputa por cabeza mayor. El esquilmo de una colmena hechas varias consideraciones prácticas, la regulan en seis reales; porque un enjam bre le apre­cian por ocho reales: cinco de media libra de cera por ser el precio de la libra diez, y otros cinco de dos cuartillos y medio de miel, a razón de dos reales cuartillo o libra, que todo componen diez y ocho reales; pero como se m atan y no vuelve el enjam bre hasta los tres años, por eso se consideró en seis reales cada una, en cada un año. Y últim am ente que un par o yunta de bueyes de labor regular, le aprecian en veinticuatro ducados de vellón.

En cuyo estado cesó S. S. dejando encargada la prosecución a dicho Sr. Subdelegado, de que doy fé.

Y en cuanto al núm ero de ganados que hay en el térm ino, ha re­sultado por el reconocimiento de los Peritos del concejo, lo siguien­te: Bueyes, setecientos cuarenta y tres. Vacas, tres mil novecientas sesenta y ocho. Novillos, tres mil quinientos y ocho. Terneros, dos mil quinientos y sesenta. Carneros, mil seiscientos veintiséis. Ove­jas, siete mil trescientas y noventa y seis. Corderos, tres mil cua­

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trocientos y dos. Machos cabrios, setenta y nueve. Cabras, mil cua­trocientas trein ta y cinco. Cabritos seiscientos y tres. Caballos ochen­ta y ocho. Yeguas, cuatrocientas setenta y nueve. Potros, seiscientos veintitrés. Cerdos, tres mil trescientos treinta y cinco. Cerdas, dos mil trescientas y treinta. Mamones, dos mil novecientos cincuenta y nueve.

19.a) A la diecinueve que en dicho term ino hay cuatrocientas y dieciocho colmenas, que por ser de muchos sujetos, se omite re­ferirlas, remitiendose a las relaciones y reconocimiento que hagan los Peritos.

20.a) A la veinte, que en dicho term ino hay cinco especies de ganado, que son vacuno, caballar, lanar, cabrio y de cerda; pero que no hay vacada, yeguada, rebaño, ni cabaña.

21.a) A la veintuna que en dicho término, hay dos mil cuatro­cientos y trein ta y dos vecinos, y cuatrocientas y cuatro viudas, que según estilo hacen cada una medio vecino, que componen todos dos mil seiscientos y treinta y cuatro vecinos.

22.a) A la veintidós, que hay dos mil setecientas y ochenta y dos casas habitables, cincuenta y cinco arruinadas. De ganado seis­cientas y ocho; veintinueve lagares, para la fábrica de sidra; y mil ochocientos y cincuenta y cuatro hórreos y paneras a la frente y costado de las casas.

23.a) A la veintitrés, que el común disfruta una casa, un hórreo y una tierra de pumareo, arrendado todo por sesenta y seis reales; y ciento y cuarenta y siete reales y trece maravedies, por el foro de ciento y cuarenta y siete dias de bueyes de tierras y prados que llevan algunos vecinos; y asimismo el sobrante de Millones, que regulan su im porte en tres mil cuatrocientos setenta y cuatro reales; mas mil setecientos sesenta y siete por la Alcabala foránea, que to­do im porta cuatro mil trescientos y siete reales y trece maravedís.

24.a) A la veinticuatro, que dicho Común tiene el arbitrio de un real de vellón en cada carga de avellana, un cuartillo en la de nuez, de la que se embarcan por la Ria y Puntal de la barra; y un m aravedi en cada cuartillo de vino del que entrase, y se consu­miese por mayor y menor en virtud de Real facultad concedida, a fin de pagar los salarios de un medico, un cirujano, un boticario, porque no alcanzando el im porte de dicho arbitrio pará el pago expresado, se le cedió enteramenté al médico, quien lo adm inistra y percibe por entero y dará razón de su-importé, al que sé rémiteñ.

25.a) A la veinticinco, que los gastos qúe tiene el Común todos los años, son los siguientes: Al Correo, trescientos y ocho reales por trae r la valija. A el que tiene la estafeta, ciento y ochenta reales.

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 793

Para la Fiesta del Corpus, seiscientos reales. A el sacristan por re­gir el reloj, cien reales. Al predicador por la cuaresma, doscientos. A los escribanos de ayuntamiento, ciento setenta y seis. Al merino del mismo ayuntam iento, sesenta y seis. Al Procurador Sindico General, doscientos y cuarenta. Por el arriendo anual de las casas de ayuntam iento, catorce. Por limosna a la Casa Santa de Jerusalen, quince. Al receptor del papel sellado, doscientos. Por el que gasta cada un año el Ayuntamiento en los libros de Acuerdos y otras diligencias, otros doscientos reales y lo restante cum plim ento al im porte de dichos gastos comunes, lo suplen los que se hacen en em pedrados de calles, calzadas de las entradas y salidas, aderezos de fuentes, pagos de veredas, alojamientos, pleitos del concejo y en la manutención de diferentes niños expósitos, que regularm ente corre su cuidado a la piedad de esta Villa, en que se incluyen cua­trocientos reales vellón que asimismo se satisfacen al M aestro de Prim eras letras anualmente.

26.a) A la veintiséis, que este Común no tiene censos algunos, ni otras cargas de que responder, mas que de los catorce reales anuales que se pagan cada año por el alquiler de las Casas de Ayuntamiento, que quedan expresadas en la antecedente pregun­ta; y además todo aquello a que no suple el im porte de Propios y Arbitrios; porque en este caso, lo que falta se reparte entre los vecinos.

27.a) Á la veintisiete que este concejo se halla cargado del ser­vicio ordinario por haber subido el repartim iento de esta Contri­bución, por la falta de gente del Estado General que se ha sacado para la Milicia y del Puerto de los Tazones para la Marina.

28.a) A la veinte y ocho, que no pueden decir a punto fijo los Oficios de Regidores y Escribanos que hay, asi corrientes como vacantes en este Concejo, ni con que motivo fueron enagenados de la Real Corona, como lo que producen, solo sí, que algunos se dieron por merced, y otros por servicio pecuniario; sobre que se rem iten a los Titulos de sus pertenencias, y Relación, que diere de los que se exhibieren por sus dueños o posedores.

29.a) A la veintinueve que en este dicho Concejo hay nueve ta ­bernas que ordinariam ente se arriendan para el pago de Servicio de Millones. Una carnicería, cuyo abasto tam bién es regular arren­darse; cuarenta v siete personas que acostum bran su rtir de pan el Común; una barca en la Ría del Puntal, propia del Convento de Val de Dios; diferentes casas de posada y tiendas de aceite, vinagre y otros generos comestibles: sobre cuyas utilidades se re­m iten a las declaraciones separadas de nuevos peritos, nom brados

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para ello ñor este Ayuntamiento o sus Comisarios. Una feria que en esta villa se celebra todos los años el dia veinticinco de marzo de cada uno, que dura ordinariam ente quince dias, siendo los tres prim eros francos de derechos; cuya utilidad regulada por un quin­quenio asciende cada año a quatrocientos ducados, que suele pro­ducir a favor de esta Villa la alcabala foránea, que percibe la per­sona que la arrienda, a quien no pueden decir lo que le vale; v aun­que hay también en esta Villa mercados todos los miercoles de cada semana, no producen mas utilidad que el surtim iento de comestibles y otros géneros a favor del Común.

30.a) A la treinta: Que en esta Villa hay un hospital con el ti­tulo de Santiespiritus. para recoger nobres peregrinos, y suele te­ner seis camas para lo que tienen diversas rentas, v se remiten a la Relación que hubiese dado don Bruno Posada, presbitero de dicha Villa, su adm inistrador. Que hav otro en la parroquia de la Llora- za, de fundación Real de San Lázaro, que llaman de Malatos o en­fermos de Lepra, y mantiene tres casas con una cama cada una para lo cual tienen diversas Rentas, que constaran por la Relación que hubiese dado don José Benito Villaverde. su adm inistrador.

31.a) A la treinta y una, que no hay nada de lo que contiene la pregunta.

32.a) A la treinta y dos que hay tenderos, médico, ciruianos, boticarios, escribanos, arrieros, comerciantes de avellana, de ga­nados. abogados, procuradores, preceptor de Gramatica, Maestros de escuela, Comercio de Marina v de azabache; v que se remiten a las Relaciones que hubiesen dado los que nom braron para este efecto de las ganancias que se pudiesen tener en cada un año.

33.a) A la trein ta v tres: One hav canteros, albañiles, albei+ares, herreros, zapateros, sastres, acebacheros, pintor, carpinteros, ceste­ros, cedacedos, toneleros, tejedores de sayal, tejedores de lino, pa­naderas, m adreñeros, curtidores, alfarero, teiero, carboneros, ce­ra jeros y tablajero; y que se emiten a la Relación que hiciesen los que tienen nombrados, cada uno en su oficio, para regular el jor­nal diario.

34.a) A la trein ta y cuatro, que no hav nada de lo que contiene.35.a) A la trein ta y cinco: Que en dicho conceio hay trabaiado­

res del campo, de dieciocho años arriba; pero no hay iornaleros y que para sus labores se ayudan los unos a los otros, sin mas Ín­teres que la comida: pero si no fuera asi buscarían jornaleros v les pagarían a real cada uno, y de comer, que es el precio o jornal regular de un hombre en esta tierra, o de dos reales en comida.

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 795

36.a) A la trein ta y seis, que hay cuarenta y nueve pobres de solemnidad en este concejo.

37.a) A la trein ta y siete: Que en el Puerto de los Tazones, hay em barcaciones de transporte y barcos de pescar, y se rem iten a la relación que los nom brados en aquel puerto hubiesen dado, de cuantas, de quien son, y que utilidad se les considera.

38.a) Que hay en dicho Concejo, setenta y un clérigos, inclusos los tre in ta y siete párrocos.

39.a) A la trein ta y nueve que hay en esta Villa un convento de religiosos de N.° P. San Francisco, Recoletos Misioneros, con el titulo de San Juan Capistrano, compuesto de quince religiosos sacerdotes, y diez religiosos legos. Hay también otro Colegio Se­m inario de Recoletas, con el titulo de la Purísima Concepción, de la Venerable Orden Tercera de N.° P. San Francisco, de veinte her­manas de hábito.

40.a) A la cuarenta que en dicho concejo no hay nada de lo que contiene.

Todo Ío cual dijeron ser la verdad para el juram ento hecho, en que se afirm aron y ratificaron; y lo firmó su merced, jun to con la Justicia y Diputados, y Peritos nombrados, que supieron; y por los que dijeron no saber, un testigo a su ruego.—Doy fee = Saave- dra = Dn. Gonzalo Antonio Fernandez de Tejada. = Rafael Antonio Valdes Sorribas. = Francisco Garcia Tresvilla. = Dn. Pedro de Peón, = Francisco Antonio de Miravalles. = Rodrigo de la Huer- ga. = Juan Rodríguez Moro, = Francisco Garcia Norniellas. = Do­mingo Antonio de la Vega. = Francisco de Ortiz Mieres. = Juan Fernandez Sareni. = Juan de Zeñal. =• Antonio Fernandez Mieres. = Domingo Alonso de la Llera. = Pedro Alonso. = Bernardo Mu- ñiz. = José Villar Vallina. = José Fernandez, = Francisco de Val- des, Francisco Antonio Alonso Olibar, = José de la Cebal. = Tes­tigo a ruego por los que no saben firm ar: Francisco La Llera. = Ante mi: Domingo Gimenez Lozoya.—

COPIA DE CARTA DE LA REAL JUNTA:

Habiendo dado cuenta a la Real Junta de Unica Contribución, de lo que V. S. expone en carta de catorce del corriente, de haber pa­sado al Concejo de Villaviciosa con aviso del Subdelegado don Gon­zalo de Tejada, que tenian principiadas las Generales de aquella Villa, a continuarlas por si como lo practicó V. S., experimentando en aquellos Peritos la singular y regularidad que refiere en las Res­

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puestas, impresionados de las sugecciones que habian recibido de don Francisco Solares, con lo demas que V. S. manifiesta, y le mo- vio a providenciar se recibiese una información con los Peritos del Rey, que asistieron a las Generales de los Cotos de aquel Concejo y a los particulares reconocimientos de tierras, artefactos y gana­dos, para oir las razones con que los Peritos del Concejo pretesta- ban sus irregulares declaraciones. Ha aprobado la Real Junta a V. S. esta disposición y acordado, que para el arreglo de la referida operacion se esté a lo que declaren ios Peritos del Rey; respecto las razones que V. S. ha manifestado: Lo que participo a V. S. para su inteligencia y cumplimiento. Dios guarde a V. S. muchos años, como deseo. Madrid veintitrés de marzo de mil setecientos cincuen­ta y tres. = Bartolomé de Valencia. = Sr. D. Gabriel Francisco Arias de Saavedra. Por mandado de S. Señoria: Antonio Pereira.

En la ciudad de Oviedo, a veinticuatro días del mes de abril de mil setecientos y cincuenta y tres años, el Sr. don Gabriel Francis­co Arias de Saavedra, del Consejo de S. M., su Intendente y Comi­sionado General en este Principado, para las diligencias pertene­cientes al arreglo y establecimiento de Unica Contribución; dijo: Que por cuanto habiéndosele participado por su Subdelegado don Gonzalo Fernandez de Texada, a cuyo cargo corre la Operación del concejo de Villaviciosa, que habiendo dado principio el dia ocho de marzo proximo anterior a recibir las Respuestas Generales al Interrogatorio señalado con la Letra A experimentaba, que los Pe­ritos nom brados para ellas por la Justicia y Regimiento de aquella Villa, procedían en sus declaraciones, sin el debido arreglo, llevados tal vez de algunos recelos o fines particulares, por lo que se temia, que en todo caminasen con irregularidad, y a fin de evitarla, como el atraso que de ello pudiera resultar, pasó S. S.a a la referida Villa, donde llegó el día diez de dicho mes, por haber reconocido e infor­mándose de que con efecto dicho Peritos procedían como va ex­presado y con la falta de buena fé que requiere tan im portante materia, los hizo convocar, como a los demás que debían concurrir al acto, el siguiente día en la Casa de Ayuntamiento en las que bajo de las solemnidades y prevenciones que se expresan en dichas Respues­tas generales, las continuó hasta las Preguntas que de ellas consta­rá, y dexando dadas varias providencias para su conclusión y prác­tica de otras diligencias conducentes a dicha operación, se retiró a esta capital desde donde hizo consulta a la Real Junta sobre lo acaecido y conveniente; que le parecia hacer justificación separada, con personas de buena opinión e inteligentes sobre la novena, duo­décima y otras diferentes preguntas de dicho Interrogatorio, a fin

ÉL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN ÉL CATASTRO DE ENSENADA 797

de averiguar la legítima siembra, producciones de frutos y esquil­mos y sus valores, con todo lo demas conducente a la manifestación de la pureza y verdad de tan atendible negocio; y habiéndole res­pondido, conviniendo en ella (de cuya carta en que a S. S.a se le avisa, mandó poner copia testim oniada para que tenga efecto, hizo parecer ante si a Antonio de la Huerta, vecino de la parro ­quia de Coro, concejo de Villaviciosa; a Bernardo Solares, vecino de la mism a Villa, Peritos que fueron nombrados por la Justicia y Regimiento de ella, con otros, para reconocimiento de sus res­pectivos térm inos y poder declarar con acierto a las preguntas de dicho Interogatorio a cuyas prim eras respuestas concurrieron, y después solo a dem ostrar las tierras a los agrimensores de oficio, a Ignacio Cotero, vecino del Coto de Val de Dios; José Garcia y Gre­gorio Cobian, que lo son del de Poreño, inclusos en el referido Con­cejo; Antonio Garcia vecino de Cabranes, concejo inm ediato al de Villaviciosa; Juan Muñiz, y José de la Buelga, vecinos de esta Ciu­dad; de todas los cuales tomó y recibió juram ento por Dios y una Cruz, según derecho, y los susodichos lo hicieron como se requiere, prom etieron decir verdad en lo que la supiesen y fuesen pregunta­dos, según leal saber y entender. En cuya virtud fueron pregunta­dos por las preguntas siguientes:

9.a) A la novena que se les leyó palabra por palabra, conforme a la respuesta a ella dada en las generales por los Peritos de dicho Concejo. Dijeron: Que habiendo concurrido ante el Subdelegado don Gonzalo Tejada, los cuatro Peritos a excepción de dicho Huerta, y Solares, con los nom brados por el Concejo, a fin de arreglando como por via de conferencia, las respuestas que se habían de dar en el Acto solemne de las generales, se convinieron, sin repug­nancia en que se debia considerar, que un dia de bueyes de cual­quiera de las tres calidades, se sembraba muy bien con seis copines de fisga acolmados, que hacen tres en limpio de escanda o trigo; con cuya prim era regulación, se conforman, según se convinieron, por ser la mas justa y arreglada, y que se conforman tam bién en que dichas tierras se siem bran con un copin de maiz, pareciendoles no es arreglado, y que es corto el señalamiento de medio galipo de habas en sem bradura; y habiendo dado diferentes razones practi­cas declararon ser necesario medio copin de habas, que hace un gali­po. Y en lo respectivo a las parroquias de Marina, en cuanto a semi­lla de maiz, panizo o mijo, se conformaron con lo declarado en las Generales, y en cuanto a calidad de semillas, en las tierras de Vi­llaviciosa y demás, que se siembran anualmente solo de maiz y ha­bas; no hallan razón para que se diferencien de las tierras del

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Concejo que son de Marina, en cuanto a la cantidad de estas dos semillas.

12.a) A la duodécima, que se conformaron en cuanto a la regu­lación de la tierra que produce hortaliza y alcacer, asi de regadio como de secano, con lo declarado por los Peritos del Concejo; advirtiendo que en todas aquellas especies y cosas en que no ha­gan novedad, para el mas o para el menos, se ha de entender se conforman con lo declarado en las Generales; que se les van leyendo palabra por palabra.—Que un dia de bueyes de buena ca­lidad sembrado de escanda, en los términos de las parroquias de Amandi, Coro, Peón, La Magdalena, San Justo, Camoca Grases, el Busto, Lugas, Priesca, Celada, Tornon, Santa Eugenia, San M artin de Valles, Cazanes, Bedriñana y Miravalles, le regulan produce unos años con otros, según su juicio y experiencia, dos fanegas y seis copines.— El de mediana, dos fanegas y el de ínfima, diez copi­nes.— Que un dia de bueyes de buena calidad, sembrado al año siguiente de maiz y fabas, en los términos de dichas parroquias, le regulan en tres fanegas de maiz y en seis copines de habas. El de mediana de maiz, dos fanegas y media; y de habas, tres copines; y el de ínfima, diez copines de maiz, sin habas. Porque aunque es cierto que estas se siembran y cogen en todo el concejo y tierras de ínfima calidad, excepto en las de la marina, suele consistir la siem bra en uno o dos puñados, por si acaso producen alguna cosa; pero que es tan incierta y corta esta producción, que procedien­do con equidad hacia el público no la juzgan considerable y mas atendiendo a lo bien puestas que van las habas en las otras dos calidades. Que un dia de bueyes de buena calidad sembrado de es­canda, en la parroquia de Quintes, Quintueles, Villaverde, Careñes, Castello, Argüero, Tuero, La Lloraza, Oles y S. Miguel del Mar, pertenecientes a la marina, produce dos fanegas; el de mediana fanega y media; y en el de ínfima, dijeron los cinco, que siete co­pines, y uno que solamente le consideraba seis copines.—Que en el año siguiente, sembrados de maiz en las tierras de dichas diez parroquias, y también de habas de buena calidad y mediana, las señalan con el producto señalado en las antecedentes diecisiete paroquias; y que en cuanto a las tierras de ínfima calidad, se siem­bran en un año de escanda y el otro de maiz, panizo o mijo, y en su segundo año se consideran subalternadas estas dos especies, de m anera que en el prim er año produce de escanda siete copines y al siguiente una fanega y dos copines de maiz y otro año cinco co­pines de panizo o mijo; y se conformaron con la nota puesta en las generales para que las tierras que no producían habas de me­

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA 799

diana calidad, se igualen con las demas en esta cosecha. Por igua­ladas tam bién con el maiz, no obstante deber considerarse mayor producto a las de m arina en esta especie.

Que en las tierras que expresan las generales se siem bran de trigo, consideran, el dia de bueyes de buena calidad, produce tres fanegas; el de mediana dos y media, y el de ínfima una y media.Y al siguiente año en cuanto al producto del maiz, consideraron el mismo de maiz y de habas, explicando para mayor claridad de su comprensión, que estas tierras dan algo mas de maiz y menos de habas, que las otras que se siembran de escanda, y que com­pensando aquel mas de maiz con este menos de habas, las iguala­ban con el señalado producto de habas y maiz.—Que un dia de bueyes de buena calidad en la parroquia de Villaviciosa, que solo produce maiz y habas todos los años, da cuatro fanegas y media de maiz y diez copines de habas; el de mediana tres fanegas y media de maiz y seis copines de habas; y el de ínfima una fanega y seis copines de maiz y dos copines de habas. Que un dia de bue­yes en las demas parroquias que se dice en las generales se siem­bran de maiz y habas, el de buena calidad tres fanegas y media de maiz y de habas seis copines; el de mediana dos fanegas y media de maiz y media fanega de habas; y en la de ínfima, fanega y me­dia de maiz y copin y medio de habas.—Que un dia de bueyes de prado regadio de buena calidad, por no haberlos de mediana, pro­duce carro y medio de hierba, una pación de prim a y o tra de oto­ño; un dia de bueyes de buena calidad un carro de hierba y las mismas dos paciones.—El de mediana, tres cuartas partes de ca­rro de hierba y una pación de otoño; y el de ínfima, medio carro de hierba y pación de otoño. Un dia de bueyes de ínfima calidad de tierra que llaman llendon, que sirve para pasto a diente, le re­gulan en dos reales vellón y otro de m atorral inculto en medio real, y el de Controzos, real y medio.

13.a) A la decima tercia, que un dia de bueyes plantado de no­gales, produce tres fanegas de nueces, previniendo no hicieron dis­tinción de estos arboles, que están en tierras de buena calidad y son de planturia en debida forma, sin sem brarse por las avenidas del rio, porque aunque se aventajan mas en frondosidad, no en fruto.—Que un dia de bueyes plantado de castaños en las parro­quias de Amandi, Fuentes, Coro, Lugas, el Busto, y S. M artin de Valles, produce dos fanegas y tres copines; y en el resto de las de­mas parroquias del concejo, digo, produce tres fanegas de casta­ña, y en las demas parroquias como queda dicho, dos fanegas y tres copines.—Un dia de bueyes plantado de perales, le regulan en

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cincuenta copines. Otro de nisales en seis fanegas.—Otro plantado de guindos, en cuatro fanegas.—Otro de cerezos, cada pié en un copin.—Cada pié de pabias o pescales en medio real vellón.—Un dia de bueyes plantado de limones, le consideran a medio real ve­llón de producto cada pié; y lo mismo el de naranja.—Otro de ave­llanas en dos fanegas y media, que componen una carga, conside­rada cada una al respecto de veinte reales. Otro plantado de higue­ras en seis fanegas.—Un dia de bueyes plantado de robles, en to­das las parroquias de tierra adentro del concejo, a excepción de los de la marina, su corta de leña, en los años que expresan las ge­nerales, convienen en ellos.

14.a) A la decima cuarta que el valor que tiene regularm ente unos años con otros, un dia de bueyes plantado de perales, es de cincuenta reales vellón, regulado en uno cada copin de los de su producto en los dos años. Otro de nisales lo regulan en real y me­dio; cada fanega de avellanos, en veinte reales la carga; que se compone de dos fanegas y media; el de higueras en tres reales fa­nega; el de nozaledas en cinco reales; y el de castaños en cuatro. El de guindos en la misma cantidad cada fanega; y el de cerezos a dos reales cada copin; a medio real cada pié de pavias; y lo mis­mo cada pié de limones y naranias, como queda expresado en la respuesta antecedente, medio real.—Cada carro de hierba en los térm inos de Villaviciosa Fuentes, y S. Vicente de la Palma, en vein­ticuatro reales; y en las demas parroquias se conform aron con lo declarado en las generales. Y generalmente, en todo el concejo re­gulan la pación de prim a en once reales, v en ocho la de otoño.—Un dia de bueyes de llendon o pascon. en dos reales vellón; y otro de m atorral y argoma incul+o en medio real, como queda dicho en la antecedente respuesta.—La corta de robles por lo que respecta a las parroquias de Fuentes, Bedriñana y Amandi, se conform aron con lo que se expresa en las generales.—Y por lo que m ira a los montes de Castiello, Arroes v Marina, San Justo, Nievares y Cela­da, a tres cuartos y en la de Peón a dos. Y cada fanega de panizo o mijo, regulan al precio de doce reales. Y en las parroquias restan­tes a los citados tres cuartos.

18.a) A decima octava, dijeron que en los térm inos de la pa­rroquias de Fuentes, Amandi, Miravalles, S. Vicente de la Palma, Camoca, S. Pedro de Ambas, La Magdalena, San M artin de Valles y Villaviciosa, que son iguales en la calidad de pastos y ganado vacuno, regulan cada ternero en cuarenta reales; en las restantes que no son de marina, a veintiocho reales. Y en las de m arina, a veinte y dos por sus menos respectivas calidades. En leche consi­

EL CONCEJO DE VILLAVICIOSA, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA SOI

deran a cada vaca parida en las nueve parroquias prim eram ente expresadas, cuartillo y medio; uno en las segundas; y dos cuartos de un cuartillo en las de m arina; a precio cada uno de seis mara- vedies. Un potranco en cuarenta y cuatro reales y una potranca en sesenta y seis. En los cuatro meses del año produce en leche, cada cabra parida, un cuartillo que aprecian en cuatro maravedies; paren dos veces en tres años y cada cabrito lo regulan a dos reales y medio. Cada puerca cria tres lechoncitos, cuyo valor de cada uno, lo consideran en cuatro reales de vellón. Y por lo que m ira al ga­nado lanar, se conform aron con lo que se expresa en las genera­les, como en todo lo demas que en ellas se previene; y para esta, justificación, no se ha dado ni pedido respuesta. Todo lo cual di­jeron ser lo que saben y pueden decir, según su leal saber y enten­der, y la verdad so cargo de su juram ento fecho; en que se afir­m aron y ratificaron y habiéndoseles leido de verbo ad verbum; dijeron: Que por ser lo mismo que tienen declarado, se volvian a ratificar de nuevo; y firm aron con Su Señoría los que dijeron sa­ber y por los que no, un testigo a su ruego; siendo mayores de cuarenta años.—Doy Fé.=D. )Gabriel Francisco Arias de Saave- dra .= Ignacio C otero.=Joseph G arda .= Bernardo Solares. = Grego­rio Cobian.= Juan M uñiz.= Antonio de la Huerta. = Testigo a rue­go: Carlos Antonio González.—Ante mi: Domingo Gimenez Lozoyo.

(Continuara)

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO

POR

CARIDAD VILLAR CASTEJON

I.—Se les llama, a veces, dram aturgos, a veces comediógrafos o simplemente autores con o sin el adjetivo .dramáticos». Pero esa denominación es parcial, incompleta. No abarca toda la variedad de subgéneros y modalidades que componen la larga lista de se­guidores de Lope y Calderón. El térm ino seguidores tiene ciertas connotaciones peyorativas, se utiliza quizás im propiam ente como sinónimo de im itadores, y aún de plagiarios, cuando más bien de­beríam os referirnos a esta pléyade de escritores como a quienes adoptan, difunden y prolongan la «fórmula mágica» del maestro.

Entre ellos se aprecian, por otra parte, sensibles diferencias, di­versos matices y algunas inovaciones.

Uno de estos autores muy tardío y poco estudiado hasta ahora es Francisco Antonio de Bances Candamo.

De él dice Mesonero Romanos que:

«...ninguno puede disputarle el prim er puesto a Francis­co Antonio de Bances Candamo, por la im portancia real de su talento, por la popularidad de sus obras y por el favor que disfrutó en la corte y el público» (1).

(1) Cf. Mesonero Romanos en B.A.E. Tomo XLIX, págs.

804 CARIDAD VILLAR CASTEJÓN

Pertenecía a una ilustre familia de Sabugo, concejo de grado del entonces Principado de Asturias. Estudió en Sevilla y cuando llegó a Madrid, destacó su ingenio poético y continuó en la línea de los poetas barrocos, muertos ya Calderón y también Moreto y Solís, que habían continuado para Felipe IV la tradición de poe­tas cortesanos.

Se introdujo en la Corte y desde los prim eros momentos Car­los II le dispensó su protección. El monarca había heredado de su padre la afición a la poesía y al teatro, defendiéndolo de las perse­cuciones de los teólogos y fanáticos que habían realizado tal cam­paña contra los espectáculos públicos, que, según confesión del pro­pio Bances, no fué posible encontrar tres compañías de comedian­tes para amenizar las fiestas organizadas con ocasión del m atrim o­nio del Rey con la princesa Doña María Luisa de Orleáns, en 1679.

A Bances le indignaba tanto esta enemiga de la Iglesia que de­dicó una obra a argum entar a favor del género. Es —que sepa­mos— la única obra no dramática del au tor y aunque muchas de las ideas no son absolutamente originales, merece un comentario por la fluidez de la exposición y la originalidad de los razonamien­tos.

Se titu la «THEATRO DE LOS THEATROS DE LOS PASSADOSY PRESSENTES SIGLOS. HISTORIA SCENICA GRIEGA, ROMA­NA Y CASTELLANA». Su Autor, D. Francisco de Bances Candamo(2). Existe una edición parcial del m anuscrito en la que se omite el texto de los folios 16-33 y 62-72.

Los párrafos que nos interesan están en la segunda parte y co­mienzan haciendo un elogio de Don Pedro Calderón de la Barca, al que reputa como el mayor autor de todos los tiempos.

«Don Pedro Calderón de la Barca ( .......) fué quien dió de­coro a las tablas y puso norma a la Comedia de España, así en lo airoso de sus personajes como en lo compuesto de sus argumentos, en lo ingenioso de la contextura y fábrica y en la pureza de su estilo, hasta su tiempo no hubo m ajestad en la cómica española» (3).

Pasa luego a. defender el valor ejemplificante de este tipo de obras.

(2) Cf. Ms. 17-459. B.N.(3) Cf. Ms. cit. Art. II, fol. 57.

UN EPIGONO CON GARRA! FRANCISCO BANCES CANDAMO 805

«Examínanse todas las circunstancias de la comedia mo­derna y pruébase que conviene con los negocios que perm i­ten los Santos Padres y Sacros Cánones y «per consequen- tiam que es acto indiferente»» (4).

Por o tra parte insiste en que la comedia puede incluso tener un valor didáctico para los propios príncipes, y a ese empeño se debe dedicar el dram aturgo de Palacio ya que:

«Ni aún en la diversión se han de apartar del bien públi­co los monarcas, porque han de descansar de obras, apren­diendo a obrar» (5).

La anhelada protección regia pudo costarle cara a Bances, pues suscitó muchas envidias cuyo resultado fué un desgraciado en­cuentro del que salió malherido, aunque tras él tuvo ocasión de com probar cuánto le apreciaba el público. No obstante, fatigado de las intrigas palaciegas renunció a la poesía y obtuvo un puesto en la Administración de Rentas Reales en la provincia de Cabra.

La im presión que las obras de Bances producen en el lector ac­tual es a la vez de admiración y sorpresa. Utiliza con profusión to­dos los recursos e imágenes del barroco, cuyo lenguaje se ha con­vertido ya en sus días en jerigonza enrevesada, dejando atrás in­cluso a los más destacados gongoristas.

Dotado de una extraordinaria imaginación, la derram a abun­dantem ente en sus creaciones fantásticas, poblando la escena de seres espirituales, entes alegóricos, personajes míticos y hasta per­sonificaciones alegóricas. Sus obras tienen algo de heroico expre­sado en medio de un suntuoso aparato.

Veamos algunas m uestras de esta profusión de figuras.

Otón ............... ¿Qué es esto?Duque ............ Poco distante

tropel de caballería borra el camino y el día de polvo en nube volante.

Sobresaliendo a las olas de gente, al céfiro inquietas distingo de las trom petas casacas y banderolas (6).

(4) Cf. id. id.(5) Cf. Ms. 17.459. fol. 39.

(6) Cf. “Quien es quien premia el amor” en “Poesías cómicas de D .Fran­cisco de Bances Candamo. Madrid, 1722. Pág. 89.

806 CARIDAD VILLAR CASTEJON

El efecto es de gran sonoridad y luminoso. Lo más sorprenden­te es que a veces expresa con definitiva sencillez pensamientos cer­teros y elevados.

«Pues no es triunfo el nacer grande sino sólo el saber serlo».

(«Más vale el hombre que el nombre»)

En estas líneas se percibe un brote de rebeldía, de los pocos que encontramos en el autor, contra la tiranía de los poderosos que no están a la altura de su posición y que la utilizan para hum illar a los inferiores o para su medro personal. Sin embargo no encon­trarem os en su abundante producción ni una línea de censura para la actuación del monarca. La pregunta que podríam os form ular es la siguiente, y por eso hemos hablado antes de que la lectura de Bances produce a la vez admiración y sorpresa. ¿Cómo es posible que un au tor que m aneja los recursos del lenguaje con tal facilidad, dotado de agudeza mental, erudito y buen conocedor de la historia no sea capaz de rem ontarse por encima de ese mundo que a él mis­mo debió de parecerle deleznable, y más en una época en que toda Europa se sentía conmocionada por aires renovadores en el pen­samiento político?

Ello es que Bances continúa en la línea de los dram aturgos mo­nárquicos a ultranza. Se indigna en cambio contra las autoridades que intentan prohibir las representaciones, en un alarde de incom­prensión y puritanism o. Pero Bances prefiere encasillarse dentro de los esquemas que sabe aceptables antes que exponerse a la im­placable censura de que la Iglesia hacía objeto a los que se queda­ban fuera del sistema. Sólo así tenía asegurado el éxito y cuando no existe —y para él no existía— posibilidad de salir del sistema prefiere retirarse de la escena y abandonar su actividad como es­critor. Es un epígono de esa larga serie de autores que se dejan llevar por la doctrina del «desengaño» y con un fatalism o muy pro­pio de la idiosincrasia española abandonan el intento redentor.

Será preciso que lleguen los monarcas lustrados para que poco a poco penetren eñ España nuevas concepciones vitales. Y pese a ello el teatro reflejará muy tardíám énte ésá penetración.

D urante el siglo XVIII continúa editándose y representándose el Teatro Nacional.

Por o tra parte en todos los países se aprecia una crisis del gé­nero. La vacua inconsistencia de un Moliére, explotando una y otra vez sus cómicas producciones, prueba nuestro aserto.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 807

Dentro de esa crisis Bances ofrece más que discretas obras sal­picadas de aciertos indiscutibles. Habiendo encontrado un mode­lo garantizado, le falta genialidad para romperlo, pero es capaz de dotar a su producción, fiel a los cánones calderonianos, de una va­riedad y riqueza extraordinarias. De insuflarle un nuevo aliento vi­tal ofreciendo una vistosa galería de personajes que presenta den­tro de los límites aceptados universalmente una rica variedad y muy diferentes matices.

En estas breves líneas vamos a analizar algunos aspectos de su teatro.

I I .— SUBGENEROS DRAMATICOS EN EL XVII.

II. A) Consideraciones generales.

Cuando hacia 1680 llega a Madrid Francisco de Bances Canda- mo el espectáculo teatral ha evolucionado mucho desde los días de Lope. Es preciso considerar la representación en su conjunto y no cada pieza como un bloque aislado. Viene organizado de acuer­do con una especie de «programa de festejos».

Al levantarse por prim era vez el telón los actores se presentan al público ofreciendo una Loa. La Loa tiene por objeto establecer la comunicación con los espectadores, fijar el entorno, desempeña en cierto modo el papel del «Introito» postulado por Torres Naha- rro para el teatro del XVI, sólo que no explica el argum ento de la comedia que le sigue sino que opera como recurso de ambientación general del tema. Sirve pues de introducción al Auto Sacram entalo a la Comedia que va a ser el núcleo del espctáculo.

Los personajes son alegóricos. Es preciso transportar al público a un mundo mágico, irreal, en el caso de los Autos, sobrenatural, incluso. Si se piensa en la abigarrada m ultitud que acudía a las plazas o a los corrales en el último tercio del siglo, form ado en su m ayoría por gentes rudas de pocas formación cultural e incluso de baja extracción se com prenderá el interés de los autores por si­tuar la escena previamente. La loa es tanto más necesaria cuanto que las comedias suelen tener un cominzo abrupto.

Tras la Loa da comienzo el prim er acto de la comedia, seguido de un ENTREMES. El entremés resulta imprescindible, como lue­go veremos. En cambio, tras el segundo acto, sólo se presentaban algunas canciones llamadas «jácaras». Calderón interpola a veces las jácaras dentro de la obra, como sucede en «El Alcalde de Za­

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lamea», y puede hacerse así cuando el asunto lo permite. También la letra de las jácaras solía correr a cargo del autor de la comedia y los escritores no se hacen de rogar para escribirlas. El propio Quevedo es autor de muchas de estas composiciones festivas.

A continuación se representaba la «Tercera Jornada» de la obra y como final había música y baile. A veces se escribe una pequeña invitación al baile en una piececilla que se llama «MOJIGANGA».

Considerando el Teatro como un acto público cuyo objeto era entretener y a la vez instruir, era lógico todo este programa.

El autor, que no logra despojarse de intención didáctica, explica a los espectadores lo que van a ver y al mismo tiempo le enseña a interpretarlo. De este modo va también inculcando su ideología. Repasando la variadísima producción del Teatro Nacional se apre­cia que cada comediógrafo tiene, dentro de las líneas generales de la escuela, unos temas predilectos que en ningún modo margina y que están presentes aunque dispersos a lo largo de toda su obra.

La Loa se utiliza también como elemento propagandístico de la com pañía de actores a los que se elogia en los versos de saluta­ción.

Está pues esta pieza más ligada a la comedia que el entremés. A veces se utilizaba la misma loa para varias comedias o autos. Así ocurre con la escrita por Bances para el auto sacram ental titulado «El prim er duelo del Mundo», del que luego hablaremos.

En cuanto al entremés, no es éste el lugar para extendernos acerca de su origen y desarrollo. Baste decir que eran muy del agra­do del público desde que Lope de Rueda popularizó el subgénero con los «Pasos» y que Cervantes sintió especial predilección por ellos. Siendo en sus comienzos una especie de pasatiem po entre las Jornadas de la comedia pronto acabó tomando vida propia.

Es verdad que con frecuencia todas estas piezas se funden en plural amalgama y dan lugar a loas entremesadas, entremeses can­tados y aun bailes y mojigangas con argumento de entremés. He­chas estas precisiones entremos en el estudio concreto de nuestro dram aturgo.

II. B) Producción teatral de Bances Candamo.

En general escribe obras que podríamos llam ar de «gran espec­táculo». Con escenarios cambiantes y abundancia de ilustraciones musicales. Tomaba a su cargo todo el conjunto.

Respecto a las ilustraciones musicales, im porta constatar la im­portancia que este elemento tiene en toda su creación poética y el efecto intensificador que produce.

La música había sido ya incorporada al Teatro desde antes in­cluso de Lope por los dram aturgos del grupo valenciano que culti­varon el Teatro Humanístico en la corte de los duques de Cala­bria, y en tre los que figuraban Guillén de Castro y Virués. Muchas de esas composiciones proceden del Cancionero de Upsala.

Pero el caso de Bances es distinto. Bances consigna con preci­sión el m om ento en que debe aparecer la música como elemento im prescindible, como un personaje más. A veces antes de que se levante el telón. La poesía lírica, cantada o recitada con acompa­ñam iento de instrum entos se presenta en varios momentos de nues­tra tradición dram ática, desde los villancicos de Juan del Encina hasta las interpolaciones poéticas de Lope sobre canciones locales en los que el folklore popular sirve de tema de inspiración a la tram a argum ental como en «El caballero de Olmedo». Pero en los días de Bances la música no es sólo un acompañam iento embellece­dor, sino que cobra vida propia y desempeña una función especí­fica dentro de la representación.

Con la incorporación de temas musicales, la comedia o el auto que repiten incansables un mismo esquema, adquieren cierta movi­lidad, y el espectáculo se anima. Mientras los versos van perdiendo sonoridad y fluidez y las m etáforas lozanía, m ientras los vivaces diálogos se ralentizan hasta hacerse en ocasiones premiosos el efec­to estim ulante de la música suple estas deficiencias.

Quizás fueron los propios «ingenios» de la corte los prim eros en percatarse del cansancio del público ante la inacabable serie de obras con análogas temáticas e idénticas situaciones resueltas siem pre por los mismos procedimientos y por eso introducen algu­nos compases que presten variedad a la escena.

Ello es que Bances adopta este medio para reavivar sus come­dias. Así en «Quién es quien prem ia el amor», antes de levantarse el telón ya se «oye música dentro» y además LAURA inform a a la rei­na de que:

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«Ya empiezan las sonatas que en obúes, en violines, clarines, timbales, flautas y otros instrum entos hacen la confusión consonancia» (7).

Los personajes van apareciendo en escena al son de los acordes y cuando comienza el diálogo «los instrum entos siguen tocando» pero no se canta sino que «se oyen canciones a lo lejos para que no estorben la representación». Se tra ta en definitiva de una prim icia de algo que va a tener trascendental im portancia en cualquier es­pectáculo moderno: la música de fondo.

Veamos como cuida el autor los efectos sonoros en el Auto Sa­cram ental titulado «El prim er duelo del Mundo».

«Suena esta prim era música dentro, sin verse los instrum entos, apresurada y con afecto furioso y al mismo tiempo terrem oto a lo lejos, tan baxo que se perciba todo, y sale luego LA NATURALE­ZA...» (8).

Más adelante, a lo largo de toda la representación se cantan al­gunas coplas, coreadas por varios personajes, que repiten el estri­billo:

«que por pena de tantasingratitudes,el fuego la abrase,las ondas la inunden,el aire la hielela Tierra la angustie» (9).

Muy del gusto del público palaciego debieron ser estas canción- cillas que luego repetirían las damas de la reina viuda en la tedio­sa corte de Carlos II.

(7) Cf. “Quien es quien premia el amor” en Poesías cómicas de D. Fran­cisco de Bances Candamo. Madrid. 1772. Blas de Villanueva. 2 vols. Vol 1. Pág. 89.

(8) Cf. “El primer duelo del mundo” en Ob. y edic., cit., pág. 17.(9) Cf. Id. id., pág. 24, 27 y 28.

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II. C) LOA, AUTO, ENTREMES Y MOJIGANGA.

Con todo y ser este aspecto de lo musical interesante en la obra de Bances no es ni mucho menos el único que ofrece ciertas pe>- culiaridades individuales dentro del género. Intentarem os una vi­sión del conjunto de su Obra. Pocas ediciones existen de la misma y que sepamos no se ha hecho una edición crítica hasta el mo­mento.

Aparte de las cuatro comedias recogidas por Mesonero Romanos en el tomo XLIX de la Biblioteca de Autores Españoles hay que rem ontarse al prim er tercio del siglo XVIII para encontrar una edición cuasi completa de sus comedias. He subrayado comedias porque la recopilación en dos volúmenes de gran parte de la obra dram ática del autor, lleva por título «Poesías Cómicas». El adjetivo cómicas ha sufrido un cambio semántico desde el XVIII pues no tenía el actual significado de cosa hum orística o divertida que se le ha dado posteriorm ente. Cómico era todo lo perteneciente o rela­tivo a la comedia.

Incluso el propio vocablo «comedia» no tiene la acepción ac­tual. En los dos volúmenes de la edición citada se incluye una «TABLA DE LAS POESIAS COMICAS CONTENIDAS EN ESTE TOMO». Distingue el autor entre «comedia famosa», «gran come­dia», «comedia nueva v zarzuela, (esta últim a denominación tam ­poco responde al sentido actual del término), amén de las piezas menores.

Así llama «Gran Comedia» a la titulada «El esclavo en grillos de oro». Suele denominarse así la obra de alguna mayor extensión de lo usual y de tema histórico generalmente tomado del Mundo Antiguo. Esta que citamos debió tener mucho éxito y es una de las cuatro recogidas por Mesonero Romanos. Se encuentra ambien­tada en la Roma de Trajano y no falta en ella el lugar común del «laudes Hispaniae», que con tanta frecuencia aparece en la pro­ducción lopística del mismo ambiente.

Es en cambio «comedia famosa», la que lleva por título «El sastre del Campillo» con tema de H istoria y leyenda española y tocó también las clasificadas como «comedias de Santos» en «San Bernardo Abad».

Una de las más interesantes tanto por el tem a como por la am- bientación y estructura es la ya citada «Quién es quien prem ia el amor».

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMÛ 8 1 3

AL ILUSTRISSIMO SEÑOR DON MANUEL ANTONIO

D E A Z E V E D O Y B A N E Z ,

CAVALLERO d e l o r d e n d e c a l a t r a v a , c o l e g i a l e nel Mayor de San lldcfcnfo, de la Ciudad de Alcali , y Catliedratico de Prima, de Cánones, en fu Vniveríídad, Fifcal de el Crimen de la Real Chancilleria de Valladolid, Fifcal en el Real de Hazienda,y Sala de Mi-* llones, Prefidente de dicho Confejo, y deí R ea l , y Supremo, y aora ac­tual Confejero en el, Prcfidentcde la Real junta de Rcfhblccimiento,dei Comercio General de EípañaJucxPrivarivo,y Superintendente General

de todas las Imprentas de Efpsma, Conde de Torre- Hermflfa, Señor, y Mayor de las Cafas de fu Apellido, Señor de h Villa

de Bayona, y fu Jurifdíccion > &c.

814 CARIDAD VILLAR CASTEJON

La edición que hemos citado lleva la aclaración «a costa de D. Antonio Pimentel» y en ella figuran seis Loas, tres Autos y 18 Co­medias, y tres entremeses.

Entre los Autos, destaca «El prim er duelo del Mundo». Se tra ­ta de una pieza perfecta de construcción en la que se pone en jue­go toda la aparatosa escenografía del Barroco tardío. En la Loa que le precede se personifican los cuatro elementos recogidos de la filosofía presocrática, el Fuego, la Tierra, el Aire y el Agua, que alternan en incongruente m aridaje con el Pecado, la Fe y la Muer­te. Todo el conflicto conduce como es preceptivo en estas obras a poner de relieve el am or del ESPOSO por el ALMA caída en el PECADO, instigada por el apetito sensorial que homologa con la NATURALEZA encarnada en la DAMA que hace el papel de p ro ta­gonista.

El triunfo final del AMOR resulta una especie de apoteosis del Sacram ento de la Eucaristía. Es este un tema dominante en Bances, que a veces realiza una especie de sincretismo genérico, intercalan­do elementos propios de un tipo de obra con otros. La presencia de la Eucaristía se subraya en la «Comedia famosa» «El Austria en Jerusalén»:

«Al alba pues, toda la gente mía reciba la Sagrada Eucaristía» (10).

La Loa escrita para «El Prim er duelo del Mundo» constituye por sí misma una pieza teatral valiosa. En el prólogo de la edición que manejam os se hacen algunas puntualizaciones acerca de esta obra diciendo que se atribuyó a Calderón porque solía represen­tarse antes del conocidísimo auto «El Gran Teatro del Mundo». Si ello es así sólo se refiere a las representaciones que se hicieran después de m uerto el genial dramaturgo, por juzgar la Loa espe­cialmente adecuada para esa obra.

Figuran en dicha loa algunas canciones pegadizas y con estribi­llo. Gran cantidad de parlamentos son cantados y repetidos por el coro:

(10) Ver: Valoración Histórica de Bances Candamo en I. D. E. A. 1980. Vol. II. Págs. 27-47.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 815

Carro del Aire:

«Que no es la vez prim era que misterioso plum as de serafines cubren tu rostro».

Carro del Fuego:

«Que si Elias ha sido sagrado fuego Elias te da en ella su ardiente fuego.

Carro del Agua:

Porque saldrá sin duda con mayor gala si te m iras en este cristal sin mancha».

Carro de Tierra:

Viva la galadel fuerte guerrero.

Tras cada canción suena sóla la música.Al final, en los versos de exaltación del Sacram ento era el pú­

blico quien coreaba, pués solía adaptarse o traducirse un himno litúrgico conocido para que la gente pudiera incorporarse en cierto modo uniéndo sus voces a las de los actores.

La canción final de «El prim er duelo del Mundo» reza así:

«A tan alto Sacramento rindam os culto constantes y supla la fe el defecto de sentidos materiales».

No es difícil establecer la correlación entre estos versos y las prim eras estrofas del himno que ha permanecido en la litúrgia de la Eucaristía hasta que en nuestros días se desterró el latín de las ceremonias del culto, el conocido «Tantum ergo».

816 CARIDAD VILLAR CASTEJON

La tarde en que Bances estrenó el auto debía de ser de las lar­gas de Junio. Este tipo de representación se hacía generalmente en las vísperas, en incluso el mismo día del Corpus, en un cálido escenario situado al aire libre. Nutrido público espectante llenaba la plaza. Son gentes enfervorizadas por la liturgia y las procesiones de la mañana. Ahora disponen de una larga tarde de fiesta en la que se les brinda como entretenimiento el espectáculo teatral. Es preciso que la diversión no enturbie el fervor religioso, sino que lo m antenga e incluso lo potencie. En los días de Bances quedan ya pocos autores que cultiven el género, su colaboración debió estar muv solicitada y su ingenio se vuelca en el tema.

El conflicto está planteado, con acierto. La aparición de los per­sonajes sabiam ente calculada. La escena final del acto segundo es de gran efecto dramático y es entonces cuando el autor ofrece al emocionado público una pausa, un relax acertadísimo para aliviar la tensión y presenta el entremés escrito expresamente para el auto y que titula «El astrólogo tunante».

En esta obrita todo está perfectamente trabado, para divertir sin perjudicar. Es una deliciosa piececilla de mero pasatiempo. El tem a no es nuevo. El marido que se cree engañado —esta precisión es muy im portante—. No se tra ta de un adulterio real, impensable como argum ento en una obra para él Corpus, sino de una presun­ción. La tram a es por tanto intrascendente, pero el diálogo es fluido, ágil; la figura del gracioso está muy conseguida, los personajes ar- quetípicos pero no caricaturescos resultan familiares al divertido espectador. La últim a escena no tiene otra finalidad que provocar no ya la sonrisa, sino la hilaridad de los espectadores. La emoción contenida se libera en carcajadas y la gente ríe abiertam ente escu­chando las palabras del Astrólogo. Todos los ingredientes del en­trem és se combinan. La Barbuda, dueña del mesón, rechaza cons­tantem ente al huesped inoportuno:

«Sin dinero no valen las razonesvaya pues a hospitales, no a mesones» (11).

Las figuras no han dado el paso que separa al hom bre de la m áscara. No son máscaras la Barbuda, ni el sacristán, ni el astró­logo, son personajes completamente humanos, con rasgos realza­dos para su fácil caracterización, muy simples, muy pocos y muy

(11) Entremés de “El Astrólogo tunante”.—En Ob. y Ed. Cit. Pág. 34.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 817

definidos. Sin complicaciones psicológicas, pero con extraordinaria capacidad de reacción ante una situación conflictiva.

El elemento fantástico no tiene aquí cabida y Bances, que ha tocado ya la fibra religiosa del público toca ahora la hum ana.

El espectador emocionado por la explosiva mezcolanza alegórico- litúrgica del AUTO, cuyas largas parrafadas barrocas aplaude, en­tusiasm ado por la sonoridad de los versos, sin aclararse demasia­do entre la balum ba de personajes reales y alegóricos, bíblicos o prosopopéyicos que invaden la escena, agobiado por la grave m u­sicalidad de los him nos eucarísticos, se acomoda librem ente con una especia de relajación al reconocer en el entremés a sus vecinos, a sus conocidos, a sus familiares quizás.

En vez del Fuego y el Aire aparecen el Sastre y el Doctor. El Es­poso y el Pecado son desplazados por el Hidalgo y la Huéspeda. La frase bíblica, la sonora sentencia es sustituida por el chiste fácil. El grandioso aparato de la Naturaleza con acom pañam iento de lla­mas, truenos y rayos, se trueca en cestos, artesas y hornos de asar.

Por eso el Teatro de Bances no podemos considerarlo aislada­mente pieza a pieza. Es preciso tener en cuenta el entorno en que se representa, al menos el bloque completo que form an Loa, Auto, Entrem és y Mojiganga. Así el espectador no permanece demasiado tiempo sobrecogido por las profundas verdades tratadas en el auto sino que tom a tierra durante el entremés.

El lenguaje se concretiza en un diálogo rápido y coloquial.

... ¡Ah del mesón!¿Quién a estas horas llama?¿Hay posada nuestra ama?

Dicen que a maravillason las fiestas del Corpus de esta villay a verlas he venidoaunque esté el carruaje detenido.

El choque con la realidad al volver a su casa bajo la impresión del Auto, resultaría demasiado violento de no ser el conjunto de piezas que rodea la obra núcleo. El espectador allí mismo, en la plaza y antes que term ine el espectáculo se libera de lo mágico y de lo sobrenatural.

Continúa tras el entremés la representación y al term inar el Auto, da comienzo la MOJIGANGA. Se realiza en ella una síntesis del entrem és de negra con el baile. El tratam iento que se da a los

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negros en el barroco es sumamente respetuoso. En térm inos elo­giosos se refiere a ellos Quevedo en «La hora de todos o la fortuna con seso» y deliciosas son las letrillas de Góngora, puestas en boca de dos muchachas negras, una de ellas referida también a la fiesta del Corpus:

«Mañana sa Corpus Crista Mana Crara;Alcoholemo la cara e labemono la vista — ¡ay Jesú como samo trista!¿Qué tiene pringa, señora,Samo negra pecadora e branca la Sacramenta (12).

Muy parecido es el diálogo que presenta Bances en la Mojiganga. La figura de la negra no se ofrece para despertar la hilaridad del público, aún cuando en este caso se tra ta de un disfraz. El único efecto cómico reside en lo peculiar de la jerga. El castellano es im­placable con las variantes fonéticas de las demás regiones, inven­tará chascarrillos de dudoso gusto a expensas de las modalidades del habla gallega o andaluza, y por ende con el peculiar acento de las gentes de color.

La NEGRA aparece con su instrum ento de palo y calabaza im­prim iendo a su recitado y a su canción un ritm o nuevo ágil y di­námico.

El vistoso espectáculo de las procesiones con todo el boato desplegado por la Iglesia en la fiesta del Corpus lebía suscitar la adm iración y el asombro de todos los extranjeros. Los negros pre­sentan su humilde homenaje al Sacramento.

«Ansiosa Maliquitú soya voacé a la finela y holará su preto am ante que ya se m orre por verla

Aunque en Angola nacimo toda la Negla venimo porque se alegre mi plimo

(12) Luis de Gongora. En Antología Mayor de la Literatura Española. Dirección y prólogo de G. Díaz Plaja. LABOR. 1960. Vol. III, pág. 16.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 819

de las islas de Tulú.¡Ay tangulú, tangulú tambacú los neglos y blancos hagamos el bú.

El respeto por la liturgia católica se reitera.

Aunque Neglo, non plingamo y a ver a Noso Dios vamo que es lo que más deseamo como sabe vuesancé ¡Ay tangulú, tangulú, tambacú!

La apertu ra de las vocales, la vacilación de / r / y / l / , en sílaba trabada, la introducción de palabras en jerigonza para m arcar el ritm o de la canción, la supresión de la / s / final de palabra y aún de sílaba... Todos los rasgos en fin que aún se perciben en los negros am ericanos de habla hispana han sido captados por nues­tros barrocos. La conjunción del elemento lírico con el cómico en el entrem és de Negra es acertadísimo, lo que pudiera tener de hila­ran te desaparece por la veta lírica que supera el matiz de comici­dad y que im prim e una especial ternura al personaje. Finalmente la Negra invita a todos a sumarse al baile.

El espectáculo ha term inado. Bances ha servido al público, can­ciones, himnos, versos, mutaciones escénicas, fervor religioso, y hum or y realismo en las proporciones adecuadas. El aplauso es merecido y sincero, la ovación al autor consagrado entusiasta. Ha cumplido una difícil misión, escribir ese Teatro para todos, que rara vez consigue críticas encomiásticas de las élites intelectuales, pero que triunfa por sí mismo ante un público que es en definitiva el que decide el éxito o el fracaso. El autor dram ático a diferencia del poeta lírico rara vez escribe para la posteridad. Su obra tiene como fin el ser puesta en escena, y los em presarios entonces como ahora sólo representan aquello que es un éxito de taquilla tan aleatorio siempre. Bances consigue esa finalidad con un tipo de teatro que lleva en sus tiempos más de un siglo de existencia per­petuando un género al borde de la extinción, pero que en sus días no se ha superado y que tardará aún muchos años en superarse. El Teatro Barroco no desaparecerá por completo hasta que se ha­yan cambiado las estructuras políticas de Europa y las ideas que preconiza resulten anacrónicas, y por más que los neoclásicos in­tenten acabar con ese inmenso follaje, las numerosas ediciones

820 CARIDAD VILLAR CASTEJON

que se hacen de las comedias recopiladas en grupos de doce bajo la denominación de «colección factitia» dem uestran que el producto se sigue vendiendo. Es un verdadero monumento Nacional que durará lo que dure el Imperio Hispánico, y que sólo los vientos franceses que penetran en España tras la consolidación de la dinas­tía borbónica conseguirán barrer de la corte. Bances Candamo es posiblemente el últim o de los autores que perpetuando una gloriosa tradición llegará al final de una larguísima etapa de éxitos inin­terrum pidos.

Un punto de reflexión interesante sería descubrir su pensamien­to político a través de las ideas dominantes en su teatro, tra tare­mos de hacerlo analizando una de sus obras más originales. La «Comedia nueva», QUIEN ES QUIEN PREMIA EL AMOR.

I I I . LA «COMEDIA NUEVA» QUIEN ES QUIEN PREMIA EL AMOR.

a) Estructura.

Es la tradicional. Comienzo abrupto, desarrollo de la intriga político-amorosa y final un poco fuera de los moldes que viene determ inado «a priori» por los acontecimientos históricos ya que el au tor no puede alterar los hechos.

La comedia va precedida de una Loa cuyos personajes son ale­gorías de los Reales Sitios. Tema dominante: las lisonjas nada encubiertas a la Reina viuda. No es nada sorprendente, pues según consta en la prim era página esta loa la representaron las señoras damas de su M ajestad en el Real Palacio.

Unas palabras sobre el título, o m ejor sobre el subtítulo. La llama Comedia Nueva y parece que el adjetivo se aplicaba a las obras de asunto histórico universal, pero sobre acontecimientos que se pueden considerar contemporáneos del autor. En efecto la protagonista es Cristina de Suecia que murió en 1689.Pronto una m utación nos ofrece el gabinete de la Reina donde las damas se ocupan del regio atavío. Enseguida o tra m utación a un

b) Escenario .

En la segunda jornada vuelve a cam biar la decoración. Desde este bucólico paisaje idealizado se ve el Real Palacio.

Es cam biante y comienza presentando un patio del Palacio, escenario-tópico, lo que se denomina «selva florida». Al fondo de

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 8 2 Í

los balcones la reina y sus damas contemplan a los patinadores sobre hielo. En fíances los escenarios se proyectan en dos planos. Uno el de lo visual perceptible por el espectador m aterialm ente plasmado en la decoración, en la que los tram oyistas de palacio desplegaban todo su oficio e incluso su arte (balcones, selva flori­da, palacio, interiores, etc.). Tales elementos están descritos todo precisión en lo que el autor llama «mutaciones». Y luego está el plano de lo imaginativo perceptible gracias a la vivida descripción barroca y que el espectador «ve» a través de las complejas imáge­nes literarias, cuajadas de figuras retóricas que nos ofrecen los mismos personajes en sonoros versos.

Así cuando Othón y el Duque de Holstein pintan con profusión de recursos un cuadro irrepresentable: la vuelta a la patria de los soldados vencedores.

Othón: «Por donde el tropel violento la nube rompe y clarea nos m uestra ya su librea de la guardia el regimiento.La reina es.

Duque: Las guarnicionesbrillan pués corriendo van y a nubes de polvo dan relámpagos sus galones.

Othón: Ya en las desnudas espadas la luz hiere y reverbera y de la fila prim era arde el día en las coladas.

Duque: Sobresaliendo a las olasde gente (al céfiro inquietas) distingo de los trom petas casacas y banderolas (13).

Epítetos, m etáforas, metonimias hipérbatons y antítesis se unen y entrelazan buscando el efecto más colorista y brillante. El desfile triunfal es recibido por la propia reina.

Si hay algo en los comediógrafos del XVII que asegure el entu­siasmo popular son estas descripciones del poderío m ilitar que in­discutiblem ente asociarán con la idea del Imperio.

(13) Cf. F rancisco de B ances Candamo. Ob. y ed . cit., pág. 69.

822 CARIDAD VILLAR CASTEJOÑ

A fines del siglo parece imposible que el público continúe aplau­diendo este tipo de escenas, cuando ya la decadencia es irrem edia­ble. El au tor intenta captar las últimas adhesiones a la vacilante testa coronada evocando para ellos todo lo que un ejército pueda tener de vistoso; los briosos caballos, las centelleantes espuelas, el destellar de las espadas y el brillante colorido de los uniform es resucitan el espíritu castrense de las gentes que aún no han olvida­do las victorias. Que creen que la aparatosa ostentación del atuen­do tiene algo que ver con el éxito o con el fracaso.

Cuando Bances escribe ya piratas y mercaderes se han apodera­do de parte del mundo y se están enriqueciendo a nuestra costa. Pero la bizarría del soldado se ha hecho tópico necesario para los españoles y ya que no pueden verlo en la realidad, necesitan evocarlo, al menos en el ficticio mundo de las bam balinas, em oti­vamente descrito por sus autores predilectos.

Dentro de este escenario «imaginado» se sitúa tam bién la ac­ción de la jornada segunda. La reina contempla a los patinadores cuando Beltrán, el gracioso de la comedia cae de espaldas. El lagoo m ar helado donde ocurre la escena se describe como:

cuajada campaña pura donde hoy carrozas resbalan si ayer bajeles fluctúan (14).

c) Adecuación histórica.

La acción se sitúa hacia 1645, cuando las tropas de Suecia vuel­ven victoriosas de su guerra sueco-danesa. Cristina, que había he - redado el trono a la edad de seis años, en 1632, se hizo cargo del gobierno en 1644, a los 18 años de edad. Después de haber term i­nado felizmente la guerra con Dinamarca (a la que se alude en la comedia) quiso la paz con Alemania contra la opinión de Oxens- tierna. Quería extender a su país los beneficios de la paz. Suecia se rehizo, y el pueblo amaba a su reina (15).

Bances se basa siempre en un hecho real, conocido y fácilmente contrastable. En la comedia nos presenta a las tropas de Carlos vencedoras no sólo de los hombres sino tam bién de los elementos, pues tuvo que regresar atravesando el m ar helado. Esta circuns-

(14) C f. Ob. y edic. cit., pág. 96.(15) C f. J u a n B a u t ist a W e is s , “Historia Universal”. Barcelona. 1930. Vol.

X, pág. 917.

tancia confiere un cierto dram atism o y espectacularidad al relato que Federico hace a la reina, intensificando con hiperbólicos recur­sos la narración.

Comienza por una enumeración de los lugares visitados.

Federico: En fin, su ejército, Carlos transfirió desde Jutlandia a la isla de Asent, desde ella a la de Lanlant, cercana de donde su bravo orgullo pisando los mares pasa hasta la capital isla de Geland, y las m urallas de Copenhague, gran corte y metrópoli de Dania.

Antes, al contarle a Laura las victorias de Carlos Gustavo, hace hincapié en la grandiosidad desértica del m ar helado.

Federico: Que vuelven de Dinamarca sus banderas victoriosas no sólo en campal batalla, pero endureciendo el m ar la constelación helada de Septentrión, hizo el Norte cristal de roca sus aguas tan roca que en prisión dura transm utaron congeladas sus transparencias de vidrio en solideces de plata.Firme el Hiperbóreo m ar dura su aterida espalda quieto sufriendo sobre ella no sólo de sus mesnadas sus caballos y sus carros la nunca más vista marcha, sino el tren y artillería (16).

D urante el viaje, Carlos ha hecho prisionera a Leonor de Dina- * marca, herm ana del príncipe de Holstein, y la reina decide recibir

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCÉS CANDAMO 823

(16) C£. Ob. y edic. cit., pág. 64.

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a tan ilustre huéspeda en el palacio de Upsala, donde está alojado también D. Antonio Pimental, el em bajador de España, al que la reina tanto estima, hasta el punto de que su trato con él excitó las maliciosas m urm uraciones de la corte y las censuras de la reina viuda (17).

Así se da entrada en la comedia a un español que se presenta como prototipo de gallardía y caballerosidad, no exenta de la pro­verbial jactancia española.

Por un incidente fortuito, el caballo del carro donde va la reina se desboca y ésta, al caer, es recogida por los solícitos brazos del español. Se lam enta el duque de no haber estado más cerca del lu­gar del suceso y Pimentel responde:

Pimentel: Con el mismo susto temo que mi atención acredito y vuestra arrogancia ofendo.

El duque se siente humillado y así lo manifiesta. La respuesta del español no puede ser más altanera.

Pimentel: Pues decidleque temple ese sentimientoque aunque él donde vos se hallarale sucediera lo mesmoy ninguno donde yoesté llegará prim eroa todos, que si el m inistroes impulso de su dueñomás acción debe teneren todo el mundo sirviendoa un rey que ciñe en su manola esfera del Universo (18).

Y vemos aquí la presentación de un tema mil veces repetido en el Teatro Nacional, la vieja, pero aún no abandonada por comple­to idea del «Dominium Mundi». La lealtad de nuestros poetas al sentido im perial de España es sorprendente. La M onarquía Univer­sal tantas veces intentada y nunca realizada totalm ente se presen-

(17) Cf. J u a n B a u t ist a W e i s s . “Historia Universal”. Barcelona, 1930. Vol.XI, pág. 813 y sigs.

(18) Ot>. y edic. cit., pág. 71.

ta de nuevo como un hecho ante la consideración del público es­pañol, que aún no tiene plena conciencia de lo que está perdiendo. Bances es, desde luego, un poeta cortesano, pero el intento de iden­tificar a Carlos II con este rey que ciñe en su mano la esfera del Universo, es algo más que tópico, es una heroicidad. Claro que el m onarca aludido en la comedia no es Carlos sino su padre Felipe IV, y que por lo demás la m etáfora esfera-Tierra, mano-poder, es absolutam ente cierta. El enfermizo monarca español era todavía el más poderoso del Universo y bien lo demostró el interés de Luis XIV por sentar en su trono a Felipe V.

El Rey debía sentirse muy complacido con su poeta. Hizo bien en asignarle una pensión. Bances se la merece por su probada fide­lidad, pero hoy resulta difícil perdonarle su increíble lisonja, que resulta, por lo demás, usual, desde una óptica de la época.

Volviendo a Pimentel, desconocemos las causas de su estancia en la corte sueca, quizás el influir en el ánimo de la reina para que re tira ra su apoyo a la causa protestante, o pretender su conversión, dadas las posibilidades de que tal hecho ocurriera, por el carácter reflexivo y ascético de Cristina.

De cualquier modo esta relación de Pimentel con la reina es uno de los detalles más cuidados de la comedia, ya que el idilio parece estar en varios momentos a punto de iniciarse, pero no ter­m ina nunca de hacerse realidad.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 825

d) Un haz de temas.

La idea del «dominium Mundi», la teoría del derecho Divino de los Reyes, la im portancia del linaje y la alcurnia, la nobleza del español, el triunfo de la religión Católica, la diplomacia, todos es­tos aspectos se ofrecen en la comedia bajo la débil tram a am orosa que va a term inar casando la reina a Leonor con su prim o para asegurar la continuidad dinástica al trono de Suecia, supuesto que ella no piensa casarse, y así lo comunica a su corte en un parlam en­to entretejido de razones más o menos convincentes para explicar su determiación.

«Y así no habiendo quien pueda merecerme y siendo yo incapaz de estar sujeta ...........

826 Ca r id a d Vil l Ar c a st e jo n

Pero antes ha tenido buen cuidado de dejar prevista la cues­tión sucesoria. Cuando el em bajador de Dinamarca se intranquiliza temiendo que las veleidades de Cristina puedan dejar sin resolver la cuestión sucesoria, el duque de Holstein le tranquiliza dicién- dole:

Nada temas, que Cristina reina de Europa aclamada de muchos solicitada es por su beldad divina y por su corona, pero del reino es fundamental ley, que sea natural el rey y todo extranjero queda por ello excluido.Como a Dinamarca aprecia por porción suya la Suecia porque al fin un reino han sido (19)

Una vez asentada la dinastía, Cristina se siente libre para obrar como le parezca.

La defensa de la Institución monárquica la fundam enta Bances en los bien sentados principios de la teoría del Derecho Divino de los reyes, que en sus días ya ha sido superada en lo doctrinal, pero que continuará vigente en la práctica durante mucho tiempo.

El rey está por encima de todos los m ortales, incluso de los príncipes de la sangre:

Cristina: Carlos, vos el reino amasteis no a mí, y siendo cosa cierta que yo a mí me estimo más que el cetro y que la diadema mi amor lo que más amasteis renunciando al reino os deja.

no a mí porque no hay en vos cosa que a mí me merezca (20).

(19) Cf. Ob. y edic. cit. pág. 69.(20) Cf. Ob. y edic. cit. pág. 96.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 827

Este Derecho Divino coloca al rey en una posición muy superior a la del resto de los mortales, lo eleva a alturas inaccesibles. Ban- ces lo sostiene así en otra comedia titulada «La X arretiera de In­glaterra».

Rey: ¿No habéis, Enrique, sabido que contra lo soberano el tener dicha es delito?¿Yo por otros despreciado?Rayos e incendios respiro (21).

El príncipe Carlos de la Comedia que estudiamos afirm a la pos­tura.

Carlos: Vuestro es, señora, no sólo el triunfo sino el aplauso yo soy sólo el instrum ento de impulso tan soberano.

Esta declaración del carisma regio viene también a justificar todos los actos de gobierno, aun los más indiferentes, como puede ser el ocuparse de las diversiones del pueblo. La actitud elogiosa de Pimentel en un animado diálogo con Cristina así lo testimonia.

Pimentel: Lo que me confunde es ver un reino tan extendido de vos tan bien gobernado y que tienen el camino las quejas de los vasallos tan franco a vuestros oídos.Después de eso, ¿quién dirá que cuando tratáis conmigo unas m aterias tan altas y de tan graves motivos que la Europa sin saberlos se pasm ará al discurrilos (22) tan hallada en estas fiestas estáis y con tan tranquiló

(21) C f. B a n c e s C a n d a m o . La Xarrecherce de Inglaterra en Poesías cómi­cas de... Madrid, 1722. Vol. II, págs. 49 a 100.

(22) Cf. Ob. y edic. cit. Pág. 73.

828 CARIDAD VILLAR CASTEJON

semblante como si en vos todo el ánimo movido en olas de pensamiento no fluctuara el albedrío.

Y la reina vuelve otra vez a presentarse como paradigma de buen gobierno y acertadas decisiones.

Cristina: Alma de un reino es un rey y así como el alma asisto toda yo en todas las partes en ninguna me divido que aún a la menor acción entera me participo.

Una de las acusaciones más reiteradas que se hacían a Carlos TI, como se habían hecho antes a su padre, era el desmedido afán de diversiones que les llevaba a gastar sumas enormes en una ba­lumba inútil y costosísima de festejos. Por eso el comediógrafo de la corte defiende a ultranza este proceder.

Cristina: Es la diversión forzosa para llevar el prolijo afán de tanta tarea y además deso es oficio popular entre los reyes y divertir necesitocon fiestas este mi reino...........y obedecen más alegres vasallos más divertidos (23).

Muy a pecho parece tom arse Bances esta defensa de las diver­siones pues en el «Teatro ele los Teatros de los pasados y presentes siglos» escribe:

«Ni aún en la diversión se han de apartar del bien público los Monarcas, porque han de descansar de obras aprendiendo a obrar».

«Si al pueblo es menester divertirle aprovechándole, ¿qué hará un m onarca que sólo nació para el bien de todos, y que aquellas

(23) C f. F r a n c isc o A n t o n io de B a n c es C andam o . Poesias cómicas. Madrid, 1722. 2 Vols. Vol. I, pág. 69.

UN EPIGONO CON GARRA: FRANCISCO BANCES CANDAMO 829

tres horas, se las perm ite el Pueblo mismo que es acreedor a todas las suyas por la necesidad que tiene de ellas su ánimo para el ho­nesto recreo?».

Quien divierte mal a un príncipe soberano, todo aquel tiempo que le ocupa se lo hu rta al BIEN PUBLICO, así lo dije yo en mi co­media titulada «El esclavo en grillos de oro», donde está la décima:

Quien al príncipe ha ocupado mal, a todos ha ofendido que el tiempo que él ha pedido al bien público se ha hurtado.Ved si debe castigado ser quien a todos robó.¿Y de las horas que hurtó retribución no ha de hacer?Pues nadie vuelve a tener aquel tiempo que perdió (24).

El enaltecim iento de la figura del monarca es una de las razo­nes que conduce na Cristina al celibato y a la abdicación.

«Yo de su gentil persona hago un aprecio infinito pero de su afecto no que a su jetar no me inclino altivez tan soberana viviré como he nacido».

En poca estim a tiene la reina Cristina al pueblo sueco. Es el común sentir de la época. Los comediógrafos españoles, incapaces de descubrir el concepto democrático de la sociedad, pese a los bien trabados argum entos de la teoría pactista que los monarcó- macos habían propugnado, ni la forma de gobierno republicana que los jesuítas españoles habían difundido a través de la teoría del doble pacto insistiendo en la idea de la soberanía popular re­presentada en uno o unos «entre los muchos iguales» elegidos por la m ultitud, intentan potenciar aún la figura del m onarca a base de m inusvalorar a sus siíbditos. El Teatro continúa siendo a fines del XVII lo que era un siglo antes, desde los días de Lope, la más

(24) Cf. “Teatro de los Teatros de los pasados y presentes siglos por Francisco Bances Candamo. B. N. Mss. 17459, fol. 51.

830 CARIDAD VILLAR CASTEJON

eficaz e inexorable arm a propagandística en favor de la institución m onárquica que con aguda visión lo convierte en su aliado, nom­brando uno tras otro a los «ingenios» de la escena dram aturgos de la corte y ofreciedo escenarios y actores para satisfacer la vanidad de los comediógrafos.

Sin embargo Carlos II supera cualquier intento de lealtad. Ya ni millares de endecasílabos conseguirán ocultar lo crítico de la situación. Y tal vez pueda ser la inutilidad del esfuerzo de los ú lti­mos cultivadores del género la causa de su extinción. Felipe V pres­cinde del Teatro como instrum ento de propaganda. Los dram atur­gos ya no son necesarios. Convencidos de la realidad de este hecho impensable abandonan su oficio. Uno de los prim eros convencidos es Fracisco Antonio de Bances Candamo, que prefiere dedicarse a la adm inistración de las rentas reales, y no vuelve a escribir co­medias. Pero las que escribió merecen leerse, y comentarse. Son el últim o aliento de un exhausto gigante, adm irable y terco: «El Tea­tro Nacional.

BIBLIOGRAFIA

B a n c e s C andam o , F r a n c isc o A n t o n io .—Poesías Cómicas de D ............... Ma­drid, 1722. Imp. Francisco Luojados. 2 Vols.

C u e r v o A r a n g o .— D . Francisco A . de Bances Candamo. Estudio biográfico y crítico. 1916.

V e y n e , P a u l .—Cómo se escribe la Historia. Ensayo de epretemologra. Trad. de Mariano Muñoz Alonso. Madrid Fragua 1972.

J over Z am o r a , José M a r ía .—Sobre los conceptos de Monarquía y nación en el pensamiento político español del XVII. Buenos Aires. 1950.

J u a n B a u t ist a W e i s .—Historia Universal. Versión de la quinta edición alemana. Bajo la dirección del R.P. Ramón Ruiz Queado. S. V. Barcelona. 1930. Vol X, pág. 913 y sigs., y Vol. XI, pág. 813.

F r a n c isc o de B a n c e s C andam o .—Teatro de los Teatros de los pasados y presentes siglos. H.a escénica que a Mornana y castellana. Mss. Autógrafo. B ; N. 17.459.

NUEVOS YACIMIENTOS PALEOLITICOS EN LA REGION ASTURIANA

POR

LUIS M. GONZALEZ

El propósito de esta nota de carácter informativo, es el dar a conocer una serie de yacimientos paleolíticos recientem ente descu­biertos en Asturias, y mas concretamente en los concejos de La- viana, Piloña y Sta. Adriano. Los descubrimientos de éstos fueron realizados por E. Muñoz, A. Juaneda y el autor de este informe. Los m ateriales —recogidos en superficie— de cada uno de los yaci­mientos que a continuación se citarán, se encuentran depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo.

Deseo, pués, que estos nuevos hallazgos paleolíticos, y mas con­cretam ente los de la cuenca del Nalón puedan servir como colabo­ración a las actuales investigaciones que se vienen realizando en esta zona, a raíz de los recientes e im portantes descubrim ientos de yacimientos paleolíticos con arte rupestre (1).

(1) Recientemente y en este mismo boletín (núm. 101, pp. 719-723), A. Juaneda Gavelas hizo una somera referencia sobre algunos de estos yacimientos y más concretamente el de la cueva la Viña. Este yacimiento está siendo excavado por el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, dando co­mo resultado, la aparición de niveles magdalenienses y solutrenses, asi como una importante muestra de arte mueble; de ella podemos destacar una her­mosa cabeza de caballo tallada en hueso, solo comparable a otros ejemplares similares hallados en yacimientos franceses como Isturitz, Arudy, etc...

832 LUIS M. GONZALEZ

Cueva del Angel.

El Angel se encuentra a unos 100 m. antes de llegar al pueblo de Tuñón y a escasos metros a la derecha de la carretera que va del citado pueblo a Teverga. La entrada, de reducidas dimensiones, se abre al Oeste, dando paso a un vestíbulo. La superficie del mismo se encuentra parcialm ente vaciada por «buscadores de tesoros». Localizada en Mayo de 1979. Los materiales recogidos en su super­ficie se enum eran a continuación:

CONCEJO DE STO. ADRIANO.

Utiles (todos en cuarcita).

Raspador aquillado 1Raspador nucleiforme 1Escotadura 1Denticulado 4Raedera 1

Total 8

Desechos de talla.

S C Cz A Total

Lascas simples 25 1 26Lascas descort. 1.a 4 4Lascas descort. 2.° 1 21 2 24Lascas con ret. de uso 1 1H oja simple 14 1 15Núcleos 15 15Frag. amorfos 2 2Totales 2 81 1 3 87

Industria ósea:

1 fragm ento distal de azagaya de asta de sección ovalada. Pre­senta en dicho extremo dos cortas y profundas acanaladuras. Mide 65 mm. de longitud, 14 de anch. y 10 de espesor.

NUEVOS YACIMIENTOS PALEOLITICOS EN LA REGION ASTURIANA 833

Fauna.

6 piezas dentarias de Cervus elaphus.1 ext. distal de m etacarpo dcho. (C. elaphus).1 ext. distal de húm ero izq. (C. elaphus).

22 fragm entos óseos inidentificables.

Cueva del Marato.

El M arato está situado en las cercanias del pueblo de Villanue­va, a unos 100 m. al Oeste siguiendo la carretera que conduce a Teverga. La cavidad de reducidas dimensiones se abre a pocos me­tros del río Trubia. El escaso m aterial encontrado en su vestíbulo está compuesto por algunas lascas de cuarcita y huesos fragmen­tados.

Localizada en Mayo de 1979.

CONCEJO DE PILONA.

Abrigos de Peñalba.

Son dos abrigos y una covacha enclavados al pie de las paredes S-S.O. de un afloram iento calizo llamado Peñalba, en el mismo pue­blo de Sevares y a escasos m etros del río Piloña. Localizados el2 de Junio de 1978. Los materiales hallados en éstos se enum eran a continuación:

Abrigo I Abrigo II Covacho

S C Cz S C Cz S C Cz T

Raspador sobre hoja 1 1Escotadura retocada 1 1lascas simples 1 1Lascas descort. 1.° 1 1 2Lascas descort. 2.° 1 1H ojitas simples 1 1Frag. am orfos 1 1 2Totales 1 1 2 3 2 9

834 LUIS M. GONZALEZ

Materiales cerámicos:

1 fragmento borde con arranque lateral. A torno. Coloración gris en sus dos superficies. Presenta una decoración de líneas verticales paralelas en la superficie lateral. 47 x 30 x 5 mm.

2 fragmentos de zonas indeterminadas. Pasta y coloración gri­sácea en sus dos superficies. Sin desgrasantes. 45 x 24 x 5 y 28 x 18 x 6.

Cueva de las Xanas.

Las Xanas se encuentra en las cercanías de Sevares, en el lugar llamado «La Piñera», y a muy pocos metros del río Color. Descu­bierta por el Padre Carballo en 1940 según cita él mismo en una nota m anuscrita. Junto a esta nota apareció un diente hum ano y una lasca de sílex rosàceo. La cueva posee dos entradas muy pró­ximas entre sí, que comunican a una sala vestibular. El yacimiento parece haber sido arrasado por las aguas en su zona central, que­dando tan solo restos en las zonas laterales.

A raíz de la nota manuscrita de Carballo, fue localizada el 14 de Abril de 1978.

Los materiales recogidos en superficie son los, siguientes:1 fragm ento de base con arranque lateral. Pasta color m arrón

en el exterior y gris en interior. Desgrasantes de cuarzo. A mano.50 x 59 x 8 mm.

1 fragmento zona indeterminada. Presenta una decoración for­mada por una banda de líneas verticales paralelas, lim itada en su parte inferior y lateral por o tra banda de líneas paralelas horizon­tales. Desgrasante de cuarzo. A mano. 49 x 41 x 5 mm.

4 fragmentos. Zonas indeterminadas. Pasta color m arrón exte­rio r e interior. Desgrasantes de cuarzo. Huellas de bruñim iento en sus partes internas. A mano. Las medidas máximas de los fragmen­tos oscilan entre 67 y 49 mm. y un grosor medio de 8 mm. Pertene­cen a una mism a pieza.

1 m olar humano.

NUEVOS YACIMIENTOS PALEOLITICOS EN LA REGION ASTURIANA 835

CONCEJO DE LAVIANA.

Cuevas del Torreón (/-//).

Las cuevas están situadas en el pueblo de el Condado, a 5 Km. de Pola de Laviana. Las dos cavidades, de reducidas dimensiones, reciben dicho nom bre por hallarse en la base de un torreón me­dieval. La prim era de estas cavidades contiene una brecha de pe­queños huesos en la pared. En su superficie pudieron recogerse al­gunas lascas y núcleos, en sílex y cuarcita, así como huesos frag­mentados.

Inm ediata a la citada cueva se encuentra la o tra cavidad con dos entradas y con un desarrollo vestibular inclinado. Se recogie­ron en su superficie, un denticulado y varias lascas en cuarcita.

Localizadas el 14 de Mayo de 1978.

Cuevas del Cañal ( /-//).

Se encuentran en la vertiente izquierda del río Nalón en el lu­gar denominado «el Cañal» (El Condado-Pola de Laviana). La pri­m era cavidad posee dos entradas que conducen a una pequeña sala vestibular. Esta sala se encuentra totalm ente vaciada, quedan­do destruida la casi totalidad del yacimiento. La causa de esta destrucción es debida al rebaje del suelo, para la construcción de un m erendero en el in terior de la cavidad. Los escasos materiales recogidos en su superficie son los siguientes: un denticulado y dos lascas de cuarcita, dos piezas dentarias de cáprido y varios huesos fragmentados.

Muy cerca de la citada cueva y siguiendo unos cien m etros por un sendero ascendente, se encuentra otra cavidad de regulares di­mensiones. En la superficie vestibular de la misma, se recogieron lascas y núcleos en sílex y cuarcita.

Localizadas el 14 de Mayo de 1978.

LOS DIPTICOS CONSULARES Y EL RAM IRENSE

POR

PAULINO GARCIA TORAÑO

Los m onum entos ramirenses (Ramiro I reinó en Oviedo por los años 842-850) de Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lena han sorprendido siempre por su origina­lidad, que alcanza tanto a su novedosa arquitectura como a los motivos que inspiran la decoración (1). Por esta razón y al no ha­llárseles precedentes inmediatos en el reino de Asturias ni aún en España, se les ha relacionado directam ente con edificios del próximo oriente o considerado como netamente germánicos e incluso se aventuró la hipótesis de una posible filiación norm anda, sin otro fundam ento aparente para esto último que los desembarcos nor­mandos en Asturias y Galicia, que por o tra parte no llegaron nunca a convertirse en ocupaciones permanentes ni generaron otras re­laciones con los naturales del país que las resultantes de los com­bates para rechazarlos.

Más razonable es la teoría que busca las raíces del arte ramiren- se en las enseñanzas de los restos monumentales rom anos y visi­godos, con posibles influencias earolingias, y sin duda orientales en lo que respecta a la decoración (2).

(1) Muy importante sobre la cuestión es “La decoración de los monu­mentos ramirenses”, conferencia pronunciada por Helmut Schlunk en la Uni­versidad de Oviedo el 22 de diciembre de 1948 y- de la que, en cierto modo, partimos.

(2) S c h l u n k , H x l m u t , “Ars Hi'spaniae”, tomo II, pág. 335 y ss. Madrid, 1943.

838 PAULINO GARCIA TORAÑO

Pero hablar de influencias orientales en las manifestaciones ar­tísticas que se produjeron en España durante las edades antigua y media es más bien señalar una característica que corresponde de modo general a nuestra cultura en aquellos períodos históricos y aún en los actuales. Los ciclos culturales se desplazaron sucesi­vamente hacia occidente desde Egipto, Grecia y Roma, por citar solo los últimos y más directos, y nuestra cultura está inform ada por ellos en su totalidad, sin perjuicio de las peculiaridades que la idiosincrasia del pueblo español haya añadido como notas di­ferenciales.

Por eso, al hablar de la influencia oriental en el arte español de las épocas antedichas tenemos que distinguir entre influencia orien­tal como factor integrante del conjunto cultural recibido, p.e. la influencia en la decoración significada por los lotos y papiros egip­cios estilizados y transm itidos de antiguo a occidente en form a de lises y palmetas, (3) y la influencia directa o casi inm ediata de un modelo oriental, y a este segundo aspecto es al que vamos a refe­rirnos.

Destruido el Imperio Romano v fragmentado en una diversidad de reinos bárbaros en constantes luchas, desapareció la influencia civilizadora y unificadora que irradiaba de Roma, últim o ciclo de la cultura en su desplazamiento hacia occidente, pero el Imperio Romano se continuó en Bizancio hasta su conquista por los turcos de Mohamed II el año 1453: y en lo ciue a España se refiere, este influio biVantino se acrecentó con la llegada de las tropas del em­perador Justiniano llamadas como auxiliares por Atanagildo en su intento, logrado, de sustituir en el trono al rey Agila.

La ocupación bizantina, que afectó a regiones del levante y sur de España, comprendiendo ciudades tan im portantes como Cór­doba v Sevilla, v que se prolongó durante setenta años, se añadió así a la influencia de Oriente m antenida de modo ininterrum pido a través del tráfico m arítim o que ejercían los comerciantes de los puertos de Siria, Asia Menor y Egipto, todos ellos conocidos con el nom bre genérico de «sirios» (4).

Además de los artículos mué llamaríamos de prim era necesidad llegaban a nuestras costas las sedas, con señalada aplicación a las vestiduras y paños litúrgicos, telas de algodón, especias y objetos

O ) P o u l s e n , "Artes decorativas en la antigüedad”. Edic. Labor, pág. 30 y ss. Madrid, 1958. Traducción de Camón Aznar.

(4) Louis Brehier, “La Civilización Bizantina”. Edic. Albin Michel, pág. 172. París, 1970.

LOS DIPTICOS CONSULARES Y EL RAMIRENSE 839

suntuarios en los que el lujo de Bizancio ponía su sello de distin­ción, entre ellos los marfiles, de los que quedan en occidente algu­nos ejem plares en form a de dípticos, o sea dos tablillas de m arfil como tapas de un libro grande, con figuras y escenas en relieve en su parte externa y lisas en el interior para escribir sobre la cera a uso romano.

Las escenas representadas respondían en un principio al mundo pagano al que pertenecían, pero con el triunfo del cristianism o encontram os dípticos con espisodios de la vida de Jesús, como el conocido de Andrews del museo Victoria y Alberto de Londres (5). Está fuera de discusión que los dípticos consulares han influido en la decoración de San Miguel de Lillo porque lo prueban sobra­dam ente las escenas representadas en las jam bas de la puerta prin­cipal y tam bién se puede sostener que fué el díptico de Areobindus el tom ado como modelo (foto 1).

Lo que no nos parece tan indiscutible es que fuera tom ado co­mo modelo precisam ente el ejem plar de Aerobindus de Leningra- do, pues la parte alta de la decoración de las jam bas en la que apa­rece el cónsul sentado, acompañado de dos dignatarios, de pie, es común al ejem plar del Aerobindus de Cluny; y en cuanto a la deco­ración de la parte inferior de las jam bas recoge, como es sabido, una escena de circo con gimnastas y domadores que no correspon­de ni al ejem plar de Leningrado que reproducen Schlunk (6) y Fon- taine (7) ni al Aerobindus de Cluny, puesto que todos ellos tienen como tema del espectáculo una venatio.

(5) “The Andrews diptych. Victoria and Albert Museum” by J o h n B e c k - w i t h . London. 1958. En cuanto al uso de los dípticos en las iglesias orientales puede verse “Itinerario de la virgen Egeria”, texto, estudio y versión de A g u s ­t í n A r c e . Madrid, 1980. B .A .C . En la página 157 del texto dice Egeria que en la liturgia de los Lugares Santos el Obispo, durante los oficios “recuerda los nombres de los que él quiere” y el traductor en nota añade que “eran sin du­da o los de los catecúmenos o los de los fieles mas beneméritos o los de los que se habían recomendado a sus oraciones, especialmente el clero. Poco des­pués se dice que un diácono hacía lo mismo leyendo los dípticos o tabletas en oue estaban anotados los nombres”.

(6) El díptico de Aerobindus en Leningrado lo reproduce S c h l u n k , ob. cit. al comienzo, si bien la reproducción no aparece muy clara por causas técni­cas. Schlunk cita la obra que no hemos podido consultar, de R ic h a r d D el­b r ü c k , “Die Konsul a rdiptichen und verwandte Denkmäler”, Berlín 1929, en Studien zur spatantiken Kunstgeschichte, Vol. II, sin duda muy importante en esta materia.

(7) F o n t a in e J a c q u e s , L’art preroman hispanique, vol. 1., págs. 241-346. “Zodiaque”, Yonne. MCMLXXIII.

840 PAULINO GARCIA TORAÑO

Digamos para establecer relaciones en el tiempo que, si bien los progreso en la técnica y los cambios que determ inan son ahora más rápidos o al menos esa impresión nos producen, los cambios en usos y costumbres, como asentados en la naturaleza humana, son mucho más lentos y los dípticos así lo dem uestran.

Cuando hoy participamos a parientes y amigos algún aconteci­miento fam iliar im portante y en la esfera personal el acceso a un cargo público o lugar de distinción, no hacemos o tra cosa que se­guir la práctica ya observada en el Imperio Romano de Occidente y en el de Oriente después.

Un ejemplo muy conocido de los estudiosos de la época es el díptico dividido entre los museos Victoria y Alberto de Londres y Cluny de París, una hoja cada uno (8), que participa la boda de un vástago de la familia Nicomaco con una muchacha de la familia Symmaco, a finales del siglo IV, dos aristocráticas familias rom a­nas notables por sus riquezas y, al menos la de Nicomaco, por su cultura pagana que resistía desesperadamente al cristianismo.

En el díptico vemos a la desposada y a su madre ofreciendo sendos sacrificios a los dioses como una protesta de fidelidad al mundo pagano que desaparecía anegado por la nueva religión.

En la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo puede verse uno de los escasos dípticos consulares que nos quedan en Occidente y que participa el nombramiento de «Flavius Strategius Apion vir inlustris comes devvotissimorum et cónsul ordinarius» del año 539 (9).

Por aquel tiempo el Imperio Romano de Occidente se había extinguido ya con el destronamiento de Rómulo Augustulo por Odoacro, rey de los Hérulos, el año 476. Corresponde el díptico consular de la Cámara Santa al Imperio de Oriente y al reinado de Justiniano (525-567). El marfil, m ateria prim a de los dípticos con­sulares a los que casi estaba limitado su empleo por las leyes suntua­rias, procedía en su mayor parte de Africa, de los puertos de Aile

(8) Nicomachus Flavianus derrotado por Teodosio se suicidó conforme a la vieja tradición. El núcleo de la oposición pacana fueron los senadores ro­manos, que recobraron durante algún tiempo el espíritu de sus antepasados y se agruparon para la defensa de su herencai espiritual y de sus tradiciones. [L. D. R e y n o l d s and N. G. W il s o n , “Schribers and Scholars. A güidé tb the transmission of greck and latin literature”, pág. 33. London 1975.

(9) Una descripción del díptico en “Lás Joyas de la Sámara Santa”, dé J o a q u ín M a n z a n a r e s R o d r íg u e z . Oviedo, 1972, págs. 4 y 5. y más completo el trabajo “El díptico consular bizantino de la Catedral de Oviedo, por"J ó se M .a F e r n a n d e z - P a j a r e s , publicado en él número 4 de “Astüriensia M édievália”, Oviedo, 1981. - 1 •

LOS DIPTICOS CONSULARES Y EL RAMIRENSE 84 í

en el golfo de Akaba y de Leptis Magna, en la actual Tripolitania. Referencias a esta procedencia las encontramos en el cronista es­pañol y visigodo Juan de Biclaro, que residió durante años en Bi- zancio y alcanzó los últimos del reinado de Justiniano (10).

Los dípticos consulares llegaron a alcanzar en su últim a fase una form a arquetípica, relacionada directam ente con los actos que seguían al nom bram iento de cónsul.

De acuerdo con el sistema político-administrativo de los rom a­nos las m agistraturas se proveían, salvo excepciones, con patricios. Sólo los patricios podían, por otra parte, hacer frente a los cuan­tiosos gastos que suponían los juegos, en especial los de gladiado­res, con que la costum bre los obligaba a obsequiar al pueblo en circos, teatros o hipódrom os al tom ar posesión del consulado.

Por eso aparece siempre en los dípticos, o casi siempre, el es­pectáculo del circo, o del hipódromo si se tra ta de Bizancio, repre­sentado en dos zonas diferenciadas. Recordemos que según cos­tum bre m antenida en toda la Edad Media y que en lo esencial aún perdura, el lugar de honor estaba en lo alto, siguiendo el orden de prelación por la derecha (izquierda del espectador) y a continua­ción la izquierda. A una menor categoría corresponde siempre una posición más baja en el conjunto.

Siguiendo esta prelación vemos en la parte superior de los díp­ticos al cónsul en su silla curul, sentado y rodeado de sus minis­tros o acólitos de pie, llevando en su mano izquierda el cetro o bas­tón de mando y en la derecha la «mappa» con la que da­ba la señal para el comienzo del espectáculo de modo no muy distinto al que hoy utilizan los presidentes en las corridas de toros. Más abajo se encuentra el semicírculo de los espectadores que contem plan lo que ocurre en el redondel que, con algunas va­riantes, suele ser una veatio o cacería de fieras o bien números de circo que podrían ser actuales, tales como gimnastas y domadores.

En Bizancio el espectáculo frecuente en los dípticos es la carre­ra de carros sobre bigas o cuádrigas, que apasionaba a los bizan­tinos dividiendo sus preferencias entre los diferentes colores re-

(10) “Legati gentis Maccuritarum Constantinopolim veniunt dentes ele- phantinos et camelopardam Justino principi muñera offerentes...”. J u a n de B i c l a r o , “Chronicon”. Introducción, texto crítico y comentarios de Julio Cam­pos. C. S. I. C. Madrid, 1960, pág. 83. Leptis Magna se embellecía con un ele­fante de mármol hallado en el decumano de la ciudad, testimonio del importe comercio de marfil. M. R o s t o v t z e f f . “H.a Social y Económica del Imperio Lo- mano”, tomo II, lámina LXVII. Espasa Calpe. Madrid, 1973.

842 PAULINO GARCIA TORANO

presentativos de cada bando, causa a menudo de alborotos, como hoy sucede a veces en los espectáculos m ultitudinarios (11).

No está documentada la existencia de dípticos en el reino de Asturias en la época de Ramiro I ni antes de su reinado, aunque no es demasiado extraño habida cuenta de que el prim er docu­mento indubitado es la donación otorgada por el rey Silo el 23 de agosto del año 775 a varios religiosos para fundar un m onasterio entre los ríos Eo y Masma.

Los únicos documentos que hablan de dípticos corresponden al reinado de Alfonso III, son dos y llevan fecha de los años 905 y 908, respectivam ente (12). El de fecha 20 de enero del 905 es una dona­ción otorgada a favor de la iglesia de San Salvador de Oviedo por Alfonso III, su esposa Jimena y sus hijos y hace mención de «orna­m enta aurea, argentea et ebúrnea» entre los objetos donados. El de 10 de agosto del año 908 es también una donación que se dice he­cha por Alfonso III a la misma iglesia de San Salvador de Oviedo y entre las cosas donadas figuran «dípticos sculptos ebúrneos» (13).

Desgraciadamente ambos documentos son falsos y quizá su cita en las donaciones haya sido sugerida por la presencia en San Sal­vador de Oviedo del díptico bizantino y el del obispo Gundisalvo, lo que colocaría la redacción de los documentos faltos en los fina­les del X III o comienzos del XIV si no está en contradicción con las opiniones de los paleógrafos (14). En cualquier caso y adm iti­da la falsedad del documento o documentos en cuanto a la fecha que postulan, son prueba indiciaría de que en el siglo X III o el XIV, fecha efectiva de su redacción, existían dípticos en la iglesia de San Salvador de Oviedo y se consideraba un supuesto lógico que hubieran existido durante el reinado de Alfonso III el Magno y aun antes.

E sta hipótesis se acomoda tan bien a la realidad que encontra­mos su confirmación en las jambas de San Miguel de Lillo que re-

(11 ) B r e h ie r , o b . c it ., p á g in a s 85 a 96, q u e d e d ic a a lo s e s p e c tá c u lo s e n e l h ip ó d r o m o .

(12) A n t o n io C. F l o r ia n o , “Diplomática española del período astur”, to­mo II, pág. 295 ss. Oviedo, 1951.

(13) A n t o n io C. F l o r ia n o . Ob. cit., pág. 362 del mismo tomo, “idem et altera módica cruce, vetusto opere ubi reconditum est signum sánete crucis tue pariter cum dipticeos sculptos ebúrneos, qui utrumque de Toleto addu- xim u s...”.

(14) El díptico consular lo trajo de Roma Gaufrido, canónigo de su ca­bildo, entre los años 1293 y 1308, y el otro díptico, el románico, llamado del Obispo Gundisalvo, se fecha entre los años de 1162 y 1174. Vid. Joaquín Man­zanares, ob. y loe. cit. y página 30.

LOS DIPTICOS CONSULARES Y EL RAMIRENSE 843

producen, como se ha dicho, las hojas del díptico consular de Aero- bindus, cónsul de laño 506 (foto n.° 2). Los autores suponen que el modelo im itado fué el ejem plar de Leningrado, aunque ya expre­samos nuestros reparos más arriba. Recordemos que en el caso del díptico de Aerobindus, como en el de nom bram iento de cónsules en general, las participaciones eran múltiples y así han podido lle­gar hasta nosotros hojas sueltas de siete dípticos de Aerobindus, con la particularidad de que el espectáculo de los juegos represen­tados podía ser distinto en las diferentes hojas o en alguna de ellas. Cooperaba a este resultado el que los talleres de eboraria acostum ­braban a disponer de dípticos ya trabajados, pendientes sólo de re­llenar con el nom bre del cónsul y quizá su efigie.

Si examinamos ahora con más detalle tanto el díptico de Aero­bindus de Cluny (foto 3) como el de Leningrado, podemos ver que sobre los brazos del sillón consular aparecen sendas figuras feme­ninas que, con los brazos levantados, sostienen sobre sus cabezas sendos bultos con una cabeza figurada en el centro de cada uno de ellos.

Las mismas figuras en idéntica posición encontram os en el díp­tico bizantino de Anastasius Paulus Probus (foto 4), cónsul en el año 517, del Gabinete de las Medallas de París, que sentado en su silla curul y sin acom pañam iento en este caso de familiares o mi­nistros, levanta la «mappa» como señal del comienzo de los juegos, una gran venatio, que contemplan los espectadores visibles en se­micírculo bajo los pies del cónsul.

Y en la hoja del díptico de Flavius Anastasius (foto 5) se puede ver al cónsul presidiendo, aunque aquí no aparece el redondel del circo sino otro tipo de construcción, quizá un teatro, un espectácu­lo del que se nos ofrecen dos números distintos en dos zonas ho­rizontales superpuestas, antecedente remoto de la decoración en fajas de uestros Beatos.

En la zona superior del espectáculo dos jinetes desmontados, quizá dos domadores, llevan de la brida a sus caballos. En la parte inferior se representa un mimo. Y sobre los brazos del sillón con­sular vemos tam bién sendas efigies de bellas muchachas con ro­pas muy cortas, y aspecto de bailarinas o danzantes en la misma posición de tenantes, pero lo que aquí sostienen sobre sus cabezas parece ser un disco o una esfera o quizá un pandero (foto 6).

Vamos a com probar ahora que los dípticos consulares influye­ron no sólo en las jam bas de San Miguel de Lillo sino en otras es­culturas de esta iglesia y en su contemporánea de Santa María, im itada en Santa Cristina de Lena.

844 PAULINO GARCIA TORANÜ

El Museo Arqueológico de Oviedo guarda en sus salas prerro- mánicas una pieza que el catálogo define así: «Fragmento de un probable podio de altar de piedra arenisca gris procedente de San Miguel de Lillo. En su parte inferior presenta un saliente que pu­do servir para estar encajado en una base o pedestal. En cada una de sus caras se hallan representadas sendas figuras humans, con los brzos en posición de tenantes y vestidas con úna larga túnica a la que se sobrepone un manto plegado vertical» (15) (foto 7). El catálogo reproduce en sus láminas números IX, X y XI tres lados del podio o pie de altar.

Una cosa es indudable y es que el motivo del podio y el de los dípticos es idéntico y que hasta esafecha nó se encuentra en el arte asturiano ni lo hemos visto en el visigodo, lo que indica una rela­ción directa entre el podio y los dípticos consulares que no puede ser considerada casual porque el mismo motivo vamos a encontrar­lo en los monumentos ramirenses contemporáneos Santa María del Naranco y su filial, así creemos que puede llamarse, de Santa Cris­tina de Lena.

La im itación del díptico no se limita por tanto a las escenas de las jam bas de Lillo. Se extiende a las figuras de tenantes y así lo corroboran las imágenes que vamos a ver a continuación corres­pondientes al palacio-iglesia de Santa María. Nada tiene de extra­ño tampoco la perduración de las tenantes como motivo de deco­ración bien afirm ada desde antiguo. El Museo Británico nos ofre­ce dos personajes babilonios, entre ellos una m ujer, al parecer una sacerdotisa, que lleva sobre su cabeza una cesta o capacho, proba­blemente con tierra, sostenido con ambas manos, que puede ser el equivalente de las actuales prim eras piedras «mutatis mutandis», habida cuenta del material de construcción usual en Babilonia. Y los romanos prodigaron ese motivo de decoración, especialmente en los mosaicos, de muchas tenantes de cestos con frutas, flores y otras ofrendas.

Pero como anticipamos, no es sólo en Lillo donde las muchachas tenantes de los dípticos fueron imitadas. En Santa María del Na­ranco son un motivo reiteradísimo tanto en el gran salón como en los belvederes.

Las figuras tenantes de Santa María van colocadas en los lazos situados sobre los discos o clípeos situados a su vez en las enju­tas de las arquerías. Las figuras de cada lazo, dos de ellas tenan-

(15) M a tild e S c o rtell P o n so d a . Catálogo de las salas del Museo Arqueo­lógico de Oviedo. Pág. 15. Oviedo, 1978. Láminas 135, X y XI.

LOS DIPTICOS CONSULARES Y EL RAMIRENSE 845

tes, son cuatro, cada una bajo un arco como los símbolos de los evangelistas de las basas de las columnas de Lillo. Y basta com­pararlas con los dípticos para hallar su parentesco (foto 8).

En la parte superior dos m ujeres sostienen con ambos brazos algo sobre sus cabezas, exactamente en la misma posición que en los dípticos. Debajo de estas tenantes vemos a dos jinetes enfren­tados em puñando una espada corta o puñal en su mano derecha, motivo de decoración que puede calificarse de universal, magnífi­camente representado en nuestro arte ibérico, e incluso en el pre- rrom ánico asturiano hav un espléndido ejem plar en el Museo Ar­queológico Provincial de Oviedo.

La influencia de los dípticos consulares en el ram irense no con­cluye aquí. Sin descartar la que las teles orientales hayan podido tener y sin duda tuvieron en el arte asturiano y por tanto en el ra­mirense, dadas las relaciones con oriente durante las épocas rom a­na y visigoda y a las que va nos hemos referido, hay otro motivo de decoración en Santa María que procede directam ente de los dípticos consulares. Este motivo muy reiterado en Santa María es el de los animales cuadrúpedos que vemos en los capiteles y en los dis­cos o clípeos de las enjutas de las arquerías bajo los arcos per- piaños.

El origen de los discos se ha discutido suponiéndolos «traduc­ción exacta en piedra de los medallones llamados brácteas por los vikingos» (16) o copia de los escudos que los griegos v romanos solían colgar en los patios de sus templos (17), aunque la opinión más convincente es la que los supone imitación de usos muy anti­guos de los que se señalan precedentes o bien la influencia de las artes menores, particularm ente la orfebrería y las telas.

En algunos discos se representa un animal solo, sin duda un león a juzgar por su figura y la terminación en m ota de su cola (foto 9). Pero la representación de los leones difiere en capiteles y discos de un modo esencial. En tanto que en los capiteles los cua­drúpedos posiblemente leones, se encuentran por pareias afronta­das con las cabezas divergentes y otras veces m archando en direc­ciones contrarias sin otro elemento que prtenda añadir una cir­cunstancia cualquiera, en los leones figurados en los discos pode­mos ver, en unos más claramente que en otros, que sobre el animal y debajo de él sé representan unos barrotes, sin duda de madera,

(16) P ij o a n , “Summa Artis”, tomo VIII, pâg. 343.(17)' Püig Y C ad a f'a l c h . “L^IcônOgr'aphie ' barbare dans (l’art astürien”.

Comptes rendus dé l ’Acàdemie des Inscriptions et Belles Lettres de Paris. 1939.

846 PAULINO GARCIA TORAÑO

indicativos de que el animal se encuentra entre los barrotes de una jaula abierta en ese momento.

Volvamos ahora a los dípticos consulares y veamos lo que su­cede en las venationes. Sabemos que las venationes o cacerías con­sistían en la lucha de gladiadores y fieras de todas clases, por lo común leones, osos y toros. También en la lucha de fieras entre sí y en ocasiones en la persecución y caza de animales domésticos por las fieras salvajes.

Las venationes eran a veces el único núm ero del espectáculo, pero también se daban después de las luchas de gladiadores. Fie­ras y bestias eran trasladadas encerradas en jaulas hasta las «car- ceres», nuestros corrales de las plazas de toros, próximos a la are­na. Para desencajonarlos bastaba mover la puerta de corredera, vetical u horizontal, para que el animal saltara al ruedo.

Si exminamos con algún detenimiento el díptico de Aerobin- dus de Cluny veremos en la parte superior de la zona baja, la que recoge el espectáculo, dos gladiadores o venatores, uno de ellos por­tando un lazo, que hacen frente a un oso, y a su derecha un caba­llo se defiende a coces de un jabalí. Más abajo un león ataca a un toro y en el ángulo izquierdo un venator o su coadyuvante junto a una puerta entreabierta, carcer o burladero como nos aclara muy bien un díptico de Liverpool en una venatio de ciervos.

Un ejem plar más ilustrativo es el díptico de Anastasio, año 517, del Gabinete de Medallas de París, una venatio en la que gladiado­res y fieras luchan entre sí. Vemos pegados a la barrera cuatro bur­laderos en los que se refugian o van a refugiarse cinco venatores y, digamos, torileros, y en medio del redondel, lo que nos interesa mucho resaltar, podemos ver una iaula de barrotes de m adera. Es claro que está la iaula en medio del redondel porque del otro lado, entre ella y la barrera, dentro del redondel, pasa un jinete hacien­do ver la separación entre la jaula y la barrera.

En la escena un hombre abre con su mano izquierda la puerta de corredera de izquierda a derecha m ientras que con un rapidísi­mo movimiento, indicado por la posición de sus piernas y el torso, procura ponerse a salvo de un enorme león que sale de la iaula (foto 10). No faltan antecedentes remotos a esta escena. En el Mu­seo Británico se guarda un relieve de Asurbanipal, una cacería, que representa precisamente el momento en que se desenjaula un león de los que el rey y los suyos se entretenían en cazar y en una repre-

(18) J e a n A u b e r t . “Le decor du palais de Naranco”. Symposium sobre cul­tura asturiana, de la alta edad media. Pág. 151t160. Oviedo, 1967.

Díptico de Aerobindus del museo de Cluny.

Una de las jambas de la puerta de San Miguel de Lillo.

Tenantes del díptico de Aerobindus del museo de Cluny.

Tenantes del díptico de Anastasius Paulus Probus, del Gabinete de Medallas de París.

me*

*

Díptico del cónsul Flavius Anastasius. Liverpool.

Tenentes del díptico de Flavius Anastasius.

Tenante del museo arqueológico de Oviedo procedente de San Miguel de Lillo.

León en un medallón de Santa María del Naranco.

Tenantes de Santa Maria del Naranco.

Parte inferior del díptico de Anastasius del Gabinete de Medallas de París.

LOS DIPTICOS CONSULARES Y EL RAMIRENSE 847

sentación muy sim ilar a la anterior,con posición del león idéntica, si bien aquí la jaula se abre verticalmente.

Vemos, pues, en los dípticos consulares las venationes en que luchan gladiadores y fieras y en el de Anastasio la jaula en que la fiera había sido transportada al medio del redondel. Por cierto que la jaula difiere muy poco de la que nos describe Cervantes en la aventura de los leones y del modo en que en nuestros días se lle­van los toros a los corrales, antiguas carceres, de la plaza.

Si retornam os ahora a los leones figurados en los discos, en su jaula obtenemos la clave de su significado y origen inmediato. Son los leones de las venationes de los dípticos listos para salir de su jaula abierta. Que estén figurados de costado con las jaulas abier­tas de frente responde probablemente a un efecto estético buscado o a eludir las dificultades de los escorzos, y del mismo modo nos lo presentan los autores del relieve de Asurbanipal y del díptico de Anastasio.

Como resum en de lo que antecede entendemos que se pueden form ular las siguientes conclusiones:

1.—Los dípticos consulares han inspirado no sólo la decoración de las jam bas de San Miguel de Lillo sino que se comprueba tam ­bién esa influencia en el pie de altar o podio de la misma iglesia conservado en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo, que reproduce el motivo de las tenantes.

2.—El mismo motivo de decoración de las tenantes tom ado de los dípticos consulares se encuentra profusam ente en el palacio- iglesia de Santa María.

3.—El cuadrúpedo, un león, que vemos en los discos o clípeos de Santa María del Naranco sigue también el modelo de los dípti­cos consulares y representa a un león en su jaula, abierta, antes de saltar a la arena.

Es decir que, a nuestro juicio, la influencia de los dípticos con­sulares en el ram irense va mucho más allá de las jam bas de San Miguel de Lillo, única considerada hasta ahora. El propio San Mi­guel y los otros dos monumentos ramirenses lo dem uestran.

848 PAULINO GARCIA TORAÑO

BIBLIOGRAFIA

Aparte de la que se cita en las notas mencionemos sumariamente la que sigue:

1.—Summa Artis, tomo VII, pág. 275 y ss. Dedica muchas páginas a los dípticos consulares ilustradas con numerosas y buenas fotografías.

2.—E. C a m ps C a zo r la . Arquitectura Cristiana Primitiva y Asturiana. Ma­drid, 1929.

3.— M a n z a n a r e s (J o a q u ín ). “Arte Prerrománico Asturiano. Síntesis de su Arquitectura”. Oviedo, 1964.

(4) P it a A n d r a d e . “Arte Asturiano”. Madrid, 1963.(5) A u r e l io del L la no . “La Iglesia de San Miguel de Lillo”. Oviedo, 1957.(6 ) B o n e t C o r r e a (A n t o n io ). “A r te P r e r r o m á n ic o A s tu r ia n o ” . B a r c e lo n a ,

1967.(7) S c h l u n k (H e lm u t ) y B e r e n g u e r (M a g ín ). “La pintura mural astu­

riana de los siglos IX y X ”. Excma. Diputación Provincial de Asturias. 1957.(8 ) Z iz ic h w il l i . “Antecedentes de la decoración visigoda y ramirense”.

Archivo Español de Arqueología. Tomo XXVII, núm. 106.(9) J o sé A lv arez C a l le ja . “2000 fichas de bibliografía asturiana”. Ayalga

Ediciones. Gijón, 1976.(10) A n d u ja r P o l o , M a r ía D o l o r e s . “Repertorio bibliográfico de arte y

arqueología asturiana”. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos. IX, núm. 25 (1955).

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS *

POR

NARCISO SANTOS YANGUAS

El hallazgo, durante los últimos días del mes de agosto de 1980, de un im portante tesoro prerrom ano en el Norte de la provincia de Zamora, perteneciente por tanto al territorio de los astures, con­cretam ente en el castro de Arrabalde (1), en cuya declaración y en­trega a la Subdirección General de Arqueología tuve la oportunidad de participar junto con su descubridor y D. Moisés Llordén Mi­ñam bres, ha aportado nueva documentación arqueológica que, uni­da a otros restos, éstos de carácter numismático, nos perm itirán aclarar ciertos puntos, aún oscuros, relacionados con la presencia y participación de P. Carisio en la conquista y sumisión del te rri­torio más m eridional ocupado por los astures durante la etapa de conquista rom ana de la Península Ibérica conocida con la deno­minación genérica de guerras astur-cántabras.

* Abreviaturas de revistas utilizadas: AEA=.Archivo Español de Arqueo­logía; A JPh = American Journal of Philology; A N R W =Auf stieg und Nieder- gan der Römischen W elt; BSE A A V =Boletín del Seminario de Estudios de Ar­te y Arqueología de Valladolid; CAN=Congreso Arqueológico Nacional; CPh = Classicál Philology; JRS = Journal of Roman Studies; MM = Madrider Mittei­lungen; RE = Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft; RUM = Revista de la Universidad de Madrid; StudU rb=Studi Urbinati.

(1) El hallazgo fue realizado de manera casuál por D. Victorino Llordéft Vega, abogado de la ciudad de Benavente y gran aficionado a la historia y arqueología antiguas.

850 NARCISO SANTOS YANGUAS

I. LAS FUENTES LITERARIAS.

La documentación histórica greco-romana referente al desarro­llo de las guerras cántabro-astures no nos sirve en muchas ocasio­nes para aclarar los problemas de investigación que se plantean: así, por ejemplo, Dión Casio, que comprime en un solo año, de acuerdo con una parte de los historiadores actuales, los aconteci­mientos bélicos que tuvieron lugar a lo largo de dos campañas, aporta una documentación interesante, aunque de caracteres im­precisos y breves, m ientras que Floro y Orosio, que según parece estuvieron bastante interesados en los asuntos de Hispania, se ins­piran para sus afirmaciones en una fuente común, el epítome de uno de los libros desaparecidos de las Historias de Tito Livio (2).

Aunque la documentación literaria referida a las guerras astur- cántabras es relativamente abundante, sin embargo las noticias con­cernientes a P. Carisio son mucho menos en número. A continuación vamos a reseñar las fuentes literarias antiguas que aluden a la presencia de dicho personaje en territorio hispano:

1.—Dión Casio LUI, 25, 8:

K k t etrcttC ¿x t£ v |tfs , tuvoc * a t T ¿-coc jietfc xaOta K a p f o to s -tiív t eHifaV *Aat(ípuv TtjfJXiavia. ¿KXei<p-&iv aXXa no u a pe c r t í To a x o . ^

«De esta form a pudo tom ar algunos de sus lugares y poste­riorm ente Tito Carisio conquistó Lancia, la mayor aldea de los astures, que había sido abandonada, y sometió otras muchas».

Se alude a la campaña del año 25 a. n. e. contra los astures, obra de Carisio, a quien erróneam ente Dión Casio asigna el nom­bre de Tito; con la leyenda de T. Carisio se acuñan monedas en tiempos de César, concretamente en el año 48 (3), tratándose con toda probabilidad del padre de Publio, de donde se explicaría la equivocación del historiador griego.

(2) Cf. N. S a n t o s : “La conquista rorriana del N. O. de la Península Ibéri­ca”, Latomus XLI, 1982.

(3) E. B abelon : Description historique èt chronologique des monnaies de la République romaine vulgairem ent appelées monnaies consulaires, Bolonia, 1963 (edición anastática), pp. 312 y ss. Cf. Mu n z e r : “Carisius nr. 2”, RE III, 2 col. 1592. <

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 851

2.—Dión Casio LII, 26, 1:

r.auoan.£vou ó£ xotJ TtoX£p.oti xojtfxou 6 Aúyoucrxos xoí>s [itv ¿<pr}Xix£GT£Ípous xGJv a x p a - nwxffly ¿<pffxe x a t awxoTs ¿v A vcu xav ía t ílv Auyoucxav ’E ^ p t i a v xaXoun¿vnv xiC oai Sóox£.

«Una vez finalizada esta guerra, licenció Augusto a los soldados más veteranos y decidió fundar para ellos una ciudad en Lusita- nia, que se llamó Em érita Augusta».

Con los veteranos de la prim era campaña de las guerras se llevará a cabo la fundación de la colonia de Emérita Augusta (Mé- rida) bajo la dirección y supervisión del propio legado de la pro­vincia de Lusitania (4), según se desprende no sólo de este testi­monio del historiador antiguo sino también de la documentación num ism ática (5).

3.—Dión Casio LIV, 5, 1-3:

¿v (ifev ót| x$ xaüx ’ ¿-y L yvexo, ¿ní> ó t xoí)£ a ix o b s to<5'i.oug Xp^vous x a t o í

K<fvxa£poi oE xe. TAcrtupes ¿-¡íoX/irncav au& is ¿ u x o i ó it í xc xpuip?)v x a t x ex a xoJJ K apiccíou , o t ófc ót| K fjvxappot, ¿nei-óíf ¿ n c fv o u s xe vew xcp íS ovxas qa&ovxo x a t xoO apxovxds a<pwv T aíou í>oupvfou xaxe<ppóVT)cav, o x i xc vsw cxt á<ptxxo x a 'o x t

fcüstpov aúxbv xGv uapúeauxoTs Tipayiufxwv c ív a t ? 6 o £ a v . oú^évxoi. x a t ¿v x ^ 'fp y v aip iatv ¿ipdVT), ¿XX’tixxi>&évx£S ¿ncpóxepoi uTi’aúxoü x a t y ip Kapiaftp

upoaÉfiuvev ¿óouXlKrtcav«' x a t xGSv n tv Kavxdppuv oú uoXXoi ctfXuaav* ¿r.eiót) y&p áveX itiarov xf|v ¿X euSep íav S o x o v , ovbt g jv '^&£XT)Gavv¿XX-’ o l ' |¿tv ¿ptftuhw e p » - tfxitp4|o&vj;eBí¿auxofcs ¿uE.c«pa£av, 01 ófc x a t ¿ x e t v o is ¿•&cXovxat üvyxaxtxatf&Ticav, ÍÍXXol 6t)^oo|(9 <papj«fxt»>v ¿vcuXiío-ariaav, ¿ a te x|í xe nX etcxov x a t xd ¿ y p u íia x o v a ú - iítv <p$apfjvay» o í ¿ '¡"A axupes, ifíx icna xupfov iC x l noX topxoO vxts ¿nriXtf-S>T)aav wat nexM xotJx’ ¿ x e n ^ t io a v , o v x £ x ’ávxffpav aXX’ eúí>|(ís ¿xeipttfOr)aav.

«Mientras estas cosas sucedían en Roma, por este mismo tiempo volvieron a levantarse en pié de guerra los cántabros y astures, éstos por la violencia y crueldad de Carisio y los cántabros por­que se enteraron que aquéllos se habían levantado y porque des­preciaban a su gobernador Cayo Furnio, por haber ocupado recien-

(4) C f. A. C o r z o : “In finibus Emeritensium”, Augusta Emérita, Madrid, 1976, pp. 217 y s s .; L. G a r c ía I g l e s ia s : “Notas sobre el panorama económico colonial de Augusta Emérita”, RUM XX, 1971, pp. 97 y ss., y R. W i e g e l s : “Zum Territorium der augusteischen Emérita”, MM XVII, 1976, pp. 258 y ss.

(5) G r o a g : “Carisius nr. 1”, RE III, 2 col. 1592. En estas monedas apare­cen las enseñas de las legiones IV, VI y X.

852 NARCISO SANTOS YANGUAá

temente su puesto y creer que era inexperto en estos asuntos. Sin embargo, no se m ostró como tal en sus hechos, pues, tras vencerlos a ambos (ya que también acudió en socorro de Carisio), los redujo a esclavitud. No fueron apresados muchos de los cán­tabros, puesto que, desesperando de su libertad, no estim aban en nada su vida y algunos de ellos, tras incendiar sus propias forti­ficaciones, se degollaron, otros prefirieron perecer entre las llamas y otros, de común acuerdo, se envenenaron, de form a que pereció la parte mayor y más salvaje de entre ellos. Los astures, por su parte, tan pronto como fueron rechazados de un lugar fortificado que estaban asediando y, posteriorm ente, fueron vencidos en un combate, no continuaron ya la sublevación y se sometieron rápi­damente».

En el año 22 se reanudaron las hostilidades a causa del mal trato dado por Carisio a los astures. De acuerdo con este texto observamos la división del territorio de la guerra en dos circuns­cripciones, cada una de las cuales contaría con un ejército propio: el de P. Carisio, que abarcaba la zona de Gallaecia y Asturias, y el de C. Furnio, con supervisión sobre la región oriental (Canta­bria) (6). Las consecuencias del enfrentam iento bélico serán favo­rables a los romanos, puesto que no sólo lograron vencer en el com bate a los cántabros y astures, sino que tam bién muchos de ellos perecerán, m ientras que los restantes serían reducidos a es­clavitud.

4.—Floro II, 33, 54-58:

Astures per id tempus ingenti agmine a m ontibus niveis descen- derant. Nec temere sumptus barbaris videbatur hic Ím petus; sed positis casttis apud Asturam flumen trifariam diviso agmine tria sim ul Rom anorum adgredi parant castra. Fuissetque anceps et cruentum ut utinam m utua clade certamen cum tam fortibus, tam subito, tam cum consilio venientibus, nisi Brigaecini prodidissent a quibus praemonitus Carisius cum exercitu advenit. Pro victoria fu it oppressisse consilia, sic quoque non incruento certamine. Re­liquias fusi exercitus validissima civitas Lancia excepit, ubi cum lo- cis adeo certatum est ut, cum in captam urbem fosees poscerentur,

(6 ) J. M . R o l d a n : “Fuentes antiguas sobre los astures”, Zephyrus XXI- XXII, 1970-1971, p. 221.

Pu b l io c a r is ìo y l a s g u e r r a s a s t u r -c a n t a b r a s 853

aegre dux impetraverit veniam, ut victoriae Romanae stans potius esset quam incensa m onumentum .

«Durante esta misma época los astures, formando una enorme columna, habían bajado de sus nevadas montañas; su ataque no se lanzó a la ligera, al menos para los bárbaros, sino que, después de haber establecido su campamento a orillas del río Astura y di­vidido sus fuerzas en tres grupos, se disponen a atacar a un mismo tiempo los tres campamentos romanos. La lucha contra enemigos tan valerosos, cuya llegada había sido tan rápida y bien concerta­da, habría sido dudosa y sangrienta, si los brigaecinos no les hubie­sen traicionado y hubieran avisado a Carisio; supuso para nosotros una victoria el haber cumplido sus proyectos, sin poder evitar, por tanto, una lucha sangrienta. El resto del ejército, en retirada, fue acogido en la ciudad de Lancia, muy fortificada, donde la dispo­sición de los lugares hizo la lucha tan encarnizada que, después de la tom a de la ciudad, los soldados reclamaban antorchas para quem arla y su general a duras penas pudo salvarla, asegurándoles que la ciudad acogería m ejor la victoria rom ana si estaba intacta que si era incendiada».

Este texto, al igual que el de Orosio que analizaremos a conti­nuación, narra exclusivamente la campaña que tuvo lugar en el transcurso de la estancia de Augusto en territorio hispano, sin re­ferirse para nada a la del año 22, que aparece reflejada en Dión Casio (7). Más concretam ente se tra ta de la fase de las guerras co­nocida como bellum Asturicum, es decir de la participación de los astures en estos enfrentam ientos bélicos que tuvieron lugar en torno al río Astura, que creemos debe de identificarse, en este caso, no con el Esla, como cree la mayoría de los historiadores actuales, sino con uno de sus afluentes, el Orbigo (8). Inm ediatam ente des­pués este mismo historiador latino se refiere a las consecuencias de la conquista del territorio astur, entre las que sobresalen el asen­tam iento de la población en el llano y la explotación intensiva de los recursos m ineros (9).

(7) LIV, 5, 1-3.(8) Ya fue visto asi con acierto por parte de A. BraNCatI: Augusto e la

guerra di Spagna, Urbino, 1966, p. 101.(9) Floro II, 33, 59-60.

854 NARCISO SANTOS YANGUAá

Astures vero positis castris apud Asturam flum en Romanos, nisi proditi praeventique essent, magnis constáis Vlribusque oppressis- sent. Tres legatos cum legionibus suis in tria castra divisos tribus aeque agminibus obruere repente moliti, suorum proditione detecti sunt. Hos postea Cafisius bello exceptos non parva etiam Romano- rum clade superávit. Pars eorum proelio elapsa Lanciam confugit. Cumque milites circumdatam urbem incendio adoriri pararent, dux Carisius et a suis cessationem impetravit incendii et a barbaris vo- luntatem deditionis exegit. Studiose enim nitebatur integram atque incolumem civitatem victoriae suae testem relinquere.

«Por su parte los astures, levantando su campamento jun to al río Astura, habrían abatido a los romanos con sus grandes proyectos y fuerzas si no hubieran sido traicionados y descubiertos; dispues­tos para lanzarse de improviso contra tres legados que estaban establecidos con sus legiones en tres campamentos distintos, divi­didos en tres ejércitos similares en efectivos, fueron descubiertos por la traición de los suyos. Con posterioridad, cogidos de im pro­viso, fueron derrotados por Carisio, aunque con pérdidas no pe­queñas para los romanos; una parte de ellos, que logró escapar de la batalla, se refugiaron en Lancia: rodeada la ciudad y dispuestos los soldados a entregarla a las llamas, el general Carisio solicitó a los suyos que desistieran del incendio y obligó a los bárbaros a entregarse por voluntad propia; la razón de ello hay que buscar­la en que intentaba, con todo su empeño, m antenerla íntegra e incó­lume como testigo de su victoria» (10).

Orosio da comienzo aquí, al igual que Floro en el texto reseñado más arriba, a la descripción de lo que podemos considerar como bellum Asturicum ; sin embargo, los astures habían tomado parte ya en la cam paña anterior, siendo vencidos. En cuanto al problem a de los tres campamentos romanos contra los que los astures se dividieron en tres cuerpos de ataque, piensa J. M. Roldán (11) que uno de ellos estaría emplazado en las proximidades de Santibañez de Vidríales, el segundo en Castrocalbón, donde se han descubierto

5.—Orosio VI, 21, 9-10:

(10) N. S a n t o s : Textos para la historia antigua de la Península Ibérica, Oviedo, 1980, pp. 185-186.

(11) “Fuentes antiguas sobre los astures”, op. cit., p. 266. Cf. id.: Iter ab Em érita Asturicam (El Camino de La Plata), Salamanca, 1971, capítulo “Las mansiones”.

PUBLIO CARISIO V LAS GUERRAS ÁSTUR-CANTABRAS 855

restos de varias construcciones campamentales (12), y el tercero, del que no se han encontrado vestigios arqueológicos hasta el mo­mento actual, posiblemente en la región de Brigaecium, a orillas por tanto del río Orbigo.

Los intentos de los astures de atacar por sorpresa a los rom a­nos se vieron trastocados por la traición de los habitantes de Bri­gaecium según Floro, aunque Orosio no hace mención en ninguna parte de su relato al centro urbano o población que cometió tan in­fam ante hecho. En cuanto al emplazamiento de la ciudad de Bri­gaecium, creemos que debe de ser situada, no en la actual pobla­ción de Benavente, pero sí en un lugar muy próximo, al N. O. de la misma. Resulta extraño que este núcleo de población astu r tra i­cionara a los elementos de su propia raza, lo que puede hallar una explicación a causa de su posición fronteriza con relación a los vacceos (13). En cualquier caso P. Carisio tuvo conocimiento de los planes de las poblaciones astures, debido a lo cual logrará in­fligirles una grave derrota, no sin antes haber experimentado bas­tantes bajas las tropas romanas.

Los astures que lograran salir indemnes del combate se refugia­rían en la ciudad de Lancia, situada a unos 3 Kms. de la actual población de Mansilla de las Muías (en Villasabariego), que, pese a sus esfuerzos, acabaría siendo conquistada. Con este hecho consi­deraría Augusto resuelto de manera definitiva el problem a de las guerras astur-cántabras, finalizando por tanto la causa de su pre­sencia en territo rio hispano, dado que para Floro y Orosio His- pania quedaría desde este momento totalm ente pacificada. Sin em­bargo, a través de Dión Casio sabemos que aún fueron necesarias un conjunto de cam pañas durante los años 24, 22 y 19 para lograr conseguir dicha paz, y esto de una manera precaria, puesto que los cántabros volverían a sublevarse en el año 16 a. n. e. (14), m ientras que tenemos constancia de una rebelión de los astures en tiempos del em perador Nerón (año 66 d. n. e.) (15).

(12) Cf. E. L o e w in s o h n : “Una calzada y dos campamentos romanos en el conventus A sturum ”, AEA XXXVIII, 1965, pp. 26 y ss.

(13) En este sentido Ptolomeo (II, 6, 49) señala entre los vacceos un nú­cleo denominado Bargiakís, probable variante de Brigaecium, en un terri­torio perteneciente con anterioridad a los vacceos y que sería absorbido poste­riormente por los astures.

(14) Dio Cas. LIV, 20, 3.(15) CIL XI, 395.

856 NARCISO SÁNTOS YANGÜAS

II . PUBLIO CARISIO Y LA HISTORIOGRAFIA ACTUAL.

Nos hallamos en la actualidad muy lejos ya de la afirm ación efectuada por R. Syme en el año 1934 en el sentido de que era sor­prendente, en dicha fecha, que la guerra realizada por Augusto en Hispania hubiera sido objeto de atención tan escasa por parte de los historiadores de los siglos XIX y XX (16), a pesar de lo cual permanecen aún oscuros ciertos pasajes de las guerras astur-cán- tabras, como por ejemplo la im portancia de la participación de P. Carisio en los enfrentamientos bélicos de dichas campañas, ob­jetivo que nos proponemos aclarar en las páginas siguientes.

Aunque la labor llevada a cabo por D. Magie (17) constituye una opinión muy razonada, puesto que se erige en el prim er inten­to de discusión serio acerca de las fuentes históricas referidas a las guerras cántabro-astures, no resulta muy aprovechable con res­pecto al problem a a que a continuación nos referiremos. Para él los astures atacarían nuevamente los tres campamentos romanos emplazados en las inmediaciones del río Astura (Esla), a cuyo fren­te se encontrarían respectivamente los legados Carisio, Furnio y Antistio, produciéndose a continuación la tom a de la ciudad de Lancia; podemos observar en ello una clara confusión en cuanto a la misión encomendada a P. Carisio, puesto que le identifica con uno de los tres legados imperiales a quienes pretenden atacar los astures.

El historiador inglés R. Syme ha expuesto sus teorías al respecto en dos trabajos distintos, separados entre sí por un buen número de años, lo que hace que sus puntos de vista sean tam bién algo di­ferentes en uno y otro. En el prim ero de los mismos (18) se inclina a fechar la intervención de Carisio y la tom a de Lancia al comienzo de la cam paña del 26 o en los momentos iniciales de la del año si­guiente, prefiriendo la prim era de dichas hipótesis, ya que, según él, el ejército de la Citerior comandado por Augusto necesitaba contar con la llanura libre para poder atacar la región del monte Medulio.

Por su parte, para el historiador alemán A. Schulten los astures, tras ser vencidos en Bergidum y el monte Vindio, se alzarían de nuevo en arm as contra los romanos en la zona de León, lo que parece haber tenido lugar en el transcurso del año 25, dado que

(16) “The Spanish War of Augustus (26-25 B. C.)”, AJPh LV, 1934, p. 293.(17) “Augustus War in Spain (26-25 B. C.)”, CPh XV, 1920, pp. 323-339.(18) “The Spanish W ar...”, op. cii., pp. 293-317.

PUBLIO CARISIO V LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 85?

Floro asegura que los astures habían descendido de sus nevadas montañas. Ai frente de esta nueva expedición m ilitar se hallaría P. Carisio, legado de Lusitania, quien con posterioridad se apodera­ría de la ciudad de Lancia durante ese mismo año (19). Para este au tor los tres cam pamentos romanos estarían emplazados en la zona de Brigaecium, lo que se halla cerca de la realidad, puesto que dichos centros m ilitares pudieron estar situados en torno a lo que más tarde sería la capital del conventus Asturum, Asturica Augusta (actual Astorga) (20).

Desconocemos, sin embargo, a qué cuerpos de tropas correspon­derían, aunque según dicho autor con seguridad no a las legiones IV, VI y X, dado que la prim era de ellas estuvo asentada en Can­tabria, donde aún la hallamos en tiempos de Tiberio, m ientras que las otras dos lo estarían en Galicia. Hay que pensar, más bien, en que en los tres recintos campamentales habría cohortes como la cohors IV Gallorum por ejemplo (21). No obstante, la legión X pa­rece haber estado asentada precisamente en el campamento de Ro- sinos de Vidríales desde el año 25 o poco después, según se des­prende del descubrim iento de una tégula con la m arca X corres­pondiente sin duda a dicho cuerpo legionario (22).

En cuanto a J. González Echegaray, en un principio se m ostró continuador de las teorías de Schulten (23), presentando un cono­cimiento minucioso de los principales escenarios de los enfrenta­mientos bélicos. Sin embargo, últimamente se ha m ostrado p arti­dario de la tesis de Syme, que ha puesto al día en un trabajo más reciente (24). A pesar de todo, no hace referencias muy expresas a la participación de Carisio en las guerras.

Por lo que respecta a A. Brancati, uno de los aspectos más des- tacables y que, sin duda, contribuye a com prender la presencia de P. Carisio en la guerra, así como el itinerario que siguió dicho per-

(19) Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, 1943, pp. 150-151.

(20) Op. cit., p. 178.(21) Op. cit., pp. 171 y 184.(22) R. M artin V a lls y G. D elibes: “El campamento de Rosinos de Vi-

driales”, Sobre los campamentos de Petavonium, Santiago de Compostela-Va­lladolid, 1975, pp. 3 y ss. ¿Es posible pensar que pudo tratarse de una vexi- llatio o destacamento de dicha legión?.

(23) “Nuevas investigaciones sobre la guerra cantábrica”, A ltam ira 1950, pp. 147-160, y “Posición política sobre la ciudad de Iuliobriga”, A ltam ira 1952, pp. 27-50. Cf. del mismo autor Los cántabros, Madrid, 1966, pp. 171 y ss., don­de recoge todas sus teorías expuestas en los artículos precedentes.

(24) Cantabria a través de su historia, Santander, 1977.

858 NARCISO SANTOS YANGUAS

sonaje, lo constituye su efirmación de que el río Astura debe de identificarse con el Orbigo y no con el Esla (25), lo que explicaría la existencia de los castros de la Sierra de Carpurias (Arrabalde y Villaferrueña en el Norte de Zamora y los siguientes ya en el Sur de León...) y la implicación de sus habitantes en los combates. En este sentido los astures, organizados en gran número a lo largo del valle del río Orbigo, habrían tratado de destruir mediante un im­provisado asalto los tres campamentos romanos emplazados en la región de Brigaecium con el fin de impedirles form ar un solo bloque y apoyarse entre sí (26). Añade, además, que las fuentes re­feridas a la victoriosa intervención del legado de Lusitania no pa­recen hacernos pensar que contra los astures hayan combatido otros legados (27). Finaliza diciendo que los tres cam pamentos de la zona de Brigaecium no habrían tenido la im portancia que parecen querer atribuirles ciertos historiadores actuales al afirm ar que los astures tra taron por todos los medios de adelantarse al ataque romano y asegurar a continuación que únicamente sirvieron para dar hospedaje al ejército de la Tarraconense (28).

J. H orrent (29) no alude para nada a la presencia y participa­ción de P. Carisio en los acontecimientos bélicos que tuvieron lu­gar durante dicho año, por lo que podemos afirm ar que este autor se m uestra partidario de que el personaje que estamos analizando tom aría parte en los enfrentamientos del año siguiente.

Lo más significativo del trabajo de W. Schm itthener referido a la cam paña de Augusto en Hispania y a su influencia sobre el nue­vo régimen político, el Principado (30), lo constituye el hecho de situar la cam paña y conquista romanas del monte Medulio, al igual que el ataque contra Carisio por parte de los astures, en el año 22, lo que parece ser en un principio una dislocación cronológica pa­tente con respecto a las opiniones de muchos autores actuales (31).

(25) Augusto e la guerra di Spagna, Urbino, 1963, p. 101 (antes publicado como artículo con el mismo título en StudUrb XXVI, 1952, pp. 87-151).

(26) Op. cit., p. 102.(27) Floro II, 33, 55 y Orosio VI, 21, 10.(28) Op. cit., p. 110.(29) “Nota sobre el desarrollo de la guerra cántabra del año 26 a. C.”,

Emerita XXI, 1953, pp. 279-290.(30) “Augustus spanischer Feldzug und der Kampf um den Prinzipat”,

Historia XI, 1962, pp. 29-85.(31) Op. cit., p . 55.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 859

Para P. Bosch Gimpera y P. Aguado Bleye (32), tras desarro­llarse un conjunto de operaciones previas a través de Pompaelo y Briviesca, tendría lugar el prim er acontecimiento m ilitar de gran envergadura contra la ciudad de Bergidum, emplazada en las cer­canías de la actual población de Cacabelos, en la región leonesa del Bierzo: esta cam paña habría estado dirigida por Carisio y ha­bría tenido su desarrollo durante el año 26. Posteriorm ente m ar­charía contra el monte Medulio, emplazado según ellos junto al Miño e identificándolo con el monte San Julián en las inmediacio­nes de Tuy; dicha campaña m ilitar se desarrolló a continuación, pero no aseguran quienes comandaban los cuerpos legionarios par­ticipantes. Por otro lado, las operaciones m ilitares del año siguien­te estarían dirigidas exclusivamente contra los astures, teniendo aue colocar el episodio de P. Carisio y la conquista de la ciudad de Lancia en dicho año (33). Con posterioridad, en el año 22 a. n. e., se levantarían de nuevo los astures contra la opresión que P. Carisio estaba ejerciendo sobre ellos (34).

Para L. H arm and (35) el legado de Augusto en la provincia Tarraconense, C. Antistio, a quien el em perador había transm itido la dirección de los combates, prosiguió la cam paña con energía: a él se debe indudablem ente la expedición contra el monte Vindio, apoyado por su colega de Lusitania, P. Carisio, ante quienes se in­clinarían los defensores del monte Medulio durante el año 26.

En el año 1970 R. Svme analiza de nuevo los problem as rela­cionados con las guerras astur-cántabras (36): para él los tres cam­pam entos rom anos de los que trataban de apoderarse los astures estarían emplazados en territorio vacceo, acudiendo Carisio a su encuentro como consecuencia de la llamada de los habitantes de Brigaecium desde la zona del Duero, conquistando a continuación Lancia v otros núcleos de población, y quedando de esta form a li­bre la llanura con el fin de facilitar el ataque contra la región transm ontana de los astures. En cuanto al momento de realización de este hecho, lo sitúa a principios del 26 o comienzos del año si-

(32) “Desde la muerte de Sertorio hasta el final de las guerras cántabras”, Historia de España dirigida por R. Menéndez Pidal, Madrid, 1962, II, pp. 269 y ss.

(33) Op. cit., p. 272.(34) Op. cit., p. 273.f35) L ’Occident romain. Gaule-Espagne^Bretagne-Afrique du Nord (31

a. C. "235 d. C.), Paris, 1963, p. 46.(36) “The Conquest of North-West Spain”, Le»io VII Gemina, León, 1970,

pp. 84-107.

860 NARCISO SANTOS YANGUAS

guíente; admitiendo la segunda de dichas hipótesis, P. Carisio ha­bría realizado previamente ciertas acciones de carácter m ilitar de limpieza en la llanura zamorano-leonesa con el fin de proteger el flanco occidental del ejército de la provincia Citerior; pero, si los hechos sucedieron al comienzo del año 26, la operación en cuanto tal habría cumplido con este mismo cometido.

Syme parece inclinarse por la sequnda de estas soluciones (año 26 a.n.e. como fecha), teniendo en cuenta que la fundación de Em é­rita Augusta (actual Mérida) con los veteranos del ejército de Ca­risio que habían tomado parte en dichas campañas se habrían producido al año siguiente. En consecuencia, adm ite que, con pos­terioridad a los enfrentamientos bélicos correspondientes al hel­ium cantahricum, que tendría su comienzo en la prim avera del año 26, tendría lugar la toma de la ciudad de Lancia por parte del pro­pio P. Carisio. A. Rodríguez Colmenero (37) no com parte la opinión del au tor inglés en el sentido de que los tres campamentos rom a­nos del Astura estarían situados en territorio vacceo, puesto que, de acuerdo con la documentación antigua, estos campamentos se­rán los que Augusto entregará posteriorm ente a los astures como su capital, es decir Asturica Augusta y sus alrededores, hipótesis que parece ser bastante aceptable.

Por su parte el historiador italiano G. Forni, en cuanto al desa­rrollo global de las operaciones bélicas, teniendo en cuenta las cir­cunstancias geográficas v étnicas similares existentes entre Can­tabria, Galia y Tracia, se inclina por una estrategia rom ana co­mún en los tres casos; en este sentido indica la presencia de tres cuerpos de ejército romanos en la zona durante los años 26-25 a.n.e., que contarían con cuarteles respectivamente en Segisama (donde estarían establecidas tres legiones: la IV Macedónica, la VI Victrix y la X Gémina), en la zona de León y en Lusitania (38). Se refiere igualmente al episodio aislado de P. Carisio en la región de León a comienzos del año 26 ó 25 (39): para dicho autor Floro y Orosio señalan la presencia de tres campamentos (o tres legiones rom anas según Orosio), instalados en las márgenes del río Astura (para él el Esla actual), a los que atacarían los astures divididos en tres columnas. Tras el aviso traicionero de los brigaecinos, P. Ca­risio acudió en su ayuda con su propio ejército, persiguiendo a los

(37) Augusto e Hispania, Deusto, 1979, pi 103:(38) “L’occupazione militare romana della Spagna nord-occidentale: ana­

logie e paralelli”, Legio VII Gemina, pp. 205 y ss. ' ' • ' ‘ '(39) Op. cit., p. 212.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 861

atacantes hasta sitiarlos y vencerlos en Lancia (40). Además, se re­fiere al cam pam ento de Rosinos de Vidríales, en el Norte de la pro­vincia de Zamora, identificándolo con la antigua Petavonium, co­mo probable sede del ala I I Flavia Hispanorum civium Rom ano­rum en época claudia (41), lo que resulta incierto, ya que en dicho emplazamiento existieron dos campamentos, de los cuales el más antiguo y extenso fué el correspondiente a la legión X Gémina, pudiéndose fechar su construcción en el transcurso del período de la guerra astur-cántabra, m ientras que el segundo, de dimensiones más reducidas y superpuesto al emplazamiento legionario, que muy posiblemente haya que fechar ya en el último cuarto del siglo I d.n.e. o después, correspondería a una unidad m ilitar inferior, con­cretam ente al cuerpo de tropas auxiliares constituido por el ala I I Flavia Hispanorum civium Romanorum. En este caso estamos de acuerdo con M. Vigil en el sentido de que dicha unidad tiene su período de form ación en época de Vespasiano o algún tiempo des­pués a causa de su calificativo de Flavia y por ser ciudadanos ro­manos sus componentes (42).

En cuanto a J. M. Roldán, se refiere a las guerras astur-cánta- bras en algunas de sus publicaciones únicamente de form a tangen­cial (43), m ostrándose partidario de la cronología ofrecida por Dión Casio y fechando en el año 25 la prim era fase de los aconte­cimientos. Es de destacar su afirmación de que el objetivo de Augusto se encaminó menos a enm arcar nuevos territorios en el Estado rom ano que a afianzar los ya anexionados con vistas a una sistematización de la política provincial (44). Aunque considera oscuras y poco dignas de crédito las noticias transm itidas por las fuentes greco-latinas (Floro, Orosio y Dión Casio) se inclina por la existencia de dos frentes de ataque, uno en la zona de Cantabria y otro en la región occidental de Asturia-Gallaecia, sobresaliendo su estudio porm enorizado de cada uno de los cuerpos legionarios que tom aron parte en los enfrentamientos bélicos (45).

(40) Op. cit., p. 213.(41) Op. cit., p. 220.(42) En tom o al año 75 d. n. e. concedió este emperador él ius Latii o

derecho latino a cuantos hispanos no contaban aún con este derecho o el romano : cf. M. Vigil : “Ala II Flavia Hispanorum civium Romanorum”, AEA XXXIV, 1961, p. 109.

(43) Cf., por ejemplo, “Fuentes antiguas Sobre los astures”, op. cit., pp. 199 y ss., y Hispania y el ejército romano, Salamanca, 1974, pp. 161 y iss.

(44)' Hispania y el ejército romano, p.' 175.(45) Op. cit., pp. 188 y ss.

862 NARCISO SANTOS YANGUAS

Por su parte F. J. Lomas parece inclinarse en gran medida por las teorías ya apuntadas por Syme: sitúa en el año 26 solamente los hechos bélicos relacionados con la penetración en Cantabria a través del valle del río Pisuerga, teniendo lugar entonces las cam­pañas desarrolladas por el ejército mandado por Augusto a través de Vellica, el monte Vindio y Aracillum (Aradillos) (46).

Con relación a la campaña del año 25, identificada como bellum asturicum, confía de manera absoluta en las teorías de Svme, ex­cepto en el detalle de que la zona del monte Medulio, en el Bierzo leonés, sería sitiada por tropas de Lusitania exclusivamente, sin participación del ejército de la provincia Citerior (47).

Para F. Diego Santos (48) cabría datar la intervención de P. Ca- risio en el escenario de las guerras astur-cántabras a comienzos del año 25: los astures descenderían desde sus m ontañas y, asen­tados sus campamentos en torno al río Esla, se lanzarían a conti­nuación a atacar a las legiones romanas de la llanura asentadas en tres campamentos próximos entre sí y ubicados probablem en­te en territo rio vacceo (49). El ataque d< /os astures se realizaría descendiendo desde las montañas de la cabecera del Esla, puesttf que no habían podido ser controlados en la campaña del año an­terior. La traición de los brigaecinos hace que P. Carisio acuda desde Ocellum Durii (Zamora?), teniendo lugar en estos momentos la derrota astu r y la toma de Lancia, fundándose a continuación la colonia de Emérita Augusta (actual Mérida) al final de dicho año con licenciados de las leeiones X Gemina y V Alaudae (50).

Por otro lado, R. F. Jones, en un trabajo de caracteres estricta­mente militares, alude a los asentamientos de las legiones sin vincu­larlos con momentos concretos de la historia de las guerras, como por ejemplo en el caso de la legión X Gemina, de la que existen testim onios de su presencia en los alrededores de Astorga y la zona más meridional, incluido Rosinos de Vidríales, aunque no concre-

(46) Asturia prerromana y altoimperial, Sevilla, 1975, pp. 103 y ss.(47) Op. cit., pp. 129 y ss.(48) “Die Integration Nord- und Nordwestspaniens als römische Provinz

in der Reichspolitik des Augustus”, ANRW II, 3 1975, pp. 533 y 536.(49) En su tesis doctoral Estudio epigráfico del conventus A sturum e

inscripciones romanas de la provincia de León (Oviedo, 1972) reafirma los datos de las plaças del Itinerario de barro, ya analizados en su Epigrafía ro­mana de Asturias, Oviedo, 1959, pp. 244-259 mediante puntualizaciones mi­litares y políticas derivadas de la documentación epigráfica.

(50) Estos mismos extremos aparecen reflejados en su última obra A stu­rias romana y visigoda, Salinas, 1977, pp. 6 y ss.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 863

ta su cronología (51). La misma indeterminación encontram os en las páginas siguientes con respecto a las unidades de tropas asen­tadas en el cam pamento de Rosinos de Vidríales y su respectiva datación, ai como en el de Castrocalbón (52). Sin embargo, es de destacar la confirmación de una vía m ilitar, que contaría con una serie de puestos regularm ente establecidos: Asínnca-Villalís-Cas- trocalbón-Rosinos de Vidríales (53).

Para A. Rodríguez Colmenero (54) serían las tropas correspon­dientes a la llam ada columna occidental, que habría sido encarga­da de vigilar a los astures, las que guarnecerían los tres cam pa­mentos que los astures tra taron de atacar de improviso en el año 25 y que estarían ubicados posiblemente en la margen izquierda del río Astura (Esla). Además, los astures que atacaron a los ro­manos habitarían las regiones montañosas emplazadas al Sur del Bierzo y la llanura circundante al Astura : en consecuencia, esta sublevación de los astures hallará su explicación desde el momen­to en que se acepte que las nevadas m ontañas de que nos hablan los autores antiguos eran las galaico-Ieonesas, próximas relativa­m ente a Brigaecium, lo que perm itiría frecuentes contactos entre los astures de la m ontaña y los que vivían en el llano, hecho que no resultaría admisible si situáram os a los astures de las m ontañas en la cordillera cantábrica, ya que entonces se hubieran visto obli­gados a bu rlar en cualquier caso la línea de penetración de las le­giones (55).

A su vez la intervención de Carisio se produciría desde la cer­cana Lusitania, posiblemente desde Bracara, al acudir con su ejér­cito después del aviso de los brigaecinos con el fin de desbaratar los planes de los astures, lo que hace, según este autor, m ediante el corte de su retirada hacia las montañas y rodeando por la espal­da los cam pam entos de los astures del Esla (aquí hemos de situar precisam ente la conquista de los castros de la sierra de Carpurias). Los astures serían derrotados en el llano y acorralados desde el Oeste por P. Carisio y el alertado ejército de los cam pamentos ro­manos instalados al Este del río Astura, no quedándoles o tra sali­da que m archar río arriba hasta refugiarse en la ciudad de Lancia, donde sufrirían una nueva derrota.

(51) “The Roman Military Occupation of North-West Spain”, JRS LXVI, 1976, p. 50.

(52) Op. cit., pp. 57-59.(53) Op. cit., p. 60.(54) Galicia m eridional romana, Deusto, 1977, p. 56.(55) Op. cit., p. 58.

864 NARCISO SANTOS YANGUAS

Por lo que respecta a A. Montenegro (56), sitúa en el año 26 la actuación en las guerras astur-cántabras de P. Carisio, quien con­taría con sus bases de operaciones en los campamentos de Asturica (Astorga) y Bracara (Braga), m ientras que ia tom a de la ciudad de Lancia por parte de un ejército comandado por dicho legado de Lusitania igualmente se produciría en el transcurso del año siguien­te (57).

Dos años después de su prim era visión acerca de las guerras astur-cántabras nos ofrece una nueva visión explicativa de estos hechos Rodríguez Colmenero (58): se m uestra aquí partidario de com primir, de acuerdo con la descripción de Dión Casio, los suce­sos que se atribuyen comúnmente a los años 26 y 25 solamente en el últim o de ellos, así como de retro traer hasta el año 22, y no al 25, el episodio relacionado con la conquista del monte Medulio por parte de los romanos. A pesar de tratarse de una hipótesis acepta­ble podemos preguntarnos: ¿todas las campañas hay que situar­las necesariamente en el año 25 o conviene situar en el 26 el ata­que de Augusto (bellum cantabricum) y en el 25 la actuación de P. Carisio?

Ultimamente J. Santos (59) asegura que hay que distinguir cla­ram ente dos ejércitos con motivo de los prim eros enfrentam ien­tos de las guerras astur-cántabras: el de la provincia Citerior o Ta­rraconense, que se hallaba acampado en Sasamón y que comanda­ba Augusto personalmente, y el dirigido por P. Carisio; este último, además de legado del emperador en Lusitania, tendría que cum­plir la orden de acercarse a territorio astur para cooperar con los efectivos m ilitares de la Tarraconense; es más, a Carisio se le asig­naría el sometimiento de la población astur, cuyo territorio había sido enm arcado en la provincia de Lusitania tras la prim era reor­ganización adm inistrativa de Augusto, al tiempo que el em perador se reservaba la dirección del ataque a la región de Cantabria.

Carisio sería, pues, el encargado de desencadenar la lucha so­bre la llanura ocupada por los astures cismontanos en el año 26a.n.e.; muchos de los centros de población pasarían a control ro­mano, m ientras que otros, como Lancia, serían abandonados por sus habitantes, que se refugiarían en las m ontañas, posibilitando

(56) “Augusto en Hispania”, Historia antigua de España. II: Hispania romana, Madrid, 1978, p. 259.

(57) Op. cit., p. 261.(58) Augusto e Hispania, Deusto, 1979, pp. 112 y ss.(59) “La conquista romana de Asturias”, Historia de Asturias en fascí­

culos, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1982.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 865

el establecimiento junto al río Astura (Esla) de las bases del ejér­cito encargado de atacar a los galaicos septentrionales y a los as- tures transm ontanos, iniciándose entonces la m archa del ejército asentado en los campamentos de Segisama hacia Cantabria. La co­lum na occidental, a cuyo frente figuraba C. Antistio, partiría de Sasamón en los últim os meses del año 26 con el fin de invernar en el triple cam pam ento a que se refieren Floro y Orosio junto al Esla. Sin embargo, los astures, acordes con los cántabros, se dis­ponían a dar la sorpresa en el transcurso del invierno mediante un plan bien estudiado, pero los habitantes de Brigaecium les tra i­cionan y avisan a Carisio, quien les ataca de improviso en sus pro­pios asentam ientos; ante esta situación se recluirán en Lancia, la cual, pese a sus fuertes murallas, será tom ada por el legado de Lu­sitania. Añade, además, que es posible que tom aran parte en estos hechos las legiones acantonadas en el Esla, es decir la columna occidental de la Tarraconense, a pesar de que no esté reflejado en la docum entación literaria.

Por otro lado, en el año 22 a.n.e. se recrudecerá la sublevación: los astures, a causa de la crueldad de Carisio, se lanzan nuevamen­te a la guerra arrastrando consigo a los cántabros; cada uno de estos grupos gentilicios se enfrentará por su parte a las tropas ro­manas, produciéndose simultáneamente un intento de sublevación entre los galaicos. C. Furnio derrotará enseguida a los cántabros, acudiendo en auxilio de P. Carisio, quien se hallaba en una situa­ción com prom etida frente a los astures. El episodio final de la guerra (operación conjunta de los ejércitos de ambas provincias al frente de Furnio y Carisio) lo constituiría la tom a y destrucción del monte Medulio, reducto que había servido de refugio a los as- tures y galaicos aún supervivientes.

Finalmente nosotros mismos, en un trabajo aún en curso de pu­blicación, hemos analizado la anexión del N.O. peninsular por par­te de los rom anos (60), en el que hemos centrado el estudio en las causas de las guerras y la incidencia producida por dichos enfren­tam ientos bélicos en la organización y estructuras de las poblacio­nes indígenas de la región, sin ocuparnos de un estudio porm eno­rizado de la sucesión cronológica de los acontecimientos y, en con- sesecuencia, sin aludir más que de pasada a los episodios de la gue­rra astur-cántabra en los que P. Carisio estuvo involucrado, como

(60) “La conquista romana del N. O. de la Península Ibérica”, Latomus XLI, 1982.

8 6 6 NARCISO SANTOS YANGUAS

por ejemplo al hecho de que en el monte Medulio convergerían las tropas de la Tarraconense al mando de Cayo Antistio y las de Lu­sitania, a cuyo frente se hallaba el propio Carisio (61).

III. NUEVA DOCUMENTACION ARQUEOLOGICA Y NUMISMATICA.

a) Fuentes arqueológicas.

El tesoro prerrom ano de Arrabalde (Norte de Zamora), en es­tos momentos en fase de restauración en las dependencias del Mu­seo Arqueológico Nacional, puede verter alguna luz sobre el pro­blema que venimos tratando. En el inventario general del mismo, en el que el peso de las piezas es aproximado, que realicé en com­pañía de los Doctores Moure y Martín-Valls, Profesores de la Uni­versidad de Valladolid, se distinguen las siguientes piezas:

10 torques de plata en espiral, formado por un hilo grueso y li­so de cordón fino, con extremos en forma de bellota y remates en argollas o bolas:

n.° 1.—350 grs.; diám. máx. 15,3 cms.; rem ate en argollas. n.° 2.—340 grs.; diám. máx. 14,8 cms.; rem ate en argollas. n.° 3.—315 grs.; diám. máx. 14,3 cms.; remate en argollas. n.° 4.—340 grs.; diám. máx. 14,5 cms.; rem ate en argollas. n.° 5.—300 grs.; diám. máx. 15,0 cms.; remate en argollas. n.° 6.—520 grs.; diám. máx. 16,0 cms.; rem ate en argollas. n.° 7.—360 grs.; diám. máx. 15,8 cms.; remate en bolas. n.° 8.—260 grs.; diám. máx. 14,2 cms.; rem ate en bolas (falta una

bellota).n.° 9.—250 grs.; diám. máx. 14,7 cms.; rem ate en bolas (falta una

bellota).n.° 10.—470 grs.; diám. máx. 16,8 cms.; faltan las dos bellotas, con­

servando arranque de una de ellas.2 torques de plata en espiral, con doble trazo grueso, lazo cen­

tral y extremos vueltos: n.° 11.—65 grs.; diám. máx. 12,0 cms. n.° 12.—82 grs; diám. máx. 13,3 cms.; triple lazo central.

1 torque de plata en espiral con doble trazo grueso y remates en anillas:

(61) Esto mismo es lo que aparece reflejado en nuestro libro El ejército y la romanización de los astures, Ed. Asturlibros, Oviedo, 1981, pp. 3 y ss.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 867

n.° 13.—48 grs.; diám. máx. 11,0 cms.1 torque trenzado doble, posiblemente de oro, con dos hilos

gruesos cada trenza, roto por los extremos:n.° 14.— 130 grs.; diám. máx. 12,8 cms.

2 torques lisos:n.° 15.—250 grs.; diám. máx. 14,0 cms.; el centro ensanchado y los

extremos en bolas; una marca en X en el sector interior-cen­tral; posiblemente de oro.

n.° 16.— 100 grs.; diám. máx. 13,0 cms.; extremos doblados (uno desaparecido).2 brazaletes lisos de plata, term inados en cabezas de serpientes:

n.° 17.—65 grs.; diám. máx. 6,5 cms. n.° 18.—75 grs.; diám. máx. 6,5 cms.

4 brazaletes de plata enrollados en espiral; las dos o tres ú lti­mas vueltas de cada extremo más anchas y decoradas, las centrales lisas y más estrechas:n.° 19.—90 grs.; 7 vueltas; remates en cabezas de serpiente. n.° 20.— 190 grs.; 9 vueltas; remates en botón aplicado. n.° 21.—260 grs.; 9 vueltas; remates en cabezas de serpiente con

botones aplicados. n.° 22.—325 grs.; 12 vueltas; remates en cabezas de serpiente (fal­

tan los botones); uno de los extremos a punto de romperse.2 vasos de plata:

n.° 23.—45 grs.; diám. boca: 7,4 cms.; altura: 6,5 cms.; vaso cóni­co carenado, de base rem atada en un botón; a la altura de la carena coronada por dos cordones.

n.° 24.—220 grs.; diám. boca: 12,2 cms.; altura: 12,5 cms.; vaso carenado, cuello cóncavo y borde esvastado, base con pie bajo y umbo central; dos cordones a la altura de la carena y otro en la parte in terior del borde; roto a la altura de la carena.4 pendientes de oro:

n.° 25.—35 grs.; longitud: 4 cms.; creciente rem atado en bellota enm arcada.

n.° 26.—22 grs.; longitud: 3,6 cms.; idéntico al anterior. n.° 27.—20 grs.; longitud: 3,5 cms.; idéntico a los anteriores pero

con bola en el extremo. n.° 28.—25 grs.; longitud: 3,3 cms.; creciente con rem ate en racimo.

4 anillos de oro: n.° 29.— 12 grs.; diámetro: 2 cms.; anchura del hilo: 0,6 cms.; lá­

mina moldeada con los extremos vueltos form ando una especie de placa que ocupa 1/3 del perím etro total de la pieza.

n.° 30.— 12 grs.; diám. 2 cms.; anchura del hilo: 0,6 cms.

86 8 NARCISO SANTOS YANGUAá

n.° 31.— 11 grs.; diám. 2 cms.; anchura del hilo: 0,6 cms.; idéntico a los anteriores.

n.° 32.—9 grs.; diám. 1,8 cms.; la placa se encuentra modelada en form a de flor, de 2,2 cms. de diámetro; falta la mayor por par­te del aro.4 aros de oro rem atados en prótomos de caballo de base tren­

zada:n.° 33.— 16 grs. n.° 34.— 17 grs. n.° 35.—20 grs. n.° 36.— 10 grs.

1 colgantes hueco de oro, con dos enganches en la parte supe­rior:n.° 37.—5 grs.; longitud: 2,1 cms.

4 fíbulas de oro: n.° 38.—270 grs.; diám. 5,5 x 6 cms.; fíbula con aro liso que presen­

ta un hilo de oro enrollado; en los extremos del eje mayor dos apliques circulares con líneas de puntos; puente liso, rodeado en las bases por sendas láminas con líneas de puntos; conser­va aguja y m ortaja; muy buen estado de conservación.

n.° 39.— 130 grs.; diám. 4,7 x 4,7 cms.; igual que la anterior aunque en tam año menor.

n.° 40.—55 grs.; longitud máx. 6,5 cms.; fíbula con extremos en form a de bellota, vueltos y unidos al puente; resorte bilateral con eje de bronce; lámina de oro hueca; conserva intactos el muelle de la aguja y la m ortaja; de oro, excepto el mencionado eje del resorte; muy buen estado de conservación.

n.° 41.—30 grs.; longitud máx. 3,5 cms.; fíbula de resorte bilateral; puente en placa rectangular decorada con motivo no determ i­nado y soldada; muy buen estado de conservación en la actua­lidad (62).

Posteriorm ente se realizó bajo mi dirección, a propuesta del Sr. Subdirector General de Arqueología, durante uno de los prim e­ros días del mes de septiembre una prospección a flor de tierra en el terreno removido al extraer la vasija que contenía el tesoro an-

(62) A pesar de que no me ha sido posible estudiar detenidamente cada una de las piezas y de que algunas de ellas, las más antiguas, a causa de sus características y decoración, pueden fecharse quizás en los siglos V y IV a. n. e., la ocultación de dicho tesoro prerromano tendría lugar, sin duda, en el trans­curso de las guerras astur-cántabras y más concretamente en el momento de la presencia e intervención de P. Carisio en la región.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 869

teriorm ente descrito, contando igualmente con la colaboración de las personas arriba mencionadas, encontrándose los siguientes ob­jetos, todos ellos de plata, que fueron entregados al mismo tiempo que las restantes piezas del tesoro:

1.—Pulsera lisa, de forma acorazonada, con cierres en form a de cabezas serpentiform es alargadas.

2.—Pulsera lisa (en dos fragmentos), más delgada que la ante­rior, cuyos cierres sobrepasan la forma circular.

3.—Pulsera acordonada (en tres piezas que se complementan); uno de sus extremos term ina en palmeta con incisiones.

4.—Dos fragm entos de o tra pulsera del mismo tipo que la an­terior, aunque sin conservarse ninguno de sus extremos.

5.—Una fíbula en buen estado, a la que falta la aguja, aunque conserva la m ortaja.

6.—Dos trozos que pueden pertenecer a alguno de los extremos de los torques incompletos ya analizados.

7 y 8.—Dos anillos incompletos con ensanchamiento en su parte central y una incisión redonda en dicho centro.

9.—Cuatro trozitos de algún brazalete similar a los hallados en el tesoro: 3 de ellos engarzan entre sí; el cuarto constituye el ex­trem o de un brazalete, siendo similar a alguno de los ejem plares ya descritos.

10.—Una plaquita, al parecer cortada, con un agujerito en su ex­trem o, desde donde se ensancha.

11.—Una bellota, que puede corresponder a alguno de los extre­mos de los torques incompletos hallados en el prim er momento.

12.—Una pieza incompleta y alargada que acaba en una media es­fera en uno de sus extremos.

13.—Una especie de pie, posiblemente de plata, recubierto con una lámina de oro; es similar a una de las partes de una figura del tesoro anteriorm ente descritas.

b) Fuentes numismáticas.

Contamos, además, con nueva documentación numism ática, que nos sirve para corroborar la presencia y participación de P. Cari- sio en este episodio de las guerras astur-cántabras: se han hallado, en el recinto del castro de Arrabalde, dos monedas correspondien­tes a alguna de las emisiones llevadas a cabo por el legado de Lu­sitania, lo que nos sirve al mismo tiempo para datar el momento

870 NARCISO SANTOS YANGUAS

exacto del enterram iento del tesoro que acabamos de describir (63).Hace una decena de años L. Villaronga publicó un trabajo acerca

de las emisiones monetarias de este tipo (64), en el que recogía las diferentes opiniones que se habían venido sucediendo sobre este problema, y cuya atribución abarca desde la ceca de Cartagonova hasta las de Sagunto o Cnossos (Creta) (65).

Entre las opiniones más destacadas podemos resaltar las si­guientes: Vives no estudia este tipo de monedas en su obra, aun­que sí en el prólogo de la misma, donde asegura que son de atribu­ción incierta (66). Por su parte, M. Gómez Moreno hace destacar el gran número de las mismas hallado en el recinto de los castros gallegos, lo que encontraría justificación si pensamos que serían em itidas allí mismo con ocasión de las guerras astur-cántabras (67). A su vez A. Beltrán afirm a que las armas que reflejan estos docu­mentos numismáticos hacen referencia a las guerras contra cán­tabros y astures correspondientes al Norte de la Península (68). En cuanto a F. Mateu y Llopis, se m uestra partidario de que su presencia masiva en los castros galaicos y otros lugares del Norte peninsular nos lleva a atribuir su acuñación al N. O. de Hispania, región carente por completo de emisiones imperiales, de m anera que su emisión obedecería al sostenimiento de las guerras astur- cántabras (69).

Por otro lado, M. Vázquez Seijas asegura que se conocen en Lugo más de 25 ejemplares de estas monedas con escudo (70). Además, O. Gil Farrés, en el catálogo de su obra, publica un as y un dupondio toscos de este tipo de monedas, asignándolos al N. O. hispánico y fechándolos en los años 27-25 a. n. e. (71). Igual-

(63) Ambas piezas pertenecen a una colección particular, cuyo propie­tario me ha permitido observar, pero no fotografiar para su publicación. Este mismo Sr. me ha asegurado que en Camarzana de Tera aparecieron también ciertas monedas de Carisio, que deben hallarse en manos de alguno de los habitantes de la comarca.

(64) "Emisión monetaria augustea con escudo atribuible a P. Carisio y a la zona del Norte de Hispania”, XI CAN, Zaragoza, 1970, pp. 591 y ss.

(65) Op. cit., p. 591.(66) La moneda hispánica, Madrid, 1926, p. CXVIII.(67) Miscelánea, Madrid, 1949, p. 185.(68) Curso de Numismática, Cartagena, 1950, p. 382.(69) “La ceca hispano-romana de Augusto con piezas de reverso anepí­

grafo”, Am purias XIII, 1951, pp. 222-223.(70) “Posibles emisiones de Augusto en Lugo”, Numisma LXX, 1964, pp.

37-40.(71) La moneda hispánica de la Edad Antigua, Madrid, 1966, p. 236.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 871

mente M. Grant distingue entre ases y dupondios de dichas emisio­nes, afirm ando que un grupo de los prim eros se pueden poner en relación con las acuñaciones de Caesaraugusta, aunque no poda­mos referirnos a que en las cecas de Caesaraugusta y Patricia se llevasen a cabo estas emisiones (72). Finalmente A. Beltrán Mar­tínez ha analizado los bronces de este tipo que llevan representado un escudo (caetra) en sus valores de sestercio, dupondio, as y se- mis, que serían acuñados entre los años 27 y 23 a. n. e. (73). La acuñación de estas monedas vendría provocada por las necesida­des económicas que acuciaban al ejército romano establecido en territorio hispano; las emisiones serían abundantes y la circula­ción de sus efectivos, correspondientes por su metrología a la épo­ca de Augusto, alcanzaría puntos bastante alejados de sus lugares de acuñación.

P. Carisio utiliza para la elaboración de sus monedas de plata provinciales el título IMP. CAESAR AUGUSTUS, emisión que pa­rece haberse realizado con motivo de la prim era fase de las gue­rras astur-cántabras (en torno a los años 26-25 a. n. e.), m ientras que los ases, en los que se emplea la leyenda CAESAR AUG. TRTB. POTEST., pudieron haberse emitido en el año 23, hallándose en conexión con el segundo levantamiento y enfrentam iento con los astures del año siguiente, que tendría quizás su final en el Medulio.

H asta ahora se adm itía como tópico general que dichas mo­nedas aparecían en gran cantidad en el N. O. hispánico, en espe­cial en los recintos castreños gallegos (74), aunque también en los astures como lo dem uestran los dos ejemplares hallados en el castro de Arrabalde (75). Estas monedas presentan las mismas ca­racterísticas va señaladas por A. Schulten para otras pertenecien­tes a estas emisiones cuando afirma: «En las monedas de Carisio se representan arm as concmistadas en la guerra cántabro-astur, pe­ro no se sabe cuáles de ellas eran propias de los astures y cuáles de los cántabros» (76). Más adelante asegura que en las emisiones

(72) From Im perium to Auctoritas, Cambridge, 1946, p. 121.(73) “Nuevas áportaciones al problema de los bronces de Augusto con

caetra y panoplia acuñados en el Noroeste de España”, Numisma XXVIII, 1978. pp. 157-167.

(74) L. V illa ro n g a : op. cit., p. 595.(75) Tengo noticias, por otra parte, de que los lugareños cuentan con otra

serie de monedas encontradas en el castro, aunque no he podido constatar si son o no similares a éstas o si se trata, más bien, de monedas ibéricas (celtibé­ricas en este caso).

(76) Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, 1943, p. 89.

872 NARCISO SANTOS YANGUAS

monetales realizadas por P. Carisio tras la victoria lograda sobre los astures aparecen representados trofeos correspondientes a di­cha guerra (77). Por lo general se refleja un conjunto de lanzas y rodelas, las dos armas principales utilizadas por astures y cánta­bros, apareciendo igualmente el traje de un guerrero indígena ar­mado a la ligera, es decir una túnica, posiblemente de cuero, un casco, una rodela y dos lanzas, m ientras que en otras monedas podemos detectar las siguientes series de armas: o bien una rodela con lanza ancha y falcata o bien un casco corintio de metal acom­pañado de un adorno en forma de media luna, así como de un puñal y hacha doble (78). Según esto parece ser que el arm am en­to citado en prim er lugar correspondería a los guerreros armados a la ligera, en tanto que el último reseñado sería el empleado por los guerreros pesados, a pesar de que en la Península Ibérica exis­tieran, junto a los caetrati qu edisponían al mismo tiempo de una rodela, los scutati armados con un escudo grande (79). En este sentido contamos igualmente con monedas de Agripa, que fueron acuñadas en Cartagonova v que representan los mismos trofeos que aparecen en las monedas de P. Carisio, por lo que no resulta difícil pensar que son una copia de éstas (80).

Las conclusiones a que llega L. Villaronga, tras el análisis de los anversos, reversos y contram arcas de estas monedas, que muy bien pueden aplicarse a los documentos numismáticos que ahora consi­deramos, serían las siguientes (81):

a) su emisión debe de ser posterior al año 27 y anterior al 23 a. n. e.;

b) la ausencia de topónimos en las mismas indica que no es emisión municipal y que la falta del nombre del legado (como apa­rece en el as de P. Carisio) significa que no es emisión provincial, por lo que muy posiblemente se trate de una emisión de carácter m ilitar, idea que aparece reforzada, además, por la tipología de dichas monedas;

(77) Cf. J. Babelon: Monnaies de la République Romaine, vol. I, p. 317.(78) A. S ch u lten : op. cit., pp. 165-166.(79) Cf. W. Schule: “Frühe Antennenwaffen in Sudwesteuropa”, Ger­

mania XXXVIII, 1960, pp. 1 y ss., y J. Cabre: “La caetra y el scutum en His- pania- durante la segunda Edad del Hierro”, BSEAAV 1939-1940, pp. 57 y ss.

(80) Vives: La moneda hispánica, vol. IV, p. 31.(81) Op. cit., pp. 597-598. Estas monedas fueron acuñadas, sin duda, con

posterioridad a la victoria de Agripa en las guerras astur-cántabras durante el año 19 a. n. e.

PUBLIO CARISIO Y LAS GUERRAS ASTUR-CANTABRAS 873

c) los hallazgos monetales indican en todos los casos una re­gión hacia el Norte y hacia el Ueste, donde no conocemos hasta la actualidad ninguna emisión municipal de tiempos de Augusto;

dj dado que la documentación histórica de la época se relieie a que P. Carisio estuvo al frente de la columna occidental en el transcurso de la cam paña contra cántabros y astures del 26-25 a. n. e., lo más probable parece pensar en que tales monedas serían em itidas por dicho personaje en alguna región del N. O. con el lín de solventar los gastos del ejército romano;

e) además de una emisión que contaba con sestercios, dupon- dios y ases, hubo o tra distinta integrada por ases toscos, acuñados en un lugar y en un momento en que ios romanos debieron de contar con escasez de recursos, posiblemente en plena zona de operaciones bélicas y, obra, por tanto, de un taller móvil.

IV. CONCLUSIONES.

De acuerdo con lo que hemos venido analizando en las páginas precedentes podemos descubrir claramente una concatenación evi­dente entre los siguientes hechos históricos:

—la participación de P. Carisio en las guerras astur-cántabras; —el mom ento de enterram iento del tesoro prerrom ano recien­

temente descubierto en el castro de Arrabalde;—la existencia de dos monedas pertenecientes a las emisiones de

este legado de Lusitania y halladas en dicho recinto castreño; y —la traición de los brigaecinos y la consiguiente victoria de los

romanos sobre el grueso de los astures.En cualquier caso estos cuatro elementos históricos se encuen­

tran en conexión entre sí de m anera que el aviso a los romanos por parte de los habitantes de Brigaecium y la traición que esto suponía para el conjunto de los astures (82) favorecería la presen­cia, por prim era vez, en el escenario de las guerras astur-cántabras del legado de Augusto P. Carisio, que debe de fecharse a comienzos del año 25 a. n. e. (invierno del 26-25). A consecuencia de ello los castros más meridionales de los astures (entre los que se hallaban los de Arrabalde y Villaferrueña) serían blanco del ataque romano, siendo derrotados sus habitantes y obligados a asentarse en zonas llanas; al mismo tiempo los supervivientes de estos combates se­rían forzados a trab a ja r la tierra en beneficio del Estado romano

(82) Floro II, 33, 54 y Orosio VI, 21, 9.

874 NARCISO SANTOS YANGUAS

(83). En este momento hay que fechar precisamente el enterram ien­to del tesoro prerrom ano de Arrabalde, al verse obligados sus po­seedores a abandonar su poblado (castro) y descender del entorno montañoso en que vivían hasta entonces hacia el campo.

En cuanto a la presencia de las dos monedas de P. Carisio ha­lladas en dicho recinto castreño, es posible pensar que, una vez abandonado por los indígenas que lo habitaban, el legado de Lusita- nia establecería en Arrabalde una guarnición rom ana con el fin de controlor el territorio adyacente m ientras se erigía el campamento de Rosinos de Vidríales y de ahí la presencia de monedas acuña­das de este tipo. Además, una vez conquistada la ciudad de Lancia pudo realizarse, con cierta seguridad ante posibles nuevos levan­tam ientos de los astures, el ataque al monte Medulio en el Bierzo leonés (quizás en el año 22 a. n. e.) a través de la región ya pacifi­cada del Sur de León y Norte de Zamora, en varios de cuyos castros o en sus alrededores pudieron existir destacamentos militares ro­manos.

Finalmente, cuando en el año 22 los astures, descontentos por el mal trato , violencia y crueldad de Carisio, vuelven a levantarse en arm as, no le será difícil a éste abordar dicha sublevación, una vez que consigue rechazarlos «de un lugar fortificado que estaban asediando» (Dión Casio LIV, 5, 3: posiblemente uno de los anti­guos castros indígenas que habría pasado a ser emplazamiento mi­litar romano), así como someterlos con bastante rapidez al tener bajo su control toda la región ocupada por los astures meridionales. En este contexto, si aceptamos la hipótesis del asedio y conquista de la región del monte Medulio en el transcurso de este año, no resulta difícil pensar en que las zonas del Sur leonés y del Norte zamorano constituyeron la base de lanzamiento para dicha cam­paña.

(83) Cf. sobre las consecuencias de la ocupación romana de esta zona N. S a n t o s : “La romanización de los astures m eridionales: un ejemplo caracterís­tico”, Homenaje a D. A lvaro Galmés de Fuentes (en prensa).

«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA ASTURIANA DE DON ARMANDO PALACIO VALDES

POR

RODRIGO GROSSI

I: Don Armando Palacio Valdés, por cuya obra pasan gran parte de las tierras de España, escribió un grupo de novelas en las que su tierra natal está dignamente representada.

No le faltaban vínculos a distintos lugares asturianos, ya que nacido en Entralgo, pasa muy joven a Avilés. Su m adre —doña Eduarda Rodríguez Valdés Alas— era «de Entralgo, en verdad, aun­que se consideraba de Avilés». Su padre era de Oviedo, donde es­tudió el Bachillerato; su prim era m ujer era de Gijón (1), la cono­ció en Candás (2)... Sólo destacamos algunos datos de su biogra­fía, sobradam ente conocida, que bastan para identificarlo con aque­lla Asturias que tan im portante papel juega en su obra.

Podríam os decir que cada uno de los lugares citados tienen su representación en las novelas del ciclo asturiano de nuestro autor, que clasificamos así:

(1) Datos biográficos tomados de “Armando Palacio Valdés: Su vida y su obra”. De la serie “Los grandes autores”. Angel Cruz Rueda. 2.a edición, 1949. Editorial “SAETA”.

(2) Luis Fernandez Castañon : “Aportación documental a la vida y a la obra de don Armando Palacio Valdés”. Memoria para la obtención del grado de doctor. Oviedo. Octubre de 1950. Inédita.

876 RODRIGO GROSSI

1.— La ciudad:Oviedo.—«Lancia»: «El Maestrante» (1893).Gijón.—«Sarrio»: «El cuarto poder (1888).Avilés.—«Nieva»: «Marta y María» (1883).

2.— La mina y la industria que nacen:«La aldea perdida» (1903)«Santa Rogelia» (1926).

Dice Roca Franquesa: «Podríamos considerarlas como dos par­tes de una misma tesis» (3).

3.—El mar:Candas.—«Rodillero»: «José» (1885).

Se ha debatido ya demasiado sobre la identificación de Rodille­ro. Creo que no puede ser más que Candás, aunque no es éste el lu­gar apropiado para entrar en nuevas disquisiciones acerca de cuál sea la villa retra tada en la novela.

4.—La pequeña villa:Luanco.—«Peñascosa»: «La fe» (1892) (4).

5.—La aldea:«El Señorito Octavio» (1881).«El idilio de un enfermo» (1884).«Sinfonía pastoral» (1931).

Ciudad, villa, aldea, mar, mina, industria... todos los elementos constitutivos de nuestra tierra tienen su representación en las no­velas de don Armando. La mina y la industria langreanas no son más que el inicio de las dos grandes obras señaladas. La mina es la presencia temida, el sombrío telón lejano de una de ellas («La aldea perdida»). Parece como si nuestro autor quisiera huir de aquellos ambientes impuros que contagiaban su Arcadia feliz.

(3) Roca Franquesa, José María.—BIDEA, año III. Oviedo. Dic. 1949. Núm. VIII: “Notas para el estudio de la obra de Armando Palacio Valdés”.

(4) Angel Cruz Rueda, op. cit., pág. 31, habla de “aquella niña de ojos negros a la que había conocido y con la que jugó en la playa de Luanco”.

EL CUARTO PODER 877

II: De entre todas estas obras de ambiente asturiano escoge­mos «El cuarto poder» como tema central de este artículo por ser la novela que tiene por motivación el nacimiento en Sarrio de un medio de comunicación social tan im portante hoy como es la prensa.

En Oviedo apareció «El Faro Asturiano» en 1856. Según la «En­ciclopedia Asturiana» fué uno de los mejores periódicos de su tiem­po en España y el prim ero que tuvo telégrafo directo con Madrid. Se convirtió en diario en 1860: El meeeíing para la creación de «El Faro de Sarrio» se sitúa en el 9 de junio de 1860. Palacio Valdés es muy aficionado a proporcionar algún dato para situar sus obras en el tiempo.

En Avilés nació la prensa con «El Eco de Avilés», en 1866, y en Gijón el prim er periódico fué «El Gijonés» (1853). En los años 60 aparecieron en Gijón «La Crónica de Gijón» (1863), «La Verdad» (1864), «El Norte de Asturias» (1866) y «La República Española» (1869).

(Para el presente estudio utilizamos la edición de «El cuarto po­der» realizada por «Ediciones Fax», Madrid 1946, tomo V III de las Obras Completas de don Armando Palacio Valdés).

«Sarrio» es el nom bre que Palacio Valdés da a Gijón a lo largo de su creación literaria, aunque en «El cuarto poder» aparecen al­gunos elementos que proceden de recuerdos de la infancia avilesi- na del autor, por ejemplo cuando nos habla de la confitería de «La Morana», en la que comía las «tabletas y crucetas» a las que quizá deba «la flor de optimismo que, al decir de ciertos críticos, resplan­dece en mis obras».

«Sarrio», aún identificable con Gijón, es un ente ficticio, crea­do por el au tor y en él puede muy bien colocar elementos traídos de otras realidades (5).

(5) Constantino Cabal, en la pág. 204 del BIDEA, año VII, Núm. XIX (“Es­ta vez era un hombre de Laviana”) dice que Peseux-Richard “la pone en Avi­lés”.—Revue Hispanique Núm. C11-366.

Roca Franquesa en su “La novela de Palacio Valdés: Clasificación y aná­lisis”. BIDEA, año VII, Oviedo, 1953, Núm. XIX, pág. 437, afirma que “En “El cuarto poder” ... “el novelista nos presenta de nuevo el Avilés de “Marta y María”, que ahora disfraza bajo el nombre de Sarrio".

Básicamente las rivalidades (que citamos) de Sarrio con Lancia (Oviedo) y Nieva (Avilés), que aparecen en la obra, nos inclinan a identificar, en con­junto, a Sarrio en Gijón, aunque con las salvedades dichas.

Para Cruz Rueda, op. cit. “El cuarto poder” es la novela de Gijón y Avilés”.

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III: «El cuarto poder» es la más extensa de las novelas de Pa­lacio Valdés. En ella existen dos planos que marchan casi siempre paralelos —como en tantas novelas suyas— y que sólo en ocasio­nes muy contadas se cruzan (6). Uno de los planos es el que se re­fiere al ambiente, el otro a la acción, en la cual son tantos los per­sonales que en algunas ocasiones el autor se ve obligado a refres­carnos la memoria cuando presenta a nuestra consideración un personaje secundario que apareció fugazmente muchas páginas atrás. En la pág. 157 dice:

«...la verdad nos obliga a declarar que la damisela del corredor no era la blonda Nieves, sino la blonda Valentina.

— ¿Cómo? ¿Aquella arisca costurera tan amiga de los señoritos y que además tenía un novio llamado Cosme?».

Y, todavía con mayor precisión al señalar, nos dice en la pág.213:

«...se llamaba Ramona, la misma a quien tal vez recuerde el lector...».

No es superfluo que el autor haga estas puntualizaciones ya que resulta imposible m antener en la memoria la m ultitud de peque­ños personajes que cruzan por la novela y que sirven para darnos la p in tura exacta de +odas las clases sociales de «Sarrio», una villa en la que no hay nobles, pero sí una alta burguesía, una clase me­dia poco numerosa, «artesanos», cigarreras, obreros de la pequeña industria y, sobre todo, marineros, criadas, peluqueros, empleados de la Administración, modistillas, planchadoras, costureras... un mundo propio de una villa que empieza a abrirse hacia el progre­so, pero donde todavía están bien patentes las clases sociales y donde los prejuicios se m uestran claros.

El progreso social de doña Paula y la serie de atuendos que corresponden a cada una de las gradas ascendentes de cigarrera a «señora» es una punzante sátira de aquella sociedad dividida en es­tam entos cerrados:

1.° período de ascenso: Dura un año y llega hasta «la mantilla de velo» para ir a misa de once (antes le correspondía ir a misa de alba).

2.° período: Dura tres años. Va desde «la m antilla de velo» hasta «los guantes».

(6) Clave para ver la presencia de estos dos planos es esta frase de la pág. 1451 “Volvamos ahora la vista a los asuntos más interesantes de la vida pública de Sarrio”. El autor es perfectamente consciente dé la doble estructu­ra de la novela.

EL CUARTO PODER 879

3.° período: Dura cuatro años y termina «con el vestido de seda».4.° período: El más largo de todos, «porque dura seis años, ter­

mina , ¡oh escándalo!, con el sombrero» (pág. 8).Cada uno de los pasos de tan lenta ascensión va acompañado

de los subidos com entarios de todas las «señoras», las de nacimien­to y las m ujeres del pueblo, que se estremecían de asom bro al ver a doña Paula en el paseo con su «sombrero capota».

Dice Palacio Valdés, con su humorismo típico que: «Ante aquel golpe de audacia que no tiene pareja sino con algunos héroes de la antigüedad, Aníbal, César, Gengis-Khan, la villa quedó m uda y aba­tida algunos meses» (pág. 8).

El amable espíritu crítico de don Armando, trasparente en to­da su obra, deja ver cuál era el contexto social de las villas españo­las al doblar la m itad del siglo XIX.

IV: En la novela comentada el humorismo llega a la cum­bre máxima de todas las alcanzadas por don Armando. Son magníficas —en este aspecto— las páginas dedicadas a la descrip­ción del teatro «no limpio, no claro, no cómico» con que se inicia la novela; la p in tura de la orquesta «dignamente dirigida por el señor Anselmo, ebanista de la villa» y en la que figuran el señor Matías (sacristán), el señor Manolo (barbero), don Juan el Salado (escribiente del Ayuntamiento), Mechacán (zapatero), el señor Ro­mualdo (enterrador), Benito el Rato...; la escena del desmesurado am or del im presor Folgueras a los viejos y olvidados trastos de su im prenta, a los que, al aparecer un comprador, quiso tanto «que poco faltó para que los besara y abrazara tiernamente»; el relato de lo ocurrido en el intento de duelo entre don Rudesindo y don Pedro M iranda, que se ven forzados a batirse, bien en contra de su voluntad de tim oratos, y que acaba —por fortuna— con un abra­zo entre los frustrados contricantes, abrazo dado «con tal furia, que por poco se descoyuntan todos los huesos de la cavidad to rá­cica». Muchos más ejemplos podrían ponerse, pero creemos que basta con los citados.

La gracia del autor va poniendo rasgos de crítica al am biente y al re tra to de una sociedad en la que triunfa la hipocresía y la vene­ración de las apariencias por parte de las gentes de «Sarrio», una pequeña villa que en ciertos aspectos es subsidiaria de la capital, «Lancia», en la cual la nobleza y el comercio son mucho más im­portantes que en la villa m arinera, ya que para preparar el a juar

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de Cecilia hay que ir a com prar tela a la capital de la provincia; la im prenta en que se va a tirar El Faro de Sarrio se va a buscar a «Lancia»; al concedérsele a don Rosendo la Gran Cruz de Isabel la Católica «como en Sarrio nadie poseía una gran cruz, se vió pre­cisado a ir a Lancia para que un caballero de la Orden llevase a cabo la ceremonia de ceñirle la banda» (pág. 252).

Esta dependencia de Sarrio a Lancia produce, como era lógico y esperable, ciertas suspicacias y rivalidades, así p. ej. la que nos deja entrever cuando nos habla de la polémica que —por la cons­trucción de un carretera— «El Faro de Sarrio» venía sosteniendo con «El Porvenir» de Lancia. El continuo y persistente choque Oviedo-Gijón no podía dejar de tener algún reflejo en la obra.

Más que rivalidad con «Lancia» (Oviedo) hay rivalidad con «Nie­va» (Avilés), cuyos habitantes eran poco apreciados por los sarrien- ses, que les aplicaban el despectivo nombre de «mazaricos», mien­tras los sarrienses eran llamados en «Nieva» pinzones, «a causa, quizá, del gran número de pájaros de este nombre» que en cada una de las dos villas m arineras había.

Hemos de señalar que la voz «mazaricos» es la única form a ba­ble que encontramos en toda esta obra, ya que incluso los motes aparecen castellanizados, p. ej. Don Juan «El Salado», Benito «El Rato». Quizá don Armando huyera de los localismos para mayor universalidad de su obra, para que al ser situada en marco atópico sirviera para todos los lugares.

V: El lenguaje empleado por el autor es siempre vivo, direc­to, sencillo, dotado de extraordinaria plasticidad y de una gran cla­ridad expresiva, pero no podemos menos que hacer no tar el vicio de «laísmo» que aparece con demasiada frecuencia, p. ej.:

—Vamos, hija, ve a pedir la perdón... (pág. 78).—Anda, que la sufra ese mastuerzo, que para eso la saca los cuar­

tos! (pág. 87).—Bueno, te prometo no hablar/a más... (pág. 159).Pueden ser las ultracorecciones del asturiano que intenta bo­

rra r el bable vernáculo que oía hablar desde niño y que en ocasiones —muy pocas— aparece reflejado en algunas de sus obras. Aquí, como en tantas otras cuestiones, se diferencia de su amigo «Clarín», que sabe salpicar sus cuentos, y artículos de todo tipo, con formas asturianas perfectamente colocadas en boca de sus personajes. No podemos olvidar que don Leopoldo pasó casi

EL CUARTO PODER 881

toda su vida en Oviedo, algo que no ocurrió con Palacio Valdés, que si volvió muchas veces a Asturias lo hizo sólo de form a pasa­jera. Creo que en esta situación de uno y otro escritor hay que encontrar la distinta im portancia que ambos amigos conceden a la lengua regional.

VI: En aquella sociedad trem endam ente dividida que encon­tram os en «Sarrio» aparece, incrustada en la alta burguesía, una clase o grupo social a la que Palacio Valdés m uestra muy poca sim­patía, no sólo en esta novela, sino también en alguna otra, como en el caso de «El idilio de un enfermo», por ejemplo. Nos estamos refiriendo a «los indianos», los paisanos astures que han vuelto de América con algún dinero. Nuestro autor sabe las angustias que estos pobres em igrantes han de pasar desde el prim er momento, y así nos lo dem uestsa en breve apunte al hablarnos de cómo «allá se iban de cabeza los pobres chicos en la «Bella Paula», en la «Vi­lla de Sarrio» o en otro barcucho de vela cualquiera, a perecer del vómito negro o del ham bre, más negra aún...» (pág. 52).

Conoce Palacio Valdés sus angustias, sabe cuáles fueron sus humildes orígenes, pero no parece disculparlos, se ceba en ellos una y muchas veces, y los ridiculiza, presentándolos como petulan­tes y avaros, hom bres cuya dicha «se cifraba única y exclusivamen­te en no traba jar...» , paseándose en pandillas que rem em oran los tiempos pasados. Llegan a llamarlos «asnos cargados de plata» (pág. 208). Son personas sensuales, que no están dispuestas a ha­cer un solo donativo para contribuir a la m ejora de «Sarrio».

Es grotesca y cruel la p in tura que de los indianos nos hace Pa­lacio Valdés en «El cuarto poder», sin llegar, no obstante, a los tin­tes negros con que nos describe a otro indiano, el don Jaime de «El idilio de un enfermo».

El único indiano que se salva de la dura crítica de don Arman­do tal vez sea el Antón Quirós de «Sinfonía pastoral», la últim a novela de nuestro autor que, ya viejo, conoció m ejor la personali­dad de tantos indianos que supieron contribuir con sobrada fre­cuencia a la m ejora de los pueblos y las villas de Asturias.

También aquí el vivir alejado del Principado —aún con visitas tem porales— pudo haber influido en él para no conocer de ver­dad la com pleja figura del emigrante, que merece un trato menos cruel, infinitam ente más cariñoso, que el que Palacio Valdés le da, con escenas caricaturescas, en las que sólo aparecen, aum entados,

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los defectos explicables en hombres que se han hecho a sí mismos y se han enriquecido sufriendo mucho y trabajando más.

Las críticas de Palacio Valdés no van sólo a los indianos, sino que se dirigen también a otros estamentos sociales, como los aco­modados burgueses, el clero inculto, los políticos y, en preferente lugar, a la alta nobleza —no a los pequeños hidalgos, a los que sue­le tra ta r con cariño— y a la sociedad madrileña »símbolo siempre de la ciudad y la corrupción, en lucha continua con el campo y la vida pura. Aquí la dicotomía

sociedad= corrupción / aldea= pureza se personifica y concreta en los dos personajes masculinos que ocu­pan el centro de la ación:

el duque de Tornos/Gonzalo.El duque es un personaje repulsivo, sobre todo desde el punto

de vista moral. Va derram ando poco a poco su veneno en el alma de Ventura, sensual, egoísta y alocada, soñadora de glorias y triun­fos dentro de ambientes sociales más refinados: «El magnate, de alma corrom pida y cuerpo gastado ,y la bella provinciana, ansiosa de volar a esferas más altas, habían nacido, sin duda, para com­prenderse». El autor siente un profundo desprecio por lo que este personaje representa y al llevarlo al duelo lo tra ta no como a un caballero, sino a palos, como al peor de los villanos.

Gonzalo es grande de cuerpo, de alma pura y sencilla. Se deba­te entre las dos herm anas (como Ricardo en «Marta y María») y se deja llevar por la que es toda sensualidad y acción. De nuevo el hom bre es juguete en manos de la m ujer y aquí el resultado del juego es terible, no existe la solución feliz de «Marta y María». Si en esta obra la m ujer que abandona al protagonista lo hace por am or a Dios, en la novela de Sarrio el motivo del abandono es el deseo de brillar en sociedad.

Las dos m ujeres se retiran a un convento, pero la prim era lo hace por propia voluntad y para quedarse allí gozando de sus amo­res místicos, la segunda (Ventura) va al convento a la fuerza y pa­ra escaparse en cuanto pueda, atada a su destino y a su ambición, pasando por encima de su marido, de sus hijas y de su deber. Y triunfa, vence el adulterio, algo muy distinto a lo que ocurre en otras novelas palacianas de ambiente asturiano, en las que se le condena: «El Maestrante», «El Señorito Octavio», «Santa Rogelia», cuya protagonista expira su culpa en un duro y aceptado Purgato­rio, forjado por ella misma.

Podemos afirm ar que los dos extremos en la tem ática del adul­terio dentro de las novelas del ciclo asturiano de nuestro au tor es­

EL CUARTO PODER 883

tán en «El cuarto poder» y «Santa Rogelia». La prim era es la del adulterio con todo tipo de agravantes, sin existir siquiera el pretexto del am or o de la pasión sensual, movida la m ujer sólo por am bi­ción. ¿Y el hom bre? No lo sabemos, no sabemos lo que el duque de Tornos siente hacia Ventura. Queremos adivinar que es el des­quite frente a su esposa, frente a la sociedad entera que sabía su deshonra. Ni siquiera podemos suponer en él la pasión postrera del hom bre otoñal. El conocimiento de su abulia, de su decaden­cia, no nos puede perm itir considerarlo un hom bre fogoso... ya está de vuelta de todo. Su unión con Ventura es casi nada más que la recogida de un fru to que se ofrece y el escarnio de unos princi­pios en los que el duque no cree.

La unión adulterina de Rogelia y el doctor Vilches es el polo opuesto de la anterior: Se aman y por am or se unen. Aquí el adul­terio puede tener disculpa desde el punto de vista humano. Entre el horrible y bru tal Máximo y el bondadoso y galán doctor, entre los malos tratos y el cariño más delicado, Rogelia no puede optar, está abocada a unirse al médico, está casi disculpada... y sin em­bargo Rogelia ha de expiar su pecado, convencida de cuál es su deber.

Por el contrario triunfan los adúlteros sin atenuantes, los que hollan todos los deberes y Gonzalo, el hombre bueno, pero débil, busca en la m uerte la solución a su triste destino.

¿Por qué este cambio en el tratam iento del tema del adulterio?, ¿qué ha pasado desde 1888, fecha en que aparece «El cuarto poder» a 1926, cuando Palacio Valdés publica «Santa Rogelia»? En prim er lugar —valga la perogrullada— han pasado 38 años, que son mu­chos años en la vida de un hombre, que ya de edad bien avanzada ve la vida con ojos cansados y siente la necesidad de moralizar. Puede haber algo mucho más profundo: La crisis espiritual que su­frió Palacio Valdés y que m arca dos épocas en su obra, tal como señala Roca Franquesa (7), que sitúa la supuesta «conversión» en­tre la aparición de «Los maios de Cádiz» (1896) y «La alegría del capitán Ribo+» (1899). También don Luis F. Castañón en su «Me­m oria para la tesis doctoral», ya citada, reproduce una carta de Palacio Valdés a Leopoldo Alas, de fecha 12-no.-1899, en la que nuestro autor dice: «a no haberse operado en mí lo que antigua­mente se llam aba una conversión...». Más adelante (capítulo V III) don Luis trascribe otra carta, esta de 11 de abril de 1906, dirigida

(7) Roca Franquesa: BIDEA ; año III, Núm. VIII.—Constantino Cabal, op. cit., pág. 220, dice que “la crisis de Palacio Valdés ya comenzara el año 92”.

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a don Maximiliano Arboleya, en la que Palacio Valdés afirma: «Me dice que usted y otros hablan de mi conversión. Le digo que no es posible, porque yo jamás he dejado de ser cristiano teórico». Vie­ne a ser una forma eufemística de decir que había abandonado la religión.

La conversión, más el paso de los años, pueden producir enfo­ques muy diversos de un mismo tema, en este caso el adulterio.

VII: El suicidio de Gonzalo, forzado a él por este adulterio de la m ujer amada, está rodeado de tintes melodramáticos, dignos de un buen folletón. La escena final, a fuer de truculenta, roza esos límites en que se funden lo trágico y lo cómico, como en las obras de teatro de carácter efectista propias del rom anticism o más acu­sado, o del neo-romanticismo del Sr. Echegaray: Cecilia, la am an­te eterna, la olvidada por todos, la que sufre en silencio, la que se sacrifica y ama sin ser notada, corta un mechón de cabellos del muerto, lo guarda en su seno, «y bajando la cabeza, cubrió de be­sos aquel rostro inanimado. Los prim eros y los últimos que le daba.

La esposa, la única y verdadera esposa de aquel hombre, no pu­do, al fin, resistir tanto dolor, y rodó por el suelo sin conocimiento».

La simple lectura de estos párrafos que cierran la novela nos excusan de insistir en su carácter folletinesco.

No es el final el único episodio truculento y melodramático, hav algunos otros en la novela, pues a ellos era bastante aficionado don Armando. Señalamos como eiemnlos el que podríam os llam ar «Me­lodram a del barbero abandonado v el seductor señorito» (páginas 166-167), que muv bien nodría ser un antecedente de lo que ocu­rre en obras del tipo del «Juan José» de Dicenta, escrita algunos años más tarde.

No menos tragicómica es la escena (pág. 263) en que Cecilia, para consuelo del infeliz Gonzalo «sacrifica su honra» y finge ser la am ante del duque. Se nos dice que:

«Ventura cerró la puerta cuidadosamente y se dirigió a abrazar­la, m urm urando con voz trémula:

— ¡Oh, herm ana mía, gracias, gracias!Pero Cecilia la rechazó brutalm ente con un gesto de orgulloso

desprecio, exclamando:— ¡Lo he hecho por él, no por ti!».—Y se acaba el capítulo

XXII.

EL CUARTO PODER 885

Finales de este tipo truculento podemos señalarlos en otras novelas asturianas del autor de «La herm ana San Sulpicio». Los hallamos en «Marta y María», «La aldea perdida», «El idilio de un enfermo», «El señorito Octavio», «El Maestrante», «Santa Roge- lia» (8).

En «El Señorito Octavio» y «Santa Rogelia» hay otro motivo que encontram os igualmente en «El cuarto poder»: El suicidio co­mo remedio al conflicto, como solución por la vía rápida.

Octavio podemos decir que busca la muerte, Máximo se ahorca, Gonzalo se cuelga un ancla al cuello y abrazado a ella se arro ja al mar. Octavio en un lago, Gonzalo entre las olas m arinas, apagan en las aguas las penas de sus amores.

Palacio Valdés es am ante de estos finales bruscos, como si ha­biendo llevado sus personajes hasta el climax no encontrara más solución que m atar a alguno de ellos para hallar un desenlace ta jan­te, en el cual muchas veces, como en las novelas río, este final lo es sólo parcialm ente, final para alguno de los personajes, m ientras que para otros queda la incógnita de su destino.

V III: Entre los personajes de Palacio Valdés destacan siempre los tipos femeninos, que como en el caso de «El cuarto poder» de­ciden, sin que él se dé cuenta, el destino del hombre, del protago­nista masculino. Debemos señalar la prodigiosa capacidad de adap­tación de estas m ujeres palacianas al medio am biente en que de m anera inopinada se ven obligadas a vivir o al papel que el autor les destina bruscam ente: En «Sinfonía pastoral» Angelina, que vie­ne de la riqueza y la ciudad, se adapta al campo y a la vida dura; Rogelia pasa con toda facilidad de la aldea y la pobreza al mundo del lujo y de la cultura, y hace más aún: Sabe volver de nuevo a ser una pobre m ujer. Viaje en cuatro tiempos el suyo: 1.°: pobre­za. 2.°: cultura y riqueza. 3.°: pobreza. 4.°: riqueza de nuevo.

En «El cuarto poder» hay una doble adaptación de la pareja femenina central: Cecilia a su papel de solterona, casi m adre y her­m ana cariñosa del novio que la abandonó y al cual sigue amando

(8) Quizás el final más ridiculamente cursi sea el de “Marta y María, aquel que dice: “¿Qué le restaba al noble caballero?. Llorar también. Pues eso fue cabalmente lo que hizo, apretando a la hija de sus entrañas con un brazo y estrechando con la otra mano la del marqués de Peralta”... para llegar al final absoluto:

“ ¡ Tenía el corazón tan lleno de felicidad!. Los tres lloraban en silencio”.

886 RODRIGO GROSSI

sin esperanza; Ventura a la vida de la Corte, que le llega tan a las profundidades de su orgullo que ya no podrá abandonarla, falta del espíritu religioso que aparecerá en Rogelia.

Las m ujeres de Palacio Valdés superan, con mucho, el tem pera­mento de los hombres.

Junto a personajes principales hay —como ya dijimos— un en­jam bre de personajillos secundarios, entre los cuales destaca el padre de Cecilia y Ventura, el trabajador e inocente don Rosendo, el gran defensor de la cultura y del periodismo como medio para conseguir el progreso, el fundador de «El Faro de Sarrio», el p ri­mer periódico de la villa, con la cual pensaba m ejorarla en todos los aspectos, pero que no sirvió más que para engendrar odios y para dividir a los hombres, haciendo enemigos acérrimos a los que hasta entonces habían compartido las mismas inquietudes. Su fa­milia rota, sumida en la desgracia, viene a ser el símbolo de los efectos dañinos que es capaz de producir la mala prensa.

Palacio Valdés hace en «El cuarto poder» una crítica amarga —a pesar de los tonos alegres del humorismo— de la prensa gá­rru la y pedante, portavoz únicamente del odio, de la vanidad y del espíritu vacuo de sus representantes. Las miserias de los falsos periodistas, sus envidias, acabaron con los sanos propósitos y los efectos benéficos de «El Faro de Sarrio».

Esta sátira de la mala prensa es el motivo fundamental de nues­tra novela, como de manera bien clara indica el título. Junto a «El Faro de Sarrio» primero, al lado de su rival «El joven sarrien- se» después, se irán agrupando los distintos episodios.

Don Armando pretendió —y lo consiguió— darnos una lección de lo que no debe ser la prensa. En sus obras hay muchas laccio- nes m oralizadoras y si ni Ventura ni el Duque, ni siquiera Gonzalo, nos la dieron aquí, sí lo hizo el autor al describir tan bien la acción perturbadora de los dos periódicos sarrienses.

IX.: No queremos term inar sin hacer mención a la cualidad de ju rista que se deja ver bastantes veces en las novelas de Palacio Valdés, el hom bre que fue profesor de Derecho Civil en la Univer­sidad de Oviedo, un invierno, sustituyendo a Aramburu, y que «te­nía como ilusión suprema ingresar en el profesorado» (9).

(9) Cruz Rueda, op. cit., pág. 50.

EL CUARTO PODER 887

En «El cuarto poder» Palacio Valdés deja ver que no en vano se licenció en Derecho. Nos habla de interdictos entablados, de «sui iuris», de la Institu ía, de «alieni inris», de «bienes adheridos», del térm ino dilatorio no admitido, de la ciencia de Triboniano y Papi- niano, de las Pandectas... y por ser ju rista siente con más dolor las injusticias y condena y fustiga a los jueces venales, igual que hace en «Santa Rogelia», De nuevo aparece el hom bre m oralizador en Palacio Valdés, ahora con motivo doble: por honrado y por jurista.

X: M uestra de la im portancia y difusión que alcanzó «El cuar­to poder» es que fue llevada a la escena y se estrenó en Madrid el 16 de febrero de 1932. Leemos en «La Voz de Asturias» del día si­guiente:

«Estreno de una adaptación escénica de una novela de Palacio Valdés».

Madrid: En el teatro Beatriz se celebró anoche el estreno de la adaptación de la obra «El cuarto poder», de don Armando Palacio Valdés, hecha por el Barón de Mora y por el señor Salas Merlé.

La interpretación por parte de Camila Quiroga y Gil Castro es­tuvo adm irable.

La acción se desenvuelve en Asturias, en la época actual. Ha es­tado bastante floja la adaptación.

En honor del señor Palacio Valdés sonaron muchos aplausos, pidiendo saliera a escena.

Term inada la representación salió a escena el señor Salas Merlé diciendo que por estar delicada la salud del señor Palacio Valdés no salía de noche v no había acudido al estreno. También dijo que su colaborador, el Barón de Mora, también se hallaba indispuesto».

La com plejidad de «El cuarto poder» nos hace pensar que no es precisam ente la obra más adecuada para ser llevada al teatro.

De esta novela conocemos las siguientes traducciones: Al fran­cés por B. d 'E troyat (Le Temps); al inglés por miss Rachel Challice: Nueva York (B rentano’s) y Londres (Grant Richards); al holandés por P. J. H ora Adema: Amsterdam. S. W arendorf Jr.

En la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo existen dos ejem plares de la traducción inglesa («The fourth estáte») de 1901, uno de ellos con la siguiente dedicatoria autógrafa de la traductora:

888 RODRIGO GROSSÍ

Señor don A. Palacio Valdés W ith the translation Kind regards 2h. March 1902

Los dos ejemplares llevan un sello de «Legado Vda. de A. P. Val­dés».

Al mismo legado pertenecen los dos ejemplares de la traduc­ción holandesa («De Vierde Macht») que se guardan en dicha Bi­blioteca, los dos con dedicatoria autógrafa: «Homenaje y recuerdo affect.so (mo) del traductor a su amigo honorado Sr. D. A. Palacio Valdés.

P. J. Hora Adema».En una dedicatoria el recuerdo es afectuoso y en la o tra afec­

tuosísimo.La traducción holandesa lleva como prólogo una carta (tradu­

cida al holandés) de Palacio Valdés al Sr. Hora Adema (Laviana, 21 de agosto 89), seguida de una nota del traductor en que éste desea salud al lector: «En hiermede den lezer heil» y que está firm ada en Murillo de Gálligo (Aragón) Spanje. Febr. 1890.

(Trascribimos las notas autógrafas tal como figuran en los ori­ginales).

Este legado de la Vda. de Palacio Valdés —doña M anuelita Vela Gil, su segunda esposa— fue hecho el 12 de marzo de 1946 y consta de 508 volúmenes.

La tan citada Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo está presidida por una artística placa con la siguiente inscripción (colocada debajo del retrato en esmalte de nuestro autor):

«Por iniciativa de su Alcalde don Víctor Covián y Frera, el pue­blo de Oviedo se honra dedicando este modesto hom enaje al Ilustre novelista asturiano y Patriarca de la L iteratura Española, don Ar­mando Palacio Valdés, hijo adoptivo de esta ciudad.

Oviedo y enero de 1931».El au tor de «El cuarto poder» merece ése y otros muchos ho­

menajes de sus paisanos.

POR

LUCIANO CASTAÑON

SAPOS Y CULEBRAS EN EL FOLKLORE ASTURIANO

Dentro de la gama de las diversas facetas protagonizadoras del folklore en su versión costum brista respecto al pueblo, deben tener­se en cuenta a los animales, que en el ámbito rural mantienen su vigencia, aún con la distinción entre animales domésticos y no do­mésticos.

Para Asturias existen algunos trabajos realizados en esta tem á­tica: Constantino Cabal escribió de las gallinas, José Luis Pérez de Castro, del cuclillo, y yo, de la vaca; siempre en su función religa- dora con el folklore asturiano.

Ahora se tra ta de reunir referencias asturianas relativas al sapo y a la culebra como animales que, con su presencia en Asturias, han originado una serie de circunstancias vinculantes a las costum bres —creencias, refranes, supersticiones, léxico...—, y por tan to cone­xas al folklore.

Lo ideal sería hacer de esta colaboración una exposición amplia y com parativa en relación a otras localidades o zonas fuera de As­turias, pero, más modestamente, limitamos nuestro trabajo a un simple acopio de detalles por si pudieran ser aprovechados por otros especialistas para sus estudios de folklore comparado.

Lo que queda claro es que a pesar de tratarse de animales no apreciados, sí existen motivaciones que los integran en la vida del campesino asturiano.

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CULEBRA

Para curar la mordedura de la culebra se emplea la llam ada piedra de la culebra. Esta la hacen varias culebras juntas o apelo­tonadas, advirtiéndose cómo se va formando cierta espuma. Una vez hecha la piedra se la colocan encima de la cabeza a una cu­lebra macho, la cual huye. Es conveniente tener esa piedra en casa, para que cuando alguién sea mordido por una culebra ponérsela sobre la herida, a la que queda adherida con extrema fijeza; luego se va a una fuente y se deja caer el agua sobre la herida y la piedra; cuando ésta se desprende, es que ya se evitó el daño venenoso de la culebra; al caer la piedra en el agua, ésta tom a un color verdoso. (Me lo cuenta Manuel El Maleta, hace muchos años).

Se cree que la piedra de la culebra está dentro de la cabeza de dicho animal, aunque no todas poseen tal piedra. Se enredan siete culebras, y la que tiene la piedra, la suelta (Sobrefoz, Ponga). Cuando ven una culebra con la cabeza grande, creen que tiene la piedra.

Según Acevedo y Huelves: «conocemos un Ayuntamiento que conserva dos —piedras de la culebra—, en él vinculadas para ser­vicio de los vecinos, y consta que una de ellas fue adquirida en cien ducados de vellón para siempre jamás del m undo».

Algunas de las características que se le confieren a la llamada piedra de la culebra, son: negra, jaspeada, pulida, untuosa, oscura, azulada, porosa.

Hay quien supone que la piedra de la culebra está en los nidos de las águilas —por ellas buscadas o hechas— pues las utilizan pa­ra facilitar, con el calor, la empollación de sus huevos.

La cita Braulio Vigón, como piedra misteriosa que se cree que lleva en la cabeza el cuélebre, y a la cual se le atribuye la virtud de curar las picaduras venenosas de algunos reptiles.

Parece como si la cabeza fuera lo más im portante para las cu­lebras, pues cuando las matan, dicen ellas:

Aunque las tripas me saques, la cabeza no me maches, porque del jueves al martes crío yo tripes bastantes.

(X. LL. G.B Ar ia s . Quirós).

Un vecino de Pevidal (Salas), vaqueiro, me dice que para curar la m ordedura de la culebra hay que pasar un palo de avellano ver­

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de por la herida; después que se pase varias veces, hay que cortar ese trozo y continuar pasándolo hasta extraer todo el veneno. Para otros es preferible utilizar un palo de fresno.

«La m ordedura de culebra se considera muy dañina. Existe el siguiente conjuro, de Escrita (Cangas del Narcea):

Taba la culebrina calentándose al sol. Con la cola encima de la cabeza, la cabeza encima de la cola, jurando y votando que lo que ella mordiera que iba a morrer o reventar. Responde Cristo que no. Que ntientras aquellos nueve ramellinos florecieren y volvieren flo­recer, que no iba reventar ni morrer. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Antes de empezar se tom an nueve ramos de carbayu —roble— albar; luego se hace la cruz sobre la parte hinchada con cada ramo, m ientras se dice la oración».

Si la m ordedura fue a una vaca, entonces se dice el conjuro de la «cervantina», que term ina:

La culebra maldita,por debajo del tronco barronco,raíz del fresno infeliz,como se secó la estopa,se le seque la boca;como se secó la pajale seque la baba;como se secó el carbónle seque el corazón.

Los niños le hablan a la culebra:

Encántate, serpiente, ángeles siete, agua del mar, ceniza del llar.No marches de ahí,

............ hasta que busco pálu o piedra.

Y si la golpean con el palo, le dicen:

Sangre m álu ,....................quítate del mió palu, que mió palu está sangran de dar palos al ganan.

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Se cree que la culebra muere a los siete días de dar su m orde­dura. Cuando se mete en el agua deja el veneno fuera, y luego lo recoge. Si se lo quitan, se m ata contra una piedra.

Contra su m ordedura, dicen en Los Corros (Luarca):

Santarvás (San Gervasio) que te vuelva la lengua atrás.

Como amuleto suele utilizarse el cuerno del ciervo volante. La propia cabeza, cortada en vivo, de la culebra, la usan los vaqueiros como am uleto contra el mal de ojo.

Se estima útil la planta denominada verbena, porque:

El que coge la verbena la mañana de San Juan, no le picará culebra ni bicho que le haga mal.

Hay una llamada Flor de la culebra, es la planta cala, y debe el nombre a su tallo erecto, como si una culebra se irguiera.

Existe la creencia de que las culebras maman a las m ujeres lac­tantes, a las vacas y a las cabras, y lo hacen con tanta delicadeza, que aquellas no se enteran, (aunque al parecer eso no puede suce­der, a causa de la conformación orgánica de la boca de las cule­bras); las vacas las llaman para que mamen; en las m uieres m a­man m ientras están dormidas. Xosé Lluis García Arias dice que: Cuando nació'l fíu d’un de VAlcarbu viose enseguida arrodiada a un pegollu Vhorru una culiebra que viniere al tafu la llechi. Pa que nun mamen les vaques los homes d'esti pueblu entafarraben-ios el caldar con moñica.

En Carreño estiman que la camisa de la culebra —la piel muda­da que puede verse en lugares frecuentados por el reptil— propor­ciona buena suerte a aquella persona a la que se la hayan colocado subrepticiam ente: si emigra, conseguirá dinero; si participa en un juego, será premiado; si desea moza rica, la Conseguirá.

En Gijón recogemos que no se deben dejar caer pelos iunto a las fuentes, pues tales pelos se convertirán en culebras. También se dice que cuando una persona traga una culebra, lo más útil es poner cerca de esa persona un recipiente con leche, pues la culebra saldrá de la persona para beber la leche. ,

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Por muy corta que sea una vara de avellano, ella es suficiente para m atar a la culebra con solamente tocarle la cabeza, y si no al instante, queda ya afectada y m orirá lentamente. La vara de ave­llano es lo m ejor para curar la m ordedura de la culebra; se van sucediendo las colocaciones de varas de avellano sobre la herida, y la herida «va saliendo» lentamente. También se cura colocando sobre la herida un pollo joven, matado y partido en dos mitades; la carne del pollo recibe el veneno de la culebra, y queda negra.

En Sobrescobio dicen que cuando se juntan siete culebras, la caporal tiene la piedra de la culebra, que equivale a un diamante. Para espantar a las culebras, queman retales de tela, o ropa vieja. En Vega (Gijón), para que huyan, se queman trapos viejos.

La cabeza cortada en vivo, de una culebra, y m etida en una pequeña bolsa —o nómina—, se le cuelga al cuello de una vaca pa­ra evitar el aojam iento o la muerte de la res.

Las culebras hipnotizan y atraen a los pájaros, ello se evita pa­sando una vara de avellano por el espacio que existe entre los dos animales.

En cuanto al tem or de la culebra hacia el árbol fresno, dice Fei- joo (Teatro ... 2, discurso 2, núm. 45): «Fingida es tam bién la anti­patía de la culebra con el fresno; pues no huye más de las ramas de este árbol, que las de otro cualquiera. Puedo dar testigo fidedig­no, que con ocasión de hacer la experiencia, la vio abrigarse, y es­conderse en ellas, sin que recibiese el menor daño: ¡qué traza de m eterse antes por las llamas, que por las ram as del fresno, como cree el vulgo!».

La culebra y la nuez.

Se cuenta el siguiente sucedido a modo de adivinanza. (Cuentos asturianos recogidso de la tradición oral, Aurelio de Llano). Mien­tras un hom bre dorm ía bajo un nogal, una nuez vio desde arriba cómo una culebra iba a meterse en la boca del hombre. Entonces la nuez y la culebra tuvieron este diálogo prem onitorio:

— Larga y angosta ¿a dónde vas?— Pico redondo ¿no callarás?— No callaré.

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Yo caeré, al hombre daré, a tí matará y a mí comerá.

Y efectivamente, la nuez se dejó caer sobre el hombre, el cual despertó, entonces mató a la culebra y comió a la nuez.

Hay o tra versión casi idéntica (Constantino Cabal, Del folklore de Asturias. Cuentos, leyendas y tradiciones —236— ). Habla la nuez:

— Larga y angosta, ¿tú dónde estás?La culebra respondió:— Alta y redonda, tú no caerás.Replicó la nuez:— Yo sí caeré, al hombre le daré, a ti matará y a mí comerá.En la prim eravera las culebras sueltan la camisa, o sea, cambian

de piel; resulta fácil hallar sus pieles en los lugares que frecuentan.Existen refranes que citan a la culebra:— El que coge arestín la mañana de San Juan, no lo morderá

culebra ni cosa que le hará mal.— El que coge arestín la mañana de San Juan, no le pica la cule­

bra ni ningún otro animal.— Si la culebra sal al camín antes del mes de abril, la mayor ne­

vada está por venir. (Agüera, Miranda. 24, septiembre, 1961).— Cuanto canta a culobra antes d ’abril, el invierno ta por vir.

(Los Oseos).Me aseguran en Villaldín (Grado) que comiendo la m anteca he­

cha durante La Ascensión, no pican —muerden— las culebras.Existen las frases, Saber más que les culiebres; y Sacar la cu-

liebra del matu, como equivalente a realizar algo desagradable. Se dice que es imposible sacarlas de las rendijas en que se cobijan, aunque uno logre engarfiarlas.

También dicen de las culebras, que tragan sapos enteros. En Pigüeces creen que las cerdas de las caballerías, si caen en un re­guero, se convertirán en culebras. Y que la culebra es una bru ja transform ada.

Para quitar el dolor de muelas se untan las encías con la «gra­na» de una planta conocida como racimu de culebra, en Gijón, bo­les de culebra, —fruto rojo de unas plantas rastreras que suele ha­ber en las sebes.

Palabras bable relacionadas con la culebra o variantes de la mis­ma, son: Alangüezu, alagüezanu, esculibiertu, culiebra de cien pa-

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tes, esculenciu, escalagüertu, culuebra... Sitio en que abundan las cu­lebras: Culubreiro y culubrizo.

En la zona de «El Cuarto de los Valles», a una seta en form a de bola con un pie muy corto la llaman pan de culebra.

Existe la siguiente adivinanza, como propia de Villanueva de Oseos, y que tiene por solución, la culebra:

Señorita está en el campo vestida de paño pardo; ni es seda, ni es paño, y el que la vea, admirado queda.

Y estos versos:

Los ojos con que me miras no son los acostumbrados.¿qué culebra te ha mordido que tanto te ha lastimado?

En las aldeas del concejo de Gijón era frecuente el encuentro de culebras en el verano, así como ver sus camisas a la vera de sebes y en los prados. En Castiello había un hombre al que llam aban el culebreru, el cual cogía a las culebras con un papel de fum ar, y las apretaba en la cabeza para que sacaran el obleru —punta de la len­gua—. Hay quien las come, llamándolas el pescado del campo.

Alfonso Camín, en su asturianísim a obra Entre manzanos, don­de cuenta su infancia transcurrida a principios de siglo en una al­dea próxim a a Gijón, dice que cuando su madre tuvo un hijo se le retiró la leche, o daba muy poca. Entonces el esposo vigiló, y una noche, con una azada, mató a la culebra que solía m am ar la leche de la madre. Cuando el hermano de Camín despertaba y buscaba el pecho de la m adre durm iente, la culebra ponía su cola en la boca del niño para que chupara, m ientras que con su boca m am aba los pechos de la madre. Por esa razón, se decía que algunas mujeres subían a sus niños a los hórreos, lugar inaccesible para las culebras.

También cuenta Alfonso Camín cómo vio siete culebras m uertas cerca de La Coria, y un campesino le dijo que las habían m atado él y un hijo, valiéndose de varas de avellano. Posteriorm ente las vería tam bién Camín, haciendo rueda, con el culebrón —portador de la piedra de la culebra— en el medio, y aunque consiguió m a­tarlo, no halló en él la deseada y cotizada piedra.

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CUENTOS

En Cuentos asturianos recogidos de la tradición oral, por Aure­lio de Llano Roza de Ampudia, existen varias narraciones en las que participan las culebras.

—El león y Angelina: Se habla de una serpiente que está en una cueva del monte, y a la que debían darle una persona, diariamente, para alimentarse; para term inar con este castigo, a una m ujer que ha de m atar a la serpiente, le dan las siguientes instrucciones: «el odre lo pones cerca de la cueva con la boca abierta; la serpiente m eterá la cabeza dentro de él y se hartará de vino. Entonces le das un golpe en la cabeza con esta vara de avellano y caerá muerta». Se ve que aconseja la eficacia de la vara de avellano, precisamente, para m atar a la serpiente.

—La mano negra: Creencia para desencantarse, dicen: «En tal parte hay una serpiente con siete cabezas. Si la m atas y traes una bola que tiene en la cabeza mayor, nos desencantamos». Se reafir­ma la creencia de que en la cabeza de las culebras se form a una pie­dra o bola.

— La rana y la culebrina: Una m ujer que no tenía hijos, dijo un día: «Quisiera tener hijos aunque al nacer se convirtieran en ranas y culebras». Al año dio a luz una rana y una culebra. Tras diversos avatares, la culebrina es desencantada y se convierte en una linda jo ­ven.

— La niña y la culebrina: «Quisiera estar encinta aunque diera a luz una culebrina como ésta», dijo, afligida por su esterilidad, una esposa a su marido, cuando vieron una culebra. Y sucedió que efec­tivamente, dio a luz, conjuntamente, una niña y una culebra, a la que, apenas nacida, le pusieron un recipiente con leche caliente... Referencia ésta a que las culebras beben leche. Hay luego un argu­mento de desencantamiento.

—Periquín: En este cuento existe un maestro que se convierte en culebra.

—El maestro cantador: Un maestro encantado tam bién se trans­form a en culebra.

—El médico y la encantada: Una joven encantada se convierte en culebra, lo que le sirve para luego ser desencantada.

—La culebra y el pastor: Un pastor vio y recogió una culebra de cría, a la que le dio leche, alimentándola diariamente, por lo que se hizo grande, y de color blanco «como las culebras que se crían con leche». Cuando el pastor volvió, tras varios años de ausencia, por estar sirviendo al rey, llamó como tenía por costum bre a la

SAPOS V CULEBRAS EN EL FOLKLORE ASTURIANO 897

culebra; ésta acudió, pero se enroscó al cuello del hom bre y lo ahorcó.

Dice Aurelio de Llano que este cuento está extendido por toda Asturias.

En San M artín de Luiña (Cudillero), cuando hay sol con turbón, se espera que salgan las culebras. También las esposas m etían en el bolsillo del marido, sin que él se diera cuenta, la camisa de la culebra, ya que si luego jugaba a las cartas, tendría suerte.

Hay quien utiliza la camisa de la culebra, colocándola alrededor de la cabeza, para que cese el dolor de muelas.

En Serandinas (Boal) creen en la piedra de la culebra (10-X-81). En una casa de Gío (Illano) tienen una piedra de la culebra. La gente de los alrededores va a hacer uso de ella cuando los muerde la culebra. Dialogo con la dueña y su hija. La piedra ha sido here­dada; tiene unas medidas, aproximadamente, de 8 cm. de largo, por 3 de ancho y 0,50 de grueso. Está pulimentada. Es de color m a­rrón, con bordes —que corresponden a la m ateria del interior— negro. Me aseguran que cuando va allí una persona m ordida por la culebra, le colocan la piedra sobre la m ordedura, y la piedra se «pega» a la herida; cuando se desprende, es que el veneno ya salió, ya lo succionó la piedra. Como les expongo mis dudas de que la piedra se «pegue» —es decir, que quede adherida al lugar de la m ordedura—, la madre y la hija me miran sorprendidas, dando la sensación de que se ofenden por desconfiar de sus palabras. Aseve­ren muy serias que es cierto, y que si se desea, esperando a que la piedra absorba todo el veneno, puede volver a ponerse sobre la herida, hasta «que no pegue más».

La piedra que me m uestran, según el geólogo Javier González Prado, puede ser un trozo de hueso de una cornam enta, pero no quedan excluidas otras explicaciones, siempre que se parta del he­cho de que la estructura es ósea.

También aquí me m uestran las llamadas piedras de San Pedro, que sirven de am uleto para que no m uerda la culebra. Estas pie­dras abundan en el lugar; tienen una cruz, un dibujo romboide dentro del cual hay una mancha de forma cuadrada con las esqui­nas acentuadas. El mismo Javier González Prado me dice que se tra ­ta de la quiastolita, silicato variedad de la andalucita, de las que se distingue, en tr eotras cosas, precisamente el tener inclusiones or­denadas en form a de cruz en su interior; es muy corriente en ro­cas metam órficas y en Asturias abunda mucho rodeando al plutón granodiorítico de Boal, aunque también existe en zonas al oeste de Tineo.

m LUCIANO CASTAÑON

En estas piedras de San Pedro también creen en San Emiliano (Allande) (11 de octubre de 1981). Las mujeres las ponían en los ba­jos de las faldas como preservación de las m ordeduras de las cu­lebras.

En este pueblo me hablan de una planta que llaman de la cu­lebra, por su forma; parece que tiene pico, se pone derecha, enhies­ta, m ientras crece ; luego se dobla, y su parte superior se mete por el lugar de su nacimiento. Huele mal, «como las culebras»; se utili­za para curar m ordeduras. En octubre de 1981 me dice una anciana en Argatón, Soto de Luiña (Cudillero) que ella tiene una planta lla­m ada de la culebra —el nombre es por la form a—; tiene el bulbo; bro tará en la primavera; huele muy mal; se la dieron en el año 1921 en Villalegre, para adornar.

En el citado pueblo de San Emiliano (Allande) las cuatro mu­jeres y el hom bre con quienes hablo, me afirm an rotundam ente que las culebras maman a las vacas, y lo dicen dirm emente conven­cidos. Incluso que las vacas «llaman» a las culebras porque les gusta ser mamadas por ellas. Como corroboración aseguran que una culebra que sale de una cuadra, al m atarla, siempre expulsa leche.

Si al ver una culebra se dice: « ¡San Jorge! », la culebra se des­concierta.

Creía yo tener conocimiento exacto de la form a de la llamada piedra de la culebra, cuando en noviembre de 1981, Marino Busto me m uestra o tra piedra de la culebra completamente distinta de la que había visto. Procede de Antromero (Gozón), tiene color ocre oscuro, es redodeada, pulida, con una mancha rojiza y un pequeño agujero. Al moverla suena, como si fuese hueca y tuviera dentro algo suelto. Parece una semilla grande. La dueña, Generosa Posa­da, fallecida hace unos quince años, decía que su madre había con­tado, que sus tíos habían descubierto a siete culebras am ontonadas y moviéndose, las cuales estaban haciendo la piedra; cuando la form aron, las dispersaron y la recogieron. Fue empleada como an­tídoto en varias ocasiones, la últim a hace unos veinte años.

SAPO

Según Alfredo Noval (La fauna salvaje asturiana), los sapos abundan en Asturias a causa de las características climatológicas y del terreno de la región. Pasan el invierno recogidos. Dado el buen tiempo que puede haber en el mes de febrero, no rsulta raro oírlos

SAPOS Y CULEBRAS ÉN El FOLKLORE ASTURIANO

cantar ya en este mes. En Asturias hay cuatro clases de sapos. El sapo común; reproduce en abril y mayo. El sapo corredor; repro­duce en ab n l y mayo; «gracias a un gran saco bucal, el macho tie­ne el canto más fuerte de todos los sapos europeos»; canta en ta r­des y noches de verano. El sapo pintado; es silencioso. El sapo partero; es el más pequeño; produce un canto agradable.

Antonio Castillo de Lucas, refiriéndose al sapo en general, dice que se tiene por muy venenosa la saliva que escupe. El polvo de sa­po form aba parte de la mayoría de los medicamentos de uso vul­gar, entre ellos la triaca magna de Paracelso. En Galicia se cree que su contacto produce ampollas, y su soplo, heridas; aunque también se ha utilizado para curar heridas aplicándolo sobre ellas, recién abierto.

El Sábado de Gloria, normalmente m ujeres y niños, salían con un ram o de laurel mojado en agua bendita asperjando ésta sobre la tierra para quitar la maldición; al tiempo que sacuden el agua del ram o sobre el campo sembrado, dicen:

Salid sapos, salid ratos, salid toda comezón, que aquí está el agua bendita y el ramu de la pasión.

Fórm ula de la que se conocen variantes.

Existe la canción popular de:

Taba la rana sintada nu suco, vieno el sapoya diu-yi un chucho (beso).

Y en San M artín de Oseos, la siguiente rima:

Dicen os sapos us a outros:—Lucas, ¿cenache?—Non, ¿e tú?— Eu tampoco.

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O tra rima:

Pantorrilla de sapu cara de micu, quítate de mío presencia que me gomitu. (Camarmeña).

En Gijón, para el dolor de muelas se empleaba la hierba de sa­pu, criada en la orilla de las paredes; una vez machacada se ponía en el carrillo doloroso, pero... el dolor no cesaba.

Cuando hay tempestad, se espera que caigan sapos, pues se cree que el viento los izó, y luego los lleva por el aire hasta que los deja caer en otro sitio.

Según algunos campesinos, dentro del sapo se esconde el diablo.Cierta enfermedad, conocida como cuxigu, que consiste en una

erupción por el cuerpo, se denomina saltón si procede de la «salpi­cadura del veneno de los sapos».

También se considera venenoso su orín, e irritador de la piel. Ramón Pérez de Ayala term ina la novela La pata de la raposa, con unas palabras de la vieja campesina asturiana Anastasia, dirigidas al protagonista Alberto, maldiciéndolo: « ¡Que el mexo del sapo te emponzoñe la lengua, esa lengua de falsedad! ».

Este mismo autor, en la novela La triste Adriana, incluida en El ombligo del mundo, hace figurar a un personaje que llama Xua- nín, y apoda el Sapo, el cual, en determinado momento, comienza a recitar:

Canta el sapo por la noche. Por la noche canta el sapo, y al despuntar de la aurora le sale el alma volando, que la alondra mañanera es el corazón del sapo.

Asimismo hace citas del sapo, Clarín, en La Regenta.

En el Refranero Asturiano existen proverbios protagonizados por el sapo.

— Si cantal sapu antes d’abril, ta'l iviernu por venir. O tá'l ivier- nu sin salir.

— El sapu que canta antes d ’abtil, ya se volverá al cubil, ya que Onde can te l sapu antes d'abril, allí la nieve va cubrir. Y también, Si canten los sapos antes d'abril, siente moyada la cubil. Contradi­ce estos refranes anunciadores de mal tiempo, el recogido en Villa de Sub (Teverga) que dice: Sapu cantar, muyeres sallar, pues pro-

SAPOS Y CULEBRAS EN EL FOLKLORE ASTURIANO 901

mete tiempo ideal para la faena de sallar. Cantando el sapu nu mu- ru, tiem pu seguru.

Refiriéndose al bocio: El que non tien papú non ye guapu, y el que lu tien, como un sapu.

Diferenciando las épocas del canto entre sapos y pájaros, En abril canta’l sapu, y en mayu, paxarayu.

Existe el siguiente diálogo entre un pájaro y un sapo:—Sapu, sapu, de tierra non te ves jartu.— Cállate tú, mirolito, que estás en el alto nogal.— Gordo de culu, estrecho de cintura, en mi vida he visto más

ruin criatura.Como si el sem blante de una persona dependiera de lo que se

come, hay:

— ¿Qué comes, sapu?—Tierra.— Te lo dice la tellera.

En frases com parativas, existen: Dar un españiu como un sapu ; Ser más neciu que un sapu; y Ser más feu que un sapu.

Otras frases: Al sapo sapo, andar a gatas. Matá la sapera, y la za­pera, quitar el ham bre. Cuando se quiere censurar a una persona que pretende o hace algo de lo que no sabe o es incapaz, se le in­crepa o se le dice como burla, ¿Quién mete al sapu a reteyaor? Te­ner allá una sapada es conservar un rencor.

Existe la frase interjectiva, de semienfado y a la vez eufemística, Me cago en los sapos de cría... Y Andador será el sapu, pero el arte no i lo da, cuando la actitud de una persona no corresponde a sus supuestos méritos.

VOCABULARIO RELACIONADO CON EL SAPO

Tomado, principalm ente, de vocabularios de Lorenzo Rodrí­guez-Castellano, Braulio Vigón, Manuel Menéndez García, Celsa C. García Valdés.

—Asapinar: H oradar los topos en las tierras sembradas; como se cree aue lo hacen los topos, hay tendencia a eliminarlos. Andar y saltar los sapos. Andar a gatas los niños. Lanzar un sapo al aire.

—Culás: Sapo.—Cuxío: Infección de la piel que se cree originada por el orín

del sapo. (Cabal, El sacerdocio... 239).

I

902 LUCIANO CASTAÑON

—Fum ión: Hongo. Cuando está verde se llama pan de sapo.—Meixacán: Infección de las manos por tocar orines de sapo.—Pan de sapo: Seta en forma de bola, con pie muy corto.—Paxarón: Juego cuando se hilaba; había dos hombres, y uno,

simulaba que sem braba y decía: Pa sapos, pa ratos, pa toa come­zón; pa la paxarona non (...)

—Sapa: Cangrejo pintado. Pachygrapsus marmoratus. Sapo pe­queño.

—Sapa: Piedra incrustada en el centro de la punticiella del mo­lino, con un hueco que sirve de quicio al espigón del rodezno.

—Sapada: Caída estrepitosa. Pus, sangre... que se acumula con un calcón, o herida en la pezuña del ganado vacuno.

—Sapaguera: Salamandra, salamanquesa, sacabera. Rana. Ba­tracio menor que la lagartija y de color más oscuro, en las charcas. Yerba de la sapaguera, hierba medicinal.

—Sapálixa: «Cría del sapo que levanta la semilla de las tierras». (P. de Castro).

—Sapar: Lanzar al aire algo para que caiga con fuerza. Se sa- paba al sapo colocándolo en una especie de balancín, y golpeando un extremo de éste para que desde el otro el sapo saliera lanzado al aire y recibiera una gran caída.

—Sapazu: Caída violenta.—Sapía: Epoca de celo de los sapos.—Sapiar: Como asapinar, y sapar. Minar la tierra los sapos.—Sapiazo: Resbalón. Caída.—Sapiau: El que se sapia.—Sapiego: Cierta clase de roble que no pasa de arbusto. Re-

botcho.—Sapo: Pequeño cangrejo. Xantho incisus.—Sapo: Listón de madera clavado al mandil de la panera por

la parte baja interior. Listón corto y grueso, en el molino, fijo por un extremo en la puntióiella, y por el otro en el marrano. Piedra o pieza de hierro encajada en la punticiella del molino sobre la cual gira el quicial —güevo— del fuso o eje vertical del rodezno.

—Sapo de mar: Pescado de color oscuro y cabeza grande... ¿Rape? • '

—Sapos: Enferm edad en la boca de las vacas.—Sapotazu: Como sapazu: caída violenta.— SaPü: Sidra del sapu es la que se hace con la prim era manza­

na. coqida del suelo. Ser del sapu, fruta que, inm adura, cae del á r­bol. Persona poco ágil. Persona baja. Candil de s a p u —por su for­ma— utilizado en las minas asturianas.

SAPOS Y CULEBRAS EN EL FOLKLORE ASTURIANO 903

En la zona de «El Cuarto de los Valles», existe la fueya del sapo, y tam bién la paniega de sapo.

Hay una cosadiella o adivinanza que tiene por solución, el sapo:

Oyos marelos, pes patelos, cú rabón,paxarín, paxarón. (Villayón y Villanueva de Oseos).

El asturiano Alejandro Casona escribió en el Valle de Arán, don­de ejercía como maestro, entre los años de 1928 a 1930, un libro de poemas titulado La flauta del paso, de reminiscencias asturia­nas, y en él figura un sentido Poema del Sapo. Contiene otro con­junto de breves poemas de inspiración también asturiana; dice uno:

La luna pesca en el charco con sus anzuelos de plata ; el sapo canta en la yerba, la rana sueña en el agua.

Es popular en Asturias:

Dijo la rana: \qué linda canciónl Dijo el sapo: de luna y amor.Dijo la rana: de amor sin marido. Dijo el sapo: yo duermo contigo. Dijo la rana: ¡preñada me quedol Dijo el sapo: \de un gran caballero!

Y en Colinas de Arriba (Tineo) recogimos esta continuación:

Dice el sapu: voime pa Madrid.Dice la rana: traime un mandil.Dice el sapu: ¿de qué color?Dice la rana: verde y amor.

Me dicen en San Emiliano (Allande), que para curar una-herida calentaron aceite, cuando «rechinaba» echaron én ella un sapo; lue­go utilizaron ese aceite de sapo en la «glándula» enferma, pero ésta no curó.

Si se ven sapos es señal de que lloverá.

904 LUCIANO CASTAÑON

Para curar la infección que llaman espinas, que puede ser ori­ginada por un sapo, el cual infectó lo que luego daña a la persona, se dice:

Espina revina,si eres de sapovete al fraco (o furado);si eres de llagartónvete al bolsón (sitio de artos)(o al serón) (montón de piedras),si eres de culiebravete a la cueva. (Allande)

Me inform a Julio Fernández Lamuño que existe la voz sapiego, con la que se designa a una especie de roble en Asturias; con tal palabra se hace referencia a la corteza del árbol que es lisa en su prim era edad, y luego se agrieta con surcos profundos longitudina­les y otros más finos transversales, ofreciendo coloración pardusca, recordando, en cierta manera, a la piel del sapo, que es verrugosa y también pardusca; y de ahí el llamar a este árbol sapiego, a lo que también contribuye el porte, generalmente achaparrado y poco airoso.

Recordemos que hay, como topónimos, la aldea Savinas, en la parroquia de Barcia (Luarca); v asimismo la aldea v el caserío de Villar de Sapos, en Allande y en la parroquia de Pozón (Tineo). Villar de Sapos —en Tineo— significa Villar de sapiegos, es decir, lugar donde abundan los robles corchegos o sapiegos. En cuanto a la braña Sapinas, abundan en ella los rebrotes de sapiegos, casi rastreros por la frecuencia de sus talas.

C. Cabal recogió de una vecina de Cangas de Onís (1917), que un tal Pajón, de Labra, cuando iba una noche, con malas intencio­nes, a cortejar a una viuda en Entrialgo, vio un sapo, y sin más, le dio una patada; entonces, instantáneamente, sucedió que a su alrededor surgieron sapos y sapos, llenándolo todo con su presen­cia y sus chillidos. El Pajón consideró que aquello era cosa del Diañu burlón, y regresó a casa arrepentido.

Braulio Vigón anota como de Caravia y Colunga, el juego peñe­rar, m ediante el cual, cuatro niños cogen por las extremidades a otro, y lo acunan, diciendo:

Enterrar un sapu muertir, enterralu en aquél g^ertu.

SAPOS Y CULEBRAS EN EL FOLKLORE ASTURIANO 905

Lo hacen igualmente los adultos burlándose del que se deja pe­ñerar.

Existe otro juego infantil que comienza:

Enterrar un sapu muertu, enterralu'n aquel güertu...

También se cita el batracio en el juego la paxarona, cuando uno de los dos hombres participantes, m ientras siem bra trigo o maíz, dice:

Pa sapos, pa ratosf pa toda comezón, pa la paxarona non.

CUENTOS.

— El sapo y el ratón. Un sapo apostó con un ratón a que él co­rría más por debajo de la tierra, que el ratón por encima. Acordada la apuesta, el sapo le indicó a un compañero que se colocara al o tro lado del monte, y cuando el ratón llegara allí, él se asom ara y dijera:

—Yo ya estoy aquí.Y así sucedió; al llegar el ratón al otro lado, se asomó el sapo

suplantador y dijo: «Yo ya estoy aquí». Cuando el ratón, sorpren­dido, regresó al sitio de partida, vio que aparecía el sapo y le decía nuevamente:

—Yo ya estoy aquí.Y repitieron la carrera, y los sapos repitieron también su engaño

em baucando al ratón.— La raposa y el sapo. Como la raposa se burlara del lento paso

del sapo, éste le dijo:— ¿A que corro más que tú?.Apostaron a ver quién llegaba prim ero al otro extremo de una

ería. El sapo, en un descuido de la raposa, se colocó en el rabo de ésta. Al llegar al final de la carrera, la raposa se volvió, y con el giro lanzó al sapo unos m etros más allá. Cuando la raposa se fijó y vio al sapo, éste le dijo:

906 LUCIANO CASTAÑON

— ¿Qué miras, si hace tiempo que estoy aquí esperándote?.—Ganaste la apuesta —dijo sorprendida la raposa.José Manuel González es el autor del trabajo El onomástico

«García» y su aspecto mítico, publicado en el Boletín del Institu to de Estudios Asturianos, núm. 25.

Señala cómo hay animales a quienes se les asigna una deno­minación propia de persona, o de genio o númen. Así, el de maría para designar a la zorra o raposa, y el también mítico de xuan para nom brar, entre otros animales, al sapo.

Recogió de un comunicante de Campomanes (Lena), que cuando hallaban un sapo, frecuente en verano, exclamaba:

— \Esti Xuan, qué de sobra está...\En días lluviosos de verano, los sapos cantan, y es como si dia­

logaran:— Ah xuan, ¿cenasti?— Yo nont ¿y tú?—Tampoco...A la lavandera o andarríos y al sapo, concretamente, se les aplica

asimismo la denominación de García. Al sapo se le llama Xuan García, y a las personas que se apellidan García hay quien les dice que se apellidan como los sapos. Según Cabal, (Los Dioses de la vida..., 261) también le ponen al sapo, como apellidos de Xuan, los de Martínez, Sánchez y González.

Tales denominaciones del sapo y sus manifestaciones folklóri­cas conducen a una identificación mitológica, presentando —en opinión de José Manuel González— al sapo como una «metamorfo­sis numínica o como el numen mismo».

En una descripción que hace Carlos María de Luis, de la iglesia rom ánica de San Miguel de Serín (Gijón), dice que en un capitel hay dos pájaros enfrentados que «pican a un enorme sapo que se debate entre ellos». Y que en otro, la cabeza de un m onstruo «está devorando algo que aparentemente, es otro sapo». Quizás no sean estas las exclusivas representaciones iconográficas del sapo en las decoraciones del arte románico en Asturias.

FAMILIA, QUINTANA Y CASERIA EN ASTURIAS ANTE LA INVESTIGACION ANTROPOLOGICA Y

ETNO-HISTORICA (*)

POR

JOSE M. GOMEZ-TABANERA

INTRODUCCION.

Al cum plirse este año de 1981 el centenario de la m uerte del antropólogo am ericano Lewis H. Morgan (Aurora 1818-Rochester 1881), desearía dedicar las presentes páginas a su memoria. En ellas se intenta abordar la cuestión de los prim eros orígenes de la fa­milia, de la sociedad y de la comunidad asturianas (1), haciendo nuestro el estereotipo morganista, a través de los datos sum inistra­dos por la heurística e historiografía de que disponemos, como posible método viable y científico, teniendo asimismo en cuenta

(*) El presente trabajo se basa principalmente en la comunicación pre­sentada por su autor al II Congreso de Antropología, que patrocinado por la Asociación Madrileña de Antropología, tuvo lugar en la Universidad Autónoma de Madrid en abril de 1981. Se han tenido en cuenta asimismo conclusiones y elaboraciones personales expuestas también en ocasiones an­teriores, al abordar en el mismo, aspectos y cuestiones sobre la sociedad as- tur, que no hemos visto tratados en realizaciones recientes, como por ej. el li­bro orientador e índice de la exposición “Cántabros, Astures y Galaicos” con­memorativa del Bimilenario de la Conquista Romana del N. de España, inau­gurada en Madrid, y que dado su carácter itinerante, se verá el próximo año en Oviedo.

(1) Para el concepto de comunidad en Antropología, y nuestra particular aplicación aquí, cf. nuestra comunicación a la I Reunión de Antropólogos Es­pañoles que tuvo lugar en Sevilla (Actas, págs. 193-200, Sevilla 1975).

908 JOSE M. GOMEZ-TABANERA

aquellos que puedan suministrarnos la Antropología General, la Etnología jurídica, la Arqueología e incluso la Lingüística com pa­rada a la hora de abordar concretas cuestiones de etnicidad y afir­mación histórica.

Es bien sabido que la comunidad social asturiana se expresa hoy prácticam ente en esa creación o entelequia político-administra­tiva que constituye el Principado de Asturias, en el que apare­ce integrada una mavoría de las gentes astures. Gentes que incluso desde tiempos antehistóricos encontraremos asimismo asentadas en una parte considerable de la actual provincia de León, desde la Sierra de Rañadoiro (W.) lindando con Galicia, hasta la cuenca del Sella (E.), en la que se aprecian ya claram ente miscegenizadas con los cántabros, manifestándose incluso hasta Laredo, Santoña y Serranía de Tarsia. Por el Sur llegarán —de hacer caso a Ptolo- meo— desde Amaya hasta la cuenca del Cea.

ANTE LOS PRIMEROS CONOCIMIENTOS.

Una prim era visión a la vez que conocimiento etnográfico de los astures recogida por la historiografía clásica, se debe al geó­grafo Estrabón (2), que bocetaría desde la perspectiva de su cul­tura, una curiosa semblanza de la vida societaria, ergología, ani- mología e incluso vida económica de todos estos pueblos. Naciona­lidades bárbaras serían consideradas por sus contemporáneos, en ocasiones romanos ilustrados. En dicha visión caben resaltarse va­rios hechos de cierto interés en nuestro discurso, incluso algunos que habrán de considerarse a trasm ano del mismo. Así, por ejem­plo, que casi la totalidad de los pueblos del Norte vivían o subsis­tían más que del ejercicio de la caza y de la pesca incluso de una agricultura incipiente, ya desarrollada durante las Edades del Bron­ce y del H ierro, en toda la fachada atlántica de Europa, así como de la recolección de los glandes o bellotas de encina y roble, tan recordados por los poetas clásicos, como alimento de las prim e­ras edades, pero cuyo uso será vigente en la la Península hasta bien entrados los tiempos históricos (3), a la vez que los frutos

(2) En Apéndice, transcribimos dicha noticia, según lectura personal.(3) Cf. Lucr. 5, 939; Virg., G. 1, 7-8; Tib. 2, 1, 38; Ov., Fast. 4, 399-400;

Met. 1, 106: Plin., 7, 191. Parece evidente oue la bellota más utilizada por los astures y galaicos era la del Quercus ilex LINÑ, cuyos frutos hán seguido con­sumiéndose por las poblaciones, no sólo en tiempos de emergencia o penuria general, sino por simple hábito, al ser muy gustosa y nutritiva.

FAMILIA, QUINTANA Y CASERIA EN ASTURIAS 909

del avellano (Corytus avellana LINN), cuyo nom bre actual astur, ablano, derivará directam ente del de la nux Abellana de los rom a­nos, y tam bién del nogal (Jnolans regia LINN). El castaño, muy posiblemente sería introducido a partir de la Romanización. No obstante y por lo que sabemos, las bellotas trituradas, a efectos de su destaninización, y convenientemente m olturadas, producirían la harina con la que se am asaban tortas o panes de larga dura­ción (4).

Por o tra parte, no faltan referencias, cuyo substrato cultural puede aún entreverse, particularm ente en el medio rural, particu­larm ente en el Occidente de la provincia, donde desde tiempo in­memorial dominan asentamientos de gentes en las que parece do­m inar la estim e galaica. Referencias que podemos encontrar asimis­mo en otras fuentes clásicas, como por ejemplo en Justino, en su Epítome a la historia de Trogo Pompeyo, y en las que aparece cla­ram ente subrayada v dentro de una sociedad aerícola, la existen­cia de un régimen societario de base va matrilocal, ya matrilineal, al ocuparse las m ujeres de la realización de una mavor parte de las faenas agrícolas, m ientras que los hombres se dedicaban —como era notorio que se ocupaban tantos bárbaros— al pastoreo, cuan­do no les llam aba el ejercicio bélico, el bandolerismo y el abigeo o cuatrerísm o. Ocunaciones éstas, de las ciue tom a buena nota Estra- bón, pero tam bién Silio Itálico. No se descarta sin embargo, one en determ inados momentos el hombre interviniese en concretas la­bores agrarias, va para los suyos, va para la Comunidad, tales como labrantío, siembra, escarda y roza de las plantas cultivadas, entre las aue pueden inventariarse no sólo cereales, —panizo, trigos y es­candas, cebada... y esta últim a utilizada para la obtención de un tipo particular de cerveza, el zythum (5)— , sino también plantas v leguminosas cuyo aprovechamiento se conoce va en la Europa Atlántica durante la Edad de Hierro, +ales como el arveio o guisante (Vicia sativa LINN.): el sarraceno (Chenopodium álbum LINN). diversos tipos de alubias o freioles (Vicia jaba LINN), cuyo nombre latino se ha perpetuado (faba), creando ciertas confusiones con el

(4 ) P a r a la c o n s id e r a c ió n d e ta l la d a d e e s ta c u e s t ió n r e m it im o s a J . M a r ­t ín e z y J . M . J u n c ed a A v e ll o , Ensayo biológico sobre los hombres y los pue­blos de la Asturias prim itiva', p á g s . 125 y ss .

(5) Dicha cerveza, de la que tenemos noticia por Estrabón, quizá fuera similar a la obtenida en Panonia, Iliria y Dalmacia, denominada sabaia por los romanos (Amm. Marc. 26, 8. 2; H W . Comm. in Isai 7, 19, 5) ó al camum de la misma Panonia (luí. Afr., Cest. 25; Ulp., Dig. 33, 6, 9; Ed. Diocl. 2, 11; C. G. L. 3, 315, 68), más que el auténtico zythum , bebida nacional de Egipto.

910 JOSE M. GOMEZ-TABANERA

Asimismo espontáneo en toda la Europa Atlántica, la leguminosa Vi­cia sativa LINN, será recolectada y asimismo cultivada junto con los primeros cereales. Es e l llamado ar- bejo, bien conocido en toda la Edad del Hierro y aprovechado en todo el N. W. hispánica antes y des­pués de la Romanización por sus distintas poblaciones, a. Planta; b. Floración con estandarte; c. Semi­lla (arbejo). Se consumía fresco, cocido o molturado, dando origen en tal caso a purés y papillas.

Espontáneo en toda la Europa Atlán­tica, el Chenopodium álbum LINN, será muy pronto descubierto por las poblaciones del Bronce y del Hie­rro por el alto valor nutritivo de sus semillas, que molturadas servi­rán para hacer sopas y papillas, que en la Italia Septentrional por asi­milación recibe el nombre de polen­ta. a. Flores; b. Panícula; c. Frutos.

FAMILIA, QUINTANA Y CASERIA EN ASTURIAS 911

Pisum m aritim um ; el garbanzo (Cicer arietinum LINN). Todas junto con diversos frutos y drupas eran de normal aprovecha­miento.

Campañas militares de Roma, tendentes a la conquista del N. W. de laPenínsula.

La conquista por Roma del ámbito del N.W. y la consecuente Romanización traería consigo el intento, por o tra parte de los colo­nizadores, de cam biar el sistema de vida de cántabros, astures y galaicos. Ello se lograría particularm ente con las levas de varones, con vistas a utilizarles en el laboreo forzado en las minas (6), y a la vez, con objeto de que incidieran en determinados trabajos agro­pecuarios, obligándoles para ello a dejar sus oppida o aldeas pro­tegidas edificadas en estratégicos altozanos, y a que se asentasen en los mismos valles e incluso en el litoral, que, desde la misma pre­historia, ofrecía ya numerosos recursos de subsistencia, parejos con los que ofrecía el pastoreo, cuya introducción en la cornisa

(6) Sobre tal cuestión la bibliografía a la que habría que remitir es in­gente. Nos limitaremos no obstante y para una visión general a M . P a s t o r M u ñ o z , L o s Astures durante el Imperio Romano, l.D.E.A., Oviedo 1977, págs. 276 y ss. y F. J. L o m a s S a lm o n t e , Asturias prerromana y altoim perial, Sevilla Univ. 1975, pág. 159 y ss., prescindiendo d ebibliografía en parte ya anticuada.

912 JOSÉ M. GOMEZ-TABANERÁ

cantábrica, quizás pueda datarse hacia el V milenio B.P. con el con­siguiente aprovechamiento de cápridos, ovinos y cerdos, y que nos dan quizás razón de los prim eros asentamientos protohistóricos. La caza va perdiendo la im portancia que tuvo en la Era Paleolíti­ca, aún cuando seguirá siendo practicada ocasionalmente, para pa­sar a p artir de la Edad de Hierro, en ejercicio viril, cuando no en actividad preservadora, aspecto este que transciende incluso hasta el siglo XV, cuando vemos a los ovetenses instalando tram pas a las m anadas de lobos que bajaban en invierno desde el Aramo, diez­mando el ganado en las corradas.

Sin caer en fáciles determinismos, es lógico que en las form a­ciones económicas prim eras, que podemos conocer con cierta se­guridad, intervino de m anera decisiva el clima de la naturaleza oceánica, con inviernos suaves y veranos no calurosos con abun- dates precipitaciones y alta presencia de nieblas. Visión ésta, que se nos hace un tanto hostil, si no se tuviese en cuenta que el litoral astur-cantábrico conoce muchas veces un clima de bonanza carac­terizado pese a la gran humedad con una gran suavidad, sin con­trastes acusados, que moldea una vegetación uniform e de un ver­dor sugestivo que fascina por su continuidad en el tiempo a los vi­sitantes de la Meseta, de clima más extremo y m editerráneo conti­nental.

Aparte de las formaciones del litoral, nos encontramos con las de la m ontaña, en las que las condiciones biecoclimáticas difieren de las zonas próximas al mar, repercutiendo decisivamente en el as­pecto del paisaje. En la m ontaña es típico el recrudecimiento del clima, desapareciendo la uniformidad. Así, los fríos se dejarán sen­tir con mayor intensidad y con el descenso térmico en invierno lle­gará la caída de la nieve, que da un aspecto característico a la ve­getación. No obstante, las formaciones de la m ontaña asturiana son verdes porque el ambiente húmedo oceánico deja sentir su continua influencia en form a de neblina o con los típicos «orba­yos» en las más escarpadas crestas.

La m ontaña astur-cantábrica nos ofrecerá así dos caras contra­puestas que posibilitarán, y dentro de un mismo territorio , la for­mación de comunidades específicas. Una de ellas, la vertiente sep­tentrional m irando al Océano, es quizá la más fresca con sus bos­ques de hayas, abedules, avellanos, etc., formando parte de su con­texto florístico al igual que sucede en los países centroeuropeos. En contraste, la vertiente meridional, de cara a la Submeseta Nor­te, acusará la aridez, lo que traerá consigo la presencia de especie

FAMILIA, QUINTANA V CASERIA EN ASTURIAS 9 1 3

propias de la m ontaña m editerránea ibérica, que aparecen entre­mezcladas con las genuinamente centro-europeas (7).

Sin embargo el cambio de vegetación no es brusco, sino gra­dual, como puede apreciarlo inmediatamente cualquiera que hoy circule en automóvil desde Arbás o Busdongo hasta La Robla, y franquea el Rabizu, para meterse ya en la Meseta Leonesa, o desde cualquier o tro paso, generalmente cerrado por las nieves inverna­les, se llegue a Castilla. Dos mundos contrapuestos, el de la encina (Quercus ilex), hoy en regresión, y el del carbayo o roble, típico del litoral astur-cantábrico (Quercus robur), cuyas hojas blandas lobu­ladas y de gran superfice, ponen de manifiesto la suavidad clim áti­ca. Dos mundos separados por la montaña, en la que hoy, cual re­liquias, siguen viviendo especies ya en regresión en toda Europa y que dejando aparte a las que pudieran considerarse fieras o ani­males peligrosos, dió caza el astur, desde el alba de la historia, a efectos económicos.

LA ECLOSION DE LA SOCIEDAD GENTILICIA.

Por todo lo expuesto, es evidente que el mundo o - ,1 ám bito que habrem os de tra tar, el de la comunidad rural asturiana, surge a la vera del roble, caracterizador de un particular biotopo que parece ser determ inante de un género de vida y de unas agrupaciones co­m unitarias que prácticam ente desconocemos, porque las mismas fuentes historiográficas no han sido muy explícitas al respecto, y en comunidades que, sin embargo, y a partir de la Romanización, vemos integradas por las llamadas gens, base quizá de las prim e­ras estructuras sociales que cabe considerar históricas.

¿Y antes? Tratadistas cualificados, fiándose sobre todo en las observaciones de la historiografía antigua, han hablado de una po­sible organización com unitaria, basada en estructuras familiares de carácter matrilocal, y en las que en una mayor parte de las ve­ces, éste se expresa en la llamada residencia matrilocal suponién­dose cierta preponderancia de la familia de la m ujer, más que de dominio de ésta misma, proponderancia que tiene su expresión más típica en la vigencia del avunculado, es decir la autoridad del tío m aterno. De acuerdo con formas de vida que hay que rem ontar a la Prehistoria, la m ujer cultivadora de la tierra y perteneciente

(7) Cf. F. B ellot R o d r íg u e z , El tapiz vegetal de la Península Ibérica, pág. 217 y ss., Madrid, Blume, 1978.

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La Península Ibérica (Norte), en el momento de la intervención romana(38-19 a. C.).

Explicación: Ambito cuadriculado.—Entre 38 y 27 a. C. Pueblos sometidos. Ambito de rayado diagonal.—Entre 26 y 19 a. C. Pueblos sometidos en virtud de la llamada Guerra Cantábrica. Ambito de rayado horizontal.—Poblaciones

sometidas en las últimas fases de la Conquista.

Distribución territorial del Norte de Hispania, posterior a la conquista por Ro­ma (15-14 a. de C.) según F. DIEGO SANTOS.

Ambito cuadriculado.— 15-14 a. C. el Noroeste conquistado que pasa a formar parte de la Hispania Citerior. El diminuto paralelogramo en Cabo Torres justo

a Gijón señala la presunta situación de las llamadas Aras Augusteas.

FAMILIA, QUINTANA Y CASERIA EN ASTURIAS 915

a un grupo o unidad social contraerá matrim onio con un hom bre de otra unidad social que pasa a servir de modo perm anente en la ca­sa de la m ujer, sino que se queda en la de sus propios padres. Es lo que se llama «matrimonio de visita». ¿Se da este hecho en la As­turias prim itiva?. Francam ente no lo sabemos. Sólo que, tal form a de agregación es quizá la más prim itiva dentro de un régimen m a­triarcal. Una segunda fase, es cuando el hom bre se va ya a vivir, tras abandonar la residencia de sus padres y grupo, al lugar donde vive su m ujer, que es la transm isora de los derechos de la propie­dad. Esta fase es la clásica. En una tercera, las instituciones matri- lineales van desvirtuándose y el tío materno es el que parece ejercer los derechos adquiridos con gran fuerza. A veces, sus mismos hijos tienen derecho a herencia, de suerte que ya no es la m ujer, sino la familia de ésta, la que auténticam ente domina desde el punto de vista económico. Esta últim a fase es quizá la que puede rastrearse en la España Septentrional y concretamente en Asturias, donde, como ya sabemos, costum bres ancestrales y hoy pérdidas como la de la covada perm iten hablar de una serie de creencias vinculadas a particulares estructuras familiares que, por o tra parte y por lo que sabemos, reposaron aquí siempre en el matrimonio monógamo base de la sociedad familiar astur (8), cuya institución se regirá por una serie de ritos y costumbres, algunas de raíz prerrom ana, tales como el llamado «derecho del piso», costum bre sim ilar al valtonage galo y que venía a consisitir en la satisfacción de un tributo en cantidad o especie, o convite que debía satisfacer todo soltero foráneo al integrarse en una residencia matrilocal. De raíz prerrom ana, a situar en la sociedad gentilicia astur, sería asimismo la humaza, que independientemente del carácter de pacto entre las familias a unirse m ediante m atrim onio, imponía el rito de que el mismo día de la boda los esposos fueran fumigados, quizá a efec­tos de purificación.

Aún cuando nuestros conocimientos actuales perm iten in tu ir que en la Asturias pre-romana existieron unidades sociales mayo­res que la familia tal como ahora entendemos ésta y basadas en la idea de un supuesto parentesco, también, en nuestras reconstruc­ciones, hemos de p artir de conjeturas. Ante todo, adm itirem os co­mo organismo suprafam iliar y de clara filiación indo-europea una

(8) Para una visión general de la misma de acuerdo con las tradicionales Cf. F. T u e r o B e l t r a n en “Instituciones y contratos tradicionales en Asturias”, en Libro del Bicentenario, Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo, 1975, págs. 166 y ss., dónde se especifican los autores clásicos, que han escrito sobre tal cuestión.

916 JOSE M. GOMEZ-TABANERÁ

comunidad en cierto modo similar a la gens, cuya estructura cono­cemos por Roma. La gens podía tener a veces asimismo una base territorial ocupando generalmente parte de un valle y aledaños. Se pertenecía a la gens por nacimiento y por agregación. Quizá aquí ocurriría, siquiera tardíamente, igual que en Italia, donde la agre­gación directa se lograba mediante el voto (coptación) y la agrega­ción indirecta integrándose en un organismo a su vez integrado en la gens. Este organismo era la familia.

A la gens pues, se podía pertenecer por parentesco o filiación, pero tam bién por «clientela». Esta podía ser algo parecido, en parte a los que hoy se llaman «parientes pobres»; gentes pertenecientes a otras gens, que, por diversas vicisitudes y vericuetos, habían lle­gado a las que estaban integradas. Y aquí cabían igualmente pri­sioneros de guerra, esclavos o toda clase de gente que reconocía su condición de inferioridad y se consideraba vasallo o súbdito de un miembro por derecho propio, de la gens, es decir de un gentil. Esta «clientela» no era sin embargo abigarrada. En Roma se distin­guían entre independientes y esclavos, careciendo estos últimos de derecho alguno y teniendo pleno dominio sobre ellos, como si fue­sen cosas, el llamado Pater gentium, quien pasaría a ser el dominus y, ya más tardíam ente, «el amo». Sin embargo, el Pater gentium sobre el resto de la clientela más que señor absoluto, era un patrono, al ejercer sobre ellas tutela y protección. Se producía así una relación de clientela, de protección de un lado y de sujeción de otro, y que tiene su fundamento en el principio ético-religioso de la fides. Es interesante señalar esto por la pervivencia más o menos subconsciente que tiene tal construcción ideológica en al­gunos ám bitos de nuestro país, aunque de form a «secreta», dando lugar a «mafias», masonerías más o menos blancas, e incluso pac­tos como los que sirven de sustento a organizaciones no cívicas, co­mo podría ser en la cercana Euskalerria, pongamos por caso, por su misma actualidad, la ETA político-militar, cuya vigencia y éxito —y utilizamos esta expresión en un sentido más bien pragmático— se base en la pervivencia en el País Vasco, de la llamada familia ex­tensa o gens. En la gens la expresión técnica para señalar la condi­ción de Cliens es «in fide esse» y el sujetarse se indica con las pa­labras «in fidem se dedere». Cuando se dice «in fidem acciper» vie­ne a ser, acogerse bajo la propia tutela.

El cliente llevará el nombre de la Gens; tom ará incluso parte en su culto, laborará el «precarium», la tierra que le viene asigna­da con concesión revocable, sujeta a usos y norm ativas que irán variando en el curso de los siglos, sentando las bases del derecho

Fa m il ia , q u in t a n a y c a s e r ía e n a s t u r ia s 917

tradicional asturiano (9). Como coprestación o contraobligación, el cliens es «devoto». Debe obediencia, obsequio y trabajo al patrono; le seguirá asimismo en caso de guerra y contribuirá al rescate del pa­trono prisionero, al pago de las sanciones en que pueda haber incu­rrido y a la dote de sus hijas. Cuando el cliens o su familia no cumple se le considera algo así como un apestado, no sólo por la misma gens sino tam bién con otras con las que tiene buena relación. Pudieron producirse así, hechos como la marginación ya histórica, de va- queiros de alzada, que quizá se negaron hacer la guerra contra el agareno con su señor natural o con el pater gentium del que eran tri­butarios. Claro que de este asunto habría mucho que hablar, pese a trabajos clásicos como los de Acevedo y Huelves y J. Uría Ríu. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que el patrono tendrá siempre jurisdicción sobre su cliente, pudiendo llegar, a la vitae et necis potestas. Incluso se asignará el derecho de sucesión sobre sus bienes. Entre estos derechos está naturalm ente el tan traído y llevado jus primae noctis, conocido vulgarmente como «derecho de pernada», sobre el que tanto se ha divagado y fantaseado.

La «fides» es sagrada para las dos partes. Alcanza igualmente al patrón y, si éste no cumple con sus deberes hacia el cliente, o su familia podrá ser sancionado por los dioses e incluso ser muerto.

La convivencia en la misma casa, bajo el mismo techo o en un mismo «cercado» (hof, germen de la quintería) crea el lazo familiar; la convivencia en un mismo territorio dará lugar a la gens, raíz de la aldea (vicús) e incluso, en ocasiones, de la parroquia. La cohe­sión de todos, hará incluso de que se busque un ascendiente común, héroes epónimos para todos los componentes de la gens o gentiles.

La gens tendrá sus cultos particulares, bajo la dirección del «pater gentis» que, en tiempos ya históricos va confundiéndose con el párroco.

En la gens hay que saber distinguir las personas sujetas al «cog- natio» vínculo de sangre de las sometidas a «agnatio», o a la «adop- tio».

Por lo general el territorio de los gentiles lo constituye el «pa- gus», explotado directa o colectivamente y por reparto tem poral de lotes, dando lugar con el tiempo a diversos usos, a veces supedita­dos al ejercicio de viejos derechos a manifestarse en el Medioevo como el de la presura y el del escalio. Con el tiempo surgiría asi­mismo la llam ada costum bre de la derrota ó alzamiento del coto

(9) J. L. P erez de Castro, “Instituciones del Derecho Tradicional Astu­riano”, Rev. de Etnografía, núm. 22, Oporto 1968.

JOSE M. GOMEZ-TABANERÁ

y a la aparición de instituciones como el derecho de poznera o po- zonera y alguna otra, cuyo tratado aquí trasciende de los límites que nos hemos impuesto al redactar estas páginas (10).

A veces la gens funciona como una m utualidad. Quizá la llama­da andecha, sea una supervivencia de viejos usos, que viene a cons­titu ir una especie de m utualidad de auxilio, sobre todo para faenas agrícolas, tales como siega, talas, acarreo de piedra y ejecución de caminos, recogidas de cosechas, etc. La retribución a los partici­pantes era prácticam ente simbólica y a p artir de la Edad Media irá institucionalizándose, incluyendo en la misma el gesto de fida- ticum. Se ha pretendido ver en la misma semejanzas con otras ins­tituciones que pueden rastrearse en Navarra, País Vasco, Submeseta Norte y Tras-os-Montes (Portugal).

UNIDADES SOCIETARIAS SUPRAFAMILIARES.

Aunque se ignore la organización social de la vieja Asturias y sus formas de agregación basadas en el parentesco, parece indu­dable que los romanos, a los que debemos las prim eras noticias, en­contraron en la España septentrional, organizaciones interfam ilia­res que asim ilaron con la gens indoeuropea, y por ende con las su­yas, al hablar de «gens» o «gentilitas» para señalarnos la existencia de concretas unidades sociales, que, sin embargo, a veces cons­tituyen unidades sociales superiores y otras, ya fracción o subfrac- ción de estas; así, Floro llama gentes a cántabros y astures y en un famoso pacto de hospitalidad y una lámina de Astorga (Asturica Augusta) nos encontramos «Ex gente Zoelarum»; por un lado y, por otro «Gentilitas Desoncorum et Tridiavorum». Es obvio pues, que los romanos usaron la voz gens para traducir algunas de estas unidades sociales de los astures, aunque quizá lo hicieron por recor­darles las suyas o su sistema de agregación. Sin embargo, nos encon­tram os con que cada autor le daba un valor concreto a la expresión, incluso asimilando gentes a pueblos, aunque nunca a tribus, ya que, —y ésto es im portante—, no hay que confundir nunca, gens con tri­bu. Sea cual fuere el significado de las voces gens y Gentilitas, u ti­lizadas indistintam ente por los romanos el caso es, que tenemos que los astures se organizaban socialmente, según acabamos de

(10) Cf. Tuero B eltran , loe. cit., pág. 157 y ss., en el que encontraremos la oportuna bibliografía.

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decir, en tres unidades sociales, al parecer relacionadas por paren­tescos familiares y fundam entadas quizás en «lazos de sangre».

Queremos insistir, sin embargo, en que por mucho que se haya fantaseado y lo que podamos deducir de las tesis suscitadas por los distintos autores, que no existen pruebas que nos perm itan delim itar qué unidades sociales querían definir los rom anos hablan­do de gens y gentilitas, ya que tan pronto podía referirse a una uni­dad de parentesco mayor, como a otra menor o su fracción. Hay que tener en cuenta que tenemos unidades sociales superiores a la fa­milia, pero inferiores a o tra unidad social, de acuerdo con la te r­minología adoptada por Caro Baroja podríam os denom inar frac­ción, célula social, ésta que cabe asimilar con el llamado clan. El conjunto de clanes constituirá, a la larga, la tribu.

Tenemos pues que la gens o gentítitas constituía una unidad social cuyos miembros estaban relacionados entre sí por lazos de parentesco, que no necesitaba por fuerza, ser de sangre. Eran uni­dades sociales menores y al relacionarse asimismo con otras me­diante el parentesco constituían una unidad superior. Insistim os en que el parentesco podia ser real (de sangre o «político» se diría hoy) pero aún en tal caso, tenía la misma validez que si fuera real. Las gentes o gentilitates tenían cierta autonomía aún dentro de su unidad superior; de aquí, que se diera la posibilidad de realizar pactos, con objeto de integrarse dentro de o tra mayor. Los miem­bros de una gentilitas se nos presentarán unidos entre sí por víncu­los naturales; su existencia queda bien clara con el nombre gen­tilicio común a todos los miembros. Así los ya mencionados De- soncorum, Tridiavorum, etc., etc.

Normalm ente entre los astures el gentilicio, seguía al nombre individual y el nom bre del padre se colocaba al final, al igual que ocurría en todo el N.W. hispánico, como va notó hace algunos años Marcelo Vigil. Esta colocación señala claramente que la entidad social principal era la comunidad de linaje, no la familia, impli­cada dentro de ella y con un valor social secundario y subordina­do; así por ejemplo tenemos: «Aravo Oilaridu (m) Licin (i)...; Caecilia Materna Caibaliq (um ) Titi...; Proculus Tritalicum Lu- cii..., etc., por citar algunos entre los propios documentos epigrá­ficos de los astures.

No conocemos con exactitud, la composición de cada una de pstas gentilitates, si eran uniformes o si variaban. Tampoco cono­cemos sus órganos de Gobierno, pero es de suponer que éstos de­legarían sus funciones en unos magistrados que aparecen citados en las inscripciones; así, por ejemplo, en el pacto de hospitalidad

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de Astorga aparece el magistrado indígena: per Abienum Pentili magistratum Zoelarum.

La gens o gentilitas, según se desprende de los textos epigráfi­cos, por lo menos al principio, no tuvo un vínculo territo rial de­term inado; tal vez la territorialidad le fuese im puesta por los ro­manos y esto explicaría el hecho de que los poblados y ciudades de las que tenemos mención lleven el nombre de gentilitates en unas fuentes y de poputi en otras. Así, por ejemplo: los Lancienses, Baedumienses, Lungones v Zoelae, etc., son citados en Plinio, quien utilizaba la palabra populi con bastante frecuencia, sobre todo, al referirse a Lusitania, como populi y, en las inscripciones aparecen como gentes.

Podríamos suponer que este tipo de organización social en gen­tes y gentilitates, únicamente estaría en vigor antes de la Romani­zación. Sin embargo, como nos dem uestra la epigrafía, su peculiar organización social no desapareció con la dominación romana, aun­que si fue modificada en algunos de sus aspectos, quizás, de me­nor im portancia, como, por ejemplo, en la nom enclatura de los nombres individuales.

El más im portante documento conocido que dem uestra que du­rante el Alto Im perio seguían manteniéndose entre los astures or­ganizaciones sociales de tipo gentilicio, lo proporciona una lám i­na de bronce hoy conservada en el Museo de Berlín y que se en­contró en Astorga. Su redacción data del 152 d. C. v contiene da­tos de un pacto de hospitalidad renovado el 27 de. C. v ampliado el año 152 d. C., es decir casi siglo v medio después, lo que nos indica que aún a mediados del siglo II venían realizándose pactos de alianza entre las diferentes unidades sociales de los astures. No vamos a detenernos aquí en el análisis de este documento, por otra parte bien conocido, tras los estudios de M. Macias, Alvaro D’Ors, J. Caro Baroia y Ramos Loscertales. Sí, en cambio, destacar su im portancia y que sí en un principio nos encontram os con nom­bres indígenas, al siglo desuués, todos los individuos lle v a n nombres romanos. Aún cuando sigan con sus organizaciones gentilicias d en ­tro de un mundo nuevo. Es significativo que la amnliación en el año 152 d. C. tengamos ya que se hace Astúrica, capital del Conven- tus Asturum v aue ya aparecen instituciones rom anas como la clientela v el joedus.

P o r este pacto de hospitalidad de la lámina de Astorga. na rere deducirse que los as+ures se dividían en tres órdenes de unidades sociales v que comprenderían a saber: Primero, una gran confede­ración tribal (Astures, propiam ente dichos) que englobaría dentro

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de ellas a las tribus; segundo, una segunda unidad social, es decir la tribu, que en el caso que analizamos eran los Zoelae y, por úl­timo una tercera unidad social, en realidad constituida por los clanes y que en la lámina de Astorga eran los Desonci. Caro Baroja nos habla así, simplemente de Astures (quizá como nación ó confe­deración de tribus) y para la segunda y tercera unidad, nos hablará de fracciones y subfracciones.

Ahora bien; estos tres órdenes de unidades sociales estarían relacionados entre sí y en estrecha dependencia unos con otros:

La prim era unidad social, la Confederación tribal de los Astures integraría en ella a las otras dos unidades, tanto a las tribus o fracciones, como las llama Caro Baroja —de la segunda unidad (Zoelae), como a los de la tercera unidad, los clanes o subfraccio­nes— de acuerdo con el mismo autor y que en este caso sería la gentilitas de los Desonci. Ahora bien; en el estado de nuestros cono­cimientos, no podemos decir cual sería la función prim ordial de la prim era unidad social y en que dependencia estaban con ella las otras dos unidades. Quizás pudieran tener solamente un carácter nominal. No hay que olvidar, y ésto es im portante, que solo se

Distribución de los diversos pueblos asentados en el N. de la Península Ibérica, en el momento de la Romanización, según las fuentes de información de que se dispone.

adm ite la existencia de una única confederación tribal en los astu­res, conocida con el nombre de Astures que englobaba a todas las demás. Pero, a veces, nos hemos preguntado si en realidad cabe

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hablar de dos unidades sociales cuando hablamos de astures: Una para los Astures augustanos, donde la prim era unidad social se­rían los propios astures, con capitalidad en Asturica Augusta, y, o tra para los Astures transm ontanos, donde la prim era unidad so­cial serían los Paesici con capital en Flavionavia, donde Ptolomeo colocaba el núcleo de la población más im portante de la tribu de los paesici y sobre cuya ubicación no se sabe nada, arqueológica­mente hablando. Ya que si Schulten, la situó en la actual Navia, para el difunto erudito asturiano J. M. González, era un habitat al borde del Nalón y cuyo nombre quizá venía de Flavium (por los em peradores de la dinastía Flavia) y Avis, nombre, con el que se conoció al río Nalón. J. M. González sitúa a Flavionavia en el mis­mo emplazamiento donde hoy se encuentra enclavado Santianes de Pravia. A nuestro juicio, sin embargo, ésto había que probarlo con prospecciones arqueológicas.

La segunda unidad social, las tribus o las fracciones quizá nos proporcionen datos más precisos para afirm ar sus existencia. De todas maneras son harto escasos. Por un lado, tenemos las citas de populi astures que Ptolomeo nos menciona en sus tablas. Así los Brieacos, los Baigonieses, Orniacos, Lungones, Saelini, Superatos, Arnacos, Tiburos y Gigurri. Nombres todos ellos indudablemente pueden considerarse unidades sociales correspondientes a la se­gunda segmentación. Aparte de éstos, también cabe integrar en ellas nombres como los Aarrondinaece y los Coliacini y los Lugones, aunque ésto no es seguro. Nos encontramos pues, con las tribus o fracciones de los Astures, unidades de la segunda segmentación social y que quizás podamos deducir, a través de los datos que pre­cisamente Ptolomeo. Plinio v las inscripciones, echan por tierra.

La tercera unidad social, los clanes o subfracciones, según la clasificación de Caro Baroia, se nos presenta únicamente en los do­cum entos epigráficos. No poseemos ninguna fuente escrita que la mencione en alguna otra ocasión. Se nos ofrecen bajo los nom­bres de Gentes, gentilitas o c e n t u r i a F s t a tercera unidad soc^l de astures aparece claramente diferenciada en el epígrafe de la lá­mina de Astorga.

Las unidades de este tercer grupo vienen a constituir el elemen­to más im portante dentro de la organización social astur, al ser sus vínculos muy estrechos, consanguíneos y directam ente asenta­dos en los clanes familiares. De aquí que pervivan en las inscrip­ciones encontradas en el territorio astur, hasta prácticam ente el final del Imperio, quizás al menos hasta el siglo III. Con ello pa­

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rece dem ostrarse que la conquista y dominación domana alteró en poco o en nada sus aspectos esenciales, las estructuras sociales de las viejas organizaciones autóctonas.

¿Qué cabe deducir de todo esto y teniendo en cuenta el posible paso de estas organizaciones al mundo tradicional asturiano?. No quisiera equivocarme, pero a nuestro juicio, quizá, pudiera rastrear­se la huella de las mismas en el paisaje actual astu r en la división adm inistrativa tradicional y en la que encontram os como unidad territo ria l el Concejo, en éste la parroquia y en esta las aldeas, que, a su vez están integradas por cercados, conteniendo caserías. En otras palabras y en lo que se refiere a las Asturias tram ontana, sede de los Paésicos cabría hablar concretamente que estos cono­cieron unidades sociales y a la vez territoriales que darán origen a los concejos, subfracciones que darán origen a las aldeas, en las que se expresan las gens a través de la llamada quintana o cercado y ya en últim a expresión como base territorial de la familia con­sanguínea en la llamada casería, institución cuyo estudio ha m oti­vado estudios modélicos como los de R. Prieto Bances y L. García Arango (11) y con características peculiares tales como la indivisión trasm isión íntegra y perpétuidad de arriendo y que vendrá a cons­titu ir con los siglos y por sus fines aunque no por su mism a titu ­laridad el auténtico patrim onio familiar. De extensión variable ven­drá a constituir una verdadera unidad de producción según las posibilidades de laboreo que ofrezca y las mismas necesidades m a­teriales, constando de casa-habitación con su antojana (12), cuadra, hórreo o panera, huertos, tierras a labor y a monte, praderías, ga­nados y útiles de labranza, con vistas a la más idónea producción y a diversos intereses.

(11) R. P r ie t o B a n c e s , “La caséría asturiana”- ñeu. Crítica de Derecho In­m obiliario núms. 162-16.3 y 164 (1941 passim). Cf. asimismo la bibliografía que figura al- final del presente trabajo; L. G a r c ía A r a n g o , “N otas.a l margen del caserío o casería asturiano”, .Rev.. Crítica del Derecho Inmobiliario, núm. 292, 1952.

(12) Franja o zona de terreno inmediata y por lo general delante de la casa, cuyo fin es facilitar la ejecución de las fareás propias dé los residentes. Si se extiende a los lados y detrás de la casa recibe el nombre de “rodeos” o “arrodeos”.

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DE LA QUINTANA A LA CASERIA TRADICIONAL

De acuerdo con este punto de vista, que viene a ser hasta cierto punto la armazón de nuestras hipótesis de trabajo cabría detener­nos a hablar como unidad suprafamiliar tradicional y legataria de la vieja gens o gentilitas de la quintana, cuya definición ha dado origen a tantas y tantas especulaciones sin que pese a todo lo que sabemos, hasta hoy, podamos asegurar que erram os al ver en ella la base territorial de la gens astur. El nombre «quintana», por o tra parte, y en la acepción que le damos aquí, no tiene nada que ver con el que tuvo en su terminología originaria, que arranca quizá, como estudió Prieto Bances, de la terminología castrense romana; una de las calles más im portantes del acampamiento recibía el nombre de quintana; como en Asturias las legiones hubieron de establecerse de m anera permanente por las largas guerras de con­quista m antenidas, a la larga y para subsistir, los soldados tuvieron que hacerse agricultores y la quintana del campamento se con­virtió en el centro neurálgico del poblado, en una especie de plaza mayor o carrefour, que venía a ser al igual que en las villas roma­nas el patio o hof donde se concentraba toda la vida de la explo­tación, alzándose en su entorno las viviendas de los trabajadores (siervos), los graneros y los establos, e incluso, celebrándose en su recinto, ferias, mercados, juegos y fiestas solemnes. Con la Edad Media, este recinto, patio o plaza, pasa a llamarse chors, curtís, corte, clusa, corrada o quintana. Todos estos térm inos sinónimos que equivaldrán a «villa» o dominicatum haciendo relación a un cercado y denotan y casi simultáneamente su dependencia del pater gentum, del dominus, del señor, del amo, con todas sus consecuen­cias, pudiendo ser este amo un prelado o abad de un m onaste­rio. Tenemos así quizá, los primeros establecimientos de los suce­sores establecimientos de los sucesores de Pelayo en Cangas, pero tam bién la corte o patio del monasterio fundado por Máximo, ger­men de Ovetao y centro vital del mismo, hasta que, en el siglo XVI, ias monjas del convento de San Pelayo venden una casa al cabildo constituyéndose la plaza de la Catedral.

Ahora bien; el Cristianismo al imponer el ejemplo evangélico de la Sagrada Familia, sería el principal disgregador de la quintana que aparece en *el núcleo indígena como trasposición de la' voz rom ana y que quizá vino-a significar La ;sede de¡l pater gen tis y los que con él vivían, ayudándole a una adm inistración de un te rrito ­rio propiedad de la gens, desvirtuándose el sentido. La quintana pasaría a ser entonces —ya en el Medioevo—, la posesión en que se

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habita y las colindantes o vecinas, pero también otras form as de asentam iento territorial, hasta pasar al actual, entendiéndose como quintana «el corral de la villa rústica», el sitio de la casa cerrado y descubierto, al que abren sus puertas la vivienda del labriego o de los labriegos en un mismo lugar, a la vez que los establos vincula­dos a la mism a y los graneros, es decir, los hórreos. Visión ésta que es la que nos ofrece hoy, lejos de aquélla que pudo tener an ta­ño como vínculo de agregación gentilicia, moviéndo incluso la ins­piración poética. Así Alfonso Camín:

Una quintana en soledad. Empero no hay solo soledad en la quintana; crece verde el maíz que a tiempo grana, canta el malvís en el castaño entero.Vigila al pie del hórreo el m astín fiero, el humo sale azul por la ventana; la hija se va al campo en la mañana, la madre, junto al llar, cuida el puchero.

Saldada en el portal la dulce abuela tom a el sol con la mano en el cayado; solitario el «varal», quieta la muela.

No hay hombres. Fueron a ultram ar. La moza que hay en casa, se ocupa del ganado, muelle el terrón y los bardales roza.

Visión ésta lírica y de gran saudade que sin embargo mueve a la confusión, dado que mas que ante una quintana parece que nos enfrentam os a la evocación de una casería. Visión no obstante que habría que oponer a la que nos ofrece la realidad actual, que viene a ser poco menos la misma que la captada no hace aún mucho en una comunidad cantabra, colindante con Asturias, por el sociólogo J. López Linage (13).

En m anera alguna hay que confundir la quintana, últim o ba­luarte de la gens o subfracción de la vieja tribu cuyos componen­tes se distribuyeron en concejos avecindados o no, con la casería, m orada de la cédula fam iliar y a la que Jovellanos definirá como

(13) J . L ópez L i n a g e , Antropología de la Ferocidad cotidiana'. Supervi­vencia y trabajo en una comunidad cántabra. Serv. de Publ. Agrarias. Min, Agricultura. Madrid 1978.

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«unidad orgánica de explotación agropecuaria, capaz de sostener una familia campesina, a la que sirve de hogar y solaz».

Nos encontramos pues, con «una unidad en la pluralidad» (es decir el clán o la gens que integró la quintana), en la que no sólo se logra dar unidad a la heterogeneidad de bienes, —ya sean estos edificios, huertos y parcelas en la llosa, praderíos y montes—, que reúne en situaciones más o menos dispersas según la zona, sino que incluso cuando su indivisión es perenne y se transm ite íntegra en el curso de las generaciones, nos servirá como base topográfica o catastral; para la identificación de las personas y la formación de los apellidos basados, en toponimos, geonimos, etc.

Dos notas esenciales y en las que insistiré una vez más: Su ori­gen y el carácter familiar. Su origen quizá haya que rem ontarlo a la Romanización, cuando el conquistador impuso al astu r dado al nomadismo y al abigeo una formal sedentarización en el hábitat ru ral de las gens dando lugar a las quintanas y quizá a los que se llaman castros (oppida) pero también a los asentamientos que hoy conocemos por caserías, ya citadas y presentadas como una insti­tución evidentemente familiar, ya que su ám bito solo abarca la tierra que puede ser trabajada exclusivamente por una familia con la esporádica ayuda vecinal para determinadas tareas y que les sirve a la vez de sustentáculo vital. En otras palabras, la casería se convierte así en el núcleo laboral y vital en el que inciden los esfuerzos de todos los miembros de la familia que viven en ella en pro de su perpetuación y el vínculo de la generación.

Acabo de decir que Roma impuso el establecimiento de la ca­sería. Ello naturalm ente significó una reorganización del agro por parte de Roma, cuya adm inistración forzó los asentam ientos, no sólo de los naturales sino gentes traidas, quizás, de Centroeuropa, posiblemente de Panonia, de estirpe celta que pronto mezclaron su sangre con las de la población indígena-astur. La adm inistración rom ana aprovecharía asimismo también las caserías para el co­bro del «caput» o impuesto, convirtiéndola en unidad fiscal. Con el desmoronam iento del Imperio las funciones públicas serán usur­padas por los mismos funcionarios de Roma que aprovecharán las crisis para su poder personal y hacer suyo el «caput», hacién­dose incluso señores de las caserías y etableciéndose ellos mismos en las quintanas.

Los asentam ientos bárbaros (suevos y yandalos al Occidente y godos al Oriente), cambiaron muy poco el panoram a. Es más; fortaleció la base dejada por Roma. Al darse el repartim iento de tierras, ya con los hispano-romanos se hizo sobre la base familiar:

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El lote mínimo que correspondería a un soldado era un «arado», terreno que puede ser trabajado por una yunta de bueyes y estaba constituido por 50 aripenes o «días de bueyes», es decir, una ex­tensión de 6 hectáreas y 28 áreas, es decir, la media norm al de las actuales caserías. Con la Reconquista surgirán muchas caserías; unas por roturaciones merced a la «presura» o «escalio»; otras por concesiones señoriales o asentamientos de grupos sobre viejas vi­llas rom anas o en antiguas «vicus». Es, entonces, cuando falto de autoridad el poder central, el señor feudal hereda el «caput» ro­mano, haciéndolo efectivo no sólo a sus siervos, sino también paulati­nam ente a los hombres libres quienes ante la inseguridad reinante en los campos prefieren más la protección del Dominus (que se nos pre­sentará entonces como «caricatura» del pater gentium) que su propia libertad. El Señor lleva directamente, con ayuda de las prestacio­nes personales, la explotación de lo m ejor del dominio, dejando el resto a sus siervos en régimen de colonato o casería. Sólo al erigir­se el Municipio y conseguir muchos siervos la libertad bajo el am­paro de sus m urallas se realiza un cambio radical: La conversión del tributo personal en territorial, momento éste en que hace su aparición en Asturias el foro, como institución a la que dedico un trabajo hoy clásico de R. Jove y Bravo (1883), punto de partida de diversos estudios particulares.

FINAL.

Para term inar, quizá habría que decir algo en torno a la vida en la casería, considerada como exponente paradigm ática del que ha dado vida a la casa tradicional unifamiliar. Habría, no obstante, que distinguir casas y casas, y tener en cuenta la evolución que en el «habitat» rural ha sufrido la casería en el curso de la historia hasta nuestro siglo. Hoy se nos presenta generalmente constituida por una casa dotada de planta baja y piso que tradicionalm ente aparecía dotada con un corredor o solana orientada hacia Medio­día. Próxima a la casa-vivienda se encuentra el establo. Sobre él aparece una estancia de bajo techo destinada casi siempre a henil o almacén de piensos durante el invierno. Junto a la casa suele exis­tir la porción de terreno acotado o cercado, denominado corrada, co­rralada, que no hay que confundir con la antojaría, utilizado para diversos menesteres, siendo corriente que, a despecho de toda nor­ma sanitaria, fuera utilizado para depositar estiercol para abonar el campo. También fué utilizada para depósito de leña para la co­cina o para el horno, aun cuando hoy la difusión que alcanzan otros

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tipos industriales de combustible (así, el sum inistrado por el butano, o por la misma energía eléctrica) hace aleatoria tal utilización.

En la planta baja de la vivienda —cuya entrada va precedida de un amplio portal que tiene adosado a los muros bancos de piedra y a cuyas paredes se arrim an los aperos ligeros de la labranza y se hace tertulia en los soleados atardeces de verano— se encuentra la cocina, pieza principal, generalmente la más espaciosa o amplia de la casa, que presenta en su parte central el llar (hogar o fogón), casi a ras del suelo. Ya a cierta altura, sobre el mismo se alza la salida de humos, de forma acampanada, constituyendo el inicio de la chimenea, en cuyos bordes, de una especie de vasar o repisa ( traviella), suelen colocarse o aliniarse distintos cacharros y ajuar. Sobre el llar tradicional bajan unas cadenas de hierro (calamieres o calamilleres), de las que pende el pote o vasija de hierro de base trípode y que se apoya sobre el mismo hogar, del que es retirado al ser efectuada la cocción, mediante las cadenas que le sostienen, que asimismo sirven para graduar su acercamiento o lejanía del fuego. El distinto utillaje de la cocina suele guardarse en muebles de m adera, tales como la espetera, el escudillero y el basal. La ma­sera es la mesa sobre la que se amasa el pan; presenta una tapa levadiza y bajo la misma una especie de artesa o contenedor don­de suele guardarse los comestibles de uso más o menos inmediato. Asimismo se aprecia en la cocina tradicional ganchos colgados de hierro, les ferraes, y cubas o tinas de m adera para el transporte de agua que presentan la forma de cono truncado, obra de tone­leros y que aparecen reforzadas por anchos aros de hierro o latón que acusan un brillo deslumbrador. También el canxilón de cobre (especie de cazo), utilizado para extraer agua de aquéllos y como vaso de circunstancias. La instalación de agua corriente en muchas viviendas tradicionales ha hecho que muchos de todos estos u ten­silios se vieran desplazados. En la cocina se encontraba asimismo el escañu, banco de madera prolongado, con una tabla abatible que se usa como mesa. El resto de la vivienda tradicional solía distri­buirse en alcobas cuyos muebles más corrientes los constituían camas taburetes o tayuelas y sillas y, y hasta hace pocos años un arcón o arca tallada donde se guardaban ropas y a veces frutos que transm itían a la lencería o ropa guardada su perfum e natural.

La generación actual y prácticam ente desde 1940 en que se ini­cia una amplia metamorfosis y cambio de costum bres, conoce ha­bitaciones rurales de un mayor «refinamiento», muchas de ellas de resultas de la experiencia adquirida tras la migración extrape- ninsular, la m ejora del nivel de vida y el paulatino acatam iento de

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la llamada «cultura de consumo», que ha traído consigo y desde 1965 un casi total cambio de la vida com unitaria, pese a la estruc­tu ra dispersa del habitat rural. Ello ha hecho asimismo a la pobla­ción asturiana de los concejos más pobres pensar en el éxodo, que en pocos años ha transform ado la demografía de áreas concretas en form a regresiva. Un reciente estudio de G. Morales Matos que ha tenido acogida en este Boletín (14), nos ilustra de la movilidad interna que ha conocido en estos últimos años la población astu­riana, a la vez que nos exime de su comentario, aún cuando hagamos patente qu ela misma ha ido en absoluto detrim ento del Occidente del Principado, trayendo consigo un crecimiento abusivo del trián­gulo neurálgico constituido por Oviedo, Gijón y Avilés.

APENDICE

La prim era descripción conocida de la cornisa astur-cantábrica v de sus gentes (Estrabón III 1, 2, 3, 7 y 8).

“La región septentrional se presenta muy fría. Dada su naturaleza montañosa y encontrarse junto al mar, carece de vínculos y comunica­ciones con otros territorios, hasta el punto d eser inhabitable por su ca­rácter inhóspito”.

“Todos los habitantes de la montaña se caracterizan por su sobrie­dad, sólo beben agua, duermen en el suelo y presentan una hirsuta ca­bellera a la manera femenina, aunque se presentan a combate con la frente ceñida por una bandeleta. Se alimentan principalmente de car­ne de ganado cabrío; sacrifican a Ares un cabrón, pero también pri­sioneros y caballos. Acostumbran a hacer hecatombes con cada espe­cie de víctima a la manera griega, y por expresarnos siguiendo a Pin- daro llegan a inmolar el centenar. Gustan de practicar luchas gymni- cas hoplíticas y competiciones hípicas, practicando para el pugilato, la carrera, la escaramuza y la batalla campal. Acostumbran los monta­ñeses durante las dos terceras partes del año a nutrirse de bellotas que secan y pelan, que muelen después para hacer pan que guardan para consumirlo en lo sucesivo. Beben cytos (cerveza), y el vino escasea, aún cuando es consumido enseguida cuando lo tienen, derrochándole en grandes comilonas familiares. En lugar de aceite usan manteca. Comen sentados sobre asientos construidos alrededor de las paredes (de sus casas), ocupando los lugares de más respeto, teniendo en cuenta la edad y dignidad; los alimentos se hacen circular entorno: mientras beben, danzan los hombres en grupo al son de flauta y trompeta, ya saltando

(14) G. M o r a l e s M a t o s , “Evolución reciente d e l a población de Asturias” Bol. del I. D. E. A., núm. 103, Oviedo 1981.

JOSE M. GOMEZ-TABANERA

en alto, ya cayendo flexionando las piernas. Los varones acostumbran vestir de negro, llevando mayormente una capa o manto de lana ne­gra (ságos) en la que se envuelven al echarse en sus lechos de paja. Usan de vasos tallados en madera al igual que los celtas. A su vez las mujeres presentan sus vestidos con adornos florales. En el interior (del territorio) en vez de utilizar moneda usan del trueque de especies o se sirven de pequeñas láminas recortadas de plata. Acostumbran a des­peñar a los criminales y a lapidar a los parricidas, tras llevarlos fuera de los lím ites de sus tierras o ciudades. Se desposan a la manera griega. Los enfermos, al igual que se usaba antiguamente entre los asirios, sue­len exponerse en los caminos con objeto de ser aconsejados por aque­llos viandantes que han sufrido su mismo mal. Con anterioridad a la expedición de Bruto, no se conocían más que barcas de cuero con las que navegaban por estuarios y lagunas. Hoy sin embargo usan tam­bién bajeles monoxilos, aunque éstos son aún raros. La sal es purpúrea, aunque se hace blanca al molerla...

“Así viven estos montañeses que, como dije, son los que habitan en la parte septentrional de Iberia, es decir los galaicos, astures y cánta­bros, hasta los vascones y el Pyrene. Todos ellos de la misma forma. Podría ampliar bastante más la enumeración de estos pueblos, pero renuncio a un trabajo tan poco gustoso, a menos que exista alguien que guste de oir hablar de los Pleutauros, Dariyetaos, Alotrigos y otros nombres tan bárbaros como ignorados.

Su rudeza y salvajismo son debidos no solamente a sus hábitos gue­rreros, sino asimismo a su lejanía, dado que las vías marítimas y te­rrestres que llevan a sus tierras son largas; de esta forma se presen­tan alejados de todo trato y han perdido la sociabilidad y la humani­dad. No obstante, hoy el mal es menor, merced a la paz y a la presen­cia de los romanos. Allí donde estas ventajas son menores, más aumen­ta su hostilidad y fiereza, añadiendo que esta disposición natural en algunos de ellos ha podido originarse también en la miseria del país y en su carácter montañoso, lo que como es lógico acentúa los inconve­nientes. Sin embarco he de renetir que todas estas guerras (se refiere a las Guerras Cántabras del 29-19 a.C.) se consideran hoy terminadas; los mismos cántabros, que de todos estos pueblos eran los más aferra­dos a sus hábitos de bandidaje, así como las tribus vecinas, han sido reducidas por César Augusto; y ahora, en vez de devastar, como ha­cían antes, las tierras de los aliados del pueblo romano, empuñan sus armas al servicio de los mismos romanos, como los Coniacos o los Plen- tuosios, asentados junto a las fuentes del Ebro. Tiberio, además por in­dicación de César Augusto, su predecesor, ha enviado a esas tierras un ejército compuesto de tres legiones, cuya presencia ya ha hecho mu­cho, no sólo pacificando, sino también civilizando gran parte de estas poblaciones”. .................

FAMILIA, QUINTANA Y CASERIA EN ASTURIAS 931

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BREVES NOTAS SOBRE EL SANTUARIO PREHISTORI­CO DEL ABRIGO DE LA MANZANEDA

POR

ANTONIO J. GAYELAS

El abrigo de la Manzaneda está situado en la pequeña aldea del mismo nom bre, a unos 9 Km. de Oviedo por la antigua carretera a León. Se abre en dirección S.E., al pie de la ladera escarpada del m onte «La Viña», de unos 400 m etros de altitud.

Sus cordenadas son 2° 08' 25» Oeste y 43° 18' 48» Norte, del m a­pa n.° 53 de «Mieres», Mapa de España 1/50.000 del Institu to Geo­gráfico y Catastral.

La sierra de la que form a parte el monte de la Viña se extiende con gran abruptuosidad a lo largo de más de 1,5 Km. en dirección S.O., donde se ve cortada por la escarpada garganta form ada por el río Nalón, que seguirá en su curso medio y en dirección N.E., ha­cia las vegas de Olloniego a Tudela Veguín.

El abrigo, de grandes dimensiones, ofrece una im presionante panorám ica, dom inadora de valles y m ontañas escarpadas. Este es­cenario fué sin duda un lugar idóneo para los hom bres paleolíticos, no sólo por su situación topográfica, sino por el medio ecológico en que se halla enclavado. La proliferación de especies como los cér­vidos, équidos y cápridos, adaptados a este tipo de terreno, cons­titu iría un habitat ideal, máxime por la cercanía de aguas fluviales —río Nalón, a menos 1.000 mts. en línea recta del yacimiento— co­mo gran recurso de explotación.

934 ANTONIO J. CAVELAS

El «abrigo de la Manzaneda» fué localizada por el autor, el 28 de octubre de 1978, a raíz de una sistemática búsqueda de yacimien­tos arqueológicos que desde algún tiempo veníamos realizando a través del curso medio y alto del río Nalón.

El yacimiento fué inmedaitamente comunicado al Departamen­to de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, personándose tan solo y después de tres meses de insistencia, Manuel González Mo­rales; a él nuestro agradecimiento. Posteriorm ente fué comunica­do a la Delegación Provincial del Ministerio de Cultura.

En toda la superficie del abrigo se aprecian m uestras de abun­dante m aterial lítico, pudiéndose recoger algunas piezas de silex, cuarcita y algunos fragmentos óseos, destacando entre éstos algu­nos útiles (buriles, raspadores y una azagaya), todo ello atribuible a algún momento del Paleolítico Superior; dándose a entrever la gran riqueza arqueológica contenida en el subsuelo. Igualm ente en una pequeña covacha enclavada al pie del abrigo, se aprecian una pequeña cata de irregulares dimensiones y realizada por excava­dores furtivos.

A lo largo de toda la pared del abrigo se extienden innumerables grabados, realizados en trazo grueso y profundo. En la pared iz­quierda del covacho se aprecian dos figuras de animales, una de ellas inacabada y de dudosa identificación. La segunda figura es un bello caballo, representando sin duda una de las creaciones más notables de todo el conjunto de arte rupestre del abrigo. La técni­ca empleada se desarrolla con trazo simple, grueso y profundo, for­mando una silueta sinuosa en la figura acabada del animal. Sola­mente las extremidades aparecen inacabadas y ligeramente despro­porcionadas con el resto del cuerpo.

Siguiendo, a unos 3 metros a la izquierda, el recorrido de la pa­red nos encontram os con un pequeño conjunto de grabados, form a­dos éstos por una gran profusión de líneas sinuosas, trazos para­lelos, etc.; todas ellas entrecruzadas, dificultando por ello su inter­pretación y ofreciendo sin embargo la visión de algunas figuras como cabezas de cápridos (?) —de forma triangular—, algunos cla- viformes, y el medio cuerpo de un gran cérvido pareciendo surgir del interior de la tierra con su exagerada cornam enta. Algunas de estas figuras llegan a alcanzar el nivel de la superficie, prolongán­dose incluso hacia su interior. Siguiendo en el mismo sentido el curso de la pared, encontraremos, a unos 4 ó 5 metros, otro con­junto de grabados muy semejantes a los anteriores, en cuanto a las características de complejidad y técnicas de grabado se refiere.

SANTUARIO PREHISTORICO DEL ABRIGO DE LA MANZANEDA 935

Terminando esta breve descripción, nos encontram os con el más im portante conjunto de grabados de todo el abrigo, pero no por ello el más fácil de delucidar que los anteriores. Este conjunto se encuentra en la term inación del abrigo, siendo el más extenso de todos. Como se indicó anteriorm ente, gran parte de este im presio­nante conjunto de arte rupestre se extiende hasta el mismo nivel del suelo, permaneciendo muchos de ellos parcialm ente recubier­tos por niveles fértiles; factor éste muy im portante a la hora de una fu tura datación cronológica (1).

Guiándonos, sin embargo, por las características técnicas de las figuras, es decir, incisiones gruesas y profundas en el grabado, el trazado de una curva cérvico-dorsal sinuosa en las figuras ani- m alísticas, y lo inacabado y desproporcionado de las extrem ida­des con respecto al cuerpo, nos inducen a presentarlas dentro del estilo II de Leroi-Gourhan (2), y que correspondería al período « gravetto-solutrense ».

Los paralelos con este gran santuario exterior son notablem en­te abundantes dentro del arte paleolítico, máxime por los recien­tes hallazgos —cercanos al yacimiento— realizados en la zona cen­tral de Asturias. Destacamos el im portante conjunto de la cueva de La Lluera (Priorio), a pocos metros del río Nalón, y compuesto por tres grandes grupos de grabados —realizados con la misma técnica que la Manzaneda— que por su situación de plena luz —en las paredes de la entrada— le confiere el carácter de santuario ex­terior. Los motivos que destacan del entrecruzado de líneas form a­dos por los tres paneles son, algunas figuras de caballos, ciervas, vulvas, un bisonte, así como figuras incompletas de otros tantos animales, tectiform es, etc.

Otro conjunto de grabados, más escasos, pero del mismo estilo, son los cápridos representados en la cueva de Godulfo, entre Trubia y Grado, y sin olvidar la sola representación de un bisonte acéfalo de la cueva de los Murciélagos (Soto de Ribera), a pocos m etros de la Manzaneda.

Se incluirían igualmente y dentro del mismo estilo, otras repre­sentaciones procedentes de las cuevas cantábricas de Chufin, H or­nos de la Peña, o las francesas de Gargas, Laussel, Par-non-Pair, etc.

(1) Se omite toda descripción detallada de la cavidad, con el fin de no sobrepasar en exceso esta nota.

(2) L e r o i - G o u r h a n , A .: Prehistoire de l’A rt Occidental, 2 e d ic ., p p . 244- 250, P a rís , 1971.

NOTA SOBRE LOS GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES (ARANGAS, CABRALES)

POR

PABLO ARIAS CABAL, GREGORIO GIL ALVAREZ, ALBERTO MARTINEZ VILLA y CARLOS PEREZ SUAREZ

INTRODUCCION!

El presente trabajo , como indica el título que lo encabeza, no tra ta de ser un estudio completo y definitivo de este nuevo con­junto de arte parietal asturiano, sino una serie de observaciones provisionales cuya finalidad es doble: Por un lado, hacer que este hallazgo sea conocido lo antes posible en los medios científicos (su estudio detallado podría re trasar su difusión considerablem ente) y por otro —y éste es el aspecto que más nos preocupa— m ostrar la necesidad de proteger estas valiosas manifestaciones de la espiri­tualidad del hom bre prehistórico.

Desde luego* hemos comenzado ya el estudio minucioso y ex­haustivo de estos grabados. Esperamos sacarlo a la luz en b r e v e .

Los grabados de la Cueva de los Canes eran conocidos por Gre­gorio Gil Alvarez y Miguel Gutiérrez desde 1972. En el mes de di­ciembre de 1981, el prim ero de ellos comunicó a los o tros tres fir­m antes de éste artículo sü existencia — enterado del: trabajó de prospección sistem ática de la depresión prelitoral del oriénte de

. Asturias qué venían realizando—, por Jo que él 27 de diciembre de ese año exploramos los cuatro la cueva, en compañía de M.a Jesús Gil y Rodrigo Arias. En esa visita comprobamos la existencia de depósitos arqueológicos en la boca de la Cueva de los Canes y la

938 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

presencia de numerosos grabados en su interior. Desde entonces hemos realizado la topografía que se adjunta y unos calcos pro­visionales de la mayor parte de los grabados, de los cuales publica­mos una m uestra (1).

Figura 1

1: Cuevas de los Canes y Arangas 2: Cueva de Traúno 3: Cueva de Coimbre 4: Cueva de Llonín 5: Abrigo de la Jabiana

SITUACION:

Como se lee en el título, la Cueva de los Canes se halla en el pue­blo de Arangas, en el extremo oriental del concejo de Cabrales, muy cerca del límite con el de Peñamellera Alta. Dicho pueblo está si­tuado én un saliente cercano a la base de la vertiente meridional

(1) Pára estas tareas hemos contado con la colaboración de nuestros com­pañeros Géma Adán, Tomás Alonso González, Manuel González García y Otilia Requejo. A ellos cuatro y.m uy especialmente a Carmen Martínez Gon­zález, qué nos ayudó en todos los trabajos de campo, les queremos expresar nuestra más .profunda gratitud, .Hemos, contado también, con el consejo y la ayuda constante de Manuel R. óonzález Morales, a quien, además, debemos las fotografías qué incluimos en el présente trabajo. Por último, agradecemos a los vécinos de Arangas su cólabóración y amabilidad désdé el comienzo de nuestras actividades en la zona.

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES 939

de la Sierra de Cuera, la cual separa la zona costera llanisca de la profunda depresión que corre desde Panes hasta Arriondas (2).

La boca de la cueva, orientada al S.E., se abre a 280 m. sobre el nivel del m ar (3) en la ladera sur del monte sobre el que se asien­ta Arangas y que separa los arroyos de Jerradero y Arangas, los cua­les, juntam ente con el Rumiedas, forman la cabecera del río Ribe- les, afluente del Cares.

Es interesante destacar que este valle del Ribeles, cuya parte alta se domina perfectam ente desde la Cueva de los Canes, es el más occidental de los que comunican el rellano que va desde Llo- nín hasta Arangas con el fondo del valle del Cares (Vid. fig. 1).

El m ejor acceso a la cueva es el que, partiendo de la zona más elevada del pueblo —El Mazu—, lleva hasta el lugar conocido como El Cuetu Corral, situado en el borde del fuerte escarpe que existe entre Arangas y el arroyo del mismo nombre. En este punto se to­m a un mal sendero que desciende entre las peñas directam ente hasta la cueva.

El cuetu de Arangas es un bloque de calizas nam urienses (cali­za de m ontaña) idénticas a las que form an la Sierra de Cuera, de la que está separado por una ancha banda de cuarcita skiddawien- se, del mismo tipo que la que lo rodea por el sur. En el borde sep­tentrional, el contacto entre las calizas nam urienses de Arangas y las cuarcitas skiddawienses no se realiza directam ente, sino que se interponen dos estrechas franjas: una de dolomías y calizas (Georgiense-Acadiense) y otra de pizarras, cuarcitas y areniscas glauconíticas (Acadiense-Postdamiense-Tremadoc). En la base de las calizas de m ontaña, tanto en Cuera como en el monte de Aran- gas, aparece, como es habitual, una fina banda de caliza griotte (Viseense) (4).

(2) Su altura máxima del fondo del valle son unos 400 m. en el Alto de Ortiguero. En Arenas de Cabrales, la zona de la depresión que se corresponde con la Cueva de los Canes, su altura es de 150 m. sobre el nivel del mar.

Pór lo que respecta a Cufera, en el meridiano de Arangas llega a los 1.194 m., una de sus m áximas cotas.

(3) Sus coordenadas son 43° 19’ 28” N. y Io 06’ 42” W (meridiano de Ma­drid), según la hoja 56 del mapa de España 1:50.000 del Instituto Geográfico y Catastral, “Carreña-Cabrales”. Ed. de 1943.

(4) M a r c o s , A.: “Estudio geológico deí reborde NW. de los Picos de Euro­pa (Región de Onís-Cabrales, Cordillera Cantábrica)”. Trabajos de Geología, N.° 1 (1967); págs. 39-46.

940 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

DESCRIPCION DE LA CUEVA (Vid. Fig. 2):

La cueva presenta un desarrollo longitudinal de unos 50 m., ca­racterizándose por su estrechez y escasa altura. La boca, de unos tres m etros de anchura por 1,70 m. de alto, se prolonga en línea recta hacia el interior, creando una estancia de unos seis m etros de longitud. Da idea de las dimensiones de la caverna el hecho de que esta sala, a pesar de su reducido tamaño, es una de las más amplias y desahogadas de sistema.

Al fondo de esta sala existe un pequeño divertículo sin salida, a la derecha según penetramos en la cueva, m ientras que de la iz­quierda parte un estrecho y bajo corredor descendente que poco más allá obliga a arrastrarse si se quiere proseguir avanzando; en su parte final gira hacia la derecha y da paso por un reducido agu­jero a una segunda sala, también de escasa superficie y techo muy bajo (unos 60 cm. sobre el suelo), que obliga a seguir reptan­do. Su piso, formado por una costra parcialm ente destruida y con gran cantidad de piedras y huesos de aspecto moderno, contrasta con el de la sala inicial y la gatera que la prolonga, que está form a­do por tierra y fragmentos de piedra.

De esta segunda sala parte una estrecha galería que no ha po­dido ser explorada por el momento debido a su angostura (32 cm. de ancho por 42 de alto).

A la derecha de esta boca, da acceso a la tercera sala un peque­ño orificio (75 cm. de anchura y 45 cm. de alto), Se tra ta de una cá­m ara más desahogada que la anterior, gracias a su mayor altura. En ella, la presencia de varias columnas estalagmíticas de consi­derable diám etro testimonia una fuerte actividad de deposición de carbonato cálcico. Precisamente son varias columnas estalagm íti­cas las que separan la sala III de la cuarta y últim a de la cueva, cuyo suelo se encuentra a un nivel ligeramente inferior.

La sala IV es, en realidad, un corredor de unos dos m. de an­chura con una altura media de 1,90 m. y unos .27 m. de longitud. En sus paredes y algún sector del techo se localiza la mayor parte de los grabados de la cueva.

Adosados a las paredes nos encontramos en varios sitios los res­tos de una costra estalagmítica, hoy rota, que debió de form ar en algún mom ento el suelo de la galería. En otros lugares de la sala aparecen fragmentos más elevados de costra difícilmente enlaza- bles con el nivel al que hemos aludido.

El suelo actual de la sala III está formado por una costra esta­lagmítica, ro ta en el punto señalado en el plano, del que parte una

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES

Figura 2

942 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

corta galería por debajo de aquélla, m ientras que en la sala IV alter­nan en superficie las áreas con costra estalagmítica y las de suelo de arcilla. Tanto esta sala como la anterior son muy llanas, excep­ción hecha de algún socavón.

Casi al final de la sala IV, en su pared izquierda, y a media al­tura, se abre una pequeña cavidad de desarrollo ascendente y esca­sa longitud. Pocos metros más allá finaliza la galería en un grupo de columnas estalagmíticas que la separan de un pequeño cama­rín de tan sólo 1,15 m. de anchura por 1,60 de altura cuya longi­tud es de unos cuatro metros. Su peculiar configuración parece te­ner especial relevancia en relación con la disposición de los gra­bados.

los grabados (Vid. figs. 3, 4, 5 y lám. 1) (5):

Como hemos dicho más arriba, el propósito de este artículo tan sólo es dar a conocer la existencia de este interesante conjunto de arte rupestre. Dada su complejidad y extensión, el estudio defi­nitivo —que ya hemos comenzado— requerirá bastante tiempo. Por lo tanto, bajo este epígrafe, únicamente expondremos algunas observaciones de tipo general sobre los aspectos más sobresalien­tes de estos grabados. Nos abstendremos por el momento de des­cribirlos sistem áticamente v de extraer conclusiones sobre su sig­nificado y cronología precisa.

Hemos hallado grabados exclusivamente en el último tram o de la cueva, a p artir del punto 13, marcado en el plano, desde donde se extienden, con algunas discontinuidades, hasta el final de la misma.

La pared donde son más abundantes y complejos es la de la derecha, en la que, yendo hacia el fondo de la cueva, se puede ver, tras algunos trazos aislados, un panel de cinco m etros de longitud por cincuenta centímetros de anchura (núm. 8). Este grupo destaca por la extraordinaria densidad de líneas que en él se pueden apre­ciar, aunque gran parte de ellas está recubierta por una pequeña capa de concreción estalagmítica que, si bien no las oculta total­mente, hace difícil seguirlas. Más allá encontramos otros tres gru­

ís) Las líneas punteadas corresponden a grabados que no se ven con cla­ridad. En algunos lugares las líneas se engrosan notablemente. Esto corres­ponde a rebabas de arcilla en el borde de los grabados. Los números se refie­ren al plano.

Figu

ra

3

944 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

pos de grabados de más reducidas dimensiones. A pesar de que en el plano esta pared derecha aparenta ser bastante regular, presen­ta num erosas irregularidades de pequeño radio y está extraploma- da hacia fuera.

En la pared de enfrente, los grupos de grabados son más dis­continuos y menos complicados internam ente, pero más nítidos por no haber sido cubiertos por una concreción como la que afecta a los de la o tra pared. También está inclinada hacia fuera su parte alta si bien más que la anterior, pues un gran tram o de ella está recorrido por una concavidad paralela al suelo en la cual se sitúa la m ayor parte de los grabados.

En el punto 7 (lám. 1) han sido trazadas abundantes líneas en el techo, que aquí está bastante bajo (1,70 m.). Como habíamos di­cho más arriba, la poca altura del techo es una característica de la mayor parte de la sala (1,90 m. de media) y de toda la cueva. Es este conjunto uno de los más llamativos de la Cueva de los Canes, a pesar de haber sido parcialm ente deteriorado.

Al final de la galería de la que hemos estado hablando, existe una pequeña sala, separada de la zona anterior por varias colum­nas estalagmíticas grabadas profusamente, cuyas paredes m uestran más líneas grabadas, (núms. 1, 2 y 12).

Los conjuntos de grabados del tram o de cueva que hemos de­nominado sala IV se extienden por térm ino medio entre los 1,40 y 0,85 m. de altura con respecto al nivel actuaj del suelo (por ejem­plo el grupo 8 está entre los 0,70 y 1,20 m.). Fueron por tanto rea­lizados en sitios a los que se alcanza con la mano sin necesidad de agacharse o estirarse, suponiendo que el nivel del suelo actual coin­cida con el de la época en que fueron trazados. Lo mismo podemos decir del techo en el punto 7. Por el contrario, en la pequeña sala del fondo los grabados llegan prácticam ente hasta el suelo. En las columnas estalagmíticas que separan las dos áreas citadas, se ha grabado incluso en recovecos difíciles de alcanzar con la mano.

Las paredes están re-cubiertas por una capa de arcilla de decal­cificación que, si bien hoy está absolutamente endurecida —salvo en algún punto concreto —en el momento de realizarse los gra­bados debía de ser sumamente plástica, como dem uestran las re­babas que se pueden observar en muchos bordes de las líneas y como sugiere el aspecto de los grabados, que aparentan haber sido hechos con facilidad y rapidez.

Se pueden distinguir dos técnicas de grabado en la Cueva de los Canes. La habitual da como resultado líneas anchas (sobre un cen­tím etro), poco profundas y de sección muy abierta. Deben de haber

Figura 4

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES 945

sido trazadas sobre la arcilla blanda con un instrum ento romo —co­mo un palo— o, más probablemente, con los dedos, pues la anchura de los grabados lo hace verosímil, las terminaciones de algunos de ellos se parecen a la huella de un dedo y la mayoría de los trazos co­rren en líneas casi rigurosam ente paralelas, lo que parece indicar que sólo se observa claram ente en una línea del grupo 11 (vid. fig. 3), la cual se superpone a las del otro tipo. Se tra ta de una lina incisión, no muy profunda, realizada con un instrum ento de punta afilada (o tal vez con una uña) sobre la arcilla blanda. En las columnas que separan la galería de la pequeña estancia del fondo se pueden ver algunas otras líneas finas, pero no nos atrevemos a asegurar que hayan sido grabadas por estar muy concrecionadas.

H asta el mom ento no hemos podido distinguir ningún signo ni ninguna figura naturalista, lo que, de confirmarse, constituiría una particularidad de esta cueva, como se verá más adelante. No obstan­te, hasta que estén perfectam ente calcados todos los conjuntos de líneas no podrem os asegurar nada a este respecto.

Estos grabados corresponden al tipo que ha sido tradicional­mente designado, siguiendo la terminología de H. Breuil, con el nom bre de «macarrones». Destacan los de esta cueva por su sim­plicidad, pues dominan, como se puede observar en los calcos que publicamos (6) los grupos de líneas paralelas no excesivamente largas y bantante rectas, siendo las más frecuentes las verticales. Aparecen también, por supuesto, algunos meandros y bastantes lí­neas horizontales y oblicuas —algunas de ellas se cortan en án­gulo agudo con las de otros haces (vid. fig. 4)—, pero no hay en el conjunto de la Cueva de los Canes esa tendencia al dominio de la curva y a la form ación de «lazos» que es tan característica de los grabados digitales no figurativos. Como ya hemos señalado, abun­dan más los «macarrones» rectos, ligeramente sinuosos, o incurva- dos en su extremo. En parte, el aspecto de simplicidad al que he­mos aludido proviene del hecho de que los grabados no se entre­cruzan excesivamente. Son muy numerosas las líneas, pero están extendidas en una superficie bastante amplia y, aunque hay en- trecruzam ientos, no llegan a form ar esa m araña de rayas que se puede encontrar en otros santuarios.

Por últim o, queremos señalar que la mayor parte de los haces están form ados por tres o cuatro paralelas, lo que parece corro­borar nuestra opinión de que han sido grabadas con los dedos.

(6) Aunque son sólo una selección, estimamos que son bastante represen­tativos.

946 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

Núm

. 3

Gr a ba d o s d ig it a l e s d e la c u ev a d e lo s c a n e s 947

El estado de conservación de los paneles es bastante aceptable. Ya hemos aludido a que en la pared derecha (siem pre m irando ha­cia el fondo de la cueva) se ha depositado una fina costra estalag- mítica que vela ligeramente los grabados y hace difícil distinguirlos en determ inados casos. Aparte de este hecho, inevitable y natural, algunos han sido estropeados muy recientemente por el hombre. Nos referim os a los del techo 7 (vid. lám. 1), sobre los que han sido dibujadas algunas letras de gran tamaño con una lám para de acetileno, costum bre lamentable, pero por desgracia muy extendi­da, como testim onian las paredes de cualquier cueva muy visitada. Lo mismo ocurre en el panel 3, donde los grabados están bajo un manchón negro del mismo origen, y en el 2, en el que alternan di­chas manchas negras con inscripciones realizadas con otro tipo de p intura. De todas maneras, la cueva, sin duda a causa de su casi nulo interés espeleológico, ha sido bastante respetada. Aparte de los casos que afectan a los grabados, sólo han sido alteradas sus paredes en la boca (con pinturas modernas en rojo), en o tra parte de la pared izquierda de la galería de los grabados, donde hay unas letras incisas que no afectan a ningún trazo prehistórico, y algún punto sin grabados de la pequeña sala del fondo y del final de la sala IV. Sin embargo, es evidente que, tras la publicación de este artículo, aum enta notablemente el peligro de que los graba­dos y el yacimiento de esta cueva sufran deterioros, por lo que creemos que urge tom ar medidas de seguridad para evitarlo.

Los grabados realizados con la técnica predom inante en la Cue­va de los Canes son bastante frecuentes en el arte paleolítico. Sin embargo, salvo en el caso de algunas cuevas donde aparecen con de­sacostum brada profusión (Gargas, La Baume-Latrone, Pech-Merle...) apenas son tenidos en cuenta, sin duda porque, debido a su escasa brillantez desde el punto de vista estético y a las dificultades de interpretación que ofrecen, no han resultado atractivos para los investigadores que han estudiado los conjuntos de arte rupestre en los que aparecen. Además, al hallarse muchos de ellos en san­tuarios donde existen otros tipos de manifestaciones artísticas más llam ativas (pinturas naturalistas, etc.) apenas se les ha prestado atención en los estudios sobre arte, salvo cuando form an figuras de animales. Es frecuente que los científicos se conformen con citar la existencia de «macarrones» o dibujar algún ejemplo, sin preocuparse de representar en sus publicaciones los conjuntos en su integridad, con lo que ello supone de obstáculo para in tentar una interpretación correcta de estos grabados.

948 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

En el Cantábrico tenemos bastantes cuevas con manifestaciones de esta técnica del grabado digital. La mayoría se halla en la provin­cia de Santander (Altamira, Hornos de la Peña, La Clotilde, Cudón, Las Chimeneas, Salitre, Chufín), siendo las tres prim eras los ejem ­plos más clásicos y conocidos en este área. En el País Vasco hay algún otro caso (Ekain) y en Asturias hasta ahora sólo se conocía en la cueva de El Quintanal (Balmori). El establecimiento de para­lelismos más profundos, basados en las formas representadas, re­querirá la term inación del estudio de estos grabados y, en num ero­sos casos, la revisión directa de los de algunas otras cuevas cantá­bricas cuyos «macarrones» no están correctam ente publicados. Sin pronunciarnos sobre este asunto, ni sobre el problem a de la situa­ción de este tipo de grabados dentro del santuario, hemos de se­ñalar dos particularidades de la Cueva de los Canes dentro del arte parietal paleolítico cantábrico. La prim era es la exclusividad dentro de una cueva de la técnica del trazo digital sobre arcilla blanda (7). Dicha característica es com partida por la Cueva de los Canes con La Clotilde y El Quintanal, pero en estas dos cavernas aparecen, aparte de los trazos informes, representaciones animalísticas eje­cutadas con esta técnica. He aquí la segunda diferencia que separa a los Canes de las otras cuevas citadas: solamente encontram os tra ­zos que no representan ni signos ni formas animalísticas o antro- pomórficas, particularidad que, en el Cantábrico, unida a la técnica del grabado digital, hasta el momento sólo se presenta en este ya­cimiento cabraliego (8). No obstante, nos reafirm am os en la pro- visionalidad de esta conclusión, pues podría darse el caso de que del estudio definitivo de los grabados resultara alguna representa­ción de signos o animales.

Por lo que respecta a la cronología, no la podemos precisar por el momento. Es evidente que estas manifestaciones artísticas no son mo­dernas, ya que la arcilla sobre la que fueron trazados los grabados está absolutam ente endurecida y en muchos lugares cubierta por concreción estalagmítica. Nos parece justificable su atribución al Paleolítico Superior, que es la época en la que está claram ente do­cum entada esta técnica, tanto en la región cantábrica como en otras de Europa Occidental, pero es prem aturo in tentar afinar más y señalar una etapa cronológica concreta para su realización (9).

(7) No nos parece que pierda validez esta afirmación por la existencia de una raya fina, ejecutada, por lo demás, también sobre arcilla blanda.

(8) En la Cueva de Cudón, en la que sólo se han publicado “macarrones”, hay algunas pinturas, según nos ha comunicado Emilio Muñoz.

(9) Tradicionalmente se asocian los “macarrones” a los momentos más

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES 949

EL YACIMIENTO:

El interés arqueológico de la Cueva de los Canes no proviene exclusivamente de sus manifestaciones artísticas. En la boca de la cueva hemos hallado en superficie algunos materiales con eviden­cias de haber sido trabajados por el hombre, así como restos ma- lacológicos indudablem ente traídos a la cueva. Como habíamos di­cho, tam bién aparecen bastantes huesos, pero al no haber recogido ninguno trabajado y al no haberlos hallado en niveles arqueológicos ni pertenecer ninguno de ellos a especies extinguidas —son princi­palmente de cabra— no se puede asegurar su contem poraneidad con el m aterial lítico prehistórico.

Hemos recogido dos lascas simples de sílex y dos lascas simples y una de decorticado secundario de cuarcita, así como dos hojas ela­boradas en este últim o material. Todas las piezas presentan restos de concreción. En lo que respecta a la fauna malacológica, consiste en varias conchas del género Patella, todas ellas de pequeño ta­maño, algún fragm ento de mejillón (Mytilus edulis) y unos pocos ejem plares de Monodonta lineata.

Todos los m ateriales proceden de la sala I (boca de la cueva) y del corredor que sale de ella. El suelo de la boca no presenta se­ñales de haber sido excavado, por lo que podrían conservarse los niveles de donde proceden estos testimonios arqueológicos prácti­camente intactos, lo que explicaría el escaso número en que han aparecido. No parece, de todas maneras, que pueda haber en la Cueva de los Canes niveles de mucha im portancia o, al menos, muy potentes, pues la boca de la cueva es lo bastante angosta como pa­ra no perm itir una ocupación intensa y la dirección de las paredes parece indicar que la roca m adre no se halla muy profunda, con lo que los hipotéticos niveles serían de escaso espesor. De todas formas, de existir, serían bastante interesantes por estar intactos y por la posible, aunque nada probable, relación que se podría es­tablecer entre ellos y los grabados del interior.

Los m ateriales, por su escasez e indefinición, perm iten decir muy poco sobre el carácter y cronología del yacimiento. Las piezas lí- ticas pueden pertenecer a cualquier momento de la Prehistoria. Sin

antiguos del arte rupestre. Así B r e u il (Quatre Cents siècles d ’art parietal; Paris, Editions Max Fourny, 1974; pág. 39) los encuadra en su “ciclo auriña- co-perigordiense”. L e r o i-G o u r h a n , en su Préhistoire de l’art occidental, aun­que no se define con mucha claridad sobre la cuestión, no ve problemas para atribuirlos a su período II (L e r o i-G o u r h a n , A.: Préhistoire de l’art occiden­ta l; Paris, Editions d’art Lucien Mazenod, 1971; págs. 138, 144, 249-250, 272).

95Ó PABLO ARÍAS CABAL Y OTROS

embargo, las conchas son bastante significativas. En prim er lugar, dem uestran relaciones con la costa en un yacimiento que, si bien a vuelo de pájaro está muy cerca de ella (unos 11 km.), la escarpa­da Sierra de Cuera hace que el acceso practicable a pié se tenga que realizar por los valles del Cares y el Deva, por un camino de unos 40 km. no muy fáciles de recorrer, al discurrir el prim er río que hemos citado por el fondo de una garganta bastante profunda y es­trecha (10). Por otro lado, la presencia de Monodonta lineata, un bígaro de aguas templadas, en lugar de la Littorina littorea y el tam año reducido de los ejemplares de Patella, en vez de las grandes Patella vulgata, variedad Maior, pleistocénicas nos pone más en re­lación con la fauna malacológica de los yacimientos cantábricos del Holoceno (a partir del Aziliense) que con la del Paleolítico Su­perior. Como mucho, estas especies podrían corresponder a un mo­mento muy tardío del Magdaleniense. A pesar de que nuestra mues­

tra es muy exigua y no permite conclusiones categóricas, las conchas de la Cueva de los Canes desentonarían llamativam ente asociadas a un conjunto industrial del Paleolítico Superior, m ientras que serían plenamente coherentes con uno del Paleolítico Superior muy

(10) En la Cueva de Llonín, según comunicación personal de M. R. Gon­zález Morales, también aparecen conchas marinas.

Figura 6

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES 951

tardío, del Epipaleolítico o de algún momento aún más moderno. De todas form as no olvidemos la posibilidad de que las conchas procedan de los niveles superiores del depósito, bajo los que podría haber capas más antiguas.

A unos 100 m. al este de la Cueva de los Canes y aproxim adam en­te a su misma altura, se abre una gran boca de 5 m. de anchura y 3 de alto, orientada al este. Se conoce la cueva a la que pertenece como cueva de Arangas. Consiste ésta en una gran sala de unos 20 m. de longitud por 7 de anchura, continuada al fondo por una corta galería de unos 10 m. de longitud.

En esta cueva, cuyo suelo tampoco parece haber sido removido, aparecieron algunas lascas de sílex y cuarcita en un lugar en el centro de la cueva, junto a una gran columna estalagmítica, en el que las goteras habían limpiado la superficie. Ello nos induce a pen­sar en la posibilidad de que estos materiales —nada significativos, por o tra parte— puedan proceder de algún nivel intacto. La cueva es bastante seca, amplia, perfecta en su orientación y su situación estratégica es igual de buena que la de la Cueva de los Canes, a la que supera en facilidades de acceso. Desgraciadamente, los escasos m ateriales que poseemos no nos dicen nada en concreto sobre este posible yacimiento.

Cerca de la desembocadura del Ribeles, en la vallina inm ediata a su valle por el este, existe otro lugar con indicios de ocupación prehistórica. Se tra ta del abrigo conocido como Cueva de la Jabia- na (11), que está situado en la margen derecha del arroyo denomi­nado El Vau Rano, a 16 m. de él y unos 5 m. por encima de su nivel (12). El abrigo está orientado hacia el norte y lo form an tres peque­ños entrantes de unos 3 m. de profundidad cada uno (Vid. Fig. 6), el más oriental de los cuales ha sido aprovechado para construir una cuadra. Al entrante central desemboca una estrecha galería por la que se puede avanzar unos tres metros y por la que hay eviden­cias de que corre ocasionalmente una corriente de agua. Precisa­mente a la salida de ella .es donde, entre los m ateriales arrastados por el curso de agua, hemos hallado la mayor parte de los m ateria­les (punto E). ..........

n i ) La existencia de depósitos arqueológicos en la Jabiana aparece cita­da en un trabajo espeleoló^ico CFa v r e , G f p a l d : Recherches .Spéléoloaiqves Jprt Asturias (Esvogne). Picos de Eurova, 1976-77-78; La Rippe (Suiza), ed. del putor : pág. 15) a cuyo autor le había comunicado su existencia’ G'^éeono' Gil. En dicha publicación se le da a esa cueva el erróneo ndmbre de “Rsbfana”.'

(12) Coordenadas: 43° 18’ 18” N. y Io 07’ 00” W ('meridiano de Madrid); su altitud son unos 200 m. Estos datos proceden de la hoja 56 del Mapa de España 1:50.000 del I. G. y C., “Carreña-Cabrales”, edición de 1943.

952 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

De los niveles arqueológicos que debió de haber en La Jabiana tan sólo quedan cuatro exiguos testigos cementados en las paredes del abrigo. Consisten éstos en, empezando por el este, una brecha con numerosos huesos, de unos 20 cm. de espesor, situada en un co- vacho alto, a unos 3 m. del suelo actual, que tal vez haya sido re­bajado para construir la cuadra que ocupa este sector del abrigo. En el entrante del centro y a 1,40 m. sobre el suelo (punto B) se ve otro nivel con huesos de unos 20 cm. de potencia en la parte su­perior de un paquete compuesto, por debajo de él, de niveles de inundación (recuérdese la cercanía del río). En el punto C del mapa hay otro testigo con un nivel de similar potencia a la del anterior, a 1 m. del suelo y también sobre niveles con cantitos pequeños y arenas arrastrados por el río. En su corte, aparte de huesos, se pue­de ver alguna lasca. En D tenemos un nivel de 20 cm. de potencia, con huesos, sobre niveles de inundación y a 1 m. del suelo. La im­presión que da este yacimiento es que, tras un período en que el río inundaba ocasionalmente el abrigo, se produio una ocupación hum ana, durante la que se depositó ese nivel de 20 cm., que proba­blemente sea el mismo en todos los testigos. Todo el paquete de niveles fue posteriorm ente arrasado, no sabemos si por una inun­dación tardía o por la acción humana (al habilitar el abrigo para usos ganaderos), conservándose únicamente los testigos que hoy vemos. El nivel, por lo aue de él se conserva, parece bastante rico en fauna (no hemos podido identificar especies por estar los hue­sos del corte muy fragmentados), pero escaso en material lítico. Es posible que el material lítico que hemos hallado en superficie proce­da de un sector del mismo nivel que hubiera sido depositado en la galería, el cual habría sido arrasado por el agua y sus materiales depositados en el cauce.

Los restos de talla consisten en:

SILEX CUARCITA

Lascas simples 13 15Lascas de decorticado secundario 1 6Hojas — 3Núcleos amorfos 2 3Restos de núcleo 2 —

Fragmentos amorfos 2 3

TOTAL 20 30

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES 953

Muchas piezas están concrecionadas. El sílex que aparece es, salvo en tres lascas, un sílex negro de muy mala calidad que se rom ­pe de una form a muy irregular.

Los útiles son:—Raspador en extremo distal de una lasca de cuarcita; bastan­

te corto y ligeramente convexo.—Raspador en cuarcita: en el extremo distal de una lasca de

cuarcita con algunos retoques finos en su lado derecho; frente de raspador muy tosco y mal tallado.

—Buril diedro de ángulo, en sílex blanco.—Dos denticulados: uno en una lasca de cuarcita y otro en una

de sílex.—Escotadura elaborada en un resto de núcleo de sílex.—Lasca de sílex con algunas astilladuras y retoque directo li­

geram ente invasor en uno de sus lados.—Lasca de sílex con cinco retoques planos invasores inversos

contiguos, rigurosam ente paralelos y ligeramente oblicuos con res­pecto al eje de la lasca.

El escaso núm ero de estos materiales nos impide hacernos una idea muy precisa acerca de las características del nivel del que pro­ceden. De los restos de talla, lo único que se puede destacar es el equilibrio entre el número de piezas en sílex y en cuarcita, algo desnivelado en favor de esta última, m ateria en la que las piezas son mayores. Por el contrario, de ocho útiles, cinco son de sílex. Ambos hechos (predominio de la cuarcita entre los restos de talla y el sílex entre los útiles) son bastante frecuentes en los yacimien­tos de Asturias, región con escasez de sílex de buena calidad.

Los útiles son demasiado escasos como para que se pueda rea­lizar ningún estudio estadístico sobre ellos. Además, su validez se­ría muy discutible tratándose de un conjunto de piezas recogidas en superficie, como es este caso. El yacimiento de la Jabiana po­dría corresponder a cualquier momento del Paleolítico Superior, aunque no se puede descartar su atribución a un mom ento más tardío.

el contexto:

Hemos destacado la im portancia estratégica de los tres posibles vacimientos del valle del Ribeles y sus inmediaciones por dom inar la comunicación más occidental entre el rellano de Alies y el valle del Cares (Vid. Fig. 1). Nos hallamos ante una confirmación de la

954 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

situación típica —y única hasta el momento— de los yacimientos paleolíticos de la región de Peñamellera Alta: los extremos de los pequeños valles transversales que unen la alta zona soleada que, pasando por Alies, va a Arangas a Llonín, con el Cares. La prim e­ra zona es un área elevada (250-300 m.), pero no muy pendiente, pues form a un rellano relativamente amplio y soleado (lo que ha contribuido a que en él se sitúe la mayor parte de los pueblos del concejo). Su im portancia prehistórica parece derivar tanto de las ventajosas condiciones que ofrece para la ocupación hum ana y ani­mal como de su cercanía a las zonas rocosas de Cuera, con lo que ello supone de variedad de recursos cinegéticos, muy im portantes en ese momento. La segunda es un valle muy estrecho y escarpado que constituye la única comunicación, por el interior, de la cuenca del Deva con la del Sella (13) —dos zonas de gran im portancia en época prehistórica—, cuyo control sería fundam ental para pobla­ciones que dependían en gran medida de los movimientos de los grupos animales, que tendrían que realizarse por esta vía.

Con el hallazgo de testimonios de ocupación supuestam ente pa­leolítica en el valle del Ribeles, no queda ninguna comunicación de im portancia entre las dos zonas mencionadas en la que no haya yacimiento de este período: el valle del Ribeles está controlado en su parte alta por las cuevas de Arangas y los Canes y en su unión con el Cares por la Jabiana; la salida del siguiente valle, que va de Rozagás a Trescares, es dominada por Traúno; lo mismo que ocu­rre en el caso de Coímbre con respecto al valle de Alies. Por últi­mo, entre las cabeceras de los dos valles más orientales se sitúa la cueva de Llonín (14). Es im portante subrayar que tanto Llonín co-

(13) La altura del fondo del valle en este sector va de los 140 m. en Are­nas a los 50 m. en la desembocadura del río de Llonín.

(14) Sobre la Cueva de Llonín, aparte de noticias de la prensa diaria de la época en que fue descubierta,, las publicaciones existentes son la de Magín Berenguer: El arte parietal prehistórico de la Cueva de Llonín; Oviedo, IDEA- Caja de Ahorros de Asturias, 1979, la de J. M. Gómez-Tabanera: “El arte prehis­tórico de la cueva de Llonín (Peñamellera Alta. Alies) y la lógica de la cone­xión de los símbolos de la Prehistoria y Etnografía astures” ; BIDEA, 96-97 (1979), págs. 421-444 y la de Juan M.a Apellániz: “El método de la determinación de autor en el Cantábrico. Los grabados de Llonín” ; Altam ira Sym posium ; Madrid. Subdirección General de Arqueología, 1980; págs. 73-84. ' ................

Acerca de Coímbre existen dos artículos de J. Alfonso Moure Romanillo y Gregorio Gil. Alvarez (“La Cueva de Cnimbrp en P eñ am ellera Alfa (A stil-

LAM INA 1.

A. Grabados del techo (núm. 7)

B. Grabados número 5.

GRABADOS DIGITALES DE LA CUEVA DE LOS CANES 955

mo Traúno y Coímbre, además de yacimiento, poseen m anifestacio­nes artísticas, lo que supone un porcentaje de yacimientos con arte elevadísimo en un área muy reducida.

Vista la unidad del conjunto de yacimientos de Peñamellera Alta y extrem idad oriental de Cabrales, no podemos dejar de seña­lar su cercanía v facilidad de comunicación con los alrededores de Panes, zona en la que se conocen varios yacimientos paleolíticos desde principios de siglo. Desgraciadamente, excepción hecha de los grabados de La Loia, no han sido bien estudiados.

Creemos que, con los nuevos yacimientos de Cabrales, se sigue revalorizando el papel de la depresión prelitoral del oriente astu­riano durante el Paleolítico Superior —Epipaleolítico. H asta hace unos diez años apenas se tenía noticia allí de restos de dicha época (sin duda por falta de prospección), en contraste con la enorme ri­queza del litoral. Hov en día se conocen varios im portantes testi­monios de la ocupación de ese período en este largo corredor, pa­ralelo a la costa, eme co^s+ituve una interesante área secundaria relacionable con el litoral del Oriente de Asturias, cuyos principa­les yacimientos se sitúan, no lo olvidemos, en Posada. Esta pobla­ción se ubica precisam ente en la desembocadura del río que des­agua el único valle oue comunica la costa con la depresión prelito­ral, el Bedón (excepción hecha naturalm ente de los dos de los ex­trem os, los del Sella v el Deva). Indudablem en+e esto ha influido en la localización en las inmediaciones de Posada de yacimientos como Cueto de la Mina, La Riera, Trescalabres, Arnero, Bricia, etc.

Prueba de la relevancia de esta depresión durante el Paleolítico Superior y Epipaleolítico son los yacimientos de Peñamellera Alta va citados —Traúno, Coímbre y Llonín— y, en el otro extremo del corredor, las cuevas de Los Azules y El Buxu, aparte de estos nue­vos yacimientos de Cabrales y algunos más que hemos reconocido en ese mismo concejo y en el de Onís en el curso de los trabajos de prospección que estamos realizando en el área. Como se ve, paulatinam ente se va cubriendo la extensa zona sin yacimientos pa­leolíticos o epipaleolíticos que parecía haber entre Peñamellera y Cangas de Onís.

CONSIDERACIONES FINALES:

Para term inar, queremos, una vez más. destacar el interés de los grabados de la Cueva de los Canes por la gran extensión del con­junto y por su originalidad, que lo convierten en el único caso co­

956 PABLO ARIAS CABAL Y OTROS

nocido en el Cantábrico de cueva con arte que cuenta exclusivamen­te con grabados digitales no interpretables como signos o repre­sentaciones animalísticas o antropomórficas.

Su interés aum enta al no tratarse de una manifestación aislada, pues se integra, en prim er lugar, en una cueva con yacimiento; en segundo, en un pequeño valle de unos cuatro kilómetros de longi­tud en el cual (o muy cerca de él) se sitúan tres testimonios de pro­bable ocupación paleolítica o epipaleolítica; y, por último, en un área muy reducida y muy caracterizada, la del valle del Cares a su paso por la zona de Peñamellera Alta, en la que existen al menos otros 3 yacimientos paleolíticos, los cuales poseen, además, m anifesta­ciones artísticas. Desde esta perspectiva, creemos que la Cueva de lo Canes puede avudar notablemente al conocimiento de esta zona geográfica tan diferenciada durante la Prehistoria.

Evidentemente, para que esta cueva pueda proporcionarnos tal información, es absolutamente necesario que se conserven estos documentos (grabados y yacimiento), cuya seguridad ahora es nu­la. Confiamos en que esta nota traiga como prim er fruto la protec­ción adecuada de la Cueva de los Canes.

Esperamos, como decíamos al principio, term inar el estudio de­tallado de los grabados en el mínimo tiempo que su com plejidad y gran núm ero nos lo permitan.

Oviedo, enero 1982

L I B R O S

Discurso pronunciado por D. Jesús-Evaristo Casariego en el acto de presentación del libro «Datos y documentos para una historia minera e industrial de Asturias», de D. Luis Adaro y Ruiz- Falcó, que tuvo lugar en el local del Colegio de Ingenieros de Minas, en Oviedo, el 12 de enero de 1982.

Señoras y Señores: Ante todo debo dar las gracias a los dos distinguidos Luises de la actual minería asturiana, D. Luis Saenz de Santa María, Presidente de este Colegio de Ingenieros y D. Luis Adaro y Ruiz-Falcó, au tor del libro que hoy se presenta, por haber­se acordado de mí para intervenir en este acto, cuanto tantos otros pudieron haberlo hecho con mayor autoridad facultativa que la mía.

Unicamente un punto podría, sino justificar, sí explicar mi pre­sencia hoy en esta tribuna: el ser yo historiador profesional y tra ta rse de un libro que tiene por tema una de las parcelas más interesantes e im portantes de la historia de Asturias: la historia particular o privativa de la industria minera carbonera, con todo lo que ella representó y creó en su torno en nuestra tierra. En efec­to, la m inería representó uno de los elementos más influyentes en toda la m ilenaria historia asturiana, y es curioso que haya sido la m inería del oro en el siglo I, el principal agente de nuestra rom a­nización, que nos llevó de la Protohistoria a la H istoria; y la mine­ría del carbón, a p a rtir del siglo XVTIT, la que nos tra jo la civili­zación del industrialism o. Al igual aue vuestra carrera, la H istoria de Asturias es también, en buena parte, una H istoria «de minas».

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Decir esto no es ahora un halago para vosotros, para un pú­blico en su mayoría de ingenieros de minas o de personadas rela­cionadas con la minería, ni tampoco un elogio para el libro cuya fe­liz salida nos reúne hoy aquí. Es sólo m anifestar un convencimien­to total y viejo en mí. Prueba de ello es que hace 32 años yo publi­qué el prim er libro de historiografía moderna asturiana sobre ese tema minero, titulado «El Marqués de Sargadelos o los comienzos del industrialismo capitalista en España». Esta obra mía ha sido varias veces editada, y D. Luis Adaro me honra citándola repetida­mente en este superior libro suyo que estamos estrenando.

Pues bien, como historiador profesional, más o menos especia­lizado en esta faceta de la Historia asturiana, yo me atrevo a sentar la siguiente afirmación: el libro «Datos y documentos paar una Historia minera e industrial de Asturias», de D. Luis Adaro y Ruiz- Falcó, es una de las obras de aportación histórica más valiosas que hasta ahora se han publicado sobre Asturias. Un libro, además, de un doble valor, puesto que en él inciden las dos grandes ramas generales de la ciencia. Como libro que estudia la minería corres­ponde a las ciencias de la naturaleza y como libro que explora el pasado a las ciencias del espíritu. Es, pues, un libro total e íntegra­mente científico y humano, como lo es el hombre, persona o indivi­duo, y el hom bre colectivo, histórico y humanidad, que consta de dos naturalezas, la espiritual de su alma e intelecto y la físico-quí­mica de su soporte corpóreo con su economía orgánica.

Podría decirse que D. Luis Adaro y Ruiz-Falcó es ingeniero mi­nero de profesión e historiador de afición. De su autoridad como ingeniero, de su capacidad científico-técnica, no hay que hablar aquí, porque todos vosotros la conocéis mucho m ejor y con mucha m ejor base que yo, y, además, es bien notoria en toda España y aún fuera de ella.

De su autoridad como historiador, sí debo decir algo. D. Luis se aficionó a la H istoria hace muchos años. Ya sabéis que la acep­ción prim era y más estricta de la palabra afición es afecto, affectio, en latín, esto es, inclinación casi irresistible, pasión, am or hacia algo. Por eso muchas veces en nuestra literatura clásica, al mani­festar que un joven se enam oraba de una muchacha o viceversa, se solía decir aue se aficionaba a él o a ella.

Pues así ha sido la afición o am or de D. Luis a la H istoria, que es una ciencia en principio aiena a su carrera. D. Luis se enamoró de la His+oria, se entregó a ella con pasión, y, como ocurre con to­das las aficiones o amores lícitos y honestos, term inó en m atrim o­nio. Nuestro D. Luis se casó con la Historia, la hizo su esposa le­

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gítima y con ella tuvo varios hijos inteligentes, sanos y hermosos que son sus varios y valiosos libros. Oíd los nombres de esa prole ejem plar: «Resúmen histórico de las comunicaciones en Asturias», nacido en 1963; «175 años de la siderometalurgia asturiana», en 1968; «Noticias y comentarios sobre asuntos y realizaciones astu­rianas», en 1969; «De la antigua minería asturiana» (que es un ca­tálogo de im presionante erudición sobre la bibliografía histórico- minera), en 1973; «Resúmen de las comunicaciones sociales y el periodismo en el mundo», en 1973; «Historia de las Ferias de Mues­tras en Asturias», en 1974; «El puerto de Gijón y otros puertos as­turianos» (éste fué un notable parto de dos robustos mellizos, es decir, de dos grandes tomos), en 1976 y 1979, y otros más que no enumero, porque con éstos ya se da cumplida m uestra de la fecun­didad de este ejem plar m atrim onio del ingeniero con la Historia. Debo decir que todos esos hijos le nacieron en Gijón; son pues también asturianos legítimos como su padre y su abuelo.

Hoy, sencillamente, estamos asistiendo a la venida al mundo, podría decirse al público bautizo, del postrero de ellos. Como los antiguos Reyes, D. Luis nos presenta ahora a su últim o hijo recién nacido, un hijo expléndido, en una suntuosa canastilla, que es esta edición adornada de tan interesantes grabados a todo color y rea­lizada con cuidada mano de obra y materiales de prim era calidad.

D. Luis es, por tanto, un auténtico, un verdadero historiador, que sabe buscar e in terpretar con todo éxito las fuentes documen­tales y los hechos históricos.

De este caso del hom bre de carrera perteneciente a las ciencias de la naturaleza que se convierte en un gran historiador, hay pre­cedentes muy ilustres y muy notables. Al gremio ingenieril pertene­cía, por poner un ejemplo, D. Eduardo Saavedra, arabista erudito y uno de los más conocidos y originales historiadores de la invasión islámica del siglo V III, y, como consecuencia, del nacimiento de la M onarquía asturiana. Ingeniero era también el insigne D. Luis Adaro Magro, abuelo de nuestro D. Luis de hoy, cuya gran obra «Criaderos de hierro de Asturias», contiene páginas históricas fun­damentales. Tiene aquí cabida, pues, un viejo refrán: «De casta le viene al galgo el ser buen corredor».

El prólogo del libro que ahora se presenta, enum era las fuentes que el au tor utilizó para su redacción; y a lo largo de todos los ca­pítulos las va ampj liando con una bibliografía y unos acopios do­cumentales verdaderam ente abrumadores. No hay un hecho histó­rico en todo el libro que no tenga el aval de un documento fidedig­no o de una cita autorizada. La honradez científica del autor está

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bien visible en todas las páginas. Nada queda en el aire balanceán­dose entre la fantasía, la hipótesis o la duda. Se recogen los suce­sos m ateriales que ocurrieron y el pensamiento sobre los mismos de los hombres que los crearon y vivieron.

Por ello, leer este admirable libro es como realizar un fascinante viaje en el tiempo. Es como ir, llegar y sumergirnos en la Asturias de finales del siglo XVIII, y «ver» y «oir» lo que pasaba y lo que se decía en torno a un hecho nuevo en el que algunos ponían gran­des esperanzas: el hecho de furar la tierra y sacar de ella grandes cantidades de unas piedras negras que ardían muy bien, por las que se pagaban altos precios y para cuyo acarreo se movilizavan miles de bestias, centenares de carros y docenas de buques, y también como se canalizaba un río y surgía, en el padre Nalón, sobre los palacios de cristal y las xanas y las ayalgas en la misma rom ancea­da «flor del agua», un medio de transporte hasta entonces no prac­ticado en aquella escala: el de los trenes fluviales de chalanas, tras­plantadas a Asturias desde el remoto Danubio y el dejano Ródano.

A ese mundo del carbón asturiano prim itivo nos lleva con toda seguridad el adm irable libro de D. Luis Adaro y Ruiz-Falcó. Y nos lleva no sólo por los caminos del documento escrito que cuenta o narra con palabras, sino también por la o tra y tan luminosa vía de la imagen. Por eso puede decirse que en él «oímos» y «vemos» como nacía la industria de la minería carbonera asturiana, que al correr de los años sería una de las principales riquezas y uno de los aspectos más característicos del vivir de esta región, Reino o Prin­cipado, cabeza de España.

D. Luis Adaro sabe y practica en este libro, una norm a de buen historiador. Una norm a lógica y fácil de com prender, pero muy difícil, por no decir imposible, de practicar. La de que el historia­dor prescinda de su época propia y viva y traslade su mente a la época que va a historiar. Esta es la única m anera científica para «ver» y «entender» el pasado. Si, por el contrario, juzgamos los he­chos del pretérito con la mentalidad de nuestra época, no podre­mos entenderlos ni mucho menos interpretarlos, describirlos y juz­garlos correctam ente. Para conocer y hacer crítica de los hechos del siglo XVIII, tenemos que trasladarnos m entalm ente al siglo XVIII, vivir su ambiente espiritual, intelectual y hasta en lo posi­ble sus formas materiales. Si no lo hacemos, si pretendemos espe­cular con los hombres y los sucesos del siglo XVIII usando los mó­dulos de nuestra mentalidad y hábitos de hombres de finales del siglo XX, jam ás podremos comprender, y menos aún juzgar con exactitud y justicia, los acontecimientos del siglo XVIII.

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Pero este traslado a otras épocas es dificilísimo de realizar, im­posible de realizar totalmente. Y de allí que toda la historia escrita del pasado más o menos lejano, tenga siempre algo de la nuestra propia, del mundo m ental y físico que el historiador está viviendo día a día. Por eso Croce pudo decir, con razón, que toda historia del pretérito tiene siempre algo de historia contemporánea. Este algo ya queda dicho que es inevitable, pero el buen historiador se esfuerza en procurar que sea un algo lo más reducido posible.

Uno de los muchos m éritos y valores de este libro, es que D. Luis ha llegado a captar, a conocer, a vivir, la vida y am biente de la Asturias de finales del siglo XVIII. Por eso yo me lo imagino a veces vestido de casaca y sombrero de tres picos, con cuello de chorrera y alba peluca, a caballo, seguido de un espolique, reco­rriendo los valles de Langreo y las orillas del Nalón, o en una ama­ble tertu lia gijonesa, en torno al dorado brasero de copa, m ientras ofrece su caja de rapé y asiente las razones que acababa de expo­ner el gran Jovellanos sobre la canalización del río o el forno de coque que van a construir los ingenieros de la Real Armada al lado de Sama. Aún hoy, con su presencia de natural elegancia, su voz educada y convincente, su am or a las empresas útiles, su siempre despierta curiosidad intelectual y sus búsquedas eruditas, tiene nuestro D. Luis mucho de un caballero distinguido del siglo XVIII, de un procer de la Ilustración asturiana que pudo haber sido cate­drático del Real Institu to para explicar allí la naturaleza y extrac­ción de los fósiles.

Con toda franqueza os digo que me sería muy difícil im aginar­me a D. Luis como un personaje de la corte rústica del Rey Fruela, allá por los años del setecientos sin mil, cabalgando con dura y san­grienta mano para domeñar una rebelión de vascones o gallegos; pero, ¡qué fácil resulta imaginárnoslo en los años del mil setecientos, a la luz de un velón, escribiendo con pluma de cisne un inform e sa­bio al Consejo de Castilla sobre la felicidad que traería a los pue­blos el beneficio del carbón de piedra, cuyas m uestras había reco­gido días antes en unas vaguadas de Carbayín o de Sotrondio!. O explicando experimentalmente en la tertulia de Jovellanos, el va­lor de los carbones por el estado y cantidad de sus cenizas.

Ya os he dicho que el libro de D. Luis, como auténtico libro de Historia, es un libro profundam ente humano. Y por eso, a veces, entre sus páginas, densas de hechos y documentos, florece el rosal de las anécdotas humanísimas, en ocasiones con sentido muy di­recto y literario del hum or, como cuando habla de aquellos capa­

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taces «hombres fuertes y casi feroces» que trajeron del Arsenal del Ferrol para m anejar a los broncos chalaneros asturianos, y como éstos term inaron conquistando a sus presuntos domadores con unos cuencos de dorada sidra y un buen platu de fabes aderezadas con rico tocín de gochu y suculenta morciella.

Uno de los frutos más interesantes de la fecunda investigación de D. Luis, son los grabados, especialmente los planos de la canali­zación del Nalón y el dibujo del horno de coquizar de Langreo, el prim ero que se construyó en España. Haber recuperado y estudiado m agistralm ente esos documentos que todos dábamos por perdidos, pero que no se escaparon al ojo inquisidor de D. Luis, justifica por sí solo la obra de un historiador.

Tiene tam bién este libro aspectos muy im portantes para la his­toria social, laboral y económica de Asturias, contenidas especial­mente en su capítulo XI, que a mí me honra especialmente por las citas que se hacen de mis investigaciones publicadas sobre los co­mienzos del moderno industrialism o español.

No olvida D. Luis, entre estos aspectos humanos, a las prim eras víctimas de la explotación carbonera: dos picadores que m urieron en accidente de accidente de trabajo. Yo también los había recor­dado en mi libro. Permitidme que reproduzca aquel párrafo:

«En 1789 murieron dos hombres en la mina del Coplu, no se explica si por grisú o derrumbamiento. No importa eL detalle, hsos aos hombres, cuya filiación no se consigna en los papeles, fueron tal vez las primeras víctimas, los prim e­ros caídos en la gran batalla que comenzaba por la civiliza­ción técnica. Mucnas, muchísimas veces después, los hombres habían de caer con los miembros rotos o los pulm ones re­ventados. La mina, como la mar, es pródiga en dar riquezas, pero a veces exige implacablemente su tributo de viaas hu­manas. Asturias, país de navegantes y mineros, sabe m uy bien de estas historias trágicas. Exaltemos aquí, como sím ­bolos, a esos picadores de la mina del Coplu, modestos hé­roes sin nombre de un nuevo martirologio de la Asturias mo­derna. Que Dios les haya acogido en su seno».

Como acabáis de ver, cuando yo escribí esto en 1949, ignoraba que clase de accidente había producido la m uerte de esos dos in­fortunados mineros. Pues bien, D. Luis Adaro, con sus investiga­ciones exaustivas lo ha averiguado y nos lo dice en este libro: el accidente fué un derrumbamiento por inundación. Así hila de del­

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gado nuestro D. Luis. Por tanto, de ahora en adelante ,cuando se quiera llegar a conocer algo, algo difícil de averiguar, sobre la his­toria m inera o industrial de Asturias, habrá que decir, modificando una vieja frase proverbial: «Averigüelo Adaro».

Acerca de las posibilidades sobre lo que iba a significar el car­bón, hay dos opiniones de finales del siglo XVIII que creo intere­sante traer aquí, dadas por dos hombres de talento eminente: D. Gaspar Jovellanos y D. Antonio Ibáñez, el de Sargadelos, ambos asturianos muy am antes de su tierra, pero entonces enfrentados por rivalidades locales. Son, en cierto modo, contrapuestas. En Jo­vellanos, hom bre impresionable que no ocultaba su vena poética bajo sus argum entos de economista, todo es optimismo, a veces excesivo. Por ejemplo: el hecho de que dos buques de los recién nacidos Estados Unidos de Norteam érica hayan cargado en Gijón carbón asturiano, le entusiasmó y se goza al señalarlo como un augurio de que pronto bajeles de todas las naciones vendrán a su am adísim o Gijón a buscar el carbón asturiano, que será el m ejor y más barato del mundo.

En cambio, Ibáñez, economista práctico, hombre de empresa, desciende a la realidad y razona las posibilidades de nuestro fósil negro. Oíd este párrafo suyo, que creo interesará a los ingenieros de unos casi dos siglos después. Figura en una carta de Ibáñez al ingeniero D. Fernando Casado, el de la canalización del Nalón, en 1791, y dice:

«Las muestras que me ha enviado el ingeniero Tavern han dado m uy diferentes resultados, pues las emanaciones de ca­lor y duración útil en hornos, son m uy distintas, y de la mez­cla resultan daños por desperdicios. Es m uy necesario que los facultativos califiquen bien el fósil antes de sacarlo al mercado, como hacen los ingleses y alemanes, pues quien compra quiere saber lo que paga y el rendimiento que de su adquisición puede esperar; y si le decepciona, no insiste. Es de todo punto m uy preciso escoger y preparar bien las pie­dras antes de su envío, máxime si se va a la lucha por los mer­cados con los antiguos y acreditados carbones de Newcastle y la Escocia, que son caros, pero m uy seguros por su gran producción y regularidad de calor. También en esto debe­mos tomar exemplo de nuestros enemigos y competidores».

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Conocidísima es la grande obra de Jovellanos con su Real Ins­tituto para crear «buenos mineros y buenos pilotos», y célebre es, en la H istoria de la cultura española, su discurso sobre la im por­tancia de las ciencias naturales, pronunciado en 1794, en la inaugu­ración de aquel Instituto, que, por cierto, fué el prim er centro moderno de enseñanza técnica que hubo en España.

Pero, en cambio, la posición ante esto de Ibáñez, constituye un tema prácticam ente inédito. Ibáñez, como complemento indispen­sable para una racional explotación de la minería y la siderurgia, pedía la creación de cátedras y laboratorios de física y química en las Universidades de Oviedo y Compostela, y se ofrecía a contribuir a su sostenimiento. Es interesante lo que sobre esto dice a la Real Sociedad Económica Asturiana, incluso su definición de la física y de la química, en carta de 1791, tres años antes del discurso de Jovellanos en la inauguración del Real Instituto:

«La física y la chímica son auxiliares que la razón deman­da para el conocimiento de las materias de la naturaleza que allí depositó el Creador para beneficio de los hombres. Por la primera conocemos las formas corporales y su comporta­miento en el espacio que ocupan; por las segundas, su com­posición y como podemos descomponerlas y saber así, por ambas, el interés que nos ofrecen y las posibilidades de al­canzarlo. Son la física y la chímica agentes poderosos para fabricantes y su conocimiento debe inculcarse a los jóvenes del día facilitándoles maestros e instrumentos; a nada más noble, después de alabar a su Creador, pueden los jóvenes de hoy dedicar su atención que a este sublime conocimiento de la naturaleza en el que el discurso humano guiado por Dios puede alcanzarlo todo, desde la inmensa montaña llena de minerales útiles, hasta la gota de líquido que puede encerrar el mortal veneno».

Pero lamentablemente, Ibáñez y Jovellanos estaban entonces enfrentados a causa de que el prim ero ponía empeño en fom entar el puerto de Ribadeo, en tanto que el segundo hacía del engrande­cimiento del de Gijón uno de los anhelos más fuertes de su vida. Esta rivalidad impidió que los dos grandes personajes de la Ilus­tración Asturiana se pusieran de acuerdo para un ir sus esfuerzos.

De esa rivalidad, que contemplada a los casi dos siglos, nos pa­rece im procedente y por motivo minúsculo, hay varios testimonios salidos de la pluma de ambos en momentos de intimidad. Por ejem ­plo, Jovellanos en una nota de sus «Diarios» correspondiente al viernes, 20 de enero de 1797, escribe:

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«Leo las cuatro representaciones de Ribadeo, obra del fa ­moso Ibáñez. ¡Qué miserables! Nos tratan mal, y acaso será preciso decir algo».

Por su parte, Ibáñez en una carta dirigida al ingeniero Casado, au tor de la canalización del Nalón, decía:

«Bien sabemos cómo es el famoso don Gaspar, que todo lo quiere para Gijón y con ello encarece los acarreos del car­bón de piedra que saliendo por el río resultaría de mayor comodidad y baratura».

Es curioso que estos dos insignes personajes, al mismo tiempo que se censuran, se califiquen mutuamente de «famosos», tal vez con una ironía bien inocente.

El libro que hoy e presenta, con sus cerca de mil páginas tam a­ño folio, constituye una verdadera enciclopedia histórica del naci­miento de la m inería carbonera en Asturias, desde las técnicas en­tonces en uso para la extracción, manipulación y transporte del car­bón de piedra, hasta ios aspectos económicos, jurídicos y sociales que rodean a ese hecho o fueron creados precisamente por él. Y es­to, referido al prim er tomo, que es el hasta ahora publicado. Cuan­do aparezca el segundo, que el autor tiene ya en el telar, esta obra será la verdadera «Opera magna» de la historia de nuestra minería, cuyo interés, rebasando el ámbito asturiano y español, será univer­sal. La obra de D. Luis ocupará un espacio predilecto en todas las buenas bibliotecas técnicas y será consultada con provecho por los estudiosos.

Mucho más podría decirse en torno a este libro singular y mag­nífico; su lectura sugiere un mundo de ocurrencias y com entarios para hablar horas y horas, días y días. Por eso, lo más práctico y útil que puede decirse en la presentación de él, es recom endar a todos su lectura, y a las entidades culturales que se apresuren a ponerlo en sus bibliotecas al alcance de sus lectores, que de seguro no han de faltarle en gran número, pues, además de todos los valo­res que contiene, es un libro digamos visual, ante el que cualquiera siente la atracción de hojearlo y ojearlo, con hache y sin ella, esto es de mover sus hojas, sus páginas, y posar en ellas los ojos anim a­dos por la curiosidad que despierta su ola preencia.

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Pero he de poner fin a mis palabras. Y váis a perm itirm e que lo haga, rindiendo un homenaje al autor y a la obra, con algo que no es frecuente en estos tiempos, pero que sí lo era mucho en la época a que se refiere el gran protagonista de esta velada, que es libro de D. Luis: con versos, con un romancillo de mis años juve­niles que titulé «Giráldilla de los mozos que iban a la mina cuando empezaba», y que se refieren al aranque de la gran industria mine­ra, sobrepasada ya victoriosamente la etapa que nos describe el li­bro de D. Luis:

(Por caleyes de robles iban los mozos,

en la mano la vara, la zamarra en el hom bro).

— En Mieres del Camino no se ven flores, en vez de arar los campos furan los montes.

Y allá en Langreo, el Nalón, sin salmones, baja m uy negro.

—Moza, m i moza, los azadones cuando dan en la mina sacan doblones.

Guarda en el arca la m ontera picona, que voy a Sama.\Viva Langreol,

ya no quiero las tierras ni el pastoreo.

Trae la boina, ya no soy aldeano, voy a la mina.

La mina tenía la boca m uy negra, con labios de pinos y vías por lengua, y carros de fierro salían p o r ella.

La mina era abismo, misterio, tinieblas.Su cielo era bajo, con nubes de vetas y, en vez de luceros, lucían candelas.No tenían mares, ni sol, ni riberas, ni mirlos, ni frutos, ni flores, ni abejas, ni niños, ni mozas, ni danzas, ni fiestas; tan sólo tenía su negra riqueza, su riqueza dura, su liqueza inmensa... y un Moloch impávido de grisú y de piedra.

— Entrase al infierno bajando a esas cuevas.

—¿Y Dios no está acaso en la honda tierra?

— La mina es m uy triste.

— La mina es m uy buena.

— La mina es m uy rica.

_ — Pero trae miserias.

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— La mina daranos una vida nueva.

— Y también la muerte aue al vivo soterra. \Maldita la mina\

— ¡Bienvenida sea]¿No oyes? Ya viene la locomotorapor el valle verde.Oye cómo silba, oye cómo fierve.

— \Malparió la vaca con los estampidos que la peña argaya\

— Mira cómo el valle se cubre de pueblos, v hav vino y posada, y hay hogares nuevos.

— \El valle era verde, el río de plata,las mozas desnudas en él sp bañaban!

Hoy lavan carbones, cadenas y máquinas.

— El carbón es bueno, da vida y pujanza.Con el tren nos viene fortuna y andanza.

— El tren echa chispas y afuma manzanas y quema pajares...

— Si a la mina bajas ya verás m uy pronto que si el río es plata, plata es el jornal

que abajo se gana, y esa plata es nuestra, no la lleva el agua.

—Prefiero, en la cumbre, comet la cuayada, montear al oso, ver la m i zagala.

— Escucha la copla que ahora se canta:

«Los mineros de Langreo todos llevamos boina, con un letrero que dice: todo sale de la mina».

—No, que me quedo, con mi yunta y m i arado mirando al cielo.

\Y xuxú ...\, mozo, yo sólo canto junto al roble y la fuente mirando al alto.

— Oye una copla ave cantan los mineros al dar la hora:

«Los que bajan a la mina soben ganar el dinero para comprar a las mozas peinetas para el su pelo».

Venga fortuna oue si tú cutieres, moza, te doy la luna.

— No tenéis luna, que ¡a mina es m uy triste y m uy escura.

Luna lunera ya no puedes mirarte en el agua negra.

Ya no hay quien cante por las cuencas mineras este romance:

«La luna de Sobrescobio se va a bañar a la fuente, se mofa en el agua clara, se tiende en la rama verde».

¡Ay, m i rapaza, cuánto te quierol, que cuando estás conmigo me voy al cielo.

(La mina es abismo de negro carbón, pero igual que en las cumbres más claras, igual que en el río, la mar y la flor, en las hondas negruras mineras,¡también late el pulso perenne de D iosl)

Y nada más, señores. Mi felicitación a D. Luis Adaro y muchas gracias a todos por vuestra atención.

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— Pues la m i moza, diztne: Yo te prefiero.

¡Viva la triina, viva el minero, porque abajo en la mina está el m i cielol

FRANCISCO DE CASO: La Construcción de la catedral de Oviedo ¡(1293-1587).—Universidad de Oviedo.—Departamento de H istoria Medieval.-- 1981.—516 Págs. 70 grabados.

Este libro es la tesis doctoral del señor Caso, leída oportuna­mente y tam bién oportunam ente premiada con el máximo galar­dón. Ciertamente, pocas veces se ha encontrado uno con libro de la categoría científica del que reseñamos y que conceptuamos, sin el m enor asomo de duda como el que se ha escrito con mayor dig­nidad, docum entación y esmero sobre la catedral ovetense, tema que ha sido estudiado con frecuencia, pero con cierta vaguedad y sin aportar nada nuevo, pues los autores se iban copiando sucesi­vamente y lo mismo daba leer uno que otro libro: el resultado era idéntico, es decir, un conocimiento superficial y «turístico» de la joya arquitectónica de nuestro prim er templo.

Este libro del señor Caso se ha hecho con base casi exclusiva­mente en la documentación del Archivo catedralicio y de ahí el in­terés extraordinario del trabajo. Documéntase la erección de la Sala Capitular, del claustro, del ábside, de la nave y del crucero, del pórtico y de la torre. Y documentalmente se justifica tam bién la aportación de los diferentes prelados y fieles a las obras de cons­trucción, de los artistas que en ella tom aron parte, deshaciéndose también, precisam ente por los documentos que lo corroboran, al­gunas creencias injustificadas o mal interpretadas. Este libro es, a p artir de ahora, indispensable para el conocimiento de la cate­dral ovetense.

Nos gustaría ver próximamente publicado el tom o de documen­tación que se anuncia y que subrayaría todas las afirmaciones que en el libro se hacen y que tan decisiva im portancia tienen.

Este libro de don Francisco de Caso es uno de los más im por­tantes que sobre temas asturianos ha producido el año 1981. Y, des­

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de luego, el más trascendental sobre el tema de la basílica m etro­politana, a pesar de los trabajos más o menos logrados de Aman- di, Cuesta, Cavanilles, Ceruelo de Velasco, etc.

También se nos anuncia en este libro la publicación de un es­tudio monográfico del claustro de la catedral. Esperam os que el trabajo sea de la excelsa categoría de este que comentamos y que alabamos una vez más.

JUAN IGNACIO RUIZ DE LA PEÑA: La «Po­las» Asturianas en la Edad Media.—(Estudio y diplomatorio).—Universidad de Oviedo.—D eparta­mento de Historia Medieval.— 1981.—448 páginas. De ellas, 141 de documentos.

Ruiz de la Peña (Juan Ignacio) nos tiene ya acostum brados a trabajos de gran categoría intelectual, sobre todo en el campo de la historia medieval. Nuestro Boletín del IDEA, la revista universi­taria «Archivum» y sobre todo «Asturiensia Medievalia» que publi­ca la misma Universidad ovetenses v el mismo D epartamento de H istoria Medieval» son las publicaciones más im portantes que han publicado sus notables trabaios. Este aue comentamos es una de sus aportaciones más notables v casi nodíamos decir aue decisiva, al estudio de las numerosas «Polas» de nuestra reeión. El estudio del «poblamiento» en la Edad Media, el papel de los reves, princi­palmente de Alfonso IX v Fernando III en los siglos X II v X III: la repoblación episcopal de San Salvador de Oviedo; los derechos locales con la expansión del Fuero de Benaver»te: los factores de­term inantes en la disposición del poblamiento: los +ipos v elemen­tos representativos de las funciones urbanas, los alfoces, las fran­quicias. la economía, los mercados, las pueblas de la costa v las del interior, las distintas autoridades, todo ello forma un coninnto de una aran compleiidad aue el autor desen+raña v define con la ar>or- tación documental consiguiente v la interpretación y contraste con la amplia aportación bibliográfica oue se menciona.

El libro es magnífico y digno de los mayores elogios. Al fin y al cabo, nada tiene de particular, poraue el amigo Ruiz de la Peña nos tiene acostum brados a obras de tal categoría: y este libro es uno más en su notablísim a producción v de la altura de los otros ante­riores.

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LUIS FERNANDEZ CABEZA.—Vigencia de un plan mierense.—(Ideas, proyectos, Realizacio­nes).—Libro editado con ocasión de la «Semana Cultural», homenaje a su autor.—Semana del 12 18 de Octubre de 1981.—Mieres del Camino, 1981 (Prólogo de D. Julio Fonseca Rodríguez).— 510 páginas.

Nuestro amigo Luis Fernández Cabeza es el fundador y direc­tor y corazón del periódico semanal «Comarca», que tan brillantes actuaciones ha tenido y tan relevantes aportaciones ha llevado a cabo en beneficio de Mieres, la villa asturiana que fue emporio de la industria siderúrgica y cuya situación actual es lam entable evo­car. Cabeza ha sido un mierense, no sólo de nacimiento, de emo­ción y de amor, sino de combate y vigilancia diaria. Por Mieres lo hacía todo y todo era poco. De ahí los artículos en el periódico lo­cal, en los periódicos provinciales, en las asociaciones, en las reu­niones, en todos los lugares, momentos y situaciones.

De sus iniciativas, algunas se lograron, con general beneplácito; otras no tuvieron tan ta suerte; pero siempre se veía la mano, el empeño, las ideas de Luis Cabeza. Y fue tanta su actividad, que los años le cogieron en plena lucha y tuvo que cesar por imposición irrebatible. Pero Mieres ha reconocido el am or y el trabajo de su ilustre hijo. Y para hacer presente su reconocimiento, organizó una notable Semana Cultural, en la aue se puso de m anifiesto cuánto peleó el señor Cabeza v cuantas floraciones lograron sus siembras constantes. Y Mieres decidió también publicar en este libro, de más de medio m illar de páginas, algunos de los trabajos de Luis F. Ca­beza en los campos de la economía, el campo, la ganadería, la in­dustria, los transportes, los oficios, la enseñanza, el comercio, los deportes, incluso la gastronom ía y el folklore, todo el amplio m un­do de la vida de una comunidad.

No es posible analizar todo el ancho panoram a que Cabeza nos ofrece en este libro. Su prologuista, el señor Fonseca, lo con­densa m ejor cuando asegura que «el tratam iento propuesto para los problem as económicos está totalm ente vigente, por lo que los gobernantes, em presarios, sindicalistas y trabajadores que forman el Mieres de hoy pueden econtrar en la presente obra suficientes directrices para sus actuaciones y decisiones públicas y privadas».

MIGUEL DEL RIO

INDICE 1981

Páginas

Catálogo de incunables del Archivo Capitular de la Catedral de Ovie­do, por Ramón Rodrigo A lvarez ....................................................................... 5

Vida y obra de Valentín-Andrés Alvarez, por Virginia García Gontán. 59

El pensamiento filosófico de Clarín, por Luis Saavedra ................................. 75

Don Pedro Díaz de Oseja fundador del colegio de San José, de Oviedo,por Eutimio Martino, S. J ........................................................................................ 111

La “Historia de cuatro ciudades” de don Pelayo, Obispo de Oviedo,por Marcos G. Martínez ........................................................................................ 121

Colección diplomática del monasterio de Villanueva de Oseos, por Pe­dro Floriano Llórente ............................................................................................. 127

El concejo de Pravia en el siglo XVIII. Datos que aporta el Catastro delMarqués de la Ensenada, por Celsa Carmen García Valdés .................... 191

Una obra de Julio Galán Carvajal de 1912. El edificio para Círculo Mer­cantil de Oviedo, por M.a Cruz Morales de Saro .......................................... 217

Antigüedad y nobleza de las casas y apellidos de Rico; Peláez de Villa- demoros, Paredes y Castrillón, por J. L. Pérez de Castro .................... 239

La amistad entre Clarín y Zorrilla, por María Rosa Cabo M artínez ... 277

Soldados astures en el ejército romano. Estudio prosopográfico, porNarciso Santos Yanguas ......................................................................................... 281

Estudios realizados por los vecinos de Onís sobre su concejo en el S. XVIII.Copia y valoración de los mismos, por José Tomás Díaz-Caneja ............ 313

Pudiera no ser fabuloso el pleito de los Delfines. Está basado en un hechoreal y verdadero, por Marino Busto .................................. ........................ ........ 367

Número 102

Número 103

Diccionario minero-astur, por César Rubín ...................................................... 377

Evolución reciente de la población en Asturias, por Guillermo Mora­les Matos ...................................................................................................................... 503

Vida y obra de Valentín Andrés Alvarez, por Virginia García Gontán ... 549

El hospital de transeúntes de Serantes, por Jesús López-Cotarelo Vi-llaamil ........................................................................................................................... 565

Don Pedro Díaz de Oseja, fundador del colegio de S. José, de Oviedo,por Eutimio Martino, S. J .................................................................................... 571

Teberga y Valduno, ¿dos indicios toponímicos de asentamientos prerro­manos, por Martín Sevilla Rodríguez .......................................................... 581

Otra carta de Ramón Pérez de Ayala, por Luciano Castañón ................ 591“Las mandíbulas de Balmori y Mazaculos II (Asturias). Estudio antro­

pológico”, por María Dolores Garralda .......................................................... 595

LIBROS

“Etnología e Historia de la Ginecología en Asturias”, por el Dr. E. Jun- ceda Avell por Melquíades Cabal ................................................................... 605

NECROLOGICA

Don Francisco Escobar García, por J. M. F.............................................................609

José Ramón Lueje Sánchez (1903-1981), por L. S. S............................................610

Ramón García de Castro (1931-1981), por José María M artínez Cachero ... 614

Número 104

Transformaciones del poblamiento rural de Asturias durante la Alta Edad Media: La Villa, por Santiago Aguade Nieto .............................................. 621

Carreño y Jovellanos: Correspondencia con motivo de su nombramientocomo embajador de España ante la corte ds Rusia, por Marino Busto. 667

Don Pedro Díaz de Oseja fundador del colegio de S. José de Oviedo,por Eutimio Martino, S. J ....................................................................................... 677

Vida y obra de Valentín Andrés Alvarez, por Virginia García Gontán ... 691

La conquista de Asturias por los romanos, por Carmen Fernández Ochoa. 703

El Yo y su doble en los personajes de Leopoldo Alas, por Franklín Proaño. 723

El problema del origen del gótico en Asturias, por Francisco de Caso ....... 733

Navia remota y actual: Datos y referencias para su historia. La casa deLienes en el siglo XVI, por Jesús M artínez Fernández ........................ 751

El concejo de Villaviciosa, según el Catastro de Ensenada, por J. L. Pé­rez de Castro .............................................................................................................. 775

Un epígono con garra: Francisco Bances Candamo, por Caridad VillarCastejón ...................................................................................................................... 803

Nuevos yacim ientos paleolíticos en la región Asturiana, por Luis M. González ....................................................................................................................... 831

Los dípticos consulares y el Ramirense, por Paulino García Toraño ....... 837

Publio Carisio y las guerras astur-cántabras, por Narciso Santos Yanguas. 849

El Cuarto Poder, una novela asturiana de don Armando Palacio Valdés,por Rodrigo Grossi .................................................................................................. 875

Sapos y culebras en el folklore asturiano, por Luciano Castañón ............ 889

Familia, quintana y casería en Asturias ante la investigación antropológi­ca y etno-histórica, por José M. Gómez-Tabanera ................................. 907

Breves notas sobre e l santuario prehistórica del abrigo de la Manzaneda,por Antonio J. Gavelas ............................................................................................. 933

Nota sobre los grabados digitales de la Cueva de los Canes (Arangas, Cabrales), por Pablo Arias Cabal y otros ...................................................... 937

L I B R O S

“Datos y documentos para una historia minera e industrial de Asturias”, de D. Luis Adaro y Ruiz-Falcó ............................................................................ 957

Francisco de Caso: La construcción de la catedral de Oviedo (1293-1587). 969

Juan Ignacio Ruiz de la Peña: La “Polas” Asturianas en la Edad Media. 970

Luis Fernández Cabeza: Vivencia de un plan mierense ............................. 971

ULTIMAS PUBLICACIONES DEL I.D.E.A.

Pts.

CASARIEGO, J. E.—Asturias por la Independencia y la li­bertad de España.—54 págs. 125 CASARIEGO, J. E.—Caminos y viajeros de Asturias.— 179páginas .......................................... 800BOLETIN NUMERO I.—Ree­dición facsím il.— 151 págs. ... 350 CABAL GONZALEZ, Mel quiades.—Historia de los Bo­ticarios en e l siglo XIX.— 107 páginas .......................................... 400

FERNANDEZ MENENDEZ,José M.a—Misterios y Proble­mas de la Cámara Santa.—45 páginas .......................................... 150

SANCHEZ-ALBORNOZ, Clau- dip.—El Reino de Asturias. (Selección).—542 págs............... 800

TUERO BERTRAND, Fran­cisco.—La creación de la Real Audiencia en la Asturias de su tiempo, sigltis XVII y X V III— 513 págs........................ 1.500

BOLETIN NUMERO II DE LETRAS.—Reedición facsímil. 350

Boletín de Ciencias de la Na­turaleza número 25 ................ 250

CASO GONZALEZ, J o sé—El pensamiento pedagógico de Jovellanos y su real Institu­to Asturiano.—62 págs............ 225

PATAC DE LAS TRAVIE­SAS, J. M.a—La Guerra de la Independencia en Asturias en los documentos del archivo del Marqués de Santa Cruz de Marcenado.— 161 páginas ... 500

PERTIERRA PERTIERRA, J.M.—La hidrogasificación del

Pts.

carbón y su importancia para la economía asturiana.— 174 páginas .......................................... 500

CLEMENT, Jean-Pierre.—Las lecturas de Jovellanos.—392 páginas .......................................... 1.100

ROCA FRANQUESA, José M.a—Clases sociales y tipos representativos en la novelís­tica de Palacio Valdés ............ 250

TOLIVAR FAES, José Ramón.—Oviedo, 1705.—299 páginas. 800

AGUILERA CERNI, Vicente. Vaquero.—259 págs. con abun­dancia de grabados en negro y color .......................................... 3.000

MARTINEZ, Elviro.—El Mo­nasterio de Celorio.— 122 págs. 400

BOLETIN DE LETRAS, nú­mero 100 ..................................... 250

BOLETIN DE LETRAS, nú­mero 10i ..................................... 250

BOLETIN DE CIENCIAS DE LA NATURALEZA, núme­ro 27 .............................................. 250

BOLETIN DE LETRAS, nú­mero 102 ..................................... 250

VARIOS. “Pérez de A yala”.(Once estudios críticos sobre el escritor y su obra),529 págs......................................... 1.500

CORTINA FRADE, Isidoro.— Católogo Histórico y Monu­mental de Gijón. 424 p á g s .... 1.200

GREGOR O’OBRIEN. — El Ideal clásico de Ramón Pé­rez de Ayala en sus ensayos en la prensa de Buenos Ai­res. 209 páginas ......................... 600

PEDIDOS A:

LIBRERIA CIENTIFICA MEDINACELIVITRUBIO, 8 .----MADRID, 6 .

INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOSPLAZA DEL PORLIER, 5. OVIEDO.

convocatoria premio Cenlro Asturiano

de México, A. C. "Laureano Carus Pando"

El Centro Asturiano de México, A. C. convoca al concurso Centro A stu­riano de México, A. C., “Laureano Carús Pando”,

B A S E S

1.—El premio único e indivisible, será de $ 50.000,00 (cincuenta mil pesos M. N.) y diploma.

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2.—Podrán participar en el con­curso los escritores en lengua espa­ñola, cualauiera que sea el lugar de su residencia.

3.—Los trabajos a concurso po­drán ser de cualquier género litera­rio y deberán tratar temas asturia­nos o relacionados con Asturias, y ser inéditos.

4.—Los trabajos a concurso de­berán presentarse en original y dos copias y tener una extensión entre 100 y 250 páginas, escritas en pa- pel tamaño carta (28 cm. x 21,5 cm.) por una sola cara, a doble espacio.

5.—Los trabajos a concurso de­ben enviarse bajo lema o seudóni­mo y en sobre lacrado adjunto se incluirá la identificación de autor ("nombre, domicilio y teléfono). En la cubierta de este sobre y en la primera página del trabajo deben escribirse el título del trabajo y el lema o seudónimo correspondiente.

6.—La recepción de los trabajos a concurso será a partir de la pu­blicación de la presente convocato­ria y quedará cerrada el 15 de se­

tiembre de 1982. Los trabajos en­viados por correo que lleguen desr- pués de esta fecha sólo serán acep­tados si el matasellos indica una fe­cha anterior a la del cierre de la recepción de trabajos. El fallo del Jurado será dado a conocer el 12 de octubre de 1982.

7.—El fallo del Jurado será ina­pelable.

8.—El Jurado estará integrado por dos personas de reconocida sol­vencia cultural y un representante del Centro Asturiano, cuyos nom­bres serán dados a conocer opor­tunamente.

9.—Sólo se abrirá la plica gana­dora, destruyéndose todas las demás.

10.—Los trabajos deberán ser en­viados al Centro Asturiano de Mé­xico, A. C. calle de Orizaba Núm. 24, México 7, D. F., México.

11.—Por ningún m otivo se devol­verán originales.

12.—El Centro Asturiano se re­serva el derecho de publicar la obra premiada, en la forma que juzgue conveniente, por un año a partir de la fecha en que se dé a conocer el fallo del Jurado.

13.—Cualquier duda o interpreta­ción sobre estas bases será resuelta por los miembros del Jurado y la Comisión de Cultura del Centro As­turiano de México, A. C.

México, D. F., diciembre de 1981.

PRESIDENTE :

I ltmo . Sr. D. Ag u s t ín Jo sé A n t u ñ a A lonso

DIRECTOR :

D. Je s ú s E varisto Casarieg o

SECRETARIO:

D. M a g ín B ereng uer A lonso

DIRECTOR DEL BOLETIN

D. Jo sé M.a F ernandez Pajares

INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

PR E C IO D E SU SC R IP C IO N A N U A L

España, 750 pesetas. Extranjero, 900 pesetas. Número suelto:

España, 250 pesetas. Extranjero, 300 pesetas.

Dirección: Plaza Porlier.—OVIEDO_____________________________________Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores

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