La Hacienda de los Jesuitas una aproximación histórica a finales del siglo XVII

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UNIVERSIDAD DE CUENCA FACULTAD DE FILOSOFÍA/UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR, SEDE ECUADOR ESPECIALIZACIÓN SUPERIOR EN HISTORIA Monografía o Trabajo final de graduación: LA HACIENDA JESUITA EN EL ECUADOR UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA A FINALES DEL SIGLO XVII Directora: Dra. Ana Luz Borrero Vega Autor: Juan Pablo Vargas Díaz Cuenca, Septiembre 2012

Transcript of La Hacienda de los Jesuitas una aproximación histórica a finales del siglo XVII

UNIVERSIDAD DE CUENCA FACULTAD DE

FILOSOFÍA/UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR, SEDE

ECUADOR

ESPECIALIZACIÓN SUPERIOR EN HISTORIA

Monografía o Trabajo final de graduación:

LA HACIENDA JESUITA EN EL ECUADOR UNA

APROXIMACIÓN HISTÓRICA A FINALES DEL SIGLO

XVII

Directora: Dra. Ana Luz Borrero Vega

Autor: Juan Pablo Vargas Díaz

Cuenca, Septiembre 2012

ÍNDICE DE CONTENIDO

ABSTRACT ............................................................................................................................ I

AGRADECIMIENTOS ......................................................................................................... II

INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 3

CAPÍTULO 1 ......................................................................................................................... 6

LA ECONOMÍA COLONIAL Y LAS RELACIONES IGLESIA ESTADO EN LA REAL

AUDIENCIA DE QUITO EN EL SIGLO XVII .................................................................. 6

ECONOMÍA COLONIAL DURANTE EL SIGLO XVII ................................................. 6

RELACIONES IGLESIA ESTADO EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO

DURANTE EL SIGLO XVII ........................................................................................... 11

CAPÍTULO 2 ....................................................................................................................... 14

LA HACIENDA DE LOS JESUITAS EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO. ........... 14

CONCESIONES DE TIERRAS EN LA REAL AUIDIENCIA DE QUITO, SIGLOS

XVI Y XVII .................................................................................................................. 15

ADMINISTRACIÓN EN LAS HACIENDAS JESUITAS DURAANTE EL SIGLO

XVII .............................................................................................................................. 21

LA HACIENDA JESUITA EN LA REGIÓN SUR DE LA REAL AUDIENCIA DE

QUITO, SIGLOS XVI Y XVII. ........................................................................................ 26

CONCLUSIONES ................................................................................................................ 32

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................. 35

ÍNDICE DE ILUSTRACIÓNES

1 Plano de la ubicación de las tierras de la hacienda Chillo, ubicada en el valle de los

Chillos, que se adjunta al proceso por la propiedad de las aguas que riegan dichos predios,

el litigio es entre Domingo Aizpuru y Miguel Ponce. Pichincha, ANE, Mapas y Planos,

1803 ...................................................................................................................................... 21

2 Organización interna de las haciendas jesuitas, Fuente (Cushner 2010: 176; Coronel,

1987: 107), Elaborado por el autor ....................................................................................... 24

3 Mapa de Sidcay que se adjunta a los actos seguidos por el protector de naturales del

pueblo de Sidcay. Azuay, ANE, Mapas y Planos, 1792 ...................................................... 31

I

ABSTRACT

Este trabajo final de graduación intitulado “La hacienda jesuita en el Ecuador una aproximación

histórica a finales del siglo XVII” presentado a la Especialización Superior en Historia, tiene por

finalidad presentar un análisis del corpus bibliográfico sobre este tema, así como un acercamiento al

estado de la cuestión dentro de la historiografía ecuatoriana, el tema central se refiere a las

haciendas de los jesuitas en el territorio del actual Ecuador, particularmente la zona de la Sierra,

durante la época de la colonia, es decir a finales del siglo XVII. En esta investigación se aborda la

importancia de la Hacienda Jesuita así como de esta congregación, que llegó a consolidarse como

una de las órdenes religiosas de mayor prestigio en la Real Audiencia de Quito. También esta

investigación profundiza el estudio de la hacienda Jesuita en la región sur de este territorio, en el

área de Cuenca tema olvidado y poco tratado. Esta monografía parte de un análisis de la economía y

las relaciones Iglesia-Estado en la colonia durante el siglo XVII, para luego analizar la hacienda

Jesuita gracias a la revisión y estudio de la principal producción historiográfica contemporánea

relacionada con este tema, se trata también de destacar la importancia social y económica de la

hacienda Jesuita en la época.

II

AGRADECIMIENTOS

El presente ejercicio de investigación no hubiera sido posible, si no es gracias, a la

paciencia y sabios consejos de mi directora de monografía la Dra. Ana Luz Borrero, quién

supo direccionarme en los momentos necesarios. Por lo me permitiré expresarle mis más

sinceros agradecimientos por su tiempo y paciencia.

3

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación tiene por propósito presentar un análisis de la

hacienda Jesuita en la Audiencia de Quito, que corresponde al territorio del actual

Ecuador durante el espacio temporal colonial, con énfasis en finales del siglo XVII.

Para ello utilizaré un importante corpus bibliográfico sobre el tema que se ha publicado

en la época contemporánea. Se desea también presentar un acercamiento al estado de la

cuestión de la hacienda Jesuita. El trabajo se encuentra enmarcado dentro de un objetivo

general, que pretende aparte de reactivar el interés por un tema clásico que ha sido

olvidado durante los últimos decenios, el de presentar la importancia del complejo

hacendario de la Compañía Jesús y la reactivación económica que brindó a la Audiencia

de Quito a finales del siglo XVII.

Entre los objetivos específicos está el interés de profundizar el estudio de la hacienda

tanto en la Sierra Norte como en la Sierra Sur, en la primera parte se tratará también

sobre el tema de la concesión de tierras, el acceso a la propiedad y sobre la

administración de la hacienda jesuita. Se hará también un breve recuento sobre las

relaciones entre iglesia y estado en la época de estudio y una breve visión de la

economía colonial.

Con el propósito de abordar el tema en cuestión se han postulado, las siguientes

interrogantes ¿Cuáles han sido los trabajos realizados hasta hoy, con respecto al tema de

las haciendas jesuitas a finales del siglo XVII en el Ecuador?, ¿Cuáles son los temas que

se han trabajado en torno a la hacienda en la región de la sierra norte del actual

Ecuador? Y ¿Cuáles de estos temas se han trabajado en el territorio sur del actual

Ecuador?

4

Para resolver las inquietudes planteadas, la presente investigación se fundamentará o

tendrá como sustento teórico los trabajos de connotados investigadores que se han

especializado, en el entendimiento del funcionamiento de las haciendas jesuitas

(cañeras) en el Ecuador, destacando los trabajos de la Dra. Christiana Borchart de

Moreno, el Dr. Nicholas Cushner, y la Dra. Rosario Coronel cuyos aportes nos

permitirán tener una visión más que sólida en lo referente a la hacienda jesuita en el

actual Ecuador.

Pero para tratar de relacionar este trabajo con el período en el que se desarrolla se

deberá de tener en consideración una breve aproximación al contexto colonial tratando

de entender la economía y las relaciones existente entre la iglesia y el Estado colonial

durante el siglo XVII para lo que se trabajará con autores de gran renombre como

Rosemarie Terán y Enrique Ayala Mora, quienes ha estudiado el territorio de la

Audiencia, mientras que para presentar un enfoque relacionado con la región Sur los

trabajos de Espinoza, Achig y Jacques Poloni-Simard nos permitirán entender esta

región poco estudiada en lo referente al tema de la hacienda. Este constante diálogo con

las fuentes nos servirán de metodología para tratar de abordar nuestro tema de

investigación.

El ejercicio en cuestión se divide en dos capítulos, en el primero se analizan aspectos

relacionados con la “La Economía Colonial y las Relaciones Iglesia Estado en la Real

Audiencia de Quito en el Siglo XVII”; pretende brindar una aproximación espacio -

temporal de manera general al auge de la economía en la Audiencia de Quito para el

siglo XVII, que nos permite acceder a una mayor comprensión de la época, así como

sobre las relaciones entre la iglesia y el estado. En el segundo capítulo se hace énfasis

a la “La hacienda de los Jesuitas en la Real Audiencia de Quito”, el mismo que a

su vez se subdivide en dos temáticas, que nos ayudarán a entender el complejo

5

hacendario en la Sierra Norte de la Real Audiencia de Quito; donde se profundiza el

tema del acceso a la tierra: “Concesiones de tierras en la Real Audiencia de Quito,

siglos XVI y XVII” en el que se presentan los trabajos de connotados investigadores

que nos ayudarán a entender como es que las grandes extensiones de terreno

pertenecientes a la hacienda jesuita se desarrollaron y los lugares de mayor importancia

y extensión en la sierra norte de la real Audiencia de Quito.

Mientras que en el segundo subtema: “Administración en las haciendas Jesuitas durante

el siglo XVII” trata de dar a entender al lector sobre la manera como estos grandes

complejos socio-económicos eran administrados por los Jesuitas. Dentro de esta

temática también se hará un análisis de: “La hacienda Jesuita en la Región sur de la Real

Audiencia de Quito, Siglos XVI y XVII”. Esta monografía termina con las

apreciaciones y puntos de vista del autor sobre la importancia de la hacienda Jesuita en

la historia colonial del Ecuador.

6

CAPÍTULO 1

LA ECONOMÍA COLONIAL Y LAS RELACIONES IGLESIA ESTADO EN LA

REAL AUDIENCIA DE QUITO EN EL SIGLO XVII

ECONOMÍA COLONIAL DURANTE EL SIGLO XVII

De acuerdo a los historiadores Garavaglia y Marchena1 en la segunda mitad del siglo

XVII, la realidad andina se encuentra marcada por una serie de desastres. Notada por la

guerra sin tregua que se declararían los «viejos» y «nuevos» poderes “enfrentados por

el control, posesión y transmisión de las encomiendas locales, las concesiones mineras

o el mantenimiento del servicio personal de los indios; guerra que acaparó toda la

actividad política, social y económica durante décadas extendiéndose desde Bogotá

hasta Chile”.

Pero en ese contexto caótico la economía de la Real Audiencia de Quito instauraría

una nueva economía que de acuerdo con Rosemarie Terán2 quién, considera que si bien

es cierto Quito carecía de minas, y no podía competir con la economía minera de Potosí,

poseía condiciones favorables para la producción textil gracias a la fertilidad de tierras

serranas aptas para pastizales, y a la numerosa población indígena que habitaba en la

región de la sierra centro norte. Por lo que está serie de ventajas apuntaron para que

Quito dentro del espacio económico andino, le corresponda ser el productor y proveedor

principal de textiles de amplio consumo, fabricados con lana de oveja (paños) y algodón

(bayetas), que no competían con la manufactura europea.

Pero dichas actividades económicas requerían de la fuerza de trabajo necesaria, la que

se consiguió a través de los mecanismos de reclutamiento. Cuando la encomienda dejó

de constituir la fuente principal de la riqueza, la mita se instituyó como generalizada de

1 Juan Carlos Garavaglia y Juan Marchena, Historia de América Latina desde sus inicios hasta 1805, Volumen 1,

Barcelona, Crítica, 2005, p. 400 2 Rosemarie Terán, “Auge del orden Colonial: características de la economía quiteña”, en Manual de historia del

Ecuador: Épocas aborigen y colonial, independencia, Tomo I, Universidad andina Simón Bolívar, 2008, p. 67

7

explotación del trabajo indígena. Para tratar de conseguir esta fuerza de trabajo se

reactivaría la mita inca, entendiendo a esta de acuerdo a Espinoza y Achig3 como:

“La mita se convirtió en la institución que articuló todo el sistema de

producción incaico, reforzando la diferenciación social entre los

usufructuarios del Estado Inca y la gran masa de Jatun runas. La mita

permitió utilizar fuerza de trabajo de las comunidades para todo tipo

de actividades agrícolas, pastoriles, mineras, textiles, orfebres;

igualmente para una serie de obras públicas como la construcción de

canales de riego, terrazas de cultivo, caminos, silos, etc. […] y aún

para el servicio militar”4.

Ahora bien, la mita tenía que cumplir con ciertas condiciones para la Corona; Terán

sostiene, que la obligación que tenían las comunidades indígenas era la de enviar al

Estado Colonial o propietarios particulares la quinta parte de su población en edad de

tributar, comprendida por los varones entre los 18 y 50 años de edad. Únicamente se

exentaban de la mita los caciques y descendientes (hijos), los artesanos y quienes

aprendían a leer y escribir el castellano5. La mita6 se dedicada a la actividad textil y

agropecuaria, a servicios como acarreo agua, leña y trabajo en obras públicas7.

Por lo que este tipo de inserción obligada de los indígenas en la economía colonial fue

debilitando la reproducción de las comunidades. Por lo que el predomino de la

3 Leonardo Espinoza y Lucas Achig, De la sociedad comunitaria a la sociedad de clases. En La sociedd Azuayo -

Cañari: pasado y presente Compilación de L. Espinoza, pp. 37-46. Editorial El Conejo, IDIS, Quito – Ecuador,

1989, p. 39. 4 Leonardo Espinoza y Lucas Achig, “De la sociedad comunitaria a…”, p. 39. 5 Dato mencionado por el obispo Luis López de Solís, en Carlos Freile-Granizo, la iglesia ante la situación colonial,

Quito, Abya – Yala, 2003; retomado en Terán 2008: p. 67 6 Los mitayos recibían una paga que a su vez debía servir como tributo a la Corona y la adquisición de productos de

subsistencia, tomado de Rosemarie Terán, “Auge del orden Colonial: características de la economía quiteña”, 2008,

p. 67 7 Pues los españoles buscaban las formas de extraer la mano de obra para la construcción de las “villas” y “ciudades”

que continuamente se fundaban (Loja 1548, Cuenca 1557, y Baeza en el oriente, en 1558) y para las naciente vida

urbana, Salomon, F.,Crisis y transformación de la sociedad aborigen invadida (1528-1573). En Nueva Historia del

Ecuador, Volumen 3: Época Colonial I. Conquista y Primera Etapa Colonial., editado por E. A. Mora, pp. 91 -

122. vol. Vol. 3, Quito, 1990, p. 113

8

economía obrajera se dio en situaciones económicas cambiantes, en las que existió

etapas de auge como los inicios del siglo XVII, hasta su recesión de dominio en las

décadas finales.

El control de la producción y comercialización en las actividades obrajeras permitió una

acumulación de riqueza a favor de sus propietarios, circunstancia que constituyó el

punto de despegue de poderosos grupos económicos que dominaron la sociedad

colonial8.

Riquezas que se conocen gracias a los cálculos de la época los que reflejan que a fínales

del siglo XVII un obrajero promedio recibía por año unos 40.000 pesos, monto que

supera y por mucho al salario que recibía el indígena mitayo que consistía en 35 pesos

anuales9.

El producto de la venta de los textiles dinamizaba la economía quiteña al igual que

permitía el consumo de productos importados, como vinos y telas extranjeras10 Debido

a la calidad de su manufactura los textiles de Quito eran exportados a todas la regiones

del virreinato peruano, desde Chile y el Alto Perú (Bolivia) al igual que a toda la región

minera de Potosí, mientras que por el norte llegaba a Cartagena y Panamá11.

Por lo que para las órdenes religiosas dedicadas a las actividades obrajeras, como es el

caso de los jesuitas, tres fueron los elementos constitutivos de sus empresas económicas

en la región interandina de Quito “ 1) la formación de capital, 2) la capacidad de

reinvertir, intensamente donde era apropiado, en las empresas y 3) la consecución de un

ganancia considerable”. Dichos elementos han sido extraídos por Cushner de los

8 Rosemarie Terán, “Auge del orden Colonial…”, 2008, p. 68. 9 John Leddy Phelan, El reino de Quito en el siglo XVIII. La política en el imperio Español, Quito, Banco Central,

2005, 2ª ed., pp. 121-122; retomado por Rosemarie Terán, “Auge del orden Colonial: características de la economía

quiteña”, Rosemarie Terán, “Auge del orden Colonial: características de la economía quiteña”, en Manual de historia

del Ecuador: Épocas aborigen y colonial, independencia, Tomo I, Universidad andina Simón Bolívar, 2008, p. 67 10 Ídem., p. 68 11 Ídem., p. 68

9

registros económicos de los jesuitas sobre sus obrajes y haciendas agrícolas y ganaderas

en la Audiencia de Quito12.

De acuerdo a los estudios realizados por Manuel Miño Grijalva en su trabajo intitulado

“La Manufactura Colonial: aspectos comparativos entre el obraje andino y el

novohispano” se puede considerar que existían dos variedades de obrajes; siendo estos

los obrajes de comunidad y los obrajes particulares13 en su trabajo el mencionado autor

menciona que el trabajo y organización de los obrajes14 empieza a desarrollarse en

primera instancia en Nueva España (México), y luego en el área andina, la expansión de

los rebaños de ovejas se extiende hacia los grandes espacios interregionales aún

desocupados15´.

A estas condiciones de acuerdo con Grijalva16 se agregaron tres factores de suma

importancia:

En primer lugar, entre el 1549 y 1570 se empieza a imponer el pago del tributo

predominante en dinero. Las comunidades indígenas, en particular las de Quito, debían

cubrir este requerimiento por parte de la corona a través del trabajo en los obrajes,

mientras que, aquellas comunidades que no pudieron estructurar un sistema de obraje,

por cualquiera que fuere la circunstancia se veía presionados a vender la mano de obra

de sus integrantes a los obrajes de particulares o en las haciendas.

12 Nicholas Cushner, Hacienda y obraje: los jesuitas y el inicio del capitalismo agrario en Quito, 1600-1767/ Nicholas

P. Cushner. Traducción al español, estudio introductorio y notas: Gonzalo Ortíz Crespo. – Quito: Fonsal, 2010. P.

276 13 Manuel, Miño Grijalva “La Manufactura Colonial: aspectos comparativos entre el obraje andino y el

novohispano”. en Revista Ecuatoriana de Historia Económica. C.L. Consejo editorial: Patricio Almeida Guzmán,

Milton Luna, Fernando Rodríguez, Quito, Ecuador: Centro de Investigación y Cultura del Banco Central del Ecuador,

1988 Pp. 13-61 14 La explotación en el sector obrajero se debe a la abundante existencia de materia prima que se sumó a la

disposición de la fuerza de trabajo indígena, el funcionamiento textil a gran escala y la existencia de un mercado

extenso que se encontraba ubicado en regiones tan distantes como el espacio peruano tomado, Grijalva; 1988, p. 18 15 Manuel, Miño Grijalva “La Manufactura Colonial….”, p. 18. 16Ídem., p. 19

10

En segundo lugar, el Estado colonial que había salvaguardado, desde sus inicios el

trabajo textil, logró crear un conducto eficiente para la obtención de la carga tributaria

que significó un montó importante en los ingresos fiscales.

El tercer factor, y el más importante en el surgimiento en el sector manufacturero, fue la

expansión de la demanda de tejidos que llegó a conformar un amplio mercado

impulsado por la producción minera de Potosí. Este círculo de vinculación entre Quito

y el sector peruano ejercerá la influencia decisiva en la articulación de espacios

productores de tejidos en Nueva España.

La producción de este tipo de obrajes comunales era importante, pero el beneficio

extraído parece haber sido muy bajo, debido a los altos costos de producción y demás

rubros que debían ser descontados de la producción total.

Por lo general existían dos tipos de obrajes particulares: aquellos con asignación de

fuerzas compulsivas y aquellos que trabajaban con mano de obra voluntaria17. Los

obrajes de primer tipo de acuerdo con Grijalva estaban ubicados principalmente en el

área obrajera tradicional, es decir en Riobamba, Latacunga y Quito.

Mientras que los obrajes de “indios voluntarios” se encontraban en algunas de las

jurisdicciones de Latacunga y Quito, por lo general en aquellas instancias en donde los

indios eran acomodados en sus tierras y haciendas cercanas a los obrajes18. De acuerdo

a Munive, gobernador de la ciudad de Quito en ese entonces, en su relación a la Corona

distinguía dos tipos de propietarios: aquellos ligados al sector encomendero y por el otro

a los hacendados

17 Ídem., pp. 95-96 18 Ídem., p. 96

11

En el caso de los obrajes particulares eran administrados por los encomenderos y

hacendados, obtenían múltiples ganancias y beneficios ya que sus propietarios contaban

con el poder económico suficiente como para poder comercializar y a su vez se

encargaban de realizar prestaciones económicas lo que les mantenía con un flujo de

riqueza constante.

Cabe resaltar que en la región sur de la Audiencia de Quito, según Leonardo Espinoza

en primer lugar el tipo de unidades productivas era de corte familiar y no obrajeras, por

lo tanto en Cuenca no se dio el trabajo mitayo en los textiles. En segundo lugar, la

materia prima que se empleaba era el algodón, a la lana. Finalmente es necesario

precisar, que mientras la producción textil quiteña decayó de manera considerable a

mediados del siglo XVII entrando en franca crisis durante el siglo XVIII, los tejidos de

algodón cuencano experimentaron un creciente y cada vez más fortalecido auge de

exportación que se prolongó hasta comienzos del siglo XIX19.

RELACIONES IGLESIA ESTADO EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO

DURANTE EL SIGLO XVII

Ahora bien, si durante el siglo XVII el sustento económico de la Audiencia de Quito

constituyó la producción textil y la agrícola, también se produjo la consolidación del

Estado Colonial, situación que ha sido profundamente estudiada por los historiadores

Terán Najas y Ayala Mora20.

19 Espinoza, L. y Lucas. Achig, De la sociedad comunitaria a la sociedad de clases. En La sociedad Azuayo -

Cañari: pasado y presente editado por C. L. Espinoza, pp. 37-46. Editorial El Conejo, IDIS, Quito – Ecuador,

1989, p. 42 20 Ver Terán, Opus. Cit. Para Ayala Mora la consolidación de un Estado Colonial, el que, no solamente debe de

pensarse en la administración Audiencia l, sino en todo el tipo de aparato político que incluía además los cabildos y

la propia iglesia, la que se encontraba sometida al control estatal, gracias a la concesión del Papa, los soberanos

españoles recibieron el derecho llamado de Patronato sobre la iglesia americana; Enrique Ayala Mora, Resumen de

Historia del Ecuador, Quito –Ecuador, Corporación Editora Nacional, 1999, p. 16

12

La Iglesia se encontraba en la época colonial completamente ligada con el Estado, como

afirma Ayala Mora: “enquistada en el aparato estatal colonial”21.

Desde los inicios de la Colonia se estableció el patronato del Rey sobre la Iglesia, lo que

permitió que en su calidad de soberano, tanto éste como el Consejo de Indias, virreyes y

presidentes, tenían la atribución de nombrar autoridades eclesiásticas, controlar sus

labores y hasta dirigir asuntos de disciplina22. “la iglesia en América se organizó a partir

de los arzobispados, como el del Lima del que dependía el Obispado de Quito, cada

obispado contaba con un obispo, un cabildo eclesiástico, un seminario y un grupo de

sacerdotes”. De forma paralela se asentaron las órdenes religiosas, el “clero secular” las

que dependían de sus propias autoridades. El Patronato aumentaría de manera

considerable el poder del Estado, que concentró en sus manos el gobierno temporal y

espiritual con derechos absolutos sobre la iglesia Americana23. Sobre el Patronato,

Ayala Mora indica que: “los españoles estaban comprometidos a protegerla, dotarla de

recursos, al tiempo que ejercían de manera celosa las atribuciones de nombrar, remover

funcionarios y disponer incluso de cuestiones de culto ejerciendo un virtual monopolio

de la dimensión ideológica de la sociedad”24.

En la Audiencia de Quito, las relaciones existentes entre la Iglesia–Estado, presentaban

un leve equilibrio, el mismo que se mantenía en constante amenaza debido al poder que

adquirían las entidades eclesiásticas en la vida política frente a la constante inestabilidad

del gobierno de la Audiencia de Quito. Cuyo estatus en realidad no fue lo

suficientemente estable como para controlar por completo a sector religioso25.

21 Ídem., p. 16. 22 Rosemarie Terán, “Economía Colonial, Características de la economía Quiteña”, en Manual de historia del

Ecuador, Tomo I, Épocas Aborigen y Colonial, Independencia, Enrique Ayala Mora editor y otros, Quito, Edición

corporación Editora Nacional, Universidad Andina Simón Bolívar, 2008, p. 72. 23 Rosemarie Terán, “Economía Colonial, Características…, p. 73-74. 24 Enrique Ayala Mora, Resumen de historia del Ecuador…, p. 16. 25 Ídem, p. 73

13

El esfuerzo evangelizador demostrado durante las primeras instancias de la colonización

decaería en el siglo XVII, pues la nueva iglesia americana se encargaría de posar su

atención sobre la variedad y diversidad surgida del entrecruzamiento entre los indígenas

y españoles.

Para Terán la nueva iglesia postulaba una nueva consigna que incluía el “persuadir” y

no la de “extirpar”, al grado que la conversión de los indios adquirió tintes menos

ortodoxos a tal punto de que el obispo de Quito Alonso de la Peña y Montenegro en

1664 recomendaba a los párrocos, conciliar con las “creencias antiguas” sin eliminar del

todo sus “ritos y supersticiones” de los nativos, todo esto con el propósito de evitar el

abandono o despoblamiento de las doctrinas26.

La capacidad de la iglesia de alcanzar todos los ámbitos de la vida social, le permitirán

consolidarse como la propietaria de numerosos bienes urbanos27 y rurales como también

se constituyó en la directora espiritual, educadora, benefactora, social y dio sentido a las

vidas individuales y entidades colectivas.

Una vez que se han esbozado de manera sucinta la economía y relaciones entre el

Estado y la iglesia durante el siglo XVII, daremos inicio a nuestro trabajo de

investigación el que comprende entender de la manera más acertada el funcionamiento

de las entidades Colectivas de la iglesia entendiéndolas a estas como las haciendas, de

manera particular las pertenecientes a la Compañía de Jesús.

26 Ídem, p. 74 27 Grijalva cita en su trabajo a Fray María Vargas quien ha escrito que, sólo en el distrito de Quito los jesuitas

detentaban las siguientes propiedades: La Compañía ubicada junto a Sangolquí, la misma que estaba constituida por

un complejo hacendatario que producía entre las 4000 y 5000 fanegas de maíz y Trigo. Yurag Compañía, en Píntag

hacienda dedicada a la cría de ganado que abastecía de carne a la ciudad y cultivo de trigo […] A estas propiedades

se añadían las que poseían en Atuntaqui, Aguagondo, Pimampiro y Mira dedicadas a las mieses, algodón y caña de

azúcar. En Ambato y Latacunga tenían una hacienda en Cusubamba y otra en Molleambato. En Cuenca una estancia

con su molino por lo que Grijalva estima que los ingresos anuales se resumen a 70.000 pesos anuales, págs. 66-67.

14

CAPÍTULO 2

LA HACIENDA DE LOS JESUITAS EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO.

Ciertos grupos, llegaron a tener tal grado de

productividad económica y espíritu

empresarial que llegaron a su cenit, como es el

caso de los jesuitas, a lo largo de los siglos

XVII y XVIII 28.

La cita que da inicio al presente acápite propuesta por Garavaglia y Marchena es más

que elocuente, pues de cierta manera permite entender el importante poderío de las

órdenes religiosas a finales del siglo XVII y principios del XVIII, particularmente la de

la Compañía de Jesús.

Para el siglo XVII, la mayor parte de las llanuras fértiles de los valles serranos, estaban

bajo control y propiedad tanto de las élites como de la Iglesia. “Los Jesuitas fueron los

hombres de negocios más eficientes y prósperos del Reino de Quito, [tenían ocho

haciendas que en] 1633, rendían un ingreso anual bruto de 42.621 patacones.

Demostraron el mismo don empresarial en la organización y provechosa explotación de

las haciendas en lugares tan diversos como las Filipinas, México y Paraguay…”. Las

ganancias obtenidas en la Sierra, permitieron a la Sociedad de Jesús subsidiar las

misiones en el valle del Alto Amazonas, provincia de Mainas29. Para el año de 1680,

los Jesuitas con su gran disciplina y organización, habían llegado a congregar en los

territorios de Mainas y la zona Amazónica 32 pueblos de indígenas en más de 10

misiones, entre otras: las del Alto Marañón o Mainas, Pastaza, Marañón e Iquitos.

28 Juan Carlos Garavaglia y Juan Marchena, Historia de América Latina desde sus inicios hasta 1805, Volumen 1,

Barcelona, Crítica, 2005. 29 John Leddy Phelan, El Reino de Quito en el Siglo XVII. La política burocrática en el Imperio Español, Banco

Central, Colección Historia XX, 1995, pág. 265.

15

La riqueza económica procedente de sus recursos les permitió también la construcción

de la gran Iglesia de la Compañía en la ciudad de Quito “Claustro en los Andes”, esta

maravillosa obra arquitectónica y con fachada barroca, luminosos y sobresalientes

interiores, se comenzó a construir en 1605 y se terminó en 161630.

CONCESIONES DE TIERRAS EN LA REAL AUIDIENCIA DE QUITO,

SIGLOS XVI Y XVII

Desde la época colonial temprana la Corona Española procuró controlar sus propiedades

ultramarinas, sobre todo aquellas tierras que se encontraban en manos de los españoles,

con el fin último de evitar la expansión ilegal de sus propiedades. Para lograr esta

petición se ordenaron inspecciones de tierras denominadas “visitas”. En donde el

enviado de la corona se encargaba de examinar los títulos de propiedad y realizar

gestiones con algunos terratenientes, sobre las legalizaciones de sus territorios mediante

una “composición”.

Por lo que cada uno de los terratenientes como aclara Borchart tenía la obligación de

presentar sus títulos de propiedad al fiscal y declarar la cantidad de tierra que poseía sin

los títulos correspondientes31.

El estudio, del uso, composición y propiedad de las tierras en el siglo XVII, sobre todo

en la región del Corregimiento de Quito, se encuentra en la importante obra de la

investigadora Christiana de Borchart de Moreno32, quién luego de realizar un trabajo

muy sustentado en varios Archivos, entre otros el Archivo General de Indias33, donde

obtuvo una importante información primaria y etnohistórica, la cual después de su 30 John Leddy Phelan, El Reino de Quito en el Siglo XVII. La política…, 1995, pág. 273. 31 Christiana Borchart de Moreno, “Composiciones de Tierras” en El valle de los Chillos a finales del siglo XVII: una

contribución a la historia agraria de la Audiencia de Quito, en Cultura, Quito, Banco Central del Ecuador, 1979, p.

141 32 Christiana Borchart de Moreno, “Composiciones de Tierras”…, 1979, p. 139. 33 Información que podría ser contrastada con la colección “Vacas Galindo” que reposa en Quito, tomado de

Christiana Borchart, “Composiciones de Tierras en el valle de los Chillos a finales del siglo XVII: una contribución a

la historia agraria de la Audiencia de Quito”, en Revista Cultura, Quito, Banco Central del Ecuador, 1979, p.

139

16

análisis ofrece a la comunidad académica y a los lectores, donde se puede observar que

en la región norte de la Audiencia de Quito las órdenes religiosas se encargaban de

adquirir y extender sus propiedad sobre tierras muy fértiles y productivas, observación

que también es afirmada por otros autores como Cushner y Coronel.

Las distribución y concesión de tierras durante el período colonial, poco después de la

fundación de la ciudad hispana de Quito en 1534, estuvo por Ley a cargo del cabildo,

estas tierras se entregaban a los vecinos, y a los conquistadores. También se

concedieron tierras a aquellos que se habían mostrado leales a la Corona Española en la

llamada “rebelión de las alcabalas”34. Según los estudios realizados por Cushner, la

localización de las tierras no era un fenómeno al azar: “al norte de Quito, a través de la

planicie de Quito hacia Pomasque, Cayambe y Otavalo, Otra al sur a través del

Uyumbicho y el viejo asentamiento inca de Pansaleo y la tercera al sureste, a través de

los Chillos hasta Píntag”35.

El procedimiento general para obtener una concesión de tierra de acuerdo a Cushner

consistía:

- El solicitante identificaba el tipo y el tamaño de la tierra deseada.

- El solicitante pedía una confirmación jurídica (“señalamiento” o

“proveimiento”) d por parte del cabildo. Antes que se le perfeccionara la

concesión, el “fiel ejecutor” (funcionario del cabildo a cargo de los pesos y las

medidas), medía la tierra como también se encargaba de averiguar si dicha

petición no afectaba a otros.

- Tras eso el cabildo confirmaba la posesión al solicitante.

34 Nicholas P. Cushner, Hacienda y Obraje, los Jesuita y el inicio del capitalismo agrario en Quito Colonial, 1600-

1767/ Nicholas P. Cushner. Traducción al Español, estudio introductorio y Notas: Gonzalo Ortiz Crespo—Quito,

FONSAL 2010, p. 84. 35 Ídem.

17

- La propiedad podía ser vendida, enajenada o heredada, solamente a partir de los

cinco años de producción y mantenimiento por parte del concesionario36. Como

sucedía con muchas de las regulaciones coloniales, los propietarios de las tierras,

aún a pesar de no haberlas ocupado por un tiempo de cinco años, ya eran

legalmente sus dueños. El tamaño de la propiedad inicialmente fue de 25

caballerías en 1597 y para 1695 ascendía a 186 caballerías.

El mismo autor, afirma que la expansión de los jesuitas en el valle de Los Chillos se

dio gracias a la compra de tierras por parte de éstos a los vecinos cercanos, iniciando

luego un proceso de explotación comercial de la tierra en las zonas rurales de Quito37.

“Los intercambios y truques de tierras no eran nada fuera de lo

común, como también eran frecuentes los intercambios y ventas de

otras haciendas de los jesuitas fuera de los Chillos. Una de las

principales razones para la compra de tierras por parte de los jesuitas

era el sostén de los colegios y misiones. Es así que cada uno de los

colegios establecidos por esta orden en Quito durante el siglo XVII Y

XVIII, comprendían desde el norte de Ibarra hasta Loja en el sur, por

lo que se organizó un complejo de haciendas agrícolas y ranchos

ganaderos cuyos ingresos y productos pagaba los gastos y alimentaba

a los estudiantes y profesores”38.

El examen de los títulos de propiedad que se venían realizando por parte Antonio de

Ron en la Ciudad de Quito y sus cinco leguas duró hasta mayo de 1693, durante este

tiempo se pudieron controlar más de quinientas tierras localizadas entre Guayllabamba

al Norte y Machachi al Sur39.

Casi al final del proceso se suspendió a Ron, y en su lugar sería el fiscal y los

representantes de ciudad, conjuntamente con las órdenes religiosas quienes continuarían

36 Ídem., p. 85 37 Nicholas P. Cushner, “Hacienda y Obraje, los Jesuitas …”, 2010, pág.134. 38 Ídem. p. 134 39 Borchart también hace alusión a la visita de los siguientes pueblos: Puembo, Pifo, Yaruquí, Tumbaco, Cumbaya,

Cacalli Sambisa, Cotocollao, Pomasque, Peruchu, Qhinche, entre otros: p. 142

18

con el proceso, por su lado, las ordenes religiosas ofertaban un pago de 40.000 pesos

por los derechos de composición para todo el conjunto de propiedades rurales situadas

en el corregimiento de Quito40. Esta oferta excedía y en mucho a otras propuestas de

acuerdo con Borchart. Mientras los vecinos de Quito tomaban una decisión al respecto,

Antonio de Ron se encargaba de visitar las tierras restantes del corregimiento, tanto las

áreas de Ambato y Riobamba, en 1695, a mediados del año siguiente Ron se encontraba

en Latacunga, en donde los vecinos de este asiento habían propuesto 9000 pesos.

Entre el 21 de noviembre de 1695 y el 2 de junio de 1696, Antonio Ron se encontraba al

norte en Ibarra, lugar en el que la mayor parte de las tierras parecen haber estado en las

manos de las Órdenes religiosas41. El trabajo de Borchart se enfoca en el estudio del

valle de los Chillos localizado al oriente de Quito, en su investigación ha podido

recuperar la información de la posesión de la Compañía de Jesús que ha conseguido

tierras por remates conjuntamente con los Dominicanos, por ejemplo de las tierras que

se remataron en el Ejido la Compañía de Jesús recibió 21 caballerías42.

Borchart también hace alusión a que durante los trámites de composición de tierras,

estos no incluían el lugar exacto en donde estaban las tierras43, incluso en algunos de los

casos no consta el tamaño, podríamos pensar que acaso debido a lo apresurado del

trámite olvidaron este particular aspecto o quizás este olvido incluso sirvió para que

ciertas ordenes llegarán a expandirse hasta abarcar extensos territorios. Muchas de las

extensas y lejanas tierras de la Compañía de Jesús en los territorios señalados hacia

finales del siglo XVII, eran “estancias”. Para 1696, parte de las 76 unidades de tierras

estudiadas, es decir 56 eran estancias, generalmente para usos agropecuarios y para

siembras. .

40 Ídem., p. 143 41 Ídem. p. 143 42 A 50 patacones cada una, Ídem., p. 144. 43Ídem., pág. 145.

19

Por lo general a finales del siglo XVII no era costumbre dar un nombre particular a las

propiedades rurales como aparecerá más tarde a finales del siglo XVIII. Por lo que era

frecuente designar a la posesión rural con la ubicación “en el sitio de”, nombre que

posteriormente se convertiría en el nombre propio del latifundio, que en la mayoría de

los casos, constituían topónimos indígenas. Por lo recurrente de los espacios con los

que se conocían las haciendas, llegaron a presentarse homónimos, lo que obligo a

apellidar a las tierras paras saber a quién pertenecía44. Del estudio en mención, se

desprende, que los lugares en lo que se concentraban la mayor cantidad de órdenes

religiosas son las regiones de Píntag y Sangolquí, pues, en el primero se encontraban

siete latifundios de los 13 que poseían las órdenes religiosas en el Valle de los Chillos,

equivalente al 68 % de las tierras de Píntag.

Según los estudios que hemos citado anteriormente, la posesión de las órdenes

emplazadas en el Valle de los Chillos, debieron ser más grades que las ubicadas en otras

regiones del Corregimiento de Quito, pues en el valle alcanzaron un tamaño de 71

caballerías, mientras que en otras llegaban solamente hasta las 40 caballerías45.

Las tierras que procedían de antiguos dueños indígenas que por lo general debieron

tener un tamaño pequeño eran más fáciles sustraerse a una composición de tierras

llevada a efecto sin una medición de tierras. La autora considera que el cambio de

posesión rural de manos indígenas a españolas, había concluido ya hacia la segunda

mitad del siglo XVII46.

Por otro lado Cushner47 quién en su obra magistral Farm and Factory. The Jesuits and

the development of agrarian Capitalism in Colonial Quito, 1600-176748, para Cushner

44Ídem., pág. 146. 45 Cab=caballerias, qu=quadras; 1 caballería = 16 cuadras. Ídem., p. 148 46 Ídem., p. 157 47 Nicholas P. Cushner, Hacienda y Obraje, los jesuitas, 2010, p. 19.

20

el inicio del capitalismo agrario en lo que hoy es el Ecuador se dio en las haciendas de

los jesuitas durante la colonia. La respuesta por parte de los críticos no se haría esperar

pues serían los encargados de argumentar que durante la Audiencia de Quito no

existían proletariados y burgueses y por lo tanto no pudo haber ningún capitalismo, pero

la argumentación de Cushner49 ha sido sostenida de manera categórica.

Para el siglo XVII, la Compañía de Jesús en Quito había adquirido las más grandes y

productivas propiedades rurales en Los Chillos50. Muchas de las tierras habían

constituido en su tiempo propiedad de los indígenas, sea de los caciques o sus parientes

pero luego llegaron a formar parte de la propiedad jesuita. Lo que permite asimilar en

primera instancia una de las primeras especificidades de las adquisiciones jesuitas.

En Los Chillos existió concentración de la tierra en pocas manos, la mayor parte de la

propiedad en este valle estaba en manos de las órdenes religiosas. Los obrajes

recibieron como trabajadores51 a un alto número de indígenas que en épocas anteriores

fueron los dueños de estas tierras52. El control de la tierra permitía la obtención de

riqueza y también la obtención de mano de obra.

48 Obra que debido al grado de importancia que representa su estudio ha sido traducida al español por el investigador

Gonzalo Ortiz; gracias al financiamiento de la FONSAL, Quito. 49 Ver Nicholas P. Cushner, Hacienda y Obraje, los Jesuitas…,2010, pág. 20 y 55. 50 Nicholas P. Cushner, Hacienda y Obraje, los Jesuitas… pág. 106. 51 El obraje proporcionaba empleo a aquellos que habían perdido su tierra y a quienes no querían trabajar como

peones en las haciendas agrícolas o ganaderas. Tomado de Nicholas P. Cushner, “Hacienda y Obraje, los

Jesuitas…”, p. 108. 52 Ídem., p. 108.

21

1 Plano de la ubicación de las tierras de la hacienda Chillo, ubicada en el valle de los Chillos, que se adjunta al

proceso por la propiedad de las aguas que riegan dichos predios, el litigio es entre Domingo Aizpuru y Miguel

Ponce. Pichincha, ANE, Mapas y Planos, 1803

ADMINISTRACIÓN EN LAS HACIENDAS JESUITAS DURAANTE EL SIGLO

XVII

Siguiendo a Cushner, la fuerte relación que existía entre la Corona de España y la

iglesia, no permitía la apertura en América de ningún colegio sin la previa aprobación

del rey, por lo que a finales del siglo XVII de acuerdo con Rosario Coronel existirían

una serie de solicitudes enviadas a la Corona con el propósito de fundar las casas y

Colegios de las distintas órdenes y congregaciones religiosas.

22

El consentimiento estaba influenciado por razones políticas e intereses contrapuestos.

Por lo que el visto bueno de un colegio por parte de los Jesuitas tenía que ser aprobada

por los superiores de la orden de Roma, al igual que las compras subsiguientes53.

Peticiones que serían motivo de una serie de oposiciones encabezadas por las mismas

ordenes que ya se encontraban distribuidas en el territorio de la Audiencia de Quito

debido en gran medida al interés de precautelar sus intereses y de está manera evitar que

nuevas órdenes llegarán a la disputa de las tierras productivas54.

Los complejos agrícolas y ganaderos presentaban una estructura administrativa

jerarquizada, muy compleja y eficiente administrativamente, señala Coronel, lo que le

permitía a la instancia funcionar de manera autónoma. La autora en mención basándose

en la información presentada por el Jesuita Pedro Mercados citado en el trabajo de

Colmenares presenta la organización interna de las órdenes jesuitas en las haciendas55.

Organización que es compartida por el Dr. Cushner, pero que es presentada por este

autor de manera resumida. Los dos autores antes mencionados presentan la

administración de los jesuitas organizada en tres niveles siendo estos:

El primer nivel, la oficina central de los jesuitas en Roma, quienes eran los encargados

de dar los permisos correspondientes para la compra y operación de las haciendas al

igual que eran los encargados de dar los lineamientos de manejo de las mismas56.

Un segundo nivel estaba constituido por la oficina de provincial local o también

conocidos como los visitadores, cargo que recaía sobre la persona que se encargaba de

53 Nicholas P. Cushner, “Hacienda y Obraje, los Jesuitas…”, p. 176. 54 Rosario Coronel, El Valle sangriento 1580-1700: de los señorios de la coca y el algodón a la hacienda Cañera

Jesuita, Tesis presentada en la I Maestría de historia andina de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sosciales,

FLACSO, Quito, 1987, p. 108 55 Germán Colmenares, 1969:107 citado en Rosario Coronel, El Valle sangriento 1580-1700: de los señorios de la

coca y el algodón a la hacienda Cañera…, 1987, p. 107 56 Nicholas P. Cushner, “Hacienda y Obraje, los Jesuitas…”, p. 176

23

supervisar que la serie de lineamientos que se han enviado desde Roma se cumplieran

de manera apropiada57.

Para Coronel muchos de estos visitadores presentaban un elevado nivel de percepción

de los detalles de la vida cotidiana, destreza que habrían adquirido en cada uno de los

lugares y sitios en donde se encontraban asentados los complejos jesuitas gracias a un

tipo de experiencia transmitida. Este sistema de control para Magnus Mörner58

constituirá parte innegable de la eficacia de las órdenes. Aseveración que es compartida

y corroborada por Colmenares en el caso colombiano, pues el citado autor también

menciona que los visitadores “no sólo recorrían varias veces una provincia sino que

podían conocer otras y generalizar sus experiencias”59.

Como un tercer y último nivel de administración es aquel que se encontraba constituido

es el colegio ya que este era el encargado de que la propiedad sea administrada de la

mejor manera para lo que se encargaban de nombrar un equipo permanente de jesuitas o

a su vez podría ser entregada a un administrador capaz de controlar esta operación.

(Ver ilustración 1).

57 Ídem. p. 176 58 Rosario Coronel, El Valle sangriento 1580-1700: de los señorios de la coca y el algodón a la hacienda Cañera

Jesuita, …, 1987, p. 112 59Ídem., p. 112

24

2 Organización interna de las haciendas jesuitas, Fuente (Cushner 2010: 176; Coronel, 1987: 107), Elaborado por el autor

25

Coronel considera que el eje central del complejo hacendatario constituían sin lugar a

dudas los procuradores, pues la citada autora afirma, que sus actividades no abarcaban

únicamente el manejo interno de la unidades económicas, sino que además, se hacían

cargo de gestiones financieras de gran envergadura, que comprendían actividades de

carácter internacional como relaciones inter-haciendas, locales o regionales o

simplemente la venta de una producción.

A su vez eran los responsables de rendir cuentas con los rectores de los colegios, en el

caso de las haciendas en el actual Ecuador, transacciones de compras de tierras también

lo podían realizar los administradores pero con el debido consentimiento de la autoridad

de mayor jerarquía ósea el rector, dichas transacciones no eran nada despreciables para

el caso del “Valle Sangriento”60 trabajado por Coronel61.

Consentimientos que no se daban en México y Perú según lo aseveran los

investigadores Colmenares62 y Macera63, pues los administradores de las haciendas

estaban prohibidos de realizar compras para las haciendas ya que eran acciones que le

competían únicamente al rector.

Pues bien, ahora que se tiene un panorama algo esclarecedor de la hacienda jesuita en la

región Norte trataremos de esbozar o recuperar la información que nos presente un

panorama de la región sur de la Audiencia de Quito para el siglo XVII.

60 Debido al clima ardiente y sumamente malsano de los valles del río Chota-Mira, los indios eran trasladados de

zonas altas como Otavalo, Atuntaqui, San Pablo o Cotacachi, no soportaban vivir en el clima, es por eso que la

investigadora Coronel lo ha nombrado como como “Valle Sangriento”, retomado por Emmanuelle Bouisson,

“Esclavos de la tierra: Los campesinos negros del Chota Mira, siglos XVII-XX, En Procesos, revista ecuatoriana de

historia, Nº 11, Corporación editora Nacional, Quito, 1997, p. 46 61 Rosario Coronel, El Valle sangriento 1580-1700: de los señorios de la coca y el algodón a la hacienda Cañera

Jesuita, …, 1987, p. 108 62 Germán Colmenares, Las haciendas jesuitas en el virreinato de la Nueva Granada durante el s. XVIII, Bogotá,

Ed. Extensión Cultural. Universidad Nacional de Colombia. 63 Pablo Macera, Trabajos de historia, T III, Lima, 1969.

26

LA HACIENDA JESUITA EN LA REGIÓN SUR DE LA REAL AUDIENCIA

DE QUITO, SIGLOS XVI Y XVII.

En la región sur a mediados del siglo XVII la explotación de ciertas minas aún se

mantenía, dicha explotación que con el tiempo se vería truncada por la sequía de los

socavones y galerías64.

Lo que obligará a la utilización de parcelas de tierras, sobre todo el ganadero que exigirá

una menor fuerza de trabajo, pero junto a él se repite la propiedad de carácter

minifundista pero con una estricta funcionalidad, que será nutrida de mano de obra

adicional, fuera de sus peones siervo propios y de las limitadas mitas de hacienda.

Al decaer la explotación de la plata en el alto Perú; a mediados del siglo XVII, entró en

crisis la producción textil quiteña, dicha crisis obligaría a que mitayos de las

comunidades se convirtieran en siervos de la gran hacienda lo que los absorbió dentro

de sus dominios de tierras comunales y en gran medida los flujos mercantiles de la gran

propiedad rural65.

Para los años 40 del siglo XVII se habían establecido ya los Jesuitas en el territorio de

Cuenca, las órdenes religiosas que les precedieron y éstos, comenzaron a recibir

concesiones de tierras o solares urbanos, como también predios rurales. Entre las

órdenes religiosas que en la zona de Cuenca habían mostrado interés en las tierras rurales están

las Conceptas, los Jesuitas y las Carmelitas, que de acuerdo a Deborah Truhan66:

“tenían todos [los] intereses económicos extensos y diversificados que en

el campo incluían la cría de ganado y el cultivo de la caña de azúcar en las

tierras subtropicales, además de la agricultura de subsistencia…. Así mismo

64 Claudio Cordero Espinoza; Lucas Achig Subía; y Adrián Carrasco Vintimilla, “La región centro Sur”, 1989, p. 17 65 Claudio Cordero Espinoza; Lucas Achig Subía; y Adrián Carrasco Vintimilla, “La región centro Sur…, 1989, p.

18. 66Deborah L. Truhan, Apuntes para la historia de Cuenca, 1557-1730. Poder político, Iglesia y actividad económica,

Cuenca, Museo Pumapungo, Ministerio de Cultura, 2010.

27

estaban mejor distribuidas geográficamente por el Corregimiento de Cuenca, y

las tres tenían tierras contiguas a pueblos de indios. Estas órdenes dan la

impresión de haber tenido una administración más enérgica de sus posesiones

rurales, no solamente por la venta de las tierras misceláneas innecesarias que

heredaron o que fueron adquiridas por los conventos a través de las dotes de las

novicias o de las cobranzas de los “rezagos” de los censos, sino mediante la

compra activa de tierras adicionales”.

Se debe de tener en consideración de acuerdo a Silvia Palomeque que la mayor parte de

la población accedía a la posesión de la tierra pero que está, no era una situación

homogénea dentro del espacio regional. “Las zonas más cercanas al centro -Cuenca,

Gualaceo, Azogues-tendrían una mayor presencia de pequeñas y medianas unidades de

producción, y las zonas más alejadas -Cañar, Girón y Paute-eran aquellas donde

hegemonizaban las haciendas”67

Dichas haciendas sur andinas se especializaron y desarrollaron en el siglo borbónico por

la creciente demanda de alimentos, productos medicinales, cueros y sebos no sólo de

sus centros urbanos (Cuenca y Loja). De acuerdo con Leonardo Espinoza y Lucas

Achig lo dominante en las haciendas del Hatun Cañar sería la producción de cereales,

ya que se contaba en las comunidades con la mano de obra requerida para su laboreo

mientras que en lo valles de Cuenca, lo que predominaba era la presencia de la hacienda

cañícola nutridas por el esfuerzo de la economía campesina conservando elementos y

características de la hacienda Lojana o Cañari.

67 Silvia Palomeque, La sierra sur (1825-1900), en Maiguashca, Historia y región, pp. 113-114.

28

Debido a la persistencia de técnicas rudimentarias68 que constituían las relaciones

serviles de producción y de “ayuda mutua”, en donde existía una dominación ideológica

del hacendado que se encargaba de sojuzgar al campesino69.

La iglesia no solamente formaba el aparato ideológico de la superestructura social a

finales del siglo XVII y durante el siglo XVIII sino que además constituía una

institución vinculada de manera directa a la estructura económica, a tal grado, que se

estableció como el mayor latifundista tanto de la región norte como en la región sur de

la Audiencia de Quito, al igual que se apuntalaba como uno de los grandes

administradores del trabajo y excedente generado por la sociedad indígena –

campesina70.

En la cúspide de la pirámide social se ubicaron dos tipos de hacendarios, los unos

ligados al estado colonial y a la iglesia, es decir que fueron los funcionarios públicos y

eclesiásticos urbanos, quienes se encargaban tan solo de visitar sus propiedades en

tiempos de siembra y cosecha, especialmente durante la cosecha inclusive paralizando

las actividades administrativas y políticas de Cuenca71.

Mientras que la base de la pirámide estaba conformada por los campesinos

minifundistas y los indios de la comunidad que gracias la mita colonial eran explotados

de manera inmisericorde. Que se convirtió en un enemigo silencioso de todos los indios

quintos ya que a todos quitaba la libertad y en la persecución de este designio a muchos

68 Leonardo Espinoza y Lucas Achig, “Aspectos Socio económicos de la sierra centro sur en el siglo XVIII: formas

de producción y estructura social, en La sociedad Azuayo Cañari, Tomo I, Compilador Leonardo Espinoza, editorial

el Conejo, 1989, p. 114 69 Al crear una “explicación” natural y eterna de subordinación y discriminación a un mundo jerarquizado en lo

divino y humano contando con el apoyo eficaz de la iglesia como productora y reproductora de una ideología de

subordinación, tomado de Leonardo Espinoza y Lucas Achig, “Aspectos Socio económicos de la sierra…; 1989: 115 70 Ídem., p. 115. 71 Ídem., p. 115-116.

29

quita la tierra e incluso la vida Que para los autores en mención significaba un castigo

implantado por la ira divina que caía sobre estos pueblos72

De acuerdo a los datos expuestos por Espinoza y Achig el espacio con mayor

concentración de población no indígena se encontraba localizado en Cañaribamba

(actual cantón Santa Isabel) que contó con un 43,2 % de blancos y mestizos y apenas un

6.6% de negro libres y esclavos, a entender la mitad de la población y la porción faltante

la integraban los indios73.

Este tipo de composición étnica estuvo vinculada aun régimen hacendario singular en la

provincia en le que se entrelazan las diversas fuerzas de trabajo en lo agroindustrial

cañícola para la elaboración de aguardiente, raspadura de panela, azúcar. En efecto a

está actividad económica de Cañaribamba convergieron relaciones de producción como

la jornalería practicada tanto por blancos como mestizos, al igual que la ejercían los

indios “conciertos” y de esclavitud, es decir negro comprados para el trabajo de

plantación como en ningún otro lugar a tal punto que el 76.5 % de esclavos estuvieron

concentrados en este partido74.

La orden de los Jesuitas en la región sur, específicamente en Cuenca contaba con doce

haciendas hasta 1767, la falta de estudios aún no han permitido entender cuantos de los

12 “colegios” se desarrollaron durante el siglo XVII, pero de acuerdo a los trabajo

presentado por autores como German Colmenares se puede identificar los siguientes

colegios jesuitas: Machángara, Cuadras de Guzhil, cuadras del Ejido, Guarangos,

Gullanzhapa, Tortopali, Racar –Hato Sanzay, Tejar- molinos, San Pedro, San Javier,

72 Ídem., p. 119 . 73 Leonardo Espinoza y Lucas Achig, “La gobernación colonial de Cuenca: formación Social y producción mercantil

simple “en La sociedad Azuayo Cañari, Tomo I, Compilador Leonardo Espinoza, editorial el Conejo, 1989, p. 80. 74 Ídem., p. 80

30

Portete (GS), Gualdéleg (GS)75. De acuerdo a los estudios de Cushner, éste solamente

logra identificar cuatro propiedades en la región para la épcoa de 1704: Machángara,

Yunguilla (la más productiva), Cañaribamba y Tarqui. Será en las primeras décadas del

siglo XVIII que se expanden hacia Cañaribamba y donde se producen conflictos con los

caciques del pueblo de la Asunción, anejo de Cañaribamba76. La compra de tierras de

Cañaribamba fue hecha al cacique de esta misma parcialidad.

En la antes citada obra Poloni, basándose en el inventario de bienes jesuitas al momento

de su expulsión logra identificar que existieron ocho haciendas jesuitas77. De las que no

se conocen las extensiones reales debido a que el corregidor Joaquín de Merisalde

encargado de esta operación de expulsión no las registró de manera sistemática

mantiene Poloni.

Dentro de las propiedades que constaban en el inventario de los títulos de propiedad se

ve que la hacienda San Javier, situada en el valle de Yunguilla dedicada a la agricultura

comercial y a la ganadería se había constituido por medio de compras y abarcaba una

superficie de por lo menos doscientas ochenta y dos cuadras. De las cuales sostiene

Poloni veinticuatro se encontraban plantadas con caña de azúcar, al igual que el poder

de los jesuitas se reflejaba en la cantidad de cabezas de ganado que por lo general

constituían miles de cabezas78.

75 Germán Colmenares, “La hacienda en la Sierra Norte del Ecuador: Fundamentos económicos y sociales de una

Diferenciación Nacional (1800-1870)” en Procesos, revista ecuatoriana de historia nº 2, Quito, Corporación Editora

Nacional, 1992, pp. 57-58; las siglas de (GS), de acuerdo a la simbología propuesta por el Autor del artículo hace

referencia a a los nombres tomados de la lista del Dr. González Suárez. 76 Ver Deborha Truhan, “Apuntes para la historia…”, p. 16. 77 Apenas ocho de las doce que postula Germán Colmenares, quizás cuatro no fueron tomadas en consideración por

Poloni - Simard a lo mejor no las pudo ubicar en la información que recabó 78 En lo concerniente a las nueve propiedades de los jesuitas San Javier, San Pedro Tortapali, Portete, Gullansapa,

Machángara, Racar-Saucay, Garangos más el Tejar de Cuenca, presenta lo importante del ganado: 2347 vacas, 1331

ovejas, 654 yeguas y 48 caballos, 318 mulas y 311 burros. (Silvia Palomeque, “Historia Económica de Cuenca”,

art.cit., p. 131-132; retomado por Poloni Simar, El Mosaica Indígena…, 2006 p. 423

31

3 Mapa de Sidcay que se adjunta a los actos seguidos por el protector de naturales del pueblo de Sidcay. Azuay,

ANE, Mapas y Planos, 1792

De acuerdo a las fuentes primarias analizadas Poloni, logra establecer que al término

del siglo XVII y en el primer tercio del XVIII “se experimentó una serie de malas

cosechas, combinadas con dos problemas epidemiológicos, dibujan un problema difícil

para la región presentan un período difícil para la región. No hay decenio que no

conociera años malos ya sea en lo agrícola o demográfico”79. Para 1689, Marcos Casco,

cura de Cañaribamba hacía referencia al hambre que sujetaba a los indígenas como

79 Jacques Poloni - Simard, “El mosaico Indígena: Movilidad estratificación social…,”2006, pp. 409 – 410.

32

resultado de años consecutivos de malas cosechas80, A finales del siglo XVII los precios

por fanega oscilaba entre los veinte y treinta reales81.

CONCLUSIONES

La hacienda de los Jesuitas ha demostrado ser un importante componente socio-

económico durante la época colonial del Siglo XVII en la región serrana de la Real

Audiencia de Quito, tanto las comunidades como las haciendas no constituían dos focos

productores sino que llegaron a formar dos universos sociales, dónde sin la presencia de

la mano de obra indígena, dichos complejos hacendarios no se hubiera desarrollado,

peor aún hubieran podido alcanzar los niveles a los que llegaron.

Durante este periodo de auge colonial, se conformó un mercado laboral y productivo

que llegó a su mayor desarrollo y más alto nivel durante el siglo XVII en los territorios

de la Audiencia de Quito, de igual manera, se puede observar un vínculo muy fuerte

entre la iglesia y el Estado colonial.

En esta época la actividad agrícola se encontraba íntimamente relacionada con la

producción textil, en especial la producción artesanal doméstica. También fue

importante en la economía de la época, la manufactura obtenida de los obrajes tanto

legales como no legales, privados o de las órdenes religiosas, los obrajes que se inician

desde el siglo XVI para atender la necesidad de la población indígena crecieron de

manera considerable hasta alcanzar cifras muy importantes durante el siglo XVII, en el

distrito Norte de la Audiencia de Quito, en donde se concentraban la mayor cantidad de

obrajes.

80 Ídem., p. 410. 81 Jacques Poloni - Simard, “El mosaico Indígena: Movilidad estratificación social …”,2006, p. 411.

33

Las órdenes religiosas en este caso la de los Jesuitas desarrollaron un sólido y sostenido

crecimiento hacendario, al igual que un complejo entramado social en el que

demuestran un control administrativo absoluto y dominio de los espacios donde se

establecen a lo largo del territorio de Quito, ocupando tierras fértiles y productivas.

El poderío de la Compañía Jesús, fue palpable en la Sierra Norte, y muchos estudios y

obras históricas así lo demuestran, a pesar de la poca investigación que se ha hecho

sobre su presencia en la región Sur, fue también muy importante, pues la cantidad de

bienes que llegan a tener en su corto periodo de permanencia así lo demuestran, pues el

desarrollo en una región en donde lo único que buscaban los hacendarios particulares

pertenecientes a las más altas cúpulas políticas y administrativas era el prestigió social y

no un desarrollo económico sostenido, lo que difieren de los Jesuitas sobre quienes se

dice que sobresalen por lo eficiente de su administración, disciplina y estructura, que

ayudó al desarrollo de dicha región.

Las fuentes bibliográficas, teóricas y conceptuales de las que me he valido para el

desarrollo del trabajo, se publicaron principalmente durante década de los setentas y

ochentas pero que hasta el momento no ha vuelto a ser tratados, con una que otra

excepción más reciente. A partir del análisis del corpus bibliográfico disponible, se

puede concluir que existe una urgente necesidad de profundizar la investigación sobre

esta singular y compleja historia social-económica y cultural de la hacienda jesuita, de

las relaciones sociales internas, de los impactos en los paisajes culturales de las regiones

donde se establecieron, y sobre las implicaciones culturales, políticas e incluso

territoriales de su presencia, no cabe olvidar que las finanzas de la hacienda serrana,

financió las misiones de los jesuitas en el Oriente, es decir en el Alto Marañón o Alto

Amazonas, en Mainas, Pastaza, etc.

34

En la realización de esta monografía, pude constatar que la temática necesita de un

mayor interés por parte de la academia y de la investigación sistemática, en particular el

estudio del siglo XVII en la región Sur de la Sierra. Coincido con la apreciación de

Christiana Borchart de Moreno, quién sostiene que la mayor parte del siglo XVII se

caracteriza no por la falta de documentación, sino por la falta de investigación. Es

necesaria la ampliación de la investigación sobre la historia agraria, este campo del

conocimiento histórico, todavía está en deuda.

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