Eudocio Ravines, el otro revolucionario

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Eudocio Ravines, el otro revolucionario * EL AUSENTE ¿Qué hay que hacer para ser y no ser olvidado? ¿Qué tiene que suceder para que no se recuerde a un hombre en preferencia de otros? ¿Morir? Imposible. ¿Vivir? De seguro, pero con ciertas condiciones. ¿Cuáles? Al poco tiempo de derrocar a Juan Velasco Alvarado (febrero de 1975), el también general Francisco Morales Bermúdez dio pase al retorno de una considerable cantidad de exiliados. Entre los que volvían se encontraba un periodista que había sido despojado de su nacionalidad a inicios de la dictadura. Su nombre, Manuel D’Ornellas, editor de Expreso. Fue uno de los muchos “condecorados” no sólo con el ostracismo por mostrarse independiente y contestatario, sino * Publicado en VV.AA., Escenarios y desafíos para la democracia en 2010. Temas para la reflexión y el debate, Fundación Iberoamérica Europa, Madrid, 2011, pp. 133-155. 1

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Eudocio Ravines, elotro revolucionario*

EL AUSENTE

¿Qué hay que hacer para ser y no serolvidado? ¿Qué tiene que suceder para queno se recuerde a un hombre en preferenciade otros? ¿Morir? Imposible. ¿Vivir? Deseguro, pero con ciertas condiciones.¿Cuáles?

Al poco tiempo de derrocar a JuanVelasco Alvarado (febrero de 1975), eltambién general Francisco MoralesBermúdez dio pase al retorno de unaconsiderable cantidad de exiliados. Entrelos que volvían se encontraba unperiodista que había sido despojado de sunacionalidad a inicios de la dictadura.Su nombre, Manuel D’Ornellas, editor deExpreso.

Fue uno de los muchos “condecorados”no sólo con el ostracismo por mostrarseindependiente y contestatario, sino* Publicado en VV.AA., Escenarios y desafíos para lademocracia en 2010. Temas para la reflexión y el debate,Fundación Iberoamérica Europa, Madrid, 2011,pp. 133-155.

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también uno de los dos “privilegiados”que recibió la mayúscula sanción de serdeclarado apátrida. Morales Bermúdezanunciaba aires menos virulentos que suantecesor. Repudiaba los “excesos” de la“primera fase” del GobiernoRevolucionario de las Fuerzas Armadas,dejando entrever que el suyo iba a ser unrégimen de retorno a la institucionalidaddemocrática.

A D’Ornellas le devuelve supasaporte. La mayoritaria satisfacciónpor este hecho fue estentórea. Claramuestra de la nueva actitud de losuniformados. Mas, ¿qué fue del otroexpatriado? ¿A quién se le niega susdocumentos, su identificación, sunacionalidad? ¿Por qué se le ignora?

¿Existía? Obviamente, tenía unnombre. Uno enteramente suyo, como que ensu día también tuvo otros. Así es, seocultó bajo seudónimos. Sí, en plural.Acaso sin el más mínimo asomo deremordimiento, pena ni nostalgia.Renunció más de una vez al obsequiado enla pila bautismal para revestirse con losimpuestos por calculadas circunstancias,sediciosas misiones y arterasconfabulaciones.

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Desde la máscara de los más variadosheterónimos afectará la suerte de muchos.Como quien juega perversamente a serpersona, aquella careta que los romanosempleaban para disfrazarse de “alguien”.Antifaz que otros usarán para trepar a laluz desde su oscuridad, desde sussingulares tinieblas. ¿Un acto defalsedad?

EL OTRO

Oficialmente, el único Eudocio Ravinesque ostenta la nacionalidad peruana es uncuerpo que habita con el grado de coronelen la Cripta de los Héroes. Combatienteherido en el holocausto de Miraflores (15de enero de 1881) y guerrero sacrificadoen la primera hora en la victoriapatriota de San Pablo (13 de julio de1882), durante la Guerra del Pacífico.

Si en la antigüedad un caído enbatalla bajo análogos derroches deenergía y valor era alzado como unadeidad, un semidiós, en la andinaCajamarca de fines del XIX ello no debióser muy diferente. Sobre todo si lasremembranzas provenían de un igualmente

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luchador y sobreviviente, su hermanoBelisario.

Como el héroe, el también coronelBelisario Ravines luchó en Chorrillos, enSan Juan (batallas dadas el mismo 13 deenero de 1881) y en San Pablo. Será élquien se encargue de recordar cada sucesocon su sola presencia. Es más, respetadoen vida, el primogénito de la familiaRavines Perales será quien se encarguedel hijo del menor de sus hermanos, alque le ceda un espacio en su surtidabiblioteca y al que, en el momento de suterrenal partida, le recomiende condureza: No te traiciones a ti mismo.

Ello es lo que quizá la memoria deese niño hecho hombre rescató cuandodecidió comenzar a voltear la página desu vida. En la víspera del inicio de laSegunda Guerra Mundial, cuando su nombrede pila no era Eudocio ni su apellidoRavines. Los documentos que loidentificaban eran de otro, de un talJorge Montero.

Con dicho nomen la cigüeña de la IIIInternacional (también llamada Komintern)lo introdujo en suelo mapuche tiempoatrás. Había servido fielmente alcomunismo soviético hasta ese instante.Desde su última experiencia en Rusia

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(entre 1938 y 1939) y lo especialmentevivido en la guerra civil española, másla pérdida de su hijo en Francia, llevaacuestas la sensación de haber sidoestafado. Ella le recorre por entero.

Firme creyente en la redención delhombre, se puso a disposición de laRevolución Mundial. Lo hizo como un actode fe, esa fe que lo alimentóespiritualmente cuando el hambre loapremiaba, que lo abrigó cuando el fríose tornaba severo y cruel, que le diosalidas y escondrijos cuando loperseguían, que lo hizo fuerte ante lasprisiones y torturas. Esa misma fe que loalivió del desprecio de quienes noentendían el camino que había querecorrer en aras de la liberación humana.

Conmovido por la lumbre que la sumade los hechos le devela, marca susdistancias. Las amenazas, los insultos ylas agresiones provendrán ahora de suscompañeros de ruta, de sus camaradas.Vociferan contra Jorge Montero tanto comocontra Eudocio Ravines. Las autoridadessureñas sólo sabrán del primero, nuncadel segundo.

Es Montero quien había reestructuradoy dado auténtica existencia al PartidoComunista (PC) chileno. De 1936 a 1937,

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con esa identidad se dedicará aadoctrinar y a organizar el FrentePopular que en la Komintern le dieron pormisión. Incluso con tales documentoscontraerá nupcias con una de susmesocráticas alumnas de marxismo. Conellos le jura amor eterno y celebra laelección de Pedro Aguirre Cerda, llevadoal Palacio de la Moneda desde laplataforma que él erige.

Ciertamente, una obra mayúscula. Untrabajo que le valió ser convocado poragentes de Manuel Prado para su campañade 1939. El hijo del presidente que saliódel país en plena guerra con Chilepretendía alcanzar el poder no tanto porsatisfacción personal, sino porreivindicación familiar. Anhelaba limpiarel nombre de su padre. Buscaba que nadielo llame “ladrón” ni “traidor”. Que seborre esa humillante afrenta, para que nole vuelvan a gritar “traidor”, “traidor”,“traidor”. Mil veces traidor.

Curiosamente, un mote que Ravinesterminará absorbiendo. Por lo pronto,abandonará Chile con ese “título”. Talparece que Eudocio volvió a pisarnuevamente su patria sólo para limpiarese karma que la torpeza le endilgó aMariano Ignacio Prado al embarcarse rumbó

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a Europa (diciembre de 1879) en busca delarmamento que sus agentes no podíanconseguir debido al bloqueo británico,directos financistas de la causa enemiga.

Ya en Santiago, Ravines habíarenunciado a todo. Los ingresos que teníapor ejercer de “político profesional”cesaron. Seguía considerándose un hombrede izquierda, pero en profunda crisisespiritual. De seguro que cuando leseñalan a Prado que el antiguo secretariogeneral y fundador del PC peruano era elhombre indicado para promover sucandidatura tuvo que sorprenderse. Mas notanto, si es que repasaba elcomportamiento de los “camaradas” a lolargo de la región, apoyando autocracias,democracias y dictaduras de toda laya.

EL REVOLUCIONARIO

Aplicado ejército de subversivos ymaestros de la infiltración, las huestesdel comunismo internacional se movíandiestros y sinuosos en su ruta hacia elpoder. Sin el menor de los reparos, sevolvieron expertos del doble discurso yde la relativización de cualquierimperativo. Todo era posible. Eran los

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entendidos de los “entusiasmos” de lasmasas y de las calculadas rebeliones.

Fueron ellos la encarnación del finde la inocencia. Los extremistas que, enperpetuo estado de adolescencia,reclamaban el más amplio estado de graciapara proceder como posesos. Si lasmayorías marchaban ilusas y confiadas,éstos se movían con milimétrico celo ycuidado.

De forma análoga a la que operóRavines en sus primaverales días deagitador e insurrecto, promoviendohuelgas y marchas cuando los primerosaños de Leguía, el dictador que JoséCarlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de laTorres y el propio Eudocio empujaron a laCasa de Pizarro. Los confesosliquidadores de una belle époque de sincerademocracia representativa y delibrecambio, la mal llamada “RepúblicaAristocrática”, el despectivo rótulo queJorge Basadre le colocó al más francointento de la política peruana porsuperar sus taras y abrirse al mundo.

Fue la renuncia del vislumbrecosmopolita para darle paso a la actitudprovinciana y servil. Regresará latimidez tercermundista, del pobre no porser pobre, sino por sentirse pobre. Esa

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fue la “hazaña” de Leguía y de susseguidores, los que suspiraban por un“mundo feliz” o una “Patria Nueva”, comofinalmente la catalogaron.

No sopesaron en su real dimensión elconcierto en el que vivían, por ello nopusieron límites a sus esfuerzos porminar cada uno de los pilares quesostenían ese esquema que había permitidola movilidad social de millones de sereshumanos durante las últimas décadas.Palmario, el “proletariado” que tantomentarían (y al que muchos de ellos nopertenecían) no fue más que un agregado,un sector de población que antes de laRevolución Industrial no existía.Concretamente, esa «población adicional quenunca habría visto la luz del día si nohubieran surgido nuevas oportunidades detrabajo.»1

¿De ese “poblado adicional” proveníaEudocio? A diferencia de los costeñosHaya de la Torre y Mariátegui, Ravinesnació y creció en los silenciosos yatemporales andes peruanos. Huérfano depadre tempranamente, su madre soportarátodo el peso de hogar. Debía velar por

1 Friedrich A. Hayek, La fatal arrogancia, Obrascompletas, Vol. I, Centro de EstudiosPúblicos, Santiago de Chile, 1990, p. 195.

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sus cuatro hijos. Lo hará con menosfortuna que cuando el mayor de susvástagos comience a ganarse la vida.

Verdad, cuando antes de cumplirveinte años, Eudocio deja su natalCajamarca para migrar a la capital. Si sufallecido padre anhelaba llevarlo aestudiar a Europa, ahora él sólopretenderá mejorar su provinciana suerteen “la gran ciudad”. A ella llegará enmarzo de 1917, el mismo año en el que losrusos den inicio a su Revolución. Seinstalará en una habitación sólodisponible para pasar la noche,dedicándose a deambular por las calles dela Ciudad de Los Reyes buscando unempleo.

Un encuentro casual con el alemánAlbert Köbrich espantará sus miedos.Amigo del influyente tío Belisario (exprefecto de Cajamarca durante el gobiernode Nicolás de Piérola, de 1895-1899) yalto ejecutivo de la firma germanaHilbck, Kuntze & Cia., Köbrich lorecomendará con el gerente de su empresaen Lima. Vuelve a trabajar, pues en supueblo había logrado un puesto en uncomercio de idéntica nacionalidad. Nopudo encontrar mejor jefe, pues elhorario vespertino que se le otorgua le

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permitirá tener el tiempo necesario paraleer. He ahí su máximo placer.

A pesar de que los duros años de laguerra europea se hicieron sentir, lasventajas del término de la misma también.En el año en el que Leguía depone a JoséPardo (un emblemático 4 de julio de1919), la economía nacional se recupera.Eudocio deja Hilbck, Kuntze & Cia. por laFerretería Fort Hermanos. Antes habíamandado sendas solicitudes a varioscomercios. De ganar 45 soles mensualespasa a ganar 100 como inicio.

Ello le permitirá traer consigo a sumadre y a sus hermanos, apartándolos dela miseria de su provincia. Como él mismorecordará: «Durante siete años laboré sinfatiga; ahorré gratificaciones y aumentosy un día pude llevar a la capital a mimadre y a mis hermanos. Esta ocasión mehundió en un placer infinito. Sentía quecon mi esfuerzo estaba reconstruyendo elhogar que la desgracia había derrumbado:lo alcé en mis dos brazos y experimentéel orgullo divino o satánico delrealizador.»2

2 Eudocio Ravines, La gran estafa (La penetración delKremlin en Iberoamérica), Libros & Revistas, México,D. F., 1952, p. 66.

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Estamos ante el descubrimiento de lapropia capacidad de cambiar la suerte, dedesvelar el elemental egoísmo que haceque el hombre venza barreras yobstáculos. Ciertamente, no hay motivospara ocultarse. Todo lo contrario, es elmomento preciso para exhibir el propionombre. ¿Para qué negarse? Es el instanteen el que intentará obsequiarse unaprosperidad que el infortunio y losavatares políticos le “negaron”.

EL HÉROE ROJO

Cuando en 1939 Eudocio arribe a Limadirecto de Santiago, será un hombre sincapital. No tenía nada en los bolsillos.Tampoco fe en el alma. Lo único que loconsolaba por el tiempo mal invertido erasu familia. Hacía siete años que estabaausente de su país. No le fue posibleregresar antes porque pesaba sobre él unacondena de veinticinco años de prisión.La arbitraria y dura sanción impuesta alsecretario general del PC peruano, quienno hacía mucho había retornado del exilioobsequiado por el moribundo régimen deLeguía, no la puso juez alguno, sino unministro.

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Oficialmente, debió pasar más de dosdécadas encerrado en una de celdas delCastillo del Real Felipe en el Callao. Sipudo evitar ese severo castigo no fue porninguna compasiva decisión en su favor nipor intermediación divina. Aunque siemprefue un creyente, en esa hora su esperanzano apuntaba a la Cruz de Cristo que sumadre le enseñó a adorar, sino a la Hoz yel Martillo de la Revolución Mundial.

A ella había llegado por propia manoantes de los años veinte. Gracias a lasmañanas libres, afiló su vocaciónautodidacta en aquella Lima pequeña peroculta y hasta ocurrente. Donde aún elpríncipe de las ocurrencias era elnarrador y poeta Abraham Valderomar, encuya “decadente” corte estaba el entoncescroniquer José Carlos Mariátegui, otroaspirante a bolchevique. Muchachostotalmente cautivados por los “recientes”sucesos de Moscú, los que, conmovidoshasta la médula, se deleitaban con losnuevos nombres y las nuevas palabras queaparecían en las columnas de los diarios:Lenin, Marx, Trotzky, Zinoviev,bolscheviquis, Checa, mensheviquis, mujik, soviets.(sic)

Ese fue el primer paso a su radical“inversión de valores”. Esa “inversión”

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de todos los principios que lo llevarán alas celdas de la isla San Lorenzo en mayode 1923. Fue su debut carcelario.

Por promover una huelga es capturadoen su casa y en el acto lo conducen a laisla-penal. Se siente inocente. ¿Quizásse decepciona que los demás no comprendanque únicamente buscaba humanidad yjusticia? ¿No lo entienden? Todo indicaque no. Opta por declararse en huelga dehambre. No será la primera. Ante lanegativa de suspender su peligrosaactitud, es paternalmente subido a unbarco rumbo a Valparaíso. Así es comoinaugura su largo historial dedeportaciones.

Hasta ese momento era el exclusivosostén de su familia. Se llenaba deorgullo de haberlos traído de su tristeprovincia. ¿Ahora los dejaba en elabandono? Obviamente, reciben el golpe desu forzada ausencia, pero laindemnización que la Ferretería FortHermanos les otorgará por su tiempo deservicio, a poco de su partida, lespermitirá a sus ya crecidas hermanasmontar un taller de costura y velar porsu madre.

Ello en 1923. Para 1932 las cosas noserán sencillas. Ni el Estado ni la

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sociedad tendrán compasión por los otrorajóvenes románticos y revoltosos. Habíancrecido, incluso uno de ellos (Haya de laTorre) se atreverá a ser candidatopresidencial, imaginando con ser un nuevoführer o duce. Para qué premiarlos conexpatriaciones. El état de grâce brindadopor Leguía no iba más

Echará de menos al viejo tirano.Cuando los agentes del comandante SánchezCerro lo detengan el 23 de diciembre de1932 no habrá compasión ni privilegios.El permanente estado de emergencia y lamarcialidad de las leyes lo confinaránnuevamente a la isla San Lorenzo. Leprometen que hasta 1958 tendrá exclusivavista al mar.

Si con Leguía una huelga de hambre losacó del país, ahora tal medida noresultará. Sólo el paludismo que contrajole da el permiso para transportarlo deurgencia al Hospital Guadalupe (en elCallao). Con la angustia de ver cómo erauno de los pocos que quedaban en prisión,pues los más de los apristas y otroscamaradas habían sido liberados, se juraa sí mismo que debe de salir allí. Nopodía soportar el imaginarse veinticincoaños dentro.

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Tampoco se imaginaban ese destinopara él sus amigos de la IIIInternacional. Desde Moscú, París, BuenosAires o Montevideo, se dio la orden derescatarlo. Si en algún momento se sintióabandonado, tendido en la cama de ese hoydesaparecido hospital, entendió que ellono era cierto al ver desplazarse por lospasillos a gente extraña. Supo que sóloera cuestión de esperar.

Y así fue. Un grueso contingente dela Komintern convocados de diferentesnaciones se hizo presente. Junto concomunistas locales, planificaron la fugade tal manera que al momento deejecutarla ni el propio Ravines sabía delmás elemental de los detalles. Únicamenterecibió el simple dato de que loliberarían. Por disposición médica se leindica al personal y a la seguridadasignada que lo conduzcan hacia uno delos consultorios externos, cerca a lapuerta principal del nosocomio.

Al ser llevado percibió que cada pasoque daba era acompañado por silenciososcamaradas, los que aumentaban más y más,mezclándose entre el público y losenfermos. Habían estado concurriendo alrecinto durante semanas para tornarsehabituales a los médicos,

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administrativos, policías y público engeneral.

Una vez que lo desplazaron hacia elpatio de entrada, entre los consultoriosy la salida, esa misma marejada deagentes y voluntarios (e involuntarios)de la Revolución se hizo más severa yvertiginosa. Confundiendo a todos, fueinmediatamente embarcado en un automóviluna vez alcanzada la calle. Ni undisparo. Solamente un guardia queadvirtió el insólito movimiento fuereducido de un coscorrón. Cuando recuperóla conciencia ya era muy tarde.

Al día siguiente los periódicos dabancuenta de la espectacular huídaperpetrada por agentes soviéticos. Porórdenes superiores, el aún maltrechoRavines sería conducido a la U.R.S.S.para que recobre su salud.

EL TRAIDOR

¿Ese hombre era al que había convocadoManuel Prado en 1939? No. El hombre quearribará en su ayuda al aeropuerto deLimatambo era un ser en crisis total. Unindividuo espiritualmente deshecho,profundamente estafado. Repudiaba a

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Stalin, pero insistía en catalogarse comocomunista. Risiblemente, el PC local seadherirá a la candidatura de Pradodenominándolo “el Stalin peruano”. Pocodespués (en setiembre de 1942), Ravineses expulsado del partido por resoluciónde Moscú.

Son los instantes en los que comienzaa atar cabos, desechando las primariasintuiciones por las concluyentescertezas. La hora de su progresivodescreimiento del marxismo-leninismo. Sele caía el velo que su fascinación porlas “causas nobles” de la igualdad de loshombres le puso ante sus estrenados ojosde mozo justiciero. Comenzaba a enterarseque se había equivocado. Había quereivindicarse, pagar la culpa. Dejar deser uno de los ensimismados moradores delsubmundo al que la Revolución lo habíaconducido.

Así es, él era unos de los queoptaron por morar en los sótanos. De losque hicieron de la oscura zanja y elsocavón su habitáculo. Innegablemente, sucuerpo y su ser se habían amoldado a esascavidades. Oquedades labradas por lasjunturas de reeducados egos, por lamultiplicidad de existencias que

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apetecían renunciar a la terrenalidad enaras de una quimera mayor.

Pléyade de poseídos que se volvieronmonjes de la violencia para purificarse,para tornarse perfectos y no sucumbir alpecado. La impiedad del orbe los conminóa erigir su ecclesia. Precisamente lo quefue la Revolución, el trueno y tormentaque hizo añicos una era. Elmultitudinario cónclave que destruyó unpredecible ayer. El descalabro de un ordenque fue iniciado desde la arcana ojerizadel feligrés contra el mercader, eseartífice del desencantamiento(Entzauberung) y de la desdivinización(Entgöttlichung) del mundo.

El panorama que aterraba a Max Weber.Lo auscultaba sólo para comprobar suinicial aserto: sin fe no hay armonía.Tampoco redención: El burgués formó unconcierto sin magia, pero real. En sudeprimente (y depresiva) visión, alsociólogo germano le atormentaba percibircada vez más fuerte y ruidoso elalternativo arribo de una propuestaradicalmente opuesta… la magia de lo irreal. Yde lo incivil.

He aquí exactamente lo que Eudociosupo luego de porfiar en el credo que lohizo cuasi legendario y que lo elevó a

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rangos superlativos, como bien levaticinó Barbusse en el París de 1927: Sillegas a las filas de la Internacional no serás recibidocomo un mero recluta. Dos años después(1929), en Berlín, le darían la “buenanueva”: dentro de unos cuantos días deberás ir aMoscú. Era un mandato que lo tomaba comotomaba la expresión “dictadura delproletariado”: no como mandato, no comodictadura, sino como un angélico llamado,un susurro enviado desde el Reino de laLibertad. Un universo de trastocadosconceptos y desbarres que se le irándesdibujando lenta y dolorosamente.

Podemos adivinar la mutación de susemblante en el pleno proceso deVanguardia. Únicamente hay que ojear dicharevista para ver cómo se va desgranandosu desengaño. La fundará en el año en elque Prado ceda la posta a Bustamante yRivero (1945). Publicación marcadamentesocialdemócrata, será el inicio de sureivindicación. Es el momento en el quese le aproximaba ese amanecer en el que,cuando se levante, se sentirá un hombretan distinto que se sorprenderá llevar elmismo nombre que tuvo la larga nocheanterior.

Quizá viendo ese nuevo rostro,Francisco Graña Garland le exige que se

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deje de dudas y que se defina. Que no seatimorato ni agua tibia. O era comunista oanticomunista, le exhorta al más puroestilo de la jerga clasista.

Se habían hecho amigos. Graña eraaccionista y director de La Prensa, cuyostalleres y canal de distribución empleabaRavines para imprimir y hacer circularVanguardia. Mas será el asesinato de éstejoven empresario limeño el punto dequiebre. Acribillado a balazos cuandoabandonaba uno de sus negocios (un 7 deenero de 1947), Ravines dirigirá susdardos contra el partido de Haya de laTorre. Lo acusa de mandarlo matar.

El país se conmociona. En elconcurrido entierro de Graña Eudocioconocerá a Pedro Beltrán, igualmenteamigo del fallecido y accionistaprincipal del ahora acéfalo diario. Éstehacendado y financista decidirá hacersecargo de la dirección de La Prensa. Antetal tarea, convoca a Ravines para que seconvierta en su mano ejecutora y lo ayudea promover la visión de un Perúabiertamente pro mercado y capitalista.

EL HÉROE LIBERAL

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Se le dio la oportunidad de retractarse.No al estilo de las retractaciones queconoció en la Rusia de Stalin. De las quele arrancaron a su ficcional amigoDorogan (con ese seudónimo protegía a unamigo de verdad, quizás en esa horatodavía vivo en algún lugar de laU.R.S.S.). Cuando lo vio por primera vezen 1929 lo abrazó y se dejó abrazar comouno de los constructores del socialismo.Era un tipo alegre y optimista.Precisamente todo lo opuesto a lo queencontró en 1939. Lo convirtieron en unpobre guiñapo espiritual, aunque aún conel elemental aliento como para confesarleque: Insurgimos como los héroes de la libertad yhemos resultado los más diestros artífices de laesclavitud.3

A Eudocio no se le ofrecía ese tipode arrepentimiento. Sino uno más libre,inmensamente más libre. La codirección yla propia dirección de La Prensa fue ellugar donde lo llevó a cabo. En 1919había debutado como articulista con unanota impresa en ese mismo diario. Ahíproponía la creación de una organizaciónque abogue por los intereses de los3 Eudocio Ravines, op. cit., pp. 152 y 411. Sobrela real existencia de éste personaje véase elcatalogo de onomásticos que el propio Ravinesescribe al final del libro.

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obreros y empleados. Su sintonización conel liberalismo le hicieron ver que esetipo de objetivos no era excluyente conlos principios del laissez-faire. Por ello elperiódico de Beltrán fue el primero quepermitió la presencia de un sindicato.Era parte del juego del dejar hacer y dejarpasar. Un diario inexactamente catalogadode “conservador” le daba lecciones dederechos a su principal rival, elsocialdemócrata El Comercio, el que sólosabrá de gremios cuando la dictadura deVelasco se lo imponga.

Al olfato periodístico de Ravines sele sumó su capacidad para exponer ideas.Por primera vez en la historia de larepública un medio de comunicación abrazóde forma tan franca y sincera una posturademocrática en lo político y delibrecambio en lo económico. Valores quemarcaron las dos décadas anteriores algolpe militar de 1968.

En esos años las páginas de La Prensase constituirán en el referente máximo delos argumentos en favor de la sanidadmonetaria, de la lucha contra lainflación, en la independencia del BancoCentral y de la libre flotación deldólar. Ello tanto como su vocación por el

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respeto al orden constitucionalmenteestablecido y las leyes.

Directa consecuencia de esta posiciónfueron las prisiones y destierros deBeltrán y Ravines. Ante el intento deOdría de perpetuarse en el poder (1956),el primero es detenido y apresado, elsegundo ya había sido expulsado (aMéxico) por idéntico motivo cuatro añosantes. Como detalle, en 1948 Bustamante yRivero desterró a Eudocio. El motivo:denunciar la política económicacontrolista que el partido quecogobernaba con Bustamante (el APRA)había instaurado. La escasez y lacarestía no se hicieron esperar. Como unavance de lo que sería el gobiernoaprista cuarenta años más tarde,aparecieron las largas colas y laconsiguiente corrupción. Ravines afila supluma y ataca. Por primera vez desde queno es “rojo”, es detenido, apresado yexiliado.

Tiempos políticamente convulsos, peroeconómicamente estables. La docencia deLa Prensa al menos había sido comprendidaen ese segundo plano. En el periodo queva desde 1950 a 1965, el Perú tuvo unatasa de crecimiento anual de 5.6%.Después de 1958 subió a 8%, «una cifra

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muy por encima de las otras nacioneslatinoamericanas por entonces.»4

En 1956, con el regreso de lademocracia a través de una nueva elecciónde Manuel Prado, Ravines regresa al Perú.Ante las imprudencias financieras dePrado, La Prensa arremete sin concesiones.Como “premio” por sus severas críticas,Beltrán es convocado por el presidente.Es nombrado Presidente del Consejo deMinistro y Ministro de Hacienda yComercio (1959-1961). Como en anterioresoportunidades, Eudocio toma las riendasdel diario.

Ante ese panorama, Ravines esoptimista. Así ya lo había hecho ver enAmérica Latina. Un continente en erupción (1956).Proclamaba la necesidad de acentuar esaopción, de no involucionar ni desviarsedel industrialismo capitalista.Expatriado en México, había sacadopreviamente a la luz La gran estafa (1952,publicado primero en inglés en 1951).Será un éxito editorial. Circulará portodas las América. Leída a los catorceaños por Carlos Alberto Montaner, leservirá como aleccionador aviso de lo queserán los pasos iniciales de Fidel Castro

4 Dennis L. Gilbert, La oligarquía peruana: historia detres familias, Horizonte, Lima, 1982, p. 92.

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luego de la toma del cuartel Moncada. Leenseñó lo que venía.

Obviamente, los rumores de que suconversión venía con patrocinio de la CIAsonaron más que nunca. Fue la manerapredilecta de atacarlo. El mote de espíaretumbó más veces que cuando eracomprobado agente de la Komintern. Elpeso de la estafa que denunciaba eratanto personal como política, pues no sequedaba sólo en advertir los males del“perverso” comunismo, sino que acusabatanto la infiltración bolchevique enAmérica Latina como su aversión aldirigismo planteado desde el New Dealnorteamericano.

Pero aquella primavera de loscincuenta y sesenta sucumbió porsemejantes motivos a lo que ocasionó elfin de la República Aristocrática. Teníasus horas de vida tan cronométricamentecontadas como aquél tempo que recibió aEudocio cuando sus provincianos anheloslo empujaron a la capital medio sigloatrás.

Ya en 1961 el Primer Ministro PedroBeltrán había dispuesto que el CAEM(Centro de Altos Estudios Militares)reoriente su currículo hacia temasexclusivamente militares. No se le hizo

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caso. Como advirtió Ravines a un colegade su diario, no hay más que ver la lista deprofesores del CAEM para saber que la revolución quese viene será de izquierdas.5

No era paranoia. El grueso de laoficialidad castrense venía siendoformada con profesores “social-progresistas”, donde las viejas doctrinasdefendidas por Mariátegui y el “juvenil”Haya de la Torre discurrían sin mayorreparo. Por ello, no fue de extrañar quemuchos de los oficiales ahí instruidosfueran parte de la plana mayor de los quedefenestraron a Fernando Belaunde el de 3octubre de 1968.

EL FIN DEL OLVIDADO

El general Velasco Alvarado asalta laCasa de Pizarro con un discursoabiertamente anticapitalista. Y actúa enconsecuencia. Expropia, controla precios,suprime economías y derechos. En líneasgenerales, toman para sí lo que JoséCarlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya dela Torre pregonaron desde los años

5 Federico Prieto Celi, El deportado. Biografía deEudocio Ravines, Editorial Andina, Lima, 1979, p.194.

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veinte. Desde la otra acera, el ahoralibrecambista Eudocio Ravines arremetecontra dichas medidas. Y lo hace con sumaefectividad. A menos de un semestre de laruptura constitucional lo detienen yexpatrian a México (febrero de 1969).

Para la anécdota: Víctor Raúl mirabaa las elecciones de 1969 con mayúsculooptimismo. Derrotado por Belaunde en1963, esperaba su turno aliándose conantiguos rivales (Odría, Beltrán yRavines). Había cambiado. No era más niun antidemócrata ni un socialista.Tampoco un liberal. Simplementecomprendió que mirar a Moscú era desviarla ruta ya trazada. A la vista estabanlas “milagrosas” recuperaciones deAlemania y del Japón, más una gama denaciones destruidas luego de la últimaguerra mundial. Pero las ideas que elmismo Haya promovió en el pasado, y quepor cálculo político no desterraba deplano, le yugularon sus aspiracionespresidenciales.

Después de la Cuba de Castro, el Perúde Velasco fue el intento más radical deimplantar un esquema socialista enAmérica. Su celo nacionalista fue taneficaz como descapitalizador. El estadopaquidérmico y el grueso de los

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obstáculos que el país aún debe desuperar fueron fundados en ese infaustoperíodo.

Innegablemente, Velasco se alzarásobre los anhelos y reclamos de losfebriles ideólogos que Eudocio conoció ensu mocedad. A Víctor Raúl le dio la manopor primera vez en 1916, en Cajamarca,cuando Haya arribó con una delegación deestudiantes de la Universidad deTrujillo. A José Carlos en Lima, acaso en1919, cuando se emocionaban con Leguía,el sepultador del estado de derecho y dela prosperidad fundada por Piérola en1895.

A diferencia de sus dos viejos“camaradas”, Ravines no pasará a formarparte de los símbolos intelectuales nimucho menos morales de las nuevasgeneraciones. No reapareceráposteriormente. El Perú post-SenderoLuminoso seguirá reivindicando aMariátegui y a Haya a pesar de lassiderales distancias de ambas propuestascon relación el nuevo escenario socio-político. Ese mismo escenario que Ravinesreclamó desde el momento de suconversión: el capitalista.

Así pues, mientras que en Lima alveterano “Jefe” del APRA le proponen la

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publicación de sus obras completas y lacolección de volúmenes de y sobreMariátegui se multiplican ad infinitum, losrealmente exitosos libros del liberalRavines son olímpicamente soslayados. Sia José Carlos se le elevaba a lacategoría de incásico e imperial Amauta,y Víctor Raúl recibe el aprecio yreconocimiento de tirios y troyanos, aRavines le sucederá lo inverso.

Antes que papel picado, le lloveránamenazas. Los insultos y lasintimidaciones inundarán sus octogenariosoídos. No serán meras “promesas”: sufriráuna dura golpiza en los jardines deTlatelolco por parte de unos jóvenes deaparente acento centroamericano(¿sandinistas?). Todo ello en la vísperade que su existencia se estrelle sobre elpiso. Un Renault verde olivo lo embestirála noche del martes 23 de noviembre de1977 cuando atravesaba una calle delDistrito Federal.

Agonizará hasta el viernes 25 deenero de 1978, fecha en la que concluyala vida de éste sempiterno exiliado. Yamuerto, su cuerpo será conducido alcementerio por un breve cortejo fúnebre.Tan sólo un puñado de conocidos. A todasluces, un escenario completamente

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distinto al de las exequias de suscontemporáneos Mariátegui (abril de 1930)y Haya de la Torre (agosto de 1979).

Semanas después de la mortalembestida a Eudocio, Víctor Raúldescendería lentamente del avión que lohabía trasladado de Europa al aeropuertoJorge Chávez. Era la noche del 5 de enerode 1978. El legendario líder apristallegaba al país para dar inicio a lacampaña electoral de la constituyente. Ylo iba a hacer en olor de multitud.Estaba en la cumbre de su existenciapolítica.

Exactamente en las antípodas deEudocio, para quien las masas no eran losuyo. Reales o imaginarias, siempre leserían esquivas. Las primeras irían conHaya, las segundas con Mariátegui. Sinimportar en el bando en el que seencuentre, Ravines tendría que vérselas asolas con la vida. Como el karma de uncombatiente, al que le está permitotraicionarse.

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