Initial contributions of charred plant remains from archaeological sites in the Amazon to...

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Portada: Primer mapa del Amazonas, de Quito al Océano Atlántico y que ha sido durante largo tiempo atribuido al Jesuita quiteño Alonso de Rojas. No tiene fecha segura pero coincide con la llegada de los portugueses capitaneados por Pedro de Texeira en 1638. Más recientemente, varios investigadores concuerdan en estimar que el mapa fue en realidad trazado por el Jesuita Cristóbal de Acuña para el Rey en 1642, luego de la expedición por el Amazonas (Mis agradecimientos van para el historiador Octavio Latorre por sus precisiones)Contraportada: Foto de grupo de los partcipantes al 3 EIAA

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Antesde

Orellana

Actas del 3er Encuentro Internacionalde Arqueología Amazónica

Stéphen Rostaineditor

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© Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, MAE/CNRS-USR 3337 AMÉRICA LATINAAv. Arequipa 4500, Lima 18, PerúTeléf.: (51 1) 447 60 70 Fax: (51 1) 445 76 50E-mail: [email protected]ágina Web: http://www.ifeanet.org

Este volumen corresponde al tomo 37 de la Colección “Actes & Mémoires de l’Institut Français d’Études Andines” (ISSN 1816-1278)

Antes de Orellana.Actas del 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica

Stéphen Rostain editor Edición: - Instituto Francés de Estudios Andinos - Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - Embajada de EEUU Diseño: Stéphen Rostain Diagramación: Stéphen Rostain ISBN: 978-9942-13-892-7 Impresión: ArtesGráficasSeñal Impreso en Quito, Ecuador, Mayo de 2014

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Contenido

Organización del 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica 10

Prefacio: “... Cambia tus ojos...”Stéphen Rostain 11

Simposio “Todo sobre la Amazonía”La Amazonía, una impostura geográficaEmmanuel Lézy 17

El proceso cartográfico y la Amazonía. El primer atlas del Perú, 1865Jean-Pierre Chaumeil 27

Nomear o seu Universo (e cada povo se torna, sem saber, muito egocêntrico…)Françoise Grenand 33

Simposio “Arcaico”Recolectores del Holoceno Tempranoen la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard 39

El Arcaico en los valles interandinos del Magdalena y Cauca en Colombia: cacería especializada y horticultura tempranaCarlos Eduardo López & Martha Cecilia Cano 51

Simposio “En honor de Donald Lathrap y Betty Meggers”La arqueología del Ecuador antes y después de Betty Meggers José Echeverría-Almeida 59

Amazonian Ethnoarchaeology and the Legacy of Donald LathrapJames A. Zeidler 61

Simposio “Guyanas e Orinoco”Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain 69

Excavations at Poncel: an update of the Late Ceramic Age of CayenneMartijn van den Bel 75

Ethnographic and Archaeological “Cultures” in Guiana, Northern AmazoniaRenzo S. Duin 89

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Nuevos aportes a la arqueología del sitio El Saladero, bajo Orinoco, VenezuelaJosé R. Oliver 97

Ecología histórica de la Gran Sabana(Estado Bolivar, Venezuela) entre los siglos XVIII y XXRodríguezIokiñe,RafaelGasson,AudreyButt-Colson,Alejandra Leal & Bibiana Bilbao 113

Simposio “Bajo Amazonas”Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonialCristiana Barreto 123

Os Artesãos das Amazonas: a diversidade da indústria lítica dos Tapajó e o MuiraquitãClaide de Paula Moraes, Anderson Márcio Amaral Lima & Rogério Andrade dos Santos 133

Science, technology, and innovation in indigenous AmazoniaAnna C. Roosevelt 141

The Cultivated Wilderness Project. Hinterlandarchaeology in the Belterra Region, Pará, BrazilPer Stenborg, Denise P. Schaan, Christian Isendahl, Mats Söderström, Jan Eriksson, Márcio Amaral & Mats Olvmo 149

Simposio “Medio Amazonas y Madeira”Como os contextos funerários nos ajudam a entenderos vivos na Amazônia Pré-ColombianaAnne Rapp Py-Daniel 157

Arqueologia do baixo rio Negro e a discussão de contextos locais do rio UniniMárjorie Nascimento Lima, Eduardo Kazuo Tamanaha & Eduardo Góes Neves 167

The Polychrome Tradition at the Upper Madeira RiverFernando Ozorio de Almeida & Eduardo Góes Neves 175

Houses, hearths, and gardens: space and temporalityin a pre-Columbian village in the Central AmazonAnna T. Browne Ribeiro 183

Simposio “Ecuador”Tecnología cerámica y transición cultural en la altaAmazonia ecuatoriana: el caso del valle del río Cuyes (primeros resultados y perspectivas)Catherine Lara 191

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El Formativo del Alto Pastaza (Ecuador), entre arqueología y vulcanologíaGeoffroy de Saulieu, Stéphen Rostain & Jean-Luc Le Pennec 199

Dinámica de vida en el área de influencia del río Napo,desde 9000 a.C. hasta 1400 A.D.Amelia M. Sánchez Mosquera 207

Caballones vs. camellonesFranklin Fuentes G., David Leyton, Telmo López M.,Javier Véliz Alvarado & Stéphen Rostain 215

Perspectival Ontology and Animal Non-Domestication in the Amazon BasinPeter W. Stahl 221

Simposio “Alta Amazonía”Early Ceremonial Architecture in the Ceja de Selva (800-100 B.C.): A Case Study from Huayurco, Jaén Region, PeruRyan Clasby 233

Los orígenes y el desarrollo de la organización socio-política de la cultura Chachapoya: Una mirada desde la Provincia de Luya, Departamento Amazonas, PerúKlaus Koschmieder 243

Aproximación socio cultural y ambiental en base de la interpretación de los petroglifos de la cuenca del Armanayacu, tributario del Río Paranapura, bajo Huallaga, Amazonía peruanaSantiago Rivas Panduro 251

La arqueología y ele mito de origen de los Shipibo-Conibode la cuenca del Ucayali, PerúDaniel Morales Chocano 265

Simposio “Mojos y Acre”Island, River and Field: a Historical Ecology of the Bolivian AmazonJohn H. Walker 273

Unidad en la Diversidad. Implicaciones de la variabilidad cerámicade la región del Iténez, BoliviaCarla Jaimes Betancourt 281

Simposio “Paisajes modificados y dieta”Initial contributions of charred plant remains from archaeological sites in the Amazon to reconstructions of historical ecologyMyrtle P. Shock, Claide de Paula Moraes, Jaqueline da Silva Belletti, Márjorie Lima, Francini Medeiros da Silva, Lígia Trombetta Lima, Mariana Franco Cassino & Angela Maria Araújo de Lima 291

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Uso do Saber Tradicional Indígena no Reconhecimento e Caracterização de Paisagens Manejadas na Amazônia BrasileiraMyrian Sá Leitão Barboza, Alcieila Farias Figueiredo, Angélica Leal de Souza, Vanessa Waiwai, Asiso Waiwai, Pedro Waiwai & Nivaldo Waiwai 297

What do we know about the distribution of Amazonian Dark Earth along tributary rivers in Central Amazonia?Carolina Levis, Marcio de Souza Silva, Mauro Almeida e Silva, Claide P. Moraes, Eduardo K. Tamanaha, Bernardo M. Flores, Eduardo Góes Neves & Charles R. Clement 305

Uso de plantas económicas y rituales (medicinales o energizantes) en dos comunidades precolombinas de la Alta Amazonia ecuatoriana: Sangay (Huapula) y Colina Moravia (c. 400 a.C.-1200 d.C.)Jaime R. Pagán Jiménez & Stéphen Rostain 313

Simposio “Geoarqueología”The variability of Amazonian Dark Earths: comparing anthropogenic soils from three regions of the Amazonian biomeManuel Arroyo-Kalin 323

Anthropogenic Landscapes in Amazonia: TopographicFeatures, Use of Space, and Formation of Anthrosols (Terra Preta) in Prehistoric Settlements Morgan J. Schmidt 331

Arte Rupestre do Juruparí? Explorando relações iconográficas entre gravuras rupestres e o complexo mito-ritual do Jurupari no Baixo rio Negro, AmazôniaRaoni Valle 339

Pinturas y grabados rupestres en la cuenca del Marañon, alta Amazonía de Perú UlisesGamonalGuevara&QuirinoOliveraNúñez 347

Simposio “Etnoarqueología”Cultural Construction, Interculturality, Multiethnicity, and Survival Strategies among Amerindians in the ‘Island of Guiana’ with a Brief Introduction from the Upper AmazonPeter E. Siegel 351

Betwixt and Between: Unraveling material histories in the Southern Guyana-Suriname borderlandJimmy L.J.A. Mans 359

Temporalidades enraizadas: manejo ambiental e construção social na AmazôniaJuliana Salles Machado 367

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Lugares de memória. Etnoarqueologia o uso do espaço pelos Asurini do Xingu, BrasilFabiola Silva 375

Simposio “Entre pasado y presente: contribuciones etnológicas”Prácticas ancestrales de crianza de agua y suelo ayudan a convivir con lluvias intensasKashyapa A. S. Yapa 381

La Fase Napo en la arqueología de rescateFerran Cabrero 389

El ritual como máquina del tiempo: ejemplos chacobo (Amazonía boliviana)Philippe Erikson 399

Las “naciones indias”, Guayana Francesa y Amapá, siglos XVI-XIX. Algunas reflexiones en torno al etnogénesisPierre Grenand 407

Simposio “Patrimonio”Arqueología amazónica: un patrimonio por descubrirAlexandra Yépez 417

De-construir el patrimonio…Jorge Gómez Rendón 423

Arqueologia e [Des]envolvimento: Patrimônio, Contratoe Comunidades Locais na AmazôniaMarcia Bezerra 433

Coca in context. From the North-West Amazon to coastal EcuadorColin McEwan 441

Ver lo invisible. El levantamiento aéreo con escáner lásery su aplicación practica para los estudios arqueológicosYuri Svoiski & Ekaterina Romanenko 451

Figuras en color 461

… y para concluir con algunos recuerdos 563

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Organización del 3erEncuentro Internacional de Arqueología Amazónica

Presidente:Dr. Stéphen Rostain (Instituto Francés de Estudios Andinos, Quito)

Comité organizador:Dr. Stéphen Rostain (Instituto Francés de Estudios Andinos, Quito)

Dr. Carlos Espinosa (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito)Manuela Troya (Ministerio Coordinador de Conocimiento y Talento Humano, Quito)

Stephany Leavy (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito)Vincent Lepage (Embajada de Francia en el Ecuador, Quito)

Instituciones organizadoras:Instituto Francés de Estudios Andinos

Facultad Latinoamericana de Ciencias SocialesMinisterio Coordinador de Conocimiento y Talento Humano

Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos

Auspiciadores (por orden alfabético):Alianza Francesa

Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín CarriónCentroNacionaldeInvestigaciónCientífica(CNRS)

Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos Embajada de los EEUU

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Fundación Wenner-Gren

Fulbright EcuadorGobierno de la Provincia de Pichincha

Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD)Instituto Francés de Estudios Andinos

Instituto Nacional de Patrimonio CulturalLiceo La Condamine

Ministerio Coordinador de Conocimiento y Talento Humano Ministerio de Cultura y Patrimonio

Museo de Arte Precolombino Casa del AlabadoOrquesta Sinfónica Nacional

Quito TurismoRepsol

República del CacaoUniversidad Politécnica Salesiana del Ecuador

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Prefacio “... Cambia tus ojos...”

Stéphen Rostain

CNRS, Paris/IFEA, QuitoPresidente del 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica

“Para que veas los mundos del mundo, cambia tus ojos.Para que las aves escuchen tu canto, cambia tu garganta”.(Eduardo Galeano, 2012, “Los hijos de los días”)

Este libro presenta las actas de 52 conferencias dadas en el marco de los simposios del tercer Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica que se realizó en Quito del 8 al 14 de septiembre de 2013.A pesar de un gran desconocimiento público, la Amazonía tiene un excepcional patrimonio arqueológico que enriquece muchos museos sudamericanos, norteamericanos y europeos como también colecciones privadas. No obstante, el número de arqueólogos que trabajara en ella en siglo XX fue bastante reducido. Afortunadamente, esta disciplina ha conocidoun significativodesarrollodesdehace unos 15 años. Observándose en laactualidad, una importante multiplicación de estudiantes e investigadores, así como también el surgimiento de resultados notables y muy novedosos. Los nueve países amazónicos (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana francesa, Guyana, Perú, Suriname, Venezuela) van dotándose poco a poco, de cursos de graduación en arqueología, de nuevos centros de investigación y de museos modernos. Como un esfuerzo para organizar el proceso de crecimiento por el cual pasa la arqueología amazónica, los arqueólogos que actúan en la región han organizado encuentros regionales y de carácter internacional, cuyo objetivo ha sido el de reunir a profesionales, estudiantes y apasionados que trabajan en los diferentes países amazónicos. Los descubrimientos arqueológicos se han revelado extraordinarios. El Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica (EIAA) fue creado hace seis años para presentar estos descubrimientosa la comunidad académica y al público en general. Es el evento más importante y de mayorimpactoqueagrupaaloscientíficosquetrabajan en el pasado de la Amazonía.

Belém-do-Pará fue escogida para recibir en 2008 el 1er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica por ser la ciudad poseedora de la institución más tradicional de investigación arqueológica en la zona: el Museo ParaenseEmilioGoeldi,conmásde140añosde historia, representa la cuna de la arqueología amazónica (Figura 1). La Dra. Edithe Pereira, que trabaja en el museo, fue la presidenta del encuentro. El congreso reunió a investigadores de varios continentes que desarrollan trabajos arqueológicos en Amazonía, lo que representó nsiderables en la disciplina, pues nunca antes hubo un encuentro específico para lostrabajos desarrollados en más de 7 millones de kilómetros cuadrados. Además de una cobertura mediática importante, el encuentro dio lugar a la publicación de dos grandestomos en los cuales constan los artículos científicosmásdestacados.Esteeventopuedeser considerado como un hito en la historia de la arqueología amazónica.

Figura 1: Cabina telefónica en una calle de Belém-do-Para en forma de urna funeraria

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Viendo el enorme éxito del encuentro, se decidióentoncesorganizardosañosmástarde,el 2do Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica, eligiéndose a la ciudad de Manaos para acogerlo. Su realización en la capital del estadodeAmazonasfuealtamentesignificativaporpermitir laconsolidacióndefinitivadeuncentro de investigaciones arqueológicas en esta metrópoli, actualmente la mayor ciudad de la Amazonía. El Dr. Eduardo Góes Neves, profesor en la Universidad de São Paulo, fue designado presidente del congreso en 2010 organizado con el ayuda de la Universidad del Estado del Amazonas (UEA). Este dio lugar a la creación de un Curso Superior de Tecnología en Arqueología, atrayendo así a un numeroso equipo compuesto por profesionales y estudiantes. Al fin del encuentro, el Dr.Stéphen Rostain fue elegido para manejar el 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica. A fin de dar mayor amplitud alevento, se previó que este se realizara en uno de los nueve países amazónicos con excepción de Brasil. Después de haber realizado los dos primeros congresos en el país amazónico más grande, el nuevo Presidente del Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica decidió realizar el siguiente en uno de los más pequeños. Hay que precisar que Quitocuenta con la misma demografía que Manaos (1,873,458 hab. en Quito; 1,832,423 hab. en Manaos). Así, se escogió a Ecuador y por muchas razones, a su capital: Quito.

Quito, Amazonía, dos nombres que a primera vista no se conjugan fácilmente. Sin embargo, desde un punto de vista histórico, Quito fue la ciudad al origen del mayor río del mundo. En efecto, el Amazonas – que mide alrededor de 6400 Km. de largo – es el único río que fue descubierto desde su fuente hasta su desembocadura. Gaspar de Carvajal lo exploró desde Quito. En 1541, una expedición dirigida por Gonzalo Pizarro partió de Quito hacia la Amazonía en busca de oro y del “País de la Canela”. La expedición descendió hasta el Napo. Desde allí un grupo de unos cincuenta hombres, entre los cuales se encontraba Gaspar de Carvajal, quién luego contaría esta epopeya en un famoso libro, bajo el mando de Francisco de Orellana, continuaría por el Amazonas hasta su desembocadura. Es por esta razón que el texto del Padre que relata este fantástico viaje desde Los Andes hacia el este hasta el océano Atlántico menciona que “Es gloria de Quito el descubrimiento del río Amazonas”, frase extraida de la relación de Gaspar de Carvajal (Figura 2). Razón por la cual, el aficheseleccionadoparael congreso tieneunsentido particular ya que muestra el mapa del descubrimiento del Río de las Amazonas y sus dilatadas provincias, el mismo que fuera trazado por el Jesuita Cristóbal de Acuñapara el Rey en 1642. Este árbol acuático que atraviesa todo un continente, coronado por un Quitoaéreo,justificaampliamentelapresenciade los arqueólogos en Quito.

Figura 2:“Es gloria de Quito el descubrimiento del río Amazonas” (Gaspar de Carvajal), Catedral de Quito

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Dado que no existe una organización permanente del congreso, había que poner en marcha el proceso y hallar colaboradores, lo que lo hizo de él toda una aventura. Al igual que en un embarazo, fuimos viendo las diferentes etapas en su concepción, desde los momentos de euforia, las angustias irreprimibles, las dudas fundamentales, los antojos insaciables, los temibles dolores hasta, al final, el nacimientobello y encantador. El congreso surgió finalmente rodeado por toda una familia.Enel marco del Instituto Francés de Estudios Andinos, en primer lugar y enseguida de mi retorno a Ecuador en el mes de septiembre de 2011, tuve la oportunidada de conocer al Dr. Carlos Espinosa de la FLACSO, quien se entusiasmó de inmediato por el proyecto. El evento tuvo entonces sus padres: el IFEA y la FLACSO. Rápidamente, la Embajada de Francia en Ecuador y la Cooperación regional se asociaron a la organización. Aquí debemos citar los constantes esfuerzos de Vincent Lepage pero, también agradecer a Pierre Pedico, primer consejero,yalSeñorEmbajadorJean-Baptistede Boissière. Luego, afortunadamente conté con la muy eficaz colaboración de StephanyLeavy de la FLACSO. Quiero agradecerle inmensamente por su inalterable energía durante estos meses de carreras y gestiones.

Finalmente, se sumó a la organización el Ministerio Coordinador del Conocimiento y de Talento Humano, aportando entre otras cosas, laeficacidaddeunbatallóndecompetenciasycolaboradores.La manifestación se efectuó en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, organismo internacional que surgiera en 1956 en la Conferencia General de la UNESCO con el fin de apoyar a los países deAméricaLatina en la creación de una entidad de ciencias sociales. El Sistema Internacional FLACSO tiene un prestigio internacional y cuenta con sedes, programas y proyectos en 13 países. Lafacultadestáubicadaenunedificionuevoen la parte céntrica del Quito moderno, espacio que podía ofrecer todas la facilidades para los participantes. Además, el congreso correspondía al lanzamiento del Doctorado de Historia andina y amazónica en esta universidad.Dada la dimensión internacional del evento, el congreso contó con tres idiomas oficiales: español, portugués e inglés, idiomasconservados en este volumen. Por supuesto, los profesionales participantes trabajaban en los nueve países amazónicos y venían de universidades, museos o instituciones de 19 países: Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil,

Figura 3: Inauguración del 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica (de izquierda a derecha): Jean-Baptiste de Boissière (Embajador de Francia en el Ecuador), Juan Ponce (Director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), Guillaume Long (Ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano), Stéphen Rostain (Presidente del 3er Encuentro

Internacional de Arqueología Amazónica), Gérard Borras (Director del Instituto Francés de Estudios Andinos)

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Canadá,Colombia,Ecuador,España,EstadosUnidos, Finlandia, Francia, Países Bajos, Perú, Puerto Rico, Reino Unido, Rusia, Sri Lanka, Suecia, Venezuela. En total, fueron cerca de 400 participantes los que llegaron de varios horizontes, para una semana de intercambios académicos en Quito.El evento fue inaugurado por el Ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano, Guillaume Long (Figura 3) y la conferencia inaugural dictada por Philippe Descola (Collège de France). Se asistió entonces a una semana de 80 conferencias, entre las que contaban 9 ponencias magistrales de 60 mn cada una y 71 ponencias de 20 mn cada una en 15 simposios. El sujeto de los simposios era geográficootemático:1. Todo sobre el Amazonía2. Arcaico3. En honor de Meggers y Lathrap4. Guayanas y Orinoco5. Bajo Amazonas6. Medio Amazonas y Madeira7. Ecuador8. Alta Amazonía (peruana)9. Mojos y Acre10.Paisajesmodificadosydieta11. Geoarqueología12. Arte rupestre13. Etnoarqueología14. Entre pasado y presente: contribuciones etnológicas15. Patrimonio

Pero el 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica no se limitó a conferencias ya que muchos eventos paralelos fueron organizados para la semana de encuentro. Además de los carteles científicosexpuestos por congresistas en la FLACSO, hubo la inauguración de cinco exposiciones: “Paisajes ecuatorianos” fotografías de Jorge Anhalzer en la FLACSO, “Sonrisas amazónicas” fotografías de Nigel Smith en la FLACSO, “La civilización Mayo Chinchipe-Marañon” en la Alianza francesa, “Primeras sociedades de la alta Amazonía” en el Museo Nacional del Banco Central, y por finlainauguracióndelnuevomuseoamazónicode Abya-Yala. Se visitó también el museo arqueológico de la Casa del Alabado en Quito. A mediados de semana, mientras la mayoría de los congresistas descubrían el complejo precolombino de plataformas de Cochasquí, al nortedeQuito(Figura4),unpequeñogrupoviajaba a Coca en la Amazonía para recorrer la exposición de urnas de cultura Napo del futuro museo Alejandro Labaka. Al día siguiente, la Orquestra Sinfónica Nacional ofrecería un concierto en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Se acogieron, todos los días, a artesanos indígenas a la entrada de la sala de conferencia de la FLACSO: ceramistas Kichwa de Puyo, tejedores de cestería Waorani del río Curaray, pintor tradicional sobre piel de cabra de Tigua (Figura 5).Stéphen Rostain y Álvaro Muriel realizaron un documental de 30 mn, con el título de

Figura 4: visita del sitio arqueológico de Cochasquí al norte de Quitopor los participantes del 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica

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“Arqueólogos”, incluyendo imágenes tomadas durantelosdosúltimosañosenlasexcavacionesarqueológicas del proyecto interdisciplinario “Zulay” en el Pastaza y también imágenes del 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica.El encuentro fue también la oportunidad de publicar varios artículos y libros sobre la arqueología de la Amazonía ecuatoriana con el findellenarunimportantevacíoenestecampo.Artículos especialmente escritos para cinco revistas nacionales: Mundo Diners, Rocinante, Imaginaria, Anaconda y Terra Incógnita. Esta última publicó un número especial “Amazonía”, el mismo que incluía seis artículos. Además, se lanzaron siete libros durante el congreso:- “Islands in the rainforest. Landscape Management in Pre-Columbian Amazonia” de Stéphen Rostain;- “Upano Precolombino” de Stéphen Rostain,- “Amazonía aérea. Escultores precolombinos del paisaje” de Stéphen Rostain (en tres idiomas);- “Antes. Arqueología de la Amazonía ecuatoriana” de Stéphen Rostain y Geoffroy de Saulieu;- “Arqueología amazónica. Las civilizaciones ocultas del bosque tropical (actas de coloquio)” de Francisco Valdez (compilador);- “Primeras sociedades de la alta Amazonía. La cultura Mayo Chinchipe-Marañón” de Francisco Valdez;- “Sonrisas amazónicas” de Nigel Smith (Stéphen Rostain editor) y una versión en inglés del mismo.En la continuidad del Encuentro, muy rápidamente después, se publicaron dos libros de actas: “Amazonía. Memorias de las conferencias magistrales del 3 IEAA” reuniendo así las conferencias magistrales y el presente libro “Antes de Orellana. Actas del 3 IEAA”.Por fin, es un placer de agradecer aquí aBelém Muriel y Catherine Lara que tuvieron la

gentileza y la paciencia de traducir varios textos de este libro al español. No puedo tampocodejar de agradecer a mi laboratorio de origen ARCHAM, UMR 8096 del CNRS, por su apoyo para la realización de este volumen.El 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica y este libro lo dedicamos a seis personalidades de alto nivel en esta disciplina: - El arqueólogo norteamericano Jim Petersen (1954-2005) e inolvidable hermano de la arqueolgía amazónica.- El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009), padre del estructuralismo que nos permitiera entender mejor el mundo amazónico. - El antropólogo norteamericano Neil Whitehead (1956-2012), gran etnohistoriador de las Guayanas quien afrontara una antropología de la violencia.- La arqueóloga norteamericana Betty Meggers (1921-2012), fundadora de la arqueología amazónica quien suscitara tantas vocaciones y debates.- El antropólogo francés Alain Testart (1945-2013), que construyera muchos puentes entre etnografía y arqueología.- El arqueólogo francés Jean Guffroy (1949-2013), amigo andinista al origen del espectacular descubrimiento del sitio Formativo de Santa Ana/La Florida en la alta Amazonía ecuatoriana.El 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica contó con gran éxito y con un fuerte impacto, que se pueden medir por la difusión en la prensa, la misma que tuvo más de 150 artículos a nivel nacional e internacional. Al final del encuentro, se decidió organizarel próximo Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica en la ciudad de Iquitos en Perú – “Que les vents lui soient favorables”.

Figura 5: artesanos invitados a presentar su arte al 3er Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica

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Simposio “Todo sobre el Amazonía”

La Amazonía, una impostura geográficaEmmanuel Lézy

Universidad París X, Nanterre

El mapa escogido por Stéphen Rostain para presentar este Tercer Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica pone sobre la mesa la problemática de la naturaleza y el marco geográfico de referencia.Gracias a suorientación medieval, que coloca al este, en lo alto, el Amazonas, da una imagen Mediterránea Bíblica, a manera de árbol de la vida y espina dorsal del Mundo. El encuentro en Jerusalén de los tres dominios de los hijos de Noé (Sem, el cerebro, Japhet la parte derecha del cuerpo y Chaam, la parte izquierda) era la base, en el antiguo Mundo, de la unidad del cuerpo místico de Cristo, cuyo centro era por igual origen yfin.LahistoriadeAdán, cuya salidadel Edén lo llevara a perderse en Jerusalén, en el hueco del mundo, como una pepita en una calabaza (couy), ofrecía al Mundo su meridiano magnético y el eje de circulación del tiempo. Aloeste,elfindelMundoestabarepresentadopor el retorno de las aguas mediterráneas (placentarias) al gran Mar océano de los orígenes. “Súmmum”: el Apocalipsis se batía entre Tánger y Melilla. Los viajes de Colón y sus consecuencias volvieron obsoleta a esta geografía. Tal como lo había esperado Colón1, el mundo de Noé había “estallado”. Pero no había desaparecido. Se había vuelto ilegible, invisible, nuevo. A esto siguieron algunos siglos de vagabundeo cartográfico de dondeemergieron los contornos de Mercator que acababa de dar a luz el Nuevo Mundo. A partir de ese momento, la orientación se haría hacia el Norte y la intersección del espacio y del tiempo sería tan universal como las nuevas coordenadas longitud-latitud. La conciencia, al igual que la geografía, se había tornado universal. Es entonces de manera nostálgica y casi “cliché”, que en 1660, el autor del mapa plantara su “Amazonía” en el terreno del Antiguo Mundo. Al salir del Edén de Quito, Orellana fundaba un río gigante en el nuevo eje del Mundo y daba a la línea, de repente horizontal de los Andes, su cuerpo y su cruz.Más que el conocimiento de una Amazonía

aún lejana, el objetivo del mapa era claramente la reconstrucción cartográfica del mundocatólico, desgarrado por el invento de América y la disputa religiosa que de él sobreviniera.

El Amazonas : ¿un “afluente”, más que un “río”?

Fuera de este santo proyecto, la dimensión “fluvial”delmayorcursodeaguaquefluyeenel eje de rotación de la Tierra no tiene nada deevidenteylaidentificacióndeuna“cuencafluvial” apunta tanto al invento como aldescubrimiento. Ningún topónimo indígena identificaunafluentedeestadimensión2. Los cursos de agua mencionados son universos autónomos, cuyas aguas, paisajes, grupos humanos, costumbres y lenguas, presentan contrastes violentos: Solimoes, Negro, Jari, Parou, Tapajos, Xingu, Madeira, Iça, Japura, Apurimac, Ucayali, Vilcanota… Se conoce más deveinteafluentesdemásde1500km.Yaseaque bajen de los contrafuertes calcáreos de losAndes, del escudo brasileñomal cubiertode cerrados o del escudo guyanés poblado de bosques sempervirentes, sus aguas son blancas, claras o negras, básicas o ácidas. Al desembocar en el gran canalón geológico que separa a los dos cratones graníticos, en la línea del Ecuador, rehúsan unirse a lo largo de varias decenas de kilómetros. Si bien la unidad del objeto es contestable(cuestionable),sunaturalezafluvialpuede también serlo. Formado de esta manera, elAmazonasalcanzarálosúltimosconfinesdelobjeto3, acarreando consigo toda la categoría en el movimiento de regreso de su propio macareo.Ausente en los diccionarios modernos de Geografía, se abandona el término “río” (fleuve en francés, es decir río que desemboca en el mar) al diccionario Robert, el mismo que ofrece una definición común de “gran río”y otra dicha “geográfica”: “todo curso de agua, incluso pequeño, que lleva al mar” (Diccionario Robert: 717). Intraducible, el concepto aparece como un producto típico de la excepción

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cultural frances4. Nadie, en ningún lugar, emplea un término particular para los ríos más grandes (el Mississipi es un “river” como los otros) ni tampoco para aquellos cuyo curso sube periódicamente por causa de la marea. Esteconceptogeográficofue,sinembargo,labase de la reorganización del territorio francés hecha por la Revolución5.Elrecortegeográfico,basado en la noción de “cuenca-vertiente” substituyó entonces a la antigua sociedad y a su encierro vertical6.La joven República brasileña, creada en1888, halla sus raíces en el movimiento de la Inconfidencia mineira, el mismo que en 1789 intentará imitar a la Revolución francesa. En 1898, con el propósito de triunfar en la definición de las fronteras amazónicas deBrasil, frente a Francia, y luego a los Países Bajos e Inglaterra, Rio Branco7 utilizará muy lógicamente el argumento de la cuenca-vertiente (Vidal, 1898, 1902, Lézy, 2000, 2004). Al adaptar el argumento francés a la escala del Amazonas, Rio Branco lo hace cambiar de naturaleza y de dinámica a la vez. Surgido de un movimiento centrípeto que implicaba la parcelación del territorio nacional, el concepto de río (fleuve en francés) se vuelve el instrumento de la expansión colonial (inspirada en la política colonial de la tercera República francesa), a costa de los países vecinos. La identificaciónde una Amazonía fluvial asociada a unaargumentación“geográfica”implementadaporel mismo Vidal de la Blache en el momento de lademarcacióndelafronterafrancobrasileña,permitirá la reivindicación por parte de Brasil, de una “cuenca-vertiente” de siete millones de kilómetros, así como también la creación de los “territorios” colonizados de Amapa, Roraima, Acre y Rondônia. El aparecimiento del topónimo, del trazado y delacuencahidrográficaenlosmapasprodujola forma actual del territorio brasileño; unade las imágenes cartográficasmás destacadasjunto a aquellas de Francia y los Estados Unidos. La Amazonía fundó, en un mismo trazo, la Geografía francesa8 y el territorio francés. Pone en marcha una geopolítica que podría, enEuropa, hacer soñar, por ejemplo,con una “Normandía” unida por la gran cuenca vertiente del “río Manche” y que drenaba los ríos Támesis, Sena o Rin9. Al retirar imaginariamente el zoom de su Google Earth, ¿quéhombredeestado,podríapensarmañanaen la creación de una “Atlántida” que uniera alasdoscuencasdelosafluentesdeladorsalmedio-oceánica?

Hay más que un divertido juego de óptica en el ejercicio de transformar escudos en cuencas y brazos de mar en ríos. El destino de las regiones, de las sociedades involucradas, depende de la representación cartográficaadoptada. Paradójicamente y de manera bastante reveladora, al insistir en la dimensión litoral de los espacios amazónicos definidoscomo ripícolas, se identifica otro objetogeográficopropuesto porVidal de laBlache:el Río (Rivière en francés, que no desemboca en el mar).“Este género de vida superior se irradió de una orilla a otra orilla, dando lugar a diversas combinaciones. Ciertas costas, por su exposición y su pendiente, se desenrollan como espalderas. El hombre solo debe limitarse a formar los escalones. Y, por otra parte, protegiéndolas del mistral y de los vientos del Norte, adecuan pequeñas playas arenosas, al alcance unas de otras, que comunican fácilmente gracias a la clemencia de los vientos y a la uniformidad del régimen, volviéndolas favorables para una vida de cabotaje y pesca. Tal es, por excelencia, la zona de Liguria, que la nomenclatura popular distinguió bajo el nombre característico de Riviera: Riviera del Poniente, de Génova a San Remo; Riviera de Levante, de Génova a La Spezia” (Vidal de Lablache, 1921: 105).¿Quién podría negar que de una orilla a otra, de una ribera a otra, el “Mediterráneo” no es un río?, ¿El árbol bíblico de la Vida, que únicamente la cartografía revela en su dimensión edénica?: ¿Quees él, el quefija los límitesde la “Pax”Aténica, Románica o Ibérica que creó? El Río es para la Nación lo que el Mediterráneo es para el Imperio: un instrumento y un argumento cartográfico.Al hacerlo, la cartografía reconoce también la transformación funcional de la “Ribera” (no en el sentidode “ríopequeño” sinodeorillade un “mediterráneo”) en río (es decir a la vez colector principal de riquezas nacionales, pero también crisol principal de integración nacional. Cuando Orellana bajó por él, “El Río de las Amazonas” no existía aún. Los territorios locales, densamente poblados, urbanizados y que controlaban una producción agrícola intensa estaban alineados a lo largo de los vastos senderos (Budweig 2000) muy jerarquizados, cuya red se conectaba, por Quito, con el “Wapé”, el sendero estrecho que llevaba a Manoa d’e El Dorado, el corazón de las sabanas del Rupununi. Las pequeñaspiraguas monóxilas permitían atravesar los ríos caudalosos que nadie pensaba navegar (límite de un metro cúbico/seco). La llegada

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de los Negros marrones y de su tecnología de la piragua “boni” que alzaba los bordes planos, popas y proas, determinó el surgimiento de territorios fluviales transversales, construidosalrededor del dominio de uno o varios saltos en los cuales se construyeron peajes (saltos Polygoudoux en Guyana francesa). A pesar de su “Prororoca”, que arroja la nave de Vincente Pinçon al manglar, el Amazonas comienza a funcionar como río solamente desde la llegada de las naves europeas aguerridas durante la travesía del Atlántico y para las cuales, el cabotaje de Belém hacia São Luis, Recife y Salvador se parecía a aquel que subía hacia Obidos, Santarem, Itacotiara y Manaos. Los paquebotes que hoy en día, visitan la zona franca, no hacen diferencia entre los muelles de Manaos y aquellos de Rotterdam. Podemos preferir la cinta negra de la banda de Möbius que envuelve un mismo brazo de agua salobre, de una “encontra” a la otra, alrededor de la isla de Las Guyanas, a la clara línea que dibuja la leyenda de una Amazonía en el margen del mapa de Orellana. Encuentro de las aguas negras del Negro y de las aguas blancas del Solimoes en Manaos, de las aguas dulces más potentes con el más poderoso torrente de aguas saladas, la Corriente Ecuatorial del Este, en Belém. Suave durante prácticamente 80 km de ancho, la corriente de las Guyanas que baña los puertos de Cayena, Paramariboet Georgetown, siempre es el mismo mar de aguasdulcesquebañaaquellosdeManaosodeBelém. Cuando en Amacouro, ella encuentra las aguas del Orinoco, Colón exclama: “Es el beso de la Serpiente y del Dragón”. ¿Qué mecánica hizo aparecer en 1800, bajo la piragua de Humboldt, al famoso canal que los cartógrafos holandeses terminaron utilizando para “que quedara buenito” y cerrar la isla de Guyana? Antes de que su exploración viniera a hacer una “verificación”, la Guyana, laversión insular de la Amazonía continental católica, tuvo primero forma de fantasma protestante; refugio ideal, naturalmente aisladode las influenciascatólicasmeridianas,(EspañolesalEste)yparalelos(Portuguesesalsur). No basta con decir que la Amazonía fue una construcción colonial. Es en realidad la traduccióngeográficadelavictoriapolíticadela colonización católica sobre la colonización protestante, y secundariamente, judía (Recife, Paramaribo).Dos formas permiten entonces describir de maneraeficazalaregión:eltrazoblancooelbucle negro, la cuenca sedimentaria o el escudo

granítico, el agua dulce o el agua salada. Estas dos formas, excluyentes una de otra (de ahí la existencia de las protestas fronterizas en el siglo XIX), corresponden a dos proyectos coloniales que se cruzan y se inventan, en la bahía de Guanabara en 155510. Sobre un barco amarrado a una isla, en el centro de una bahía circular cubierta de bosques y poblada de antropófagos, la Cena, confrontada a su propia imagen deformada o informada por la comida antropofágica no comulga más entre los Cristianos. “¿Qué sucede durante la Eucaristía?”, pregunta (substancialmente) Jean de Léry a André Thévet. “Debido a la magia de la “trans-substantiación”11, ¿cambiáis vosotros realmente la materia del pan y del vino en carne humana y sangre, y esto, sin que yo siquiera me dé cuenta, puesto que mis sentidos están distorsionados por la caída? En ese caso, vosotros no valéis más que estos salvajes que no son más caníbales que vosotros mismos”.Lo que está en juego es la unidad o la dualidad del cuerpo místico de Cristo, más (menos) que el respeto legítimo de la comida antropofágica12. Si el verbo es lo suficientemente fuerte, porla voz del sacerdote y el oído del pecador13, como para transformar físicamente la materia, entonces la evangelización y la conversión sincera pueden difundir el cristianismo, por intermedio de la vía fluvial, al ritmo de laprogresión de las piraguas que transportan los tres vehículos de la Nación: lengua, bandera y fe. La vía católica es y será el principio integrador instalado, en un primer momento, alrededor de São Francisco, y luego del Amazonas. A la inversa, para los Protestantes, adeptos a la “consubstanciación”, la materia profana, incluso después de la Eucaristía, coexiste con la materia viva del cuerpo y de la sangre de Cristo. Hay una “frontera” ontológica entre las dos, que la voz no puede franquear y de la cual, solo la gracia divina puede liberarse. Las colonias protestantes buscan una insularidad ideal y desentierran en Guyana la roca granítica de las viejas construcciones políticas. La cuenca-vertienteeselvehículogeográficodelacolonización católica al igual que el escudo es la fortaleza natural del protestante. En 1894, la Geografía Universal de Eliseo Reclus propone por última vez una representación cartográfica de la Guyana Grande, el sueñoprotestante de Walter Raleigh. Cuatro años más tarde, la visión católica seimpone en el plano político por la “victoria” de Rio Branco frente a Vidal de la Blache, en el diferendo fronterizo que oponía Francia a Brasil. El sueño protestante de una Guyana

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insular a lo largo de dos millones de kilómetros cuadrados, implosionó en miles de fractales, de islas de Cayena en isla de la Crique, y del Oyapock al Potaro, reproduciendo infinitamente,del“pueblo”alRío,elprincipiosegregador dominante. El invento de una cuenca-vertiente “amazónica” es entonces una empresa colonial católica, realizada en el campo por la construcción de fuertes, puertos, ciudades, rutas, y por la frecuentación de los trasatlánticos, y en el plano diplomático, por la coloración diferenciada de los mapas que hallan sus límites, al escoger, en el interfluvioo el thalweg. Borra a la vez toda la legibilidad de las antiguas construcciones territoriales, empezando por la toponimia. La Amazonía circunscribe, con la “Guyana”, el espacio de la leyenda, retirado del mapa; la paradójica frontera interior de la Ecúmene, hacia la cual “el Hombre”, como en los mapas de Demangeon (1942), “busca avanzar” al ritmo de la deforestación, instrumento de su advenimiento. Si el “Hombre” está ausente de la Amazonía, es porque un Hombre mal “desnaturalizado” no lo es completamente y que su dominio es una virtualidad por transformarse. Es también porque en este punto, de Carvajal a Raleigh y de Humboldt a Coudreau, los testimonios concuerdan en buscar mujeres, “algo de Mujer” y no hombres o “algo del Hombre”. Desde su origen, el mito Herculano de las amazonas procede de una asimilación del cuerpo femenino a un territorio, enroscado como un huevo al interior de la geografía masculina, en una isla en medio de un río (Guimaraes Rosa, 1988): “Vivimos del otro lado del río amazónico, al interior de este, en una isla en el medio de su curso. El perímetro de nuestro país forma una circunferencia que te tomaría un año recorrer: el río no tiene principio ni fin. La entrada es única” (dice la Reina de las Amazonas a Hércules).A la inversión topográfica efectuada por elmapa, corresponde el viraje de las polaridades sexuales observables en las leyendas. A la imagen autóctona viril de El Dorado, profundamente enraizada en el corazón del graben del Takutu, corresponde la asimilación colonial de la región de mujer desnuda, la Amazona, tan virgen como el mismo bosque e igualmente fértil. El bosque húmedo, la forma triangular de la desembocadura, púdicamente velada por la tanga marajoense tradicional se vuelven, en el mapa, una sola metonimia del origen del mundo14. El Amazonas toma la forma, gusto y olor de un sexo femenino.

ø“Ha llegado la época de la fermentación del humus, de la proliferación de lo podrido, de la maceración de las hojas muertas, en virtud de la ley según la cual todo aquello que debe ser engendrado lo será junto a la excreción, los órganos de la generación confundidos con aquellos de la orina, y todo lo que nace, nacerá envuelto en baba, serosidades y sangre, igual que nacen del estercolero la pureza del espárrago y el verdor de la menta” (Carpentier, 1975: 306)15.Todo, hasta la cartografía del enredo de su hidrografía, tiende a hacer de la Amazonía una matriz que debe perder su virginidad y una parte de su virtud para tornarse fértil. La erotización de la región permite no solo relativizarsinotambiénjustificarladestrucciónde las sociedades, de los paisajes e incluso de todas las formas de vida sobre el suelo, en el caso de la deforestación, y debajo de él, en el caso de la explotación minera.

¿Cómo invertir los paradigmas geográficos?

La unidad hidrográfica “amazónica”,constituye unmarco político que define a laAmazonía “legal”, lo que es esencial para la comprensión de los mecanismos utilizados a partir de la colonización. No sirve de nada para contextualizar los estudios arqueológicos o etnológicos concernientes al período “precolombino”. La deferencia a los marcos geográficosfijadosporlaspotenciascolonialesy luego nacionales, se vuelve perfectamente legítima con la inserción de nuestros programas de investigación en marcos presupuestarios nacionales e internacionales. Mas no podría substituir a un verdadero esfuerzo de contextualizacióncartográfica.En el mapa propuesto concerniente a la organización del espacio en la América precolombina, y su modelo, el desafío era representar en un solo fondo el palimpsesto de las sociedades y de los paisajes producidos porvariosmillonesdeaños.Desafíodetitanesfallido de entrada, puesto que debe resolver dos contradicciones internas mayores. La primera es nuestra ignorancia global sobre los períodos y las regiones involucradas. Por ejemplo, no podemos imaginar la forma del continentehace15000años.Unatransgresiónmarina sobrevino tal vez hace diezmil años,provocando una elevación de las aguas de cerca de 80 metros y enterrando a la costa en una profundidad de 200 km. La arqueología submarina, por ejemplo en Las Bahamas, pone sobre la mesa el tema de la antropización profunda de un trazo de costa hoy en día

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desaparecido. La forma de las Antillas, en un pasado relativamente reciente está sujeta a conjeturas. Los instrumentos, los vehículos y la energía utilizados en la construcción de las ciudades permanecen en su conjunto desconocidos y se torna delicado hacer aparecer sus factores de localización. Eliseo Reclus sostenía,paradescribirlaaberracióngeográficaque constituyen las ciudades precolombinas de una “extraña religión de las montañas”., Los factores de localización tradicionales16 parecen ignorarse, o dar un giro en América, en donde las sociedades más urbanizadas se instalan en los sitios más difíciles17, multiplicando por cinco los costos y los tiempos de construcción con el más desconcertante desparpajo. La segunda contradicción tiene que ver con la transformación completa y reciente de las perspectivas, ligada a la aparición de nuevos objetos en el campo científico. Larelectura desde hace veinte años (Bahuchet,1994, Hladick, 1996) de las relaciones entre sociedades y paisajes en Amazonía ha transformado la percepción del bosque, que ya no es más “salvaje” ni “natural”, sino un jardín acechado por el humano, por una parte, y por otra, lindero que la mirada “naturalista” identifica entre los dominios de la cultura yaquellos de la Naturaleza. Medios como el manglar o las sabanas litorales (Rostain, 1994), largo tiempo considerados como repulsivos, llevan la huella de culturas que poblaban y de la asociación trans-especies(trans-espacial?) de los “earthmovers” en la producción de los paisajes (McKey et al., 2010; Rostain, 2012). Estas competentes agriculturas pudieron alimentar ciudades refinadas y desarrolladas,(Heckenberger, 2003). Las construcciones científicas, largo tiempo consideradas comonacientes y “formativas” de una modernidad reservada a la “Europa de las Luces” aparecen en su sorprendente complejidad y su perfecta eficacidad. Sin el menor respeto por la“modernidad europea” defendida en París18, la NASA emplea la matemática Maya y traduce luego sus resultados en números árabes reconociendo de una sola vez, las escalas de competencia de los dos sistemas. Finalmente, la crisis global actual del sistema de producción capitalista, trae consigo la destrucción anunciada de toda la civilización “moderna” y una crisis ecológica sin precedentes obliga a releer en términos de competencia ecológica los conceptos de “modernidad” y de “desarrollo” cuando se los aplica a la Amazonía. ¿Puede aún el naturalismo ser pensado como una

modernidad del animismo?No diremos que el geógrafo francés será más sectario que el geofísico de la NASA. ¿Qué enseñanzas puede sacar el cartógrafo de lasconcepciones amerindias? Lo más importante, en mi criterio, concierne a la circulación de la energía entre el polo Norte y el polo Sur, y el uso que las sociedades urbanas pueden hacer de ella. La reivindicación de una competencia para identificaryutilizarlascorrientesdecirculaciónenergética forma parte del bagaje de numerosos pueblos nómadas. Esta antigua antífona es retomada en la actualidad por una retórica “neo india” que identifica al “New Age” con unviraje magnético: “De ahí vendrán y de aquí saldrán las energías que pasan por esta serie de montañas, seguía con el dedo el camino que pasaba por China, subía la parte oriental de la antigua Unión Soviética y se dirigía hacia Alaska. De ahí, descendió su dedo por las Montañas Rocosas del Pacífico Norteamericano, bajó hacia México, continuó hacia Guatemala y el resto de América Central hasta detenerse en Panamá. Fue allí que abrieron su trinchera, dijo, allí que cortaron a la Tierra Madre, y es por causa de esto que la energía no puede ya continuar y que retrocede, ahora” (Barrios, 2004: 82-83). Reclus, quien vivió en la Sierra Nevada de Santa Marta, con los Indios Kogis, no puede sino ser sensible a la noción de circulación de la energía terrestre, de geomagnetismo. En la Geografía Universal (1894), establece un nexo cartográfico entre las líneas “agónicas”geomagnéticas, la orientación de los valles Apalaches y las pirámides de Ohio. “El meridiano de declinación magnética, llamada también línea “agónica” o sin declinación, pasa oblicuamente a través de los Aleganies: desde la época en que comenzaron los estudios precisos sobre los movimientos del magnetismo terrestre, siempre se reconoció a través de esta cadena montañosa la coincidencia exacta entre el norte de la brújula y el norte del mundo” (Reclus, 1892: 153).Para ilustrar su propósito da el ejemplo de una carta del Este de los EEUU, que luego pasa a escala continental para establecer un nexo entre Ohio y México. “Acaso no existe una transición gradual en el modo de arquitectura de los montículos de Ohio, pirámides de ladrillo seco que se hallan en Nuevo México y Arizona y cuyo tipo perfecto está provisto por los templos Aztecas y Mayas en Anahuac y Yucatán?” (Reclus, 1892: 36).El degüello energético descrito por el Don Juan de Carlos Barrios no es entonces un concepto extravagante para el geógrafo, es la obra madura de la geografía francesa. Para Reclus,

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la forma meridiana de América constituye un bloqueo para la circulación de la energía, de la materia, de los hombres y de las ideas, y por ende para el advenimiento de la globalización. La identidad regional, étnica, cultural de América debe ser sacrificada en beneficio dela formación del Nuevo Hombre Universal. Siguiendo los consejos de su Hermano Eliseo, Armand Reclus establece los planos del canal de Panamá, el lugar “predestinado” para dejar pasar los movimientos circumterrestres gracias a una excavación en la cual Reclus percibe claramente la dimensión mística: “Un nuevo pueblo surgido de repente de entre los otros pueblos, y de todos, el más poderoso. Sin embargo, es por causa de este desplazamiento, por importación del Antiguo Mundo, que esta prodigiosa transformación se realiza: debemos ver allí ante todo un fenómeno de la historia de Europa, cuyo dominio, demasiado estrecho, debió ser agrandado más allá de los mares. En cuanto a los habitantes primitivos de América, estos no tuvieron en la evolución de donde surgió la república federada, sino un rol pasivo. Como en las ceremonias antiguas, fueron sacrificados en el altar” (Reclus, 1982[1905-1908]).Desde 1965 contamos con buenas cartas de geomagnetismo y estudios recientes han permitido precisar los nexos genéticos que unen los fenómenos magnéticos y el movimiento de las placas tectónicas (o de corteza, según el modelo propuesto por Rousseau, 2005). El alineamiento de los cratones graníticos americanos, aquel de las Rocosas y de Los Andes, no siguen por azar al Meridiano magnético (Declinación cero). Son su resultado directo. El funcionamiento del meridiano magnético es el que explica la simplicidad de la estructura geológica americana: una retahíla de viejos cratones, pedazos separados del primer supercontinente de Rodinia, en donde la vida, en el Vandien y en el Cámbrico, tomó la variedad alucinante de formas descritas por Burgess. Avalonia, Laurencia, Anti-Ilha, Guyana, Brasilia y Patagonia; alineados como en desfile, limitados por la subida de lasmontañasterciariasyfinalmentereunidosporlos conos de deyección que evacúan hacia el Este los desechos de la erosión concomitante.Unaenergíacapaz,comolafe,dealzarmontañasparece haber guiado también la construcción de los paisajes rurales y urbanos. La localización de Cuzco en la intersección del Ecuador y del Meridiano magnético, la orientación del palacio central Qoricancha, el corte de la ciudad en cuatro sectores y del país mismo en “Tawantin Suyu” (cuatro partes del Mundo) traducen claramente un conocimiento y sin

duda una utilización de la dimensión energética del sitio. El conocimiento de los principios de geomagnetismo parece implícito en la historia de Manco Cápac, a quien Viracocha, en la isla del Sol en medio del lago Titicaca, habría confiadounavaradeoroaconsejándolemeterlaen el suelo, con intervalos regulares mientras subía hacia el Noreste al “valle sagrado”, yendo y viniendo al hacerlo por el Meridiano magnético hasta el Ecuador (Lézy, 2007). Allí en donde, como lo anunciara el Dios vivo, la vara se hundiría, la ciudad fue fundada en una fosa de hundimiento que debió primero ser rellenada antes de construirse los cimientos. Tal vez el geomagnetismo permite resolver ciertos enigmas dejados por los constructores19 de las ciudades andinas, mexicanas y de todo el meridiano magnético terrestre, que parece haber atraído como miel a las civilizaciones urbanas pre-modernas. El geomagnetismo es el que organiza la circulacióndelosfluidosycrea,alrededordelEcuador grandes células de circulación alrededor de los escudos, en las grandes Llanuras o en el Caribe. La comprensión del funcionamiento de estas vastas células que funcionan al igual que tanto territorio, determinan la sobrevivencia del grupo de cazadores recolectores o de pescadores. La distribución de las lenguas en la Amazonía precolombina (COE) muestra tres espacios distintos: el escudo de las Guyanas, cuyo centro está ocupado por los Karib y la “Ribera”, retomando el término de Vidal, por losArawaks; el escudobrasileño cuyo centrohabla lenguas Gê y la costa, idiomas Tupi; y para terminar el arco andino cuyo altiplano son el Quechua y el Aymara y el borde amazónico Shuar. Todo parece indicar que las sociedades precolombinas no están organizadas siguiendo un pensamiento centralizador de dominio de una cuenca vertiente mayor y la fijaciónde los límites en las líneas de división de las aguas. Las sociedades agrícolas y urbanas que ocupan el centro, en este esquema comparable al modelo parisino, protegidas y/o amenazadas por los marquesados de los pueblos guerreros, Botocudos, Shuars y Karibes colgados 1000 m más arriba en sus escudos o en el rellano andino. La imagen cartográfica de una“Amazonía”, refugio de los bosques vírgenes y de los desgastados mitos es una producción colonial destinada a justificar su apropiaciónexclusiva o casi por Brasil, luego la destrucción de las sociedades, paisajes y biodiversidad locales. Entonces, ella no sirve de nada en la

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facilitación de la comprensión de los lazos entre sociedades y paisajes anteriores a la colonización europea. Por ende, parece importante limitar su uso a la representación de los eventos y de los objetos o asuntos posteriores a la colonización, producidos en un marco considerado progresivamente como “amazónico” y aferrarse a contextualizar los asuntos anteriores en relación a los grandes conjuntos insulares que son la Guyana Grande, el escudo del Brasil y el archipiélago colgado de los Andes. El reconocimiento de la “verticalidad”, apreciada por John Murra 1978) permite visualizar vastos conjuntos dinámicos que comparten, de la circulación tectónica a aquella de las ciudades humanas, el recurso a una energía común: el geomagnetismo.

Traducción Belém Muriel

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Whitehead, Neil, 2002, Dark Shamans Kanaima and the poetics of violent death, Duke University Press.

1 Soñando llegar al extremo Oriente por elextremo Occidente, Colón no se contenta con confirmarlaglobalidaddelMundo.Suobjetivoes financiero, gracias al oro de Havillah, lareconquista del Santo Sepulcro y entonces su

retorno,elfindelmundo,elerraren“elvallede las lágrimas”. Al superponer la periferia y el centro, quiere destruir el círculo. En lugar de una implosión, es una explosión que siguió su viaje, signo del cambio magnético provocado.2 6400 kilómetros. El Nilo, con sus 6700 km surgedelareuniónartificialdevarioscursosdeagua africanos mayores.3 Una desembocadura de más de 800 km de ancho, 80 metros de profundidad aún en Manaos, 130 en Obidos. La marea sube más de 1000 km. El caudal de agua sobrepasa a menudo los 200 000 m3/S en la desembocadura dejando atrás a su delfín de aguas dulces, el Congo y sus 41 000 m3/S.4Google,(DefinicionesWeb)precisaqueestematizatañeala“hidrografíafrancohablante”.5 El artículo primero de la Ley del 22 de diciembre de 1789 relativo a la constitución de las asambleas primarias y de las asambleas administrativas estipula: “Se hará una nueva división del reino en departamentos, tanto para la representación como para la administración”.6 El artículo diez de la ley del 22 de diciembre de 1789 precisa: “No existe en Francia distinción de orden; en consecuencia, para la formación de las asambleas primarias, los ciudadanos activos se reunirán sin ninguna distinción, del estado y condición que fueren”.7 José Maria da Silva Paranhos Júnior (1845=1912), Barón de Rio Branco ministro deRelacionesExterioresbrasileñoentre1902y 1912.8 La publicación de la “carpeta” vidaliana sobre el Río Vincent Pinçon, que no supo convencer al arbitraje suizo, permitió a su autor obtener la primera cátedra de Geografía, en la Sorbona.9 Why Not? Las mismas cuencas sedimentarias en Londres y París, los mismos paisajes d’openfield desde el siglo XI… Intercambios económicos, políticos tan intensos que una región transfronteriza terminó formándose en las comisuras de Europa.10 Para penetrar esta “vida salvaje” más que en RuffinysondemasiadoRojo Brasil hallaremos nuestro Viernes en Franck Lestringant (1990).11 “Bajo la acción del Espírtu Santo prometido a la Iglesia, por las palabras de Cristo que pronuncia el sacerdote, actuando “en la persona del Cristo”, el pan y el vino se vuelven verdaderamente el cuerpo y la sangre del Cristo. Guardando siempre su apariencia ordinaria, no son más pan y vino sino el Señor glorificado, invisiblemente pero realmente presente. Este cambio cumplido por el poder de Dios, la Iglesia lo llama “transubstanciación”” (Catecismo para adultos, los Obispos de Francia: 253).

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12 Una dedicatoria especial aquí a Neil Whitehead (2002) y su prodigioso estudio de los Dark Shamans, y del papel de la antropofagia ritual en la construcción y mantenimiento de las redes de senderos (Asanda) y de todo el territorio Karib.13 Puesto que “Vísus, táctus, gústus in te fállitur, Sed audítur sólo tuto creditur” (Thomas de Aquino, Himno Adoro te).14 Courbet, “El Origen del Mundo” 1866.15 A la función vaginal, matriz del Amazonas corresponde la dimensión “anal” de la Guyana, eternoorificiodelculodelMundoorganizadocomo un burlete litoral circular alrededor de una fosa de hundimiento central invadida por los mitos de El Dorado y del Kanaïma - ej: Vernes 1967, Bob Morane: “El cráter de los inmortales” (Lézy, 2000).16 La “tradición” invocada aquí apunta a la Geografía francesa. Alfred Weber (“Über den Standort der Industrie” 1909) identificaba tresfactores mayores para el aparecimiento de una ciudad industrial: los recursos naturales, la población y los transportes. La civilización industrial sitúa a la ciudad en un plano horizontal (aquel del mapa) y privilegia las relaciones con las otras ciudades de la misma superficie(“Le Monde”).17 Los Andes están poblados, señalasorprendido, “a una altura casi invivible, a cuatro km sobre el nivel del mar. De los niños que nacen en estas tierras frías, los unos mueren prontamente, los otros se quedan ciegos o sordos” (Reclus, 1893: 637).18 La tentativa de Philippe Descola de relativizar la universalidad del pensamiento europeo haciendo una ontología de entre cuatro (Descola, 2005) pudo, así ser tomada como unafosaminadaen lasbasesfilosóficasde lacolonización europea. Jean-Pierre Digard, se apuró defendiendo “Esta Europa que a través de su ontología, el naturalismo, se halla opuesta someramente al resto del mundo, y conducida de manera expeditiva, al banco de los acusados” (Digard, 2006: 423).19 Cf. las experiencias de Edward Leedskalnin en Florida.

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Simposio “Todo sobre el Amazonía”

El proceso cartográfico y la Amazonía.El primer atlas del Perú, 1865

Jean-Pierre Chaumeil

CNRS, EREA/LESC, Francia

La obra geográfica de Mariano Felipe PazSoldán1 es apreciada por los especialistas como la más relevante del Perú decimonónico. En 1864, el ilustre estudioso compuso en Paris el primer mapa completo del Perú republicano, ilustrado con hermosas viñetas. Este mapafue saludado con gran elogio en el medio académico de aquel entonces y fue premiado en la Exposición universal de Paris de 1867.Por su amplitud y por la calidad excepcional desuimpresiónlitográfica,elAtlasgeográficode M. F. Paz Soldán debe ser apreciado como una obra monumental Consta con más de 70 láminas a todo color y gran tamaño de loscuales varias fueron litografiadas por primeravezapartirdeimágenesfotográficascaptadaspor los fotógrafos Garreaud y Helsby. En el Perú, a inicios de la República, se vio la necesidad de realizar levantamientos topográficos y mapas con miras a delimitarlas fronteras del país y fomentar un nuevo ordenamiento territorial: motivo del atlas de Paz Soldán, primero en su género. Sin embargo, a pesar de su importancia e innegable prestigio, esta obra publicada en 1865 nunca fue reeditada. En 2012 decidimos con todo cumplir con esta tarea en una coedición asociando la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el Instituto Francés de Estudios Andinos y La Embajada de Francia en el Perú (Chaumeil & Delgado, 2012).Un atlas - con mayor fuerza cuando se trata del primero - representa de hecho mucho más que un simple compendio de conocimientos geográficos, sino que da a conocer (nombra,delimita) por primera vez un espacio, haciéndolo “nacer” en una suerte de puesta en escena que participa activamente en la manera en que se construye y se percibe un país o una nación. Se puede entonces profundizar cual ha sido el papel de la cartografía en este proceso.El atlas de Paz Soldán es una magnificailustración de dicho proceso que recuerda en varios aspectos, como lo veremos, lo que ocurrió con los primeros mapas jesuitas del

AltoAmazonas a finales del sigloXVII, quedieron “nacimiento” a la Provincia de Maynas.Recuerda también los procesos actuales de mapeo emprendidos por diversos pueblos indígenas amazónicos para delimitar sus territorios. Con la puesta en mapa (el mapeo) en los “planes de vida” elaborados por los propios indígenas, se trata de dar forma e existencia oficial a un espacio, y a su posibilidad deapropiación. Estos planes de vida son fruto de un trabajo participativo en el que las sociedades indígenas expresan su visión para el futuro, y por lo tanto constituyen el punto de partida para la elaboración de su agenda política.En la presentación del Atlas de Paz Soldán, la parte correspondiente a la Amazonía es relativamente ausente del documento en término de datos por ser no solamente una región poca explorada en aquel tiempo (Paz Soldán se apoyo mucho en las obras y mapas de Francis de Castelnau y de Antonio Raimondi, por considerarlos entre las fuentes más fidedignassobrePerú)sinoporencontrarseafuera del “espacio civilizado” imaginado por la elite criolla de la época. Si bien Paz Soldán vio la necesidaddedefinirfronterasyloscursosdelosríos situados al este de los Andes, lo hizo desde una visión hegemónica de la clase dominante de entonces, es decir exclusivamente como vías navegables y comerciales. Lo interesante es que un siglo y medio después tenemos la misma visión marginal de la Amazonía, percibida como un desierto humano, pero también como una zona explotable por sus riquezas naturales a merced de las industrias extractivas (lo que condujo, entre otros, a los trágicos eventos de Bagua de 2009). Emprenderemos entonces una breve lectura de estos procesos que aclaran los modos de producción de las imágenes (representaciones) sobre los espacios amazónicos y sus límites.

Presencia de la Amazonía en el Atlas

La región amazónica esta representada en tres

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mapasyaparecesobretresviñetasqueilustranel mapa general del Perú compuesto en 1864 (fig. 2). Las viñetas son reproducciones degrabados publicados en el atlas de Francis de Castelnau : « Vues et scènes recueillies pendant l’expédition dans les parties centrales de l’Amérique du Sud ‘1853).Las viñetas - cuyo propósito era de mostrarla diversidad física, cultural y económica del país – focalizan sobre escenas que muestran sucesivamente un paisaje de misión (Santa Rosa sobre el rio Ucayali), de puerto (Nauta) y de frontera (cuenca del río Yavari), tres elementos claves en la visión amazónica de Paz Soldán: 1) el papel civilizador de las misiones, 2) la navegación a vapor (Nauta era el último puerto para los vapores que surcaban el Amazonas) y 3) la cuestión fronteriza entre Perú y Brasil que suscito varias comisiones mixtas de demarcación para reconocer el curso del río Yavari (Romero 1983: 26-28).Con referencia a los mapas, la Provincia de Loretoocupalosdosmapasdemayortamañodel atlas en término de superficie, pero sonmapas “mudos” en término de contenido, sin indicaciones excepto algunos nombres de ríos y de grupos indígenas. Lo que es presentado comoun trazadode limitefija es en realidadun limite desconocido, impreciso (leemos en el mapa la anotación “limites desconocidos” seguido con punteados). La denominada “región de los bosques” ocupa por su parte el 80%de la superficie delDepartamentodeCuzco, pero contrasta con su parte andina (donde abunda indicaciones de lugares) por ser también “mudo” (no explorado), es decir con pocas indicaciones toponímicas.Incluyendo este mapa “mudo” (pero con gran formato) en el Atlas, M. F. Paz Soldán quería revelar la importancia de un territorio “por conquistar”. De cierta manera, Paz Soldán “invento”, para decirlo así, este territorio a través del atlas, ya que, como bien se sabe, mapear y nombrar es hacer “existir”Otro elemento llamativo del mapa es el trazado de frontera. Recordamos que Paz Soldán ha sido Presidente de la Comisión de demarcación territorial de su país (Paz Soldán 1878).A decir verdad, el mapa ofrece una visión extrañadelafronteraquenocorrespondeparanadaalavisión“oficial”reconocidaporaquelentonces. En efecto, el mapa ubica la frontera con Colombia a nivel del río Putumayo al norte (y no del Caquetá como se indicaba en la mayoría de los mapas de la época) y con Brasil no considera el tratada de 1851 que fijaba la

Fig. 3. parte oriental del mapa de la provincia de Loreto

frontera a Tabatinga (y no a la desembocadura del río Putumayo).No conocemos las razones que motivaron este trazado –algo incomprensible para la época - de parte de Paz Soldán: queda ahí un misterio por investigar.En todo caso, se trata de un mapa impresionante que gozo de gran popularidad. Fue utilizado en el sistema educativo peruano y tuvo por décadasunaenormeinfluenciaenelimaginariogeográfico peruano (Cueto & Lerner, 2012:62). La Amazonía estaba representada como un espacio inmenso (pero “vacío”) que escapaba casi por completo al control del Estado. Se trataba más bien de la representación de un deseo, de un fantasma y de una interpretación nacionalista de la historia de los limites, que de la expresión de una realidad (Cueto & Lerner, 2012: 62). Como lo apuntan los dos autores citados (op. cit.), fue justamente después de la

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publicación de este mapa que el Perú empezó a interesarse seriamente en el establecimiento de su soberanía en la región amazónica y la fijacióndesusfronteras.Siguieron de hecho una serie de exploraciones por la región amazónica que empezaron con los Trabajos de la Comisión Mixta de Limites entre el Perú y el Brasil sobre el río Yavari (1866), y sobre todo con las exploraciones de laComisiónhidrográficaparaelestudiodelosríos navegables de la hoya del Amazonas, bajo el mando del Contralmirante Juan Tucker entre 1867 y 1873 (Raimondi 1879, Alayza y Pas Soldán 1928, Romero 1983: 35-36)De cierta modo se puede decir que este mapa significolacreacióndelLugar“Amazonía”enel imaginario nacional.

Cartografía jesuita y el nacimiento de Maynas

Este proceso creativo de lugar recuerda el papel de los primeros mapas jesuitas de finalesdelsigloXVIIquedieron“existencia”

a la Provincia de Maynas (Chauca, 2009), y en particular el papel clave de los famosos mapas de Samuel Fritz en la delimitación del “territorio jesuita” frente a las incursiones portuguesas y las rebeliones indígenasFritz elaboro varios mapas del Amazonas (1689, 1690, 1691…) pero en 1707 se publico el primer mapa grabado elaborado a partir del mapamanuscritode1691(fig.4).Elmisionerohablaba siempre en sus tentativas de “nuevo descubrimiento del Amazonas”, lo que le permitió “tomar posesión” en su nombre (borrando de cierta manera la existencia de los descubrimientos anteriores), de la misma manera que Charles La Condamine se apropio años después (1744) losmapas de Fritz paravolverse el “descubridor científico” delAmazonas, apuntando de paso los errores de los mapas jesuitas frente a la “exactitud” de su trazado (Chauca, 2009).Sea lo que fuera, en 1707 se publica el primer mapa grabado de Fritz en el que aparece una profusión de nombres de pueblos indígenas hasta saturar el mapa. En comparación con

Fig. 4. Mapa del padre Samuel Fritz (1707)

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el mapa de Paz Soldán, no se trata de un mapa “mudo”, por “conquistar”, sino todo lo contrario: de un territorio “lleno”, nombrado, conquistado, sometido (lo que, en realidad, no era cierto)En el mapa de Paz Soldán, tenemos el discurso “imperial” de la conquista del territorio, en donde los pueblos indígenas no tienen la palabra ni mucho lugar, pero sí lo tienen los recursos mineros y la idea de territorio como zona de navegación y comercio. En el mapa de Fritz, el territorio y los pueblos aparecen más bien como si fueron sometidos, subordinados, conquistados por la obra misionera. Si bien quedaba mucho trabajo misionero por cumplir, el mensaje era de establecer la existencia del territorio jesuita.

Cartografia indígena

Seria ahora interesante examinar el proceso actual de elaboración de mapas por los propios indígenas con motivo de proceder a la demarcación de “sus territorios”, como lo permiten las nuevas Constituciones de sus países respectivos. En efecto, desde la década de los noventa, en el caso de los países amazónicos, el proceso de ordenamiento territorial se dio a través de la investigación indígena de los denominados “territorios ancestrales”. La investigación del territorio, su mapeo, el hecho de nombrar (la gente, los lugares, la distribución de los recursos, los desplazamientos ancestrales y los denominados “sitios sagrados”, etc.) son artefactos de “reconocimiento” de un territorio ancestral. Lo “Ancestral” toma aquí un significado particular como respaldo a lasreivindicaciones territoriales (Vieco et al. 2000, Hugh-Jones 2012). Esta nueva cartografía social indígena responde a la cartografía estatal en sus propios términos (Hugh-Jones, op. cit.).Sin embargo esta noción de “territorio”, tal como se la entiende habitualmente – es decir en cuanto espacio soberano con limites fijos-, es una categoría estatal nueva para muchos pueblos amazónicos que tienen o tenían una percepción más bien “móvil” o reticular del espacio, percibido como un recogido o un espacio en proceso. Es así, por ejemplo, que los nombres topográficos utilizadospor los Yánesha de la selva central peruana para reconocer su “territorio” recuerdan los caminos del héroe mítico Yompor Ror y los sucesos que ocurrieron en estos lugares (Santos-Granero 1998). Los Yagua, para citar otro ejemplo, tienen una geografía mítica que

sepodríacalificardetubularenelsentidoquese encuentra ausente de referencias a lugares o topónimos precisos (no nombran “sitios sagrados, por ejemplo). Como muchos otros pueblos amazónicos, piensan la “tierra” bajo la forma de un árbol gigante acostado: su tronco formando el río Amazonas y las ramas sus afluentes. El elemento central y organizadorde su territorio es entonces un eje (el río), un corredor de circulación sobre el cual los Yagua dicen ocupar el “centro”, y sobre el cual se desplazan o “deslizan”, si se quiere utilizar la metáfora del tubo (Chaumeil 2011: 302).Cartografiar y nombrar denuevo sepresentaentonces aquí también como un proceso de creación de territorios, o mejor dicho de nuevos “territorios” antiguos (ancestrales), que tienenahoranuevos“dueños”reconocidosporel Estado (los propios indígenas).

A manera de conclusión

Lo que se quiso enfatizar aquí, partiendo de los mapas de Paz Soldán para luego llegar a losmapas jesuitas y, finalmente, a losmapasindígenas, es insistir en el aspecto creativo o inventivo del proceso cartográfico. Muchomas allá de su dimensión material, física, técnica, el mapeo se asemeja a un proceso de construcción o de creación de territorios, que se trata de territorios por conquistar en la visión estatal del primer atlas del Perú de Paz Soldán, o en la perspectiva misionera de la empresa jesuita (mapa de Fritz), como también de “territorios ancestrales” apropiados por los indígenas (mapeo social): son los mismos mecanismos que se ponen en marcha. La ironía de la historia, si se puede decir así, es que los propios indígenas tienen ahora que “inventar” (conquistar) su propio territorio (mapeandolo) para conseguirlo y adueñarselo, como si setratarían de extranjeros recién llegados en sus propias tierras.

Referencias

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Castelnau, F. de., 1853, Vues et scènes recueillies pendant l’expédition dans les parties centrales de l’Amérique du Sud. Paris: Chez Bertrand,

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libraire-éditeur.Chauca, R., 2009, The Making of Mainas: Jesuit

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Chaumeil, J-P., 2011, “Khipu: conexiones andino amazónicas?”, Por donde hay soplo. Estudios amazónicos en los países andinos (Chaumeil, J-P., O. Espinosa & M. Cornejo, eds). Lima: IFEA-PUCP-CAAAP-EREA: 295-322.

Chaumeil, J-P. & Juan Manuel Delgado (eds) 2012, Atlas Geográfico del Perú por Mariano Felipe Paz Soldán. Lima: UNMSM-IFEA.

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Cueto, M. & Lerner, A. 2012, Indiferencias, tensiones y hechizos: Medio siglo de relaciones diplomáticas entre Perú y Brasil 1889-1945. Lima: IEP-Embajada de Brasil.

Huertas Castillo, B., 2007, Kampua nupanempua yaiwirute. Nuestro territorio Kampu Piyawi-Shawi. Lima: Terra Nuova/AIDESEP/FIP.

Hugh-Jones, S., 2012, “Nuestra historia esta escrita en las piedras”, Correa, F., Chaumeil, J-P & R. Pineda eds.: 28-64.

Paz Soldán, M-F. 1865, Atlas Geográfico del Perú. Paris: Librería de Fermin-Didot Hermanos.

Paz Soldán, M-F. 1878, Memoria de los trabajos de la Comisión de Demarcación Política, Jurídica y Eclesiástica. Lima: Imprenta de El Correo del Perú.

Raimondi, A., 1879, El Perú. Historia de la Geografia del Perú. Lima: Imprenta del Estado, Tomo III.

Romero, F., 1983, Iquitos y la fuerza naval de la Amazonía (1830-1933). Lima: Ministerio de Marina.

Santos Granero, F., 1998, “Writing History into the Landscape: Space, Myth, and Ritual in Contemporary Amazonía”, American Ethnologist 25: 128-148.

Vieco, J.J., Franky, C.E. & Echeverri, J.A. (eds), 2000,Territorialidad indígena y ordenamiento en la Amazonía. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

1 Mariano Felipe Paz Soldán nació en Arequipa el 22 de agosto de 1821. Abogado de formación, tuvo diversos cargos oficialestales como Ministro de Guerra y de Relaciones

Exteriores en el Gobierno de Ramón Castilla, Director general de Obras Públicas, Presidente de la Comisión de Demarcación territorial, etc., además miembro corresponsal de diferentes SociedadesGeográficasdeAméricayEuropa.A pesar que Paz Soldán fue sobretodo conocido como historiador, sus trabajas en materia de geografía fueron esenciales para el avance de esta ciencia en el Perú.

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Simposio “Todo sobre el Amazonía”

Nomear o seu Universo(e cada povo se torna, sem saber, muito egocêntrico…)

Françoise Grenand

Centre National de la Recherche Scientifique, Caiena, Guiana francesa

A necessidade e a alegria de nomear é universalmente difundida. 1,2 Por toda parte encontramos essa aspiração metafísica, sempre renovada, traduzida em nomenclaturas que, em todos os domínios do conhecimento, ordenam os animais, as plantas, as rochas, os utensílios, os materiais, as cores, os astros e mesmo os deuses. Pois viver em sociedade não seria possível sem um mundo ordenado. Cada povo, por causa de sua história, de sua língua, de sua cultura e de seu ambiente, é único; assim, ele forja, detém e transmite às suas crianças uma visão do mundo culturalmente construída, e, por isso, sempre singular. Um dos trabalhos do etnólogo em uma dada população se volta, por tanto, é primeiro tentar a catalogação do acúmulo de saberes sobre o universo. Em seguida, em destacar as redes, as conexões entre os diferentes campos desses conhecimentos cruzados. Dito de outra forma, compreender como funciona, na sincronia, esse tipo de capital-saber. Retomar, na diacronia, o desencadeamento que conduz a essa tela de fundo do conhecimento comum.

Nomear para conhecer

Tentemos compreender a atitude das pessoas que procuram nomear uma planta ou um animal. A sequência é a seguinte:- observar para descrever,- descrever para nomear,- nomear para conhecer,- conhecer não somente para utilizar, mas também… para pensar.Para nomear, deve-se observar. Da observação, onde todos os sentidos são mobilizados, deriva uma descrição. Porém, como mostrou o linguista francês André Martinet (1970), “toda descrição supõe uma seleção” dentro da profusão dos critérios de descrição. Nós escolhemos, frequentemente sem saber, somente certos traços que nós podemos então designar como pertinentes. Vejamos alguns exemplos destes para plantas do Brasil:

•acordamadeira:Violeta = Pau roxo (Peltogyne spp.)•amorfologiadofruto:Açai chumbinho (Euterpe controversa)•umcomportamento:Girassol (Helianthus anuus)•umuso:Pau d’arco (Tabebuia serratifolia)•umareferênciaàmitologia:Palma de Santa Rita (Gladiolus spp.)

Nomear, por isso classificar

A fim de estabelecer sua nomenclatura, aspopulações tradicionais consideram as coisas vivas não somente nelas mesmas, mas também na relação que elas elaboram com o que se assemelha a elas e com o que se diferencia delas, e com o que essas populações irão fazer dessas coisas; é assim, como diz o conde de Buffon em sua História Natural no artigo Animais carniceiros (1758, tombo 7), “que se pode chegar a um conhecimento real” e “se elevar a um princípio geral”. E esse último ato, para a maioria das populações tradicionais, se desenvolve na mitologia, ou melhor dizendo, no simbolismo e não na evolução, pedra angular do princípio classificatório da ciênciaocidental contemporânea. No domínio da faunaedaflora,emtornodessamesmaideiade partida da necessidade de agenciamento do vivente, seu eixo não é uma hierarquização integrada, mas o reconhecimento dos traços pertinentes de que falamos. É por isso que, muito frequentemente, as nomenclaturas nativas são multidimensionais. Elas recorrem aoscritériosmorfológicos,etológicos,edáficos,tecnológicos, mágicos..., para conduzir ao conhecimento perfeito que deve servir ao Homem. É o célebre “Apesar de tudo, é preciso comer” do sábio francês Georges-André Haudricourt, que é necessário compreender em seu sentido mais amplo possível. Com efeito, esse conhecimento perfeito do ecossistema passa pela nominação e agregação,

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não somente do que se come, do que possui uma utilidade, mas também do que é venenoso, e mais ainda do que não se come, do que não serve para nada, do que se assemelha a uma coisa sem ser completamente idêntico a ela... Lévi-Strauss, em O Pensamento selvagem (1962) conclui com sabedoria: “[A partir de exemplos] que poderíamos tomar emprestados de todas as regiões do mundo, nós inferiríamos sem problema que as espécies animais e vegetais não são conhecidas pelo fato de que são úteis: elas são decretadas úteis ou interessantes porque elas são primeiro conhecidas”.Individualizados, identificados segundocontornos eminentemente culturais, os objetos são, em seguida, segundo raciocínios também culturalmente marcados, ordenados em conjuntos superiores, pois nenhum espírito humano pode englobar, mesmo por associação de ideias ou por encadeamentos de traços pertinentes, toda a realidade do vivente e retê-la. É necessário fazer, em algum momento, reagrupamentos, criar grupos, fechar conjuntos. Por isso, vamos reter uma macro-variável, uma noção-chave. Essa poderá ser:- os animais que vivem no ar (os mamíferos arborícolas e os pássaros),- os animais de inverno versus os animais de verão (os que hibernam e os outros),- os animais de pele versus os animais de escamas,- as plantas de alagados,- as plantas para atar (cipós), etc.É então um fenômeno associativo que é posto em movimento, com um recentramento parcial por patamar nas macro-categorias. Essas macro-categorias, que são os níveis superiores da nomenclatura indígena, não servem mais, propriamentefalando,paraidentificaraespécie,mas para repartir o vivente. Elas servem, nós ensinou Claude Lévi-Strauss (ibid.), para cogitar, especular, raciocinar, filosofar. Elasservem também para sonhar...Na prática antropológica, ou seja, no exercício de nosso trabalho de campo cotidiano, nós observamos esses objetos, aos quais os membros de um povo deram um nome. Com sua ajuda, nós devemos encontrar em qual conjunto, baseado em qual tipo de raciocínio, essa palavra é arrumada junto com o objeto que ela representa. Os linguistas falam em isolar o par significante (a palavra) / significado (o objeto). Mas ao fazê-lo, o que é um objeto? Tentemos esclarecer esse problema com ajuda de um exemplo inofensivo no domínio da vastidão do cosmos. Não é todo o mundo que conhece a constelação de Escorpião, mas numerosos são aqueles que podem segui-la

com o dedo pela noite. Nós sabemos todos que seus contornos, sobre a abóbada celeste, ligam estrelas distantes por muitos anos-luz zombando-se loucamente umas das outras. Essa construção alegórica, pois é isso que ela é, nós a herdamos da mitologia grega. Outros povos, em virtude de outras tradições míticas, elaboraram construções diferentes, às quais são também dados nomes, retendo tal estrela, rejeitando tal outra. Claude Lévi-Strauss, em O cru e o cozido, (1964: 238-239), primeiro volume da sua coleção das Mitológicas indígenas, nos explica claramente como a nossa constelação Escorpião torna-se “Grande Serpente”; o Corvo européo vira a “Garça Voadora”; Hércules, despedaçado, toma os contornos do “Peixe Pacu”, enquanto os elementos do Vaqueiro se fazem “Piranha”, esses dois peixes enquadrando nossa Via Láctea, convertida em “Tatu”. Por fim, nosso Leão, amputadode algumas estrelas, tomou o semblante de “Caranguejo” (cf. Fig. 1). Eis quem me autoriza a escrever que, constelação ou outro, o objeto não é dado, mas ele é criado, construído, através de um filtrocultural. Torna-se mais claro que o etnólogo é confrontado sem cessar não por realidades intangíveis, mas por construções cognitivas? Essas construções se apoiam sobre o uso que é feito da língua por um pensamento, sempre singular, que distinguiu (segregou) cada um dos elementos do universo que o rodeia para em seguida os amalgamar (agregar), para seu próprio uso.

Classificações Populares versus Taxonomia Lineliana

Enfrentar os constantes e excitantes problemas de contorno e determinação dos objetos e, deste modo, de tradução e interpretação das palavras, o trabalho do pesquisador se desenrola no interior de um sistema de pensamento que se formaliza a cada dia mais sob os seus olhos. Com a exceção de que se trata de um sistema diferente do seu e o qual, frequentemente, ele não possui (ainda) o código de acesso. A respeitodafloraeda fauna, sódepoisde teridentificadooscontornosdecadaiteméqueelese sentirá no direito de fazer a correspondência entre os elementos e os grupos que vão surgir e a aqueles do sistema científico. A língualatinaatuaaquicomoumasimplescodificação,uma língua franca.Asdesignaçõescientíficas,chegandoaofinaldacadeia,ganhamentãouminestimável valor, não somente por codificar

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o sistema de pensamento indígena segundo asnormascientíficasocidentais,mas tambémafim de ganhar a capacidade de falar delaspara o mundo, e ainda afim de permitir acomparação de diferentes sistemas entre si. Compreenderemos que o binômio gênero + espécie não diz mais do que ele pode, e sobretudo que ele não substitui jamais um nome ou uma série de nomes vernaculares.Uma ilustração mais explícita é fornecida pela classificação elaborada pelos Wayãpi, povoindígena da Guiana francesa e do Brasil, para os seus grandes carnívoros (cf. Fig. 2). Ela se apresenta como um sistema misto, a ser lido tanto verticalmente, como horizontalmente. Assim, Animais opostos às Plantas, Mamíferos aos Pássaros. Nos dois casos, nós somos, de maneira absoluta, um ou outro. Em uma leitura vertical: Animais na classe superior, depois Mamíferos imediatamente abaixo. Os grandes carnívoros são chamados yawa e destacados em quatros grupos: várias onças, vários pumas, a Lontra gigante ariranha (Pteronura brasiliensis), e um número aberto de monstros, que nós não discutimos aqui.Nós vemos que os Wayãpi distinguem quatro tipos de Onça onde a zoologia ocidental não vê mais do que a única espécie Felis onca. Eles distinguem também dois tipos de Puma só para a espécie Puma concolor. Podemos mesmo ler, o quenãoéerrado,queelesclassificamdentroosquatro tipos de Onça a Rã de Goeldi, Cunauaru (Phrynohias resinifictrix). Para eles, como para uma boa parte dos povos ameríndios, essa rã é mágica. Ela pode, se assim o desejar, se metamorfosear em Onça (Grenand, 1982). E nesse caso, ela ruge, pois ela é uma onça (cf. Fig. 3). Esse pensamento simbólico toma por base uma observaçãomuito fina dos animais, nãoserá surpresa constatar que a Rã porta um vestido das mesmas cores que a Onça. Não nos espantará mais, que sob sua forma anfíbia os Wayãpiaclassifiquementreosbatráquiosesoba forma felina entre os felídeos.Cada uma das classificações indígenascomporta, como já havia dito, traços singulares, aliás, mais e mais numerosos gradativamente e a medida em que se mergulha nos detalhes do vivente. Em termos das grandes categorias, na verdade,elasclassificammuitofrequentementeas grandes correntes de pensamento, as quais os antropólogos podem seguir os meandros e os redemoinhos de uma área linguístico-cultural a outra. É preciso ver que, mesmo se todos os dois, o sistema de nomenclatura indígena e o sistema

da nomenclatura lineliana, têm pretensões globalizantes e cosmogônicas, o sistema científico é o fruto do movimento de ideiassobre a evolução no pensamento ocidental e, por conseguinte, tem fundamentos culturais, em particular universalistas, abertamente diferentes. Colocando-se em um ponto de vista essencialmente hierárquico, ele privilegia arbitrariamente e quase exclusivamente (pelo menos na afirmação do princípio, senão na realidade), o critério de reprodução sexuada. Lembramo-nos então do gracejo de Haudricourt que lançava algumas vezes nas suas aulas: “A botânica é a etnobotânica dos botânicos”. Recolocado na trajetória geral das ideias no Ocidente, a história cultural da taxonomia, com os enfrentamentos dos estudiosos que a marcam, não poderia sair errado.

Vocabulário-reflexo

As riquezas do ecossistema e as maneiras como elas são percebidas conduzem, em cada cultura humana, à elaboração de um sistema de valores próprio a cada uma; ele é feito por ela e para ela,eleéúnico.Issovaiserefletirnaturalmenteno léxico. É por isso que o linguista norte americano Edward Sapir (1921) fala belamente de “vocabulário reflexo”. As variações darealidade vão, ipso facto, fazer variar o léxico botânico e zoológico de um povo a outro. Algunsexemplostombamsobosignificado.•Vejamososexemplos positivos: - o arroz, cereal de base para numerosos povos asiáticos, dão lugar em suas línguas a uma profusão de termos;- o universo branco de neve entre os Inuit fez nascer entre suas diferentes línguas mais de cem palavras diferentes para os diversos tipos de gelo;- a importância econômica do coco entre os Tahitianos os conduziu a uma extraordinária riqueza em termos concernentes a todos os aspectos (botânico, econômico, cultural, metafórico...) ligados a essa palmeira mais que a qualquer outra planta;-orefinadoconhecimentoqueosPigmeustêmdo elefante é reencontrado em seu vocabulário onde eles detalham com prazer esse gigante de seu universo;- enfim, a tradição da caça “à courre” com cavalosecães,naFrança,nosgratificadeumamarcada inflação dos termos entorno doscervídeos, não somente de sua morfologia, mas da arte de caçar.

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As palavras que viajam

Eis aqui que introduzimos a viagem das palavras. Por ocasião de uma migração, um povo leva com ele um tesouro lábil, frágil, impalpável: sua língua. A medida que mudam as paisagens, mudam também as realidades a nomear (Grenand, 1995a, 1995b). É assim que certas palavras se tornam de fato palavras vazias de sentido (os linguistas falamde significantesem significado); entretanto novas entidadestêm a necessidade de serem nomeadas. Então, é tentando se servir dessas cascas vazias que são as palavras que não se referem mais a qualquer realidade concreta, para vestir de um nome antigo os novos objetos. A propósito desses novos objetos, ainda não-nomeados, os linguistas falamdesta vezde significante semsignificado.Percebemosque,éescolhendoumtraço semântico, pertinente segundo o povo em questão, que vai ser selecionado um termo tornado obsoleto, para nomear uma realidade nova, tornando-se, assim, um termo reavivado. Existe também, realidades simbólicas, tão fortes que são partes integrantes do pensamento comum d’um povo. Para viver no patrimônio social, estas realidades precisam encostar-se em objetos reais. Tal é o caso da palmeira do Dilúvio para os Wayãpi e numerosos outros povos Tupi-Guarani (cf. Fig. 4). O que é isso? Uma palmeira ajudou um dos antepassados a escapar ao Dilúvio. O homem refugiou-se acima de uma palmeira. Mas a água ainda subiu. Então o tronco da palmeira subiu cada dia um degrau, mantendo o homem fora da água. As atuais cicatrizes no tronco são a prova da ajuda desinteressada da palmeira.Então o dado básico era de escolher uma palmeira com cicatrizes das antigas palmas muito visíveis sobre o tronco. Os Guarani escolheram Cocos romanzioffiana, nomeado pindo. Hoje, nofinal de umamigraçãoplurisseculardo sul para o norte, os Wayãpi, do mesmo grupo linguístico, acharam Oenocarpus bacaba, ainda nomeado… pino.

E o lugar do Homem nisso tudo?

Os povos amazônicos têm diversas opiniões sobre essa questão essencial. Para alguns, tal como os Araweté do Brasil, os homens são deuses, decaídos certamente, mas deuses, no entanto (Viveiros de Castro, 1986). Para outros, e nós falaremos uma última vez dos Wayãpi, o Homem é um animal. E a mitologia está ali para lembrá-los.

Três mundos, três discos de terra, se sobrepõem no cosmos (cf. Fig. 5). Sob o mundo superior, ocupado pelos urubus de duas cabeças, o mundo dos Humanos ocupa uma posição central.Eleécobertopelagrandefloresta,naqual são abertas as clareiras para as roças e para as aldeias; ele é clareado alternadamente por duas entidades masculinas: Sol, Kwalai e Lua, Ya’i. Sobre uma margem do mundo existe uma árvore gigante, na qual temos que subirparaalcançararamificaçãoprincipaldosgalhos: ali se encontra uma abertura, início de um gigantesco tobogã dando diretamente no mundo de baixo.Abaixo, desembocamos no mundo subterrâneo, clareado pelos mesmos Sol e Lua embarcados em curso eterno. Dito de outra forma, quando se faz noite no nosso mundo, faz-se dia embaixo. Esse mundo, também coberto pela grandefloresta,éhabitadoporseresfabulosos:os wo’o. Os homens, frequentemente xamãs, que se arriscaram a lhes encontrar, assimilam-los como Preguiças gigantes e canibais.EssesmesmosmonstrosqualificamosHomens,suas presas potenciais, de yupala, Juparás (Potos flavus). Eles matam os adultos e fazem de seus pequenos, as nossas crianças, animais domésticos para sua própria progenitura. Aliás, assim fazem os Homens com os pequenos macacos et pequenas preguiças quando eles matam uma mãe em uma caçada. Dito de outro modo, rabaixando-os ao nível da caça e do animal de companhia, as Preguiças gigantes roubam os Homens da sua qualidade de seres humanos e não lhes deixam outra alternativa que a de serem animais, obrigando-os a uma sábia e salutar humildade: ser Homem não é mais do que um dado subjetivo, subordinado ao olhar daquele que vos avalia, animal ou homem. Enfim, eu não resisto de provocar nossaconsciência supondo que o Homem, nas Américas, provavelmente tenha sido contemporâneo do Mylodon (Megatherium sp.), uma preguiça gigante (Ramirez Rozzi et alii, 2000). Sua extinção pode ter sido transmutado pelo pensamento mítico em uma descida ao mundo subterrâneo.

Conclusão

Ela se impõe a ela mesma. É a noção de ponto de vista que é essencial. Eu já havia dito: o objeto não é dado, ele é criado; criado por um ponto de vista, validado por uma lógica específicadeconstruçãocognitiva.Eisporque,

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se ficamos ao nível das classificações, seriatotalmente ilusório esperar que a nomenclatura latina recubra sem problema, sem vazio nem inchaço, a nomenclatura indígena. Cada nome indígena não pode possuir, ipso facto, uma cobertura latina imediatamente identificável,simplesmente porque elas não têm o mesmo ponto de vista. É aqui que Lévi-Strauss (1962: 28) conclui: “Existem dois modos distintos de pensamento científico, um e outro função não de estágios desiguais de desenvolvimento do espírito humano, mas de dois níveis estratégicos onde a natureza se deixa atacar pelo conhecimento científico: um aproximativamente ajustado aquele da percepção e da imaginação, e outro descolado; como se as relações necessárias que são o assunto de cada ciência – seja ela neolítica ou moderna – pudessem ser atingidas por dois caminhos distintos: um muito próximo ao da intuição sensível e outro muito distante.” O universo das ideias de Platão deixa filtraresta concepção segundo a qual as espécies pré-existem. Aristóteles, apesar de ser seu aluno, pensa exatamente ao contrário: as espécies são uma criação do espírito. Epictetus, em seu Manual (compilado por Arrianus, 125 AD), acrescenta: “O que perturba os homens, não é a coisa por ela mesma, mas a ideia que dela se fazem”. E desde então, o pensamento ocidental oscila entre os dois, ainda que Aristóteles parece ter a vantagem (Lercher, 1985). Será que a espécie existe fora da sociedade que a isola? O nome latino nos leva a crer que a planta ou o animal que está diante nóséumarealidadecientífica.Sedizque“asespécies são objetos naturais, não produtos do espírito”. Ao mesmo tempo, bem sabemos que os termos vernaculares são criações humanas carregadas de sentido. Há mais de trinta anos, a antropóloga francesa Marie Martin (1974) já disse que as espécies botânicas, mesmo assim definidas através de uma linguagem extinta esupostamente neutra, o latim, permanecem aindaoprodutodeumareflexãoclassificatóriafruto do cérebro humano. Sem dúvida esse esforço procurou se aproximar de uma ordem entendida pelos botânicos de cultura ocidental como se fosse natural, mas as querelas entre taxonomistas estão lá para provar-nos que o natural flutua ao capricho dos modos, dasregiões,dostempos,equeeleé,assim,filtradopela cultura. Como entre os Wayãpi, então...Cada sistema é e demora única, criado por uma sociedade para seu próprio uso, em função de sua própria história e de sua visão de mundo. Em face aos mil e um sistemas nos quais as

sociedades tentam conter o universo que as rodeia, nos chocamos com o problema da classificação do vivente. Sem dúvida, comopara essa unidade emblemática que é a espécie, é mais sábio concluir que cada solução é válida apenas na cultura que, a um dado momento e a um dado lugar, a isola.Da Renascença ao século XVIII, os monstros e os... anjos foram tratados nos livros de zoologia,sejaparaafirmarsuaexistência,sejapara duvidá-la. Perguntamos assim, em nome de que os Wayãpi renunciariam a ver sob a forma de uma Onça a metamorfose de uma Rã...

Bibliografia

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Viveiros de Castro, Eduardo. 1986. Araweté: os deuses canibais, anpocs, Jorge Zahar /ANPOCS, Rio de Janeiro.

1 Este texto é uma nova versão revisada de um primeiro trabalho publicado in Peut-on classer le vivant ? Linné et la systématique (D. Pat, A. Raynal-Roque & A. Roguenant éds, Belin, Paris, 2008 : 119-130), e traduzido em 2009 por Joana Cabral de Oliveira in Cadernos de campo, n°18 : 237-249, USP, São Paulo).2 A autora sinceramente agradece o Institut Français d’Études Andines (Lima, Pérou) pelo convite.

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Simposio “Arcaico”

Recolectores del Holoceno Tempranoen la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos1, Francisco Javier Aceituno Bocanegra2 & Tomás León Sicard3

1 Instituto de Ciencias Naturales-Universidad Nacional de Colombia2 Departamento de Antropología-Universidad de Antioquia

3 Instituto de Estudios Ambientales-Universidad Nacional de Colombia

Introducción

A finales de la década de los 80 del siglopasado, Headland (1987) y Bailey et al. (1989) plantearon la hipótesis que las selvas húmedas tropicales no fueron ocupadas tempranamente por grupos cazadores-recolectores. Esta idea fue desvirtuada 3 y 6 años después, por losdatos arqueológicos que en ese momento se estaban generaron en las selvas de Panamá (Cooke & Ranere 1992), Brasil (Rooselvelt 1996, Imazio 1994) y Colombia (Cavelier et al. 1995, Morcote 1994, Morcote et al. 1996).Recientes estudios relacionados con la diversidad de especies de árboles en la cuenca amazónica evidencian su alta diversidad, estimada en 16ooo especies de las cuales 227 cuentan con una alta abundancia de individuos llegando a ser grupos hiperdominantes, siendo las palmas uno de los mayores grupos con una alta representación (ter Steege et al. 2013). Entre los primeros 100 taxones hiperdominantes se encuentran las especies de palmas donde sus frutos son comestibles, por ello es pertinente preguntarse: si los grupos humanos quienes han vividohaciafinalesdelPleistocenoyduranteel Holoceno en la cuenca amazónica, como lo demuestran los yacimientos arqueológicos, fueron uno de los factores fundamentales que han incidido en la alta representación de las palmas, particularmente aquellas con un valor alimenticio. Estudios arqueobotánicos y etnográficospodríancontribuiradilucidaresteinterrogante: ¿cuál fue el verdadero rol de los grupos humanos que han estado viviendo en el Bh-TamazónicodesdefinalesdelPleistocenoy durante todo el Holoceno?Para este escrito nos centraremos en los resultados cronológico, estratigráfico yarqueobotánico (semillas arqueológicas y un estudio preliminar en almidones procedentes en instrumentos líticos procedentes del Corte 1ydelsurdelCorte2)dePeñaRoja.

Antecedentes Arqueológicos

LosestudiosarqueológicosenelsitiodePeñaRoja se iniciaron hacia 1986-1992 con un equipo de arqueólogos colombianos liderado por I. Cavelier, L. F. Herrera, S. Mora & C. Rodríguez, quienes junto con estudiantes de varias universidades desarrollaron el proyecto: Ecología y Cultura en el Medio río Caquetá. Su objetivo era estudiar las Terras Pretas y los grupos humanos precolombinos asociados a estas. Es en la temporada de campo de 1991, cuando se descubre casualmente la existencia de un yacimiento asociado a cazadores-recolectores en la terrazadePeñaRoja; su estudioderivóen 5 tesis: pregrado: a. Morcote (1994) con el estudio de semillas arqueológicas; b. Llanos (1995) quien estudia los artefactos de molienda; maestría: a. Saunaluoma (1996) donde se estudia la industria lítica; y las tesis doctorales. a. Mora 2000, la cual recoge, sintetiza y analiza los resultados de los anteriores trabajos. Esta tesis posteriormente es publicada por Mora (2003); b. Archila (2000) quien estudia la selección de maderas por parte de los grupos humanostempranosdePeñaRoja.

Área de Estudio: La Terraza de Peña Roja

LaTerrazadePeñaRojadeorigendefinalesdel Pleistoceno y donde se ubica el yacimiento arqueológico, se encuentra a los 0°39'39"S; 72°04'59" W y 0°39'44.6"S; 72°04'59.1" W; tiene una longitud de 315 metros; con una altura de ~6 metros sobre el nivel del río (en aguas altas) y 103 m sobre el nivel del mar; se encuentra en la margen izquierda aguas abajo del río Caquetá-Japurá a 40 km de los poblados de Araracuara y Pto. Santander y a 500 km de otra población multiétnica colombiana limítrofe con Brasil: La Pedrera. Adyacente a la Terraza se encuentra una formación de colinas de 60 m de elevación, caracterizada por

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una composición de arenas ricas en cuarzo que tienen una edad de 25 Ma del Mioceno (Hoorn et al. 2010) (Figura 1 y Figura 2).El río Caquetá como se le denomina en Colombia es de origen andino, aguas con altos niveles de sedimento en suspensión (aguas barrientas), un patrón sinuoso y con la presencia de raudales, conocidos por los indígenas como chorros, los cuales se localizan desde Araracuara hasta La Pedrera y que son parte importante en los grupos étnicos que viven allí como elementos geográficos decontrol territorial, manejo del recurso pesquero y el control chamanístico.Estudios ecológicos indican que actualmente en la región existe una cobertura de Bosque húmedo tropical (Bh-T) con precipitaciones entre 3053 mm, las cuales alcanzan sus máximos valores en los meses de mayo a julio y en los meses de diciembre a febrero con lluvias bajas y una temperatura promedia anual de 25o

C (Duivenvoorden & Lips 1993).Características similares en la composición florística,establecidosporlosescasosestudiospalinológicos, Urrego (1997) y Giraldo et al. (2006), establecen que condiciones semejantes predomina también a finales del Pleistoceno(11000 AP) y se mantienen durante todo el Holoceno con algunos intervalos secos.

El resguardo indígena de Peña Roja estáhabitado actualmente por familias indígenas Nonuya o “Gente de Achiote”, quienes fueron diezmados y desplazados por las caucherias en las décadas del 20 y 30 del siglo XX de su territorio ancestral, ubicado en el interfluviode los ríos Igaraparana y Cahuinari (Amazonia colombiana). Hacia 1974 algunos Nonuyas, entre ellos, la familia Moreno (Elías y José) se trasladan a Puerto Arturo en Araracuara y es en 1982cuandoseinstalandefinitivamenteconsusrespectivasfamiliasenlaterrazadePeñaRoja,la cual se encontraba con una selva madura caracterizada por la presencia de arboles altos y gruesos (com. pers Elias Moreno & Virgelina Gómez). La información suministrada por algunos de ellos, indica que en esta zona, sus pobladores “originales” eran los Carijona que habitaban la banda norte y Andoke asentados en la banda sur del río Caquetá.

El yacimiento Arqueológico de Peña Roja

Prospección y ExcavaciónEn las temporadas de campo de 2012 y 2013, realizamos en la terraza de Peña Roja, laexcavación de cuatro (4) cortes arqueológicos y tres (3) perfiles modales adyacentesal yacimiento arqueológico así como el

Fig. 3. Muestreo y excavaciones en Peña Roja (Caquetá – Amazonia colombiana).

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levantamiento de suelos que incluyó dos tipos de densidad de muestreos: una, a partir de transectos paralelos a la corriente del río y observaciones y descripciones cada 20 metros paradefinirloslímitesdelaTerra Preta y otra, de tipo radial a partir del Corte 1 cada 5 metros afindedelimitareláreaasociadaalaocupaciónde recolectores antiguos en la terraza (Figura 3). Los cateos, realizados con barreno hasta 1.25 metros de profundidad, incluyeron color, textura, profundidad, reacción al NaF y presencia cultural. En conclusión se realizaron 13 transectos y 60 cateos.

Muestreo de Cultura Material y PaleobotánicoEl área de excavación del Corte 1 (0°39'39.6"S; 72°04'59.9" W), fue de 3x2 metros. Esta fue dividida en cuadriculas de 1 m2, a las cuales se les asignó en sentido de las manecillas del reloj una nomenclatura alfabética (A-B-C-D-E-F) que tenía como objetivo un control detallado de todo el proceso de excavación y registrar la disposición de los restos arqueológicos. Fueron excavados 12 niveles, cada uno de 10 cm de espesor, llegando a una profundidad de 120 cm, en la cual no había evidencias culturales. Durante el proceso de excavación se recuperaron restos de cerámica arqueológica asociada a la tradición Nofurei y gran cantidad de vestigios líticos compuestos por instrumentos, desechos de talla y pigmentos minerales entre otros (Figura 4-5).Todo el sedimento de la excavación fue procesado a través de cedazos de apertura de 4 mm con el fin de recuperar los restosbiológicos(faunayflora)(Figura6).También fueron recuperadas en forma manual semillas arqueológicas, las cuales fueron debidamente registradas y empacadas; posteriormente en laboratorio, de este conjunto de semillas se seleccionaron tres (3) para su datación cronológica (14C).Todos losperfilesdel Corte 1 fueron dibujados, fotografiadosy descritos sus respectivos horizontes. Del perfilsur,enunáreasinalteración,setomaronmuestras de suelos para los análisis físico-químicos, canaletas de sedimento para los estudiosdefitolitosypolenfósil(Figura7).

Estratigrafía Y Cronología (14C)ElperfilorientaldelCorte1correspondientea la Terra Preta y a los estratos asociados a los recolectores fue descrito siguiendo los procedimientos adoptados por el Instituto Geográfico “Agustín Codazzi” descritos porCortés & Malagón (1984), los cuales incluyen

separación y nomenclatura de horizontes (profundidad), registro del color utilizando la tabla Munsell y valoración de textura, estructura (tipo, grado y clase), consistencia, actividad de organismos, presencia de raíces, límites y reacciónalfluorurode sodio (NaF)como una forma de identificar sustanciasamorfas. Además, se anotaron las referencias relativas a la presencia o no de instrumentos líticos y vestigios de cerámica.Para el perfil Oriental se tomó una muestrarepresentativa de los horizontes A, Bw1 y Bw2, además de tres muestras de los horizontes A y Bw1 para fraccionamiento de materia orgánica y otras tres de los horizontes A, Bw1 y Bw2 para determinar los porcentajes de retención fosfórica. Los análisis de caracterización incluyeron pH (relación 1:1 agua – suelo); capacidad de intercambio catiónico por extracción con acetato de amonio; bases intercambiables (acetato de amonio 1 N - absorción atómica); porcentaje de carbono orgánico por el método de Walkley – Black; fósforo por el método de Bray & Kurtz II; retención fosfórica (%) por el método de Blakemore; acidez intercambiable (extracción con KCl para pH < 5,4) y textura por el método de Bouyoucos.En términos generales los suelos de la zona responden al patrón general de origen y evolución edáfica en la región amazónica,ampliamente descrito en la literatura especializada. Esto quiere decir que los suelos antrópicos, se originaron a partir de sedimentos provenientes de la cordillera, ampliamente trabajados por el intenso transporte fluvial ydepositados luego en las superficies planasque, posteriormente, sufrieron procesos denudativos hasta diferenciar las áreas de “Tierra Firme” de aquellas inundables (terrazas, vegas, varzeas).

Los suelos Asociados a Terra Preta y Recolectores AntiguosLos suelos pertenecientes a la Terra Preta de PeñaRoja,seubicanenlaterrazaantigua,enuna extensión aproximada de 3.2 hectáreas y debajo de estos estratos se haya la ocupación humana de mayor antigüedad que afectó la terraza en aproximadamente 1.360 m2, delimitada en sus costados por dos quebradas y por el río Caquetá, sobre relieve plano (pendiente 0-1%) (Figura 8).

ElperfilorientaldelCorte1,estasobreunrelieveplano (pendiente 0-1%) y sin evidencias de mal

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drenaje, presenta un juego de horizontes Ap / A / Bw1 / Bw2 / Bw3 igualmente de texturas gruesas (arenosa a arenosa franca), espesores entre 13 y 40 cms, coloraciones oscuras en superficie a pardas y claras en profundidad(Figura 9). Su descripción detallada se muestra a continuación:Localización: Peña Roja (Corregimiento dePuerto Santander), costado izquierdo del río Caquetá – costado occidental de la actual cancha de fútbol (0°39'39"S; 72°04'59" W)Geomorfología: Terraza no inundable Relieve: Plano (pendiente 0-1 %)Material geológico: Sedimentos aluviales mezcladosEvidencias erosión: No hayVegetación natural: Selva húmeda tropicalUso actual: Campo deportivoHumedadedáfica:ÚdicoTemperatura: IsohipertérmicoDrenaje natural: Bien drenadoDescribieron: Tomás León Sicard – Gaspar MorcoteFecha: Septiembre 3 de 2012Taxonomía: ¿Typic Plagganthrepts – Typic Haplanthrepts?

Ap (0 – 10 cm): Pardo a pardo oscuro (10 YR 5/1-6/1); textura arenosa; estructura débil en bloques subangulares finos a muyfinos – sectores sin estructura; consistenciaen húmedo suelta, no plástica; poros finos;abundantes raíces finas; abundante presenciade macroorganismos; sin reacción al NaF. Límite abrupto y plano (este tipo de coloración en este horizonte es causada por la exposición directa del suelo a los rayos solares y al lavado intenso producto de las lluvias, por lo tanto su coloración origina es oscura (7.5 YR 2/1).

A (10 – 38 cm): Negro a Gris oscuro (7.5 YR 2/1); textura arenosa -franca; estructura en bloques subangulares medios a gruesos, fuertemente desarrollada; consistencia en húmedo friable no pegajosa y no plástica; abundantes poros gruesos; regulares raíces gruesasyfinas;abundantesvestigioscerámicos,carbón vegetal y materiales líticos; abundante presencia de macroorganismos; reacción intensa al NaF. Límite abrupto y plano.

Bw1 (38 – 76 cm) Pardo amarillento (10 YR 3/3 a 3/4); textura arenosa; estructura débilmente desarrollada en bloques subangulares medios a finos; consistenciaen húmedo friable a suelta, no pegajosa y no

plástica; abundantes poros medios y gruesos; pocas raíces medias y gruesas; presencia de carbón; reacción intensa al NaF. Límite gradual e irregular.Bw276 – 110 x cm Manchas irregulares 10YR2/2 en matriz Pardo amarillento (10 YR 3/4 a 4/4); textura arenosa; estructura débilmente desarrollada en bloques subangulares medios a finos;consistenciafriableasueltaenhúmedo,no plástica y no pegajosa; abundantes poros medios; presencia de carbón e instrumentos líticos;escasasraícesfinas;reacciónintensaalNaF. Límite gradual e irregular.Bw376 – 110 x cm Pardo fuerte 10YR5/4–5/6; textura arenosa franca; estructura moderadamente desarrollada en bloques subangulares finos y gruesos; consistenciafriable en húmedo, no plástica y no pegajosa; abundantes poros medios y gruesos; con alguna presencia de carbón e instrumentos líticos; presencia de gravilla y cascajo; escasas raícesfinas;reacciónintensaalNaF.

Esteperfilpuedepresentaralgunasvariacionesrelacionadas, esencialmente, con la posibilidad de subdividir el horizonte A en otros dos (A1 – A2) por intensidad de color (10YR 2/3 a 10YR 2/2), textura (que puede variar desde arenosa a arenosa franca) y consistencia, que puede ser friableyfirmeenhúmedo.ParaelyacimientoarqueológicodePeñaRojase conocía anterior a nuestro trabajo, veinte (20) fechas de radiocarbono que evidenciaban dos grandes momentos de ocupación, siendo 9250 AP, la fecha de mayor antigüedad asociada alosprimeroshabitantesdePeñaRoja(Tabla1 y Tabla 2).Recientes fechas de radiocarbono (14C), fueron obtenidasdelyacimientoarqueológicodePeñaRoja: cuatro (4) para el Corte 1 y cinco (5) para el Corte 3, las cuales profundizan la temporalidad de presencia de los grupos tempranos en esta zona de la Amazonia (Tabla 3-4).Las muestras datadas en su mayor parte corresponden a semillas carbonizadas de palmas que fueron enviadas al laboratorio de Beta Analytic para su datación. La muestra Beta-332853 asociada a la ocupación de mayor antigüedad mostró tres posibilidades. Hemos seleccionado la fecha que tiene el mayor segmento temporal y que coincide también en su rango con la cronología de 1 Sigma a 68% de probabilidad.

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Tabla 1. Fechas radiocarbónicas sin calibrar de Peña Roja, asociadas a los grupos agricultores y de TP

Tabla 2. Fechas radiocarbónicas sin calibrar de Peña Roja, asociadas a los grupos tempranos

Tabla 3. Corte 1. Fechas radiocarbónicas por AMS calibradas de Peña Roja (2012).* Para la muestra Beta 332853 los resultados cronológicos de 2 Sigma (95 % de probabilidad) son: Cal 10110-10100 AP

/ Cal 9920-9660 AP / Cal 9650-9630 AP., y para 1 Sigma (68 % de probabilidad): Cal 9900-9700 AP

Tabla 4. Corte 3. Fechas radiocarbónicas por AMS calibradas de Peña Roja (2013)

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Con los anteriores y los nuevos resultados de radiocarbono, concluimos que los grupos humanos de mayor antigüedad (recolectores) que se asentaron en la terraza de Peña Rojalohicieronporun lapsode1830 años (9920a 8090 AP) y aquellos asociados a Terra Preta, que de acuerdo a la cronología disponible, estuvieron asentados en esta terraza por un lapso de 1500 años, iniciando su presenciahacia el año1900APhasta el 385AP.Estasfechas evidencian que en la terraza de PeñaRoja no hubo ocupación humana durante ~6000años.Esteperiodonosemanifiestaenla estratigrafía del sitio probablemente por la alteraciónsignificativaquehicieronlosgruposhumanos tardíos en el suelo, también cabe la posibilidad que dicho hiato sea producto de algún fenómeno natural que hizo que este horizonte desapareciera. Un estudio detallado de microestratigrafía podría dilucidar este vacío temporal y espacial presente en el yacimiento arqueológico.

Laboratorio: Extracción e Identificación de restos Botánicos

Almidones arqueológicosConelfindedeterminarelusodeplantasseextrajeron granos de almidón de los bordes de uso de dos artefactos líticos. El primero, una mano de molienda (Corte 1. Cuad. E. N. 7. Prof. 60-70 cm); el segundo, una azada (Corte 2. Perfil Sur. Prof. 60 cm), asociadas a unacronología entre 9920 a 9740 AP (Figura 10).Para la remoción y recuperación de granos de almidón procedentes de artefactos líticos aplicamos el protocolo de Ruth Dickau (2005). En primer lugar los artefactos fueron lavados enunbañoultrasonido,conelfinderecuperarel sedimento donde los granos de almidón están atrapados. Al sedimento recuperado se le aplicó un protocolo de separación de granos de almidón y otros tejidos vegetales mediante diferencias de densidad.El primer paso es la concentración del sedimento en tubos de plástico de 50 ml, para lo cual las muestras se centrifugaron a 2000 rpm durante 15 minutos. Una vez concentrado todoelsedimentoenunsolotubo,seañadióuna solución de agua pesada, preparada con cloruro de cesio (CsCl), con una densidad de 1.8g/ml,conelfindeseparar losgranosdealmidón mediante flotación (Dickau 2005,Dickau et al. 2007, Pagan et al. 2005, Piperno 2006:60). La muestra se centrifugó durante cinco minutos a 2000 rpm, para sedimentar las

partículasmáspesadasypermitir laflotaciónde los granos de almidón y otras partículas como fibras vegetales. De la superficie delsobrenadante se retiraron entre 3 y 4 ml, que fueron depositados en un nuevo tubo de ensayo. El último paso fue la disolución del agua pesada y la concentración de los granos de almidón en un tubo de plástico de 15 ml. Para lograr la disolución o el lavado de la muestra seañadeaguadestilada,seagitalamuestraysecentrifuga a 2000 rpm durante 15 minutos. Este último paso se repitió cuatro veces para bajar la densidad del agua y concentrar el residuo en el fondodeltubodeensayo.Delresiduofinalsemontaron las placas portaobjetos y se procedió a su observación en un microscopio óptico de luzcompuestaconfiltrodepolarizaciónmarcaOlympus CX-41 con aumentos entre 400 y 1000X.Los granos de almidón fueron descritos usando variables morfológicas y métricas y fueron comparados con la colección de referencia del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Antioquia. La comparación se basa en el número de coincidencias entre las características de los granos de almidón arqueológicos y los granos de especies modernas (Babot 2007, Dickau 2005, Dickau et al. 2007. Lentfer et al. 2002. Loy 1994, Perry 2004, Piperno 1998, Piperno 2006, Torrence and Barton 2006).En total se recuperaron 109 granos de almidón, 62 en la mano de molienda y 47 en la azada. Entre las dos muestras analizadas hemos identificado 56 granos de almidóncon características de Xanthosoma (especies X. sagittifolium y X. violaceum); 30 en la mano de molienda y 26 en la azada (Figura 11). Tres morfotipos se corresponden con este taxón; el primero se trata de granos pequeños, conforma de campana, hilum céntrico y abierto. La mayoría de las campanas son unifacetadas, pero hay algunos granos con dos y tres facetas. El segundomorfotipo son granos pequeños,poliédricos y angulares. El tercero son granos pequeñosconformadecuña,conhilum abierto y céntrico. Morfológicamente, los almidones de ambas especies son similares, por tal razón, no podemos determinar de qué especie de Xanthosoma se trata.El género Xanthosoma pertenece a la familia Araceae y agrupa a varias especies neotropicales, algunas de ellas producen pequeños tubérculos comestibles (Piperno&Pearsall, 1998: 116). Para el Neotrópico, se ha calculado un número de especies entre 30 y 40

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(Piperno & Pearsall 1998: 116). En la región de Araracuara, diversos grupos indígenas comoMirañas,AndoquesyHuitotoscultivany consumen asados o cocidos los tubérculos de X. violaceceum conocida entre ellos como: mafafa, pata de gallineta o nipachire (Sánchez 1997). Todavía no se conoce con exactitud el origen del cultivo de esta especie; sin embargo, el norte de Suramérica, incluyendo la Amazonía colombiana, se considera una macroregión de la posible domesticación de esta planta (Piperno & Pearsall 1998: 165). Como posibles ancestros se encuentran las especies Xanthosoma robustum en Centroamérica y Xanthosoma jaquinii en Suramérica (Brücher 1989: 49).

Semillas ArqueológicasEn los cortes arqueológicos se encontró una alta presencia de restos biológicos representados por semillas arqueológicas, carbón vegetal, y muy pocos restos de huesos calcinados de peces. En laboratorio se procedió a limpiar y separar las semillas del conjunto de carbones de madera y de sedimento. Las semillas arqueológicas del yacimiento fueron identificadastomandoencuentasuscaracteresanatómicos y morfológicos (presencia y posición de poros, escultura de superficie,distribución de fibras, formas, dimensionesetc.), los cuales fueron contrastados con especímenes actuales de carpoteca (Figura 12).Para el Corte 1, se recuperó 2586 semillas carbonizadas enteras y fragmentadas, determinándose 25 taxones, 8 morfo tipos y 1 grupo de fragmentos altamente meteorizados imposibilitando su determinación taxonómica o descripción a nivel de morfotipo. Las siguientes son los taxones determinados:

PalmasAstrocaryum aculeatum (cumare, tucumá, tucumã de Amazonas); Astrocaryum chambira (chambira, tucumã); Astrocaryum jauary (javarí, jauary); Astrocaryum ciliatum (coco); Astrocaryum sp.; Attalea cf. insignis (coco, palha de flecha);Attalea maripa (palma real, inajai); Attalea racemosa (palma de coco, babassú); Bactris sp.; Euterpe precatoria (asaí, açaí, açaí da terra firme);Oenocarpus bacaba (milpesillo, bacaba); Oenocarpus bataua (milpesos, patauá); Oenocarpus minor (milpesillo, bacabai); Mauritia flexuosa (canangucho, buriti).

CultigenosZea mays (Poaceae) (maíz, millo).

Frutales SilvestresAnaueria brasiliensis (Lauraceae) (aguacatillo); Brosimum guianense/B. lactescens (Moraceae) (guáimaro, inharé); Caryocar cf. glabrum (Caryocaraceae) (peine de mono, barbasco, piquía); Parkia multijuga (Fabaceae: Mimosoideae) (guarango); Sacoglotis sp. (Humiriaceae); Vantanea peruviana (Humiriaceae); Vantanea spechigeri (Humiraceae); Heliconia sp. (Heliconiaceae); Inga sp. (Leguminosae).

Vegetación SecundariaAlchornea sp. (Euphorbiaceae); Euphorbiaceae indet.

Para los nombres vernáculos en palmas y demás grupos botánicos se consultó: Andrew et al. 1995, Galeano & Bernal 2010, Bernal, R. et al. 2013, van Roosmalen 1985, Smith et al. 2007 y Pesce 1985. Únicamente registramosalgunos de los nombres comunes utilizados en Colombia y Brasil.La Figura 13 muestra que son las palmas el grupo de mayor representación en el Corte 1 de PeñaRoja(estamismatendenciaseobservaenlos demás cortes del yacimiento arqueológico).La especie Oenocarpus bataua (milpesos o patauá), está representada en un 34%, siendo la palma de mayor presencia en el Corte 1. Otros taxones con una alta representación son las especies de Astrocaryum con un 31 %. Se observa la poca representación de Euterpe precatoria (asaí) y Mauritia flexuosa (buriti), esta última palma esta con una mayor representación en el Corte 3 del mismo yacimiento arqueológico. Los frutales silvestres en su conjunto suman el 11 % del universo total sugiriendo posiblemente una sub representación en su importancia al interior de losgruposantiguos.Descripcionesetnográficasen grupos cazadores-recolectores amazónicos y grupos agricultores contemporáneos, evidencian que el consumo de los frutales muchas veces se realiza en los sitios donde son colectados y solo en ocasiones excepcionales son llevados a los asentamientos, ello explicaría la baja presencia de dichas evidencias en contextos arqueológicos (Cabrera et al. 1999, Politis 2009).

El carpograma (Figura 14) presenta dos grandes eventos culturales y uno de transición: el primero (0-30 cm) asociado a grupos sedentarios que se establecieron en la terraza de Peña Roja entre el 1900 AP al 450 AP.Estos se encuentran asociados a una Terra Preta y a una cerámica arqueológica de la fase

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Nofurei. Igualmente se caracteriza por el bajo porcentaje de semillas arqueológicas respecto al evento cultural de mayor antigüedad. Esta baja representación, particularmente para las palmas, no puede ser interpretada como una escasa preferencia y selección por parte de estos grupos humanos, es así como muchos estudios etnohistóricos, etnográficosy etnobotánicos (ver Gumilla 1955, Descola 1996, Balée 1989, Reichel-Dolmatoff 1996, Goulding & Smith 2007) en grupos indígenas amazónicos contemporáneos muestran la importancia alimenticia, tecnológica y simbólica de las palmas al interior de dichas sociedades. Creemos más bien, que este tipo de comportamiento que se presenta en el yacimiento arqueológico, está evidenciando una forma diferente de procesamiento y desecho de los recursos de las palmas, particularmente aquellas donde sus frutos son seleccionados como alimentos.En cuanto a los frutales silvestres, las sociedades amazónicas que practican la agricultura tienen un menor énfasis de selección y consumo hacia este grupo que aquellos que dependen exclusivamente de lo silvestre.La aparición de un fragmento carbonizado de grano de maíz, (0-10 cm), evidencia la presencia de este cultivo en Peña Roja en las últimasdécadas de la ocupación contemporánea. Esto se ve ratificado por la información desus actuales moradores quienes sostienen que uno de los cultivos presentes cuando se establecieron en este sitio (década de los 80), fue la siembra de maíz.Eleventotransicional(30-40cm)semanifiesta

en el yacimiento por la mezcla del material cerámico de los estratos superiores asociados grupos ceramistas y el incremento inusitado de instrumentos líticos y restos paleobotánicos (semillas y carbón vegetal) de los grupos recolectores.Un segundo evento (~35-100 cm) se encuentra asociado a grupos recolectores con una cronología de ocupación en la terraza de PeñaRoja entre el 8090AP al 9920AP.Lasevidencias asociadas a estos grupos son la alta presencia de líticos (azadas, placas, morteros, cantos rodados y molinos entre otros) (Ranere, en prep.) (Figura 15). En el carpograma se destaca para este evento una alta presencia de restos botánicos de palmas y frutales silvestres. Los taxones determinados se caracterizan porque en su mayor parte producen frutos comestibles, sin embargo muchos de ellos también proporcionan otros tiposdebeneficioscomoenelCaryocar glabrum que además de tener una nuez alimenticia, su mesocarpio es utilizado como barbasco (veneno)paralapescaenpequeñasquebradaspor grupos indígenas como los muinanes y los huitotos del noroccidente amazónico (Sánchez 1997, Vélez 1992).Otro frutal con una importancia en los grupos antiguosdePeñaRojaeselaguacatillo(Anauria brasiliensis, el cual hemos visto formando concentraciones en las terrazas no inundables del Medio río Caquetá. Observaciones etnográficas realizadas entre 1993-1996 entrelos juhup, cazadores-recolectores, que vivían en el bajo Apaporis, entre los raudales de la Estrella y la Libertad (Amazonia colombiana), hacían

05

10

15

20

25

30

35

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8590

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100

Pro

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(cm

)

Cal BP 9650

Cal BP 9920

Cal BP 9740

Cal BP 550

Cronolo

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50 100 150

Astroc

aryum

cf. c

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50 100 150

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20 40 60

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20

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20 40

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20 40

Mauritia

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100 200 300 400

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20 40 60 80

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.

100 200 300 400

Carbon Vege

tal (g

r)

(TERRA PRETA)

TRANSICION

RECOLECTORES

Col. Am. Pto. Santander. Peña RojaYacimiento Arqueologico. Corte 1Lat. Sur 0o 39' 39.6"; Long. Oeste 72o 04 59.9"

Hor

izon

te S

uelo

B3 (10YR 5/4) Arenoso B2 (10YR 5/4) Arenoso B1 (10YR 3/3) Arenoso A (7.5YR 2/1) Arenoso Ap (10YR 5/1) Arenoso

Fig. 14. Carpograma mostrando la variación de especies y carbón vegetal a través del tiempo. Peña Roja.

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el procesamiento del aguacatillo de la siguiente forma: “pelaban el fruto, lo quebraban y extraían la almendra. Esta era rallada, lavada y colada. El agua colada se dejaba reposar para obtener almidón. De este almidón se armaban bolas que ponían a asar al lado del fogón. La cáscara que se iba formando se iba pelando y consumiendo. El rendimiento de almidón es muy bajo, pero el sabor dulce es muy apreciado” (com. pers. Ana María Ospina 2013).También la presencia de semillas de Brosimum sugiere la importancia como alimento y posiblemente para otros usos como los evidenciados en muchas comunidades amazónicas (Sánchez 1997, Smith et al. 2010). Por último y tomando nuevamente el carpograma, este señalaunpicoalto (50cm)en las especies identificadas incluyendo elcarbón vegetal, este comportamiento podría interpretarse como el reflejo de una mayorfrecuencia de reocupación del sitio o un mayortamañodelosgruposhumanosqueseasentabanenPeñaRojaenesemomento.

Otro de los puntos que llama la atención es el periodo de fructificación de los taxonesdeterminados en el yacimiento arqueológico de Peña Roja. De acuerdo al conocimientosobre la fructificacion de las palmas y losfrutales silvestres que tienen los Nonuya, actualeshabitantesdePeñaRoja,asicomolainformacion derivada de los especimenes de herbario colectados en esta región podemos hacer una pequeña recostrucción sobre lafructificaciónantiguaysuposibleinfluenciaenlos grupos humanos del Holoceno Temprano.Para la región de Araracuara, que incluye la terraza de Peña Roja, la fructificación en laselva depende de los periodos de lluvia y los niveles del agua del río. En la Figura 16, se muestra que entre noviembre a enero hay una escasa fructificación en la selva coincidiendocon la época de minima precipitación y un nivel de aguas bajas. Se concluye que para dicho periodo hay un déficit de alimentoque incluye tambien la caza, ya que muchos animales incluyendo los mamiferos dependen de los ciclos de fructificación del bosque.Pero es en el periodo de aguas bajas (nov-feb) donde los peces quedan atrapados en espejos de agua que se desconectan de los cursos principales de agua, facilitando su captura por parte de sus predadores incluyendo el ser humano (Rodríguez 1999). Por lo tanto, este recurso ictico junto con los carbohidratos proporcionados por los tubérculos podrian haber suplido la escasez de alimento del bosque

en este periodo critico de escasez.

Reflexiones Finales

La mayor parte de las evidencias arqueobotánicas principalmente las palmas y los frutales silvestres, presentes en PeñaRoja corresponden a especies consideradas hiperdominantes por ter Steege et al. 2013. Esta coincidencia puede tener tres interpretaciones: 1. las especies determinadas que son hiperdominantes fueron seleccionadas por su fácil acceso y alta producción de recursos. 2. las especies hoy en día son hiperdominantes porque los seres humanos han influido ensu dispersión y distribución. 3. Otro de los escenarios es la existencia natural de una alta densidad de determinadas especies. Cuando los humanos se establecen en estas selvas desde finales del Pleistoceno, manejaron dichosrecursos aumentando considerablemente su densidad y distribución. Entender mejor el papel de los humanos en la distribución de estas especies requiere de datos paleoecológicos y arqueológicos en toda la cuenca amazónica.La recuperación de azadas y la identificaciónde almidones arqueológicos de tubérculos del género Xanthosoma en estas, así como la determinación de fitolitos de Cucúrbita,Lagenaria y Calathea asociadas a los grupos demayor antigüedad en Peña Roja (Piperno1999) siguieren como lo plantea la misma autora, que en este sitio se estaba practicando desde tempranamente una agricultura de baja escala (horticultura) con un proceso de domesticación de plantas del género Cucurbita. Queda por encontrar más datos que apoye o desvirtúen esta hipótesis atractiva. Por ello se hace necesario desde la arqueológica de la selva húmeda tropical estudiar más sobre los procesos de domesticación de plantas, el papel de las raíces y tubérculos de las familias: Araceae, Dioscoreaceae y Euphorbiaceae en el pasado.

Agradecimientos

A la comunidad Nonuya (Gente de Achiote) de Peña Roja, especialmente a Elías Moreno,Virgelina Goméz y su hijo el Prof. Evelio Moreno; a la Universidad Nacional de Colombia; Vicerrectoría de Investigación (Universidad Nacional de Colombia); a la Universidad de Antioquia y al Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH; al profesor Stéphen Rostain por la

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invitación al III Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica (EIAA) que se realizó en Quito Ecuador 2013.A la profesora Lauren Raz por su conocimiento en los tubérculos, facilitarme bibliografía especializada e intercambiar ideas sobre la ecología y la botánica de las especies.A los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia que han participado en las diferentes temporadas de campo: Julieth Castiblanco, Jenny Barrera, Jeison Chaparro y DanielCastaño.

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Simposio “Arcaico”

El Arcaico en los valles interandinosdel Magdalena y Cauca en Colombia:

cacería especializada y horticultura tempranaCarlos Eduardo López & Martha Cecilia Cano

Grupo de Investigación Gestión de Cultura y Educación Ambiental,Facultad de Ciencias Ambientales, Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia

Introducción

En el análisis de los procesos de expansión y colonización de los grupos humanos primigenios,lascostasylosvallesgeográficoshan sido considerados como potenciales vías naturales de ingreso al interior continental. La esquina noroccidental de Suramérica, es de particular interés, al considerar que las poblaciones pioneras debieron cruzar el “puente terrestre” y algunas se adentraron al interior del continente suramericano (entre otros Ardila y Politis 1989, Cooke 1992, Dillehay 2000, López 2008, Ranere 1980, Ranere y López 2007, Reichel-Dolmatoff 1986). Los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca son los dos mayores corredores naturales en los Andes Colombianos, los cuales aportan información sobre cambios ambientales, poblamiento y establecimiento de grupos humanos, desde el final delPleistoceno al cambio al Holoceno Temprano. No obstante contar con una cronología similar de ocupación temprana -ca. 10.000 años-, sevienen encontrado marcadas diferencias entre los contextos arqueológicos, la formación de sitio (ecofactos y paleoambientes) y en particular los conjuntos líticos recuperados en diversas regiones naturales de Colombia (Aceituno y Loaiza 2007, Cano 2004, 2008, Cano et al. 2001, Correal 1993, Correal y Van der Hammen 1977, Gnecco 1990, 2000, López y Cano 2011, López y Realpe 2008, Van der Hammen 2006). Aunque en la escala amplia, se puedan trazar límites teóricos entre regiones naturales, es necesario plantear que existen conexiones directas que entre la región amazónica y la macro cuenca de los ríos Magdalena-Cauca. Se debeseñalaralsurdelterritorioColombiano,elsector denominado como macizo colombiano (o nudo de Almaguer), donde se encuentran

las fuentes de estos ríos que corren hacia el Atlántico; el río Patía que desemboca en el Pacíficoyel ríoCaquetáqueviertesusaguasal Amazonas. Este nacimiento común, implica la interconexión de valles, y posibilidades de conexiones de corredores naturales que pudieron facilitar de alguna manera relaciones culturales a través del tiempo, particularmente dinamizadas o limitadas por los efectos volcánicos producidos por el sistema volcánico del sur del territorio Colombiano y norte del Ecuador. Con el uso de modelos retrospectivos es posible acercarse a la comprensión de las característicasquepermitendefinirunperiodo“Arcaico”, considerando los posibles escenarios e intercambios dinámicos en las relaciones ambientales (coevolutivos), cuando los grupos humanos se establecieron y comenzaron a generar procesos de “territorialización”, aprovechando selectivamente algunos recursos disponibles e imprimiendo su propio sello cultural (Aceituno 2010, Aceituno y Loaiza 2007, Balée 1998, Gnecco 2006, Reichel-Dolmatoff 2006). Las condiciones y cambios de los distintos entornos, así como las posibilidades de selectividad o decisiones culturales, -en cuanto a prácticas de cacería especializada o el manejo de plantas y domesticaciones iniciales-, comenzaron paulatinamente a alterar la disponibilidad, tanto hacia una mayor abundancia o hacia la escasez de ciertos recursos. En distintos ecosistemas durante el prolongado periodo Arcaico, se pueden determinar modos de vida particulares y se generan cambios culturales en un amplio marco temporal desde finales delPleistoceno al Holoceno Medio. Igualmente, se considera una dinámica natural propia de las transiciones climáticas, en tiempo y espacio al considerar cambios globales y particularmente la biodiversidad asociada a la micro-verticalidad

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andina, las dinámicas de ampliación de las sabanas, así como el impacto de distintos eventos naturales, -como el vulcanismo-, fenómenos que han afectado los entornos propuestos para este análisis (Aceituno y Loaiza 2007, Cano et al. 2013, López 2008, López y Cano 2011).

Además de las consideraciones ambientales presentadas, es posible hacerse la pregunta sobre las relaciones existentes entre conjuntos líticos particulares, identificados en la regiónandina-interandina colombiana, con los conjuntos reseñados en sectoresde la ampliallanura amazónica y su piedemonte cordillerano.

Conformación de Paisajes en los Valles Interandinos del Cauca y el Magdalena: Geología, Eventos Naturales y Procesos Culturales

Los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca están estratégicamente localizados, constituyéndose en corredores naturales que permiten el ingreso desde la costa Atlántica, hacia el interior del continente y particularmente hacia las estribaciones andinas que ofrecen variedad de climas y paisajes. Ambos ríos nacen 1.000 km tierra adentro, en las altas montañasopáramosdelMacizoColombiano,sector también llamado “La Estrella Fluvial

Fig. 1. Mapa de Colombia con los ríos Cauca y Magdalena;en sombreado las zonas medias y el macizo volcánico Ruíz-Toima

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Colombiana”. Esta es la zona donde se trifurca la Cordillera de los Andes y donde se concentra gran cantidad de nacimientos de ríos y quebradas, los cuales se dirigen hacia todas las vertientes, incluyendo la Amazonía y el Pacífico. Los ríos Cauca y Magdalenaen particular, marcan la división de las tres cordilleras, formando los dos valles principales de la zona andina, recogiendo un gran número de afluentes a su paso, durante su recorridodesde las altas zonasmontañosashasta llegara las tierras bajas de la llanura costera atlántica. Sobresalen distintos paisajes contrastantes, en tanto recorren diferentes pisos térmicos y variados ecosistemas. Las cuencas presentan condiciones geomorfológicas y ambientales cambiantes, desde estrechos cañones, hastaamplias llanuras; desde sectores muy húmedos a otros extremadamente secos. Tanto para sus correrías de cacería y recolección, como para el establecimiento permanente, los grupos humanos encontraron muy buenas condiciones ambientales, particularmente en muchos sectores con predominancia de suaves pendientes, fértiles suelos, agua en abundancia, buena estabilidad, condiciones climáticas adecuadas y oferta de recursos excepcionales. Vale la pena destacar la conexión de los dos valles a través de la Cordillera Central, desde la cual baja un importante número de corrientes de agua al río Magdalena en su margen oriental, y al río Cauca en su margen occidental, para luego entregar sus aguas, el río Cauca al río Magdalena en la llanura atlántica (Fig. 1 & 2) (IGAC 1989). Los resultados de investigaciones arqueológicas, señalan las cuencas mediascomo sectores de sumo interés, por la preservación de las evidencias materiales, que señalan la presencia humana en distintasépocas. En terrazas aluviales del Magdalena se mantienen evidencias tanto en superficieo algunos depósitos con materiales culturales tempranos sub-superficialmente enterrados,en sectores donde prima un proceso erosional (López 2008). Hacia el sur del sector medio, se evidencia una mayor influencia volcánicadel llamado Complejo volcánico Cerro Bravo-Cerro Machín de la Cordillera Central, con características e impactos particulares a cada lado. Este complejo corresponde a un conjunto de volcanes –varios activos-, determinantes en la formación de los suelos y sus productos han afectado negativa y positivamente a las culturales instaladas en sus inmediaciones (Cano et al. 2013, Hermelín 2001, López y

Cano 2004, Proyecto Aerocafé 2011, Tistl 2006, van der Hammen 1992). Hacia el valle del Magdalena, los efectos de las avalanchas y formación de abanicos, han removido o sepultado profundamente los contextos fini-pleistocénicos y del Holoceno temprano y medio (Salgado y Gómez 2000). La situación es diferente, hacia la vertiente occidental, en la vertientes del valle del Cauca y en particular en un gran abanico vulcanoclástico, donde predominan suelos formados en los finosdepósitos de cenizas volcánicas. En un amplio sector de la cuenca media del Cauca, desde la década de los noventa del siglo pasado, se han encontrado contextos arqueológicos tempranos sepultados por cenizas, entre dos metros de profundidad y 70 cm, con dataciones que alcanzan el periodo de transición Pleistoceno-Holoceno (Aceituno y Loaiza 2007, Cano et al. 2013, López y Cano 2011).

Geoarqueología y Cambios Ambientales

Teniendo en cuenta la ocurrencia de eventos naturales de gran magnitud e impacto, asociados a las deglaciaciones, a la regresión marina que influyeentodoelsistemahídricoyalaactividadvolcánica holocénica en la Cordillera Central, se consideran estos factores de inestabilidad y cambio como complementarios a las reflexiones teóricas comparativas, tanto sobrelos escenarios, como sobre las características y los comportamientos de los actores del poblamiento primigenio suramericano y sus sucesores durante el Holoceno temprano y medio (López 2008, López y Cano 2011). Las deglaciaciones y las erupciones han afectado la modelación de las cuencas del Magdalena y del Cauca. Como antes se anotó, los volcanes activos en los Andes colombianos se concentran, en su sector medio y el sector sur limítrofe con el Ecuador. Al sur, en el macizo colombiano, se destacan las fuentes del río Caquetá, generando la relación directa con la cuenca amazónica. En este sentido, es necesario comprender la dimensión de la complejidad geográficaandinaydesusvertientes,deallílaimportancia de la consideración de los datos geoarqueológicos,conelfindecomplementareventos naturales e implicaciones culturales (Cano et al. 2013). En esta dirección, es necesaria la mirada geoarqueológica para buscar un mejor entendimiento de los procesos de formación de sitio, analizando la integridad, variaciones y resolución del registro arqueológico y geológico en diferentes unidades de paisaje.

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Algunas consideraciones sobre los Ambientes desde el Pleniglacial al Holoceno Medio

De acuerdo con van der Hammen y otros investigadores (1992, 2001), durante el Pleniglacial(21.000a14.000A.P.),afinalesdelPleistoceno, algunos sectores y particularmente las tierras bajas del valle del Magdalena, tuvieron una cobertura vegetal característica de climas secos y semidesérticos, posiblemente con algunas asociaciones húmedas concentradas alrededor de las ciénagas. Con el nivel del mar muy bajo, durante el Pleniglacial, el río Magdalena –y todo el sistema-, cortó sus propios sedimentos anteriores. Durante el Tardiglacial y Holoceno, se volvieron a depositar materiales procedentes de las altas tierras cordilleranas y en algunos casos aumentadas por los efectos volcánicos. El clima durante el Tardiglacial era más frío y más seco, se calcula que podría ser de unos 4 grados más bajo en las zonas bajas, con precipitaciones del 40 al 60% más bajas que las actuales. Había presencia de megafauna herbívora y en algunos sectores y épocas pudo haber vegetación de cerrado. Alrededor de ciénagas y lagunas, ocurrieron procesos de conservación de comunidades y pudieron mantenerse en algunos casos ecosistemas de bosque húmedo. Para el Pleniglacial y periodos secos de Finales del Pleistoceno, también debieron presentarse amplias áreas de pastizales, extendiéndose como transiciones de los bosques secos a las áreas semidesérticas del piedemonte y las tierras altas de la cordillera (López y Realpe 2006, López y Cano 2011, Van der Hammen 1992, Van der Hammen y Ortiz Troncoso 1992, Van der Hammen y Correal 2001). Las investigaciones de Correal y Van der Hammen (1993, 2001) demostraron laconvivenciaycaceríaalfinaldelPlesitocenode megafauna en la Sabana de Bogotá y en las tierras baja del Magdalena. Por otra parte, en el valle del Cauca, se cuenta con evidenciasfortuitasqueseñalaríantambiénestainterrelación (López y Cano 2011, Rodríguez 2002).En el comienzo del Tardiglacial (aprox. 13.000 a 10.000 AP) se presentó un cambio rápido del clima, en la cordillera subieron las temperaturas y aumentó la precipitación (Interestadial de Guantiva). De acuerdo con los estudios de Berrío et al. 2001, los ríos –particularmente el Magdalena- aportaron alta cantidad de sedimentos, comenzaron a predominar las ciénagas y pantanos, así como la vegetación

boscosa.Haceunos11.000añosyhasta10.000se presentó la última fase más fría del último del último glacial: el estadial El Abra (Younger Dryas de Europa). Durante este intervalo, el río Magdalena cortó los sedimentos formados durante el Interestadial Guantiva, formando terrazas tradiglaciales (van der Hammen 1992, van der Hammen y Ortiz Troncoso 1992). En este sentido, para la transición Pleistoceno-Holoceno primó una dinámica erosional, la cual, al día de hoy, hace que los contextos arqueológicos se encuentran en superficie, oenterrados a menos de un metro de profundidad (López 2008).Por el contrario, una serie de “grandes paisajes” ondulados a planos, predominantes en la cuenca media del río Cauca durante la transición Pleistoceno-Holoceno muestran una dinámica deposicional, seguida a recurrentes erupciones volcánicas en los últimos 20.000 años.Losprocesostectónicosydevulcanismo-particularmente los depósitos constantes de cenizas- han sido un factor fundamental en la conformación y evolución del paisaje, tal como se reporta en el amplio paisaje del Abanico vulcanoclastico Pereira-Armenia (Cano et al. 2013). En cuanto al contexto de los componentes culturales, se ha podido comprobar que, inmersos en las capas de ceniza, se encuentran “sellados” datos paleoecológicos y culturales de relevancia para el estudio de los orígenes y efectos de la presencia humana en la región (Aceituno y Loaiza 2007, Cano 2004, Cano et al. 2013, López y Cano 2011).Regionalmente en la cuenca del Cauca Medio para lo que se podría considerar el periodo Arcaico, se observan elementos homogéneos que permiten ubicar sitios arqueológicos multicomponentes en terrazas y escalones, y se tiene una clara secuencia de sedimentos profundos de cenizas volcánicas, cuya estratigrafía demuestra suelos bien desarrollados. Los horizontes de suelos guardan en general una asociación temporal directa con los restos encontrados, desde periodos precerámicos hasta nuestros días. Se destaca la presencia de artefactos líticos con desgastes en sus caras, los cuales han sido fechados en más de 4.000 A.P. A mayor profundidad, se han encontrado suelos enterrados que incluyen materiales líticos y artefactos trabajados, relacionados con ocupaciones precerámicas tempranas, de ca. 10.000 años A.P. Estassecuencias se pueden observar muy bien en las cimas de colina y terrazas naturales, con instrumentos líticos inmersos en el horizonte B,

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así como recurrentes fragmentos cerámicos en loshorizontesA,más superficiales (Aceituno2003, Aceituno y Loaiza 2007, Cano 2004, Cano et al. 2001, Integral 1995, Montejo y Rodríguez 2001, Restrepo 2006, Rodríguez 2002). Es probable que los primeros pobladores, hace cercade10.000años,habitaraninclusoenunrelieve un poco más suave que el actual.

Diversidad Cultural durante el Periodo Arcaico

Los materiales arqueológicos nos acercan a las interacciones culturales con el entorno y muestran diferencias interesantes de materias primas y productos procesados. Por una parte, las materias primas sedimentarias presentes en el valle del Magdalena tienden a calidades óptimas hacia el lascamiento y obtención de filos activos, debido a su granulosidadfina; mientras que, hacia el valle del Cauca,predominan las materias primas volcánicas de grano grueso, cuya fractura se hace irregular, siendo el pulimento y abrasión, una alternativa mejor. Así, los productos obtenidos van a permitir aplicaciones diferentes: los materiales lascados predominan donde es fundamental el procesamiento de animales; por otra parte los de grano grueso se facilitan más para procesamiento de vegetales (Aceituno y Loaiza 2007, Cano 2004, Cano et al. 2001, López 2008, López et al. 2003, López y Cano 2011). Se trata, por consiguiente, de un conjunto interesante de “coincidencias”, entre la materia prima disponible, la oferta de recursos biológicos, los efectos ambientales, los materiales culturales efectivamente obtenidos y el comportamiento y desarrollo cultural diferenciado (Fig. 3 & 4).Hacia el valle del Magdalena, si bien los recursos vegetales pueden considerarse abundantes, el hallazgo de fauna extinta en investigaciones arqueológicas y hallazgos fortuitos, además de conjuntos de artefactos para faenamiento, permiten enfocar las apropiaciones culturales durante el final del Pleistoceno hacia losrecursos faunísticos, contando con un único hallazgo contextualizado de megafauna por Correal y Van der Hammen y fechado en 16.400 A.P. (Correal 1993, van der Hammen y Correal 2001). Se destaca la temporalidad entre los 10.400 años A.P., hasta ca. 3.600A.P. de conjuntos arqueológicos también de cacería especializada, pero no necesariamente proyectada hacia cacería mayor, sino hacia actividades ribereñas y pesca (López 1999,2008), En contraste hacia el valle del Cauca,

desde la transición al Holoceno, son comunes los contextos culturales, relacionados con la apropiación de plantas, en temporalidades que van desde el ca. 10.000 A.P. hasta el 4.000 A.P. (Aceituno 2003, Aceituno y Loaiza 2007, Cano 2004, Cano et al. 2001, Integral 1995, López y Cano2011,Patiñoet al. 1997).

Modelos Comparativos a Escala Continental

Como lo han señalado varios investigadores,cada vez se fortalecen más diferentes modelos arqueológicos para explicar la existencia de tradiciones tempranas muy distintas al modelo Clovis/Pre-Clovis (Dillehay 2000, Roosevelt et al. 2002). Se cuenta actualmente con contextos y cronologías más profundas ligadas a desarrollos milenarios, y vinculadas a otras formas de subsistencia, como las de los bosques tropicales demontaña(Aceituno2010,AceitunoyLoaiza2007, Gnecco 1990). En Colombia se vienen estudiando y se han presentado de manera articulada, los estudios sobre tradiciones líticas tempranas presentes en el centro y suroccidente del país. Recientemente, se vienen aportando datos hacia la cuenca del Amazonas (Aceituno 2010, Archila 2005, Llanos 1997, Mora y Gnecco 2002). Además de los trabajos que arqueólogos como C. Gnecco (2000) han venido sustentando en el sector de Popayán y H. Salgado (1986) en la zona de Calima (Cordillera Occidental), los sitios milenarios encontrados en el valle del río Porce en Antioquia (cuenca del río Cauca) y ahora varios en la región del Eje Cafetero, en la Cordillera Central (Aceituno y Loaiza 2007, Cano 2004, Cano et al. 2001, Integral 1995, Patiño et al. 1997, Salgado y Gómez 2000), complementan un panorama de gran interés, mostrando diferencias con los contextos tempranos de la sabana de Bogotá y valle del Magdalena, más hacia el modelo de la cacería y la recolección (Correal y van der Hammen 1977).En este panorama, -abierto para la investigación y debate, es de gran importancia comparativa para las construcciones teóricas-, la mirada detallada de los datos, expresados en las tradiciones líticas que se han identificadoen zonas ecuatoriales y los corredores interandinos de los valles del Magdalena y del Cauca, así como el entorno ambiental donde se desarrollaron diversas culturas. Aunque se han realizado distintos análisis morfofuncionales y traceológicos a algunos conjuntos artefactuales, persiste la necesidad de profundizar sobre

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los diferentes conjuntos líticos, buscando establecer relaciones con otras tradiciones regionales e inter-regionales, consideradas en escalas mayores. Se tiene el caso de algunos artefactos predeterminados caracterizados por instrumentos tipo, como las puntas bifaciales y raspadores plano convexos, y otros expeditivos (López 2008). No obstante el interés de miradas detalladas sobre el material arqueológico, además del estudio de los cambios climáticos, geomorfológicos y paisajísticos en general, se constituyen paralelamente en una clave del mayor interés, para correlacionarlo con las distintas ocupaciones humanas a través de milenios en perspectiva continental. La presencia de puntas de proyectil triangulares talladas bifacialmente y de raspadores planoconvexos (o lesmas), comienza a ser recurrentes en grandes ríos como el Orinoco o el Amazonas o sus principales tributarios (Sanoja y Vargas 2006, Roosevelt et al. 2002). Se planteaentoncesunafuerteseñaldedinámicasmuy antiguas de adaptaciones ribereñas queseguramente tuvieron vínculos o identidades tecno-culturales. Estas relaciones a muy grandes distancias se observan también en épocas cerámicas, por ejemplo con la expansión de cerámica corrugada y urnas funerarias. En cuanto a los artefactos tallados tipo azada y otros instrumentos de procesamiento de plantas, -predominantes en el valle del Cauca-, podría haberse dado una expansión por la zona montañosa, hasta el piedemonte amazónico,-tema aún por investigar con detalle- (Aceituno 2010).Los procesos de cambios ambientales en escala amplia, están íntimamente ligados al calentamiento de la corteza terrestre, el ascenso del nivel del mar, la actividad volcánica, la extinción de la megafauna y además los cambios en las cuencas interiores. El papel jugado por las culturas que coevolucionaron en estosambientesfueigualmentesignificativodeacuerdo a sus prácticas y decisiones a través del tiempo. En ese sentido nos debemos preguntar si estamos buscando los sitios más antiguos en los lugares o las profundidades adecuadas. Tenemos la certeza de la complejidad e importancia de los contextos hasta ahora descubiertos, pero se intuye que estos valles interandinos albergan sitios arqueológicos, cuyos contextos paleoecológicos y culturales serán referentes básicos de estudios comparativos para entender el poblamiento de Suramérica y los distintos desarrollos culturales que allí se dieron. A partir de una mirada en

escala de larga duración, se busca superar el determinismo ambiental de considerar lo tropical como un todo homogéneo, y más bien, preguntarse por especificidades, producto demicro-ecosistemas y sobretodo, de los manejos culturales del entorno, según el conocimiento y las decisiones que las comunidades han tomado, visibles en distintas épocas históricas.

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Simposio “En honor de Donald Lathrap y Betty Meggers”

La arqueología del Ecuadorantes y después de Betty Meggers

José Echeverría-Almeida

Betty Meggers nació en Washington, D.C. en diciembre 5 de 1921, obtuvo la Licenciatura en la Universidad de Pensilvania, la Maestria en la Universidad de Michigan y el PhD en la Universidad de Columbia. Casada con Clifford Evans en 1946. No tuvo hijos. Desde 1954 fue Investigadora Asociada en el Departamento de Antropología, Museo Nacional de Historia Natural, Smithsonian Institution. Fue Miembro de varias Instituciones Profesionales. Condecorada por Presidentes de varios paises.

Antecedentes

En 1972, tuve la oportunidad de participar en las excavaciones arqueológicas lideradas por Padre Pedro Porras en la isla La Puná, Golfo de Guayaquil, Ecuador. Se excavó un conchero anular de 170 metros de diámetro en promedio y amontonamientos de concha de hasta 8 metros de altura. La concha estaba mezclada con material cultural de tradición Valdiviana correspondiente a los Períodos B y C, esto es entre4.400y3.400añosalpresente.Porestacircunstancia tuvimos en Quito la visita de los arqueólogos Clifford Evans y Betty Meggers del Smithsonian Institution de Washington D.C, quienes junto con el ecuatoriano Emilio Estrada investigaron varios asentamientos de la Cultura Valdivia, Machalilla, Chorrera, Jambelì y difundieron a nivel mundial las características y antigüedad de estas culturas prehispánicas. A nivel personal, conté desde entonces con el apoyo científico deCliffordEvans yBettyMeggers.Lacorrespondencia científica sufriómuchas veces de largas pausas de silencio por expresar públicamente en Congresos mi desacuerdo con alguna de sus teorías, como aquella del origen de Valdivia por efectos de uncontactotranspacíficodesdeJapón.Cuandouno es joven, ve los fenómenos culturales de distinta manera y lógicamente era difícil aceptar que para iniciar el arte alfarero los valdivianos tuvieron que contar con “asesoramiento japonés”. Después de 40 años, creo que elcontactotranspacíficopudoserposible.

Conversé personalmente con Betty Meggers en varias ocasiones, incluso se dio tiempo para enseñarme en su oficina del Smithsonian, enWashington D.C. la técnica de la Seriación cerámica o Método Ford, para inferir historia ocupacional de los asentamientos prehispánicos. Como buen alumno, quería aplicar al pie de la letra sus indicaciones. En alguna parte del respectivo manual Evans y Meggers escriben: “Lo ideal para hacer una buena seriación es que los niveles excavados tengan un mínimo de cien tiestos”. Esto, en mis excavaciones, no ha sucedido todavía.

Obras

Mis visitas a Betty en el Smithsonian Institution fueron siempre provechosas, pero también muy sacrificadas. Betty llegaba a la oficinamuy temprano, máximo a las 7, a mediodía almorzaba un escueto sánduche calentado en microondas y en la tarde, Betty era la última en salir de la oficina y esto no solo de lunesa viernes, también sábados y domingos. Betty era una fanática del trabajo. Esto explica el que haya podido publicar más de 400 títulos entre libros, revistas, artículos, reviews y más de 100 traducciones de obras especializadas. Betty no solo producía, también distribuía sus obras a todos los colegas, especialmente sudamericanos. Organizó talleres, dio conferencias, invitó al Smithsonian a muchos arqueológicos de todas las escuelas y tendencias políticas. Betty era como escribió Jeffrey Wilkerson: “Una leyenda viviente”. Betty, junto con su esposo y colega Clifford Evans, trabajó en varias partes del Continente Sudamericano, desde las Antillas hasta Chile y para reforzar la Teoría del Contacto Transpacìfico observaron varias coleccionescerámicas del antiguo Japón. Luego de trabajar en la isla Marajó, Brasil, en la Región Amazónica ecuatoriana, Meggers y Evans investigaron varios asentamientos prehispánicos a lo largo delríoNapo.DefinieronlasFasesYasuní(50a.C.), Tivacundo (510 d.C.), Napo (1188 a 1480 d.C.), Cotococha (1450 a 1500 d.C.).

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La arqueología del Ecuador antes y después de Betty Meggers

No voy a enumerar sus obras y milagros porque necesitaríamos de varias horas, pero si quiero recalcar que a partir de la década de losaños50(1950),laArqueologíadelEcuadorda señales de un proceso de investigaciónmáscientífica,graciasal aportedeestudiososnacionales y extranjeros. Los esposos Betty Meggers y Clifford Evans y el ecuatoriano Emilio Estrada pusieron énfasis en la cuestión cronológica de las culturas prehispánicas obteniendo dataciones por medio del C14, por la hidratación de la obsidiana, la estratigrafía, la construcción de secuencias seriadas de material cultural. Armaron un esquema cronológico cultural, que aún sigue en vigencia. Comúnmente, los nuevos datos se han integrado en este cuadro poniendo más énfasis en la variable cronológica, pero sin tener en cuenta que no siempre existe una correlación entre tiempo y desarrollo (sociopolítico). Evans y Meggers impresionaron por la proyección continental y extra continental de algunos fenómenos culturales ecuatorianos y su tenacidad en defender con argumentos la teoría ecología cultural, la adaptación del ser humanoadeterminadosmediosgeográficosysus limitaciones en el desarrollo cultural. Una de sus obras más conocidas mundialmente es “Amazonía. Hombre y cultura en un paraíso ilusorio”. En este libro y en innumerables artículos, Meggers insiste, hasta la necedad, sobre la compleja interrelación entre varios elementos naturales que mantienen la exuberancia de la vegetación y la fauna y las estrategias aplicadas por las poblaciones nativas durante cientos y cientosde añospara lograruna armonía ser humano- naturaleza.Precisamente, en la investigación arqueológica vemos que la armonía entre el ser humano y los recursos del ambiente parece que fue mejor establecida en épocas aborígenes. Con la invasión europea vino la explotación irracional de los recursos y la disminución de la población nativa por introducción de enfermedades europeas. Modernamente, vemos que la selva ha sido reemplazada por pastizales e innumerables claros por construcción de vías, líneas deflujo, plataformas y otras obras porla actividad de extracción del petróleo. Las poblaciones nativas han tenido que adaptarse a nuevos modos de vida y los que se resisten al cambio, “los pueblos no contactados” corren el riesgo de desaparecer…

Homenaje

Un homenaje que los ecuatorianos debemos hacer a Betty Meggers es retomar sus teorías, metodologías, técnicas y cuadro cronológico, para que con enfoque holístico y tratamiento multidisciplinar el quehacer arqueológico en Ecuador alcance una trascendencia mundial y asumamos el compromiso de tomar la posta de Betty Meggers en la defensa del medioambiente tropical.

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Simposio “En honor de Donald Lathrap y Betty Meggers”

Amazonian Ethnoarchaeologyand the Legacy of Donald Lathrap

James A. Zeidler

Colorado State University

Introduction

Donald Lathrap’s influence on Amazonianarchaeology, past and present, has been both legendary and long-standing even if in today’s research environment some of his ideas have been considerably refined or even discardeddue to new data and new analytical perspectives (see, for example, Heckenberger 2002; Neves 1999) (Figure 1). His temporal focus was usually set to “deep time” on the order of millennia rather than centuries and his geographic gaze typically ranged from the macro-regional to the continental (e.g., Lathrap 1970a), and sometimes even inter-continental. Still he was always capable of attending to the minutiae of complex archaeological excavations and that attention was no less acute when he observed daily life among contemporary Amerinidan groups such as the Shipibo-Conibo on the Central and Upper Ucayali River in eastern Peru. In this article, I briefly explore two aspectsof his Lathrap’s work that have had a lasting effect on many of his students and followers: ethnoarchaeology and the use of ethnographic analogy. His pioneering ethnoarchaeological insights among the Shipibo-Conibo peoples have had a tremendous influence on thearchaeological study of ceramic production as well as ceramic use and discard behavior in Lowland South America. Furthermore, much of his interpretive work in diverse areas such as archaeological settlement plan, domestic architecture, long-distance trade, and iconography is infused with detailed analogies gleaned from his encyclopedic knowledge of Lowland South American ethnographies. After reviewing the highlights of Lathrap’s legacy, I then show how ethnoarchaeological research derived from an Amazonian context has been productively applied in Lathrap’s archaeological investigations in the tropical lowlandsof coastalEcuador,specificallyattheEarly Formative Valdivia site of Real Alto.

Don Lathrap and the Interpretation of Lowland South American Archaeology

Let me say at the outset that my treatment of this aspect of Lathrap’s work represents but a small part of his career and intellectual contributions. For a more comprehensive biography of both his life and his career, I strongly recommend the insightful and definitive summaryprovidedbymycolleagueand fellow Lathrap student, Dr. Jose Oliver, in 1991 shortly after Don’s untimely death the previous year (Oliver 1991). Don Lathrap’s early forays into “ethnoarchaeology” occurred before that term was even invented and recognized as a separate fieldof study.Theybeganwithhisdissertationresearch in the late 1950’s and early 1960s (Lathrap 1962) and his immersion in Shipibo-Conibo society in his archaeological study area on the Ucayali River in the Upper Amazon.

Figure 1. Donald W. Lathrap, 1927-1990(Photograph by David Minor)

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Back then, very little literature existed on the idea of archaeologists studying living peoples for the purpose of gaining insights on the formation of the archaeological record, and the primary reference was a 1956 article by Maxine Kleindienst and Patty Jo Watson on what they termed action archaeology (Kleindienst and Watson 1956). But for Don, this type of endeavor was a “no-brainer” (in today’s parlance) and was simply part of the research context in which he was working. He did not theorize about it nor did he attempt to give it a name. It was both a logical and an immediate way to go about interpreting the archaeological record, and as Oliver (1991:11) has noted, his research program in the Ucayali “produced some of the earliest ethnoarchaeological reports in lowland South America,” (e.g., Lathrap 1969, 1970b, 1983; DeBoer and Lathrap 1970; DeBoer 1974). Moreover, he instilled an interest in ethnoarchaeology in several cohort groups of his graduate students, resulting in a series of South American archaeology dissertations throughout the 1970s and 1980s that incorporated ethnoarchaeological research. Many of these former students continued publishing on these topics in subsequent decades (see, for example, DeBoer 1991; Raymond et al. 1995; Roe 1995). Meanwhile, ethnoarchaeology finally cameinto itsownas a sub-fieldof archaeologyby1974 with publication of a volume of collected papers entitled Ethnoarchaeology, co-edited by Christopher Donnan and William Clewlow. This was followed a few years later by two widely read volumes of collected papers in 1978 (Gould 1978a) and 1979 (Kramer 1979), both of which delved deeper into philosophical and methodological issues in ethnoarchaeological research and both of which presented a very wide array of topics, themes, and methodological approaches. This eclecticism, both in topics and in methodological approaches, still characterizes ethnoarchaeology today and, as ethnoarchaeologist Nicholas David (1992) has pointed out, at the forefront of these differences are the processual approaches espoused by Lewis Binford and others pitted against post-processual approaches characteristically associated with the work of Ian Hodder, among others. This distinction, of course, can be traced along a series of related oppositions such as (a) “scientist” versus “hermeneutic” analytical styles, (b) an ultimategoalof findinguniversalcross-culturalbehavioral laws or law-like generalizations versus

discovering cultural patterning and meaning in a given cultural context, and (c) a tendency to apply quantitative statistical methods versus a reliance on qualitative and contextual methods of research. This should not be surprising since the scope of ethnoarchaeological research is simplyareflectionof thetheoreticaldiversityand topical eclecticism found in contemporary archaeology generally (see for example, Hodder [2001], Preucel and Hodder [1996], and Trigger [1989], among others).While Don Lathrap did not verbally identify his work with one camp or the other, he always steered clear of arguing for behavioral laws of any kind, and most would agree that the body of his work in ethnoarchaeology, as well as his judicious use of ethnographic analogy, fell squarely in the camp of the post-processualists even before this approach had a name. His analytical style was always hermeneutic and was concerned with cultural patterning and the search for meaning in specific culturalcontexts. Furthermore, with respect to Jerimy Cunningham’s (2003) discussion of various “roles” of ethnoarchaeological research, of the four he mentions,1 Lathrap’s work clearly conforms to numbers 3 and 4: ethnoarchaeology as a form of “interpretive discovery” and ethnoarchaeology “aimed at raising analogical consciousness.” In fact, Don was an absolute master at the latter role, as anyonefamiliarwithhislecturestylecanaffirm(see Oliver 1991). Nicholas David (1992: Fig.1; see also David and Kramer 2001) has developed a useful diagram for understanding “the cultural domain and its relationship to interpretive approaches and analytical styles” in ethnoarchaeology (Figure 2) and it can also be used to illustrate Don Lathrap’s place in this scheme (see text and boxes in red). As mentioned, Lathrap was firmly in the “hermeneutic” camp asfar as analytical styles went and his areas of topical interest ranged from the Phenomenal Order containing Technical activities (ceramic manufacture and discard behavior) to Social activities (settlement patterns and site plans) to the Ideational Order where iconography, art style, and symbolism were of paramount importance in his thinking, his “comfort zone,” if you will.His insights derived from his ethnoarchaeological research and his prodigious use of well-reasoned ethnographic analogies can be found threaded through virtually all of his writings and here I would highlight three works dating to the first half

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of the 1970s (Lathrap 1970, 1973, 1975), an extremely productive period in Don’s career as he moved his research focus from Amazonian Peru and began a large archaeological project at the Early Formative Valdivia site of Real Alto on the coast of Guayas Province, Ecuador. The Upper Amazon (1970) is his tour de force summary of cultural development and population movements in prehistoric Amazonia with particular emphasis on the results of his own long-term archaeological and ethnographic research program on the cultural history of the Ucayali River in the Peruvian montaña.This book provided a powerful alternative model for cultural development in the Amazon Basin to that previously proposed by Meggers and Evans and remains a landmark in Amazonian archaeology today. The second work, his article entitled “Gifts of the Cayman: Some Thoughts on the Subsistence Basis of Chavín” (1973), represents a key publication in his varied interpretations of Early Horizon iconography of the highland Chavín culture from the perspective of the Tropical Forest cultures of the Peruvian montaña. It is alsonoteworthy for his articulation of a simple, yet elegant, tripartite methodology for the analysis of meaning in religious art, including the formal, the mythic, and the structural aspects (see Roe 1995 for a masterful elaboration of that approach). And finally, his text for themuseum catalog Ancient Ecuador: Culture, Clay and Creativity, 3000 – 300 B.C., dictated almost verbatim to a transcriber over the course of two days, offers Don’s interpretive vision for the Formative Period cultures of coastal Ecuador (Valdivia, Machalilla, and Chorrera), again viewed through the lens of Amazonian Tropical Forest Culture. Two points stand out in these works. First, they nicely incorporate Don’s thinking on all three levels of the cultural domain identifiedinNicDavid’schart(Figure2)—theTechnological,theSocial,andtheIdeational—as well as demonstrate his careful application of ethnoarchaeological insights and ethnographic analogies. The second point has to do with one of the more curious aspects of Don’s contributions to South American archaeology and that is his role in providing a seemingly ever-present counterpoint to the research and writings of Betty Meggers and Clifford Evans, both in Amazonia and in coastal Ecuador.Out of all of these writings and ruminations on South American prehistory, if I were asked to pick Don’s most important legacy

to ethnoarchaeology specifically, and toarchaeological method, more generally, I would suggest that it was the unique form of modal ceramic analysis that he pioneered in his dissertation research at Yarinacocha on the Ucayali River (Lathrap 1962, 1969, 1970b, and 1983) and prominently displayed in the DeBoer and Lathrap (1979) article on “the making and breaking of Shipibo-Conibo pottery.” He instilled this approach in all of his students, several of whom continued to publish ceramic studies and analyses of art style using this method (see especially Raymond 1995; Raymond et al. 1975; Roe 1995). It has since been introduced to new generations of students working throughout Latin America, the results of which have turned out to be a significant counterpoint to the Type-Varietyceramic classification method and Fordianseriation with “battle-ship curves” favored by Meggers and Evans, but which Lathrap abhorred as being largely useless analytical tools for archaeological interpretation. It is noteworthy that ethnoarchaeologists Nicholas DavidandCarolKrameropentheirinfluential2001 volume on ethnoarchaeology with a small tribute to this 1979 study as an exemplary case of “ethnoarchaeology in action” (David and Kramer 2001:2-4).

Ethnoarchaeology and the Domestic House Floor: From Pechiche to Pumpuentza and Back Again

I turn now to another ethnoarchaeological case study from South America also inspired by Don Lathrap’s vision, but in this case on the coast of Guayas Province in southwestern Ecuador at the Early Formative Period Valdivia site of Real Alto near the hamlet of Pechiche. The site was discovered by Ecuadorian archaeologist and fellow Lathrap student Dr. Jorge G. Marcos in 1972 and turned out to be a large Valdivia site (~12.4 ha) representing all but one of the 8 ceramic phases of the Valdivia ceramic sequence (Lathrap et al. 1975; Lathrap et al. 1977). In 1974, Lathrap received a National Science Foundation grant to conduct extensive excavations at Real Alto for a 12-month period, and that Fall semester of 1974, Lathrap, Marcos, myself, and Deborah Pearsall established residency in the fishing village of El Real tobegintheyear-longcampaignof fieldwork2. As soon as we initiated our excavations in Trench A at the far southwestern end of the site, we struck archaeological “gold” in the form of

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acompletefloorplanof adomesticdwelling(Figure 3a) with deep, intact floor depositsdating to Valdivia Phase 3 (2800 -2400 BC). Numerous other domestic house structures (Zeidler 1984) and ritual structures (Marcos 1988a, 1988b) were discovered, mapped, and at least partially excavated in the succeeding months and artifact recovery was carried out through careful excavation and screening of floorfillin1x1munitsand10cmdeepunits,or where sediments were unconsolidated, through piece-plotting of individual artifacts in situ followed by their removal in 1 x 1m x 10cm units (Figure 3b). Separate sediment samples were taken from each one of these units and any internal features that were excavated so that they could be processed through flotation analysis and examined for charredmacrobotanical remains as well as microscopic opal phytoliths and starch grains by Deborah Pearsall (1988). These excavation results presented an attractive opportunity to reconstruct activity areas and the internal organization and use of household space and they formed the basis of my doctoral dissertation (Zeidler 1984). They also presented an attractive opportunity for comparative ethnoarchaeological research on household spatial organization and artifact discard behavior in “living” house floors of contemporary Amerindian societies, and it was Don Lathrap who encouraged me to pursue this additional field research even thoughweboth knew it would prolong my dissertation

writing by another year (at least). It was also Don that suggested that the dwellings (jea) of the Jivaroan-speaking Shuar and/or Achuar groups of Amazonian Ecuador would be suitable analogues for comparative study. By 1976, I was in contact with ethnologist Michael Harner, then of the New School for Social Research, who had recently published his well-known monograph on Shuar culture (Harner 1972), as well as ethnologist Norman Whitten of the University of Illinois who had been working with the Canelos Quichua peoples in the Ecuadorian Amazon, to discuss suitable research localities. It was through them that I was later able to contact ethnologist Pita Kelekna (then at the University of New Mexico), who was conducting dissertation research among the Achuar and she suggested some of the Achuar settlements of her study area as possible locations where I could conduct my research. At that time, Salesian missionaries had just published a brief booklet on Achuar houses (Bolla and Rovere 1977) and ethnologist Phillippe Descola was also working in the Achuar territory at this time but, regrettably, our paths never crossed until we finallymetat thisEIAAconference inQuitosome 36 years later. His subsequent writings (e.g., 1996a, 1996b) have nevertheless been of tremendous value as I pondered the nature of Achuar domestic space over the years. In June of 1977, with the assistance of the Salesian missionaries in Taisha, I was able to arrange for a flight to theAchuar settlement

Figure 4. Lateral view of Tsamirku’s house in Pumpuenzta (Morona-Santiago Province, Ecuador, July, 1977. Diagram above house shows household composition. The male area (tankamash) and female area (ekent) of house are shown in red text

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of Pumpuentza near the Makuma River and spent the next three and a half months there examining Achuar household space and artifact discard behavior, principally in the household of Tsamirku (see Bolla and Rovere 1977) (Figure 4). As with all Shuar and Achuar dwellings, internal household space was rigidly separated into a male area (tankamash) and a female area (ekent), so they provided an intriguing fieldlaboratory for examining “gendered space” and associated artifact discard behavior and material deposition in house floor contexts.Michael Schiffer’s (1972) flow models forartifact discard and deposition were all the rage in ethnoarchaeology at that time (see also DeBoer and Lathrap 1979) and that scheme also guided my research. Over several month’s time, observations of artifact use and discard in the gendered space of the Achuar house allowed for real-time ethnographic documentation of the archaeological formation processes that Schiffer was describing in his flow diagrams.Fixed features in the house interior such as furniture, storage racks, multiple hearths, and postholes were mapped much like the mapping of cultural features in an archaeological site. Next, a wide variety of material cultural items was mapped in situ, including items resting onthefloorsurfaceaswellasitemsstoredinabove-ground storage racks and shelves. Here special attention was paid to the mapping of all ceramic vessels found in the house at the time of mapping including the five basic ceramicvessel categories in Achuar culture, whether these were in primary or secondary use. These included the large chicha brewing jars (muits), the cooking ollas (ichinkian), the chicha drinking bowls or “beer mugs” (pininkias), the food bowls (tachau), and a specialized cooking vessel (yukunt) for brewing tea. Special note was also made of how these different vessel categories were used within household space, how they were broken and discarded, and how they were deposited into the floor depositsof the house structure. For example, only the drinking bowls and food bowls would have been circulated from storage in the ekent sector of the house into the tankamash sector when in use for chicha drinking and meal serving, and would thus have had a greater probability of breakage, discard, and deposition in large areas within the household space, whereas the other vessel categories would have had a greater propensity for breakage, discard, and deposition only within the ekent sector in the rear half of the house.

Differentkindsof activityareaswereidentifiedand mapped, generally categorized as either “individual, multi-purpose activity areas” (e.g., the household matriarch Chakukui’s personal space at the back of the structure), or “communal, task-specific activity areas”such as the centralized chicha storage area in the ekent sector of the house that was shared by all of the adult females of the household. Observations were made on sweeping and cleaning habits as well as trampling behavior that resulted in the incorporation of small materials culture items into the floormatrix.Differential deposition of refuse in floorsediments across the house floor could alsobe observed, both in actively inhabited houses and in abandoned houses, and it was noted that the female-associated ekent sectors consistently demonstrated thicker depositions of floorsediments, ash, and cultural refuse than the male-associated tankamash sectors.These ethnoarchaeological insights obtained in Pumpuentza on the gendered use of internal household space, artifact breakage and discard behavior, and the differential deposition of cultural refuse and its differential accumulationinthefloordeposits,allbecameextremely useful analogues for returning to Pechiche and analyzing the floor deposits of the Valdivia dwellings at Real Alto (Zeidler 1983, 1984) (Figure 5). But in this case, the analogies were “contrastive” (Gould 1978b) rather than completely homologous. One thing that became immediately clear is that the Valdivia dwellings did not exhibit as rigid and pronounced a gender separation in the use of internal space as that evidenced among the Shuar and Achuar peoples. Nor did it conform to a front-to-back segregation as in the Shuar/Achuar case. Instead, we find a centralizedfood preparation area centered between two small hearths and a large area of burned earth as a probable female-associated activity area, with an area of probable male-oriented activities around the periphery of this central space. The right side of the house between the central hearth and the wall also appears to have beenamajortrafficarea.Attheveryfrontof the house was a partition wall that delineated a separate activity area or personal space (perhaps for adolescent males?). At the back, we found a slightly burned area perhaps used forsmallheatingfires,andbasedonpostholedensity and patterning (not shown in Figure 5), it is suggested to be the private sleeping area of the house.

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Figure 5. Contextual reconstruction of household space in Structure 1 at Real Alto (from Zeidler 1984:480)

Still, despite the lack of congruence in the positioning of gendered space between the Achuar case and the Valdivia case, the depositional processes at play in the Achuar house seem to hold for the Valdivia dwelling in that the female-associated activity areas exhibit a greater accumulation of very small cultural material refuse when compared to inferred male-associated activity areas and/or areasof heavyfoottraffic.IntheValdiviacase,this has been convincingly documented by my colleague Peter Stahl in his analysis of the distribution of faunal bone across the house floor and vertically through the depositionalmatrix (Stahl and Zeidler 1990). He was able to demonstrate a distinct patterning of small bone accumulation and deposition in the inferred food preparation area and small pockets of deposition at the very front of the house and the very back of the house. But these denser areas of bone were arrayed in a linear fashion from the front to the back of the house on its left half, with lighter deposition on the far left side of the structure. In contrast, the inferred trafficareaon the righthalf of the structurewas relatively devoid of bone material. This right-to-left contrast can be readily seen in the verticaldepositionof thehouseflooraswell,both in terms of bone frequency and weight (Stahl and Zeidler 1990: Figure 11 and Table 2).In summary, then, the Achuar study of household space and artifact use and discard proved to be a valuable exercise for purposes of archaeological interpretation by analogy. One major difference between the two structures used in this study was the lack of an encircling wall in the Achuar case (Tsamirku’s house) in contrast to the inferred wall encircling the

Valdivia houses. It is likely that the more constrained space of a smaller Achuar house with an encircling wall would have provided a better analogical study. Such a house existed in Pumpuentza when I was there, but it belonged to Chiriap, a well-known Achuar shaman, and although I was invited in on occasion for social visits, I was unable to conduct a thorough study of the structure’s interior space.

Conclusion

In conclusion, then, I would argue that Don Lathrap’s legacy to Amazonian ethnoarcheology was foundational and prophetic, and his influence on students and colleagues wasprofound. It certainly was for me. I suspect that he would be very pleased with the long-term ethnoarchaeological research of Peter Siegel in Guiana and Perú going back more than 25 years (see, for example, Siegel and Roe 1986, Siegel 1990, this volume) as well as the more recent work of Michael Heckenberger and his students in the Upper Xingu Basin of Brazil (see, for example, Heckenberger 2005, 2013, this volume; Schmidt this volume). Here we must also cite the work of Irmhild Wüst (1994) on eastern Bororo ethnoarchaeology (see also Wüst and Barreto 1999). And he wouldbegratifiedtoknowthatthisconferenceincluded an entire session on the topic of ethnoarchaeology (see papers by Siegel, Mans, Salles Machado, and Silva, this volume). Still, if he were to assess the status of Amazonian ethnoarchaeology today, I suspect he would say that its potential for enhancing archaeological interpretation is far from fully realized and its ethnographic richness still has much to offer the inquiring archaeologist in a wide range of cultural domains. In short, we need more—not less—ethnoarchaeologicalresearch.

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1 Cunningham (2003) makes reference to four roles for ethnoarchaeology, as follows: (1) ethnoarchaeology aimed at identifying law-like “translations” of the archaeological record; (2) ethnoarchaeology that tests archaeologically derived propositions; (3) ethnoarchaeology as a form of “interpretive discovery”; and (4) ethnoarchaeology aimed at “raising analogical consciousness”.2 We were subsequently joined by Jonathan E. Damp, then a graduate student at the University of Calgary,whofocusedhisfieldresearchonthe early Valdivia occupations at Real Alto dating to Phases 1 and 2 (Damp 1988).

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Simposio “Guyanas e Orinoco”

Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain

CNRS, Francia y IFEA, Ecuador

Introducción

No todos los animales fueron representados en las producciones de los Amerindios de las Guayanas y, además, algunos de ellos tienen más importancia que otros debido a su estatus en los mitos y la identidad cultural del grupo. Este artículo va intentar mostrar las especies favorecidas por los artistas precolombinos de esta región. Veremos que si bien los animales han sido ampliamente representados en el arte, aquellos ligados al elemento acuático son mayoritarios.Negra o de color café crema, el agua que corre en los ríos de la Amazonía ofrece poca visibilidad y no permite ver lo que en ellos se esconde. No es entonces sorprendente que los Europeos fantaseen sobre todos los peligros que en ellos pueden esconderse. Una vez más, allí se imaginan todos los animales más terroríficos, acechando para devorar alimprudente. El imaginario occidental asocia de esta manera, líquido y dientes, agua y sangre. Los habitantes del bosque tropical, como es evidente perciben el agua de forma diferente. Si bien están muy al tanto de las realidades de este medio, no tienen los mismos temores de los cursos de agua. Muy al contrario, ríos y aguas son el centro de la vida y el arte amerindio. Aún más, las especies animales que viven en el agua o están directamente asociadas con el elemento acuático, se hallan en el centro de numerosos mitos.

1. El arte amerindio de las Guayanas

Los Amerindios atribuyen a menudo el origen de las formas y colores del arte a los animales: plumas de aves, piel de mamífero o de serpiente, etc. (Davy 2011). Recordaremos al monstruo Tulupéré de piel decorada, en el cual se inspiró el arte wayana. Los Wayana mataron a este monstruo en el curso de una célebre batalla y copiaron los dibujos del costado del animal en su arte. Los Apalai vinieron luego de la batalla y voltearon

al animal muerto, viendo entonces dos veces más dibujos, lo que explica que su arte sea más diversificado. Los dibujos de la piel delmonstruo sirven hoy en día como base de decorado de cerámicas, cestería, objetos de madera y pinturas corporales de toda la sociedad wayana.Además, no siempre se muestra físicamente a los animales, sino que a veces solo se los ilustra con un signo característico que lo identifica.Así, las representaciones más estilizadas a menudo se basan en una particularidad exterior delanimal,comoaquíeldibujoespecíficodelas escamas de la caparazón de tortuga. Los dibujos presentes en la piel del animal son a menudo retomados como las series de rombos de la piel de la anaconda o el damero formado por las escamas de la caparazón del armadillo (Fig. 1). Pueden igualmente ser especificidades de laespecie en relación con sus congéneres como la disposición de las escamas de un pez o sus dientes especialmentegrandes y afilados (Fig.1). El tema escogido puede ser sutil como las líneas paralelas verticales que representan lasmarcas del arañazo del jaguar en el árbol(Fig. 1). Todavía más sorprendente, una línea sinuosa muestra las huellas dejadas en la arena por una concha (Fig. 1).Así y todo, ciertas figuras antaño gravadasen la piedra o moldeadas en la cerámica son reconocibles (Fig. 1). En una excavación guayanense, el arqueólogo puede entonces descubrir una cabeza modelada en la cerámica que personifica un ave, un tapir o un felino(Fig. 2). La nutria gigante está representada de manera muy realista en la cerámica de cultura Aristé Reciente (1100-1600 d.-C.) del bajo Oyapock, en Guyana francesa (Fig. 2). En Suriname, el pecarí es fácilmente reconocible en esta cerámica de cultura Barrancoide (50-350 d.-C.) (Fig. 2). Los grupos de cultura Kwatta (800-1000 d.-C.) del litoral central de Suriname esculpieron de manera muy parecida un pendiente de concha en forma de caimán (Fig. 2).

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2. Representaciones precolombinas de animales

Las representaciones plásticas precolombinas más variadas se hallan en la cultura Aristé. Si bien la cerámica doméstica está en general decorada por incisiones geométricas simples, el artefunerarioprefierelaspinturaspolicromaselaboradas y los modelados zoomorfos diversos. El pájaro es importante pero también estánpequeñosmarsupialescomolazarigüeya(Fig. 2). Algunas de entre ellas tienen la cola manchada y están a veces representadas solamente por una cola enrollada. Es interesante verla representada en las cerámicas funerarias cuando se sabe que es el único animal que “se hace el muerto” cuando se siente amenazado.El felino es omnipresente en la cerámica de la cultura Koriabo (750-1400 d.-C.), pero bajo forma híbrida con trazos antropomorfos. Frecuentemente se lo representa en relieve con las paredes del recipiente deformadas o con un pequeño modelado. Una pequeñavasija Koriabo, recogida en un río del oeste de Surinam, muestra un ocelote o un margay, identificable por su pelaje manchado y suantifaz, el mismo que es inexistente en el jaguar. Parece que las únicas comunidades que dieron tal importancia al felino en su arte cerámico, fueron las Koriabo (Fig. 3).Si bien en el arte Aristé no se representa al felino de manera realista, tal vez si se lo simboliza. En efecto, supongo que el dibujo de fréjol doble, tan común en la cerámica funeraria Aristé, puede representar al jaguar o al ocelote. Estos fréjoles opuestos serían entonces las manchas en forma de aro del animal. Así, los platos descubiertos en los sitios funerarios podrían ser representaciones de la piel del felino. El dibujo de fréjol doble se lo halla particularmente en las tapas de urnas funerarias antropomorfas (Fig. 3). Los motivos de la asociación del felino con el mundo del Más Allá siguen todavía por determinarse. Hoy, chamanes de varios grupos amazónicos, como por ejemplo los Trio de Suriname, se cubren la cabeza con una piel de jaguar seca (Fig. 3). ¿Entonces, es el jaguar el protector de los hombres?El estilo Koriabo parece reproducir habitantes del mundo maravilloso. Muchos de los modelados cerámicos Koriabo parecen ser ranas o tortugas, simplemente representadas por dos grandes ojos y un hocico o a veces por una forma fantástica de miembros tentaculares (Fig. 4).La tortuga al parecer marina, domina en las

representaciones animales Arauquinoide de las Guayanas, entre las cuales se encuentran algunos pájaros y marsupiales o pequeñosmamíferos.Lafiguración es realista sin llegara la perfección que alcanza en el arte Aristé. Las espigas macho en las paredes de las vajillas presentan a menudo cabezas de tortuga y las dos patas o aletas anteriores. En otros casos, todo el recipiente alude a la caparazón del animal con las patas, cola y cabeza salidas como elementos de prensión (Fig. 4).La rana, esposa del Sol, es un animal ancestral en la mitología amerindia. Se la encuentra igualmente bajo formas muy diversas, desde la más realista hasta la más estilizada, en dibujos decorativos de la cerámica u otros objetos. Probablemente es el animal acuático más representativo del arte amerindio. Además, debemos recordar el uso muy particular del veneno de rana en la coloración artificial deplumas, artefacto esencial de la identidad amerindia. El “tapirage”, que podría hallar su origen en las poblaciones de las Guayanas, consiste en sacar las plumas del pecho del animal, generalmente un loro verde, luego embadurnar su piel con veneno de rana. Al volver a nacer, las plumas habrán perdido su color original tiñéndose de amarillo, naranjao rojo. La serpiente y la rana están a menudo presentes en la cerámica Aristé. En el borde de varias vasijas funerarias, podemos ver por ejemplo un friso característico que representa una serpiente ondeando y que parece amenazar a un sapo (Fig. 5). El tema de la rana y del reptil eslosuficientementerecurrenteparaintrigarypermite pensar que se trataba de la esencia de un mito esencial, ya perdido, en las poblaciones Aristé.

3. Ranas de piedra verde

La rana es importante en el arte Arauquinoide, aunque se la observa con menos frecuencia que a la tortuga. En la cerámica Arauquinoide, parece ser que el batracio, representado de manera estilizada, es a menudo suplantado por la tortuga marina. (Fig. 5) Sin embargo encontramos la rana en las piedras verdes, o piedra de las Amazonas o muiraquitã (Fig. 5). Estos pendientes biomorfos representan en gran mayoría ranas y, muy rara vez, aves, peces, tortugasofigurasgeométricas.LosAmerindioscontaban que las muiraquitãs eran hechas por las Amazonas, “las mujeres sin hombres”, con la arcilla de un lago, la misma que al entrar en contacto con el aire, adquiría la dureza de la piedra:

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“Las piedras verdes se toman bastante arriba en los ríos de las Amazonas; se trata de arcillas que se recogen en el fondo de este río; arcillas que son ciertas venas de limos; al extraerlas fuera del agua lo primero que se hace es perforar el pedazo que tenemos por donde queremos, después de lo cual elaboramos la figura que queremos darle, modelando esta arcilla como barro de ceramista y cuando el obrero ha terminado su trabajo siguiendo su fantasía, la volvemos a sumergir en el río por poco tiempo. Después la sacamos del agua y esta figura que ha sido retirada del agua, al entrar en contacto con el aire, se vuelve tan dura como el diamante, al punto de que se torna imposible cortarla pero al tomar un hilo de algodón y pasarlo por ella, al igual que si pasáramos una sierra por un pedazo de madera para serrarla, el algodón corta la piedra como uno desea.” (Goupy des Marets 1690).Además de ser una descripción precisa sobre el mito de las Amazonas, este texto nos entrega un indicio sobre la tecnología lítica. Las piedras verdes son rocas duras y difíciles de trabajar. Podemos entonces preguntarnos cómo son fabricadas las muiraquitãs. La mención del hilo de algodón conduce a pensar que fueron cortadas con la ayuda de un hilo, dándoles así una primera forma, para ser luego pulidas en el terminado.Se las habría luego intercambiado por plumas de colores de loros y guacamayos, atributos típicamente masculinos en las sociedades amazónicas. Las piedras verdes son adornos femeninos y los símbolos de los mitos que tienen que ver con ellas, poseen una connotación femenina: agua, lago, suavidad, color verde, obscuridad (noche), anaconda, luna, al igual que los animales representados (rana, lagartija, pez). Las piedras verdes son perforadas atrás o en le costa para así poder pasar un cordón por ellas. La composición de los collares amerindios la describe con precisión un colono de Guyana francesa del siglo XVIII: “El collar de piedras verdes que llevan las mujeres y que es muy estimado, está compuesto por once o trece piezas siempre en número impar, las hay largas, cuadradas, redondas y aquella del medio tiene la forma de un sapo” (Milhau 1726-33). Las poblaciones amerindias mostraron siempre gran interés por las piedras verdes, comoloseñalaunviajero:“los Galibis no tienen nada más valioso que los Takouraves. […] son igualmente apreciadas por todas las demás Naciones de la Guyana” (Barrère 1743). Al morir su dueño,lapiedraverdepodíaserquemadapararetirarle todos sus poderes antes de enterrarla con el difunto (Goupy des Marets 1690) o, al contrario, conservada por ser muy valiosa

(Chrétien 1719). La producción y el comercio de las piedras verdes arrancaron a inicios de nuestra era, en el período llamado Saladoïde (de 1000 a.C. a 800 d.C.), y continuaron hasta principios de la colonización (Boomert 1987; Rostain 2006). En la Amazonía se conocen tres centros de producción de muiraquitãs. En el bajo Amazonas, culturas ligadas a la tradición Incisa y Puntuada fabrican muiraquitãs a partir del inicio de nuestra era. En la costa central de Venezuela, grupos Valencoides elaboran pendientes entre 900 y 1500 d.C. El taller de piedras verdes de Kwatta-Tingiholo, localizado en la costa central de Surinam, está asociado a la tradición y se inició probablemente hacia 800 d.C. En este taller, los amuletos estaban hechos principalmente con piedras provenientes de yacimientos del interior de las tierras, sobretodo riolita y en menor cantidad nefrita, tremolita, cuarzo, metabasalto y laterita. Podían ser eventualmente en resina o en concha. Decenas de pendientes fueron hallados en el sitio de Kwatta-Tingiholo, aparentemente el centro de producción y difusión hacia otras implantaciones costeras de culturas Hertenrits, Barbakoeba o Koriabo.Se encuentra muiraquitãs en toda la Amazonía y las Antillas. Al leer textos de archivos, claramente se trasluce que las muiraquitãs constituían el principal medio de intercambio ceremonial intra o inter étnico en el seno de las Guayanas, e incluso más allá (Boomert 1987). Se daban entonces intercambios entre los jefes de tribu, para transacciones de matrimonio o de paz por ejemplo (Wassén 1934), las piedras verdes tomaban desde ese momento el valor de moneda. Se debe sin embargo relativizar la importancia precolombina de estas piedras ya que es probable que su prestigio haya aumentado sensiblemente después de la conquista europea, dado el poder de cura que le atribuyeron los colonos “para los males de riñones, el cólico nefrítico, la piedra, la arenilla e incluso para los vértigos y los accidentes de epilepsia, al llevarla consigo pegada sobre la piel” (Chrétien 1719); “Estas piedras colgadas al cuello impiden que el mal caiga de lo alto (epilepsia), yo he hecho la experiencia obteniendo bastante éxito, en personas que sufren de este mal” (Du Tertre 1671). Muy rápidamente, los recién llegados buscarán con avidez las piedras verdes, las mismas que exportarán hacia su continente. Esta demanda aumentó el valor de las piedras e intensificó el comercioindígena multiplicando las expediciones Kali’na hacia el Amazonas. Los Kali’na,

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principales intermediarios en los intercambios de piedras verdes entre el Amazonas y la costa de las Guayanas, viajaron regularmente hasta el granríoafindeobtenerlas.En1644,pararoninclusivelashostilidadesiniciadascatorceañosantes con los Arikare de Amapá “para poder continuar sin obstáculos en su ruta, con el comercio de las piedras verdes que eran su gran pasión” (de Gomberville 1682).

4. Avatares

Alrededor del año 1000 d.-C., tres culturasamerindias predominaban en Guayana francesa. Las poblaciones denominadas Aristé del litoral oriental constituían una extensión del fogón cultural del bajo Amazonas, mientras que las Arauquinoide de la costa oeste provenían del medio Orinoco. Los Koriabo del interior, representaban un desarrollo indígena de las Guayanas. El bestiario representado en la cerámica de estas entidades culturales muestra preferencias específicas de cada unade las culturas precolombinas de Guyana. El batracio domina ampliamente en el panteón de las representaciones zoomorfas. Las demás corresponden a mamíferos y aves. Algunas son muy realistas y permiten una identificaciónrelativamente fiable. Sin embargo, ennumerosos casos, es imposible asegurar la naturaleza exacta del ser representado.En este “país de las mil aguas” que es Guayana, parece ser que se ha preferido sistemáticamente a los animales acuáticos en el arte cerámico precolombino. Si bien los peces están ausentes, la rana, la tortuga marina y la anaconda ocupan un lugar privilegiado. Ciertos reptiles, tortugas y serpientes son luego más frecuentes. Las características comunes de estos animales son la de mutar (incluso si no es evidente como en lo referente a la tortuga), poner huevos y por supuesto, estar por lo general, asociados al agua. El mundo acuático es así puesto particularmente en relieve en el bestiario amerindio anterior a la Conquista europea. La rana es el animal más representado en las muiraquitãs de piedra verde. Estos pendientes de aspecto estilizado eran muy apreciados por los Amerindios y constituían un objeto de gran prestigio. El jaguar también tiene, de un cierto modo, una relación con elemento acuático. Las cosas no son siempre como parecen y puede haber un deslizamiento, casi una transmutación del felinoenrana.EnlosmitosAndoqueyMirañaestudiados por Dimitri Karadimas (2002), la

nariz húmeda de un ser parecido a un jaguar sobrevivió a un incendio. Esta nariz se la asimila a la pequeña ranita arborícola Hyla venulosa, presente en numerosos mitos amerindios. “La variante combinatoria de los cartílagos húmedos de un ocelote es la ranita: al reemplazarlos por ella, obtenemos la figura de un ‘pequeño jaguar con nariz en forma de ranita’” (Karadimas 2002). Aquí, una analogía de forma y humedad entre la nariz y la rana (además de una representación simbolizada de la hoja nasal del murciélago) justifica eldeslizamiento operado.Más cercana a nosotros, está la amalgama felino/rana hecha por los Wayampi relatada por Françoise Grenand (2007). El yawa Wayampi se traduce literalmente por “come hombres” y dio en francés y español “jaguar”. Esta categoríade animal agrupa diferentes especies: el puma claro y el puma oscuro, la nutria, cuatro formas de jaguar: negro, manchado, apagado y de apariencia batraciana. Este ultimo animal, la Ranita de Goeldi (Phrynohias resinifitrix), es así considerada como un avatar del jaguar. Según los Amerindios, las características comunes de todos estos animales son el ser carnívoros, cazadores y no consumidos por el hombre.

5. Entender un arte con diferentes referentes

Definirunaespecieanimalprecisarepresentadaen el arte de las poblaciones que no distinguen el mundo natural de los espacios míticos es aventurado.Así, lamayorpartede lasfigurasestán compuestas a partir de elementos tomados en diferentes animales existentes y en los hombres, e incluso seres fantásticos, que desembocan en la creación de híbridos y quimeras. Se vuelve entonces necesario desconfiardeloquevemosocreemosver.Ver con otros ojos y comprender de otra manera la representación requiere que ubicarse en una perspectiva diferente. Esto es lo que aplicó Dimitri Karadimas (2001). Basándose en los mitos amazónicos y en su experiencia con los MirañadeColombia,propusointerpretacionestotalmente nuevas del arte precolombino de Los Andes. Las representaciones amerindias reposan, en efecto, en conceptos radicalmente distintos de los Occidentales. Por ejemplo, cómo representar en dos dimensiones una raya cuyas dos caras tienen características esenciales: los ojos en la espalda y la boca en la cara ventral. Es importante subrayar que los Miraña no abren el pescado haciéndoleuna incisión en el vientre como los Europeos,

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pero cortándole la espalda. De esta forma, al desplegar los dos costados incisos de la espalda del animal, los ojos se encuentran cerca de la nariz.Envistadeltamañodelanariz,tenemosentonces la impresión de ver una raya de cuatro ojos. Es por esto, que los Amerindios dibujan a este animal poniéndole lo que parece ser un doble par de ojos. En representaciones menos figurativas,comoporejemplolasmáscaras,sedificultamás reconocer el animal (Karadimas2001). La presencia de cuatro ojos no es necesariamente el criterio más evidente para los Europeos para caracterizar a una raya.Interpretar la iconografía precolombina de las Guayanas puede volverse un reto. De hecho, si las representaciones de seres vivos son frecuentes en este arte, ¿cómo designarlos con precisión en un mundo en el cual los personajes híbridos dominan en la mitología, en donde los espíritus combinan atributos zoomorfos diferentes, en donde los chamanesmodificansu naturaleza humana y los ancestros muestran un aspecto en perpetua mutación?Al estar la tradición oral ausente del registro arqueológico, hacen falta los mitos que podrían servir de clave para la lectura de la iconografía precolombina. Los caminos de interpretación de la mitología amerindia son demasiado complejos y las representaciones demasiado simbólicas para esperar percibir y revelar directamente la intención del artista.

Tradución Belém Muriel

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Simposio “Guyanas e Orinoco”

Excavations at Poncel:an update of the Late Ceramic Age of Cayenne

Martijn van den Bel

Inrap, Cayenne/Leiden University, The Netherlands

Introduction

The results of the Cimetière paysager Poncel or Poncel excavations are part of a larger body of investigations, which have been generated by the implementation of compliance archaeology in France and subsequently in French Guiana since 2001 (Fig. 1a). These excavations altogether permit to reconsider the existing archaeological framework for Cayenne as proposed by Stéphen Rostain in his dissertation about 20 years ago (Rostain 1994a). Notwithstanding the fact that Rostain presented a welcome guideline for archaeologists working in French Guiana, it is bynowobsolete and in needof rectificationdue to the collection of new data in the last 15 years what will be elucidated by the Poncel site presented here.

Poncel

From an archaeological point of view Cayenne Island or Cayenne is probably the best known part of French Guiana where most of the archaeological research has been conducted what started nearly four decades ago (Lefèbre 1973, 1975; Turenne 1974; Petitjean Roget and Roy 1976). During the 1980s numerous salvage missionsandsurveysconfirmedanimportantLCA occupation for Cayenne, mainly located upon the Pleistocene sand ridges, which are situated between the Precambrian tabular-shaped mountains that mark the Atlantic seaside. These investigations as well as many others have eventually been synthesized by Stéphen Rostain (1994a).Poncel was discovered in 2002 at the summit of a small foothill located to the east of Mont Cabassou in the swampy hinterland of the before mentioned Pleistocene sand ridges. This survey was followed by a complementary mechanical survey and an excavation in 2010 (Jérémie 2002; Hildebrand 2004; van den Bel et al. 2013) (Fig. 1b)1.

The excavations at coastal Pleistocene sand ridges of the last decade represented usually a ‘window’ into much larger habitation site (e.g., Katoury, Vieux Chemin, Rorota, and Saint-Cyr) but the Poncel hilltop, situated in the swampy hinterland of these sand ridges, was excavated nearly completely. It represented a relatively small number of features (204 for 7600 m²) and a relatively high quantity of grinding tools compared to the aforesaid habitation sites. It is suggested that Poncel is a satellite site or special purpose site related to the larger habitation sites of the sand ridges2.

Features

The spatial distribution of artefacts and features at Poncel shows human implantation at the highest point or central place (Zone A) with at least four smaller or secondary areas around it (Zone B-E) (Fig. 2). Although a possiblefloorplanhasnotbeenidentifiedforthe central zone, it features two NE-SW parallel alignments of deep post holes and ceramic filled pits. This concentration is thought torepresent the principal occupation of this site having by far the largest concentration of post holes and pits. The secondary areas only feature pits and no post holes at all, except maybe for Zone B.Concerning the pits, these have been subdivided in three main types, to wit: (a) roundish pits with either vertical or sloping wallsandaflatbottom,containingadarkfilland some potsherds, (b) small round sink-shaped pits containing pottery depositions, and (c) elongated pits with vertical walls and flat bottom, containing much pottery debris.Twopitsdidnotfitthesedescriptions:oneisavery large irregular shaped pit containing good quantities of ceramics, perhaps a tree fall, and one deep shafted pit of about 2 m in depth which is probably from an earlier occupation. The latter pit is discussed later on.

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The pits containing ceramics were of particular interest because of their spatial distribution, shape, and possible function. The small pits (b) fittedthevesselsperfectlyasif thesepitsweredug for the occasion. In all cases, they contained a complete vessel in upright position often with another one placed upside down on top of it (N=6). Similar depositions are common for LCA sites in French Guiana and are usually referred to as urn burials (e.g., van den Bel 2009). However, when found in a habitat

context, it is suspected that these depositions may also contain all kinds of other things and/or objects, e.g., food, hair, nails, placenta, etc., related to funerary or life-passage rituals such as birth, marriage, boy- and girlhood rites.The elongated pits (c) with good quantities of pottery debris (N=5) measure 120 to 170 cm in length and about 40 to 55 cm in width and 20 to 50 cm in depth at excavation level, corresponding likely to a human body in stretched position (inhumation grave).

Figure 1. A: Overview of Cayenne Island featuring discussed sites,B: Aerial photography of the Poncel hillock with excavation perimeter

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Figure 2. Overview of hypothetical feature concentrations (Zones A–E) with important pit features in and postholes

(between 20 and 40 cm in depth)

Unfortunately, in all these pots and pits we did not find one bit of human bone to confirmthis hypothesis of being burial related features. Sediment samples from one elongated pit were taken to check the presence of intestinal parasites of a deceased person, if present, but this analysis (conducted by Matthieu Bailly of the University of Franche-Comté, France) did not yield any results at all. The soil acidity in the Neotropics probably being probably their worst enemy as it is also for bone and other such material.In fact, two recent excavations at Cayenne, one at Saint-Cyr and the other at Mombin, faced similar problems when stumbling too upon the same type of elongated pits with ceramic debris and no bones either (Delpech 2010a, 2011ab, 2013). Interestingly, the pits at both excavations showed an organized spatial pattern of clustered pits in various spaced concentrations each covering about 15 m², located at the periphery of a habitation site as is the case for Saint-Cyr.Poncel also revealed a sort of spatial organization but here three elongated pits were aligned in the central zone –parallel to the principal post hole axis– and two pits were encountered in the secondary areas. It is noteworthy that elongated pits had already been

encountered about 10 years ago at Katoury, the neighbouring site of Thémire, during a mechanical survey conducted by Sylvie Jérémie who interpreted these elongated pits as waste pits (Jérémie et al. 2002) (Fig. 3).Despite the problems with the identificationof human bone material, it is nevertheless suggested here that these elongated pits represent inhumation graves in which a body

Figure 3. A: Section drawing of the elongated pit F 199 that was dug in the bedrock and a photograph of the manual excavation of this pit. Two radiocarbon dates were recorded for this pit: one taken next to the compete vessel (EC 223) that was found upside-down

(Poz-44834). Another sample was taken from inside a potsherd (EC 230) that was found at the bottom of this pit (Poz-44832), B: Elongated pit with ceramic debris as observed during the mechanical survey of Katoury (photo by Sylvie Jérémie), C: Photograph of a ceramic deposition

at the allotment project l’Anse du Mahury, taken when the present author visited this site during salvage excavation. Three radiocarbon dates yielded a date between AD 990

and 1215 for the excavated area (Briand 2012b:26)

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Figure 4. A: Ceramic sequence of the LCA Poncel occupation. Atmospheric data from Reimer et al. (2004), OxCalv3.10 Bronk Ramsey (2005), B: EC 154 found in pit F 93 (see Fig. 2), showing complex white-on-

red designs on its interior wall and base. The subdivision of the base in four elements forming a cross may representan(abstract)reflectionof theirworldview,C:Drawingof LateAristépolychromevesselfoundinafunerary pit or poço at Mont Curu, situated next to the Counaní River in Amapá (Goeldi 1900, Plate 3, no. 8)

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has been deposited. The body is subsequently covered with (broken) ceramic vessels and sometimes complete ceramic vessels are placed at the extremities (feet and head).

Ceramic series

The ceramic collection of Poncel consists principally of ceramics taken from the above mentioned features. These ceramics show striking similarities with many other sites at Cayenne excavated in the last decade and this culturalaffinityisconfirmedby15radiocarbondates ranging roughly between 1000 and 400 BP. Although these dates span the whole LCA until the colonial encounter, the majority however falls between 900 and 700 BP (Fig. 4).The Poncel ceramic inventory counted about 6000 comprising 23 complete vessel shapes of which nearly 12% is decorated. A modal analytic approach of these assemblages permitted to isolate over 265 constituent elements (EC) in eight modal series (SM I-VIII) for which shape, dimensions,modesof decoration,firing, andtemper amongst others have been determined of which 40% is decorated (Fig. 5a)3. Half of the assemblage (52%) has been tempered with pounded potsherds where as sand and vegetal make up for the rest. Microscopic analysis for the neighbouring PK 11 site already pointed out that pounded potsherds were indeed the most dominant temper of this stylistically similar assemblage, and possible screening of the pounded residue makesitsometimesdifficulttodetectpotsherds(van den Bel et al. 2011, 2012).Incision (51%) makes up for most of the decoration where as red colouring (38%) comes second4. Polychrome painting (WOR, black, white) is rare representing less than 10% of the total coloured ware. Modelling (7%) is represented by small nubbins, thin clay strips or lugs and a few (biomorphic) adornos which all have been applied to the upper part of the recipient, notably SM III, SM IV, and SM VII. Interestingly, seventeen fragments showed a combination of a red painted band around the neck (SM VII) or concave rims (SM II) of which the majority also featured vertical crossed incisions (treilles) or wavy-lines with small nubbins. We must recall here that the latter association of red colouring and incisions had already been pointed out for Katoury (Mestre et al. 2005: 63).In combination with the ceramic analysis of the PK 11 assemblage (N=3500) the modal series

of Poncel shared six popular grog-tempered vessel shapes, to wit Form A-F. Although other significantformshavebeenrecordedforbothassemblages, the following Forms are by far the most popular ones for these sites and also have exact equivalents recorded for at other sites at Cayenne and adjacent areas (Fig 5b).

Form A: Spherical, slightly restricted bowl which can be boat-shaped too, having vertical or oblique incisions, either parallel or crossed, which appear to have been applied rapidly upon the upper exterior part of this vessel, generating a ‘sloppy’ aspect. These vessels feature sometimes features small nubbins or vertical lugs. The diameters vary between 30 and 40 cm. It has been found at Wayabo (Briand 2011: 47, Planche 1.3), Soula (Mestre 2006a: 29), Rorota (Petitjean Roget and Roy 1976: 174, Planche 10), Pascaud (Rostain 1994a, Fig. 119.8, 16), Katoury (Mestre et al. 2005: 68, Fig. 7, Fig. 3; Coutet 2009: 255, Type Ia, p. 257–258, Type III), Montabo Sud (Coutet 2009: 205–207, Type I-III), and Saint-Cyr (Delpech 2010a, Annexe B).Form B:Globular(?)keeledjarwithaflexedrim towards the exterior. It often shows alternating incisions and / or composed ones in a cartouche applied between the lip and the keel.Theorificevariesbetween35and55cm.This form was also coined Vase d’Alexandre for the Rorota site (Petitjean Roget and Roy 1976: 174, Planche 9). These have further been identified atKatoury (Coutet 2009:259,Type IV), Thémire (Rostain 1994a, Fig. 119.9), Montabo Sud (Coutet 2009:211, Type 7), and Saint-Agathe (Samuelian 2009: 63, Planche 3a-d).Form C: Globular necked jar or bottle of whichtheorificeislessthan10cm.Theneckoften features a red slipped band applied to the lower part of the collar as well as oblique’s or composed incisions. These shapes have been indentifiedatKatoury(Mestreet al. 2005, Fig. 4 et 5; Coutet 2009: 260, Type IX), Montabo Sud (Coutet 2009: 213, Type IX), Vieux Chemin (van den Bel 2007b: 89), and Soula (Mestre 2006a: 29).Form D: Small keeled (ovoid) bowls with incisions, notably wavy-lines or oblique-crossed lines and appliqués, notably small nubbins and lugs. These bowls have also been found at Saint-Cyr (Delpech 2010a: 27) and Pointe Gravier (Turenne 1974: 29, Fig. 1).Form E: Conical bowl with monochrome red slip applied on the interior with a diameter that

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Figure 6. A: Section drawing of pit F 158 accompanied by a photograph of the excavator in rather suggestive position.Descriptionof thefill:(1)sandysilt,coloureddarkbrowntoblackwithcharcoal,largeblocsand

large ceramic fragments, (2) pocket of loose sediment (roots?), (3) clayey silt with nodules, brownish orange, (4) empty pocket (root?), (5) clayey silt, reddish brown, loose texture with some charcoal, (6) silty clay, red to light brown colour, B: Sand-tempered ceramic material found in pit F 158: (a) Finger-indented rims or Oua-naryencoché,(b)restrictedcarinatedbowls,(c)flaringopenbowls,(d)anthropomorphicadorno;notethe

headdress and large ears

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varies between 15 and 20 cm. An indented or polylobed lip can be present as well as darker coloured red motifs or white-on-red painting. These are probably the most recurrent (serving?) bowls for the Cayenne but also beyond (see Rostain 1994a, Fig. 110).Form F: A restricted vessel or pot has a thickening or groove just below the lip. Diameters vary between 22 and 24 cm and feature white-on-red painting. These vessels have also been found at Sainte-Agathe (Samuelian 2009: 61, Planche 1n-p) and MCA/Vieux Chemin (Coutet 2009: 282, Type IV) and has been proposed by Coutet (2009: 448) for Thémire.

The construction of the Thémire types

The following questions arise: How are we to insert these forms into the existing LCA typology of Cayenne as proposed by Rostain (1994a:446-447) and/or how do we use Rostain’s typology for comparative analysis? First, it has to be noted that Rostain used the Type-variety method to create the Cayenne peint and Mahury incisé Types and one temporary type (Melchior kwep) as well as one temporary class (Montabo rouge) whereas the above mentioned Forms are the result of a modal analysis5.Despite the use of both methods, we must firstcarefullyanalyzetheThémiretypes.Eachceramic type is defined principally according“les caractéristiques de la pâte, l’état de surface, la forme et le décor” (Rostain1994a:149)asreflectedin the names of each type. Although based on a different temper, each type shares numerous vessel shapes (e.g., platters, bowls, pots, goblets, jars, etc.) but also various decoration modes. To my opinion this a hodge podge of (decorated) vessels divided according to temper mode without any quantification or popularity of particular vessel shapes. For instance, if we want to ascribe the above mentioned Forms to one of these types we can attribute all to Cayenne peint regarding the abundant grog temper but perhaps also to Mahury incisé when considering the abundance of incision as a decoration mode, knowing that both types feature incisions as a characteristic element. These type descriptions are too heterogeneous and contain too many (general) features thus somehow lumping the results of the modal analysis. So, on the one hand, we managed to label our ceramic assemblages to an existing archaeological complex but, on the other hand, it is not satisfying because we are

inneedof moredetailandquantificationwhendefining recurrent vessel shapes in order tocreate a ceramic catalogue for LCA Cayenne. Nonetheless, Rostain was well aware of the general aspect of his typology about 20 years ago what he presented as being a simplifiedandpreliminaryclassification,whichneededtobe subdivided in varieties in the future (Rostain 1994b: 10, note 2)6.However, it is probably not the applied method that is at stake here because Rostain was certainly “on to something”, but rather the quality and quantity of the data that permits to obtain more detail and accurate results, putting the existing typology in a different light. The Thémire complex consists of ceramics (N=8111 and 31 complete vessel shapes) collected duringfieldwalking trips aswell asa few test pits on ten different archaeological sites, situated between the Kourou and Mahury Rivers. The PK 11 and Poncel material together on the other hand is coming from controlled (large scale) excavated sites where most of the ceramic material has been collected from features or ‘closed’ stratigraphic units7.

The chronology of the Thémire complex

WhenThémirewasdefined,Rostaindisposedof only four radiocarbon dates of which two have been discarded due to suspected pollution and were considered too young. The other two accepted dates, both on shell, were actually not taken from sites at Cayenne: one was taken at Bois Diable to the west of Kourou (OBDY-794, 510 ± 40 BP) and the other at Sainte-Agathe to the east of Macouria (OBDY-796, 380 ± 35 BP). Both sites are situated respectively at 60 and 20 km to the west of Cayenne.These two results dated to 15th century, but were believed too young when compared to the stylistically similar LCA ceramic complexes of Suriname which are beginning in the second half of the first millennium (Rostain 1994a:448)8. Subsequently, these two dates have been interpreted as the youngest dates of the Thémire complex and it was supposed that Thémire would have developed, parallel to the Arauquinoid ceramic complexes in Suriname, from AD 650 onwards (Rostain 1994a: 224): “Les datations calibrées, de 1400 à 1600 de notre ère, pour les sites de cordons sableux de Guyane, représentent apparemment les dates les plus récentes du complexe Thémire. En Guyane, il est probable que ce complexe a commence de se développer, parallèlement aux complexes Arauquinoide du Surinam, à partir de

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650-700 ans de notre ère.”Fortunately, this lack of radiocarbon dates is now somewhat resolved since there are more than 70 dates available related to the LCA of Cayenne ranging indeed from the 10th century to the early historic period9. Although Rostain hypothesized the latter incipient date for Thémire, the Thémire complex still remains a late LCA ceramic complex, representing the “ultimate manifestation of the Arauquinoid Tradition.” (Rostain 2008: 292). Next to various types of incisions and modelling, a highly characteristic element of this youngest manifestation is WOR painting –sometimes in combination with black paint–, representing the introductionPolychrome influences fromthe Lower Amazon (Rostain 2013: 122). Poncel also features WOR (Form E and F) as well as various ceramic depositions (Fig. 2: F 83, F 93, F 102, and F 165). Interestingly, other protohistoric sites have been identifiedmore recently at Montabo Sud, Montagne à Colin, and Sainte-Agathe, featuring WOR and polychrome painting, suggesting indeed a late cultural episode for the LCA at Cayenne (Coutet 2009; Migeon 2007, 2012; Samuelian 2009). The following question can be asked now: If Thémire is the latest manifestation of the Arauquinoid series what was the earliest manifestation like? It is suggested here that Forms A-D from PK 11 and Poncel, not sharing the above mentioned characteristics for (Late) Thémire, represent this earlier manifestation of Thémire or Early Thémire. In fact, the majority of the radiocarbon dates range between AD 1000 and 1400, thus predating (Late) Thémire. This is also the case for many other dated LCA sites recently excavated at Cayenne, e.g., Montjoly Bar (Cazelles 2002), Katoury (Jérémie et al. 2002; Mestre et al. 2005, 2007), Montabo-Sud (Casagrande 2005), Lycée Professionnel de Rémire (van den Bel 2007b), Saint-Cyr (Hildebrand 2005; van den Bel 2007a; Delpech 2010a, 2011b), Soula (Mestre 2006a), Saint-Agathe (Samuelian 2009), Wayabo (Briand 2011), Stoupan (Delpech 2010b), Mombin (Delpech 2011a, 2013), and Anse du Mahury (Briand 2012b).Rostain was certainly “on to something” back in early 1990s but he did not dispose of sufficient radiocarbon dates to confirmhis hypothesis; hence, all archaeological data from Cayenne and adjacent regions (notably to the West of Cayenne) was lumped in a two principal (preliminary) ceramic types. It is thus

suspected that Rostain’s Thémire types contain both LCA phases, stressing the fact that the majority of the latter sites have probably been occupied during the entire Late Ceramic Age.The creation of a new singular ceramic complex for Cayenne however as proposed by Matthieu Hildebrand (in Mestre et al. 2005) after his analysis of the Katoury ceramic assemblage, is believed too bold because previous research at the neighbouring site of Thémire has been ignored by Hildebrand who stresses the homogeneity of the studied material. On the other hand, this homogeneity of the alleged (early) Katoury assemblage is unmistakenandhasbeenconfirmedbyotherresearch too such as the technological analysis of various LCA sites at Cayenne by Rostain’s PhD candidate Claude Coutet (2009:427)10. In sum, the ceramic material from numerous sites permits to compile a regional catalogue consisting of a calibrated typology of decorated and undecorated vessel shapes for the LCA of Cayenne of which the forms presented here mayrepresentafirstcontributionbutcertainlyneed further ‘polishing’.

Arauquinoid or not?

Another issue must be raised here and that is whether Early Thémire is also part of the Arauquinoid series as proposed for Late Thémire? As said before, the earliest radiocarbon dates go back to the beginning of the 10th century AD (and possibly earlier) and correspond to (a) the hypothesis of a second Arauquinoid wave into the western coastal plains of Suriname (Rostain and Versteeg 2004: 235) as well as to (b) the hypothesized Barbakoeba distribution in eastern Suriname and western French Guiana, both effected in the early LCA (Boomert 1993)11.So, if we consider a cultural continuum for Thémire –as suggested by Rostain– from Early to Late Thémire, the early LCA assemblages of Cayenne Island should demonstrate stylistic similarities with Barbakoeba assemblages; however, this is not evident at all to my opinion.For instance, when comparing the early LCA material from Iracoubo (AM 43, SBE) and the Lower Maroni River (Pointe Balaté) to the PK 11 and Poncel assemblages, we can hardly pointoutanysignificantsimilaritiesregardingvessel shapes and modes of decoration for the most popular vessel shapes in both regions (Coutet 2009, 2011; van den Bel 2012b; Briand 2012a, 2013; van den Bel et al. 2012, 2013)12.

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On the contrary, it shows that both regions have a proper style although some (supra-regional) characteristics are shared by these regions, such as potsherd temper, modelling of nubbins, and red paint. However, the latter features are considered too common for both areas and not necessarily pointing towards an Arauquinoid origin (e.g., Hildebrand 1999).An ascription to the Arauquinoid series represents first of all the usage of theOrinocan tri-partition or Saladoid-Barrancoid-Arauquinoid series as has been proposed by Boomert (1980) and Versteeg (1985) for western Suriname. From the latter region, this famous model was further applied to the Barbakoeba sites of the eastern plains in Suriname (Boomert 1993) and eventually to the Thémire complex of Cayenne (Rostain 1994a).Whetherthefinalresultof thisallegedArauquinoid migration from the mouth of the Orinoco River towards Cayenne –considering many cultural encounters on its way– can still be traced back to an original Arauquinoid complex is at least doubtful but (Late) Thémire can certainly be integrated in a supra-regional interaction sphere comprising the Lesser Antilles, Trinidad, the Lower Orinoco and the western Guianas (e.g., Bright 2011).But next to ceramics it is also important to have a look at other cultural aspects of Early Thémire. These sites are also related to a highly particular burial mode of elongated pits with pottery debris which is a different from burial modes in both eastern and western French Guiana. Secondly, the Island of Cayenne does notfeatureanyraisedfields(e.g.,Rostain1994a:132) which are believed to represent important cultural markers for the Arauquinoid tradition (e.g., Boomert 1976, 1980, 1993; Versteeg 1985, 2003; Rostain 1994a:61, 2008ab, 2013)13, thus representing an aspect which is not shared with the Barbakoeba sites in Western French Guiana. In sum, the Early Thémire complex may certainly have (unknown) local origins but it integrated around AD 1400 various influences coming from both the eastern(Aristé) and possibly western (Barbakoeba) plains of FrenchGuianawhat is reflected inLate Thémire.

Possible origins and further research

Next to the geographically more obvious Orinocan cultural interaction sphere for the western Guianas, I would like to scale this analysis down to a smaller level and point out

the possibility that Cayenne can also represent a proper regional complex as suggested above. If we want to ascribe it to a distant culture area, the Amazonian Polychrome Tradition is as good to be an alternative considering the omnipresent potsherd temper in both regions14. The problem with this option is –just as Rostain faced 20 years ago for Thémire– there is only scant data available for the Early Ceramic Age occupation of eastern French Guiana as well as for Late Aristé (habitation) sites, knowing that the latter LCA complex is principally known for the polychrome (anthropomorphic) urns and other (spectacular) burial ware.However, in combination with recent and old data, the excavations at Poncel suggest the presence of Early Aristé at Cayenne Island (van den Bel et al. 2013; Gassies and Mestre 2012). The excavations revealed a cylindrical shaped pit F 158 (at least 2 m deep at surface level) containing thin sand tempered ware what is completely different from the Thémire ware (Fig. 2 and 6a). It features converging carinated bowlsaswellastypicalfingernailindentationsapplied to the lip and interior rim in series of open bowls, which are dated to the 4th century AD (POZ-44824, 1635 ± 30 BP) (Fig. 6b).Thelattertypeof decorationhasbeendefinedby Rostain (1994a: 161-173) as Ouanary encoché representing the earliest ceramic series for eastern French Guiana. Although Early Aristé wasatfirstascribed(correctly)to350AD(ibid.:495), the inception date has more recently been changed to 700 AD (Rostain 2012: 17, 24).The reasons for this remain unclear but of the 23 radio carbon attributed to seven different sites where Ouanary encoché has been found, at least 14 of them clearly show that it can be ascribedtothefirsthalf of thefirstmillenniumAD (e.g. Rostain 1994a; Grouard et al. 1997; SRA 2000; Mestre 1997, 2006b, 2013; Coutet 2009; Gassies and Mestre 2012). Interestingly, the earliest dates are associated to ring-ditched sites, which are positioned strategically at high plateaus in the mountainous hinterland of the coastal plains (e.g., Blondin, Pointe Maripa, and Favard). Indeed, when reviewing the existing collections of LCA at Cayenne, Ouanary encoché has been found at a few other LCA sites such as Vieux Chemin (van den Bel 2007b: 88) and Mont Grand-Matoury (Hildebrand 2000, Fig. 48.10), suggesting an earlier presence here. It is expected that these populations had a preference for higher situated locations, such as mountain tops where there is little archaeological research, thus explaining

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(partially) so little ECA sites have been found at Cayenne and surrounding areas15. Although further research is certainly needed, notably in the interior concerning ring-ditched mountain sites, it is suggested here that Ouanary encoché is part of an early first millennium ceramiccomplex which is distinct and separated in time from the much younger Late Aristé complex16, based on different vessel shapes, temper, and (incised) modes of decoration.This said, further investigation is also needed concerning a possible Late Aristé presence at Cayenne (e.g., van den Bel 2012a) to obtain a better understanding of the transition from Early to Late Thémire. The difference between both phases is probably linked to the Koriabo “arrival” in the (late) second half of the LCA as was already proposed two decades ago for the temporary type Melchior kwep by Rostain (1994a: 447). To my opinion, WOR elaborate painting, polylobed rims, incised “stools” next to eared pots, necked (toric) jars with (small) conic bases, and undecorated shouldered pots, found in Late Thémire and other late LCA assemblages are also strong Koriabo markers, suggesting that Late Thémire can as well be ascribed to the Koriabo ceramic complex in stead of the Arauquinoid series whereas Early Thémire, lacking the before mentioned features and having proper morphological and decoration modes, rather has a local or perhaps an Amazonian origin in stead of a far-fetched Orinocan one. In sum, the bias of a small archaeological dataset in the past may have favoured a theory of migration from the west to the east however it also provided a clean answer to theexistingarchaeologicalsituation.Scientificprotectionism dismissed all other possible ideas about rectifying or developing the existent framework but continuous (compliance) archaeological research during the last decade at Cayenne has made it possible to obtain a more detailed image of the LCA at Cayenne, notably the evaluation of the Thémire complex. It also revealed possibilities for further research about the Early Ceramic Age, hitherto barely brought to light for this region.

Acknowledgements

I would like to thank my colleagues at Inrap DOM and in particular Axel Daussy (topograhy), Mickael Mestre, Sandrine Delpech (lithic study), Sandrine Moules Mages, Sophie Capelle, Lydie Clerc, and Dominique Todisco

(geology, University of Orléans), Jaime Pagán Jiménez (EK Consultadores, University of Leiden), Matthieu Bailly (University of Franche-Comté), Gilles Fronteau (University of Reims) for fieldwork and collaboration.Finally many thanks also go to Arie Boomert for his comments on an earlier draft.

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1 The data of the Poncel excavations were treated together with the data from the previously excavated site of PK 11 Route des Plages (van den Bel et al. 2011, 2012).2 The latter grinding tools as well as some griddles and ceramic bowls from both Poncel and PK 11 (N=10) revealed the preparation and consumption of maize, arrowroot, beans and jack-beans, sweet potatoes, and pepper of which maize was omnipresent for all objects, notably griddles (Pagán Jiménez in van den Bel et al. 2013).

3 The disparity between decorated and plain ceramics of more than 10% is high but common for LCA Cayenne sites, so wit Katoury with 13% (Mestre et al. 2005: 47) as well as PK 11 with 12 % (van den Bel et al. 2012). The high number of decorated element for the constituent elements is probably biased and related to the fact that the majority of the collected material is taken from the features (e.g., burials and depositions).4 The incised decoration mode (N=358) is, except for two specimens, applied to the outside of the recipient. For this study, as well as for PK 11, we distinguished four modes: (1) parallel vertical and / or oblique incisions, (2) vertical crossed incisions or treilles in French, (3) alternated or chevrons, (4) complex incised motifs often in a zone or cartouche, and (5) wayy-lines. Modes 1 and 2 together represent the majority of the incised ware 83% what corresponds to approximately 30% of the total decorated register.5 When discussing Ripley Bullen’s analysis based on the so-called Ford method in the Lesser Antilles, Louis Allaire (1977:128) pointed out that this “typology is useful in classifying surface collections and test excavations, but it fails to provide more detailed information on many other aspects of the pottery” [my emphasis].6 “Comme aucune typologie céramique n’avait été définie en Guyane, et comme il n’existe pas de méthodologie encore bien adaptée au matériel amazonien, nous avons adopté une classification préliminaire simplifiée ; il sera nécessaire dans le futur de distinguer de nouveaux types et de subdiviser certains de ceux qui existent en plusieurs variétés.”Tomyopinion, thefirstpartof thisquote is incorrect because Alain Cornette (1990) already proposed various Styles for French Guiana and in particular Cayenne in 1985 at the IACA in Puerto Rico.7 In general it can be said that the introduction of compliance archaeology in French Guiana has enlarged the archaeological database significantly, notably concerning featureresearch and ceramic analysis.8 “Les datations actuelles au 14C du complexe Thémire en Guyane, qui vont de 1400 à 1650 de notre ère, représentent vraisemblablement la fin de ce complexe. Par comparaisons stylistiques avec les données du Surinam, on peut faire remonter le début de ce complexe au moins vers 950 ans notre ère, date la plus ancienne attestée pour les complexes Arauquinoide orientaux de ce pays (Versteeg, 1980c)”. 9 This inception date of the LCA at about AD 900 is also observed in other regions in Lowland Amazonia and is thought to be related to a

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general increase of population and to further socio-political evolution (Heckenberger and Neves 2009). However, the accessibility of the coastal plains at the end of the Moleson transgression for French Guiana may also haveplayedan importantrole infinalhumanimplantation of this ecological zone (van den Bel et al. 2011).10 As proposed by Claude Coutet (2009: 250) in her dissertation, she observed for the various types that “the distinct traits are in fact idiosyncratic features which may not have been emphasised sufficiently when the Thémire complex was created.”11 For Suriname, the Arauquinoid coastal occupation is represented by 21 radiocarbon dates for six different sites, to wit fiveradiocarbon dates for Hertenrits, six for Kwatta Tingiholo, two for Peruvia-2, three for Prins Bernhard Polder, six for Wageningen-1, and one for Boekoekreek-2 (Versteeg 2003: 267–270). Barbakoeba in French Guiana has been dated for several sites: seven radiocarbon dates ranging between 1000 and 800 BP (e.g., McKey et al. 2010, Table S1), three for Awala about 900 and 800 BP (Janin 2002; Coutet 2011) and six for Pointe Balaté about 900 and 800 BP too (van den Bel 2008; Briand 2013).12 The present author conducted a ceramic analysis as a PhD researcher of the Pointe Balaté and AM 43 (AM 41) material in August 2013 and July 2012 respectively. Many thanks go to Jérôme Briand for Balaté.13 The first raised fields are found in theMaillard Savannah, about 15 km to the west of Cayenne (Renard 2010).14 The absence of cauixi in Arauquinoid wares for Suriname is troublesome (Boomert 1977, 1978, 1980). Rostain (1994a:230) simply stated that “temper is not a discriminating element for the Arauquinoid series”, avoiding the question on this important marker of the Arauquinoid series in the Orinoco.15 The majority of the Cayenne table-mountains are classified monuments and thus little tono construction is present in these natural reserves.16 If to be attached to a larger Amazonian Tradition, the Incised-Rim Tradition would be more appropriate than the Incised-and-Punctuate one, as erroneously proposed by Rostain (sic).

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Simposio “Guyanas e Orinoco”

Ethnographic and Archaeological “Cultures”in Guiana, Northern Amazonia

Renzo S. Duin

Department of Archaeology, Leiden University, the Netherlands

Introduction

For decades, Neil Whitehead (1994:33; Whitehead and Alemán 2009) has prompted that “it is necessary to reconceptualise basic social and historical processes in this region, rather than just to add ‘new data’ to ‘old theory’” (emphasis added). The region I focus on in this chapter is the Upper Maroni Basin, frontier zone between Suriname, French Guiana, and Brazil, northern Amazonia. The ‘old theory’ of time-space graphs as developed by Irving Rouse (1968, 1986; Cruxent and Rouse 1958-1959; Meggers and Evans 1961) is grounded in the conception of a culture-historical mosaic aimedatfixing“typological peoples” in time and space by a set of reference points measured in terms of socio-culturally meaningful events such as migrations, contact, and conquest, with intervals of homogeneous “empty time”. Social phenomena, however, occur in complex dialectical relationships of negotiating discontinuities and contested practices. Reconceptualization of basic social and historical processes ought to begin with –drawing on the work by Sîan Jones (1997)– a critical rethinking of (1) the correlation between “archaeological cultures” (assemblages) and “ethnographic cultures” (communities), (2) the nature of archaeological distributions and taxonomic classifications, and (3) the veryexistence of bounded, homogeneous, cultural entities. This dialogue permits developing an alternative to the time-space graphs and what Eduardo Viveiros de Castro (1996) called the Standard Model of Tropical Forest Cultures that remain fundamental in Amazonian and Caribbean archaeology.

From ethno-archaeology to engaged archaeology

There is a long tradition in Amazonian archaeology linking the ethnographic present to the archaeological past, going back to

Domingos Soares Ferreira Penna, Erland Nordenskiöld, and Kurt “Nimuendajú” Unckle (Barreto and Machado 2001:246-247). Clifford Evans and Betty Meggers (1960), ensuing their archaeological research at the mouth of the Amazon (ibid. 1957), conducted an ethno-archaeological study in the south of Guyana among indigenous Waiwai communities. Archaeological “cultures” (assemblages) were paralleled with ethnographic “cultures” (communities), and ethnographic villages were equated with archaeological sites. Contemporary settlements were described consistent with archaeological terminology: “Habitation sites of the Wai Wai Phase” (ibid.: plate 48). This ethnographic, even ethno-archaeological, study was merely to illustrate perished elements of an archaeological past.Grounded in this paradigm, and parallel to excavations in the Caribbean, I began an ethno-archaeological study in French Guiana to investigate indigenous vernacular architecture and settlement patterning (Duin 1998). Lending a hand in the construction of houses aided in gaining insight in formation processes. I studied, photographed, measured and mapped, various houses and related structures. This research design was within the tradition of Caribbean archaeologists from Leiden University drawing on Amazonian ethnographies (Versteeg and Schinkel 1992), and Peter Siegel’s (1990a, 1990b) ethno-archaeological studies among the indigenous Waiwai of Guyana, previously visited by Evans and Meggers. Nevertheless, a few years into my research, Wayana asked me “if you are so interested in the past, why don’t you study OUR history.”From 1996 to present, my research on the Maroni River (border between Suriname and French Guiana) consequently, yet unintended, paralleled the shift from ethno-archaeology (a generalist approach searching for cross-cultural comparison through participant observation) to engaged archaeology (historically situated and in close collaboration with descendant

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communities). The indigenous Wayana people and I developed a common research agenda for the research, study, and preservation of history (in Wayana: uhpak aptau upijëmëtop, aklamatop, taklamai male). Historical documents, engravings, photographs, and prints of museum objects, provided a meeting ground for dialogue (Figure 1).During the past 15 years, collaborative approaches with descendant communities changed how we perceive archaeological practice (Bruchac et al. 2010; Chanthaphonh and Ferguson 2007; Heckenberger 2004; Murray 2011). Archaeology, or “the study of ‘things left behind in the ground’,” has been rephrased as “reading the tracks of the ancestors” (Green et al. 2003)1. With the same underpinning, the Wayana and I have been “reading” the tracks of the ancestors. For Wayana, history is situated in the landscape and therefore we piloted several expeditions upriver to identify traces of history, and record these traces by means of Global Positioning System (GPS), photographs and video. For the Wayana, these expeditions were to endorse as well as to materialize their social memory. For me, these expeditions contribute to writing a

new chapter of the unrecorded histories of northern Amazonia.Beyond map-reading and map-making, we were mainly engaged in “mapping” in the sense of Tim Ingold (2000). Often the sites visited were only a few decades old, demonstrated by, amongst others, the occasional wooden house posts, glass bottles, Dutch earthenware gin bottles, or cement markers of the 1937 border expedition. During the cartographic mission of 1962 it was explicitly mentioned that no cultural remains were found on or around Tchoukouchipann (Hurault 1968:152; Hurault and Frenay 1998:103). Everywhere in the Upper Maroni Basin, however, even in the Tumuc-Humac between Massif du Mitaraka and Tchoukouchipann, where botanists considered the forest “pristine” (de Granville 1978, 1994), we encountered traces of history immediately related to Wayana social memory (Duin 2006, 2009, Duin et al. 2013).There thus exist two conflicting ontologies:1) a western point of view grounded in the established disciplines of natural science, perceiving this area as a natural monument of rich biodiversity, i.e., a pristine heartland of Amazonia that has to be preserved, and 2)

Figure 2. Two rim-sherds recovered in Pilima(Ø 11 cm. Drawing by Renzo S. Duin © 2013)

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an indigenous perspective perceiving this very same landscape as the heartland of their Wayana culture, hence a cultural landscape. It is a task for anthropological archaeologists, in collaboration with both indigenous peoples and natural scientists, to mediate between these twoconflictingperspectives.Cultural landscapes, more often than not, are a palimpsest of multiple occupations. Fragments of a Koriabo style vessel (Figure 2), for example, were recovered in one of the Wayana villages2. Village elders said that it was not good to touch these fragments of decorated pottery, which they referred to as “tamok jolok” (“ancestral evil spirit”). They explained that in the past this vessel most likely served the pïjai (shaman) to drink blood. If we would touch this potsherd, it would certainly going to rain … which in fact it did somefifteenminutes afterwehadunearthed it. A Koriabo style vessel (undated, but at least 500 years old) became incorporated in Wayana social memory.

Settlement patterning and socio-political organization in the interior of Guiana

Compliant with the default model of tropical forest cultures, the Wayana village is typically described as a socio-politically autonomous unit, “always built following the same scheme: a grand round house in its center, the tukusipan, in the service of the dances and gatherings, and the household dwellings arranged in surrounding corona” (Hurault 1968:70; also Butt 1977:11). Wayana settlements without a roundhouse are considered “non-traditional” and generally ignored in ethnographic studies (cf. Duin 2009). Thirty years ago, Peter Rivière noted that the Wayana, described in the eighteenth century as having a “centralized military organization with a hierarchical chain of command” (1984:83) may be an exception to the standard Guiana model.One historical account (Tony cited in Ternaux-Compans 1843:104)3, hints to a centralized military organization with a hierarchical chain of command. This exceptional case of regional organization in Guiana in 1769 (Tony 1835, 1843) has not been further explored as it was concluded that this organization had disintegrated (Coudreau 1893:238) and completely vanished by around 1800 (Hurault 1965:18). In the Voyage, with has contentious biographical history, Claude Tony point towards a regional integration of Wayana socio-political organization:

“The Indians told us that, by going to the southwest, on the other side of the river Ouahoni [= Marouini] […], there is a series of villages of the roucouyens [i.e., Wayana], and of the Amicouane [most likely Upului] and Appareille [= Apalai] nations, all friends and allies, who all communicate by means of a beautiful path [linking a series of villages], and they also say that these united nations have established a chief, a kind of general leader (une espèce de capitaine général), who lives in the last of this [series of] villages, who is also the most important” (Tony 1835:317-318; all translations and interpretations are mine). Furthermore, Tony described the road leading towards the village of the “Rocouyens,” unfortunately not the village of the most important chief, as follows (Figure 3):“The following morning we set out on a straight road, well opened and well kept clean, towards East-South-East. After having walked for an hour, we perceived next to the road, under the trees, a tocaye [a shelter from palm leaves; mïmnë in Wayana] a small circular lodge about ten feet [about three meter] in diameter ending in rotunda […]. After having walked another three hours, we have arrived in a garden plot, in the middle of which we found, inside a carbet [= hut] some ten men with their leader, all well-armed. […] From this sort of advanced guard to the first village, there is still about four leagues [about 20 kilometer]; however it has to be brought to the attention that this road is made with still more care. […] Four triple roads […] arrive at a perpendicular angle in the middle of the village, where, in a kind of public place, an elevated tower is located, […] the carbets [= houses] are along the roads. [The road leading towards the village] is eight or nine feet wide [about 2.5 to 2.75 meter wide]; it is straight and aligned, as it was by means of a string, as far as halve a league [about 2.5 km] from the village; and from here, this road branched in three to arrive there [at the village], that is, there are three roads parallel, connected one to the other; the middle one is about nine feet [about 2.75 meter] wide and all along, at both sides, it is fenced off with pickets [palisades?], similar to the gardens in the new city of Cayenne; all three roads are maintained in a utmost cleanness” (Tony 1835:307-308, 312, 217; all translations and interpretations are mine; Figure 3).This historically described village and road system of the “Rocouyens” in the Upper Maroni Basin does not resemble the typical Guiana inter- and intra-settlement patterning, but rather the “galactic” settlement systems of the Upper Xingu (Heckenberger 2005; Heckenberger et al. 2008; other volume of 3 EIAA), and therefore urges for a reconceptualization of basic social and historical processes in the region. Beyond acknowledging that more complex societies

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(confederações) did exist in the past in Guiana, but that indigenous Guiana societies today are autonomous units (grupos atomizados) (Grenand 1971; Gallois 1986, 2005; Rivière 1984), it is needed to rethink basic social and historical processes of these more complex Guiana societies.Retracing the route described in Tony’s Voyage, the “village of the Rocouyens” must have been located in the land of the Kukuiyana4, between Marouini and the eastern foothills of the Tumuc-Humac Mountains (Figure 4). The road described by Claude Tony and discussed earlier, may link the Upper Maroni Basin with the Upper Jari Basin5, i.e., a road system in use at the turn of the century (Crevaux 1883, Coudreau 1893). Possibly, this road may have continued towards Samuwaka (Koelewijn 1987:253), the legendary village in the Sipaliwini Savanna where all Trio, Wayana, and other nations of the region lived together before they spread across Guiana (Figure 5). Peter Rivière (1969:17-18) had tabulated the various ethnic groups in the region (see also Chapuis 2006:532-535; Frikel 1957:541-562; de Goeje 1943),yetregardingthehistoricalidentificationof Trio subgroups, he stated that they “appear to be as definite as anything can be in thisethnographic chaos” (ibid.:21). Moreover, it was assumed that when “the Wayana” crossed the watershed (Tumuc Humac), the Trio subgroups Kukuiyana and Okomëyana became extinct. So how do I account for the fact that some Wayana today identify themselves also as Kukuiyana or Okomëyana?The answer to the predicament of (parts of) Trio subgroups becoming Wayana, I argue (Duin 2009, 2012), is the model of “partible and plural bodies” as developed by Marilyn Strathern (1988). A taxonomic classificationof Tïlïyo speaking communities results in listings of particular “singular bodies” such as the various Trio subgroups or “tribes” (Frikel 1957:541-562; Rivière 1969:18-17; see also de Goeje 1943; Chapuis 2006). These (in)dividual communities are partible persons in interaction, exemplified, from a Trio perspective, bythe “friendly” Pijanakoto6 and Okomëyana and “wild” Akuriyo and Kukuiyana. Taken-for-granted are the composite external relationships with non-Trio (wïtoto)7. Wayana, however,considertheOkomëyanafierceastheokomë-wasp, and these internal relationships must be suppressed to affect one Collective of the “plural body.” I (Duin 2009, 2012) have called this eclipsing process encompassing

multiple communities: “Wayanafication.” Rather than bounded, homogeneous entities, Wayana and Tïlïyo speaking communities (language based entities), I argue, have to be considered as partible and plural social bodies constantly emerging in dialectic interrelationships.This process of Wayanafication, or Wayanaethnogenesis, was instigated by Kailawa, the historical leader who settled the Great Wars. These Great Wars took place after indigenous people had withdrawn into the Guiana Highlands after being attacked by the Europeans, who shot and killed everybody upon landing ashore. People who were not shot and killed were soon felt by pandemic death, known among Wayana as kuwamai, resulting in a demographic nadir in the mid-twentieth century (Duin 2012:34).8 Local histories of the interior of Guiana between AD 1500 and 1900 are mostly unrecorded (cf. Koelewijn 1984; Chapuis 2003; Duin 2009), and further historical and archaeological research on its socio-politicalramificationsisdesired.This historical process of Wayanafication isforegrounded during the grand maraké ritual (ëputop ihle watop; discussed in detail elsewhere: Duin 2009, 2012) that takes place at the roundhouse (tukusipan), which is in synecdoche to mount Tukusipan9. Rather than that Wayana are losing their tradition, in that not every village has a roundhouse, the roundhouse during the grand maraké ritual becomes the place of legitimization, in a contesting manner, by means of transmission of material and immaterial property. Tukusipan (both the roundhouse and the mountain) manages the process of decomposition and composition of social bodies fundamental in be(com)ing Wayana. This social field of interaction, a‘region’ in the sense of Edward Casey (1996; drawing on Munn 1986), can be manipulated in a tactical manner by competing heterarchical forces amidst subgroups. Wayana (Guiana) socio-political organization is thus more complex than presumed in the conventional model of tropical forest cultures.

Archaeological and ethnographic “cultures” in the interior of Guiana

Historically situated ethnographic models with dynamic, open units of analysis, contribute to the reconceptualization of basic social and historical processes. Amazonian archaeology and anthropology has to critically rethink (1) the correlation between “archaeological cultures”

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(assemblages) and “ethnographic cultures” (communities), (2) the nature of archaeological distributions and taxonomic classifications,and (3) the very existence of bounded and homogeneous cultural entities, that are the unit of analysis of the ‘old theory’. This contributes to “a new ethnology, a new archaeology, and a new history of the indigenous peoples of Amazonia and nearby areas […,] exposing a previously inconceivable dynamism to the region’s societies” (Fausto and Heckenberger 2007:3).Fundamental is to acknowledge that ethnographic cultures (people based communities) are not equal to archaeological cultures (assemblages, mainly based on fragments of [decorated] pottery). For example, the Polychrome Tradition (Rostain 2013:105-110), Division (Howard 1947:42-59) or Horizon (Meggers and Evans 1961:379-381), consisting of various “phases”, “styles” or “cultures,” from Napo in Ecuador to Aristé (Cunany) in Brazilian Amapá, is mainly based on elaborately decorated funerary urns. Then again, the ethnographic alternative to taxonomicclassificationmaybeappliedtothesearchaeological distributions. As demonstrated earlier, some Trio subgroups remained ‘Trio’ while other Trio subgroups were incorporated into the Wayana confederation. In order to apply these historical dynamic processes to archaeological assemblages, it is needed to critically rethink the very existence of bounded and homogeneous cultural entities. I therefore postulate that we have to rethink archaeological assemblages as the materialization of interrelational processes of dynamic partible and plural bodies.As a case-study for the implementation of archaeological assemblages as dividual bodies, I draw on the archaeology of Brazilian Amapa and recent additional findings of Mazagão,Aristé, and Koriabo (Saldanha, J. and M. Cabral 2010), that urge rethinking of the ‘old theory’. Early Mazagão developed into Late Mazagão, yet I posit that, drawing on the concept of “dividual bodies”, Early Mazagão also developed into Koriabo. According to Meggers and Evans (1957:97), Early Mazagão pottery, i.e., Mazagão plain (ibid.: 85-87) and Uxy incised (ibid.:89-91), is characterized by temper of crushed or ground quartz and mica particles (muscovite)10. Most Koriabo pottery is also tempered with “micaceous quartz sand (53.3%)” (Boomert 2004:253). In categorizing mica particles merely as temper (techno-economic means), the golden shininess of mica particles, which can be of great importance in

a ritual economy (Duin 2012), is undervalued. Instead of linking the Koriabo assemblage to a single ethnographic community, it is needed to understand the role of Koriabo style vessels within a living community.

Concluding reflection

In order to gain insight into the rise and fall of the Koriabo “culture,” or any other archaeological assemblage in Guiana, and its relationship with contemporary indigenous peoples living in the region, there is a need for further ethno-historical and archaeological research. Rather than just add ‘new data’ to ‘old theory’ (i.e., time-space graphs) we have to further our understanding of the Guiana ritual economy underpinning a socio-political landscape with elements of regional integration. This implies that we have to abandon the notion of the very existence of bounded and homogeneous cultural entities as Aristé, Mazagão, or Koriabo. Acknowledging frictional, historically situated and regionally integrated societies, demands a rethinking of archaeological and ethnographical “cultures” in Amazonia and beyond.

Acknowledgements

First and foremost I want to thank Stéphen Rostain for inviting me to this exceptional meeting of Amazonianists from various disciplines, traditions, and nationalities. My research since 2010 has been financiallysupported by a grant from the Dutch National Science Foundation (NWO-VENI # 275-62-005). I thank the Wenner-Gren Foundation for their support of travel and hotel costs. My research and understanding of the complex data was only possible in close collaboration with the Wayana people. I acknowledge the comments and suggestions of participants of the Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica who provided helpful suggestions to improve the current paper. Interpretations made, however, are the sole responsibility of the author.

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1 An early example can be found in Protásio Frikel (1961, 1969) who went with the Trio of the Upper Paru de Oeste to sacred sites in order to “read the tracks of the ancestors,” rather than studying the things left behind in the ground.2 The village of Pilima where fragments of a Koriabo style vessel were recovered (Figure 2), is located near the former village of Taponaike, and possibly the location where Paul Sangnier in 1938 recovered pottery fragments currently at the Musée du Quai Branly, Paris (e.g.: MQB inventory number 71.1939.25.654). The decorative style of the vessels, the bamboo patches, and the location of the site some ten meters above the river, are all hallmarks of a Koriabosite,firstdefinedbyEvansandMeggers(1960:124-144). The Koriabo phase is dated around AD 750-1500 (Boomert 2004:256-257; Rostain 1994:457-458, 2013:125).3 When most anthropologists and archaeologists cite ‘Tony 1843,’ they actually refer to Peter Rivière 1984:83.4 I (Duin 2009, 2012) therefore argue that the “Rocouyens” are no other than the Kukuiyana,

a Wayana subgroup, earlier classified as aTrio subgroup (Frikel 1957:541-562; Rivière 1969:17-18).5 Regarding the other three roads: Tony arrived in the village via the road connecting to the Marouini, and the other two roads, I posit, led to the road system of the Oyapock and across the watershed via Curari to the Jari.6 Rather than “friendly,” Wayana consider Pijanakoto (tall, painted black, with shields and quivers) their archenemy.7 Non-Wayana are referred to as kalipono.8 Ethnographic studies at the foundation of the standard model of tropical forest cultures were conducted in the late nineteenth until the mid-twentieth century, that is, during the demographic nadir of indigenous Amazonian peoples. Regarding Wayana demographics, the first estimates were provided in thelate eighteenth century; that is more than a century after Claude Tony described a more complex society with elements of regional integration. Based on historical demographics alone, it is doubtful if early twentieth century ethnographies are useful to gain understanding of indigenous socio-political organization before contact.9 Where the tukusipan is the hub in the Wayana village, and even the hub in an agglomerate of Wayana settlements, Mount Tukusipan is in the center of the Wayana region (Figure 4).10 Warapoco plain, which had an occurrence of 58.8% in the lower levels of the Koriabo phase (Evans and Meggers 1957:138-139), resembles contemporary Wayana pottery, and particularly the example of an “Uxy incised” vessel (ibid.:54) corresponds with the dimensions of the Wayana vessel described by Duin (2000/2001).

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Simposio “Guyanas e Orinoco”

Nuevos aportes a la arqueología del sitio El Saladero, bajo Orinoco, Venezuela

José R. Oliver

Institute of Archaeology, University College London, Reino Unido

1. El yacimiento de El Saladero

En este artículo, aportamos nuevos datos recabados en nuestro re-análisis de las excavaciones y materiales obtenidos por Cruxent y Rouse (en 1950) en El Saladero (Láminas 1, 2) ubicado en el bajo Orinoco (Osgood y Howard, 1943:95-111; Cruxent y Rouse 1958-59:211-237; Sanoja 1974, 1979; Sanoja y Vargas 1969, 1978). Limitamos la discusión a los resultados de los análisis de restos de almidones y las fechas de radiocarbono (AMS) obtenidos hasta el momento. Estos forman parte de un estudio más amplio y detallado que esperamos publicar más adelante en un número especial de la revista Antropológica (Caracas). El Saladero es el puntal que ancla la cronología y el desarrollo estilístico de la tradición cerámica modelada-incisa barrancoide, cuyas amplias redes de relación se extienden por la Amazonía y las Guayanas (Lathrap, 1964, 1966, 1970 [2010]; Evans y Meggers 1964; Meggers y Evans 1969, 1983; Lima Pinto, 2008; ver Neves 2012: en este volumen). Además incluye el complejo cerámico Saladero que posteriormente se extiende hacia las Antillas y Guayanas, y cuyo origen inmediato se ubica río arriba en la región de Parmana y Ronquín (Gassón 2002; Roosevelt 1978, 1980, 1997; Rouse 1978; Rouse y Allaire 1978). Ambas tradiciones alfareras han sido vinculadas a la gran diáspora de grupos de habla Maipure/Arawak por las tierras bajas suramericanas y hacia las Antillas (Eriksen 2011; Heckenberger 2002; Hornborg 2005; Neves 2013:130-134; 151-153 y volumen “Amazonía. Memorias del 3 EIAA”; Rouse 1985). El Saladero (UTM: 20 P E-587914 – N-959762) se ubica sobre un dique (levee) fluvial en lamargen izquierda del Río Orinoco, a 10km de la entrada al delta. La vega inundable se ubica en el margen septentrional del río y contiene múltiples lagunas. En el bajo Orinoco la vega y

lagunas están separadas del cauce del Orinoco por una serie de diques alongados que en ciertospuntoselríohacortadoycreadocañosde desagüe que lo conectan con las lagunas. Durante la crecida del Orinoco (junio a octubre), el excedente de aguas se vierte en las lagunas; durante la bajada del nivel del río (noviembre a mayo), las lagunas desaguan el excedente hacia el Orinoco (Lewis et al., 2000; Hamilton y Lewis, 1990; Wayne et al. 2002). Las lagunas son zonas de alta biodiversidad, muy ricas en pescado y aves además de ser abrevaderos para la fauna terrestre (Lasso Alcalá y Sánchez Duarte, 2000); las islas arenosas son hoy día zonas de cultivo, principalmente de maíz, cosechado antes de la crecida del río. Los diques con sus elevadas barrancas frente al Río Orinoco eran y aún son puntos óptimos y estratégicos de asentamiento al estar por encima del nivel deinundacióndurantelamayoríadelosaños.Estas localidades permiten señorear sobre eltráfico de canoas (o buques) en el Orinoco,controlando el acceso a las postreras lagunas así como el vaivén de gentes entre las sabanas septentrionales, el río y el macizo guayanés. La barranca del dique de El Saladero, durante la crecida de aguas, ha sido sujeta a erosión fluvial, efectos ya descritos por Osgood,Cruxent Rouse, y Sanoja. Por ejemplo, cerca de 25 metros de la barranca del sitio de Los Barrancos, había colapsado entre 1941, cuando Osgood excavó en el sitio, y el 1957, cuando Cruxent y Rouse regresaron. No podemos entrar en detalles acerca de la geomorfología fluvial–ysobretodode la tasadeerosióndelas barrancas a lo largo de su historia (ver, Meade 1994, 2007; Mikhailova 2010). Baste decir que nuestras investigaciones en El Saladero (02/2013) determinaron que entre 50-100m de la barranca han colapsado desde el 1950. La dinámica de erosión concuerda con las observaciones de Cruxent y Rouse (1958-59: 212): el oleaje, exacerbado por el tráficomoderno de grandes buques, especialmente durante la crecida del río, ha socavado la base

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de la barranca causando el colapso de grandes bloques hacia el río. La carretera de asfalto que en 2004 se encontraba a unos 50 metros de la barranca, hoy está parcialmente derrumbada (Lámina 3). En resumen, las nueve trincheras de Cruxent y Rouse y los siete cortes de Sanoja (1979:39-44) y Vargas ya han desaparecido en el río. Lo que hoy se preserva del depósito cultural es lo que en 1950 era una zona periférica, hacia a la Laguna “La Puente”.

2. Trasfondo del problema ‘Saladero’

Existen desacuerdos sustanciales sobre la interpretación de la secuencia cronológica-cultural de El Saladero (Boomert 2000:284-294; Barse 2000, 2009; Gassón 2002). Cruxent y Rouse consideran al componente Saladero como un complejo que antecede a, y es independiente de, Barrancas (o Barrancas Pre-Clásico). Sanoja y Vargas sin embargo argumentan que Saladero es un tipo de alfarería dentro del ajuar estilístico de la tradición barrancoide ya que ambas cerámicas ocurren juntas en los mismos niveles inferiores de todas las excavaciones, con la cerámica Saladero en proporción minoritaria. La excepción es la Trinchera 7 de Cruxent y Rouse, donde en los tres niveles inferiores

predomina la cerámica de estilo Saladero (80-100%), mientras que en niveles superiores hay una abrumadora predominancia de cerámica de estilo Los Barrancos (Barrancas Clásico). En el nivel superior incrementa la cerámica Guarguapo (Barrancas Post-Clásico), desgrasada con cauxí. Ya que en la Trinchera 7 de Cruxent y Rouse el componente temprano Barrancas (Barrancas Clásico) está prácticamente ausente, Sanoja (1979) inserta la alfarería pintada blanca y roja (Saladero) como contemporánea al complejo barrancoide más tardío; es decir, Los Barrancos (Barrancas Clásico). Posteriormente, Barse (1990:87) comentó que la alfarería Saladero encontrada en la Trinchera 7 debe ser intrusiva y posterior a la fase Barrancas Pre-Clásico y Clásico. Sin embargo todos están de acuerdo que la tradición barrancoide puede dividirse en tres fases de desarrollo estilístico. Para evitar confusiones de nomenclatura entre yacimientos y estilos, en este informe identificamos los estilos,fases y/o componentes con las siglas SAL (Saladero), BAR-1 (Barrancas o Barrancas Pre-Clásico), BAR-2 (Los Barrancos o Barrancas Clásico) y BAR-3 (Guarguapo o Barrancas Pos-Clásico). El bajo y medio Orinoco han producido

Cuadro 1. Fechas convencionales del sitio Saladero sometidas por Cruxent y Rouse (1958-59)* Calibración mediante OxCal v.3.10. Todas las fechas fueron procesadas en 1954-55 y en 1957-58. ** La muestra Y-41 “was inadequate and had to be run at half the standard pressure” (Ref. Science 122,

1955:959, y Radiocarbon Measuements Comprehensive Index [1967]: 210). *** Y-42a Y-42b y Y42c son tres fechados del mismo lote. La fecha R_Combinada fue obtenida mediante el

programa de OxCal v.3.10. ( [X2 Test; df=2; T=0.0 (5% 6.0]). **** Y-40a and 40b son dos fechas del mismo lote. La fecha R_Combinada arrojó alta probabilidad de ambas ser la misma

fecha (X2 Test al 5%; [df=2; T=0.6 (5% 3.8]).

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dos esquemas cronológicos contrastantes, uno largo y otro corto, que implican la selección de las fechas absolutas que más se ajustan al modelo desarrollo regional y migración favorecido por el investigador. En la Lámina 4 presentamos la cronología larga propuesta por Cruxent, Rouse y Roosevelt y la cronología corta, favorecida por Sanoja, Vargas y Barse. Incluimos además otra variante cronológica propuesta por Arie Boomert ya que es la de mayor aceptación hoy día. Es evidente que las abundantes fechas del medio Orinoco son sumamente problemáticas (DeBoer 1998:278). Aparte de la controversial autonomía cultural de SAL en el bajo Orinoco el problema es que las fechas de radiocarbono originales contienen desviaciones estándar muy amplias, a tal punto que los componentes SAL de la Trinchera 7 y BAR-1 de la Trincheras 1 y 6 se solapan considerablemente: ambos componentes tienen las mismas probabilidades de fechar en cualquier momento entre cal. 1400/1000 y 840/350 a.C. (2σ) (Cuadro 1). La fecha SI-863 del Corte 1 de Sanoja, asociada al complejo BAR-1, arrojó cal 780-400 a.C. (Cuadro 2). En un trabajo anterior propusimos que en El Saladero hay posiblemente la existencia de sedimento antropogénico (terra preta) en base a una foto tomada en 1950 por Rouse de la barranca (Oliver, 2008: Fig.12-20). Su presencia tiene importantes implicaciones relativas a la estabilidad y duración de las ocupaciones en el sitio (Arroyo-Kalin 2008; Petersen et al. 2001; Neves et al. 2003). Los resultados del análisis de las muestras de sedimentos de dos cortes que realizamos en El Saladero en febrero 2013 son discutidos en el ensayo de Manuel Arroyo-Kalin (este volumen). Otra interrogante se refiere a los cultivosdel bajo Orinoco, para los cuales no existía ninguna evidencia empírica, sólo suposiciones de la presencia temprana (SAL) de la yuca (Manihot esculenta) y de especulaciones acerca de la introducción más tardía del maíz desde el medio Orinoco donde Roosevelt (1980; 1990: 66, 71-72, 83, 160-162) confirma supresencia durante la fase tardía de Corozal 1. Más adelante discutiremos los resultados e implicaciones de los análisis de granos de almidón realizados por Jaime Pagán-Jiménez.

3. Resultados de las fechas 14CEl programa de nuevos fechados tiene los siguientes objetivos: (1) determinar si SAL y

Lámina 1. Mapa topográfico del dique del sitio Saladero en febrero de 2013. Las áreas ya desparecidas donde se ubicaban las Trincheras 1 a 9 excavadas por Cruxent y Rouse están aproximadamente indicadas al NE y SO del embarcadero ‘viejo’, ya derrumbado por el río. Comparar con el mapa publicado por Cruxent y Rouse (1958-59: Figura 180). Los círculos con los números 1 y 2 ubican dos cortes realizados en 02/2013 para el análisis de sedimentos

BAR-2 son en efecto contemporáneos como insisten Sanoja, Vargas y Barse; (2) intentar reducir el rango de edad probable de las fechas para los diferentes estilos o componentes alfareros; y (3) obtener fechas más directas y precisas de las plantas identificadasmedianteel estudio de almidones. Las muestras se obtuvieron (en abril 2011) de la colección original de El Saladero (Trincheras 1 y 7) depositadas en el Museo Peabody de Historial Natural de la Universidad de Yale. En adición, durante nuestra investigación descubrimos que existían cuatro potes grandes de cristal con abundante cantidad de carbón vegetal procedente de las secciones S1, T2 y T3 de la Trinchera 7. De estos carbones (madera quemada) seleccionamos cinco muestras para fechar AMS con el objetivo de constatar si las fechas concordaban con las obtenidas de la pasta de la cerámica y de las costras de hollín, o

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si variaban sustancialmente como resultado de posibles mezclas mecánicas de los carbones en sedimentos arenosos.Un total de 10 tiestos se seleccionaron: cinco de SAL, tres de BAR-1 y dos de BAR-2. Lamentablemente el intento de directamente fechar estos tiestos resultó negativo por lo cual la décima muestra no fue procesada. Aunque bajo el microscopio Patrick Quinn identificó vacíos en las secciones finas dealgunos de los tiestos probable eran evidencia (negativa) de la inclusión accidental de material vegetal (¿cariapé?), la presencia de carbón fue insuficiente. Desafortunadamente, laposibilidad de fechar los estilos cerámicos directamente quedó eliminada. También seleccionamos cuatro tiestos de la Trinchera 7 con residuos de alimentos carbonizadosenlasuperficieinteriordeltiesto.Los resultados fueron totalmente inesperados, teniendo en cuenta de que todos arrojaron evidencia de almidones de plantas alimenticias. Como se aprecia en el Cuadro 5, las muestras produjeron fechas entre 27,430 a.P. y 27,330 a.P. (sin calibrar), es decir anteriores a la máximo glacial tardío (LGM) y con valores Δ13C entre -27.5 y -27.9. Curiosamente las fechasestánenelordenestratigráficocorrecto,la más reciente en la capa superior. Una de las muestras (Yale Cat.: ANT.218113) fue fechada dos veces (OxA-28062, -28063) por lo cual podemos rechazar un error instrumental del laboratorio. Evidentemente, los restos carbonizados de alimentos están contaminados y las fechas deben ser rechazadas. Por el momento no hemos podido identificar lafuente contaminación. No creemos que haya sido por el “Efecto de Reserva de Carbono” (Freshwater Resrevoir Effect), en donde el agua del río y las lagunas contienen carbono disuelto de una fuente o sustrato calcáreo que entra en la cadena alimenticia, tales como peces, aves y mamíferos acuáticos (Hart et al., 2013). Durante la conferencia del EIAA-3, Roosevelt opinó que la contaminación pudo haber sido causada por el uso regular de carbón fósil (coque) como combustible para cocinar por los grupos prehispánicos. Al descartar la vasija rota en el basural la costra de hollín debió contaminarse con las cenizas y carbones minerales de las hogueras. Es posible, pero la hipótesis de Roosevelt no nos convence del todo. Hasta donde sepamos, el coque (carbón mineral/fósil) o carbón inerte (dead carbón) no es accesible en concentraciones y cantidades suficientes para el consumo diario en las

cocinas. Recolectar fragmentos o pedacitos de carbón mineral dispersos por la zona nos parece un método de extracción ineficienteen comparación con la fácil recolección de la abundanteleñadelbajoOrinoco.Actualmente,estamos realizando estudios microscópicos y geo-químicos adicionales de las muestras, talescomoespectrofotometría,paraidentificarla composición la costra y la naturaleza del carbono (¿derivados de petróleo?). Existe la posibilidad de que en algunos casos, la pared interna de la vasija haya sido sellada con algún material mineral “resinoso”, como la brea o el mene. Esta última posibilidad parece insinuarse en la última fecha AMS (Oxa-28,209), que también resultó fallida. La fecha rebasó los límites de añosradiocarbono−más de 49,600 a.P. (Cuadro 4). La muestra no es madera carbonizada sino un conglomerado de sedimentos y un material exudado que, según Lee Newsom, posiblemente fuera el producto de la combustión de madera. Newsom nos recomendó no fecharla. Pero en su informe agrega comentarios que nos indujeron a tomar el riesgo. “Yo supongo que probablemente sería mejor no fechar este material, aunque me he estado preguntando si actualmente arrojase la fecha más puntual ya que el exudado posiblemente podría derivase de la leña durante el proceso de quema; sin embargo, si es algún otro [tipo de] residuo [entonces] es mejor no sacrificar un fechado; quizá es un alguna mezcla del proceso de preparación de la cojoba (Anadenanthera peregrina) o simplemente representa exudados para utilizados como pegamento o para otros propósitos, o incluso otros tipos de residuos alimenticios” (Newsom, comunicación personal, 22/02/2013; traducción nuestra).Thomas Higham, por su parte, comentó que este material exudado (resina o pegamento) bien podría ser la fuente de contaminación de las costras de hollín de los tiestos (comunicación personal, 30/08/2013). No todos los intentos de fechar Saladero han sido fallidos. Cuatro muestras de carbón vegetal dieron resultados coherentes (Cuadro 4). Los carbones fueron previamente identificadospor Lee Newsom para asegurar que no fuesen maderas antiguas, de lento crecimiento. La estructura celular de las muestras indica que pertenecen a las familias Annonacea y/o Guttiferae (Taxon 3) o a las familias Cecropiae, Malvaceae y/o Sterculaceae (Taxon 1+2). Tres fechas (Oxa-28,208, OxA-28,167 y OxA-28,168) de las unidades T2 y T3 arrojaron fechas: cal. 786-517 a.C., 788-541 a.C., y 806-594 a.C. (2σ) (Cuadro 4), asociadas principalmente al

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Cuadro 2. Fechas convencionales del sitio Saladero sometidas por M. Sanoja (1968-69)* * Calibración mediante OxCal v.3.10. Todas las fechas fueron procesadas en 1968-69 ** Los niveles arbitrarios son de 20cm*** La fecha de SI-862 (?) fue erróneamente identificada como muestra no. SI-861 por Sanoja (1979:187) y Sanoja y Vargas

(1978:264). Mientras que la fecha SI-870 fue erróneamente identificada como SI-861 por los mismos autores

Cuadro 3. Fechas convencionales del Sitio Los Barrancos sometida por Cruxent y Rouse (1956-57)* * Calibración mediante OxCal v.3.10. Todas las fechas fueron procesadas en 1956-57 ** Y-499-1a and Y-499-1b son dos fechas de la misma muestra. La prueba X2 indica una alta probabilidad de ser

fechas diferentes (falla la prueba de X2 al 5% (T=25.19). Ambas fueron rechazadas por ser “demasiado divergente” (Radiocarbon 1, 1959:169; Radiocarbon Measuements Comprehensive Index [1967]:215;

Cruxent & Rouse 1958-59:15)

Cuadro 4. Nuevas fechas AMS del sitio Saladero sometidas por Oliver (2013)* * Calibración mediante OxCal v.3.10. La muestra OxA-28209 queda fuera del rango (cal 63923 ± 19968 a.P.). **“Taxa 1+2” indica que los Taxon 1 y Taxon 2 inicialmente estuvieron segregados, pero que un análisis posterior demostró

que cubren un solo taxón (Newsom, comunicación personal, 2012).

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componente SAL. Las fechas convencionales asociadas a cerámicas de estilo SAL, con amplias desviaciones estándar, sugerían fecha probable (94.5% de certidumbre) máxima de 1400/1000 a.C. y una mínima entre 800-350 a.C. (Cuadros 1, 2). Las nuevas fechas indican, con un 94.5% de probabilidad, de que la fecha cae dentro del rango más reciente de las fechas convencionales. Es decir, las fechas convencionales originales son esencialmente correctas; las tres nuevas fechas sin embargo ofrecen una mayor precisión, al reducir significativamente el intervalo cronológico deprobabilidad. La cuarta fecha, OxA-28,166 (Cuadro 4), proviene de la Unidad S1 (nivel 4: 75-100cm), donde predomina la cerámica barrancoide (en particular, BAR-2). La fecha calibrada es 1418-1271 a.C. (2σ). A primera vista, la fecha está fuera del orden esperado. Las fechas convencionales asociadas a cerámicas de BAR-2 en el sitio cabecero Los Barrancos y en El Saladero (en otras trincheras o cortes) sugieren que dicho estilo cerámico debería fechar a mediados del primer milenio d.C. (Cuadros 2, 3). Pero la Unidad S1 presenta una estratigrafía complicada cuyas implicaciones discutiremos más adelante. Afortunadamente, aún tenemos cinco muestras adicionales para fechar en Oxford que esperamos puedan aclarar esta inconsistencia.Las nuevas fechas, claro, no resuelven del todo el problema de sus asociaciones con los estilos cerámicos o fases de ocupación, en particular los componentes SAL vs. BAR-2. Es útil volver a revisar dichas asociaciones haciendo referencia muy particular a las notas de campo originales de Rouse (notas, 1950), depositadas en la Biblioteca Irving Rouse del Museo Peabody de la Universidad de Yale. Estas son importantes ya que registran observaciones que amplían y aclaran la breve síntesis de Cruxent y Rouse (1958-59:211-233).

4. Evaluación de los contextos: estratigrafía, alfarerías y fechas

La estratigrafía del sitio El Saladero es relativamente simple, salvo en los casos en que se detectaron entierros humanos o fogones (Sanoja 1979: Fig.30-32; Cruxent y Rouse 1958-59:314). El sedimento hacia la superficie varía de franco-arenoso a areno-francoso(Castillo1965:281),esdetexturafinay de color marrón oscuro a marrón grisáceo muy oscuro (10YR3/3-3/2). Hacia la base, el

sedimentoconsistedeunaarenamuyfinadecolor marrón muy pálido a amarilla (10YR7/4-7/6), o blanca (10YR 8/1) cuando seca. Entre ambos estratos existe un sedimento transicional que aclara su color (desmelanización) según aumenta la profundidad, desde marrón (7.5 4/4) a marrón amarillento claro (10YR 6/4). La mayor densidad de cerámica (Cuadro 6A) se concentra en el sedimento superior donde predominan las cerámicas BAR-2 y BAR-3. El espesor de las dos “capas” superiores varía entre las diferentes trincheras y cortes, pero el sedimento superior marrón oscuro es más grueso en los puntos altos cerca de la barranca y más delgado en dirección hacia la pendiente que conduce a la vega y lagunas. Elsedimentooscurodelasuperficieeselqueespeculamos quizá fuese antropogénico (terra preta), no sólo por el color marrón oscuro sino además por contener una alta densidad de tiesos (4,479 tiestos o 65.2% del total; Cuadros 6A, 6C). El análisis de Manuel Arroyo-Kalin (este volumen) de las muestras tomadas de los Cortes 1 y 2, cerca del embarcadero viejo, demuestra que no son de terra preta (Lámina 1). Pero hay que considerar que estas muestras se tomaron en una zona que hoy está entre 50-100m al oeste de donde se encontraba la barranca en 1950. El análisis de Arroyo-Kalin (este volumen) no demuestra si hubo o no terra preta cercana a la barranca en el pasado (1950); pero sí demuestra que no la hubo en la zona 50-100m más al interior. De haber existido una franja de terra pretasobrelabarranca,seríaseñalde ocupación prolongada e intensa; pero 50-100m al oeste, sabemos ahora que no se dieron dichas condiciones de intensidad habitacional para formar terra preta. En total, la Trinchera 7 cubre 24m2, dividida en cinco unidades de 4m2 cada una. Primero se excavaron las unidades S1 a S4 (2x8m) y después se amplió la trinchera con las unidades T2 y T3 (2x4m). Todas fueron excavadas en niveles arbitrarios de 25cm y los materiales cernidos en seco. Esta trinchera presenta una estratigrafía algo más compleja que las demás excavaciones de El Saladero (Lámina 5). Están presentes el sedimento superior, o Contexto 1, el sedimento transicional (Contexto 2) y la arena marrón pálida o amarillenta hacia la base (Contexto 4). El Contexto 2 aparece ilustrado en el dibujo de campo, pero fue eliminado en el publicado por Cruxent y Rouse (1958-59: Fig. 180) seguramente porque no hay discordancias abruptas entre los contextos 1-2 y 2-4. Nosotros creemos que es útil marcar la zona de

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Lámina 4. Tres modelos cronológicos propuestos para el bajo y medio Orinoco. En este trabajo tres nuevas fechas AMS indican que el inicio de la fase y componente Saladero (SAL) se ubica cal. 800-500 a.C.

Lámina 5. Estratigrafía de las unidades S1 a S4 (izquierda) y dibujo de planta de la Trinchera 7 (derecha). Las descripción de la estratigrafía y el plano son nuestra reconstrucción basada en los dibujos

y notas de campo originales de Rouse (notas, agosto, 1950).

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transición (Contexto 2) aun cuando sus bordes hayan sido, en realidad, difusos. La Trinchera 7 presenta además una serie de lentes (que no son “capas”) de color oscuro (Lámina 5: Contexto 3) que descansan sobre la arena amarillenta basal (Contexto 4). El Contexto 3a también descansa sobre el Contexto 4 y se limita a las unidades S2, S3, T2, y T3. El Contexto 3a cubre el elemento designado como Fogón #3. Según Rouse, el fogón: “consiste de una tierra marrón rojiza, aparentemente descolorada por el fuego. [Cuando es] asida con la mano [se aguanta en] bloques, pero es arena

[suelta] cuando prensada con la mano. No hay muchos fragmentos de carbón, pero sí mucha ceniza. Descansa sobre un depósito que consiste de arena amarillenta teñida de negro” (Rouse, notas 14/08/50; nuestra traducción y énfasis). Los lentes subyacentes de “arena amarillenta teñidadenegro”seobservanenelperfildelapared este de las unidades S2 y S3 (Lámina 5: Contextos 3b y 3c). Parece ser que el Contexto 3a, que arropa este fogón, consiste de un sedimento compacto (al igual que el fogón) de color “marrón rojizo” que en varias ocasiones Rouse también describe como “tierra negra”.

Cuadro 5. Almidones y fechas AMS de los tiestos del sitio Saladero sometidas por Oliver (2013)** Las muestras de granos de almidón fueron tomadas de la costra de alimentos carbonizados de la superficie interior del tiesto y/o de los intersticios de la superficie interior. Todas las fechas resultaron estar contaminadas con carbón inerte (dead carbon; old carbon). La fuente de contaminación está aún por determinar. Nótese que OxA-28062 y OxA-28063 son dos muestras

tomadas de la misma muestra (ANT.218113). Análisis de almidón fueron realizados por J. Pagán-Jiménez.** SAL= estilo Saladero; BAR-1= estilo Barrancas o Barrancas Pre-Clásico; BAR-2= estilo Los Barrancos o Barrancas

Clásico; BAR-3= estilo Guarguapo o Barrancas Post-Clásico

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Observa además que la arena negra/marrón rojiza “contiene basura concentrada” y que los sedimentos del fogón y el basural (Contexto 3a) “son más compactos que en el resto de la [unidad]” (Rouse, notas: 14/08/50; nuestra traducción). En las notas de la Unidad S2, nivel 5 (100-125cm) Rouse anota que el sedimento “rojizo marrón” se extiende hasta 2/3 de la unidad a partir de la pared Este (lado S2-S3) y, de nuevo, anota que “aquí hay considerable basura, bien concentrada” (Rouse, notas: 12 y 13/08/50; nuestra traducción). En las notas de la Unidad S3, nivel 5, Rouse (notas: ibid.) observa que el “depósito de arena marrón rojiza contiene el material parecido a Cuevas [es decir, el estilo Saladero] que continua hacia la esquina T3 [al este]”. Pero en el lado S3-S4 (oeste), “hay una arena marrón mediana [Lámina 5: Contexto 3 en la pared oeste] que arrojó el material transicional Barrancas Clásico [BAR-2]”. Es decir, los Contextos 3a, 3b, y 3c están asociados con depósitos alfareros del estilo SAL. Por otro lado, los lentes del Contexto 3, visibles en la pared oeste de las unidades S1 a S4, están asociados a cerámica barrancoide, donde predomina el estilo Los Barrancos (BAR-2). Es claro que las cerámicas SAL y BAR-2 surgieron de contextos diferentes. Lamentablemente, los materiales los embolsaron juntos bajo el mismo nivel arbitrario,porlocuallasestadísticasnoreflejanla separación de los tiestos de cada contexto aunque Cruxent y Rouse lo observaron durante la excavación (Cuadros 6A-C).El Contexto 3a es el que Cruxent y Rouse (1958-59:215) describen como un “pequeñomontículo [midden] de cumbre redondeada”, asociado a la cerámica de estilo SAL. En las unidades S2, S3, T2 y T3, el Contexto 3a ocurre entre los niveles 5 y 6 (100-150cm) que arrojaron 1,323 tiestos SAL contra 148 tiestos barrancoides (BAR-2). Los niveles 7 y 8 (150-200cm) abarcan los Contextos 3b y 3c (Lámina 5: pared este) y los lentes (Contextos 3, pared oeste) así como el Contexto 4. En esos niveles, las unidades S2-S3 y T2-T3, arrojaron 150 tiestos SAL contra sólo 5 de la fase BAR-2 (Cuadros 6B, C). Estos datos indican que a partir del nivel 5 hay una abrumadora predominancia de cerámica SAL asociados a los Contextos 3a, 3b y 3c, así como con la arena amarillenta basal (Contexto 4).Es el Contexto 3a el que Sanoja (1979: 27-28) reclamó ser “una especie de bolsón” intrusivo que supuestamente provenía del estrato superior donde predomina la cerámica barrancoide. En

consecuencia Sanoja propuso que el estilo SAL no es un complejo cultural autónomo sino un tipo de alfarería (ware) dentro la fase Barrancas Clásico (BAR-2). En su análisis, Barse ofrece una variante acorde con esta interpretación: “Yo interpreto a esta capa [Contexto 2] como otra unidad de deposición que cubre la superficie [Contexto 4] donde la ocupación Barrancas [es decir, BAR-2] descansa; es una capa o un horizonte de paleosol el cual es penetrado por el elemento de pozo o basurero [con cerámica] Saladero” (Barse 1990: 87). Nosotros no estamos de acuerdo de que el Fogón #3 y el Contexto 3a sean elementos (features) intrusivos que penetran y cortan el Contexto 4 (arena amarillenta). Por falta de espacio no entraremos en un argumento más detallado, pero un vistazo a las notas de Rouse ylosperfiles(Lámina5)sugierenqueelFogón#3 tuvo que formarse in situ y que el basural (Contexto 3a) descansa sobre −no penetra− el Contexto 4. Sin embrago concordamos con Barse que en la Trinchera 7 (y su vecindad) no hubo una ocupación correspondiente a la fase Barrancas Pre-Clásico (BAR-1), tal como sucede en otras zonas del sitio. Nuestro re-análisis de las colecciones depositadas en el MuseoPeabody (Oliver 1978) afirmaque lospocostiestosqueCruxentyRouseidentificaroncomo estilo Barrancas (BAR-1) son en efecto modos (atributos) de pasta, forma y decoración predominantes durante la fase BAR-1 pero que persisten en la fase BAR-2, aunque con mucho más baja frecuencia. De un total 4,349 de tiestos barrancoides solamente 118 (2.4%) tiestos con atributos BAR-1 se identificaronen la Trinchera 7. Éstos, aunque sean de estilo Barrancas (BAR-1), son tiestos ya de la fase BAR-2.CruxentyRousenodibujaron losperfilesdepared de las unidades T2-T3. Sin embargo, el perfildelaparedestedelaTrinchera7delasunidades S2-S3 puede considerarse una imagen en espejo de la pared oeste de las unidades T2 y T3 (Lámina 5). La estratigrafía de la pared norte de la Unidad T3 puede observarse a grosso modo en la foto de la Lámina 6. La pared norte muestra claramente el Contexto 1 que recubre el sedimento transicional (Contexto 2) y éste, a su vez, cubre el Contexto 4 de arena clara. Dentro del Contexto 4 observamos una serie de betas onduladas de color oscuro interdigitadas con arena clara. Estamos razonablemente convencidos que son raíces, fenómeno que hemos observado en nuestros Cortes 1 y 2 para el estudio de sedimentos (Arroyo-Kalin, este volumen). El Contexto 3a y los lentes

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(Contextos3y3b-c)nosevenenelperfildela pared norte, puesto que éstos se limitan al cuadrante suroeste de la unidad. Para discutir los contextos de las fechas y estilos cerámicos en relación a la distribución de los diferentes sedimentos, hemos reconstruido las plantas de los niveles 5 y 6 de la unidades T2 y T3 en base a las notas originales de campo de Rouse (notas, 18/08/50; Lámina 7). En el nivel 5 (100-125cm), Rouse anotó que la mitad norte de la Unidad T2 y la mitad sur de la Unidad T3, hay una zona de sedimentos “médium brown” [marrón mediano] que corresponde a lo que identificamos como el sedimento intermedioo Contexto 2 en las unidades S1 a S4. En el resto de ambas unidades, el suelo es marrón

claro, en efecto, la arena amarillenta o Contexto 4. Lo importante de este nivel 5 es que Rouse anota que “la mayoría” de los tiestos con atributos barrancoides (es decir, BAR-2) están asociados al sedimento transicional, mientras que la mayoría de los tiestos “parecido al estilo Cuevas” de Puerto Rico (es decir, estilo SAL) aparecen en los sedimentos más claros, es decir, Contexto 4. En total la Unidad T2 tiene 95 tiestos SAL contra 44 tiestos BAR-2; la Unidad T3, tiene 65 tiestos SAL contra 7 tiestos BAR-2 (Cuadros 6B, 6C). Debido a estas observaciones, Cruxent y Rouse embolsaron por separado los carbones recuperados en los sedimentos oscuros (Contexto 2) de los colectados en los sedimentos claros (Contexto

Cuadro 6A. Trinchera 7: Conteo total de la cerámica por nivel y unidad (SAL, BAR 1-3 y Apostadero)

Cuadro 6B. Trinchera 7: Frecuencia (N=) de la cerámica Saladero (SAL) por nivel y unidad

Cuadro 6C. Frecuencia (N=) de la cerámica de la fase Los Barrancos (BAR-2) por nivel y unidad** Estos incluyen tiestos de estilo Barrancas (BAR-1) pero cuyos modos (atributos) persisten en el estilo Los Barrancos (BAR-2)

y, por ende, son de la fase Los Barrancos (BAR-2)

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4). De este nivel se obtuvo la fecha Y-41 contaminada de 6200±380 a.P. (Cuadro 1), pero nosotros obtuvimos la fecha OxA-281208 calibrada, 786-517 a.C. (Cuadro 4). Sabemos que esta muestra (Yale Cat.: ANT.268879) procede de la esquina noreste donde había una concentración de carbón mezclada en la matriz de arena más clara (Contexto 4). En la Unidad T3, nivel 6 (125-150cm), con excepción de la base del Fogón #3 en la esquina suroeste, el sedimento es uniformemente una arena amarillenta o marrón pálida (“light or yellowish brown”); es decir, Contexto 4. Ya hacia los 140-145cm de profundidad la unidad es culturalmente estéril, aunque Rouse menciona que había poco carbón. En la Unidad T2, a pocos centímetros de iniciado el nivel 6 (125-

150cm), el sedimento es uniformemente arena amarillenta (Contexto 4); la mitad sur ya deja de aportar restos cerámicos a los 140-145cm. A pesar de todo, los tiestos recuperados en el nivel 6 de ambas unidades son predominantemente del estilo Saladero: 28 en T2 y 161 en T3 y solamente 5 del estilo BAR-2 (Cuadros 6B, 6C). De la Unidad T2, nivel 6, hay una fecha convencional (Y-42 [R-Combinado]) calibrada entre 1300-840 a.C. (2σ) (Cuadro 1). Hay además nuestras dos fechas AMS (Oxa-28167, 28168) que calibran respectivamente a 788-541 a.C. y 806-594 a.C. (2σ) (Cuadro 4). Las tres fechas proceden de la mitad sur (lado T2-U2) de la unidad y del mismo lote (Yale Cat.: ANT.268943). De la Unidad T3, nivel 6, hay una fecha (Oxa-28208), cal.786-517 a.C.

Lámina 6. Foto de la pared norte de la unidad T3, Trinchera 7 (Rollo 62, exposición no. 7; colección del Museo Peabody, Universidad de Yale). Se observa el sedimento oscuro (Contexto 1), seguido de un sedimento

transicional algo más claro (Contexto 2). Entre 75-100cm de profundidad comienza el sedimento de arena clara o marrón pálido, o amarillenta (Contexto 4). Las laminaciones dentro del Contexto 4 (~125cm) son

el producto de raíces. En esta pared norte no se observan los lentes de los Contextos 3, 3c-d ni tampoco el fogón y Contexto 3a. Nótese que en la Unidad T3 sólo se excavó la mitad sur del nivel 7 (150-175cm). Una ventana (test pit) al fondo de la unidad T3 (nivel 8) fue excavada hasta 200cm. Esta resultó ser culturalmente

estéril. El obrero está parado en la esquina U4 donde se obtuvieron las muestras fechadas mediante AMS. Las profundidades son aproximadas.

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(2σ) y proviene del lote central de la unidad (Yale Cat.: ANT.268878). Del mismo nivel 6 proceden las fechas convencionales Y-43 (cal. 1150-550 a.C., a 1σ) e Y-44 (840-510 a.C., 1σ) (Cuadro 1). La muestra Y-44 procede también del lote colectado en el 1/3 central de la unidad (Yale Cat.: ANT.268878), pero la fecha Y-43 procede de un lote recolectado en el 1/3 sur de la unidad (Lámina 5: lado T3-U3). Este último lote ya no existe en las colecciones del Museo Peabody; debieron utilizarse todas las muestras de carbón. Hay que aclarar que aunque según Rouse (notas: 18/08/50) hubo una mezcla accidental de los carbones de nivel 5 y 6 de la unidad T3 (Lámina 5: lote ANT.268878), las fecha calibrada resultó ser prácticamente la misma (~800-500 a.C.) que las dos obtenidas de la Unidad T2, nivel 6. Aún queda el problema de la única fecha existente para las unidades S1 a S4: OxA-28166 del nivel 4 (75-100cm) de la Unidad S1, la más al sur y a 11m de la barranca (en 1950), la cual calibra a 1418-1271 a.C. (2σ) (Cuadro 4). Rouse (notas: 08/12/50) indica que el sedimento pasa de un “humus marrón oscuro hacia el tope” a una “arena marrón mediana”. Esta última, nos dice, “aparece hacia la base del nivel en el lado S1-T1 [sur], pero está hacia el tope en el lado S2-T2 [norte]; la mayoría de los artefactos viene del humus.”Y,añade,“haymuchocarbón”entodoeste nivel. Este nivel contiene relativamente pocos tiestos (n=51), de los cuales: 4 son SAL; 44 son BAR2; 3 son Bar-3; y 1 es Apostadero (Cuadro6A).Losperfilesdelascuatroparedesde la Unidad S1 (Lámina 5) indican que este nivel arbitrario corta a través de los Contextos 1, 2 y 4. No es posible precisar de cual contexto proviene la muestra. Dada la predominancia de la cerámica barrancoide (92.1%), esperábamos que la muestra de carbón también procediera de actividades de la fase BAR-2 de ocupación (y no de la fase temprana BAR-1, ya que no está presente en la Trinchera 7) y, por lo tanto, que la fecha fuese posterior a los ~800-500 a.C. obtenidos de los niveles 5-6 de las unidades T2-T3. Como ya indicamos, la fecha (cal. 1418-1271 a.C.) nos parece ser demasiado antigua, especialmente si aceptamos que las fechas más tempranas de asociada a componentes BAR-2 en otros cortes de El Saladero y en el sitio de Los Barrancos son ~400-500 d.C. (Cuadros 2, 3). Por el momento, la asociación de esta fecha debe considerarse dudosa. Quedaentoncesampliamenteconfirmadoqueel Contexto 4 (T2-T3: niveles 5-6) fecha ~800-500 a.C. Las fechas convencionales del mismo

contexto, si las limitamos a 1σ de probabilidad, están en armonía con las fechas AMS a 2σ de probabilidad. Estas fechas están asociadas a unapreponderanciasignificativadetiestosdelestilo cerámico Saladero.

5. La evidencia microbotánica y discusión final

En el Cuadro 5 resumimos los datos relevantes de los seis tiestos cerámicos seleccionados para someter a análisis de almidones. De éstos, dos son cerámicas de estilo SAL de la Trinchera 7, uno es de estilo BAR-1 seleccionado de la Trinchera 1 (unidad B2, done predomina BAR-1) ya que en la Trinchera 7 no hay una ocupación BAR-1, uno del estilo BAR-2 y, finalmente, dos son del estilo BAR-3(Guarguapo). Cuatro de los tiestos contenían material carbonizado en la superficie interiorde donde Jaime Pagán Jiménez tomo muestras. Como ya indicamos, las fechas AMS de las cuatro muestras resultaron contaminados. Otros dos, sin costras de “carbón”, también fueronmuestreadosensussuperficiesinternas.En total, Pagán examinó ocho muestras ya que en dos tiestos se muestrearon en dos zonas diferentes (Cuadro 5: Yale Cat.: ANT.214222 y 218686). Los resultados fueron positivos. En términos globales, el maíz (Zea mays) se registra en 8 de 8 (100%) muestras; la yuca (Manihot spp., cf. esculenta), el ají (Capsicum spp.) y las leguminosas, cada una se registran en 3 de 8 (37.5%) muestras. Posiblemente almidones de ñame (cf.Dioscorea spp.) se encuentran en un fragmento de budare decorado asociado al estilo SAL, mientras que posibles almidones de Marantacea (silvestre) se registran en un tiesto BAR-3. El maíz aparece asociado a cerámicas de todas las fases de ocupación en El Saladero. Aceptando la fecha de cal. 800-500 (2σ) para el componente SAL, el almidón de maíz muy probablemente tenga esa misma fecha inicial. En un caso (muestra #12-27a) los granos de almidón de maíz presentan atributos que Pagán sugiere tentativamente sean producto de fermentación. La presencia de maíz hacia 800 a.C. (~2500 a.P.) no nos sorprende, pues desde Panamá y Ecuador hasta las tierras bajas de Amazonía, hay evidencia arqueobtánicas de su presencia temprana a partir de aproximadamente 7500-4500 a.P. (Blake 2006; Bonzani y Oyuela 2006; Arroyo-Kalin 2012:12). En Parmana, medio Orinoco, el maíz se constata para la fase tardía de Corozal 1 (Roosevelt 1990: 66,

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71-72, 83, 160-162), es decir, alrededor de 500 a.C. (Lámina 4). Igualmente tardíos son los almidones de maíz del sitio Pozo Azul Norte (Puerto Ayacucho, medio Orinoco) asociados a fechas posteriores al 250 d.C. (Perry 2001:205-209; Barse 2008). En fin, es de esperar quela presencia del maíz en medio Orinoco sea muy mucho más antigua. No es posible, sin embargo, determinar la variedad del maíz en El Saladero. ¿Cuándo se convertió en un alimento base? ¿Llegó a convertirse en el alimento base?. En la Trinchera 7 (Rouse, notas: 38/03/58) sólo hay 2 machacadores líticos (unidad T2, nivel 3) y dos piedras de moler (unidades S1 y S4: nivele 3) asociados a cerámicas BAR-2 y BAR-3, lo que posiblemente indique un nivel bajo de producción de maíz harinoso.Finalmente, estudios de ADN indican que la mandioca fue domesticada en la región suroeste de Amazonía (alto Madeira-Acre) (Olsen y Schaal 2006); ya hacia 10,300 a.P. aparece en contextos precerámicos en alto Valle de Zaña, Perú y en Panamá donde haarrojado fechas del 6to milenio a.P. (Piperno 2011; Arroyo-Kalin 2012:12). Aunque en el bajo Orinoco podemos situar la yuca alrededor de 2500 a.P. es muy probable que en un futuro no lejano se compruebe una antigüedad de <4000 a.P. El re-emplazo de maíz por la yuca como alimento base que generó una explosión demográfica y complejidad social (Roosevelt1980) en el Orinoco no parece ser toda la historia; aún faltan datos empíricos, incluyendo más estudios de isótopos estables que iluminen aspectos de la dieta humana. En este ensayo sólo hemos dado un primer paso.

Créditos

Una beca (NF/2012/02/08) de AHRC/NERC-Radiocarbon Facility nos permitió costear las fechas. Estas se procesaron en el Oxford Radiocarbon Accelerator Unit bajo la supervisión del Profesor Higham. Becas del Dean’s Travel Grant-UCL costeó los viajes a la Universidad de Yale, Saladero y Quito. Este estudio ha sido posible gracias a la colaboración de Manuel Arroyo-Kalin, Lilliam Arvelo, Arie Boomert, Richard Burger, Marcia López, Maureen DaRoss, Tom Higham, Lee A. Newsom, Jaime Pagán-Jiménez, Patrick Quinn y Yoli Velandria. Nuestro agradecimiento especial a Ben Rouse quién nos facilitó las colecciones del Museo Peabody y todas sus notas de campo.

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Simposio “Guyanas e Orinoco”

Ecología histórica de la Gran Sabana(Estado Bolivar, Venezuela) entre los siglos XVIII y XX

RodríguezIokiñe1, Rafael Gasson1, Audrey Butt-Colson2, Alejandra Leal 3 & Bibiana Bilbao3

1 Centro de Antropología, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)2 Universidad de Oxford, Reino Unido

3 Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Simón Bolívar, Universidad Simón Bolívar

Introducción

Este estudio se propone estudiar el impacto de procesoshistóricosrecientes(últimos300años)en la formación del paisaje actual de la Gran Sabana (Sector Oriental del Parque Nacional Canaima). Hasta la fecha, la ecología histórica de la Gran Sabana ha sido poco estudiada, y las pocas investigaciones realizadas han tendido a enfocarse en cambios en el paisaje a escala milenaria. Testimonios orales recientes de abuelos Pemon sugieren la necesidad de prestar mucha más atención a la historia colonial para explicar cambios recientes en el paisaje. Se busca problematizar y complejizar explicaciones tradicionales hechas sobre los procesos de cambio en el paisaje de la Gran Sabana que tienen a poner una carga negativa al rol que ha jugado el Pueblo Pemon moldeando dinámicamente el paisaje. Argumentamos, de modo similar a lo propuesto Zent (1998) para el caso de los Piaroa en el Estado Amazonas, que el contacto colonial conllevó cambios intensos en el patrón de asentamiento y ocupación de los habitantes de la Gran Sabana, con movimientos migratorios y abandonos temporales de sus territorios que implicaron un mantenimiento mucho menos continuo y dinámico del paisaje. Estos cambios, en combinación con eventos de sequia extrema, informan las causas de cambios importantes en el paisaje de la Gran Sabana de principios del siglopasado,talescomoincendioscatastróficosque son frecuentemente señalados comoindicadores de malas prácticas locales de uso de fuego.Este estudio forma parte del Proyecto “Impacto del cambio climático y de la ocupación humana en los mosaicos sabana-bosque de la cuenca del Orinoco: un enfoque transdisciplinario”, el cual se propone la caracterización y el análisis de los cambios ambientales ocurridos durante el Holoceno (últimos 10000 años)

en los mosaicos sabana-bosque de la Cuenca del Orinoco (en los Llanos Venezolanos y la Gran Sabana), a diferentes escalas temporales: largo (10000000-1000 años), mediano (1000-100años),ycortoplazo(100-<10años).Esteestudio viene a abarcar la escala temporal de corto plazo en el sector de la Gran Sabana.Desde el punto de vista teórico, el trabajo parte de la concepción del paisaje como cuasi-objeto u objeto híbrido (en el sentido de Latour 2007) como concepto teórico fundamental, ya que rechaza la ontología dualista tradicional de la relación sociedad-naturaleza a favor de perspectiva monista, centrada en el paisaje como el resultado o manifestación material de dicha relación (Crumley 1994). Uno de los avances más importantes en las ciencias contemporáneas es el reconocimiento del carácter histórico de la naturaleza, lo que condiciona tanto su estructura presente como su futuro (Bowler, 1998: 5). De esta forma, la Ecología Histórica se plantea como síntesis de la ecología de paisajes y la antropología histórica, rechazando la distinción entre paisajes naturales y humanizados. De la misma manera, critica el enfoque sincrónico y el énfasis en el equilibrio (homeostasis), típico de muchos estudios tradicionales. La ecología histórica se plantea como el estudio de las relaciones entre sociedad y ambiente en secuencias temporales de largo, mediano y corto plazo, tomando el concepto de paisaje como conceptounificadoryunidadfundamentaldeanálisis. Lo anterior necesariamente supone trabajar con un enfoque transdisciplinario, en el que los investigadores/as trascienden sus propios campos, llegando a compartir un marco epistémico amplio y una nueva meta-metodología que les sirve para integrar conceptualmente las diferentes orientaciones de sus análisis (Martínez, 2009: 91). En este sentido este estudio contempla la correlación

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de diferentes tipos de datos, incluyendo datos etnográficos, históricos, arqueológicos yecológicos sobre la formación del paisaje de la Gran Sabana. La información etnográficae histórica ha sido recogida por vía oral entre diferentes poblaciones indígenas de la Gran Sabana (Venezuela) y Guyana desde 1970 hasta el presente, a través de investigaciones etnográficas tradicionales y participativas. Deigual modo se ha hecho una revisión exhaustiva de documentos etnográficos, materialhemerograficodiversoyfuenteshistóricas.Losdatos arqueológicos y ecológicos provienen de estudios previos realizados por los miembros del equipo o por de investigaciones realizadas por otros colegas.El estudio analiza: a) El patrón de ocupación humana en la Gran Sabana antes de la conquista, b) Las etapas de conquista/presencia colonial en el Sur de Bolívar-Norte de Brasil-Este de Guyana, c) Los patrones de cambio de ocupación humana durante la conquista, y d) Los cambios ambientales (años de sequiaextrema) entre los siglos XVIII y XX y sus impactos en el paisaje.

La ecología histórica de la Gran Sabana como problema

La Gran Sabana es una área de aproximadamente un millón y medio de hectáreas ubicada en la Guayana Venezolana, en zona fronteriza con Guyana y Brazil, dominada por sabanas abiertas con porciones entremezcladas de bosques, herbazales y morichales. La zona es mundialmente conocida por sus tepuis (derivado de la palabra tüpü en lengua Pemon): un conjunto de mesetas que sobresalen abruptamente del paisaje, alcanzando una altura de hasta de 2.810 metros sobre el nivel del mar (e.g Roraima). Además de ser una zona de alto valor paisajístico y el lugar ancestral de vida de los Pemon es además de gran importancia estratégica para Venezuela. Una parte importante del agua que surte a la principal represa del país (la represa del Guri) se origina en la Gran Sabana, por lo cual proteger sus bosques y las funciones hidrográficasdelosmismoshasidountemadeinterésnacionaldesde1975.EneseañolaGranSabana pasó a conformar el Sector Oriental del Parque Nacional Canaima (originalmente creado en 1969), duplicando así la extensión original del parque a sus 3 millones de hectáreas actuales. Adicionalmente, en reconocimiento de su extraordinario paisaje y a sus valores

geológicos y biológicos, el PNC fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 1994.A pesar de su valor ecológico y cultural, la ecológica histórica de la Gran Sabana ha sido poco estudiada. Solo en tiempos recientes es que se han comenzado a estudiar los procesos de formación del paisaje y los cambios en la vegetación a escala milenaria, tratando de aclarar una gran incertidumbre que ha existo sobre el origen de la vegetación mixta de bosque-sabana del área.Por siglos, ha existido una narrativa dominante en la zona que sostiene que la Gran Sabana fue en un pasado remoto una zona cubierta por bosques y que la reducción del bosque ha sido causada por los Pemon. Esta narrativa se ha reafirmado a sí misma con la suposición(asumida por muchos como cierta) que los Pemon son pobladores recientes de la zona, habiendo sido empujados desde el norte de la Gran Sabana en la época de la colonia. Esta narrativa se ha afianzado entrecírculos ambientales y gestores ambientales por dos razones: a) los Pemon usan el fuego habitualmente en una variedad amplia de actividades de subsistencia, tanto en el bosque como en la sabana, b) existen evidencias físicas de incendios catastróficos ocurridosa principios del sigloXX, que son señaladoscomo evidencia del poder destructivo del fuego y de la expansión de la sabana a expensas del bosque, c) el fuego es percibido como una gran amenaza para la conservación de las funciones hídricas de los bosques de la zona, de lo cual depende en gran medida la vida útil de la represa del Guri.Dicha narrativa ha sido problemática por varias razones: por un lado, le conferido un carácter negativo a los Pemon en la formación del paisaje, sugiriendo que han tenido un rol como destructores más que moldeadores del paisaje. Segundo, sugiere que los Pemon no tienen conocimientos sobre el uso sustentable del fuego, y por lo tanto ha invisibilizado sus saberes ambientales y su contribución en la formación y mantenimiento del paisaje. Tercero, por su visión catastrofista haceimperativa una intervención externa para la regulación y el control de los usos locales en la zona, planteado la necesidad de la eliminación y reducción del fuego en el paisaje. Y cuarto, invisibiliza el papel que pueden haber tenido procesos históricos vinculados al contacto de las culturas indígenas con la sociedad colonial y Republicana en la formación del paisaje.

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De modo alternativo a esta narrativa dominante, este estudio propone la siguiente hipótesis de trabajo: Tanto la existencia de sabanas como ocupación humana en el área son muy antiguas. Los Pemon y sus ancestros son importantes reguladores en la conservación del paisaje y en la economía de nutrientes y del fuego en la región. El paisaje de la Gran Sabana apartirdefinalesdelsigloXIXeselresultadode una combinación de factores que incluyeron cambios en la ocupación humana impulsados porlaintensificacióndelprocesodeconquista,migraciones provocadas por movimientos religiosos, y de eventos recurrentes de sequía extrema.

Lo que sabemos de la antigüedad de los Pemon y del fuego en la Gran Sabana

La manera en que se he interpretado convencionalmente la formación del paisaje de la Gran Sabana asume que los Pemon

“al ser recién llegados”, no están adaptados al ambiente de la Gran Sabana y que en un pasado “idealizado” la Gran Sabana carecía de presencia humana.Lo cierto es que poco se sabe aun sobre la historia de la ocupación humana antigua en la Gran Sabana, ya que se carece de registros arqueológicos suficientes para saber a cienciacierta que pasó antes de 1492 (Audrey Butt-Colson en Rodríguez 2007). Sin embargo, se conocen dos sitios arqueológicos pre-hispánicos y pre-cerámicos en las cercanías de Canaima y en el Río Cuyuní que pudieran datar del pleistoceno tardío-holoceno temprano (Gassón, 2002). Estos sitios fueron identificados en los años 1960 por Cruxentcomo dos complejos precerámicos en hipotética sucesión cronológica. El primero, Tupuken, consiste en una industria unifacial de nucleos y lascas en basalto ubicada en la confluencia de los rios Cuyuni y Yuruari(Cruxent 1972). Esta industria podría estar

Figura 1: Diagrama de polen en una localidad de la Gran SabanaDiagramas de polen resumen para la localidad SIP en Gran Sabana. Se muestra el eje de edades calibradas antes del presente

(14C ages), la localización de las edades radiocarbónicas profundidad en centímetros (Depth), el, los grupos ecológicos que conforman la suma de polen, y las partículas de carbón. Los datos están expresados en porcentajes

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relacionada con la llamada Flake Tradition, que podría ser tan antigua, según Cruxent (1972) y Whilley (1972) como 35000 AP. El segundo, Canaima, ubicado en las sabanas al oeste del Salto de la Hacha (alto Caroni), es una industria bifacial, con puntas de proyectil pedunculadas, cuchillos bifaciales, raspadores y martillos. Su edad se desconoce, aunque Boomert (2000) lo asigna, junto con Early Sipaliwini (Suriname) a la denominada Subserie Canaiman de la Serie Joboide. Esto claramente indica que en el pasado lejano existió una ocupación humana en la zona. Adicionalmente, una reconstrucción paleoeco-lógica reciente de la historia del paisaje de la Gran Sabana reveló que, contrario a lo que se ha asumido convencionalmente, el fuego ha sido un componente permanente del paisaje de laGranSabanadurantelosúltimos7.000años(Leal 2010) (ver figura 1), del mismo modoque ha sido reportado en las sabanas Cerrado de Brasil (Mistry y otros 2005). Dado que las quemas en la Gran Sabana han demostrado tener principalmente un origen antrópico, estos resultados sugieren presencia humana continúa durante largo tiempo en el área y un papel activo del fuego (y de los humanos) en el modelado del paisaje. Adicionalmente, estos estudios paleocologicos sugieren que la sabana ha sido la vegetación dominante del área por mucho más tiempo que el bosque, aunque se observa un proceso de retroceso del bosque en

losúltimos2.000años (Leal2010),momentoapartirdelcualparecehaberseintensificadolaocupación humana en la zona.A través de un estudio de lenguas Caribe, Durbin (1977) sugiere que los habitantes actuales de la Gran Sabana, actualmente conocidos como los Pemon, son descendientes de un conjunto de grupo proto Karibe que han habitado la zona Central del Escudo Guayanes desdehacemasde4500años.Durbinsugiereademás varios procesos de ruptura y división de los grupos proto-caribe en los últimos tres mil años.Podemos asumirque loshabitantesactuales de la Gran Sabana están vinculados a la última ruptura, que tuvo lugar hace 2300-1000años.En la actualidad se asume comúnmente que los Pemon son un sub-grupo Karibe compuesto por varios subgrupos lingüísticos: kamarakoto, arekuna, taurepan, makuxi y akawaios. Dentro de la frontera Venezolana hacen vida fundamentalmente los kamarakoto, arekuna y taurepan, aunque existen aun filiacioneshistóricas y familiares estrechas con los makuxi (asentados en Brasil) y los akawaios (asentados en Guyana). Butt-Colson (2009) diferencia entre los Pemon y los Kapong (ver Figura 2), y propone más bien tres grupos regionales, dentro de los cuales entran diferentes conglomerados: Arekuna (Pemon del Norte), Akawaios/Waika/Ingarikok (Kapong del Sur y Norte) y Makushi (Pemon del Sur).

Figura 2: Segmentación y sobrenombres Pemon/Kapong por conglomerados y grupos regionales

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A diferencia del caso de los Pemon (Arekuna y Makushi), la antigüedad de los Kapong (Awakaio) en su territorio actual ha sido ampliamente documentada. Se sabe por lo menos que mucho antes de la conquista (miles de años), las migraciones y asentamientosde los Akawaio se extendían hasta Surinam, Brasil y la cuenca Amazónica. Los Akawaio se originaron de un grupo Kariña (Caribe),que había migrado de un lugar desconocido (posiblemente del nor-oeste) y se asentó a lo largo de los bordes de zonas de pantano en el litoral Occidental de Guyana (entre el Orinoco y el Esequibo) los cuales usaban prácticas agrícolas de irrigación. La identidad Akawaio como un pueblo diferenciado, con su lenguaje propio (de la familia Caribe), su propia cerámica y forma de subsistencia (agricultura de conucos enbosquestropicales)datadehace2.000añosen el valle del Mazaruni (Butt-Colson 2009). Denis Williams (2003) sugiere que los Akawaio fueron los primeros en evolucionar hacia una cultura y economía de bosque distintivas dentro del territorio Guyanés. Dada la cercanía geográfica y la filiaciónlingüística de los Akawaio con los Pemon, uno podría suponer una antigüedad similar de los Pemonenlazona.Sinembargo,estonosignificaque todos los habitantes de la Gran Sabana tenganentre1000y2500añosdeantigüedad(o más) en la zona. Los testimonios orales y documentos históricos indican claramente que los Pemon “actuales” son producto de un proceso de trivialización del contacto colonial: algunos estaban ya allí asentados durante la conquista, pero otros llegaron del Cuyuni (en el Estado Bolívar), de Brasil y Guyana producto del contacto colonial. Otros, no sabemos cuántos, murieron producto de las guerras inter-étnicas, enfermedades y la trata de esclavos. “Nosotros los habitantes de la Gran Sabana, tenemos parientes desde el río Urarikuera (en Brasil) hasta el río Caura, todos somos Pemon. Nosotros somos una mezcla de Wapichana, Ingarükok, y otros. No sabemos exactamente quienes somos. Cesar a lo mejor es Makuchi y yo soy Ingarükok. Somos producto de un mestizaje entre diferentes grupos, yo creo que no hay un Taurepan puro. Estamos mezclados” (Jorge W. Perez, Kumarakapay, 1999, citado en Roroimükok Damük, 2010).Independientemente de su antigüedad exacta en la zona, lejos de estar mal-adaptados ecológicamente, estudios recientes sugieren que los Pemon tienen un conocimiento detallado y sofisticadosobreelusodelfuego(RodriguezySletto 2009). Similar a otros pueblos indígenas

del mundo, el uso del fuego forma parte de una trama amplia de prácticas locales que han contribuido de manera dinámica a la formación y mantenimiento del paisaje. Para los Pemon, el uso del fuego es parte de su obligación ancestral de cuidar el pasaje de la Gran Sabana. Al igual que en el caso de otros pueblos indígenas como los aborígenes del Parque Nacional Kakadu en Australia (Lewis 1989), los Pemon usan el fuego para “limpiar” el paisaje y para hacer que se vea más “bonito”. Asimismo, al igual que otros pueblos indígenas que viven en paisajes parecidos (Lewis 1989; Laris 2002; Mistry et al. 2005; McGregor et al 2010, Miller y Davidson-Hung 2010), los Pemon han desarrollado un sistema de quema prescrito que conlleva a provocar pequeñasquemas en la sabana durante ciertas épocas del año(finalesdelaépocadelluviayprincipiosdela época de sequía) y en los bordes del bosque, a findereducirlaacumulacióndecombustibley,porende,prevenirincendiosdemayortamañoy más destructivos en los bosques durante la época seca. Resultados de estudios ecológicos recientes sobre el comportamiento del fuego en la Gran Sabana han revelado una gran variabilidad en el comportamiento del fuego en términos de incendios, extensión, temperatura y altura de las llamas (Bilbao et al. 2010). Han demostrado además, que la variabilidad en el comportamiento del fuego crea, a su vez, un mosaico de parches de pradera con diferentes historias de fuego, en los que los parches mas recientemente quemados funcionan como corta-fuegos contra la propagación de incendios provocados en los parches adyacentes. Sobre la base de esta investigación, los autores concluyeron que el sistema de quema Pemon prescrito reduce la incidencia de incendios peligrosos y también promueve la heterogeneidad de vegetación en el espacio y en el tiempo (Bilbao et al. 2010). Y lo que es más importante, estos estudios proveen un soporte para la quema Pemon prescrita como una técnica apropiada para la conservación de la biodiversidad y sugiere que en lugar de eliminar las prácticas de manejo del fuego Pemon, el sistema de quema Pemón es clave para prevenir grandes fuegos potencialmente destructivos en áreas críticas de conservación.

Etapas de expansión colonial en la Gran Sabana y su impacto sobre el paisaje

El proceso de contacto y expansión colonial parece haber contribuido a una acumulación

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de combustible a lo largo de la Gran Sabana, producto de quemas menos frecuentes y extensivas en el territorio, desencadenando los incendios catastróficosdeprincipiosdel sigloXX.Identificamosdosetapas importantesdurantey posterior al contacto colonial que tuvieron impacto en la ocupación humana y el uso del paisaje en la Gran Sabana:

Etapa de contacto y expansión colonial (siglos XVIII y XIX)Esta prima etapa estuvo caracterizada como una época de gran violencia, producto redadas vinculadas a la comercialización de esclavos a Guyana y Surinam, a la captura de indígenas para trabajar en plantaciones en Brasil (desimentos o entradas), para la conversión al catolicismo y en menor grado para formar parte del Ejecito Republicano Venezolano.Esta etapa si inicio aproximada a mediados de 1700 y se mantuvo hasta aproximadamente 1860, después de que se constituye la primera República en Venezuela y entró en vigencia la abolición de la esclavitud.La literatura colonial y testimonios orales de abuelos Pemon reportan que ante estos procesos de expansión colonial, la población indígena optó por las siguientes estrategias:- Huir, esconderse en cuevas, en los bosques o emigrar (Tomas de Matarro y de la Garriga 1772, Vidal & Zucchi 1999, Testimonio Oral Carlos Figueroa, Kamarata, 2000)- Enfrentarse (resistencia militar abierta) (Armellada 1933).- Aliarse: (socios en el comercio de esclavos y recursos materiales)- milicias étnicas o tribus marciales) (Tomas de Matarro y de la Garriga 1772, Whitehead, 1988, 1990; Vidal & Zucchi 1999).- Pasar a otros niveles espirituales (convertirse en Piasanes o Amayikok) (Testimonio Simon Lopez, Kavanayen, 2013).Simultáneamente a los procesos de expansión que afectaron a la población asentada en la Gran Sabana, se dieron procesos de inmigración desde el norte y sur del territorio de indígenas Kamarakotos, Makushis y Awakaios que huían de procesos de captura vinculados a las entradas (Brasil), y la Guerra de la independencia y las misiones católicas en Venezuela. Como consecuencia de estos procesos, el mantenimiento del paisaje a través de quemas continuas parece haber sido mucho menos frecuente, lo que contribuyó según testimonios de abuelos Pemon a las quemas de principios

del siglo XX:“Por el temor, por el miedo a los españoles, fue que no prendían fuego, y se escondían en las cuevas. Algunos en las cuevas, y otros subieron a los cerros y se transformaron en los espíritus de los cerros, que son los Imawariton, y se fueron. Ya esos que se fueron eran un poco más avanzados, porque controlaban la naturaleza, que son los Piasan, esos si se fueron. Y otros, también que hubieron, se escondieron en la selva, en los bosques, esos son espíritus de la selva que son los Amayikok…Debido a eso, por el miedo, como no prendían fuego, fue que se quemo toda esta parte” (Abuelo Simon Lopez, traducción Filiberto Lambos, Junio 2013).Adicionalmente, producto de la competencia por el espacio territorial y los recursos, en esta se desencadenaron enfrentamientos serios entre la población asentada y recien llegada, culminando con la mayor Guerra Inter-étnica mencionada por los Pemon, que fue la Guerra entre los Pichawokok y los Arekuna, que tuvo lugar aproximadamente en 1840.Esta guerra marca el fin de una etapa muytraumática y llena de violencia para de los Pemon. Según los testimonios de los Pemon después de la guerra Pichawokok-Arekuna, la Gran Sabana quedo “vacia” por mucho tiempo (Rorimökok Damük, 2010).

Etapas de Renovación, revitalización y renacimiento de culturas indígenas (1850s en 1930s) y la llegada de los naturalistasDurante esta etapa, y producto de los sucesos que marcaron la etapa anterior, se reporta un periodo de emigración y movimientos de población continuos hacia Guyana y el norte de Brasil, vinculado al surgimiento de movimientos mesiánicos (Movimiento de Awakaipu, 1845) y el surgimiento de nuevas religiones indígenas: la Iglesia Alleluia (1865-1881y la Iglesia adventista 1910-1933) ) (Butt-Colson, 1985, 1998). Mucha de la población Arekuna asentada en la Gran Sabana, se estableció en Guyana en misiones protestantes entre1850yfinalesdel1800s,ysoloregresarona la Gran Sabana después que estaba asegurada la paz “post-guerra”.Estos procesos de emigración y movimientos fronterizos, nuevamente implicaron, procesos de abandono del mantenimiento del paisaje.A esto se le une el impacto que tuvo en el paisaje, de 1839 en adelante, la llegada de exploraciones naturalistas. Si la migración temporal de los Arekuna implico abandono del paisaje, la llegada de naturalistas implico aumento de presión sobre los recursos

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naturales y especialmente alteración de usos y normas tradicionales, forzando la entrada y el contacto con zonas sagradas para los Pemon, como los tepuis. La literatura colonial reporta como la población indígena que quedo en la Gran Sabana trato de disuadir sin éxito la subida de naturalistas a los tepuis (Boddam-Whetham 1879:225). Entre 1864 y 1898 al menos 11 expediciones científicas visitaronel tepui Roraima en búsqueda de especies animales y vegetales.En la mayoría de las expediciones se reporta uso del fuego de parte de los guías y porteadores indígenas. Sin embargo, casi sin excepción los guías no eran locales, la mayoría provenían de Guyana o Brasil. Además, las expediciones tenían lugar en época de sequia, por lo cual, las quemas, más que para mantenimiento del sistema de quema preventiva, estaban asociadas a limpiezas de caminos y la cacería (Schomburgk 1840; Im Thurm 1884; Appun, 1893 ). En un paisaje de sabana poco mantenido, con quemas poco regularesafinalesdelaépocadelluvia(quemaspreventivas), las quemas de verano son mucho más peligrosas. Algunas de las expediciones sugieren de hecho, por el color negro del humo de las quemas y la descripción de la vegetación de la sabana, que las sabanas, en el momento de su quema, estaban sobrecrecidas (Schomburgk 1840; Clementi 1920).La ilustración más contundente del impacto que tuvo la incursión de naturalistas sobre el paisaje contemporánea de la Gran Sabana fue el incendio de 1926, utilizado frecuentemente como indicativo de malas prácticas locales de uso del fuego. Testimonios orales de los Pemon, más un documento escrito de la época (Holdridge 1933:24-25) coinciden en que el incendio del 1926 se originó durante una de las muchas expediciones de principios de siglo al Roraima. Más aun, el fuego no fue iniciado por los Pemon, sino por guías Patamona, ocurrió en un período de sequía extrema, no se originó de una quema de sabana sino de un fuego iniciado dentro del bosque, y se expandió por toda la sabana porque estaba sobrecrecida (Rodriguez 2004): “La quema del Roraima sucedió en la época seca. Por eso fue que se quemo todo. Si hubiese sucedido en la época de lluvia no se hubiese quemado como se quemo. La sabana estaba muy crecida, y por eso se quemo todo. … Eso fue lo que me conto mi papa Achik, en ingles lo llamaban Isaac” (Teresa Pérez de Mayor. Abuela de Kumarakapay, 1999 citado en Rodriguez 2004).

Cambios ambientales (años de sequía extrema) entre siglos XVIII y XX

Conjuntamente con todos los procesos históricos arriba descritos, el análisis de documentos de la época (Brett 1868; Boddam-Whetham 1879; Tate 1940, Hemming 2003) indica la ocurrencia de eventos de sequia extrema en los años 1846, 1878, 1910 y1926. Estos eventos de sequia extrema deben ser considerados también como factores contribuyentes en los procesos de alteración delpaisaje.Dehecho,1926,añoenquesucedióel incendio más destructivo de la gran Sabana, fue reportado como un año Nino (segúnIndice Quinn 1900-1987). Según testimonio de abuelos Pemon, a este incendio le precedió el del 1910 (también reportado como añoNino),loquetambiéncontribuyoaldañoylaextensión del incendio de 1926.

Conclusión

La información recogida hasta la fecha por este estudio sugiere que los procesos contemporáneos de alteración y cambio de paisaje de la Gran Sabana, como los grandes incendios de principios del siglo XX, deben ser entendidos como resultados de una combinación de factores, entre los que destacan:- Movimientos de población y alteración de los patrones de ocupación y uso del espacio (evitar quemas para ocultarse) en la época colonial.- Reorganización de los asentamientos y disminución de la población debido a la implantación de la religión católica, nuevas religiones (Alleluia) y a los movimientos milenaristas.- Acumulación de biomasa seca en regiones en donde no se realizaron quemas preventivas producto del contacto colonial y de las migraciones subsecuentes.- Cambio climático y fluctuaciones de “ElNiño”, notorias en 1910 y 1926, que dieronpaso a fuegos incontrolados.Estos resultados apuntan a la necesidad de construir una Contra-historia Ecológica de la Gran Sabana que enfatice los siguientes puntos sobre la formación del paisaje:- Las sabanas han sido la vegetación dominante enlazonapormilesdeaños.LosPemonysusancestros también son muy antiguos allí.- El fuego es un componente integral (cultural y ecológico) del paisaje de la Gran Sabana, que tradicionalmente había contribuido a su

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manejo y conservación.- El fuego debe ser considerado como uno entre una variedad más amplia de factores que pueden estar contribuyendo al cambio en la vegetación en el área. El cambio en la vegetación debe verse como el resultado acumulado producido por un conjunto de factores que vienen desde el pasado, y catalizados por eventos climáticos de mediano y largo plazo.- Los Pemon tienen un sistema ancestral de manejo del fuego, que, debidamente apoyado, podría ayudar a reducir fuegos en zonas de alto riesgo.- Mas que eliminar el fuego, las políticas de conservación deberían basarse en la idea de manejo, con fundamento en el sistema ancestral Pemon de quema prescrita.

Agradecimientos

Agradecemos a los abuelos y abuelas Pemon, por habernos sabido guiar para hacernos las preguntas correctas.

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Simposio “Bajo Amazonas”

Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonialCristiana Barreto

Laboratório de Arqueologia dos Trópicos, Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo, Brasil

O corpo na Amazônia ameríndia: presente e passado

Nas últimas décadas, a etnologia amazônica tem insistido na importância da “fabricação do corpo” enquanto processo de construção de identidades. Inúmeros estudos salientam a corporeidade e os atributos visuais do corpo como elementos definidores da sociabilidadeem sociedades ameríndias, em particular as perspectivistas (Conklin 1996, Rival 2005, Turner 1995, Vilaça 2009; Viveiros de Castro e Taylor 2006,). Um denominador comum das sociedades indígenas amazônicas é a idéia de que ao mesmo tempo que todos os humanos compartilham corpos semelhantes, decorar, pintar e transformar o corpo é o que realmente tece a complexa relação entre semelhança e diferença. Tais atividades relacionadas à construção do corpo social ou da “social skin” (Turner 1980) aparecem tanto na organização da prática ritual, como no discurso das artes visuais, muitasvezes comoumaprática classificatóriacotidiana dos seres e das coisas (Lagrou 2007).Além dos corpos animais e humanos, objetos e utensílios, incluindo as cerâmicas, são frequentemente pensados, descritos e decorados como corpos. Mais do que isso, eles podem apresentar diferentes estados de subjetividade. Alguns objetos dotados de alma ou vitalidade entram para o hall dos seres com capacidade de reflexividade, com consciênciade si mesmo e dos outros e passam assim a ser concebidos como pessoas (Santos Granero 2012:30). Podem também entrar para o hall dos seres cujas formas corporais são altamente instáveis e relacionais, devendo ser o tempo todo refeitas ou reatualizadas, sob o risco de perderem sua agentividade. Pensando no conceito de corpo e corporalidade, alguns etnólogos observam que na Amazônia indígena contemporânea raramente se tem representações do corpo (humano ou animal), isto é formas materiais destacadas do corpo em gravuras, esculturas

ou pinturas. Segundo eles, são sociedades que execram as imagens tangíveis do corpo, vista a qualidade perspectiva, instável e altamente transformacional das formas corporais. É por isso que elas não representam os corpos; ao invés elas fabricam corpos (Viveiros de Castro e Taylor 2006:150-151).De fato, esta observação sobre a “não representação” do corpo nas artes ameríndias amazônicas parece fazer sentido se considerarmos a raridade de produções materiais e visuais tais quais efígies, ídolos, estátuas, estatuetas ou desenhos em que são claramente reconhecíveis pessoas, personagens, ou meros corpos humanos ou animais. Casos como os das “bonecas” cerâmicas Karajá ou dos postes rituais Kuarup no Alto Xingu, em que, cada qual à sua maneira, constituem corpos que representam pessoas, genéricas ou específicas, são raros na produção ameríndiaatual. À primeira vista, parece existir uma maior ênfase em uma arte não figurativa,com a composição de objetos ou desenhos com formas ou motivos geométricos, que não necessariamente remetem a pessoas ou a seus corpos. Contudo, isto pode ser apenas o resultado de arenas de leitura ou de reconhecibilidade da representação do corpo maisrestritaseculturalmentemaiscodificadas,arenas estas extremamente reduzidas após os processosderetração(emtermosgeográficose demográficos) por que passaram estassociedades após a conquista européia. Diante dos repertórios artísticos conhecidos no registro arqueológico das diferentes ocupações pré-colonais da Amazônia, suspeitamos que, no passado, as formas de representação do corpo devessem seguir linguagens bem mais amplas, pan-amazônicas, sendo facilmente reconhecíveis como representações de pessoas ou personagens em uma ampla arena de comunicação, tecida por extensas redes regionais de interação social e intercâmbios estilísticos nas formas de representação dos seres (Barreto 2010). De fato, na arqueologia amazônica, existe uma

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larga gama de formas facilmente reconhecíveis de representação do corpo: nos desenhos bidimensionais das gravuras e pinturas rupestres (Pereira 2010), nas formas tridimensionais de estatuetas cerâmicas e líticas, sem falarmos de uma enorme diversidade urnas funerárias e vasos antropomorfos e zoomorfos, onde a representação é feita de forma mais ou menos estilizada, conforme o complexo ou estilo cerâmico (Barreto 2009). A representação humana é sem dúvida uma das características que distingue os complexos arqueológicos da Amazônia do restante das ocupações antigas das terras baixas da América do Sul. Estas estão ausentes nas tradições artefatuais arqueológicas do Brasil Central, do Nordeste, e do Sul e Sudeste do Brasil, incluindo a faixa costeira. (Com exceção dos famosos “zoólitos” dos sambaquis, esculturas em pedra polida). Neste sentido, na Amazônia pré-colonial, as práticas de representação humana aproximam-na das dos povos andinos e circum-caribenhos.Os contextos arqueológicos em que estes registros aparecem sugerem que a prática de fabricar objetos ou imagens antropomorfas, em geral associadas a determinados lugares, seriam derivadas de dinâmicas de demarcação de territórios e registros intencionais de memória associada a ocupação de lugares específicos.Tambémalgunstemasrecorrentesna forma como o corpo é representado, como a transformação e a reprodução, nos fazem pensar na prática da representação como intervenção sobre as qualidades instáveis e transformacionais do corpo, de acordo com as teorias nativas animistas e perspectivistas da Amazônia ameríndia.

Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonial: uma tipologia exploratória

Na arqueologia em geral, já há alguns anos que vemos uma retomada dos clássicos estudos de representação do corpo com inúmeros aportes da arqueologia cognitiva e de estudos de identidade, gênero, estética e poder. Estudos de estatuetas, de representações rupestres, de tratamentos físicos do corpo e, sobretudo, dossignificadossimbólicosderepresentaçõesde corpos que literalmente multiplicam, expandem, ou distribuem pessoas e entidades em escalas e espaços distintos, têm gerado novos patamares de interpretação arqueológica (Joyce 2005).Contudo, na arqueologia amazônica, o tema da

corporalidade ainda não foi tratado de forma mais abrangente e tampouco têm considerado as novas contribuições sobre as teorias ameríndias de materialidade e corporeidade. Schaan abordou as estatuetas antropomorfas marajoaras do ponto de vista do gênero (Schaan 2001) e Roosevelt se valeu das características figurativasdascerâmicastapajônicaemarajoaraparatecercorrelaçõesentreafiguraçãohumanaa formas mais complexas de organização social (Roosevelt 1988, 1992), mas não chegou a incorporar a recente produção sobre regimes de materialidade ameríndias e formas de poder (Lagrou 2002, Barcelos Neto 2012).Se observarmos a distribuição e os contextos dos registros arqueológicos que podemos reconhecereclassificarcomorepresentaçãodocorpo humano na Amazônia, deparamo-nos com uma tradição pan-amazônica, abarcando todos os complexos cerâmicos da alta, média e baixa Amazônia, ocorrendo desde os contextos cerâmicos mais antigos do período Formativo (como nos sítios das fases Pocó e Açutuba) até na Tradição Polícroma da Amazônia ou na cerâmica tapajônica, que perduram até a época da conquista européia. Desde muito cedo, já nos sítios que representam os primeiros sinais de ocupação humana após os longos hiatos no Holoceno médio (Neves 2012), e cujas manchas de Terra Preta de Indio parecem indicar uma ocupação mais permanente dos locais, aparecem estruturas que indicam um tratamento diferenciado de cerâmicas com representações de corpos. São bolsões localizados, com poucos metros de diâmetro e uma profundidade de em torno de 1 metro ou mais, compostos por terra preta, carvões, e muitos fragmentos de cerâmica decorada que parecem ter sido cuidadosamente escolhidos e propositalmente enterrados. Estes fragmentos, tais quais adornos e apêndices antropomorfos e zoomorfos, além de fragmentos de paredes de vasilhas com desenhos figurando rostosde animais ou humanos, parecem compor um mostruário testemunho dos vários tipos de representação figurativa na cerâmica destasocupações. (Figura 1).Estes “bolsões de memória” com concentrações decerâmicasfigurativasjáforamdocumentadosem vários sítios multicomponenciais relacionados às fases Açutuba e Pocó, e outros complexos antigos datados do primeiro milênio antes da era cristã. Este é o caso dos sítios Boa Vista e Cipoal do Araticum na região do Rio Trombetas (Guapindaia 2008), no sitio Aldeia em Santarém (Gomes 2011), no sítio

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Hatahara em Iranduba (Neves 2008) e no sítio Boa Esperança, na região de Tefé (Costa 2012). Embora ainda não esteja claro quem foram os agentes destes enterramentos de cerâmicas (se os próprios fabricantes da cerâmica ou se os ocupantes posteriores, com a intenção de simbolicamente limpar os vestígios de ocupações anteriores), a escolha por peças figurativasdecorposhumanoseanimaispareceindicar desde cedo uma clara relação entre estas peças e a memória de lugares ocupados (Barreto 2013). Esta relação parece perdurar ao longo de toda a seqüência cronológica das ocupações pré-coloniais de povos ceramistas, como na Tradição Polícroma da Amazônia que se espalha ao longo de toda a bacia Amazônia na primeira metade do segundo milênio, com suas urnas funerárias em característico estilo antropomorfo demarcando lugares transformados em cemitérios, isto é, em territórios sagrados que carregam a memória deseusancestrais.Estapráticapareceflorescerde forma exacerbada em sítios da área estuarina da Amazônia, onde cerâmicas antropomorfas, em geral urnas funerárias, fazem parte de um complexo sistema de demarcação ritual dos territórios, que para além das urnas, fazem uso de referências paisagísticas naturais e construídas, tais quais grutas, aterros e megalitos. Referimo-nos aos cemitérios com urnas enterradas nos aterros monumentais de Marajó (Schaan 2004); às urnas Maracá, ritualmente colocadas em exposição no interior de grutas do Amapá (Guapindaia 2001); ou ainda às urnas antropomorfas Aristé depositadas em verdadeiras tumbas subterrâneas sob estruturas megalíticas com funções astronômicas, na costa central do Amapá (Cabral e Saldanha 2008). Para além desta relação com a territorialidade, outro elemento comum às representações antropomorfas da Amazônia é a recorrência de temas relacionados à reprodução, à transformação corporal e à relação entre humanos e animais, o que é condizente com o que sabemos hoje sobre as ontologias animistas e perspectivistas documentadas no presente etnográfico(Descola1992,ViveirosdeCastro2002). O tema da reprodução aparece em recipientes, incluindo urnas funerárias e em estatuetas cerâmicas moldados explicitamente na forma do órgão sexual reprodutor masculino. Há uma analogia freqüente entre a forma fálica e a forma corporal, onde a cabeça corresponde

à glande e o tronco ao corpo peniano. Nas estatuetas marajoaras, os membros inferiores correspondem aos testículos e de forma geral a reprodução é tratada na combinação simbiótica de órgão genital masculino formando um corpo feminino (Schaan 2001). Nas estatuetas tanto marajoaras como tapajônicas também é comum a representação de mulheres grávidas, quase sempre em posição de parto, ou por vezes, segurando bebês (Gomes 2001). Esta conformação do corpo humano à forma fálica também está relacionada à capacidade de transformação física deste órgão, evocando talvez a mesma qualidade para os corpos em geral (Barreto 2013). Outras referências à transformação são as figurações de personagens com atributosde xamã, sentados em bancos e por vezes segurando um maracá, comuns tanto em urnas funerárias (Guapindaia 2001), como em vasos antropomorfos (Gomes 2001, 2010). Existem aindaasfiguras“duais”dacerâmicatapajônica,onde se percebe ora um corpo humano, ora um animal, dependendo da perspectiva do observador (Guapindaia 2004, Gomes, 2001, 2010). Ocorrem também corpos humanos cujas partes anatômicas são compostas por animais, ou ainda cenas narrativas de interação entre humanos e animais. As famosas peças líticas da região do Nhamundá-Trombetas, comsuasfigurasaomododito“alter-ego”eàsvezes chamadas de ídolos, são bons exemplos deste tipo de representação (Figura 2).A recorrência destes temas nos informa não só sobre a antiguidade das formas perspectivistas e animistas de perceber o mundo, mas também aponta para o fato de que não parece haver incompatibilidade entre práticas de representação dos corpos em mídias destacadas e separadas do próprio corpo e estas teorias que pressupõem formas corporais instáveis e transformacionais. Ao contrário, suspeitamos que tais representações, ao menos nas urnas funerárias, onde há uma clara intenção de se fabricar um novo corpo para o morto, sejam feitas com a intenção de fixarqualidadeshumanasepreveniraperdadehumanidade, através da confecção de corpos cerâmicos antropomorfos sólidos, visíveis e duradouros. Mas também temos aqueles corpos que apresentam qualidades que não sãoestritamentehumanas;sãofigurashíbridas,meio humanas meio animais, ou mesmo sobrenaturais, parecendo retratar a capacidade de transformação corporal de alguns seres (Barreto, 2009:131-132).

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Assim, a criação de corpos cerâmicos em contextos funerários parece ratar com bastante coerência as diferentes maneiras nativas de se conceber o corpo, diferenças estas notadas por Viveiros de Castro entre as sociedades xamanísticas das terras baixas da Amazônia e outras com um ethos mais andino, como nas chefaturas e estados teocráticos. Segundo este autor, na Amazônia, a morte demarca a descontinuidade de uma forma humana pristina e, portanto, as almas dos humanos são concebidas como tendo um corpo animal póstumo, ou como entrando em um corpo animal. Já em sociedades com um xamanismo vertical, ou mais próximas das chefaturas teocráticas, os mortos humanos passam a ser vistos mais como humanos, do que como mortos, e há uma continuidade na forma humana entre a vida e a morte, ou mesmo, uma passagem para uma forma sobrehumana (Viveiros de Castro 2008).Assim, apesar dos temas recorrentes, está claro que a maneira como é construída a representação dos corpos pode se constituir em um bom índice, não só de diferentes identidades culturais voltada para a territorialidade, mas de também de diferentes maneiras de se conceber humanidade e corporalidades. A partir desta idéia, propomos uma tipologia exploratória de formas de se representar corpos na arqueologia amazônica, voltada, sobretudo, para enriquecer as discussões sobre a distribuição de complexos estilísticos, esferas de interação regional, e suas relações com o que se pode inferir sobre unidades etno-linguísticas no passado.Este exercício tipológico exploratório parte da observação de objetos cerâmicos completos, os quais, embora raros, permitem a visualização do projeto de representação do corpo na sua íntegra. Apesar desta vantagem, fundamental para esta análise, são objetos de coleções de museus, muitos dos quais não têm muita precisão sobre seu contexto arqueológico; em geral sabe-se apenas a região ou o sítio arqueológico de proveniência. Para a construção desta tipologia exploratória, procedemos a uma análise iconográficapreliminar que identifica os repertórios eos elementos e técnicas mais recorrentes na composição dos corpos, sempre orientando-nos por um conceito de estilo, próximo ao que Wobst (1977) e Wiessner (1990) chamaram de “estilo comunicativo”, e que pressupõe que a variabilidade formal pode ser relacionada à participação dos artefatos nos processo de intercâmbio de informação para comunicar

mensagens sobre identidade em diferentes níveis de reconhecibilidade.

Corpos espelhados

Oprimeiromododefiguraçãodocorpoqueidentificamos é o que chamamos de “corposespelhados”. Tratam-se de corpos representados nas grandes urnas funerárias globulares, no estilo chamado por Meggers e Evans (1957) de Joanes Pintado e cuja morfologia geral é adaptadaàdocorpo,enãoeapenasumafigurabidimensional pintada aplicada à superfície tridimensional do vasilhame. Nestas peças, o pescoço da urna geralmente representa o rosto com um par de grandes olhos, e o bojo globular forma o tronco, dando uma forma abaulada ao ventre. Os detalhes que compõem o corpo, tanto modelados como pintados,figuramumserhíbrido,umpássarohumanizado, provavelmente uma hárpia ou uma coruja, portando ornamentos tais quais brincos e colares usados pelos humanos. Um tubo pendurado feito pingente peitoral parece representar um inalador em osso. E assim, o tema da transformação aparece aqui retratado na forma deste ser híbrido, cujas qualidades, quiçá xamânicas, são evocadas pelo estado transitivo entre ser humano e pássaro e o consumo de substâncias que possibilitem a transformação. Rosto, tronco e membros são detalhados com apliques modelados e desenhos pintados, de forma a espelhar a parte frontal do ser representado em duas faces simetricamente opostas, formando assim vasilhames com duas “frentes”. Esta técnica espelhada lembra a descrita por Boas e Lévi-Strauss para o que eles denominaram respectivamente “split-representation” ou “représentation dedoublée” (Barreto 2009:147). Na junção lateral das duas faces, elementos de ligação ou de encadeamento, fazem com que se perceba ainda outro rosto, de forma que de qualquer lado que se observe a peça, há sempre um rosto. Esta técnica provavelmente responde à movimentação ao redor das urnas durante os rituais funerários. (Figura 3).Assim como o restante do material marajoara deste estilo Joanes Pintado, as cerâmicas são feitas e decoradas obedecendo-se a um eixo de simetria central que divide a peça em metades ou quadrantes, de acordo com os quais os corpos são cortados ao meio, espelhados e reunidos de forma encadeada. Os quadrantes muitas vezes correspondem aos

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membros superiores e inferiores dos corpos representados, mimetizando de certa forma a própria simetria natural dos corpos humanos e animais. Não raro, apêndices modelados na borda das vasilhas indicam, em lados opostos, a cabeçaeacaudadosseresfigurados,ajudando-nos na leitura do eixo de simetria que divide os vasilhames em metades ou quadrantes. Este tipo de representação de seres animais e humanos é comum nas cerâmicas inciso-modeladas ditas de estilo barrancóide do formativo Amazônico, e cuja dispersão está associada aos grupos de fala Arawak (Heckenberger 2002; Neves 2008, 2011). Em Marajó, apesar de os diferentes estilos cerâmicos serem concomitantes, e talvez representarem diferentes entidades regionais dentro da ilha (conforme argumentado por Schaan 2007) o estilo Joanes Pintado parece ser encontrado em aterros cemitério da fase Marajoara nos vários agrupamentos de sítios da ilha, e ao longo de toda a sua duração (ca. 400 -1400 anos ACE).

Corpos sentados

Um segundo modo de representação do corpo queidentificamosnascerâmicasarqueológicasda Amazônia, também em urnas funerárias que compõem corpos inteiros modelados em cerâmicas, são peças que retratamfigurashumanas sentadas. Estas são as peças antropomorfas que, conforme havia argumentado Evans e Meggers (1968) são comuns em sítios da Tradição Polícroma da Amazônia, desde os complexos da subtradição Guarita na Amazônia Central até o Rio Napo, e também em complexos da área estuarina, como no estilo Pacoval Inciso em Marajó, e nas urnas Maracá e Caviana. Nestas peças os corpos são compostos por bojos mais tubulares de onde saem pernas dobradas, mais ou menos estilizadas, e às vezes ausentes, e braços modelados ao longo do corpo. A cabeça é demarcada por uma constrição ou separada da peça, em forma de tampa. (Figura 4).Evans e Meggers haviam chamado a atenção para a homogeneidade destas peças elegendo a antropomorfia como traço comum, masdinstiguindo-as em tipos de acordo com a localização da abertura, e também a presença de pernas mais ou menos estilizadas (1968:105). Aqui queremos enfatizar os elementos que acreditamos estão relacionados à maneira de evocar o tema da transformação corporal. Em primeiro lugar, a posição sentada, apesar dos membros poderem ser mais ou menos

estilizados, mas sempre indicando pernas dobradas, com os joelhos apontando para o alto, posição esta comumente adotada pelos xamãs sentados em seus bancos para realizar seus rituais. Nas urnas Maracá e Caviana, este atributo chega a ser bastante exacerbado, incluindo-se representação também dos bancos (McEwan 2001). Em segundo lugar, nos estilos Pacoval inciso (em Marajó) e Guarita (na Amazônia Central) há a maneira metafórica com que corpos são compostos com partes anatômicas que correspondem a representações de animais. Temos então braços que são formados por cobras, ombros que são apliques modelados em cabeças de pássaro e olhos destacados por incisões em forma de escorpião (Moraes 2013:223; Schaan 1997:180). Para muitos autores, esta técnica de representação, denominada de “kenning” por John Rowe paraaiconografiaChavin,etambémbastantecomum entre outras culturas andinas (como Moche, Tihuanaku e Inka), simboliza tanto processos de transformação física como de transformação espiritual (Rowe 1962; Urton 2008). No lado amazônico, Santos-Granero nos remete a várias etnografias de mitos deorigem em que as criações primordiais se dão como atos de organização das espécies, onde cada espécie é fabricada a partir dos corpos e partes corporais de outras espécies naturais. Segundo este autor, “as ontologias amazônicas não são apenas animistas e perspectivistas, mas também construtivistas”. Concebem a todos os seres vivos como entidades compostas, feitas de corpos e partes corporais de uma diversidade de formas de vida. (Santos-Granero, 2012:41). Asfigurassentadascomcorposcompostosporanimais parecem estar associadas à expansão da Tradição Polícroma na Amazônia Central e Alta Amazônia, entre os séculos IX e XVI da era cristã. Seu aparecimento na área estuarina, também parece se dar em épocas mais recentes, próximas da conquista européia, como é o caso das urnas Maracá (Guapindaia 2001; Barbosa 2011). Infelizmente não dispomos de dados para as urnas ditas “Caviana”, pois os exemplares conhecidos são de coleções descontextualizadas. Já para as urnas do estilo Pacoval Inciso, presentes nos sítios da fase Marajoara, é interessante notar que elas ocorrem em dois modos: tanto na forma de representação do corpo “normal” (isto é, com frente e costas representadas), como na forma de representação espelhada (isto é, com duas

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frentes simetricamente opostas), fazendo-nos supor que este teria sido um modo de representação corporal com origem externa a Marajó, e que posteriormente teria sido absorvido pelo sistema iconográfico destafase, adaptando-o a uma linguagem local mais antiga, pré-existente na fase marajoara, com a técnica do espelhamento (Barreto 2009:2002). O que é notável, é que temos dois modos bastante distintos de representar corpos ocorrendo ao mesmo tempo em Marajó, por ao menos por algum tempo, provavelmente em um período mais tardio. Os corpos espelhados parecem constituir um estilo local, enquanto que os corpos sentados parecem se distribuir por quase toda bacia amazônica, a partir do segundo milênio da era cristã. É possível que esta concomitância reflita as mudançasidentificadasporNevesnaAmazôniaCentralcom a expansão de populações de fala Tupi e da própria cerâmica policroma, ao aumento de deslocamentos territoriais e interações belicosas, e ao aparecimento, por volta de 1400 d.C. de sociedades mutli-étnicas (Hornborg, 2005, Whitehead, 1994), semelhantes às que se preservaram no noroeste amazônico e no alto Xingu (Neves 2008).Isto implica em repensarmos não só a posição da Fase Marajoara dentro da Tradição Polícroma da Amazônia, mas também a possibilidade de que a característica sociabilidade de extensas redes de relações documentada hoje entre as sociedades indígenas das Guianas e Amapá (Gallois 2005) que favorece intensos fluxosestilísticos, podem ter tido sua origem no passado pré-histórico.

Corpos duais

Finalmente,hátodooutromododesefigurarcorpos na Amazônia indígena pré-colonial característico da área-bolsão que fica entre aAmazônia Central e a área estuarina, com seu epicentro na grande aldeia que se formou na foz do rio Tapajós no Amazonas, e que abarca os estilos cerâmicos da Tradição Inciso-Ponteada, denominados Santarém, Konduri e outras variações ainda pouco estudadas Gomes, 2001; Guapindaia, 2004). Já comentamos a ocorrência na cerâmica tapajônica de vasos com representações mais narrativas, retratando a interação entre humanos e animais: um vaso em forma de jacaré com uma figura humana “montada”sobre seu rabo, ou um vaso em forma de onça segurando um ser humano entre suas patas

e lambendo sua cabeça, são alguns exemplos destas narrativas. (Figura 5) Os chamados ‘vasos de cariátides” sintetizam a preocupação em não só figurar a relaçãodos humanos com os animais, mas também com o sobrenatural, com um universo acima daqueles onde se encontram os humanos, e ondepequenasfiguras“duais”modeladasparaserem vistas ora como humanos, ora como pássaros, ou ainda como pássaros em vôo, dependendo da perspectiva do observador, são representadas em nível superior (Gomes 2001, 2010). Os Tapajós desenvolveram com grande maestria um sistema de representação tridimensional em que a movimentação dos objetos (ou do observador) confere efeitos deanimaçãoe ritmoàsfiguras representadas,perfeitamente condizente com o que Descola (2010) denominou de modo animista de figuração.A “tecnologia do encantamento” tapajônica também inclui vasos e estatuetas de corpos humanos. Apesar da ausência de enterramentos em urnas antropomorfas, grandes vasos figurando personagens sentados, segurandomaracás, vasos estes que possivelmente eram usados em rituais para conter bebidas, nas quais talvez fossem misturadas as cinzas de corpos cremados dos mortos, como relatou o cronista Heriarte (1964). Estatuetas de mulheres grávidas, segurando bebês e em posição de parto, também são freqüentes. Em suma, são neste complexos cerâmicos que os temas da reprodução, da transformação e da relações entre humanos e animais parece ser tratada da forma mais diversificada, comuma ampla gama de objetos que obedecem a um repertório bastante rígido quanto aos gêneros e qualidades formais de objetos (vaso de cariátides, vasos de gargalo, vasos antropomorfos, estatuetas e uma miríade de forma de apêndices modelados parecem cumprir diferentes papeis comunicativos.

Consideraçoes finais

O exercício tipológico com os modos de representar corpos nas cerâmicas amazônicas do passado pré-colonial, ainda que exploratório, revela que para além de uma linguagem pan-amazônica, centrada em temas recorrentes da relação entre humanos e animais, da reprodução e da transformação corporal, existem variações importantes, diretamente relacionadas a questões ontológicas e a concepções de vida, morte, humanidade e sobrenatureza, assim

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como refletem também diferentes maneirasde se conceber as capacidades agentivas dos objetos. Uma vez mapeadas estas diferenças entre os complexos cerâmicos, vemos que ora encontramos elementos de aproximação com os complexos andinos, e talvez mais ainda com os circum-caribenhos, e ora percebemos correspondências muito exatas aos regimes de materialidade hoje descritos nas etnografiasamazônicas, fazendo-nos perceber a a longa duração e persistência destes regimes animistas, perspectivistas e construtivistas.A relação entre territorialidade e representação de identidades é fundamental para perseguirmos este exercício no âmbito das arqueologias regionais e avançarmos nas discussões que avaliam as relações entre cultura material, identidadesedistribuiçãogeográfica.

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Simposio “Bajo Amazonas”

Os Artesãos das Amazonas: a diversidade da indústria lítica dos Tapajó e o Muiraquitã

Claide de Paula Moraes, Anderson Márcio Amaral Lima & Rogério Andrade dos Santos

A arqueologia da região de Santarém, no Pará (Brasil), é conhecida desde o século XIX através dos trabalhos de Barbosa Rodrigues (1875) e Hartt (1885). No início do século XX a sofisticaçãodacerâmicadaregiãoéapresentadaaos europeus por Curt Nimuendajú em função de suas pesquisas de campo, coletas, envio de coleções e trocas de correspondências com Carlos Estevão do Museu Goeldi e Erland Nordenskiöld no Museu de Göteborg (Aires da Fonseca 2010). Como apontou Nimuendajú (2004:127) a cerâmica dos Tapajó é “algo sem comparativos nas cerâmicas da América do Sul”. Vários estudos de coleções de cerâmicas Tapajônicas foram realizados desde sua descoberta. Nos anos 30 Helen Palmatary (1939) fez um estudo de coleções de cerâmicas de Santarém. Nos anos 90 Vera Guapindaia (Guapindaia 1993) estuda os materiais da coleção do Museu Goeldi e do Centro Cultural João Fona em Santarém presentando uma proposta de caracterização tipológica e decorativa do conjunto. Mais recentemente Denise Gomes estuda o material Tapajônico adquirido pelo Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo (Gomes 2002). Os trabalhos são unanimes em afirmarasofisticaçãoeelaboraçãodaindústriacerâmica, demonstrando uma especialização tecnológica dos ceramistas deste período. Nos anos 80 Anna Roosevelt e sua equipe (Roosevelt et al. 1991) realizam escavações em Santarém e além da sofisticação da cerâmicaretomam uma outra característica dos sítios da região, que desde os anos 20 já havia sido mencionada por Nimuendajú, o tamanho dos assentamentos arqueológicos. Roosevelt então coloca Santarém e a ocupação Tapajônica no debate dos cacicados Amazônicos. O sítio Aldeia na área urbana da cidade seria um dos maiores sítios pré-coloniais da Amazônia.Outro item da cultura material da região que sempre mereceu destaque foi o muiraquitã. Apesar de existirem representações variadas de animais os artefatos mais mencionados são os em forma de rã ou sapo, objetos carregados

de valor simbólico, muito cobiçados pelo primeiros comerciantes europeus que passaram pela Amazônia. Os muiraquitãs tem uma ampla distribuição, sendo registrados no baixo curso do rio Amazonas, no estado do Maranhão, nas Guianas, Venezuela, pequenas e grandes Antilhas. Associado ao muiraquitã está o mito das Amazonas Americanas sendo o relato acerca das lendárias guerreiras popularizado pelas narrativas de Frei Gaspar de Carvajal, que, através do relato de um índio capturado pela comitiva de Orellana, supostamente teria tido uma descrição detalhada das povoações, dos bens e costumes das bravas guerreiras (Medina 1942: 53 a 56).Várias foram as hipóteses para interpretar o significadosimbólicoeasmaneirasdeaquisiçãodos muiraquitãs:Os cronistas descreveram de forma lendária que os muiraquitãs provinham da lama de um lago na região do rio Nhamundá, eles seriam magicamente adquiridos ou confeccionados pelas Amazonas. Barbosa Rodrigues (1899) propôs que os muiraquitãs viriam da Ásia.Arie Boomert (1987) publica um artigo que trata, dentre outras coisas, da importância dada aos muiraquitãs pelas populações pré-coloniais, além de sugerir três áreas prováveis de manufatura, sendo uma delas o baixo.Marcondes Costa e associados (2002), apresentam um panorama acerca da produção de muiraquitãs, na Amazônia, analisam detalhadamente a composição das matérias primaseafirmamserdifícilapontarumaáreaespecificadeprodução,dadaaamplaredededistribuição dos artefatos pelas Américas.Uma característica comum dos estudos dos artefatos líticos mencionados anteriormente está relacionada à natureza dos achados. Os muiraquitãs, sua distribuição, manufatura e importância simbólica foram estudados com base em episódios fantásticos ou com achados fortuitos do objeto acabado sem/ou com vagos dados de contexto arqueológico.Nosso trabalho busca uma primeira

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apresentação da variada indústria lítica associada à ocupação Tapajônica, principalmente com dados de escavações arqueológicas, coletas de material aflorando em áreas erodidas e comestudo de coleções arqueológicas provenientes do sítio do Porto, na área urbana de Santarém (mapa 01). Entre o material lítico daremos enfoque principal ao muiraquitã, porém, desta vez trataremos o artefato com base em sua cadeia operatória de produção e não como um objeto acabado.Nossas escavações no sítio do Porto tiveram início no ano de 2011, no primeiro momento os trabalhos foram coordenados por Denise Gomes (Gomes et al. 2011). Com a realização de uma etapa de escavação nas dependências do campus da Universidade (UFOPA) (Figura 1) percebemos o grande potencial das indústrias líticas existentes em associação com o contexto da cultura Tapajônica. Em uma segunda etapa de campo em 2012, já sob nossa coordenação, procuramos estabelecer uma metodologia para refinar, desde a coleta, as possibilidades deanálise do material lítico.Os estudos de material lítico associados a ocupações de grupos ceramistas na Amazônia são bastante raros. Basicamente encontramos descrições de artefatos como machados, bigornas,afiadores,contasepingentesemumcapítulo a parte dos detalhados estudos das indústrias cerâmicas. Algumas exceções podem ser destacadas em estudos mais recentes, como é o caso dos trabalhos de Rodet e Guapindaia (2010) e Duarte-Talim (2012) que apresentaram um estudo da tecnologia lítica nos sítios cerâmicos da região do rio Trombetas; e de Silva (2012) em um estudo do material lítico do sítio do Porto em Santarém.Neste capítulo tentaremos demonstrar o papel importante que desempenhou a indústria lítica para os ceramistas Tapajó e como o lítico foi importante mesmo no processo produtivo da cerâmica.

Metodologia de trabalho

Nossa pesquisa buscou um enfoque que pudesse ajudar a entender as indústrias líticas não simplesmente considerando a presença de artefatos acabados. O objetivo era recolher o maior número de evidências que pudesse ajudar a compreender os artefatos e principalmente o seu processo produtivo. Portanto, consideramos o estudo do material lítico num processo conhecido como chaîne opératoire, usado inicialmente na arqueologia pela

escola francesa (Leroi-Gouhan 1964, Tixier 1978, Boeda et al. 1990) e difundida no Brasil por estudiosos que fizeram sua formação naEuropa (Caldarelli 1983, Fogaça 2001 e Rodet 2006). Neste enfoque o refugo da produção de artefatos é tão ou mais importante que os artefatos em si. Em 2011 observamos o quão minimalista era a indústria lítica associada à ocupação Tapajônica. Centenas de lascas e detritos de lascamento puderam ser recuperados durante o peneiramento do solo escavado. Notamos que alguns fragmentos eram tão pequenos que a malha utilizada no peneiramento nem sempre garantia a sua recuperação. Com estas informações prévias, em 2012, decidimos modificar a metodologia para garantir umacoletamaisrefinadadomaterial.Aproveitando as facilidades de desenvolver escavações em área urbana, no caso a menos de 300 metros do laboratório onde o material seria analisado, optamos por não peneirar o solo escavado durante a etapa de campo, armazenando-o em volumes de aproximadamente 60 kg, para o posterior processamento com água em uma sequência de peneiras com malha de 4 a 1mm. No laboratório o peneiramento com água possibilitou reduzir as amostras com volume aproximado de 60kg para volumes de aproximadamente 4 a 5kg. Este material foi posteriormente triado para separação do vestígios líticos, cerâmicos e orgânicos.Utilizando os dados da triagem e análises espaciais pudemos constatar a existência de três áreas de produção de artefatos líticos no sítio, duasdelasidentificadasatravésdeescavaçõeseuma com a observação de erosão das camadas arqueológicas em uma via pública da cidade de Santarém (Figura 1). Os resultados comprovaram a nossa expectativa. Foi possível recolher um grande número de material de tamanho menor que 4mm (malha que normalmente é usada no peneiramento de escavações arqueológicas).

A Aquisição da Matéria Prima

Reciclagem foi um conceito que estas populações certamente souberam o que significava. Algumas matérias primas,principalmente as mais raras, foram utilizadas e reutilizadas através da transformação de um artefato quebrado em outro novo e em alguns casos até o total esgotamento do suporte.Osítioemanáliseestáimplantadonofinalda

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bacia sedimentar do rio Tapajós, na margem direita de sua foz com o rio Amazonas (Figura 1). O fato de ter suas nascentes no escudo cristalino do Brasil central torna as praias do baixo curso do rio Tapajós fontes de variadas ocorrências líticas em forma de seixos, nódulos, placas e em alguns casos afloramentos, queserviram tanto como fonte de extração de matéria prima como para oficinas compolidoresfixosparaaproduçãodeartefatosdepedra. A maior limitação que as populações do passado parecem ter encontrado no tocante à oferta de matéria prima foi a restrição volumétrica dos suportes disponíveis nas referidas praias.De qualquer maneira parece que algumas destas limitações foram sanadas através da elaboração de técnicas para produção de artefatos de tamanhos muito reduzidos e da construção de redes de troca/coleta de matérias primas em longas distâncias. Um dos casos mais emblemáticos é a obtenção das pedras verdes sob as quais foram produzidos alguns dos muiraquitãs.Os principais materiais disponíveis em curta distância são os óxidos de ferros (hematitas e derivados) que podem ser encontrados no próprio local do sítio. Rochas sedimentares como os arenitos (principalmente os mais friáveis) podem ser também obtidos com facilidade. Arenitos, argilitos e siltitos em diferentes estágios de metamorfizaçãoaparecem em forma de pequenas plaquetas e seixos nas praias do Tapajós. Silexitos são bem raros, podem ocorrer localmente em pequenos nódulos, principalmente porções de óxidos de ferro silicificados, mas maiores concentraçõespuderam ser observadas somente nas imediações do atual município de Itaituba, área das últimas cachoeiras do baixo curso do rio Tapajós. Quartzos e quartzitos formam a base sedimentar da região, porém os seixos desta matéria prima são de proporções reduzidas. Basaltos e granitos certamente foram adquiridos a distâncias maiores. Finalmente, no caso das pedras verdes (serpentinitas, jadeítas e amazonitas) na bacia do Tapajós ainda não foramidentificadasfontesdematériaprima.

Variedade da Indústria Lítica

A primeira consideração que podemos fazer após observar a coleção arqueológica é que a sofisticaçãoobservadanasindústriascerâmicasda cultura Tapajônica pode ser também

estendida para as indústrias líticas. O processo de produção de ferramentas líticas envolveu desde o uso de suportes em estado bruto como seixos e plaquetas até uma gama variada de técnicas de transformação da pedra em artefatos formais e informais. Para produzir ferramentas foi utilizado o lascamento, com percussão direta, bipolar e unipolar. A pré-forma de artefatos foi também obtida através da técnica de picoteamento. O polimento pode ser observado no acabamento de artefatos ou de forma passiva, com marcas produzidas pela confecção de outros artefatos em variadas matérias primas. Um sofisticadosistema de corte e perfuração de matérias primas líticas pode ser observado e será descrito em maior detalhe adiante. O fogo foi utilizado para dar tratamento térmico nas rochas para facilitar o lascamento e proporcionar maior enrijecimento. Estas diferentes estratégias puderam ser verificadas de forma individualou em associação compondo o processo de fabricação dos artefatos.Do ponto de vista técnico a indústria lítica observada não é inferior à de períodos como o final do Pleistoceno e início doHoloceno,época em que os grupos de caçadores coletores produziram artefatos formais finamenteretocadoscomoaspontasdeflechase lançasencontradas pela Amazônia (Roosevelt 1996, Costa 2009) e os raspadores plano-convexos bastante comuns no planalto central brasileiro (Fogaça 2001). A associação entre as indústrias líticas e o período dos ceramistas pode ser constatada tanto em termos espaciais como pela observação da cadeia operatória de artefatos líticos e cerâmico da ocupação Tapajônica.As três áreas de produção de artefatos líticos observadasapresentamassociaçãoestratigráficacom ocorrência de cerâmicas Tapajônicas e, em uma delas, feições características da ocupação, conhecidas na arqueologia regional como bolsões, (feições circulares e cônicas cavadas no solo para colocação ou descarte de materiais variados) estavam abaixo das concentrações de material lítico.

Artefatos lascadosO material mais abundante na coleção foi produzido através de técnicas de lascamento unipolar e bipolar. Com a coleta refinadados materiais foi possível perceber que as áreas escavadas serviram como oficinas delascamento para a produção dos artefatos.Um número muito grande de lascas e estilhas

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de descorticagem, façonagem e retoque puderam ser observadas. Além deste refugo de produção, artefatos como percutores inteiros ou quebrados durante o uso, bigornas, artefatos inacabados ou pré-formas quebradas durante a manufatura estavam ali depositados (Figura 2). Entre os artefatos a maior abundância é de um tipo alongado, pontiagudo, finamenteretocado sob um suporte de lasca bipolar ou unipolar. Trabalhos anteriores propuseram que estes objetos seriam utilizados como dentes de ralador (Duarte-Talim 2012 e Silva 2012). O investimento tecnológico da produção destes artefatos visto através das sequências de retoques muito pequenos, e a comparação com dentes de raladores modernos de grupos indígenas da região, nos fazem pensar que estes artefatos poderiam ter outras funções (Figura 2 i - j).O interessante foi perceber que lascas de retoques de cerca de 2mm, compatíveis com os negativos observados nos artefatos estavam também presentes no mesmo contexto (Figura 2 k).Algumas pré-formas fragmentadas são bastante sugestivas de serem de pontas de projétil bifaciais. Os exemplares foram abandonados após algum acidente de lascamento ocorrido depois da produção do pedúnculo do artefato (Figura 2 l-m-n-o-p).Lascas e nucleiformes foram utilizados como raspadores, percutores e bigornas, podendo receber retoques para produzir gumes, aparar arestas ou em alguns casos observadas apenas marcas de uso em gumes brutos (Figura 2 q-r-s-t-u-v).

Artefatos polidosNeste ponto é interessante notar a relação entre as indústrias líticas e cerâmicas. O polimento parece ter sido utilizado principalmente com afinalidadedeproduzir pigmento (Figura 3).Cerca de 35% dos fragmentos de cerâmica da coleção ainda conservam vestígios de engobo vermelho. No processo de produção do pigmento para o engobo os suportes vão ganhando forma e parece que alguns artefatos foram confeccionados como subprodutos do pigmento. Os mais emblemáticos são as rodas defusofinamentedecoradas,porém,pequenosrecipientes, pingentes, contas de colar e os próprios muiraquitãs podem ser produzidos sob óxidos de ferro.Alguns artefatos encontrados apresentam marcas de abrasão compatíveis com o processo de produção de pigmento e dos subprodutos

derivados. São eles abrasadores planos, sulcados e furadores de diâmetros variados (Figura 3). No caso das rodas de fuso, alguns furadores apresentam diâmetros muito sugestivos de terem sido utilizados para a produção dos furos das mesmas (Figura 3 f-g). As marcas de rotação dos furadores e dos furos também são compatíveis. É importante notar que no caso dos furadores técnicas de lascamento e polimento foram conjugadas para a produção do artefato (Figura 3 e).

Os Muiraquitãs

Como foi apresentado em Gomes (2001:141) é possível fazer correlações entre a cerâmica Tapajônica e os muiraquitãs. Algumas estatuetas antropomorfas representam, de forma muito naturalista, indivíduos ornamentados com pintura corporal e adereços como tiaras onde é possível ver muiraquitãs afixados. Umaestatueta encontrada na região de Óbidos, na foz do rio Trombetas, que não pode ser diretamente associada à cultura Tapajônica, demonstra que os muiraquitãs tiveram ampla circulação. Mais uma vez é possível observar queafigurarepresentadaportaummuiraquitã,desta vez pendurado por um cordão no pescoço (Figura 4 f). Todas as representações humanas portando muiraquitãs que pudemos observarsãofigurasfemininas.Mesmo com a associação entre a cerâmica e os muiraquitãs, a grande ocorrência de achados deste objeto na região do baixo Amazonas, uma questão ainda paira sobre suas origens. Os Tapajó seriam produtores ou teriam adquiridos os muiraquitãs por meio extensas redes de trocas que poderiam ter atingido inclusive regiõesforadaflorestaAmazônica?Alguns dos vestígios descritos a seguir parecem ajudar a resolver esta questão:Buscando analisar os muiraquitãs em seu processo produtivo e não somente os artefatos em si, fizemosdescobertas bastanteinteressantes. Observando a coleção de material lítico do sítio do Porto foi possível perceber que algumas lascas unipolares parecem remeter ao processo de produção da pré-forma dos muiraquitãs (Figura 4 a). As lascas são claramente fragmentos das mesmas rochas verdes dos muiraquitãs.Além disso, outro objeto bastante singular pôde ser recuperando dando pistas de uma das questões mais enigmáticas que envolve a produção dos muiraquitãs: Como teriam sido

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produzidos os pequenos furos de suspensão dos amuletos? Estes pequenos objetos vistos na figura4(b-c-d-e-h)parecemterservidocomobrocas para a produção dos furos. Observando asmarcasdeusodasbrocasficaclaroqueasmesmas foram utilizadas em movimento de rotação. Analisando os furos de muiraquitãs e contas de colar em lupa binocular é possível perceber que as marcas da parte interna dos furos são bastante semelhantes às marcas das brocas. Outra relação interessante pôde ser constatada entre o diâmetro dos furos e o diâmetro das brocas como pode ser visto na figura04.Alguns elementos reforçam o fato da produção local de muiraquitãs. Encontramos pré-formas inacabadas que se fragmentaram durante o processo produtivo. Um fragmento de pedra verde, já com a forma da cabeça do batráquio apresenta os furos inacabados. Alguns outros objetos apresentam furos que não foram bem sucedidos e fragmentaram a borda (Figura 4 h-i).O processo produtivo das próprias brocas pode ser observado através de vários objetos que compõem a cadeia operatória de produção das mesmas (Figura 4 j-k-l).Nas brocas é possível perceber que as mesmas foram produzidas com a retirada de bastonetes de placas inicialmente polidas e depois cortadas com a produção de um sulco. Algumas placas com o processo inacabado são compatíveis com as marcas vistas nas brocas. É possível perceber inclusive que algumas rodas de fuso fragmentadas foram reutilizadas como placas para retirada dos bastonetes das brocas. A própria placa utilizada como suporte para produção de brocas aparece com um gume afiadoporpolimentoemumadasextremidadesque pode ter sido utilizada como ferramenta para produzir os sulcos que destacam os bastonetes (Figura 4 l).Assim, o processo produtivo dos muiraquitãs e das ferramentas envolvidas em sua produção atestam que os mesmos foram produzidos localmente. Uma diversidade muito grande de matérias primas pode ser observada na produção de muiraquitãs, desde a cerâmica, passando por óxidos de ferro, quartzos, esteatitas e as famosas pedras verdes. As matérias primas “menos nobres” parecem cumprir um papel popularizar um objeto simbólico carregado de significado.

Experimentação Arqueológica

Como definiu John Coles a arqueologiaexperimental sugere um ensaio, uma maneira detestareverificarumateoriaouideia.Oqueela pode produzir é uma pista ou caminho para o pensamento arqueológico a respeito do comportamento humano do passado. Desta maneira a arqueologia experimental não pretende nem pode provar coisa alguma (Coles 1973:11 e 18). Nosso trabalho de experimentação e replicação de instrumentos arqueológicos utilizados em diversos estágios da cadeia operatória, resgatados em superfície e em contexto estratigráfico,temcomometatestaraeficiênciade modelos construídos com as análises de funcionalidade. Outra questão importante é pensar no tempo gasto para a produção de um determinado objeto, caso fosse produzido obedecendo alguns processos técnicos sugeridos. Nossa intenção não é reproduzir o objeto como era no passado, mas testar formas e métodos para saber se os resultados estão próximos dosobservadosnarefinada indústria líticadobaixo Amazonas. Particularmente nos interessa observar se marcas de uso identificadas emobjetos arqueológicos podem ser compatíveis com alguns gestos técnicos que reproduzimos. Nos deteremos à algumas observações que fizemos sobre possibilidades para o processode produção de contas de colar e muiraquitãs. Uma grande quantidade de implementos líticos era utilizada na cadeia operatória: cortadores de pedra, raspadores, abrasadores planos, côncavos, internos, bigornas, percutores, calibradores, brocas e uma série de elementos que certamente não conseguimos recuperar. Selecionamos algumas peças com função prováveldefinida,paratestarseogestotécnicoque imaginávamos poderia produzir marcas compatíveis com as que observamos nos objetos.Procuramos utilizar matérias primas semelhantes às observadas no contexto arqueológico.A primeira tentativa foi de reproduzir as brocas utilizadas para fazer furos em contas e muiraquitãs. A matéria prima trabalhada foi umaplacadeargilitometamorfizadamedindo11x6x3 cm. Primeiro se utilizou seixos rolados de quartzito como percutor e bigorna de apoio, aplicando a técnica de percussão bipolar para a obtenção de placas mais finas. Nestecaso não obtivemos resultados satisfatórios

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dada a pequena dimensão das lascas que se destacavam. Outra tentativa foi feita através da exposição direta ao fogo por cerca de 30 minutos. Posteriormente a peça foi retirada e submetida a um choque térmico em água. Com o resfriamento brusco verificou-se odesplaquetamento parcial. Novas tentativas de percussão bipolar, resultaram em lâminas finaseadequadasaproduçãodeplacaspolidas.Além disso, percebeu-se que a exposição ao fogo e o choque térmico resultaram em durezas distintas em partes do suporte (Figura 5).Como abrasadores para o polimento e corte foram utilizados arenitos de granulação e agregação variadas, resultando em durezas diferentes. Um arenito com cerca de oito quilos,granulaçãofinaeumpoucofriável,foiutilizado com água como suporte para polir uma placa com cerca de 3x3x0,5 cm. Várias faces do polidor se tornaram planas após o uso. Em um intervalo de cerca de quatro horas a placaficoupronta.O passo seguinte foi destacar, por percussão unipolar, duas lascas de um arenito bem agregado e de granulação de cerca de 0,5mm. As lascas resultantes foram polidas para produzir um gume. A lasca com gume polido foi utilizada em movimentos de vai e vem para produzir um corte na placa previamente polida. Primeiramente utilizamos um suporte de borda retilínea como guia. Após o surgimento de um pequeno canal, o processo foi feito a mão livre. Constatamos que a utilização de areia como abrasivo pode maximizar o efeito abrasivo. Os cortes foram feitos simetricamente nas duas faces da placa, em conformidade com as pré-formas de brocas existentes nas coleções arqueológicas.Aofinaldoprocessoobtivemosum bastonete com cerca de 3x0,5x0,5 cm, que foi novamente abrasado, no arenito de faces planas, com adição de água e areia, o que resultou em uma broca similar às existentes na coleção arqueológica (Figura 5 b-c-f).Observando em lupa binocular, percebeu-se que os furos existentes em muiraquitãs e as marcas das brocas, apresentam ranhuras horizontais que indicam provável, movimento rotacional em velocidade. Com base em registroetnográfico(Levi-Strauss1996:figura30), percebeu-se que populações americanas às vezes usavam um extensor de madeira, com uma provável broca na ponta.Produzimos então um extensor de maçaranduba (Manilkara huberi). Tentamos utilizar arenitos de granulação e agregação semelhantes aos calibradores arqueológicos, mas não obtivemos

sucesso. Lascas de gume bruto ou retocados semostrarammais eficientes paramodelar oextensor.Comabrocafixadaaocabotestamosalgumas possibilidades de furar apoiando o objeto a ser furado no solo, prendendo com os dedos do pé e prendendo em um galho de madeira. O mais crítico do processo é justamente conseguir uma boa fixação do suporte a serfurado para que a broca não quebre durante o movimento de rotação. Desconsiderando a facilidade de quebra da broca por conta de movimentos descontrolados, o uso do furador semostroubastanteeficiente.Ossuportesdeóxidos de ferro podem ser furados em menos de 10 minutos. Suportes de dureza maior como as jadeítas, que possuem dureza acima de 5 na escala de Mohs, demoraram cerca de duas horas para serem furados, isto levando em consideração a falta de habilidade técnica para operarmos o instrumento (Figura 5 h-i).As experimentações arqueológicas sugerem que o processo de produção dos muiraquitãs foi bastante laborioso, porém parece que, apesar de exigência de muita habilidade técnica, não foi um processo inacessível para a maior parte da população. A maior dificuldade envolvidana produção dos muiraquitãs certamente foi a aquisição das matérias primas adequadas.

Considerações Finais

Na ocupação Tapajônica as populações investiram tecnologicamente para produzir uma gama muito variada de artefatos líticos, os artesãos dominaram praticamente toda a tecnologia disponível na época para o trabalho da pedra. Nas extensas redes de trocas americanas certamente estes povos tiveram papel importante como produtores de objetos líticos. No caso dos muiraquitãs a indústria lítica não deixa dúvida que eles foram produzidos localmente. O engenhoso processo técnico da produção certamente envolveu especialização, porém, a nosso ver, não parece uma tecnologia inacessível para indivíduos minimamente treinados. Nos parece tão ou mais laborioso produzir um vaso de gargalo ou umdos elaborados vasos esfiges da cerâmicaTapajônica. A reprodução de muiraquitãs em matérias primas de fácil acesso parece comprovar que a tecnologia de produção se popularizou.Diante das análises que empreendemos, acreditamos que o que deve ter agregado maior valor simbólico, status e prestígio para os possuidores de muiraquitãs foi a raridade da

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matéria prima sob a qual ele foi produzido. Os objetos de pedras verdes, muito raras na região, seriam como joias, enquanto os produzidos com a mesma tecnologia, em matérias primas abundantes, seriam como bijuterias.Se as lendárias guerreiras do baixo Amazonas foram consumidoras do mais famoso amuleto do passado amazônico, os Tapajó certamente foram seus habilidosos artesãos.

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Anthropology, University of Illinois at Chicago

Archaoastronomy: Solar alignments and counting devices in monumental art

The earliest-known Amazonians’ early rock paintings shows their command and use of solar cycles and recording systems, as well as other systems (Fig. 1). Astute manipulation of forest-plant populations, animal capture, and selective plant cultivation are evident in some Paleoindian cultures, also. Fracture-lithic paleolithic technology of the highest excellence also is in evidence, as is creation of brilliant and extremely long lasting iron-based pigments. Monumental astronomical images painted on rock panels open to the sky include the sun, possible eclipses, and falling stars or comets. The sun is rendered as a perfect rayed circle, possible eclipses are concentric circles, stars are rayed eyes, and comets or falling stars are diving figures with rayed head and wisly,trailing arms. The sun images were not just art icons but mark the sun’s position at the winter solstice and other times of the year (Davis 2009). Seven dates of c. 11,000 BP (radiocarbon) make the Monte Alegre solar observatory the oldest yet known in the world (Michab et al. 1998; Roosevelt 1999a; Roosevelt et al. 1996). Abundant pigment and paint drops were sealed in dated strata below a painted ceiling at Caverna da Pedra Pintada and at an open site. The thick, highly durable iron-oxide paint with which the scientist-artists depicted images lasted out in the open under tropical conditions for more than ten thousand years. It was itself an innovation in materials science. Developing out of its early beginnings in the Paleoindian cultures, Amazonian painting technology was raised to a high art by the masterful women painters who created the influential polychrome art tradition of laterprehistory. The earliest Amazonians also recorded on the rocks a system of representation of values and sequences. It is a large tabular grid of cells with different symbols: primarily a vertical

line or X. Because the horizontal rows of cells number 12 across, it seems to have been a yearly calendar, perhaps to chart something like the occurrence of rainy and dry months over several years. Individual cells sometimes aredepictednexttoasupernaturalfigure,suchastheanthropomorphizedinsectinthefigure.Paleoindians developed cultures distinct from those of the cooler, dryer climates (Roosevelt et al. 2002). They intensively harvested fish,turtles, and shellfish from the rivers andlakes and hunted small game in the Amazon forests. They already had begun the type of manipulation of forest plants that culminated later in complex orchard and farming systems (Gnecco and Mora 1997; Roosevelt et al. 1996). They created in the forests near their settlements concentrations of desirable plants such as palms and fruit trees which were important staple foods.

Material sciences: innovations in flaking and carving stone tools

Another field of achievement of the earliestknown people in the Amazon was lithic technology (Fig. 2 top). Artisans created enormous finely-flaked tools in new forms,such as triangular stemmed points, using technical aids such as heat treatment and platform shaping and grinding. In their rock-flaking, they thus achieved success withdifficultmaterials,suchasquartzcrystal,whichis unpredictable due to its crystal planes and irregularflaws(Rooseveltet al. 1996, 2009). Later Amazonian peoples also had success in shaping very hard materials by grinding, polishing, and carving. Archaic cultures were thefirsttodevelopground-stonetechnologiesfor cutting and shaping tools and hammers, a craft that was raised to a high level of excellence in the late-prehistoric paramount chiefdom societies. Polished stone tools appear in the early Archaic, c. 10,000 to 9,000 years ago in the Amazon regions of Ecuador and

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French Guiana (Gnecco and Mora 1997). An elaboration of the early technology of stone shaping was made later, during the time of the classic Santarem culture of the Tapajos river mouth area. Santarem people made exquisite zoomorphic and anthropomorphic carvings of extremely hard gemstones, such as jasper and jade, apparently using simple materials such as water, sand, and string. Specialists of the culture also innovated in stone carving for composite objects. Their tools and the detritus from their lithic work are found in ceremonial deposits adjacent to their house mounds (Roosevelt 2007).

Material sciences: invention of ceramics for vessels and construction of facilities

Amazonians also excelled in the technology of ceramics. The Archaic cultures of Amazonia werealsothefirstintheAmericastoinventaneffective ceramic technology to make containers and artworks (Fig. 2 bottom). This invention was made independently of other cultures by 7,500 BP at the early sedentary settlement of Taperinha near Santarem (Roosevelt 1995, 2007; Roosevelt et al. 1991). Pottery sherds from structures with hearths and post-holes aroundthe6meterhighartificialshellmoundwere dated directly by radiocarbon and thermoluminescence. These earliest ceramics were made differently from later ceramics by luting together small flat pieces of dampclay, perhaps inspired by an earlier practice of sealing baskets with clay. Later complex societies in the Amazon used lump modeling, coiling, and applique to shape objects and developedmethodstoshapeandfiremassiveceramic objects. On Marajo Island at the mouth of the Amazon, women constructed out of ceramic clay ingenious monumental ceramic facilities for maintaining fires with efficientfuel use (Roosevelt 1991; Roosevelt et al. 2012). The practice began about 1000 BC. During the Polychrome Horizon culture there, potters made such ceramic stoves and also created jars larger than a person, which are found in urn ceremteries. In the Manaus area, people living about 1000 years ago made even larger jars several meters across. Large ceramic cook stoves and very large jars for water storage and beer brewing are still made by women in parts of the Amazon today.

Ecology, systematics, and behavior: applications and representations

The cultural forestAmazonians’ knowledge of their environments was and is extraordinary, and most western scientificdiscoveriesintheregion’secosystemshave depended on indigenous informants. In indigenous knowledge of biology, we see recognition of the integration of individual and group adaptations in behavior and understanding of the interaction of different parts of the ecosystem. Of special importance to Amazonians has been the elucidation of the unique characteristics of behavior and adaptation in different animal species. But one of the most remarkable and long-unnoticed achievements of Amazonian natural scientists are their cultural forests (Balée 1989). These forests are anthropic tropical forests whose composition Amazonian peoples have distinctively changed by fostering valued species of forests and bringing particularly useful species together in concentrations near settlements and camps. Some of these human-connected plants are “camp followers” that flourishintheconditionsthathumanactivitiescreate by clearing, burning, and disturbing and amending the soil, but most are plants sown or purposely planted in the ground by people. These forests, which have been found in most parts of the Amazon, survive long after the people who created them have moved on and thus they remain a continuing resource for those who come after them. In fact, Amazonians often refer to them as creations of ancestral spirits (Politis 2007).

Biomedical sciences: health maintenance and treatment of illness by drugs Recognition and manipulation of the pharmacological, industrial, and psychoactive properties of plant materials probably also came early, certainly at least by the Formative, when drug paraphernalia turn up among ceremonial ceramic objects (Fig. 3). Amazonian drugs, medicines, and industrial chemicals were applied in the curing of physical disease, psychological and psychiatric treatment systems, as well as in dyeing, painting, hunting, and fishing. Bythe time foreign literate researchers begin to recordAmazonians’achievementsinthisfield,we see a rich pharmacopea of medicines such as vermifuges, pain-killers, and antibiotics, many different hallucinogens, poisons for hunting,fishing,andwartechnology,andalso

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pesticides. Amazonians also developed diverse alcoholic drinks made from starchy crops or fruit juices. These, like hallucinogenic drugs were used primarily at rituals, ceremonies, and feasts. Along with drugs, Amazonians devised numerous methods of preparation and appliances for delivery of these useful and powerful drugs: pipes, spoons with hollow handles,andtablets forsnuffing,andcups todrink drug infusions. Probably the majority of drugs of plant origin now in the global economyassyntheticswerefirstdevelopedbyAmazonians. One very important Amazonian drug plant was Banisteriopsis caapi vine. The resemblance of this plant’s thick, sinuously curving stem to the body of the great Anaconda of the Amazon did not escape Amazonian ritualists, who considered the Anaconda the spirit animal of Woman Shaman, the creator of the world and of human civilization (Gebhart-Sayer 1984). Banisteripsis’ hallucinogenic juice, accordingly, is said by ritualists to be Woman Shaman’s magical breast milk, with which she created the Milky Way galaxy - the celestial Amazon river. The juice, taken for trancing, is thought restorative and protective (Hugh-Jones 1979).

Technical knowlege of biota, it integration and application

FaunaAmazonians consider animals to be their relatives and ancestors - in creation time humans and animals were one and the same - and are highly expert in their knowledge of them. Their habitats, lifestyles, and social behaviors are widely understood and used. Hunting and gathering are well-informed by such knowledge. People knowwhere to findanimals, based on knowledge of their annual round, and they recognize subtle traces of their presence, via footprints, spoors, or gnawed bark or leaves. Amazonians traditionally tamed many animal species, such as peccaries and parrots, using them for food, materials, or companionship. Knowledge of animals, like knowledge of plants, influences cosmology and ritual. Forexample, in populations of the great Anaconda, which they associate with Banisteriopsis, the adult female, which is larger than the adult male, is dominant, aggressive, and fertile. Thus Amazonians conceive of the Great Anaconda as both the creator and first absolute rulerof the cosmos (Gebhart-Sayer 1984). She is

represented in poetry and art as the aggressive and fearsome shaman and sorcerer who invented magic and all the arts and subjected men to a cruel domination. Eventually, men defeated her, and she and her women escaped to the heavens where they rule still and must be propitiated constantly, to prevent harm to humans.

Horticultural and soil science: improvement of soil, plant cultivation, and biological community management

Food plantsNumerous useful food plants were developed by Amazonians, some of which, such as manioc, are so useful that they now are among the most important cultigens in the world economy. Amazonian cultigens are among the most productive and resilient in the world (Roosevelt 1980). The Amazonian cultigen manioc is renowned for its productivity in poor soils and unreliable rainfall. It is a now staple food for tropical people worldwide. The important and anti-oxidant-rich global status-food, Acai palm juice, was developed more than a thousand years ago by prehistoric Amazonians, as a food for ceremonies (Roosevelt 1991). They also developed the very productive starchy staple palm fruit, pupunha (Henderson 1995). Amazonians also readily adopted crops developed elsewhere. Maize is one of these. It was sometimes was used as a ceremonial drink plant (Bettendorf 1910) as it is in Andes, with other plants as staples. This seems to have been the case on Marajo Island, where a local form of wild rice was an important staple food (Brochado 1980). People there varied a lot in how much maize they ate (Roosevelt 1991, 2000). But, in late prehistory, maize had become the staple food crop in many parts of the Amazon where wetland soils were reclaimed for cultivation. This was first demonstratedfor the Orinoco Arauquinoid culture and late prehistoric cultures of the Peruvian Amazon (Roosevelt 1980, 1989, 1997). Since then, the pattern has been found for Arauquinoid cultures in the Guianas and late prehistoric cultures elsewhere. (These findings of highconsumption levels were based on analysis of human bone isotopes, since other foods maize often survive better than maize remains in archaeological soils, giving a false impression of what was the most important food. However, because some other potential plant foods in Amazonia give the same chemical signature, it’s

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necessary to check the botanical remains for its presence.)Alongwiththemanyfieldcropsandcultivatedtrees and shrubs, Amazonians developed a wide range of food-processing and fermentation methods to increase nutrients, reduce fiber,improve taste, denature anti-nutritive or harmful substances, and promote storability (Roosevelt 1980). The success of all these endeavors is manifest in the large size and density of prehistoric Amazonian populations and their good health compared to those in the Andes and Mesoamerica at the time (e.g., Roosevelt 1991).

Cultivation systemsThe Amazonian swidden is one of the most complex and durable types of shifting cultivation known to humans. Slashing and burning or mulching puts the nutrient stores of the forest vegetation on the surface for crops, leaving valuable trees standing. The layout and vertical layering of plants of different height, growth rate, and growth habit protects the soil from erosion and leaching yet allows sun-loving plants the exposure they need and provides a continuing yield over many years. Old, long-abandoned swiddens remain identifiableand continue to produce abundant food and materialsindefinitely.But Amazonians also invented methods for productive, large-scale sustainable agroforestry and open field farming, methods that nomodern systems of European or Asian origin have yet surpassed. Amazonians developed extensive orchards of their most valued tree crops and shrubs, such as Acai, Pupunha, cacao, and Brazil nut. Experimental agroforestry plots imitating indigenous ones were the most productive and stable methods of forest management among the alternatives (Palm et al. 2005). Brazil nut orchards established during prehistory in fact were the main basis for Brazil’s successful export economy in the 20th century before they were bulldozed for costly and unsustainable Euro-style soybean agribusinesses and cattle ranching.

The Black Indian soilsOne of the most useful inventions of Amazonian Indians are the “terras pretas do indio” or Black Indian soils, first describedby North American geographers in Brazilian archaeological sites (Kern 1994; Smith 1980). These composted refuse deposits of the Amazon are unequalled elsewhere in extent and

thickness. These deposits are both a product of and a support for sedentary settlement, and they allow permanent cultivation over large areas. The soils are created by the concentration of human settlement refuse in particular areas for the purpose of cultivation. They are characterized by an abundance of wood charcoal in both powder and pieces, broken and decayed animal bone and shells, decayed plant matter and human excrement, abundant pottery sherds and broken stone tools, plus a wide range of human cultural features such as burials, structural remains, and strata. Their natural substrates include both sand-sized and clay-sized particles in varying amounts, and the composition and structure of the soils make them among the most excellent media for cultivation. They are rich in nutrients and soil exchange media, despite the high temperatures and decomposition rates, of good water-holding capacity, possessed of long-term nutrient stores, and structurally stable despite the abundant rain.

Earth engineering, layout, and construction methods: for drainage, transport, and structures Amazonians began doing large-scale building during the Archaic period (Roosevelt 1991, 1995, 2007), and may have created some kinds of rock alignments as early as the Paleoindian period (Davis 2009). The Archaic structures include mounds for structures and for ceremonial purposes. But the earliest monumental mound complex is probably the Formative-period Sangay site on the Upano river in the Ecuadorian Amazon, where there are both mounds for residences and ceremonial purposes. The site also has a variety of constructions for transport (Rostain 2012). By the common era, Amazonians were busy creating monumental earthwork complexes in many areas (Fig. 4). On Marajo Island, mounds of all those functions have been found, mostly of the Marajoara period between about AD 400 and 1300 (Roosevelt 1991; Schaan 2004). But residential mounds of Formative date, of the Ananatuba culture, also have been identifiedontheisland(Rooseveltet al. 2012). Recently, after large-scale deforestation in the western Amazon, particularly Acre state of Brazil, a number of geometric earth mounds of ceremonial function have been identified(Pärssinen et al. 2009). These have been dubbed geoglyphs. Although most date to late prehistoric times, c. AD 1200-1400, some have Formative dates. All lack substantial domestic

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refuse. Most are circular or square, but some are both, and several have earth ramps and causeways. The large cultural center of Santarem includes both domestic and ceremonial earthworks. The classic culture, long assumed to be contact-period, was shown by excavations to be prehistoric. Although much of the site was destroyed by bulldozing by corporations, archaeological mapping and excavation have revealed the layout and contents of the earthworks. Long, parallel rows of small house platforms with adjacent ceremonial facilities for feasting, cremation rituals, and special craft manufacture are a repeated pattern in several neighborhoods. A large low earth platform also was found, its surface dotted with caches of special objects, indicating a ceremonial function (Roosevelt 1999b, 2007, 2013; Roosevelt et al. 2012).Residential and ceremonial mounds and transportearthworkshavealsobeenidentifiedin the large wetlands of Amazonia: the Llanos de Mojos in the Bolivian Amazon and the coastal lowlands of the Guianas (Denevan 1966; Iriarte et al. 2010; Rostain 1991; Walker 2004). But, these latter wetlands also contain one of Amazonia’s most interesting and significant earth constructions: the raisedfields. Essentially, in the last thousand yearsof prehistory, Amazonians transformed large areas into dense patchworks of ridged and drained fields for intensivemaize agriculture.Most of the residential and ceremonial mounds, causeways, and canals in these wetlands were built as adjuncts to thefields, although somemounds of Formative age also exist in the regions. The raised fields are really a hugeagricultural development that puts the lie to the idea that Amazonians always lived by cutting tinyswiddenfieldsintheforestsandshowsthesubstantial engineering feats prehistoric people accomplished.

Human organization and conceptual culture: durable heterarchical complex societies

Over and above all these various technical developments, Amazonians developed intricate systems of socio-political organization. These institutions maintained cohesion of societies over much longer periods than did the top-down, authoritarian societies in the heritage of their European conquerors. Amazonian societies were extraordinarily long-lived and

cohesive. Their integral cultural styles and settlement continuity show that many persisted for hundreds and even thousands of years. The Marajoara culture, for example, continued without a break for more than a thousand years. Amazonians achieved this stability using less centralized, more inclusive, and more broad-based systems of government. In contrast to the gender-bias of western science, women as well as men were important Amazonian savants. That the knowledge and know-how of Amazonians was wrapped up in concepts of nature, the supernatural, and organization foreign to westerners doesn’t take away from itsscientificandtechnicalaccomplishments.Amazonians appear to have employed a wide a range of institutions and community gatherings to achieve consensus and cohesion. Chiefship is an enduring institution in both ancient and modern societies. We can recognize the institution in prehistory by characteristic symbols and accoutrements, such as chiefs stools and headdresses. Although many writers emphasize male chiefs, both ethnographic and prehistoric evidence show that women often served in prominent political and ritual roles. Chronicles describe the preeminance of women rulers and/or female deities in the middle and lower Amazon (Bettendorf 1910; Carvajal 1934), and archaeological images document numerous females with the icons of chiefship and shamanism: decorated shirts, stools, and crowns (Guapindaia 2001; Roosevelt 1991). More often than not societies were multilingual. Throughout the Amazon, chiefdoms utilized life cycle ceremonies to bring together both their people and those of neighboring groups. The ceremonies of the Upper Xingu, the Upper Amazon, and the northwest Amazon are renowned. Societies used both peaceable regional interactions as well as war to survive conflict.Effectivestrategiesandweaponsweredevised, but people also used magic and sorcery to get enemies, obviating physical attacks. Religious belief systems and art styles are an enduring element of supra-regional integration in indigenous Amazonia. The horizon styles, such as the Polychrome and Incised and Punctate Horizons, spread widely, integrating large numbers of societies into their systems of political organization, genealogy, cosmology, and ritual. The latter horizon and its staple maize economy spread out from Arauquinoid sites in the Orinoco c. AD 500, reaching the Guiana coasts and the middle Amazon by AD 1200 (Nimuendaju 2004; Roosevelt 1980,

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1997, 2002; Rostain 2010). The Polychrome Horizon for its part spread from the mouth of the Amazon c. AD 400 to the Upper Amazon in Peru, Colombia, and Ecuador and remains a major style among powerful and populous tribes today (e.g., Fritz 1922; Gebhart-Sayer 1984; Hugh-Jones 1979; Jackson 1994; Roosevelt 1991).

Amazonians, societies, and science today

Amazonian peoples are today continuing the tradition and practice of innovation in science and technology. Despite the carnage and rigors of the European conquest, many groups remain organized or have re-organized and vigorously continue, develop, and expand their traditions (Fig 5). In the 20th century, politically-aware cultural and linguistic groups, such as the Shuar Federation of Ecuador, formed powerful regional coalitions to pressure for their priorities in the face of forced top-down development by governments and corporations (Whitten and Whitten 2008). Recently, local groups have had success using the judiciary against uncontrolled petroleum exploitation in Indian reserves. Leaders of powerful tribes such as the patrilineal Kayapo in Brazil, negotiate directly with national and international agencies to prevent large development projects from dispossessing or displacing them. They alsohavemaintainedsignificantsocio-politicalintegrity, though with smaller population numbers than in prehistoric times. Their leaders are independent enough of the patriarchal national society not to be embarrassed to work closelywithchildrenor tomakeandsellfineceremonial jewelry. Their communities are not wide open for any outsider to enter but only by careful negotiation to forestall unwanted interferences and ensure specific benefits onall sides.The matrilineal societies of the Polychrome Horizon like the Panoan-speaking Shipibo have been especially successful at maintaining their large populations, stable settlements, indigenous subsistence, and conceptual systems in the context of the national society of Peru, despite long-term intrusions and manipulations of missionaries and settlers and government officials.Women have doneespecially well in the international art trade withtheirfine,polychromepotteryandfabrics,butbothmenandwomenhaveprofitedfromproducing cash crops such as rice and maize on

theirfloodlandfields.Theancientculturalstylethat they practice along with all its characteristic arts, rituals, and elements of social organization (Gehbart-Sayer 1984; Roosevelt 1991), has also hadaninfluenceabreadasagenericindigenoussymbolic system and art iconography adopted by some pan-Amazonian Indian organizations (Jackson 1994).Some countries, like Brazil, have made great strides in making higher education available to rural and indigenous people. In the Amazonian provinces, acculturated Indians (sometimes called peasants or hut people, caboclos) who have had access to national primary and secondary education often join in scientific research asspecialists and assistants or as intermediaries with native groups who have stayed away from the centers of national society and culture. Also in Brazil, programs have been put in place for chiefs and shaman to be the school-teachers for their communities, rather than outsiders.But important measures remain to be put in place to ensure the continuation of indigenous societies, cultures, and populations on their own terms. Several Latin American nations retain authoritarian features of the Napoleonic Code inherited from the Imperial European colonies they began as. Although Brazil abolished its code along with the US-sponsored military dictatorship in 1988, it retained its claim of centralized sovereignty over all mineral resources. Jural establishment of the right of local sovereignty on Indian reserves is needed to protect indigenous reserves from invasion by local, national, or international powers today in Brazil, Peru, and Ecuador. Such measures will ensure that Amazonians continue the brilliant trajectory of their cultures and societies and make valuable contributions to their countries, rather than subsiding into the national underclass as day laborers, dirt-poor peasants, and prostitutes.

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Simposio “Bajo Amazonas”

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Mats Söderström3, Jan Eriksson3, Márcio Amaral2 & Mats Olvmo4

1 Department of Historical Studies University of Gothenburg, Göteborg, Sweden2 Anthropology Program, Federal University of Pará, Belém/PA, Brazil

3 Swedish University of Agricultural Sciences, Department of Soil and Environment, Skara, Sweden4 Department of Earth Sciences, University of Gothenburg, Göteborg, Sweden

Background

Few themes in archaeology have given rise to such a wide gamut of interpretations and understandings, as has that of the prehistory of the Amazon. Lack of substantial information has allowed considerable scope for speculation to the degree that many interpretations of pre-Columbian Amazonia have included a fair amount of “wishful thinking” of one kind or another. Historically – as has been the case with the Eurocentric images of other non-European societies, such as those of Africa or the Orient (e.g. Said 1978; Thomas 1994) – the conceptions of ancient Amazonian communities have been colored by the currents of thought that have flourished inWestern thought at different times. This is a problem which undoubtedly will persist, but the importance of which, nevertheless, should be reduced through the emergence of new empirical bases and a decreasing of the dominance of Eurocentric historical research.In spite of early historical information (particularly Carvajal 1942 [1549]) about the existence of large-scale and populous villages along the Amazon River, organized into chiefdom-like socio-political order, substantial and unequivocal archaeological support for such claims remained elusive for quite some time. Over the last few decades, however, this situation has drastically changed and there is now good empirical basis for claiming that ancient Amazonian societies may well have exhibited some forms of urbanity and socio-economic integration on a regional scale (e.g. Heckenberger 1996; Heckenberger et al. 1999; Petersen et al. 2001; Quinn 2004; Roosevelt 1980, 1991, 1999; Schaan 2012; Stenborg et

al. 2012). This means that we are now able to discern the contours of communities, whose histories came to be obliterated following the European colonization. It also involves, however, a re-evaluation of the relevance of many concepts that were developed to describe societies and regions of other parts of the world (including terms such as “chiefdoms”, “states”, “agriculture” and even “landscape” (see also Neves; this conference and Descola; this conference).

The archaeological collections in Gothenburg

The early 20th century witnessed the establishment of numerous Western institutions and museums with the ambition to create a comprehensive representation of human history that covered every region of the Earth; a development that partially followed in the footsteps of colonialism (e.g. Thomas 1994). One such institution was the Gothenburg Museum in Sweden; particularly during the period of Erland Nordenskiöld’s leadership (Muñoz 2011; Stenborg 2004).Under Nordenskiöld’s guidance this museum gained a reputation as one of the leading centers for Latin American studies. Nordenskiöld quickly built up a wide network of contacts withleadingresearchersof thefieldinvariousparts of the world.Nordenskiöld’s Latin American focus also implied that the bulk of material acquired by the museum had South American origin. Of the approximately 95.000 items the present Museum of World Culture in Gothenburg inherited from the former Ethnographic Museum at the end of the 20th century, about

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49.000 originates from South America.Nordenskiöld came in contact with the surveyor and explorer Curt Unkel Nimuendajú in the early 1920’s. Nimuendajú, who had migrated from Germany to Brazil in 1903, was by this time living in Belém and involved in both ethnographic and archaeological fieldwork inthe Amazon region (Neves 2004:3f). During the years to follow Nimuendajú organized a number of expeditions to collect material for the museum in Gothenburg. The collections, consisting of both archaeological and ethnographic material, originated from various parts of the Brazilian Amazon, such as Rio Madeira, Rio Negro, Rio Xingu, Rio Tocantins, Amapá and the islands of Marajó, Caviana and Mexiana. The provenience of the largest number of objects was, nevertheless, the Santarém Region in the state of Pará (Stenborg 2009a).

The Cultivated Wilderness Project

The interdisciplinary Swedish-Brazilian research collaboration project “Cultivated Wilderness: Socio-economic development and environmental change in pre-Columbian Amazonia” is concerned with the archaeology of the Santarém Region in the State of Pará, Brazil. The area of investigation is located south of the Amazon River, covering parts of the eastern shore of its tributary Rio Tapajós as well as the Belterra Plateau further inland to the east (Figure 1). The project is funded by the Bank of Sweden Tercentenary Foundation.As mentioned above, the Museum of World Culture in Gothenburg holds large collections of archaeological material from the Santarém area collected by Nimuendajú in the 1920’s. Although the material attracted much attention at the time it arrived in Gothenburg, only limited research has been done on it in the past. Santarém pottery (Figure 1) has been classifiedbyMeggersandEvans(1961)aspartof the Incised Punctate tradition, which has a widespread distribution on the lower Amazon. Theceramicscontainafluvialspongiercalledcauixi (Parmula batesii) as temper material, eventually a combination of cauixi and grog, and less often the caraipé (burnt and crushed tree ashes) temper. Vessel surfaces have a pale brown color, usually ornamented with incisions and punctuations applied in repetitive patterns inside bands that surround the vessel or plate. The diagnostic feature is the profuse use of anthropomorphic and zoomorphic

adornos (sometimes with double heads), generally as handles or simply as decoration. The animals more commonly represented are king vultures, caimans, agoutis, monkeys, frogs, bats, common foxes, birds, and jaguars. The use of paint (mostly red, but also red and white slip) is present in some vessels, and especially on female figurines. Basketryimpressions probably derive from the use of mats as supports for vessel shaping. The far-reaching stylistic and artistic specialization and the thematic diversity regarding motifs were pointed out already by early researchers such as Nimuendajú (1949, 2004) and Palmatary (1939, 1960).In addition to the historical link between the Santarém region and Gothenburg, generated by the existing museum collections, a further incentive for intensified archaeological fieldinvestigations in this area is that parts of the Santarém region currently are subjected to various types of exploitation, including expanding agriculture and road construction. Therefore the archaeological record is rapidly being destroyed.A general purpose of the Cultivated Wilderness-project is to combine new fieldwork in theSantarém region with studies of the material collected back in the 1920’s. Through this work we hope to shed new light on the issue of how the relationships between humans and their environments developed through the pre- and early post-contact periods of the region. The project involves a bidirectional exchange with Brazilian universities. Apart from joint fieldwork in Brazil, Brazilian researchers andstudents have visited Gothenburg to study the material in the museum collections there, while – in a correlative way – Swedish students have been given opportunities to visit Brazil and the archeologicalfieldactivitiescarriedoutbyourproject. Apart from a rich archaeological material, mainly consisting of ceramics, the region also exhibits a type of local anthrosols, known as Terra Preta do Indio or Amazonian Dark Earth (ADE) – a product of past human occupation. Infact,theTerraPretaphenomenonwasfirstidentified in the Santarém region already inthe late 19th century (Hartt 1874), but it was only later that its properties and potential for contesting cultural-ecology were aknowledged (Sombroek 1966, Smith 1980). In contrast to the otherwise poor soils, ADE are fertile soils – still highly coveted for agriculture (e.g. Glaser et al. 2004; Heckenberger et al. 1999;

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Lehmann et al. 2003; Woods & McCann 1999). It May ne noted that the interes of cualities hve meminished in redent quaesm (Schaan ADETo enable investigation of ADE occurrences in the field study area the research groupincludes both archaeologists and soil scientists and fieldwork activities involve soilmapping,sampling and analyses as well as archaeological excavation and surveying. Additionally, geomorphological studies have been linked-in with archaeological and pedological studies to enable a better understanding of the formation processes of landscape features that mayhave influencedpre-Columbian resourcemanagement strategies and settlement selection in the area.Preparative fieldwork during 2006 - 2010identified and located more than 100archaeological sites of varying size (Schaan 2013; Stenborg 2009b; Stenborg & Bakunic 2011; Stenborg et al. 2012). Many of these settlements are situated far from the main rivers in forested and cultivated areas on the Belterra Plateau that are sparsely populated today. During the dry season water resources in these upland areas are sparse and the areas have generally been considered unable to support permanent human settlement. Therefore, the common assumption that permanent settlements, throughout Amazonia, essentially were associated with river environment is contradictedbythesefindings.Our data from sites on the Belterra Plateau suggests that the common assumption that permanent settlements throughout Amazonia essentially were constricted to near-riverine environments is invalid in the case of the Belterra Plateau. On the contrary; we have found that many pre-Columbian settlements occur in upland areas where seasonal shortage of water should prevent the establishment of permanent residence.Our surveying, however, also revealed a recurrent pattern of association between inland sites and particular landscape features – especially circular and elliptical depressions of widely differing dimensions that are found in many parts of the Belterra Plateau (Figure 2). In several cases these depressions have been found to preserve water throughout the dry season and some are used as source of water supply by the present population. Post-survey fieldwork has therefore includeddetailed investigations of two depressions at a site called Bom Futuro, located on the Belterra Plateau some 40 km south of the modern city

of Santarém (Figure 3).

Field data from the Bom Futuro site

In 2011, two areas at the Bom Futuro site were investigated through excavation. A total of four 1 by 1m squares and a trench were excavated (see Figure 3): In area 1 a 1 by 1 m square in the slope of a large depression, where additionally a 105m long was excavated with a power shovel, from the center of the depression to beyond its rim. I area 2, three 1 by 1 m squares were excavated, one in the bottom of a smaller depression, another on the berm of the smaller depression, and a third on a low platform associated with the smaller depression.The test pit at the large depression was excavated in order to investigate the soil layer sequence on the slope of a large round depression (Area 1 on Figure 3, above). This area consisted of an open cleared field andhad been under soy bean production for some years. Consequently it had been strongly affected by clearing and cultivation associated with mechanized agriculture. The layers of this test pit (1x1m) contained no thick cultural layers and almost no cultural material, and the excavation continued down only to approximately 0.3 m below ground surface, where a compact yellowish clayey layer entirely void of cultural impact appeared.The depression was further investigated through the excavation of a trench in its northern part (Area 1 on Figure 3, above). The trench with a total length of 105 m was laid out in a south to north direction from the center of the depression towards its limit and ending some 10 meters past the edge of the depression. No berm was readily observed in the surface topography at this section of the rim, but a slight low rising at the western edge of the depression may indicate the remains of a berm.Figure 4. Plan and cross-section of the trench excavated in a large depression at Bom Futuro. By Per Stenborg.In this manner it was possible to document the stratigraphy down to a depth of approximately 3m along the extension of the trench. In the center of the depression excavation was continued to a depth of approximately 5m below the present soil surface level.Theexcavationrevealedsignificantdifferencesconcerning horizon sequences in different parts of the trench. In the center of the

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depression the (ploughed) surface horizon darkened by organic matter was followed by a light yellow horizon overlying a compact whitish, clayey stratum, locally referred to as Tabatinga (see below). This layer was found to continue at least down to a depth of 5m. The whitish layer has been depleted in iron due to waterlogging and reducing conditions during the rainy season. Further upslope the color of the corresponding layer turned more orange – reflecting less influence from reducingconditions. In this part of the trench there was a thin plinthic layer in the subsoil. In the northernmost sector of the trench the soil had a reddish color throughout the entire section indicatingafreelydrainedprofile.The excavation undertaken in the smaller walled depression about 0.5 km west of excavation 1 (Area 2 in Figure 3; see also Figure 5) revealed a pattern which contrasted sharply with that found in area 1. The square excavated in the center of this smaller depression (unit 1) and contained thick anthropogenic soil layers and relatively high amounts of cultural material. Artifacts consisted almost exclusively of coarse, undecorated pottery probably of utilitarian types. A particular observation was that most sherds were in horizontal position. Pottery was found down to a depth of 110 cm below present ground surface level. A second 1x1m test pit (unit 8) was excavated in the berm surrounding the depression. The material was in this case more varied and occurred as concentrations of pottery, charcoal and to some extent also lithics. Pottery types included fine, decorated pottery as well as coarsepottery. The pattern of horizontal positions of fragments observed in unit 1 was not repeated in unit 8. Cultural material was found down to a depth of 70 cm.Thearcheologicalfieldworkrevealedsimilaritiesas well as differences between the investigated settings. In the area of excavations 2 and 3 (the smaller depression and a low platform located c. 20 m east of the depression not discussed here) our investigations showed that this whole area has been considerably transformed by human action in the past. It is reasonable to consider that the area has been used as a settlement area. The depression may have served as a water supply at a sub-settlement level – covering the needs of a household or a group of households. In case this depression existed as a natural landscape formation prior to human settlement – it has been heavily modified through human action. The berm

surrounding the depression contained refuse material (charcoal, potsherds, soot etc.) as well as lenses of clay material that probably had been moved from the bottom of the depression and deposited on the berm. This pattern seems to be inaccordancewithlandmodificationprocessessuch as the construction of a water reservoir, improvement of the capacity water holding of a water reservoir and the maintenance of a water reservoir. It is likely that the human transformation in this case involved at least the two last-mentioned activities. Material transported by rain water will accumulate at the bottom of the depression, necessitating periodic clearing out and maintenance of the reservoir.

Dates and temporal relationship between Upland and Riverine settlements

The largest settlement-area of the Santarém Region is that found at the location of the present Santarém city, by the confluencebetween the Tapajos and the Amazon rivers (cf. Schaan 2013; Stenborg et al. 2012). Dates from the Santarém-site suggest that this area was inhabited by human populations over several millennia. Notwithstanding, the majority of the dates from this site pointes to an increase in human presence over the centuries immediately prior to the European contact (Gomes 2002; Quinn 2004; Schaan 2012). In addition, analyses of samples from a riverine site (Fé em Deus) by the eastern bank of the Tapajós river points to an occupation of considerably time depth.These results correspond well with previous dates of material from the Porto-site, situated in present-day Santarém-city, by the southern bank of the Amazon. Also in that case dates showed considerable spread, although the majority of the dates pointed to an increase in human presence over the centuries immediately prior to the European contact (Quinn 2004).Less is hitherto known about the settlements of the upland/hinterland – although the existence of such settlements became known throughthefieldworkof byCurtNimuendajúin the 1920’s (Linné 1928; Nimuendajú 1949, 2004; Nordenskiöld 1930; Palmatary 1939).New radiocarbon and OSL dates, however, indicate that the occupation of settlements on the Belterra plateau was the most extensive during the centuries that preceded the European contact and that settlement may have remained inhabited into European contact-times.

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Analyses of samples from the site of Bom Futuro have yielded dates ranging from c. A.D. 1300 up to historical times. The majority of these dates point to human activity on this site during the late pre-contact and contact periods (Table 1).Materials from two other sites situated somewhat further north on the Belterra Plateau have recently been dated. In the case of Amapá, the dates range from c. 1500 A.D. up to the early 18th century. Samples from the Cedro-site have yielded dates from the early 14th century up to modern times. This implies that consistent data points to a late establishment of settlements on the Belterra Plateau. The total number of dates is still limited, but will soon be complemented by results from samples already submitted for analysis.

Natural and artificial ponds

Our results suggest that techniques for management of water resources were developed by some populations the populations living on the Belterra plateau, particularly during the last centuries preceding the European colonization. These techniques included both the use of natural water-holding depressions and constructions of smaller structures for water storage. A previously little noted fact of decisive importance for allowing human settlement in the region is the frequent occurrence of sinkholes or enclosed depressions (also known as “swallow holes”, “shakeholes”, “swallets” or “dolines”). The large depressions described above are likely to be examples of sinkholes and dolines (e.g. Figure 2, above). These karstic landforms are the results of dissolution of subjacent rocks and transport

of the solutes via subterranean drainage in pipes or macropores, which can undermine the bedrock and ultimately cause the collapse of porous layers (often referred to as pseudokarstic processes). Our current interpretation, hence, is that the larger depressions found associated with remains of ancient settlements; often bordering on, rather than encircled by the Terra Preta patches on the Belterra plateau originally have been formed through such pseudokarstic processes. During the rainy season these depressions (sinkholes) are refilled throughan inflow of surface water. Sizes vary, butdepressions measuring more than 200 m across have been recorded, which means that large quantities of surface water is collected during the rainy season. According to the results of surveys carries out over the last few years, many of these formations are associated with archaeological sites and patches of Amazonian Dark Earth, or Terra Preta.Percolationof waterthroughthesoilprofileinthe middle of such depressions result in a slow process of leaching and reduction of iron, and hence,toaformationof asuperficialstratumof fine-grained sediment, locally known asTabatinga (from Tupí – “tobatinga” or “tauá-tinga”, name for a whitish or light grey-bluish clay (Souza 1939:383)), with low permeability. In this manner, the water-holding capacity of these depressions is likely to increase over time.Of significant importancehere, thus, isthat this process has produced natural water-holding depressions in an area with few other water sources. During the dry season, these sinkholes have constituted a resource in some sense analogous to that of oases in desert areas.These natural formations, hence, have undoubtedly had a significant impact on the

Table 1. Results of radiocarbon and luminescence dating of samplesfrom the Bom Futuro-site, municipality of Belterra, Pará, Brazil

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development of human land use and settlement on the Belterra Pplateau by– providing access to water between the rainy seasons. An overlay of the record of registered sites on a digital elevation model (DEM) of the plateau shows a greater incidence of sites situated in local lows as compared to the heights (Figure 6). For clarity, it should be noted that new sites are constantly being recorded and, therefore, that this mapped inventory obviously does not cover all sites in the area.Of equally great importance are the findingsof remains of clearly artificial constructionsfor water supply in association with uplands/hinter-lands sites on the Belterra plateau, for instance the small depression investigated at Bom Futuro (Figure 5, above). These depressions are considerably smaller in size and often have elongated, rather than circular shapes. They are often found within the confines of the Terra Preta patches; hencethey are enclosed by the anthrosol, rather than adjacent to it.

Summary and relevance

To sum up: The presence of sinkholes of large dimensions, as well as considerable carrying capacities, has probably been a most decisive factor for settlement location on the Belterra plateau. The settlement areas were usually established beside, or even at some distance from the depression. At the household or small group level the water supply may have been managed through the construction of small structures where water was collected during the periods of rain, although the use of these constructs has not yet been established and may have included several areas of use (proposes that have been suggested are cultivate of freshwater faunal anima; eg. Touted). These structures or ponds were generally situated inside the settlement and Terra Preta area. Being small in surface extension, these reservoirs are likely to have formed part of the intra-settlement activity areas.Hitherto, our data suggest that the expansion of human settlement on to the Belterra Plateau was a comparably late development (possibly post 1100 A.D.) and one that continued up to the initial times of European contact.

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Simposio “Medio Amazonas y Madeira”

Como os contextos funerários nos ajudama entender os vivos na Amazônia Pré-Colombiana

Anne Rapp Py-Daniel

Universidade Federal do Oeste do Pará, BrasilPPG do Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo, Brasil

“Não existe, provavelmente, nenhuma sociedade que não trate os seus mortos com consideração [...] Sem dúvida que as práticas funerárias variam consoante os grupos.” (Lévi-Strauss, 1955:225)

Introdução

As práticas funerárias, como todas as outras escolhas dentro de uma sociedade, são fruto de processos históricos, sociais e cosmológicos. Nos últimos anos de pesquisa, de maneira cada vez mais sistemática, temos tentado compreender não só os padrões e recorrências no mundo funerário, mas também como esses elementos representam escolhas socioculturais.A arqueologia voltada para o mundo funerário é pouco conhecida no Brasil – e no mundo – (Duday, 2005; Mendonça de Souza, 2010). Frequentemente vista como a análise de “ossos” ou em outro extremo descrita como a análise de artefatos associados aos mortos, esquecendo o indivíduo morto (Duday, 2005). A arqueologia da morte interage com um material de estudo diferenciado, as práticas e os gestos funerários, além dos remanescentes ósseos, nos permitindo acessar contextos simbólicos repletos de “escolhas culturais”. Como nos diz Cunha (1975:2): “a morte não se satisfaz em destruir o que chamamos de organismo, mas inicia também um processo de dissolução do homem social, e isso em vários estágios de seu ciclo de vida.” Todas as sociedades humanas têm encontrado maneiras diferentes de simbolizar o evento da morte (Neves e Piló, 2008). Ribeiro (2002:160-161) propõe, e outros antes dela também, que mudanças sociais e culturais ocorrem, mas a cosmologia ligada ao mundo dos mortos muda lentamente, a não ser por razões de necessidade ou interesse comum.Falar de morte é falar de vida (Ribeiro, 2002), pois ao analisar a morte e o tratamento funerário estuda-se o comportamento dos vivos e não o

comportamento dos mortos. Não existindo uma forma universal de se pensar os mortos, cada sociedade sendo única (Cunha, 1978). O tratamento dos mortos e todo o funeral em si estão profundamente influenciados peloscódigos sociais compartilhados dentro de uma sociedade, tanto as regularidades quanto as transgressões das normas estão dentro do limite de possibilidades aceitas dentro de uma determinada sociedade (Ribeiro, 2002:203). Além disso, o tratamento funerário raramente é uniforme e único, mesmo dentro de uma única sociedade, o destino do morto está normalmente relacionado ao seu status, ao local onde o mesmo faleceu e ao acesso da sociedade sobre o mesmo (Chaumeil, 1997:84-85).

A arqueologia na Amazônia e os contextos funerários

Desde os trabalhos realizados por Nordenskiold, no começo do século XX e posteriormente Lathrap, Brochado, Noelli, Heckenberger (2001) Neves e Moraes (2012) (entre outros), hipóteses de trabalho têm sido elaboradas tentando associar cultura material arqueológica e populações de grandes troncos-linguísticos na Amazônia (Tupi e Arawak principalmente). Apesar das limitações de qualquer modelo, essas hipóteses têm sido usadas como ferramentas de trabalho para pensarmos a ocupação humana e a dispersão das práticas funerárias das populações pré-contato na Amazônia. Na Amazônia Central, pelo menos, as classificações propostas dedivisão em fase e tradição têm funcionado na maioria dos casos (Neves, 2010).Existem levantamentos feitos sobre as práticas funerárias das Terras Baixas da América do Sul, apartirdedescriçõesetnográficasouderelatose, por vezes, como estes podem ser associados com a arqueologia: Métraux (1947), Chaumeil

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(1997), Ribeiro (2002) Rostain (2011) e Silva (2005). Chaumeil (1997) apresenta um exemplo de estudo sobre o relacionamento de algumas populações sul americanas com seus mortos, rupturas e continuidades entre o mundo dos vivos e o mundo dos mortos são observadas pelas diferentes populações.De acordo com Neves (2012:73) a arqueologia da Amazônia, tem seguido um caminho distinto do resto da arqueologia feita no Brasil, pois ela dialoga de maneira mais intensa com disciplinas como a antropologia cultural, a linguística e a ecologia humana, surgindo assim alguns problemasdepesquisaespecíficosepresentesem quase todos os trabalhos realizados na região (Neves, 2012): a compreensão da correlação do meio ambiente e os processos sociais dentro da ocupação humana da região; a relação entre a identidade e os vestígios materiais da arqueologia; compreensão do nível de impacto da colonização europeia sobre as organizações sociopolíticas pré-coloniais. Os estudos sobre “se” e “como” a presença europeia na Amazônia impactou as formas de organização sociopolíticas indígenas dividiu, e ainda divide, as opiniões. Muito foi escrito sobre as estruturas políticas das populações Amazônicas,queforaminicialmentedefinidascomo caçadoras-coletoras sem hierarquia social (Meggers, 1971). Depois essas populações foram descritas como socialmente complexas, análogas aos cacicados Tainos (Roosevelt, 1993). Vários fatores – ambientais, demográficos etecnológicos – foram procurados para explicar as diferenças nos processos de ocupação dos diferentes grupos humanos nessa região, mas nenhum conseguiu dar conta da diversidade encontrada. Diferentes tipos de estruturas socais são muitas vezes percebidos (ou idealizados) através dos modos de sepultar, onde igualdade ou diferença no tratamento dos corpos estão comumente relacionados à posição social dos indivíduos em vida. Infelizmente o simbolismo ligado às crenças e costumes religiosos, tão valiosos para a antropologia e etnologia, é por vezes relegado à segunda ordem em contextos arqueológicos. A leitura dos dados normalmente só nos permite diferenciar contextos “importantes/diferenciados” de contextos “comuns/usais”, emesmoassimcomgrandesdificuldades.Ostrabalhos de Schaan (2004) e Barreto (2008) são exemplos de associações bem sucedidas entre a antropologia e a arqueologia distinguindo os elementos simbólicos presentes nos registros

arqueológicos,ondeasrepresentaçõesgráficassobre as cerâmicas associadas a contextos funerários e residenciais na ilha de Marajó puderam trazer mais informações sobre a complexidade social e cultural. O mundo funerário pode, em alguns casos, trazer luz sobre aspectos estruturantes das sociedades e de como os indivíduos se relacionam. Hierarquias e diferenciações sociais são comumente mais marcadas no “mundo dos mortos” e os vestígios humanos diretos fornecem um conjunto de dados a ser estudado pelas ciências biomédicas, permitindo acesso a informações sobre sexo, idade, etc. De tal maneira optamos pela criação de um quadro sobre as práticas e os gestos conhecidos atravésderelatoshistóricoseetnográficosnaAmazônia. Em seguida comparamos esses dados com alguns contextos arqueológicos, sobretudo aqueles associados a sítios próximos aos rios Amazonas, Madeira e Tapajós, indo além de um “check-list”. Dessa maneira, esperamos obter um panorama representativo, significativo e útil para compreensão dahistória das populações passadas, suas escolhas e mudanças ao longo de centenas de anos.

Identidade

Apesar das diversas mudanças que ocorreram com o contato entre grupos indígenas ou desses com as sociedades europeias/neo-brasileiras, a cosmovisão do mundo e como ela é posta em prática no momento da morte mudaram lentamente, tendo sofrido um processo mais acelerado onde se encontravam as missões evangelizadoras cristãs. As mudanças dentro de um grupo/cultura não são simples processos de aculturação. Os grupos indígenas – ou qualquer outro grupo humano – não são passivos na sua própria história (Burke, 1992). Assim, ao procurar um padrão no mundo funerário não seremos dogmáticos ou radicais, nem com os dados arqueológicos, nem com os dados oriundos de descrições pós-contato. Todos os indivíduos e sociedades sendo capazes de mudar, de alterar suas culturas, sem, portanto se perder ou se extinguir – desde o século XIX os naturalistas que passaram pelo Brasil anunciavam o fim das populações indígenas,porém as mesmas continuam batalhando para se manter, dando até sinais de crescimento demográfico (Arruda, 1992; Martius, 1982;Nimuendajú, 1987).As culturas indígenas que viveram na Amazônia antes do contato com os europeus

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não se desenvolveram em isolamento, ao contrário, percebe-se, tanto no registro arqueológico como etnológico, que o encontro de pessoas de contextos sócio-ecológicos diferentes devem ter reforçado distinções culturais e étnicas (Barth, 1969:9). No alto Rio Negro, por exemplo, existe um processo de relacionamento intercultural entre Tukano e Arawak que levam a indagações sobre se seriam as populações Tukano oriundas do oeste que teriam “tukanizado” os Arawak ou vice-versa, esse processo claramente não está relacionado ao contato com o europeu (Wright, 1992). Ao se trabalhar com padrões de comportamento, com repetições, com papéis sociais, sempre vem à cabeça, principalmente ocidental, o papel do indivíduo. A importância do “Eu”, as escolhas pessoais ou mesmo familiares. A arqueologia temdificuldadesemlidarcomessaidentidadeindividual, pois em 99% das vezes não somos capazes de saber quantos indivíduos estavam envolvidos numa atividade e nos é impossível saber aqueles que de fato realizaram a ação. Para além dessas observações generalistas, temosoutrasmaisespecificassobrealimitaçãoda compreensão do Eu: como chama atenção Max Weber, na sociedade ocidental a religião cristã (e posteriormente o sistema político e econômico) fez com que surgisse uma tendência do “Eu”, indivíduo que realiza escolhas, que está diretamente em contato com Deus, surgindo assim uma reflexão muito “pessoale individual” que não pode, de forma alguma, ser generalizada para todas as sociedades passadas ou presentes (Dubar, 2009:48). A impossibilidade de se determinar com precisão e segurança, como se comportavam os indivíduos e sociedades, e suas tendências mais individualistas ou coletivas, não nos permite, a meu ver, como arqueólogos, falar com clareza das personalidades. Sendo assim, trabalhamos com generalizações, com observações que terminam se homogeneizando, não vemos claramente os indivíduos (apesar de estarmos atentos a ele, principalmente após o advento do pós-processualismo) e sim o conjunto de ações realizadas em dados momentos. Contudo existem regularidades nas escolhas dentro de sociedades especificas (observáveis tantopelaantropologia quanto pela arqueologia), como bem chama atenção Barth (1969) e outros que vieram posteriormente (Poutignat e Streiff-Fenart,1998),aidentidadeouetnicidadesóficamarcada e se estrutura, a partir do contato com o “outro”, “Não há Identidade sem Alteridade e, portanto, sem relações entre o mesmo e o

outro” (Dubar, 2009:73-74). No caso da Amazônia, a cerâmica que tem tido um papel preponderante nas análises, em função de sua durabilidade, visibilidade e maleabilidade. Foram, em parte, a decoração e manufatura desse material que levaram Nordeskiold e Lathrap a propor algumas associações entre cultura material e grandes troncos linguísticos. Com o passar dos anos outros elementos permitiram uma melhor avaliação das possíveis similaridades entre populações pré-contato e as descrições pós-contato (Heckenberger, 2001; Moraes e Neves, 2012). Assim, Neves argumenta pela familiaridade do registro arqueológico–especificamentedafaseGuarita1 – com os relatos da época do contato sobre as ocupações Tupi bem conhecidas no litoral brasileiro. Neves (2010:574) aponta não só para as similaridades nos princípios estruturantes da decoração das cerâmicas, mas também para as evidências linguísticas atestadas nos relatos dos primeiros europeus a descerem o Rio Amazonas. Além da semelhança com o processo de expansão dos Tupi na Costa e das populações produtoras das cerâmicas da fase Guarita no Oeste Amazônico, caracterizado por expansão rápida em grandes extensões, que formaram depósitos arqueológicos com pouca profundidade. Por fim o autor apontatambém o papel preponderante da guerra presente tanto no registro arqueológico quanto nosrelatoseetnografiarealizadasnaAmazôniae no litoral.Paralelamente aos trabalhos realizados por Neves, e seus colegas, na Amazônia Central para a questão Tupi, Heckenberger (2001) correlaciona os contextos Arawak, bem conhecidos do Alto Xingu, com as cerâmicas da Tradição Borda Incisa/Série Barrancóide. Heckenberger apresenta algumas características básicas comuns à maior parte das sociedades Arawak que seriam visíveis pela arqueologia: hierarquia social, regionalidade, sedentarismo, agricultura intensiva, aldeias circulares, cerâmicas “Barrancoid” (Heckenberger, 2001: 30).Contudo, a cultura não é estática, uma mudança de“mododefazer”nãosignificaumarupturatotal ou necessariamente a chegada de um novo grupo. A arqueologia amazônica tem ensinado que temos que pensar no fato da “cultura” ser flexível, “evolutiva” no sentido darwinianode “mudar mantendo-se adaptado”. Não havendo nenhuma conotação de melhoria ou de superioridade e, principalmente, sem “difusionismos” exacerbados.

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Hornborg e Hill (2011:5-8) propõe que não é correto pensar que é simples criar “tipos” para cultura/povos, pois a linguística vem mostrando que mesmo as línguas não podem ser diretamente relacionadas com etnias. Por exemplo, as línguas Arawak, faladas em grande parte do continente americano não implicam – não somente – que populações inteiras teriam migrado e aniquilado as populações anteriores, existindo muitos exemplos de multilinguismo e de regiões multi-étnicas na bibliografiaamazônica. Essas constatações exigem prudência nas comparações entre os contextos funerários encontrados e as populações recentes, por mais parecidos que os mesmos possam ser. ComoafirmaNeves(2011)existeumagrandeflexibilidade encontrada nas populaçõesetnográficas, que compartilham língua,produção e alimentos, diferentes do caráter “estático” do material arqueológico, que não pode ser diretamente relacionado a populações conhecidas ou extintas. Entretanto, afirmaque a dualidade faz parte do trabalho do arqueólogo, e o mesmo deve encontrar meios de relacionar o passado e o presente para que se possa contar uma história de ocupação regional (Neves, 2011). De acordo com Neves (2010):... [a] Etnologia indígena das terras baixas reconhece algumas propriedades aparentemente inerentes a grupos linguísticos ou áreas geográficas específicas. Assim, é comum a referência a “canibalismo Tupi”, “acefalia política das sociedades das Guianas”, “terrirorialismo Arawak” etc. Do mesmo modo, é inegável a forte correlação existente ... entre elementos materiais [e] algumas sociedades indígenas, tais como o shabono Yanomami, as aldeias circulares Gê, a maloca Tukano, a cerâmica Shipibo, dentre inúmeros exemplos. Dessa discussão depreende-se que, embora grande, a diversidade cultural dos povos indígenas nas terras baixas da América do Sul não é infinita e, o que é mais interessante para a Arqueologia, que tal diversidade cultural pode ser positivamente correlacionada a padrões no registro arqueológico e não apenas na cultura material (Neves, 2010:56).Felizmenteemalgunscasosépossívelidentificarcontinuidade entre as populações arqueológicas easpopulaçõesetnográficas,comoéocasodoAlto Xingu (Heckenberger, 2001) e dos Palikur, entre o Amapá e a Guiana Francesa (Rostain, 1994). Além disso, contamos com relatos da época do contato que nos indicam, às vezes, as línguas ou os principais troncos linguísticos falados em determinadas regiões nos séculos XVI e XVII.

Os contextos funerários na Amazônia

O mundo funerário apesar das dificuldadespara estudá-lo, principalmente tafonômicas (Rapp Py-Daniel, 2009), nos permite acessar diversas questões sociais. Um dos principais levantamentos, sobre as diferentes práticas funerárias executadas nas terras baixas, foi feito porChaumeil(1997).Aclassificaçãoformuladaserviu como ponto de partida para o trabalho atual, por isso a apresentaremos brevemente: inumação: simples ou dupla, principalmente para grupos Tupi e Karib, ocorrendo dentro das casas, na praça ou na floresta; funerais duplos: características de grupos Arawak, os ossos inteiros ou reduzidos re-inumados em urnas, cestarias ou distribuídos (Arawak e Karib); cemitérios: presença arqueológica e relatos de naturalistas sobre cavernas/abrigos servindo de necrópoles; incineração praticada principalmente no norte da Amazônia entre os Karib das Guianas; mumificação: comum e destinada a personagens mais importantes (chefes, guerreiros e xamãs), seria feita ao sol, ao fogo e/ou com ajuda de resinas vegetais, frequentemente associada a enterramentos em urnas ou elevados (Yuko, Mawé, Apiaká, Mundurucu, Puri-Coroado e Tapajó); elevação: exposição de cadáveres em plataformas (Warao, Yukpa, Siriono, grupos do Chaco e Jívaro); endocanibalismo: prática antiga e com grande difusão (norte do litoral Atlântico, Alto Orenoco, Noroeste Amazônico, alto Amazonas e Rio Ucayali). Associado ou não a outras práticas funerárias; substituição funerária: o morto pode ser substituído por partes do corpo (cabelo, dente ou unhas), por objetos ou por uma pessoa viva.Optamos por também realizar um levantamento das práticas funerárias descritas nos relatos etnohistóricos, nas descrições etnográficas e/ou conhecido pela história oral. Até o presente encontramos dados para 24 grupos falantes de línguas Tupi, 7 grupos falantes de línguas Arawak, 3 grupos falantes de línguas Karib, 13 grupos falantes de línguas Gê e 24 grupos de línguas isoladas ou não identificadas2 (ver tabela 1).Os grupos falantes de línguas Tupi apresentam a maior diversidade de práticas funerárias na Amazônia, sendo as principais relatadas: sepultamentos em urnas (primário, secundário ou após cremação), os vasos eram enterrados ou jogados ao rio, redes ou cestos por vezes substituem as urnas; presença de enterramentos diretos em grande parte dos grupos; menos

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frequentes são os casos de mumificação(dessecação). As covas são raramente descritas, mas podiam ser circulares, cercadas de madeira, com postes ou para incineração de chefes. Os pertences pessoais dos mortos eram enterrados com eles ou distribuídos entre a família. Pedaços dos corpos de inimigos ou familiares poderiam ser conservados dentro de casa, porém após um tempo os familiares eram enterrados e os inimigos descartados. O exocanibalismo também é relatado, principalmente para os Tupinambá. Essa diversidade de tratamentos destinados aos mortos pode ser, entre outras coisas,oreflexodediferençasdestatus(idade,sexo e posição social).Como observou Chaumeil, os grupos falantes de línguas Arawak executavam principalmente sepultamentos secundários, onde a etapa de retirada das partes moles se dava tanto de maneira ativa (cremação, cozimento ou descarne) quanto passiva (recuperação dos ossos após enterramento). A presença de cemitérios de urnas também é constante, porém há relatos das mesmas sendo levadas para a casa dos cônjuges, de distribuição dos ossos, do defunto embarcado numa canoa ou de consumo das cinzas.Os grupos Gê da Amazônia estão regrupados em dois locais, o primeiro nas proximidades dos Rios Araguaia, Tocantins e Xingu e o outro no estado do Maranhão. Em ambos os lugares, o tipo de sepultamento mais comumente descrito é o secundário em urnas ou cestarias, havendo menção de cemitérios especializados para as primeiras e segundas exéquias. Para homens de status mais elevado há relatos de enterramentos sentados.Assim como os dois grupos acima, as populações falantes de línguas Karib tinham

como tradição duas exéquias, sendo a primeira cremação ou decomposição (realizadas junto ou separadas). Os xamãs, em função de sua posição especial dentro dos grupos, eram normalmente enterrados. Os pertences dos mortos acompanhavam os mesmos, enquanto que urnas ou redes poderiam ser usadas para conter o morto e o proteger do solo.Como podemos perceber existe uma grande diversidade de modos de inumação, sendo alguns deles arqueologicamente testáveis. Para fazer a ponte entre esses padrões encontrados e os trabalhos que propõe associar cultura material a grandes troncos linguísticos, apresentaremos aqui os dados obtidos, até o presente,atravésdosistemadeclassificaçãodasgrandesTradiçõesarqueológicasdefinidasporMeggers e Evans em 1961, mas que vem sendo aprimorada nas últimas décadas3. As tradições foram principalmente definidas a partir dadecoração, elas são Hachurado-Zonada4, Borda Incisa, Policroma e Inciso Ponteada. As tradições Borda Incisa e Policroma são as mais conhecidas e por isso passam atualmente por revisões de suas características e das fases que as compõe5 (Lima, 2008; Moraes, 2006, 2013; Tamanaha, 2012; Costa 2013; Neves, 2010) (verfigura1).

Tradição Inciso-Ponteada(verfigura2)A maior parte dos dados para a Tradição Inciso-Ponteada é oriunda dos municípios de Itaituba, Aveiro e Santarém (Estado do Pará), ao longo do Rio Tapajós. O material foi analisado em parceria com a Universidade Federal do Pará (UFPA). As urnas associadas à tradição Inciso-ponteada possuem em sua grande maioria decoração nos lábios, bojo grande e tampas (prováveis assadores reutilizados).

Tabela 1: Troncos linguísticos e etnias/grupos para os quais há algum tipo de relato sobre o mundo funerário

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As populações que faziam cerâmica passíveis de serem classificadas dentro dessa tradição,concentraram as urnas em cemitérios ou não. É frequente a presença de vasos de acompanhamento (fora das urnas). Até o presente só foram constatados sepultamentos individuais, alguns parecem estar articulados. Encontramos em uma urna do sítio Araú-é-pá (Aveiro-PA) uma criança de aproximadamente sete anos. No sítio Nossa Senhora do Perpétuo Socorro (Itaituba-PA) todas as urnas analisadas estavam sem base, talvez remetendo a práticas simbólicas ligadas à morte dos vasos junto com os indivíduos.De acordo com Martins et alii (2010) várias outras urnas da tradição inciso-ponteada têm sido descobertas nas proximidades do Rio Tapajós acrescentando novos dados aos padrões de sepultamento conhecidos para a região. Visto que anteriormente só tínhamos os relatos de Nimuendajú (1949), descrevendo redução de corpos a cinzas para consumo e a mumificaçãodealgunsindivíduosimportantes.

Tradição Borda Incisa ou Série Barrancóide (ver figura2)Conforme mencionado, Heckenberger6 (2001) estabelece uma correlação forte entre a tradição Borda Incisa e o grupo linguístico Arawak. Dentro das fases arqueológicas relacionadas a essa tradição foi atestada certa variabilidade dentro dos contextos funerários, porém alguns elementos estruturantes aparecem. Esse é o caso, por exemplo, das urnas, que são de grandes dimensões com pelo menos um tipo de decoração (engobo, aplique, pintura), normalmente encontradas em grandes concentrações (cemitérios) nos municípios de Manaus, Iranduba, Tefé e Borba-AM7. A incineração não foi constatada.Junto à maior parte dos sepultamentos encontrados, foi constatada a presença de feições, estruturas escavadas no solo com presença de material cerâmico e faunístico cobertas por terra. É comum a presença de vasos de acompanhamento, dentro das urnas, na região do Lago Amanã (Tefé-AM), que contêm somente um indivíduo. Enquanto que no sítio Hatahara (Iranduba-AM), durante a fase Paredão8 não há urnas funerárias, mas há material de acompanhamento dentro dos sepultamentos, as “cabecinhas paredão”, que são normalmente apliques de grandes urnas dessa mesma fase, mas em outras localidades. As urnas dessa tradição normalmente possuem tampas ou vasos emborcados sobre

a urna principal e o papel delas, de separação dos corpos do sedimento, talvez tenha sido substituído por cestarias, no caso do sítio Hatahara. Outro elemento de diferenciação dos sepultamentos desse sítio, nesse período, é a presença de sepultamentos múltiplos não aleatórios, como mencionamos em Rapp Py-Daniel (2010) padrões foram identificadose estão, aparentemente, ligados ao sexo dos indivíduos. No período anterior à fase Paredão, durante a fase Manacapuru9, foi encontrado nesse mesmo sítio um cemitério de urnas, correspondendo ao que encontramos em outros locais. Temos trabalhado com a hipótese de que a diversidade encontrada entre e dentro dos sítios dessa tradição podem estar relacionados às diferenças de status de indivíduos e sítios, prática conhecida para as populações Arawak.

Tradição Policroma(verfigura2)Quase todas as urnas da Tradição Policroma (TP) que estudamos, até o presente, podem ser associadas à fase Guarita, tanto na região da Amazônia Central quanto no Rio Madeira10. Elas são urnas normalmente muito decoradas possuindo tampas, frequentemente a decoração é uma associação de pintura e apliques representando formas humanas com pinturas corporais. Em três casos (Aldeia São Félix – Município de Autazes, no sítio Monense – Município de Humaíta (Comm. Pess. E. Miller) e em fotos do Alto Rio Madeira, Moutinho e Robrahn-González, 2010) foram relatadas concentrações de urnas depositadas simultaneamente. Dentro dessas urnas foi encontrado material ósseo queimado, com um indivíduo adulto ou infantil (Comm. Pess. E. Miller). A queima dos corpos se fez diretamente sobre o fogo, há marcas de queima equebrasespecíficassobreosossos.No sítio Borba, no município de Borba no Baixo Rio Madeira, foram encontrados vasos com decoração antropomorfa fragmentados associados a um vaso contendo ossos de fauna queimado. Outros vasos, de contorno complexo e decoração acanalada (Tamanaha, 2012), encontrados no sítio Lauro Sodré (município de Coari) também parecem conter ossos de animais queimados (mas ainda precisam ser analisados).

Considerações finais

Em parte dos sepultamentos encontrados em contextos arqueológicos não foi possível

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identificar os gestos pré-sepulcrais, pois omaterial ósseo estava em decomposição. Contudo, na maior parte dos casos conseguimos determinar o tipo de sepultamento (primário ou secundário) e uma idade aproximada (adulto ou criança).Verificamosqueénecessáriocautelanas descrições de contextos arqueológicos, exemplo disso é que a associação entre urnas e sepultamentos secundários foi muitas vezes o resultado de observações feitas por profissionaisnãotreinadosHá grande variedade de práticas dentro dos grupos falantes de línguas Tupi, talvez a principal característica Tupi seja essa ausência de padrão. Essa questão tem ao menos três explicações diferentes: 1) O contato intenso com outros grupos, o que parece mais improvável, pois a expansão Tupi é normalmente rápida e dominante; 2) Um grande número de posições sociais, o que não seria muito conhecido pela antropologia e; 3) Uma maior flexibilidade,onde a cosmologia Tupi e o status incitassem as diferenciações no momento do repouso eterno.Enquanto isso, o “ethos” Arawak para a tradição Borda Incisa, como propõe Heckenberger, parece se manter relativamente bem no mundo funerário, a tradição é homogênea, o sítio Hatahara aparece como uma anomalia somente em alguns sentidos, o que pode indicar um status diferenciado do próprio local durante a fase Paredão.Ainda não conseguimos dados arqueológicos para as regiões ocupadas historicamente por falantes de línguas Gê, mas o mesmo se mostra promissor, visto a uniformidade dos dados através de fontes escritas mais recentes. Os falantes de línguas Karib, em nossos dias, se sobrepõem a muitos sítios da Tradição Inciso-Ponteada, como os dados são escassos não nos arriscaremos a fazer associações diretas. Contudo esse fato se apresenta como um elemento interessante de pesquisa e trabalhos recentes mostram (Moraes e Neves, 2012) que as fronteiras da Tradição Inciso Ponteada não são claras e que há muitas semelhanças com a Tradição Borda Incisa.Visto as dimensões Amazônicas está claro que os levantamentos arqueológicos e históricos não foram exaustivos. Esse estudo ainda está em andamento, mas desde já percebemos caminhos promissores para o estabelecimento de conjuntos coerentes que dialogam com a Arqueologia Amazônica como um todo. As incertezas que temos nas análises de conjuntos funerários não diferem, em qualidade e

quantidade, das incertezas que encontramos nas análises de material cerâmico, onde são observadas continuidades e descontinuidades que não são facilmente explicadas pelo sistema de fases e tradições, pois também estão ligadas a fatores como o meio ambiente, o acesso à matéria prima e a redes de contatos (Moraes, 2006).

Agradecimentos

A S. Rostain; a E. Neves e os membros do PAC; à D. Schaan, e seus estagiários da UFPA; A J. Gomes, B. Lacale e ao IDSM; à A. G. Morais; a C. de Paula Moraes; à M. Barboza; à M. Lima.

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1 Fase pertencente à Tradição Policroma datada aproximadamente entre 900 e 1600 D.C. Encontrada ao longo dos Rios Madeira e Solimões.2 Visto a diversidade das línguas isoladas e das práticas encontradas, optamos por não apresentar esses resultados nesse momento.3 Os termos fase e tradição são usados aqui como instrumentos de trabalho, acreditamos que existam coerências internas que permitam ir mais longe, porém esses termos não substituem, em nenhum momento, o nome de etnias ou troncos linguísticos.4 Não possuímos dados sobre os contextos funerários dessa tradição.5 Por exemplo, a importância dos antiplásticos vem sendo questionada, padrões de ocupação já podem ser associados a algumas fases, continuidades entre diferentes fases podem ser observadas, a fase Pocó definida porHilbertno Trombetas, vem sendo encontrada em diversas regiões e há propostas de que Pocó seja definida como tradição ou faça parte dasérie Barrancoíde (Neves, 2010).6 Antes de Heckenberger, Nordenskiold e

Lathrap já haviam pensado nessa possibilidade, porém Heckenberger consegue dados a partir de um grande projeto na área do Xingu em parceria com os Kuikuru.7 Material oriundo de pesquisas do PAC e do Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá.8 A fase Paredão está datada entre os séculos V eXIID.C.eéencontradanaconfluênciadosRios Negro e Solimões.9 A fase Mancapuru está datada entre os séculos IV e IX D.C.10 Não trabalhamos com urnas policromas do Baixo Amazonas por enquanto. Pesquisas feitas em parceria com o Projeto Baixo Madeira.

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Simposio “Medio Amazonas y Madeira”

Arqueologia do baixo rio Negroe a discussão de contextos locais do rio Unini

Márjorie Nascimento Lima1, Eduardo Kazuo Tamanaha1 & Eduardo Góes Neves1

1 Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo, Laboratório de Arqueologia dos Trópicos

Introdução

A bacia do rio Negro engloba três países principais Brasil, Colômbia, Venezuela e uma pequena porção do território das Guianas (Calbazar, 2010; Zeidemann, 2001). Essa extensão engloba também grande diversidade ambiental e cultural, foco de pesquisas multi e interdisciplinares, entre elas a arqueologia.Apesar da grande diversidade cultural, estudos antropológicoseetnográficosnoaltorioNegrotem demonstrado que houve e ainda persiste umsistemaculturalplural,unificandodiversosgrupos humanos em uma mesma dinâmica sócio-política e cosmológica. Ainda não está claro de que forma essas relações ocorreram no passado, mas há indícios arqueológicos e etnohistóricos de que esse sistema cultural abrangia toda a bacia rio negrina e se expandia para outros rios maiores, como o Solimões e o Orinoco (Neves, 2001; Wright, 1992; Heinen e García-Castro, 2000; Gassón, 2002; Whitehead, 1994). A partir dessas premissas, este trabalho apresenta as pesquisas arqueológicas realizadas ao longo do rio Unini, afluente da margemdireita do baixo rio Negro. Ainda que seja um rio de segunda ordem e com características que diferem da calha principal, os dados das escavações no Unini permitem contribuir e traçar um breve panorama sobre as dinâmicas e movimentação desses povos pelo rio Negro.

Breve histórico de pesquisas

Do lado brasileiro, a arqueologia dessa região ainda é pouco conhecida, embora desde o século XVIII haja menções de viajantes e cronistas sobre a existência e diversidade do registro arqueológico da área. O início das pesquisas sistemáticas no rio Negro brasileiro ocorreu a partir da década de 1950, na cidade de Manaus, com os trabalhos do alemão Peter Paul Hilbert. Posteriormente, entre 1970-1980, Mário Simões percorreu grande parte do baixo

e médio rio Negro, identificando uma sériede sítios arqueológicos associados à cerâmica. Essas pesquisas são retomadas apenas na década de 1990 com as atividades do Projeto Amazônia Central, envolvendo atividades no alto (Neves, 1998), médio e baixo rio Negro (Valle,2012;Heckenberger,1997)(figura1).Um dos principais modelos sobre a ocupação humana dessa bacia é o de Donald Lathrap (1970). O modelo cardíaco, como ficouconhecido, propunha algumas questões importantes para esse trabalho: 1. A de que a região do rio Negro foi ocupada por populações Arawak.2. O estabelecimento de uma cronologia para essa ocupação e sua expansão.Segundo Neves (1997) o primeiro ponto foi retomado por Lathrap através do modelo de Noble (1965) que tratava da origem e dispersão de falantes Arawak, tema que anteriormente havia sido foco do trabalho de Max Schmidt em 1917. Em linhas gerais, Lathrap propôs que uma leva de língua Proto-Arawak teria experenciado a primeira onda migratória para fora da Amazônia central. Esse movimento teria ocorrido por volta de 4000 AC por meio dos principais rios da bacia Amazônica, entre eles o rio Negro que através do canal Cassiquiare daria acesso às margens do rio Orinoco. O principal correlato arqueológico desse processo seriam as cerâmicas do complexo Barrancóide/Saladóide, com dispersão panamazônica (Lathrap, 1970; Oliver, 1989). Essa correlação entre povos Arawak e cerâmicas Barrancóide/Saladóide foi inicialmente proposta por Erland Nordenskiöld entre 1902-1931 (Brochado e Lathrap, 1982; Neves, 2012). Embora esse quadro seja importante para o estabelecimento de uma história regional no rio Negro, pesquisas posteriores demonstraram que o estabelecimento humano na região é mais tardio do que proposto por Lathrap (Heckenberger, Neves e Petersen, 1998; Lima, 2008), remetendo ao século III AC no baixo rio Negro. Por outro lado, as pesquisas

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indígenas nessa região, principalmente no alto curso, apontam que atualmente o que se vê é um mosaico linguístico, compreendido por falantes Arawak, Tukano e Maku (ISA, 2002).A história de longa duração de cada um desses grupos, seu local de origem e expansão é um dos fatores importantes para a análise do sistema do alto rio Negro. No entanto, essa é uma questão ainda não resolvida na linguística brasileira (Urban, 1992). A maior parte das pesquisas está focada na antropologia histórica (Dreyfus, 1993) e social da região, uma espécie de etnologia comparativa desses grupos que demonstram um sistema baseado na hierarquia e igualitarismo, consanguinidade e territorialidade (Golman, 1963; Hugh-Jones, 1979; Wright, 2005). Assim, uma questão relevante para a compreensão do passado rio Negrino é a hipótese de que esse mosaico linguístico, social e político visto atualmente fosse mais abrangente no período pré-colonial e que se estendesse de maneira ramificada para todaa bacia (Dreyfus, 1993; Neves, 1998; Zucchi, 2002; Vidal, 1993). Essa noção é baseada principalmente através da integração dos povos que habitaram essa região ou do que se convencionou chamar de esferas regionais de interação (Neves, 1998; Wright, 2005). O ponto central dessa ideia é um sistema regional articulado em rede, definido por Dreyfus(1993: 24) como “um espaço político de comunicação social e ideológica (...) um espaço evidentemente descontínuo, de fronteiras fluídasemorfologicamenteflutuantes”ondeerapossível atuar simultaneamente promovendo trocas de bens especializados, casamentos ou raptos de mulheres, situações belicosas, além da busca de escravos para rituais (Dreyfus, 1993). Nesse contexto são comuns menções aos falantes Karib e Arawak, particularmente no baixo rio Negro entre sua foz e a altura do rio Branco (ao norte da área de pesquisa) onde tiveram destaque os Manao (Farage, 1991; Dreyfus, 1993; Hemming, 2007: 639).Esse rápido panorama não contempla tudo que se sabe sobre a ocupação humana do rio Negro, mas oferece uma série de problemas e hipóteses com os quais se pode trabalhar centrados na construção de uma história regional de longa duração.

Os contextos locais do rio Unini

OrioUniniéumafluentedemargemdireitado rio Negro localizado entre as cidades de

NovoAirãoeBarcelos,próximoàconfluênciacom o rio Branco, cuja foz está localizada a 250 km da cidade de Manaus. As primeiras notícias sobre o rio Unini são de Alexandre Rodrigues Ferreira em seu diário de viagem, onde é mencionada a conexão natural que essa bacia permitia entre a calha principal dos rios Negro e Solimões (Ferreira, 2007).Apesar de ser tributário de um rio de águas pretas, o rio Unini, forma uma planície de alagação, fator que tem algumas implicações na formação do registro arqueológico dessa área.Atéentão foram identificadosdez sítiosarqueológicos na região (Valle, 2012; Lira, 2009), todos implantados nas áreas mais altas dessa planície de alagação, onde atualmente estão localizadas as comunidades ribeirinhas (figura2).Devido ao regime de deposição do rio Unini, a superfície dos sítios está coberta por um sedimento siltoso e, ao contrário de muitos sítios da zonade confluência dos riosNegroe Solimões (e. g.: sítios Açutuba e Hatahara), poucos fragmentos cerâmicos são visíveis na superfície dos sítios. Geralmente estes ocupam o entorno das casas, as áreas de roça, os caminhos das comunidades e a encosta do rio.Alguns desses sítios também estão associados a solos antrópicos conhecidos como terra preta, embora sua ocorrência só seja vista em profundidade. Esses solos antrópicos têm grande extensão pela bacia Amazônica, o que lhe confere graus distintos de variabilidade, envolvendo formação, uso atual, tamanho e profundidade nos sítios arqueológicos. Esse fenômeno pode ser interpretado como marcador cronológico, cultural e social, indicador do aumento da densidade demográfica e do estabelecimentode assentamentos sedentários na Amazônia (Petersen, Neves e Heckenberger, 2001; Neves et al., 2003; Arroyo-Kalin, 2008). De forma geral, os solos de terra preta apresentam coloração escura, considerável índice de matéria orgânica, pH elevado, teores elevados de cálcio, magnésio e fósforo (Lehmann et al., 2003). Dados obtidos na Amazônia Central mostram que sua formação ocorreu principalmente entre os séculos V e XI DC, associados aos grupos cerâmicos barrancóides/borda incisa (fases Manacapuru e Paredão) (Neves et al., 2003, 2004; Neves, 2008; Rebellato, Woods e Neves, 2008).Para tratar dos contextos arqueológicos do rio Unini, tomaremos como exemplo os sítios Floresta e Lago das Pombas, ambos no médio

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curso do rio, distantes em linha reta cerca de cinco quilômetros.

Sítio Floresta

O sítio está localizado na margem direita do rio Unini, próximo à foz de um seus mais extensos afluentes, o rio Papagaio. Comaproximadamente 8 ha., ocupa um baixo terraço livre de inundações sazonais1. As porções sudoeste e oeste do sítio são delimitadas por um extenso igapó (zonas alagadiças sazonais), seu limite leste é o próprio rio Unini e a norte é limitado pelo campo de futebol da comunidade. Até agora as intervenções nesse sítio nos permitem indicar que:1. De forma geral o sítio Floresta é marcado pela presença/ausência da terra preta e pela presença de elevações na superfície do sítio (mounds).2. O sítio está associado a profundas camadas de terra preta que não ocorrem de forma contínua, mas em manchas;3. Esses solos antrópicos não aparecem na superfície dos sítios, exceto em áreas que sofreram terraplanagem. Parece ser um padrão o fato de essas camadas estarem recobertas por pacotes que podem alcançar até 1m de profundidade de sedimentação do Unini. Essa camada também não é contínua.As estruturas monticulares2 formam um arco com cerca de 180m, estendem-se do sudoeste ao noroeste do sítio, marcando o limite com a área de igapó. Essas estruturas não são regulares, nem contínuas, mas a escavação de uma delas mostrou que sua característica elevação é formada por camadas de sedimentação, com baixa densidade de vestígios arqueológicos (figura3B).Não está claro ainda se a sedimentação vista nessa área ocorreu in situ ou se é um aterro que foi trazido de outras áreas com a intenção de elevar essa parte do sítio. No noroeste de Floresta essas estruturas são pouco visíveis devido à terraplanagem do terreno para abertura do campo de futebol. Abaixo da camada de sedimentação, ocorrem solos de terra preta que nessa porção do sítio alcançam 280 cm, com alta frequência de vestígios arqueológicos. Uma questão interessante no perfil estratigráfico dessasunidades é a presença de sedimentos do tipo tabatinga (solo esbranquiçado e com grande plasticidade) acima das camadas antrópicas. A tabatinga só ocorre na base do sítio, fora das camadas culturais.

É dessa área as datações até então obtidas para o sítio, situando-o entre os séculos V AC e V DC, as datas são para as camadas II e IV do sítio indicando um extenso intervalo temporal entre essas ocupações. Outra área com a presença de terra preta foi escavada próximo ao local terraplanado para o campo de futebol, estando afastada do rio Unini (figura3A).Aquestãomaisinteressantedessaárea está relacionada às feições e estruturas de combustão identificadas. As feições podemser caracterizadas por dois tipos: 1) pelo agrupamento de fragmentos cerâmicos (que muitas vezes remontavam), associados a cinzas e carvões de diversos tamanhos e 2) feição com grande extensão vertical e contorno circular não ultrapassando 25 cm de diâmetro. Nessa área a ocorrência dos solos de terra preta varia entre o 10YR 2/1 Black e o 10YR 2/2 Very Dark Brown, as colorações mais escuras do sítio. As análises arqueobotânicas desse contexto conduzidas por Myrtle Shock demonstram a maior frequência do sítio (e alta diversidade) de frutos, sementes e parênquimas. As amostras, no entanto, ainda não foram identificadas eseguem em processo de análise (ver Schock et al. nesse volume).O cruzamento dessas evidências sugere que apesar da ocorrência de terra preta em outras áreas do sítio Floresta, esse é um contexto particular e sugere que independente da função que possa ser atribuída, quando correlacionada as outras áreas do sítio, aponta para a diversidade de atividades desenvolvidas no local.A área escavada no sítio fora das matrizes antrópicas está associada ao contexto de deposição de um grande vasilhame cerâmico, cujo comprimento máximo ultrapassa 100 cm (figura 3C). Esse vasilhame continha ossosem seu interior, indicando tratar-se de uma recipiente funerário. O grau de conservação dessa amostra, contudo, era extremamente baixo impedindo que possam ser realizadas maiores contextualizações a esse respeito. Além dessa vasilha, a erosão do Unini expôs na encosta do barranco outras vasilhas com contextos semelhantes, mas que não foram escavadas. No interior da urna também foram observadas em laboratório marcas de erosão semelhantes àquelas descritas pela fermentação de bebidas (Skibo e Schiffer, 2008: 50). Trata-se de marcas circulares que ocupam principalmente a base e o bojo/carena da vasilha, formando uma faixa linear em toda a circunferência interna. É importante mencionar que marcas semelhantes

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não foram vistas na superfície externa do vaso.A disposição das manchas de terra preta e do material cerâmico ocorre de maneira semicircular no sítio, fora da área com os montículos e está marcada em dois momentos distintos: um mais recente, voltado para o rio Unini que ocorre entre os 20-40 cm, outro mais antigo, entre os 60-80 cm, com um padrão de deposição completamente distinto de seu posterior, voltado para o norte do Unini.Emboraessepadrãodevaserverificado,também deve ser analisado com mais acurácia na continuidade dos trabalhos.

Sítio Lago das Pombas

Com aproximadamente 3,5 ha. o sítio está localizadopróximoàconfluênciadoLagodasPombas com a calha principal do rio Unini. Diferente de Floresta, o sítio Lago das Pombas é inundado sazonalmente em eventos de cheias maiores do rio.Nesse sítio as intervenções foram mais pontuais que no sítio Floresta e o tamanho estimado para o sítio pode ser ainda maior, mas as escavações proporcionaram a maior amostragem cerâmica da área. As datas obtidas para esse contexto demonstram que a ocupação do sítio Lago das Pombas é, em geral, mais recente do que o sítio Floresta, sendo que a sua primeira ocupação parece ter ocorrido antes da última ocupação de Floresta e se estende até o século IX DC. A cerâmica do sítio Lago das Pombas reúne algumas características comuns aos dois momentos ocupacionais: presença do engobo vermelho, do escovado, de apêndices zoomorfos e, assim como no sítio Floresta, a inserção do caraipé na argila da cerâmica. A análisedessematerialaindanãofoifinalizada,mas a ocorrência conjunta desses e de outros elementos, que são até mesmo característicos de outras cerâmicas do quadro crono tipológico da região (como a cerâmica da Tradição Polícroma da Amazônia), nos leva a conduzirabordagensqueidentifiqueamaneiracomo esses elementos ocorrem nos vasos, não apenas sua presença/ausência.No entanto, a reunião de alguns elementos tecnológicos(figura5),ocontextodedeposiçãodos sítios e as datações obtidas (conforme as informações abaixo)3 permitem associar esses contextos à Tradição Barrancóide:

Sitio Lago das Pombas- Carvão (70-80 cm): 800 – 840 DC- Cerâmica (140-150 cm): 230 – 390 DC

Sítio Floresta- Cerâmica (140-150 cm): 420 – 570 DC- Cerâmica (220-230 cm): 410 – 370 AC Conclusão: Os sítios Floresta e Lago das Pombas no baixo rio Negro

Se compararmos as regiões do baixo, médio e alto rio Negro, veremos que duas situações saltam aos olhos. A primeira é com relação à ausência de pesquisas arqueológicas no médio curso, que deixa uma enorme lacuna na arqueologiadessaregião(figura1). O segundo ponto, também relacionado com a questão amostral, é que se compararmos essas três regiões, as ocupações mais antigas estão no baixo e alto rio Negro. No baixo curso há evidências de ocupações desde o século V AC (datas do sítio Floresta) até o século XVI DC (Simões e Kalkmann, 1987). No alto curso, do qual tratamos perifericamente nesse trabalho, há uma duração maior embora pouco compreendida, abrangendo desde a metade do segundo milênio AC até o século XVI DC (Neves, 1998).No rio Unini as datações obtidas indicam que as primeiras ocupações dessa bacia ocorreram por volta do século III AC e estão associadas à cerâmica Barrancóide. Além disso, a ausência de sítios associados a cerâmicas da Tradição Polícroma da Amazônia, a presença de ocupações duradouras caracterizadas pelas terras pretas, a possibilidade da existência de montículos associados às ocupações do sítio Floresta, a possibilidade de ocupações semicirculares demonstradas pela disposição da cerâmica nesse sítio, a ausência de evidências que indiquem guerras internas nesses contextos e os relatos de ocupações historicamente associadas a povos Arawak, nos levam a propor que as ocupações do Unini podem ser associadas ao que Santos-Granero (2002) indicou como um Etos Arawak, i.e., ocupações com caráter Arawak.Heckenberger (2002) apontou uma série de elementos distintos que diferenciam os povos Arawak dos não-Arawak, como os aspectos da vida sedentária, regionalidade e hierarquia social. Embora comuns em grupos falantes Arawak, esses traços também seriam compartilhados por grupos não-Arawak. O autor também estima que o baixo rio Negro é marcado no período colonial pela massiva presença de povos Arawak e sítios arqueológicos com cerâmica Barrancóide, fatores que permitem a vinculação de povos Arawak à cerâmica

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Barrancóide (Heckenberger, 2002: 107-109).Essa associação, ainda que esses elementos possam aumentar e/ou serem transformados, à medida que diferentes áreas sejam estudadas, nos oferece um ponto de partida para olhar a história regional do rio Unini, permitindo pensar processos históricos culturais, sociais e políticos que se deram nessa porção da região Amazônica. A correlação entre língua-registro arqueológico tem como principal problema a questão das diferentes escalas com as quais se trabalha, considerando-se aí a natureza estática do registro arqueológico (Neves, 2011: 31-35). Parte dessa grande discussão reside no risco de generalizar histórias que são heterogêneas, por isso entendemos que a essa correlação se juntam também outros fatores, entendidos aqui como contextuais (cf. Heckenberger, 2002; Neves, 2011, 2012) e que podem ser o correlato de um conjunto de práticas culturais que ocorrem de maneiras diferentes e com suas especificidadesemdiversasregiões.Dessa maneira, trabalhar com a correlação língua-registro arqueológico “não implica reconhecer uma correspondência geral entre etnias específicas, idiomas e culturamaterial”(Hornborg e Hill, 2011: 11, tradução nossa), mas nos permite um diálogo mais inclusivo com a produção antropológica das terras baixas, uma questão ainda mais latente quando se trata do rio Negro. Essa região é importante não apenas por sua associação à movimentação de povos falantes Arawak, mas também pela possibilidade de estabelecimento de uma história de longa-duração.Assim nesse momento, essa parece uma correlação possível, mas que trata de diversas histórias. Ou seja, ainda que haja um etos comum, tais histórias podem ter acontecido de maneiras distintas, devido a contingências históricas, ambientais, religiosas e políticas, resultando em um sistema complexo e dinâmico que mesmo na análise de grupos contemporâneos, são assinaladamente pouco compreendidas.É também necessário dizer que essa questão é amplamente hipotética e pode mudar a medida que novos dados sejam obtidos.

AgradecimentosOs autores agradecem a Stéphen Rostain e à Flacso pelo convite à participação da 3 edição do Encontro Internacional de Arqueologia da Amazônia, à Anne Rapp Py-Daniel pelo convite à participação do Simpósio Médio

Amazonas y Madeira e à equipe do Laboratório de Arqueologia dos Trópicos (Arqueotrop) do Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo. As pesquisas de campo e laboratório foram financiadas pelaFundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo (FAPESP). A interpretação dos dados é totalmente de responsabilidade dos autores.

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1 Mesmo em eventos de cheias excepcionais como as que aconteceram em 2009 e 2012 na região Amazônica, afetando particularmente o baixo rio Negro, a comunidade não sofreu inundações (FVA 2013: comunicação pessoal).2 Essas estruturas ainda não foram mapeadas.3 Datações calibradas em 2 sigmas e obtidas através do Beta Analytic.

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Simposio “Medio Amazonas y Madeira”

The Polychrome Tradition at the Upper Madeira River

Fernando Ozorio de Almeida & Eduardo Góes Neves

Introduction

Polychrome pottery has been studied since the end of the 19th century, largely because of the attractive context of the Marajó Island mounds and the aesthetics of the pottery found in them (e.g. Goeldi, 2009a [1900], 2009b [1906]). However, thefirst attempt to systematize thedata related to this pottery occurs only in the mid 20th century when Howard (1947) organizes itintoadivisionformedbyfiveceramicstyles(Napo, Miracanguera, Maracá, Marajó and Chimay) found throughout the Amazon Basin (cf. Brochado and Lathrap, 1982).Almost simultaneously to the publication of Howards divisions, Steward observed that the pottery styles of different ethnographic groups from the Upper Amazon, such as the Shipibo (Pano speakers), the Kokama-Omágua (Tupi-Guarani speakers) and the Jívaro (isolated language), are “definitely related to that of Marajó and the lower Amazon, having geometric designs formed of widely spaced, heavy lines, which are outlined by one or more fine lines… [though] it lacks the incised lines, the occasional zoomorphic motives, and the modeled decoration of Marajó” (1948: 522-524). Such an interpretation laid the framework for the research undertaken by Meggers and Evans (1957; Evans and Meggers, 1968), sent precisely by Steward to the Upper and Lower Amazon (Neves, 2012: 227).Hence, during the ‘50s and ‘60s, Meggers and Evans (1961: 379-380) would rework Howard’s analytical classification based on the studyof museum collections and their excavations at the Marajó Island and the Napo River, Ecuador (Evans and Meggers, 1968). It is interesting to note a “subtle” epistemological shift by the couple. While Steward compared ethnographic groups and archaeological pottery, Meggers and Evans leave the ethnographic questions aside and set out to make comparisons only on material grounds. Such a theoretical-methodological shift would leave Steward’s proposal, which linked a diversity of ethnographic/linguistic groups to this Tradition, unresolved. On the other hand, Lathrap (1970: 74-79)

believed that the Polychrome pottery was produced basically by Tupi speakers, and that these groups would have continently expanded from Central Amazonia, due to the unique position of this region in Tropical Forest network, and by the unlimited potential of the varzea for the cultivation of crops (e.g. manioc).Thus,wefindourselvesfacingthefirstof themajor problems – an anthropological one – that permeate the study of the Polychrome Tradition: the relation between this archaeological class and ethnographic groups. If Steward failed to give much thought to this issue, and Meggers and Evans were evasive on the matter, we would findourselvesobligedtoagreewithLathrap’sPolychrome-Tupi correlation. However, this is not a straightforward relation as, for example, there are several Tupi family groups that do not (or did not use to) produce pottery with polychrome painting (Almeida, 2013), and even some of those which have historical accounts on the production of polychrome pottery, such as the Kokama-Omágua, have a series of problems in the linguistic classification(cf. Cabral, 1995; Cabral and Rodrigues, 2003; Heckenberger et al., 1998; Neves, 2012; Urban, 1996). Moreover, the supposed relation between different ethnographic groups from the Upper Amazon, and this Tradition is still implicit in some researchers work (e.g. Roosevelt, 1991: 79), meaning this question remains unresolved. Lathrap’s (1970: 74-79; Brochado, 1984) hypothesis for the core place of the expansion also did not work out. During the Central Amazon Project (CAP) activities, it was soon clear that the Guarita Subtradition pottery (Polychrome Tradition) was chronologically recent (beginning of the second millennium AD),andthusunfitforbeingthecradleof thePolychrome expansion (Heckenberger et al., 1998).Besides contesting the origin for the cardiac expansion proposed by Brochado and Lathrap, another important contribution brought by CAP was to assembly a great amount of data related to the Guarita Subtradition (e.g. Tamanaha, 2012; Neves, 2007, 2008, 2012), specially studies of pottery technology, but

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also other contextual data, such as the spatial village disposal and the formation of the archaeological record.Authors such as Moraes (2010), Neves (2010), Rebellato (2007) and Tamanaha (2012) used ceramic distribution, soil geochemical analysis and ethnohistorical data (e.g. Carvajal, 1941 [1542]; Porro, 1995) to infer that the populations related to the Polychrome Tradition of Central Amazonia used to build their houses in a linear disposal, parallel to the river. The thin layers (Lima, 2008; Tamanaha, 2012; cf. Bolian, 1975) and the reduced extension by which the Polychrome shards were found in the sites were clear distinctions of these groups vis-à-vis the former inhabitants of the region, known for their stable long term occupations, with circular village patterns (Neves, 2012: 230). Furthermore, the presence of ditches and palisades in non-Polychrome sites in Central Amazonia and Lower Madeira, and the sudden “break” in the stratigraphy of multi-componential sites, by the time of the arrival of the Guarita Subtradition (12th and 13th century), indicate a shift towards conflict relations andthe end of a millenary stability in the region (Moraes 2013; Moraes and Neves, 2012; Neves, 2009, 2011, 2012). However, it is also possible to verify many more chronologically extended occupations at the same place by the Polychrome Tradition producers. The clearest examples are the Marajó Island mounds, where the Marajoara Phase is related to occupations, which lasted several centuries (AD 400-1300). The Teotônio site, in the Upper Madeira region with dates that varied from 700 BC (perhaps) to the colonial period (Miller, 1992, 1999), could be another example. In addition, the studies of Polychrome funerary urns also offer a didactic example of the dubious characterization of this Tradition. On the one hand, there seems to be a certain temporal and geographical coherence in some aspects of the funerary urns which, following Barreto (2008: 96), furnish a kind of cosmological unity to the peoples related to the Polychrome Tradition. On the other hand, it is clear that despite these recurrent stylistic traits, there is a huge variability in the decorative styles of the funerary urns. For example, the Maracá (NE Amazonia) pottery has decorative elements, which enabled its association to the Polychrome Tradition (Guapindaia, 2001: 169), although most of the funerary urns possess a unique anthropomorphic or zoomorphic

character1.In turn, the Marajoara urns (Barreto, 2008; Meggers and Evans, 1957; Roosevelt, 1991; Schaan, 2001) cover almost every possible decorative variety. Immense variability, which only finds a parallel in some of the antique ceramic complexes of Amazonia, such as the Saladoid (Orinoco Basin) and Pocó (Amazon Basin) Traditions.The Pocó Tradition first appeared at theTrombetas River, in the Lower Amazon (Hilbert and Hilbert, 1980). The “Tradition” characterization was due to the incorporation, by Neves (2006, 2012), of other similar antique Phases, such as the Açutuba Phase of Central Amazonia (Lima, 2008; Lima et al., 2006) and from pottery recovered from the Middle Solimões (Costa, 2012), and from the Branco River (Rio Negro Basin). The chronology would range around 1000 BC to AD 500 (Hilbert and Hilbert, 1980; Guapindaia, 2008; Lima and Neves 2011). By no means would it be wrong to say that all elements that define the PolychromeTradition (Caraipé, opened vessels, flanges,thick incisions and polychrome painting) are present in these earlier Phases, which also have several common traits present in other groupings (e.g. the modeled appliqués of the Incised Rim/Barrancoid Tradition). What is essential to grasp in the present research is the fact that even though the Pocó Tradition has painted decoration, it does not belong to the Polychrome Tradition (Neves, 2012: 146; cf. Neves 2006). Hence, we uncover the second “big issue” facing the contemporaneous Polychrome Tradition researchers, an archaeological problem: the confusion of stylistic elements that reappear in chronologically distinct groups (i.e. The Pocó and the Polychrome Traditions), resulting from the immense variability of pottery produced by the earlier groups (Pocó). This confusion is reflectedinacomplexsequenceof dates,withlow geographical coherence for those who observe their spatial distribution in a broad perspective. We now turn to the Upper Madeira region to find out how it can help us unveil thesequestions.

The Upper Madeira

The chronology of the Polychrome Tradition was one of our main concerns at the beginning of the Upper Madeira Project (PALMA). The

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abnormal character of the 700 B.C. date for the Jatuarana Subtradition published by Miller (1992) was troublesome, and an improved understanding was urgently required. The excavation of the first two Polychrome sitesin the region, with their late chronology, nevertheless did not provide the expected answers.The Associação Calderita site, found on the right bank of the lower Jamari River, was excavated in August 2008. It has a strategic geographical position, less than one kilometer from the mouth of the wide and long Candeias River, with an oxbow lake in its backyard, and only 4 kilometers from the Madeira, in a straight walking line. It is a small 2,5 hectare site, composed of a single area of terra preta, with stratigraphy varying between 20 and 55 centimeters. This site was occupied on at least two occasions: one radiocarbon date was situated around cal. AD 1350; and two others around cal. AD 1100.Typological and statistical analysis indicated that both occupations were related to the same group, as the ceramic industry shows only scarce changes through time. The pottery can be described as having light colored paste, being tempered with caraipé, and with incomplete firing.Elevenformtypeswereestablished.Weobservedthepresenceof rimflanges,mostof which possessed incised decoration. Downriver from the Calderita site, where the Jamari encounters the Madeira River, on the left bank of the latter, lies the Itapirema site, excavated in 2010. This site has a linear disposal patternfollowingtheflowof theMadeira.Itisalmost 1 kilometer long, and also has a strategic position: besides occupying the Jamari-Madeira encounter area, it also has a lake, the Cuniã Lake, in the backyards. This site has a series of middens, which were possibly used to raise houses from the commonly flooded ground. Duringarchaeological activities in the Itapirema site it was possible to excavate one midden which was about 30 meters long, 20 meters wide, and 60 centimeters high. Pottery was found in a single terra preta package, which could be thicker than 1 meter at the highest middens. Two radiocarbon dates and one AMS date pointed to a single occupation around cal. AD 1300. The pottery strongly resembles the Calderita site industry, though it is exceedingly more sophisticated, with a wider range of options in decoration,includingasolezoomorphicfigure,

and vessel forms - 15 different types, including complex forms.Thus, the two first Polychrome sites studiedraised further doubt about Miller’s antique date. In addition, the archaeological research at the nearby Santo Antonio Dam, was similarly unable (up to now) to present ancient Polychrome dates (ZUSE, 2011). On the contrary, the researcher Silvana Zuse (personal communication) had convincing evidence of the existence of a pre-Polychrome pottery, stratigraphically below the painted ware in sites surrounding the Teotônio. This evidence obliged us to consider the possibility of a mistake by Miller, who may have applied an ancient pottery date to the Polychrome occupation. It was time to go back to the Teotônio site.

The Teotônio Site

The Teotônio site can be found on top of a bluff, on the right bank of the Madeira River and of the homonymous waterfall. Although thelatterisnotthefirstobstacleforthosewhoventured their way upriver it is, nevertheless, thefirst impassiblebarrier,evenforthemostskilled navigator. We can further add to this geographic character of the site the fact that the Teotônio waterfall used to be one of themost abundant fishing sites in the world(Goulding et al., 1996: 109). The results exceeded expectations. Stratigraphical analysis of the N10000 E9902 excavation unit proved us right as to the existence of a pre-Polychrome pottery. The latter was found between 40 and 55cm, just below the Polychrome layer. Statistical tests reinforced our laboratory observations, which pointed to the differentiation of ceramic industries. Besides the lack of polychrome painting, pre-Polychrome pottery was characterized by the use of mineral temper, restricted vessel rims, and an almost careless surface treatment: irregular surfaces sometimes covered by irregular incised decoration2. The dates from this excavation unit pointed to cal. AD 500 for the pre-Polychrome pottery while the Polychrome layer provided an anomalous present date. The Polychrome pottery was only securely dated at the N10001 E10003 excavation unit, which yielded a date of cal. AD 750, at the level 50-60cm. This level was at the basis of the Polychrome pottery layer in this excavation unit, and so this date should be chronologically close to the beginning of

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the polychrome occupation. However, below the latter, in the same excavation unit, there was another terra preta layer (same soil color), though without ceramic shards, but only lithic (mostly quartz) flakes, which stretched from60cm to 110cm. This pre-ceramic occupation, was also composed of charcoal fragments and remains of palm tree seeds, and was dated in cal. 1450 BC.Hence, the evidence brought by the recent work in the Teotônio site indicates that Miller’s 700 B.C. date was closer to the pre-ceramic period than to the ceramic occupations. Furthermore, the pre-Polychrome pottery, which apparently does not spatially overlap the pre-ceramic occupation in the site, is another consistent piece of evidence that the Polychrome occupation is much later than supposed and much closer to the other Upper Madeira Polychrome sites (Calderita and Itapirema) as well as the Central Amazon chronology. Such a scenario would provide a neat and consistent explanation to our proposed issues if it was not for the unexpected difficulty,during the ceramic analysis, to insert the Teotônio polychrome pottery in the Jatuarana Subtradition and, consequently, in the Polychrome Tradition (although we have been naming it thus up to now). Both the statistical and the typological analysis indicated that, while resembling all the researched PALMA sites – including the uncommented non-Polychromous sites3 - the Teotônio site did not fit into any of the archaeological groupscharacterized so far4. Some ceramic elements are the same as the Calderita/Itapirema duo: caraipé and cauixí temper, lightcoloredpaste, incompletefiring,rimflanges,slips,broadincisionsandredandwhite (seldom black) variants of painting. However, the Teotônio site possessed several other elements – in particular, decorative elements – which are neither common to the Jatuarana Subtradition nor to the Polychrome Tradition in general. For example, the corrugation, brushing, pinched, nailed decorations, the coil appliance, the presence of orange paint, and the use of a different technique of painting: thick motives rather than slim. Elements, which are much more frequent in the Pocó Tradition (or similar to, for example, the Saladoid Tradition) (cf. Guapindaia, 2008; Lima, 2008; Miller et al. 1992).The thick painted motives which were made on the vessels are adequate for being seen at some

distance, by people from outside the house, and possibly from outside the village (Bowser, 2002; Wabst, 1977), maybe in great rituals that gathered different neighboring groups. The presence of neighboring site elements in the Teotônio site pottery, and the presence of Teotônio traits in quite faraway industries5, seem to indicate that this site may have been the core of a ritual/commercial regional network. It is clear that if such a phenomenon took place at the Teotônio site, that the abundance of fishthatusedtoexistintheareawouldbeperfectly suitable for such gatherings, enabling great feasts and providing the hosts with a predominantly leading role.

Discussion

The role of network maestro is traditionally designated, by researchers studying the cultural history of Amazonia, to Arawakan speaking groups (Chernela, 2008; Gow, 2002: 152; Heckenberger, 2002, 2010: 21; Hornborg, 2005; Ribeiro, 1995). The latter would seek significantstrategicplaces,suchasrapidsandwaterfalls (e.g. Zucchi, 2002: 206), to create such network cores. The Arawak dispersions, related to archaeological Traditions such as the Incised Rim/Barrancoid and the Pocó/Saladóid Traditions, would have already been inpractice in thefirstmillenniumB.C. in theAmazon and Orinoco Rivers, but would have entered the Upper Madeira only around AD 500, as some kind of variant of the Pocó Tradition. Although Arawak speakers are nowadays absent from the Upper Madeira banks, which today is actually an indigenous void, the Arawak groups can be found all around the area, in nearby Acre (e.g. Gonçalves, 1991), lowland Bolívia (e.g. Renard-Casevitz, 2002) and Peru (e.g. Gow, 2002; Weiss, 1972), and Guaporé regions (Heckenberger, 2010: 21). Such an Arawak presence in the surroundings of the Upper Madeira was perceived by Heckenberger (2002), who quite ingeniously predicted (without carrying out archaeological excavations) the existence of such an Arawakan network core in the Upper Madeira. If our hypothesis is right, it would probably mean that the polychrome pottery from the Teotônio site is not actually part of the Polychrome Tradition, nor of the Jatuarana Subtradition, but of an ancient polychrome style possibly related to the Pocó Tradition. Despite a few chronological and typological gaps which

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need tobefilled for such a hypothesis to be “proven” right, it neatly fits the distinctionwhere: (I) the antique polychrome producers (ancient Arawaks) have a stable long term occupation character and more “sophisticated ware” (i.e. Teotônio), which Heckenberger (2002: 114-115) calls “regionality” while; (II) the Polychrome Tradition, which has fewer ceramic elements, shorter site occupation and linear disposal pattern could be identified inthe Calderita and Itapirema sites. Moreover, the presence of a network core in the Upper Madeira can be the path to uncover the “genesis” of the Polychrome Style (to become Polychrome Tradition): a reinterpretation, stylistically simpler, of the ancient painted style found at sites around the Teotônio waterfall, probably by autochthonous (Tupi?) groups who possibly entered the network. The reevaluation of the dates and the archaeological classificationwouldgivemuchmorecoherenceto the Polychrome Tradition dates, that would vary from AD 700 to the colonial period, and would be restricted to the Madeira River, the Central Amazon area, and the Upper Amazon: a dynamic and warlike (Neves, 2010, 2012) dispersion (not fully an expansion) which takes after the Tupi characterization foreseen by Lathrap and Brochado. Finally, if we follow this model, where some groups would disperse themselves (not necessarily expand), seeking of determinate places (geographic agglutinates) to organize core network centers, it could explain why geographically and linguistically distant groups, such the southeastern Amazon Tupi-Guarani and the Upper Amazon Shipibo-Conibo, share several cultural traits (such as painted and corrugated pottery) even though they probably never had direct contact, as it is perfectly possible that the Upper Amazon (cf. Lathrap, 1970: 110-11), Upper Negro (Zucchi, 2002: 206) and the lower Xingu River (cf. Almeida, 2013) regions saw similar phenomenons. All in all,theyhadthesamestylisticinfluence.

Last Notes

Even though this hypothesis needs to be better tested in further investigation, it possesses the attractive feature of uncovering the potential of certain places posses a regional synthesis character for historical events and processes, and does not condemn every inch of the Amazon River banks to be “only another point” where the expansion of this or that

group passed through. The core center does not even have to be riverine, as significantplaces (such as the Acre earthworks) can also be artificially constructed in highland areas.Nevertheless, it seems that rapids and waterfalls were some of the most attractive “targets” of these groups. These are precisely the sites that are being systematically wiped off the map by Brazilian energy policies, one of which is eager to construct dams in all major and secondary rivers in the Amazon. References

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1 Also observed by Guapindaia (2001: 169).2 A fairly similar description can be found in the unmentioned Nova Vida site, also excavated by PALMA in the Upper Madeira (Almeida, 2013). The pre-Polychrome layer and the Nova Vida site are also chronologically close, as the latter possesses an AD 200 radiocarbon date.3 Nova Vida and Jacarezinho sites.4 This inference is also based on the re-analysis, by Stephen Shennan (UCL) and Fernando

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Almeida, of approximately 700 ceramic sherds from Miller’s excavation unit.5 For example, the polychrome painting found in the Jamari Tradition defined by Miller (et al. 1992) was enough to confuse the author into thinking that this Tradition was part of a polychrome universe, when it is quite clear that these elements were borrowed.

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Simposio “Medio Amazonas y Madeira”

Houses, hearths, and gardens: space and temporalityin a pre-Columbian village in the Central Amazon

Anna T. Browne Ribeiro

Introduction

Amazonia, perpetual icon of Edens and mysteries, of terrors and treasures, played a keyroleinthedefinitionof ideasaboutnatureand culture that persist today in the Western imaginary. Archaeological narratives have contributed to this process (Browne Ribeiro 2009, 2011). In point of fact, archaeological narratives rarely rise to prominence unless they promise to resolve long-standing demographic debates about Amazonia that are rooted in environmental questions. (e.g. Heckenberger et al. 2003; McMichael et al. 2012; Meggers 1971, 1992). However, archaeology can also furnish data that can correct the tendency to automatically recruit ecology when dealing with questions of human habitation in Amazonia, thus creating space for different kinds of debates in this region. This work is positioned within major debates in Amazonian archaeology as an attempt to bring together two major research themes that are commonly addressed in separate arenas, through distinct approaches, methodologies, and data sets. While questions of human-land relationships are often considered processual, considerations of the size, distinctions, and limitations of cultural complexes might be seen as historical. One of the aims of this study is to identify a perspective and scale of analysis that permit a new and precise articulation between the processual and the historical. The human subject, who encounters nature through the body, does so through the enaction of daily practices. Given that the social can be thought of as the sum of multiple iterations and interpretations of bodily dispositions, the scale of the human subject is a means of examining this articulation. This momentary encounter of people, as intentional and knowledgeable subjects, and their surroundings, is examined through the lens of place theory, wherein places, people, and moments are interdependent and co-constitutive (Relph 1976). The techniques and approaches presented here were designed to

disentangle the cumulative effects of human actions and natural processes in order to bring to light the preserved remains of specificindividual acts as well as the traces of repeated activities. Coupled, the physical remains of an action and the action itself imply the third dimension of place – an actor. Place theory hence provides the conceptual bridge between collections of particles, molecules, and chemical reactions, on the one hand, and past living subjects, on the other. For situations in which the lived experience of subjects is difficult to access, which isthe case in Amazonian archaeology, the reconstruction of physical spaces and forms along with their functional or classificatorydesignations presents one avenue toward populating past cultural spaces with sentient beings. Understanding the articulation between humansandspecificaspectsof materialcultureor their surroundings is crucial for arguments that associate completed architectural forms or modifiedlandscapeswithsocialorganizationalschema or levels of population density. Until we understand the mechanisms and chronology of these transformations we cannot make claims about size, intensity, or nature of habitation. The careful mapping out of these encounters between humans and non-human entities can only be accomplished if the forms, spatial relations, and aspects reconstructed are of a scale recognizable to a human being. As such, we begin by mapping a village, the houses therein, and the traces of momentary acts and repeated activities to reconstruct the stepwise transformation of a particular piece of land that was inhabited over 1000 years ago in the Central Amazon. This study was conducted at the Antônio Galo site, which boasts extremely well-preserved domestic contexts organized, in their final phase, as aring village (Browne Ribeiro 2011; Moraes 2006, 2010a). Excavations revealed that the ring village occupation conformed to expectations for spatial parsing of deposition to the extent to which the central plaza was kept relative free of debris. Additionally, the mounds were shown

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to be built structures consisting of a platform of grayish-yellow earth covered with a layer of terra preta, conforming to expectations set forth by Moraes (2006, 2010a). Well-preserved contexts buried beneath the platforms were revealed at most mounds, providing the opportunity for diachronic study.The occupation denoted by these buried contexts is the focus of the present discussion. Geoarchaeological testing undertaken to characterize visible buried contexts also made possible the identification of previouslyundetected surfaces. Additionally, a distinction amongburiedcontextswasidentifiedthatwasinterpreted as the distinction between houses and possible gardens. Hence the test units, “windows” into the previous occupation, made possible a mapping of the temporal progression of use of space as domestic or not. Based upon these data, a reconstruction of the occupation sequence is proposed, wherein habitation space, initially limited to the southern portion of the study area, expands iteratively to eventually cover most of area of thelandformnotsubjecttoseasonalflooding.

Background

This study builds upon data assembled by the Central Amazon Project (CAP), which points tothelastfewcenturiesof thefirstmillenniumAD as a period of intensive cultural and ecological transformation (e.g. Moraes & Neves 2012; Neves 2009; Neves & Petersen 2006). Focusing on the correlation between the intensification of terra preta production andthe expansion of habitation sites, this study wasdesignedtounderstandthesignificanceof the appearance of terra preta at the Antônio Galo site as a social, ecological, technological, or demographic phenomenon. Detailing the temporal and spatial dynamics of a particular place in terms of ecological and anthropic processes permits an exploration of this correlation in terms of causation and human experience. We can address the practices that resulted in terra preta formation and also considerthesignificantchangesindailylifeandin local ecology that undoubtedly accompanied the transition between life on terra amarela (yellow earth) and terra preta at Antônio Galo.Terra preta translates best as “black earth” because it is neither strictly a soil – a body consisting of organic and mineral particles that has formed in situ – nor a sedimentary body, formed through deposition. This

study contributes to a growing literature on comprehending the processes of terra preta formation, both from the perspective of pedogenic (soil-forming) processes and in terms of specific inputs, both chemical andparticulate (sediments), to this matrix (e.g. Arroyo-Kalin 2008; Browne Ribeiro 2011; Rebellato 2009; Schmidt 2010). The purpose of this approach, which focuses on the scale of human activities, is hence threefold:1) The analytical scale provides a much-needed bridge between processual studies of the ecology of terra preta and historical studies of their appearance, extent, and correlates.2) The focus on sedimentological concepts (Stein 1985) explicitly addresses the anthropic influenceof methodologicalapproaches.3) It returns the focus to humans as agents in generating their own conditions of existence.

Theoretical underpinnings

An anthropological archaeology with strong theoretical influences from humanisticgeography, this study was designed to chart the interaction between humans and their environments at the scale of practices and isolated actions. The theory of place employed here draws upon humanistic geography (Cresswell 2006; Pred 1990; Relph 1976) to make possible a move beyond Cartesian perspectives of three-dimensional space in order to think about places as populated and signified. The meaning of localitiesdetermines not only by whom and how they areusedbutalso,significantlyforarchaeology,whether and how they persist through time. The work of populating places with people forces archaeologists to think beyond material remains as degraded collections of matter, but rather to interpret these as nexus entangled in dynamic webs of social relations. It also requires a closer look at interpretations of material remains: for example, asking whether, or how, a human being standing on surface “X” could reasonably have accomplished task “Y” helps furnish some of the missing pieces of our inevitably incomplete records. Finally, it requires us to acknowledge that our interpretations imply a perspective.Acknowledging that present remains ensued from the actions of intelligent, sentient beings also has pragmatic implications for an engaged archaeology, not least because casting Amazonia as populated or not has implications for living descendant populations.

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The tendency to assume that the household and individual scales are inaccessible permits the promulgation of summary conclusions about past populations where methodological rigor should be required. Rather, narrowing the focus provides the opportunity to assemble data to address the problematic theoretical gap between examining peoples’ actions in the present and recent past (ethnography) and explaining the remains of peoples’ actions in the deep past (archaeology). The payoff comes in a wealth of data, which in the present case could realistically inform contemporary ecological problem.Archaeological sites are the cumulative result of human actions and the subsequent changes effected by natural processes. A major challenge for archaeologists working in wet tropical regions like Amazonia is that soil-forming processes often obscure distinctions between depositional contexts. This leads to a lack of chronological control, impeding the kindof fine-scaletemporalworknecessarytounderstand causality. The twofold process of reconstructing human actions at an archaeological site begins with definingexpectedculturalandnaturalfeatureswhile accounting for the processes that modify these features. Soil and sedimentary processes act simultaneously and to a certain degree antagonistically; hence, both must be examined at archaeological sites. Thinking of the archaeological matrix as formed through both sets of processes – pedogenic and sedimentological – is crucial for teasing apart the before, the during, and the after. This process helps assemble a reasonable range of possible activity traces, along with methods adequate to detecting these traces. In this way, even if once clear signs of activities have been reduced to minute traces, a methodology that unites principles from soil science and sedimentology can track past activities.

Proxies for Buried Land Surfaces

Humans directly impact soils and sedimentary bodies through exposed surfaces. Hence, locatingafloor,pit,orhouse isfirstamatterof detecting surfaces. What surfaces existed when people arrived, and what surfaces were formed as a result of deposition or excavation of material? This portion of the work identifies sedimentary processes. Onthe other hand, understanding how particles and chemicals change and move through an

existing particulate body (soil or sediment) is a question of pedogenesis. Because most particle movement in a pedogenically active body is vertical, principles from soil science are the most important in distinguishing between neighboring depositional contexts. In this example, a concept from soil science – the fact that organic carbon tends to accumulate on or near land surfaces (Batjes 1996; Kaufmann et al. 1998) – became a point of departure for developing additional proxies for buried surfacesThese proxies were proposed prior to excavation, tested through analysis of known surfaces, and then used to identify surfaces not identifiedormischaracterizedinthefield.Theyalsopermittedaclassificationof spacebasedon preliminary use interpretation. The three kinds of proxies used follow: 1) Chemical indices: Organic Carbon (OC) accumulates naturally on exposed land surfaces, decaying in concentration with depth. Humans also contribute organic matter into a depositional surface, which may include OC, and also apatite, which Schaefer et al. (2004) identify as a source of Ca and P in terra preta. A buried surface would present higher concentrations of extractable Ca, P, and OC than those predicted (Figure 2.a).2) Microartifact decay: Microartifacts, introdu-ced into surfaces through sweeping, trampling, and discard, and generated through mechanical mixing or fracturing in situ, migrate downwards at rates proportional to size (Balek 2002). Figure 2.b shows an idealized model of microartifact decay in size-sorted samples.3) Macrobotanical remains: Elevated ratios of endocarp (from palm and oleaginous seeds – seeFigure3)towoodcharcoalintheflotation

Figure 3. Photographs of macrobotanical remains.Unidentified palm nut shell

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heavy fraction were interpreted as evidence of a cooking context.

Methods1

The extent, general morphology, and ceramic profileof AntônioGalohadbeenpreviouslyestablished by Moraes (2006, 2010a). Fieldwork in 2009 began with a microtopographic study of the ring village area, using a 2 x 2 m grid. Excavations were undertaken in order to further investigate Moraes’ (2006) hypothesis that many of the mounds in the region, especially those arranged in a ring, were house platforms. The study area was divided into three spatial sampling strata based upon expectations set forth by ring villages in the region and elsewhere (Donatti 2003; Chirinos 2007; Heckenberger 2005; Maybury-Lewis 1979; Moraes 2006, 2010a, b; Neves 2003; Wüst and Barreto 1999), where in the internal plaza area is generally kept clean of debris, the areas occupied by houses accumulate certain kinds of residues, and the area behind houses accumulate refuse (e.g. Schmidt 2008). In this case, these areas correspond to the following strata: Plaza, Mounds, and Behind Mounds.Subsurface testing was undertaken within each stratum using a combination of soil augering, shovel-test-pitting, and excavation of .5 x .5 or 1 x 1 m units, until redundancy was achieved. Because they revealed the most complex, deepest, and least consistent deposits, contexts situated within the Mounds stratum were the most heavily sampled. Detailed descriptions of sampling methodology as well as an account of fieldresultshavebeenpublishedelsewhere(Browne Ribeiro 2011; Moraes 2010a).From amongst excavated units, a representative sample was selected for geoarchaeological testing (Figure 1.b). Bulk samples taken from each10-cmarbitrarylevelwerefloatedfortherecovery of charred botanical remains in the light fraction and for microartifact analysis of the contents of the heavy fraction. Samples collected from layers andHorizons identifiedinprofileweresubjectedtosoilchemicalandphysical analyses.

Results

Excavations into several mounds revealed a clear “layer” of darkened, charcoal-rich sediment. This was interpreted as a buried anthropic A Horizon. Chemical analyses showed elevated OC concentrations for all

of the visible buried contexts tested, and extractable P and Ca were elevated in most of these contexts. Buried surfaces were also indicated by concentrations of microartifacts. Chemical and microartifact indices also indicated buried surfaces at other points poorly understoodinthefield.Forexample,Mounds12 and 15 (Figure 1.b) had been interpreted in thefieldashavingtwoconstructionlayersforthe same structure. Elevated concentrations of OC, extractable P, and microartifacts suggested these earlier construction layers were floorsfrom an earlier occupation. These “invisible” surface contexts showed significantly higherproportions of ceramics, fragments of clay ovens or trivets (trempes), and heavy fraction charred plant remains (HFCPR) than the charcoal-rich Horizons. Furthermore, 33-42% of (HFCPR)in“invisible”floorcontextswereidentified as endocarp, a proportionmatchedonly at the top of later platforms and at the modern-day surface, which is covered with palms and has sustained regular burning as part of contemporary horticulture. This combination of indices suggests the nearby presence of cooking hearths, and hence these wereinterpretedashousefloors.Expectations that samples from the buried A Horizon would present the highest proportion of charcoal overall were not met. Heavy fraction samples, which, in this region, often contain denser wood and seed parts, presented little or no HFCPR. Interestingly, these samples did present the highest proportion of reduced-fired trempe fragments, which normally appear in an oxidized state. The reduction of these clays,whichwasoftenfoundtobesuperficial,isinterpretedasaresultof re-firinginacarbon-rich, oxygen-poor matrix (the anthropic A Horizon) during near-surface burning events such as vegetation clearing. The thickness of these Horizons, 15-35 cm, suggests digging and mixing, which leads to the interpretation of these as cultivation contexts.Figure 4 shows use interpretations of buried surfaces. Unfortunately, a similar set of results was not obtained for the ring village phase. Chemical and microartifactual indices were preserved for the earlier occupation because the platforms buffered these earlier surfaces from pedogenic processes. This explains the lack of clear signatures for the uppermost layers of terra preta, which have been exposed to the elements and recent farming activities. Still, some of the deeper (>35 cmbs) contexts of the final occupation tentatively identified

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as shallow cooking features did exhibit high extractable P and microartifact concentrations (Browne Ribeiro 2011).

Temporal Reconstruction

The characterization of these surfaces, although by no means conclusively representative of the entire area occupied by a later mound, permits a generalized classification of space for thepre-mound occupation. It appears as though houses were concentrated at the southern end of the landform; cultivation areas would have likely occupied the remainder of the peninsula. It is important to note that the central area of the ring village was mostly devoid of soil, consisting almost entirely of degrading laterite or ironstone. This is likely due to the excavation of the relatively thin soil mantle for the purposes of erecting the later house platforms. This is most clearly exhibited in the fillsof Mound28andpartsof Mound17,bothof which present unusually high proportions of ironstone.Putting this together with data previously published (Browne Ribeiro 2011) that shows a sequence of four surfaces for Mound 12, a minimal three-phase sequence of occupation is proposed for the study area (Figure 5). The earliesthousethusfaridentifiedisthatfoundbeneath Mound 12, at the southernmost end of the landform. This house appears to have had two iterations. Subsequently, a series 3-6 of low (15-cm thick) platforms were built along the southern half of the landform; these houses may have formed a smaller ring partially overlapping with the Phase 3 ring or a completely distinct arrangement. This “neighborhood” would have profited fromcultivation in areas to the north, as would have inhabitants of the earlier house. Finally, the Phase 3 ring village was completed, which involved the construction of higher (25-40 cm thick) platforms, some of which might have been big enough to hold multiple houses or structures (e.g. Mounds 15 and 27, or Mounds 16, 26, and 30).Thenumberof housefloorcontextsindicatedfor Phase 2 is not meant to correspond to the number of houses that actually existed. There may have been houses beneath areas not excavated or in the central area of the landform, which was excavated long ago. Similarly, houses may have been larger than subsequent ring village platform houses. However, the persistence of the practice of

building platforms across Phases 2 and 3, and possibly even during Phase 1, suggests some degree of cultural continuity over time.

Encounters

These results provide evidence of the iterative and intentional crafting of places, which consisted of the designation of activity space and physical alteration of the landscape and environment. The expansion of this habitation site, from a single house, to a neighborhood, to a village, would have simultaneously circumscribed potential areas of cultivation, especially given that most of the land beyond the ring village would have been subject to extended periods of seasonal flooding. Topography and the thicknessof the soil mantle on this landform made anthropogenic landscape changes difficultto reverse. The iterative nature of village expansion would have given people ample time to comprehend this; and yet they continued to build, irreversibly circumscribing cultivable land both spatially and seasonally. During Phase 3 the areas for trash deposition would also have been circumscribed, yet there is no evidence for midden build-up. If rubbish was deposited behind houses, much of this might have eroded away. It’s also possible that some of this waste was used to amend soils, but no evidence of this has been found. This brings up the question of where, or how, plant products were procured in this period. Notably, it is only inthisfinalphasethatterrapretaemerges.These results also provide insight into characteristics of village life over the course of a major transition in regional politics. The continuity in platform-building practice suggests that the process of designating domestic space remained relatively stable over time, while the growth of the village suggests changes in social structure. These, if present, would have been taking place at the supra-household level, while places continued to be constituted in the same way. Thesignificanceof thesechanges forhumansubjects would have been manifest in new kinds of articulations between households and household members, and also in changes in the meanings of places such as “house,” “garden,” and “village.” Community growth thus spurred social and landscape transformations that entailed irreversible but perceptible impacts to the local ecology. If this was indeed the case, and if the lack of evidence for a radical

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change over time does signify continuity in fundamental practices, then the major factors involved in the emergence of terra preta at Antônio Galo would have been social and demographic. Hence, the mechanism of population aggregation proposed by Neves et al. (2004) might actually be better regarded as a backdrop against which social changes and deliberate management strategies resulted in ecological change. This set of interpretations presents Native Amazonians were conscious crafters of places of habitation, making choices about how to prioritize land use and resources, and also exercising intentionalities within the constraints of possibility of the changing environment.

Acknowledgements

Thank you to Claide P. Moraes for collaboration infieldanddiscussionsafter.Alsomanythanksto Eduardo Neves and the CAP team, UEA course instructors and students, and student interns from UEA, UC Berkeley, and OSU for their extensive laboratory work. A special thanks to Myrtle Shock, Rob Cuthrell, and Abigail Adams for specialist consultation regardingmacrobotanicalremains.Andfinally,to Rosemary Joyce, Patrick Kirch, Ronald Amundson and UC Berkeley; Wenceslau Teixeira, Rodrigo Macedo, Estevão, Taveira and Embrapa Amazônia Ocidental; Joy McCorriston, Julie Field, and OSU for guidance and institutional support.

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1 For a complete description of methods and results, see Browne Ribeiro 2011.

190

191

Simposio “Ecuador”

Tecnología cerámica y transición cultural en la alta Amazonia ecuatoriana: el caso del valle del río Cuyes

(primeros resultados y perspectivas)Catherine Lara

UMR 7055 Préhistoire et Technologie – Universidad Paris Ouest Nanterre La DéfenseUMR 8096 Archéologie des Amériques – Universidad Paris I Panthéon Sorbonne

Introducción

Al ser una zona de paso natural, el espacio conocido como alta Amazonia habría constituido el testigo por excelencia de la recientemente reconocida milenaria interacción cultural entre Sierra y Amazonia (Saulieu de, 2006: 19; Valdez et al., 2005: 374). Así, el estudio de este proceso y sus mecanismos es un ámbito novedoso todavía (Valdez, 2008: 885), al cual la tesis que sustenta la siguiente ponencia se propone contribuir a través del estudio de caso del valle del río Cuyes (provincia de Morona Santiago, cantón Gualaquiza, Ecuador – ver Fig. 1).

Entrelosaños70y2000,lostrabajospionerosllevados a cabo en la zona (sobre los cuales volveremos en la primera parte del presente trabajo), permitieron valorar la impresionante aunque marginada riqueza arqueológica de este sector, a la vez que lanzaron el debate en torno al origen étnico de sus habitantes precolombinos (¿Serranía? ¿Amazonia?). La tesis en curso aspira a alimentar la discusión a través de la aplicación de una metodología de interpretación antropológica del registro cerámico novedosa en el mundo andino, cuyos fundamentos y primeros resultados presentaremos a continuación.

Fig. 1: ubicación del área de estudio

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1. Antecedentes

Los primeros datos publicados sobre el pasado prehispánico del valle del río Cuyes sacaron a relucir la enigmática e imponente arquitectura de piedra de la zona, hipotéticamente asociada a la cultura serrana cañari (Carrillo, 2003: 61;Salazar, 2000: 67). Este planteamiento nos ubica luego en el periodo llamado de “Integración” (400/800 d.C. a 1440 d.C. aproximadamente) de la cronología arqueológica ecuatoriana general. A breves rasgos, éste se habría caracterizado por el implemento de núcleos políticos jerarquizados (Bray, 2008: 527) así como el desarrollo de conocimientos técnicos sofisticados (agricultura, metalurgia, alfarería-Guillaume-Gentil, 2008: 44). A nivel cerámico, los orígenes de la cultura cañari y sus tresestilos más representativos -Cashaloma, Molle y Guapondélig- (Idrovo, 2000: 59), se asocian a la llamada tradición Tacalshapa (entre 500 y 200 AC a 1000 dC – Idem: 53). A pesar de compartir tradiciones culturales así como un acervo lingüístico común (Cárdenas 2004: 7; Hirschkind 1995: 18; Ponce Leiva 1975: 7),loscañarishabríanagrupadoadiversostiposde unidades políticas independientes (Chacón 1990: 37), permanentemente en contacto mediante intercambios y conflictos (Idrovo,2000: 63-64). Existen dos hipótesis respecto al posicionamiento del valle del río Cuyes frente a este escenario sociocultural: la primera lo sitúa como espacio de abastecimiento de recursos claves, aprovechados por los núcleos políticos de la serranía mediante el sistema de la verticalidad (Salazar, 2000: 27; Taylor, 1988: 55). La segunda señala que se trató alcontrario de una poderosa unidad política independiente (Carrillo, s/f: 79). Por otra parte, si el carácter directo (Carrillo n/d: 61; Ekstrom in Taylor, 1988: 38) o indirecto (Idrovo, 2000: 101; Hirshkind, 1995: 23) de la presencia inca en la región es asimismo motivo de debate, las fuentes etnohistóricas son unánimes en señalar al valle del río Cuyes como espaciode conflicto e intercambio con los llamadosjibaros (Benavente, 1994: 60; De los Ángeles, 1991: 379; Tello, 1992: 466), antepasados de los actuales shuars –entre otros. Entre los siglos VII y X de nuestra era, los jíbaros –de afamada belicosidad-, habrían migrado desde las tierras bajas amazónicas hacia las estribaciones orientales (Guffroy, 2008: 901) situadas entre las cuencas del Pastaza y el Zamora (Rostain, 2012: 75). Se los asocia a un

horizonte cerámico conocido como corrugado (Guffroy, 2006: 347). Actualmente, la mayoría de moradores del valle del río Cuyes son colonos oriundos de la Sierra, mientras que se encuentran comunidades shuars en la parte bajadelacuencahidrográficacorrespondiente.

2. Obtención del material de análisis

Enel2009,losarqueólogosOrdóñezyFlorescolaboraron con quien suscribe para ejecutar un proyecto auspiciado por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de Cuenca y la Alcaldía del cantón Gualaquiza, destinado a mapear y excavar los sitios arqueológicos monumentales del valle del río Cuyes (Lara, 2010: 121). El corpus cerámico recuperado en esa ocasión fue reanalizado hace pocos meses en el marco del inicio de nuestra tesis a partir de la metodología que expondremos más adelante. Adicionalmente, se completó la muestra con una nueva prospección focalizada esta vez en torno a espacios habitacionales (pruebas de pala y sondeos en planicies y aterrazamientos).Así, los sitios correspondientes se agrupan en cinco sectores principales: Espíritu Playa, San Miguel, Ganazhuma, El Cadi, y Buenos Aires/Nueva Zaruma (ver Fig. 2).El sector de Espíritu Playa cuenta con tres sitios monumentales: Espíritu Playa –recinto rectangular contiguo a una estructura más reducida-, La Cruz –tipo de mirador circular pequeño- y finalmente, un complejo de 54aterrazamientos con revestimiento de piedra. El sector de San Miguel de Cuyes evidencia tres sitios monumentales aún en pie: Santa Rosa –pequeño recinto de piedra laja dedos cuartos, con una zanja posterior-; Sitio Playa, -consistente en un conjunto de cuatro plataformas trapezoidales conectadas por caminos empedrados-, y un conjunto de 74 terrazas.El sector de Ganazhuma por su parte cuenta con dos sitios monumentales visibles de piedra laja, al parecer defensivos y/o ceremoniales, asentados en cuchillas empinadas: Trincheras, -con zanja- y Santopamba, de dimensiones mucho más modestas y sin zanja. En esta última temporada se ubicaron también aquí dos complejos de 63 aterrazamientos en total. Tres son los yacimientos monumentales identificados en el sector siguiente: El Cadi–que da su nombre al sector-, sitio al parecer habitacional, constituido por más de diez hectáreas de recintos y muros. Este sitio está rodeado por dos yacimientos con zanjas, quizás

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defensivos: La Florida – el más imponente –, conformado por cuatro niveles de tierra y piedra, y Río Bravo, recinto de piedra semi-circular.Finalmente, el quinto sector - Buenos Aires/ Nueva Zaruma- presenta cuatro sitios: un conjunto de 29 terrazas, dos estructuras con niveles de piedra y zanja (Buenos Aires y Nueva Zaruma I), y un pequeño montículocon zanja (Nueva Zaruma II). Así, entre las temporadas del 2009 y el 2013, se recuperó aquí un total de más de 3000 fragmentos cerámicos obtenidos a partir de 25 sondeos y 700 pruebas de pala.

2. Hacia una lectura antropológica del registro cerámico

Luego de la temporada del 2009, la ausencia de rasgos morfo-estilísticos distintivos tanto a nivel de la arquitectura como de la cerámica, seguía sin resolver el interrogante del origen étnico de los habitantes precolombinos del valle. Al ser una zona de frontera cultural, era luego preciso adoptar una metodología de análisis apta a tratar esta incógnita. La metodología implementada por la arqueóloga francesa Valentine Roux (2010: 4; Roux y Courty, 2007: 155) en base a un extenso compendio de estudios en antropología

cognitiva y de las técnicas así como de la etnoarqueología, nos pareció particularmente pertinente en ese sentido. Esta propuesta surge de una constatación a primera vista muy sencilla, a saber, el cuestionamiento de la equiparación hasta hace poco sistemática en arqueología entre conjuntos de rasgos morfo-estilísticos precisos y agrupaciones étnicas determinadas (Gelbert, 2003: 89; Roux, 2009: 196). Por citar tres ejemplos nada más, las investigaciones de Gosselain (1992: 559) y Gelbert (2005: 67) en África o Degoy (2005: 49) en Asia, sacaron asimismo a relucir la homogeneidad de formas y estilos de las respectivas alfarerías locales, en zonas en realidad habitadas por etnias muy distintas… Constatación relativamente crítica frente a la mencionada equiparación entre tipos morfo-estilísticos y culturas arqueológicas. ¿Será que lo que estamos considerando como grupos homogéneos son en realidad agrupaciones diferentes? ¿Existe algún criterio propio a cada grupo social y que permita disociarlo inequívocamente de los demás desde el registro cerámico?La propuesta de Roux aborda el problema a través de la noción de cadena operativa o “sucesión de gestos técnicos que transforman un material de un estado a otro” (Cresswell, 1996: 31). En el caso de la cerámica, la cadena operativa de elaboración de un recipiente

Fig. 2: principales sectores arqueológicos del valle del río Cuyes

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estaría así conformada por el abastecimiento en materia prima (arcilla, desgrasante, engobe, combustible), la preparación de la arcilla, la elaboración de los recipientes, su modelado, finición(acabado),decoraciónyquema(Roux,2010: 4).Cada una de estas etapas -especialmente la elaboraciónyfinicióndelasvasijas(Roux,2010:5)-, puede ser lograda a través de un sinnúmero de estrategias diferentes, que desembocan todas en el mismo resultado (¡una vasija!), pero entre las cuales los grupos de alfareros de cada etnia escogen una sola combinación de opciones que les es propia, tal como se lo puedeverenelejemploficticiosiguiente(vertabla 1- Cresswell, 1996: 82). Tomadas en su conjunto, estas series de variaciones conforman luego cadenas operativasespecíficasacadagrupo,alascualesse añaden eventualmente idiosincrasias deformas y estilos decorativos.Tal como lo demuestra la antropología cognitiva, en cada grupo de alfareros, las cadenas operativas son transmitidas de generación en generación (Roux, 2009: 196); salvo aniquilación total de un grupo por otro, los fenómenos de préstamo técnico debidos a procesos de intercambio o conquista atañena lo mucho una parte de las etapas de la cadenaoperativa,masnuncalamodificanporcompleto (Roux, 2010: 6, 7). Se entiende luego lapreponderanciadelcomponenteetnográficodesde el enfoque metodológico aquí escogido.Desde esta perspectiva, el objetivo del arqueólogo frente a un corpus cerámico determinado es identificar las cadenasoperativas en él representadas. ¿Cómo lograrlo? En base a referentes etnográficos,arqueológicos y experimentales, Roux ha diseñadounprotocolometodológicodivididoen dos etapas encaminado hacia ese propósito:- en primer lugar, es preciso identificar lasdiferentes técnicas de elaboración representadas en la muestra: efectivamente, cada opción y sus respectivas combinaciones (moldeado y/o modelado y/o acordelado) dejan -junto a las

diferentes posibilidades de finición- huellasmacroymicroscópicasespecíficasenlaarcilla(especialmente a nivel de la topografía de las paredes,susuperficieyeltipoderotura),cuyaidentificación permite rastrear las técnicas deelaboración en presencia (Livingstone-Smith, 2010: 10; Roux et Courty, 2005: 207).- luego, dentro de cada técnica de elaboración identificada,serealizaunanálisispetrográficode cara a localizar eventuales variaciones ligadas al trabajo de la arcilla y su origen. Este último es combinado con el estudio morfológico y estilístico de los artefactos (Roux, 2009: 196-197).

3. Primeros resultados

Como se vio, los antecedentes investigativos de nuestra zona de estudio mencionan la presencia hipotética de poblaciones de origen cañari y/o shuar. Frente a esta primicia,¿cómo aplicar la metodología escogida? En primer lugar, es necesario identificar la o lascadenasoperativasexistentesentreloscañarisy los shuars. ¿Cómo? A través de colecciones museográficas y de información etnográficaligada a la alfarería contemporánea de cada uno de estos grupos. Seguidamente, se requiere definir las cadenas operativas de la muestraarqueológica excavada en el valle del río Cuyes para, en último término, situarlas frente a la producción alfarera regional pasada y presente. Valga recalcar que para cada una de las tres etapas mencionadas, los resultados obtenidos de momento que se presentarán a continuación son preliminares.Hasta ahora, hemos identificado seis cadenasoperativas correspondientes al área cañari(una en el registro museográfico y cinco enla bibliografía etnográfica – Sjömann, 1992:47, 81, 86, 388). Entre los shuars, el material museográfico y la información etnográficadan cuenta de una sola cadena operativa (Bianchi, 1982: 268; Sjömann, 1992: 357). En el valle del río Cuyes ahora, tenemos cuatro cadenas operativas: aquella correspondiente a

Tabla 1. Ejemplo ficticio de cadenas operativas distintas entre dos grupos culturalescaracterizados por tipos morfo-estilísticos idénticos

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la tradición shuar, una cadena encontrada en el registroetnográficoydoscadenasdemomentosinequivalentemuseográficoy/oetnográfico.¿Cuáles son las características de las cadenas operativas del valle del río Cuyes?En la cadena correspondiente a la región shuar (aquí cadena 1), la base es modelada, lo cual se puede ver en el material arqueológico y museográficopor lapresenciadedepresionescaracterísticas en la pasta -causadas por el movimiento de los dedos al dar forma a la masa- (Livingstone-Smith, 2007: 130; Gomart, 2010: 26); la estructura laminar de las inclusionesde la arcilla en el perfil de lostiestos correspondientes (Livingstone-Smith, 2007: 130), así como el tipo de rotura que sigue la forma de la base.El cuerpo y el borde por su parte son acordelados, rasgo técnico identificableen lasvasijas a través de la presencia de ondulaciones perceptibles en la superficie de los tiestos(Courty et Roux, 1995: 28), la visibilidad de las líneas de unión entre los cordeles (Gelbert, 2003: 78; Livingstone-Smith, 2007: 116) así como la huella de pliegues de masa correspondientes a la juntura entre cada cordel (Méry et al., 2010: 56).Enfin,elacabadocorrespondeprincipalmenteal alisado o regularización de la superficiede las paredes con los dedos o alguna herramienta (Rice, 1987: 138), aunque los datosmuseográficosyetnográficosevidencientambién la aplicación de achiote y barniz orgánico (Bianchi, 1982: 279, 280; Sjömann, 1992: 358).

Desconocemos de momento la técnica de fabricación de las bases asociadas a la cadena siguiente (cadena 2), aunque sabemos que el resto de sus piezas es acordelado, tal como lo atestigua la presencia de los rasgos correspondientes mencionados anteriormente. La novedad aquí radica en las huellas de golpeado, o técnica destinada a dar forma a los recipientes, al martillar sus paredes con un golpeador (Denès, 2004: 43), lo cual deja depresionescircularesregularesenlasuperficiede los tiestos correspondientes (Martineau, 2005: 152). La cadena 3 -para la cual tampoco hemos encontrado equivalente etnográfico omuseográficoalgunodemomento-,essimilarala anterior, a la diferencia del cuerpo, el cual en vez de acordelado, es modelado. Las huellas de golpeado se mantienen, mientras que domina el engobe –o revestimiento de naturaleza arcillosa (Balfet et al., 1989: 121)- a nivel del acabado externo.En fin, la cadena 4, la cual hallaría suequivalente en el sector de Las Nieves en la provincia del Azuay (Sierra –Sjömann, 1992: 81), se caracteriza por la práctica del modelado en toda la pieza (con golpeado en el cuerpo), con excepción del borde, el cual es acordelado.

4. Observaciones prelimonares

En resumen, el modelado y el acordelado parecen ser los rasgos técnicos característicos de nuestro registro cerámico. No obstante, la identificación de combinaciones distintas

Tabla 2: síntesis de las cadenas operativas hipotéticas del valle del rio Cuyes

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entre estas técnicas así como la presencia del golpeado definen cuatro cadenas operativasentre las cuales el modelado de la base es por cierto el denominador común. Así, si las cadenas 1 y 2 se caracterizan por la presencia de acordelado, la cadena 2 se diferencia por la evidencia de golpeado así como el acabado y eventualmente el tipo de pasta; las cadenas 3 y 4 por su parte se destacan por el uso del modelado y golpeado en el cuerpo, aunque en el primer caso, tanto el cuello como el labio son acordelados, mientras que en el segundo, el acordelado se asocia únicamente a los bordes.A nivel cronológico y espacial, los tiestos correspondientes al depósito estratigráfico2 (partiendo de la superficie) revelan que lacadena 1 (shuar), se encuentra en los sectores 4 y 5 (ver Fig. 2), al igual que aquellos de la cadena 2 (acordelado y golpeado), la cual se halla también en San Miguel, en donde se evidencia asimismo material asociado a la cadena operativa 4 (acordelado sólo en el borde). En fin, la cadena 3 (acordelado sólo en el cuelloy el borde), aparece en Ganazhuma y Espíritu Playa,aunqueeneldepósitoestratigráfico1eneste último caso.Nuestro estudio se halla todavía en un estadio preliminar, pero la variación entre cadenas operativas (especialmente en los sectores en donde aparecen dos combinaciones técnicas distintas) no se debe al parecer a criterios funcionales. Nos encontraríamos luego frente a unidades de alfareros diferentes que cohabitan sincrónicamente en el valle (con excepción del sector 1, asociado al estrato 1 como se vio).Volviendo a la problemática principal de la zona sobre los orígenes étnicos de los habitantes precolombinos del área, la metodología aquí aplicada revela una equivalencia entre la cadena operativa 3 (sector Ganazhuma para el depósito estratigráfico2yEspírituPlayaparaeldepósitoestratigráfico1) y la técnica empleadapor lasalfareras de Las Nieves (serranía), así como entre la cadena 1 y la cerámica shuar. Adicionalmente, no tenemos paralelo etnográficoomuseográficoalgunoparalacadena4, pero de lo que sabemos por el momento en basealabibliografíaetnográfica,elmoldeadoyelgolpeadosontécnicaspropiamentecañaris(Sjömann, 1992: 47, 81, 86, 388), por lo que es muy probable que esta cadena sea originaria de la Sierra. Asimismo, en el sur del país, el uso del acordelado en la integridad de los cuerpos de las vasijas es un rasgo típicamente amazónico (Idem: 334). La cadena 2 evidencia una mezcla entre el modelado y el acordelado,

locualdeporsísugiereun«mestizajetécnico»Sierra/Amazonia, elocuente desde el punto de vista del esclarecimiento del origen de los ocupantes prehispánicos del valle y su papel en los intercambios entre las dos regiones. Valga recalcar aquí que investigaciones como las de Lathrap (1970: 179) en el norte del Perú, Guffroy (2008: 901), Idrovo (2000: 65-66) o Rostain (2012: 59) en el Ecuador, coinciden en la llegada a la Sierra de una ola migratoria proveniente de la Amazonia alrededor del primer milenio de nuestra era, de la cual nuestra cadena operativa 2 podría ser un reflejo. Seespera que la datación de las muestras de carbón asociadas permitan esclarecer este punto.Finalmente, frente a las hipótesis planteadas por los estudios pioneros de la zona acerca del grado de dependencia política del sector, la evidencia de cadenas operativas propias de la sierra evoca efectivamente la posible presencia de enclaves serranos en determinados sectores, mientras que la huella de cadenas al parecer propias de la zona y/o mixtas aboga más bien a favor de la autonomía de otras áreas.Estas primeras observaciones necesitan no obstante ser afianzadas mediante unafinamientoenlacaracterizacióndelascadenasoperativas, en especial en lo que se refiere alestudiopetrográficodelaspastas.Análisisquerequerirá asimismo ser enriquecido mediante la datación de las nuevas muestras de carbón recuperadosesteaño,lascualesnosayudaránafechar los contextos de las cadenas operativas identificadas. Por otra parte, se espera quela continuación del estudio museográfico,etnográfico y etnohistórico durante los dosaños venideros consolide los resultadosarrojados por los restos arqueológicos.

5. A manera de conclusión

Desde la década de los 70, el imponente patrimonio monumental del valle del río Cuyes y el enigmático origen de sus constructores llamaron la atención de antropólogos y arqueólogos. La presente investigación se propuso tratar este interrogante a través de la aplicación de un novedoso método de análisis cerámico pluridisciplinario, el cual se basa esencialmente en la identificación einterpretación del proceso de elaboración de las vasijas. En su etapa preliminar, la puesta en práctica de esta herramienta a nuestra área deestudioconfirmaalparecerelroldecrisolcultural del valle del río Cuyes, probablemente ocupado por poblaciones originarias de la

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Sierra y la Amazonia, pero también receptáculo de mezclas técnicas posiblemente sinónimas de presencia de unidades políticas independientes. Reflejo de un espacio fronterizo a la vezcaptador y creador, la cerámica del valle del rio Cuyes ilustraría luego desde ya la complementariedad entre dos mundos culturales (Sierra y Amazonia) hasta hace poco percibidos como antagónicos…

Agradecimientos

A Valentine Roux; Stéphen Rostain; UMR7055/ED395 Universidad de Paris Ouest Nanterre La Défense; Galo Sarmiento; Fernando Flores; María Patricia Ordóñez; InstitutoNacional de Patrimonio Cultural Regional 6; GAD de Gualaquiza; Musée du Quai Branly; comunidades de Espíritu Playa, San Miguel de Cuyes, Ganazhuma, La Florida y Nueva Tarqui.

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Simposio “Ecuador”

El Formativo del Alto Pastaza (Ecuador),entre arqueología y vulcanología

Geoffroy de Saulieu1, Stéphen Rostain2 & Jean-Luc Le Pennec3

1 IRD, PALOC, Yaoundé2 CNRS, IFEA, Quito

3 IRD, Laboratoire “Magma et Volcans”, Clermont-Ferrand

Introducción

Mucho se ha hablado sobre las relaciones precolombinas entre Los Andes y la alta Amazonía, aunque a menudo favoreciendo demasiado una relación de preeminencia de arriba hacia abajo y la mayoría del tiempo, sin ofrecer la menor prueba arqueológica. Más todavía,duranteañosalgunosestudiossehanbasado en la ausencia de datos amazónicos para fundamentar la superioridad de la costa y de la sierra, aún cuando esta carencia no hacía más que reflejarundesequilibriodelconocimiento.Tales el caso en particular del período Formativo. Pero la realidad es totalmente distinta. Los últimos descubrimientos han ido revelando que las influencias siguieron con frecuenciael camino inverso, con inventos nacidos en la Amazonía. La vasija con asa es un buen ejemplo de ello, al igual que la domesticación de plantas esenciales, la arquitectura de piedra o la iconografía compleja de piedra.En lugar de imaginar una región deudora de otra, parece más razonable concebir dos esferas de interacción que intercambian productos de primera necesidad. La reciente arqueología ha demostrado de esta manera la existencia de comercio entre las altas tierras andinas y las bajas tierras amazónicas. En el valle del Upano y después de reemplazar a la cultura Formativa Sangay, la cultura Upano se desarrolló de 500 a.C. a 400-600 d.C. (Rostain, 2010), radicando su fama tanto en la edificaciónde cientosdemontículosartificialesdispuestosencomplejoscerrados,comoensucerámicafina,fácilmentereconocible, con decorado de bandas rojas entre incisiones y que aparece a todo lo largo del Upano en la alta Amazonía, desde el Sangay al norte, hasta el Perú al suo. Dominan en ella las escudillas planas y las formas elaboradas. En el sitio de Pirincay, cerca de Cuenca, se hallaron también numerosos tiestos de este tipo, en un nivel cuya fecha está entre el 400 a.C. y el

100 d.C. El análisis mineralógico de los tiestos Upano de la sierra ecuatoriana indica que la arcilla proviene de los alrededores del volcán Sangay (Bruhns et al., 1994). Estas cerámicas fueron fabricadas en el valle del Upano y exportadashacialamontaña.Recíprocamente,en el sitio de Sangay se descubrieron ciertos tipos exógenos como por ejemplo cerámicas delaculturaserranaPanzaleoconfirmandoasí,la existencia de intercambios recurrentes entre Los Andes y el piedemonte oriental. Debido a una erupción de gran amplitud del volcán Sangay (Rostain, 1999), los portadores de esta tradición Upano huyeron del valle sumergido en cenizas en dirección sur, hasta el Perú. Es así que en el río Ucayali se observa el tipo de bandas rojas entre incisiones en la cerámica Cumancaya (Lathrap, 1970). Su fecha tardía de 810 d.C. da a pensar que el decorado del Upano llegó a la región después de su desaparición en el valle del mismo nombre. El comercio indígena entre las tierras altas y las tierras bajas continuó durante la época colonial. La gente de la sierra proveía de telas, perros de caza, sal, hojas de coca y productos europeos (utensilios de hierro, cuentas de vidrio, etc.) a los grupos de la Amazonía. A la vez, de la selva venían principalmente las plantas medicinales y colorantes, plumas, oro, maderas duras, animales domesticados y esclavos (Oberem,1974).Losarchivosseñalanseisvíasde comunicación tradicionales que unían las llanuras con la sierra, utilizadas probablemente desde los tiempos precolombinos (Taylor, 1991). El programa de investigación que se lleva a cabo actualmente en el alto Pastaza y que combina entre otras disciplinas, arqueología con vulcanología, ofrece una perspectiva interesante y nueva del Formativo de la región, la misma que confrontada con trabajos similares del piedemonte amazónico da a conocer no solo los intercambios entre tierras

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altas y bajas, sino también los diversos lugares de la Amazonía ecuatoriana. En resumen, se trata de todo un sistema cultural antiguo que comienza a trazarse.El Formativo cubre un largo período que va del 3800 al 500 a.C. y que se divide por lo general en tres épocas: Formativo temprano, medio y tardío. Tradicionalmente, se considera que este período está marcado por el nacimiento de la economía agrícola y por la gestación de las civilizaciones de América del Sur. De ahí su nombre que hace referencia a la formación de un solo bloque organizado. Sin embargo, las primeras sociedades del Formativo no nacen sin una herencia y la economía agrícola fue precedida por un largo período de “pequeñaagricultura”, un tipo de proto-agricultura practicada por cazadores-recolectores (Testart, 2012). Además, no deja de ser llamativo el grado de madurez artística y técnica que poseen las nuevas tradiciones arqueológicas desde el inicio.En Ecuador, como lo hemos mencionado ya, generalmente se ha puesto énfasis en el Formativo costero y andino a costa del amazónico. Sin embargo, algunos descubrimientos realizados en el marco de programas de investigación recientes o en curso, han revelado datos completamente nuevos sobre este período cultural. Se trata de los estudios llevados a cabo en el valle del Upanoafinesdelos90,luegoenSantaAna-La Florida desde inicios del nuevo milenio y finalmente en el valle del Pastaza desdehace algunos años. Estos últimos sacan a laluz aspectos desconocidos del Formativo amazónico y nos conducen hacia una profunda reflexión sobre lanaturalezade lasdinámicasculturales que actuaban en la región hasta el surgimiento de la Amazonía moderna.

1) Estado del arte

Recordemos que hasta hace poco tiempo la prehistoria de la alta Amazonía era objeto de numerosas especulaciones y ásperos debates que nos permiten emitir tres reservas todavía vigentes: 1) los datos arqueológicos y paleo ambientales eran (y son aún) muy insuficientes. 2) Lamayoría de investigadoresaplicaban de forma consciente o inconsciente, aunque siempre de manera muy estricta, modelos sociales o ecológicos que no son sociológicamente viables. 3) De la misma manera, los investigadores tampoco tomaban en consideración el peso de las conservaciones

diferenciales, dando una visión incompleta del pasado amazónico y de su diversidad. Hoy en día se ha rebasado este debate a nivel continental y los investigadores, basándose en trabajos de campo precisos, estudian la articulación entre organización espacial y medio ambiente (Heckenberger et al., 2008; McEwan et al., 2001; Neves, 2012; Rostain, 2012; Schaan, 2012). Además, nuevas tecnologías permiten mitigar la conservación diferencial entre zonas secas y húmedas. El estudio de la genética de las plantascultivadasylabúsquedaeidentificacióndegranosdealmidónyfitolitos,confirmanelorigen amazónico de varios cultigenos tan importantes como la mandioca, la papa dulce, el cacao, ciertos ajíes, la chonta dura, el lerén, etc. (Clement et al., 2010; Iriarte, 2007; Zarrillo, 2012).Los datos actualmente publicados concernientes al sur de la Amazonía ecuatoriana permiten señalar que las sociedades de laregión conocieron dos grandes períodos muy diferentes en su desarrollo socio-cultural (Rostain & Saulieu, 2013). El primero caracterizado por sociedades que superaron las dificultadesgeográficaseinclusolasexplotaronpor medio de sistemas de contactos a gran escala relativamente sólidos, vinculando las tierras bajas amazónicas, el mundo andino y la costa delPacífico.Estosepuedenotarconclaridadpor ejemplo, desde la primera mirada de los conjuntos cerámicos. El segundo período ve las dificultades geográficas acentuar las opcionesculturalesaunaescalamáspequeña,asícomotambién los fenómenos de relativo repliegue, profundizando la diferenciación socio-cultural entre las regiones. El paso del primer período al segundo permanece enigmático.El programa científico interdisciplinario“Alto Pastaza” (dirigido por Stéphen Rostain y financiado por el Ministerio de RelacionesExteriores de Francia y el Instituto de Investigación para ey Desarrollo) llevado a cabo desde 2011 ilustra algunos aspectos de este periodo del Formativo. La ubicación de lossitiosaledañosdePuyomuestradeformaparticular el rol de punto de encuentro de esta área (Fig. 1). Se suman el barranco del río que baja de Los Andes a la Amazonía y es bastante peligroso por sus crecidas brutales e imprevisibles. Hasta la fecha, los estudios se han conducido ya sea en las zonas aledañas al volcán oen las tierras bajas. La originalidad de este proyecto radica en el cruce de las disciplinas, gracias a un análisis transversal del medio

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y de la integración del hombre al paisaje. La cooperación de arqueólogos, geógrafos, antropólogos y vulcanólogos es entonces un punto de importancia desde esta óptica. La concepción de problemáticas comunes debería así conducir a camposcientíficoshasta ahorainexplorados.Por otro lado, el caprichoso Tungurahua, volcán de poderosas erupciones desde hace milenios, domina al alto Pastaza. Durante nuestros reconocimientos pudimos hallar las huellas de dichos episodios: al fondo de una zanja de drenaje en el sitio de Tarqui, descubrimos troncos de árboles conservados en agua y arcilla (Fig. 2). Todos estaban inclinados en un mismo sentido (hacia el este) como si hubiesen sido doblados por un “tsunami”. La datación radiocarbónica que efectuamos dio a conocer que esta madera, pese a su excelente estado de conservación,teníamásde43500años(Beta-324362, todas nuestras fechas son calibradas). Es bastante probable que una de las erupciones del Tungurahua tapaba temporalmente el valle del Pastaza. Una gigantesca ola destructiva hecha de materiales volcánicos pudo salir de esta represa naturan, yendo a desembocar en el valle del Pastaza. Este evento de gran magnitud ilustra perfectamente el papel que cumplió el volcán: un peligro permanente e imprevisible que quizás afectara varias veces, tanto a los desarrollos humanos en la región como a los paisajes naturales (Le Pennec et al., 2008).Al pie de Los Andes centrales de Ecuador, la entrada al cañón del Pastaza, donde seencuentran varios sitios arqueológicos de todas las épocas, constituye una vía de acceso mayor hacia las altas tierras andinas, y más allá, hacia la costa del Pacífico. Río abajo, los sitios deColina Moravia y de Pambay están frente a la puerta de entrada a la Amazonía propiamente dicha,accesibleporelríoPastazaysuafluente,el Bobonanza. Hacia el norte, el valle del Anzu, un confluente, conduce hacia el río Napo,afluentemayordelAmazonas.Al norte de laactual ciudad de Puye, se encuentra Pambay. Hacia el sur, los caminos de pie de monte conducen al valle del Upano, ya conocido por el brillante desarrollo de sus civilizaciones. Desde el sitio de Colina Moravia, se distinguen haciaeloestelaslegendariasmontañasdeLosLlanganates.

2) La sierra, al pie del Tungurahua: un Formativo bajo el volcán

El Formativo de la Sierra ecuatoriana es

relativamente poco conocido ya que solo las regionesdeLoja,Azuay,CañaryPichinchahansido objeto de investigaciones escasamente detalladas. En lo concerniente a la región del volcán Tungurahua (Cordillera Real), que domina el valle del Pastaza y es un callejón hacia la Amazonía, se han publicado pocos datos hasta la fecha (Le Pennec et al., 2013).La actividad eruptiva del volcán Tungurahua en el transcurso de los últimos milenios ha sido objeto de estudios recientes (Hall et al., 1999; Le Pennec et al., 2006). Los depósitos de nubes ardientes acumulados durante las fases de alta actividad eruptiva contienen localmente fragmentos de cerámica cuya edad ha podido ser estimada fechando con radiocarbono las maderas y carbones incorporados en las brechas de roca. Los tiestos más antiguos están en una capa con una fecha alrededor de 1100 a.C., que corresponde a un violento retorno de la actividad del Tungurahua, después de siglos o milenios de descanso. Los tiestos encontrados en la capas correspondientes al evento muestran la presencia de poblaciones establecidas alrededor del volcán en esa época. Los 38 tiestos reunidos durante reconocimientos son poco diagnósticos en su mayoría (Le Pennec et al., 2013). Sin embargo, el examen detallado de ciertos fragmentos permite hacer algunas interpretaciones de interés arqueológico para esta región poco conocida. A pesar de que los tiestos provienen de sitios diferentes y a veces distantes de algunos kilómetros, el material muestra cierta unidad desde el punto de vista de la composición de las pastas, de ciertas modalidades decorativas y de las formas cerámicas. Los tipos de pasta tienen una débil variabilidad, con una tendencia a la adecuación entre el espesor del tiesto y la delgadez de la pasta: mientras más grueso es un tiesto, más burda es la pasta. El desgrasante es siempre mineral. Las formas son poco diagnósticas pero notamos una amplia mayoría de formas cerradas, muy probablemente ollas con cuello con cuerpos de forma ovalada o esférica. El tratamiento de superficie es generalmentealisado. La superficie exterior llevaeventualmenteunengobe(rojo,beige,castañoclaro). La modalidad decorativa más corriente son las líneas bruñidas. El tamaño reducidode los efectivos recogidos en los diferentes sitios limita la caracterización del material. No obstante, es muy probable que estos diferentes tiestos que provienen de sitios pertenecientes a la misma región y de una capa correctamente

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fechada, procedan de una misma cultura material formativa. Por otro lado, todos los escasos tiestos diagnósticos provenientes de diferentes sitios permiten comparaciones con las culturas Cotocollao y Machalilla.El material recogido, a pesar del escaso número de tiestos diagnósticos, recuerda al material Cotocollao de la región de Quito, contemporáneo del evento que dio origen al depósito de la capa cuya fecha está alrededor de 1100 a.C. (Villalba, 1988). Un fragmento de recipiente abierto proveniente del sitio al norte delcementeriodeBaños,esuncuencocarenadocon borde invertido y hombro muescado. Esta forma se asemeja mucho a una clase formal que consiste en un cuenco carenado semi-restringido de base anular. Pero esta forma es mas tardía en Cotocollao (entre 800 y 500 a.C.). Entonces, no podemos descartar la hipótesis de una influenciacostanera: formascomparablesde cuenco carenados con el hombro muescado (y sin base anular) aparecen principalmente en la primera mitad de la cultura Machalilla, es decir entre 1500 y 1100 aproximadamente (Meggers, Evans & Estrada, 1965). Sin embargo, dados nuestros nuevos hallazgos en la región de Puyo, los mismos que contienen bastantes tiestos carenados, se debe también explorar la posibilidad de un componente amazónico.

3) Las tierras bajas del alto Pastaza

Las prospecciones realizadas en 2011 en el marco del programa “Alto Pastaza” dieron lugar al descubrimiento de varios sitios, entre los cuales consta un fogón circular (170 cm de diámetro por 30 cm de espesor) hallado en el corte de un camino, en una lotización en construcción, a la salida septentrional de Puyo (S 01 28.159, W 078 00.21). Un carbón extraído de esta hoguera dio una fecha de 1495-1317 a.C. (Lyon-9521), es decir un contexto Formativo tardío (Fig. 3).En el mes de Julio de 2013, este sitio llamado “Pambay” fue excavado por medio de un decapado horizontal en área de 13 m por 9 m permitiendo sacar a la luz la mitad de una casa, ya que la otra mitad fue destruida por el desmonte. La estratigrafía muestra una sucesión regular de capas. Para resumir, la capa de tierra húmica (n° 1) sigue a una capa café (n° 2), la misma que sigue a una marrón oscuro (n° 3), y luego a una marrón claro (n° 4). Se puede ver la construcción de la casa en la capa 4 y se la reconoce gracias a dos tipos de estigmas: el gran fogón fechado construido en piedra y

cavado en la capa inferior (n° 7) y una veintena de huecos de poste cuyos diámetros van de 10 a 40 cm. La observación muestra que su relleno a menudo proviene de la capa 3. Los huecos de poste poseen perfilesdisimétricos muy característicos. Consisten en una extremidad en punta, acompañada porun abultamiento lateral que se produjo en el momento en que el poste fue alzado. En efecto, para plantar un poste de tal dimensión, primero se debe levantarlo hasta una inclinación de 45°, reposar la punta en un escalón hecho en la fosa antes de alzarlo verticalmente para insertarlo en su hueco. Uno de los postes se conservó de manera excepcional gracias a un fenómeno raro (Fig. 4). El tronco fue descubierto bajo la huella de un hueco de poste, a más de 3 m de profundidad en la arcilla anaeróbica dentro de la capa freática. De hecho, los antiguos habitantes plantaron un poste metiendo en el suelo la extremidad superior estrecha del árbol, y dejando en lo alto la base densa y estrecha. Este técnica que consiste en poner el árbol desramado cabeza abajo es bastante astuta por varios motivos: limita la necesidad de talar el tronco del árbol, pues este trabajo es particularmente duro y tedioso de hacerlo con hacha de piedra; permite luego, gracias a la inercia del poste, hundirlo más fácilmente enelsuelo;yfinalmente, impidequeelpostese enraíce en el suelo, fenómeno frecuente en la Amazonía. Lo que los precolombinos seguramente no previeron fue que en un terreno lleno de agua, el poste iba a continuar descendiendo en el suelo, hasta hoy en día en que vinimos a encontrarlo entre 2 y 3 m de profundidad. Otro poste tenía una inclinación de unos 45°, para de esta forma servir probablemente de pilar de sostén de la armazón. Finalmente, es interesante notar que dos postes estaban puestos de dos en dos, en especial el que se preservó, lo que podría ser un indicio de la perennidad de la estructura, a menudo reforzada o reparada para así durar más tiempo. En otros lugares del mundo como por ejemplo en el sitio de Observatorio de Tokio perteneciente al periodo Jomon, el reemplazo de postes se consideró como un indicio de sedentarismo, pues la casa sería ocupada por un período mayor. El estudio de los huecos de poste permite sobre todo proponer una hipótesis de reconstitución del plano de la casa cuyas dos terceras partes de superficie fueron conservadas. El edificioovalado medía 16 x 10 m y tenía dos gruesos postes centrales y algunos otros, igualmente

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gruesos, periféricos (Fig. 5). La presencia del fogón en la parte sur, así como el plano general de la casa nos llevan a efectuar comparaciones con los modelos indígenas actuales de la provincia. El fogón está empotrado en el suelo de la casa, con las paredes y el fondo empedrados. Además, la capa de carbón alcanza los 30 cm de espesor, lo que muestra una larga e intensa actividad. Cabe precisarse que si este fogón está a menos de un metro de un poste, como todavía sucede hoy en día, no solo está mejor construido que los fogones actuales colocados directamente en el suelo, sino que parece ser además el único en la mitad excavada de la casa. Esta es una diferencia importante con el hábitat moderno Shuar, Achuar y Kichwa, en el cual es común encontrar varios fogones bajo un mismo techo, ya que cada mujer mantiene por lo general, el suyo propio. Tampoco es raro encender un fuego cerca de las camas en la noche para así abrigarse. Las características de aquel de Pambay, gran fogón de piedra con forma circular de palangana, recuerdan más bien aquellos del sitio ceremonial de Santa Ana-La Florida. En Pambay, Observaremos también que las máquinas de excavación sacaron a la luz una estructura de combustión empedrada y plana que recuerda aquella del sitio formativo de La Vega cerca de Loja (Guffroy, 2006). Tanto la orientación general de la casa de Pambay, noreste-suroeste, como suposiciónenlacimadeunapequeñacolinaentre dos riachuelos, coinciden con la elección tradicional de los Amerindios actuales.En cuanto a la cerámica, esta es rara y más bien mal conservada. Si bien el material de las capas 1 y 2 es reciente y tosco, aquel que aparece a partirde la capa3difierenotablemente.Estese caracteriza por su extrema fragmentación, perosobretodoporsumayorfinezaasícomotambién por la presencia de numerosos tiestos carenados. Tanto bordes de cuello como de pared prueban la existencia de un material doméstico cuyos dos o tres tipos de pasta parecen ser locales. En otros tiestos se puede entrever la existencia de una vajilla diferente aunqueesdifícildeprecisarsiesespecíficaoimportada: tiestos con engobe rojo y otros, de pasta gris con interior bruñido (negrobrillante que recuerda la cerámica de la cultura Upano), decorados con trazados superficialesde líneas paralelas diagonales que recuerdan el materialFormativodeBaños.Essinembargoimportante subrayar dos cosas: si bien la gran mayoría de tiestos fueron hallados en la capa 3 de color marrón oscuro, estos se encuentran

en mal estado, muy fraccionados, esparcidos en desorden como si tratase de un abandono. La capa inferior, sin duda el verdadero nivel de ocupación, no conservó prácticamente ningún tiesto y parece haber sido objeto de una meticulosa limpieza del suelo. En el sitio de Colina Moravia, situado a pocos kilómetros al oeste, en la comuna de Shell, se sacó a la luz otra ocupación Formativa contemporánea de Pambay. El sitio de implantación se encuentra en una colina natural en el sustrato rocoso y permite imaginar la presencia de una gran casa, similar a aquella de Pambay, situada en el centro de la elevación. Las poblaciones del Formativo del lugar, a diferencia de aquellas de Pambay, realizaron un depósito intencional de cerámica: se trata de una caja de llipta depositada al fondo de una fosa y que prueba el uso de la coca.

Discusión

Las culturas Formativas de Mayo-Chinchipe, Sangay, Upano y Pambay recientemente definidasenbaseaexcavacionespordecapadode grandes áreas invitan a revisar el tema del Formativo amazónico de Ecuador, especialmente a lo largo del piedemonte oriental de Los Andes.Los sitios Formativos descubiertos hasta ahora en la Amazonía eran esencialmente de carácter ceremonial, ya sea por su arquitectura elaborada como en Santa Ana-La Florida o por la cuidadosa organización de los montículos como en el caso del Upano. Igualmente, los artefactos hallados provienen de depósitos de culto y jamás de áreas domésticas: los escondites funerarios o con otra función de Santa Ana-La Florida, el depósito de los cimientos del montículo del sitio de Sangay, el depósito de una caja de llipta en una fosa de la Colina Moravia cerca de Puyo y también en el sitio de La Vega en Catamayo, provincia de Loja, cuyo origen cultural es probablemente amazónico. Las excepciones de descubrimientos domésticos del Formativo están ligadas al volcanismo. En Baños,alpiedelTungurahua,existencerámicasdomésticas atrapadas a causa de una erupción pliniana con fecha 1100 a.C. Tal vez en este caso se podría hacer un paralelo con Pambay, cerca de Puyo, en donde los raros tiestos recogidos provendrían de la capa de abandono provocado quizás por una importante lluvia de cenizas volcánicas. La casa de Pambay que dio una fecha de 1495-1317 a.C., constituye el

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primer descubrimiento de hábitat Formativo en la Amazonía. Es sin duda demasiado pronto para comparar la construcción (disposición y diámetro de los postes) con los modelos actuales de los Achuar o Shuar, pero desde ya observamosquedifierendelosestablecimientoscontemporáneos pues los fogones fueron construidos cavando y acondicionándolos con piedra. La ausencia de material cerámico en las casas es resultado de una limpieza concienzuda, aunque también probablemente del cambio de este tipo de utensilios en el momento de partida de los ocupantes. Esta es la gran diferencia con los contextos domésticos de los períodos recientes, como por ejemplo las culturas Huapula, Bracamoros o Putuimi, los mismos que al conservar grandes vasijas, nos permiten suponer que las poblaciones Formativas conservaban un modo de vida y hábitos que recuerdan aquellos de los semi-nómadas, puesto que nada era abandonado. Aunque evidentemente de carácter ceremonial, podemos preguntarnos a este respecto, si acaso la forma de botella con asa típica de este período no representa en cierto modo esa facilidad para desplazarse dado que el asa permitía tomarla bien con la mano y la forma general del recipiente evitaba que este se volteara. Antes habría que precisar que la cerámica no es como durante largo tiempo se supuso, exclusiva de los grupos sedentarios sino que al igual que la agricultura, apareció a menudo en los grupos nómadas o semi-nómadas. Este fenómeno no es raro en la Eurasia prehistórica (Jordan & Zvelebil, 2009) y existe aún hoy en día en los grupos de cazadores-recolectores que utilizan cerámica como los Vedda de Sri Lanka, los Andamaneses de Malasia, los Inuit de Alaska, ciertos Indios de las Llanuras, los Guayaki, los Siriono y los Nambikwara de la Amazonía (Testart, 2012). Finalmente, la visita de los sitios Formativo deja como impresión aquella de un gran trabajo de piedra bastante mayor que el de los períodos siguientes. Se trata de talla y de pulido también, como lo demuestra la abundancia de astillas de talla o las numerosas cuentas o cuencos de piedra pulida en contexto ceremonial. En este caso, domina una vez más la producción de artefactos de carácter ceremonial.En resumen, está claro que hoy en día una investigación sobre el Formativo amazónico no debe subestimar el lavado destructivo y profundo que sufren los suelos, volviéndose entonces necesario subrayar que los niveles antrópicos de esta época son excepcionales

y que los raros ejemplos conocidos, trátese de Pambay, Moravia, Sangay o Santa Ana-La Florida, descansan directamente en las matrices geológicas que muestran vaciados anteriores a su ocupación. Queda claro ahora que, gracias a los descubrimientos del Formativo realizados en la Amazonía ecuatoriana, nuestra mirada sobre el poblamiento de esta región debe ser vuelta a evaluar, y se torna indispensable revisar nuestras estrategias de investigación y repensar nuestros esquemas teóricos, por desgracia, a veces tan subjetivos.

Agradecimientos

La investigación interdisciplinaria del alto Pastaza fue financiada por el Ministerio deRelaciones Exteriores de Francia, le Instituto de Investigación para el Desarrollo, el programa ECOS-Sud y el museo Etnoarqueológico de Puyo.

Traducción Belém Muriel

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Simposio “Ecuador”

Dinámica de vida en el área de influencia del río Napo, desde 9000 a.C. hasta 1400 A.D.

Amelia M. Sánchez Mosquera

Introducción

Los estudios realizados dentro de dos proyectos dentro del marco de la arqueología de contrato, un bloque petrolero -21- y un aeropuerto han permitido conocer modelos dinámicos de ocupación en zonas vecinas dentro del áreade influenciadel ríoNapo.Enconjunto,permiten reconstruir y proponer una dinámica ocupacional entre 9000 a.C. y 1400 AD (Figura 1).Yuralpa es la zona estudiada del Bloque 21, dondeseidentificóunprocesodepoblamientodesde hace 11000 años atrás hasta la épocade la llegadade los españoles a laAmazonía.Zancudococha, es básicamente una ocupación del periodo de Integración definida en lazona donde se construyó el aeropuerto de Tena. Los grupos tardíos identificados en elmeandro estudiado se complementan dentro de esta dinámica con los estudios de la década de los 90’s en Yuralpa –bloque 21–, donde se identificó ocupaciones desde el Precerámicohasta Integración.En este primer acercamiento se considera exclusivamente las actividades del equipo de la autora de este trabajo, para una segunda fase ya estamos incorporando la información de otros investigadores que han intervenido en la zona deinfluencia.La zona estudiada, donde se encuentran ambos proyectos, está caracterizada por dos fases climáticas anuales que están claramente definida.Launahúmeda,enlacualseregistrancaudales altos –abril a julio, aproximadamente–; y la relativamente seca cuando los caudales disminuyen su caudal significativamente.Tiene un clima permanentemente húmedo (90% humedad relativa), con temperaturas comprendidas entre 9 a 25 grados centígrados. Una precipitación media anual alta, casi siempre superior a los 3000 mm pero pudiendo llegar a los 6000 mm (Secretaria General de la OEA, 1988). Geológicamente hablando, en la zona existen algunas formaciones que pudieron servir de fuente de materia prima para

obtener instrumentos, utensilios, elementos constructivos o de producción económica durante la Época Aborigen, tenemos la Chapiza superior o Miembro Misahuallí (tobas, areniscas, piroclastos, conglomerados y lutitas), ylaformaciónNapoqueafloraenelaltoNapo(calizas, areniscas calcáreas, lutitas negras y azules). La población actual, muy afectada por la influencia occidental, maneja su modo devida dentro del marco del comercio que se pueda establecer con la «ciudad», se dedicanbásicamente a sembrar maíz, yuca y café, etc., actividades que han provocado que la horticultura pase a un segundo plano, lo mismo que el manejo racional de su medio. Una de las principales consecuencias de esta problemática es la escasez de fauna nativa, tanto terrestre como acuática.

Sobre Yuralpa

Yuralpa pertenece a las comuas rurales Santa Rosa, Sumac Sacha y Campanacocha de Ahuano, provincia de Napo. La zona está dominada por el río Napo, sin poseer meandros cerrados se trata de una angosta llanura inundable, con presencia de lomas y colinas de alrededor 500 m.s.n.m. Es necesario recordar que el cauce del Napo, al igual que la mayoría de ríos amazónicos, es muy dinámico. En la zona de Yuralpa los 23 yacimientos consideradosenestapropuestamanifiestanunpatrón de asentamiento bastante recurrente ya que están ubicados en la cima de lomas planas, cercanas a un cauce mayor de río y junto a quebradas o río de segundo o tercer orden (Sánchez Mosquera, 1998a, 1998b, 1999). Este patrón fue observado parcialmente en otros sectores de la Amazonia Ecuatoriana, alrededor de los ríos Tipitini, Indillana, etc. (Netherly, 1997). La ubicación de los sitios arqueológicos corrobora el modelo de ocupación de las zonas interfluvialesmuypobladasperoconunpatrónde asentamiento disperso que fue propuesto previamente por otros investigadores tales como Anne-Cristine Taylor (1988) y James

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Zeidler durante su trabajo con los achuar en los 80 (Zeidler, 1983:160). Este patrón de asentamiento fue planteado incluso como una posición que facilita la defensa (Figura 2).Hay que anotar también que todos los sitios excavados en Yuralpa fueron ocupados por más de una ocasión (Sánchez Mosquera, 1997c, 1997d, 1998a, 1998b, 1999a; Aguilera, 1998). Si observamos las distancias intersitio en Yuralpa son bastante cortas, oscilan entre 200 y1200metrosaproximadamente,confirmandoque los yacimientos se encuentran bastante cerca entre sí. Es claro que estas distancias facilitan las relaciones de los grupos familiares domésticos como puede observar entre los Ñukak (Cabrera et al., 1999).En el caso de Yuralpa, unos sitios parecen haber sido ocupados por el mismo grupo social y otros por grupos diferentes. Uno de los pocos grupos nómadas que actualmente sobreviven la aculturación –Ñukak–, a partir de las observaciones realizadas es común observar a grupos domésticos que cambian de asentamiento transitando a pie por el bosque, y con permanencias tan cortas como 5.31 días por asentamiento, y con un máximo de 28 días por asentamiento (Cabrera et al., 1999). Teniendo en cuenta que esto es posible, la mayoría (72%) de los eventos de los sitios de Yuralpa proceden de ocupaciones relativamente cortas como las que se han podido observar entre los Ñukak. También han sido útiles las razones por las

cuales se cambiaron de asentamiento, entre las más comunes se encuentran el mal estado del campamento, la escasez de alimentos o agua, la acumulación de basura y el mal olor originado por la descomposición de materias orgánicas. Otra de las razones lógicas que apoyan la dinámica y movilidad de los habitantes del neotrópico es que luegodeun añoodosdecultivo, la tierra es abandonada por volverse muy pobre, de esta manera con el abandono el bosque la reocupa (Moran, 1990). Un aspectomásquedebióinfluirenlamovilidadde la zona de Yuralpa es la apropiación de bienes y recursos con el fin de alimentarse ysobrevivir, según Reichel-Dolmatoff (1996) en las sociedades tropicales tuvo que ser manejada considerando los límites que la naturaleza les proporcionó y teniendo en cuenta la presión ejercida por el crecimiento de las demandas por parte de las comunidades. Por lo tanto hay que tener en cuenta que si las sociedades amazónicas se movilizaban es y era teniendo una conciencia clara de la fragilidad de ese medio. En otros casos como los Tukano (Colombia), se confirmaque ladegradación ambientalnose interpreta en términos de agotamiento de suelos, sino como el eventual menoscabo de la fauna y el aumento de la distancias para llegar al lugar de caza (Reichel-Dolmatoff, 1997). Uno de los aportes más importantes en Yuralpa es la presencia un sitio precerámico –Guaguacanoayacu– con dos ocupaciones

Cuadro 1. Cronología asociada de Yuralpa y Aeropuerto de Tena

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precerámicas cuyas fechas oscilan entre (Beta-115898) Trench A, 2/7, 8810+/-60BP -7990-7725 a.C.-; y, (Beta-115899) A4, 3/5, 9850+/-60BP -9120-9010 a.C-. El sitios presenta un utillaje lítico basado en la percusión directa y su presencia es un aporte más al horizonte de cazadores-recolectores tropicales que se ha dado en Centro y Sudamérica (Cavelier et al., 1995; Sánchez Mosquera, 2012) (Cuadro 1).El sitio cerámico más antiguo de la zona es Yuralpa, OIVB1-03 (Sánchez, 1997c), lo que coincide con la propuesta de Meggers (1985, 1994a, 1995) la que dice que la cerámica comenzó a expandirse en la Amazonía alrededor de 2000-1500 a.C. durante un periodo seco. Las ocupaciones más tardías se encuentran en los sitios OIIIF3-02 (Lumu), OIVB1-03 (Yuralpa), OIIIF3-23 (Grefa), OIVB1-11 (Timbela) y OIVB1-04, tienen fechas aproximadas a 1215-1435 AD y están relacionadas con la presencia de una cerámica sencilla poco diagnóstica y con elementos líticos obtenidos mediante tecnología simple. Estas ocupaciones se dieron en un periodo que era más que nada lluvioso. Es claro que los grupos amazónicos se ubicaron principalmente en las cimas de las lmas de los bosques o en las riberas de los ríos (Moran, 1990), en algunas zonas como Yuralpa se maneja una mezcla de ambos patrones, es decir, sobre lomas y cerca de la ribera (Nehterly, 1997; Sánchez Mosquera, 1999).

Sobre el meandro de Zancudococha

El área de influencia directa del Aeropuertode Tena considera las comunidades de Zancudo, Pacay chicta y la cooperativa Simón Bolívar, Ahuano, provincia de Napo. La zona era utilizada con fines casi exclusivamenteagrícolas, hasta el inicio de nuestras actividades. Fisiográficamente,Zancudocochaseencuentrasobre un meandro activo del rio Napo, específicamentehaciaelSurdelríoomargenderecha.Los 23 sitios identificados originalmentefueron reevaluados, se excavaron 9 sitios, y sus respectivos sectores. Dentro de esos yacimientosseidentificarondiversasevidenciasconstructivas y numerosos entierros de vasijas, urnas en su mayoría (Figura 3).Zancudococha, es una ocupación ribereñaque se ha desplazado intensamente dentro del mismo meandro especialmente durante el periodo de Integración con una movilidad determinada en gran parte por la dinámica

propiadelríoNapoysusafluentescercanos.La zona del meandro de Zancudo no es una planicie perfecta, más bien presenta muchas irregularidades que se traducen en terrazas que constituyen franjas sub-paralelas a la forma del meandro. Así, se identificaron 4 terrazasaluviales –T1 a T4– y una con depósitos coluviales T5; comenzando por la más joven frente al cauce actual del rio, la T1 representa el cauce de inundación actual del rio Napo, mientras que las otras terrazas representan sucesivamente posiciones del cauce cada vez más antiguas y topográficamente másaltas. Todas las ocupaciones asociadas a las terrazas pertenecen al periodo de Integración. Esto tiene coherencia con la idea de que la comunidad debía moverse continuamente por las inundaciones. Es muy probable que la propia dinámica del meandro destruyera las evidencias de ocupaciones previas al periodo de Integración, fueradeello, se logró identificaruncontextoformativo poco definido hacia el Norte delmeandro y dos contextos asociados al periodo de Desarrollo Regional Tardío. En cuanto al material recuperado, se definieron 64 formas cerámicas –incluidassus variaciones-. La mayor recurrencia de las formas cerámica se da en el Depósito 3 y en el sitio 13, en particular. Las técnicas de decoración utilizadas son diversas: de índole plásticaestá la impresióndeuñasendiversospatrones, el uso de pintura roja sobre blanco y líneas de engobe sobre ante; también hay líneas paralelas al borde de engobe, hay ejemplos de incisos y los excisos están presentes únicamente en los sellos cerámicos. Teniendo en cuenta las observaciones del material, está aparentemente asociado a Tivacundo (Evans & Meggers, 1968)definidaen losañossesentaapartirdedospequeñoscateosaorillasdelríoTiputini,donde obtuvieron una fecha aproximada a AD 510, Desarrollo Regional Tardío-Integración Temprano. A Evans y Meggers les llamó la atención el alto grado de erosión que muestra esta cerámica (ibidem: 93), criterio que es compartido con el conjunto cerámico de Zancudo, sin embargo los fechamientos obtenidos extenderían al conjunto cerámico más hacia un desarrollo dentro de Integración Temprano y algo en Integración Tardío. La decoración roja en zonas y los incisos son rasgos que se encuentran en Zancudocoha y también en Yuralpa. Las formas son diferentes a las observadas para la zona del Tiputini del Bloque 16 o de

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la tradición Napo. Los bordes reforzados y la presencia de formas cerámicas sin cuello son llamativos, al igual que los cuerpos ovalados, ovoides o compuestos, los mismos que son tan comunes como los globulares. Durante trabajos previos realizados por la autora en la zona de los campos marginales de Pindo y Palanda –provincia de Orellana- muestran algunos elementos que conectan la fase Tivacundo haciéndonos pensar que se trata de un fenómeno más regional y menos localizado como originalmente propusieron Evans & Meggers, algo similar a lo que se observa posteriormente para la fase Napo.En el material lítico que es numeroso, se observa que existieron dos cadenas empleadas en la elaboración de artefactos de piedra: el pulido y la talla, las cuales fueron empleadas en los dos períodos de la época aborigen –Formativo e Integración- registrándose con mayor presencia durante todas las ocupaciones tardías. En la manufactura de la industria de piedra pulida se emplearon tres técnicas que fueron la percusión, la presión y la abrasión. Mientras que la tecnología de talla empleó dos técnicas en la elaboración de artefactos: el tallado sin predeterminación y el tallado con predeterminación. Si bien no existen restos fáunicos, la presencia de lascas utilizadas como cuchillos, permite mencionar que estos artefactos fueron confeccionados para la tarea de faenamiento. Debieron ser empleados también para el procesamiento de fibras vegetales, estocorroboralapresenciaenelanálisisdefitolitosde una especie de totora y varias palmas. Existe un alto porcentaje de hachas y preformas de las mismas, lo mismo azadas, azuelas, morteros, metates y manos de molienda. Estos últimos junto con el registro arqueobotánico de maíz, lerén, y achira nos demuestra la preparacióndelterrenoparafinesagrícolas.La presencia de unos pocos elementos de obsidiana marcan la pauta para aseverar una relación de comercio en torno a ella desde las estribaciones orientales hacia esta zona.

El ambiente y clima

Como lo referimos previamente la zona de Yuralpa fue habitada probablemente por más de un grupo étnico. En todo caso es bastante claro que la zona fue ocupada interrumpidamente entre 9000 d.C. y 1400 AD. Sin embargo, es interesante anotar que se observan cuatro hiatos, el primero entre 7500 a.C. y 1500 a.C.,

el segundo entre 1000 BC-80 AD, el tercero y más amplio entre 415-900AD, y el cuarto y más breve entre 1100-1200AD. Trabajos previos en la Amazonia indican que durante el Holoceno el clima fue más cálido y húmedo que el Pleistoceno Tardío, existe un intervalo más seco caracterizado por lluvias estacionales entre 4300 y 3150 AP –2300/1150 a.C.– (Bush & Colinvaux, 1988; Kam-Biu & Colinvaux, 1988; Colinvaux, 1989). Posteriormente entre 700-1200AD, se postula un periodo de lluvias excesivas e inundaciones (Colinvaux, 1989; Athens, 1997). Evidencias de algunos hiatos han sido reportadas en algunas zonas marginales de la Amazonía mostrando breves episodios de sabana entre expansiones del bosque tropial, esto alrededor de 500 AD, 800 AD, 1300 AD y 1600 AD. En ambos proyectos se realizó análisis de fitolitos.La unidad 8 del sitio 13, fue la zona con mayor cantidad de fitolitos en la zona deZancudococha, especialmente en los depósitos 1,2,2Ay3.Losfitolitosdepalmasygramíneasdominanelconjuntodefitolitos,seguidosdelasesferas nodulares producidos por árboles de la familiaBombacaceaeylosfitolitosmisceláneos“esferas rugosas”, que son mayormente producidos por hierbas (dicotiledóneas), no gramíneas. Es evidente que se trata de un ambiente muy intervenido. Es llamativo el bajo porcentaje de taxas que habitan bosques maduros, destacan cistolitos, escléridos, fitolitos de Celtis ssp., Tapura ssp. y Chrysobalanaceae.El D3, plena ocupación de Integración Temprano, presenta un menor número de plantas arbóreas, contrariamente las gramíneas representan casi el 60% de toda la vegetación, la más alta del todo Zancudococha. Entre las plantas cultivadas, el maíz está presente en las cinco primeras muestras (D1-D3B), pero está ausente en los dos últimos depósitos (D4 y D5) dondesoloaparecenfitolitosdeCalathea ssp. o bijao, esta última especie también está presente en los depósitos D2, D2-A y D3. Fitolitos de achira (Cannassp.)nofueronidentificadosenesta muestra, pero si en otro sector del sitio.Los indicadores de humedad mantienen valores similares a los contextos analizados anteriormente, es decir que si bien pudieron inundarse, la permeabilidad de los suelos y/o las respuestas humanas pudieron haber favorecido a su descenso, ya que no se nota una proliferación abundante de esos microorganismos, que sí se observa en ambientes anegadizos, por ejemplo.

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LosfitolitosdeYuralpa, fueronobtenidosdemuestras tomadas en los sitios Lumu y Yuralpa. En ambos sitios se identifican elementosdel bosque tropical húmedo. La presencia de diferentes elementos indican una antropización de los restos incorporados en el sedimento que pueden ser causa de algún tipo de sesgo en la representatividad de los taxones identificadoscorrespondiente a la explotación de los recursos forestales y al desarrollo de cultivos como el maíz (Zea mays).También se identificaron para el FormativoMedio, fitolitos característicos de anonáceas(Annonaceae), cucúrbitas (Cucurbitaceae) y bursáceas (Burseraceae), con un diámetro generalmente entre 60 y 90 micras (Bozarth 1987, Piperno 1988, Runge & Runge 1997), así como diferentes tipos correspondientes a diversos tipos de palmas (Palmae). La presencia defitolitosdegramíneasesbajaencomparacióncon suelos de sabanas neotropicales, lo mismo que las formas bulliformes. En relación a las gramíneas, las mancuernas y las cruciformes se han documentado especialmente en la subfamilia Panicoideae y en algunas Bambusoideae. También se encuentran las formas de silla de montar que son características de las gramíneas de la subfamilia Chloridoideae, y de las Bambusoideae. (Juan Tresserras, 1997).

En particular, en el sitio de Lumu destaca la presencia de granos de almidón y fitolitosde maíz en las muestras 3 y 6 del depósito 2. Algunos fitolitos cruciformes se enmarcanen los descritos por Pearsall y Piperno como pertenecientes a las variedades de maíz.Los fitolitos de palmas son especialmenteabundantes en las muestras del depósito 2 (30-65cmbs). En estas cuatro últimas asociadas a un elevado número de microcarbones. Las palmas se emplean especialmente como fuente de hojas para techar, aunque también se aprovecha el fruto por la nuez que contiene, preparando incluso bebidas fermentadas que se preparan mediante su cocción en agua.EnelsitiodeYuralpa,losfitolitoscaracterísticosdelmaízsehanidentificadoúnicamenteenlasmuestras 21, 23 y 29 –depósitos 2 y 3- en las quesehancaracterizadofitolitoscruciformestipo maíz.

Conclusiones

Si bien en Yuralpa el inicio de la ocupación humana está marcado por la presencia de un yacimiento precerámico, es en periodos posteriores donde se observa más fuertemente la dinámica de movilidad social entre Yuralpa y Zancudococha. (Figura 4)

Figura 4

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A pesar de existir un gran hiato temporal hasta el Formativo Medio en Yuralpa, este momento coincide con un periodo seco que probablemente influyó en que la gente sedesplace hasta la zona de Zancudococha en el Formativo Tardío.Al llegar el periodo Desarrollo Regional también notamos que en el Desarrollo Regional Temprano, en un momento de expansión del bosque es en la zona de Yuralpa dondeseintensificalaocupaciónenestazona.Posteriormente, durante el periodo Desarrollo Regional Tardío, se encuentra evidencia en la zona de Zancudococha.Las lluvias se intensifican en el periodode Integración Temprano y se encuentran evidencias en ambas zonas: Yuralpa y Zancudococha. Y al llegar durante el periodo de Integración Tardío se registra ocupaciones en el meandro de Zancudo y no en la zona de Yuralpa.Este modelo ocupacional es una propuesta de dinámica zonal que permitirá partir hacia otra más general o en zonas vecinas.Algunos autores sostienen en la Amazonia la presencia de grandes asentamientos que según varios cronistas fueron capaces de agrupar miles de personas, acumular alimentos y controlar varias aldeas a lo largo de las riberas de los ríos (Moran, 1990). Si bien esta afirmaciónestá basada en los hallazgos de la Amazonía central podría aplicarse a lo observado en Zancudococha donde se encontraba la mayor concentración población y de recursos para el periodo de Integración. Alrededor del comienzo de nuestra era, varioshallazgosconfirmanlapresenciadeunhorizonte polícromo en la periferia occidental de la Amazonía –conocido como Napo- sin embargo no es el caso de ninguno de los sitios estudios tanto en Yuralpa como en Zancudococha. Definitivamente, la cerámicade ambos sectores es básicamente utilitaria y con escasos elementos decorativos.Según algunos cronistas para el siglo XVI los Omaguas dominaron el área del bajo río Napo y su territorio incluía a más de 30 aldeas en 700 Km. Partiendo de esa afirmación lapoblación tardía de la zona podría haber sido la de los Omaguas, pero de ser el caso, nuestras evidencias no confirman la propuesta dealgunos investigadores de que los Omaguas eran los portadores de la cerámica conocida como Napo.

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Simposio “Ecuador”

Caballones vs. camellonesFranklin Fuentes G., David Leyton, Telmo López M.,

Javier Véliz Alvarado & Stéphen Rostain

A medida que pasa el tiempo el incremento y migración rural y de la población motiva el desarrollo de nuevas áreas geográficas tantopara habitar como para el desarrollo de la industria. El suelo del cantón Guayaquil en su área urbana esta copado y en su área rural el espacio cada vez es menor. Para este cantón la expansión se esta dando hacia la zona oeste y en algunos casos hacia el sur, tomándose zonas de manglares para vivir.La extensión del área poblacional hacia el norte prácticamente ha llegado al límite habitacional y tenemos que los cantones con los que limita, Samborondón y Daule en sus áreas rurales están siendo ocupadas, hoy tenemos urbanizaciones bienplanificadasquesuperanlargamentealascabeceras cantonales de dichos cantones. Sin embargo las áreas industriales hoy en día se están dirigiendo hacia un cantón que si bien es cierto no lindera territorialmente con el cantón Guayaquil, pero que en su momento fue una parroquia rural, es ahora un próspero cantón y sus tierras están siendo dedicadas al desarrollo de la industria y de la vivienda, este es el cantón Durán.En la vía conocida como Durán–Tambo a partir del Km. 2 empieza el desarrollo de la planta industrial cercana a la ciudad de Durán y éstas se hallan en zonas bajas e inundables. Esta vía a partir del Km. 4 al Km. 20, donde el límite es la vía que conduce a la población de Taura, tenemos la presencia de una vasta zona de vestigios precolombinos que en unos casos data desde la época de la cultura Chorrera (500 A.C.)usadoshastaelaño1700.Estazonadevestigios culturales comprende también todo el tramo de la llamada autopista Durán–Boliche, donde el lugar más importante está en la hacienda Jerusalén con uno de los montículos artificialesmásgrandedelazona.

Geografía e historia

La cuenca del río Guayas es la más importante delladoPacíficoyesllamadaporlacalidaddesus tierras, la despensa de América, que son regadas por varios ríos tributarios en toda su

extensión y que nacen tanto en la zona alta de la cuenca al pie de Los Andes por el lado oriental, así como en la cordillera Costanera por el lado occidental (Figura 1).En relación a las zonas inundables de esta provincia, una de ellas es la que circundan algunos ríos como el Bulubulu, el Yaguachi y el Babahoyo, tenemos que para inicios del siglo XVII, la Descripción de Guayaquil relata que cuando “Crece el río el ybierno y anega gran parte de la tierra; entonces no se puede navegar por la madre a causa dela gran fuerza que allí leva la corriente./ Navegase por medio de los campos y sabanas con buen tiento y noticia de la tierra, y viénese a salir muchas leguas arriba atajándose su riesgo y con menor trabajo” (1973: 63).Reginaldo de Lizárraga (1605) describe la zona baja de la cuenca del río Guayas y cuando viaja por el río Babahoyo dice “Por este río arriba se sube en balsas para ir a la ciudad de quito …” y al detallar las áreas circunscritas relata que “Al verano se sube en cuatro o cinco días; al invierno en ocho cuando en menos tiempo, porque cerca de a mulo déjase la madre del río y delineándose sobre mano derecha a las sabanas, que son llanos muy grandes, llenos de carrizo, pero anegados del agua que sale de la madre del río; llévanse las balsas con botadores, porque el agua esta embalsada y no corre: es cierto que si la tierra no fuera tan cálida y llena de mosquitos, causara mucha recreación navegar por estas sabanas” (1946: 26) extensión que todavía era posible navegar por toda esta sabana inundable hasta mediados de losaños40delsiglopasado.El mismo Lizárraga da los primeros derroteros sobre lo que había en esta inmensa zona inundable y describe a los caballones de la siguiente manera “En ellas hay algunos pedazos de tierras altas, que son como islas, donde los indios tienen sus poblaciones con abundancia de comidas y mantenimientos de los que son naturales a sus tierras, mucha caza de venados y puercos de monte, que tienen el ombligo en el espinazo; pavas, que son unas aves negras grandes, y éstas coloradas y no malas al gusto” (1946: 26), lo que evidencia el entorno de lo que vio en la zona este de la baja cuenca, zona que hasta hoy en día se inunda durante las estaciones lluviosa y donde sobresalen

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los llamados caballones más comúnmente llamados camellones.Sobre la fauna hostil, añade que en estoscamellones circulaban algunos animales no gratos para el ser humano ya que “hay también en estas islas tigres, no pocos dañosos a los indios, y es cosa de admiración: en estas cabañas hay muchas casas o barbacoas, por mejor decir, puestas en cuatro cañas de las grandes en cuadro, tan gruesas como un muslo y muy altas, hincadas en el suelo; tienen su escalera angosta por donde suben a la barbacoa o cañiz donde tienen su cama y un toldillo para guarecerse de los mosquitos.” (ibíd.: 26–27) A ello se suma la actividad que realizan los habitantes de estas “islas”, donde menciona que “Aquí duermen por miedo de los tigres; muchos de estos indios están toda la noche en peso sin dormir, tocando una flautilla, aunque la música, para nosotros a lo menos, no es muy suave. Estas barbacoas no sustentan más que una persona” (ibíd.), dato valioso que describe varios aspectos de la vida sobre los montículos, los alimentos, los animales, sobre las casas, sobre la música, y sobre la vigilia que estaban haciendo de sus cultivos ante la depredación de ciertos animales, en estas zonas de sabanas inundables. Baleato menciona el alto grado de inundabilidad del terreno anegado por el agua, apuntando a la principal característica de los caballones, la del manejo del agua: “El terreno de la mayor parte de la provincia es bajo, se aniega con las aguas del invierno y sólo aparecen entonces algunos sitios altos y los mas donde se mantienen es esta estación los ganados. Cuando se retiran las aguas, están unos y otros parajes pantanosos por algún tiempo; y hasta que se secan tampoco hay facilidad de transitarlos.” (1820: 81), es lo que se relata de las zonas bajas de la cuenca del río Guayas y que continuaron durante algunos siglos.Teodoro Wolf, relata que “La región comprendida entre el río Guayas (desde la boca de Naranjal hasta Guayaquil) y la cordillera occidental tiene el ancho de diez a doce leguas y es completamente llana, con excepción de los cerros de Taura, que luego conoceremos. Es muy poco habitada y poco cultivada, porque en su mayor parte se compone de sabanas pantanosas e inundadas (tembladeras), que a lo más se presentan a la ganadería, pero no a la agricultura. La última se halla reducida a ciertos lugares aislados; donde el terreno la favorecería, como hacia el pie de la Cordillera, falta de población, y todo esta cubierto de monte, rico en maderas valiosas (montañas al Este de Taura y de Boliche , montañas de Bulubulu).” (1992: 82), descripción que nos da una idea de cómo se ha mantenido la zona desdefinalesdelsigloXIXhastahoyendía,enestas tierras que han sido llamadas tembladeras (Figura 2).

En relación a los cauces y las llamadas lagunas tenemos que “Los demás brazos se pierden pronto en las extensas tembladeras, que se hallan entre Boliche y el río Guayas; sin embargo atravesando esos pantanos en canoa, se puede seguir el río principal por todas sus tortuosidades que describe, ya ensanchándose como un lago, en que apenas se observa la corriente, ya estrechándose en un angostísimo hilo de agua, hasta salir finamente con un cauce regular (desde el sitio del Sauce) al brazo del río Guayas, que baña el lado oriental e la isla Santay.” (Wolf, 1992: 83). Indicamos que a toda esta zona que en algunos casos las denominan sabanas inundables y en otros lagunas y también son mencionadas como tembladeras, y es en toda esta zona donde Wolf, menciona que “Los demás riecitos que caen al río Guayas en esta región, como los esteros de Zoraida, de Santay, de Cantagallo, de Sitio Nuevo, etc. Son todos insignificantes y nada más que desaguaderos de las tembladeras.” (ibíd.: 83).Para Wolf, sobre las tembladeras que corresponden a toda la zona baja ubicada al este de la cuenca del río Guayas, nos indica que “… son sabanas anegadas durante todo el año, que se extendiera a veces sobre algunas leguas cuadradas. La vegetación de ellas es del todo distinta de la sabana. También predominan las gramíneas y ciperáceas, pero con formas gigantescas y mezcladas con un grandísimo número de otras plantas palustrales.”, descripciónquecontinúay se refieree indicaque “El agua cubre el terreno desigualmente, llegando su profundidad de pocos centímetros a algunos metros. Donde no pasa de 1/2 metro, es invisible desde alguna distancia, porque la vegetación cubre todo; pero en los lugares más hondos hay solamente plantas nadadoras, o se presentan lagunas extensas del todo despejadas, las pozas. El revés de las pozas son las islas, que de vez en cuando se hallan esparcidas por las tembladeras, y consisten en que el terreno se eleve de ½ metro sobre el nivel del agua.”, descripción semejante a la que hiciera Lizárraga en 1605, la cual continua e indica que “En estas islas encontramos que la vegetación y las demás condiciones de la sabana. En las tembladeras de alguna extensión de agua rara vez queda del todo estancada, porque son alimentadas por ríos, que las atraviesan o que se pierden en ellas, y tienen sus desaguaderos.” (ibíd.: 84).

Geología

Para todas las zonas bajas, la denominación es de Formación Fluvio – marina, que corresponde a la última época geológica, “Con este nombre designaremos los aluviones cuaternarios y modernos, que han depositado en los deltas y a lo largo de los cursos inferiores de grandes ríos, por acción

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simultanea de los últimos y del mar. … Esta es la región preferida de las sabanas, sartenejas, tembladeras, … ; pero su extensión e importancia más grande llega el sistema del río Guayas y alrededor del golfo de Guayaquil, hasta Túmbez y en esta región vamos a estudiarla … La formación de la gran llanura aluvial probablemente comenzó ya en la época del cuaternario o hacia fines de ella, pero continuaba por toda la época moderna y sin duda seguirá desarrollándose más y más en los siglos venideros.” (Wolf, 1992: 185)La baja cuenca del río Guayas forma parte de los rellenos aluviales y se enmarca dentro de la época denominada cuaternario. “El lodo y la arena fina arrastrada por los ríos se deposita entre la vegetación de las tembladeras, y por este procedimiento, por lento que sea, el terreno bajo se alza continuamente, el pantano se reduce cada año, la tierra firme gana terreno, la tembladera se convierte poco a poco en sabana seca. Las tembladeras ofrecen al ganado un alimento abundante, sobre todo en verano, cuando las sabanas circunvecinas quedan secas bajo los rayos abrasadores del sol. Son difícilmente accesibles al estudio; pero ahora porque el ferrocarril entre Guayaquil y Yaguachi atraviesa una región típica de tembladeras. Las pozas y lo pajonales no son más que tembladeras en una escala reducida” (ibíd.), lo que evidencia en parte la formación geológica de esta zona (Figura 3).Otros estudios en relación a la baja cuenca del ríoGuayas,manifiestanque“Esta zona baja es parte del antiguo golfo de Guayaquil. Está cubierta, en su mayor parte, de materiales sedimentarios y de aluvión. El suelo es rico y el clima tropical.”, descrito enelañode1933.(Sheppard,1985:101).Encuanto al antiguo golfo de Guayaquil, Wolf reconstruye la antigua extensión de este golfo y dice que “El río Daule desemboca cerca de Colimes, el de Vinces, cerca del pueblo de este nombre, el de Zapotal cerca de Catarama, y los ríos que bajan de la cordillera occidental, al pie mismo de ella. Las orillas de este golfo antiguo habrán presentado el mismo aspecto como el golfo que conocemos ahora en su forma reducida, es decir, estaban rodeadas de manglares y sujetas a las inundaciones periódicas de las mareas” (1992: 185). Presentamos fragmento del mapa hasta donde se presume llegaba el golfo de Guayaquil, según el sabio Wolf (Figura 3).Las elevaciones que encontramos en este sector de la baja cuenca del río Guayas, indica que “Saliendo también de la región de Bucay, se desprende de la cordillera Occidental otro arco hacia el Oeste, en su mayor parte hundido en la depresión ya mencionada entre los ríos Yaguachi y Naranjal, pero bien reconocible por las montañas de Boliche, Taura y Masvale, que emergen de la llanura” (Sauer, 1965: 15).Los planteamientos o propuesta relacionado por Wolf (1892) y que también fueran

considerados por Estrada (1961), en relación al crecimiento de tierras hacia la zonas bajas de la cuenca del río Guayas, el cual ha ocurrido en losúltimos5000años,nosllevaapensarqueelhombre buscó en estos espacios, un lugar para vivir y desarrollar sistemas económicos para su subsistencia,paralocualmodificóelambienteal realizar la construcción de montículos (tolas, plataformas, caballones).

Los monticúlos en los últimos 10 años

Lasimágenessatelitales,apartirdelaño2003hasta la presente, indican los cambios que se han producido en toda la zona, ya sea por la readecuación de las tierras para uso agrícola –piscinas arroceras– como para el desarrollo tanto del área industrial como de complejos habitacionales. Las imágenes que se presentan corresponden a espacios de tiempo de cada cuatroaños,dondesepuedediferenciar,paraelcasodelaño2011,laaccióndelinviernotenuequehuboelañopróximoanterior.

Antecedentes históricos de los monticúlos

Las primeras informaciones sobre estas grandes extensiones de terrenos modificadospor el hombre, fueron dadas a conocer en nuestro país a inicios del siglo XX, aunque Otto von Buchwald, indica que ya Gonzáles Suárez, mencionaba la presencia de montículos artificialesrealizadossoloenlasprovinciasdeImbabura, Pichincha y Esmeraldas (2007: 65), pero este mismo autor aclara que “Las tolas no están restringidas en los lugares indicados, y se encuentran en gran número en toda la zona del Guayas hasta su desembocadura, y probablemente más al sur” (ibíd.: 65).Pero en una parte más o menos cercana a nuestra zona, pero que está muy relacionada a la zona baja de la cuenca, este autor para esa época indica sobre los montículos “Estos últimos p. e. los encontré en las tembladeras de Zamborondón, donde pude distinguir claramente túmulos artificiales para la construcción de casas, comunicadas por calzadas para facilitar el tráfico en tiempos de las inundaciones periódicas” (ibíd.: 70). Lógicamente, hoy en día sabemos que los montículos que hay en la zona cercana a Samborondón, tiene tanto montículos llamados tolas como montículos mencionados en la literatura arqueológica, como camellones.Paraladécadadelosaños70delsiglopasado,es cuando tenemos por primera vez una información relacionada con estos montículos los cuales son llamados “camellones”. Parsons,

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querelatasobreestasmodificacionesdelterrenoen la cuenca baja del río Guayas, indica que “en el verano de 1965 durante un viaje aéreo y llegando al campo de aviación de Guayaquil, pude tomar fotografías de bancos elevados y camellones en la planicie anegadiza del Río Guayas, y observé que son sorprendentemente similares a los campos antiguos de Colombia de los que había levantado mapas no hacia mucho” (1973: 185). A partir de esta fecha, es cuando se empiezan a realizar trabajos esporádicos relacionados con la ubicación de estas alteraciones del terreno en las zonas bajas. Menciona Parsons que estos montículos llamados caballones, los encontramos en la zona del cerro de Calentura, enlaurbanizaciónllamadaPeñóndelRío,enlaszonas que circundan las poblaciones de Milagro y Daule. En relación al sector comprendido en la vía conocida como Durán–Tambo, el autor antes mencionado indica que “Otras áreas de bancos elevados se encuentran a lo largo dela carretera Durán–Milagro, en los alrededores del kilómetro 13. (Figura N.- 4) donde encontramos zonas extensas de bancos casi rectangulares, que están separados por las excavaciones de varias formas, de donde fue sacado la tierra con la que se hizo el banco” (1973: 188). Lo interesante de todo este sector de montículos donde predominan los caballones y las tolas, es que en el Km. 23 de la autopista Durán–Boliche, tenemos el sitio llamado Jerusalén, donde se ubicó el antiguo pueblo aborigen de Guayaquil.El límite que tenemos entre las tolas1 (montículos de mayor altitud) y los caballones2 (Montículos de baja altitud), esta a la altura del ingreso a la población de Taura y la Hcda. Jerusalén, en el Km. 23 de la autopista Durán Boliche.

¿Qué encontramos en los caballones que otros llaman camellones?

A los caballones podemos atribuirles la capacidad de vincular y desvincular el agua de la tierra. En invierno se aisla el agua del terreno elevado, mientras que en verano a través de su sistema retiene en los canales el agua necesaria para desarrollar los cultivos. En este proceso de vinculación-desvinculación, los elementos interactúan en direcciones contrapuestas, provocando un arriba-abajo y adentro-afuera de los productos vegetales, animales y de los usos de los suelos que va desde la cima de las elevaciones a los cauces de los canales. Enprimerlugar,sonunatécnicaounafilosofíade vida del control y manejo del agua. En segundo lugar, son una forma de vida que se

desarrolló de manera extensa en toda la cuenca baja del Guayas y que el área de nuestro estudio esunapequeñapartedetodoestedesarrollo.En tercer lugar, queremos indicar que los montículos o campos elevados, evidencian y sugieren que han servido para incorporar terrenos anegadizos a la producción agrícola y pecuaria de los pueblos antiguos. En los campos parte de nuestro estudio hemos encontrado ciertos rasgos característicos que a nuestro entender deben ser reportados:- Los campos elevados tienen un desnivel en su superficie,estedesnivelestáorientadoal ladoEste del montículo, que es más bajo cuando la orientación del mismo es de Oeste-Este, en cambio la orientación cambia al norte cuando la orientación del campo es Norte-Sur.- Existe recurrencia en la manera en que los montículos del área fueron construidos. -De los seisdepósitos identificados tenemosque 4 evidencian actividad cultural. -Existeundepósitosuperficialdeprofundidadpromedio a los 50 cm de composición limo-arcilloso de color negro, de consistencia compacta, densa y quebradiza al secarse, llamado sartenejal. - El primer de los depósitos culturales es una mezcla del D1 con una mezcla calcárea blanca (?). Incluso la composición del suelo es un poco más arenosa.- El siguiente deposito D1c, es u estrato de poco espesor y es de color amarillo, el cual es una mezcla arcillo-arenosa.- El deposito D1d, es de color café chocolate, estrato delgado sin evidencia cultural.- El depósito siguiente, D2, que sirve de base es un amarillo arcillo-arenoso compacto, duro y llega a una profundidad mayor a los 3 metros. Y es sobre este depósito que se construyen los campos elevados.- Proponemos el uso del pajón o Jacinto de agua (Eichhornia crassipes) de la lenteja de agua (Lemna “Araceae”) y del platanillo (Heliconea spp), como aliviadores o protectores del suelo en las épocas de sequía y que además sirve de fertilizante orgánico. En los recorridos hemos observado la presencia del Jacinto de agua que actua como indicador de mayor cantidad de agua debido a la profundidad del suelo, en este caso el canal, mientras que la lenteja de agua siempre se asocia con zonas menos profundas y el platanillo que generalmente se lo encuentra en las orillas de los caballones. Estas tres plantas aún en la tradición montubia y en la actualidad se usan como abono vegetal que se incorpora al suelo cercano a las orillas de las fuentes de agua.

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Investigaciones recientes ponen en evidencia los atributos del Jacinto de agua como un desintoxicador de las aguas estancadas y como un acumulador de oxígeno que en el momento de ser depositado en los suelos, incorpora una serie de nutrientes al mismo, y que en nuestro caso, nos preguntamos si los antiguos usuarios de los caballones conocieron y emplearon esta técnica.

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1 Las tolas cumplieron algunas funciones, unas fueron usadas como cementerios, otras fueron habitacionalesyalgunasconfinesceremoniales.Las formas pueden ser circulares y alargadas, las cuales llegan a tener alturas que sobrepasan los 12 m. de altura, 20 m. de largo y 12 m. de ancho en su base, que es el caso de la tola en la Hda. Jerusalén.2 A diferencia de las tolas, los caballones tienen alturas promedios de 0,50 m. a 1 m. de altura, teniendo como base el nivel del agua actual y pueden llegar, en algunos caso hasta los 2 m.

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Simposio “Ecuador”

Perspectival Ontology and Animal Non-Domestication in the Amazon Basin

Peter W. Stahl

Department of Anthropology, University of Victoria, Canada

Although Amazonian populations have a long and prodigious record of plant domestication, very few if any animals were ever domesticated by them. The paradox of animal non-domestication in the Amazon basin has been explained as a response to environmental circumstance. Curiously polarized, these explanations emphasize either over-abundance of animal resources or the relative paucity of appropriate candidates as impediments behind animal domestication. Explanations for the relative dearth of native Amazonian animal domesticates should be sought in the widely shared systems of logic that guide adherents in appropriate relations between humans and animals and which preclude seeking answers for a “failure to domesticate” via recourse to environmental circumstance and opportunity.At the time Europeans appeared in AD 1492, it is estimated that at least 138 different plants were subjected to some degree of domestication by indigenous Amazonians. Of these, 83 were native to the basin and 55 were exotic importations from neighboring neotropical areas (Clement et al. 2010:73). Indeed, over one half of the entire western hemispherical crop plant assemblage and many of its dietary staples originated in neotropical areas (Piperno and Pearsall 1998:1). Moreover, strikingly similar archaeobotanical records from various early Holocene contexts suggest that plant manipulation by humans in the neotropics is ancient (Arroyo-Kalin 2010; Clement et al. 2010; Isendahl 2011). However, standing in stark contrast to this remarkable achievement in plant cultivation, is a curious paucity of native domesticated animals. Indigenous Amazonians may have had access to the domestic dog (Canis lupus familiaris) which we now suspect was originally an earlier introduction from Asia. Otherwise, only a handful of native animals are believed to have been domesticated in the neotropics: Muscovy duck (Cairina moschata), turkey (Meleagris gallopavo), llama (Lama glama), alpaca

(Vicugna pacos), and guinea pig, or cuy (Cavia porcellus). It is particularly striking that only the Muscovy duck may have been domesticated in the neotropical lowlands of Amazonia. Even the usually ubiquitous domestic dog was apparently absent from much of the area, only having been acquired in some parts of the Amazon basin during the twentieth century (Koster 2009:576). The reason for non-domestication of native animals in Amazonia remains a paradox that is often explained as a response to environmental circumstance. Environmental explanations are curiously polarized in suggesting that either an over-abundance of available animal resources or a relative paucity of appropriate animal candidates were the primary impediments behind true animal domestication. However, it remains entirely possible that prevailing notions of domestication are ill-equipped to recognize alternate forms of animal domestication which were, or are, being practiced in lands unfamiliar to Europeans (Cronon 1983:51-52). This relative absence of native animal domesticates can be especially paradoxical in tropical environments which have ample available raw material and whose indigenous inhabitants are spectacularly gifted at domesticating either plants or animals. Whether indigenous Amazonians domesticated in ways accustomed to European sensibilities or not, I argue in this paper that we should not seek an answer for the apparent dearth of native Amazonian animal domesticates via recourse to environmental circumstance and opportunity. Rather, we should investigate indigenous epistemology which includes widely shared systems of logic that clearly preclude animal domestication in the way that western positivism understands the subject. Hugh-Jones (2001:246) succinctly suggests that this “failure to domesticate,” has less to do with opportunity than with ideas: “true domestication is probably something more inconceivable than impossible.”I begin my discussion by reviewing the

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background to animal domestication in Amazonia and the dominant theories that have been proposed for plant and animal domestication in the basin. These include: Carl Sauer’s suggestion that indigenous agriculturalists were indisposed to domesticating animals due to the presence of abundant wild protein resources; the ideas of Human Behavioral Ecology which combine climate change with the optimized exploitation of ranked resources; and, Jared Diamond’s view that few animal candidates worthy of domestication were to be found in the basin. In any case, the domestication of animals, certainly in the way that we consider the concept today, was never very prevalent. I next focus on Amazonian ethnography which views this “failure to domesticate” within a shared perspectival logic of indigenous Amazonians that guides its adherents in appropriate relations between humans and animals. Perhaps Sauer was correct in pointing out that there was no compelling reason to domesticate animals in the neotropical lowlands early on; on the other hand, it would be a mistake to consider the well-known Amazonian proclivity for taming pets of all kinds as an initial step toward incipient domestication. On the contrary, it is as an expression of predation within a symbolic universe where fundamental relations between humans and non-human animal others preclude attempts at domestication. Although indigenous Amazonians inhabit a biologically rich area supporting many potential candidates for domestication, and are themselves remarkably capable of domesticating practically anything they choose, they failed to accomplish the task because they philosophically could not.

Domestication in the Amazon

Unlike some regions of the world where many different kinds of animals were domesticated and eventually provided food, raw material, fuel, fertilizer, transportation, or companionship for humans, very few native animals were ever domesticated in the Amazon basin. Currently, any claim for an autochthonous domesticate may reside singularly with the Muscovy duck, a large forest duck which is widely distributed in the wild throughout lowland areas from Mexico to northern Argentina. Territorial and gregarious, with no fixed breeding season,prolificeggproduction,andrapidmaturation,these omnivorous and easily managed crop

pests exhibit many attributes of the successful domesticate. However, for a variety of factors, we are currently unsure where or when the Muscovy duck was domesticated, other than to say that this probably happened somewhere in the neotropical lowlands before AD 1492 (Stahl 2005).The relative paucity of native animal domesticates in the Amazon basin is perhaps counterintuitive for a number of reasons. Indigenous Amazonians had different degrees of control over the production of many plant species, and are celebrated for their proclivity toward pet keeping. They inhabit biomes that are equally famous for supporting biologically rich plant and animal life. A failure to domestic at least some animals is particularly puzzling when we consider that despite the apparent luxuriant richness of plant and animal life, neotropical forests were once considered to be “protein deserts” from a human perspective. Lacking essential nutrients in their staple crops, it was suggested that indigenous Amazonian populations were varyingly dependent on the high quality protein and fats of highly dispersed wild animals in undisturbed forests (Nigh and Nations 1980:17). These ideas became quite prominent in the literature decades ago as anthropologists argued about the relative availability of protein in the neotropical forests and its effects on the character and cultural development of indigenous populations (e.g., Beckerman 1979; Gross 1975; Ross 1978). If the assertion of impoverished protein sources were true, then why wouldn’t rational agriculturalists have supplemented their carbohydrate-heavy agroecological systems with ready sources of domesticated animal protein?An early advocate of lowland tropical hearths for agricultural origins in Southeast Asia and Northwestern South America, Carl Sauer (1952) speculated that riparian planters of the tropics were indisposed to domesticating wild animals as they would have been otherwise easily secured in a remarkably abundant local setting. Sauer envisioned a very ancient, pre-Holocene beginning for agriculture in areas of marked biodiversity where sedentary humans free of chronic food shortages, were afforded the luxury of slow and leisurely experimentation with plants. In the western hemisphere, he looked to wooded riparian habitats in regions with marked rainy and dry seasons like the Caribbean lowlands of Colombia. Sauer sought the earliest steps

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to New World plant domestication in root cropping which he saw as possessing several advantages over seed collecting: roots were harvested as needed; they did not require storage; they survived marked seasonality; and, digging was a form of involuntary cultivation that comprised the first steps to agriculture(Sauer 1965). The vegetative reproduction of root crops eventually provisioned farmers with abundant and continuous supplies of starches and sugars, but little protein. Unlike seed-based systems that provided a balanced plant diet, “one-sided” vegetative root cropping had no apparent interest or any need for plant-based fats or proteins. These were clearly provided in the “surplus supply” of “richly stocked” habitats where early root crop agriculturalists lived (Sauer 1959). He suggested that primarily because of the easily secured local riparian and aquatic animal protein, neotropical horticulturalists had no need to domesticate more animals than possibly the Muscovy duck (Sauer 1952:49).From their hearth in the northwestern lowlands of South America, tropical vegeculture diffused northward where it served as the template for the development of early seed-based agriculture in northern Central America and southern Mexico (Sauer 1952:50). However, vegetative agriculture was not “enthusiastically accepted” by seed farmers whose crops provided dietary balance; their need for animal food was minimal as their agriculture provided an acceptable diet high in plant-based protein (Sauer 1959). The routes along which early vegetative agriculturalists diffused were apparently riparian and coastal (Sauer 1952: Plate II). This was in part presumably out of dietary necessity, for here the protein provided by an abundance of aquatic game animals would balance their overwhelmingly carbohydrate-dominated root crop diet.Thisbasicscenarioisfollowedinlaterinfluentialtreatments of tropical agricultural origins by David Harris and Donald Lathrap. Harris (1972), like Sauer, sought an early hearth of plant food production within the ecologically complex lowland tropical ecosystems of the Orinoco basin and coastal Caribbean lowlands of northwestern South America. A protracted period of proto-cultivation involved human manipulation of natural ecosystems through the substitution of preferred domesticates into their structurally and functionally equivalent ecological niches. This would have been undertaken by less specialized groups

exploiting broad spectrum resources in the highly productive ecotones where forest and woodland abutted rivers, coasts, and savannas. The balanced and secure diet afforded by these areas promoted increased sedentism and opportunity for plant experimentation in the open contexts of human disturbance. Unlike the balanced diet provided by seed-based cultivation, the heavy carbohydrate emphasis of vegeculture necessitated a “persistence of hunting and fishing as major subsistenceactivities” and limited its practice to protein-rich edges of rivers, shores and savannas (Harris 1972:188).Like Harris, Lathrap (1977) followed in Sauer’s footsteps yet sought early agricultural beginnings in the Amazon basin. Early humans who had originally entered the area via dry period grasslands eventually gravitated to river banks as the forests returned. Here, the systematic exploitation of abundant aquatic animals lead to increased sedentism and the increasing importance of fishing which prompted theearlyuseof nets,floats,andpoisons.Theveryearly concentration and tending of these and other plant-based products in adjacent house gardens, along with increased sedentism, elaboration of watercraft, and population size, eventually lead to a greater reliance on plant foods and the increased importance of larger garden chacras (Lathrap 1977:735). Early colonizationalongriverinefloodplainhabitatswas underway at an early date, yet manioc root-cropping was introduced at a relatively later date, possibly only after tropical colonists had penetrated northwestern South America, Sauer’s early hearth for manioc cultivation (Lathrap 1977:739). Although, Lathrap’s earlier guess-dates for manioc cultivation appear today to be relatively accurate, current data suggest its origins to lie in southwestern Amazonia (Arroyo-Kalin 2010; Clement et al. 2010; Isendahl 2011). The heavy carbohydrate-based emphasis of vegeculture required that root crop agriculturalists remain tethered to areas that afforded a natural abundance of animal protein, particularly riverine settings. However, not taking into account the availability of other plant-based forms of protein (Beckerman 1979), why didn’t Amazonian populations then domesticate any animals? Recent attempts to model the transition to agricultural production in the neotropics couple environmental change with the perspective of Human Behavioral Ecology. In particular, diet-breadth models have been used to explain

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the early Holocene appearance of food production. Assuming that human behavior tends toward optimization, diet breadth is an encounter contingent foraging model which predicts under what circumstances resources are pursued and harvested based upon an assessment of relative costs and benefitsafforded by different foraging strategies. Resources outside of the optimal diet are ignored upon encounter, whereas those within itarealwayspursued.Therelativeprofitabilityof alternative strategies can always change with alterations of environmental variables (Winterhalder and Kennett 2006).In short, it has been suggested that changes in foraging rates were associated with vegetational and faunal shifts associated with environmental changes that had occurred at the end of the Pleistocene and into the early Holocene some twelve to nine thousand years ago. The density of highly ranked large animals and high quality plants in seasonal forests diminished with tropical forest invasion, requiring humans to broaden their diet breadth by focusing on lower-ranking resources. The ensuing lowered rates of return from foraging prompted an optimizing shift to moreprofitablecultivationaroundninetotenthousand years ago (Piperno 2006:149-152). These ideas can accommodate the early onset of plant cultivation in the neotropics; however, unlike Sauer’s model Human Behavioral Ecology makes little accommodation for the lack of animal domestication. If the response of early Holocene foragers was to begin plant cultivation because it became profitable, whether indigenous Amazoniansrank resources or ever adhered to constrained optimization, why then did they chose not to domesticate animals?Following the early lead of Sir Frances Galton (1864), who listed a range of conditions that an animal had to share in order to become a candidate for domestication, Jared Diamond (2002:702) focused on those attributes shared by all larger mammals that had never been domesticated by humans. Diamond suggests that the variable appearance of animal domestication in the human record lies not with cultural decisions but with the relative availability or unavailability of wild candidates appropriate for domestication. On thisaccount,Amazoniawasmarkedlydeficientin animals, at least in larger land mammals that could have ever been domesticated by humans. Although a clever idea in itself,

various authorities (Gilmore 1950:346; Morton 1984; Smith 1999:108-110; Smole 1976:185) have offered a substantial list of contemporary candidates that are suitable for domestication or semi-domestication in Amazonia. They include: South American river turtle (Podocnemis expansa), rhea (Rhea americana), fulvous whistling duck (Dendrocygna bicolor), white-faced whistling duck (Dendrocygna viduata), black-bellied whistling duck (Dendrocygna autumnalis), chachalaca (Ortalis motmot), curassow (Crax spp.), gray-winged trumpeter (Psophia crepitans), parrots, kinkajou (Potos flavus), grison (Galictis vittata), otter (Lontra longicaudus), peccary (Pecari tajacu), capybara (Hydrochaeris hydrochaeris), and Amazon bamboo rat (Dactylomys dactylinus). Although none of these animals was ever domesticated in the sense that we understand domestication, I remain skeptical that the relative absence of native animal domesticates was due to environmental circumstance and opportunity. Instead, I suggest that this “failure to domesticate” animals may have had less to do with opportunity than it has to do with ideas. It is entirely likely that Amazonians failed to domesticate animals because they philosophically could not.

Amazonian Ontologies and Non-Domestication

Humans intellectually construct how they view their relationship with the environment (Glacken 1967; White 1967). Despite the imperiousness of positivistic dualism, the ways in which humans relate themselves to their environments include a “dazzling variety in attitudes toward nature still held today” (Glacken 1973:134). The variable construction of differing cosmological attitudes by humans throughout time and space relegates a dualistic juxtaposition of nature and culture to that of one competing philosophical model operating alongside other rational human epistemtologies (Descola 1996; Bird-David 1999). Indigenous ontologies of the Americas are not predicated on a nature/culture divide, rather all beings are capable of intentionality and reflexiveconsciousness, and “if all entities in the cosmos are potentially people, knowing how one kind of being turns into another becomes a matter of paramount concern” (Fausto 2007:501). The moral dilemma of consuming an entity that possesses a soul like a human becomes “a defining element” of indigenous religiousthought (Pierotti 2011:75).

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The fundamental expression of cognized symbolic ecology, or how humans perceive the environment and their appropriate place within it, is understood in terms of how humans relate to non-humans (Descola 1996:87). Pálsson (1996) has succinctly differentiated dualistic cosmological paradigms of paternalism and orientalism, the intellectual heirs of renaissance and enlightenment philosophy, from communalism which rejects any radical split between nature and society. Communalistic Amazonian ecocosmologies, in particular, stress a nature that is contiguous with society and in which humans participate in a wider community of living things (Århem 1996:185). These epistemological frameworks can be considered within the larger paradigm of animistic logic which endows nature with human disposition through intimate metonymic association rather than through metaphorical substitution based upon similarity (Descola 1992:114, 1996:87). Animism does not exploit observable discontinuities in nature in order to confer conceptual order on society; rather, it usessystemsof socialclassificationtoorganizehumans and natural species: “if totemic systems model society after nature, then animistic systems model nature after society” (Århem 1996:185). Orientalism facilitates a perspective which allows humans to see themselves as masters of a nature from which they are detached, and enables the use of a vocabulary that includes domestication and exploitation for production, consumption, sport, and display. Paternalisim can also assume human mastery but in a non-exploitational form of protection where humans can act on behalf of nature. These fundamental relationships differ from communalism’s emphasis on contingency, dialogue, exchange, and intimate personal relations between humans and non-humans (Pálsson 1996 68-72).The ways in which humans interact or relate to non-humans can be expressed in a number of different modes (Descola 1996:89). These become particularly pertinent in the act of hunting which acquires sentient animals as prey. One form of interaction can include a reciprocity based upon the notion of strict equivalence between humans and non-humans in which either can be substituted for the other. Conflict resolution between fundamentallysimilar entities might assume the form of gift, negotiation, or alliance (Erikson 2000:11-13). Another mode of relation might assume predation, which can be seen as a social relation

between subjects (Fausto 1999:937), when compensation for loss is necessary because non-human entities may wish to take revenge. A third relational mode can involve protection in which non humans become dependent upon humans; however, this is seldom associated with animicsystems(Descola1996:94).Specificallyregarding the Achuar, Descola mentions that game animals could never be domesticated because they are independent and collective subjects of a contractual relation with humans: “they could not conceive of animals as being subordinated to humans and thus providing convenient substitutes for them” (2001:11).A fundamental aspect of Amazonian symbolic ecology lies in its expression of dividuation. Rather than conceiving of humans as bounded and indivisible individuals, the divisible dividual creates identity through absorbing and emitting influenceandsubstancesbetweenvariousactors(Marriott 1976:111) within an ecocosmological context where the constructed dividual is the plural and composite site of relationships (Strathern 1988:13). Amongst the Nayaka of southern India, Bird-David (1999:72-73) explains how each person is conscious of the way he/she relates to all others; personhood is made by producing and reproducing shared relationships with others. This relationship is explicitly expressed by Panoans in western Amazonia who consider the self to be constituted by the other: “one becomes self through partially becoming other, and that the subjectivityof self issignificantlyenhancedbyintimate contact with -and even incorporation of- the other, be it enemy, spirit being, animal, or plant” (Lagrou 2009:195).Viveiros de Castro (1998) offers a conceptual ecocosmological model that is reminiscent of animistic logic, as it employs society as a reference for nature and the projection of a logical equivalence between humans and animals. Amerindian Perspectivism is based on a multi-naturalism which considers that all beings that possess a soul (as the descendants of a mythical state of undifferentiation between animals and humans) see the world in the same way. What changes is the way they see it, as this involves seeing it from different perspectives. The latter lie in the embodiment of the viewer; simultaneously, humans see humans as humans and animals as animals, while animals see humans as animals and animals as humans (Figure 1). Humans and animals are therefore not species but conditions. Anything that has a soul is a subject and is therefore capable

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of having its own perspective which creates the subject. Amerindian Perspectivism, he suggests, does not necessarily involve all animals but involves only those that perform key symbolic or practical roles (Viveiros de Castro 1998:471). As briefly alluded to earlier amongst theAchuar, perspectivism can create a special predicament for the Amazonian hunter who wishes to eat animals. It is a moral dilemma that is considered to be a defining elementof all Native American religions (Pierotti 2011). Animals also presented a philosophical quandary for proponents of positivistic dualism. Descartes was particularly harsh when dealing with animals because they presented dualism with its stiffest challenge for severing humans from nature (Coates 1998). Cartesian logic required that animals be considered as automata, like clocks, with a capacity neither for pain nor pleasure (Coates 1998:76). The souls of animals had to be wholly different from those of humans. Descartes considered speech as the embodiment of rational humans as opposed to the sounds made by thoughtless animals. Therefore, he considered human language as expressing thought. Rather than expressing its intelligence, the chatter of the parrot demonstrated its different soul, for it was not at the same level of even the stupidest child (Coates 1988:180).

Animal sentience is also a conundrum for Amazonians, especially when hunting. Århem (1996:193) emphasizes that the Makuna of northwestern Amazonia must deprive animal persons of humanity through food shamanism before they can consume an equal. For the Wari’ of western Amazonia, consuming an animal who sees itself as human or as a human that can be seen as an animal constitutes a form of anthropophagy based on a relationship of reciprocity, “the only proper form of meat eating” (Conklin 2001:193). Fausto (2007:504) suggests that the subjective condition of meat consumption is neutralized through cooking, often overcooking, because blood is the focus of attention; cooked meat is strictly alimentary, whereas consuming raw meat appropriates the animistic capacity of the prey.Although Amazonians must deal intellectually with the problem of procuring meat from sentient beings, they are also legendary for their keen interest in all kinds of pets. Amazonians are known to keep everything from insects to peccaries and parrots. Although western intellectual tradition has long considered the keeping of pets as a primitive precursor to domestication (Galton 1864), it would be a particularly condescending mistake to consider the Amazonian propensity for pet rearing as a rudimentary form of proto-domestication. Erikson (2000:22) has cogently pointed out

Figure 1. A Possible Perspectival Matrix for Human/Animal Perceptions

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that, far from incipient domestication, the keeping of pets is rather an expression of a way of life based upon hunting. Pets cannot be seen as “mobile protein reserves” because to the hunter taming should be seen as a form of sacrifice,foritisnot killing (Erikson 2000:21).For the hunter who fundamentally relates to his prey through contingency, dialogue, exchange, and intimate personal relations (Pálsson 1996:72), the act of hunting is a form of seduction (Taylor 2001:54) or love affair whose success is based upon entering into a relationship with his prey (Pálsson 1996:74). It is a social act between subjects and the main form of appropriation for Amazonians unfamiliar with domestication (Fausto 1999:937). Pet keeping as a form of familiarization is the main way that Amazonians have always practiced animal familiarization, in which the young of prey surrender their perspective to that of the keeper (Fausto 1999:941). It has been described in terms of diminishing the spatial, cognitive, and bodily distance between others through a “complex process of getting hold of otherness” (Lagrou 2009:196). This might also beunderstoodas a functionof identificationformation by the dividuated person. The social quality of the act is clearly demonstrated in the assignation of kin terms to pets, an expression of the larger “kincentric ecology” held by indigenous peoples (Salmón 2000). Young pets are incorporated into kinship systems (e.g., Århem 1996:191 Cormier 2002; 2003; Descola 2001:111;Taylor 2001:54) and often adopted as affines, which in Amazonia is the mostsignificantmodeof sociality (Taylor 2001:53;Viveiros de Castro 2001).Once an animal is a pet, it is rarely if ever consumed; it is no longer of the same species (Erikson 2000:9). This relationship is clearly expressed in different ways throughout Amazonia, where indigenous cultures often incorporate a distinction between native animals and exotic post-Columbian introductions. The Achuar keep the orphaned young of hunted game animals, but they are never eaten: “unlike human children, however, game children-in-law are both sterile (they do not reproduce in captivity and no effort is made to pair them, indeed, their sex seems to be largely indifferent to their masters) and orphans” (Taylor 2001:54). They are not considered as expendable livestock; having not been created through human labor they can neither be fully owned nor commoditized (Descola 2001:111). Animals cannot be owned

as they are not created by humans, however, Santos-Granero (2009:168-175) suggests that pets, like children or captives may be owned because they result from productive agency. Nevertheless, captives as the progeny of killed animals must be treated kindly as one would raise a pet.The thought of consuming a pet would be considered by many indigenous Amazonians as an act of savagery (Erickson 2000:20; Rivière 1969:40; Smole 1976:185). The Matsigenka release the many animals they raise as pets, and although they may return to the village, they are never hunted as “it would be like killing my own children” (Shepard 2002:110). The Kalapalo nurture and protect pets as they would children, and although they may be considered as living things that are eaten, this is never done. Pets, like humans are to be buried and are the only animals with villages of the dead (Basso 1977:101-102). The Araweté draw a distinction between untamed animals which are eaten as opposed to those which are raised and cared for (Viveiros de Castro 1992:73). Amazonians are certainly aware of exotic Eurasian domesticates, but they tend to treat them differently from native game animals. For the Guajá, exotic domesticates are non-kin. Having no soul, they are treated harshly, as opposed to affinal pets who are nurtured(Cormier 2002:70, 2003:115). Animals raised as pets by the Bororo are never considered to be edible, whereas Brazilian pigs and chickens are, as they are not considered to be helpers and they defecate inside houses (Crocker 1985:156). Apinaye’ women are addicted to raising the young of many animals, including Eurasian domesticates; however, pets are buried like human beings while the carcasses of exotic domesticates raised for food are thrown to the vultures (Nimuendaju 1967:95). Amazonians are known to raise exotic domesticates, especially chickens, and sometimes even pigs, horses, or cattle. However, they are often raised not to be eaten, but are kept for their singing, their beauty, or at times for barter with non-Indians (Farabee 1967:164; Goldman 1963:64; Henley 1982:47; Rivière 1969:40-41; Smole 1976:185; Thomas 1982:42).

Concluding Thoughts

The overall familiarization of Amazonians with sensate others, particularly the way they relate to animals, game items, and pets, are serious impediments to animal domestication,

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regardless as to whether this involves native species or introduced exotics (Erikson 2000:22). The reason that Amazonians “fail to domesticate” animals is not based on the lack of raw material or opportunity; rather, it rests with their shared logic which guides how appropriate relations are conducted between sentient beings (Hugh-Jones 2001:246). Indigenous Amazonians don’t domesticate animals because it doesn’t make any sense to them.It is interesting that despite having domesticated very few, if any, animals, they did however domesticate many plants, and are renowned as avid planters of almost anything they can put into the soil. This shift in attitude might be explained by the differences that can be perceived between individual game animals and communities of plants. The Makuna cosmic food web is a continuum that includes eaters (predator and/or prey) and food (prey). Supreme predators (prey to none) occupy one end of the continuum. All animal ‘others’ are ‘essentialaffines,’andeachhasitsownvillageand culture. An intermediate position includes life forms like humans (both predator and prey). The opposite end is occupied by edible plants (only prey) which are only thought of as food. (Århem 1996:188-191). Pierotti (2011:70) suggests that plant domestication is different from animal domestication primarily because plants cultivated in polycultural contexts retain their ecological relationships to one another. Salmón (2000:1330) succinctly states that “plants like to be near each other because they share their breaths.” The M’bêngôkre (Kayapó) are careful to combine synergistic plant groups, characterized as “plant energies”, together as they understand that plants that are “good friends” or “good neighbors” develop more vigorously when planted with each other (Posey 2002:7). For the Kalapalo, plants attract little interest in any discussion of what constitutes proper food (Basso 1977:100).Perhaps in this sense we might reconsider Sauer’s notion of the super-abundant neotropical environment which he considered as one of two hearths for plant and animal domestication. It is entirely possible that our notions of domestication obscure what indigenous Amazonians did not have to anticipate as they produced their own humanized landscapes. From an operationalized perspective of Amazonian symbolic ecology, it might be interesting to speculate that domesticating animals in the strict positivistic sense was an

entirely irrelevant enterprise. It is possible that Amazonians focused less on domesticating particular species than they did on constructing broader landscapes (Erickson 2006). Evidence for the existence of extensive anthropogenic landscapes is accumulating within pre-Columbian neotropical environments which became forested after human population collapse through a process of “landscape fallowing” (Heckenberger et al. 2007:204).The agroecological mechanisms for creating and maintaining mosaic cultivated landscapes were perfected by larger pre-collapse Amazonian populations who relied on various forms of gardening, arboriculture, soil enhancement, and wetland management within a regional system of settlement dynamics (Balée 2006; Denevan 2001; Heckenberger et al. 2007). Indigenous landscape managers continuously manufactured and maintained domesticated landscapes, producing humanized environments through their constant activities that included “all nongenetic, intentional, and unintentional practices and activities of humans that transform local and regional environments into productive, physically patterned, cultural landscapes for humans and other species” (Erickson 2006:241).It is within the context of continuous landscape modification by a keystone species that theecological origins of neotropical agricultural are perhaps better understood. Intermediate disturbance and landscape heterogeneity produced through partial species replacement in smaller temporal and spatial episodes increases regional diversity and increases wildlife density (Balée 2006:83-85). Domestication can be envisaged along a coevolutionary continuum of human plant promotion/management/cultivation that guides differential reproduction and survival and produces genotypical change which makes organisms more useful to humans and better adapted to their landscape intervention. Landscape domestication involves changes in plant and animal demographics through conscious ecological manipulation by humans as they create productive and congenial surroundings (Clement 1999a). Increased landscape diversity is associated with the length of local human occupation (Clement 1999b:208), whereas decreased landscape diversity occurs when humans are removed (Balée 2006:82). This has important repercussions for Amazonia today where the reduced scale of contemporary indigenous land management nevertheless serves as

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the most important and effective barrier to indiscriminate deforestation associated with modern industrial agribusiness (Heckenberger et al. 2007:200).

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Simposio “Alta Amazonía”

Early Ceremonial Architecture in the Ceja de Selva (800-100 B.C.):

A Case Study from Huayurco, Jaén Region, PeruRyan Clasby

Yale University, Estados Unidos

Introduction

The eastern Andean montane forest has traditionally been an afterthought in discussions concerning the development of early ceremonial architecture in the Andes. Commonly perceived as an environmental zone inhospitable towards large populations and complex sociopolitical formations, the ceja was little investigated in comparison to the highland and coastal valleys to the west. However, recent archaeological investigations in the Jaén region of the northeastern Peruvian Andes have begun to overturn these assumptions, demonstrating that certain parts of the ceja were densely occupied from an early period with local populations developing unique sociopolitical formations represented in both domestic and ceremonial architecture. This paper will examine the excavation results of an early ceremonial structure (800-100 B.C)1 from the site of Huayurco in the Jaén region, providing insight into the type of early societies that existed in this area, and the impact that interregional exchange had on their development.

The eastern slopes of the Central Andes

The eastern slopes of the Central Andes, often referred to as the montaña, selva alta (high jungle), and “ceja de selva” (eyebrow of the jungle), is a narrow ecological zone of tropical montane forest between the western Andean sierras and the Amazonian lowlands (Pulgar Vidal 1972; Raymond 1988). The area is characterized by steep slopes, heavy rainfall, expansive forests, and rugged terrain as well as considerable environmental variability. Wide ranging altitudes (3,800-300 masl), different soil types, and local precipitation patterns create an abrupt topography comprised of forested microclimates within which is an incredibly

diverse range of flora and fauna (Bush et al. 2011; Gentry 1988; Raymond 1988). The difficult terrain coupled with the factthat many areas today are sparsely inhabited suggested that the eastern slopes were an environmental zone of limited capacity for permanent settlements, large populations, and complex sociopolitical organization (Steward 1948: 507-508). Thus, the eastern slopes have long been considered marginal to the complex cultural developments occurring in the Central Andes despite early attempts by scholars such as Julio C. Tello (1960) and Lathrap (1970) to emphasize its importance. Recent archaeological and ethnohistoric investigations, however, have demonstrated that certain areas were intensely populated lending support to the idea that the ceja de selva played a critical role in facilitating economic and ideological exchange between both the Central Andes and Amazonian lowlands throughout much of prehistory (Burger 1984, 2003; Church 1996; DeBoer 2003; Guffroy 2008; Raymond 1988; Taylor 1999; Valdez 2008; Yamamoto 2008; Zeidler 2008). Indeed, Spanish chroniclers noted the favorable warm climate and the availability of fertile agricultural lands as well as large sedentary populations and complex social patterns involving hierarchy and class differences (Taylor 1999: 196-197). Ethno-historical documents suggest that eastern slope populations were in repeated contact with peoples from the Central Andes, often involved in trade networks between societies in the highlands and tropical lowlands (Raymond 1988; Taylor 1999). Archaeological evidence lends support to these claims. Initial Period (1800-900 B.C.) and Early Horizon (900-200 B.C.) iconography found on pottery, stone carvings, mud murals, and other media at sites on the Peruvian coast and highlands exhibits tropical forest plant/animal imagery such as manioc, the jaguar, the harpy eagle,

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and the caiman (Burger 1992; Lathrap 1971; Tello 1960). The prevalence of these images suggests that the cosmology of early Central Andean societies drew significantly fromthe tropical rain forest, likely indicating close interregional interaction.This is significantasthese time periods are associated with the rise of complex societies on the Peruvian central and north coast and in the adjacent highlands (Burger 1992). These interactions helped to shape cultural development within the Central Andes and thus are necessary to understand the larger historical processes related to Andean civilization.

The Jaén region

One such area of likely importance to interregional exchange is the Jaén region. Situated in the northeastern slopes of the Peruvian Andes, close to the Ecuadorian border, this region encompasses the modern districts of Cajamarca and Amazonas. From an ecological perspective, the Jaén region is located at a natural interface. In addition to the high temperatures (25’C annual average), dense vegetation, and rolling hills that characterize its position between the highlands and the tropical lowlands, Jaén also lies in a transition point between the wetter Ecuadorian Andes to the north and the more arid Peruvian Andes to the south, a zone traditionally used by scholars to separate the culture areas of the Northern and Central Andes (Guffroy 2008). The region is also distinct from other areas of the eastern slopes in that elevations are fairly low (300-1200 masl) and the climate is rather dry. In fact, Jaén actually receives relatively little precipitation due to rain shadows. As a result, the vegetation consists of short but dense, scrub forest.Directly west of the Jaén region is the Chamaya highlands, a stretch of the Andes where the mountain chain is at its lowest and narrowest (Raymond 1988). Here, mountain passes such as El Paso de Porculla (2,140 masl), are fairly low in relation to other areas of the Andes which can exceed elevations of 4000 masl. Multiple river systems with highland origins (including the Chinchipe, Utcubamba, and Huancabamba) converge in this basin as tributaries of the Marañón forming naturalcorridorsthatconnectthePacificcoasttotheAmazonian rainforest and the Northern Andes to the Central Andes. In essence, the low passes and intersection of tributaries in the Jaén region creates a geographical nexus that would

have connected distinct environmental zones, helping to promote interregional interaction between the coast, highlands and tropical lowlands in prehistoric times.The ethnohistorical evidence for the region gives support to the idea that Jaén was a conduit of inter-cultural exchange The Incas attempted to conquer this zone (Cieza Leon 1985 [1553]: 163; see also Taylor 1999: 201), possibly for control in the trade of exotic goods that they regarded as desirable (among these might have been coca, tropical fruits, bird feathers, hallucinogens, medicinal herbs, pets, and animal pelts). During the early Colonial Period, Spanish chroniclers documented intensive exchange networks between the populations of the Jaén region and groups in Southern Ecuador, the tropical lowlands, and the Peruvian sierras (Jiménez (ed.) 1897: 36-38; see also Shady 1987). People arrived from these regions both by foot (likely from the west, north and south) and canoe (from the east) for the exchange in products such as salt, gold and stone. According to the chroniclers, the Jaén region was a central node where populations from different environmental zones came to acquire new products and the local groups were active in both production and exchange.

Huayurco and the archaeology of the Jaén region

The Jaén region’s potential as a nexus of interregionalinteractionwasfirstdemonstratedarchaeologically with the discovery of Huayurco in 1961 by Pedro Rojas (1961, 1985). The site of Huayurco is located around the Chinchipe and Tabaconas confluence at analtitude of roughly 400-450 masl (Fig.1). This confluence,alongwiththeChinchipe-Marañonroughly 30 km downstream, represents one of two major nexus points within the Jaén region. Together, they connect many of the river valleycorridors that lead to thePacificcoast,Andean highlands, and Amazonian rainforest From a geographical standpoint, Huayurco was favorably situated to take advantage of interregional exchange routes that would have likely passed by the site.Test excavations by Rojas revealed various offerings that suggested both local and non-local origins (Lathrap 1970; Rojas 1985). A simple brown-ware bottle, a common form in the late Initial Period of the Central Andean highlands, appeared alongside marine shell products including large conch trumpets and

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beads intheshapeof fish.Inaddition,Rojasfound 14 finely carved stone bowls and 118 stone bowl fragments, some of which featured excised designs on the exterior and castellated rims. The large quantity of these vessels within small test excavation units and the perceived unfinished nature of some of the fragmentsinspired Donald Lathrap (1970: 108) to suggest that Huayurco was an important production center for a local stone bowl tradition. The presence of similar stone bowls found in coastal and highland Peru (Lumbreras 2007: 285, Fig. 216, sp.672a,b; Mohr-Chavez 1977: 718-719, Fig. 7.11, 7.12; Rojas 1961: 117 a-f); appeared to indicate that Huayurco was active in long distance exchange. This idea was reaffirmed by the presence of marine shelland the fact that the iconography on both the stone vessels and ceramic fragments shared stylistic traits with early traditions found in coastal, highland and tropical lowland sites (Lathrap 1970: 108). These observations led to the idea that Huayurco and the Jaén region were intensely involved in early interregional exchange networks connecting the Andean highlands to the Amazon rainforest.Nevertheless, despite Huayurco’s potential for

exploring early interregional exchange networks in the eastern slopes, few investigations were conducted in the Jaén region over the ensuing decades. The primary exceptions were small projects carried out by Jaime Miasta in the Chinchipe and Tabaconas valleys (Miasta 1979) and Ruth Shady and Hermilio Rosas in the Bagua area (1979; Shady, 1987, 1999). In recent years, Jaén has seen an upsurge in archaeological research. This includes investigations by Atsushi Yamamoto (2008) along the Huacabamba River; Quirino Olivera (2013) near the cities of Jaén and Bagua and Francisco Valdez (2008) in the Zamora-Chinchipe valley in southern Ecuador. These projects in various stages of completion have significantlyaddedtoagreaterunderstandingof the prehistory in this region.

Huayurco

As mentioned, Huayurco is located at the confluence of the Chinchipe and TabaconasRivers, at roughly 400-450masl. The valleys here are comprised of rolling ridges with gradualtosteepinclinesabovethefloodplain.Many of the ridges feature low lying shelves andhillsthatprovidenaturallyflatareasabovethefloodplain.Thesespacestodayandinthepast have been used by the local populations for domesticactivities.Thefloodplainitself variesinsizeneartheconfluencewiththeTabaconasbeing considerably wider than the more deeply entrenched Chinchipe. Nevertheless, each would have likely provided substantial arable land for agriculture. Survey demonstrated that Huayurco, rather than a single site or mound, is actually a complex of at least 12 discontiguous components located around the confluence (Fig.2). Thesecomponents cover a stretch of over 200 ha and range greatly in both time and function. I have grouped them together primarily due to their closeproximitytotheconfluenceandtoeachother (most components were separated by less than 0.5km). A formal settlement pattern survey based on extensive test excavations is necessary to clarify the temporal and functional relationships of the components.Each component, presumably habitational, was positioned well above the level of the floodplain, taking advantage of the lowlying shelves and hills along the edges of the valleys. These components vary in nature. Some are hills showing evidence of platform terracing throughmodificationof thenatural

Figure 1. Huayurco and the Jaén region: Map shows location of major rivers and modern population centers

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inclinations. Other components are sherd or artifact concentrations. While it is possible that small-scale components may have been located on the floodplain, seasonal floodingand the shifting nature of the rivers would have likely prevented any long term settlements (see Lathrap 1968). More likely, these areas were utilized for agricultural purposes including maize, manioc, and palm fruit production, while households and non-domestic activities were placed on the natural terraces and hills along the edges of the valleys. The apparent preference for flat areas abovethefloodplainmeantthatsomeof thehillsandterraces had also been reoccupied on various occasions. While these 12 components made it more difficult to fully evaluate the EarlyHorizon occupation that had been described by Rojas (1985) and Lathrap (1970), they provided an opportunity to investigate the long term cultural developments (spatially and temporally)of an eastern slope community at the site level.

Excavations

Excavations were conducted at multiple components in order to get a better understanding of their temporal and

spatial relationships. The components were divided into sectors (A-L) for the purposes of identification (Fig.2). This paper willexamined the excavation results from Sector G which revealed evidence of early ceremonial architecture. Sector G was primarily selected for its strong evidence of an early occupation, represented by polychrome, incised, and polychrome incised pottery, similar to Early Horizon styles found elsewhere in the Jaén region by Shady (1999; Shady and Rosas 1979) and Yamamoto (2008).

Sector G

Sector G is located on the northern edge of the Chinchipe River, directly adjacent to a small quebrada The sector, over 3 ha in size, is represented by a low lying hill with at least three natural platform terraces, each of which featured evidence of human modification.While surface pottery was collected from each of the terraces, intact stratigraphic deposits were limited to the middle terrace which featuredamuchwiderandflatterplatform.In fact, excavation of the middle platform revealed a large rectangular structure just below the surface (Fig.3). This structure, roughly 15x20 m was comprised of stone footings and freestanding walls made from locally collected river cobbles packed in a soft, yellow mortar. An examination of the stratigraphy and associated architectural features indicate that the structure was not built in a single episode. Rather, it represents the culmination of activities related to multiple occupational phases dating between 800-100 B.C. The chronological complexity of this site was principally recognized along the eastern edge of the middle platform where excavation units revealed stratigraphic deposits of more than 2 m in depth. It was in this area where the earliest occupation of the site was recognized. While horizontal exposure was limited for these early levels,excavationrevealedaninitialfloorbuiltinassociation with at least two freestanding stone walls. As with the stone footings represented inthefinalconstructionphase,thewallswerecomprised of river cobbles packed in a soft, yellow mortar.Most interestingly, this initial occupation was preceded by a stratigraphic layer containing at least 24 human burials, 19 of which were children or infants (Toyne 2012). All of the burials were found in close proximity to one another with individual remains usually mixed

Figure 2. Location of the different sectorsthat comprise the site of Huayurco

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or superimposed over others. In fact, many of the individuals were incomplete consisting only of crania or long bones. While one cannot factor out issues of preservation, the close proximity of these burials along with their incomplete nature suggest that they were possibly secondary deposits, placed in the ground before the initial construction phase at the site. Most of the burials lacked material deposits with the exception of two adults, one of which was accompanied with a hafted axe made of rose-colored quartz while the other featured a small bracelet or necklace made of circular stone beads. The type of stone was not identifiedalthoughoneof thebeadswasbluein color, similar to lapis lazuli.Pottery found in the deposits below and in association with the floor consisted almostexclusively of decorated pottery in the form of open bowls and short-necked jars. Many of the bowl rims were castellated along the rim. The pottery featured a variety of techniques including both painted and incised wares. Zonal polychrome incision was also common. Much of the decoration included white and/or black paint on a red slip. Many of the jar rims were reinforced on the exteriors, often with nicks or impressions at the junction of the rim and neck. Substantial changes occurred to the middle platform around 400-300 B.C as the original occupation appears to have been intentionally buried. In fact, a thick layer of crushed, red-colored rock was superimposed over the earlier occupation. This layer, which contained few material remains, occurs naturally in other parts of Sector G, and appears to have been mined specificallyasafoundationforthesucceedingfloorlevels.Whiletheexteriorwallsassociatedwith the earlier occupation were largely covered over, the inhabitants took advantage of the framework already in place by modifying and rebuilding the walls in the same location.As with the earlier occupation, the inhabitants appear to have placed dedicatory burials below the levelof thefloors. In this case,however,only twowere identified,anadultandachild(Toyne 2012). The adult, who lacked any offerings, was partially buried underneath one of the stone footings. The child, on the otherhandwasplacedunderthefloorandwasaccompanied by a fragment of a mortero stone as well the partial skeleton of an alpaca.The structure itself is comprised of a series of footings along the interior which form several different rooms. The structure appears

to have been built in two different phase as twodifferentfloorswerefoundinassociationwith the architecture. The stone footings and walls that comprised the structure were almost certainly capped by wood, thatch, or other perishable material for protection against the elements. While poor organic preservation at the site ruled out finding these materials,several possible post holes were found within the interior, often directly adjacent to the footings. While the specific function of the structureis unclear, excavation revealed a large amount of hearths within each of the interior rooms. Thesehearthswereunlined,identifiedprimarilyby their dark ash and the circular orange burn marksinthefloor.Manyof theseorangeburnmarks overlapped suggesting that the burning events were frequent with each hearth used onlybriefly.Most of the hearths lacked macro remains that would demonstrate their intended use. However, a few revealed evidence of small bone and pottery. The bone largely consisted of local riverine species although some mammals were present as well (Vásquez and Rosales 2012). In fact, a few of the hearths contained the remains of small to medium sized felines such as the Felis tigrina. None of the feline bone featured cut marks. Animal remains found in the deposition associated with the floor wasa mix of local species including riverine crab (Hypolobocera sp.), land snail (Bulimulidae sp., Thaumastus sp.), deer (Odocoileus virginianus sp.), armadillo (Dasypus sp.), and lizard (Saurio sp.; Iguana iguana). Exotic animals are also present in the form of marine products (Platyxanthus orbigny, Rhinobatosplanicep sp., Pteriidae sp., etc.), camelids (Lama sp.), agouti (Agouti sp.) and capybara (Hydrochaeris sp.).Evidence for ritual use of the structure is also indicated by the presence of offerings within the interior of the building. In addition to scattered pottery deposits, necklaces made of materials such as rose-colored quartz2 (Fig.4) andmarineshellwerealsoidentified.Theshellnecklace was of particular importance as it was a clear indication of Huayurco’s long distance relationships. Continued excavation showed this not to be an isolated find as numerousworked marine shell fragments were found along the interior of the complex. Analysis by Gladys Paz (2011) revealed three types of marine shell (Pinctada mazatlanica, Strombus gracilior, Prunum curtur). imported from the warmer waters of the far-north coast of Peru

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and Southern Ecuador. ContactwiththePacificcoast was also supported by the presence of the marine species listed above including some coming from the colder waters of Peru.The second phase, which roughly dates from 400to100B.Cisalsodefinedbyopenbowlsand necked jars. Many of the jars in this phase feature reinforced exterior rims and strong carinations along the body. Bowl rims were often castellated. Post-fired white paint wastypically applied to reduced ware or red slipped vessels. Exterior decoration usually consisted of incised geometric designs. One of the most prominent designs was the double-helix spiral (Fig.5, see Stone 2011: 41). In some cases, the incisionswerefilledwithpostfiredredorwhitepaint. Many of the jar forms featured red-painted reinforced exterior rims. Bowls often featured a variety of decorative techniques including zonal polychrome incision, stamping, modeling, and crosshatching.

Discussion

The architectural and cultural features associated with the structure in Sector G at Huayurco appear to indicate that it functioned as a ritual or ceremonial center. As mentioned, there were a number of interments placed below each of the principal construction phases, an act which has parallels to the Andean tradition of burying children or offerings underneath the foundations of ceremonial structures in order to ensure the success of the activities inside (see Burger 1992:74). Further, the structure featured exotic offerings, finepottery, and a number of unlined hearths withintheinterior.Thedistributionof thefirepits suggest the possibility of brief but frequent ceremonies centered on burning rituals. The presence of burnt feline bone in the hearths lends support to this idea. While the nature of this significance is stillbeingassessed, thearchitectural and the horizontal distribution of its features and artifacts speak to a unique eastern slope pattern which may not have direct antecedents in either the highlands or tropical lowlands. Similar stone footings and walls have been discovered by Olivera (2013) and Valdez (2008) at the nearby sites of Montegrande and Santa Ana-La Florida, both of which appear to date to periods much earlier than Huayurco, possibly representing antecedents to the architectural traditions at Sector G. The ceramic iconography in the later phase of Sector G is exceptionally provocative. Rebecca

Stone (2011: 41) argues that the double-helix spiral is referencing the “caapi vine/snake/spiralconfiguration,”amixof symbolsinherentto shamanic transformation through the use of psychotropic drugs. Although seemingly tied to symbols of the jungle, variations of the double-helix are found at various sites in the coast, highlands, and eastern slopes of Northern Peru during the late Initial Period and Early Horizon. This includes the lower and middle Jequetepeque (Sakai y Martínez 2008: 180, Fig. 3F; Tsurumi 2008: 153, Fig.13); Cajamarca (Terada and Onuki 1982: lamina 86); Kuntur Wasi (Inokuchi 2008: 227, Fig. 2b); Pacopampa (Morales 2005: 227, Fig.18); the Huancabamba (Yamamoto 2008: Fig.20); and Bagua (Shady 1999: 205, Fig. 2d.) The ubiquitous nature of this design possibly indicates a shared tradition between coastal, highland, and lowland groups during the late Initial Period and Early Horizon. In fact exchange networks expand during this period with a greater variety in the type of products being moved (Burger 1992). This occurs alongside a greater increase in the shared use of iconographic symbols. Perhaps the double-helix was one of many familiar symbols that spoke to a larger connection between distant populations based on shamanism and the use of psychotropic drugs. In effect, these symbols may have helped to unite various cultures through a shared ideology which could have then had practical implications related to exchange and interaction.In fact, these exchange networks are evident in terms of the marine shell and animal products found in Sector G. As mentioned,the animal remains associated with the structure includes species with coastal, highland, and tropical forest origins3. While the nature of this exchange is unclear, the presence of marine shell beads and necklaces suggest that the people of Huayurco desired exotic products for non-domestic activities. With regards to the idea that Huayurco was a stone bowl production center, this too remains to be determined. Outside of a surface fragment found in Sector J, no stone bowls were recovered during the course of the investigation. Until more of these vessels are foundincontext,itremainsdifficulttoassesstheir significance to the local cultures. Of recent work in the region, only Valdez (2008) has found these vessels in context (as part of an offering). However, at least 94 of these stone vessels are present in local museums in Jaén and Bagua suggesting that they were

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widely produced within the region, possibly over a long period of time.Huayurco continued to be occupied during the Early Intermediate Period but experienced substantial changes in terms of site layout. Sector G was abandoned while large scale architecture was undertaken in Sector D, located along the eastern edge of the Tabaconas River (Clasby and Meneses 2013: 310-314). The inhabitants of the site had terraced the hill in Sector D and built large walls on both platforms which may have had either ceremonial or defensive functions. During a 500-600 year span (A.D. 1-600), this sector was the location of numerous reconstruction activites. The nature of Huayurco’s interregional relationship begin to change as well. Although excavations continued to yield exotic animal remains and shell products, these items appear to have diminished in importance. The pottery becomes less varied and shows greater stylistic ties to cultures in the highlands of southern and central Ecuador than to the Peruvian coast and highlands suggesting that Huayurco may have shifted the focus of its long distance exchange.The initial excavation results from Huayurco indicate that the Jaén region was at times well connected to the cultural processes occurring in both the Northern and Central Andes.The

populations living in this region were not small, marginalized groups but rather large societies with complex sociopolitical formations. The inhabitants of this region were specialists in both pottery and the production of finelycarved stone vessels. They also engaged in the construction of large scale ritual and monumental architecture beginning at an early period. While recent investigations have been instrumental in demonstrating the complex cultural developments within the Jaén region, further research is necessary to contextualize these processes within the larger prehistoric narrative of Western South America.

Acknowledgements

The research at Huayurco was supported by NSF Dissertation Improvement Grant. BCS-0951661 and the MacMillan Center Dissertation Grant (Yale University). I would also like to thank Richard Burger and Jason Nesbitt for their helpful comments and advice concerning this paper.

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1 The years are based on seven calibrated radiocarbon dates taken from different contexts associated with the two principal construction phases of the structure (see Clasby and Meneses 2013).2StoneidentificationsmadebyEdwinSilvadela Roca.3 Some species presumed to be exotic as they are not present in the area today (including the agouti, capybara, and felines) may have had ranges that extended into the region in prehistoric times.

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Simposio “Alta Amazonía”

Los orígenes y el desarrollo de la organizaciónsocio-política de la cultura Chachapoya: Una mirada desde la Provincia de Luya,

Departamento Amazonas, PerúKlaus Koschmieder

Universidad Libre de Berlin, Alemania

Introducción

La cultura arqueológica Chachapoya se desarrolló entre 800 y 1500 D.C. en la Alta Amazonía del nororiente peruano, donde predomina la “ceja de selva” con bosques nubosos. Los restos arquitectónicos se distribuyen entre la barrera natural del rio MarañoneneloesteylasprovinciasdeBaguaen el norte y Pataz en el sur, mientras los límitesorientales aúnestándefinidos (Fig.1).El territorio abarca unos 30000 km² en donde durante la época prehispánica final vivianunos 500000 habitantes (Lerche 1995: 36). En el norte los asentamientos residenciales (o llaqtas) se ubican en la parte alta de la zona ecológica quichua (2500-3200 m), mientras en el sur predominan en la jalca (3200-4000 m) (Koschmieder 2012; Lerche 1986; Ravines 1994: 520; Schjellerup 2005: 369; Thompson 1974, 1976). Estas alturas concuerdan con el emplazamiento de los campos agrícolas, donde grupos Chachapoya cultivaron preferentemente el maíz (quichua) y los tubérculos, como la papa (jalca). Estudios recientes sobre la alimentación de los Chachapoya demuestran que el consumo del maíz predominó en el norte del territorio Chachapoya (Koschmieder 2012: 92-95), mientras en el sur la papa fue el alimento básico (Guengerich 2012). Además los Chachapoya cazaron animales silvestres, como los venados, y criaron cuyes y camélidos. Las llamas fueron los animales más importantes en su economía de subsistencia (Koschmieder 2012: 89, 116). El cronista Cieza de León (1984 [1553], I: 230) afirmóque losChachapoya“posseyerangrannúmero de ganado de ouejas”. Proporcionaban más de 90 % de las carnes consumidas y la lana para la elaboración de los tejidos. En las pinturas rupestres se puede observar que además sirvieron como medio de transporte. Llevan bultos o son conducidas de las riendas

(Koschmieder 2012: 117-118).Losbeneficiosque brindan explican el tratamiento especial que dieron los Chachapoya a los camélidos al enterrar algunos de ellos en las cuevas, acompañados con ceramios escultóricos enforma de llamas (Koschmieder 2012: 56, 119).El término chachapoya (hombres de las nubes) fue empleado por los Inca para reunir las numerosas étnias, como p.ej. los Chilchos o los Chillaos, en una sola unidad socio-política (Schjellerup 2005: 59). Según los estudios lingüisticos existían varios dialectos de un idiomaChachapoya,extinguidohastafinesdelsiglo XVIII por la introducción del quechua y delespañol(Taylor1996,2000;Zevallos1982).Restan algunos topónimos y antropónimos (Taylor 2000; Torero 1989).

Orígen de los Chachapoya

Los Chachapoya fueron migrantes que al llegar a su nuevo territorio eliminaron o desplazaron la escasa población autóctona. Al parecer, el movimiento migratorio empezó antes de 1000 D.C., pero sigue siendo un objeto de debate de donde vinieron los diferentes grupos. Algunos investigadores postulan un orígen serrano (p.ej. Kauffmann/Ligabue 2003 [“Serranización de la selva”]), otros piensan en una procedencia amazónica (Koschmieder 2012; Koschmieder/Gaither 2010). Lo cierto es que la tradición cultural Chachapoya no se desarrolló localmente como postulan varios investigadores (Church 1994; Church/v. Hagen 2008; v. Hagen 2002), ya que los restos arqueológicos, especialmente la arquitectura pétrea, no tienen antecedentes en el territorio ocupado. Los tres asentamientos más antiguos (Amtia, Tosán y Lámud Urco), identificadosennuestroáreade investigaciónentre los rios Jucusbamba y Utcubamba (Provincia de Luya, Departamento Amazonas) presentan solamente restos de construcciones

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de madera, barro y paja (Koschmieder 2012: 36). La cerámica Chachapoya tampoco muestra una continuación o influencias detipos anteriores. Las formas, la decoración y la pasta no coinciden con la cerámica precedente, denominada tipo Tosán. Nuestros fechados de radiocarbono demuestran que la cerámica Tosán fue producida desde los inicios del Intermedio Temprano hasta la llegada de los Chachapoya (Koschmieder 2012: 36-37), es decir entre los años 0 y 1000 D.C. La pasta(p.ej.caolinparaceramiosfinoscondecoración“rojo sobre blanco”) y las formas (p.ej. cucharas y vasijas tripode) guardan similtud con las de grupos serranos hacia el suroeste, especialmente con los de Cajamarca. Con la llegada de los Chachapoya la ocupación Tosán terminó en forma abrupta, lo que sugiere el desplazamiento o el aniquilamiento de los grupos autóctonos por parte de los invasores.Según los 19 fechados de radiocarbono disponibles para sitios habitacionales y funerarios la inmigración de grupos Chachapoya en nuestro área de investigación sucedió a partir de 1000 D.C. (Koschmieder 2012: 42-43). Los resultados de la antropología física indican que desde el inicio del movimiento migratorio los grupos heterógenos Chachapoya se enfrentaban entre ellos. Probablemente esto se deba a rivalidades políticas o a la escasez de los recursos naturales y tierras de cultivo a causa de la geografía accidentada. No descartamos otros motivos, como enfrentamientos para ganar prestígio y fama ante congéneres o enemigos. Untestimoniodelosconflictosbélicososeslagran cantidad de restos óseos con fracturas y la presencia de cráneos trepanados y escalpados en los contextos funerarios (Jacobsen et al. 1986-87; Koschmieder 2012; Koschmieder/Gaither 2010; Nystrom 2004; Ruiz 2013; Toyne 2011). Pensamos en una procedencia amazónica por las particularidades que caracterizaban algunos grupos de la selva baja:1) La práctica de la caza de cabezas trofeo (Koschmieder 2012; Koschmieder/Gaither 2010),tambiénrealizadaporgruposdefiliaciónproto-jivaro, que vivían hacia el norte (p.ej. los Paltas) y noreste del territorio Chachapoya (Taylor/Descola 1981).2) La construcción de viviendas de planta circular u ovalada con techos cónicos de maderos y paja, adaptadas a los paisajes montañosos (Koschmieder 2012; Narváez1988, 1996 a y b).3) La costumbre de enterrar a los muertos en el

interior de las viviendas durante la duración de su utilización (Gaither et al. 2008; Koschmieder 2012; Narváez 1996 b).4) La posible relación de la idioma Chachapoya con las lenguas de la selva amazónica que proponen varios lingüistas (Rivet 1949; Torero 1989; Zevallos 1982).5) Elmismo significado de ciertos símbolos,como p.ej. los zigzag que representaron las serpientes en la “cultura arqueológica” Chachapoya (Koschmieder 2012; Lerche 1995) y en la simbología de algunos grupos amazónicos(históricos),comop.ej.defiliaciónjivaro (Karsten 1935: 493).6) La presencia de productos de la selva baja en sitios Chachapoya (Bjerregard 2007; Koschmieder 2012; v. Hagen 2004) que son indicadores para estrechos contactos con grupos de la Amazonía. Los animales de la selva baja fueron representados frecuentemente en la cultura material (como un caimán en un dintel de madera – Lerche 1995: 70) o en las pinturas rupestres Chachapoya (como un mono – Koschmieder 2012: 127).

Territorio norte vs. territorio sur

La presencia de varios grupos Chachapoya se manifiesta en primer lugar en las diferentesprácticas funerarias registradas, en la producción de diferentes tipos de ceramica y en el uso de símbolos distintos en la cultura material. En base a los resultados de las investigaciones durante los últimos años podemos hablar dedos macro-regiones Chachapoya (Fig. 1): En el territorio sur destacan mausoleos decorados de varios pisos, mientras que en el norte abundan sitios con sarcófagos de apariencia antropomorfa. En el sur la cerámica es burda y lleva una decoración aplicada, mientras que en el norte predomina una cerámica pintada, denominada tipo Chipuric o Kuelap Pintado Alisado (Reichlen/Reichlen 1950; Ruiz 2009 a [1972]). En el sur las estructuras circulares muestran frisos figurativos y en forma degrecas escalonadas, mientras que en el norte presentan una decoración en forma de rombos. Solamente el zigzag, la chakana (o cruz andina) y los circulos concéntricos aparecen en todo el territorio y constituían símbolos universales de la tradición Chachapoya (Koschmieder 2012). En la arquitectura, en las pinturas rupestres y en la cultura material de cada macro-región seobservanotrasdiferenciasquereflejanquela cultura Chachapoya fue integrada por un mayor número de grupos étnicos o lingüisticos,

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loqueconfirmanlasfuenteshistóricasde loscronistas españoles. El historiador WademarEspinoza (1967: 232) menciona 22 subgrupos Chachapoya, pero en su lista aún faltan grupos importantes como los Chilchos y los Chillaos.

Asentamientos residenciales

Los asentamientos residenciales Chachapoya, llamados llaqta, se ubican principalmente en las cumbres de las montañas y presentanentre 15 y 600 recintos circulares u ovaladas (Koschmieder 2012: 65; Lerche 1986: 146; Narváez 1988, 1996 a y b; Schjellerup 2005: 369). La construcción de las llaqta en las alturas obedece en primer lugar a las condiciones climáticas favorables (Lerche 1986: 150; 1996: 42). Las bajas temperaturas permitían el almacenamiento y la conservación de los productos alimentícios, como el maíz y la papa. Por lo general, los centros de población carecen de patios públicos y edifícios imponentes de carácter ceremonial. La arquitectura parece uniforme y todavía no se han identificadoresidencias de élite. Los edificios circulares,levantados con piedras calizas o areniscas, muestran un diámetro de 4 a 8 m (Koschmieder 2012: 65; Narváez 1988: 122; Schjellerup 2005: 370) (Fig. 2). Descansan sobre una terraza artificial o un embasamento semicircular, elcuál fue adornado con un friso geométrico, dispuesto en forma horizontal (Bonavía 1968; Lerche 1986, 1995; Narváez 1988, 1996 a y b; Schjellerup 2005). Originalmente los edificios fueroncubiertoscon techoscónicosde maderos y paja, como demuestran fotos y ilustraciones de estructuras todavía habitadas hasta el siglo XX (Langlois 1939; Werthemann 1892; Wiener 1884). Por lo general los recintos presentan un solo acceso y carecen de ventanas. El espacio interior de las viviendas nunca fue subdividido en ambientes menores con muros. Rasgos, encontrados en el interior de las estructuras circulares, incluyen banquetas, canales de desagüe, cámaras subterráneas, batanes, manos de moler, deshechos orgánicos, fogones y, frecuentemente, la presencia de entierros simples, depositados en una posición fetal debajo del nivel de los pisos (Gaither et al. 2008; Koschmieder 2012; Lennon et al. 1989; Narváez 1996 a y b; Schjellerup 2005; Thompson 1974, 1976). Las cámaras subterráneas juegan un rol importante en la interpretación del “asentamiento fortificado”de Kuelap, la obra más monumental de los Chachapoya.

Dentro de nuestro área de investigación (Provincia de Luya) se registraron también dosdocenasdeasentamientosconedificiosdeforma semicircular (Koschmieder 2012: 70). Generalmenteseubicanenfilaenlasbasesdelos acantilados con sus recintos adosados a la roca natural. Para su construcción se escogieron lugares secos, escondidos y de difícil acceso, probablemente por razones estratégicas. No fueron mausoleos o graneros como postula el arqueólogo Kauffmann-Doig (Kauffmann 2009: 169-170; Kauffmann/Ligabue 2003: 329-332), debido a que muestran rasgos típicos de unidades domésticas (banquetas, fogones, batanes), aunque sitios como Pueblo de los Muertos si están asociados con sitios funerarios cercanos. Los recintos, en parte decorados con frisos en bajorrelieve (Kauffmann/Ligabue 2003: 330-331; Koschmieder 2012: 77, 123, 141), deben haber servido como residencias temporales y espacios de trabajo durante la preparación de las ceremonias mortuarias.

Prácticas funerarias

La uniformidad de la arquitectura residencial nos deja pensar que las sociedades Chachapoya fueron casi egalitarias (acéfalas) con poca estratificación social, pués hasta la fecha nose han identificado residencias de élite. Algosimilar sucede con la arquitectura funeraria. La forma de enterrar a los individuos en sus viviendas, en cuevas, en chullpas (mausoleos de varios pisos) o en sarcófagos de apariencia antropomorfa fue un patrón común entre las diferentes poblaciones Chachapoya, pero las últimas investigaciones en Luya revelaron también algunas formas de sepultamiento, reservadas para personajes de un rango social mayor (Koschmieder/Gaither 2010).Los sarcófagos antropomorfos se encuentran exclusivamente en la provincia de Luya, (Kauffmann/Ligabue 2003; Koschmieder 2012; Koschmieder/Gaither 2010). Al igual que las chullpas decoradas fueron levantados en lugares casi inaccesibles de los acantilados. Lasfiguras,ensugranmayoríaelaboradasdepiedra y barro, se ubican solas o agrupadas debajo de rocas sobresalientes (Fig. 3). Por lo general se encuentran alineadas sobre estrechas repisas naturales, pero algunas fueron colocadas sobre amplias plataformas artificiales,decoradasconpinturasofrisosenforma de zigzag (Koschmieder 2012: 60-64). Los sarcófagos contienen los restos mortales de ambos sexos y todas las edades, enterrados

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en una posición fetal (Koschmieder/Gaither 2010:10,30),aunqueseidentificarontambiéncontextos secundarios con “paquetes” de huesos largos amarrados con soguillas. Los sarcófagos de los hombres y de las mujeres se distinguen por su fisonomía pronunciaday por los objetos de metal, representados en la parte superior de algunas figuras. De lamisma manera en una pintura mural del sitio de Kacta los hombres llevan un pectoral y las mujeres dos tupus colgantes a la altura del pecho (Koschmieder 2012: 108-109). Unos pocossarcófagosdemayortamaño,elaboradosde cañas y barro, pertenecían a personajesmasculinos de un rango social mayor, probablemente guerreros. Las figuras, comolas de Karajía, están decoradas con dibujos que representan genitales masculinos y en la punta de su máscara destaca la presencia de un cráneo humano o de una cabeza de miniatura de arcilla (Kauffmann/Ligabue 2003; Koschmieder 2012: 59; Koschmieder/Gaither 2010: 31-32). Interpretamos estos hallazgos como las cabezas trofeo de los adversarios vencidos.Nuestras investigaciones en abrigos rocosos de Luya revelaron otros contextos funerarios de probables guerreros (Koschmieder 2012; Koschmieder/Gaither 2010). Las tumbas se ubican debajo de grandes rocas y están asociadas a pinturas de personajes con tocados que presentan símbolos de jefes de guerra, como “bastones de mando con cuchillos” y porras en forma de círculos con punto.

Destaca la representación de un “degollador”, el cuál sujeta un cuchillo en la mano y en la otra una cabeza seccionada (Koschmieder 2012: 54; Koschmieder/Gaither 2010: 25). Los esqueletos de los hombres, registrados en abrigos rocosos de Luya, presentan fracturas y orificios de trepanación en sus cráneos(Koschmieder/Gaither 2010: 15-27). Fueron enterrados con ajuares funerarios especiales, que incluyen cuencos de cerámica, cuentas de collar, objetos metálicos de cobre y plata y caracoles marinos. Los individuos con “bastón de mando y cuchillo” aparecen especialmente en escenas de la cacería de cabezas trofeo (Fig. 4), donde decapitan individuos o llevan cabezas en sus manos (Koschmieder 2012: 112-113; Koschmieder/Gaither 2010: 25, 29). La caza de cabezas trofeo fue común entre los grupos Chachapoya como recalca una cita del cronista Martin de Murúa: “...los Chachapoya tomaron las cabezas de Chuquis Huamán y demás indios principales que habian muerto, y las pusieron en las puertas de sus casas por trofeo e insignia de su valentia...” (Murúa 2001 [1611]: 150).

La organización socio-política

La identificación de personajes de un rangosocial mayor en las pinturas rupestres y en ciertos contextos funerarios permite caracterizar la estratificación social al interiorde las sociedades Chachapoya. Los rasgos arqueológicos indican la presencia de jefes de guerra, a la vez que una ausencia de autoridades políticas. Esta particularidad también es conocida entre algunos grupos amazónicos históricos (Karsten 1935; Taylor/Descola 1981). Sin embargo, las fuentes etnohistóricas nos informan que los diferentes grupos Chachapoya se organizaron durante la hegemonía Inca en curacazgos autónomos de variable complejidad y tamaño (Espinoza1967; Lerche 1995). El poder fue compartido por dos curaca, uno con poder político y el otro estrechamente ligado con asuntos bélicosos. Desconocemos si este orden dual existió antes de la llegada de los Inca. Queda todavía una interrogante: Como pudieron los Chachapoya realizar obras monumentales como el “asentamiento fortificado”deKuelap?Para su construcciónfuenecesariodiseñar el complejo ymovilizarmucha mano de obra. Esto deja suponer que existió una confederación de curacazgos o una forma de sociedad centralizada y por lo tanto una tendencia hacia la constitución de una

Figura 4. Pinturas rupestres de Lengate-Chichita con escena de caza de cabezas trofeo (Provincia de Luya)

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macro-organización más compleja (Lerche 1995).

El rol de Kuelap en el territorio norte de los Chachapoya

Kuelap es el sitio más imponente en el territorio norte de los Chachapoya. Se ubica a una altura de 3000 msnm y cubre un área de 6 hectáreas. Elmurodecontención,quedefineelcontornodel sitio, alcanza una altura de 20 m. Las entradas principales conducen por callejones estrechos. El acceso hacia el interior del “asentamiento fortificado” era estrictamente controlado.Encimadedosplataformasartificialesseubican420 estructuras circulares y por lo menos un edificiodecarácterceremonial(Narváez1988,1996 a y b). Casi todas las viviendas poseen cámaras subterráneas, revestidas con piedras y empotradas en el piso (Fig. 5). Son consideradas como almacenes para guardar los excedentes de las cosechas. Los asentamientos hacia el norte de Kuelap carecen de estos depósitos, pues por su emplazamiento a alturas menores de 2500 msnm, donde las temperaturas elevadas no permiten el almacenaje de los productos agrícolas. Para almacenar tubérculos es imprescindible disponer de un ambiente frio que evite la germinación, hongos y parásitos. Es de suponer que los diferentes grupos étnicos del territorio norte se aliaron para buscar una respuesta al problema del almacenamiento de alimentos. Al parecer la escasez de víveres en tiempos de crisis provocó enfrentamientos entre los diferentes grupos Chachapoya. Con la construcción de Kuelap crearon un lugar donde los productos básicos fueron administrados y redistribuidos centralmente. Durante las crisis alimentarias los habitantes o administradores de Kuelap distribuyeron los alimentos básicos a los necesitados y defendieron el lugar durante la incursión de grupos hóstiles, acostumbrados a asaltar para asegurar su subsistencia. Mientras en el territorio norte la administración de los productos agrícolas fue centralizada en Kuelap, en el territorio sur cada asentamiento residencial estaba equipado con sus propias cámaras de almacenaje (p.ej. Schjellerup 2005: 338-339; Thompson 1974: 121-122, 1976: 99-100), ya que se ubicaron en zonas frias encima de 3000 msnm. Kuelap no fue una fortaleza en toda la extensión de la palabra (p.ej. faltan parapetos), sino el centro administrativo y ceremonial más importante en el territorio norte de los Chachapoya.

Consideraciones finales

Al parecer entre 700 y 1000 D.C. hubo varios movimientos migratorios desde la selva baja hacia la sierra y “ceja demontaña” (Guffroy2004; Koschmieder 2012). Las inmigraciones sucedieron de forma casi simultánea, pero desconocemos las causas, quizás por las consecuencias de cambios climáticos (Colinvaux 1989), una presión demográficao guerras interétnicas. Al igual que en el caso de los Chachapoya la gran belicosidad de grupos como los Palta(-Bracamoros), los cuales practicaron la caza de cabezas trofeo, y el número superior de los beligrantes causaron el aniquilamiento o la fuga de los antiguos pobladores (Guffroy 2004: 181). También para los Palta, que se establecieron en un territorio amplio en la sierra sur del Ecuador (actual Provincia de Loja), se ha postulado un orígen amazónico y una filiación lingüisticajivaro (Guffroy 2004; Karsten 1935; Taylor 1988, 1991). Su sistema socio-político fue descrito como el modelo clásico jivaro de una sociedad acéfala con grupos heterógenos “temporalmente unidos alrededor de un jefe de guerra” y desprovistos de autoridades políticas (Taylor 1988: 61). A la llegada de los españoleslosPalta(aligualquelosnumerosossubgrupos Chachapoya) se organizaron en curacazgos perfectamente cristalizados (Taylor 1988: 43), pero se supone que esta forma social fue introducida por los Inca.Los Palta compartían algunos rasgos culturales con los Chachapoya como la práctica de la caza de cabezas trofeo (Salinas de Loyola 1965 [1571]; Taylor 1988; Taylor/Descola 1981), el enterramiento dentro de abrigos rocosos, el uso de armas similares (p.ej. hondas y lanzas – Taylor 1988: 42) o la produccion de una cerámica con aplicaciones en forma de bandas onduladas (Guffroy 2004: 139, 181-182; Rostain/Geoffroy de Saulieu 2013: 131). Los Palta y los Chachapoya se asentaron en zonas altas y frias, se adaptaron a medios ambientales bastante diversos y empezaron a cultivar tubérculos y criar camélidos, es decir cambiaron radicalmente su modo de subsistencia. Si nuestras hipótesis respecto al orígen de los Chachapoya y de los Palta son exactas, estas poblaciones fueron descendientes de grupos amazónicos los cuales migraron entre 700 y 1000D.C.hacialasierray“cejademontaña”.

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Simposio “Alta Amazonía”

Aproximación socio cultural y ambiental en base de la interpretación de los petroglifos de la cuenca del

Armanayacu, tributario del Río Paranapura,bajo Huallaga, Amazonía peruana

Santiago Rivas Panduro

Universidad Nacional Mayor de San MarcosDirección Desconcentrada de Cultura de Loreto – Ministerio de Cultura

Introducción

Hastalafechasetieneidentificadoyregistrado50 monumentos arqueológicos prehispánicos en la cuenca del río Paranapura, pero existen muchos más. Entre ellos tenemos 12 asentamientos arqueológicos, 25 rocas petroglifos (dos de ellas también rocas talleres líticos), y 13 rocas talleres líticos. De este conjunto importante de vestigios arqueológicos, siete (07) rocas petroglifos distribuidas en la cuenca del río Armanayacu, tributario del Paranapura son materia del presente artículo. Es menester concentrar esfuerzos para la publicación de un libro sobre las rocas petroglifos y rocas talleres líticos del Paranapura, pues son más de 1000 grabados rupestres y decenas de huellas de talleres líticos que ellas contienen. Estas siete rocas petroglifos fueron reportadas el 2000. Luego, el 2011, tres de ellas fueron nuevamente registradas, y ubicadas a nivel de coordenadas UTM. El 2000, cuando realizamos el trabajo pionero en esta zona no contábamos con GPS apropiado para captar sus coordenadas. Algunas medidas de estas rocas presentadas en el Informe de la investigación del 2000 (Rivas 2001), difierenalgunos centímetros con la presentadas en este trabajo, pero estas diferencias que están dentro del margen de error, no alteran el contenido de la investigación. Denominamos bloque errático a las piedras pequeñas y medianas que presentan formasboleadas originadas naturalmente por el desplazamiento rotativo a lo largo de su historia geológica. Son bloques remanentes las rocas que tienen una posición fija en elterreno desde su origen emergente in situ. Estas conceptualizaciones fueron definidas

por el ingeniero geólogo que realizó el estudio del Cuadrángulo de Balsapuerto, José Sánchez Yzquierdo (Comunicación personal, 1999). Elcriterioparadefinirelestadodeconservaciónde las rocas y de los grabados rupestres, se basa en la observación directa de ellas en el campo.Ladefinicióndelacronología,ubicadaen la época prehispánica es muy genérica, pero encaja en la propuesta, porque estas manifestaciones están muy distantes en el tiempo de los ocupantes históricos en la zona, es decir los Shawis, quienes podrían o no ser los descendientes directos de los pobladores rupestres del Paranapura (Rivas 2003). Determinar la cronología absoluta de estos vestigios pasa por cruzar resultados de análisis estratigráficos, análisis arqueobotánicos,análisis geoarqueológicos, fechados absolutos de la patina y/o fechados C14/AMS de los vestigios asociados a las rocas petroglifos. Las siete rocas petroglifos, y sus figurasrupestres, fueron reproducidas a escala 1/10. La reproducción de los grabados rupestres de estas siete esculturas, que presentamos en esta publicación, tienen un margen de error de hasta 5% respecto a los dibujos reproducidos en el papel milimetrado de las mangas de plástico calcadas de las rocas; los mismos que se concentran más en los dedos de pies de humanos y las patas y picos de los animales. Este margen no es relevante para los objetivos de este trabajo, pues se proyecta a una interpretación global del arte rupestre. La descripción de las rocas petroglifos y grabados rupestres se basa en las notas de campo tomadas el 2000 y 2011. Son tantos los grabadosrupestresqueseidentificaronatravésdeloscalcos,quequizáalgunasfigurassenoshayanescapadodeidentificarlasy/oexponerlaso describirlas a detalle de manera individual en

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este trabajo, lo cual nos permitimos la licencia de acceder a las consideraciones del público lector. Nos amparamos en esta justificación, porqueen esta oportunidad nos hemos concentrado en interpretar el conjunto de los grabados rupestres, buscando descifrar los fenómenos sociocultural y ambiental que emerge de la interpretación global del conjunto de grabados rupestres de las siete rocas petroglifos. Finalmente, la reproducción de estas siete esculturas nos ha sido de valiosa ayuda para interpretar el contexto general de los grabados rupestres, relacionando los motivos plasmados en las rocas (figurashumanas,aves,batracios,rostros humanos, pisadas humanas, pisadas de felinos, “caídas de lluvia”, etc.), y la ubicación de estos motivos en el contexto tridimensional de la misma roca: relieve (relieve plano, relieve inclinado, convexo, cóncavo, erosión o alteración natural), posición (techo, frontis), y elevación (inferior, superior).

Antecedentes

Desde que ingresé a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1995, en la Escuela Profesional de Arqueología, de la Facultad de Ciencias Sociales, me gustaba visitar las distintas facultades repasando las noticias que publicaban en sus periódicos murales. En 1998 vi por primera vez una foto de la roca petroglifo Casa de Cumpanamá, en un biombo de la facultad de Geología de mi alma mater. La fotografía había sido tomada en 1997 por José Sánchez Yzquierdo, durante su investigación de campo para su Tesis de Ingeniero Geólogo por la UNMSM (1998), y publicada en el Boletín N° 103 del Instituto Geológico y Metalúrgico (1998?). Pepe Sánchez, a quien conocí en esas circunstancias, me facilitó los datos de localización de este petroglifo, en el distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. Luego, gracias a mi hermano Salomón Rivas Panduro, que por esos añosyavivíaenYurimaguas,mecontactéconelAlcaldedeBalsapuerto,Lic.NazarioLuisPeñaPanduro,quienaccedióafinanciarlosprimerosestudios arqueológicos en Balsapuerto (Rivas 1999, 2000 ). En 1999 descubrimos 7 asentamientos arqueológicos y 12 rocas petroglifos en la cuenca del Cachiyacu (Rivas 1999, 2000 a, 2000 b, 2001, 2003), gracias a la colaboración y guiado de nuestros hermanos Shawi. El 2000, como parte de mis prácticas pre

profesionales, bajo el asesoramiento de la Dra. Ruth Shady Solís, volví a realizar otro estudio arqueológico en la cuenca del río Paranapura, también con el auspicio de la Municipalidad Distrital de Balsapuerto, descubriendo otras 7 rocas petroglifos, materia del presente documento, esta vez en la cuenca del río Armanayacu (algunos lo denominan quebrada). En esta labor fue de gran ayuda la participación mi colega y amigo de aula universitaria, Leonel Hurtado Benites, y también la de mis amigos y colaboradores Shawi (Rivas 2001).El 2011 volví a visitar el distrito de Balsapuerto en dos oportunidades, a solicitud de la Municipalidad Distrital de Balsapuerto y la ONG Terra Nuova. La primera visita lo realicé en compañía de colaboradores Shawi,y la segundaconelDr.GuiseppeOreficiy3arqueólogos de su equipo, además de media docena de hermanos Shawi. En ese añovolvimos a rencontrarnos con varias rocas petroglifos descubiertas en 1999 y 2000, pero descubrimos además nuevas rocas petroglifos (2011a, 2011b). En los informes inéditos que elaboré, así como en otros documentos publicados, señalé queaún amerita continuar con las investigaciones a nivel de excavaciones arqueológicas, tarea pendiente aún.

Ubicación geográfica, política y cultural

El Armanayacu es un río de agua negra que nace en la Amazonía y corre en orientación suroeste – noreste hasta desembocar al río Paranapura, el que a su vez entrega su agua clara al río Huallaga. Políticamente pertenece al distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto; culturalmente, es parte del territorio ancestral de la etnia Shawi, perteneciente a la familia lingüística Kawapana (Cahuapana) (Solís 2003; Mayor et al 2009).El Armanayacu sigue un rumbo paralelo al río Cachiyacu de agua clara. Ambas cuencas presentanfisiografíadeterrazasmediasyaltas,cuya cota en promedio supera los 200 m.s.n.m. Además del divortium acuarium, el Cachiyacu y el Armanayacu están divididos por los montes aislados, que se aprecian nítidamente desde la comunidad nativa Puerto Libre, en la cuenca del Cachiyacu (Sánchez 1998: 27, 33), y también desde la comunidad nativa Nuevo Saramiriza, en la cuenca del Armanayacu, teniendo entre sus puntos más elevados la cima del cerro Santa Cruz, a 516 m.s.n.m. (Rivas 2011 b).Las rocas petroglifos que presentamos en esta

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ocasión se distribuyen en micro-cuencas de las quebradas Cucharayacu y Porotoyacu, ambas de agua negra, por su origen en el llano amazónico. El Cucharayacu es tributario izquierdo del Porotoyacu, y este último es tributario derecho del Armanayacu. A su vez, el Armanayacu es alimentado por otras quebradas de aguas negras, una de ellas es el Macamboyacu, donde reportamos dos nuevas rocas petroglifos (Rivas 2011 b). Todas estas quebradas se caracterizan por presentar en su lecho abundantes cantos rodados de diversos tamaños, y rocas dediferentes dimensiones algunas de más de 10 m de largo o altura. Estas rocas también abundan en el interior del bosque.

Descripción de las rocas petroglifos y grabados rupestres

1. Porotoyacu 1 (NS-1)Otra denominación: Ninguna conocida. Localizacióngeográfica: Cuenca de la quebrada Porotoyacu, tributario del Armanayacu. Este últimoesafluentedelríoParanapura,elqueasuvez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): 0335168 E / 9346487 N; +- 7 m de error. Altitud (nivel del mar): 195 m.s.n.m. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. Ubicada a 75 metros del lecho izquierdo de la quebrada Porotoyacu, afluente izquierdode la quebrada Armanayacu, la misma que entrega sus aguas al río Paranapura en la margen derecha. Se encuentra en el patrio de la vivienda de Feliciano Napo Pua, a unos metros de su yucal, y a 40 minutos de caminata desde la casa de Miguel Napo Pua. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque errático, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: Es una roca detamañoregular,de4.3mdelargox3.5mdeancho x 2.2 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión y Abrasión. Las pisadas de los felinos fueron reproducidas mediante la combinación de dos técnicas, primero percusión y luego abrasión, dándole el efecto de alto y bajo relieves. El resto de los grabados fueron hechos mediante percusión. El ancho de los surcos oscila entre 2.5 y 4.5 cm, y la profundidad entre 0.5 y 0.6 mm. Estado de conservación de la roca: Regular. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo de cultura material en superficieasociadaalaroca: Ninguno.Descripción de los petroglifos: Figuras de

líneas curveadas y sinuosas asociadas a pisada humana, pisadas de felinos y un mamífero, posiblemente felino, con la boca muy abierta como si estuviera devorando su presa. Algunos laberintos sinuosos terminan encerrando círculos. Además hay una figura entera deave con las alas desplegadas, un espiral que terminaencuatro líneaspequeñas,y lafiguracasi completa de un personaje antropomorfo (le falta una pierna) con los brazos levantados e inclinados en ángulo de 90° y manos abiertas cada una con cinco dedos, con el pene erecto, con vincha tipo “v” que podría representar dos plumas de aves, orejeras, y lo que parece ser un carcaj y cerbatana. Se tiene en total 9 figuras individuales: 1personaje antropomorfo, 1 colibrí, 1 posible felino, 1 posible rosto humano, 1 pie humano con cinco dedos, 3 pisadas de felinos, y 1 espiral;y6figurasgrupales,conformadasporlas líneas sinuosas y laberínticas.Los grabados rupestres están distribuidos en dos sectores relativamente próximos. Un primer sector lo conforman, tanto en el techo ligeramente inclinado hacia el oeste y la pared lateral oeste de la roca, de arriba hacia abajo ligeramente en diagonal, el personaje antropomorfo, un posible rostro en medio de líneas arqueadas y cortas, y el colibrí dispuesto en la parte central de la roca, de 65 cm de alto y 60 cm de alas desplegadas, a 70 cm del suelo.El segundo sector de grabados se localiza hacia el extremo sur del techo y paredes lateral suroeste y sureste de la roca. Destacan en la parte superior del techo hacia el extremo sur, el espiral, las pisadas de felinos y las figurassinuosas, y hacia la pared lateral sureste, parecen otrasfigurassinuosas;mientrasqueenlaparedlateral suroeste superior aparecen, de arriba hacia abajo, arriba, un grupo de líneas sinuosas y laberínticas, un pie humano con 5 dedos, y un felino estilizado con cola curveada hacia arriba y doblada en la punta, 50 cm del suelo. En este sector, en la base de una hendidura natural de la roca, hay también una figuraantropomorfa, pequeña, con los brazos ypiernas extendidas, pero que no logramos calcarlo por que en ese momento se nos había terminado ladotacióndeplástico (estafigurano la incluimos en la escultura porque no lo tenemos en físico entre nuestros calcos ni dibujos milimetrados a escala 1/10). Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma

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Shawi: Desconocida.

2. Porotoyacu 2 (NS-6)Otra denominación: Ninguna conocida. Localizacióngeográfica: Cuenca de la quebrada Porotoyacu, tributario del Armanayacu. Este último es afluente del río Paranapura,el que a su vez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): No se tiene georreferenciación de la roca; es una tarea pendiente. Altitud (nivel del mar): Desconocida, pero está en el rango promedio de los 200 m.s.n.m.; es una tarea pendiente. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. A 25 metros al Sureste de la roca petroglifo Porotoyacu 1. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque errático, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: 2 m de largo x 1.5 m de ancho x 0.6 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión. El ancho de los surcos oscila entre 1.7 y 3 cm, y la profundidad entre 0.3 y 0.8 mm. Estado de conservación de la roca: Buena. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo de cultura material en superficieasociadaalaroca:Ninguno.Descripción de los petroglifos: Figura antropomorfa compuesta por dos figurashumanas con los brazos abiertos flexionadosen ángulo de 90°, simétricos, unidas a través de lasextremidadesinferiores.Juntoaestafigurase tiene tres líneas cortas curveadas sin mayor definición.Hay sólo 1 figura individual, el motivoantropomorfo, a 40 cm del suelo; y 1 figuragrupal, conformada por tres líneas curveadas pequeñas, juntas entre sí, también a 40 cmdel suelo. Todos estos grabados rupestres se localizanen lasuperficie lizae inclinadade laroca, con vista hacia el este. Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma Shawi: Desconocida.

3. Porotoyacu 3 (NS-7)Otra denominación: Ninguna conocida. Localizacióngeográfica: Cuenca de la quebrada Porotoyacu, tributario del Armanayacu. Este último es afluente del río Paranapura,el que a su vez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): No se tiene georreferenciación de la roca; es una tarea

pendiente. Altitud (nivel del mar): Desconocida, pero está en el rango promedio de los 200 m.s.n.m.; es una tarea pendiente. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. A 200 metros al Oeste de la roca petroglifo Porotoyacu 1, y a unos 25 metros del lecho izquierdo de la quebrada Porotoyacu. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque errático, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: 1.6 m de largo x 1.3 m de ancho x 0.7 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión y abrasión. Sólo los grabados de pisadas de felinos fueron reproducidos mediante percusión y luego abrasión, dándole el efecto característico de alto y bajo relieves. Los demás grabados fueron hechos por percusión. El ancho de los surcos pueden llegar hasta 5 cm, y la profundidad hasta 1.5 cm. Estado de conservación de la roca: Regular. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo de cultura material en superficie asociado a laroca: Ninguno. Descripción de los petroglifos: Figuras de líneas curveadas que se conectan a círculos, círculos con punto central y líneas de doble espiral, asociadas a pisadas de felinos.Hay solo 1 figura grupal, conformada porlos motivos descritos arriba, localizados a lo largo del lomo y parte superior de las paredes noreste y suroeste, y también en la pared superior noroeste hasta llegar al suelo. Entre los grabados se diferencias nítidamente hasta 4 huellas de pisadas de felino. Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma Shawi: Desconocida.

4. Cucharayacu 1 (NS-2)Otra denominación: Ninguna conocida. Localización geográfica: Cuenca de la quebrada Cucharayacu, tributario del Armanayacu. Este último es afluente del ríoParanapura, el que a su vez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): No se tiene georreferenciación de la roca; es una tarea pendiente. Altitud (nivel del mar): Desconocida, pero está en el rango promedio de los 200 m.s.n.m.; es una tarea pendiente. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. A 20 metros del

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lecho derecho de la quebrada Cucharayacu y a 1 hora de la comunidad Nuevo Saramiriza. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque errático, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: 5.9 m de largo x 4.9 m de ancho x 2.2 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión y abrasión. Todos los grabados de pisadas de felinos fueron hechos a percusión y abrasión, al igual que el resto de “moquetas”. Los demás motivos fueron trabajados a percusión. El ancho de los surcos oscila entre 4 y 5 cm, y la profundidad entre 0.8 y 1 cm. Estado de conservación de la roca: Buena. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo de cultura material ensuperficieasociadoalaroca: Ninguno.Descripción de los petroglifos: Figuras de líneas rectas y sinuosas variadas, algunas terminando o conectándose con un espiral, círculos, círculos con puntos, rostros antropomorfos, y todos en su conjunto asociados a pisadas humanas y pisadas de felinos. Predomina la estilización de un felino de cuya corona sale una línea sinuosa queseramifica,yenunodesusterminalesseconecta con un rostro antropomorfo, junto al cual aparecer nuevamente las pisadas del felino. También encontramos una figura humanaentera pero pequeña en comparación con elfelino.Estarocaestáasociadaal ritualdelfinde muertes de felinos hacia las personas.Hay una sola figura grupal compuesta pormás de 50 figuras individuales y varios subgrupos de motivos, predominando las líneas rectas largas diagonales unidas por otras líneas menos largas y perpendiculares, o empalmadas con figuras antropomorfas naturalistas (laniña de cabellos arqueados; pie humano quese convierte en cola de felino) o estilizadas, o geométricas, o curvilíneas formando laberintos, o sinuosidades. En esta trama de motivos aparecen individualmente 1 espiral, 1 huellademano,y8pisadashumanaspequeñas,medianas y grandes de 4, 5, 6 ó 7 dedos, y demás figuras curvas y sinuosaspequeñas.Aparecentambién3rostroshumanospequeños,cercaoadosados a las figuras sinuosas y laberínticas.Perolasfigurassinuosasylaberínticasnosólose interconectan o se aproximan entre sí, sino que además terminan en manos de 3 dedos o pequeños espirales enmedio o alrededor delcual se aproximan a las pisadas de los felinos, entre grandes, medianas y pequeñas de 3, 4,5 ó 7moquetas laterales. Todas estas figurasdescritas se expanden a lo largo y ancho del techo inclinado de la roca, de unos 20° de

pendiente, hasta llegar cerca o ser interrumpida por la vegetación arbustiva o humus de raíces gruesas y frescas. Siguiendo la forma de la roca, podemos dividirla en tres sectores: i) sector superior sureste, que es la parte más elevada de la roca; ii) sector medio superior sur, debajo y a un costado del anterior sector; y iii) sector del techo inclinado de la roca que empalma con los otros dos sectores. Destacan de manera clara dos motivos principales de los dos primeros sectores: el primero por la presencia de un felino estilizado, con dos colmillos expuestos, y de cuyas orejas y extremidades inferiores, a escasos 5 centímetros, se reproducen las moquetas del animal, y de cuya corona se conecta una línea prolongándose hasta el relieve inclinado de la roca. Junto a este felino hay unafiguraqueparece representar la columnavertebral y tres pares de costillas humanas, y más allá hacia el extremo norte de esta cara de la roca, tenemos la composición de líneas que formanunpardebrazoshumanosflexionadoshacia arriba formando un ángulo de 90°, cada uno terminando en manos con 5 dedos. En esta parte de la roca, al costado de las “costillas humanas”tambiénaparecelafiguradeuncanalalargado con hoyo circular profundo.Sicomparamoslafiguradelfelino,conlafiguraprincipal humana del segundo sector, notaremos 3 cualidades simbólicas de supremacía del felino sobre el hombre: i) el felino le dobla en tamañoalhombre;ii)elfelinoestáestilizadoyel hombre está naturalizado; y iii) el felino está arriba mientras que el hombre está abajo. Estas cualidades de supremacía tienen su explicación que será desarrollada más adelante.Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma Shawi: Desconocida.

5. Cucharayacu 2 (NS-3)Otra denominación: Ninguna conocida. Localizacióngeográfica: Cuenca de la quebrada Cucharayacu, tributario del Armanayacu. Este últimoesafluentedelríoParanapura,elqueasuvez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): No se tiene georreferenciación de la roca; es una tarea pendiente. Altitud (nivel del mar): Desconocida, pero está en el rango promedio de los 200 m.s.n.m.; es una tarea pendiente. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. A 40

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metros del lecho de la quebrada Cucharayacu, a 15 minutos de la casa de Faustino, y a 30 metros de la roca petroglifo Cucharayacu 1. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque errático, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: 3.2 m de largo x 2.9 m de ancho x 1.6 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión, para el conjunto de grabados rupestres, y percusión/abrasión para las “moquetas”. El ancho de los surcos varía entre 2 y 4.5 cm, y la profundidad entre 0.5 y 1 cm. Estado de conservación de la roca: Buena. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo de cultura material ensuperficieasociadoalaroca: Ninguno.Descripción de los petroglifos: Figuras de líneas curvas y sinuosas, algunas terminando en manos con tres dedos a cada lado, conectadas a líneas de doble espiral y asociadas a rostros humanos, pisadas humanas y pisadas de felinos. Tambiénhayunafiguraprimatomorfa,decruzespiralada, etc. Esta roca al igual que Cucharayacu 1, mantiene elpatróndeunasolafiguragrupal,compuestapormás demás de 25 figuras individuales yvarios sub grupos de motivos lineales sinuosos formando laberintos, terminando en medio espiral o espiral completo, envolviendo o empalmándose con otras figuras individuales,entre ellas 4 cabezas humanas, una con cabello corto y caída recta hasta la altura de la cara, 2 pares de extremidades superiores terminando en 3 ó 4 dedos, 1 palmada humana de 4 dedos, 1 brazo suelto con la mano abierta de 5 dedos, 1 figurahumanaconlosbrazosypiernasabiertasyflexionadas,siendounapiernaincompleta,1cruz espiralada, 7pisadashumanaspequeñas,medianas y grandes, solitarias del lado derecho o izquierdo del pie, o pareadas a la misma dirección o en distancias proporcionales al de un paso, con 4 ó 5 dedos exageradamente abiertos y “deformados”, entre otros motivos, y asociadas al estas partes incompletas de cuerpos humanos, aparecen 10 pisadas de felinos, pequeñas, medianas y grandes de 4,5, 6, 7 ó 14 moquetas laterales. Las pisadas y palmadas humanas son percutidas en su totalidad simulando ser las improntas fijadassobre el suelo; esto mismo se repite en todas las pisadas y palmadas humanas de los demás grabados rupestres. Tomandoenconsideraciónlafisiografíade lapiedra y distribución de los grabados rupestres, esta roca se divide en dos sectores: i) sector superior y laterales oeste y este, de pendiente

fuerte y moderada, respectivamente; y ii) el sector del frontis sur, de pendiente vertical. En el primer sector están la mayoría de los grabados rupestres descritos arriba. En el segundo sector, siguiendo el mismo patrón, los artistas reprodujeron rostros y brazos con dedos, en cuya línea terminal de un trazo casi se junta con la huella de una pisada humana. En este mismo sector aparece una figuradelineada formando un elipse en medio del cual se dispone un canal alargado rematado en un hoyo circular de más de 2 cm de profundidad, acompañado a sus bordes porsendas hileras de pequeños puntos. La figuradel canal alargado con hoyo circular profundo también aparece en el frontis del sector superior sureste de Cucharayacu 1, evidenciando un patrón predeterminado, pero en este último caso incompleto, pues no tiene el delineado elipsoidalnilashilerasdepequeñospuntos.Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma Shawi: Desconocida.

6. Cucharayacu 3 (NS-4)Otra denominación: Santa Sofía 1 (Fuente: Guiseppe Orefici). Localización geográfica: Cuenca de la quebrada Cucharayacu, tributario del Armanayacu. Este último es afluente delrío Paranapura, el que a su vez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): 0335639 E / 9347342 N; +- 5 m de error. Altitud (nivel del mar): 202 m.s.n.m. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. A 10 metros del lecho izquierdo de la quebrada Cucharayacu, dentro del yucal de Antonio Chanchari Huansi, y a 20 minutos de las rocas petroglifos Cucharayacu 1 y 2. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque remanente, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: 7.5 m de largo x 6.8 m de ancho x 5.6 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión y abrasión. Las figuras de cruz compuesta fueron trabajadascon la técnica mixta de percusión y luego abrasión, por ello su apariencia de alto y bajo relieve. El ancho de los surcos oscila entre 2.5 y 5 cm, y la profundidad entre 0.4 y 1.3 cm. Estado de conservación de la roca: Regular. En nuestra segunda y tercera visita a esta piedra, el 2011, encontramos marcas de pintura reciente

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hechas por los pobladores de la Comunidad de Santa Sofía, para marcar que esta piedra pertenece al territorio de su comunidad. En el futuro tendrá que haber un programa de educación patrimonial entre los Shawi, para evitar que las rocas petroglifos sean pintadas o grabadas encima. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo deculturamaterialensuperficieasociadoa laroca: Ninguno.Descripción de los petroglifos: Figuras de líneas curvas y sinuosas asociadas a líneas punteadas, rostros humanos y espirales compuestos. Los espirales apuntan hacia el sur, lo que podría estar representando la estrella Cruz del Sur. Sobresalelafiguraprimato/antropomorfaconoreja redonda, boca risueña, sexo masculinoresaltado, brazos extendidos, en una de cuyas extremidades se une la figura de una cabezahumana, quizá una “cabeza trofeo”, mientras que en la otra mano sólo se tiene la silueta de lo que podría ser una segunda cabeza humana.Por la ubicación de los grabados rupestres, respecto a las paredes de la roca, éstos se distribuyen en dos sectores.En el primer sector, ubicado en el frontis sur, lasfigurasseconcentranhacia laparte lateralmedio superior de la zona más baja de la roca, teniendocomopersonajeprincipal a lafiguraprimato/antropomorfa con varias cabezas humanas en los brazos y a su alrededor, y más arribaotrasfigurasgeométricayespiraladaconterminaldetressegmentospequeños.Arribadeeste espiral, hacia el lomo de la roca mirando al sur, los artistas grabaron una cruz compuesta, seguida de líneas sinuosas y líneas punteadas simples y dobles ascendentes hasta la parte superior de la roca, debajo de estos puntos paralelosaparecenotrasfigurasdiversas,entreellas un hombrecito con las piernas abiertas ybrazosextendidoshacia arriba,flexionados,formando ángulos de 90°. Y hacia el extremo superior, en la parte más alta y mirando tambiénal sur se tieneunafigura solitariadecruz compuesta.En el segundo sector, se tiene hasta nueve figuras estilizadas, y líneas formando uncuerpo amorfo de algún mamífero o humano con cabeza, ojos y extremidades inferiores que terminan en tres dedos unidos entre sí.Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma Shawi: Ninguna.

7. Cucharayacu 4 (NS-5)Otra denominación: Ninguna conocida. Localizacióngeográfica: Cuenca de la quebrada Cucharayacu, tributario del Armanayacu. Este últimoesafluentedelríoParanapura,elqueasuvez es tributario del río Huallaga. Coordenadas UTM (WGS84): 0334756 / 9348576 N; +- 9 m de error. Altitud (nivel del mar): 322 m.s.n.m. Ubicación política y geográfica: Distrito de Balsapuerto, provincia de Alto Amazonas, departamento de Loreto. A unos 100 metros del lecho derecho de la quebrada Cucharayacu, y a una hora de la comunidad Nuevo Saramiriza. La roca petroglifo se encuentra en la pendiente de una colina. Territorialidad: Población indígena Shawi (Chayahuita). Tipo de roca: Bloque remanente, de arenisca. Medidas máximas y descripción de la roca: 11 m de largo x 8.6 m de ancho x 2.8 m de alto. Técnica de ejecución de los grabados rupestres: Percusión y abrasión. Todos los grabados de círculos concéntricos radiales, círculos compuestos, pisadas de felinos, motivo estilizado complejo, y batracio pequeño con hoyo central, fueron trabajadosmediante la combinación de las técnicas de percusión y abrasión; el resto de grabados, que son muchísimos, fueron producidos mediante percusión. El ancho de los surcos y diámetro de los hoyos pueden llegar hasta 9 cm, y la profundidad hasta más de 2 cm, sobre todo en los alto y bajo relieve de los motivos con técnica deabrasión.Variasfigurasnaturalistas,deaves,batracios, reptiles, cérvido, mono, arácnidos, celestiales(sol,luna,estrella),rostrosyfigurashumanas, pisadas humanas, entre otras, fueron percutidas totalmente formando los motivos de sus formas corpóreas. También sobresalen las líneas punteadas simples, dobles, triples o formando grupos alargados horizontales o verticales, a los cuales los estamos llamando la estilización de las “caídas de lluvia”. Pero entre todos los grabados, los más logrados fueron la figuradel batracio simétrico gigante de 1.5 m de largo x 1.2 m de ancho, a base de 343 hoyos; 28 para la extremidad superior derecha, 36 para la extremidad superior izquierda, 17 para la cabeza redondeada, 155 para el tronco, 38 para la extremidad inferior derecha, 42 para la extremidad inferior izquierda, y 27 para la cola corta.Laexplicacióncontextualdeestafiguralo veremos adelante.Estado de conservación de la roca: Regular. La roca presenta algunas fracturas en varias partes del techo y paredes laterales. Cuando lo descubrimos, el 2000, la roca estaba cubierta

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completamente con hojarasca, ramas caídas y arbustospequeños,yenlasparedesverticalespredominaba el musgo. Estado de conservación de los grabados rupestres: Regular. Hallazgo deculturamaterialensuperficieasociadoa laroca: Ninguno.Descripción de los petroglifos: Figuras naturalistas en abundancia hacia la parte superior de la roca y paredes laterales, sobresaliendo figuras zoomorfas comoserpientes, aves, batracios y reptiles de varios tamaños y formas, entre otras especies de lafauna animal; figuras antropomorfas, pisadasde felinos, figuras estilizadas del sol, la luna,la estrella, una hacha tipo “T”, etc. Se impone ante todas, por su dimensión y técnica de elaboración, la figura de un gigante batracioa base de percusiones punteadas, animal que está asociado a un conjunto de figuras, entreellas dos batracios pequeños, uno delante yotro detrás, y un canal largo y curveado que bordea paralelo al batracio gigante siguiendo la pendiente de la roca, y en cuyo interior y casi a lamitaddelcanal,apareceunafiguraantropo-zoomorfa como si estuviera avanzando hacia arriba. Enbasealafisiografíadelapiedraydistribuciónde los grabados rupestres, esta roca se divide en tres sectores: i) Sector superior del techo de la roca, con ligera pendiente; ii) sector del frontis norte, de pendiente vertical; y iii) sector del frontis sur, de pendiente vertical. En total se ha contabilizadomásde 170figuras individualesy una decena de motivos agrupados por líneas sinuosas irregulares, algunas entrecruzadas.El sector superior del techo de la roca es la que concentra la mayor cantidad de figuras,entre rostros humanos, cruz compuesta, aves pequeñas medianas y grandes, círculosconcéntricos dobles y triples, mono, cérvido grande, espirales con “tres dedos”, líneas sinuosas con “tres dedos”, figura humanaincompleta junto a pisadas de felinos, más pisadas de felinos, dos sol, la luna, grupos de hoyos formando “caídas de lluvia”, el batracio gigante a base de hoyos, más batracios pequeñosabasede líneas, entreotrasfigurassinuosas, estilizadas o indeterminadas. En medio del techo de la roca, los artistas reprodujeron a percusión un largo canal o “lecho de río o quebrada” que corre de oeste a este ligeramente curveada, siguiendo la pendiente natural de la roca, de más de 5 metros de largo x 16 cm de ancho y 1.6 cm de profundidad máxima, en cuyos bordes se disponen contorneándolo, de arriba hacia

abajo, una larga línea punteada “caída de lluvia”, a base de 145 hoyos. Al interior del largo,hacialaparteinferior,disponeunafiguraantropomorfa con los brazos y piernas en movimiento ascendente, y al costado del lecho del canal (representando al río o quebrada), a 30 cm hacia la derecha, se expone imponente el batracio gigante a base de hoyos, escoltado por delante y por detrás, por dos batracios con largas colas arqueadas y doblada en punta de una de ellas; uno de los batracios está delante de su cabeza, y el otro está detrás de su cola, y ambos batracios se disponen con las extremidades inferiores abiertas y flexionadas para atrás, ylas extremidades superiores también abiertas y flexionadasparaadelante,guiandoysiguiendoel ritmo del batracio gigante. El sector del frontis norte agrupa un conjunto de grabados rupestres hacia la parte inferior, pero más hacia la parte superior, entre las que figuran nítidamente 4 batracios pequeños ymedianos,5avespequeñasymedianas,figurashumanas, figuras geométricas encerrandohoyos de “caídas de lluvia”, conjunto de hoyos sueltos en hileras o agrupadas formando las “caídasdelluvia”,yunafiguraestilizadaabasede líneas sinuosas compuestas en bajo y alto relieve, a 40 cm del suelo. En este sector aparece la figura solitariadel hacha de piedra tipo “T”, pero hay dos figuras humanas que toman protagonismoenlaescena.Unadeellaseslafigurahumanaubicada a ras del suelo (la superficie delterreno tapó la parte inferior del personaje), conlosbrazosextendidosyflexionadoshaciaarriba,ymanoscon4dedostocandolafigurageométrica que encierra los hoyos de “caídas de lluvia”. El segundo personaje se ubica arriba de dos batracios, en el extremo superior del frontis justo donde empalma con el techo de la roca. Sus brazos y piernas están bien abiertos y rectos, y presenta una cabeza alargada. Sus brazos terminan en manos con tres dedos, dos de los cuales justo en el lomo donde empalman el techo y el frontis, dan inicio a una larga línea punteada doble y triple de más de 8 metros de largo a base de más de 400 hoyos “caídas de agua”, hasta llegar casi al extremo terminal superior de la roca que conecta con una fractura pétrea. En a mitad de la larga línea punteada doble, a 3.4 metros de su inicio, se emplaza pegado y paralelo en dirección al hombre, un “animal de tierra” con tres patas y muchos dedos, antenas y cola larga y doblada en la punta. En el sector del frontis sur, el de mayor

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elevación, desde la parte media inferior hasta el extremo superior, se emplazan muchas aves, figurashumanasybatracios,todoserguidosyenunaposicióndefinida:lasavesconloscuelloslevantados, y los humanos y batracios con las extremidadesinferioresabiertasyflexionadas,ylasextremidadessuperiorestambiénflexionadaspero extendidas hacia arriba. Algunas aves están con la boca muy abierta, pero en otras no se aprecia la cabeza porque la erosión de la roca los ha carcomido. Acá también aparecen algunas líneas largas, sinuosas con las puntas dobladas, líneas laberínticas, o líneas con quiebres rectos formando ángulos de 90°, entre cuyas figuras se disponen nuevamentelas líneaspunteadas“caídade lluvia”,enfilassimples, dobles, formando conjuntos o entre las líneas redondeadas. Además se tienen un rostro humano, y una palmada humana con 5 dedos, y otra más grande y alargada con 7 dedos, y la huella muy bien definida de unapisadahumanacon5dedos.Lafigurahumanamás grande, de 0.85 m de altura, muestra su sexofemenino,ylaotrafigurahumanatambiéngrande ha quedado borrada por la erosión de la roca.Se observa nítidamente también, en este sector, varias figuras estilizadas, superpuestasentre sí, que marcan diferentes momentos de la producción de los grabados rupestres. Pero, en general, para el conjunto de las 7 rocas petroglifos, todos los grabados rupestres marcan una producción definidamenteintegradas en su totalidad por un mismo grupo social en un tiempo histórico largo. Porahoranonosdetendremosenidentificarlasfamilias o especies del mundo animal presente en los grabados rupestres; esto será tarea para una publicación futura de la totalidad de las rocas descubiertas hasta la fecha en la cuenca del río Paranapura. Escala: 1/10 (1 cm de la escultura = 10 cm del tamaño real de la roca y grabadosrupestres). Cronología: Época prehispánica. Denominación de la roca petroglifo en idioma Shawi: Ninguna.

Interpretación del contexto sociocultural y ambiental

Dos rocas petroglifos y sus grabados rupestres han sido la clave para nuestras interpretaciones: Cucharayacu 1 y Cucharayacu 4.Cucharayacu 1 es la roca petroglifo que nos conlleva a interpretar que los artistas plasmaron el conjunto de grabados rupestres con una

finalidad: practicar rituales de petición de cese de los asesinatos de los felinos a humanos. Por ello la recurrencia de pisadas de felinos, asociadas a caminos o trochas a base de líneas rectas, sinuosas y laberínticas (Porotoyacu 1, Porotoyacu 2, Porotoyacu 3, Cucharayacu 1, Cucharayacu 4), pisadas o palmadas humanas, rostros humanos, cuerpos humanos seccionados o partes incompletas de cuerpos humanos o esqueletos humanos (Porotoyacu 1, Porotoyacu 2, Porotoyacu 3, Cucharayacu 1, Cucharayacu 2, Cucharayacu 3, Cucharayacu 4), figuras humanas minimizadas en tamañoen comparación a la del felino, ubicación estratégica del felino arriba del hombre, y estilización del felino sobre la naturalización de lafigurahumana(Cucharayacu1).Estos grabados rupestres no hacen sino reconfirmar los datos de las fuentesetnohistóricas presentadas por el historiador peruano Waldemar Espinoza Soriano, quien señalaqueunadelasrazonesdelafortificaciónde los poblados de cultura Chachapoyas fue paraprotegerse de los ataquesde estasfieras(Espinoza 1967: 234). Testimonio de ataques y asesinatos de felinos a personas lo encontramos también en los escritos del misionero José Amich, allende la segunda mitad del siglo XVII: “… cuando nosotros estábamos en Sarayacu, en cuya época uno de estos tigres se llevó a una muchachita; pero a los gritos de la víctima acudió una tía suya y a garrotazos obligó a la fiera a soltar su presa, mas como le había atravesado ya el cráneo con los dientes o uñas, murió la infeliz a las pocas horas”. (Amich [1988]: 390-1).Del P. Manuel J. Uriarte, también hacia la segunda mitad del siglo XVII, tenemos también varias referencias sobre ataques y muertes de felinos a humanos, cuyas líneas transcribimos para mayor ilustración: “…Después que hirió [el jaguar] a un indio y éste me vino ensangrentado todo y yo le curaba…” (p. 106); “… con el miedo de tigres era menester acompañar con escopeta a tal cual son a la chagra, que cosa de pesca y caza no había…” (p. 106); “… y como ya de noche el otro no llegase, fueron a llamarlo; buscaron y lo hallaron muerto por un tigre, que le comió la cabeza y cara…” (p. 119); “Tomó mi consejo, y a los dos meses volvieron todos menos uno, a quien había comido un tigre…” (p. 237) (Uriarte 1986). El poder destructivo de estos felinos llevó a su divinización por el hombre. Esta cualidad divina del felino fue estudiada ampliamente por Julio C. Tello, en base de mitos amazónicos continentales,paraexplicarlafiguradeljaguarenla cultura serrana Chavín de la época formativa.

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En estos mitos narrados e interpretados por Tello se repite la constancia del ataque y muerte de los felinos a los hombres, y la venganza de éstos asesinando también a los felinos (Tello 1923). De los Shawis también hemos recopilado historias de ataques y asesinatos de felinos a humanos, sobretodo cuando aún no conocían la escopeta, arma que permitió al poblador amazónico superar en poder al jaguar. Lo interesante en las historias de los Shawis del Cachiyacu y Armanayacu, y Achuar, Huampis, descendientes Pinches y Quechuas de las cuencasdelPastazayMorona,eslafiguradelyanapuma como el felino más temido por los asesinatos a las personas, y no el jaguar. Dicen que el yanapuma es una fiera del tamaño deun ganado vacuno, y al decir de ellos, tiempo atrás solía devorar familias enteras tan sólo en un par de días. Esta información también lo encontramos en el misionero José Amich: “Los más feroces con los Yana-pumas (tigres negros), pero deben existir en muy corto número, pues rara vez se dejan ver” (Amich [1988]: 391).Cucharayacu 4 es la roca petroglifo que nos conduce a interpretar que los artistas plasmaron el conjunto de grabados rupestres con otra finalidad:Practicar rituales de petición de caída de lluvia en un ambiente de sequía, que atentaba con la vida humana, animal y vegetal.Porellolagranrecurrenciadefigurasanimales entre aves, cérvido, humanos, etc., así como la recurrencia de batracios asociadas a las fuentes de agua: quebradas o río (gran canal) y simbología de lluvias (líneas punteadas en conjunto sueltos, en conjuntos encerrados en líneas redondeadas, etc.). No puede haber justificación de ritualespidiendo lluvia en un ambiente como el de la Amazonía actual donde la lluvia abunda, pero sí en un ambiente de sabana como el que ha experimentado la Amazonía por lo menos en varios episodios de tiempo durante el Pleistoceno Final, y Holoceno, es decir en los últimos10milaños.Estassequíaspuedenserpor largo tiempo, o de corta duración como los veranillos que los experimentamos anualmente. A su vez, estas sequías pueden ser por varias causas, entre ellas el fenómenodeElNiño ylas anomalías climáticas (Andrade 1986; Arntz et al. 1996; Bush 2004; Cavelier et al. 1995; Huertas 1993; Livigstone et al. 1980; Marengo 1998, 2001; Mora et al. 1991; Morales 1998, 2000; Morcote 2006; Aceituno 2010; Imazio et al 2010; Zucchi 2010; Neves 2011); habiendo ocurrido en Sudamérica estas fases secas entre

6000 y 4000, entre 2700 y 2100, en 1500, 1200, 700, y 400 antes del presente (Zucchi 2010: 115) . Fenómenos rituales pidiendo lluvia o relacionado a la lluvia, asociado al batracio lo encontramos en muchos estudios sudamericanos, contemporáneos o históricos, especialmente en los Andes, (Dudan 1951; Gerol 1961; Gómez 1969; Legast 1987; Lucena 1970; Metraux 1940; Reichel-Domatoff 1960; Rostworowski 1984), pero para el llano amazónico, esta temática, hasta donde conozco muy poco se ha abordado.También hemos recopilado en el territorio Shawi información que puede reforzar la hipótesis de la presencia de los batracios en los grabados rupestres de la cuenca del Paranapura, asociado a los rituales de lluvia. Son los “sapitos” los que saben llamar a la lluvia, y no las personas; y son los “sapitos” los que avisan cuando va a caer la lluvia. Aquí unas breves explicaciones que me enseñoMiguelNapoPúael2000:“El huarira es de invierno, aparece cuando cae la lluvia; en verano no aparece. Cuando quiere llover huarira canta, así llama la lluvia”. “El ñañara es de invierno, cuando quiere poner huevo le llama a la lluvia. Pone huevo en la cocha, es muy pequeñito”. En síntesis, como si se tratase de un libro rupestre, estos grabados muestran el registro de los fenómenos socio cultural y ambiental que tocó vivir a las poblaciones de la cuenca del Armanayacu, en relación al felino, el rey de la selva antes y después de la llegada del poblador a la Amazonía, supremacía que culminó con la introducción de la escopeta por los misioneros; y, en relación a la escases de los recursos de su entorno, a causa de sequía(s); motivándolos en ambos casos a fortalecer sus relaciones sociales desarrollando prácticas rituales para salvaguardar la vida humana.

Consideraciones finales

Con excavaciones arqueológicas, interpretación estratigráfica, fechados C14 o AMS, estudiosgeoarqueológicos y estudios palinológicos podremos conocer la antigüedad de los antiguos ocupantes del Paranapura, así como el paleoambiente de esta cuenca.Este artículo, va más allá de la descripción detallada de los motivos individualizados de los grabados rupestres, que suelen ensayar los investigadores rupestrólogos. Es un ensayo interpretativo global que me atrevo a desarrollar, buscando explicaciones socioculturales y ambientales que resultan del

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conjunto de representaciones rupestres, de una parte, tomando como patrones la asociación felino-hombre, y batracio-lluvia-humanos-otros animales, presentes en los petroglifos.A la vez, estas experiencias de vida de las antiguas poblaciones amazónicas de la cuenca del Paranapura, nos debe hacer reflexionarsobre el respeto al medioambiente (bosque, agua, animales) que debemos tener los hombres para asegurar en esta perspectiva nuestra existencia.

Agradecimientos

Agradezco la oportunidad que me dieron las autoridades distritales de Balsapuerto, las autoridades comunales y los moradores de las comunidades nativas de las cuencas del Cachiyacu y Armanayacu, al permitirme ingresar a su territorio, enseñarme a caminaren el bosque, cruzar sus ríos, nadar en sus quebradas, conocer sus historias contadas por sus propios protagonistas, dormir en sus casas, invitarme a comer siqui sapa, inguiri, yuca cocinada, sopa de churo, etc. También debo la gratitud a los organizadores del III Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica: la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO Ecuador), el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) y el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA); al Instituto Francés de Estudios Andinos por financiar mi viaje aQuito, Ecuador, y de manera muy especial a Stéphen Rostain, por invitarme a participar como ponente en el este magno evento, y por todas las facilidades y cálida atención recibida.

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Simposio “Alta Amazonía”

La arqueología y ele mito de origen de losShipibo-Conibo de la cuenca del Ucayali, Perú

Daniel Morales Chocano

Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima

¿Quiénes son los Shipibo-Conibo?

Los Shipibo-Conibo y también los Shetebo, pertenecen a un mismo grupo lingüístico Pano, y actualmente se ubican en la cuenca alta y media del río Ucayali. Son sociedades amazónicas en equilibrio con la naturaleza, viven desde sus antepasados en función de los ríos y lagunas de esta cuenca (Fig. 1), en este habitad hacen su vida diaria, encuentran su subsistencia, aquí están sus tradiciones, costumbres e ideología. Son hoy como ayer las “Culturas del Agua”, en donde el río es comparado a una gran serpiente llamada “Ronin” en lengua Shipibo y “Yacumama” en lengua quechua. Ronin está representada como motivo iconográfico demanera geométrica yesquematizada en todos los artefactos pintados como la cerámica los tejidos, macanas y otros ornamentos ceremoniales como coronas.En la ideología, Ronin es la gran serpiente cósmica (Figs. 2 y 3), que tiene todos los diseñosimaginables en su piel, esta serpiente mítica creó el universo y simboliza a dios, dicen que esta serpiente se sostiene fuertemente enroscada en las cuatro esquinas del universo, lista para atacar, al mismo tiempo es emblema de renacimiento e indica el camino hacia una nueva vida que debe tomar el espíritu humano para regresar a la tierra después de la muerte. Ronin el río es también comparado con el cielo, donde las estrellas pasan con sus canoas, dicen que allí hay también fuertes corrientes y también existen otros mundos.En la iconografía Shipibo-Conibo, hay también una gran cruz cuadrada, esta misma cruz está en el centro del cielo y representa la Cruz del Sur que domina el cielo durante los meses de sequía y es la puerta por donde ingresan los muertos al otro mundo (fig. 4). Según L.E.Belaunde, “El ani xeati ya no se lleva a cabo pero su recuerdo perdura y está inscrito en el diseño en cruz (corós kené), y el diseño del espíritu del ojo (vero yoxin) con el que las mujeres adornan actualmente sus chitones y artefactos a la moda actual. El Kene mantiene

presente las prácticas del pasado en el día a día y establece la comunicación entre los vivos y los muertos al trazar los caminos que continúan trayendo los ancestros a la memoria” (Belaunde 2009: 44).También el bejuco o soga del ayahuasca es identificada con la serpiente cósmica Ronin,es madre del ayahuasca y los ríos el origen de todoslosdiseñosokené,sedicetambiénqueel piripiri llamado waste en shipibo también es una manifestación de la anaconda ronin, ambas plantas ayahuasca y piripiri son usadas para visionar losdiseñosokené,estosrepresentan

Fig.1. Mapa del territorio actual de los Shipibo-Coniboen la Cuenca del Ucayali

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los caminos de las estrellas de la vía latía y los kenédiseñados en la cerámicao telaspara elvestido representa al cielo o universo, es decir se reproduce el universo o cielo en la tierra. Losdiseñosplasmadosenlosobjetosnosolotienen un lenguaje cósmico, sino también tienen espíritu y cobran vida, así la ropa como la cushma de los hombres colgada en la casa, dicenque es como elmismodueñoque estáallí y cuida la casa, tiene espíritu no puede ser tocada ni usada por otra persona, por eso, el lenguaje simbólico plasmado en los artefactos o vestidos, cobran vida desde el momento que está plasmada o pintados en un objeto sea este un ceramio, una canoa, la ropa, la macana, la flecha o la casamisma.Estafilosofía es algoque está plasmada también en la iconografía de la Cultura Mochica que se desarrollo en la costanortedelPerúentrelosaños100a600d.C. donde las grandes escenas llamadas por los arqueólogos “la rebelión de los artefactos”, alude esta ideología, en donde los artefactos de guerra se convierten en seres humanos y capturan a los hombres. Esto es una segunda analogía que encontramos entre la iconografía de la Cultura Moche y la filosofía de losShipibo-Conibo. La primera fue entre la escena Mochica llamada “Combate Ritual” y uno de los ritos de encuentro entre dos personas rivales, que se hacen en la fiesta deAni-Shati, y queellos los Shipibo-Conibo llaman “Probando las fuerzas” (Morales 2008).Indudablemente este pensamiento o ideología cognitiva de los Shipibo-Conibo y también los Shetebos,reflejaclaramentelagranimportanciadel medio o habitad en donde ellos nacieron, surgieron y se desarrollaron como las culturas del agua.Todaéstacosmovisiónes suficienterazónpara afirmar que los Shipibo-Conibo yShetebo tienen un alto desarrollo cognitivo del pensamiento, una gran filosofía y unmodo de vida en equilibrio con el cosmos del cielo la tierra y el agua de su medio ambiente amazónico, por ello no puede decirse que tienen un origen andino, sino más bien son plenamente de origen amazónico, pues ellos mismos explican sus orígenes como producto de la dinámica de este gran Río en la cual viven.La vida de estos grupos sociales de lengua Pano, también cambia al ritmo del río. En temporadas de crecientes, el río se desborda, inunda los bosques, cambia de curso, arrasa y destruye las poblaciones, con ello la economía se supervivencia decae, porque los peses que es la principal fuente de subsistencia se dispersan en las tierras inundadas del bosque, en donde

tienen mucha comida y para el hombre es más difícil la pesca, por eso en estas temporadas prefieren cazar en los bosques no inundadosdonde se concentran los animales. En periodos de vaciante del río o sequía, ocurre lo contrario, los animales se dispersan por todo el bosque y es más difícil su captura o caza, con la pesca sucede lo contrario, es época de gran abundancia, los peses se concentran en los causes de los ríos mermados en sus aguas, y migran corriente arriba buscando comida, esta es temporada de gran actividad de pesca, donde todos los pueblos forman grandes caravanas a orillas o playas de los ríos , donde tratan de acumular la mayor cantidad de excedentes del río. Los pueblos que fueron arrasados por la crecida del río, vuelven a renacer en otros sitios, esto es un ciclo constante que en los mitos explica el origen de estos pueblos Shipibo-Conibo.

El mito de origen

La leyenda cuenta que los Shipibo-Conibo emergieron en Cumancaya, un sitio arqueológico en el alto Ucayali, para repoblar el mundo por cuarta vez, por eso Cumancayacocha es considerada como el primer pueblo Shipibo, el centro del universo y es el sitio del árbol cósmico. Dice la tradición que en la cocha de Cumancaya existe mucha cerámica rota, ellos no la tocan, porque dicen trae mala suerte, otro sitio ancestral es Canchahuaya en el bajo Ucayali, que al igual que Cumancaya es un sitio arqueológico con mucha cerámica, los que probablemente desaparecieron por la furia del río en épocas de creciente.Dice la tradición, que en el pueblo de cumancaya crecía un árbol encantado, las hojas de este árbol se movían sin viento, más con el intenso sol sus frutos reventaron y las semillas cayeron al agua de la cocha donde las Gamitanas (un pez amazónico muy común) se las comieron y en poco tiempo los peses comenzaron a volar como aves, la gente quedo admirada, decían que seguramente dios les ha dado esa medicina para volar. Entonces tomaron las hojas de aquel árbol, exprimieron su jugo para rociarlo por todo el lindero del pueblo, vamos a volar dijeron la gente y se adormecieron, al día siguiente el pueblo amaneció inclinado por que empezaba a volar y poco a poco el pueblo ascendió por el aire, pero no llego al mundo-cielo y cayo estrepitosamente Y todo la cerámica se rompió en pedazos, por eso no lo tocan porque esta encantada (recopilación

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tomada de Carolyn Heath. En Una ventana hacia el infinito, arte Shipibo-Conibo, 2002).La misma versión también fue recogida por Donald Lathrap (1970).En síntesis, según el mito, el origen de los pueblos Shipibo-Conibo, los cuales son ribereñosestarían en función de la dinámica del gran Río o Ronin la serpiente cósmica, que en épocas de creciente arrasa con todo desapareciendo los pueblos cuando el río cambia de curso, para luego renacer cíclicamente en otro lugar. Por ello también hay varios pueblos de origen y según la leyenda se conocen dos: Cumancaya en el alto Ucayali y Canchayuaya en el Bajo Ucayali, territorio que hoy no lo ocupan los Shipibo-Conibo porque fueron desplazados hasta la cuenca media por los Cocamas.

Lo que dicen los arqueólogos de los años 70

El arqueólogo Donald Lathrap (1970), interesado por la arqueología amazónica, realizo exploraciones y excavaciones descubriendo muchos sitios arqueológicos en la cuenca del Ucayali Central, en base a ello estableció una secuencia cultural de alfareros desde los 2000 a.C., hasta la épocas del contacto con los europeos. Dentro de esta secuencia Lathrap, plantea que los Shipibo-Conibo llegaron al Ucayali,procedentesdelSur,entrelosaños650a 810 d.C., momento en el que un nuevo estilo de cerámica que él llama Cumancaya, irrumpe la secuencia anterior de los estilos del Ucayali Central.Lathrap, asocia este nuevo estilo Cumancaya a los pueblos de lengua Pano, quienes habrían invadido la cuenca desplazando a los antiguos pobladores de lengua Arawak. Uno de sus argumentos más evidente es que el estilo de la cerámica Shipibo-Conibo deriva según él de la cerámica Cumancaya, por tener ambos muchos rasgos en común, tanto en formas y decoraciones.Posteriormente los alumnos de Donald Lathrap, entre ellos Thomas Myers (1970-2002),Roe(1975)yDeBoer(1975),difierenenparte con la interpretación de Donald Lathrap, asumiendo que la llegada de los Pano hablantes al Ucayali es anterior a la fecha propuesta, para ellos su arribo estaría relacionado a la tradición alfarera Pacacocha, la cual aparece en la secuencia del Ucayali alrededor de los 300 d.C., opinan también que el estilo Cumancaya sería resultado de dos componentes distintos: uno constituido por vasijas simples, cuencos y ollas

redondeadas con base plana, a veces con un simple engobe rojo y adornos zoomorfos de la tradición Pacacocha y otra tradición alfarera muy dominante que se caracteriza por el uso de pintura roja entre incisiones, la cual está vinculada a la tradición Sangay del Ecuador. Más aún a esta tradición, luego de 2 o 3 siglos se añade la cerámica de estilo corrugada,especialmente en ollas de cocina y también urnas funerarias de cerámica, con temperante de cariapé o corteza de árbol quemada y triturada, lo cual es muy común en la zona de Bolivia oriental.Por estas razones Brochado en 1984 afirmaque el sitio de Cumancaya, sería un pueblo multiétnico, donde los pobladores del estilo de cerámica Rojo entre incisiones estaban en posición superior a los llamados Pano de la tradición Pacacocha. En síntesis los autores mencionados coinciden que Cumancaya sería posterior a la tradición Pacacocha y están de acuerdoconDonaldLathrapalafirmarquelosShipibo-Conibo tienen una conexión estilística con el estilo Cumancaya, aunque no están seguros de la conexión de los Cumancaya y la lengua Pano.Hasta aquí, suponemos que los antecedentes de los Shipibo-Conibo en la cuenca del Ucayali seremontaporlomenosaunos300añosd.C.época en la cual existe en el Ucayali un estilo de cerámica llamado Pacacocha, el cual según Myers, estaría vinculado a los Panos hablantes, también hay consenso en pensar que el estilo Cumancaya representaría el apogeo de la tradición Pacacocha. La presencia de los Pano hablantes en el Ucayali, también ha tratado de demostrarse a nivel de estudios lingüísticos. Marcel D´Ans (1973),afirmaquesegúnlaglotocronologíaolexicoestadistica, los Pano hablantes habrían llegado al Ucayali mucho antes que lo que suponeMyers,esdecirmásomenos100añosd.C, en este momento el estilo de cerámica en el Ucayali es denominado por Lathrap, como Yarinacocha, se trata de una cerámica burda utilitaria, a veces con engobe rojo y aparecen algunos diseños pintados de rojo, blanco ynegro, lamentablemente no se ilustra ni dibujos ni fotos y descripción más detallada, ¿sería está el inicio de la tradición policroma en el Ucayali?.Donald Lathrap, dice que los Yarinacocha fueron desplazados por los Pacacocha, estos permanecieron en la cuenca del Ucayali por másde400añosyevolucionaronentresestilos:Pacacocha,CashiboCañoyNuevaEsperanza.En Pacacocha predominaba las ollas globulares,

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el engobe rojo, también aparecen soportes macizos de cerámica para poner las ollas en los fogones, así mismo hay grandes vasijas para el masato las cuales también eran utilizadas para entierros secundarios de esqueletos desarticulados. De todos estos rasgos, tanto Yarinacocha, como Pacacocha comparten con la cerámica de los Shipobo-Conibo, el uso de tres colores, blanco, rojo y negro, el engobe rojo y los soportes de vasijas para poner al fogón y lo que es más interesante, comparten las grandes vasijas que también sirven cono urnas funerarias para entierros secundarios, si estos rasgos se están asociando a los Pano hablantes, Myers, tiene razón en decir que estos llegaron al Ucayali con el estilo Pacachocha y no con el estilo Cumancaya según Lathrap. Nosotros pensamos que el actual estilo Shipibo-Conibo es más complejo, tiene básicamente tres componentes: 1. El estilo policromo similar al estilo Napo, Miracangeras, Marajoara y Caimito, 2. El estilo de cerámica inciso con figurasgeométricascontriángulosescalonadosque derivan según Myers, de la tradición Sangay del Ecuador de la cerámica Rojo entre incisiones y que Donald Lathrap llama estilo Cumancaya, y 3. El estilo de cerámica utilitaria y corrugada, la cual Según Myers tiene sus orígenes en el Beni Boliviano.Cuando Donald Lathrap describe el estilo Cumancaya, asociado a los Shipibo-Conibo, se refiere a los estilos 2 y 3, desvinculándoladel estilo policromo de los Napo, Miracangera, Marajoara e incluso del estilo Caimito del Ucayali el cual está representado en su cuadro secuencial separado del estilo Cumancaya como otra tradición. Sin embargo notamos que la cerámica Shipibo-Conibo esta mas vinculada al estilo policromo similar al estilo Napo, Marajoara, Miracangera y Caimito, pues comparte con estas una serie de rasgo, como la policromíadetrescolores,losdiseñospintadosenlíneasgruesaylíneasfinasyotrosmáscomodice Girard (1958), haciendo comparaciones arqueológicas y etnográficas, se descubre queexisteunafiliaciónestilísticayculturalentrelasculturas de Marajó, Napo, Miracangera y los Shipibo-Conibo. Son comunes entre ellos la cerámica pintada e incisos, la simetría bilateral de sus diseños, los espirales escalonados enrectángulos, la base con pedestal, el barnizado el modelado, los personajes zoomorfos y antropomorfos, las efigies de sexo femenino,figuras cruciformes en forma de T y H yel motivo serpiente cósmica estilizada que son expresiones muy frecuentes. También

comparten las costumbres de achatarse la frente, tiene dioses antropomorfos femeninos, ritos de pubertad y entierro en ánforas, por todos estos rasgos compartidos, se asume que los pueblos representados por dichas culturas de filiación Pano hablante habrían venidosdel Norte, tal como lo explica una tradición antigua de los Shipibo-Conibo, que dice que se asentaronentrelaconfluenciadelRíoUcayaliconelMarañónparaluegoserexpulsadosporlos Cocama aliados con los Jebero hacia el Ucayali Central.

Controversias de donde vinieron los Shipibo-Conibo del Norte o del Sur

Según Donald Lathrap, el estilo Cumancaya vinculado a los Shipibo-Conibo, tiene entre sus componentes estilístico la cerámica corrugada en un 20% y la pintura roja en zonas o el llamado rojo entere incisiones en un 10% y fechada en un tumba entre los 810 d.C. más o menos 80 d.C., según Myers, este estilo de cerámica roja entre incisiones proviene de Sangay en el Ecuador y es el mayor componente en el estilo Cumancaya. Esto indicaría que los Shipibo-ConibovinierondelNortecomoafirmaGirardsegún lo explica una tradición antigua de los Shipibo-Conibo, sin embargo, Lathrap, Meyers yotrosseempeñanenafirmarquelosShipibo-Conibo vinieron del Sur. Lathrap, en particular dice, los motivos incisos de Cumancaya son actualmente hechos por los Mbayá Cadubeos del Mato groso en Brasil y que los antecedentes de estos están alrededor de los 300 d.C antes que la migración de los pueblos Cumancaya, por ello Lathrap sugiere que el centro de los proto Pano se ubica al este de Bolivia y por eso afirmequelosPanovinierondelSur.Nosotrospensamos que aquí el problema fundamental es asociar lengua y cultura la cual no siempre puede ser válida, mencionamos el caso Yanesha vecinos y contemporáneos de los Shipibo-Conibo, comparten el mismo estilo en su cerámica, pero los Yanesha hablan el Arawak. Asímismose tratadedefinir elproblemadedonde vinieron en base a deducciones lógicas sin mayor soporte de material arqueológico.

Nuevos aportes arqueológicos

A partir de año 2001, iniciamos nuestrasinvestigaciones en la reserva nacional del Pacaya-Samiria, realizamos excavaciones en el sitio de “El Zapotal” a pocos kilómetros del poblado actual de San José del Samiria, cercana

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a la confluencia delMarañón yUcayali donese forma el Amazonas, hemos publicado varios artículosenlosaños2002a,2002b,2008y2011.Nuestra hipótesis antes de iniciar las excavaciones arqueológicas en el sitio de El Zapotal, por su ubicación geográfica en lacuencadelRíoSamiria cerca a la confluenciadel Río Marañón y Ucayali y las referenciasetnohistóricas, suponíamos que el sitio de El Zapotal probablemente pertenecía a las antiguas ygrandespoblacionesvistasporlosespañolesen 1542 a los cuales llamaron Omagua hoy Cocamas, la cual en la actualidad ocupan la zona deestudio,entreelRíoMarañónyUcayaliportal razón teníamos también dentro de nuestros objetivosdefinirlaextensióndelasentamientodel Zapotal (Morales 2002).En la primera campañadel 2001, se cumplióeste objetivo en base a una metodología de trabajo que consistió en excavaciones de pequeñascuadrículasde1x1metrodeladoalo largo del bosque cercano a la laguna Yarina donde se encuentra el sitio y de esta manera se pudo determinar la extensión de 510 metros de largo por un promedio de 170 metros de ancho. Este método además nos permitió definirpor lomenosdos sectoresclaramentenotorios, la zona de cementerio y la zona de viviendas. Sobre esta base al año siguientetrabajamos dos objetivos, excavaciones en área en la zona de cementerio y cuadriculas mucho más amplias de 3 x 2 metros en el área de viviendas domesticas.El material cultural de las excavaciones estuvo orientado al análisis de los estilos de cerámica con el propósito de determinar su cronología relativaeidentificarlaculturaalaquepertenece,en base al análisis tipológico y estilístico de sus atributos.En un segundo momento el 2002, surgió la necesidad de entender la presencia de ciertos artefactos vinculados a contextos funerarios, para lo cual tuvimos que realizar trabajos etnográficosenlacomunidadShipibo-Coniboyenbasealallamadaetnoarqueologíadefinidade manera particular por nosotros (Morales 2008), tratar de entender algunos aspectos socioculturales de estos artefactos. El 2003 el análisis final de la cerámica, nospermitióafirmarqueenelsitiodeElZapotalexistió un complejo alfarero el cual puede ser separado en tres estilos bastante conocidos para la Amazonía: la primera es la cerámica inciso con diseños geométricos, triángulosescalonados que terminan en espirales y un segundo estilo de cerámica pintada o estilo

policromo, ambas con una diferenciación temporalanivelestratigráfico.Elprimerestilode este conjunto estaría vinculado con el llamado estilo Cumancaya del Ucayali Central.Un segundo grupo de cerámica inciso, es algo particular al anterior, se trata de objetos ceremoniales, pequeños cuencos finamentepulidos sobre cuya base hay diseñosgeométricos trazadas con líneas ancha y líneas muy finas, esto mismo ocurre en artefactospequeñosquesimulanpenes,“shibinantis”.El tercer estilo es el policromo que usa la pintura blanca, roja y negra, entre ellas destaca un gran fragmento con diseños geométricostrazadas en franjar anchas en rojo y blanco y sobre las franjas blancas se trazas líneas muy finas de color negro las que formantriángulos y espirales, para nosotros este es un elemento clave porque creemos encontrar aquí los antecedentes de los estilos Cocama y Shipibo pintado, por combinar líneas ancha y líneas finas, tradición que ocurre en el estilopolicroma de Amazonía Central. Un segundo fragmento también clave es un plato de fondo negro sobre la cual con líneas blanca se logran diseños estilizados de cabezas de serpiente,en este caso el estilo se parece más a la fase CaimitodelUcayali,coneldiseñodelallamada“serpiente cósmica” de Shipibos y Cocamas.En base a los tres estilos de cerámica propusimos la existencia de dos complejos estilos a los cuales culturalmente los denominamos: A) el estilo pre Cocama-Shipibo-Conibo pintado y B) el estilo pre shipibo-conibo inciso, este último con dos componentes el similar al estilo CumancayayelIncisodelíneasmuyfinasenobjetos ceremoniales (Morales 2002).Pero lo más importante de nuestros hallazgos arqueológicos en el sitio del Zapotal que nos acercaban a los Shipibo-Conibo fueron los entierros secundarios en ollas de cerámica con un engobe rojo y sus contextos asociados, en la cual se encontró cráneos de frente achatada, mas los artefactos que simulaba penes fueron reconocidos por los propios Shipibo como “Shibinantes”, usados en los ritos de pubertad. Sobre la base del cráneo de frente achatada, los shibinantes y la forma de entierros secundarios, desarrollamos mediante la etnoarqueología tres conceptos socioculturales que identificanplenamente a la cultura Shipibo-Conibo: el concepto de identidad en base a los cráneos de frente achatada, el concepto de la muerte, en base a los entierros secundarios en urnas de cerámica y el concepto de honor en el rito de pubertad en base a los Shibinantes (ver Morales

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2008). Este comportamiento social identificaplenamente a los Pano, Shipibo-Conibo más que a Tupi-Guarani ó Cocamas en el sitio de El Zapotal.Tambiénparanosotros,enloqueserefiereaestilosdecerámica,esbienclaroseñalarqueelactual estilo polícromo de los Shipibo-Conibo tienen sus antecedentes en el estilo policromo de zapotal y en el estilo pre Shipibo-Conibo inciso y ambas a la vez estarían vinculadas a la tradición policroma del Napo, Miracangeras, MarajoyCaimito,loquesinopodemosafirmarcategóricamente de que esta tradición estilística este vinculada a los Pano hablantes, más bien lo que se podría deducir es que los Pano de la tradición Cumancaya, estaban aprendiendo en el sitio del Zapotal el estilo policromo de Amazonía Central.

Problemas de cronología

La cronología relativa en base a comparaciones estilísticas de la cerámica del sitio de El Zapotal puede establecerse en base a las dos manifestaciones estilísticas: una primera vinculada a la cerámica inciso con figurasgeométricas que forman triángulos escalonados yespiralesalascualeslashemosidentificadoscomodelafiliaciónCumancayayunsegundoestilo que hemos llamado el estilo pre Cocama-Shipibo-Conibo pintado y el estilo pre Shipibo-Coniboincisoqueseriandefiliacióndelgranestilo policromo que se acerca más al estilo Napo, Micarangera, Marajoara y Caymito.En referencias a la cronología absoluta en base a fechados de carbono 14, Donald Lathrap, plantea que el estilo Cumancaya empieza 810 d.C. en el Ucayali Central. Otros fechados para el estilo Cumancaya fueron propuestos por Warren DeBoer, Peter Roe y Scott Reymond (1975), en base a sus investigaciones en el alto Ucayali,afirmandoquelatradiciónCumancayaestá presente en el Alto Ucayali desde los 810 a 1600 d.C. Más al Norte del bajo Ucayali como es el caso del sitio de Valencia en el río Corrientes tributario del río Tigre, no tenemos una clara presencia del estilo Cumancaya.En el sitio arqueológico de Valencia según Rosa Fung (1981), el estilo de cerámica se acerca más bien al estilo Napo la cual está fechada entre los 1100 a 1400 d.C. según Evans y Meggers (1968), mientras que Caimito en el Ucayali seubica entre los años1300 y1400d.C., sinembargo Valencia tiene notables diferencias con Napo y Caimito, especialmente por los motivos antropomorfos modelados, aplicados

o pintados e incisos en sus urnas funerarias, en valencia solo hay una vaga referencia de una cara pintada que se parece a Napo. Por todo ello Rosa Fung, sitúa a Valencia entre los siglos IX y XIV d.C.Aunque los arqueólogos Myers, Roe y otros creen que los Pano hablante llegaron al Ucayali 300añosd.C, y el lingüistad’Ans, incluso talvez antes 100 d.C, no es muy claro ya que en este lapso hubieron en el Ucayali dos estilos diferentes Yarinacocha y Pacacocha, mientras quelapropuestade800añosd.C.paraLathrap,se asocia al estilo Cumancaya el cual tiene hasta tres componentes diferentes, de los cuales la cerámica inciso con figuras geométricasescalonadas y espirales es la más dominante y se mantuvo hasta 1600 d.C. en el Ucayali y de la cual heredarían los Shipibo-Conibo. Sin embargo hemos aclarado que el verdadero estilo Shipibo-Conibo es más asociado al estilo Policromo que se inicia en el Sitio del Zapotal entre los años 1350 a 1450 d.C. deacuerdo a cuatro fechados radio carbónicos obtenidos en este sitio y que fueron publicados (Morales-2008).

Conclusiones

1. Se comprobó que el sitio arqueológico de El Zapotal fue un asentamiento grande como los que probablemente fueron Napo y Caimito pero eminentemente mucho más antiguo que los pueblos vistos por Orellana y Carbajal en 1542 cuando descubrieron el Amazonas. La diferencia es que los pueblos que vieron los españolesen1542eranOmaguadelenguaTupi-Warani y casi estamos seguros que la gente de la cultura Napo, Miracangera, Marajoara e incluso Caimito son otros grupos sociales con distinta lengua los que a partir de 1,400 a 1,500 estaban siendo desplazados por las grandes oleadas de grupos Tupí , los que ingresaron por la boca del Amazonas en periodos bastante tardíos y acabaron con los pueblos más desarrollados de la Amazonía Central al igual que los Barbaros que destruyeron a los Romanos.2. En base a esta primera conclusión y considerando el estilo de la cerámica de El Zapotal la cual se acerca más a la del estilo Napo y Caimito, nosotros creemos que el sitio arqueológico de El Zapotal es el testimonio de choque y encuentro de dos tradiciones distintas, Cocamas de lengua Tupí y Shipibo-Conibo de lengua Pano, como lo afirmamosel 2002 en el artículo titulado Contactos entre Cocamas y Shipibos.

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3. En base a los fechados de C-14 y comparaciones estilísticas de la cerámica de El Zapotal, asumimos que antes de la llegada de los Tupí- Cocamas, la Cuenca del Río Ucayali era de dominio absoluto de los Pano-hablantes, los cuales fueron desplazados por los Cocamas hasta la Cuenca Media, esto confirma quesi bien en el proceso de contacto hubo intercambio cultural, como son los casos de achatarse la frente costumbre que fue copiada por los Shipibo-Conibo de los Cocama, es también evidente que los Shipibo-Conibo supieron mantener costumbres muy propias de los Pano, como es el rito de pubertad, pues los artefactos que eran usados en la ceremonia fueron encontrados en el Zapotal. Otra costumbre que tiene que ver con el concepto de la muerte, materializada en el entierro en urnas de cerámica, es una costumbre altamente desarrollada en la tradición Policroma como son los casos de Napo, Marajoara, Guarita y otras y que tal vez los Tupis copiaron de estas sociedades de la Amazonía Central.4. Es muy posible que los Pano-hablante vinieron del Norte y no del Sur como se ha venido sosteniendo, ya que Cumancaya que son los antecesores de los Shipibo-Conibo, tienen un componente de su cerámica que tiene sus orígenes en Sangay, Ecuador, en la cuenca del Río Upano, no olvidemos que en el Upano (termino de posible lengua Pano), se desarrollo uno de los grupos sociales que alcanzo tempranamente a desarrollar más de 200 montículos de tierra entre los 400 a.C. a 700 u 800 d.C. según Porras (1987).

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Simposio “Mojos y Acre”

Island, River and Field:a Historical Ecology of the Bolivian Amazon

John H. Walker

University of Central Florida, Department of Anthropology, Orlando

ItisfiftyyearssinceDenevan,LeeandPlafkerbrought the Llanos de Mojos in eastern Bolivia to the attention of Amazonianists, with their descriptions and analyses of pre-Columbian earthworks (Denevan 1966, 2001). Now that a generation or two of archaeologists, linguists, geographers and other scholars have worked in Mojos, we can better describe and interpret patterns in the archaeological record, at different scales. I suggest that all scholars working in Mojos have a stake in detailing pre-Columbian history and cultural geography, in addition to their other theoretical and methodological concerns. The archaeological record in Mojos is just as complex as the linguistic, ecological or ethnohistoric record, and as Heiko Prümers has pointed out, it is time to go beyond a monolithic interpretation of Mojos.One visible type of pattern is ring ditches, which have been well studied by both Clark Erickson and by Prümers in the eastern part of Mojos, near the modern town of Baures (Erickson, Alvarez and Clla 2008; Prümers, Jaimes Betancourt and Plaza Martinez 2006). In this paper I will describe several ring ditches from the western part of Mojos, across the Mamoré River from the eastern ring ditches (Walker 2008, 2011d, 2012). Although the two sets of earthworks are similar, they differ in regard to their spatial relationships with other forest islands and ring ditches, with raised fields, and with rivers. These comparisonsare made at three different scales, and the comparison of these comparisons suggests differentinterpretations.Inadditiontorefiningourunderstandingof pre-ColumbianMojeñohistory, this analysis suggests that Mojos was connected to neighboring areas in complex ways.Ring ditches to the east, near the modern town of Baures, have been well researched and presented in recent years. In general, they are circular ditches one hundred or two hundred meters across, sometimes cut as deep as two

or three meters into the hard, lateritic soil. Erickson, Álvarez and Calla documented a large number of ring ditches under the forest canopy in all of the large forest islands they surveyed in 2007, often with several ring ditches connected by canals within the same forest island. At present, eastern ring ditches seem to date to not long before the contact. Early excavations by Erickson yielded dates from the 17th century AD and Prümers’ radiocarbon dates suggest an occupation between AD 1200 and 1400. Consensus has yet to emerge on the function of ring ditches. While Erickson suggests that ring ditches could represent palisaded villages, Prümersdidnotfindevidenceforapalisadeinhis excavations through the ring ditch at Granja del Padre. In a previous publication I suggested that some ring ditches could have a hydraulic function, but Prümers argued that because the ring ditch at Granja del Padre was not level, that it could not have had any such hydraulic function. Prümers found urn burials at Bella Vista, but these are not found universally in the east.A distinct landscape including ring ditches is also present along the Yacuma and Rapulo rivers, western tributaries of the Mamoré River, about 200 kilometers to the west of Baures. A significant difference between eastern ringditches and western ring ditches (taking the Mamoré River as the dividing line) is that the western ring ditches are associated with large raised fields, while the eastern ring ditchesare associated, perhaps to a lesser extent, withadifferentkindof fields (Walker2008).Thesetwotypesof agriculturalfieldsareverydifferent in terms of their morphology, and probably represent very different agricultural systems.

Neighborhoods of large raised fields (10km-100km)

Thefirstscaleof analysisthelargest,coveringdistances requiring an overnight journey on

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footorinacanoe.Thisscaleisdefinedbythedistribution of a particular type of earthworks: Large Raised Fields (LRF). These were described by Denevan in his 1966 monograph, and are quite photogenic from the air (Denevan 1966). The platforms stretch for hundreds of meters, and are conspicuous, even though they aresometimesdifficulttotraceontheground.Satellite imagery now in the public domain through Google Earth and other sources make thesefieldseasyforprofessionalandlaypublicsto observe. Working with a group of students from the University of Central Florida, we have digitized a sample of more than 10,000 large raised field platforms, and we estimatethat in total, between 40 and 50,000 platforms are present. The spatial organization of these platforms can be described in many ways, and these decisions both contain and condition assumptions about agricultural organization

(Walker 2001, 2004, 2011a). Keeping this problem inmind, large raisedfieldplatformsare grouped into “neighborhoods”, which are defined as groups of fields that are within afewfield-widthsof eachother.Iamoptimisticthat we will be able to make more sophisticated analysesaswedigitizeallof thefields.Roughly1000 neighborhoods of fields have beendigitized within an area about 125 kilometers from north to south, and about 75 kilometers fromeasttowest(Figure1).Theareaof fieldsextends from the large lakes of northern Mojos to near the Apere River to the south, and from the Mamoré River westward. To date no large raised fields are reported to the east of theMamoréRiver.Thisareaof largeraisedfieldshas a great deal of uniformity in morphology; fieldsareroughlysimilaracrosstheentirearea,andraisedfieldsof thissizeandshapearequiteuncommon outside the area.

Figure 1. Map showing the location of ring ditches at Estancita and San Francisco islands,within the Llanos de Mojos, and the Madeira River Basin, in Eastern Bolivia

275

Neighborhoodsof largeraisedfieldsareclearlydistributed in relationship with the rivers that drainthisarea:TheIruyañezandOmiRiverstothe north, and the Yacuma and Rapulo to the south. However, this relationship is not simple. Many neighborhoods are close to the gallery forests of the rivers, creating large expanses of fields like those along the Iruyañez nearitsconfluencewiththeOmi.Butat thesametime, more than half of the neighborhoods are more than 2 kilometers from any river, a considerable distance in terms of walking time, and for access to the river and water transport. The rivers are very active and certainly changed course in the pre-Columbian past, but it is clear thatnotallfieldswerebuiltnexttoanavigableriver,andthatsomefieldswerebuiltfarfromany river.

Fields and Islands (1km-10km)

Spatial pattern can also be examined at an intermediate scale that relates ring ditches to raised fields.Of themany patterns visible atthis scale, the relationship between ring ditches andnearbyraisedfieldsisof interesthere.If the communities that built and occupied ring ditches were the same ones that built and farmed on raised field platforms, then thespatial relationship between the two can help characterize both sets of landscape features, andperhapsdefineagriculturaltasksingreaterdetail. Forest islands, where all ring ditches in western Mojos have been found to date, are conspicuous in satellite imagery, and have long been a focus of survey and excavation in the area. Several spatial patterns combining raised fields and ring ditches are presentwithin theLarge Raised Field area. To the north of the Yacuma River, just west of its confluencewith the Rapulo, is an open savanna with severalthousandraisedfields,centeredaroundthe Quinato wetland, a permanent wetland occupying the fossil course originally cut by the much larger Beni River. Estancita is a large island of forest covering 7 ha, containing a clearlydefinedandnowwelldatedringditch,and it is located more than 4 kilometers from the nearest raised fields, a group of severalhundred (Figure 2). On the other hand, Estancita is only about 800 meters from the Yacuma River, and only 300 meters from an oxbow lake, which was part of the course of the river in the past. A second ring ditch provides a contrasting example. San Francisco is a forest island and

ring ditch located between the Yacuma and Rapulo rivers, just south and west of Santa Ana del Yacuma (Figure 2). This ring ditch is located in the midst of a neighborhood of large raisedfields.Ontheotherhand,SanFranciscois more than 3 kilometers from the Rapulo River, and more than 4 kilometers from the Yacuma River. Other forest islands containing ring ditches and other related earthworks and mounds are in various spatial relationships with large raised fields. Large islands andlargeneighborhoodsof raisedfieldsalongtheQuinato wetland make up a complex landscape of relationshipsbetweenraisedfieldplatforms,ring ditches and navigable rivers. Analyzing landscape at this scale will require careful

Figure 2. Plans of ring ditches alongthe Yacuma and Rapulo Rivers

276

considerationof theseasonalityof theMojeñolandscape, because of which the size, location and attributes of rivers change tremendously throughout the year.

Inside the ring ditch (1m-1000m)

At the smallest scale of analysis, each ring ditch can be used as an analytical unit. The outline of the ditch defines an area and excavationprovides information that helps characterize the ring ditch both in comparison to other examples, and within itself, as a complex settlement (Figure 3). A sequence of 12 radiocarbon dates suggests that Estancita Island was occupied during two periods, Estancita 1, with six radiocarbon dates from about cal AD 700 to 1000, and Estancita 2 with six dates from about cal AD 1300 to 1400 (Table 1). Estancita 1 comes from an excavation outside the ring ditch, but inside the forest island, and Estancita 2 comes from an excavation inside the ring ditch. Two other dates were obtained from samples excavated from the ring ditch itself. They gave divergent and contradictory results. One of the dates intersects the calibration curve at

about 250 +/- 30 BP, which corresponds to intervals in the 16th, 17th, 18th and 20th centuries, althoughthe95%confidenceintervalisinthe17th century. The other sample calibrates to the beginning of the sixth millennium BC. The combination of these two dates from the same excavation suggests that the ring ditch soils are well disturbed, most likely by both cultural and “natural” activities, including maintenance by the ring ditch builders and a wide range of burrowing animals, roots and soil cracks. Comparatively old dates could also represent evidenceforfirehistories inMojos,a subjectthat deserves further research and discussion (Dull et al. 2010; Iriarte et al. 2012). In light of Lombardo and colleagues’ recent publication detailing occupation of three forest islands in the middle and early Holocene, there is no reason to assume that such early dates do not represent human activity (Lombardo et al. 2013). The dates from Estancita 1 (outside the ditch) suggest at least 300 years of occupation represented by a deposit of cultural soil between 60 and 80 cm thick. The dates from Estancita 2 (inside the ditch) suggest a permanent occupation as well, perhaps

Figure 3. Profile of excavations in the ring ditch at Estancita Island, Yacuma province, Beni, Bolivia

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of greater intensity, with roughly 100 years of occupation represented by cultural soils between 100 and 135 cm thick. Unfortunately, due to logistical factors, we were unable to excavate to sterile soil inside the ring ditch, and therefore we failed to eliminate the possibility that an earlier occupation lies under the Estancita 2 occupation. From both Estancita 1 and 2, burned earth (ortierraquemada)wasrecoveredinsufficientquantity to suggest domestic occupation. The burned earth has very high clay content, and could have been part of fireplaces, perhapselevated to avoidmoist soils and flooding, abasic feature of ovens and permanent hearths in the countryside today.Across the Yacuma River and 7 kilometers to the south, San Francisco is a forest island justa fewmeterswider than thewell-definedring ditch within the forest. Ceramics are found on the surface within the circle of the ring ditch, and in the soil turned over by fallen trees. Excavation of shovel tests and larger test excavations in June and July 2013 showed that darker soils containing ceramics and burned clay extended down about 1 meter below the surface in the center of the island. This means that most of the volume of the current forest islandconsistsof artificialsoil,anditsuggestsa long-term permanent occupation. A second excavation across the ring ditch exposed severaldistinctstrataof ditchfill,showingthatthe ditch was once about one meter deeper than it is today. A lens of sand 25 cm at its thickest was found about 50 cm below the surface, although it did not extend throughout the ditch. Ceramics were found above, below

and within this sand lens, so there is little doubt that it is a cultural soil. The sand is unusual because this forest island is kilometers away from the nearest rivers. It seems that either the occupants of San Francisco carried sand to thislocation,ortheymanagedflowsof waterto do so. Fromafirstanalysisitispossibleonlytomakea brief note about the artifacts recovered from these two western ring ditches (Figure 4). Basket impressed ceramics are often found, as wellasfinelinepaintedpottery,fragmentsof ceramic grinders, and both grog and sponge temper. Ground stone artifacts were present at both Estancita and San Francisco, although these were not stone axes, which are by far the most common stone artifacts found in Mojos (Jaimes Betancourt 2010; Walker 2004, 2008, 2011b, 2012). Ring ditches are found across a distance of several hundred kilometers in Mojos, both in large concentrations in the east, near Baures, but also to the west of the Mamoré, inassociationwithlargeraisedfields.Westernring ditches are found close to rivers, and far from them. They are found close to and far fromraisedfields.Theywereoccupied intheearly second millennium AD, but they may also have been occupied much earlier.Although it may be tempting to try and identify ring ditches with a particular group of people, for example with raised field farmers, orwith Arawak speakers (Heckenberger 2005; Heckenberger et al. 2008; Hornborg 2005), I propose to start from a different interpretation. Because ring ditches are found in association with different kinds of agricultural earthworks

Figure 5. Radiocarbon dates from excavations at Estancita (BYA202?)

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in the west and the east, a straightforward connection with raised fields is not possible.Similar reasoning should apply to a connection between ring ditches and any particular language, whether the Arawak languages Mojo or Baure, or the linguistic isolates Movima, Cayuvava, Canichana or Itonama. According to recent linguistic research, Mojos has been a multilingual region for two thousand years at least (Crevels and Van der Voort 2008; Epps 2009). Perhaps ring ditches should be interpreted as part of a way of life associated with this complexity. Conversations with Movima speakers, the Cabildo and the Sub-Central de Pueblos Movimas will be another source of useful information about ring ditches and their distribution. Whether a ring ditch has a defensive function, or a water control function, or neither, the circle marks the earth permanently, dividing it between inside and outside. Communities cooking and eating inside ring ditches may have shared ideas about what constituted a proper village, but not all ring ditches were built in the same kinds of places. Connections to other regions were probably mediated through the network of navigable rivers, and itseemsthatwesternMojeñosbuilttheirfieldsand ring ditches in many different spatial relationships with this river system. Perhaps ring ditches marked places in a way that helped the community maintain their way of life in a multilingual, multiethnic context with several interrelated economies. But if they did so, it was only across some of Mojos, not everywhere on the savanna. Further analysis of ring ditches requires that we consider processes operating at different scales, to trace the role of Amazonian communities across the landscape and through time.

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Simposio “Mojos y Acre”

Unidad en la Diversidad.Implicaciones de la variabilidad cerámica

de la región del Iténez, BoliviaCarla Jaimes Betancourt

Introducción

En la región de Baures, ubicada en el margen oeste del río Guaporé de la Provincia Iténez, se han encontrado numerosos sitios arqueológicos rodeados por zanjas. Similares tipos de obras están distribuidas en un amplio espaciogeográficoqueincluyedesdelaregióndel Alto Xingú (Heckenberger 1996, 1999, 2005, 2006, 2009; Heckenberger et al. 1999, 2008), el Acre brasileño (Saunaluoma 2012;Saunaluoma & Schaan 2012; Schaan et al. 2007, 2010), el departamento de Pando en Bolivia (Arnold & Pettrol 1988; Arellano López 2002; Pärssinen et al. 2003, 2009; Saunaluoma et al. 2002, 2003; Saunaluoma 2010; Escobar 2013) y el noreste de los Llanos de Mojos (Becker-Donner 1956; Walker 2008; 2011; Erickson et. al 1997, 2008, Erickson 2006, 2010; Prümers et al. 2006; Prümers 2010, 2012). Si bien muchasdeellasfueronfechadasafinalesdelaépoca prehispánica, algunas parecen tener una profundidad temporal importante. Los pocos estudios arqueológicos realizados específicamente en las zanjas circulares de laProvincia Iténez, han sido superficiales y sehan concentrado en caracterizar estas obras en cuantoasutamañoyforma,conelobjetivodecalcular la energía invertida en su construcción y especular en cuanto al impacto ambiental en la composición del bosque al suponer que éstas estuvieron rodeadas de palizadas (Erickson 2008, 2010).En este artículo se presentarán datos preliminares del análisis cerámico procedente de cuatro sitios con zanjas excavados por el Proyecto Arqueológico Boliviano Alemán en Mojos (PABAM) del Instituto Alemán de Arqueología. Este material será contextualizado anivel regional con coleccionesde superficiede más de una docena de sitios que hasta ahora se conocen y con aquellos que se tienen datos en la bibliografía arqueológica. Los resultados hasta ahora recopilados nos permiten, además de caracterizar los complejos cerámicos

de acuerdo a sus atributos tecnológicos, morfológicos y decorativos, discutir sobre estas obras a nivel sincrónico y ver el grado de interacción de los diferentes sitios investigados.

Diferencias cronológicas vs. Diferencias culturales

La heterogeneidad del material cultural encontrado en sitios asociados a zanjas a lo largo del río Guaporé o en la región de Baures, ha sido interpretada por la mayoría de los investigadores como diferencias cronológicas (Becker-Donner 1956, Miller 1983, Dougherty y Calandra 1984-85, 1985). Cabe recalcar que en gran parte, son diferencias registradas entre el material procedente de distintos yacimientos arqueológicos. Hasta ahora, no se ha registrado ningún sitio con zanja circular en la región de Baures que manifiestetenerocupacionessuperpuestas.Enun principio se pensó que Bella Vista podría ser un sitio bi-ocupacional (Dougherty y Calandra 1984-5: 47-48). Sin embargo, las excavaciones de Prümers et alii(2006:256-267)confirmaronlo contrario.Existe un consenso en la investigación de la región, acerca de que el material cultural se encuentra únicamente en una capa negra antrópica, de sedimentación poco profunda (entre 30 y 70 cm. de espesor) y fácilmente reconocible de la tierra estéril color rojiza (Becker-Donner 1956; Miller 1983; Dougherty y Calandra 1984-85, 1985; Erickson 2008, 2010; Prümers et al. 2006, 2012, véase también en este congresso).Esta característica, sumada a la baja densidad de cerámica encontrada durante las prospecciones y sondeos estratigráficos, llevó a interpretara algunos investigadores como Dougherty y Calandra (1984-85: 187-189; 1985:136) que se trataba de sitios brevemente ocupados y con una población muy dispersa. La causa sería la composición altamente ácida de los suelos que obligaba a las poblaciones a mantenerse en

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continuo movimiento.Erickson (2010: 627) también propone que la baja densidad de material cultural encontrado dentro de las decenas de sitios con zanjas circulares prospectados, sugeriría el breve periodo de tiempo que estuvieron ocupados, e incluso duda que hayan sido en algún momento ciertamente sitios habitacionales o que hayan cumplido únicamente una función más pública o ritual.De igual manera, en otras regiones como en el Acre, la baja densidad artefactual encontrada en las estructuras con zanjas, denominadas en esa región geoglifos, es interpretada por los investigadores como ausencia de evidencias residenciales, atribuyéndoles más bien funciones ceremoniales y rituales desde tiempos formativos (Pärssinen et al. 2003; 2009, Saunaluoma & Schaan 2012).Si bien conocer las actividades prehispánicas desempeñadas en estos sitios con zanjascirculares nos ayudarían a conocer la formación del registro arqueológico y evaluar la razón del por qué encontramos mayor o menor densidad cerámica en espacios determinados, debemos admitir que las estrategias tanto de reconocimiento de superficie como deexcavación no han sido las adecuadas para poder contrarrestar la falta de visibilidad que se tiene en el terreno y en la mayoría de los casos laspocas recoleccionesde superficie factiblesson hallazgos meramente fortuitos.Por otra parte las limitadas excavaciones cubren unporcentajemínimoenrelaciónalgrantamañode los sitios. Si bien las zanjas circulares tienen entre 100 a 300 m de diámetro, estos sitios son por lo general y como lo demostró Prümers (ver en este tomo) tan solo un componente de un sistema mucho más amplio compuesto por dos o tres zanjas circulares, comprendidas en espacios de cientos de hectáreas. Por lo tanto, determinar las áreas de actividad, de sitios que lógicamente han debido ser multifuncionales, es un reto difícil y todavía por realizar.Las excavaciones llevadas a cabo por el Proyecto Arqueológico Boliviano Alemán en Mojos (PABAM) en dos sitios de zanjas circulares correspondientes a un mismo sistema(fig.1),evidenciarontantoactividadesdomésticas como funerarias. Estos rasgos no estaban distribuidos aleatoriamente, las 16 tumbas se encontraban muy cerca una de la otrayocuparonunsectorespecíficodentrodelos casi 500 m² excavados (para descripciones de los entierros, ver Prümers en este tomo).Los fechados radiocarbónicos de ambos sitios

excavados coincidieron con los procedentes de la excavación en el pueblo de Bella Vista el año 2003 (Prümers et al. 2003), confirmandoque estos sitios corresponden a un periodo de tiempo relativamente corto de ocupación, entre 1200 y 1400 d. C. Dataciones similares son reportadas por Erickson (2010: 627) en otros sitios con zanjas circulares en Baures.Como se puede ver en el mapa de los sitios excavadosporelproyectoPABAM(fig.1),lossistemas de zanjas se encuentran muy cercanos unodelotro,locualdificultalainterpretaciónde las construcciones de zanjas como obras defensivas. Aunque parece existir un amplio consenso entre los arqueólogos (Dougherty y Calandra 1984-85; Erickson 2006, 2008, 2010; Prümers 2006, 2010, 2012; Walker 2008, 2011) respecto a este punto y los datos etnohistóricos (Eder 1985 [ca. 1772]: 106) así lo corroboran, todavía no está claro el panorama de hostilidad y guerras que reflejan estas eminentes obrasdefensivas. Entonces cabe preguntarse si estas obras fueron construidas para la defensa de las guerras tribales que acontecían entre los grupos Baure,comolasdescritasetnográficamenteporNordenskiöld (1924: 322) a principios del siglo XX para la región de los Huanyam a orillas del río Guaporé, o para defenderse de los asaltos de un enemigo externo en común como los Guarayo mencionados por el P. Eder (1985 [ca. 1772]: 106) en una de las crónicas sobre los Baure. Sin duda, son las investigaciones arqueológicas las que nos brindarán las pautas para la comprensión del pasado prehispánico de esta región. En este sentido vale la pena observar las diferencias y similitudes del material cerámico encontrado en sitios sincrónicos rodeados por zanjas, no con el afán de utilizar la cultura material en la reconstrucción de supuestos grupos étnicos, ya que sería una práctica bastante irreflexiva1, sino para intentar reconstruir patrones de conducta en el uso deciertos tiposespecíficosdecerámicay susesferas de interacción.

La cerámica de BV-2 (Granja del Padre)

A menos de 1 km al norte del pueblo de Bella Vista, se encuentra una zanja circular de 140 m de diámetro. Esta zanja fue documentada por Erickson (1997) inicialmente y excavada en dos temporadas por el proyecto PABAM (Prümers 2010, 2012).En 480 m² excavados en el interior de la zanja circular de la “Granja del Padre” o BV-2, se

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recuperaron alrededor de 17.468 fragmentos cerámicos. Aunque las densidades varían en la distribución por cuadrantes, se puede obtener un promedio de 3.641 fragmentos en 100 m², esto es miles de veces más a lo reportado por Dougherty y Calandra (1984-85: 187) en sus sitios investigados2 y lo que les llevó a plantear que se trataría de ocupaciones efímeras.Con este ejemplo queda comprobado que los hallazgosdesuperficienosonelreflejodeloquese encuentra durante las excavaciones. La falta de visibilidad y los procesos post-deposicionales influyendemaneradeterminanteenelregistroarqueológico.Alrededor de 4.000 fragmentos diagnósticos fueron analizados de acuerdo al método analítico de atributos utilizado exitosamente para elaborar secuencias cerámicas en sitios de los Llanos de Mojos (Jaimes Betancourt 2004, 2012a, c).El complejo cerámico de la Granja del Padre se caracteriza por presentar una relativa homogeneidad en el material cultural y especialmente porque se advierte una estrecha relación entre el alfar y la forma de la vasija. Esta selección cultural en la producción cerámica relacionada a la función de la vasija no se había registrado en otros sitios de los Llanos de Mojos (Jaimes Betancourt 2012a, 2013) y es por eso interesante observarla en el complejo cerámico de la Granja del Padre. Se realizaron análisis petrográficos en variosfragmentos de cada tipo funcional procedente de los sitios excavados (Matos 2013). Así por ejemplo, las vasijas que fueron hechas para ser expuestas al fuego, como los asadores y cazuelas presentan una pasta compuesta de Cuarzo 7%, Fragmentos rocosos 8%, Feldespato 5%, Masas opacas 2%, Cavidades 8% y una Matriz 70% . Seguramente, las cavidades son el producto de la combustión de inclusiones orgánicas como el cauixi.Losasadores(fig.2a-c)sonfuentesplanasmuyparecidas a las publicadas por DeBoer (1983: 41-44)yqueseconocenetnográficamenteenla Amazonía con el nombre budares y se los asocia al procesamiento de yuca. Las cazuelas son recipientes de paredes rectas cuya altura es menor a su diámetro (fig.2 d-e), se tieneun amplio espectro de diferentes formas de cazuelas, que varían según el ángulo de sus paredes y la forma de sus bordes. Tanto en la superficie externa de las bases de losasadores como de las cazuelas se observan huellas de improntas de cestería (fig. 2d). Sufunción parece haber estado relacionada a la

preparación de alimentos (tostar, asar, etc.) ya que se documentaron huellas de hollín, incluso en aquellas provistas de tres soportes. Entre ambas formas conforman más del 50% de la muestra.Un segundo grupo funcional está conformado por las vasijas con cuello, las cuales sirvieron para almacenar bebidas o alimentos, muchas de éstas tienen bases planas y soportes cortos que parecen más decorativos que funcionales. Por lo general estas vasijas presentan alrededor de la parte superior del cuerpo tres bandas aplicadas punteadas (fig.3a); éstas compartenlas mismas características de la pasta que los cuencos pequeños sin decoración. Su pastaestá compuesta por Cuarzo 6%, Fragmentos rocosos 23%, Hematita 2%, Cavidades 5% y Matriz 64%.Menos del 3% del material cerámico de la muestra está conformado por un conjunto de cerámicas decoradas con finas incisionesde espirales, grecas concéntricas y triángulos hachurados. Estas vasijas que por lo general son únicamente cuencos y pequeñas vasijascon cuello, presentan una alta calidad de manufactura y cocción. La cerámica tiende a estar completamente reducida (fig.4f) uoxidada (fig. 4b) e incluso en las ollas concuello se puede observar un efecto bicolor debido a una cocción controlada, seguramente tapando el cuello de la vasija con un cuenco volcado(fig.4a-e).Enelcasodeestaroxidadasse puede apreciar un engobe color rojo. Su alfar se distingue de los anteriores grupos porque es más compacto y tiene inclusiones finasde Cuarzo 9 %, Fragmentos rocosos 13%, Hematita 2%, Cavidades 7% y una Matriz del 69%.Este material tenía probablemente un uso especial, no solo por la escasa densidad encontrada, sino porque dos piezas enteras (fig.4b,f)formabanpartedeunajuarfunerarioen la tumba más grande documentada. Ninguna de las otras 15 tumbas excavadas presentaba este tipo de material. Esto nos lleva a pensar queestafinacerámicateníaunusorestringido.Sería demasiado extenso abordar los tipos morfológicos de cada grupo, por eso es que se mencionan únicamente las características más generales y se comparan los datos de los análisispetrográficos.Enéstosseobservaquela única diferencia entre el alfar utilizado para los asadores y cazuelas con el alfar de vasijas con cuello y cuencos, es que el primero contiene algo de feldespato, mientras que el segundo contiene un porcentaje mínimo de hematita. Al

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parecer las diferencias entre los alfares fueron más evidentes durante el análisis intuitivo-visual, ya sea por el grado de compactación de la pasta, su textura, el color de la misma y el tamañodelasinclusiones.Interesantemente, la única pasta que muestra una composición realmente diferente es la que proviene de fragmentos alisados de tierra cocida, que fueron encontrados en varias concentraciones y que se pensó podían ser vasijas mal cocidas. Ahora podemos descartar esta hipótesis porque su composición no es similar a ninguna de las anteriores categorías de vasijas. Esta especie de tierra cocida está compuesta de Feldespato 55%, Fragmentos rocosos 7%, Cuarzo 5%, Hematita 2%, Cavidades 7% y Matriz 24%.Es posible que la siguiente cita del P. Eder (1985 [1772]: 239) nos ayude a dar una explicación a las varias concentraciones amorfas de tierra cocida con superficies alisadas que hemosdocumentado durante las excavaciones: “los indios suelen tostar granos de maíz y los comen en lugar de pan. Otras veces también hacen harina de su trigo, tostándola sobre unos platillitos de tierra. Las mujeres más laboriosas y serviciales de sus maridos preparan y machacan tortas de harina amasada en agua, aunque suelen sacarlas del fuego todavía medio crudas”. Cabe recalcar que el P. Eder diferencia en su crónica las tinajas y ollas hechas de barro, de estos platillitos de tierra, que por toscos podrían ser lo que encontramos en el registro arqueológico(fig.3f).

La cerámica de BV-3

En los 150 m² excavados dentro de la zanja circular denominada BV-3 (fig.1) seencontraron 4.680 fragmentos cerámicos, es decir un promedio de 3.120 fragmentos en 100 m². Evidentemente es una densidad cerámica muy similar a la encontrada en BV-2 por cada 100 m². Esto sugiere que la intensidad del desarrollo de las actividades y por ende el uso que se le dio a los espacios encerrados por estas zanjas circulares fue muy semejante.Los 2.065 fragmentos diagnósticos analizados presentaron resultados muy parecidos a los de BV-2. Más del 50% del material está representado por fragmentos correspondientes a cazuelas y asadores. Aunque es similar al material de BV-2, se registraron nuevos elementos decorativos sobre el labio de las vasijas y algunas variantes morfológicas (fig.2a, f-g). El alfar estaba compuesto por Cuarzo

5%, Fragmentos rocosos 7%, Masas opacas 3%, Cavidades 15% y Matriz 70%. En esta colección no se evidenció la presencia de feldespatos.Las vasijas con cuello y cuencos presentaban hasta en un 10% decoración pintada en rojo sobre naranja conmotivos geométricos (fig.3b-c fig. 4 m-n). Considerando la diferenciaen la sedimentación, es posible que en esta zanja circular se hubiera conservado la pintura de mejor manera que en BV-2, aunque no se descarta que esta característica tenga alguna leve connotación cronológica. La composición de los alfares de los diferentes grupos morfológicos presenta los mismos componentes, pero varían en cuanto al porcentaje de éstos. Los resultados de los alfares de vasijas con cuello fueron: Cuarzo 20%, Fragmentos rocosos 12%, Masas opacas 2%, Cavidades 7% y Matriz 59%, mientras que la composición de los cuencos pintados fue Cuarzo 3, Fragmentos rocosos 7, Cavidades 10 y Matriz 80. El alfar de los cuencos pintados era más compacto y fino que los alfares de las cazuelas y vasijascon cuello. De hecho los cuencos pintados tienen un alfar parecido al de los cuencos y vasijasdecoradasmediantefinas incisionesdeespirales, grecas y triángulos hachurados con pequeñasvariacionesenelporcentaje:Cuarzo8%, Fragmentos rocosos 15%, Masas opacas 2%, Cavidades 7% y Matriz 68%. Este material fino (fig. 4 d-e, i, r-s) mantiene las mismascaracterísticas que en BV-2 pero tiene una densidad sutilmente mayor aunque no llega al 5% del total del material encontrado.

La cerámica de JAS-1

Las zanjas de Jasiaquiri ubicadas al suroeste del pueblodeBaures(fig.1),fuerondocumentadaspor Erickson en dos oportunidades (Erickson et al. 1997, 2008). Su última visita coincidió con la construcción de una cancha de fútbol en el espacio circundante de la zanja, que les permitió realizar recolecciones de superficiey evidenciar zonas oscuras asociadas a una superficiedeocupación (Erickson et al. 2008: 63). Esta zanja (JAS-1) se caracteriza por tener paredes de casi 3 m de altura, que encierra un área de casi 360 m x 300 m. El año 2011visitamos el sitio y recolectamosuna gran cantidad de fragmentos cerámicos, la mayoría de los cuales interesantemente correspondían a la cerámica finamentedecorada anteriormente encontrada en BV-2 y BV-3 en proporciones muy bajas, por esta

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razón se decidió el año 2012 realizar unapequeñaexcavaciónarqueológica.De una excavación de 25 m², se recuperaron 2.492 fragmentos cerámicos de los cuales 872 son fragmentos diagnósticos. El alto porcentaje de estos últimos se debe a que casi el 50% del material se encontraba decorado por finas incisiones de espirales, grecas, rombosconcéntricos y triángulos reticulados (fig. 3d-e, fig. 4 k, p, q, t). El alfar de estas vasijasestaba compuesto de Cuarzo 7%, Fragmentos rocosos 15%, Masas opacas 2%, Cavidades 9% y Matriz 67%. Esta composición es casi idéntica en elementos y porcentajes a la del grupo de fragmentosfinamentedecoradosencontradosen BV-2 y BV-3.Las formas domésticas de cazuelas son menos del 30% de la muestra y los asadores son casi inexistentes (fig. 2 h-i). Las característicasmorfológicas de las cazuelas varían un poco en relación a las de BV-2 y BV-3, por ejemplo no se registran casi soportes trípodes en las cazuelas. El alfar está compuesto por Cuarzo 6%, Fragmentos rocosos 25%, Masas hematíticas 2%, Cavidades 15% y Matriz 52%. Esta composición muestra algunas variaciones con los alfares domésticos de BV-2 y BV-3.Existe una amplia gama de vasijas con cuello, la mayoría de ellas también decoradas por medio definaslíneasincisas(fig.3d-e).Sualfarestácompuesto de Cuarzo 3%, Fragmentos rocosos 12%, Masas opacas 2%, Cavidades 12% y Matriz 71%. Este alfar no se diferencia mucho de aquel utilizado para los cuencos decorados.Aunqueelcortedeexcavaciónespequeñoenrelación al tamañodel sitio, salta a la vista lapreponderancia de material para servir y no así para preparar alimentos. Es posible que en este caso, el material cultural nos esté mostrando diferencias espaciales respecto a las actividades que se llevaron a cabo en el sitio de JAS-1.Considerando que este mismo estilo de cerámica finamente decorada fue encontradaen contextos cerrados de tumbas y pozos de BV-2 y BV-3, podemos suponer que JAS-1 es contemporáneo a los sitios investigados en Bella Vista, es decir entre 1200 – 1400 d. C.

La cerámica de JAS-2

Se denomina JAS-2 al espacio fuera de la zanja elíptica, que también está rodeado por otra zanja (Fig. 1), esta zanja es menos profunda que la que bordea el sitio de JAS-1.En JAS-2 se realizaron dos cortes pequeñosde excavación, el primero ubicado a pocos

metros al noreste de JAS-1 de 9 m², en el cual se encontró escaso material cultural. De 176 fragmentos solo 32 fragmentos fueron considerados diagnósticos. Estos fragmentos carecían de decoración y se encontraban muy erosionados. La diferencia del material cerámico es tan notoria, a pesar de la corta distancia que lo separa de JAS-1, que me inclino a pensar que tiene connotaciones cronológicas, más que funcionales.La segunda excavación realizada dentro de JAS-2, fue un hallazgo fortuito que se tuvo la oportunidaddedocumentaresteaño.Durantelas labores de extracción de tierra para la construcción de la cancha de básquet dentro de la escuela de Jasiaquiri, pobladores encontraron dos entierros extendidos y grandes cantidades de fragmentos. Esta cerámica es cualitativamente diferente a la registrada en JAS-1; presenta un espectro de formas de vasijas distinto, en el cual las cazuelas y asadores con impronta de cestería en la base son inexistentes. Las nuevas formas están decoradas con gruesas líneas incisas rellenadas de pintura blanca, con motivos de zig-zag, triángulos con hachurado verticalygrecas(fig.5a-h).El hecho de que no existan rasgos en común con la cerámica excavada en JAS-1 y que este nuevo complejo cerámico esté asociado a entierros directos extendidos y no a urnas o entierros cubiertos por vasijas como en Bella Vista (Prümers et al. 2006, 2010), hace suponer que se trata de un asentamiento cultural distinto, el cual todavía no sabemos si antecedió o fue posterior a JAS-1.Algo que llama mucho la atención es que en el registro estratigráfico de JAS-2 no seevidenciaron superposiciones ocupacionales. Todo el material cerámico provenía de una delgada capa cultural. Si JAS-1 y JAS-2 son parte de un mismo sistema circundado por zanjas y corresponden a dos ocupaciones cronológicas diferentes, cabe preguntarnos por qué éstas no se solapan. Es posible que esto evidencie que no todo el espacio encerrado por zanjas ha sido ocupado simultáneamente y que nos faltan mayores datos para entender los complejos procesos ocupacionales.

Discusión y conclusiones

En un artículo publicado sobre las colecciones cerámicas recolectadas por Nordenskiöld en sitios cerca del río Guaporé y sus afluentes(Jaimes Betancourt 2012), resalté las diferencias

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morfológicas y decorativas que presentaba la cerámica procedente de los sitios Alianşa, Matehua y Montevideo. Tal heterogeneidad regionalfueinterpretadamáscomounreflejode la diversidad cultural que como un producto de cambios cronológicos. Esta propuesta se sustentaba en la coexistencia de algunos tipos cerámicosespecíficosanivelregional.Estos tipos cerámicos que aparecen en diferentes colecciones de Nordenskiöld, Becker Donner, Miller, Dougherty y Calandra, Erickson y las colecciones del proyecto PABAM, son siempre los mismos3. Se trata de la cerámica fina con decoraciones incisasde grecas, espirales alargadas, triángulos reticulados, espirales circulares, conjuntos de líneas horizontales paralelas, grecas semi-concéntricas y triángulos achurados. Las formasmás usuales sonpequeños cuencosopequeñasvasijasconcuello,ambasrelacionadasalafuncióndeservirlíquidos(fig.4).Si bien creo que existen ciertos complejos cerámicos asociados a sitios con zanjas que presentan características propias y en muchos casos son fácilmente distinguibles, es importante destacar que éstos están coexistiendo con un estilo cerámicoque semanifiesta e interactúaa nivel regional. Ahora bien, es cierto que esta cerámicafinamentedecoradaestápresenteenvarios sitios en densidades mínimas, pero como se comprobó en BV-2, a pesar de que constituye solo el 3% de la muestra, ésta forma parte de contextos especiales como las ofrendas de la tumba mayor. Similares contextos funerarios fueron encontrados fortuitamente en el pueblo de Bella Vista (BV-1) (Prümers 2012: 390). Se podría sugerir que este tipo de cerámica fue utilizada a manera de ofrenda en tumbas de personajes que cumplían un rol social importante. La amplia distribución espacial de esta cerámica y su empleo como ofrenda en contextos funerarios invitan a reflexionarrespecto al papel social que desempeñó estacerámica y al modo en que el intercambio o circulación de estos objetos puede enmascarar o representar toda una serie de relaciones sociales. Futuras investigaciones ayudarán a distinguir si este estilo cerámico formaba parte de un intercambio ceremonial de objetos de valor entre las élites de las entidades políticas iguales o tal vez fue integrado en los sistemas simbólicos que estaban confluyendo en unadeterminada esfera de interacción.Hasta el momento y de acuerdo a los análisis petrográficos realizados a varios alfares

procedentes de BV-2, BV-3 y JAS-1 no se puede determinar si este estilo fue producido localmente o era parte de un amplio circuito de intercambio o distribución. La alta densidad de cerámicafina encontrada en JAS-1 (40%),podría manifestar que este sitio tuvo una mayor accesibilidad a este material, ya sea por su cercanía con el lugar de distribución o por las actividades que se realizaron en el sitio. Algo que también es interesante considerar es la uni-direccionalidad de esta interacción. El sitio Alianşa ubicado a orillas del río Méquens, tiene una cerámica muy característica y también ricamente decorada (Jaime Betancourt 2012b), pero sin embargo, está completamente ausente en las colecciones de Bella Vista o Jasiaquiri.Por el contrario la forma de cazuelas y asadores con improntas de cestería en la base, parece haberestadodistribuidaenunáreageográficarelativamente amplia hacia el noreste de los Llanos de Mojos (Jaimes Betancourt 2013: 266).Por último, si las zanjas tuvieron una función meramente defensiva (Erickson 2006, 2008, 2010; Dougherty y Calandra 1984-85; Prümers 2006, 2012; Walker 2008) y los fechados absolutoshastaahorasoloindicanlafasefinaldel periodo prehispánico, ¿cómo concuerda la aparente interacción de materiales culturales con un probable contenido simbólico en un panorama de hostilidad? Existen muchas posibles respuestas, una de ellas es que las guerras tribales que se realizaban eran de carácter coyuntural e intermitente. Dando paso a que durante las treguas el material cerámico, las ideas, los símbolos estén traspasando fronteras e interactuando en diferentes niveles sociales, políticos y religiosos. Otra posibilidad es que las zanjas no hayan sido construidas para protegerse de los grupos vecinos, sino de amenazas externas. Una alternativa a tomar en cuenta son las continuas oleadas de migraciones y expansiones étnicas cometidas por grupos Tupi Guaraníes (Wüst & Barreto 1999: 6; Lathrap 1970: 78-79). Las pruebas arqueológicas son todavía escasas; Walker (2012: 250) presenta un fragmento con decoración corrugada entre el material cerámico del sitio el Cerro, en Santa Ana de Yacuma, como posible evidencia de contacto Guaraní. En la colección del sitio Montevideo (Jaimes Betancourt 2012b: 337) se registró un fragmento con pintura negra sobre engobe gris, con motivos reticulados y líneas paralelas diagonales en forma de X que según Miller (1989: lám. 1) correspondería a decoración

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de la tradición Tupiguaraní, la cual también se distingue por la decoración mediante ungulado, como la de algunos fragmentos encontrados en el sitio de Pedra Negra por Becker-Donner (1954: 220, Fig. 6). La alta densidad de los sitios arqueológicos prospectados en esta área (Erickson 2006: 258-260) y la evidencia de sistemas integrados por varios conjuntos de zanjas (Prümers 2012), sugieren que existe un patrón de asentamiento bastante complejo. Erickson (2010: 627) cree que las variaciones en la forma, el tamaño yla ubicación de los sitios con zanjas pueden representar diferentes estilos asociados con los grupos étnicos o representar cambios estilísticos en el tiempo. Posiblemente sea un reflejodeambos, yaquenopodemosasumirque la región de Baures hubiera sido poblada soloafinalesdelperiodoprehispánico.Mayoresexcavaciones arqueológicas y dataciones absolutas permitirán que podamos poco a poco reconstruir el pasado prehispánico de esta región.

Agradecimientos

Al Instituto Alemán de Arqueología por la beca de investigación recibida. A Heiko Prümers por el apoyo y confianza depositada y a StéphenRostain por la invitación para coordinar el Simposio Mojos y Acre en el 3er. Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica.

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of cultural (ceramic) remains: 1 sherd per 100 m² may be too high” (Dougherty 1985: 131).3 Los ejemplos publicados por cada autor fueron comparados y discutidos en Jaimes Betancourt 2012b.

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Simposio “Paisajes modificados y dieta”

Initial contributions of charred plant remains from archaeological sites in the Amazon to

reconstructions of historical ecologyMyrtle P. Shock1, Claide de Paula Moraes2, Jaqueline da Silva Belletti3, Márjorie Lima3,

Francini Medeiros da Silva4, Lígia Trombetta Lima4,Mariana Franco Cassino1 & Angela Maria Araújo de Lima1

1 Museu Amazônico, Universidade Federal de Amazonas2 Universidade Federal do Oeste de Para

3 Programa de Pos-graduacao em Arqueologia, MAE-USP4 Laboratório de Arqueologia dos Trópicos, MAE-USP

Introduction

Archaeologists recognize the importance of human-plant relationships to understanding people and societies of the past. Plant use and management have been included in discussions including those on Amazonian social organization, uses of material culture, ethnic affiliation, and their temporal changes.While many of the proposed human-plant relationships may be correct, direct data are frequently lacking. Paradoxically, archaeologists would not accept that a site belongs to the Poco or Açutuba phase, for example, in the absence of diagnostic ceramic fragments. Furthermore, traditional suppositions may obscure cultural diversity of plant use. Along the Orinoco River, where Perry (2005) analyzed lithic fragments classified as teeth from manioc graters, thestarch grain remains includedmaize and fiveother plant taxa but not manioc (Manihot esculenta).The relationships between humans and food plants are also sought in related disciplines. Multiple lines of evidence indicate that pre-Columbian human populations were actors in themodificationof plantcommunities.Moderndistributions of economically important or useful plants on and near archaeological sites in the Amazon have demonstrated cumulative anthropogenic effects on the environment. Studies of plant genetics have reconstructed the origins of useful plants and the routes of their dispersal. These lines of evidence provide extraordinary data, however cultural time depth is often poorly represented limiting theassociationof thesedatawithspecificpre-

Columbian habitations. Actual landscape is a palimpsest resulting from the conscious and unconscious activities practiced over centuries by many people from multiple societies and their choices. The traditional categorization of subsistence practices as either collection, horticulture or agriculture has been shown, through anthropology and ecology to be a poor interpretive tool for the Amazon. Archaeologists working in the region are challenged to document subsistence diversity resulting from a combination of resource acquisition strategies including collecting, forest management, forest planting, horticulture, and managed fallows. Five regions of the Brazilian Amazon have been the subject of initial paleoethnobotanical investigations. Analysis of charred macrobotanical remains sought to identify contexts with preservation and the potential to explore questions about pre-Columbian subsistence related to cultural choices, management practices, diachronic variations, landscapemodificationsandhistoricalecology.The analyses of botanical remains of all types are used to address questions of human-plant relationships (Pearsall 2000; Wright 2010). Pollen, phytoliths, starch, macroremains, and DNA each provide distinct advantages and limitations to the study of specific speciesand their related management practices. The choice to study charred macrobotanical remains is directly linked to an interest in diet. Macrobotanical remains can include parts of seeds or fruits from fruit bearing trees, some of which may not be represented in the phytolith assemblage. Piperno (2006)

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indicates that Lecythidaceae (the family of the Brazil nut tree) can be characterized in the group of plants where no phytoliths have been observed or production is uncommon to rare. Charred remains, in our opinion, also have a great potential to be directly related to human actions as the plants must be brought into the archaeological contexts to be burnt. Palm endocarps are rich in lignin and known to preserve well with charring. Meanwhile there are disadvantages to working with charred materials; seeds of a more fragile nature, such as those from peppers have a greater chanceof beingdestroyedinfireswithhighertemperatures or that burn for longer. Initial results are presented on the basis of patterns seen in preliminary results from sites along the middle Solimões River, lower Negro River,middleUnini River, confluence of theNegro and Amazon Rivers, and the lower Amazon River (Figure 1). The sites investigated have ceramics of the Incised Rim and/or Polychrome Traditions and anthropic soils locally known as terra preta do índio (henceforth terra preta). The data have generated questions for fruitful directions of further research.

Site summaries and methods

In the area of the middle Solimões River the site of Conjunto Vilas is located on the right margin of the Tefé Lake (Amazonas State). Covering an area of 38 ha, the site has ceramic material from two phases, Caiambé of the Incised Rim Tradition and Tefé of the Polychrome Tradition (Hilbert 1968). The terra preta averages 70 to 80 cm in depth but reaches 120 cm in some features. It is interesting to note that occupation areas were also encountered outside the area of terra preta and buried below it. In the nearby region of Amanã Lake, the Caiambé Phase is dated to around AD 1200 and the Tefé Phase to around AD 700 (Costa 2013). Three excavation units were studied with the principal focus on eight pit features from two units. Samples from the natural strata have also been analyzed. In the Central Amazon, four sites have been investigated: Açutuba, Laguinho, Lago Grande and Osvaldo. The Central Amazon chronology is divided in four phases, Açutuba (400 BC – AD 400), Manacaparu (AD 500-900), Paredão (AD 700-1200), and Guarita (AD 900-1500); the firstthreeareintheIncisedRimTraditionandthe last is of the Polychrome Tradition (Neves 2011). The sites of Laguinho and Açutuba have

ceramics from all four phases (Castro 2009; Lima et al. 2006), however the Guarita phase is not represented in the paleoethnobotanical samples because the strata are very shallow and mixed by the modern agricultural production that occurs on the sites. The Osvaldo site has Manacapuru phase ceramics with occasional Paredão phase fragments. Meanwhile the Lago Grande site has the reverse distribution with a predominance of Paredão phase ceramics (Mongeló 2011). All four sites have terra preta associated with the occupations with maximum depths of over one meter. Samples from Laguinho come from two pit features while from the other three sites samples came from the natural strata. The region of the lower Negro River is represented by two sites, Vila Nova I e Vila Nova II located at the mouth of the Unini River. Vila Nova I has remains in terra preta of a clayey sand texture to a depth of 110 cm in the sampled unit and ceramics from the Incised Rim Tradition. Located 150 meters away is the excavation unit in the site of Vila Nova II. Vila Nova II has ceramics from the Polychrome Tradition deposited in a sandy soil with an anthropicallymodified strata between 20 and100 cm where coloration is dark, approaching that common in terra preta. Neither site has been directly dated. Samples of 4 liters were collected by 10 cm levels in a column from one unit at each site. Two sites from the middle Unini River have been sampled, Floresta and Lago das Pombas. Column samples were collected at three units at Floresta, a site of 8 ha, each in a different depositional context. The units probably sample an artificial mound, an occupationalsurface, and an area of the site affected by erosion. Radiocarbon assays from below the mound at the site of Floresta are 410-370 BC and AD 420-570 (calibrated, 2σ). The column sample from Lago das Pombas cuts through two clearly delimited anthropic horizons at depths of 30-50 and 90-120 cm below the surface. Lago das Pombas has a radiocarbon assay of AD 230-390 (calibrated, 2σ) from near the base of the cultural deposits in the lower anthropic horizon. Column samples collected four liters from each 10 cm level. Samples from pit features and overlying sediments at the Porto site, in the town of Santarém on the right bank of the lower Amazon River, were analyzed. Deposits of terra preta have been disturbed near the surface, but have depths of 60 cm with the pit feature

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reaching 100 cm. The site dates to around AD 1000. Sediment samples were processed to obtain cultural material larger than 2mm and charred remains to diameters of 0.5 mm using either flotation or wet screening. Cultural remainswere separated into ceramics, lithics, faunal, and botanical materials. The major division of the botanical materials was between charred wood and non-wood charcoals. The non-wood charcoal includes remains of seeds, fruits, tubers, and roots, within which remains with diagnostic attributes were isolated for botanical identification. The quantity of sedimentprocessed varied by site as did the densities of botanical remains (Table 1).

Analysis and Results

The separation of non-wood charcoals from sediment samples has permitted an initial analysis of plant foods. Diagnostic botanical remains are morphologically diverse, representing many plant taxon. While the majority has not yet been identified, basedon morphology there is notable variability between the taxa occurring in different regions. Identified plant remains include maize (Zea mays), Brazil nuts (Bertholetia excelsa), palms (Arecaceae), bean (Fabaceae), and tubers. The occurrenceof thefirsttwowillbediscussedingreater detail. The role of maize in Amazonian societies has long been a subject of discussion as a staple crop alternative to manioc (Roosevelt

1980). Brazil nut, with its high productivity in groves, has recently been the subject of discussions on forest extractive or management practices (Shepard and Ramirez 2011).Along the middle Solimões River, maize was found within a sealed pit feature at a depth of 90-100 cm (Figure 2). It has not yet been determined whether the associated ceramics belong to the Caiambé or Tefé Phase. At the site of Osvaldo the excavation layer with maize, besides being associated with the Manacapuru Phase, has two dates, AD 620-690 and AD 650-690 DC (calibrated 1σ). While macrobotanical remains of maize have not been found in the otherthreesitesanalyzedfromtheconfluenceof the Negro and Solimões Rivers, it is expected to occur in more sites with further investigations. The local site of Hatahara has remains of maize as phytoliths associated with ceramics of the Incised Rim Tradition (Bozarth et al. 2009, Cascon 2010). Brazil nut is a plant with low genetic variability that depends upon openings, tree falls or clearings, in the forest to establish dense stands. The natural dispersal agent is the agouti, however human action has been proposed as a factor for the tree’s occurrence of groves (Shepard & Ramirez 2011). The archaeological remains of Brazil nut in three of the studied regions (5 sites) is evidence of the long history of human utilization of this species, which is in line with Roosevelt and colleagues (1996) evidence from early occupations at Pedra Pintada in the region of the lower Amazon.

Table 1. Liters of sediment analyzed from sites in the Brazilian Amazon Basin and the occurrence of maize (Zea mays) and Brazil nut (Bertholetia excelsa) in the macrobotanical remains

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Furthermore the prevalence of Brazil nut in multiple levels of the sites on the lower Negro River is suggestive of human management practices. Along the middle Unini River the remains of Brazil nut are associated with ceramics of the Incised Rim Tradition. At the site of Floresta, the two units with Brazil nut have not been directly dated. At the site of Lago das Pombas in occurs in the strata buried 90 to 120 cm below the surface and dated to AD 230-390. Along the lower Rio Negro the sites of Vila Nova I and Vila Nova II have the greatest prevalence of Brazil nut in the samples, respectively five and eight fragments. Thesites, while not directly dated, have ceramics of different traditions which are generally also temporal markers. The Brazil nut fragment from the site of Porto (lower Amazonas River) comes from a pit feature containing terra preta. The use of charred macrobotanical remains to study human diet and subsistence choices depends upon the preservation of these remains. The sites studied all contained remains and yet the soils varied between clay and sand textures and between organic rich terra preta and intercalated soils with light brown coloration. The marked distinctions occurred in percentages of wood charcoal and non-wood charcoal on the basis of cultural context. Across the regions and sites, numerous contexts with varying quantities and types of other cultural materials were documented. However there seems to be a pattern in that both the percentage of non-wood charcoal and the density of its occurrence are elevated in pit features with terra preta. This is clearest from the data from the sites of Conjunto Vilas and Porto. Non-wood charcoal also appears to occur in greater quantities in association with dense ceramics in terra preta. One of the unitsatthesiteof Florestapresentsadefinedstratum of terra preta with elevated quantities of ceramics and non-wood charcoals that two of us, Shock and M. Lima, from distinct data sets, independently identified as a probable livingsurface (Figure 3). This observation supports the idea that one component involved in the formation of terra preta was botanical remains from food consumption rather than simple burning of woods.

Questions and directions for further research

Notable observations from this research

address questions of both preservation of charcoal remains and subsistence of pre-Columbian populations. Progress is being made, yet the archaeological remains that have been studied leave us with more questions than answers.Macrobotanical remains are preserving organs from a diversity of plants and, while not yet identified, different plants are entering thearchaeological register in each of the studied regions. Fortunately some of these remains come from trees, which increases the chance that based on this evidence forest exploitation and management practices can be studied. Furthermore, the preservation of charred seeds, fruits, tubers and roots in archaeological features and some occupation contexts is higher than that in other contexts of the sites as seen from the proportion of these organs in comparison to wood. This is a positive observation for the potential to study of diet from macrobotanical material. Additionally, the occurrence of substantial proportions of charred non-woods in association with terra preta and ceramic fragment concentrations is a strong indicator in favor of both the anthropic and domestic nature of the terras pretas. Two widely recognized foods, maize and Brazil nuts, have been encountered in the archaeological register. Intriguingly these plants would generally be classified as partsof different subsistence systems, respectively horticulture and forest management, and they are found in different archaeological sites. While, we do not want suggest that resource acquisition strategies were exclusive, the patterning of this distribution merits greater analysis. Does the processing of maize affect the manner in which it enters the archaeological recordandcomestobepreserved?Specifically,does the production of maize beer contribute to reduced numbers of charred remains while the plant would still be apparent in phytolith remains and starch grains? The occupations associated with ceramics of the Incised Border Tradition are chronologically later than the dates that have been proposed for the domestication of many lowland, tropical food plants (Piperno & Pearsall 1998). The archaeological register from the time period preceding these occupations should be extremely valuable for understanding the spread of managed and domesticated plant species. To what extent do the pre-Columbian

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occupants of the Brazilian Amazon Basin share subsistence practices across broad geographical regions and to what extent were their choices rooted in pre-existing vegetation complexes and cultural habits as is suggested by historical ecological models for human-plant interactions? While large numbers of plants, especiallytrees,weremodified,consciouslyorunconsciously, by human practices (Clement 1999) they may not have all been widespread in their use. It should be possible to trace the diversity of strategies utilized by human populations to better understand who chose to use which plants and when. The archaeological remains of Brazil nuts from Vila Nova I and Vila Nova II present strong evidence for the continuity of plant use between occupations in different periods, suggesting the continued exploitation of groves. Continuity is suggestive of one aspect in the complex relationships of contact and conflict proposed by Moraes &Neves (2012) between populations that resided in the area and arriving occupations by those using ceramics of the Polychrome Tradition.

Acknowledgements

M. Shock was supported in the research with a grant from the Fundação de Amparo a Pesquisa do Estado de Amazonas (process n°3122/2012). J. Belletti thanks the Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior (CAPES) and the Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá for financial support and the residents of the communities of the Boca do Lago Tefé for collaborating with the research. M. Lima e L. Lima where funded by the Fundação de Amparo a Pesquisa do Estado de São Paulo (FAPESP). F. Silvia thanks the Conselho Nacional de Pesquisa (CNPq) for her graduate fellowship.

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Simposio “Paisajes modificados y dieta”

Uso do Saber Tradicional Indígenano Reconhecimento e Caracterização de

Paisagens Manejadas na Amazônia BrasileiraMyrian Sá Leitão Barboza1, Alcieila Farias Figueiredo2, Angélica Leal de Souza2,

Vanessa Waiwai3, Asiso Waiwai3, Pedro Waiwai3 & Nivaldo Waiwai3

1 Pesquisadora e docente da Universidade Federal do Oeste do Para2 Estudante de Biologia da Universidade Federal do Pará

3 Estudante indígena bolsista do Programa de Iniciação Científica no Ensino Médio 2012

Introdução

O Bioma Amazônia, constituído por uma diversidade de ecossistemas, desde florestasinundáveis (várzea, igapó e manguezal), a florestas de terra firme (florestas ombrófilas,estacionais, etc.) e formações campestres (cerrado, campos, campina e campinarana), foi por muito tempo considerado uma imensa floresta heterogênica natural. Estaperspectiva de compreensão da Floresta Amazônica como uma paisagem natural (Lowenthal, 2000 apud Denevan, 2011) vem sendo amplamente questionada (Balée, 2010, 2008; Denevan, 2011; Clement e Junqueira, 2010; Heckenberger et al. 2008; Morán, 1990; Neves, 2006; Posey, 1992; Roosevelt, 1999; Scoles, 201) diante as descobertas promissoras (terra preta, terra mulata, sambaquis, geoglifos, montículos, trincheiras, campos elevados, caminhos elevados, represas, diques, currais, tesos no estuário, estradas, ilhas de florestasantrópicas, etc.) que indicam a transformação antropogênica de determinadas paisagens amazônicas. Estas descobertas são resultantes de pesquisas multidisciplinares que envolvem profissionaisdedistintasáreasdosaber,comoarqueólogos, antropólogos, historiadores, linguistas, etnoecólogos, paleoecológos, geneticistas e geógrafos. Conceber a Amazônia como uma “selva intocável”, segundo Denevan (2011), consiste num verdadeiro mito etnocêntrico de negação da presença e capacidade dos ancestrais dos nativos americanos. Esta percepção mascara a possibilidade de compreensão da Amazônia como uma paisagem humanizada decorrente deumamploprocessodesofisticaçãoculturale tecnológica que numerosas populações indígenas atravessaram. Alguns pesquisadores

(Balée, 2008) acreditam inclusive na intencionalidade do planejamento de alteração das paisagens pelos indígenas, que acabou resultando no atual efeito diferenciado na distribuição,diversidadeeendemismonaflorae fauna da Amazônia.Para analisar as paisagens que evidenciam a indigeneidade ao longo de um período também podem ser realizadas pesquisas baseadas nos sistemas de conhecimento tradicional (Balée, 2010), que consistem num conjunto de saberes e práticas a respeito do mundo natural e sobrenatural (Diegues & Arruda, 2001). A caracterização das paisagens antrópicas, através do estudo dos saberes tradicionais, pode proporcionar um melhor entendimento dos processos socioculturais instaurados ao longo da “existência” daquela comunidade, das formas históricas de extração e de uso de determinados recursos naturais, da organização das atividades produtivas (Barboza, 2008), além da compreensão da formação e transformação dos ambientes.Fundamentada nos sistemas de conhecimento ecológico tradicional a presente pesquisa objetivou realizar um levantamento e caracterização de diferentes unidades de paisagem antrópicas que vem sendo manejadas pelos indígenas do rio Mapuera (Oeste do Pará, Brasil), além de realizar uma análise preliminar da dinâmica de uso espaço-temporal das roças, que foram consideradas pelos indígenas como a paisagem mais importante.

1. Área de estudo

Terra Indígena Trombetas-MapueraO estudo foi realizado na Terra indígena (T.I) Trombetas-Mapuera, área de 3.970.898 ha, que compreende os Estados de Roraima,

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Amazonas e Pará (ISA, 2011). Atualmente a T.I Trombetas-Mapuera contém seis aldeias (Kwanamary, Inajá, Placa, Cobra, Jatapuzinho e Katuwa), sendo que existem quatro aldeias (Takará, Tawana, Iawará e Mapium) localizadas fora da área demarcada (Cardozo e Vale-Jr, 2012). Os estudos foram desenvolvidos em julho de 2012 e janeiro de 2013 nas aldeias Kwanamary e Takará (Figura 1). A T.I Trombetas-Mapuera apresenta indígenas de vários grupos, sendo conhecidos na região, de forma geral, como Waiwai. De acordo com Fock (1963; apud Queiroz, 2008) o termo Waiwai não consiste em etnônimo, foi criado pelos Wapixana para designar os indígenas que possuíam a pele mais clara. Queiroz (2008) adverte quanto à dificuldadepela procura da origem do grupo e diante o contextoetnográficoeleconsideraa tentativade separação étnica ou cultural desses grupos como exercício não profícuo. Neste sentido, ele sugere a consideração do termo Tarumã-Parukoto para abrigar os diferentes grupos que incluem: Karapawyana, Waiwai, Katuena, Hixkaryana, Mawayana, Xowyana, Tikyana, Xereu, Tunayana, Kamarayana, Yapîyana, Pianokoto, entre outros.

2. Procedimentos metodológicos

2.1. Apresentação do projeto de pesquisa O projeto que resultou a presente pesquisa foi inicialmente apresentado aos indígenas e após consentimento destes foi encaminhado a Fundação Nacional do Índio (FUNAI) eao Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq), cujaautorização para realização de pesquisa em T.I consta no processo 041678/12 (N0 37 AAEP/2012).

2.2 Caracterização das aldeias pesquisadasAs aldeias onde foram realizadas as pesquisas foram caracterizadas quanto à sua origem e período de implantação, além da composição atual (famílias e grupos), de forma a auxiliar a análise da dinâmica de uso temporal dos espaços manejados nestas aldeias. As informações foram obtidas através da coleta de relatos orais das principais lideranças.

2.3 Caracterização das unidades de paisagem manejadas de acordo com a classificação indígenaOsdiferentesmacrotiposdepaisagemflorestalmanejados pelos indígenas foram caracterizados

quanto a nomenclatura tradicional, definição,composição vegetal, tipologias ou estágios de cada paisagem e diferentes usos. A caracterização foi realizada através do método grupo focal, que consiste em um debate em grupo onde os informantes foram guiados nas discussões pelos entrevistadores que lhes deixam com uma margem de liberdade para se expressarem sobre os temas propostos (Huntington, 2000). Houve intensa participação dos alunos e professores indígenas na elaboração de ilustrações das paisagens.

2.4. Dinâmica de uso espaço-temporal das roçasPara análise da dinâmica de uso temporal das roças foram realizadas entrevistas com um representante de cada unidade domiciliar das aldeias Kwanamary e Takará. Os formulários elaborados foram semi-estruturados (Viertler, 2002) com perguntas abertas e aplicadas através de conversa informal, de maneira que o informante se sentisse a vontade. Em outro momento, posterior a realização de entrevistas, foram realizadas visitas “turnês-guiadas” nas unidades de paisagem junto aos “informantes-chave”, pessoas detentoras de conhecimentos e práticas tradicionais específicas, no casodo presente estudo foram consultados os indígenas agricultores.

3. Resultados

3.1. Caracterização das aldeias pesquisadas Aldeia KwanamaryDe acordo com relato dos indígenas, o termo Kwanamary refere-se à palmeira patauá (Oenocarpus bataua), e foi utilizado para nomear a aldeia em decorrência da área possuir alta concentração desta planta durante o período de sua implantação. Atualmente a aldeia Kwanamary apresenta 15 famílias, compostas por 86 indígenas, principalmente Hixkaryana. Os indígenas consideram a aldeia antiga, foi fundada há 20 em área que já havia sido habitada anteriormente por outros grupos indígenas. O cacique da aldeia informou que neste local houve no passado intenso conflito entrediferentes tribos pelo fato de terem encontrados muitos destroços antigos. Para ele a região era habitada por indígenas considerados os mais bravos de todo rio Mapuera, os quais viviam em constantes conflitos realizando ataquespara aquisição de mulheres. Quando a investida ocorria de surpresa o grupo atacado costumava

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deixar a área com todos os pertences e assim evitava-se um massacre, porém, os inimigos podiam queimar e destruir a aldeia invadida.Na aldeia Kwanamary foram constatadas várias porções de terra preta (como manchas na área da aldeia) contendo muitas peças de barro semelhantes a utensílios domésticos como panelas, tampas, vasos, machados de pedra, e etc. Grandes panelas de barro enterradas em várias partes da aldeia chamam atenção, muitas inclusive encontram-se em estado frágil com partesdanificadaspossivelmentepelaaçãodachuva e retirada da vegetação local.A área da aldeia Kwanamary possuía uma grande mata composta por grandes árvores, mas uma parte foi derrubada para preparação das roças. Atualmente nesta aldeia cada família prepara sua roça livremente, com autonomia paraescolhadolugardesejado,ficandoaoseucritério o envolvimento de outras famílias no apoio dos processos que envolvem a abertura de uma roça. Aldaia TakaráA atual aldeia Takará possui esta denominação em analogia a concentração de árvores takará na área onde foi localizada a primeira aldeia Takará. Atualmente na aldeia Takará o grupo Xereu é predominante entre as 15 famílias presentes,

compostas por 77 pessoas. A mudança da aldeiaé recentedevidoàsdificuldadesqueasindígenas possuíam para transportar água na antiga aldeia, situada em terreno mais íngreme. A aldeia atual é considerada nova, possui apenas dois anos, localiza-se na mesma margem do rio que a aldeia Takará anterior, a qual foi habitada por quatro anos. Conforme relato do cacique a área da aldeia já havia sido habitada no passado por outros grupos indígenas. A ocorrência de povoamento anterior consiste num dos principais critérios utilizados na escolha de um espaço para implantação da aldeia, uma vez que os solos destas áreas são locais propícios para realização de plantio de roça, conforme indicaram os indígenas da aldeia Takará. Após selecionada a área para instalação da aldeia é realizada abertura da roça e o plantio, posteriormente, durante o período de colheita dos cultivares, é realizada a mudança. Nesta aldeia o planejamento e a realização das atividades de roça - que incluem observação e escolha do local, verificaçãoda possível direção do fogo da queimada, delimitação de cada parte da roça, derrubada de árvores, etc., - são realizadas por todos os homenscasadoseapósconsentimentofinaldocacique.

Tabela 1: Ilustração e descrição das unidades de paisagem das aldeias Kwanamary e Takará

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3.2. Caracterização das unidades de paisagem manejadas de acordo com a classificação indígenaDurante o período de permanência nas aldeias foram realizadas reuniões com os indígenas interessados, principalmente com as mulheres. As indígenas revelaram seis unidades de paisagem localizadas na floresta que sãoconstantemente utilizadas para realização de caçadas, coleta de alimentos, coleta de material para confecção de artesanato, extração de madeira e material usado nas coberturas de casas. As unidades de paisagem relatadas de acordo com a percepção dos indígenas e ilustrações dos alunos foram organizadas a seguir:

Roça (Mararî)Definição de roçaDe acordo com as entrevistas realizadas com as famílias da aldeia Kwanamary a roça foi referida na maioria das citações (n=11) como local exclusivo de plantio de mandioca, enquanto na aldeia Takará amaior parte (n=7) definiuroça como o lugar para plantio de qualquer alimento. Desta forma, a roça é conceituada pelos indígenas como o lugar destinado para o plantio de mandioca, sendo que outras plantas alimentícias também são cultivadas, porém em quantidade menor.Para os indígenas a roça é a unidade de paisagem mais importante, pois é dela que depende a sobrevivência de inúmeras famílias, conforme destacado por um indígena: “a roça é para viver e crescer a família. A minha vida é a roça”. Atualmente a roça também constitui-se como a fonte principal de renda, devido a produção de farinha para comercialização na cidade de Oriximiná. Alguns indígenas da aldeia Takará referiram-se a roça como o ambiente transformado, manejado que passou por interferência humana para propiciar a aquisição de alimentos: “Roça é quando é manejada, quando está plantado”, “Quando modifica o ambiente nativo e passa a usar como plantação para colher”.

Atividades nas roçasAs atividades compreendidas na roça são realizadas conforme o gênero. Os homens são responsáveis pelo preparo prévio: 1) seleção do local; 2) retirada das árvores; e 3) queimada da vegetação. A etapa de plantação é realizada na maioria das vezes pelas mulheres, embora possamreceberauxíliodeseusmaridosefilhos.As mulheres são vistas como as “zeladoras das roças”, pois realizam toda a manutenção

que envolve: 1) capina (retirada de espécies invasoras para não atrapalhar o crescimento dos cultivos); 2) coleta de mandioca; 3) coleta de outros frutos; 3) replantio da maniva; e 4) transporte da colheita.A produção dos alimentos é uma atividade feminina. As mulheres realizam produção de farinha nas casas de farinha e demais alimentos consumidospelosfilhoseesposos.Ascriançasacompanham seus pais nas atividades de roça, e desde cedo auxiliam, aprendendo a realização de plantio e cuidados com as plantas.A roça também consiste num importante local para realização de caçadas pelos homens, uma vez que as agrobiodiversidades atraem os animais. Os animais encontrados com maior frequência e caçados nas roças são cutia (Dasyprocta sp.), paca (Cuniculus sp.), tatu (Dasipodidae), veado (Mazama sp.) e capivara (Hydrochoerus hydrochaeris).

Tipologias de roças (estágios)As roças são classificadas de acordo comestágio de maturidade e distribuição das plantas, sendo considerados três tipos de roças pelosindígenas,aseguir(figura3):Roça nova: “a plantação é baixa, tudo está recém plantado, logo não existem frutos e raízes para serem colhidos”.Roça madura: “as manivas estão grossas e altas. É fácil caminhar entre as manivas. Os frutos e raízes podem ser colhidos”.Roça velha: “restam pouca manivas. Muitas manivas quebradas e amontoadas. As plantas frutíferas continuam frutificando. A vegetação natural começa a tomar conta da roça e aos poucos vai se tornando capoeira”.As plantas cultivadas em roças antigas são posteriormente transferidas para as novas roças, através de mudas ou sementes, garantindo assim a manutenção do germoplasma.

Capoeira (Euthoto)Definição de capoeiraApós um período de 1 a 2 anos, quando grande parte dos cultivares da roça já foram colhidos (principalmente mandioca), a área é deixada por um tempo em repouso (pousio) para que o solo “descanse” e a vegetação seja recomposta. Nestas roças velhas, deixadas em pousio, as plantas não cultivadas vão se restabelecendo, ocupando o espaço antes tomado só pelas agrobiodiversidades. Esta unidade de paisagem manejada é denominada pelos indígenas de Euthoto, sendo conhecida por outras populações tradicionais como capoeira.

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Quando questionados quanto ao conceito de capoeira a maioria dos entrevistados da aldeia Kwanamary fez alusão ao espaço como ambiente renovado devido ao período de descanso transcorrido. Na aldeia Takará os indígenas entrevistados fizeram a mesmamenção e ainda relataram a capoeira como local onde restam frutos que atraem os animais. Este novo ambiente assume um importante papel, uma vez que ocorre enriquecimento da floradoambienteeconseqüenteaumentonadisponibilidade de alimentos para os animais. Assim, os indígenas aproveitam a visita dos animais de caça (cutia, veado, paca, mutum, etc.) para realizar a caçada, além da facilidade de acesso já que muitas capoeiras localizam-se próximas as aldeias.

Atividades nas capoeirasA capoeira não chega a ser abandonada pelos indígenas, pois algumas plantas continuam frutificando, desta forma eles apenasdiminuem a frequência de uso devido a não disponibilização de mandioca. No período que as capoeiras estão em pousio os indígenas retornam nestas áreas para colheita de alguns frutos que continuam disponíveis, como ingá, banana, abacaxi, cana, batatas, dentre outros. Além de coleta de alimento, estas paisagens são utilizadas para realização da atividade de caça. Após um determinado período, cerca de 20 anos, quando a vegetação desenvolve-se apresentando árvores mais altas, a capoeira pode voltar a ser utilizada para implantação de umanovaroça(figura4).Todavia,asroçasnãopodem ser instaladas frequentemente, uma vez que os espécimes de mandioca não crescem satisfatoriamente em solos repetidamente utilizados. Para os indígenas toda terra que passa por plantio contínuo “fica cansada eprecisa de descanso”. Muitos indígenas relataram a preferência para abertura de roças em áreas de capoeira, em virtude da facilidade de realização de derrubada da vegetação e da prática de roçar (retirada das espécies invasoras). Para alguns pesquisadores a reutilização das capoeiras consiste em importante estratégia de conservação, pois implicanadiminuiçãodousodeáreasflorestaismais antigas.AfiguraacimaretrataumaroçaatualdaaldeiaKwanamary implantada em área de capoeira que há 20 anos abrigou a primeira roça da aldeia. Pode-se notar na imagem 3 níveis diferentes de paisagens (de baixo para cima): 1) roçamadura;2)capoeiramadurae3)floresta.

Este local encontra-se um pouco afastado da aldeia o que pode explicar o retardo da abertura de uma nova roça, realizado após 20 anos da implantação da roça anterior.

Tipologias de capoeiras (estágios)Ascapoeiras são classificadasde acordocomestágio de maturidade, sendo considerados três tipos de capoeiras pelos indígenas, a seguir (figura5):Capoeira nova: “após a coleta de toda as raízes de mandioca na roça, começa a surgir uma nova vegetação, não espaçosa, com muitos espinhos, composta por cipós e embaúbas. Não se consegue caminhar entre a vegetação”. Capoeira madura: “depois de um tempo a capoeira madurece, a quantidade de plantas rasteiras diminui possibilitando caminhadas entre os arbustos altos que fazem sombra”. Capoeira velha: “com o passar do tempo os arbustos se desenvolvem em árvores de grande porte e posteriormente a capoeira velha deixará de ser capoeira e volta a ser mata”.

Quintal (Ohroron)Definição de quintalOs quintais são espaços localizados ao redor das casas, geralmente sem delimitação física (cercas), onde são plantadas árvores frutíferas, plantas medicinais e temperos. Para o cacique da aldeia Takará no quintal são plantadas árvores da mata que costumam estar localizadas longe da aldeia. As plantas dos quintais sombreiam o ambiente amenizando o calor e consistem em alternativa para a segurança alimentar das famílias. Os quintais da Aldeia Kwanamary são espaços bem sombreados com árvores frutíferas de diâmetro largo. Os maiores quintais pertencem aos moradores mais antigos da aldeia. A aldeia Takará dispõe de quintais novos contendo em sua maioria árvores frutíferas ainda não maduras, embora algumas plantas de ciclo curto já estejam sendo utilizadas na alimentação. Os indígenas guardam as sementes de frutos consumidos para posterior plantio nas proximidades das casas.

Atividades nos quintaisNa aldeia Kwanamary cada família possui autonomia para escolha das plantas a serem cultivadas e a realização de sua colheita. As plantas localizadas bem próximas às casas pertencem à família do local, sendo que as plantas mais afastadas das casas são consideradas da comunidade e toda a área de quintal da aldeia

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deve ser cuidada pelos moradores. Na aldeia Takará os quintais são considerados como pertencentes a todos os indígenas, logo todos são responsáveis pela realização da limpeza e manutenção. No período que constatam necessidade de realização de uma limpeza geral o cacique convoca reunião na casa grande para agendamento da atividade a ser realizada em mutirão. Dias antes as mulheres preparam uma bebida típica de mandioca, denominada gororoba, e alimentos para serem compartilhados no dia da limpeza coletiva.

Caminhos (Esama)Definição de caminhoOs caminhos são espaços estreitos que ligam a aldeia aos lugares de atividades cotidianas dos indígenas, como roças e capoeiras. Os caminhos tornam-se trilhas bem definidasdevido ao seu uso contínuo ao longo do tempo. A maior parte das famílias não costuma plantar ao longo dos caminhos. As poucas famílias que plantam utilizam abacaxi, banana, cana, caju e cará.

Atividades nos caminhosOs caminhos são utilizados para realização de deslocamento, alimentação e atividades de caça, pois podem possuir plantas frutíferas em seus trechos, além de se conectarem com roças e capoeiras repletas de alimentos. Ao longo dos caminhos percorridos nas aldeias Kwanamary e Takará foram encontradas espécimes de ingá, maracujá do mato e abacaxi. Durante estas caminhadas os indígenas costumavam consumir os frutos e jogar as sementes nas laterais dos caminhos, o que pode propiciar a dispersão e geração de novos espécimes. Desta forma, os caminhos

de conexão entre as diferentes unidades de paisagem podem ser enriquecidos através de ações não planejadas pelos indígenas.

3.3 Dinâmica de uso espaço-temporal das unidades de paisagem manejadasRoçasQuantidade de roças Quanto ao número de roças que cada família possui,foiverificadoqueamaioriadasfamíliasda aldeia Kwanamary possui entre duas e três roças, enquanto que na aldeia Takará a maioria possui de quatro a cinco roças (tabela 2).

Tempo de uso das roçasNa aldeia Kwanamary o tempo de uso das roças apresentou-se diferente para cada família, variando de 8 meses a 8 anos de uso. Enquanto na aldeia Takará o tempo de uso foi em estimado de 3 meses a 4 anos de uso.

Motivos de escolha e localização das roçasQuando se pretende implantar uma nova aldeia a primeira ação efetuada pelos indígenas consiste na busca por lugares ideais para o estabelecimento da roça, que significa umespaço não susceptível ao alagamento por enchentes, contendo solo fértil e ausente de saúva (Atta sp.). Os ambientes escolhidos variam de mata a capoeira, sendo que a presença de terra preta constituiu o fator primordial na escolha destes espaços. Muitos indígenas indicaram que a terra preferida não deve grudar na mão e alguns sugerem outros componentes juntos à terra preta como areia ou terra amarela. As roças das aldeias Kwanamary e Takará estão localizadas próximas às casas para facilitar o seu acesso. As atuais roças Kwanamary estão

Tabela 2 - Relação do número de roças por famílias nas aldeias Kwanamri e Takará

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em sua maioria em áreas de capoeiras ao redor da aldeia. As roças Takará estão localizadas na mata, pois como a aldeia foi implantada há apenas dois anos não existem capoeiras sendo reutilizadas.

4. DiscussãoNos últimos anos vem ocorrendo um processo de dispersão de novas aldeias ao longo do rio Mapuera em virtude de vários fatores, dentre os principais os indígenas destacaram a baixa disponibilidade de áreas próximas a aldeia Mapuera para implementação de roças. Queiroz (2008) também considera que a dificuldadedeprovisãodealimentos(agrícolase faunísticos) para populações aglomeradas em grandes aldeias, cujo entorno vem sendo historicamente explorado, implica na dispersão de novas aldeias. A aldeia Mapuera, fundada há 34 anos, apresenta alta concentração de famílias, cerca de 210, compreendidas por mais de 1000 habitantes. Nesta aldeia devido à alta taxa demográfica,autilizaçãohistóricaeaintensificaçãonousodos ambientes nos arredores da aldeia, as roças atuais estão dispostas em áreas mais distantes, resultandoemdificuldadesdeacesso,produçãoe coleta de alimentos. Um diagnóstico recente (Cardoso e Vale-Jr, 2012) aponta o aumento no distanciamento de muitas roças da aldeia Mapuera, as quais podem estar localizadas cerca de uma hora de barco a motor. De acordo com Silva (2013), o estabelecimento dos missionários evangélicos norte-americanos na região, a partir de 1960, propiciou uma brusca alteração nas relações indígenas e no padrão de assentamento regional, contrastando com o padrão tradicional de pequenas aldeias autônomas e dispersas entre si (Riviere, 2001apud Silva 2013). Para Silva (2013) o contato entre indígenas e missionários instituiu um contexto aglomerado, através da criação de uma identidade genérica Waiwai – que passou a ser chefiada principalmente pelo cacique epastor-,edeumanovaconfiguraçãodasaldeias,organizadas em casas familiares dispostas em “bairros”. Todavia, Queiroz (1999, apud Silva, 2013) defende que as transformações iniciadas com a missão evangélica guardam relação com o passado, pois consistem em aprofundamento de estratégias de sobrevivência que já estavam em curso, como a migração pelo território buscando tanto o afastamento dos inimigos, mas também a aproximação e fusão com os grupos aliados.

Para Silva (2013), a ocupação Waiwai qualificada como “tradicional”, caracterizadapor aldeias pequenas e impermanentes, deve serconsideradacomoummomentoespecíficode sua história, onde ocorriam constantes conflitosefugas.

5. Considerações finais

Os indígenas das aldeias Kwanamary e Takará reconhecem importantes espaços que vem sendo utilizados historicamente. Atualmente as roças, capoeiras e quintais são as unidades de paisagem mais utilizadas, e geralmente estão localizadas nas proximidades das aldeias. Ao longo do tempo essas áreas vão se tornando enriquecidas através de uma biodiversidade de floraefaunaquefavoreceapermanênciadosindígenas nos arredores. Assim, os indígenas garantem um ambiente de fácil e rápido acesso para eventuais necessidades alimentares.Plantar consiste numa arte permeada de saberes transmitidos ao longo de gerações, sendo que cada grupo apresenta peculiaridades nas práticas de plantio e sua manutenção. Os indígenas da aldeia de Kwanamary, constituída principalmente por Hixkaryana, não são tão rigorosos quanto às atividades de roça, cada família se responsabiliza em cultivar e organizar as atividades de plantio. Na aldeia Takará, representada principalmente pelos Xereu, as atividades relacionadas à roça ocorrem com maior participação e de forma mais coletiva. Os Xereu são considerados pelos outros grupos indígenas como exímios agricultores.Nos últimos anos diante o aumento populacional e conseqüente ampliação das quantidades e tamanhos das roças da aldeia principal (Mapuera), as roças estão se distanciando cada vez mais das áreas habitadas. Neste contexto alguns grupos tendem a formar novasaldeias,afimdepropiciarainstauraçãodas roças nas proximidades das aldeias. O presente estudo apresentou uma caracterização preliminar das principais unidades de paisagens manejadas pelos Waiwai, sendo fundamental o aprofundamento das investigações para entendimento da capacidade suporte de cada ambiente e as estratégias de uso adotadas pelos indígenas diante ao aumento populacional e diminuição de espaços, considerados como produtivos, para implementação das roças nas proximidades das aldeias.

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Agradicimentos

Agradecemos aos indígenas das aldeias estudadas por todo apoio recebido e participação durante a pesquisa. À Roberta Barboza e Anne Py-Daniel pela revisão do texto e sugestões. Ao CNPq, à FADESPA e UFOPA pela concessão de bolsas aos estudantes envolvidos. À FUNAI pelo auxílio nos trâmites burocráticos. À UFPA-Campus Oriximiná, através do Programa de Ação Interdisciplinar (PAI), e prefeitura municipal de Oriximiná pelo suporte logístico na realização das pesquisas.

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Simposio “Paisajes modificados y dieta”

What do we know about the distribution of Amazonian Dark Earth along tributary rivers in Central Amazonia?

Carolina Levis1, Marcio de Souza Silva2, Mauro Almeida e Silva2,Claide P. Moraes3, Eduardo K. Tamanaha4, Bernardo M. Flores5,

Eduardo Góes Neves4 & Charles R. Clement1

1 Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia, Manaus, Amazonas, Brasil 2 Universidade do Estado do Amazonas, Manaus, Amazonas, Brasil

3 Universidade Federal do Oeste do Pará, Santarém, Pará, Brasil4 Laboratório de Arqueologia dos Trópicos do Museu de

Arqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo, São Paulo, Brasil5 Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Natal, Rio Grande de Norte, Brasil

Introduction

The challenge to understand the influenceof past human occupation on Amazonian forested landscapes has led to a considerable debate among natural and social scientists. On the one hand, some defend that humans significantly modified Amazonian forestsduring the Holocene (Heckenberger et al. 2007, Clement and Junqueira 2010, Levis et al. 2012, Balée 2013). On the other hand, others proposethatsuchinfluenceswereonlylocallysignificant and should not be considered indiscussions about conservation of Amazonian biodiversity (Bush and Silman 2007, Barlow et al. 2012, McMichael et al. 2012). Despite the scientific disagreement, most agree thatpast human impact on the landscape was heterogeneous, with high impact within and immediately adjacent to archaeological sites. The sites that are most accepted by both groups as old long-duration settlements are Amazonian Dark Earths (ADEs, Smith 1980) or terras pretas de índio, sites known to be good markers of past sedentary human occupation (Neves et al. 2003).Archaeology, therefore, has an important role in this debate, since knowledge of “where” these sites are distributed across the Amazonia, and “when” they were occupied, as well as the footprint left by their ancient inhabitants, can help us understand the changes associated with their occupation. Within the range of archaeological sites known for Central Amazonia, we focus on one particular kind of archaeological site - ADE.The effort of mapping ADEs has been

concentrated along major Amazonian rivers (WinklerPrins and Aldrich 2010). Floodplains of white-water rivers, locally known as várzeas, host high biomass and biodiversity of plants and fish species (Junk et al. 2011). Theabundanceof fishes inwhitewater riversattracts other animals (amphibians, reptiles, birds and aquatic mammals), making white-water rivers a great location for obtaining animal protein (Beckerman 1994). The greatest extension of várzeas is in the central and western parts of the Amazon basin (Junk et al. 2011). Denevan (1996) suggests that long-term settlements were placed on bluffs along major rivers where people could exploit a wide variety of resources fromthewhitewaterfloodplainsand terra-firme forests throughout the year.Tributaries of these rivers, on the other hand, usually have black or clear nutrient-poor waters, with floodplains unsuitable for agricultureand are considered to contain lower biomass of aquatic resources (Junk et al. 2011). The middle and upper courses of such tributaries are narrower and penetrate into remote areas that appear to provide fewer resources for sedentary human occupations. However, blackwater floodplains are geologically morestableandhavebeenshowntoyieldfishcropscomparable to white-water systems (Henderson and Crampton 1997). They are also much more abundant: várzeas occupy perhaps 5% of Amazonia, while other wetlands, including tributaries, lakes and swamps, occupy another 25% (Junk et al. 2011 - Figure 1A). Due to the complicated logistics to survey numerous tributaries for ADEs, archaeological surveys have so far given less attention to tributaries,

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leading to a lack of information about the distribution of ADEs along these rivers. The aims of this study are to: 1) show the presence of ADEs along black and clear-water tributaries of major white-water rivers; 2) test the hypothesis that the density of ADEs along black or clear-water tributaries is comparable to that along the major Amazonian white-water river nearby. We then discuss some of the implications of this new analysis in terms of the impact of past human occupation for current Amazonian forests.

Study Area

The study was carried out along the Madeira and Solimões River basins (Figure 1A), with broad extensions of várzeas and paleo-vázeas. Many várzeas and river islands were used as cropfieldsduringthesixteenthcentury(Myers2004). Conversely, tributaries of the Madeira and Solimões are smaller rivers and streams (igarapés) with floodplain forests (igapós) and lakes, all with black or clear nutrient-poor waters (Junk et al. 2011). Floodplains are subjected to a predictable annualflood-pulsethatvariesinamplitudeandduration (Junk et al. 1989). Flood-pulses expose river banks to erosion and sedimentation processes, particularly during high water levels, eroding and burying old humic layers. These processes occur intensively along white-water rivers banks, causing the phenomenon of “fallen lands”(Sternberg 1998) – the collapse of river banks and bluffs. Archaeologists have surveyed the Madeira Basinforover90years:129siteswereidentifiedbetween the Rio Machado (tributary) and the city of Borba, along the main channel (Moraes and Neves 2012). Most ADE sites were located on bluffs of the Madeira River and of nearby várzea lakes. Only three tributaries have been well studied: 9 sites were found along the Madeirinha River, 14 along the lower Aripuanã River and 7 along the lower Manicoré River (Moraes and Neves 2012).Archaeological studies of the Solimões Basin started later and are restricted to particular areas, especially to the interfluvebetween thelower Solimões and lower Negro Rivers, where more than 60 sites were found, most of them ADEs. For over 60 years, archaeologists have discussed the importance of this huge river (approximately 1.700 km) for understanding the pre-history of Amazonia. The Solimões River is considered the main route used by

ancient Amazonian people to connect the Andes to the Atlantic Ocean (Meggers and Evans 1957). During the last decade, 73 archaeological sites have been found along one transect of approximately 600 km from Coari to Manaus (Neves 2010). Archaeologists from a multidisciplinary project called PIATAM (Strategic Environmental Intelligence for the Petroleum Industry in Amazonia) also surveyed the Solimões and its tributaries: 86 additionalsiteswereidentifiedinthesamearea(Lima and Tamanaha 2007; 2008). Currently, archaeologists are surveying tributaries and lakes of the Middle Solimões, such as the Tefé River and the Amanã Lake (Costa 2008; Gomes 2011; Belletti 2013).

Data Analysis

Identification of ADEs along the tributaries of the Madeira and Solimões RiversIn this study, ADEs were mapped (using participatory mapping techniques or marked inthefieldwithaGPS)alongthePuru-puru,Mariepaua, Jatuarana, and Acará Rivers, all tributaries of the Madeira. In the Solimões River Basin, ADEs were mapped along the Manaquiri, Janauacá, Manacapuru, Anamã, Coarí, Tefé Rivers and Amanã Lake. All sites in the Solimões basin were identified andmarked in the field. The density of ADEsalongalltributarieswasquantifiedconsideringthelengthbetweenthefirstandlastADEsitefound in each tributary river.

Comparison of ADE density and bluff availability between the major river and its tributariesThe density of ADEs along nine sections of 12 km for both types of river (major and tributary) was estimated. We selected sections of the Madeira and Solimões as close as possible to the mouth of the tributaries that we used in the analyses and where archaeological studies had been concentrated. Shuttle Radar Topography Mission (SRTM) and Landsat TM images were usedtoidentifyfloodplainsandbluffsonriverbanks, and the extension of bluffs on both sides was measured using ArcMap tools, which calculate linear sections. To test the difference of ADE density and bluff availability between major rivers and tributaries we used ANOVA (Crowley 2007).

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Results and Discussion

In the Madeira Basin, we found 8 ADE sites along a 16 km stretch of the Puru-puru River, 6 sites along 56 km of the Mariepaua River, 6 sites along 11 km of the Jatuarana River and 3 sites along 12 km of the Acará River (Figure 1B). In the Solimões Basin, we found 6 sites along a 5 km stretch of the Manaquiri River, 5 sites along a 16 km stretch of the Janauacá River, 6 sites along 68 km of the Manacapuru River, 9 sites along 46 km of the Anamã River, 10 sites along 115 km of the Coari River, 25 sites along 124 km of the Tefé River, and 29 sites along 126 km of Amanã Lake (Figure 1B).We found dense distribution of ADEs along all tributaries we studied in the Madeira and Solimões Basins, which supports the argument that the previously considered remote interfluvialareaswereinfactoccupiedbyhumansedentary populations. In some tributaries within 10 km of the Madeira floodplains,ADEs are larger than 40 ha, thus comparable to ADEs found along the major rivers. We also found ADE sites more than 120 km away from mouth of tributary rivers, e.g., along the Tefé and Coari Rivers (Figure 1B), indicating that sedentary human occupation also occurred in the middle courses of tributaries. Surveys have not yet reached tributary headwaters.The density of ADEs found along the Madeira River was lower than the density of ADEs found along some of its tributaries (Figure 2A),butwedidn’tfindasignificantdifferencebetween types of rivers. Bluff extension along

theMadeira River, however, was significantlylower than along its tributaries (Figure 2B, p<0.01).For the Solimões, the density of ADEs found along the main channel was lower than along its tributary rivers (Figure 2C), but again this differencewasnotsignificant.Thefloodplainsof the lower Solimões are larger than those of the lower Madeira, resulting in a much lower extension of bluffs, when compared to its tributaries (Figure 2D, p = 0.001). In fact, manyADEsitesarelocatedonthefloodplainsof the Solimões River.These results confirm our hypothesis: thedensity of ADE sites along the lower courses of black or clear-water tributaries is comparable to that along the two major white-water rivers associated with these tributaries.

Dynamism of várzeas: many ADEs may have been eroded and buried by white-water rivers The Madeira River is one of the major Amazonian rivers and archaeological records indicate a long-term history of occupation with large settlements around 1000 AD (Moraes and Neves 2012). Although many ADEswere foundon its banks, ourfindingsrevealed an unexpected pattern: more ADEs are located on the banks of some tributaries than on the Madeira River itself. Could this pattern be explained by the great dynamism of whitewaterfloodplains?Thefluvialdynamicsof theMadeiraareintense,

Figure 2 – A) Boxplot showing the density of Amazonian Dark Earths (ADEs) along 12 km river sections for the Madeira, Solimões and their tributary rivers; B) Bluff extension on river banks of the Madeira and Solimões compared to their tributa-

ries. * p < 0.1; ** p < 0.01; *** p < 0.005; number of river sections per treatment = 9

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with strong sedimentation and erosion along the floodplains(TeixeiraandMaia2009).Thesameprocesses occur, but even more intensively, along the floodplains of the Solimões(Sternberg 1998). Additionally, the river’s sediments can bury old soil layers during high water levels each year, covering archaeological sites (Tamanaha 2012). Floodplain margins of today are very different than those of only two decades ago, and certainly even more different when compared to 1000 years ago, when large human populations were living there (Moraes and Neves 2012, Tamanaha 2012). As a result, many ADEs on the banks of white-water rivers may have been eroded or buried through time, which may in part explain why we found fewer ADEs on major rivers. This was already noted by Curt Nimuendaju, when he tried unsuccessfully in the 1920s to relocate the Miracanguera site, excavated adjacent to Itacoatiara by Barbosa Rodrigues in the 1880s and almost completely destroyed by the erosion of the Amazon River by then (Nimuendaju 2004).

Bluff Model: complementarity of habitats and resourcesWe found fewer bluffs along the banks of the Madeira and Solimões Rivers than along their tributaries. Thus, another explanation for our findingscouldbethatthelimitationof bluffsalong the Madeira and Solimões led sedentary societies to spread along tributaries, occupying any suitable places to live, as described by Denevan(1996).Thesignificanceof tributariesto understanding the history of occupation in Amazonia is probably much greater than previously thought. The complementarity of habitats and resources around bluffs of major white-water rivers is thought to have been important to sustain large populations before European conquest (Denevan 1996). The great number of ADE sites found in the confluence of the Negroand Solimões Rivers, some with a long history of occupation (Neves and Petersen 2006), indicates that this region was a strategic place to live. This region is composed of a variety of habitats, including floodplains of both whiteand black water rivers, lakes, grasslands and interfluvialforesteduplands.Thiscombinationof abundant resources and different habitats form a perfect scenario for the development of long-duration settlements in Central Amazonia (Neves et al. 2003).We found that past human populations were also established on bluffs of the lower courses

of tributary rivers. Along the Unini River, a tributary of the Negro River, ADEs dating to nearly 2000 years before present were found at Floresta and Lago das Pombas sites, 110 km from its mouth (Lima 2012). Igapós and terra-firme forests were close by, and people living in these distant settlements certainly found other advantages. Black and clear water rivers may be nicer places to live, compared to white-water rivers, with drinking waters containing less or no sediment, fewer pests and parasites, such as mosquitos, and easier navigation because of slower currents and wind-driven waves. Possibly there were so many people living along the Madeira and Solimões at that time that bluffs were crowded, and the need to spread and occupy tributary sites was inevitable, perhaps alsoavoidingculturalconflictsandwar.

Sampling method as a possible explanation for the pattern we foundMost of the archaeological surveys reported here were opportunistic; in other words, surveys were based on sites easily identified in thelandscape (Richards 2008). Landscapes were not equally represented and sampling was not systematic. Also, the broad extension of várzeas in the Solimões has challenged archaeologists to access hidden bluffs. Therefore, false absence of ADEs along major rivers may be the consequence of sampling.The same problem may have happened in areas where ADEs were mapped using participatory mapping techniques. Participatory mapping is based on local people’s knowledge of the landscape in their living-area. Consequently, this technique covers a large area, but may fail to identify those sites that are not well known by locals. Mariepaua River, for instance, is a tributary of the Madeira River that was sampled only by participatory mapping. Using systematic and judgment sampling designs, we should be able to detect more sites than the ones identified using participatorymapping and opportunistic techniques. Future archaeological surveys must focus on these vast empty spaces, improving our knowledge of the distribution of ADEs.

Cultivation in várzeas was not necessary for the existence of long-duration settlements Abundant ADE sites along tributaries are an indicationthatproximitytofertilefloodplainsis not always vital to sustain sedentary human populations in Amazonia. Ancient Native Amazonians knew techniques for

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soil management, plant domestication and for long-term cultivation or management of non-domesticates, such as palms, that allowed subsistence independent from várzea resources (Wood and McCaan 1999, Clement 1999, Denevan 2001). Our data suggests that the resource availability of black and clear water systems may not have been a limiting factor for pre-Columbian occupation. Additionally, fish yields in black-water lakes have been found to be higher than in white-water systems during the high water season (Henderson and Crampton 1997). Theabundanceof fishattractsother animalsmaking black and clear-water systems also good for obtaining animal protein.

What is the relation between ADEs and the transformation of Amazonian forests by pre-Columbian people?Useful plants found in secondary forests on ADE sites are associated with past human selection and management (Junqueira 2010). Evidence of plant manipulation was also found in forests near settlements (Levis et al. 2012), where the surrounding forests were transformed by agricultural, hunting and gathering activities. Levis et al. (2012) found higher proportions of useful species in forests closer to ADEs compared to those located in more distant areas. Junqueira and Clement (2013) showed that the human footprint in mature forest located on ADEs decreases after site abandonment. Nevertheless, even forests located almost 40 km from Solimões and Madeira still contain a floristic compositionaltered by past human management (Levis et al. 2012, see also Figure 3).

Implications for understanding the impact left by pre-Columbian people in Central Amazonia

Since the archaeological sampling effort has been concentrated along the main Amazonian rivers, such as the Madeira and the Solimões, the overall density of ADEs and the extent of pre-Columbian influence on Amazonianforests are being underestimated. We also need to investigate the bluffs of tributary rivers to better understand the history of occupation and impact left by pre-Columbian people in Amazonia, as these areas were also densely occupied before European conquest. If there are so many ADE sites along tributaries, forests oninterfluveswerealsomanipulatedtosome

degree by people who occupied their margins. The human impact on the vegetation decreases as one moves away from rivers (Bush and Silman 2007, Levis et al. 2012) and with time following the abandonment of the site (Junqueira and Clement 2013). Tributaries penetrate interfluvesof majorrivers,allowingthe existence of sedentary populations in places often considered remote. Consequently, even forests considered primary were managed, and thus concentrated useful plants (Figure 3). We still don’t know how far and how long after abandonment the persistence of human management is identifiable in theforest landscape, although this depends upon the species involved, their growth habit and longevity (Clement 1999). Our data indicates, however, that many more ADEs are to be found and that past human impact in inter-fluvialareasof CentralAmazoniawasgreaterthan imagined.

Acknowledgements

FAPEAM Universal proc. no. 3137/2012 and CNPq Universal proc. no. 473422/2012-3 for thefinancialsupportforournewsurveys;CLthanks FAPEAM Universal and PCI/MCT/INPA for a research fellowship; CPM thanks FAPESP and INPA; Eduardo Neves thanks CNPq proc. no. 308502/2009-4 for a research fellowship, FAPESP proc. no. 05/60603-4 and Mamirauá Institute for financial support forthe PAC archaeological project; CRC thanks CNPq for a research fellowship, which also supported the surveys along the Puru-puru and Janauacá Rivers.

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Simposio “Paisajes modificados y dieta”

Uso de plantas económicas y rituales(medicinales o energizantes) en dos comunidades precolombinas de la Alta Amazonia ecuatoriana:

Sangay (Huapula) y Colina Moravia(c. 400 a.C.-1200 d.C.)

Jaime R. Pagán Jiménez1 & Stéphen Rostain2

1 Laboratorio de Química, Instituto Nacional de Patrimonio CulturalProyecto Prometeo, SENESCYT (Ecuador)

2 CNRS (Francia)/Instituto Francés de Estudios Andinos (Ecuador)

Introducción

El estudio de almidones en la arqueología ha probado ser una herramienta de investigación útil en los campos de la paleoetnobotánica y la arqueología (Torrence and Barton, 2006). Así lo demuestran múltiples publicaciones recientes que en ocasiones han revelado, como primicia, la presencia, el uso y el consumo de plantas almidonosas que nunca antes habían podido ser relacionadas directamente con las “culturas arqueológicas” que estudiamos, principalmente en las regiones tropicales del planeta (Pagán-Jiménez, 2012; Pagán-Jiménez et al., 2005; Perry et al., 2007; Piperno et al., 2000; Zarrillo et al., 2008). Distinto a otros restos arqueobotánicos conocidos, como los segmentos macroscópicos de las plantas, o los materiales microscópicos como los fitolitos y el polen,los almidones tienen la particularidad de poder correlacionarse directamente con los elementos arqueológicos que estudiamos, ya que usualmente dirigimos nuestra atención a aquellos artefactos o herramientas directa o indirectamente implicados en el procesamiento de los órganos vegetales, en la cocción de éstos o de sus derivados, y finalmente en elconsumo, sea éste alimentario, medicinal o ritual. En síntesis, vale la pena resaltar que si contamos con la habilidad y la capacidad para identificartaxonómicamentealosalmidones,sicontamos también con la capacidad de evaluar y comprender los procesos tafonómicos, pedológicos y socioculturales que inciden en los contextos de disposición y enterramiento de esosalmidones,ysifinalmentecontamosconmarcos y modelos teóricos o de referencia que

nos permitan comprender aquellos procesos culturales que viabilizan la aprehensión e integración de las plantas almidonosas a los diversos ámbitos de uso de ellas, entonces estaremos brindando un cuerpo de información sumamente útil y novedoso acerca de los pueblos y las culturas que estudiamos.En los siguientes párrafos centraremos nuestra exposición en el análisis y en los resultados del estudio de almidones arqueológicos efectuado en dos interesantes sitios que ubican en la Amazonia ecuatoriana: Sangay (o Huapula) y Colina Moravia. Presentaremos y discutiremos aquí, de manera sucinta y combinada, 3 facetas en las cuales se inserta el conjunto de resultados al que hemos llegado hasta el momento. Estas son:(a)laidentificacióndelasplantasalascualespertenecen los almidones y sus incidencias cronológico-culturales; (b) el uso/función de los artefactos o herramientas seleccionadas; y (c) el tratamiento de los órganos almidonosos, es decir, las formas de manipulación pre- y postcocción a las que pudieron estar sujetas dichos órganos en los distintos momentos de ocupación considerados. La expectativa de este trabajo no es proponer, automáticamente, cambios profundos en la percepción y en el conocimiento que tenemos actualmente de las culturas botánicas de la Amazonia precolonial ecuatoriana, o de los sitios estudiados. Más bien, por ahora deseamos mostrar, con los resultados parciales, el potencial que tiene el estudio de almidones antiguos para adentrarnos en los problemas arqueológicos o paleoetnobotánicos complejos de la Amazonia, comoyasehaejemplificadoeninvestigacionesprevias (e.g., Dickau et al. 2012; Pagán-Jiménez 2012; Zarrillo 2012).

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Las localidades arqueológicas estudiadas

Sangay (Huapula)El valle del Upano, en la alta Amazonía ecuatoriana, está caracterizado por la presencia de numerosos montículos artificiales detierra precolombinos. Edificados y luegoabandonados por las sociedades Upano entre 500 aC y el 400 dC, algunos de ellos fueron reocupados por grupos Huapula entre el 800 y 1200 dC (Rostain 1999). Se asume generalmente que dichas plataformas fueron espacios domésticos y habitacionales en los cuales, junto a las plazas, se pudo desarrollar otro tipo de actividades, tanto públicas como rituales.Sangay (Figura 1) es el sitio más extenso del alto Upano con 700,000 m2(Rostain 2010). Está compuesto por unos treinta complejos de montículos y una red de largos canales. El Complejo XI, que fue investigado por Rostain y el Instituto Francés de Estudios Andinos, bordea el río Huapula y se extiende sobre un área de 70 x 50 m. Está organizado según el modelo espacial característico de los sitios del Upano. Es decir 6 elevaciones que rodean 2 plazas bajas, separadas por una plataforma central. Situado en una pendiente, el montículo conocido como Tola Central se eleva hasta

3.5 m de altura, extendiéndose su cima por alrededor de 130 m2 (16 x 8 m). Los trabajos arqueológicos en la Tola Central sacaron a la luz los restos de un piso doméstico y las huellas de 49 hoyos de poste. Estudios previos del material macrobotánico recuperado en el centro del montículo (Tola Central) identificaron 18 morfoespeciesrepresentativas de 5 familias (Mimosaceae, Passifloraceae, Phytolaccaceae, Poaceae, Rosaceae) y diversos tipos de hongos (Rostain 2012a). Los numerosos restos macrobotánicos calcinados son interesantes por su diversidad y por su presencia en un contexto doméstico y culinario. El maíz domina ampliamente en el muestrario. Entre las demás plantas de consumo, ya sean silvestres o cultivadas, se identificaron guabas, cerezas, moras y granadillas. Sin embargo, ciertas especies tienen también un uso medicinal como las Inga, Prunus y Phytolacca. Dos de las muestras artefactuales consideradas en este nuevo estudio provienen precisamente del mismo contexto doméstico arriba descrito. Por su parte, las restantes 6 muestras artefactuales de este mismo sitio provienen de contextos anteriores o más antiguos, asociados con las ocupaciones Upano observadas en la Tola Central (Tabla 1).

Tabla 1. Muestras consideradas para el presente estudio, contexto de uso y situación cronocultural de ellas,Sangay y Colina Moravia, Amazonía ecuatoriana

Nota de las tablas 1, 2, 3 y 4: CCI=costra carbonizada en la pared interior; PI=pared interior; F=fondo

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Colina MoraviaEste yacimiento se encuentra a la salida occidental del lugar denominado Moravia, entre lospequeñosríosVerdeyMachay(Figura1),ambosafluentesizquierdosdelPastaza(Rostain2012b). Colina Moravia está localizado a unos 300 m de la vía entre Mera y Shell, a 500 m del borde del barranco que lleva al Pastaza. Entre los rasgos identificadosmás sobresalientes seencuentran fogones, suelos quemados y fosas, así como conjuntos de artefactos cerámicos, algunas herramientas líticas y desechos de talla. En espera de la serie completa de fechas, algunas muestras de carbón fueron ya fechadas para orientar las interpretaciones en curso. Se han distinguido seguramente dos niveles y quizásexisteunterceroqueestápordefinirse(Rostain 2012b):- Nivel superior, cultura PUTUIMI: Capa 2 (Moravia 160), cuenta con una edad calibrada de 890-1020 dC. Esta fecha corresponde al periodo ecuatoriano llamado Desarrollo Regional, marcado por la expansión de la modalidad decorativa corrugado en gran parte de la Amazonía ecuatoriana. Debemos señalar que esta fecha cabeperfectamente encronología de la cultura Huapula de la cuenca del Upano, caracterizada, sobre todo, por la cerámica corrugada. Esta fecha indica entonces la existencia de una ocupación relativamente reciente. Tres de las 8 muestras artefactuales de nuestro estudio provienen de los contextos descritos en las anteriores líneas.- Posible nivel medio, cultura MORAVIA: es un nivel que fue ocupado creado hace ca. 2000-1500añosycorresponderíaconlaculturaMoravia. Hasta el momento se está estudiando el conjunto de datos de este nivel para poder definir mejor el contexto arqueológicoregistrado. Cuatro de las 8 muestras aquí consideradas parecen estar asociadas con los contextos que corresponderían a esta ocupación.- Nivel inferior, cultura PAMBAY: Fondo de la fosa del extremo oeste de la trinchera TR-1 (Moravia 116) cuenta con una fecha calibrada de1880-1690a.C.EstocorrespondealfindelFormativo ecuatoriano, un período marcado por las últimas fases de Valdivia ante la aparición de las culturas Machalilla en la costa y Cotocollao en la región de Quito. Ninguna muestra de este nivel fue estudiada para el presente trabajo. Se debe observar que esta fecha se ubica antes de la presencia humana en esta región amazónica y de la erupción catastróficadelTungurahuade1200aC.Sise

confirmaraestafechaporotros,ello indicaríaigualmente una contemporaneidad relativa con el complejo Mayo-Chinchipe en la provincia de Zamora-Chinchipe y con la tradición Catamayo A de la provincia de Loja. En conclusión, las poblaciones precolombinas utilizaron Colina Moravia dos o tres veces entre el Formativo y durante el Desarrollo Regional.

Materiales y métodos

Unas 8 muestras artefactuales de Sangay y otras 7 de Colina Moravia (Tabla 1) fueron seleccionadas para el presente estudio. Del total de 15 muestras de ambos sitios, 6 de ellas son artefactos líticos de molienda o maceramiento, mientras que las restantes 9 muestras son fragmentos de ollas de cocina o recipientes/contenedores de cerámica. Todos los materiales, de una u otra forma están relacionados con alguna de las etapas de procesamiento, cocción o servido de derivados vegetales potencialmente almidonosos.En el material lítico, las muestras fueron extraídas, con un gancho odontológico muy fino, de las imperfecciones, poros y fisuraspresentes exclusivamente en las facetas o superficies de uso. El gancho odontológicofue lavado y esterilizado antes de ser utilizado en la extracción de cada muestra. En el material cerámico, las muestras sedimentarias o de residuos carbonizados fueron extraídas igualmente con un gancho odontológico, siguiendo el mismo procedimiento de limpieza y esterilización entre cada muestra. Luego de extraídas, todas las muestras fueron colocadas en tubos de microcentrífuga estériles y nuevos. Posteriormente, las muestras de sedimento o de restos carbonizados fueron pesadas. A las muestras de sedimento se les agregó una solución de Cloruro de cesio con gravedad específicade1.79,mientrasquealasmuestrascon residuos carbonizados se les agregó Peróxido de hidrógeno al 10% para facilitar la segregación de las partículas de carbón y promover así la liberación de los almidones que pudieran estar retenidos en la masa carbonizada. Una vez lavadas las muestras con restos carbonizados en al menos 4 ocasiones, y centrifugadas durante cada lavado a 10000 RPM por 10 minutos, éstas se secaron en horno a 30°C por 24 horas. Posteriormente, se les agregó la solución de Cloruro de cesio y, junto a las muestras de sedimentos, todas fueron agitadas por 20 segundos y luego centrifugadas a 9500 RPM durante 8 minutos.

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Luego, el sobrenadante de cada muestra, donde deben quedar los almidones arqueológicos, fue transferido a un nuevo tubo para iniciar el proceso de disolución de las sales del Cloruro de cesio con agua destilada. Después de completadoelprocesodeflotaciónylimpiezade las muestras, uno o dos portaobjetos fueron montados por cada muestra a razón de 2 gotas de ésta por media gota de glicerol. Una vez colocados los cubreobjetos, cada muestra fue inspeccionada con un microscopio óptico binocular Zeiss con polarización y cámara digital. Se inspeccionó la totalidad de las muestras y cada almidón encontrado fue descrito en términos morfométricos según los criterios previamente establecidos por Pagán-Jiménez (2007).

Resultados y discusión

Aproximadamente 12 taxones fueron identificados pormedio de los almidones enel conjunto de muestras analizadas (Tablas 2 y3).Entreesostaxonesfigurantantoplantasdomésticas, cultivos como plantas silvestres. De las últimas, algunas pudieron ser utilizadas no solo como alimento, pero también como

remedio terapéutico. Los almidones fueron recuperados en 14 de los 15 artefactos y su estado de conservación es variado, precisamente en relación al tipo de artefacto estudiado y a sus usos o formas de procesamiento de los órganos almidonosos y derivados vegetales en ellos. De la totalidad de almidones recuperados, una pequeña, aunque significativa parte deellos no pudo ser identificada o adjudicada aalguna taxa conocida. No obstante, la mayoría de los almidones sí fueron adjudicados a taxones existentes en nuestras colecciones comparativas o en otras publicadas. Debido al estado de conservación de no pocos almidones, algunosdeellosfueronclasificadosenelnivelde familia, mientras que otros pudieron ser identificadosenelniveldegéneroodeespecie.Considerando el modesto número de muestras estudiadas, debemos decir que es alta la diversidad de especies conocidas y utilizadas en ambos sitios. Plantas productoras de semillas como el maíz (Zea mays), el fréjol (Phaseolus sp.) y otras leguminosas (Fabaceae) son las de mayor ubicuidad en el conjunto analizado, aunque la diversidad de plantas tuberosas o de rizomas es mayor.Al observar los resultados por sitio, y al interior

Tabla 2. Distribución de taxa entre las muestras artefactuales consideradas (por filiación cultural),Sangay, Amazonía ecuatoriana

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de ellos por filiaciones culturales, podemosapreciar interesantes dinámicas de uso que comienzan a revelar posibles patrones de uso, procesamiento y consumo. En el caso del sitio Sangay, durante la ocupación Upano, se puede observar en la Tabla 2 cómo las leguminosas están más ampliamente distribuidas entre las muestras correspondientes. Sigue en orden de ocurrencia el maíz y posteriormente la yuca (Manihot esculenta) y el camote (Ipomoea batatas) como las dos únicas plantas tuberosas integradas en los contextos espaciales, temporales y artefactuales aquí tomados en cuenta. Los artefactos analizados de la ocupación Upano de Sangay son todos ollas de cocina o recipientes/contenedores de cerámica (Figura 2). Durante la posterior ocupación Huapula en Sangay solo dos manos líticas de basalto fueron analizadas. Notablemente, la diversidad de especies utilizadas es mucho mayor a pesar del bajo número de muestras, notándose una presencia equiparable de plantas de semilla como el maíz, el fréjol y plantas de rizomas como las marantáceas (algunas de ellas posiblemente comestibles). Otras plantas menos representadas, pero importantes en el conjunto florístico de la ocupaciónHuapula,son la yuquilla o arrurú (Maranta arundinacea), el lerén (Calathea allouia; Calathea sp.) y algún ñame silvestre (Dioscorea sp.). Es necesario destacar que entre los almidones hallados en las manos líticas recuperamos uno que es consistente con los producidos por raíces de helechos medicinales como el rabo de mono (Polypodium sp.), hecho que nos permite ver el

carácter multifacético de las manos líticas, es decir, su uso en la molienda de semillas y en el maceramiento de tubérculos y rizomas, y del contexto de procesamiento de plantas al cual se adscriben. En este sentido, debemos recordar que ambas manos líticas provienen del mismo contexto habitacional en el cual previamente se había recuperado un buen número de restos macrobotánicos carbonizados como maíz, guaba (Inga sp.) y otras plantas más, algunas de ellas con potenciales usos medicinales. En términos generales, podemos plantear que desde las ocupaciones Upano hasta la Huapula que hicieron uso de la llamada Tola Central en Sangay hay un aumento en la diversificaciónde taxones. En otras palabras, durante la ocupación más tardía aquí considerada, incrementa la presencia de plantas tuberosas o de rizoma aunque sin desplazar a otras plantas de semilla como el maíz y las leguminosas. Obviamente, los contextos artefactuales estudiados para cada ocupación son diferentes, unos fueron artefactos de molienda/maceramiento y otros fueron recipientes y ollas de cocina. Por lo tanto, debido al limitado número de muestras estudiadas y a las divergencias cualitativas o funcionales de los artefactos, debe existir un sesgo real en nuestras proyecciones que podrían subsanarse en el futuro al homogeneizarse, por ejemplo, el tipo de artefactos seleccionados según su función atribuida. Aún así, debe considerarse que la ubicuidad de un taxón dentro del abanico total de muestras tomadas en cuenta en cualquier estudio de almidones sí permite inferir qué tan conocido y multifacético fue ese taxón como

Tabla 3. Distribución de taxa entre las muestras artefactuales consideradas (por filiación cultural),Colina Moravia, Amazonía ecuatoriana

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para poder estar presente, ya no en un contexto de uso particular, sino en múltiples contextos y divergentes.En el yacimiento Colina Moravia, de entrada, podemosseñalarqueesconsiderablementemásbaja la diversidad de taxones identificados alcompararse con Sangay (Tabla 3). Sin embargo, a lo largo de las ocupaciones Moravia y Putuimi en el lugar, el maíz es la especie vegetal con mayor ubicuidad siguiendo después el fréjol y otras leguminosas. El uso de especies tuberosas es prácticamente imperceptible durante la ocupación Moravia más temprana, aun cuando el espectro de artefactos estudiados se ubican en etapas diferentes del procesamiento, cocción o servido de derivados vegetales. Para esta ocupación, los artefactos líticos, una mano y un fragmento de metate, sugieren su uso casi exclusivo en el procesamiento de semillas, mientras que el fragmento de un recipiente o contenedor cerámico solo produjo almidones tentativamente asignados al maíz. Se desataca aquí el hallazgo de almidones de cacao (Theobroma sp.) en el fragmento de metate, los cuales solo pudieron ser adjudicados al nivel de género (Figura 3). En la ocupación Putuimi posterior, coincidente con la cultura Huapula de Sangay, los dos artefactos líticos estudiados y el fragmento de una olla utilizada para cocinar proporcionan

una mayor diversidad de taxones según los almidones recuperados e identificados. Elmaíz es el recurso vegetal más representado, siguiendodespuéselfréjol, layuca,elñameyel melloco (Ullucus tuberosus). Es interesante la presencia de melloco en Colina Moravia, sobre todo durante la ocupación más tardía del lugar, ya que nos da la pauta para comprender mejor los posibles nexos transaccionales de carácter regional en los cuales pudieron estar integrados los habitantes del asentamiento.Si colapsamos todas las muestras estudiadas de ambos sitios y sus contextos cronoculturales (Tabla 4) podemos tener alguna noción, todavía general, de aquellas plantas que quizás pudieron ser relativamente importantes en las economías de subsistencia vegetal de la Alta Amazonía ecuatoriana en un periodo extenso, comprendido entre el c. 400 aC y el 1300 dC. Obviamente, a lo largo de tan prolongado periodo debieron expresarse continuamente fenómenos locales y regionales, tanto ambientales como culturales, que incidieron en las tradiciones culinarias y botánicas, derivando esto, posiblemente, en procesos de particularización culinaria y en la gestación de identidades sociopolíticas contrastantes en el área. Haciendo, pues, un ejercicio como el planteado anteriormente, solo por curiosidad, podemos observar cómo el maíz es la especie

Tabla 4. Distribución general de taxa entre las muestras artefactuales de ambos sitios,Sangay y Colina Moravia, Amazonía ecuatoriana

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de mayor visibilidad en el registro de almidones arqueológicos de los dos sitios. Siguen en orden de ocurrencia las fabáceas o leguminosas y los fréjoles. Después se encuentran la yuca, las marantáceasylosñames,cadaunadeellasconigual ubicuidad, y finalmente ocurren plantascomo el cacao, el camote y el melloco de las tierras altas. Finalmente, queremos comentar brevemente qué nos dicen los almidones cuando nos preguntamos acerca de las formas en que fueron procesados y cocinados los órganos almidonosos o sus derivados. En la Figura 2a se observa una mano de molienda/maceramiento de la cultura Huapula de Sangay en la que claramente se aprecia su uso multifacético en el procesamiento de granos, rizomas y tubérculos. En el caso de los almidones de maíz, al parecer las semillas estaban tiernas o eran semillas de endospermo duro que habían sido previamente remojadas por largo tiempo hasta ablandarlas. Las formas de los almidones (regulares), la superficie lisa de éstos, laausencia de estriaciones radiales o asimétricas y la aparición de este pequeño agregado dealmidones ocurren generalmente en las semillas de maíz tierno. Sumado a esto, vemos que los almidonesdelostubérculosorizomasreflejanpocosdañosenlasuperficie, loquenoshacepensar también que esos órganos fueron macerados estando maduros y todavía blandos.La Figura 2c nos muestra un fragmento de cerámica de la cultura Upano con revestimiento interno y remanentes de costra carbonizada adherida. Fue de ahí que obtuvimos la muestra que luego analizamos. En este caso hubo almidones que sobrevivieron, con pocos cambios, la acción destructiva del calor con gran intensidad (e.g., los almidones de yuca) y en un ambiente poco húmedo, mientras que un grupo de almidones, posiblemente de camote, fue parcialmente afectado por el calor. Aquí, la combinación de calor con la poca humedad crearon las siluetas observadas. Esto nos sugiere que las fuentes vegetales de estos almidones, o los derivados de vegetales previamente extraídos de dichas fuentes, fueron sometidos al calor intenso en muy corto tiempo y en un ambiente de muy poca humedad.En la Figura 3c podemos apreciar que una mano de molienda ‘no formal’ fue utilizada para moler granos o semillas. Aquí, las estriaciones radiales presentes en los almidones de maíz nos indican que las semillas estaban secas o ligeramente humedecidas antes y durante un proceso de molienda intensa. No obstante,

la superficie irregular y la aparición tenue desiluetas en los almidones de fréjol en la Figura 3a, en cambio, nos sugiere que la semilla de leguminosa donde estuvo este almidón pudo ser previamente calentada en agua, a fuego muy bajo y por largo tiempo, o pudo ser ligeramente tostada antes de la molienda. Por último, un ejemplo interesante que queremos exponer es el de un recipiente cerámico de la cultura Upano de Sangay, donde encontramos almidones que muestran claros signos de haber estado sometidos al calor prolongado, pero con baja intensidad (Figura 4). En este caso, uno de los almidones cuenta con un grupo de huellas (e.g., poros y estriaciones, tanto clara como oscuras) que coinciden perfectamente con las producidas por la acción de las enzimas (e.g., amilasa) que degradan a los almidones. El autor principal ha podido documentar en sus estudios experimentales en el INPC-Quito, las huellas y el estado de conservación de los almidones cuando son sometidos a distintas formas de confección de chicha. El conjunto de almidones de maíz presente en este artefacto cuenta con diversas características y afectaciones que hemos replicado en el laboratorio al confeccionar chicha “masticada”, lo que nos permite sugerir que en el referido recipiente pudo servirse chicha de maíz.

Consideraciones finales

En nuestro estudio preliminar se recuperaron miles de restos microbotánicos (almidones) correspondientes a 12 especies de plantas que cuentan con órganos almidonosos útiles, ya sean para su uso como alimento, medicamento o como bebida energética/embriagante. Entre ellas hay 4 plantas domésticas (maíz, fréjol, yuca y melloco), 3 cultivos (yuquilla, lerén, cacao) y al menos 6 silvestres distribuidas entre las familias Marantaceae, Fabaceae, Dioscoreaceae y Polypodiaceae.Los resultados permiten ampliar el conocimiento que teníamos acerca del espectro de plantas conocidas, procesadas y utilizadas por los pobladores de las localidades estudiadas. Durante la ocupación Upano del sitio Sangay logramos generar información previamente desconocida sobre el uso y aparente énfasis en plantas como los fréjoles, otras leguminosas, el maíz, la yuca y posiblemente el camote. Obviamente, el material Upano seleccionado para nuestro análisis es limitado, por lo que el aparente énfasis en las plantas antes descritas

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debe retomarse mejor como un punto de partida para generar futuras investigaciones más detalladas y profundas sobre este particular.Posteriormente, durante la ocupación Huapula del mismo sitio, aun habiendo estudiado un número menor de muestras, notamos que aumentó significativamente la diversidad deplantas conocidas y utilizadas. Las marantáceas (incluyendo al lerén y a la yuquilla) y las fabáceas o leguminosas (posiblemente silvestres) están presentes en los materiales estudiados y con igual ubicuidad que el maíz. En este caso, se suma la presencia de almidones altamente consistentes con los del helecho “rabo de mono”, situación que sugiere el procesamiento de órganos vegetales medicinales (rizomas) con los mismos artefactos utilizados en la preparación de derivados alimenticios.La nueva información levantada en este estudio, se suma a la previamente obtenida por medio de restos macrobotánicos, con los cuales se habían identificado restos demaíz, de guabay otras plantas importantes en el interior del mismo contexto habitacional del cual proceden nuestros materiales tardíos (Huapula) del sitio Sangay.En Colina Moravia por su parte, los materiales asociados con la Cultura Moravia, mostraron el predominio del maíz entre los artefactos estudiados y éste, casi siempre, asociado a fréjoles y a otras fabáceas. De manera interesante, el fragmento de metate analizado proporcionó varios almidones de cacao, lo que sugiere que las semillas de este estimado fruto estaban siendo maceradas o molidas para elaborar algún derivado alimenticio, sobre todo bebidas energéticas, tal y como lo sugiere Zarrillo (2012) para el sitio Santa Ana-La Florida en la Alta Amazonía de Zamora-Chinchipe (ver tambiénValdéz 2013). Cabe señalar queno se aprecia en los almidones de cacao huellas evidentes de afectación por calor (Figura 3a), lo que nos permite proponer que las semillas de cacao no estaban siendo sometidas al tostado antes de su molienda, como es la costumbre en la preparación del conocido chocolate.Los materiales arqueológicos más recientes, correspondientes a la Cultura Putuimi en Colina Moravia, arrojaron mayor diversidad de plantas que la ocupación anterior, de manera similar a lo observado para la ocupación Huapula del sitio Sangay:maíz,fréjol,yuca,ñameymelloco.Lapresencia de melloco en una mano de molienda de Colina Moravia indica, en primer lugar, que loslugareñosPutuimituvieronaccesoadichorecurso, quizás mediante intercambios con

la Sierra, o tal vez al accederlo como fuente vegetal sometida a procesos productivos “experimentales” en la localidad. Es conocido que el melloco es un cultivo andino sumamente exitoso en las tierras altas, entre los 2600 y 3800 metros sobre el nivel del mar. En este momento desconocemos qué tan exitoso o adaptable puede ser esta especie a las tierras de menos altura como las que rodean a Colina Moravia, siendo éste un lugar ubicado entre los 1100 y 1200 msnm. Sobre este asunto, por el momento nos inclinamos en interpretar este hallazgo como una evidencia del intercambio de bienes, de ideas y de creencias producido entre las culturas de las tierras bajas y altas orientales del Ecuador, tomando como referente lo que Donald Lathrap (1973) había planteado antes para la Orinoquía. En este sentido él propuso que alrededor de 90 por ciento del intercambio en esa región se realizó con materiales perecederos y mediante procesos que no dejarían huellas arqueológicas en contextos tropicales. Posiblemente la base material de gran parte de los intercambios efectuados al interior de la Amazonía, o entre tierras bajas y altas del Oriente ecuatoriano, pudo ser similar a los procesos generales descritos por Lathrap. Afortunadamente, con el estudio de almidones arqueológicos, es viable, almenos, identificaraquellas plantas almidonosas que pudieron estar imbuidas en los circuitos de interacción e intercambio regional (e.g., Bruhns, Burton, and Rostoker 1994; Oberem 1974), aun cuando las fuentes vegetales de esos almidones hayan desaparecido del registro arqueológico.Tomando como conjunto la información microbotánica generada en ambos sitios (Tabla 4), es interesante destacar el cambio aparente de énfasis desde las fases u ocupaciones más antiguas hasta las ocupaciones más recientes como la Huapula o Putuimi. Se atisba en nuestros datos un uso más focalizado de semillas durante las ocupaciones Upano y Moravia de ambos sitios aunque, posteriormente, durante las ocupaciones Huapula y Putuimi, se aprecia unadiversificaciónhacia el uso recurrentedetubérculos y rizomas, sin que esto implique que el maíz haya sido desplazado de su posición preeminente en el conjunto de artefactos analizados.Las huellas de afectación en los almidones recuperados, permiten adjudicarle a los artefactos una función más confiable,lográndose establecer, en algunas ocasiones, de qué formas pudieron ser procesados o cocidos los órganos y derivados vegetales. Los

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ensayos y experimentos que el autor principal ha desarrollado en el INPC-Quito, sumado a los datos experimentales publicados por él o por otros colegas (e.g., Henry, Hudson, and Piperno 2009; Babot 2003; Mickleburgh and Pagán-Jiménez 2012), permite adentrarnos poco a poco en el análisis y reconstrucción de las actividades de preparación de alimentos, de bebidas o de medicamentos de origen vegetal, siendo éstas, actividades sociales y culturales más íntimas en las que interceden importantes condicionantes, ya sean ambientales, económicas, preferenciales, e incluso cosmológicas, que podríamos abordar con la construcción de modelos teóricos apropiados. En la medida en que contemos con mejor resolución temporal y espacial de los artefactos que estudiamos, evidentemente mayores serán las posibilidades de poder revelar algunos trazos importantes de las tradiciones culinarias de los pobladores de Sangay y Colina Moravia. Con este trabajo, hemos comenzado la tarea.

Agradecimientos

Este trabajo ha sido financiado por el‘Proyecto Prometeo’ de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (República del Ecuador), a través de una estancia de investigación otorgada al primer autor. El estudio forma parte del componente investigativo de un proyecto mayor intitulado Paleoetnobotánica de las Culturas Ancestrales del Ecuador: Estudio de Almidones en Contextos Arqueológicos (Proyecto Prometeo), desarrollado desde el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (República del Ecuador).

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Simposio “Geoarqueología”

The variability of Amazonian Dark Earths:comparing anthropogenic soils

from three regions of the Amazonian biomeManuel Arroyo-Kalin

UCL Institute of Archaeology, London

Introduction

Amazonian Dark Earths (ADEs) are circumscribed expanses of anthropogenic soils resulting from pedogenetic processes acting on specific substrates enriched bypre-Columbian practices of settlement and cultivation (Sombroek, 1966, Erickson, 2003, Arroyo-Kalin, 2013). In some cases these practices can be classed as deliberate attempts to manage soil fertility and crop productivity (Denevan, 2004, Arroyo-Kalin, 2010), though in most studied archaeological examples ADEs appear to be the incidental outcome of the discard and deposition of debris and refuse that wasmodified in situ, both during and after occupations (Kern et al., 2004, Arroyo-Kalin et al., 2008, Schmidt, 2010). Most researchers initially recognise ADEs by reference to the topsoil (the A horizon), which is generally darker (grey, brown, or ink black in colour) than the A horizons of surrounding soils. A second criterion is the presence of archaeological artefacts – most often pottery – embedded in the topsoil. With test-pitting, open-area excavations, or simple inspection of roadcuts,riverbanksandotherprofiles,comesthe observations that ADEs have thicker A horizons than surrounding soils, that they often show a thick AB horizon, and that the top of the B horizon shows visible marks of bioturbation. Also visible in such vertical exposures are what archaeologist call ‘matrix features’, punctual changes to the prevalent characteristics of the deposit due to wholesale removal of sediments – for making post holes, storage pits and others - in the past. The study of ADE matrix features and archaeological artefacts highlights a classic conundrum in earth-science approaches to the study of soils (Phillips and Lorz, 2008), namely that what appear as soil horizons in ADEs are actual sedimentary beds, sometimes associated with specific occupations, that

have been reworked by soil fauna (Woods, 1995, Arroyo-Kalin, 2008). Compared to B horizon sediments and the topsoil of soils in surrounding areas, laboratory analyses of the physical and chemical properties of ADE A horizon sediments generally reveal a more basic pH, higher magnetic susceptibility, and higher concentrations of, among others, organic carbon, calcium, phosphorus, manganese, potassium, barium, copper, manganese, strontium, and zinc (Arroyo-Kalin et al., 2008). As regards the organic carbon pool, Nigel Smith (1980)presciently surmised it reflectedthe deposition of charcoal associated to settlementdomesticfires.Subsequentworkbysoil scientists has shown that the better part of organic carbon is black carbon (Glaser and Birk, 2011), about half of which is smaller than clay size and another half is fine particulatematter (under 2mm). The black carbon in these soils is deemed to increases organic matter retention by multiplying sorption sites for nutrients (Glaser et al., 2002). An archaeological treatment of ADEs must conceive these soil expanses as sui generis archaeological artefacts (Arroyo-Kalin, 2013). The point to emphasise here is less whether they are a result of deliberate attempts to modify soils and more that the variability of the phenomenon needs to be examined just like archaeologists compare other types of archaeological artefacts. In this sense, many archaeologists view ADEs as one of the best material signatures for more “intense” or “sedentary” occupations (Petersen et al., 2001, Neves et al., 2004), a characterisation that best refers to large ADE expanses that can be demonstrated to record multiple successive occupations (Arroyo-Kalin, 2012). However, since their first scientific description on the19th century, ADEs have also attracted much attention because they constitute islands of higher agricultural aptitude within an

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agriculturally-challenging soilscape. This widespread observation – which has encouraged attempts to replicate ADEs (Steiner et al., 2004) – leads to the important question of whether ADEs were actually used for cultivation in pre-Columbian times (Eden et al., 1984). One can certainly surmise that this must have been the case, but it is another matter altogether to isolate empirical evidence that demonstrates past cultivation (Arroyo-Kalin, 2013). In order to frame a preliminary answer to this question, this paper summarises observations gained from the study of ADEs in three different regions of the Amazonian biome: the central Amazon region, the Orinoco delta, and the Ecuadorian Ceja de Montaña. The threeregions sample significant archaeological,geomorphic, edaphic and climatic variability within the Amazonian biome, all factors which introduce variability into pre-Columbian settlement and cultivation practices (Arroyo-Kalin, 2012). Comparing observations from these three regions provides geoarchaeological insights that could not be drawn from the study of a single site or a single region, and which impinge on our ability to ascertain their formation pathways and past use.

The Terras pretas of the Central Amazon Region, and the Ecuadorian Ceja de Montaña?

Crucial evidence to understand ADE make-up and characteristics originates in the analysis of soil samples collected at archaeological sites studied by the Central Amazon Project, in the vicinity of Manaus (Heckenberger et al., 1999, Petersen et al., 2001, Neves, 2013). Results from three archaeological sites excavated by a team of archaeologists led by Eduardo G. Neves are relevant for a discussion of settlement-related ADEs or terras pretas. The Hatahara site is a large pre-Columbian village overlooking the Solimões river and showing relatively continuous occupations during much of the 1,500 years before European contact. Four ceramic phases have been described at the site: Açutuba, Manacapuru, Paredão and Guarita (Lima et al., 2006). The Lago Grande site is a circular ring-village overlooking a seasonally-floodedalluviallakeconnectedtotheSolimõesriver. Radiocarbon dates and pottery styles show a history of occupation that is similar to Hatahara, with the additional feature of a defensive ditch structure emplaced towards the late 1st millennium AD (Neves and Petersen,

2006). Both sites are stratified on geoformsthat have the same underlying geology and are mantled by clayey-textured Oxisols. The Açutuba site, in contrast, overlooks the sandy floodplain of the lowerNegro river. It has asimilarly long history of occupations but, significantly, ADEs are formed on a muchmore sandy substrate and thus are texturally sandy soils. At all sites abundant ceramic artefacts are observed. ADEs at Hatahara and Lago Grande show similar features: within these former settlements, very “thick” terra preta deposits are in reality mounds built up from sediments deliberately deposited or accumulated in situ; thinner terra preta topsoils are found in areas lacking this kind of build-up. Microscopic study of thin sections shows that in all cases the dark sediment is a massive porphyric clay embedding a very high density of silt to very-fine sand-sized charcoal fragments, frequent sand-sized fragments of bone, pottery, aquatic sponge spicules (cauxí) and burnt clay, and sand-sized or smaller, highly weathered quartz grains (the latter inherited from the soil parent material). Nosignificant indicationof sedimentswithadifferent origin can be observed, suggesting the main characteristics of these deposits are an exclusive outcome of past human activity and subsequent taphonomic and soil forming processes. At the microscopic level, evidence for microscopic soil faunal turbation is ubiquitous although, surprisingly, some pristine microstructures are preserved (see below). Samples from mounds at Hatahara and Lago Grange have a much higher frequency of microscopic bone fragments than samples from areas beyond mounds, suggesting these sediments incorporate the remains of old meals and, thus, can either be considered refuse middens themselves or can be argued to have been built-up using transported midden material. Areas beyond mounds at Hatahara, on the other side, reveal evidence of microscopic features that are best interpreted as a compacted floor deposit, in turnsuggestinganareawhere roofingcontributedto the preservation of such features. In both cases, the dark colour of the soil is the result of the combined effects of microscopic charcoal and higher organic matter retention, although it needs to be pointed out that samples do exist with abundant microscopic charcoal (and bone) that lack the more characteristic very dark colours. Varying but in all cases high levels of elemental enrichment compared to a

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background soil profile and theunderlyingBhorizon suggest processes that are above and beyond higher retention of nutrients borne in fresh organic matter: the accumulation and stabilisation of other inputs, notably ashed plant remains and bone apatite, are the most obvious sources (Arroyo-Kalin et al., 2008, cf. Glaser and Birk, 2011). We can expect ash and charred plant matter to be the result of combustion under non-reducing conditions, the former mineralising nutrients in the burnt plant matter and increasing soil pH, the latter contributing to the charcoal pool of the soil, which is later comminuted and reworked by soil fauna. Due to faunal reworking and general dissolution, we do not observe the tell-tale microscopic signatures of plant ash in thin section. However, we do have indirect evidence: unexpected dusty illuvial clay coatings in the A horizon of these terras pretas suggest destabilising of clay and illuviation as K+ from ash are released into the soil (Slager and van der Wetering, 1977, Courty et al., 1989). At Açutuba, in contrast, ADE topsoil is much more sandy in texture than the underlying AB and B horizons, suggesting post-occupational regressive erosion (Lucas et al., 1984), potentially supplemented by the deposition of aeolian sands originating in the exposed sand banks of the Negro river. From a micromorphological perspective, the key contrast with clayey terras pretas is that the dark A horizon sediments are very porous, texturally sandy clayey sediments organised as grano-oriented clayey braces, with only isolated zones of massive, porphyric clayey peds similar to those observed in Hatahara and Lago Grande. In these peds, which are marginal by unit volume of soil, we find adensity of embedded particulate microscopic charcoal similar to Hatahara and Lago Grande (leading to a comparable degree of organic staining of the clayey fraction), a lower density of microartefacts such as pottery, burnt clay and sponge spicules, and very rare microscopic bone fragments. Ash is also evident through indirect observation: illuvial clays – an oddity for a sandy textured soil – are found in the fineclayeyfractionof Ahorizonsediments.Insum, whilst the clayey fraction of sandy terras pretas is virtually identical to that observed in clayey terras pretas, the microscopic geometry of the soil (what soil micromorphologists describeasthedispositionof fineandcoarsemineral components) skews the result of any elemental analysis by over-representing quartz grains. Coupled with the fact that most

particle size analysis will show interferences from flocculation of clayey material andthe high density of microscopic inclusions of anthropogenic origin (i.e. microscopic charcoal, burnt clay, sponge spicules, etc), this renders a compared analysis of soil particle size data or soil chemistry data from bulk samples difficult, especially when samples originatefrom different ADE expanses or when textural variation exists in a single ADE expanse.It has so far proven impossible to detect the unambiguous microscopic material signatures that can be interpreted as clear evidence of cultivation in ADEs of the central Amazon region. However, the soil micromorphological study of samples collected from Colina Moravia, an archaeological site in the Provincia of Pastaza, Ecuador, currently under investigation by a team led by Stéphen Rostain, provide additional food for thought. Colina Moravia is located at c. 1100 m asl, where soils are deep, highly-leached, brown clayey soils with low pH. The site itself consists of a stratified archaeological deposit on the upperpart of a 7m high hummocky hill that is some 85 x 80 m in basal surface area. Excavations at the site revealed an archaeological doughnut-shaped deposit stratified on the upper partof thehill. In thefield, theouter ringof thedoughnut appears as a classic dark midden deposit in which pottery, charcoal and lithics are abundant. The dark sediment is underlain by a palaeo-surface with a cuvette-shaped feature dug into sediments lacking pottery but showing lithic remains. Radiocarbon dates from the midden deposits and underlying surface suggest two moments of occupation, one in the second millennium BC, another towardstheendof thefirstmillenniumAD.The geoarchaeological analysis of the dark deposits atColinaMoravia reveals significantsimilarities and important differences compared to terra pretas from the central Amazon region. Similar to the Brazilian case, the AB horizon is in reality a formerly occupied buried surface (in both cases with abundant charcoal but less significantretentionof organicmatter)abovewhich a midden deposit has accumulated. In thin section, the sediment from the midden is a clayey material of similar lithology to the rest of the soil mantle but showing pronounced organic staining and a high density of silt to fine sand-sized charcoal fragments andoccasional burnt soil fragments. Melanisation isstrongly influencedbycharcoaldensityandinteracts with higher organic matter retention.

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Despite a different parent material, these sediments are very similar to those studied in the central Amazon region. On the other hand, some conspicuous features are lacking: there are no bone remains and there are no illuvial clays. The fact that the density of particulate charcoal fragments approximates that observed in samples of the central Amazon terras pretas suggests that the Colina Moravia midden is one of the first well-documented cases of afairly undisturbed ADE deposit in the western Amazon basin (see also Rostain, 2012). Micromorphological observations also reveals a deposit which indicates a similar ’recipe’ for terra preta formation, one that supports Sombroek et al.’s (2002) kitchen midden model for terra preta formation. Systematic comparison of structural features in these and additional case studies is necessary to isolate specificfeatures that could establish contrasts between a fossilised deposit (like Colina Moravia), one reworked by forest regrowth and modern agricultural practices (like the central Amazon region case study), and one where practices associated to pre-Columbian cultivation can be established.

Terras mulatas of the Central Amazon Region, and the lower Orinoco?

Based on his pioneering study of the Belterra plateau, Sombroek (1966) advanced a distinction between terras pretas and terras mulatas, the former described as the larger expanses of darkened soils with archaeological artefacts that are analogous to those discussed in the previous section, the latter being brown or lighter-coloured soils showing nutrient enrichment intermediate between terras pretas and the surrounding soilscape. Sombroek argued terras mulatas were evidence for systematic vegetation burning around past settlements but did not present analytical data to support his conclusion (see also Woods et al., 2000). Working with sites in the Araracuara area, Andrade (1986) identified a contrastbetween very dark and lighter-coloured brown anthrosols, arguing the latter represented pre-Columbian outfields. However Mora (2003)pointed out that brown anthropic soils could also be found in settlement areas, an observation that finds support in ethnoarchaeologicaldata recorded in the upper Xingu region (Heckenberger et al., 1999, Schmidt, 2010), where intra-settlement differences in soil colour and chemistry characterise plazas,

houses, food-preparation areas, and middens located immediately beyond dwellings. At the Lago Grande site, I was able to distinguish between terras pretas and terras mulatas (Arroyo-Kalin, 2010). The thick terra mulata A horizon that surrounds the site shows an intermediate densityof finesand-sizedcharcoalremains,butno ceramic microartefacts nor bone fragments. Significantly, a strong magnetic susceptibilitysignal in the buried horizon, echoed in an exposed terra mulata profile, indicates thatiron in the soil became magnetised through heating in situ. This gives the lie to arguments implying that charcoal was being ‘sown on the fields’ in pre-Columbian times, and suggestsmanagement practices involving near-surface burning of organic matter. Pedostratigraphic discontinuities observed in thin section, in a buried terra mulata profile, provide additionaltangible material evidence of past human practices. In the absence of other factors, truncation of the B horizon can be interpreted as evidence for scraping, raking, or churning of soils associated with past cultivation. Thermalmodificationandcharcoaldeposition,as well as a higher pH compared to the surrounding soil mantle, is consistent with spatially-concentrated practices of burning (Arroyo-Kalin, 2010, see also Denevan, 2004). Unfortunately a key indicator – magnetic susceptibility – cannot be used unambiguously to establish that settlement-related terras pretas were exposed to similar processes: the high volume of microscopic pottery and burnt clay fragments in the latter confound the signal significantly.In the category of terra mulata soils, artefact-bearing darkened sediment samples collected in 2013 from the Saladero site, lower Orinoco, by José Oliver have been the subject of a recent assessment-level micromorphological study. These samples show over 50% subangular quartz grains (40-300 um in size) embedded in a dark brown to black clayey matrix. Examined microscopically this is, by any measure, a sandy-textured soil, although it has a more substantial amount of clay surrounding quartz grains than samples from Açutuba. Within this sedimentthefirstnotablefindisthepresenceof microscopic pottery fragments and sponge spicules, the latter pointing more strongly to late Barrancoid tradition wares. Unexpectedly for a sandy soil, we observe that these sediments preserve abundant microscopic fragments of fishbone:if soilchemistrywastobeusedtoassess enrichment of these soils, it would likely

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detect high concentrations of phosphorous in bulk samples. This suggests the Saladero site shows much promise for geoarchaeological studies. Differences with terras pretas discussed in the previous section also need to be stressed: particulate charcoal is mostly concentrated on the sand-sized fraction and does not appear as the dense concentration of silt- to very finesand-sized charcoal fragments embedded in the clayey fraction terras pretas. The Saladero site, therefore, cannot be considered a terra preta (see Oliver, 2008). Instead the site records a long occupation (like the Central Amazon) where charcoal density per volume of clayey sediment is lower, at least at the sampling position studied. These studies underscore that the category of terra mulata is a fuzzy one which minimally encompasses two situations: areas within settlements in which less overall enrichment and less significant comminuted charcoalwas preserved, and areas beyond settlements where material signatures are consistent with reconstructed pre-Columbian practices of cultivation. Whether the latter constitute the equivalent of outfields (or whether it isreasonable to expect that these existed in the past, as Denevan (1992) has cautioned against) remains to be ascertained through systematic off-site sampling.

Discussion and conclusion

Historical Ecological thinking posits that long-term trajectories of interaction between human communities and their environs have shaped the present environment of the Amazonian biome. Expanses of anthropogenic soils known as Amazonian Dark Earths (ADEs) constitute important archaeological evidence for these long-term interactions. ADEs include terras pretas and terras mulatas, the former being expanses of deep, dark and fertile soils associated with settlement remains and enriched with settlement debris, charcoal and ash; the latter constitutes a fuzzy category of pre-Columbian anthrosols without the characteristic melanisation of terras pretas but, insomecases,showingsignificantevidenceof burning in situ. The question of whether ADEs represent long-term or intensive occupations is one that we can now answer empirically with the help of AMS 14C dating of small charcoal samples (Arroyo-Kalin, 2012), but, as is stressed by comparably long sequences of occupation in the Central Amazon region

and the Saladero site, long occupations need not produce terras pretas. The spatially more restricted Colina Moravia site, where late 14C dates suggest a short, perhaps bicentennial occupationtowardsthebeginningof thefirstmillennium AD, on the other hand, appears to have been enough to accumulate sediments embedding material which might have become a hill-top terra preta if reworked across the site. Determining whether some of these soils were used for past cultivation is a high stakes endeavour. If we can answer this question positively, we will confirm a key HistoricalEcological model: that inhabitation of locales at one point in pre-Columbian times helped to amplify their actual productive capacity during subsequent moments of the overall sequence of pre-Columbian human occupation. The conclusion that can be framed on the basis of the compared micromorphological and geochemical study of different expanses of ADEs is that we still have work to do to establish unambiguous indicators that settlement-related anthrosols were actually used for cultivation in the past. In contrast, in a transect reaching from the drier portions of the rainforest-clad Amazonian biome near Santarém, including the intermediate precipitation regime of the central Amazon region, and extending out to an area with significant precipitation like Araracuara(a climatic gradientwhichmust influence theeasewithwhichfireisusedtomanagethelandfor cultivation, see Arroyo-Kalin 2012), off-settlement terras mulatas may yet provide the archaeologically-strongest case for cultivation in the pre-Columbian Amazonian biome.

Acknowledgements

Funding and support for radiocarbon dating and geoarchaeological research has been provided by Cambridge University’s McBurney Geoarchaeology Laboratory, the Wenner Gren Foundation, the UCL Institute of Archaeology, and the British Academy. Samples for study were obtained under the gracious auspices of research projects led by Eduardo G. Neves (MAE/USP, FAPESP), Stéphen Rostain (IFEA, CNRS), and José Oliver (UCL Institute of Archaeology). Special thanks to Stéphen Rostain for his invitation and support to participate at the 2013 EIAA3 meeting, which took place in FLACSO, Ecuador, Quito, and chair the Geoarchaeology session. Travel to Ecuador was made possible by a UCL Dean’s Travel Fund grant.

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Simposio “Geoarqueología”

Anthropogenic Landscapes in Amazonia:Topographic Features, Use of Space, and Formationof Anthrosols (Terra Preta) in Prehistoric Settlements

Morgan J. Schmidt

Museu Paraense Emílio Goeldi, Coordenação de Ciências Humanas, Belém

1. Introduction

Anthrosols known as Amazonian Dark Earths (ADE) or terra preta are part of the ancient human built landscape that formed from repeated actions by individuals over time (Graham 2006; Petersen et al., 2001;). These fertile soils formed in and around indigenous settlements through a diversity of actions such as the discard of organic and solid refuse, burning, and soil management for crop cultivation (Neves and Petersen, 2006; Schmidt, 2010a; Silva, 2003). Terra preta formed from the deposition of organic and solid materials that was patterned by the use of space within settlements. The use of space and therefore the patterning of anthrosol formation may be similar or different for different cultures or groups (Erickson, 2003). By examining a diversity of sites with anthrosols that formed in different contexts, including contemporary ones, we are able to understand more clearly the processes that led to their formation. This article presents data from topographic mapping, soil analyses, and excavations to demonstrate a widespread pattern of terra preta formation documented in three regions. The pattern consists of curvilinear mounds of terra preta surroundingflatterracesthatextendacross large areas of prehistoric settlements. Curt Nimuendajú must have been referring to such features in the lower Tapajós region when he described over 60 years ago, “The surface of the aforementioned [terra preta sites] in general are not flat, but composed of a number of convex forms a few meters in diameter each, representing, probably, a number of house locations” (Nimuendajú 1949:104 translation). The objective of the present research is to investigate the processes that formed archaeological sites with anthrosols and better understand the use of space and resources in ancient Amazonian settlements. The main

questions are: A) how does the patterning of anthrosolsreflecttheuseof spaceandhowdoanthrosols form in response to activity areas such as domestic areas and roads? B) can we differentiate different types of occupation through the disposition of mounds and the formation of terra preta? This article aims to demonstrate the pattern and verify the followinggeneralhypothesesabouttheartificialtopographic features: 1) the flat terraceswere the locations of domestic structures or backyard activity areas, and 2) the curvilinear mounds were formed from the deposition of refuse in middens surrounding the domestic areas.

2. Material and Methods

The research was carried out in the context of three existing archaeological projects in their respective study areas: 1) the Southern Amazon Ethnoarchaeology Project in the Upper Xingu coordinated by Michael Heckenberger of the University of Florida; 2) the Central Amazon Project coordinated by Eduardo Neves of the University of São Paulo; and 3) the Trombetas Project coordinated by Vera Guapindaia of the Museu Paraense Emílio Goeldi (Fig. 1). Excavation methods followed those consistently used in each project (Guapindaia, 2008; Heckenberger, 2005; Neves, 2008). Topographic maps of archaeological sites were made using GPS receivers and total stations. The relief was mapped over portions of several sites with data points at intervals from 50 cm to 3 m, depending on the terrain. This allowed the production of detailed contour and 3 dimensional maps of the topography. Additional mapping was carried out with handheld and precision GPS to map landscape features, to georeference maps, and to map the locations of visible anthropic features. Methods for soil sample collection and analysis

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are detailed in Schmidt (2010a).

3. The Upper Xingu

Research in the Upper Xingu has revealed a complex ancient built landscape of diverse earthworks and extensive areas of anthrosols (terra preta) (Heckenberger, 1996, 2005; Heckenberger et al., 1999, 2003, 2008). This work confirmed large, densely spacedsettlements and showed that dense sedentary populations with complex societies existed in headwater regions such as the Upper Xingu. Further research was carried out to investigate the formation of terra preta in the Upper Xingu (Schmidt, 2010a, 2010b, 2013; Schmidt and Heckenberger, 2009a, 2009b). Results from the current village indicate that the darkest anthrosols, terra preta, are mainly formed in middens in backyard areas of dwellings. The middens typically form circular, linear, or ring-shaped mounds along backyard edges and trails. The degree of mounding follows a regular pattern that is dictated by the placement houses, backyard activity areas, and roads and trails, thinning out gradually with distance from these areas. Higher mounds form at locations between houses or at intersections of trails with backyards or with other trails. There is an absence or lowering of the mounds where trails cut through the refuse disposal area. Ditches surrounding prehistoric settlements, linear mounds around plazas and along road edges, and other earthworks were mapped in several sites. Terra preta is found in distinctive mounds formed from road and plaza construction and maintenance activities and from refuse disposal in middens in locations that were dictated by the use of domestic and public space, much as in the current Kuikurovillage.Linearmoundsdefineplazasand roads in prehistoric sites, dividing public space from residential areas. Refuse disposal in middens formed curvilinear or ring mounds surrounding houses and yards in residential areas. Transects of soil samples clearly show the transition from domestic area to midden in the current village, historic village sites, and prehistoric sites (Fig. 2). Transects across habitation areas show that soil pH, organic carbon, and a wide range of soil nutrients are elevated in domestic areas, increase on entering middens, and peak near the center or highest portion of middens. Results are presented for soil analyses along

a fifty-three meter transect in the historicKuikuro I village (Fig. 2). From left to right the transect passes through the plaza edge, the domestic area, and finally into the moundedmidden. Soil pH is lowest in the front of the house, higher in the rear, and is most elevated in the midden. Organic carbon is noticeably lower in the former house location, higher in the backyard area, and highest in the midden. Barium is slightly elevated in the backyard area and greatly elevated in the midden with other elements (Ca, Cu, Mg, Mn, P, Sr, and Zn) following the same pattern (Schmidt 2010a). Exceptions are potassium and sodium. These two elements are elevated in the area of the house as well as in the midden. In the prehistoric site Nokugu, a 164 m2 block excavation was opened in an area of level ground between the plaza mound and a mounded midden over the hypothetical location of a house (Schmidt, 2010a; Toney, 2012). Excavations revealed a thin (~10 cm) layer of darkened soil with a few scattered artifacts except in features that likely represent a large hearth and several post molds. Excavation of the adjacent midden, on the other hand, revealed a much deeper layer of darkened soil (~40-50 cm) and an abundance of ceramic fragments. Results for soil analyses along a 39 m transect that passes through a domestic area and into an adjacent midden, a context similar to that of the historic village, mirror those from the historic context. A major difference from the historic context, however, is the presence of peaks on either side of the domestic area. The results for pH are particularly interesting with elevated values mainly in the surface level in the domestic area but in all three upper levels in the midden. Organic carbon displays a peak on the plaza side of the domestic area, lowest levels in the probable house location, and the highest peak in the mounded midden. Barium, likewise, shows this pattern with even more pronounced peaks on both the plaza side and the midden. Other elements (Ca, Cu, Mg, Mn, Na, P, and Sr) show similar patterns. These results indicate that organic refuse was disposed of around the front and rear of the house, although mounding was visible only in the rear where most ceramics were found. This pattern of anthrosol formation was also documented in sites in the Central Amazon and Lower Trombetas regions, i.e., flatdomestic areas have thin darkened soils with less concentrated artifacts and reduced pH, organic matter and nutrient enrichment while

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mounded midden areas have deep darkened soil with more concentrated artifacts, a higher pH, and pronounced enrichment of organic matter and nutrients. 6

5. The Lower Trombetas River

The Trombetas Archaeological Project has been carried out by the Museu Paraense Emílio Goeldi in the lower Trombetas River region since 2001 (Guapindaia, 2008; Guapindaia et al., 2008, 2012). Research initiated in 2006 aimed to detect anthropic landscape features in and around sites in the region. Research was carried out at three sites (Greig I, Greig II, Cipoal do Araticum) in the area of plateaus located between the Trombetas and Amazon Rivers. Cipoal do Araticum and Greig I are large sites with deep terra preta (over 1 m in places) located between plateaus and adjacent to springs and streams, while Greig II is located on the top edge of a plateau. Cipoal do Araticum is located on a headland surrounded by three streams. Large linear depressions interpreted as ancient roads and trails were mapped going up and down slopes between the central area of the sites and the streams, as well as ascending and descending the plateau between Greig I and Greig II and at Cipoal do Araticum. These are similar to incised roadways found in the Upper Xingu and Central Amazon (Schmidt, 2010a, 2012a, 2012b). Shallow,flatdepressionsorterracessurroundedby low mounds (~40-50 cm) of terra preta were found at both Greig I and Cipoal do Araticum that are similar to those in the Central Amazon and Upper Xingu. Several of these features were excavated to test the hypothesis that they were the locations of houses. One of these features at Greig I was located where the terrain begins a gentle slope down to a stream. The feature is an oval-shaped shallow depression like a terrace on the gentle slope. Another similar feature was located about 10 meters from the first. The flat depression issurrounded by a mound approximately 20 cm high with dark soil and abundant ceramics on thesurface.Thiscontrastswiththeflatcenterwith lighter soil and few visible artifacts. A trench (26 x 2 m) was excavated bisecting the featurebeginninginthecenterof theflatareaand extending into the mound on the down slope side. A second trench (9 x 1 m) was excavatedperpendiculartothefirsttraversingthe center of the terrace.

Excavations, carried out in 50 cm quadrants and5cmartificial levels, revealedanabsenceof terra preta soil in the flat center of theterrace. Terra preta began near the edge of the terrace and gradually deepened until reaching approximately 1 m depth past the edge of the terrace. Likewise, artifacts were scarce in theflatterraceandwereabundantatitsedge.The area of the terrace including its edge revealed frequent dark circular features (~10 cm diameter), at least some of which are likely post molds from a structure or, more likely, a palimpsest of structures. Ongoing research is being carried out with the objective to more fully understand this feature but it seems likely that an area was dug out and leveled on this gentle slope to create a terrace for a structure. During the use of this space, organic refuse along with ceramics and lithic artifacts were deposited around the structure especially on the downslope side where the deepest midden was formed. In its construction and formation, the features are similar to ones found on bluff edges at sites in the Central Amazon. At Cipoal do Araticum a number of these features were located and mapped. Again, excavations were carried out specifically totest the idea of the terrace/mound complexes as the locations of domestic structures and associated middens. Excavations were carried out in pairs in three locations with a unit in the terrace and on the adjacent mound. As predicted, the terraces again yielded shallow terra preta and fewer artifacts than the surrounding mounds. Artifacts and charcoal were much more abundant and concentrated in the mounds and artifacts, charcoal, and darkenedsoilextendedsignificantlydeeper.Inaddition, there were marked differences in soil properties with soil nutrients and pH greatly elevated in mounds (Fig. 3). Excavation 27 was carried out in a circular terrace with a surrounding mound open on one end. The diameter of the inside edge of the mound is about 10 m and the diameter of the outside edge of the mound is about 20 m. Excavation 27.1 was dug near the center of the terrace and Ex. 27.2 was dug on the crest of the mound. Both units were 1 x 2 m excavated in 10 cmartificiallevels.Soilsampleswerecollectedin a column from one wall of the units at 5 cm depth intervals. The difference in elevation between the two units was approximately 40 cm (this is about the same height as the mounded middens in the Kuikuro village). Ceramics were present mainly in the surface

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level in Ex. 27.1 and none were found below 20 cm. In Ex. 27.2, ceramics were present to 50 cm depth. The results for charcoal were similar with most fragments occurring in the 10-20 cm level and none below 40 cm in Ex. 27.1. In Ex. 27.2, charcoal fragments were most abundant in the 40-50 cm level but extended down to 1 m. Note that the distributions of charcoal and ceramics in the mound reach a depth that is roughly equivalent to the mound’s height (~40 cm). Charcoal is therefore most concentrated near the base of the mound. The charcoal and dark soil extending deeper (under the mound) were likely carried downward by bioturbation and other soil forming processes. Tests of the terrace/mound features in two other locations yielded similar results. Additionally, a 50-meter transectacrossthecentralflatareaof thesiteadjacent to Ex. 27 with test pits every 10 m showed a pattern of alternating high and low pH and nutrient levels, and greater and lesser quantities of ceramics, indicating that this is a pattern that repeats itself across this area even where obvious mounded middens are not present (the last test pit was located in an obviously larger mound ~ 60 cm high). An extensive test pit survey of the site revealed a larger scale pattern in the distribution of terra preta with the deepest deposits occurring on the slopingground surrounding the relativelyflatterrain in the center of the site and with deep deposits also occurring in the incised linear depressions believed to have been formed by roads and trails ascending and descending the slopes (Guapindaia et al., 2012; Schmidt, 2012b). This indicates that the village structures were mainly located in the flat central area of thesite and refuse disposal was especially intense on the surrounding slopes and in the incised depressions or roadways.

4. The Central Amazon

The Central Amazon Project has located well over 100 archaeological sites in a study area approximately 900 km2 near the confluenceof the Solimões and Negro Rivers (Neves, 2008).Theresearchhasidentifiedmoundsof terra preta anthrosols in almost all of the sites that have been studied with some that show evidence of deliberate construction (Castro, 2009; Machado, 2005; Moraes, 2010; Rapp Py-Daniel, 2009). Fieldwork that focused on archaeological landscape features was carried out between 2006 and 2011 at three sites: Laguinho, Hatahara, e Caldeirão. The three

sites are located near one another on the northern bluff edge of the Solimões River floodplain.Severaltypesof artificiallandscapefeatureswereidentifiedandmappedincludinga pattern of ring-shaped mounds of terra preta, incisedroads,andpossibleartificialpondsandcanals (Castro, 2009; Schmidt, 2010a, 2012a, 2012b) (Figs. 4-5). A recurring pattern of terra preta was discerned across the three sites consisting of mounds in the form of a ring or broken ring surrounding circular or semi-circular flat depressions orterraces of approximately 10-20 meters in diameter. The mounds separate and delineate flat circular terraces that lie, one next toanother, along the crest of the bluff (for about two kilometers at Laguinho and Caldeirão) and cover extensive areas of the sites further backfromthebluff edgebehindthefirstrowof terraces. While several larger mounds that have been excavated previously at some of the sitesappeartohavebeenconstructedwithfillconsisting of terra preta and layers of potsherds, the pattern of ring-shaped mounds appears to cover much of the remaining area of terra preta at the sites. When the terraces are on the bluff edge they are truncated by the edge and take on the aspect of terraces at different levels on the upper slope of the bluff with either an open or almost closedhorseshoe-shapedmounddefining theterraces. It appears that the residents dug and leveled some of terraces in sloping areas along the bluff edge. The terraces are arranged side by side (with the mounds in between) along the entire length of the bluff ’s upper edge, with the terraces sharing the mounds in between them. This observed pattern of habitation fitswithhistoricalreportsof settlementswithhouses lining the banks of rivers for distances of several kilometers (Medina, 1934). The mounds regularly have depressions at the back of the terrace or the center of the “horseshoe”. They also have depressions or level areas (absence or lowering of the mound) between adjacent terraces. These depressions in the mounds are interpreted to be circulation areas or trails where people passed from one terrace to another. Immediately behind or staggered behind the terraces on the bluff edge areadditionalrowsof terracesdefinedbyring-shaped mounds that are broken by depressions interpreted to be exits or passage ways leading from one terrace to another. The terraces vary in size with the ones along the bluff edge tending to be larger.

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In addition to the ground elevation definingthering-shapedmoundsandtheflatcircularoroblong terraces, differences were also observed in the soil surface. The ring-shaped mounds have a rounded crest, darker color, more surface ceramics, visible surface erosion, an uneven or “bumpy” surface, more bioturbation, and less soil compaction. The soil surface in the terraces has a lighter color, less surface ceramics, less bioturbation, and is level and more compact. Large linear incised depressions, interpreted to be roadways, were mapped in front of the terraces on the bluff edge that lead straight down to ports/bathing areas at the base of the bluff. These incised roadways formed by rain water, wind, mechanical erosion, and mass wasting on the bare surface of a trail or road in sloping areas (Schmidt 2012b). Roads are usually found descending the bluff near the center of each terrace and sometimes exit from the center of two or three terraces and join with one another a short distance down the bluff. At Laguinho, the roads lead down to what appear to be circular ponds connected to one another and to the lake beyond by canals that have likely been constructed and the other two sites appear to have similar anthropogenic features. The canals and ponds extend along the base of the bluff back to the more inland areas of the site on both sides. Future research will document and map the wetland features and attempt to confirm their anthropogenicnature.

6. Discussion and Conclusion

It appears that the initial hypotheses are sustained:A)theflatterracesarethelocationsof domestic activities (houses and yards) and B) the horseshoe and ring mounds were formed from refuse disposal in middens surrounding the terraces. These processes created a landscape of curvilinear mounds and terraces, or ‘middenscape’, when houses were located together within a settlement. This pattern of mounds of terra preta and terraces covers a large proportion of prehistoric sites in at least several regions of the Amazon Basin including the Upper Xingu, Central Amazon, and Lower Amazon. Domestic and public spaces, including roads and plazas, shaped (and continue to shape in the Upper Xingu) the patterns of anthrosol formation. The movement of people on roads and trails, in tandem with water and wind erosion, mechanical dislodgement of soil (from footsteps), mass wasting, and possibly

maintenance activities created incised roads (large linear depressions), particularly on sloping areas in and around ancient settlements. Some of the incised roads contain deep fillconsisting of terra preta and ceramic and lithic artifacts. Thus, the eroding roadway may have served as a dumping location for refuse and/or this may have been used as a technique to ameliorate the effects of erosion (fill gullies)in the roadways in order to maintain a level surface, shown by several excavations at Cipoal do Araticum. The documentation and understanding of these anthropic landscape features offer a new level of detail on human use of space, movement, utilization of resources, and the formation of anthrosols in ancient Amazonian settlements and landscapes. The research presented here for three widely separated study areas indicates that this pattern of anthrosol formation is widespread in the Amazon region. Additional reports and observations from other areas of the Amazon indicate that the pattern of mounds and terraces can be found in many other areas as well. The pattern was observed at several sites near Silves where distinct terraces are found on sloping areas of sites (M. Schmidt, field notes, 2010) and onthe Lower Urubu River (H.P. Lima, personal communication, 2012). The pattern was also observed at a site in Rondonia State in the southwestern Amazon (Dirse C. Kern, personal communication, 2012) and in Gurupá, near the mouthof theXinguRiver (M.Schmidt,fieldnotes, 2013). More detailed studies of the terraces and routes of movement could delineate clusters of related terraces that might, for instance, represent family compounds, leading to a deeper understanding of the social organization of groups who lived at past settlements. Careful excavations need to be carried out in different contexts to elucidate the pattern of mounds and terraces and collect material for dating to determine if terraces in different areas of the sites are contemporaneous. This could conceivably allow for improved estimates of populations in ancient settlements.

Acknowledgements

I would like to thank all of the participants of the Southern Amazon Ethnoarchaeology Project, the Central Amazon Project, and the Trombetas Project. Special thanks goes to the Kuikuro community in Xingu National

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Park who were partners in the research. Four students of the Programa Institucional de Bolsas de Iniciação Científica do MuseuParaense Emílio Goeldi contributed to the project: Daniel Silva do Carmo Santos, Renan da Silva e Silva, Mayra Miranda Melo, and Luiza Silva de Araújo.

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Simposio “Arte rupestre”

Arte Rupestre do Juruparí?Explorando relações iconográficas entre gravuras

rupestres e o complexo mito-ritual do Juruparino Baixo rio Negro, Amazônia

Raoni Valle

PAA - UFOPA

Da Aerofonia em Carvajal ao Jurupari em Hugh-Jones

Aerófonos (instrumentos musicais de sopro, como flauta, trombeta e apito) são entidadessócio-culturais e mito-rituais consideravelmente importantes e amplamente difundidas na ‘Ameríndia do Sul’ com profundidade cronológica sobretudo nas Terras Baixas Amazônicas (Hill e Chaumeil 2011). A esse respeito encontramos em Carvajal (in Papavero et al. 2002 [1542]; ênfase nossa) duas passagens que fazem menção a aerófonos na primeira metade do século XVI, quando, junto com o grupo do capitão Orellana, expedicionavam miseravelmente em algum lugar entre os municípios de Tabatinga, Tefé ou Coari, médio rio Solimões, atual estado do Amazonas, mas na época conhecido como província de Machiparo. Segundo o jesuíta quinhentista:“Antes que llegásemos a este pueblo (Machiparo) con dos leguas vimos estar blanqueando los pueblos, y no habíamos andado mucho cuando vimos venir por el rio arriba muy gran cantidad de canoas, todas puestas a punto de guerra,lucidas, y con sus pabeses, que son de conchas de lagartos y de cueros de manatís e de dantas, tan altos como un hombre, porque todos los cubren. Traían mui gran grita, tocando muchos atambores y trompetas de palo amenazándonos que nos habían de comer.” (Carvajal 1542, apud Papavero et al. 2002: 27). Mais adiante Carvajal reitera acerca de outro ataque dos indígenas da província de Machiparo (Ibid.: 29-30; ênfases nossas): “Andaban entre esta gente y canoas de guerra cuatro o cinco hechiceros todos encalados y las bocas llenas de ceniza, que echaban al aire en las manos unos guisopos, con los cuales andaban echando agua por el rio a manera de hechizos, y después que habían dado una vuelta a nuestros bergatines de la manera dicha, llamaban a la gente de guerra, y luego comezaban a tocar sus cornetas y trombetas de

palo y atambores y con muy gran grita nos acometían...”Hill e Chaumeil (2011:6) na introdução de Burst of Breath, creditam ao Jesuíta alemão Samuel Fritz, na Amazônia entre 1686 e 1723, aprimeiradescriçãodasflautasinseridasnumcontexto ritual classificável como equivalenteao Jurupari, como se entende hoje (flautassagradas, proibição visual para as mulheres, flagelaçãoritual,etc,[inPorro1996apudHilleChaumeil 2011]). Nesta citação se lê:“Remarkable is the fact, that I at this time found out in this village of the Jurimaguas, which is that in a revelry that they were making, I, from the ranch where I was lying, heard a flute played, that caused me so great terror, that I could not endure its sound.when they left off playing that flute I asked what it meant, and they answered me, that they were playing in that manner, to Guaricaya, that was the Devil, who from the time of their ancestors came in visible form, and took up his abode in their villages and they always made him a house apart from the village within the forest, and there they brought him a drink and the sick that he might cure them. Finally enquiring with what kind of face and form he came, the chief, named Mativa, answered: ‘Father I could not describe it, only that it is horrible, and when he comes all the women with their little ones flee, only the grown-up men remain, and then the Devil takes a whip that for this purpose we keep provided with a leather lash made of the hide of a sea-cow, and he flogs us on the breast until much blood is drawn.”Trezentos e dez (310) anos depois de Carvajal e 150 anos depois de Fritz, entre 1850 e 1852, Alfred Russel Wallace (1979 [1889]:217; ênfases nossas) reporta um contato com aerófonos no rio Uaupés, Alto rio Negro. Neste caso, faz-se menção direta ao ritual do Jurupari. Sendo, pois, a referência mais antiga ao termo Jurupari associado às Flautas e a mais próxima, geograficamente,denossosflautistasdePedra.Segundo o co-autor da Teoria da Evolução: “Foi também aqui (numa aldeia acima de Caruru Cachoeira, médio Uaupés, habitada por um

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grupo étnico reportado como “Ananases, ou Abacaxis”) que vi e ouvi pela primeira vez o Jurupari, isso é, a “música-do-diabo”. Aconteceu durante uma festa em que havia caxiri. Um pouco antes de escurecer, ouviu-se um som de trombones e fagotes que vinha do rio em direção à aldeia. Pouco tempo depois, eis que surgem oito índios, todos soprando um certo instrumento muito parecido com um fagote de grandes dimensões. Havia 4 pares de tamanhos diferentes. O som que produziam, conquanto primitivo, era bem agradável de ouvir-se. Os instrumentos eram tocados simultaneamente, todos executando a mesma melodia simples. Com isso, esses índios revelavam um gosto mais apurado para música do que os de qualquer outra tribo que conheci. Os instrumentos são feitos de casca de árvores enroladas em espiral, tendo boquilha de folhas. Ao anoitecer, seguimos para a maloca. Lá dentro, dois velhos tocavam os dois instrumentos maiores, movendo-os de maneira curiosa, ou para cima e para baixo, ou de uma lado para o outro, acompanhando esses movimentos com análogas contorções corporais. Por longo tempo ficaram tocando a mesma melodia, acompanhando-se uns aos outros de modo harmonioso e correto. Desde o momento em que se escutam esses instrumentos pela primeira vez, desaparecem por completo todas as mulheres, sejam novas ou velhas. Trata-se de uma exótica supertição dos índios Uaupés. Segundo seus costumes, às mulheres é vedada a simples visão de um desses instrumentos. Caso contrário, será punida com a morte, e geralmente por envenenamento. Mesmo, no caso de que a visão dos instrumentos tenha sido absolutamente fortuita, ou então quando houver apenas uma suspeita de que a mulher tenha visto os instrumentos proibidos, não há clemência. Dizem já ter havido casos de pais que executaram suas próprias filhas e de maridos que também fizeram o mesmo com suas esposas, tudo por causa desse crime.”Meio século depois veio Koch-Grünberg, o primeiro etnógrafo treinado a prospectar o Alto Rio Negro (ARN) entre 1903 e 1905, também ele nos oferta considerações sobre as flautas ‘Kóai’ com quem tem contato no rio Aiary, e posteriormente no Caiari-Uaupés. Seu relato acerca de tais aerófonos e rituais atrelados, em Dois Anos Entre os Indígenas (Koch-Grünberg 2005[1909]: 207-210; ênfases nossas) é importante e aqui reproduziremos alguns trechos: “Já no rio Negro eu tinha ouvido a respeito de uma dança misteriosa dos indígenas, da qual as mulheres estavam rigorosissimamente excluídas. Nessa ocasião os homens sopravam em flautas gigantescas e se chicoteavam até sangrarem.(...) Esta importante festa da população indígena ainda hoje é celebrada no alto rioNegro e seus afluentes e parece que

em suas múltiplas variações está difusa sobre uma grande parte da América do Sul tropical. No Ayari (...) a festa é celebrada, quando amadurecem os frutos das palmeiras de assai e bacába, e começa pelas três horas da tarde. Numa procissão solene, os tocadores de flautas precedendo a colheita dos frutos das palmeiras é conduzida para a maloca. Todas as pessoas femininas e os meninos pequenos, ouvindo de longe os sons das flautas, abandonam a casa e se refugiam noutra casa e trancam as suas portas ou, não havendo outra casa, fogem para esconder-se na selva. Costumam ser duas as flautas que fazem a música; em Cururú-Cuára, excepcionalmente, eram três. Elas estão, de acordo com seu comprimento diferente, bem afinadas entre si. A dança consta de simples idas em círculo que são executadas, de acordo com o número das flautas, por dois ou três homens, num ritmo de marcha rápida. Os dançantes sopram as suas flautas, com as mãos direitas segurando as flautas diagonalmente inclinadas para o chão, produzindo uma abafada, monótona, mas agradável melodia. A mão esquerda repousa no ombro direito do homem ao lado. Depois de ter completado o círculo, colocam-se lado a lado. Enquanto um dos dançantes eleva o instrumento para o alto, soprando nele com todas as forças, o outro dançante pega a sua própria flauta com a mão esquerda e dá em seu parceiro três fortes golpes com o chicote na barriga e nos lados, assim, que o sangue jorra em quantidade das feridas abertas. Não se canta nada.(...) As grandes flautas, em Siusí, chamam-se ‘Uáli’ ou também ‘Kóai’ ou ‘Kúai’, que é o nome da dança e do espírito em cuja honra a celebram. Descrevendo as flautas mais exatamente: são flautas abertas, sem buracos de tons. A extremidade superior do cilindro da flauta está calafetado com breu e aneis de entrecasca, ficando apenas um pequeno canal livre que conduz para um buraco retangular do ar. Como lábios, sobre uma parte do buraco do ar estão amarrados pedaços de entrecasca. Os tons variam-se por meio do sopro mais forte ou mais fraco. As flautas de Carurú-Cuára tinham 90, 100 e110 cm de comprimento e o diâmetro de 6-7 cm. ‘Kóai’, a quem está dedicada esta festa sangrenta, é o filho do ‘Yaperíkuli’, herói das tribos Aruak. Ele vinha do alto Aiary, da cachoeira de Bocopana, onde se encontra o seu retrato gravado num rochedo grande. (...) Quando perguntei a Mandú, porque se faz a dança do ‘Kóai’, ele respondeu: Eu não sei. Os nossos antepassados faziam isto desde o tempo “antigo do mundo”, e assim fazemos ainda hoje.”Jurupari enquanto fenômeno ameríndio se trata de um complexo mito-ritual que gravita em torno de flautas sagradas multivocais epolissêmicas, visualmente proibidas para as mulheres e usadas em rituais de iniciação masculina. Encontra-se disseminado na àrea cultural do Noroeste Amazônico, sendo-

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lhe característico, mas não exclusivo (como especula Ypiranga Monteiro 1959), com um núcleo central no ARN. Diversos autores (Hill 2002, Hill 2011; Hill e Chaumeil 2011; Wright 1998, 2011; Journet 2011; Stradelli 2009 [1890]; Koch-Grünberg (2005 [1911]) associam direta ou indiretamente o Jurupari ao ethos Arawak (apontando superposições sugestivas), neste caso se tratando do complexo mito-ritual de Koai, ou Koway, que seria a versão mais próxima do proto-Jurupari. Estes autores comparam, em maior ou menor grau, a dispersão de expressões rituais aerofônicas semelhantes à expansão cultural Aruaque pela América do Sul (e alhures), ou ao processo de transformação cultural de grupos étnicos e famílias linguísticas interconectadas em redes regionais multiculturais politicamente influenciadaspelos Arawak. Setenta anos depois da narrativa de Koch-Grünberg, o Jurupari foi revisitado por Stephen Hugh-Jones (1979), desta vez seguindo-se uma moldura teórica da antropologia estruturalista de Lévi-Strauss, basicamente aplicada à análise dos mitos (The Strutural Study of Myth [Lévi-Strauss 1955]). The Palm and The Pleiades de Stephen Hugh-Jones segue sendo hoje a etnografia de referência acerca do Jurupari,mesmo embora tenha sido efetivada entre um povo não-Arawak (o autor vivencia suas experiências entre os Barasana, da família linguística Tukano Oriental do rio Pirá-Paraná, afluentedoApaporís,porsuavezafluentedorio Japurá). Porém, inseridos na área de grande influência cultural Aruaque, que englobatodo Noroeste Amazônico, a área nuclear do Yurupary. Segundo este autor (1979:6-7): “The word Yurupari (Iurupari, Juruparí, etc.) comes from the Tupian Língua Geral or Nheêngatu, a lingua franca once widely spoken along the Río Negro and its effluents. Various writers…have objected to the use of this term in anthropological literature, pointing out that it is a term used by Indians only in conversation with outsiders, and often as an apparent explanation for anything taboo, secret or mysterious designed to avoid further questions, and that its meaning is tainted by having been identified with the Christian Devil. The term is generally used in three related ways: first, to refer to the sacred musical Instruments that are taboo to women and children; Second, as a Blanket name for a variety of mythical characters, many of whom do indeed have much in common with one another, but each of whom has a proper name in the language of the group that tells the myth; Third, When used in phrases such as ‘the Yurupary cult’, to refer both to the instruments and also to the beliefs and practices

that go with them. Used in the first sense, I can see no great objection to the term as label for a cross-cultural phenomenon…From the evidence available…there does seem to be something fundamentally the same about these instruments, the context in which they are used and the beliefs associated with them, over a very wide area of the Northwest Amazonia(…) I shall use the term Yurupary in this shorthand sense to mean ‘sacred Flutes and Trumpets taboo to women’ that are used (a) within a roughly defined geographical area and (b) in the context of initiation into secret men’s cult of which they form the focus.” Em conjunto à descrição de Hugh-Jones, acompanhamos cinco séculos de opiniões não-indígenas sobre os aerófonos ameríndios em nossa macro-área de investigação. Esta operação é importante para situarmos a profundidade cronológica e o contexto da relação de relevância (Lewis-Williams 2002) quepropomos:osflautistasrupestresdoestiloUnini de petróglifos (Valle 2012) no baixo rio Negro – BRN e o complexo mito-ritual do Jurupary alto Rionegrino. Tentamos aqui umareflexãorelacionalentreessesfenômenosonde um conjunto de práticas e discursos etnográficos e ameríndios é utilizado nainterpretação de registros rupestres.

Desenvolvendo a Ideia

Etnohistoricamente e pré-colonialmente nossa área de pesquisa (BRN) foi território Arawak e estando as flautas do Jurupari relacionadasa essa família linguística em grande parte dos estudos etnográficos, então, a operação maisparcimoniosa é: gravura de flautista na áreagravura Arawak. Neste aspecto, o recente artigo de Wright (in Hill e Chaumeil 2011:325) é fundamental para entendermos 2 coisas: a relação das flautas com a diáspora Arawak(Heckenberger 2002); e uma possível estrutura do proto-Jurupari. Em Arawakan Flute Cults in Lowland South America, Wright relata o uso de flautas emcinco (5) contextos étnicos Arawak diferentes nas Terras Baixas, inclusive separados por grandes distâncias, como ARN e Alto Xingú. Estabelece diversos paralelos entre os cinco casos, bem como suas divergências. Segundo o autor (2011:347-348; ênfase nossa): “The Flutes are instruments of the reproduction of human and non-human beings; they are the body of the great spirit “Owner of Sickness”, Kuwai, and the omnipresent spirits of sickness, yoopinai, that most afflict humans with sickness. Like shamanic powers, the sacred flutes ambiguous may provoke lethall harm

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while they propitiate growth. (…) thesacredflutesand instruments are icons that empower people to transform predation into the peace of harmonious conviviality. This clearly is important for understanding processes that interested Max Schmidt (1917) in the “expansion of the Arawak” Throughout South America, the Caribbean, and what is now southern Florida. It is also critical to understanding how northern Arawak-speaking peoples transformed the externally imposed changes that have occurred in their lives over the centuries, enabling them to keep their traditions alive while they established clear boundaries with non-Arawak-speaking peoples.”Neste artigo é apresentada uma matriz informacional onde o autor sintetiza tais paralelos (Wright 2011:347; table 2). A partir dela podemos deduzir duas informações fundamentais para toda nossa discussão: (1) uma área de proto-manifestação (i.e., origem); e, (2) uma proto-estrutura ritual, suas características mais primitivas (i.e., ancestrais). A matriz cruza etnias Aruak com características associadas aosrituaisdasflautas.Ascaracterísticasrituaismais compartilhadas pelas 5 etnias foram: culto aos ancestrais (associação compartilhada por Enawene Nawe, Apurinã, Baniwa-Wakuenai-Curripaco e Yukuna) e doença e cura xamânica (associação compartilhada por Wauja, Enawene Nawe, Apurinã e Baniwa-Wakuenai-Curripaco). O complexo étnico que mais agrega características rituais, ou seja, onde há maior diversidade de significados e sub-variaçõesexpressivas, que agrega maior complexidade ao fenômeno é Baniwa-Wakuenai-Curripaco que das 7 características rituais listadas (Ancestors, Fertilitiy of Fruits, Warriors, Body (ies) of Primal Beeings, Male-Female Initiation, Sickness and Shamanic Healing, Gender Antagonism) apenas o culto a Guerreiros e o Antagonismo de Gênero não são compartilhados na área cultural dos Aruak do Norte, no ARN. Isto nos sugere duas coisas importantes: (1) O proto-jurupari eraumritualemqueasflautasserelacionavamcom um culto aos ancestrais e com doença e cura xamânica, sendo essas as características mais primitivas (ancestrais) do complexo mito-ritual. E (2) em linguística histórica existe o princípio de que áreas que apresentem a maior diversidade nos idiomas de uma família linguística indicam as áreas da conformação da proto-língua ancestral (Urban 1992), é o caso da maior complexidade de características (que interpretamos como maior diversidade de códigos informacionais associados) que o Jurupari-Kowai adquire no ARN. Ou seja, o ARN seria a proto-área do complexo mito-

ritualdasflautassagradas.Bem, se tal estado de coisas se sustenta, então temos um cenário favorável para a associação entre a expressão gráfico-rupestreque hipotetizamos se relacionar com flautaseflautistasnoBRNeessaextremarelevânciaeancestralidadedasflautassagradasnoARN,o que em princípio sugere que ambos os fenômenos estariam relacionados. Haveria entre eles uma consecução causal, isto é, probabilidade de hipotetizar homologia entre os fenômenos. Emprestamos hipoteticamente, assim, um contexto mito-ritual às gravuras silenciosas do baixo Negro. Assim como devemos refletir sobre mitos(oralidade) e ritos (gestualidade, corporalidade, espacialidade) como unidades analíticas integradas, como o fez Hugh-Jones (1979) na análise do Jurupari Barasana, também na análise de gravuras devemos pensar tanto na marca físico-mecânica e quanto na marca social (i.e., uma reflexão tecno-formal-estilística eumareflexãoantropológico-social).OJurupari conforma-se num complexo mito-ritual indissociável. O Jurupari de Pedra também, e nele método formal e informado (Chippindale andTaçon1998)confluem.Os mitos e ritos do Juruparí no ARN incluem as gravuras de maneira simbólico-indexical (isto é, não apresentam semelhança formal com um modelo real ou natural, à exceção da representação da flauta em simas que seexpressa numdesign geométrico identificáveliconicamente somente dentro de seu contexto cultural). No BRN as gravuras incluem as flautas e flautistas de maneira icônica(apresentando semelhança formal com um modelo reconhecível), mencionam mais uma ação do que um objeto. Neste processo de construção do Jurupari rupestre equacionamos no mesmo módulo analítico gravuras rupestres com representações doatodetocarflautaeocomplexomito-ritualdo Jurupari. Hipotetizamos que a função ritual doregistrográficoéfixaraencenaçãoemseuápice performático e mágico-ritual, perpetuar seu poder. Como a gravura eternizando um momento ritual efêmero, mas altamente poderoso e eficaz, assim, conservandoe ampliando a eficácia desse poder.Transmitindo-o para além da ontogênese do organismo, à história. Pensamos que o complexo mito-ritual do Jurupari se mostra como candidato importante para ajudar numa reflexãointerpretativaacercadestepadrãoque,em resumo, trata-se do tipo gráfico definido

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como “Flautista” (Figuras 2, 3 e 5), com uma variação interna expressa nos “Zoomorfos Flautistas”. Estamos associando este padrão aoperfilestilísticoUninisituadonumamanchageo-hidrográficaquevaidasegundacachoeirado rio Unini à confluência do rio Branco,passando pela boca SE do rio JauaperiA pervasiva importância das flautas nasculturas ameríndias das terras baixas sul-americanas (Hill & Chaumeil 2011) permite supor que diversas proveniências culturais, étnicas e linguísticas, diversos modelos motivacionais estariam envolvidos com usos deaerófonos,comoflautas,trombetaseapitos,em sistemas mito-rituais. Uma miríade de influências e motivações culturais poderiam,portanto, ser catalizadoras, gatilhos cognitivos para expressão dessas sentenças sonoro-visuais em outras mídias como as rochas. E tais fenômenos poderiam ocorrer em quaisquer partes das terras baixas sul-Americanas. Contudo, estamos inclinados a postular, com base na presente evidência, a hipótese de que o fenômeno das gravuras de flautistas (ou“Jurupari rupestre”) pode ser localizado na, e específico à, confluência dos rios Negro eBranco. Em outras palavras, ali seria um locus classicus ritual, um hotspot Juruparino, ou um Eco-ritual System (Wright 2011) centralizado na Ilha das Andorinhas, uma formação granítica ilhada próxima à margem Norte do Negro 5 km a NW da vila de Moura e que apresenta a maior concentração desses motivos.Aassociação especificamente como Juruparialto-rionegrino é sugerida principalmente pela aproximaçãogeo-hidrográfica,culturaleetno-histórica entre as duas áreas. Greer (2001) na sua síntese sobre a arte rupestre das terras baixas sul-americanas sugere que tentativas de analogia etnográfica aplicadas a um corpus de arte rupestre devem ser feitas usando-se as fontes etnográficas mais próximas,geograficamente, dos sítios arqueológicos.Nessa linha de raciocínio, o Juruparí do Alto Negro é quem melhor se encaixa como modelo motivacional para as gravuras dos flautistas.Portanto, é possível pensar, pré-colonialmente, em um complexo mito-ritual do Jurupari Rionegrino na calha inteira e alhures, ou variações locais conforme as diversas malocas de transformação (Cabalzar 2010) ao longo da bacia, como de fato ocorre hoje no Alto. Suspeitamos que talvez tenhamos encontrado uma dessas malocas de transformação “Juruparinas”, matizada nos Flautistas de Pedra.

Jurupari de Bicho

O caso dos zoomorfos flautistas é deverasinteressante. A partir das semelhanças anatômicas com primatas, os dois zoomorfos flautistasnaáreaamostralforamequacionadosà modelos naturais, i.e., Allouata spp. (macaco Guariba, Gritador, ou Bugio). Neste sentido é interesSante observar como o Howler Monkey se associa ao He-House dos Barasana, a partir da narrativa de Hugh-Jones (1979). Allouata ocorre na área de pesquisa e emite uma vocalização fenomenologicamente impactante e assustadora para ouvidos destreinados. Pensar sobre a flauta doMacacoGuariba setorna inescapável. Neste sentido, Hugh-Jones (1979:197) aponta: “In the literature, I can find no information to indicate with which kind of monkey Yurupary is identified, but in view of the fact that both he himself and the instruments that represents him are characterized by noise, the howler monkey is an obvious choice. In support of this guess is the fact that Warimi, who can be identified with Yurupary, himself becomes a howler monkey at one point (…). Yurupary can also be identified with Kanea, the youngest of the Ayawa (thunders) (…); it is Kanea who turns himself into a callicebus monkey, in order to steal fire from his grandmother. This in turn suggests an association between Yurupary and the callicebus monkey.”Fortalecendo o elo de ligação dos zoomorfos flautistas com o Jurupari, o senhor HiginoTenório Tuyuka (com. pess. 2010) havia chamado nossa atenção para a existência do ‘Jurupari de Bicho’ numa conversa após ter visto as imagens do zoomorfo Flautista da Ilha das Andorinhas e da Pedra da Vovó.Posteriormente, e de maneira mais consistente as mesmas relações foram reestabelecidas durante uma longa viagem de mapeamento dos lugares sagrados Tukano-Tuyuka-Desana no rio Negro que tivemos oportunidade de acompanhar em 2013 e de ir com diversos narradores indígenas do ARN até as gravuras rupestres da Ilha das Andorinhas na confluência Branco e Negro.Tal experiência fortaleceu a hipótese de se tratarem de fenômenos relacionados pois o reconhecimento na percepção indígena dos flautistas foi taxativa em relacioná-losao Jurupari, com direito à uma discussão de horas a fio entre os especialistas nativos,principalmente entre o senhor Francisco Bará do Pirá-Piraná, o mais velho entre eles iniciado no Jurupari e o senhor Higino Tuyuka. A interação cognitiva se deu particularmente com ografismo4nafigura3porseroúnicoque

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estava fora da água no momento do contato. Esta associação estabelecida pela cognição nativa, e densamente enculturada numa tradição Juruparina, como a desses especialistas rituais Tuyuka e Bará, foi bastante instrutiva e iluminadora. E começamos a achar ser possível o estabelecimento de relações culturais entre oJuruparidoARNeofenômenográficodosFlautistas do Estilo Unini. Mais do que o design em si (enquanto morfologia), temos uma fusão conceitual baseada numa performance ritual. Não apenas num objeto, mas numa interação transformacional entre corpo antropo-zoomórfico e objeto, tratando-se, de fato, darepresentaçãográficadeumaBAI(brain-artifact interface [Malafouris 2010]). Esta referência por iconicidade é robusta o suficiente para:(1) procedermos a uma identificação morfo-temática e formularmos uma hipótese visual; e (2) fazer-nos pensar numa interface geo-cognitiva entre gravura rupestre e Jurupari (uma hipótese informada). Encontrar flautistas (se forem flautistas)zoomórficos e antropomórficos nas rochasgraníticas do BRN, numa encruzilhada dos caminhos e viagens de Kowai-Jurupari relatadas nos cantos sagrados Malikai (Wright 1998, 2011) dos Aruaque do Norte não é mera coincidência.

Conclusão

Higino Tenório (Com. Pess. 2010) formulou uma hipótese a partir de nossas fotografiasde que o zoomorfo flautista seria o Juruparide Bicho, no caso, Jurupari de um macaco gritador, muito possivelmente Allouata spp., Guariba. Interpretamos metaforicamente que aflautadoGuaribaderivadomodelonaturalque é sua vocalização característica, estando portanto, a gravura do zoomorfo flautistaassociada ao grito do Guariba que seria sua flautaperspectivista(ViveirosdeCastro1998).Nosso trabalho não apresenta evidência irrefutável acerca da relação entre Jurupari e os flautistas de pedra, tampouco, entre estespetróglifos e uma origem Arawak. Apenas situamos que estes dados apontam para uma conjetura relacional plausível. Nós não estamos perguntando ao registro arqueológico questões referentes às origens absolutas desta arte, que por certo, são milenares, mas queremos obter insights sobre os usos sociais e rituais desta arte que são igualmente milenares. Não se trata tanto de quem executou tecnicamente a arte mas sim de quem pode tê-la utilizado e como

o fez.Entender aspectos dos processos de ressignificação e de etnogênesis desta arte.Neste sentido, uma etnoarqueologia da arte rupestre rionegrina é possível para mais além do que as taxonomias estilísticas mais usuais. Isto é, uma experiência fusional entre os métodos formal e informado de pesquisa com os registros rupestres. Poucos são os lugares no mundo onde isto é possível. Partes da Austrália e da África do Sul, partes da América do Norte e Central, e com certeza na Amazônia onde estamos trabalhando incipientemente com esta agenda.Os indígenas do alto e médio rio Negro seguem interessados em fazer intercâmbios com a arqueologia em uma perspectiva interepistemológica, o que implica todavia que nós pesquisadores não-indígenas teremos que reaprender a fazer ciência.

Agradecimentos

Agradecemos enormemente a Stéphen Rostain que nos convidou para apresentar este trabalho no EIAA 3, a Higino Tenório Tuyuka, Edithe Pereira, Eduardo Neves, FVA, FOIRN e ISA sem os quais nossa pesquisa no rio Negro não teria sido possível.

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Simposio “Arte rupestre”

Pinturas y grabados rupestresen la cuenca del Marañon, alta Amazonía de Perú

Ulises Gamonal Guevara1&QuirinoOliveraNúñez2

1 Museo Hermójes Mejía Solf, Jaén2 Asociación Peruana de Arqueología y Desarrollo Social de la Amazonía

Desde el año 2009, se viene ejecutando elproyecto de Investigación y Valoración del Patrimonio Cultural en la Zona Nor Oriental delMarañón,conlaautorizacióndelMinisteriode Cultura y el valioso apoyo de los gobiernos locales y regionales de Cajamarca y Amazonas, las organizaciones privadas como la Asociación los Andes de Cajamarca – Minera Yanacocha, la Asociación Peruana de Arqueología y Desarrollo Social de la Amazonía, La Asociación Amigos del Museo de Sipán, el Museo Hermójenes Mejía Solf del Instituto 4 de Junio de Jaén y el Capitulo del Perú del Plan Binacional Ecuador – Perú que dirige el excelentísimo embajador Vicente Rojas Escalante. Este proyecto que en su primera etapa estuvo abocado al estudio del arte rupestre, a unido esfuerzos para realizar una arqueología binacional Ecuador – Perú, en alianza con Francisco Valdez del IRD de Francia quien trabaja en Palanda – Santa Ana, La Florida en la naciente del rio Chinchipe en Ecuador.La franja geográfica que actualmente ocupanlas provincias de San Ignacio, Jaén, Bagua y Utcubamba, una zona de contacto entre la Amazonía y los Andes, es conocida también como Ceja de Selva, Alta Amazonía o Selva Alta. Dentro de la clasificación de las ochoregiones naturales del Perú, que realiza el geógrafo Javier Pulgar Vidal, esta zona es considerada como Rupa – Rupa y está entre los 400 m.s.n.m y a 1.000 m.s.n.m., una de las característicastopográficasdeestazonaesquepenetra profundamente hacia ambos flancosdelvalledelMarañóny se extiendepor todoel lado oriental andino al oeste de la selva baja, su clima tropical húmedo hace que esta región sea considerada como la más lluviosa del Perú.Cada una de las manifestaciones con arte rupestre registradas en la zona de la Alta Amazonia al Nor oriente de Perú, están plasmadas sobre abrigos naturales conformados porlasmontañasqueemergencaprichosamentedentro de esta singular topografía conformada

por quebradas o ríos caudalosos como el Marañónquedesciendendesde lascordillerasalto – andinas para finalmente tributar susaguas al gran rio Amazonas. En algunos casos las pinturas rupestres están plasmadas en zonas inaccesibles, a las que solo se puede llegar utilizandomodernosequiposdealtamontaña.Las primeras investigaciones arqueológicas como parte del Proyecto de “Investigación y Valoración del Patrimonio Cultural en la Zona Nor Oriental del Marañón en el año 2009,estuvo orientada al registro de diversos paisajes culturales con arte rupestre tomando en cuenta las cuencas de los ríos Chinchipe, Marañóny Utcubamba. Las pinturas rupestres están plasmadas en abrigos naturales y en cambio losgrabadosrupestresestánfijadosengrandesrocas al aire libre, no obstante en ambos casos las expresiones rupestres han sido plasmadas en espacios sagrados donde el hombre pudo interactuar con la naturaleza expresando todas sus creencias y cosmovisión religiosa.La variedad y diversidad de las escenas representadas en cada uno de los paisajes culturales, demuestran la permanente e intensa presencia de los grupos sociales que ocuparon esteespaciogeográficodurantemilesdeaños.Faical contiene figurasmonocromas pintadasen diversos tonos de rojo, así como de color naranja, amarillo y, pocas veces, negros. Sobre los farallones verticales blanquecinos, se encuentran diversos paneles cubiertos de diseños,avariosmetrosdealtura,tienenentre10 y 50 cm de largo y están yuxtapuestos o, a veces, superpuestos. Se distingue un primer grupo de representaciones humanas de cabeza ovoide o redonda y de cuerpo sólido que están representadas cumpliendo varios tipos de actividades, con instrumentos en las manos: hachas, flautas, bastones, y con expresionesde movimiento, todas pintadas de rojo. Un segundogrupodefigurasdevarioscoloresestádominado por las representaciones geométricas y los signos, reconociéndose rectángulos

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rellenados con líneas entrecruzadas, círculos concéntricos con rayas o puntos, alineamientos de puntos circulares así como representaciones humanas y de animales esquematizadas, tambiénfigurasdemanoslogradasenpositivo.Sin embargo una de las figuras másrepresentativas pareciera ser la imagen de un personaje cuya cabeza tiene forma de media luna con varias líneas pintadas a manera de rayos que salen alrededor de la cabeza y del cuerpo, los ojos están logrados en formas de dos círculos y las piernas están abiertas y flexionadas como si estuviera en una actitudde danza ritual. Segundo Ramos, considera quesetratadelafiguradeunChaman,vestidocon un plumaje en todo el contorno de su cuerpo, lleva una máscara en forma de media luna, la que posee quince pequeñas plumassobre la superficie semicircular de dondedestacan tres grandes plumas. El plumaje estaría representado por las líneas que dibujan alrededor del cuerpo del Chamán o Brujo de Faical. En la imagen que mostramos aparece sosteniendo una lanza muy grande y usando el atuendo que porta cuando está en las escenas de caza, sin embargo en otras escenas aparece rindiendo pleitesía o tributo a otros personajes aparentemente tienen una mayor jerarquía.La Lima, es un poblado ubicado próximo al distrito de La Coipa – Jaén, en el cauce de una quebrada del mismo nombre, existe un petroglifo con la imagen de un personaje muy similaralafiguradelChamánoBrujopintadoen Faical. En La Lima la figura está grabaday tiene la cabeza en forma de media luna, los ojos y la boca son semicirculares, el cuerpo está conformado por dos líneas verticales paralelas que se proyectan en forma de rectángulo hasta los pies, el lado derecho del pie al igual que el brazo derecho que aparece levantado, culmina en forma de espiral. El brazo izquierdo mantiene una línea grabada que se prolonga en formaverticalyenelextremofinalse inclinahacia el centro del cuerpo, por encima de la figuradeunaserpientecuyacolaparecieraestarunida a una línea ligeramente curva que cae desde el hombro izquierdo dando la impresión de una especie garrote o lanza. Esta extrañafigura, pareciera representar a una especie de“Dios de las aguas”, quizás estamos frente a una de las primeras formas del Dios de las aguas “Pariacaca” que se conoce en el mundo andino.Cerro Cuaco, es una gran montaña rocosaubicadaenlamargenderechadelríoMarañón,en el Distrito de Lonya Grande, provincia de

Utcubamba, región de Amazonas. El sitio está cubierto de vegetación y no existe camino de accesodefinido, eneste sentido,para accedera las pinturas necesariamente se requiere hacer unatrocha.Dealgunamaneraestasdificultadesen el acceso han contribuido que las pinturas sean las mejores conservadas de la zona. Los paneles con mayor diversidad de pinturas rupestres en Cerro Cuaco, las encontramos en la parte más alta de la montaña, figurasde serpientes, imágenes cruciformes, aves en vueloyfigurashumanasconelcuerpopintado,la mayoría de ellas están con los brazos levantados hacia arriba, y otras tienen una especie de plumaje en el cuerpo. Un Cóndor con las alas desplegadas pintado de color rojo, aparecedeperfilconelcuellopintadodecoloramarillo, existen ciertas dudas si se trata de la figura de cóndor, toda vez que el hábitat deesta gran ave son las elevadas cumbres andinas, es posible que se trate de otra especie muy similar que habitó en esta parte de la Amazonía peruana. En otro de los paneles, ubicados también en la parte alta de la montaña, se aprecianfiguras de personajes, cuyo tocado parecieraestar representando al mismo personaje; ellos desfilanconlosbrazosextendidoshaciaarriba,sosteniendo una especie de hacha en la mano izquierda, y en la mano derecha llevan un instrumento o arma de forma circular. Todos desfilan alineados hacia una figura principal,que sería el “Apu Supremo o Dios de la Montaña”, cuya cabeza de forma triangularmantiene rasgos humanos con ojos, nariz y boca. Esta extraña representación, sostienetambién en la mano izquierda un hacha y en la mano derecha un arma de forma circular, el cuerpo está pintado con líneas quebradas dobles que bajan desde la parte superior del cuerpo hacia los pies, como si se tratara de ríos o senderos. En la parte inferior está plasmada lafiguraquetienelaformadeunlagartoqueaparece atacando a dos depredadores en forma de zorros que están ubicados frente a frente. En el panel inferior de la roca casi a nivel del suelo, existe un panel, en el cual se aprecia nuevamente otra extraña representación delafiguradenominada como“ApuSupremooDiosdelaMontaña”,sinembargo,estavezlaenigmática deidad aparece sin acompañantesy carece de rasgos humanos, además que no portaningúntipodearma.Eldiseñoyestiloson bastante similares a la figura anteriory reafirma la gran importancia simbólica yritual que pudo tener esta imagen en el paraje

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sagrado de Cerro Cuaco, además esta última representación esta superpuesta sobre una escenadepequeñasfigurashumanasquecongarrotes en las manos parecen estar celebrando la cacería de un venado, el cual yace muerto con las patas hacia arriba. Esta última escena de cacería o chaco, estaría enmarcada dentro de las manifestaciones más antiguas del arte rupestre que se conoce hasta el momento en esta parte de la Alta Amazonía de Perú.Las manos pintadas en positivo en el paisaje cultural La Minyula en Chota, tanto derechas como izquierdas están distribuidas en todo el panel, dando la impresión que la misma persona estampo la huella de sus manos izquierda y derecha, la mayoría de ellas corresponde a personas adultas, pero las manos más representativas derecha e izquierda, están en uno de los extremos del panel, rodeados de una serie de figuras pequeñas de personajes,animalesyfigurasenformasdecruz.Enotraparte del panel, las manos están asociadas a personajes pequeños que aparecen con loscuerpos pintados algunas veces unidos a los dedos y en otros casos están cargando sobre los hombros una especie de hamaca colgante registrada también en el paisaje cultural de El Conjuro. Las manos grabadas en Carachupa, reafirman la gran importancia y significadoreligioso que pudo tener este tipo de representaciones en el arte rupestre existente en la zona.En Tambolic, Las aves y los hombres en forma de aves están distribuidos en todo este gran panel, en el cual los grupos sociales que habitaron estos espacios decidieron rendirles unmerecido tributo a las aves.Lafigura quemás destaca por su ornamentación y colorido es la imagen de un personaje – ave con las alas desplegadas, una frondosa cresta en la cabeza, en el pecho lleva un círculo concéntrico de color amarillo y rojo. Probablemente representa una divinidad alada, bautizada por los pobladores como “Dios Pajcha”1. A pesar de estar ubicada en uno de los extremos del panel visualmente mantiene una gran jerarquía y posiblemente es la imagen que mantiene un liderazgo dentro de todo este conjunto de figuras de aves,personajes y serpientes representadas.

1 Jucusbamba, Investigaciones Arqueológicas y Motivos Chachapoya en el norte de la provincia de Luya, departamento Amazonas, Perú. Klaus Koschmieder, 2012.

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Simposio “Etnoarqueología”

Cultural Construction, Interculturality, Multiethnicity, and Survival Strategies among Amerindians

in the ‘Island of Guiana’ with a Brief Introduction from the Upper Amazon

Peter E. Siegel

Department of Anthropology and Center for Heritage and Archaeological Studies,Montclair State University, Montclair, NJ

Ethnoarchaeology allows us to document aspects of culture and human behavior that may not be immediately apparent in the material record buried in the ground. As a discipline, ethnoarchaeology has moved beyond simply presenting endless cautionary tales for archaeologists to be eternally depressed over and has matured to the point where its practitioners engage in dialog and debate over theory, method, and ethics. Ethnoarchaeology has its own journal and there is at least one textbook (David and Kramer 2001; Frink and Arthur 2009). As such, ethnoarchaeology can provide us with nuanced insights into the complexity of human behavior and the material correlates of it. From these insights, we may construct testable hypotheses and expectations when attempting to reconstruct, retrodict, explain, and understand dimensions of past cultures and human behavior in general.In 1976, I accompanied Peter Roe to San FranciscodeYarinacocha,inthemontañaregionof eastern Peru. As an undergraduate student, my job was to conduct an ethnoarchaeological project. I decided to try something along the lines of Rob Bonnichen’s (1973) ‘Millie’s Camp’ study. As a serious student I diligently worked with a couple of Shipibo men in clearing recently abandoned house compounds andmapped everythingwe could find. Someyears later in graduate school, I took a seminar on spatial analysis in archaeology taught by Al Ammerman and Vin Steponaitis. I digitized the map of an actively occupied Shipibo house compound made by DeBoer and Lathrap (1979: Fig. 4.6) and then compared their data with ours. Roe and I subsequently published a paper on this (Siegel and Roe 1986). In the Shipibo village along the Ucayali we proved that people sweep garbage from areas that they live and walk and that they throw other

trash behind their houses.We confirmed theexistence of the ‘doughnut-shaped midden.’ I was a committed up-and-coming New Archaeologist filled with ideas of testinghypotheses and applying quantitative methods to datasets. Before our World Archaeology article came out, I traveled again with Roe to another region of greater Amazonia: the village of Shefariymo in southern Guyana. I was in full New Archaeology mode, ready to study site-formation processes, including the making of periodic maps of artifact distributions, studying soil chemistry across the village on a tight-interval grid, documenting activity areas, etc. Imapped every house post, fire pit, andtrashheap that I couldfindandconductedavillage census by household. I was going to make Lewis Binford and Mike Schiffer proud. I did publish a paper on the village map and census aspect of the study (Siegel 1990). I never did hear from Binford or Schiffer. Shortly after this publication, I began shifting in my way of thinking, more along the lines of consideringtheimportanceof thespecificcultural and deeply historical context of any given ethnographic or archaeological problem to address. For the remainder of this paper I will address the fluid ethnic relations amonggroups in the ‘Island of Guiana.’

The Fluidity of Ethnic Identity in the Island of Guiana

I will use ethnographic observations of the Waiwai, Wayana, and Trio, three related Amerindian ethnic formations located in the Guiana highlands to shed insight into the dynamics of ethnogenesis through time in the region. In so doing, I will address fundamental core concepts of anthropology in the context of sociality in the Guianas. This discussion

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demands that we consider related issues of cultural construction and identity, ethnogenesis, ethnic identity across time and space, heritage, and memory. What does it mean to be an Amerindian in the ‘Island of Guiana’ in the global digital-age of the 21st-century? What did it mean to be an ancestor of these Amerindians fivecenturiesearlier?IsorwasWaiwai,Wayana,or Trio a state of mind; a survival strategy; a mode of production linked to a place on the landscape; a form of dress, address, and language; cuisine; an attitude? Current introductory textbooks in anthropology still refer to Edward Tylor’s definitional list as apoint of departure in talking about culture: “Culture … is that complex whole which includes knowledge, belief, arts, morals, law, custom, and any other capabilities and habits acquired by man as a member of society” (quoted by Kottak 2013:27). Or, as another textbooksays,cultureisdefined“aseverythingthat people have, think, and do as members of a society” (Ferraro 2008:28). What we “have” (our material possessions, fabrications, things), what we “think” (ideas, values, and attitudes), and what we “do” (patterns of behavior) in a socialcontextdefineswhoweareandhowwerelate to Others (Fig. 1). Located in northeastern South America, Guiana has been thought of as an island demarcated by the Atlantic Ocean and the massive river systems of the Orinoco and the Amazon (Fig. 2). Within this island, there are numerous interacting Amerindian groups with varying degrees of relatedness. This cultural mosaic or perhaps more aptly called ‘ethnic kaleidoscope,’ I argue represents an indigenous design that long predates the arrival of European interlopers.Anthropologists in the Guianas typically talk about Arawak and Carib cultures, generally nodding to each other in mutual understanding. This happy state of affairs has dissolved in recent years as anthropologists increasingly question assumptions about language, mutual intelligibility between groups, sociality, origins, intentionality, discrete identities, and degrees of homogeneity vs. heterogeneity. What exactly does it mean to be a Waiwai, Wayana, or Trio Indian? Are there matters of language and speech communities, material culture, materiality and attitudes about things, ways to build and think about a house, sociopolitical organization, existentialism, or some combination that are important in definingWaiwai-ness, Wayana-ness, or Trio-ness?

In the 1980s, the village of Shefariymo, located near the headwaters of the Essequibo River in southern Guyana, was reported to be a village of Waiwai Indians (Fig. 3). Ethnographically, the Waiwai were known to be Carib speakers, linguistically and ethnically related to a variety of past and current groups in the region. When we conducted fieldwork in this “Waiwai”village, not only did we find different ethnicformations residing there but two distinct language families were represented: Carib and Arawak. Within the village, Arawakan-speaking Wapishana households for the most part were spatially segregated from the more numerous Caribanhouseholds.Atthetimeof fieldwork,I hypothesized that the next major settlement change would be an out-migration of the numerically inferior Wapishana, resulting in two distinct villages, each of which would be more ethnically homogeneous than was Shefariymo prior to the split. This hypothesis was based on the reasonable assumption that degree of social distance between ethnic formations co-occupying a village is an important factor in delineating cleavage lines, along which fissioningwilloccur.Mypredictionwaswrong.The Waiwai, or larger Cariban group, and Wapishana, together, established a new village called Akotopono in the mid-1980s, which existed until 2000. According to Stephanie Alemán (2005), following that move there was a split, pretty much along the lines of young Waiwai men who married Wapishana women and those who did not. Two new villages were founded in 2000: Masakinyarï and Erepoimo. The Waiwai men married to Wapishana women and the rest of the Wapishana live in Erepoimo. From this village of about 70 people, there is easier access to the Rupununi savannahs and other Wapishana and Macushi villages (Fig. 4). Even though Waiwai are numerically inferior in this village, the village name of Erepoimo is a Waiwai name, meaning Village of the Great Firer of Pots (Zea 2006). Masakinyarï is located further to the south, near the headwaters of the Essequibo and just across the Brazilian border.This account of village movements in southern Guyana leads to larger theoretical issues of supravillage organizational patterns and ethnogenesis. Processes of ethnogenesis and ethnocide have been addressed most closely by social anthropologists using ethnohistoric data (but see recent studies in Hornborg and Hill [2011]). We can explore the process and dynamic of ethnogenesis from an on-the-ground perspective of the ethnographic

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moment. Implications of the ethnographic moment can be drawn out and related to the long view of archaeology.In the larger geographic context of northeastern South America, cultural history is characterized by shifting territories of communities in connection to horticulturally productive land; availability of animals through hunting, foraging, and fishing; proximity toother resources; and intercommunity and marriage relations. Ethnohistorically and ethnographically a large number of interacting ethnic formations have been documented for the Guianas (Butt Colson and Heinen 1983-1984; Farabee 1924; Frechione 1990; Gillin 1936; Schomburgk 1836, 1841; Yde 1965). Like elsewhere in lowland South America, tribal entities were not static social formations but were constantly interacting, forming alliances, going to war, trading, raiding, and intermarrying. Terms like ‘cultural mosaic’ (Wilson 1993), ‘cultural kaleidoscope’ (Rivière 1984:102), or ‘kaleidoscopic mosaic’ (DeBoer 1990:84) characterize a process of shifting identities over time. Maps like Julian Steward’s (Métraux 1948:382) show cultural mosaics at ethnographic moments in time. If we had a series of these maps or ethnographically static moments for the same regions, say every 50 years over about a 2000-year period, there would be considerable blurring of boundaries through fissioning and fusioning of groups,new communities coming in, and others leavingresultinginanoverallprocessof fluidethnogenesis. In terms of cultural legacies, think of heritage-formation processes.In the Island of Guiana, our interests center around social identity, the expression of identity, cultural-survival strategies, and ethnogenesis. As archaeologists, we are specifically concerned with these issues inregard to continuity and change over more generations than a social anthropologist can track during his or her career. Ultimately, from an archaeological perspective, we would like to identify material correlates of ethnogenesis. As Eric Wolf famously emphasized, “By endowing nations, societies, or cultures with the qualities of internally homogeneous and externally distinctive and bounded objects, we create a model of the world as a global pool hall in which the entities spin off each other like so many hard and round billiard balls” (Wolf 2010:6-7). In other words, cultures, ethnic formations, or societies are not closed static entities.

Evelyn Schuler Zea made the important observation when she said “that Waiwai ethnogenesis … builds a complex exchange between visions about this community and visions of this community about themselves and about others… ‘Waiwai’ … does not correspond to a single, substantial ethnic unit that exists for itself, but rather to an invention that does and must exist” (Zea 2009:207). In discussions about continuity, change, or obliteration of Waiwai as a people or ‘Waiwainess’ as an existential state we see perspectives ranging from extreme essentialism to views of accommodation as ways of the world change. Older views tended to see any changes in Waiwai “traditional” lifeways or dilution in ethnic composition of communities as portending the death knell of a community. For instance, in 1934 Caesar DeFreitas observed “I should have very grave doubts as to the future existence of the tribe, but for the fact that a male Wapishana has settled among them and that now the Commission has opened lines of communication with the Rupununi Savannah, others may do so and so preserve the community; though not retaining the pure strain of the Wai-Wai” (DeFreitas 1993:121). Later, in 1952, Betty Meggers and Clifford Evans claimed that “Protestant missionaries, as well as the effects of European diseases and other disrupting influences, made it evidentthat Wai Wai culture would not survive many more years” (Meggers and Evans 1964:199) (reported by Mentore 2005:324-325). One of the leading scholars on the Waiwai, George Mentore, wrote in 2005 that “the various peoples who refer to themselves as being born or raised in communities identifiedas Aramanyena, Chikena, Hishkaryena, Marakayena, Mawayena, Parukoto, Shereu, Tunayena, and Wapishana and who all now live in Waiwai communities do call themselves Waiwai” (Mentore 2005:63). And, one of Catherine Howard’s key informants in the Brazilian Waiwai village of Kaxmi stated that “Everyone says ‘we’re Waiwai.’ But you should know that no one here is really Waiwai. We just call ourselves ‘Waiwai,’ but we’re not really” (Howard 2001:404).I approach the concept of presumed distinct ethnicities in the Island of Guiana from the related vantages of memory, heritage, and identity. In so doing, we consider the relative likelihood of well-bounded communities that may be thought of as “cultures.” Issues of fundamental importance in community

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organization and structure that have geographic and chronological implications include in- and out-migrations of individuals and families; co-mingling and merging of [ethnic] formations resulting in new social formations; and social, economic, and political inequalities. In short, the concept of “community” is viewed not as a bounded, self-contained entity but rather as a mosaic of interacting and continually evolving social and ethnic formations. Snapshots of the mosaic at different points in time provide a framework for investigating historical changes in the community. This diachronic and diachromatic perspective will facilitate an examination of the larger regional, and perhaps global, context that undoubtedly figured strongly in the changing complexionof the community. Ideas about community complexion articulate with Samuel Wilson’s discussions of cultural diversity operating at the end of Caribbean pre-Columbian history, and which continued following European contact (Wilson 1993, 2001). During the review phase of an earlier publication on the Waiwai (Siegel 1990), one of the reviewers complained that my discussion of Waiwai and Wapishana co-habiting a single village confounded missionary-corrupted Indians for a pre-Contact indigenous design. This critique comes from a perspective of discrete and distinct Cultures, like so many round hard billiard balls bouncing off each other according to some senseless laws of social physics, which essentializes Amerindian identity to the point of denying them history. The beauty of the critique is that it cannot be refuted using ethnographic data because by definitionethnographicdataarecollectedafterthe noble or brutish savages, depending on your point of view, have been so completely modified, corrupted, diluted, and otherwisescrewed that we are deluding ourselves when attempting to understand indigenous designs. In her discussion of Kuikuru survival strategies in the face of endemic warfare and consequent population decline, Gertrude Dole documented settlements that had absorbed remnants of “10 different populations [including] some Carib and some Arawak speakers” and like Audrey Butt Colson, we cannot help but agree with Dole when she says “it seems unproductive to deny the relevance of social change… when considering the problems of consistency and integration in Kuikuru society” (Butt Colson 1983-1984:28; Dole 1983-1984:327). In the Island of Guiana, the indigenous design is

characterized by continuous fluid interethnicrelations and as John Terrell (2013:136) said recently “fluidity and spatial mobility areprominent, integrative, and often adaptive characteristics of human social life.” It is clear that the indigenous design did not get erased with the arrival of Europeans (Fig. 5).Jonathan Hill and Neil Whitehead addressed intimate intergroup and intertribal relations as fundamental to an indigenous design in the Americas. Regarding ethnohistorically documented Amerindian peoples of Surinam, Whitehead preferred the term “‘ethnic formations’ … [referring to] the range of native political structures, economic systems, and culturalpracticesthatwenttogethertodefinethe ethnicity of any particular group… It is [thus] possible to obviate various intractable theoretical problems as to sociopolitical typology, and we may then speak of the processes of ethnogenesis (and ethnocide), as well as the secondary phenomenon of tribalization… allow[ing] us to avoid … well-worn narrative trope[s] of the clash of discrete, insulated ‘cultures,’ which produce a caricature of actual historical process and event” (Whitehead 1996:20). Ethnogenesis and ethnocide are two sides of the same coin: “new group identities were created and old ones fell into disuse… Historical context [is crucial in issuesof]self-representationandthedefinitionof others work as synergetic processes for the formation of group identity” (Whitehead 1996:21).Writing more generally about Native American experiences with European policymakers, Jonathan Hill observed that “hybridized ethnic backgrounds and identities did not match the picture of the policymakers, which was based largely on a notion of tribal blocs with exclusive membership and territories. The picture … is that of … European concepts of nation-state, and what was left out of that picturewasthetremendousfluidityandsheermagnitude of interethnic relations among culturally and linguistically differentiated indigenous peoples” (Hill 1996:13). Hill (and quoting Albers 1996) went on to say that “earlier anthropological studies of indigenous Americans were formulated within the worldview of the nation-state ‘picture’ [and] it was customary to view prestate regions as little more than epiphenomenal extensions of their autonomous pieces ... The culture area approach and Steward’s culture type perspective [are] examples of anthropological

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theories that have tended to reify tribal ‘puzzle pieces’” (Hill 1996:18-19). Archaeologists and anthropologists working in greater Amazonia must recognize fluidinteractions between communities, or ethnic formations, and even language families as crucial to human existence and sociality in the region. As emphasized by Joanna Overing and Alan Passes (2000:6), discussions of sociality and conviviality in Native Amazonia are not antithetical to wider considerations of what they call “intercommunity and intertribal relationships.” I would argue that by analytically distinguishing groups within Guiana and separating them from larger global processes we create essentialist caricatures of Amerindian identities.

Identity, Heritage, and Memory in the Island of Guiana

What does it mean to be of an ethnic formation in the Island of Guiana? Is it a way of thinking? A language? Of making pots or grater boards? Of preparing food? Organizing communities? Raising and trading dogs? Existing in an on-going quest for conviviality as defined byOvering and Passes? Archaeologists have gotten pretty good at identifying patterns in material culture that we are comfortable in calling expressions of identity (Sackett 1986; Wiessner 1983; Wobst 1977).Issues of cultural, social, or ethnic identity are of great importance to people of any era. In a sense, a defining feature of humanity isour propensity for group, cultural, or ethnic allegiance. Heritage and memory are devices used by people to solidify connections to a past and a place that exist along a continuum ranging from empirically documented to sacred myth. Getting back to core principles in anthropology, identity may be defined byoverlapping domains of material culture, ideas and belief systems, and behavior. Specificsof the overlap characterize or represent cultural or ethnic identification at a giventime and place. Relative degrees of ethnic relatedness may be expressed by unique configurations of overlapping domains. Bydefinition, archaeologists approach identitymost directly through material culture. Some recentperspectivesseeidentityas“fluid,neverhomogeneous, and sometimes invented” (Bayart 2005). So for Jean-Francois Bayart, fixedculturalidentitiessimplydonotexist.

Waiwai, Wayana, Trio: An Idea, Material Culture, or Behavior?

So what do we mean by Waiwai, Wayana, or Trio? Here’s another question: When we use the word “Waiwai” to refer to society (like Waiwai society) does it have the same connotation when we use the word to talk about social status, material culture, ways of thinking, sociality, and such? I don’t think so. Invoking Waiwai in different contexts evokes specificconstellations of overlapping associations, and there’s nothing wrong with that. This is the raw material for the ethnic kaleidoscope.Here’s another question, from the post-modern perspective. Are our discussions of past and present Waiwai, Wayana, and Trio life more a reflectionof ourownunavoidablebiases?Arewe like the post-modern ethnographer, where research becomes a self-reflexive excursioninto an examination of self, where the native finally“pleadswiththeethnographer,‘Can’twetalk about me for a change!’” (Kuper 1994:542). Far from losing their sense of identity in the face of globalization and colonization, Amerindians in the Island of Guiana built on an indigenous design based on their own versions of “incorporation and colonization” (Jordan 2013) that worked through established and newly made webs of intercommunity relations in the endless process of becoming, as the kaleidoscope turns.

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Simposio “Etnoarqueología”

Betwixt and Between: Unraveling material histories in the Southern Guyana-Suriname borderland

Jimmy L.J.A. Mans

Introduction

In this preliminary paper I examine the convergence and divergence of Trio and Waiwai ethnic and material histories in and across the Southern Guyana-Suriname borderland for the past 150 years. The comparison presented will be primarily based on both the data from my Trio fieldwork and existing literature onTrioand Waiwai. The research questions posed are to what extent have these neighboring groups changed their relationship with one another in this historical period, what are their ethnic and material characteristics, and what can we learn from this as archaeologists? I will deconstruct these groups and demonstrate that each individual has a different set of collectives of which he or she is a member. I will conclude that from an archaeological perspective, while attributing one collective to every archaeological site is the inevitable norm, we should be challenging ourselves to view an archaeological site as a locus binding many such collectives together. A brief note on the methodological framework, which I see as appropriate in the ethnoarchaeology section of these proceedings. Over the years the Amazonian ethnographic present provided archaeologists with strong images to guide their archaeological interpretations. At times these images have been uncritically perceived as unidirectional projections, extending observations from the historical present to the fragmented and largely unknown archaeological past. Although we, as archaeologists, lack the ability to observe actions directly, recent Amazonian archaeology taught us that it is indeed possible to contradict these projections from the historical present. We should not forget, however, that both projections and archaeological data together are necessary to establish a past that is different from the present. It is this difference that ultimately highlights the period of change between two temporal nodes (Mans 2012:9-14).

I agree with Eduardo Góes Neves who reminded us at the conference that the past includes the very recent histories of present day Amazonian communities. In order for us archaeologists to cross-cut the disciplinary divide of ethnography, history and archaeology, we ideally need archaeological lenses in all three. This method then serves a double purpose: not only does it facilitate a continuum of archaeological history to the deeper past, it also enables us to tweak the interpretative lens through which we as archaeologists restructure and reconstruct the deeper past. This preliminary investigation will yet mainly contribute to the latter, because of the little explicit recent archaeology mentioned.I have divided this paper into three sections. First of all I will discuss the historical context in which Trio and Waiwai identities came about, which will provide the first setting for someearly interactions; secondly, I will discuss the formation of two monolithic hub identities in the mid-20thcentury.AndfinallyIwilldiscusssome more recent examples of entanglements between the two ethnic hubs.

Early Trio-Waiwai ethnicities1

The earliest mention of both Waiwai and Trio groups in European historical sources can be dated to the early 18th century. The ‘Weijweij’ and the ‘Drijanen’, which have been hypothesized to be the Waiwai and Trio, are met by the Dutch trader Gerrit Jacobs (on a second trip joined by ‘mountain director’ Salomon Sanders) up and beyond the Essequibo and Corentyne Rivers in 1718-1722 (IJzerman 1911:650, 657; Bos 1985; See also Mentore 2005:70-71). More than a century later a more substantial eyewitness report comes from Robert Schomburgk who travelled extensively through the Southern Guyana-Suriname borderland and beyond in the mid-19th century. Below we see two early quotes that speak of the ‘Woyawai’ and the ‘Drio’alongwithsomespecificcharacteristics:“The number of Woyawais that I saw on my journey

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may be 150; they are of middle stature, of a lighter colour than the Tarumas; indeed in their general appearance, and partly in their language, they resemble the Macusis. The Woyawais are great hunters, and famed for their dogs…” (Schomburgk 1842:171). “The following day we had a visit from some Drios, who reside at the head of the Wanamu. (…) some of them, anxious to see white people, did not mind the journey of five days out of their way to satisfy their curiosity. They (…) had ornamented their bodies by incisions, like the South Sea islanders. They were the first whom I met in Guayana who ornamented their bodies in this manner” (Schomburgk 1845:85).On the basis of a pan-Guiana ethnic historical overview by social anthropologist Peter Rivière (Rivière 1963), and in the context of the later recorded oral histories (e.g. Koelewijn & Rivière 1987), it can be stated that the ’Drio’ and ‘Woyawais’ were in fact two of many ethnic groups that were inhabiting the Guiana highlands of the Suriname-Guyana borderland in the 18th and 19th century (see a static and condensed map on the basis of Rivière 1963 in fig.1).Throughouttheearlyhistoricalmentions,several ethnonyms have been reported for the deep southern interior of Guyana and Suriname. In the 20th century many of these fused into the Trio and the Waiwai hubs, the coming about of which will be explained in the next section. The waxing and waning of Amerindian ethnonyms and their appearance in unexpected locations puzzled early explorers and ethnographers who attempted to provide temporal and spatial clarity to this ‘tribal puzzle’. A fitting example for our Waiwai-Trio discussion (see Rivière 1963:151) comes

from Farabee in the early 20th century. Farabee describes how he encountered a knife by a French maker in ‘the second’ Amerindian village just south of the Acarai mountain chain (Farabee 1924:199). Although he does not explicitlymentionanethnicaffiliationforthisvillage, it seems to be positioned in a Barokoto (´Parukoto´) area on his map – the Barokoto also being a pre-Waiwai hub group. ‘They’ told him in this village that they received it from the Diau who were said to live far away to the northeast. When he subsequently encountered the Diau, Farabee was told by them that they received these knives via a trader who lived a ‘moon’ of travel to the northeast (Farabee 1924:212). According to Rivière this would contextualize us more or less near the Surinamese-French Guiana border (Rivière 1963:151). So could the Diau then be the Drio? Although Farabee did not meet the Drio, he appeared convinced that this could not be, based on essentialist characteristics: “The Drio cannot be the same as the Diaus because Schomburgk says the Drios tattooed the body all over, whereas the Diaus tattoo lines at the corners of the mouth only” (Farabee 1924:252).Today, some scholars consider the Diau to be the same as the Trio (see Bos 1973:147; see also Rivière 1963:152-153). The Farabee example reveals how exclusive cultural traits and collective memberships were perceived in the early 20th century. It is because of this strong early ethnological ‘tribal’ preoccupation, that early entwinements between ‘pre-hub’ ethnic groups seem largely obscured in the historical literature. Some more southwestern influence can beascertained reading between the lines in early ethnographic reports on the Trio side. It has been stated that before the 1960s, the Trio received manufactured items such as iron axes, knives andfishhooks throughMarrons livingto the northeast of them, but also through exchange networks with the Saluma2 and the Sikïiyana living to the south and southwest of them in northern Para, Brazil. Tentatively the Saluma, and for certain the Sikïiyana, later converged into the Waiwai hub. Besides the European manufactured items, the Trio specifically cherished the Saluma huntingdogs, their basketry and their dance attributes (Schmidt 1942:25). In addition, it has been stated that early Trio architecture also contains someSaluma influence. It hasbeen reasonedby ethnohistorian Gerrit Bos that the tïmahkatë (‘timákitti’), a specific conic house type with

Fig. 1: A selection of ethnonyms mentioned by Rivière 1963 relevant for this paper

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no walls encountered by de Goeje among the Trio (see Fig. 2) potentially derived from the mid-20th century Saluma where this house type seemed most common (Frikel 1957:521; Frikel 1961a:3; Bos 1973:159). In addition, in the early 1950s Guppy observed a house with a matching description in a Mawayana village (Guppy 1958:224; Bos 1973:153-154). The Mawayana who some years later would also merge into the Waiwai hub. The peaceful east-west exchange between the two pre-hub regions stopped somewhere in the 1930s. In the mid-1940s Schmidt was told by Akaku, a Pianakoto then already living among the Trio, that interaction between the Trio and the Saluma had turned sour since the 1930s. A disagreement on exchange goods resulted in the Trio taking revenge. Akaku, together with several men of other allied Trio villages subsequently raided a Saluma village on the Penamë: “They (Trio) attacked the village at night killing eight Saluma. One Trio was killed during this attack. The raid bounty included a number of hunting dogs, six women and a few children” (Schmidt 1942:39).This attack seemed to have ended the east-west borderland trade (Mans 2012:166-167). It has yet to be investigated what crafting skills the raided Saluma women themselves brought into the Trio material spheres. A remarkably similar history – but in reverse – was recorded among the Waiwai who spoke

about a Trio visit to the Mawayana, who live in roughly the same region as the Saluma (see fig.1),thatalsohadturnedsour:“Years before, some of the Trio people had entered the hills of the Mawayana to trade. One day a few of the visitors were killed. Their wives were taken in forced marriages. (…) The trail to the east had then closed, apparently forever” (Dowdy 1963:231). Oral histories from both regions (pre-Waiwai hub and pre-Trio hub) show human entwinements between the two along which also material entanglements can be expected. Not only in peaceful times where trade items moved freely, but also when these trade relations turn into raids and women from both sides are unintentionally being ‘exchanged’, along with their craft skills and expertises. It becomes clear that following these raids between east and west, there was no interaction in the years preceding the hub formation processes.

Forming ethnic hub identities

In a long-term perspective it would seem correct to state that this Southern Guyana-Suriname borderland became a retreat area where different Amerindian groups ended up, in most cases instigated by centuries of European intrusions. Ultimately most if not all of these ethnic groups in this borderland funneled into two ethnic hubs as Carlin and myself have called them (Carlin & Mans in

Fig. 2: ‘Timákitti’, a potential Saluma house type in the Trio village of Apikollo (de Goeje 1908:1062-3)

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press). When missionaries got the opportunity to start their mission work among the Waiwai in the late 1940s, people started to gravitate from the Mapuera and Nhamunda basin towards the headwaters of the Essequibo where the mission of the brothers Hawkins, and later Claude Leavitt was stationed (Dowdy 1963:32,91-92,95). According to the Danish anthropologist Jens Yde (1960:84) a remarkable event took place there: in a period of less than ten years people seemed to have got rid of their former ethnic identities, and culturally and linguistically became ‘Waiwai’ which seems to have been the original ethnic ‘strand’ in this specific locality: “So, the population on the upper Essequibo, formerly Waiwai with a few foreign elements, is now utterly mixed. It consisted, in 1958, of Waiwai, Mawayena, Shereo, Hiskaruyana, a few Yau, two Taruma, and one Katwema Indian. In this conglomerate of tribes everybody is eventually adopting Waiwai speech. Cultural features specific of the different tribes disappear, and everything assumes Waiwai character” (Yde 1960:84).From Yde’s description it seems that he not only witnessed a place where people with different ethnic backgrounds converged, i.e. a hub, but also where all the people adapted to onespecificgroup.Onecouldsaythatinsteadof being a mere hub people actually assimilated into the locus’s orginal ethnic group and under its specific name adapted one hub identity. The Waiwai subsequently became ‘tribalized’. Although Yde sketched the Waiwai formation carefully, his ethnographic monograph and its title inevitably contributes to an image of ‘the’ Waiwai. Out of the monograph’s pictures (a.o. Yde 1965:211,216,219), for instance a typical Guianese Waiwai man from the 1950s-1960s emerges that is characterized by, amongst others, a straight haircut at the front, long hair bound into a pigtail, earplugs connected with beads, specific face paint patterns and whitearm beads. This Waiwai hub identity became even further strengthened when Evans and Meggers attributed a ceramic phase to them (Evans & Meggers 1960:247-270). In the subsequent decade, the missionary Claude Leavitt who together with his family had lived among the Essequibo Waiwai for several years, now took the opportunity to continue mission work among the Trio (Dowdy 1963:227). The Surinamese government had opened up the interior by means of new airstrips which facilitated the mission work. Leavitt brought with him several Waiwai. The village leaders of Aro and Panapipa (an already growing Trio

village), were persuaded to come, together with their people, and live with the missionary in Alalapadu (Mans 2012: 142-143). Over the years a subsequent similar gravitation took place draining the region of the Surinamese and Brazilian headwaters. When social anthropologist Peter Rivière visited the area he witnessed something similar to what Yde had experienced several years before among the Waiwai: “There is ample if not firm evidence to suggest that the Tumuchumac region has been an area of intertribal mixing, and the vital question is how important are these sub-groups or tribal remnants in the present composition of the Trio and whether there is any advantage to be gained in distinguishing them. It is possible to say with assurance that whatever the distinction may have been previously it is now virtually non-existent” (Rivière 1969:27).For the Trio hub in the 1960s too, a Trio identity emerges. This seems to also be expressed in appearance: for instance, a specifichair dresswith a characteristic square cut-out, bead necklaces,beadarmbands,specificbowshapeandspecificfacialpaintpatterns.However,noincisions nor tattoos feature (cf. Schomburgk 1845:85; Farabee 1924:252). In following Evans and Meggers who attributed a phase to the Waiwai ceramics, Protasió Frikel also attributed a ceramic phase to the Trio (Frikel 1961b; see also Rivière 1963:27-30). In short, it can be stated that different ethnic groups merged into a Waiwai hub in southern Guyana and a Trio hub in southern Suriname. Subsequently, in both places, ethnic hub identities formed: differences moved to the background and the locus’s original ethnic group and language became the dominant identity for all. Both Yde and Rivière were familiar with the complex ethnic histories of the Waiwai and the Trio, respectively (Yde 1965:15-20; Rivière 1963:166-177; Rivière 1969:16-26). The question therefore comes to mind, whether this ethnic hub and subsequent identity formation phenomenon was instigated by the missionaries who, one could say, saw an advantage in unity, or whether this fluidethnic membership should be seen as part of an indigenous social mechanism (sensu Siegel 1990:322).

Recent entanglements

Since the Trio and Waiwai hub identities came into existence, in relative isolation from one another, both populations grew to larger numbers of inhabitants. Over the past decades,

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however, we see these two monolithic collective identities slowly regressing to opaque veneers, and, in this process revealing their sub-group roots again. It is on this level that we see an increase in entanglements between the Waiwai and Trio regions. This phenomenon is most pronounced for the Trio. After a missionary period of approximately 15 years, the Trio village of Alalapadu had become too small due to the arrival of Sakëta and Aramayana groups from Brazil. Also, more Waiwai from Guyana had arrived in Alalapadu. This is partially due to the fact that in Guyana the Kanashen Waiwai mission had been ended by the Guyanese government.3 The Trio formation of Alalapadu subsequently decided to found a new village further downriver called Kwamalasamutu. In the 1990s linguist Eithne Carlin observed the different sub-group identities that a few decades ago were considered to have become extinct. In fig. 3 we see a diagram based on Carlin’sobservations. An example from the Kwamalasamutu situation: the Mawayana elders spoke their native tongue with one another, which is an Arawakan language. They spoke Waiwai with their children and the other Waiwai groups and spoke Trio to their grandchildren and the rest of the village. In addition to the membership of these linguistic groups, the Mawayana can ethnically further be divided into three separate subgroups. However, to the outside, Kwamalasamutu was, and still is, a Trio village (Carlin 2006:317). From the mid-1990s onwards Kwamalasamutu in turn became too large. By request of the Granman, people started to leave the village. Mawayana, Okomoyana, Aramayana and Sakëta families started to found new villages along the Corentyne (Mans 2012:130-132). Recently the whole group of Sikïiyana, too, seemed to have left Kwamalasamutu (Carlin pers. com. 2013). Besides this drain, Kwamalasamutu is still a large village today (it counted 685 inhabitants in 2007, Heemskerk & Delvoye 2007:22). In Guyana the collective Waiwai identity also seems to have grown opaque (Howard 2001:404; Mentore 2005:14,26,32; Schuler Zea 2009:207,219). Based on interviews Howard was told that the last original Waiwai passed away, and that people nowadays call themselves Waiwai, but that in reality they are not (Howard 2001:404). Schuler Zea sums up the current situation: “the name “Waiwai” is currently used to designate both a very small subgroup and the actual

communities (including different subgroups such as the Mawayana, Katuena, Xerew, Karapayana, Taruma, and Hixkariyana, among others) that speak a Carib language that is called “Waiwai” and inhabit both sides of the Acarai mountains on the border region between Guyana and Brazil” (Schuler Zea 2009:219).Since missionary times the exchange routes from the Waiwai to the Trio had been opened again and new entanglements followed. We learn from Mentore that in the 1980s one of the villages where the Waiwai had moved to after the Kanashen mission had ended (via Akotopono) was called Shepariymo. ‘Mawasha’, a pseudonym of the captain of Shepariymo, had married a Mawayana woman in the early period of the Waiwai hub. Their daughter in turn had subsequently married with a man named ‘Enkik’ (again a pseudonym) who had previously come from a Surinamese Trio village but considered himself to be a Sikïiyana (Mentore 2005:23; ‘Chikena’, see Rivière 1963:149; Carlin & Boven 2002:24). It can be postulated that this man was the same person who in the mid-1990s moved to an island in the New River, which is one of the Corentyne tributaries. It is hypothesized that ‘Enkik’s’ (Mawayana-Sikïiyana) family joined a Trio group from Kwamalasamutu (Pïropï) who founded the village Casuela there, of which ‘Enkik’ later became the captain (Carlin 1998:8,34-35; Aleman 2005:2-3; cf. Mans 2012:130). Casuela is close to Amotopo, an Okomoyana-Sakëta Trio village further down river on the Corentyne. Between the two villages much exchange is carried out today. I was told by the Amotopoans that they received Waiwai products such as the typical grater boards, hunting dogs and resins, together with many other products, from brazil nuts and plaited cassava utensils to a wide array of (filled) plastic and metalpots and containers. The Amotopoans in turn provided the Casuelans with manioc, beads, knives and other manufactured goods from the Surinamese capital (see Mans 2012:110-119). The Amotopoans and Casuelans visit each other on a regular basis each time traversing the national borders, and at times a large part if not all of the inhabitants go on a visit, for instance during Christmas celebrations. Asafinalnote,wecanstatethatthenationalborders in turn place both Amerindian peoples and groups in yet another perspective. Besides the abovementioned broad spectrum of Amerindian collectives, the overarching Waiwai and Trio collectives have found themselves

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increasingly surrounded and sectioned on the national level. These ‘Waiwai’ and ‘Trio’ hub identities have come to play an important political role on a national level. In this respect ‘Trio-ness’ and ‘Waiwai-ness’ have become important to themselves (see Schuler Zea 2009:207; Alemán 2009:199-200). In terms of tourism ‘Waiwai’ and ‘Trio’ souvenirs have brought both Casuelans and Amotopoans also into global, cosmopolitan spheres. Both Waiwai and Trio are now participants in these spheres, where they not only actively materialize these identities, but in turn also increasingly incorporate national symbols into their own material crafts (see Fig. 4). Moreover, as we learn from the above Amotopoan-Casuelan exchange, they have also become members of global collectives owning and exchanging manufactured goods from all over the world.

Final considerations

In this paper a start was made to disentangle ethnic and material Waiwai and Trio histories. In recent decades the micro scale of the individual in archaeology has become more visible. Due to technological progress in archaeology we are increasingly able to fine-tune the resolution, by tracing proveniences and provenances of both persons and objects (Lightfoot 2008:3-4; Mans 2012:8-9). In this ethnographic case I have aimed to contextualize individuals in relation to a multitude of identity and material collectives. Every individual has its own unique set of memberships of a plurality of collectives (see also Rapport’s discussion on the ‘cosmopolitan’, 2012:32-33), ranging from intentional memberships of ethnic collectives to unconscious memberships of material collectives. These collectives in turn can encompass multiple villages, localities and regions. Since each individual can claim membership of a plurality of collectives, it also means multiple identities and materialities are coexisting in every single locality.”Despite the abovementioned technological progress, archaeological reality shows that the individual in most cases is still very ungraspable. As could be learned from the other papers of these proceedings it is very difficult in mostcases to connect certain ethnic or linguistic collectives to specificmaterial ones. I donotthink we necessarily have to synchronize them. I believe we should see them as separate types of collectives of both of which individuals can have membership. Although the individual

might not yet be totally graspable for us archaeologists, it is place, the archaeological site, where these individuals and their collectives are temporarily brought together. Instead of attributing an archaeological site to a single material collective, a challenge would be to start researching a site, no matter how small, as a container of collectives. In addition, we should question whether the sketch provided has been born completely from the post-1492 context or whether we can assume similar complexities for every place in time. Yet another projection for the deeper archaeological past to contradict.

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1 In a recently submitted publication linguist Eithne Carlin and myself recently revisited the ethno-linguistic histories of the ‘Trio’ and the ‘Waiwai’ (Carlin & Mans in press). I will here summarize part of it and connect it to early interaction context.2 According to Schomburgk ‘Zarumas’ was the Pianakoto name for the Tarumas (Schomburgk 1845:83). Since the ‘r’ is pronounced as an ‘l’, and the ‘u’ in old Dutch spelling is written as ‘oe’, the connection between Taruma and the Surinamese ‘Saloema’ was easily made (see Roth 1929:ix). An interesting note in this respect is that the wordlists collected by Schomburgk among the Pianaghotto, and by Käyser among the ‘Saloema’, both turned out to be identical with those of the Trio (de Goeje 1943:341; Carlin pers. com. 2013).3 Schuler Zea 2006 in http://pib.socioambiental.org/en/povo/waiwai/1138 (consulted October 2013).

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Simposio “Etnoarqueología”

Temporalidades enraizadas:manejo ambiental e construção social na Amazônia

Juliana Salles Machado

Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo

Há décadas a ocupação da Amazônia vem sendo pensada através da relação entre humanos e ambiente. Como é conhecido, as perspectivas deterministas baseadas na disponibilidade de recursos conformaram a visão mais geral da Amazônia tanto sobre o passado como o presente. Apesar de não mais dominante, ela ainda está presente em algumas interpretações sobre as formas de ocupação pré-coloniais da região e é amplamente encontrada no chamado senso comum brasileiro. Poderíamos aqui listar as variantes desta visão que tem na sua base a idéia de que as sociedades humanas são condicionadas pela quantidade e tipo de recursos naturais disponíveis. Muito esforço foi destinado ao levantamento das fontes de recurso no bioma amazônico, sendo as maiores discussões entorno da mandioca, do milho e mais recentemente das palmeiras. Tais fontes foram e em parte são ainda tratadas a partir da busca de um elemento essencial que serviria como base alimentar da sociedade amazônica pretérita. No entanto, apesar das inúmeras tentativas, nenhuma pesquisa foi conclusiva em indicar que estas sociedades estavam baseadas em apenas um elemento majoritário para sua subsistência. Ao contrário, o que temos visto na maior parte das vezes são as especificidades tanto regionais emicro-regionais, a variabilidade de recursos utilizados e a sazonalidade nas escolhas desses alimentos. Trata-se em grande parte de uma alimentação rica em diversidade de alimentos consumidos com variações sazonais e locais. Junto com mudanças no âmbito teórico-metodológicos, tais dados acabaram por re-orientar as pesquisas que atualmente se voltam para uma visão mais inclusiva de uso da biodiversidade amazônica, para focar na capacidade transformativa do engajamento entre humanos e este ambiente. Trata-se agora não mais de uma determinação condicionada pelo ambiente, mas na compreensão das diversas formas de relação entre os agentes (humanos e ditos “naturais”). Com esta visão

há uma retomada de projetos que se voltam ao ecossistema amazônico, agora em busca das formas de manejo desse ambiente. Nesta relação a ênfase vem sendo dada aos resultados deste manejo para a construção das paisagens. Aquantificaçãoereconhecimentodeespéciesbotânicas consideradas úteis, o reconhecimento paleo-botânico de plantas nos sítios arqueológicos, todos conformam elementos importantes para a conformação das chamadas florestasantrópicas.Astransformaçõesatingimtambém mudanças na micro-topografia daregião, através de movimentações de volumes variados de sedimento (como os montículos encontrados na amazônia central, os mounds encontrados no delta amazônico principalmente em Marajó, os aterros encontrados nesta mesma região, as valas da amazônia central, os terraços das Guianas) e de água (como lagos, furos, contenções também documentados para o conteto da Amazônia central, delta amazônicos e Guianas). Na arqueologia, estes indicadores de manejo ambiental tem sido interpretados principalmente como fontes de informações sobre três eixos: a) acerca dos aspectos econômicos e de subsistência (no que que se refere, por exemplo, as fontes primárias de proteína e carboidrato e sua repercussão na densidadedemográficaeformasdeorganizaçãosocial), ou b) como indicador de diferenciação social (através, por exemplo, da discussão acercadachamadacomplexidadesocial,chefiascentralizadas, difusas ou alternantes), mas também c) por seu aspecto temporal (como indícios de antiguidade de ocupação). Trata-se, pois, do reconhecimento da dissolução dos elementos “naturais” e “culturais”, através em grande parte do reconhecimento de elementos do manejo da paisagem. Vemos aqui o reconhecimento do resultado “material”, das marcas deste processo que poderíamos chamar de simetrização entre cultura/natureza. A utilização de tais marcas, ou vestígios para usar um termo corrente na arqueologia, para discorrer sobre carateristicas próprias dos

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contextos sociais implica dizer que estas operam nesta mesma lógica simétrica. No entanto é comum, na arqueologia, por vezes usarmos elementos da antropização da paisagem para falar sobre subsistência, complexidade social, etc. mantendo o ponto de vista ocidental de distanciamento conceitual entre aspectos culturais e naturais. Nossos modelos mantem esta visão distanciada, materialista, como “fonte de recursos”. Pouco se fala sobre o significado desta relação simétrica para estas‘visões de mundo’ pretéritas e sua repercussão para as formas de organização social. Este processo de antropização do mundo natural não é exclusivo da arqueologia e se tornou elemento chave do olhar de antropólogos, filósofos e muitos outrospesquisadores. Trilhando os caminhos das ontologias, na antropologia a dissolução da fronteira entre cultural e natural foi cedendo espaço aos multi- como os multinaturalismos e multiculturalismos. Nesta disciplina, buscou-se a compreensão das formas pelas quais estas esferas se relacionam. Meu intuito aqui não é dizer que a arqueologia deveria tratar as ontologias ameríndias pretéritas ao tratar as evidências de antropoziação da paisagem, mas buscar compreender melhor, a partir desta discussão antropológica e a partir das chamadas ontologias amazônicas, quais seriam as consequencias em termos materiais desta relação. Se não há uma ruptura entre cultura e natureza, se humanos, plantas e animais estabelecem relações horizontais de parentesco, o que muda em relação a nossas interpretações sobre a paisagem, sobre padrões de assentamento, sobre formas de subistência, sobre hierarquizações? Nada? São esferas distintas e isoladas?Não pretendo aqui trazer as respostas destas perguntas,masprovocarareflexãosobreestasquestões. Gostaria de destacar alguns aspectos desta relação transformativa, principalmente relacionados aos significados simbólicos esociais destes manejos e as repercussões a longo prazo que estas “novas” paisagens criam e recriam. Venho há algum tempo me incomodando com estas questões e neste ir e vir entre arqueologia e antropologia, usarei aqui o caso da ilha Caviana como um exemplo “bom para pensar”.Através de um estudo de caso etnográficooriundo do delta amazônico, proponho uma reflexão sobre a relação entre humanos eplantas, mais especificamente sobre o papeltransformativo que as mulheres exercem neste

contexto. Relações simétricas e assimétricas entre seres humanos e não-humanos (aqui inclusos entes sobrenaturais, plantas, animais e lugares) tecem aqui um sistema social extremamente territorializado, enraizado na idéia de ancestralidade do conhecimento, pertencimento e uso da ‘terra’. Assim as práticas econômicas e sociais se misturam na criação constante de “continuidades” simbólicas entre pessoas, lugares e memórias enraizadas.

Um olhar sobre as plantas e a troca

A manutenção do terreiro e do canteiro no entorno das casas ribeirinhas é fundamental no universo feminino. O plantio e o manejo das espécies vegetais fazem parte de um esforço coletivo das mulheres para imprimir certa permanência territorial à paisagem da ilha. Comopermanênciaterritorialmerefiroaumprocesso de longo prazo de transformação e domesticidade1 da paisagem, reconhecível socialmente ao longo de diversas gerações. A importância das plantas no contexto ribeirinho está intimamente ligada à temporalidade, ao pertencimento a um lugar já usufruído por parentes há muito tempo. Grande parte das plantas dos terreiros já estavam no local quando as famílias chegaram para construir sua casa. Mais do que isso, esse conjunto de espécies concentradas foi um critério para a escolha do lugar de moradia. Um levantamento das plantas no entorno das casas indicou um adensamento artificial de espécies consideradas úteis pelosribeirinhos – valorizadas por determinadas funções: alimentar, como as árvores frutíferas e as que atraem caça; fornecer matéria-prima como palha e madeira; decorar a casa, como as flores, ou pertencer aomundo encantado,como as inúmeras ervas que lhes dão proteção e lhes fornecem remédios.As atividades das mulheres no entorno da casa consistem principalmente em manter essa diversidade, evitando a invasão de espécies não desejadas. Além das que encontram no lugar, outras plantas são introduzidas, como café, laranja,floreseremédios,entremuitasoutras.Os canteiros suspensos já foram estudados por alguns autores (Murrieta & WinklerPrins 2006, 2003), sobretudo como fonte de temperos e remédios, mas diferente destes autores, nesta pesquisa enfoquei as formas de circulação das plantas (alimentos e remédios), sua relação com o parentesco e seu papel na formação de um sentido de territorialidade. O resultado dessa abordagem levou a um aspecto

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pouco enfatizado na literatura relacionado ao significadodocultivodasplantas.Caviananosrevelou que seus canteiros são um importante mediador entre a floresta e a casa, entrehomens, mulheres e entre o domínio não-humano, concorrendo para criar e reforçar redes de reciprocidade. Em Caviana, as mulheres se ocupam dos canteiros durante o ano todo e, como em outros lugares da Amazônia, cultivam uma grande variedade de plantas. Os locais de manejo das plantas variam, incluindo tanto áreas atualmente ocupadas como outras já sem utilização contínua. Dentre as áreas ocupadas, temos o entorno das casas (incluindo aqui o terreiro e o canteiro), as roças, os sítios e os caminhos. Já entre as abandonadas, contam-se antigas habitações ou roças, que podem ser mais ou menos recentes. Através de um levantamento arqueológico, constatei que os ribeirinhos usam muitos sítios arqueológicos do período pré-colonial e colonial, seja reocupando efetivamente o mesmo lugar, com os cemitérios e algumas habitações, seja como fonte de recursos – matéria-prima como argila, palha e madeira, ou alimentos como castanha, açaí, pupunha etc. Os sítios arqueológicos têm para as famílias ribeirinhas dois papeis principais: são espaços de moradia e, ao mesmo tempo, ilhas de recursos2.Os dados da pesquisa mostram um intenso manejo ambiental dos ribeirinhos, mas, mais do que isso, revelam uma percepção e concepção muito particulares da paisagem. A ocupação de lugares previamente antropizados3 não é desprovidadeumnovoprocessodesignificaçãodo local, que é novamente manejado em termos de seu conteúdo ecológico, mas também de sua capacidadedegerarnovosafetosesignificados.A forte ligação identitária que é estabelecida na relação entre o parentesco e a paisagem leva a um constante processo de memorialização desses espaços, instituindo-se um diálogo entre o presente e o passado. Pessoas e plantas estabelecem uma relação complexa de significação e pertencimento que tece suamemória ao mesmo tempo em que marca a paisagem.

Análise dos dados coletados

O manejo das plantas pelas mulheres ribeirinhas se dá a partir de diferentes áreas de plantio, direta ou indiretamente ligadas à unidade doméstica. Em cada casa apenas uma mulher é responsável pelo plantio, sendo eventualmente

ajudada por uma nora ou filha. Ela possuiumcanteiropróximoaáreaedificadadacasae um terreiro, localizado em seu entorno. Os canteirossão pequenas plantações realizadas em canoas e tábuas suspensas próximas à cozinha. Já os terreiros consistem em extensas áreas em volta das casas, repleta de árvores frutíferas ou úteis como para o fornecimento de madeira para construção, tintas, antiplásticos, resinas, e matérias-primas para o uso cotidiano em geral. Além dessa esfera direta da casa, as mulheres possuem áreas para o plantio de espécies de ciclo curto, como as roças, e, por vezes, de sítios florestais com uma grande variedadede plantas perenes. As famílias utilizam ainda antigas zonas de plantio, aqui chamadas de ‘áreas abandonadas’, para a coleta de frutos e matéria-prima, assim como mudas e sementes. Estas são resultado de antigas moradias e roças ou sítios que deixaram de ser considerados como parte da casa atual, mas continuam sendo uma importante fonte de recursos.O termo “casa” é entendido não apenas como uma edificação, mas inclui também oquintal (ou terreiro para usar o termo local) e o canteiro, assim como está relacionado com outras áreas de plantio geralmente mais distantes desse núcleo, como as roças e até alguns sítios. Cada casa usufrui e manipula todos esses espaços, além de outras áreas abandonadas (em geral antigas residências da família) e caminhos (chamados localmente de “estradas”). Pelo pouco tempo disponível não pdoerei discutir os dados coletados em detalhe, exemplificando-os brevemente através dosgráficos, os quais indicam a presença de cada espécie por área de plantio, e não o número absoluto de indivíduos de cada planta por área. Ou seja, cada espécie é contabilizada apenas uma vez, independentemente da quantidade que haja dela em cada local de plantio. Sintetizei os usos das plantas em Caviana em quatro categorias gerais: alimento, remédio, ornamento e matéria-prima4.OGráficoabaixosobre os usos gerais das plantas, indica que 68% das plantas cultivadas são consideradas alimento, enquanto 19% são remédio e apenas 7% e 6%, ornamento e matéria-prima, respectivamente. Considerando a disparidade entre o tamanho das áreas (principalmente dos canteiros em relação aos terreiros e às roças), é importante avaliarmos a distribuição interna de cada uma dessas categorias. Enquanto os alimentos compõem 83% dos terreiros, 66% das roças e 54% das áreas abandonadas, representam apenas 32% nos canteiros – e cabe

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lembrar que a categoria inclui plantas usadas no processamento de alimentos, como os temperos. Já os remédios representam 47% das plantas dos canteiros, 33% das roças, 14% das áreas abandonadas e apenas 6% dos terreiros. As matérias-primas estão concentradas nas áreas abandonadas (32%) e aparecem pouco nos terreiros (6%). Os ornamentos têm mais espaço nos canteiros (21%) e menos nos terreiros (5%).Distinto da série de gráficos anteriores, estesúltimos não tratam da riqueza de plantas em cada área de plantio e sim as diferenças no uso de cada área. A partir deles podemos concluir que:- os terreiros são espaços predominantemente voltados para a alimentação, mas providos de um pequeno estoque de matéria-prima, ornamentos e remédios.- as roças são áreas também voltadas para a alimentação, mas com uma provisão substancial de remédios.- as áreas abandonadas são importantes fontes de alimentação e também a principal fonte de matéria-prima, além de possuir remédios.- os canteiros são a principal fonte de remédios e ornamentos, mas também incluem uma pequena porcentagem de alimentos. Temos, portanto que todas às áreas são multifuncionais, isto é, possuem uma gama variada de plantas capazes de suprir uma família com remédios, alimentos, matéria-prima e ornamentos. No entanto, apesar dessa diversidade podemos perceber uma tendência de uso maior em cada uma delas. De um modo geral, podemos dizer que os terreiros são os espaços dos alimentos (principalmente frutos de árvores perenes); as roças espaços de alimentos advindos de plantas de ciclo curto; áreas abandonadas seriam os locais para a busca de matérias-primas e os canteiros a fonte principal de remédios e ornamentos. A análise da proveniência das plantas mencionadas se mostrou relevante ao percebermos como a informação da origem de cada muda era mantida na memória das mulheres entrevistadas. A análise das porcentagens de plantas com maior índice de desconhecimento nos indica o que é importante ser lembrado e o que pode ser esquecido. Esta análise nos ajuda a entender a valoração dada à trajetória da planta e se existe ou não significados associados à essesatos. Com isso, podemos inferir que apesar dos alimentos serem amplamente compartilhados entre pessoas, ele não é importante de ser recordado, pelo menos no que se refere à

pessoa que doou. Se associarmos esse dado à análise econômica, podemos propor que o compartilhamento de alimentos seja talvez um pressupostoparadefiniroqueéfamíliae,nostermos de Lima (2006), do “vizinhar”. Já os ornamentos e as plantas de remédio e matérias-primas apresentam um alto índice de memória. Isto é dizer que em geral as mulheres recordam sua origem e, devo acrescentar, sua história. Para tornar os dados comparáveis, ao invés de utilizar os nomes das doadoras de plantas, classifiquei-as a partir do gênero e de seupertencimento à família da “dona” da planta (ego), da família de seu marido, ou ainda à outras categorias, como a de vizinho, amigo, ou oriundas de benzedeiras locais ou ainda aquelas compradas na cidade. Temos que a origem das matérias-primas não está relacionada a um presente de um parente ou um amigo e sim oriunda da “natureza” de um modo geral5. As mulheres retiravam essas mudas de áreas abandonadas ou já as encontravam nos novos terrenos. Assim elas não fazem parte de uma rede de reciprocidade atual, mas uma relação das mulheres com os espaços previamente manejados. Elas diferem daquelas desconhecidas, pois marcam plantas que são importantes para as mulheres como referencial de “lugares de gente”. São assim, plantas valorizadas por sua utilidade e que são procuradas em áreas anteriormente antropizadas e possuem um papel importante na escolha dos novos locais de habitação.Dentre a proveniência das plantas de remédio, apenas 7% estavam relacionados a “natureza” contra um total de quase 70% de nomes de pessoas, conforme explicitado no gráficoabaixo. O que se lembra e o que se esquece sobre cada planta, nos indica que, diferente do restante das categorias de matéria-prima e alimentos, as plantas de remédio estão associadas à relações pessoais femininas. Para participar da troca de plantas de remédio é importante manter na memória quem a deu. Isso revela a importância na manutenção das trocas, pois a importância dessa informação está relacionada a necessidade de retorno da planta e/ou na participação de relações de cooperação. Para melhor compreendermos de que forma essa rede de trocas é mantida, vejamososgráficossobreosdoadores.Vimos, portanto, que as mulheres são as participantes mais ativas na transmissão nas redes de troca e que, mesmo entre os homens, a participação está relacionada à relação de parentesco com a mulher que planta (ego). A

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relação das mulheres com as plantas e como essa prática do plantar está associada ao cuidar, uma lógica particularmente feminina relacionada à educação dos filhos e ao seupapel na manutenção da domesticidade. Agora, o que esses dados nos indicam é que além da sua relação com o plantio, também são as mulheres que atuam na circulação das plantas. Isto não é trivial, tendo em vista o papel geralmente atribuído aos homens no que tange à mobilidade. Trata-se, portanto de dois processos: a relação entre mulheres e plantas através do próprio plantar e uma vez estabelecidas em seus canteiros e terreiros, a troca desses espécies com parentes, amigos e vizinhos.Há, portanto, de um lado, o compartilhamento de alimentos, plantados majoritariamente em terreiros, e, de outro, uma rede de transmissão, em um primeiro momento e de troca, em um segundo, dos remédios, plantados majoritariamente nos canteiros. Além disso, a transmissão e a troca de remédios entre mulheres aparece como significativa para adona de plantas, já que ela é mais lembrada do que a relação estabelecida entre homens e mulheres através da circulação de alimentos. A análise dos dados coletados apresentados nos gráficos acima confirmou a relaçãoprioritariamente feminina com as plantas. Mais do que isso, os dados indicaram as diferenças existentes entre as plantas, os seus locais de plantio e as pessoas envolvidas. O compartilhamento dos alimentos se mostrou mais diverso por incluir um maior número de tipos de plantas e por abarcar uma área mais ampla do que a circulação das plantas de remédio. Também nessa esfera percebemos a presença masculina e os doadores mais diversos, entre homens e mulheres. Tais informações aliadas à ausência de uma valoração da memória da doação, nos remetem a uma partilha da comida que ocorre entre parentes e é comum em toda a Amazônia ribeirinha. Ela difere em qualidade da troca existente entre os remédios. Com circulação menor e mais restrita às mulheres, sua troca parece ser mais valorizada e lembrada e não uma prerrogativa da família. Em outros trabalhos, apontei como o plantar faz parte de uma rede de ensino-aprendizagem passada de mãeparafilha, ou entre irmãsno interior deseu contexto doméstico. Esta aprendizagem é internalizadaenquantoafilhaajudaamãenocuidar de seu canteiro. Quando se casa e passa para o grupo doméstico do marido, a filhapode finalmente exercer seu conhecimento

sobre as plantas através da formação de seu canteiro. Neste momento temos o início da formação de seu canteiro, o qual as plantas sãotransmitidasemgeraldemãeparafilha,eentre irmãs, processo bastante documentado e registrado através das análises feitas neste trabalho, quando a mãe de ego assumiu maior destaque como provedora de plantas. Também neste momento, podemos ter a participação da sogra e até mesmo das cunhadas, que podem colaborar para a formação do novo canteiro da recém-chegada. Uma vez formado o canteiro, sua dona passa a poder integrar uma rede mais ampla e variada de reciprocidade feminina, esta pouco exemplificada quantitativamente,devido a sua larga escala temporal, contudo ainda visível através da presença das vizinhas, comadres, benzedeiras e amigas. Neste momento, já longe de sua família e inserida no grupo doméstico de seu marido, a troca atua no estreitamento dos laços com a nova família e também como forma de criação e expansão de uma rede de sociabilidade inedependente de suamãe.Elafigura-se comouma rededeapóio mútuo e compartilhamento de um conhecimento especializado que a mulher consegue manter longe do suporte materno. Em Caviana, o padrão de residência está centrado nas margens dos rios e igarapés ou em tesos não inundáveis e em várzeas sazonalmente alagadas. Como discuti em outros trabalhos, os homens detêm o conhecimento e o domínio dotransportefluvial(barcosmédiosagrandes),com exceção das canoas, chamadas localmente montaria, a que as mulheres têm acesso. O dito domínio masculino do transporte restringiria o acesso das mulheres não só ao contato externo, mas principalmente sua circulação no interior da ilha. A literatura sobre comunidades com padrões de residência virilocal reitera o rompimento das redes de sociabilidade da mulher com sua família depois do casamento, assim como a literatura sobre sistemas de troca normalmente estão voltadas para o universo masculino, sobretudo as trocas cerimoniais (Strathern 1988; Graeber 2001). Na Amazônia, este é claramente o caso do sistema do alto Rio Negro (Reichel-Dolmatoff 1996; Hugh-Jones 2001). Os dados de Caviana nos mostram que, por meio da rede de trocas de plantas entre as mulheres, elas mantêm a sociabilidade com seus parentes, mesmo em contexto virilocal. Mais do que isso, a troca ensejou a construção de uma rede de reciprocidade independente dos coletivos masculinos, estes últimos pautados em grupos de trabalho, comércio de

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mercadorias com a cidade e política em geral.

Para concluir: do que nos falam as plantas?

Retomandoasreflexõesmaisgeraispropostasno início desta apresentação, gostaria de ressaltar em primeiro lugar as formas diferenciais de uso e manejo das plantas por populações amazônicas. O estudo de caso apresentado foi baseado em uma população ribeirinha que não se reconhece atualmente como indígena, apesar de como argumentei em outros trabalhos o conhecimento da diversidade de plantas, seu manejo e significados sociais e cosmológicosparecem tecer certas permanências com as ontologias ameríndias amazônicas. No entanto, se expandirmos nossos olhares para os contextos etnograficos em comunidadesindígenas da amazônia, especialmente aquelas relacionadas a calha de grandes cursos de água, vemos evidências muito semelhantes no que se refere principalmente a diversidade de áreas e de plantas utilizadas pelas populações em um mesmo momento. Outro aspecto compartilhado é o aspecto de contínuo manejo dos ambientes de entorno e certos ciclos de utilização dos espaços dentro do mesmo território. Alguns trabalhos etnográficos e botânicos tratamdeste tema, no entanto suas conclusões apesar de contundentes sobre a forma de utilização do território, pouco mudaram nossas formas de compreensão dos sistemas de assentamento e de aspectos sócio-econômicos pré-coloniais. Em grande parte os sítios ainda são tomados de forma isolada. Precisamos adotar mais a ideia de sistema integrado de sítios e investir mais nas correlações possíveis entre as formas diferenciais de uso no mesmo sistema. A integração entre implantação, tecnologias especificas, formas de manejo da paisageme evidências botânicas e faunísticas, podem contribuir para isto. Estas vem sendo realizadas com grande sucesso nas pesquisas, no entanto a integração de seus resultados para análise ainda é pouco evidente. Outro aspecto que gostaria de ressaltar oriundo do estudo de caso aqui apresentado é da importância de investirmos mais nos significados desta variabilidade decontextos, tanto em termos funcionais quanto simbólicos. Ao longo de minha pesquisa em Caviana busquei entender primeiramente por que o manejo ambiental é uma pratica importante para os ribeirinhos não apenas economicamente, mas também social e simbolicamente. Ele se torna um referencial cultural na medida em que revela

a longevidade do uso da terra. Temporalidade que se funde com o parentesco na formação de lugares que chamamos de significativos.É nisso que se fundamenta o conceito de “lugares de gente”, expressão nativa que traz consigo não apenas o reconhecimento do manejo antrópico de nichos da floresta,mas uma vinculação pessoal e afetiva com os lugares. Seu uso é a expressão maior do que Zedeñopropõecomoterritorialidade,istoé,osentimento de pertencimento e vínculo a um lugar; sentimento que fundamenta seu direito de uso e leva à disputas sobre seu acesso e usufruto. Este sentimento é a base da formação de territórios. Apesar da delimitação espacial restrita da área de pesquisa, focado em uma única comunidade, percebemos que a noção mais forte desse sentido de pertencimento, está, não em uma única comunidade, mas sim nas relações entre comunidades que compõem juntas um coletivo chamado de “filhos deCaviana”. Caviana é o território. Extrapolando os limites das comunidades e micro-regiões, é ao todo da ilha Caviana que o sentimento de pertencimento e a necessidade de permanência é mais forte. A grande mobilidade de seus moradores entre os campos, matas e igarapés se dá, assim, não como mudanças entre novas áreas, mas sim como formas de vivenciar partes integradas de um todo. Essa pesquisa nos leva, portanto a vislumbrar um aspecto do fenômeno da territorialidade, aquele viés mais íntimo, a relação entre uma pessoa e uma planta, que posteriormente se expande e complexifica nas redes de troca de plantas eresignificação social das paisagens. Ao longodessa pesquisa percorri o trajeto dessa relação tentando compreendê-la tanto no que se refere ao seu componente temporal, quanto à rede de implicações na qual ela é socialmente reconhecida e compartilhada.

Referências bibliográficas

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Strathern, M. 1988. The Gender of the Gift.Problems with Women and Problems with Society in Melanesia. Berkeley: Los Angeles: London: University of California Press.

1 Uso o termo domesticidade ao invés de domesticação para diferenciar este processo sociológico e cosmológico do tornar doméstico do sentido estritamente botânico do termo, em que há um processo de transformação genética da planta silvestre para a domesticada.2 Para uma discussão sobre as “ilhas de recursos” ver Posey 2008, 1998.3 Muitas áreas escolhidas pelos ribeirinhos para construir sua casa ou seu terreiro foram anteriormente ocupadas por humanos. Essa

ocupação é reconhecida pela presença e/ou densidade de plantas consideradas úteis, atribuída à intervenção humana – foram lugar de alguém, sendo esse alguém reconhecido (como um parente) ou tendo uma ancestralidade genérica, como a designação de uma origem “dos índios”.4 É importante observar que muitas plantas apresentavam mais de uma forma de utilização. Nestes casos, optei por contabilizar as plantas apenas uma vez, de acordo com sua função principal, isto é, aquelas mais utilizadas pelos ribeirinhos. No entanto, a diversidade de funções para cada planta pode ser encontrada na tabela em Machado 2012.5 Os termos usados localmente para atribuir essa origem natural são “grelo da natureza”, “filho natural da terra” ou “vemda naturezamesmo”.

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Simposio “Etnoarqueología”

Lugares de memória. Etnoarqueologia o uso do espaço pelos Asurini do Xingu, Brasil

Fabiola Silva

Após uma década entre os Asurini do Xingu – uma população Tupi-Guarani que vive às margens do rio Xingu, no Pará – pesquisando os processos de produção, uso, armazenagem, descarte, inovação e transformação de seus conjuntos artefatuais, eu nunca havia realizado uma investigação mais aprofundada sobre a sua dinâmica de ocupação territorial na T. I. Kuatinemu (Fig.1). Ao longo dos anos eu havia documentado apenas os vestígios arqueológicos encontrados na aldeia e seu entorno próximo, registrado as interpretações Asurini a seu respeito, visitado a antiga aldeia do Kuatinemu no igarapé Ipiaçava e realizado um estudo arqueométrico comparativo entre o material cerâmico arqueológico e etnográficoexistente na atual aldeia do Kuatinemu (p.ex. Silva 2000, 2002, 2003, 2008, 2009a, 2009b, 2010, Silva et al 2004).Em 2007, no entanto, conversando com Apewu Asurini – um homem com quase cinquenta anos – percebi que o foco de minhas pesquisas estava em tempo de ser redirecionado. Naquela ocasião ele sugeriu que eu realizasse um projeto de pesquisa com o objetivo de visitar os antigos locais de ocupação Asurini na T.I. Kuatinemu. Segundo ele, os jovens precisavam conhecer os lugares que haviam sido ocupados pelos mais velhos e, ao mesmo tempo, assumir

a responsabilidade de zelar pela preservação e manutenção desta terra. Com o tempo percebi que esta não era uma preocupação exclusiva de Apewu e das pessoas mais velhas, mas tratava-se também de uma demanda das novas gerações. Os mais velhos queriam rever suas antigas moradas e os mais jovens queriam visitar esses lugares outrora ocupados pelos seus antepassados e que eles conheciam apenas dos relatos orais de seus pais e avós. Além disso, havia a preocupação generalizada de garantir a vistoria e proteção de suas terras contra possíveis invasões de grileiros, posseiros e madeireiros. Esta era uma questão crucial para os Asurini, considerando os embates relativos às tentativas de invasão de outras terras indígenas nesta região paraense do Baixo-Médio Xingu, especialmente, no contexto de expectativas e apreensões em torno da construção da Hidrelétrica de Belo-Monte, uma preocupação que persiste até os dias de hoje. Assim, desde o ano de 2010, tenho desenvolvido um projeto de pesquisa arqueológica/etnoarqueológica colaborativa para compreender os aspectos relacionados à territorialidade Asurini, mais especificamente, no entorno dos igarapésIpiaçava e Piranhaquara, no período entre o finaldoséculoXIXatéosdiasdehoje.De acordo com as primeiras informações históricas, datadas do final do séculoXIX, olocal mais antigo que os Asurini ocuparam teria sido às margens do alto rio Bacajá, de onde se deslocaram para às proximidades do rio Xingu devido às pressões dos extrativistas regionais e dos ataques dos Kayapó (Coudreau, [1897]1977:33-34; Nimuendajú, 1948:225). De acordo com a memória dos Asurini, a ocupação da região dos igarapés Piranhaquara e Ipiaçava ocorreu desde antes da década de quarenta, com o estabelecimento de várias aldeias e perdurou até eles serem novamente atacados pelos Kayapó – por volta dos anos cinquenta – e forçados a se deslocar para a região do igarapé Ipixuna, na atual T.I. Araweté. Eles permaneceram nessa região até serem expulsos

Figura 1: Mapa de localização da T.I. Kuatinemu

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pelos Araweté que para lá se deslocaram – na década de sessenta – empurrados pelos Kayapó e Parakanã. Então, os Asurini retornaram ao igarapé Ipiaçava, onde se fixaram e sedispersaram em pequenos grupos constituídos de parentes e agregados. Diante da situação de perigo eminente e já debilitados pelas perdas populacionais que vinham sofrendo ao longo dos anos, os Asurini finalmente se renderamao contato com os brancos, acreditando ser esta a única solução para evitar o seu extermínio (Muller, 1984/85:92-95, 1990:36-40; Ribeiro, 1982:27; Viveiros de Castro, 1986:166-167; Fausto, 2001:39-101). Assim em 1971, os Asurini do Xingu foram contatados oficialmente, primeiramente, pelos padresAnton e Karl Lukesch e, posteriormente pela FUNAI, a partir da frente de atração liderada por Antônio Cotrim Soares (Lukesch 1976). Logo após o contato, a população Asurini fixou-senaaldeiaAkapepugui àsmargensdoigarapé Ipiaçava. Este assentamento perdurou apenas até 1972, quando passaram a ocupar a aldeia Kuatinemu, neste mesmo igarapé onde permaneceram até 1985, quando se transferiram para o local atual, da nova Aldeia Kuatinemu, às margens do Xingu (Muller, 1984/85:91-92, 1987:37-42, 1990:35-40). Em 2010, depois de quarenta anos de contato eles estabeleceram uma nova aldeia no rio Xingu, denominada Itaaka, no extremo norte da T.I. Kuatinemu (Silva 2013).A região entre os igarapés Ipiaçava, Piranhaquara e Ipixuna foi o reduto territorial ocupado pelos Asurini no período pré e pós-contato. Os acampamentos e aldeias que nela se localizam são testemunhos deste momento de suas vidas que, em grande parte, é caracterizado por fugas, belicosidade com outros povos e morte de seus entes queridos. No entanto, os Asurini não parecem querer esquecer essas histórias e muito menos perder a terra que hoje constitui a T. I. Kuatinemu, homologada na década de oitenta.

A pesquisa colaborativa na T.I. Kuatinemu

A pesquisa na T.I. Kuatinemu possui quatro objetivos específicos: 1) localizar egeoreferenciar os antigos e atuais locais de ocupação; 2) vistoriar algumas partes da T.I. que há muito anos não são visitadas e que podem estar sendo invadidas por grileiros, madeireiros, posseiros, etc.; 3) documentar os relatos autobiográficos dos “velhos” sobre asua dinâmica territorial nesta área do Xingu e

sobre as suas vivências nos diferentes lugares ocupados; 4) fazer um levantamento do potencial arqueológico1. Trata-se de uma pesquisa eminentemente oportunística e conduzida para contemplar os interesses dos arqueólogos e dos Asurini. Assim, todos os antigos locais de ocupação Asurini, bem como os demais sítios arqueológicos localizados ao longo do Ipiaçava e do Piranhaquara tem sido georeferenciados e pesquisados do ponto de vista arqueológico (coletas superficiais, tradagens e poços-teste).Os Asurini tem auxiliado nos trabalhos arqueológicos tanto na definição dos locaisde coleta e prospecção, como nas atividades de coleta, escavação, peneiramento e acondicionamento do material Asurini e de sub-superfície (Fig.2). Em 2010, durante doze dias, subimos o igarapé Ipiaçava e acampamos às suas margens para localizar as antigas aldeias e acampamentos (Silva et al 2011). O grupo foi composto por 55 pessoas (49 adultos e crianças Asurini, 3 arqueólogos, 1 auxiliar de saúde, 1 cozinheira e 1 professora da escola indígena). Durante este período localizamos três antigos assentamentos (aldeias Kuatinemu Velho, Taiuviaka e Awatikirera) e um acampamento (Itapemuu), todos situados sobre outras ocupações e áreas com Terra Preta Antropogênica (TPA) – contextos possivelmente pré-coloniais. Na continuidade da pesquisa, em 2013, durante dezessete dias, subimos e acampamos ao longo do curso do igarapé Piranhaquara, desta vez com um grupo de 98 pessoas (92 adultos e crianças Asurini, 4 arqueólogos, 1 auxiliar de saúde e 1 cozinheira). Nesta etapa da pesquisa localizamos mais quatro antigos assentamentos (aldeias Ifukui, Tapipiri, Tapytiuu e Myiryna), que também estavam sobre outras ocupações pretéritas e áreas de TPA, e mais 10 sítios arqueológicos; destes, alguns estavam localizados na T.I. Araweté (Fig.3).Ao longo do percurso pelos igarapés, a determinação dos nossos locais de acampamento e a localização dos antigos assentamentos, acampamentos e áreas de roças antigas foram realizadas pelos Asurini. Nos assentamentos e acampamentos localizados os velhos demonstraram o seu conhecimento sobre a localização e a distribuição das estruturas e das áreas de atividades domésticas e coletivas que, posteriormente, foram detectadas através das prospecções arqueológicas (p.ex. esteios das estruturas, vasilhames cerâmicos, cacos e restos de carvão). Além disso, os assentamentos, acampamentos e áreas de roças que foram

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identificados ficavam em locais visivelmentedomesticados em termos da cobertura vegetal, nas chamadas capoeiras (kaafera) que os Asurini diferenciam das áreas de mata cerrada (kaa eté). Essas áreas de capoeira se caracterizam pela preeminência de palmeiras, lianas e árvores de pequeno e médio porte e, nas áreas dos assentamentos, se observa a presença de inúmeras espécies de plantas como, por exemplo, de cuieiras, bananeiras, limoeiros, urucuzeiros e pés de algodão. Alguns destes locais antigos são revisitados com certa frequência para coletar estes recursos, como é o caso das aldeias Awatikirera e Kuatinemu Velho que se constituem em verdadeiras “ilhas de recursos”, tanto do ponto de vista da coleta como da caça e da pesca – um comportamento comum a várias populações amazônicas e já amplamente registrado na bibliografiaamericanista.

Os vestígios arqueológicos e os lugares na T.I. Kuatinemu

Desde que iniciei minha pesquisa junto aos Asurini, em 1996, deparei-me com as suas explicações sobre os vestígios arqueológicos encontrados nas suas terras (Silva 2000 e 2002). Ao longo dessas expedições mais recentes aconteceu o mesmo, sendo que todos os lugares e os vestígios materiais encontrados nas atividades de coleta e prospecção arqueológica foram apropriados pelos Asurini e adquiriram váriossignificados.Asoficinaslíticasexistentesnosafloramentosrochosos ao longo do Ipiaçava e Piranhaquara são para eles as marcas deixadas por Maira – entidademítica–naterramoledofirmamento,antes da catástofre que fez o mesmo desabar sobre os bava – seus ancestrais. Assim, as bacias de polimento são o banco de Maira e os polidores em canaleta as marcas de seus pés (Fig. 4). Os vestígios cerâmicos, por sua vez, são atribuídos às diferentes entidades míticas e às antigas ceramistas (bava) Asurini. Aqueles de paredes grossas teriam sido produzidos por Anumaí, irmã dos xamãs primordiais e a primeira uiratimbé – dona do mingau – que deixou o mundo dos homens por causa de um confronto com Tapijawara – ser sobrenatural monstruoso – que afogou os humanos com as águas do mundo subterrâneo. Anumaí teria jogado suas vasilhas cerâmicas com paredes grossas em Tapijawara para fazê-lo voltar para o mundo subterrâneo, sendo que estas se quebraram restando apenas os fragmentos

espalhados no chão. Neste episódio, todos os Asurini morreram com exceção de Ajaré, que sobreviveu sentado em um banco sobre uma palmeira. Quando as águas baixaram, Ajaré reiniciou a vida dos Asurini, pois teve filhos comUirá a mulher-pássaro que todos os dias vinha até ele e lhe fazia o mingau. Os cacos das vasilhas cerâmicas desses antigos Asurini que morreram estão espalhados pela superfície da terra e são encontrados até hoje. Os fragmentos cerâmicos de paredes finas,por outro lado, pertenceram a Tauwuma, uma mulher que abandonou o mundo dos vivos depois que o seu irmão assassinou o seu “amante”, um homem-anta. Esses fragmentos são finos como os dos Asurini – daquelesantepassados que viveram nestes locais – porém, segundo os velhos Asurini, eles só são encontrados junto à árvore do frutão, lugar onde Tauvuma mantinha relações sexuais com este homem-anta e lhe servia o mingau. Cada vez que consumia o mingau, ele quebrava a vasilha e Tauvuma precisava refazer suas vasilhas. Ao partir do mundo dos homens ela se transformou em Tauva, retornando apenas durante o ritual tauva que é parte do complexo ritual do turé (Müller 1990; Silva 2000 e 2002; Silva et al 2011). Pode-se dizer, portanto, que estes diferentes vestígios materiais – assim como outros objetos produzidos e utilizados pelos Asurini – são dotados de uma dimensão subjetiva,nestecaso,sendoaobjetificaçãodashabilidades, conhecimentos e afetos (Santos Granero 2009) daqueles que os produziram e utilizaram (entidades míticas e antepassados). Ao mesmo tempo, eles são para os Asurini as marcas, os testemunhos da existência dessas pessoas, bem como da ocorrência desses eventos e acontecimentos.Da mesma forma, os lugares onde tais registros materiais são encontrados são também carregados de significado, e neles otempo mítico e o tempo da memória estão entrelaçados. A bibliografia está repleta deexemplos que mostram como as pessoas criam lugares através das suas experiências e vivências com o mundo, dando significados a eles eproduzindo conhecimento sobre os mesmos. Os lugares adquirem assim uma dimensão individual e social, bem como agência para modelare influenciarasaçõeseemoçõesdaspessoas(ZedeñoeBowser2008).AsnarrativasAsurini sobre os lugares e os eventos que neles ocorreram dão conta das trajetórias de seus ancestrais (míticos e humanos) e das suas próprias histórias nestas terras do Xingu,

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osconstituindonoquesepodedefinircomolugares da memória. Foi interessante perceber que para alguns jovens a interação com esses lugares possibilitou um tipo de conexão com aqueles que ali viveram como revela a fala de um jovem Asurini que vai transcrita abaixo: Ajé: Eu e Tukura ficamos sentados na capoeira próxima da aldeia Taiuviaka e ficamos conversando sobre como teria sido a vida dos velhos ali naquele lugar, o que eles teriam passado, como deve ter sido difícil para eles ficarem fugindo dos outros índios… quase dava para a gente sentir o que eles tinham passado ali.As narrativas Asurini sobre os lugares do Ipiaçava versam, principalmente, sobre as fugas desesperadas, o encontro com os brancos, as doenças, as mortes, a perda populacional e os primeiros anos de tutela da FUNAI. No caso do Piranhaquara, as suas narrativas sobre os lugares tratam das grandes aldeias povoadas com muitos Asurini, dos grandes rituais, dos grandes xamãs, das grandes casas comunais, das relações entre as aldeias e da mobilidade entre os seus ocupantes e, finalmente, dosconflitoscomosKayapó.Quando comparamos os relatos orais e a configuração dos assentamentos nas áreasdo Piranhaquara e do Ipiaçava verificamosque eles refletem ou inscrevem as distintasconjunturas históricas vividas por eles no período pré e pós-contato. No Piranhaquara, onde eles viveram na primeira metade do século XX, os assentamentos parecem ter sido mais estáveis e maiores. As quatro aldeias que localizamos (Ifukui, Tapipiri, Tapytiuu e Muiryna), foram ocupadas concomitantemente e havia uma circularidade de pessoas entre elas (p.ex. visitar parentes, estabelecer novas moradias, participar das atividades de subsistência ou dos rituais), com uma rede de caminhos que as interligavam. Pelo trabalho expedito de prospecção arqueológica que realizamos, não pudemos delimitar a extensão precisa destas aldeias, mas foi possível verificarpreliminarmente que eram maiores que as do Ipiaçava, com grande abundância de material cerâmico e camadas mais extensas e profundas de terra preta. No Ipiaçava, havia apenas uma aldeia (Taiuviaka) ocupada por um pequeno grupo de Asurini – em realidade por um grupo doméstico de mais ou menos quinze pessoas – antes do contato. Esta aldeia foi estabelecida por ocasião da construção da tavyva (casa comunal) que se fez necessária para abrigar a sepulturadeumjovemAsurini.Elaficavanointerior da mata e foi o único local onde não constatamos ocupações anteriores ou vestígios

de terra preta; segundo os Asurini, ela foi ocupada por um tempo muito curto tendo sido abandonada no momento do contato. Outros grupos domésticos Asurini se dispersaram pela área, formando pequenos acampamentos localizados próximos às margens do igarapé Ipiaçava. Como no Piranhaquara, todos esses locais de ocupação eram interligados por caminhos, fazendo com que os Asurini mantivessem constante contato entre si. Portanto, conforme se apreende a partir de seus relatos, antes do contato os assentamentos eram maiores, circundados por grandes áreas de roça e ocupados de forma mais estável e concomitante. No Ipiaçava, com uma população já reduzida – em torno de 100 indivíduos – eles ocuparam apenas uma aldeia e vários acampamentos, com áreas de roça menores e mais dispersas. Para eles, esta estratégica de dispersão foi necessária, pois os tornava menos vulneráveis aos ataques dos inimigos – especialmente dos Araweté. Depois do contato, eles foram todos aldeados em um mesmo local: primeiramente, em Akapepugui e depois na velha aldeia Kuatinemu. De lá para cá a história dos Asurini foi marcada por uma imensa perda populacional que somente começou a ser revertida no final da décadade 90 – nos anos oitenta eles totalizaram 55 pessoas e hoje estão em torno de 150 pessoas. Na década de oitenta, por causa desta perda populacional e a necessidade de melhor atendimento de saúde, eles foram transferidos para a aldeia Kuatinemu às margens do Xingu. Em 2010, já fortalecidos do ponto de vista demográfico,comliderançaspolíticasjovenseantagônicas e com maior autonomia frente à tutela da FUNAI, fundaram Itaaka, no extremo norte da T.I., também às margens do Xingu.

Reflexões Finais

Em diferentes contextos tem sido observado que os povos indígenas conectam os vestígios materiais e os lugares às narrativas sobre o seu passado histórico e mítico. É a tradição oral e a memória que embasam essas narrativas e isto os torna significativos nos processosde construção de suas identidades e de pertencimento aos lugares e territórios (Brown 2004;Carrol,Zedeño,Stoffle2004;Whitridge2004; Bowser e Zedeño (eds) 2008). Paraos Asurini, os registros arqueológicos e os lugares não falam apenas de acontecimentos no passado, mas eles também dão sentido às realidades vividas no presente. Para eles, a

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vivência com esses vestígios materiais e com os lugares ocupados pelos seus ancestrais na T.I. Kuatinemu possibilita a constante (re)elaboração da sua memória, tradição oral e identidade (Silva 2013). Esta experiência junto aos Asurini me faz recordar as palavras do antropólogo Ingold (2000:189), de que “a paisagem é constituída como um registro duradouro – e testemunho – das vidas e atividades das gerações passadas que nelas conviveram e assim fazendo, deixaram ali alguma coisa de si mesmas”. Ou ainda, as do arqueólogo Lane (2008:242) para quem “as paisagens não são estáticas, formas inscritas e convencionalmente documentadas por cartógrafos, arqueólogos e geógrafos históricos, mas são fenômenos temporais com múltiplos e, muitas vezes, sobrepostos ritmos que decorrem do processo de ocupação humana ou, em outras palavras, do estar na terra”. Para os Asurini, nomear os lugares e atribuir a eles significados memoriais são modos deestar no tempo e fazer história. Recontar e reviver as histórias dos lugares e daqueles que neles viveram produz e reforça um sentimento de pertencimento a estes lugares. As suas narrativas(históricas,autobiográficasemíticas)estão inscritas na paisagem e promovem o estabelecimento de vínculos com a terra que eles chamam de ure yvi (nossa terra), a terra dos Asurini do Xingu. Esses vínculos, por sua vez, se reforçam na medida em que os Asurini deixam seus rastros de vida nestas terras, seguindo aqueles de seus antepassados e ancestrais míticos. A viagem pelo Ipiaçava e Piranhaquara é um exemplo disso, pois eles revisitaram os lugares de seus antepassados e inscreveram neles suas próprias experiências, entrelaçando passado e presente. Como disse Ajé um jovem Asurini: “Mais tarde nós vamos poder contar para os nossos filhos como nossos antigos viviam, o que eles comiam, onde eles ficavam, onde eles plantavam, onde Mureyra, Tacamui, Mwaiva e todos os antigos viveram. É muito bom conhecer nossas aldeias e relembrar dos nossos antepassados, daquilo que eles fizeram, de como eles escaparam dos ataques, de como foi o encontro deles com os brancos. É muito importante conhecer o nosso passado”. Para finalizar quero ressaltar que do pontode vista etnoarqueológico, esta pesquisa pode contribuir para as reflexões arqueológicassobre: 1) as continuidades e transformações nos padrões e sistemas de assentamento amazônicos; 2) as causas e significados damobilidade de povos amazônicos; 3) os

comportamentos relacionados aos abandonos dos sítios. Da mesma forma contribui para os debates da arqueologia da paisagem que, nos últimos anos, tem visto nos trabalhos colaborativos uma oportunidade para a construção de novas reflexões arqueológicassobre o modo de se abordar as paisagens no tempo. Além disso, se “na Amazônia fazer arqueologia é fazer história indígena”, penso que as pesquisas colaborativas podem ser um bom exemplo do que isto significaespecialmente, se quisermos refletir sobre ascontinuidades e transformações culturais na longa duração.

Agradecimentos

Agradeço ao povo Asurini do Xingu pela sua colaboração e determinação durante toda a jornada de localização das suas antigas aldeias na T.I. Kuatinemu. Aos meus alunos de pós-graduação em arqueologia Lorena L.W. Garcia, Eduardo Bespalez e Meliam G. Viganó pelo seu profissionalismo e empenho na realização dapesquisa arqueológica. À FAPESP (Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo) pelofinanciamentodoprojeto.

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1 Esta pesquisa vem sendo financiada pelaFAPESP a partir dos projetos: Território e História dos Asurini do Xingu. Um estudo bibliográfico, documental, arqueológico e etnoarqueológico sobre a trajetória histórica dos Asurini do Xingu (século XIX aos dias atuais) (Processo 2008/58278-6) e Território e Memória dos Asurini do Xingu. Arqueologia Colaborativa na T.I. Kuatinemu/Pará, Brasil (Processo 2012/51312-0).

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Simposio “Entre pasado y presente: contribuciones etnológicas”

Prácticas ancestrales de crianza de agua y suelo ayudan a convivir con lluvias intensas

Kashyapa A. S. Yapa

Pronosticar el clima siempre es un reto enorme por los numerosos factores que intervienen y por la dificultad de disponer datos históricosconfiables para cada zona geográfica. Estasdificultades se multiplican en la regiónAndina por su topografía enormemente compleja. Aquí, estaciones meteorológicas con información precisa y continua son escasas y muy dispersas, especialmente en zonas rurales ymontañosas.Porello,secomplicalatareadeapreciar las tendencias climáticas en los Andes -sobre todo las precipitaciones- y por ende, los pronósticos climáticos. Los datos históricos indican un ligero aumento de las lluvias en la parte norte de Los Andes y una leve disminución desde Bolivia hacia el sur (Marengo, 2011). La costa norte de Perú sí ha recibido un incremento de lluvias, pero la costa sur y sus laderas amazónicas han mostrado una disminución. Los días de lluvias intensas se han incrementado en el noroccidente, mientras en la zona central peruana, estos se han reducido. Estas variaciones en las precipitaciones tampoco ocurren uniformemente durante todas lasestacionesdelaño.Enelverano,enla cuenca del río Urubamba –región Cuzco, Perú– las lluvias se han aumentado. Pero en la primavera, cuando la lluvia no es fuerte, esta se ha reducido todavía más.Se pronostica un aumento gradual de lluvias en Los Andes. En la temporada húmeda de cada región, las lluvias pueden ser más intensas y de mayor duración. En la temporada seca, se espera menos lluvia de lo normal. Hay estudios que pronostican una leve disminución de lluvias en la zona sur de los Andes hasta la Patagonia. Para la región Cuzco, se proyecta que en el año 2100 habrá un 20 % más de lluvias enverano y primavera, y un 40 % menos, en el invierno, que es su temporada seca (SENAMI, 2009). En cambio, para la zona sur de Ecuador, se pronostica un aumento de lluvias, pero mayormente en su temporada seca (Centella y Bezanilla, 2008).Frente a esta incertidumbre, debemos prepararnos para cualquiera de las siguientes

situaciones o una combinación de ellas:I. Cambios en los meses normales de lluvia y sequía.II. Sequías prolongadas III. Lluvias prolongadas yIV. Lluvias intensas concentradas en áreas pequeñas.Lluvias intensas y/o prolongadas pueden causar erosión severa del suelo, deslaves e inundaciones, además de pérdidas de productos agrícolas por anegamiento. Una lluvia fuerte puede arrastrar sedimentos que poco a poco llenaría el cauce del río. Los procesos que aportan sedimentos a los ríos son: la erosión de los predios de la cabecera, laerosióndelasriberasdesusafluentesylosdeslaves de las laderas. Ahora es muy común escuchar de desbordes destructivos de los ríos, no solamente en las zonas bajas, sino tambiénenlasmontañas.Estossoncausadossiempre por la obstrucción del cauce del río: a veces las personas que habitan las orillas invaden el río con rellenos para ganar unos metros más; y otras veces, los estribos de los puentes restringen la correntada. Un deslave aguas arriba puede taponar rápidamente estos puntos angostos, causando graves desbordes e inundaciones.En zonas secas, se preparan las camas de cultivo en hondonadas para captar mejor la escorrentía. Sin embargo, si llueve demasiado, estos cultivos se anegarían.

Práctica actual frente a lluvias intensas

Frente posibles inundaciones por lluvias intensas, hoy, las entidades gubernamentales y hasta las no-gubernamentales buscan una ‘curación’ antes de una prevención: sus soluciones casi siempre incluyen la construcción de reservorios en el curso medio de un río para contener las correntadas o el encarcelamiento del río en su curso bajo con diques longitudinales combinados con canales de desagüe a los cuales derivan el agua en exceso. Esta actitud moderna de confrontar un

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río caudaloso con obras puntuales nace, tal vez, por la disponibilidad de enormes maquinarias y por la supuesta capacidad tecnológica para modelar cualquier situación climática. Sin embargo, detrás de esta actitud existe un sesgo que les hace olvidar que un resultado confiable de cualquier cálculo o modelosiempre se requiere el ingreso de datos reales y representativos. Un reservorio que ofrece controlar las inundaciones debe ser lo suficientementegrande para retener una avenida fuerte del río y luego descargarla de una manera controlada. Para calcular el tamaño del reservorio senecesita un buen pronóstico sobre las lluvias y los caudales correspondientes. Lo cual requiere datos históricos –precisos y continuos– recogidos durante un largo tiempo. Las lluvias se deben medir en la cuenca alta del río y los caudales, en la boca de cada quebrada grande. Allí es donde estos proyectos fallan: para ningún río de los países andinos existen datos de calidad aceptable, que cubran los últimos 50 años. Eso hace difícil relacionar la lluviaen la cabecera con la correntada del río para realizar los pronósticos. Para superar la falta de información, los calculistas rellenan los vacios con datos aproximados, de estaciones meteorológicas muy lejanas. En una región muy escarpada como Los Andes, tales aproximaciones crean una historia de lluvias totalmente irreal. Cuando vinculamos la precipitación en la cabecera de una quebrada con su caudal, no debemos olvidar el papel importante que juega la cobertura vegetal en sus laderas. Todos conocemos que las montañas andinas siguen perdiendo susbosques drásticamente. Un suelo sin cobertura vegetal aporta más escorrentía a la quebrada y lo hace más rápidamente, incluso con más sedimentos. Durante una lluvia intensa, si todas las quebradas entregan susflujosmáximos alrío al mismo tiempo, el caudal acumulado del río crece y el peligro de inundación aumenta.¿Cómo esto afecta a las predicciones de caudales de un río? Si tenemos los datos históricos de lluvias y de caudales, y los relacionamos con los cambios en la cobertura vegetal de la cuenca alta, podemos entender cómo ha cambiado el caudal del río en el pasado, y así, proyectar esos valores y estimar los caudales en el futuro con cierta confiabilidad. Pero, sin tener unainformación histórica real y completa en sus manos, los valores de caudales que calculan los ingenierosparalospróximos50añosseacercanmás a especulaciones que a estimaciones.

¿Y el volumen de almacenaje del reservorio? Aparte de la proyección de los caudales, debemos estimar la carga de sedimentos que trae el río, para calcular el volumen que requiere el reservorio. Una parte del volumen total en el fondo de cada reservorio, se destina a acumular sedimentos. La llamamos el volumen muerto, porquelastomasdeaguaparafinesproductivos(como riego y generación de energía eléctrica) se ubican más arriba de ese nivel. Normalmente se estima que hasta el fin de la vida útil delreservorio este volumen muerto no se llenará de sedimentos, porque si se llena antes, afectaría gravemente el aprovechamiento de sus aguas.Sin embargo, las estimaciones sobre la carga de sedimentos de los ríos son totalmente especulativas, porque no existen mediciones históricas de estos valores, solamente se realizan algunas mediciones puntuales antes de construir obras grandes. Los deslaves son los que aportan mayor cantidad de sedimentos a los ríos y no podemos predecir cuándo ocurrirán, ni de qué tamaño serán. Existenvarios reservorios, como Paján y Paute en Ecuador, que se han vuelto inoperables despuésdepocosañosdesuconstrucción,porestar llenos de sedimentos.El volumen de almacenamiento de un reservorio y el caudal máximo que descarga su aliviadero determinan, principalmente, el costo de su construcción. Por la falta de información real, el ingeniero proyectista no tiene más remedio que especular y escoger ciertos valores para estos parámetros, con el fin de no aumentardemasiado el presupuesto. Y después, ruega a todos sus dioses para que los caudales del río no excedan los valores escogidos, antes de que expire el periodo de su responsabilidad para el diseño. Sin embargo, la poblaciónaguas abajo del reservorio desconoce de esta bomba de tiempo colocada sobre su cabeza. El mal manejo de estos reservorios aumenta el peligro. El operador de un embalse debe estar constantemente informado sobre las lluvias que ocurran en sus cabeceras, los caudales que ingresan al reservorio y su capacidad para amortiguar esas avenidas. Pero, muy pocos embalses están equipados adecuadamente para facilitar esa información con suficienteantelación a sus operadores. Por otro lado, la codicia, por tener el reservorio siempre lleno –porque significa un beneficio mayor parala entidad que lo opera- le inhibe vaciar el reservorio a tiempo para recibir las crecientes. Mientras tanto, la bomba acumula lentamente su poder destructivo porque la sedimentación,

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añotrasaño,reducelacapacidaddelreservoriopara amortiguar una avenida fuerte de aguas.Ahora, después de tantos desastres causados porreservoriosmaldiseñadosymalmanejados,debemos entender que un reservorio no es ninguna panacea contra las inundaciones. Quien proponga construir uno, grande o pequeño,debe asumir las graves responsabilidades que acarrea esa decisión. Cuando no existe información suficientemente confiable sobreel comportamiento de un río, no se deben arriesgar las vidas de toda una población con unreservoriomaldiseñado(Yapa,2011).Los diques paralelos a un río -otro remedio moderno contra inundaciones- muchas veces ubican muy cerca de sus orillas, con el finde ‘liberar’ la mayor cantidad de tierra de las inundaciones. Esto reduce el costo de la obra, pero también reduce la superficie disponiblepara acomodar las crecientes del río. En las épocas de lluvia, el nivel del agua entre los diques sube bastante. Con la acumulación progresiva de sedimentos, el nivel del río sube más, aumentando el riesgo de una rotura. El agua de lluviaquetraenlosafluentesdelríoseacumulafuera de los diques y requiere un bombeo más costoso cada vez, para su evacuación. Además, este remedio vuelve estéril a toda la zona liberada fuera de los diques: los esteros y quebradas quedan sin peces migratorios; y los terrenos quedan sin el abono natural que traían las crecientes. Por último, estos diques impiden lanavegacióndesdeyhacialosafluentesdelrío.Aun cuando exista información meteorológica confiable, no podemos creer mucho en lospronósticos de lluvias durante un clima cambiante como ahora. Por ello se requiere un monitoreo riguroso del comportamiento del río y de las obras civiles, en las temporadas de lluvia. Para reducir la vulnerabilidad de estas estructuras, también se debe implementar un programa de control de erosión en la cabecera del río. Esta acción moderna de confrontar, combatir y controlar las crecientes de los ríos produce una falla aún más grave: nos presentan las lluvias intensas como un problema para enfrentar, y nos hace olvidar completamente del regalo que ellas nos traen: ese gran volumen deaguaquenosdepositaenlasaltasmontañas.

Prácticas ancestrales para adaptarnos al Cambio Climático

Un Cambio Climático no será igual como las emergencias de agua que hemos experimentado hasta ahora, como lluvias torrenciales o sequías

fuertes. Porque sus impactos se sentirán por todo nuestro continente y aún más, a nivel mundial. Todos estaríamos afectados. Además, estos impactos no se limitarían a un día o a un mes, sino que nos golpearán por un largo tiempo, tal vezpor cientosde años.¿Quésignificaesto?¡Quenopodemosesperarque venga alguien de afuera con ayuda para rescatarnos!Entonces,envezdeestarextrañandolosbuenostiempos del pasado, acostumbrarémonos a vivir con un clima cambiante y diferente. Todavía mejor, adaptémonos a convivirlo. Adaptarnos al cambiosignificarealizarexperimentosnosotrosmismos. Ganar experiencia observando los resultados. Aprender de lo bueno y continuar mejorando las técnicas. Por ejemplo, según cómosecomportaelclimavamosmodificandola forma de conseguir el agua y consumirla. No solo en nuestra casa sino también en nuestros cultivos. Realicemos estos experimentos sin esperar recursos externos. Aprovechemos al máximo todos los recursos que disponemos en nuestro alrededor. Entonces ¿por qué no sacamos provecho del mejor tesoro que nos dejaron nuestros antepasados -su sabiduría? Los conocimientos de nuestros abuelos sobre el manejo (la crianza) del agua son invalorables. Preferimos usar aquí el término ‘crianza’ cuando hablamos de esas prácticas ancestrales. Porque la crianza implica no sólo sacar provecho de ella. Nuestros abuelos consideraban el agua como un ser vivo, como parte de su comunidad. El agua les ayudaba a criar a los suyos. Y ellos, por respeto mutuo, intentaban criar al agua. No la desperdiciaban, la cuidaban. Así mismo le trataban al suelo. Estas prácticas son resultados de sus experimentosvivencialesdemilesdeaños.Losmayoresenseñaronasushijoslasprácticasqueles resultaban mejor. Para implementarlas, ellos no necesitaban dinero ni maquinaria. Títulos universitarios, tampoco. Sus técnicas son fáciles de comprender porque están basadas en observaciones minuciosas de la misma naturaleza. Son fáciles de implementar porque utilizan materiales de su propio entorno, así como su propia fuerza y la de sus vecinos. Son fáciles de modificar y adecuar a otros sitiosporque uno mismo va evaluando los resultados.

Pronosticar el clima con bio-indicadores

Un buen pronóstico del clima nos ayudaría a prepararnos para una lluvia intensa. Arriba ya conocimos las dificultades que tienen

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los científicos en pronosticar las actualesvariaciones climáticas. Pero hay personas mayores que son expertas en pronosticar la lluvia para su zona: cuándo caerá y cuánto. Las comunidades campesinas andinas manejan unaseriedeindicadores(señas)quelesayudanen sus labores agropecuarias, artesanías y vivencias familiares y comunitarias; es decir, en su crianza de la vida (Chuyma Aru 2007). El pronóstico del clima es solamente una parte de ese proceso. Los indicadores fueron escogidos en base a la experiencia local o regional. No podemos esperar buenos resultados en una zona distinta, aunque se usen todos al pie de la letra. Por otro lado, el clima cambiante actual complicará algunas de estas predicciones, aún en la misma localidad. Sin embargo, estos indicadoresnosenseñanquédebemosobservaren cada región. También debemos aprender los razonamientos que están detrás de sus predicciones. Así, podemos desarrollar nuestra propia serie de indicadores, modificando yadaptando los indicadores antiguos, según cómo se comporta el clima en cada localidad.Los objetos astronómicos principales que se relacionan con el clima en la región del Lago Titicaca son: el Lucero, Luna nueva, Vía Láctea, las Pléyades, el Arado, el Cóndor y Cruz del Sur. Lasseñasastronómicassonparticularesacadalocalidad porque la ubicación de las estrellas en el cielo y el tiempo de sus apariciones varían de región a región. La gente observa el brillo, el color y la posición de cada objeto astronómico relativo a otro. La brillantez y el color del objeto se relacionan directamente con el clima, porque las estrellas brillan, especialmente, en unanochedespejada.Esosignificaquepuedehelar en la madrugada. La ubicación de un astro con relación a otro se cambia por ciclos que duran varios años.Y estos cambios causan variaciones en las fuerzas de gravedad entre ellos. Estas fuerzas afectan directamente el comportamiento de las corrientesmarinas que, a su vez, influyenen el clima terrestre. Por todas estas razones, las predicciones basadas en la ubicación de los objetos astronómicos son para un período largo, como el año agrícola. Los fenómenos físicosque se relacionan directamente con el clima: el celaje, el arcoíris, las formas de nubosidad o el calor del sol, indican eventos más puntuales. Por ejemplo, si el arcoíris aparece bien alto en el cielo, la lluvia se acabaría pronto. Porque las gotas de agua que dibujan el arcoíris en el cielo provienen de nubes muy altas y en el cielo bajo no hay nubes con agua.

De los elementos meteorológicos como: viento, granizo, lluvia, helada, nieve, neblina, nube, relámpago y trueno, se observan minuciosamente todos los detalles de su ocurrencia: su dirección, velocidad, color, forma, tamaño, sonido, frecuencia, etc. Cadaunotienesusfechasespecíficasdeobservaciónque depende de cada región. En general, se los observa durante las actividades agropecuarias. Vientos demasiado fuertes anuncian la ocurrencia pronta de tormentas o huracanes. Vientos pausados con pequeños remolinosindican que va a llover en unos días. En la zona del lago Titicaca, una lluvia en el 8 de marzo indicaráquelassiembrasdeeseañosedebenrealizar en las fechas acostumbradas porque las lluvias acompañarán el calendario agrícolanormal. Una lluvia intensa en ese día indica un añode inundaciones,mientras queuna lluviasuave indica todo lo contrario. En un añolluviosoesmejor sembrarpapasyenunañoseco, los granos producirán mejor. Si la lluvia se adelanta a esa fecha, las siembras deben ser adelantadas. Estas predicciones se confirmansi la lluvia se comporta igual en el día 19 de marzo. Si cae granizo en esas mismas fechas es unaindicaciónqueentodalacampañaagrícoladeeseañoapareceráelgranizo.Encambio,ungranizado menudo indicaría que los cultivos producirán bien, porque su acompañamientodurantelacampañaeliminalasplagasmenoresen la chacra. Heladas en las fechas mencionadas significaríaqueloscultivossufrirándemuchasnochesdeheladas.Elequinocciootoñalenelhemisferio sur ocurre muy cerca de estas fechas (20-21 de marzo). Por ello la importancia de observar el clima en esa temporada. Las fechas de observación pueden variar para cada región, segúnsuubicacióngeográfica.Las plantas, especialmente las nativas, son buenos indicadores del clima venidero. Se observa cómo la semilla brota del suelo, cómo crece y florece y cómo se comporta frente alas heladas. En la región del lago Titicaca, se observan todo tipo de plantas: acuáticas, herbáceas, leñosas, arbustivas, frutales,cactáceas, flores y tubérculos. La Totora(Schoenoplectus californicus) se observa durante losmesesdelluvia.Siellacrecemuypequeñay seca, anunciaunañoseco.Si laTotorayelBerro (Nasturtium officinale) muestran un buen desarrollo, el año venidero será lluvioso.Existen varias cactáceas de tipo Tuna (Opuntia) que indican un año lluvioso con su buenflorecimientoyfructificación.Para predecir el clima también se observan

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todo tipo de animales: batracios, reptiles, peces, insectos, aves y mamíferos. Se fijaen la coloración y brillo de la piel y la época de la aparición de los batracios y reptiles; en la cantidad de crías y lugar de desove de los peces; en la dirección del vuelo, el color de los huevos, el canto, trinar y la forma de tener reunidos ciertos materiales en los nidos de las aves. También en el jugueteo de las crías, los aullidos y la composición de las heces de los animales silvestres y domesticados. Los batracios que comúnmente denominamos ranas (orden Anuro) indican un año lluviosocuando muestran una coloración verde oscura durante los meses de noviembre a enero. También son buenos para avisarnos sobre cambios inmediatos del tiempo: cuando ellos empiezan a croar lloverá pronto. Si ya está lloviendo va a continuar la lluvia. Otra variedad de ranas que siempre están en las paredes, croan desde las partes altas para anunciar que la lluvia se va a tardar. Cuando las truchas (subfamilia Salmonidae) desovan en las orillas de los ríos, el añovenideroserálluvioso;locontrarioocurresi desovan en medio o en el lecho del río. Si en el mes de septiembre, aparecen mariposas amarillasenmasa, lacampañaagrícolasufrirápor heladas. La aparición de hormigas aladas nos indica que se puede presentar un veranillo. En la épocade lluvias, si una gallina sebañacon tierra, la lluvia llegará esa misma tarde. Cuando las gaviotas (familia Laridae) vienen en grupos grandes de 5 o 6, la lluvia se acerca; pero la presencia de una o dos indicaría que no lloverá. El zorro (tribu Vulpini) es un mensajero seguro (en los meses de septiembre a octubre) deunañodelluviascuandoaúllasentadoenlaparte alta de un cerro. La entrada de un ratón a su chacra le indica lo mismo. Si el zorro aúlla caminando o corriendo, está avisando que este añonoserábueno.Cercadelatemporadadelluvias, si las crías de alpacas o de chanchos empiezan a jugar, la lluvia llegará muy pronto. Estos indicadores son unos pocos de los que se observan en la región del lago Titicaca (Chuyma Aru 2007). En todas partes existen conocimientos sobre la relación directa del comportamiento de plantas y animales con el clima. La ciencia aún no ha logrado explicar las razones para éstas relaciones tan íntimas. Conocemos bien la gran capacidad de adaptación que tienen las plantas y los animales a las diferentes condiciones climáticas para asegurar su supervivencia. Ya vimos que el ser humano que vive alrededor del Titicaca ha desarrollado innumerables prácticas para

sobrevivir y superar las inclemencias del clima. Entonces, ¿por qué debemos sorprendernos por esa íntima adaptación al clima de otros seres vivos -animales y plantas, quienes viven más apegados a la naturaleza?Para aprovechar mejor los conocimientos locales de pronosticar el clima debemos registrar las observaciones de los indicadores del campo y comparar sus pronósticos con lo que ocurre. Actualmente, en el altiplano boliviano, los yapuchiris (técnicos campesinos) de cada comunidad llevan estos registros, llamados ‘Pachagramas’ (Prosuco 2012).

Almacenar agua en el suelo para reducir la escorrentía

Se puede controlar la erosión de los predios reduciendo el caudal que escurre y también su velocidad. Existen varias prácticas ancestrales que reducen así la erosión por la escorrentía: colocar barreras en curvas de nivel, terraceo, zanjasde infiltración,etc.Si seprevén lluviasintensas o muy prolongadas, debemos emplear estas prácticas más seguidas o implementar algunas prácticas en combinación. Aunque no ocurran lluvias fuertes, estas medidas no son perjudiciales para el terreno, más bien mantendrán la humedad y retendrán nutrientes en el predio.La erosión de las orillas de las quebradas aumenta la carga de sedimentos. Se puede reducir la velocidad de flujo mediantepequeñosdiquesdecontrol,instalándolesmuycerca entre sí desde la cabecera misma de la quebrada. Reforestar las orillas también reduce la erosión.Si los terrenos amenazados por erosión de riberas son muy valiosos, se puede optar por otras técnicas más rigurosas y costosas. El río Vilcanota, en Cuzco-Perú, corre por medio de zonas muy pobladas. El imperio inca, aparentemente, necesitaba convertir todos los terrenos baldíos en maizales, incluyendo los humedales en la orilla del río. Sin embargo, los meandros del río les amenazaban en cada temporada lluviosa. Ellos construyeron muros de piedra, protegiendo todo el tramo del río, donde recuperaban tierras para los sembríos.En Los Andes, los deslizamientos en las laderas agregan grandes cantidades de suelo a los ríos. Una parte de culpa tienen las rocas débiles de la base que no soportan el peso del suelo húmedo. Y la tala de la cobertura vegetal de la ladera acelera este proceso. Una solución directa es evitar la infiltración de la escorrentía en esas

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laderas inestables. Esto sí es costoso, porque necesitamosimpermeabilizartodasusuperficiey también recoger y dirigir la escorrentía hacia otra zona estable. A veces, no sabemos dónde se originan las aguas subterráneas que reducen la estabilidad del talud. Una solución más efectivaeslocalizarlospuntosdeafloramientode esas aguas y drenarlas con materiales filtrantescolocadosenzanjasprofundas(Riveray Sinisterra 2006). Después, lo más rápido posible se debe restablecer la cobertura vegetal sobre la ladera con plantas de raíces profundas. El Eucalipto (genero Eucalyptus) es un buen candidato para este trabajo por su rusticidad, crecimiento rápido y mayor consumo de agua. También habrá especies nativas en cada región con características similares a las del Eucalipto. Parareducirlaerosiónsuperficial,ellosdebenser plantados con suficiente espacio entre sípermitiendo la regeneración de la vegetación natural.Todos estos remedios para controlar la erosión del suelo funcionan mejor si los empleamos a nivel de cada predio, desde la cabecera de cada quebrada. El agua que se infiltra en latierra y el suelo que se queda atrapado rinden enormes beneficios para cada propietariode la cuenca alta. La población río abajo gana con la reducción de la creciente y de la carga de sedimentos. La conservación de la cabecera de una cuenca tendrá un impacto más efectivo en proteger las poblaciones que están inmediatamente río abajo. Entonces, no debe ser muy difícil convencer a estos grupos vecinales de cada quebrada para colaborar en este esfuerzo.

Distribuir la creciente del río para reducir la inundación

Nuestros antepasados que habitaban zonas anegables desarrollaron una ‘civilización acuática’, para convivir con las grandes avenidas (correntadas). Ellos no intentaron detener las correntadas con diques, como suelen hacer ahora, porque no tenían la capacidad técnica para controlar con seguridad las crecientes. Tampoco intentaron confinar el río entremuros en sus orillas, porque eso les impedía el transportefluvialdelascargaspesadas.Hicieron todo lo contrario: mediante canales anchos, abrieron paso a las crecientes del río hacia las zonas bajas. Construyeron los canales desdedondeel ríosalede losencañonadosala planicie, a fin de aprovechar almáximo lafuerza de gravedad para conducir el agua. Los

bajos, que eran humedales, ciénagas o antiguos meandros del río donde no podían cultivar, recibían y almacenaban las grandes avenidas del río. Estas poblaciones sembraban en campos elevados extensos, construidos entre surcos bien anchos. Estos surcos siempre estaban conectados con las zonas bajas mediante canales.Así lograbangrandessuperficiesparadispersar las correntadas del río. Además, el lecho del río quedaba libre de los sedimentos. Todo esto ayudó a que el incremento del nivel de agua sea mínimo, aún durante lluvias fuertes, y así disminuyó el riesgo de inundación para la población y los cultivos.Esta manera de recibir la creciente del río con brazos abiertos, en vez de bloquear o restringir su camino, no solamente reducía la vulnerabilidad de la población. También les traía numerosas ventajas. El agua ya dispersada y frenada, depositaba sus sedimentos cargados de nutrientes en las vegas de los cursos de agua y en los bajos. Los surcos entre los campos elevados recibían los sedimentos más finos. Los agricultores aprovechabanfácilmente este abono para sus cultivos. Los alevines de peces migratorios, que ingresaban aloshumedalesconelflujo,tambiénrecibíansuficiente alimentación. Captando los pecesen los canales y humedales los agricultores mejoraban su dieta. Los bajos llenos de agua fresca reducían la incidencia de plagas. Para superar posibles sequías largas en el futuro, los agricultores guardaban agua en los surcos entre los cultivos. Además, los bajos recargaban el agua subterránea y ayudaban a mantener la humedad en los campos elevados. Más que todo, esta extensa red de canales permitía a la población transportarse por agua en todas las épocasdelaño.En América del Sur, aún existen grandes superficies tejidas densamente de caminosfluviales construidos por sus poblacionesprehispánicas: en la planicie baja del río Guayas en Ecuador; en la depresión Momposina de los ríos San Jorge, Cauca y Magdalena de Colombia; y en la llanura de Mojos del río Mamoré de Bolivia. Estas obras necesitan una coordinación y colaboración entre toda la población para designar zonas que almacenen el exceso de agua y construir canales con acceso directo a ellas desde el río. Por su escala inmensa, podemos imaginar que la tenencia comunal de tierras y los gobiernos fuertes facilitaban su construcción. Actualmente, como la propiedad privada es un concepto sagrado y cada propietario prioriza

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el beneficio propio, trabajos mancomunadosde este tipo son difíciles de implementar. Por eso sugerimos la construcción de pequeñas obras, como albarradas o represas,para abastecimiento individual de agua. Sin embargo, antes de construirlas debemos analizar su comportamiento frente a una lluvia fuerte, para que no se presente ningún riesgo para sus vecinos aguas abajo.Cuando el clima es imprevisible, necesitamos asumir ciertos riesgos. Una lluvia fuerte es la más dañinaymásdifícildecontrolarporquepuedeocurrir rápido; algunos cultivos no resisten más de unas horas de anegamiento; y el drenaje de las aguas en exceso es costoso porque todo alrededor puede estar inundado. En cambio, las sequías ocurren más lentamente y los cultivos pueden resistir más tiempo sin agua. Con un regadío posterior, se puede recuperar la producción aunque sea parcialmente.Bajo este criterio, si existe una remota posibilidad de anegamiento recomendamos sembrar las plantas en una plataforma lo suficientemente alta para evitarlo. Si se prevéuna larga sequía después, podemos atrapar la escorrentía en los surcos entre las camas de cultivo para superarla. Si no ocurre el anegamiento esperado, aún tendríamos tiempo para modificar la plataforma de cultivo yrealizar un regadío localizado para salvar las plantas. En las llanuras bajas, la mejor forma de asegurar los cultivos contra el anegamiento es sembrándolos en campos elevados. La elevación de la cama de cultivo se logra, en general, retirando la tierra del fondo de los surcos entre las camas. La altura de la cama sobre el nivel de agua varía según la ubicación del sitio. Cuando se necesita alzar más la cama, pueden ensanchar más el surco para ganar más tierra.Estotraeunbeneficioadicional,porqueaumenta la superficie donde el agua de lascrecientes pueda dispersarse, reduciendo así el riesgo de inundación.Todas estas técnicas de crianza de agua y suelo que presentamos arriba prenderán luces en nuestras cabezas cuando observemos con detenimiento nuestro propio predio y el cielo que lo cubre. Si estamos preocupados sobre un problema, nuestras cabezas siempre relacionan soluciones anteriores con lo que estamos observando. No debemos descartar ninguna idea ‘loca’ que se nos ocurra. Debemos hacer una prueba de esa idea –un experimento. Como mencionamos antes, no habrá ningún salvador, ningún experto que salve a su cultivo o a su familia, si uno mismo no hace

el esfuerzo. Debemos poner en práctica nuestro experimento, observar lo que ocurre, analizar los resultados y sacar nuestras propias conclusiones. Ese sería el mejor homenaje póstumo a los mejores investigadores del campo -nuestros antepasados.

Bibiliografía

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Chuyma Aru, 2007, Señas y secretos de crianza de la vida, Asociación Chuyma de Apoyo Rural, Puno, Perú.

Marengo, José A. et alii, 2011, “Climate Change: Evidence and future scenarios for the Andean region”, Climate Change and biodiversity in the tropical Andes, ed: Herzog, Sebastian K. et al., Inter-American Institute for Global Change Research/ Scientific Committee on Problems of the Environment, USA: 110-127.

Prosuco, 2012, Pachagrama – cuaderno de registro agroclimático, PROSUCO/Min. Desarrollo Rural y Tierras-Bolivia/PRRD/COSUDE, La Paz, Bolivia. www.prosuco.org.bo

Rivera J. H. y Sinisterra J. A., 2006, Uso social de la bioingeniería para el control de la erosión severa, CIPAV, Cali, Colombia. www.cipav.org.co

Senami, 2009, Escenarios de Cambio Climático en la cuenca del río Urubamba para el año 2100 - resumen técnico, Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología, Perú.

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Simposio “Entre pasado y presente: contribuciones etnológicas”

La Fase Napo en la arqueología de rescateFerran Cabrero

Introducción

La Fase Napo es una de las fases arqueológicas más tardías de la Amazonia ecuatoriana, con evidencias fechadas entre los siglos XII y XV (Evans y Meggers, 1968: 82), o que incluso se puede retrotraer hasta el siglo IX (de acuerdo con Porras, 1980: 291), aproximadamente; asociada a los omagua históricos, e inserta en el llamado Período de Integración, caracterizado en términos generales por un desarrollo mayor de la agricultura, el incremento de las poblaciones, y la masificación de la cerámica. En el casode la Fase Napo, la cerámica es especialmente vistosa y elaborada, y destacan sobremanera las urnas funerarias antropomorfas y zoomorfas. Desde la propuesta de Meggers y Evans (1961), este tipo de cerámica forma parte del Horizonte Polícromo (rojo y negro sobre blanco; introducción de entierro en urnas), que abarcaría desde el Rio Napo hasta la Isla de Marajó a lo largo de todo el río Amazonas. Ya sea porque se considere el estudio de Evans yMeggersde1968comodefinitivo;yaseaporfaltadefinanciación;oporque laFaseNapo,al ser reciente, no tiene un especial interés para los arqueólogos, en el Ecuador no se ha seguido una línea de investigación sistemática sobre esta Fase. Lo que debe entenderse con celebradas excepciones: el trabajo del sacerdote Pedro Porras, colaborador de los arqueólogos norteamericanos citados y continuador de sus trabajos en los años setenta y ochenta; y elinterés de la misión capuchina con sede en la ciudad del Coca y sus instituciones (CICAME y luego la Fundación Alejandro Labaka) en salvaguardar y difundir las culturas antiguas de esa zona de la Amazonia (Museo de la isla de Pompeya, y recientemente el museo en la capital de la provincia de Orellana). Visto así, en general, el panorama es desalentador. Sin embargo, gracias a la legislación nacional e internacional, desde finalesdelosañosochentayprincipiosdelosnoventa del siglo XX el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), creado en 1978,1 ha ido acumulando una serie de informes de arqueología de rescate que, en su mayor parte,

no han sido ni sistematizados ni difundidos.2 Precisamente, el objetivo de este artículo es difundir los hallazgos de la Fase Napo a partir de la arqueología de rescate en el Ecuador, tratando de vislumbrar patrones de asentamiento recurrenteo.

La arqueología de rescate en el ojo del huracán

La “arqueología de rescate” (de urgencia, de mitigación, de salvamento, o “de contrato”, como se la conoce a menudo en Ecuador) es “la investigación arqueológica que se realiza bajo la tutela de la legislación estatal vigente, previamente al movimiento de tierras. Se trata de una intervención sobre restos que están en peligro de ser afectados o destruidos, lo que ocasionaría la pérdida de su condición testimonial” (Echevarría, 2011: 65). También puede ser entendida como: “la investigación sistemática de las evidencias materiales de las actividades humanas en el pasado, en condiciones extraordinarias y dentro de un área definida, que será afectada por lasmodernasactividades humanas” (Netherly, 1992A: 19; citado en Echevarría, 1995: 11). Se basa en “la optimización de recursos humanos y técnicos, para en el menor tiempo posible recuperar la mayor cantidad de información cultural-material” (Camino y Castillo, 2001: 2). Es decir, se dirige a mitigar el impacto cultural de una zona que va a ser sujeta a obras, y es valiosa en tantoquepermiteidentificaryrescatarmaterialarqueológico que de otra forma no sabríamos de su existencia. No obstante, también adolece de debilidades y de no pocas críticas, especialmente desde la arqueología científica o académica: loslímites de tiempo y espacio para hacer el rescate; los medios escasos con que se suele contar; sin obviar algunos casos puntuales de clara corrupción profesional al no valorar lo suficientementeunsitio(conelcostoañadidoque supone para el contratista). Todo esto haríaqueladefinicióndeNetherlypudieseserrevisadacuandoserefierea laarqueologíaderescate como una investigación “sistemática”.

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Uno de los arqueólogos más críticos con este tipo de arqueología en el país ha sido Valdez, reconocidoespecialmenteenlosúltimosañospor sus excavaciones en lo que es el sitio más antiguo descubierto hasta hoy en la Amazonia ecuatoriana: Santa Ana-La Florida; con una datación radiocarbónica de hasta 3500 a.C. (Rostain y de Saulieu, 2013: 54). De acuerdo con Valdez (2010: 16):“En términos cuantitativos nunca ha habido tanto dinero puesto al servicio de la investigación arqueológica, pero al mismo tiempo nunca ha habido una producción arqueológica tan poco útil para el conocimiento de la historia antigua de los pueblos prehispánicos (y qué decir de la búsqueda de los procesos del cambio social). Sin ponerse a juzgar la calidad de los informes técnicos (tarea de por sí bastante ingrata), uno puede preguntarse cuál es el interés de tener el detalle de las intervenciones técnicas, si los datos que salen de éstas no sirven ni para construir secuencias ocupacionales de los territorios intervenidos”.¿Pero cuál es su origen? La arqueología de rescate en el Ecuador nace con el compromiso y esfuerzo de varios profesionales para hacer cumplir la normativa vigente; de forma específica, laLeydePatrimonioCultural (LeyNo. 3501. Reg. Of. 865 del 2 de julio de 1979), con reglamento No. 2733 (Reg. Of. 783 del 16 de julio de 1984).3 En estos textos jurídicos se establece que si se encontrara evidencia arqueológica en cualquier tipo de acción que implique movimiento de tierra, ésta debe ser notificada al INPCafindequeproceda conla investigación pertinente, puesto que los sitios arqueológicos se consideran bienes patrimoniales (no sólo los arquitectónicos). De acuerdoconMónicaBolaños,exdirectoradearqueología del mismo INPC, la Convención de la UNESCO sobre la protección del patrimonio mundial cultural y natural (1972) también se utilizó para que las empresas cumplieran con sus obligaciones. Luego, la reforma del código penal (con penas de cárcel para quien destruya un bien patrimonial) facilitó este tipo de arqueología.4 Cabe resaltar que la arqueología de rescate se enmarca en los famosos Estudios de Impacto Ambiental (EIA) y Estudios de Mitigación Ambiental (EMA), que se han de presentar al Ministerio del Ambiente antes de cualquier obra civil como carreteras o centrales hidroeléctricas, o bien de las explotaciones petrolera y minera; tal y como consta en las “Políticas Ambientales Básicas del Ecuador” a partir del Decreto Ejecutivo 1802 del 1 de junio de 1994 (Reg. Of. 456 del 7 de junio de 1994). Hoy, todas estas

leyes y políticas deben verse enmarcadas en los artículos pertinentes de la Constitución de 2008 (Art. 379 y Art. 380).Sin embargo, a pesar de los textos legales, siguiendo un axioma de la arqueología procesualista (“Al campo no se va para ver qué hay”), Valdez argumenta que esto es lo que precisamente se ha hecho desde la arqueología de rescate en el país: ir al campo para ver qué hay, sin apenas marco teórico, sin hipótesis, sin ambición en las conclusiones. Las consecuencias, nefastas para el avance de la ciencia, serían las siguientes:“El quid del negocio es simple: cumple técnicamente, cumple rápidamente y ubícate en la línea para el próximo contrato. Al diablo con los axiomas científicos, o con los cargos de consciencia de la arqueología social (que sólo afectan al ‘Parque Jurásico’ de la arqueología), el profesional puede ganarse la vida honestamente efectuando lo que se requiere de él, esto es liberar lo más rápido posible las zonas por donde pasan las máquinas que construyen el progreso de la nación” (Ibíd. 15).Si se está de acuerdo en que el avance de la ciencia se da especialmente desde el método hipotético-deductivo, con hipótesis desde la deducción que se han de validar o refutar, parece evidente que el método inductivo de la arqueología de rescate es insuficiente.Hace años Yépez realizó como tesis delicenciaturaunanálisisbibliográficovaliosodelas investigaciones arqueológicas en la región amazónica ecuatoriana (tanto de la arqueología particular como de rescate). Entre sus hallazgos cabe destacar el apriorismo “banal” que denotan muchos de los informes (Yépez, 2000: 121), con conclusiones erradas en base a una mezcla barroca de teorías clásicas y datos sueltos. Delgado (2011: 21), quien trabajó anteriormente en arqueología de rescate, es igualmente crítico, peroconmaticesañadidos,enelsentidodequeno es sólo una discusión sobre metodología científica: “El problema real –a mi parecer- tiene que ver, de hecho, con la metodología, pero también con la razón del trabajo, es decir, con lo que buscamos aprender, y por supuesto, para quien se desarrolla el trabajo”. En resumen, desde la arqueología de rescate no se suele tener “problemática”; no se escoge el lugar donde se va a trabajar; y desgraciadamente no se publican los resultados. Aun así esta arqueología, además de necesaria, puede ser valiosa. 5

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Amazonia petrolera y yacimientos arqueológicos

La explotación petrolera en la Amazonia ecuatoriana se remonta a los años sesenta,cuandolascompañíasnorteamericanasTexacoy Gulf se quedaron con los mayores bloques de extracción. Sin embargo, se ha de esperar a la legislación acotada anteriormente y al compromiso y la audacia de varios arqueólogos para contar con el primer esfuerzo colectivo en la zona: el rescate de los hallazgos arqueológicos del Bloque 16 operado por la empresa Maxus desde 1991 (luego de la venta de acciones por parte de Conoco en el consorcio que administraba dicho Bloque). Ese esfuerzo se concretó en el trabajo de la Fundación Alexander von Humboldt en asocio con Maxus; trabajo que serviría de ejemplo metodológico para las investigaciones aplicadas posteriores (por ejemplo, en la utilización de pruebas de pala).De acuerdo con Netherly (1997: 33), directora de aquella Fundación hoy desaparecida: “durante 1993 y 1994 la Fundación Alexander von Humboldt mantenía dos y tres equipos en el campo a la vez”. Pero con todo y el esfuerzo inicial no hubo una continuidad sistemática con profesionales experimentados. La demanda creciente de la arqueología de rescate conllevó la intromisión enelsectordepersonasconpocacualificaciónprofesional y el consiguiente empobrecimiento de los informes presentados al INPC. Y las consultoras ambientales que florecieron enesa época, donde se inscribía el trabajo del arqueólogo para llenar la sección pertinente de los EIA y los EMA, parecían interesadas sobretodo en el número de contratos obtenidos, presentando las investigaciones más bien como un formalismo. De acuerdo con Valdez (2010: 15):“Luego de 20 años de intervenciones arqueológicas de contrato en el norte de la Amazonia ecuatoriana se puede decir que lo que tenemos es una serie de datos sobre hallazgos aislados y generalmente descontextualizados”.Y sin embargo, estos hallazgos son útiles; y varios informes son valiosos y denotan compromiso en la práctica arqueológica en condiciones extremas. Por no decir que la conciencia sobre la importancia del rol de la arqueología de rescate puede haberse incrementado con los años. De acuerdo conSolórzano (2007: 19), quien ha trabajado extensamente en este campo, la arqueología de “salvamento”:“(…) ha llegado a un punto en donde no solo se debe

remitir a determinar la presencia o ausencia de material cultural, en función a este tipo de investigaciones se debe empezar a realizar inferencias sobre patrones de asentamiento, lecturas intra-regionales y en la medida de lo que el material lo permita extra-regionales”. La discusión y la tensión entre la arqueología de rescate y la académica continuarán en años venideros; pero es de esperar mayorcooperación. Como aporte a este horizonte de trabajo colaborativo, a continuación se analiza de forma sucinta los informes del INPC referentes a la Fase Napo.

La Fase Napo en los informes del INPC

En el clásico estudio “Archeological Investigations on the Rio Napo, Eastern Ecuador” (1968), escrito a partir de los resultados de excavaciones realizadas en 1956 en la amazonia ecuatoriana, Evans y Meggers dan a conocer una secuencia de cuatro Fases arqueológicas independientes a lo largo del rio Napo, de tardía a más temprana: Yasuní (dos sitios habitacionales) Tivacundo (dos sitios) Napo (ocho Cotacocha (cuatro). Se puede considerar la cerámica de la Fase Napo como especialmente vistosa y elaborada, destacándose las urnas funerarias antropomorfas y zoomorfas. Este tipo de cerámica forma parte del Horizonte Polícromo (rojo y negro sobre blanco) desde la propuesta de Meggers y Evans (1961) siguiendo el esquema conceptual de los trabajos anteriores y en otras zonas de Kroeber y Howard. Los sitios con cerámica correspondiente a este Horizonte abarcarían desde el Rio Napo hasta la Isla de Marajó a lo largo de todo el río Amazonas. Aunque en un principio se pensó que la difusión de este tipo cerámico iba de oeste aoeste, de los Andes al Atlántico, las investigaciones de Roosevelt, y las de otros arqueólogos en el marco del Proyecto Amazonia Central (véase las excavaciones enelRioMadeira), confirmaríanmásbien locontrario:influenciadeesteaoeste,hastaelrioNapo en la actual Amazonía ecuatoriana.No obstante su importancia para la comprensión del pasado regional, han seguido pocos trabajos en la zona al del matrimonio de arqueólogos norteamericano. Vale citar los de Porras (véase su síntesis Arqueología del Ecuador de1980)yeltrabajoderecolecciónsuperficialy difusión científica de la misión capuchinadel Coca (provincia de Orellana) hasta la actualidad (trabajos de Ortiz de Villalba, 1981; Palacio Asensio, 1989; Cabodevilla, 1998, por ejemplo).

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Entonces, para poder tener un mejor conocimiento de la distribución de la Fase Napo y sus representantes históricos en el país, ¿qué se puede hacer hoy antes de emprender alguna nueva excavación de importancia? Básicamente revisar los informes con que cuenta el INPC luego de unos veinte añosde arqueología de rescate y que no han sido previamente difundidos de forma sistemática. A tal efecto, se revisaron especialmente 604 informes accesibles de arqueología de rescate, desde 1995 hasta 2011, de las provincias de Orellana (410), Napo (37), y Sucumbíos (157), en la Amazonia centro y norte, donde se han encontrado previamente vestigios de esta Fase arqueológica. Los datos de algunos de los primeros informes a los que no se tuvo acceso se recogieron como fuente secundaria de Yépez (2000).Una primera valoración que se puede sustraer es la evolución general en calidad y consistencia de los informes. Con algunas excepciones, por ejemplo Netherly Echeverría… los primeros informes del INPC son más bien esquemáticos, con poco contexto teórico y antecedentes, escasa discusión de ideas, conclusiones limitadas, e interpretación cultural prácticamente nula. Sin embargo, conforme avanzanlosañosyseentraenelnuevomilenio,la calidad de los informes va incrementándose, ya sea por el mayor número y la preparación de profesionales en el campo, especialmente, como por el mismo uso y citación de informes previos, lo que puede facilitar la discusión de ideas a partir de la acumulación de datos.En la siguiente lista se enumeran en detalle las principales limitaciones de varios de los informes del INPC revisados: a) Falta de marco teórico o marco teórico básico; b) Análisis estratigráfico prácticamente nulo; c) Escasadatación radiocarbónica; d) Pobre diagnóstico de restos, que son sobre todo cerámicos; e) Sitios sin ubicación de coordenadas (UTM o geográficas), a veces referenciados sólo porabscisas en base a los mapas que utilizan los/as ingenieros/as; f) Confusión en la nomenclatura para registrar los sitios o hallazgos, y g) Escasa interpretación de los hallazgos y su relación regional.Es evidente que cada una de estas limitaciones partededificultadesdel lugarydelmomento(incluyendo la calidad y la escasez de personal). La falta de marco teórico remite al estado de la arqueología amazónica y la limitada literatura arqueológicaenelpaís.Elanálisisestratigráficoprácticamentenulosederivadeladificultaddel

propio suelo amazónico. La escasa datación radiocarbónica remite a varios desafíos: En primer lugar, las cantidades de carbón recuperado suelen ser escasas; y, en segundo y como consecuencia, se requiere el procesado AMS (Advanced Mass Spectometry), lo que eleva considerablemente los costos de laboratorio, conlanegaciónconsecuentedelascompañíaspetroleras a sufragarlos. El pobre diagnóstico de restos tiene que ver con el pésimo estado de los trozos de cerámica que se obtienen. Los sitios sin georeferenciar dicen mucho de las condiciones de la selva amazónica y la altura de sus árboles, que no permiten (o no permitían en el pasado) el funcionamiento correcto o preciso de ubicación de coordenadas por GPS; sin obviar la escasa colaboración de no pocas empresas en dar esas mismas coordenadas y, en cierta época, la prohibición expresa de darlas por parte del Estado al ser considerada la zona como de seguridad nacional por sus recursos estratégicos. Todas estas limitaciones conducen al hecho de que ordenar, listar y, finalmente, ubicargeográficamenteloshallazgosdelaFaseNapoen el Ecuador a partir de los informes del INPC no sólo es un trabajo de unir las piezas del rompecabezas: las mismas piezas son borrosas y hasta pueden estar falseadas. Hallazgos que son considerados Napo, en la práctica pueden no serlo, debido por ejemplo a una estratigrafía mal elaborada o a un diagnóstico demasiado atrevido. Además, en la arqueología de rescate cabe mencionar el tipo de informe. Se ha citado la cifra de 604 informes, pero ésta no reflejaadecuadamente su variedad. Hay informes de diagnóstico, los hay de prospección, de rescate propiamente dicho, y finalmente demonitoreo, cada uno con sus objetivos. De su revisión cabe una primera evidencia: Suele ocurrir que la investigación arqueológica se detiene en el diagnóstico, es decir, en la primera aproximación sobre la potencialidad arqueológica del área delimitada. Por tanto, la mayor parte de la información sistematizada proviene de este tipo de informes preliminares.Con todo, en el mapeo se lograron ubicar un total de 203 hallazgos de la Fase Napo, en su mayor parte georeferenciados,8 incluyendo sitios, pero sobre todo non-sites, y casuales (o “coordenadas”), de acuerdo a la denominación común de los lugares arqueológicos utilizada en los informes revisados. En la primera provincia en número de hallazgos de la Fase Napo, Orellana, se encuentran varios sitios

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importantes: En el Bloque 7, Pozo Lobo 5, los sitios OIII-F2-01 y “Cima” (Echeverría, 2001a y 2001b); en el Pozo Oso 2, los CT-OIII-F2-01 y CT-OIII-F2-02, donde se encontró una importante tumba precolombina (Camino, Medina, y Sánchez, 2001; y Camino y Castillo, 2001); en el Bloque 15, los EAR de Ernesto Salazar (2001) y el camino vecinal Edén (Solórzano, 2007), que conforman probablemente el complejo más grande que se ha encontrado hasta hoy en la Amazonia norte; en el Bloque 16, los NOOP-01, NOOI-10 y 11, y los NOORH-49 y 50 de Netherly (1995), así como el sitio O3B2-001 hasta el 005 (Tobar, 2005); en el Bloque 19 los NOOP-07 y 08 (Netherly, 1995); en el Bloque 31 los importantes hallazgos en Chiru Isla (Villalba, 2005; Tobar, 2005; Villalba, 2005). En la provincia de Sucumbíos, destacan los sitios PIII-4-001 y 002 (Chacón, 2010).Finalmente, en la provincia de Napo, en el Bloque 20, Delgado (1998) ubica diez sitios, del O4 A1-001 (Sitio Balsayacu) al sitio O4 A1-010 (Sitio Laureles), que incluye urnas funerarias, y localiza dos sitios más de esta misma Fase pero con otra nomenclatura: O3E3-001 y 002. Ontaneda y Castillo regresan al lugar cuatro años más tarde para subrayar que desde elsitio Balsayacu hasta el sitio Santa Rita (O3E3-002) es un sector de suma importancia. Luego definen lossitioO3E3(003hasta007)comoNapo/Cosanga o Napo/Cotundo/Cosanga, para apuntar que en O3E1 (001 hasta 033), a excepción de los hallazgos 21, 23, y 28, la mayor parte de material encontrado es mezcla de Fase Napo con Cosanga.Dada la poca capacidad de hacer análisis radiocarbónicos, principalmente, los datos de los informes del INPC remiten a la descripción general de hallazgos, a menudo superficialesy,encontadasocasiones,al intentodedefinirel patrón de asentamiento de los habitantes históricosenellosreflejados.

Patrón de asentamiento de la Fase Napo

Hasta la llegada de las avionetas y las carreteras los ríos fueron, y en parte siguen siendo, las principales vías de comunicación de la Amazonía (aunque no las únicas). El río AmazonasygrandesafluentescomoelNapoeran autopistas y en ellas reinaban los pueblos de las riberas, con cierta jerarquización social y a veces con esclavos, como los omaguas. Pero ríos más secundarios de la Alta Amazonía ecuatoriana, como el Indillama, el Tiputini, el

TivacunoyelYasuní,yaunotrosmáspequeñoscomo el Shibati, el Palometa, el Andayacu, el Pumayacu, y el Zabaleta no dejaban ni dejan de ser hoy importantes como rutas de transporte y fuentes de recursos acuáticos (Dufour, 1990 y Saul, 1975; citado en Netherly, 1997: 36). Los ríos menores entre el Indillama y el Tiputini tenían especial importancia para entrar tierra adentro (Ibíd. 39).Desde los trabajos de mediados del siglo XX de Willey en el valle peruano del Virú, en parte bajo la inspiración de Steward, el estudio de los patrones de asentamiento tiene un rol principal en la disciplina al permitir entender de forma privilegiada la forma de vida de las sociedades antiguas. Además de Lathrap y de Evans, Meggers (1970) es sin duda la referente pionera en la Amazonia. Su descripción básica entre los pueblos ribereños de la “várzea”(áreas estacionalmente inundables) y los pueblos inter ribereñosde tierrafirmemarcael estudio de la relación entre el ser humano y el medio ecológico de la Amazonia hasta hoy. En cuanto a patrones de asentamiento en el Ecuador amazónico cabe citar a Netherly. A partir de sus trabajos en el Bloque 16 de Maxus, su texto de 1997 tiene un doble valor: es de los pocos con que contamos como síntesis interpretativa de un trabajo sistemático de arqueología de rescate y, en segundo lugar, parece contextualizar y detallar para el país los patrones generales apuntados décadas antes por Meggers. Luego de Lathrap, Carneiro, Denevan, y Roosevelt, Netherly, aunque de forma ciertamente discontinua, puede llegar a formar parte de la siguiente generación de arqueólogos (Erickson, Rostain, Neves, Schaan, Heckenberger,…) que encuentra evidencias de que el medio puede posibilitar poblaciones grandes y sobretodo sociedades complejas más allá de la abundancia en recursos naturales de la várzea. Véase el caso del Alto Xingú en Brasil, los campos elevados de Guyana, o los Llanos de Mojos en Bolivia. y Denevanlos campos elevados de Guyana, Desde esta reevaluación, los pueblos inter ribereños no estaríancondenados a una vida de eterna movilidad ante el peligro de la escasez. En Ecuador, de acuerdo con Netherly, hay otro patrón general: el llamado “distrito poblado”, sin centro, sino más bien como una constelación de unidades “con base económica en la horticultura y una forma controlada o manejada de obtención de proteínas” (Ibíd. 50). Siguiendo los trabajos de Taylor y Harner, Netherly proporciona la

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imagen de los záparos del Siglo XVI y XVII, ydelosshuardehaceapenascincuentaaños,respectivamente. Además hay que tener en cuenta la práctica del intercambio (véase Lathrap, Oberem, Taylor…), con relaciones sociales establecidas incluso a gran distancia que permiten, por ejemplo, el comercio de productos entre la Sierra y la Amazonía.Junto con señalar este nuevo patrón deasentamiento entre los pueblos históricos de la selva a lo largo de la excavación del derecho de vía del Bloque 16, Netherly apunta que la várzea propiamente dicha no existe en los reconocimientos practicados allí; si bien hay una“zonaribereña”(hasta10y15km.tierraadentro), donde los recursos son ampliamente explotados y donde se encuentran los sitios arqueológicos demayor tamaño. Años antes,Evans y Meggers (1968) no dejaban lugar a duda de la mayor dimensión de los asentamientos Napo (NP-1 a NP-6 y NP-9), en comparación con la dimensión de los de otras Fases: Yasuní, Tivacundo,Cotacocha,“muchomáspequeñosy claramente circulares”, en contraste con los asentamientos Napo, generalmente de forma lineal (Myers, 1982: 46-47). En los informes del INPC revisados hay más intentos de comprender la complejidad de los patrones de asentamiento locales. Camino y Manosalvas (2005: 11) pueden resumir el patrón clásico cuando citan: “Los grupos tenían una preferencia para ubicarse en terrenos altos, secos y con accesos fáciles a fuentes de agua”. Pero Solórzano (2005; citado en 2009: 15) añade un patrón nuevo, el “lagunar”, cuyaspersonas asociadas “tendrían a su disposición recursos propios generados por el microclima de las lagunas y los tipos de suelo que se derivan de esto, provocando la presencia de un territorio en el cual puede confluir, várzea, tierra firme e igapó [bosques inundables de aguas negras]”.9 Y para Aguilera (2002), en zonas de la provincia de Sucumbíos los patrones de asentamiento clásicos (várzea y tierra adentro) están interrelacionados en un patrón de aprovechamiento de los humedales (flora,fauna,posiblementearcilla).Patrones de asentamiento generales y recurrentes en la zona tanto en las síntesis interpretativas citadas como en los informes del INPC son: a) Ocupaciones en sitios elevados como lomas cercanasaríosoriachuelosconunasuperficiesuficienteenlacimaparapermitirelcultivoenchacras 6, lo que además evita las inundaciones delascrecidasenlosaños“normales”(yportantoeldañoaloscultivosyevidentementealas viviendas); y que se ubican cercanas a cursos

de agua por ser favorables a recursos directos de distinto tipo: peces y moluscos de agua dulce, arcilla adecuada para cerámica, y cerca de otras facilidades como saladeros que atraen animales, así como de piedra adecuada para la industria lítica; b) Reocupaciones múltiples de estos lugares (favorables) por distintos grupos a lo largo del tiempo; c) Zonas de amortiguamiento o vacías (buffer zones de Myers y de De Boer), ya sea para la caza (una especie de cotos acordados) o como separación entre gruposenconflictooguerra.Finalmente,cabesubrayar que desgraciadamente los patrones de asentamiento condicionados por aspectos ideológico-religiosos son más difíciles de comprender; sobre todo en la arqueología amazónica, con pocos vestigios.La ocupación de los hallazgos de la Fase Napo de Evans y Meggers (1968) se da entre Limoncocha y Nuevo Rocafuerte, comprendido algunos afluentes como elTiputini (véase igualmente Porras, 1980: 291), en una relativa estrecha franja a lo largo de la orilla, normalmente variando entre 20 y 65 metros de ancho, si bien la erosión del río ha reducido en algunos casos el ancho original. En un estudio posterior de síntesis de la arqueología del país, Ecuador: Ancient Peoples and Places, Meggers (1966: 155) cita en un párrafo más extenso el patrón de asentamiento de la Fase Napo, de la siguiente forma:“Por un breve período entre 1.100 y 1.200 AD, los bancos del Napo suficientemente altos para escapar a las inundaciones de la época de lluvias fueron ocupados por gente con un complejo cerámico peculiar. Pueblos formados por una única o una doble fila de casas se extendían a lo largo de la orilla por unos 600 metros, aunque la profundidad superficial de los desechos de trozos de cerámica indica que fueron ocupados más bien por poco tiempo. Los entierros se realizaban en urnas antropomorfas, aparentemente enterradas de forma casual o bajo las casas más que en cementerios en sí. No se ha reportado ninguna ofrenda en las sepulturas” [traducción propia]. Aunque los informes del INPC revisados no arrojan mayor información detallada añadidasobre los patrones de asentamiento de la Fase Napo,sípermitenconfirmarsudistribuciónyextensión no sólo en las riberas de los grandes ríos como el Napo o el Aguarico. Al respecto, Tobar (2005: 45) apunta: “(…) esta sociedad (…) se apropió no solamente de las orillas, sino de las zonas interfluviales entre los ríos Napo y el Tiputini. Esto muestra que nuestra área de interés ha venido siendo manejada y explotada extensamente, desde por lo menos unos 800 años atrás. La ocupación

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Napo no se limita solamente a este interfluvio sino que también hay evidencias reportadas en la misma ribera derecha del río Napo, tales como en las comunas de Yuturi, Chiru Isla, Sinchi Chicta (…); así como en la ribera izquierda en la zona de Dumbique (…) al sur del bosque protector Pañacocha (…). Finalmente en la comuna Chiru Isla, los comuneros reportan que hay cerámica Napo en la zona del barranco alto”.Sánchez (1998A: 34; citado en Aguilera, 1988: 60) encuentra evidencias Napo (Sitio Yuralpa: OIVB1-03) en una ubicación característica de un “modelo de zonas interfluviales muypobladas pero con un patrón de asentamiento disperso”; propuesta ya planteada por Taylor (1988; Ibíd.)yobservadaetnográficamenteporZeidler (1983: 160) en la distribución de las casas achuar, curiosamente. Echeverría (2001) habladeunaocupacióndefiliaciónNapoenelsitio Lobo 5, jerarquizado, con la casa del “jefe” dirigida hacia el Este y la de los “súbditos” hacia el oeste, asociado a cerámica simple y obsidiana, y con un patrón de asentamiento “interfluvial”, de nuevo. Camino, Medina,y Sánchez (2001) y Camino y Castillo (2001) ubican al sitio CT-OIII-F2-02 (en el Pozo Oso2)cercadelariberadelrioSuno,afluentemenor y occidental del Napo. Yépez (2000: 155) tiene una cita relevante sobre los patrones de asentamiento que visualiza en la revisión de los primeros diez años de arqueología derescate en la Amazonía ecuatoriana: “Es importante destacar el hecho que las poblaciones Napo no solamente tuvieron relaciones culturales con las poblaciones andinas[…] sino que la cantidad de sitios arqueológicos asociados con contextos domésticos nos hablaría de una etapa más bien tardía de la historia de las poblaciones del Napo, las cuales habrían colonizado la ceja de montaña bajo la forma de asentamientos domésticos, con un margen temporal continuado. Cabe destacar también que algunos de los sitios arqueológicos tuvieron más que una ocupación, en la que la cultura Cosanga siempre fue anterior a los asentamientos de las poblaciones Napo”.Aunque se suele considerar que la Amazonía termina a los 700 m.s.n.m., nos encontramos una gran concentración de sitios de esta Fase que se encuentran cien metros más arriba de esa altitud, en ceja de selva, y un sitio (O3E1), a unos 1000 m.s.n.m.; lo que tampoco sería tan sorprendente teniendo en cuenta que en el Ecuador, por su latitud, se encuentra vegetación selvática a 2.000 m.s.n.m. Finalmente, observadores privilegiados como Cabodevilla (2013) apuntan el desplazamiento y degradación cultural de los omaguas históricos (asociados a la Fase Napo) a partir

de la presión de los invasores europeos, lo que se evidenciaría por hallazgos arqueológicos arriba del rio Tipuitini, cerca del Tivacuno, con una cerámica menos elaborada que en añosanteriores.Másdequinceañosantes,Netherly(1997:50)yaañadióinterrogantesalpuzledela Fase Napo en el país al encontrar un sello exciso con diseños inconfundibles en el sitioNOORH-49enunáreainterfluvial(cabeceradel río Ginta; sin coordenadas) y con fecha asociada de 950 (d.C.), más temprana que las del estudio de Evans y Meggers (1968).En resumen, la Fase Napo se encuentra ampliamente distribuida en lo que hoy son tres provincias: Orellana, Sucumbíos, y Napo; puesto que Pastaza cuenta con poco más de dos sitios. El patrón de asentamiento del grupo cultural de esta Fase, que es generalmente lineal, vamásalládelpatrónribereñoyexclusivodelgran rio Napo o del Aguarico y el Tiputini para adentrarse en otros ríos, secundarios como elSuno,yenzonas interribereñasyhastadeceja de selva hacia el Occidente (con una gran concentración hasta 800 m.s.n.m.); además de presentar cierta degradación estilística en su último período previo a su desaparición precisamente en zonas cada vez más alejadas de los grandes ríos. Finalmente, la elaboración del mapa con los hallazgos georeferenciados (siempre que ha sido posible) ayuda a vislumbrar con mayor claridad la extensión y el significadodelaFaseNapoenelpaís.Enestemapa, además de los hallazgos de los informes del INPC, y las fuentes secundarias de Yépez (2000), se añaden los sitios reportados porEvans y Meggers en su investigación pionera.

Conclusiones

Luego de los trabajos de Evans y Meggers (1968) y de Porras, no hay mayores estudios de síntesis interpretativa para comprender mejor la distribución y modo de vida de los pobladores antiguos de la Amazonia asociados a lo que se conoce como Fase Napo. Excepciones son el artículo de Patricia Netherly y su equipo en los noventa, y el trabajo constante de difusión al público general de la misión capuchina en el Coca.Con todo y las limitaciones, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) ha ido acumulando centenares de informes de arqueologíaderescatedesdeque,afinalesdelos años ochenta y principios de los noventadel siglo XX, se empezó a aplicar la legislación medioambiental y de patrimonio cultural que

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obliga a las empresas y a la obra pública a rescatar los hallazgos arqueológicos en la zona intervenida; como es el caso de las empresas petroleras en el Oriente. La revisión y sistematización de estos informes de arqueología de rescate arroja un balance positivo para comprender mejor la distribución ysignificadodelaFaseNapoenlaAmazoníacentro y norte ecuatoriana, con una mayor extensión y complejidad de los asentamientos. Los hallazgos no se dan sólo en las riberas de los grandes ríos sino varios kilómetros al interior de la selva cerca de ríos subsidiarios, con áreas de ocupación sectorizadas y muy extensas, a menudo reocupaciones en que la Fase Cosanga es anterior; y llegan a la ceja de selva en asentamientos domésticos (no sólo de tránsito o comercio). Quizás en un futuro próximo pueda desarrollarse un programa de reevaluación in situ en alguno de estos sitios, incluyendo el análisis de patrones de subsistencia y funerarios, lo que podría aportar de forma muy valiosa a la comprensión de los grupos humanos amazónicos del pasado, como es el caso de los Omaguas.

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1 Decreto Ejecutivo 2600 del 9 de junio de 1978 (Reg.Of.618del29dejuniodelmismoaño).2 Casos excepcionales, de nuevo, son el artículo de Netherly de 1997, la tesis de licenciatura de Yépez (2000) no publicada sobre los primeros diez años de los informes del INPC de laAmazonia, y algunas ponencias presentadas en círculos académicos, como por ejemplo en el Coloquio Internacional Arqueología Regional en la Alta Amazonia (agosto de 2011) organizado por Valdez. Véase al respecto Mejía y Solórzano (2011): “El Edén: ritualidad y cotidianidad, asentamientos en la Ribera del Rio”.3 Al nivel internacional, este interés más moderno en salvaguardar el “Patrimonio Cultural” se puede rastrear hasta la creación de la UNESCO (1946) y su Convención sobre la protección del patrimonio mundial cultural y natural (1972); la Carta de Venecia (1964) del Consejo Internacional de Monumentos y de Sitios (ICOMOS); el Complemento a la Carta de Venecia (1983-1984); y el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA) a partir de la reunión de 1969 con su Programa Regional del Desarrollo Cultural. Para una visión regional latinoamericana sobre la arqueología de rescate y las políticas de patrimonio cultural véase: Rex, L. Wilson y Gloria Loyola (Coord.) (1982). Primera Conferencia de Arqueología de Rescate del Nuevo Mundo: [Quito, del 11 al 15 de mayo de 1981]. Washington: OEA/Fondo Nacional para la Preservación Histórica/The

Preservation Press. 4 Comunicación personal (Quito, 14 de septiembre de 2013).5 De acuerdo con Byron Camino, arqueólogo del INPC, ambas arqueologías serían en el fondo deductivas, pero mientras una utiliza hipótesis la otra se sirve de algo más concreto, los objetivos. (Comunicación personal. Quito, 9 de octubre de 2013). 6 Cultivos de yuca y maíz, combinados a menudo de frejol y camote. Además, en la zona ribereñasesueleahorrartrabajo,puesnohacefalta el desmonte de árboles.7 Para un análisis de las dificultades de laarqueología en la zona véase Zeidler (1995) “Archaeological Survey and Site Discovery in the Forested Neotropics”. En Peter W. Stahl (Ed.). Archaeology in the Lowland American Tropics: Current Analytical Methods and Applications. Cambridge: Cambridge University Press: 7-41.8 Faltan los sitios de Netherly por no tener coordenadas.9 Véase igualmente su artículo interesante de síntesis (Solórzano, 2007), donde hace un recuento de los patrones de asentamiento en Pastaza y su vinculación con las alturas y el enclave estratégico de la zona en el comercio Sierra-Amazonia.

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Simposio “Entre pasado y presente: contribuciones etnológicas”

El ritual como máquina del tiempo:ejemplos chacobo (Amazonía boliviana)

Philippe Erikson

Université Paris Ouest Nanterre

Tal como semanifiestapormediode la vidaritual, la gestión simbólica del tiempo es una cuestión esencial tanto para la arqueología como para la antropología social1. En esta breve comunicación quiero exponer algunas consideraciones sobre esta temática a partir de materiales etnográficos recogidos a lolargo de los veinte últimos años entre loschacobo, un grupo de habla pano del norte de Bolivia, con una población de alrededor de mil personas y que tiene un contacto regular con la sociedad hispano-hablante, por más que mantengan todavía fuertemente su lengua y sus costumbres2. En breve: quiero proponer que la vida ritual de los chacobo de la Amazonía boliviana puede ser considerada como una forma peculiar de máquina del tiempo.En sus aspectos formales, la vida ceremonial de loschacobosehasimplificadobastanteenlosúltimosaños,pormásque lasmodificacionesno hayan sido radicales si las pensamos desde el principio del siglo XX, época para la cual disponemos de las primeras descripciones provistas por el famoso etnólogo sueco Erland Nordenskiöld (2003[1911]). La configuraciónde base de la mayoría de los rituales parece inalterable. Esencialmente, se trata todavía de bailar alrededor de un recipiente de chicha (a veces de maíz, pero más a menudo de yuca) al sondelamúsicadelazampoña,hastaqueseagotan las reservas de bebida3.Ayer,comohoy, laorganizacióndeunafiestasupone una dimensión eminentemente política, siendoelpapeldedueñodelafiesta(jëne chani ibo) altamente valorado e indispensable para asegurar el renombre de quien tenga ambiciones políticas. Las competencias organizacionales centradas sobre la convivencia desempeñanun papel importante en la atribución social del prestigio, incluso a la hora de evaluar la prestación de los líderes modernos, que actúan en la ciudad. Un líder acusado de corrupción no será incriminado directamente; más bien se dice que las asambleas organizadas durante su gestión nunca terminan con fiestas lindas.

Antiguamente la mayor parte de la formación de los jóvenes destinados a la jefatura tradicionalconsistíabásicamenteenenseñarlescómoorganizarunafiesta, y enparticular lasfórmulas otrora indispensables para invitar a los convidados.Por otra parte, sigue presente la dimensión agonística característica de las fiestas, sobrela cual mis interlocutores chacobo no dejan de insistir. Hoy, como ayer, se trata de que los anfitriones ofrezcan chicha en cantidadesmayores a las que pueden razonablemente tragar los invitados, mientras que estos últimos tienen que hacer todo lo posible para lograrlo. En cierto sentido, las fiestas chacobo sonpruebas, competiciones de bebida que en el pasado comenzaban antes de que la celebración misma fuera inaugurada, puesto que se ofrecía bebida a los invitados desde su llegada y durante todo su recorrido centrípeto hacia el recipiente central. De esa manera, incapaces de vencer las inmensas cantidades de bebida que se les ofrecen, algunos invitados nunca lograban llegar hasta la casa de los hombres (bëpana),dondesecelebrabalafiesta.Antiguamente se cavaban trincheras largas, de varias decenas de metros, que iban desde el puerto hasta la entrada misma de la aldea para “canalizar” -por no decir “filtrar”- a losinvitados4. Llamadas paiti bai, “caminos de los recipientes de cerámica”, estas vías eran (como indica su nombre) bordeadas con ollas que los invitados tenían que vaciar si querían salir vencedores de esos “filtros” humanos yllegar hasta el bëpana,elcorazóndelafiesta.Alprincipio cada jefe de familia era convidado a beber sólo unas tutumas de chicha, antes de penetrar en el camino enterrado (mai huëyo aca) que uno de mis interlocutores chacobo, en sus glosas en castellano, llamaba a veces “camino”, a veces “zanja” y a veces también “socavón”, como para insistir mejor sobre el hecho de que el convidado estaba en alguna forma encerrado allí, por no decir enterrado. Una vez que había entrado en la zanja, el invitado podía requerir

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la ayuda de sus familiares para acabar con la chicha ofrecida, explicando sin duda por qué, según mis informantes, la cantidad de bebida ofrecida durante su recorrido era directamente proporcionada al número de sus hijos. Un hombre que tuviera demasiados niños decorta edad -y por tanto incapaces de ayudarle a beber- era así especialmente susceptible de quedar atascado en el paiti báhi, conforme a una lógicaantiguademantenimientode losniñoslomáslejosposibledelcorazóndelafiesta.Una vez allá, quienes conseguían llegar hasta el bëpana tenían que hacer todavía algún esfuerzo suplementario para llegar lo más cerca posible del punto central, marcado por el paiti principal. En efecto, según un esquema bastante frecuente en el contexto de prestaciones ceremoniales chacobo, tenían que rodear la meta y acercarse a la misma siguiendo un recorrido concéntrico, sembrado de obstáculos, antes de llegar finalmente a la última ordalía quequedaba por vencer (Erikson, 2010). Para los diferentes conjuntos de zampoñas que tocanal mismo tiempo, se trataba (y se trata todavía en lasfiestas contemporáneas)de rivalizar envirtuosismo,resistenciaytalento,afindellegarlo más cerca posible del recipiente central, al que sólo tiene pleno derecho de acceso desde un principio el chamán, así como también algunas pocasmujeres que antaño replicabanlas estrofasde sus cantos.Duranteunafiestagrande, con mucha gente en la periferia y poco espacio en el centro, las pujas alrededor del recipiente eran inevitables y los músicos tenían que tocar abriéndose paso a codazos.Obviamente, la ocupación del espacio generaba,ygeneratodavíahoy,conflictosentrelos participantes. Sin embargo, la rivalidad se manifiesta igualmente en la performancemusical. Los conjuntos de invitados tenían zampoñasmáslargasquelasdelosanfitriones,con un sonidomenos agudo, a fin de poderdistinguirse, compararse y evaluarse sus respectivasprestaciones.Durantelafiestaenteraabundan los comentarios, sea para felicitar o bien para criticar la actuación de los diversos conjuntos, y al día siguiente todos saben perfectamente quien ganó la competencia. La rivalidad entre los conjuntos se manifestaba también por medio de lo que podríamos llamar diálogos agonístico-instrumentales o mejor dicho, luchas musicales, plasmadas en las melodías que tenían significación latente,con un texto subyacente conteniendo desafíos encriptados en la melodía o dirigido más bien a las mujeres. Al concluir la fiesta, se sabía

bien cuál conjunto había logrado conquistar la mayor atención de las mujeres, o ejecutar piezas instrumentales que sus oponentes no lograron replicar.En el transcurso de los últimos decenios, las ceremonias chacobo ciertamente han padecido algunassimplificacionesformales.Lasmujeresya no cantan detrás de los hombres (desde el exterior de la casa) y ya no usan el mortero de maíz (xáxo) como instrumento musical. Los chamanes ya no tocan el tambor (comëno) ni abren el ritual dando a cada participante adulto un pedacito de carne y algunas gotitas de bebida “bendecidas” (shoa) por una oración chamánica durante el acto inaugural llamado shiati, que recuerda a la comunión católica que los antepasados de los chacobo bien pueden haber conocido en la época de los jesuitas o franciscanos5. Todo esto desapareció a principiosdelosañosochenta,ydelasgrandesfiestas de antaño sólo quedan hoy la chichay las zampoñas. A nivel de las apariencias,sin embargo, el ritual chacobo sigue con la misma estructura de base, de forma que no parece exagerado decir que su configuraciónsuperficialhaquedadoinmaculada.Encambio,porloquerespectaasusignificadoprofundo, se nota que varias modificacionesimportantes han afectado al ritual chacobo; notablemente en lo que toca, por un lado, a su dimensión religiosa, y por otro a las implicaciones ontológicas que tenía en el pasado, en la época en la que los espíritus también eran convidados a las fiestas y enla cual una de las cosas en juego durante los rituales no era nada menos que la longevidad y la fertilidad de los actores. La desaparición del tambor, instrumento emblemático de los chamanes, parece reveladora a este respecto, ya que estaba más que nada destinado a acompañar los cantos nahuariti cuya meta explícita era convocar a los espíritus (así como, accesoriamente,adormeceralosniños).El ritual chacobo exhibe hoy en día una dimensión marcadamente folclórica, aunque se trate de una folclorización de uso puramente interno. Nítidamente volcado hacia el pasado, parece destinado ante todo a poner en escena la imagen de una época más o menos idealizada, hoy en día totalmente terminada, en la cual los contactos con el mundo exterior se limitaban a encuentros breves y esporádicos. Una época en la cual el vestido principal de la gente era una camisa de corteza (una cushma llamada moro en chacobo), en la cual los hombres tenían sus largos cabellos envueltos en una faja de algodón

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(xápo) y se adornaban el cuerpo y el rostro con plumas de tucán (xóquë), de pato (nonóma) y de tojo (isko), o con dientes de capibara6.En aquella época, y volveremos sobre este punto, los rituales de bebida versaban fundamentalmente sobre el futuro. La gestión del tiempo, y de su control simbólico, tenía un papel predominante. Naturalmente, debido a constreñimientosligadosconlapreparaciónocon la fermentación de la bebida indispensables paraelbuendesarrollodelafiesta,lacuestióndel “timing” era (y sigue siendo) central. Preparada demasiado tarde, la chicha no tendría tiempo de fermentar bastante, y no embriagaría a nadie. Preparada demasiado temprano, se convertiría en vinagre. Se requiere, entonces, de una tarea de coordinación del trabajo colectivo de decenas de mujeres para la preparación de centenares de litros de bebida, y también de un esfuerzo para que la llegada de los convidados corresponda al momento exacto de óptima madurez de la chicha. Una tarea complicada en una época previa a la motorización generalizada y a la llegada de los teléfonos celulares; y, además, una tarea aun más complicada en el pasado debido a un constreñimiento ritualsuplementario: la imperiosa obligación de comenzarmuytempranolasfiestas,justoantesde la madrugada.

En efecto, se establecía un vínculo muy estrecho entre la duración de la ceremonia y la duración de la vida de los participantes. En el intervalo del ritual, en un contexto de intensa interacción con los espíritus, en alguna medida se jugaba la vida entera, o al menos se prefiguraba,siendo de alguna manera cada minuto de ese tiempo ritualmente “condensado” un sustituto metonímico de los próximos años; en suma,una miniatura del destino futuro. Para decirlo en pocas palabras: mientras más larga fuese la vigiliaenlafiesta,másvida.Adormecerseantesdel amanecer era percibido como algo riesgoso, que podía acortar la esperanza de vida. Pero hubiera sido demasiado fácil empezar tarde por la noche, así que los rituales debían empezar a primera hora: allí radicaba el desafío...Notemos de paso que los chacobo contemporáneos, sobre todo los de cierta edad, siguen todavía con la costumbre de tomar chicha al despertar, antes que por la noche o por la tarde, al regresar de su trabajo (aunque una cosa no quita la otra). Frecuentemente -y esto era aún más corriente en los años1990s- sucede que, a las cuatro o las cinco de la madrugada, un chacobo llama a sus vecinos para invitarlos a tomar chicha en su casa; al principio, hasta que salga el sol y el alcohol empiece a surtir efecto, los invitados parecen

Figura 3. El traje tradicional chacobo. Centro Argentino de Etnología Americana, 1980

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medio adormecidos y hablan poco, sobre todo si hace frío. La dimensión festiva del evento no tiene nada de obvia. Sin embargo, no se trata de un ritual, sino simplemente de tomar una copa (o mejor dicho, una tutuma) entre amigos, y esapequeñareunióndeconvivialidadnosueledurar más que algunas pocas horas.Personalmente, aunque me encante tomar chicha con los chacobo y que lo esencial de lo que conseguí aprender durante 24 meses de convivencia con ellos haya sido con una tutuma a mano, tengo que confesar el poco interés que me provocan esas reuniones matinales. En ayunas, sobre todo cuando fermenta demasiado, la chicha no cae tan bien. Tal opinión es obviamente muy subjetiva y algo etnocéntrica, pero es compartida por la mayoría de los jóvenes chacobo. Además, un análisis estadístico de las ingestiones de chicha desmentiría muy probablemente esta supuesta preferencia por las borracheras matinales. En realidad, los únicos verdaderos aficionados aellas son los más ancianos; los que conocieron la época en la cual se despertaba a los adolescentes en plena noche para que vayan a endurecerse bañándose en el agua fría del río, secándoseal aire libre, lejos del fuego, supuestamente lamidos por el espíritu del huaso7… Sea como fuere, por más retórico, residual y ligado con una cierta nostalgia del pasado que sea, este énfasis en la obligación de comenzar a beber lo más temprano posible demuestra claramente la importancia de esta particularidad de las maneras de mesa chacobo.Encuestados sobre este punto, mis interlocutores, independientemente de su edad, se contentan con evocar la inveterada costumbre (jabi siri). Dicho esto, resulta tentador relacionar este dato con la creencia, todavía vigente, según la cual los espíritus yoshini merodean de noche y son atraídos por la chicha8. Todavía hoy en día puede suceder que una enfermedad sea atribuida a la negligencia de una esposa (o madre o hermana) que no haya tapado bien la bebida que preparaba mientras fermentaba, dejándola mal protegida y expuesta a la visita nocturna de los espíritus, con las mortíferas consecuencias que se pueden imaginar. Para los antiguos chacobo, la madrugada también representaba el momento más propicio para dirigir los cantos propiciatorios de caza a los espíritus de los animales que se esperaba matar más tarde ese mismo día (Erikson, 2011). Volviendo a los grandes rituales de antaño,puede suponerse entonces que una de sus apuestas era la domesticación de los espíritus,

convocados desde la madrugada, propiciados el día entero por los tambores y por los cantos nahuariti de los chamanes, y sin duda seducidos, engatusados (y vueltos inofensivos) para cuando llegaba la noche. Pero no antes. El hecho de que los chamanes estaban lo más cerca posible del paiti central cuando tocaban sus tambores refuerza esta interpretación de la fiestacomoempresadeseducciónetílicadelosespíritus, tanto más cuanto sus tambores eran particularmente grandes, hechos de cerámica, y tenían exactamente la misma forma que los paiti9. Lo mismo sugiere la similitud entre el árbol en el cual residían supuestamente los espíritus de los muertos y el árbol en el cual se cavaba el recipiente para almacenar la chicha en la casa de los dueños de fiesta. Pormás que tengannombres vernáculos distintos (respectivamente xóno y póra), ambos pertenecen a la familia de los Bombacaceae y son igualmente glosados en castellano como “mapajo”10.La interconexión entre fiesta y longevidadresalta también de las descripciones de prácticas antiguas,practicadasantañocomopreámbulodelasfiestas,osegúnalgunosinterlocutoresenlugardelasmismasfiestasconzampoñas,quehabrían sido posteriores. Se trataba, después de haber bebido grandes cuantidades de bebida (cuatro tutumas, me dijo alguien), de mostrarse capazdefijar lamiradasinpestañearenunasplumas de loro (bahua pëhi) esparcidas sobre telas de corteza de bibosí. Lo que aquí estaba en juego, una vez más, no era nada menos que la vida y la muerte. En efecto, dicen que este preliminar ritual fue abandonado por haber provocado la muerte de demasiada gente, la vida breve siendo el destino de los que fracasaban en la prueba de las plumas11. Que la gestión del tiempo haya sido una apuesta importante del ritual se desprende además del hecho de que la necesidad de contener el pestañeo esuna técnica bien conocida de los maestros de artes marciales y de los técnicos entrenadores de arqueros de fútbol, que tendría por efecto ralentizar la percepción del movimiento; o en otras palabras, aumentar el tiempo de acción disponible.Notemos de paso que esta secuencia obsoleta del ritual chacobo tal vez aclare un texto infelizmente lacónico de Nordenskiöld (2001[1924]:322), quien evocaba una enigmática “senda ancha decorada con plumas” que habría ligado los territorios de los huanyam y de los creném, antiguos vecinos de los chacobo/caripuna en la orilla derecha del río Guaporé12. Quelosgrandesritualesdeantañosehubiesen

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desarrollado en contextos interétnicos, e inclusive entre enemigos,ha sidoconfirmadopor el comentario de un erudito chacobo, según quien los paiti báhi se encontraban esencialmente en las zonas en las cuales sus ancestros tenían oportunidad de encontrarse (y pelear) con otros grupos, como los sirionó del Mamoréolosesse-ejjaycavineñosdelalagunade Tumichucua…Me falta el espacio (no me atrevo a decir el tiempo) para entrar en detalles, así que me voy a contentar con una brevísima evocación del vínculoentrefiestasyfertilidad.Recordemos,sencillamente, que la prueba del paiti báhi desfavorecía a la gente que ya tenía muchos hijos, mientras que la prueba del bahua pëhi era por su parte reputada como difícil de superar para quienes habían tenido recientemente relaciones sexuales. Así como estaba prohibido tocarlasnuevascosechasantesdelafiestadelasprimicias, tal vez fuera desaconsejable procrear sin los preparativos rituales adecuados: así, un amigo chacobo comentó una vez que “después de esta fiesta, decían podemos tener nuestradescendencia”, dejando entender nítidamente que la celebración concernía ante todo a aquellos que aún no tenían niños pero sí laambición de tenerlos en breve. Hemos visto queantiguamente losniñoseranexcluidosdelafiesta,mientrasquelosniñosylospadresdefamilias extensas eran excluidos de la misma, o por lo menos alejados, en abierto contraste con la actualidad, en que los niños atrevidosse acercan al paiti, horrorizando a los ancianos. Sólo eran admitidos a participar al shiati aquellos a quienes los chamanes consideraban maduros. El contraste con la situación contemporánea es total, con niños omnipresentes por todoel bëpana, hasta rozar el paiti central. Antes se organizaban fiestas sin niños, con el intentode tenerlos posteriormente; hoy en día, en cambio, con una óptica de patrimonialización de uso interno, las fiestas parecen por elcontrario destinadas a mostrar a los niñospresentes cómo era que actuaban los ancianos. En cierto modo, lo que se busca es volver a remontar el tiempo, mientras antes se trababa de anticiparlo, para orientar ritualmente el curso del propio destino.Para concluir, notamos que, en su forma contemporánea, el ritual chacobo se presenta como un medio para poner en escena los elementos actualmente obsoletos de su cultura tradicional. En ausencia total de todo público extranjero -y por tanto operando más para uso interno que a partir de una óptica de

folclorización-,ciertosparticipantesdelasfiestascontemporáneas se esfuerzan para remontar el tiempo mediante túnicas de corteza13, coronas de pluma rudimentarias, falsas colas de cabello e incluso improvisando tambores para imitar los de los chamanes del pasado, por más que estas prácticas han desaparecido por completo. Más allá de las semejanzas formales, las prácticas contemporáneas hacen eco de sus precedentes en un nivel más abstracto, en la medida en que el antiguo ritual también aspiraba a la administración simbólica del tiempo, si bien desde una óptica todavía más ontológica que identitaria. En efecto, como lo hemos visto, uno de los objetivos de las ceremonias de antañoera prolongar la existencia humana asociándola metonímicamente con la duración del ritual: las pruebas de resistencia y de control impuestas a los participantes apuntaban a prolongar la vida proporcionalmente a la capacidad de resistencia. Así, el ritual chacobo puede ser entendido como una verdadera máquina del tiempo, que antiguamente versaba sobre el futuro y hoy en día pone en escena la nostalgia del pasado.

Referencias citadas

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1 La primera siendo una ciencia del pasado con importantes repercusiones para el futuro, por citar a un famoso abad, muy amigo del doctor Stephen Rostain (comunicación personal). También agradezco sinceramente a Diego Villarporlarevisióndeltextoenespañol.2 Para una presentación más exhaustiva de la sociedad chacobo, ver Prost (1970) y Córdoba (2008).3 “Cerveza”, en chacobo, se dice jënë, del cual derivaelnombredelasfiestas,jënë chani, siendo el segundo término perteneciente a un campo semántico que incluye las ideas de “hablar”, “discutir”, “conversar”, “narrar” pero también “hacer un pacto”, “asociarse”, etc. Sobre la preparación y el simbolismo de las bebidas chacobo, ver Erikson (2009).4 Todavía existen rastros arqueológicos de estas zanjas en el pueblo de Tumichucua, sitio que los antiguos chacobo asocian nítidamente con sus antepasados, que tenían allí un pueblo llamado Xatanoa. La zanja fósil de Tumichucua, que los chacobo contemporáneos visitan de vez en cuando, es perpendicular al río Beni y paralela al lago epónimo del sitio (del cual queda, sin embargo, alejada por varias decenas de metros). De alrededor de dos metros de anchura y con poco menos de dos metros de profundidad, la zanja, ligeramente curva, se extendería cerca de una veintena de metros, ubicándose al pie de un mapajo (Ceiba pentandra; chacobo: xóno), árbol que según los chacobo sirve de residencia a las almas de los muertos, que reposan durante el día en las cavidades del tronco de este gigante de la selva (Zingg, 1998:301). En las zanjas, los hombres hacían sonar sus rombos (robo roboiti), gesticulaban con cabezas de coatíes clavadas sobre palos, o bailaban en zigzag con los brazos orientados en la prolongación de la línea de las espaldas y los antebrazos orientados hacia el cielo, siguiendo una coreografía (adelante, atrás, media vuelta…) que evoca los bailes de los macheteros de Mojos más que las danzas de otras partes de la Amazonía.5 Sobre los escasos éxitos jesuíticos entre los

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panos meridionales poco antes de su expulsión en 1767, ver Villar, Córdoba y Combès (2010). Tabo Amapo (2008) comenta la presencia pano (chacobo y pacaguara) en misiónes franciscanas posteriores. Palacios (1976[1875], p.56) ofrece algunas informaciones indirectas sobre el suceso de las tentativas de conversión más tardías operadas durante la primera mitad del siglo XIX entre los caripuna del Mamoré: “Mandé que se reuniese la canoa con la comitiva, y me dirigí por tierra acompañadode los bárbaros hasta la maloca de Pachú. Encontré allí al Vicario muy contento, porque los naturales le habían manifestado sus deseos de formar un pueblo y hacerse cristiano, para lo que ofrecían reunir mucha gente. Se les obsequiaron [trajes y herramientas] con lo que quedaron muy satisfechos y contentos de nuestra visita, convidándonos en recompensa áunafiesta cuyosdetallesomito, áfindenoprolongar mucho este diario”. Infelizmente, no se sabe nada más ni del resultado de esta empresa misionera, ni del desarrollo de las fiestascaripunasdestinadasacelebrarla...6 La apariencia tradicional de los chacobo es muy parecida a los antiguos indios de los llanos de Mojos. Hace casi un siglo Nordenskiöld (1924, p.146), notaba: “Los chacobo y los cayubaba tienen la misma palabra para la camisa de corteza. Los primeros dicen moru, los segundos i-moro. Esto muestra que los chacobo posiblemente hayan aprendido el uso de esta vestimenta de los cayubaba.” El cabello en una sola trenza envuelta en una cinta de algodón es otro punto de convergencia en el aspecto de los hombres de ambos grupos indígenas.7 De esta costumbre sólo queda la práctica de bañarsealrededordelascuatrodelamadrugadacada año para la fiesta de San Juan, el 24 dejunio. Antiguamente se ordenaba a los jóvenes zambullirse lo más profundamente posible en medio del arroyo, donde el agua se encontraba más fría.8 Inversamente, la mañana parece ser elmomento de máxima discreción del yoshini. Por lomenosasílosugierelaafirmacióndeunamigochacobo, según el cual sería preferible cortar losárbolesporlamañanapuestoqueentonceshay menos viento, elemento meteorológico conceptual y lingüísticamente asociado con los espíritus: en chacobo, “viento” también se dice yoshini …Sinentrarendetalles,añadimosqueel término chacobo para “chamán” (yöbëca) bien podría reducirse etimológicamente a “el que hace llegar a los espíritus” (sobre la temática del yoshini, ver Villar, 2004).

9 El ejemplar de mi colección (representado en la figura 5) tiene un diámetro de 26 cm,una altura de 25 cm, y pesa unos 5,3 kg. El fondo chato tiene la forma de un disco de 9,5 cm de diámetro. Otra particularidad de este instrumento es su membrana hecha de goma. Según mi conocimiento, esta característica (rarísima en la Amazonía) sólo es compartida por otros grupos del Guaporé, notablemente los wari’, chapacura hablantes (Vilaça, 1993, p.300), así como obviamente también por otros panosmeridionales.Elmuseo etnográficodeViena cuenta con un ejemplar caripuna (pano) recogido por Johann Natterer a principios del siglo 19 (Augustat, 2013). Aunque de tamañomuchomásmodesto, este tambor esmorfológicamente muy similar a los que usaban los chacobo hasta fechas muy recientes.10 Boom (1987), principal referencia en cuanto a la etnobotánica chacobo, infelizmente no revela ninguna información sobre ese punto. Notamos solamente que los cognados de xóno en muchas otras lenguas pano se refieren alconcepto de “altura”, lo cual lleva a pensar que la diferencia entre póra y xóno bien podría limitarse,afindecuentas,aunmerotemadetamaño.11 Este ritual recuerda el uso ritual, por les Cavineños,de:“abanicostrenzadoshechosdehojas de la palmera motacú y adornados con plumas de pajaba [que] funcionaban durante las expediciones de guerra como una especie deescudosinvisibles:segúnloscavineños,loshombres que los habían mirado detenidamente antes de la partida eran así protegidos mágicamentedelasflechasdesusenemigosqueno podían tocar sus cuerpos. Antiguamente, estos abanicos eran también utilizados por los cavineños en todos los ritualesnocturnosorganizados en las casas ceremoniales como protección contra las agresiones de los brujos exógenos o endógenos y de ciertos espíritus malévolos y predadores -recordémonos que en el corto mito de la gran oscuridad, los venteadores y las esteras protegieron el cuerpo deloscavineñosatacadosporlosobjetosque(se) habían vuelto caníbales” (Mickaël Brohan in Tabo Amapo, 2008, nota 320).12 Sobre la etnohistoria chacobo, y particularmente la cuestión de los etnónimos, ver Villar, Córdoba y Combès (2009).13 Después de casi desaparecer, las camisas de corteza hicieron recientemente su inesperada reaparición gracias a la escuela pública, donde los niños aprenden a fabricarlas duranteproyectos pedagógicos. También puede hacer-

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se imitaciones recortadas en lonas de plástico, así como también se puede hacer sombreros imitando(muyimperfectamente)losdeantaño.

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Simposio “Entre pasado y presente: contribuciones etnológicas”

Las “naciones indias”, Guayana Francesa y Amapá, siglos XVI-XIX. Algunas reflexiones en torno al etnogénesis

Pierre Grenand

Instituto de Investigación para el Desarrollo, Francia

Lassiguientesreflexionesnosfueronsugeridaspor el análisis en curso de un conjunto de archivos manuscritos1 conservados en Francia. Jean Hurault hizo transcribir2 gran parte de ellosenlosaños1960-703,alosqueañadimosotros más en el transcurso de los últimos quince años.Confrontadosalastradicioneshistóricasindígenas (“auto-historia”) así como a la literatura publicada, estos textos, -en particular aquellos de los siglos XVII y XVIII (hay muy pocos del siglo XVI)-, traen a colación una serie de preguntas. Entre ellas, hemos seleccionado tres que nos parecen importantes. Hasta 1970 aproximadamente, en un contexto en el que las poblaciones indígenas de la Amazonia estaban físicamente amenazadas por la extinción, la desaparición llana y sencilla de centenares de etnias desde la llegada de los colonizadores europeos era comúnmente aceptada. El espectacular desplome demográficoentreelsigloXVIhastalaprimeramitad del siglo XX iba en el sentido de esta interpretación. DesdefinalesdelsigloXIX,lasetnografíasdelasGuayanas, -así como del resto de la Amazonia-, se conformaban con recapitulaciones post-mortem de etnias, sin análisis crítico alguno (cf. para las Guayanas, la lista de John Gillin en el Handbook of South American Indians, 1948). El mapa histórico de Curt Nimuendaju (elaborado en 1944, publicado en 1987) de las tierras bajas tropicales de América del Sur, introduce un primer cambio radical. Por primera vez, éste intenta evaluar la movilidad de las poblaciones amerindias en el tiempo y el espacio, así como de hacer corresponder etnónimos antiguos y modernos. Las investigaciones históricas contemporáneas intronizadasenlosaños1970sobrelosarchivosy los conjuntos de tradiciones orales indígenas, han permitido considerar un proceso mucho más complejo (cf. bibliografía).En el análisis siguiente, se debe tener presente

que la historia de los pueblos amerindios de las Guayanas es también aquella de su descubrimiento muy progresivo por parte de los Europeos; por esta misma razón, es también la historia de su transformación.

I ¿A qué remite la abundancia de etnónimos?

En los textos del siglo XVII y de comienzos del siglo XVIII, los etnónimos son muy numerosos y van progresivamente disminuyendo hasta el final del siglo XIX. ¿Qué abarcan realmenteestos etnónimos? ¿Qué tanto perduran a larga escala?Comenzaremos por una aclaración sobre el vocabulario francés antiguo para referirse a lo que hoy llamamos una “etnia” o un “pueblo indígena”. El principal término empleado es “nación”; los términos despectivos “tribu” o “pueblo primitivo” no serán usados sino desdefinalesdelsigloXVIII.Elmonolitismode la palabra “nación” es engañoso; abarcaefectivamente entidades variables, tales como sub-grupos, clanes o inclusive apodos, aplicados localmente por algunas etnias en referencia a otras. Si bien la existencia de clanes entre las poblaciones arawak ha sido establecida, ésta es motivo de debate para los otros grupos de las Guayanas, aunque, según J. Chapuis (2007), estos clanes son “a menudo designados por los guayanistas como grupos fundadores, y considerados por los Amerindios mismos como formaciones sociales de origen”.Valga asimismo recordar que el desconocimiento de las lenguas indígenas así como la ausencia de herramientas de transcripción válidas, desencadenaban la multiplicación de ortografías para un mismo nombre. Si bien algunos nombres de etnias pueden ser reconstruidos fonológicamente, la elección de una denominación estándar sigue siendo peligrosa en cuanto el nombre ya

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deja de ser empleado en las tradiciones orales actuales. Así, J. Hurault ha escogido el término Norak entre todas las versiones registradas en los archivos: Noragues, Nouragues, Moracs, Noranacs.El inventario de textos de Goupy des Marets, de los Padres Grillet y Béchamel, de La Motte-AigronasícomodeFerrollesenlosaños1670-1700, seguidos por aquellos más detallados de los censos reales de 1730 y 1733, nos han proporcionado la mayor parte del conjunto de textos estudiados. Estos documentos nos restituyen un total cumulado de 62 etnónimos, de los cuales hemos retirado las primeras denominaciones del nombre de las etnias contemporáneas, sobre las cuales volveremos más adelante4. De este total, 32 etnónimos pueden ser atribuidos con certeza a grupos amerindios colindantes en el tiempo y espacio (Conjunto 1), con una precisión variable, aunque certera. Para estos grupos, el rango cronológico medio desuapariciónenlosarchivosesde162años.Este rango puede parecer importante, pero se justificapor loquealgunosdeestosnombrespueden haberse mantenido hasta la época pre-actual.Frenteaestebloqueestable,identificamosdosmás: - 22 etnónimos (Conjunto 2) que aparecen sólo unaodosveces,ydesaparecendefinitivamentedespués de 1733,- un conjunto de 8 términos (Conjunto 3), cuyos usosfluctúanenel tiempo,perocuyocamposemánticovadesde el etnónimoespecífico altérmino genérico, y viceversa (cf. Tabla 3).La comparación entre el Conjunto 1 (cf. Tabla 1) y el Conjunto 2 (cf. Tabla 2) permite subrayar diferencias notorias. Las características sobresalientes del Conjunto 1 son las siguientes:- Si bien la naturaleza étnico-política de los 32 “grupos” puede ser discutida, éstos pueden no obstante ser rastreados a través deltiempoyelespacio-desdefinalesdelsigloXVI en algunos casos. Su territorialidad y alta movilidad se precisan a partir de comienzos del siglo XVIII: la frecuentación de los agentes de colonización se incrementa tierra dentro, mientras que el idioma kali’na va a servir como idioma vehicular. La cantidad de estos grupos permanece más o menos estable a lo largo del siglo XVIII, debiéndose la pérdida de etnónimos en su mayoría a su coalescencia, que puede ser rastreada hasta las poblaciones contemporáneas (cf. Tabla 4).

-Pesealasdificultadeslingüísticasmencionadas,una cantidad importante de etnónimos (81%), puede ser determinada gracias a la auto-historia o reconstruida a partir de idiomas conocidos. Paralelamente, aquello permite precisar su etimología. La mayoría de ellos remite a nombres de animales o plantes, lo cual no sorprenderá a ningún etnológo americanista.- Los etnónimos se presentan a menudo bajo una forma compuesta, evidenciada en los siglos XVII y XVIII por la desinencia -enne o -ane5. Se encuentra por ejemplo la palabra Roucouyenne en vez de Kukuyana, Tocoyenne y Tikouyou en lugar de Tukuweine, Kaïcouchiane por Kaikushiana, etc. En la mayoría de casos, se trata de un “afrancesamiento” del sufijo-yana de los idiomas caribe o -yene, -yune de los idiomas arawak, esto es, un colectivizador que se puede traducir por “las gentes de”. Esta desinencia no está siempre presente, pero puede reaparecer en el término empleado por los actuales Amerindios (Maikyune por Amaika...); puede también ser remplazada por otro sufijo de significado cercano, tal como-koto, término cuya naturaleza de colectizador (“las gentes de...”) o de locativo (“aquellos que viven en...”) es difícil determinar. El Conjunto 2 en cambio (cf. Tabla 2), se diferencia a partir de cuatro criterios: - La exigüidad de recurrencias (jamás superiores a dos), las cuales aparecen en el momento en que los Europeos buscan conocer el interior de las tierras.- El carácter muy impreciso de la ubicación de los grupos.- El que estos nombres no sean casi nunca compuestos, aún cuando el 81% de ellos pueda ser traducido previo trabajo de reconstrucción.- La desaparición de los nombres a más tardar hacia 1735.Estos nombres debieron haber abarcado una realidad tangible, al menos para quienes los utilizaban. Se puede por cierto pensar que resultan de un juego de alteridades; su naturaleza es más aquella de apodos en uso entre otros grupos, antes que la de etnónimos. Entre estos nombres, la presencia de palabras que designan productos del trueque puede fácilmente ser explicada: Ourouba, la flecha oArocaye, las piedras verdes. Proporcionarían luego un término alternativo utilizado entre los buhoneros indígenas y los traficanteseuropeos. Un nombre tal como Pino, -el cual designa el milpesillo (Oenocarpus bacaba) en los idiomas tupi-guaraní-, puede haber subrayado la abundancia de esta palma en los alrededores

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Tabla 1 : Conjunto 1Poblaciones cuya existencia puede ser rastreada a larga escala. Total: 32.

Rango medio entre la primera y la última referencia: 162 años.

i La presencia del signo * indica un término reconstruido; las palabras provenientes de la auto-historia son seguidas por el nombre abreviado del pueblo usuario (A : Arawak ; G-M : Galibi-Marworno ; K : Kali’na ; P : Palikur ; Ti : Tiriyo ; T : Teko o Emerillon ; Wa : Wayana ; Wi : Wayãpi).

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Tabla 2 : Conjunto 2Nombres de las “poblaciones” precozmente desaparecidas. Total: 22

i *: Forma reconstruida. Familias lingüísticas: T-G : Tupi-Guarani, A : Arawak, C : Caribe.ii Vinculación hipotética a partir de Frikel (1958).

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Tabla 3 : Conjunto 3.Términos genéricos. Total: 8

Tabla 4: Las nueve poblaciones contemporáneas resultantes de la coalescencia.Archivos confrontados a las autohistorias.

i La presencia del signo * indica un término reconstruido; las palabras provenientes de la auto-historia son seguidas por el nombre abreviado del pueblo (A : Arawak ; G-M : Galibi-Marworno ; K : Kali’na ; P : Palikur ; Ti : Tiriyo ; T : Teko ou Emerillon ; Wa : Wayana ; Wi : Wayãpi) ; T-G : Tupi-Guarani, Br : portugués del Brasil.

i Los términos aquí utilizados corresponden a las hablas contemporáneas.ii Los Galibi-Marworno son una construcción moderna (hacia 1940) hecha a partir de la coalescencia de etnias del Amapá, de refugiados “caboclos” del Amazonas, y de elementos no-amerindios. Sin embargo, el término Marworno (pronunciado Malaunu por sus representantes) corresponde a los Maraon, una “nación” antigua de la región. iiiLosKaripunason tambiénunaconstrucciónreciente,perodesdeelfinaldel sigloXIX,sunombrepasóinsensiblementedelestatusdetérminogenérico(cf.Tabla3),aaqueldeentidadespecífica.

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de sus comunidades. Otro como Gaparou -referente al mazo kapalu en diversos idiomas caribe-, iría en el sentido de una especialización en la fabricación de esta arma. Si estas hipótesis son correctas, podrían fundamentarse en el hecho elemental según el cual los Europeos tenían bastantes dificultades para entender asus interlocutores indígenas y para hacerse entender de ellos, por lo cual un apodo podría haber sido entendido como el nombre del pueblo encontrado. En muchos casos, es posible postular la hipótesis según la cual la “población” en cuestión no fue más que una simple comunidad.En todo caso, estos nombres no pueden sino corresponder al conjunto o a una parte de las entidadesdebidamenteidentificadas.En conclusión:1) La cantidad real de las poblaciones residentes en el este de las Guayanas era muchísima más restringida que lo sugerido por la cifra del periodo 1670-1730. 2) La disminución de etnónimos posterior al primer tercio del siglo XVIII debe ser vinculada al contacto más frecuente con los pueblos autoctónos es decir, a un mejor conocimiento de la geografía étnica por parte de los europeos, y no a una supuesta desaparición de estos pueblos.

II ¿Qué tan importante era la diversidad cultural?

Para contestar esta pregunta, es fundamental entender el funcionamiento de las redes de alianzas e intercambios.El lenguaje político de las etnias de las Guayanas está modulado por la alianza, plasmada a través de los términos banaré en los archivos antiguos y yepe en los dos últimos siglos. Del siglo XVII hasta la actualidad, estos términos se aplican a los vínculos privilegiados entre individuos de “naciones” distintas, creando así una trama relacional que vincula a los individuos –y por ende, a las comunidades-, en una enorme tela de araña.DominiqueTilkinGallois(2005)calificaestas relaciones al hablar de rede, “red”. Éstas implicaban un ethos y reglas de comunicación compartidos. Se puede citar como ejemplo la etiqueta del consumo de la chicha de yuca, o también la importancia de llevar a cabo ciclos de bailes y cantos (los autores antiguos escribían “llevar la danza”) de comunidad a comunidad, esto es, de nación a nación. Desde los primeros contactos, los textos nos permiten deducir la existencia de estos vínculos privilegiados.

Postulamos que se trata de una instancia poderosa, que ha trascendido las etnias y cuya pre-existencia permitió una respuesta social eficientefrentealdesplomedemográfico.Estas alianzas comerciales o guerreras eran ampliamente facilitadas por las alianzas matrimoniales. Fuera de las sociedades de clanes exógamas, tales como los Arawak-Lokono o los Palikur y grupos aparentados, la totalidad de las poblaciones de la región compartía un sistema bilateral que permitía la inter-matrimonialidad sobre largas distancias. Evidencias de este tipo abundan en los archivos.De la misma manera, estos sistemas de alianza permitían la conformación de bloques regionales más o menos fluctuantes y quetrascendían la abundancia de las supuestas etnias. Las poblaciones de la costa de Amapá constituyen un buen ejemplo de aquello. La adaptación a medios diferentes jugaba también un papel esencial en la conformación de estos bloques. Así, términos como Tunayana –“gentes de los ríos”, pueden ser contrapuestos a Parakoto, “gentes del mar”. La impermeabilidad entre las etnias antiguas era prácticamente inexistente, y no tomará consistencia antes del siglo XIX. Y si los archivos permiten deducir la realidad de estos bloquesregionales,ladificultadparadefinirsuslímitessedebealaflexibilidaddeestosúltimos.Se puede parcialmente ubicar estos bloques a través del uso generalizado de términos genéricos que se originan, una vez más, en la alteridad,ycuyoámbitofluctúaeneltiempoyel espacio (cf. Tabla 3).Proponemos que las 32 agrupaciones que nos son conocidas a través de nombres distintos (cf. Tabla 1) debían limitarse a media-docena de bloques culturales regionales y conjuntos dialectales ligados a las tres grandes familias lingüísticas de la región (arawak, caribe y tupi-guaraní).

III ¿Qué pensar de las recomposiciones territoriales?

Combinado a un enfoque histórico de las tradiciones orales de las poblaciones contemporáneas, el estudio de archivos permite analizar la complejidad de los procesos en juego. La recomposición territorial y la etnogenésis vinculan las poblaciones indígenas modernas a aquellas del periodo del contacto. Surgidas en el transcurso de las últimas décadas, esta temáticas siguen arraigadas en las reflexionesde los arqueólogos y etnólogos americanistas.

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Movilidad territorialLa lectura de los archivos desde el inicio del siglo XVII hasta las políticas de sedentarización de la segunda mitad del siglo XX nos lleva a observar movimientos y escisiones comunitarias importantes.Por antonomasia, estos movimientos son percibidos como la consecuencia de la adaptación al medio amazónico. Este factor no puede ser cuestionado, aunque los estudios arqueológicos atestigüen la existencia de sitios perennes para el periodo pre-contacto o contemporáneo al contacto (Rostain, 2012). Así, el poblado del cacique Yayo Anakayouri (cf. Tabla 1) en la Montagne d’Argent (bahía de Oyapock),existiódurantemásdetreintaaños(1596-1630).Las constataciones de este tipo desaparecerán luego; los observadores europeos insistirán en la incesante movilidad de los Amerindios. Escuchemos el testimonio de Goupy des Marets (1690: 58): “Por decirlo de alguna manera, los Indígenas nunca viven en un poblado bien establecido. Pero se puede decir que acampan porque, cuando se cansan de quedarse en un mismo lugar, recogen todo lo que tienen, lo cual es poco, y con sus esposas, sus hijos y sus canoas, se van; y en el primer lugar que les gusta, acampan y hacen una vivienda”. Esta evolución debe entenderse a la luz de dos factores contradictorios que hacen oscilar toda la política extranjera de las naciones amerindias post-colombianas:- la voluntad de adueñarse de los bienesimportados por los Europeos,- la necesidad de huir de las epidemias, del trabajo forzado o de la instalación adentro de las misiones jesuitas.

EtnogénesisSi bien la abundancia étnica del siglo XVII no puede ser tomada al pie de la letra, el desplome demográfico es, por su parte,muy real. Hoy en día, no se registran más de nueve poblaciones indígenas en el este de las Guayanas. Las unas, tales como los Wayãpi, son el producto de recomposiciones autóctonas en zonas de refugio alejadas; otras, tales como los Palikur, son el resultado directo de las políticas coloniales. Los trabajos que analizan la auto-historia de los Tiriyo (Grupioni, 2005), Wayana (Chapuis, 2007, Duin, 2009), Wayãpi (Grenand, 1982, Tilkin-Gallois, 1986) y Palikur (Grenand & Grenand, 1987), han permitido sacar a relucir una cantidad pletórica de grupos fundadores. Pero nos parece importante recalcar que muchos de ellos no son ni más ni

menos que aquellos evidenciados en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, los etnónimos que designan a los pueblos contemporáneos tienen todos prácticamente la misma antigüedad que aquellos ya estudiados (cf. Tabla 1). En el cuadro siguiente (cf. Tabla 4), nos conformamos con indicar la fecha de aparición del nombre de los pueblos actuales así como el nombre de las “naciones” antiguamente reportadas, que se puedenidentificarentreellos.Fundada en la simple confrontación entre los archivos y las auto-historias, esta tabla da cuenta del poderoso proceso de coalescencia, el cual contradice la idea comúnmente admitida de desaparición llana y sencilla. Demuestra que las sociedades contemporáneas han funcionado como embudos, en que la absorción de grupos demográficamente muy disminuidosse asentaba en las mismas reglas sociales que durante los primeros siglos del contacto.No obstante, una aproximación onomástica más fina evidencia que las cosas son menossimplistas que lo sugerido por el cuadro. Basémonos en dos ejemplos: los etnónimos Piriou y Roucouyenne. El primero ilustra el uso progresivamente englobante de un etnónimo hasta su desaparición; el segundo da cuenta de untérminofluctuanteeneltiempoquesirivióluego como categoría englobante antes de desaparecer a su vez. - Piriou. Reportada en el alto Camopi en 1674 y el alto Oyapock en 1688 como una etnia bien individualizada (cf. Tabla 1), los Piriou son parte en esa época de una red de intercambios y alianzas que incluye a grupos Wes, Akokwa, Maouriou, Makapa y Norak. Al sur y al este, están en contacto con grupos caribe, principalmente Taripi y Aramakoto. En el primer tercio del siglo XVIII, estos grupos van a migrar hacia la cuenca baja para acceder a los objetos del comercio europeo. En los años 1730, laapertura de las Misiones jesuitas atrae a todas o una parte de las poblaciones antedichas, a las cuales se unen refugiados del Contesté (zona discutida entre Francia y Portugal), Kusari en particular. A lo largo del decrecimiento demográfico,losetnónimosdesaparecendelosarchivos uno tras otro, aunque éstos insistan en la “mescolanza de las naciones”. El etnónimo Piriou es el único en sobrevivir, en referencia al conjunto de Amerindios residentes en la cuenca media del Oyapock. Hacia 1850, este nombre desaparece en favor del título de “Indígenas criollos”; en el siglo XX, se vuelve a encontrar su huella en la cuenca baja del Oyapock, en vías

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decriollización,bajoelcalificativo“Mounspiéso” (“gentes del salto de agua”) en referencia a su conocimiento ancestral del cruce de las primeras cascadas, y en las genealogías wayãpi, bajo aquel de imiawãkũ, “gente de la cuenca baja”. Hoy en día, están totalmente inmersos en la población criolla del burgo de Saint-Georges de l’Oyapock, así como entre los Wayãpi.- Roucouyenne. Las primeras apariciones del término se reportan a los inicios del siglo XVIII: Roukouyanes (1730), Orokoyennes (1733), Aykousis-Ouayane (cf. Tabla 2) (1733); sus relaciones con los traficantes comienzanluego antesdel contactooficial conPatris de1764. Durante más de dos siglos, el término “Roucouyenne” va a servir como apelación alternativa al conjunto de los Wayana, mientras que no representa sino uno de sus grupos fundadores, los Kukuyana, al parecer uno de los primeros en haber entrado en contacto con los Franceses (Chapuis, 2007). La suerte del término “Roucouyenne” en las Guayanas francesas se explica por su vinculación por la etimología popular al achiote (Bixa orellana – “roucou” en francés, [nota de la traductora]), tinte decorativo efectivamente empleado por los Wayana, entre otros Amerindios.Estas digresiones no cuestionan el esquema global de coalescencia, sino más bien lo consolidan, al demostrar que un mismo término ha podido, a lo largo de los siglos, abarcar realidades muy diferentes.

Conclusión: ¿y la arqueología?

No nos ilusionemos: el presente trabajo onomástico permanece ampliamente en el ámbitodelaespeculacióncientífica.Sepuedeen particular esperar bastante de la puesta en relación entre auto-historias indígenas, pero hay mucho por hacer todavía. No puede haber una fusión stricto sensu entre el resultado de estudios etnológicos relativos a poblaciones contemporáneas y aquel de arqueólogos que excavan sitios precolombinos. Sin embargo, es legítimo comparar las situaciones pre y post contacto europeo. Y la onomástica indígena del periodo colonial permite reflexionar sobre los procesosidentitarios. Podemos luego imaginar dar cuerpo y voz al mutismo de los sitios excavados e intentar revivirlos. Después del año 1500,todo se vuelve posible, las huellas humanas pueden por fin ser correlacionadas con otrasfuentes,lossitiospuedenporfinviviratravésde la oralidad (Jérémie, 2000).

Lo cual quiere decir que las investigaciones en etnohistoria, -así como en otros campos de la etnología-, y las investigaciones en arqueología, pueden ahora y deben imperativamente nutrirse entre ellas para un mejor conocimiento de la historia del poblamiento suramericano.

Traducción Catherine Lara

Bibliografía

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Duin, Renzo S., 2009. Wayana socio-political landscapes: multi-scalar regionality and temporality in Guiana, Ph D., University of Florida.

Frikel,Protasio,1958.“Classificaçãolingüístico-etnológica das tribos indígenas do Pará setentrional e zonas adyacentes”, Revista de Antropologia, 6(2): 138-188.

Gallois, Dominique Tilkin, 1986. Migração, guerra e comercio: os Waiãpi na Guiana, São Paulo, Faculdade de Filosofia,Lettras e Ciências Humanas (FFLCH)-Universidade de São Paulo.

Gallois, Dominique Tilkin (éd.), 2005. Redes de Relações nas Guianas, São Paulo, Humanitas.

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Algunas fuentes...

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Lettre de M. de Ferrolles, gouverneur, Cayenne, 22 mars 1693, ANOM/ C14 3, f° 49 v°.

Lettre de La Motte-Aigron, Commandant en Guyane, au Ministre de la Marine, Cayenne, 15 juin 1714 [relation du voyage de 1688], ANOM/F3 21, f° 120.

Décision ministérielle sur une lettre de Lefebvre d’Albon, ordonnateur, au ministre de la Marine (29 décembre 1729), 27 avril 173, ANOM/ C14, f° 110.

Folio Des Roses, Commandant du poste d’Oyapock, « Estat de la rivière d’Ouihiapock en l’année 1733 »,ANOM/ C14 16, f° 365.

1 La publicación de todos estos textos manuscritosestáprevistaparafinalesdel2014en el CTHS de París.2 Este rudo trabajo de transcripción se lo debemos esencialmente a Monique Pouliquen, -archivista honoraria de los Archivos de Ultramar-, así como a su equipo.3 Este trabajo sirvió de fundamento a su publicación (Hurault, 1972).4 Con las primeras recurrencias de estos nombres así como de algunas repeticiones cuestionables descartadas, el total absoluto asciende a 74.5 En el Conjunto 2, se encuentran sólo dos ejemplos: “Kariakoyana” y tal vez “Aykousis-Ouayane”.

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Simposio “Patrimonio”

Arqueología amazónica: un patrimonio por descubrirAlexandra Yépez

El desarrollo del patrimonio arqueológico en el Ecuador ha tenido altos y bajos en los últimos años pero no se puede desconocerque ya se están creando espacios de debate y una mayor sinergia. Algunas investigaciones regionales están abriendo las puertas hacia la comprensión de los procesos históricos de los antiguos pueblos amazónicos.Los estudios de Betty Meggers (1966) Clifford Evans, B. Meggers (1968), Pedro Porras (1961, 1965, 1975), entre otros, marcaron las pautas para entender los antiguos modos de vida en la Amazonia ecuatoriana. Si bien con una visión ecologista sustentada en variables ambientales y climáticas para entender el comportamiento y la dinámica de las antiguas sociedades, lograron establecer un panorama de las distintas fases culturales y una cronología que ha servido de referente para los estudios posteriores. En las últimas décadas la investigación arqueológica ha tenido avances limitados en relación al verdadero potencial de este recurso en la región Amazonia. Los proyectos científicoshansidoaisladosenlosúltimos25años.En la región norte de la Amazonia ecuatoriana, los trabajos de arqueología de Contrato iniciados por Patricia Netherly en la década de los noventa y luego seguidos por un sin número arqueólogos han mantenido una dinámica intermitente que se ha limitado a cumplir con los requerimientos de las actividades petroleras, hidroeléctricas, viales y mineras. No obstante estos estudios han sido marginales dentro de la investigación científica. En realidadesta modalidad ha dejado más vacios que informaciones claras sobre la antigua historia de los pueblos; pues nunca se ha realizado un esfuerzo por sistematizar la información y generar datos coherentes sobre los modos de vida y los procesos culturales de los antiguos pueblos de la Amazonia, que en última instancia eselverdaderofindelacienciaarqueológica.En las últimas décadas se han desarrollado investigaciones puntuales en toda la Amazonia que dan pautas para entender los distintos momentos de ocupación y los diferentes modos de vida. Para citar algunos de ellos:

Jorge Arellano (2003, 2009), Myriam Ochoa (2007) en la provincia de Orellana y Sucumbíos. Los Trabajos de Amelia Sánchez (1998) y Ángelo Constantine (1998) en el alto Napo que nos remiten a la presencia de sitios precerámicos.Muchos de estos trabajos se han realizado en el marco de la arqueología de contrato pero que hanlogradodarunaportealestudiocientíficode las problemáticas de esa región.Entrelosproyectoscientíficosdelargoalcancehay que mencionar el hoy llamado proyecto Upano en la provincia de Morona Santiago, iniciado por Pedro Porras y luego retomado por la Cooperación entre la Universidad Católica del Ecuador y el IFEA, bajo la dirección conjunta de Ernesto Salazar y Stéphen Rostain (1995-2000). Los resultados de este trabajo muestran evidencias de los modos de vida de las poblaciones que habitaron la selva desde el periodo Formativo hasta las ocupaciones recientes. En la provincia de Pastaza los trabajos de Geoffroy de Saulieu y Carlos Duche (2006, 2007) realizan análisis del material cerámico de las distintas fases de ocupación en la región y sus características culturales.Los proyectos desarrollados en Morona Santiago por Paulina Lederberger (1995), Antonio Carrillo (2005) y recientemente por Catherine Lara (2009, 2010), muestran el carácter de las sucesivas ocupaciones en la alta Amazonia.El inventario de petroglifos en Catasho por María Fernanda Ugalde (2009), en la misma provincia, se une a los trabajos de Porras y otros, para señalar la importancia que estetipo de evidencias tienen para comprender el lenguaje simbólico de los antiguos pueblos amazónicos. En la provincia de Zamora Chinchipe desde el año2000sedesarrollaunproyectoarqueológicoregional con la Cooperación del IRD/INPC realizados por F. Valdez, y Jean Guffroy entre otros. Los resultados de este proyecto abren las puertas al estudio de fronteras para la comprensión de procesos socioculturales en la Alta Amazonia y las pautas para redefinir

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conceptualmente el panorama arqueológico en zonas consideradas como marginales al desarrollo cultural.En otro ámbito el Decreto de Emergencia Patrimonialejecutadoenelaño2008,sacoalaluz una serie de aspectos positivos y negativos queentrañanlapracticaarqueológicaysobreelreal conocimiento de la arqueología Amazónica. En primera instancia los registros de patrimonio arqueológico revela el potencial de este recurso. Si bien el registro no conto con los instrumentos metodológicos adecuados para la delimitación,definiciónycontextualizacióndelos yacimientos no se puede negar el esfuerzo realizado por el Estado ecuatoriano y sobre todo la necesidad de retomar los datos para obtener una mayor sistematización. El registro del patrimonio arqueológico evidencio los vacios existentes en el campo de la investigación arqueológica. Por ejemplo en la amazonia se registran más de 740 sitios arqueológicos de los cuales ni el 1% de estos estáninvestigadoscientíficamente.La ausencia de investigación arqueológica se refleja también en la ausencia de museos enla Amazonia y de una muestra arqueológica representativa de cultura material, en los museos regionales y nacionales la ausencia de la historia temprana de la Amazonia es notoria, la mayor parte de éstos poseen colecciones arqueológicas descontextualizadas, en muy pocos casos se ha intentado dar un contenido histórico a las colecciones. El Museo del CICAME cuenta con una muestra arqueológica representativa de la cultura arqueológica Napo, con recursos muy didácticos y pedagógicos da a conocer la importancia de la ocupación antigua en las riveras del rio Napo en la Provincia de Orellana. Sin embargo las piezas no poseen contextos arqueológicos definidos, más bienla clasificación del material se sustenta en lacomparación con los materiales estudiados hace50añosporBettyMeggers.

Como potenciar el patrimonio arqueológico para el desarrollo local

La gestión del patrimonio arqueológico está ausente en la Amazonia, esto se debe en parte a la falta de difusión de las investigaciones, los yacimientos arqueológicos no se han puesto en valor y menos en uso social para las poblaciones. La historia temprana de los pueblos amazónicos está ausente de su memoria colectivaylosconocimientoscientíficoshasta

aquí conseguidos tampoco se han insertado en la educación formal.En la última década hallazgos arqueológicos en la Amazonia ecuatoriana nos llevan a dar el salto hacia la construcción de modelos de gestión sobre los patrimonios amazónicos. La vinculación entre el patrimonio inmaterial y el patrimonio arqueológico es esencial para reconstituir una memoria del pasado.En esta medida los resultados del conocimiento arqueológico se convierten en una herramienta válida para que las comunidades puedan enriqueceryresignificarsusidentidades.Los cambios impuestos por la globalización y el proceso de rupturas y desencuentros entre la modernidad y postmodernidad han propiciado una nueva mirada a las concepciones tradicionales de patrimonio. Esta nueva visión sobrepasa lo nacional, la cultura homogénea y lo edificado como sinónimoexclusivo de patrimonio, ahora se enfoca lo local para comprender la diversidad, el territorio y el contenido simbólico presente en las expresiones, manifestaciones y prácticas que constituyen la parte inmaterial del patrimonio de los pueblos. Esta nueva concepción emerge del cambio de la visión occidental, del patrimonio como algo heredado al patrimonio reivindicado, del patrimonio material al inmaterial y del patrimonio estatal al patrimonio étnico, social y comunitario. Aunque la gestión difiera del estudio mismode los patrimonios (material-inmaterial), su carácter integrador ha cobrado fuerza en la última década. La autenticidad y la continuidad se van decantando hacia la funcionalidad del patrimonio como la posibilidad de reivindicación y de desarrollo endógeno para los pueblos.El discurso unívoco de un solo patrimonio nacional se desvanece dando paso al reconocimiento de la existencia de múltiples patrimonios, de patrimonios cercanos, los que están ligados a los ciudadanos, a la cotidianidad y a los colectivos sociales para la construcción de su propia historia. La esencia material e inmaterial constituye una herencia no estática sino resignificada en la dinámica creada apartir de los universos simbólicos pasados y presentes. Así la comprensión del patrimonio está más allá del objeto o del sitio , la valoración está dada por los significados que le otorga lacomunidad desde sus prácticas, creencias y manifestaciones.

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Desde esta perspectiva los aportes desde la interpretación arqueológica a través de la investigación interdisciplinaria pueden convertirse en una herramienta importante para crear espacios de diálogo entre el conocimiento científicoyelconocimientopragmáticodelascomunidades.El trabajo arqueológico realizado en Palanda, ZamoraChinchipeyespecíficamenteenelsitioSantaAnalaFlorida,dondesedefiniólaculturaMayo-Chinchipe (Valdez 2005, 2007, 2010) ha abierto la posibilidad de potenciar el recurso arqueológico hacia el desarrollo local de una región de frontera que ha sido marginada al desarrollo sociocultural durante décadas.La dinámica de las actuales poblaciones asentadas en esta región han retomado los modelos ancestrales que fueron desarticulados durantelaconquista,laconfluenciadepueblosprovenientes de la costa, sierra y amazonia han resignificadoantiguosmodelosdeinteracción.Las poblaciones han remodelado este paisaje en los últimos 100 años, al inicio con unafuerte inserción de la ganadería que implicó la tala indiscriminada del bosque, sin embargo enlosúltimosañosladinámicadeinteracciónse reimplantan en el paisaje cultural con la producción orgánica de café y últimamente con reintroducción del cacao, estos cultivos están transformando los pastizales nuevamente en huertas donde se contrala la erosión y se maneja mejor las precipitaciones constantes, produciendo una cobertura de árboles y arbustos que devuelven los nutrientes a los terrenos. La naturaleza vuelve a ser respetada para crear una simbiosis entre productividad y conservación del medio ambiente. La introducción de nuevos productos como el café y la reactivación de cultivos ancestrales como el cacao1 se dan gracias a la experimentación constante de los agricultores de la costa y de la sierra, eso demuestra que es factible la revitalización de un modelo que enelpasadopropiciólaconfiguracióndeunasociedad con un gran desarrollo sociocultural , los modos de vida antiguos se materializan en este territorio para hacer parte de sus prácticas y conocimientos trasmitidos por generaciones.El estudio sistemático del paisaje cultural modelado hace 5500 años, nos ayuda acomprender la dinámica actual de la alta amazonia para generar nuevas sinergias que aportan al desarrollo local. La cultura Mayo Chinchipe esta entrando paulatinamente en el imaginario de la gente

como el lugar de origen del cacao y el yacimiento arqueológico Santa Ana La Florida perteneciente a esta cultura, no es solo el espacio predilecto de los investigadores, sino el lugar de los pobladores de Palanda que lo están asumiendo como un recurso para reinsertar con mayor fuerza el cultivo del cacao tipo Nacional,finodearoma. Referencias bibliográficas

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1 Análisis químicos y de ADN realizados en diferentes recipientes y fragmentos extraídos de contextos arqueológicos en el sitio Santa Ana-La Florida, demuestran el consumo del cacao 5500 AP.

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Simposio “Patrimonio”

De-construir el patrimonio…Jorge Gómez Rendón

Universiteit van AmsterdamUniversidad Católica del Ecuador

“¿Quién activa estas versiones, estos repertorios patrimoniales “adjetivados”? ¿La “sociedad”? Otra falacia, corriente y peligrosa, en éste como en otros campos, es la del “sujeto colectivo”… En el ámbito del patrimonio se habla de “selección”, el patrimonio es “una selección que hace la “sociedad”, o se recurre a metáforas como la “vitrina de los recuerdos familiares”. Pero ¿quién es esta sociedad? ¿Quién representa o dirige la representación, quién elige el espejo y determina la más o menos sutil curvatura del cristal, quién piensa y elabora el discurso? ¿Quién efectúa la selección? ¿Quién decide qué mostrar en la vitrina? La sociedad puede adherirse y/o otorgar (u oponerse y denegar), consensuar una representación, una imagen, un discurso… y siempre en grado y forma variable según los individuos; pero esta representación, esta imagen, este discurso, han sido elaborados por alguien concreto, con nombres y apellidos, y al servicio, más o menos consciente, de ideas, valores e intereses concretos, tan legítimos o tan espurios como se quiera, pero reales” (Prats 2004: 33)

Introducción

El concepto de ‘patrimonio’, sea que se refiera a los bienes materiales o a lasmanifestaciones inmateriales, puede tener un carácter problemático desde la perspectiva de las comunidades propietarias y gestoras1. Consideramos que este carácter está dado por la imposición no negociada del ‘patrimonio’ como concepto y herramienta de apropiación cultural, desde los organismos académicos y no académicos nacionales e internacionales hasta el Estado y sus distintas ramas de gestión ministerial e institucional. El propósito de este artículo es deconstruir el concepto de patrimonio en sus presupuestos básicos y sus condiciones de emergencia, para luego proponer puntos de inflexión que permitansuperar sus limitaciones. Luego de la discusión conceptual y la contextualización histórica de los tres hitos jurídicos en el pensamiento sobre el patrimonio, abordamos éste desde dos elementos que consideramos fundamentales para su constitución, a saber: 1) la doble

naturaleza de propiedad y apropiación que tiene todo patrimonio; y 2) el carácter integral del patrimonio en relación con el resto de esferas, territoriales, sociales, económicas y políticas de los colectivos. Estos dos elementos definitorios del patrimonio nos llevaran aproponer, en la última sección, nuevas formas de acercamiento al patrimonio cultural, las cuales pretenden un giro radical en la llamada ‘gestión patrimonial’ a fin de no destruir los patrimonios convirtiéndolos en herramientas de dominio político y aculturación.

Los instrumentos legales y el desarrollo del concepto de ‘patrimonio cultural’

El concepto de ‘patrimonio cultural’ se gestó y desarrolló a nivel internacional bajo el liderazgo de UNESCO, organismo internacional especializado en asuntos de educación, ciencia ycultura,desdeladécadadelosañoscincuentadelsiglopasado.Estonosignifica,porsupuesto,que no hubiera anteriormente reflexiones entorno a este concepto a nivel nacional, sino tan solo que éste llegó a convertirse en herramienta de gestión pública de la cultura a partir de su instrumentación en los convenios adoptados por UNESCO y posteriormente adheridos y ratificados por el estado. Esta particularcircunstancia exige que pasemos revista a los hitos jurídicos que cristalizaron el concepto de patrimonio cultural y al contexto histórico de su emergencia.El concepto de patrimonio cultural como conjunto de creaciones que representan la cultura de un grupo humano y es objeto de protección por parte de los estados y los organismos internacionales, empieza a tomar forma en 1954, año en que se promulga laConvención de la Haya para la Protección de los BienesCulturalesencasosdeConflictoArmado.Sin embargo, con ser el primero en su tipo, el documento de la convención no ofrece una definicióndeloqueasumecomo‘patrimonio’,dando por sentado el mismo en la expresión

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‘patrimonio cultural’. En efecto, el texto de la convencióndefinesinmáslosbienesculturalescomo “bienes muebles e inmuebles que tienen una gran importancia para el patrimonio cultural de los pueblos”, incluyendo en ellos los de naturaleza arquitectónica, arqueológica, artística, documental y urbanística, pero sin definirel‘patrimonio’comopuntodepartida.Similar rodeo conceptual se practica en todos los documentos legales posteriores relativos al patrimonio. Así, por ejemplo, el siguiente hito jurídico en esta materia, la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural,adoptadaen1972,defineel‘patrimoniocultural’ con el mismo tenor, es decir, enumerando sus componentes – en este caso, monumentos, conjuntos y lugares, de carácter arquitectónico, urbanístico y arqueológico – y el alcance mundial de su representatividad, sinmencionarensusdefinicioneselconceptode ‘patrimonio’. Asimismo, la más reciente Convención para la Salvaguarda del Patrimonio CulturalInmaterial,adoptadaen2003,define,de manera tautológica, el patrimonio cultural inmaterial como el conjunto de “usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas – junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes – que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”. En resumen, un breve análisis de los instrumentos legales más importantes sobre patrimonio cultural revela que éstos incluyen sendas definiciones de “patrimonio cultural”,“patrimonio natural”, “patrimonio cultural inmaterial”, o incluso otras más específicascomo “patrimonio subacuático”, pero en ningún caso ofrecen una definición de“patrimonio”sinmáscalificativos.Esta sospechosa indefinicióndeun conceptofundamental está en el origen de los problemas relativos al ejercicio de una sana gestión de lo que llamamos sin más reflexión ‘patrimoniocultural’. Más todavía, dicha indefiniciónno es en ningún caso inocente, pues no sólo abriga supuestos con respecto a la propiedad y apropiación de los patrimonios, sino que ha difundido a partir de ellos un discurso internacional, establecido hoy como régimen de verdad en el más puro sentido foucaultiano, es decir, un discurso que instituye de manera esencialista y dogmática los supuestos de los que parte, y a partir de los cuales construye vínculos, más asumidos que demostrados, entre los bienes culturales y sus propietarios. Tales

supuestos y vínculos, finalmente, se reflejanen la manera cómo se ‘gestiona’ el patrimonio desde los organismos internacionales y desde el Estado, a menudo sin conciencia clara de las condiciones de reproducción del patrimonio y de su naturaleza integral. La construcción conceptual del ‘patrimonio cultural’ se torna comprensible cuando contextualizamos las tres convenciones mencionadas en sus particulares condiciones de producción y recepción. Así, debemos recordar que la convención de 1954 nace en un período de posguerra, testigo del reordenamiento de la geopolítica mundial y de la destrucción causada en decenas de ciudades europeas que habían sido consideradas baluartes del genio occidental. En nuestro país la convención no tuvo ningún impacto sensible en la política cultural, primero, porque la ley concernía exclusivamente a situaciones de conflictoarmado que no se aplicaban en la región, y segundo, porque su difusión fue escasa y no suscitó debate alguno. Lo cierto es que para 1956,añoenqueEcuadorratificaesteprimerinstrumento legal sobre el patrimonio, el país contaba con limitados recursos destinados a la educación y la cultura. Aun así, no podemos soslayar que en la década anterior se había dado un paso importante en el desarrollo de políticas culturales y patrimoniales con la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1944 (Vargas 1965: 586).La convención de 1972 se adopta en el marco de una relativa distensión del conflicto entrelas grandes potencias (la détente). Son los añosmásdurosde laGuerraFría, cuandoseproducen eventos importantes en Europa (Mayo 68) y fuera de ella (Vietnam) que exigen un replanteamiento geopolítico (la coexistencia pacífica). Las décadas del sesenta y el setenta sientan las bases para la producción de un discurso mundialista que será el germen de la globalización de finales de los noventa.El mundialismo se fortalece en torno a los peligros de la amenaza nuclear y la difusión del movimiento ambientalista. Para 1975, año en que Ecuador ratifica la Convenciónsobre la Protección del Patrimonio Mundial Natural y Cultural, el país vive una bonanza económica desconocida hasta la fecha gracias a los ingresos petroleros. La inauguración de un nuevo período democrático en 1978 abre espaciosparalareflexiónentornoalconceptode patrimonio y su instrumentación como política pública. En ese contexto tiene lugar la creación del Instituto Nacional de Patrimonio

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Cultural el 9 de junio de 1978, seguida meses después por la declaración de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el 18 de septiembre del mismo año. No podemosdejar de mencionar la labor llevada a cabo desdelosañossesentadentrodeláreaculturaldel Banco Central del Ecuador por el rescate y protección de los bienes arqueológicos y artísticos del país a través de la adquisición de distintas colecciones, que desde 1969 nutrieron su Museo Arqueológico y Galerías de Arte (Zapater 2010). Aun así, la visión predominante del patrimonio en estas décadas – y al menos hastafinalesdelosañosnoventa–fuedetipomaterialista, más específicamente, de carácterarquitectónico, monumental, urbanista y arqueológico.La tercera convención, por su parte, se enmarca en una etapa de globalización creciente que, lejos de borrar las diferencias, las exacerba, convirtiéndose sin quererlo en el caldo de cultivo de culturas populares de circunscripción local y regional que irrumpen en el corazón de los estados nacionales. Es la época del fortalecimiento de viejas identidades y de la reconstitución de colectivos que reclaman sus derechos económicos, sociales y culturales para participar activamente en la sociedad contemporánea. Este es el marco donde se catapulta el concepto de patrimonio cultural a las esferas de la inmaterialidad a través de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, adoptada por UNESCO en 20032. La década de los noventa y la primera del nuevo milenio en nuestro paíssonañosdeefervescenciasocial,contrespresidentes derrocados en menos de ocho años,unmovimientoindígenaqueseposicionay fortalece en la escena política nacional, y dos asambleas constituyentes que reformulan la naturaleza y el papel del Estado convirtiéndolo de pluricultural y multiétnico en intercultural y plurinacional. Con este telón de fondo, Ecuador ha visto en el último quinquenio un desarrollo inusitado de la gestión en materia de patrimonio cultural, sobre todo a partir del Decreto de Emergencia del Patrimonio Cultural del Ecuador, promulgado el 21 de diciembre de 2007, que posibilitó la identificación y registro de miles de bienesmateriales e inmateriales a nivel nacional (Woolfson 2009: 72). Esta tarea continúa de manera ampliada a cargo de las regionales del Instituto Nacional del Patrimonio Cultural en todo el país. Pese a que no ha habido desde su promulgación

ni una reflexión ni un consenso a nivelnacional sobre lo que significa el conceptode ‘patrimonio cultural’, el Decreto de Emergencia constituye el punto de inflexiónmás importante en su gestión desde la óptica estatal, porque a partir de él se implementan y consagran modelos vigentes a la fecha, que han influidoenlamaneracómoseconcibeelpapeldel Estado con respecto a la conservación y salvaguarda de los patrimonios, en la relación de aquél con las comunidades gestoras, en la incomprensión misma del concepto y los propósitos de la gestión, y en la falta de coordinación interinstitucional surgida de una visión atomista y desarticulada de la cultura.Lassiguientesreflexionesseproponenexplorarel carácter del llamado patrimonio cultural, con especial referencia al patrimonio cultural inmaterial, cuyo análisis permitirá avanzar hacia un concepto fundador de ‘patrimonio’ que se refleje en nuevas prácticas de gestiónpor parte de todos los actores involucrados en su reproducción y conservación.

Patrimonio: propiedad y apropiación

La etimología del término ‘patrimonio’ – oscurecida en nuestra lengua por su asociación mecánica con el pater latino3, pero del todo transparente en lenguas germánicas, como en el inglés heritage – alude en su origen a todo aquello que se tiene en propiedad como resultado de una herencia, es decir, de la transmisión intergeneracional de bienes y manifestaciones. El patrimonio es, en tal sentido, el puente que une el presente con el pasado, o dicho de otro modo, un pasado recreado en las manos de propietarios presentes, cuya legitimidad está dada por el hecho de descender de propietarios pasados. Desde este punto de vista, resulta natural que el patrimonio sea, ni más ni menos, uno de los principales creadores de ‘identidad’, entendidacomolapropiaidentificaciónconunpasado a través de la ascendencia. Pero el patrimonio también puede adquirirse, y en tal medida no ser propiedad sino apropiación, esto es, resultado de un proceso de adquisición de bienes y manifestaciones que se reclaman propios por medio de otros canales que no son los de la herencia, pues no existe entre quienes los reclaman como tales y sus propietarios pasados un vínculo de ascendencia. Es posible pensar, sin embargo, una apropiación del patrimonio heredado como una toma de posesión efectiva por parte de nuevos propietarios. Tal apropiación asume,

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en el plano de la cultura, la forma de una in-corporación, por parte de los individuos y los colectivos, de la herencia cultural del pasado en su presente vivido. A esta forma de apropiación la llamamos “apropiación funcional” para distinguirla del resto de apropiaciones planificadas que pretenden una funcionalidadfuera de la práctica social consuetudinaria. En cualquier caso, el patrimonio apropiado también produce efectos identitarios, que se sustentan, no obstante, menos en la identidad que en la identificación – proceso lábil dereconocimiento en otras realidades que están fueradelhorizontevitaldequienseidentifica.Esta naturaleza bifronte del patrimonio, que demasiado a menudo pasa desapercibida, conlleva enormes implicaciones para la gestiónpatrimonial,sidefinimoséstacomounconjunto de acciones que tienen que ver con el patrimonio: el patrimonio en sus dos formas de constitución implica dos visiones de “gestión” patrimonial.En su segunda forma, la de apropiación, el patrimonio supone no uno sino varios niveles. Como hemos demostrado en otra parte (Gómez Rendón 2012), existen en principio tantos niveles de apropiación del patrimonio cuantos niveles de organización social donde dicho patrimonio se reclama. Así, existe una apropiación internacional de bienes y manifestaciones culturales que, en tal condición, se convierten en patrimonio, ya no de quienes los produjeron o producen, ni siquiera de quienes los utilizan o practican en su cotidianidad, sino de la humanidad entera. Los agentes que están detrás de esta apropiación son, por lo general, los países del primer mundo, sus gobiernos y sus líderes, sus institutos de investigación y sus académicos de renombre, representados todos por un organismo oficialmente sancionado como parte de lagobernanza mundial en asuntos culturales, que se dedica precisamente a aupar sus iniciativas – la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura, UNESCO. De hecho, este organismo es el único autorizado a conferir a un bien o manifestación cultural el título de “patrimonio cultural de la humanidad”. Existe también, de manera conspicua, una apropiación nacional de los bienes culturales, que pasan de esta manera a convertirse en los elementos que aglutinan a los ciudadanos en torno a la idea misma de nación; en efecto, la apropiación nacional de los bienes culturales está en la raíz de la constitución y desarrollo de los estados (cf. Pomian 1996). Los agentes de

apropiación en este nivel son muy similares a los anteriores, pero en este caso ven fomentadas sus iniciativas por la propia maquinaria del estado, desplegada a través de ministerios e institutos,empeñadostodosenlacreaciónoelfortalecimiento de un proyecto nacional.Menos visibles, pero quizá más vivenciales por su profunda raigambre histórica, son los patrimonios que resultan de una apropiación a nivel regional, es decir, dentro de una zona geográficaconunclaroperfilhistórico-cultural,que forma parte de un nivel organizativo mayor, como un país o una comunidad de naciones. Tal es el caso, por ejemplo, de la región mediterránea dentro de la Unión Europea, o de lasvascongadasenelnortedeEspaña.Comoen los niveles superiores, quienes promueven el proceso de apropiación son personas jurídicas y naturales comprometidas por lo general con movimientos autonómicos, como en el caso de España, o simplemente aglutinadas entorno a conjuntos de prácticas culturales con lascualesseidentifican,comolasasociacionespara la preservación y difusión de la llamada dieta mediterránea. La particularidad de este nivel con respecto a los dos anteriores – pero también con relación a su inmediato inferior, la comunidad – se halla en que los patrimonios regionales pueden provenir tanto de una herencia secular como de una apropiación relativamente reciente. Todo lo que está por debajo de estos tres niveles de apropiación patrimonial corresponde grosso modo a lo comunitario, es decir, a un micro nivel de organización social donde la tendencia predominante – sin ser la única – es que los patrimonios son resultado de una transmisión intergeneracional y en tal medida son poseídos – diríamos mejor, ‘vividos’ –como parte constitutiva de la identidad de la comunidad. Amásde lo dicho, es posible identificar unarelación inversamente proporcional entre nivel social de apropiación del patrimonio y grado de funcionalidad social del mismo, de manera que a mayor nivel social de apropiación, menor nivel de funcionalidad, y viceversa. Esto no significa que no sea posible una apropiaciónfuncional del patrimonio a un nivel elevado de organización, como el estado nacional, por ejemplo. De hecho, buena parte del patrimonio cultural de los estados nacionales hoy en día es resultado de un proceso histórico de larga duración, en virtud del cual dicho patrimonio ha llegado a incorporarse funcionalmente a la sociedad. La patrimonialización o apropiación nacionalconfinesfundacionalesesunproceso

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bien documentado y, sobre todo, reconocido por los propios ciudadanos. Este proceso, sin embargo, resulta problemático en la actualidad debido a la eclosión de identidades sub-nacionales que reclaman la misma visibilización de sus patrimonios y el derecho a que éstos sean protegidos por los mismos estados, muchas veces más allá de los objetivos nacionales, sobre todo si dichos estados reconocen en sus cartas constitucionales, como lo hace el estado ecuatoriano, su carácter plurinacional e intercultural. Este contexto ha hecho que el concepto de patrimonio cultural manejado por los estados, basado esencialmente en la apropiación para un proyecto político nacional, expanda su alcance de lo macro a lo micro, y su naturaleza de lo material a lo inmaterial, sin reflexionar en que dicha expansión exigereformular el manejo y la administración de la ‘cosa patrimonial’.

Patrimonio: un tejido multidimensional

Como la cultura – o quizás precisamente por ser epifenómeno de ella – el patrimonio es una realidad compleja y dinámica en esencia. Y lo es en los dos sentidos de su constitución: como herencia, por ser acervo del pasado, reflejode una forma de vida adaptada a un medio social y natural en circunstancias históricas específicas, recreado periódicamente a travésde su transmisión intergeneracional; como apropiación, por ser resultado no sólo de un uso ideológico-político sino también de un proceso de semiotización de los artefactos y las prácticas culturales. Este carácter complejo y dinámico hace que todo artefacto o práctica cultural que se ha convertido en patrimonio nunca pueda – ni deba – ser desarraigado de la matriz social que le da sentido, a riesgo de “embalsamarlo”. Tal sentido se construye precisamente a través del tejido que todo artefacto o práctica cultural que se ha convertido en patrimonio traza con fenómenos de otra naturaleza, con los cuales está en una relación sinérgica que sustenta el tejido mismo. Estos fenómenos pueden ser artefactos o prácticas culturales pertenecientes a otros campos de la cultura, pero también elementos de la organización social, de la economía y, por supuesto, del medio ambiente. En tal medida es posible afirmar que unartefacto o una práctica cultural, en cuanto patrimonio vivido por un grupo, deben ser entendidos como resultado del ejercicio de derechos no sólo culturales sino también

sociales y económicos, enmarcados a su vez en derechos colectivos y ciudadanos.La naturaleza multidimensional del tejido patrimonial se puede visualizar mejor en el caso del patrimonio cultural que se ha dado en llamar ‘inmaterial’ (en adelante PCI), patrimonio vivo en esencia, que articula, como señala el texto de la convención, “unsentimiento de identidad y continuidad, contribuyendo a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana” (UNESCO 2003). La multi-dimensionalidad del PCI se refleja, en primer lugar, en sudiversidad, que se traduce directamente en la generalidad de los ámbitos que componen el PCI e incluye toda suerte de tradiciones orales, artes, usos sociales, técnicas y conocimientos sobrelanaturalezayeluniverso.Serefleja,ensegundo lugar, en las distintas generaciones involucradas en su reproducción y recreación, que contribuyen de una u otra forma a su constitución y que, por consiguiente, no pueden ser desvinculadas jamás de su gestión. Se refleja, en tercer lugar, ensucapacidaddeaglutinar e interconectar diferentes grupos dentro de un territorio o incluso más allá de él, como en el caso de los patrimonios inmateriales des-territorializados a través de las nuevas tecnologías o re-territorializados en espaciosbinacionalesoregionales.Sereflejalamulti-dimensionalidaddelPCI,porfin,ensucapacidad de vincular la reproducción cultural con la reproducción biológica y ecológica, pero también con la producción económica de los grupos propietarios y gestores. Por todo lo dicho, es insensato, en el sentido más etimológico del término, que no es otro que el de “exento de sentido” o bien “contrario al sentido”, que hablemos de conservar o salvaguardar el patrimonio cultural, cualquiera que éste sea, si no reconocemos su naturaleza polifacética. Es insensato hablar de conservar o salvaguardar el patrimonio cultural cuando éste ha sido desvinculado de sus legítimos propietarios y gestores, sólo para ser apropiado artificialmente en alguna de las esferas extra-comunitarias de organización social. Es insensato, asimismo, invertir recursos en la identificación,registro,inventarioysalvaguardade patrimonios – como los amazónicos, por ejemplo – si al mismo tiempo desconocemos los derechos de sus propietarios y gestores a manejar y administrar su propio territorio y su medioambiente, promoviendo la destrucción de los mismos patrimonios que queremos proteger.

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A continuación quiero ilustrar lo dicho a propósito del tejido multidimensional que encierra todo patrimonio cultural, con dos ejemplos sacados precisamente de la Amazonía ecuatoriana, ejemplos que pueden inducir en nosotrosunareflexiónmásprofundadetodolo que implica dicho tejido desde nuestras prácticas académicas e investigativas.

El yoco: un catalizador sociocultural

El yoco (Paulinia yoco) es un bejuco leñosoque crece en la selva y con el cual se prepara una bebida estimulante rica en cafeína, propia de diferentes grupos étnicos de la Amazonía noroccidental (Bolívar 2007; Belaunde 2008). En el Ecuador el yoco es consumido en varias nacionalidades de la provincia de Sucumbíos, como los a’i (cofanes), los bai (siona) y los pai (secoya). Según la disponibilidad del bejuco, se necesitan varias horas de recolección en la selva. Son los hombres quienes cortan el bejuco y lo llevan a casa. Son ellos igualmente quienes se encargan del resto de la preparación. De los trozos de bejuco cortado se raspa la corteza exterior con un cuchillo, dejando al descubierto venas de color oscuro que resaltan sobre el resto de la pulpa. Estas venas se cortan delicadamente, cuidando de no desperdiciar nada en el proceso, pues contienen la sustancia principal (cafeína). El raspado se cola en un pilche con agua hasta la mitad; luego se machucha y se desecha la corteza raspada. El yoco lo beben tanto hombres como mujeres desde muy temprana edad (tradicionalmente desdelossieteaños).Laingestiónserealizaenel espacio doméstico. La hora en que se ingiere la preparación varía según las comunidades, pudiendo variar de las tres a las cinco de la madrugada. Se bebe yoco siempre antes de ir a trabajar a la chacra, antes de ir de cacería o construir una canoa. Según la tradición, el padre despertaba a sus hijos varones y les daba a beber yoco para que le ayudaran a hilar fibrasdechambiray tejerhamacas,al tiempoque les instruía con consejos, historias de la tradición oral, o anécdotas de su experiencia en la cacería u otras tareas masculinas. Tomado en gran cantidad, el yoco tiene además efectos visibles en el organismo, como la anulación del hambre y la resistencia, tan necesarias en las largas jornadas de trabajo en la selva; pero también propiedades eméticas para la limpieza estomacal o para mejorar las destrezas cinegéticas;yporfin,propiedadesfebrífugasyantipalúdicas.

La depredación del hábitat en algunas zonas de Sucumbíos por actividades petroleras e invasiones colonas de territorios ancestrales así como por actividades agroindustriales a gran escala, ha provocado la escasez o desaparición del bejuco. Un levantamiento etnográficorealizado en varias comunidades cofanes, sionas y secoyas en 2011 permitió dimensionar el alcance de lo que podría parecer simplemente un cambio en la dieta líquida. De acuerdo con varios testimonios recogidos en San Pablo de Katetsiaya, hoy son pocos los hombres mayores que tejen hamacas para complementar sus magros ingresos monetarios, como ocurría hasta hace algunas décadas, pues ya no tienen la ayuda de sus hijos. Una de las dos razones que se menciona es que ya no se ingesta yoco como en el pasado; la otra razón es la reorganización del tiempodelosniñosylosjóvenesimpuestaporla escolarización. En cualquier caso, el resultado es que los jóvenes de hoy no solo no saben hilar ni tejer, sino que tampoco han aprendido de sus padres la historia oral de su pueblo, ni conocen las técnicas de cacería de diferentes especies. Un buen número de estos jóvenes, una vez concluida su instrucción formal, abandonan temporalmente sus comunidades para trabajar en actividades de construcción en Lago Agrio, el centro urbano más próximo, o en alguna de las empresas petroleras de la zona. Deregresoasuscomunidades,prefierenhablarcastellano dentro y fuera del espacio doméstico, desvincularse de actividades comunitarias como mingasofiestas,escuchardiariamentemúsicamestiza en sus flamantes reproductores desonido, y en muchos casos, adquirir conservas en las cada vez más numerosas tiendas locales para reemplazar los alimentos de la dieta tradicional. Sería ingenuo atribuir exclusivamente a la desaparición del yoco todos los cambios producidos en la vida de las comunidades nativas de Sucumbíos, pero también lo sería desconocer que tal desaparición, conjugada con otras prácticas introducidas, como la escolarización, no haya tenido un impacto decisivo en la sociedad y la cultura4. Este caso ilustra la interrelación de las esferas del patrimonio natural y cultural, y de ambos con la organización social. Por lo tanto, conservar el medio ambiente para que el yoco no desaparezca o incluso reintroducirlo como se está intentando en alguna comunidad, son iniciativas desarticuladas si al mismo tiempo no se atiende el problema que representa para la organización familiar un sistema

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de escolarización que no sólo no difunde conocimientos nativos, como pretende la educación intercultural bilingüe, sino que además anula los tiempos y espacios donde dichos conocimientos se reproducen, y si paralelamente no se crean espacios didácticos propios donde se reintroduzcan las técnicas de hilado o tejido, la lengua, la historia oral y las técnicas cinegéticas.

La lengua andwa: un muerto que quiere vivir

El caso de la lengua andwa, perteneciente a la familia lingüística zaparoana, constituye uno de los procesos más interesantes de apropiación funcional del patrimonio lingüístico por parte de un pueblo originario. Los andwas se organizaron como nacionalidad el año2003,luegodeunprocesodevariosañosquedesembocó en su reconocimiento por parte de las organizaciones indígenas y el estado. El andwa, lengua ancestral de la nacionalidad del mismo nombre, se hablaba en el curso inferior del Bobonaza y el curso medio del Pastaza, en los actuales territorios amazónicos de Ecuador yPerú.Araízdelconflictode1941elpuebloquedódivididoysólosetentaañosdespuéslasfamilias de ambos lados de la frontera pudieron reencontrarse. En Ecuador y Perú la lengua estáalmomentoextinta,luegodeconfirmarseafinalesde2012eldecesodequien fuera suúltimo hablante conocido. Como otras lenguas del espacio amazónico, el andwa ha sido reemplazado por el kichwa.Conocedores de la importancia de la lengua como señal identitaria enuna región étnica ylingüísticamente diversa como la amazónica, los andwas plantearon la recuperación de la lengua de sus antepasados como uno de los objetivos principales a largo plazo desde los inicios de su organización política. Dentro de su plan de vida esta recuperación lingüística, sin embargo, no viene sola, pues está estrechamente ligada con el reconocimiento de sus derechos territoriales. Aunque ningún miembro de la nacionalidad andwa habla hoy la lengua de sus antepasados, luego del trabajo de documentación lingüística con el último hablante en la comunidad peruana de Kapawari, se prevé la formación de un equipo semilla de jóvenes que aprendan lalenguaentalleresdeinmersiónylaenseñenen las escuelas. Contemporáneamente al inicio de las tareas de recuperación de la lengua, la nacionalidad ha empezado a ejercer sus derechos en el campo educativo y comunicativo,

de suerte que al momento ha logrado pasar del sistema hispano al sistema de educación intercultural bilingüe, con el objetivo de producir dentro de dicho sistema los recursos didácticos necesarios para la enseñanza de lalengua ancestral a las generaciones más jóvenes. También el aspecto comunicativo se ha visto beneficiado, pues desde 2011 la nacionalidaddispone de una estación de radio entregada por el estado ecuatoriano como espacio de fortalecimiento cultural y lingüístico. Pero además, los andoas han sabido aprovechar la cooperación internacional para consolidar su fortalecimiento organizativo y planificar unuso sustentable de los recursos a través de programas de fomento.Como el proceso de recuperación lingüística ha avanzado junto con el rescate de la tradición oral, la nacionalidad andwa busca hacer valer sus derechos territoriales en base a una reconstrucción histórica de su ocupación de la cuenca del medio y bajo Bobonaza (Gómez Rendón 2013). Paralelamente, la reapropiación de la tradición oral ha servido como punto de partida para reconstruir la memoria histórica más allá de las fronteras nacionales. A todo lo anterior se debe que la visión andoa de su patrimonio sea integral en un doble sentido: primero, porque abarca no sólo la lengua sino también el territorio, los recursos, la educación y la organización; y segundo, porque ve más allá de las fronteras nacionales. Según sus dirigentes,elfinúltimoesreintegrarelespaciovital del pueblo andwa creando una continuidad territorial transfronteriza entre las comunidades ecuatorianas y peruanas, para así reconstituir el cuerpo social que quedó desmembrado a raíz de la guerra. Éste es, en su opinión, el único requisito para devolverle vigencia a la cultura y la lengua de los antepasados, fuera del cual todo intento de patrimonialización pierde sentido.Una visión patrimonial de la lengua como la que acabamos de describir desborda las fronteras nacionales y se construye en buena medida fuera de la planificación gubernamental,precisamente porque dicha planificación nopermite visualizar la integralidad del patrimonio y su articulación con los derechos económicos, sociales y culturales de los colectivos. A partir de estas reflexiones, ensayamos enseguida, amodo de conclusión, algunas directrices que consideramos necesarias para la gestión del patrimonio cultural.

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Conclusión: tres derroteros de la gestión patrimonial

La participación del estado como garante y protector de los derechos de los pueblos y nacionalidades está consagrada como mandato constitucional y, en tal medida, debe abrir espacios para la autogestión del patrimonio desde lolocal,afindegarantizareldesenvolvimientode su propia dinámica. En este sentido, consideramos que en materia de patrimonio la mejor gestión es la autogestión, o dicho de otro modo, toda gestión ha de desembocar en la autogestión. Al caminar entre una y otra debemos dejarnos guiar por tres derroteros. El primero es el de participación integral, esto es, la incorporación de las comunidades propietarias y gestoras en todos los procesos de gestiónpatrimonial,incluyendotantoeldiseñoylaplanificacióndeproyectosdeidentificacióny registro como el seguimiento y la formulación de planes de salvaguarda. La participación integral de las comunidades propietarias permitirá a los gestores gubernamentales adquirir una perspectiva verdaderamente integral del patrimonio a lo largo de sus diferentes dimensiones. El segundo derrotero es el de sostenibilidad a largo plazo, que no es otra cosa que la continuación temporal y la ampliación espacial de las actividades de identificación, registro, inventario ysalvaguarda del patrimonio, principalmente a través de la transferencia eficaz y efectiva deconocimientos técnicos a las comunidades propietarias y gestoras. Sólo una integralidad en la participación y una sostenibilidad a largo plazo permitirán desembocar en la autogestión de los patrimonios. El tercer derrotero es el de coordinación multisectorial a nivel de la institucionalidad del estado. Este criterio surge naturalmente de la naturaleza multidimensional del tejido patrimonial, naturaleza que reclama iniciativas conjuntas desde diversos frentes ministeriales, que no sólo tienen que ver con la cultura y el patrimonio, sino también, de manera fundamental, con la educación, la salud, el medio ambiente, la producción, la justicia, las relaciones laborales, los recursos naturales, e incluso las relaciones exteriores, de fundamental importancia para la gestión de los patrimonios binacionales. Un trabajo sinérgico en todos los sectores de la gestión pública no sólo optimizaría recursos sino que además tendría efectos multiplicadores en la conservación y salvaguarda de los patrimonios, cosa que no se obtiene con programas y

proyectos unisectoriales. Como cualquier instrumento conceptual que ordena la realidad y está al servicio de intereses ideológico-políticos, el patrimonio puede ser una herramienta de dominación y aculturación, sobre todo cuando se reduce a la apropiación emblemática de patrimonios con el único fin de alimentar el voyerismo multiculturalde la diversidad en épocas de globalización, haciendo caso omiso de la matriz comunitaria que les da sentido. Esta perspectiva, en la que podemos caer más de una vez sin saberlo, al estar asumida en prácticas consagradas a partir de un concepto sobre el cual no se ha reflexionado lo suficiente,podrá ser superadasólo cuando aceptemos que la única forma de apropiaciónfuncionalyvitalmentesignificativade un patrimonio es aquella de sus legítimos propietarios, que toda otra forma no es sino una forma de detentar patrimonios, y que el papel del estado como gestor patrimonial a largo plazo es, paradójicamente, dejar de serlo para que lo sean las comunidades que viven sus patrimonios. Sólo entonces empezaremos a construir el patrimonio y éste será una herramienta de liberación y, sobre todo, de vida.

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1 Utilizo a lo largo de este artículo el término ‘propietario’ para referirme específicamente alas comunidades poseedoras de patrimonios étnicos, es decir, aquellos que marcan su identidad por haberlos heredado de sus antepasados. He preferido este término al de ‘portador’ o ‘portadora’ por cuanto su origen etimológico, ‘portar’, ‘llevar’, oblitera el carácter de posesión originaria, dejando abierta la posibilidad de aplicarlo más bien a aquellos patrimonios que lo son más por apropiación dequienesnosonsuslegítimosdueños.Igualcosa ocurre con otro término muy utilizado en la jerga en torno al patrimonio, el de ‘detentor’, que por similares razones no será utilizado aquí.2 Entre los antecedentes de la convención de 2003 están “el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966; en la recomendación sobre la salvaguardia de la cultura tradicional y popular de 1989, en la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de 2001 y en la Declaración de Estambul de 2002, que consideró la profunda interdependencia que existe entre el patrimonio cultural inmaterial, material y natural” (Zambonino 2009: 38).3 Aun así, el diccionario de la RAE tiene como primera acepción del término, precisamente, ésta: “hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes”. 4 Dada la interconexión de las manifestaciones inmateriales del patrimonio, también se podrían explicar los cambios a partir de un abandono de

la lengua, principal vehículo de transmisión de conocimientos, los mismos que al no poder ser formulados en su contexto enunciativo natural, motivaron la interrupciónde laenseñanzadelas técnicas tradicionales y, sobre todo, de la tradición oral.

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Simposio “Patrimonio”

Arqueologia e [Des]envolvimento: Patrimônio, Contrato e Comunidades Locais na Amazônia

Marcia Bezerra

Iphan/UFPA/CNPq, Brasil

Introdução

No presente texto discuto o campo da Arqueologia de Contrato na Amazônia e suas relações com o patrimônio e as comunidades locais, a partir de minha própria experiência, seja no desenvolvimento de projetos acadêmicos sobre as relações entre as pessoas e as coisas na Amazônia, seja na atuação em projetos de Arqueologia de Contrato, em especial, nas açõesdeEducaçãoPatrimonial.Assim,reflitosobre as assimetrias produzidas pelos projetos de desenvolvimento, que são legitimadas pelo Estado e reificadas pela Arqueologiade Contrato, em particular, por meio dos programas de Educação Patrimonial. Concluo que tais iniciativas, ao invés de promoverem a inclusão social, por meio do patrimônio, podem, de fato, exacerbar a desigualdade.Os projetos de Arqueologia ligados ao licenciamento ambiental1 constituem parte significativa das pesquisas realizadas naAmérica do Sul. Sua natureza paradoxal tem acirrado debates e dividido comunidades acadêmicas. Na Argentina, por exemplo, há quem afirme que a qualidade da informaçãogerada por esses projetos possa “reverter a sua imagem negativa” (Ratto 2009:2). No Uruguai, onde cerca de 70% dos estudos de impacto ambiental contemplam projetos de Arqueologia, reclama-se da não participação das comunidades (Beovide & Caporale 2009:7). Todavia, são as dramáticas situações criadas pelas políticas desenvolvimentistas e seu impacto sobre populações nativas na Colômbia, Peru, Equador e Brasil que têm suscitado as críticas mais contundentes.Na Colômbia, mais de 90% das pesquisas se referem à Arqueologia de Contrato. Segundo Londoño (2013:151), entre os anos de 2002 e 2011 foram concedidas mais de 2200 autorizações de pesquisa, um pouco menos de 200 correspondem aos projetos de pesquisa acadêmica. Entre os problemas apontados pelo autor se incluem: a não publicação

dos dados e a mercantilização da prática arqueológica. No Peru, a “venda de serviços em torno do patrimônio arqueológico” (Herrera Wassilowsky 2013:77) de forma acrítica tem, segundo Herrera Wassilowsky (op.cit.), tornado os arqueólogos, crescentemente, dependentes dos projetos de desenvolvimento, reforçando uma “perspectiva econômico-utilitarista do patrimônio” (op.cit.). No Equador, Echeverría-Almeida (2009), ao discutir os 20 anos da Arqueologia de Contrato no país, critica o fato de que as empresas de Arqueologia se limitam a cumprir a legislação, sem se importar com a qualidade do trabalho e com a socialização do conhecimento. Enquanto Venegas (2006:53) acredita que os Estudos de Impacto Ambiental têm “evitado la perdida de material cultural”, além de possibilitar, segundo a autora, conhecimento da história de ocupação da Amazônia Norte Equatoriana. Yépez (2013:84), por sua vez, ao tratar dos projetos acadêmicos afirma: “estos proyectosson marginales dentro de la investigación de arqueologia amazónica por el impulso que ha tomado la arqueologia de contrato en los últimos15años(...)”erefletesobreo“vazio”deixado por esse tipo de investigação.No Brasil, os projetos de Arqueologia de Contrato representam 95% das pesquisas (Stanchi 2013; Zanettini 2009), sendo que parte expressiva se situa na região amazônica. Os problemas observados no Brasil são consonantes com os demais países impactados pelas políticas de desenvolvimento representadas, no caso brasileiro, sobretudo, pelo PAC. O Programa de Aceleração do Crescimento (PAC), criado em 2007, tem como objetivo promover o desenvolvimento por meio de investimentos em obras de infraestrutura que somam cerca de um trilhão de reais destinados à construção de hidrelétricas, termoelétricas, gasodutos, aeroportos, portos, ferrovias, rodovias e plataformas de petróleo, entre outros (Brasil 2011).

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Os principais ícones da propaganda do PAC são três das maiores hidrelétricas do mundo, todas localizadas na Amazônia: duas no estado de Rondônia (RO): Santo Antônio e Jirau; e a terceira no Pará (PA): Belo Monte. Esse triunfo desenvolvimentista do governo é inversamente proporcional aos bárbaros danos causados ao meio ambiente, em particular às populações locais e ao patrimônio arqueológico que na esteira da propaganda estatal aparece como um dos domínios beneficiados pelo desenvolvimento.No site da revista “Horizonte Geográfico”,por exemplo, destaca-se a matéria “Obras do PAC rendem descobertas arqueológicas” (Camargo2013)queéilustradapelafotografiade urna cerâmica encontrada durante projeto de Arqueologia de Contrato realizado em Jirau (RO). Segundo a revista, “as obras de usinas hidrelétricas, portos e escavações de petróleo estão revelando tesouros arqueológicos até agora ocultos” (grifo nosso), sugerindo as vantagens da destruição.A aceleração do PAC impõe-se não apenas ao crescimento econômico, mas ao cronograma das obras e das pesquisas arqueológicas. Somadas a isso, a falta de estrutura do órgão fiscalizadordopatrimônio (Borges2013)2 e a burocratização das pesquisas transformam o campo da Arqueologia de Contrato em uma arena de racionalidades “técnico-científicasa serviço dos discursos de progresso e desenvolvimento” (Catullo 2006:26). Nesse cenário, as populações atingidas são desqualificadas,marginalizadaseculpabilizadaspela sua inabilidade de organização e de autossustentação (op.cit.) e ainda são consideradas ignorantes de seus patrimônios, os quais lhes serão apresentados pelo “discurso da competência” (Chauí 2000).Nos projetos de desenvolvimento, especialmente as obras públicas de grande escala, há uma complexa rede de relações de poder que opera a partir de uma dinâmica própria com três dimensões interconectadas (Catullo, 2006:26): o gigantismo, o isolamento e a temporalidade (Ribeiro 1987:8) que são acionadas por um “triângulo institucional” (op.cit. 1991:44-45) composto, no caso da Arqueologia de Contrato, pelos seguintes atores: 1) Estado, 2) Empreendedor, e 3) Arqueólogo (empresa ou universidade). As populações locais se situam fora dessa estrutura, pois que nessa perspectiva não são um corpo coeso, mas partes desorganizadas e desagregadas para as quais o triângulo de instituições oferece a “modernização de suas regiões ou áreas atrasadas” (Catullo

2006:26). Assim, de “sujeito de suas próprias vidas, essas populações se tornam sujeitas a elites técnicas prescientes (grifo nosso)” (Ribeiro 2008: 122) formadas, entre outros, por nós, arqueólogos, e nossa expertise, pretensa e equivocadamente, redentora do passado, da história e da cultura dessas comunidades.Todavia, a Arqueologia participa desse sistema não apenas pela atuação de sua competência técnica alienante, mas pela realização de ações com as comunidades afetadas o que, em alguns países, confere um contorno distinto, mas não menos problemático, ao quadro. Este é o caso do Brasil, onde a Educação Patrimonial está, desde 2002, vinculada aos projetos de licenciamento ambiental, em decorrência de normativa do Estado3. A obrigatoriedade de realização de projetos de Educação Patrimonial nesse âmbito leva à ampliação do “(...) leque de atuação do Arqueólogo e seu compromisso para com um Patrimônio que tem importância hoje e que fala sobre as pessoas do presente” (Bueno 2011:65).Por outro lado, o discurso preservacionista do Estado, ao coibir práticas locais de fruição com o patrimônio arqueológico (Bezerra 2012), serve-se dos projetos de Educação Patrimonial para promover a padronização da percepção da cultura material e do passado (Bezerra 2013). Esse descompasso próprio de relações que “não acontece[m] entre iguais” (Barretto 2003:25) tem norteado as perspectivas sobre as relações que as comunidades locais estabelecem com o patrimônio arqueológico no Brasil. As tensões provocadas têm sua matriz na lógica subjacente à noção de patrimônio – uma categoria forjada pelo Estado – cuja natureza substantiva é contrária aos processos de autorrepresentação e de construção de identidades. Em muitos casos, o processo de patrimonialização engendra exclusões sociais (Tamaso 2012:26), desconsiderando “o fato de que um patrimônio não depende apenas da vontade e decisão políticas de uma agência de Estado” (Gonçalves 2005:19).Sendo assim, a gestão desse patrimônio, muito embora compreenda a pesquisa básica e se oriente por referenciais teóricos, além dos técnicos, é vista apenas sob a ótica técnica-utilitária. Sua ação não se dá na arena privada – a da academia, da ciência –, mas na arena pública. Então,háumatendênciaàdesqualificaçãodocampo, dos arqueólogos envolvidos nesses domínios e das comunidades interessadas no patrimônio.Isso é decorrente do fato de que se anteveem

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os contornos de uma “face pública” da Arqueologia selada por meio de um pacto social a ser prezado, onde o “outro” deve ser “incluído”. Essa configuração do campoindica a existência de algo que lhe é acidental, episódico e que está suspenso e desconectado da prática arqueológica. Tal articulação anuncia a conformação de “uma categoria de ‘não-arqueólogos’, que remete à transitoriedade, passagem, fluidez, algo que ‘nunca se realizacompletamente’” (Bezerra 2009a:213).Nessa categoria de caráter volátil, temporário, de algo “fora do lugar”, aqueles que se ocupam de temas de pesquisa e/ou gestão que tenham alguma interface com o “outro” se tornam outsiders, em contraponto aos estabelecidos, para usar as categorias propostas por e Elias & Scotson (2000)4. Assim, os estabelecidos fazem ciência, os outsiders circulam nas bordas do campo, nas fronteiras com o seu exterior, e a eles cabe, então, lidar com as gentes que moram no entorno/nas bordas dos sítios, e assim tornar a Arqueologia Pública. Essa dicotomia constitui uma falácia. Pois não há uma Arqueologia que não seja “pública” (Bezerra de Meneses 2007; Ferreira 2010; King 1983) e que prescinda das discussões sobre o campo político do patrimônio. Contudo,anecessidadedeclassificarenomear“tipos” de arqueologia originou adjetivações contemporâneas - arqueologia ação (Sabloff 2008), colaborativa (Silva, Bespalez & Stuchi 2011), participativa (Pyburn 2009), indígena (Gnecco & Ayala 2010), com descendentes (Colwel-Chanthaphonh & Ferguson 2008), comunitária (Marshall 2002) e simétrica (Cabral 2011),entreoutras-quefiguram,muitasvezes,no âmbito da Arqueologia de Contrato, como alegorias da disciplina instrumentalizadas na composição de discursos de conveniência. As perspectivas participativas adotadas, de forma enviesada, em muitos desses projetos apostam na ideia de que conhecer o “outro” constitui uma “etapa diagnóstica”. Como se as pessoas pudessem ser examinadas, medidas eclassificadas.Assimcomoossítios,elassãodiagnosticadas, prospectadas e depois são salvas de sua ignorância sobre o “seu” patrimônio. Nesse contexto, a Educação Patrimonial tornou-se, então, uma espécie de alegoria da Arqueologia de Contrato. As comunidades locais, por sua vez, constituem o efeito colateral, sanado por meio de cartilhas e kits sem sentido (v. Hilbert 2006: 100). A ideia que norteia essas ações é a de que é preciso “alfabetizar culturalmente” os indivíduos. Essa concepção

propalada pelo “Guia Básico de Educação Patrimonial”, produzido pelo Estado, nos anos 1990 (Horta, Grunberg & Monteiro 1999), é inspirada no trabalho de Paulo Freire (passim), que acreditava na ação libertadora da Educação e na sua natureza eminentemente política. O uso oco de suas ideias no âmbito da Arqueologia de Contrato, particularmente, pode empreender uma violência simbólica contra as comunidades para quem se destinam essas ações. Muitos projetos, ainda que bem intencionados, reativam as perversas entranhas de outras racionalidades que intervêm, instrumentalizam e alienam.Mais grave ainda quando essas distorções se dirigem a populações em situação de vulnerabilidade cultural, econômica e social. A Educação Patrimonial adotada de forma instrumental e acrítica nesses contextos pode contribuir para a desigualdade. Nesse processo, os direitos humanos e sua dimensão cultural são ignorados. A gramática estruturante da língua do patrimônio faz com que os direitos, segundo Hodder (2010: 864), sejam “crescentemente referentesaessalínguaoficialmaisdoquecomas questões que envolvem a injustiça moral e social”. Uma linguagem, segundo ele, “por meio da qual o Estado critica o outro, mas não a si mesmo” (op.cit.). Diversos autores têm discutido as relações entre arqueologia, patrimônio e direitos humanos (v. Silverman & Ruggles 2007; no Brasil v. Funari, Zarankin, & Reis 2008), mas as suas implicações nos domínios da Arqueologia de Contrato no Brasil carecem de olhar mais diligente sobre a questão.

Estudo de Caso: a Vila de Serra Pelada, estado do Pará, Amazônia

A condução de projetos de Arqueologia – seja ela de contrato ou acadêmica - na Amazônia, hoje, envolve, inevitavelmente, o enfrentamento de realidades sociais que exigem a renúncia à alienação. Minha experiência em projetos de Arqueologia preventiva e acadêmicos, na Amazônia, particularmente no Estado do Pará, contribuiu para a problematização de nosso papel ético e político em contextos onde a violação de direitos humanos se impõe de forma devastadora. Para substanciar essas reflexões, parto de um estudo de caso queconstitui situação emblemática das relações entre arqueologia, desenvolvimento e direitos humanos na Amazônia: um projeto de Arqueologia de Contrato5 desenvolvido em

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área de garimpo, entre os anos de 2011 e 2012, e no âmbito do qual coordenei um projeto de Educação Patrimonial.

O Direito às Histórias: os garimpeiros da Vila de Serra Pelada

A Vila de Serra Pelada localiza-se no sul do Estado do Pará, região norte do Brasil. A população é composta, em sua maioria, por garimpeiros e suas famílias. A exploração do ouro causou uma explosão demográfica naregião, nos anos 1980. O Garimpo de Serra Pelada,controladopeladitaduramilitar,ficouconhecido como “formigueiro-humano”6, uma alusão aos milhares de homens que, diariamente, se amontoavam nos barrancos e escadas, arriscando suas vidas na busca pelo ouro. Segundo estimativas, em 1983, havia 80.000 homens trabalhando no garimpo. Entre os anos de 1980 e 1990, o garimpo, que foi fechado definitivamente em 1992, produziu48 toneladas de ouro (Mathis, Brito & Brüseke 1997). Atualmente, a companhia mineradora Vale7 controla as atividades de exploração. A situação política na Vila é tensa e as relações extremamente conflituosas. Na rua principal,formada por casebres de madeira empoeirados, o que mais chama a atenção é o grande número de associações e cooperativas - uma “paisagem de resistência” (Figura 1). Os moradores são muito reticentes em relação a projetos de maneira geral. Sentindo-se excluídos e com os direitos violados, não creem nos discursos externos de colaboração. Os garimpeiros continuam na Vila, muitos há 30 anos, por falta de opção de moradia e trabalho, mas, sobretudo, pela esperança de receber as indenizações devido ao fechamento do garimpo e da sua retomada pela Vale.A miséria somada à insegurança, à falta de perspectiva e ao sentimento de exclusão, alterna a natureza das narrativas dos moradores sobre o seu passado. Ora melancólicas, ora revoltosas, elas sempre têm como ponto de partida o garimpo: seja a chegada nos anos “de ouro”, a descoberta da primeira pepita, a perda da família, as doenças decorrentes da manipulação do mercúrio, a pobreza, a vergonha ou a desilusão (Figura 2). Nesse contexto, as possíveis referências a elementos que se conectem com o patrimônio são tomadas por uma névoa que embaça essas racionalidades (Bezerra 2009b). No seu lugar surgem outras paisagens, imaginadas a partir dos referentes dessas pessoas, e nas quais

o patrimônio arqueológico não tem lugar. O passado remoto da Arqueologia não tem ressonância para comunidades cujo passado mais recente está suspenso, projetando-se no presente como um peso. A socialização e a sensibilização sobre o patrimônio arqueológico, num contexto como esse, agem num vácuo. Como, então, ignorar os problemas enfrentados por comunidades com tal grau de vulnerabilidade? Qual é o nosso papel frente a essas situações? Os discursos do patrimônio e da Arqueologia de Contrato são insensíveis a essas realidades que são, no entanto, constituídas por narrativas memoriais.Ao longo de nossa convivência, vários garimpeiros manifestaram a vontade de ver as suas histórias contadas. Essa demanda não é apenas uma preocupação memorial, mas, mais do que isso, liga-se, sobretudo, à consolidação de sua identidade e, consequentemente, à legitimação de seus direitos. Um processo que tem sido observado, de forma recorrente, na América Latina (v. Silverman 2006).Eckert (2012:19), ao tratar de uma comunidade demineirosdecarvãonaFrança,afirma“Hoje,sem amina, foi a profissão que desapareceu,e com ela valores de referência de um grupo, de uma prática social e um modo de vida”. Essa ruptura tem implicações estreitas com a construção da identidade de “ser garimpeiro”, com a coesão de sua comunidade de trabalho (op.cit.) e com a perda de seus direitos em Serra Pelada.Apesquisaetnográficarealizadaentreosmesesde outubro de 2010 e junho de 20128, somada ao mapeamento do repertório material do garimpo, revelou o status da cultura material na constituição da identidade dos garimpeiros. Nesse sentido, frases como “Se eu não tiver a minha bateia, quem vai dizer que sou garimpeira?” (D. Raimunda) (Figura 3) apontaram para a centralidade de ferramentas (Figura 4) e de documentos como sinais diacríticos do ser garimpeiro e como elemento ativado nos discursos de reivindicação de seus direitos.Suas biografias são mobilizadas, a todo omomento, como matéria substantiva no reconhecimento da sua força de trabalho, que figura gravada nas carteiras amareladas pelotempo, mas sempre à mão; nos instrumentos utilizados na época do garimpo, principalmente as bateias, e nas narrativas apresentadas com detalhes de quem quer mostrar que “foi assim que aconteceu e que estava lá”. Assim, assumindo que o discurso do patrimônio deve considerar os direitos humanos e que o

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patrimônio–ouoqueessacategoriasignifica- para os garimpeiros de Serra Pelada está nos seus relatos sobre o garimpo, organizamos um pequeno livreto que conta a história de Serra Pelada por meio das narrativas de nossos interlocutores9 (Figura 5).A recepção da publicação distribuída a garimpeiros da Vila sugere que a Arqueologia, se entendida como fenômeno sociocultural, como propõe Castañeda (2008), pode edeve servir como condutora de direitos mais humanos. Decerto que uma pequena publicação não tem efeito emancipatório, mas seafinacomaideiadeAyala(2007:155)deque“es necessario considerar que nuestro papel como arqueologos no radica en hablar por los otros, sino en hablar sin negar a los otros, en circunstancias que ninguna de estas voces debe ser silenciada.”.As narrativas dos garimpeiros constituem um rico corpus patrimonial, que tende a se diluir, uma vez que a exploração do minério poderá provocar o deslocamento dos moradores e, eventualmente, o total desaparecimento daquele lugar de memórias. Uma perda que transcende a questão meramente econômica, como ressalta Eckert (Schwartz 1990:1110 apud Eckert 2012:19), citando Schwartz: “a mina não foi somente um dado econômico”, mas “o que gostaríamos de chamar de um fato social total”.Nesse sentido, a reunião de suas narrativas e o seu registro possibilitou que, no âmbito de um projeto de Arqueologia de Contrato, se instaurasse um espaço de fala dessas comunidades. Isso não nos exime de continuar a refletir, criticamente, sobre esses projetosnem nos concede algum tipo de salvo conduto para continuarmos a atuar nessas arenas sem repensar o ethos da disciplina. A Arqueologia e a Educação Patrimonial, no contexto dos projetos de desenvolvimento, são utilizadas pelo Estado como “tecnologia de governo” (Rose & Miller 1992:186) e nós figuramoscomoosagentesinstrumentalizadosdessa relação, contra a qual deveríamos, fortemente, nos opor. O arrasamento dos plenos direitos das comunidades atingidas é reproduzido, na maioria esmagadora dos casos, por meio de intervenções – em sítios arqueológicos ou no âmbito da Educação Patrimonial - mais comprometidas com as coisas do que com as pessoas. Na Amazônia, a Arqueologia está, irremediavelmente, ligada às histórias locais. Ignorar os seus agentes e suas circunstâncias

contemporâneas reafirma a invisibilidadedessas populações e contribui para consolidar o discurso do atraso econômico, da incapacidade técnica e da desvalorização cultural, tão combatido pela Arqueologia da região. Ribeiro, ao tratar do impacto dos projetos de grande escala sobre as populações locais e do papel dos agentes externos nesses contextos, afirma: “Antes da existência de um projetode desenvolvimento, populações locais dificilmentepoderiamconceberqueseudestinoera suscetível de ser seqüestrado por um grupo organizado de pessoas” (2008: 122). Nossas impensadas ações no âmbito dos projetos de desenvolvimento podem nos transformar em “sequestradores do passado, da história” e também do destino das comunidades que moram no entorno dos sítios arqueológicos. É possível evitar a manutenção desse quadro, uma vez que, como afirma Ribeiro, as consequênciasdesses projetos e suas lógicas são sempre regulares e previsíveis (Gustavo 1987:7).A intenção aqui não é a de satanizar a Arqueologia de Contrato ou os colegas que a ela se dedicam, mas a de lembrar que o desenvolvimento, como diz Galeano, desenvolve a desigualdade (Galeano 1982: 14). Nesse sentido, temos o compromisso de pensar sobre as consequências epistêmicas de nossas ações nas esferas desses projetos e sobre o fato de que a prática alienante da Arqueologia faz dela uma perversa condutora das desigualdades contra as quais temos lutado tanto na Amazônia.

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ambiental. Ver http://portal.iphan.gov.br4 Elias & Scotson (2000) em seu estudo sobre as relações de poder em uma pequena comunidade nas proximidades de Londres, nos anos 1960, discutem o fato de que as ‘famílias antigas’ deWinston Parva (nome fictício) seconsideravam ‘humanamente superiores’ aos moradores considerados como ‘os de fora’, por terem chegado na pequena cidade em período mais recente, estabelecendo, dessa forma, uma divisão que, entre outros aspectos, aposta em estratégias de controle social de um grupo sobre o outro e na qual a autoridade e a legitimidade são elementos fundamentais na delimitação dos contornos das duas categorias.5 Projeto sob a coordenação geral de Denise Pahl Schaan.Ver Schaan, D. P., A. dos Santos e W. C. Oliveira. 2011. Programa de Prospecções e Educação Patrimonial em Serra Leste, Curionópolis/PA. Relatório Final. Volume I. Belém: UFPA. Inédito.Schaan, D. P., A. P. Lima. 2011. Programa de Prospecções e Educação Patrimonial em Serra Leste, Curionópolis/PA. Relatório Final. Volume II. Belém: UFPA. Inédito.6 Ver imagens do garimpo em http://www.amazonasimages.com/travaux-main-homme. Acesso em 10/09/2013 ou em Salgado, S. Trabalhadores, São Paulo: Cia das Letras, 1996.7 A mineradora Vale foi eleita a empresa com a pior atuação do mundo, relativa aos direitos humanos e ao meio ambiente, pelo “Public Eye People´s”, premiação realizada pelo Greenpeace da Suíça e pela ONG Declaração de Berna (G1 2012). 8 Apesar do período de dois anos aqui informado, a natureza dos projetos de Arqueologia de Contrato não permite a realizaçãodeumaetnografiadelongaduração,como seria o desejável. Assim, a pesquisa em Serra Pelada foi realizada durante nove viagens de campo da equipe.9 No âmbito do projeto de Educação Patrimonial foram realizados curso para os professores das escolas locais, a exposição “Memórias do Tempo” e a produção de material didático que contempla a cultura local.10 Schwartz, O. – Le monde privé des ouvriers. Hommes et femmes du Nord. Paris: PUF, 1990: 11.

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Simposio “Patrimonio”

Coca in context.From the North-West Amazon to coastal Ecuador

Colin McEwan

Dumbarton Oaks, Estados Unidos

IntroductionThis paper takes a selective, comparative look at the role that coca plays in specificcontexts among indigenous communities and archaeological traditions of the NW Amazon, the northern Andean highlands of Ecuador and the tropical lowlands west of the Andes. A broad approach is necessary if we are to understand the use of coca not only in contemporary ethnographic communities but also its deep history in Pre-Columbian societies across northern South America. I will argue that the ethnographic data from the NW Amazon can inform interpretation of archaeological contexts west of the Andes and offer insights into the role coca played in emergent social and architectural complexity.

Coca in the Nazca, Moche, Chimú and Quimbaya traditionsFrom a botanical perspective, Plowman infers that coca was one of the earliest plants cultivated in the montaña and that, in common with other early cultigens, its first use andcultivation occurred several thousand years before its appearance in the archaeological record: Erythroxylum coca var. coca is now thought to be a naturally occurring wild species of the montaña, from which the other three cultivated cocas were ultimately derived as cultigens through human selection. Probably E. coca var. coca had a more limited distribution as a wild species, possibly in eastern Peru to the area centering on the Huallaga Valley, where wild-growing Huánuco coca is frequently encountered. Subsequent range extensions northward to Ecuador and southward to Bolivia and Argentina probably occurred through man’s cultivation. (Plowman 1984: 135) Coca has enjoyed a very long history as a favoured cultigen and its botanical distribution has been progressively extended by human intervention far beyond the range of its wild progenitor (Plowman 1979; 1982; 1984; 1986). Once Trujillo coca became established as a crop on the Peruvian coast, the central Andes comprised two coca provinces, with Huánuco

coca cultivated in the montaña and Trujillo coca on the coast. Both varieties were probably traded to adjacent highland areas, where coca is consumed now and was evidently consumed in the past in great quantities. Regional archaeological traditions ranging along the length of the Andes from Peru to Colombia have left material traces in different media that document the practice of ingesting and masticating coca leaves with lime and other agents. AlongthePacificcoastof Perudepictionsof individuals using coca appear on Nazca (100BC - AD 600), Moche (AD 100 – 700) and Chimú (AD 1100 - 1470) ceramics, recognizable by their cheek bulges, small wrist bags for carrying coca leaves, and lime pot and dipper or spatula for ingesting the lime. In the northern Andes, Quimabaya goldwork (AD 600 – 1400) from the Cauca Valley is renowned for its strikingly

Fig. 1. Distribution of archaeological and ethnographic coca-using cultures in Andean and NW South America

(after McEwan 2004)

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beautiful lime flasks that establish a directrelationship to the use of coca. Many of these feature seated male and female figuresin a formal, contemplative pose where the closed eyes signal a focused concentration on the inner world as opposed to a gaze directed towards outward surroundings. In due course the rise of the expansive Inca state in the Central Andes led to imperial control of coca production and consumption. This is amply documented by a number of chroniclers who emphasize that its distribution was regulated by the nobility, and who also claim that its consumption was the prerogative of the Inca elite. During the early colonial period despite efforts made by the Catholic church to suppress coca production, traditional practices continued at the local level and the use of coca became widespread among the general populace in Peru and Bolivia.

Coca in EcuadorBoth the eastern and western yunga zones of Ecuador were supplying coca leaves to the highlands at the time of the Inca conquest1. Murra (1991) has claimed that coca cultivation and consumption was introduced by the Incas and adopted locally. While cultivation of coca mayhaveintensifiedunderIncarule,itsuseinthe northern Andes is clearly much earlier and far predates any possible primary introduction by Inca agency. Both coastal and highland archaeological figurine traditions in Ecuadorshow that coca flourished from its firstappearance in the formative on up to Spanish contact. For much of Peru and Bolivia, the disintegration of the Inca empire probably led to the unintended consequences of widening the use of coca among both the urban and rural populace. However, in Ecuador the Church authorities embarked upon a largely successful campaign in the 17th and 18th centuries to eradicate coca which was perceived to be an integral element in undesirable native belief and ritual practice. There is, nevertheless, good direct and indirect archaeological evidence to indicate that Pre-Columbian coca production, trade and consumption was once very widespread in the northern Andes

The Ecuadorian figurine traditionsIn Ecuador the earliest evidence for coca use is inferred from small ceramic lime containers dating to Valdivia Phase IV (about 2100 BC uncorrected) (Lathrap et al. 1976:47,fig.61).One such ceramic container comes from a

Valdivia II (about 2400-2500 BC) burial at Loma Alta (Stahl 1984: 226-9, figs 56, 57).A small Chagras-style ceramic figurine of acoca chewer dates to late Valdivia (1600-1500 BC) (Lathrap et al. 1976: 48, fig. 66). Thecorpus of archaeological figurines not onlydocuments the cultural range of pre-contact coca consumption but also offers direct evidence of pre-Hispanic indigenous practices. Lathrap asserts that the full complex of chewing cultivated coca with lime was present in Valdivia culture from the beginnings of the Loma Alta occupation on, and argues that plantations of fully domesticated coca must have been extant on the eastern and western slopes of the Ecuadorian Andes by 3000 BC. The tradition of small decorated lime pots continues through the Valdivia, Machalilla, and Chorrera/Engoroy traditions along the Ecuadorian coast and inland valleys (Lathrap et al.1976:48,fig.61;Nortonetal.1983,Lunniss2001; McEwan and Lunniss nd). The most striking representations of seated, coca-chewingfigurinesinAndeanartaretobefound in the Jama-Coaque (300 BC-AD 1500) and La Tolita (200 BC-AD 600) traditions of coastal Ecuador. These show high-ranking seated males with a lime container in one hand and a spatula or dipping implement in the other. They often boast spectacular

Fig. 2. Distribution of seats and stools among archaeologi-cal and ethnographic cultures in Andean and lowland South

America, Central America and the Caribbean(after McEwan 2004)

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ear-spools, necklaces, ornate headdresses, and decorated tunics. Some display a pair of suspended anthropomorphic tusks on their chest, emblems of authority that originate with the Bahía and Jama-Coaque cultures. These individuals are clearly engaged in formal rituals involving the use of coca and are usually seated either on a distinctive basin-shaped seat atop a singlepedestalstool,onaflattoppedbenchoron a four-legged stool. Many wear exuberant headdresses bedecked with zoomorphic representations, especially birds. Their tunics bear what might be interpreted as seed motifs, suggesting that the wearers may be participants in rituals linked to seasonal activities such as planting or harvest. A small but distinctive group of Manteñopottery figurines was recovered by Savillein the excavations on Cerro Jaboncillo (see Saville 1907-10). These depict a male figuresitting on a seat or stool in the act of ingesting lime with coca. Two come from high status burials in mound 3, having been interred along with other burial goods. A third comes from mound 2 while others are of uncertain provenience. One depicts a male figure ina formal pose wearing large ear-spools, a waist band or loincloth, and leg ligatures tied just below the knee. His head cap features a modelled mask facing upward in the center, flanked by two protuberances each of whichis encircled by a dozen appliqué buttons and in turn circumscribed by an incised line. Other appliqué buttons cover the intervening surface and a modelled anthropomorphic face is found on the upper front. A cape and/or necklace is draped over his shoulders and upper chest. Four segments on this are delineated by vertical, parallel, incised lines, within which lies a row of 5 incised circles. He appears to have had a coca bag draped over his left forearm. Although the right arm from the elbow downward is missing, comparison with the other figures suggeststhat he is in the act of transferring lime from theflasktohismouthwithaspatula.Aquidof coca is visible in his left cheek. The seat rests on a solid pedestal with arms that extend upwards on either side and are more pronounced than thoseof theseatsshowninotherfigurines.It is among the surviving sites of the towns thatoncecomprisedtheprincipalManteño(cAD1100–1500) Señoriosof Jocay,PicoazaandSalangomethatwefindthebestpreservedarchaeological evidence for the importance of seats and formal seating rituals. The largest concentration of intact sculpted stone sets

were recovered from the hill-top ceremonial centers of Cerro Jaboncillo and Cerro de Hojas by Marshall H. Saville in the early 20th C (Saville 1907-10; see also McEwan 2004; 2012). At Agua Blanca (formerly the ‘pueblo principal’ of the Señorio of Salangome) fragments of sculpted stone seats are found in association with the larger architectural complexes that once formed the ceremonial core of the site, as well as in the surrounding satellite complexes arrayed around it. In the conclusion of this chapter we will return to consider in more detail the evidence for the consumption of coca in excavated architectural contexts that have associated sculpted stone seats.The Capuli (AD1000-1500) ceramic tradition from north highland Ecuador features modelled anthropomorphic figurines of both menand women chewing coca quids )Bray 2011: 354). The majority are reported to have been recovered from deep shaft and tomb burials. They are usually dated to around AD 9 – 1200 and most are thought to pertain to Period 1 – 2 of a three-phase sequence, although much earlier dates have also been proposed.Asmallcorpusof Capulifigurineshavebeenexamined by Drolet who notes fundamental differences between the male and female figures:Male subjects are typically shown seated on a shaman’s stool, chewing coca, adorned with a sash or cloth necklace, and carrying their coca ingredients in containers, which are suspended from a hip belt, above

Fig. 3. The principal Manteño Señorios(c 1100-1500 AD) on the Pacific coast of Ecuador

(after McEwan 2004)

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the loin cloth. Women are never depicted with these elements, but rather are shown seated on the ground wearing either ankle length garments or no garments at all, and occasionally with suckling infants (Drolet 1974: 104). The seats are usually plain benches with a solid support at front and back. Males who do not have a cloth sash sometimes wear a wide cloth necklace from which a circular ornament is suspended, or wear nothing above the waist. Women never wear either the cloth necklace or the cloth sash, and are frequently bare-breasted. Drolet comments on the ‘mental and physical state’ of the males and proposes that they are shamans seeking ‘to develop a vision or trance state through the use of the stimulant coca and … the seated position.’ ‘Each male figurine is depicted seatedupon a stool, veryerect and motionless, facing forward with his hands on his thighs, chewing a quid of coca.He also posits a temporal ordering for the seatedfiguresshownchewingcoca,andthosewho are playing instruments, and suggests that they serve to prepare the shaman for ceremonial activity such as curing. The presence of atopholeandinternalcavityinthefigurinesis associated with the idea of housing sacred spirits, which serve to aid the shaman in curing theafflictionsof hispatient.Sometimesamaleis shown playing a foot drum and panpipes simultaneously.

Ethnohistoric documentation of coca consumption and trade in Ecuador As we seen already, the ethno-historic sources for northern Ecuador confirm that the

importance of coca in highland trade networks and the practice of coca chewing clearly pre-date any Inca influence. The pre-Inca ethniclords in the Quito area traded coca with both with the Chota valley to the west, and with the Quijos to the east. One account notes: It is the Indians of the valley who are wealthier than all the other natives of the district, on account of the trade in coca, for because of this they bring back to their households plants, gold, cloth, pigs, llamas, and all the necessities; and it’s for this same reason that these Indians are very bad laborers, and those among them that do not have coca are hired by day and by week to work the field of he who hires them; and as owners of these fields, they are wealthy…. Another account describes the variety of ethnic groups engaged in the coca trade in the north highlands: In this town of Pimanpiro and in the said valley of Coanque (Chota) more than three hundred Indians are always present visiting from Otavalo and Caranque and from Latacunga and Sichos and from other lands very distant from this, that come on account of the coca to meet with those from here. Also there are here more than two hundred Los Pastos Indians who come for the same trade. There are eighty Pastos Indians that are like locals, these are camayos, so-called, who are like the managers of the owners of the coca fields and they are with these locals, because they are given lands in which they sow, and therefore, they are just like locals (Borja 1965 [1591] p 252).In Esmeraldas province Fray Gaspar de Torres states that the Cayapa were using coca in the late 16th century and are still reported to do so today.Oneof thefewfirst-handaccountsfrom Ecuador to describe the cultural contexts in which coca was consumed tells how: They sat down to eat a grass called coca that they say is like cumaque and after stuffing their mouth with this leaf they bite off one or two bits from a stone-like ball made of ashes and other ingredients of leaves, and after this they take a small tube like a mixture of ground tobacco and honey from black bees like a dye and they put this mixture in their mouths repeatedly. The effect of this, so the Indians say, is that this herb relieves their thirst and hunger; and together with it they use a certain lime powder made of scallop and conch shells from the sea coast, which they bring just like that in small calabash containers, and with a small stick they stir it and put it in their mouth from time to time, for the effect mentioned. And though it doesn’t completely relieve thirst or fatigue, they say that it does, or at least a great deal, and that it also reduces headaches and aching legs: and they are so used to using this, that the majority of the warriors and the hunters and wayfarers and those accustomed to travelling the countryside don’t travel without this herb (Oviedo y Valdez 1944 [1557]).

Fig. 4. Distribution of architectural complexes and stone seats at the late pre-contact site of Agua Blanca

(Salangome) (after McEwan 2004)

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The letter specificallymentions the preferredcoastal sources of lime. Elsewhere in Colombia lime produced from sea shells is likewise specified. Lime powder produced from seashells seems to compare favourably in terms of itsefficacyandtastewiththatprocuredfromeither mineral sources or the burnt bark of trees that have a high siliceous content. Like salt and lime powder, coca leaves are almost invisible archaeologically, although there are indications that all three were important commodities in highland-lowland exchange systems. It is likely that coastal lime would have been much sought after and probably entered inter-regional trade networks at an early stage as the practice of masticating coca became ever more widespread.In the Buenavista Valley in southern Manabi the remains of many ‘kilns’ with vitrifiedwalls have been observed in gully exposures, and include one recorded at Agua Blanca that still had a large solidified deposit of whitepowder preserved ‘in-situ’. Preliminary analysis confirms that this is lime, and the evidencefromanotherovenconfirmsthatseashellsandcoralwerebeingfiredathightemperaturesinorder to reduce them to powder. Some half a dozen ovens in different states of preservation havebeen identified todatewithmanymoreprobably undetected which points towards lime production as an important component of the coastal economy. This represents the visible evidence for what must have been a very extensive coast-highlands exchange of coastal products including high-quality lime and sea salt which would have been traded for coca leaves, obsidian and other products from the eastern slopes of the Andes as well as further afieldinthehighlands.

The North-west AmazonThe available botanical evidence suggests that coca was introduced into the Amazonian lowlands at a relatively late stage in its domestication. Its use is recorded among contemporary ethnographic groups, especially in the northwest Amazon, but there is very little tangible archaeological evidence documenting the extent of its distribution in pre-contact times, nor an idea of the time depth that might have been involved.The ritual and social contexts of coca consumption are well documented ethnographically for the NW Amazon. Stephen Hugh-Jones describes the role that coca plays in the He House ceremonies among the Barasana that revolve around the maloca. These are the

initiation ceremonies for young boys that take place just before the heavy rains that begin in the major rainy season and cause a dramatic rise in the rivers.2 The process of transforming an uninitiated boy into an adult man involves retracing the steps in the development of human beings. The He world described in Barasana myth is one in which human beings and animals are not as yet differentiated from one another. The myths describe a gradual process of differentiation.3 In the course of the rites the elders sit on stools while the young boys sit on mats.4 After He House the initiates aretaughtthenamesandsignificanceof theHeinstruments and their associated mythology.In the course of a sequence of activities and rituals that take place over several days the men pick and process coca leaves by toasting them in a special ceramic griddle over afire insidemaloca 5. Then: After dusk the young men bring the He (instruments) up from the river to the front of the house where they are played until after midnight. Inside the house, the men process coca and the women continue to prepare manioc beer. Once the coca has all been processed, the men assemble in the middle of the house where, after eating the coca, they are led in chanting by the chief host… Throughout the evening, the shaman (or shamans) sits by a designated post blowing spells into cigars and into gourds containing tobacco snuff, coca, beer and lumps of beeswax mixed with coca. When the blowing is completed, one gourd of coca and wax is placed on a stand in the middle of the house and all the men come to eat small pinches from it. One of the hosts then takes the lumps of wax from the gourd and, putting them on burning embers in a potsherd, he carries them twice round the dance path in a clockwise direction, fanning the embers to produce aromatic smoke as he goes. The wax is afterwards left smoking in the men’s doorway. Sometime later the women are also invited to eat small pinches of the blown coca.6 Hugh-Jones continues his account when the next morning: Soon after first light, when the beer is all made, the women sweep the house clean and sprinkle water on the floor. A thick screen of woven palm leaves is moved across the house completely shutting off the rear end. Women, children and pots are then confined in this screened-off area whilst the He (instruments) are played into the house. Later on the women may leave the house to go to the gardens.7 Then in the late morning: All the men assemble in the middle of the house sitting on ritual stools, and the senior host elder leads them all in chanting. During this chanting the coca and ritual cigar blown over by the shaman, are handed round. At the same time yayé is served to all by the shaman.8 Hugh-Jones notes that in general men

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occupy the center of the maloca and women the periphery. In these ritual contexts the segregation of space reserved for male and female activities respectively is explicitly manifest. The preparation of coca, tobacco and snuff, all ‘non-foods’ involves cooking which is done by men along the side walls towards the front of the maloca.9 Hugh-Jones’ description and plan of a Barasana maloca can be compared with a similar but more schematic plan of a Desana maloca (Reichel-Dolmatoff 1997: Fig. 1) which also has a semi-circular rear wall and internal side wall partitions: The central axis of the longhouse is imagined as an anaconda lying stretched out between the two doors (ie. The men’s door at the front and the women’s door at the back). The Desana say that in the beginning of time their ancestors arrived in canoes shaped like huge serpents. The passengers were agnatic brothers who were sitting by order of birth, and from them the different sibs are descended. Each serpent was divided into a series of ‘compartments’ so to speak (referring to the diagram). At the tip of the head was a hexagonal rock crystal representing the energy of the Sun Father who was guiding the anaconda. Next came chiefs, followed by Shamans, then came the dancers, then Warriors and, finally, Servants. (Reichel-Dolmatoff 1997: 217).The archetypal ranked order described in this account proceeds from the entrance doorway back into the interior of the maloca. Reichel-Dolmatoff also adds further commentary on the hierarchical organization of the space within a Desana maloca: The interior of the maloca is a sacred space that is imagined as being divided according to a complex scheme. The function of this scheme is demonstrated mainly on the occasion of ceremonial gatherings and dances. In the first place, the rectangular ground plan is imagined as divided by the ‘three jaguars’ into two sectors, the anterior, close to the main door and associated with the color yellow and the male sex, and the posterior sector toward the back door that is associated with the color red and the female sex. The influence of these colors is expressed in opposites, the male sector imagined as being bathed in red light by the reflection (gohseri) of the female sector, which in turn reflects the yellow of the male sector. Moreover, the red part (lying under the yellow reflection) is said to occupy a somewhat higher level than the sector from which the yellow light emanates, thus repeating the image of two superimposed cosmic planes.10

A comparison between the NW Amazon and Coastal EcuadorHugh-Jones’ plan of a Barasana maloca invites comparison with structure MIV-C4-1.2 atop the central mound at Agua Blanca. A number

of formal correspondences can be observed between the two plans. Both have a semi-circular rear wall. In addition to the main entrance at the front of the building, both have one or more subsidiary doorways at the sides or at the back of the building. Both have internal partitioning, most notably a division or screen that divides the front and rear spaces. In the South-West corner of the rear room of structure MIV-C4-1.2 Agua Blanca there is anareapavedwithaclose-fittingarrangementof small stone slabs and river cobbles. Lime encrusted ceramic vessels have been excavated from in and around this area indicating that coca was prepared and / or consumed in the immediate vicinity. If the coca preparation was alsoamaleactivityfortheManteño,thenthisimplies that not only was the front room of the structure considered to be ‘men’s space’, but also the rear i.e. the whole building. This contrasts with the Barasana example, where Hugh-Jones emphasizes that men tend to occupy the center of the house and women the periphery. He specifically notes that thepreparation of coca, tobacco and snuff (all ‘non-foods’) involves cooking which is done by men along the side walls toward the front of the house. The correspondences outlined here are sufficient to suggest that the kindsof rituals revolving around the consumption of coca recorded for the Barasana probably find parallels among the Manteño, thoughclearly within more elaborate political and architectural settings. Thus while the interior maloca space is segregated into male and female areas among the Barasana, within the more differentiated social and architectural space of largerManteñosettlementsandceremonialcenters this gender separation seems likely to have found expression in separate buildings with their respective male and female functions.

Seats, coca consumption and gendering archaeological space and timeAt Agua Blanca the largest surviving archaeological structure (MIV-C4-5.1) measures over 50m long and some 12m wide and is located in the ‘lower’ sector of public architecture at the site. It is aligned on the December solstice sunrise and also houses the largest number of seats found in any one structure at the site. In the ‘higher’ sector of public architecture at Agua Blanca there is an alignment on the June solstice sunset between Structures MIV-C4-2.6 and 7 which stand in front of a pair of large buildings (MIV-C4-2.1

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Fig. 5. View towards the central modified hill-top (site MIV-C4-1) at Agua Blanca (after McEwan 2004)

Fig. 6. Plan of structures on and around the modified hill-top including Structure MIV-C4-1.2with its internal partition and semi-circular rear wall (after McEwan 2004)

Fig. 8. Ground plan of a Barasana maloca showing the semi-circular configuration of the rear wall and internal partitioning (after S. Hugh-Jones 1979: Fig. 2)

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and 2.2) on an extensive modified terrace.One of these (MIV-C4-2.2) houses the only seats excavated in-situ at Agua Blanca in their original architectural context aligned along the length of the east wall facing inward and with the wall niches behind. Five seats were uncovered in their original positions under collapsed wall debris and the position of three other seat bases that were removed from the structure can be inferred. Together this makes a total of 8 seats thus extending the dual and quadripartite principles applied to the architectural patterning to an octopartition or 8-fold seating arrangement. The data presented here provide empirical support for the kind of progressively ‘unfolding’ hierarchical social structure to that proposed by Patricia Netherly (1990 Fig. 1) for North Coast Peru based on a combination of archaeological and ethno-historic evidence. It is interesting to note that the site of Quichurchis, Otavalo, sketched in ethnohistoric documents from Otavalo, highland Ecuador, and published by Chantal Caillavet (1988: Fig. 46) also reveals an octopartition (8-fold division) of the internal space in an early colonial (17th C?) cacique’s residence with a concentric arrangement of the surrounding buildings including a pair of two other large adjacent buildings. At Agua Blanca, the location of a large number of the stone in their original architectural setting in MI-C4-5.1 and the building’s alignment on the December solstice sunrise point to the importance of temporal rhythms in seating rituals. The observation of the December solstice in the ‘lower’ sector likely involves ritual concerns focused on fertility and agricultural renewal (a ‘female’ time of year), as well as regulating internal social life andcommunityrelationsbydefiningthekindof social ranking and concomitant authority that assure social cohesion. Together with iconographic analysis of stelae imagery at Cerro Jaboncillo, this enables us to infer that the seats were likely used in seasonal seating rituals revolving around the dry-to-wet season transition at both Agua Blanca and probably also at many of the other ceremonial hill-top sites with seats (McEwan 2012).Moreover, three separate but related radial alignments can be detected in the spatial configuration of architectural complexes atthe site, each intimately involving the ‘central mound’ MIV-C4-1 which is the ‘fulcrum’ for two of these (McEwan 2004: Figs. 4.29, 4.30, 4.36). A first expression of radiality

can be detected in several structures in the vicinity of the ‘central mound’ and which are aligned directly on it. A second manifestation of radiality is apparent in the arrangement of structures in complexes MIV-C4-1, 2, and 3 where careful measurements have demonstrated that instead of the long axis of these buildings being parallel, a number of them in fact converge at a point on the North-East horizon. A third expression of radiality is found in the structures arrayed radially at the base of the mound in its northwest quadrant whose projected azimuths embrace key sites in the Manteño domain ranging from CerroJaboncillo to Isla La Plata. Together the three radial arrangements present a pattern of nested radiality analogous to that etched on the Nasca pampas of southern Peru.Structure MIV-C4-1.2 on the ‘central mound’ isembeddedwithintheseradialconfigurationsand we have already noted the similarities between plan of this structure and that of a NW Amazon Barasana maloca studied by Stephen Hugh-Jones (1979). We noted Hugh-Jones’ description of the division of the internal space in the maloca into segregated male and female domains with the men’s

Fig. 9. Schematic rendering of the complementary oppositions expressed in the spatial organization of the

principal architectural complexes at Agua Blanca(after McEwan 2004)

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entrance at the front the women’s at the rear. The semi-circular rear wall of Structure MIV-C4-1.2 is unique at Agua Blanca. A lateral partition segregates the internal space of the structure into front and back with restricted access to the rear space where excavated poporos encrusted with lime provide evidence for (male) coca consumption. Instead of the internal space in the maloca as the central community building being segregated with male activities being prioritised at the front, by a process of involution Structure MIV-C4-1.2 now becomes embedded at a pivotal location within the architectural complexes of the ‘higher’ sector, and is now arguably an exclusively male preserve (cf. Zeidler and McEwan 2014). The rituals revolving round the June solstice carry connotations of a ‘male’ time of year and externally focused ritual concerns.

ConclusionsThis brief review has shown that the association between the ritual consumption of coca and formal seating occurs across a wide range of Andean as well as lowland cultures. The ancestral connotations embodied in coca rituals are reflected in the indispensable rolethat seats played in effecting communication with the spirit world. Individual archaeological figurines of seated individuals depict ritualcoca consumption, and in this study data has been presented to show when this might have taken place and in what contexts. The data from both Barasana and Quechua settings points to the importance of coca consumption as a communal activity intimately connected to the process of social ordering.11 For example, Catherine Allen’s (Allen 2002) work in highland Peruvian communities makes it clear that these are the occasions when hierarchical relationships are established and reaffirmedby where each individual in the community is seated in relation to other members of the social group. Here we have sought a basis for comparing contemporary communities in the NW Amazon with archaeological communities in ‘deep time’ on the western lowlands of Ecuador by showing how coca consumption in the context of seating rituals underpins the creation of social order in both.

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1 For a discussion of the role of coca in sierra-oriente trading relationships see e.g. Salomon 1986; Bray 2011.2 S. Hugh-Jones 1979: 66.3 S. Hugh-Jones 1979: 141.4 S. Hugh-Jones 1979: 73.5 Among the Makuna the care of coca plants from planting until gathering is also a male responsibility see e.g. Reichel-Dolmatoff 1986.6 S. Hugh-Jones 1979: 47.7 S. Hugh-Jones 1979: 51.8 S. Hugh-Jones 1979: 52.9 S. Hugh-Jones 1979: 108-9.10 Reichel-Dolmatoff: 1975.11 See also Reichel-Dolmatoff 1950; 1976.

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Simposio “Patrimonio”

Ver lo invisible.El levantamiento aéreo con escáner láser y

su aplicación practica para los estudios arqueológicosYuri Svoiski & Ekaterina Romanenko

1. Introducción

El objetivo principal de este artículo es informar a la comunidad arqueológica sobre las opciones y particularidades de la aplicación de la tecnología de levantamiento aéreo con escáner láser, para la detección y el estudio de las anomalías del relieve asociadas con las estructuras arqueológicas.

2. Los principios físicos y una breve historia sobre el desarrollo de la tecnología de escaneo láser aerotransportado

ElLIDAR(deLightIdentification,Detectionand Ranging) es una tecnología de sondeos remotos, que actúa mediante un sensor óptico activo (un escáner láser) aprovechando el fenómenodelareflexióndelaluz.Lavelocidadde la luz es constante, por lo que obteniendo el registro preciso del tiempo de ida y posterior regreso del rayo de la luz, podemos determinar con exactitud la distancia hasta el obstáculo. Dicho de otro modo, la tecnología LIDAR permite medir con precisión la distancia entre el emisor del rayo y el obstáculo. Los dispositivos LIDAR que se utilizan para la elaboración de los modelos espaciales 3D se denominan “sistemas de escáner láser”.Los primeros dispositivos para medir distancias con un rayo de láser se desarrollaron a principiosdelosaños60enlosEstadosUnidosy la Unión Soviética para aplicaciones militares. Estos aparatos no escaneaban los objetos, sólo medían la distancia entre el emisor del rayo y los mismos. Su siguiente área de aplicación fue en el campo de la geodesia mediante el uso de dispositivos de telémetro láser.Durante la primera fase de su desarrollo, resultaba imposible utilizar esta tecnología láser para la modelación de la superficie y,en particular, para el levantamiento aéreo. La limitación principal era la incapacidad para determinar la posición exacta del emisor láser con respecto al sistema de coordenadas

geodésico. La segunda gran limitación era la falta del sistema optomecánico que desvía el rayo de luz; lo que convierte, efectivamente, un telémetro láser en un escáner láser. La solución de ambos problemas provino de la tecnología militar.El desarrollo del Sistema de Posicionamiento global (GPS) y, lo más importante, el permiso para su uso civil, permitieron al sensor en constante movimiento posicionarse en referencia el sistema de coordenadas mundial. Los sistemas inerciales (IMU, Unidad de Medida Inercial) de alta precisión, desarrollados originalmente para misiles de crucero, posibilitaron determinar el ángulo entre el rayo láserylalíneavertical(nadir).Enlosaños90secrearon, también sobre la base de la tecnología militar, sistemas optomecánicos para ajustar con alta frecuencia el rayo de láser al ángulo preciso. Estos factores transformaron el telémetro láser en escáner láser, posibilitando suusoparalevantamientodelasuperficiedelterreno.Los primeros usuarios de esta tecnología fueron las grandes empresas fotogramétricas que utilizaron el escáner láser para elaborar modelos digitales de la superficie (noterreno), necesarios para la proyección de las fotografías aéreas. Estos modelos permitieron, progresivamente, extender la aplicación del escáner láser, por ejemplo, en la modelación matemática para el control de las inundaciones.El siguiente paso importante fue aumentar el número de las reflexiones obtenidas conun pulso (“disparo”) del láser. Los primeros láser permitían obtener sólo una reflexión,pero con el avance de la tecnología aumentó paulatinamente la cantidad de las mismas. Al contrario que la fotogrametría clásica y los primeros escáner láser, que sólo formaban los datos de la superficie, los escáner lásernuevos pueden formar nubes de puntos verdaderamente tridimensionales. Este rasgo de los datos del escáner láser amplió considerablemente su ámbito de aplicación.

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Con los datos de los láser nuevos podemos realizarunaclasificaciónfiableeidentificarconprecisión el suelo del terreno desnudo. En el campo de la topografía esto permite pasar de losmodelosdelasuperficiealosmodelosdelterreno. Los modelos digitales, que se elaboran en base a los datos de láser de alta precisión y densidad suficientes, superan los resultadosde los levantamientos topográficos terrestresrealizados por los métodos clásicos. Además, el aumento del nivel de detalles (resolución) de los modelos del terreno permite la aplicación del escáner láser para los estudios geológicos y geomorfológicos, incluyendo la evaluación de la estabilidad de la pendiente, la detección de fallos geológicos peligrosos etc.También comenzaron a desarrollarse nuevas prácticas de los escáneres láser en diferentes áreas científicas. Una de ellas fue el uso delos láser para los estudios forestales aplicadas al recuento de árboles, modelación de la vegetación o determinación de la biomasa entre otras. Así mismo son de gran utilidad para la modelación de las líneas de transmisión eléctricas, principalmente para determinar la distancia entre las mismas y el terreno u otros objetos (vegetación, construcciones, intersecciones con otros cables…). Este modelo aumentasignificativamente lafiabilidadde laslíneas de transmisión existentes y facilita su reconstrucción. Los escáneres láser permiten identificarymonitorizarlavegetaciónpeligrosa:los árboles cuyo crecimiento puede provocar un cortocircuito en los cables y los árboles que amenazan con caer. La determinación de laszonasderiesgoesfiableynodependedefactores subjetivos.Dada la fase actual del desarrollo de esta tecnología, y por razones tanto tecnológicas como económicas, resulta apropiado usar el escáner láser aéreo para levantamiento de alta precisión en áreas relativamente pequeñas. Yelaborar los modelos de alta resolución (con la mallaregularde0,25-5m),acompañadosporlasfotos aéreas con resolución de 5-25 cm. Para el levantamiento regional de un área relativamente grande, que requiera menor precisión, es más lógico utilizar otras tecnologías (incluyendo levantamiento por satélite). Estas tecnologías, salvo contadas excepciones, son inútiles para estudios arqueológicos y no se consideran aquí. El uso del escáner láser aéreo para estudios arqueológicos es un caso especial de la cartografía de alta precisión y será explicado con más detalle a continuación.

3. Estructura del sistema de escáner láser aéreo

Los principales componentes del escáner láser aéreo son:1) El portador - aeronave. Como portadores se usan aviones, helicópteros, globos dirigibles o aeronaves no tripuladas. Cada uno de ellos tiene su propio ámbito de aplicación y no es universal. El tipo de aeronave se elige dependiendo de las condiciones del levantamiento y los resultados deseados.2) Escáner láser. Actualmente, hay tres fabricantes principales de escáner láser aéreos: Optech (Canadá), Leica (Suiza) y Riegl (Austria). Estos fabricantes producen varios modelos de escáner láser, que se optimizan para diferentes tipos de levantamiento, y cada uno de estos modelos presenta sus propias ventajas y desventajas. El dispositivo óptimo también se elige en función de las condiciones del levantamiento y los resultados deseados.3) Cámara aérea. Como regla general, para obtener las fotografías aéreas simultáneamente con levantamiento de escáner láser, se utilizan cámaras digitales sincronizadas por hardware con el escáner láser. Lo ideal es utilizar cámaras aéreas profesionales especializadas para levantamiento aéreo, pero en la mayoría de los casos es suficiente usar cámaras de formatomediano optimizadas para el levantamiento aéreo.4) Receptor GPS. El receptor GPS se usa para determinar con exactitud la posición del escáner láser en el espacio en relación con el sistema de coordenadas mundial. Por lo general, el hardware del receptor GPS está integrado en el sistema del escáner láser.5) Sistema inercial (IMU - Unidad de Medición Inercial). Un sistema de medición inercial determina exactamente los ángulos de orientación del sistema del escáner láser en el espacio basándose en el cabeceo (pitch), el alabeo(roll)ylaguiñada(yaw)delaaeronave.El hardware del sistema inercial también está integrado en el sistema del escáner láser.6) Dispositivos para registrar los datos del levantamiento. Los datos del levantamiento (información sobre la trayectoria del vuelo, ángulos de orientación espacial, ángulos de desviación del espejo, las distancias medidas por el sistema, momento del disparo de obturador de la cámara, las fotografías aéreas) se capturan por los dispositivos digitales. Dichos dispositivos deben ser resistentes a la vibración y a los cambios de la temperatura

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y mantener la grabación de los datos de alta velocidad. Normalmente, el hardware del dispositivo también está integrado en el sistema del escáner láser y la cámara aérea.7) Estaciones base GPS. Este componente terrestre del sistema del escáner láser aéreo comprende los receptores GPS terrestres (estaciones base) que se ubican dentro del área a estudiar. Las estaciones base sirven para mejorar la precisión en el cálculo de la trayectoria de vuelo registrada por un receptor GPS a bordo. En algunos países se pueden utilizar estaciones GPS permanentes como estaciones base.8) El sistema del levantamiento aéreo puede integrar más sensores para recopilar datos adicionales: dispositivos de levantamiento infrarrojo, cámaras espectrozonales, etc

4. Funcionamiento del escáner láser

El escáner de láser es un sensor óptico activo queemiteunrayodeluzyrecibeelreflejodelos obstáculos que encuentra a su paso. Gracias a un espejo especial que desvía los rayos, se obtieneelreflejodetodos losobstáculosquese encuentran en el área de levantamiento, y no sólo de los que se encuentran directamente debajo del sensor. El ancho de la franja de levantamiento se determina por el ángulo de escaneo del láser (dependiendo del modelo, hasta un máximo de 45-75 grados) y la altitud de vuelo. Por cada pulso (“disparo”) el sistema registra la siguiente información: el ángulo de desviación del espejo y los momentos de recepción de las reflexiones sobre losobstáculos. Basándose en estos datos se calcula la distancia entre el sensor y el punto de la reflexión.Es importante destacar que el escáner láser no puede “ver” a través del obstáculo (por ejemplo la tierra o los árboles). Los objetos que son una barrera para la luz, también son un obstáculo para el rayo láser. Pero los escáneres láseres ¡“penetran” en la vegetación con éxito! ¿Cómo puede ser esto posible?De un pulso de láser se puede obtener más de una reflexión: hasta 4 para lamayoría de losdispositivos. Los dispositivos más modernos no tienen ningún límite en el número de reflexiones registradas de un pulso, pero enla práctica raramente obtienen más de 2-4 reflexiones. Es posible obtener múltiplesreflexiones, porque el rayo de láser no tienegeométricamente forma de la “línea” sino de “cono”. Este “cono” forma una “mancha de

luz”enlasuperficie.Eltamañodela“mancha”depende de la divergencia determinada por el fabricante del dispositivo y la altitud de vuelo. Como resultado, si un obstáculo (tal como una hoja de árbol, el tallo de una planta, un cable de línea de transmisión) no supera completamente el tamañode la “mancha”, esteobstáculo (1)dalapropiareflexiónpero(2)noimpidequeelrayo penetre más profundamente.Porlotantolospulsosdelásersereflejandesdela superficie de la tierra, así como desde lasuperficiedelosobjetos:vegetación(incluyendolashierbas),edificiosyconstrucciones,cables,puentes,etc.Ademásseobtienenlasreflexionesde las gotas de agua en el aire, nubes, niebla, incluso de aves que no contienen información aplicable en la práctica. Tales reflexiones sellaman“erróneas(outliers)”ysefiltranduranteel procesamiento posterior de los datos. Un factor que repercute en la calidad de los datosobtenidos es el coeficientede reflexión(albedo) de la superficie. Una superficie conun albedo muy alto (por ejemplo, pintura reflectante) causa errores en los cálculos (ladistancia calculada será menor que la distancia real).Superficieconunalbedobajopodríanodar reflexiones. En general, la superficie delagua no puede dar reflexiones, especialmentecuando el agua está muy tranquila y clara, pero paraunflujoturbulentocongranvolumendepartículas en suspensión es posible obtener los datosdeláserparalasuperficiedelagua.Efectivamente, los factores enumerados anteriormente (ante todo nubes, niebla, raramente la presencia de gotas de agua sobre la superficie después de la lluvia) a vecesreducen significativamente la calidad de losdatos. Por lo tanto, es importante tenerlos en consideración durante la selección del modelo dedispositivoóptimoydurantelaplanificaciónde los trabajos.El resultado del levantamiento con el escáner láser son los “datos crudos” que comprenden la siguiente información: los ángulos de desviación del espejo y la distancia entre el sensor y el obstáculo. En base a estos datos, conjuntamente con la trayectoria del sensor (obtenida a partir del receptor GPS) y su orientación en el espacio (medida por el sistema inercial), se calcula la posición de cada uno de los millones de reflexiones del rayo láser.Este proceso se denomina procesamiento “primario” y su resultado es la elaboración de una nube de puntos de reflexiones deescáner láser. Para cada punto se registran las coordenadas, la intensidad de reflexión y

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elmomentode reflexión.Lanubedepuntosno es sólo una base para elaboración de los modelos del terreno y de la superficie, sinotambién el sujeto de un análisis especializado (dependiendo de los objetivos del proyecto).

5. La combinación del escáner láser con la fotografía digital

Tanto el desarrollo de la metodología como el uso y las aplicaciones de los datos de sondeo remotos (incluidos para los estudios arqueológicos) se encuentran limitados de manera significativa por los prejuicios y larivalidad existentes entre los partidarios del escáner láser y los de la fotogrametría clásica. La escuela fotogramétrica clásica defiendeque el escáner láser sólo es un complemento a las fotografías aéreas y que los modelos digitales son necesarios sólo para la proyección de las fotografías aéreas. Por otra parte, los entusiastas del escáner láser contraponen a esto el levantamiento “lidar” sin fotografía aérea. Esta oposición se determina más por la historia del desarrollo de la tecnología de los sondeos remotos, la inercia del pensamiento y los factores económicos, que por los factores racionales. En realidad, los datos de escáner láser y fotografías aéreas se complementan perfectamente, sobre todo si la recogida de los datos se realiza durante un solo vuelo con una buena sincronización de los mismos.La metodología de la recolección y procesamiento de los datos fotogramétricos no se consideran en detalle en este documento. Únicamente pretendemos reseñar quela integración de la fotografía aérea y el escáner láser en un ciclo de levantamiento y procesamiento de datos tiene un número de particularidades tecnológicas que afectan positivamente a la calidad del resultado.Más adelante, en la descripción de la aplicación de la tecnología del escáner láser para estudios arqueológicos, se supone que el levantamiento se realiza sincrónicamente con el escáner láser y la cámara digital.

6. Base metodológica del levantamiento aéreo con escáner láser.

Cualquier proyecto de levantamiento aéreo incluye tres fases principales:Fase 1. Trabajos preparatorios- Definición de los objetivos y tareas delestudio.- Definición de los límites del área del

levantamiento.-Definicióndelasespecificacionestécnicasdelos datos espaciales.Fase 2 Levantamiento aéreo- Levantamiento aéreo y recogida de los datos “crudos”- Procesamiento de los datos de sondeo remoto y elaboración del conjunto de los datos espaciales.Fase 3. Trabajos terrestres-Verificacióndelosresultadosdellevantamientoaéreo mediante métodos terrestres.

La fase preparatoria es una condición indispensable para obtener datos espaciales de alta calidad. Los métodos de levantamiento aéreo y de procesamiento de los datos no son universales. Éstos deben establecerse individualmente para cada estudio. No existe un levantamiento aéreo “en general”, sino que para cada estudio deben definirse lasespecificaciones técnicas. Sólo es posibleobtener un conjunto de datos espaciales útil paraelanálisisconunaespecificacióntécnicabien elaborada.Lasespecificacionestécnicasabarcanmúltiplesapartados, pero es de vital importancia durante su elaboración definir en primer lugar losrequisitos técnicos de los datos espaciales, incluyendo el nivel de detalle (resolución) de los modelos digitales y de las ortofotos, y los parámetrosde laclasificaciónde lasnubesdepuntos.Basándose en la especificación técnica de losdatos espaciales se definen: (1) los requisitostécnicos para los datos crudos (sobre todo, la densidad media de los puntos de reflexióndelescáner láser), (2)elrégimendelfuncionamiento del equipo y (3) los parámetros de vuelo (velocidad, altitud, distancia entre pasos) y en base a estos datos se elabora el plan de vuelo. Para la elaboración de un plan de vuelo es importante tener en cuenta el relieve del terreno y las condiciones meteorológicas en la zona de estudio. El plan de vuelo se ajusta diariamente en función de los resultados del procesamiento primario en el campo, que comprende la verificación de la calidad y laintegridad de los datos recogidos durante cada día de vuelo. El procesamiento de los datos de sondeos remotos y la elaboración del conjunto de los datos espaciales consisten en los siguientes pasos:- Filtración de la nube de puntos: la eliminación delospuntosdereflexioneserróneosobtenidos

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de las nubes, la niebla, las aves….- Clasificación de los puntos de reflexión deacuerdo con la especificación técnica: en elcaso del levantamiento aéreo topográfico(incluidos los estudios arqueológicos), generalmenteserealizaunaclasificaciónendoscategorías: “Terreno” y “No terreno”. Para los estudios especializados pueden utilizarse otras categorías, por ejemplo “Construcciones”, “Líneas de transmisión”, “Vegetación baja”, “Vegetación alta”, etc. La clasificación serealiza en modo automático y a continuación seefectúaunaverificaciónmanual (yencasode necesidad, una clasificación adicionalmanual). Los trabajos manuales son necesarios porque cualquier algoritmo automático comete errores, especialmente en las zonas difíciles. La calidaddelaclasificacióndeterminalacalidadde los modelos digitales elaborados.- La elaboración de los modelos digitales del terreno (Digital terrain models, DTM) y de la superficie (Digital surface models, DSM).Los DTM se elaboran en base a los puntos de reflexión de la categoría “Terreno”. Parala elaboración de los DSM se utilizan por lo general las «primeras» reflexiones, pero sedeben excluir las de líneas eléctricas, torres de transmisión y objetos similares.- Elaboración de ortofotos.- Análisis especializado (temático) de los modelos y las ortofotos y dibujo de los datos cartográficosdigitales.Los trabajos terrestres se determinan según el objetivo del levantamiento y pueden comprender:- Para los levantamientos topográficos:comprobación de la precisión horizontal y vertical de los datos espaciales y, en algunos casos, un estudio adicional de campo.- Para los estudios geológicos, geomorfológicos, arqueológico y otros estudios especializados: comprobación de las anomalías detectadas.

7. Datos espaciales

Por tanto, combinando el escáner láser y la cámara digital, en cada levantamiento aéreo de alta precisión se obtiene el siguiente conjunto de datos espaciales:-Nubedepuntosclasificados- Ortofotos de resolución de 5-25 cm- Modelos digitales del terreno (Digital terrain models, DTM) con malla regular de 0.2-5 m-Modelosdigitalesdesuperficie(Digitalsurfacemodels, DSM) con una malla regular de 1-5 m- Modelos digitales del terreno triangulares

(modelos TIN)-Planostopográficosymaterialescartográficoscon un rango de escalas de 1:1000-1:10000.

8. Aplicación de la tecnología del levantamiento aéreo de alta precisión con escáner láser para los estudios arqueológicos

La tecnología del escáner láser se utiliza para losestudiosarqueológicosdesdeelaño2000.Los resultados de los primeros proyectos no eran muy convincentes porque, en la mayoría de los casos, los investigadores no lograron obtener una presentación del relieve de alta calidad, especialmente en áreas con vegetación densa. Pero a medida que mejoraron tanto los dispositivos de escaneo como la metodología de levantamiento y procesamiento de los datos, la calidad de los resultados fue en aumento de manera continua. El número de los estudios arqueológicos realizados con tecnología de escáner láser creció gradualmente. Sólo en América Latina, durante los últimos años, se realizaron una serie de proyectosde levantamiento aéreo. Los ejemplos más conocidos son: 2001 - Copan (Copan, Honduras), 2009 - Caracol (Cayo, Belice), 2012 - El Tajín (Veracruz , México), 2012 El Pilar (Belice y Guatemala), 2012 La Ciudad Blanca (Mosquitia, Honduras). El estado actual de la aplicación del escáner láser aéreo para los estudios arqueológicos se describe con profundidad en el artículo de (Crutchley y Crow, 2010) escrito basándose en la experiencia de los proyectos realizados por English Heritage en el períodode2005-2010años(StonehengeWorldHeritage Site, Forest of Dean, Witham Valley, the Mendip Hills, Savernake Forest)1.El levantamiento aéreo con escáner láser puede utilizarse para tres propósitos principales de los estudios arqueológicos:1) Mapeo de alta precisión para los sitios conocidos. Con el levantamiento aéreo para los sitios conocidos, por lo general, no sólo se obtienen los modelos precisos de las estructuras conocidas, sino también se identifican estructuras anómalas del terrenoque no son visibles durante la observación directa en el campo.2) Estudio de áreas relativamente grandes con el objetivo de identificar nuevos sitiosarqueológicos. El uso del escáner láser aéreo da buenos resultados, sobre todo, para zonas de difícil acceso con vegetación densa. La ventaja principal es la posibilidad de elaborar

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con gran precisión, un plano pronóstico de las estructuras anómalas antes del inicio de los trabajos en el campo. Este plano permite realizar un estudio en el campo completo sin perder tiempo en la búsqueda de estructuras arqueológicas.3) Superación de los estudios de las estructuras individuales posibilitando un “análisis arqueológico territorial”, es decir, el estudio de los sistemas de estructuras (asentamientos, sistemas de asentamientos, redes de carreteras, campos, etc.). También se obtiene un mayor efecto para los estudios de las áreas remotas cubiertas por vegetación densa.Una ventaja importante de este método es la capacidad de realizar un estudio uniforme del terreno, es decir, “analizar con exactitud cada metro cuadrado”. Mientras que durante un estudio terrestre clásico, los sitios que se ubican tan solo cinco metros fuera de la ruta del explorador, pueden pasarse por alto fácilmente.Por lo tanto, el levantamiento con escáner láser aéreo es una gran herramienta para los estudios arqueológicos en el área de Amazonía.

9. Particularidades y errores típicos del levantamiento aéreo con escáner láser para los estudios arqueológicos

El uso del escáner láser aéreo para el mapeo preciso de los sitios conocidos es una práctica habitual del levantamiento topográfico. Poreso aquí no vamos a tomar en cuenta este tipo de levantamiento y nos centraremos en la detección de sitios arqueológicos inexplorados o poco estudiados en zonas de difícil acceso.La detección de los sitios arqueológicos, efectivamente, se basa en la identificación delas anomalías del relieve que no se explican por causas naturales o las actividades antrópicas modernas. El instrumento principal de identificacióneselmodelodigitaldelterreno.Las ortofotos son instrumentos adicionales, que ayudan a rechazar las estructuras modernas que no son de interés para los arqueólogos.El modelo digital del terreno debe tener suficiente nivel de detalle. Para estudiosarqueológicos los mas útiles son los modelos de terreno regulares (es decir, con malla regular) conun tamañodemalla de 20 cma1 metro. Los estudios de los modelos TIN, por lo general, generan peores resultados. En algunos casos, se deben elaborar y analizar unos modelos del terreno con diferente tamaño de malla. Normalmente el nivel dedetalle de los modelos no puede superar el de

lospuntosdereflexióndelaclase“Terreno”.En la práctica, esto significa que para que laidentificaciónde las anomalías del relieve seafiable, es importante obtener una densidadrelativamente alta de los puntos de reflexióndel escáner láser. La densidad necesaria de los puntos depende del área del estudio, sobre todo de la cobertura vegetal en la misma. Existen ejemplos de los levantamientos para los estudios arqueológicos con una densidad de hasta 400 puntos por metro cuadrado, pero generalmente se obtienen de entre 10 a 60 puntos por metro cuadrado.Efectivamente, es mejor tener más datos, pero el aumento de la densidad de los puntos de reflexióntienesusdesventajas:ellevantamientoaéreo será más caro y el procesamiento de los datos más complicado. Por nuestra experiencia, en las áreas con vegetación densa para la detecciónfiabledelasestructurasarqueológicasde tamaño de 3 metros o más, es suficienteobtener un promedio de 15-20 puntos de reflexión por metro cuadrado. Incluso 10puntos por metro cuadrado, siempre que la organización de los vuelos de levantamiento seacorrecta.Laafirmacióndequeesimposibleobtenerunamodelaciónfidedignadelrelievedela selva amazónica usando escáner láser aéreo es totalmente errónea. Por nuestra experiencia, incluso en el peor de los casos, del 3-7% de todaslasreflexionessonreflexionesdelterreno. Con una densidad de puntos relativamente alta, este porcentaje de las reflexiones del terrenoes suficiente para lograr una modelación fieldel relieve y conseguir unos datos espaciales mejores que los resultados del levantamiento terrestre clásico.Debe notarse que un error muy común del levantamiento aéreo, es falta del procesamiento primarioydelaverificacióndelapenetraciónde la vegetación. Por nuestra experiencia la verificación de los resultados es necesariadespués de cada vuelo. Esto permite ajustar el plan de vuelo durante la operación y, si es necesario, aumentar la densidad de los puntos dereflexiónenlaszonasmáscomplicadas.Otro error típico en la etapa del levantamiento es la falta de cámara aérea sincronizada con el escáner láser. El resultado más lamentable de esta práctica es la incapacidad de rechazar las anomalías asociadas con las actividades antrópicas modernas. Frente a esto, los investigadores están tratando de obtener fotografías aéreas de otras fuentes, pero en la mayoría de los casos estos materiales no están suficientemente detallados, son obsoletos o

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inexistentes.Es importante también tener en cuenta que no siempre es bueno tener los modelos digitales del terreno con el nivel de detalles muy alto. Estos modelos (por ejemplo, con una malla de 20 cm) no son fáciles de manejar, puesto que los archivos son muy pesados. También modelos de muy alta resolución contienen “ruido de información”, que complica sus análisis. La práctica demuestra que es conveniente elaborar los modelos con una malla de 20 cm, 50 cm y 1 metro. Frecuentemente, las estructuras se pierden en el “ruido de la información” con los modelosdemallade20cmynoseidentifican,pero son claramente visibles en los modelos con una malla de 1 metro. La suavización de los modelos, así como una extrapolación matemática en las zonas con densidad de datos insuficientes,esinaceptable.Como la metodología del análisis de los modelos digitales se continúa desarrollando, ahora no existe un standard universal. La mayoría de los arqueólogos utilizan un conjunto limitado de métodos de análisis que presupone el uso de los modelos visualizados en el modo de “shaded terrain” (“terreno sombreado”), es decir, modelo de un solo color con sombras. Algunos arqueólogos también elaboran curvas de nivel en base a los modelos y trabajan con ellas, empeorando con esto el nivel de detalles y perdiendo la posibilidad de identificar lasestructuras de micro y nano relieve. También existe la práctica común de transformar los modelos tridimensionales en imágenes bidimensionales, y trabajar con imágenes en forma digital o con una copia impresa en el papel. Según lo observado durante nuestro trabajo de prospección experimental en base a los modelos digitales, podemos concluir que la gama de métodos para la detección de anomalías utilizada por los investigadores debe aumentarsignificativamente.Losmejoresresultadosdeidentificacióndelasestructuras grandes o relativamente grandes se obtienen usando los modelos visualizados en un modo de “slope shader” (“pendiente sombreada”) Esto es decir el método de coloración de los modelos depende del ángulo de inclinación de la superficie. Este métodofacilitaengranmedidalaidentificacióndelasestructurasy,engeneral,esmásquesuficientepara la mayoría de los estudios. Pero existen estudios donde el modo de «slope shader» es inutilizable. Por lo general, estosucede cuando se necesita identificar objetospequeños (de tamaño menos de 3 metros),

o durante el estudio de los objetos poco resaltados en el relieve, así como el estudio del impacto de los procesos geológicos a los sitios arqueológicos: neotectónica, la acumulación de lossedimentos(incluyendolaidentificacióndela fase de acumulación) etc. Para estos estudios, es posible utilizar otros modos de visualización de los modelos, por ejemplo “slope direction shader” (“dirección de pendiente sombreada”) - coloración de los modelos según la orientación de la pendiente, “elevation shader” (“elevación sombreado”) - coloración de modelo dependiendo de la altura, “HSV shader” (“HSV sombreado”) - variante de “elevation shader” con visualización del relieve con alto contraste. Para cada modo es importante realizar un ajuste fino,quecomprendalaalturay laorientaciónde la fuente de luz que forma la sombra, rango de alturas HSV, etc.El proceso de interpretación en general consiste de los siguientes pasos:1) La identificación de estructuras anómalasdel relieve, si es necesario – de micro y nano relieve.2) El rechazo de las estructuras generadas por procesos naturales (usando métodos geológicos y geomorfológicos).3) El rechazo de las estructuras anómalas generadas por las actividades antrópicas modernas (a través de análisis de ortofotos)Alfinal,elresultadoesunmapamorfométricode las estructuras anómalas del relieve. En base a este mapa se elabora el mapa arqueológico y, si es necesario, los planos de objetos arqueológicos individuales.Hay que destacar un error típico más. Algunas personas que trabajan con los modelos del terreno frecuentemente olvidan que el modelo no es un “dibujo”, sino un conjunto completo de datos espaciales georeferenciados. Por eso no sacan partido de todas las posibilidades de manejo de los modelos como los perfiles, lavisualización en tres dimensiones, etc. Además, subestiman la precisión de los modelos, tratando de aclarar la posición de las estructuras arqueológicas utilizando navegadores GPS de mano, cuya exactitud es claramente inferior.

10. Ejemplo de la aplicación del escáner láser aéreo para prospección de los yacimientos arqueológicos

Basándose en los estudios teóricos y la experiencia obtenida durante los levantamientos aéreos de alta precisión en Ecuador, en julio de 2013 la empresa OPTEN (Moscú, Rusia) realizó un

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proyecto experimental de levantamiento aéreo “arqueológico” con escáner láser. El objetivo del proyecto fue identificar cementeriosindocumentados (fosas comunes, cráteres usados para inhumaciones, etc.) de la Segunda Guerra Mundial y elaborar un método para la detección de las anomalías del microrrelieve con poca expresión. Para el proyecto se eligió un área lo más complicada posible: terreno pantanoso con bosque foliáceo muy denso y altura de árboles de hasta 40 metros. La zona del levantamiento tenía 4.500 hectáreas y se ubicó cerca de los pueblos Pogostie y Zharok, en la provincia de Leningrado. A principios del año 1942 tuvo lugar allí el primer intento deromper el bloqueo de Leningrado, en el que la pérdida por ambos lados superó las 30.000 vidas. La mayoría de ellos fueron enterrados en cráteres producidos durante los combates y cementerios temporales. La información sobre la localización de estos cementerios está perdida en su mayoría.La tarea del levantamiento era detectar los caminos y fortificaciones existentes entreenero y marzo del año 1942, y también lasinhumaciones en estos cráteres y cementerios temporales. Esta tarea es harto complicada, porque las variaciones en las alturas relativas de los objetos de prospección en relación con el relieve, por lo general, no exceden de 30-40 centímetros y en el terreno pantanoso con mogotes los objetos no son visibles para la prospección terrestre.Ladensidadnecesariadelospuntosdereflexióndelasuperficiefueestablecidacomo15puntospor metro cuadrado, lo que arrojó un promedio de unos 3- 4 puntos de clase “Terreno” por metro cuadrado. Teóricamente los datos crudos fueronsuficientesparaelaborarelmodelodelterreno con la malla regular de 0.17 m. En la práctica se elaboró una gama de los modelos digitales del terreno con mallas de 0.2 m, 0.5 m y 1 m. También se elaboró la ortofoto con una resolución de 5 cm. Estos datos espaciales permitieron detectar tres clases de anomalías de microrrelieve:1) Anomalías puntuales: fortificaciones,refugios subterráneos y cráteres; 2) Anomalías lineales: fosos, terraplenes, trincheras y caminos cubiertos con vegetación;3) Anomalías superficiales: áreas conmicrorrelievenaturaldelasuperficiealterada;Durante la prospección el objetivo no era determinar para qué estaban destinados los objetos, sino comprobar que estos se mostraran como anomalías del relieve detectables,

sujetas a la comprobación en campo. Como resultado se elaboró un mapa arqueológico predictivo, que contiene más de 900 anomalías de relieve asociadas con los eventos de 1942. En septiembre de 2013, se realizó una expedición terrestre con objeto de comprobar los resultados del levantamiento aéreo en el campo. La continuación de los trabajos en el campo (incluyendo excavación) está prevista para los años 2014-2015.Por lo tanto, quedajustificadoelusodelmétododellevantamientoaéreo con escáner láser para detectar anomalías del microrrelieve.

11. Los factores económicos

El levantamiento aéreo de alta precisión con escáner láser es un tipo de estudio bastante caro. Primero porque el costo de las horas de vuelo es muy alto. El relieve y el clima de la zona de trabajo son los dos principales factores a la hora de determinar los costos. En zonas montañosas y con condiciones climáticasdifíciles el levantamiento debe hacerse con un helicóptero y el costo de una hora de vuelo es 3-4 veces más caro que el del avión. En zonas remotas sin una red de carreteras bien desarrollada ni puntos adecuados que sirvan de base de la aeronave, el costo del levantamiento aumenta. Esto es debido a la pérdida de tiempo durante la ida y el regreso del aparato. El levantamiento aéreo de alta precisión, en general, es capaz de escanear en un rango que va desde 5 (para las zonas montañosas complejas con clima inestable)hasta 15 (para zonas planas simples con clima estable) kilómetros cuadrados durante 1 hora de vuelo, incluyendo el tiempo de ida y regreso delaaeronave.Lasuperficiedeláreatambiénafecta al costo del levantamiento. En general, el levantamiento de un área grande (más de 100 km2), tiene menos costo por kilómetros cuadrado que el levantamiento del área más pequeña, porque los costos de movilizaciónafectan significativamente a los proyectospequeños. Además, los pequeños proyectostienen más riesgos asociados a las condiciones climáticas. El costo de vuelo también depende del país, porque varía según la disponibilidad de aeronaves útiles para levantamientos.Los factores expuestos más arriba hacen imposible nombrar un precio “universal” del levantamiento aéreo. Los costos directos del levantamiento varían dentro de unos límites bastante amplios, por esto para cada proyecto se deben calcular los mismos en base a la

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información objetiva sobre el relieve y el clima en la zona del estudio.Durante la evaluación de un proyecto y las negociaciones con las empresas que realizan los levantamientos aéreos, se deben evitar los siguientes errores comunes que resultan, por lo general, en un aumento de los costos del proyecto y el empeoramiento de la calidad de losdatosfinales:1) Ocasionalmente, la compañía que realizael levantamiento aéreo propone reducir la densidad de los puntos de reflexión delescáner láser, con el argumento de que se pueden construir modelos precisos con nube depuntosdebajadensidad.Estosignificaquepara elaboración de los modelos la empresa utilizará métodos de interpolación, eliminando la posibilidadde identificar elmicrorrelieve ynanorrelieve.2)Silacompañíaquerealizaellevantamientoaéreo propone un precio muy bajo o garantiza una productividad muy alta, por lo general, quiere decir que la calidad del levantamiento y el procesamiento serán bajas. En caso de que el cliente sugiera un control de calidad externo (independiente), el precio aumentará de inmediato o la empresa retirará su propuesta.3) En ocasiones, la compañía que realiza ellevantamiento aéreo deja que el alquiler de la aeronave corra por cuenta del cliente en lugar de fijar un precio por kilómetro cuadrado.Estonormalmentesetraduceencostosfinalesmás altos, puesto que la empresa carece de estímulos para optimizar su productividad y reducir el número total de las horas de vuelo.4) En cualquier caso, se recomienda exigir ejemplos de los proyectos realizados en condiciones parecidas. Y no sólo las presentaciones o screenshots, sino también fragmentos de los datos reales (nube de puntos, modelos digitales, ortofotos). También se recomienda pedir información sobre el equipo, los parámetros de vuelo y su capacidad de escaneo para la recogida de datos. Esto ayudará a obtener una adecuada relación calidad-precio de los resultados del levantamiento.También es importante comentar algo sobre los aspectos técnicos y económicos de la utilización de vehículos aéreos no tripulados (UAV). Actualmente en el mercado hay muchas compañías que ofrecen levantamiento deescáner láser con vehículo aéreo no tripulado a bajo precio; pero en la práctica, el uso de UAV tiene limitaciones considerables. Por regla general, estas aeronaves no tripuladas utilizan un escáner láser ligero de baja potencia y sistemas

inerciales de baja precisión. Como resultado, el levantamiento se realiza desde alturas de 50 hasta 100 metros sobre el terreno y su productividad (para una densidad correcta de reflexiónláser)noesmuyalta.Encondicionesmeteorológicas adversas y difíciles la calidad de los datos se reduce significativamente, sobretodo si la máquina está fuera de la vista del operador. Con el nivel actual de la tecnología se recomienda usar los UAV para levantamiento, únicamente en el caso de que no se requiera una precisión alta de los datos, para un área de levantamiento que no supere unas pocas decenas de hectáreas, y siempre que el operador pueda ubicarse directamente dentro del área del levantamiento. Consiguientemente los UAV sólo se pueden emplear en tareas de estudio en áreas conocidas y no se puede utilizar para la detección y el mapeo de sitios arqueológicos en áreas relativamente grandes.Efectivamente, el uso de escáner láser para los estudios arqueológicos se complica por los costos altos del levantamiento aéreo, especialmente en casos de necesidad de levantar áreas grandes para detección de los nuevos objetos. Hasta cierto punto, es posible remediar la situación por la introducción del “factor arqueológico” en las especificacionestécnicas para todos los levantamientos aéreos realizados en interés de las grandes empresas y el Estado. Los proyectos más interesantes enestesentidosonlosestudiosparaeldiseñode grandes infraestructuras - embalses, líneas eléctricas, carreteras. En tales proyectos, se puede llegar a un acuerdo con los propietarios de los datos y obtener los mismos para un estudio arqueológico por un precio bajo o gratis.

12. Conclusión

La tecnología de levantamiento aéreo con escáner láser es un método de sondeos remotos bien desarrollado en el sentido tecnológico y metodológico. Esta tecnología esunamagníficaherramientaparalosestudiosarqueológicos; pero con la condición de su aplicación correcta por especialistas bien preparados. La experiencia práctica demuestra que esta tecnología es aplicable en zonas con vegetación densa siempre verde, incluso (y especialmente) en la selva Amazónica.

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Agradecimientos

Los autores expresan su agradecimiento:A la Empresa “OPTEN Limited” (Rusia), que organizó y financió el proyecto experimentaldel levantamiento aéreo “arqueológico» conescáner láser y, personalmente a Konstantin Mekhonoshin y Konstantin Konakova, quien prestaron toda la ayuda posible para realizar este proyecto arriesgado y contribuyeron a su conclusión exitosa.Al equipo del levantamiento aéreo de la empresa “OPTEN Limited”: Alexander Blyablin, Rafkhat Gabdulin, Ilshat Sungatulin, Andrey Klishin, Alexander Kartovenko y Victor Filin por cumplir profesionalmente todas las tareas del levantamiento aéreo con escáner láser y procesamiento de los datos, así como la tripulación de avión An-2 con matricula RF-00618 por mantener cuidadosamente los parámetros del vuelo y garantizar con esto una ejecución exitosa y segura del levantamiento.Al especialista senior de la Comisión de Políticas de Juventud de la provincia de Leningrado: Vladimir Kazakov, que participó activamente en la organización del proyecto experimental.A los especialistas del Centro informacional de prospección de Rusia: Konoplev Alexander eIlyaProkofievporrealizar lacomprobaciónterrestre de los resultados de levantamiento en condiciones severas.A la empresa “Tecnoproject S.A. de SV” (México), y personalmente a Jorge Castro por apoyar las investigaciones con escáner láser aéreo para los estudios arqueológicos.A los arqueólogos Francisco Valdez, Stéphen Rostain y Holguer Jara por revelar un mundo misterioso de la arqueología selvática amazónica.A Fernando Villacampa, por redactar pacientemente el texto de este artículo en castellano real.

1 Crutchley S. and Crow P. 2010. The Light Fantastic. Using Air Borne LiDAR in Archaeological Survey. Swindon.

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La Amazonía, una impostura geográficaEmmanuel Lézy

Figura 1. La Amazonía, ¿un “origen del Mundo”?

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La Amazonía, una impostura geográficaEmmanuel Lézy

Figura 2. La Tierra dividida entre los tres hijos de Noé, iluminación atribuida a Simon Marmion,en La Flor de las Historias de Jean Mansel, hacia 1459-1463

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La Amazonía, una impostura geográficaEmmanuel Lézy

Figure 3. La América precolombina: una estructura meridiana (Lézy, 2013)

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La Amazonía, una impostura geográficaEmmanuel Lézy

Figura 5. Los tres medios topográficos de las Américas: en amarillo, las planicies altas “analógicas”, en verde oscuro los litorales y los valles fluviales (agricultura intensiva y agricultura),

en verde claro los escudos de los guerreros (Karib, Shuar, Gé, Mapuches…)

Figura 4. La América precolombina: medios y sociedades (Lézy, 2013)

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El proceso cartográfico y la Amazonía. El primer atlas del Perú, 1865Jean-Pierre Chaumeil

Figura 1. Portada del atlas geográfico de M.F. Paz Soldán

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Figura 5. Indigenas Shawi mapeando el territorio de su comunidad, Amazonía peruana (según Huertas 2007)

Figura 2. Mapa del Perú con las viñetas, 1864 (Fuente: Bibliothèque Nationale de France)

El proceso cartográfico y la Amazonía. El primer atlas del Perú, 1865Jean-Pierre Chaumeil

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Nomear o seu Universo (e cada povo se torna, sem saber, muito egocêntrico…)Françoise Grenand

Figura 3. A Onça pintada (Felis onca) (desenho Fr. Feer, 1990)pode ser um avatar da Rã de Goeldi, Cunauaru (Phrynohias resinifictrix) (foto Ch. Marty, 2000)

Figura 2. Wayãpi: classificação dos grandes mamíferos

Figura 1. A Constelação europeia de Leão se torno, na Amazônia, a Constelação de Caranguejo

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Figura 5. Os três mundos dos Wayãpi (Apud desenho de Alasuka, 1976)

Nomear o seu Universo (e cada povo se torna, sem saber, muito egocêntrico…)Françoise Grenand

Figura 4. A palmeira Oenocarpus bacaba (esquerda) tem o mesmo valor simbólico do que o Cocos ramanzioffiana (direito)

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 2. Colinas del Mioceno y Terraza no inundable de finales del Pleistoceno de Peña Roja sobre el río Caquetá (Japurá) y donde se encuentra el yacimiento arqueológico

Figura 1. Ubicación del yacimiento arqueológico de Peña Roja (Noroccidente Amazonia colombiana)

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 5. Instrumentos líticos de Peña Roja

Figura 4. Restos de cerámica asociada a la tradición Nofurei (Medio Río Caquetá)

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 7. Corte 1. Perfil Sur. Toma de muestras para análisis de polen y fitolitos

Figura 6. Recuperación de vestigios de macro fauna y flora en Peña Roja

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 9. Perfil oriental de Peña Roja (la parte superior del perfil está seca y su coloraciónencubre en la fotografía la diferencia de color entre los horizontes Ap y A)

Figura 8. Extensión de la Terra Preta y de la ocupación humana de mayor antigüedad en Peña Roja

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 11. Granos de almidón moderno y arqueológicos de instrumentos líticos: (4535) mano; (4553) azada. Peña Roja

Figura 10. Instrumentos líticos donde se extrajo granos de almidón: izquierda mano de molienda (4535); derecha azada (4553)

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 13. Taxones arqueológicos presentes en el Corte 1. Peña Roja

Figura 12. Semillas arqueológicas carbonizadas de palmas. Peña Roja: a-b.Oenocarpus bacaba; c-d. O. bataua;e. Mauritia flexuosa; f. Attalea maripa (fragmento de ápice); g. Attalea racemosa (fragmento de ápice)

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Recolectores del Holoceno Temprano en la Floresta Amazónica ColombianaGaspar Morcote-Ríos, Francisco Javier Aceituno Bocanegra & Tomás León Sicard

Figura 16. Fructificación de los taxones determinados y su relación con los niveles del río Caquetá

Figura 15. Azadas recuperadas en el yacimiento de Peña Roja asociadas a los grupos recolectores

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El Arcaico en los valles interandinos del Magdalena y Cauca en Colombia:cacería especializada y horticultura temprana

Carlos Eduardo López & Martha Cecilia Cano

Figura 3. Excavación en Hacienda Cuba, Pereira (1280 msnm), localizada en el piedemonte occidentalde la Cordillera Central. En el paleosuelo más profundo se cuenta con una fecha de 9.730 AP

Figura 2. Excavación en el sitio Nare (175 msnm), en una terraza alta del valle del río Magdalena.Instrumentos excavados en la base de la excavación dieron una profundidad cronológica de 10.350 AP

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El Arcaico en los valles interandinos del Magdalena y Cauca en Colombia:cacería especializada y horticultura temprana

Carlos Eduardo López & Martha Cecilia Cano

Figura 5. Conjunto de azadas, recuperadas en la cuenca media del río Cauca. Por lo general se asocian a cantos rodados con bordes desgastados y cantos rodados fracturados por uso o calor. Materia prima de grano grueso de origen volcánico

Figura 4. Puntas de proyectil del valle del río Magdalena, talladas en chert y algunas en cuarzo lechoso

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La arqueología del Ecuador antes y después de Betty Meggers José Echeverría-Almeida

Figura 1. Betty J. Meggers

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La arqueología del Ecuador antes y después de Betty Meggers José Echeverría-Almeida

Figura 3. Betty J. Meggers

Figura 2. Betty J. Meggers y José Echeverria Almeida

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Amazonian Ethnoarchaeology and the Legacy of Donald LathrapJames A. Zeidler

Figure 2. The cultural domain and it relationship to interpretive approaches andanalytical styles in ethnoarchaeology and ethnoanalogy. Donald Lathrap’s approach and contributions are highlighted in red.

Reproduced from Nicholas David (1992: 335)

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Amazonian Ethnoarchaeology and the Legacy of Donald LathrapJames A. Zeidler

Figure 3. (a) Structure 1 at Real Alto prior to systematic excavation of the floor deposits (April, 1974).(b) Systematic excavation of 1 x 1 m grid squares in 10 cm levels in consolidated floor deposits in Structure 1

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Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain

Figura 1. Motivos palikur, bajo Oyapock, Guayana francesa, representando varios animalescon una de sus características físicas. “Cielo de casa” de madera wayana, alto Maroni, Guayana francesa,

con animales reales y fantásticos (dibujo y fotografía S. Rostain)

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Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain

Figura 2. Representaciones realísticas de animales. Pecarí, costa central de Suriname, cultura Barrancoide (50-350 d.-C.). Caimán de concha, costa central de Suriname, cultura Kwatta (800-1000 d.-C.). Nutria, bajo Oyapock, Guayana francesa,

cultura Aristé Reciente (1100-1600 d.-C.). Petroglifo del “Serpiente de Pascaud”, isla de Cayena, Guayana francesa. Zarigüeyas y cola del animal, bajo Oyapock, Guayana francesa, cultura Aristé Reciente (fotografías S. Rostain)

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Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain

Figura 3. Felino : jaguar u ocelote. Cabezas de felino y urna policroma con figura de ocelote, Suriname, cultura Koriabo (750-1400 d.-C.). Urna funeraria con tapa, bajo Oyapock, Guayana francesa, cultura Aristé Reciente (1100-1600 d.-C.)

y chaman Trio con sombrero de piel de jaguar en Suriname (fotografías y dibujos S. Rostain)

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Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain

Figura 4. Tortugas de tradición Arauquinoide (800-1650 d.-C.), costa central y occidental de Guayana francesa. Tortugas o ranas de Suriname, cultura Koriabo (750-1400 d.-C.) (fotografías S. Rostain)

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Fauna del arte precolombino en las GuayanasStéphen Rostain

Figura 5. Ranas. Ranas modeladas sobre cerámicas, costa central de Suriname, cultura Kwatta (800-1000 d.-C.). Muiraquitãs de piedra verde, costa central de Suriname, cultura Kwatta (800-1000 d.-C.). Rana y serpiente sobre un recipiente

funerario, Amapá, Brasil, cultura Aristé Reciente (1100-1600 d.-C.) (fotografías y dibujo S. Rostain)

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Excavations at Poncel: an update of the Late Ceramic Age of CayenneMartijn van den Bel

Figure 5. A: Overview of most relevant vessel shapes per Modal Series, B: Sketches (not to scale) of most popular vessels found at Poncel and PK 11 (Forms A–F)

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Ethnographic and Archaeological “Cultures” in Guiana, Northern AmazoniaRenzo S. Duin

Figure 3. Reconstruction of the road leading towards the village of the Rocouyens in 1769 (Tony 1835)

Figure 1. A collaborative effort for the research, study, and preservation of Wayana history

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Ethnographic and Archaeological “Cultures” in Guiana, Northern AmazoniaRenzo S. Duin

Figure 4. Example of the historical process of Wayanafication(incomplete mapping of ethnic communities often labeled as ‘subgroups’, ‘tribes’ or ‘clans’)

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Ethnographic and Archaeological “Cultures” in Guiana, Northern AmazoniaRenzo S. Duin

Figure 5. Location of Mazagão sites at the lower Amazon, Koriabo sites in Brazil, French Guiana, Suriname, and Guyana, and the posited location of Samuwaka in the Sipaliwini Savanna (including the general location of the Wayana region)

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Nuevos aportes a la arqueología del sitio El Saladero, bajo Orinoco, VenezuelaJosé R. Oliver

Lámina 3. Carretera asfaltada en 2004, ahora parcialmente derrumbada (foto DSC02644a 14/FEB/2013). Se aprecia la capa de sedimento oscuro del depósito arqueológico, cortada por el relleno de la carretera. La carreta estaba unos 50 metros más

al interior del camino de tierra indicado en el mapa de 1950 de Cruxent y Rouse.

Lámina 2. Vista del dique y barranca del sitio El Saladero en época de baja del nivel del Río Orinoco(foto DSC02962a; 16/FEB/2013). El tope de la barranca está a 19m de elevación

y la orilla del río está entre 4 y 5m de elevación (tomadas con GPS). Los restos del embarcadero ‘viejo’ están sobre la playa. Entre 50 y 100m metros de la barranca se han erosionado desde 1950

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Nuevos aportes a la arqueología del sitio El Saladero, bajo Orinoco, VenezuelaJosé R. Oliver

Lámina 7. Reconstrucción de la planta de las unidades T-2 y T-3, niveles 5 y 6, según las notas de campo de Rouse. 1950. Nótese que Rouse indica diferencias en la distribución horizontal de cerámicas Saladero (SAL) vs. barrancoides (BAR-2).

Las últimas en su mayoría están asociadas a sedimentos algo más oscuros (Contexto 2) mientras que Saladero (SAL) está asociado al sedimento basal más claro (Contexto 4) y la zona inmediata al Fogón (Hearth) #3.

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Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonialCristiana Barreto

Figura 1: “Bolsão de memória” com peças zoomorfas e antropomorfas enterradas, fase Pocó (ca. 300 ACE). Sitio Cipoal do Araticum, Projeto Arqueológico Trombetas (coordenado por Vera Guapindaia, Museu Paraense Emílio Goeldi).

Fotos: C. Barreto

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Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonialCristiana Barreto

Figura 3: Representação de figura pássaro/humano em urna funerária antropomorfa (altura 84 cm, com desenhos das faces frontal e lateral) e tigela (diâmetro 27cm) com desenho mostrando as figuras espelhadas e encadeadas formando vários rostos.

Fase Marajoara, estilo Joanes Pintado. Fotos e desenhos: C. Barreto

Figura 2: Temas da reprodução, trasnformação e interação entre humanos e animais em figurações do corpo. (Estatueta cerâmica Santarém retratando mulher grávida, altura 26.5 cm, acervo MAE/USP; estatueta chocalho Marajoara em forma fálica,

altura 15,5 cm, acervo MAE/USP; e estatueta lítica, altura 17,8 cm, região de Nhamundá/Trombetas, acervo Etnografiska Museet, Goteborg.) Fotos: Fernando Chaves e Hakan Berg

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Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonialCristiana Barreto

Figura 4: Urnas funerárias da Tradição Polícroma da Amazônia representando corpos sentados (alturas entre 65 e 42 cm). Acima urnas da fase Marajoara, estilo Pavoval Inciso; abaixo urnas das fases Napo e Guarita. Ao lado desenhos mostram os motivos de escorpião e de cobra usados para compor olhos e braços. Fotos: Fernando Chaves, Stéphen Rostain e C. Barreto;

desenhos apud Schaan (2007) e Moraes (2013)

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Modos de figurar o corpo na Amazônia précolonialCristiana Barreto

Figura 5: Vasos Santarém. À esquerda, caso de cariátides (altura18 cm) e à direita vaso de gargalo (altura 21cm). Acervo MAE/USP. Fotos: Wagner Silva

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Os Artesãos das Amazonas: a diversidade da indústria lítica dos Tapajó e o MuiraquitãClaide de Paula Moraes, Anderson Márcio Amaral Lima & Rogério Andrade dos Santos

Figura 1. Situação geográfica da área de pesquisa com destaque para o sítio Porto

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Os Artesãos das Amazonas: a diversidade da indústria lítica dos Tapajó e o MuiraquitãClaide de Paula Moraes, Anderson Márcio Amaral Lima & Rogério Andrade dos Santos

Figura 2. Material lítico lascado – (a) a (f) – lascas unipolares, (g) e (h) percutores de seixos apresentando marcas de uso, (i) e (j) artefatos alongados com bordas retocadas e extremidades pontiagudas, (k) estilhas e microlascas de retoques,

(l) a (p) pré-formas de pontas inacabadas e fragmentadas, (q) núcleo reutilizado como bigorna, (r) núcleo reutilizado como percutor e (s) a (v) artefatos com gume retocado

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Os Artesãos das Amazonas: a diversidade da indústria lítica dos Tapajó e o MuiraquitãClaide de Paula Moraes, Anderson Márcio Amaral Lima & Rogério Andrade dos Santos

Lámina 3. Carretera asfaltada en 2004, ahora parcialmente derrumbada (foto DSC02644a 14/FEB/2013). Se aprecia la capa de sedimento oscuro del depósito arqueológico, cortada por el relleno de la carretera. La carreta estaba unos 50 metros más

al interior del camino de tierra indicado en el mapa de 1950 de Cruxent y Rouse.

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Os Artesãos das Amazonas: a diversidade da indústria lítica dos Tapajó e o MuiraquitãClaide de Paula Moraes, Anderson Márcio Amaral Lima & Rogério Andrade dos Santos

Figura 5. Etapas do processo de experimentação arqueológica para a produção de brocas e furos – (a) desplaquetamento após choque térmico, (b) e (c) o material para o furados e as peças a serem furadas,

(d), (e) e (f) e execução do furo, (g) e (h) suportes de hematita perfurados e (i) suporte de feldspato potássico perfurado

Figura 4. Elementos da cadeia operatória de produção do muiraquitãs - (a) lascas unipolares de pedras verdes, (b) e (c) brocas, (d), (e), (g) e (h), comparação do diâmetro do furo de contas e muiraquitãs com o diâmetros das brocas, (f) estatueta feminina portando um muiraquitã no pescoço, (H) fragmento de pré-forma de muiraquitã (em pedra verde) com furos inacabados, (j)

muiraquitã e pré-formas, (j) início do processo de corte das placas de argilito, (k) bastonete já no ponto de ser destacado e (l) placa apresentando um gume na extremidade direita com cicatriz de retiradas de bastonetes nas extremidades superior e inferior

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Science, technology, and innovation in indigenous AmazoniaAnna C. Roosevelt

Figure 1. Paleoindian archaeoastronomy and calendrics at Monte Alegre. a, b: rock paintings; c: cave; d: pigment samples; e: excavation

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Science, technology, and innovation in indigenous AmazoniaAnna C. Roosevelt

Figure 2. Lithic and ceramic achievements. a, b, c, d: Rio Negro and Rio Xingu flint and quartz points;e, f: Santarem carvings; g: Taperinha site; h: Taperinha initial pottery; i: Marajoara ceramic facilities

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Science, technology, and innovation in indigenous AmazoniaAnna C. Roosevelt

Figure 3. a: drug plant Banisteripsis caapi; b: Anaconda; c, d: drug paraphernalia; e: Marajoara urn with anaconda patterns; f: Santarem pottery shaman with rattle and shoulder bag; g: Taperinha anthropic forest;

h: Santarem black earth; i: pupunha; j: parrot; h: maize

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Science, technology, and innovation in indigenous AmazoniaAnna C. Roosevelt

Figure 4. a: mound at Santarem; b: mound at Taperinha; c: mound at Marajo; e: geophysical map of a mound at Marajo; g: Fazenda Colorado geoglyphs in Acre; h: Sangay (Huapula) mound center in Ecuador; i: raised maize fields in French Guiana

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Science, technology, and innovation in indigenous AmazoniaAnna C. Roosevelt

Figure 5. a: Gê anchor axe; b: Shipibo dress; c: monumental Shipibo pot; d: Nukak foragers; e: Shipibo village;f: Kayapo dance; g: chief with children; h: Kayapo musicians; i: musicians in Tikuna initiation;

j: botanical technician of the Museu Paraense Emilio Goeldi of Belem

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The Cultivated Wilderness Project. Hinterland archaeology in the Belterra Region, ParáPer Stenborg, Denise P. Schaan, Christian Isendahl, Mats Söderström,

Jan Eriksson, Márcio Amaral & Mats Olvmo

Figure 1. Top: Map of the Santarém Region, by Per Stenborg. Bottom: Example of Santarém potterycollected by Curt Unkel Nimuendajú in 1920’s. Photo by Ferenc Schwetz, Museum of World Culture

Figure 2. Two examples of large depressions at Ramal do Funil (left) and Bom Futuro (right). Photo by Per Stenborg

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The Cultivated Wilderness Project. Hinterland archaeology in the Belterra Region, ParáPer Stenborg, Denise P. Schaan, Christian Isendahl, Mats Söderström,

Jan Eriksson, Márcio Amaral & Mats Olvmo

Figure 4. Plan and cross-section of the trench excavated in a large depression at Bom Futuro. By Per Stenborg

Figure 3. Location of the Bom Futuro site area & the position of the excavated units at Bom Futuro. By Per Stenborg

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The Cultivated Wilderness Project. Hinterland archaeology in the Belterra Region, ParáPer Stenborg, Denise P. Schaan, Christian Isendahl, Mats Söderström,

Jan Eriksson, Márcio Amaral & Mats Olvmo

Figure 5. Position and sections of the squares excavated in a minor depression. By Per Stenborg

Figure 6. Map showing that the majority of sites are found in lower-lying sections of the Belterra Plateauwhere inflow of surface water is likely to occur during rains. By Per Stenborg

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Como os contextos funerários nos ajudam a entenderos vivos na Amazônia Pré-Colombiana

Anne Rapp Py-Daniel

Figura 1. Mapa de distribuição aproximada das Tradições cerâmicas Policroma, Borda Incisa e Inciso-Ponteada.Localização dos sítios arqueológicos com cotextos funerários apresentados nesse trabalho

Figura 2. mapa mostrando os vestígios funerários estudados em diferentes regiões da Amazônia

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Arqueologia do baixo rio Negro e a discussão de contextos locais do rio UniniMárjorie Nascimento Lima, Eduardo Kazuo Tamanaha & Eduardo Góes Neves

Figura 1. Sítios arqueológicos identificados na bacia do rio Negro, estado do Amazonas.Elaboração: Eduardo K. Tamanaha, 2013

Figura 2. Sítios arqueológicos identificados no rio Unini, baixo rio Negro. Elaboração: Michel B. F. da Silva, 2013

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Arqueologia do baixo rio Negro e a discussão de contextos locais do rio UniniMárjorie Nascimento Lima, Eduardo Kazuo Tamanaha & Eduardo Góes Neves

Figura 4. Perfil estratigráfico e vista geral do sítio Lago das Pombas, médio rio Unini.Fotos: Arqueotrop. Elaboração: Eduardo Tamanaha, 2013

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Arqueologia do baixo rio Negro e a discussão de contextos locais do rio UniniMárjorie Nascimento Lima, Eduardo Kazuo Tamanaha & Eduardo Góes Neves

Figura 3. Perfis estratigráficos escavados no sítio Floresta, médio rio Unini. Elaboração: Eduardo Tamanaha, 2013

Figura 5. Material cerâmico coletado nos sítios Floresta e Lago das Pombas. Fotos: Márjorie Lima e Tiago Atorre. Elaboração: Eduardo Tamanaha, 2013

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The Polychrome Tradition at the Upper Madeira RiverFernando Ozorio de Almeida & Eduardo Góes Neves

Figure 1. Distribution of the Polychrome Tradition Phases

Figure 2. The Upper Madeira Archaeological sites

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The Polychrome Tradition at the Upper Madeira RiverFernando Ozorio de Almeida & Eduardo Góes Neves

Figure 3. Statigraphy of the Teotônio site

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The Polychrome Tradition at the Upper Madeira RiverFernando Ozorio de Almeida & Eduardo Góes Neves

Figure 4. Pottery from the Associação Calderita, Itapirema and Teotônio sites

Figure 5. Potential Network cores in pre-colonial Amazonia

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Houses, hearths, and gardens: space and temporalityin a pre-Columbian village in the Central Amazon

Anna T. Browne Ribeiro

Figure 1. Maps of the research area. a) Contour map of Antônio Galo with mounds highlighted; b) digital elevation model of Antônio Galo showing units excavated and units sampled for geoarchaeological analyses

Figure 2. Idealized models for chemical and microartifact concentrations. a) Expected OC distribution for Antônio Galo land-form, based on data from off-site unit (N992 E452) and exponential function (Hilinski 2001), k = 0.3 – 0.8);

b) expected microartifact decay, by particle size, based on summed particle count, with reference to surfaces from Antônio Galo

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Houses, hearths, and gardens: space and temporalityin a pre-Columbian village in the Central Amazon

Anna T. Browne Ribeiro

Figure 4. Spatial organization during earlier occupation. Distribution of activity areas identified. Circles not filled in indicate suspected characterization of activity area, not yet verified

Figure 5. Proposed sequence of reconstructions. a) Phase 1, showing the earliest house identified; b) Phase 2, showing houses definitively identified; c) Phase 2, showing location of additional suspected houses; d) Phase 3, showing the full ring village

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El Formativo del Alto Pastaza (Ecuador), entre arqueología y vulcanologíaGeoffroy de Saulieu, Stéphen Rostain & Jean-Luc Le Pennec

Figura 1. Llanura amazónica a la salida del cañón del Pastaza bajando de Los Andes

Figura 2. Troncos de árboles del Pleistoceno enterados en el sitio de Tarqui

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El Formativo del Alto Pastaza (Ecuador), entre arqueología y vulcanologíaGeoffroy de Saulieu, Stéphen Rostain & Jean-Luc Le Pennec

Figura 3. Media hoguera construida de piedras de la casa de Pambay y fechada de 1495-1317 a.C.

Figura 4. Poste de madera de la casa de Pambay conservado en la arcilla anaeróbica dentro de la capa freática

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El Formativo del Alto Pastaza (Ecuador), entre arqueología y vulcanologíaGeoffroy de Saulieu, Stéphen Rostain & Jean-Luc Le Pennec

Figura 5. Reconstrucción del mapa de la casa Formativa de Pambay

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Dinámica de vida en el área de influencia del río Napo, desde 9000 a.C. hasta 1400 A.D.Amelia M. Sánchez Mosquera

Figura 1. Ubicación de la zona de estudio

Figura 2. Sitios arqueológicos de Yuralpa

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Dinámica de vida en el área de influencia del río Napo, desde 9000 a.C. hasta 1400 A.D.Amelia M. Sánchez Mosquera

Figura 3. Sitios arqueológicos de Aeropuerto de Tena

Figura 4. Ocupación de las áreas estudiadas por periodo

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Caballones vs. camellonesFranklin Fuentes G., David Leyton, Telmo López M., Javier Véliz Alvarado & Stéphen Rostain

Figura 1. Área actual donde se ubicaría el antiguo Golfo de Guayaquil. Adicionalmente se han graficadoen líneas moradas las zonas donde se ubican caballones en la parte de la cuenca baja del Guayas

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Caballones vs. camellonesFranklin Fuentes G., David Leyton, Telmo López M., Javier Véliz Alvarado & Stéphen Rostain

Figura 2. Ubicación de las áreas -líneas moradas y verde claro- con caballones y las zonas triangulares delimitadascon líneas color verde oscuro representan áreas que poseen formas diferentes de caballones

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Caballones vs. camellonesFranklin Fuentes G., David Leyton, Telmo López M., Javier Véliz Alvarado & Stéphen Rostain

Figura 3. Caballones en forma de plataforma al sur del cerro Samborondón, cantón Samborondón, provincia del Guayas(foto Angel Véliz Mendoza en 1975)

Figura 5. Vista area del sitio en Swissgas, imagen tomada en febrero del año 2011

Figura 4. Vista area del sitio en Swissgas, imagen tomada en julio del año 2004.En momentos de mayor sequía, se observa sólo la parte que preserva la humedad y/o el agua

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Caballones vs. camellonesFranklin Fuentes G., David Leyton, Telmo López M., Javier Véliz Alvarado & Stéphen Rostain

Figura 6. Vista area del sitio en Swissgas, imagen tomada en noviembre del año 2011.En el lado izquierdo de la foto se observan dos tonos de color verde con algo de agua que genera un reflejo.También se observa la destrucción de la compañia que en los últimos dos años dobló el área de construcción

Figura 8. Vista area del sitio en Swissgas, imagen tomada en julio del año 2014.Se nota además las áreas de mayor profundidad que aún en la época pico de la sequía conservan la humedad

Figura 7. Vista area del sitio en Swissgas, imagen tomada en agosto del año 2012. Se observan dos tono de verde y algo de café que permite diferenciar la forma de los caballones

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Early Ceremonial Architecture in the Ceja de Selva (800-100 B.C.): A Case Study from Huayurco, Jaén Region, Peru

Ryan Clasby

Figure 3. Structure in Sector G (800-100 B.C.)

Figure 5. Carinated polychrome jar from Sector G featuring an incised, double-helix spiral

Figure 4. Necklace of rose-colored quartz found within the structure in Sector G

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Los orígenes y el desarrollo de la organización socio-política de la cultura Chachapoya: Una mirada desde la Provincia de Luya, Departamento Amazonas, Perú

Klaus Koschmieder

Figura 1. Área de distribución de la cultura arqueológica Chachapoya

Figura 2. Vivienda circular Chachapoya reconstruida en Kuelap (Provincia de Luya)

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Los orígenes y el desarrollo de la organización socio-política de la cultura Chachapoya: Una mirada desde la Provincia de Luya, Departamento Amazonas, Perú

Klaus Koschmieder

Figura 3. Grupo de sarcófagos en Lengache o Lengate (Provincia de Luya)

Figura 5. Espacio interior de una vivienda circular en Kuelap con cámaras subterráneas, batán y banqueta (Provincia de Luya)

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Aproximación socio cultural y ambiental en base de la interpretación de los petroglifosde la cuenca del Armanayacu, tributario del Río Paranapura, bajo Huallaga, Perú

Santiago Rivas Panduro

Figura 4. Escultura de la Roca Petroglifo Cucharayacu 4

531

La arqueología y ele mito de origen de los Shipibo-Conibo de la cuenca del Ucayali, PerúDaniel Morales Chocano

Figura 2. Cerámica de estilo Napo con diseño de la gran serpiente cósmica, colección del Museo de la Cultura Peruana

Figura 4. Cerámica Shipibo-Conibo con motivo de cruz cuadrada o cruz del Sur

Figura 3. Cerámica de estilo Napo con diseño de la gran serpiente cósmica, colección del Museo de la Cultura Peruana

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Island, River and Field: a Historical Ecology of the Bolivian AmazonJohn H. Walker

Figure 4. Ground stone artifact from Estancita Island, Yacuma province, Beni, Bolivia

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Unidad en la Diversidad. Implicaciones de la variabilidad cerámica de la región del Iténez, BoliviaCarla Jaimes Betancourt

Figura 1. a) Mapa de la región de Baures, Prov. Iténez, de sitios arqueológicos que cuentan con colecciones cerámicas de superficie o excavación. b) Sistemas de zanjas en el pueblo de Bella Vista (Foto Satelital: Google Earth).

Los sitios excavados BV-1, BV-2 y BV-3 están marcados (Basado en Prümers: 2012: 385 Abb. 16). c) Sistemas de zanjas de Jasiaquiri, las unidades de excavación se encuentran marcadas

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Unidad en la Diversidad. Implicaciones de la variabilidad cerámica de la región del Iténez, BoliviaCarla Jaimes Betancourt

Figura 2. a-c) Asadores de BV-2, BV-3 y JAS-1 respectivamente,d-e) Cazuelas BV-2, f-g) Cazuelas BV-3, h-i) Cazuelas JAS-1

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Unidad en la Diversidad. Implicaciones de la variabilidad cerámica de la región del Iténez, BoliviaCarla Jaimes Betancourt

Figura 3. Vasijas con cuello procedentes a) BV-2, b-c) BV-3, d-e) JAS-1 y f) arcilla cocida encontrada en BV-2

Figura 5. Vasijas con decoración incisa procedentes de JAS-2

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Unidad en la Diversidad. Implicaciones de la variabilidad cerámica de la región del Iténez, BoliviaCarla Jaimes Betancourt

Figura 4. Vasijas con decoración fina incisa a) Museo Municipal de Baures; b, f, l) BV-2; c, o) Cancha San Roque – Baures; d, e, j, m, n, r, s) BV-3; g, k, p, q, t) JAS-1; h, j) Aliança

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Initial contributions of charred plant remains from archaeological sitesin the Amazon to reconstructions of historical ecology

Myrtle P. Shock, Claide de Paula Moraes, Jaqueline da Silva Belletti, Márjorie Lima, Francini Medeiros da Silva, Lígia Trombetta Lima, Mariana Franco Cassino & Angela Maria Araújo de Lima

Figure 2. Maize and Brazil nut macroremains: a. maize cob fragment in three angles (Conjunto Vilas), b. maize grain in two angles (Osvaldo), c. Brazil nut seed coat (Lago das Pombas) d. Brazil nut seed coat in two angles (Vila Nova II)

Figure 1. Five study regions in the Brazilian Amazon Basin: 1. middle Solimões River, 2. middle Unini River,3. lower Negro River, 4. confluence of the Negro and Amazon Rivers, and 5. lower Amazon River

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Initial contributions of charred plant remains from archaeological sitesin the Amazon to reconstructions of historical ecology

Myrtle P. Shock, Claide de Paula Moraes, Jaqueline da Silva Belletti, Márjorie Lima, Francini Medeiros da Silva, Lígia Trombetta Lima, Mariana Franco Cassino, Angela Maria Araújo de Lima

Figure 3. A buried terra preta, stratum III, at the site of Floresta, middle Unini River, contains elevated quantities of non-wood charcoal and ceramics. Profile drawing of the east face of unit N1140 E900 (Eduardo K. Tamanaha, 2011). Graph

based on counts of charcoal >4 mm in 4 liters of sediment and ceramics fragments >2 cm collected in excavation

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Uso do Saber Tradicional Indígena no Reconhecimento e Caracterização de Paisagens Manejadas na Amazônia Brasileira

Myrian Sá Leitão Barboza, Alcieila Farias Figueiredo, Angélica Leal de Souza, Vanessa Waiwai, Asiso Waiwai, Pedro Waiwai & Nivaldo Waiwai

Figura 1. Localização da Terra indígena (T.I) Trombetas-Mapuera, com realce para as aldeias estudadas: Kwanamary e Takará (em amarelo). (Mapa modificado a partir de Cardozo e Vale-Jr,, 2012)

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Figura 3. Estágios das roças de acordo com os indígenas das aldeias Kwanamary e Takará (autores: Vanessa Waiwai, Pedro Waiwai, Aciso Waiwai e Nivaldo Waiwai, 2012)

Figura 2. Paisagens: a) Mararî - roça, b) Euthoto - capoeira, c) Ohroron - quintal, d) Yoowu - buritizal, e) Karakru - moro-totó, f) Mîîna yaarî - umbinzal, g) Tîtko Yopu - castanhal, h) Esama – caminhos (Autor: Pedro Waiwai, 2013)

Uso do Saber Tradicional Indígena no Reconhecimento e Caracterização de Paisagens Manejadas na Amazônia Brasileira

Myrian Sá Leitão Barboza, Alcieila Farias Figueiredo, Angélica Leal de Souza, Vanessa Waiwai, Asiso Waiwai, Pedro Waiwai & Nivaldo Waiwai

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Figura 5. Estágios das capoeiras de acordo com os indígenas das aldeias Kwanamary e Takará (autores: Vanessa Waiwai, Pedro Waiwai, Aciso Waiwai e Nivaldo Waiwai, 2012)

Figura 4. Roça implantada em área de capoeira, adjacente a floresta, na aldeia Kwanamary (autor: Alcieila Figueiredo, 2012)

Uso do Saber Tradicional Indígena no Reconhecimento e Caracterização de Paisagens Manejadas na Amazônia Brasileira

Myrian Sá Leitão Barboza, Alcieila Farias Figueiredo, Angélica Leal de Souza, Vanessa Waiwai, Asiso Waiwai, Pedro Waiwai & Nivaldo Waiwai

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Figure 3. Map showing that past human impact on the vegetation decreases as one moves away from major rivers (based on regression model developed by Levis et al. 2012). In this extrapolation, the model only addresses three major Amazonian rivers,

the Madeira, Purus and lower Solimões. ADEs, however, are also abundant along there tributaries.If we also investigate the past human influence on the vegetation as we move away from tributaries,

dark blue areas of this map will shrink towards the center of the tributaries interfluves

Figure 1. A) Major Amazonian rivers with the Amazonian Dark Earth sites identified by WinklerPrins and Aldrich (2010); B) Study area that covers part of the Madeira and Solimões River Basins, tributaries and ADEs found in the area;

C) Picture of an Amazonian Dark Earth found in the study area. Shuttle Radar Topography Mission (SRTM)

What do we know about the distribution of Amazonian Dark Earthalong tributary rivers in Central Amazonia?

Carolina Levis, Marcio de Souza Silva, Mauro Almeida e Silva, Claide P. Moraes,Eduardo K. Tamanaha, Bernardo M. Flores, Eduardo Góes Neves & Charles R. Clement

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Uso de plantas económicas y rituales (medicinales o energizantes)en dos comunidades precolombinas de la Alta Amazonia ecuatoriana:

Sangay (Huapula) y Colina Moravia (c. 400 a.C.-1200 d.C.)Jaime R. Pagán Jiménez & Stéphen Rostain

Figura 2. Selección de artefactos y almidones antiguos, Sangay, Morona Santiago (Ecuador)

Figura 1. Localización de Sangay (Huapula) y Colina Moravia en la Alta Amazonía ecuatoriana

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Uso de plantas económicas y rituales (medicinales o energizantes)en dos comunidades precolombinas de la Alta Amazonia ecuatoriana:

Sangay (Huapula) y Colina Moravia (c. 400 a.C.-1200 d.C.)Jaime R. Pagán Jiménez & Stéphen Rostain

Figura 4. Fragmento de recipiente cerámico de la Cultura Upano y una muestra de los almidones antiguos recuperados en él

Figura 3. Selección de artefactos y almidones antiguos selectos de Colina Moravia, Pastaza (Ecuador)

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Anthropogenic Landscapes in Amazonia: Topographic Features, Use of Space,and Formation of Anthrosols (Terra Preta) in Prehistoric Settlements

Morgan J. Schmidt

Figure 2. Results from soil analyses on a transect in the historical Kuikuro I village. A) Soil pH; B) Organic carbon;C) Barium. Red, blue, and green bars show the result for the 0-5, 5-10, and 10-20 cm depth levels, respectively

Figure 1. Map of the three study areas

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Anthropogenic Landscapes in Amazonia: Topographic Features, Use of Space,and Formation of Anthrosols (Terra Preta) in Prehistoric Settlements

Morgan J. Schmidt

Figure 5. Map of anthropogenic landscape features at the Laguinho archaeological sitein the central Amazon made using handheld GPS

Figure 3. Results for available phosphorous from soil profiles in a terrace (Esc. 35) and a mound (Esc. 36)

Figure 4. Schematic representation of anthropogenic landscape featuresat the Laguinho archaeological site in the central Amazon

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Arte Rupestre do Juruparí? Explorando relações iconográficas entre gravurasrupestres e o complexo mito-ritual do Jurupari no Baixo rio Negro, Amazônia

Raoni Valle

Figura 3. Quadro com tokens do tipo flautista. Na linha superior Zoomorfos Flautistas (ZF). Na linha intermediária intera-ções sociais zoomórficas e antropomórficas. Na linha inferior antropomorfos flautistas isolados

Figura 1. Mapa da área de pesquisa

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Arte Rupestre do Juruparí? Explorando relações iconográficas entre gravurasrupestres e o complexo mito-ritual do Jurupari no Baixo rio Negro, Amazônia

Raoni Valle

Figura 5. Zoomorfo Flautista, Ilha das Andorinhas, Baixo rio Negro

Figura 2. “Depois de ter completado o círculo, colocam-se lado a lado. Enquanto um dos dançantes eleva o instrumento para o alto, soprando nele com todas as forças”. Painel do sítio Andorinhas 1, rocha 2, 5 km acima de Moura margem direita

do rio Negro e trecho de Koch-Grûnberg (2005[1909]) descrevendo ritual do Jurupari no ARN

Figura 4. Senhor Higino Tenório Tuyuka na Ilha das Andorinhas analisando o flautista rupestre (ao fundo na rocha)e estabelecendo relações com o Jurupari. Foto: Vincent Carelli 2013

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Betwixt and Between: Unraveling material historiesin the Southern Guyana-Suriname borderland

Jimmy L.J.A. Mans

Figure 4. A bead apron with Surinamese banner made by Meddie Japoerani from Kwamalasamutu(bought by the author in Paramaribo in 2011)

Figure 3. The ethnic hub of Kwamalasamutu (Suriname) as observed by Carlin (Carlin 2006, 2011; Carlin & Mans in press). The names in black represent both an ethnonym and its eponymous language. The names in white are ethnonyms

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Lugares de memória. Etnoarqueologia o uso do espaço pelos Asurini do Xingu, BrasilFabiola Silva

Figura 4. Oficina lítica ou Mayra enawa

Figura 2. Jovens Asurini auxiliando nos trabalhos arqueológicos

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Lugares de memória. Etnoarqueologia o uso do espaço pelos Asurini do Xingu, BrasilFabiola Silva

Figura 3. Mapa de localização dos sítios arqueológicos nos igarapés Ipiaçava e Piranhaquara

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La Fase Napo en la arqueología de rescateFerran Cabrero

Hallazgos arqueológicos de la Fase Napo en Ecuador: Cabrero (2013) en base a datos primarios del INPC, fuentes secunda-rias de Yépez (2000), y del estudio de Evans y Meggers (1968); con la elaboración informática de ADAMA Assessment

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El ritual como máquina del tiempo: ejemplos chacobo (Amazonía boliviana)Philippe Erikson

Figura 2. Orquestas de zampoñas; colección Ph. Erikson, 1998

Figura 1. Recipiente (paiti) en el centro de la casa de reunión; colección Ph. Erikson, 1993

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El ritual como máquina del tiempo: ejemplos chacobo (Amazonía boliviana)Philippe Erikson

Figura 4. Preparativos de la fiesta ; faena de leña para las mujeres, conducidas por la dueña de la chicha (4a), mientras que los hombres traen del monte un tronco vaciado de mapajo (póra) para almacenar la bebida en su sitio de producción (4b);

colección Ph. Erikson, 1993

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El ritual como máquina del tiempo: ejemplos chacobo (Amazonía boliviana)Philippe Erikson

Figura 5. Comëno, tambor de cerámica con membrana de goma elástica. Colección Ph. Erikson

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Arqueologia e [Des]envolvimento: Patrimônio, Contratoe Comunidades Locais na Amazônia

Marcia Bezerra

Figura 1. Serra Pelada: a cidade hoje (Foto M. Bezerra)

Figura 3. D. Raimunda e sua bateia (Foto M. Bezerra)

Figura 2. Sr. Ivan (Foto M. Bezerra)

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Arqueologia e [Des]envolvimento: Patrimônio, Contratoe Comunidades Locais na Amazônia

Marcia Bezerra

Figura 5. Sr. Pedro (Foto M. Bezerra)

Figura 4. Sr. Cearazão e seu “museu” (Foto L. Ravagnani)

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Coca in context. From the North-West Amazon to coastal EcuadorColin McEwan

Figure 5. View towards the central modified hill-top (site MIV-C4-1) at Agua Blanca (after McEwan 2004)

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Ver lo invisible. El levantamiento aéreo con escáner láser y su aplicación practica para los estudios arqueológicos

Yuri Svoiski & Ekaterina Romanenko

Figura 2. Modelación de las líneas de transmisión eléctricas y monitorización de la vegetación peligrosa.Nube de puntos del escáner láser

Figura 1. Nube de puntos de las reflexión del escáner láser 3D y perfil. Río Santiago, Ecuador

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Ver lo invisible. El levantamiento aéreo con escáner láser y su aplicación practica para los estudios arqueológicos

Yuri Svoiski & Ekaterina Romanenko

Figura 5. El objeto arqueológico en los modelos digitales del terreno (“slope shader”) y la ortofoto.Cuenca del rio Guayllabamba, Ecuador

Figura 4. Identificación de las estructuras arqueológicas en la selva alta (selva de montanos): el DTM en “slope shader” y la ortofoto. La altura de los árboles en esta zona es de más de 30 metros. Valle del río Guayllabamba, Ecuador

Figura 3. Montículo con excavación actual: el DTM en “elevation shader” y la ortofoto. Malchingui, Ecuador

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Ver lo invisible. El levantamiento aéreo con escáner láser y su aplicación practica para los estudios arqueológicos

Yuri Svoiski & Ekaterina Romanenko

Figura 7. Anomalías puntuales: fortificaciones, refugios subterráneos y cráteres: el DTM en “elevation shader”. Pogostie, Russia

Figura 6. Aplicación de las diferentes modos de visualización de los modelos: fila superior de izquierda a derecha“elevation shader” (2 variantes) y “HSV shader”; fila inferior: “slope shader”, “slope direction shader” y la orotofoto.

Fortificaciones en la “colina 55”, Pogostie, Rusia

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Ver lo invisible. El levantamiento aéreo con escáner láser y su aplicación practica para los estudios arqueológicos

Yuri Svoiski & Ekaterina Romanenko

Figura 9. Anomalías superficiales: el DTM en “elevation shader” y la ortofoto. Pogostie, Russia

Figura 8. Anomalías lineales: terraplén de madera y tierra: el DTM en “elevation shader” y la ortofoto. Pogostie, Russia

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... y para concluir con algunos recuerdos

Inscripción de los participantes (Domingo 8 de Septiembre; foto S. Rostain)

Desayuno de rueda de prensa en la FLACSO (Viernes 6 de Septiembre de 2013; foto MCCTH)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Discurso introductivo de Stéphen Rostain (Domingo 8 de Septiembre; foto MCCTH)

Discurso introductivo de Stéphen Rostain (Domingo 8 de Septiembre; foto MCCTH)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Participantes y público del 3 EIAA (Lunes 9 de Septiembre; foto S. Rostain)

Stéphen Rostain, presidente del 3 EIAA, y Guillaume Long, ministro del MCCTH (Lunes 9 de Septiembre; foto MCCTH)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Artesanos Waorani (foto H. Prümers)

Artesanos Kichwa (foto H. Prümers)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Entrega del trofeo del “Mejor arqueólogo del año 2013” a Eduardo Neves (Martes 10 de Septiembre; foto B. Muriel)

Artesano-pintor de Tigua (foto MCCTH)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Visita del sitio arqueológico de Cochasqui (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

Visita del sitio arqueológico de Cochasqui (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Visita del sitio arqueológico de Cochasqui (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

Visita del sitio arqueológico de Cochasqui (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Filmación del documental “Arqueólogos” en el sitio arqueológico de Cochasqui (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

Foto del grupo al sitio arqueológico de Cochasqui (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional (Jueves 12 de Septiembre; foto S. Rostain)

Recepción en el Museo de la Casa del Alabado (Miércoles 11 de Septiembre; foto S. Rostain)

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... y para concluir con algunos recuerdos

Coctel de clausura totalmente a base de cacao (Sabado 14 de Septiembre; foto H. Prümers)

Inauguración del nuevo Museo Abya Yala (Viernes 13 de Septiembre; foto S. Rostain)