HUNTINGTON: IDEAS Y DISCURSO

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UNIVERSIDAD DE CARABOBO ÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES MENCIÓN ESTUDIOS CULTURALES Seminario: Globalización y Multiculturalismo HUNTINGTON: IDEAS Y DISCURSO | Heddy Hidalgo Rivero E-mail: [email protected] 1

Transcript of HUNTINGTON: IDEAS Y DISCURSO

UNIVERSIDAD DE CARABOBOÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADODOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES

MENCIÓN ESTUDIOS CULTURALES

Seminario: Globalización y Multiculturalismo

HUNTINGTON: IDEAS Y DISCURSO

| Heddy Hidalgo Rivero

E-mail:[email protected]

1

Universidad de Carabobo. Área de Estudios de Postgrado.Doctorado en Ciencias SocialesMención: Estudios CulturalesSeminario: Globalización y Multiculturalismo

Heddy Hidalgo Rivero E-mail: [email protected]

Huntington, S.P. (1996). ¿Una civilización universal?Modernización y Occidentalización En: El choque decivilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (Cap. 3; pp.65-91). Barcelona: Paidós

La palabra con significado es un microcosmos de la conciencia humana

Vigotsky

HUNTINGTON: IDEAS Y DISCURSO

Resumen: Uno de los puntos más controversiales de la tesis de

Huntington en El choque de civilizaciones y la reconfiguración del ordenmundial es la negación de una civilización universal.Específicamente en el Capítulo III de este libro, él exponesu visión de lo que este tipo de civilización supone, de losdos elementos fundamentales que la conforman -la lengua y la

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religión- y de los tres factores que la han originado: eluniversalismo, la cultura mundial común y la modernización.Uno de sus planteamientos básicos es que la noción de unacivilización universal es producto de las interpretacionesdistorsionadas que el mundo occidental ha hecho de algunascaracterísticas y procesos vividos en las sociedadescivilizadas. El análisis que se presenta a continuación seenfoca, principalmente aunque no exclusivamente, en lainformación de tipo lingüístico que él emplea para sustentarsus ideas y en las formas discursivas que maneja paraexponerlas. Inicialmente, se comentan sus planteamientos, sepresentan las críticas de otros autores (Crystal, 1997;Graddol, 1997; Kachru, 1998; Yurdusev, 1997; Said, 2001)sobre los mismos y por último, se examina el lenguajeempleado por Huntington para la exposición de sus ideas desdela perspectiva del Análisis del Discurso. De la revisiónefectuada para este artículo, puede concluirse que su posturaes el resultado de una interpretación occidentalizada de larealidad y no de un estudio formal y sistemático de ésta. Conrelación a su discurso, se observa una completa articulacióncon la ideología occidental y un gran potencial fragmentador.

Civilización Universal: Significados

El capítulo 3 se inicia con una alusión al término civilización

universal, el cual implicaría “la confluencia de la humanidad y

la creciente aceptación de valores, creencias, orientaciones,

prácticas, e instituciones comunes por pueblos y personas de

todo el mundo” (p.65). Sin embargo, Huntington rechaza la

idea de que por el hecho de que existan algunos valores

básicos compartidos por casi todas las sociedades, deba

aceptarse la idea de que exista también una civilización

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universal. Él afirma que si bien es cierto que los seres

humanos tienen valores morales muy semejantes, también es

verdad que estos se agrupan en tribus y naciones con

diferentes religiones, actitudes, costumbres y tradiciones

históricas. Por otra parte, Huntington sostiene que el hecho

de que la expresión civilización universal pueda aceptarse para

hacer referencia a los aspectos comunes que caracterizan a

las sociedades civilizadas (ciudades, alfabetización, entre

otros) y las diferencian de las sociedades primitivas y

bárbaras, no implica que se niegue su connotación de

pluralidad y uso en otros contextos para denotar la

multiplicidad de rasgos culturales que generan las distintas

civilizaciones. Igualmente, Huntington desestima la

posibilidad de existencia de una civilización universal,

alegando que muchas veces el término se emplea para señalar

supuestos “valores y doctrinas que comparte actualmente

mucha gente en la civilización occidental y algunas personas

en otras civilizaciones” (p.66) como, por ejemplo, cuando se

habla de la cultura Davos; pero que en realidad, en éste y en

muchos otros casos, con esta expresión sólo se está haciendo

referencia a una cultura intelectual elitesca que es común

para apenas un 1% de la población mundial.

Por último, en esta primera sección, Huntington analiza la

difusión a escala mundial de las pautas de consumo y la

cultura popular occidentales, centrados en los bienes de

consumo y en los medios de comunicación como promotores y

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productores de una civilización universal. A este respecto,

Huntington dice que la difusión de las pautas de consumo ni

tienen consecuencias significativas ni representan el triunfo

de la civilización occidental, pues éstas son más bien modas

pasajeras que no afectan la cultura de la civilización

receptora y no convierten a sus integrantes en seres

occidentalizados. El único argumento de cierto peso para

sustentar la creencia de una cultura popular universal, pero

que resulta igualmente refutable, lo constituye, según él, la

aceptación general y por ende, el dominio notable de la

industria cinematográfica y televisiva occidental;

específicamente, la que se desarrolla en los Estados Unidos

como medio de transmisión de sus propios valores y cultura.

No obstante, este autor presenta, entre varios aspectos, dos

que particularmente le sirven de apoyo para refutar dicho

argumento: En primer lugar, señala que “la diversión no

equivale a conversión cultural” (p. 68); en segundo lugar,

agrega que toda información es interpretada sobre la base de

los propios valores del receptor.

En la primera parte del Capítulo III, Huntington, al refutar

la posibilidad de una civilización universal, presenta

argumentos que aluden más al término cultura que a la noción

de civilización. De hecho, muchas veces emplea ambos vocablos

como sinónimos y otras como nociones diferenciadas, uso que

es rechazado ampliamente por otros autores como Yurdusev

(1997), quien sostiene que el término civilización es mucho más

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general e implica la inclusión de cultura como una de sus

subcategorías o componentes. Por otra parte, además de lo

confuso que resulta su alusión a estos conceptos a lo largo

de todo el texto, también se le critica el tratamiento que

les da a ambos términos en su libro, pues en ningún momento

menciona cómo se obtienen la civilización y la cultura y

tampoco cómo es su proceso de aprehensión o cuáles son los

nuevos elementos que las conforman. A este respecto, Said

(2001) afirma que el término cultura ha tenido una gran

evolución y que la forma en que se emplea en El choque de

civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial es extremadamente

reduccionista. Por otra parte, al vocablo civilización se le

atribuye, según Yurdusev, el significado de ser una

condición particular de todos los hombres y de todas las

sociedades. En este sentido, la civilización se concibe como

un proceso y una condición o estado de la sociedad; es decir,

que es una característica aplicable a, y lograda por,

cualquier sociedad; es una especie de fase dentro del curso

de la vida de todos los seres humanos a lo largo de la

historia de la humanidad. De esta forma, la civilización

tiene una connotación de singular. En otras palabras,

Yurdusev sí plantea la existencia de una civilización

universal compuesta por múltiples culturas.

Por otra parte, el proceso de globalización, el cual supone

el acortamiento de las distancias geográficas como

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consecuencia de la expansión de las redes de comunicación

mundiales que hacen del planeta un lugar más pequeño, es

presentado de manera distinta por Huntington en su obra. Él

asume que esta globalización refuerza las diferencias

civilizatorias entre las distintas civilizaciones. Esto es

factible, pero también, lo contrario es igualmente factible.

Muchos argumentan que una sociedad internacional cosmopolita

que comprenda diferentes elementos y características de

distintas culturas dentro de una misma civilización puede

estar en proceso de creación (Yurdusev, 1997).

De acuerdo a lo que Huntington expone, existen dos elementos

fundamentales en cualquier cultura o civilización: la lengua

y la religión. En este sentido, la existencia de una

civilización universal implicaría por fuerza que también

hubiere una lengua universal y una religión universal, pero

según él, no hay pruebas que respalden la suposición de que

uno de estos dos elementos ejerza una predominancia a nivel

mundial o de que se haya desarrollado de manera dominante.

Por el contrario, él plantea que los datos existentes en

cuanto a uso lingüístico y creencias religiosas comunes

reflejan un descenso en la proporción de la población mundial

y una creciente tendencia hacia: a) la promoción y definición

de la propia identidad por medio del manejo de la/s lengua/s

autóctona/s y b) la intensificación de la conciencia

religiosa y la aparición de movimientos fundamentalistas.

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En lo que concierne a la posibilidad de un idioma universal

para la comunicación planetaria, Huntington plantea que a

través de la historia se ha observado que el despliegue de

las lenguas en el mundo ha reflejado la distribución del

poder político y económico. De ahí que cuando un país

comienza a avanzar hacia su independencia, inicia también un

proceso de reavivación de sus lenguas tradicionales que en

gran medida contribuye a la reconstrucción de su identidad.

Por lo tanto, la aceptación y ocurrencia de una lengua

franca solo son posibles cuando ésta “no se identifica con un

grupo étnico, religión o ideología particulares” (p. 71). En

el caso específico del inglés, él dice que este idioma se ha

indigenizado y ha asumido matices locales por efectos de uso

de sus múltiples usuarios, trayendo como consecuencia la

formación de una gran cantidad de variedades dialectales que

poco a poco se diluyen y quedan absorbidas en las culturas de

dichos usuarios. Este proceso, de acuerdo a lo que él

plantea, lejos de reafirmar el estatus del inglés, lo coloca

en una posición de declive.

Desde el punto de vista lingüístico, algunas de las

afirmaciones de Huntington, con relación a la expansión y

desarrollo del inglés, resultan objetables debido a que los

argumentos que él emplea para sustentarlas carecen de

fundamentos científicos. Además de no presentar datos que

sean el producto de estudios formales y sistemáticos sobre la

evolución de la lengua inglesa ni analizar datos de otras

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investigaciones, él examina este fenómeno lingüístico con los

mismos criterios que emplea para los fenómenos políticos y

económicos, produciendo, en consecuencia, una visión

simplista, superficial y reduccionista de lo que significa

el surgimiento de una lengua franca y todos los procesos

sociales y lingüísticos que le subyacen.

En su crítica sobre algunos de los planteamientos de

Huntington en cuanto al uso del inglés como lengua universal,

Kachru (1998) plantea que la visión expuesta por este autor,

además de reflejar una postura antagónica hacia un posible

uso del inglés como lengua franca, está sustentada en datos

inexactos. Por ejemplo, una de las suposiciones de Huntington

es que una lengua como el inglés, la cual no es la lengua

materna para el 92% de la gente del mundo, no puede ser

considerada una lengua universal. Esta afirmación tiene,

para Kachru, cuatro aspectos problemáticos. El primero se

refiere al porcentaje total de usuarios de esta lengua, pues

según él, los datos obtenidos a través de estudios

lingüísticos para 1998 estimaban un número de usuarios entre

1 y 2 billones de personas, lo cual significa un porcentaje

que varía entre el 18% y el 36% de la población mundial. Por

otra parte, Kachru dice que no importa cual de las dos cifras

es la más precisa, ya que lo que interesa es cuántas personas

no nativo-hablantes del inglés “usan” esta lengua y

cualquiera de las dos muestra que el número de no nativo-

hablantes usuarios del inglés sobrepasa al número de usuarios

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nativo-hablantes. Sobre este punto, Crystal (1997) afirma

que el estatus del inglés como idioma global no está

relacionado con su número de nativo-hablantes, sino con sus

áreas de influencia en todo el mundo, pues la evidencia

sugiere que esta lengua es la voz dominante en la política y

la banca internacionales, en la prensa y los medios de

telecomunicación mundiales, en la industria, en la ciencia y

en la tecnología.

Así mismo, García Canclini (2004) expresa que la difusión

del conocimiento científico está, cada vez más, asociado al

inglés, pues muchos científicos, sin importar su lugar de

origen, escriben y publican directamente en este idioma.

Además, menciona que

las referencias preferidas para medir la presencia delas lenguas en la literatura científica son laspublicaciones. Según tales registros aproximadamente el70% de los productos científicos circula en inglés, entanto el 16,89% aparece en francés, el 3,14% en alemán yel 1,37% en castellano. Es evidente el desacuerdo deesos porcentajes con el volumen de población hablante deesas lenguas, e incluso con su número de universitarios.(p.185)

La afirmación de García Canclini (2004) es sustentada por

Morrow (2004), quien dice que de las cinco lenguas con mayor

número de hablantes actualmente -el chino, el inglés, el

hindú, el ruso y el español- sólo el inglés es usado

ampliamente para la comunicación entre personas de distintas

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culturas y con diferentes backgrounds lingüísticos. A este

respecto, en la página web Internet World Stats (2007) se

destaca que el idioma que tiene el mayor número de usuarios

por Internet es el inglés, el cual presenta un total de

365.893.996 personas en relación con las 166.001.513 que

emplean el chino, el cual se ubica en el segundo lugar, y

las 28.782.300 que utilizan el árabe, el cual se coloca en la

décima posición. De acuerdo a estos datos, el pronóstico

realizado por Huntington sobre el descenso en el uso del

inglés no se ha cumplido.

El segundo aspecto se relaciona con el hecho de que el perfil

demográfico del inglés, a través de las culturas, es

totalmente distinto al presentado por otras lenguas como el

mandarín y el castellano, entre otros. De acuerdo a Kachru

(1998), el inglés ha desarrollado una identidad y un rango

funcional únicos en cada continente. Él reporta que en la

India para 1997 el número de usuarios de esta lengua era de

330 millones mientras que en China, ya había 200 millones de

estudiantes inscritos en cursos de inglés, cifras que

reflejan la presencia masiva de esta lengua en zonas donde se

supone, según lo expuesto por Huntington, existe un rechazo

hacia ella y hacia la cultura occidental que ella representa.

El tercero, tiene que ver con el hecho de que Huntington no

distingue entre los dominios funcionales comparativos de las

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lenguas y su número de hablantes. Él no jerarquiza las

lenguas en términos de su rango de funciones ni en términos

de su penetración social, particularmente dentro de lo que se

considera como contextos no nativos. Por ejemplo, en la

Asociación Internacional de Lingüística Aplicada, el inglés

es usado casi exclusivamente para publicaciones, congresos,

encuentros de expertos (Graddol, 1997), es decir, que es la

lengua oficial de dicha institución. Esta situación de uso

lingüístico que se repite en múltiples ámbitos de igual

relevancia pone de manifiesto el estatus del inglés como

código comunicacional compartido a nivel mundial.

El cuarto aspecto mencionado por Kachru (1998) se refiere a

la posición del inglés después del período post-imperial en

países como Malasia, Filipinas y Singapur, en los cuales hubo

una política de “re-evaluación” y “revalorización” de otras

lenguas distintas del inglés. Al contrario de lo que expone

Huntington, este autor afirma que esas políticas favorecieron

al inglés, pues en esos países se asumió la separación entre

la lengua y la identidad. En Malasia, por ejemplo, se

considera que el inglés es necesario para que el país

permanezca competitivo y es visto como una entidad que puede

ser separada de la cultura inglesa: urge aprender inglés, más

no su cultura. En otras palabras, el usar el inglés para

propósitos específicos no implica la negación de la lengua

materna ni la alienación a su cultura. En el caso de

Singapur, el inglés siempre ha tenido el estatus de lengua

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dominante, pero ahora ha sido elevado a la categoría de

primera lengua o L1 por las generaciones más jóvenes que no

dudan en considerarla su lengua materna. Por su parte, en

Filipina, la posición sobre esta lengua también es favorable,

hasta el punto de que se asume que su población de usuarios

ha colonizado el idioma. Esta posición del inglés hace

tambalear otra de las suposiciones de Huntington que afirma

que la gente que habla inglés ha indigenizado la lengua y le

ha conferido coloraciones locales, las cuales han producido

múltiples variedades dialectales casi ininteligibles unas de

las otras.

Con relación a la afirmación anterior, Kachru (1998), aunque

acepta la tesis de la indigenización, no comparte la idea de

múltiples variedades del inglés que son casi ininteligibles

unas de las otras, pues en términos de uso pragmático y

funcional de la lengua inglesa, lo que en realidad sucede es

que este idioma es empleado de forma efectiva para pensar

globalmente y es usado por escogencia personal para “vivir

localmente”, lo cual permite establecer un vínculo pragmático

entre las dos entidades. Por otra parte, autores como Graddol

(1997) también rechazan la noción de pérdida del sistema

lingüístico que según Huntington sufre el inglés y sostienen

que la industria de Enseñanza de la Lengua Inglesa (ELI)

opera bajo un mecanismo que tiene el efecto de preservar la

unidad de esta lengua a pesar de su diversidad, ya que

alrededor del mundo no importa si este idioma es hablado por

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nativos o no nativos; siempre hay dos de sus componentes que

son enseñados sin ninguna variación: su gramática y su

vocabulario básico. Además, Kachru sostiene que las

estadísticas y los perfiles numéricos que provee Huntington

no sólo son parcialmente confiables, sino que también

esconden las políticas y las actitudes de los países hacia el

uso del inglés. Para Kachru, la huella invisible y la

diseminación de la lengua inglesa es extensa y se ha

desarrollado dentro de una industria de dólares multi-

bilionaria bajo el nombre de el Imperio de la Enseñanza de la

Lengua Inglesa ELT (English Language Teaching) Empire.

En lo que concierne a la asunción de una religión universal,

Huntington indica que la población mundial se “adhiere a las

dos principales religiones proselitistas, el Islam y el

cristianismo” (p.76), claramente identificadas con dos de los

grandes bloques civilizatorios. Sin embargo, este autor

afirma que a pesar de que la figura de Jesús, probablemente

produzca una mayor satisfacción espiritual en una gran parte

de la población, es Mahoma, quien a la larga tendrá una mayor

difusión debido al factor de crecimiento demográfico de las

regiones con preferencia musulmana. Este aumento en la

difusión del Islam impactará con fuerza el ámbito político a

través de la intensificación de la conciencia religiosa y de

la aparición de movimientos fundamentalistas, pues más que

ningún otro factor, según Huntington, la afiliación religiosa

significa “Quienes somos” y “Quienes no somos”. La religión

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identifica a los iguales y a los posibles rivales. Por lo

tanto, la religión tiene un papel preponderante en la

identidad cultural y política de un pueblo.

Esta premisa no es fácilmente aceptada por quienes como

Bacevich (1997) consideran errado el rol que este autor le

asigna a la religión. Según éste, Huntington ve la religión

en occidente como un anacronismo, como algo que una vez tuvo

vida y poder, pero que ahora sobrevive como una especie de

artefacto momentáneo. Igualmente, en esta asignación de rol

de tarjeta de identificación cultural conferido a la

religión, Huntington está malinterpretando y destruyendo todo

tipo de significado que ésta tenga. Además, aunque el

Occidente sea mayormente cristiano, ni el cristianismo está

confinado a esta región ni ésta al cristianismo; de ahí que

el cristianismo pueda ser visto como un fenómeno

intercivilizatorio. El cristianismo no es una fuerza que seha gastado a si misma repartiendo sus dones a la civilización

y que sólo sobrevive como una pequeña referencia pasiva de

una cultura que una vez existió. Para Bacevich la iglesia

cristiana es vasta, variada, y está continuamente

evolucionando y manteniendo las esperanzas y los ojos de sus

fieles en la verdad. Por lo tanto, el cristianismo no sesubordina a la civilización. Por el contrario, se mantiene en

un diálogo permanente con ella para que cada interlocutor

continuamente influya sobre el otro. En resumen, mientras que,

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Huntington está correcto al concebir la religión como un

factor esencial en la nueva era, se equivoca al verla sólo

como la piedra angular de la cultura y al no percibir que

este rol trasciende la cultura, la civilización y la historia

misma.

Por otra parte, no sólo la visión de Huntington sobre el

cristianismo es rechazada, sino también su imagen acerca del

Islamismo. De acuerdo a Said (2001), el Islam actual y los

distintos grupos de musulmanes no constituyen una

civilización monolítica, pues sus características son tan

diversas que no pueden ser generalizadas a todas la población

de musulmanes e impiden que éstos puedan ser homogeneizados.

Tampoco sus creencias son tan sencillas de clasificar como

para formar un perfil uniforme de religiosidad a lo largo de

las fronteras geográficas que propone Huntington. No

obstante, Huntington presenta una visión estandarizada y

única que convierte a grupos divergentes en el otro, en el

enemigo que hay que identificar fácilmente.

Civilización Universal: Fuentes

La noción del surgimiento de una civilización universal, de

acuerdo a lo que plantea Huntington, se le atribuye

principalmente a tres factores: El universalismo, la cultura

mundial común y la modernización.

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El primero de estos elementos, el universalismo, es definido

por Huntington como la “ideología de Occidente en sus

confrontaciones con las culturas no occidentales” (p.77).

Esta idea surge a raíz del derrumbamiento del régimen

comunista soviético que dio pié a que algunos pensaran que la

desaparición de este sistema político representaba una

victoria universal de la democracia liberal. El segundo, la

cultura mundial común, es presentado como un efecto de la

creciente interacción entre los seres humanos debido al

comercio, a la inversión, al turismo, a los medios de

comunicación, entre otros. El tercero y el mayormente

abordado por parte de este autor, la modernización, remonta

su origen al siglo XVIII y es producto de la expansión del

conocimiento científico y tecnológico que dan lugar a una

serie de fenómenos como: la industrialización; el crecimiento

urbano; y el incremento de los niveles de alfabetización,

de las condiciones de salud, de la movilidad social y de las

estructuras ocupacionales. No obstante, Huntington afirma

que aunque puedan encontrarse en las sociedades modernas

características comunes, esto no significa que las mismas se

conviertan en un todo homogéneo, más aún cuando lo que se

asume como sociedad moderna obedece a un único modelo, al

modelo occidental que identifica como sinónimos los términos

moderno y occidental. Ahora bien, lo que este autor no aclara

en su análisis es si el concepto que él emite al inicio del

capítulo 3 sobre la civilización universal como “la

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confluencia de la humanidad y la creciente aceptación de

valores, creencias, orientaciones, prácticas, e instituciones

comunes por pueblos y personas de todo el mundo” (p. 65)

implica, obligatoriamente, la homogeneización de todas las

sociedades. En caso de ser así, no podría hablarse de ningún

tipo de civilización, pues dentro de una misma nación la

homogeneización no es factible.

Para Huntington, la relación de equivalencia entre

modernización y occidentalización pareciera limitar la

existencia de la civilización occidental al surgimiento del

proceso de modernización y con ello negar las características

históricas que no sólo la han precedido y formado, sino que

también la han diferenciado de otras civilizaciones. Con

relación a estos rasgos, el autor menciona los siguientes:

El legado clásico. Este se refiere a la herencia

recibida de la civilización clásica, específicamente a

la filosofía y al racionalismo griego, al derecho

romano, al latín y al cristianismo.

El Catolicismo y el Protestantismo. Para este autor,

constituyen la característica más importante de la

civilización occidental por cuanto fue esta creencia

religiosa la que en un principio hace surgir entre los

pueblos cristianos de occidente, el sentimiento de

colectividad.

Las lenguas europeas. Están integradas por una gran

variedad de idiomas agrupados principalmente en dos

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amplias categorías, románicos y germánicos, con una

predominancia inicial del latín, el cual cede su lugar

al francés. Estas lenguas representan otro factor de

gran importancia para la diferenciación de las

civilizaciones.

La separación de la autoridad espiritual y temporal. Se

concibe la Iglesia y el Estado como dos entidades

diferentes y separadas con autoridades igualmente

distintas.

El imperio de la ley. Este proviene del legado romano

que origina posteriormente el asentamiento del

constitucionalismo y de la protección de los derechos

humanos que conforman las bases de una vida civilizada.

El pluralismo social. Este fenómeno se manifiesta,

principalmente, en la formación de grupos autónomos y de

asociaciones de personas sobre bases distintas de las

familiares. Según Huntington, este pluralismo asociativo

se complementa con el pluralismo de clases.

Los cuerpos representativos. Son producto del

pluralismo social, pues los Estados, los Parlamentos y

otras instituciones surgen para representar los

intereses de un grupo o asociación particular de

personas (la aristocracia, el clero, los mercaderes,

etc.).

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El individualismo. Este rasgo aparece hacia los siglos

XIV y XV y se desarrolla a medida que los derechos y

libertades individuales van siendo aceptados.

Reacciones ante Occidente y la Modernización

Como último punto de este capítulo, Huntington analiza los

aspectos que, según él, han caracterizado a las reacciones

del mundo no occidental hacia el impacto de Occidente. En ese

sentido, hace alusión a tres formas de conducta observadas:

El rechazo a ultranza. Éste supone el rechazo tanto de

la modernización como de la occidentalización. El autor

plantea que esta postura conlleva a un aislamiento que

además de ser prácticamente imposible de sostener hoy

día, resulta totalmente carente de sentido.

El Kemalismo. Esta postura implica la aceptación tanto

de la modernización como de la occidentalización.

Completamente contraria a la visión anterior, esta

perspectiva asume como deseable, a la modernización y

como inevitable, a la occidentalización. Bajo esta

óptica, la propia cultura e identidad se desdibujan

hasta desaparecer.

El Reformismo. Esta concepción apunta hacia la

aceptación de la modernización y hacia el rechazo de la

occidentalización. En este sentido, se intenta hacer uso

de las innovaciones que se producen en Occidente sin

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abandonar la propia cultura y sin adoptar otros valores

de forma indiscriminada.

Para cerrar el capítulo 3 y particularmente este último

punto, Huntington replantea el significado del proceso de

modernización, separándolo del de occidentalización y

estableciendo que el desarrollo que este proceso suscita,

fortalece la propia cultura e intensifica la conciencia de la

propia identidad. No obstante, al analizar esta ultima

proposición, se observa que él no explica cómo discriminar

entre los valores occidentales que se pueden adoptar sin

abandonar la propia cultura y los que no se pueden aceptar

porque la diluyen.

Algunas consideraciones sobre el Capítulo III desde laperspectiva del Análisis del Discurso.

Al estar enraizada profundamente en lo personal y en lo

social, la lengua permite que el sujeto exprese y remarque

quién es (personal y socialmente), tanto de forma consciente

como inconsciente, a través de las selecciones lingüísticas

que hace al hablar o al escribir (Warschaue, 2001). En este

sentido de expresión que vincula lo personal con lo social,

Habermas (1996) sostiene que la lengua realizaría tres

funciones. Una primera función que consistiría en la

transmisión y actualización de los elementos culturales; una

segunda función que sería la integración de planes sociales

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producto de la interacción entre los distintos actores en

una comunidad; y por último, una tercera función que

incluiría la identificación y la comprensión cultural de las

necesidades. Estos roles reflejan la posición de la lengua

en la expresión de lo que se es (como ser individual y como

ser social) y en el compartir lo que se es (como sujeto

individual y como sujeto social) con los demás miembros de un

grupo. En el caso específico de El Choque de Civilizaciones y la

reconfiguración del orden mundial se cumplen las tres funciones. En

primer lugar, Huntington transmite los valores y la visión

de mundo del grupo al cual él representa; en segundo lugar,

él intenta convencer a todo integrante de la cultura

occidental de la importancia de colaborar para conformar un

solo bloque civilizatorio que lo proteja del enemigo común;

por último, Huntington trata de hacerle ver a sus

interlocutores que sus mundos coinciden lo suficiente como

para que se identifiquen como occidentales y compartan un

único modelo de civilización.

Dentro de las dos dimensiones anteriormente expuestas, el

discurso es una realización de la lengua como práctica social

que reproduce y transforma a la sociedad a partir de sus

tres dimensiones de eventos comunicativos: a) la lengua en

uso, b) la comunicación y la cognición y c) la interacción.

Desde esta perspectiva, el discurso se vislumbra como una

práctica compleja, tanto por lo que representa en el proceso

comunicativo como por su carácter de intención cognitiva y

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social (el discurso es un asunto de cognición y realidad),

que conduce a todos los sujetos a una dinámica retórica y

argumentativa, es decir, a usar la lengua para interactuar y

comunicar sus ideas, creencias y emociones en unas

situaciones determinadas. En consecuencia, el discurso

plantea la lengua más allá de la oración para producir un

encuentro comunicativo entre los seres humanos (Firth &

Wagner, 1996), para formar en ellos el sentido de un mundo

social y para determinar las relaciones y eventos con los

cuales se involucran y a los cuales se integran.

Es de esta forma que el discurso, dentro del mundo de las

relaciones sociales, ofrece una serie de oportunidades (que

pueden ser iguales o desiguales) para intervenir o participar

activamente en el logro de objetivos comunes que conduzcan a

la integración social. Sin embargo, el sentido inverso

también puede darse. Según Van Dijk (1996), el discurso puede

reflejar los sistemas discriminatorios de algunas prácticas

sociales como, por ejemplo, la del racismo y reproducirlas

a través de distintas formas o medios de comunicación (la

educación, la política, la televisión, los medios impresos,

entre otros), sin que los usuarios de la lengua lo perciban.

En este caso, el discurso en lugar de ser un factor

integrador, se convierte en un elemento fragmentador dentro

de la sociedad. Los integrantes de los grupos pierden su

autonomía al ser manipulados por un discurso cuyo significado

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o contenido sólo procesan de manera superficial y que no son

capaces de interpretar en toda su extensión. De ahí la

importancia del discurso dentro de las prácticas sociales, de

ahí también el vínculo entre discurso y poder. Cuando se

intenta “vender” un modelo político como el que elabora

Huntington, empleando argumentos de índole subjetiva y

haciendo alusión a sólo una parte de la información para

reflejar parcialmente una realidad tan compleja, se pretende

al mismo tiempo manipular y “controlar” las mentes de los

interlocutores a fin de que interpreten esa realidad de

acuerdo a los intereses del emisor y para que actúen de una

manera específica (Van Dijk, 2000). De esta manera se llega a

la masificación y por ella, a la reproducción de un discurso

con intenciones ocultas para los interlocutores.

En este sentido, Van Dijk (2004) afirma que el significado o

contenido de un discurso es controlado por las

interpretaciones subjetivas que realizan los usuarios de la

lengua de la situación o evento del cual trata el discurso,

es decir, por sus modelos mentales que van construyendo a lo

largo de sus vidas. La gente entiende un discurso si es capaz

de construir un modelo con él. Pero para la construcción de

ese modelo se necesita una identidad y un conocimiento

comunes: creencias sociales, actitudes, valores. Éste es el

caso de Huntington, quien basado en la ideología de

occidente, específicamente en el pensamiento individualista,

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tecnocratizante y competitivo que predomina en sus culturas,

construye, a través de su discurso, una propuesta política

apoyado más en sus experiencias y valores que en datos

totalmente científicos. Esto se refleja cuando presenta un

mapa mundial imaginario en el que sólo aparecen las

civilizaciones que él considera, porque las demás no existen,

en tanto no representen un peligro para occidente. Sin

embargo, el hecho de que él las omita, no indica que estas

civilizaciones no existan. El peligro está en el potencial de

construcción de realidades sesgadas y en la posibilidad de

control sobre estas realidades que tiene un discurso como el

de Huntington en el contexto político actual a nivel mundial.

El uso de la lengua en general y la comprensión y producción

del discurso en particular dependen de cómo interpretan los

usuarios de un idioma las propiedades relevantes de las

situaciones comunicativas y de cómo se identifican con ellas.Según Cantera y de Arriba (1997), todo discurso que se emite

es un modelo parcial del modelo de mundo del emisor y todo

discurso que se comprende es interpretado a través de filtros

que se van formando por efecto de las experiencias previas de

cada persona. En otras palabras, las vivencias ayudan a

conformar la visión de mundo de un ser humano y esta visión,

a su vez, incide en la producción específica del discurso y

en las interpretaciones que se hagan del mismo. De acuerdo

a Van Dijk (2004), estas interpretaciones son las que además

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de controlar el procesamiento del discurso y darle

coherencia en términos lingüísticos, hacen que un sujeto lo

acepte o lo rechace por considerarlo socialmente apropiado o

inapropiado, según se identifique con él

Debido a que la realidad de un sujeto no es estática, su

forma de concebir la realidad y todo lo que de ella se

deriven, como la emisión y la comprensión del discurso,

también son cambiantes. Estas variaciones que puedan surgir

en su producción e interpretación discursiva son producto de

lo que Cantera y de Arriba (1997) denominan procesos de

modelado, entre los cuales están la generalización, la

cosificación, la eliminación y la distorsión. Cuando se

analiza el discurso de Huntington a través de ciertos

indicadores lingüísticos propuestos por estos dos autores, se

encuentran características que reflejan, particularmente, el

primero de los cuatro procesos anteriores y que develan una

intención comunicativa que no se evidencia claramente en una

primera lectura de su obra El Choque de Civilizaciones y la

reconfiguración del orden mundial.

Se observa así, que para la expresión de sus ideas,

Huntington emplea distintos elementos lingüísticos propios de

la generalización que le permiten eliminar de la realidad los

detalles que obstruyen su propósito comunicativo (Cantera y

de Arriba, 1997). El efecto final de esta estrategia

discursiva es por una parte, la reducción de la realidad

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mundial a sus líneas más generales; y por la otra, el

empobrecimiento y manejo simbólicos de ésta en el marco

ideológico en el cual se conforma el modelo de mundo que él

exhibe en su obra.

Un ejemplo que ilustra lo anterior es el uso frecuente de

cuantificadores universales que se concretan por medio de

expresiones como: todo, nada, cada vez, la mayoría, siempre,

nunca, las cuales muestran la generalización absoluta que

este autor hace de una realidad que es mucho más compleja.

Cuando Huntington plantea la posibilidad de existencia de una

civilización universal, diciendo que “pueblos y personas de

todo el mundo” (p. 65) deben compartir los mismos valores,

creencias, etc., le está indicando al lector que esa

civilización no es posible, pues la dimensión de ocurrencia

de tales características es demasiado ambiciosa para que se

cumpla y extremadamente amplia para poder observada. Además,

le está confiriendo al mundo una homogeneidad total en cuanto

a aspectos que no pueden ser determinados con facilidad

debido a su nivel de complejidad. Lo mismo sucede cuando

expresa que “la mayoría de las personas, en la mayoría de las

sociedades, tienen un sentido moral semejante” (p. 65), pues

está despojando a la moral de toda su profundidad y

trascendencia.

En la generalización de sus planteamientos, es igualmente

constante la presencia de sustantivos inespecíficos como: la gente,

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algunas personas, algunos, las personas, ciertas personas,

las cosas y los asuntos. A través de estas expresiones,

Huntington evade la presentación de información concreta que

señale directamente los referentes de los sustantivos

empleados y que pueda comprometer la veracidad de su

discurso. En el caso particular del primer párrafo del

capítulo 3, las frases: algunas personas, pueblos y personas y cosas

profundas son empleadas para darle al lector una impresión

de vaguedad sobre el significado de una civilización

universal y hacerle rechazar la idea de que ésta es posible.

Otros indicadores de generalización frecuentemente

encontrados en su discurso son las construcciones

impersonales (los pronombres neutros, el sujeto vacío en

inglés) las cuales son significativas por cuanto son

empleadas para crear el sentimiento de objetividad e

imparcialidad por parte de Huntington ante sus lectores.

Estas construcciones, generalmente, se dejan sin aclarar y se

perciben como ambiguas, pues el agente de la acción es al

mismo tiempo nadie y todo el mundo. Así, cuando él dice “…lo

que se quiere decir con…”, realmente es él quien desea decir o

afirmar algo.

Por otra parte, Huntington también realiza generalizaciones

al emitir juicios de valor por medio de comparativos,

superlativos y adverbios (evidentemente, por supuesto, por

tanto) que reflejan su opinión, pero que él hace ver como

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afirmaciones de carácter objetivo o como verdades

universalmente aceptadas. Por ejemplo, en frases como “Por

supuesto, éste es el significado …”, “La cultura Davos, por

tanto, es tremendamente importante” y “La modernización es

fruto de una tremenda expansión …” él produce en su

interlocutor (o lector) la sensación de que no hay

posibilidad de refutar la información que ellas expresan.

Algo parecido ocurre cuando hace declaraciones absolutas que

exponen un hecho que se da por cierto, aunque sólo obedezca

a su interpretación o a sus creencias particulares, tal

como cuando afirma que “La humanidad se divide en subgrupos:

tribus, naciones y entidades culturales más amplias

llamadas civilizaciones”.

De forma similar, se observan frases –Adivinaciones- en las que

él manifiesta saber lo que piensa, siente o quiere el

interlocutor y en las que comúnmente emplea verbos en primera

persona del plural como podemos, hemos, tenemos para crear un

sentimiento de comunidad o de identidad colectiva que

involucra al lector con sus ideas. Por ejemplo:

“…o hemos de inventar …” y “…o tenemos que dar …” son dos

expresiones en las que él coloca al interlocutor de su mismo

lado y le hace ver que ambos coinciden o piensan lo mismo.

Las generalizaciones a través de las Identificaciones semánticas

son propias de su discurso para relacionar las ideas que

están implícitas en un texto, pero que no son expuestas

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directamente por él en su discurso y que muchas veces son

aceptadas por el interlocutor sin ningún cuestionamiento. Por

ejemplo: los pueblos cristianos occidentales. Esta frase comprende

varias ideas: Hay pueblos que son cristianos; hay pueblos que

son occidentales; hay pueblos que son cristianos y

occidentales; hay pueblos que son cristianos, pero que no son

occidentales. Al analizar todas las implicaciones de la

primera frase, se observa que sus distintos significados

resultan contradictorios en relación con las delimitaciones

geográficas que son planteadas por Huntington.

Huntington también realiza Identificaciones sintácticas por medio de

construcciones simétricas para identificar explícitamente un

elemento con otro. Así, cuando afirma que “la expansión

de Occidente ha promovido tanto la modernización como

la occidentalización”, esta igualando los dos términos; es

decir, está identificando la “modernización” con la

“occidentalización”, lo cual implica una contradicción,

pues él alega por una parte, que ésta identificación ha sido

una de las interpretaciones erróneas de los occidentales, y

por la otra, que es necesario separar los significados de

ambos procesos y establecer que el desarrollo del primero

fortalece la propia cultura

Conclusión

A lo largo de todo el capítulo III, Huntington ha negado no

sólo la existencia de una civilización universal, sino

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también la posibilidad de formación de ésta. Específicamente

ha expuesto una visión de civilización caracterizada por

culturas antagónicas, en constante lucha por la supremacía

económica y la hegemonía del poder político. Los dos

elementos fundamentales que conformarían una civilización

universal -la lengua y la religión- nunca tendrán el

estatus de común para todos los pueblos, pues ambos tienen un

papesl primario dentro del proceso de creación de la

identidad social que le permite a los grupos reconocerse como

miembros iguales dentro de un espacio geográfico determinado.

En el caso particular de la lengua, Huntington hace

declaraciones desvinculadas de la realidad y mal

fundamentadas en lo que concierne a sus funciones, rangos de

uso y penetración social para rechazar la posición del inglés

como lengua franca. Con respecto de la religión, él confina

el cristianismo a occidente, homogeneiza al Islam y

subordina todas las creencias a la civilización. Sobre los

tres factores -el universalismo, la cultura mundial común y

la modernización- que han originado la creencia en el

advenimiento de una civilización universal, él asevera que

los mismos se producen por efecto de las interpretaciones

que el mundo occidental ha hecho de algunas características y

procesos vividos en las sociedades civilizadas.

El análisis y la interpretación de este capítulo conllevan a

afirmar que el discurso político de Huntington está

estratégicamente articulado con la ideología de occidente:

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hace que los grupos coincidan o difieran, los une y los

separa según sus necesidades. Las equivalencias léxico-

semánticas entre términos como “modernización y

occidentalización”, “Europa y occidente” “Estados Unidos y

occidente” le permiten realizar una serie de identificaciones

distorsionadas que a primera vista parecieran lógicas y, por

ende, fáciles de comprar. De esta forma, logra que el

occidente, por ser lo más conocido para los habitantes de

países como los latinoamericanos, se convierta en lo común

para estas personas y, por ende, en el modelo y en el

territorio con los cuales se han de identificar y han de

construir un nosotros, aunque ni siquiera se incluya a sus

culturas dentro de una civilización o se les considere como

formadoras de una civilización distinta. Por otra parte, el

énfasis en vocablos como fuera y dentro y el uso constante de

términos como occidentales y no occidentales suponen una

polarización total en el mundo y reflejan, en gran medida,

un discurso de fronteras y límites culturales y territoriales

que hace que los grupos coincidan o difieran, según él lo

considere necesario.

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