ESCRIBIR LA CIUDAD

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ESCRIBIR LA CIUDAD Luz Mary Giraldo Universidad Javeriana No todos viven en la misma ciudad: hay calles donde cualquiera es extranjero, y próximo a entrar en mapas de olvido. Juan Manuel Roca Todas las calles que conozco/ son un largo monólogo mío. Rogelio Echavarría A veces, ciudades diversas suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre. Nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí. En ocasiones hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales el acento de las voces e incluso las facciones. Pero los dioses que habitan bajo los nombres y los lugares se han ido sin decir nada y en su sitio han anidado dioses extranjeros. Ítalo Calvino ¿Cuál de las muchas representaciones de cada ciudad, escritas a lo largo de la historia de la literatura colombiana, se acerca más a la realidad? ¿Son reales las ciudades imaginadas? Mapa, croquis, ruta, escenario, calle, casa, salón, lugar, sitio, habitante, ciudadano y transeúnte son, entre otros, maneras de ver, ser, estar y aproximarse a una ciudad. Además de convocar diversidad de escrituras y formas, la ciudad es no sólo un lugar sobre el que se escribe o se construye y suceden cosas, sino es una entidad que se formaliza, se usa, se formaliza, se dice, se nombra y se transita. Durante mucho tiempo se ha reconocido a la ciudad como el lugar donde todos los caminos se cruzan, y en los últimos años, tanto la literatura como diversas ciencias sociales y humanas se han ocupado de estudiarla, analizarla y comprenderla, identificando los modos de vida y de

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ESCRIBIR LA CIUDADLuz Mary Giraldo

Universidad Javeriana

No todos viven en la misma ciudad: hay calles donde cualquiera es extranjero, y próximo a entrar en mapas de olvido. Juan Manuel Roca

Todas las calles que conozco/ son un largo monólogo mío. Rogelio Echavarría

A veces, ciudades diversas suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre. Nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí. En ocasiones hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales el acento de las voces e incluso las facciones. Pero los dioses que habitan bajo los nombres y los lugares se han ido sin decir nada y en su sitio han anidado dioses extranjeros. Ítalo Calvino

¿Cuál de las muchas representacionesde cada ciudad, escritas a lo largo de la historia de la literatura colombiana, se acerca más a la realidad? ¿Son reales las ciudades imaginadas? Mapa, croquis, ruta, escenario, calle, casa, salón, lugar, sitio, habitante, ciudadano y transeúnte son, entre otros, maneras de ver, ser, estar y aproximarse a una ciudad. Además de convocar diversidad de escrituras y formas, la ciudad es no sólo un lugar sobre el que se escribe o se construye y suceden cosas, sino es una entidad que se formaliza, se usa, se formaliza, sedice, se nombra y se transita.Durante mucho tiempo se ha reconocido a la ciudad como el lugar donde todos los caminos se cruzan, y en los últimos años, tanto la literatura como diversas ciencias sociales y humanas se han ocupado de estudiarla, analizarla y comprenderla, identificando los modos de vida y de

comportamiento que propicia, las relaciones establecidas por sus habitantes o sus transeúntes y sus expresiones artísticas y culturales. Es evidente que además de ser espacio construidoy poblado, es cuerpo complejo que va más allá de los límites geográficos y demográficos. Resultan insuficientes las definiciones que la muestran como un “conjunto de calles y edificios”, y a su habitante, el ciudadano, como “natural o vecino del lugar”. Ciudad es utopía, es decir “no lugar” y lugar al mismo tiempo. Universo recuperado por la literatura que al recrearla, la guarda en la memoria, restaurándolo, inventándolo, revelándolo.Relacionadas a sus variados contextos[1] se diversifican su concepción y sus imaginarios, nutridos a su vez con las versiones expresadas por la literatura, las artes y las ciencias. Así, por ejemplo, el arquitecto Rogelio Salmona dicede ella que además de ser lugar para la cultura, centro de investigación tecnológica y motor de la economía, “es el espacio público por excelencia”, entendido nocomo “no una retahíla de edificaciones”, sino como “la creación más espiritual de nuestra civilización y, con el lenguaje la más grande obra de arte creada por el hombre”.[2]Richard Sennett la reconoce como “carne y piedra”, arteria o vena, cuerpo que se adapta o se desprende de sus espacios y genera actitudes y comportamientos, mostrando al individuo haciendo historia. Cuando Marc Augé analiza los “espacios del anonimato” en oposición a los domicilios y lugares domesticados, los destaca como instalaciones necesarias para la circulación de usuarios de la ciudad (rutas, estaciones vehículos terrestres o aéreos), mientras Javier Echeverría la revisa desde lo cosmopolita doméstico, reconociendo que las telecasas ”no son sino prótesis tecnológicas adheridas a hogares tradicionales”, desde las cuales la civilización entraen el domus “en dura pugna con las culturas locales, abriéndose al pasado y al futuro y proyectándose hacia otras maneras de entender las relaciones entre los seres humanos” (199). Siguiendo los postulados de El principito de Saint Exupery, Juan Carlos Jaramillo destaca el estado tenso entre domesticación e invasión que viven y padecen las ciudades[3]. Un lugar vacío indica el significado de habitar (dar vida y calor, ser sin olvido)[4].Desde la poesía, Dionisio Cañas y Gastón Bachelard ven su

significación en la obra de los autores, tanto en el paisajeurbano y la multitud humana que circula por sus calles, comoen las ilusiones y los “ruidos oceánicos”. Para el casolatinoamericano, José Luis Romero reconoce vínculos profundosentre las ciudades, las ideas, las sociedades y lascreaciones, y Armando Silva afirma de ella que “es también unescenario del lenguaje, de evocaciones y sueños, de imágenes,de variadas escrituras” de un mundo que de manera colectiva,lenta e incesantemente “se va construyendo y volviendo aconstruir”. Ángel Rama entendió que el debate de lo moderno ennuestros países tiene como núcleo la ciudad, camino paraconstruir nación y civilización. Se ha afirmado que hayciudades tan arraigadas a la obra de un autor que el escenariollamado real pierde fuerza frente a la intensidad de loliterario[5]. Si la ciudad contribuye a la definición de lamentalidad urbana, la literatura expone sus imaginarios,conserva y genera memoria y suscita sentido de nación. Laliteratura, pues, cuando se propone una ciudad, va más alládel escenario y llega al lugar, locus o situs, espacio vivido enla temporalidad que otorga el relato desde el sentido delmismo texto. José Maria Montaner[6] afirma que “cada ciudad seha ido construyendo a partir de choques y superposiciones dedistintos modelos”, y reconoce que en las últimas décadas “lasdenominaciones que la disciplina urbana ha lanzado paraidentificar los fenómenos metropolitanos han aumentado”obligando a aceptar su propia fragmentación y “abandonar todapremisa reductiva y unificadora”. Cada cual reconoce queciudad es lugar, hábitat, ser y estar, cada vez másdiversificado en la interacción de lo privado a lo íntimo delas exigencias tanto individuales como colectivas.Son muchas las ciudades literaturizadas: Benjamín habló deParís como “aquélla ciudad que le enseñó el arte deextraviarse”. Frente a la misma ciudad y ante los restos de lalluvia y las cosas grises, Baudelaire cantó lo más oscuro desus calles y sus gentes, los escenarios sin verdor donde selevantan “la atrofia del espíritu” y “el predominio de lamateria”, y definió la modernidad y sus contrastes. Kafkarecorrió Praga y sus extraños laberintos; Dickens hace recorridos por Londres; Hugo por el París de los miserables;Proust por el de la exquisitez y la nostalgia; Pessoa sugierela ciudad del “vagabundeo hoja”; Jaime Gil de Biedma la

Barcelona de los puertos y los barcos. Con Alberti se viveNueva York que cae “a mares desde los rascacielos”, Pound laconvoca en su “millón de gente aturdida de tráfico” y GarcíaLorca la canta como “un rumor de troncos y ascensores”.Buenos Aires es distinto en Borges, Cortázar y Sábato;Montevideo no es igual en Benedetti, Onetti o Peri Rossi;Chile no es la misma en Donoso o Jorge Edwards y Bogotá es unay otra, según sus autores: Montserrate está frente a unmundo de contrarios “donde la vida da tumbos” (AlvaradoTenorio), “siempre a punto de parecerse a algo” (MaríaMercedes Carranza), “acurrucada en un rincón del frío” (CoboBorda), con una bruma nórdica en los Cerros o una tenuellovizna entristecida, sugiere Jorge Guillén. La plaza delcentro no es ya su único centro: hay movimiento en los cuatropuntos cardinales, tierra y gente desplazada, intriga ydesafío, miedo y peligro, música y ruido en el día o la noche,encuentros y desencuentros, arte y borrones. Construyéndose adiario se hace, se deshace y rehace todos los días y lamemoria literaria contribuye a su permanencia y la sostiene.Cada ciudad es distinta, a tenor de quien la vive o la recrea.Si nos aproximáramos a Bogotá, es bien sabido que comocualquier otra urbe que se acerque a la complejidad es y hasido en la literatura un trepidante sonido de sucesosrealizados al unísono. Algunos narradores proponen recorridospor sus calles mediante una serie de analogías que aluden a lamujer o a lo femenino: “una mujer largamente codiciada” queentrega “sus mejores favores” dice en algún lugar MarioMendoza; una mujer que a la vez representa “todas lasmujeres”, se lee también en Nicolás Suescún. Un lugar de“calles ajenas”, diría Flor Romero, donde la expectativacotidiana señala el riesgo en el “prohibido salir” que, en elcaso de Consuelo Triviño se entiende como peligro yextrañamiento, o una sociedad que estigmatiza definiendo como“pobre diablo” a aquel que económicamente es un “pobrefracasado”, como se indicaría en una de las novelas de LuisFayad. Pero la música también define a las ciudades, así comoel ruido, la noche, la violencia, el miedo, el tráfico, lasoledad… estaríamos hablando de ciudad como estado mental,lugar interior, pues si unos husmean en sus escenarios demultiplicidad y pluralidad donde en inversión de valores sedan lo tranquilo y lo peligroso, lo espléndido y lo mísero, la

quietud y el caos, en un anonimato que desde el vagabundeomuestra el vivir o el sobrevivir, el huir o el enfrentar,otros la presentan como un lugar donde se realizan elprincipio o el fin de los tiempos o el bien cultural quepermite la erudición y el conocimiento. Ese abanico deposibilidades la revela una múltiple: gran espectáculo dondecada espectador o autor vive la función que su experienciaproyecta o selecciona desde lo íntimo, lo privado y lopúblico, rev[b]elándose, en fin, como un performance cargadode sentido. Hay una línea subterránea que une historia y ciudad y secretamente traza vínculos entre diferentes imaginarios. Es indudable que las ciudades tienen historia y las historias tienen ciudades, que ellas hacen a sus habitantes y que ellos las definen. Recordemos que el ser humano es arquitecto, “proyectista” y artífice de su espacio y de las posibilidades de su mundo; la ciudad concierne directamente al ser del hombre”, pues implica su destino. “¿En qué medida el ser del hombre no es sino lo que se muestra en la dimensión de la ciudad?”, pregunta Zarone (9). Articular algunas de estas premisas en un estudio sistemático de la narrativa colombiana es tarea queestá en mora de hacerse.La ciudad podemos verla en el tiempo y con el tiempo: narrada desde la cercanía o la lejanía de determinados hechos, escenarios o situaciones que representan el pasado o el presente, imaginada en su futuro a través de formas o situaciones de la modernidad y/o la modernización, o recreada desde el ‘vaticinio’ de su deterioro o de la permanencia de ciertas circunstancias que muestran “las marcas del pasado”. Reconociendo en las diversas imágenes de la ciudad el centro olos centros, podríamos abordarla también desde los márgenes señalados por migraciones y desplazamientos, o advertir en su truculencia e inseguridad la crisis de sentido y otras realidades que concentran los modos de vivirla o concebirla, de localizarla o deslocalizarla.Según las generaciones éstas representaciones estarían orientadas desde la perspectiva del pensamiento moderno que busca postulados utópicos y búsqueda de sentido, desde un espíritu de transición que refleja desencanto y sentido crítico, o desde la actitud posmoderna que con escepticismo y perplejidad reflejan la aceleración del tiempo histórico, la cultura de la imagen, la multiplicidad, la inmediatez y la

truculencia.

La ciudad en el tiempo y con el tiempo

Cada época ha tenido su forma de concebir ciudad, pensamiento,ideología, expresión y escritura. En el caso latinoamericano,a imagen y semejanza de las ciudades españolas se creannuestras ciudades coloniales, e imitando formas o modos depensamiento de la Europa de los siglos XVIII y XIX, surgennuestras ciudades criollas y burguesas de aristocrático gustoinglés o francés y de apertura al cosmopolitismo. Dada lamovilidad social, cultural, política, racial e ideológica denuestros países, con los nuevos intercambios el siglo XXsurgen ciudades más heterodoxas que alcanzan dimensionesmetropolitanas en las que se encuentran con zonas marginales yperiféricas. El resultado muestra interesantes hibridaciones.Nuestros escritores de diferentes generaciones la hanrecreado o inventado según su tiempo y su medio y de acuerdocon imaginarios individuales, nacionales y colectivos. En sudiversidad de imágenes muestra, al comienzo del siglo XXI, unnotable y vertiginoso cambio de valores y conceptos queconvergen en la expresión de crisis de la modernidad yresuenan en la llamada aldea global. Refiriéndose a distintas “ciudades literarias” representadaspor autores europeos, latinoamericanos o colombianos, FernandoCruz Kronffly afirma que la ciudad refleja su ser más allá dela “instalación física” y del “sujeto que la habita”, pues es“una estructura eminentemente cultural”. Y destacando algunasobras, reconoce el espacio evocado, el lugar del transeúnte,la ciudad de la utopía y del deseo, la que es fuente desensaciones, la de la crisis de sentido y la cultura delcrimen. Reitera que en cada época y en cada cual ella “devienecambiante y es históricamente relativa a las racionalidadeséticas y estéticas que imponen las generaciones” [7].

1. Una y múltiple

En los últimos años las representaciones de la ciudad han sidoinquietantes y extremas, pues se rememora desde el pasado más lejano hasta el inmediato

presente. Es fácil ver tanto en la vida diaria como en laliteraria, que las ciudades latinoamericanas han pasado deciudades hidalgas a ciudades globalizadas; es decir, de unaciudad colonial construida con base en una traza reticulararticulada, como en el caso de la capital de la República deColombia a la Plaza Mayor y la Plaza de las Hierbas, concalles estrechas y oscuras atravesadas por caños abiertos queen su tiempo impedían el tránsito de carruajes, y donde semovilizaban indígenas, españoles, mestizos y criollos, a unaciudad con múltiples centros, diversidad de razas y culturas,dinamizada por todos los medios de comunicación contemporáneosy abierta a la renovación y el cambio, aunque permanentementeamenazada por el estancamiento. Puede verse que a principiosdel siglo XVIII se abre la primera biblioteca pública, que ensiglo XIX la supresión del régimen colonial “introduce lalegislación francesa municipal y los principios republicanospropios del sistema de democracia representativa”[8], sedeclara capital del país en 1821, entra en una fase de“modernización” disponiéndose más al comercio, lo que seevidencia en la construcción de pasajes con tal fin, a laconstrucción del alcantarillado, de vías orientadas de nortea sur y de oriente a occidente llamadas respectivamentecarreras o calles, al inicio del telégrafo y la inauguracióndel tranvía, a la creación de la Universidad de los EstadosUnidos de Colombia (1867), a la inauguración del Teatro Colón,etc. Aunque a comienzos del siglo XX aún conserva una fuerteherencia colonial, muestra el inicio de su crecimiento urbanoconstante presentando cambios sustanciales: construcción máslineal, desarrollo industrial (bebidas y alimentos:cervecería, chocolatería, industria de harina), de laindustria textil y de calzado, producción de cemento,ampliación de servicios públicos (acueducto, alcantarillado,telégrafo, teléfono), instalación de la Academia de la Lengua,construcción de mercados, hospitales, edificios bancarios,construcción de barrios y avenidas por donde transitan no sóloel tranvía sino automóviles y otros automotores, en fin,dejando ver su expansión económica, cierta reticencia a lamodernización, el desarrollo de sus diversas periferiasacompasado con el crecimiento vertiginoso posterior y grandesconflictos sociales desprendidos también del desplazamientodel campo a la ciudad.

A fines del mismo siglo y comienzo del XXI, la llamada Atenassuramericana[9] se ha desplazado a una ciudad más caótica quemuestra grandes zonas periféricas y muchas formas desocialización y movilidad urbana. La violencia rural ypartidista de mitad del siglo, que favoreciera la migracióncampesina, y el desarrollo de la vida moderna que convirtieraa la ciudad en un lugar ideal para vivir, trabajar o estudiar,también trajo consigo el favor de la creación artística y unatoma de conciencia tal que, por ejemplo en 1940, genera elprimer Salón de Artistas Nacionales, la creación de la RadioNacional, la difusión de reconocidas radionovelas, lafundación de nuevas universidades y reconocidos centros deestudio y de cultura, evidenciando una ciudad mucho másmetropolitana definida como Distrito Especial.Avanzado el siglo, desaparece el tranvía y se construyenautopistas y avenidas que agilizan las vías de acceso adiversos sectores, se construyen nuevos barrios, ciudadessatélites, centros habitacionales y comerciales, se amplía lavisión de la imagen y lo publicitario, así como su población.Reflexiones semejantes encontraríamos en otras ciudadescolombianas, dejando demostrado que Bogotá no es sólo ciudadde los bogotanos sino de todos, ciudad de ciudades y con ciudades, termómetro de los acontecimientos del país,repetida culturalmente en grande o en pequeño en otras, esdecir, localizada y deslocalizada con el agregado deidentidades regionales.Receptora y productora de conflictos históricos y políticos,de crisis de sentido, de violencia y crimen, de vértigo, demúsica y ruido, levedad, gravedad y multiplicidad, pues de laColonia a nuestros días no solamente muchas cosas hancambiado, sino los imaginarios y las representaciones hanvariado. Ya no es la ciudad ideal para vivir como algunos ladesearon en el tránsito del siglo XIX al XX y tampoco es ladevoradora y alienadora que de puertas para adentro y enbreves recorridos exteriores mostró José Antonio OsorioLizarazo en la primera mitad del siglo anterior. Muchas cosashan transcurrido desde la ciudad recreada por Rodríguez Freylehasta la de Próspero Morales Pradilla: el primero la mostrabacomo lugar para la aplicación de la justicia en medio delchismorreo y la doble moral de las sociedades coloniales, y elsegundo, casi 350 años después, dejando ver la época, la

sociedad, el entramado cultural y moral de su tiempo, desdeuna sensibilidad contemporánea que “destapa” cosas escondidasen la Colonia. Muchas otras se han visto desde que CordovezMoure destacara los hábitos y modos de vida de la sociedadsantafereña, que en los preámbulos de la Independencia emulabalos modelos europeos, no muy distantes a los que nos reflejaracargado de violencia e intriga 200 años atrás el cronista denuestra colonia, o a los que reinterpretara y recorrieraGermán Espinosa en los albores del siglo XXI. Muchas cosas másse han dado después de que José Asunción Silva en la sala-mundo de su novela, hiciera de ella una Arcadia cultural paralas buenas costumbres y las bellas artes, a la manera de lasensibilidad y las normas parisinas y londinenses de fines delsiglo XIX, destacando ese eurocéntrico “espejo ausente” que seha sostenido como modelo fundador, y que otros autores la hanreconocido entre la parodia y la mimesis.Propuestas de escritores que ven en ella la ciudad de la seudoaristocracia intelectual, la de las mujeres, la “apenassuramericana”, la letrada y escrituraria de políticos,gramáticos y diplomáticos, de impostores e imposturas, de lameritocracia y la coñocracia; la ciudad cifrada en lareconocida imagen de un mandatario en decadencia, que ajeno eimperturbable ante la destrucción de la patria se refugia traslos balcones de la casa presidencial, no sin antes posarfrente a las ruinas del Partenón criollo. Cercana a lasparodias y folletines de los empleados oficinescos (FannyBuitrago), al decadentismo de una burguesía sin remedio nicausa suficiente (Antonio Caballero), a la sociedad de “loselegidos” que cultivan el distanciamiento social a desmedro desu propia lengua (López Michelsen), a la de las ‘cacerías debrujas’ con militantes y ‘desaparecidos’ (Collazos) a la delos indigentes del casi extinto Cartucho y lo demoníaco deCampo Elías que se abre camino en 1991 con La tragedia de BelindaElsner de Germán Espinosa y llega la máximo en Satanás (Mendoza,2002). Cercana y lejana a la de los periodistas judiciales queinvestigan asesinatos en sus calles truculentas (Espinosa,Gamboa), a la de maravillosos ángeles exaltados en barrios delsur o a la de los hijos del desplazamiento (Restrepo) o a lade Ciudad Bolívar y sus amarguras e ilusiones construida condesplazados, así como con las huellas de la memoria individualy colectiva que recoge Arturo Alape, al cerciorarse de lo que

en ella han significado social y políticamente agonía, muertey olvido. Hay una Bogotá con malecón, escéptica y dolorosa en la vida dejóvenes envejecidos (Chaparro Madiedo), otra de empalados ycrímenes cuyas investigaciones son irresueltas (Gamboa), otrade intransitables vías, atascos y desórdenes (Bibliowicz),está la de los Drag Queens y su doble vida (Sánchez), la delos noticieros y la farándula (Ricardo Silva), la del centrocomercial o la “nueva caverna” (Octavio Escobar), la de laopulencia y la de la miseria, la del desempleado y elestudiante, la del día o de la noche. Sin embargo, la ciudadque representa un autor no solo habla de ella, sino de laimagen que de ella éste tiene, a tenor de su propio origen, desu historia personal, de sus condiciones sociales yculturales, de sus lecturas. Y sin embargo, también lasciudades colombianas se parecen entre sí, salvo loexcesivamente regionalista, así como las latinoamericanastienen puntos de encuentro y hoy la globalización hace que laciudad sea una coordenada que ha roto sus límites y cadaciudad literaria puede ser cualquier ciudad.Una y múltiple, la ciudad de los grandes escenarios políticos,sociales y culturales se despliega entre el individuo y lamultitud, repitiendo la idea de Italo Calvino en sus Ciudadesinvisibles: “A veces, ciudades diversas se suceden sobre el mismosuelo y bajo el mismo nombre. Nacen y mueren sin haberseconocido, incomunicables entre sí”.Si la ciudad se ha ido escribiendo en la literatura desde lostiempos de la Colonia, afianzándose en el siglo XIX ydefiniéndose en el XX, hay que recordar que de las diversasmiradas sobre ella, la de inmigración y el desplazamientocada vez cobra más importancia. Se trata de la ciudad deltransterrado y/o el desterrado, como en el caso de inmigrantejudío o los descendientes de polacos que dan testimonios de laformación de la ciudad masificada e industrializada,abriéndose camino en un ambiente de tramitadores ytraficantes, “nostalgiando” la tierra que ha quedado atrás,como suele leerse en los relatos de Salomón Brainski, AzrielBibliowicz o Esther Fleisacher. Así mismo, en la construccióne incorporación a otra ciudad-sociedad se lee en determinadasobras de Gabriel García Márquez, Meira del Mar, Luis Fayad yFernando Iriarte en el caso de las diversas migraciones de

sirio-libaneses, aportando a la construcción de nación ycultura diversa, como igualmente puede verse desde laperspectiva de la ciudad reconstruida simulando la lente deleuropeo, como desde fines del siglo XIX se vio en Silva,posteriormente en Pedro Gómez Valderrama, Alfonso LópezMichelsen y Ricardo Cano Gaviria. La del desplazado es deotra manera conmovedora: también transterrado, se le encuentraen las páginas Osorio Lizarazo, ligadas a la historia políticay social de comienzos de siglo, al campesino que busca lugar acausa de la Guerra de los Mil días, a la de la idea deprogreso económico y social, o a la del bogotazo,prolongándose en la más reciente literatura colombiana, enciudades espejo y reflejo de la violencia y el horror.Desplazarse por el mismo país o hacia otros países con laciudad a cuestas, ya es un registro consignado entre ciudad yliteratura.Evidentemente la toma de conciencia de la escritura de laciudad en América latina no es la misma en los autores queentre los 60, los 70 y comienzo de los 80, en una claraactitud de ruptura ante los modelos inmediatos buscaron unaretórica diferente para hablar de su mundo y sus habitantescotidianos, frente a la de los narradores que de los 80 al2003 muestran otros ángulos. Los primeros debieron“conquistarla” en una escritura distante de lo rural y/o lo hiperbólico y dando testimonio de su causautópica, buscaron distintos escenarios que mostraran la luchade clases, ingresaron en espacios populares y universitarios,en ambientes burgueses o en sitios públicos, recorrieroncalles y consignas, alternaron entre el desarraigo y labúsqueda de sentido explorando una palabra más próxima a lourbano y sus modos de vida. Talvez los que se manifiestan enlos 90, producto de la cultura de la imagen y el vértigo, hijosde los hippies, como dice un joven escritor argentino, menosfuturista y más presentistas, la recorren con escepticismo eintensidad en lo abrupto e inmediato, sin rendir tributo alpasado ni esperar nada del futuro, siendo común en ellos laintensidad vital y la agonía unidas a lo truculento, a loleve, lo visual, lo diverso y lo vertiginoso, premisas de latransitoriedad y la celeridad del tiempo histórico[10]. Al entrecruzarse y mostrarse como focos aislados de lafascinación o la catástrofe, se constata que ese “mosaico de

territorios”, espacio organizado o enorme “cacofonía” queafecta lo visible dejando huellas e indicando que se tienenecesidad de la pluralidad de las diferencias y “de eseenmarañamiento”[11] que va del centro y sus centros a lasmárgenes.

2. Del centro a sus márgenes

Los imaginarios reflejados en las ciudades latinoamericanasescritas han movilizado el centro y sus márgenes, en unasuerte de desplazamiento: de Europa a América, de lacivilización a la barbarie, del campo a la ciudad, de lopolítico a lo apolítico, de lo social y normativo a lomarginal y periférico, del recogimiento a la estridencia, dela quietud al desasosiego, en fin, produciendo visionescontrarias y representativas. De ahí que en el caso de laficción literaria la ciudad sea algo más que un tópico, untema, un escenario o un telón de fondo. Corresponde a un modode vida, o a una actitud mental, que hace o ha hecho historiay se expresa según diversas concepciones. Las ciudadesescritas son alusivas y se disparan en extremos y tienen comopunto de partida un ideal, de cuyo quiebre surgen las ciudadesde los sonámbulos, querellantes y desafiantes, diría IsaacJoseph. Esa ciudad inicial alude a un espacio o época idealque puede proyectar un mundo feliz y perfecto, propio de losarquetipos míticos o de mundos letrados y cultos. El paradigmaes una Arcadia, como tal lejana, a imagen y semejanza de unmundo perdido o de un centro ausente que corresponde a un deseo,un no lugar. Las de los sonámbulos son ciudades cuyosindividuos, ciudadanos o transeúntes en actitud alerta“apuesta[n] por la proliferación infinita entre lasasociaciones entre las ideas y entre los hombres, apuesta[n]por la profusión cualitativa de las formas por más que éstasresulten precarias” (Joseph: 16-17), entendiéndolo como unser en relación con el afuera, donde se debate lafenomenología del espacio público.Las de los querellantes se reconocen en los lugares del homoviator, ese ser que en ellas transita busca, aprende,aprehende, vive, se angustia o se solaza como viajero ycaminante que entra en relación con el otro. Si el anterior

alterna con el espacio público, éste lo hace con losindividuos. Propicias a la recreación de épocas contemporáneaso lejanas, se destaca en ellas la idea de progreso en sudesarrollo urbanístico, arquitectónico, social o económico, lamutación de valores, la dinámica cultural, la movilidad de susestructuras, las nuevas o antiguas formas de vida, expresión, conocimiento ocomportamiento. Son ciudades con historia, en las que desde laliteratura se da una tácita invitación a recorrer susescenarios, a conocer la vida social y política de otrasépocas, las modas y modos, las formas de pensamiento yexpresión. Propias de determinadas generaciones con reconocidatrayectoria y en marcha, priva en ellas la actitud crítica ycontestataria.Las ciudades desafiantes son más propias de generaciones másrecientes y próximas al momento actual; aquellas que han sidodefinidas como las del crack, elboomerang o McOndo (sinalcanzar aún una denominación común en los distintos países denuestra América), en las que desde un espíritu de época semuestra el gusto por la velocidad, el exceso, el vértigo, eldesarraigo, lo huidizo, las sensaciones intensas, la ausenciade compromiso[12].Es indudable que esa diversidad muestra el carácterfraccionado de la ciudad. Nunca como ahora la cultura urbanaestuvo tan fragmentada y polivalente, viviéndose en el casocolombiano desde particularidades extremas que responden adiversas formas de violencia e insatisfacción. Ese movimientose representa en la ciudad de la escritura entre un centrotradicional (lo institucional localizado en determinadas zonasy a la vez clases que conservan nexos con la culturaletrada[13]) y sus márgenes: el sofisticado mundo delconocimiento y la tradición cultural de la Atenassuramericana, pasa por la complejidad de la violenciageneradora de desplazamiento y de ciudades periféricas, por laalienación de sociedades masificadas, por la ruina de losescenarios o las instituciones que anteriormenterepresentaron ciertos órdenes. En unas el pasado consuma lacrisis actual, en otras la perspectiva de presente muestra elremolino de la complejidad contemporánea. La paradoja de esecentro está en su multiplicación: manifestaciones amorfasseñalan no sólo el deterioro institucional sino la degradación

o la vertiginosidad del cambio: el hacinamiento que trae lamigración, el desempleo, el cambio de órdenes y modos de vida,la nueva moral, la nueva sociedad, los escenariosconcentrados, los contrastes entre miseria y opulencia, entrenecesidad e indiferencia, la vertiginosidad con que sucedenlas cosas en un presente ágil e inquietante, en fin, llevan,en el caso de la literatura, a explorar relacionesperiodísticas, testimoniales y temas de lo policial, lo sucio,lo negro, lo erótico, lo gay, lo feminista, etc., en otrosmomentos considerados discursos marginales, subgéneros oliteratura menor, y que lentamente alcanzan legitimación.¿Dónde empieza el centro de una ciudad y dónde termina? Estepuede ser el lugar histórico donde ésta ha sido fundadamarcando territorialidad y nacionalidad; puede ser también ellugar donde “se instalan” las oficinas institucionales(centros de poder político, religioso...); el punto de crucede vías y rutas; el sitio de encuentro comercial, de tránsitoy de lúdica. Mientras más compleja una ciudad, másmetropolitana y cosmopolita, más reñida su territorialidad. Ennuestros países la cultura hidalga se centraba alrededor de lavida social, religiosa, cultural y política regida por lasinstituciones feudales; más adelante, a fines de la colonia,la sociedad criolla se marcaba en el salón y la tertulia, endebates de los letrados alrededor de temas de la ilustración yel enciclopedismo, por ejemplo, mientras en las calles yzonas periféricas interactuaban las clases marginales operiféricas; entre las sociedades patricias y burguesas, sinabandonar lo anterior, se apuntaba a otros modos y formas devida y conocimiento que buscaban libertad e independencia y,avanzado el siglo XX, con el desarrollo de las sociedadesmasificadas, se genera una notable dispersión ydiversificación del centro y los centros de poder. El centrose ha multiplicado y lo marginal forma parte de lo cotidiano,pues es un sector real de la sociedad y no solamente algorecién llegado a ella. De una u otra manera pertenece a ungrupo de individuos que han migrado de un lugar a otro, que enun momento dado pudieron verse como una amenaza para lasociedad establecida, al considerarse como resultado dedesequilibrios sociales, políticos y económicos, generadores ysobre todo generados, la gran mayoría de los casos de la

violencia. Sin embargo, no es igual la ciudad de losinmigrantes externos a la de los internos o desplazados.a. La ciudad de los inmigrantesTransterrarse, salir de su patria, huir del territorio, conquistar o construir nueva ciudad. A mediados de los 50 se retoma en la literatura colombiana el problema de la inmigración que había inquietado a los escritores de finales del siglo anterior, motivado por el desplazamiento forzoso, a causa de la Guerra de los Mil días. Primero fue la narrativa de la violencia rural y partidista y luego una literatura de escenarios y comportamientos urbanos, cuya correspondencia se verá reflejada en ficciones actuales que revelan mundos pasados, aunque no concluidos, no obstante la pérdida de los lugares donde los hechos pudieron transcurrir.Veamos la misma ciudad desde dos miradas “extranjeras” en dos escenarios diferentes en dos épocas cercanas: Los elegidos (1953),de Alfonso López Michelsen y El rumor del astracán (1992), de AzrielBibliowicz. En la primera, ubicada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la vivencia es la del tránsito de un alemán a Bogotá perseguido por régimen nazi. En la segunda,la búsqueda de fortuna en tierras americanas, de un par de jóvenes polacos. En las dos se presenta el exilio forzoso o voluntario, como una forma de salvación de la vida o de la miseria, es decir, los protagonistas de las dos novelas tienenmóviles semejantes: huir de su lugar de origen y buscar establecimiento permanente o transitorio en un lugar de América. Dadas sus condiciones económicas y de clase, B. K., el protagonista de Los elegidos, elige la Bogotá de la “burguesía” bogotana, y logra sostener ciertos vínculos con personajes de clases inferiores, lo que le permite comparar y diferenciar niveles sociales y culturales. El personaje narra en un diario su experiencia, describiendo el ambiente en que se instala, lo compara con su propia cultura, destaca el choque de clases en que “los elegidos”, herederos de la mentalidad hidalga y burguesa, se mueven entre los privilegiosde la opulencia y el despilfarro, la educación selecta, los valores laxos y la actitud vergonzante de su identidad y su lengua, que muestra el menosprecio del aldeano y el asalariadoy el desconocimiento del verdadero país. Cabal representante delrastacuero, se ampara en los modelos extranjeros y de clase yparticipa de los valores de la llamada cultura letrada, la de la Atenas suramericana. Las condiciones de esta clase privilegiada se mueven entre la verdad y la apariencia: no

siempre son lo que pretenden ser, su vida transcurre entre losnegocios y el salón del club, entre la producción económica, los viajes al Europa, la comunicación en inglés o francés, la amistad fingida, el simulacro y el juego. Al contrario, sus servidores están entre el trabajo, sobrevivir de un salario, los avatares cotidianos, la lealtad a la amistad y la solidaridad sin reservas. Los patrones viven en cómodos ambientes burgueses donde puede hacerlo la elite y sus empleados en el sur, en viviendas populares. La ciudad de los elegidos” es de espacios cerrados: la alcoba, la sala, el salón, el club, y eventualmente la sala de la casa de campo; la de los asalariados es su alcoba (no siempre su casa, pues parecen vivir en inquilinatos o en arriendo), la calle, los sitios públicos (la cafetería, el cine). La novela logra una radiografía de una ciudad en dos territorios: la del los habitantes del “norte” y sus privilegios y la de los del “sur”y sus dificultades; en sus espacios urbanos la cultura ciudadana difiere: como letrados, los unos tienen el poder y los beneficios de las instituciones, viven en barrios espléndidos, grandes casas, frecuentan clubes, viajan al extranjero, se visten con ropa importada, gustan de la buena mesa, los buenos restaurantes y los mejores estudios y espectáculos, mientras los otros como iletrados, es decir sin el poder que confiere la letra, viven entre la servidumbre, la pobreza, la dificultad económica, en viviendasarrendadas, no gozan del estudio y entre sus diversiones solamente logran acceder al paseo al parque, a un cine, a una cafetería.Los inmigrantes de El rumor del astracán son diferentes. Si en la anterior novela narra un burgués alemán que mira con sorna el ambiente al que arriba, Bibliowicz narra formas de la cultura a que pertenece, la judía, y da testimonio de su tránsito a estas tierras. En un estilo de guión cinematográfico, la voz narrativa cuenta el desplazamiento de polacos a América latinadesde Szcuszin a Bogotá, pasando por Nueva York, Cuba y Barranquilla, en un periplo que desde el primer momento se explica como aventura de viaje en busca de fortuna. No se trata de llegar a “la tierra prometida” ni a “la tierra santa”, sino de aprovechar lo que un lugar ofrece para poder retornar al sitio de origen en mejores condiciones económicas,puesto que la situación en su país de origen es crítica. No hay interés de instalación, conquista o fundación de un mundo

imponiendo o adoptando comportamientos y costumbres, sino de búsqueda de oportunidades en otro lugar. Sin dejar de rodearse de sus congéneres, y desde luego de sus valores, normas, creencias y principios, los personajes recorren una ciudad y regresan siempre al lugar donde se centra su territorio o su habitat.Refiriéndose a la perspectiva de los narradores que vienen o descienden de otros países, Nora Eildelberg afirma que en un principio escribían “para dejar testimonio a las generaciones futuras, tanto judías como cristianas, de los comienzos de la comunidad judía en el Nuevo Mundo”[14], y Beatriz Sarlo considera que con el tiempo las sociedades “incorpora[n] en sus bordes a escritores de origen inmigratorio, residencia barrial, cultura en transición” mientras construyen un escenario[15]. En el caso de la novela de Bibliowicz no solo llevan y evocan sus raíces sino aunque que aunque amen el lugar que los alberga, afrontan “la nueva cultura con sus atractivos y tentaciones, sin ser desleal[les] a la cultura traída del Viejo Mundo” (Eildelberg, 140).La Bogotá que se recorre dista mucho de la de López Michelsen:si la de éste es la de los grandes dirigentes, aquí es la de los pequeños comerciantes, la que se recorre a pie de un lugara otro, la de los inquilinatos para extranjeros, la de los ghettos culturales y raciales más que sociales, la del desarrollo comercial de los años 40, la de la carrera 10 como centro cercano a la Plaza de Bolívar, la de las barberías de encuentro de los señores, los salones de te, los almacenes de sombreros o de telas, la de los negocios de extranjeros, la del tranvía y el tinto de cinco centavos, la del paseo al parque y las retretas, la de las radionovelas con temas que recogen en paralelo historias cercanas a la vida misma y a la novela que se lee, la de las transacciones fraudulentas, la del vestido oscuro y la llovizna persistente. Por el contrario, la de Los elegidos es, definitivamente, la heredada dela sociedad hidalga matizada con la cultura burguesa del sigloXIX, alimentada por el deseo cotidiano de imitar a Europa ensus modos y formas culturales. En El rumor del astracán se vive el día a día del trabajo, de la vida sencilla y comunitaria, de las dificultades de comunicación, el sentimiento de vacío, la realidad de la pobreza y la necesidad de poseer algo o de aprender algo para satisfacción personal, como puede verse en

Ruth su protagonista. Mientras de la ciudad de “aristocracia burguesa” recreada por López Michelsen persiste el barrio, gran parte de sus construcciones y modos de vida muy “bogotanos”, de la de Bibliowicz quedan algunas calles, determinadas construcciones patrimoniales y ciertos almacenes de telas originarios de inmigrantes judíos y palestinos; el resto ha sido recuperado por la memoria oral, archivos fotográficos, consultas sociológicas e históricas. Los ejemplos anteriores hablan de ciudades vistas o vividas desde los inmigrantes extranjeros, cuyas motivaciones iniciales son la violencia en sus países, pero suactitud es la de estar al margen de los hechos y las circunstancias del lugar a que arriban. Su actitud no parece activa sino pasiva frente a esa sociedad y cultura; más de espectador que de actor, en el caso de la novela de López Michelsen, su propuesta busca desenmascarar a la sociedad de “los elegidos” para exhibir sus imposturas. En la de Bibliowicz, está época la narrada y la de su escritura, es decir los años 40 y el comienzo de los 90, respectivamente. Sibien está presente la reconstrucción de la ciudad en sus calles y lugares, sus costumbres y circunstancias particulares, hay una estructura narrativa muy propia de la contemporaneidad que muestra la importancia de la imagen y la secuencia, una suerte de guión cinematográfico. Además de hacer una crítica a una sociedad de tramitología, tramitadoresy el traficantes y delatar el abuso de poder de los de “arriba” frente a los de “abajo”, sobresale la visión de la cultura ajena: esa primera generación de polacos judío que migraron a tierras americanas sin pretender establecer vínculos ni incorporarse a ellas. Están sus sitios de encuentro: su sinagoga, su cementerio, sus almacenes, la barbería, el café, la casa y de ésta la cocina para las mujeres. Es decir, una domesticidad hecha cotidiana y revelación de una cultura y una sociedad localizados. ¿No hay algo de este ciudadano en los magistrales relatos de Esther Fleisacher, donde quedarse significa vivir en la nostalgia?

b. La ciudad de los desplazadosEl desplazamiento interno dio paso también a otras formas deliteratura que entrecruzan testimonio y ficción. Uno de losautores que más ha proyectado una nueva mirada a la narrativa

de y sobre la violencia desde la década del 70 es ArturoAlape. En su obra la memoria es inevitable para mostrar lahistoria del país que del campo pasa a la ciudad, para decirque naturaleza y violencia van de la mano del desplazamientoforzoso.“Nos cambiaron la muerte natural por la muerte afusilada. Mevolví maleza, me volvieron dañadísimo, los malos espíritus meacompañan siempre en este silencio que me persigue[16],afirma el narrador de uno de los cuentos de Las muertes de Tirofijo;y en El cadáver de los hombres invisibles, en el cuento que da título ala colección, una voz dice: “No soporto la vida metida en estemonte, durmiendo en esta cueva que apenas alcanza para larespiración de usted.”[17] Condenados a la violencia, a lapersecución, a la miseria cotidiana, al miedo y a actuar enconstante defensa y actitud vigilante, los personajes sedesplazan “enmalezados”, “encalezados” y “enmontados” entreun libro y otro o entre un espacio telúrico y otro. Sucondición errante, caracterizada por seguir el inciertoitinerario de la persecución y la huida entre el monte,evitando obstáculos naturales y humanos, camuflándose yrepitiendo actos de defensa, recuerda el momento fundador delos odios que establece cierta asimilación de una violencianatural expresada con incontrolada vitalidad. Así, en laimagen de un río desbordado, sincretiza guerrilla-militares-desplazados, puesla concepción de una violencia ciega se proyecta como luchadevastadora. La movilidad del río es diversa de la concepciónde Heráclito, aunque no pierde su ser existencial: es laidea de un río que “ayer fue río apacible”, “de vida normal”y hoy es “de lo más verraco”, pues arrastra en su corrientelas vidas que quita a los otros de las manos. En su reciente obra el panorama cambia y el movimiento muestralas consecuencias del desplazamiento a la ciudad. En una desus páginas de Sangre ajena[18] una voz dice: “Sangre ajena quecorría sin que uno sintiera escalofrío culpable en el cuerpo.Sangre desechable que debía perderse en las alcantarillas deMedellín. También corrió con mi dolor la sangre mía...”(17).Palabras de Ramón Chatarra al evocar su historia, su origenfamiliar, su situación económica, su urgencia de salir delhogar y la inevitable muerte de su hermano Nelson, situando allector tanto emocional como socialmente en el ambiente del

sicariato, una de las consecuencias de la violencia. Dolorosanovela de “aprendizaje” en la que son transgredidos lospropósitos de las novelas de su estirpe. Aprender a vivir eneste caso, es enfrentarse a la muerte, al vagabundeo, aldesplazamiento constante, al miedo y la soledad, al horror dela muerte y la sangre derramada de los unos y los otros. Elpasado es lo perdido y el presente la penuria. A medio caminoentre la ficción y el testimonio, Alape aprovecha en estanovela elementos adelantados enCiudad Bolívar. La hoguera de lasilusiones (1995), donde desde la oralidad del habla frente a laatención de quien escucha se reconstruyen historias ytestimonios de vida, para salvarlos del olvido. Allí “lamemoria ha hablado” de cómo nació Ciudad Bolívar, de suscalles y pobladores, de sus jóvenes y viejos, de Bogotá comorepresentación del país, pues “la provincia se reproduce en lacapital, se acentúa y se desdibuja en otras confluencias. Ensus calles se escucha la continuidad rítmica de vocesregionales que van perdiendo sus acentos por el uso en elintercambio del hablar y del escuchar. Pero lo originarioregional prevalece como una constancia humana”[19], porque “elpasado no está muerto”. Bogotá en su “otra ciudad” comotransitoriamente pueden serlo Medellín o Santa Marta,contrastando con los lugares de violencia urbana.Ciudad Bolívar es esa “otra ciudad”que vive en Bogotá, que en los textos de Alape es un lugar que acoge y donde sus habitantes están entre su gente: “Uno tiene como una posesión que va más allá de este cuerpo, es como la identificación de uno con otra persona pobre” (Alape: 1995, 26), dice uno de losentrevistados, y afirma el autor: “no es el paraíso de la violencia, Ciudad Bolívar es el paraíso de la pobreza’’(107). Allá regresa Ramón Chatarra en Sangre ajena, después de un periplo desde y hacia la muerte, en busca de hogar y de sosiego. La ciudad como basura y sangre, recorrida en el Medellín o la Bogotá violentas, que imponen los oficios del dolor y de la muerte: “sangre desechable que debía perderse enlas alcantarillas”, como se reitera.En la misma línea, pero desde una marcada sensibilidad femenina es la novela de Laura Restrepo en La multitud errante (2002), que puede encerrarse bajo el concepto de peregrinación, entendiendo que errar es estar en el limbo, en un no lugar donde las personas se pierden unas a otras.

Peregrinaje, exilio, desplazamiento, búsqueda. En ella, “Sietepor tres”, un desplazado y eco de la “Guerra Chica”, nacido el1 de enero de 1950, es decir, en plena violencia partidista, busca a Matilde Lina, perdida en los avatares de ese desplazarse interminable de un lugar a otro. Buscándola lo busca todo. El todo en la nada, en el vacío, en el largo errar. Siete por tres ha salido de un lugar para ingresar en el abismo de la pesadilla donde los retenes son patíbulos, los albergues confirman el errar de todos, la soledad es la expresión de todos, el desarraigo la única certeza. Como en Steinbeck, se sale de la casa para no regresar jamás, pues es como si un destino fatídico obligara ocondenara a errar cumpliendo en el peregrinaje una condena que parece no detenerse y jamás alcanzar el fin.La violencia obliga a enterrar a los seres queridos y a salir huyendo para salvarse del peligro y del miedo genera víctimas que en una cadena interminable llegan a ser verdugos, porque la guerra “no cesa, cambia de cara no más” (32-39). Un albergue recibe desterrados que van de paso, sobrevivientes demasacres, seres que logran escapar de la prepotencia de los atacantes. El albergue es un lugar de emergencia y catástrofe.En uno de ellos Siete por tres se refugia, se hacina y comparte vivienda con un número incontable de seres que como él buscan algo. Condenado inútilmente a la búsqueda traumáticapor no encontrar lo que se busca: las personas, los afectos, la tierra, los recuerdos, los amaneceres felices, re reciben acambio los vacíos, las ausencias, las distancias y cada vez más la lejanía. No hay tierra prometida, no hay albergue, no hay amor pleno, no hay compañía a pesar de la multitud que errante va de un lado a otro por lugares ajenos. Cada cual hace parte de esa multitud que arrastra “por entre encuentros y desencuentros al poderoso ritmo de su vaivén.”Esta nouvelle testimonial y lírica penetra en el grado máximode la peregrinación; en ella se exorciza y resemantiza laviolencia y la exacerbada realidad del país, asociándola auna condición más amplia: “Por qué será que Occidente carganegativamente esa expresión, como si implicara ladesintegración o la locura, cuando estar fuera de sí es lo quepermite estar en el otro, entrar en los demás, ser los demás”(133), inquiere la mujer que narra, Ojos de Agua,sintetizando exilio, desarraigo y desplazamiento como un no

poder ser con el otro, en el otro, desde el otro, y en estacondición estar condenado a perder la identidad, el vínculo,las raíces. La ciudad es aquí un lugar errante, un estar comoCaín, condenados a la búsqueda desde la pérdida delterritorio, y la voz narrativa hace un señalamiento a lahistoria y a la sociedad, destaca las condiciones y modos devida, lo perdido y lo encontrado y, sobre todo, el carácter demarginado por una sociedad que termina por acostumbrarse aellos.

c. La ciudad del escepticismoSon varias las novelas y cuentos que le apuestan a la representación del espacio urbano, con temas y problemas inmediatos, comunes a los imaginarios colectivos y a la aldea global. Marcadas por las truculencias de una gran ciudad y en particular a las del país, estos escritores recurren a la veza temas escabrosos que alimentan imágenes de la violencia y eldeterioro (sicarios, empalados, personajes corruptos, asesinatos, persecuciones, en fin), jugando con indicios o con episodios y situaciones propias de los bajos fondos, con otras más cercanas a la rumba dura así como a la condición homosexual que se imponen como forma de vida afianzada en el aquí y ahora. En ellos Bogotá, Cali, Medellín, por ejemplo, (análogas en muchos casos a Nueva York, México D.F., Londres…)se asumen en sitios y calles conocidas, en lugares que condenados a lo efímero han desaparecido o en escenarios sólo posibles en el mundo de la ficción. Novelas como Opio en las nubes (1992) de Rafael Chaparro Madiedo, Al diablo la maldita primavera (2003) de Alonso Sánchez, Perder es cuestión de método (1997) de Santiago Gamboa,Satanás (2002) de Mario Mendoza o La Lectora (2002) de Sergio Álvarez, serían ilustrativas.En Opio en las nubes la ciudad es concebida como espacio que se haampliado urbanística y geográficamente hasta romper loslímites de un lugar concreto. Es un espacio cosmopolitaalimentado por la cultura de “rumba dura”y las fiestas”ácidas”. Las alusiones a Bogotá no son suficientes paraconsiderarla como tal: prisión, hospital y mundo enfermocaracteriza su universo, en el que se vive en grupo elaislamiento, la desindividuación y la soledad. Sumergidos enla vida nocturna, en ambientes cerrados y en mundosinteriores, los personajes invierten vida cotidiana del hacer

o el construir por las sensaciones, el ruido intenso, laasfixia, el aislamiento y el encierro. La noche, el tumulto,la agonía y el ruido contribuyen a la recreación de laatmósfera de esta ciudad de crisis y deterioro, donde todo esapocalíptico y abisal. El mundo subterráneo obedece a unapesquisa y a una continua vivencia de su tiempo, debatiéndoseentre la irreverencia frente a lo normativo, el horrorcotidiano, el desencanto y el vacío. El autor definía a sugeneración desde sí mismo: “Yo soy de la cultura deaguardiente y mula, yo soy de cocacola, aspirina y neón”, y sunovela fue ganadora de un premio nacional, por un jurado quela vio en su momento como la que venía a refrescar lanarrativa colombiana marcada por el macondismo y lastendencias del boom narrativo latinoamericano, al expresar lacrisis de unas generaciones, la sensibilidad desencantada dela época y la búsqueda de nuevos lenguajes capaces de sugerir,como en este caso, que la vida está llena de “mucha heroína,mucho alcohol” y sobre todo “mucha tristeza”. Justamente, eltono de diversas voces narrativas muestra el vacío y larecreación de una sensibilidad demencial, delirante yescéptica, aparentemente ajena al acontecer histórico,político o social, y concentrada en la realidad de quien vivea merced del instante efímero y en la soledad sin límite.Cuestionando la pureza de los cuentos de hadas, paradigmáticosen las sociedades normativas, señala a su momento que no sontan asépticos, ni tan creyentes, e incita a su contrario: noasearse, no leer, no hacer deporte, no trabajar sino vivir“las mañanas llenas de luces inútiles”. Así por ejemplo,Sven, uno de los personajes, ingresa a un hospital por unasobredosis, y narra desde su agonía que se siente “un muñecode trapo”, que “murió ayer o tal vez la semana pasada” en“una ambulancia con whiski”, en la que oía frases como:“mierda se nos muere, mucha heroína, mucho alcohol, muchatristeza, mierda, quédese tranquilo, relájese...” (ChaparroMadiedo, 27), mientras la gente “lo miraba con esos ojos quedecían, pobre chico, tan joven, tan sano, tan blanco” y élrespondía “tranquila gente, no soy tan sano, ni tan limpio, nitan creyente, no me lavo los dientes todas las mañanas comoustedes, no me cambio de medias todos los días como ustedes,no leo tantos libros, no hago deporte, ni rindo tanto en eltrabajo como ustedes, tranquila gente” ( 29). Como Sven, los

otros personajes oyen rock, grunge, la música de Jimi Hendrix,The Cream, Nirvana o Donna Summer y conciben la felicidadamando en paz y yendo al W.C., mientras la violencia, laintolerancia y la impotencia asedian.Que Opio en las nubes es una novela que teje la ciudad con lamúsica es indudable. Su temática, su actitud, los espaciosfísicos, la interioridad que se pliega, repliega y despliega,por las calles y los sitios así como por los gestos, por lavida escéptica y turbada, por sus gritos, sus silencios y susmuertes. Esto explica que cárceles, hospitales, bares,hipódromos, habitaciones, viviendas, azoteas, WC, en desorden,lugares descentrados, edificaciones o construcciones del almaque siente que “todos los días son grises”. Así mismo, lospersonajes son a la vez el gato Pink Tomate recorriendo elmundo de Amarilla y narrando desde el presente, viendo cómoJob antes de morir con paso lento “le echa un poco de café albrandy”, que “Sven es un individuo que huele a tigre fatigado”y que “la ciudad entera está muerta”, mientras se siente“como en esos cuentos de hadas donde la princesa perdida vadispersando cosas para recordar el camino a casa”. (24) Una ciudad híbrida con malecón, mar, playa ypuerto, avenidas y bares, rutas de buses conocidas, lluvia ysol, vodka, cigarrillos y pastillas donde todos los domingos“nos sentimos rotos, tristes y en nuestras miradas no habíamás que un león de arena” (167) y en la que el ritmovertiginoso del un relato fragmentado y zigzagueante se mueveentre “una aspirina o tal vez una anfetamina” y entre el deseode saltar al vacío o las ganas de cortarse las venas, comodice un poema del texto: “con el filo de tu aliento /el filode tus silencios para que la mañana y el cielo y las nubes sellenen con tu sangre” (151-152). Transitar sin rumbo fijo enun continuo relampagueo de palabras llenas y a la vez vacías,las voces se alternan rítmicas, frenéticas y cortadas comola vida de los personajes por entre la suciedad, la calle y elgritar de las sirenas o el intertexto de Gary Gilmourcondenado a la silla eléctrica. Muchas imágenes que sustentanla fragmentación del discurso y del mundo, el vacío y lapulverización, la velocidad, las sensaciones, el ruido y elpaso rápido de las cosas, expresan con ironía la travesíavital, como en este fragmento:

La calle. La noche. Unas babas. Dos babitas. Tres babitas. Lasuciedad. Las luces de neón. Un disparo en la oscuridad. Uncuerpo. Dos cuerpos. Un cigarrillo. La ropa. Los autos. Losperros. Las putas y bares. Los árboles y la canecas trip triptrip. Las ventanas. Los rostros que se asoman por la ventana.Las puertas. Los perros. Guau guau. Otro disparo. Pum. Mierda.Ugh. Zas. Un vidrio roto. Una sirena. Una puta que corre. Laropa. Un árbol. El aire. La calle. Qué cosa tan jodida. Eseolor. Diez de la noche. Un poco de lluvia tri trip trip.(Chaparro M., 35)

El presente es un ahora, “trip trip trip”, el futuro no existey el pasado ha concluido, todo es desasosiego emanando de la vida, del silencio y de las palabras; vivir en la ciudad es estar en la noche con su vida de cielos negros y nubes de ceniza que multiplican infinitamente sus fragmentos. Jimi Hendrix Experience, The Cream , Spend the night together, I Shot The Sherif, Donna Summer y Wagner, a quien Max oía “porque alguna vez leyó que era un tipo capaz de pomponer mientras cagaba” (32), se mezclan en esa cárcel vital y hospital diario donde por igual se canta laberínticamente: “Get Back Get Back To Where you Belong” igual a Gay Gilmour que en la silla eléctrica pide cerca “I Can´t Get No Satisfaction”. La ciudad en esta novela es la de “gente que se levantaba en las mañanasvuelta mierda y en la noche se iban al wc del bar y te decían tranquilo chico, todo bien? claro todo bien y despuéstodo era igual, la música, la policía, la botella estallada en la cabeza. El ritmo de los días se vivía en el fondo de un wc” (47).Según Juan Manuel Silva, la novela destaca un “ritmovertiginoso que conduce a la destrucción radical de un mundoabsurdo” (. . .) “para sus protagonistas jóvenes, para elmismo autor -estaba enfermo- y para una ciudad que puede serBogotá“[20], al “crear una atmósfera con un ritmo galopante desensaciones, de cortos balbuceos, como si fuera la medialengua de un argot de grupo marginal que no apareceexpresamente, que no se encierra en tecnicismos” (Silva, 42). La noche y la música se dirigen al desencanto yla derrota, al mundo sin dioses, a la vida amenazada por el

no futuro. Y es a través de la música que expresa formas depensamiento influido por la cultura norteamericana y lalengua inglesa que han aportado al “desarrollo delindividualismo moderno y urbano” forzando al individuo asumirse en el silencio en la ciudad y a reconocer en “lacalle, el café, el almacén, el ferrocarril, el autobús y elmetro” los lugares donde prevalece “la mirada sobre eldiscurso“ (Sennett, 381). Su forma narrativa obliga a “mirar”la velocidad en el espacio a través de la alianza música-individuo-ciudad, que muestra una relación muy actual con elmundo, generadora a veces de aislamiento y hostilidad, perotambién de intensidad y confusión.El caso de Al diablo la maldita primavera es más festivo, aunque nomenos desolado. Se trata de la máscara sobre la máscara: unasensibilidad femenina atrapada en un cuerpo masculino narravertiginosamente y con estilo autobiográfico y lúdico lasperipecias de un Drag Queen en ambientes bogotanos: de día“macho” en espacios de heterosexuales, de noche “hembra” enescenarios de homosexuales, travestis y varones. La moda, losimaginarios norteamericanos, los del cine y la música, en fin,nutren la vida del/la protagonista que busca infructuosamenteun amor para soportar los constantes arrebatos de la soledad.Un amor que se le revela y acepta siempre furtivo ytransitorio. Si bien en ella se recorren zonas, barrios,universidades, gimnasios, lugares específicos de una Bogotádonde se afirma la cultura y la sensibilidad camp, ésta esmatizada por lo marginal de un personaje yoico que seconstruye a través de su palabra demoledora o encantadora.Entre el día y la noche, la voz de una nueva Scherezada que senarra a sí misma y al hacerlo transmite acentos de un universoque se oculta y revela como un gran simulador en una sociedadde doble moral: permisiva y alienadora. Vértigo, intensidad,levedad, velocidad, visualidad y densidad se transmiten, comotrazos de una ciudad cosmopolita y en continuo movimiento,existente en cualquier lugar contemporáneo. ¿Acaso no puedeser ésta cualquier otra ciudad contemporánea?Mario Mendoza, Santiago Gamboa y Sergio Álvarez tienenparticularidades afines: situaciones propias de la novelanegra, realismo sucio y género policial que reflejansociedades y realidades violentas, haciendo uso de recursosespecíficos, tales como la trama y estructura, escenarios y

situaciones, lenguaje crudo, coloquial y agresivo, héroes yprotagonistas anónimos víctimas de presiones y corrupcionessociales propias de cualquier ciudad grande. Novelas queconsignan asuntos del presente inmediato o de un pasado más omenos cercano para no olvidarlo, pues se trata de una suerte de recorridosobre aspectos de la sociedad aprovechando una estética dealta recepción, en la que se registran acontecimientos deldiario vivir en ciudades con altos índices de violencia ypeligrosidad. Generalmente se trata de volver a episodiospasados, a momentos grabados en el imaginario y la memoriacolectiva, a casos que resultan o resultaron conmovedores einexplicables, a situaciones enigmáticas, truculentas eirresueltas, o a situaciones cercanas a lo registrado en lacrónica roja y amarillista. Una narrativa que se nutre de laexploración de asuntos como crímenes en serie, magnicidios yotras clases de actos delictivos.Entre el narrador testimonial y periodista (Gamboa), el cronista heredero de la trama negra pero también de los crímenes leídos en Reminiscencias de Santafé de Bogotá (Mendoza) y elnarrador de la velocidad contemporánea, casi “chateando” desdela escritura, se recorre la ciudad, presentándose en ocasionescomo narradores autobiográficos: el primero como periodista, en ciertos casos judicial, el segundo como un intelectual que se debate entre la reflexión y la explicación teórica de la violencia y el comportamiento del criminal y sus víctimas, y la investigación de ciertos sucesos y el tercero como escritordel vértigo del presente. Son investigadores que, hasta ciertopunto, a la manera de Hammett representan la virtud en un mundo corrupto y sin moral, donde se ejerce la ley por la propia mano. Ni superhéroes ni superhombres, sus detectives o investigadores son seres corrientes y a veces ingenuos, que sesumergen en lo oscuro de la ciudad, en la noche misma, para aclarar lo inexplicable.La ciudad en Gamboa, por ejemplo en Perder es cuestión de método(1997), muestra contrastes entre dirigentes de clase mediaalta frente a empleados de oficina, a individuos que respondena orígenes de base popular y participan del mundoinvestigativo y policial, a mujeres de vida nocturna, a ciertaburguesía bogotana, a la cual parece pertenecer el mismoreportero protagonista que investiga sobre un caso de

empalados. Los recorridos por la misma corresponden a sectoresclaramente reconocibles, con los cuales se pueden trazar mapasy rutas especialmente de sur a norte, a zonas centrales, alugares de oficinas y lugares alejados. Intriga, suspenso,indicios, en fin, componen la estrategia narrativa que incluyehomicidios, desapariciones, empalados, mafia, narcotráfico,negocios turbios, relaciones amorosas fallidas, intención decubrir un reportaje, en fin, donde finalmente no importa tantola resolución del enigma sino la vivencia de los hechos en unaciudad caótica y peligrosa.La ciudad de Mendoza tiene otras modalidades: es más próxima alos bajos fondos: prostitutas, prostíbulos, bares de malamuerte, zonas marginales de “alta tensión” en Bogotá, como elllamado Cartucho - refugio de indigentes, recicladores,individuos de distintas edades y sexos que han decaído graciasa la violencia, la miseria, el vicio, paradójicamente ubicadoa espaldas de los edificios de gobierno más importantes –otras zonas, calles y lugares específicos en sus primerasnovelas, cuyos títulos son altamente significativos (La ciudadde los umbrales, Scorpio city y Relato de un asesino) que, en el caso deSatanás (2002) estructura tres niveles narrativos que seentrecruzan y encuentran en razón de la violencia y lodemoníaco de la naturaleza humana. De una parte se ve elrecuento de un suceso que conmovió a la ciudad años atrás,cuando un excombatiente de Vietnam intempestivamente y como un poseso comete en una tarde varios asesinatos en serie,incluida su madre, unos vecinos, unos amigos de una zona másdistante de la ciudad y un amplio número de comensales de unreconocido restaurante; reconocido como el “caso Pozzetto”, lahistoria se retoma para entrelazarla a otra de una posesióndemoníaca que a la manera de la película El exorcista de los años70, se articula a la vida de un sacerdote de vida licenciosa,y se anuda a su vez a delitos frecuentes en nuestras ciudades,en los que aprovechando a una bella mujer dotada de llamativosatributos físicos como arma para manipular a una posiblevíctima se realizan los llamados “paseos millonarios”. Laintriga se dinamiza entre las necesidades económicas, losinstintos amorosos y los impulsos tanáticos en una sociedadenferma, concentrada en la ciudad que más claramente larepresenta.La de Álvarez se mueve en direcciones semejantes, en una caja

de resonancias que muestra una determinada ciudad nocturna enla que simultáneamente suceden hechos, cada cual con mayor omenor intensidad, debatiéndose entre lugares y no lugares,entre el uso y ocio, pues por cada sitio se pasa sinestablecer vínculos consigo mismo o con los otros: más calleque hogar, más espectacularidad y menos privacidad e intimidadprofunda con el otro, interacción individualizada. La ciudadpuede ser cualquier ciudad compleja y una metáfora del país ene los tres casos, escenario de la violencia y corrupción y losautores dramatizan acontecimientos de la realidad pasada ypresente. Es, así mismo, una topología y un tropo moralprovinciano y cosmopolita al mismo tiempo, en el que más quedescubrir criminales o víctimas se exhibe una realidadcotidiana sostenida en la violencia y el desarraigo, no sólonacionales sino contemporáneos. Indudablemente sus personajesson seres vulnerables; humanos expuestos a peligros ocultospero no inesperados aunque sorprendentes.Indudablemente el objeto ciudad y el sujeto habitante,muestran que la ciudad es una sucesión de territorios en los quela gente se establece, se repliega y “busca cobijo yseguridad.” La ciudad es también un espacio concreto y unterritorio simbólico, del tipo que sea, no por ello menosreal”. Al escribir las ciudades o, mejor, al hacer que ellassean escritas además de vividas, no se puede ignorar lo que yaexiste, lo que falta y lo que cotidianamente se pierde o seagrega. Mapa y escritura convergen. La literatura, diceAlesandra Merlo, “es una línea, la misma que empieza con eltítulo y termina con el punto final, a veces con una fecha yun lugar, como se hace en una carta” (Merlo, 54). Laliteratura dibuja ciudades, produce imágenes de éstas encuanto visiones de mundo, considerando este aspecto “muycercano a la filosofía”, pues “plantea que el mundo comoconjunto pueda ser resumido de manera satisfactoria en laciudad, como metáfora de una totalidad” , construir su imagenen la literatura significa “volver a tomar en cuenta laposibilidad de que la ciudad sea un lugar ideal, cuyo dibujoperfecto sea el símbolo de una forma de vivir. Esta presunciónnace más que en la literatura en la filosofía, y másexactamente en la filosofía platónica y neo-platónica, quepropone la perfección de los modelos y la coincidencia entreforma y contenido: si la forma de la ciudad ideal es perfecta,

lo será también su gobierno; si el hombre se inscribe en elcírculo, como en el famoso dibujo de Leonardo (y antes en losde Vitruvio o Andrea di Giorgio), es porque el macrocosmo y elmicrocosmo se enfrentan y corresponden. De aquí se crea todauna serie de ciudades/mundos cuya finalidad es la de mostrarla bondad y la justicia que enlazan un buen proyecto y su vivibilidad. Es desde estaconcepción que nacen textos como De Civitate Dei de San Agustín,Utopía de Tommaso de Moro o La ciudad del sol de Tommaso Campanella,ejemplos de lugares/gobiernos perfectos, aunque situados enuna geografía paralela, que no comunica con la nuestra [U-topia: en ningún lugar] (Merlo, 54- 55). Hay tantas ciudades en una sola como modos de viday escrituras. Perfectas e imperfectas. Recorrer una ciudad enla literatura es no sólo recorrer su historia y la del país alque pertenece sino una verdadera aventura de viaje. Esdesplazarse de un lugar a otro, ver sus transformaciones,anquilosamientos o destrucciones en el tiempo. Ver susreconstrucciones e invenciones. Aproximarse a los imaginariosde sus gentes y los rincones o rutas que apelan a cada lectoro a cada escritor. Viajar por una ciudad a través de laliteratura es conocerla y reconocerla. Es encontrar lascercanías y las distancias de sus mundos y sus habitantes ytranseúntes. Es vivir una peregrinación a sus espacios yculturas conocidas y desconocidas, habitadas y deshabitadas,soñadas y repelidas. Es internarse a lo íntimo, a lo privado ya lo público y encontrar la tensión entre lo real y loimaginado como entre lo cotidiano y lo insólito y reconocerseen ello.