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La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria

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La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados

en la época posrevolucionaria

La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados

en la época posrevolucionaria

Reynaldo de los Reyes Patiño

La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra,

producción y mercados en la época posrevolucionaria

Primera edición, enero 2014

© El autor D.R. © Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León Dr. Coss 732 surCol. Centro, C.P. 64000, Monterrey, Nuevo León(81) 20338450www.conarte.org.mx

ISBN: 978-607-8317-24-0 Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, a menos que se cuente con la autorización por escrito del titular de los derechos de la misma

Impreso y hecho en México

Coordinación editorial: Alejandro Rodríguez Diseño: Luz Santos

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1. LAS REFORMAS AGRARIAS. PROPIEDAD DE LA TIERRA Y ORGANIZACIÓN PRODUCTIVA

Las reformas locales: la disolución de comunidades rurales

Comunidades rurales: origen y desarrollo

La actividad ganadera y la gestión de bienes comunales

Las leyes de disolución de comunidades: avances y tropiezos

Las reformas federales: el reparto agrario, la propiedad privada y los ejidos

El reparto agrario en Nuevo León y en el norte de México

Conflictos y transformaciones de la propiedad rural en Nuevo León

Rancheros y ejidatarios: conflictos en la pequeña propiedad.

Hacendados y ejidatarios: conflictos en la mediana propiedad.

ÍNDICE

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Hacendados, ejidatarios y arrendatarios: conflictos en la gran propiedad

Los certificados de inafectabilidad ganadera

CAPÍTULO 2. PRODUCCIÓN, MERCADOS E INTERVENCIÓN ESTATAL EN LA GANADERÍA NUEVOLEONESA

El impacto de la Revolución mexicana en la ganadería nuevoleonesa, 1913 a 1920

La recuperación económica, 1920 a 1930

Las importaciones, el comercio interno y la reconstrucción de la cabaña nacional, 1920 a 1925

Las exportaciones y la revitalización de los negocios ganaderos

La Gran Depresión y la reorientación comercial de la actividad ganadera, 1930 a 1935

El mercado de la Ciudad de MéxicoEl mercado de los cueros y pieles: disputas entre

ganaderos y peleterosLa recuperación de la demanda norteamericana

y las barreras gubernamentales, 1935 a 1948

Las exportaciones y la relación binacionalLa ciudad de Monterrey como receptora del ganado

regional

La institucionalización de la ganadería y el impulso modernizador del Estado, 1934 a 1940

Las leyes de asociaciones ganaderasImportación y distribución de ganado finoConvenciones y exposiciones ganaderasContra la mortandad: control sanitario y recursos

hídricos

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CAPÍTULO 3. LA INDUSTRIA DE LA CARNE: CONSIDERACIONES EN TORNO AL ABASTO, CONSUMO E INDUSTRIALIZACIÓN DE LA CARNE EN NUEVO LEÓN

Tendencias del consumo de carneEl porfiriato y los años de la RevoluciónLa década de 1920: el periodo de escasezLa década de 1930: la recuperación del consumo

localLa década de 1940: el impacto de la epidemia de

fiebre aftosa

La industrialización de la carne como una opción de consumo: dos casos en la ciudad de Mon- terrey

Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, de Ambrosio Guajardo e hijos

La Empacadora Treviño

La política del abasto de carne: ganaderos, comer- ciantes y hacienda pública

El Ayuntamiento de Monterrey, los trajinantes de carne y los concesionarios del rastro

Los ganaderos y los ayuntamientosMercado negro y reformas en el proceso de

distribución

CONCLUSIONES

ANEXOS

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

La ganadería del norte de México fue una de las actividades más afectadas por la Revolución mexicana iniciada en 1910. Indispensable como esquilmo y como moneda de cambio, las facciones revolucionarias le pasaron factura a una activi-dad desarrollada ampliamente al amparo del porfiriato. La inestabilidad del país durante el decenio revolucionario, así como las condiciones del mercado internacional propicia-ron una salida masiva de bienes semovientes cuyo resultado fue el despoblamiento general de los pastizales mexicanos.

La salida de ganado durante la contienda armada fue no-tablemente superior a la capacidad de regeneración de los hatos. Al iniciar la década de 1920, la ganadería norteña se encontraba profundamente trastocada y sus perspectivas de recuperación no eran del todo favorables. Los ciclos de reproducción del capital en la actividad ganadera son más largos que los de la agricultura y la introducción de nue-vas razas es un proceso lento.1 A esto debe sumarse que el contexto posrevolucionario implicó un proceso de re-construcción económica y de transformación en el campo mexicano que no fue ajeno a la ganadería, por lo que su recuperación precisaba no solo intensificar su producción, sino modificar sus esquemas operativos. Este panorama agrario nos llevó a plantear la cuestión de cómo y bajo qué 1 Ernesto Camou Healy, “La ganadería bovina en la historia agraria mexicana: un ensayo” en Antonio Escobar Ohmstede y Teresa Rojas Rabiela (coords.), Estruc-turas y formas agrarias en México, del pasado y del presente, Ciudad de México, CIESAS, RAN, Uqroo, 2001, pág. 368.

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circunstancias pudo darse el proceso de recuperación de la actividad pecuaria en el norte de México.

Si bien la historiografía nacional se ha ocupado bastante del campo mexicano en los años subsecuentes a la Revolución, sorprende la escasez de estudios que atiendan en lo particu-lar a la ganadería. En general, la historiografía de la actividad pecuaria en México es algo escasa, y las pocas historias gene-rales de la misma aportan datos relevantes, pero poco espe-cíficos para nuestro periodo de estudio.2 Por otro lado, según Emilio Kouri, el enfoque historiográfico de la mayor parte de los estudios del México rural posrevolucionario ha privilegia-do los procesos de lo “agrario”, o la llamada “cuestión agraria” sobre los “procesos agrícolas”. En este sentido, según el mis-mo autor, resulta necesario que las cuestiones agrarias pasen a formar parte de un contexto más amplio, uno que incluya el estudio de las condiciones materiales y la organización de la producción, de los varios usos de la tierra para generar va-lor y las relaciones sociales de todo tipo establecidas en torno a dichas actividades.3 La sugerente propuesta de Kouri y la laguna historiográfica que se presenta en el estudio de la ga-nadería vuelven pertinente la investigación que aquí propo-nemos. Así, se pretende que este trabajo sea una contribución a la historia económica del México rural posrevolucionario.

El estudio de una actividad económica en contextos de conflicto es un tema que no debe ser escatimado. Cuando John Womack llamó la atención en 1978 sobre la necesidad de retomar el estudio de la economía durante la década revolucionaria,4 un trabajo sobre la ganadería en el norte

2 Leonardo Martín Echeverría, La ganadería mexicana, Ciudad de México, Banco de México, Departamento de Investigaciones Industriales, 1960. Pedro Saucedo Mon-temayor, Historia de la ganadería en México, Ciudad de México, UNAM, 1984.3 Emilio H. Kouri, “Lo agrario y lo agrícola: reflexiones sobre el estudio de la his-toria rural posrevolucionaria”, en Boletín del Archivo General Agrario, vol. 3, jul. 1998, págs. 10-21.4 John Womack, “La economía de México durante la Revolución, 1910-1920: histo-riografía y análisis”, en Argumentos, núm. 1, jun. 1978, págs. 9-42.

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de México5 figuraba entre los pocos que habían atendido esa demanda. El autor, Manuel Machado, lo tradujo luego en una obra más extensa que hasta la fecha es el estudio más completo de la ganadería norteña en la primera mitad del siglo XX.6 La idea central de Machado era que la Revolución mexicana había destruido la floreciente industria ganadera del norte de México. Estas aseveraciones se fundaban en dos hechos: la dramática reducción de las existencias ganaderas y el impacto del llamado “agrarismo”.

Más recientemente, María-Aparecida Lopes ha retomado las posturas de Machado y ha renovado su enfoque de ma-nera importante.7 Al tomar en cuenta el debate historiográ-fico que cuestiona el impacto de la Revolución mexicana en el desarrollo económico de 1910 a 1920,8 Lopes ha hecho ya una comparación del comportamiento de la ganadería en los casos de Chihuahua y Sonora durante y después del movi-miento armado, y llegó a la conclusión de que las condicio-nes políticas de ambas entidades determinaron sus procesos de recuperación y crecimiento. Por lo tanto, matiza Lopes, si bien la primera tesis de Machado es irrefutable, la segunda merece ser reconsiderada.9 Del estudio de Lopes retomamos la pertinencia de abordar en el corto y mediano plazo la re-cuperación de la actividad ganadera en otras zonas del norte del país después de la Revolución.

5 Manuel A. Machado, “The Mexican Revolution and the destruction of the mexi-can cattle industry”, en The Southwestern Historical Quarterly, vol. 79, núm. 1, jul. 1975, págs. 1-20. 6 Manuel A. Machado, The North Mexican Cattle Industry, 1910-1975. Ideology, Con-flict and Change, College Station, Texas A&M University Press, 1981.7 María-Aparecida Lopes, “Revolución y ganadería en el norte de México”, en Histo-ria Mexicana, vol. LVII, núm. 3, ene.-mar. 2008, págs. 863-910.8 Stephen Haber, Armando Razo y Noel Maurer, The Politics of Property Rights, Political instability, Credible Commitments, and Economic Growth in Mexico, 1876-1929, Cambridge, Cambridge University Press, 2003. Sandra Kuntz Ficker, “The export boom of the Mexican Revolution: characteristics and contributing factors”, en Journal of Latin American Studies, vol. 36, 2004.9 Lopes, op. cit., págs. 901-902.

Introducción

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Los estudios de Machado y de Lopes son bastante signifi-cativos para los estados de Chihuahua y de Sonora,10 pero la región del noreste —Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas—11 ha pasado más inadvertida en lo que a ganadería se refiere. Para Coahuila se deben destacar los trabajos de Esperanza Fujigaki,12 quien ha estudiado con un enfoque económico los casos de algunas haciendas en la Laguna y en el norte de Coahuila durante y después de la Revolución. Fujigaki con-sidera las transformaciones de estas unidades productivas a raíz de la Revolución y aborda la actividad agropecuaria en su conjunto. Por otro lado, en los estudios para el estado de Nuevo León sobresalen algunos trabajos sobre la propiedad de la tierra, el agua y la producción agrícola en la región citrícola del estado, pero ninguno que atienda a la ganadería en particular.13 Un caso similar para el estado de Tamaulipas lo ha desarrollado Octavio Herrera14 en una investigación

10 Ibíd. Para el caso de Sonora podemos agregar también investigaciones desde una perspectiva antropológica realizadas por Ernesto Camou, De rancheros, poqui-teros, orejanos y criollos. Los productores ganaderos de Sonora y el mercado inter-nacional, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998.11 Por noreste entendemos aquí, fundamentalmente, un espacio conformado por los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, con una dinámica económica parcialmente común. La idea de noreste sostenida por varios historiadores puede incluir en ocasiones al estado de Texas, y hace referencia a una región histórica con fuertes lazos de identidad. Véase por ejemplo, Manuel Ceballos, “Tiempos y crite-rios de la conformación del noreste mexicano” en Isabel Ortega Ridaura (coord.), El noreste: reflexiones, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2006, págs. 71-80.12 Esperanza Fujigaki Cruz, Modernización agrícola y revolución: haciendas y com-pañías agrícolas de irrigación del norte de México, 1910-1929, Ciudad de México, UNAM, Facultad de Economía, 2001.13 Mario Cerutti (ed.), Agua, tierra y capital en el noreste de México. La región citrícola de Nuevo León (1850-1940), San Nicolás de los Garza, UANL, Facultad de Filosofía y Letras, 1991. Veronika Sieglin, La disputa por el agua en el noreste de México (1820-1970), San Nicolás de los Garza, UANL, Facultad de Filosofía y Letras, 1995. María Zebadúa Serra, “El agrarismo en Nuevo León” en César Morado Macías (coord.), Nuevo León en el siglo XX. La transición al mundo moderno: del reyismo a la reconstrucción (1885-1939), Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2007.14 Octavio Herrera Pérez, “Del señorío a la posrevolución: evolución histórica de una hacienda en el noreste de México: el caso de La Sauteña”, en Historia Mexica-na, vol. XLIII, núm. 1, jul.-sept. 1993.

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sobre la hacienda La Sauteña, al norte del estado. En este caso, el periodo de estudio se extiende desde la época colo-nial hasta la posrevolución, pero el autor orienta su estudio hacia los cambios ocurridos en la propiedad de la hacienda más que hacia los cambios de su dinámica productiva.

A partir de este panorama, hemos destacado algunos pun-tos fundamentales que merecen atención para el estudio de la ganadería: la propiedad de la tierra, los tipos de producción y los mercados de la actividad ganadera, sin dejar de lado en to-dos ellos el fuerte papel que tuvo el Estado posrevolucionario en la dinámica económica nacional. En este sentido, conside-ramos que Nuevo León es un espacio adecuado para ensayar estas variables de estudio. En una entidad con más del 60 por ciento de su territorio comprendido por pastizales, la activi-dad ganadera poseía una importancia destacable tanto en tér-minos económicos como en términos sociales.

La pertinencia de adoptar este espacio geográfico en re-lación a las variables mencionadas se debe a varios factores. En primer lugar, en él predominó un esquema de tenencia de la tierra basado en la pequeña y mediana propiedad rural fundamentalmente distinto al latifundio, la unidad produc-tiva tradicional de la ganadería. Por otro lado, desde la época colonial la cría de ganado menor había sido uno de los ejes de la actividad económica regional, y aunque en el siglo XX ya no lo era, aún ocupaba gran parte de los pastizales nuevo-leoneses, a pesar de que los mercados demandaban primor-dialmente el ganado bovino y sus derivados. Por último, la creciente importancia de Monterrey como centro organiza-dor de la economía regional, así como su crecimiento demo-gráfico, fueron igualmente dos puntos fundamentales para la investigación; así, conforme ésta avanzaba, la informa-ción obtenida permitió otorgar un peso considerable a las cuestiones del abasto y el consumo de carne en Monterrey.

Introducción

16 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Si bien algunos autores han explorado la cuestión del abasto y consumo de alimentos durante el siglo XIX,15 y aún otros han profundizado sobre el tema en el periodo histórico de la Revolución mexicana,16 poco sabemos al respecto de los años de la posrevolución, cuando los ritmos de crecimiento ganadero fueron alterados y la población urbana continuó su crecimiento. La idea de incorporar el consumo como una variable explicativa parte de la propuesta de entender di-cho concepto no como la última fase del proceso económico —producción, oferta, demanda, distribución, intercambio y consumo—, sino “como un proceso integral, que logra arti-cular y dar sentido a todas las etapas” del proceso económico mismo.17 El estudio del “gran problema del consumo” en-cierra una complejidad que implica una investigación más amplia que la que aquí proponemos; sin embargo, conside-ramos que este intento puede constituir un primer acerca-miento a dicho problema.18

15 Ver por ejemplo para el porfiriato: John H. Coatsworth, “Anotaciones sobre la producción de alimentos durante el porfiriato”, en Historia Mexicana, vol. XXVI, núm. 2, oct.-dic. de 1976, págs. 167-187. Para el caso de Monterrey, Adela Díaz y Roberto Lara, La ciudad de Monterrey durante la segunda mitad del siglo XIX. Una mirada desde la administración municipal, Monterrey, Municipio de Monterrey, 2009, págs. 165-200. Mario Cerutti, Burguesía y capitalismo en Monterrey, Monte-rrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2006, págs. 134-144.16 Véase para la Revolución: Ariel Rodríguez Kuri, Historia del desasosiego. La Revo-lución en la Ciudad de México, 1911-1921, Ciudad de México, El Colegio de México, 2010. María-Aparecida Lopes, “Que se cumplan los sagrados principios de la Revolu-ción: cambio y continuidad en la política de abasto de carne en la Ciudad de México”, en Historia Mexicana, vol. LX, núm. 4, abr.-jun. 2011.17 Enriqueta Quiroz, El consumo como problema histórico, Ciudad de México, Ins-tituto Mora, 2006, págs. 80-81.18 Debido a que las cifras disponibles se refieren al número de sacrificios hechos en los rastros, no es posible hacer un estudio sobre lo que podríamos llamar el “con-sumo real”, sino más bien sobre la cantidad de carne disponible para consumo. Por otro lado, es evidente que las cifras no son del todo confiables, sobre todo en lo que respecta a las zonas rurales, donde es común que se practique el sacrificio para el autoconsumo, a lo que hay que añadir los defectos en los sistemas de captación de datos y el mercado negro que nos brindan una información invaluable para reflejar un estimado del consumo y para evaluar las tendencias de su comportamiento.

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Así pues, esta investigación pretende analizar a grandes rasgos las trayectorias de cambio de la actividad ganadera en Nuevo León dentro del proceso de reconstrucción eco-nómica nacional. La hipótesis central que guía este trabajo es que la recuperación de la actividad ganadera fue un ele-mento fundamental para el desarrollo económico regional no solo en términos de su productividad en la cría y repro-ducción de ganado, sino por sus efectos multiplicadores. De esto se desprende que los intentos por cambiar la estructura agraria del Estado tuvieran como uno de sus obstáculos a los ganaderos, a quienes finalmente les fueron otorgadas con-cesiones para salvaguardar su propiedad. La producción de ganado vacuno y caprino, principalmente, era fundamental, puesto que atendía una diversidad de mercados en distintas latitudes, ya como insumos o bienes consumibles. A su vez, la importancia estratégica de esta actividad provocó la inje-rencia por parte del Estado para modificar las instituciones agrarias y ejercer un mayor control sobre ellas, proceso en el que la resistencia de los actores rurales por el cambio institu-cional se hizo presente y donde los ganaderos fueron parte fundamental.

Al abordar estos aspectos se retomaron algunos postula-dos de la teoría neoinstitucionalista para destacar las trans-formaciones institucionales tanto formales como informales en la configuración del nuevo escenario económico. Para Dou-glass Cecil North, las instituciones proponen las reglas del juego o las restricciones creadas por el hombre para regular su interacción. Así, las restricciones pueden ser informales —mediante sanciones, tabúes, costumbres, tradiciones y có-digos de conducta—, o formales —mediante constituciones, leyes y derechos de propiedad—. En el transcurso de la histo-ria, añade North, las instituciones han servido para ordenar y reducir la incertidumbre en los intercambios.19 Estos con-ceptos pueden ser útiles si consideramos que los gobiernos 19 Douglass Cecil North, “Institutions”, en The Journal of Economic Perspectives, vol. 5, núm. 1, inv. 1991, pág. 97.

Introducción

18 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

posrevolucionarios emprendieron una serie de cambios insti-tucionales que modificaron las relaciones políticas, económi-cas y sociales del campo mexicano. No debe entenderse que el proyecto institucional del Estado posrevolucionario es un conjunto homogéneo, sino que la tensión entre la diversidad de instituciones formales e informales alimentó dicho proyec-to. En este sentido, por ejemplo, se considera en este trabajo que una de las instituciones más arraigadas en Nuevo León es la del rancho, el cual entró constantemente en conflicto con la institución ejidal.

Mantener el estudio dentro de los límites jurisdiccio-nales del Estado obedece a que se privilegiarán los marcos institucionales de la entidad. De cualquier forma, estamos conscientes que esta delimitación implica una carencia me-todológica importante, y en atención a ello referiremos fre-cuentemente otros espacios y moveremos nuestras escalas de análisis entre el norte de México, el noreste, Nuevo León y sus subregiones.

De forma concreta, el espacio objeto de nuestro estu-dio es el estado de Nuevo León, principalmente su región ganadera —anexos 1 y 2—20 ubicada entre los estados de Coahuila y Tamaulipas, y delimitada al norte con Estados Unidos y al sur con la Sierra Madre Oriental. Comprende una extensión de 45 mil 553.80 kilómetros cuadrados, que equivalen al 71 por ciento de la superficie estatal, y que a su vez subdividimos en tres zonas de acuerdo a criterios

20 La delimitación de una región de estudio implica un problema de investigación, ya que aplicar la categoría de región a un espacio determinado supone el recono-cimiento de un conjunto de relaciones y de valores comunes que identifiquen ese espacio. En este sentido, toda región que proponga estudiarse es una hipótesis por comprobar, según Eric van Young, “Haciendo historia regional: consideracio-nes metodológicas y teóricas” en Pedro Pérez Herrero (comp.), Región e historia en México (1700-1850), Ciudad de México, Instituto Mora, 1991, págs. 99-101. “Las regiones son espacios difusos que pueden superponerse o estar comprendidos dentro de otros, pues no son por fuerza excluyentes”, según Bernardo García, El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX, Ciudad de México, Océano, 2004, págs. 42-43.

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geográficos y socioeconómicos —anexos 3 y 4—.21 La selec-ción de la región ganadera del estado se basó principalmen-te en las observaciones hechas por Moisés T. de la Peña;22 en general, este espacio comprende una región donde pre-domina la llanura, el suelo árido y la escasez de agua. La vegetación está compuesta primordialmente de matorrales y pastizales, por lo que se presentan altos índices de agosta-dero —ver anexos 5 y 6.

La temporalidad del estudio abarca el llamado periodo posrevolucionario, dentro del contexto de reconstrucción económica que comenzó en 1920 y concluyó en la década de 1940. Según Luis Medina Peña, la política económica de estos años se caracterizó por dos cuestiones fundamentales: por un lado, “el diseño y puesta en marcha de los mecanis-mos para restablecer una economía dañada y parcelada”, y por otro, “los empeños por definir el papel del Estado en la economía”.23 Aunque no existe una fecha consensuada para el final del periodo posrevolucionario, para efectos del estu-dio de la economía ganadera consideramos que las implica-ciones de los cambios institucionales dados en este periodo se extienden al menos hasta la crisis de 1947, cuando sucedió la epidemia de fiebre aftosa.

21 En este estudio queda marginada la zona sur del estado, a la que solo recurrire-mos cuando no sea posible regionalizar la información dada por entidades. En la documentación revisada fue común encontrar la idea de que el estado estaba divi-dido por la Sierra Madre Oriental en dos grandes partes, tanto por sus condiciones geográficas como socioeconómicas.22 Una región es “una comarca formada por el agrupamiento de municipios com-pletos, contiguos y presentando un grado de desarrollo semejante en las siguientes características comunes: elevada densidad por unidad territorial de determinada especie pecuaria; condiciones climatéricas [sic] semejantes, tipo de explotación pecuario idéntico y continuidad en el relieve topográfico con delimitaciones pe-riféricas tan claras como sea posible lograrlas”, Moisés T. de la Peña, Planeación del crédito ganadero, Ciudad de México, Banco Nacional de Crédito Agrícola, 1938, pág. 44.23 Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado: México, 1920-1994, Ciudad de México, FCE, 1994, págs. 86-87.

Introducción

20 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El desarrollo de este trabajo está dividido en tres partes. En el capítulo 1 se aborda una cuestión de carácter estruc-tural: la propiedad de la tierra y sus implicaciones en el de-sarrollo de la actividad ganadera. Debido a que el estudio sobre los derechos de propiedad es un tópico fundamental para estudiar cualquier actividad económica, se abordan las reformas agrarias que modificaron la estructura de la pro-piedad de la tierra en el campo mexicano. Se evalúan tanto las reformas locales como las federales y su impacto en la organización productiva de la actividad ganadera.

En el capítulo 2 se analiza la evolución de la producción ganadera, los principales mercados a los que se dedicó y la participación de la política estatal en estas actividades. Parti-mos de la exposición de las condiciones de la ganadería en la entidad durante el porfiriato y la coyuntura que representó la Revolución mexicana en detrimento de la actividad gana-dera; posteriormente abordamos su etapa de recuperación durante la década de 1920, la reorientación de sus mercados en la siguiente década, y finalmente las políticas del Estado por incentivar la producción y modernización de la ganade-ría desde finales de esa misma década hasta la de 1940.

En el capítulo 3 se exponen las condiciones y el desarro-llo de la industria cárnica en Nuevo León, con especial aten-ción en la ciudad de Monterrey, el principal mercado local de consumo de carne debido a su concentración poblacional,24 y para ello se analizarán las condiciones de abasto y las ten-dencias de consumo. Posteriormente estudiaremos la indus-trialización —procesamiento— de la carne como una opción de consumo por medio de dos casos de empacadoras en la ciudad de Monterrey. Por último, se abordará la política de abasto de carne y los actores involucrados en el proceso que lleva el insumo desde el productor hasta el consumidor.

24 Aunque Nuevo León era un estado con poca densidad de población, Monterrey era la tercera ciudad más poblada del país, después de Guadalajara y la Ciudad de México.

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Debido a la notable escasez de investigaciones históricas sobre el tema, la mayor parte de la información utilizada para elaborar esta investigación se basó en fuentes prima-rias; destacan en primer lugar las consultadas en el Archivo Histórico del Estado de Nuevo León —AHENL—, principal-mente en los fondos de agricultura y ganadería, y de la Co-misión Agraria, y en menor medida las fuentes del Archivo Histórico de Monterrey —AHM—, donde se consultaron las actas de Cabildo. Respecto a las cifras encontradas en es-tos acervos, sobre todo las consignadas en los informes de Gobierno y los censos estatales y nacionales, es pertinente señalar que éstas casi siempre son inexactas y en ocasiones contradictorias, por lo que no deben tomarse como un refle-jo de la realidad, sino de las tendencias de cambio.

Por otra parte, las fuentes hemerográficas fueron un gran apoyo para complementar las lagunas dejadas por el archivo y para comprender la cotidianidad del fenómeno estudiado; destaca en particular la hemeroteca del periódico El Porvenir, de Monterrey. Asimismo, para la consulta bibliográfica fue-ron fundamentales las bibliotecas de la UANL y del Museo de Historia Mexicana, en Monterrey; en el Distrito Federal fueron especialmente importantes las bibliotecas del Banco de México y de El Colegio de México. Queda pendiente, sin duda, la consulta de otros archivos que habrían aportado da-tos valiosos para la comprensión del tema.

Introducción

1. LAS REFORMAS AGRARIAS. PROPIEDAD DE LA TIERRA Y ORGANIZACIÓN PRODUCTIVA

Desde la segunda mitad del siglo XIX, las leyes de desamor-tización y enajenación de tierras baldías habían contribuido a la creación de grandes latifundios en el septentrión mexi-cano, los cuales fueron el marco principal del desarrollo ganadero. Sin embargo, no toda la actividad pecuaria se de-senvolvió sobre las bases de la gran propiedad. En la juris-dicción nuevoleonesa predominó especialmente la pequeña y mediana propiedad privada, mientras que en una gran porción del territorio permanecieron formas comunales de tenencia de la tierra con explotaciones ganaderas de diver-sas escalas.

Todos estos tipos de propiedad poseían formas de orga-nización productiva distintas, pero las reformas agrarias de-rivadas de la Revolución mexicana las sometieron por igual a un proceso de transformación. La reforma agraria impul-sada desde el ámbito local, orientada a la disolución de las comunidades rurales, consistía en la asignación particular de tierras indivisas, lo que implicaba no solo un reparto, sino una redistribución de la tierra entre los antiguos propieta-rios. Por otro lado, las leyes promulgadas en el marco federal —en particular la Ley agraria de 1915— intentaban restituir y dotar de tierras comunales a los campesinos sin posesiones. Todo esto dio origen a un complejo y contradictorio proceso alargado durante varias décadas en sus intentos por disolver unas comunidades y crear otras, lo que configuró el nuevo escenario de la economía rural de la región.

Aunque en ocasiones contradictorios, ambos proyectos tomaron sentido en cuanto a la ejecución que de ellos hicieron los gobernantes. En este sentido, según Luis Aboites, es po-sible sugerir tres periodos importantes dentro del reparto

24 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

agrario norteño: el obregonista, el callista y el cardenista.1 El periodo obregonista (1920-1928) se caracteriza por un cre-cimiento sostenido consistente tanto en la recuperación de antiguos niveles de producción como en la expansión de los negocios agrícolas; su prioridad en este sentido era la recons- trucción económica, y con ello la protección de las unidades productivas; Aboites plantea que “la estructura agraria con-formada especialmente durante el porfiriato se mantuvo incólume en todos estos años y más aún, que el desarrollo ulterior conservó una coherencia con respecto a las bases y premisas del antiguo régimen”.2

El periodo callista (1929-1935) se diferencia del obregonista por el entorno económico depresivo; la política agraria se mantuvo sin cambios y se tornó más conservadora, espe-cialmente desde que Plutarco Elías Calles regresó de Europa y advirtió sobre los males del reparto y el fraccionamiento exagerado de la propiedad rústica.3 Por último, el periodo cardenista (1936-1940) constituyó el de mayor reparto y repre- sentó un cambio sustancial en la política agraria. En el cardenismo el ejido no aparecía ya como un mero accidente político, sino como instrumento para destruir el latifun-dio. Tanto al gobierno cardenista como a los gobernantes sonorenses les interesaba el desarrollo agrícola norteño, con la diferencia de que el primero privilegiaba su política económica hacia el mercado interno.4

En el presente capítulo abordaremos este proceso agrario en lo referente a su impacto en la actividad ganadera, tan-to en sus proyectos como en su ejecución. En primera ins-tancia, se analizarán las reformas locales y posteriormente

1 Los periodos definidos no corresponden necesariamente a los periodos presiden-ciales de cada personaje, sino a una forma determinada de política agraria identifi-cada con los mismos; Luis Aboites, Cuentas del reparto agrario norteño. 1920-1940, Ciudad de México, CIESAS, Cuadernos de la Casa Chata, 1991.2 Ibíd., pág. 11. 3 Ibíd., pág. 13.4 Ibíd., págs. 3 y 20.

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las federales, con privilegio de sus repercusiones en la trans-formación de la actividad productiva y los conflictos entre los actores involucrados.

Las reformas LocaLes: La disoLución de comunidades ruraLes

Comunidades rurales: origen y desarrollo

En los inicios del siglo XX, el campo mexicano era “un mo-saico de tipos de propiedad que iban desde la comunal hasta la privada, amparadas ambas en títulos regularmente confusos, con un mundo abigarrado de acuerdos orales o no escritos”.5 En este contexto, no es de sorprender que en Nuevo León existiera un tipo de propiedad común de ori-gen colonial no indígena, difícil de ser caracterizada por su enorme heterogeneidad.

Según informes del Gobierno del estado en 1928, las co-munidades rurales representaban un problema sui generis casi exclusivo de Nuevo León.6 Su magnitud era tal, que para algunos su resolución constituía la base de toda la cuestión agraria de la entidad, “pues la mayor parte de sus terrenos se encuentran en poder de las comunidades, que alcanzan un número cercano a cuatrocientas en totalidad”.7 Para poder 5 Alejandro Tortolero Villaseñor, Notarios y agricultores: crecimiento y atraso en el campo mexicano, 1780-1920, Ciudad de México, Siglo XXI, UAM, Unidad Iztapalapa, 2008, pág. 50.6 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1927-1928. Sabemos que durante los co-mienzos del siglo XX este tipo de propiedad subsistió en el norte de la república, al menos en los estados de Chihuahua, Durango, Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Al respecto, puede verse Telésforo García, “Sobre el problema agrario en México” en Jesús Silva Herzog, La cuestión de la tierra, vol. 1: 1910-1911, Ciudad de México, Secretaría de la Reforma Agraria, 1981, pág. 59.7 AHENL, fondo: Comisión Agraria, caja 1, Monterrey, N.L., 9 de abril de 1915, pro-yecto de ley de disolución de comunidades rurales, de F. Roel.

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entender este problema es preciso saber primero lo que son estas comunidades, cuál es su origen, cómo funcionaron y por qué representaban un problema para los gobiernos pos-revolucionarios.

Las comunidades rurales eran propiedades indivisas, creadas a partir del desmembramiento por herencia de las grandes haciendas que tenían su origen en las mercedes reales de la época novohispana. Según Eugenio del Hoyo, el surgimiento de estas propiedades explica, en parte, la cons-tante importancia de la pequeña propiedad dentro de la tenencia de la tierra en Nuevo León. Debido a la ausencia de mayorazgos en esta región y a que los bienes de fortuna es-taban reducidos a la tenencia de la tierra, las grandes propie-dades se fragmentaron en parvifundios al ser divididas en-tre varios herederos, que conformaron lo que José Eleuterio González llamó comunidades de accionistas,8 concepto pos-teriormente conocido como comunidades rurales.

Rocío González Maiz afirma que al menos en Monterrey el proceso desamortizador de mediados del siglo XIX provocó un “efecto dominó” sobre estas comunidades. En este sentido, sus ocupantes “se vieron obligados a escriturar sus porciones, pasando del usufructo a la plena propiedad de las mismas”.9 La reacción en cadena no parece tal si extendemos el análisis temporal, como lo indica la supervivencia de estas propie-dades durante toda la primera mitad del siglo XX.

El principal problema de las comunidades rurales radi-caba en la gestión de los recursos naturales al interior de las mismas. Es factible suponer que al inicio, como lo revela un informe, las propiedades tuvieron “bastante terreno para los usos separados de cada uno”, pero el aumento del número de copropietarios llevó a la necesidad de determinar cier-tos usos comunes, sobre todo en materia de pastos para la

8 Eugenio del Hoyo, Historia del Nuevo Reino de León, 1577-1723, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2005, págs. 373-374 y 439.9 Rocío González Maiz, Desamortización y propiedad de las elites en el noreste mexi-cano. 1850-1870, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2011, págs. 165-166.

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ganadería.10 Así, las labores o ranchos de cada individuo o familia con derechos en la tierra indivisa eran considerados propiedades exclusivas, mientras que los pastos, los terre-nos cerriles no acotados y los caminos permanecieron con-siderados como de uso común.

Por otro lado, la importancia del agua en esta región re-quirió la subdivisión convencional del líquido por parte de los interesados bajo un sistema de propiedad efectiva muy cuidadoso. El uso indispensable del agua consolidó un siste-ma de aprovechamiento creado por los mismos usuarios, aunque la posterior intervención de la Federación en ma-teria de uso y aprovechamiento de aguas, acusada con fre-cuencia de anticonstitucional, transformó “en madejas inex-tricables la situación creada por los siglos”.11

En un caso contrario al del agua, muy pocas veces la tierra pudo ser subdividida. La ausencia de documentos for-males para amparar los derechos sobre la tierra y la falta de definición de los límites territoriales provocó un sinnúmero de discordias y rencillas entre propietarios. Muchos de ellos recurrieron a instancias legales para despojar a otros de sus propiedades, mientras que algunos más aprovecharon la tierra más allá de sus derechos proporcionales o aun al carecer de ellos. El citado informe de Gobierno, por tanto, consideraba que las comunidades rurales eran responsables del abandono de los campos y de su decadencia. Para un Gobierno estatal con tendencias liberales, las comunidades representaron entonces un problema que debía ser regu-lado para fortalecer la certidumbre sobre los derechos de propiedad y reactivar la dinámica económica del campo, para lo cual fue necesaria una legislación especial que in-tentó aplicarse en repetidas ocasiones.

Apenas triunfó la revolución maderista cuando en 1911 Viviano L. Villarreal,12 el entonces gobernador de Nuevo 10 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1927-1928.11 Ídem.12 Villarreal era tío político del entonces presidente de la república Francisco I. Madero, y había sido gobernador de Nuevo León en repetidas ocasiones.

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León, propuso en su plan de gobierno reglamentar los derechos de las propiedades rústicas indivisas llamadas comunidades rurales. Según Óscar Flores, este tipo de te-nencia de la tierra ocupó en 1911 aproximadamente el 70 por ciento del territorio estatal, y el conjunto de propietarios representaba el 7 por ciento de la población total.13 Aunque esta estimación no ha podido ser corroborada, el hecho que esta propuesta haya sido planteada al poco tiempo del as-censo de Francisco I. Madero a la presidencia del país in-dica que el problema de la propiedad de la tierra era un asunto prioritario en la entidad.

Durante toda la década revolucionaria las constantes ini-ciativas de ley dejaron en claro la importancia de esta deman-da. La propuesta del gobierno de Villarreal no fue llevada a cabo durante su mandato, ya que su condición de terrate- niente lo despreocupó de estimular el decreto de reglamen-tación, “amén de los serios obstáculos que interpusieron los caciques ante una posible y prematura reforma agraria”.14 Pero los intentos no acabaron ahí. Curiosamente, cuando Raúl Madero ocupó la gubernatura de Nuevo León apoyado por los convencionistas, retomó la ley para la parcelación de comunidades como uno más de sus instrumentos para canalizar el apoyo al campo.15 En 1917 la ley volvió a ser pre-sentada y finalmente fue incluida en una fracción del artí-culo 23 de la Constitución estatal de 1917. La ley respectiva —redactada por un ex gobernador del periodo huertista— fue promulgada hasta 1921. En síntesis, la iniciativa de disolver estas comunidades fue propuesta por un terrate-niente porfirista apegado al maderismo, retomada por los 13 Óscar Flores, Monterrey en la Revolución, 1909-1923, Monterrey, Udem, 2010, págs. 61-67. Según el mismo autor, esto “evidenciaba un alto proceso de concentra-ción al que fue sometido el agro nuevoleonés durante el porfiriato”. Consideramos que la explicación de este factor no se agota en las políticas porfiristas, ya que una buena parte de los propietarios de estas comunidades tenían sus derechos fincados desde el virreinato, como veremos más adelante.14 Ibíd., págs. 61-62.15 Ibíd., pág. 121.

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convencionistas, llevada a la Constitución por el gobierno carrancista, convertida en ley por un gobernador huertista y finalmente promulgada por un gobierno obregonista. Los calificativos emitidos aquí no son tajantes, lo que queremos hacer notar es que más allá de las adhesiones políticas, el desfile de autoridades parecía reconocer en este tipo de propiedad “la rémora más grande para el progreso de la agri-cultura en el estado”,16 pues la falta de certidumbre sobre los derechos de propiedad parecía ahuyentar las inversiones, excluir estas tierras de la dinámica del mercado e impedir la expansión de la actividad agropecuaria.

A nuestro parecer, la disolución de estas comunidades se inscribía en una dinámica que continuaba con el proceso desamortizador del siglo XIX, el cual consideraba que todos los otros derechos de propiedad de corte comunitario o indi-visos “si bien no perdían su valor, serían derechos secunda-rios perfectibles solo cuando lograran pasar a la propiedad privada”.17 Esto a su vez implicaba una reorganización de las actividades productivas que fundaba su lógica en la propie-dad privada como piedra angular del sistema.

Según la documentación revisada, la mayoría de estas propiedades tuvieron una economía mixta donde se com-binaba la agricultura y la ganadería. De un muestreo no exhaustivo de más de cien comunidades, notamos que gran parte de ellas se encontraban en las zonas centro y norte del estado —ver ilustración 1—, donde la ganadería tenía un peso considerable. El hecho que la mayoría permaneciera en esas zonas indica algunos puntos sobre la transformación 16 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 1, Monterrey, N.L., 9 de abril de 1915, proyec-to de Ley de disolución de comunidades rurales, de F. Roel.17 Marcello Carmagnani, Estado y mercado: la economía pública del liberalismo mexicano, 1850-1911, Ciudad de México, FCE, 1994, pág. 40. Cabe señalar que los proyectos de disolución se aplicaron solamente a las comunidades existentes hasta ese momento y no a las que se formaron en lo sucesivo, por lo que no pueden ser interpretados como proyectos dogmáticos que atentaban contra todo tipo de pro-piedades comunales, sino únicamente contra las comunidades rurales producto de una formación histórica común.

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de los tipos de propiedad y su vocación económica. Primero, que las zonas agrícolas más dinámicas del sur y el centro-sur del estado sí pasaron por un proceso de privatización de la propiedad; la primera zona estuvo basada en la gran propie-dad y la segunda en la pequeña y mediana. Segundo, que el norte y algunas regiones del centro, a excepción de Monte- rrey, conservaron buena parte de sus propiedades fundadas en derechos antiguos de origen colonial, a pesar de que algu-nas propiedades se constituyeron en latifundios durante el siglo XIX.18

Ilustración 1. Ubicación municipal de las comunidades rurales en Nuevo León.

Fuente: elaboración propia. La muestra no es exhaustiva y se desconoce la ubicación exacta. Se tomó como referencia el municipio donde tenía su sede la mesa directiva. Algunas comunidades abarcaban territorialmente más de un municipio.

18 Es el caso de las propiedades de Francisco Naranjo que veremos más adelante.

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La actividad ganadera y la gestión de bienes comunales

El punto nodal de la organización productiva de las comuni-dades era el uso sustentable de sus recursos, principalmente el agua, la tierra y los recursos forestales; si bien algunas tuvieron una organización sólida, es probable que la mayoría presentaran serios problemas en su organización, sobre todo las que tenían un número de propietarios elevado o incierto, lo que dificultó su dinámica interna.

¿A qué se debió la supervivencia de este tipo de propie-dades? La amplia literatura existente sobre el tema señala primordialmente dos posibilidades: la primera se relaciona con un escaso desarrollo del mercado o de las técnicas que harían que los individuos no consideraran necesaria una de- finición más exacta, y la segunda posibilidad se relaciona con los elevados costes de transacción de la definición de derechos.19 Estas dos explicaciones validan una racionali-dad económica propia del paradigma neoclásico, pero algu-nos críticos consideran que la cuestión:

Puede mostrarse mucho más compleja si se parte de una racionalidad limitada en la que, además, las decisiones de los individuos no responden únicamente a la maximización en abstracto, sino más bien a la satisfacción de necesi-dades en momentos concretos.20

19 Por ejemplo, un estudio hecho en Chihuahua en 1911 señala que los terrenos de esas “comunidades que no son ejidos” se explotaban de forma irracional y “no compensan con sus productos las molestias que han sido causa ante los tribunales”. Sus tierras, por lo tanto, estaban depreciadas —dice el autor—, porque “cualquier comprador sabe lo que significa el derecho de una acción en ese género de pro-piedades”; Rómulo Escobar, “Estación agrícola experimental de Ciudad Juárez” en Silva Herzog, op. cit., pág. 273.20 Iñaki Iriarte Guñi, “La pervivencia de bienes comunales y la teoría de los dere-chos de propiedad. Algunas reflexiones desde el caso navarro, 1855-1935”, en Histo-ria Agraria, núm. 15, 1998, pág. 120.

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Esta explicación abre un panorama más amplio para com-prender el complejo proceso que implicó la disolución de las comunidades rurales. El estudio de Iñaki Iriarte citado anteriormente sobre los bienes comunales y los derechos de propiedad en España indica que si bien la definición de derechos de propiedad sobre la tierra resultó fundamen-tal para la agricultura, no ocurrió lo mismo con la activi-dad ganadera. En todo caso, el punto central de la actividad consistió en la certeza sobre la propiedad de los animales.21 De igual forma, en 1911 un estudioso del campo mexicano relacionaba la pervivencia de estos bienes comunales en el norte de México con el hecho de que no se había transitado de un estado pastoril a uno agrícola, lo que atribuía, entre otras cosas, a la baja densidad poblacional.22

El problema subyacente en esas tierras y el principal mo-tivo por el cual permanecían en las circunstancias ya descri-tas era la escasez de recursos naturales. En este sentido, la carencia de agua y de buenos pastos llevó a muchas de las comunidades a crear sus propios mecanismos para regular el uso de los bienes, que con regularidad se basaron en acuerdos orales o en la “costumbre”.23

Estas instituciones comunales parecieron ponerse a prue-ba ante la difícil coyuntura que vivió el agro mexicano en los tiempos revolucionarios, y contribuyeron al notable des- censo de la actividad ganadera durante la época. Esto se ob-serva claramente en Cerralvo, cuando en 1918 los accionistas

21 Ibíd., pág. 131.22 García, op. cit., pág. 59.23 Es común encontrar alegatos sustentados en la idea de “elemental[es] principio[s] de economía privada y pública, así como por derecho natural”. AHENL, fondo: Co-misión Agraria, c. 21, Montemorelos, N.L., 14 de septiembre de 1934, carta de Jesús M. Salazar al gobernador del estado. El tema de algunas formas de socialización y convivencia reguladas por la “costumbre” en la actividad ganadera ha sido abor-dado para estudiar el abigeato y los derechos de propiedad en Chihuahua durante el porfiriato: María-Aparecida Lopes, De costumbres y leyes: abigeato y derechos de propiedad en Chihuahua durante el porfiriato, Ciudad de México, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, 2005.

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de la comunidad Benavides Olivares acusaron a uno de sus vecinos de usar irresponsablemente los recursos comunita- rios. Jacinto Cavazos había construido un potrero con cerca de alambre “encerrando tierra a pan coger”, y transgredió “todos los usos comunes reduciendo el pasto de los pocos animales que tenemos”, sin que los copropietarios pudieran hacer nada al respecto. Pero el problema no terminaba ahí, ya que algunos accionistas, al ver que Cavazos hacía exclu-sivos los recursos comunes, quisieron seguir su ejemplo al acaparar el terreno en una lógica que contradecía sus insti-tuciones sobre el uso del suelo, ya que “así se acabarían los usos comuneros que han tenido quieta y pacífica posesión desde tiempo inmemorial”.24 Si todos los comuneros intenta-ban maximizar sus rendimientos individuales, se terminaría por reducir los rendimientos totales de la comunidad. En este sentido, las comunidades entraban en un dilema social pare-cido al expuesto por Garrett Hardin en su obra la Tragedia de los bienes comunes,25 donde el interés racional del individuo que vive en comunidad pesa más que el bienestar sustentable de la misma. En términos de actividad ganadera, el uso no regulado de los pastos provocaría un sobrepastoreo que acabaría con los recursos, lo que iba más allá de la lógica de la supervivencia comunal.

Problemas como el de la comunidad Benavides Olivares eran bastante frecuentes en dichas propiedades, sin embargo, no todas funcionaban de la misma forma. Muchas de ellas habían ido más allá de las instituciones informales para establecer acuerdos y regular el uso común de sus recursos. Por ejemplo, en la comunidad Benavides, en Los Herreras, se estableció desde 1863 un reglamento por acuerdo de la mayoría de los accionistas mediante el cual delimitaron varias reservas de terreno para pastoreo de ganado mayor,

24 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 3, Cerralvo, N.L., 25 de abril de 1918, oficio de accionistas de la comunidad Benavides Olivares al gobernador del estado.25 Garrett Hardin, “The tragedy of commons”, en Science, vol. 162, núm. 3859, dic. 1968, págs. 1243-1248; el autor utiliza el ejemplo de los pastos y el ganado como una metáfora.

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por lo que quedaba prohibida la introducción del ganado menor bajo una multa de diez pesos por cada infracción. Este sistema había funcionado hasta 1913, cuando según quejas de los mismos accionistas:

Algunos criadores de ganados menores, abusando de las circunstancias en que la guerra tenía al país, se han es-tado introduciendo con sus ganados a dicha reserva con grave perjuicio de nuestros intereses de campo, y han se-guido hasta la fecha en completo desorden pisoteando el terreno que comprende esa misma reserva.26

Los accionistas argumentaban que en dicha reserva, iden-tificada con el nombre de El Colorado, sus antepasados habían establecido sus ranchos ganaderos dedicados a la cría de ganado mayor. El desorden había llegado a tal grado que se sentían perjudicados, ya que “la mayor parte de los criadores de ganados menores que se están introduciendo a la reserva, ni accionistas reconocidos son en la comuni-dad de Benavides”. Naturalmente, la desorganización pro-vocó un círculo vicioso que afectaba toda la economía rural de la comunidad. El ganado menor —principalmente las cabras, conocidas por sus efectos nocivos sobre el terreno— dejaba al ganado mayor sin pastos; éste a su vez tuvo que introducirse en las tierras de labranza para alimentarse, lo que provocó en ellas serios daños.27 De esto se deriva que la inclusión de elementos externos que alteraban la dinámi-ca productiva tradicional puso en serios riesgos la sustenta-bilidad de la comunidad, sobre todo en zonas donde los recursos eran escasos.26 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 4, Los Herreras, N.L., 24 de agosto de 1922, oficio de Guadalupe Sáenz, Mateo Benavides y Matías Benavides al gobernador del estado.27 Otro caso que podemos citar aquí se dio en General Bravo, en donde algunos accionistas reclamaban su reserva y se quejaban de los “individuos que tienen pequeños chinchorros de cabras trillan todo el terreno”, individuos que por otra parte “casi ni derecho tienen”. En el mismo municipio otro grupo de vecinos había reclamado una reserva para “bienes mayores, o sea, vacas paridas” un año antes. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 6, General Bravo, N.L., 6 de abril de 1925.

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A pesar de estos problemas, los copropietarios de Los Herreras no pedían la disolución de la comunidad y el reco- nocimiento de la propiedad privada, sino que demandaban ayuda para hacer valer sus acuerdos intracomunales. Argu-mentaban que “las disposiciones relativas a comunidades en nuestro concepto deben subsistir mientras la mayoría no acuerde lo contrario por un reglamento especial que al efecto se forme”. De hecho, en repetidas ocasiones las comu-nidades demandaron autonomía para regular el uso de sus propios recursos. Cuando en General Bravo el Ayuntamien-to intentó regular la distribución de pastos para cabras y vacas bajo multa, la comunidad de Cantú alegó que no con-sideraba competente a dicha autoridad para dictaminar esos acuerdos, ya que “nosotros somos los únicos capacitados para disponer de lo nuestro, así como quienes conocemos el al-cance de nuestras necesidades, para que determinemos la forma en que dividimos la comunidad”.28

Lo anterior evidencia que para algunos accionistas los problemas de la organización productiva no tuvieron nada que ver con el tipo de propiedad indivisa, sino con la in-tervención del Estado, y con que éste no controlaba las vio-laciones a los derechos de propiedad más allá de si ésta era privada o comunal. La lógica del Estado no iba en este sentido, y así como sucedió en la comunidad Benavides, algunas otras reservas desaparecieron al fraccionarse estas propiedades.29

En este punto debemos retomar el dilema de la Tragedia de los bienes comunes. Según Elinor Ostrom,30 los economis-tas clásicos —como el citado Hardin— plantean como única 28 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 15, General Bravo, 6 de mayo de 1929, carta de Jesús Garza Rodríguez al gobernador del estado. 29 Existen algunos otros casos similares a éste. En Doctor González, por ejemplo, los accionistas de las comunidades de Papagayos y El Castillo se quejaban por la desaparición de su reserva para la cría de ganados mayores. AHENL, fondo: Comi-sión Agraria, c. 5, Doctor González, N.L., 27 de abril de 1922.30 Elinor Ostrom, El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las institucio-nes de acción colectiva, Ciudad de México, FCE, 2000.

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solución a estos problemas la intervención del Estado o la privatización de la propiedad. En contraposición a ello, Os-trom señala que hay casos en que las comunidades son ca-paces de encontrar por su cuenta soluciones respecto del uso de los recursos, como lo propusieron los copropietarios de la comunidad Benavides. De la revisión histórica de estos casos podemos deducir que el Estado, dentro de la lógica liberal ya mencionada, se planteó como principal solución al “problema de las comunidades” la privatización de la propiedad por medio de las leyes de disolución. Ello implicó una enorme resistencia hacia un cambio institucional que implicaba trans-formar una organización productiva con décadas o siglos de respaldo, lo que fue una labor bastante complicada para los gobiernos posrevolucionarios, sobre todo en una etapa de re-estructuración económica y redefinición política.

Las leyes de disolución de comunidades: avances y tropiezos

En 1921 llegó a la gubernatura de Nuevo León Juan M. Gar-cía, un prominente comerciante de pieles allegado al movi- miento obregonista. Bajo su mandato, en mayo de ese año fue expedida la Ley sobre disolución de las comunidades rurales en el estado, que declaraba de utilidad pública dicha disolu- ción. Para los efectos de esta ley se entendía por comunidad toda propiedad rural territorial que permaneciera en estado de indivisión y cuyo número de copropietarios pasara de diez, fuera dudoso o desconocido.31

La ley daba a las comunidades un plazo de seis meses a partir de su publicación para proceder al apeo, planificación y fraccionamiento del terreno entre los copartícipes. De no proceder así en el tiempo señalado, las tierras pasarían a ser propiedad del Estado con todas sus anexidades, y los poseedores lo serían a título precario y a nombre del Estado, 31 AHENL, fondo: folletería, c. 243, artículos 1 y 2 de la Ley sobre disolución de las comunidades rurales en el estado, de 1921.

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quien procedería a enajenar dichas tierras y a indemnizar a los perjudicados. Asimismo, la ley estableció que ninguna persona podía acotar terrenos, levantar construcciones o hacer mejoras, establecer nuevas posesiones, ensanchar las existentes ni introducir alguna innovación que de cualquier manera alterara las tierras de la comunidad.32

Las solicitudes de apeo debían darse a conocer por es-crito ante los alcaldes judiciales de los municipios donde se ubicaran las comunidades. Si las tierras se encontraban en varias jurisdicciones, como era habitual, serían competentes las autoridades de los municipios donde radicara la mayor porción. Los alcaldes aprobarían el apeo una vez que éste se hubiera practicado y arreglado entre los copartícipes. En caso de haber transcurrido el plazo sin practicar la división de tierras, éstas pasarían a ser propiedad del estado. Los co-propietarios tendrían entonces el derecho de reclamar su indemnización o pedir que se les aplicara en propiedad una extensión de tierra proporcional a su derecho, para lo que debían acreditar sus derechos sobre la tierra.33

Los intentos de disolución enfrentaron numerosos pro-blemas que alargaron los trámites. El ejecutivo del estado se encontró en la necesidad de dar constantes prórrogas y se vio incapacitado para enajenar las propiedades.34 En 1926, ape-nas once comunidades habían sido fraccionadas y alrededor de 150 estaban en diversos trámites. El gobernador manifestó que la disolución era uno de los problemas más difíciles y que su cumplimiento había sido materialmente imposible.35 En 1929, 33 comunidades habían sido fraccionadas, alrededor de cien estaban en trámite y más de 150 ni siquiera habían “tomado providencia” para la subdivisión. Según el Gobierno, el inconveniente de la mayoría de las comunidades para no 32 Ibíd., artículos 4-6.33 Ibíd., artículos 16-28.34 Es posible que la debilidad institucional del estado haya sido un factor para esto, ya que la década de 1920 fue escenario de múltiples convulsiones políticas.35 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1925-1926, págs. 9-10.

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acatar la ley consistía en la negativa de perder “ciertos pas-tos comunes”. Incluso después de la subdivisión, algunos ganaderos aún llevaban a pastar sus animales a los terrenos que antes eran comunes,36 lo que evidenciaba una resistencia a cambiar las formas de producción tradicionales. Además de esto, entre las causas técnicas que limitaban los procedi-mientos estaban la falta de recursos de los propietarios para el deslinde y agrimensura, su ausentismo, la negación de los mismos procedimientos,37 la defectuosa documentación para comprobar derechos38 y por consiguiente, la falta de certeza sobre los límites de las propiedades.39

Otro de los factores naturales que complicaron la diso-lución era la falta de acceso al agua. En muchos casos la organización productiva de las comunidades contemplaba aguajes comunes para el ganado, cuestión que era incom-patible con la subdivisión de tierras. Ya en 1911 el ingeniero

36 Incluso hubo comunidades en las que aún disueltas, algunos propietarios se-guían haciendo uso común de algunos pastos, lo que ocasionó severas molestias entre el resto. “Perjudica también lo poco que queda de bosque en el terreno, por la falta de orden en su explotación”, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 10, Garza García, N.L., 12 de enero de 1925, oficio de Eduardo Bala y vecinos de Garza García al c. presidente de la comisión local agraria.37 Regularmente, cuando los copropietarios se oponían a la disolución era porque algunos de ellos ocupaban más posesiones de las que podían comprobar con sus derechos. En el agostadero Vaquería, por ejemplo, en la villa de Juárez, Octavio R. García denunció que “muchos de los que tienen grandes posesiones en este agosta-dero solamente son propietarios de pequeñas porciones de derecho”, por lo que “se oponen obstinadamente a que se haga la referida repartición”, por lo que solicitaba permiso para reforzar las cercas de su propiedad “fomentando de un modo efectivo la agricultura” “y dar además impulso a la cría de animales”, AHENL, fondo: Comi-sión Agraria, c. 5, Juárez, N.L., 14 de febrero de 1925.38 En la ya citada comunidad Benavides, por ejemplo, se decía que “ya son más los que se consideran accionistas que chaparros hay”. Acusaban a Guadalupe Sáenz y a otros socios de hacer peticiones sin tener derechos, ya que “no son ni bisnietos de los que pusieron la reserva en el rancho El Colorado hace más de 90 años”. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 5, Los Herreras, N.L., 16 de septiembre de 1922.39 En Linares, por ejemplo, un accionista se quejaba de que después de haber hecho las diligencias conforme a derecho se le asignó un terreno ocupado por algunas personas en el rancho El Canelo, quienes se negaban a desocuparlos alegando de-rechos, ibíd., Linares, N.L., 17 de marzo de 1923.

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Pastor Rouaix40 había alertado que el fraccionamiento de “las grandes haciendas poseídas en varios siglos por las mismas generaciones de una familia” era un proyecto solo factible en teoría, puesto que la mayoría de los terrenos de los estados del norte carecían de agua, lo que echaba por la borda todos los proyectos que pudieran formarse. En 1922, por ejemplo, se acusó a Pedro Ozuna de construir en Los Herreras “una presa de piedra y rama, con la cual se inte-rrumpe el curso de las aguas que se estancan y forman un gran charco que los criadores aprovechan para dar agua a sus ganados, tanto mayores como menores”, hecho que impedía que los mismos criadores accedieran a este vital recurso. Debido a que esta obra se encontraba en terrenos de la comunidad y el artículo 6 de la Ley de disolución prohibía cualquier innovación sobre estos terrenos, las au-toridades estatales mandaron destruir dicha presa.41 Pero las aguas superficiales no eran las únicas en discordia. Las acusaciones por construir norias, aunque fueran solo “para dar de beber a unas cabras”, originaron verdaderas disputas por el acceso al agua, sustentadas en el mismo argumento del artículo 6 que prohibía cualquier construcción hasta que se subdividieran las tierras.42

Las quejas por innovaciones fueron bastante numerosas y formaron la mayor parte de las denuncias elevadas al Gobier-no del estado en materia de comunidades rurales. En este sentido, resulta evidente que existió un constante interés entre los copropietarios por transformar sus propiedades, probablemente porque así lo demandaba la reactivación de la actividad ganadera en la segunda mitad de la década de 1920. En 1927, por ejemplo, en la comunidad El Potrero, de Villaldama, José Sepúlveda y un ingeniero norteamerica-no de apellido Solisveri intentaron hacer crecer su negocio 40 Pastor Rouaix, “El fraccionamiento de la propiedad en los estados fronterizos” en Silva Herzog, op. cit., pág. 170.41 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 4, Los Herreras, N.L., 31 de agosto de 1922.42 Puede verse también el caso de Pomposo Peña de diciembre de 1928, ibíd., c. 14.

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de cría de ganado, para lo cual debían cercar su rancho para introducir zacate americano. Algunos copropietarios alega-ron ante las autoridades que los terrenos que estos criadores querían cercar no eran terrenos para cría de ganado, sino para cultivos de temporal, por lo que intentaron detener el negocio. El litigio sacó a la luz numerosas inconsistencias entre los derechos de propiedad de los comuneros, de lo que resultó que el citado Sepúlveda no era propietario de los derechos de tierra y agua que representaba, solamente pagaba un alquiler a los antiguos dueños.43 En este sentido, al menos para los ganaderos con capacidad de hacer inver-siones, las comunidades rurales eran un obstáculo para la expansión de los negocios ganaderos, pues la incertidumbre sobre sus derechos de propiedad no permitía atender la de-manda de tierras en una economía que se dinamizaba.

Por ello no es raro encontrar declaraciones de finales de la década de 1920 que refieren que la subdivisión se hacía cada vez más “urgente e inaplazable” por el “aumento de valor de las tierras debido a las carreteras y obras de irrigación, así como al descubrimiento de yacimientos petrolíferos en el subsuelo, [que] van dando más interés a la propiedad en terrenos”, lo que a su vez causaba numerosas disensiones entre copropietarios.44

Sobre esta idea, en 1931 el Gobierno del estado promovió una serie de cambios en la ley de disolución con el objetivo de acelerar la misma. En diciembre de ese año se modificó la ley de disolución establecida diez años antes, misma que había traído resultados bastante precarios. Las reformas a esta ley, en general, dotaban al Estado de mayor injerencia 43 Ibíd., c. 13, agosto-septiembre de 1927.44 Ibíd., fondo: memorias de Gobierno, 1928-1929. El desarrollo de carreteras fue uno de los puntos más importantes del programa de infraestructura del Gobierno, puesto que era un punto fundamental para el desarrollo de las economías locales. En 1926, por ejemplo, no había ninguna vía férrea ni “vía de comunicación vio-lenta” o rápida que conectara el noreste de Nuevo León, por lo que los vecinos de Apodaca, Zuazua, Doctor González, Marín, Cerralvo, General Treviño, Agualeguas y Parás estaban dispuestos a ceder los terrenos sin costo o indemnización alguna con tal de que la carretera de México a Nuevo Laredo pasara cerca de sus pueblos; ibíd., fondo: Comisión Agraria, c. 11, 19 de enero de 1926.

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sobre los procesos de disolución y facilitaban la sustitución de la figura de “enajenaciones” por la de “expropiaciones”, además de otras disposiciones que buscaban agilizar los trámites entre copropietarios.45 En este sentido, el Estado se facultaba para adoptar un papel más activo en el proceso cuando los copropietarios de las comunidades o las mismas autoridades municipales carecieran de capacidad o volun-tad para llegar a acuerdos.46

Los resultados inmediatos de la instauración de la ley de 1931 derivaron en la expropiación de algunas comuni-dades: en 1932 se expropió la comunidad Clara de Rentería, o comunidad Merced de Jacinto García Sepúlveda, en la ju-risdicción de Cerralvo, que originalmente comprendía 46 si-tios de ganado menor y cuatro de mayor —alrededor de 84 mil hectáreas—, pero que por segregaciones verificadas en distintas épocas comprendía al momento de su disolución un área de 29 mil 366 hectáreas; en 1933 fue expropiada la comunidad Papagayos, en Doctor González, con ocho sitios de ganado mayor y ocho caballerías con terrenos vacantes por cuatro sitios de ganado mayor y tres caballerías —un total aproximado de 21 mil 648 hectáreas—, y la comunidad Carlos Cantú o comunidad Sargento Mayor Carlos Cantú, localizada en las jurisdicciones de China, General Terán, General Bravo y Doctor Coss, con una extensión calculada en no menos de 73 sitios de ganado mayor y 150 de ganado menor —aproximadamente 245 mil doscientas hectáreas—; en ese mismo año estaba por hacerse la expropiación de la comunidad de Higueras, con 27 sitios mayores y 273 milési-mos de sitio —47 mil 881 hectáreas—.47 En 1935 se expropió 45 Ibíd., fondo: folletería, c. 243, Ley sobre disolución de comunidades rurales en el estado, de 1932.46 En algunos casos las mismas autoridades municipales podían complicar los trámites. En Sabinas Hidalgo, por ejemplo, se decía que “Guadalupe Morales, apo-yado por alcalde segundo, pretende despojar rigurosamente pequeña propiedad a Espiridión Hernández amenazándole con multas si agosta su ganado”; ibíd., fondo: Comisión Agraria, c. 5, Sabinas Hidalgo, N.L., 23 de abril de 1923.47 Ibíd., fondo: memorias de Gobierno, 1932-1933, pág. 37.

1. Las reformas agrarias.

42 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

en Salinas Victoria la comunidad San Isidro de Gutiérrez o Hacienda de Cárdenas, pero desconocemos sus dimensio-nes.48 La suma de la extensión de estas comunidades, sin contar esta última, era de 344 mil 95 hectáreas.49 En térmi-nos comparativos, esto era poco más del doble de la canti-dad de hectáreas dotadas en Nuevo León entre 1915 y 1934.50

Este impulso en la disolución de comunidades rurales parece haber sido efímero. La documentación al respecto se-ñala que la prioridad del Gobierno respecto a la cuestión de la tierra transitó en la década de 1930 del “problema de las co-munidades rurales” al llamado “problema agrario”, concentra-do fundamentalmente en la restitución y dotación de ejidos en el sur de la entidad, lo que demandó una gran atención.

En este mismo contexto parece haberse efectuado un cambio en la política agraria de los gobernantes nuevoleo-neses, que coincidía con la etapa más fuerte del reparto agra-rio. En 1935 había llegado al poder como gobernador interi-no el general Gregorio Morales Sánchez por recomendación de Francisco Múgica y con aprobación de Lázaro Cárdenas. Posteriormente le siguieron los también generales Anacleto Guerrero (1936-1939) y Bonifacio Salinas (1939-1943). Duran-te los periodos de estos militares surgidos de la Revolución las consideraciones hacia las comunidades rurales cambia-ron. En 1939, el Gobierno del estado informó al Gobierno federal que se había suprimido “el procedimiento que se venía observando en la subdivisión de las comunidades ci-tadas”, y se consideraba que la ley de disoluciones carecía de constitucionalidad, “ya que resolver conflictos de propiedad 48 Ibíd., fondo: Periódico Oficial, 9 de febrero de 1935, núm. 12, págs. 1-2.49 En la comunidad denominada Del otro lado de la Boca, en Bustamante, resultó un sobrante de mil 588 hectáreas que a solicitud del municipio fueron vendidas para aprovechar su producto en mejoras materiales —la construcción de una plaza municipal—. Ibíd., fondo: memorias de Gobierno, 1932-1933, pág. 38-39.50 En este periodo fueron dotadas 160 mil 480 hectáreas en todo el estado. INEGI, Estadísticas Históricas de México 2009, t. I, Ciudad de México, INEGI, 2010, “Dota-ción de tierras por periodos presidenciales según entidad federativa”, cuadro 8.2.2.

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y posesión compete a los tribunales establecidos, y el ejecu-tivo del estado carece de esa personalidad y competencia”. Confirmaban que se había intervenido en las disoluciones que los propios comuneros iniciaban entre sí, pero no ha-bían pasado bienes al Estado, porque se consideraba anti- constitucional.51

Este cambio en la política agraria es notable en cuanto que las comunidades dejaron de ser intervenidas y se respe-taron los usos comunales en aquellas propiedades que no se habían sujetado a la ley. En 1936, por ejemplo, un grupo de pequeños criadores de ganado menor en Zuazua utilizaban para pastoreo terrenos que teóricamente habían pasado a ser parte del estado, pues estos no habían sido disueltos. Aunque el Ayuntamiento trató de echar a los ganaderos, el Gobierno estatal se limitó a recomendar que subdividieran las tierras conforme los derechos de cada accionista, pero no expropió los terrenos.52 Un año después, en las comunida-des de Benavides Grande y Benavides Olivares se prohibió a un accionista cercar cien hectáreas para potrero, a pesar de poseer derechos sobre doscientas de ellas. La razón era que encerraría un aguaje utilizado por todos los comuneros.53 Este tipo de casos indican que a diferencia del grupo sono-rense, durante la etapa cardenista de la reforma agraria la disolución de las comunidades rurales dejó de ser el objeti-vo principal de los gobiernos estatales, y se privilegió el he-cho de que la gente del campo, bajo cualquier circunstancia, trabajara las tierras, aún a costa del rendimiento productivo.

Una vez pasada la etapa más fuerte del reparto agrario, pero bajo la misma lógica cardenista, en la década de 1940 hubo un nuevo impulso a la disolución de las comunidades. Durante la gubernatura de Arturo B. de la Garza (1943-1949)

51 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 37, Monterrey, N.L., 14 de enero de 1939, oficio del gobernador del estado al delegado del departamento de la Comisión Agraria.52 Ibíd., c. 27, General Zuazua, N.L., 17 de junio de 1936, carta de Agustín García y Aniceto Villarreal al gobernador del estado.53 Ibíd., c. 32, Cerralvo, N.L., 28 de septiembre de 1937, oficio del presidente muni-cipal de Cerralvo al gobernador del estado.

1. Las reformas agrarias.

44 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

se procedió por conducto del Departamento de comunida-des rurales a la disolución de algunas de las más importan-tes, tanto por su extensión territorial como por la población de ganado bovino y ovicaprino con que contaban. Con un Gobierno estatal fortalecido y con más capacidad de acción, la vía para acelerar la subdivisión fue ejercer una acción di-recta, pero no sobre las comunidades, sino sobre los viejos problemas de las mismas: la falta de agua y los desacuer-dos entre propietarios. En el primer caso, el Gobierno em-prendió una fuerte campaña en la construcción de presas y perforaciones para dotar de agua a los hatos de ganado. En el segundo caso, en las comunidades que presentaban problemas por escasez de títulos el Gobierno no expropió, sino que tuvo que comprar algunos terrenos, los dividió y después volvió a venderlos a los comuneros, como fue el caso de la comunidad El Davileño, de 114 mil hectáreas en el municipio de China.54

Según la Unión Ganadera Regional de Nuevo León, la seguridad obtenida con los títulos de propiedad se convirtió en un detonante para la inversión. A partir de entonces los terrenos se deslindaron y se cercaron propiedades, de forma que “el desarrollo se manifestó de inmediato”. Para 1948, el gobierno de De la Garza había subdividido ya 26 comunida-des y 55 estaban en proceso.55 El último reporte disponible 54 En la comunidad El Davileño los pobladores descendían de familias que no contaban con títulos de propiedad. Este problema había sido expuesto al Go-bierno desde el comienzo del siglo XX por los hijos del licenciado Narciso Dávila —hijo del homónimo gobernador juarista—, quien contrajo nupcias con una hija de Bernardo Reyes. Los herederos de Dávila contaban con escrituras de pro-piedad expedidas en los gobiernos de Juárez y Reyes que amparaban 114 mil hectáreas. El gobierno de De la Garza llegó a un acuerdo para adquirir la pro-piedad de los herederos, los hermanos Dávila Reyes, y de esta forma el gobierno pudo otorgar titulos a los comuneros por la superficie que poseían cobrándoles el equivalente por hectárea al precio que las habían adquirido; Arturo de la Garza González, Historia de la Unión Ganadera Regional de Nuevo León: lo que viví, así lo recuerdo, Monterrey, El Sol, 2010, pág. 364.55 De la Garza, op. cit., pág. 364.

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señala que para 1951, conforme al total de constancias e in-formes que obraban en la “sección de comunidades rurales”, existieron en el estado un total de 222 comunidades, de las cuales 85 habían sido totalmente subdivididas, 24 apeadas y deslindadas, 21 en vías de disolución, 57 organizadas y 33 se hallaban en suspensión de trámite.56

Arturo B. de la Garza en la entrega de documentos a miembros de los Comités de Zonas Comunales. ca. 1945.

56 AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 12, estadística de 1950.

1. Las reformas agrarias.

46 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Las reformas federaLes: eL reparto agrario, La propiedad privada y Los ejidos

El reparto agrario en Nuevo León y en el norte de México

En general, para algunos autores, en el norte de México la Revolución no realizó reformas profundas en la distribución y explotación de la tierra.57 Esto es cierto si se atienden fun-damentalmente las cifras del reparto agrario, pero vale ob-servar otros aspectos cualitativos, como los organizacionales, para apreciar que hubo algunos cambios de consideración.

Nuevo León fue una de las entidades más rezagadas en el reparto agrario. Junto con Tamaulipas, no se registraron dota-ciones sino hasta 1924, y en 1928 apenas se habían repartido 28 mil 513 hectáreas, lo que volvía a Nuevo León el estado con menos superficie repartida, después de Baja California. Esto no es de extrañar si se considera el apego de gobernadores como Aarón Sáenz al gobierno obregonista, ya que durante estos años la preocupación fundamental del Gobierno estatal era la disolución de las comunidades rurales, como ya hemos visto en el apartado anterior.58 En 1932, el reparto en el estado apenas alcanzó 755 hectáreas y benefició a cuarenta perso-nas.

Si se compara el número de solicitudes con el de resolu-ciones efectivas, se evidencia una notoria disparidad. Entre 1926 y 1929, y entre 1932 y 1935 no más de la cuarta parte de las solicitudes se resolvieron, y en el periodo de 1929 a 1932 la proporción se incrementó una tercera parte. Mien-tras que las solicitudes tardaban años en resolverse, los conflictos entre agraristas y posibles afectados se incremen-taron. Algunos propietarios aprovecharon para repartir sus 57 Enrique Montalvo Ortega, “Política agraria y movilización campesina después de la Revolución” en Everardo Escárcega López et al., Historia de la cuestión agra-ria mexicana: campesinos, terratenientes y revolucionarios, 1910-1920, vol. 3, Ciu-dad de México, Siglo XXI, 1988, pág. 119.58 Aboites, op. cit., págs. 61-64.

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propiedades entre familiares y eludir la expropiación. Esta subdivisión fue regularmente ficticia, puesto que la tierra aún era trabajada como una sola unidad productiva.59

Algunas estimaciones indican que hasta 1929, solo un 10 por ciento de las tierras que habían sido dotadas eran explotadas, regularmente por su falta de acceso a los recur-sos productivos. Esto se debía a que la incipiente aceleración del reparto agrario dejó exentos a los propietarios que poseían las mejores tierras, es decir, aquéllas que contaban con acceso al agua, sobre todo las de la región citrícola —centro sur—. Como puede observarse en la tabla 1, en el periodo de 1920 a 1928 la mayoría de las tierras dotadas estaban clasificadas como “indefinidas” —probablemente cerriles o de pastizales, pero en todo caso no propensas a la agricultura—, y en el de 1929 a 1935, con un aumento sen-sible en el reparto, destacaron las tierras de “monte”. Según algunos estudios de caso, la baja productividad de las tierras no siempre era “por apatía de los agraristas”, sino porque és-tos habían sido dotados de tierras que “antiguamente” “eran aprovechadas para criaderos de ganado y en tal virtud no sería posible exigir el cultivo de ellas”.60 Más aún, cabe seña-lar que durante este periodo el reparto se concentró casi en su totalidad en el sur del estado —63 por ciento del total—, donde la beligerancia agraria era mayor. Conforme las so-licitudes de dotación avanzaron de sur a norte, los conflic-tos se acentuaron. Como vemos en la tabla 2, después del sur, las regiones que registraron una mayor dotación fueron el centro sur, luego el norte y por último el centro, la mayo- ría de ellas en la década de 1930, y más específicamente en el periodo cardenista.

Esta última etapa representó la de mayor reparto en la entidad, pues en ella fueron repartidos el 68.66 por cien-to del total de tierras entre 1924 y 1940. Casi el 80 por ciento de las tierras repartidas durante este periodo presidencial 59 Sieglin, op. cit., pág. 97.60 Ibíd., págs. 98-99.

1. Las reformas agrarias.

48 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

fueron de agostadero. Aunque en menor escala, también se incrementó sustancialmente el reparto de tierras de riego y de temporal, y disminuyeron las tierras de monte, desérticas e “in-definidas”. En este sentido, podemos interpretar que el cardenis-mo repartió tierras de mejor calidad, y por lo tanto, afectó en mayor medida los intereses de los antiguos propietarios, en-tre los que se encontraban los ganaderos de toda escala, que rápidamente entraron en conflicto con los ejidatarios.

Tabla 1. Reparto agrario en Nuevo León, 1915 a 1940.

Fuente: Aboites, op. cit., pág. 62.

Superficie total (hectáreas)

Tipo de tierra

1915-1920

1920-1928

1929-1935

1936-1940 Total

Porcen-taje

Riego 0 0 2,850 14,500 17,350 2.11%

Temporal 0 3,715 25,206 80,976 109,897 13.39%

Agostadero 0 338 111,750 450,416 562,504 68.52%

Monte 0 3,026 62,683 17,505 83,215 10.14%

Desértico 0 0 24,820 0 24,820 3.02%

Indefinido 0 21,434 1,467 192 23,093 2.81%

Total 0 28,513 228,777 563,589 820,879 100%

Superficie per cápita (hectáreas)

Tipo de tierra

1915-1920

1920-1928

1929-1935

1936-1940 Total

Riego 0 0 0.46 0.92 0.69

Temporal 0 1.27 4.04 5.11 4.4

Agostadero 0 0.12 17.93 28.43 22.51

Monte 0 1.03 10.06 1.10 3.33

Desértico 0 0 3.98 0 0.99

Indefinido 0 7.35 0.24 0.01 0.92

Total 0 9.78 36.70 35.57 32.85

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Tabla 2. Dotaciones en Nuevo León según década y región.

Fuente: Zebadúa Serra, op. cit., pág. 15.

Conflictos y transformaciones de la propiedad rural en Nuevo León

Los conflictos entre los antiguos propietarios y los ejida-tarios tuvieron lugar desde la década de 1920, y la interac-ción entre estos actores fue parte importante del proceso de transformación de la propiedad agraria del estado. Algunos de los fenómenos identificados en este sentido fueron los siguientes: 1) en la pequeña propiedad hubieron disputas muchas veces violentas entre pequeños rancheros y ejida-tarios por el acceso a los recursos en las zonas poco fértiles; 2) en las haciendas medianas hubo resistencia de los propietarios por medio de su red de influencias y del recurso de amparo para no ceder sus tierras, y 3) en haciendas con propietarios absentistas hubo una transición de un sistema de arrenda-miento a otro de los pequeños propietarios.61 A continuación observaremos cada uno de estos puntos de forma detallada, mismos que hemos identificado con la pequeña, mediana y gran propiedad, respectivamente.

61 Vale la pena mencionar que una de nuestras limitantes estriba en que la mayor parte de la documentación revisada se refiere a las quejas de los propietarios hacia el gobernador. Debido a que muchos de los ejidatarios eran analfabetos o no tenían la capacidad de enviar sus quejas por escrito, en muchas ocasiones carecemos de sus puntos de vista.

Regiones 1920-1929 1930-1939 1940-1949

Norte 1 40 18

Centro 2 18 10

Centro sur 8 97 27

Sur 24 177 37

Total 35 332 92

1. Las reformas agrarias.

50 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Rancheros62 y ejidatarios: conflictos en la pequeña propiedad

El principal problema que surgió por la modificación de la estructura agraria fue la disputa por el acceso a los recur-sos, sobre todo porque escaseaban en muchas de las tierras dotadas. Los rancheros y los ejidatarios protagonizaron estos conflictos y en más de una ocasión se valieron de todo tipo de argumentos para acusarse unos a otros y obtener el favor de las autoridades en turno.

En 1925 los vecinos de Sabinas Hidalgo aseguraron tajan-temente que en ese municipio no existía el agrarismo, sino el comunismo. Así eran calificados los “destructores de cercas e incendiarios” que rondaban el municipio, pues el agraris-mo no podía existir debido a que “toda la propiedad está tan subdividida en la pequeña propiedad, cercada y constituida en virtud de la Ley sobre disolución de comunidades ru-rales en el estado”, que de hecho, “con los destrozos a las cercas ha vuelto a ser propiedad comunal”. Potreros anti-quísimos, que pasan en número de veinticinco —decían los propietarios— habían sido completamente destruidos, “quedando con miles de bestias sin reparo ni protección contra los que se dedican al abigeato, y ya van más de cien kilómetros de cerca hecha añicos”, “pues no se contentan los 62 Por ranchero entenderé lo siguiente: “un cultivador y ganadero rural, propietario o usufructuario individual o familiar de una parcela que participa en pequeña escala en una producción para un mercado local, regional y hasta internacional. Rara vez utiliza mano de obra extra familiar, aunque frecuentemente recluta mano de obra dentro [del círculo] de sus parientes más pobres. Trabaja y administra sus propios bienes. Opera de acuerdo con preceptos de cálculo económico en función de au-mentar los recursos de la unidad doméstica, no en función de un proceso de capi-talización per se, sino procurando aplicar innovaciones tecnológicas al proceso de producción. Maximiza su capacidad productiva por medio de la maximización de sus recursos humanos, vía mecanismos culturalmente establecidos de parentesco y de compadrazgo. [...] Casi siempre sabe leer, escribir, y los ejercicios básicos de la aritmética. Cultural y socialmente está inmerso en una serie de relaciones de tipo directo, cara a cara, definidos por la familia extensa y por la comunidad”; Jane Dale Lloyd, “Rancheros y revoluciones en el noroeste de Chihuahua” en Escárcega López, et al., op. cit., pág. 78.

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comunistas con trozar el alambre de poste a poste y sacar éstos, sino que en muchos casos los amontonan y prenden fuego”. Para los propietarios de Sabinas, estos hechos demos-traban “que existe una degeneración completa del concepto de propiedad”.63

El cuadro impresionista dibujado por los ganaderos de Sabinas es solo una muestra de las numerosas tensiones exis-tentes en el agro nuevoleonés durante el proceso de reforma agraria impulsada por la Revolución mexicana. Para muchos de los pequeños propietarios, la demanda de tierras por parte de los llamados agraristas resultaba un acto incongruente porque en sus localidades la mayoría de los habitantes eran propietarios. Con la aparición de los agraristas en diversos municipios, las quejas por la destrucción de cercas, la cons-trucción ilegal de las mismas y la disputa por los recursos se volvió frecuente. En realidad, tanto los demandantes de tie-rras como los propietarios afectados estaban inmersos en un intrincado sistema donde las leyes y los niveles de autoridad eran tan variados como confusos.

Como hemos visto, una de las situaciones más comunes du-rante el reparto agrario fue la dotación de tierras dedicadas a la cría de ganado que no podían ser sujetas a cultivo. A pesar de que esta medida pudo tener un fin político especí-fico —distribuir la propiedad—, es evidente que en térmi-nos económicos no era nada conveniente para los ganade-ros ni para los ejidatarios. El resultado fue con frecuencia la depresión de la actividad productiva en las fincas afecta-das y de paso una crisis en las relaciones sociales del cam-po. En Sabinas Hidalgo, los ejidatarios de La Enramada —mineros de San Luis Potosí— acusaron en 1930 a Genaro Martínez y hermanos de hacer caso omiso de la dotación y de cercar un pedazo de ejido para engordar sus semo- vientes. Los acusados argumentaban que las tierras que usaban para la cría de ganado no se podían sembrar, y la 63 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 9, Sabinas Hidalgo, N.L., 8 de agosto de 1925, oficio de Isidro de la Garza Morales al gobernador del estado.

1. Las reformas agrarias.

52 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

queja consistía en que el objetivo real de los ocupantes era aprovecharse “desordenadamente” de los productos de leña, pita maguey y demás.64

Es bastante probable que muchos de los ejidatarios, ante la imposibilidad de dedicarse a la agricultura por falta de agua y tierras adecuadas, recurrieran a la explotación de los recursos forestales, como era denunciado en el caso anterior. Pero en aquellas zonas donde las tierras fueron sujetas a cul-tivo —regularmente de subsistencia— se agravaron los pro-blemas entre agricultores y ganaderos por el uso de la tierra y el agua. Como vimos en el apartado anterior, muchos de los predios rústicos constituidos como comunidades rurales tu- vieron un sistema de organización que regulaba el acceso de los copropietarios a los recursos, la distribución de la agricul-tura y la cría de ganado, pero la disolución de estas comuni-dades acabó con dichas disposiciones. En este sentido, debido a que los ejidatarios regularmente no provenían de la misma localidad o no estaban inmersos en la dinámica agrícola, tu-vieron lugar una serie de conflictos en el proceso de reorga-nización del espacio productivo.

En cuanto al uso de tierras, los problemas más frecuen-tes fueron dos: la coexistencia entre las tierras para cultivo y tierras para cría de ganado, y la división de pastos para ganado mayor y pastos para ganado menor. En cuanto al primer problema, la escasez de cercas provocó que con fre-cuencia los animales se pasaran a pastar a los predios culti-vados y que dañaran las cosechas. En Cadereyta, por ejemplo, los ejidatarios querían cobrar una multa de diez centavos por cabeza de ganado que pastara en sus ejidos, a lo que los ganaderos argumentaron que tal medida no era justa, dado que la inexistencia de cercas hacía difícil controlar al gana-do.65 En cuanto al segundo punto, las dificultades surgieron debido a que las antiguas disposiciones que fijaban reservas 64 Ibíd., c. 18, Sabinas Hidalgo, N.L., 1930.65 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 36, Cadereyta, 25 de abril de 1938, oficio del Ayuntamiento de Cadereyta al gobernador del estado.

53

exclusivas para el pastoreo de ganado mayor dejaron de ser respetadas, sobre todo en la región norte del estado. En 1940, los ejidatarios de Nuevo Rodríguez, en Anáhuac, tuvieron en pastoreo tres mil cabezas de ganado menor en una reserva destinada al ganado mayor. En un contexto de indefinición de linderos por falta de planos, los ganaderos de la zona pedían su desalojo, “dado que como usted comprenderá, las únicas reservas que tenía para las crías de ganado mayor que vienen en marzo me las han estado destruyendo de una manera alarmante”.66 En otros casos, algunas propiedades fueron afectadas en sus porciones de pasto, por lo que los rancheros, que a pesar de mantener su propiedad inmediata —jacales y norias— y sus hatajos, se quedaron sin un lugar para que pastaran sus semovientes. Cabe resaltar que esto no siempre derivó en el abandono de la actividad ganadera, sino que muchos de estos propietarios se volvieron arrenda-tarios de pastos en otras propiedades, incluidos los ejidos.67

En el caso del acceso al agua, ejidatarios y ganaderos tu-vieron que buscar nuevas formas para el aprovechamiento de este recurso. En Salinas Victoria, por ejemplo, el ganado de Juan González abrevaba en una acequia que también era usada por los ejidatarios de la zona para regar sus labores. Los ejidatarios indicaron a González que sus animales per-judicaban la acequia, y que por lo tanto debía cercarla. González alegó “que no pueden privarme del abrevadero de mis animales, porque es una necesidad absoluta y además un derecho que todos tenemos para la crianza de nuestros animales”, y “que ha sido una costumbre desde hace mucho tiempo de usarla como está actualmente”. Cuando un dele-gado de la Comisión Agraria verificó el caso, argumentó que las acequias no son abrevaderos y que los animales, al pisar, derrumbaban la acequia y obstruían el paso del agua. 66 Ibíd., c. 39, Anáhuac, N.L., 6 de enero de 1940, carta de ganaderos de Anáhuac al gobernador del estado.67 Al respecto, pueden verse los casos de Tomás Cortez en su rancho Charco Hon-do. Ibíd., 7 de febrero de 1940.

1. Las reformas agrarias.

54 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El asunto se resolvió al permitírsele a González que hiciera una sangría a la acequia para almacenar agua en un peque-ño tanque.68 Cuando las autoridades no daban respuesta, al-gunos ganaderos se apropiaban de los recursos hídricos por la fuerza. En Sabinas Hidalgo los ganaderos introdujeron “grandes pastorillas” a terrenos ejidales sin cercar para tratar de acabarse el pasto y la poca agua que tenían estancada los ejidatarios para sus animales, todo con el fin de que éstos últimos abandonaran las tierras.

En resumen, al no afectar las mejores tierras, las autori-dades dotaron a los ejidatarios de tierras de ganadería. Dada la escasez de recursos, practicar la agricultura era un asunto bastante complicado, por lo que muchos complementaban esta actividad con la extracción de recursos forestales y la cría de ganado menor. Amén de ello, los antiguos propietarios hicieron lo posible por mantener el agua y las mejores tierras bajo su posesión. En el mejor de los casos, ejidatarios y ran-cheros llegaron a acuerdos entre sí o por medio de las autori-dades para regular el uso de los recursos, pero con frecuencia cometieron también actos violentos.

Hacendados y ejidatarios: conflictos en la mediana propiedad

Después de la Revolución, es posible apreciar en el norte de México una política agraria destinada a proteger y fo-mentar algunas unidades productivas formadas durante el porfiriato, las cuales ya habían mostrado su dinamismo y capacidad de crecimiento.69 Aunque esta protección se dio principalmente en las fincas agrícolas agroexportadoras, también fue posible en algunos predios ganaderos con mer- cados regionales. Dicha política no siempre fue establecida por el presidente de la república —de hecho, en ocasiones se 68 Ibíd., c. 35, Salinas Victoria, N.L., 21 de enero de 1939.69 Aboites, op. cit., págs. 1-3.

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daba a pesar de él—, también fue promovida por gobernado- res y alcaldes según el juego de intereses de la región. A conti- nuación exponemos algunos casos.

El 1 de junio de 1925, los vecinos de la Estación San Juan, en el municipio de Cadereyta,70 hicieron una solicitud de dotación de ejidos en la que figuraba como afectable la ha-cienda La Fragua, del prominente empresario regiomon-tano Francisco G. Sada, gerente general de la Cervecería Cuauhtémoc.71

La Fragua estaba dedicada exclusivamente a la fabri-cación de queso y mantequilla, cuyo mercado principal era Monterrey. Contaba con todos los elementos necesarios para constituir una unidad de producción completa: sus labores eran trabajadas “por sí o por medio de aparceros” que cultivaban esencialmente pasturas para el alimento del ganado; tenía varios silos destinados al almacenamiento de pasturas, establos enteramente modernos, ganado fino le- chero y cría del mismo ganado para el servicio exclusivo de la finca, y para fabricar el queso y la mantequilla contaba con una planta movida a vapor.72

Es probable que la influencia de Sada haya sido deter-minante para que el Gobierno de Nuevo León interviniera a su favor ante las autoridades agrarias y ante Plutarco Elías Calles, quien tuvo una marcada enemistad con los

70 La Estación San Juan había surgido “al calor del tráfico ferrocarrilero” en 1890 por ser un punto de embarque hacia Tampico. Su núcleo poblacional se había formado debido al establecimiento y desarrollo de la industria ladrillera del lugar, y además era aprovechado por las haciendas aledañas, como la de Sada, para em-barcar sus productos.71 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 13, 24 de noviembre de 1925, notificación de la Comisión Nacional Agraria a Francisco G. Sada.72 Se sabe además que al menos desde 1923 la Cervecería Cuauhtémoc comenzó a enviar masilla a Tampico y otros lugares de la república. La masilla era un material alimenticio desechado del proceso de fabricación de la malta usada para elaborar la cerveza, y se aprovechaba como pastura de animales, particularmente para vacas lecheras. Ver por ejemplo la nota “Pastura para vacas enviada a Tampico por la Cervecería”, El Porvenir, 12 de mayo de 1923, pág. 8.

1. Las reformas agrarias.

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empresarios.73 Después de la solicitud de ejidos, el Gobierno nuevoleonés declaró que San Juan figuraba en el estado como estación de ferrocarril, categoría que no entraba dentro de las afectables según los artículos 1 y 2 del Reglamento agrario, por lo que la Comisión Local Agraria dictaminó como improcedente la dotación, negada por resolución en octubre 7 de 1925.

Pero el Gobierno estatal no tuvo autoridad completa so-bre la dotación de tierras. Con posteridad a la resolución negativa del estado, la delegación de la Comisión Nacional Agraria recogió el expediente y por propia iniciativa designó una junta censal presidida por uno de sus miembros, a la que encomendó el levantamiento de un censo de población. Los Sada intentaron restringir el acceso a sus propiedades, pero finalmente el censo fue realizado, a pesar de que la ac-tuación de los agrimensores fue denunciada como ilegal.

Con tal de no ver afectada La Fragua, Sada propuso la afectación de Llano del Coyote, otra de sus propiedades, pero esto no fue aceptado, pues los demandantes consideraban sus tierras de muy mala clase. Posteriormente, la resolución del gobernador de Nuevo León fue revocada y el presidente de la república hizo efectiva la dotación por 348 hectáreas para la Estación San Juan, 58 de las cuales pertenecían a La Fragua, así como una cantidad indeterminada de agua del río de Cadereyta.74

Los representantes de Sada solicitaron un amparo ante la justicia federal por la resolución de dotación hecha por el 73 El propio hijo de Calles se había ido a vivir al estado en 1921. Se casó con una hermana de Aarón Sáenz y compró la Hacienda Soledad de la Mota, en General Terán, donde manejaban importantes negocios citrícolas e ingenios azucareros. Al parecer, el objetivo de Calles era penetrar en la política nuevoleonesa, por lo que buscó que su hijo se volviera gobernador; logró esto solamente de manera interina en 1929, y en el periodo de 1933 a 1934 se convirtió en alcalde de Monterrey. Para una muestra de la influencia de Calles en Nuevo León, ver carta de Conrado Martí-nez al gobernador del estado, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 22, Montemore-los, N.L., 23 de diciembre de 1935.74 Ibíd., c. 13, 30 de septiembre de 1926.

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presidente de la república, la cual calificaron de inconstitucio-nal. Además del argumento de la categoría política, los repre-sentantes de Sada argumentaron que la Estación San Juan, por sus características, ni siquiera era un espacio dedicado a la agri-cultura; que los solicitantes eran apenas el 3 por ciento del total de la población del lugar, que su explotación era exclusiva para satisfacer su industria lechera y que la finca constituía una “uni-dad agrícola industrial”, por lo que no debía ser afectada según el artículo 14 del reglamento agrario.75

Al recoger estos argumentos, la justicia federal final-mente amparó y protegió las propiedades de Sada,76 a pesar de que posteriormente el delegado de la Comisión Nacional Agraria interpuso un recurso de revisión contra el fallo del juzgado. El delegado argumentó que dentro de la finca se explotaba maíz, que no tenía nada que ver con la industria lechera y que las fincas que explotan la lechería no consti-tuyen una unidad agrícola industrial.77 Este punto, así como la importancia de este empresario parecen haber sido deter-minantes en el proceso, puesto que los otros involucrados en el expediente de la Estación San Juan —las haciendas de El Mexiquito y La Nutria— sí resultaron afectados, a pesar de haber interpuesto juicios.

Después de haber sobrevivido a estos intentos por frac-cionar su hacienda, Sada distribuyó la propiedad en once lotes que repartió entre sus hijos. Según informe de 1939, en este año los aparceros de la hacienda lo acusaron de no querer reparar la boca toma del canal con que regaban sus labores, y señalaron que tenía varias hectáreas ocio-sas, debido a lo cual fueron demandas. Francisco Sada hijo argumentó que La Fragua y la compañía ganadera Los Lirios, S.R.L. habían elevado una solicitud de inafectabilidad ganadera en noviembre de 1938, por lo que recibieron de nuevo el apoyo del Gobierno del estado.

75 Ibíd., 30 de octubre de 1926.76 Ibíd., 4 de diciembre de 1926.77 Ibíd., 6 de diciembre de 1926.

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58 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Para efectos comparativos, podemos mencionar el caso de la hacienda de El Carmen, ubicada en Güemes, Tamaulipas. Dicha hacienda era propiedad de Francisco Benítez Leal, hijo y nieto de gobernadores de Nuevo León, todos originarios de Linares. Aunque desde finales del siglo XIX se importó ganado lechero fino para esta finca, su impulso surgió con el periodo de prosperidad petrolera de Tampico en 1920, ya que se abrió un gran mercado para la leche, que se enviaba pasteurizada. En 1921 ya habían sustituido sus métodos de pasteurización realizados con hielo traído desde Linares y Monterrey mediante la instalación de una dinamo eléctrica en una turbina que aprovechaba una caída de agua. Con esto se dispuso de energía eléctrica para la hacienda y para la pasteurizadora, que anteriormente obtenía su fuerza de una caldera de leña. Se ordeñaban tres mil litros de leche diaria-mente cuya gran parte era enviada fuera, principalmente a Tampico, ciudad Victoria y El Mante, y la otra parte se uti-lizaba para la cría de becerros y para la fabricación de queso, mientras que la mantequilla se comercializaba en Monte-rrey, Saltillo y Parras.78

Emilio Portes Gil inició en 1924 su campaña política para ocupar el cargo de gobernador de Tamaulipas, y según el testimonio de una hija de Benítez, en ese año empezaron a escuchar del “problema agrario” en la región. A partir de entonces, las propiedades agrícolas de la familia comen-zaron a subdividirse entre los nueve hijos de Benítez para constituir pequeñas propiedades, pero no así las ganaderas, que requerían extensiones más amplias. Según el mismo testimonio, tan seguro se sentía Benítez de cumplir con la ley, que a pesar de la creciente agitación agraria no dejó de invertir en el mejoramiento de la finca. Parte de esta seguri-dad consistía en que en 1925, al ser gobernador de Tamaulipas Portes Gil, el ingeniero Marte R. Gómez —su colaborador— 78 Adelaida Benítez de Noriega, Historia de la Hacienda del Carmen de Benítez, Ciudad de México, Miguel Ángel Porrúa, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Instituto de Investigaciones Históricas, 1989, págs. 62-63.

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le había asegurado que mientras estuviera dentro de la ley no se repartiría la hacienda. De esta forma, Benítez con-tinuó su política de mejoramiento y gasto en canales, cami-nos, y en mejoras para el ganado lechero, que participó en varias exposiciones ganaderas locales y en la de San Ja-cinto en 1936, donde obtuvo algunos premios.79

En enero de 1936 el presidente Cárdenas visitó la hacienda, invitado por el entonces gobernador de Tamaulipas, Enrique Canseco. El presidente visitó los potreros, trojes, lechería, si-los, huertas, etcétera, y según la versión de la hija de Benítez, se les aseguró que no se repartiría la hacienda porque era un centro de educación para el resto del estado. Sin embargo, en abril de 1937 un grupo de agraristas que tenía varios años de vivir en una población aledaña y de pedir tierras de la hacien-da, y apoyado en la reciente promulgación de ley sobre tierras ociosas, se posesionó de doscientas hectáreas de un potrero que no estaba sembrado, sino destinado al pasto de las vacas de ordeña. Los forrajes para el ganado lechero eran principal-mente el sorgo y la calabaza, pero muchos terrenos se habían cubierto con el tiempo por zacate de tipo Johnson. Aunque era considerado una plaga, este zacate era un excelente forraje y había sido introducido a la región desde Texas por algunos ganaderos. En El Carmen resultó un excelente esquilmo para la engorda de reses, pero algunos agostaderos estuvieron ex-puestos a ser considerados ociosos.80

Como las gestiones hechas ante la Comisión Agraria para desalojar a los agraristas fallaron, Benítez cedió las doscientas hectáreas con su agua correspondiente y procedió a vender lotes pequeños a los antiguos arrendatarios. Con la pérdida progresiva de terrenos, y ante la amenaza de quedarse sin pasto para el ganado lechero, Benítez se dispuso a vender sus tierras. En 1937 contaba con 830 cabezas; muchas de las vacas y la totalidad de los sementales eran de registro, im 79 Ibíd., págs. 64-68.80 Ibíd., págs. 67-68.

1. Las reformas agrarias.

60 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

portados desde Canadá, Estados Unidos y la isla de Jersey. En apenas un mes, todo el ganado quedó disperso.81

Como en el caso de la Hacienda del Carmen, en Nuevo León muchas de las solicitudes para ocupar terrenos des-tinados a la ganadería se fundamentaron en la ley de tierras ociosas. Sin embargo, en un decreto de enero de 1937 se había establecido que las tierras “infestadas por los zacates John-son y Bermuda que hayan sido cultivadas o explotadas con ganado” estaban exentas de considerarse ociosas.82 Por ello les fueron denegadas, a pesar de que en sucesivas ocasio-nes algunos campesinos demandaron dichas tierras.83 Una de las acusaciones más frecuentes al respecto era que en ocasiones los terrenos estaban solos, pero cuando surgía una petición los ganaderos ocupaban las tierras con sus ani-males.84 Repetidamente los conflictos entre ocupantes de tierras ociosas y los propietarios derivaron en hechos vio-lentos.

En conclusión, los propietarios de haciendas ganaderas —como los Sada en Nuevo León y los Benítez en Tamauli-pas, influyentes ambos— lograron poner a su disposición los aparatos de gobierno locales para defender sus propiedades ante las peticiones ejidales, aún y cuando éstas contaban con el apoyo del presidente Calles. Aunque esto puede ser válido para todo el periodo precardenista, es notorio que du-rante el sexenio del michoacano el poder del Estado central se vio fortalecido y con una mayor capacidad de interven-ción, si bien ésta no fue absoluta. En otras palabras, los po-deres locales fueron un factor decisivo en la política agraria posrevolucionaria, que a final de cuentas fue el resultado de las tensiones desatadas entre las distintas facciones de poder.

81 Ibíd., págs. 68-70.82 AHENL, fondo: Periódico Oficial, 3 de febrero de 1937, núm. 10, pág. 1, decreto núm. 49 del 14 de enero de 1937.83 Algunos casos en AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 35, 9 de mayo de 1938, y c. 36, 3 de noviembre de 1937.84 Es el caso de Cadereyta, en ibíd., c. 36, 18 de mayo de 1938.

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Hacendados, ejidatarios y arrendatarios: conflictos en la gran propiedad.

Las grandes propiedades de algunos terratenientes del noreste abarcaron una gran porción de territorio en la región y adqui-rieron un gran dinamismo durante el porfiriato. Muchas de ellas pasaron por enormes vicisitudes entre 1910 y 1920, y su situación fue generalmente incierta durante la época pos- revolucionaria. Para entonces, muchos de sus propietarios no vivían en esas tierras, algunas habían sido traspasadas, otras permanecían bajo arrendamiento y posteriormente fueron repartidas en el proceso de reforma agraria. A con-tinuación expondré lo anterior mediante los casos de los Madero y los Naranjo, familias emblemáticas del noreste por sus propiedades.

Como ya hemos mencionado, la familia Madero era una de las principales terratenientes de la región. Sus extensos dominios se extendían principalmente hasta la Laguna y la franja del Río Bravo, la mayor parte de ellos en la jurisdic-ción de Coahuila y Nuevo León. Después de la Revolución, algunos de los negocios ganaderos que emprendieron los Madero con familias de Monterrey fueron abandonados, probablemente porque perdieron la confianza en el futuro de los mismos y sus tierras fueron fraccionadas o interveni-das.85 La Compañía Agrícola y Ganadera del Río de San Diego, situada al norte de Coahuila y presidida por Lorenzo González Treviño —yerno de Evaristo Madero—, es un caso emblemático abordado en otros estudios.86

En la década de 1920 algunas propiedades de los Madero permanecían bajo arrendamiento. Cuando algunas de ellas comenzaron a ser vendidas, los arrendatarios perdieron la capacidad de renegociar sus contratos y se quedaron sin tierras, lo que ocasionó constantes demandas ante las au-toridades agrarias. El ejemplo que retomamos aquí es el 85 Fujigaki Cruz, op. cit.86 Ibíd., págs. 167-223.

1. Las reformas agrarias.

62 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

de la Hacienda de San Enrique, o Negociación Agrícola y Ganadera de San Enrique, S.A., empresa constituida en 1905 con sede en Monterrey. Su presidente era Francisco I. Madero, pero el principal accionista era Jesús González Treviño, hermano de Lorenzo. La hacienda contaba entre sus bienes con máquinas de vapor, trilladoras y despepitado-ras de algodón, y en ella había además toros de raza; dichas tierras alcanzaron una extensión de 31 mil 706 hectáreas distribuidas en la villa de Hidalgo —Coahuila— y en Co-lombia —Nuevo León—.87 En esta última localidad el des-prendimiento de pequeñas porciones de la Hacienda de San Enrique tuvo lugar al menos desde 1925, cuando se hizo pro-cedente una dotación de tierras tramitada por los vecinos de la misma. Aunque la solicitud estimaba la expropiación de mil 360 hectáreas, de las cuales 835 eran de la intestamenta-ría de Francisco I. Madero y el resto de otros propietarios, al final el Gobierno extendió la dotación a mil 450 hectáreas, hecha efectiva para 145 jefes de familia.88

Sin embargo, la expropiación de estas tierras era mínima, comparada con la extensión de la hacienda. El problema ex-puesto por una comisión de vecinos de Colombia en 1928 aún hacía patente la falta de tierras en esa región. Dicha comisión expuso ante el gobernador un asunto que era con-siderado por ellos de vida o muerte; se argumentó que los vecinos de Colombia y algunos de Hidalgo arrendaban te-rrenos dedicados a potrero donde pastaban cerca de 25 mil cabezas de ganado mayor. La extensión de los terrenos arren-dados era aproximadamente de 27 sitios propiedad de los he- rederos de Francisco I. Madero.89 El plazo que fijaban los 87 Cerutti, op. cit., págs. 80-81.88 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 8, 28 de mayo de 1925, resolución del expe-diente de la Congregación de Colombia de la Comisión Nacional Agraria.89 El documento no especifica si son 27 sitios de ganado mayor —47 mil 401 hectá-reas—, o de ganado menor —21 mil 067 hectáreas—; en todo caso, sabemos por la ubicación que se trata del territorio de la Hacienda de San Enrique, además de que tanto en la resolución de 1925 como en el informe de 1928 aparece registrado como administrador de la propiedad Gilberto Casillas.

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contratos de arrendamiento fenecía el día primero de enero de 1929, “y en tal virtud la sucesión acaba de concertar una compra-venta pasando sus derechos a un individuo naciona-lizado norteamericano, de nombre Amador García, estando ya a punto de cerrarse el trato”. La Comisión expresaba que de hacerse la venta, los vecinos de Colombia, quienes en su mayoría se dedicaban a la ganadería, carecerían de tierra para llevar a pastar sus animales, “y por lo tanto se verán en la imprescindible necesidad de venderlos o de emigrar, que sería lo más indicado”. El valor catastral de dicho terre-no era de mil cuatrocientos pesos, lo que consideraban “bastante irrisorio”, por lo que estaban dispuestos a pagar el valor de los terrenos incluso si éstos aumentaban, con tal de evitar la migración.90

Aunque por falta de información desconocemos la resolu-ción de este caso, estos hechos evidencian que la reactivación de los negocios ganaderos en la posrevolución activó de nue-vo el mercado de tierras al menos en los límites con Estados Unidos.91 Estos sitios en la franja fronteriza del Bravo cons- tituían una llanura interestatal que resultaba bastante fruc-tífera para el desarrollo pecuario, por lo que fueron blanco de la expansión de algunos ganaderos dedicados al comercio binacional. A pesar de que los terrenos eran aprovechados por arrendatarios de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas,92 el proceso de expansión ganadera pasó en ocasiones de las tierras de los viejos terratenientes a ganaderos con buenas perspectivas de negocio.

90 El Porvenir, 28 de diciembre de 1928, pág. 8.91 Amador García no fue el único norteamericano que adquirió tierras durante estos años en territorio fronterizo. Joe B. Finley, por ejemplo, adquirió 5 mil 229 hectáreas en la comunidad de Piedra Parada, en Lampazos, un territorio colindan-te, entre otros, con propiedades de Patricio Milmo, V. Bortoni y el mismo Amador García, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 24, 20 de febrero de 1935, oficio del secretario de Gobierno al alcalde de Lampazos.92 Incluso en los contratos del administrador de la propiedad, Gilberto Casillas, existían algunas confusiones sobre si los terrenos pertenecían a Coahuila o Nuevo León.

1. Las reformas agrarias.

64 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los vecinos de Colombia expusieron que el mismo Ama-dor García contaba ya para esa fecha con la mayoría de los terrenos que correspondían a los herederos de Francisco I. Madero —presumiblemente la Hacienda de San Enrique—, y que en dichos terrenos tenía ganado de su propiedad. Al tratar de ampliar sus negocios García buscó la forma de ad-quirir todo el terreno, para lo cual tenía que desalojar a los arrendatarios. Más aún, la adquisición de terrenos en esta región no se limitaba a la intestamentaría de Made-ro. Apenas unos días antes, García concertó un contrato de compra y venta de las propiedades de los Naranjo, en Lampazos,93 con lo que limitaría aún más la disponibilidad de tierras para arrendamiento en la región.

En dicho contrato se estableció la venta de un derecho real de agostadero equivalente a poco más de seis sitios de gana-do mayor, equivalente a once mil 301 hectáreas en el fundo rústico proindiviso de La Anguila, en el margen izquierdo del Río Salado. El monto de la transacción se fijó en quince mil dólares. Se trataba de una porción cuadrangular con cercas de alambre en tres de sus costados. Limitaba al norte con terrenos de Jesús González Treviño, al sur con las tierras de Vicente Ferrara, al este con terrenos de los sucesores de José Ángel Zuazua Tamez, y al oeste se ubicaba otro de los lotes de La Anguila. Como vemos, éste era uno de los terrenos más aptos para el desarrollo ganadero, sobre todo con perspectivas al co-mercio con Estados Unidos, y la mayor parte del mismo esta-ba en posesión de las familias más prominentes de la región.

Francisco Naranjo fue uno de los grandes terratenientes del porfiriato. Se estima que hacia 1895 sus propiedades alcanzaron más de 850 mil hectáreas distribuidas en el oc-cidente septentrional y en el centro y el norte de Coahuila, en el norte de Nuevo León y en franjas menores de Tamau-lipas.94 En Lampazos poseía la Hacienda de Dolores y La 93 AHENL, fondo: Francisco Naranjo, c. 13, exp. 52, f. 3.94 Mario Cerutti, “Militares, terratenientes y empresarios en el noreste” en Mario Cerutti (coord.), Monterrey, Nuevo León, el noreste. Siete estudios históricos, Monte-rrey, UANL, 1987, págs. 113-114.

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Anguila, esta última dedicada a la actividad ganadera. Al fallecer Naranjo en 1908 estaba instalada ahí una sociedad ganadera y la superficie de la propiedad era de noventa mil 313 hectáreas.95

Al igual que las propiedades de los Madero, en la década de 1920 estas tierras se mantuvieron en activo bajo arrenda-miento tanto a ciudadanos del país como a extranjeros. En 1925 se firmó un contrato con Jay R. Decker por concepto de alquiler de superficie de los terrenos de La Anguila por cinco mil pesos oro nacional. Decker pagó la mitad de ello y quedó de pagar el resto en enero de 1926, pero debido a que el pago nunca se concretó los Naranjo le confiscaron el ga-nado.96 Cuando se resolvió el juicio en 1927, se remataron 45 vacas de vientre y 43 crías, todas finas, cuyo avalúo ascendió a la suma de tres mil 92 pesos oro nacional.97

En ese mismo año se firmó otro contrato con Romualdo Canales, vecino de Nuevo Laredo, por derecho de pasto por cinco años. El acuerdo se concretó por mil pesos —doscien-tos anuales— para el agostadero denominado Cuevas Pintas, con los aguajes que le correspondieran para el pastoreo de ganado menor.98 Al año siguiente, precisamente, este inqui-lino enfrentó algunas acusaciones por “el delito de destruc-ción de la propiedad ajena, consistente en haber abierto el acusado, a punta de talache, un tajo o abertura estrecha en el centro de la presa del Estanque”. Los Naranjo supusieron que la intención de Romualdo era “ahuyentar, como ahuyentó” 95 La propiedad se estructuró sobre los terrenos de un anexo de agostadero de la merced otorgada en 1746 al general Prudencio Orobio y Basterra. Este anexo, lla-mado La Chancaca, había dependido de la Hacienda del Carrizal y nominalmente medía el equivalente a 64 sitios de ganado mayor. Según medición hecha en 1888, La Chancaca medía 146.6 sitios de ganado mayor, un total de 257 mil 104 hectáreas que quedaron en manos de sus antiguos propietarios. La propiedad fue dividida en diez lotes y a Naranjo le correspondía en 1892 una parte o la totalidad de los lotes 3, 4, 5 y 6; Cerutti, op. cit., pág. 121-122.96 AHENL, fondo: Francisco Naranjo, c. 13, exp. 66, fs. 28-32 y exp. 67, f. 97.97 Ibíd., exp. 66, f. 37.98 Ibíd., exp. 43, f. 1.

1. Las reformas agrarias.

66 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

a otros ganaderos tributarios de dicha intestamentaría a fin de que no abrevaran en la presa.99

Precisamente, para ese entonces una parte de los terrenos ya estaban dados en arrendamiento a pequeños ganaderos afiliados a la Cámara Nacional de Ganaderos de Nuevo Lare- do —como también lo era el citado Canales—, algunos de los cuales resultaron afectados. Aunque desconocemos desde cuando se arrendaban estas tierras, sabemos que en 1927 sur-gió un desacuerdo entre los arrendatarios y los Naranjo que parece haber redefinido las condiciones del contrato, puesto que en la documentación encontramos que hubo un acuerdo entre el presidente de dicha Cámara y Leopoldo Naranjo para que los ganaderos no desalojaran la propiedad.100 El acuer-do vigente consistió en que los pequeños ganaderos podían llevar a pastar sus ganados menores y mayores siempre y cuando pagaran alquiler a los Naranjo: 3.5 por ciento de las existencias de ganado menor o su equivalente en pesos plata —regularmente 2.50 o tres pesos—, y el ganado mayor se co-braba a razón de dos pesos por cabeza.

Un conjunto de notas sueltas en el libro de cuentas de los Naranjo permitió reconstruir parcialmente el funcionamien-to de este sistema, donde la mayoría de los ganaderos pagaba su utilidad en especie, lo que evidenciaba el bajo nivel de cir-culante de la época. Para ello sumamos el número de cabezas que tuvo cada ganadero y lo que le correspondía pagar de utilidad en especie, y posteriormente los agrupamos en los diversos agostaderos que comprendía la comunidad. Los co-bros se hacían anualmente y se dispone de documentación de agosto de 1927 y de enero de 1928.101 En la tabla 3 podemos apreciar como de un total de más de 51 mil cabezas de ganado menor que pastaban en sus propiedades se podía extraer una utilidad de mil 787 cabezas —3.5 por ciento—. Regularmente, 99 Ibíd., exp. 66, f. 33.100 Ibíd., exp. 56, fs. 6-7.101 Ibíd., con notas distribuidas en los expedientes 66 y 67. No todos los documen-tos están agrupados y contienen pocas o nulas descripciones, por lo que puede existir un margen de error considerable.

67

al momento de hacer el cobro de estas utilidades, el ganado recabado ya tenía un comprador. Si el ganado era vendido a razón de tres pesos, el monto total ascendería aproximada-mente a cinco mil 361 pesos plata. En la tabla 4 se muestra que en enero de 1928 un solo comprador, Carlos Hernández, pagó mil 236 pesos por el ganado menor que recibió por concepto de utilidades. Las 412 cabezas que significan estos ingresos son poco menos de una cuarta parte del total de cabezas que pudieron haberse cobrado entre 1927 y 1928. Así como estas ventas, también podemos observar otros ingresos obtenidos por alquiler de superficie para ganado mayor y menor entre 1925 y 1928. Los ingresos obtenidos en estos predios por con-ceptos de ganadería fueron complementados con el alquiler del subsuelo a diversas compañías petroleras norteamerica-nas, lo que trajo mucho mejores rendimientos.102

Tabla 3. Cobro de utilidades por derechos de pasto para ganado menor en propiedades de la familia Naranjo, 1927 a 1928.

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: Francisco Naran- jo, c. 13, exps. 66 y 67.

102 Ibíd., exp. 66, fs. 42-45.

1. Las reformas agrarias.

Terreno Agosto 1927 Enero 1928 Total

Total de ca-bezas

Utili-dad (ca-bezas)

Total de ca-bezas

Utilidad (cabezas)

Total de cabezas

Utilidad (cabezas)

La An-guila, 11,014 375 2,200 79 13,214 454

Cuevas Pintas 12,047 418 2,900 102 14,947 520

Llano y Bandera 8,000 281 500 18 8,500 299

Cueros 12,047 422 12,047 422

Coyote 2,600 92 2,600 92

Total 51,308 1,787

68 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tabla 4. Otros ingresos relativos a la actividad ganadera en las propie-dades de la familia Naranjo, 1925 a 1928.

Pesos plata

Oro nacional

1 de septiembre de 1925

Jay R. Decker. Alquiler de super-ficie para ganado mayor. $5,000

15 de julio de1927

Romualdo Canales. Alquiler de superficie para ganado menor

por cinco años. $1,000

28 de agosto de 1927

Vda. de Rendón. Alquiler de superficie para 700 cabezas de

ganado menor. $72

3 de diciembre de 1927

A. Valdez. Alquiler de superficie para 159 cabezas de ganado

mayor. $318

1 de enero de 1928

A. Rodríguez. Alquiler de super-ficie para mil cabezas de ganado

menor. $90

22 de enero de 1928

M. Cavada. Alquiler de superficie para quince cabezas de ganado

mayor (lechería). $30

4 de enero de 1928

Carlos Hernández. Venta de ganado menor por concepto de

utilidades. $500

23 de enero de 1928

Carlos Hernández. Venta de ganado menor por concepto de

utilidades. $736

26 de enero de 1928

M. Pérez. Alquiler de superficie para cien cabezas de ganado

mayor. $200

Total $2,946 $5,000

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: Francisco Naran- jo, c. 13, exps. 66 y 67.

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Pero no pasarían muchos años para que durante el periodo más fuerte de la reforma agraria (1934-1940) las propiedades de los Naranjo comenzaran a ser afectadas. En 1934 fue pre-sentada una solicitud de dotación de tierras en su Hacienda de Dolores, dedicada a labores agrícolas, y la dotación fue hecha efectiva en 1935.103 En lo que respecta a las propiedades ga-naderas en la merced de La Chancaca, estas tierras se declara-ron susceptibles de colonización en 1937 en lo que respecta a los lotes 4, 5 y 6 del municipio de Anáhuac —desprendido de una fracción de Lampazos—. Como mencionamos, estas tierras fueron arrendadas casi en su totalidad por ganade-ros de Nuevo Laredo, por lo que no resulta extraño que su colonización haya sido solicitada por vecinos de esta ciudad tamaulipeca. La extensión de dichos lotes tenía un total de 42 mil 878.29 hectáreas, es decir, casi la mitad de los terrenos que comprendía el predio de La Anguila. Según el informe, el terreno estaba integrado por terrenos de agostadero en los cuales no se hacía un debido aprovechamiento pecuario, “ya que el poco ganado existente y que pertenece a arrendatarios no basta para realizar en forma debida la explotación de es-tas tierras” y en cambio, “con el reparto equitativo de las mismas se beneficiaría a un regular número de pequeños ganaderos y se fomentaría su pequeña industria”.104

En síntesis, los sucesores de las familias terratenientes del siglo XIX ya no prestaban mucha atención a los nego-cios ganaderos que se habían desarrollado al amparo del porfiriato. El sistema de arrendamiento practicado en sus propiedades durante la época posevolucionaria terminó por generar la demanda de tierras por parte de los arrendata- rios, lo que permitió una redistribución de las mismas que favoreció la pequeña propiedad ganadera, al menos en la franja fronteriza del noreste.

103 Ibíd., exp. 63, fs. 3-5.104 Ibíd., exp. 66, f. 60.

1. Las reformas agrarias.

70 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los certificados de inafectabilidad ganadera

Según algunos autores, la postura de Cárdenas respecto a la pequeña propiedad privada se hizo más conciliadora hacia la segunda mitad de su mandato.105 En ese sentido puede entenderse la política de concesiones de inafectabili-dad ganadera expedidas a partir de 1937, la cual aseguraba los derechos de propiedad de los ganaderos sobre sus fincas en un contexto de fuerte incertidumbre ante las dotaciones agrarias.

Los principales factores que inclinaron a Cárdenas a for-talecer la ganadería privada frente a la ejidal fueron la falta de conocimientos técnicos y la falta de capital por parte de los ejidatarios. En primera instancia, la mayoría de ellos carecía de experiencia en la crianza de ganado, la cual im-plicaba muchos años de aprendizaje. Por otro lado, debido a que la mayoría de las dotaciones se asignaban en tierras poco aptas, se requerían fuertes inversiones en infraestruc-tura y en pies de cría. Por estos motivos Cárdenas desechó la idea de rehacer la ganadería con base en la inmediata ejidalización de los agostaderos de propiedad particular. El michoacano se inclinó, en cambio, por una solución que resultó más adecuada en lo inmediato, como la asignación de concesiones de inafectabilidad agraria por 25 años a los ganaderos ya establecidos. Esta idea no fue concebida por él mismo, sino que nació del seno de los grupos formados por antiguos y nuevos ganaderos norteños.106

105 Saúl Escobar Toledo, “La ruptura cardenista” en Everardo Escárcega López, et al., Historia de la cuestión agraria mexicana, El cardenismo: un parteaguas histórico en el proceso agrario (primera parte), vol. 5, Ciudad de México, Siglo XXI, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1990, pág. 35, y Luis González y González, Los artífices del cardenismo, Ciudad de México, El Colegio Nacional, 2002, pág. 218.106 Everardo Escárcega López, “El principio de la reforma agraria” en Escárcega López et al., op. cit., págs. 205-206.

71

Como podemos observar en la tabla 5, Chihuahua fue el estado que más concesiones recibió, con 197 de ellas en el periodo de 1939 a 1958, lo que representaba más de la cuarta parte del total durante esos años. Nuevo León fue el segundo estado que recibió más certificados de inafectabili-dad, con 77, que representan poco más del 10 por ciento. Los siguientes estados con más dotaciones fueron Tamaulipas, con 62, y Coahuila, con 60. En total, más de la mitad de to-das las concesiones otorgadas se dieron en el norte central —Chihuahua— y el norte oriental —Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas—, lo que dejaba en evidencia la ubicación de los establecimientos ganaderos que requerían certeza sobre sus propiedades.

Tabla 5. Decretos de concesión de inafectabilidad ganadera por 25 años concedidos en diversas entidades federativas entre 1939 y 1958.

Estado Concesiones PorcentajeSuperficie

concesionada Porcentaje

Aguasca-lientes 6 0.81 % 23,917.4409 0.27 %

Campeche 4 0.54 % 85,723.0503 0.95 %

Coahuila 60 8.05 % 942,352.0521 10.45 %

Colima 4 0.54 % 20,714.004 0.23 %

Chiapas 31 4.16 % 94,878.25 1.05 %

Chihuahua 197 26.44 % 3,990,367 44.27 %

Durango 38 5.10 % 698,302.1548 7.75 %

Guanajuato 16 2.16 % 127,569.5097 1.42 %

Guerrero 1 0.13 % 6,126.4 0.07 %

Hidalgo 1 0.13 % 2,314 0.03 %

Jalisco 40 5.37 % 209,930.36 2.33 %

México 1 0.13 % 1,024 0.01 %

Michoacán 15 2.01 % 123,936.6766 1.37 %

1. Las reformas agrarias.

72 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Nuevo León 77 10.34 % 512,043.7503 5.68 %

Oaxaca 3 0.40 % 2,979.1796 0.03 %

Puebla 15 2.01 % 31,636.9323 0.35 %

Querétaro 9 1.20 % 43,812.7817 0.49 %

San Luis Potosí 48 6.45 % 305,334.335 3.39 %

Sinaloa 9 1.20 % 67,749.1017 0.75 %

Sonora 41 5.50 % 551,033.0519 6.11 %

Tamaulipas 62 8.33 % 555,941.9585 6.17 %

Tlaxcala 13 1.75 % 26,193.8018 0.29 %

Veracruz 27 3.62 % 48,715.1783 0.54 %

Yucatán 5 0.68 % 53,875.3328 0.60 %

Zacatecas 22 2.95 % 487,642.1959 5.40 %

Total 745 100 % 9,014,112.4982 100 %

Fuente: Escárcega López, “El principio de la reforma agraria” en Escárce-ga López, op. cit., pág. 210.107

Si atendemos el criterio de la superficie concesionada, obser-vamos de nuevo que Chihuahua tuvo la más amplia, seguido de Coahuila, Durango, Tamaulipas, Sonora y Nuevo León. Las fincas inafectables en Nuevo León tuvieron uno de los pro-medios más bajos de superficie concesionada. Mientras que en Chihuahua el promedio fue de veinte mil 255 hectáreas por finca, en Nuevo León fue de seis mil 649, la mitad del promedio nacional. En este sentido, se reafirma la idea que en Nuevo León predominaron las pequeñas y medianas uni-dades productivas no solo en la agricultura, sino también en la ganadería.

Si bien estos certificados consolidaron el vínculo entre la actividad ganadera y la propiedad privada, los ejidos no 107 Los totales en las superficies estaban mal sumados en el original, por lo que se hizo de nuevo la operación. La diferencia no es sustancial.

73

quedaron totalmente fuera de estos proyectos. Uno de los instrumentos de cooperación entre ambos fue la entrega de crías a los ganaderos ejidales por parte de los propietarios de las fincas inafectables. Estas medidas, además de aliviar las tensiones en el campo, tuvieron el objetivo de incentivar la producción y mejorar su calidad para tener mayores ren-dimientos en el mercado.

1. Las reformas agrarias.

2. PRODUCCIÓN, MERCADOS E INTERVENCIÓN ESTATAL EN LA GANADERÍA NUEVOLEONESA

En las postrimerías del siglo XIX y los primeros años del XX, la ganadería del norte de México aumentó considerable-mente su nivel de producción incentivada por el mercado norteamericano. Las transformaciones creadas en el país du-rante el porfiriato, en particular las relativas a la propiedad de la tierra y a las vías de comunicación, fueron una par-te fundamental para el desarrollo de esta nueva dinámica económica. La política de terrenos baldíos y la introducción del ferrocarril —entre otras cuestiones, como la progresiva lucha contra los indígenas del norte— ayudaron a crear las condiciones para la consolidación de la industria ganadera.

Más que el abastecimiento de carne, el fin principal de la explotación ganadera del norte de la república fue la exporta-ción en pie a los Estados Unidos.1Al facilitarse las exportacio-nes durante la última década del siglo XIX y al consolidarse la pujante demanda norteamericana, se inició un intenso tráfico de ganado que fue aprovechado tanto por los ganaderos mexi-canos como por los texanos, quienes se beneficiaron de la frontera mexicana para expandir y revitalizar sus negocios.2

De esta forma, sustentados en el comercio ganadero con los Estados Unidos, los estados de Coahuila, Chihuahua, Durango, Nuevo León y Sonora cobraron relevancia en este ramo hacia los últimos años del porfiriato. Entre los años de 1906 a 1909, aproximadamente 150 mil cabezas de ganado habían entrado al mercado norteamericano procedentes de México, y en los primeros años de la Revolución (1911-1912) Estados Unidos absorbió un 95 por ciento de las exportacio-nes mexicanas.3

1 Luis Cossío Silva, “La ganadería” en Daniel Cossío Villegas (comp.), Historia mo-derna de México. Porfiriato. Vida económica, tomos 1 y 2, Ciudad de México, Her-mes, 1974, págs. 139 y sigs. 2 Fernando Rosenzweig, “El comercio exterior” en ibíd., págs. 666-667.3 Machado, “The Mexican Revolution...”, op. cit., págs. 1-3.

76 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los niveles de remesas de ganado mexicano hacia el ve-cino país oscilaron de acuerdo a los vaivenes políticos entre ambos y al contexto internacional. Los efectos de la Revolu-ción mexicana se habían hecho notar desde 1911, cuando ini-ció una fase de crecimiento progresivo en las exportaciones que tuvo su esplendor en 1914, cuando se exportaron más de seiscientas mil cabezas. A partir de ese año las exportacio-nes se redujeron drásticamente, a tal punto que en 1921 no sobrepasaron las 15 mil cabezas. Esto se explica, por un lado, debido al fuerte control que las autoridades revolucionarias implementaron sobre la ganadería, y por otro, debido al ago-tamiento de los rebaños mexicanos.4

Mientras que los números anteriores remiten a las cifras declaradas de la venta de ganado vacuno, es evidente que el comercio ilícito y el saqueo continuaron durante toda la década. Los hatos ganaderos de los estados norteños fueron el blanco de las necesidades de los revolucionarios en turno. Durante este periodo, miles de cabezas de ganado fueron sacrificadas para alimentar a la tropa o fueron vendidas en Estados Unidos para financiar la lucha. Orozquistas, villistas y carrancistas financiaron sus actividades con la venta de ganado allende el Río Bravo, y se las ingeniaron para evadir las restricciones de las autoridades de ambos países.5

El comercio legal e ilegal de semovientes despobló por igual los pastizales mexicanos, pero sus circunstancias y su impacto variaron conforme a las condiciones de desarrollo del movimiento revolucionario en cada entidad, como con-cluye Lopes al analizar las causas por las cuales Sonora tuvo un proceso de recuperación más vigoroso que Chihuahua. Ello evidencia que cada entidad pasó por una fase de recu-peración pecuaria con matices distintos, relacionados con el contexto y con los factores regionales que limitaron o incen-tivaron la recuperación de la producción ganadera.

4 Lopes, “Revolución y ganadería...”, op. cit., págs. 880-881.5 Machado, op. cit., pág. 3 y sigs.

77

En este sentido, la trayectoria que siguió la economía ganadera nuevoleonesa puede ser analizada por el impacto ocasionado por la Revolución mexicana. Dicha trayectoria será abordada por medio de las etapas de cambio, para lo que se tomarán en cuenta tres elementos principales inte-rrelacionados: la producción, los mercados y la intervención estatal.

eL impacto de La revoLución mexicana en La ganadería nuevoLeonesa, 1913-1920

El desarrollo pecuario de Nuevo León, orientado tanto al mercado norteamericano como a la demanda local, se había mantenido estable durante la primera década del siglo XX, si bien fue mermado por la crisis de 1907. Durante los años de la revuelta, la ganadería perdió gran parte de su capacidad de producción y quedó a finales de la década en estado de crisis.

Una buena cantidad de los negocios ganaderos surgie-ron bajo el amparo del porfiriato y sus autoridades, por lo que una revuelta contra el régimen no garantizaba el res-peto a sus bienes. En vísperas del estallido del movimiento armado, la comunicación entre los ganaderos y las autori-dades fue clave para que los primeros pudieran asegurar en la medida de lo posible sus intereses.6 En Nuevo León, los primeros años de la Revolución mexicana prácticamente no tuvieron impacto en el desarrollo económico de la entidad, pues si bien hubo sucesiones inesperadas en el Gobierno, se mantuvo una relativa estabilidad política y económica.

Hacia 1913, con un gobierno maderista debilitado y con algunas rebeliones en puerta, la calma parecía haber llegado 6 Ya en 1909 el prominente ganadero texano F.G. Oxsheer se retiró del negocio de ganado en Chihuahua al ser advertido por Abraham González de que se avecinaba un conflicto en México; con la ayuda de González, Oxsheer envió su ganado a Texas y vendió su hacienda; Lopes, op. cit., pág. 886.

2. Producción, mercados e intervención estatal

78 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

a su fin cuando los ganaderos nuevoleoneses se apresura-ron a sacar sus existencias de ganado del país antes de que fueran confiscadas por los rebeldes. En una nota de El Paso Herald se reportó que:

Muchos compradores de ganado de los Estados Unidos están concentrando sus esfuerzos en esta sección [Mon-terrey] en la actualidad. No menos de quince comprado-res de ganado se registraron en un hotel durante la se-mana. Se dice que están comprando ganado para lo que concierne a la comercialización de carne de los Estados Unidos. Los rancheros aquí están ansiosos por vender, ya que temen que su ganado sea confiscado tarde o tem-prano por las manos de los rebeldes7

Estos hechos no deben interpretarse como eventos aislados, como ya lo ha señalado Lopes, sino como mecanismos de defensa adoptados por los ganaderos ante la inminencia del conflicto.8

La capacidad de los ganaderos y comerciantes para man-tener sus negocios en tiempos de inestabilidad fue puesta a prueba. James Berry Hazelrrig fue uno de los ganaderos que vio sus intereses en conflicto ante las escaramuzas del contex-to revolucionario. Hazelrrig era un importante ganadero del sur de Texas, cuya base de operaciones estaba en el noreste de México. Se dedicaba a la compra y en ocasiones engorda de ganado mexicano adquirido en Coahuila, Nuevo León y 7 “Many cattle buyers from the United States are concentrating their efforts in this section at present. No less than 15 cattle buyers were registered at one hotel during the week. It is said that they are buying cattle for the United States meat marketing concerns. The ranchmen here are anxious to sell, as they fear that their stock will be confiscated sooner or later by rebel hands”; El Paso Herald, 27 de enero de 1913, pág. 4. La traducción es del autor.8 Un año después, los empresarios de Corralitos Lands and Cattle Company, de Chihuahua, discutían la posibilidad de enviar todo su ganado hacia Estados Uni-dos, y el que no pudiera ser transportado —decían— debería ser vendido inmedia-tamente; Lopes, op. cit., pág. 886.

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Tamaulipas, que posteriormente trasladaba a sus propiedades en Texas para venderlo en el mercado norteamericano. Hazel-rrig no fue el único norteamericano dedicado a este negocio, pero al parecer era uno de los más importantes. En junio de 1913 sus hijos fueron detenidos por el Ejército constituciona-lista en las inmediaciones de Nuevo León y Coahuila con 350 reses y treinta caballos, acusados de comprar el ganado a sim-patizantes de Victoriano Huerta.9 Los cinco detenidos, todos de “wellknow Texas families”, fueron hechos prisioneros. El cónsul de Nuevo Laredo alertó al Departamento de Estado de la unión americana, y aunque el asunto causó algunos conflic-tos diplomáticos menores, no tuvo más repercusiones.10

A pesar de estas dificultades, las oportunidades de nego-cio para el ganado mexicano en Estados Unidos aún eran bastante atractivas. En 1914 Hazelrrig fue considerado el se-gundo más grande importador de ganado al país del norte, del mismo modo que la creación de compañías ganaderas continuó durante este periodo ante las buenas perspectivas de venta, como es el caso de la Compañía Ganadera y Co-mercial Garza y Ancira, fundada en ese mismo año por An-tonio G. Garza en Sabinas Hidalgo.11

Lo anterior no es de sorprender si consideramos que a pesar de la atmósfera de conflicto, o quizás debido a ella, las exportaciones de ganado de México a Estados Unidos al-canzaron niveles exorbitantes en 1914. La salida masiva era una cuestión alarmante para los nuevos gobiernos, ya que los dejaba sin provisiones en un contexto de enorme ines-tabilidad. La importancia estratégica de regular el comercio de ganado radicaba en que éste constituía una fuente de fi-nanciamiento para cualquier bando, por lo que su control resultaba imprescindible, ya sea mediante la imposición de

9 El Paso Herald, 10 de julio de 1913, pág. 12.10 Para más información sobre este caso ver: Lawrence Hazelrrig, Hazelrrig Family History: North America, c1635 to c1935, Florida, Swiftwind Resources, 2009, págs. 540-545.11 Esta compañía se mantuvo activa 38 años, de 1914 a 1952; Unión Ganadera Re-gional de Nuevo León, La ganadería de Nuevo León, UGRNL, 1994, pág. 141.

2. Producción, mercados e intervención estatal

80 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

gravámenes y de la prohibición de las exportaciones.12 A fi-nales de mayo de ese año y en un intento por detener la sa-lida de semovientes, el general Pablo González, comandante del Ejército del Noreste, prohibió la exportación de ganado de México a Estados Unidos en su jurisdicción —Coahui-la, Nuevo León y Tamaulipas—, como ya se había hecho en otros estados, como Sonora. Las violaciones serían castiga-das con la confiscación de los hatos y con prisión de uno a cinco años.13 La vigilancia estricta en este sentido resultaba imprescindible.

Además de estos controles, con la llegada de los consti-tucionalistas a Nuevo León encabezada por Antonio I. Villa-rreal, se había comenzado una política de incautaciones con-tra “los enemigos de la causa”, en la que no se hizo distinción entre nacionales y extranjeros. La familia Milmo vio merma-dos sus intereses rústicos en los ranchos de San Patricio y El Álamo, en Lampazos, además de perder una parte de su ga-nado. Los problemas ocasionados sobre las propiedades de los Milmo estuvieron estrechamente relacionados durante el gobierno de Villarreal con “atropellos” causados por los je-fes constitucionalistas instalados en la región. Durante 1914, las quejas sobre daños causados a las haciendas y ranchos propiedad de extranjeros en la entidad por actividades deri-vadas del movimiento armado no fueron pocas.14

La división entre carrancistas y villistas obligó a cada gru-po a intentar controlar todas las fuentes de financiamiento posibles. Ante el asedio de la Convención, el gobierno de Villarreal terminó por perder la plaza regiomontana y debió salir de la ciudad. Pero si en algo coincidían los constitucio-nalistas y los convencionistas era en que el control de las ac-tividades pecuarias era de fundamental importancia. Con el objetivo de sostener la economía de guerra, por ejemplo, los villistas controlaron gran parte del comercio ganadero en

12 Lopes, op. cit., pág. 879.13 Flores, op. cit., pág. 93; Machado, op. cit., pág. 5.14 Flores, op. cit., pág. 88.

81

Ciudad Juárez.15 En este sentido, con el arribo de las tropas de la Convención a la ciudad de Monterrey, la nueva admi-nistración encabezada por Raúl Madero intentó monopoli-zar el mercado de las pieles, uno de los más atractivos para la entidad. Para ello dictó que solamente el Gobierno podría adquirir y exportar pieles y cuero producidos en el estado hasta nueva orden.16 En teoría, el nuevo Gobierno compraría las pieles a los productores y sería el único facultado para venderlas, lo que le aseguraba una fuente de financiamien-to, pero lo efímero de la administración villista dificultó sus intenciones.

Así como la Convención perdió Monterrey, para 1915 había perdido también gran parte del territorio nacional. Con los constitucionalistas de vuelta en el poder y ya con una relativa estabilidad, se intentó llevar a cabo una serie de medidas para controlar el flujo del comercio ganadero que parecía despoblar los hatos nacionales y la economía rural en general. En primera instancia, el Gobierno federal prohibió hacer “compra o recogida” de caballada o mulada para servicio del Ejército sin previa autorización17 con el fin de otorgar seguridad a los negocios ganaderos. Por otro lado, intentó regular el comercio de pieles para detener el tráfico ilícito mediante la expedición de certificados en los rastros municipales.18

El Gobierno de Nuevo León inició gradualmente una se-rie de políticas para intentar regular las actividades pecua-rias:

15 Lopes, op. cit., pág. 879.16 AHENL, fondo: Periódico Oficial, 12 de marzo 1915, núm. 33, pág. 5, decreto núm. 5, del 11 de marzo de 1915.17 Ibíd., 22 de abril de 1916, núm. 33, pág. 4, circular núm. 37, del 18 de abril de 1916.18 Ibíd., 5 de septiembre de 1917, núm. 71, págs. 3-4, circular núm. 8, del 30 de agosto 30 de 1917.

2. Producción, mercados e intervención estatal

82 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

a. En primer lugar, buscó desde 1915 crear cuerpos de policía rural para contrarrestar el bandolerismo.19

b. Al año siguiente prohibió la salida de ganado mayor fuera de la jurisdicción estatal, principalmente de mulas, debido a que se consideraban necesarias para revitalizar la agricultura.20

c. En 1918 exceptuó de contribuciones por cinco años a los capita-les que durante ese año y el de 1919 se invirtieran en agri-cultura y ganado de cualquier clase, exceptuado el cabrío.

El objetivo parecía ser claro: había que reconstruir el espacio rural de la entidad por ser el más afectado por la Revolución. Para ello, había que fomentar la producción interna y detener la salida de animales.

Las existencias de ganado para 1917, según cifras recaba-das por el Gobierno del estado, disminuyeron 54 por ciento respecto a las de 1902. En las tablas 6 y 7 podemos apreciar la fuerte disminución del ganado ovicaprino y vacuno, y una disminución menor en el caballar. Las especies mular, asnal y porcina muestran algún aumento considerable.

Tabla 6. Comparación de las existencias de ganado en Nuevo León entre 1902 y 1917.

Ganado 1902 1917 Cambio porcentual

Vacuno 125,285 76,699 –39%

Caballar 32,769 30,422 –7%

Mular 7,429 11,712 58%

Asnal 15,922 24,895 56%

Lanar 181,562 74,000 –59%

19 Se trataba de cuerpos regionales sostenidos por el Gobierno estatal, formados por vecinos que no recibirían ningún sueldo, salvo la exención de sus contribucio-nes, Flores, op. cit., pág. 128.20 AHENL, fondo: Periódico Oficial, 2 de febrero de 1916, núm. 10, pág. 2, circular núm. 24, del 29 de enero de 1916.

83

Cabrío 930,133 360,805 –61%

Porcino 15,410 24,649 60%

Todas las especies 1,308,510 603,182 –54%

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Go-bierno, 1902 y 1917.

Tabla 7. Comparación de las existencias de ganado en Nuevo León entre 1902 y 1917 por regiones.

Norte Centro Centro-sur

Ganado 1902 1917 1902 1917 1902 1917

Vacuno 54,689 36,501 26,697 24,799 24,546 14,272

Caballar 15,803 20,339 5,065 7,557 2,005 2,526

Mular 2,336 4,972 1,346 4,322 649 2,318

Asnal 6,377 8,587 2,699 8,180 408 6,628

Lanar 129,178 54,720 10,285 12,984 3,547 6,296

Cabrío 526,719 206,220 188,663 92,524 46,446 56,061

Porcino 5,641 6,385 5,660 14,911 2,130 2,853

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Go-bierno, 1902 y 1917.

La estadística ofrece datos interesantes si observamos, por ejemplo, la distribución de las existencias por áreas, donde la zona norte fue la más afectada, mientras que el centro re-sintió menos los efectos de la guerra debido a que fue la zona mejor controlada. Por otro lado, no se pueden hacer muchas especulaciones sobre estas cifras en relación con el impacto directo de la Revolución mexicana, ya que sabemos que des-pués de 1902 las existencias tendieron al alza y a partir de 1917 la disminución continuó.

2. Producción, mercados e intervención estatal

84 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

De hecho, este último punto se comprueba con algunos datos relativos a la salida continua de ganado vacuno de la zona norte hacia finales de la década, debido a que el ga-nado vacuno aún mostraba precios muy atractivos en los Estados Unidos. En mayo de 1918, el gobernador de Nuevo León cuestionó una alarmante salida de ganado de los muni-cipios norteños,21 de los que se estaba:

Extrayendo en muy gran cantidad, el poco ganado vacu-no que ha quedado en esa región, sacándolo los compra-dores para el estado de Texas, por el alto precio que ha alcanzado en Estados Unidos el ganado, notándose ya, según lo expresan los mismos informes, gran escasez de animales.

El gobernador incluso intentó apoyarse en el presidente de la república “para ver si es posible evitar de alguna manera esa inmoderada exportación, que de manera realmente alar-mante está mermando nuestras existencias de reses, merma que se está haciendo sentir en los mercados de carne”.22

A pesar de estas medidas, la falta de capacidad para con-trolar su jurisdicción local impidió a las autoridades regular el comercio ganadero. El abigeato siguió representando una amenaza constante que difícilmente pudieron controlar las administraciones constitucionalistas, a pesar de la creación de la policía rural. De igual forma, la salida de mulas de Li-nares y Montemorelos —región centro-sur— al mercado del Distrito Federal continuó su curso a pesar de los intentos del Gobierno estatal por detenerlos,23 y de Sabinas y Vallecillo 21 Los telegramas fueron dirigidos a los alcaldes de General Bravo, Cerralvo, Agua-leguas, Parás, Los Herreras, Los Ramones, Los Aldamas, General Treviño, China y Doctor Coss.22 AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 5, Monterrey, N.L., 4 de mayo de 1918, telegrama del gobernador a los presidentes municipales de los municipios citados en la nota anterior.23 Ibíd., 7 y 8 de noviembre de 1919, oficios de la Secretaría de Gobierno a los alcal-de de Montemorelos y Linares.

85

—región norte— continuó la salida de ganado mayor a la frontera tamaulipeca, probablemente para ser comerciado en los Estados Unidos.24

El hecho inevitable, resultado de estos factores, consis-tió en un despoblamiento de los hatos ganaderos regiona-les, que al comienzo de la década de 1920 vislumbraban un panorama de escasez para la industria ganadera. La expor-tación masiva de semovientes y su uso como pertrecho de guerra dejaron en un estado crítico los espacios ganaderos nacionales, principalmente los del norte de la república.

La recuperación económica, 1920-1930

Cuando la última revuelta triunfante de la Revolución mexi-cana llegó al poder en 1920, la ganadería se encontraba en un estado crítico. Durante el periodo de la reconstrucción eco-nómica, la actividad pecuaria inició un proceso de recupera-ción a lo largo del cual debió enfrentar numerosos obstácu-los. Según Machado, la industria ganadera se encontraba a la deriva, como una suerte de “industria en el limbo”.25

De acuerdo con las estadísticas oficiales, en los años de 1918 y 1919 las exportaciones nacionales de animales en pie superaron a las importaciones. Es probable que en estos años, cuando los precios del ganado mayor y de los produc-tos de origen animal eran altos, los hatos mexicanos todavía estuvieran en proceso de agotamiento, tal como vimos en el apartado anterior.26 En la ilustración 2 podemos obser-var que el año de 1920 representó la transición a un perio-do de pocas exportaciones y muchas importaciones con el

24 Ibíd., Villaldama, N.L., 23 de mayo de 1928, oficio de José María González al gobernador Nicéforo Zambrano.25 Machado, The North Mexican Cattle Industry..., op. cit., pág. 29.26 Joseph Sterret y Joseph Davis, “Situación económica” en Enrique Cárdenas (comp.), “Historia económica de México”, El Trimestre Económico, núm. 64, t. 4, 1994., pág. 63.

2. Producción, mercados e intervención estatal

86 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

objetivo de reconstruir los hatos nacionales no solo para re-poner sus ejemplares, sino para mejorarlos.

Ilustración 2. Exportación e importación nacional de ganado vacuno y animales sacrificados, 1920 a 1927.

Fuente: Sterret y Davis, op. cit., pág. 64.

Las importaciones, el comercio interno y la reconstrucción de la cabaña nacional, 1920-1925

La prosperidad de las importaciones durante la primera mi-tad de la década fue el paliativo de la notable escasez de ga-nado mexicano que provocó la Revolución. En este sentido, las importaciones tuvieron dos metas fundamentales: por un lado, los ganaderos procuraban la introducción de gana-do fino con el objeto de mejorar las razas mexicanas, y por otro, los comerciantes importaron semovientes para abaste-cer la demanda interna de carne. En ambos sentidos la im-portación de ganado, principalmente vacuno, fue un factor determinante para la reactivación del sector ganadero.

La intención de traer ganado norteamericano a México no fue solo de los ganaderos locales, sino también de los norteamericanos. A pesar de que en el periodo de 1920 a 1923 tuvo lugar una serie de conflictos diplomáticos por el

Mil

es d

e pe

sos

Exportación

Importación

12,000

10,000

8,000

6,000

4,000

2,000

01920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927

87

reconocimiento del nuevo Gobierno,27 conforme las relacio-nes se restablecieron el interés de los ganaderos norteameri-canos por continuar los negocios pecuarios también pareció continuar. El gobernador del Nuevo León, por ejemplo, reci-bió en mayo de 1923 una carta de la Cattlemen’s Association of the United States donde se pedía el envío de una lista de los ganaderos nuevoleoneses, pues dicha asociación estado-unidense deseaba introducir en mayor escala ganado vacu-no fino, tanto lechero como de matanza.28

Aunque carecemos de datos cuantitativos para analizar con mayor profundidad el impacto de estas importaciones en la recuperación y transformación de la dinámica econó-mica regional, disponemos de otras fuentes que ayudan a evaluar estos aspectos. Los registros de las terminales ferroca-rrileras de Monterrey, por ejemplo, son un indicador de que las importaciones de ganado fueron constantes desde el comienzo de la década de 1920. A ellas llegaban frecuente-mente “los carros con vacas y toros finos comprados por ga-naderos de Nuevo León y Tamaulipas con objeto de poner los criaderos a la altura en que se encontraban antes de las épocas revolucionarias”.29 Aunque cesaron las exportacio-nes, conforme la ganadería regional se recuperó, se atendie-ron otros mercados al interior del país, como también lo de-muestra el tráfico de carros con ganado de estos dos estados que enviaban “numerosas cabezas de ganado al sur del país, particularmente a la capital de la república”.30

La ciudad de Monterrey funcionaba como punto de trán-sito y distribución comercial de la ganadería regional. Al ob-servar los permisos otorgados para el tráfico ganadero en las 27 Machado, op. cit., pág. 30.28 “Desea introducir ganado a México la Cattlemen’s Association”. El Porvenir, 16 de mayo de 1923, pág. 4, 29 El Porvenir, 8 de noviembre de 1922, pág. 8.30 “El día de ayer pasaron por Monterrey los siguientes envíos: tres jaulas con gana-do embarcado en Reynosa con destino a Nonoloalco. Cinco carros con ganado del norte de Nuevo León, rumbo a México. Tres carros con ganado para Tlalnepantla”, ibíd., 26 de octubre de 1922, pág. 4.

2. Producción, mercados e intervención estatal

88 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

estaciones de ferrocarril regiomontano, es posible percatarse del movimiento pecuario regional y a la vez conocer algunos de los principales mercados atendidos en la época. Mediante un muestreo realizado con datos del AHENL se pueden obser-var algunas pautas de desplazamiento de ganado mayor y menor entre los años de 1920 y 1924, que tuvieron como pun-to de partida o de tránsito las terminales de Monterrey en un periodo donde las exportaciones fueron casi nulas y las importaciones cobraron más importancia. En dicho mues-treo31 se identificaron las siguientes tendencias:

• Una constante salida de ganado caprino hacia el centro de Méxi-co —Tlalnepantla y Distrito Federal— y hacia la comarca lagunera —Gómez Palacio, Torreón y San Pedro—, sobre todo en 1920.

• El movimiento al centro de México —Tlalnepantla y Distrito Federal— de ganado mular y asnal, tanto de Tamaulipas como de Nuevo León.

• La intensificación a partir de 1921 del tránsito de ganado fino principalmente vacuno, para el mercado cárnico y lácteo proveniente de los Estados Unidos.

El primer punto no resulta una sorpresa, puesto que sabe-mos que la región noreste era la principal productora y con-sumidora de ganado caprino. Dentro de la misma región, los primeros centros consumidores eran Monterrey, Saltillo y la comarca lagunera, y además de autoabastecerse, la región tenía la capacidad de comercializar este producto en otras latitudes, principalmente en el centro de la república. Por otro lado, respecto al aumento en las remesas de ganado ca-prino en 1920, es factible suponer que se debió a la notable escasez de carne de res en este año. Es decir, que aunque el 31 Se revisaron poco más de 700 permisos de tránsito. En ocasiones los permisos no eran específicos en cuanto a la especie y cantidad de ganado; todos incluyen el lugar de destino, pero no siempre el de origen, lo que limitó su análisis; AHENL, fondo: agricultura y ganadería, cajas 5-7.

89

comercio de ganado caprino era una constante, también era muy probable que su demanda aumentara cuando la carne de res escaseaba, sobre todo porque su precio era más acce-sible para la población.

En cuanto al segundo punto poseemos menos informa-ción, pero notamos que el comercio de mulas y asnos hacia el centro del país parece haber sido continuo debido a la enorme demanda de estos animales. Las cifras presentadas en las tablas 6 y 7 indican que en 1917 las existencias de ambas especies eran superiores a las de 1902, y que durante el decenio revolucionario continuó su exportación, a pesar de los intentos del Gobierno por detenerlas. En este sentido, durante los primeros años de la década de 1920 la región aún proveía al centro del país dichos animales, y aunque el Gobierno de Nuevo León prohibió su salida, sí permitía su tránsito hacia el centro de México siempre y cuando provi-nieran de otra entidad, en este caso de Tamaulipas.

En el tercer punto citado anteriormente se corrobora el hecho de que las importaciones fueron clave para la recu-peración de la ganadería. Son constantes los registros de tránsito de ganado fino proveniente de los Estados Unidos, principalmente de Texas, con destino a diversos puntos de la república, entre los que destaca particularmente la ciudad de Tampico. Entre estos registros se verifica también que la mayor parte de este ganado era de la especie vacuna, tanto para el mercado de carne como de leche.

Pero no solo la carne y la leche escaseaban, toda una va-riedad de productos de origen animal tenían que ser impor-tados de los Estados Unidos para paliar la escasez. Productos básicos para el abasto local y nacional aún eran difíciles de obtener, como es el caso del huevo, que continuó siendo im-portado de los Estados Unidos, “pues los avicultores mexica-nos no dan ningunas trazas de actividad”; así, los principales mercados aún eran México y Tampico, hacia los que pasaban diariamente por las terminales regiomontanas “tres o cuatro

2. Producción, mercados e intervención estatal

90 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

carros completos con huevo del estado de Texas”.32 Además del huevo, la escasez de otros productos de origen animal, como la manteca de cerdo, eran un indicador de la fuerte de-pendencia de fuentes extranjeras para satisfacer necesidades de consumo —por lo menos de algunos mexicanos acomoda-dos o extranjeros— de productos que el país era capaz de pro-ducir. El abasto se complicaba aún más si se suman factores no del todo cubiertos, como la distribución y almacenamiento de estos productos.33

La escasez de productos derivados no resultaba del todo extraña debido al escaso desarrollo tecnológico de la indus-tria ganadera mexicana, pero el hecho de importar ganado para el consumo de carne en canal era algo que estaba fuera de lo común. Aunque las carestías de carne fueron recurren-tes durante el decenio revolucionario, la situación parecía haberse agravado al comenzar la década de 1920.

La ausencia de ganado mexicano durante este periodo trajo consigo una situación poco usual para el intercam-bio binacional de carne: Texas, el gran receptor del ganado nacional, se volvió el proveedor de la demanda mexicana. Además del fuerte impacto que la crisis internacional de 1920 a 1921 provocó,34 es probable que la gran cantidad de exportaciones mexicanas hechas a los Estados Unidos, y principalmente a Texas, hayan contribuido a que en 1921 hubiera un excedente en la oferta de ganado que produjo un abaratamiento “sin precedentes” de los precios de la car-ne, principalmente de res y de cerdo, como se reflejó en la ciudad texana de San Antonio. La superabundancia de gana-do no pudo encontrar mercado en los demás estados de la unión americana, por lo que muchos ganaderos optaron por

32 “El día de ayer pasaron por Monterrey los siguientes envíos: tres jaulas con ganado embarcado en Reynosa con destino a Nonoloalco. Cinco carros con ganado del norte de Nuevo León, rumbo a México. Tres carros con ganado para Tlalnepantla”, El Porve-nir, 26 de octubre de 1922, pág. 4.33 Sterret y Davis, op. cit., pág. 64.34 Sandra Kuntz Ficker, El comercio exterior en México en la era del capitalismo liberal, 1870-1929, Ciudad de México, El Colegio de México, 2007, págs. 84-85.

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desplazarlo a México. Mientras que en San Antonio la car-ne de res se vendía a precios nunca antes vistos, en México el precio de la carne aún era bastante alto, por lo que los abastecedores de carne iban a Estados Unidos y compraban “infinidad de animales” para sacrificar en México.35

En Nuevo León, un ganadero anónimo manifestó ante un diario de la capital su inconformidad al considerar que la importación de ganado barato de Texas no aliviaba de nin-guna forma el problema mexicano. Por un lado, los comer-ciantes aún vendían a precios muy altos la carne, por lo que en realidad la importación a bajo costo no se tradujo en una reducción considerable de los precios; por otro lado, existía una restricción de exportaciones de productos como el cue-ro y las pieles, lo que no estimulaba la producción debido a que alcanzaban precios muy bajos en el mercado interno.

El descontento de algunos ganaderos nuevoleoneses ante esta situación reavivó el debate sobre el rumbo de la econo-mía nacional. En plena época de reconstrucción económica y redefinición de proyectos nacionales, los ganaderos cues-tionaron a las autoridades sobre su forma de proceder.36 Las largas argumentaciones expusieron además que aún con las cargas tributarias y los gastos de transporte, el ganado ame-ricano era más barato “y el nuestro no puede competirlo”. Asimismo, el argumento de que la libre o poco gravada im-portación de ganado para la matanza protegería a las multi-tudes con carne barata parecía no tener lugar, pues:

En público se opina que la carne en detalle se vende a los mismos precios, poco más o menos, en que se ven-dió el año pasado la del esquilmo del país, resultando en

35 “La carne ha bajado de precio en San Antonio, Tex., hasta el grado de venderse a cuatro centavos libra. [...] Estamos presenciado un caso que nunca se había visto. De este estado de Texas se están llevando a México grandes cantidades de ganado, ganado que allá es sacrificado y vendida su carne”, El Porvenir, 6 de agosto de 1921, [s.p.]36 Ibíd., 30 de septiembre de 1921, [s.p.]

2. Producción, mercados e intervención estatal

92 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

resumen que el ganado americano solo proporciona fuer-tes utilidades a los que lo manejan comercialmente.37

Además de todo ello, otro de los factores que dificultaban el abasto de carne para el mercado interno era la ya menciona-da prohibición de comerciar piel y cuero, lo que ocasionaba que fueran pocos los ganaderos convencidos de sacrificar sus reses para obtener poca utilidad por la venta de carne.38 Antes de la Revolución el cuero y las pieles, principalmente el cuero de ganado vacuno, constituían un artículo impor-tante para la exportación, pero en el periodo del disturbio ocurrió una gran reducción, y aún entrada la década las ex-portaciones no habían logrado una recuperación marcada en las cifras de exportación de cuero, que eran insignifican-tes en comparación con las cifras prerrevolucionarias.39

En 1919, el Gobierno federal había restringido la expor-tación de cuero al imponer una cuota del 20 por ciento so-bre el valor del cuero fresco o seco de res y 12 por ciento por el cuero de cabra, en vista de la “desmedida o exagera-da exportación de cueros en enero y febrero últimos”, pues se aseguraba que “la cantidad total de 1918 pasado ha sido aproximadamente de diecisiete millones de kilos”.40 Es decir, que es probable que todavía hasta las prohibiciones guber-namentales de 1919 la exportación de cuero se mantuviera en niveles similares a los de 1912 a 1913, como se puede apre-ciar en la ilustración 3.

37 Ibíd., 9 de octubre de 1921, sección tercera.38 “Se busca manera de disminuir el precio de la carne”, en ibíd., 28 de mayo de 1920, pág. 1.39 Sterret y Davis, op. cit., pág. 67.40 El Porvenir, 4 de abril de 1919, pág. 1.

93

Ilustración 3. Exportación nacional en el ramo de cuero y piel sin curtir. Valores acumulados.

Fuente: Sterret y Davis, pág. 67.

Los exportadores de pieles de Nuevo León no tardaron en manifestar su malestar ante las disposiciones de la Secreta-ría de Hacienda por calificarlas de retroactivas y perjudicia-les para su actividad, lo que hizo estimar que los cambios inesperados en las cuotas de exportación ocasionarían una pérdida no menor de mil quinientos a dos mil pesos en cada carro con carga de cuero.41

Las exportaciones de cuero durante los siguientes años se vieron bastante deprimidas y no lograron remontar durante un buen tiempo, lo que elevó los costos del ganado. Según el estudio de Sterret y Davis, el hecho de que las exportaciones no remontaran se debía, entre otros factores, a la inadecuada recuperación de la actividad ganadera y al mayor uso en el país de cuero para fabricar zapatos y huaraches, a pesar de que los precios del mercado interno no parecían atractivos. Sin embargo, al menos en esta región, algunos ganaderos señalaron que el comercio de cuero no era una consecuen-cia de la reactivación de la actividad ganadera, sino por el contrario, dicho comercio era un incentivo para su recupe-ración.

41 Ibíd., 13 de abril de 1919, pág. 3.

Ton

elad

as

12,000

15,000

10,000

5,000

0

1912-19131920

19211922

19231924

19251926

Pieles de cabra, venado y cabrito Cuero de ganado vacuno

2. Producción, mercados e intervención estatal

94 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Por otro lado, las exportaciones de piel de cabra, venado y cabrito —como observamos en la ilustración 3— habían au-mentado gradualmente durante la década de 1920. En 1925 estas exportaciones ya habían alcanzado un nivel similar al de 1912 y 1913, y en 1926 ya las habían superado y constituían la mayor parte de las exportaciones de cuero y piel. Según la estadística ganadera de 1926, Nuevo León contaba con el ma-yor número de existencias de ganado caprino —887 mil 467 cabezas, 16.36 por ciento de las existencias nacionales—,42 por lo que es factible suponer que su participación en este tipo de exportaciones era de suma importancia y había en el estado un buen número de casas comerciales, establecidas principalmente en Linares y Monterrey.

Entre la evidencia que sostiene lo anterior se encuentra un informe relativo a las exportaciones que hizo Nuevo León durante el primer trimestre de 1926, donde el cónsul de Esta-dos Unidos en Monterrey, James V. Whitfield, afirmó que las exportaciones al vecino país del norte en el ramo de cuero y piel habían aumentado a un total de 578 mil 959 libras —262 toneladas aproximadamente—. Si se supone que la tenden-cia anual fue similar, estas exportaciones representaron una tercera parte del total de las cifras nacionales en ese año —mil 48 toneladas de un total nacional de tres mil 130—. Los aumentos se habían registrado “en la exportación de ya tradicionales cueros secos y pieles de cabrito”, pero también se registró un gran aumento en la exportación de pieles de animales salvajes, principalmente venado y jabalí.

A la par del aumento en la exportación de pieles, la re-aparición de las exportaciones netas de ganado a los Estados Unidos en 1926 y 1927 representaron el término de las im-portaciones para el abasto y un renacimiento de las exporta-ciones en los estados fronterizos.43

42 Estadística ganadera de 1926, en Echeverría, op. cit.43 Sterret y Davis, op. cit., pág. 63.

95

Las exportaciones y la revitalización de los negocios ganaderos

Las estadísticas ganaderas de la república demuestran mar-cadamente un crecimiento general en las existencias a lo largo de la década de 1920. En la tabla 8 podemos apreciar el número de cabezas por especie en Nuevo León durante estos años, lo que hace notar un aumento considerable du-rante el periodo.44 Entre 1923 y 1930 hubo incrementos en la existencia de todas las especies de ganado, pero destaca principalmente la especie bovina, cuya cabaña45 se incre-mentó casi seis veces.

Tabla 8. Evolución —en cabezas— de las existencias ganaderas en Nuevo León, 1923 a 1930.

1923 1926 1930

Vacuno 44,204 141,057 300,325

Caballar 22,000 14,945 78,893

Mular 5,386 15,365 18,198

Asnal n.d. 7,757 53,204

Caprino 290,000 887,467 964,079

Lanar 39,355 190,108 214,287

Porcino 31,017 59,425 74,093

Fuente: Elaboración propia. Para 1923, El Porvenir, 14 de febrero de 1924, pág. 3; para 1926, Echeverría, op. cit., y para 1930, Saucedo Montemayor, op. cit.

La importancia de la especie bovina aumentó durante toda esta década, y la tradicional cría de ganado menor en la re-gión fue desplazada paulatinamente. El bovino era una es-pecie más rentable y representaba más utilidades debido a la cantidad de usos y productos que de él se derivaban. En la tabla 9 podemos apreciar que la reducción de 44 Debido a que las estadísticas de 1923 y 1926 son muy deficientes, es necesario recalcar que estos aumentos deben ser considerados con reserva.45 La cabaña es la totalidad del ganado en una hacienda, región o país.

2. Producción, mercados e intervención estatal

96 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

la importancia del ganado menor no es de pequeñas pro- porciones: los porcentajes indican que antes de la Revolución el ganado menor —lanar, caprino y porcino— representaba el 50 por ciento del valor total, en 1926 el 31 por ciento y en 1930 apenas alcanzaba un 18 por ciento. El ganado vacuno, por el contrario, representaba en 1930 el 69 por ciento del total del valor del ganado en la entidad, contra el 42 por ciento que re-presentaba en 1917. La inclusión de las cifras de 1902 es para descartar que la variación de los porcentajes se deba a los efec-tos de la Revolución, y en efecto, el valor en este año asciende a un 40 por ciento, lo que indica que en la década de 1920 tuvo lugar un cambio en la vocación productiva de la entidad que marchó en función del mercado.

Tabla 9. Valor porcentual de cada especie respecto del total en Nuevo León, 1902 a 1930.

1902 1917 1930

Vacuno 40% 42% 69%

Caballar 6% 16% 7%

Mular 4% 8% 4%

Asnal 2% 3% 2%

Lanar 14% 4% 3%

Caprino 35% 23% 13%

Porcino 1% 4% 2%

Fuente: elaboración propia. Para 1902 y 1917, AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1902 y 1917, y para 1930, Saucedo Montemayor, op. cit.

Dicho de otra forma, la recuperación de la industria gana-dera parece haber estado ligada directamente al mercado externo, cuya demanda principal consistía en los productos derivados de la especie bovina. Las sucesivas crisis de gana-do vacuno en el mercado norteamericano aumentaron los precios de la carne en el vecino país, y por lo tanto, volvieron

97

más atractiva la exportación de ganado desde México. Según una nota de 1928, se esperaba que la escasez de ganado en los Estados Unidos mantuviera los precios de este producto en niveles altos por lo menos hasta 1930, ya que “dicha cares-tía no se puede convertir en abundancia en uno o dos años, como sucede con la mayoría de los productos agrícolas”, y los niveles de consumo no descendieron de tal forma que la disminución en la demanda redujera los precios. El alza en los precios por el ganado introducido en Estados Unidos influyó directamente en los precios del ganado mexicano, pero principalmente en el de los estados norteños, quienes eran los que más exportaban este producto a dicho país. Esta influencia se debía —según se explicaba en una nota— a que cuando el ganado escaseaba en el país del norte, su demanda aumentaba en México. El ganado que llegaba de México a los Estados Unidos se conservaba durante algún tiempo en terrenos de pasto natural o artificial para que ob-tuviera una alimentación especial, y después era reexpedido a los mataderos y rastros de Indiana e Illinois.46 Este sistema de producción parece haber sido el más común en la ganade-ría norteña y tenía amplias ventajas para los negociantes de Estados Unidos, ya que trasladaban a los ganaderos mexica-nos la responsabilidad de la cría, que es la fase donde se ex- perimentan mayores pérdidas, pero de la misma forma, los ganaderos norteños se veían favorecidos al dar salida a los excedentes que no podían ser alimentados en periodos de sequía.47

De esta forma, el mercado de la carne en Estados Unidos era una larga cadena productora que incluía en el último de sus eslabones al exportador de ganado mexicano, que por lo mismo resentía cualquier cambio en la demanda o en las tarifas arancelarias. Así queda claro que los ganade-ros norteños fueron los más beneficiados por la prosperidad del mercado norteamericano, lo que llevó la recuperación de 46 El Porvenir, 18 de junio de 1928, pág. 3.47 Echeverría, op. cit., pág. 118.

2. Producción, mercados e intervención estatal

98 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

sus negocios de la mano del sector exportador; además, la mejora genética de sus especies fue uno de los factores que contribuyó a atender mejor esta demanda. Se informaba, por ejemplo, que “el número de cabezas de ganado fino que se ha traído a Nuevo León asegura el florecimiento en este ramo, debiendo agregar que en su mayoría se trata de ganado vacuno y perfectamente registrado en los Estados Unidos”.48 En 1928, dentro de la prosperidad de las exportaciones, era ya “muy crecido el número de cabezas de ganado que se ha-bía exportado, en su mayoría de cría fina”. Uno de los muni-cipios donde la prosperidad de la ganadería era más intensa era Lampazos, pues “se calcula que el número de animales pasa de ochenta mil”, y que la última operación de compra y venta concertada era de treinta mil. Otro de los municipios que destacaba en este sentido era Linares, de donde había salido bastante ganado, inclusive algunos toros de la raza angus y vacas jersey y hereford. Los ganaderos estimaban que si se continuaba con las exportaciones de ganado en las cantidades hechas durante ese año, la ganadería del estado terminaría por consolidarse y aprovechar sus posibilidades de expansión, ya que “en todas partes se cuenta con grandes extensiones de terreno en donde el pasto abunda”.49

Pero la carestía norteamericana y los aumentos en el precio de la carne llegaron a grados tales que hubo intentos de organizar boicots contra el consumo, y se elevaron las medidas proteccionistas por parte del Gobierno estadouni-dense para frenar la importación. En la ilustración 4 pode-mos observar que 1928 fue el año con más exportaciones y a partir de 1929 comenzaron a descender; más aún, en este mismo año tuvo lugar una coyuntura financiera que transformó radicalmente la economía mundial, y con ello una serie de factores modificaron las condiciones donde se desenvolvía la industria ganadera.48 “El desarrollo de la riqueza agrícola es sorprendente en el E. de Nuevo León”, en El Porvenir, 14 de septiembre de 1929, pág. 4.49 “La ganadería mejora en Nuevo León notablemente”, en El Porvenir, 22 de di-ciembre de 1928, pág. 8.

99

Ilustración 4. Exportación de ganado bovino a los Estados Unidos.

Fuente: Secretaría de la Economía Nacional, La industria de la carne: abasto, distribución y consumo, Ciudad de México, Talleres Gráficos de la Nación, 1934, pág. 31.

La gran depresión y La reorientación comerciaL de La actividad ganadera, 1930 a 1935

En general, la década de 1920 había sido para la economía mundial una época de bonanza económica. La relativa es-tabilidad política de México y sus buenas relaciones con Estados Unidos permitieron que el país participara de esa bonanza, al grado que a finales de esta década la producción en ciertas ramas de la economía alcanzó de nuevo los nive-les anteriores a la Revolución, como hemos visto en el caso de la ganadería. Sin embargo, un cambio brusco en las con-diciones del mercado mundial, la Gran Depresión de 1929, acabó con las buenas perspectivas.50 La reducción de pre-cios y la caída del ingreso nacional en Estados Unidos, y 50 Lorenzo Meyer, Historia de la Revolución mexicana, 1928-1934: el conflicto social y los gobiernos del maximato, Ciudad de México, El Colegio de México, 1978, págs. 9-11.

Cabezas Valor

Núm

ero

de c

abez

as

Mil

es d

e pe

sos

250,000

200,000

150,000

100,000

50,000

0

9,0008,0007,0006,0005,0004,0003,0002,0001,0000

19201921

19221923

19241925

19261927

19281929

19301931

2. Producción, mercados e intervención estatal

100 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

por lo tanto de su demanda, afectaron al sector exportador mexicano en forma directa.51

Si volvemos a la ilustración 4 y atendemos la correlación entre los ejes introducidos —número de cabezas y valor en mi-les de pesos—, podemos hacer notar dos cosas: a) si bien el número de cabezas exportadas descendió en 1929, su valor aumentó durante este año y el siguiente, lo que sugiere la entrada de ganado mexicano con rendimientos más altos, sobre todo en 1930, y b) la caída dramática del valor de las ex- portaciones en 1931, pues el valor en este año fue apenas el 22 por ciento del de 1930, mientras que el número de cabe-zas exportadas fue del 70 por ciento respecto al año ante-rior. El número de animales vendidos al exterior continuó su menoscabo en 1932 a un 62.8 por ciento del total de 1930, y su valor se redujo al 22.3 por ciento, lo que acusó un gran descenso de los precios, mucho más acentuado que el del número de cabezas exportadas. Esta coyuntura se debió en parte a la crisis que ya comenzaba en el territorio norteame-ricano, y en parte a las altas tarifas con que los Estados Uni-dos gravaron sus importaciones.52

Dichas tarifas, como lo apreciamos en la tabla 10, grava-ron las exportaciones a tal grado que éstas dejaron de ser viables para los ganaderos. En Nuevo León, muchos de ellos pretendieron pasar numerosas cabezas de ganado mayor antes de que entrara en vigencia la ley de aranceles, pero no todas llegaron a tiempo debido a las condiciones de los caminos, y grandes partidas de este ganado se quedaron del lado mexicano sin posibilidad de ser exportadas. Aun así, se reportó que solamente por la jurisdicción de Colombia pasaron ese día más de mil animales hacia el vecino país.53

51 Leopoldo Solís, Evolución de la economía mexicana, Ciudad de México, El Cole-gio Nacional, 1999, págs. 200-201.52 Secretaría de la Economía Nacional, La industria de la carne: abasto, distribución y consumo, Ciudad de México, Talleres Gráficos de la Nación, 1934, pág. 27.53 El Porvenir, 20 de junio de 1930, pág. 5.

101

Tabla 10. Aranceles norteamericanos de 1930 para productos de México.

Tarifa anterior Tarifa nueva

Ganado vacuno hasta de tres años 1.5 centavos por libra 2.5 centavos por libra

Ganado vacuno mayor de tres años 2 centavos por libra. 3 centavos por libra

Ganado ovino 2 pesos por cabeza 3 pesos por cabeza

Ganado porcino 0.5 centavos por libra 2 centavos por libra

Pieles de res Exento 10% ad valorem

Pieles de venado Exento 10% ad valorem

Fuente: El Porvenir, 21 de agosto de 1930, pág. 1.

El hato regional no solo se había recuperado en cifras, sino que había mejorado su valor zootécnico, pero debido a las disposiciones arancelarias del Gobierno norteamericano se enfrentó al problema de la falta de mercados. Las exporta-ciones prácticamente se habían restringido, lo que aumentó al interior del país la oferta de animales sin un destino co-mercial visible. La demanda local de ganado vacuno para consumo, aunque iba en aumento, no tenía el mismo ritmo de crecimiento debido a que la población sacrificaba una gran cantidad de ganado menor para consumo por su bajo costo.54 De esta forma, ante los obstáculos del mercado nor-teamericano y la incapacidad del mercado local por absorber las existencias ganaderas, una de las soluciones inmediatas por la que optaron los ganaderos norteños para resolver este problema fue reorientar la producción ganadera hacia el principal mercado nacional: la Ciudad de México.

54 Ibíd., 24 de julio de 1930, págs. 5 y 7.

2. Producción, mercados e intervención estatal

102 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El mercado de la Ciudad de México

Hasta 1930, los estados norteños exportaban casi en su tota-lidad el ganado que producían, y gracias a dicha exportación la oferta y la demanda estaban hasta cierto punto equilibra-das. Pero debido a una reducción de ventas al exterior hubo una serie de fenómenos fundamentados en el exceso de la oferta. En primer lugar, la competencia entre los estados del centro y la zona norte causó un descenso en los precios, al punto de no compensar los gastos del ganadero y de los in-termediarios. Durante mucho tiempo el ganado se vendió por debajo del precio de costo. Algunos ganaderos tuvieron que liquidar sus negocios, y los que continuaron lo hicieron en condiciones desfavorables.55

Según la información disponible, el nivel de remesas de ganado en pie movidas a la Ciudad de México por ferrocarril indica una importante presencia de Nuevo León como abas-tecedor de ganado vacuno y caprino en estos años. La capital de la república representó el principal mercado consumidor de carne del país, principalmente de res, y en la ilustración 5 se observa una importante diversificación de proveedores de ganado vacuno en 1931. De los estados del norte, Nuevo León resultó ser el principal abastecedor con un 8 por ciento del total de toneladas —cuatro mil 540 de 58 mil 990—; en cuanto al ganado caprino, del estado se movilizaron el 36 por ciento del total de remesas —dos mil 979 de ocho mil 165—, seguido de Coahuila, con un 26 por ciento —ilustración 6—. Estos dos estados eran los principales productores de gana-do caprino y tenían las ciudades con mayor consumo per cápita —Saltillo, Monterrey y Torreón—, pero el mayor nú-mero de remesas por parte del primero puede deberse a que en Coahuila los niveles de consumo total eran mayores.56

55 Incluso la zona del centro tuvo que disminuir sus precios debido a que el consu-midor regularmente prefería el ganado del norte, Secretaría de la Economía Nacio-nal, op. cit., págs. 12-13 y 21-22.56 De la Peña, op. cit., cuadro 24.

103

Ilustración 5. Toneladas de ganado vacuno transportadas por ferrocarril al D.F. en 1931. Porcentajes calculados por aportación estatal.

Fuente: De la Peña, op. cit. págs. 164-169.

Ilustración 6. Toneladas de ganado caprino transportadas por ferrocarril al D.F. en 1931. Porcentajes calculados por aportación estatal.

Fuente: De la Peña, op. cit.

Nuevo León36%

Coahuila26%

San Luis Potosí21%

Otros estadosen menor

proporción17%

Aguascalientes9%

Jalisco12%

San Luis Potosí13%

Michoacán14%

Chihuahua7%

Nuevo León8% Zacatecas

9%

Otros estadosen menor

proporción28%

2. Producción, mercados e intervención estatal

104 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Para 1935, los niveles de remesas de ganado mayor y menor de Nuevo León al Distrito Federal ya habían disminuido tan-to en términos reales como absolutos, y habían aumentado considerablemente las de otros estados norteños, como Chi-huahua y Sonora. Aunque en ese año las exportaciones hacia Estados Unidos se recuperaron debido a una fuerte sequía, la disminución a la que hemos hecho referencia no puede ser atribuible solamente a este factor, ya que en Monterrey los niveles de consumo interno aumentaron y los índices de recepción de ganado vacuno por ferrocarril disminuye-ron, lo que indica una probabilidad de que buena parte de la producción regional encontrara destino en esta ciudad, cuya población crecía a ritmo acelerado.

El principal punto de remisión de ganado vacuno en Nue-vo León era Linares, con más de mil 169 toneladas en 1935, y cuyo ganado se enviaba a Veracruz, San Luis Potosí, Monte-rrey y la Ciudad de México. Le seguían con más de quinientas toneladas Lampazos, Villaldama y Espinazo, con el Distrito Federal como principal mercado. En cuanto al ganado ovica-prino destacaban Villaldama con mil 79 toneladas, Lampazos con 753, Linares con 448 y Jarita con 253; el principal mercado de todas estas plazas fue de nuevo el Distrito Federal.57

La capital de la república recibió en 1935 el 71 por ciento del total de toneladas de ganado vacuno movidas por ferrocarril en todo el país y el 77 por ciento de ganado ovicaprino. El resto de los mercados importantes —Guadalajara, Monterrey, Tam-pico, Torreón y Veracruz— eran fundamentalmente mercados regionales abastecidos por las zonas rurales cercanas sin nece-sidad de recurrir a las vías férreas,58 por lo que no es posible analizar su consumo mediante las cifras del transporte ferro-carrilero. El mercado que representó la ciudad de Monterrey constituía en promedio el 60 por ciento del consumo de carne en la entidad, lo que le posicionaba como la tercera ciudad consumidora de ganado vacuno en el ámbito nacional.

57 Ibíd., pág. 171-174.58 Ibíd., pág. 169.

105

El mercado de los cueros y pieles: disputas entre ganaderos y peleteros

Como hemos visto, el mercado del cuero y las pieles no era del todo un resultado del bienestar de la industria ganadera, sino uno de sus principales alicientes. En una época donde la demanda externa no absorbía la producción de carne ni de cuero, los precios de estos artículos en el mercado nacional eran sumamente bajos y no representaban buenas utilida-des para los ganaderos, pero sí para los peleteros y fabrican-tes de calzado, que tenían a su disposición materia prima a muy bajo costo. En este sentido, la reactivación del mercado peletero en Estados Unidos en 1933 ocasionó un alza en los precios que enfrentó los intereses de dos grupos al interior del país: los ganaderos y los fabricantes de calzado.

En 1933, un grupo de prominentes fabricantes de calzado del Distrito Federal se reunieron con el secretario de Eco-nomía nacional, Primo Villa Michel, para pedir protección para la industria peletera ante lo que ellos consideraban un acaparamiento de materias primas por parte de los impor-tadores norteamericanos. Estos hechos tuvieron eco en los curtidores y fabricantes de calzado de Monterrey, quienes también emprendieron gestiones para detener la desmedi-da exportación de cuero crudo al extranjero y enviar una solicitud al presidente de la república. Al poco tiempo las demandas de los peleteros ya se habían extendido por todo el país.59

La reactivación de la demanda norteamericana de pieles en ese año había disparado su precio y significó un incen-tivo para la mermada ganadería local, pero a la vez elevó los costos de la materia prima de los fabricantes de calzado. Los ganaderos acusaron a los peleteros de querer obtener las pieles “casi regaladas”, puesto que la venta de este producto llegó a hacerse hasta en 1.50 pesos. Con la baja de precios que había sufrido la carne por el exceso de oferta y la poca

59 El Porvenir, 22 de junio de 1933, págs. 5 y 7, y 23 de junio de 1933, pág. 4.

2. Producción, mercados e intervención estatal

106 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

capacidad de compra, las utilidades de los ganaderos eran raquíticas, pero “ha bastado que salgan de Monterrey los dos primeros carros de cueros para el extranjero y ya los cue-ros han subido alrededor de 10.00 por cada uno”, situación que produjo un alza en la cotización del ganado. Cada cuero —según dicen algunos ganaderos— se vendía desde 1930 entre doce y quince pesos, y gracias al aumento en la coti-zación de pieles pasó a veinticinco pesos. En contraparte, si se hacía válida “la acción antipatriótica de los peleteros de Monterrey” en las condiciones en que se encontraba el mercado en esos momentos, sería “la ruina para los ganade-ros y campesinos”, puesto que “para poder seguir vendiendo a esos precios necesitan seguir sacrificando al campesino y ganadero”, y de acuerdo a esto señala:

Porque es bien sabido que en nuestra región del estado de Nuevo León éste vive más de la cría en pequeña escala del marrano, la cabra y la vaca, que del producto de su labor y que esta pequeña industria es como la alcancía en donde siempre guarda sus ahorros.60

Los peleteros argumentaban que la prohibición de exportar cuero no causaba ningún daño a la industria ganadera. Sus peticiones al Gobierno federal incluían las firmas de miles de trabajadores de esta industria y consideraban que el desa-basto de su materia prima era una cuestión de vida o muerte para la naciente industria curtidora y zapatera nacional. Los principales peleteros de Monterrey opinaban que contrario a lo que pensaban los ganaderos, la restricción en la expor-tación de cuero no perjudicaba a la industria ganadera, sino que la incentivaba porque sus productos continuaban sien-do exportados, pero en artículos manufacturados. La eleva-ción en los precios del cuero por la cual culpaban no a los ganaderos, sino a los especuladores de pieles, amenazaba con volver el negocio incosteable e incapaz de competir con los fabricantes extranjeros. 60 Ibíd., 4 julio de 1933, pág. 5.

107

La industria del calzado en México había progresado en los últimos años debido al bajo costo de sus materias primas. Por otro lado, el desequilibrio de la moneda mexicana frente al dólar y los bajos costos de la mano de obra permitían que esta industria tuviera un movimiento exportador de regular cuantía en cuanto a calzado y pieles curtidas. De esta forma, argumentaban los peleteros que se:

Dejaba un enorme rendimiento a favor de la economía na-cional, ya que en vez de exportar diez mil pesos de cueros crudos se exportaban cien mil de artículos elaborados, be-neficiándose no solo un grupo, sino varios, pues las fábri-cas de calzado necesitaban operarios, pieles curtidas y otros muchos elementos producidos por nosotros mismos.61

La lógica del argumento, en un contexto de campaña nacio-nalista, era que la mayor derrama económica en los mercados locales provocaría un mayor consumo de calzado, cuero, carne y demás productos de origen animal, y haría que aumentara el valor del ganado y se beneficiaran los ganaderos.

El conflicto entre los peleteros de Monterrey representa-dos por el Centro Industrial y Mercantil de Pieles y Calza-do de Monterrey, y su presidente, Heriberto Montemayor, contra los ganaderos apoyados por la Cámara Agrícola y Ga-nadera de Nuevo León presidida por Joel Rocha, llevó a lar-gas y agitadas discusiones en torno a la conveniencia sobre exportar materia prima o productos manufacturados.62 Am-bos argumentaron defender los intereses de una mayoría frente a los de una minoría, y ambos intentaron demostrar con cifras la conveniencia de sus negocios para la economía mexicana. Finalmente, el secretario de Economía, por medio del representante local de dicha secretaría, Miguel Osuna, 61 Ibíd., 26 de junio de 1933, pág. 4.62 La Cámara Agrícola argumentaba, por ejemplo, que el país no consumía ni la mitad de los cueros y pieles producidos en el país, y los peleteros insistían en que habían tenido que importar cueros debido a la insuficiencia de los mismos; ibíd., 30 de junio de 1933, pág. 4, y 1 de julio de 1933.

2. Producción, mercados e intervención estatal

108 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

reunió a los miembros de las directivas de ambas asociacio-nes para llegar a un acuerdo donde los peleteros redujeron sus pretensiones y convinieron en solicitar seis meses de prueba con la tarifa que había regulado esta exportación en los años anteriores, es decir, el impuesto de cinco centavos por kilo en lugar del 20 por ciento ad valorem. Hasta ese momento la tarifa era de 2.5 centavos por kilo de cuero; el peso promedio de un cuero era de 28 kilos, lo que daba un estimado de setenta centavos por cuero. Con la nueva tarifa elevada al doble, el impuesto sería de alrededor 1.40 pesos, cuando un cuero se vendía alrededor de diez pesos.63 De esta forma, la recuperación de la demanda norteamericana vol-vió a poner en marcha el desarrollo de la industria ganadera, primero con la exportación de pieles y luego con la reanuda-ción de las exportaciones para consumo en 1935.

La recuperación de La demanda norteamericana y Las barreras gubernamentaLes, 1935 a 1948

Las exportaciones y la relación binacional

La sequía de 1935 que tuvo lugar en los Estados Unidos hizo que a partir de este año las exportaciones nacionales de ga-nado vacuno tuvieran un nuevo esplendor y alcanzaron las 264 mil 727 cabezas, como apreciamos en la ilustración 7. Esta cifra era superior a las de antes y después de la Revo-lución, solo superada por las exportaciones del periodo de guerra de 1914 que habían alcanzado más de quinientas mil cabezas. Ello marcó una recuperación de las exportaciones, que aunque descendieron en 1936, continuaron su ascenso durante los siguientes años.

63 Ibíd., 2 de julio de 1933, págs. 4 y 8.

109

Ilustración 7. Exportación nacional de ganado bovino a Estados Unidos, 1930 a 1947.

Fuente: Echeverría, op. cit., pág. 120.

Esta variabilidad en la introducción de ganado mexicano a los Estados Unidos alarmó a los ganaderos norteamericanos debido la disminución radical de los precios de sus animales. En 1937, en la reunión anual de la Texas and Southwestern Cattlemen’s Association se acordó enviar una resolución al Departamento de Estado, donde se pedía fijar una cuota se-manal o mensual para las importaciones de ganado mexica-no con el objetivo de prevenir el dumping en sus mercados. Los ganaderos de Washington siguieron las propuestas de los texanos en lo concerniente al ganado importado de Canadá. Debido a que las exportaciones siguieron en aumento, en ene-ro de 1939 el presidente Franklin Roosevelt decidió reducir la cuota de ganado aceptado desde Canadá y México a los Esta-dos Unidos.64

Las restricciones de Roosevelt a las importaciones de ga-nado de México y Canadá no tuvieron el éxito deseado. Éstas consistían en un impuesto de tres centavos por libra al gana-do mexicano que excediera la cuota de sesenta mil cabezas trimestrales, pero los ganaderos mexicanos, temerosos de 64 Machado, op. cit., pág. 60.

Cab

ezas

1930

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400,000

300,000

200,000

100,000

0

2. Producción, mercados e intervención estatal

110 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

las expropiaciones que emprendía el gobierno cardenista, se apresuraron a vender todo el ganado que les fuera posible. De la misma forma, el gobierno del michoacano también había aumentado los impuestos por salida de ganado casi al doble —de 23 a 28 pesos, a 49 por cabeza—, a fin de que el ganado permaneciera en territorio nacional para tratar de contener el aumento de precios —ver ilustración 8— y me-jorar la dieta de los mexicanos, pero este intento tampoco pudo contener la exorbitante salida de semovientes de los estados norteños.65

Ilustración 8. Evolución del índice de precios en valor constante de la car-ne de res para el mercado de abasto de la ciudad de México, 1930 a 1950.

Fuente: Eric Léonard, Una historia de vacas y golondrinas. Ganaderos y campesinos del trópico temporero mexicano, Ciudad de México, FCE, El Colegio de Michoacán, Institut Française de Recherche Scientifique Pour le Devéloppement en Copération, 1995, pág. 123.

En 1941, el gobernador de Nuevo León intentó imponer una cuota extra para todo el ganado vacuno que saliera del esta-do. En mayo de ese año, el Gobierno estatal giró una circu-lar a los presidentes municipales donde argumentaba que si bien la exención de tributación por parte del Gobierno 65 Ídem.

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1950

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local permitía grandes ventajas en las transacciones, éstas muchas veces traían perjuicios a la economía del estado:

Actualmente se extrae de esta entidad gran cantidad de ga-nado ya para el consumo del extranjero, ya para el de otras entidades, y el muy poco que regresa para el del estado llega en condiciones tan gravosas, que encarece aprecia-blemente el mercado de la carne. Esto se debe en concep-to de mi gobierno, principalmente, a las condiciones del mercado en general y a los gravámenes de que son objeto nuestras propias reses, causas ellas que no se reflejan sensi-blemente en el mercado nuevoleonés, sin recibir el estado, en cambio, beneficio alguno de la explotación que fuera se hace con los ganados.66

Por estas consideraciones, el Gobierno estatal decidió gravar la salida de ganado bovino de cualquier edad con una cuota de tres pesos por cada unidad, que deberían ser cobrados cuando ésta saliera del municipio respectivo, y entregarse posteriormente a la oficina de recaudación de rentas del esta-do. El problema expuesto por el gobernador de Nuevo León tuvo dos vertientes: una relacionada con la dieta de una po-blación en aumento que demandaba carne a precios más accesibles, y otra estrechamente ligada a la hacienda pública estatal, que demandaba recursos que debían ser extraídos de las actividades productivas más rentables para destinarse a mejoras materiales. Así, parece plantearse de nuevo la dico-tomía en torno al mercado externo e interno de la ganadería: uno establecido en función de sus altas utilidades y otro en función del llamado “bienestar social”.

Mientras el Gobierno norteamericano se dedicaba a defender a sus ganaderos y el mexicano buscaba proteger a sus consumidores, se presentó una coyuntura mundial que alteró los planes de ambos gobiernos. El inicio de la 66 AHENL, Agricultura y Ganadería, c. 10, Monterrey, 24 de mayo 1941, circular 15-41.

2. Producción, mercados e intervención estatal

112 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Segunda Guerra Mundial significó un aumento importante en la producción de ganado en los Estados Unidos hasta el punto donde ésta alcanzó su límite de su producción. Por ello, a finales de 1942, México y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo por reducir los impuestos de importación para incrementar la participación del ganado mexicano en el mer-cado norteamericano. Este tratado no tomó en cuenta las ne-cesidades del mercado interno, por lo que un aumento en la demanda de carne en México obligó al gobierno de Manuel Ávila Camacho a declarar en junio de 1943 —en retroacción del acuerdo suscrito en enero de ese mismo año— que no más de quinientas mil cabezas de ganado podrían ser expor-tadas a los Estados Unidos.67

La crisis que ocasionó en 1946 el cierre de la frontera para exportación de ganado debido a la epidemia de fiebre aftosa en México también modificó la dinámica mercantil del país e hizo perder numerosos recursos y cabezas de ganado. El cierre de fronteras impedía la exportación de ganado en pie, así como productos frescos, refrigerados y congelados, por lo que una de las soluciones adoptadas por los ganaderos y los gobiernos fue impulsar la industrialización de la carne para exportar el producto enlatado. El establecimiento de plantas empacadoras fue una solución para que los ganade-ros norteños aprovecharan el ganado muerto por sequías, y la aparición de la fiebre aftosa terminó por acelerar este proceso al establecer empacadoras bajo el régimen de es-tablecimientos de tipo inspección federal —T.I.F.—, con el apoyo de la Nacional Financiera.68

Las empacadoras t.i.f. se establecieron a partir de 1947 en los estados de Tamaulipas, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Estado de México, Durango, Nuevo León y Baja California. En Monterrey se estableció la Empacadora Treviño —T.I.F. 67 Machado, op. cit., pág. 61.68 Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural Pesca y Alimentación, “La industria de la carne en México bajo el tipo inspección federal (TIF). De la memoria de Jose Luis Baez Sandoval”, recuperado el 12 de diciembre del 2011, disponible en: http://www.senasica.gob.mx/?id=2354

113

núm. 15— en abril de 1947, con una capacidad de enlatar 30 mil latas diarias de 794 gramos para su venta en México y Estados Unidos;69 la producción ganadera del estado no parecía ser suficiente para abastecer a esta empresa debido a que gran parte de la materia prima de su producción era ab-sorbida localmente tanto por otras empacadoras como por la ciudadanía regiomontana.

La ciudad de Monterrey como receptora del ganado regional

La importancia de la ciudad de Monterrey como receptora del ganado regional cobró importancia conforme su población creció vertiginosamente en la década de 1930 y 1940. Durante el quinquenio de 1938 a 1942, de la cuota de exportación es-tablecida de quinientas mil cabezas, Nuevo León apenas ex-portaba anualmente una cantidad de siete mil cabezas anua-les —1.4 por ciento—, mientras que el estado de Chihuahua cubría prácticamente la mitad de la cuota asignada a estas exportaciones. La baja participación de Nuevo León en las exportaciones se debía al reducido inventario estatal, condi-ción determinada por sus límites geográficos que no poseen la extensión de otras entidades; de hecho, este punto no sería relevante si se estudiara una región productora sin obedecer sus límites políticos, pero resulta fundamental en este punto, ya que el crecimiento de una ciudad como Monterrey provocó que los gobiernos estatales intentaran dirigir una buena parte de la producción ganadera a este mercado y no al extranjero.

Conforme la ciudad de Monterrey aceleró su ritmo de crecimiento, la ganadería estatal comenzó a dirigir gran par-te de su producción a esta capital. Como podemos apreciar en la ilustración 9, para esta época el grueso de la población vacuna estatal parece ser de tipo extensivo con enfoque al mercado de la carne. Según el censo de 1940, de un total de casi cuatrocientas mil cabezas de ganado vacuno, más de 255 mil —64 por ciento— se encontraban en predios mayores 69 AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, pág. 15.

2. Producción, mercados e intervención estatal

114 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

de cinco hectáreas, cuyo mercado principal, suponemos, era la industria cárnica, ya que de estos predios solo una décima parte era utilizada en labores agrícolas.70 Si atendemos el criterio regional, más de la mitad de las cabezas en condicio-nes de ganadería extensiva se encontraba en la zona norte del estado, y el resto en las zonas centro y centro-sur.71

Ilustración 9. Número de cabezas de ganado vacuno en Nuevo León en 1940, por tipos de predio y por regiones.

Fuente: Censo Agrícola y Ganadero de 1940, op. cit.

En 1948, el Gobierno de Nuevo León calculaba que un 25 por ciento de la producción estatal estaba dedicada al consumo, de la cual un 57 por ciento era consumido como carne fres-ca en dentro de la entidad y el 43 por ciento restante era destinado a las empacadoras, como podemos apreciar en la ilustración 10. La mayor parte del ganado vacuno sacrificado consistía en vacas viejas y novillos; y una mínima parte eran toros y bueyes.

70 El censo de 1940 hizo una división entre predios mayores y menores de cinco hectáreas, y predios ejidales.71 Aunque no se considera la zona sur en la mayor parte del estudio, se muestra en la ilustración 9 para apreciar que la ganadería no era una actividad primordial.

Mayores de 5 ha Menores de 5 ha Ejidales

300,000

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Ilustración 10. Destino del ganado vacuno sacrificado para consumo y de-talle por tipos. Porcentajes estimados para la década de 1940.

Fuente: AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, pág. 13.

Debido a que en estos años la ganadería nacional aún en-frentaba severos problemas ocasionados por la fiebre aftosa, una de las medidas que tomó el Gobierno federal consistió en prohibir el sacrificio de hembras de ganado vacuno me-nores de ocho años. Dicha prohibición se hizo extensiva a los rastros de mayor consumo en el país, entre los cuales se encontraba el de Monterrey. Esta prohibición, según el go-bernador del estado, afectaría seriamente el abasto de carne de Monterrey, que atendía a una población mayor de 250 mil habitantes. En la exposición de motivos para que Monterrey quedara fuera de esta prohibición se argumentó que:

• El interés de sustituir ganado corriente por fino obligaba a despla-zar a las hembras corrientes.

• La ganadería de Nuevo León se ve afectada seriamente por la sequía de mayo a septiembre y en esta época los ganade-ros se ven urgidos a vender sus hembras por dos razones: porque los pastos no son suficientes para mantener sus crías y porque la hembra de clase corriente es muy débil para aguantar la sequía.

Destino del ganado para consumo Detalle por tipos

Novillos

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Monterrey

Empacadoras Vacas viejas

Toros y bueyes100%90%80%70%60%50%40%30%20%10%

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2. Producción, mercados e intervención estatal

116 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

• Las hembras de calidad inferior se acaban después de dos o tres partos, y por lo tanto, la vida útil de la hembra corriente es inferior a los ocho años.

• Los ganaderos de Nuevo León están de acuerdo en que no se sacrifiquen hembras menores de ocho años para expor-tación, ya que esto haría bajar el stock de productividad de los propios ganaderos, pero consideran que no debe im-pedirse su venta a los rastros.

• La Comisión de Lucha contra la Fiebre Aftosa ha estado haciendo grandes compras de novillos en la parte norte del país, y además, la Empacadora de Tampico absorberá gran parte del ganado mayor de ocho años. Esto provocaría escasez y encarecimiento en el ganado disponible para el abasto de la ciudad.72

Aunque al parecer la solicitud del gobernador no fue aten-dida, esta exposición de motivos da una idea certera de que el abasto de productos pecuarios para una ciudad en constante crecimiento se volvía un punto fundamental de la producción ganadera. Al igual que la carne, la demanda de leche fue un catalizador importante de dicha producción, que transformó su actividad productiva para atender a la demanda.

En el censo agropecuario de 1940 —ilustración 11— nota-mos que si bien predominaba en número la ganadería exten-siva, el ganado que se encontraba en los predios menores de cinco hectáreas era responsable del 40 por ciento del valor total del ganado vacuno. Del total de este ganado, una cuarta parte era dedicada a labores agrícolas, y es bastante factible suponer que el resto se trataba de ganado estabulado debido a su alto valor. Esto revela el otro mercado gestado a lo largo de este periodo, el de los productos lácteos —principalmente leche— directamente ligado al crecimiento poblacional de la ciudad de Monterrey.

72 AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 12, Monterrey, N.L., 16 de agosto de 1949, carta del gobernador de Nuevo León a Nazario Ortiz Garza, secretario de Agricultura y Ganadería.

117

Ilustración 11. Valor del ganado vacuno en Nuevo León en 1940, expre-sado por tipo de predio y región.

Fuente: Censo Agrícola y Ganadero de 1940, op. cit.

Como podemos observar, la zona que concentraba el mayor valor en cuanto al ganado vacuno estabulado era la zona cen-tro, es decir, Monterrey y sus alrededores. Contrario a lo que sucedía con la ganadería extensiva —según el modelo de Von Tünen—, la cual tiende a alejarse de los centros urbanos conforme crece su demanda, las características perecederas de la leche provocaban que las zonas de abastecimiento se localizaran en las proximidades del lugar que concentraba la demanda, sobre todo cuando había un escaso desarrollo tec-nológico en materia de conservación del producto. Por ello, durante la década de 1940 se consolidó una cuenca lechera establecida en lo que hoy se conoce como área metropolita-na de Monterrey.

En la ilustración 12 podemos observar el número de cabe-zas de ganado en Monterrey y el área metropolitana en 1940 y 1950. En éste último año, el 45 por ciento del ganado vacu-no encontrado en estos municipios era considerado como ganado fino, y representaba el 70 por ciento del valor total, por lo que consideramos que al tratarse de una zona predo-minantemente urbana debía ser en su mayor parte ganado

Mayores de 5 ha Menores de 5 ha Ejidales

10,0009,0008,0007,0006,0005,0004,0003,0002,0001,000

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Sur

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2. Producción, mercados e intervención estatal

118 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

lechero. En la distribución de ese ganado por municipios se observa que en la década de 1940 destacaron principalmente los municipios de San Nicolás y Apodaca, que sumaron casi quince mil cabezas entre ambos. El municipio de Monterrey no reportó ningún crecimiento en esta década y al contrario, redujo mínimamente el número de cabezas. Esto evidencia que ante la expansión urbana, la ciudad había alcanzado su límite de producción lechera, y por lo tanto, los municipios aledaños tuvieron que entrar a la producción de lácteos.

Ilustración 12. Ganado vacuno existente en Monterrey y su área metro-politana, 1940 y 1950.

Fuente: Censo Agrícola y Ganadero de 1940, op. cit.

Los incrementos en la demanda interna y externa, así como la adopción de nuevas dinámicas productivas en función de estos mercados, estuvieron determinados en gran parte por los nuevos marcos institucionales que implantó el Estado mexicano apoyado por las autoridades locales. Particular-mente a partir de 1934, el desarrollo ganadero estuvo ligado estrechamente a políticas impulsadas desde el Estado, como la mejora genética de las especies, el acceso al crédito, las inspecciones sanitarias, las exposiciones ganaderas y la pro-tección los a ganaderos de todos los rangos. La intervención del Estado en este sentido fue clave para responder a las necesidades que imponía la dinámica del mercado

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119

La institucionaLización de La ganadería y eL impuLso modernizador deL estado, 1934 a 1940

Contrario a lo que tradicionalmente se ha escrito sobre la época de Cárdenas, durante su gobierno tuvo lugar una recu-peración general de la economía mexicana.73 La ganadería, aunque estuvo sujeta al temor irrestricto de la expropiación de tierras, consolidó con el gobierno cardenista un plan de desarrollo ganadero que impulsó en muchos sentidos esta industria.

Gran parte de ese plan tuvo sus bases en el texto oficial del Plan sexenal de 1934 y posteriormente en el de 1939, donde se estableció que “el Gobierno debía de fomentar la selección conveniente y la mayor reproducción de las espe-cies animales que fueran útiles a la agricultura y al hombre”. Para esto debía emprenderse una serie de acciones orienta-das principalmente a establecer criaderos de ganados:

Destinados a proveer a los centros de explotación agrope-cuaria de los sementales necesarios para el mejoramiento de los ganados, procurando atender las demandas de los eji-datarios que respondan al cumplimiento de los postulados y programas de trabajo y de organización.74

A pesar de lo que pueda reflejar el texto anterior, el plan cardenista llevado a cabo para la ganadería no parecía opo-ner los intereses de los ejidatarios contra los del capital pri-vado. Dicho plan establecía que a las personas y empresas privadas que implantaran o mejoraran explotaciones agro-pecuarias se les otorgarían toda clase de facilidades para que “el desarrollo de sus trabajos se lleve a cabo dentro del ré-gimen de seguridad legal, preciso y definido, en bien de la economía agropecuaria del país”.

73 Medina Peña, op. cit., pág. 117.74 Primer y segundo planes sexenales, en Saucedo Montemayor, op. cit., págs. 111-123.

2. Producción, mercados e intervención estatal

120 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tanto este plan como el de 1939 se organizaron en torno a cuatro factores fundamentales que veremos a continuación: la organización de los ganaderos y el acceso al crédito, la impor-tación y distribución de ganado fino, las convenciones y exposi-ciones periódicas, y la inspección sanitaria de los animales.

Las leyes de asociaciones ganaderas

Dentro del nuevo marco institucional que propició el Plan Sexenal de 1934, la organización de los actores involucrados en el proceso resultó fundamental para coordinar las accio-nes y alcanzar las metas propuestas dentro de un margen de acción dado.75

La Ley de asociaciones ganaderas fue publicada en el Dia-rio Oficial de la Federación el 12 de mayo de 1936; tuvo el propósito de agrupar a los ganaderos en asociaciones que propugnaran por el mejoramiento de la ganadería de la re-pública y por la protección de los intereses económicos de sus asociados. Entre las finalidades de estas asociaciones habían puntos relativos a la organización de la producción ganadera: implantación de métodos científicos, mejor distri-bución de sus productos, estandarización y transformación de productos pecuarios. Por otro lado, se gestionó mediante las asociaciones ganaderas la concesión de crédito para los miembros, se propuso la creación de sociedades cooperativas, se representaron los intereses comunes de los asociados y se defendieron sus intereses ante toda clase de autoridades.76

La ley estableció que los ganaderos debían organizarse en asociaciones locales, regionales y nacionales. Las asocia-ciones ganaderas locales debían integrarse por lo menos con diez ganaderos criadores de cualquier especie, y las uniones ganaderas regionales organizarían la formación de tres o 75 Según North, op. cit., pág. 361, las instituciones aportan las reglas del juego y las organizaciones actúan como equipos de jugadores. La organización se vuelve así un grupo de individuos que comparten un objetivo común perteneciente a un conjunto de oportunidades definidas por las mismas instituciones.76 Ley de asociaciones ganaderas, 30 de diciembre de 1935, artículos 1-2.

121

más asociaciones locales. Dichas uniones regionales desig-narían a su vez delegados para constituir la Confederación Nacional Ganadera.77

El reglamento de dicha ley fue publicado el 14 de abril de 1938, y en él se estableció que el funcionamiento de las aso-ciaciones ganaderas se consideraba de interés público. Por otra parte, en 1937 se dictó en Nuevo León una nueva ley ganadera en la cual se estableció un sistema similar, cuya finalidad era crear en los municipios las “juntas ganaderas”, y en la capital del estado una junta central de ganaderos. Estas asociaciones fueron promovidas para su integración en 1939; la primera junta central se formó el 12 de diciembre de 1940, organizada por el ya mencionado Joel Rocha. Las juntas ganaderas municipales sentaron las bases para for-mar las asociaciones ganaderas locales que integrarían parte de la Unión Ganadera Regional de Nuevo León —UGRNL—, cuya inauguración oficial tuvo lugar en 1944 bajo la presi-dencia de Salomé Botello.

Para fortalecer a la UGRNL como un agente de cambio para la ganadería local, el gobierno de De la Garza acordó como subsidio entregar a dicha unión los impuestos obtenidos por las operaciones de compra y venta relativas al ganado vacu-no realizadas en el estado. La ley de ingresos estableció que por cada cabeza de ganado vacuno vendida y perteneciente a ganaderos no organizados se cobraría un impuesto de cin-co pesos, mientras que los agremiados a la URGNL pagarían 3.50 pesos;78 dicha medida se estableció para incentivar a los ganaderos a pertenecer a este grupo. Lo recaudado entre los años de 1945 a 1948 ascendió casi a medio millón de pesos.

Más aún, a principios de mayo de 1949, preocupado por asegurar que las exposiciones agrícolas y ganaderas se lleva-ran a cabo anualmente, el gobernador decidió entregar por decreto a la UGRNL la Exposición Agrícola y Ganadera con el

77 Ibíd., artículos 3-7.78 AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”. Ley de ingresos del estado de Nuevo León, 1948.

2. Producción, mercados e intervención estatal

122 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

predio de sus edificios y anexos,79 donde permanece hasta la actualidad.

Una de las principales funciones de la UGRNL fue hacer llegar los largamente demandados créditos para los ganade-ros. El crédito ganadero fue organizado en Nuevo León con el auxilio del Gobierno estatal y el federal, y se administró mediante el Banco Ganadero e Industrial. En 1948, 160 gana-deros de 31 municipios habían recibido este tipo de auxilio; se habían prestado más de un millón de pesos a plazos de entre seis y doce meses, y con los mismos intereses comer-ciales que aplicaban los bancos según las tarifas acordadas por una comisión bancaria. El municipio que recibió el ma-yor número de créditos fue Monterrey, con 26, y si se toman en cuenta los municipios de su área metropolitana éstos as-cienden a 61 créditos. Esto indica que muy probablemente dichos créditos sirvieron para financiar la producción leche-ra demandada por la capital del estado, lo que demuestra lo mencionado anteriormente, que una de las preocupaciones de los gobiernos locales fue orientar la producción ganadera hacia el consumo de Monterrey; de igual forma, en el norte del estado, donde se criaba el ganado para la carne, también fueron repartidos numerosos créditos, principalmente en los municipios de Los Ramones, Salinas Victoria y China.

Con los ingresos obtenidos por el impuesto a la ganadería, la UGRNL financió además otra serie de programas para beneficio de la industria ganadera. Entre algunas de las ac-ciones emprendidas se encontraba la compra de sementales, los gastos de las exposiciones, la construcción de baños garra-paticidas y el combate a las plagas y epizootias.

79 De la Garza, op. cit., pág. 17.

123

Importación y distribución de ganado fino

La importación de ganado genéticamente mejorado para la sustitución del ganado criollo fue un proceso largo que de-mandaba tiempo, y sobre todo, recursos. Había comenzado por lo menos a finales del siglo XIX, fue interrumpido por la Revolución, se reactivó a inicios de la década de 1920 y con-tinuó durante las décadas siguientes, aunque no sin compli-caciones. En este sentido, se destaca aquí la labor realizada por el Gobierno estatal y la UGRNL en el periodo de 1940 a 1948, donde se invirtió una fuerte cantidad de recursos para el mejoramiento de la calidad del hato.

En la ilustración 13 podemos observar que en 1940 se in-trodujeron en Nuevo León 25 sementales con alto valor zoo-técnico —cebú, hereford, holandés o jersey—; para 1948 ya se habían introducido 450, y fueron los años de 1944 y 1945 cuando más compras se hicieron. El total de sementales ad-quiridos durante este periodo entre el Gobierno del estado y particulares tuvo un valor de 614 mil 151.89 pesos. El Gobierno había participado con la compra de al menos 146 sementales en dicho periodo, con una inversión de 427 mil 250 pesos.80 Esto equivale a un costo promedio, en números redondos, de tres mil pesos por semental, aunque la variación era alta: la mayor parte de los ejemplares adquiridos eran de tipo cebú, cuyo costo era de alrededor de cinco mil pesos, pero hubo otros, como un ejemplar hereford cedido a Liborio Bortoni, cuyo costo ascendió a los dieciocho mil pesos.

80 AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 4 y 32.

2. Producción, mercados e intervención estatal

124 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Ilustración 13. Introducción de sementales con alto valor zootécnico —cebú, holandés y jersey—. Valores acumulados por cabezas de ganado.

Fuente: AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, pág. 8.

Los sementales adquiridos por el Estado regularmente eran cedidos a aquellos ganaderos que gozaran de propiedades inafectables y que tuvieran las condiciones para reproducir dichos sementales. El costo para los ganaderos consistía en entregar al Gobierno del estado cierto número de crías una vez que el semental se hubiera reproducido, y estas crías a su vez se distribuirían entre ejidatarios y pequeños ganade-ros. En septiembre de 1944, por ejemplo, en el ejido Villa-rreales y Morales, de Salinas Victoria, se hizo entrega de dos sementales, uno cebú y otro hereford adquiridos en la finca inafectable El Terrero y La Agüita, del mismo municipio.81

Este mecanismo de distribución dejó claro que además de buscar la mejora genética de las especies, el Estado tra-tó de conciliar los intereses en conflicto entre propietarios particulares y ejidatarios. La mayor parte de los ejemplares adquiridos fueron de la raza cebú, como ya hemos menciona-do, debido a sus resistentes características ante condiciones 81 Ibíd., fondo: agricultura y ganadería, c. 11, Monterrey, N.L., 26 de septiembre 1944, oficio al gobernador del estado.

Cabezas de ganado

1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948

500450400350300250150100

500

125

climatológicas desfavorables. En 1944, el Gobierno del estado adquirió sementales de este tipo procedentes de ganaderías estadounidenses, y fueron entregados a algunos de los gana-deros más prominentes de la entidad. Por citar un ejemplo, el contrato con Pedro Lecea celebrado el 1 de diciembre de 1944 establecía la entrega de uno de estos sementales para su ran-cho Golondrinas, en Lampazos, y el costo de la transacción se fijó en treinta crías hijas del semental y de vacas de la misma raza que tuvieran por lo menos media sangre de raza. Quin-ce de ellas deberían entregarse en octubre de 1946 y otras 15 en octubre de 1947. Bajo las mismas condiciones fueron en-tregados sementales al ganadero Abel Amaya para su rancho Las Aguilillas, en Villaldama, y a la firma ganadera Lozano y Mendiola para su rancho Uña de Gato, en Salinas Victoria.82

En la tabla 11 podemos observar algunas de las entregas de crías de sementales adquiridos por el Gobierno del esta-do. La información corresponde a dos fechas de entrega en 1944. En ella podemos observar que hay una clara geografía del reparto ubicada en el norte del estado, tanto por parte de los donadores como de los beneficiarios. Destacan en este últi-mo rubro los ejidos de los municipios de Agualeguas, Sabinas Hidalgo y Villaldama, y en cuanto a las fincas de los donado-res, éstas se ubican en los dos últimos municipios, pero prin-cipalmente en Anáhuac y Lampazos. Por otro lado, aunque fueron donadas algunas crías de ganado caballar —tres—, la mayoría de los repartos que aparecen son de la especie bovina —141—, y fueron entregados once machos y 130 hembras.

82 Ibíd., 1 de diciembre de 1944, contratos celebrados entre el gobernador Arturo B. de la Garza y los ganaderos Pedro Lecea, Abel Amaya y la firma Lozano y Men-diola.

2. Producción, mercados e intervención estatal

126 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tabla 11. Beneficiados y donadores de crías de sementales comprados por el Gobierno del estado, 1944.

Beneficiados

FechaEjido

benefi-ciado

MunicipioBovino Equino

H M Raza H M Raza

13 de abril de 1944

Larral-deña

Sabinas Hidalgo 10

Mestiza durham-

cebú 1 – Criollo

Sombre-retillo

Sabinas Hidalgo. 5 –

Mestiza-hereford – – –

– – 5 –Mestiza-

cebú 1 –Mesti-za-país

Nogal y Cienegui-

tasAguale-

guas 10Mestiza-hereford 1 – Criollo

Los Garzas

Aguale-guas 10 Criollo – – –

24 de no-viem-bre de 1944

Busta-mante

Busta-mante 17 2 Mestiza – – –

Santa Fe Villaldama 17 1 Mestiza – – –

El Potrero Villaldama 17 1 Mestiza – – –

Las Enra-madas

Sabinas Hidalgo 17 2 Mestiza – – –

San Pe-dro de la Piedra

Sabinas Hidalgo 17 2 Mestiza – – –

Larralde-ña

Sabinas Hidalgo 5 1 Mestiza – – –

El Nogal y Cienegui-

tasAguale-

guas – 1 Mestiza – – –

Los Garzas

Aguale-guas – 1 Mestiza – – –

Remates Monterrey – – – – – –

127

DonadoresFecha Finca Proveedor Municipio Propietario

13 de abril de 1944

Las JarasGuadalupe Mo-

rales Garza

Vallecillo y Sabinas Hidalgo

Guadalupe Morales Garza

Palo Caído Luis González VallecilloFca. G. de González

El Cuervo Luis González Vallecillo Luis González

San Mar-tín

Felipe Mon-temayor

Sabinas Hidalgo

Felipe Mon-temayor

Los Pas-cualitos

Jesús María González

Sabinas Hidalgo

Jesús María González

24 de no-viem-bre de 1944

La Con-cha

Ricardo Mo-rales Anáhuac

Ricardo Morales

Cuevas Pintas Erasmo Flores Anáhuac

Erasmo Flores

San JoséFca. G. de

Flores AnáhuacFca. G. de Flores

El PericoEspectación

Peña AnáhuacAmalia G. de

Peña

Rancho Nuevo

Eduardo Longo-ria Anáhuac

Eduardo Longoria

La Rosita José Longoria AnáhuacChelpy J. Longoria

El Porve-nir

Enrique Reséndiz Anáhuac

Enrique Reséndiz

El Te-paiste y

AltoEnrique Reséndiz Anáhuac

R.V. y viuda de H.

Cuevas y Jaritas

Enrique Reséndiz Anáhuac

Epitacio Reséndiz

Doña Lola Juan Rendón Lampazos

Juan Rendón y Soc.

La Tinaja Matías Muraipa Lampazos Matías Muraipa

El Imán E. Domínguez LampazosE. Domínguez e

Hijos

Fuente: elaboración propia según datos de AHENL, agricultura y ganadería, c. 11.

2. Producción, mercados e intervención estatal

128 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Si atendemos al criterio de la raza, observamos que salvo una cría de ganado criollo el resto son mestizos; las crías de ganado pertenecían a las razas durham, hereford y cebú, y aunque en algunos repartos no especificaba la raza, es pro-bable que la mayoría sea alguna cruza de esta última especie por ser los sementales adquiridos en mayor número, como ya mencionamos.

Por otro lado, un lugar importante donde los ganaderos podían exponer sus sementales y realizar transacciones eran las exposiciones ganaderas, convertidas en verdaderas ferias de intercambio.

Convenciones y exposiciones ganaderas

Aunque a inicios de la década de 1920 se llevaron a cabo esporádicas exposiciones,83 fue hasta 1928 cuando el presi-dente Plutarco Elías Calles decretó de utilidad pública la ce-lebración de exposiciones agrícolas y ganaderas en el país, y facultó a la Secretaría de Agricultura y Fomento para su organización. Las exposiciones nacionales celebradas entre 1928 y 1944 tuvieron lugar en los terrenos de San Jacinto, en el Distrito Federal, donde se construyeron para tal fin edifi-cios, pabellones y locales permanentes. Entre 1924 y 1946 se llevaron a cabo 21 exposiciones nacionales de agricultura y ganadería, pero en el bienio de 1945 a 1946 la secretaría donó los terrenos de San Jacinto a la Secretaría de Educación Pú-blica, y por ello estos certámenes de carácter nacional tuvie-ron su sede en la ciudad de Monterrey.

83 Las exposiciones ganaderas se realizaban en México desde finales del siglo XIX. Para 1909 se habían celebrado dieciséis de ellas, y en el marco del Centenario de la In-dependencia se llevó a cabo una exposición agrícola y ganadera por parte de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, evento al que asistió el presidente Porfirio Díaz y su gabinete; Saucedo Montemayor, op. cit., págs. 40-58.

129

El gobierno de De la Garza tuvo especial empeño en fo-mentar el desarrollo ganadero regional; como una de sus medidas, en noviembre de 1944 se había llevado a cabo la Primera exposición regional de Monterrey en el Parque Cuauhtémoc. El éxito alcanzado en esta exposición, en la que se invirtió una suma de 36 mil 544.22 pesos, llevó al Go-bierno del estado a solicitar a la Secretaría de Agricultura y Fomento y al propio presidente Ávila Camacho que se verificara en Monterrey la Exposición Nacional Agrícola y Ganadera, en vista de que los terrenos de San Jacinto habían sido cedidos.

Arturo B. de la Garza dando lectura a su informe de gobierno, 1946

2. Producción, mercados e intervención estatal

130 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los terrenos del Parque Cuauhtémoc no eran suficientes para albergar una exposición nacional, por lo que el Go-bierno adquirió un terreno en el municipio de Guadalupe —a diez kilómetros de Monterrey— para levantar ahí los pabellones. El Gobierno invirtió además en infraestructura para la exposición, con lo que erogó en total —terreno y construcciones— una suma de 441 mil 885.18 pesos, de los cuales el Gobierno federal aportó cincuenta mil pesos. En la inauguración de la Primera exposición —1945—, el go-bernador De la Garza pronunció un discurso que reflejaba el interés de su Gobierno por fomentar la economía del campo:

Que estos eventos sirvan para despertar el interés de nuestros ganaderos por esta industria. La riqueza del pueblo está en las industrias naturales, pues la industria de la transformación y la vida económica del país deben descansar en la agricultura y la ganadería, ya que la mi-nería, para desgracia nuestra, se ha ido agotando como fuente de riqueza. Nos quedan los recursos naturales que debemos explotar cada vez mejor para hacer de México un país fuerte.

La segunda exposición de este tipo se realizó en noviem-bre de 1946. En esta ocasión se volvió a invertir en infraes-tructura, la cual tuvo que ampliarse, así como en la adqui-sición de más terrenos para ampliar el área de exposición, por lo que se invirtieron en esta ocasión 135 mil 722.48 pesos, de los cuales el Gobierno federal aportó veinticinco mil. En resumen, en los tres eventos se erogó una suma de 614 mil 151.89 pesos, una cantidad similar a la invertida por el Gobier-no del estado y los particulares para la adquisición de semen-tales. Este tipo de transacciones eran las más atractivas para el evento. En la primera exposición nacional el monto total de operaciones de compra y venta ascendió a un millón de pesos, y en la segunda al millón y medio.

131

Pero el gran movimiento de ganado fino que tuvo lugar en esos años provocó que una transacción —hecha fuera de las exposiciones— provocara una crisis sanitaria que trajo enormes pérdidas para el sector ganadero, y obligó a sus-pender las exposiciones. La epidemia de fiebre aftosa pro-vocada por la importación de ganado cebú desde Brasil fue uno de los retos más fuertes que tuvo que enfrentar el Esta-do mexicano; en general, el control sanitario fue una de las principales situaciones que se debieron controlar. Aunque las epidemias siempre han estado presentes, el norte ofrece particularmente condiciones más saludables que el resto del país —de hecho se le consideraba una zona libre de fiebre aftosa—;84 sin embargo, otro de los principales factores que propiciaban la mortandad de ganado en la zona era la escasez de agua, punto clave para contrarrestar las muertes de ganado.

Contra la mortandad: control sanitario y recursos hídricos

El pacto sanitario de 1928 entre Estados Unidos y Méxi-co había sido violado sistemáticamente durante la década de 1930 y 1940 por ambos países,85 pero ninguna de estas violaciones tuvo consecuencias tan graves como las oca-sionadas por la fiebre aftosa. Aunque la zona norte estuvo exenta de dicha epizootia, otros males, como el carbón sin-tomático —o fiebre carbonosa— sí llegó a causar algunas muertes entre el ganado, principalmente bovino.

En la ilustración 14 podemos apreciar que en 1940 la mor-tandad registrada de ganado vacuno por estas dos enferme-dades rebasó las ochenta mil cabezas. El Gobierno del estado y la UGRNL llevaron a cabo una campaña de profilaxis que trataba de contrarrestar la mortandad provocada por estas enfermedades, que atacaban principalmente al ganado joven. 84 Echeverría, op. cit., pág. 123.85 Machado, op. cit., pág. 67.

2. Producción, mercados e intervención estatal

132 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Según datos proporcionados por un informe de Gobierno, en-tre 1940 y 1948 la mortandad de ganado por enfermedades se redujo sistemáticamente; las muertes por fiebre carbonosa pasaron de 53 mil en 1940 a dos mil 75 en 1948, y las provoca-das por carbón sintomático pasaron de treinta mil a tres mil 750 en el mismo periodo, con lo que el Gobierno calculaba haber economizado 51 mil cabezas de ganado, que valuadas en doscientos pesos cada una daban un total de diez millones doscientos mil pesos. Mediante la colaboración de la Unión Ganadera y el Gobierno del estado se construyeron baños ga-rrapaticidas —habían pasado de ocho en 1940, a 300 en 1948— para atender otra de las plagas que más aquejaban al ganado.

Ilustración 14. Mortandad de ganado bovino, 1940 a 1948.

Fuente: elaboración propia con datos del AHENL, fondo: biblioteca, “Nue-vo León, 5 años de gobierno”, págs. 22 y 24-25.

En total, se estimaba que en 1943 se habían perdido casi cien mil cabezas de ganado bovino. Aunque la mortandad por enfermedades fue a la baja, en 1943 y 1945 sobrevinieron sequías extraordinarias en la región que causaron la pérdida de más de cuarenta mil cabezas por año, lo que puso en peli-gro la economía agropecuaria de la región. Para atender este

Carbón sintomático

Sequía

Fiebre carbonosa

Total

1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948

120,000

100,000

80,000

60,000

40,000

20,000

0

Cab

ezas

133

fenómeno, la UGRNL y los gobiernos estatal y federal habían emprendido un programa para la construcción de presas y abrevaderos, para los cuales se extraía el agua de pozos pro-fundos. En 1948 se celebró un convenio entre el Gobierno del estado y la Secretaría de Recursos Hidráulicos por me-dio del cual se destinaron ochocientos mil pesos en ese año obtenidos de un fondo cooperativo para la construcción de pequeñas presas, abrevaderos y aguajes.

El departamento de Maquinaria agrícola del Gobierno del estado contaba con dos perforadoras que hicieron más de treinta pozos y encontraron “corrientes de agua inagotables”. Una de estas máquinas había sido adquirida en cooperación por el Gobierno y la SRH con un costo de 42 mil pesos, y estuvo dedicada exclusivamente a hacer perforaciones en los ejidos del estado.

El Gobierno había construido presas y abrevaderos por conducto del departamento de Maquinaria agrícola, y dio un subsidio del 20 por ciento del trabajo a agricultores y ga-naderos. Solamente en el año de 1948 se hicieron 59 presas y abrevaderos para ganado vacuno y caprino con la maqui-naria del estado, 48 de los cuales se encontraban en la zona norte —la más árida—, entre los que destaca el municipio de Anáhuac, con 26.

Ganado en la Presa de Herreras, s/f

2. Producción, mercados e intervención estatal

134 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El conjunto de acciones realizadas por las autoridades fe-derales y locales dentro de un nuevo marco institucional contribuyó al desarrollo de la industria ganadera con un én-fasis particular en el mercado interno. Todas estas acciones estuvieron orientadas a una cuestión fundamental relacio-nada con la reactivación de la actividad económica, pero sin desatender las demandas de una población creciente que so-licitaba cada vez más insumos alimenticios, entre los cuales estaban los de origen ganadero.

3. LA INDUSTRIA DE LA CARNE: CONSIDERACIONES EN TORNO AL ABASTO, CONSUMO E INDUSTRIALIZACIÓN DE LA CARNE EN NUEVO LEÓN

La estabilidad política y el crecimiento económico que tu- vieron lugar durante el porfiriato provocaron un dinamis-mo demográfico, y en consecuencia un aumento en la de-manda de productos alimenticios, entre ellos los de origen ganadero. Los centros urbanos se convirtieron en el prin-cipal espacio de donde surgía la demanda, y regularmente eran abastecidos por las zonas productoras cercanas.

El despegue de la actividad ganadera en el norte de Méxi-co durante el porfiriato tuvo como principal mercado a los Estados Unidos, aunque la producción restante se trató de acomodar en el interior del país. El comercio interno era sumamente escaso, sobre todo si tomamos en cuenta que el principal consumidor, la Ciudad de México, era abastecido por la ganadería de la Mesa central. En este sentido, a pesar de que el crecimiento de la demanda en ciudades como la de Monterrey fue importante en términos relativos, aún era mínima en los absolutos. Lo anterior no significa que el con-sumo interno dejó de ser un problema, sobre todo si consi- deramos el factor de los precios y la cantidad de población que podía costearlos.1

En este sentido, para analizar las tendencias del consumo de carne en Nuevo León se utilizaron los registros anuales de sacrificio de ganado en el estado, y en particular los de la ciudad de Monterrey. También se tomaron en cuenta algu-nos datos aislados respecto de los sacrificios mensuales en esta capital. Una breve visión retrospectiva de las cifras de consumo del porfiriato y los años de la Revolución permitirá compararlas con las cifras de la época posevolucionaria pa- ra observar su comportamiento. Es evidente que los datos

1 Para Monterrey puede verse Cerutti, Burguesía y capitalismo..., op. cit., págs. 134-

144.

136 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

presentados en estas fuentes son más confiables en lo que respecta a las zonas urbanas, pero no así en lo referente a la población rural, gran parte de la cual sacrifica ganado para autoconsumo fuera de registro o escrutinio gubernamental. Por todo esto no es posible hablar de cifras de consumo real, sino más bien los sacrificios de animales para consumo públi-co comercial. De cualquier forma, lo que sí revelan estas cifras son las tendencias del consumo de carne.

tendencias deL consumo de carne

El porfiriato y los años de la Revolución

Durante el porfiriato los precios de la carne, principalmente la de res, tuvieron variaciones de importancia. Esto se debió sobre todo a que en ocasiones el sacrificio de los animales no se realizaba en función del mercado de carne, sino de otros mercados, principalmente el de las pieles. Algunas es-timaciones indican que en promedio, el precio en el ámbito rural de una cabeza de ganado bovino para matanza apenas superaba el 60 por ciento del valor de su carne en canal y de su piel —seca y salada— en rastro; la carne representaba un 85 por ciento de este último valor y la piel el 15 restante. Cuando en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX los precios de las pieles aumentaron, representaban un estímulo cada vez más eficaz para la venta de ganado de matanza interna.2

La ciudad de Monterrey, con el 22 por ciento de la po-blación estatal en 1910, consumía alrededor de la mitad de la carne en el estado debido a su creciente población y a su poder adquisitivo. En promedio, durante la primera década del siglo XX cerca del 60 por ciento de la carne consumida era de res, la de ganado caprino representaba el 25 por ciento; y 2 Cossío Silva, op. cit., págs. 140-141.

137

la carne de cerdo y carnero el 15 por ciento restante. Como podemos observar en la ilustración 15, al menos desde 1898 y hasta 1909, el consumo en kilogramos de carne de res en Nuevo León había mantenido un crecimiento constante. Por otro lado, el ganado caprino tuvo altibajos en su tasa de sacrificios durante el mismo periodo, mientras que el consumo de carneros y cerdos se conservó prácticamente estable.

Ilustración 15. Consumo de carne en Nuevo León, 1903 a 1910.

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Go-bierno, Bernardo Reyes, 1903-1907; ibídem, 1907-1911.3

La crisis de 1907 parece haber afectado fuertemente a la economía ganadera local. Aunque tenemos pocos indicios, las mismas cifras de consumo de carne dan cuenta de la depre-ciación del ganado. En este último año, el valor total de la carne consumida fue de dos millones 236 mil 15.35 pesos; a pesar de que la tendencia de consumo aumentó en los años de 1908 y 1909, el valor de la carne descendió 8 y 17 por ciento, respectivamente.3 Para los años de 1907 a 1910 no se dispone de datos en kilogramos, sino en nú-mero de cabezas; para hacer posible la comparación se hizo un cálculo estimado del peso de los animales sacrificados según el peso promedio por especie de los años anteriores.

3. La industria de la carne

1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910

6,000

5,000

4,000

3,000

2,000

1,000

0

Bovino

Ovino

Caprino

Porcino

Ton

elad

as

138 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

En 1910 finalizó el crecimiento sostenido que había tenido lugar durante los últimos años del porfiriato. Los sacrificios para consumo de bovino cayeron casi un 35 por ciento, los de caprino 44 por ciento, y los de carnero y cerdo siguieron la misma tendencia. De igual forma el valor total de la carne descendió casi en un 50 por ciento. En general, los niveles de carne disponible para abasto en 1910 estaban por debajo de los de 1898.4 Las causas más probables para este descenso tan marcado fueron: primero, la grave sequía que tuvo lu-gar en ese año y que afectó al campo mexicano en general, la cual ha sido asociada con el descontento que provocó la Revolución; y como segunda causa estaba el aumento de las exportaciones ocasionadas por la inminencia de esta revuelta armada, como veremos más adelante.

Por otro lado, las fluctuaciones de los precios de la carne indican que durante la primera mitad del porfiriato —entre 1885 y 1897— los precios en Nuevo León tendieron a la baja, contrariamente a lo ocurrido con el promedio de precios en el resto de la república mexicana. Los precios de la carne en Nuevo León descendieron más acentuadamente entre 1895 y 1897, cuando en este último año las exportaciones habían alcanzado su máximo nivel. Al igual que el promedio de la república, en Nuevo León los precios de la carne tendieron al alza entre 1897 y 1908, de la misma forma que lo hizo el consumo.5

Lo anterior sugiere que la exportación de productos pe-cuarios —principalmente cuero y pieles— facilitó el acceso de la población al consumo de carne. Si dejamos de lado las cifras de 1910, podemos observar que la cantidad de carne de res —la de más alto consumo— disponible entre los años de 1898 y 1909 creció a una tasa promedio anual del 3.14 por ciento, mientras que la población total de Nuevo León creció entre 1900 y 1910 a un ritmo anual del 1.13 por ciento. Estos 4 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1885-1889.5 El Colegio de México, Estadísticas económicas del porfiriato: comercio exterior de México, 1877-1911, Ciudad de México, El Colegio de México, 1960, cuadro 19.4.3.

139

datos arrojan un conjunto de interrogantes que exceden los alcances de esta investigación. Baste por lo pronto dejar en claro un alza constante en el consumo de carne durante los últimos años del porfiriato, interrumpida drásticamente en el año de 1910 por las razones ya expuestas, y debido a la baja de su valor desde 1908. En otras palabras, la Revolución mexicana no encontró a la ganadería en un periodo de máxima prosperidad, al menos en lo que respecta a esta región.

El impacto de la Revolución como revuelta armada en el consumo de carne es un fenómeno complejo, pues como hemos visto, el descenso de las cifras de consumo es incluso anterior a los años de conflicto. A la crisis de 1907 y a la se-quía de 1910 podrían añadirse otros factores directamente li-gados con la Revolución que explicarían la disminución del abasto en estos años, pero hasta el momento la información obtenida no permite aventurar tales conclusiones. Por ejem-plo, aunque la Revolución tuvo lugar a finales de 1910, se sabe que en lugares como Chihuahua muchos ganaderos, ad-vertidos de que la revuelta que se avecinaba, se apresuraron a llevar sus existencias de ganado hacia los Estados Unidos desde 1909. Sin embargo, solo hemos encontrado hechos similares para Nuevo León hasta 1913, año sobre el que algu-nos autores coinciden que hubo un verdadero impacto de la Revolución, sobre todo por la alteración de las vías férreas.

En lo que respecta a la ciudad de Monterrey, datos aisla-dos obtenidos respecto al consumo mensual de carne indi-can algunos hechos de trascendencia. En primer lugar, como observamos en la tabla 12, no es notable una drástica caída en el consumo de carne en 1910 en dicha ciudad. Esto parece indicar que el impacto del descenso tuvo lugar en las zonas rurales; aunque en realidad disponemos de pocos datos para hacer esta afirmación, consideramos que es muy probable que debido a la sequía y a las exportaciones los ganaderos hayan remitido sus cabezas de ganado al mercado de carne de la capital del estado antes de que perecieran. En segun-do lugar, se aprecia un periodo identificable de crisis en el

3. La industria de la carne

140 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

abasto de carne a mediados de 1915, cuando tuvo lugar la transición entre los gobiernos villista y constitucionalista,6 aunque ésta parece ser momentánea; en este mismo sentido es probable que en 1913 haya ocurrido un hecho similar. Por último, aunque existieron numerosas dificultades para el consumo de carne durante la década revolucionaria, estos datos parecen indicar que la peor crisis de abasto no sucedió en este periodo, sino hasta el año de 1920, cuando ya se había agotado una gran parte de los rebaños mexicanos. En otras palabras, a pesar de que las principales zonas proveedoras de ganado estuvieran en crisis, la ciudad de Monterrey tuvo la capacidad de mantener, no sin problemas, el funciona-miento de sus redes de abasto.

Tabla 12. Sacrificio mensual de animales en el rastro de Monterrey, de 1908 a 1920.

Fecha Bovino Ovino Caprino Porcino Total Ingresos

Septiembre

1908 1,463 672 6,411 809 9,355

Febrero

1910 1,530 379 7,850 1,086 10,845

Marzo

1910 1,478 850 6,172 816 9,316

Abril 1910 1,504 692 7,030 1,063 10,289 –

Junio 1910 1,600 483 4,930 623 7,636 –

Julio 1910 1,688 564 4,746 443 7,441 –

Septiembre

1910 1,655 429 5,379 521 7,984

Marzo

1911 1432 598 4,316 517 6,863

6 En el capítulo 2 ya hemos hecho notar que en este lapso hubo un periodo de aparente vacío de poder, del cual la Cámara de Comercio se hizo cargo. Una de las comisiones designadas para atender los asuntos públicos fue la encargada del suministro de carne. Sin embargo, debido a que “la clase menesterosa” consume poca carne, dicha comisión no prosiguió en sus intentos.

141

Junio 1911 1,586 513 3,739 435 6,273 –

Noviembre

1911 1,542 313 1,684 675 4,214

Marzo

1915 – – – – 4,743 $5,160.52

Abril 1915 – – – – 4,956 $5,595.75

Mayo 1915 – – – – 2,660 $5,777.42

Junio 1915 – – – – 6,478 $7,195.37

Julio 1915 – – – – – $7,673.57

Febrero

1919 1,120 105 1,977 306 3,508 –

Abril 1919 – – – – 2,310 –

Octubre

1919 – – – – 3,923 –

Julio 1920 – – – – 1,123 $2,413

Fuente: elaboración propia con datos del AHM, fondo: Monterrey con-temporáneo, vol. 101, exp. 1915; ibíd., fondo: actas de cabildo, vol. 999, exps. 1908, 1910, 1911, 1919, 1921. No se localizaron datos para los espa-cios que aparecen en blanco.

En la Ciudad de México, según el estudio de Lopes, algunos estimados del número de sacrificios indican que alrededor de 1920 se sacrificaban diariamente de trescientas a cuatro-cientas cabezas de bovino.7 En el caso de Monterrey, hemos encontrado reportes diarios que indican que a inicios de 1919 se sacrificaban alrededor de cuarenta cabezas de bovi-no, lo que significaría a grandes rasgos una décima parte de los sacrificios en la capital del país. Si ponemos estas cifras en relación con la población, estos datos indican que la dis-ponibilidad de carne de res per cápita era bastante similar en ambas ciudades durante el periodo de mayor escasez.

7 Lopes, “Que se cumplan los sagrados...”, op. cit., pág. 2143.

3. La industria de la carne

142 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Además de una enorme pérdida de vidas, la Revolución mexicana provocó un éxodo del campo a la ciudad debido a las condiciones de inseguridad en las áreas rurales. A pesar de que la población de Nuevo León —y la de muchos esta-dos— disminuyó casi un 8 por ciento entre el periodo de 1910 a 1921, el número de habitantes de su capital creció 12.67 por ciento en esos mismos años. Una de las consecuen-cias de estos movimientos poblacionales se hizo notar en los problemas para abastecer de alimentos a la creciente urbe, que durante la década de 1920 creció casi un 50 por ciento, hecho que sumado a la industrialización de la época inició el despegue demográfico y urbano de los siguientes años. El fenómeno consistente en la despoblación del campo y el crecimiento de la demanda urbana de alimentos encerraban un problema fundamental: el éxodo rural implicaba tam-bién el abandono de los centros productivos que abastecían el consumo de los alimentos principales. La intervención de los gobiernos posrevolucionarios detuvo el abandono del campo y de hecho fomentó, no sin problemas, sus activi-dades productivas. En este fomento la agricultura jugó un papel fundamental, sin embargo, en lo que respecta a los productos de origen ganadero, como la carne y la leche, y la recuperación parece haber sido más bien lenta.

La década de 1920: el periodo de escasez

La comparación de las cifras de consumo de carne del porfiriato con las de la década de 1920, y aún con las de la década revolucionaria son un fuerte indicador de la esca-sa producción ganadera y de las dificultades del abasto de carne durante este periodo. Los primeros años de la década que interesa en el presente apartado fueron quizás los más raquíticos, sobre todo el año de 1920, como ya hemos visto.

143

El abasto de carne enfrentaba serios problemas ante los cuales las autoridades locales tuvieron que tomar medidas urgentes, entre las que destacó la eliminación de algunos co-bros intermedios que encarecían el ganado. Había ciertos fac-tores que estaban fuera de sus manos, como la reactivación del mercado exportador de pieles obstaculizada por los altos aranceles, lo cual daba márgenes de rentabilidad más reduci-dos para el sacrificio de reses.

Otro de los graves problemas era que en realidad había una notable escasez de animales para consumo público. Las altas exportaciones durante el decenio 1910 a 1920 y la co-yuntura revolucionaria redujeron el hato considerablemen-te, por lo que una de las medidas adoptadas para paliar este fenómeno de escasez consistió en la importación de semo-vientes de los Estados Unidos. De hecho, los precios de la carne en Texas habían disminuido dramáticamente como consecuencia de la sobreproducción de ganado y la falta de mercados en el resto del país. Si bien la importación de ga-nado fino y de productos derivados no resultaba del todo extraña debido al escaso desarrollo tecnológico de la indus-tria ganadera mexicana, el hecho de importar ganado para el consumo era algo que estaba fuera de lo común.

En general, la disponibilidad de carne para consumo du-rante toda la década de 1920 fue bastante baja en relación con las cifras del porfiriato, como podemos apreciar en la compa-ración de la tabla 13. El ganado vacuno, principal especie de consumo, mantuvo niveles bajos de sacrificio durante toda la década; el caso del ganado caprino fue un poco más ines-table: las cifras de 1925 a 1926 están muy por debajo de las de 1910 y más aún de las de 1909, pero el consumo aumentó en 1929, cuando hubo menos disponibilidad de ganado vacuno. Por otra parte, el consumo de ganado porcino mostró una recuperación constante, y aunque el ovino también tendió al aumento, su carne continuó siendo la menos consumida por la población.

3. La industria de la carne

144 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tabla 13. Ganado sacrificado para consumo público en Nuevo León, 1909 a 1930. Cifras en cabezas.

1909 1910 1925-1926 1929 1930

Vacuno 34,823 22,688 21,172 19,391 23,042

Ovino 18,164 5,353 2,225 5,739 7,007

Caprino 165,508 93,219 63,069 83,092 66,592

Porcino 25,971 14,035 14,300 17,953 20,111

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Go-bierno, 1907-1910 y 1926. Secretaría de la Economía Nacional, La industria de la carne: abasto, distribución y consumo, Ciudad de México, Talleres Gráficos de la Nación, 1934, apéndice, cuadros IV-VI.

A partir de 1926, la región mostró signos de recuperación y continuó con la actividad exportadora a los Estados Unidos y hacia la Ciudad de México, pero esta recuperación en los mercados no pareció reflejarse de la misma forma en los nive-les de consumo de carne, o al menos no al mismo ritmo de la población de Monterrey. El censo ganadero de 1926 reportó un nivel de producción similar al de 1902, y es bastante pro-bable que las existencias de ganado en 1930 fueran al menos similares al máximo alcanzado antes de la Revolución. La can-tidad de ganado destinado al consumo parece no haber segui-do la misma pauta, ya que a finales de esta década aún había niveles bajos de sacrificio en comparación al año de 1909 y similares al de 1910 —año de crisis—, con el agravante de que entre 1910 y 1930 la población de Monterrey había crecido 70 por ciento, lo que no hace mas que indicar que hubo una baja disponibilidad de carne per cápita.

145

La década de 1930: la recuperación del consumo local

La crisis de 1929 y las medidas proteccionistas de 1930 con-tribuyeron en parte a crear un mercado interno más dinámi-co, ya que ante las restricciones de exportación a los Estados Unidos una gran parte del ganado mexicano se quedó en el país y buscó nuevos mercados, principalmente el de la Ciu-dad de México, cuyo crecimiento acelerado atrajo gran parte de la oferta de ganado vacuno.

Para 1930, el Distrito Federal absorbía el 23.77 por ciento del total de carne de res en canal y en 1935 le correspondió el 25.96 por ciento de un consumo total que superó al de 1930 con 23.3 por ciento. Es decir, que durante el primer quin-quenio de la década de 1930 la disponibilidad de ganado para consumo aumentó considerablemente, con la Ciudad de México como la principal receptora. Los estados con mayor población, como Veracruz, Jalisco, Michoacán y Guanajuato, que casi cuadruplicaban a la del D.F., apenas consumían un 84.4 por ciento del ganado vacuno demandado en la capital.8 Por otro lado, para el total de la república, el consumo de carne de res y de cerdo nunca había llegado a cifras tan ele-vadas como las de 1935, mientras que el consumo general de ganado ovicaprino tendió al descenso. Alrededor de la mitad del ganado consumido se registró en las 25 localidades más importantes de México.

Nuevo León era el decimosexto estado con mayor po-blación y el treceavo consumidor de carne de res. Monterrey estaba entre las cinco localidades con más alto consumo de carne y ya se perfilaba como una de las ciudades más dinámi-cas, lo que hizo aumentar constantemente su demanda ali-menticia en los siguientes años.

Para mediados de la década de 1930 —véase tabla 14—, en términos absolutos, la ciudad de Monterrey era el tercer consumidor de carne de res, después de Guadalajara y la Ciudad de México; también era la quinta consumidora de

8 De la Peña, op. cit., pág. 175.

3. La industria de la carne

146 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

ganado porcino, y junto con Saltillo y Torreón registraba los más altos índices de consumo de ganado caprino después del Distrito Federal. El consumo de ganado lanar tendió a la baja durante un largo periodo; su demanda se mantuvo principalmente en el centro del país, mientras que en el nor-te aún era muy escasa.

Tabla 14. Localidades con más ganado sacrificado para consumo público. Por especies y kilogramos, 1931 a 1935.

1931 1933 1935

Vacuno

Ciudad Kgs. Ciudad Kgs. Ciudad Kgs.

México 26,045,618 México 32,745,696 México 36,208,610

Guada-

lajara 4,829,044

Guada-

lajara 6,765,482

Guada-

lajara 3,840,445

Puebla 1,806,916

Mon-

terrey 2,186,094

Monte-

rrey 2,379,360

Monte-

rrey 1,801,562

Tam-

pico 2,045,914

Tam-

pico 2,313,144

Tam-

pico 1,917,414

Pa-

chuca 1,832,962 Puebla 1,568,597

Porcino

México 10,014,440 México 11,688,477 México 13,621,025

Guada-

lajara 2,019,019

Guada-

lajara 1,817,328

Guada-

lajara 2,186,435

Mérida 1,286,600 Mérida 1,034,420 Mérida 1,141,350

Puebla 923,712 Puebla 814,387 Puebla 927,767

León 553,300

Mon-

terrey 581,175

Mon-

terrey 817,705

147

Cap-

rino

México 936,200 México 1,182,250 México 904,458

Saltillo 439,121

Mon-

terrey 297,329 Saltillo 362,120

Torreón 329,577 Saltillo 261,262

Mon-

terrey 241,232

Mon-

terrey 266,787

To-

rreón 183,118

To-

rreón 160,324

Tam-

pico 159,799 León 104,481

Irapua-

to 144,459

Lanar

México 1,556,938 México 1,293,408 México 1,172,255

Puebla 257,050 Puebla 181,920

Oriza-

ba 121,920

San

Luis

Potosí 93,780

San

Luis

Potosí 65,624 Puebla 78,971

Pa-

chuca 72,025

Guada-

lajara 63,011 Toluca 64,390

Toluca 56,422 Oaxaca 56,870

Du-

rango 57,814

Fuente: De la Peña, Planeación del crédito ganadero, cuadros 26-28.

Para 1930, las tres ciudades más pobladas de la república eran la Ciudad de México con un millón 29 mil 68 habitantes; Guadalajara con 179 mil 556 y Monterrey con 132 mil 577.

Si analizamos los datos de disponibilidad de carne en relación con el número de habitantes, llegaremos a la con-clusión de que los índices de consumo per cápita para la ciudad de Monterrey eran sumamente bajos en relación con las otras dos urbes.

3. La industria de la carne

148 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

En la ilustración 16 podemos observar que en Monterrey la disponibilidad de carne de res por habitante era práctica-mente la mitad de la de un habitante de la Ciudad de México o de Guadalajara, y la de cerdo representaba un tercio; en otras palabras, los habitantes de estas ciudades consumían el doble de carne de res y el triple de carne de cerdo que un regiomontano. Si bien el consumo de ganado caprino en Monterrey era relativamente superior al de las otras dos ciu-dades, en términos absolutos este consumo no representaba un gran porcentaje. Todo esto refuerza la idea de que más de una década después de finalizado el movimiento armado, la cantidad de carne que los regiomontanos consumían era sumamente baja aún.

Ilustración 16. Consumo de carne per cápita en 1931 de las tres ciudades con mayor población. Por especies y en kilogramos.

Fuente: tabla 14 y censo de población de 1930.

Debido a la crisis vivida a inicios de la década de 1930, pro-ducto de la depresión mundial, las barreras arancelarias li-mitaron las exportaciones, lo que creó un exceso de oferta al interior del país que hizo disminuir el precio de la carne. Este fenómeno operó sobre todo en la Ciudad de México, donde había una fuerte competencia entre los ganaderos del norte de México y los del centro. Dicho de otro modo, en este perio-do el consumo general de carne tendió al aumento gracias a la

Vacuno Porcino Caprino Lanar

30

25

20

15

10

5

0

México Guadalajara Monterrey

149

disminución de su precio. Los precios al mayoreo de la carne de res en canal tendieron a la baja y alcanzaron su punto más bajo en 1933, año a partir del cual iniciaron su recupe-ración. En Monterrey tuvo lugar una acusada reducción de precios en 1933 debida a la reactivación del mercado expor-tador de cuero, que permitió vender la carne a precios más accesibles por los altos rendimientos del mismo.

Como podemos apreciar en la ilustración 17, entre 1930 y 1938 puede notarse un incremento constante en el consu-mo de carne de res en Nuevo León, solamente atenuado en 1932.9 En términos generales, el consumo total de carne de todas las especies en el estado subió a más del doble entre 1930 y 1940, lo que causó el crecimiento a un promedio anual del 11.62 por ciento, mientras que la población estatal lo hizo a un 2.96 por ciento. Nuevamente la mayor disponibilidad de carne la constituía el ganado vacuno, y éste presentó tam-bién el mayor crecimiento en términos reales, al pasar de dos mil novecientas a cinco mil setecientas toneladas; el ga-nado caprino pasó de 805 toneladas a dos mil 189; el porcino de 836 a mil 548 y el lanar de 84 a 523.

En 1940, las cifras totales de sacrificio de ganado para consumo llegaron por fin al máximo alcanzado durante el porfiriato, pero el consumo per cápita seguía por debajo de éste. Mientras que en 1910 la disponibilidad de carne per cá-pita de todas las especies señaladas —vacuno, caprino, lanar y porcino— en Nuevo León fue de 26 kilogramos por año, en Monterrey era de 62 por año; en 1940 esta disponibilidad fue de 18 kilogramos para el estado y 29 para la ciudad. A pesar de estos datos, para atenuarlos debemos considerar algunos factores, como los ya mencionados sacrificios clandestinos, el consumo de carne procesada —cuyos animales no siem-pre se sacrificaban en los rastros públicos— y el aumento del consumo de carne de aves.9 En este año, en el rastro de Monterrey se sacrificó un promedio mensual de mil 500 reses, diez mil 500 cabritos, mil 900 carneros y mil 250 cerdos, cifras similares a las del periodo pre revolucionario, pero con las diferencias poblacionales que ya hemos señalado para la ciudad de Monterrey.

3. La industria de la carne

150 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

De todo lo anterior es posible sugerir cambios en los pa-trones de alimentación de la población, ya que la segunda mitad de la década de 1930 y los primeros años de la de 1940 fueron una época especialmente difícil para satisfacer las demandas alimenticias. El llamado “costo de la vida” aumen-taba progresivamente debido al encarecimiento de los pro-ductos básicos, de los cuales la carne no fue la excepción. Una de las causas de este encarecimiento se atribuye a la es-peculación producida por el temor a la expropiación de tie-rras por el régimen cardenista, y por otro, a las políticas que implementaron el salario mínimo, que según los ganaderos encarecían los costos de producción.10 Pero la realidad de los siguientes años indica que mientras los salarios mínimos se mantuvieron estables nominalmente, su poder adquisitivo disminuía durante todo el periodo.

Ilustración 17. Consumo de carne en Nuevo León, 1929 a 1948. En tone-ladas y por especie.

Fuente: elaboración propia. Para los años de 1930 a 1935, De la Peña, op. cit., cuadros 23-25; Secretaría de la Economía Nacional, op. cit., apéndice, cuadros IV-VI. Para 1938 a 1946, AHENL, fondo: biblioteca, “Anuarios esta-dísticos de Nuevo León, I-VII, 1941-1946”. Para 1946 a 1947, AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 16-17. No disponemos de datos para los años de 1936 y 1937.

10 El Porvenir, 4 de octubre de 1936, pág. 7.

1930

1931

1932

1933

1934

1935

1936

1937

1938

1939

1940

1941

1942

1943

1944

1945

1946

1947

1948

8,000

7,000

6,000

4,000

3,000

2,000

1,000

0

Ton

elad

as Bovino

Caprino

Porcino

Lanar

151

Esto se agravó por el hecho de que en este periodo hubo un resurgimiento en las exportaciones hacia Estados Unidos que provocó escasez y subida de precios en los mercados locales, como se expuso en el capítulo anterior. En cuanto a las otras especies para consumo, el caso del ganado porcino es bastante notable debido a su aumento sostenido, lo que quizás se deba a que puede ser criado domésticamente sin necesidad de grandes inversiones; aunque en 1940 los sacri-ficios de este ganado estaba todavía por debajo de los del ga-nado caprino, resulta curioso que en el siguiente quinquenio se mantuvieron por encima de los mismos. Las razones de esto último se deben, según parece, a las grandes cantidades de ganado caprino —se hablaba de cincuenta mil cabezas anuales, arriba de seiscientas toneladas— que fueron remi-tidas a la capital en esos años. La situación cambió de nuevo en 1946, cuando el ganado caprino tuvo un fuerte repunte y el consumo del resto de las especies descendió por lo ex-puesto a continuación.

La década de 1940: el impacto de la epidemia de fiebre aftosa

En 1946 la ganadería sufrió una de las crisis más fuertes después del periodo revolucionario: un brote de fiebre af-tosa. Aunque la epidemia no afectó a los estados del norte —ver ilustración 18—, el impacto de esta crisis sanitaria se presentó de diversas formas. Por un lado, las exportaciones a los Estados Unidos fueron restringidas; esto en teoría cre-aba un aumento de existencias para el consumo local, sin embargo, gran parte del ganado que permaneció en territo-rio mexicano tuvo que ser sacrificado y otro tanto puesto en cuarentena. A diferencia de la coyuntura de 1930, cuando la restricción de exportaciones creó un exceso de oferta, y por lo tanto una reducción de precios y un aumento tendencial del consumo, en esta ocasión la crisis de la industria cárnica

3. La industria de la carne

152 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

concentraba un problema intrínseco que amenazaba las exis-tencias ganaderas.

Ilustración 18. Límite del área limpia de fiebre aftosa.

Fuente: http://www.anetif.org/pages/view/historia/page:3

En 1946 el sacrificio de reses y cerdos para consumo en Nue-vo León alcanzó su nivel más alto. El primero había llegado casi a siete mil toneladas y el segundo superó las tres mil cuatrocientos, pero en 1947 tuvieron una dramática caída del 40 y 47 por ciento, respectivamente. A pesar de los fuertes descensos en el consumo de las especies antes mencionadas, el consumo de carne en números totales de todas las espe-cies solo descendió un 21.20 por ciento. Esto se debió, como se aprecia claramente en la ilustración 17, a un fuerte au-mento en el sacrificio de ganado caprino, que se quintuplicó al pasar de 535 a dos mil 610 toneladas.

Es probable que el descenso en el consumo de ganado porcino se haya debido a la escasez de oferta ante la especu-lación provocada por la fiebre aftosa, puesto que su precio se incrementó en la misma medida en la que descendió su consumo, como se aprecia en la ilustración 19. Pero aunque

153

la fiebre aftosa puede afectar a todas las especies del ganado, el impacto más fuerte se hizo notar en las especies vacu-nas. La explicación del descenso en su número de sacrificios se complica si notamos que sus precios se mantuvieron es-tables, por lo que es complicado afirmar que hubo escasez de ganado bovino, al igual que en el caso del porcino. Las hipótesis que más resultan factibles al respecto son: a) un posible cambio en la actitud de la población hacia el con-sumo, explicable por el temor de que la carne estuviera in-fectada; y b) un aumento en el consumo de carne procesada —en lata—, por considerarse más higiénica, a la vez que el sacrificio de los animales destinados a las procesadoras no siempre entraban en las estadísticas de los rastros, como ya hemos dicho.

Ilustración 19. Evolución del precio de la carne en Nuevo León en pesos, 1940. Promedios anuales por especie, 1940 a 1948.

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 16-17.

El procesamiento de la carne fue la solución más importante implementada frente al problema de la fiebre aftosa. En el siguiente apartado abordaremos brevemente el desarrollo de las industrias procesadoras de carne mediante dos casos representativos de la ciudad de Monterrey; ambos presentan

4

3.5

3

2.5

2

1.5

1

0.5

0

Pes

os

1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948

Vacuno

Caprino

Porcino

Lanar

3. La industria de la carne

154 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

algunas condiciones comunes que facilitan su comparación y los hacen interesantes por sí mismos: a) se presentaron en periodos coyunturales de la industria de la carne, como los años de 1929 y 1947 por las crisis en la venta de carne fresca ya mencionadas; y b) en ambos casos se contó con apoyo por parte del Estado, cuyas políticas de fomento permitieron el desenvolvimiento de estas empresas.

La industriaLización de La carne como una opción de consumo: dos casos en La ciudad de monterrey

El procesamiento de la carne comenzó en México desde finales del siglo XIX con las primeras empacadoras. A prin-cipios del siglo XX, los estadounidenses estaban conven-cidos de que el problema del suministro de carne en el principal mercado de la república, la Ciudad de México, se debía a la ausencia de procesadoras, y consideraban repetir en suelo mexicano la experiencia de su país.11

En 1906, el Gobierno mexicano otorgó autorización a L. H. de Friese para que la Mexican National Packing Company es-tableciera en el país casas de matanza de ganado y de conser-vación de carne. En octubre de ese año se montó la primera en Uruapan para aprovechar las atractivas posibilidades que presentaba el occidente de la zona centro del país. Al mismo tiempo, Friese obtuvo también franquicias para establecer “otra casa análoga” en Monterrey con una inversión mínima de doscientos mil pesos; para esto, el Gobierno de Nuevo León concedió la exención durante diez años de impuestos estatales y municipales a la inversión en edificios y maqui-naria, ya fuera para la empacadora, la fábrica de hielo, la matanza de ganado o cualquiera otra actividad relacionada; 11 Luis Terrazas instaló una procesadora de carne en Chihuahua en 1898 y otra en Torreón en 1901; Lopes, op. cit., págs. 2133-2135.

155

al concesionario también se le otorgaron facultades para emitir bonos u obligaciones con garantía de la concesión. Dicha casa nunca fue establecida por motivos que descono-cemos, y la concesión caducó en 1908.12

La empacadora norteamericana siguió operando en la Ciudad de México con el ganado enviado de Uruapan, pero en 1914 pasó al control del Gobierno y con ello, según Lopes, el proceso de industrialización de carne en la capital de la república fue prácticamente interrumpido.13 En un estudio de la industria de la carne realizado por la Secretaría de Economía Nacional en 1934, se decía que una empresa em-pacadora de carne debía realizar todas las actividades rela-cionadas, desde la adquisición del ganado y demás materias necesarias para la elaboración de sus productos, hasta la dis-tribución de carne fresca, fría y toda clase de carne prepara-da; la misma empresa debería llevar a cabo la matanza de animales; debía también distribuir todos los productos a los mayoristas, a los detallistas y al consumidor, y fabricar tam-bién —si así lo deseaba— salsa de chile y demás conservas, pero simplemente como ramo accesorio. Por tanto, decía el informe, si así era una empresa empacadora de carne, “se llega a la conclusión de que en México no existe ninguna empresa de esta índole”. Pero si no existía en todo el sen-tido del vocablo este tipo de empacadora, sí había algunas empresas dedicadas al ramo de conservas de carne, frutas, legumbres, etcétera, y añadía el informe que las que más destacaban eran la Clemente Jacques y Cía., en el Distrito Federal, y la Compañía Empacadora de Productos Alimenti-cios, instalada en la ciudad de Monterrey.14

12 AHENL, fondo: concesiones, c. 21, exp. 6, y Cossío, op. cit., pág. 148.13 Lopes, op. cit., pág. 2136.14 Secretaría de la Economía Nacional, op. cit., pág. 117.

3. La industria de la carne

156 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, de Ambrosio Guajardo e hijos

El 16 de febrero de 1924 se estableció en Monterrey una so-ciedad colectiva, formada por Ambrosio Guajardo y Ernesto Guajardo —padre e hijo— para llevar a cabo el comercio de abarrotes en general y fundar una empacadora denominada Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, cuya marca principal de productos era la línea Búfalo.15

La empacadora instalada, de pequeña escala, obtuvo del Gobierno federal la patente correspondiente ese mismo año. Los productos de la compañía se consumían en Monterrey y cumplían con todas las normas de salubridad, e incluso habían sido llevados a algunas exposiciones de España por solicitud del Gobierno federal.

Para la elaboración de sus productos, la compañía inició con un pequeño capital de cinco mil pesos, actividad que combinaban con el comercio de abarrotes. Para incremen-tar su inversión, Ambrosio Guajardo y sus hijos decidieron acogerse a las leyes de protección a la industria decretadas por el gobernador Aarón Sáenz en 1927. Con el argumento de que la industria podía ser considerada como “nueva” en el estado, se solicitó en enero de 1929 una exención de impues-tos por veinte años y por el capital de 45 mil pesos para la ampliación de la fábrica empacadora, que debía estar termi-nada a los seis meses en caso de concederse la franquicia.

El capital por invertir en esta planta alcanzaba un monto de cincuenta mil pesos entre la maquinaria, el local, las ma-terias primas y reservas para el giro mercantil —ver tabla 15—. La maquinaria era el elemento más importante y repre-sentaba el 40 por ciento del costo total de la inversión. Las máquinas iban desde embutidoras, prensas y molinos hasta 15 Toda la información para este caso, salvo que se indique lo contrario, fue obte-nida del “Expediente relativo a la concesión otorgada al sr. Ernesto Guajardo sobre reducción de un 75 por ciento en el monto de los impuestos del Estado que debe causar la Planta Empacadora de Productos Alimenticios, situada en el municipio de Monterrey”, en AHENL, fondo: concesiones, c. 37, exp. 8.

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equipos de refrigeración; con ello la compañía pretendía elaborar una amplia variedad de productos, como carnes frías,16 carnes empacadas,17 además de algunas frutas enva-sadas, encurtidos, salsas y vinagres.

Tabla 15. Capital por invertir de la Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, en 1929.

Concepto Monto

Capital por concepto de maquinaria $20,000

Capital para apropiación del local $5,000

Capital para materias primas, envases de vidrio, hojalata,

empaques, etcétera. $10,000

Capital destinado a reservas del giro mercantil $15,000

Total $50,000

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: concesiones, c. 37.

En abril de 1929, el entonces gobernador interino Plutarco Elías Calles jr. aprobó la reducción de un 75 por ciento en el monto de los impuestos que debía causar la compañía du-rante quince años a partir de que iniciara la producción, lo cual debería ocurrir a más tardar el 30 de julio de ese mismo año, ya que la concesión había sido solicitada en enero. Los Guajardo argumentaron que ello era prácticamente impo-sible, debido a que si bien una parte de la maquinaria iba a ser traída desde Estados Unidos, la otra llegaría desde Ale-mania, por lo que los tiempos de traslado e instalación im-posibilitarían esa tarea.

16 Jamones, tocinos, adobados, carne seca de res, chorizo, mortadela, morcilla, pas-tel de hígado, salchichas, salchichón, salchichón de hígado y queso de cerdo. Estos productos no necesariamente se distribuían empacados en la época.17 Chorizo, carne seca de res, asado, menudo, pollo, cabrito, moles, chorizo con fri-joles, jamón endiablado, pastel de hígado, salchichas, morcilla, entre algunos otros productos encurtidos, como patas y cueros de cerdo.

3. La industria de la carne

158 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Por otro lado, la ampliación de la planta requería la construc-ción de un área de degüello propia “fuera de la ciudad, sin perjuicio del vecindario”, para surtirla de materia prima. De-bido a que los productos de la procesadora, en lo referente a productos cárnicos, eran solamente productos elaborados y bajo ningún concepto carnes frescas, la solicitud de la compa-ñía estimaba que los animales sacrificados para la fábrica no debían causar el impuesto al degüello. Pero la concesión no especificaba nada al respecto.

Cuando el Ayuntamiento de Monterrey se dio cuenta de la solicitud de no pagar el impuesto al degüello, más de un funcionario mostró su inconformidad. Después de que el cabildo regiomontano discutió estos hechos, se acordó que el asunto pasara al primer comisionado de hacienda, el regi-dor Alberto Curiel, quien determinó que no había motivos para hacer la exención, pues las contribuciones al degüello incluían además la inspección sanitaria para impedir el sacri-ficio de animales enfermos.

El hecho de tener que pagar los altos impuestos para el degüello en el municipio de Monterrey parecía no hacer re-dituables las inversiones de los Guajardo. Al momento de hacer la solicitud, en enero de 1929, habían incluido una co-pia de una exención similar hecha por Gobierno de Coahui-la a la Sociedad Mercantil Alanís Hermanos para construir y equipar una fábrica empacadora de carne en la ciudad de Saltillo. La empacadora de los Alanís, como otras de la república, estaban exentas de pagar el impuesto al degüello, de tal forma que si no se le hacía la misma concesión a la compañía regiomontana estaría virtualmente imposibilitada para competir en precio ni siquiera en la misma ciudad de Monterrey. De ser así, la compañía rechazaba la franquicia otorgada para la exención de impuestos. Aún con el Ayunta-miento de Monterrey en contra, el gobernador decidió que todo sacrificio no destinado a la venta de carne fresca no reportaría el impuesto municipal sobre degüellos.

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Con todos estos problemas encima, a la compañía decidió dársele una prórroga hasta diciembre de 1929. El contratiem-po de la instalación se debía a que la planta refrigeradora encargada a Estados Unidos y un equipo para hacer envases procedente de Alemania no habían llegado a su destino. Gua-dalupe Elizondo y Rafael Treviño, agentes exclusivos de Del- co Luz y Frigidaire, subsidiaria de la General Motors, de Dayton, Ohio, se comprometieron a poner en funciona-miento la planta refrigeradora para finales de febrero y se disculparon por la demora, por lo que les fue concedida otra prórroga hasta esa fecha.

El 27 de febrero de 1930, la fábrica productora de alimen-tos marca Búfalo tenía ya instalada la maquinaria y estaba en plena producción. La inversión final ascendió finalmente a 54 mil 230 pesos, y el equipo de refrigeración fue el de más alto costo. La cámara refrigeradora, la máquina Frigidaire y los cuartos refrigeradores con tres máquinas y ocho bobinas de enfriamiento sumaron un gasto de poco más de once mil pesos,18 es decir, el 20 por ciento de la inversión total.

El área de degüello donde se sacrificarían los animales para abastecer a la empacadora se instaló en San Nicolás de los Garza —municipio aledaño al norte de Monterrey—. Con la nueva maquinaria, la variedad de productos puestos a disposición de los consumidores podía ser mayor. La res, por ejemplo, procuraba ser utilizada sin desperdicio: con la carne se preparaba principalmente carne seca con un pro-cedimiento especial y después se empacaba en cajas de me-dio kilo; con el hígado se preparaba pasta; de la sangre se hacía morcilla; con los recortes de la carne fresca se hacía salchichón y mortadela, y el hueso era molido para alimen-tación de las gallinas.

Pero los años de la crisis parecían tener a las nuevas autori-dades ávidas de recursos. En cuanto una nueva administración 18 Como punto de referencia podemos citar que un auto nuevo de la marca Che-vrolet adquirido por la compañía como camión repartidor tenía un precio de dos mil 275 pesos.

3. La industria de la carne

160 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

municipal arribó a la ciudad de Monterrey en 1931, detectó a la empacadora como una oportunidad de obtener ingresos. La nueva administración retomó sus esfuerzos de hacer efectivo el cobro por los sacrificios, y su insistencia fue tal que llegó a paralizar prácticamente a toda la compañía por un tiempo, hasta que de nuevo se resolvió el conflicto.

En febrero de 1933, con el propósito de ampliar el poten-cial económico se acordó dar otra forma de organización, para lo cual la Sociedad fue liquidada legalmente. Los acti-vos y pasivos de la misma, así como los derechos de propie-dad industrial de los productos elaborados, máquinas, útiles y demás instalaciones existentes fueron transferidos a la nueva sociedad anónima, ahora representada por Apolonio Guajardo bajo el nombre de Empacadora Búfalo, Sociedad Anónima, organizada por Federico T. de Lachica, Víctor de Lachica, Ernesto Guajardo y el citado Apolonio. Dicha socie-dad seguiría en la ciudad de Monterrey, pero con derecho a establecer consejos consultivos, sucursales, agencias y ofici-nas en otros lugares del país o el extranjero.

La duración de la sociedad se fijó en cincuenta años a partir del 1 de enero de 1933, y el capital social ascendía al doble del anterior, es decir, a cien mil pesos. En febrero de ese año la fábrica se encontraba en plena producción y sus productos eran comercializados en toda la república y en el extranjero. La exención de impuestos venció finalmente en 1945.19

Al año siguiente tuvo lugar en el país una grave epidemia de fiebre aftosa que afectó al ganado mexicano. Aunque el ganado de los estados del norte del país no fue afectado por dicha enfermedad, en los Estados Unidos se impidió el paso a las importaciones de ganado vivo desde México, lo que afectó la dinámica económica de la ganadería. En este sen-tido, una de las soluciones a este problema fue la creación de empacadoras de tipo inspección federal —T.I.F.— estableci-das en el norte de la república para exportar carne enlatada.

19 En 1993 la marca fue adquirida por el Grupo Herdez.

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Una de estas empacadoras, la Empacadora Treviño, fue esta-blecida en Monterrey.

La Empacadora Treviño

A raíz del cierre de la frontera, a inicios de 1947, el inventario calculado de existencias en todo el norte de la república arro-jaba un monto de 5.1 millones de cabezas. Debido a que la actividad de los rastros regionales y las partidas enviadas a otras partes de la república absorbían solamente unas 410 mil cabezas anuales, muy pronto empezaron a recargarse los potreros, y por ello resultó fundamental el establecimiento de empacadoras de carne de res.20 Por ello, en ese año comen-zaron a establecerse empacadoras en lugares estratégicos: fronteras —Nuevo Laredo—, puertos de exportación —Guay-mas—, centros ganaderos —Casas Grandes, Camargo, Cana-nea, etcétera—, y poblaciones con facilidades industriales —Torreón y Monterrey.

El establecimiento de estas empacadoras contó con el apoyo de las autoridades federales y estatales. En Nuevo León, el gobernador del estado, Arturo B. de la Garza, trató de estimular las inversiones de la iniciativa privada a fin de apoyar la campaña nacional de recuperación económica, por lo que pidió además todo el apoyo a la UGRNL para impulsar el proyecto de la empacadora.21 De igual forma, el goberna-dor ofreció auxiliar a la organización que se formara y cu-briría un interés anual del 6 por ciento anual de la inversión en caso de no haber utilidades durante cinco años. Luego pidió al Gobierno federal que aportara un 50 por ciento del subsidio que había ofrecido a los ganaderos.22

En 1947 se acordó un crédito con el presidente Miguel Alemán por dos millones de pesos para la instalación de una 20 Echeverría, op. cit., págs. 121-123.21 AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 9, Monterrey, N.L., 24 de abril de 1947, oficio del gobernador de Nuevo León a la UGRNL.22 Ibíd., 28 de abril de 1947, oficio del gobernador de Nuevo León a Nazario S. Ortiz Garza, secretario de Agricultura y Ganadería.

3. La industria de la carne

162 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

planta empacadora de carne o conservadora de productos pecuarios. Por otra parte, el Banco Regional del Norte había ofrecido también un préstamo por otros dos millones para beneficiar productos ganaderos.23

Gracias a estos esfuerzos se estableció en abril de 1947 la Empacadora Treviño, S.A., con un capital de quinientos mil pesos, de los cuales doscientos mil —el 40 por cien-to— fueron destinados a la adquisición de maquinaria. Al siguiente año se pretendió aumentar su capital a un millón de pesos. La empacadora contaba con un contrato de suminis-tro de carne enlatada a la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos y produjo en 1947 treinta mil libras diarias, por las cuales sacrificaban entre cien y 120 reses al día prove-nientes de Nuevo León, Durango, Coahuila y Tamaulipas. La negociación con la Secretaría de Agricultura de Estados Uni-dos era por nueve millones seiscientas mil libras, con opor-tunidad de continuar el contrato varios años más si ofrecía buenos precios. Como parte de la negociación, se celebró además un contrato de supervisión con una empacadora americana, la Consolidated Canning Co., Inc., de Flushing, N.Y., responsable de que los productos de la Empacadora Treviño fueran aceptados. Esta negociación, a su vez, era subsidiaria de la Compañía Mantequera Monterrey, S.A., cuyo activo ascendía a más de cinco millones de pesos.

La capacidad de producción del equipo instalado era de sesenta mil libras —el doble de lo producido—, pero para aprovecharla se requería acondicionar los sistemas de re-frigeración y otras instalaciones. La producción de las sesenta mil libras de carne requeriría además el sacrificio de alrededor de 250 reses al día, y los ingresos mensuales que con la ex-portación de ese producto se obtuvieran llegarían a 450 mil dólares mensuales, según sus propias estimaciones.24

23 Ibíd., 19 de mayo de 1947, oficio del gobernador de Nuevo León a Ramón Beteta, secretario de Hacienda y Crédito Público.24 Ibíd., memorándum, [s.f.].

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Para ello, el gobernador interpuso su aval ante Nacio-nal Financiera S.A. —Nafinsa— para obtener un crédito por un millón de pesos. Argumentó la absoluta solvencia moral y económica de los organizadores de la nueva ne-gociación, y su disposición a garantizar con toda ampli-tud y a pagar en un plazo de cinco años con un razonable interés.25 Además de solicitarlo a Nafinsa, el gobernador cabildeó con el subsecretario de Ganadería, Óscar Flores, para que apoyara su solicitud y se concediera el crédito. Argumentó que estas inversiones ayudarían a solucionar el problema que había traído consigo la fiebre aftosa y le pedía que interpusiera oficios ante el licenciado Antonio Carrillo Flores, el director de la financiera, para resolver favorablemente el crédito.26

Para 1950, las inversiones realizadas en todas las empaca-doras T.I.F. ascendían a cien millones de pesos, según cálculos del ingeniero Alanís Patiño.27 En este sentido, el papel que desarrolló el Gobierno del estado como mediador entre el Gobierno federal y los particulares fue fundamental para la otorgación de los créditos. La importancia para el Estado de mantener una empacadora de este tipo radicaba en que ésta podía absorber el ganado que ante la imposibilidad de ser ex-portado perecería en sequías o por falta de alimentos. En otras palabras, la empacadora volvía más eficiente la actividad ga-nadera al reducir sus riesgos y al ampliar sus posibilidades de comercialización. Para lograrlo, el incremento constante de la inversión en estas empacadoras fue un elemento funda-mental para su supervivencia, aunque sin la intermediación del Estado no hubiera sido posible. Su desarrollo posterior escapa a nuestro periodo de estudio, pero bastará añadir que la Empacadora Treviño y otras T.I.F. que surgieron en esta coyuntura continúan en operaciones hasta la fecha.

25 Ibíd., 13 de mayo de 1948, oficio a Nacional Financiera, S.A., del gobernador del estado de Nuevo León.26 Ibíd., oficio del gobernador del estado de Nuevo León a Óscar Flores, subsecre-tario de Ganadería. 27 Echeverría, op. cit., pág. 121.

3. La industria de la carne

164 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

En síntesis, podemos añadir que hacia finales de la década de 1940, la industrialización de la carne impulsada tanto por el Estado como por ganaderos particulares fue una solución para hacer más eficiente la producción ganadera regional. Esto se debió a que las empacadoras, gracias a su desarrollo tecnológico, podían absorber gran parte del ganado que ya no podía ser alimentado en los pastizales regionales para evi-tar el sobrepastoreo, y sobre todo, a que permitió dar salida al ganado que ya podía ser exportado a los Estados Unidos.

Como hemos visto, tanto en la distribución de carne fresca y procesada existieron una serie de intereses que en-traron en conflicto con frecuencia. Los actores e intereses en torno al sistema de distribución cárnica serán tratados a continuación con el fin de observar las políticas de abasto de carne y sus implicaciones sobre el proceso económico de la ganadería.

La poLítica deL abasto de carne: ganaderos, comerciantes y hacienda púbLica

El sistema de distribución de carne no varió mucho desde el porfiriato hasta ya entrada la década de 1940. En la capital nuevoleonesa, como en otras localidades de similar impor-tancia en la república,28 la distribución funcionaba de la si-guiente forma: Los llamados introductores, bajo licencia del municipio, salían a los municipios cercanos o a otros estados a comprar ganado a los productores, y lo arreaban en hatajos hasta la ciudad, donde era sacrificado en el rastro munici-pal administrado por el ayuntamiento o dado en concesión a algún particular. El ganado se arreaba por los “caminos 28 Condiciones similares han sido descritas para el abasto de la ciudad de Guada-lajara en Ascencio Franco, Los mercaderes de la carne; causalidad estructural de la economía y relaciones personales en el mercado capitalista: el abasto de carne a Guadalajara, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992, pág. 32.

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vecinales” o “caminos reales”, en los cuales había estaciones para dar servicio a las diligencias y el ganado podía abrevar y pasar la noche.29 Las labores de introducción de ganado solían complicarse por lo sinuoso de los caminos y por el abi-geo, pero el transporte por tierra aún era el preferido por los introductores para evitar el pago de fletes de ferrocarril. La incipiente introducción del transporte motorizado comenzó aproximadamente en 1945, cuando ya existía un importante desarrollo carretero. Una vez en el rastro, donde debía pagar-se una cuota para llevar a cabo el sacrificio, la carne era pues-ta a disposición de los detallistas, tablajeros o carniceros que compraban la carne y la llevaban a sus expendios —véase la ilustración 20—. Cuando las condiciones climatológicas eran complicadas, la introducción de ganado se limitaba a los po-treros cercanos, o incluso se prefería llevar ganado desde Esta-dos Unidos a Monterrey por ferrocarril, pero las complicacio-nes para importarlo no siempre hacían rentable el negocio.30

Bonifacio Salinas Leal y comitiva afuera del rastro municipal, ca. 1940

29 De la Garza, op. cit., pág. 372.30 En la Ciudad de México, donde la demanda era más grande, operaban mayo-ristas para distribuir la carne entre los rastros y los carniceros. En Monterrey los mayoristas comenzaron a operar paulatinamente conforme las condiciones del mercado lo requerían, pero regularmente la conexión entre los detallistas y el ras-tro era directa.

3. La industria de la carne

166 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Ilustración 20. Sistema de distribución de carne de la ciudad de Monterrey.

Fuente: Jesús Ramones Saldaña, “La ganadería en el estado de Nuevo León (un análisis regional)”, tesis de licenciatura en Economía, Monterrey, N.L., UANL, 1967, pág. 105.

En el resto de las municipalidades el sistema era más sencillo, puesto que regularmente no existían intermediarios. Debido a que en la mayoría de los casos no había necesidad de llevar ganado de otras latitudes para satisfacer la demanda, por lo regular los carniceros compraban directamente el ganado a los productores y lo sacrificaban en rastros locales.

Los ingresos obtenidos en los rastros eran fundamenta-les para la supervivencia de la hacienda municipal. En este sentido, la importancia de satisfacer la demanda de carne radicaba en que el consumo financiaba buena parte de los gastos gubernamentales por medio de los impuestos al de-güello. Debido a que el rastro se convirtió en una gran opor-tunidad de negocio, el abuso sobre estos impuestos podía inhibir el consumo debido a sus altas tarifas, sobre todo si era cedido a un particular para su administración. Si el Go-bierno aumentaba los impuestos alguien debía asumir los costos, ya fuera el productor, los comerciantes o los consu-midores. A la inversa, si el Gobierno disminuía sus tarifas, la tensión se originaba entre el resto de los actores. En otras palabras, el sistema de distribución de la carne conjugaba los intereses de todos ellos, y sus alianzas y enfrentamientos organizados en torno a las políticas de abasto fueron parte fundamental de la forma en que funcionaba el sistema de distribución de la carne.

Productor Introductor Detallista ConsumidorRastromunicipal

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El Ayuntamiento de Monterrey, los trajinantes de carne y los concesionarios del rastro

Desde finales del siglo XIX los municipios perdieron cada vez más participación en la vida política y económica, y su papel se limitó al punto de ser meros administradores de la vida pública. Una de las consecuencias de este cambio fue una hacienda municipal mermada, con recursos cada vez más limitados para su subsistencia. En este contexto, encontramos que uno de los principales sustentos para algunos munici- pios eran los impuestos cobrados por el degüello de animales.

La mayoría de los municipios contaba con un rastro pro-pio, y en ocasiones se concesionaba a algún particular. Los impuestos al degüello cobrados en los rastros tuvieron como principal beneficiario al municipio, aunque en ocasiones también se beneficiaban de las contribuciones estatales o federales. Con los recursos obtenidos por este impuesto, los municipios podían solventar una buena parte de sus gas-tos y destinar los ingresos restantes a mejoras, como pavi-mentación o alumbrado público, por lo que este impuesto constituyó una de las fuentes principales de financiamiento. Pero las mismas razones provocaban a su vez que estos im-puestos volvieran a los rastros un negocio bastante rentable y susceptible a todo tipo de intereses.

Las denuncias sobre corrupción y malos manejos ad-ministrativos eran frecuentes y no ocurrían solo en el mu-nicipio de Monterrey, sino en otros municipios cuyos ras-tros eran bastante pequeños, por lo que resultaron afectados productores, comerciantes y consumidores.31 Los ingresos 31 Algunos tablajeros de Montemorelos acusaron al juez del estado civil de ese municipio —cuñado del alcalde primero— de hacerse cargo indebidamente del ramo de degüellos. La queja estribaba en que “nos cobra por sacrificar una res una cantidad de diez pesos”, un peso por ganado menor y además de otros cobros que constituían un exceso para una plaza como Montemorelos. De esta suerte, decían, “es imposible obtener utilidades que nos permitan siquiera vivir, pues si llegamos a aumentar el precio de la carne, el pueblo no la compra”; El Porvenir, 16 de julio de 1922, pág. 5.

3. La industria de la carne

168 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

difícilmente eran reinvertidos para mejorar las condiciones de los establecimientos debido a los altos costos que esto implicaba, ya que además debían solventarse los pagos a los empleados. Éstas eran algunas de las situaciones por las que en ocasiones los rastros eran cedidos a particulares a cambio de cubrir un alquiler fijo que quitara a la adminis-tración municipal las complicaciones de sustentar el ramo de degüellos, y que se comprometieran también a invertir en las mejoras de las que no podía hacerse cargo el mismo municipio.

Los comerciantes de carne no parecían ver esta vía como una solución. En 1921, ante las propuestas de particulares para comprar el ramo de degüellos de la ciudad de Monterrey, la administración municipal pareció complacerse con la idea de ahorrarse las erogaciones por concepto de sueldos, y de controlar los fraudes y evasiones de pago que eran co-munes bajo la burocracia municipal.32 No obstante, los tra-jinantes de carne mostraron su oposición ante la venta de dicho ramo y advirtieron los inconvenientes de rematarlo, y con tal de que no se hiciese ofrecieron pagar una cuota extra al Gobierno. Si la administración municipal estaba preocu-pada por la captación de recursos, los trajinantes estaban dispuestos a ampliar sus erogaciones antes que el remate pudiera derivarse en un monopolio que afectara sus intere-ses. La propuesta consistió en donar cincuenta centavos por cabeza de ganado mayor, veinte por cabeza de ganado por-cino y cinco por cabeza de ganado caprino con el objetivo de que el monto fuera destinado al ramo de la instrucción. La propuesta fue debatida y las opiniones encontradas.33 Fi-nalmente, la petición de los trajinantes fue concedida y se hicieron dichos donativos para la reedificación y construc-ción de edificios escolares, que conforme a los ingresos por sacrificios de aquel entonces rondaban los quinientos pesos mensuales.34

32 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1921, f. 4.33 Ibíd., f. 5.34 Ibíd., f. 10.

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Sin embargo, el negocio del rastro daba tan buen ren-dimiento, que a los pocos meses35 Claudio Elizondo, un comerciante de la ciudad, hizo una oferta más atractiva, y además de hacerse cargo de todo lo correspondiente al ramo ofreció seguir aportando el mismo donativo que ya hacía el grupo de trajinantes, por lo que finalmente el ramo le fue concesionado por un año.36

Las tensiones derivadas de estos hechos no se hicieron esperar. El presidente de la Unión Mutua de Trajinantes en el ramo de carnes acusó al concesionario de facultar a di-versas personas para que sacrificaran ganado en sus casas y que incluso él mismo sacrificaba ganado “por su cuenta y a comisión”. Los trajinantes pedían reconsiderar la concesión y ofrecían pagar lo correspondiente al degüello de los ani-males sacrificados y dar el doble del donativo que daban anteriormente.37 Al poco tiempo las quejas continuaron, y varios trajinantes volvieron a solicitar la rescisión del con-trato de Elizondo, le acusaron de extorsión y de no querer rebajarles el 25 por ciento de contribución federal decretado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico.38

Elizondo negó estos hechos y una comisión se encargó de llevar el caso.39 La resolución final dictaminó que la primera acusación era justificada y debían infraccionarse todos los sacrificios de ganado fuera del rastro, que Elizondo debía evi-tar en adelante estos actos de los que se le haría responsable y se ratificó el donativo que debía hacer para la instrucción pública, pero no se encontraron argumentos para retirar la concesión.40

Elizondo, quien también poseía establecimientos para expender carne, debió haberse visto bastante beneficiado con una concesión que le hacía el negocio redondo. Por un

35 Ibíd., f. 18.36 Ibíd., f. 24.37 Ibíd., f. 31.38 Ibíd., exp. 1922, f. 3.39 Ibíd., f. 4.40 Ibíd., f. 5.

3. La industria de la carne

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lado, cobraba tarifas altas por el sacrificio, por lo que los expendedores no podían disminuir sus precios de venta, y es bastante probable que él mismo exentara de estos pagos la carne vendida en sus establecimientos; por otro lado, si introductores o expendedores querían evadir los pagos del rastro también les cobraba una cuota para su comisión per-sonal. En otras palabras, dentro y fuera de la legalidad el concesionario del rastro obtuvo beneficios para sí mismo y para sus expendios de carne.

El temor de que cualquier concesionario actuara de esa forma hacía que la mayor parte de los introductores y ex-pendedores solicitaran que el ramo fuera manejado por el Ayuntamiento. Como podemos observar, la corrupción y la evasión fiscal no eran exclusivas de la burocracia municipal, sino que dicha corrupción podía incluso aumentar con un concesionario particular que procuraba sus propios intereses y buscaba de cualquier forma afectar a sus competidores, que dependían forzosamente de sus servicios.

Casi a punto de finalizar su concesión, Elizondo solicitó permiso para construir una planta de refrigeración en el rastro de la ciudad con objeto de que la carne lanzada al mercado “llene las debidas condiciones de higiene”. Como en dicha instalación gastaría una suma no menor a diez mil pesos, pidió una concesión para explotarla por el término de veinte años.41 Al parecer esta concesión no fue otorgada, pues inmediatamente el Ayuntamiento puso a discusión el hecho de si se debía o no renovar el contrato,42 por lo que se llegó a la conclusión de que “no debía ser rematado di-cho ramo, en virtud que durante los cortos días que tiene de administrarlo el Municipio ha habido un aumento en sus rendimientos de sesenta y siete pesos diarios”.43

Como hemos visto, los comerciantes de carne procura-ban una buena relación con el Ayuntamiento para que 41 Ibíd., f. 18.42 Ibíd., f. 20.43 Ibíd., f. 21.

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protegiera sus intereses, y en este sentido su unión era fun-damental. Así como en Monterrey los trajinantes estuvieron dispuestos a hacer donativos para la instrucción pública, también encontramos casos similares fuera de la capital del estado. Baste como ejemplo el municipio de General Terán, donde los tablajeros “que expendían toda clase de carnes en el mercado de esa villa” acordaron pagar al erario municipal una mensualidad de 10 centavos por casilla, “en vista de que nos han hecho presentes las precarias circunstancias por que atraviesa el municipio”, y “que los deseos del Ayun-tamiento son dedicar estos productos al actual alumbrado público que ministra la Compañía de Luz y Fuerza Motriz de esta propia villa”. El hecho que algunos tablajeros se negaran a pagar dicho impuesto debido a que sacrificaban sus semo-vientes en su propia casa, daba margen a la disminución de ventas del resto y afectaba los ingresos municipales, por lo que los tablajeros recurrieron al gobernador para que ins-tara a que todo aquel dedicado al negocio de la carne lo hicie- ra dentro del mercado, “porque hemos visto que reporta gran utilidad al público en general”.44

De estos hechos podemos derivar que a los gobiernos municipales no les convenía que se monopolizara el ramo de carne, puesto que aumentarían los precios, disminuiría el consumo y por lo tanto, los ingresos fiscales. Pero el juego de intereses iba más allá de esta lógica. En 1924, el Ayunta-miento de Monterrey tomó de nuevo la decisión de vender el ramo de degüellos a un particular y cobrar al concesionario un monto fijo al día.45 Esta vez el beneficiado de la concesión —la cual ni siquiera se puso previamente a remate— fue Pe-dro García, hermano del diputado Ruperto García, a cambio de pagar trescientos pesos diarios al municipio. Dicha con-cesión se tornó de nuevo en una controversia, debido a que se consideraba que:44 AHENL, fondo: industria y comercio, c. 3, General Terán, N.L., 31 de diciembre de 1923, oficio de tablajeros de General Terán al gobernador del estado.45 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1924, f. 5.

3. La industria de la carne

172 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

“El remate del ramo de degüellos es una operación sencilla-mente ruinosa para el erario municipal”, ya que el derecho de degüellos era uno de los ingresos más fuertes y seguros para la administración, y “de doce a quince mil pesos que percibía mensualmente percibirá ahora solo nueve mil”46

La Cámara Nacional de Comercio, Industria y Minería de Nuevo León elaboró un informe que presentó a las au-toridades municipales y estatales para darles cuenta “de lo ruinoso que resulta para el municipio de Monterrey el con-trato que se ha celebrado con un particular vendiéndole el ramo de degüello”. En una relación estadística elaborada por la misma Cámara se estimaba que en un año el concesionario obtendría una utilidad de 81 mil 673.44 pesos, traducida en una pérdida efectiva de 59 mil 415.72 para el municipio, cin-co mil 491.57 de pavimentación y dieciséis mil 316.15 pesos para la federación.47

La presión de la Cámara, que utilizó además al periódico El Porvenir como uno de sus instrumentos de coacción, hizo que las autoridades reconocieran su “error” y declararan que la Cámara tenía “mucha razón”.48 El Concejo municipal pro-puso una comisión para estudiar el tema y pidió a la Cámara que nombrara un representante.49 La cantidad de datos y estadísticas formuladas para indicar que el Concejo había incurrido en un error fueron tan variadas que incluso se llegó a decir que bajo las condiciones inicialmente pactadas el concesionario del rastro ganaría más que el presidente de la república.50 En poco tiempo ya había un compromiso tácito por parte del Ayuntamiento para que por lo menos se pagaran dos mil pesos mensuales más por la concesión.51

46 El Porvenir, 16 de enero de 1924, pág. 4.47 AHENL, fondo: industria y comercio, c. 3, Monterrey, N.L., 14 de enero de 1924, oficio de la Cámara Nacional de Comercio, Industria y Minería al gobernador del estado.48 El Porvenir, 22 de enero de 1924, pág. 5.49 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp., 1924, f. 8, y El Porvenir, 29 de enero de 1924, pág. 5.50 El Porvenir, 8 de febrero de 1924, pág. 5.51 Ibíd., 10 de febrero de 1924, pág. 5.

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No obstante lo anterior, la Comisión y el Concejo no pudie-ron llegar a ningún acuerdo,52 y las quejas hacia el nuevo con-cesionario del rastro no pararon, una de las cuales estribaba en el aumento de los costos al degüello. Según la Ley de hacienda municipal, las tarifas de cobro por degüello eran de ocho pe-sos por cabeza de ganado bovino, 2.50 por una de porcino y 0.75 centavos por una de caprino. Sin embargo, el contrato celebrado con Pedro García permitía el cobro de 11.25, 3.45 y 1.03 pesos, respectivamente, y se acusaba a dicho contratista de cobrar precios aún más altos.53 Los introductores se unieron a las protestas y la presión continuó, pero no lograron mucho.

Finalmente, el mal estado de las finanzas públicas del mu-nicipio de Monterrey ejercería la presión más grande para retirar la concesión. En las actas de cabildo podemos obser-var que en junio de ese año las discusiones continuaban y no podía llegarse a ningún acuerdo.54 En agosto, una comisión de economía del Ayuntamiento se encargó de hacer ajustes financieros, y propusieron la supresión y recorte de sueldos de funcionarios públicos para intentar reducir el costo de la burocracia, y entre otras medidas para sanear las arcas re-giomontanas propusieron la supresión de las concesiones al degüello y al ramo de leches. Algunos miembros del Concejo se opusieron, debido a que eso implicaba pasar por encima de los contratos, pero la mayoría estuvo de acuerdo.55 La administración del ramo de degüellos y otras concesiones de ramos públicos fueron finalmente puestas de nuevo bajo administración del municipio en octubre de 1924, es decir, diez meses después de haber sido dadas en concesión.56 El primer día que el municipio operó el rastro nuevamente ob-tuvo aproximadamente, “en un día malo”, seiscientos pesos, 52 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1924, f. 9.53 El Porvenir, 13 de febrero de 1924, pág. 4.54 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1924, f. 29.55 Ibíd., f. 34.56 Ibíd., f. 41.

3. La industria de la carne

174 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

es decir, el doble de lo se cobraba de comisión a García. Uno de los motivos principales para haber retirado dicha conce-sión se fundaba en una falta de cumplimiento en los pagos, aunque el concesionario optó por pedir un amparo.57 El re-tiro de la “concesión degolladora de los fondos públicos”58 logró atenuar un poco las debilitadas finanzas municipales, sin embargo, parecía ser un poco tarde, ya que se perdieron valiosos recursos a lo largo de casi un año.

En 1926, José María Guerra, otro importante comerciante de la ciudad, hizo un ofrecimiento al Ayuntamiento de Mon-terrey para comprar el ramo de degüellos, tanto de esa ciudad como de otras. La oferta hecha al cabildo se comprometió al pago de ciento veinte mil pesos por el término de un año, además de las contribuciones federales y adicionales, y pro-ponía además una serie de mejoras que se harían al rastro, entre ellas el establecimiento del drenaje y la mejora de bás-culas y corrales,59 pero esta ocasión la solicitud se desechó por improcedente.60

Los ganaderos y los ayuntamientos

Si bien los comerciantes pudieron desarrollar mecanismos para defender sus intereses, los productores también tuvieron que movilizarse cuando resintieron los efectos de los altos impuestos. Los costos de transacción no recaían totalmente sobre los consumidores y los comerciantes de carne, sino también sobre los ganaderos, lo que deprimió la actividad productiva. Además de los de degüello, otro tipo de impues-tos —como los cobros de piso— dejaban muy pocas utili-dades para los ganaderos, y por lo tanto, no estimulaban

57 El Porvenir, 31 de octubre de 1924, págs. 1 y 4.58 Ibíd., 1 de noviembre de 1924, pág. 11.59 AHENL, fondo: industria y comercio, c. 3, Monterrey, N.L., 4 de mayo de 1926, oficio de José María Guerra al gobernador del estado.60 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1926, f. 12.

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la producción.61 Como era difícil subir los precios de la carne debido a que la población no podría comprarla, todo pare- ce indicar que algunos de los más perjudicados por el alza de impuestos fueron los propios ganaderos, quienes tuvieron que abaratar el ganado.

Cuando la situación era crítica y la rentabilidad de la ac-tividad ganadera para el mercado local llegaba a grados ínfi-mos, los productores tenían que presionar a las autoridades para no sobrecargar la actividad. En 1925, por ejemplo, los ganaderos se unieron “para monopolizar el ramo de carnes y es por esto que el kilo de este artículo haya aumentado vein-ticinco centavos sobre el precio en que venía fluctuando”. Los ganaderos mataban poco y preferían dedicarse a engordar sus animales, por lo que la disponibilidad de carne bajaba, los precios aumentaban y los ingresos fiscales disminuían. Ante ello, el Gobierno respondió con una oferta a los intro-ductores de ganado “de esta ciudad [Monterrey] y de fuera de ella dándoles franquicias para que vengan a establecer la competencia”.62

Este tipo de acciones buscaban evitar la creación de nuevos impuestos que siguieran afectando la actividad ga-nadera. En ocasiones los ganaderos debían apoyarse en otras instancias, pues no parecían recibir mucho apoyo guberna-mental. La Cámara Agrícola Nacional de Nuevo León, por ejemplo, apoyó a los ganaderos en su búsqueda por evitar nuevas cargas fiscales. Para ello enviaron una petición al Congreso para pedir que no se autorizara el impuesto de 0.50 pesos por cada cabeza de ganado sacrificada en el rastro 61 “Los ganaderos piden que se derogue el impuesto a introducción de ganado [...]; de seguir en pie tal tributo se verían en la penosa necesidad de abandonar la explotación del negocio de ganado en el cual tienen invertido bastante capital”, en El Porvenir, 2 de septiembre de 1924, pág. 4. “Los introductores de ganado tendrán que pagar piso [...]. Los ganaderos formularon su protesta en contra de este tributo hace un mes aproximadamente, por considerarlo perjudicial a sus intereses y porque de subsistir, dicen ellos, se verán en la necesidad de retirarse de ese ramo”, ibíd., 4 de octubre de 1924, pág. 4.62 Ibíd., 29 de abril de 1925, págs. 1 y 4.

3. La industria de la carne

176 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

de la ciudad. La inconveniencia de ese impuesto, según ex-pusieron, radicaba en que no haría otra cosa que “gravar el precio de la carne con perjuicio del público y beneficio de los matanceros, ya que los ganaderos son los que vienen sufriendo estos perjuicios”. La Cámara explicó que “en la actualidad pagan de impuestos por el sacrificio de reses y demás ganado cerca de un 33 por ciento sobre el valor de los animales”, y “piden que se reconsideren legalmente estos impuestos y se les rebaje el 25 por ciento en beneficio del consumidor y del ganadero”.

También culpaban al Municipio de haber dado conce-siones más baratas en impuestos a otras personas bajo el títu-lo de “degüellos foráneos” que abarcaban en sus límites una gran parte de la ciudad, y “ésta ha sido la causa de que haya disminución de ingresos en el degüello de la ciudad, pres-tándose esta concesión a toda clase de contrabandos dado el abandono de su organización y vigilancia, constituyendo un perjuicio para los ganaderos”. Los argumentos versaban en general sobre las pocas ganancias de los ganaderos, que tenían que competir con animales importados del extran-jero, y propusieron una base sobre la que se establecerían los impuestos razonablemente sobre el peso de la carne ya en canal, y en una forma proporcional y justa.63

Las propuestas de la Cámara por reformar las bases fis-cales no eran del todo descabelladas. En general, el sistema tributario de la entidad era juzgado como deficiente, y la inestabilidad política de los primeros gobiernos impedía llevar a cabo reformas integrales. Así, cuando en 1927 llegó al poder Aarón Sáenz se encontró con una hacienda pública mermada y una política fiscal ineficaz. La gestión de Sáenz se caracterizó por implementar una serie de reformas que procuraron la estabilidad política y económica de la entidad, entre las cuales figuró una reforma hacendaria que sustituía el viejo sistema, “que por lo demás, nunca llegó a ser tal,

63 Ibíd., 23 de mayo de 1925, pág. 4.

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pues el conjunto de gravámenes en vigor carecía de un crite-rio director que lo gobernara”.64

En esta nueva legislación, vigente a partir de 1928, se es-tableció que la totalidad de los impuestos al degüello fueran destinados a la instrucción pública. Las tarifas se establecerían a juicio del Ayuntamiento respectivo de acuerdo a rangos: de tres a diez pesos por cabeza de ganado mayor, de 0.62 a 1.25 pesos por cabeza de ganado menor, de 1.25 a 3.50 pesos por las de cerdo, de 0.10 a 0.15 por cabeza de cabrito y el 10 por ciento adicional sería destinado para la junta de mejoras.65

En los años de 1929 y 1930 se dieron ligeros aumentos respecto al ganado porcino, lanar y caprino; por otro lado, la cláusula concerniente a la instrucción desapareció, pero se mantuvo lo referente a las juntas de mejoras materiales. El aumento más significativo se dio en 1931 en lo que respec-ta al ganado vacuno al pasar de diez a trece pesos el rango máximo por cabeza, lo que puede ser atribuible al creciente número de sacrificios a partir de 1930 por las restricciones a la exportación y la consecuente disminución de precios, como ya lo hemos señalado en otro capítulo; por otro lado, la tarifa máxima para el sacrificio de ganado porcino había pasado de 3.50 pesos en 1928 a doce pesos en 1934. Para este mismo año se pagaba, además, un impuesto por concepto de caminos y una tarifa por inspección sanitaria verifica-da cuando el ganado salía del municipio: de 0.20 pesos por cabeza de ganado mayor y 0.05 pesos por cabeza de ganado menor. En el municipio de Monterrey se cargaba adicional-mente un cobro por servicio de matanza —incluía 24 horas de refrigeración— de un peso por cada pieza de ganado mayor, 65 centavos por el ganado porcino, veinte centavos por el ganado menor y cinco centavos por pieza de ganado caprino.66

64 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1927-1928, pág. 27.65 Ibíd., fondo: Periódico Oficial, 14 de diciembre de 1927, núm. 100, págs. 1-7, Ley de ingresos municipales para el año de 1928.66 Ibíd., 10 de enero de 1934. núm. 13, págs. 1-6, Ley de ingresos municipales para el año de 1934.

3. La industria de la carne

178 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El nivel que habían alcanzado los impuestos al degüello no solo en Nuevo León, sino en todo el país empezó a ser cuestionado de nueva cuenta por los ganaderos. En 1934 se celebró en Torreón, Coahuila, una convención ganadera or-ganizada por la Confederación de Asociaciones Ganaderas de la República. En ella se discutieron los problemas que atravesaba la industria pecuaria nacional y se propuso la adopción de tres medidas para revitalizarla:

• Reducir los actuales impuestos por sacrificio de animales en los rastros a una cuota máxima de 0.01 pesos por kilogramo de carne en canal, para el ganado de todas las especies.

• Prohibir las concesiones y monopolios en el ramo de carnes para evitar favorecer intereses particulares en perjuicio del público y de los ganaderos.

• Autorizar a las asociaciones ganaderas para que se encarguen del manejo de ganado, desde los lugares de producción o de engorda, hasta la entrega de carne en los expendios, para lo cual deberá quedar a su cargo inmediato la administración de los rastros.67

La Secretaría de Agricultura y Fomento instó a los gobier-nos estatales a adoptar estas medidas. La respuesta de los municipios nuevoleoneses fue generalmente favorable para el segundo y tercer puntos, pero el primero fue rechazado casi por unanimidad por las consecuencias desastrosas que traería sobre la hacienda municipal.68 Para darnos una idea de lo que esto implicaba, consideremos que en 1931 el peso promedio de una res en canal en Nuevo León era de 119 kilogramos, por lo que de acuerdo a la tarifa de 0.01 pesos por kilogramo, el cobro por el sacrificio de una res sería de 67 Ibíd., fondo: agricultura y ganadería, c. 9, Monterrey, N.L., 9 de julio de 1934, circulares 59-34 de la Secretaría general de Gobierno de NL. a los presidentes mu-nicipales.68 Ibíd., 29 de agosto de 1934, oficio del gobernador de Nuevo León a los c. presi-dentes municipales.

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1.19 pesos, es decir, diez veces menos que la tarifa más alta permitida.

Algunos municipios argumentaron que una medida de ese tipo no era necesaria debido a la ausencia de interme-diarios, los cuales eran considerados como los verdaderos artífices del aumento de precios. En otras palabras, la carne pasaba directamente del ganadero al expendedor, quien era el que hacía el sacrificio del ganado y la venta de carne al público. En muchos casos el ganadero mismo era quien sacri-ficaba los animales y ponía la carne a la venta del público, por lo que la carne no reportaba gravámenes intermedios.69

La argumentación del alcalde de General Zuazua resume muy bien los argumentos de los municipios que se opusieron a la reducción de impuestos: “sería un grave perjuicio” “la re-ducción tan notable como se propone”, puesto que en algunos municipios “el impuesto a degüellos es de más importancia por el volumen de su recaudación, y los demás ingresos mu-nicipales no bastarían nunca a llenar las más apremiantes necesidades”. En un resumen fatalista, la reducción del im-puesto significaba “la perfecta ruina para los municipios”,70 “pues si con los actuales [impuestos] a duras penas logran muchos municipios poder nivelar sus gastos, con tal reduc-ción sería imposible su vida como entidad municipal”.71

Para darnos una idea de estos números, podemos tomar como ejemplo al municipio de García, donde según argu-mentaban, las recaudaciones por el impuesto al degüello no eran muy altas, pero eran casi las únicas. Según el alcalde,

Es en perjuicio de los intereses del municipio el admitir la reducción del impuesto por sacrificio de animales en los

69 Ibíd., julio de 1934, oficios de los alcaldes de Cadereyta y Melchor Ocampo al secretario de Gobierno de Nuevo León.70 Ibíd., General Zuazua, N.L., 16 de julio de 1934, oficio del alcalde de General Zuazua al secretario de Gobierno de Nuevo León.71 Ibíd., N.L., 4 de septiembre de 1934, oficio del alcalde de General Zuazua al secre-tario de Gobierno de Nuevo León.

3. La industria de la carne

180 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

rastros [...] pues que a más de no ser de mucha importancia la entrada que se recauda por impuesto a degüello, es el único impuesto, de los pocos que percibe el municipio y que más da al mismo, y que asciende, mensualmente, a la cantidad de más o menos $120.00, haciendo notar que por degüellos de res se cobran $4.00, por el cerdo $1.20 y por el de cabrío $0.70; y siendo el consumo de carne en esta población el de 2,300 kilos mensualmente, por término medio, resulta que el muni-cipio percibiría por concepto de degüellos una suma relativa-mente muy baja [...], pues en término medio se sacrifican para el abasto de la población catorce o quince reses, diez carneros, cincuenta castrados y quince cerdos, mensualmente.72

Como vemos, aún con las tarifas relativamente bajas cobra-das por degüellos en algunos municipios, la reducción del impuesto resultaba de consideración. Más aún, nada asegu-raba que la disminución del impuesto se tradujera efecti-vamente en una disminución del precio de la carne y en el crecimiento de su demanda,73 pues la mayoría de los muni-cipios consumían cantidades de carne relativamente bajas.

Aunque desconocemos la influencia que hayan tenido en el resto del país las propuestas de la Confederación de Asociaciones Ganaderas, estas tarifas no fueron aplicadas en la entidad probablemente por las fuertes implicaciones que tendrían sobre la hacienda de los municipios, y los impues-tos al degüello mantuvieron el mismo nivel durante el resto de la década de 1930. El hecho sirve para dar cuenta de la importancia que tuvieron los impuestos para las municipali-dades durante largo tiempo. En la localidad de Higueras, por citar un ejemplo, los impuestos al degüello representaban en 1940 el 50 por ciento del total de los ingresos anuales.74

72 Ibíd., García, N.L., 3 de septiembre de 1934, oficio del alcalde de García al secreta-rio de Gobierno de Nuevo León.73 Ibíd., Melchor Ocampo, N.L., 6 de septiembre de 1934, oficio del alcalde de Mel-chor Ocampo al secretario de Gobierno de Nuevo León.74 Ibíd., fondo: Periódico Oficial, 21 de febrero de 1940, núm. 15, pág. 1, presupues-to de ingresos y egresos municipales acordado por el R. Ayuntamiento de Higueras para el año de 1940.

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La documentación revisada no aporta más información sobre problemas de impuestos al degüello en los años poste-riores. Parece más bien que durante la década de 1940 las re-formas realizadas lograron organizar la actividad ganadera a partir de las disposiciones de la Ley de ganadería de 1937, principalmente para atacar el mercado negro y reformar el proceso de distribución.

Mercado negro y reformas en el proceso de distribución

En general, el nuevo sistema de control de tránsito y sacri-ficio de ganado formaba parte de un programa que llevaba a cabo el Gobierno, cuyo objetivo era otorgar mayores ga-rantías a los ganaderos y perseguir el tan difundido robo de animales. En junio de 1940 se implementó una serie de formatos administrativos para regular las transacciones pecuarias, entre las cuales estaban las de sacrificios. Estos formatos debían ser entregados a ganaderos e introductores previa verificación de la propiedad de los animales. Poste-riormente, las solicitudes de sacrificio se entregaban al ad-ministrador o encargado del rastro, junto con las facturas de adquisición y otros documentos probatorios que debían estar visados por el presidente municipal. Aceptada la so-licitud de degüello, el inspector del municipio procedería a hacer la revisión del ganado para grabar la marca de fuego del municipio y dar su aprobación para que el animal fuera sacrificado.75

Otra de las reformas importantes en este sentido fue ex-plicada por medio de la “Guía de tránsito de ganados”, cuyo uso correspondía a los introductores. Todo el que condujera animales de una municipio a otro debía portar una constan-cia llamada “Guía de tránsito”, donde se anotaban todas las características de los animales; dicha guía debía ser otorga 75 Ibíd., fondo: agricultura y ganadería, c. 10, Monterrey, N.L., 20 de junio de 1940, anexo a las circulares núms. 23-40; instructivo para la forma F-1, “Solicitud de sa-crificio de ganados”.

3. La industria de la carne

182 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

da por el presidente municipal, previa comprobación de que el solicitante era propietario de los animales. Esta guía debía ser revisada por cada presidente municipal de la localidad por donde transitara el ganado.76

En enero de 1943 se reforzaron estas medidas y se dictó la prohibición de verificar la inspección durante la noche, limi-tándola entre las 6 y 19 horas. La conducción de ganado por las carreteras o caminos del estado debería efectuarse durante estas horas hábiles y a todo aquel que transitara durante la noche le sería recogido su ganado mientras se investigaba su procedencia legal.77 De esta forma, si bien los impuestos al de-güello no lograban ser reducidos para beneficio de los ga-naderos, al menos el Gobierno procuraba fijar controles para reducir los robos y el comercio ilegal de ganado.

De hecho, una de las consecuencias que podemos deducir de las altas tarifas al degüello de animales fue precisamente la proliferación de un mercado negro de la carne. El comer-cio ilegal de este producto se manifestaba de formas muy diversas, y en él participaban diversos actores. Las princi-pales variables que hemos identificado se relacionan con la propiedad de los animales, es decir, por un lado, la matanza clandestina de animales cuya propiedad era legítima, y por otro, la de aquellos animales obtenidos por medios no legíti-mos, principalmente el abigeato.

En las matanzas clandestinas —las cuales podían ser desde un paraje alejado hasta una casa particular—, los co-merciantes de carne llevaban sus animales a ser sacrificados para evitar los impuestos y obtener mejores utilidades por la venta carne; posteriormente ésta se vendía clandestina-mente o se introducía al mercado mediante su legalización, para lo cual se falsificaban los sellos y marcas del rastro “con unos cuantos manchones de tinta”. Por estos motivos, los mecanismos de legalización tuvieron que cambiar en varias ocasiones para reducir la introducción de esta carne.78

76 Ibíd., instructivo para la forma F-5, “Guía de tránsito de ganados”.77 Unión Ganadera Regional de Nuevo León, op. cit., pág. 128.78 El Porvenir, 2 de enero de 1924, pág. 8, y 6 de junio de 1934, pág. 5.

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Anteriormente hablamos del sacrificio de animales obteni-dos por vías ilegales, principalmente por medio del abigeo. Los ladrones de ganado regularmente hacían sus correrías en las rancherías cercanas a la ciudad, mataban los animales y vendían la carne clandestinamente.79 Las quejas de este tipo son numerosas y ayudan a determinar que estos hechos ocurrían con bastante frecuencia y con igual impunidad, ya que algunos ladrones “casi cometen sus robos públicamente” sin que los ganaderos pudieran hacer algo al respecto. La co-mercialización de la carne ocurría incluso sin recurrir a algún rastro clandestino, ya que en ocasiones los mismos ladrones de ganado preparaban la carne seca y la vendían directamente a los comerciantes de las poblaciones cercanas, quienes en raras ocasiones tomaban en cuenta su procedencia.80

Existían, por supuesto, otras muchas formas de comer-ciar la carne fuera de la ley y evadir este tipo de impuestos, además de lo ya expuesto. Entre las que podemos mencio-nar adicionalmente está la venta de las vísceras y tripitas desechadas en los rastros y recogidas por algunos comerci-antes para venderlas al público sin ningún tipo de inspec-ción sanitaria, y las abundantes matanzas clandestinas de asnos y caballos viejos, cuya carne también era introducida al mercado para su consumo. Por ahora, solo añadiremos que éste fue un fenómeno bastante difundido en todo el país y que constituyó definitivamente para las clases menes- terosas una forma más económica de acceder al consumo de carne.

79 Ibíd., 10 de febrero de 1919, pág. 4, y 6 de junio de 1934, pág. 5.80 Existen algunas quejas en este sentido en el AHENL, fondo: agricultura y gana-dería, c. 9, Sabinas Hidalgo, N.L., 3 de marzo de 1934, carta de ochenta pequeños criadores de Sabinas Hidalgo, Vallecillo y Agualeguas al gobernador del Estado.

3. La industria de la carne

CONCLUSIONES

La reactivación de la actividad ganadera tras la Revolución mexicana fue un proceso fundamental para la reconstruc-ción económica regional. Partimos del hecho de que la gana-dería fue una de las actividades más afectadas por la revuel-ta armada tanto en Nuevo León como en el norte mexicano, y su proceso de recuperación en los siguientes años fue el objeto principal de nuestro estudio.

El desarrollo de la industria pecuaria se enmarcó en la fase de reconstrucción económica nacional que llevaba con-sigo la redefinición del papel del Estado al establecer las reglas que guiaron con incentivos y restricciones el desem-peño de la economía. Así, retomamos el supuesto de que la incertidumbre sobre los derechos de propiedad eleva los costos de transacción de cualquier actividad económica, lo cual fue uno de los aspectos cruciales para la economía agra-ria del México posrevolucionario.

En Nuevo León las instituciones agrarias provenientes de la época colonial seguían presentes en los derechos de pro-piedad de la tierra de gran parte del territorio, por lo que no fue sencillo transitar a nuevas formas de propiedad. El ran-cho como unidad productiva era la institución predominan-te de la actividad ganadera, lo que implicaba que la mayor parte de los ganaderos fueran propietarios y no carecieran de tierras. Por ello, el reparto agrario trajo consigo un con-flicto inevitable, no solo por la propiedad de la tierra, sino por el uso de los recursos hídricos y forestales. La ciudad de Monterrey fue otro elemento importante a destacar, ya que era el centro organizador de la economía regional y un foco importante para la distribución y el consumo de la produc-ción ganadera. Así, la relación entre el campo y la ciudad se presenta más compleja de lo que parece a simple vista, de igual forma que los intereses de ambos sectores confluyen y no son necesariamente excluyentes.

186 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

i

En la primera parte de esta investigación nos concentramos en la estructura agraria de la entidad, así como en sus for-mas de interacción. Ahí determinamos que la llamada “cues-tión agraria” en la entidad se presentó en dos frentes princi-pales: el de la disolución de las comunidades rurales y el del reparto agrario. Aunque existieron puntos de convergencia, se trataba en lo sustancial de reformas opuestas. Una —la estatal—, consistía en la disolución de comunidades forma-das con el tiempo debido al fraccionamiento de grandes ha-ciendas. Esta reforma la interpretamos en una primera fase (1921-1935) como una extensión de las reformas liberales decimonónicas, puesto que en ella se procura la disolución de propiedades comunales para dotar de certidumbre a los propietarios particulares; y en una segunda fase (1935-1950) como un complemento de la dinámica agraria surgida de la Revolución. La otra reforma —la nacional— procuraba la dotación de tierras ejidales para quienes carecieran de ellas. En una primera fase (1924-1936) los repartos fueron escasos, pues se dio prioridad a la preservación de las unidades pro-ductivas; y en la segunda (1936-1940) el reparto se intensificó y creó una gran incertidumbre sobre los negocios ganade-ros, que se vieron reticentes para hacer inversiones. De la misma forma, los nuevos ejidatarios carecían de capital y de conocimiento técnico sobre la ganadería. Ante este fenó-meno, la autoridad federal respondió dotando a las fincas de los antiguos ganaderos de certificados de inafectabilidad por 25 años y estableciendo acuerdos para que los beneficiados apoyaran a los ganaderos ejidales.

A su vez, dentro del proceso de restructuración de la propiedad agraria surgieron numerosos conflictos entre los nuevos actores por determinar sus formas de interacción y acceso a los recursos naturales. Como vimos, durante el periodo de los sonorenses en la presidencia de la repúbli-ca, la disolución de comunidades rurales y no la repartición

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de ejidos fueron el tema prioritario de las reformas agra-rias impulsadas desde la entidad. Pero uno de los principa-les obstáculos para estas reformas fue que implicaban una modificación de las formas de producción y de acceso a los recursos. Muchos ganaderos, basados en convenciones mu-tuas y tradiciones —instituciones informales—, ejercieron una enorme resistencia hacia la división de la propiedad porque aún trabajaban bajo un esquema de uso comunal de agua y de pastos. En este sentido, la división forzada de estas tierras por medio de su expropiación provocó serios problemas para los ganaderos ante la dificultad de adaptarse a nuevos formas de usufructo, sobre todo en lugares donde los recursos eran escasos; por ello, durante el periodo car-denista, cuando arribaron al ejecutivo estatal una serie de militares revolucionarios cercanos al michoacano, la política agraria cambió de rumbo y las expropiaciones cesaron, por lo que el Gobierno estatal se limitó a facilitar la división de las comunidades que así lo desearan.

Por otro lado, paralelamente a la subdivisión de las comu-nidades, los ejidos comenzaron a ser tímidamente repartidos desde mediados de la década de 1920. Para no afectar a los propietarios de las tierras más productivas, los primeros re-partos de las autoridades se dieron en zonas poco fértiles, las cuales estaban dedicadas a la ganadería. Debido a que la acti-vidad pecuaria es una de las formas más efectivas para ocu-par la tierra, algunos ganaderos movilizaban sus animales a los ejidos para obstaculizar las labores de sus habitantes. Los ejidatarios, imposibilitados para emprender labores agríco-las debido a la escasez de agua y de pastos para su ganado —principalmente menor—, tendieron a la explotación de los recursos forestales para sobrevivir de su venta. Asimismo, ahí donde la actividad ganadera estaba integrada a todo un sistema productivo, como en el caso expuesto de la hacienda lechera de Francisco G. Sada, las autoridades estatales hicie-ron lo posible por mantener las haciendas exentas de toda dotación, aunque tuvieron que enfrentar algunos problemas

Conclusiones

188 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

más serios cuando se avecinaron las reformas cardenistas. Las haciendas que se mantuvieron de las utilidades cobra-das —tanto en especie como en metálico— producidas por el alquiler de pastos terminaban por ser vendidas o reparti-das a pequeños ganaderos.

El resultado de todos estos procesos fue la consolidación de la pequeña y mediana propiedad ganadera y una apa-rente conciliación entre los sistemas de propiedad privada y comunal. El análisis de este proceso nos ayuda también a evidenciar que la dicotomía entre propiedad individual y propiedad comunal es más compleja de lo que parece, por lo que requiere de un estudio más profundo que el que aquí elaboramos.

ii

En la segunda parte de la investigación se analizó la produc-ción, los mercados y los efectos de la intervención estatal. Como revisamos, una vez terminado el conflicto armado los intentos para reconstruir la actividad ganadera giraron en dos sentidos: primero, detener la salida de animales del país; y segundo, favorecer la importación de ganado para re-habilitar los hatos nacionales. Esta última medida tuvo a su vez dos objetivos: mejorar las especies animales por medio de la importación de ganado fino, e importar ganado para consumo público. De esta forma, la importación de ganado repercutió en una recuperación de la cabaña nacional que ya era manifiesta hacia mediados de la década de 1920.

Ya con la ganadería en vías de recuperación, la segunda mitad de esa década se caracterizó por una reactivación de la dinámica exportadora hacia el mercado norteamericano. El restablecimiento de esta dinámica llevó a que municipios como Lampazos o Linares recuperaran al menos una parte de la importancia que tuvieron como centros ganaderos antes

189

de la Revolución. La disminución de las importaciones y el aumento de las exportaciones parecen indicar, por un lado, un aumento en la demanda de ganado —principalmente va-cuno— por parte de los Estados Unidos; y por otro lado, que los ganaderos mexicanos estaban en condiciones de atender esa demanda.

Sin embargo, esta dinámica que parecía favorecer tanto los negocios ganaderos nuevoleoneses y en general los del norte de la república, se vio interrumpida por la crisis desatada en Estados Unidos en 1929 que provocó que este país elevara sus tasas de importación de ganado proveniente de México, y por lo tanto, restringió los intercambios de ganado bina-cionales. Ante la falta de mercados, los ganaderos norteños se dedicaron al gran centro consumidor de la república: la Ciudad de México. Esta ciudad era abastecida principalmen-te por los estados del centro del país, pero a inicios de la década de 1930 los ganaderos del norte redireccionaron su producción para acaparar gran parte del mercado. Nuevo León participó en este sentido de la exportación de gana-do vacuno, pero destacó al ser el principal abastecedor de ganado caprino de la capital del país. Por otro lado, en este periodo se desarrollaron también graves conflictos en torno a la industria zapatera, en la cual la ganadería era pieza fun-damental, pues formaba parte de su cadena de insumos. El conflicto estribaba en que la exportación de pieles elevó los costos de producción de calzado, pero los buenos precios de las pieles en el extranjero incentivaban el desarrollo de la ganadería al elevar el precio de las cabezas. Las autoridades mediaron en el conflicto y procuraron favorecer tanto a los fabricantes de calzado de Monterrey como a los ganaderos locales, pero el debate entre la conveniencia de exportar o de favorecer el mercado interno marcó la política de los si-guientes años.

A mediados de la década de 1930 el mercado norteameri-cano volvió a reactivar la demanda ganadera, sin embargo, las condiciones eran bastante diferentes a las de la década

Conclusiones

190 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

anterior. Por un lado, los ganaderos norteamericanos esta-ban inconformes con la importación, a su juicio desmedi-da, de los ganaderos mexicanos, que abarataban los precios de su ganado y lo hacían poco rentable. Así, lograron que su gobierno fijara cuotas de importación para el ganado mexicano a partir de 1937, pero estas no tuvieron el éxito deseado y las exportaciones continuaron. Por otro lado, la política cardenista buscaba fortalecer el mercado interno en un contexto donde iba en descenso el poder adquisitivo de la población mientras ésta aumentaba, sobre todo en las ciudades. Debido a esto, los gobiernos mexicanos buscaron detener las exportaciones de ganado hacia los Estados Uni-dos para abaratar los precios en el mercado interno y para crear una tensión constante donde el Gobierno federal pri-vilegió la eficiencia social de la ganadería, aún a costa de los niveles productivos. El aumento de la demanda de carne en ciudades en franca expansión como Monterrey obligó a que el ejecutivo nuevoleonés impusiera de igual forma restric-ciones al gravar la salida de semovientes de la entidad, a la vez que dieron facilidades para la producción de otros insu-mos ganaderos demandados por la ciudad, lo que derivó en el establecimiento de una cuenca lechera en los municipios aledaños a la capital.

Finalmente, cuando las autoridades y los ganaderos pare-cían limar asperezas por medio de la creación de numerosos incentivos canalizados por medio de las uniones ganaderas re-gionales, el conflicto sanitario que representó la epidemia de fiebre aftosa detuvo por completo las exportaciones hacia Es-tados Unidos. La ganadería entonces se vio forzada para ace-lerar un proceso de modernización con apoyo del Estado, que desembocó en el establecimiento de las empacadoras de tipo inspección federal —T.I.F.—, una de las cuales fue establecida en Monterrey. Con estas empacadoras pudo ca-nalizarse una gran parte de la producción que de otra forma no habría podido colocarse en el mercado interno, lo que hubiera deprimido la actividad ganadera.

191

En resumen, los ganaderos nuevoleoneses reorientaron su producción conforme las condiciones políticas y eco-nómicas lo requirieron. En un contexto donde el papel del Estado en la definición del rumbo económico del país era crucial, las autoridades tuvieron posturas e intereses dis-tintos en torno a los mercados a los que debía dedicarse la producción ganadera, por lo que los criadores se adaptaron a ellos constantemente. El principal mercado para la pro-ducción ganadera local fue el de los Estados Unidos, pero diversos factores de la política binacional lo hicieron cam-biar de rumbo en más de una ocasión. Así, la producción se reorientó hacia la Ciudad de México durante la primera mitad de la década de 1930 y hacia principios de la década de 1940 hacia la ciudad de Monterrey. Después de un largo periodo de tensiones, el Estado logró estrechar vínculos con los ganaderos, por lo que puede decirse que se les reconoció como uno más de los grupos que integraba al Estado mexi-cano corporativo.

iii

En el tercer apartado de esta investigación se profundizó en la relación entre los espacios rurales y urbanos al abordar las tendencias del consumo de carne, su procesamiento y su sis-tema de distribución. A pesar de lo defectuosas que pueden ser las estadísticas de consumo, son valiosas en el sentido en que pueden reconstruirse algunas tendencias. En primer lugar, una comparación: el número de sacrificios de ganado para consumo público durante el porfiriato en Nuevo León no fue alcanzado de nuevo hasta 1940, con el inconvenien-te de que la población era mucho mayor y por lo tanto, el consumo per cápita estaba muy por debajo. Sin olvidar los problemas para la captación de datos, las razones para esto son múltiples: la tambaleante recuperación de la actividad

Conclusiones

192 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

ganadera, los altos precios de la carne provocados por la ex-portación de ganado en pie, un descenso en los estándares de vida, y el cambio en los hábitos alimenticios. En segundo lugar, los datos analizados nos obligan a reconsiderar la idea de que la debacle ganadera en el periodo 1913 a 1920 fue ori-ginada solo por el movimiento armado, esto debido a que la caída de las cifras de consumo en 1910 es un indicador de que otros factores, como la sequía de un año antes, provoca-ron un descenso en la población ganadera de considerable importancia, amén de que el movimiento armado impidió una pronta recuperación. Así, al menos en el territorio nue-voleonés no se puede atribuir todo el peso de la debacle ga-nadera a los efectos de la Revolución.

A pesar de que la ciudad de Monterrey tuvo dificultades para el abasto de carne en momentos coyunturales del de-cenio armado, las cifras de sacrificios mensuales parecen in-dicarnos que la ciudad pudo mantener sus redes de abasto. Esto se debe con bastante probabilidad al hecho de que la ciudad no dependía en esa época del ferrocarril para abaste-cerse de ganado, pues éste era transportado por tierra desde las zonas productoras cercanas.

El inicio de la década de 1920 fue el periodo donde hubo más escasez de carne. El despoblamiento de los hatos mexi-canos obligó a que la carne para consumo público tuviera que ser importada desde Estados Unidos, donde había lle-gado a precios muy bajos. Contrario a muchos argumentos de la época, la reanudación de las exportaciones durante la segunda mitad de la década de 1920 pareció favorecer el con-sumo, ya que traía una mejor rentabilidad para los ganade-ros, que cuando no podían exportar elevaban los precios de la carne para hacer rendir los costos de producción.

En la década de 1930, las restricciones para la exportación provocaron una sobreproducción que hizo bajar los precios de la carne al inicio de la década, reflejado en un leve aumen-to del consumo, pero conforme la situación se normalizó, los precios tendieron a aumentar cuando las exportaciones no

193

fueron favorables. La ciudad de Monterrey fue en esta época la tercera consumidora de carne de res en el país, detrás de Guadalajara y la Ciudad de México. Después de un periodo donde el consumo reportó altibajos desde finales de la déca-da de 1930 hasta 1943, el consumo de carne de la población nuevoleonesa creció hasta 1946. Al año siguiente, producto de la epidemia desatada por la fiebre aftosa, el sacrificio de ganado para consumo de carne fresca de ganado bovino, porcino y lanar decreció. Estas disminuciones fueron com-pensadas con un aumento considerable en el sacrificio de ganado caprino.

La crisis provocada por la epidemia de fiebre aftosa im-pulsó a su vez el procesamiento de carne. Aunque los inten-tos por establecer empacadoras en Monterrey se remontan al porfiriato, la instalación exitosa de las mismas tuvo lugar has-ta la década de 1920. A finales de esta década, la reactivación económica que había tenido lugar en el país pareció animar a algunas compañías empacadoras a incrementar sus inversio-nes para atender una demanda en expansión. Bajo el contexto de una política de fomento para nuevas industrias, empaca-doras como la de Ambrosio Guajardo lograron expandirse a nuevos mercados, aunque aún eran empacadoras pequeñas y con poca capacidad de producción. Por ello, el momento de-cisivo para la industria de la carne procesada llegó con la pro-hibición de exportar ganado vivo en 1947. En Monterrey se estableció entonces la Empacadora Treviño con apoyo de las autoridades federales, estatales y un grupo local de ganaderos. La mayor parte de su producción se orientó al mercado de los Estados Unidos; queda pendiente analizar si la producción de carne procesada pudo eventualmente involucrarse de la mis-ma forma en el mercado interno, ya que al parecer existía una enorme reticencia de la población para el consumo de carne bajo estas modalidades.

Por último, se analizó el papel que jugaron las autoridades y los distintos actores involucrados en el sistema de abasto y distribución de la carne. La importancia de mantener el

Conclusiones

194 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

abasto de carne no estuvo ligada solamente a las condicio-nes de vida de la población, sino a la salud financiera de los ayuntamientos, ya que los impuestos cobrados por degüello representaban un salvavidas fiscal para las finanzas muni-cipales, incluidas las de la misma capital. De esta forma, en torno a la cadena de distribución de la carne se entretejieron un conjunto de intereses donde ganaderos, introductores, autoridades municipales y estatales, consumidores busca-ban ser los más beneficiados. Consideramos que la exposi-ción de las tensiones desarrolladas en torno a estos actores descubre nuevas áreas de estudio y a su vez contribuye a discutir la relación entre los municipios y la entidad.

ANEXOS

Anexo 1. Mapa de Nuevo León.

Fuente: INEGI.

196 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Anexo 2. Mapa de la región ganadera de Nuevo León.

Fuente: ElaboracIóN propIa coN rEcursos dEl INEGI.

197

Anexo 3. Regiones del estado de Nuevo León que compren-den la región ganadera. Por municipios y con superficie en kilómetros cuadrados.

Región norte Región centro Región centro sur

Municipio Superficie Municipio Superficie Municipio Superficie

Agualeguas 917.6 Abasolo 76.9 Allende 156.2

Anáhuac 4,121.6 Apodaca 183.5General Terán 2,465

Aldamas, Los 778.7

Cadereyta Jiménez 1,004.4

Huala-huises 243

Bustamante 558 Carmen, El 131.4 Linares 2,445.2

Cerralvo 949.8Ciénega de

Flores 156.2Montemo-

relos 1,706.2

China 3,940.6Doctor

González 701.8 Rayones 905.2

Doctor Coss 664.6 García 853.2

General Bravo 2,073.2

General Escobedo 191

General Treviño 391.8

General Zuazua 124

Herreras, Los 421.6 Guadalupe 151.3

Lampazos de Naranjo 4,020 Hidalgo 220.7

Melchor Ocampo 223.2 Higueras 600.2

Parás 992 Juárez 277.8

Ramones, Los 1,378.8 Marín 129

Sabinas Hidalgo 1,661.6 Monterrey 451.3

Vallecillo 1,859.9 Mina 3,915.8

Anexos

198 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Villaldama 870.5 Pesquería 307.5

San Nico-lás de los

Garza 86.8

San Pedro Garza García 69.4

Salinas Victoria 1,334.2

Santa

Catarina 984.5

Santiago 763.8

Total en la región 25,823.5

Total en la región 12,714.7

Total en la región 7,920.8

Fuente: elaboración propia con información de Camilo Contreras, Geo-grafía de Nuevo León, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2007, págs. 16-17.

199

Anexo 4. Mapa de las regiones del estado de Nuevo León que comprenden la zona de estudio.

Fuente: elaboración propia.

Región norte

Región centro-sur

Región centro

Anexos

200 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Anexo 5. Especialización de la producción ganadera en Nue-vo León.

Fuente: elaboración propia con información de De la Peña, op. cit., págs. 46-55.

Ganado caprino

Ganado ovino

Ganado vacuno

201

Anexo 6. Coeficientes medios de agostadero en las princi-pales regiones ganaderas de México.

Hectáreas por cabeza

Ganado vacuno Ganado lanar Ganado cabrío

Regiones ganaderas

Coefi-cientes

Regiones ganaderas

Coefi-cientes

Regiones ganaderas Coeficientes

Norte de Sonora 18.4

Norte de Coahuila 5.8

Norte de Coahuila 5.8

Noroeste de México 18.3 Zacatecas 5.2

Norte de San Luis

Potosí 5.8

Sur de Zacatecas 15.1

Los Altos de Jalisco 5

Sureste de Zacatecas 5.8

Centro de Nuevo León 12

Nuevo León 4.1

Norte de Nuevo León 5.7

Chapala 10 Hidalgo 2.7

Noroeste de Zacate-

cas 5.6

Los Altos de Jalisco 10

Valle de Toluca 2

Hidalgo y Querétaro 3.6

Puebla y Tlaxcala 11 a 16 Perote 1.5

Centro de Nuevo

León 3.2

Valles de México y Toluca 9.8 Motozintla 1.5

Sur de Puebla 3

Sur de Michoacán 9.5 Comitán 1.1

Perote y San Juan

de los Llanos 2.9

El Bajío 9.2 El Bajío 2.5

Anexos

202 LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Sur de Chihuahua 8.6

Sinaloa y Nayarit 7.5

Costa de Guerrero 5

Centro de Veracruz 3.9

Tabasco 2.8

Las huaste-cas 2.7

Fuente: De la Peña, op. cit., págs. 88-89.

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Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León

Pág. 45. Arturo B. de la Garza en la entrega de documentos a miembros de los Comités de Zonas Comunales. ca. 1945. General Bravo, N.L., México. No. de foto: AGENL5889.

D.R. © Fototeca Nuevo León – CONARTE Fondo Archivo General del Estado de Nuevo León

Pág. 129. Arturo B. de la Garza dando lectura a su informe de gobierno, 1946. Monterrey, N.L., México.

D.R. © 14196 Fototeca Nuevo León – CONARTE Fondo Carlos Pérez-Maldonado

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D.R. © 20647 Fototeca Nuevo León – CONARTE Fondo Archivo General del Estado de Nuevo León

Pág. 165. Bonifacio Salinas Leal y comitiva afuera del ras-tro municipal, retrato de grupo, ca. 1940. Nuevo León, México. No. de foto: AGENL3308.

D.R. © Fototeca Nuevo León – CONARTE Fondo Archivo General del Estado de Nuevo León

La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados

en la época posrevolucionaria

Se terminó de imprimir en enero del 2014 en los talleres de Amelia Hernández Ugalde. En su composición se empleó la tipografía Celeste. El cuidado de la edición estuvo a cargo de David Ricardo. El tiraje consta de mil ejemplares, impresos

en papel cultural de 90 grs.