LA DEMOCRACIA FUERA DE LUGAR. CHILE EN EL SIGLO XX

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LA DEMOCRACIA FUERA DE LUGAR. Chile en el Siglo XX Marcelo Cavarozzi 1

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LA DEMOCRACIA FUERA DE LUGAR.

Chile en el Siglo XX

Marcelo Cavarozzi

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Introducción

El Chile clausurado por el brutal quiebre de1973 ha sido víctima de dos cautivantes narrativasque influyeron tanto sobre la política como sobrelas interpretaciones históricas y sociológicas: lanarrativa del estado fuerte, obviamenteautoritario, y la narrativa de la democracia. Másallá de algunos señalamientos acertados, ambasnarrativas han contribuido a hacernos perder devista los rasgos centrales de la dominación socialy política en Chile y como ésta se redefinió ytransformó en una serie de coyunturas críticas alo largo del Siglo XX, de tal modo asegurando sumantenimiento a pesar de los desafíos queenfrentó. La dominación, como veremos, sereprodujo precisamente descansando en la gestacióny reproducción de atributos opuestos a aquellossostenidos por las narrativas convencionales. Enotras palabras, la dominación social y económicase consolidó en el Siglo XX debilitando el estadoy negando la democracia.

En la narrativa del estado fuerte se parte dela rápida y relativamente incruenta resolución delos conflictos internos de las elites quecondujeron las luchas de la independencia ylograron erigir un estado que desde Santiago,primero como capital del Valle Central y luego delpaís extendido, convirtió a Chile en una exitosaempresa de desarrollo exportador, conquistas

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territoriales y guerras de aniquilamiento en eltranscurso de seis o siete décadas. En estanarrativa los personajes centrales, e inicialmenteexcluyentes, fueron los miembros de una oligarquíareducida y concentrada en el Valle Central, esdecir la aristocracia terrateniente de lasdoscientas y tantas familias del “vecindarionoble”, y los militares provenientes de esasfamilias.1 Esta clase dirigente se expandió duranteel Siglo XX; se incorporaron a ella elencostécnicos, que provenían del servicio público, degrandes empresas privadas y de las asociacionescorporativas de los empresarios, como así tambiénintelectuales de diferentes linajes.

La narrativa de la democracia, por su parte,se remonta también a mediados del Siglo XIX yrepara en la propensión sistemática de lasdistintas facciones oligárquicas, y posteriormentetambién de las clases medias y populares, acanalizar sus demandas a través del parlamento y aorganizarse en partidos políticos. Esta narrativase apoya en dos pilares: la continuidad delfuncionamiento del congreso hasta el golpe de 1973–que sólo sufrió un par de breves interrupcionesentre 1924 y 1932—y el prolijo despliegue de unarco de partidos políticos que abarcó desde lostradicionales Conservadores y Liberales de derechahasta dos partidos de izquierda que reivindicarondiferentes versiones del marxismo. Este arcoincluyó también un par de fuerzas que, encontraste con las anteriores, fueron catalogadas aveces como partidos de la clase media y otras comopartidos “de centro”: los Radicales y los

1 Cfr. Arnold Bauer. La sociedad rural chilena. Desde la conquistaa nuestros días. Santiago: Editorial Andrés Bello; 1994,página 35.

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Demócratas Cristianos. Naturalmente, losprotagonistas de esta otra narrativa fueron lospolíticos partidarios.2

En este texto hago una lectura diferente de lahistoria política chilena del Siglo XX que es máscontradictoria y promiscua.3 Esta perspectivaparte, por un lado, del reconocimiento que lahistoria del estado chileno siguió un itinerariomás sinuoso que el planteado por el mito; secaracterizó por el contraste entre un estado quese debilitó de manera progresiva a partir delúltimo tercio del Siglo XIX, pero paradójicamentese convirtió durante el siglo siguiente en el ejede un proceso espasmódico de desarrollo yacumulación. Y, por otro lado, la perspectivasubraya como una serie de cambios en los arreglos

2 El historiador Gonzalo Vial sintetiza con precisiónel mito de la democracia chilena, al que él obviamente seplegó, en su documentada historia del país. Cfr. Cinco Siglosde Historia. (Santiago: Editorial Zig-Zag; 2009, página 1105).Según Vial, “1932 abrió un período de 41 años, durante loscuales Chile –asombro y ejemplo del mundo- perfeccionaríasin cesar las formas democráticas, hasta el extremo decelebrar todas y cada una de sus elecciones: municipales,parlamentarias y presidenciales, ordinarias oextraordinarias, justa y precisamente el día que mandaba laConstitución … ni el día antes, ni el día después, setratar de llenar la Presidencia de la República, o un cargode regidor comunal, cuyo titular hubiese fallecido sincompletar su período.”

3 Michael Mann, al referirse a las configuraciones depoder de las sociedades modernas en la introducción alsegundo tomo de su monumental Las fuentes del poder social, señalaque concibe a dichas fuentes como redes impuras ypromiscuas que se entretejen entre sí. (Cfr. Madrid:Alianza, 1997, página 27) Como explico más adelante, en ladistinción entre tres planos que planteo en el texto: losde la sociedad, el estado y el régimen, adopto una posturacercana a la del sociólogo inglés.

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formales e informales del régimen político --cambios que se sucedieron en 1920, 1925, 1938 y1949 -- no se tradujeron siquiera mínimamente enla implantación de procedimientos democráticos.Recién en 1958, un par de reformas dispuestas enlos meses postreros de un gobierno absolutamentedesprestigiado y sin capacidad alguna para influirsobre sus sucesores incluyeron la implantación deuna cédula electoral oficial y la legalizaciónplena del partido Comunista. Sólo en esa coyunturatardía se traspuso el umbral de nacimiento de lademocracia, es decir, recién esas reformasinauguraron un sistema que, formalmente, puede sercalificado de democrático. No resultó accidentalque fue precisamente a partir de ese año que unacoalición de partidos de izquierda emergió comouna alternativa real de poder.

La chilena fue, por ende, una democraciatruncada; el bloqueo a la democracia fue elresultado de prácticas que de manera consistente yeficaz implementó la oligarquía, operando tantodesde las instituciones propiamente políticas,como desde fuera de ellas.

En el Chile contemporáneo la fortaleza inicialdel estado se fue diluyendo a partir de la décadade 1860. A pesar de ello, desde 1879 en adelante,es decir después del estallido de la Guerra delPacífico, se sucedieron varios episodios deexpansión estatal de corta duración que en algunoscasos tuvieron efectos significativos, mientrasque en otros abortaron inmediatamente. Por suparte, la democracia política, sea que adoptemosuna definición de corte dahliano o de corteschumpeteriano, se estableció tardíamente. Ycuando ello finalmente ocurrió, despertó enormesresistencias que llevaron a su rápida caída,

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precisamente porque cada una de las dos eleccionespresidenciales posteriores a ese año, es decir lasde 1964 y 1970, generaron saltos cuantitativos ycualitativos en los procesos de movilización delos sectores populares, como así tambiénexplosiones de demandas que resultaronintolerables para la oligarquía y los grandesempresarios.

La democracia emergió en 1958 para derrumbarsequince años más tarde sin haber revertido lascondiciones que habían provocado el retraso en sullegada. Por el contrario, la efectiva celebraciónde las primeras elecciones que cumplieron con losrequisitos de una democracia formal, es decir laspresidenciales de 1958 y sobre todo lasparlamentarias de 1961, profundizaron elantagonismo entre aquellas fuerzas que procuraronutilizar los mecanismos democráticos paracuestionar y erosionar los rasgos jerárquicos,autocráticos y escasamente igualitarios de lasociedad chilena y quienes procuraron, finalmentecon éxito, impedirlo.

La docena de años trascurridos entre 1920 y1932 fue una etapa decisiva tanto en relación aldesarrollo del Estado como a la suerte de lademocracia durante el siglo XX. Fue en esos añosque surgió el patrón del crecimiento espasmódicodel Estado y se sembraron las raíces para eltardío establecimiento de la democracia. A partirde ese período, una vez disipada la “inercia”residual del proyecto portaliano, no fueaccidental que se sucedieran episodios, o“arranques”, para tratar de reconstruir al Estado.4

4 Diego Portales es considerado por muchos analistas como el

fundador del Estado moderno en Chile en la década de 1830. Murió6

Esa fue una etapa crítica, puesto que en ellaemergieron tanto un conjunto de profundoscuestionamientos al régimen oligárquico que teníaya prácticamente un siglo de existencia, como asítambién se multiplicaron los reclamos para que elEstado expandiera sus limitadas funciones y, deese modo, sirviera para proteger a los sectoresafectados por la crisis. Pero, como veremos, lasdemandas por un mayor intervencionismo estatal ypor una reforma del régimen oligárquico fueroncanalizadas a través de mecanismos cargados decontradicciones, la mayoría de ellos deinspiración autoritaria. Así se generó unatensión, que permanecería sin resolver hasta elgolpe militar de 1973. Ello condujo a la formaciónde un régimen híbrido, liberal pero nodemocrático, en las tres décadas que siguieron ala depresión de 1929-1932, es decir hastaprincipios de la década de 1960.

El período 1920-1932 se caracterizó, entonces,por una gran productividad política que,paradójicamente comenzó con una condenageneralizada a la política, ya que esta tornó aaparecer como la culpable de los males queafectaban a Chile –entre otros, de la“inferioridad” chilena a la que se refirióFrancisco Encina.5 Esa fue una etapa en la que,asimismo, el vacío dejado por el agotamiento de lahegemonía británica fue prestamente llenado por lanorteamericana modelando como resultado un nuevoestilo de dependencia. Más allá de los resultadoseconómicos de las empresas norteamericanas queasesinado en 1837 en una rebelión militar, finalmente fracasada.

5 Francisco Encina, Nuestra inferioridad económica. Santiago:Editorial Universitaria, 1955. La versión original dellibro fue publicada en 1911

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operaron en Chile y del interés estratégico en elcobre, resulta particularmente intrigante porqueun país relativamente pequeño y lejano atraería laatención de personajes tan disímiles como HerbertHoover, los impulsores de la Alianza para elProgreso y Henry Kissinger.

El Estado.Este trabajo propone una estructura analítica parael estudio de los “arranques” de expansión estatalque se produjeron en Chile durante el siglo XX.Para ello se hace una lectura en detalle delprimero de ellos –los años de la dictadura delcoronel Carlos Ibáñez del Campo (1925-1931) en losque además del Banco Central se crearon numerosasinstituciones públicas y se reformaron otras comoel cuerpo de Carabineros— y la subsiguiente“normalización” de la política que sobrevino en ladécada de 1930 durante la segunda presidencia deArturo Alessandri. El objetivo, precisamente, esel de elaborar una herramienta analítica quepermita desentrañar los rasgos centrales de lapolítica chilena hasta que sobrevino el coup d´etatde 1973. La premisa es que durante el medio sigloinaugurado en la década de 1920 se produjo unapeculiar alternancia: por una parte, se sucedió unpuñado de arranques de expansión estatal, lamayoría de los cuales sedimentaron en “estratos”acumulativos de estatalidad –es decirinstituciones públicas y cuasi-públicas y pautasde conducta de los agentes estatales y de losactores sociales vinculados a ellos; por la otra,los arranques de expansión, invariablemente,fueron seguidos por retornos a la “normalidad”,esto es interregnos que tuvieron como resultado laneutralización, e incluso reversión, de las

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reformas impulsadas en los períodos de expansiónestatal.6 Esta peculiar alternancia tuvo comoresultado la consolidación del statu quo, esdecir de los patrones de dominación socialheredados del siglo XIX. Los episodios a los que me refiero, además de losanalizados en el texto son, la presidencia dePedro Aguirre Cerda (1938-1941) que tuvo como ejela creación de la CORFO (Corporación de Fomento dela Producción) y las políticas de promoción de laindustria y de expansión de la infraestructura; yla primera etapa del gobierno democristiano deEduardo Frei Montalva (1965-1969) en la cual elEstado implementó una profunda reforma agraria eimpulsó la sindicalización campesina en el marcode un postrer, y mediocre, desarrollismo. En cadauna de las coyunturas emergieron, a la par,propuestas autoritarias y de apertura democrática,pero, como examino más abajo, más bien comodisyunciones que como contraposiciones de un juegoantagónico. En todas ellas, el Estado, recuperandoen parte el impulso inicial, generótransformaciones significativas en la sociedadsobre la base del desarrollo de organizacionespúblicas, la formación de cuadros técnicos y laampliación de las capacidades de regulación ydisciplinamiento social. Otros dos “arranques” de

6 La idea de la sedimentación de los estratos deestatalidad la desarrollo en “Más allá de las transicionesa la democracia en América Latina” Revista de Estudios Políticos Nº74 (Octubre-Diciembre 1991) y en una versión revisada en elJournal of Latin American Studies, 24:1992. En él postulo que estepeculiar estilo de expansión estatal fue característico dela Matriz Estado-Céntrica en el período que medió entre lasdécadas de 1920 y 1970. Chile es uno de los clásicosejemplos de esta modalidad de imbricación de economía ypolítica.

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expansión estatal se frustraron desde su mismolanzamiento. Estuvieron asociados el primero, conel retorno a la presidencia de Carlos Ibáñez en1952, esa vez ya constitucionalmente electo, y elsegundo con la administración de Jorge Alessandri(1958-1964), inmediatamente a continuación de lade Ibánez. Los prolongados interregnos denormalidad, a su vez, encapsularon las iniciativasde los períodos de activismo estatal morigerando,o incluso anulando, su impacto. Como ya apunté,este patrón de alternancia tuvo como efectoproducir un congelamiento casi total de ladominación social y los parámetros a los queestuvo asociada, una sociedad extremadamentejerárquica en la cual predominó una pronunciadadesigualdad. La matriz de dominación se gestó durante el primersiglo de vida independiente de Chile al compás deldespliegue de los intereses y los valores de laelite que lideró la guerra contra la coronaespañola y que, como bien señala José Bengoa, setransformaría en “una oligarquía” durante elúltimo tercio del siglo XIX.7 De todos modos, lacontinuidad entre la elite colonial y laoligarquía nacional fue mayor que la que se dio enotros países hispanoamericanos, y este fenómenotuvo bastante que ver con el modo de relaciónentre los dueños de fundo y los campesinos que searmó, de acuerdo a Arnold Bauer, “entre fines deldiecisiete y comienzos del diecinueve”.8 El

7 Cfr. José Bengoa (ed.) Valle Central. Memorias, patrimonio yterremoto en haciendas y pueblos de Chile Central. Santiago:Catalonia, 2012

8 Bauer también remarca que los procesos desarrolladosdurante el Siglo XVIII tuvieron como resultado laestructuración de un sistema definido por una “estricta

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despliegue del proyecto portaliano durante laspresidencias de Prieto, Bulnes y Manuel Monttdescansó, como señaló Jocelyn-Holt, en uncondominio oligárquico-militar que reforzó losexpansión del comercio de exportación basado en eltrigo, el cobre y la plata y ubicó a Chile como laúnica república latinoamericana “seria” dentro delconcierto mundial que estaba armándose con eje enLondres, y subsidiariamente en París.9 Por ello noresultó casual que Chile se constituyera en elúnico ejemplo en la región que no cayó dentro delpatrón de “tiranías militares sucesivas y defrecuente ascenso de salvajes tiranos”, como tancoloridamente lo pintó uno de los influyentesconsejeros extranjeros que pasaron por Chile, elfrancés Courcelle-Seneuil.10 Fue el de losestratificación”. (Cfr. La sociedad rural chilena; página 67)Como corroboración adicional, si bien de carácter puntual,cabe registrar el señalamiento que hace Juan CarlosGaravaglia en “Servir al Estado, servir al poder: laburocracia en el proceso de construcción estatal en AméricaLatina”. Almanack. Guarulhos Nº 3 de la América española,primer semestre de 2012; página 7. El autor marca aSantiago como una excepción a la regla predominante enotras ciudades capitales, como Quito, Santa Fe de Bogotá yBuenos Aires, ciudades estas últimas en las cuales losfiscales y oidores de las Audiencias desaparecieronrápidamente de la escena después de la independencia,mientras que en Chile ese no fue el caso; muchos de ellospermanecieron en sus cargos. Por ende, en Chile lacontinuidad entre la colonia y el período post colonial fuemayor.

9 Cfr. Alfredo Jocelyn-Holt Letelier. Historia General deChile. Amos, señores y patricios. Santiago: Editorial Sudamericana,2004. Otros historiadores, como Gabriel Salazar,relativizan el peso del “proyecto” atribuido a DiegoPortales y sus asociados cercanos.

10 Jean Baptiste Courcelle-Seneuil fue uno de los másdestacados discípulos de Alexis de Tocqueville y arribó a

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“pelucones” de Portales un proyecto decididamenteestatista, si bien no contrarió en modo alguno lafilosofía de libre comercio que el premierbritánico Palmerston, sus sucesores y sus aliadosde la city londinense impulsaron a nivel mundial.Los presidentes del período que se cerró en 1861consiguieron establecer una cierta estabilidadinstitucional, neutralizando trabajosamente lasrebeliones militares y regionales y centralizandola autoridad política y administrativa enSantiago. En síntesis, se formó un Estado quealimentó y creció en paralelo a la idea de unanación chilena. Como es sabido, la capital seconvirtió en un refugio para exiliados, ensayistasy políticos provenientes de regiones másturbulentas del continente, mientras queValparaíso desplazó al Callao como principalpuerto sudamericano del Pacífico y funcionó comotrampolín para los muchos chilenos que transitaronlas costas hasta California, algunos para hacermás negocios y otros para escapar a la asfixiante“paz social” del Valle Central. De todas maneras,el chileno de mediados del Siglo XIX era un Estadoprecario: el bandolerismo rural no había sidoerradicado, ni siquiera en las regiones centrales;el avance sobre los territorios de los mapucheshabía sido mínimo y, para colmo, en 1865 unalmirante español, quien finalmente reveló noestar del todo en sus cabales, bombardeó aValparaíso destruyendo buena parte del puerto sinque los militares chilenos pudieran hacer muchopara impedirlo.

Chile como catedrático universitario en la década de 1850.Desempeñó también funciones como asesor del gobierno deManuel Montt.

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En 1861 el fin de la presidencia de Montttrajo a la superficie un problema típico de losregímenes presidencialistas oligárquicos: lasucesión. El presidente saliente fracasó en elintento de imponer a su sucesor y se abrió unperíodo en el cual los sucesivos presidentessufrieron la disminución progresiva de susatribuciones para nombrar tanto a funcionariospúblicos, como a los encargados de organizar ysupervisar los procesos electorales. Como en otrosregímenes oligárquicos de la región y de Europa,el control de las elecciones era un arma decisivaen el armado de la estructura de poder en Chile ya partir de la sucesión de Montt, el poder centralfue cediendo prerrogativas que prácticamentedurante un siglo –es decir hasta las reformas delas leyes electorales en 1958— pasaron a manos decaciques locales. La progresiva pérdida de poderde los presidentes, que obviamente se aceleraría apartir de la derrota del presidente Balmaceda enla guerra civil de 1891 y el establecimiento de larepública parlamentaria, no fue ajena alestancamiento casi total del proceso deconstrucción estatal que había caracterizado alperíodo fundacional. A partir de la década de1860, la formación de cuerpos burocráticos ytécnicos perdió continuidad y la estabilidad desus ocupantes se tornó más precaria; en unasociedad que estaba ganando en complejidad alcompás de su progresiva integración a la economíamundial, fueron encogiéndose las capacidades deregulación estatal. Durante los años de la guerradel Pacífico, empero, no resultó extraño que elEstado chileno revirtiera temporariamente eldeclive; las necesidades de la guerra y de laocupación de los territorios que habían

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pertenecido a Bolivia y Perú obligaron a loschilenos a desplegar las estructuras de controlterritorial y social y de comunicaciones enregiones que no las contaban.

De todos modos, a pesar de su progresivainvolución, el Estado chileno nunca perdióeficacia como aparato disciplinador de lossectores dominados. No dejó de funcionar rutinariay persistentemente como un Estado de clase,racista y patriarcal que reprimió y excluyó a lostrabajadores, los campesinos, los indígenas y lasmujeres. Uno de los primeros estudiosos en repararen el carácter bifronte del Estado chileno –esdecir, un Estado que fue, a la vez, débil yfuerte-- fue Albert O. Hirschman en su clásicoJourneys Toward Progress. El economista alemán apuntabaque los Decision Avoiders que controlaron la políticachilena entre 1891 y la Primera Guerra Mundialfracasaron en el control de la inflación, pero novacilaron en desatar algunos de los “baños desangre más terribles de la historia del movimientoobrero” como la producida a raíz de la matanza delos obreros salitreros y sus familias en la plazacentral de Iquique en 1907.11

La democracia. Por su parte, la democracia emergió tantardíamente en Chile que se podría postular que suestablecimiento coincidió casi temporalmente consu caída. A pesar de la elegante policromía de su

11 Cfr. Albert Hirschman, Journeys Toward Progress. NuevaYork: Anchor Books, 1965, página 233. En apoyo de su tesis,Hirschman recordaba un dicho de un prominente presidente dela etapa oligárquica, Ramón Barros Luco, quien sostenía que“… sólo hay dos clases de problemas, los que resuelven porsí mismos y los que no se resuelven.”

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espectro partidario y del parsimonioso gradualismocon que se fue armando, el régimen políticochileno no alcanzó niveles de participación ycompetencia que permitan considerarlo siquieraformalmente democrático hasta muy poco antes de suderrumbe en 1973. En primer lugar, hasta la década de1950, el tamaño del electorado fue extremadamentereducido, característica que Atilio Borón seencargó de señalar en un artículo en el cualtambién destacó el escaso éxito que tuvieron lasizquierdas en ampliar el electorado.12 En buenamedida, esto se debió a las “complicaciones”, quefueron deliberadamente mantenidas, en losprocedimientos de registración electoral, comoapuntaron entre otros Carlos Huneeus y TimothyScully. Para los pobladores rurales,especialmente, resultaba extremadamente difícilinscribirse en los registros si no contaban con elvisto bueno de los caciques locales, habitualmentealiados de los terratenientes. Unos y otros, losdueños de los grandes fundos y sus amigos proveíanlos liderazgos de los partidos de derecha, ointegraban las filas de las distintas faccionesdel liberalismo y el conservadorismo. Asimismo, elmanejo relativamente discrecional que dichoscaciques tenían de los procesos electoralesfacilitaba el fraude que era práctica habitual enlas comunas rurales, como lo ha señalado, entreotros, Gonzalo Vial.13 En contra de la enconadaresistencia de Liberales y Conservadores, losprocedimientos de registración y de escrutinioganaron en trasparencia recién a partir de lasanción de la ley 12.889 en 1958, reforma que

12 Borón en “Movilización política y crisis política enChile. (1920-1970) Aportes; Abril 1971:20

13 Gonzalo Vial. Op. cit. 15

incluyó el establecimiento de una cédula oficial.El intento anterior de limpiar los registroselectorales había sido el de la reforma electoraly municipal de 1914, que transfirió laprerrogativa de inscribir como votantes ysupervisar los actos electorales a las juntas demayores contribuyentes en lugar de los alcaldesmunicipales. Felipe Portales, criticando a ArturoValenzuela y Scully, apunta correctamente laparadoja de la reforma de 1914: la depuración delos registros electorales constituyó un avance, yaque disminuyó la capacidad de las maquinariaspartidarias locales para implementar algunas delas múltiples variantes del cohecho, pero tuvocomo efecto reducir el número de ciudadanos quesupuestamente tenían derecho a voto de 598.000 a185.000.14

En segundo lugar, las posibilidades efectivas decompetencia electoral resultaron seriamenteafectadas por las restricciones, a menudo severas,que se le impusieron de manera sistemática alpartido Comunista, circunstancia que no excluyóque a menudo también se le aplicaran a otrospartidos de izquierda de menor importancia. Estasrestricciones cobraron mayor relevancia que en elresto de América Latina puesto que el chileno fueprácticamente el único partido Comunista de la

14 Felipe Portales. Los mitos de la democracia chilena. Desde laConquista hasta 1925. Volumen I. Santiago: Catalonia, 2011.Cabe anotar que si bien la reducción implicabaprobablemente la eliminación de centenas de miles devotantes ficticios, el resultado práctico era que el tamañode la ciudadanía se redujo a un nivel ínfimo. Comparandocon Uruguay y Argentina, que en esa misma década habíanexpandido considerablemente el número de votantes yreducido las restricciones, en Chile se produjo unretroceso a niveles comparables a los del siglo previo.

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región con presencia significativa en el mundoobrero, lo que se tradujo tanto en su predominioen la esfera sindical como en el comportamientoelectoral de los trabajadores.15 Esta presencia fuemuy extendida en el sector de los trabajadoresmineros, tanto del salitre y el cobre como delcarbón, pero el apoyo a los dirigentes sindicalesdel partido de la III Internacional no serestringió a ese sector. Por ello lasproscripciones y las persecuciones que sufrieronlos comunistas durante el siglo XX no sóloestuvieron vinculadas al propósito de bloquearelectoralmente al partido, sino también procuraronerradicar las conductas contestatarias de lostrabajadores, fueran éstas promovidas por loscomunistas, los anarquistas u otras corrientessindicales. El anticomunismo chileno estuvoprofundamente arraigado en el encono quedespertaban en las clases propietarias losreclamos de los trabajadores, sentimiento quetambién embargó, o fue absorbido por otrossectores de la sociedad. Esta circunstancia estáestrechamente relacionada en parte con laintensidad que alcanzó el clivaje de clases enChile, o dicho de otro modo, explica lasubsistencia de un profundo corte jerárquico entrepatricios y plebeyos, anclado en la sociedad ruraltradicional, y que sobrevivió en la modernidadurbana. Este fenómeno condujo a que sectoressignificativos de las clases medias generadas por

15 Si bien en otros países como Argentina, Brasil, Perú,Uruguay y México, los partidos que respondían a la SegundaInternacional tuvieron influencia en otros ámbitos como elintelectual y el universitario, nunca llegaron adesarrollar un apoyo comparable al que alcanzaron en lasfilas de clase trabajadora chilena.

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la expansión del capitalismo se sintieran partedel patriciado, y como consecuencia, condenarantout court la rebeldía del “roto”, o sea “las faltasde respeto” a los superiores de sujetosconsiderados inferiores sociales.

El anticomunismo que impregnó a la sociedad nofue solamente un rasgo político, entonces. Pero,de todos modos, le dio al régimen político chilenocaracterísticas que se pueden definir como“predemocráticas”, y lo hizo compartir rasgos delsistema alemán de entreguerras más que delfrancés, como ha sostenido, entre otros, SamuelValenzuela.16 En este sentido, no se debe olvidarque tanto en Chile como en la república de Weimar,la puesta en funcionamiento de normasdemocráticas, respectivamente en 1958 y 1918, quecasualmente en ambos casos sobrevivieron sóloquince años, culminó con derrumbes catastróficos yel establecimiento de dictaduras totalitarias. Sise me permite la licencia, aplicaría a lademocracia en Chile la imagen de Marx en relaciónal advenimiento de la libertad en Alemania cuandoel filósofo alemán se lamentaba que en 1848 “…sólo acompañamos a la libertad un día, el de suentierro”.17

16 J. Samuel Valenzuela en “La ley electoral de 1890 yla democratización del régimen político chileno” en EstudiosPúblicos, 71 (Invierno 1998). La reticencia a reconocer elparalelo entre la Alemania derrotada en la primera guerra yel Chile que emergió del segundo ibañismo quizás se deba aque en el primer caso hubo un nítido cambio de régimen alderrumbarse el absolutismo imperial de los Hohenzollern,mientras que en el Chile de 1958 se mantuvo una continuidadinstitucional que ya tenía más de un cuarto de siglo devigencia.

17 Cfr. Francois Furet, Marx y la Revolución francesa. México:Fondo de Cultura Económica, 1992; página 49.

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La apertura de las esclusas a la participacióny a la competencia partidaria irrestricta entre1958 y 1973 produjo el estallido del sistema departidos heredado de la etapa “predemocrática”,estallido que fue preanunciado por un descalabroinicial, es decir el asociado al llamado“terremoto ibañista” de 1952, cuando el exdictador retornó a la presidencia. Después de loque pareció un retorno a un ordenamientonormalizado del arco partidario en las eleccionespresidenciales de 1958, retorno que inmediatamentese reveló inestable, la década siguiente iba agenerar un nueva arquitectura: el esquematripartito formado por la derecha (el partidoNacional en el cual convergieron liberales yconservadores), el centro (la DemocraciaCristiana) y la izquierda (primero como FRAP –Frente de Acción Popular-- y luego como UnidadPopular) proponiendo la “vía pacífica” alsocialismo. Sin embargo, como ha señaladoagudamente Manuel Antonio Garretón, este nuevoarreglo contenía la semilla de su destrucción enla medida que cada uno de los tres polos seconcibió como alternativa excluyente de los otrosdos.18 Esa inestabilidad extrema se manifestó encada elección a partir de 1952. En ese año seterminó de deshacer la configuración partidariaque funcionó durante la década y media depresidencias radicales inaugurada en 1938. Esaconfiguración le había permitido al partidoRadical disponer del apoyo de los partidos deizquierda, o al menos de alguno de ellos, en lascontiendas presidenciales, a pesar que en elparlamento se recostaba habitualmente a la derecha

18 Cfr. Manuel Antonio Garretón. The Chilean Political Process.Boston: Unwin Hyman, 1989.

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aliándose a Conservadores y Liberales. Es decir,el radicalismo había funcionado como el ejebasculante del sistema partidario, lo que lepermitió capturar la presidencia en tres ocasionessucesivas a pesar de que su caudal electoral nuncasuperó el veinticinco por ciento. En cambio, desde1952 en adelante en las diez elecciones que sesucedieron hasta la previa al golpe de setiembrede 1973, que se celebró pocos meses antes delmismo, se conformó una configuración de partidosradicalmente diferente a la anterior. No se tratósimplemente que en cada comicio variara el partidoo coalición triunfante, sino que en todos loscasos se modificaron tanto la composición delelenco partidario en relación a la elecciónanterior, como así también la posición que cadauno de los partidos ocupó en el tableroelectoral.19

De lo señalado hasta aquí se desprende que elitinerario seguido por el Estado chileno fue muchomás tortuoso que lo sugerido por la narrativa delEstado fuerte y que, por su parte, la narrativa dela democracia tiene un talón de Aquiles. Tanto losanalistas como numerosos actores han confundido loque, sin duda, constituyó un caso de estabilidad

19 Se debe recordar que antes del golpe militar de 1973las elecciones presidenciales se celebraban sexenalmente,mientras que las de renovación parlamentaria tenían lugarcada cuatro años. Por ello fue que en Chile hubo eleccionesnacionales en 1952, 1953, 1957, 1958, 1961, 1964, 1965,1969, 1970 y 1973. Al margen, cabe anotar que no erairrelevante para el presidente en ejercicio, esto es theincumbent, para aludir a un término no traducible, si laprimera contienda electoral que debían afrontar se producíaal principio de su mandato (como fue en los casos de Ibáñezy Frei Montalva), o a mediados del mismo (como le ocurrió aJorge Alessandri y a Salvador Allende).

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institucional que perduró durante más de cuarentaaños con un fenómeno de vigencia de los principiosde soberanía popular. Por lo tanto, ambos planosde la política chilena, el del Estado y el delrégimen político, deben ser analizados teniendo encuenta los desvíos y las contradicciones que losafectaron, así como los entrelazamientos ypromiscuidades a las que alude Mann. De todosmodos, tanto el análisis de la formación y lasrutas seguidas por los Estados latinoamericanostempranamente exitosos, es decir los de México,Argentina, Brasil y Chile, como el estudio deldiseño de los mecanismos del régimen políticotorna conveniente dar un paso adicional. Para sermás precisos, resulta extremadamente útil vincularen qué tipo de sociedad el Estado y el régimenoperaron, y para esto se requiere determinarcuáles fueron las cuestiones sociales que sedilucidaron a través de la gestión estatal, y dequé manera ello se dio, como así también repararen cuales fueron los mecanismos y patrones dereclutamiento de las elites gobernantes. Comoveremos, en este caso un punto de partidasugerente para responder a esos interrogantesremite al análisis del papel que jugó laoligarquía terrateniente en la sociedad chilena enel siglo transcurrido entre las décadas de 1860 y1960.

La dominación oligárquica como herramientaheurística.

Este trabajo se propone plantear algunas pistasacerca de como la dominación se jugó en la tramade los tres planos ya mencionados, el de lasociedad, el del estado y el del régimen político.En los tres la implantación de la oligarquía fue

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un elemento central de las lógicas de generación eintercambio de recursos de poder, tanto materialescomo simbólicos. En el primero, o sea en el planode la sociedad, su papel central definió un patrónde organización profundamente jerárquico que tuvomucho que ver con la desigualdad extrema queimperó (e impera) en Chile. Si bien este patrónsólo se desplegó materialmente en el ámbito rurala través de un proceso de “re-arcaización” de lasrelaciones sociales, si se me excusa el término, yde gestación de un patrón de servidumbre tardía,también tuvo como efecto impregnar al conjuntode la sociedad chilena. En el plano del Estado, araíz de la pérdida de importancia de lasexportaciones agrícolas, la oligarquía setransformó a partir de las postrimerías del SigloXIX en una clase parasitaria que colonizó aorganismos y empresas del Estado y que convirtió ala apropiación de las rentas públicas enprácticamente el principal, y casi excluyente,mecanismo a través del cual accedió al control decuantiosos recursos económicos. Otros sectorespropietarios, en particular la incipienteburguesía industrial, incluso desde muy temprano,reprodujeron esa modalidad rentística deapropiación.20 En este sentido, los industriales

20 Ricardo Donoso, uno de los biógrafos más tempranos deArturo Alessandri, nos da una pista, quizás nodeliberadamente, acerca de como operaron los fundadores delas primeras plantas industriales en el Siglo XIX buscandoel patrocinio del Estado. Al hacer la genealogía delpolítico, cuenta que su abuelo, un inmigrante toscano quehabía llegado a Chile en 1821, pasó de ser titiritero acomerciante y cónsul de honorario de Cerdeña. En esteúltimo carácter, en 1856 recomendaba a otro italiano alpresidente Manuel Montt, en los siguientes términos: “…hice presente a don Juan Ziccardi que designe los fondos

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estuvieron marcados por el mismo episodio delsurgimiento de la entidad corporativa que losrepresentó, pues fue la Sociedad Nacional deAgricultura (SNA en adelante) la que promovió lacreación de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFAen adelante) en 1883. Asimismo, la oligarquía,primero como productora y luego comointermediaria, tuvo un peso determinante en laconstrucción de los mecanismos estatales quemodelaron el patrón de inserción de la economíachilena en el sistema capitalista mundial en tresdiferentes etapas; las de 1850-1880 (definida porla integración temprana con base en el comerciodel Pacífico de trigo, plata y cobre); 1880-1925(la era del salitre con la centralidad británica)y 1925-70 (la era de la hegemonía norteamericanaasociada al retorno del cobre al primer lugar enlas exportaciones). Finalmente, en el plano delrégimen político, la posición predominante que laoligarquía mantuvo sobre todo en el parlamento, ysecundariamente en algunos organismos no electivoscomo el Consejo de Estado y la Corte Suprema, lepermitieron bloquear invariablemente los intentosde otros actores sociales y políticos de avanzaren la democratización de la política chilena.

La oligarquía terrateniente no perdió lacapacidad para ocupar las cimas del poder a pesarque Chile, obviamente, experimentó cambios

que solicita al Gobierno, como auxilio para complementarlos que su establecimiento exige (se trataba de una fábricade loza). Como Ud. lo sabe, mis deseos en este asunto notienen más miras que el adelanto de Chile en la industriafabril …” (Cfr. Alessandri, agitador y demoledor; México: Fondo deCultura Económica, 1952; páginas 24-25) Resulta casiinnecesario aclarar que el compatriota de Alessandrirecibió el subsidio solicitado.

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significativos entre 1860 y 1960. Lo logró porquefue reajustando los mecanismos a través de loscuales se articulaba su poder político en lassucesivas transiciones que se sucedieron en elSiglo XX. Vale la pena subrayar cuando seprodujeron esas transiciones: en 1920, es decir,en la primera elección presidencial en la cualhubo una apelación al público en general; en 1925cuando se retornó al sistema presidencial; en1938, cuando se produjo la primera elección conparticipación efectiva de los partidos deizquierda; en 1949, cuando se concedió el voto alas mujeres en el plano nacional y en 1958, esdecir cuando se realizó la primera elección conampliación efectiva del sufragio. El precio quepagó la sociedad chilena por este fenómeno desupervivencia del dominio oligárquico fuemúltiple: el congelamiento (o imposición) de ladominación oligárquica en los ámbitos rurales delValle Central y de las regiones más al sur que seagregaron al territorio nacional en el últimotercio del Siglo XIX, la supervivencia de visionesclasistas reforzadas por la adhesión a losvalores aristocráticos de segmentos significativosde la clases medias y populares, y elestancamiento crónico de la economía chilenadurante los primeros tres cuartos del Siglo XX,estancamiento al que no fue ajeno la adopción porparte de otros sectores propietarios de lasconductas rentísticas perfeccionadas por laoligarquía.

La relación de la oligarquía con el poder fueambivalente. Se reveló como una clasesingularmente potente para disciplinar a lasclases subalternas, se tratara de campesinos eindígenas y más tarde de obreros. Y, al mismo

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tiempo, fue una clase a la que le resultóespecialmente difícil gobernarse a sí misma; eneste segundo plano, fue sistemáticamenteindisciplinada. Una de las manifestacionespolíticas de esta dualidad –la fortaleza parasometer a subalternos y adversarios y la debilidadpara sujetarse a sí misma a reglas—fue lapermanente conflictividad que caracterizó a larelación entre el presidente y el parlamento hasta1973. Este fenómeno adquirió nuevas connotacionesa partir del triunfo en 1920 del primer presidentesin abolengo aristocrático, Arturo Alessandri,pero también caracterizó a las relaciones entre elejecutivo y el legislativo bajo varios de suspredecesores oligárquicos. En numerosas ocasiones,diferentes presidentes y sus ministrosprotagonizaron intentos de autonomizar el estado yprácticamente sin excepciones dichos intentosfueron resistidos o saboteados desde elparlamento, donde predominaban los grandesterratenientes o sus asociados directos.21 Elejemplo más destacado de este fenómeno fue, sinduda, la guerra civil y el triunfo de las fuerzasparlamentarias que llevó a la deposición yposterior suicidio del presidente Balmaceda.22

21 En 1918, según Arnold Bauer, 67% de los senadores y40% de los diputados eran propietarios de grandeshaciendas. (Cfr. La sociedad rural chilena; página 246)

22 El casus belli en 1891 fue el tema de la sucesiónpresidencial. Balmaceda pretendió imponer el nombre de susucesor y la mayoría del parlamento se opuso. Con ribetesno tan dramáticos, parecidas confrontaciones se repitieroncon otros presidentes de la etapa oligárquica. Unamanifestación contundente de lo que estaba en juego en laguerra civil fue la profundidad de los reemplazos defuncionarios públicos que dispusieron las nuevasautoridades una vez removido Balmaceda. En Setiembre de

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De todos modos, los conflictos entre elpresidente y el congreso aludían a una paradojamás profunda. La temprana consolidación del ordenrepublicano en la década de 1830 se apoyó en laformación de un estado centralizado y despóticoque integró eficazmente a Chile a la expansivaeconomía mundial de mediados del Siglo XIX sobrela base de la exportación de trigo, cobre y, enmenor medida, plata. A pesar de que los grandesterratenientes del Valle Central reconocían que lacredibilidad del Estado de una sociedad pequeña yalejada de un mundo con eje en el Atlánticodependía centralmente de la estabilidad del valorde su moneda, las elites chilenas fracasaron ensus intentos de alcanzarla, especialmente a partirde la sanción de la ley de bancos que inspiróCourcelle-Seneuil en 1860. No debe sorprendernosentonces que más de un siglo después de laaprobación de esa medida, Hirschman identificaratodavía a Chile como el locus classicus de la inflaciónen América Latina.23 En el Siglo XIX, la raíz de laincorregible inflación fue la nunca resueltacontroversia entre “oreros” y “papeleros”, es decirentre los partidarios de la adopción del patrón

1891, la junta que se hizo cargo del gobierno disolvió elalto mando del ejército y destituyó a todos los jueces,profesores universitarios, secundarios y primarios, y losempleados del Registro Civil nombrados por Balmaceda. Cfr.Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las suaves cenizas del olvido.Santiago: LOM Ediciones, 1999, página 7. Esa “escoba”que pasaron los ganadores de la guerra civil de 1891también tuvo que ver con un pedestre, pero relevante,enfrentamiento entre “ins” y “outs” que Timothy Scullycapta muy agudamente en Rethinking the Center. Party Politics inNineteenth- and Twentieth-Century Chile. Stanford: StanfordUniversity Press, 1992

23 Hirschman, Op. cit.; página 217.26

oro y los defensores de la emisión de papelmoneda. Como analiza el propio Hirschman, elfracaso en el control de la inflación no fuecausado en si por los vicios de cada una de lasdos posturas, sino porque ninguna de ellas fueadoptada consistentemente; tipificando de tal modoun clásico ejemplo de una no-decisión.24 El statuquo, claro está, no fue alterado y el poder de losterratenientes resultó reforzado a pesar de que,como ya señalé, los soportes productivos de supredominio se resquebrajaron a partir de la décadade 1870.

La oligarquía terrateniente dejó, entonces, unpesado legado de “inconducta” monetaria que, en elsiguiente siglo, otros actores se encargarían deatesorar y de tornar aún más enredado. Empero, nofue ese el único legado que sería acrisolado porlas clases empresariales del Siglo XX. Hubo otromás pesado aún: la rigidez de las barreras declase. Los grandes empresarios industriales,comerciales y de servicios devinieron herederos deuna concepción aristocratizante de la vidaarraigada en las visiones de los dueños de fundos.Esta concepción del mundo trascendió al campo y sedifundió por la sociedad chilena toda, incluidoslos planos de la política. María Rosa Stabili en

24 Es por ello que el notable economista alemán advirtióacerca de los riesgos de concluir mecánicamente que lainflación era promovida de manera deliberada por laoligarquía terrateniente. En realidad, operaban objetivoscontradictorios que predominaban alternativamente: por unlado, mantener la respetabilidad nacional en los círculosfinancieros internacionales con centro en la citylondinense; por el otro, no secar una de las fuentes de losbeneficios que le redituaba a los terratenientes el accesoprivilegiado a los recursos públicos. Ibidem; páginas 226-235.

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su investigación sobre la “mentalidad de la elitechilena”, quizás inspirándose en su compatriotaGramsci, acotaba atinadamente que la eficacia delas visiones jerárquicas y paternalistas de laoligarquía se reflejó, en cierta medida, en lacircunstancia que ellas fueron adoptadasmayoritariamente por otros sectores sociales,incluso por las clases populares.25 Por supuesto,que la hegemonía oligárquica no excluyó lavigencia de mecanismos menos sutiles de ejerciciode la dominación toda vez que los campesinos, lospeones rurales, y, por supuesto, los mineros,osaron rebelarse.

Durante los primeros dos tercios del siglo XX,el ethos oligárquico proveyó el cemento ideológicoque alimentó la enconada resistencia de las clasespatronales a integrar a la esfera de la ciudadaníaa los campesinos, a los trabajadores manuales y,más tarde, a los pobladores urbanos, es decir alos habitantes de las “callampas” o barriosurbanos más empobrecidos. Por ello, la formaciónde una clase de empresarios industriales a partirdel período de entreguerras no modificó de manerasignificativa las orientaciones y comportamientosde los patrones chilenos. Como examino en mi tesisdoctoral en la cual analizo las políticas depromoción industrial y la creación de laCorporación de Fomento de la Producción (CORFO en

25 La historiadora italiana apuntó que “ …la ruralidad,real o aparente, ha constituido el modelo de identidad y dela convivencia nacional, el universo de los valores que hamantenido unidos e interpetado a los chilenos: no sólo alos miembros del sector alto, sino también y quizás más aúna los sectores populares”. Cfr. El sentimiento aristocrático. Eliteschilenas frente al espejo (1860-1960). Santiago: Editorial AndrésBello, 2003; página 263.

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adelante) en 1939, los industriales estuvieronlejos de siquiera aproximarse al perfilmodernizante que presumiblemente debían poseer lasburguesías industriales, según se las imaginabanactores tan diversos como los comunistas criollos,los economistas de la CEPAL y, más adelante, losteóricos de la modernización y los políticos ytécnicos desarrollistas.26 Los industriales fuerontan antiobreros como los terratenientes, y aligual que estos últimos manifestaron una oposiciónirreductible a cualquier intervención del estadoen los lugares de trabajo, especialmente en lasplantas fabriles de su propiedad. Y de manera tansistemática, y contradictoria, como los dueños defundos, proclamaron las bondades del laissez faire, ala par que procuraron asegurarse que el flujo derentas extraordinarias que el mismo estado lesproporcionaba, no se interrumpiese, logrando quelas instituciones públicas represivas impidieranque se desplegara la lógica competitiva delconflicto distributivo entre capital y trabajo,lógica que implica el reconocimiento a lostrabajadores de los derechos de organizarse ypeticionar libremente.

El quiebre de entreguerras: expansión del Estado yde la productividad política.

Chile fue, como Cuba y encierta medida Brasil, uno de los países queexperimentó más tempranamente el derrumbe delcapitalismo del laissez faire despótico, derrumbe que

26 Cfr. Marcelo Cavarozzi, The Government and the Industrial

Bourgeoisie in Chile. 1938-1964. Tesis doctoral. Universidad de

California, Berkeley, 1975.29

sobrevino como resultado de la Primera Guerra.27 Alas causas más generales asociadas al ocaso delpredominio británico y el formato de economíamundial con que dicho predominio estaba asociado,en Chile se sumó, como es bien sabido, ladeclinación irreversible del salitre que, desdefines del siglo anterior había sido el principalcomponente de la canasta de exportaciones chilenay la fuente de la mayoría de los ingresosfiscales.28 Sin embargo, la debacle del salitre, ala cual se agregó temporariamente en la década de1930 la caída de los precios de las otrasexportaciones, no constituyó solamente el fin dela economía de exportación, o del crecimientohacia afuera, que había predominado hasta 1914.Fue, más globalmente, el fin de un Chile. Elturbulento primer lustro de la década de 1920marcó el ocaso final del país que Portales y laoligarquía que predominó después de laindependencia habían inventado. Ese Chileochocentista había experimentado su último espasmoexpansivo con el exterminio de las postrerasresistencias de los mapuches en la Araucanía y laocupación de sus tierras y la conquista deAntofagasta, Tarapacá, Arica y Tacna de manos debolivianos y peruanos. No fue accidental, entoncesque en el cuarto de siglo que siguió al fin de laGuerra del Pacífico se multiplicaran imágenes como

27 Wanderley Guilherme dos Santos califica así a laetapa que transcurrió entre mediados del Siglo XIX y elestallido de la Primera Guerra Mundial. Cfr. Razoes daDesordem. Rio de Janeiro: Rocco, 1993.

28 La contribución del salitre, según Patricio Mellerosciló entre un tercio y la mitad de la recaudacióntributaria total. Cfr. Un siglo de economía política chilena (1890-1990). Santiago: Editorial Andrés Bello, 1996, página 25.

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la del político radical, Enrique Mc Iver, cuandose lamentaba que los chilenos “no (eran) felices”o radiografías como las de Francisco Encina quepublicó uno de sus textos bajo del título deNuestra inferioridad económica.29 Ese sentimiento dedesilusión, sin embargo, se acentuó a partir de1914. Las fuertes sacudidas que produjo la guerraeuropea trajeron a la superficie todos losproblemas de la sociedad chilena de la belle epoque.En ese contexto, no resultó extraño, entonces, quelas elecciones presidenciales de 1920 abrieran unagrieta en el sólido edificio oligárquico por elcual se filtró un político que había jugado conlas reglas del régimen durante muchos años, peroque triunfó en las elecciones gracias a quetransgredió algunas de las normas, en particularaquellas que establecían que la contienda era sóloun juego de caballeros, por supuesto tramposo,pero que no incluía al “pueblo”. ArturoAlessandri, que de él se trató, por primera vez enla historia electoral de su país hizo campaña, esdecir pidió el voto de los chilenos. Por ciertoque a pesar de ello la elección finalmente se jugóde acuerdo a las más estrictas reglasaristocráticas: la decisión de a quiencorrespondían un puñado de electores en cuestiónla tomó un “Tribunal de Honor” de siete miembros.A pesar de que supuestamente su opositor, LuisBarros Borgoño, contaba con la mayoría, finalmente

29 Francisco Encina, Nuestra inferioridad económica. Santiago:1911. Encina, junto con otros ensayistas como TancredoPinochet y Eduardo de la Barra, identificaron al escasodesarrollo de la educación pública como la principal causade la falta de identidad de “raza chilena” y laconcomitante ausencia de compromiso del pueblo con elprogreso nacional.

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el tribunal le adjudicó la victoria a Alessandrial decidir que le correspondían 179 electoresfrente a los 174 de su adversario.30

La presidencia de Alessandri y el fracaso delproyecto minimalista. La grieta abierta en 1920no se cerró, sino que se tornó en una fisurairreparable. Es que el problema, como ya adelanté,iba mucho más allá de la escasa legitimidad delrégimen político.

En primer lugar, el quiebre trajo a la superficiela fragilidad del modelo de desarrollo haciaafuera de un país dependiente, cuyo aislamientodel eje del Atlántico Norte se había acentuado aúnmás después de la apertura del canal de Panamá en1912. Para colmo, Chile no sólo estaba atado a lasuerte de una única mercancía, sino que elatractivo de dicha mercancía en el mercadomundial, como en el caso del guano peruano,resultó relativamente breve. Como ha sido señaladopor muchos, la difusión de técnicas más eficientespara la elaboración de nitrato sintético por partede los alemanes durante la primera guerra y elcontinuado abaratamiento de su producción durantela década siguiente, aceleró la debacle delsalitre. El reemplazo del salitre por el cobre,que se convirtió nuevamente en la principal

30 Manuel Rivas Vicuña, que condujo las negociaciones,resumió las complejas gestiones que llevaron a la formacióndel Tribunal de Honor, de las cuales el paso final fue lasugerencia de los dos últimos miembros que lo integraronpor parte de Alessandri –de una nómina de seis nombres queél propuso—y la aceptación por parte de su adversario.(Cfr. Historia Política y Parlamentaria de Chile. Tomo II. Santiago:Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1964). Cabe anotar queotros autores arguyen que la diferencia de electores entreAlessandri y su adversario fue solamente de uno.

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exportación chilena en 1929, tampoco iba arevertir la posición dependiente del país, aunqueciertamente modificó sus rasgos.

En segundo lugar, el derrumbe hizo crujir lospilares internos de la sociedad oligárquica en ladécada de 1920. Cuando terminó la guerra mundialen 1918, el estado chileno pareció quedarse “ …sin cartas que jugar”. A diferencia del presidenteSanta María, quien poco antes de desencadenar laguerra contra Bolivia y Perú le confesaba a sulugarteniente, Antonio Varas, que “… vamos a jugara una carta toda nuestra bolsa”, el político queocupó la presidencia en 1920 pareció no disponerde una carta semejante.31 Eso a pesar queAlessandri había llegado a la primera magistraturaatreviéndose a trasponer, si bien prudentemente,el marco de los cenáculos de la oligarquía y, porañadidura, había prometido sacar al país del pozoen que se encontraba.

Y, en tercer y último lugar, la posguerra inauguró unperíodo de extraordinaria productividad en lapolítica chilena, aunque también le agregó unaconsiderable dosis de confusión, fenómeno quetornó imposible una vuelta atrás. Algunos de losrasgos del período 1920-1932 han sido analizadosdetalladamente por varios autores; más abajo medetengo en esos rasgos, en especial, en losnuevos, e intensificados, patrones de intervenciónde los militares y en el sesgo anti-partido que,

31 Cfr. Carmen Mc Evoy, Guerreros Civilizadores. Política, sociedad ycultura en Chile durante la Guerra del Pacífico en su prodigiosoanálisis de la construcción de un ideario de guerra, y deun Estado que lo implementó, por parte del presidente SantaMaría, su sucesor Aníbal Pinto y Antonio Varas . Santiago:Universidad Diego Portales, 2011.

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concomitantemente, adquirió la política.32 Sinembargo, pocos han reparado en una de lasnovedades a mi juicio más importantes: lacentralidad que cobró el personalismo en lapolítica, fenómeno estrechamente asociado a ArturoAlessandri y a quien en 1920 era todavía un oscuromayor del ejército, pero que sólo cinco añosdespués se convertiría en una poderosa figura:Carlos Ibáñez del Campo. Alessandri e Ibáñez eran,cada uno de ellos, dos personajes absolutamentecontradictorios y capaces de las volteretas másinverosímiles en sus conductas políticas. Elprotagonismo que tuvieron en la década de 1920 leagregó una elevada dosis de confusión a unapolítica ya de por sí complicada. Por cierto quela carrera política de ambos no se agotó con ladécada; Alessandri e Ibáñez dominaron la escenapolítica durante los cuarenta años que sesucedieron después del fin de la primera guerra,como examino en los más adelante; de hecho entrelos dos ejercieron la presidencia de la nacióndurante más de la mitad de esos años. Aquí, másbien, quiero subrayar dos atributos que tanto elpolítico como el militar poseían y que no fueronajenos a sus éxitos. El primero es que, a pesar deque se trataba de individuos con antecedentes yestilos completamente diferentes, los doscompartían la capacidad para “interpelar a lagente común … alejada de la política”, es decirtenían una gran habilidad para encontrar oídos

32 Por ejemplo, por Brian Loveman y Elizabeth Lira enLas suaves cenizas del olvido: Vía chilena de Reconciliación Política 1914-1932.Santiago: LOM Ediciones, 1999, Frederick Nunn en ChileanPolitics 1920-1931. The Honorable Mission of the Armed Forces.Albuquerque, New Mexico, Estados Unidos: The University ofNew Mexico Press, 1970 y Gonzalo Vial en Op.cit.

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receptivos más allá de los espacios específicos enlos que cada uno se movió preferentemente, esdecir los salones partidarios y los cenáculosparlamentarios el uno, y los cuarteles el otro.33

Esta cualidad resultó decisiva en la década de1920, es decir una etapa en la cual la rutina delos debates parlamentarios y los desprestigiadosrituales electorales generaban resentimiento ydistancia. El segundo atributo fue eleclecticismo, que algunos calificaron comooportunismo y confusión, que caracterizó a losplanteos y acciones de Alessandri e Ibáñez.Expresaban posturas anti-oligárquicas, peropactaban con los oligarcas; se declarabannacionalistas, pero cultivaron a menudo el apoyode Estados Unidos; se proclamaron fervorosamentedemocráticos, pero no vacilaron en promoveracciones de los militares en contra de las reglasinstitucionales cuando éstas obstaculizaban suspropósitos; podían declararse amigos de la iglesiacatólica y al día siguiente conspirar dentro deuna logia masónica. Pero, claro, según el momento,y la fortuna que les acompañaba en cada iniciativaque tomaban, la confusión el oportunismo fue vistocomo plasticidad, es decir como la capacidad paraconciliar opuestos, para promover acuerdos entreenemigos y para maniobrar en aguas turbulentas.Debe advertirse, por ende, que el protagonismo queganaron Ibáñez y Alessandri –más allá de que ambosconcluyeran sus primeros períodos presidencialesviéndose forzados a renunciar—tuvo mucho que vercon la circunstancia que ambos encarnaron y33 La imagen la utiliza Joaquín Fernández para referirse almilitar en su El Ibañismo. Un caso de populismo en la política chilena.1937-1952. Santiago: Instituto de Historia, PontificiaUniversidad Católica, 2008

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expresaron, cada uno a su manera, la creatividad yla confusión que reinaron en un período de crisiscomo el de 1920-1932.34

El desempeño de Alessandri, una vez asumida lapresidencia, no pudo ser más decepcionante.Prácticamente todas las iniciativas que tomó sefrustraron entre cambios de gabinete y continuosvirajes en el contenido de las políticas. Elcontraste entre las promesas alessandristas desuperar la impasse, por un lado, y laintensificación de los tironeos entre elpresidente y el parlamento controlado por laoligarquía sin que se produjeran cambiossignificativos, por el otro, fue el detonante deun nuevo fenómeno; una malaise que se extendió portoda la sociedad chilena. En este clima no resultóextraño que se identificara a los políticos comoel principal obstáculo que impedía la resolución

34 Alessandri llegó en 1920 a la presidencia dejando atrásun pasado lleno de vuelcos y peripecias que llevó a que unode sus biógrafos más críticos le atribuyera una“insinceridad y aventurerismo meridionales”. RicardoDonoso, que de él se trata, fue el autor de una de lasbiografías más completas del político; sin embargo los dostomos de Alessandri, agitador y demoledor. Cincuenta años de historiapolítica de Chile, (México: Fondo de Cultura Económica, 1952),si bien documentan minuciosamente cada episodio de su vida,están teñidos por un sesgo anti-alessandrista que lo llevaa frecuentes exageraciones y errores. Resulta sugestivo queDonoso utilice permanentemente, y de manera crítica, elcalificativo de “meridional” para describir a Alessandri.Probablemente era propenso a concluir que la cercanía alMediterráneo le restaba seriedad a cualquier persona y notenía en cuenta que el abuelo de Alessandri provenía enrealidad de una región ciertamente no meridional, por lomenos de Italia, en la cual la política, precisamente,había sido elevada a la categoría de arte; el ducado deToscana.

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de la severa crisis que afectaba al país.35

Alessandri y sus adversarios aparecieron enredadosen una lucha facciosa que tuvo como únicoresultado, según críticos que encontraron oídosreceptivos, el agravar la crisis. La condena a lapolítica fue generalizada y abarcó diversosplanos, incluido el mecanismo en el cual sefundaba, supuestamente, la legitimidad de lospolíticos: la voluntad ciudadana expresada através del voto. Poco repararon los críticos queen 1920, en realidad, votara sólo el dos o trespor ciento de los chilenos y que el cohecho fuerauna práctica generalizada, sobre todo en losámbitos rurales.

La condena sin excepciones de la política, poresa razón, escondía una profunda ambigüedad. Poruna parte, la crítica a los mecanismos electoralesno era ajena a las ostensibles manipulaciones quehacían de ellos numerosos políticos, especialmentelos que provenían de comunas rurales. Estasprácticas, se sostenía con razón, producían ladistorsión de la voluntad de los ciudadanos. Porlo tanto, la crítica a las elecciones implicabadenunciar el fraude y la falta de transparencia.Pero, como contrapartida, otros actores atacabanal sufragio porque temían el potencial movilizadordel voto, en la medida que las restriccionesseveras a su expansión estaban provocando lareacción de algunos segmentos de los sectores

35 La ineficacia de los políticos se tradujo, entreotras consecuencias, en el fracaso en generar nuevasfuentes de ingresos en una situación de crisis fiscal. Unejemplo de esta ineficacia se dio cuando Alessandripresentó un proyecto para la creación de un impuesto a losréditos que fue bloqueado por el congreso sin proponeralternativas.

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excluidos. En ese sentido, el ataque al voto teníamucho que ver con el temor a que “las clasespeligrosas” adquirieran poder, aunque fuera encuotas mínimas.

Los prolegómenos y los resultados de laselecciones parlamentarias de 1924 ya hicieronpresagiar que el choque entre Alessandri y susopositores, que controlaban la mayoría del Senado,podían reeditar la situación planteada en 1891,amenazando la continuidad institucional. Muchos delos integrantes de la Alianza Liberal, es decir elconglomerado que había apoyado al presidente en1920, proclamaba que era necesario inspirarse enlas soluciones adoptadas en Italia y España,refiriéndose a los golpes de mano autoritarios deMussolini y de Primo de Rivera, mientras que susadversarios de la Unión Nacional opositorainstaban a derribar a “la dictadura”. El desenlaceelectoral no hizo más que precipitar las cosas. Elrotundo triunfo de la Alianza mostró que laastucia y los recursos de Alessandri eransuperiores a los de sus adversarios; el fraude fuearmado más eficazmente por las autoridadesdesignadas por el presidente, especialmente losintendentes, que por las Juntas Inscriptorasvolcadas por lo general a la oposición, e hizocasi inevitable la ruptura.36 En los mesessiguientes, tanto los parlamentarios opositorescomo el presidente se dedicaron de manera

36 Un informe elaborado por un ex diputado conservador,Cox Méndez, demostraba claramente que la vieja disputaentre el ejecutivo y los organismos locales controlados porlos parlamentarios no se había disipado en modo alguno enla década de 1920. El informe es citado por Donoso, Op.cit.,página 353.

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descarada a conspirar con los militares.37

Encontraron audiencias receptivas: los mandosmedios, especialmente, estaban desconformes con lapostergación de ascensos y el nivel de sussueldos. Según algunos analistas, los oficialesestaban también en desacuerdo con la circunstanciaque los gobiernos los forzaran a controlarelecciones y a reprimir huelgas obreras.38 Labalanza pareció inclinarse a favor de la oposiciónlos primeros días de Setiembre de 1924 cuando alverse forzado a nombrar a un general como ministrode Interior, Alessandri renunció y se refugió enla embajada de Estados Unidos. Inmediatamentedespués, los militares disolvieron el congreso.

Durante un par de meses los altos mandos delejército y la marina, que componían la Junta quese hizo cargo del gobierno, parecieron controlarla situación. Sin embargo rápidamente se hizoevidente que estaban muy cerca de los oligarcas dela Unión Nacional para el gusto de quienesreclamaban la “regeneración” nacional, entre losque se contaban la mayoría de sus subordinados enel Ejército. Finalmente, en Enero de 1925 los

37 Cfr. Frederick Nunn. Chilean Politics, 1920-1931. The HonorableMission of the Armed Forces. páginas 47-48.

38 La supuesta renuencia a reprimir las demandas obrerasquedó desmentida, sin embargo, por la prontitud y letalcontundencia con que el ejército lidió con el descontentode los trabajadores de una oficina (yacimiento) salitrera,la Coruña. A principios de Junio de 1925, con Alessandrirepuesto en la presidencia e Ibáñez como ministro deGuerra, las tropas ametrallaron a mansalva a obreros quehabían declarado una huelga general. Según observadoresbritánicos, probablemente más cercanos a la verdad que losperiódicos obreros que aludieron a millares de cadáveres,por una parte, y el informe oficial que contabilizó 59bajas, por la otra, los muertos oscilaron entre 600 y 800.

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golpistas fueron depuestos por otra junta quehabía continuado funcionando desde el estallidodel putsch, una Junta Militar y Naval formadamayoritariamente por oficiales de rangointermedio, en la cual el protagonismo central lotuvieron dos o tres oficiales, y de maneradestacada Carlos Ibáñez. El ahora teniente coronelasumió como ministro de Guerra y comenzó a manejarlos hilos del gobierno, convocando a Alessandripara que reasumiera la presidencia. El políticoretornó y logró la sanción de una nuevaconstitución que fue redactada por una Comisión“chica” escogida a dedo de la nómina extensa deuna Comisión Consultiva designada por decreto yaprobada en un plebiscito en el que votaron134.000 personas de un total de 302.000. Enrealidad, la redacción de la constitución fuemanejada personalmente por el propio Alessandri,omitiendo la convocatoria a una AsambleaConstituyente, como la mayoría de la clasepolítica suponía que ocurriría.

La norma de 1925 restituyó la mayoría de lasatribuciones presidenciales que habían sidoeliminadas en 1891, pero de todos modos no eliminóel riesgo de conflicto de poderes; por elcontrario, más bien lo agudizó. Esto ocurrióporque se pasó de una situación en la cual elpresidente estaba a merced del congreso a otra enla que se aumentó el riesgo de empatescatastróficos entre los dos poderes debido a unpar de cláusulas de la nueva constitución. Laprimera de dichas cláusulas le otorgó al congresopleno la facultad de designar al presidente entrelos dos candidatos más votados cuando ningunohubiera obtenido la mayoría absoluta de los votosen las elecciones presidenciales. Esta situación

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se iba a presentar a menudo a partir de la décadasiguiente, ya que en la mayoría de las eleccionesningún candidato llegaría a la mitad de los votos.La consecuencia fue que el congreso adquirió unacapacidad de chantaje en relación al candidato másvotado, ya que podía utilizar el recurso deamenazarlo con elegir al segundo. Pero la cláusulamás importante fue la legislada por los artículos39 y 42 de la constitución que dispusieron que elcongreso tenía la facultad de destituir alpresidente si éste “comprometiera gravemente elhonor o la seguridad del Estado o infringieraabiertamente la Constitución o las leyes”. Laconstitución, a través de los artículos 39 y 42,estableció que los diputados, como cámaraacusadora, debían aprobar por simple mayoría laimputación, mientras que el senado, como cámaraenjuiciadora, podía destituir al titular del poderejecutivo, siempre que dos tercios de lossenadores lo declararan culpable. Era evidente quela determinación de que constituía un compromisograve al honor nacional o una infracción abiertade la constitución era, por supuesto, materia deinterpretación, con lo que se dejaba en manos delcongreso una atribución que se transformó en unarma de efectos potencialmente letales para elpresidente dado que la configuraciónmultipartidaria chilena tornaba prácticamenteimposible que él tuviera una mayoría propia.

La constitución fue sancionada en un contextoextraordinariamente turbulento; a las numerosaspujas políticas se sumó el hecho que durante esacoyuntura estaba funcionando la misión Kemmererque elaboró sus recomendaciones –las másimportantes fueron la creación del Banco Central yel retorno al patrón oro-- con el apoyo de

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prácticamente toda la clase política, como asítambién de los militares. Pero pronto Alessandripudo constatar que no iba a ser él quien ejerceríalas reforzadas atribuciones presidenciales. Ibáñezhizo movidas cada vez más audaces, dejando enclaro quién era el que detentaba el poder; comoconsecuencia, Alessandri renunció por segunda vezpocos días después de promulgada la constitución.Esta nueva renuncia inauguró una enemistadpolítica que se mantendría hasta la muerte deAlessandri en 1950, cuando para su horror, Ibáñezse perfilaba como un fuerte contendiente de lacercana elección presidencial en la que,efectivamente, sería electo. Pero ademásconstituyó la demostración que cuan equivocadosacerca de los militares estaban Alessandri y losotros políticos, tanto los que lo apoyaban comoquienes se le oponían. Ninguno, excepto algunospersonajes muy secundarios, previó que a partir de1924 y por unos cuantos años, los militaresdejarían de jugar las cartas de los políticos y setransformarían ellos en los nuevos dealers del mazo.

La dictadura de Ibáñez y el primer paso en laconstrucción del Estado dirigista. Si bien Ibáñezcontroló el gobierno desde principios de 1925, aldesplazar a la cúpula de generales y almirantes dela Junta de Gobierno formada pocos meses antes yconvertirse en ministro de Guerra, su principalpreocupación durante los dos años siguientes fueel de conseguir ejercer plenamente el poder sintener que lidiar con las mediaciones de los dospresidentes constitucionales que sucedieron aAlessandri a quienes, de todos modos, manipulócasi a placer. Esta dilación, en primer lugar, sevinculó a las complejas maniobras que debió

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desplegar en sus relaciones con los políticostradicionales, insertándose en el barroco juego dela clase política oligárquica que le eraprácticamente desconocido. Una vez borrado de laescena Arturo Alessandri, Ibáñez tuvo que lidiarcon la nutrida lista de apellidos patricios quepoblaban la escena partidaria. Sin duda un buenejemplo de esta lista la dieron los nombres de lasdos figuras de prosapia ilustre que ejercieron lapresidencia entre 1925 y 1927, Barros Borgoño yFigueroa Larraín, a quienes Ibáñez finalmentetambién forzó a renunciar recurriendo a buenas ..y malas artes, entre ellas la interminablesucesión de humillaciones a las que los sometió. En segundo lugar, empero, Ibáñez, desde elcomienzo de su irrupción en la política, seenfrentó con otro problema de resolución aún máscomplicada; los comportamientos de sus propioscolegas de la oficialidad militar. ¿Cómo podríaIbáñez, o cualquier otro militar que, como él, sedecidiera a apostar fuerte en la políticanacional, calibrar cómo reaccionarían sus colegasante las iniciativas que él tomaba?39 ¿Cómo medirlos cálculos que otros oficiales harían, y cuálesserían sus posicionamientos frente a losconflictos que permanentemente se planteaban en la

39 Un ejemplo de otro oficial que quiso jugar comoIbáñez fue Marmaduke Grove, quien era contemporáneo deIbáñez y estuvo muy cercano a él en las etapas inicialesdel proceso de involucración de las fuerzas armadas en lapolítica. La vida política de Grove, empero, a partir de1926 no fue más que una extensa lista de reveses, atribuídapor muchos analistas de la época a su presunta ingenuidad.El primero se lo infligió el propio Ibáñez cuando,sospechando que le podía hacer sombra, lo envió en comisióna Europa, destituyéndolo de su cargo de Director General deAeronáutica.

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situación de crisis? Preguntas difíciles decontestar en una arena, como la militar, en lacual por definición la deliberación, o cualquierotra acción que va en contra de la estructurajerárquica, es considerada como una falta a ladisciplina y como un quebrantamiento de la debidasubordinación a los mandos superiores.

Hasta que fue electo formalmente a lapresidencia en 1927 –en unas elecciones en las quesu supuesto, y único, oponente, el Comunista ElíasLafferte, estaba confinado en la Isla de Pascua—Ibáñez manejó hábilmente la situación combinandosu capacidad para la intriga y la utilización deamenazas. Ya unos meses antes, al convertirse enministro de Interior, había producido el virajemás importante de su gestión. Designó ministro deHacienda a Pablo Ramírez, un abogado conveleidades ingenieriles que proclamaba su aversióna la política partidaria, quizás porque proveníade las entrañas de la misma. Desde muy joven,Ramírez se había destacado en el partido Radical yfue él, quien junto a un grupo de ingenieros,algunos de ellos con experiencia en losferrocarriles del Estado y otros organismospúblicos y otros que venían de la actividadprivada, plantó las semillas para la formación deuna elite de “ingenieros del Estado”, que con unafilosofía meritocrática y decididamente estatista,se constituirían en uno de los pilares de laregeneración moral cuya bandera asumió Ibáñez.40

Las propuestas de Ramírez apuntaron firmemente a40 El análisis más completo de las ideas y prácticas de

Ramírez y sus asociados lo realiza Patricio Silva en In the

Name of Reason. Technocrats and Politics in Chile. University Park,

Pennsylvania: Pennsylvania State University Press, 2008.44

convertir al Estado en el eje de la recuperacióneconómica. Las medidas no fueron radicales en sucontenido, entre otras razones, porque varias deellas se montaron sobre las recomendaciones de lamuy ortodoxa Misión Kemmerer –las ya mencionadasdecisiones de creación del Banco Central y lavuelta al patrón oro figuraron entre las másrelevantes-- y buscaron pragmáticamente evitar elnaufragio definitivo de la explotación delsalitre.41 Pero el marco de las medidas si fuerevulsivo pues el plan del “gabinete de febrero”,que Gonzalo Vial comenta se autocalificó como el“gabinete de jóvenes orates”, se lanzó en uncontexto en el que se abrió una brecha para que elejecutivo dispusiera de una excepcional libertadde iniciativa.42

El plan de febrero tuvo un adecuadoacompañamiento político; se ejecutó en sincronía

41 Kemmerer, un economista norteamericano que enseñabaen la universidad de Princeton y había ganado notoriedad ensus misiones a Polonia, México y Colombia, fue contratadopor los militares chilenos más conservadores que ocupabanel gobierno a principios de 1925. La misión elaboró suinforme entre julio y octubre de 1925, es decir en el mediode la vorágine de acontecimientos políticos que incluyeronla sanción de la constitución y la segunda renuncia deAlessandri. Por ello fue que, formalmente, susrecomendaciones, la creación del Banco Central y de laSuperintendencia de Bancos y la adopción del patrón oro,fueron sancionadas en realidad por el mismo Alessandri através de tres decretos. Cabe anotar, asimismo, que lasfacultades extraordinarias de las se aprovechó Ibáñez y quele permitieron entre otras disposiciones, crear laContraloría General y sancionar el Estatuto Administrativoque apuntó a la creación de un servicio civilmeritocrático, fueron otorgadas por el congreso durante lapresidencia de Emiliano Figueroa Larraín.

42 Gonzalo Vial. Op.cit. página 108445

con las “patadas de caballo” que Ibáñez pegóreforzando su poder despótico de emergentecaudillo.43 Ibáñez, en primer lugar, manipuló a ungrupo de oficiales mayores de la marina, quedesempeñaban funciones técnicas y no tenían mandode tropa, ya que éstas estaban a cargo de losdenominados oficiales de guerra, que eranmayoritariamente anti-ibañistas, para desplazar alalmirantazgo que le había sido claramenteantagónico desde 1924. Tradicionalmente, estafuerza había sido manejada por oficiales de unlinaje más aristocrático que el de sus colegas delejército, y resultaba bastante obvio, yprevisible, que a los oficiales superiores delarma naval les disgustaba que un simple mayor queprovenía de una familia sin abolengo terminaraencaramándose en la cima del gobierno. Asimismo,se dispuso el confinamiento y exilio de numerososopositores, periodistas y “agitadores comunistas”y se estableció la censura de prensa. Pero lo mássorprendente fue que las medidas represivas,dispuestas por decreto, alcanzaran también aalgunas connotadas personalidades de la eliteoligárquica como Gustavo Ross, Eliodoro Yáñez,Manuel Rivas Vicuña--quien hasta pocos días anteshabía acompañado a Ibáñez en el gabinete-- AgustínEdwards y Rafael Gumucio, entre otros. En ciertosentido, que el garrote presidencial castigaratanto a seguidores de Moscú, como a los socios delos capitalistas de Nueva York y Londres, más alládel designio de Ibáñez de apartar a opositoresreales o potenciales, estaba en línea con el

43 Lo de “caballo” se le había adosado como apodo aIbáñez, presuntamente, porque era capaz de dar sorpresivas“patadas”. Se apoyaba en el hecho innegable que los equinosdan coces difíciles de eludir.

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“Middle Ground” que la filosofía estatista de lasmedidas aspiraba a transitar. No era éste, empero,un fenómeno excepcional. El estatismo de Ramírez ysus asociados no difería demasiado de las posturasasumidas durante los años de entreguerras por unaserie de países periféricos que fueron desde losdel Cono Sur americano hasta Turquía y China. Porlo general, los sostenedores del dirigismo de laépoca se ufanaban por encarnar una terceraposición distante del socialismo y delliberalismo, por lo cual no resultaba extraño queconsideraran que la lista de sus enemigos incluíatanto a los comunistas, como a los partidarios arajatablas de la libre empresa.

Y, precisamente, el segundo principiocuestionado por el gabinete de febrero fue el dela no intervención del estado en la economía. Eldiagnóstico de Ramírez y sus asociados máspróximos, entre quienes se destacaron Guillermodel Pedregal, Desiderio García y Raúl Simón, fueque era necesario reactivar la economía haciendoeje en el Estado.44 El plan, entonces, recurrió ala expansión del gasto público corriente y laconstrucción de infraestructura --financiados porel aumento de los impuestos y los empréstitosexternos, fundamentalmente de origennorteamericano-- la creación y perfeccionamientode los mecanismos de regulación de la economía yde control del sector privado (e incluso del mismosector público con la creación de la ContraloríaGeneral de la República), la racionalización de laadministración pública, el reequipamiento y

44 Los tres principales asociados de Pablo Ramírez, adiferencia de su jefe, Guillermo del Pedregal, DesiderioGarcía y Raúl Simón, continuarían por varias décadasprotagonizando otros arranques de expansión estatal.

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reorganización de las fuerzas armadas (que incluyóla conversión de los Carabineros en un cuerpo depolicía militar), la modernización de laproducción salitrera sobre la base de un partnershipentre el Estado y las grandes oficinas privadasextranjeras, a esa altura básicamente propiedad delos hermanos Guggenheim y, last but not least, lasanción de leyes laborales que beneficiaron aempleados de los sectores privado y público.45 Eneste último sentido, vale la pena subrayar queChile fue uno de los escasísimos países en elmundo en que el sueldo mínimo fue otorgado antesque el salario mínimo, es decir donde losempleados fueron protegidos antes que lostrabajadores manuales. Este fue uno de losfenómenos que llevó a varios historiadores,sociólogos y economistas, entre ellos algunos delos más destacados analistas de la sociedadchilena del Siglo XX como Osvaldo Sunkel y AníbalPinto, a caracterizar al Estado como“mesocrático”, es decir como un Estado de clasemedia.46 Otros dos procesos alimentaron estalectura de los cambios que experimentó Chile en elperíodo de entreguerras; uno fue el origenmayoritariamente no aristocrático del cuerpo deoficiales del ejército que protagonizó lasrebeliones en contra de la elite partidaria en ladécada de 1920.47 Además de no contar entre sus

45 Gonzalo Vial resume las medidas del plan Ramírez ensu texto. Op.cit., páginas 1087-1090.

46 Un libro que se centra específicamente en latransición del estado oligárquico al de “clase media” es elde Enrique Fernández Darraz. Cfr. Estado y Sociedad en Chile: 1891-1931: el Estado Excluyente, la lógica del estado oligárquico y la formación dela .sociedad. Santiago: LOM Ediciones, 2003

47 José Nun en su clásico “El golpe militar de clasemedia” en Claudio Véliz (comp.) El conformismo en América Latina.

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antepasados a terratenientes, los oficiales comoCarlos Ibáñez y Marmaduke Grove tampoco proveníande familias de la gran burguesía financiera ycomercial, sino de pobres inmigrantes irlandeses.48

La cita de Jack Ray Thomas alude al tercer factorque influyó en la caracterización del Estadosurgido en la década de 1920 como de clase media;el mayor peso adquirido por el partido Radical,que, de modo casi unánime, pasó a ser presentadocomo el partido de la clase media chilena. En laconclusión examino más detenidamente losargumentos que sustentan esa posición, exponiendoalgunas salvedades que considero de peso.

El plan no pudo arrancar más auspiciosamente.Se dejó atrás un par de años de relativoestancamiento y a partir de 1927 la economíacreció vigorosamente –el Producto Bruto Internoregistró un aumento de casi un tercio en eltrienio 1927-1929 y las entradas fiscalessuperaron ampliamente todos los registroshistóricos.49 Estas cifras llevaron a que el gastoSantiago: Editorial Universitaria, 1970.

48 Al respecto resulta indicativo como el historiadorJack Ray Thomas se refería al padre de Marmaduke Grove: “Desu padre, un destacado miembro del partido Radical deCopiapó, él aprendió a identificarse con las aspiracionesde las emergentes clases medias”. Cfr. “The Evolution of aChilean Socialist: Marmaduke Grove” en The Hispanic AmericanHistorical Review; 47:1 (Febrero, 1967) El abuelo de Ibáñez, deapellido Evans, había castellanizado su apellido.

49 Obviamente, las cifras de esos años fueron unadespedida definitiva del auge exportador vinculado alsalitre, ya a partir de 1930 la producción y lasexportaciones de salitre se desplomaron para nuncarecuperarse. Alexander Sutulov señala que la produccióncayó de casi 3 millones de toneladas en 1928 a 270.000toneladas en 1932. (Cfr. La minería en Chile. Santiago: Centrode Investigación Minera y Metalúrgica; 1976)

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público alcanzara niveles inéditos y lepermitieron a Ramírez y sus boys financiar unaespectacular expansión de la burocracia pública,ya que los gastos estrictamente administrativosmás que triplicaron en términos reales los nivelesdel período 1920-1925. Incluso en una especie denostálgica despedida del mundo que se habíaderrumbado en la primera guerra mundial, los añosde 1927-1929 constituyeron el trienio record deexportación en la historia del salitre chileno, sibien los ingresos netos fueron considerablementemenores pues los precios estaban situados aniveles inferiores a la mitad de los registradosuna década atrás.50 Aunque las encuestas de opiniónpública no existían en esa época, la aseveraciónde Gonzalo Vial en el sentido que la popularidadde Ibáñez, apoyada en la recuperación económica,era inmensa, suena verosímil.51

La coronación de la tarea del dictador llegó en1929 con dos decisiones políticas que corroboraronsu fortaleza. La primera tuvo gran difusión: lainvitación a los partidos a elegir el nuevoparlamento, pero sin la participación de laciudadanía. Los partidos la ridiculizaron comouna ocurrencia de un tirano autoritario … pero,claro, sólo dos años después, una vez que Ibáñezcayera en desgracia y se viera forzado arenunciar. En cambio, en el cenit de la dictadura,es decir los meses de fines de 1929 y principiosde 1930, los jefes de los partidos desfilaronhumildemente por la residencia veraniega delpresidente en Chillán, para negociar las

50 Cfr. Carmen Cariola Sutter y Sunkel, Osvaldo. Un siglode historia económica de Chile. 1830-1930. Madrid: Ediciones CulturaHispánica, 1982; páginas 124-125.

51 Cfr. Vial, Op.cit. página 1091.50

respectivas cuotas de sus agrupaciones. Así seconformó el llamado “Congreso Termal” dado que laciudad era conocida por sus termas. La segundadecisión pasó mucho más desapercibida, pero tuvoconsecuencias a largo plazo bastante más serias;fue la creación de la Dirección del RegistroElectoral a cargo de un conservador, es decir undirector, nombrado por decreto del poderejecutivo. La designación recayó en Ramón Zañartu,un oscuro funcionario que permanecería en el cargohasta principios de la década de 1950,precisamente cuando Ibáñez llegó nuevamente a lapresidencia, y se promovió su renuncia. Eldirector, quizás convencido que estaba ajustándosepuntillosamente a la función que le encargabavelar por el cumplimiento de la ley de creacióndel Registro, se distinguió por el celo que pusoen negarle la inscripción al partido Comunistadurante las décadas siguientes. Vale la pena, alrespecto, reproducir el relato de uno de susdiscípulos en la Universidad de Chile al presentarsu tesis de grado con un prólogo en el cualagradecía las enseñanzas de no otro que elmismísimo director del Registro Electoral:

Con motivo de las elecciones generalesde Congreso Nacional de 30 de octubre de1932, los dirigentes del Partido Comunistaocurrieron (sic) ante el Director delRegistro Electoral para iniciar lostrámites legales a fin de obtener lainscripción de dicha entidad; como donRamón Zañartu les manifestara su opiniónadversa sobre el particular, se abstuvieronde formalizar su petición por escrito. El12 de enero de 1937 el Partido Comunistasolicitaba por escrito su inscripción al

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Director del Registro Electoral, para losefectos de lo dispuesto en el artículo 14de la Ley de Elecciones. (En el actaprotocolizada que se acompañaba) se dejabaconstancia que el 8 de Enero de 1937 sehabían reunido en una sala de la Cámara deDiputados nueve personas, que después de unamplio cambio de ideas, habían acordadoconstituir una nueva colectividad políticacon el nombre de “Partido Comunista deChile”, sobre la base de los objetivos,programa y estructura que en la misma Actase determinaba y se había elegido una MesaDirectiva. Con el mérito de estosantecedentes, el Director del RegistroElectoral por oficio Nº 49 de 15 de enero1937, negó al Partido Comunista suinscripción en el Registro Electoral,fundando su resolución (entre otras) en lasiguiente consideración: En que la doctrinao sistema político, social y económicosustentado por el Comunismo atenta contrael régimen legal y constitucional de laRepública y coloca, de hecho, a estePartido al margen de la ley, de acuerdo conlo establecido en el artículo 292 delCódigo Penal, que dice: “Toda asociaciónformada con el objeto de atentar contra elorden social, contra las buenas costumbres,contra las personas o las propiedades,importa un delito por el solo hecho deorganizarse”52

52 Cfr. José Luis Castro A. El sistema electoral chileno.Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en laFacultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidadde Chile. Santiago: Editorial Nascimento, 1941

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Más allá de reconocer el espíritu cívico quedemostraron en 1932 los dirigentes comunistas,absteniéndose de atiborrar a una reparticiónpública con papeles manifiestamente inservibles –como quedaría corroborado cinco años más tarde--debe repararse que el efecto de las disposicionesde Zañartu, obviamente apañadas desde el máximoescalón del poder ejecutivo, fueron el primer hitoen una larga serie de exclusiones y proscripcionesque implicaron que el partido Comunista recién ibaa poder presentar candidatos que pudieran utilizarlibremente el nombre de la agrupación en laselecciones parlamentarias de 1961, salvo unaelección local intermedia. Como resulta evidentede la crónica efectuada por el aplicadolicenciado, a pesar de que ya en 1933 resultaronelectos al menos un par de diputadospertenecientes al partido, éstos fueron obligadosde manera sistemática a utilizar otra etiquetapartidaria. Así continuó ocurriendo hastaprincipios de la década de 1960, excepto por elperíodo de vigencia de la Ley de Defensa de laDemocracia, durante el cual, claro está, loscomunistas ni siquiera pudieron presentarse aelecciones porque la mayoría de ellos estabanpresos, confinados o muertos.

En resumen, la dictadura de Ibáñez tuvo unaparadójica consecuencia, si se repara en el climaanti-político en el cual había germinado; a pesarque el militar, y sus numerosos aliados no cesaronde calificar a la política chilena como una”gangrena que carcomía el cuerpo social”, elespacio de la política se expandióconsiderablemente. El espectro de cuestionessociales y económicas que pasaron a ser materia de

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debate y de confrontación política no cesó deampliarse durante el período ibañista. Estaexpansión del en jeu de la política estuvoestrechamente vinculada a que, en realidad, elEstado chileno no estaba agotado como parecía en1920. Por el contrario, el Estado se convirtió enel motor de la transformación económica y en elcentro de la política. Especialmente entre 1927 –cuando Ibáñez se hizo cargo formalmente de lapresidencia—y 1930 --cuando la crisis económicamundial cerró el ciclo de “crecimiento haciaafuera” y puso fin a una breve recuperación de lainversión extranjera, del propio seno del Estadosurgieron actores que cuestionaron los principioscentrales del período anterior y promovieron lacreación de nuevas organizaciones públicas confunciones novedosas, a la vez que implementaronreformas de magnitud en otras ya existentes.

Como hemos visto, las tendencias desarrolladasdurante la década de 1920 también pusieron encuestión el principio de la subordinación militaral poder civil; la novedad no fue tanto laintervención de militares en conspiraciones contralos poderes institucionales, ni su participaciónen golpes frustrados. Esos fenómenos ya habíanocurrido antes de la llegada de Alessandri a lapresidencia. Lo nuevo a partir de 1925 fue que losmilitares no esperaron a ser convocados por lospolíticos y los funcionarios públicos, incluído elpresidente, para participar en conspiraciones, yenredarse en las numerosas marchas y contramarchasque caracterizaron a los períodos de debilidadinstitucional, sino que tomaron la iniciativa,poniendo el acento de su crítica, precisamente, enla ilegitimidad del conjunto de la clase política.El maestro en la ejecución de estas jugadas fue,

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sin duda, Carlos Ibáñez. Las llevó a una suerte deparoxismo de ejercicio despótico del poder enocasión del llamado Congreso Termal de 1930,cuando la humillación llegó a topes inauditos.Viejos oligarcas y “nuevos” políticos, fueronsometidos a la indignidad de verse casi forzados amendigar un escaño al todopoderoso, y único,elector; la suerte de peregrinación que hicieron aChillán para entrevistar al general presidente fueuna elocuente metáfora del quiebre producido.Recurriendo a la imagen de uno de suscontemporáneos, y por añadidura fervienteadmirador del militar, se podría decir que Ibáñezlogró someter a la “fronda aristocrática” quehabía controlado la política chilena desde laspostrimerías del Siglo XX gracias a su capacidadde veto.53 Y de cierta manera, Ibáñez lo habíalogrado simplificando el juego político, de pasodejando atrás la indefinición que había imperadoen los años previos, reduciendo las componendaspartidarias y los debates parlamentarios a un meroritual, a una suerte de teatro de marionetas en elcual el dictador movía prácticamente todos loshilos. Sin embargo, para su desgracia, esasmanifestaciones de poder no le iban a resultarsuficientes a Ibáñez cuando la crisis económica setornó incontenible. Porque en esa coyuntura quedóclaro que la arena partidaria no monopolizaba, nimucho menos, la escena política; cinco años antesse había abierto otra arena que resurgió en esemomento con un impulso avasallador, es decir, laarena militar. Y claro, en ella imperaba, comosiempre, una regla de hierro: apostar al perdedorgenera consecuencias irreversibles para la

53 Alberto Edwards. La fronda aristocrática. Santiago: 192855

respectiva carrera individual. Es decir, mientrasque en las carreras partidarias los errores decálculo, así como las eventuales derrotas,obviamente tienen consecuencias para quienes loscometen, éstos generalmente no son tan graves comopara un oficial militar, cuando éste se equivoca yapoya al bando perdedor en cualquier conflicto.

En todo caso, a medida que transcurrían losmeses en 1930 y principios de 1931 la oficialidadcomenzó a percibir el acre perfume de derrota quedespedía el otrora todopoderoso dictador. A pesarde haber dejado el ministerio de Guerra en 1927, ypor lo tanto carecer de la posibilidad de ejercerel mando de tropas, o por lo menos de controlar decerca a la oficialidad, Ibáñez no había perdido lalealtad de muchos militares. Algunos de los máscercanos al presidente, quizás porque su suerteestaba indefectiblemente ligada a la de Ibáñez, lerecomendaron que acentuara la represión paracontener las protestas de estudiantes, médicos yotros profesionales que se multiplicaban; otros,en el extremo opuesto, se embarcaron en aventurasgolpistas que bordearon el ridículo, como suantiguo amigo Marmaduke Grove, quien pretendióliderar un golpe desde un “avión rojo”, que era enrealidad una avioneta, en la ciudad de Concepción.Pero los que importaban, claro está, era lamayoría de oficiales que no se movían y esperaban.Y cuando el dictador evaluó que la mayoríasilenciosa dentro de la oficialidad no lo apoyaríaabandonar el gobierno.54 A esa altura ya se habían

54 En una carta enviada a un colaborador, Ibáñezreconoció que en las consultas que hizo antes de surenuncia, se le había informado que “… en general, laoficialidad joven simpatizaba con la causa de la anarquíalibertaria”. Citado por Felipe Portales, Los mitos de la

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producido varios intentos de golpe, habíaexplotado un desempleo masivo –los trabajadores enel salitre, por ejemplo, cayeron de 60.000 a16.500— la corrida contra el peso había agotadolas reservas en oro del país --Ibáñez se rehusó adisponer la inconvertibilidad de la moneda lo quehubiera sido mucho más sensato-- y un par demuertos habían ensangrentado las protestas.55

La caída de Ibáñez, el disloque en la superficie yel retorno a la “normalidad”.

Si leemos superficialmentelos eventos de los quince meses posteriores a lacaída de Ibáñez, y nos dejamos influir por lavorágine de los cambios de gobierno y algunostitulares impactantes, como el advenimiento de la

democracia chilena. Volumen II. Desde 1925 a 1938. Santiago:Catalonia, 2010; páginas 145 y 151, quien además señalacorrectamente que los muertos en la represión de loscarabineros a las protestas antes de la renuncia delpresidente fueron en verdad, doce. La alternativa era larepresión masiva que según Correa, Figueroa, et al fue loque le ofreció su amigo y ministro de Guerra, el generalBlanche. (Cfr. Sofía Correa et al, Historia del siglo XX chileno, unbalance paradojal. Santiago: Sudamericana, 2001). Ibáñez rehusódisponerla.

55 Al marcar las contradicciones de la políticaeconómica del período ibañista, Hirschman, con la agudezaque siempre lo caracterizó, repara en que, además de lacaída de los precios de las exportaciones, una de lasrazones adicionales que explicaron la violencia con que lacrisis afectó a Chile, fue la “… errada obstinación con quese defendió el patrón oro. … En contraste con países comoBrasil, Argentina, Uruguay y México que pragmáticamenteoptaron por técnicas ´reflacionarias´, o tropezaron conellas, Chile siguió estrictamente las famosas ´reglas deljuego´ hasta mediados de 1931” Journeys Toward Progress; página240)

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República Socialista, la creación del Comisariatode Subsistencias y Precios y el surgimiento de lapro-fascista Milicia Republicana, podríamosconcluir que Chile se encaminaba a principios dela década de 1930 hacia un proceso de disoluciónirreversible alimentado por un enjambre deproyectos políticos estrafalarios, algunos deellos de clara raigambre autoritaria, e inducidopor un deterioro económico que, como se hadestacado ad nauseaum, hizo de de Chile el país másgravemente afectado por la depresión en todo elmundo. Pero ese fue un espejismo. En realidad, loque sucedió fue que se ingresó en un interregno enque la política quedó dislocada de la sociedad,es decir, el régimen quedó girando como una ruedaloca con escasa capacidad para influir sobre losprocesos económicos y sociales. A su vez, elEstado, claro está, quebró y la falta de recursospuso en cuestión, en el límite, su pretensión delejercicio monopólico de la violencia legítima.Pero bajo la superficie vertiginosa de los eventospolíticos, la sociedad chilena se estabareequilibrando de manera sostenida y en eseproceso la política oligárquica, la punta deliceberg de un patrón de dominación social, aflorónuevamente, indemne y a la vez redefinida. Estaredefinición iba a relegar a la penumbra lascontiendas intra-oligárquicas por el control delvoto, como así también dejar atrás el activismomilitar de los años previos definido como la“Honorable Misión” de regeneración de la política.El patrón de intervencionismo militar activo fuereemplazado por un rol menos visible de lasfuerzas armadas como guardianes en últimainstancia del orden social capitalista yoligárquico, que serviría para preservar a las

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fuerzas armadas del desgaste que habían sufridodurante la década previa.

El síndrome de políticadislocada se evidenció de múltiples modos: en lospermanentes cambios de gobierno tantoconstitucionales como originados en putschs devariadas orientaciones, en el fluctuante apoyo dediferentes facciones de los militares a uno y aotro pretendiente, y en los constantes cambios deposiciones de la mayoría de los políticos. Loresumieron gráficamente Loveman y Lira:

Sin entrar en complejidades, hubo seisgobiernos entre el 4 de junio de 1932 y el14 de septiembre del mismo año: 4 dejunio, Dávila, Puga, Matte; 13 de junio,Puga, Matte, Merino; 17 de junio, Dávila,Cárdenas, Cabero; 30 de junio, Dávila,Cárdenas, Villalón; 8 de julio,presidencia provisional de Dávila; 14 deseptiembre, presidencia provisional deBlanche.56

56 Cfr. Las suaves cenizas del olvido, página 288. Por suparte, Arturo Alessandri representó, nuevamente, unexcelente ejemplo de las idas y vueltas de un políticoparadigmático … y pragmático. En 1931, se presentó a laselecciones presidenciales supuestamente representando a la“izquierda”. Obtuvo el 31% de los votos frente al 64% delcandidato que representaba a la “derecha”, Juan EstebanMontero, un Radical extremada y consistentementeconservador apoyado por la maquinaria de los partidostradicionales y del gobierno. Los restantes votos, que nofueron más que 3.700, se repartieron entre los candidatosefectivamente de izquierda, uno comunista y otrotrotskista. Cabe anotar que esa era la etapa en que elpartido Comunista chileno, encolumnado disciplinadamente enel naciente stalinismo, estaba todavía siguiendo la líneadel VI congreso de la Internacional Comunista que habíaprofundizado la estrategia de la “lucha de clase contra

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Pero el carrousel de presidentes poco tenía que vercon la sociedad chilena y la búsqueda de unreacomodamiento que preservara la dominaciónsocial, controlando los nuevos desafíos queenfrentaba, que estaban apareciendo también en elámbito rural, e hiciera frente al derrumbe delmodelo exportador.Asimismo, las organizaciones públicas, que habíanjugado un papel tan central en los años previos,se convirtieron, claro está, en organizaciones deun Estado en bancarrota. Por lo tanto, privadas derecursos, la mayoría de políticas públicasperdieron el modesto grado de autonomía quehabían adquirido en relación a las clases degrandes propietarios desde 1927 en adelante. Estareversión facilitó un proceso de colonización delEstado por parte del sector privado que en muchoscasos resultó de la aplicación literal de lasleyes de creación de los nuevos organismos, ya queéstas, por lo general, otorgaban unarepresentación mayoritaria al sector privado enclase”, lo que implicaba no sólo combatir al capitalismo,sino también a las otras vertientes de la izquierda, esdecir al trotskismo y a los partidos socialistas. Cfr. OlgaUlianova, “El partido comunista chileno durante ladictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931)” en Boletín de laAcademia Chilena de Historia, 68:111 (2002). Retornando aAlessandri; un año y medio después, esta vez como elprincipal candidato de la “derecha”, triunfó con el 54,8%de los votos, frente a Marmaduke Grove, ordenadamentecaratulado como el candidato de la “izquierda” y quepermaneció confinado en la Isla de Pascua hasta el día dela elección, por las dudas, habrá pensado nuestro servicialRamón Zañartu, recibiendo el 17,7%, dos candidatos de lospartidos tradicionales, Liberales y Conservadores, quienes,“saludando a la bandera”, reunieron el 26% y el ComunistaLafferte, que esta vez superó los 4.000 votos.

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los respectivos directorios. Pero, en realidad,el fenómeno que, en mayor medida, facilitó lapérdida de poder del Estado fue el relegamientoque sufrieron los técnicos que habían estadoasociados al gabinete de Pablo Ramírez. Algunos deellos fueron cooptados por empresas privadas yotros, la mayoría, se replegaron a puestossecundarios del sector público.

Otra manifestación de losprocesos más profundos en la sociedad chilena fuela intensificación de las acciones de control ypersecución de los sectores subalternos, abarcandoa quienes, presunta o efectivamente, losrepresentaban y defendían, como sindicalistas,periodistas, profesores y estudiantesuniversitarios, especialmente cuando tanto lostrabajadores y quienes lo apoyaban se decíancomunistas, o eran sospechados de serlo. Lapersecución se intensificó sobremanera, y esto nofue accidental, en el momento en que la crisiseconómica se tornó más aguda, es decir a partir dela caída de Ibáñez en Julio de 1931. Cómo sucedióen otros países de América Latina y Europa, loscomunistas se convirtieron, junto con los judíos,en un conveniente chivo emisario, al ser acusadosde estar fomentando la disolución socialaprovechando el clima de descontento. Estaacusación que ya era bastante seria en cualquiercaso, se convirtió en una sentencia con gravesconsecuencias para muchos ciudadanos en paísescomo Chile, donde el partido había logrado unaimportante penetración en las respectivas clasestrabajadoras.57 La agudización de la represión en

57 Nuevamente resulta pertinente la comparación conAlemania donde, como es sabido, la persecución policial yparapolicial a militantes comunistas fue un fenómeno

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parte se vinculó con el perfeccionamiento yextensión de las herramientas de los carabinerospara implementar tareas de inteligencia,amedrentamiento y coacción, y con la sanción deleyes de seguridad y de mantenimiento del ordenpúblico que suspendían las garantías y derechosindividuales.58 Pero, además, las accionesrepresivas legales fueron suplementadas por lamultiplicación de detenciones, desapariciones yasesinatos de militantes comunistas, y otrossupuestos de serlo, a manos de gruposparapoliciales y paramilitares.59 La denominadaMilicia Republicana, la cual alcanzó los quincemil miembros, fue incluso apoyada por ArturoAlessandri, cuando ya había retornado a lapresidencia en 1933.60 Lo paradójico del apoyo delanterior a la llegada de Hitler al gobierno.

58 La primera de esas disposiciones fue el Decreto LeyNº 50 de Junio de 1932 decidido por una junta en la cual elhombre fuerte era Carlos Dávila, un político que habíacompartido el gobierno de la “República Socialista” conMarmaduke Grove hasta una semana antes de la sanción deldecreto.

59 En Vallenar, por ejemplo, fueron masacrados 23, o 32,presuntos comunistas, la mayoría obreros, a manos decarabineros que los torturaron y arrojaron a una fosacomún. En la investigación no se permitió exhumar loscadáveres, lo que explica la controversia acerca del númerode asesinatos. Tampoco ningún carabinero fue condenado.Cfr. Felipe Portales. Los mitos de la democracia chilena. Volumen II.Desde 1925 a 1938, página 168.

60 Otros observadores menos cuidadosos, quizás,estimaron que la Milicia llegó a congregar a 50.000miembros. Gonzalo Vial anotó que “Don Arturo la alentó decomienzo, llegando hasta arengarla desde los balcones de laMoneda en su primer desfile. Y luego, momento crucial, lehizo un traspaso masivo de armas, tomadas de los arsenalesdel Ejército: ametralladoras, fusiles-ametralladoras,12.000 fusiles y más de un millón de cartuchos.” (Cfr.

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titular del poder ejecutivo fue que, según Vial,la intención de Alessandri en darle aire a laMilicia fue “poner definitivamente en su lugar” alos militares.61 En resumen, el presidente, en subúsqueda de reforzar el régimen político yrestaurar el principio de subordinación de losmilitares a las autoridades civiles yconstitucionales, cuya cúspide ocupaba en estecaso él mismo, estaba de hecho debilitando a unainstitución fundamental del Estado chileno en loscien años previos. Pero, como analizo en el puntosiguiente, la anomalía duraría muy poco tiempo.Una vez purgados los oficiales cercanos a Ibáñez,Alessandri retornó a los cauces tradicionales dela política chilena y comenzó a ubicar al ejércitoen el papel que desempeñaría con celo ejemplar enel medio siglo siguiente, es decir la represión delos comunistas y la prevención de la llegada de laizquierda a la presidencia.

Los legados de la década turbulenta y el retorno ala “normalidad” plena.

Las primeras acciones deAlessandri brindaron una imagen bastante precisade la dirección de los procesos que se desplegaroncuando se agotó el espasmo expansivo a raíz de lacrisis económica mundial: en principio, unrepliegue del Estado, poniendo fin al período deavances en varias esferas de la regulación públicade lo económico y social que se había extendido en

Op.cit. página 1102)61 Vial también señala que Alessandri dispuso el retiro

de todo del generalato, entre los cuales había muchos quehabían apoyado a sus adversarios, principalmente a Ibáñez,y redujo las plantas de oficiales y el presupuesto militar.Ibidem

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los años previos. Ejemplos de este retrocesofueron la anulación de concesiones de tierras apequeños campesinos, que habían sido promovida porel gobierno de Ibáñez, y la falta de aplicación delas disposiciones del Código del Trabajo,sancionado en Mayo de 1931, en el ámbito rural.62

Este repliegue tuvo, a su vez, una contracara: lareconstrucción del régimen político, restaurandola centralidad que los partidos habían tenidohasta 1924, pero incorporando, claro está, loslegados de la agitada década que quedaba atrás.¿Cuáles fueron estos legados?

1.El personalismo bicéfalo. El énfasis que se ha puesto en la centralidad delos partidos políticos ha tendido a oscurecer elpapel que jugaron Arturo Alessandri Palma y CarlosIbáñez del Campo a partir de 1932. Le agregaron ala política nacional un componente esencialdurante las siguientes tres décadas, el de unpersonalismo que actuó como una especie de válvula

62 Un par de años más tarde, la contramarcha en relaciónal otorgamiento de tierras en una comunidad cercana aLonquimay, en la región de la Araucanía, resultó en lamatanza de Ranquil. Alessandri anuló un decreto de Ibáñezque le había cedido las tierras ocupadas de hecho porempresarios rurales de origen alemán a cientos decampesinos de origen mapuche y criollo, y les restituyó lastierras a los terratenientes. Esto ocasionó una serie demotines protestas de los campesinos en los que fueronasesinados guardias privados y pulperos. La orden a loscarabineros de ejecutar la represión, replicando el estiloaplicado a los trabajadores del salitre durante las décadasanteriores, tuvo el resultado previsible: cientos demuertos, la mayoría masacrados después de rendirse. Loscadáveres de muchos de los campesinos asesinados,incluyendo familias enteras, fueron arrojados al río BíoBío.

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de escape, de una fuite en avant que imaginaria yrecurrentemente sustentó la ilusión de muchoschilenos de que un personaje providencial,recurriendo a la mano dura, podría resolver losproblemas supuestamente generados por políticosque perdieron todo prestigio al ser visualizadoscomo ineficientes y sedientos de poder. Lapeculiaridad chilena fue que en vez de uno, fuerondos los personajes que ocuparon alternativamenteesa posición y, además, coexistiendo con partidosque, excepto durante el período de la brevedictadura de Ibáñez, mantuvieron su cuota depoder.

Alessandri, ya maduro, nosólo retornó a la presidencia en 1932, sino queuna vez concluido su período seis años más tarde,mantuvo, aunque sólo parcialmente, el rol dearticulador de los arreglos debajo de la mesa ylas permanentes contramarchas que caracterizaron ala política chilena bajo los tres presidentesRadicales que lo sucedieron hasta su muerte en1950. En tal sentido, del retrato biográfico deRicardo Donoso, que lo pintaba como “agitador ydemoledor” sólo se debe retener el primero de losadjetivos. Porque, de hecho, a partir de 1932, elya veterano político se transformó en un eficazreconstructor del edificio que parecía habersederrumbado en los turbulentos años previos.Después de concluir su período presidencialnormalmente en 1938, fue electo dos veces senador,fue precandidato a presidente en 1946 –retiró sucandidatura cuando su hijo Fernando se transformóen el abanderado de los Liberales en unazancadilla que un astuto adversario interno lepuso al padre-- y falleció siendo presidente delSenado. Pero, quizás lo más interesante de la fase

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final de su larga carrera fue que su aura comoadalid de la política por fuera de los partidos,que lo había caracterizado en la década de 1920,se transmitió a uno de sus hijos, Jorge AlessandriRodríguez. Al menos tres de sus parientes de lasiguiente generación actuaron en la políticanacional; incluidos otro de sus hijos y su yernoArturo Matte Larraín, pero fue Jorge quienperfeccionaría el estilo paterno para alcanzar éltambién las cumbres del régimen político, una vezcomo presidente y en otra ocasión ya derribada lademocracia, pues llegaría a ocupar posiciones deinfluencia durante la dictadura de Pinochet. JorgeAlessandri cultivaría más sistemáticamente la vetaanti-partido de su padre pero recubriéndola deuna pátina de técnico aséptico y empresarioeficiente; las dos veces que se presentó comocandidato presidencial lo hizo como“independiente” apartidario.

Ibáñez, por su parte, nocejaría de perseguir la presidencia con un empeñoque no se debilitó a pesar de que pasaban loslustros demostrando, como siempre, su escasapreocupación por el ropaje ideológico que envolvíasus postulaciones al alto cargo. En 1938 lo fueasociado vagamente al partido Nacista, en 1942 fueapoyado por Conservadores y Liberales y en 1952aspiraría al cargo máximo como candidato de unaalianza multipartidista que abarcó desde laderecha anti-partido hasta la más numerosa faccióndel Socialismo.63 El corolario de esta empeñosa

63 En 1938 Ibáñez renunció a su candidatura y apoyó al

postulante del Frente Popular, Aguirre Cerda, después de la

matanza del Seguro Obrero, en la cual decenas de militantes

nacistas fueron asesinados después que se rindieran al66

búsqueda sugeriría que la mayoría de los chilenosestaban tan preocupados como él con las cuestionesideológicas, pues efectivamente en el último año“barrería” a sus adversarios esgrimiendo comosímbolo de su enésimo embate contra los partidostradicionales … la escoba. Justamente, a partir de1949 el establishment partidario estaba atravesandootro de sus nadires a raíz del fracaso de laspolíticas de corte ortodoxo y antiinflacionistaque el presidente González Videla llevó adelanteen consonancia con la proscripción del comunismo yel confinamiento de dirigentes y militantes a laque lo autorizó la Ley de Defensa de la Democracia. El “caballo” volvió por su fueros a partir de suelección de senador por Santiago en 1949 y pudodisfrutar de una nueva revancha con el clanAlessandri pues su principal contendiente en laselecciones presidenciales de 1952 fue no otro queel yerno del recientemente desaparecido “León deTarapacá”, Arturo Matte Larraín, al que derrotópor una diferencia de casi veinte puntosporcentuales. Claro que seis años más tardetendría que soportar el amargo trago de cederle elbastón presidencial al hijo de su eterno enemigo,quien inauguraría de tal modo el último episodiode esta peculiar modalidad de bicefalía.

La larga vigencia delfenómeno personalista, paradójicamente, no fueajena a su fracaso. El personalismo presidencial

haber fracasado una rebelión que protagonizaron. Fue una

dulce venganza de Ibáñez en contra de Alessandri, pues el

retiro de su candidatura permitió que Aguirre Cerda

venciera al candidato de Alessandri, Gustavo Ross, por la

mínima cifra de 4.111 votos.67

de la etapa predemocrática nunca llegaría acuajar en fórmulas en las cuales efectivamente lamano dura resolviera los problemas cada vez máscomplicados a los que se enfrentó la economíachilena a partir de que se vino abajo el mundo dellaissez faire. Más bien, actuaría como válvula deescape temporaria cuando el sistema de partidosrevelara nuevamente su ineficacia para resolverlas tensiones sociales generadas por losconflictos distributivos. Chile permanecería enuna situación de semi-estancamiento en las décadassiguientes a pesar de que el Estado amplióselectivamente el paraguas rentístico paracobijar a los industriales que sustituyeronimportaciones.

En todo caso, sería en 1952con el “terremoto ibañista” cuando el fenómeno delpersonalismo reaparecería con todo su vigor, paradisiparse en pocos meses. Ibáñez fue, durante losúltimos cinco años de su mandato sexenal, un lameduck.

2. La institucionalización del anticomunismo. Otra herencia del período 1920-1932 fue que, desdela perspectiva de las clases dominantes, elproblema del comunismo se tornó más complejo y másgrave. A la amenaza que representaban lostrabajadores, muchos de cuyos dirigentes militabanen las filas del comunismo, se sumó la capacidaddel partido de convertirse en una fuerza electoralrelevante, rasgo que se manifestaría cada vez másvisiblemente a partir de 1938. En las eleccionesparlamentarias de 1941 y 1945, bajo lasdenominaciones de Nacional Democrático yProgresista Nacional, el comunismo superaríaholgadamente el diez por ciento de los votos y

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llegaría a su máxima votación en las municipalesde 1947, pocos meses antes de su ilegalización,cuando para alarma de los partidos tradicionales ylas elites, obtuvo el 16.5 %.64 Asimismo, elpartido participaría en las tres coalicionespresidenciales triunfantes a partir de 1938contribuyendo decisivamente a la victoria de loscandidatos Radicales, especialmente en la primeray en la última de las tres.

Entonces, si hasta prácticamente mediados de ladécada de 1920 el problema comunista había sidocasi exclusivamente una cuestión policial, apartir de esa coyuntura, sin que se atenuaran lasprácticas represivas, se convirtió también en untema que requeriría tratamientos adicionales, enparticular el legal. En consecuencia, desde esosaños se irían sumando disposiciones que impedíanal comunismo participar en las elecciones, o lefijaban serias restricciones a dichaparticipación, y leyes “de seguridad interior”que disponían estados de excepción en los cualeslos miembros y simpatizantes del partido eraninvariablemente perseguidos con mucha más saña queel resto de los chilenos. El crescendo,admirablemente reseñado por Carlos Huneeus,culminaría, por supuesto, con la sanción de la Leyde Defensa de la Democracia.65 Loveman y Lira no

64 En las elecciones municipales de 1947, fue la únicaocasión en la cual el partido Comunista pudo sortear elcelo persecutorio de nuestro inefable Zañartu, pues si bienel director del Registro Electoral reiteró la negativa aregistrarlo, la apelación al Tribunal Calificador deElecciones resultó exitosa por lo cual pudo presentarse enese caso con su nombre. Cfr, Carlos Huneeus, La Guerra FríaChilena. Gabriel González Videla y la ley maldita. Santiago: RandomHouse Mondadori. 2009, página 80.

65 Ibidem. 69

erran cuando subrayan que las leyes dictadas en ladécada de 1930 constituían un retorno al pasado yno un presagio del futuro. Más que anunciar unadelanto de la Guerra Fría, evocaban laresurrección de la tradición de la Inquisición yde las reformas borbónicas del siglo XVIII. ElDecreto Ley 50, en particular, dictado por CarlosDávila una vez que expulsó a Grove del gobiernocomo ya apunté, establecía la jurisdicción militarsobre los delitos cometidos por civiles ymilitares conjuntamente y para delitos queafectaban la paz social y el orden constituido.Estos “delitos”, por cierto, incluían las “huelgascon violación de las disposiciones legales que lasrigen”.66

3. Los partidos nacidos en la crisis: la Falange y el Socialismo. En el fragor de la crisis que estalló en 1931surgió un nuevo estilo de militancia partidariaque difería de los estilos tradicionales de lospartidos del siglo XIX, es decir losConservadores, Liberales, Radicales y Demócratas,y tampoco estuvo asociado a un proceso deinserción masiva en la clase obrera, hito que losComunistas si habían alcanzado, a pesar que muchosde sus mensajes se dirigían a los trabajadores.Sus cultores eran, por lo general, estudiantesuniversitarios que hicieron sus primerasexperiencias políticas en las manifestaciones encontra del dictador Ibáñez. La mayoría de los queprovenían de la Universidad de Chile se inclinaronpor diferentes versiones del marxismo querechazaban, a veces violentamente, la ortodoxia de

66 Brian Loveman y Elizabeth Lira. Las suaves cenizas del olvido,

página 303.70

la III Internacional, mientras que los de laUniversidad Católica, a menudo respondiendo a laconvocatoria de la jerarquía eclesiástica,adhirieron a un social cristianismo que comenzabaa erigir algunos íconos intelectuales que lessirvieron de guías espirituales. Los nuevospartidos funcionaron en buena medida comoreligiones políticas, aunque uno de ellos, elSocialista, fundado por quienes se habíanembarcado en la experiencia de los doce días de laRepública de Junio de 1932, proclamara sulaicismo. Fue éste, en verdad, un caso extraño,quizás único en el mundo: un partido socialistanacido al calor de un golpe militar. La NuevaAcción Pública, el más importante de los gruposque confluyeron en el partido, proponía a travésde su máximo dirigente, el Gran Maestre de laMasonería Eugenio Matte, una síntesis de marxismoadaptado a las condiciones nacionales y no sujetoa ningún internacionalismo –o sea independientedel partido Comunista de la Unión Soviética—y unaconvocatoria a los trabajadores manuales eintelectuales, que tuvo más eco en los segundosque en los primeros.

En cambio, la Falange que formalmente reciénsería creada en 1935, mantendría durante más deuna década un difícil y contradictorio equilibrioentre su pertenencia al partido Conservador y laadhesión a una postura “ni capitalista nicomunista”, como lo plantearía Manuel GarretónWalker, quien fue uno de los fundadores junto aBernardo Leighton, Eduardo Frei Montalva e IgnacioPalma. Esta circunstancia estaría vinculada a suheterogeneidad interna que, a pesar de quecontinuaría manifestándose a lo largo de suhistoria, incluso cuando se transformó en un

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partido independiente como Democracia Cristiana,nunca generaría el fraccionamiento que caracterizóal socialismo.

Socialistas y Falangistas, los primeros conalgo más de repercusión en el plano electoral,participarían activamente en el juego partidariorestrictivo de las siguientes dos décadas. Perosiempre como actores secundarios, aunque susdirigentes fueran integrantes de diferentesgabinetes a lo largo del período, como EduardoFrei y Salvador Allende, entre otros. En cambio, apartir de 1958, cuando el electorado se expandiríamás allá de los ínfimos niveles de la primeramitad del Siglo XX, los dos partidos setransformarían en activos contendientes por lapresidencia. Cuando sus principales líderes, nootros que los mismos Frei y Allende, laalcanzaron, protagonizarían sucesivamente losasaltos definitivos a las murallas de la sociedadoligárquica –es decir la reforma agraria dentro dela llamada “Revolución en Libertad” y el programano capitalista de la Unidad Popular. Claro está,las inéditas movilizaciones que unos y otrosgenerarían, provocaron, a su vez, la reacciónque culminó con el golpe de 1973 y la revolucióncapitalista desde arriba que comandaría el generalPinochet.

4. Los guardianes en última instancia del orden social: fuerzasarmadas más cautelosas. Los militares chilenos fueron probablemente losque hicieron el aprendizaje más provechoso deldesenfreno de los años previos a 1932, desenfrenodel cual ellos se habían constituido en uno de losmás sostenidos cultores. Fuera bajo el viejoestilo de sus superiores de orígenes más

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aristocráticos o seducidos por las prédicas delíderes carismáticos como Ibáñez y Grove, en ladécada de 1920 los oficiales del Ejército y laMarina habían hecho aflorar a la superficie de laescena política tensiones que en los treinta añosprevios sólo se habían manifestado como conatos degolpes, amenazas de intervención e, incluso,conjuras que bordearon el ridículo. A partir de1924, si bien algunas de sus intervenciones,especialmente las que se hicieron bajo el influjoibañista, aludieron a la vocación militar deextirpar “la gangrena de la política”, todasterminaron por recurrir, aunque fuera comomascarones de proa, a los políticos partidarios.Por ello, casi inevitablemente, muchos oficialesno pudieron evitar asociarse, o aparecerasociados, a uno o a otro partido o corriente deopinión, y como resultado, el faccionalismopartidario contagió, tarde o temprano, a lasfuerzas armadas. Una vez concluido el episodio de la RepúblicaSocialista, en cambio, los militares, salvoalgunos oficiales sin poder de convocatoria,evitarían inmiscuirse en las disputas inter-partidarias y cesarían de reclamar la abolición dela política partidaria con la consigna de apoyodeel ascenso de algún oficial providencial a lapresidencia. Esto no implicaría que abrazaran ladefensa de los valores democráticos yrepublicanos, convirtiéndose en burócratasuniformados y armados que respetaban el principiode subordinación a los poderes civiles. Más bien,adoptarían una estrategia de relativa cautela deacuerdo a la cual se concibieron como la últimalínea de defensa de los valores nacionales y delorden social heredados del siglo XIX, valores que

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ciertamente trascendían a las institucionespolíticas. La definición del “comunismointernacional”, y sus agentes en Chile, como elenemigo a batir se convertiría en el eje de estaestrategia. Al finalizar la Segunda GuerraMundial, claro está, la plena convergencia de estalínea del pensamiento militar con los interesesestratégicos y geopolíticos de Estados Unidos enrelación a América Latina, y en particular aChile, reforzaría aún más su vigencia.

5. Los ingenieros de Estado.Sin duda, uno de los principales legados de la

década agitada de 1920 fue la conformación de unethos estatista, que en buena medida fue ladestilación de la prédica y de la labor de PabloRamírez y la media docena de sus asociados másprominentes. Esto no significa desconocer queantes de la llegada al gobierno de “los jóvenesorates” no existieran funcionarios y políticos quepromovieron el desarrollo de nuevas funciones acargo del Estado; sin embargo, lo fueron à leur insu.El predominio del laissez faire despótico, como yasubrayé, había producido un monopolio delegitimidad por parte de las visiones en las quela intervención del Estado era concebida como unmal en sí mismo que interfería el desarrollo delas fuerzas “naturales” del mercado.

Ramírez y sus boys, por el contrario, concebíanal Estado como una palanca necesaria para sacar aChile de la situación de “inferioridad” en que seencontraba. Y aprovecharon los abundantes recursospúblicos generados por el último auge exportadordel salitre y la disponibilidad de créditosnorteamericanos en la segunda mitad de la décadade 1920 para tratar de encarrilar al país en la

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nueva vía. Al poner el énfasis en el mérito en vezdel status social, claramente arremetieron contrauno de los pilares del estado oligárquico,contribuyendo a erosionar su legitimidad.Claramente estaban en favor de que el acceso a lasposiciones decisorias en la cúpula estatal nofuera un resultado de vinculaciones familiares ode clan, sino del dominio de un tema relevantefundado en el conocimiento técnico o científico.

Es decir, los técnicos inspirados por Ramírezcriticaron que el acceso al Estado se fundara enel criterio de que “los mejores” fueran definidospor sus orígenes de clase, obviamentearistocrático. Pero eso no significó quecompartieran la idea de que el poder de decisiónen el Estado estuviera fundado en el voto. Suasociación con el naciente ibañismo sugería, porel contrario, que su ideario no tenía nada que vercon la democracia. Sus posturas tenían unantecedente más que centenario: el autoritarismoilustrado que, de algún modo, había inspirado ellema del escudo nacional de la Patria Viejacarrerista en 1812: aut consiliis aut ense.67 En 1920,casualmente, el original latín fue oficialmentetraducido al castellano renovando el atractivo deun lema que privilegiaba la razón del conocimiento(o de la expertise técnica, para ponerlo en términosdel nuevo siglo) y la fuerza de la espada. Así

67 José Miguel Carrera fue dos veces dictador de Chile

entre 1812 y 1814 cuando los realistas españoles batieron

a los ejércitos patriotas y reconquistaron la región.

Terminó siendo ejecutado en 1821 por orden de San Martín y

O´Higgins cuando, por enésima vez, desarrollaba una

conspiración en contra del segundo. 75

como la fuerza se encarnó en el Coronel Ibáñez, laexpertise encontró convincentes protagonistas en lostécnicos que ganaron prominencia en 1927.Concluida la dictadura, la mayoría de ellos sesumergiría en puestos secundarios del sectorpúblico durante la segunda presidencia de ArturoAlessandri, para reaparecer con renovada energíaen el gobierno del Frente Popular en 1938 y lasubsiguiente creación de la CORFO.

El ocaso y el paradójico éxito de la oligarquía:un desenlace no democrático. En la década de 1920 se generaron las condiciones,entonces, para un viraje profundo de la políticachilena. Pero este viraje no produjo unatransición a la democracia en la década siguiente,como muchos analistas han sugerido. Estosanalistas han tendido a sobrevaluar, como el yacitado Gonzalo Vial, la restauración de laperiodicidad regular de los calendarioselectorales a partir de fines de 1932. Ese tipode interpretaciones no ha tenido en cuenta quelos rasgos excluyentes del régimen oligárquico nofueron abolidos. El electorado permaneciócongelado y las llaves de los candados a laparticipación campesina siguieron en manos de laoligarquía terrateniente y sus personeros. Más aún, la desigualdades no disminuyeron a pesarde las medidas de fomento a la demanda que impulsóel ministro de Hacienda de Alessandri, GustavoRoss. De todas maneras, las iniciativas de

76

promoción industrial que encaró Ross estuvieronteñidas de un marcado particularismo.68 La normalización institucional producida en aquelaño, de todas maneras, implicó unreequilibramiento de la política chilena en unnivel de mayor complejidad. El reequilibramientose alcanzó sobre la base de integrarselectivamente los legados de la década previaque describí en el punto anterior. Arturo Alessandri probó ser una eficaz bisagraentre las dos décadas. Su retorno a lapresidencia, ya como un “león domado”, es decirapoyándose en los partidos tradicionales,Liberales y Conservadores, le permitió negociarcon los Radicales una mayoría parlamentariasuficiente para aprobar leyes más importantes, enparticular las que le otorgaban facultadesextraordinarias.69 Las leyes de excepción que, casi

68 Al respecto, una interesante ilustración de la

discrecionalidad con que se manejaron los apoyos a la

industrialización en el período, conviene repasar el relato

que hace Peter Winn de la instalación de la fábrica textil

de Juan Yarur, un palestino emigrado a Bolivia que fue

invitado a fundar una industria en Chile por no otro que

Gustavo Ross. Cfr. Weavers of Revolution. The Yarur Workers and Chile´s

Road to Socialism. Nueva York: Oxford University Press; 1986.69 Como señala Felipe Menéndez Avila, el resultado fue ”

la intensificación de la censura de prensa y la represión

política”. Cfr. “Las prácticas partidistas bajo la

Constitución de 1925: la relativización del

presidencialismo chileno” en Hemiciclo. Revista de Estudios

Parlamentarios. 2:3 (Segundo semestre de 2010)77

siempre, tenían como blanco a comunistas,socialistas e ibañistas, combinadas con la lentarecuperación de la actividad económica,permitieron asimismo mantener niveles de represiónsalarial que beneficiaron obviamente a losempresarios. Pero el otro ingrediente esencial delreequilibramiento de la década de 1930 fue laconstitución de la izquierda como una fuerzapolítica significativa. En particular, la creacióndel partido Socialista generó una nueva dinámicaen la política chilena, ya que instaló laposibilidad de una alianza con los comunistas conel potencial de convertir a la izquierda en unafuerza de peso. Efectivamente, en las eleccionesparlamentarias de 1941, sumando ambas corrientes,la izquierda alcanzaría el apoyo de casi unatercera parte del electorado.70 El abandono porparte del partido Comunista de la estrategia de la“lucha de clase contra clase”, la gestación delBlock de Izquierdas en 1935 y la posteriorformación del Frente Popular, incluido el triunfoen la elección del Radical Pedro Aguirre Cerdacomo presidente en 1938, pareció abrir la puertade una estrategia conjunta de socialistas ycomunistas. Sin embargo, la estrategia conjuntanunca fraguó y el frente sólo existió en el papel;la realidad fue enteramente opuesta. Desde elprincipio, el antagonismo entre ambos partidos seplanteó sin embozos; cada uno se convirtió en elenemigo a muerte del otro. El sectarismo delpartido Comunista, en gran medida, fue unresultado del fiel cumplimiento de las

70 Efectivamente en las elecciones de ese año, la suma

de la votación de los dos partidos superó el 29%. 78

instrucciones que Stalin y sus seguidores enAmérica Latina, monitoreados por el ítaloargentino Vittorio Codovilla, les dictaban a lospartidos de la región que formaban parte de la IIIInternacional.71 Los socialistas, por su parte, eran unaheterogénea melange de trotskismo, socialdemocracia y militarismo nacionalista que semantenía unida, precisamente, por su común rechazoal comunismo de vertiente soviética.72 Dentro delsocialismo, incluso, surgieron facciones queapoyaron las duras medidas represivas en contra delos comunistas. La conformación de un espacio de izquierda con unpeso significativo tuvo una consecuenciaparadójica. En vez de producir políticas quefavorecieran la mayor participación política delos sectores populares urbanos y rurales, y lamejoría de sus condiciones de vida, la presencia

71 Codovilla, entre otros logros de sus gestiones en

Chile que combinó con el rol de comisario político en

España durante la guerra civil, tuvo una participación, que

no fue irrelevante, en la designación de Pedro Aguirre

Cerda como el candidato presidencial del Frente Popular. 72 En ocasión de su segundo congreso celebrado en 1934

el programa partidario reflejaba de manera poco sutil su

oposición a los comunistas. El socialismo se declaraba

“nacionalista, colectivista, revolucionario y americanista.

Aunque afirma el contenido internacional de la doctrina y

acción del socialismo no lo disuelve en lejanas

perspectivas mundiales”. Actas del congreso del Partido Socialista.

Santiago: 25 de Diciembre de 193479

de los partidos de izquierda contribuyó alegitimar un régimen no democrático y le dio alpartido Radical un eficaz instrumento denegociación vis-à-vis la derecha partidaria. En síntesis, ¿cuál es el eje del argumento quesostengo en este trabajo? Dicho con más precisión,¿qué fue lo que tuvo de excepcional el Chile delsiglo XX? Porque no se puede negar que militaresautoritarios y anticomunistas, técnicosmeritocráticos escasamente preocupados por lademocracia y políticos oportunistas, todos ellosen el marco de Estados dirigistas abundaron enAmérica Latina, y particularmente en Brasil,Argentina y México, además de nuestro caso. Ytambién resulta evidente que fue en el período deentreguerras cuando se generaron las condicionesinternas y externas en las que surgieron yprosperaron las configuraciones políticas ysociales para que ello ocurriera en los países,como los cuatro mencionados, en los que se habíaproducido una vigorosa integración al mercadomundial bajo la égida oligárquica a fines delsiglo XIX. Lo específico de Chile fue la astucia táctica y lavisión estratégica de una oligarquía que trasmutóen clase política. Una oligarquía que, a pesar deque había visto desmoronarse en un par deocasiones las bases de su poder económico, esto escirca 1875 y a fines de la Primera Guerra Mundial,tuvo la capacidad para contribuir de maneradecisiva a una serie de reequilibramientos delrégimen político y a la formación de un Estadoque, en sus sucesivos arranques y repliegues,protegió eficazmente a los grandes propietarios,tanto urbanos como rurales, y disciplinó a lasclases subalternas. Este reequilibramiento estuvo

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asociado a la (re)construcción de un ordenamientoinstitucional estable que incluyó restrictivamentea partidos y corrientes de carácter progresista.Esto es, a partir de 1932, socialistas, comunistasy social cristianos –es decir los falangistas—seincorporaron al juego político electoral, pero apesar de sus ocasionales éxitos, no tuvieron lacapacidad para torcer, ni a través de reformas ymenos aún de revoluciones, el rumbo de unasociedad que, en las siguientes tres décadasmantuvo, e incluso reforzó, privilegios yexclusiones en el marco de una democrazia mancata.

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