La Felicidad en Aristóteles iluminado por Sto.Tomás y San Agustin

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Facultad de teología Pontificea y Civil de Lima Tesina de Bachillerato La Felicidad del paradigma aristotélico al pensamiento agustino-tomista

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Facultad de teología Pontificea yCivil de Lima

Tesina de Bachillerato

La Felicidaddel paradigma aristotélico al

pensamiento agustino-tomista

Pablo Augusto PerazzoLima, enero de 2007

2

Deseo de Felicidad

“Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origendivino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que

lo puede satisfacer: «Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el génerohumano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que

sea plenamente enunciada» (San Agustín)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1718)

3

ÍNDICE

Introducción ......……………………………..………. 4

1. Visiones distorsionadas acerca de la

Felicidad …..... 8

2. La vida contemplativa y la felicidad .

……………… 20

3. El Camino de la Virtud ….…….…………………….

31

Conclusión …………………………………………. 38

Bibliografía …………………………………………. 41

4

Introducción

¿Quién no quiere ser feliz? Basta hacer una encuesta

para confirmar que todos los seres humanos queremos ser

felices. Es algo propio del hombre la búsqueda de la

felicidad. Todos nacemos con un anhelo interior y profundo de

felicidad. Sin embargo, si hacemos otra encuesta y

5

preguntamos cuántos son realmente felices, descubriremos

tristemente que no todos lo son; que algunos no son todo lo

feliz que les gustaría ser; algunos incluso dirían que no se

puede ser feliz. Queriendo ser infinitamente felices, nos

confrontamos con nuestras limitaciones, nuestra contingencia,

nuestras dudas y muchas veces la ignorancia. Es impresionante

como somos seres finitos y contingentes, pero poseemos en

nuestro interior un anhelo infinito que clama por la

felicidad.

Son distintas las actitudes y posturas que se vive

frente a esa pregunta. Muchos ni se preguntan, viven en la

superficialidad de la existencia; otros se preguntan pero no

tienen el coraje de aventurarse a responder a esa pregunta o

se creen incapaces de alcanzarla y se contentan con “pasarla

bien”; otros se arriesgan pero se cansan en el camino,

sucumbiendo ante ese reto; algunos, infelizmente, creen que

no se puede ser feliz; también hay aquellos que creen que

6

sólo se puede ser feliz por ratos; finalmente, hay de los que

logran responder afirmativamente a la enunciada interrogante.

En este breve trabajo vamos a recurrir a un filósofo que

se preguntó en serio por el problema de la felicidad, y

elaboró una respuesta a la altura de esa inquietud. Sí es

posible ser feliz. Aristóteles lo demuestra de una manera

clara y contundente. Sí se puede ser feliz. Es la experiencia

de muchas personas que se tomaron en serio la vida. Que

buscaron su propia realización personal. Para ello vamos a

centrarnos en el primer libro de la Ética a Nicómaco, en el que

Aristóteles trata específicamente el tema de la felicidad

como el Bien último del hombre. Además, para profundizar

algunas propuestas de Aristóteles vamos a recurrir al

pensamiento cristiano de Santo Tomás y San Agustín con el fin

de enriquecer el trabajo y ofrecer una postura más profunda

al tema de la felicidad. Es importante tener en cuenta que

ese será nuestro marco teórico, puesto que el tema de la

felicidad puede dar pie a muchas reflexiones. Además vamos a

7

valernos de distintos comentarios que nos ayudarán a

profundizar el tema propuesto.

La pregunta por la felicidad es muy antigua. Pensadores

como Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca han

mostrado como se puede ser feliz. Por medio de este trabajo

queremos descubrir como el hombre puede alcanzar la

felicidad. Como las personas que creen que no existe la

felicidad están equivocadas. Como las personas que creen que

sólo se puede ser feliz por ratos o los que creen que la

felicidad esta en el placer o sentimiento agradable también

están equivocadas. La felicidad, según Aristóteles, es la

realización plena de lo más noble del ser humano que es el

alma racional, dirigida por la virtud más excelente. La

postura cristiana, expresada en Santo Tomás y San Agustín

completan esa definición y dicen que lo más elevado del

hombre es en última instancia la contemplación espiritual,

descubriendo en Dios el único capaz de saciar nuestros

anhelos más profundos.

8

Aristóteles sigue siendo hoy en día una respuesta

actual, pues el hombre sigue siendo el mismo. Vivimos en un

mundo que se ha desarrollado muchísimo, un mundo donde el

cambio parece darse cada vez más rápido. No obstante estos

profundos cambios que ha sufrido nuestro mundo a lo largo de

los siglos, el ser humano continua siendo el mismo. Con las

mismas inquietudes, los mismos anhelos, angustias, las mismas

tristezas y alegrías. La misma búsqueda por la felicidad. Por

eso un pensador de la talla de Aristóteles iluminado además

por San Agustín o Santo Tomás puede dar una respuesta que

satisfaga nuestro hambre de felicidad.

La inquietud por escribir sobre la felicidad me ha

surgido hace muchos años atrás, motivado por muchas

conversaciones que tuve con viejos amigos y muchas personas

con las que me fui cruzando a lo largo de mi vida.

Conversaciones en las que descubría una aproximación muchas

veces equivocadas al tema. Conversaciones en las que me daba

cuenta que muchas veces las personas ya habían desistido de

9

buscar la felicidad, creyendo ser algo imposible en esta

vida. A todo esto le sumo mi propio anhelo por ser realmente

feliz. Por lo tanto, movido por estas experiencias

personales, constaté la importancia y urgencia de escribir

sobre el tema.

El trabajo se desarrolla en tres capítulos. En el

primero veremos algunas visiones equivocadas de la felicidad.

En el segundo capítulo profundizaremos en el verdadero

significado de la felicidad y como hacemos para ser felices.

Finalmente en el tercer capítulo hablaremos un poco sobre las

virtudes como el modo de vida que nos permitirá alcanzar la

felicidad. He tratado de escribir este pequeño trabajo con

una carga existencial, a fin de interpelar a los lectores,

llevándolos a que cuestionen su propia vida. La felicidad es

un tema muy apelante, que nos toca a todos. ¿Cómo ser

felices? Es una pregunta que cada uno debe hacerse y

esforzarse por responder si es que quiere dar un verdadero

sentido a su vida.

10

1. Visiones distorsionadas acerca de la

felicidad

«Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo

que todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen al

parecer siempre por mira algún bien que deseamos conseguir, y por esta razón ha

11

sido exactamente definido el bien, cuando se ha dicho que es el objeto de todas

nuestras aspiraciones»1

Aristóteles nos deja claro que nuestros actos están

siempre dirigidos al bien. Sin embargo vemos que muchas veces

las personas no se encaminan al bien. Efectivamente, nuestras

acciones siempre se encaminan al bien, aunque muchas veces

objetivamente no elegimos el bien. Lo que pasa es que el mal

muchas veces “se viste” de bien. Es decir, el mal objetivo

aparece como un bien subjetivo. Pongamos un ejemplo. Un

drogadicto… ¿Por qué usa las drogas? Cree que la droga le va

a traer un bien. Lo va a ayudar de alguna manera, ya sea

porque tiene problemas, ya sea porque no quiere enfrentar

alguna situación complicada, ya sea simplemente porque quiere

sentirse bien. Objetivamente la droga es algo malo, pero el

individuo la consume creyendo alcanzar un “bien”.

Santo Tomás comentando este punto hace la siguiente

afirmación que ayuda a entender la aparente1 Ética a Nicómaco, libro I, cap.1, parr.1

12

contradicción: «No hay que detenerse en que algunos apetecen el

mal. Porque no lo apetecen, sino bajo la razón de bien, es decir en cuanto lo

estiman como un bien. De esta manera, su intención por sí misma se dirige

al bien, pero por accidente cae sobre el mal.»2

Por eso decimos que la ética de Aristóteles es

francamente teleológica. Es decir, nuestras acciones siempre

están encaminadas a un bien. Esta opinión presupone que hay

en el hombre unas tendencias implantadas por la naturaleza.

Es la famosa eudemonía griega. Postura moral según la cual el

hombre siempre se dirige al bien. La ética griega es siempre

una ética de bienes. ¿Qué es la eudemonía? Esto lo vamos a

ver más adelante.

Hay algunos bienes que son buscados en vista de otro

bien más importante. Por ejemplo, un estudiante de medicina

busca sacarse buenas notas en sus exámenes. Pero este bien

está en vistas a formarse bien y llegar a ser un buen médico.

Ser un buen médico no es un bien absoluto, sino que esta en2 Tomás de Aquino, Coment. a la Ética a Nicómaco, pág.62, 2

13

vistas a poder servir mejor a las personas. Pero no podemos

seguir esta cadena hacia el infinito, sino que debe existir

un bien último. Querido por si mismo y no en vistas de otro

bien.

«Si en todos nuestros actos hay un fin definitivo que quisiéramos conseguirpor sí mismo, y en su vista aspirar a todo lo demás; y si, por otra parte, ennuestras determinaciones no podemos remontarnos sin cesar a un nuevo motivo,lo cual equivaldría a perderse en el infinito y hacer todos nuestros deseosperfectamente estériles y vanos, es claro que el fin común de todas nuestrasaspiraciones será el bien, el bien supremo (…) el conocimiento de este fin últimotiene que ser de la mayor importancia»3

Santo Tomás clarifica esta opinión de Aristóteles

diciendo lo siguiente:

«La principal, dice que algún fin es tal que por él queremos otras cosas y aél lo queremos por sí mismo no por alguna otra. Tal fin no sólo es bueno, sino quees óptimo. Salta a la vista porque siempre el fin, en razón del cual se buscan otrosfines, es el principal, como dijo. Es necesario que exista algún fin semejante.Luego, en las cosas humanas, hay algún fin que es bueno a la vez que óptimo.

Hay una segunda razón que conduce a un imposible y es la siguiente: un finpuede ser deseado en razón de otro fin, como dijo. Luego, hay que llegar a algúnfin que no es deseado por otro, o no. Si es así, se ha logrado lo que se busca. Sipor el contrario no se ha encontrado algún fin de este tipo, debe seguirse que todofin es deseado por otro fin. De esta manera, es necesario proceder al infinito. Peroes imposible que en los fines se proceda al infinito. Luego, es necesario que existaalgún fin que no sea deseado por otro fin.

3 Ética a Nicómaco, libro I, cap.1, parr.3

14

De esta manera es necesario que exista algún fin último por el cual todo lodemás sea deseado y él mismo no sea deseado en razón de otro. Así, esnecesario que exista algún fin óptimo de los asuntos humanos.»4

La pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué es ese Bien

absoluto? Debemos intentar definirlo, aunque no sea más que

haciendo de él un sencillo bosquejo. El conocimiento de este

fin último es de la mayor importancia. Para eso debemos ver

primero de qué ciencia y de qué arte forma parte. «Como el

conocimiento del mejor fin es necesario para la vida humana es preciso saber

cuál es este mejor fin y a qué ciencia especulativa o práctica le concierne

considerarlo.»5

Para alcanzar ese Bien supremo Aristóteles recurre a la

ciencia soberana, a la ciencia que sea la más fundamental de

todas. Ésta es la ciencia política. El fin de la política es

alcanzar ese bien supremo del hombre. Todas las demás

ciencias están subordinadas a la política. Santo Tomás en su

comentario a Aristóteles esta de acuerdo en que la política

es la ciencia que mejor trata acerca del bien del hombre:

4 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.65, 95 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.66, 11

15

«El mejor fin pertenece a la ciencia principal y más arquitectónica,como resulta claro por lo dicho. Expresó que, bajo la ciencia o arte que serefiere al fin, está contenido lo que es en razón del fin. Por eso, correspondeque el último fin pertenezca a la ciencia principal, en cuanto versa sobre elprincipal fin; y más arquitectónica, en cuanto enseña a las demás lo quecorresponde hacer. Ahora bien, la ciencia política parece ser así, es decir, laprincipal y la más arquitectónica. Luego, le pertenece considerar el mejorfin.»6

Antes de seguir adelante debemos clarificar qué

entendían los griegos en la época de Aristóteles por

política. Es una filosofía de las cosas del hombre. Es la

ciencia que abarca la actividad moral de los hombres

considerados como individuos o como ciudadanos. Se subdivide

en ética y en política propiamente dicha, que es teoría del

Estado.7 Se entiende el valor que da Aristóteles al Estado

teniendo en cuenta la importancia que tenía la Polis y su

inferencia en la vida de los hombres en la Grecia antigua.

El Bien último del hombre debe ser el bien del Estado.

Es más, la preocupación primordial se dirige al bien del

Estado. Procurar el bien del Estado parece cosa más acabada y

6 Tomás de Aquino, Comentar. A la Ética a Nicómaco, pág.66, 127 G.Reale, Introducción a Aristóteles, p.97, parr.1

16

más grande, pero Aristóteles en la medida que avanza en su

Ética dirige su estudio a la ciencia ética individual. Pero

esto no presenta mayores problemas puesto que tanto para el

individuo como para el Estado el Bien último es el mismo.

«En efecto, Aristóteles distingue entre la felicidad que el hombre puedeencontrar en la vida política, en la vida activa (es la dicha que proporciona lapráctica de la virtud en la ciudad), y el goce filosófico que corresponde a la teoría,es decir, a un tipo de vida consagrada por completo a la actividad delentendimiento»8

De hecho, la dicha filosófica se encuentra en la

vida según el entendimiento, viviendo la virtud más elevada

del hombre, que corresponde a la mente. Por eso el filósofo,

según Aristóteles, es quien mejor puede alcanzar la

felicidad, y es quien puede enseñar otros a vivir la

felicidad.

Para todo esto debemos tener en vista un presupuesto

filosófico muy importante que nos permite sostener todo este

sistema. Aristóteles estaba tratando de la naturaleza humana

en cuanto tal, fundaba su ética en las características8 Pierre Hadot, Qué es la Filosofía Antigua, pag.91

17

universales de esa naturaleza. Hay una constante universal en

la naturaleza humana, que se repite en todos y permite hablar

de un mismo Bien para todos. Estamos hablando de una

Naturaleza humana universal.9

Santo Tomás, siguiendo un comentario de Aristóteles,

hace una precisión interesante sobre quienes se pueden

dedicar a ejercer la política. Puesto que es una ciencia de

las cosas del hombre, el hombre que se dedique a ella debe

ser ya un hombre maduro. La juventud tiene todavía poca

experiencia de vida, y además se deja muchas veces llevar por

las pasiones, mientras que la política exige ordenarse según

la razón.

«He aquí por qué la juventud es poco a propósito para hacer un estudioserio de la política, puesto que no tiene experiencia de las cosas de la vida (…) sóloescucha la voz de sus pasiones»10. «El joven no tiene un conocimiento de lo queatañe a la ciencia moral, que se conoce, sobre todo, por la experiencia. Por sucorta edad, no tiene experiencia de las acciones de la vida humana. Por tanto, esclaro que el joven no es un adecuado oyente de la ciencia política».11

9 F.Copleston, Historia de la Filosofía v.I, p.333, parr.110 Ética a Nicómaco, libro I, cap.1, parr.811 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética de Nicómaco, pág.70, 19

18

Hasta aquí estamos de acuerdo que todos buscamos y

ordenamos nuestra vida en vistas a un Bien último. ¿Cuál es

ese bien que es objeto de la política? Tanto el vulgo como

las personas ilustradas llaman a este bien supremo felicidad.

La eudemonía. Vivir bien, obrar bien es sinónimo de ser

dichoso. Todos los seres humanos quieren ser felices. Basta

hacer una encuesta para constatar que la felicidad es el bien

que todos quieren alcanzar. El bien que se quiere en si

mismo, no en vistas a otro bien superior. Una siguiente

pregunta, que Aristóteles no se hace, pero que me parece

importante también es cuán feliz uno quiere ser. Obviamente

queremos ser todo lo feliz que sea posible, quisiéramos que

no haya un límite para la felicidad. Por lo tanto estamos

hablando de una felicidad que sea infinita. El hombre tiene

necesidad de infinito. Esa es la experiencia básica a la que

puede llegar todo ser humano que logra acceder a su auténtica

dimensión interior.12

12 Luis Fernando Figari, Nostalgia de Infinito, pag.19

19

San Agustín en su diálogo de Beata Vita, conversando con su

madre se pregunta si todos quieren ser felices. Y completa el

diálogo diciendo que son felices los que poseen cuanto

quieren. Si quieren un bien y lo poseen, entonces son

felices. Si quieren males, aunque los alcancen, serán

desgraciados.

«-¿Todos queremos ser felices?Apenas había dicho esto, todos lo aprobaron unánimemente.-¿Y os parece bienaventurado el que no tiene lo que desea?-No –dijeron todos.-¿Y será feliz el que posee todo cuanto quiere?Entonces la madre respondió:-Si desea bienes y los tiene, sí; pero si desea males, aunque los alcance, es un desgraciado.»13

El problema que nos toca ahora es definir la naturaleza

y esencia de la felicidad. Si bien tanto el vulgo como los

sabios quieren ser felices, se distancian muchísimo en la

idea que tienen sobre la felicidad. Unos la colocan en las

cosas visibles, como el placer, la riqueza, los honores.14

Esto es lo que nuestra cultura actual, con toda su carga de

13 San Agustín, De Beata Vita, cap.2, 1014 Ética a Nicómaco, libro I, cap.2, parr.1

20

anti valores, enseña al hombre como modelo de felicidad: el

tener, el poseer placer y el poder. En la teología cristiana

también se habla de esas tres maneras equivocadas como el

hombre busca ser feliz. Se conocen como la triple

concupiscencia.15 Falsos diocesillos que sólo llevan al

hombre por caminos del error, alejándolo de la verdadera

felicidad. Soy consciente que al abordar este tema estoy

entrando en el terreno de la teología, pero me parece

interesante notar como la propuesta aristotélica sirve de

fundamento para la creencia cristiana. Síntesis lograda por

los primeros padres de la Iglesia, que buscaron esa relación

entre la filosofía aristotélica y la fe cristiana.

«El placer, la riqueza, los honores» no hacen más que

desorientar la razón humana, confundiendo nuestra15 «En sentido etimológico, la “concupiscencia” puede designar toda forma vehemente de deseo humano. La teología cristiana le ha dado el sentido particular de un movimiento del apetito sensible que contraría la obra dela razón humana. El apóstol san Pablo la identifica con la lucha que la “carne” sostiene contra el “espíritu”. Procede de la desobediencia del primer pecado. Desordena las facultades morales del hombre, y, sin ser una falta en sí misma, le inclina a cometer pecados.» (C.E.C, 2515) Es interesante notar según esta definición que estos deseos contrarían “la obra de la razón humana”, pues la felicidad verdadera, según veremos más adelante, es justamente una actividad de la recta razón.

21

inteligencia y poniendo nuestros anhelos más profundos de

felicidad en ilusiones baratas, que engañan los hombres que

se dejan llevar por la propaganda barata de la cultura

actual.

Algunos perciben la necesidad de infinito de la que

hablábamos anteriormente, pero se lanzan a la búsqueda de

sucedáneos, de sustitutos para satisfacer ese vacío de

infinito. Son los falsos diocesillos, las concupiscencias,

cuya pretensión es colmar el hambre interior del ser humano,

pero sólo traen un creciente pesimismo al que se engaña y va

tras ellos.16 Santo Tomás corrobora esta postura teológica de

la triple concupiscencia diciendo lo siguiente: «Algunos

estiman que la felicidad está en algunos bienes sensibles, como el avaro en las

riquezas, el intemperante en los placeres y el ambicioso en los honores.»17

La opinión de un mismo individuo se complica muchas

veces dependiendo de su estado; el enfermo, cree que la

16 Luis Fernando Figari, Nostalgia de Infinito, pag.2117 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicomáco, pág. 72, 24

22

felicidad es la salud; pobre, que es la riqueza; el

ignorante, admira a los que hablan de la felicidad de modo

pomposo. Es decir, depende mucho de la circunstancia personal

de cada uno. Acordémonos que hasta aquí estamos discurriendo

las visiones equivocadas, según la opinión del vulgo, que se

tiene de la felicidad. «Indagar todas las opiniones sobre esta materia

sería un trabajo bastante inútil, así nos limitaremos a las más conocidas y

divulgadas.»18

Aristóteles distingue tres géneros de vida: el vulgo que

busca el placer. La mayor parte vive así como esclavos,

anhelando el tipo de vida de los que están en el poder, los

cuales se exceden en los goces del placer, como

Sardanápalo19. Después la vida política o pública, y por

último, la vida contemplativa e intelectual.

18 Ética a Nicómaco, libro I, cap.2, parr.219 Assurbanipal, rey de Asiria (669-627 a.C.), último de sus grandes gobernantes, es conocido también como Sardanápalo, tal y como lo nombraron las fuentes griegas. Heredó un gran reino que abarcaba desde elnorte de Egipto hasta Persia. Hacia el 652 a.C. extendió su dominio hastael sur de Egipto y el oeste de Anatolia. (Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation)

23

La mayoría de las personas considera que la felicidad

consiste en el placer y en el goce. Pero una vida dedicada a

los placeres es una vida que hace semejante a los esclavos y

es una existencia digna de las bestias.20 “Digna de la

bestias” pues son los animales los que se mueven y guían por

el placer que les trae determinadas cosas. No se rigen por la

razón – puesto que no la tienen – sino por sus impulsos

instintivos, guiados por el placer sensual. Por eso, el

hombre que se deja llevar por sus impulsos sensuales se

compara a una bestia salvaje. Aunque esto suene duro,

infelizmente es como muchas personas hoy en día viven.

La postura cristiana sobre la búsqueda del placer por el

placer encaja perfectamente con la visión de Aristóteles.

Véase este comentario que hace Santo Tomas:

«Ha de considerarse que la vida placentera que pone el fin en elplacer del sentido, necesariamente debe poner el fin en los más grandesplaceres, los que siguen a las operaciones naturales, aquellas por las cualesse conserva la naturaleza: en el individuo, el alimento y la bebida; y en laespecie, la unión sexual. Pero estos deleites son comunes a los hombres y a

20 G.Reale, Introducción a Aristóteles, p.99, parr.1

24

los animales. De ahí que todos los hombres que ponen el fin en estosplaceres se parezcan enteramente a los animales, eligiendo la vida en la quetoman parte las bestias lo mismo que nosotros. Luego, si en esto consistierala felicidad del hombre, por la misma razón, las bestias serían felicesdisfrutando del placer de la comida y del coito. Por tanto, si la felicidad es unbien propio del hombre, es imposible que consista en esos placeres.»21

En este género de vida también encajarían los que creen

que la felicidad es aquello que me hace “sentirme bien”. Es

decir, soy feliz si hago lo que me hace sentirme bien. La

felicidad así es un sentimiento, depende de mi gusto o

disgusto. Hago lo que me gusta y dejo de hacer lo que no me

gusta. El problema de guiarse por lo que me gusta o hace

sentirme bien es que no siempre mi sentimiento o gusto

personal está orientado a la verdadera felicidad.

El segundo tipo de vida es la política o pública, de los

que ponen la felicidad en la gloria, porque es el fin más

habitual de la vida política. Pero la felicidad comprendida

de esta manera es una cosa más superficial y menos sólida.

«La gloria y los honores pertenecen más bien a los que dispensan que al que los

21 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.76, 31

25

recibe, mientras que el bien (…) es una cosa por completo personal»22 Estos

buscan una aprobación y reconocimiento de su propia virtud.

Así la virtud esta sobre la gloria, la virtud es el verdadero

fin del hombre. Pero la virtud misma es evidentemente

incompleta cuando es sola.

En tercer lugar esta la vida contemplativa e

intelectual, que será profundizada en el siguiente capítulo y

nos llevará a la idea verdadera de felicidad. Pero

Aristóteles no concluye aquí. Habla de un cuarto tipo de

vida: los que sólo buscan enriquecerse. El que pone su

felicidad en las riquezas no es más que un infeliz, pues la

riqueza no es el bien que nosotros buscamos. No es más que

una cosa útil para alcanzar otros bienes que no son ella.23

«…buscamos la felicidad como un bien que no es buscado en razón de otro bien.

Pero el dinero es buscado en razón de otra cosa porque tiene razón de bien útil.

Luego, la felicidad no consiste en el dinero.»24 Este estilo de vida es un

estado ampliamente difundido en la sociedad actual. El22 Ética a Nicómaco, libro I, cap.2, parr.623 Ética a Nicómaco, libro I, cap.2, parr.824 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.78, 42

26

materialismo y consumismo profundamente enraizados en nuestra

cultura hacen que las personas vivan para el dinero. Busquen

a todas costas acumular riquezas, creyendo que así serán

felices.

Hasta aquí hemos desarrollado como la felicidad puede

entenderse equivocadamente como el placer, la gloria u

honores, y las riquezas. Falta ahora desarrollar la felicidad

de aquellos que creen alcanzarla por la inteligencia o

contemplación y verificar si esto nos trae o no la verdadera

felicidad. Pero esto lo vamos a verificar en el próximo

capítulo.

27

2. La vida contemplativa y la felicidad

¿Cuál es el Bien último del hombre? ¿Cuál es el Bien al

que todo los hombres quieren llegar? ¿Qué es lo que todos los

seres humanos quieren vivir? El hombre por naturaleza quiere

ser feliz. Desde el relato del Génesis el hombre y la mujer

ya tenían el anhelo por alcanzar la sabiduría25. Ya Sócrates,25 «Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió…»(Gen 3, 6) Obviamente este relato

28

entre los primeros filósofos griegos buscaba la virtud y la

enseñaba a tiempo y destiempo26. Recordémonos también el

pasaje del joven rico, en los tiempos de Jesús, con su famosa

pregunta: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en

herencia vida eterna?”27 Pregunta que manifiesta el profundo

anhelo que tenía ese joven por ser feliz.

«Pero el bien supremo debe ser una cosa perfecta y definitiva. Porconsiguiente, si existe una sola y única cosa que sea definitiva y perfecta,precisamente es el bien que buscamos; y si hay muchas cosas de este génerola más definitiva entre ellas será el bien. Mas en nuestro concepto, el bien,que debe buscarse por sí mismo, es más definitivo que el que se busca envista de otro bien, y el bien que no debe buscarse nunca en vista de otro bienes más definitivo que estos bienes que se buscan a la vez por sí mismos y acausa de este bien superior; en una palabra, lo perfecto, lo definitivo, locompleto, es lo que es eternamente apetecible en sí, y que no lo es jamás envista de un objeto distinto de él. He aquí precisamente el carácter que parecetener la felicidad»28

muestra una opción equivocada de la mujer, no obstante puede percibirse como quería alcanzar algo bueno, apetecible, la sabiduría.26 “Tratando de persuadir a cada uno de vosotros que debe mirar por si y buscar la virtud y la sabiduría, antes que andar procurando sus intereses particulares, y que ha de mirar más por la ciudad misma que por los intereses de ella, y que éste es el orden que debe observar en todas sus acciones”(Apol., 36) «Tal era la “misión” de Sócrates, la que él consideraba que le había sido impuesta por el dios de Delfos: estimular a los hombresa que se cuidaran de su posesión más noble, de su alma, y tratasen de adquirir la sabiduría y la virtud.» (Historia de la Filosofía, F.Copleston v.I, pag.120, parr.1)27 Mr 10, 17/ Mt 19, 16/ Lc 18, 1828 Ética a Nicómaco, libro I, Cap.IV, parr.4

29

La felicidad es ciertamente una cosa definitiva,

perfecta, y que se basta a sí misma, puesto que es el fin de

todos los actos posibles del hombre. El Bien último y lo que

todos los seres humanos buscan es la felicidad. El honor, el

placer, las riquezas, la ciencia, la virtud, se buscan en

vistas a la felicidad. Santo Tomás está plenamente de acuerdo

con Aristóteles en este punto: «Este fin último del hombre se llama

bien humano y es la felicidad.»29 La diferencia, como veremos más

adelante, viene a ser en el modo como se alcanza esa

felicidad. San Agustín también trata de describir y

aproximarse al tema de la felicidad:

29 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.88, 63

30

«-Qué debe buscar, pues, el hombre para alcanzar su dicha?(…)-Luego - dije yo- ha de ser una cosa permanente y segura, independiente dela suerte, no sujeta a las vicisitudes de la vida. Pues lo pasajero y mortal no podemos poseerlo a nuestro talante, ni al tiempo que nos plazca.»30

Santo Tomás ofrece algunas características de la

felicidad. En primer lugar es un fin que se busca, en vista

del cual se hace todo lo demás; es perfecta y definitiva que

no se busca en vista a otro bien, sino en si misma. «Tal parece

ser la felicidad, a la cual nunca la elegimos por otra, sino siempre por ella

misma(…) A la felicidad nadie la elige por eso, ni por alguna otra cosa. De lo cual

se desprende que la felicidad es el más perfecto de los bienes y, en consecuencia,

es el fin último y el mejor.»31; basta para hacer la vida aceptable; es

el fin de todos los actos del hombre. Pero no podemos

quedarnos aquí. Es necesario profundizar y conocer mejor su

naturaleza. «El medio más seguro de alcanzar esta completa noción es saber

cuál es la obra propia del hombre»32. «Así se desprende que el bien final de algo

debe buscarse en su operación. Por tanto, si hay alguna operación propia del

hombre, es necesario que, en esa operación propia, consista su bien final, que es

30 San Agustín, De Beta Vita, cap.2, 1131 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.89, 6432 Ética a Nicómaco, libro I, Cap.IV, parr.7

31

la felicidad. Así, el género de la felicidad es ser una operación propia del

hombre.»33

Así como para el músico y todo artista el bien esta en

la obra especial que realizan, en igual forma el hombre debe

encontrar el bien en su obra propia. Debemos buscar cuál es

la obra propia del hombre. Es decir, cuál es la obra que

caracteriza el ser humano de modo excelente. En otras

palabras, de que manera el ser humano se realiza, se

despliega, hace lo que está llamado por su identidad.

El bien del hombre sólo consistirá en la «obra» que es

peculiar de él, es decir, en la obra que él y sólo él sabe

desarrollar, así como, en general, el bien de cada una de las

cosas consiste en la obra que es peculiar de tal cosa. La

obra del ojo es ver, la del oído es oír. ¿Cuál es la obra del

hombre? No puede ser el simple vivir, puesto que el vivir es

propio asimismo de todos los seres vegetales. Se trata de la

dimensión biológica que el hombre comparte con todos los33 Tomás de Aquino, Coment. A la Ética a Nicómaco, pág.91, 68

32

seres vivos. Tampoco puede ser el sentir, puesto que el

sentir es común de todos los animales. Sólo queda, pues, que

la obra peculiar del hombre sea la de la razón y la actividad

del alma según la razón. El verdadero bien del hombre, pues,

consiste en esta «obra» o «actividad» de la razón, y más

precisamente, en la explicación y actuación perfecta de esta

actividad. Ésta es, pues, la virtud del hombre y aquí deberá

buscarse la felicidad.34 Ahora, estamos hablando de la virtud

del hombre. Implica las virtudes intelectuales y morales.

Esta respuesta está en perfecta armonía con la concepción

típicamente helénica de la areté. La actividad intelectual es

la virtud del hombre. Es lo propio del ser humano, que sólo

él posee. Así la felicidad se define como la actividad del

alma dirigida por la virtud, y la virtud más elevada. Además,

todo esto debe ser realizado una vida entera, pues «una

golondrina sola no hace verano». Es decir, un solo día de

felicidad no basta para hacer un hombre feliz.

34 G.Reale, Introducción a Aristóteles, pag.100, parr.3

33

El cuidado del alma ya era una preocupación que venía de

Sócrates y sigue siendo prioridad para Aristóteles. Sin

embargo Aristóteles considera también indispensable disponer

de suficientes bienes externos y de medios de fortuna, aunque

éstos sólos no pueden proporcionar la felicidad. En otras

palabras, los bienes externos y la fortuna pueden ayudar a

que seamos felices, pero no son esencial para ello. Lo

importante es desarrollar el alma por medio de la virtud.

Además, toda esta experiencia puede ir acompañada del placer.

En este sentido, el placer no es algo malo, sino que acompaña

un acto virtuoso. El problema sería poner al placer como el

fin de nuestras acciones. Esto sería caer en un hedonismo, es

decir, una búsqueda desordenada del placer sensual.

Esta felicidad debe ser universal. Es decir, al alcance

de todos. Todos los seres humanos tienen la capacidad para

ser felices. «Y añado, que la felicidad es en cierta manera accesible a todos,

porque no hay hombre a quien no sea posible alcanzar la felicidad, mediante

34

cierto estudio y los debidos cuidados, a menos que la Naturaleza le haya hecho

completamente incapaz de toda virtud.»35

Estamos de acuerdo, entonces, que para ser felices

debemos aprender a desarrollar las capacidades intelectuales.

Sin embargo nosotros no nacemos sabiendo como desarrollar

nuestra inteligencia. Para ello es fundamental la idea de

educación. La paideia. Este aspecto de la educación era

fundamental para la sociedad helénica. Y debería ser una

educación en virtud, entendida como una “disposición estable

para obrar bien, adquirida a la luz de la razón y teniendo la

voluntad por sujeto inmediato”.36

«El tema esencial de la historia de la educación griega es más bien elconcepto de areté, que se remonta a los tiempos más antiguos. El castellanoactual no ofrece un equivalente exacto de la palabra. La palabra “virtud” ensu acepción no atenuada por el uso puramente moral, como expresión delmás alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta y elheroísmo guerrero, expresaría acaso el sentido de la palabra griega. (…) Enel concepto de la areté se concentra el ideal educador de este periodo en suforma más pura.»37

35 Ética a Nicómaco, libro I, cap.VII, parr.136 Regis Jolivet, Diccionario de Filosofía, definición de virtud.37 W.Jaeger, Paideia, pag.20-21

35

Entonces, para ser feliz la persona debe aprender y

educarse en la virtud para vivir coherentemente con su alma

racional. Su alma racional es lo que identifica al ser

humano. Tristemente vemos como hay muchos que se hacen

esclavos de los placeres más bajos del cuerpo, o están a

merced de sus sentimientos o emociones. Sólo el que aprende a

vivir de acuerdo al nivel más alto de su naturaleza – que es

el alma – puede vivir la felicidad.

Infelizmente hay muchos seres que sólo viven para la

pasión y no pueden escuchar la voz de la razón. ¿Cómo se

puede disuadir a un hombre que está en tal disposición? Sólo

cede a la fuerza. Aquí entra la reflexión que hacíamos al

principio sobre la política. La educación de los jóvenes y

sus trabajos es preciso arreglarlos mediante a la ley. En una

palabra, es preciso que la ley siga al hombre durante toda su

existencia, porque la mayoría de ellos obedecen más la

necesidad que a la razón, más a los castigos que al honor.38

38 Ética a Nicómaco, libro X, cap.X, parr.2

36

Únicamente la ley posee una fuerza coercitiva igual a la de

la necesidad, porque es expresión de la sabiduría y de la

inteligencia. «Cuando se quiere mejorar a los hombres cuidándose de ellos,

ya se trate de una multitud o de un corto número, es preciso procurar hacerse

legislador, puesto que sólo por medio de las leyes se perfecciona la humanidad»39

Aristóteles considera que es la ciudad, mediante sus

leyes, la que debe preocuparse por el perfeccionamiento

del hombre. Por eso es el político quien se preocupa por

la felicidad de los ciudadanos. La filosofía ayuda a que

los legisladores conduzcan bien la ciudad.40

Entonces, lo ideal sería que la persona fuera capaz de

vivir según su alma racional, y por medio de la virtud

orientarse según la razón, que es la capacidad más elevada

del hombre. Sin embargo muchos no lo hacen. Es ahí donde

tiene que ejercerse la ley con el fin de orientar por medio

39 Ética a Nicómaco, libro X, cap.X, parr.740 Pierre Hadot, Qué es la Filosofía Antigua, pag.104

37

de la fuerza aquellos que por su propia voluntad no se rigen

por la razón.

Hagamos una breve recapitulación de la teoría de la

felicidad.41 La felicidad es el fin de todos los actos del

hombre. No es una simple manera de ser puramente pasiva. Es

decir, se trata de un ejercicio que exige un esfuerzo

personal. Es preciso suponer más bien un acto de cierta

especie. No cualquier tipo de actos, sino los que se eligen y

que se desean por si mismos, y no entre los que se buscan en

vista de otros. La felicidad no debe tener necesidad de otra

cosa, debe bastarse a si misma por completo. Estos actos

deben ser hechos conforme a la virtud. Estas acciones buenas

tienen su origen en la virtud y la inteligencia. Esas son las

acciones verdaderamente buenas y dignas de ser amadas y que

están en la mira del hombre virtuoso. La vida dichosa es la

vida conforme a la virtud. Y esta vida es seria y laboriosa;

no la constituyen las vanas diversiones. Las cosas serias

41 Ética a Nicómaco, libro X, cap.VI

38

están en general muy por encima de las gracias y de las

burlas, y el acto de la mejor parte de nosotros, o de lo

mejor del hombre se considera siempre como el acto más serio.

Avancemos un poco más. Aristóteles, un poco más

adelante, introduce la idea de la contemplación. Como la

virtud de la mejor parte de nuestro ser. El entendimiento y

la contemplación. Esta contemplación se refiere a una calidad

espiritual que tiene el ser humano. Es la participación de la

realidad divina. En otras palabras, se trata de contemplar lo

divino. Esto es lo más noble y virtuoso del ser humano.

Recordemos cuando decíamos que la felicidad es un anhelo

infinito. Por lo tanto lo divino es lo único capaz de saciar

esa nostalgia de infinito. Esta idea esbozada por Aristóteles

encuentra su plenitud en el pensamiento cristiano, que

introduce la idea de Dios como elemento fundamental para

alcanzar la felicidad.

«Quizá esta vida tan digna sea superior a las fuerzas del hombre, opor lo menos si puede el hombre vivir de esta suerte, no es como hombre,

39

sino en tanto que hay en él un algo divino. Y tanto cuanto este principiodivino está por encima del compuesto a que él está unido, otro tanto el actode este principio es superior a cualquier otro acto. Pero el entendimiento esalgo divino con relación al resto del hombre (…) es preciso que el hombre seinmortalice tanto cuanto sea posible, y que haga un esfuerzo por vivirconforme al principio más noble de todos los que le constituyen.»42

En la actividad de la contemplación intelectual el

hombre alcanza el vértice de sus posibilidades y actualiza

cuanto de más elevado hay en él. La felicidad de la vida

contemplativa conduce de alguna forma más allá de lo

puramente humano; nos pone, por decirlo así, en contacto con

la divinidad, y esta vida sólo puede ser contemplativa.43

Ahora bien, ¿Cuáles son los objetos que Aristóteles

considera propios de la contemplación teórica? Los objetos

inmutables de la metafísica. Y el objeto más excelso de la

metafísica es Dios. Esta actitud religiosa aparece más

explícita en otro libro de Aristóteles: la Ética a Eudemo y en

el capítulo XII de la Metafísica. Esta doctrina acerca de la

contemplación espiritual influyó mucho en todo el pensamiento

42 Ética a Nicómaco, libro X, Cap.VII, parr.443 G.Reale, Introducción a Aristóteles, pag.107-108

40

posterior, especialmente en los filósofos cristianos, que la

encontraron muy acomodable a sus fines.44

Como decíamos, el cristianismo se vale de este

razonamiento de Aristóteles y desarrolla su propia

categorización de la felicidad. Remarca mucho más la

necesidad de Dios, como camino para la felicidad, mientras

que Aristóteles se quedaba más en el esfuerzo puramente

humano por alcanzar la felicidad.

«El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque elhombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer alhombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dichaque no cesa de buscar.»45 Y fue así como lo explicó SanAgustin, quien decía: «Cuando llegue a adherirme a ti con todas lasfuerzas de mi ser no tendré ya ni dolores ni trabajos; mi vida será enverdad viva, llena de ti»46

La contemplación de Dios como fuente de la felicidad es

una idea que aparece implícita en el pensamiento de

Aristóteles expresado en la “Ética a Nicómaco”. Él pone un

énfasis en la actividad del alma racional y la virtud como44 F.Copleston, Historia de la Filosofía v.I, pag.348-34945 Catecismo de la Iglesia Católica, 2746 San Agustin, Las Confesiones, 10, 28, 39

41

camino para ser feliz, dejando abierta la puerta para la

reflexión en torno a Dios como objeto de la contemplación

espiritual, que es la actividad más elevada del alma

racional. Aspecto que es plenamente desarrollada por el

cristianismo. Aquí vale la pena hacer una referencia a San

Agustín, en su libro DE BEATA VITA, en el que defiende lo

siguiente: la vida feliz consiste en el perfecto conocimiento

de Dios. No consiste, pues, la felicidad en la posesión y

disfrute de ningún bien creado y transitorio, sino del Bien

absoluto y perfecto.

«Concluyamos, pues, que quien desea ser feliz debe procurarse bienes permanente, que no le puedan ser arrebatados por ningún revés de la fortuna.Ya hace rato que estamos en posesión de esa verdad – dijo Trigecio.¿Dios os parece eterno y siempre permanente?Tan cierto es eso – observó Licencio – que no merece ni preguntarse.Los otros, con piadosa devoción, estuvieron de acuerdo.Luego es feliz el que posee a Dios.(…)Nada nos resta- continué yo – sino averiguar quiénes tienen a Dios, porque ellos son los verdaderamente dichosos.»47

47 San Agustín, De Beata Vita, cap.2, 11-12

42

Ahora, averiguar quienes poseen a Dios lo dejamos para

el siguiente capítulo, cuando veamos como la virtud, según

Aristóteles, es el camino para la felicidad. De lo dicho

hasta aquí podemos concluir, basándonos en Aristóteles pero

llevando nuestra definición a plenitud con el cristianismo,

que el ser humano es un ser abierto al encuentro con Dios.

Necesita de Dios para alcanzar su propia felicidad. «Así pues, el

ser humano es teologal. Se trata de una nota de su realidad más profunda, y que

cualifica su humanidad».48

Aristóteles menciona lo divino como el clímax de la

contemplación intelectual. Pero es el cristianismo con toda

su reflexión religiosa que demostrará como sólo Dios es capaz

de saciar la nostalgia de infinito que anida en lo profundo del

corazón humano. Sólo Él puede colmar la sed de felicidad que

llevamos dentro.49 La meta de la vida humana sólo es colmada

con el encuentro con Dios. Pierre Hadot afirma: «Esta forma de

vida representa la forma más elevada de la felicidad humana, pero al mismo

48 Luis Fernando Figari, Nostalgia de Infinito, pag.1349 Idem, pag.35

43

tiempo podemos decir que esta dicha es sobrehumana: “el hombre no viviría de

esta manera en cuanto hombre, sino en cuanto que hay algo divino en él”.»50

La dimensión espiritual es lo más esencial en el hombre.

Es algo divino que está en el hombre. Esta dimensión, aunque

la tenemos en nuestro interior, trasciende el propio hombre.

Por lo tanto, sólo Dios es capaz de saciar el anhelo que

brota desde el interior.

50 Pierre Hadot, Qué es la Filosofía Antigua, pag.92

44

3. El Camino de la Virtud

«La felicidad es cierta actividad del alma conforme a la virtud (…) elcuidado principal de la política es formar el alma de los ciudadanos yenseñarles, mejorándolos, la práctica de todas las virtudes.»51

No es la fortuna la que decide la felicidad; no es un

efecto del azar, sino un resultado de nuestros esfuerzos por

medio de actos virtuosos. Por lo tanto, se hace necesario

51 Ética Nicómaco, libro I, cap.VII, parr.2

45

explorar el ámbito de las virtudes, con el fin de descubrir

como debemos vivir para alcanzar la felicidad. Es cierto, la

felicidad es una actividad del alma, de modo más perfecto la

contemplación. Pero esto hay que vivirlo por medio de la

virtud. No cualquier virtud, sino las virtudes del alma.

Entre todos los hábitos virtuosos, los que hacen más

honor al hombre son también los más durables. Es decir, las

virtudes más excelentes son las más durables y llevan al

hombre a que persevere en la felicidad. De esa manera las

personas evidentemente no se olvidan jamás de practicarlas.

En otras palabras, la vivencia de la virtud debe ser algo

constante. La persona debe perseverar en la virtud con el fin

de ser constantemente feliz. Acordémonos, como hablábamos

antes, que “una golondrina no hace verano”. La felicidad es

una actividad del alma que debe permanecer en el tiempo. Debe

manifestarse durante una vida entera, y no sólo en breves

períodos.52

52 F.Copleston, Historia de la Filosofia v.I, pag.334, parr.2

46

El hombre verdaderamente virtuoso es capaz de sufrir

todos los azares de la fortuna sin perder nada de su

dignidad; es capaz de sacar el mejor provecho de las

distintas vicisitudes y circunstancias difíciles. Puesto que

para llegar a eso tiene que esforzarse en alcanzar la virtud,

y eso implica tiempo y dedicación, los infortunios

difícilmente le arrancarán su felicidad.53 Por esto decimos

que la felicidad esa algo inalienable.

«Puesto que la felicidad, según nuestra definición, es cierta actividaddel alma dirigida por la virtud perfecta, debemos estudiar la virtud. Éste seráun medio rápido de comprender mejor la felicidad misma.»54

«Ha dicho que la felicidad es cierta actividad según la virtud perfecta.Entonces, conociendo la virtud, podremos considerar mejor la felicidad. Deallí que precisamente en el libro décimo, una vez determinadas todas lasvirtudes, complete el tratado de la felicidad. Por tanto, como esta cienciabusca principalmente el bien humano que es la felicidad, en consecuencia lecompete el estudio de la virtud.»55

¿Cómo se forma la virtud? ¿Cómo se desarrolla la virtud?

Empezamos por hacer actos que son virtuosos objetivamente,

sin tener, empero, un conocimiento reflexivo de esos actos y

53 Ética Nicómaco, libro I, cap.VIII, parr.454 Ética Nicómaco, libro I, cap.XI, parr.155 Tomás de Aquino, Comet. A la Ética a Nicómaco, pág.120, 138

47

sin elegirlos deliberadamente como buenos, sino sólo por una

disposición habitual. A un niño, por ejemplo, sus padres le

enseñan a decir la verdad, y el niño lo hace sin saber en

principio que esta haciendo algo bueno. Pero las sucesivas

verdades que vaya diciendo, como acciones buenas que son, le

irán formando gradualmente ese buen hábito, y a medida que

avance el proceso educativo, el niño llegará a comprender que

el decir la verdad es bueno de suyo, y escogerá el decirla

por lo que en sí misma tiene de bien. Para ese entonces ya

tendrá el hábito virtuoso para decir la verdad. Así será ya

virtuoso en este aspecto. La virtud es una disposición que se

ha desenvuelto a partir de una capacidad mediante el

ejercicio apropiado de esta capacidad o facultad.56

“Virtud” viene del latín “virtus”. Podemos tener una

aproximación metafísica: “cualidad que perfecciona

intrínsecamente una facultad y condiciona su buen ejercicio”;

o moral: “disposición estable para obrar bien, adquirida a la

56 F.Copleston, Historia de la Filosofia v.I, pag.335, parr.3

48

luz de la razón y teniendo la voluntad por sujeto

inmediato”.57 La felicidad se define como la actividad del alma

según la virtud. Por lo tanto cualquier profundización ulterior

del concepto de «virtud» depende del ahondamiento del

concepto de alma, puesto que se trata de las virtudes propias

del alma.

Aristóteles hace primero una división en dos partes del

alma: la una dotada de razón, y la otra que está privada de

ella.58 En la parte no racional el ser humano comparte

cierta facultad con los demás seres vivos: la facultad

vegetativa. Parte del alma que se encarga de la alimentación

y el desarrollo vital de la persona. Como se ve esta la

comparte con los animales y la vegetales, hasta los gérmenes

y los embriones. Entonces esta no es parte peculiar del

hombre. Por lo tanto no encontraremos aquí una virtud

especialmente humana. «Al lado de esta primera facultad aparece también

en el alma otra naturaleza, que es igualmente irracional, pero que, sin embargo,

57 R.Jolivet, Diccionario de Filosofía, pag.18658 Ética a Nicómaco, Libro I, cap.XI, parr.4

49

puede participar hasta cierto punto de la razón»59 Esta parte puede

guiarse por la razón, así como oponerse a ella. Algunas veces

hace caso a la razón, mientras que otras se dirige en sentido

opuesto al que pide su razón. A esta parte le llama

Aristóteles la parte apasionada, y más generalmente la parte

instintiva, que participa de la razón hasta cierto punto en

el sentido de que puede escuchar la razón y obedecerla. En

esta parte del alma corresponden las virtudes que se llaman

morales: generosidad y templanza. La otra parte del alma es

la racional. En ella encontramos la virtudes intelectuales:

ciencia, ingenio, prudencia.

Algunos autores hablan por eso que el alma se divide en

tres partes60. Dos irracionales: vegetativa y alma sensitiva,

y otra racional, el alma intelectiva. Cada una tiene una

virtud o excelencia especial. La virtud humana propiamente

dicha es aquella en la que interviene la actividad de la

razón. Teniendo en cuenta lo dicho en el párrafo anterior

59 Ética a Nicómaco, Libro I, cap.XI, parr.660 G.Reale, Introducción a Aristóteles, pag.102, parr.2

50

podemos concluir que las virtudes intelectuales o dianoéticas

– que pertenecen al alma racional - y las morales o éticas –

que pertenecen a la parte no racional, pero que, sin embargo,

puede participar hasta cierto punto de la razón - son propias

y únicamente del ser humano.

Empecemos primero el examen de las virtudes éticas.

Estas se forman a través de la costumbre. Por naturaleza

tenemos la potencia de formarlas y, mediante el ejercicio,

esta potencia se hace actualidad. Por ejemplo, realizando

actos justos, nos vamos volviendo justos y la virtud se va

volviendo un hábito, que nos hará más fácil obrar según la

virtud de la justicia. Las virtudes éticas se aprenden y con

el tiempo se vuelven hábito. Así las adquirimos, pero ¿en qué

consisten? ¿Cuál es su naturaleza? Aquí entra la famosa

teoría del “medio término”, la “justa proporción”. Es la vía

media entre dos excesos. La virtud ética es, pues, la

posición media entre dos extremos de la pasión, uno de los

cuales lo es por defecto y el otro por exceso. Ahora, no se

51

ha de tomar la doctrina del “medio” como a una exaltación de

la mediocridad en la vida moral, pues en cuanto entra en

juego la excelencia, la virtud es un extremo: sólo con

relación a su esencia y a su definición es un “medio”61 Con

relación a la dimensión ontológica, es un medio; con relación

a la dimensión axiológica, es una excelencia, un extremo.

Veamos ahora las virtudes intelectuales o dianoéticas.

Por encima de las virtudes éticas se encuentran las que son

características de la parte más elevada del alma, son las

virtudes de la razón. El alma racional tiene dos partes, una

que conoce las cosas contingentes y la otra que conoce las

cosas inmutables. «Estas dos partes del alma racional son la

razón práctica y la razón teorética, y las respectivas

virtudes son las formas perfectas con las que se aprehende la

verdad práctica y la teorética.»62 La virtud de la razón

práctica es la phronesis (prudencia) mientras que la virtud

de la razón teorética es la sophia (sabiduría).63

61 F.Copleston, Historia de la Filosofía v.I, pag.336, parr.262 G.Reale, Introducción a Aristóteles, pág.10663 R.Simon, Moral, pag.332-333

52

La prudencia consiste en dirigir correctamente la vida

del hombre, distinguir entre lo bueno y lo malo. Ayuda a

deliberar correctamente acerca de los verdaderos fines del

hombre, señalando los adecuados medios para alcanzar esos

fines. Por lo tanto esta virtud dianoética de la prudencia

esta relacionada con las virtudes éticas. Para ser virtuosos

es necesario poseer la prudencia, y para ser prudente son

necesarias las virtudes éticas.64 Eso es así puesto que las

virtudes éticas permiten al individuo esclarecer cual es el

recto obrar dependiendo de las circunstancias, y con esa base

la prudencia puede distinguir lo bueno o malo y dirigir así

rectamente nuestra vida. Mientras la prudencia considera todo

lo referente al hombre, la sabiduría contempla lo que está

por encima del hombre. Considera las cosas divinas. Por medio

de la virtud de la sabiduría el ser humano puede discernir lo

que esta de acuerdo a la realidad divina y así regirse la

vida por ello. Este es el camino cristiano, que ya se ve

esbozado en el pensamiento aristotélico. Entonces, es la

64 G.Reale, Introducción a Aristóteles, pág.107

53

sabiduría la que permite al hombre habitualmente contemplar a

Dios, y en esa medida satisfacer sus anhelos más profundos de

una felicidad infinita. Esta es la máxima perfección de la

actividad del alma. Para esto fue creado el ser humano, para

vivir y obrar según Dios. En esto radica la felicidad.

«La sabiduría es la plenitud. Es así que en la plenitud hay medida.Luego la medida del alma está en la sabiduría.(…) La sabiduría es lamoderación del ánimo, por la que conserva un equilibrio, sin derramarsedemasiado ni encogerse más de lo que pide la plenitud.(…) Mas cuando elalma, habiendo hallado la sabiduría, la hace objeto de su contemplación;cuando, para decirlo con palabras de este niño, se mantiene unida a ella e,insensible a la seducción de las cosas vanas, no mira sus aparienciasengañosas, cuyo peso y atracción suele apartar y derribar de Dios, entoncesno teme la inmoderación , la indigencia y la desdicha. El hombre dichoso,pues, tiene su moderación o sabiduría. Más ¿cuál ha de ser la sabiduríadigna de este nombre sino la de Dios?»65

San Agustín luego averigua quiénes tienen a Dios, porque

como ya vimos, según la tradición cristiana, que complementa

la postura de Aristóteles, los que contemplan o poseen a Dios

son realmente dichosos, son felices. El santo de Hipona da

tres posibilidades: los que viven bien; el que cumple su

65 San Agustín, De Beta Vita, cap.4, 33-34

54

voluntad en todo; y el que tiene el alma limpia del espíritu

impuro.

«Nada nos resta –continué yo- sino averiguar quiénes tienen a Dios…Tiene a Dios el que vive bien –opinó Licencio.Posee a Dios el que cumple su voluntad en todo – dijo Trigecio, con aplausode astidiano.El más pequeñuelo de todos dijo:A Dios posee el que tiene el alma limpia del espíritu impuro.La madre aplaudió a todos, pero sobre todo al niño.»66

66 San Agustin, De Beta Vita, cap. 2, 12

55

Conclusión

Me parece que lo dicho hasta aquí permite abordar el

tema de la felicidad con mucha riqueza, partiendo de las

reflexiones de Aristóteles en su “Ética a Nicomáco” y

enriqueciendo su aproximación con las reflexiones cristianas

de Santo Tomás y San Agustín. En el trabajo hemos buscado

profundizar en las visiones equivocadas de la felicidad, que

56

nos llevan a ponerla en cosas como el tener riquezas, buscar

placeres banales o poner nuestra confianza en los honores y

fama. También hemos visto como la verdadera naturaleza de la

felicidad es la actividad propia del hombre, según la virtud

más excelente; y finalmente como es necesario orientar

nuestras acciones según la vivencia de las virtudes, como el

camino concreto para alcanzar la verdadera felicidad.

Espero que este trabajo permita a los lectores descubrir

pistas para alcanzar la felicidad. Para dirigir su vida según

una recta comprensión de su propia naturaleza. Saber qué es

la felicidad es fundamental para poder vivirla. Sólo se puede

amar y vivir lo que se conoce. Por lo tanto, profundizar en

el tema de la felicidad nos permite amar y querer en verdad

ser felices.

Pienso que un primer paso es tomar conciencia que todos

los seres humanos queremos ser felices. Luego descubrir que

ese anhelo sólo se puede colmar con una realidad infinita. Es

57

decir, los seres humanos queremos ser felices, queremos una

felicidad que no tenga límites. Una felicidad que sea

infinita. El hombre sólo se satisface en la medida que

encuentre aquello que sacie sus hambres interiores y que viva

de acuerdo a su naturaleza más profunda.

Es por eso que la actividad más noble del alma lo remite

a una dimensión racional, que tiene su cumbre en la

contemplación de las realidades divinas, tema abordado

ampliamente por el cristianismo, y permite al hombre

satisfacer sus anhelos más profundos. Sólo aquellos que sean

coherentes con esas necesidades interiores fundamentales

serán capaces de alcanzar la verdadera felicidad. Por lo

tanto, valiéndome de Santo Tomás y San Agustín, puedo afirmar

que sólo Dios puede responder a la actividad más noble del

alma según la virtud más excelente de la sabiduría.

Contemplar y adecuar nuestra vida a Dios nos abre a una vida

llena de sentido, que colma nuestras expectativas más

profundas.

58

Lo que debemos preguntarnos es que tanto estoy siendo

fiel a esa realidad personal. Cuánto estoy dispuesto a

arriesgar para caminar por el sendero de la felicidad. Cuánto

esfuerzo estoy listo para emprender. Alcanzar la felicidad no

es algo fácil, pero esta en juego nuestra propia vida. ¡Si es

posible ser felices! Hay que anunciarlo a todos los hombres.

Tenemos que vivirlo en primera persona.

Invito a todos a que no tengan miedo. No tengan miedo de

aventurarse y emprender el camino de la verdadera felicidad.

Muchas son las personas que se han acostumbrado a vivir en la

tristeza o la amargura. Que se acostumbraron a tener bajos

horizontes. No tengamos miedo de ser felices. A ser realmente

felices.

59

Bibliografía

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Argentina

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