la naturaleza y limitaciones del establecimiento de comercio

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LA NATURALEZA Y LIMITACIONES DEL ESTABLECIMIENTO DE COMERCIO EN COLOMBIA: LA NORMATIVIDAD DE CARÁCTER IMPERATIVO Y SU NECESIDAD DE ADAPTACIÓN A LAS NECESIDADES MERCANTILES Juan Camilo Solórzano Arámbula & Daniel González Aviléz Octubre 2019 Pontificia Universidad Javeriana Departamento de Derecho Privado Trabajo de grado para optar por el título de abogado 1

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LA NATURALEZA Y LIMITACIONES DEL ESTABLECIMIENTO DE COMERCIO

EN COLOMBIA: LA NORMATIVIDAD DE CARÁCTER IMPERATIVO Y SU

NECESIDAD DE ADAPTACIÓN A LAS NECESIDADES MERCANTILES

Juan Camilo Solórzano Arámbula & Daniel González Aviléz

Octubre 2019

Pontificia Universidad Javeriana

Departamento de Derecho Privado

Trabajo de grado para optar por el título de abogado

1

Resumen del contenido

La presente monografía pretende realizar un estudio de la naturaleza del establecimiento de

comercio en Colombia, las operaciones que recaen sobre el mismo y la protección legal

establecida en cabeza del arrendatario en el contrato de arrendamiento de local comercial. Lo

anterior, en busca de analizar las alternativas a las que acuden los contratantes para no someterse

a las normas imperativas que regulan el contrato de arrendamiento de local comercial y

evidenciar los retos y perspectivas que tienen el legislador, los operadores jurídicos y en general,

los partícipes de los diferentes negocios y operaciones donde se involucra el establecimiento de

comercio, para encontrar las soluciones a las problemáticas derivadas de la tensión entre la

autonomía de la voluntad privada y las normas de contenido imperativo que regulan la materia.

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Tabla de contenido

Introducción.....................................................................................................................................5

1. Marco teórico.........................................................................................................................12

1.1 Las fuentes del derecho comercial en Colombia.................................................................121.1.1 Análisis de las fuentes del derecho comercial en Colombia.........................................12

1.1.2 Contraposición de la norma imperativa con el desarrollo de la actividad mercantil....17

1.2 EL ESTABLECIMIENTO DE COMERCIO......................................................................211.2.1 Naturaleza jurídica del establecimiento de comercio en Colombia: perspectiva desde

el decreto 410 de 1971...........................................................................................................21

1.2.2 Operaciones jurídicas susceptibles de realizar sobre el establecimiento de comercio. 30

1.2.3 Establecimiento de comercio y local comercial: relaciones y diferencia.....................32

1.2.4 Protección legal al establecimiento de comercio: normas imperativas que rigen el

arrendamiento del local comercial en el que funcione un establecimiento de comercio.......34

2. Alternativas prácticas utilizadas por el comerciante para no sujetarse a la normatividad

mercantil imperativa......................................................................................................................42

2.1 La exclusión del contrato de arrendamiento como elemento del establecimiento de comercio....................................................................................................................................42

2.1.1 Concepto y ejemplo......................................................................................................42

2.1.2 Análisis de validez de la cláusula de exclusión del contrato de arrendamiento...........45

2.1.3 La protección legal de los artículos 518-524 del Código de Comercio aplica

únicamente para los establecimientos de comercio donde el contrato de arrendamiento sea

un elemento integral del mismo.............................................................................................51

3

2.2 El contrato de concesión de espacios comerciales como segunda alternativa al contrato de arrendamiento de local comercial..............................................................................................53

2.2.1 Definición, elementos, partes, modalidades y naturaleza jurídica................................53

2.2.2 Comparación de los elementos del contrato de concesión de espacio mercantil y el

contrato de arrendamiento de local comercial. Ejemplos prácticos.......................................60

2.2.3 Problemas de interpretación de los contratos y la respuesta de los operadores jurídicos

ante esta situación..................................................................................................................71

2.2.4 Una mirada de la legislación a la vanguardia: El Nuevo Código Civil y Comercial de

la Nación. Argentina..............................................................................................................79

3. Conclusiones..........................................................................................................................87

Bibliografía....................................................................................................................................91

4

Introducción

El derecho comercial o mercantil, entendido como:

Una rama particular del derecho privado, que tiene como objetivo regular y acompañar

las dinámicas de intercambios de bienes y servicios, así como todos los actos que la ley se

encarga de definir cómo mercantil, e igualmente la actividad y calidad del comerciante, así como

los deberes y cargas que dicha condición conlleva. [ CITATION Rob97 \l 9226 ]

Es el manto jurídico bajo el cual se desarrollará la presente monografía de grado, la cual

pretende realizar un análisis sobre la naturaleza del establecimiento de comercio y la tensión que

se genera como consecuencia de la pugna entre la autonomía de la voluntad privada y las normas

imperativas que el legislador ha previsto para establecer una protección legal en favor del

arrendatario en el contrato de arrendamiento de local comercial en Colombia.

El dinamismo, carácter cosmopolita, naturaleza mixta y la especialidad del derecho mercantil,

fueron sin duda alguna las principales características y motivaciones que llevaron al nacimiento

de esta monografía titulada: “La Naturaleza y Limitaciones del Establecimiento de Comercio en

5

Colombia: La Normatividad de Carácter Imperativo y su Necesidad de Adaptación a las

Necesidades Mercantiles”.

Al estudiar cómo la mayoría de la legislación mercantil se centra en otorgar dinamismo y

capacidad a las partes para regular sus asuntos, se encuentra un ejemplo bastante contradictorio

frente a la regla general, antes mencionada. Al revisar y estudiar los bienes mercantiles, en

especial, la institución del establecimiento de comercio, se concluye que existen ciertas reglas

que determinan y rigen imperativamente las operaciones que recaen sobre el mismo. En

principio, parece una situación anómala, toda vez que los escenarios en los que el legislador

preceptúa normas imperativas en el Código de Comercio riñen con los postulados de la libertad

contractual que en Colombia se le reconoce a los contratantes; sin embargo, al profundizar en el

tema se puede establecer que este tipo de escenarios se encuentran repetidos en la legislación

comercial colombiana.

Fue así como nació un primer ensayo para la cátedra de derecho comercial general, en el que

se pretendió ilustrar los principales casos en los que el legislador calificaba algunas de las

normas del Código de Comercio como imperativas. Los principales ejemplos que se encontraron

fueron el límite a los intereses en el aspecto mercantil, ya que no se le permite a las partes pactar

por encima de algunas tasas de interés legal; la presunción de solidaridad en las obligaciones

mercantiles, la cual se da cuando existe pluralidad de deudores; y finalmente, toda la protección

legal al arrendatario en la regulación del arrendamiento de local comercial donde funcione

6

permanentemente un establecimiento de comercio, objeto de estudio central de esta

investigación.

En ese orden de ideas, en el presente documento se pretende delimitar el marco teórico para

analizar las relaciones y tensiones existentes entre la libertad de empresa, la autonomía de la

voluntad privada, el arrendamiento de local comercial y los mecanismos a los que las partes

acuden para evitar someterse a la regulación imperativa, estos son, la exclusión expresa del

contrato de arrendamiento como elemento del establecimiento de comercio, por una parte; y la

celebración del contrato de concesión sobre un local comercial, por la otra. En este documento se

analizarán algunos de los negocios y operaciones que derivan de la ejecución de la actividad

profesional del comerciante, en especial lo referente a la relación de este último con sus bienes

mercantiles, en contraposición a las distintas formas de intervención del Estado que afectan el

desarrollo de las instituciones anteriormente descritas.

Para cumplir con este objetivo, se realizará un breve repaso del sistema de fuentes del derecho

comercial en Colombia, seguido de un análisis respecto de los conceptos de norma imperativa,

dispositiva y supletiva que otorga el sistema jurídico a sus disposiciones normativas. Lo anterior

nos llevará a desentrañar la naturaleza jurídica del establecimiento de comercio, tomando en

consideración, principalmente, el Título I del Decreto 410 de 1971 del Código de Comercio

Colombiano y los artículos 2 y 822 del mismo, normas mediante las cuales se esclarecerá el

alcance que quiso otorgar el legislador a la protección legal establecida en cabeza del

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arrendatario de local comercial. Así mismo, se estudiarán las diferencias y relaciones entre el

establecimiento de comercio y el local comercial, en aras de precisar para el lector las

características más importantes de cada una de estas instituciones y la función que cumplen

actualmente en el contexto del Código de Comercio colombiano.

Posteriormente, se estudiarán las operaciones jurídicas que recaen sobre el establecimiento de

comercio, en especial, aquellas enunciadas en el artículo 533 del Código de Comercio, a saber:

“arrendamiento, usufructo, anticresis y cualesquiera operaciones que transfieran, limiten o

modifiquen su propiedad o el derecho a administrarlo con los requisitos y bajo las sanciones que

se indican en el artículo 526” (Código de Comercio, 1971, Art. 533). Luego de estudiar las

diferentes operaciones que recaen sobre el establecimiento de comercio, se procederá a analizar

propiamente la protección legal establecida por el legislador en cabeza del arrendatario de local

comercial en el que funciona un establecimiento de comercio. Dicha protección comprende la

regulación de la ejecución del contrato de arrendamiento de local; el derecho de renovación del

contrato; el desahucio para terminarlo; la preferencia de los anteriores arrendatarios; el

procedimiento para determinar las indemnizaciones a que haya lugar cuando se presenten

diferencias entre los contratantes y las normas relativas al subarriendo y cesión del contrato de

arrendamiento de local comercial.

A continuación, se realizará un breve análisis de las motivaciones que llevaron al legislador a

establecer esta protección en cabeza del arrendatario, donde se identificarán los conceptos de

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“empresa” y “comerciante” como eslabones fundamentales para el desarrollo y la subsistencia de

las relaciones mercantiles. Luego, se determinarán las consecuencias de la injerencia del

legislador al entrar a regular asuntos centrales de la actividad comercial, restringiendo así la

voluntad de las partes de pactar lo más conveniente para ellas; se tratará de comprobar la

hipótesis de que en algunas ocasiones, la intromisión del legislador resulta gravosa e injustificada

para el correcto desarrollo de las actividades mercantiles en Colombia, en especial, con respecto

al uso y destinación del establecimiento de comercio y su relación con el local comercial, el cual

ha variado conforme la aparición de nuevas tecnologías, formas de negocio y la aparición de

nuevas necesidades para los comerciantes.

Dichas circunstancias llevan a que los contratantes se encuentren atados frente al particular y

acudan a mecanismos jurídicos paralelos que les permitan evitar someterse a la protección legal

imperativa establecida en cabeza del arrendatario de local comercial. Estas alternativas son, en

primer lugar, la exclusión expresa del contrato de arrendamiento como elemento del

establecimiento de comercio; y por el otro, la celebración del contrato de concesión de espacios

mercantiles sobre un local de naturaleza comercial. La importancia del estudio de estas temáticas

recae en analizar que existen ciertas tensiones que se producen como consecuencia de la

intromisión del legislador en aspectos relevantes de las actividades mercantiles, y que dicha

injerencia normativa resulta favorable para los intereses de las partes, en algunos casos, pero en

otros, resulta gravosa y perjudicial para sus intereses.

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En la legislación colombiana en general se producen choques que envuelven dinámicas

complejas que derivan en la necesidad de una ponderación de derechos; las ramas legislativa y

judicial llevan a cabo esta ponderación en favor de una u otra parte en cada caso en particular.

Así acontece con las operaciones jurídicas que recaen sobre el establecimiento de comercio, pues

la normatividad que cobija estas operaciones se encuentra en permanente tensión con algunos

derechos como el ejercicio de la propiedad privada, el desarrollo de la libertad económica y de

empresa, entre otras prerrogativas que son objeto de ponderación por parte del legislador, y

eventualmente, del operador judicial que resuelve las controversias suscitadas a partir del

desarrollo de esas relaciones jurídicas.

Sucede que, al contraponer los intereses indicados anteriormente, el operador jurídico debe

realizar una ponderación sobre los derechos involucrados y que se ven afectados en el desarrollo

en las relaciones jurídicas. Dicha ponderación no tiene, a diferencia de otras áreas del derecho,

como la constitucional, un test o algunos lineamientos claros que le permitan al juez u operador

jurídico analizar y encaminar su decisión con respecto a unos parámetros base, los cuales

restrinjan su rango de interpretación y velen por la seguridad jurídica del ordenamiento. Por lo

anterior, en el estudio de las controversias derivadas de la ejecución del contrato de

arrendamiento de local comercial, el operador jurídico debe enfrentarse a resolver la controversia

con base en lo dispuesto en el Código de Comercio, su experiencia, conocimiento y apreciación

en particular, lo que hace que se encuentre en una zona gris donde estos lineamientos para llevar

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a cabo su ponderación no sean tan claros, y en ocasiones, le impidan tomar una decisión

adecuada sobre el tema en concreto.

Con base en lo anteriormente descrito, el problema jurídico de la presente monografía de

grado puede resumirse en la siguiente pregunta:

¿En el contexto actual de las actividades mercantiles que se desarrollan en Colombia es

necesario mantener vigente el carácter imperativo de las normas que establecen la protección

establecida en cabeza del arrendatario en el contrato de arrendamiento de local comercial?

La investigación que se realizará pretende, en primer lugar, entender la naturaleza del

establecimiento de comercio, para posteriormente desentrañar los cambios y mutaciones que esta

institución ha sufrido a lo largo del tiempo. Partiendo desde la hipótesis de que existen algunas

disposiciones anacrónicas en el actual Código de Comercio, se tratará de demostrar que, a casi

cincuenta años de su expedición, el texto normativo no previó la aparición de nuevos factores en

la vida humana que requieren ser ajustados en pro de quienes se encuentren relacionados con las

actividades mercantiles y la celebración de este contrato en particular.

Analizaremos entonces las alternativas prácticas utilizadas por los comerciantes para no verse

cobijados por las normas imperativas referentes al contrato de arrendamiento de local comercial.

Se determinará cuál de las dos alternativas es más beneficiosa para los comerciantes y cuáles son

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las implicaciones derivadas de estos escenarios para los jueces y árbitros que entran a dirimir las

controversias suscitadas en virtud de la ejecución de dichas alternativas prácticas.

Adicionalmente, se realizará un rápido recuento de la regulación de las materias objeto de

investigación en un ordenamiento jurídicos diferente del colombiano, esto es, el caso de la

unificación reciente en materia comercial y civil realizada en Argentina, proceso que concluyó en

la expedición del Código Civil de la República Argentina del año 2015. Lo anterior, con el

objetivo de evidenciar la forma en que este ordenamiento regula las instituciones y escenarios

descritos en el texto, lo cual nos llevará a evaluar y comparar las disposiciones que regulan esta

materia en Argentina, con el fin de ejercer una evaluación de las instituciones analizadas a lo

largo del documento.

1. Marco teórico

1.1 Las fuentes del derecho comercial en Colombia

1.1.1 Análisis de las fuentes del derecho comercial en Colombia

Si bien el Código de Comercio no establece de manera clara y expresa una jerarquización

normativa de las fuentes, siguiendo lo trazado por Gaviria (1989) en su libro “Lecciones de

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derecho comercial” nos permitimos traer a colación el siguiente compendio de las fuentes y su

jerarquía en el derecho comercial colombiano.

● Constitución Política: en primer lugar, en la cúspide de la pirámide normativa

encontramos la Constitución Política de 1991, la cual, en su artículo 4, consagra su contenido

como “norma de normas” y dispone además que en cualquier caso de incompatibilidad entre la

Constitución y la ley, u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales

De este artículo surge la necesidad de que el Código de Comercio y la legislación

mercantil estén debidamente armonizados con el contenido de la Constitución, en aras de

que en la aplicación de las prerrogativas mercantiles se propenda por proteger y aplicar

los postulados que se desarrollan a lo largo de la Constitución política.

● Ley comercial imperativa: En palabras de Gaviria (1989): “Una disposición

legal será de imperativa cuando su vigencia tenga como fundamento razones de

orden público o de interés general” (p.24). Adicionalmente, vale la pena estudiar

también la definición propuesta en la jurisprudencia constitucional, donde se ha

dicho que estas son: “las que se imponen sin posibilidad de pacto o decisión en

contra pues sus efectos deben producirse con independencia del querer de las

personas”. (Corte Constitucional, Sentencia T-507. MP. José Gregorio Hernández,

1995.)

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● Estipulaciones contractuales en contratos válidamente celebrados: La legislación

mercantil ha previsto la preferencia de las estipulaciones contractuales, estableciendo en el

Código de Comercio lo siguiente: “Las estipulaciones de los contratos válidamente celebrados

preferirán a las normas legales supletivas y a las costumbres mercantiles”. (Código de Comercio,

1971, Art. 4).

Adicionalmente, es menester manifestar que el contrato es ley para las partes, de

acuerdo con el Código civil, el cual reza: “Todo contrato legalmente celebrado es una ley

para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por

causas legales.” (Código civil, 1887, Art. 1602).

En ese orden de ideas, el contrato, como cuerpo normativo para las partes, resulta una

fuente de obligaciones para las mismas, y por lo tanto, para el presente análisis debe ser

considerado como una fuente preponderante de las fuentes normativas mercantiles en

Colombia.

● La ley comercial dispositiva: Estas normas son aquellas que sin tener un fundamento de

orden público se refieren a ciertas materias mercantiles cuya naturaleza es extraña al campo

propio de contratación de los particulares. Se trata de disposiciones que por ejemplo enumeran y

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describen los actos y empresas mercantiles o definen esas últimas o precisan el concepto de

instituciones como el establecimiento de comercio.

Adicionalmente, es importante destacar que la norma comercial dispositiva es aquella

que las partes (contractuales), de común acuerdo, pueden modificar, pactar o dejar sin

efecto, gracias a que cumple una función enunciativa o reglamentaria en la legislación

comercial. Son una fuente subsidiaria de derecho sobre la cual prevalece la voluntad de

los contratantes. (Monroy, 2013).

● Ley comercial supletiva: Esta clasificación hace referencia a las normas que describen o

califican una institución jurídica; su función es llenar y/o suplir un vacío legal en el sistema

jurídico.

La jurisprudencia constitucional se pronuncia sobre las leyes comerciales supletivas

diciendo que son “las que tienen un carácter apenas supletorio de la voluntad de los

sujetos a quienes se refieren, las cuales operan solamente a falta de decisión particular

contraria” (Corte Constitucional, Sentencia T-507. MP. José Gregorio Hernández, 1995)

● Analogía interna: Si bien la doctrina ha establecido diferentes

interpretaciones sobre este tema, se identifican dos tipos de analogía principalmente:

la llamada analogía legal (analogía legis) y analogía jurídica o de derecho (analogía

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iuris). La primera consiste en que el caso se resuelve con una norma que regula un

caso a fin, siempre que exista el supuesto de la identidad de razón y concurrencia de la

voluntad del legislador; la segunda, en que la norma para el caso omitido se deduce

del espíritu y del sistema del derecho positivo considerado en su conjunto.

(Bohórquez, 2000, p.71). Para efectos de esta clasificación, se utilizará la definición

de analogía legal.

● Aplicación de la ley civil: En virtud de los artículos 2 y 822 del Código

de Comercio se admite la aplicación de los principios de la ley civil que permitan la

formación de los actos, contratos y obligaciones civiles en temas comerciales, cuando

esto no sea contrario a derecho. Las imposiciones imperativas del código civil que

regulan de manera expresa cuestiones mercantiles como por ejemplo: el régimen de

formación de los contratos y de capacidad para obligarse establecidos en el código

civil, hacen parte de esta remisión expresa mediante la cual el legislador indica que

hay una relación subsidiaria en algunas materias entre el régimen civil y el mercantil

(Gaviria, 1989)

● Costumbre Mercantil: según el artículo 3 del Código de Comercio la costumbre

mercantil tiene los mismos efectos de autoridad que la ley comercial, siempre que no

contravenga manifiestamente la ley.

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Para adquirir dichos efectos, la costumbre debe reunir los elementos de ser una

práctica pública, uniforme y reiterada, lo cual debe obedecer consecuentemente a un

esfuerzo probatorio que indique que esa práctica es de tal talante para adquirir los

efectos mismos de la ley comercial.

● Tratados, convenciones, costumbre mercantil internacional, doctrina y

Jurisprudencia:

Según lo establecido en el en artículo 7 del Código de Comercio: Los tratados o

convenciones internacionales de comercio no ratificados por Colombia, la costumbre

mercantil internacional que reúna las condiciones del artículo tercero, así como los

principios generales del derecho comercial, podrán aplicarse a las cuestiones mercantiles

que no puedan resolverse conforme a las reglas precedentes. (Código de comercio, 1959,

Art. 7)

Las reglas precedentes a las que hace referencia este artículo son aquellas indicadas en

el título preliminar del Código de Comercio, a saber: el campo de aplicación de la ley

comercial; la aplicación de la ley civil; la validez de la costumbre mercantil; la

preferencia de las estipulaciones contractuales sobre las normas legales supletivas y las

costumbres mercantiles: y lo referente a la costumbre como auxiliar de interpretación y la

forma de probarla.

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Así concluiría en análisis de las fuentes del derecho comercial en Colombia, cuyo

objetivo era repasar algunos de los conceptos que serán determinantes cuando se empiece a

analizar el contenido y propuestas que se describirán posteriormente en este documento.

1.1.2 Contraposición de la norma imperativa con el desarrollo de la actividad

mercantil

Con el concepto de “implicaciones prácticas” se pretende evidenciar que, a pesar de que en la

ley se establecen una serie de normas con carácter dispositivo, supletivo o imperativo,

repetidamente las partes que acuden a celebrar negocios jurídicos terminan — a veces por

ignorancia, otras veces intencionalmente — desconociendo o pactando en contra del contenido

de estas normas. En virtud de lo anterior, se busca analizar las dos consecuencias que surgen de

este escenario: en primer lugar, las sanciones jurídicas que puedan imponerse a la relación

contractual, es decir, el análisis de validez y existencia que deba aplicarse sobre las disposiciones

contractuales en particular; y en segundo lugar, el papel que debe entrar a fungir el operador

jurídico (juez o árbitro) cuando resuelve las diferencias suscitadas entre los contratantes y debe

guiarse por los preceptos generales de interpretación de los contratos y las herramientas que

nutran su decisión.

. La contradicción directa de lo prescrito por la norma imperativa implica la declaratoria de

nulidad absoluta del acto jurídico, de acuerdo con el artículo 899 del Código de Comercio

18

(Uribe, 2010), sanción que puede implicar el acaecimiento de una indemnización de perjuicios

de una parte para la otra; la pérdida de una expectativa del derecho de renovación automática del

contrato de arrendamiento; y en general, a la inseguridad jurídica derivada de la imposición de

una eventual sanción al clausulado del contrato.

Ahora bien, estas sanciones se justifican en la clasificación que la doctrina ha hecho de las

normas imperativas, las cuales se dividen en dos categorías, de acuerdo con los

pronunciamientos de la honorable Corte Suprema de Justicia, la cual dicta en una de sus

sentencias con radicación 11001020200020170008000:

Existen dos tipos de normas imperativas, aquellas que se consideran de «orden público de

dirección» y las de «orden público de protección». Mientras en las primeras, cuyo contenido

puede ser político, económico o social, se condensan los principios fundamentales de las

instituciones y la estructura básica del Estado o de la comunidad, las segundas fueron

destinadas por el legislador a proteger un determinado sector, agremiación o grupo, y por

ende, no representan los valores y principios fundamentales o esenciales del Estado, en los

cuales se inspira su ordenamiento jurídico. (Corte Suprema de Justicia, MP. Ariel Salazar R,

2018).

Si bien las partes reconocen que las normas imperativas de orden público de protección se han

establecido para amparar a un sector en específico, en este caso, los comerciantes que desarrollan

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la empresa a través del establecimiento de comercio, siguen corriendo el riesgo de estipular en

contrario frente a las disposiciones imperativas, pues de cualquier forma siguen estando

vulnerables frente a los perjuicios económicos y jurídicos que puedan sufrir como consecuencia

de la sanción de nulidad absoluta del negocio jurídico que celebraron.

Por otra parte, como segunda implicación práctica de la tensión descrita anteriormente resulta

pertinente analizar el trabajo que llevan a cabo los funcionarios y árbitros encargados de dirimir

las controversias contractuales en estos negocios jurídicos. Cuando una de las partes, en una

eventual demanda, pretende lograr la declaratoria de nulidad de una de las cláusulas o de la

totalidad del contrato, la labor del operador no se limita a resolver esta pretensión, sino que debe

analizar qué tipo de contrato subyace a la denominación del mismo, si hacer extensiva la

protección legal para un contrato diferente del arrendamiento, si existen o no cláusulas abusivas

que vayan en detrimento del equilibrio contractual, y en general, manifestarse frente a todos los

demás aspectos que comprendan un análisis integral de la relación jurídica.

Esta labor podría realizarse de manera más eficiente si la relación jurídica estuviera regulada

de forma más flexible, pues en tal evento, el operador se limitará a analizar los aspectos

sustanciales del negocio, esto es, el cumplimiento de las obligaciones contractuales (pago del

canon, garantía por evicción y vicios ocultos, mantenimiento y reparaciones del bien, destinación

del inmueble, entre otras) y no los aspectos formales del mismo. En síntesis, es necesario

plantear vías que faciliten y no hagan desgastante la labor de interpretación y decisión que lleva a

20

cabo el juez o árbitro correspondiente, en aras de generar seguridad jurídica y eficiencia que

derive en lograr mayor descongestión judicial.

Lo expuesto anteriormente no es un llamado a las partes para que ignoren las formalidades

propias de las instituciones del derecho comercial; por el contrario, enaltece su importancia

reconociendo la necesidad de facilitar al operador jurídico la aplicación de instrumentos

normativos que le permitan verificar rápidamente el cumplimiento y funcionamiento de dichas

instituciones, para que posteriormente el operador analice la parte sustancial del negocio jurídico,

que en últimas es el aspecto que reviste realmente la voluntad de las partes detrás del negocio

jurídico que se está analizando. Lo anterior, toda vez que en la mayoría de casos media una

relación de experticia entre los sujetos que celebran determinado contrato, pues estos conocen la

legislación mercantil que regula su actividad con relación a su oficio. En ese orden de ideas, y

con base en dicha experticia, debería entonces primar el postulado de buena fe y la autonomía de

la voluntad sobre las disposiciones imperativas al respecto, con el único objetivo de lograr la

fluida interacción entre sujetos que buscan la agilidad y seguridad en la normatividad que los

rige.

Ahora bien, una vez esbozadas las razones que determinan esta contraposición de la

normativa imperativa sobre la real voluntad de las partes que celebran el contrato de

arrendamiento de local comercia — la cual será retomada más adelante en este documento —

procederemos a estudiar propiamente la naturaleza jurídica del establecimiento de comercio y la

21

protección legal establecida en cabeza del arrendatario de local comercial que lleve a cabo la

empresa a través de su establecimiento de comercio.

1.2 El establecimiento de comercio

1.2.1 Naturaleza jurídica del establecimiento de comercio en Colombia:

perspectiva desde el decreto 410 de 1971

El establecimiento de comercio hace parte de los bienes mercantiles a través de los cuales el

comerciante o el empresario desarrollan el fin de la empresa. En nuestro país, estos bienes

históricamente han sido objeto de amplia protección y regulación por parte del legislador, quien

se ocupó de otorgar garantías al desarrollo de la actividad mercantil a través de normas que

generan estabilidad entre los comerciantes.

El establecimiento de comercio en nuestra legislación es definido como:

“Un conjunto de bienes organizados por el empresario para realizar los fines de la empresa.

Una misma persona podrá tener varios establecimientos de comercio, y, a su vez, un solo

establecimiento de comercio podrá pertenecer a varias personas, y destinarse al desarrollo de

diversas actividades comerciales.” (Código de Comercio colombiano, 1971, Art. 515)

22

Al respecto, y en concordancia con la definición legal del mismo y la interpretación

mayoritaria de la doctrina, podemos extraer las siguientes conclusiones:

I. Es una universalidad jurídica:

Toda vez que se compone por los elementos tangibles e intangibles enunciados en el artículo

516 del Código de Comercio. Sin embargo, cuando exista pacto en contrario frente a los

elementos del establecimiento de comercio, y se excluya expresamente al contrato de

arrendamiento como uno de sus elementos, el establecimiento se reputará como un bien mueble1,

de lo cual se desprenden dos importantes consecuencias: lo primero es que a partir de esta

característica exista una clara distinción entre el local comercial (bien inmueble en el cual se

desarrolla la empresa) y el establecimiento de comercio en sí mismo (universalidad jurídica); lo

segundo, es que esto nos indica que el establecimiento es un bien que no se encuentra cobijado

por las reglas de la lesión enorme, y en ese sentido, se permite su libre negociabilidad en las

transacciones (con excepción de las limitaciones impuestas a través de las normas de carácter

imperativo que serán objeto de análisis posterior).

II. Es tangible o intangible:

Quizá esta sea una de las características de la definición que, en principio, a la luz de la

expedición del Código de Comercio, parecía más inocua, pues los elementos intangibles del

1 Esta relación se analizará en el capítulo 2.3 de este documento. 23

establecimiento de comercio no tenían la importancia y preponderancia que se les otorga hoy en

día.

En principio, los elementos más valiosos del establecimiento de comercio, a los ojos del

comerciante, eran tangibles, salvo aquellos derechos que comprendieran un activo de tal

magnitud que guardare total relación con el desarrollo, mantenimiento y subsistencia de la

empresa. Actualmente, el desarrollo jurisprudencial y legislativo, además de los esfuerzos en

materia mundial por unificar la normativa relacionada, han hecho que los derechos intangibles

tales como el derecho de “propiedad comercial” (que será explicado posteriormente), así como

aquellos derechos que se derivan de la propiedad intelectual e industrial, entre otros, cobren vital

importancia en el ejercicio de la actividad mercantil.

Por otra parte, la aparición de nuevas tecnologías que permiten el intercambio de información

y que se encuentran constituyendo en sí mismas un espectro diferente del tangible, tal como el

internet y las aplicaciones para dispositivos móviles, permiten que el establecimiento de

comercio cuente con nuevos activos y elementos intangibles, tales como el know-how en el

desarrollo de dichos aplicativos, sus características y mayor funcionalidad. Lo anterior

constituye, hoy por hoy, una gran fuente de explotación comercial por parte de los empresarios,

lo cual se traduce en la proyección de sus esfuerzos para explotar y aprovechar este activo

fundamental en el desarrollo de su actividad económica.

24

III. Se compone de diferentes elementos, pero en algunos casos de enajenación se va a

preferir como una unidad económica:

Al analizar la naturaleza jurídica del establecimiento de comercio encontramos que, por

expresa disposición legal, se han señalado los elementos que lo componen. Al respecto, señala el

Código de Comercio respecto de sus elementos integrantes:

“ART. 516.- Salvo estipulación en contrario, se entiende que forman parte de un

establecimiento de comercio:

1. La enseña o nombre comercial y las marcas de productos y de servicios;2. Los derechos del empresario sobre las invenciones o creaciones industriales o artísticas

que se utilicen en las actividades del establecimiento;3. Las mercancías en almacén o en proceso de elaboración, los créditos y los demás valores

similares;4. El mobiliario y las instalaciones;5. Los contratos de arrendamiento y, en caso de enajenación, el derecho al arrendamiento de

los locales en que funciona si son de propiedad del empresario, y las indemnizaciones que,

conforme a la ley, tenga el arrendatario;6. El derecho a impedir la desviación de la clientela y a la protección de la fama comercial,

y.7. Los derechos y obligaciones mercantiles derivados de las actividades propias del

establecimiento, siempre que no provengan de contratos celebrados exclusivamente en

consideración al titular de dicho establecimiento” (Código de Comercio colombiano, 1971,

Art. 516).

25

Que el legislador haya incluido estos elementos como parte integral del establecimiento de

comercio tiene una serie de implicaciones y consecuencias importantes, pues, por una parte,

estas disposiciones dan cuenta de que este bien es realmente el conjunto aglomerado de

bienes, activos, tangibles o intangibles, que son reunidos por el comerciante para el

desarrollo de la empresa y constituyen su activo más importante: y por otra parte, el

desarrollo de estos elementos permite que las operaciones sobre el establecimiento de

comercio encarezcan su valor, toda vez que cuando se realizan este tipo de negocios jurídicos

se debe atender las disposiciones del Código de Comercio que señalan que siempre que se

pueda, se preferirá la enajenación el bloque del establecimiento de comercio, tema que

también será analizado de manera posterior.

IV. Es indivisible y funciona como una unidad económica:

Una clara muestra del encarecimiento de las operaciones que recaen sobre el establecimiento

de comercio es la disposición por medio de la cual se contempla que, en el escenario de ser

objeto de cualquier operación jurídica, como: compraventa, arrendamiento, prenda, usufructo,

entre otras, el establecimiento de comercio debe valorarse de forma conjunta, y en consecuencia,

se deberá tener en cuenta todos los elementos enunciados en el artículo 516 del Código de

Comercio.

26

Estas operaciones en bloque suponen el funcionamiento de una unidad económica, pues el

legislador dio prioridad al funcionamiento en conjunto de los elementos integrantes de la unidad

económica. Cuando uno de los elementos del establecimiento de comercio no hace parte de una

operación sobre el mismo, hay una devaluación respecto del negocio jurídico, ya que no es tan

apetecible la idea de adquirir la unidad económica incompleta, sin uno de sus elementos; lo

anterior, en vista de que su valor reside en cierta medida en el funcionamiento de todos los

elementos en conjunto. Es por ello que existe la preferencia respecto de la enajenación del

establecimiento de comercio en conjunto, pues el sentido de esta disposición es velar por el

funcionamiento integral de todos sus elementos.

Para ampliar este ámbito de protección al propietario del establecimiento de comercio, el

Código de Comercio incluye en su artículo 517 una disposición que dicta que deberá preferirse la

enajenación en bloque sobre la de cada uno de los elementos del establecimiento de comercio.

De esta forma, el legislador intentó mejorar la posición económica y comercial del propietario

del establecimiento ante las situaciones que obliguen a una enajenación forzosa del mismo, tales

como, la liquidación de una sociedad cuyo activo sea el establecimiento, mandato judicial, o

remate del mismo por deudas frente a acreedores.

Estas disposiciones del Código de Comercio obligan a que en dichos casos se prefiera la

enajenación en bloque (cuando está es posible) y que se dé este escenario incluso sobre la

voluntad del propietario del establecimiento de comercio. En todo caso, dicho propietario, en

27

desarrollo del principio de la autonomía de la voluntad privada, puede determinar de manera

conjunta con la otra parte si el establecimiento sobre el cual se está acordando la operación

comprende todos sus elementos (enseña, marca de productos; derechos sobre invenciones o

creaciones industriales o artísticas; mercancías en almacén, créditos y demás valores; mobiliario

e instalaciones; el contrato de arrendamiento y el derecho a las indemnizaciones; y el derecho a

impedir la desviación de la clientela) o si los quiere enajenar de forma separada, siempre que no

se encuentre en los escenarios suponen obligatoriamente realizar una enajenación en bloque.

Lo anterior es un ejemplo de uno de los casos en que a las partes se les otorga un marco

jurídico para que realicen las operaciones sobre el establecimiento de comercio, pero a pesar de

la existencia de ese marco, se les otorga la posibilidad de pactar en contrario sobre el mismo.

Caso distinto sería aquel en que esta norma de la unidad económica del establecimiento de

comercio fuera de orden imperativo y sólo fuera posible realizar la enajenación del mismo en

bloque, caso en el cual se vería una restricción innecesaria a la autonomía de los contratantes.

El análisis de la conveniencia sobre si la norma que regula un aspecto en concreto debe ser de

orden imperativo o dispositivo fue realizado previamente por el legislador, de forma tal que, en

algunos casos se permite que las partes puedan concurrir libremente a pactar el contenido del

contrato (como en el caso de la enajenación forzada del establecimiento de comercio), pero en

otros casos la autonomía de las partes se reduce a tal punto que estas deben ajustarse al contenido

28

de las normas imperativas del Código de Comercio (como en la protección legal establecida en

favor del arrendatario).

V. Cuenta con una protección de índole imperativa por parte del legislador:

Como se desarrolló en el primer capítulo de la presente monografía, los esfuerzos por parte de

la Comisión redactora del proyecto del Código de Comercio se centraron en tener en cuenta los

principales aspectos para propender por la creación de condiciones aptas para el desarrollo de la

actividad mercantil. Fue así como el legislador, luego de establecer las normas que regularan la

definición, elementos, la enajenación en bloque, el derecho de renovación del contrato, y el

proceso para surtir esta renovación, impuso una protección legal para el comerciante elevando

los artículos 518 a 523 al rango de normas imperativas. De esta forma el legislador dispuso:

“Contra las normas previstas en los artículos 518 a 523, inclusive, de este Capítulo, no producirá

efectos ninguna estipulación de las partes.” (Código de Comercio, 1971, Art. 524).

Esta disposición, como se explicó en el capítulo referente al carácter imperativo, dispositivo y

supletivo de las normas, determina que las estipulaciones que se hagan en contra de ella se

entiendan como no escritas, sin provocar efecto alguno en la relación jurídica de las partes del

contrato de arrendamiento de local comercial. Lo anterior obedece a razones de conservación del

29

orden público, sobre todo frente a las garantías que deben otorgársele al arrendatario que celebre

este contrato y la protección del derecho de propiedad comercial de este último. Las

implicaciones prácticas del carácter imperativo de estas normas son el objeto central de este

documento, pero serán abordadas posteriormente en su segundo capítulo; por ahora nos

limitaremos a anunciar la existencia de esta protección legal, la cual será desentrañada y

cuestionada unas páginas más adelante.

1.2.2 Operaciones jurídicas susceptibles de realizar sobre el establecimiento de

comercio

Este tema lo encontramos desarrollado en el capítulo II del Título I del Libro III del Código

de Comercio. Como principales características encontramos que existe una presunción de la

enajenación en conjunto del establecimiento de comercio, tema que se trató ampliamente en el

numeral (2.1) de este capítulo. Frente al resto de disposiciones, podemos anotar que para que esta

enajenación produzca efectos, la misma debe constar en escritura pública o en documento

privado reconocido por los otorgantes ante funcionario competente (Art. 526); así mismo,

encontramos las obligaciones que debe cumplir el enajenante del establecimiento de comercio,

realizando un balance y relación del pasivo del mismo (Art. 527) así como el grado de

responsabilidad en las obligaciones que consten en los libros de contabilidad (Art. 528) y

aquellas que no estén consignadas en aquellos (Art. 529).

30

Adicionalmente, el artículo 532 del Código de Comercio regula todo lo referente al contrato

de prenda sobre establecimiento de comercio, estableciendo cuáles son los elementos afectos a la

prenda, los cuales son los enunciados en el artículo 516 y aquellos que expresamente se indican

en el artículo titulado “Arrendamiento, usufructo y anticresis de establecimiento de comercio”, el

cual se transcribe a continuación:

“Los establecimientos de comercio podrán ser objeto de contrato de arrendamiento,

usufructo, anticresis y cualesquiera operaciones que transfieran, limiten o modifiquen su

propiedad o el derecho a administrarlos con los requisitos y bajo las sanciones que se indican

en el artículo 526“(Código de Comercio, 1971, Art. 533).

De acuerdo con lo contenido en la ley y lo comentado por la doctrina, podemos enunciar que

el establecimiento de comercio es susceptible de las operaciones de: enajenación, prenda,

arrendamiento, usufructo, anticresis y, de manera especial, de aquellos negocios jurídicos que los

contratantes acuerden y que se realicen de conformidad con los requisitos del artículo 526 del

Código de Comercio, esto es, que se eleven a escritura pública y/o que sean reconocidos ante

funcionario competente. Lo anterior nos permite afirmar que en este aparte el legislador otorgó

autonomía a los comerciantes para poder estipular libremente sobre el establecimiento de

comercio, de donde se desprenden las operaciones jurídicas atípicas o innominadas que recaen

sobre el mismo, como por ejemplo, el contrato de concesión de espacio mercantil, el cual es la

principal figura a la que los comerciantes acuden para poder eludir el contenido imperativo de la

31

regulación contenida en los artículos 518 al 523 del código, figura que será ampliamente

estudiada en el segundo capítulo de esta monografía.

1.2.3 Establecimiento de comercio y local comercial: relaciones y diferencia

Resulta una cuestión fundamental indicar de manera somera las relaciones y diferencias que

guardan el establecimiento de comercio y el local (inmueble) comercial donde se desarrolla la

empresa por parte del comerciante/empresario. De manera concreta, podemos afirmar que el

local comercial es aquel bien inmueble que se encuentra destinado, por parte del comerciante, al

desarrollo de la empresa mediante la utilización de los bienes que conforman el establecimiento

de comercio. En contraste, y como se ha explicado previamente, el establecimiento de comercio

es el conjunto de bienes organizados — y, por ende, la universalidad jurídica — organizada por

el empresario para cumplir con los fines de la empresa.

En este sentido, advertimos dos relaciones principales: la primera, la naturaleza mueble e

inmueble del establecimiento de comercio y del local comercial, respectivamente; la segunda, la

protección legal que ha impuesto el legislador a través de normas imperativas establecidas en el

Código de Comercio. Al respecto, consideramos pertinente traer a colación lo dicho por el Dr.

José Alejandro Bonivento frente a los inmuebles amparados por el régimen comercial del

arrendamiento:

32

En verdad, no todas las cosas que son susceptibles de arrendarse están involucradas

dentro de la regulación mercantil. De manera expresa, las normas consignadas en este estatuto

(518 al 524 del Código de Comercio) hablan sobre el arrendamiento de inmuebles ocupados

con un establecimiento de comercio. Particularmente, tienden a proteger a los arrendatarios

empresarios de establecimiento de comercio, o sea, aquel conjunto de bienes organizados por

aquellos para realizar los fines de la empresa

Precisamente, forman parte de un establecimiento de comercio: los contratos de

arrendamiento, y, en caso de enajenación, el derecho al arrendamiento de los locales en que

funciona si son de propiedad del empresario, y las indemnizaciones que, conforme a la ley,

tenga el arrendatario

Reviste de esa manera, la ley mercantil, de especiales alcances los arrendamientos de

inmuebles comerciales. Los saca de la reglamentación ordinaria, y les imprime un tratamiento

distinto, con criterio proteccionista al arrendatario-empresario. (Bonivento, 1995, p. 450)

Como lo comenta el doctrinante, al encontrar que el contrato de arrendamiento hace parte de

los elementos del establecimiento de comercio, el legislador estableció una relación de necesidad

y dependencia entre las dos figuras, pues ciertamente estableció la protección al establecimiento

de comercio en virtud de la posibilidad de explotar el mismo únicamente a través del inmueble

en el cual se desarrolla la empresa. De esta forma, nos encontramos con que el legislador

33

propendió por proteger el local comercial a tal punto que dispuso que el contrato de

arrendamiento fuera un elemento fundamental del establecimiento de comercio. Hoy en día, y

como se verá más adelante, consideramos que la relación entre el local comercial y el

establecimiento de comercio no es inescindible, pues ciertamente hay empresas que se

desarrollan sin que una oficina, o un local comercial (inmueble) sean un elemento esencial de las

mismas.

1.2.4 Protección legal al establecimiento de comercio: normas imperativas que

rigen el arrendamiento del local comercial en el que funcione un establecimiento de

comercio

Ahora bien, tras analizar la definición, naturaleza jurídica y elementos de esta institución,

procederemos a ahondar en las razones que llevaron a la Comisión Redactora del Proyecto de

Código de Comercio de 1958 a proponer marcos normativos tendientes a la protección legal en

favor del propietario del establecimiento de comercio.

Dicha Comisión llevó a cabo la implementación de algunas de las directrices de la normativa

mercantil europea, concretamente, la francesa. De acuerdo con lo indicado por Arrubla (1997), el

concepto que primó y más influyó en el trabajo de la Comisión Redactora fue el de propiedad

comercial, entendido como “una expresión utilizada para significar los especiales derechos del

titular de la empresa sobre los locales arrendados para su establecimiento” (p. 517)

34

En desarrollo de este principio, de acuerdo a lo comentado por el Dr. Arrubla, el proyecto del

Código de Comercio estuvo dotado de la integración de dos principios que inspiraron la

redacción del proyecto: el primero, el postulado que defendía que los bienes del comerciante, en

especial, el establecimiento de comercio, es un elemento inmaterial y diferenciado del local

comercial, razón por la cual, al encontrarse escindido el primero del segundo, se establece una

independencia entre ambos bienes. El otro postulado que, según él llevó a la Comisión Redactora

a realizar su trabajo en tal sentido, fue el de que existe un interés general en la conservación y

subsistencia de la empresa.

Ambos postulados resultan acertados y desarrollan de alguna manera la base ideológica del

concepto de propiedad comercial. Es por esto que el Código de Comercio colombiano prevé una

protección legal para el arrendatario de un local comercial, consagrando el derecho a la

renovación del contrato de arrendamiento cuando éste ha tenido una duración de al menos 2 años

y siempre que se estuviera desarrollando un mismo establecimiento de comercio en dicho

inmueble. Esta protección se basa en que el legislador ha entendido que dos años son tiempo

suficiente para que el comerciante solidifique su posición frente a los consumidores y organice

adecuadamente su empresa; además se considera como un tiempo prudente para que el

arrendador conozca la situación de su arrendatario en lo que respecta a sus capacidades de pago y

al cumplimiento de las obligaciones contenidas en el contrato celebrado entre las partes.

35

La primera expresión de dicha protección legal es el derecho de renovación que asiste al

arrendatario. Al respecto señala el Código de Comercio:

“ART. 518 - El empresario que a título de arrendamiento haya ocupado no menos de dos años

consecutivos un inmueble con un mismo establecimiento de comercio, tendrá derecho a la

renovación del contrato al vencimiento del mismo, salvo en los siguientes casos:

1) Cuando el arrendatario haya incumplido el contrato;2) Cuando el propietario necesite los inmuebles para su propia habitación o para un

establecimiento suyo destinado a una empresa sustancialmente distinta de la que tuviere el

arrendatario, y3) Cuando el inmueble deba ser reconstruido, o reparado con obras necesarias que no

puedan ejecutarse sin la entrega o desocupación, o demolido por su estado de ruina o para la

construcción de una obra nueva.”

El artículo 518 del Código de Comercio colombiano consagra este derecho a la renovación

que le corresponde al empresario que cumple los supuestos anteriormente descritos, es decir que

cumple el periodo de tiempo que establece la ley (dos años) y que haya hecho un uso responsable

del inmueble, esto es, lograr la conservación del local y cumplir con las obligaciones

contractuales adquiridas. Frente al derecho de renovación, debemos advertir dos particularidades

esenciales: la primera, que no se trata de prórroga del contrato sino de renovación, lo que supone

que el contrato no se prorroga bajo las mismas condiciones, sino que a las partes se les otorga la

posibilidad de discutir las condiciones que regirán en adelante su relación en virtud de esa

renovación; por otra parte, frente al procedimiento adoptado para lograr la renovación del

36

contrato, generalmente el arrendador formula una nueva oferta antes del vencimiento del mismo,

en aras de impedir su renovación en los mismos términos. Si no hay acuerdo entre las partes, las

diferencias serán discutidas mediante el procedimiento verbal con intervención de peritos, de la

forma en que lo señala expresamente el artículo 519 del Código de Comercio.

Ahora bien, es fundamental indicar que en tres casos ese derecho de renovación no se genera

automáticamente: (I) cuando el arrendatario haya incumplido el contrato; (II) cuando el

propietario necesite el inmueble para su habitación o establecimiento destinado a una empresa

sustancialmente diferente a la que desarrollaba el arrendatario; y (III) cuando el inmueble deba

ser reconstruido o reparado a través de obras necesarias que no puedan ejecutarse sin la

desocupación del mismo por parte del arrendatario, o demolido por su estado de ruina o para la

construcción de una obra nueva.

Estos tres casos son los únicos que ha previsto el legislador para que el propietario del

inmueble pueda interrumpir y extinguir el derecho de renovación que le asiste al arrendatario,

pero ciertamente consideramos que este esfuerzo ha sido insuficiente ya que existen otros

escenarios en donde el propietario del inmueble debería poder exigir su restitución inmediata,

como por ejemplo, en la voluntad de enajenación del local comercial por parte de su propietario,

lo cual podría haberse pactado como una eventual causal para la terminación del mismo.

Ciertamente la autonomía de los contratantes va más allá de los casos estipulados taxativamente

por la ley, por lo que los escasos escenarios previstos por el legislador para que no se cause la

37

protección en cabeza del arrendatario constituyen una limitación a la posibilidad de que el

propietario del inmueble ejerza libremente el derecho que le asiste sobre el local comercial. Sin

perjuicio de lo anterior, seguiremos describiendo la protección legal en cabeza del arrendatario,

pues esta crítica será retomada posteriormente.

Existen entonces tres casos en los que el arrendador puede exigir la restitución del inmueble,

pero esto no puede suceder de manera inmediata. Para regular esta situación, el legislador ha

previsto un término de seis meses para ejercer el desahucio por parte del arrendador que quiera

exigir el inmueble amparado en los ordinales (2) y (3) del artículo 518 del Código de Comercio.

Dicho término de desahucio del arrendatario se encuentra desarrollado en el artículo 520 del

Código, el cual reza: “En los casos previstos en los ordinales 2o. y 3o. del artículo 518, el

propietario desahuciará al arrendatario con no menos de seis meses de anticipación a la fecha de

terminación del contrato, so pena de que éste se considere renovado o prorrogado en las mismas

condiciones y por el mismo término del contrato inicial. Se exceptúan de lo dispuesto en este

artículo los casos en que el inmueble sea ocupado o demolido por orden de autoridad

competente”. (Código de Comercio, 1971, Art.520).

Con base en lo anterior, el arrendador que quiera alegar la restitución del inmueble y la

terminación del contrato de arrendamiento, deberá notificar de esta situación al arrendatario del

inmueble con por lo menos seis meses de anticipación a la fecha de vencimiento del contrato; de

no hacerlo, surgirá el derecho de renovación del contrato en las condiciones explicadas

38

anteriormente. Por lo anterior, es preciso señalar que si el contrato se ejecuta durante por lo

menos dos años y no se desahucia antes del término de vencimiento del mismo, se genera el

derecho de renovación del contrato para el arrendador por una parte, y por la otra, deberá

respetarse el término de seis meses para desahuciar al arrendatario en caso que el arrendador

requiera el inmueble.

Ahora bien, el Código de Comercio también incluye dentro de la protección legal al

arrendatario la regulación relacionada con el escenario posterior a la restitución del inmueble en

favor del arrendador que haya alegado estar en alguna de las circunstancias de los ordinales (2) y

(3) del artículo 518. El artículo 521 del Código de Comercio consagra la posibilidad para el

arrendatario de ejercer su derecho de preferencia adquiriendo una posición de mayor jerarquía

frente a los terceros interesados para ocupar el local que ha sido reparado, reconstruido o de

nueva edificación realizada por su propietario. En el parágrafo de este artículo el legislador

estableció que el propietario deberá informar al comerciante, con por lo menos 60 días de

anticipación, la fecha en la que puede entregar los locales; el arrendatario, por su parte, deberá

informar al arrendador si ejerce o no su derecho de preferencia en un término de por lo menos 30

días anteriores a la fecha de entrega de los locales. Finalmente, la norma también establece que si

los locales reconstruidos o aquellos de la nueva edificación son en número menor a los

anteriores, los arrendatarios más antiguos que ejercen este derecho de preferencia excluirán a los

menos antiguos por orden de prelación en lo referente a su antigüedad.

39

El propietario está obligado a ofrecerle los locales del edificio reconstruido o nuevo a todos

los antiguos arrendatarios para liberarse de su obligación de preferencia con los arrendatarios,

pues todos gozan del derecho de preferencia, simplemente que el ejercicio de ese derecho por

parte de los más antiguos extingue el derecho de los más nuevos si no hay suficientes locales

para todos. (Guzmán, 1975, p.212).

Además, deberá el propietario fijar precios razonables a los antiguos arrendatarios, pues si un

antiguo arrendatario manifiesta estar en desacuerdo con el precio, pero tiene el deseo de arrendar

el local, se recurrirá a un dictamen pericial para determinar cuál será el canon de arrendamiento

de los locales. Por otra parte, observamos que el legislador también previó el escenario en que el

propietario del inmueble requiere su restitución por las situaciones indicadas en el artículo 518,

pero incumple con los propósitos que le manifestó al arrendatario para dar por terminado el

contrato y exigir el inmueble; en tal evento, el Código de Comercio reguló la indemnización que

debe recibir el arrendatario si el arrendador incumple con los actos que se derivan de las

situaciones que alegó para exigir la restitución del local.

Esta indemnización se encuentra descrita en el artículo 522 del Código de Comercio, titulado

“Casos de indemnización del arrendatario”, en donde se establece que la indemnización que se le

impone al arrendador en estos casos es integral y comprende el lucro cesante sufrido por el

comerciante, los gastos indispensables para la nueva instalación del establecimiento de comercio,

40

la indemnización de los trabajadores despedidos por el cierre o traslado del mismo y el valor

actual de las mejoras necesarias y útiles que hubiere hecho en los locales entregados.

Finalmente, frente a la posibilidad de subarrendar o ceder el contrato de arrendamiento de

local comercial donde funcione el establecimiento de comercio, el legislador previó en el artículo

523 del Código de Comercio, que “El arrendatario no podrá, sin la autorización expresa o tácita

del arrendador, subarrendar totalmente los locales o inmuebles, ni darles, en forma que lesione

los derechos del arrendador, una destinación distinta a la prevista en el contrato” (Código de

Comercio, 1971, Art. 523)

Pareciera que después de establecer toda la protección legal impuesta en favor del

arrendatario, el legislador se acordó que el propietario del local comercial también tiene derechos

sobre la cosa, y en ese sentido, otorgó una protección a su derecho real, el cual está siendo

afectado por la transferencia de la tenencia material del inmueble. En consecuencia, el legislador

indicó que el arrendatario no puede subarrendar totalmente los locales ni darles a estos una

destinación diferente a la prevista en el contrato sin autorización expresa del arrendador. De igual

forma opera para realizar la cesión del contrato de arrendamiento, pues se debe contar con la

autorización del arrendador para poder ceder el contrato. Sin embargo, el legislador dejó abierta

la posibilidad de subarrendar hasta la mitad del local y la cesión del mismo cuando cuente con la

autorización del propietario del local comercial.

Así las cosas, hemos completado la descripción y análisis de las normas con carácter

imperativo que regulan lo atinente al contrato de arrendamiento de local comercial y el

41

establecimiento de comercio. Como se ha comentado previamente, el legislador se inclinó por

proteger los derechos derivados del ejercicio de la actividad mercantil por parte del empresario,

dándole a este último normas y herramientas cuyo alcance propende por garantizar la estabilidad

del comerciante y por generar condiciones aptas para el desarrollo del objeto social

correspondiente. Así mismo, hemos evidenciado cómo se prescindió en gran parte de proteger

los intereses y derechos del arrendador, pero esa será una discusión que se desglosará

posteriormente en nuestro análisis frente a los derechos del propietario del local en el contrato.

2. Alternativas prácticas utilizadas por el comerciante para no sujetarse a la

normatividad mercantil imperativa

2.1 La exclusión del contrato de arrendamiento como elemento del establecimiento de

comercio

2.1.1 Concepto y ejemplo

El primero de los escenarios ideados por los contratantes para buscar la ausencia de la

aplicación de la protección legal en cabeza del arrendatario es la cláusula de exclusión del

contrato de arrendamiento de local comercial como elemento integrante del establecimiento de

comercio. Esta primera alternativa resulta siendo la más interesante para nuestro análisis, toda

vez que su inclusión en el contrato se da como resultado de un acuerdo de voluntades primario,

en virtud del cual las partes deciden expresamente no tener en cuenta el contrato de

42

arrendamiento que van a celebrar para efectos de que este sea considerado como un elemento del

establecimiento de comercio.

Al pactar este tipo de cláusula, las partes del contrato se aferran a la interpretación gramatical

del artículo 516 del Código de Comercio, el cual establece los elementos del establecimiento de

comercio, y dicta en su primera parte “Salvo estipulación en contrario, se entiende que forman

parte de un establecimiento de comercio: (…)”.

A partir de la redacción de este artículo, las partes obtienen dos conclusiones casi inmediatas:

la primera, es que el legislador está otorgando un marco de los elementos del establecimiento de

comercio, para que se entiendan incluidos en todas las operaciones que se celebran sobre los

mismos, siempre que no haya pacto en contrario, lo cual dota de importancia y valor a la unidad

de los elementos del establecimiento; en segundo lugar, las partes entienden que esta norma no es

de carácter imperativo, pues se les permite pactar en contrario, razón por la cual, en la práctica,

incluyen cláusulas como la que se transcribe a continuación en los contratos de arrendamiento de

local comercial:

“Cláusula décima cuarta - Cesión: El ARRENDATARIO faculta al ARRENDADOR a

ceder total o parcialmente este Contrato y declara al cedente del Contrato, es decir al

ARRENDADOR, libre de cualquier responsabilidad como consecuencia de la cesión que haga

de este Contrato.

43

Las partes estipulan expresamente que este contrato no formará parte integral de ningún

establecimiento de comercio y que por lo tanto la enajenación que eventualmente se establezca

del mismo no transfiere ningún derecho de arrendamiento al adquirente, sino que constituye

causal de terminación del contrato toda vez que el ARRENDATARIO se obliga a no ceder, a no

subarrendar ni transferir su tenencia. En cualquier caso, la enajenación del establecimiento de

comercio, ni el aviso de transferencia, ni aún la inscripción en el registro mercantil exonerará del

cumplimiento de las obligaciones adquiridas por el ARRENDATARIO.”

Cuando el arrendatario faculta al arrendador para ceder total o parcialmente el contrato de

arrendamiento está dando signos inequívocos de su renuncia a la eventual aplicación de una de

las protecciones establecidas legalmente en su favor, que es el derecho de renovación y el

término de desahucio que tendría que cumplir el arrendador para dar por terminado el contrato

luego de dos años de su ejecución. De esta forma, el arrendador se reserva la facultad de ceder el

contrato y terminarlo, toda vez que desde el momento en que está arrendando el local comercial

está dejando expresa constancia de que ese contrato no forma parte de ningún establecimiento de

comercio, y en consecuencia, se encuentra facultado para cederlo a su arbitrio sin que esto

constituya incumplimiento contractual; asimismo, con la inclusión de esta cláusula las partes

están eliminando la posibilidad de cesión del contrato por parte del arrendatario, ya que la

enajenación del establecimiento de comercio que hiciere este último constituye causal de

terminación del contrato.

44

El hecho de que las partes pacten esta exclusión del contrato en la cláusula de cesión es un

aspecto muy relevante, toda vez que las mismas entienden a la perfección las relaciones que

existen entre arrendador-local comercial y arrendatario-establecimiento de comercio; tanto así

que de manera autónoma logran distinguir en esta cláusula los elementos del establecimiento y

libremente acceden a renunciar a las eventuales protecciones establecidas en cabeza del

arrendatario. Este ejemplo extraído de un contrato de arrendamiento de local comercial nos

muestra la manera en la que se utilizan este tipo de cláusulas como herramientas para evadir o

evitar el sometimiento por parte del arrendador a las protecciones legales que ha dispuesto la ley

en cabeza del arrendatario.

Por último, el inciso final de la cláusula, que prescribe que la enajenación, aviso de

transferencia o incluso inscripción en el registro mercantil por parte del arrendatario en favor de

un tercero no lo exonera del cumplimiento de las obligaciones adquiridas en el contrato, es un

golpe de gracia que beneficia en todo caso al arrendador del local comercial. Lo anterior, toda

vez que cualquier operación que celebre el arrendatario sobre su establecimiento de comercio no

lo exonera del cumplimiento de las obligaciones adquiridas en el contrato, y por lo tanto, el

incumplimiento de las mismas tendría como consecuencia una eventual demanda del arrendador

contra el arrendatario pretendiendo la indemnización de perjuicios por responsabilidad civil

contractual derivada del incumplimiento del contrato de arrendamiento.

45

2.1.2 Análisis de validez de la cláusula de exclusión del contrato de arrendamiento

Ahora bien, nos corresponde realizar un análisis de validez de este tipo de cláusulas dentro del

contrato de arrendamiento de local comercial. Como se describió en la primera parte de esta

monografía, la protección legal en cabeza del arrendatario parte de unas normas de carácter

imperativo que restringen el desarrollo de la autonomía de la voluntad privada en el contrato en

cuestión. Dichas normas son enunciadas por el artículo 524 del Código de Comercio, cuando se

determina que “Contra las normas previstas en los artículos 518 a 523, inclusive, de este

Capítulo, no producirá efectos ninguna estipulación de las partes.” (Código de Comercio,

1975.Art. 524).

Para que una norma sea imperativa debe ser descrita de esta manera expresamente por la ley o

el operador jurídico, dentro de su ejercicio de interpretación, debe declararla como tal. Como los

elementos del establecimiento de comercio se encuentran expresamente tipificados en el artículo

516, y el propio literal de la norma nos indica que no siempre estos elementos deberán estar

integrados al establecimiento, al admitir pacto en contrario, las partes pueden añadir o eliminar

algunos de esos elementos para que no sean tenidos en cuenta dentro de la transacción que se

encuentran realizando.

46

De esta forma vemos cómo el legislador en algunas ocasiones pudo ser menos proteccionista,

entendiendo que no siempre las partes deben ceñirse a lo dispuesto por la norma, sino que en

ocasiones, para ellos resulta más provechoso el no incluir algunos elementos de su

establecimiento (como puede ser el contrato de arrendamiento, la enseña o nombre comercial,

entre otros) en sus transacciones. Ante la estipulación de este tipo de cláusulas, las partes gozan

de total autonomía y por ello tienen la facultad de pactar libremente el contenido de estas

disposiciones, las cuales les permiten establecer plazos de desahucio y de terminación del

contrato menores a los estipulados por el Código de Comercio.

Debido a lo descrito anteriormente, resaltamos que siempre que estas cláusulas se encuentren

incluidas en el contrato como fruto del acuerdo de voluntades de las partes contratantes, y

siempre que no se encuentren viciadas por alguna otra causal de nulidad, la cláusula de exclusión

expresa del contrato de arrendamiento como elemento del establecimiento de comercio gozará de

plena validez y de su contenido se establecerán las obligaciones y efectos indicados

anteriormente.

Ahora bien, resulta fundamental analizar cuáles son las condiciones de negociabilidad con las

que cuentan las partes en el contrato de arrendamiento de local comercial, para determinar si el

contenido de las disposiciones es o no abusivo, según lo establecido en el clausulado contractual

y en este sentido analizar la validez de las cláusulas objeto de estudio. Frente a las cláusulas

abusivas, de acuerdo con lo trazado por Prada (2010) estas son disposiciones que van en contra

47

del ordenamiento jurídico y que desconocen abiertamente los postulados de equidad y buena fé

contractual, de tal forma que confluyen en la inobservancia por el cumplimiento de las funciones

del contrato.

Ni en el código civil ni en el Código de Comercio colombiano se encuentra expresamente

consagrada una definición del concepto de cláusulas abusivas, razón por la cual la legislación

cuya analogía nos permite acercarnos a esta definición, es la consagrada en la ley 1480 de 2011

en su artículo 42. Concepto y prohibición, el cual consagra:

Son cláusulas abusivas aquellas que producen un desequilibrio injustificado en perjuicio del

consumidor y las que, en las mismas condiciones, afecten el tiempo, modo o lugar en que el

consumidor puede ejercer sus derechos. Para establecer la naturaleza y magnitud del

desequilibrio, serán relevantes todas las condiciones particulares de la transacción particular

que se analiza.

Los productores y proveedores no podrán incluir cláusulas abusivas en los contratos

celebrados con los consumidores, En caso de ser incluidas serán ineficaces de pleno derecho.

(Ley 1480, 2011, Estatuto del Consumidor).

La doctrina nacional ha acogido lo establecido por el estatuto del consumidor para identificar

cuándo una cláusula puede adquirir esta condición de abusiva. Es claro que las disposiciones

relativas a este estatuto no son las aplicables al contrato de arrendamiento comercial, sin

embargo, ante la ausencia de consagración normativa expresa en materia comercial de la

48

definición de cláusulas abusivas en los Códigos Civil y de Comercio, esta definición cobra

relevancia para el análisis que pretende establecer la validez de la cláusula determinando si es

abusiva o no; adicionalmente, es importante señalar que las cláusulas abusivas pueden verse

pactadas en los contratos de libre negociabilidad, sin que sea un requisito indispensable el hecho

de que se encuentren en un contrato de adhesión o en un contrato donde una de las partes ostenta

una posición más débil que la otra. Respecto a lo anterior señala Posada:

En todo caso, también puede suceder que el adherente no ostente la calidad de consumidor,

evento en el cual no quedará sometido a ningún régimen especial de protección de los

mencionados anteriormente. Sin embargo, no quedará desprotegido, porque se le aplicarán las

normas del derecho común, dentro de las cuales sobresale el artículo 1624 C.C., de acuerdo

con el cual "se interpretarán las cláusulas ambiguas a favor del deudor", y "las cláusulas

ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una de las partes, sea acreedora o deudora,

se interpretarán contra ella, siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una

explicación que haya debido darse por ella". Adicionalmente, la jurisprudencia y la doctrina

han extendido la aplicación de la teoría de las cláusulas abusivas a los contratos negociados,

caso en el cual el juez deberá realizar un análisis de las circunstancias en que fue celebrado el

contrato y de la manera como ha sido ejecutado para determinar si existe o no en su contenido

una cláusula abusiva o vejatoria, y de existir, su sanción será la nulidad. (Posada, 2015, p.

155)

49

Finalmente, para ver si la cláusula en cuestión puede encontrarse bajo estos supuestos, es

fundamental seguir lo acotado por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia en sentencia

de la Sala de Casación Civil, del 2 de febrero de 2001, en la cual se definen las características

arquetípicas de las cláusulas abusivas como:

a) que su negociación no haya sido individual; b) que lesionen los requerimientos emergentes

de la buena fe negocial -vale decir, que se quebrante este postulado rector desde una

perspectiva objetiva: buena fe probidad o lealtad-, y c) que genere un desequilibrio

significativo de cara a los derechos y obligaciones que contraen las partes. (Corte Suprema de

Justicia, exp. 5670, M.P.: Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo, 2001),

Dependiendo del escenario concreto en el que las partes se encuentren al momento de la

negociación del contrato de arrendamiento de local comercial, podría darse la existencia y los

presupuestos para que se configuren cláusulas abusivas en el contrato, como por ejemplo, la

potestad unilateral de aumentar el precio del canon de arrendamiento; la cláusula de terminación

unilateral sin que medie pre-aviso, o por ejemplo la existencia de limitaciones y renuncias por

alguna de las partes para que no haga efectiva una eventual reclamación de perjuicios derivados

por la ejecución del contrato. No obstante lo anterior, la cláusula de exclusión expresa del

contrato de arrendamiento de local comercial como elemento del establecimiento no contiene los

elementos para ser catalogada como abusiva per sé. Esto se corrobora en que las partes

reconocen pueden negociar con ciertos elementos que les permiten negociar aspectos relevantes

del contrato, como lo es, asumir los gastos por las reparaciones, determinar el plazo de desahucio

50

para terminar el contrato, su duración, causales de terminación, o por ejemplo determinar a quién

le corresponde pagar los impuestos y servicios públicos, entre muchas otros elementos que

comprenden los aspectos debatibles en la negociación entre las partes.

En este sentido, los contratantes deberían tener permitido, con base en la garantía del

postulado de la autonomía de la voluntad privada, ceder y llegar a acuerdos que les permitan

tener relaciones contractuales más abiertas y en las cuales no se vea restringida su capacidad de

negociación por no ser compatible su intención con el contenido normativo de carácter

imperativo, pues esta tensión ciertamente produce un truncamiento del dinamismo del cual estas

relaciones comerciales suponen estar dotadas.

De acuerdo con lo señalado, es posible afirmar que la cláusula de exclusión del contrato de

arrendamiento de local comercial no encaja en las características arquetípicas establecidas por la

Corte Suprema de justicia para identificar las cláusulas abusivas, ni por aquellos lineamientos

descritos por la ley, pues, en primer lugar, su negociación no es individual, sino consensuada,

toda vez que es en el escenario de la negociación cuando los contratantes ceden en determinados

aspectos en busca de obtener otros beneficios a su favor; adicionalmente, los postulados de la

buena fe comercial no se ven afectados en la estipulación de esta cláusula, ya que desde el inicio

de la negociación se presume que las partes tiene la intención de cumplir el contrato a cabalidad

con respecto a lo pactado, lo cual es ley para las partes; y finalmente, esta cláusula no genera un

desequilibrio de cara a los derechos y obligaciones contraídas por las partes, pues como hemos

dicho en ocasiones anteriores, son los contratantes los encargados de equilibrar y sopesar los

51

beneficios y consecuencia derivadas de las concesiones realizadas durante el proceso de

negociación del contrato. En todo caso, es pertinente indicar que las condiciones particulares de

cada negocio jurídico, y el análisis concreto que se haga sobre el mismo, determinará si estamos

o no frente a una cláusula abusiva, pero al menos desde este análisis parece que la cláusula

objeto de análisis no encaja en los supuestos para ser considerada como tal.

2.1.3 La protección legal de los artículos 518-524 del Código de Comercio aplica

únicamente para los establecimientos de comercio donde el contrato de

arrendamiento sea un elemento integral del mismo

Luego de realizar el análisis de validez de la cláusula de exclusión del contrato de

arrendamiento es posible deducir que, bajo el tenor literal de las normas que hemos estudiado a

lo largo de esta monografía, la protección legal establecida en cabeza del arrendatario por parte

del legislador aplica únicamente para los establecimientos de comercio donde el contrato de

arrendamiento no se haya excluido expresamente como uno de sus elementos, y por tanto, se

entienda que el contrato hace parte integral del establecimiento de comercio.

Lo anterior nos permite examinar el impacto de la cláusula de exclusión del contrato de

arrendamiento en la práctica, cuyo efecto es la ausencia de la aplicación de la protección legal al

arrendatario propietario del establecimiento de comercio, y de cierta forma, desnaturaliza el

propósito de la figura al dejar de lado los efectos de la protección integral del conjunto de bienes

52

que componen el establecimiento, abriéndose la discusión respecto de cada uno de ellos en

específico, como sucede en el caso del arrendamiento de local comercial.

Esto nos permite deducir que, ante la existencia de normas de carácter imperativo que limiten

la libertad de estipular en los contratos, las partes van a buscar la forma para ajustar sus intereses

y plasmarlos en el contrato sin quebrantar directa o abiertamente esas disposiciones, pero sí

afectando sus consecuencias. Este escenario en concreto demuestra que, incluso cuando dicha

protección imperativa radica en cabeza de una de las partes del contrato, existen ocasiones en las

que esa protección podría ser objeto de transacción o renuncia por parte del arrendatario, y en ese

sentido, lo más indicado y eficiente sería permitirle a las partes la posibilidad de negociar

libremente sobre los elementos que componen el establecimiento de comercio y sobre incluir o

no la totalidad de sus elementos en el documento contractual.

Agotado el análisis anterior, nos dedicaremos a indagar por la consecuencia práctica que este

tipo de cláusulas genera en la actividad comercial. Esto es básicamente que, al no permitir a las

partes pactar libremente sobre el contenido del contrato, se generen confusiones para determinar

la naturaleza de su relación contractual, y en ese sentido, surjan reclamaciones y controversias

que podrían evitarse en la práctica. Cuando se le prohíbe a las partes introducir estas cláusulas en

los contratos para evitar someterse a la protección legal en cabeza del arrendatario se está

riñendo abiertamente con el principio de autonomía de la voluntad de las partes, lo cual comporta

algunos retos e incidencias para las partes, los operadores jurídicos, y en general, para aquellas

53

personas e instituciones que se vean afectadas con la primacía de los formalismos legales sobre

la voluntad de los contratantes.

2.2 El contrato de concesión de espacios comerciales como segunda alternativa al contrato

de arrendamiento de local comercial

2.2.1 Definición, elementos, partes, modalidades y naturaleza jurídica

La segunda alternativa a la que acuden los comerciantes para evitar verse sometidos a la

protección legal establecida en el Código de Comercio en favor del arrendatario de local

comercial es la celebración del contrato de concesión de espacios mercantiles. A continuación se

procederá explicar los principales elementos, la naturaleza, modalidades y consideraciones que

los contratantes tienen en cuenta a la hora de celebrar este contrato.

El contrato de concesión de espacios mercantiles se define por parte de la jurisprudencia

arbitral como:

la relación por medio de la cual, una persona natural o jurídica posee uno o varios

establecimientos de comercio, que generalmente operan en cadena y sus servicios y/o

productos están acreditados y son reconocidos por los consumidores, motivo por el cual

atraen un público o clientela potencial y como instrumento de reducción de costos,

optimización del espacio, mejora con sus rendimientos y servicios ofrecidos a sus clientes,

54

opta por facilitar algunos espacios físicos de su establecimiento a través de terceras personas

comerciantes que desean ofrecer sus productos o servicios al público que visita el

establecimiento de comercio de aquella persona natural o jurídica (Centro de conciliación y

arbitraje de la Cámara de Comercio de Cali, 2009).

Las partes del contrato entonces son: (I) concedente, quien es el propietario del

establecimiento de comercio que cuenta generalmente con una amplia reputación comercial y

cuya voluntad es ceder espacios físicos de su establecimiento a personas naturales o jurídicas

interesadas en ofertar bienes y servicios al público que frecuenta el establecimiento de comercio

del concedente; y el (II) concesionario, el cual es el propietario de otro establecimiento de

comercio que, de conformidad con la cesión del espacio realizada por parte del concedente, se

encargará de ofertar y promocionar sus bienes y servicios al público a través del

aprovechamiento de dicho espacio.

Con base en la definición del contrato de concesión de espacios mercantiles, podemos extraer

las siguientes características o particularidades del mismo:

● Contrato Mercantil: Es un contrato mercantil en cuanto su objeto se desarrolla mediante

la relación de los bienes mercantiles del empresario, en especial, el establecimiento de comercio

cuyo espacio es concedido al concesionario, quien podrá o no estar regido bajo la calidad de

comerciante. Una precisión en este punto reside en que la calidad de las partes del contrato no

55

siempre definen su naturaleza (civil o comercial), sino que son las factor determinante son las

actividades que se desarrollan en el mismo y que la ley ha tipificado expresamente como

mercantiles en el artículo 20 del Código de Comercio2; de igual manera, es importante señalar

que en la mayoría de casos, la celebración del contrato de concesión supone darse entre

comerciantes, toda vez que se trata de una operación relacionada con sus establecimientos de

comercio y a través de la cual buscan mejorar o incrementar su volumen de venta de productos y

su reputación comercial, entre otros factores.

● Atípico: El contrato de concesión de espacios tiene un carácter atípico. Al respecto, la

tipicidad contractual ha sido definida por Federico De Castro y Bravo (1985) como “la recepción

y regulación de una serie de supuestos de hecho concretos, por un ordenamiento jurídico

determinado” (p. 202).

Por su parte, la atipicidad contractual es definida por la jurisprudencia de la Corte

Suprema de Justicia como: “Cuando un contrato no se encuentra descrito en un tipo legal,

y subsecuentemente, no está especialmente reglado por el ordenamiento, se denomina

atípico” (Corte Suprema de Justicia, Exp. No. 5817, 2001, Mp. Jorge Castillo Rugeles).

En efecto, nos encontramos frente a un contrato atípico, toda vez que sus elementos,

2 Este artículo tipifica como mercantiles las actividades de distribución, arrendamiento de bienes parasubarrendarlos; recibo de dinero en mutuo a interés; adquisición o enajenación, arrendamiento yoperaciones relacionadas con el establecimiento de comercio; entre otras. (ver más enhttp://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/codigo_comercio.html#21)

56

partes, naturaleza y obligaciones no se encuentran expresamente tipificados en las leyes

atinentes a la materia.

● Intuito Personae: Este contrato adquiere un carácter intuito personae desde su

celebración, debido a que las partes lo celebran en consideración a la ubicación geográfica del

espacio que se cederá en concesión, así como en consideración a la reputación comercial del

concedente, quien, al contar con un espacio comercial considerable y con una adecuada afluencia

de público, cede una parte de su establecimiento de comercio para que sea aprovechado y

explotado por el concesionario.

● Oneroso: El contrato de concesión de espacios mercantiles tiene un carácter meramente

oneroso, ya que, por una parte, supone que el concedente, al ceder el espacio en concesión,

aminora o disminuye su volumen y capacidad para generar utilidades en el desarrollo de su

empresa, lo que determina que el concedente deba recibir una contraprestación por la cesión de

su espacio. Igualmente, resulta oneroso ya que uno de los elementos esenciales de este contrato

es la compensación que paga el concesionario, la cual no se rige bajo el procedimiento que fija el

canon en el contrato de arrendamiento, sino que se tienen en cuenta otros factores como el

desempeño económico, la marca y reputación del concesionario. De ahí la diferencia entre el

concepto de compensación y el de canon.

57

Es igualmente importante anotar que la onerosidad de este contrato también se

desprende del funcionamiento de dos establecimientos de comercio que suponen gastos

en su operación y que, en todo caso, requieren de la inyección de capital por parte de sus

propietarios para lograr el adecuado desarrollo de su empresa y cumplir de manera

posterior con el alcance de beneficios económicos, comerciales, sociales, entre otros.

● Bilateral: El Código Civil (1887) dicta: “El contrato es unilateral cuando una de las

partes se obliga para con otra que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes

contratantes se obligan recíprocamente” (Art.1496). De acuerdo con la definición esbozada

anteriormente, el contrato de concesión de espacios es bilateral, ya que, por una parte supone las

obligaciones del concedente de: ceder el espacio, garantizar el funcionamiento del

establecimiento de comercio para el concesionario y presentar las facturas para el cobro de la

compensación del contrato; y para el concesionario se dan las obligaciones de: pagar la

compensación, respetar el reglamento de propiedad horizontal y de funcionamiento del

establecimiento de comercio del concedente, así como el cumplimiento de las demás

obligaciones que se hayan pactado libremente en el contrato.

● Consensual: Es un contrato consensual toda vez que la ley no ha definido ninguna

formalidad necesaria para que se perfeccione y nazca a la vida jurídica. En ese sentido, no se

requiere que sea pactado por escrito, ni mucho menos elevarlo a escritura pública, lo que nos

lleva a concluir que el acuerdo entre las partes acerca de los elementos esenciales del contrato

58

(compensación y cesión del espacio) hará que el contrato de concesión de espacio se encuentre

perfeccionado.

● Principal: Los contratos principales son definidos por el Código Civil en su artículo

1499 de esta forma:

El Contrato es principal cuando subsiste por sí mismo sin necesidad de otra

convención, y accesorio, cuando tiene por objeto asegurar el cumplimiento de una

obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella. (Código Civil, 1887,

Art. 1499).

Conforme lo anterior, el contrato de concesión de espacios es un contrato principal, toda vez

que su existencia no depende de otro negocio jurídico, y en ese sentido, desde que las partes

cumplan con las obligaciones adquiridas bajo el mismo, las obligaciones pactadas se mantendrán

exigibles. Adicionalmente, la suerte del contrato de concesión de espacios no sigue la suerte de

ningún elemento principal, por lo que no existe dependencia de ningún tipo en la ejecución del

contrato.

● De ejecución sucesiva: De acuerdo con la doctrina nacional, el contrato será de

ejecución instantánea o sucesiva dependiendo de:

59

Si las prestaciones resultantes son de tal naturaleza que puedan ser cumplidas en un

solo acto (instantáneamente), como las provenientes de una compraventa de contado, o

si, por el contrario, el cumplimiento del contrato supone la ejecución de prestaciones

sucesivas durante un tiempo más o menos largo, como ocurre en el arrendamiento (…)

(Ospina, 1998. p. 70).

De acuerdo con lo indicado por las leyes y la doctrina, el contrato de concesión de espacios es

un contrato de ejecución sucesiva, debido a que las prestaciones pactadas en el mismo no se

cumplen inmediatamente, sino que se cumplen de manera periódica y dependen del paso del

tiempo para que sean exigibles. En ese orden, de acuerdo con lo pactado en el contrato, las partes

deberán cumplir periódicamente con el ejercicio de sus obligaciones y derechos principales, esto

es, el aprovechamiento y uso del espacio cedido, para el concesionario; y el derecho de recibir la

compensación del contrato e incrementar su reputación comercial, para el concedente.

Una vez esbozadas las principales características del contrato de concesión de espacios

mercantiles, se procederá a elaborar una comparación entre los elementos de este contrato y los

del contrato de arrendamiento de local comercial regulado por el Código de Comercio, en busca

de definir las similitudes y diferencias que radican en cada negocio jurídico en particular.

2.2.2 Comparación de los elementos del contrato de concesión de espacio

mercantil y el contrato de arrendamiento de local comercial. Ejemplos prácticos

60

Ahora bien, luego de abordarse las características generales del contrato de concesión, se

continuará desarrollando las particularidades que aplican únicamente al mismo, en

contraposición a las particularidades referentes al arrendamiento de local comercial; esto, con el

fin de dar cuenta de las diferencias sustanciales que se presentan entre estos dos tipos de negocio

jurídico. Dicho contraste se realizará mediante la exposición de algunas cláusulas pactadas

comúnmente en el contrato de concesión de espacios mercantiles, los cuales fueron objeto de

investigación y recopilación durante el proceso de elaboración de esta monografía. Lo anterior

nos servirá de fundamento para explicar luego las razones por las que existe una clara distinción

entre estos contratos.

Las siguientes son algunas de las cláusulas que comúnmente se pactan en el contrato de

concesión de espacio mercantil y que, por su propia naturaleza, no podrían ser incluidas en el

contrato de arrendamiento de local comercial:

● Restitución inmediata del espacio en concesión: En primer lugar, encontramos una

cláusula que se pacta con bastante regularidad en este contrato. Por la naturaleza del contrato de

concesión, el concedente requiere tener la potestad de pactar sin restricción alguna los plazos que

regirán el desahucio o el pre-aviso para terminar el contrato, a diferencia del arrendamiento de

local comercial, en donde se regula que este desahucio debe tener un término mínimo de 6 meses

cuando se cumplen los supuestos de la norma. En el contrato de concesión se pacta generalmente

61

que este plazo sea inferior, y en ocasiones, incluso se observan algunos contratos donde se le

otorga un plazo de 48 horas al concesionario para desocupar el espacio cedido y hacer la

restitución del mismo.

Este es uno de las principales causas para que los comerciantes que deben celebrar

arrendamientos de local comercial terminen celebrando el contrato de concesión con un

inmueble y una finalidad que no corresponde con la realidad. El contrato de concesión

permite pactar este tipo de cláusulas ya que, por una parte, no le aplica ninguna

protección imperativa en cabeza de alguna de las partes, y en segundo lugar, porque el

establecimiento de comercio del concesionario suele no estar compuesto de tantos

elementos como sucede en el caso del local comercial, pues el mobiliario, estructura e

insumos del concesionario suelen ser “stands”, kioscos o puntos de comercio pequeños

en los que se da la exhibición y oferta de productos, pero no se trata de un almacén o un

local donde se tenga una estructura mucho más compleja y preparada para la afluencia de

público.

Por lo anterior, la restitución del espacio, una vez puede ser exigible en el contrato de

concesión, resulta siendo un procedimiento bastante sencillo ya que no conlleva costos

para que las partes trasladen los elementos de sus establecimientos de comercio, lo que

agiliza el desmonte y la entrega del espacio por parte del concesionario.

62

A continuación nos permitimos citar un ejemplo de la estipulación de esta cláusula en

un contrato de concesión:

Cláusula Décimo Novena. - Restitución del Espacio Concedido Para Kiosco:

19.1 A la terminación del presente Contrato, sea cual fuere la causa que la produzca, el

Concesionario, previa cesación de la explotación económica del Espacio Concedido para

kiosco, lo restituirá al Concedente con los demás elementos entregados por este, en el

mismo estado en que los recibió según el inventario que las Partes suscribirán en la Fecha

de Entrega del Espacio Concedido, cuando se entregue deberá retirar todos sus signos

distintivos, su material promocional y los demás elementos y accesorios en la medida en

que con su retiro no se cause detrimento del Espacio Concedido. Si se produjere dicho

detrimento, el Concesionario dejará todos esos elementos en el Espacio Concedido para

kiosco y pasarán a ser propiedad del Concedente sin que haya lugar a pago alguno por

este concepto, obligándose en todo caso el Concesionario a reembolsar al Concedente los

perjuicios que la conservación o el subsecuente retiro de estos elementos pueda

ocasionarle, a menos que los retire previa autorización escrita del Concedente y proceda a

reparar el Espacio Concedido Para kiosco dejándolo finalmente sin ningún tipo de

detrimento dentro del plazo señalado en el numeral 19.2 siguiente.

63

19.2 Para la restitución, el Concesionario contará con un término de dos (2) días

calendario contados a partir de la ocurrencia de la causal que dio origen a la terminación

de Contrato.

● Terminación unilateral anticipada: En los contratos en los que el término de desahucio

para exigir la restitución del espacio es inmediato y unilateral, generalmente la terminación del

contrato también lo es, puesto que las facultades para que el concedente exija la restitución del

espacio le permiten a este último dar por terminado el contrato. Esta estipulación se hace en

favor del concedente, quien acostumbra a celebrar estos contratos por periodos de tiempo no

prolongados, en vista de que muchas veces los concesionarios quieren lograr un fin de

promoción más que uno de venta real de sus bienes o servicios, por lo que no buscan la

permanencia temporal en el establecimiento de comercio del concedente. Esta cláusula en la

práctica es estipulada de esta manera:

“8. TERMINACIÓN ANTICIPADA: La presente relación comercial podrá

terminarse anticipadamente por:

1. Por decisión unilateral del CONCEDENTE, previa notificación al

CONCESIONARIO con 24 horas de anticipación a la fecha efectiva de

terminación.

2. Por mutuo acuerdo entre CONCEDENTE y CONCESIONARIO.

3. El retraso en el pago del Valor Mensual de Concesión en más de 10 días

64

calendario.

4. El no pago del valor del servicio público de energía eléctrica causado

durante el mes respectivo.

5. No mantener el Espacio en las mismas condiciones en que les fue

entregado.

6. El no cumplimiento del Reglamento de Vecindad.

7. Por incumplimiento grave de cualquiera de las obligaciones del

CONCEDENTE o CONCESIONARIO”

● Remisión al reglamento de la concesión o del concedente: uno de los aspectos en los

que suele coincidir la mayoría de contratos de concesión que revisamos para la presente

investigación consiste en la potestad del concedente de fijar un marco normativo en el cual se

estipulen obligaciones y disposiciones diferentes a las incorporadas en el clausulado del contrato.

Muchas veces, este marco normativo consiste en remitir de manera residual a un reglamento de

propiedad —que puede ser de propiedad horizontal, o simplemente un reglamento del

establecimiento de comercio del concedente — en el que se fijan la mayoría de disposiciones

relativas a horario, convivencia y funcionamiento de los establecimientos de comercio que

comparten el espacio cedido en concesión. A continuación se trae a colación la cláusula que

define la naturaleza del reglamento de propiedad, y por la otra, la cláusula que remite a las partes

a este reglamento para llenar los términos y condiciones no estipulados por las partes en el

contrato respectivo:

65

“Reglamento Interno y de Operación”: se refiere al documento que formará parte

del presente Contrato, que contendrá las disposiciones obligatorias que regulan las bases

de organización, funcionamiento, estructura y normas de convivencia del Centro

Comercial. El Reglamento Interno y de Operación podrá ser modificado por el

Concedente en cualquier momento, y sin autorización ni intervención del Concesionario“.

“Cláusula Quinta.- Obligaciones del Concedente:

5.2 Permitir al Concesionario el uso del Espacio Concedido para kiosco en las

condiciones y con los derechos estipulados en el Reglamento Interno y de Operación, y

con los demás derechos asociados a la explotación de espacios dentro del Centro

Comercial, durante el término de vigencia del Contrato, siempre y cuando el

Concesionario se encuentre al día en el cumplimiento de todas las obligaciones a su

cargo.”

● Traslado o Relocalización: A su vez, el concedente usualmente suele reservarse la

facultad de trasladar o relocalizar al concesionario de acuerdo con el acaecimiento de ciertas

condiciones en la ejecución del contrato. Es de especial importancia señalar que esta cláusula se

pacta teniendo en cuenta el espíritu de colaboración empresarial que ampara al contrato de

concesión de espacios mercantiles, pues la relocalización del espacio cedido en concesión suele

66

justificarse con el fin de obtener mejores ventas, o en su defecto, ante la necesidad de realizar

obras por parte del concedente.

A continuación, nos permitimos transcribir dicha cláusula:

“Cláusula Décimo Primera. - Traslado o Relocalización:

11.1 El Concedente podrá relocalizar por su cuenta y a su costo al Concesionario en un

espacio similar al Espacio Concedido para kiosco objeto de este Contrato, en otro de sus espacios

dentro del Centro Comercial con el fin de obtener los mejores éxitos comerciales o por

realización de obras de remodelación, renovación o ampliación del Centro Comercial, sin que

para ello requiera autorización previa del Concesionario”

Los anteriores ejemplos y particularidades atinentes al contrato de concesión de espacios

fueron objeto de nuestro estudio para demostrar que ciertamente es un contrato con objeto, causa,

partes y disposiciones muy distintas del arrendamiento de local comercial, y que en la práctica el

fin de cada contrato difiere sustancialmente. La similitud entre estos dos contratos radica

únicamente en la facultad de explotar un espacio que no es de propiedad del

arrendatario/concesionario, pero en los demás aspectos son contratos con diferencias medulares,

por lo que sus elementos no pueden llegar a coincidir de la forma en que lo pretenden las partes

que celebran una mixtura entre ambos contratos, lo cual conlleva riesgos y dificultades en el

67

análisis del operador jurídico encargado de dirimir las controversias suscitadas en la ejecución de

estos negocios jurídicos.

Ahora bien, sin perjuicio del contenido de las cláusulas anteriormente citadas, es de vital

importancia señalar que al realizar la investigación se encontraron distintos contratos en los que

las partes confunden los elementos esenciales e incluso la denominación de cada contrato y de

los contratantes en el documento. De esta forma, se analizaron contratos cuya denominación era

“concesión”, pero cuyas partes se denominaban “arrendatario-arrendador”; clausulados en donde

se hacía referencia en ocasiones al “local comercial” y en otras al “espacio en concesión”, así

como contratos en donde se hablaba de “canon” en vez de “compensación”, lo cual conformaba

una especie de contratos híbridos entre la concesión y el arrendamiento de local comercial.

En este orden de ideas, y para presentar un ejemplo de las controversias jurídicas derivadas de

este tipo de situación, se procederá a analizar las consideraciones del laudo arbitral de fecha 23

de febrero de 2015 proferido por el Dr. Luis Fernando Alvarado Ortiz, como árbitro único listado

en el Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá. Este tribunal fue

convocado por la sociedad CENTRO COMERCIAL CEDRITOS 151-PH para demandar a la

sociedad DIVERFAMILY S.A, como consecuencia del desarrollo de la relación contractual que

ambas partes en principio denominaron “Convenio para el aprovechamiento del tráfico de

visitantes” fechado el 10 de octubre de 2010.

68

En la demanda la parte convocante realizó una exposición de los hechos, indicando que había

celebrado el contrato de la referencia con la parte convocada, y aduciendo como pretensiones

principales las de declarar judicialmente terminado el “Convenio para el aprovechamiento del

tráfico de visitantes” celebrado en el año 2010, así como hacer efectiva la cláusula penal pactada

en dicho convenio y ejercer el cobro de una multa equivalente a un (1) SMLMV por cada día de

retardo en la entrega del área asignada para explotación de Diverfamily S.A.

Como excepciones de mérito, la parte convocada adujo la inexistencia del contrato

denominado Convenio para el aprovechamiento del tráfico de visitantes y existencia del contrato

de contrato de arrendamiento comercial (sic); la ineficacia liminar y carencia de valor del

denominado Convenio; la inexistencia de causa legal y contractual para exigir la terminación del

contrato y el derecho del arrendatario como comerciante a la renovación del contrato de

arrendamiento, así como la protección de sus derechos adquiridos en el desarrollo del comercio.

Dentro de las consideraciones del Tribunal, se encuentra que las partes suscribieron un

contrato anterior al que se pretendía dar por terminado, el cual se denominó como “contrato de

concesión privada para atender el servicio de recreación infantil” de fecha 2 de enero de 2003.

Posteriormente, dentro de los documentos aportados por la parte convocada, se encontró un

contrato denominado como “Contrato de Arrendamiento Comercial Celebrado entre el Centro

Comercial Cedritos 151 y Zona Común Diverfamily S.A” de fecha 23 de octubre de 2009, en

donde a las partes se les denomina arrendador y arrendatario, pero donde no se hace referencia

69

ningún “canon”, y el objeto del contrato (a diferencia del primer convenio suscrito por las partes)

ya no radica en la prestación de un servicio relacionado con recreación infantil, sino en “un

contrato de arrendamiento sobre un área o zona común de aproximadamente 281.6 mts ubicada

en el sótano frente al ascensor panorámico”.

Posteriormente, en el laudo se analiza la naturaleza de cada contrato (el de concesión de

espacios mercantiles y el de arrendamiento de local comercial), haciendo especial mención frente

a las diferencias que atañen a cada tipo de negocio jurídico, las cuales serán explicadas en el

numeral 2.2.3 de este documento. Luego de esbozar las distintas particularidades de cada

contrato celebrado entre las partes, el Tribunal indicó las siguientes consideraciones:

Para el suscrito árbitro resulta claro que siendo una misma relación contractual iniciada el 2

de enero de 2003 independientemente de cómo se le haya denominado en los distintos

documentos suscritos entre las partes, ab initio se configuraron los elementos esenciales de un

contrato de arrendamiento y por tal virtud, después de cerca de 12 años, se superan

ampliamente los requisitos para tener derecho a la renovación o en su caso a la prórroga de la

relación contractual (Centro de Conciliación y Arbitraje, Cámara de Comercio de Bogotá,

2013, p.22)

Adicionalmente, frente a la intención de la parte convocada de intentar evitar la aplicación de

la protección legal en cabeza del arrendatario en el contrato de arrendamiento de local comercial,

se indica lo siguiente:

70

“A la percepción (sic) de árbitro no escapa que la suscripción del convenio suscrito el 21 de

octubre de 2010 para el aprovechamiento del tráfico de visitantes corresponde a un esfuerzo para

desdibujar la relación jurídica de arrendamiento configurada desde el año 2003 y que no obstante

que en dicho año la relación fue denominada como “Concesión”, ello correspondía al sentir de

las partes en ese momento que no reflejan la realidad legal que se dio a lo largo de la relación

jurídica entre la convocante y la convocada respecto del área del inmueble de uso común dentro

de la cual se ha venido realizando la actividad propia de la empresa desarrollada por la

convocada” (Centro de Conciliación y Arbitraje, Cámara de Comercio de Bogotá, 2013, p.22)

Luego de expresar la totalidad de las motivaciones y consideraciones pertinentes, el Tribunal

declaró que prosperara la excepción de “derecho del arrendador como comerciante a la

renovación del contrato de arriendo y a la protección de sus derechos adquiridos en desarrollo

del comercio” y adicionalmente expresó que no hay causal legal para terminar el convenio

suscrito entre las partes; en consecuencia, la sociedad Diverfamily S.A fue declarada como titular

del derecho a la renovación del contrato de acuerdo con lo señalado en el artículo 518 del Código

de Comercio y se negaron las demás pretensiones de la parte convocante, condenando en costas

procesales.

El caso de la referencia es un perfecto ejemplo que refuerza la postura que se ha presentado en

este documento. Las partes inicialmente pueden pactar contratos denominados como

71

“convenios”, “acuerdos” o como “concesión de espacios”, pero lo cierto es que, en caso de que

se presenten los elementos esenciales del contrato de arrendamiento, indistintamente de la

denominación que se le quiera dar a los documentos contractuales, serán aplicables las reglas y

protecciones en cabeza del arrendatario, tales como el derecho de renovación y el término de seis

(6) meses para desahuciar una vez el contrato lleve 2 años de ejecución.

Esta confusión de los elementos de los contratos y las distintas denominaciones que se le

otorgan a un clausulado determinado, suponen un esfuerzo adicional por parte de los operadores

jurídicos que entran a dirimir las controversias suscitadas en la ejecución de dichas relaciones

jurídicas, lo cual podría evitarse atendiendo a las soluciones al problema jurídico que se plantean

posteriormente en este documento, soluciones que deben encaminarse a lograr los objetivos de

descongestión judicial, primacía de la autonomía de la voluntad privada y del principio de buena

fe en las relaciones contractuales, como se verá más adelante.

2.2.3 Problemas de interpretación de los contratos y la respuesta de los

operadores jurídicos ante esta situación

Para cerrar este capítulo, procederemos a analizar las implicaciones que surgen de la

interpretación de los contratos de concesión que en realidad son arrendamientos de local

comercial, intentando develar los elementos y funciones de cada contrato, así como los

72

principales retos que en esta materia adquiere el operador jurídico encargado de solucionar las

controversias surgidas de la ejecución de las obligaciones pactadas en el clausulado.

Para lo anterior, debemos traer a colación algunas de las consideraciones que en la práctica

han tenido en cuenta los operadores jurídicos cuando deben entrar a realizar una comparación

entre los elementos del contrato de arrendamiento de local comercial y los del contrato de

concesión de espacios mercantiles. En algunos casos las respuestas del operador jurídico se

encaminan a presentar analógicamente relaciones entre estos contratos, pero también se ven

ejemplos en los que, por el contrario, se establecen los elementos diferenciadores entre los

mismos y no se reconoce la aplicación de algunas disposiciones de un contrato sobre otro.

Como este último caso resulta relevante el pronunciamiento del tribunal arbitral constituido

en el Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá, tras la

convocatoria de la sociedad Herpaty Ltda. para demandar a la Sociedad de Concesionarios S.A,

cuyo laudo fue proferido el 16 de diciembre de 2005. En este laudo se presentan pretensiones de

distinto alcance, pero quisiéramos centrarnos en el análisis que realiza el árbitro cuando la parte

demandante solicita la extensión analógica de las normas del contrato de arrendamiento de local

comercial para que sean aplicables al contrato de concesión de espacios mercantiles; en este caso

el árbitro se centra en distinguir los elementos de los contratos para negar la aplicación analógica

de la normativa de orden público en los siguientes términos. En primer lugar, al referirse al

alcance de los derechos, menciona:

73

Así las cosas, el alcance de los derechos del arrendatario y el concesionario es muy distinto; el

arrendatario tiene tanto el uso como el goce; el concesionario tiene solamente el uso y no

puede extender su derecho al goce. En la concesión no están comprendidos, en la entrega del

área física, los frutos ni naturales ni civiles; el concesionario no puede subarrendar, facultad

que no es ajena al contrato de arrendamiento, a menos que esté expresamente prohibida. De

esta forma el tribunal aprecia una diferencia fundamental entre los dos contratos en cuanto los

derechos que cada uno confiere. (Centro de conciliación y arbitraje de Bogotá, 2016.p.19).

Posteriormente, frente a la causa de ambos contratos:

También existe especial diferencia en cuanto a la causa del contrato, pues en el arrendamiento

el arrendatario tiene el propósito de obtener el uso y goce del bien arrendado, mientras que el

concesionario lo que pretende es la posibilidad de explotar un área que otro ha dispuesto,

acreditado y que cuenta con un nombre comercial que hace atractivo el sitio para la venta de

las mercancías que piensa allí colocar. (Centro de conciliación y arbitraje de Bogotá, 2016.p

19).

Y finalmente, frente al precio o compensación de los contratos, en el laudo se menciona:

74

Otra importante distinción encuentra el tribunal respecto al papel que juega el precio en uno y

otro contrato pues en el arrendamiento el arrendatario lo paga para lograr el uso y el goce del

bien arrendado, al paso que en la concesión el porcentaje de las ventas reconocido se cancela

para poder realizar las ventas y continuar en la actividad, con independencia de qué área física

tenga ocupada ni cuál sea la ubicación dentro de la superficie de que se trate. (Centro de

conciliación y arbitraje de Bogotá, 2016, p.19).

Las anteriores distinciones esbozadas por parte del Tribunal nos permiten señalar que existen

claras diferencias en los elementos que componen cada uno de los contratos, de tal forma que

dichas diferencias resultan fundamentales para precisar los riesgos y problemáticas implícitas en

el ejercicio de interpretación y decisión que realizan algunos operadores jurídicos. Estos

problemas pueden resumirse en:

I. La determinación de qué tipo de contrato se pactó: este problema consiste en que en algunos

contratos las designaciones de las partes (arrendador-arrendatario; concedente-concesionario), así

como los elementos esenciales de los mismos (canon-garantía de la tenencia; compensación y

concesión del espacio) suelen confundirse a medida que los contratantes pactan el clausulado de

sus documentos. En este sentido, la labor del operador jurídico consiste en identificar con

claridad cuándo el contrato reúne los elementos necesarios para considerarse como uno o del

otro, lo cual en ocasiones resulta claro, pero en otras, difuso y complejo ante las particularidades

derivadas de cada clausulado en concreto.

75

II. El análisis de validez de algunas cláusulas relativas a cada contrato: Así mismo, dentro de

la jurisprudencia analizada se encontraron análisis de la validez de algunas cláusulas como la

referente a la potestad de incrementar el monto de cánones o porcentajes de venta; la de

terminación unilateral del contrato; la de reubicación del espacio cedido en concesión y la de

limitaciones o renuncias frente a las posibles reclamaciones por perjuicios, entre otras cláusulas,

ejercicio que debe realizar el operador con base en el tipo de contrato que en realidad celebraron

las partes, sin importar cómo lo denominaron formalmente.

III. La posibilidad o no de hacer una extensión analógica de las disposiciones de orden

imperativo del contrato de arrendamiento de local comercial sobre el contrato de concesión de

espacios mercantiles: este aspecto resulta esencial en la labor del operador jurídico, toda vez que

en ocasiones los contratos que se pactan bajo el título de “concesión” en realidad reúnen las

condiciones necesarias para ser considerados como arrendamientos. Luego, en los casos en los

que se cumplen dos años de ejecución de los contratos pactados inicialmente como concesiones,

existe la pretensión casi obvia por parte del concesionario de que se declare que el contrato en

realidad corresponde a un arrendamiento, y en ese sentido, le sea aplicable la protección legal en

cabeza del arrendatario.

Quizá sea este el aspecto más relevante al analizar las problemáticas a las cuales se enfrenta el

operador jurídico, pues extender esta protección de un contrato a otro implica el reconocimiento

76

de prerrogativas y derechos que desde el aspecto económico fortalecen la posición del

arrendatario en esta relación contractual. Por lo anterior, el ejercicio jurídico que se presenta en

este último caso es el del análisis de los elementos de los contratos, análisis realizado con base en

lo descrito por el artículo 1501 del Código Civil, el cual establece:

Se distinguen en cada contrato las cosas que son de su esencia, las que son de su naturaleza, y

las puramente accidentales. Son de la esencia de un contrato aquellas cosas sin las cuales, o no

produce efecto alguno, o degeneran en otro contrato diferente; son de la naturaleza de un

contrato las que no siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle, sin necesidad de una

cláusula especial; y son accidentales a un contrato aquellas que ni esencial ni naturalmente le

pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales. (Código Civil, 1887, Art.

1501).

El análisis de la existencia de los elementos esenciales, accidentales y de la naturaleza de

los contratos en estudio, llevará al operador jurídico a inclinarse por declarar que un contrato “no

produzca efecto alguno o degenere en otro contrato diferente”, lo cual implica el reconocimiento

de aspectos positivos para una de las partes y la desmejora de las condiciones contractuales para

la otra. Así mismo, el análisis de los elementos de la naturaleza, como lo puede ser la protección

legal en cabeza del arrendatario, es una cuestión que entra en las consideraciones pertinentes,

pues no se necesita del pacto expreso de dicha protección para que se entienda incorporada al

contrato. Por otra parte, el operador jurídico también debe entrar a definir qué pasa con los

77

pactos en contrario y con las alternativas que proponen los contratantes para no verse sometidos

a esta protección —como la cláusula de exclusión expresa del contrato como elemento de alguno

de los establecimientos de comercio — lo cual complejiza todavía más el nivel de estudio y

dificultad frente a cada contrato.

La labor del operador jurídico debería ser la de centrar su atención en los aspectos

especializados y sustanciales del contrato y por los cuales se traba una Litis ante un

incumplimiento en una relación contractual; pero en los términos en que se encuentra este

escenario actualmente, la ley lleva a que las partes desde el principio se vean limitadas en la

forma en que pactan el contenido del contrato. Merece la pena entonces preguntarse ¿qué

necesidad hay de restringir la autonomía de las partes cuando eventualmente las mismas

obtendrán los caminos jurídicos para que prevalezca su intención en el contrato? La anterior

cuestión debe ser evaluada bajo las luces que hemos descubierto a lo largo de esta monografía,

teniendo en cuenta el propósito de la protección establecida en cabeza del arrendatario por el

legislador, pero también analizando la posibilidad de que las partes, como fruto del acuerdo de

voluntades, decidan que a su relación contractual le sean aplicables disposiciones de otro talante.

Es precisamente esta última opción por la que finalmente creemos que deberían decantarse

quienes tienen la competencia para decidir sobre estas cuestiones, pues de esta forma se logrará

el cumplimiento de tres objetivos fundamentales: el primero, será el de descongestionar la

jurisdicción ordinaria y arbitral de este tipo de controversias; el segundo, el de darle prevalencia

a los intereses de los contratantes como ejes fundamentales del desarrollo de las relaciones

78

jurídicas; y el tercero, el de optimizar las relaciones contractuales para que las mismas se

ejecuten de acuerdo a los principios relativos a los contratos y se dinamicen en la medida en que

su creatividad no se vea limitada innecesariamente.

La protección impuesta en el ordenamiento jurídico en cabeza del arrendatario no debe

desaparecer, pues consideramos que tiene un propósito adecuado en el desarrollo de las

relaciones jurídicas derivadas del arrendamiento de local comercial; sin embargo, el camino más

óptimo para cumplir con los tres objetivos indicados anteriormente consiste en la reforma al

artículo 524 del Código de Comercio, en el sentido de que esta norma no debería declarar el

carácter imperativo de las normas contenidos de los artículos 518 al 523 del Código de

Comercio. La solución más práctica sería que estas normas tuvieran un carácter dispositivo y no

imperativo, pues de esta forma se le daría a las partes un marco jurídico que regule las

operaciones que recaen sobre el establecimiento de comercio y se les otorgaría igualmente

libertad para pactar en contrario cuando lo consideren conveniente. Dicho marco jurídico

establecido por el legislador no puede seguir siendo un limitante a la autonomía de la voluntad

privada, pues como se ha evidenciado en este documento, este tipo de disposiciones en la

práctica lleva a las partes a pactar de manera equívoca el contenido de sus contratos o, en su

defecto, a acudir a los mecanismos alternativos presentados para evitar el sometimiento a la

rígida normatividad imperativa.

79

2.2.4 Una mirada de la legislación a la vanguardia: El Nuevo Código Civil y

Comercial de la Nación. Argentina

El Nuevo Código Civil y Comercial Argentino (“Código Unificado”) entró en vigencia el 1 de

agosto de 2015, pretendiendo modernizar asuntos referentes al matrimonio, la adopción, entre

otras instituciones que pedían a gritos un cambio en la legislación argentina para modernizarse y

acoplarse con las necesidades sociales. La unificación de los códigos civil y comercial en la

legislación argentina no fue, ni ha sido pacífica, lo que conlleva la existencia de pensadores y

estudiosos que defienden una y otra posición respecto de la conveniencia del proceso de

unificación entre estos dos regímenes jurídicos.

La decisión de unificación generó polémica: por una parte, los defensores del proceso de

unificación explicaban que las dinámicas modernas requieren compilados normativos que

regulen de manera amplia y suficiente los temas relevantes que componen la vida en sociedad,

sin someter a las personas a la consulta de numerosos y extensos cuerpos normativos cuya

complejidad en ocasiones abruma a los usuarios que necesitan utilizar las herramientas

dispuestas por la ley; por otra parte, están quienes defienden la separación entre el código civil y

comercial, argumentando que la distinción entre ambas ramas es útil y propende por la seguridad

jurídica; además defienden la tesis de que el derecho comercial, por su especialidad, requiere de

normatividad acorde y especial que encuentra justificación en un régimen jurídico distinto al

80

civil, debido a que en la legislación mercantil se encuentran instituciones diferentes que

requieren de un tratamiento particular.

El problema parece también recaer en que las disposiciones arcaicas que yacen en los códigos

de comercio, las cuales fueron acogidas por los países latinoamericanos a través de trasplantes

jurídicos provenientes de la legislación europea, son una clara evidencia de la necesidad de

actualización que se ve materializada en la expedición de regulación especial para determinadas

materias. Esto, deriva finalmente en la existencia de diversos cuerpos normativos (decretos,

leyes, resoluciones, etc.) que dificultan la consulta y el manejo de la información para los

usuarios del sistema legal.

Examinado el punto anterior, acerca de la historia y conveniencia de la unificación de los

regímenes civil y comercial en la Argentina, procedemos a analizar los cambios sustanciales que

en materia mercantil trajo el Código Unificado, teniendo en cuenta que el objeto de estudio de

esta monografía es uno de los bienes mercantiles del empresario. El nuevo Código Civil y

Comercial de la Nación opta por no destinar ningún capítulo en específico al régimen comercial,

prescindiendo de los elementos que son estructurales para nuestra legislación como lo son: el

acto de comercio; el comerciante, sus obligaciones y deberes; y el especial tratamiento normativo

para algunas instituciones desde el aspecto mercantil.

81

La legislación colombiana contiene una clara distinción entre el comerciante y la persona

natural que ocasionalmente puede estar envuelta en las relaciones comerciales; por el contrario,

en la legislación argentina encontramos que se revalúa la definición del concepto de “personas”,

clasificándolas en personas humanas y jurídicas, pero sin hacer distinción alguna entre sujetos

“comerciales” y “civiles”, lo que implica que las nociones tradicionales de las actividades

mercantiles, los bienes del comerciante, y en general, de las instituciones especiales del régimen

mercantil no se encuentren reguladas por el Código Unificado. (Dubois, 2015)

De lo expuesto anteriormente salta a la vista el enfoque diferenciado que han tenido en cuenta

los juristas argentinos que impulsaron la expedición del Código Unificado. La supresión de los

términos mencionados anteriormente, que son conceptos indispensables en nuestra legislación,

llama la atención en cuanto a que la noción del comerciante ha sido reemplazada por la de

empresario; el acto de comercio fue reemplazado por el término actividad económica organizada;

y así sucede con varios sujetos y relaciones jurídicas que son objeto del contenido del Código

Unificado.

Este Código fue estructurado en torno al concepto de “actividad empresarial”, optando por

una visión más funcional y pragmática, que propende por el desarrollo libre de las actividades

económicas que comprenden la empresa para que sean socialmente viables y económicamente

útiles; sin embargo, el doctrinante Eduardo M. Favier Dubois (2015) explica que si bien se

suprimen estos conceptos en el Nuevo Código Unificado Argentino, esto encuentra sustento en la

82

aplicación de la legislación mercantil través del artículo 1 de la Ley Nº 19.550 que establece lo

siguiente:

ARTÍCULO 1º — Habrá sociedad comercial cuando dos o más personas en forma organizada,

conforme a uno de los tipos previstos en esta Ley, se obliguen a realizar aportes para

aplicarlos a la producción o intercambio de bienes o servicios participando de los beneficios y

soportando las pérdidas. (Ley 19550, 1972).

La ley general de sociedades unifica y enriquece la legislación aplicable a las sociedades,

estableciendo para estas como requisito que la sociedad sea titular de una empresa, como explica

el art 1 expuesto anteriormente. El régimen mercantil extiende entonces su aplicación a través de

normas limitativas que prevén la aplicación del mismo en determinados escenarios no regulados

por el Código Unificado.

Si bien nominalmente se excluyen varios conceptos de importancia capital para la adecuada

articulación del régimen mercantil (al menos, desde la visión tradicional) es importante aclarar

que el Código Unificado no es una norma única para todas las personas; es en realidad una

compilación de normas de derecho mercantil y derecho civil agrupadas en un único cuerpo

normativo, pero que, como se explicó previamente, se remite residualmente a otras normativas

especializadas en cuanto a los aspectos que no se encuentran regulados en su contenido.

83

No hay discusión respecto de la naturaleza de determinadas instituciones. Es decir, que si en

el Código Unificado acudimos a la institución de la adopción (i.e), es claro que estamos frente a

una institución civil por su propia naturaleza (Vitolo, 2017). En contraste, respecto de otras

instituciones como la franquicia, las sociedades, los títulos valores, entre otros, nos encontramos

frente a instituciones de índole mercantil. La legislación argentina ha acogido la unificación

como una alternativa más práctica, que en últimas resultó en una interpretación de las exigencias

sociales respecto de la claridad de la legislación aplicable a la vida en sociedad y los negocios

que se llevan a cabo permanente por parte de los agentes económicos.

Ahora bien, luego de analizar el contexto del surgimiento del Código Unificado y su

tratamiento con respecto al régimen civil o mercantil, procederemos a analizar cómo se regula el

contrato de locación en este cuerpo normativo. Uno de los aspectos relevantes para analizar en

este contrato, a la luz de la legislación argentina, es su marcada tendencia a lograr el equilibrio

contractual entre las partes; lo anterior, en vista de que sus disposiciones propenden por proteger

algunos aspectos en favor del arrendador y en favor del arrendatario, pero fundamentalmente,

porque la mayoría de disposiciones relativas a este contrato tienden a buscar la equidad y han

sido redactadas en favor de ambas partes contratantes.

Esto se evidencia en el Nuevo código unificado por ejemplo en la estipulación de un plazo

mínimo de 1 año (artículo 1198) y un plazo máximo de 20 años (artículo 1197) del contrato de

locación por parte del legislador, ya que esta disposición opera en favor de ambas partes, pues el

84

arrendador se beneficia en cuanto entiende que existe un periodo mínimo de duración del

contrato que debe ser respetado por el arrendatario, y a su vez, el código indica que, en el evento

en que este plazo mínimo no se cumpla, el arrendatario deberá indemnizar al arrendador por la

expectativa que este último tenía frente a que el contrato tuviera la duración inicialmente

pactada. Así, el régimen de indemnizaciones en el contrato de arrendamiento habitacional se

encuentra en el artículo 1221 del Código Unificado, referente a la resolución anticipada por parte

del locatario, en donde se dicta que este último podrá terminar el contrato previo al plazo mínimo

de duración pagando lo equivalente a un mes y medio de canon si hace uso de la opción

resolutoria en el primer año de vigencia del contrato, y pagando lo equivalente a un mes de

canon si el locatario termina el contrato después de dicho término.

Por otra parte, frente al tema de la sublocación, la legislación argentina permite al arrendatario

sub-locatar la cosa que le ha sido arrendada en principio; pero a su vez, la norma determina unos

límites y requisitos para que proceda la sublocación. En ese orden, se propende una vez más por

el bienestar de ambas partes, en el sentido de que se le otorgan facultades importantes al

arrendatario (como la de subarrendar) sin que esto signifique que el arrendador no tenga ninguna

incidencia o relevancia dentro de esta situación, ya que es este último quien debe ser notificado

acerca de todo el negocio que pretende celebrar el arrendatario y en todo caso cuenta con la

posibilidad de oponerse a la sublocación. Así mismo ocurre frente a la cesión del contrato, pues

de acuerdo con el artículo 1213 del Código Unificado, “la prohibición contractual de ceder

importa la de sublocatar y viceversa”, lo cual nos confirma que el arrendador puede pactar desde

85

el principio la imposibilidad de que el arrendatario ceda el contrato, y en consecuencia, de que

sublocate la cosa objeto del mismo.

Igualmente, el Código Unificado prevé algunas situaciones en las que el contrato puede darse

por terminado como consecuencia de algunos actos llevados a cabo por el arrendador o el

arrendatario. Este es un punto fundamental, toda vez que el legislador reconoce que no existe una

debilidad manifiesta o alguna cualidad que ponga de presente la necesidad de amparar y proteger

al arrendatario sobre el arrendador, tanto así, que expresamente el Código Unificado prevé que

algunos de los comportamientos de este último constituyen causales de resolución imputables en

su contra.

Este aspecto se torna todavía más interesante cuando se analizan qué tipo de causales son

imputables a cada parte para la resolución del contrato, pues encontramos que al locador le es

imputable el incumplimiento de su obligación de conservar la cosa con aptitud para el uso y goce

convenido y el de incumplir con la garantía de evicción y vicios redhibitorios; por su parte, al

locatario le es imputable el cambio de destino o uso irregular de la cosa; la falta de conservación

o abandono de la misma y la falta de pago de la prestación convenida durante dos períodos

consecutivos; lo anterior dota al contrato de mayor equilibrio y le permite a las partes fijar un

marco bajo el cual detecten algunos actos como inadmisibles dentro del desarrollo de la relación

contractual, facultándolos para terminar inmediatamente con la relación locativa.

86

Otro de los argumentos que refuerza nuestra postura al afirmar que la legislación argentina

propende por el equilibrio contractual, evitando inclinarse a favor de alguna de las partes — a

diferencia de la legislación colombiana — la normatividad argentina no prevé plazos expresos

para lograr el derecho de renovación del contrato de locación, ni para ejercer el desahucio

encaminado a terminar con la relación contractual. El legislador dotó de autonomía a las partes

para que fueran ellas mismas quienes decidieran si el contrato tiene opción de renovarse, así

como los plazos que deben cumplirse para notificar de la intención de dar por terminado el

contrato. Esta ausencia de normas de carácter imperativo resulta atractiva para las partes

contratantes, toda vez que las faculta para estipular según su conveniencia el contenido del

contrato, que será determinante para que la relación contractual se desarrolle a cabalidad, sin

limitar innecesariamente su creatividad y la posibilidad de plasmar en el documento lo que se

tiene la intención de cumplir.

El nuevo código unificado es pionero en promover una marcada tendencia que le da primacía

a la autonomía de la voluntad privada en las relaciones que derivan de las relaciones comerciales,

específicamente en el contrato de locación, promoviendo que la función del legislador no esté

centrada en prohibir y limitar los acuerdos a los que eventualmente lleguen las partes en su

proceso negocial, sino que por el contrario, debe fijar unos márgenes estándar en la relación

contractual sin que esto conlleve a la imposición de normatividad de carácter imperativo que en

la práctica sólo hacen más ineficiente la negociación y ejecución del contrato. La posibilidad de

pactar en contrario frente a las cláusulas relativas a la locación es un aspecto que refuerza esta

87

idea y se evidencia en los artículos 1189 (transmisión por causa de muerte); 1192 (los frutos de la

cosa se entienden contenidos en la misma salvo pacto en contrario); 1214 (sublocación) y el

artículo 1209 (pago de las cargas que graven la cosa arrendada no están a cargo del locatario) del

Código Unificado. Estas posibilidades son incentivos para que las partes puedan acordar

libremente el contenido del contrato y nos dan a entender que, siempre que las mismas lleguen a

acuerdos sobre aspectos del contrato y plasmen su voluntad en ese sentido en el mismo, deberá

respetarse el marco legal que han fijado, dándole primacía a la voluntad de los contratantes sobre

lo dispuesto en las leyes que regulan el contrato de locación.

Ciertamente este es un aspecto del cual adolece la legislación colombiana relativa al contrato

de arrendamiento de local comercial, pues en el afán de querer proteger a una de las partes del

contrato, el legislador colombiano terminó haciendo excesiva la protección en cuestión, llevando

a las partes a tener que acudir a mecanismos alternativos que les permitan plasmar en el contrato

su libre voluntad sin que estas cláusulas sean declaradas posteriormente como nulas o ineficaces.

3. Conclusiones

● La motivación que llevó al legislador a imponer normas imperativas en el contrato de

arrendamiento comercial fue la protección a la empresa como fundamento del sistema

económico, así como el desarrollo del establecimiento de comercio y su necesaria vinculación

con el local comercial. En ese orden de ideas, la protección legal establecida mediante normas

88

imperativas de carácter proteccionista se encuentra justificada en la salvaguarda y garantía de las

actividades económicas que se desprenden del desarrollo de la empresa y de la destinación

eficiente de los bienes mercantiles del comerciante.

● Tanto la naturaleza del establecimiento de comercio, así como la de algunas de las

instituciones mercantiles, ha variado con los cambios que el paso del tiempo supone. El

establecimiento de comercio sigue teniendo la misma importancia que tuvo a la promulgación

del Código de Comercio; sin embargo, las nuevas modalidades y dinámicas contractuales

mediante las cuales los comerciantes promocionan sus bienes y servicios llevan a que las normas

imperativas del contrato de arrendamiento de local comercial limiten la posibilidad de explotar

libremente los elementos que componen el establecimiento de comercio.

● Ante la existencia de normas de carácter imperativo, las partes acuden a mecanismos

alternativos que les permiten eludir las protecciones establecidas en cabeza del arrendatario en el

contrato de arrendamiento de local comercial. Esto no significa un desconocimiento directo de la

norma imperativa, sino una consecuencia de la labor de interpretación que lleva a las partes a

encontrar las alternativas y herramientas que les permitan evitar verse sometidos por el contenido

de normas imperativas, a través de la negociación de los elementos que obran a su favor dentro

de la relación jurídica respectiva.

89

● La protección legal de los artículos 518-524 del Código de Comercio aplica únicamente

para los establecimientos de comercio donde el contrato de arrendamiento sea un elemento

integral del mismo. Por virtud de lo anterior, es posible que las partes expresamente renuncien a

las protecciones legales establecidas a su favor, como por ejemplo a través de la cláusula de

exclusión expresa del contrato de arrendamiento de local como elemento integral del

establecimiento de comercio.

● El contrato de concesión de espacios mercantiles difiere radicalmente del contrato de

arrendamiento de local comercial. No obstante lo anterior, en la práctica las partes suelen

confundir su denominación, partes y elementos, lo cual lleva a la existencia de contratos híbridos

en los que se mezclan los conceptos esenciales de cada contrato.

● El contexto actual de las actividades mercantiles exige una renovación del carácter

imperativo de las normas que regulan el contrato de arrendamiento de local comercial. Lo

anterior, toda vez que los límites impuestos a los comerciantes frente a la posibilidad de pactar

libremente en sus contratos conlleva el surgimiento de controversias contractuales que dificultan

el desarrollo práctico y dinámico del negocio jurídico respectivo, generando inseguridad jurídica

y congestión judicial.

90

● Las partes deberían tener la facultad de disponer libremente de sus derechos y de las

protecciones establecidas a su favor, siempre y cuando realicen este tipo de transacciones de

manera informada y siendo conscientes de las consecuencias de sus estipulaciones contractuales.

Lo anterior propenderá por aportar soluciones a problemas estructurales dentro del ordenamiento

jurídico, como lo son la descongestión judicial, y el respeto por la prevalencia de los principios

de buena fe y relatividad de los contratos.

● En consecuencia, las normas imperativas que actualmente regulan la protección en

cabeza del arrendatario deberían tener un carácter dispositivo y no imperativo. Esto llevaría a

que las partes tuvieran un marco jurídico que regulara el contrato de arrendamiento de local

comercial, identificando los derechos y prerrogativas que les fueran reconocidos por el

ordenamiento jurídico, sin que dicho marco sea un capo hermético e inmodificable en el evento

en que las partes identifiquen algunos elementos susceptibles de ser objeto de negociación y

transacción.

● Al menos desde el ámbito del derecho privado en Latinoamérica, la normativa de

vanguardia propende cada vez menos por imponer limitaciones y formalismos innecesarios al

desarrollo de las relaciones contractuales. En el caso del Código Unificado de la República

Argentina esto se evidencia en la ausencia de normas imperativas que regulan los aspectos del

contrato de locación, así como en el desaparecimiento del carácter civil o comercial del cual se

dota una relación jurídica en particular.

91

● Existe la necesidad de descongestionar a los operadores jurídicos en la solución de

controversias relativas a los contratos de libre disposición, los cuales precisamente deberían dar

prevalencia a la autonomía de la voluntad privada de los contratantes. Este objetivo será posible

de cumplir siempre que los problemas jurídicos que deban resolverse sean los que atañen a

aspectos sustanciales del negocio jurídico y no a la validez o interpretación del clausulado frente

a las normas de carácter imperativo que regulan la materia.

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