La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

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David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

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0. ÍNDICE

0. Índice ............................................................................................................................ 1

1. Introducción .................................................................................................................. 4

1.1. Justificación ........................................................................................................... 4

1.2. Metodología ........................................................................................................... 5

1.3. Objetivos ................................................................................................................ 5

2. La experiencia del cautiverio: realidad hispanoamericana ........................................... 7

2.1. Mullier mea, amata patria nostra ......................................................................... 7

3. Construcción de la identidad ...................................................................................... 13

3.1. Ego et alter: dicotomías maniqueas ..................................................................... 13

3.2. Hibridación y el otro-yo: formaciones extraparadigmáticas ............................... 16

3.3. Identidad fronteriza: nepantla, un tour d'horizon ................................................ 18

4. Hacia una identidad literaria ....................................................................................... 21

4.1. Malón o nebulosa de violencia salvaje ................................................................ 23

4.2. El barco o el primer puente ................................................................................. 25

4.3. La selva o naturaleza viva ................................................................................... 27

4.4. El fuerte o cercano hogar lejano .......................................................................... 29

4.5. Cacique o el más valeroso y apto ........................................................................ 32

4.6. El marido o protector protegido .......................................................................... 34

4.7. Nepantla o las dos caras y ninguna ..................................................................... 36

4.8. La cautiva y el cautivo. ¿Distinto esquema u homólogo? ................................... 38

5. Influencia y pervivencia ............................................................................................. 40

5.1. Nueva novela histórica ........................................................................................ 42

5.2. Cautivos de otras plumas ..................................................................................... 43

5.3. Toruk Makto, el nacom del futuro ....................................................................... 46

6. Conclusiones ............................................................................................................... 49

7. Bibliografía ................................................................................................................. 51

Anexo I ........................................................................................................................... 55

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

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Resumen

El cautiverio es un tema recurrente en la Literatura Hispanoamericana. Aunque, en

principio, traumática tal experiencia supone una oportunidad para un miembro de una

comunidad foránea, normalmente europea o europeizada, para entrar en contacto directo

con la realidad indígena. Aunque nos vamos a centrar en los casos de Lucía Miranda y

Gonzalo Guerrero, esta situación no es ni mucho menos excepcional. Nuestro análisis se

basa en ver la evolución del sujeto con identidad colona hacia una más, o totalmente,

colonizada. El resultado del cautiverio supone un personaje mestizo culturalmente que se

sitúa en la intersección entre el mundo indígena y el colono.

Palabras clave: cautiva, cautiverio, identidad, nepantla, literatura hispanoamericana.

Abstract

Captivity is a recurrent theme in American Literature, since there is an opportunity

for a member of a European or Europeanized foreign community to come into direct

contact with the indigenous reality. Although we will focus on the case of Lucia Miranda

and Gonzalo Guerrero, this situation is by no means exceptional. Our analysis is based

on the evolution of the subject with settler identity towards a more, or fully, colonized

one. The result of captivity is a culturally mestizo character, which stands in a privileged

position between the indigenous and settler.

Keywords: captive, captivity, identity, nepantla, Hispano-American literature.

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Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo

has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la

tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la

persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en

ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.

(Haruki Murakami, Kafka en la orilla, 2006)

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1. INTRODUCCIÓN

Una tormenta de arena dice Murakami, pero también la tempestad de Shakespeare, el

torbellino de Echeverría o el temporal que arrastrará a Gonzalo a las costas mexicas son

circunstancias válidas para dar comienzo a este viaje. Hablamos de un proceso de cambio

que muta lo más hondo y personal, el Yo. La identidad del personaje cambia de forma

irreparable con el azote del viento y la arena; las inclemencias de la naturaleza son una

metáfora que nos sirve de pretexto para hablar de las desgracias y la precaria situación

que, como cautivos, viven nuestros personajes de estudio. Es este tormento el que

agujerea su coraza, moldea su personalidad y les permite descubrir una nueva realidad.

1.1. JUSTIFICACIÓN

Decidimos realizar nuestro Trabajo Fin de Grado en la línea de Literatura

Hispanoamericana porque nos absorbió desde que empezamos la carrera; sobre el tema

que hemos elegido diremos que fue tratado de manera superficial en nuestro trabajo de la

asignatura “Literatura Hispanoamericana de la Ilustración al Modernismo”, y hemos

querido profundizar en ello. Todos nuestros trabajos en esta área del conocimiento se han

centrado siempre en el problema del indio1, es por ello que hemos querido variar y

acercarnos a los personajes que fueron ‘cautivados’, amplu sensu, por el mundo indígena.

Teniendo en cuenta que el problema del indio es un tema vertebrador en la literatura

de América Latina, los mediadores del conflicto de identidad indio-blanco son de especial

interés. Los intermediarios ideales para estos dos mundos son aquellos que han

participado del colono y del indígena, de la civilización y la barbarie: los nepantla. Por

nepantla entendemos aquellos que están en medio, yuxtapuestos a ambos paradigmas,

conocedores de las dos culturas, capaces de interpretar sus realidades. He aquí el sentido

de nuestro título: es el cautiverio, situación impuesta, de captura o rapto, que introduce al

individuo del grupo colono en un sistema amerindio donde se adapta progresivamente a

la nueva forma de vida. Tras las vivencias en esta realidad mixta nos encontraremos con

personajes híbridos que se establecen como nexos entre el mundo indio y el blanco.

1 Atélico e irresoluto en la realidad hispanoamericana, el problema del indio aúna las deficiencias

socioeconómicas que sufren estos individuos por cuestiones históricas, políticas y raciales. Vid. Siete

Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (1928) por José Carlos Mariátegui.

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1.2. METODOLOGÍA

El proceso de conformación de este trabajo se ha basado en la Tematología,

“entendida como la rama de la Literatura Comparada que se encarga del análisis de los

temas y argumentos de los textos literarios y sus relaciones tanto internas como externas,

es decir, su recurrencia en otras manifestaciones textuales o artísticas anteriores o

posteriores” (Gil-Albarellos, 2002), para llevar a cabo un análisis supranacional,

multimodal y diacrónico2.

Nuestro corpus de obras está formado, principalmente, por las novelas Lucía Miranda

(1860) de Rosa Guerra y Eduarda Mansilla, y Gonzalo Guerrero (1981) de Eugenio

Aguirre. Partiendo de conceptos antropológicos como ‘identidad’ analizaremos distintos

personajes literarios basados en otros históricos3 que son capturados por los indios y

sufren un proceso de transculturación.

Hemos proporcionado una base teórica sobre la construcción de la identidad y, a

continuación, planteado un análisis de las obras con respecto a ella. Lo que se apunta en

estos apartados dicotómicos sobre le identidad híbrida de los personajes se confirma en

el análisis final. Nos hemos ayudado de diversos estudios sobre el papel del cautiverio en

la literatura hispanoamericana y en trabajos antropológicos.

1.3. OBJETIVOS

En este trabajo hemos querido plasmar cómo el tópico de la cautiva y el cautivo están

asociados a un problema de identidad que refleja el drama hispanoamericano en lo

relativo a la coexistencia de distintas razas. Nuestro estudio está orientado hacia la

verificación de que estos personajes sufren un proceso de transculturación que los incluye

dentro de la categoría nepantla, intermediarios de dos mundos en conflicto, tras ser

víctimas de esa estancia forzosa.

2 Se abarcan obras de distintas lenguas, países, tiempos y géneros artísticos. 3 Existe un debate sobre la existencia de Lucía Miranda que gira en torno a su historicidad o mera

ficcionalidad. A favor de su existencia están los que la creen parte de historia real introducida por Díaz de

Guzmán en su crónica, frente a los que la consideran una creación literaria del historiador que ha perdurado

en el imaginario oral colectivo.

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Una vez expresadas las motivaciones y objetivos de este estudio es el momento de

describir brevemente la configuración y estructura del presente trabajo. Está dividido en

cuatro partes: la primera contextualiza el estudio; la segunda corresponde al marco teórico

sobre la identidad y términos clave, la tercera es el análisis pormenorizado de las

dicotomías en el corpus seleccionado y la cuarta ofrece un breve análisis de la pervivencia

del tema, planteando posibles líneas de investigación para trabajos posteriores. Tras esto

encontramos las conclusiones, la bibliografía y el anexo de material visual.

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2. LA EXPERIENCIA DEL CAUTIVERIO: REALIDAD HISPANOAMERICANA

2.1. MULLIER MEA, AMATA PATRIA NOSTRA

La novela del siglo XIX en Hispanoamérica está dotada de unas cualidades que la

alejan de la simple producción literaria. Dados los valores de la época el relato sentimental

pasó de ser una subliteratura destinada a un público femenino a algo más que

performativo. Del año 1816, en que se publica la primera novela (como tal género)

hispanoamericana, hasta finales del siglo XIX el género novelesco se convierte en un

instrumento programático usado para la creación de un pasado y su reconstrucción en

función del presente: hablamos del ‘Romances nacional’.

El Romance nacional se constituye como metagénero que abarca obras pertenecientes

a poesía y narrativa y otros subgéneros, como la novela histórica, sentimental,

costumbrista o indigenista. Todos los ideologemas4 se articularán usando los códigos de

esa novela de sentimientos con el objetivo de adoctrinar y hacer sentir al lector. Críticos

recientes como Benedict Anderson, Fernando Unzueta y Doris Sommer son los

responsables de la relectura del sentimentalismo que permite indagar acerca de esa

imprescindible función social de la literatura en el marco del siglo XIX hispanoamericano.

Las Comunidades imaginadas (1983) de Benedict Anderson hacen referencia a la

construcción de los vínculos imaginarios compartidos por las personas que forman parte

de ese grupo dentro de una sociedad. Doris Sommer, por su parte, en su obra Ficciones

fundacionales (1991) estudia esas grandes novelas que forman parte de la cultura literaria

de una nación y cómo ello ayuda a la edificación de la misma; sin embargo, es Fernando

Unzueta con La imaginación histórica y el romance nacional en Hispanoamérica (1996)

quien acuñó el término ‘romances nacionales’, para designar una superestructura literaria

obediente tanto al sentimentalismo y el historicismo que imperan en el gusto

decimonónico como a la importancia que adquiere en la época la “función de la literatura”

como plataforma desde la que difundir un ideario nacional, unos comunes y unos modelos

de conducta social, a través de personajes que funcionan como ejemplo para la

comunidad.

4 Concepto surgido de las teorías de Bajtin y reformulado por la lingüista Julia Kristeva en Semiótica

(1978). Un ideologema designa funciones comunes en estructuras intertextuales; de carácter sincrético, es

un reflejo del sentimiento y del pensamiento de una determinada época.

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De acuerdo con esta polivalencia, la novela sentimental funciona al modo de un

palimpsesto, no solo por la superposición de textos, sino también de la de lecturas. Para

el óptimo funcionamiento del sistema político y social era necesario que los relatos fueran

estandartes de moral y virtud, de manera que los lectores encontrasen en la novela un

manual de instrucciones sobre la vida ejemplar. Pero el mecanismo de identificación tenía

también un valor ideológico y político, pues esta lectura se construye alrededor de las

comunidades imaginarias. Los conflictos sociales se plasman en esos romances

nacionales a través de un nivel alegórico que permite una doble lectura, y se desarrolla

sobre la estructura metafórica, recurrente en los textos, de Mujer igual a Patria o Familia

igual a Nación, mediante la cual los autores de literatura sentimental construyeron

pasiones o conflictos “privados” con significados “públicos” enmarcados en un proyecto

de afirmación de valores morales y de postulados políticos.

La novela de este tipo tomaba como referente la sociedad presente para que en la

narración el lector, como en el agua del cambio, viera reflejado su día a día y la proyección

de los imaginarios compartidos o un pasado que se criticaba para poder establecer mejoras

sobre una premisa conocida. De este modo el relato sentimental de origen romántico se

convirtió en una retórica polisémica que sirvió, entre otras cosas, para la construcción de

una historia patriótica.

El siglo XIX tiene un marcado carácter político en todo el continente, oponiendo las

opciones liberales a las conservadoras. Tras las guerras de independencia y las civiles se

produjeron reacciones conservadoras entre 1830 y la década siguiente en México,

Guatemala, Venezuela y Argentina; manifiestas en la presencia de caudillos. Las guerras

civiles surgidas de esta violenta dicotomía de poder e ideología impregnaron una

literatura que no se quiso quedar al margen. La escritura, por un lado, desempeñó el papel

de memoria histórica, el testimonio que da a conocer esa realidad turbulenta marcada por

el fratricidio y las dictaduras. Por otro lado, fue usada como vehículo para expresar un

ideario que adoctrinase a los lectores mediante el mecanismo de una ficcionalización de

conflictos políticos. El escritor pretendía dar a conocer su presente con el fin de

denunciarlo ante un Viejo Mundo desentendido o ignorante de la situación

hispanoamericana.

Trataremos ahora con mayor detenimiento el caso argentino ya que es el país que más

pesa en el objeto de nuestro trabajo. En el XIX se enfrentan dos opciones políticas

opuestas: federales y unitarios. Nace la principal generación de escritores, la generación

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de Los proscritos o del 37, llamados así por ser el año de publicación de las principales

obras de sus miembros y por la creación la Asociación de Intelectuales Joven Generación

Argentina. Esta fue la primera de muchas, que dedicó sus esfuerzos a derrocar la dictadura

de Juan Manuel de Rosas5, símbolo del espíritu tiránico, violento y déspota que

caracterizó su gobierno hasta el año 1852.

El ideologema básico de esta generación será ‘civilización contra barbarie’ articulado

por el argentino Domingo Faustino Sarmiento, gran figura de pensamiento y política que

marcará para siempre la literatura hispanoamericana. Fue el responsable de la fijación de

un esquema ideológico basado en oposiciones binarias que resistiría el paso de los años.

Frente a los nuevos problemas nacionales Sarmiento intentó ofrecer un análisis

exhaustivo de las causas y los hechos, ofreciendo posibles soluciones. Sarmiento entendía

que en toda comunidad humana hay una pugna constante entre sectores civilizados y

sectores bárbaros, avatares6 de los cuales eran Juan Facundo Quiroga7 y Juan Manuel de

Rosas. En su obra Facundo o civilización y barbarie (1845) Sarmiento relata la vida de

Facundo Quiroga, cuya estirpe daría lugar a Juan Manuel de Rosas. Con la vida del federal

como pretexto establece una oposición que delimita las opciones de Sudamérica: ser

civilizada o caer en la dictadura como forma de barbarie. Su relato se convierte en un

alegato antirrosista paradigmático y en modelo para la llamada “novela de dictador”, todo

un subgénero autóctono en el proceso literario hispanoamericano.

La civilización era la salvación propuesta por Sarmiento frente a un mal endémico:

la barbarie como alegoría la dictadura. En la realidad argentina es Buenos Aires la urbe

símbolo de civilización, frente a la Pampa como nido de barbarie. Su obra ofrece

construcciones arquetípicas del civilizado y el bárbaro, siendo el gaucho, el indio, el negro

y el mestizo, el bárbaro como extranjero y como fuerza de crudeza y destrucción. La

naturaleza salvaje fruto de la barbarie y engendradora de ella solo podía combatirse con

una sobredosis de civilización.

5 Juan Manuel de Rosas (1793-1877) fue proclamado Gobernador de Buenos Aires por el Partido

Federal en 1829, consiguiendo tiempo después ser el máximo dirigente de la Confederación Argentina en

un estatus dictatorial. 6 El término sánscrito ‘avatāra’ refiere a una encarnación de la divinidad en el hinduismo. Ha llegado

a nosotros a través de la globalización, el mundo digital y el cine, hacemos uso de él como sinónimo de

“doble o “personificación”. 7 Juan Facundo Quiroga (1788- 1835), militar argentino fiel al Partido Federal, desempeñó cargos

como gobernador y caudillo de la provincia argentina de La Rioja durante las guerras civiles entre 1820 y

1830. Quiroga es especialmente relevante por haber sido el comandante de una de las muchas Campañas

sobre los indios de la Pampa contra los indígenas en 1833.

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La ciudad fue considerada el asiento propio de la civilización, es escenario inalienable

de los hombres. El locus de la barbarie estaba en el campo donde se liberaban los instintos

del bárbaro, del salvaje, gaucho e indio.

Durante el modernismo veremos la reformulación de la antítesis de Sarmiento hacia

otros esquemas simbólicos más progresistas, pero tras la propuesta inicial de Facundo

nos encontraremos con novelas de formato sentimental que articularán el esquema

sarmientino para difundir y convencer a los lectores de las bondades de la revolución

política que ese esquema proponía. La gran parte de las producciones que siguieron este

patrón fueron antirrosistas: a través de la alegoría familia-nación formaron relatos

sentimentales que relacionaba el sentimiento antirrosista y asimilaron la barbarie con una

barbarie nacional. El molde sentimental no es más que una excusa para transmitir

mensajes ideológicos tan evidentes que constituirán un paradigma panfletario.

La cautiva (1837), extenso poema de Esteban Echeverría, toma forma dentro de ese

esquema ideológico sarmientino instaurando un arquetipo muy productivo. El gran tema

de la mujer blanca secuestrada y violentada por los salvajes indios alegoriza una patria

“civilizada” herida o amenazada por la “barbarie”. En un primer momento se opone el

salvajismo indígena y la delicadeza civilizada de la mujer blanca, aunque esta idea pasará

a convivir con la de la mujer asalvajada al cambiar el ideologema que la sostiene.

El tópico de la patria cautiva, concreción de la alegoría básica Mujer-Patria que

explicábamos antes, se sirvió de numerosos episodios históricos para convertirlos en

estructuras imaginarias, en estímulos intelectuales e ideológicos necesarios para instalar

en los imaginarios colectivos una justificación de la conquista violenta y de la extirpación

del indígena del tejido social. De acuerdo con esas intenciones, el tema de la patria cautiva

se convirtió en una línea argumental muy productiva que arranca del poema Echeverría.

La protagonista de este texto ya personificaba todos los valores de la civilización al ser

una cautiva blanca que consigue salvarse matando a sus raptores. Es la patria sublime que

huye de los horrores de la barbarie, personificada en el indio, y que incluso logra

conservar su cuerpo intacto. Pese a la muerte provocada por su proeza, sirve a la causa

ideológica de Echeverría e instaura todo un canon estético e ideológico con unas lecturas

importantes, que paso a resumir.

Por una parte, la condena sin paliativos a la posibilidad del mestizaje. María se juega

la vida al impedir que el indio la toque, evitando ser contaminada y convertirse en madre

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de un mestizo. La determinación que María muestra, estando incluso dispuesta a morir

antes de permitírselo, aclara el mensaje ideológico de la obra. Por otra parte, la defensa

del exterminio de los salvajes para evitar raptos, cautiverios y violaciones de la patria

blanca por parte de los indios. Este gran tópico es del todo obediente a esa idea, tan

arraigada a la época, de lo inconveniente del mestizaje. Ante la propuesta de dicotomía

ineludible se plantea el exterminio para no tener que elegir entre la civilización y la

barbarie, exterminando a la vez el tabú del mestizaje.

La literatura atribuirá al bárbaro el papel de agente agresor de una la patria civilizada,

pues se trataba de instaurar la idea de la amenaza permanente contra la sociedad burguesa,

blanca y europeizada que se quería construir. Surge entonces en los textos la imagen que

representa a la nación o patria deseada como un cuerpo femenino, esta alegoría permite

un amplio juego narrativo que sitúa al bárbaro no solo como agresor al individuo sino al

conjunto de la sociedad y los ideales de esta. El regreso de estas mujeres también

representa el regreso de una patria totalmente deshecha, como la mujer violada es el

símbolo de una sociedad criolla que se siente bajo la amenaza de estos salvajes. Es por

ello que la madre herida por los salvajes debe servirse de sus hijos, los patriotas, para

vengarse y prevenir el daño. Este alegato llegó a motivar campañas de exterminio en

Argentina, Chile y Uruguay8.

Otras dos novelas que usan la figura de la cautiva y las dicotomías de Sarmiento como

estructura ideológica son las Lucía Miranda. Estas novelas tienen como base el cautiverio

de una mujer española en el siglo XVI. Ambas fueron escritas por mujeres, aunque son

portadoras de diferentes significados ideológicos. Las dos recuperan la historia de Lucía

de La argentina manuscrita (1612) de Ruy Díaz de Guzmán, donde se menciona

someramente este episodio en el contexto de los primeros asentamientos españoles en

América. Lucía Miranda fue una española que llegó a un territorio rioplatense

acompañada de su marido en una expedición. Estos españoles se asentaron y mantuvieron

relaciones tensas pero cordiales con los nativos de la zona donde se establecieron. Se

8 Hablamos de la Campaña del General Roca en Argentina en 1878-1885 contra los pueblos

amerindios, principalmente mapuches y tehuelches. El propio Sarmiento, durante su ejercicio como

Presidente de Argentina, entre 1868 y 1874, llevó a cabo expediciones similares contra los levantamientos

y malones indígenas encabezados por el cacique Calfucurá. En el caso uruguayo y chileno, tras la

independencia intentaron expulsar, cuando no exterminar a los pueblos indígenas supervivientes, los

charrúas y araucanos, respectivamente, con campañas similares.

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parte de la idea de universos contrapuestos: españoles e indios, aunque poco a poco sus

posturas se van acercando.

Estas dos escritoras intentarán suturar la disyuntiva de Sarmiento ofreciendo por

primera vez una solución mediadora entre esas dos realidades incompatibles. La cautiva

de ambas novelas se erige como alegoría, esta vez no tanto como esa patria dañada y

agredida sino como depositaria de valores que abogan por la convivencia. Lucía Miranda

se convierte en la mejor posibilidad para emprender un proceso de relaciones pacíficas,

de mutua estima y aprendizaje recíproco con esos indígenas que no son bárbaros por

naturaleza, sino parte de una civilización diferente. Los indios de la Lucía Miranda

decimonónica no son tan salvajes ni los blancos son tan civilizados. Estas novelas se

caracterizan por la difuminación entre los dos mundos polares, lo que lleva a Lucía a

ejercer como mediadora. Sabedora de su situación privilegiada, perdona a sus captores y

establece la necesidad de instaurar en los imaginarios colectivos ya no la necesidad del

exterminio, sino de articular discursos de entendimiento, reconciliación e incluso perdón.

Por primera vez se instaura en esta temática una tercera posibilidad, una salida a la mutua

destrucción. Se propone un amor de tipo antropológico-filantrópico como resultado de

la interacción entre las diferentes etnias. Se resuelve el conflicto de la oposición entre el

ser civilizado y ser bárbaro con una propuesta intercultural.

La reutilización del arquetipo de la cautiva en las Lucía Miranda pretende ofrecer

otro tipo de actitud que podría mejorar el destino de la colectividad con el peso que daba

recuperar un personaje histórico (pero alejado de la simbología partidista) con una versión

actualizada de la cautiva. Esta propuesta plasma un pensamiento novedoso, destituyendo

uno que no tiene más lugar en la realidad. Estos enfoques serán los que abran la puerta a

toda la trayectoria posterior de numerosas cautivas de la tradición literaria

hispanoamericana.

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3. CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

Ahora vamos a explicar las nociones psico-antropológicas que van a sustentar

nuestro análisis literario. Como el título de este epígrafe adelanta, están basadas en la

construcción de la identidad. Empezaremos conociendo el paradigma dicotómico de ego

et alter, seguiremos con algunas visiones mixtas de estas organizaciones binómicas y los

procesos que permiten crearlas. Por último trataremos el término nepantla como centro

vertebrador de nuestro estudio y le daremos un sentido, dentro de los muchos que recibe,

para su uso en este contexto filológico-literario.

3.1. EGO ET ALTER: DICOTOMÍAS MANIQUEAS

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la identidad es definida como

el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan

frente a los demás”9. Por tanto, supone un tema clave en la literatura de países que han

sufrido un proceso de colonización, como lo es en el caso hispanoamericano, en el que se

pretende la autodeterminación como individuos, iguales en derechos y con identidad

propia. La discusión sobre el indio como ser humano, afortunadamente, ya se ha

concluido; aunque el problema de su identidad como miembro que forma parte de un

conjunto social multirracial sigue siendo hoy un tema de debate. La identidad, como los

valores semánticos de la lengua10, se establece por una oposición de elementos. En

términos de identidad la estructura polar ha sido la hegemónica hasta hace bien poco. Las

oposiciones articulan una visión simplista de la realidad en su establecimiento en términos

binarios, sin entender categorías mixtas o que no se adscriban a un polo u otro; son los

estudios poscoloniales los que revalorizan y ponen de manifiesto la existencia de una

tercera vía.

Yo, ego o self son los términos, intercambiables, usados para referirse a la identidad

propia, la que se considera superior y está asociada a un rango sociocultural mayor. El

Yo es subjetivo, dependiente del emisor o el interactuante; a pesar de esto, en el caso del

fenómeno colonial está asociado indiscutiblemente al hombre blanco, europeo, civilizado,

9 Cfr. Diccionario de la Real Academia Española en su versión en línea (rae.es) 10 La Fonética expone que el valor de un elemento surge de la oposición a otro, dándose una

neutralización (o desaparición de significado) cuando deja de darse este contraste.

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burgués, cristiano y heterosexual. Si no se da alguna de estas características la identidad

se empieza a alejar del Yo hacia la periferia del constructo identitario. En el extremo

contrario del Yo está el Otro, alter u other, con relaciones similares entre los términos a

las que encontramos con los del Yo. La base del other no es necesariamente negativa,

como expone Sami Schalk:

The basic self/other binary makes sense […] when one sees another person and

recognizes that that individual is separate physically and mentally, then one understands

that the separate person is not the self, is an other which is separate and cannot be

controlled or comprehended physically and mentally, at least not as much as the self can

be (2011: 200).

A pesar de esta aproximación al término, el other se ha asociado irremediablemente

a una identidad antagónica y antitética con la que suele existir un conflicto. Esta es una

consecuencia del etnocentrismo que crea un in-group donde el nosotros está ligado al Yo

con unas consideraciones superiores a los valores de los out-groups, relativos al ellos

como plural del Otro (Staszak, 2008). La otredad es resultado de una estigmatización de

las diferencias, reales o no, presentadas como negación de la identidad ajena. El

alienamiento, entendido como proceso por el cual se crea la otredad, consiste en la

aplicación de un principio que promueve la inclusión de los individuos en uno de los

grupos jerárquicos: nosotros o ellos. La falta de identidad de ellos la hace únicamente

existente como concepto opuesto al nosotros. Esta supuesta falta de identidad se basa en

una concepción prejuiciosa y estereotipada desde la visión del Yo, obviamente simplista.

El desequilibrio de poder sitúa al Yo en la parte alta de la escala, lo que le permite la

construcción de una identidad y la devaluación, y creación, de la otredad. El

etnocentrismo se ha dado históricamente en todas las sociedades; sin embargo, destaca el

dirigido desde Europa. Ya en la terminología usada para referirse al continente

encontramos muchas veces esta connotación: Viejo Mundo. Aquí el adjetivo no tiene el

sentido de anticuado o decrépito, sino de original y demiúrgico, contrapuesto al de Nuevo

Mundo. La sociedad occidental destaca por dos razones en estas cuestiones

antropológicas. En primer lugar, la herencia de Aristóteles se manifiesta a través de una

lógica binaria. La identidad ha sido interpretada con este prisma polar en el que se oponen

términos con connotaciones positivas a otros con negativas. Esto excluye directamente

las formaciones mixtas o situadas entre ellas. Algunas de estas dicotomías son:

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hombre/mujer, humano/animal, creyente/no creyente, blanco/negro o indígena,

adulto/niño, heterosexual/homosexual…

En segundo lugar, a través de la colonización se han exportado sus valores a casi todo

el globo mediante un proceso de integración cultural, más o menos exitoso. Las categorías

occidentales de otredad se han transmitido a través de la religión y la ciencia que se

impuso en las zonas colonizadas. Nosotros hacemos uso de las categorías de alter et ego

diseñadas por Occidente, lo que no implica que no existan otras; aunque sí han sido

eclipsadas por estas. Un claro ejemplo es la marca racial como polo de la identidad, que

sí se ha aceptado por todos, y no las castas que rigen la sociedad en India, por ejemplo.

“El monologismo y el diseño global monotípico de Occidente se relaciona con otras

culturas y personas desde una posición de superioridad y es sorda a las cosmologías y

epistemologías del mundo no-Occidental”, concluye Ramón Grosfoguel en su ensayo

donde trata la visión eurocéntrica (2006: 7).

Los griegos establecieron una diferenciación geográfica y lingüística con el Otro

mediante la palabra ‘bárbaro’, que designaba al que no era griego y tan solo podía

balbucear el idioma heleno. Esta distinción se cristalizó en el uso de ‘salvaje’, del

provenzal ‘salvatge’, a su vez del latín ‘silvaticus’, silvestre. En este caso la distinción

hace referencia al estadio evolutivo del individuo, donde el salvaje se opone al civilizado

no solo en la lengua sino en un carácter más primario, más cercano al animal11. Estas

suposiciones hacen al salvaje más bruto, violento y pulsional que el hombre blanco, que

ha aprendido a controlar sus impulsos y ejerce la razón como el auriga de Platón. Los

bárbaros son identificados como seres humanos, aunque de geografía distinta, con

idiosincrasias y creencias diversas, pero el salvaje es puesto en duda como rescatable de

su condición por no haber abandonado ese estadio animal primitivo. La desnudez, la

asociación con prácticas tribales caníbales y una falta de evolución que los europeos

vieron en estos pueblos colonizados los condenó a la otredad más absoluta. El negro y el

indio son la periferia de la otredad, en el extremo más alejado del Yo.

La otredad se justifica en una distancia con el Yo; sin embargo, hay Otros dentro del

Yo. Las mujeres, los homosexuales y los enfermos forman un conjunto alienado dentro

de la propia identidad mayoritaria, son lo más externo del in-group. La necesidad de crear

11 Un ejemplo diáfano sería la conocida como Ape’s metaphor en literatura colonial africana, que

identifica al hombre negro con un mono: se asimila desde la fisonomía facial pasando por la estructura

física para determinar una capacidad mental menor a la del hombre blanco.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

16

una separación entre los miembros de los distintos polos se basa en que es la forma de

impedir la disolución de las creencias que sustentan la identidad: las políticas de

discriminación son más complicadas de ejercer si las dos poblaciones están mezcladas.

Además, los sistemas de diferencias estereotípicas, reales o no, son menos sostenibles si

se convive. Esta es la explicación de las distribuciones espaciales del Yo frente al Otro.

La función de los guetos o las ciudadelas es la de aislar a unos de otros, para evitar la

contaminación de ideales y razas. La segregación racial no es la única manifestación,

dentro del grupo dominante se crean guetos de pobreza y miseria donde la marginalidad

es el rasgo de otredad que justifica la alienación.

Sigue la misma lógica el uso de asilos, sanatorios y cárceles, donde se hacinan los

inútiles e inmorales miembros de la sociedad civilizada. Pero, sin duda, la mujer es el

gran Otro dentro del Yo. La diferenciación sexual caracteriza tradicionalmente a la mujer

con cualidades de debilidad, falta de voluntad, conocimiento y como portadora de

desgracias12. La otredad femenina se basa en el confinamiento doméstico y la limitación

del espacio público, que impiden participar en la sociedad fuera del rol que el patriarcado

asigna; aunque también el discurso machista y el constructo social son determinantes en

su alienación.

3.2. HIBRIDACIÓN Y EL OTRO-YO: FORMACIONES EXTRAPARADIGMÁTICAS

Pese a lo establecido arriba, hay opciones identitarias que se sitúan fuera o entre las

dicotomías del Yo y Otro. Los procesos por los cuales un individuo, o un grupo, adquieren

características del otro son los que vamos a definir ahora.

En primer lugar, destaca el término “transculturación”. Es un concepto de origen

hispanoamericano que acuñó Fernando Ortiz dentro de los estudios antropológicos tras

haber recibido la idea del texto Nuestra América (1891) de José Martí13. La realidad que

define este concepto es el proceso por el cual una cultura adquiere rasgos de otra con la

12 La Eva bíblica es la primera mujer y la responsable de la mortalidad y el sufrimiento de los seres

humanos al haber sido débil y caer en la tentación diabólica. El paradigma europeo se ampara en la

explicación bíblica, que ya forma parte del imaginario colectivo, para denostar a la mujer; pero en todos los

continentes y civilizaciones la mayoría de las sociedades son misóginas. Siempre hay excepciones a estas

situaciones como lo fueron las amazonas griegas, muchas de las tribus aborígenes americanas o lo siguen

siendo las sociedades matrilineales poliándricas de mosuo en China o el pueblo toda del sur de la India. 13 Fernando Ortiz Fernández (1881-1969) fue un afamado intelectual cubano que hizo grandes aportes

a muy diversos campos. En su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940) acuñó el término

transculturación, que de inmediato fue aceptado por los estudios antropológicos.

David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

17

que está en contacto de forma gradual. La forma más común de transculturación es la

imposición de la cultura europea al sujeto colonial, es por ello que a menudo se da de

forma conflictiva, especialmente para la cultura receptora.

En segundo lugar, la noción “aculturación”. Es uno de los resultados posibles de la

transculturación, en el que el sujeto del cambio asume la nueva cultura como propia, se

identifica con ella a expensas de la originaria. Este término tiene una marca negativa

relacionada con la pérdida de la identidad inherente, implica una involución por una

ruptura en la transmisión de la cultura original del individuo. Al proceso de transferencia

de los valores culturales de una generación a la siguiente, a modo de herencia, se le

denomina “enculturación”. Cuando esta actividad se interrumpe porque se asume otra

cultura como propia, se traiciona la identidad primigenia a favor de la adquirida,

normalmente de forma no voluntaria en el caso amerindio.

Una vez han sido explicados los conceptos básicos que se manejarán, es pertinente

hablar de su materialización: los híbridos culturales, fruto de transculturación y

aculturación, gradualmente. El término hibridación fue, muy acertadamente para

nosotros, acuñado por Néstor García Canclini (1938), antropólogo argentino, para hablar

del resultado de un proceso de mestizaje cultural. Nuestros personajes son ejemplos de

esa hibridez, en procesos muy iniciales en el caso femenino de Lucía Miranda y muy

avanzados en el de Gonzalo Guerrero.

Abordaremos ahora la otra parte del sintagma que titula este apartado, el otro yo.

Sería este el caso del cautivo, que no se establece tan solo como mezcla o término medio,

también adquiere la lengua y explota nuevas visiones de su identidad a través de ella.

Como dijo el gran lingüista norteamericano Edward Sapir, “El lenguaje es una

organización simbólica creativa, independiente y completa que realmente define para

nosotros la experiencia. [...] y se impone a causa del poder tiránico de la forma lingüística

sobre nuestra orientación en el mundo” (apud Luque Durán, 2004: 489).

El acercamiento a la nueva cultura se da mediante la lengua. Eduarda Mansilla dice

que los colonos españoles se pudieron comunicar con los indios gracias a que “la bella

Española se hizo dueña en poco tiempo del habla de los indios” (1860:189). En la novela

de Rosa Guerra es el cacique el que “aprendía su idioma, tomaba sus maneras” (1860:6),

integrándose en el mundo blanco. El otro-Yo se da cuando un individuo perteneciente a

un grupo explora algunas de las distintas dimensiones de su identidad dentro del Otro:

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

18

podríamos verlo como un primer acercamiento a la inmediata realidad con la que convive.

Cuando la percepción de la otredad se va diluyendo en la aceptación de una nueva

identidad se crea un híbrido, parte de las dos culturas, de los dos mundos: en definitiva,

un nepantla.

3.3. IDENTIDAD FRONTERIZA: NEPANTLA, UN TOUR D’HORIZON

Hablaremos ahora de otro de los conceptos básicos sobre los que se apoya nuestro

trabajo: nepantla. Vamos a explicar el origen del vocablo, su adscripción lingüística y su

uso terminológico, hasta llegar al que le damos hoy en nuestro trabajo a las nociones de

nepantla y nepantlismo.

Nepantla es una palabra de origen náhuatl que significa ‘en medio’ o ‘entre’. El

término fue usado por primera vez por el fraile dominico Diego Durán. Encontramos un

comentario sobre una boda que se celebró y en la que se vio obligado a reprehender a un

indio, el cual le dijo que no se enojara, que aún estaban nepantla. El sacerdote pidió

explicaciones y le dijeron que

como no estaban aún bien arraigados en la fe, que no me espantase la manera que aún

estaban neutros, que ni bien acudían a la una ley ni a la otra, por mejor decir que creían

en Dios y que juntamente acudían a sus costumbres antiguas y del demonio (Durán apud

Troncoso, 2012: 144).

Es esta la primera vez que el término fue usado para explicar la situación que vivían

los indios de Nueva España14, atrapados en cosmovisiones dispares. Se popularizó el

término en sentido metafórico para expresar el drama cultural-identitario que sufrían, y

siguen sufriendo, muchos miembros de las comunidades indígenas Latinoamericanas.

Ramón Troncoso sintetiza en su trabajo “«Nepantla», una aproximación al término”

algunas de las reinterpretaciones modernas de nepantla que vamos a ver a continuación

cronológicamente. En primer lugar, la perspectiva antropológica Miguel León-Portilla

plasmada en 196215, posteriormente ampliado en su libro Culturas en peligro (1976). Él

14 El virreinato de Nueva España era una subdivisión del imperio español de ultramar que comprendía

localizaciones en Centroamérica, Norteamérica, Oceanía y Asia. 15 Nos referimos a “Nepantla. La palabra clave de la tragedia de un pueblo”, en Periódico Excélsior,

México, D.F., 23 de enero de 1962.

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19

esboza el concepto de nepantlismo siguiendo el sentido original para dar lugar a un

“quedar en medio de un proceso de pérdida o cambio de identidad cultural”. Este proceso

de cambio inducido es una aculturación forzada a fin de modificar deliberadamente la

cultura indígena mediante la conocida como “conquista espiritual”. La nueva fe y los

valores cristianos que se impusieron a las culturas aborígenes, privándoles de la

posibilidad de mantener los suyos, les dejó precisamente en ese estado de nepantlismo.

Es la utilización del término como categoría para el análisis filológico y semántico de

obras literarias la que nos interesa, y de la que haremos uso en nuestro trabajo, planteada

por Salvador Velasco en Visiones de Anáhuac. Reconstrucciones historiográficas y

etnicidades emergentes en el México colonial (2003). Propone un uso del término como

acercamiento a realidades simbólicas demasiado complejas para ser adscritas a categorías

como ‘mestizaje’ o ‘sincretismo’, que no reflejan el estado anímico y cultural de los

personajes, limitándose a una condición de mezcla sin señalar la sensación de

desorientación y orfandad identitaria; sensación clave para la interpretación profunda de

nepantla y nepantlismo (Troncoso, 2012).

Nosotros vamos a seguir la propuesta de Salvador Velasco arriba expuesta para tratar

un fenómeno como el cautiverio, intrínsecamente fronterizo por cuanto tiene de

intercultural, para llevar a cabo nuestro análisis filológico y cultural. Ese fenómeno que

hemos llamado fronterizo se da en la frontera real, todo lo real que puede ser una división

imaginaria del espacio, de los territorios de ambas etnias, indios y blancos. En una

realidad de forzada coexistencia por el proceso colonizador donde comparten contexto,

la frontera se (de)limita a la identidad. La convergencia de nuevas perspectivas para

formar una cultura mixta, que no mestiza, por cuanto es únicamente válida en su contexto,

no puede tardar en darse en esta intersección de dos mundos. A esa subcultura

circunstancial y perecedera, como veremos más adelante al analizar el fuerte, la

denominamos cultura fronteriza. En ella los valores adquiridos son derivados de la

coexistencia, sin llegar a considerarse transculturación.

Una vez expuestas las bases psico-antropológicas del trabajo, vamos a analizar el

sistema axiológico e ideológico que se establece en nuestras obras de estudio mediante

dicotomías dentro del contexto creado por el cautiverio. Las establecemos desde una

perspectiva final, marcando las diferencias que existen entre sus concepciones con el paso

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

20

de los años: no es el mismo indio el que presenta Echeverría en 1837 que el ofrecerá

Eduarda Mansilla trece años después.

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21

4. HACIA UNA IDENTIDAD LITERARIA

En este apartado vamos a analizar la construcción de la identidad en las novelas de

nuestro corpus, pero antes de proceder con el estudio, vamos a ofrecer el resumen de las

mismas para facilitar el seguimiento y aclarar las referencias a los argumentos.

En el caso de Lucía Miranda, tanto la versión de Eduarda Mansilla como la de Rosa

Guerra coinciden con el argumento, si bien la novela de Eduarda Mansilla cuenta con una

primera parte en la que trata la vida de los personajes antes de llegar al nuevo continente.

La segunda parte de Mansilla y la obra completa de Rosa Guerra dan comienzo cuando

Sebastián y Lucia, feliz y joven pareja de enamorados, dejan España para incorporarse a

la expedición de Gaboto. A su llegada al continente americano, habitan el fuerte Sancti

Spiritu, situado junto a una tribu de indios timbúes con los que los españoles tienen una

cordial relación. Gaboto regresa a España para conseguir soporte económico de la Corona

deja en el fuerte un destacamento de hombres a la espera de su regreso.

El trato con los indígenas se intensifica con la presencia de Lucía, que cautiva con su

bondad y su belleza a todo el pueblo, no solo evangelizándolos, sino aprendiendo y

enseñando las lenguas de unos y otros. El hijo mayor del cacique, Marangoré16, se

enamora de ella, circunstancia de la que parece percatarse solamente su hermano, Siripo,

hecho que acarreará la tragedia a ambos pueblos. Marangoré está casado con la hija de

otro importante cacique ya que va a heredar el título de su padre al morir. Todos, tanto

indios como españoles, lo tienen en muy alta estima por sus virtudes y su buen corazón,

muy al contrario que a su hermano. Siripo manipula a su hermano para exterminar a los

españoles y quedarse con la mujer blanca, consigue que el cacique distraiga a los

españoles mandándolos lejos, en medio de la selva, con la excusa de acabar con una tribu

de enemigos que amenazaba su pacífica coexistencia. Aprovechando que Sebastián y los

mejores soldados españoles se han ido a la emboscada, Siripo convence a su hermano de

ordenar un ataque y destruir el fuerte para secuestrar a Lucía. El asalto al Santi Spitiru

tiene lugar por la noche, mientras los españoles dormían confiados. Bajo el amparo de la

oscuridad los indios masacran a los habitantes del fuerte y llevan a la española como

cautiva a su poblado. Durante el asalto Siripo desvela sus verdaderas intenciones: acabar

16 Mangoré es el nombre que toma Eduarda Mansilla, Mangorá el que elige Rosa Guerra; Siripo sí se

mantiene invariable en ambas novelas.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

22

con la vida y el cacicazgo de su hermano para tomar a Lucía por esposa y el gobierno de

la tribu. Esta circunstancia se hace posible porque Marangoré está consumido de amor

por la cristiana, que lo aleja de sus deberes institucionales y maritales para con su esposa.

Esa noche regresan los españoles, que han sobrevivido a la trampa, y encuentran el

fuerte arrasado. Sebastián se dirige a la aldea para rescatar a Lucía, pero es hecho

prisionero por los indios. Ante la negativa de ella de unirse a Siripo, el cacique fratricida

decide que el final de los esposos sea morir juntos: primero asaeteados y después

quemados.

La historia que narra Eugenio Aguirre en su novela es la del soldado y marinero

español, Gonzalo Guerrero. En barco en el que se dirigía hacia América naufraga en las

costas de Yucatán en los primeros años de la conquista española. Al hundimiento de la

nave sobreviven solo veinte tripulantes, aunque son menos los que logran llegar a la costa,

donde son interceptados por los nativos mayas. Son llevados como esclavos y entregados

por el cacique al servicio de uno de sus sacerdotes, el que terminará cambiando a Gonzalo

a otro cacique, muy interesado en el soldado español. En ese momento se separan los

caminos de Guerrero y Jerónimo de Aguilar, sacerdote español compañero de naufragio,

que quedará en esta ciudad para servir como esclavo.

Gonzalo aprende la lengua maya y se interesa por entender lo que sucede a su

alrededor ya que la majestuosidad de las ciudades mexicas lo han conquistado. Cuando

salva a su amo de una muerte certera al ser atacado por un cocodrilo consigue moverse

entre las castas de la sociedad, logrando ser un hombre libre. Desde ese momento de

inflexión su ascenso será meteórico: es iniciado en el culto a los dioses, aprende a guerrear

como un indio, se enamora y termina desposando a Ix Chel Can, heredera del cacique Na

Chan Can. Tienen diversos hijos, que serán las razones por las que tiempo después elegirá

luchar por los mayas. Otro punto de inflexión en la novela es la plaga que arrasa los

cultivos de la ciudad, para detenerla muchos nobles deben sacrificar a sus hijos, incluido

Gonzalo. Este rito junto a su probada valentía y utilidad estratégica lo convierten en un

nacom17, clave que dará a los mayas una oportunidad contra la invasión española. Un día

va Jerónimo de Aguilar a su encuentro para proponerle que huyan juntos de vuelta con

los españoles, que ya han empezado sus andaduras en la península. Gonzalo renuncia a la

17 Nacom es el término maya para capitán militar de los guerreros de una población limitada.

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23

posibilidad de volver a su patria al defender a su familia y hogar maya de los colonos

llegados de ultramar. Dirige distintos ataques contra ellos, con éxito, hasta que un día,

muere en el campo de batalla bajo manos españolas.

Estos son las tramas de las novelas de las que nos vamos a servir para realizar nuestro

análisis. Para llevarlo a cabo de forma taxonómica hemos establecido una serie de

binomios analógicos (Vid. Figura 1 en Anexo I) que aúnan la experiencia del cautiverio

en su vertiente femenina (las Lucía Miranda y la María de Echeverría) y el masculino,

Gonzalo Guerrero. En cada uno de ellos se analiza un aspecto que edifica parte de esa

identidad, poco a poco alejada del paradigma prototípico.

4.1. MALÓN O NEBULOSA DE VIOLENCIA SALVAJE

En los relatos de cautivas hay un punto clave para el desarrollo de la historia, el nudo

que permite el cambio de escenario: el malón. Este término designa la táctica militar de

ciertos pueblos indígenas americanos que efectuaban una rápida incursión con un nutrido

número de guerreros contra el enemigo criollo. El desconcierto provocado por el asalto

sorpresa, como la gran cantidad de atacantes, imposibilitaban una correcta defensa del

territorio. Los mapuches chilenos y del suroeste de Argentina eran famosos por sus

malones contra otras facciones o fortificaciones colonas. Motivados por el confinamiento

que sufrían los pueblos indígenas en zonas inhóspitas donde era difícil la supervivencia,

el principal objetivo de estas incursiones era el de obtener ganado, provisiones y

prisioneros, sobre todo mujeres. En el siglo XIX, la necesidad de obtener víveres, junto al

obvio conflicto cultural y espacial al que se enfrentaba el colectivo indio, les obligaba a

salir de los páramos agrestes en los fueron desterrados, en detrimento de las tierras fértiles

que ocuparon los colonos, en busca de alimentos.

Podemos establecer una analogía entre el malón indígena y el tornado que Lyman

Frank Baum creará en The Wonderful Wizard of Oz (1900): la dulce Dorothy se ve

transportada desde su Kansas natal hasta un desconcertante mundo lleno de gente extraña

por un devastador tornado. Lo mismo ocurre con la María de Echeverría al ser raptada

por el malón indígena que es descrito como estruendoso torbellino:

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

24

¿Quién es? ¿Qué insensata turba

con su alarido perturba,

las calladas soledades

de Dios, do las tempestades

solo se oyen resonar? […]

Oíd!-ya se acerca el bando

de salvajes atronando

todo el campo convecino;

Mirad!-Como torbellino

hienda el espacio veloz. 18

El malón es descrito como violento y devastador, es casi una fuerza de la naturaleza

misma; sobre todo si tenemos en cuenta la común identificación de los indígenas con la

áspera pampa y su desoladora imagen. Ambas protagonistas femeninas se encuentran

después del rapto doméstico en una realidad nueva y desconcertante. “El festín” es el

nombre que da Echeverría a esta parte de su larga composición en la que María presencia

las barbaridades ─en el amplio sentido del término─ de los indios, con estupefacción y

entereza.

En el caso de las obras de Rosa Guerra y Eduarda Mansilla el malón no es un tropel

de indios a caballo, sino una incursión en el fuerte. En el capítulo XIX de la obra de

Mansilla se narra el asalto al fuerte por un nutrido grupo de indios en mitad de la noche:

“El fuerte, rodeado, cercado por todos lados, de enemigos que habían sorprendido

dormidos a los confiados Españoles, presentaba el más horroroso cuadro de matanza y

desolación” (1860: 242). El sigiloso ataque mata a los españoles que se habían quedado

a defender el emplazamiento español muertos y deja a unos amontonados encima de otros

en una maraña de sangre y cuerpos inertes. Tras la incursión, Lucía es cautivada y llevada

con los indios, donde es custodiada en una tienda como el tesoro que representa.

El origen del cautiverio es el grupo de indios que rapta y lleva a la protagonista

femenina al interior del poblado de una forma nueva, como propiedad más recién robada:

“Ninguno escapó a esta cruel carnicería a excepción de algunas mujeres y niños, que junto

con Lucía fueron llevadas a las habitaciones del nuevo cacique.” (Guerra, 1860: 25)

En el caso masculino no hay asalto ya que los desamparados náufragos se encuentran

en la orilla tras haber llegado a ella después de muchas penurias en alta mar. Están débiles,

18 Esteban Echeverría, “La cautiva” en Obras completas de D. Esteban Echeverría. Tomo 1. Poemas

varios (1870), ed. digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (cervantes.virtual.com). Cito siempre

por esta edición.

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25

malnutridos y no pueden oponer resistencia al pequeño grupo de indios que los lleva hacia

su nuevo destino sin necesidad casi de luchar; lo que no les exime de las muertes de

algunos españoles en las playas de arena blanca donde Gonzalo Guerrero y Gerónimo de

Aguilar empiezan su andadura.

4.2. EL BARCO O EL PRIMER PUENTE

Para llegar a América todos nuestros protagonistas se han embarcado, este ha sido el

comienzo real de su aventura. El barco ha sido siempre un símbolo metafísico de cambio

y seguridad. El discurrir del agua está asociado al del tiempo o la propia existencia, por

tanto el barco es un medio de moverse dentro de esta. La barca simboliza la travesía, el

viaje por el mundo manifestado, y también por el más allá, metáfora del cambio de

existencia mediante el desplazamiento físico. Es Caronte, el barquero, el encargado de

llevar las almas de un lado a otro de la laguna Estigia; en la simbología cristiana es la

barca de Pedro la que permite unirse a Dios y ser salvos: “Manchas de vida de Pero

García, postreros vestigios de lo que fuese su carne, tintos nubarrones que dejara su alma

ya navegante, ya tripulante del barco blanco del olvido”. (Aguirre, 2002: 126) La

estabilidad que aporta el barco como medio de transporte dentro de la alegoría se basa en

la seguridad y protección de los peligros marítimos, donde las fuerzas de la naturaleza

son las tentaciones y las circunstancias adversas.

El Gran Nauta, el Papa, es el encargado de dirigir el barco cristiano a un puerto

seguro por una travesía llena de infortunios como ya hizo Moisés al cruzar el Mar Rojo.

El comandante asume el mismo papel en las distintas narraciones, siempre caracterizado

como un personaje digno e imbuido de un poder especial. El conocimiento de los mares,

así como la habilidad necesaria para dominar a la tripulación y gestionar los recursos

físicos a bordo le confieren la solemnidad de su estatus. El diluvio es un universal

antropológico cuya finalidad es la de purgar la tierra, siendo el barco el método de

salvamento de los justos. En el segundo libro de Pedro (2,5) encontramos: “Tampoco

perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete

personas, y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos”. Se enmarca a los pasajeros de

las distintas embarcaciones como personas dignas de vivir, de colonizar y poblar otras

tierras.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

26

El barco es el primer paso para unir a nuestros cautivos con su nueva realidad:

podemos decir, en una reformulación del texto bíblico, que “en el principio eran los

barcos, y luego, el malón”. Las embarcaciones, lleguen a su destino o no, son el primer

motor del cambio en la vida de los futuros cautivos. En el caso femenino la nave llega

sana y salva, incluso vuelve a visitar el enclave colonial en alguna ocasión. Su llegada es

providencial porque explicitan el auxilio ofrecido por Dios en forma de víveres y

armamento de la lejana patria. En el caso masculino, las embarcaciones encallan, se ven

atacadas o son destruidas por las fuerzas de la naturaleza. El desamparo de los náufragos

por la pérdida de la nave es real, aunque tiene su correlato dentro de la analogía de barco

como guía o presencia cristiana. En Gonzalo Guerrero de Eugenio Aguirre se dice que

encuentran tierra al séptimo día del naufragio de la nave que los transportaba, siete días

de creación cosmogónica. El naufragio y el viaje a la deriva suponen la desarticulación

de los valores civilizados que caracterizan al Yo conquistador. Las duras condiciones que

afronta la tripulación perdida provocan una involución hacia rasgos más propios del Otro:

consumo de sangre y deyecciones para sustituir el alimento del que no disponen en la

balsa, inestabilidad mental causada por la privación de agua y nutrientes, o instintos

básicos exaltados por el drama de la supervivencia. Esta experiencia traumática que los

deja al borde de la muerte debilita por igual cuerpo y mente, preparándolos para la

realidad indígena19 al verse despojados momentáneamente de los valores que caracterizan

al colono: fuerza de espíritu, de valores y superioridad bélica.

El barco es la conexión con el mundo civilizado; solo se puede dar en él, ya que las

barcas fabricadas en las tierras colonizadas no soportarían la travesía. Son los maestros

españoles los que funden en el armazón del barco la técnica cultivada durante siglos de

civilización, y un reducido grupo de colonos no están capacitados, ni equipados, para

construirse una vía de escape transoceánica. Es un símbolo de civilización, de valores

intelectuales y espirituales, por lo que sin barco que los devuelva al mundo del que vienen,

los náufragos se ven huérfanos de esperanza, a la espera de ser rescatados.

Hemos visto cómo la nao es un símbolo de cambio en el principio narrativo para

cautivos y cautivas, y la especial significación que adquiere su destrucción en el caso

19 No queremos decir que asuman mejor el mundo indígena por haber explorado la otredad, ya que

asocian la nueva forma de vida con una continuación de su sufrimiento náufrago; pero sí que supone un

paso hacia la mutua comprensión.

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masculino. El desarrollo del relato vuelve a compartir semas en ambos paradigmas y se

convierte en una bengala de esperanza que aguardan para recibir ayuda.

4.3. LA SELVA O NATURALEZA VIVA

El bosque, la llanura de altiplano, la pampa, la selva amazónica… todas estas palabras

evocan una naturaleza hermosa y salvaje, viva y animada. El simbolismo que entraña la

selva hace referencia a un lugar impenetrable, donde es sencillo perderse, no solo física

sino anímicamente. Los muros de árboles convierten cuanto nos rodea en un mosaico

mímico que confunde hasta al más experto explorador. Ya Dante en la Divina Comedia

(1304) sitúa al alma ante una selva de perdición: “Nel mezzo del cammin di nostra vita /

mi ritrovai per una selva oscura / ché la diritta via era smarrita”20.

“La recta vía era perdida” dice el florentino, y esto nos sitúa ante la selva como

camino alternativo, como una segunda opción no deseada para el peregrinar del alma. Lo

intrincado de las formas de árboles y sus ramas crea una red en la que el hombre se siente

atrapado, sin ser capaz de encontrar una salida a las angustias y miedos producidos por el

desamparo de la espesura. Estos accidentes naturales son análogos a los laberintos, donde

encontrar el camino de salida o de regreso es el máximo deseo de quienes terminan en

ellos.

Bosque y selva poseen unos peligros manifiestos en fauna y flora que amenazan a los

que no conocen el terreno por el que transitan. Muchos fueron los colonos muertos por

picaduras de arañas, mordeduras de serpiente o tragados en un pozo de arenas movedizas.

No obstante, en ellos existen claros donde poder reposar, incluso algunos han sido

considerados especialmente como lugares sagrados. En el texto de Aguirre, tras la muerte

de Ix Mo, primera hija de Guerrero, ese lugar se erige en un claro cercano a su casa:

Caminamos hasta un descampado dentro del bosque [...] Mi padre ha puesto veto al

lugar, le ha dado categoría de oratorio. Ningún hombre podrá cazar en este coto, ninguno

labrar esta tierra; su vida y la de sus descendientes sería el precio (2012: 268).

20Dante Alighieri, Divina Comedia (1304) en su versión original digitaliza en Kalliope (kalliope.org)

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

28

Es sabido que la foresta es escenario de acciones míticas y asombrosas, pues de la

selva surgen emanaciones de su propia naturaleza que no son sino narcóticas y mágicas.

La naturaleza de América es desde los orígenes de esa descripción, en las Crónicas de

Indias, descrita como rica y maravillosa, novedosa fuente de inspiración que, en el

discurso colono, da lugar a monstruos y animales míticos. La primera fascinación por la

vida que inunda cada rincón se mitiga al tener que convivir con ella, es así como la selva

pasa a ser un laberinto opresivo que atrapa a los personajes. En La vorágine (1924) de

José Eustasio Rivera, Arturo Cova, como un Orfeo colombiano, huye de su hogar y se

adentra en la selva para recuperar a su amada. En tantísimas obras de la literatura

hispanoamericana la naturaleza es un personaje per se.

Esas ideas se centraban en la consideración del Nuevo Mundo como naturaleza pura.

Así se muestra la tierra, la flora y a los habitantes en un fondo de primitivismo

considerable que responde a los patrones del bárbaro. El poblado es el hogar de la tribu,

su arquitectura precaria, propia de edades tempranas de la humanidad, le asigna unos

valores negativos. Las efímeras edificaciones de caña, palma y troncos se oponen a las

ciudades con muros de piedra y altas iglesias que apuntan al cielo. Las tribus se movían

por la selva de manera constante, cazando y cambiando su asentamiento según las

estaciones y las necesidades puntuales, es por ello que sus poblados no eran más robustos.

En el caso de las grandes civilizaciones amerindias sí tenían ciudades duraderas,

construidas en piedra y hechas para albergar a miles de habitantes. La debilidad de las

estructuras primarias de las tribus de timbúes de las obras de cautivas se opone a las

grandes y majestuosas pirámides mayas que encontramos en los relatos de Gonzalo

Guerrero y Gerónimo de Aguilar.

La trashumancia y las costumbres nómadas en Europa correspondían a épocas

lejanas, los colonos vienen de ciudades centenarias. Que los nativos americanos

estuvieran en momentos evolutivos distintos les proporcionó un poderoso argumento para

su subyugación con la excusa de “civilizarlos”. Cuando Gonzalo se integra en el mundo

indígena ocupa distintos puestos, desde esclavo hasta nacom, y esto le permite tener una

visión casi total de esta sociedad para apreciar su complejidad y efectividad. Pero, por

norma general, “lo exterior como reflejo de lo interior” es lo que guía la consideración

colona sobre los indios. Hasta la llegada a las ciudades de los imperios amerindios los

europeos habían encontrado solamente pequeños poblados con chozas y casuchas de

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29

adobe y palos, directo reflejo de su incapacidad intelectual, de su inferioridad. Las

pirámides y las ciudadelas demuestran una visión muy distinta de los nativos americanos

a la que habían tenido, encontrando por fin las riquezas que buscaban.

No era lo mismo enfrentarse a un poblado de madera que intentar asaltar una ciudad

amurallada. El hecho de que los salvajes hubieran sido capaces de edificar estas

construcciones les confiere unos valores positivos en tanto en cuanto uno es medido por

su obra. Este es uno de los factores que permite que este punto axiológico del Otro pase

a formar parte del Yo de Gonzalo Guerrero. Son ciudades, de distinto estilo, con nombres

en otra lengua, con diversa organización, pero urbes al fin y al cabo. Él viaja por diversos

territorios, acude a templos lejanos a ofrecer sacrificios, en cada lugar es fascinado por la

arquitectura, por la majestuosidad de las escalinatas, de las estatuas y los relieves: “la

contemplación de los maravillosos frescos pintados en los muros, prodigios que bien

podían competir con la ciudad de Pompeya [...] [representaban] las escenas de la historia

de este pueblo” (Aguirre, 2012: 138).

La selva es el hogar que primero se identifica con los indígenas por un concepto

prejuicioso derivado del choque cultural. El total desconocimiento del modo de vida

indígena asocia la estrecha relación que mantienen con la naturaleza con un estado de

salvajismo primitivo. La capacidad que tienen de moverse por la selva sin perderse, el

conocimiento sobre la fauna y flora que los rodea aumenta la distancia entre europeos

como Yo e indios como paradigma de salvajes. En el proceso de transculturación de los

personajes, que será tratado más adelante, se fortalece esa relación con lo natural. La selva

y la ciudad no son incompatibles, como demuestran las construcciones incas y mayas,

que se concilian en un equilibrio perfecto entre evolución y estado natural de bienestar.

Este aspecto será tratado más adelante, en el apartado de pervivencia.

4.4. EL FUERTE O CERCANO HOGAR LEJANO

La urbe es la cuna de la civilización; de sus muros modernos y su organización

jerárquica surgen los configurados productos del Yo. Lejos de Europa o grandes

asentamientos coloniales lo único que tenemos en nuestro contexto de estudio es el fuerte.

Esta edificación básica tiene unos claros fines estratégicos dentro de la campaña de

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

30

conquista y exploración. La pequeña fortificación está erigida con madera de la zona, lo

que la convierte en una construcción efímera. Está destinada a ser un refugio temporal de

los colonos, un punto seguro en el que abastecerse y descansar.

En el caso de las Lucías Miranda el fuerte fue fundado a principios del siglo XVI como

nos dice Rosa Guerra en el primer capítulo de su obra: “Hacia el año 1527, una colonia

española poblaba el fuerte Espíritu Santo, construido por Sebastián Gaboto en la boca del

río Carcarañá, a los 32º 25' 12" de latitud al poniente del Paraná” (1860: 4). El Sancti

Spiritu fue la primera población española asentada en el territorio argentino, los trabajos

de construcción quedaron terminados a principios de junio, coincidiendo con la fiesta

católica de Pentecostés, lo que explica el nombre que le dio Gaboto. El fundador marchó

de vuelta a España dejando atrás un pequeño batallón que debía proteger el lugar, aunque

tenían buena relación con los timbúes21, el poblado vecino. Al frente de la ciudadela

quedó Nuño de Lara, “hombre de sobresalientes talentos, probidad, prudencia y valor a

toda prueba” (5).

El fuerte es la representación de la civilización en la barbarie, el único reducto de fe

y tierra cristiana en la inmensidad de la selva. Es un reflejo del miedo a ser atacado, la

amenaza constante que supone la selva y sus habitantes marca la construcción, muy bien

defendida con fosas y empalizadas, torres vigía y una guardia propia. La opresión de la

naturaleza recluye a los colonos en su interior; salen de él para lo indispensable. Aparte

de realizar funciones utilitarias, posee una función simbólica basada en la necesidad

humana de protección, unida al simbolismo arquitectónico de poder. Se intenta recuperar

parte de ese confort que se dejó en Europa con el fuerte: “Por uno y otro lado las

habitaciones de los españoles, unas construidas, otras acabándose de construir, y todos

ocupados en proporcionarse las comodidades de los pueblos civilizados” (3).

A partir de fines del IX el castillo pasa a convertirse en la encarnación de una élite

social. Fueron construidos primitivamente para proteger a la población de la amenaza

externa pero con el paso del tiempo se transformaron en agentes de violencia fronteriza

que defendían. Buena parte del simbolismo de la fortaleza obedece al lugar en el que se

ubica, su emplazamiento en altura responde en su vertiente psicológica al dominio

simbólico del territorio (Blanco, 1996). Aludimos a esa lucha en la frontera para

21 Los timbúes fueron un pueblo indígena situado en territorios argentinos, específicamente en la

provincia de Entre Ríos y el sur de la de Santa Fe; actualmente extintos.

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31

representar la que mantiene un reducto identitario del Yo en un contexto de otredad

constante, es por ello que aquí se plantea el encastillamiento no desde una perspectiva

meramente utilitaria, sino de protección abstracta.

La fortaleza está situada en un claro, su propia situación la aísla en medio de los

campos y sus fuertes muros. Lo que encierra está separado del resto del mundo, adquiere

un cariz lejano, inaccesible y deseable como lo es el amor de la mujer blanca. Es una

morada sólida y de difícil acceso, establece una relación analógica con los valores

cristianos y morales que sostiene la cautiva que no cede en su fe ni en sus votos

matrimoniales. Por tanto, lo que protege la empalizada es la transcendencia de lo

espiritual. Abriga un poder misterioso por el secreto que guarda, por lo inmenso de la

arquitectura. Si recurrimos al imaginario de los cuentos, los castillos están escondidos

tras nieblas mágicas, son meros espejismos que desaparecen con la presencia del

caballero. También en ellos duermen las hermosas jóvenes esperando que las despierte el

beso de un enamorado visitante (Varela Agüí, 1999). Sin haber una alta torre desde la que

lanzar sus cabellos, sí que es el refugio de la dama blanca que el cacique ansía: la fortaleza

simboliza la conjunción de los deseos prohibidos. No solo la mujer amada: la intrusión

en la fortaleza vecina y la deshonra del matrimonio también suponen una grave

transgresión en el sistema moral indígena.

Mediante el asalto al fuerte se ataca a la civilización en estado puro, se altera el hogar

de los colonos, se mancilla la capilla y reducto cristiano con la grande blanca, se secuestra

a la ejemplar mujer del bravo soldado, que ha sido traicionado por quien consideraba

amigo. La incursión violenta a la fortaleza es el proceso homólogo al malón que hemos

descrito anteriormente, por el cual la localización física e identitaria de la protagonista

cambia.

No podemos obviar que la urbe europea es el máximo exponente de valores

civilizados que encontramos, si bien no es muy tratada en la mayoría de las obras. La

Lucía Miranda de Eduarda Mansilla tiene una primera parte dedicada por entero a la vida

en Europa antes de desplazar la acción narrativa hacia América. En esta primera parte

podemos observar las hazañas amorosas y bélicas de algunos de los posteriores

protagonistas de la novela enmarcados en la Corte vallisoletana, Nápoles y otros paisajes

arquitectónicos de gran exquisitez como palacios y salones llenos de buen gusto y

refinamiento. Este paisaje urbano europeo contrastará con la selva y sus habitantes cuando

llegue Lucía a América. También en la reconstrucción histórica de Eugenio Aguirre

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

32

encontramos unas pinceladas de la urbe peninsular desde la que dará comienzo el viaje

de Gonzalo Guerrero. De un modo u otro, estas ciudades no son el centro de la narración

y no se prestan a un mayor análisis por nuestra parte.

4.5. CACIQUE O EL MÁS VALEROSO Y APTO

El término cacique proviene de las tribus taínas de las Antillas, desde donde se

expandió a todo el territorio conquistado por el imperio español. La falta de interés y

conocimiento sobre el término lo pervirtió de manera que fue aplicado tanto a jefes de

pequeñas bandas hasta a reyes y nobles de América sin importar el significado original.

Su uso fue promovido por la corona española, que prefirió que todos fueran llamados de

esta manera y no por el término ‘señor’, que implicaba un sentido cristiano y de poder

que los indios no tenían. En la Real Cédula del 26 de febrero de 1538 se dice a este

respecto: “así convenía a nuestro servicio y preeminencia Real y mandamos a los virreyes

y Audiencias que no lo consientan ni permitan y solamente pueden llamarse caciques y

principales”.

Jefes de tribu, líderes de la jerarquía en el poder: esa podría ser una aproximación al

uso del término en nuestras novelas de estudio. Los caciques que halla Guerrero en su

travesía selvática difieren de los que hay en las novelas de cautiverio femenino. En La

Cautiva de Echeverría aparece nombrada dos veces la palabra cacique, y solo la primera

merece ser resaltada, ya que atiende a la descripción que se da del jefe “Lancoy, el cacique

altivo / cuya saña al atractivo / se rindió de estos mis ojos, / y quiso entre sus despojos /

de Brian la querida ver / después de haber mutilado / a su hijo tierno” (1837: 33) El

cacique recibe un adjetivo yuxtapuesto, “altivo”, y una descripción de sanguinario asesino

que lo sitúa junto a los bárbaros de una forma inexcusable; sin embargo, en la descripción

que se ofrece en la Lucía Miranda de Rosa Guerra encontramos que

Mangora, cacique de los Timbúes, a pesar de ser bárbaro, reunía en su persona toda la

arrogancia de su raza, las bellas prendas de un caballero, y su corazón educado, y

cultivado su espíritu por el trato de los españoles, había adquirido casi todas sus

caballerescas maneras y fino arte de agradar.

Tenía alta talla, y era de fuerte y nerviosa musculatura, sus formas esbeltas: y aunque

de color cobrizo como lo son todos los indios, no tenía aplastada la nariz; sus ojos eran

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33

chispeantes, y en todo su continente se conocía era dominado por pasiones fuertes y

tiernas a la vez. Mejor dicho, era Mangora uno de esos tipos especiales entre los indios,

descriptos por el célebre Hercilla [sic] en su Araucana (1860:5).

Esta descripción eleva al indio sobre los males de su raza, ya que lo califica como

bueno al alejarlo del prototipo de indio normal. La descripción física juega un papel muy

importante, el cuerpo fuerte y voluminoso lo presenta como preparado para la guerra,

como una máquina de matar, y poco se dice de su intelecto. Por otro lado, el hecho de que

haya sido instruido como un animal doméstico en habilidades y costumbres europeas

facilita el acercamiento a la identidad positiva del Yo.

En el caso de las Lucía Miranda es importante destacar la figura de los dos hijos del

cacique, Marangoré y Siripo. El primero será el sucesor de su padre, ya que “no obstante

sus pocos años, gozaba de la consideración más completa por parte de los suyos, que le

juzgaban digno de suceder a su ilustre padre [Carripilum], tanto por la singular riqueza

de su ingenio, cuanto por su denuedo y prendas guerreras” (Mansilla, 1860: 188). El éxito

de su hermano y su posterior enamoramiento de la española serán las circunstancias que

permitirán a Siripo urdir un plan para convertirse en cacique asesinando a su hermano e

intentando desposar a Lucía.

Siripo manipula a su hermano que, enamorado, se va consumiendo mental y

físicamente en la adoración de la española. Le hace creer que entrar al fuerte y llevársela

es lo que merece por todos sus dones; que no se puede permitir que una mujer tan bella

sea esposa de un simple blanco y no del cacique más valiente. Una vez consigue que

Marangoné autorice una emboscada contra un grueso número de españoles que salen a

defender la zona de otros enemigos, planea el secuestro de Lucía.

El asalto sucede bajo el amparo de la noche, que facilita la matanza de españoles y

reduce el número de bajas entre los indios. La batalla se da en el fuerte, allí “Marangoré

y Siripo luchaban cuerpo a cuerpo, disputándose la entrada de la habitación de Lucía,

semejantes a dos rabiosas fieras, que encarnizadas se embisten y se despedazan. El traidor

se veía traicionado a su vez” (Mansilla, 1860: 242). Pero no termina ahí la afrenta: si el

lector puede sentir empatía por el cacique Marangoré por estar enamorado, siente repulsa

por el manipulador que se convierte en fratricida por envidia y ambición, pues

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

34

Siripo, sin dar tregua a los recios golpes de macana, que con salvaje ferocidad descarga

sobre su brioso hermano [...] incita a los suyos para que den muerte al cacique, [hasta

que uno] derriba de un macanazo al hermoso cacique, que cayó en tierra sin vida,

víctima de su pasión tan desgraciada (243).

Si resumimos la figura del cacique en las obras de Mansilla y Guerra nos encontramos

con una oposición entre los hermanos como distintas caras de la identidad del Otro.

Siripo, plenamente indígena, salvaje dominado por los instintos de poseer mujeres y

poder, fratricida; y Marangoré, el indio civilizado que controla sus impulsos primitivos,

que es capaz de sentir sentimientos refinados, más cercano al modelo civilizado.

Si el cacique es definido por los propios indios con características inherentes al

hombre blanco (valiente, bravo, bueno, justo, gran guerrero), ¿podría un hombre blanco

llamarse cacique? Esta cuestión ha despertado nuestro interés al analizar las descripciones

de unos y otros, y la respuesta a priori es no. Solo un hombre con conciencia mestiza,

más indio que blanco puede ser reconocido como cacique, es el caso de Gonzalo

Guerrero. La mente de Sebastián, el marido de Lucía, es totalmente civilizada, es por ello

que no se puede incluir dentro de esa categoría; sin embargo, Gonzalo va asumiendo poco

a poco su papel como miembro de la sociedad maya y llega a ser gran nacom. Las virtudes

del español son las mismas al principio que al final, el cambio que permite que sea

honrado con este título se ha producido en su identidad. Asume gradualmente a los dioses,

aprende a guerrear como un indio, entiende las costumbres y aprehende sus miedos, se

convierte en uno de ellos, es la única forma de poder mandar sobre otros.

4.6. EL MARIDO O PROTECTOR PROTEGIDO

Pese a que el protagonismo de las novelas de cautivas recae sobre la figura femenina

como poder dialógico, no podemos obviar la figura de su cónyuge. El matrimonio y los

fuertes votos que constreñían a los esposos durante el siglo XIX son clara herencia de una

concepción cristiana de la vida y las relaciones amorosas. La limitada independencia de

la mujer en la vida diaria dependía en mucho de la relación que mantuviera con su marido.

En el caso de la María de Echeverría, Brian, el valeroso esposo es subyugado por los

males de la pampa y el ataque de los indios. Es un héroe cansado del Romanticismo, su

fuerza se ve disminuida por el ambiente distópico que vive, por lo que la fuerza dialógica

David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

35

la tiene María, que lucha por él y su hijo, por el futuro de la nación. También las

protagonistas femeninas de Lucía Miranda dan claras muestras de la reescritura de una

mujer en la vida pública, con un papel activo como maestras, traductoras e intermediarias

diplomáticas entre los indios y los españoles.

Estas mujeres con gran carga semántica parecen necesitar a su lado a un compañero

menos impetuoso, pero igualmente apto y valeroso, que las acompañe en el relato. Ellos

son víctimas de emboscadas y ataques indios que los dejan malheridos e indefensos,

incapaces de cumplir con su labor de protectores de la familia, de la mujer amada, de la

patria que construir. Cuando María encuentra a Brian en el tercer capítulo del poema de

Echeverría dice: “Cautivo está, pero duerme; / inmoble, sin fuerza, inerme /

yace su brazo invencible: / de la pampa el león terrible / presa de los buitres es” (1837:

30) Se ve obligada a rescatar al hombre que partió hacia su liberación, pues también él

cayó en manos de los indios. De hecho, es ella quien carga a su malherido esposo por

toda la pampa, defendiéndolo del tigre, alimentándolo y proporcionándole fuerzas para

caminar, pues ni siquiera se sostiene en pie.

Por otro lado, Sebastián, esposo de Lucía, es objeto de una descripción casi idéntica:

“más de diez indios, que a una señal del cacique había acudido, rodearon a Sebastián; y a

pesar de sus extraordinarios esfuerzos, lograron desarmarle” (Mansilla, 1860: 250). Poco

después “no puede hablar; los bárbaros pusiéronle innoble mordaza, apenas sí con sus

ojos, fijos como dos estrellas, parece acariciar y proteger aún al ídolo de su corazón”

(1860: 252). Lucía exclama al Sebastián prisionero: “¡Salvadme! ¡Salvadme del oprobio!,

esposo mío, muramos juntos ya que tanto hemos sufrido separados” (Guerra, 1860: 30),

se lanza a sus brazos y lo abraza con fuerza. Incapaz de separar a los amados, Siripo

decide darles muerte con “cien flechas [que] partieron de la odiosa turba, y cien flechas

atravesaron aquellos dos cuerpos, que aún después de muertos no fue posible separarlos”

(31) Después de ser asaeteados se prende una hoguera para que sean quemados, pero

media hora parecen arder las llamas respetando los cuerpos cristianos. Esto ayuda a que

concluya la obra diciéndose que fueron “mártires de su deber y amor conyugal”.

En todos estos casos el marido, ya sea Brian o Sebastián, es hecho prisionero y se ve

limitado a contemplar la acción sin muchas opciones de intervenir para salvarse o hacer

lo propio por su esposa. Todo el valor y la fuerza con la que es descrito durante la obra

es inútil para proteger lo que más le importa, tanto es así que al final Lucía suplica por la

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

36

vida de su esposo y María entierra su cadáver en la pampa. Enamorado pero desvalido, el

marido no es sino un protector protegido.

4.7. NEPANTLA O LAS DOS CARAS Y NINGUNA

Hemos estudiado detenidamente las distintas dicotomías que se plasman en nuestros

relatos para establecer la identidad india y colona. Poco a poco nos hemos acercado a una

idea fuera del paradigma maniqueo, a la concepción de una tercera vía. Ahora vamos a

resumir lo extraído de este análisis sobre nuestros personajes, fuera y dentro de ambos

paradigmas.

El personaje nepantla se encuentra en una encrucijada, es el puente que une los dos

mundos que nadie esperaba ver conectarse. En esta tesitura está desamparado porque llega

a asumir una identidad distinta a la suya, hecho que motiva una discriminación por parte

del in-group al que pertenece. Ambas colectividades están destinadas al conflicto, lo que

pronostica una situación de división en la que deberá decidir a quién apoyar. La presión

de verse como intermediario del conflicto convierte en frágil diana al nepantla, aislado,

sin ningún igual que pueda entender su situación. Al ser parte de los dos mundos es visto

como Otro por ambos, desencadenando intensos dramas de identidad y aceptación.

Ese es el problema con el que se encuentra el protagonista homónimo de Tabaré

(1888), poema épico de Juan Zorilla de San Martín. Tabaré no es solo nepantla en un

nivel de identidad, sino también físicamente22: su piel es parda y sus ojos azules, lo que

provoca el rechazo de blancos e indios por igual. Nació de una cautiva blanca secuestrada

por un cacique charrúa23, se enamora de una mujer blanca que terminará llorando la

muerte del que, descubre, dio la vida por liberarla de su cautiverio en la tribu vecina al

emplazamiento español. La condición de nepantla del mestizo es innegable: partidario

del equilibrio, se ve forzado a traicionar al clan rescatando a la mujer blanca, y esto

termina de alejarlo de la identidad de indio. De hecho, “Tabaré es un nombre de pila de

origen guaraní, principalmente usado en Uruguay [que significa] «que vive lejos del

pueblo»” (Albaigès i Olivart, 1993: 231).

22 Algo semejante ocurre con Gonzalo Guerrero, vid. Figura 2 en Anexo I. 23 Los charrúas son una etnia amerindia que habitaban los territorios de los actuales Uruguay y

Argentina.

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37

Ser nepantla supone las dos caras y ninguna, obliga a decantarse por uno de los

clanes, lo que implica su proscripción en el otro. Para ellos, los mundos que intentan

conciliar se dibujan como una disyuntiva excluyente. La diferencia irreconciliable, no

solo étnica sino cultural, impide la unión de ambos en una solución pacífica e integradora,

como ellos plantean:

Conciliar los intereses de los aventureros con los de los naturales era cuestión harto

difícil y para mí, siendo cristiano, una madeja indisoluble. No podría permitir que

viniesen a robar a mis hermanos, a desposeerlos de su hacienda y de sus vidas. Pero

tampoco me gusta la idea de hacerles la guerra, de matarlos en tierra extraña (Aguirre,

2012: 235).

En nuestro caso, la afrenta de los indios24 al raptar a los colonos origina una cadena

de acciones bélicas que debe culminar con la muerte de los infieles bárbaros, negando

toda posibilidad de convivencia pacífica. En el relato del Santi Spiritu se incide en esa

relación cordial entre los indios y los españoles, cuya distendidas relaciones parecen dar

esperanza a una armonía interracial, hasta que estas se ven truncadas con la llegada de

Lucía, cual manzana dorada de Eris. Es el amor que despierta en el cacique, y en su

hermano, lo que inicia la pugna entre civilización y barbarie, como diría Sarmiento. La

traición de los indios que juraron protegerla, el asesinato de los hombres del fuerte y su

rapto decantan la balanza hacia la disgregación contra la que luchaba Lucía al enseñarles

castellano y aprender su lengua. En el caso de Gonzalo Guerrero, pese al cautiverio y la

esclavitud de los náufragos, se concilian ambos mundos, no sin antes la cuasi aniquilación

de los mismos. En el mismo relato se plasman dos estadios de “aceptación” de la situación

de convivencia forzada: Jerónimo Aguilar, que intenta volver con los españoles, y

Gonzalo, que actúa de modo contrario, renunciando a España y su vida anterior por la

existencia maya. La elección de Guerrero de seguir entre los mayas es la responsable de

su lectura como traidor, renegado de la Corona y su rey que se tuvo hasta hace poco,

como analizaremos en el apartado de pervivencia.

De hecho, nuestros cautivos nepantla mueren a manos de una de las facciones a las

que pertenecen: Lucía Miranda, en ambas novelas, muere por orden de Siripo; Gonzalo

Guerrero por defender a su familia maya de los españoles. Parece que era demasiado para

aquel momento imaginar un intermediario que permitiera la convivencia entre los dos

mundos.

24 Paradójicamente, pese a que el conflicto se inicia con la invasión blanca, es el indio el agresor.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

38

Es Gonzalo, quien atrae especialmente nuestra atención por la profunda hibridación

que sufre, no se limita a aceptar la cultura mesoamericana, no es una mera identificación

con su realidad, es el proceso de aculturación que culmina con la construcción de una

identidad maya. En este punto del trabajo es más fácil ver esa conciencia de desubicación

cultural en el caso de Gonzalo, por ser su cautiverio mucho más extenso que el de Lucía.

Además de que su libertad de actuación y movimiento dentro de ese periodo nos permite

leer ese proceso. Mientras Lucía apenas pasa unos días cautiva de los indios, dependiendo

de la narradora varias noches o tan solo una, y limitada a permanecer en la cabaña del

cacique fratricida Siripo, Gonzalo cuenta con años y un estatus para desenvolverse. Es

por ello que dedicamos mayor atención a su figura en este apartado.

Gonzalo adquiere esa sensibilidad con la naturaleza que pronosticábamos en páginas

anteriores, aprende el uso de las hierbas, el nombre de los animales, sus ciclos y usos en

los sacrificios. También Lucía Miranda contempla la natura que rodea el fuerte con otros

ojos, aprende a tejer con las mujeres, a trenzar palma, la vida de la selva no la oprime

como cuando llega desde España, logra apreciarla. Es en la percepción de lo inaprensible

donde reside la clave de la identidad nepantla. Aquí es donde Aguirre retrata con maestría

el sentimiento de pérdida espiritual, el desconcierto de Guerrero: “Recémosle a Jesús…

¿Quién es Jesús, padre?... Dios, hija… E Itzamná. ¿Es Dios también?... Sí” (2012: 264)

En los momentos de duda, de verdadero miedo y necesidad Gonzalo reza a Jesucristo y

no a los dioses que aceptó como propios tiempo atrás. El desconcierto, la desubicación

del nepantla es el verdadero drama al que se enfrenta. No solo debe luchar por sobrevivir

entre dos bandos en conflicto que lo tienen en el punto de mira, debe resolver la cuestión

de su propia existencia, pregunta que los miembros adscritos a un paradigma llevamos

evitando con habilidad siglos. La duda, como a Hamlet, es lo único que le queda a este

personaje “entre dos mundos”, no solo como intermediario sino a la deriva entre ellos.

4.8. LA CAUTIVA Y EL CAUTIVO. ¿DISTINTO ESQUEMA U HOMÓLOGO?

En este apartado vamos a trata de dilucidar si el cautiverio literario en los ejemplos

estudiados deja el mismo rastro en personajes masculinos y femeninos, cuál es el puesto

que ocupan y cómo lo asumen. Partimos de las experiencias de Gonzalo Guerrero y Lucía

Miranda para hacer esta reflexión, cercana al final de nuestro estudio.

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Debemos retrotraernos a lo dicho sobre la configuración de la periferia dentro del

propio yo. El papel de la mujer siempre ha sido minusvalorado, se la ha confinado a un

plano doméstico y secundario en la sociedad; mientras que el hombre ocupa los cargos

importantes, se encarga de tomar las decisiones y de construir los imperios. Este esquema

de roles se aplicará del mismo modo en el nuevo patrón de identidad cautiva. Es decir, el

hombre asumirá un papel activo en la sociedad de acogida mientras que la mujer seguirá

en un segundo plano desempeñando tareas necesarias ocasionales.

El cautivo se desarrolla siguiendo esta línea evolutiva cuando asume la nueva

identidad, cuando se transcultura y acultura. Es el caso de Gonzalo Guerrero, que asume

la identidad maya y se convierte en nacom, mientras que Jerónimo de Aguilar, del que

tenemos noticia también en la obra de Aguirre, es un esclavo durante toda su estancia con

los indios por no renunciar a nada de su identidad. La reticencia a aceptar la cultura le

impide moverse entre las distintas castas de la jerarquía maya, como sí hace su compañero

de naufragio. Algo semejante ocurre con Alvar Núñez Cabeza de Vaca, náufrago español

que se incorpora, tras diversas épocas como esclavo, al mundo tribal como curandero. El

nepantla en este caso se caracteriza por la unión de rezos cristianos con técnicas indígenas

para sanar. De un modo u otro el hombre se mueve por los estamentos si sabe aceptar la

realidad en que vive.

La cautiva se establece como intersección entre los dos mundos, mientras el cautivo

utiliza sus conocimientos sobre su patria, ella ocupa el papel de la intérprete. Su

transculturación muchas veces es más limitada que la del personaje masculino por las

limitaciones sociales que tiene, de modo que su valor reside en la capacidad de cambiar

de código. La más famosa cautiva, precisamente por su papel de intérprete, es la

Malinche25. En el movimiento indianista del siglo XIX se vuelve a hacer hincapié en el

papel de la mujer como puente entre realidades diversas, como en el caso de Cumandá o

un drama entre salvajes (1877). En la novela de Juan León Mera una niña blanca es criada

por los indios hasta el punto de que asume por completo su identidad, se articula como

única persona capaz de solventar el sangriento conflicto que se va a desarrollar en las

tierras de sus padres, tanto el blanco como el indio. Como es ya tópico en los relatos con

cautivas, muere de forma trágica al final de la novela, sacrificándose por amor.

25 Personaje clave de la conquista española de México. Fue la intérprete de Hernán Cortés, que facilita

su proceso colonizador al traducir del náhuatl al maya para que Jerónimo de Aguilar terminara el proceso

maya-español hasta que ella adquirió la independencia con el conocimiento del castellano.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

40

5. INFLUENCIA Y PERVIVENCIA

Este apartado está destinado a comprobar la posterior persistencia del tópico del

cautiverio, y trataremos en él algunas de las obras, ya sean en papel o celuloide, que han

revisado o dado continuidad a este topos. El apartado está estructurado en tres partes: una

breve semblanza de la nueva novela histórica hispanoamericana, otra de obras literarias

que han continuado tratando el tema del cautiverio y, finalmente, unas similitudes entre

la historia de Gonzalo Guerrero y la narrada en Avatar (2009), película dirigida por James

Cameron. Este apartado pretende poner de manifiesto que los problemas que plantea el

drama del cautiverio siguen patentes, han tenido una larga tradición y siguen siendo

explotados hoy día. También merece ser reseñado que se dejan abiertas posibilidades de

futuros trabajos comparatistas y estudios más exhaustivos que los aquí presentes.

La situación indígena sigue, hoy día, siendo precaria o deficiente en muchos países

americanos. Y digo americanos porque tanto Estados Unidos como Sudamérica siguen

teniendo serias deficiencias en este aspecto de integración social. Al igual que en el siglo

XIX las articulaciones funcionales de los relatos de cautiverio fueron diversas, también lo

son en sus pervivencias. El problema social es una de las razones por las que la

pervivencia está asegurada; otra, como ya habíamos expresado en apartados anteriores de

nuestro trabajo, es la de promover una conciencia sobre la naturaleza y la necesidad de

conservación del hábitat natural.

Debemos tener en cuenta que la base de estos relatos, más o menos ficcionalizados,

está en sucesos coloniales. Las historias que motivaron las novelas del XIX, como las del

XX, tienen origen en tiempos de la Conquista, esto nos obliga a marcar una distancia ante

los hechos. Conviene recordar brevemente las Crónicas de Indias de las que se extrajeron

estas historias. Estos documentos pertenecen a un género sincrético, entre literatura e

historiografía, y son discurso polifónico y polimórfico, como explica Mercedes Serna:

Bajo el marbete de «Crónicas de Indias» se agrupan los escritos más diversos sobre el

descubrimiento, la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. Las narraciones

históricas que nos ocupan pueden ser diarios, cartas, crónicas, comentarios, relatos,

historias; de carácter autobiográfico, histórico, literario o legendario; generales o

particulares; estar escritas por españoles, por mestizos o por indígenas; por quienes

vivieron la experiencia (Oviedo, Cabeza de Vaca) , o por quienes escribieron de "oídas"

(Gómara, Pedro Mártir); entre la historiografía popular (Bernal Díaz del Castillo) y la

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erudita (Gómara); sobre la historia de la evangelización, la naturaleza etnográfica

(Oviedo) o de carácter político (Hernán Cortés) (Serna, 2003).

Por el hecho de ser las únicas impresiones y descripciones de América que se tenía

en la época se constituyen como un discurso modelo y modelador de la realidad

hispanoamericana (Mataix, 2014). Estas visiones de los amerindios desde prismas

europeos se rebatirán tiempo después con la llegada de las independencias de los países

colonizados. La literatura postcolonial, y con la intención de subsanar el sesgo que ha

permitido solo una visión eurocéntrica de estos pueblos. En general esta literatura

postcolonial establece un diálogo intertextual que responde a textos coloniales para

reestablecer el valor de lo que fue denostado en su momento. Es una tarea de actualización

del imaginario colectivo, que ha estado marcado por la percepción medievalista que fue

imprimida en las Crónicas de Indias:

Although the work of redressing which needs to be done may appear too daunting, I

believe it is not one day too soon to begin. [...] But the victims of racist slander who for

centuries have had to live with the inhumanity it makes them heir to have always known

better than any casual visitor (Achebe, 1977: 11).

Con estas palabras terminaba Chinua Achebe (1930-2013) (Escritor e intelectual

nigeriano que se ha erigido como uno de los principales representantes de la literatura

postcolonial de ámbito anglosajón-africano) un artículo sobre el racismo presente en El

corazón de las tinieblas (1899) de James Conrad. La crítica al sistema colonial queda

clara pero él quiere hacer ver algo más, algo que pasa inadvertido porque se ha fosilizado

en la consciencia del Yo: la deshumanización del negro. Aboga por dirigir un discurso

nuevo, que luche por los que no pueden hacerlo, para acabar con el racismo inserto en la

sociedad: los prejuicios raciales más allá del rechazo consciente por motivos de color.

Este caso del ámbito anglosajón se puede extrapolar perfectamente al hispanoamericano

y a la situación del indio.

En el siglo XVIII el discurso criollo intentó poner su continente y su gente a la altura

de Grecia y Roma. A esa glorificación se sumó la identificación de los criollos con ese

pasado para establecer una genealogía propia que permitiría refutar el establecimiento de

ideas de inferioridad inherente al indígena. Los temas del primer patriotismo criollo eran

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

42

la idealización del pasado prehispánico, el repudio a la Conquista, la nostalgia imperial

que idealiza a un indio ya desaparecido (mientras olvidaba al indio real como sujeto

histórico) y la desautorización de la legitimidad española. El resultado de esto fue la

cristalización de una cultura criolla sincrética que es la intermediaria de estos dos mundos,

capaz de entender y traducir a estos polos en conflicto. Este discurso híbrido difumina la

frontera para no entenderla como una línea divisoria. Las relaciones interétnicas no

pueden ser oposiciones binarias, sino multipolares, capaces de abarcar las dos orillas.

5.1. NUEVA NOVELA HISTÓRICA

La culminación de esta vertiente de reivindicación puede verse en buena parte de la

nueva novela histórica hispanoamericana. Este subgénero supone la reescritura de lo

colonial desde un paradigma más cercano al objeto del relato, el indio. La situación actual

del indígena y los colectivos periféricos a este sigue sin haberse solventado en la realidad

hispanoamericana, y es por ello que se hace necesario un redescubrimiento de la otredad,

un diálogo, ahora sí, de iguales en la narración para equilibrar la balanza literaria tanto

tiempo decantada por el Yo colono. “La historia la escriben los vencedores” es una

afirmación irrebatible que ha marcado la visión de los pueblos prehispánicos en América

latina hasta nuestros días.

Este es un género muy acotado, Seymour Menton en La nueva novela histórica de

América Latina (1993) marcaba seis características para distinguir estas nuevas obras,

distintas del modo tradicional de historicidad novelesca: 1. Se subordina el retrato del

periodo histórico a la representación de algunas ideas filosóficas sobre el tiempo y la

historia 2. La distorsión consciente de la historia mediante omisiones, exageraciones y

anacronismos 3. Se eligen personajes históricos ficcionalizados en vez de otros

meramente ficticios 4. La inclusión de comentarios del narrador a modo de metaficción

5. La intertextualidad 6. Los conceptos bajtinianos de dialogismo, carnaval, la parodia y

la heteroglosia (Aracil, 2007).

Hay siempre una investigación historiográfica, y en el caso de Gonzalo Aguirre,

antropológica, que sustenta la reescritura de estos relatos, como explicita este autor en su

bibliografía al final de su novela. Con estas documentaciones previas no se pretende

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43

desmantelar la construcción narrativa anterior ni crear un paradigma sobre el que apoyar

otra historia más cierta, sino presentar una narración veraz y válida como lo pudo ser en

su momento la crónica de la que se parte (Mataix, 2014).

Es importante para nosotros esta nueva visión de la historia porque en el caso de

Gonzalo Guerrero el cambio que se produce es sustancial. Su figura se asoció a la traición

más alta: no solo abandonó España y las obligaciones para con su rey, sino que se alió

con los indígenas contra sus compatriotas, abandonó su religión y aceptó la de los que

fueron sus captores. La denigrada figura histórica del traidor Gonzalo, cristiano impío

que luchó contra su patria y sus hermanos, dio un cambio sustancial con la aparición de

unas supuestas memorias26 que lo elevaron como padre de un México mestizo. Es a partir

de esos pre-textos que se conforma la re-visión de Aguirre, (Vid. Mataix, 2014). Si, hoy

día, Gonzalo Guerrero es homenajeado en México y España como figura de relevancia

por la integración, es en parte por las relecturas posteriores a los hechos mismos. Es un

claro ejemplo de que este tipo de construcciones literarias sí consiguen efectuar un cambio

en el imaginario y actualizar las experiencias a los modelos éticos actuales.

5.2. CAUTIVOS DE OTRAS PLUMAS

Vamos a establecer la secuencia de las distintas obras, de diversos géneros, que

perpetúan el espíritu de la cautiva para establecer una cronología y poder ver con claridad

cómo se ha continuado usando en la producción literaria, especialmente argentina. Son el

ejemplo de cómo las historias fundadoras se siguen escribiendo a sí mismas, cómo

evolucionan y cambian desde los datos que aportó Ruy Díaz de Guzmán en 1612. Por

cuestión de pertinencia y espacio no se va a tratar todas, sino solo las consideradas más

relevantes para nuestro estudio27.

26 Principalmente Gonzalo Guerrero, padre del mestizaje iberoamericano, escrita por el periodista

Mario Aguirre Rosas en 1975 y las de Fray Joseph de San Buenaventura, Historias de la conquista del

Mayab, 1511-1697, publicadas en 1994 (Vid. Mataix, 2014: 6) 27 Otras obras pertinentes son Cautiverio feliz (1637) de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán,

Historia de nuestra frontera interior (1822) Vicente López y Planes, Lucía Miranda (1864) de Miguel

Ortega, Mangorá (1864) de Alejandro Magariños Cervantes, Una excursión a los indios ranqueles (1870)

del hermano de Eduarda, Lucio Mansilla; Lokomá (1898) de Leopoldo Lugones, Lucía Miranda (1936) de

Hugo Wast, Ema, la cautiva (1979) de César Aira, El entenado, (1983) de Juan José Saer, La lengua del

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

44

La primera obra que vamos a citar es The tempest (1611), la última que escribiera

William Shakespeare. En ella un naufragio lleva a los personajes a habitar en una isla con

grandes dosis de magia. La historia es clara, pero más clara aún para nuestro análisis es

la elección de nombres de los personajes. A este respecto dice Astrana Marín que “si

atendemos a los nombres de Sebastián y Miranda y al ambiente claramente "indiano"

americano de la isla, [Shakespeare] debió de conocer una de las Relaciones que corrieron

a mediados del siglo XVI sobre cierto sucedido en la conquista de América hacia 1526”

(1960:105). La figura femenina se llama Miranda, como el apellido de la cautiva de

Guzmán, pero no es ella lo más importante: los estudios postcoloniales se han centrado

en Calibán, nombre de sospechoso parecido con cannibal y cariban, caníbal y caribe,

respectivamente. Este personaje se estipula como una crítica al sistema colonial, desde la

negritud, como lo hace Aimé Césaire en la reinterpretación teatral de la obra de

Shakespeare Une Tempête (1969).

Volviendo al ámbito hispano, hablemos del misterioso drama Siripo (1786) de

Manuel de Lavardén, en el que se recogía el enamoramiento de Lucía Miranda y cómo

eso llevaba a la destrucción del fuerte Sancti Spiritu, fue representado por primera vez en

1789 en Buenos Aires, y hoy día solo conservamos el segundo acto, el resto se ha perdido.

Poco hay claro sobre esta obra teatral, Marcelino Menéndez Pelayo en su Historia de la

poesía hispano-americana considera que “es imitación de otra compuesta en lengua

italiana por el jesuita valenciano D. Manuel Lassala” (1948: 327). También Pedro Luis

Barcia cita como antecedente la Lucía Miranda: tragedia (1784) de Lassala y añade

Mangore, king of the Timbues (1721), versión en inglés de Thomas Moore (2001: 49).

Dejamos el teatro para dar paso a la poesía, pues en la estrofa número 86 de El gaucho

Martín Fierro (1872) de José Hernández ya reaparecen estas cautivas tomadas por los

indios: “Hacían el robo a su gusto / y después se iban de arriba; / se llevaban las cautivas,

/ y nos contaban que a veces / les descarnaban los pieses, / a las pobrecitas, vivas.”

(Hernández, 1872). Pero es la segunda parte de esta historia, La vuelta del Martín Fierro

(1879), donde apare la cautiva como personaje y parte importante del relato. En las

tolderías el gaucho conoce a una criolla raptada por los mapuches, en un intento de

malón (1990) de Guillermo Saccomanno, El naranjo o los círculos del tiempo (1993) de Carlos Fuentes.

Finisterre (2005) de María Rosa Lojo, Caminarás con el sol (2011) de Alfonso Mateo-Sagasta.

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devolverla a la ‘civilización’ mata a uno de sus captores y la libera para, posteriormente,

dejarla y poder proseguir su andadura. Era una simple esclava y, por ello, en el verso 1040

decide que es necesario intervenir en su favor “Pues a la infeliz cautiva / naides la va a

redimir, / y allí tiene que sufrir / el tormento mientras viva” (Hernández, 1879).

En la primera mitad del siglo XX encontramos Siripo (1924), ópera con libreto a cargo

del bilbaíno Luis Bayón Herrera que compuso Felipe Boero basándose en la tragedia de

Lavardén. Dos décadas después, Borges, como si de un aleph se tratara, condensa los

aspectos del cautiverio y las marcas de identidad del proceso de transculturación en unas

líneas, las de “Historia del guerrero y la cautiva”, relato incluido en El Aleph (1945), y

“El cautivo”, en El Hacedor (1960), donde nos ofrece de forma muy sucinta el bagaje

cultural del pasado cautivo de su Argentina.

Ambos relatos del maestro argentino cuentan con una descripción física del

protagonista cautivo: “Un chico desapareció después de un malón; se dijo que lo habían

robado los indios. Sus padres lo buscaron inútilmente; al cabo de los años, un soldado que

venía de tierra adentro les habló de un indio de ojos celestes que bien podía ser su hijo”

(Borges, 1960). Y de la cautiva: “En la cobriza cara, pintarrajeada de colores feroces, los

ojos eran de ese azul desganado que los ingleses llaman gris. El cuerpo era ligero, como

de cierva; las manos, fuertes y huesudas” (1945). La maestría de Borges sintetiza ese

estado de nepantla físico del que hemos hablado en el caso de Tabaré en los ojos, espejos

del alma y puertas al mundo. Ambos son de piel oscura pero los ojos son claros, elección

que muestra claramente un origen blanco como no podrían hacerlo unos castaños, aunque

más comunes entre la población caucásica. En los fragmentos de Borges se le da una

especial importancia a cómo las estructuras ‘civilizadas’ les eran desconocidas o

innecesarias: “Venía del desierto, de Tierra Adentro y todo parecía quedarle chico: las

puertas, las paredes, los muebles” (1945); o cómo su lengua materna se hacía torpe en sus

lenguas acostumbradas a otros idiomas: “El hombre, trabajado por el desierto y por la

vida bárbara, ya no sabía oír las palabras de la lengua natal” (1960).

Los cautivos. El exilio de Echeverría (2000) es la novela más actual que vamos a

mencionar, de mano de Martín Kohan. En el texto del argentino la subversión del

esquema de Echeverría se da desde la propia búsqueda del lector del autor decimonónico

en la obra: no se encuentra en ninguna parte salvo en el título. El crítico verá su rastro en

las palabras de un narrador que parodia el discurso del ilustrado argentino mediante la

exageración. Los gauchos son los cautivos a los que el título nos acerca, cautivos de un

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

46

sistema que los margina y excluye, de una sociedad dominada por la ‘civilización’;

cautivos de un discurso de los vencedores del que Echeverría es estandarte. La

descripción animalizadora, embrutecedora, que lleva a cabo Kohan no es otra cosa que la

plasmación de cómo Echeverría ve al gaucho (Vinelli, 2006). En cuanto al problema que

centra nuestro trabajo, la identidad dividida, el nepantla, en esta reescritura de Echeverría

se da entre los mundos narrativos en los que se sustenta la protagonista:

La épica mariana [de Echeverría] contrasta con la épica prostibularia de la Luciana [de

Kohan], dado que, una vez iniciada en el mundo de la civilización, su cuerpo queda

inscripto en la frontera: será para siempre una desclasada y no tendrá cabida en ninguno

de los dos mundos: sus iguales la desconocen y el hombre ilustrado la abandona (2006:

10).

Con estas obras damos por terminada la parte de pervivencia escrita, y pasamos ahora

al séptimo arte y el análisis de una de las muchas películas que tratan el cautiverio con

valores profundos como los de nuestras obras de estudio, aunque vale la pena mencionar

también La cautiva (2001), film dirigido por el uruguayo Israel Adrián Caetano, que

adapta el poema de Echeverría a un contexto urbano actual, y reseñar el documental

Gonzalo Guerrero, entre dos mundos: La historia (2012) de National Geographic.

5.3. TORUK MAKTO, EL NACOM DEL FUTURO

En este apartado final del trabajo vamos a trazar unas intuitivas líneas comparativas

entre el relato de Gonzalo Guerrero y la película Avatar de James Cameron. Aunque de

contenido casi anecdótico por la falta de datos con las que trabajar, se dan unas propuestas

que pueden conducir a trabajos más profundos.

La película del director americano se centra en la historia de Jake Sully, marine

parapléjico que forma parte de un programa científico por el cual introducen su conciencia

en un cuerpo extraterrestre de los habitantes de Pandora, los na’vi. Empieza su andadura

como infiltrado de la parte militar de la expedición dentro del equipo científico de la

misma, mucho más sensibilizados con la cultura indígena del planeta y sus costumbres.

Es aceptado por la tribu Omaticaya por medio de unas señales divinas de Eiwa, máxima

divinidad de los antropomórficos extraterrestres. Gradualmente se integra en la cultura

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hasta el punto de enamorarse de la hija del jefe tribal, empezando una relación con ella,

lo que le descubrirá el verdadero sentido de la vida que promulgan los na’vi. Se da cuenta

de que no conseguirá que los omaticaya abandonen su poblado en Árbol Madre pese a las

insistencias de los mandatarios de la empresa de minería instalada en el planeta. Cuando

el conflicto armado tiene lugar se decantará por el bando na’vi y no por el humano,

cometiendo una traición que los soldados terrícolas no perdonarán. Confiesa a los na’vi

sus primeras órdenes de traicionarlos, cosa que le valdrá la expulsión de la tribu; cuando

Árbol Madre es destruido por los humanos se ve rechazado por ambos mundos. Sin contar

con simpatías en ningún bando se ve obligado a adquirir un rol de poder para poderse

imponer sobre los desorganizados extraterrestres y poderles ayudar a luchar contra el

invasor. Aquí es donde se revela el sentido del título de este apartado: Toruk Makto, Jinete

de la Última sombra28, es un título que solo puede ostentar quien consiga dominar a la

bestia alada. Al lograr este rango puede reunir a todos los pueblos na’vi, no solo a los

omaticaya, para luchar contra el enemigo humano. Termina el film con el abandono de

su identidad terrícola, dejando atrás su cuerpo humano para habitar solamente en el na’vi.

Vamos a lanzar ahora esos puentes entre la figura histórico-literaria del español y la

ficcional-cinematográfica de Jake Sully. Empecemos por el oficio: Gonzalo dice ser

marino y maestro en el arte de marear, mientras Jake es marine. Si Guerrero acaba en

manos de los indios porque sufre un naufragio, Sully llega al poblado porque se separa

de la expedición; en ambos casos la pérdida de contacto con la patria los pone en el

camino de la transculturación. Neytiri, hija del jefe Omaticaya, es la mujer que enamora

a nuestro protagonista galáctico, mientras que Ix Chel Can, heredera del también jefe

tribal Na Chan Can, consigue desposarse con Guerrero. Cuando los suegros de ambos

personajes mueren, El Hombre Verdadero por un lado y Eytukan por otro, estalla la

guerra. En el conflicto armado el conocimiento del oponente es crucial, y es por ello que

nuestros nepantlas son escuchados con gran atención a la hora de planear la defensa del

poblado o el ataque al enemigo. Si hemos dicho que con Toruk Makto Jake Sully se

convierte en jefe de todos los na’vi, Gonzalo toma el mando de distintos pelotones cuando

se convierte en nacom.

Ya sean llamados Gente del cielo o castilian, nuestros personajes tienen una biografía

casi idéntica, su peripecia vital los sitúa en una encrucijada en la que se decantan por la

28 Vid. Figura 3, Anexo I

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

48

vida indígena, renunciando a las ofertas de reinserción en la vida ‘civilizada’ que se les

ofrece: A Jake le ofrecen piernas nuevas en la Tierra y a Gonzalo volver a su España

natal. Parte de la identidad que construyen está directamente relacionada con la

naturaleza, con su conservación y la necesidad de amar nuestro entorno. Avatar despertó

una conciencia verde en muchos de sus espectadores, así como una conciencia de

minorías por lo que respecta a los indígenas cuyas tierras fueron expropiadas. No hay que

dejar que los efectos especiales y la desubicación nos alejen del contenido real del film,

pues podría estar hablando de los indios awás del Amazonas, cuyas casas son derribadas

por bulldozers para continuar con la tala masiva de árboles: "Avatar es una metáfora de

la necesidad de interconexión biológica y cultural para sobrevivir al futuro" (Terra, 2009)

escribe el portal Terra al respecto del contenido simbólico-ecológico de la obra maestra

de Cameron.

Con este análisis de pervivencia y las distintas propuestas para futuros trabajos damos

por finalizado nuestro estudio, dando paso ahora a las conclusiones del mismo.

David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

49

6. CONCLUSIONES

El presente Trabajo Fin de Grado nos ha permitido revisar la experiencia del

cautiverio en parte de la producción literaria hispanoamericana. En nuestro estudio hemos

hecho un análisis crítico-literario bajo una visión psico-antropológica que atiende a la

Tematología para rastrear la construcción de figuras con identidad nepantla en un corpus

de distintas obras.

Empezamos nuestro estudio con un panorama del uso del tópico de la cautiva en el

siglo XIX, su uso como alegoría de patria y su papel dentro de los romances nacionales

hispanoamericanos para la edificación de una identidad nacional. Hicimos una semblanza

del binomio civilización y barbarie de Sarmiento, que nos ha acompañado el resto del

trabajo, especialmente cuando hemos planteado el paradigma identitario dicotómico ego

et alter. En este primer epígrafe sobre la construcción de la identidad hemos sistematizado

las características que se asumen propias del Yo y del Otro, de forma positiva y negativa,

respectivamente. Una vez quedó clara la conformación de la identidad como proceso

social que aúna creencias, pasamos a hablar de las formaciones situadas fuera del

mencionado paradigma. Definimos las nociones más importantes para la aparición de

personajes híbridos y mestizos: el término transculturación, como proceso gradual de

asimilación, y el de aculturación como cénit del mismo. Después, precisamos el uso que

haríamos de nepantla como término que refiere a realidades simbólicas demasiado

complejas para ser reducidas a ‘mestizo’ o ‘sincrético’ en el análisis literario y cultural.

Una vez aclarado este importantísimo punto, ya que alrededor del mismo gira el

trabajo, partimos hacia una creación literaria de la identidad. Taxonómicamente,

analizamos la (de)construcción del Yo en los personajes cautivos de Lucía Miranda y

Gonzalo Guerrero mediante tres parejas de símbolos: el malón y el barco, la selva y el

fuerte; y el cacique y el marido. Las conclusiones extraídas de estos binomios son que,

efectivamente, ambos protagonistas son nepantlas. Posteriormente, hemos ofrecido una

caracterización de Guerrero y Miranda como tales, apartándolos de sus mundos de origen

y los de acogida, situándolos en unas arenas movedizas intermedias, que los convierten

en renegados para todos ellos. La muerte es el único fin que pueden esperar al ser

incomprendidos por indios y blancos.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

50

Pese a tener el mismo origen y el mismo final, poco tienen que ver el cautivo y la

cautiva en sus roles sociales, y así ha quedado demostrado: ella se sitúa como maestra

intérprete, mientras que él asume un rol de poder aprovechando su posición privilegiada.

Hemos recorrido con ellos el río del tiempo, desde la Crónica de Indias donde aparecen

las primeras noticias de un marino llamado Gonzalo Guerrero y una mujer española

conocida como Lucía Miranda, hasta su desembocadura en la actualidad, de la mano de

muy diversas obras que demuestran la pervivencia del tema.

Es ahora cuando nos toca concluir este estudio, cuando podemos entender por qué la

tormenta que los trajo a estas nuevas costas los lanzó a orillas distintas a las suyas: para

dividir sus almas, sus identidades, sus corazones, y permitirles amar dos mundos; pero

también para acortar sus opciones de vida, de ser entendidos… Para que podamos releer

sus dichas y desgracias, para que, ahora sí, entendamos la naturaleza

de su ser y encontremos en ese mar donde se unen todas las visiones del discurrir de los

tiempos una playa común para entender que su forzosa estancia en el río, habiéndoles

sido negado pisar ninguna orilla, los ha obligado a mutar una y otra vez, y ahora, por fin,

pueden navegar tranquilos hacia la inmensidad. Esperamos que todo esto sirva para que

se giren y nos contemplen con sus ojos azules y pieles cobrizas, agradecidos de haber

puesto fin a un drama que se ha prolongado ya demasiado tiempo.

El hecho es que no es un tema cerrado, que se ha tratado un conjunto acotado de

obras, pero el problema es inmenso, persiste y no se ha resuelto. Es, y será, una temática

inagotable mientras el drama social que la sustenta no se resuelva. Si hay separación entre

mestizos, indios, negros y blancos, habrá siempre puentes entre ellos. Mientras sus

mundos sean dos orillas distintas, habrá quien relate el camino que las separa y las une.

Habrá siempre, un nepantla.

David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

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David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

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Zorrilla San Martin, Juan, Tabaré, México, Porrúa, 1989.

La experiencia del cautiverio como origen de figuras nepantla en la Literatura Hispanoamericana

56

ANEXO I

Figura 1

Símbolos dicotómicos identitarios

Ego Alter

El barco El malón

El fuerte La selva

El marido El cacique

Nepantla

La cautiva y el cautivo

Este cuadro plasma las dicotomías que se establecen en el trabajo atendiendo al

paradigma maniqueo de ego et alter junto a un tercer lugar reservado para la identidad

fronteriza fuera de la dicotomía, a la que hemos llamado nepantla, en la que se incluyen

la cautiva y el cautivo.

Figura 2

Fuente: Los insistentes. Revista electrónica de los alumnos del Instituto Cervantes de

Rio de Janeiro

Este tríptico muestra tres estadios físicos del soldado español Gonzalo Guerrero

en su peripecia mexica. La evolución hacia un estado indio no es solamente mental,

religioso e identitario, sino también físico, como se aprecia en los retratos. “Mi piel ha

adoptado un color moreno, cobrizo, que haría difícil a cualquier blanco distinguirme de

mis cofrades. Es curioso, pero creo que la convivencia de tantos años con los Cheles ha

transformado mis facciones y las ha moldeado a su imagen y semejanza…” (Aguirre,

271)

David Alejandro Thöny Méndez – [email protected]

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Figura 3. “Jake, Toruk Makto”

Fuente: Fotograma del film original. James Cameron, Avatar, 2009.

En esta imagen vemos a Jake Sully hacia el final del film cuando se presenta ante

los omaticaya que han tenido que huir de sus tierras y se refugian en un lugar sagrado.

Llega montando a la Última sombra, la mayor criatura voladora de Pandora, lo que le

confiere el estatus de jefe de todas las tribus. El respeto que inspira el jinete de este ser

está basado en el peligro que supone intentar domarlo, crear un vínculo con él.