La Guerra Fría y el Paraguay

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La Guerra Fría y el Paraguay

LA GUERRA FRÍA Y EL PARAGUAYAndrew Nickson

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Directores de la Colección: Herib Caballero Campos Ignacio Telesca

Diseño y Diagramación: Denis Condoretty

Corrección: Milciades Gamarra

I.S.B.N.: 9-789995-314507

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

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Esta edición consta de 15 mil ejemplares

mayo, 2014

TOMO

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Andrew Nickson

La Guerra Fría y el Paraguay

Contenido

Prólogo .......................................................................................................... 13

Introducción ................................................................................................. 15

I- Cambios en el panorama mundial – la Guerra Fría ........................... 17

II- Las crecientes relaciones de EE.UU. con Alfredo Stroessner ........... 22

III- La Doctrina de Seguridad Nacional .................................................... 26

1. La Ley N° 294 “De defensa de la democracia ............................. 28

2. La caza de brujas - el extraordinario caso de la Colonia Fram 29

3. El Caso Caaguazú ........................................................................... 31

4. Los “militantes ................................................................................ 32

IV- El apoyo brindado por Estados Unidos al régimen de Stroessner 33

1. Apoyo diplomático ......................................................................... 33

2. Apoyo económico ........................................................................... 34

3. Apoyo militar .................................................................................. 37

4. El extraordinario caso de Roberto Cubas Barboza .................... 38

V- La complicidad de Estados Unidos en la violación de

derechos humanos durante la dictadura de Stroessner ................ 40

1. Estados Unidos y la “Técnica” ...................................................... 40

2. Robert Thierry ................................................................................. 41

3. Antonio Campos Alum .................................................................. 42

VI- El apoyo de EE.UU. a la lucha antiguerrillera .............................. 48

1. La muerte de Patricio Colmán ...................................................... 52

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VII- Las amistades internacionales del régimen de Stroessner ........ 55

1. La nefasta relación de Stroessner con el régimen de

apartheid en Sudáfrica ....................................................................... 55

2. Las relaciones con Taiwán y la Liga Anticomunista Mundial .......57

VIII- Los años intermedios – re-inventando el comportamiento

de Estados Unidos .............................................................................. 61

1. El affaire Ricord .............................................................................. 62

2. La administración Carter ............................................................... 64

IX- Estados Unidos y la caída de Stroessner ......................................... 67

X- El anticomunismo de Stroessner: ¿convicción o pragmatismo? ..... 71

Conclusiones ................................................................................................ 75

Bibliografía ................................................................................................... 78

Anexo 1 - Cronología de las relaciones entre el régimen

de Stroessner y el gobierno de los Estados Unidos .............. 81

Anexo 2: Embajadores norteamericanos en Paraguay

durante la dictadura de Stroessner ......................................... 84

Anexo 3: Ministros de relaciones exteriores de Paraguay

durante la dictadura de Stroessner ......................................... 85

Anexo 4: Memorándum de conversación entre el presidente

Eisenhower y el presidente Stroessner ................................... 86

Anexo 5: Despacho sobre comunismo ..................................................... 88

Anexo 6: Listado de paraguayos “entrenados en Cuba” ...................... 89

Biografía del autor ...................................................................................... 94

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A la memoria de Aníbal Miranda (1948-2006) y Mar-cial Riquelme (1937-2007), dos grandes paraguayos quie-nes, además de estudiar en Estados Unidos, tuvieron la persistencia en investigar y la valentía de revelar la ver-dadera naturaleza de las relaciones entre las sucesivas administraciones en Washington y el régimen de Alfredo Stroessner en Paraguay.

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“En el campo de las relaciones internacionales, no conozco otra nación que se haya levantado tan firmemente como la de us-ted en contra de la amenaza del comunismo y esto es una razón del porqué estoy especialmente feliz de estar aquí”.

Richard Milhous Nixon, entonces vicepresidente de Estados Unidos, al llegar en Asunción en visita oficial el día 4 de mayo de 1958.

(El 9 de agosto de 1974 Nixon llegó a ser el primer pre-sidente en la historia de Estados Unidos en renunciar a consecuencia de la amenaza de un juicio político basado en el escándalo de Watergate (una serie de actividades ilegales contra el Partido Demócrata y activistas de iz-quierda, orquestadas con su consentimiento por miem-bros de su “anillo cercano”, 43 de los cuales posterior-mente recibieron condenas de prisión)

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Prólogo

En el 2014 se cumplen 60 años del ascenso al poder de la Re-pública del general Alfredo Stroessner, el 4 de mayo de 1954 y 25 años de su derrocamiento el 3 de febrero de 1989. En ambas fechas el Golpe de Estado fue el mecanismo utilizado, el primero para iniciar al gobierno dictatorial más largo de la historia paraguaya y el segundo para ponerle fin y dar inicio al proceso más prolongado de convivencia democrática en el Paraguay.

Es por ese motivo, que hemos organizado esta Colección con el doctor Herib Caballero Campos, en la cual han aceptado partici-par los mejores especialistas en el período que abarca el stronismo. Hemos considerado que es necesario conocer a cabalidad lo que implicó dicho proceso histórico para no caer en explicaciones sim-plistas. Esta colección es un gran esfuerzo editorial para reflexio-nar desde la historia lo que fue el stronismo y cuáles fueron sus consecuencias en nuestro país.

En este segundo volumen, Andrew Nickson aborda la temática de la “guerra fría” y sus implicancias para el sostenimiento de la dictadura de Alfredo Stroessner. Es sin lugar a dudas un libro in-cisivo y aborda las relaciones con Estados Unidos de una manera clara y sin tapujos.

La relación, deja claro el autor, entre ambos países beneficiaba a ambos: Stroessner contaba con un aliado poderoso, los Estados Unidos aseguraban su ‘patio trasero’. Sin embargo, la dictadura stronista duró treinta y cinco años y los gobiernos estadounidenses variaron de signo político y de intereses. Estos cambios se pueden seguir de la mano de Nickson hasta llegar al rol que le cupo al país del norte en el golpe palaciego del 2 y 3 de febrero de 1989.

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La “guerra fría” es un tema clave: por un lado, para comprender el sostenimiento de la dictadura stronista; pero por otro, es impor-tante porque se viene utilizando, por parte de los que añoran ese régimen dictatorial, como nota exculpatoria de las atrocidades de la dictadura stronista. “Hubo torturas y desapariciones”, recono-cen estos últimos, “pero hay que entender todo esto en el contexto de la guerra fría”. Al margen de que nada justifica el asesinato de un ser humano, ¿qué de cierto hay en esta justificación? ¿Fue Es-tados Unidos cómplice de las violaciones a los derechos humanos ocurridos entre 1954 y 1989?

La obra de Nickson nos ayuda a responder estos interrogantes y sienta bases firmes para seguir investigando en esta tema que va más allá de las relaciones internacionles.

Asunción, abril de 2014

Ignacio Telesca

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Introducción

Alfredo Stroessner fue el dictador que gobernó el Paraguay du-rante casi 35 años, el periodo más largo de cualquier presidente en toda la historia paraguaya. Como hemos señalado en otro trabajo, el régimen de Stroessner descansó en cinco mecanismos cruciales que le permitieron mantenerse en el poder durante tanto tiempo. Cuatro de ellos fueron los siguientes: una fachada democrática, un sistema de represión eficaz, la corrupción institucionalizada y el uso de la ideología nacionalista. En este trabajo estudiamos con mayor detalle la naturaleza del quinto mecanismo de sustento del régimen de Stroessner -el apoyo del Gobierno de los Estados Uni-dos (EE.UU.)- lo cual constituyó la médula de las relaciones ex-teriores del régimen. Veremos que Paraguay estaba mayormente ‘fuera del radar’ de los EE.UU. hasta la Segunda Guerra Mundial y la manera en que la Guerra Fría introdujo un ‘mariage de conve-nance’ mediante el cual el apoyo diplomático, económico y militar de EE.UU. a la dictadura de Stroessner (1954-89) se canjeó por un feroz anti-comunismo en la política, tanto exterior como domésti-ca, de Paraguay.

Durante el largo periodo desde 1954 hasta 1989, como cualquier líder político, Stroessner tuvo que forjar relaciones con otros paí-ses, tanto a su alrededor como en el resto del mundo. En esa época se estaba produciendo un gran cambio a nivel internacional, cam-bio que necesariamente tendría un impacto sobre las relaciones exteriores de Paraguay. Este gran cambio fue la llamada “Guerra Fría”, o sea la división de casi el mundo entero en dos campos antagónicos con ideologías encontradas. El bloque capitalista fue liderado por Estados Unidos de América y el bloque comunista fue liderado por la entonces Unión Soviética. Veremos la manera en que Paraguay, país pequeño y pobre ubicado en el corazón de América Latina, región del mundo muy cercana a EE.UU., vendría a caer bajo la fuerte influencia de ese ‘poder global’ durante el stro-nismo.

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Uno segundo cambio, a nivel regional, fue el desplazamien-to de Argentina por Brasil, su pujante vecino y principal aliado de EE.UU. en la región durante la Guerra Fría, como el líder del Cono Sur de América Latina. La creciente influencia brasilera en las relaciones exteriores de Paraguay, proceso que se inició antes de Stroessner pero que se consolidó durante su mandato, tendría consecuencias muy nefastas para el desarrollo económico del país. Esto se vería en dos áreas principales: la falta de aprovechamien-to de su gran recurso hidroeléctrico y el creciente monocultivo de soja en el sector agrícola. Sin embargo, esta triste historia es tema para otro libro.

Cabe mencionar que durante el transcurso de este libro se cita frecuentemente a la obra de Frank Mora y Jerry Cooney, titulado Paraguay and the United States: Distant Allies. Aunque sea la bibliografía más reciente y extensa sobre las relaciones entre Para-guay y Estados Unidos, las apreciaciones de los autores sobre las mismas durante la Guerra Fría y el régimen de Stroessner parecen muy exageradas y merecen ser cuestionadas.

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I Cambios en el panorama mundial – la Guerra Fría

Hasta la década de 1940 el Gobierno de Estados Unidos tuvo muy poco interés en el Paraguay. A diferencia de las potencias eu-ropeas, demostró un notable desinterés en la Guerra de la Triple Alianza (1865-70) – a tal extremo que al terminar la guerra su Go-bierno tardó hasta 1888 en nombrar un cónsul en Paraguay y fue solo en 1914 cuando se acreditó un embajador norteamericano con residencia en Asunción. Después del fracaso de la ‘Comisión de los Neutrales’ –liderada por los EE.UU.- en evitar las hostilidades entre Paraguay y Bolivia, Washington tuvo poco incidencia en la diplomacia durante la Guerra del Chaco (1932-35).

Sin embargo, existía un cierto interés norteamericano tanto geopolítico como económico, dado que la exploración en el nor-te del Chaco había revelado la existencia de grandes depósitos de petróleo y gas natural. Después de ser nombrado ministro en Washington a principios de 1938, José Félix Estigarribia, el máximo héroe paraguayo durante la guerra, forjó una estrecha amistad con el Secretario de Estado de EE.UU., Cordell Hull.

Fue solo cuando Estigarribia llegó en forma imprevista en Bue-nos Aires el 2 de julio de 1938 que se pudo evitar el peligro de un fracaso total en las negociaciones de paz y, como dicen los au-tores Mora y Cooney, “… sin ninguna autorización desde Asun-ción, él tomó el liderazgo de la delegación paraguaya”. En vista de estos hechos extraordinarios, no es de sorprender que muchos estudiosos creen que el Gobierno de los EE.UU. tuvo injerencia en la demarcación fronteriza definitiva en el Tratado de Paz. Cual-quiera sean estas intenciones más estratégicas, la mediación de los EE.UU. señaló efectivamente un punto de inflexión en el fortaleci-miento de los vínculos entre los dos países.

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De hecho al poco tiempo, con la declaración de la Segunda Gue-rra Mundial (1939-45) Estados Unidos empezó a ofrecer asistencia económica y militar al Paraguay con la finalidad de contrarrestar la creciente influencia de Alemania en el Río de la Plata. En 1942 se estableció el Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola (STICA), institución que cimentó la base para el posterior Servicio de Extensión Agrícola y Ganadera (SEAG) dentro del Mi-nisterio de Agricultura y Ganadería (MAG).

El acuerdo para establecer una misión militar norteamericana se firmó en diciembre de 1943 y durante la guerra el Gobierno de EE.UU. entregó significantes montos de equipo militar a la Fuer-za Aérea Paraguaya (FAP). La creciente presencia económica es-tadounidense y el inicio de un programa de ayuda externa gra-dualmente desalinearon a Paraguay de la órbita de los poderes del Eje, con su desenlace final en la tardía declaración de guerra - en febrero de 1945 - en contra de Alemania.

Al producirse la victoria de los aliados y la derrota del régimen fascista de Adolf Hitler en Alemania, el Gobierno de EE.UU. em-pezó a presionar al autoritario presidente paraguayo de aquel en-tonces, Higinio Morínigo, a democratizar el país con miras a neu-tralizar poderosos grupos pro fascistas de su entorno, tales como el Frente de Guerra (militares) y los tiempistas (civiles). De hecho, en junio de 1946 fueron legalizados los partidos de oposición y se ini-ció una breve ‘primavera democrática’ de seis meses de duración. Pero con la aprobación tácita de los EE.UU., el Partido Colorado tomó el control político el 13 de enero de 1947 en coalición con las Fuerzas Armadas bajo el liderazgo del mismo Morínigo.

Este acontecimiento marcó un hito en la historia política de Pa-raguay. En forma casi inmediata se desencadenó una sangrienta guerra civil de la cual el Partido Colorado salió vencedor, tomando una terrible venganza contra sus adversarios vencidos y estable-ciendo las bases de un mando autoritario sobre el país que ejer-cería durante los siguientes 61 años, siete meses y dos días hasta que finalmente terminó su dominio el 15 de agosto de 2008, siendo para esa fecha el partido político de mayor duración continua en el poder en el mundo.

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Cabe resaltar que esta lucha fratricida en Paraguay –la Guerra Civil de 1947- coincidió con el comienzo de la Guerra Fría entre EE.UU. y la Unión Soviética, las dos potencias que habían sido aliadas durante la guerra y que habían salido victoriosas al derro-tar al régimen fascista de Hitler. Muy pronto el mundo se dividió en dos imperios y muy pocos países que pudieron mantener su independencia en esta lucha geopolítica.

América Latina cayó netamente bajo el “imperialismo nortea-mericano” y, como consecuencia, el anti comunismo llegó a ser el determinante principal de la política exterior de EE.UU. hacia América Latina, incluyendo a Paraguay. Su estrategia hacia el sub-continente se basaba más que nada en la preocupación por mante-ner “la seguridad hemisférica” contra el “peligro rojo”. Con esto, Estados Unidos asignó “legitimidad” a los Gobiernos latinoameri-canos de acuerdo a la orientación de sus respectivas políticas exter-nas más que por sus credenciales democráticas.

Stroessner con Franco en Madrid

El interés específico de EE.UU. en Paraguay se basaba en es-tas consideraciones militares y estratégicas, más que en intereses puramente económicos. Aún para 1975 se estima que la inversión norteamericana en Paraguay alcanzó solamente US$100 millones,

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una de las cifras más bajas en toda la región. Casi la única inver-sión privada norteamericana de significancia durante el stronismo fue la empresa taninera y ganadera, International Products Corpora-tion (IPC), que se estableció en 1917 y que dejó de existir en 1979.

A pesar de esta reducida inversión norteamericana, Paraguay ocupaba un lugar clave como “Estado colchón” en la geopolítica del subcontinente. Situado en el corazón de Sudamérica, Asunción es casi equidistante de todas las principales capitales de la región. Santiago (Chile), La Paz (Bolivia), Brasilia (Brasil), Buenos Aires (Argentina), y Montevideo (Uruguay) todas se encuentran a una distancia de entre 1.600 y 2.000 km.

Conforme con el pensamiento paranoico de la Guerra Fría, si Paraguay fuera a “caer” bajo el control de un Gobierno izquierdis-ta, significaría esto una amenaza para el área del Cono Sur donde sí estaba concentrado el grueso de las inversiones norteamericanas. La ubicación geográfica del Paraguay lo convertiría en un lugar muy apropiado para “exportar la revolución” y para servir como base para exiliados revolucionarios en el subcontinente. Como lo señaló claramente un despacho confidencial del embajador nortea-mericano Ageton al Departamento de Estado en Washington con fecha del 4 de marzo de 1955 sobre ‘La situación militar en Para-guay’,

“La relativa debilidad e inestabilidad de Paraguay preocupa a Estados Unidos y (el país) tiene importancia en cuanto a su locali-zación estratégica en el mismo corazón de Sudamérica. Si Paraguay fuese dominado a complaciente con el Comunismo, su localiza-ción central le otorgaría gran ventaja estratégica para la infiltración Comunista a los cinco países circundantes (sic)”.

Tomando en cuenta estas consideraciones ideológicas, al esta-llar el 8 de marzo de 1947 en Concepción el levantamiento contra Morínigo, el Gobierno de EE.UU. se preocupaba, más que cual-quier otra cosa, por la participación del Partido Comunista Para-guayo (PCP) en las filas de la oposición insurgente. Aún cuando

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el PCP fuese un partido muy pequeño, había crecido rápidamente durante la “primavera democrática”. Contaba con destacados diri-gentes obreros como Alfonso Guerra y Obdulio Barthe y un líder, Óscar Creydt, con gran capacidad intelectual, capaz de debatir y combatir los argumentos de los líderes de los partidos tradiciona-les de entonces. Además el PCP contaba con una larga trayecto-ria de lucha y sacrificio contra la injusticia social, tanto durante la época liberal como durante el Gobierno de Morínigo, algo que le ganaba cierta simpatía hasta en sectores conservadores.

Gracias en parte al apoyo brindado por el Gobierno de Juan Do-mingo Perón en Argentina y también por el Gobierno de EE.UU., Morínigo y el Partido Colorado salieron victoriosas de la Guerra Civil de 1947. Pero aunque los colorados ganaron, sus crecientes vínculos económicos con el cada vez más “antiamericano” Gobier-no peronista durante los años posteriores a 1947 alentó la para-noia en los círculos de inteligencia de EE.UU. de que el peronismo seguía ganando cada vez más espacio en Paraguay. Por esta ra-zón, miraron con mucha sospecha al Gobierno de Federico Chaves (1949-54).

Por más que fuese un Gobierno colorado, las relaciones eco-nómicas con Argentina se tornaron aún más estrechas durante su presidencia con la firma en 1953 de la Unión Paraguaya-Argen-tina. Por estas razones, el Gobierno de EE.UU. apoyó con fervor y quizás fue cómplice del derrocamiento de Chaves por Alfredo Stroessner en mayo de 1954.

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II Las crecientes relaciones de EE.UU. con Alfredo Stroessner

De hecho, desde hacía varios años el Gobierno de EE.UU. esta-ba preparando el terreno para el futuro régimen de Stroessner. Los militares norteamericanos habían empezado a cultivar una amis-tad con él desde los principios de los años 1950. El 13 de octubre de 1951 fue nombrado comandante-en-jefe de las Fuerzas Armadas a la temprana edad de 39 años. En 1953 fue invitado a participar en un curso para oficiales mayores en Fort Leavenworth, Estado de Kansas. Después de graduarse del curso, el Secretario del Ejército Robert Stevens le invitó a realizar una gira durante mayo a junio de 1953 por varias unidades militares en los Estados Unidos.

Cuando visitó la sede del Primer Cuerpo del Ejército en Governor’s Island, Nueva York, recibió un tratamiento ‘de gala’. Posteriormente visitó la Zona del Canal de Panamá a invitación de general Emil C. Kiel, comandante-en-jefe de las fuerzas aéreas de los EE.UU. en el Caribe donde se reunió con la plana mayor del Comando Sur de Defensa. En vista del estrecho contacto es-tablecido con él y la presencia in situ en Asunción de una Misión Militar estadounidense y oficiales de inteligencia, la afirmación de los autores Mora y Cooney que en mayo de 1954, Stroessner “…realizó un golpe de Estado, sin el conocimiento de los EE.UU.” peca mucho de ingenuidad. Además, como nos cuenta Miranda, “… una anotación para el periodo del golpe militar señala que el Archivo Nacional de Washington no tiene aún archivos decimales desde mediados de marzo hasta principios de mayo de 1954. Estos se mantienen secretos hasta la fecha”.

Pocas semanas después de su golpe del 4 de mayo de 1954 que derrocó a Chaves, Stroessner viajó a Lima, Perú donde se reunió con enviados del Departamento de Estado llegados de Washington

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y del Strategic Command, Comando Estratégico, de las Fuerzas Ar-madas de los EE.UU. con base en Panamá. Como cuenta Miranda, “No fueron reuniones sociales. En apretadas jornadas, el grupo de trabajo diseñó la sustancia de lo que sería el Gobierno de Paraguay con ayuda de Estados Unidos”.

Menos de tres meses después, la administración norteameri-cana de Eisenhower nombró a un militar como jefe de la misión diplomática en Paraguay - el vice-almirante en situación de retiro, Arthur Ageton. Como nos señala Miranda, Ageton “…no sola-mente vendría a manejar las relaciones bilaterales a nivel político y económico, sino también militar. No parece casualidad que su designación haya coincidido con la llegada de Stroessner al poder. A partir de su arribo a Asunción se iniciaría una relación personal directa y estrecha ‘de militar a militar’ entre ambos”. En marzo de 1955, menos de un año después del golpe, el mayor general Robert Douglass, jefe de la delegación norteamericana al Comité de Defensa Interamericano, visitó a Stroessner en Asunción. Tanta fue la influencia norteamericana sobre su Gobierno que en mayo de 1956, cuando reestructuró su propio gabinete, Stroessner pri-mero presentó una lista de candidatos al embajador Ageton para que le den su visto bueno antes de anunciarlo públicamente: “El presidente (Stroessner) dio al Embajador (Ageton) esta mañana la lista del nuevo Gabinete a promulgarse esta tarde…” (telegrama número 260 del 16 de mayo de 1956 de la embajada norteamerica-na al Departamento de Estado).

Evidentemente, el Gobierno de EE.UU. tuvo un rol central en el mantenimiento del régimen durante su fase de consolidación a cambio de su postura visceralmente anticomunista en el fragor de la Guerra Fría. Esta postura le ganó la reputación en Washing-ton de ser uno de sus aliados más confiables en América Latina, tal como Stroessner recalcó cuando se entrevistó con el presidente Eisenhower en Panamá en julio de 1956 en ocasión de la conme-moración de la primera conferencia interamericana (ver Anexo 4). Muy pronto Asunción tendría una de las embajadas de mayor ex-tensión física en las Américas y albergaría la estación principal de la CentraI Intelligence Agency (CIA) y “puesto de escucha” dirigida al monitoreo del tráfico radial de todo el Cono Sur. Las represen-

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taciones paraguayas en las Naciones Unidas y en la Organización de Estados Americanos (OEA) seguían fielmente las directivas de los Estados Unidos, fungiendo de “voto seguro” para la potencia del norte.

En 1962, por ejemplo, Paraguay demandó que la OEA actuara militarmente contra la revolución cubana. Para demostrar su fiel-dad, en 1965 Stroessner envió un contingente de 200 efectivos de apoyo a la invasión norteamericana de la República Dominicana para derrocar el Gobierno de Juan Bosch, tachado de “izquierdis-ta”. Ese mismo año el Gobierno paraguayo firmó la Selden Reso-lution, decreto que autorizó la intervención de tropas norteameri-canas al territorio paraguayo en caso de la amenaza de lo que se calificaba con mucha imprecisión como “el comunismo internacio-nal, directamente o indirectamente”.

Stroessner con Eisenhower en Panamá

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Durante su visita oficial en marzo de 1968 a los Estados Unidos, Stroessner demostró su apoyo incondicional a la entonces invasión norteamericana en el Sureste de Asia al ofrecer enviar tropas para-guayas a Vietnam. Durante la misma visita, en una conferencia de prensa, dijo que consideraba al embajador norteamericano “como uno miembro más de su gabinete”.

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III La Doctrina de Seguridad Nacional

El sustento ideológico del anti-comunismo durante la Guerra Fría fue la llamada National Security Doctrine, Doctrina de Seguridad Nacional, la cual tendría un fuerte impacto en el pensamiento de los sectores conservadores, tanto militares como civiles, en Améri-ca Latina. Fue ideada por los sucesivos Gobiernos de los Estados Unidos y difundida mediante el entrenamiento de los distintos ejér-citos latinoamericanos en la Escuela de las Américas en la Zona del Canal de Panamá. Allí, durante casi cuarenta años, eran enviados militares procedentes de distintos países latinoamericanos, inclu-yendo a Paraguay, para instruirse en técnicas de contrainsurgen-cia: interrogatorios mediante torturas, infiltración, inteligencia, se-cuestros y desapariciones de opositores políticos, combate militar y guerra psicológica. La Doctrina de Seguridad Nacional, proceden-te de los Estados Unidos, tuvo un terrible impacto sobre la política latinoamericana durante la Guerra Fría, produciendo una serie de dictaduras militares en el Cono Sur, cada una fuertemente imbuida con su pensamiento: la de Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), el Proceso de Reorganización Nacional en Argentina (1976-1983), Juan María Bordaberry en Uruguay (1973-1985), y por supuesto la de Al-fredo Stroessner (1954-89) en Paraguay.

El argumento esencial de la Doctrina de Seguridad Nacional era que la Unión Soviética podría expandir su influencia en la re-gión no solo mediante conflictos armados sino a través de la “pe-netración ideológica” de sectores de la misma sociedad latinoame-ricana. Por eso, el papel de las Fuerzas Armadasa latinoamericanas en la defensa hemisférica no debería estar restringido solamente a la defensa de la “frontera territorial” de la nación contra un ataque por parte del enemigo externo sino de defender la “frontera ideo-lógica” contra la amenaza del “enemigo interno”.

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Esta reinterpretación del papel tradicional de las Fuerzas Ar-madas les abrió a la posibilidad de “luchar” dentro del territorio nacional contra la amenaza comunista. Así se justificó el golpe militar y la instauración de una dictadura militar, la prohibición de los partidos políticos y la negación de la democracia represen-tativa. Para peor, esta guerra total “para defender la civilización occidental” no sería necesariamente en contra de extranjeros sino básicamente en contra de sus propios ciudadanos, quienes habían sido “infectados” por el “virus” comunista.

Esta absurda idea de que el pueblo del propio país podía consti-tuir una amenaza a la seguridad nacional cobró vitalidad después de la revolución cubana en 1959. En la retorcida mentalidad de los creyentes de la doctrina, esta supuesta “enfermedad comunista” quitaría al ciudadano su estatus de sujeto de derecho, justificando así la sistemática violación de los derechos humanos de disidentes latinoamericanos durante la Guerra Fría, quienes fueron tacha-dos con el mote de “subversivos”, “terroristas” y “traidores a la patria”. Este terrible conjunto de consecuencias de la Doctrina de Seguridad Nacional llegó a ser llamado “Terrorismo de Estado”.

De hecho, Paraguay fue el único país que llegó a formalizar – en 1980 - ese nuevo papel de las Fuerzas Armadas en la “lucha interna”. El Artículo 42 de la Constitución de 1967 había definido la función principal de las Fuerzas Armadas como custodio y ga-rante de la soberanía nacional y la integridad territorial del país. Sin embargo, la nueva ley 882 de Estatuto Militar, que introdujo una reestructuración de las Fuerzas Armadas, les dio también “…la función de garantizar la seguridad interna del país en colabo-ración con otras instituciones de poder nacional”. Este nuevo én-fasis principal en la seguridad interna, que reflejaba la Doctrina de Seguridad Nacional, también formalizó la estrecha relación, ya vigente, con el Partido Colorado.

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1. La Ley N° 294 “De defensa de la democracia”

Ya en el primer año de la dictadura fue promulgada -con evi-dentes miras a quedar bien con la administración Eisenhower- una ley draconiana que incluía la esencia de la Doctrina de Seguridad Nacional. En su primea parte, La Ley N° 294 ‘De defensa de la democracia’ de 17 de octubre de 1955 “castiga a los que se alzaren con mano armada contra los poderes constituidos para suplantar total o parcialmente la organización democrática republicana de la Nación, por el sistema comunista o cualquier otro régimen totali-tario” (Art.1). En la segunda parte, la ley castiga no solo a quienes se alzaren, sino a quienes difundieren la doctrina comunista: Art. 2: “Serán reprimidos con la pena de seis meses a cinco años de penitenciaría: 1) Los que difundieren la doctrina comunista o cua-lesquiera otras doctrinas o sistemas que se propongan destruir o cambiar por la violencia la organización democrática republicana de la Nación. 2) Los que organizaren, constituyeren o dirigieren asociaciones o entidades que tengan por objeto visible u oculto

Stroessner con Pompidou en París

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cometer el delito previsto en el inciso precedente”. No había ni hábeas corpus ni recurso legal de ninguna clase frente a la Ley 294. Como nos informan Neri Farina y Boccia Paz:

“Dicha ley, además, era un garrote en manos del General [Stroessner] pues permitía acusar de comunista a cualquiera que se opusiera a su Gobierno. Al mismo tiempo, instituyó la obligato-riedad de la delación. Todo funcionario estaba forzado por esa ley a denunciar a su prójimo ante la menor sospecha de que fuera co-munista. Si no, él mismo podría ser acusado de connivencia con el sospechoso. Dicha ley determinaba también que el Ejecutivo clau-suraría cualquier instituto de enseñanza que no excluyera de sus cuadros a aquel directivo, docente o administrativo que estuviera afiliado “ostensible u ocultamente” al comunismo”.

Cabe mencionar tres llamativas expresiones del fuerte impacto de la Doctrina de Seguridad Nacional sobre el pensamiento militar y civil durante la dictadura de Stroessner: el atraco a la Colonia Fram (1955), el Caso Caaguazú (1980) y el surgimiento de la fac-ción ‘militante’ en el seno del Partido Colorado (1984).

2. La caza de brujas - el extraordinario caso de la Colonia Fram

Un ejemplo muy temprano y emblemático de la influencia de la Doctrina de Seguridad Nacional sobre el aparato represivo del ré-gimen fue el ataque a la pacífica comunidad de Fram, ocurrido en marzo de 1955, a menos de un año de que Stroessner accediera al poder. Este extraordinario caso demuestra lo absurdo, lo torcido, lo cínico y lo ridículo de las acusaciones para justificar la violación de derechos humanos bajo el amparo del anti-comunismo. Fue presagio de muchas otras barbaridades a pacíficas comunidades rurales a ocurrirse durante en los años siguientes del stronismo, tales como Itacurubí de la Cordillera (1965), Jejuí (1975), y Acaray-mí (1980).

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Fram se creó en 1920 como colonia agrícola a unos 50 kms al norte de Encarnación en el departamento de Itapúa. Fue fundado en un terreno de 68.000 hectáreas por Pedro Cristophensen, un rico empresario sueco radicado en Buenos Aires. La colonia fue pio-nera en la introducción de trigo al Paraguay y pronto alcanzaría el rango de municipio. A diferencia de otras colonias agrícolas de la época, sus inmigrantes extranjeros fueron oriundos de varios países europeos diferentes, principalmente Ucrania, Polonia y Bie-lorrusia. Pero lo que les unió fue el hecho de que casi todos los que llegaron a Fram habían huido a Paraguay del terror montado por el Gobierno comunista de Josef Stalin. Sin embargo, en marzo de 1955 el pueblo de Fram fue brutalmente reprimido debido a una supuesta “influencia comunista”.

Muy deseoso de demostrar sus credenciales anticomunistas en los albores de la Guerra Fría para así tener acceso a los pingües dólares de la ayuda norteamericana, las huestes de Stroessner in-tentaron “descubrir” subversivos y comunistas por donde fuera y hasta, como en este caso extremo, cuando los supuestos “enemigos internos” fueron en realidad anti-comunistas. Estos pobres inmi-grantes de Europa del Este fueron blancos fáciles. Horror de horro-res, hablaban ruso y recibieron cartas y a veces diarios “escritos en ruso” desde sus parientes en la Unión Soviética.

Por motivo de su techaga`u, de vez en cuando los pobladores de Fram organizaban festejos culturales en su comunidad. Durante uno de ellos, a principios de marzo de 1955, cantaron el Himno nacional de Paraguay además del Himno nacional soviético, solo por ser el de su país de origen. Además lo hicieron en presencia de autoridades invitadas del régimen, incluyendo el jefe de Policía local, comisario Scappini. Pero tal como ocurriría con mucha frecuencia en el futuro, el aparato de régimen sintió la necesidad de inflar cualquier incidente fuera de toda proporción para así justificar el terrorismo de Estado. El diario del régimen, Patria, en su edición del 26 de marzo de 1955, llevaba el titular “Sorprendente insurrección de colonos comunistas en la zona de Itapúa”. Con esto, se oficializó la falsa acusación. Como nos cuenta Jorge Rubiani en su revelador trabajo sobre el caso, La tra-gedia de Fram (2006), ahora solo faltaba poner en marcha las “institu-ciones de la República” para aplicar la brutal sentencia.

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En una gran redada, la totalidad de los hombres adultos fueron llevados presos. En reacción, sus mujeres salieron a la calle para denunciar el atropello, creando así “disturbios públicos”. En el es-tilo periodístico tan mentiroso que sería su norma en adelante, Pa-tria comentaba su comportamiento de la siguiente manera: “Con motivo de la detención de estos agentes rusos, los demás colonos desplegaron una intensa agitación en la colonia, llegando a soli-viantar el espíritu de gran parte de ellos, hasta el punto de llegar a atropellar la alcaldía local, imponiendo a mano armada la libertad de los detenidos”.

Según el órgano del Partido Colorado, el número de “insurgen-tes” detenidos llegó a 400, o sea casi la totalidad de la población masculina de Fram y parte de la de Carmen de Paraná. Gracias a la interrogación – intimidación, tortura y palizas – la Policía pudo identificar los “cabecillas” y, según su edición del 26 de marzo de 1955, reducir la cifra original a unos cien detenidos. Estos poblado-res fueron llevados a Encarnación, y finalmente, los quince líderes más “peligrosos” entre ellos fueron enviados a Asunción donde fueron brutalmente torturados. Tanto fue el trauma entre la pobla-ción de Fram que el acontecimiento trágico fue tapado por 50 años hasta la publicación del libro de Roberto Zub, Tierra, Trabajo y Religión (2004). Hoy en día Fram (que significa “adelante” en no-ruego) es un modelo de excelencia en el suministro de servicios municipales. Tiene su propio seguro municipal de salud y su nivel de desarrollo humano está a la par de los países del sur de Europa.

3. El Caso Caaguazú

El llamado ‘Caso Caaguazú’ es ejemplo emblemático de la res-puesta desproporcionada de las fuerzas de contrainsurgencia frente a cualquier evidencia del “enemigo interno”, tal como aconseja la Doc-trina de Seguridad Nacional. El 8 de marzo de 1980 veinte campesi-nos de Acaraymí, una pobrísima colonia agrícola establecida en 1972 en el departamento de Alto Paraná, secuestraron un bus de pasajeros en la Ruta VII, rumbo a Asunción. Su motivo es confuso hasta ahora pero algunos dicen que fue con miras a protestar en Asunción por

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la falta de reforma agraria. Después de pasar por un control adua-nero y tirotear un vehículo de la aduana que les perseguía, bajaron del ómnibus en Campo 8, departamento de Caaguazú. Sin alimentos ni agua, y casi ninguna arma y ningún apoyo logístico, de ahora en adelante estaban totalmente a merced del despliegue de una masiva operación de contrainsurgencia que involucraba a varios miles de soldados. Las fuerzas de seguridad los ubicaron en la tarde del 11 de marzo y después de pocos días, diez integrantes fueron apresados, asesinados y enterrados en un cementerio desconocido en San Anto-nio-mí, cerca de Caaguazú. Otros nueve integrantes quedaron pre-sos, incluyendo dos niñas de dieciséis y doce años respectivamente. Cualquiera haya sido el motivo, el régimen decía que planeaban un levantamiento armado. Y aunque los campesinos no habían matado ni lastimado ni una sola persona ni civil ni militar, así “se justificó” la respuesta tan contundente que derivó en diez asesinatos llevados a cabo por las fuerzas de contrainsurgencia, entrenadas por los EE.UU. bajo la Doctrina de Seguridad Nacional.

4. Los “militantes”

Tercero, el surgimiento en 1984 de los “Militantes Combatien-tes Stronistas”, facción extremista dentro del Partido Colorado al-rededor de la figura de Mario Abdo Benítez, entonces secretario privado de Stroessner, reflejaba la expresión más nítida de la in-fluencia de la Doctrina de Seguridad Nacional en círculos políticos paraguayos. En 1986, José Eugenio Jacquet, miembro del ‘cuadri-nomio de oro’ de los militantes y entonces ministro de Trabajo y Justicia, al recibir en su despacho a una delegación de derechos humanos compuesta de sindicalistas británicos, les contó que se estaban preparando para “la tercera guerra mundial”. Paradójica-mente, la ascendencia de los militantes generó serios problemas con el Gobierno de EE.UU.. Por más que su ideología se basaba claramente en la Doctrina de Seguridad Nacional, el apoyo que brindaban a Gustavo Stroessner como posible futuro líder del país para remplazar a su padre, puso en jaque los planes de la embaja-da norteamericana para utilizar al general Andrés Rodríguez para dirigir una leve transición a la era pos-Stroessner.

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IV El apoyo brindado por Estados Unidos al régimen de Stroessner

A cambio de esta extraordinaria y exagerada postura antico-munista asumida por su régimen, que hemos detallado arriba, Stroessner recibió un considerable apoyo diplomático, económico y militar de parte de sucesivas administraciones de Estados Uni-dos. Esta “ayuda americana” era tan importante que no sería exa-gerado afirmar que, en su ausencia, se hubiera puesto en jaque la consolidación de su régimen.

1. Apoyo diplomático

Las relaciones diplomáticas entre el régimen de Stroessner y su-cesivas administraciones norteamericanas fueron extremadamen-te cercanas. El entonces vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, realizó una visita oficial a Paraguay el día 4 de mayo de 1958, cuarto aniversario del golpe en 1954 que llevó a Stroessner al poder. Aún cuando durante su visita asistió a una sesión solemne del Congreso en que todos los miembros en ese entonces eran de un solo partido, el Partido Colorado, no tuvo reparos en ofrecer una alabanza a Stroessner que tocó la médula de la relación con el régimen: “En el campo de las relaciones internacionales, no conoz-co otra nación que se haya levantado tan firmemente como la de usted en contra de la amenaza del comunismo y esto es una razón del porqué estoy especialmente feliz de estar aquí”. Según Mora y Cooney, el embajador Walter Ploeser (1957-59) “funcionó como ‘lobbyist’ sin pago para el Gobierno paraguayo”. En 1959 Ploeser se preciaba del significativo aumento de la ayuda económica al Pa-raguay, del esfuerzo dedicado para ayudar a Stroessner en Wash-ington y de sus buenas relaciones con el presidente. Su sucesor, Harry F. Stimson (1959-61), fue aún más favorable al Gobierno de

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Stroessner, pues solicitó a Washington que se incluya al Paraguay en una gira del presidente norteamericano, Dwight David Eisen-hower, al Cono Sur, petición denegada por la Casa Blanca.

En sendas declaraciones públicas, el Gobierno norteamerica-no prestaba un apoyo tácito a la “fachada democrática” de unas elecciones fraudulentas realizadas cada cinco años por el régi-men. En cada una de estas elecciones solo se permitió la partici-pación de una oposición comprada. La visita de Nelson Rockefe-ller, el entonces gobernador de Nueva York, entre 19 y 20 de junio de 1969 provocó las primeras manifestaciones callejeras contra el Gobierno de Estados Unidos, incluyendo la quema en público de la bandera norteamericana. Fueron realizadas por estudiantes se-cundarios y universitarios opuestos a su abierto apoyo brindado a Stroessner. Aún cuando estaban protestando a favor de la de-mocracia, la embajada norteamericana mantuvo un total silencio respecto a la detención, tortura y encarcelamiento de los líderes estudiantiles.

Esta actitud no es de sorprender porque la crítica norteame-ricana a las serias violaciones de los derechos humanos en Para-guay sencillamente no existió. En particular, ni el Department of State (Ministerio de Relaciones Exteriores) ni el American Embassy en Asunción levantó ni la más mínima voz de protesta por la situa-ción agobiante de unos cien “presos políticos de larga duración” que yacían en condiciones infrahumanas en las varias comisarías asuncenas, algunas en pleno centro de la ciudad. La explicación fue sencilla, la gran mayoría de ellos pertenecían a, o eran simpa-tizantes del Partido Comunista Paraguayo y habían sido condena-dos por la Ley N° 294 de 1955 “De defensa de la democracia”.

2. Apoyo económico

El flujo de dinero, tanto del Gobierno norteamericano como del Fondo Monetario Internacional, a instancia de las recomendacio-nes de Washington, fue determinante para la sobrevivencia y con-solidación del régimen de Stroessner durante sus primeras déca-das. A un año del golpe que llevó a Stroessner al poder, en mayo

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de 1955 el Export Import Bank, banco estatal de Estados Unidos, otorgó un préstamo blando de US$7 millones a favor de Corposana para iniciar un sistema de provisión de agua potable en Asunción. Este crédito, de monto muy apreciable para ese entonces, vino a llenar la necesidad de efectivo en un momento de gran vulnerabili-dad del nuevo régimen, dada la voracidad del Ejército y la Policía, que en 1956 absorbían “arriba del 50 por ciento” del presupuesto nacional (Despacho N° 488 de la embajada norteamericana al De-partamento de Estado, del 8 de abril de 1957). En agosto de 1957 se puso en marcha un acuerdo de estabilización con el Fondo Mo-netario Internacional apoyado por US$ 5,5 millones y otro monto igual del Tesoro de Estados Unidos, un total de US$11 millones de crédito “stand-by”, suma apreciable en ese entonces. Entre 1954 y 1960 Paraguay recibió en total unos US$30 millones de ayuda norteamericana, algo muy considerable para ese entonces y fue el tercer destinatario de esos fondos en América Latina.

Esta cooperación se incrementó con la Alianza para el Progre-so del presidente John F. Kennedy, creada en Punta del Este en 1961 para contrarrestar la tentación de guerrillas en Sudamérica y la consolidación de Fidel Castro en Cuba. El 13 de junio de 1961, un enviado especial del Kennedy, el embajador Adlai Stevenson, expresó a Stroessner que la obtención de asistencia financiera, en lo sucesivo, dependería de la presencia de la oposición en el Con-greso “mediante elecciones libres”. El día anterior, sin embargo, Stroessner había expulsado al histórico líder febrerista Rafael Fran-co y al liberal Carlos Pastore cuando intentaron cruzar la frontera desde Argentina con la esperanza de entrevistarse con Stevenson. Además, cientos de personas, la mayoría estudiantes que intenta-ron hacer manifestaciones antigubernamentales coincidentes con su visita fueron arrestados.

A criterio de los autores Mora y Cooney: “Aunque el mensaje público de Washington a Asunción ponía énfasis en las reformas estructurales, el propósito de la visita de Stevenson fue realmen-te una cuestión de imagen política, o sea, obtener concesiones de forma para justificar el apoyo político, económico y militar nortea-mericano”. Debido a estas presiones de Stevenson de ‘mantener apariencias’ para seguir recibiendo el apoyo financiero norteame-

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ricano, una fachada de democracia parlamentaria fue gradualmen-te construida. Esto comenzó en 1963 cuando el grupo Renovación -una pequeña facción liberal- fue oficialmente reconocida como Partido Liberal a cambio de su participación en las elecciones pre-sidenciales de febrero de ese año. Stroessner fue reelecto con el 90,6 por ciento de los votos y el candidato opositor títere –Ernesto Ga-vilán- fue premiado con el puesto de embajador en el Reino Unido.

De hecho, entre 1962 y 1965 el régimen recibió US$ 40 millones en ayuda directa, lo que junto a préstamos de las agencias interna-cionales ligadas a los Estados Unidos sumó casi US$ 80 millones. Sin embargo, los Estados Unidos hicieron la vista gorda al hecho de que mucha de esta ayuda se desvió como resultado de una co-rrupción desenfrenada. A cambio de este largesse de parte de los Estados Unidos durante los años 60 se efectuaron solamente re-formas simbólicas y se despilfarró una proporción mayor de esta ayuda. Como nos recuerda Neri Farina,

“Del dinero que ingresaba, sólo una parte era destinada a obras públicas. El resto se repartía entre los jerarcas políticos y militares con absoluto desparpajo. Los norteamericanos sabían de esto, pero se consolaban con el anticomunismo rabioso de Stroessner. Los ro-jos no entrarían mientras los colorados mandaran. El Rubio, por su parte, miraba indolente a sus cortesanos sumidos en una impú-dica repartija de bienes públicos. Esto constituía lo que, tratando de acallar la voz de alguna famélica conciencia, se denominaba El precio de la paz”.

La aseveración de los autores Mora y Cooney de que la Alianza para el Progreso “contribuyó a la modernización de la infraestruc-tura y el crecimiento económico, creando la base (mediante una red carretera) del cual surgió el ‘boom’ económico en los años 70” es muy cuestionable, por dos razones. Primero, el aumento en la extensión de la red carretera fue sumamente limitado. El kilome-traje total de rutas pavimentadas en el país aumentó solamente de 91 km en 1954 a 261 km en 1968, un promedio de menos de 12 km

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por año. Segundo, y aún más importante, el ‘boom’ de los 70 fue casi totalmente producto de un factor exógeno, o sea, la construc-ción de la represa de Itaipú, la planta hidroeléctrica más grande del mundo.

3. Apoyo militarEntre 1946 y 1989 la ayuda militar norteamericana a Paraguay

llegó a US$31 millones, casi todo en forma de donación. Durante este periodo un total de 1.874 miembros de las Fuerzas Armadas paraguayas recibieron entrenamiento por parte del Gobierno de Estados Unidos, inicialmente en sus bases en la Zona del Canal de Panamá tal como Fort Gulick y a partir de 1984 en Fort Ben-ning, Georgia en los Estados Unidos mismo. El valor de la asis-tencia militar, limitado al inicio, se multiplicó por diez entre 1962 y 1965 (administraciones de los presidentes Kennedy y Johnson), época en que también creció la cooperación en inteligencia. Entre 1962 y 1969, unos 400 oficiales del ejército paraguayo recibieron formación en academias y escuelas norteamericanas en métodos

Escuela de las Américas en Panamá

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de contrainsurgencia catalogados como “comunismo y democra-cia, asuntos civiles, operaciones psicológicas, desarrollo nacional y operaciones clandestinas”, en territorio de los Estados Unidos y en la Zona del Canal de Panamá. El nuevo Colegio Militar “Mariscal Francisco Solano López”, construido en 1972 en Capiatá, fue finan-ciado con un préstamo blando del Gobierno de Estados Unidos.

4. El extraordinario caso de Roberto Cubas Barboza

El militar Roberto Cubas Barboza (1929-89) fue producto em-blemático del programa de asistencia militar norteamericano al régimen de Stroessner. Guaireño de origen, tuvo una destacada carrera militar dentro de la Caballería del Ejército. Era un oficial ejemplar, y fue enviado varias veces a instruirse en instalaciones militares en EE.UU.. Contaba con la admiración y aval de la em-bajada norteamericana en Asunción, cuyo personal le consideró el prototipo del “militar moderno”. Prueba de esta confianza, bajo presión de la embajada y a pesar de su juventud, con rango de Tte. coronel fue seleccionado para comandar el contingente paraguayo de 185 efectivos que apoyaron la invasión norteamericana a la Re-pública Dominicana desde el 26 de junio de 1965 hasta su salida el 29 de julio de 1966.

Llegó al Caribe inculcado con una visión de ese país basado en la Doctrina de Seguridad Nacional, supuestamente amenazado por el comunismo internacional. Pero la experiencia de ver tanta miseria y corrupción tuvo un profundo impacto sobre el pensa-miento de Cubas Barboza. Empezó a cuestionar el argumento de que la amenaza del comunismo justificaba el sustento a Gobiernos autoritarios en América Latina. A su regreso, y mediante discur-sos, charlas y escritos, empezaba a abogar por la democratización en Paraguay, actitud insólita asumida por un oficial militar del entonces. Muy pronto las hazañas de Cubas Barboza llegaron a los oídos de Stroessner. Durante un breve lapso fue detenido bajo arresto militar y se le sacó el comando de tropas. Fue a estudiar en EE.UU. pero a su regreso fue obligado a retirarse del servicio

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activo bajo amenaza de no seguir con su proselitismo. Cubas Bar-boza murió en forma trágica en un accidente aéreo cuando desem-peñaba la función de jefe de seguridad de Itaipú Binacional. Sus Memorias (2007), publicadas en forma póstuma, dan testimonio de la evolución de su pensamiento político.

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V La complicidad de Estados Unidos en la violación de derechos humanos

durante la dictadura de Stroessner

Si bien sucesivas administraciones norteamericanas prestaron un fuerte apoyo diplomático, económico y militar al régimen de Stroessner, fue su complicidad en aumentar la capacidad del régi-men de instaurar la flagrante violación de derechos humanos lo que merece la mayor crítica. Como hemos visto arriba, la difusión de la propaganda basada en la Doctrina de Seguridad Nacional fue un factor principal que contribuyó a la escalada en el uso de la tortura y la desaparición de detenidos políticos como método de amedrenta-miento de la ciudadanía en el transcurso del stronismo. Ya en mayo de 1956 el mismo embajador norteamericano, Arthur Ageton, pre-paró un largo despacho sobre “la amenaza comunista” en Paraguay para el Departamento de Estado en Washington (ver Anexo 5).

1. Estados Unidos y la “Técnica”

La complicidad del Gobierno de Estados Unidos en la sistemá-tica violación de derechos humanos en el Paraguay tiene su expre-sión más contundente en el establecimiento y montaje de un de-partamento especializado de la Policía responsable por la tortura y desaparición de detenidos políticos durante casi toda la época stronista. La Dirección Nacional de Asuntos Técnicos (DNAT) –co-nocida como “La Técnica”– fue ubicada en la calle Chile 1072 entre Manduvirá y Jejuí en pleno centro de la ciudad capital. La eviden-cia al respecto fue revelada en documentos del Archivo del Terror, el conjunto de detallados informes históricos de la Policía política que fue descubierto en diciembre de 1992 y que desde mediados de la década de 90 se encuentra en el Centro de Documentación y

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Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos (CDyA) de la Corte Suprema de Justicia.

Con la finalidad de eliminar “el enemigo interno”, el Paraguay fue seleccionado en 1956 como uno de los primeros países latinoa-mericanos en recibir este tipo de “programa de entrenamiento po-licial”. Así fue que, en plena concordancia con el dictado de la Doc-trina de Seguridad Nacional, el Gobierno de EE.UU. fue partícipe en el montaje de una unidad especializada de “inteligencia anti-subversiva” en la Policía paraguaya, o sea, la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos (DNAT). Aunque parezca increíble, este apo-yo mesa guýpe se realizó mediante la fachada de un programa de asistencia técnica de la Agencia de Cooperación Internacional, or-ganismo del Gobierno de EE.UU. que antecedió al USAID, supues-tamente dirigido a “la capacitación en la administración pública”. Bajo este programa encubierto, el coronel del ejército norteameri-cano Robert Thierry vino comisionado a Paraguay entre mayo de 1956 y marzo de 1958 con el propósito de dirigir la creación de la temida DNAT dentro de la sede de la Policía Central en Asunción.

2. Robert Thierry

Robert Thierry había nacido en el Estado de Ohio, Estados Uni-dos el 17 de enero de 1909. Fue egresado de la Universidad de Arizona y Diplomado por la Escuela de Leyes de la Universidad de Toledo, Ohio. Se graduó del Army Command and General Staff College y de la Escuela de Inteligencia Estratégica. Fue supervisor de la sección de Inteligencia, y coordinador de funciones de Inteli-gencia y Prácticas Investigativas. Antes de llegar a Paraguay, había peleado en la guerra de Corea. Varios documentos en el Archivo del Terror hacen referencia a su misión en Paraguay.

En un memorándum secreto de la embajada de los EE.UU. en Asunción, dirigido al State Department, Departamento de Estado, con fecha 17 de noviembre de 1955, el primer secretario de dicha representación diplomática, Andrew B. Wardlaw, hace referencia a un pedido del Gobierno paraguayo para el envío de un “técnico policial” al Paraguay. El embajador de los EE.UU. del entonces,

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Arthur A. Ageton, en un memorándum “estrictamente confiden-cial” se dirigió al entonces ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, Hipólito Sánchez Quell, en fecha 30 de noviembre de 1955, para informarle que, a pedido del Ministerio del Interior, el Gobierno de los EE.UU. había aceptado enviar al Paraguay un “experto en asuntos anticomunistas para colaborar con el Servicio de Inteligencia Política del Ministerio del Interior que se dedica a combatir las actividades comunistas en el país”. Por memorándum del 25 de septiembre de 1956, la Embajada de los EE.UU. informó al Departamento de Estado que Thierry llegó a Asunción en mayo del mismo año con un contrato de seis meses en calidad de police advisor, asesor policial, para trabajar en el Ministerio del Interior, específicamente en el establecimiento de una oficina anticomunis-ta en ese ministerio.

El mismo documento señala que el Gobierno paraguayo estaba muy complacido con el buen trabajo que venía realizando Thierry. De hecho, a solo tres meses de su llegada al país, el Ministro del Interior, Édgar Linneo Ynsfrán, había solicitado a su par del Minis-terio de Relaciones Exteriores la continuidad del “asesor técnico” norteamericano por dos años más. Según lo manifestado por Yns-frán, su labor había sido “muy satisfactoria y sumamente benefi-ciosa para nuestro país”.

El memorándum de septiembre de 1956 solicitó que su contra-to sea extendido por un año más debido al excelente potencial de éxito que tiene el establecimiento de la oficina anticomunista. En una carta con fecha del 25 de septiembre de 1956 dirigido al De-partamento de Estado en Washington, Wardlaw recomendó “muy favorablemente” el pedido de extensión del contrato de Thierry, “quien colaboraba con el Ministerio del Interior en la creación de una oficina anticomunista”, lo cual es aceptado.

3. Antonio Campos Alum

La contraparte nacional de Thierry fue el siniestro Dr. Antonio Campos Alum, el único director de la DNAT durante toda su exis-tencia. Campos Alum fue, sin alguna duda, el principal cerebro de

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contrainteligencia del régimen de Stroessner. Al inicio contó con el apoyo del jefe de la III Sección del II Departamento del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, mayor José Butlerov, quien había participado en la incursión militar a Fram en marzo de 1955.

Hombre culto, discreto, de perfil bajo, que nunca desplegó ac-tividad política ni tuvo visibilidad pública, Campos Alum sirvió como enlace clave del régimen con la CIA y el FBI de los Estados Unidos. Recibió entrenamiento en los EE.UU. por primera vez en-tre julio a septiembre de 1957. Bajo la etiqueta de “lucha anticomu-nista”, estableció una red extensiva de informantes de la Policía.

Campos Alum duraría en el cargo de director de “la Técnica” durante todo el transcurso del stronismo, y hasta después. Increí-blemente, fue solamente al descubrir el Archivo del Terror el 22 de diciembre de 1992 -casi cuatro años después del derrocamiento de Stroessner- que el Gobierno de presidente Rodríguez mandó clau-surar la DNAT. Desde ese momento Campos Alum estaba prófugo, siendo buscado por la justicia por crímenes de lesa humanidad. Aun así, pudo mantener su libertad en el país hasta su deceso natural a los 92 años el 13 de febrero de 2012 en las afueras de Asunción.

Antes de terminar su misión, el mismo Thierry presentó una autoevaluación de su labor en forma de un memorándum al mi-nistro Édgar Ynsfrán, con fecha del 20 de marzo de 1958, en el cual rindió su homenaje a Campos Alum, a continuación:

Sr. Ministro:

Habiendo pasado un año y nueve meses en las circunstancias más disfrutables, al haber trabajado con su ministerio, y habiendo a estas alturas completado la misión que me fue asignada en su país, me permito aprovechar esta oportunidad para escribir un breve memorándum sobre mis actividades. Con respecto a la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, S.E. ha sido suficientemente bien aconsejado y puesto al corriente hasta el presente. Estoy seguro de que bajo la dirección del Dr. Antonio Campos Alum, esta pequeña, pero potente organización, continuará rindiendo el mismo servicio altamente eficiente que (ha tenido) desde su creación. Me permito

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señalar al mismo tiempo, que con apoyo y amplios recursos para trabajar, los horizontes de la DNAT (Dirección Nacional de Asun-tos Técnicos) son ilimitados.

El objetivo fundamental de la misión de Thierry fue instruir al personal paraguayo en las técnicas más eficaces para “comba-tir al comunismo”, lo cual supone que incluyó también el uso de la tortura para extraer confesiones. Como recalcó el investigador Marcial Riquelme, testimonios de líderes estudiantiles, gremiales y políticos de la época coincidieron en señalar que a partir de la creación de la DNAT se comenzó a utilizar la tortura sistemática (o sea, la aplicación de descargas eléctricas, inmersión en la pileta (un baño lleno de excremento), golpes en las zonas más vulnera-bles del cuerpo, revisión médica para calibrar el volumen de la descarga a ser aplicada en cada caso, etc.) con el fin de arrancar confesiones a los detenidos. Antes de esa fecha, el tratamiento ge-neralizado era violento y primitivo (o sea, patadas, golpes de puño y latigazos, plantones, etc.) pero carecía del “refinamiento metodo-lógico” y devastador que vino desde afuera mediante el aporte del Gobierno de Estados Unidos, lo que el mismo Thierry califica en su carta de despedida como “servicio altamente eficiente”.

El tipo de programa en que se encontraba Thierry se desarro-lló con algunas variantes desde 1956 hasta 1963 aproximadamen-te. Hay documentos que hacen referencia al presupuesto para la instalación de un Programa de Seguridad Pública en el Paraguay, cuyo costo operativo para el año fiscal 1965 sería de US$ 55.000, para cubrir los salarios de dos técnicos policiales de tiempo com-pleto a razón de US$ 24.000 anuales cada uno, más los gastos de envío de cuatro oficiales a la Academia Interamericana de Policía en Panamá. Según un memorándum del 8 de octubre de 1963, “Este proyecto se inscribe en el contexto de los programas de contrain-surgencia de los Estados Unidos y está dirigido para desarrollar la capacidad de la Policía para enfrentar efectivamente los elementos subversivos y sus operaciones, incluyendo los disturbios civiles y otros esfuerzos de insurgencia de un nivel más bajo que las opera-ciones militares, etc.”

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Bajo la dirección de Campos Alum y con el asesoramiento de Thierry y otros, la Técnica, tal como se hizo conocida, muy pronto se convirtió en el centro neurálgico de la violación de derechos humanos por el régimen stronista y pasó a ser el principal centro de tortura, muerte, desaparición y lesiones físicas y psicológicas de miles de detenidos políticos a lo largo de más de tres décadas del stronismo. Aún cuando la Comisión de Verdad y Justicia constata que al menos treinta detenidos fueron asesinados en la misma Téc-nica, el número verdadero es probablemente muy superior.

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Campos Alum, Pasaporte ofi cial

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Campos Alum, Pasaporte ofi cial

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VI El apoyo de EE.UU. a la lucha antiguerrillera

Entre 1959 y 1961 el régimen de Stroessner enfrentó su más se-ria amenaza hasta entonces cuando sectores de la oposición inten-taron derrocarle mediante incursiones armadas desde Argentina. En otro libro, Las Guerrillas del Alto Paraná, hemos estudiado con detalle estas lamentables experiencias, tanto de la Columna Libertad del Movimiento 14 de Mayo (M-14), de inspiración li-beral, como la Columna Ytororó del Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA), de inspiración comunista. Ambos intentos terminaron en la más absoluta derrota. Aún cuando no fuese un factor principal que explica el éxito del régimen en neutralizar la oposición armada, cabe resaltar el apoyo logístico brindado por el Gobierno de Estados Unidos a las fuerzas de contrainsurgencia en ese entonces.

A pesar de la ausencia total de democracia en Paraguay antes y durante las guerrillas del Alto Paraná, la coyuntura geopolítica esos años neurálgicos de la Guerra Fría fue el factor predominante que explica el fuerte apoyo de EE.UU a la contrainsurgencia del régimen. Una clara manifestación de este apoyo fue la reacción de EE.UU. hacia la “reelección” de Stroessner, el 9 de febrero de 1958, cuando no se presentó ningún candidato de oposición. Por un lado la Embajada norteamericana en Asunción notaba que “en Para-guay el Partido Comunista es ilegal y para todo propósito práctico también lo son los partidos Liberal y Febrerista pues no les está permitido activar en política de ningún modo y consiguientemente les resulta imposible presentar candidatos para la presidencia o el congreso”. No obstante ello, el presidente de Estados Unidos, Dwight David Eisenhower, más adelante felicitó por carta a su

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“gran y leal amigo” Stroessner, con motivo de su reasunción al mando presidencial el 15 de agosto del mismo año.

De hecho, el régimen recibió un gran flujo de información de las agencias de espionaje norteamericano acerca de los contactos político-militares del M-14 y FULNA en Buenos Aires, La Habana y Caracas, lo cual se canalizó a través de la DNAT, bajo la dirección de Campos Alum. Una parte importante de esta información ayu-dó a las fuerzas de contrainsurgencia para identificar supuestos simpatizantes de los movimientos armados. Por ejemplo, la Cen-tral Intelligence Agency (CIA) preparó un listado de 40 paraguayos “Entrenados en Cuba en la Escuela de Guerrillas”, lo cual fue ex-tendido al régimen de Stroessner y encontrado posteriormente en el archivo de las Fuerzas Armadas (ver Anexo 6).

La Fuerza Aérea paraguaya transportaba las unidades de com-bate en aviones DC-3 y C--47 facilitados por el Gobierno de EE.UU. a las improvisadas pistas de aterrizaje en el Alto Paraná cercano a los lugares de enfrentamiento con el M-14 y FULNA. El Gobierno norteamericano prestó asimismo asistencia técnica de expertos en contrainsurgencia que trabajaron estrechamente con las tropas de la Caballería e Infantería comandadas por los generales Hipólito Viveros y Patricio Colmán. A través de estos asesores, la misión militar norteamericana en Asunción (USARMA) se mantuvo muy bien informada de los acontecimientos en el lejano Alto Paraná, tal como demuestra un cable (ver gráfico) enviado el día 26 de diciem-bre de 1959 al Departamento de Estado. En el mismo, USARMA informa con detalle acerca de la primera incursión efectuada por el M-14 unos cinco días antes, el 21 de diciembre. Llamativamente, el cable revela que “USARMA visitó el área de Puerto Embalse y Encarnación el 23 de diciembre. Entrevistas con fuerzas del Go-bierno y prisioneros confirman el informe previo de esta oficina de que los reportes en la prensa y radio han exagerado la revolución en Paraguay. Creemos que nada más de 250 personas invasores ar-mados han entrado al país desde que empezó la invasión”. O sea, el cable da a entender que miembros de USARMA seguían tan de cerca los acontecimientos que pudieron hasta realizar entrevistas con prisioneros.

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Los hallazgos efectuados por la Comisión de Verdad y Justicia (CVJ) han aportado mucha información sobre las guerrillas de Alto Paraná. Según su informe final publicado en 2009, al menos 59 per-sonas fueron ejecutadas y otras 336 desaparecieron en Paraguay durante la dictadura de Stroessner (1954-1989). La gran mayoría de estas ejecuciones extrajudiciales se realizaron durante la época

Aerograma del USARMA

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del conflicto con las guerrillas del Alto Paraná, sin que la opinión pública tomara conocimiento de los mismos y sobre los cuales has-ta hace poco existía poca documentación. Por ejemplo, no se sabe el número exacto de guerrilleros que murieron. Como parte de una gran campaña propagandística contra los “guerrilleros muertos en combate”, el 16 de julio de 1960 el diario asunceno El País pu-blicó un listado oficial de 81 insurgentes pertenecientes al M-14 y al FULNA, quienes supuestamente murieron en combate con las fuerzas de seguridad. A este listado no se agregaban nombres de combatientes heridos ni detenidos por la sencilla razón de que no los hubo. Pero gracias a la misma admisión de los reveladores do-cumentos de la contrainsurgencia publicados por Milda Rivarola (Letras de sangre) sabemos que esta cifra fue una considerable subestimación. Aún sin incluir los muertos en la “gran invasión” de diciembre de 1959, el detallado listado “Bandidos componentes de la Columna Libertad del M-14 que invadieron el 27 de abril 1960 en C. A. López” nombra 54 “fallecidos” y 38 “desaparecidos” (Rivarola: 165-173) y el listado “Bandidos comunistas componen-tes de la Columna Ytororó, que invadiera en Pto. San Rafael el 15 de junio” nombra 51 muertos (Rivarola: 175-181).

La comparación que efectúa Rivarola de las personas nombra-das en estos dos listados con la información en los telegramas y ci-frados de las agrupaciones operativas confirma que la gran mayo-ría de ellos no murieron en el combate sino que fueron ejecutados después de ser capturados. Seguro que la cifra real es aún superior cuando se incluya la muerte de civiles acusados de colaborar con los insurgentes. Los pocos prisioneros que lograron salvar sus vi-das fueron capturados por las contadas unidades militares cuyos oficiales de carrera se negaron a cumplir las órdenes de ejecución dadas por los sanguinarios generales Hipólito Viveros y Patricio Colmán; esto se dio sobre todo durante la primera “gran invasión” de M-14 en diciembre de 1959. Los pocos que pudieron salvar la vida pasaron a prisiones, sin ser sometidos a juicio. Miranda esti-ma que el saldo total de muertos entre 1959 y 1962 fue de unos 250 muertos entre combatientes y no combatientes.

Sin embargo, una carta dirigida al Gral. Beverly Jones, jefe de la Misión del Ejército norteamericano en Paraguay y fechada el 6

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de junio de 1960 –en plena época de la contrainsurgencia– el Gral. Leodegar Cabello le comunica los nombres de los tres militares paraguayos que asistirían –a invitación del Gobierno de Estados Unidos- a una conferencia latinoamericana militar en la Zona del Canal de Panamá entre 8 y el 12 de agosto del mismo año. Dos de los nombrados, el Gral. Hipólito Viveros y el Cnel. Marcial Al-borno, por la propia admisión de los telegramas y cifrados de las agrupaciones operativas del R.I. 14 y del diario del mismo Alborno publicado por Rivarola, fueron culpables de graves crímenes de lesa humanidad. A pesar de esto, el Gobierno de Estados Unidos no tuvo reparos en invitarles a una reunión cumbre de militares latinoamericanos.

1. La muerte de Patricio Colmán

A pesar de la derrota de las guerrillas del Alto Paraná en 1959-61, el Partido Comunista Paraguayo había establecido otra unidad guerrillera del FULNA, la Columna Mariscal López, en el cerro Kaundy, cercano a la compañía 4 de Julio de Piribebuy, departa-mento de Cordillera. En la noche del 24 de mayo de 1960, trece in-tegrantes de la Columna Mariscal López al mando de Celso Ávalos Ocampos atacaron el pueblito de Barrero Grande (hoy en día, Eu-sebio Ayala) en un intento frustrado de desviar la atención de las fuerzas de seguridad de la llegada al país de la Columna Ytororó. Curiosamente, los integrantes de la columna no fueron identifica-dos en la gran represión de mediados del año 1960. Después de la destrucción de Ytororó, los integrantes de la columna Mariscal López se dedicaron con un muy bajo perfil al trabajo de concien-ciar al campesinado desde su base en las remotas colinas detrás de Acahay. La desmoralización causada por el aislamiento y las difí-ciles condiciones de vida terminaron en peleas internas entre los integrantes de la columna. Para peor, el 6 de junio de 1963 uno de sus principales líderes, Wilfrido Álvarez, murió cuando la Policía allanó una casa en la calle Guaraní en Asunción a pocas cuadras de la Avenida Fernando de la Mora. En marzo de 1964 las fuerzas de seguridad montaron una sistemática ofensiva de contrainsur-gencia a los campesinos en los alrededores de Piribebuy, a quienes

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se les sospechaba de colaborar con los guerrilleros. Después que el comité central del PCP rechazó su pedido de envío de armas, en abril de 1965 la columna realizó un intento fallido de robar armas en Santa Elena, en el departamento de Cordillera.

La respuesta del régimen fue feroz. Varios cientos de campesi-nos fueron apresados en los departamentos de Paraguarí y Cordi-llera y en una conferencia de prensa en septiembre de ese año el Ministro del Interior, Édgar Ynsfrán, anunció que la Columna Ma-riscal López había sido destruida. En realidad, este éxito se debió más a la infiltración por parte de agentes policiales entre los nue-vos miembros reclutados a la columna desde 1963 que a cualquier información extraída mediante la tortura de los detenidos.

Posteriormente en ceremonias realizadas por el régimen en cuatro distritos del departamento de Cordillera, y en presencia forzada de sus respectivas comunidades, grupos de campesinos apresados en la represión fueron “rebautizados” por sacerdotes después de renunciar “a Satanás, a sus pompas y al comunismo”.

Increíblemente, un grupo muy reducido de la Columna Maris-cal López logró sobrevivir a la gran represión de 1965 y quedar en la zona por cinco años más con casi ningún apoyo logístico. Durante ese lapso su líder, Artu-ro López, cuyo seudónimo fue Agapito Valiente, se convirtió en una especie de leyenda popu-lar. Pero en 1970 López viajaba al exterior escondido en la ma-letera de un automóvil, cuando fue delatado por un primo suyo, Blas Cristaldo, quien fungía de chofer para el movimiento clan-destino. Interceptado por milita-res el 17 de mayo de 1970 en la Ruta II a la altura de Cerro Guy, al pie de Cerro Caacupé, distri-to de Ypacaraí, fue nada menos

Patricio Colmán

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que el propio general Patricio Colmán quien abrió la maletera, re-cibiendo un disparo de López, quien fue acribillado al instante por fusileros de R.I.14.

En agosto de 1972 Colmán murió en el hospital militar Walter Reed, de Washington, Estados Unidos, posiblemente a consecuen-cia de las heridas recibidas de López, aunque existe otra versión según la cual había sido gravemente herido por un pariente suyo en un confuso incidente ocurrido sobre la avenida Mariscal Ló-pez de Asunción. Fuese cual fuese la verdad sobre el origen de su enfermedad, de cualquier manera llama mucho la atención que el Gobierno de Estados Unidos haya permitido el ingreso del san-guinario Colmán a un hospital militar de su país. Además de ser un momento de alta tensión diplomática entre los dos países por el affaire Ricord, para esa fecha Colmán ya era reconocido en los medios internacionales como sádico asesino de docenas de prisio-neros durante la lucha guerrillera ocurrida una década antes. Ade-más, posteriormente había utilizado su propia estancia en Santa Elena, departamento de Cordillera para una doble función: para la tortura y eliminación extrajudicial de detenidos campesinos y como pista de aterrizaje para el transporte de drogas. Aún así, la administración de Richard Nixon no tuvo reparos en otorgarle visa de entrada al país.

Para peor, en abril de 2009 la entonces embajadora norteame-ricana, Liliane Ayalde, en un acto que pecaba de muy mal gusto, visitó la Escuela Básica 685 “Patricio Colmán” ubicada a 5 km al norte de La Colmena, en la localidad de Dr. Ramón Delmás, Yb-ytimí, departamento de Paraguarí, para inaugurar una biblioteca comunitaria junto con el director del Cuerpo de Paz en Paraguay, Donald Clark. Parece que el nombre de la escuela no fue motivo de preocupación para la máxima representante diplomática en Para-guay de un país que se jactaba por su preocupación por la defensa de los derechos humanos.

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VII Las amistades internacionales del régimen de Stroessner

Su fuerte apego a un extremo anticomunismo llevó al régimen a forjar vínculos diplomáticos con regímenes en otros lados de mun-do con muy dudosas credenciales. Dos casos son emblemáticos de esta postura internacional, incentivado por los dictados de la Doc-trina de Seguridad Nacional: el régimen racista en Sudáfrica y el régimen de Chiang Kai-shek en Taiwán.

1. La nefasta relación de Stroessner con el régimen de apartheid en Sudáfrica

El régimen de apartheid se estableció en Sudáfrica en 1948. A partir de entonces, la gran mayoría de la población - de color ne-gro – sencillamente no tuvo el derecho de voto. Nelson Mandela, el gran líder del African National Congress (ANC), Congreso Nacional Africano, fue encarcelado desde 1962. Este sistema racista y total-mente antidemocrático fue paulatinamente expulsado por la co-munidad de naciones civilizadas. Sin embargo, en contracorriente a la actitud de la comunidad internacional, en 1963 el régimen de Stroessner estableció relaciones diplomáticas con el régimen de apartheid. Paraguay abrió una embajada en Pretoria, capital de Sudáfrica, en 1973 y en abril de 1974 Stroessner fue el primer jefe de Estado de un país no africano en los últimos veinte años en rea-lizar una visita oficial al país. A partir de esa visita, las relaciones económicas y políticas entre los dos países se expandieron rápida-mente. B. J. Vorster, entonces presidente del régimen de apartheid, realizó una visita oficial a Paraguay entre 13 y el 17 de agosto de 1975. Durante esta visita, su Gobierno firmó un programa de ayu-

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da externa al Paraguay, que incluyó una donación para la cons-trucción del nuevo edificio del Palacio de Justicia, además de prés-tamos blandos al Banco Nacional de Fomento para la importación desde Sudáfrica de fertilizantes y maquinaria para construcción de carreteras. En octubre de 1976 Stroessner envió una de las muy pocas delegaciones extranjeras para asistir a las celebraciones de la “independencia” de Transkei, el primero de los homelands, zonas rurales de baja productividad agrícola a las cuales fue expulsadas la población negra bajo la ideología racista de separate development, desarrollo separado.

También se forjaron vínculos entre las Fuerzas Armadas de am-bos países. En octubre de 1977 el general Andrés Rodríguez realizó una gira por las bases militares de Sudáfrica y en septiembre de 1979 el general Merindol Malan, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Sudáfrica hizo lo mismo en Paraguay. Los estrechos vínculos entre los dos países durante el stronismo reflejaban las similitudes ideológicas, o sea el extremo anticomunismo de am-bos regímenes. Pero también influyó el pragmatismo, o sea sus respectivos deseos para superar un creciente aislamiento interna-cional. Bajo el control del cónsul paraguayo, Justo Eris Almada, desde 1975 hasta 1985 el puerto franco de Paraguay en Parana-guá, Brasil, sirvió como intermediario para el suministro ilegal de armamentos a Sudáfrica, en flagrante contravención al embargo obligatorio decretado el 4 de noviembre de 1977 en forma unánime por la resolución N° 418 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Existen fuertes sospechas de que varios oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas paraguayas estaban involucrados en este negocio ilícito. Las relaciones con Sudáfrica disminuyeron en importancia después de la caída de Stroessner en 1989 y el fin del régimen de apartheid en 1994. Cuando Nelson Mandela asistió como invitado de honor a la cumbre XIV de Mercosur en Ushuaia, Argentina, en julio de 1998, el presidente Juan Carlos Wasmosy le pidió disculpas por el apoyo brindado por Stroessner al régimen de apartheid en su país.

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2. Las relaciones con Taiwán y la Liga Antico-munista Mundial

El régimen de Stroessner inició las relaciones diplomáticas con Taiwán en julio de 1957. Desde entonces Paraguay sigue recibiendo ayuda externa taiwanesa a cambio del voto paragua-yo a favor del reconocimiento de Taiwán como miembro de las Naciones Unidas. Las estrechas relaciones entre los Gobiernos anti-comunistas de Stroessner y el entonces líder taiwanés, ge-neral Chiang Kai-shek, reflejaban su afinidad ideológica. Cabe mencionar que el Gobierno de Taiwán apoyó a la creación del World Anti-Communist League (WACL), Liga Anticomunista Mundial (LAM), organización internacional de extrema dere-cha fundada en Taipei en 1966. Con el dictador Chiang Kai-shek como presidente honorario vitalicio, contaba con financiación directa del Gobierno de Taiwán. Poco tiempo después el Par-tido Colorado se afilió y se formó un capítulo paraguayo de la LAM y un centro de estudios que llevaba el nombre General Rogelio Benítez, jefe de Policía del Presidente Morínigo que fue lastimado al inicio de la guerra civil de 1947 durante un fallido intento por unos 30 militares de tomar control de la sede de la Policía Central. Entre los 16 titulares del capítulo paraguayo de la LAM podemos mencionar a:

General Benito Guanes Serrano, jefe de inteligencia militar (G-2), entrenado en EE.UU., y el principal enlace del régimen con la Operación Cóndor, montado en 1975 por las dictaduras del Cono Sur para el intercambio clandestino y posterior desaparición de presos políticos

Pastor Coronel, temible jefe del Departamento de Investigacio-nes de la Policía Central (DIPC)

Aníbal Fernández, jefe de prensa de la presidencia, responsable por la censura de la prensa

Manfredo Ramírez Russo, fanático ideólogo extremista de la Iglesia Católica, responsable por el monitoreo de la ala progresista de la Iglesia

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Nicanor Fleitas, jefe de la Confederación Paraguaya de Trabaja-dores (CPT), confederación sindical oficialista del régimen y due-ño de una empresa de transporte público

Pero el miembro más llamativo del capítulo era nada menos que Antonio Campos Alum, director de la DNAT, quien personi-ficó la ligazón entre la Doctrina de Seguridad Nacional y el extre-mismo ideológico de ultraderecha representado por la LAM. Un ejemplo concreto del nivel de extremismo del capítulo paraguayo fue una moción dirigida a proceder a la eliminación en toda Amé-

Reunión Capítulo Paraguay de la Liga Mundial Anticomunista

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rica Latina de los sacerdotes y religiosos adeptos de la teología de la liberación, la cual fue presentada por la delegación paraguaya y adoptada por la conferencia mundial de la LAM en 1978.

Paraguay llegó a ser anfitrión del 12° congreso internacional de la LAM, realizado en Asunción el 23 de abril de 1979. El congreso eligió como presidente a Juan Manuel Frutos, desde su fundación en 1963 director del Instituto de Bienestar Rural (IBR), entidad pública que durante el resto del stronismo concedió grandes ex-tensiones de terrenos públicos (tierra fiscal) a precios irrisorios a oficiales superiores de las Fuerzas Armadas y dirigentes del Parti-do Colorado. Ninguna de estas personas resultaba elegible según la legislación de reforma agraria vigente, la cual estaba diseñada para beneficiar a familias sin tierra.

Los donantes locales que contribuyeron a cubrir el costo del 12° congreso internacional de la LAM eran miembros de elite del sector privado paraguayo, tales como Alberto Antebi, Nicolás Bo, Blas Riquelme, y Aldo Zuccolillo, además de la Unión Industrial Paraguaya. Este apoyo financiero demuestra hasta qué punto importantes sectores del empresariado paraguayo compartían la ideología de extrema derecha del régimen, lo cual se corrobora con este mensaje enviado al congreso en nombre de “El empresariado paraguayo”:

“En esta hora de paz fecunda y constructiva del Paraguay… se han congregado en nuestra ciudad capital hombres que en todas las regiones del mundo, luchan por defender la libertad y sobera-nía de sus naciones, contra la agresión imperialista del comunismo internacional que ya esclaviza a numerosos pueblos de la tierra”.

A diferencia del caso del régimen de apartheid en Sudáfrica, las relaciones tan cercanas con Taiwán continuaron después de la caí-da de Stroessner. A cambio de pingües montos de ayuda externa, en 2014 Paraguay fue el único país en América del Sur que seguía reconociendo la República de China (Taiwán) y no la República Popular China (Beijing).

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Presidentes Miembros de la Liga Mundial Anticomunistas en 1973

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XIII Los años intermedios – re-inventando el comportamiento de Estados Unidos

La oposición al régimen aumentó paulatinamente desde fina-les de los años 60. Una supuesta ‘liberalización’ a mediados de la década fue aplaudida por los voceros norteamericanos como evi-dencia de una mayor democratización del régimen. Pero, fue or-questada solamente para otorgar legitimidad a la preparación de la nueva Constitución de 1967, cuyo solo propósito fue permitirle a Stroessner mantenerse en la presidencia durante dos mandatos más, cada uno de cinco años. El apoyo de EE.UU. se mantuvo fir-

Stroessner con Rockefeller en Asunción

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me. A los pocos días de su tercera ‘re-elección’ en 1968 Stroessner recibió el premio de poder realizar su primera visita oficial a los Estados Unidos y el 9 de marzo se encontró con el presidente Lyn-don Johnson. El año siguiente el enviado presidencial Nelson Roc-kefeller realizó una visita oficial a Paraguay. Pero en un marcado contraste al ‘silencio popular’ durante la visita del vicepresidente Richard Nixon en 1958, como hemos visto, su llegada en Asunción el 19 de junio de 1969 provocó las primeras protestas estudiantiles en contra del apoyo de EE.UU. al régimen.

La aseveración de los autores Mora y Cooney de que “Quizás en ningún momento desde que llegó al poder en 1954, Stroessner se sintió tan seguro y con tanto apoyo popular como a finales de los 60” es muy cuestionable. Sin duda Stroessner se sintió más se-guro – solo entre 1964 y 1967 otros 300 oficiales de las Fuerzas Ar-madas habían recibido entrenamiento en el Canal de Panamá y en los EE.UU. – pero estos autores ofrecen poca evidencia para apoyar su hipótesis de una mayor ‘popularidad’. Su sesgada visión con respecto a este periodo lo resalta la extraordinaria afirmación de que “los paraguayos alaban a John F. Kennedy en agradecimiento por la prosperidad, paz y modernidad que Paraguay había dis-frutado durante la década”. Poniendo a un lado el desafortunado uso de una frase que se asemeja mucho al ubicuo eslogan del régi-men, Paz y Progreso, en realidad la admiración por el presidente Kennedy fue mayor justamente entre la juventud urbana, educada pero opositora, quienes, con razón o sin razón, creyeron que si no hubiera sido asesinado en 1963, Kennedy hubiera ejercido una ma-yor presión sobre Stroessner –a diferencia de lo nulo que hizo la administración siguiente de Lyndon Johnson- para introducir un genuino proceso de democratización.

1. El affaire Ricord

El affaire Ricord cobró mucha notoriedad en los medios interna-cionales en su momento. Causó una crisis en el “matrimonio de conveniencia” de EE.UU. con Stroessner y llevó a una descabella-da esperanza entre los círculos de la oposición criolla asuncena de

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una ruptura definitiva entre los dos. Los hechos son de público conocimiento aún cuando en su momento el régimen prohibió la circulación de publicaciones provenientes de EE.UU. sobre el caso.

Auguste Ricord (1911-85) fue un ciudadano francés y colabora-dor nazi durante la Segunda Guerra Mundial, quien huyó a Sud-américa en 1945 para escapar de la justicia francesa. En 1967 se es-tableció en Asunción donde abrió un restaurante como cobertura para el tráfico de drogas desde Europa a los Estados Unidos, ope-ración que funcionó con la protección de ministros y jefes militares paraguayos. El 12 de diciembre de 1970, se incautaron casi 100 ki-los de heroína en el aeropuerto de Miami, recién llegadas de Para-guay y disfrazadas como regalitos de Navidad. Uno de los pilotos detenidos trabajó para Taxi Aéreo Guaraní, empresa paraguaya cuyo dueño fue el general Andrés Rodríguez. El 25 de marzo de 1971 Ricord fue arrestado por oficiales del Bureau of Narcotics de los Estados Unidos en el momento de intentar huir de Paraguay. Al principio Stroessner rechazó el pedido de extradición nortea-mericana, el cual alegó que Ricord había dirigido el envío ilícito de unos 5.000 kilos de heroína a los EE.UU. entre 1965 y 1970. La deci-sión llevó a un serio distanciamiento en las relaciones diplomáticas entre los dos países. Se recortó la cuota de azúcar paraguaya en el mercado norteamericano, y el 8 de agosto de 1972 Stroessner reci-bió un ultimátum del presidente Nixon, amenazando cortar toda ayuda externa a Paraguay a no ser que Ricord fuera extraditado inmediatamente. La respuesta fue rápida. El 2 de septiembre Ri-cord fue enviado a los EE.UU. para ser enjuiciado. Fue declarado culpable y recibió una sentencia de 20 años de cárcel. Al vencer su condena conmutado, en marzo de 1983 volvió a Paraguay, donde murió.

Hay dos aspectos del affaire Ricord que caben resaltar. Primero, la rapidez con que Stroessner accedió a la presión de extraditar a Ricord demostró claramente la enorme importancia que la ayuda económica y militar seguía significando a su régimen después de casi dos décadas en el poder. Segundo, y aún más significativo, al resolverse la disputa, las relaciones cordiales entre los EE.UU. y el régimen volvieron en seguida a su normalidad a pesar de la proba-da injerencia militar en el tráfico de drogas, o sea, no perturbó los

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cimientos de la relación que se basaban en la Guerra Fría y la Doc-trina de Seguridad Nacional. Una expresión de ese apoyo incondi-cional fueron las palabras vertidas a la prensa local en septiembre de 1973 de parte de coronel Thomas Meredith Waitt (1924-2011), comandante del Military Assistance Advisory Group (MAAG), grupo de asesoramiento de asistencia militar de Estados Unidos, quien describió al país “como un paraíso y uno de los últimos refugios en este raro mundo que nos toca vivir”.

2. La administración Carter

Sería imposible negar el fuerte apoyo del Gobierno de los Es-tados Unidos al régimen de Stroessner durante sus primeras dos décadas en el poder. Sin embargo, desde la caída de Stroessner los voceros norteamericanos muy hábilmente han intentado “re-escribir la historia” para dar la errónea impresión de que desde mediados de la década de 70 en adelante su Gobierno apoyó deci-didamente la democratización en Paraguay, principalmente a tra-vés de su defensa de los derechos humanos. El problema es que los hechos contradicen esta interpretación, la cual niega la vigencia de la Guerra Fría, realidad internacional que se mantuvo inmóvil hasta 1989, el mismo año en que cayeron la muralla de Berlín y el mismo Stroessner.

Podemos tratar de ‘medir’ el verdadero nivel del compromiso estadounidense a la democratización en Paraguay durante este pe-riodo al analizar su reacción frente a la gran represión a mediados de los 70, que culminó en la llamada ‘Pascua Dolorosa’ de abril - mayo de 1976 cuando más de 2.000 disidentes fueron detenidos. Como reconocen los autores Mora y Cooney, “Ni Washington ni la Embajada de los EE.UU. expresó ni un poco de inquietud acerca de la tortura y detención de líderes campesinos y religiosos”. Es cierto que hubo un cambio de timón en 1977, cuando a los republi-canos sucedió el demócrata Jimmy Carter como presidente, quien inició una campaña a favor de los derechos humanos en el mundo. Pero cuando Carter se encontró con Stroessner en Washington el 6 de septiembre de 1977 durante la firma de los tratados del Canal

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de Panamá, los mismos Mora y Cooney dicen que “el Presidente Carter no tocó el tema de la misión de la OEA y la violaciones de derechos humanos con el hombre fuerte de Paraguay”.

Al embajador norteamericano Robert E. White (1977-80) le tocó implementar la política de derechos humanos de la administración Carter en Paraguay y muy pronto recibió la ira del régimen por la crítica a las violaciones de derechos humanos. Líderes del Partido Colorado le acusaron de ser un comunista y el partido organizó manifestaciones “anti yanqui” frente a la embajada. Pero hay que recordar que las presiones de los Estados Unidos contra el régimen en estos años del “boom de Itaipú” suponían escasos riesgos de desestabilización política en el Paraguay. Como bien lo señala Lara Castro:

“La eficacia máxima de la política de Carter parece lograrse en aquellos casos en que el conflicto ocurre entre sectores de las pro-pias clases dirigentes y en que la potencia de la lucha de clases subordinadas es básicamente secundaria y por tanto no constituye una amenaza que plantee cambios fundamentales en la estructura económica y de poder. El caso de Paraguay podría inscribirse en el grupo de aquellos países cuyos conflictos internos actualmente parecen ocurrir principalmente entre sectores de las propias clases dominantes. En ese contexto la política de Carter en el Paraguay se redefine concretamente en una serie de medidas que muestran las facetas más democráticas liberales del proyecto de Carter, cuyo eje se encuentra en la campaña pro derechos humanos”.

Mora y Cooney perfilan a Robert White como si fuera un prínci-pe azul, p.j. “Gracias a los esfuerzos decididos de White, Stroessner liberó a cientos de presos políticos, muchos de los cuales pudieran haber muerto si no fuera por el embajador”. Esto es una tremenda exageración. Para ese entonces, la mayoría de los presos políticos quienes fueron liberados durante el periodo 1977 a 1980 ya estaban ubicados en la cárcel de Emboscada, donde el acceso por parte de la Cruz Roja Internacional y el Comité de Iglesias hacía imposible

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la ocurrencia de ajusticiamientos extrajudiciales. En realidad, con una sola excepción, las desapariciones de detenidos habían ocurri-do durante tres previas, y separadas, olas de represión, en noviem-bre de 1974, noviembre de 1975 y abril-mayo de 1976.

Los mismos autores llevan su obsesión a niveles muy extremos al querer otorgar el mérito a los EE.UU. por promocionar la demo-cracia en Paraguay. Refiriéndose a los miembros de la misión mili-tar estadounidense, sostienen que “Fue común, hacia finales de los 70, que muchos de estos oficiales ayudaban la causa de derechos humanos en Paraguay al servir como facilitadores o enlaces para activistas paraguayos de derechos humanos”. Hasta atribuyen la publicación en 1977 de dos informes de Amnistía Internacional de-tallando los abusos de los derechos humanos en Paraguay a un estímulo de parte del Departamento de Estado de los EE.UU.. No ofrecen ninguna evidencia para respaldar estas dos extraordina-rias afirmaciones que exageran enormemente el compromiso de EE.UU. con la democratización durante este periodo del stronis-mo.

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IX Estados Unidos y la caída de Stroessner

A pesar de las tensiones en 1971-72 por el affaire Ricord y las pro-testas en 1978 por los derechos humanos, el apoyo del Gobierno de Estados Unidos a Stroessner no vaciló hasta los años finales de su régimen. Si bien el último préstamo blando se firmó en mayo de 1979 (con desembolsos hasta 1985), esto se debió a cuestiones ad-ministrativas y no políticas. Con un ingreso per cápita por encima de US$ 1.000, Paraguay ya había superado el límite fijado en Wash-ington para otorgar créditos a países considerados como pobres en extremo. Además la decisión de USAID en 1984 de solo canalizar ayuda a Paraguay a través del sector privado y las ONGs no se debió a un “castigo” al régimen sino a una nueva normativa global para países receptores con mediano nivel de desarrollo relativo.

A medida que el fin de la dictadura se acercaba, Mora y Cooney afirman que “la admiración por la embajada norteamericana y el pueblo y sociedad norteamericana, producto de décadas de asis-tencia económica y técnica al nivel comunitario, estaba difundida por toda la sociedad paraguaya, desde las calles y universidades asuncenas hasta el campo”. El tenor de semejante afirmación tan exagerada no estaría fuera de lugar en una declaración de prensa de la embajada de los Estados Unidos pero, sin apoyo alguno de evidencia que lo respalda, es poco serio.

Luego de décadas de silencio durante la Guerra Fría sobre el tema, fue solamente durante la fase de descomposición del régi-men que el Gobierno de los Estados Unidos comenzó a preocu-parse por la democratización en el Paraguay. En mayo de 1985 el presidente Ronald Reagan se refirió al régimen de Stroessner como “una dictadura”, vinculándolo así con Chile, Cuba y Nicaragua. Esta aseveración marcó un claro viraje en la política norteameri-cana hacia el régimen. Distanciarse de Stroessner había llegado a

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ser imprescindible para asegurar cierta consistencia en su política externa hacia las Américas donde una súbita preocupación por la democracia había aparecido para justificar el terrorismo de Estado en contra del Gobierno sandinista en Nicaragua. Esta considera-ción hemisférica encuadraba bien con una creciente preocupación por la ‘sucesión’ en Paraguay. Los analistas norteamericanos de política latinoamericana temían que la polarización engendrada por la emergencia de los “militantes” dentro del Partido Colorado podría a la vez desencadenar la aparición de una oposición radical a Stroessner. Una súbita preocupación por el tema de las drogas sirvió como buen pretexto para criticar al régimen y voceros del Departamento de Estado empezaron a exigir que el régimen haga más esfuerzos para prohibir el uso de Paraguay como país de trán-sito para el tráfico de drogas y para frenar el apoyo tácito al mismo dentro de las Fuerzas Armadas.

Pero la victoria de “los militantes” en agosto de 1987 en la con-tienda por el control del Partido Colorado significó el fracaso de esta estrategia de presión al régimen porque hizo que los parti-dos opositores del Acuerdo Nacional se negaran a participar en la elección presidencial de 1988. La estrategia norteamericana ahora cambió bruscamente hacia el fomento de oposición a Stroessner dentro de las Fuerzas Armadas, las mismas que hacía muy poco tiempo habían sido acusadas por EE.UU. de amparar el tráfico de drogas.

Con esta finalidad – ironía de ironías – empezaron rápidamente a limar asperezas con el general Andrés Rodríguez, brazo derecho de Stroessner. Esto a pesar de que las revelaciones de la prensa norteamericana acerca de su participación en el tráfico de drogas habían conducido a su prohibición a entrar en el país norteameri-cano desde 1974.

La negativa al contacto oficial con Rodríguez concluyó de for-ma abrupta en noviembre de 1988, y el mes siguiente el general Fred Woerner, comandante en jefe de SOUTHCOM, viajó expre-samente a Paraguay para reunirse con él. Llamativamente, no se reunió con Stroessner. Su visita también marcó la primera vez du-rante todo el transcurso del stronismo que un alto oficial militar

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estadounidense se había reunido con líderes opositores civiles del Acuerdo Nacional.

Menos de dos meses después, en la noche del 2-3 de febrero de 1989, Rodríguez dirigió el putsch que derrocó a Stroessner. El Gobierno norteamericano del presidente Ronald Reagan dejó por un lado su antigua antipatía hacia Rodríguez y le reconoció rápi-damente como nuevo presidente (1989-1993).

Nunca dio explicación por esta flagrante contradicción: reha-bilitar a un general vinculado con el tráfico de drogas con miras a que el mismo promueva un proceso de democratización. Si Mora y Cooney tuvieran razón en su afirmación de que la preocupación norteamericana por la democratización y los derechos humanos fueron los factores primordiales en explicar la promoción del cam-bio de régimen en Paraguay, entonces ¿por qué los EE.UU. apos-taron a alguien que ellos mismos habían acusado por su participa-ción en el tráfico de drogas? La negativa de ofrecer una explicación a esta tremenda contradicción levanta serias dudas con respecto a los objetivos de largo plazo que subyacen a la política exterior de EUUU con respecto a Paraguay.

De hecho, gracias a su apoyo a Rodríguez, los EE.UU. lograron demorar el proceso de democratización al prolongar el mando del Partido Colorado, tan viciado por su apoyo a la dictadura de Stroessner; que permaneció en el poder durante veinte años más hasta que se concretó la alternancia el 15 de agosto de 2008 cuando Fernando Lugo asumió la presidencia. Esta ‘castración democrá-tica’ por parte de los EE.UU. fue empeorada por su actitud hacia la sucesión del mismo Rodríguez. En la medida que se acercaba el final de su mandato, en diciembre de 1992 se realizaron elecciones primarias del Partido Colorado para elegir su candidato para las elecciones presidenciales en 1993. Las encuestas indicaron clara-mente que Luis María Argaña había ganado con el 48 por ciento de los votos contra el 42 por ciento del millonario empresario Juan Carlos Wasmosy, uno de los ‘barones de Itaipú’, quien fue el can-didato preferido del conglomerado de una elite formado por al-tos dirigentes del partido, militares y empresarios, quienes habían amasado fortunas ilícitas bajo la dictadura. Los resultados de la

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elección fueron pospuestos durante varias semanas mientras que las boletas fueron adulteradas. Después se declaró ganador a Was-mosy.

A pesar de su compromiso retórico a la democratización, tanto el Gobierno de los EE.UU. como los países miembros de la Unión Europea hicieron la vista gorda a este fraude electoral y aceptaron la victoria de Wasmosy, afianzando así el poder de estos podero-sos grupos económicos opuestos a una democratización genuina. Desafortunadamente, en una total mala interpretación y/o mal en-tendimiento de lo que realmente aconteció en ese entonces, Mora y Cooney presentan a esta vergonzosa trampa como una evidencia más del apoyo de los EE.UU. a la democracia en Paraguay, citando a Jon Glassman, embajador entonces de los EE.UU., quien insistió en que de esta manera los EE.UU. “ayudaron a salvar a la demo-cratización en Paraguay”. En realidad, fue todo el opuesto. Años más tarde, el senador Juan Carlos Galaverna y el propio Wasmosy admitirían a la prensa su participación en el fraude electoral de enero de 1992.

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X El anticomunismo de Stroessner: ¿convicción o pragmatismo?

A lo largo de este trabajo hemos presentado suficientes eviden-cias para demostrar que el apoyo del Gobierno de EE.UU. fue un factor crucial en el mantenimiento de Stroessner en el poder du-rante más de tres décadas. Pero surge una pregunta interesante: ¿Hasta qué punto ese anticomunismo tan virulento fue básicamen-te una estrategia hábilmente orquestada por el régimen para tener acceso al apoyo militar y económico de EE.UU. o, al contrario, has-ta qué punto se basaba en una verdadera convicción ideológica, tanto de Stroessner como de sus más fieles seguidores?

Como suele pasar cuando historiadores intentan abarcar pre-guntas de esta naturaleza, hay evidencia para apoyar tanto una como la otra tesis.

Por un lado se puede argumentar que el grueso de la elite para-guaya en los albores del inicio de régimen ya estaba muy vincula-do con la doctrina anticomunista a través de una doctrina católica muy conservadora de entonces, cuyas creencias fueron difundidas a través de los colegios, los cuarteles y las misas de domingo. Un aspecto muy importante de esa doctrina fue justamente un anti-comunismo tan extremo que llegaba a niveles extraordinarios, ejemplificado por la muy común creencia de que “los comunistas comieron bebés.” Un ejemplo sería la visión de Édgar Ynsfrán, ca-tólico conservador y Ministerio del Interior de Stroessner (1920-91), quien ya desde la Guerra Civil de 1947 estaba obsesionado por el comunismo, tal como señala el título de su libro sobre el fallido levantamiento en Sajonia entre el 26 y 29 de abril de 1947: “La irrupción moscovita en la marina paraguaya”.

También hay que señalar que la ideología fascista se había di-fundido en círculos educados de Paraguay desde muy temprano.

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En 1887 Bernard Foerster había intentado establecer una colonia fascista utópica en Nueva Germania, departamento de San Pedro. La primera filial latinoamericana del Partido Socialista Nacional de Alemania (Partido Nazi) fue fundada en Colonia Indepen-dencia, Departamento de Guairá en 1929, y fue reconocido como Ortsgruppe en octubre de 1932. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, esvásticas nazis y retratos de Hitler fueron des-plegados abiertamente en colegios y negocios alemanes por todo el país. Durante la guerra, el Frente de Guerra, movimiento pro fascista, ejerció una fuerte influencia dentro de las Fuerzas Arma-das y la Policía. El Coronel Mutschuito Villasboa, jefe de Policía de Morínigo, y miembro fundador del Frente de Guerra bautizó a su hijo con el nombre de Adolfo Hirohito en honor a los dos líderes de las fuerzas del Eje.

Sin embargo, hay también evidencia para pensar que, hasta cierto punto, esa anti-comunismo pudo haber sido una actitud asumida en forma pragmática, tal como insinuó posteriormente el mismo Stroessner. Después de ser derrocado en febrero de 1989, pasó el resto de su vida en el exilio en Brasilia. En ese lapso dio muy pocas entrevistas. Una excepción fue una entrevista, durante tres días, que cedió a la periodista escocesa Isabel Hilton, a solo seis meses de su caída del poder.

En dicho encuentro, Stroessner continuaba negando todas las acusaciones en su contra, pintando su periodo de Gobierno como una época de paz y progreso, al igual que hizo la propaganda del régimen durante su mandato. Pero, curiosamente, el único ‘des-acuerdo’ entre su memoria y la propaganda de su régimen fue en el área de las relaciones externas:

“Le pregunté acerca del comunismo y la amenaza representada al continente por la revolución cubana, un tema al cual había de-dicado la mayoría de sus discursos durante treinta y cinco años, utilizando al máximo el peligro cubano para beber los dólares del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Me preparé para recibir una arenga. Lo había leído, pero quería escucharlo de su propia boca.

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Parecía sorprendido que alguien le preguntara acerca del im-pacto de la revolución cubana en el Paraguay. “En Paraguay, siem-pre hablábamos acerca de la democracia. No sé si tenía democracia allí”.

¿Cuba?, pensé ¿Democracia? ¿Le había escuchado bien?

“Cuba estaba muy lejos de Paraguay,” dijo atentamente Gus-tavo [Stroessner]. “Así que no tuvo mucho influencia”. Su padre señaló su acuerdo.

“¿No tuvo repercusiones para Ud.?” le pregunté. De repente me sentí confundida. Imaginaba la biblioteca de Benítez Rickmann con su colección de los discursos de Stroessner acerca del peligro comunista; todos esos informes del Departamento de Estado acer-ca de las quejas de Stroessner de que no recibía los suficientes fon-dos para financiar la lucha estratégica de su país contra la infiltra-ción cubana.

“No,” dijo Stroessner, “en Paraguay había un régimen estable. Estable”.

“Pero se hablaba mucho,” insistí, “acerca del peligro de comu-nismo en el continente.” Esto fue un tema con el cual yo estaba preparada para aburrirme, a que me dicte lecciones, a que me ha-ble con banalidades. Al final, éste era el hombre que fue anfitrión de las conferencias de la Liga Anticomunista Mundial, a las cua-les asistieron personas durísimas. La Mano Blanca de Guatemala, d’Aubisson, el asesino de El Salvador. Los de la Guerra Sucia en Argentina, los de Corea del Sur, los taiwaneses, los sudafricanos. Este era el hombre quien le había tomado el pelo al resto del mun-do acerca de Mengele. No podía creer lo que estaba escuchando.

“Sí. Eso es lo que dijo el vicepresidente de Estados Unidos”, dijo el general. “Ese vice-presidente. ¿Cómo se llama?”

“Nixon”, dije, todavía envuelta en mis propios pensamientos, en mi memoria de ese Stroessner, el subalterno en el frente occi-dental de la Guerra Fría.

“Quayle,” dijo Gustavo.

“¿Quayle?” dije. ¿Qué tenía que ver Quayle con todo esto?

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“Él dijo que había tres problemas”, dijo Stroessner. Esta vez se acordó de todos los tres. “Drogas, comunismo y la deuda. Sí”.

“Y qué piensa Ud.?” le pregunté.

“Escúchame”, dijo Stroessner, evidentemente aburrido con mi insistencia acerca del comunismo. “Yo soy demócrata y siempre lo he demostrado”. Mi mente estaba volando.

Pero ¿los intentos de revolución en Paraguay? ¿Los guerrille-ros? No podía soltarlo. Parecía como que yo hablara como si fuera él. Y que él hablaba como si fuera yo.

“Unos pocos”, dijo el viejo. “Pero fue un número muy reduci-do. No tenían importancia”.

Pensé en las masacres de campesinos, los asaltos armados a personas quienes exigían la reforma agraria, los opositores tortura-dos, todos tachados de comunistas. Del arzobispo Rolón, Humber-to Rubin. De la retórica de la Guerra Fría, preservada en atmósfera enrarecida de Asunción. ¿Y él no lo creía? ¿Nunca?

“No había razón para una revolución en el Paraguay”. agregó Stroessner, como manera de explicación.

Intenté abarcar la pregunta de varias formas, pero me rendí. Sencillamente Stroessner se negó a preocuparse del comunismo.

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Conclusiones

La mayoría del pueblo paraguayo nació después de la caída de Stroessner en 1989. Para ellos, el tema central de este libro es algo no ‘vivido’ sino “pura historia, no más”. Si yo fuera uno de ellos, tendría la siguiente incógnita: “¿Por qué Estados Unidos, país que se jacta de ser emblema mundial de libertad y democracia, apoyó durante casi 35 años un régimen en Paraguay que fue totalmente opuesto a sus propios ideales? Y no era que EE.UU. hizo la vista gorda a Stroessner sino que le ayudó a crear a esa criatura, le dio sustento para crecer y le trató como fiel amigo cuando adulto. He-mos tratado de responder a esta pregunta básica, de entender este apoyo en términos del contexto internacional de la Guerra Fría.

Pero hay otra cuestión pendiente que se refiere a la Doctrina de Seguridad Nacional, impuesta en Paraguay como ingrediente fundamental de ese apoyo externo. Esa doctrina –extraña sim-biosis de estrategia internacional y estrategia interna– ha tenido consecuencias terribles para la sociedad paraguaya, con secuelas que perduran hasta la actualidad. Hasta ahora existen importantes sectores de la elite en Paraguay que creen en los fundamentos de la doctrina. Aún en un contexto de democracia representativa, ellos siguen visualizando a sectores subalternos de su propia sociedad como posibles o probables “enemigos internos”. Dado el inmenso poder e influencia de esos sectores en el mundo político, hasta que se extirpe esta mentalidad retrógrada, se va a seguir poniendo en jaque los anunciados objetivos de una democracia plena y una so-ciedad incluyente.

Finalmente, de igual forma como el Partido Colorado logró, en gran medida, lavarse las manos de su largo periodo de compro-miso con la dictadura de Stroessner, el Gobierno de los EE.UU. ha igualmente logrado, en gran medida, ‘reinventar’ su imagen en Pa-

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raguay como un gran aliado en defensa de la democracia. Aún así, en los últimos años el extenso informe de la Comisión de Verdad y Justicia obligó cierta admisión de culpabilidad por parte del Parti-do Colorado, tal como se desprende de las palabras del presidente del Congreso, el senador Julio César Velázquez, el 3 de febrero de 2014 en ocasión de 25° aniversario de la caída de Stroessner. Veláz-quez reconoció que su partido fue clave en la continuidad del stro-nismo en el poder. “Me parece que solo desde este sinceramiento y reconocimiento de nuestros errores, hoy, al cumplirse 25 años del inicio del proceso democrático, podemos suturar definitivamente las heridas, cerrar un ciclo trágico y conjurar los fantasmas del au-toritarismo, los golpes de Estado y la violencia política como parte de un pasado que ya nadie quiere repetir”.

Al terminar la Guerra Fría y con la introducción de la democra-cia en los países de la ex Unión Soviética, poco a poco los nuevos gobernantes de Rusia han pedido disculpas por la consecuencia del estalinismo en su “patio trasero”. Entonces, ¿no es tiempo para que el Gobierno de los EE.UU. también haga lo mismo y, al asumir su propia responsabilidad histórica, ofrezca una mea culpa al pue-blo paraguayo por su largo periodo de apoyo a la opresión en este país? Eso no ha pasado hasta ahora. Quizás se debe a ese famoso dicho de que “Los victoriosos nunca piden perdón”.

No tenemos reparos en reconocer que éste ha sido un libro po-lémico. Por “polémico” entendemos lo siguiente: algo que busca llamar la atención a un aspecto de la historia paraguaya que ha sido descuidado hasta ahora, tanto en círculos de estudiosos como en el discurso público. En este sentido, nuestro argumento básico es sencillo: Hasta la fecha no se ha dado la suficiente importancia al papel del Gobierno de EE.UU. en el sostenimiento del régimen de Stroessner, dictadura que duró casi 35 años en Paraguay. Con esto tampoco queremos caer en un ‘antiimperialismo’ mecánico, simplista y poco científico propio de los años 60, que buscaría atri-buir toda responsabilidad por el fenómeno del stronismo al “amo del norte”, como si Stroessner y su claque fueran nada más que marionetas. Rechazamos esta burda explicación por la sencilla ra-zón de que es completamente falsa. Como habíamos menciona-do al inicio del trabajo, el régimen se sustentaba en cinco pilares,

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de los cuales el apoyo norteamericano fue solo uno de ellos. Pero aún así, llama poderosamente la atención que este pilar del régi-men haya sido tan descuidado por los historiadores hasta la fecha. Quizás lo más sorprendente es el descuido por parte de estudios norteamericanos sobre el Paraguay (p.j. Roett y Sacks, y Mora y Cooney) acerca de este aspecto de la historia del stronismo. Más llamativo aún, por más que varios miles de voluntarios del Cuerpo de Paz hayan trabajado en Paraguay desde su llegada en 1967 has-ta la caída de Stroessner en 1989, por lo que sabemos ni uno solo ha publicado una crítica al nefasto papel jugado por su Gobierno al respaldar a un régimen tan atroz. Si fue por censura, autocensu-ra, ingenuidad o pereza, no lo sabemos. Pero si este breve trabajo ayuda a iniciar un debate sobre el tema, habrá servido bien a su objetivo “polémico”.

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Anexo 1: cronología de las relaciones entre el régimen de Stroessner y el gobierno de los

Estados Unidos

1954 4 de mayo: golpe de Estado por el cual asumirá el poder Alfredo Stroessner.

1955 25 de febrero: Se promulga la Ley No. 246 para el fomen-to de la inversión extranjera. 13 de marzo: Ataque de un contingente militar a la localidad de Fram, Itapúa bajo la acusación de ser comunistas. 5 de mayo: El Exim Bank de Estados Unidos otorga un crédito de US$ 7 millones para CORPOSANA. 17 de octubre: Se promulga la Ley No. 294 “De Defensa de la Democracia”.

1956 6 de junio: Paraguay es uno de los primeros países en fir-mar un programa de estabilización del Fondo Monetario Internacional (FMI). 23 de julio: Stroessner se reúne en Panamá con el presidente de los Estados Unidos, Dwight David Eisenhower.

1957 11 de julio: Antonio Campos Alum llega por primera vez en misión oficial a los Estados Unidos para entrenamiento.

1958 9 de febrero: Stroessner es ‘reelegido’ en elección presi-dencial con un solo candidato y recibe las felicitaciones del presidente de Estados Unidos, Dwight David Eisen-hower. 4-5 de mayo: El vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, realiza una visita oficial a Paraguay.

1959 1 de enero: La revolución cubana sale victoriosa cuando el dictador Fulgencio Batista huye de Cuba después de la derrota final de sus tropas en la Batalla de Santa Clara por fuerzas guerrilleras al mando de Che Guevara. 12 de di-ciembre: La “gran invasión” del M-14 al Paraguay desde Argentina y Brasil, compuesta de un grupo de asalto (Co-lumna Libertad), tres grupos de penetración y la columna “Pilar”.

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1960 28 abril: La Columna Libertad del M-14, compuesta de 81 integrantes y dirigida por Juan José Rotela, cruza el río Paraná a Paraguay por segunda vez. 13 de junio: La Co-lumna Ytororó del Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA), compuesto de 54 integrantes, cruza el río Para-ná hacia Paraguay. 12 de julio: Juan José Rotela, líder del Movimiento 14 de Mayo, es ejecutado en Estancia Tapytá bajo orden del Gral. Patricio Colmán. 5 de diciembre: Se rompen las relaciones diplomáticas con Cuba después de que el Gobierno paraguayo acuse a Fidel Castro de apo-yar los movimientos guerrilleros que intentan derrocarle a Stroessner.

1961 13 de junio: Aldai Stevenson, enviado del presidente Ken-nedy visita a Stroessner. 23 de septiembre: Un agente de la agencia antinarcótica norteamericana es abatido en el Cine Splendid en pleno centro de Asunción y el escándalo le cuesta el puesto a Erasmo Candia, jefe del Departamento de Investigaciones de la Policía.

1962 9 de marzo: El Duque de Edimburgo, marido de la Reina Elizabeth II del Reino Unido, se encuentra con Stroessner durante una visita a Paraguay.

1964 6-8 de octubre: El presidente de Francia, Charles de Gau-lle, realiza una visita oficial a Paraguay.

1968 9 de marzo: A los pocos días de su tercera ‘re-elección’ Stroessner realiza su primera visita oficial a los Estados Unidos y se encuentra con el presidente Lyndon Johnson.

1969 19 de junio: Estudiantes en Asunción realizan manifesta-ciones contra el Gobierno de Estados Unidos durante la visita del enviado presidencial, Nelson Rockefeller.

1972 8 de agosto: El presidente de EE.UU., Richard Nixon, en-vía una carta a Stroessner, amenazando cortar la ayuda militar y financiera al Paraguay si no se extradita al fran-cés José Auguste Ricord, acusado del tráfico de drogas en Estados Unidos. 22 de agosto: General Patricio Colmán muere en el Hospital Militar Walter Reed, Washington

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DC, Estados Unidos. 2 de setiembre: Después de una lar-ga lucha legal y una intensa presión diplomática, se extra-dita a José Auguste Ricord a los Estados Unidos.

1973 19 de julio: Stroessner recibe las llaves de Madrid de par-te del general Franco durante una visita oficial a España. 26 de julio: Stroessner se encuentra con el presidente de Francia, Georges Pompidou, en el Palacio del Elíseo du-rante una visita a Francia.

1974 3-8 de abril: Stroessner realiza la primera visita oficial de un jefe de estado extranjero al régimen de apartheid de la República de Sudáfrica. 16 de mayo: El presidente Augus-to Pinochet de Chile realiza una visita oficial a Paraguay.

1975: 13-16 de agosto: El presidente John Vorster, jefe del régi-men de apartheid en Sudáfrica realiza una visita oficial a Paraguay. 25 de noviembre: Se crea la Operación Cóndor en una reunión secreta en Chile de las fuerzas de seguri-dad de las dictaduras militares del Cono Sur, con el obje-tivo del intercambio clandestino de disidentes políticos.

1977 6 de septiembre: El presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, recibe a Stroessner en la Casa Blanca.

1979 23 de abril: La Liga Anticomunista Mundial realiza su 12a conferencia anual en Asunción.

1982 30 de abril: Augusto Roa Bastos, el principal escritor pa-raguayo, es expulsado del país, acusado de haber visitado Cuba.

1987 9 de febrero: Fuerzas policiales, comandadas por el coro-nel Víctor Machuca Godoy, lanzan granadas lacrimóge-nas contra una residencia donde agasajaban al embajador norteamericano, Clyde Taylor.

1989 2-3 de febrero: Stroessner es derrocado en un putsch diri-gido por el general Andrés Rodríguez.

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Anexo 2: embajadores norteamericanos en Paraguay durante la dictadura de Stroessner

Nombre Fecha de Nombramiento

George P. Shaw 10 de abril de 1952

Arthur A. Ageton 28 de julio de 1954

Walter C. Ploeser 5 de agosto de 1957

Harry F. Stimpson Junior 2 de septiembre de 1959

William P. Snow 14 de julio de 1961

Benigno C. Hernández 9 de junio de 1967

J. Raymond Ylitalo 22 de julio de 1969

George W. Landau 11 de septiembre de 1972

Robert E. White 27 de octubre de 1977

Lyle Franklin Lane 20 de agosto de 1980

Arthur H. Davis Junior 22 de julio de 1982

Clyde D. Taylor 28 de octubre de 1985

Timothy Lathrop Towell 29 de julio de 1988

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Anexo 3: ministros de relaciones exteriores de Paraguay durante la dictadura de Stroessner

Nombre Fechas en ocupar el cargo

José Antonio Moreno González 27/07/1953 al 14/05/1954

Hipólito Sánchez Quell 14/05/1954 al 01/06/1956

Raúl Sapena Pastor 01/06/1956 - 09/03/1976

Alberto Nogués 09/03/1976 al 15/08/1983

Carlos Augusto Saldívar 15/08/1983 al 15/08/1988

Rodney Elpidio Acevedo 29/08/1988 al 03/02/1989

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Anexo 4: memorándum de conversación entre el presidente Eisenhower y el presidente

Stroessner

Departamento de Estado

Fecha y lugar: 23 de julio de 1956

Residencia de la Embajada de Estados Unidos, Panamá, Rca. de Panamá

Presentes: El Presidente (Eisenhower); Presidente Alfredo Stroessner; El Secretario de Estado (Dulles); Subsecretario de Rela-ciones Exteriores (Luis Ramírez Boettner); Dr. Milton Eisenhower; Subsecretario Holland; Sr. Bernbaum; TCnel Walters.

El presidente Stroessner abrió la conversación diciendo que estaba contento de ser recibido por el Presidente y encantado de verlo con buena salud a pesar de su reciente operación. Dijo que tomaría el tiempo del Presidente con una larga y detallada exposi-ción sobre los problemas paraguayos. Presentaría un memorando con los puntos principales relacionados a la posición paraguaya en asuntos nacionales. Estaría agradecido si el Presidente pudiera leer esto a su conveniencia. También estaba dejando una copia con el Sub-Secretario Holland, quien estaba muy familiarizado con los problemas de Paraguay.

Dijo que su país ahora estaba buscando la conquista de la paz; que había combatido en dos terribles guerras, una de cinco años de duración contra Brasil, Argentina y Uruguay, y la guerra del Chaco de 1931-1935 (sic). Dijo que en el tratado de paz que puso fin a la guerra del Chaco, se indicó que Bolivia y Paraguay serían tratados sobre una base de igualdad. Añadió sonriendo que aho-ra que era buen vecino de Bolivia, tenía algunas ideas acerca de

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la ayuda que Bolivia estaba recibiendo. El Presidente Eisenhower mencionó que Bolivia tenía varios problemas agudos. El Presiden-te Stroessner asintió sobre esto pero dijo que aún así le gustaría ver una paridad en la asistencia, dado que Paraguay tenía varios pro-blemas especiales. El país es enteramente mediterráneo sin acceso al mar o costa. En respuesta a una pregunta del Presidente, dijo que su país tenía un puerto fluvial sobre el río Paraguay pero esto no era lo mismo que un puerto de mar y que la falta de una marina mercante era un obstáculo grande para Paraguay.

El Presidente Stroessner dijo que esperaba no hubiese una Ter-cera Guerra Mundial, pero que si hubiera, Paraguay haría su parte en cualquier lugar del mundo, contribuyendo sus hombres y su espíritu. Paraguay, dijo el Presidente Stroessner, tiene dos grandes recursos: los paraguayos y la tierra. Deseaba añadir una palabra más y era asegurar al Presidente que Paraguay era cien por ciento anticomunista y continuaría siendo así. Dijo que respecto a pari-dad con Bolivia, deseaba que el Presidente supiera que él hablaba como un hermano menor a su hermano mayor.

Finalmente, el Presidente Stroessner dijo que le gustaría expre-sar sus agradecimientos por el programa de asistencia técnica con el que el Sr. Holland estaba muy familiarizado. Esa asistencia ha-bía sido de gran ayuda en los campos de salud, educación y agri-cultura. También deseaba expresar su gratitud por el trabajo es-pléndido realizado por las misiones del Ejército y la Fuerza Aérea (de Estados Unidos) en Paraguay. El Presidente dijo que le estaba agradecido al Presidente Stroessner por sus expresiones, y ambos Presidentes luego fueron hasta la puerta de la residencia de la Em-bajada donde se tomaron fotos, después de lo cual el Presidente Stroessner se despidió del Presidente y se marchó.

Fuente: DOS Memo, Documento desclasificado de Carrollton Press 1984 – 001166 (Biblioteca Dwight D. Eisenhower)

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Anexo 5: despacho sobre comunismo

SERVICIO EXTERIOR DE LOS ESTADOS UNIDOS

Embajada Americana

Asunción, 15 de mayo de 1956

USO OFICIAL SOLAMENTE

Livingston D. Watrous

Departamento de Estado/ ARA

Washington 25, DC

Esperaba tener listo para este envío un largo despacho (con ex-cusas por la extensión) sobre el tema de ciertos aspectos del Comu-nismo y su conexión con los sucesos actuales en Paraguay, pero he recibido tan largos y conflictivos memorandos sobre el borrador del despacho, que me ha tomado este largo feriado de la independencia del Paraguay (viernes a miércoles por la mañana) para ponerlo en forma. Como todo material de compromiso, no nos gustará mucho probablemente a ninguno de nosotros, pero representa bastante bien el consenso sobre ciertos aspectos del problema Comunista aquí y particularmente en relación a la huelga de estudiantes. La razón por la que no me agrada a mí es que subestima la “amenaza Comunista” [entre comillas en original] más de lo que yo lo haría.

Arthur A. Ageton

Embajador

Fuente: Miranda, 1987: 155-56.

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Anexo 6: listado de paraguayos “entrenados en Cuba”

1. Ismael Barreto (René) - Miembro del Partido Comunista Pa-raguayo. Era el comisario político del grupo, aproximadamente 32 años, de tez morena, 5’7” de altura. Es de Caballero, Paraguay. Hijo de un presidente de seccional Colorada de ese pueblo. Solía vivir en Villa Martelli, Buenos Aires.

2. Ricardo Barreto Dávalos - Comunista, 35 años de edad, tez blanca, cabello castaño, ojos marrones, robusto de contextura. Na-tivo de Villarrica, Paraguay. Su estatura es de aproximadamente 5’8’’. Vivía en Villa Soldati, Buenos Aires.

3. Luciano Mora - Aproximadamente 20 años, Comunista. Cer-ca de 5”6”” de altura, piel morena, cabello negro enrulado. Estu-diante.

4. Lidio Mora - Comunista, 18 a 20 años de edad, estudiante, sobrino de Juan Mora. Tiene unos 5’9” de altura y cabellos negros ondulados.

5. Corazón Aguilar Enciso - 35 años de edad, piel morena, 5’5” de altura, cabello negro. Afiliado al PCP. Tiene ojos marrones y es delgado. Vivía en Resistencia, Argentina.

6. (Nombre no conocido) Fretes - De unos 20 años, es de con-textura pesada, tiene unos 5’6”, ojos verdes. Hijo del capitán (SR) Fretes que vive en Quilmes, Buenos Aires. Comunista.

7. Beatriz Sandoval de Villar - Comunista. Especializada en cu-ración de heridas y enfermedades en combate. 21 años aproxima-damente, usa el seudónimo de Graciela Barrios. Tiene unos 5’4” de altura, piel blanca, ojos oscuros y pelo negro, pálida. Estuvo viviendo en Posadas, Argentina.

8. Isabelino Vega Rivas - Febrerista izquierdista activo en el FULNA, 32 años de edad, nativo de Caacupé, Paraguay. Tiene

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unos 5’9” de altura y cabello negro ondulado. Ojos marrones, del-gado. Tiene un hermano de nombre Mármol en Isla Pucú, Para-guay, afiliado al Partido Colorado.

9. Juan Jerónimo Ventre Buzarquis - Febrerista izquierdista y miembro del FULNA. Nativo de Villarrica, Paraguay, tiene aproxi-madamente 5’5 “ de altura, piel morena, pelo negro, ojos marrones y delgado.

10. Martín Ferreira - Febrerista izquierdista y miembro del FUL-NA. Es oriundo de Ayolas. Tiene piel morena, unos 5’9” de altura, delgado, ojos oscuros y pelo negro.

11. Martiniano Cabrera - Febrerista izquierdista y miembro del FULNA. Oriundo de Ayolas, tiene aproximadamente 5’9”, delga-do, blanco, ojos verdes, complexión atlética y pelo castaño.

12. Gilberto Cabrera - Febrerista izquierdista y miembro del FULNA. Nativo de Ybycuí, 26 años, tiene piel blanca, pelo encres-pado, 5’8” de altura con ojos azul claro, es robusto.

13. Nicolás Mereles - Febrerista izquierdista y miembro del FULNA. 26 años de edad y unos 5’10” de altura, pelo negro, ojos oscuros, contextura ligera.

14. Pablo Marcos García - Febrerista izquierdista y miembro del FULNA. Nativo de Asunción, Paraguay, tiene unos 19 0 20 años, piel morena, 5’10” de altura, ojos oscuros, delgado, hijo del capitán García (SR).

15. Miguel Manevit Castelli - Oriundo de Coronel Bogado, Pa-raguay. Tiene unos 35 años, ojos azules claros, pelo castaño, ro-busto.

16. Eusebio Bernal - Liberal y miembro del FULNA. Aproxima-damente 31 años de edad, 5’8” de altura con pelo negro ondulado, ojos marrones, es robusto y oriundo de Asunción, Paraguay. Solía vivir en Pinozá. Recientemente estuvo viviendo en Buenos Aires.

17. Heriberto Florentín Peña - miembro del MOPOCO y activo en el FULNA. 28 años y piel blanca, tiene unos 5’10” de altura y cabello negro. Ojos marrones y complexión atlética. Solía vivir en Buenos Aires.

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18. (Nombre no conocido) Santos - miembro del MOPOCO, tra-baja con el FULNA. 24 años, piel morena, 5’10” de altura, cabello negro, ojos marrones, contador público. Solía vivir en Posadas, Ar-gentina.

19. (Nombre no conocido) Alvariza - Oriundo de Villarrica, Pa-raguay, miembro de MOPOCO y militante del FULNA. 25 años de edad, tiene piel blanca, aproximadamente 5’10” de altura, ojos marrones, delgado, contador público de profesión. Solía vivir en Buenos Aires, Argentina.

20. Julio Belotto - miembro del MOPOCO y militante del FUL-NA. 25 años de edad, piel blanca, aproximadamente 5’10” de altu-ra, pelo negro, robusto, barba tupida, es desaliñado. Lleva anteojos y tiene bigotes. Vive en Buenos Aires.

21. Juan de Dios Acosta Mena - hermano de Arturo Acosta Mena. Es miembro de MOPOCO y del FULNA. 28 años de edad, pelo castaño, ojos marrón claro, cuerpo robusto y gordo. Lleva an-teojos y tiene bigotes recortados. Contador público.

22. Federico Arias - Comunista, 33 años de edad, tez bronceada, 5’9” de altura, cabello castaño claro, ojos verdes, robusto. Solía vi-vir en Posadas.

23. Inocencio Burgos Cáceres - Febrerista izquierdista y miem-bro del FULNA, 23 años de edad. Nativo del departamento de Cordillera. 5’9” de altura, cabello negro, ojos oscuros, contextura atlética. Su probable domicilio es Paraguay.

24. Rafael Guerrero Padín (alias Bebeco) - Comunista y ex Fe-brerista. 28 años de edad, aproximadamente 5’9”, tiene cabellos negros, ojos marrones y es robusto. Residía en Resistencia.

25. Juan Bautista Aquino Rodríguez - Comunista. Oriundo de Luque, tiene unos 25 años, tez blanca, es un obrero. Tiene 5’9” de estatura, cabello castaño, ojos verdes claro, delgado. Probablemen-te reside en Paraguay.

26. Martín Ortega Romero - Comunista, 26 años de edad, piel morena, aproximadamente 5’6”. Tiene pelo negro y es robusto. Oriundo de Caacupé, tiene ojos oscuros. Es obrero.

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27. Antonio Ojeda - Comunista, nativo de San Juan Nepomuce-no. Tiene piel blanca, pelo ondulado, ojos verde claro, contextura delgada, aproximadamente 5’6” de estatura, tiene un hermano que fue seminarista. Solía vivir en Argentina

28. Francisco Rivarola - Comunista, oriundo de Ybycuí, Para-guay. Tiene piel morena, pelo negro ojos marrones y aproxima-damente 25 años de edad. Solía residir en Buenos Aires, en Villa Martelli

29. Víctor Rivarola - Comunista, hermano menor de Francisco Rivarola. Aproximadamente 23 años de edad, piel morena con ojos marrones, pelo castaño oscuro. Solía residir en Buenos Aires. Es-pecializado en explosivos. Perdió una mano cuando el detonador explotó en un curso sobre explosivos Viajó a Alemania Oriental para hacerse implantar una mano ortopédica.

30. Gregorio Verdún - Comunista, aproximadamente 28 años de edad. Es de tez blanca, aproximadamente 5’5” de estatura, ca-bello rubio, ojos azul claro, delgado. Oriundo de Capiatá, Para-guay. Lleva anteojos y es un obrero.

31. Omar Vallejos - Comunista de tez blanca, aproximadamente 5’8” de estatura; pelirrojo. Mecánico. Tiene ojos verdes, oriundo de Asunción. Solía vivir en Montevideo. Cuerpo robusto y gordo.

32. Venancio Paredes - Comunista de 26 años de edad, prove-niente de Asunción. Nació en San Bernardino, Paraguay. Tiene aproximadamente 5’5” de estatura, cabello negro, ojos oscuros, regordete. Es profesor.

33. Francisco Servín - Comunista y miembro del Comité Central del PCP. Probablemente reside en Posadas, Argentina.

34. Tulio Vallejos - Comunista de aproximadamente 28 años de edad. Es pequeño, aproximadamente 5’2” de estatura. Tiene varios dientes de oro.

35. Enrique Rojas - Anteriormente conscripto auxiliar del Mi-nisterio del Interior. Es de Asunción y tiene aproximadamente 20 años de edad. Tiene 5’10” de altura, piel morena, pelo negro, ojos marrones.

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36. Juan Bautista Benítez - Comunista, oriundo de Caaguazú, Paraguay. Supuestamente entró al Paraguay para formar un grupo guerrillero en la zona de Caaguazú.

37. Francisco Marín - Miembro del MOPOCO y Comunista.

38. Virgilio Rojas - Ex Colorado y Comunista.

39. Antonio Rivas - Comunista oriundo de Isla Pucú, Paraguay.

40. Francisco Peralta - Comunista, oriundo de Isla Pucú, Para-guay.

Fuente: “Entrenados en Cuba en la Escuela de Guerrillas. Lista incompleta, 1960 en adelante”. Documento de desinformación en inglés, sin firma, preparado por la CIA y difundido por el Gobier-no de Paraguay. Encontrado en el archivo de Fuerzas Armadas. En: Miranda, 2001: 131-35.

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Biografía del autor

Andrew Nickson es oriundo de Li-verpool (Inglaterra). Es egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cambridge y ejerce la cátedra de Gestión Pública y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Birmingham, Inglaterra.

Es asesor del PNUD en gobernan-za local en situaciones de conflicto y profesor en ‘Gobernabilidad local y consolidación de la paz’ en el United Nations System Staff College, Torino.

Ha publicado cinco libros sobre Paraguay en inglés – Paraguay: Power Game (1981), Historical Dictionary of Paraguay (1993), An-notated Bibliography of Paraguay (1999), The transition to demo-cracy in Paraguay (1997, co-editor), y The Paraguay Reader (2013, co-editor) y quince artículos académicos sobre la política, historia, y gestión pública paraguaya. Sus publicaciones más recientes so-bre Paraguay en castellano son: Oscar Creydt: Una biografía (2011) y Las Guerrillas del Alto Paraná (2013).

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Andrew Nickson

El autor

Andrew Nickson es oriundo de Liverpool (Inglaterra). Es egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cambridge y ejerce la cátedra de Gestión Pública y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Birmingham, en su país. Tiene varios trabajos publicados sobre Paraguay, entre ellos cinco libros: Paraguay: Power Game (1981); Historical Dictionary of Paraguay (1993); Annotated Bibliography of Paraguay (1999); The transition to democracy in Paraguay, como coeditor (1997); y The Paraguay Reader, próximo a aparecer. Además publicó quince artículos académicos sobre la política, historia, y gestión pública paraguaya.

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Próximos Volúmenes

3. El Régimen Stronista, Diego Abente Brun

4. El Coloradismo y Stroessner, Bernardino Cano Radil

5. El modelo económico stronista, Luis Rojas Villagra

6. La Oposición Tolerada y la Perseguida, Andrés Colmán Gútierrez

7. La Resistencia Armada, Milda Rivarola

8. Las Ligas Agrarias Cristianas, Ignacio Telesca

9. La prensa y la cultura bajo el régimen, Alcibíades González Delvalle

10. Aparato Represivo, Alfredo Boccia Paz

11. El movimiento Obrero, Jorge Coronel Prosman

12. Las Fuerzas Armadas y el stronismo, José Arce Farina

13. La Sociedad Civil, José Carlos Rodríguez

14. La Decadencia stronista, Bernardo Neri Farina

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