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ELABORACIÓN DE UNA CLASIFICACIÓN DE
COSTAS COMO INSTRUMENTO MARCO
PARA EL CUMPLIMIENTO DE LOS
ARTÍCULOS 65 Y SIGUIENTES DEL
REGLAMENTO GENERAL DE COSTAS (R. D.
876/2014) POR LO QUE RESPECTA AL
RÉGIMEN DE USOS Y OCUPACIÓN DE LAS
PLAYAS
CARACTERÍSTICAS GEOMORFOLÓGICAS DE LAS COSTAS
VALENCIANAS
EULÀLIA SANJAUME SAUMELL
CARLES SANCHIS IBOR
FRANCESCA SEGURA BELTRAN
JULIÁN SORIANO GARCÍA
INDICE
GEOMORFOLOGÍA, DINÁMICA MARINA, ACCIÓN ANTRÓPICA
1- FACTORES QUE CONTRIBUYEN AL MODELADO LITORAL 2
1.1. Marco estructural, litología y principales rasgos geomorfológicos 2
1.2. Suministro fluvial 6
1.3. Análisis de los vientos 14
1.4. Dinámica marina 16
1.4.1. Oleaje 17
1.4.2. Corrientes litorales 22
2.- MODELADO LITORAL VALENCIANO 26
2.1. Acantilados 31
2.2. Costas bajas rocosas 73
2.3. Tómbolos 78
2.4. Costas de acumulación 81
2.4.1. Costas de restinga y albufera 81
2.4.1.1. Albufera de Peníscola 82
2.4.1.2. Albufera de Torreblanca 85
2.4.1.3. Prat del Quadro de Castelló 91
2.4.1.4. Albuferas Nules-Moncofa 92
2.4.1.5. Albufera d’Almenara 94
2.4.1.6. Albufera Puçol-Alboraia 96
2.4.1.7. Albufera de Valencia 104
2.4.1.8. Marjal de Cullera-Tavernes 115
2.4.1.9. Marjal Xeraco – Xeresa 130
2.4.1.10. Marjal de Pego 132
2.4.1.11. Albufera de Xàbia 136 2.4.1.12. Albuferas residuales 140
2.4.1.13. Albufera d'Elx 141
2.5. Playas de cantos 145
2.6. Playas de arena 151
2.7. Dunas litorales 158
2.7.1. Foredune 158
2.7.2. Campos de dunas 162
2.7.2.1. La Devesa del Saler 162
2.7.2.1.1. Evolución de las dunas de la Punta
del Perellonet 172
2.7.2.1.2. Evolución del resto de las
dunas del Saler 182
2.7.2.2. Dunas de l’Altet 185
2.7.2.3. Dunas de Guardamar 195
2.7.3. Dunas fósiles 204
3.- DEGRADACIÓN POR CAUSAS ANTRÓPICAS DE LOS
SISTEMAS LITORALES 212
3.1. Cambios en el sistema sedimentario litoral por causas naturales 215
3.1.1. Disminución de aportes sólidos por cambios climáticos 216
3.1.2. Subida del nivel del mar 217
3.2. Cambios en el sistema sedimentario litoral por actividades
Humanas 218
3.2.1. Sedimentos que no llegan al mar por extracción en cauces
Fluviales 221
3.2.2. Regularización de los sistemas fluviales 222
3.2.3. Cambios sedimentarios en las propias playas 223
3.2.4. Infraestructuras artificiales en el sistema costero 226
3.2.5. Subida del nivel del mar por causas antrópicas 230
3.3. Alteraciones sobre los sistemas dunares 232
3.3.1. Ejemplos de destrucción directa 238
3.3.2. Datos preocupantes 240
4.- RECOMENDACIONES 243
5. BIBLIOGRAFIA 246
ANEXO I: MATERIALES Y METODOLOGÍA
ANEXO II: GLOSARIO
1
MEMORIA GEOMORFOLOGÍA, DINÁMICA MARINA, ACCIÓN
ANTRÓPICA
Las formas litorales se generan en un ámbito de transición relativamente
estrecho y quedan integradas dentro del sistema litoral. El sistema litoral es
muy complejo, puesto que en él confluyen procesos continentales, marinos y
atmosféricos. Esta complejidad es la responsable de la fragilidad y variedad de
las formas costeras. Se trata de un sistema abierto con entradas y salidas tanto
de energía como de sedimentos. La principal entrada de energía la proporciona
el viento, del que dependen las olas y, en consecuencia, las corrientes litorales.
Pero esta energía se desgasta por rozamiento, de ahí que si en un
determinado lugar algún elemento que actuaba como disipador de energía
desaparece, las olas perderán menos energía por lo que se incrementará la
erosión en ese punto. Por lo que respecta a los sedimentos, los que llegan a la
orilla de la playa transportados por las corrientes litorales tienen una
procedencia diversa: fluvial, la erosión de los acantilados, transporte de
material desde la plataforma continental, erosión de afloramientos submarinos,
destrucción de formaciones relictas (dunas y playas fósiles), material
transportado por vientos terrales y, finalmente, sedimentos detríticos de origen
orgánico. La pérdida de sedimentos para el sistema se produce, bien por
acumulación en determinados tipos de trampas sedimentarias o bien por su
depósito en lugares de demasiada profundidad como para que posteriormente
puedan ser devueltos al sistema sedimentario. Por otra parte, el funcionamiento
sistémico de la zona litoral supone que cualquier acción que afecte a sus flujos
dinámicos y/o sedimentarios provocará desequilibrios sedimentarios, que
pueden traducirse en sobreacumulación o en erosión acelerada. En este último
2
caso, las pérdidas de sedimentos pueden dar lugar a la aparición de problemas
totalmente irreparables o, cuando menos, de muy difícil solución.
1- FACTORES QUE CONTRIBUYEN AL MODELADO LITORAL
En la configuración del relieve costero habría que tener en consideración la
estructura del relieve y su situación con respecto al mar, ya que de ello
depende tener una costa baja o una costa acantilada. Habrá que tener en
cuenta, también, la labor de los sistemas fluviales, puesto que los ríos con sus
sedimentos contribuyen a desarrollar llanuras aluviales que entran en contacto
directo con el mar. Los ríos, además, son una de las principales fuentes de
suministros de los materiales que contribuyen a la génesis y desarrollo de las
formas litorales: playas, flechas, restingas, dunas, etc. Por otra parte, no hay
que olvidar los procesos de dinámica marina, principalmente olas y corrientes,
que son los responsables del transporte y reacomodación de los materiales que
entran en el sistema litoral, ni tampoco al viento que es el que genera directa o
indirectamente los procesos de dinámica marina.
1.1. Marco estructural, litología y principales rasgos geomorfológicos
La costa valenciana queda enmarcada por los relieves de la Cordillera Ibérica
(con una orientación NW-SE), al norte, y los de las Cordilleras Béticas, (el
Prebético Externo y Subbético, con orientación NE-SW), al sur. La sucesión de
anticlinales y sinclinales determinan la aparición de unos relieves que pueden
llegar directamente al mar, y proporcionarnos una costa acantilada, o formar
depresiones rellenas con sedimentos aluviales. En el dominio ibérico del sector
septentrional predomina la tectónica de fractura, en donde las fallas se van
escalonando hacia el mar. Algunos relieves (Serra de la Valldangel, Serra
d’Espadà, la Calderona, les Rodanes, Perenxisa, Muntanya de Cullera, les
Agulles, Corbera, etc., quedan ligeramente retranquedas en una situación
prelitoral, mientras que otras como la Serra del Desert de les Palmes llegan
prácticamente al mar, o forman acantilados como la Serra d’Irta. En la zona
3
llana de la depresión valenciana emergen, además, pequeños afloramientos
que sobresalen de las zonas de marjal como la Muntanyeta dels Sants, que
habría sido una isla en la Albufera de Valencia.
Entre los sistemas montañosos ibérico y bético aparece una zona de transición,
en la que se superponen las dos direcciones de plegamiento, dando lugar a
una zona de relieves tabulares. Este tramo se extiende en torno al macizo del
Mondúver y el domo de Xeraco, que está separado del anterior por la fosa
tectónica de la Valldigna y la zona diapírica de Barxeta, y que se prolonga
hasta el valle del Riu d’Alcoi. El relieve presenta un carácter bastante masivo
debido a la debilidad de los buzamientos, a la abundancia de llanos
estructurales e, incluso, al mismo entrecruzamiento de las dos direcciones de
plegamiento casi ortogonales (Rosselló, 1969).
El dominio bético se extiende por la zona costera desde los promontorios de la
Nau hasta el Vinalopó. Los pliegues de estos relieves presentan una
orientación general en sentido NE-SW, aunque localmente pueden tener
también direcciones N-S y NNW-SSE. Es un sector, además, en el que la
aloctonía de los materiales acentúa los cabalgamientos (Rosselló, 1995 a).
Según este autor, las escamas imbricadas se suceden de norte a sur en el
Marquesat y la Marina. En las inmediaciones de la costa, el Montgó es una
masa cretácica que domina la depresión margosa neógena de Xàbia y las
rasas de abrasión marina del Cap de Sant Antoni y del Cap de la Nau. Las
margas y yesos del Keuper determinan no sólo la aparición de diapiros, sino
que tienen un papel destacado en el desenganche de cabalgamientos y
deslizamientos de los que el mogote eocénico del Penyal d´Ifac sería un buen
ejemplo. De las fases más recientes del plegamiento alpino serían la Serra
Grossa de Sant Julià y el Cap de les Hortes.
La litología presenta rasgos variables de potencia y extensión en las tierras
valencianas. Desde el Triásico, la historia sedimentaria se descompone en dos
grandes ciclos.
4
Fig. 1. Mapa localización
El primero es un ciclo marino que abarca todo el Mesozoico. A lo largo del
mismo se producen sucesivas alternancias de transgresiones y regresiones,
que conducen a una potente sedimentación de calizas masivas que alternan
con margas y areniscas. El segundo, que se inicia en el Oligoceno y en el que
5
todavía nos encontramos en la actualidad, es un ciclo continental. En este
predominan las litologías procedentes del desmantelamiento de la cobertera
calcárea y se caracteriza por los procesos de tipo erosivo. Ambos ciclos
responden a distintos comportamientos tectónicos. Mientras en el ciclo marino
mesozoico predominó la actividad epirogenética alternando con periodos de
relativa calma, el ciclo continental terciario-cuaternario va asociado a un
periodo orogénico y de reajustes isostáticos (Mateu, 1982). La fase paroxismal
de la orogenia alpina (intraoligocena) es la que tiene más importancia en el
tramo septentrional de las tierras valencianas. En esta fase se produce la
máxima compresión de la cordillera Ibérica (Simón, 1982), por lo que se
generan las grandes estructuras anticlinales y sinclinales: anticlinorio de
Espadá, sinclinorio del valle del Palància, anticlinorio de Javalambre-
Calderona, etc. En el sector meridional, los empujes tectónicos alpídicos
cuartearon, replegaron y elevaron la cobertera mesozoica (Gaibar, 1974). De la
misma quedan algunos retazos formados por margas y calizas del Cretácico
superior, o por tongadas más duras del Cretácico inferior (Serra Gelada). La
cobertera cretácica se apoya sobre capas de calizas del Jurásico, que a su vez
se habían depositado sobre sedimentos triásicos, que son los materiales más
antiguos de este tramo. El paroxismo alpino generó pliegues de distinta
dirección en cuya intersección, que habría resultado sumamente debilitada y
fracturada, el diapirismo vio facilitada su labor. A su vez el diapirismo, además
de facilitar los cabalgamientos, contribuyó a la subsidencia de sus zonas
periféricas, como por ejemplo la depresión de Calp.
Con respecto a los grandes trazos geomorfológicos, a lo largo de las costas
valencianas podemos encontrar: conos aluviales, llanuras aluviales, restingas y
sus correspondientes albuferas, dunas y playas. Algunos de los conos llegan
directamente al mar, formando ciertas protuberancias, como es el caso por
ejemplo, del Riu de les Coves, el Millars, etc., mientras que otros se quedan
más al interior debido a la progradación de las llanuras aluviales. En el norte, la
6
llanura litoral de Vinaròs y Benicarló está formada por una extensa acera aluvial
formada con los conos del Riu de la Sènia, Cervol y de la Rambla Cervera, que
ocupan una zona de bloques hundidos (Rosselló, 1995 a). Más al sur, la labor
conjunta del Millars y otra serie de ramblas más cortas han conformado la
Plana de Castelló. Sin embargo, de todas las llanuras aluviales de nuestra
costa, las más importantes son las desarrolladas bajo la influencia de los
principales ríos: Túria, Xúquer y Segura. La mayoría de estas llanuras son
holocenas y algunas han progradado incluso en época histórica, como la del
Túria que ha avanzado 2 km en los últimos 2.000 años. Por el contrario, en la
del Xúquer lo que se observa es una importante agradación, ya que los
sedimentos se van apilando y en la zona de Alzira, por ejemplo, los
basamentos de columnas de época musulmana se encuentran por debajo del
nivel actual (Mateu, 1980). En el sector meridional, el campo de Alacant está
formado por el llano mioceno y aluvial del Montnegre y del Barranc de les
Ovelles, que avanza en suaves glacis hasta el pie del Cabecó de l´Or y del
Maigmó. Los materiales miocenos forman una serie de plataformas que dan
lugar a la Serra Grossa, Cap de les Hortes y Cap de Santa Pola. La fosa d’Elx,
todavía subsidente, engloba el amplio cono del Vinalopó, que no ha podido
progradar hasta el mar actual, mientras que la llanura de inundación del
Segura, se ha generado después de terraplenar un gran estuario (Rosselló,
1995 a).
1.2. Suministro fluvial
Por lo que respecta al sistema fluvial, hay que señalar que en el ámbito
valenciano tenemos dos tipos principales de cauces: los ríos y las ramblas. Los
primeros son alóctonos, presentan suaves pendientes en la cuenca baja, en
donde transportan fundamentalmente sedimentos finos, y llevan agua durante
todo el año, aunque con un típico régimen mediterráneo (estación seca en
verano y aguas altas en otoño e invierno, que es cuando se producen las
máximas precipitaciones). Entre los ríos cabría destacar: el Túria, que tiene una
7
cuenca de 6.393 km2 y una longitud de 280 km. En la llanura costera su caudal
medio anual es de 14,75 m3/seg; el Xúquer, que con una cuenca de 21.578 km2
y una longitud de 497 km, tiene un caudal medio anual de 49,22 m3/seg; y
finalmente el Segura que presenta una cuenca de 6.960 km2, una longitud de
325 km, y módulo absoluto en Cieza de 26,37 m3/seg.
Las ramblas mediterráneas, por su parte, son cursos de menor longitud (entre
50 y 100 km), con cuencas mucho más reducidas (inferiores a los 1.000 km2) y
un funcionamiento totalmente espasmódico, ya que pueden permanecer varios
años sin escorrentía. De acuerdo con Segura (1990), cuando las
precipitaciones superan un cierto umbral (entre 35 y 65 mm según condiciones
se suelo, vegetación, intensidad de las lluvias, etc.,) estas ramblas funcionan
arrastrando gran cantidad de sedimentos, especialmente cantos y gravas, que
gracias a la fuerte pendiente de su tramo inferior son transportados hasta su
desembocadura en donde se acumulan formando amplios conos aluviales.
Fig. 2. Terraza fluvial del río Gorgos
8
El análisis de los registros geoarqueológicos de la ciudad de Valencia
(Carmona, 1990) y de la Ribera del Xúquer (Butzer et al., 1983) ha permitido
reconocer alteraciones que se han producido en el régimen hidrológico de los
dos principales ríos valencianos. Estos estudios indican que desde el periodo
tardorromano o visigótico hasta el siglo XI las avenidas fluviales de los ríos
Túria y Xúquer fueron menos frecuentes y agresivas. Por el contrario, en las
últimas fases del periodo de ocupación musulmana la agresividad de las riadas
aumentó de nuevo de forma significativa y con lo que se incrementaría el
suministro de materiales al sistema sedimentario litoral.
Barriendos y Martín Vide (1998) analizan las crecidas históricas de la España
mediterránea (incluyendo el Júcar y el Túria) encontrando un incremento de las
crecidas extraordinarias y catastróficas en tres momentos: la primera entre
1570 y 1630 (máximos en 1588-1596 y 1602-1620 y año con valores elevados,
1606); la segunda entre 1760 y 1800 (máximo entre 1772-1797, y dos picos en
los años 1790 and 1791); la tercera entre 1830 y 1870, con máximo entre 1848-
1868. Por su parte, Butzer et al. (1983), Mateu (1983) y Ruiz (1998) analizan
las crecidas del Júcar, a partir de los registros arqueológicos y documentales,
señalando unos períodos de elevada actividad y máximo aluvionamiento del
llano de inundación. La reinterpretación de los datos aportados, sobre todo en
el primer trabajo, permite establecer una buena correlación con las oscilaciones
frías, tanto del óptimo medieval como de la Pequeña Edad del Hielo. En dichos
períodos las crecidas fueron muy violentas y provocaron el despoblamiento de
algunos núcleos de la Ribera o la avulsión de la desembocadura del Albaida
(Ruiz, 1998).
Las numerosas investigaciones realizadas, tanto en el ámbito nacional como
en el internacional muestran, entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX, la preponderancia de unos ríos braided, bien desarrollados,
con una elevada carga sedimentaria e importantes crecidas. Estos ríos
9
aportaban una gran carga sedimentaria, resultado de las condiciones
ambientales del final de la Pequeña Edad del Hielo, con unas vertientes
desnudas consecuencia de la rigurosidad del clima y de los usos del suelo de
la época.
La acción antrópica sobre las cuencas y los cauces ha sido especialmente
importante a lo largo de la historia, pero se ha acentuado a lo largo del siglo
XX. Wainwright y Thornes (2004) analizan la influencia de los cambios de la
vegetación en la hidrología en el ámbito mediterráneo y concluyen que más de
600 años de agricultura han producido grandes cambios sobre el ciclo
hidrológico y causado ratios de erosión aumentadas en varios órdenes de
magnitud. La deforestación para el cultivo provocó las mayores pérdidas de
suelo y la agradación de los valles. López-Bermúdez et al. (2002) en una
revisión sobre la frecuencia de las crecidas en los últimos ocho siglos,
concluyen que en los siglos XVIII y XIX se produjo un incremento importante
que atribuyen a la deforestación. García Ruiz (2010) indica que, en España, en
la segunda mitad del siglo XIX se produjo la más severa destrucción del
bosque – que estima en más de 4 millones de hectáreas—debido a la
Desamortización, coincidiendo además con el momento de máxima presión
demográfica en el mundo rural y que persistió hasta los inicios del siglo XX. La
relación entre avenidas y deforestación es difícil de probar, aunque algunos
autores propugnan (Benito et al., 2003) que las grandes avenidas acaecidas a
principios del siglo XX en las cuencas del SE peninsular son una respuesta
clara a la deforestación (García Ruiz, 2010).
Por otra parte, a partir del siglo XVIII los informes realizados por los ingenieros
después de fuertes inundaciones en el Júcar (Bosch, 1886) o en el Segura
(García y Gaztelu, 1889) recomiendan la reforestación como medida preventiva
para combatirlas. El bosque y en general la vegetación protegen el suelo,
previniendo la erosión y potencian la infiltración, por lo que disminuye la
escorrentía superficial, los picos de avenida y el aporte sedimentario. Así,
10
desde el siglo XVIII, se potencian en España políticas de reforestación, que se
han desarrollado fundamentalmente a lo largo del siglo XX (Gómez y Mata,
1992).
También a lo largo del siglo XX se han producido una fuerte presión antrópica
sobre las cuencas. El máximo demográfico de población rural se produce entre
1900 y 1920 y supone una elevada ocupación del territorio, tanto para la
agricultura como para la ganadería. A partir de estas fechas, y especialmente,
a partir de los años 50, con los fuertes movimientos migratorios del campo a la
ciudad, se produce el abandono de la agricultura y la estabulación del ganado.
Por este motivo, se inicia una revegetación natural de las vertientes, cuyo
efecto más significativo es la disminución de la erosión y de la escorrentía
(Segura y Sanchis, 2013; García Ruiz (2010).
Fig. 3. Gravera extracción áridos en la Rambla Cervera
Pero además se han producidos numerosas alteraciones directas sobre los
cauces, entre las que cabe destacar la construcción de embalses y la
extracción de áridos. Las presas constituyen trampas sedimentarias que
interrumpen la continuidad del transporte causando cambios morfológicos en
sectores aguas abajo así como en los ecosistemas deltaicos y costeros
11
asociados (Batalla, 2003; Kondolf y Batalla, 2005). La reducción del gradiente
del cauce asociado al ascenso del nivel de base, reduce la capacidad del
transporte aguas arriba, con la consiguiente sedimentación. La colmatación del
vaso puede llegar a ser total, especialmente en la cuenca mediterránea, donde
las tasas de erosión son elevadas.
Por lo que respecta a la Confederación Hidrográfica del Júcar, la situación de
los embalses figura en el cuadro I (Cobo, 2008). En total han retenido 185,2
hm3 y la ratio media de pérdida desde su construcción es de 12,34%. Los
casos más espectaculares son el embalse de Embarcaderos, con una
disminución del 83,8% de su capacidad y a mucha distancia, Guadalest y la
Toba, con 18,8 y 19,8 hm3 respectivamente. La pérdida anual oscila entre el
0,04 % de Arenós hasta el 2,70% de Embarcaderos.
Cuadro I. Situación de los embalses de la C. H. del Júcar en 2008 (según Cobo, 2008).
Por otra parte, la extracción de áridos del cauce produce un desequilibrio entre
el aporte de sedimento y la potencia de transporte. La falta de sedimento
provoca un exceso de energía del caudal (hungry waters) que compensa
erosionando su propio cauce y sus orillas en un intento de cargarse de
sedimento (Kondolf, 1997; Wishart, et al., 2008). Los efectos directos de la
incisión implican la erosión basal de los puentes y su ruina.
12
En la Confederación Hidrográfica del Júcar las explotaciones de áridos afectan
a la mayoría de los barrancos y llevan funcionando durante décadas a un ritmo
desigual, que ha ido adaptándose a las necesidades de la construcción y a las
licencias concedidas por la administración (Segura, 2004). La tendencia
reciente al descenso de los volúmenes extraídos, no puede paliar en pocos
años la merma de sedimentos en los lechos que se ha producido a lo largo del
tiempo. Los datos publicados por Pardo (1991) para el conjunto de los ríos y
ramblas del Golfo de Valencia – cifras oficiales, que no tienen que coincidir
necesariamente con la realidad --ponen de relieve la sangría que han sufrido
algunas ramblas como la de Cervera, Carraixet o Palància, con unas
extracciones totales entre 1980-1988 de 329.639 m3, 227.260 m3 y 137.925 m3
respectivamente (fig. 4a). Los efectos se acentúan si se calcula la ratio de
volumen extraído por unidad de longitud (fig. 4b). Si se calcula la relación entre
el volumen de sedimento extraído por unidad de longitud del cauce, los
resultados son bastante diferentes: el Xúquer y el Túria pasan a un segundo
plano, mientras que la Rambla de Cervera, con 6.000 m3/km aparece en primer
lugar, aunque queda a bastante distancia del Carraixet, con 4.500 y de la
Rambla de Chiva, con 3.000. El Palància, con unos 1.800 m3/km queda al nivel
de otras pequeñas ramblas; sin embargo, este cauce cuenta con el embalse
del Regajo, que según estimaciones facilitadas por la CHJ (Pardo, 1991) entre
1959-79 podría haber retenido unos de 780.000 m3 de sedimentos. Si se suma
esta cifra a la anterior de 137.925 m3 y se establece la misma ratio, obtenemos
un valor de 10.800 m3/km, lo que sin lugar a dudas, deja esta cuenca como una
de las más perjudicadas en términos de déficit sedimentario.
De todo lo dicho anteriormente, se deduce que los cambios climáticos ocurridos
al final de la Pequeña Edad del Hielo y las modificaciones antrópicas de los
cauces y de las cuencas, han alterado las condiciones hidrológicas y
sedimentarias, lo que ha provocado un reajuste en los cauces que se ha
manifestado a lo largo del siglo XX, especialmente en su segunda mitad.
13
Fig. 4. A) Áridos extraídos en las cuencas de la CHJ. B) Ratio entre el volumen extraído y la
longitud del cauce. (Segura, 2004)
La respuesta a estos cambios antrópicos y naturales es una importante
reducción de los aportes hídricos y sedimentarios, lo que traduce en un
estrechamiento del canal activo y una fuerte incisión. El déficit sedimentario de
14
los ríos se traslada de forma directa al sistema litoral, donde la falta de aportes
provoca un incremento de la erosión en las playas.
Desgraciadamente no hay demasiadas estimaciones de los materiales que los
cursos fluviales transportan hacia el mar. Se ha calculado que el Segura ha
podido proporcionar, antes de la regularización del río mediante pantanos,
80.000 m3 de sedimentos anuales (Arredondo, 1980). Este mismo autor
también calculó que las ramblas de la zona del Mar Menor aportaban 20.000
m3 de materiales anualmente. Teniendo en cuenta estas cifras, debe
suponerse que el volumen de materiales aportados por la Rambla de Cervera,
Riu de les Coves, Millars, Palància, Turia, Xúquer, Serpis, Algar, Montnegre,
Segura y todas las ramblas intermedias ha tenido que ser extraordinariamente
importante, aunque en la actualidad se han reducido considerablemente.
1.3. Análisis de los vientos
El viento constituye una magnitud vectorial definida por su dirección y su
velocidad. La dirección se expresa por el punto de donde procede y
generalmente se distinguen las direcciones fundamentales de la rosa de los
vientos. La intensidad puede expresarse en m/s o en Km/h. La importancia del
viento en el ámbito litoral radica en que la energía que libera pone en
movimiento tanto las partículas del agua del mar como los sedimentos
playeros. Se trata, por tanto, de un agente de doble acción. A pesar de la
importancia que el viento tiene en relación a otros fenómenos climáticos, y del
protagonismo que este desempeña directamente en la generación del oleaje e
indirectamente en las corrientes litorales, sin olvidar sus propias acciones como
agente de erosión, transporte y sedimentación, no existen demasiados estudios
dedicados a este agente atmosférico. Existen pocos observatorios dedicados al
registro de los vientos y los emplazamientos de los anemómetros, en muchas
ocasiones, no son los más adecuados. Un estudio bastante detallado de los
15
datos recogidos en los observatorios de Castelló (Instituto), Valencia (Viveros),
Manises (Aeropuerto), Cap de Sant Antoni (Faro), Alacant (Ciudad Jardín) y
L’Altet (Aeropuerto), puede encontrarse en el trabajo de Sanjaume (1985).
Fig. 5. Polígonos de frecuencia de Valencia y Alicante obtenidos de la serie 1941-1975 del
Instituto Meteorológico de Valencia
En general el régimen de vientos del País Valenciano presenta una clara
alternancia levante-poniente, de carácter estacional. En invierno, la llegada de
masas de aire alóctonas provoca vientos geostróficos de componente W, en
tanto que en verano, la instalación de la masa de aire mediterránea permite
flujos del E, los cuales en la mayoría de las ocasiones se ven incrementados
por el mecanismo de las brisas. Primavera y otoño se muestran como
estaciones de transición. Por lo que respecta a los vientos que soplan desde el
mar, y que son los más importantes desde la perspectiva de la dinámica marina
y el modelado costero, los vientos del primer y segundo cuadrantes son muy
frecuentes en verano, pero relativamente poco frecuentes en invierno. En esta
estación, además, suelen presentan escasa velocidad. Por tanto, puede
deducirse que los vientos marinos locales no son los responsables de los
fuertes temporales invernales, sino que estos tienen que haberse formado en
otros ámbitos geográficos (como, por ejemplo, el golfo de Génova o el de León)
16
y llegar a nuestras costas como mar de fondo. En las pocas ocasiones en que
soplen en nuestra costa vientos marinos fuertes (mar de viento), su incidencia
incrementará los parámetros del mar de fondo adquirido en otras áreas. En
verano, por el contrario, la zona generadora del oleaje es mucho más local y,
en consecuencia, la frecuencia de los temporales es mucho menor. De entre
los vientos marinos, los más frecuentes en el óvalo valenciano son los de
componente NE y E. Por el contrario en el sector meridional la máxima
frecuencia corresponde a los vientos del SE y E (Sanjaume, 1985). Estas
diferencias en cuanto a los vientos predominantes tendrán repercusiones en el
clima de olas de ambos sectores y, en consecuencia, en la componente neta
de las corrientes longitudinales y de la deriva litoral (N-S en el óvalo de valencia
y S-N en el sector meridional).
1.4. Dinámica marina
Los procesos de dinámica marina constituyen flujos de energía que se traducen
en movimientos del agua del mar. Los principales procesos son: olas,
corrientes y mareas. Ellos son los responsables de la erosión costera, del
transporte de los sedimentos y de la acumulación de los mismos en los lugares
apropiados. Las mareas, cuyo rango no supera los 20 cm en las costas
mediterráneas valencianas, no presentan ninguna relevancia en el modelado
de nuestras costas. Por este motivo, olas y corrientes litorales se convierten en
los únicos procesos efectivos. Las olas se generan gracias a la transferencia de
energía que reciben del viento. La energía contenida en las olas es la
responsable de la erosión costera (allí donde esa energía no ha sido disipada
completamente) o de la acumulación de los sedimentos (allí donde se disipa
casi por completo). Las corrientes litorales, por su parte, se desarrollan por
acción de las olas y son las responsables del transporte de los sedimentos
costeros.
17
1.4.1. Oleaje
El oleaje es un movimiento ondulatorio de la superficie del agua del mar, que
se mueve en el espacio sin que exista desplazamiento de masa. Es el
resultado visible de la transferencia de energía del viento a la superficie del
mar. Sin viento no hay olas, aunque para que exista el oleaje no es necesario
que el viento esté soplando todo el tiempo sobre la totalidad de la superficie
marina. El viento puede generar las olas en un determinado lugar y después el
oleaje en su movimiento de propagación puede llegar muy lejos de su zona
generadora. De ahí que, en ocasiones, podamos apreciar oleajes de cierta
envergadura en las áreas costeras en momentos en los que no sopla el viento,
ya que en este caso las olas llegan como mar de fondo. La cantidad de energía
transferida a una ola está en función de tres factores: intensidad del viento,
duración de ese viento, y del fetch (que es la distancia recorrida por un viento
sin cambiar de dirección).
En nuestras costas las olas presentan escasa energía: la mayoría (53% de los
registros) presentan alturas inferiores a 1 metro, y la práctica totalidad (96%)
son inferiores a 2 metros (Pardo, 1991). Así mismo, las olas que alcanzan la
orilla de nuestras playas suelen ser cortas: sus periodos raramente superan los
7s. El predominio de oleajes asociados a brisas marinas es elevado,
especialmente entre los meses de abril y noviembre, transportando muy poca
energía y siendo poco significativos en el modelado playero. Los oleajes más
efectivos son los generados en situaciones menos frecuentes de temporal. Los
temporales marinos, con alturas de olas de 4-5 metros, que afectan a la costa
valenciana se generan por fuertes vientos causados por potentes borrascas
procedentes del W. Estas situaciones se producen cuando existe un anticiclón
en el norte de Europa y bajas presiones en el SW de la Península Ibérica, que
se van desplazando hacia el E, hacia el Mar de Alborán, y acaban centrándose
en el Mar Balear o el Golfo de León. En estas condiciones se generan fuertes
vientos que cuando llegan a nuestras costas presentan una componente NE o
18
E. Además, en las costas valencianas septentrionales, los oleajes más
frecuentes presentan una componente entre NE y E, como consecuencia de un
régimen de vientos con predominio de los procedentes del primer cuadrante,
como se ha comentado anteriormente. Del mismo modo, en el tramo meridional
el clima de olas tendrá una componente SE-E, adecuada al régimen de vientos
predominantes en ese sector. En ambos tramos los temporales más fuertes, los
prevalentes, suelen ser de levante. En cualquier caso la agresividad del
temporal (la altura de las olas) estará relacionada con la velocidad del viento
(asociado al gradiente de presión de la borrasca), a la duración de la tormenta
y a la extensión recorrida por el oleaje (fetch).
Después del análisis de 35 temporales que afectaron a las costas valencianas
entre 1985 y 1989, Pardo (1991) indicaba:
que los de mayor energía eran los procedentes del NE, y ENE. Los del E
y ESE, presentaban una energía mucho menor y los SE eran muy poco
activos.
que los más frecuentes eran los del ENE, seguidos de los del NE y E.
Los del ESE eran menos frecuentes y los del SE casi inexistentes.
la mayor parte de los temporales se producen en otoño (y son los de
mayor energía), con menor proporción en primavera. En invierno son
relativamente pocos, aunque enérgicos.
Cuando las olas llegan a las zonas costeras, a zonas de aguas poco profundas,
sufren una serie de modificaciones ya que al disminuir la profundidad
experimentan rozamiento con el fondo. Estos cambios se concretan en una
disminución de la velocidad y de la longitud de onda y en un incremento de la
altura (Davis, 1978), con lo cual la ola rompe. En el momento de la ruptura de
la ola se produce la máxima disipación de energía y se ponen en suspensión
una gran cantidad de sedimentos, los cuales serán transportados por las
corrientes litorales. Una vez rota la ola, el agua avanza como un flujo turbulento
hacia la orilla, perdiendo su movimiento de propagación y moviéndose por
19
inercia. Además, cuando las olas se acercan a zonas de aguas someras
experimentan una serie de cambios de dirección provocados por: reflexión,
difracción y refracción, cuya consecuencia es la disipación o la concentración
de la energía contenida en los trenes de olas.
La reflexión se produce como consecuencia de la ruptura de la ola en una
zona donde no se disipa toda la energía de la misma, por ejemplo, ante un
acantilado, escollera, dique, barra de arena, etc., produciendo una
interferencia entre el oleaje incidente y el reflejado.
Fig. 6. Efectos difracción con formación de ganchos. Cap i Corb
La difracción es la transferencia de energía a lo largo de la cresta de la ola y
la deformación que experimenta el frente de la ola cuando rodea algún
obstáculo (rompeolas, dique, escollera, final de una flecha de arena, etc.).
20
Al mismo tiempo que se produce el cambio de dirección, las olas van
perdiendo energía y amortiguándose. La forma incurvada que adoptan las
crestas de las olas son las responsables, por ejemplo, de la formación de
los ganchos en los extremos de las flechas de punta libre.
La refracción es un cambio de dirección debido a la influencia del fondo,
que se produce en aguas poco profundas, cuando las crestas de las olas no
son paralelas a las isobatas (curvas batimétricas) (Zenkovitch, 1967). A
causa de la refracción, en las costas rectilíneas se produce una gran
pérdida de energía ya que el frente de la ola cuando llega cerca de la orilla
se distorsiona por refracción y aparentemente se extiende, se estira, tiende
a ocupar más espacio. Pero como la energía contenida en cada uno de los
segmentos del frente de la ola es la misma, cuando aumenta espacialmente
la extensión del segmento del frente de la ola, la energía tiene que
repartirse en un mayor espacio, por lo que disminuye.
Fig. 7. Efecto de la refracción en la playa de Alcossebre
Esta es una de las razones por las que las costas rectilíneas son costas
preferentemente de acumulación. Como consecuencia de la refracción, las
trayectorias de las crestas, las ortogonales (líneas imaginarias
perpendiculares a los trenes de olas), van tomando una forma incurvada.
21
Cuando por causa de la refracción las ortogonales se hacen divergentes
existe una disipación de energía que contribuye a intensificar la deposición
de los materiales (Clarck, 1979). Por el contrario, cuando las ortogonales
son convergentes hay una concentración de energía que contribuye a
incrementar la erosión (Thurman, 1993). Esto es lo que explica la máxima
erosión en las zonas de cabos y salientes y la acumulación en zonas
abrigadas y bahías.
Fig.8. Efectos refracción olas. Erosión en los salientes y acumulación en los entrantes.
22
Fig. 9. Efecto de la refracción y acumulación de sedimentos por sombra de olas después de la
construcción de un espigón paralelo a la orilla. Vinaròs
1.4.2. Corrientes litorales
Por lo que respecta a las corrientes, estas son muy importantes desde una
perspectiva morfológica. Deben su origen al viento y a las olas. El cambio
constante de estas fuerzas provoca que las corrientes varíen en dirección y
velocidad tanto en el espacio como en el tiempo. Estas corrientes son las
máximas responsables del transporte de los sedimentos. Hay dos tipos básicos
de corrientes litorales, las transversales y las longitudinales, que circulan en las
zonas más inmediatas a la orilla y que no tienen nada que ver con la corriente
general del Mediterráneo que circula alejada de la costa.
Las corrientes transversales se generan, después de la ruptura de la ola,
para compensar el apilamiento de agua que se produce en la orilla. Esto
puede realizarse mediante una corriente de retorno generalizada, o
mediante flujos concentrados y perfectamente organizados que son las
corrientes en célula.
23
Fig. 10. Corrientes transversales tipo rip current (en célula) en las costas de Vinaròs
Las corrientes longitudinales son, en realidad, una consecuencia de la
refracción. Cuando las olas se acercan a zonas de aguas someras con un
cierto ángulo respecto a la orilla son refractadas, proyectando un vector de
energía paralelo a la orilla que genera una corriente longitudinal, que se
relaciona con la altura de las olas y con su ángulo de incidencia (Galvin,
1967). Esta corriente se produce exclusivamente entre la zona de
rompientes y la orilla, y fluye paralela a la orilla a lo largo de distancias
relativamente largas. Dada su escasa velocidad, esta corriente no puede
por sí misma poner en movimiento los sedimentos, pero si puede
transportar los materiales puestos en suspensión después de la ruptura de
la ola. De este modo los sedimentos transportados corriente abajo serán
sustituidos por otros que proceden de aguas arriba, por lo que siempre se
mantiene el equilibrio sedimentario del transporte.
24
Fig. 11. Movimiento de un grano de arena por efecto de la corriente de deriva.
La variable más importante para determinar la velocidad de la corriente
longitudinal es el ángulo de incidencia entre la cresta de la ola y la orilla,
aunque depende también del período de las olas, de su la altura, del
gradiente de la playa y de su rugosidad (Komar, 1976). Por lo que respecta
al volumen del flujo, este depende de la altura de la ola en el punto de la
ruptura. Cuanto más lejos rompan las olas, mayor será la zona afectada y el
volumen transportado por esta corriente. Las corrientes longitudinales más
importantes se producen en las costas en donde oleajes de fuerte energía
rompen de una manera muy oblicua, mientras que en donde predominan los
oleajes transversales, la corriente longitudinal es inexistente o muy débil.
El concepto de deriva litoral (material sedimentario desplazado a lo largo de la
orilla bajo la influencia de las olas y corrientes), está totalmente relacionado con
la corriente longitudinal. En las costas del óvalo valenciano, la deriva litoral
presenta una resultante neta en dirección N-S, al contrario de lo que pasa en la
costa al sur de Alicante en donde es S-N, de acuerdo con el régimen de vientos
y el clima de olas de ambos sectores (Sanjaume, 1985). En consecuencia, la
deriva litoral también presenta una componente neta en la misma dirección que
la corriente longitudinal de la que dimana. Lo que ocurre, es que la orientación
de la costa y el distinto ángulo con el que las olas se aproximan a la orilla,
25
provocan que la deriva litoral sea más o menos efectiva en determinadas
áreas. Por ejemplo, la corriente de deriva tendrá mayor capacidad de
transporte en el sector septentrional del óvalo de Valencia, por lo que
consecuentemente en las costas de Castelló predominará la erosión. A partir
de la ciudad de Valencia, puesto que se produce un cambio en la orientación
de la costa, la capacidad de transporte va disminuyendo paulatinamente por lo
que aquí predomina la acumulación, hasta que en los sectores al sur de Oliva,
debido a la propia orientación costera, la corriente longitudinal se anula y el
transporte se hace exclusivamente transversal (Sanjaume, 1985).
Fig. 12. Efecto de un espigón en Torreblanca-Torrenostra. Acumulación debido a la interrupción
de la deriva litoral y erosión inducida aguas abajo.
Los materiales transportados por la corriente longitudinal son los suministros
que pueden dar lugar a formas de acumulación tales como playas en flechas,
restingas, puntales, etc. Por otra parte, las obras de ingeniería perpendiculares
a la orilla suponen una importante alteración antrópica de los parámetros de la
dinámica marina. De este modo, los espigones, diques portuarios, etc.,
provocan una acumulación inducida de sedimentos a un lado del obstáculo (ya
que interrumpen el transporte y obligan a la deposición de los sedimentos), así
como una erosión acelerada al otro lado, puesto que la corriente longitudinal
26
tiene que recuperar la carga sólida perdida, para recuperar su equilibrio
dinámico.
La magnitud de la respuesta está en función de factores tales como:
configuración y orientación de la playa, textura de los sedimentos y orientación
del obstáculo (Carter, 1988). Por este motivo, son las grandes obras portuarias
las que han provocado las mayores alteraciones, aunque no por ello debe
descartarse la acción que pequeños espigones pueden tener en determinados
sectores playeros. Pardo (1991) presenta un análisis muy completo de las
recesiones y progradaciones de las playas valencianas como consecuencia de
las alteraciones antrópicas. Cuanto más grande sea el obstáculo mayor será la
distorsión provocada y afectará a una mayor extensión de playa. La estabilidad
de un tramo de playa está en función del equilibrio entre los aportes
transportados por las corrientes litorales y los sedimentados por las olas.
Cuando se rompe este equilibrio (por construcción de cualquier obstáculo), la
respuesta es inmediata y en pocos meses o años se nota la disminución de la
anchura de la playa. Las costas valencianas habían perdido por este motivo
una media de 4 m de anchura entre 1956 y 1986 (Rosselló, 1986).
2.- MODELADO LITORAL VALENCIANO
La costa valenciana se caracteriza por su variedad. En ella podemos encontrar
la mayor parte de los distintos tipos de modelado litoral, desde acantilados de
todo tipo, hasta costas bajas rocosas y arenosas. Sin embargo, son estas
últimas las más abundantes y dentro de ellas el elemento más característico y
que, quizá, mejor define a las costas valencianas son las formaciones de
restinga y albufera, con mayor o menor grado de colmatación, y que a modo de
rosario más o menos continuado pueden seguirse desde Peníscola hasta
Torrevieja.
Las restingas que cierras las albuferas valencianas son fundamentalmente de
dos tipos: de cantos como la de Torreblanca, o bien restingas arenosas como
27
la de la Albufera de Valencia, Santa Pola, etc. La textura de los materiales de
estas restingas está ligada al tipo de material proporcionado por los ríos de los
que se alimenta. En las zonas donde los ríos son espasmódicos y tienen cierta
pendiente en su tramo final, predominan los cantos, mientras que en los
ámbitos bajo la influencia de los grandes ríos alóctonos predominan las arenas
(Sanjaume, 1985).
El modelo de evolución de las restingas, lógicamente ha estado relacionado
con las oscilaciones del nivel del mar a lo largo del Pleistoceno, pero ha sido
muy similar en todas las restingas de la costa valenciana, con mayor o menor
progradación según la magnitud de descenso del nivel del mar y según,
también, las tasas de suministro de sedimentos. Pero en época histórica, las
restingas del sector septentrional ha sido claramente recesivas (Torreblanca,
por ejemplo), mientras que las centrales (Albufera de Valencia, Tavernes, etc.)
y las meridionales (Albufera d’Elx) han continuado siendo ligeramente
progradantes (Sanjaume, 1985). Con todo, en la parte meridional del golfo de
Valencia el modelo de desarrollo de las restingas ha sido bastante peculiar. En
todas ellas encontramos la formación de una doble restinga. La interna, en
algunos casos queda dividida por el avance de conos aluviales. Entre ambas
restingas quedaba una zona alargada y deprimida con encharcamientos
debidos a la surgencia de aguas freáticas, que se correspondería con fases de
poco aporte de materiales. Finalmente, la restinga externa habría sido en
época histórica mucho más amplia que en la actualidad, pero ha ido
retrocediendo por causas antrópicas. El retroceso ha sido muy marcado entre
Valencia y Cullera y se ha ido debilitando en la zona más meridional del óvalo
valenciano (Sanjaume y Pardo, 2003).
La progradación de restingas y playas, así como el crecimiento de las dunas
están ligados con periodos de fuertes aportes sedimentarios. Así, por ejemplo,
el exceso sedimentario asociado a las crecidas del Túria explicaría la fuerte
progradación experimentada por las playas situadas en las inmediaciones de la
28
ciudad de Valencia desde época romana hasta que se iniciaron las obras de
construcción del puerto de Valencia (Sanjaume et al., 1996). Los dos conjuntos
dunares de la Devesa del Saler se asociarían a dos fases con fuertes
excedentes sedimentarios: la primera de época romana y, la segunda, de
época islámica y medieval (Sanjaume y Carmona, 1995). Estas dunas debieron
alcanzar, en el pasado, mayor extensión longitudinal y, quizá, mayor altura,
pero los tramos más septentrionales y meridionales desaparecieron como
consecuencia de la erosión asociada al desarrollo del puerto de Valencia (al
norte) y a las transformaciones agrarias que se produjeron a partir del siglo
XVIII, en los tramos situados al sur de la Devesa (Sanjaume y Pardo, 1992). A
partir de la segunda mitad del siglo XX, han sido los procesos de urbanización
los principales responsables de su desaparición. Al norte de la desembocadura
del río Túria también hay evidencias de procesos de progradación, puesto que
existieron algunas acumulaciones dunares, no tan abundantes como al sur de
la desembocadura, que fueron desapareciendo por la fuerte antropización
asociada al crecimiento de la ciudad de Valencia y al desarrollo portuario
(Pardo, 1997).
También pueden encontrarse pruebas de cambios en el régimen sedimentario
en el resto de los ríos valencianos, si bien no han sido estudiados con la misma
profusión que el Túria o el Xúquer.
Fig. 13. Murallas de Alzira enterradas por la agradación experimentada por la llanura aluvial del
Xúquer.
29
Este último río también ha experimentado cambios espectaculares durante los
últimos dos mil años, pero aquí la costa no ha progradado de un modo tan
espectacular, puesto que los cambios se han producido dentro de su propio
llano de inundación (Mateu, 1980), que ha experimentado, sin embargo, una
fuerte agradación que ha determinado la existencia de frecuentes avulsiones
en los abanicos de sus principales tributarios y en su propia desembocadura
(Ruiz Pérez, 1997, 2002). Debido a la agradación, la progradación resultaba
muy difícil.
Con todo, la doble restinga que se genera al sur de la desembocadura del
Xúquer (Sanjaume y Pardo, 2003) demuestra claramente que la progradación
costera sí que existió, aunque quizá la fuente de suministros fuera el río
Xeraco. La restinga interna presenta, además, alineaciones dunares que
alcanzan hasta 7 m de altura (Ruiz Pérez, 2002), lo que denotaría un superávit
de sedimentos. Estas dunas de la restinga interna de Tavernes están
claramente ligadas a los aportes del Xeraco (Sanjaume y Pardo, 2003). Por
otra parte la posición de la torre vigía de Tavernes de la Valldigna, alejada en la
actualidad de la orilla más de 325 m, evidencia un claro proceso de
progradación en este sector costero entre el siglo XVII y la actualidad (Pardo y
Sanjaume, 2001).
Además de los picos climáticos que se produjeron entre finales del periodo
romano y el fin del primer milenio, por una parte, y durante la Pequeña Edad
del Hielo (siglos XVI-XVIII), por otra, las oscilaciones en las tasas de
producción de sedimentos parecen estar relacionadas, además, con las
modificaciones que el hombre introduce en las cuencas de drenaje, que se
manifiestan en: roturaciones de nuevas tierras de cultivo, aprovechamiento
forestal desmesurado y sobrepastoreo. Todo ello conduce a la desaparición de
buena parte de la cubierta vegetal, favoreciendo la erosión del suelo, la
producción de sedimentos y el aumento de la carga sólida de los ríos. Según
Mateu (1982) la aceleración de los procesos erosivos en la parte septentrional
30
del litoral valenciano a finales de la edad moderna se explicaría por los cambios
agrarios acaecidos en la cuenca del Millars y de la Rambla de la Viuda, donde
se pasó de una economía ganadera, que había conducido al sobrepastoreo, a
una economía agrícola, con abancalamiento de las laderas. Esto supondría un
freno para la erosión y, por tanto, un menor aporte fluvial en ese periodo. Los
cambios en el ritmo de los aportes sedimentarios están, por tanto,
estrechamente asociados a las formas de aprovechamiento y gestión de las
cuencas fluviales que abastecen de sedimentos al litoral. En los últimos
decenios, la construcción de pantanos, las extracciones de áridos de los
cauces fluviales y arenas de las propias playas, junto con la urbanización de los
ámbitos costeros, la destrucción de las dunas, etc. ha alterado de forma muy
significativa el suministro de sedimentos en el litoral valenciano.
Fig. 14. Efectos de la recesión de la costa en Moncofa. La torre vigía construida en el siglo XVI
a bastante distancia dela orilla, denominada “Torre caiguda” por su destrucción total llegó a
estar hundida en el mar.
Así pues, como consecuencia de la retención de buena parte de los suministros
sedimentarios que abastecen el sistema litoral, la mayor parte de costas
valencianas se hallan en la actualidad dentro de lo que podríamos denominar
31
una “economía sedimentaria deficitaria”. Los efectos de esta situación –
predominio de las tendencias erosivas sobre amplios sectores—se evidencian
con mayor claridad en aquellos tramos costeros en los que existe una menor
reserva sedimentaria, es decir las playas estrechas y de fuerte pendiente en las
que no existen ni barras submarinas ni alineaciones dunares. Este tipo de
playas se asocian, por una parte a los ríos que llegan a la costa con fuerte
pendiente y, por otra parte, aquellos otros sectores donde la energía del oleaje
es mayor y el transporte litoral más efectivo. En el caso valenciano, la mayor
parte de las costas situadas al norte de la desembocadura del Túria pueden
emplearse como ejemplos de esta tendencia erosiva dominante (Pardo, 1991,
Sanjaume et al., 1996).
Intentando sistematizar, analizaremos las principales formas litorales de las
costas estudiadas, de acuerdo con sus características geomorfológicas:
2.1. Acantilados
Aunque los acantilados suponen menos del 25% de nuestro litoral, constituyen
los paisajes más espectaculares. Desde una perspectiva geomorfológica, los
acantilados pueden ser de dos tipos principales: con plataforma de abrasión y
de tipo plunging (con caída libre al mar). Sin embargo también podrían
clasificarse atendiendo a la altura de los cantiles en:
acantilados altos: como los existentes en los promontorios de la Nau, que
sensu lato es la zona comprendida entre Cap de Sant Antoni y la Punta de
Moraira; el Morro Toix; la Serra Gelada o Penyes de l’Albir; los existentes en
los alrededores de les Llomes de Reixes en La Vila Joiosa; Cap de Santa
Pola (aunque en este caso se trata de un acantilado fósil), etc.
acantilados medios como el Morro de Gos de Orpesa, Cap de Cullera,
sector comprendido entre Moraira y Calp, etc.
acantilados bajos como los situados al pie de la vertiente oriental de la
Serra d’Irta, los de Vinaròs y Benicarló, Alcossebre, Cap de les Hortes,
Torrevieja, Cabo Roig, Punta de la Horadada, etc.
32
Fig. 15. Acantilados promontorios de la Nau desde el propio Cap de la Nau mirando hacia
el sur.
Fig.16. Promontorios de la Nau, desde los acantilados de Benitaxell
33
Fig. 17. Acantilados medios de Calp
Fig. 18. Acantilados medios al sur de Cala Fustera
Fig. 19. Acantilados bajos de Alcossobre
34
Según La Roca et al. (2005), por la tipología del propio acantilado, los
acantilados altos podrían clasificarse también en varios grupos.
Acantilado tipo Pared: Se trata de un segmento vertical o subvertical tallado
en roca caliza masiva, que suele coincidir con una fractura o un plano de
falla. Este tipo no abunda, aunque hay buenos ejemplos de paredes de
unos 160 m de altura en el Cap de Sant Antoni y de unos 100 m en el Cap
de la Nau. Normalmente el enlace a techo con la rasa somital está biselado,
excepto cuando la falla es reciente o ha sido recientemente exhumada. La
parte inferior de este tipo suele presentar formación de balma.
Fig. 20. Acantilado tipo Pared. Faro Cap de Sant Antoni.
Acantilado tipo Cantil-Talud-Cantil (C-T-C): Se trata de un perfil compuesto
de dos segmentos (rectos) verticales o subverticales, los cantiles,
separados por un elemento cóncavo de menor pendiente que es el talud. Es
frecuente en el flysch entre el barranco al S de Cap Negre y la ensenada de
l’Ambolo. El cantil superior coincide con calizas muy carstificadas, con
presencia de cuevas, abrigos y terra rossa, mientras que el resto del perfil
35
se labra sobre flysch. El enlace con la plataforma superior es una arista
nítida, como en los aledaños de la Punta Plana, o un bisel, como al sur del
Fig. 21. Acantilados tipo C-T-C. Sector situado al SE de la ensenada del Moraig.
Cap de la Nau. El cantil basal termina con muescas de abrasión y cuevas.
La litología controla la morfogénesis de la parte alta, mientras la dinámica
marina domina en la base del acantilado. El agua que se infiltra en la roca
resistente diaclasada y que luego circula intersticialmente por el contacto
con la roca menos resistente y más impermeable, determina la evolución
del cantil. El lavado superficial y los movimientos de masa someros
modelan el talud. Este tipo morfológico se encuentra también en las calizas,
margocalizas y margas cenomanienses, al sur de la Cova Tallada, donde el
cantil superior coincide con un plano de falla. En esta misma fachada
nororiental del promontorio de Sant Antoni existen perfiles más complejos,
con al menos dos taludes generales y los correspondientes cantiles (C-T-C-
T-C).
Acantilado tipo Cóncavo: Se trata de un tipo de acantilado de fuerte
pendiente y perfil cóncavo, propio de una morfogénesis por procesos de
36
lavado y flujos de derrubios. Aparece exclusivamente en el tap. La abrupta
concavidad se une a techo mediante una arista. Constituye un tipo de perfil
simple (Trenhaile, 2002), ya que consta de una sola unidad de ladera, lo
que sugiere la edad reciente de estas laderas. Carece de balma pero una o
dos terrazas de abrasión, escalonadas a nivel del mar actual, se prolongan
por una notable plataforma de erosión sumergida. Las terrazas, cubiertas
aquí y allá por derrubios, quedan a merced de las olas durante los
temporales. Hay buenos ejemplos de este tipo de perfil en la ensenada del
Portixol, donde el tap buza contra ladera.
Fig. 22. Acantilado tipo Cóncavo. Ensenada Portixol. Promontorios de la Nau. La amplia
plataforma de abrasión indica el rápido retroceso de estos cantiles.
Dada la escasa resistencia de las margas es probable que tanto la
plataforma como las terrazas sean holocenas. De hecho, no se aprecian
antiguos niveles erosivos ni cuevas marinas en todo el perfil. La presencia
de la plataforma de abrasión sugiere un retroceso relativamente rápido de
este acantilado.
Acantilado tipo Ladera-Cantil: Se trata de un perfil que tiene dos unidades
principales: una ladera o resto de ladera, que conecta con la rasa
degradada; y un cantil basal que puede ser antiguo, actual o rejuvenecido.
37
En detalle la ladera puede estar escalonada. Es un tipo bastante frecuente
que aparece sobre distintas litologías y que reúne acantilados heterogéneos
en edad y evolución. En las calizas cenomanienses, por ejemplo a la altura
de la Torre del Gerro, el cantil, un microcantil basal, está tallado sobre un
coluvión y tiene cuevas. La ladera en conjunto conserva un perfil bastante
regularizado, aunque con alguna ruptura de pendiente convexa (erosión
remontante). El coluvión está parcialmente desmantelado.
Fig. 23. Acantilados tipo Ladera-Cantil. Inmediaciones de la Cova Tallada, al NW del Cap
de Sant Antoni.
Sobre el tap mioceno, entre la Caleta de Fora y la Cala Sardinera, el
elemento superior corresponde a una ladera abrupta, acarcavada y
vegetada, de perfil groseramente cóncavo, que da paso aguas abajo al
cantil desnudo, también acarcavado y facetado según los planos de
estratificación y las fracturas. Tiene una plataforma de abrasión bastante
bien desarrollada. Constituye un estadio evolutivo previo al tipo Cóncavo.
En la Caleta de Dins se conserva un perfil sobre tap y restos de un coluvión
imbricado con eolianitas, que corresponde a una ladera pleistocena
regularizada, convexo-cóncava. El oleaje crea un microcantil que enlaza
38
con una terraza de eolianitas, --a merced de las olas durante los
temporales--, seguida por la plataforma de abrasión sumergida. Este tipo es
más raro en el flysch oligoceno. En la Cala del Pom, la ladera vegetada y de
perfil escalonado pasa a cantil con cuevas de erosión mecánica y nichos de
desprendimientos. La base de la ladera y el cantil contienen huellas de
antiguos niveles marinos.
Acantilado tipo Morfología Cárstica: Sus rasgos morfológicos más notorios
son fruto de los procesos de disolución de las calizas. Es un caso especial
ya que la forma del perfil no se corresponde sólo con procesos superficiales
sino también con los que actúan en el interior de la roca. Aquí, la superficie
de la ladera (que podría ser tipo Pared o Cantil-Talud-Cantil-Talud-Cantil),
corta conductos endocársticos y formas exocársticas que ocupan
horadándola la mayor parte de su superficie. Hay ejemplos únicos como el
gran nicho de techo abovedado al pie de la Plana de Sant Jeroni. Este tipo
de acantilado suele terminar con balma, cuevas, arcos, escollos etc. La
carstificación no falta en otros acantilados, pero sólo en los del Cap de Sant
Antoni es un rasgo definitivo y no simplemente un retoque en el perfil
general.
Fig. 24. Acantilados tipo Morfología cárstica. Inmediaciones Cap de Sant Antoni.
39
Los acantilados valencianos se inician en Vinaròs, ya que entre las
desembocaduras del Riu de la Sénia y la rambla d’Alcalà se extienden 24 km
de acantilados bajos (entre 5 y 8 m de altura), donde alternan conglomerados
de piedemonte y conos aluviales.
Fig. 25- Vinaròs. Acantilados bajos labrados en conglomerados fluviales. Poco resistentes a la
erosión y experimentan fuertes retrocesos.
Estos acantilados presentan numerosas puntas o salientes y se encuentran en
claro retroceso como demuestran las abundantes timbes (bloques
desprendidos del cantil) que en se encuentran por delante de ellos apoyados,
en ocasiones en estrechas playas de cantos.
40
Fig. 26. Timbes en acantilados medios en La Romana
Entre Alcossebre y Peníscola, se alza la Serra d’Irta. La vertiente oriental de la
misma supone un talud relativamente suave llegando al mar generando una
especie de acera, de poca altura, formada por conos coalescentes, entre los
que se encuentran retazos de playas y dunas fósiles, que son los que se
encuentran sometidos en la actualidad a la labor erosiva de las olas. La mayor
parte de los acantilados de esta zona, por tanto son bajos.
La parte oriental del tómbolo de Peníscola también presenta acantilados
medios. En las estribaciones del Desert de les Palmes, entre el Morro de Gos
d´Orpesa y Benicàssim, aparecen acantilados medios que alcanzan los 30 m
en Torre Colomera (Rosselló, 1995 a).
41
Fig. 27. Panorámica de la costa recortada al N de Vinaròs. Acantilados medios de rápido
retroceso alternan con recaladas de material blando.
Fig. 28. Timbes en los acantilados medio-bajos de La Renegada, entre Orpesa y Benicassim
42
La costa acantilada propiamente dicha se inicia, sin embargo en los aledaños
de les Arenetes (Dènia), en donde modestos cantiles se han modelado sobre
los materiales del glacis pleistoceno de la vertiente oriental del Montgó. Aquí
uno de los rasgos más destacados es el amplio desarrollo que alcanza la
balma de erosión marina al pie de los mismos. Plataforma de abrasión en las
zonas en las que persisten dunas fósiles pleistocenas, cuevas, escollos y
timbes desprendidas del cantil son microformas habituales (Sanjaume, 1985).
Fig.29. Arenetes de Denia
El afloramiento de eolianitas termina en las inmediaciones de la Torre del
Gerro, y da paso a los acantilados tipo plunging del Cap de Sant Antoni. Este
promontorio, esculpido en calizas cretácicas, presenta una anchura de unos 12
km. La rasa de abrasión somital constituye en la actualidad una plataforma
cárstica suavemente inclinada hacia el NE, con una red hidrográfica adaptada a
dicha pendiente ya que las cabeceras de los cauces delimitan el borde
occidental de la plataforma. Además de gran variedad de tipos de lapiaz,
existen varias dolinas orientadas preferentemente en sentido NE-SW. El
desarrollo de estas formas cársticas ha tenido gran importancia en la evolución
del acantilado, puesto que en algunos puntos la pared del cantil corresponde a
43
bóvedas de disolución (figura 24), que han quedado al descubierto por la
erosión marina.
En las inmediaciones de la Torre del Gerro la vertiente presenta una inclinación
de unos 35º y debido a la escasa pendiente los barrancos no están encajados.
En la parte inferior se adosan eolianitas pleistocenas en las que la erosión
marina ha generado una plataforma de abrasión muy estrecha que se
encuentra emergida en la actualidad y queda cortada por un microacantilado
que aparece casi totalmente horadado por multitud de pequeñas cuevas. Hacia
levante el acantilado se convierte en una vertiente de cantil-talud, con
microacantilado inferior en el que siguen siendo muy abundantes las cuevas
(figura 23). Poco a poco desaparece el talud, aparecen barrancos colgados y,
en la zona del faro, el cantil prácticamente subvertical, cortado por una falla,
presenta 160 m de altura. En la vertiente oriental, toda una serie de diaclasas
verticales están siendo explotadas por la disolución y dan lugar a cuevas
alineadas en sentido vertical. La base del acantilado presenta alternancia de
cuevas y balmas (Sanjaume, 1985).
Fig. 30. Acantilado vertical, tipo plunging del Cap de Sant Antoni.
Al sur de la Bahía de Xàbia cambia la litología. En estos acantilados se pueden
distinguir dos sectores cuyo límite estaría a la altura de Cap Negre. El
44
septentrional se modela sobre el tap mioceno (margas con intercalación de
margocalizas o calizas), mientras que en el meridional predominan el flysch
oligoceno (alternancia de estratos calizos y margosos) y las calizas masivas del
mismo periodo que se ven coronadas, de modo discordante, por las margas del
tap. La debilidad de las margas que forman los acantilados desde Cap Martí
hasta Cap Negre hace que estos sean mucho más modestos que los
inmediatos de la Nau o Sant Antoni. Por otra parte, esta menor resistencia
litológica permite la formación de una interesante plataforma de abrasión
marina (Sanjaume, 1985) que llega a conectar el continente con la Illa del
Portixol.
Fig. 31. Panorámica desde Cap Prim hasta l’Illa del Portixol. En color verde claro se aprecia la
anchura de la plataforma de abrasión de estos acantilados que conecta l’Illa del Portixol con el
continente, formando un istmo sumergido.
La red de drenaje no está en equilibrio con el nivel de base actual y es
parcialmente endorreica y subterránea. Como resultado de la intensa
carstificación cuaternaria de las calizas, numerosas dolinas aparecen sobre la
rasa. A través de ellas parte del drenaje subaéreo desaparece en el interior del
macizo. El desarrollo del endocarst en el Cap de Sant Antoni es continuo;
mientras que en la Nau se ve interrumpido por la presencia del flysch.
Los cambios litológicos y las directrices estructurales se dejan sentir en la
disposición de la red de drenaje. En la zona de los promontorios de la Nau
45
podría distinguirse entre los barrancos de fondo plano del sector septentrional
que coinciden con los materiales más blandos; la plataforma cárstica de la Nau;
y finalmente el tramo suroccidental en el que la red hidrográfica se organiza en
función de los dispositivos estructurales. Aquí también, la morfología de los
acantilados y su evolución se ve condicionada por fenómenos de disolución y
fracturas más o menos recientes (La Roca, et al., 2005). Se ha constatado en
estos acantilados como la disolución amplia las diaclasas estructurales, de tal
manera que favorece el desplome de bloques enteros por gravedad. Estos
materiales se acumulan al pie de los cantiles formando numerosos escollos
(Sanjaume, 1985). Entre Cap Negre y l’Illa del Descobridor se abre una costa
recortada, con un elevado índice de articulación, esculpida sobre flysch y
calizas oligocenas. Desde la Cala del Pom hasta el Cap de la Nau predominan
las vertientes de cantil-talud, con entrantes y morres que obedecen a fracturas
recientes. Las vertientes están diseccionadas por pequeños barrancos cuya
cabecera se sitúa en el borde exterior de la plataforma somital. En el Cap de la
Nau la disolución parece tener mayor importancia. El acantilado subvertical del
faro (120 m), delata su reciente amputación por una fractura probablemente
pleistocena. En la vertiente meridional han quedado al descubierto dos
bóvedas cársticas que están siendo erosionadas por procesos marinos.
Fig. 32. Panorámica Cap de la Nau.
46
En la parte inferior se ha labrado una balma y numerosas cuevas que
aprovechan las líneas de debilidad estructural. Desde aquí hasta la Granadella
el acantilado reduce su altura y presenta formas más redondeadas ya que
predominan las dolinas hundidas o desventradas. Las cuevas siguen siendo
muy abundantes (Sanjaume 1985). Entre la Granadella y la Punta de Moraira el
relieve se arma preferentemente sobre calizas y calizas margosas del
Cretácico superior. Son materiales duros que se encuentran sumamente
fracturados por fallas transversales. La costa, aunque sigue recortada, presenta
un índice de articulación menor. La tectónica de fractura ha tenido una
importancia decisiva en la configuración de este litoral, ya que la mayor parte
de los apuntamientos de este tramo (Morro del Castell, Morra de la Blanca, del
Roabit, Falguí, Punta d’Aldera, Morro del Tamarit, etc, son escalones de falla.
Fig. 33. Panorámica desde la cala de la Granadella y Punta del Castell hasta Punta de la
Blanca.
La red de drenaje, bastante jerarquizada a pesar de las escasas dimensiones
de las cuencas, se organiza en función de los dispositivos morfoestructurales.
Los barrancos más importantes desembocan en el fondo de las calas, en tanto
que algunos más pequeños quedan colgados. Los acantilados suelen presentar
alturas que oscilan entre 100 y 160 m, siendo algunos totalmente verticales,
47
mientras que otras presentan una morfología de cantil-talud, como por ejemplo
entre la Cala dels Testos y la Cala. En las calizas somitales existe un cantil
subvertical que presenta una brusca ruptura de pendiente en el contacto con
las margas inferiores que mantienen pendientes mucho más suaves. La
debilidad de los materiales basales se traduce en la aparición de una estrecha
plataforma de abrasión. Desde la Cala hasta la Punta de Moraira, que se
adentra en el mar casi un kilómetro, los acantilados se mantienen
prácticamente verticales gracias al buzamiento contrario de los estratos
(Sanjaume, 1985).
Fig. 34. Panorámica desde La Cala hasta la Cala Pinos
Fig. 35. Panorámica hasta la Punta de Moraira o Cap d’Or
48
Los vientos marinos (estudiados de los registros de la Estación Radiocostera
situada en el faro del Cap de Sant Antoni, que dejó de funcionar en 1967)
presentan un abanico de direcciones muy superior al resto de las costas
valencianas debido a la especial ubicación del faro. Son vientos efectivos para
generar oleaje los que soplan desde NW hasta SE.
El promontorio del Cap de Sant Antoni, con una anchura de 10 a 12 km,
culmina en la rasa somital suavemente inclinada hacia el NE y desmantelada
por la erosión remontante de la red hidrográfica. Presenta en superficie gran
variedad de formas de lapiaz así como dolinas orientadas preferentemente en
sentido NE-SW (Sanjaume, 1985). El desarrollo de las formas endocársticas
repercute en la morfología del cantil cuando los conductos cársticos y las
bóvedas de disolución quedan al descubierto (figura 24). El borde septentrional
de la rasa sigue una falla que condiciona su trazado rectilíneo y explica la
abrupta caída del acantilado. El promontorio está drenado por pequeños
barrancos colgados, de fuerte pendiente y perfil longitudinal irregular. Algunos,
por su pequeño tamaño y escasa pendiente, parecen vaguadas de ladera, pero
la mayoría, por su escasa longitud y el régimen hidrológico actual – cauces
secos de caudal efímero-, no guarda relación alguna con su profundidad, lo que
sugiere una génesis fluviocárstica.
Fig. 36. Barranco colgado al sur del Cap de la Nau.
49
Varios barrancos son modestos cañones cársticos, como el Barranc de la
Foradada o el Barranc de la Raposa. Los acantilados del flanco septentrional
del Cap de Sant Antoni pasan de modo progresivo desde una ladera bastante
regularizada en las inmediaciones de la Torre del Gerro (Dénia), hasta un cantil
tipo Pared en los aledaños del faro (La Roca et al., 2005).
El tramo entre la Torre del Gerro y la Plana de Sant Jeroni comienza con
acantilados tipo L-C, con laderas convexo – cóncavas bastante regulares y
acantiladas en la base. A medida que se progresa hacia levante, a partir del
Barranc de la Cova Tallada, estos acantilados pasan a ser tipo C-T-C, cada vez
más abruptos y de menor talud. El microacantilado inferior corta estrechas
rampas de abrasión marina y se labra sobre coluviones y/o eolianitas
pleistocenas. Aparece horadado por multitud de pequeñas cuevas hasta
desaparecer junto al Barranc de la Foradada. A partir de ahí, siguiendo hacia el
Cap, la costa rocosa adquiere un perfil cada vez más irregular y abrupto. La
rasa se encuentra ahora disectada por varios barrancos. La fisuración de la
roca es densa y conduce los procesos cársticos. En el microcantil calizo
proliferan las diaclasas y las cuevas. A la altura del Barranc de la Raposa hay
abrigos y cuevas alineadas en tres niveles muy claros.
Fig. 37. Cuevas cársticas a distintas alturas en el sector septentrional del Cap de Sant Antoni.
50
Existe, además, gran variedad de microformas marinas: estacas a diversas
alturas; escollos antiguos (con muescas de erosión marina) y recientes
correspondientes a desplomes y caídas; terrazas de abrasión; y cuevas tanto
cársticas como mecánicas al pie del microcantil. A juzgar por los numerosos
restos antiguos conservados la tasa de retroceso no parece muy rápida. El
acantilado, a medida que se incrementa el escarpe y desaparece el talud, se va
haciendo más subvertical.
Grandes cavidades cársticas son características del sector comprendido entre
la Plana de Sant Jeroni y la pared del Cap de Sant Antoni, en el que los
estratos buzan 30º hacia el mar. Al pie de la Plana de Sant Jeróni surge una
cavidad abovedada, abierta en una pared-plano de falla, que exterioriza el
equilibrio entre las tensiones de rotura (cizalla) y de resistencia en el interior de
la roca (Ahnert, 2003). En su interior desemboca un conducto a unos 30 m
sobre el nivel del mar. El piso de la cavidad, en rampa, es un plano de
estratificación exhumado de superficie muy rugosa. Junto a su boca se
aprecian una pequeña repisa marina emergida y otra funcional. A techo el
enlace con la rasa está biselado. Hacia el E sigue una ladera próxima a la
vertical de morfología muy irregular, con alternancia de cantiles carstificados y
taludes, que da paso a los dos entrantes cársticos inmediatos al faro (fig. 24).
En la Segunda Cala de Sant Antoni destacan dos niveles cársticos (a +80-70 y
a +63-49 m). El inferior va acompañado de potentes acumulaciones de terra
rossa recarbonatada. Además quedan restos de algún desplome formando
escollos. Por lo que respecta a la Primera Cala de Sant Antoni (fig. 24) son
dignos de mención la dolina desventrada situada sobre un conducto cárstico
partido por una columna central a unos 85 m. y las cuevas cárstico/mecánicas
que jalonan la base del acantilado. Es importante señalar que la ubicación de
estos dos entrantes marinos coincide con las dolinas de la plataforma.
El Cap de Sant Antoni, propiamente dicho, consta de dos partes de orientación
y morfología diferentes. Primero, un acantilado tipo Pared, con huellas de
51
niveles marinos y balma basal, que culmina con un salto de 160 m al pie del
faro. Enlaza con la rasa mediante un bisel labrado por procesos de disolución.
En su parte inferior continúa presentando gran cantidad de pequeñas cuevas.
El perfil submarino adquiere gran pendiente ya que la batimétrica de – 10 m se
encuentra en la misma línea de costa y la de – 20 m a tan sólo 150 m de la
base del cantil (Sanjaume, 1985). Luego, tras un brusco cambio de orientación,
un acantilado tipo C-T-C demuestra la nueva disposición de los estratos.
Proliferan aquí microformas marinas relictas a distintas alturas: estacas, cuevas
marinas y terrazas de abrasión. En la base de este acantilado continúa la
alternancia de balma y cuevas. El islote de La Mona también presenta balma.
En el sector comprendido entre la vertiente S del cabo y Xàbia destaca la
alternancia de valles e interfluvios truncados por acción marina. El acantilado,
es de tipo Ladera-Cantil. Tiene de 10 a 20 m de altura y está tallado sobre
bancos calcáreos de desigual resistencia, que buzan contra ladera. Su posición
más protegida respecto a los temporales dominantes explica la persistencia de
acumulaciones de bloques a su pie, así como la escasez de cuevas. En los
trechos no cubiertos de derrubios el cantil presenta muescas de abrasión
marina. Los barrancos, de cuenca más extensa y perfil algo más tendido que
los del norte, desembocan 1-2 m por encima del nivel del mar actual (La Roca
et al., 2005).
Una vez finaliza la costa baja rocosa generada por las eolianitas pleistocenas,
sobre las que se ha labrado un modelado cárstico litoral de gran importancia
por la variedad de formas tanto deprimidas como en resalte, se inician las
primeras estribaciones del conjunto que hemos denominada como
promontorios de la Nau. En este tramo los barrancos son anecdóticos por su
número y tamaño. En margas, los escasos cauces presentan fuerte
encajamiento. Sobre las calizas oligocenas de la plataforma de la Nau el
drenaje superficial desaparece casi por completo. Sólo ocasionalmente la
escorrentía se organiza en cauces invariablemente cortos, apenas ramificados
52
y rectos, por seguir el trazado de fracturas. Los acantilados, en general, son de
altura media labrados sobre el tap con perfiles abruptos tipo Cóncavo.
Fig. 38. Costa rocosa en Xàbia. Carst marino. Restos de canteras romanas, parte inferior la
derecha.
Fig. 39. Eolianitas del Muntanyar baix con micromodelado de carst marino. Al fondo la playa de
cantos relacionada con la desembocadura del Gorgos.
53
Entre les Caletes de Dins y de Fora, adosado al acantilado margoso de 20-30
m de altura, se conserva un coluvión pleistoceno interdigitado con eolianitas.
Esos derrubios han sido localmente erosionados por el oleaje y la línea de
costa ha sido retranqueada durante el Holoceno hasta formar un cantil de
margas a expensas del talud pleistoceno. En el (tap) el retroceso es
relativamente rápido, como se desprende del grado de erosión postpleistoceno
del coluvión y de la anchura de la plataforma de abrasión sobre las
mencionadas eolianitas.
Desde Caleta de Dins a Cala Sardinera y Cap Martí encontramos un acantilado
medio (60-70 m) de exposición N, sobre tap. Su forma general Ladera-Cantil es
irregular debido a las huellas de la arroyada y de los flujos de derrubios con
cicatrices en V y canales. Al pie se prolonga la plataforma de abrasión (fig. 13).
En la Cala Sardinera desemboca uno de los pocos cauces de este tramo de
costa. La pequeña red hidrográfica ha propiciado una morfología de badlands,
en su intento para adaptarse al nivel de base holoceno. Los acantilados a
ambos flancos de la Cala son distintos. El primero, de exposición NE y unos 80
m de alto, se ha visto perturbado por profundos deslizamientos responsables
de la desorganización de la roca, removida en una masa informe, que va
siendo evacuada por cuantiosos flujos de derrubios. El segundo, de exposición
W, no sobrepasa los 40 m de altura y está labrado sobre tap que pasa
lateralmente, en contacto por falla, al flysch basculado de la punta del Cap
Martí. Su perfil Ladera-Cantil enlaza a muro con la plataforma de abrasión. La
ladera es estructural pues la superficie topográfica coincide con la superficie de
estratificación. Hacia el Cap Martí el flysch se hace más calizo y conserva
huellas de niveles de erosión marina. La Mona del Cap Martí es el primer
escollo de los muchos que hay en este tramo (La Roca et al., 2005).
En el sector comprendido entre Cap Martí y l’Illa del Portixol hay un barranco
que salva un desnivel de pocos metros (5-10 m) para llegar al mar. Desde el
Cap Martí el acantilado va recuperando altura, de 40 a 60 m. Enlaza a techo
54
con un paleorelieve sellado por un depósito encostrado parcialmente
desmantelado. Los estratos de flysch y tap buzan contra ladera y se aprecia la
intensa fracturación en su zona de contacto. Los principales procesos de
modelado (flujos de derrubios, arroyada superficial, y caídas) se adaptan a las
debilidades estructurales y mantienen la superficie desnuda. El perfil del
acantilado es principalmente Cóncavo. Destacan al pie las acumulaciones
cónicas de derrubios, que van siendo evacuadas por temporales marinos. La
plataforma de abrasión mantiene su importancia y de ella emergen Els Pallers,
escollos indicadores del retroceso de la costa (Fig. 31). L’Illa del Portixol, un
retazo de flysch con acantilados tipo Ladera-Cantil, está unida a tierra firme por
la plataforma (La Roca et al., 2005).
En la playa de la Barraca o Portixol, entre l’Illa del Portixol y la Cala del Pom
concurren dos tipos de acantilado. Los de la mitad norte prolongan el tipo
Cóncavo y están interrumpidos por la desembocadura del barranco de la
Barraca. En la mitad meridional, sin embargo, la superposición de un banco de
caliza cretácica al tap, en una estructura de cabalgamiento (Vegas y Pedraza,
1975), introduce un cambio importante.
Fig. 40. Cabalgamiento de calizas sobre margas en la cala del Pom. Bloques desprendidos
impulsan movimientos de masa.
55
La caliza proporciona resistencia y el acantilado recobra sus antiguas
dimensiones pasando de 50 a 140 m de alto. La caliza cabalgante, muy
fracturada y plegada a techo con planos estructurales agrandados por la
disolución, forma un cantil irregular del que se desprenden bloques. En su
caída, al chocar y rebotar sobre el talud de margas, desencadenan flujos del
manto de meteorización y/o del coluvión. Otras veces los flujos de derrubios se
activan con independencia de las caídas. Unos y otros procesos dejan huellas
frescas: nichos de desprendimiento sin pátina en el cantil, morfologías de flujos
de derrubios sin vegetar sobre el talud y acumulación de bloques y derrubios
muy angulosos. El talud, parcialmente vegetado en sus dos tercios superiores,
ha sido cortado por erosión marina holocena de manera que el perfil del
acantilado es tipo Cantil-Talud-microCantil. Es importante resaltar la presencia
de una plataforma de abrasión labrada en margocaliza -a veces con dos
escalones- visible por debajo de los derrubios de ladera retrabajados por el
oleaje (La Roca et al., 2005).
En el flanco orientado N-S de la Cala del Pom, la caliza cretácica pasa a
ocupar todo el acantilado (fig. 40) de 140 m de altura. El perfil es del tipo
Ladera-Cantil y enlaza a techo con la plataforma de la Nau. La ladera vegetada
tiene una forma de embudo que recuerda la de una dolina de enormes
dimensiones. Aunque la acción de la disolución es innegable, no es el principal
proceso en el modelado de este embudo. En este punto las calizas cabalgan al
tap. El paquete de calizas fue subdividido en dos tramos según un plano
horizontal. El superior se despegó y deslizó sobre el inferior plegándose y
enderezándose hasta alcanzar la vertical. Este material, fragmentado por los
empujes tectónicos, fue posteriormente evacuado por movimientos de masa y
procesos de lavado. Hoy se aprecian bloques en posición inestable y nichos de
desprendimientos. Al pie del acantilado algunos de los bloques forman
escollos. El tramo inferior de calizas subhorizontales constituye el cantil que
56
termina en balma. Sobre él reaparecen los niveles de abrasión marina que
proseguirán hasta el final de la zona estudiada (La Roca et al., 2005).
Fig. 41. Espectacular espejo de falla en “La Canal”. Cala del Pom.
Tras la falla de la Canal (fig. 41), que va asociada al cabalgamiento, nos
adentramos en el mundo oligoceno. Se aprecia una relación determinante entre
litología y morfología Cantil-Talud-Cantil. Un tramo de flysch más calizo suele
coincidir con el cantil basal, uno más margoso con el talud, y la caliza, no
siempre presente, forma el cantil cimero. En ocasiones el flysch margoso
desciende hasta el mar y el cantil se desdibuja como ocurre al S de la Cala de
la Barra. En otras ocasiones, como en el Cap de la Nau, la caliza es el único
material aflorante y el acantilado es tipo Pared. Otro rasgo general de este
sector comprendido entre la Cala del Pom y la ensenada de l’Ambolo es la
fracturación relativamente intensa de los materiales. La actividad tectónica
terciaria continúa en la actualidad desnivelando materiales (Vegas y Pedraza,
1975) y niveles marinos cuaternarios. El denso entramado de fallas, fracturas y
diaclasas compartimenta la zona y complica los cambios laterales de facies (La
57
Roca et al., 2005). La articulación y el trazado anguloso de la línea de costa,
con cabos achatados (morres) – Cap Negre, Punta Plana, Cap de la Nao-, y
entrantes rectangulares (al SE de la Punta Plana o la Cala de la Barra),
responden a esta estructura. La fracturación explica directamente algunos de
los perfiles de los acantilados. Los paredones del Cap de la Nau, sin ir más
lejos son espejos de falla (Rosselló, 1980).
Son frecuentes las formas de erosión marina (arcos, escollos y cuevas). El
cantil termina en balma. Las cuevas de origen marino se extienden incluso por
el talud. Algunas cuevas tienen amplio desarrollo vertical, por la expansión
vertical de la fractura a la que se asocia. Otras se extienden en horizontal
siguiendo la dirección de los planos subhorizontales de estratificación. Por
tanto, el perfil típico de los acantilados entre el Pom y l´Ambolo es C-T-C y,
salvo en unos escasos tramos, son de tipo plunging. A veces desaparece o se
desdibuja el cantil superior.
El tramo de costa rocosa entre la cala del Pom y Cap Negre destaca por estar
más vegetado. Sobre los húmedos taludes de exposición NNW se desarrolla un
estrato arbóreo de Pinus halepensis con denso sotobosque de máquia. El
acantilado se labra sobre un flysch compartimentado por fracturas de desgarre
y fallas inversas en bloques levantados y hundidos, sobresalientes y
retranqueados. La tectónica de bloques introdujo cambios laterales
estratigráficos y estructurales, que se traducen en diferencias morfológicas. El
perfil C-T-C típico del flysch es claro en el bloque del Cap Negre, pero se
difumina en el resto. La unión con la plataforma superior, realizada a través de
un tramo de ladera, queda poco definida. El cantil inferior es el elemento
morfológico de mayor continuidad lateral. Guirnaldas de cuevas de origen
marino subrayan los rasgos estructurales. Las cuevas, los arcos y las terrazas
de abrasión, bien conservadas, abundan no sólo en el cantil inferior sino
también en el talud entre los pinos. La tipología de las cuevas es variada y
acorde con la variedad textural del flysch. Por ejemplo, sobre los bancos de
58
textura granulosa, la descamación fina en la que colaboran los líquenes pule
las aristas de nichos y cuevas suavizándolas y redondeándolas.
Fig.42. Cuevas abrasión marina y/o cársticas a distintas alturas. Se ven muy bien bajo los
cantiles superior e inferior, pero existe otro nivel entre ambos, enmascarado por la vegetación,
con cuevas marinas y arcos labrados por el oleaje.
A techo se descubre algún taffoni aislado entre la vegetación (La Roca et al.,
2005). Existen al menos dos niveles de cuevas, algunas dobles, sin señales de
carstificación que fueron localizadas y descritas por Gil (1991) a +25-23 y +10-9
m. Sin embargo, en la base del mismo cantil se localizan algunos conductos
cársticos que han sido invadidos por el mar como la Cova Batiste en los que se
han encontrado restos de playa fósil (Gil, 1991).
En el Cap de la Nau las calizas descienden hasta el nivel del mar. Los
movimientos tectónicos se han reactivado durante el Cuaternario, según
evidencian los niveles de abrasión fracturados y basculados al sur del Cap. La
punta, limitada por espejos de falla, tiene forma de morro achatado, con
paredes que pierden altura desde los 117 m del vértice geodésico hasta los 50
m del extremo. Las microformas reseñables se reducen a alguna cueva
cárstica, niveles de erosión marina y taffonis. Los escollos, orientados en el
59
sentido de la fracturación, son restos de roca in situ. Probablemente este
promontorio tuvo mayores dimensiones en el pasado (Sanjaume, 1985).
En la vertiente meridional del cabo con la reaparición del flysch se recupera el
perfil C-T-C. En los cantiles no faltan buenos ejemplos de nichos en cuña de
techo volado, correspondientes a antiguas caídas de bloques, desprendidos a
favor de los planos estructurales carstificados. La disolución ha creado algunas
cuevas de tamaño considerable en el cantil superior. El talud de perfil regular,
vegetado de matorral, muestra muy pocas huellas de procesos recientes. Lo
más notable de este tramo es la presencia de al menos tres repisas, falladas y
basculadas, jalonadas de cuevas de origen marino. El salto de falla es de 1-2
m. El levantamiento de esta ladera explica la poco frecuente convexidad del
talud. El acantilado termina con señales de abrasión marina y cuevas marinas.
En el sector localizado entre La Guardia y Ambolo el acantilado tipo C-T-C es
interrumpido y su morfología sustituida por otra caótica de difícil definición. Este
cambio se explica por la intensificación de los movimientos tectónicos terciarios
y cuaternarios hacia el sur. Todo este tramo está seccionado por pequeñas
fallas NNW-SSE, generalmente inversas, que generan un ambiente litológico
cambiante, con muchos contactos mecánicos, basculamiento de bloques,
rápidos cambios laterales de facies, zonas de trituración, etc. Como
consecuencia se producen cambios morfológicos que consisten en variaciones
laterales de longitud y pendiente de las unidades del perfil tipo C-T-C,
llegándose incluso hasta la desaparición ocasional de alguna de ellas. A esto
se añade la continuada tectonización de niveles (La Roca et al., 2005).
En el entrante de La Guardia llama la atención una forma de embudo
seccionado que se interpreta como dolina desventrada. Su superficie irregular
está plagada de pequeñas cavidades basculadas a partir de su posición
original. En la génesis del embudo se combinan, por tanto, la disolución y el
colapso desencadenado por la tectónica de fractura cuaternaria. El flysch
subyacente ha sido vaciado por erosión hasta dejar la caliza volada sobre una
60
playa escalonada en dos terrazas de abrasión, cubiertas por bloques calizos
despeñados. Aquí y allá hay nichos frescos y bloques recientemente caídos.
Siguiendo hacia l´Ambolo por “les Pesqueres” continúan los niveles marinos
rotos y basculados. Hay excelentes ejemplos de balma seguida de cuevas,
muchas inundadas. Los procesos denudativos recientes no son muy intensos,
pues el talud está vegetado, y sólo en las vaguadas se distingue algún rastro
de arroyada. Entre las formas debidas a procesos antiguos, hoy ralentizados,
hay que citar las espectaculares cuevas del cantil superior de les Pesqueres.
En la ensenada de l´Ambolo los niveles de abrasión marina basculados indican
que la neotectónica prosigue. El antiguo acantilado de esta ensenada,
desconectado del mar por la playa, traza un arco abierto al SE y salva un
desnivel de 100-110 m desde la plataforma de la Nau. Muestra un perfil
irregular en el que destacan el cantil superior y el talud muy irregular. Falta el
cantil basal salvo en la punta.
Fig. 43. Tectonización de los acantilados en las inmediaciones de la Torre del Ámbolo.
61
De nuevo la neotectónica explica el desorden general y el dibujo de la línea de
costa. El trazado más o menos rectilíneo de la playa de l’Ambolo sigue una falla
de cierta entidad que se extiende hasta la Punta Plana, mientras que otras
fallas oblicuas subordinadas articulan el acantilado. En el extremo NE las
fracturas rompen un coluvión cuaternario. Cantil y talud son morfológicamente
inestables. El talud exhibe cicatrices de flujos de derrubios y deslizamientos
superficiales. Los numerosos bloques desprendidos del cantil se acumulan
sobre el talud o principalmente al pie (La Roca et al., 2005).
Frente a la punta se localiza l’Illa del Descobridor, que al igual que l’Illa del
Portixol, presentan acantilados de menor envergadura, pero de tipo plunging y
mantienen las características de los acantilados inmediatos con una enorme
variedad de cuevas que se generan y ensanchan por procesos marinos como
el choque de las olas contra el cantil y la correspondiente presión-
descompresión que acompaña al choque. Entre la isla y la punta del Ambolo
queda un estrecho canal marino.
El límite occidental del apuntamiento anterior queda marcado por una nueva
falla, agrandada por las aguas de escorrentía que se canalizan por ella y los
sedimentos forman un pequeño cono cuyos sedimentos no han sido
erosionados por las olas debido a la presencia de un pequeño escollo que
protege esta beach pocket de pequeño tamaño. El acantilado hasta la Punta
del Pi presenta un elevado grado de articulación y sigue siendo de tipo
plunging. El cantil inferior, como es característico en todos los promontorios de
la Nau, presentan un elevado número de cuevas de distinto tamaño. Las más
pequeñas son por acción de la dinámica marina que aprovecha las zonas de
debilidad de las diaclasas. Las de mayor envergadura son por la explotación de
dolinas desventradas o por erosión de la pared de cuevas cársticas.
El tramo entre la punta del Pi y la cala de la Granadella se corresponde con
una nueva elevación de la altura de los cantiles. Aquí hay un predominio
absoluto de cuevas cársticas desventradas, algunas de gran magnitud. Se
62
aprecia también en la parte central del sector que el retroceso del acantilado ha
dejado al descubierto dos niveles de cuevas que se corresponderían con
distintos niveles de base. En este tramo hay una estrecha plataforma que se
ensancha en la base de las cuevas donde se acumulan por desprendimientos
de sus paredes.
La cala de la Granadella es una de las pocas que, en el conjunto de las costas
valencianas, podría considerarse como una cala verdadera desde una
perspectiva geomorfológica, el resto son en realidad beach pockets generadas
por diferentes motivos. Para Rosselló (1980), aunque el concepto vulgar de
cala se aplica a cualquier entrante de la costa, las calas propiamente dichas
serían aquellas cuyo tendido hacia el interior sobrepasa, al menos, la anchura
de su boca. La Granadella tiene 200 m de abra y 300 m de saco, con una
profundidad de 10 m en su boca. Además, en ella desemboca el barranco de la
Granadella. Su flanco occidental consiste en una clara fractura de orientación
NNW-SSE, que culmina en el Morro del Castell. Desde este punto la costa
toma una dirección NE-SW a grandes rasgos.
A partir del Morro del Castell se inicia otro tramo muy complejo (fig. 33 y 34),
que culminará con los acantilados del Puig de la Llorença (Benitaxell), en el
que los cantiles presentan alturas considerables (entre 100 y 160 m) y siguen
siendo de tipo plunging. Los salientes de mayor envergadura son producto de
fracturas recientes y las articulaciones de menor envergadura son estructurales
o/y cársticas. Hay varios cantiles que señalan cuevas o dolinas desventradas.
En el Morro de la Blanca se encuentran una gran cantidad de cuevas cársticas
a distintas alturas y con diferente grado de desmantelamiento. En la zona del
Morro de Falguí, el cantil está plagado de formaciones cársticas al descubierto
y a distintas alturas. A lo largo de este sector, la red de drenaje, bastante
jerarquizada a pesar de las escasas dimensiones de las cuencas, se organiza
en función de los dispositivos morfoestructurales. Existen bastantes barrancos
63
colgados y otros que desembocan en el fondo de las calas como, por ejemplo,
la cala dels Testos.
Más al sur se localiza la pequeña ensenada del Moraig, limitada en su extremo
NE por una nueva fractura. En su extremo distal se localiza la cueva cárstica
que da nombre a la ensenada. Una nueva fractura ha dejado despegado un
trozo de la punta del acantilado, formando un estrecho pasillo donde se aprecia
perfectamente el espejo de falla.
Desde el Moraig hasta La Cala de Llebeig, el tipo de estos acantilados es C-T-
C, aunque en muchos tramos el cantil inferior acumula tal cantidad de derrubios
que parece el inicio de un nuevo talud. En consecuencia, en todo este sector
del Morro del Bou los acantilados presentan una plataforma con gran cantidad
de derrubios y bloques de dimensiones considerables, procedentes de
desprendimientos del cantil inmediato. Siguiendo hacia el sur hasta la Punta de
Moraira o Cap d´Or, los acantilados siguen siendo tipo C-T-C, con litología más
blandas en muchos puntos, especialmente margas y calizas margosas, y con el
buzamiento contrario de los estratos de los cantiles (fig. 35). Al pie, como
ocurría en el tramo anterior, se acumulan escollos de grandes dimensiones y
bloques de desprendimientos. La costa sigue siendo recortada por razones
estructurales y litológicas. El tramo final hasta la Punta de Moraira es menos
recortado, apareciendo nuevas cuevas cársticas por la presencia de calizas en
este tramo.
A partir de Moraira el relieve se suaviza y sólo encontramos acantilados
medios, esculpidos en calizas, margas y molasas burdigalienses, a las que en
algunos tramos se adosan eolianitas pleistocenas. El Morro de Toix, que
separa las ensenadas de Calp y Altea, supone el extremo meridional de la
Serra de Toix. Se encuentra flanqueado por acantilados medios y bajos con
plataforma. La plataforma termina en la cala estructural de Gasparet y
reaparece de nuevo al NE de la Punta del Mascarat. El frente oriental y la
vertiente meridional son acantilados tipo plunging, ya que el veril – 10 m se
64
encuentra a menos de 100 m de la orilla. La disimetría de la Serra de Toix
explica el distinto comportamiento de sus vertientes.
Fig. 44. Morro de Toix
La septentrional, dada su menor pendiente, está drenada por una red de
canales que descienden hacia la depresión morfoestructural de Calp. La
vertiente meridional no presenta drenaje y constituye un frontón rectilíneo de
unos 2 kilómetros, con acantilados espectaculares de más de 100 m de altura,
que hace suponer la existencia de una falla de orientación ibérica. El Barranc
de l’Estret o Mascarat está explotando otra de las numerosas fallas de esta
zona. Finalmente, la Barra de la Galera abre paso a la ensenada de Altea.
Fig. 45. Barra de la Galera, Mascarat y Morro de Toix.
65
El límite meridional de la bahía de Altea lo constituye la Serra Gelada o Penyes
de l’Albir, que se extiende a lo largo de más de 6 km entre Punta Bombarda y la
Punta de les Caletes (o de l’Escaleta), presenta una vertiente suave tierra
adentro y un cantil abrupto en su parte marina. Constituye un homoclinal, cuya
estructura coincide con las directrices estructurales béticas.
Fig. 46. Serra Gelada con eolinitas tipo climbing. Dos perspectivas diferentes.
Los márgenes que la delimitan corresponden a estructuras falladas (Yébenes,
1996). Las alternancias litológicas que presenta permiten que la erosión
diferencial haya dejado en resalte las calizas masivas superiores, que forman
un voladizo que culmina a 300 m de altura. El talud se forma a partir de las
66
margas y areniscas (eolianitas) basales. A excepción de los barrancos
colgados de sus extremos, el resto de los cauces de la vertiente marina
desembocan en el mar. Sin embargo, la mayor parte del drenaje circula hacia
el interior. Llama la atención que la mayoría de los cauces tienen su cabecera
en el borde mismo del acantilado. Esto puede indicar que o bien la erosión
remontante ha sido muy efectiva, o bien que se trata de una red de drenaje
organizada, más antigua, que ha sido amputada por la falla longitudinal que ha
creado el acantilado marino. Esta circunstancia explicaría, a su vez, la amplia
extensión del cono aluvial de su vertiente continental (Sanjaume, 1985). El
drenaje del perímetro externo de la Serra se ha desarrollado mediante capturas
facilitadas por la erosión remontante ligada a la fractura y hundimiento de
bloques (Chapapría y Rosselló, 1996)
Fig. 47. Beach pocket Cala de l’Aigüera. Sur de La Vila Joiosa.
Después de la ensenada de Benidorm la costa se eleva de nuevo con un
acantilado medio que se prolonga hasta el puerto de la Vila Joiosa. Al sur de la
población se suceden una serie de apuntamientos que cierran pequeñas beach
pockets, tales como la Cala de l´Aiguera o la Cala del Xarco, hasta llegar a los
acantilados de mayor envergadura del Tossal del Mar que se prolongan por los
de la Venta de Lanuza (con 100 m de pared vertical fuertemente acarcavada) y
67
culminan en los 200 m de altura de les Llomes de Reixes en donde además de
las cárcavas existen algunos barrancos colgados.
Fig. 48. Acantilados Venta Lanuza.
En general se trata de acantilados subverticales, en los que la abundancia de
cárcavas sugiere que la arroyada es el proceso dominante en su erosión. Por
otra parte, la debilidad de los materiales de estos acantilados, con predominio
de margas, facilita el retroceso de los cantiles y la formación de amplias
plataformas de abrasión marina a sus pies. En estos ámbitos la batimétrica de
– 20 se encuentra a 1.100 m en la zona de les Llomes de Reixes y a más de
5.000 m en el Tossal del Mar, lo que demuestra que la pendiente submarina es
un factor determinante, junto con la poca resistencia de los materiales, para
desarrollar acantilados con plataforma. La red de drenaje de esos acantilados
se adapta perfectamente a los dispositivos estructurales, aunque la densidad
de drenaje es superior en este tramo que en el de calizas. Uno de los
barrancos más interesantes es el que desemboca inmediatamente al sur de les
Llomes de Reixes. Los cauces interiores mantienen una disposición más o
menos paralela a la costa, mientras que el cauce principal se sitúa
perpendicularmente a la misma y corta el anticlinal mediante una cluse. El
desmantelamiento del anticlinal probablemente ha incrementado la tasa de
materiales transportados por el barranco, lo que se ha traducido en un mayor
68
depósito en la zona antelitoral, Esto explicaría la mayor extensión de la
plataforma en este tramo.
Po lo que respecta a los acantilados medios, hay que señalar que son más
frecuentes en las zonas donde relieves con margas y molasas burdigalienses a
los que se adosan, en algunos tramos (como, por ejemplo, entre Cala Fustera y
Cala Bassetes), eolianitas que serían pequeñas climbing sobre las que se
genera un micromodelado cárstico litoral bastante peculiar.
Fig. 49. Sur Cala Fustera
Fig. 50. Acantilados medios de Calp.
69
Fig. 51. Eolianitas adosadas al acantilado medio-bajo al sur de Moraira
Fig. 52. Perfil y carst marino en las eolianitas de las inmediaciones de Cala Bassetes.
Fig. 53 Pozas características del carst marino de la Albufereta de Alacant.
70
Finalmente, el último tipo de acantilados son los bajos. Podemos encontrarlos
en Alcossebre (Fig.19), Vinaròs, Torre la Sal, Cap de Cullera. Desde la Coveta
Fumada hasta el Campello, los acantilados van perdiendo altura hasta
transformarse en acantilados bajos con plataforma de abrasión excavada en
los propios materiales del acantilado o en eolianitas pleistocenas. Acantilados
bajos son también los que se localizan al sur de Alacant, en Torrevieja, Cap
Roig y en la Punta de la Horadada (Sanjaume, 1985).
Fig. 54. Acantilados bajos Vinaròs
Fig. 55. Acantilado bajo Torre la Sal.
71
Fig. 56. Cap de Cullera.
Fig. 57. Acantilado bajo al sur de Moraira
Fig. 58. Acantilado bajo en la Sarra d’Irta
72
Fig. 59. Acantilado fósil de Santa Pola. La plataforma de abrasión ahora emergida termina en
un microacantilado funcional con su propia plataforma de abrasión.
Fig. 60. Acantilado bajo en la rasa superior de Cabo Cervera
En los acantilados valencianos la acción antrópica es relativamente escasa,
aunque la proliferación de edificios en las laderas de los acantilados está
alterando la actuación natural de los procesos subaéreos y, sobre todo, la
proliferación de urbanizaciones está destruyendo, en la mayoría de los casos,
la estética del paisaje.
Las costas acantiladas son importantes puesto que actúan, en ocasiones,
como fuente de suministro de sedimentos. Existen dos grupos básicos de
procesos que actúan en el modelado de los acantilados:
73
la labor de zapa del oleaje en la base del cantil, mediante procesos
mecánicos (fuerza de impacto, alternancias de presión/ descompresión,
etc.), así como procesos químicos y bioquímicos (alternancias de
humedad/desecación, que favorecen la haloclastia, disolución, y la propia
presencia de organismos, que pueden contribuir tanto a la erosión
bioquímica como a la disgregación del material mediante su actividad
cariante y perforadora (sobre todo los organismos endolíticos). Con todo,
los organismos, en ocasiones, también pueden proteger el sustrato de la
agresión de los procesos mecánicos del oleaje o, incluso, pueden crear
elementos nuevos en el perfil costero, como es el caso de la repisa de
vermétidos en determinadas áreas donde se localizan formas cársticas
litorales.
los procesos subaéreos, combinados con la remoción de derrubios que
efectúa el oleaje. Entre estos cabría destacar los movimientos de masa
(desprendimientos de bloques o piedras, deslizamientos de materiales más
blandos, procesos de reptación), así como la acción de las aguas que
circulan después de las precipitaciones en forma de arroyada difusa o
concentrada.
En nuestras costas ambos grupos de procesos actúan simultáneamente, ya
que en las costas mediterráneas la energía del oleaje no es suficiente para
hacer retroceder las paredes del acantilado tan rápidamente como para que los
procesos subaéreos no tengan tiempo de contribuir a su morfología (Sanjaume,
1985).
2.2. Costas bajas rocosas
Generalmente están formadas por conglomerados, calcoarenitas (arena de
playa fósil cementada) y eolianitas (arena de duna fósil cementada). Son
ámbitos costeros que presentan un micromodelado muy complejo, en el que la
disolución es el proceso determinante en la génesis de las microformas. Son
74
playas bajas rocosas en las que transitar por ellas resulta muy molesto, sobre
todo con los pies descalzos, debido a la irregularidad de su superficie con
numerosas aristas cortantes. Se trata de un carst marino muy interesante por la
variedad de sus formas, de escala métrica, decimétrica o centimétrica. Este tipo
de costa tiene una amplia representación en las costas septentrionales y
meridionales, pero está prácticamente ausente en el óvalo valenciano, en
donde la costa baja arenosa es mayoritaria. El sector situado entre Torrevieja y
Cabo Cervera, inmediaciones de Santa Pola, la Albufereta de Alacant, Cap de
les Hortes, l’Illeta dels Banyets del Campello (ver figuras 51, 52, 53, y 57), Cap
Negret en Altea, algunos tramos de la ensenada de Calp, la zona comprendida
entre Cala Bassetes y Moraira, Xàbia y algunos sectores de Dénia, serían
algunos de los ámbitos en los que el desarrollo del carst marino es más
espectacular (Sanjaume, 1985).
La morfología del carst marino sufre modificaciones tanto en función de la
litología como de la inclinación del perfil, y depende básicamente de la
frecuencia de los ciclos humedad-desecación. Diversos tipos de cuencos de
disolución en las partes bajas del perfil, así como diferentes tipos de lapiaz en
las partes más elevadas son los rasgos fundamentales y más característicos de
este tipo de modelado (Sanjaume, 1979).
Fig. 61. Cuenco de disolución doble con organismos pasturantes.
75
Fig. 62. Formas es resalte. Macrolapiaz denticular generado por la abundancia de cuencos de
disolución.
Fig. 63. Las discontinuidades de los sets dunares fósiles favorecen las formas de disolución.
Fig. 64. Carst marino en la plataforma de abrasión actual de Cap Cervera, entre Torrelamata y
Torrevieja.
76
Fig. 65. Cuenco disolución en parte media del perfil. Las recristalizaciones de sal indican un
aporte limitado de agua.
Fig. 66. Formas en resalte de la parte alta del perfil. Lapiaz de microcaries y alveolar.
Fig. 67. Pesquería romana en l’Illeta dels Banyets del Campello.
77
La mayor parte de estas zonas se han visto sometidas a una continuada acción
antrópica, por lo menos desde época romana. Buena parte de estas eolianitas
han sido explotadas para obtener materiales de construcción. Aunque la
explotación es posible que se iniciara con los romanos (canteras romanas de
Xábia y Moraira) se han continuado utilizando hasta época muy reciente. La
colegiata de Xábia, por ejemplo, está construida con este material. En otros
casos las eolianitas se han excavado para la instalación de factorías pesqueras
romanas como els Banys de la Reina de Calp y l’Illeta dels Banyets del
Campello. En este mismo punto se ha observado, también, que las eolianitas
habrían sido utilizadas, probablemente también por los romanos, para obtener
piedras de molino.
Fig. 68. Cantera romana en Moraira
Fig. 69. Restos de la cantera romana de Xàbia
78
Fig. 70. Illeta dels Banyets del Campello. Arriba extracción de varias piedras de molino. Abajo
una extracción fallida
2.3. Tómbolos
Los tómbolos más importantes son los de Peníscola y el Penyal d’Ifac. En el
caso de Peníscola, la formación tombólica parece estar relacionada con las
estructuras geológicas subyacentes. El tómbolo se ha formado gracias al
desarrollo de una barra arenosa que ha podido aflorar dada la escasa
profundidad de este sector y a los aportes sedimentarios procedentes de
sectores más septentrionales, que ha unido un afloramiento de calizas
mesozoicas a la llanura costera. El istmo fue muy estrecho y parece que las
olas pasaban de un lado al otro del mismo durante los siglos XVII y XVIII. De
acuerdo con la cartografía de la época, en 1927 la barra arenosa presentaba
79
una anchura de unos 50 m, en tanto que en 1976 superaba los 350 m. La
máxima acumulación se ha producido en el sector meridional, como
consecuencia de la refracción y difracción provocada por el afloramiento rocoso
a las olas del primer cuadrante (Sanjaume, Rosselló, 1986). Según Pardo
(1991), la construcción del puerto en 1922 sería la causa principal para el
ensanchamiento del istmo. El mogote rocoso presentaba un bufador activo por
el que llegaba a aflorar el agua de las olas en los momentos de temporal. En la
actualidad ha quedado cegado por obras de tipo antrópico.
Fig. 71. Tómbolo de Peníscola.
Fig. 72. Tómbolo del Penay d’Ifac. En primer plano las pesquerías pesqueras dels Banys de la
Reina de Calp.
80
El Penyal d’Ifac es un gigantesco mogote esculpido en calizas eocénicas y que
culmina a 328 m de altura, con vertientes más suaves en su tercio basal sobre
las que se forma el cantil activo. Este tómbolo ha quedado unido al continente
mediante una doble barra que ha dejado una laguna entre ambas, que se
convirtió en salinas, por lo menos desde época romana.
Fig. 73. Laguna tombólica de Calp
Las barras se han desarrollado en la zona de sombra de oleaje del Penyal
d´Ifac, gracias a la refracción y difracción de las olas. Estas barras constituyen
el istmo del tómbolo y son totalmente diferentes. La que se forma en la bahía
de Calp es más antigua, puesto que está formada por afloramientos eólicos
pleistocenos, en los que los romanos excavaron las balsas de la factoría
pesquera de els Banys de la Reina (Figura 72). Su anchura media es de unos
180-200 m. En la actualidad es una playa arenosa por vertido de arena, para
contentar a los usuarios, sin tener en cuento el valor de la calcoarenita
preexistente ni la colmatación de las balsas romanas. Por el contrario, la barra
de la playa de la Fossa es holocena, tiene una amplitud de unos 350 m, no
presenta vestigios visibles de eolianitas pleitocenas, aunque es muy probable
que exista un basamento antiguo. De la primitiva laguna no queda nada debido
a su utilización salinera.
81
2.4. Costas de acumulación
Las formas de acumulación son el resultado de la actuación del oleaje, que
transporta los sedimentos, y de determinados procesos, como la refracción,
que inducen por si mismos a la acumulación. Una condición indispensable para
su existencia es contar con una fuente constante de suministro de material
susceptible de ser transportados. Cuando las acciones antrópicas reducen la
presencia de estos sedimentos (destrucción de dunas, reducción de los aportes
fluviales, retención de los pantanos), o cuando se altera la libre circulación de
sedimentos (por la construcción de puertos o diques), las costas de
acumulación pueden comenzar a padecer un incremento más o menos
acelerado de la erosión, que es lo que ocurre en buena parte de nuestras
costas. Las costas recortadas (de entrantes y salientes) son costas de
transporte impedido, ya que cada uno de los entrantes actúa como una célula
sedimentaria. Las costas rectilíneas, por su parte, son costas de transporte
libre, aunque las construcciones litorales pueden transformar algunos sectores
de transporte libre en tramos de transporte impedido, con todas las
repercusiones que ello implica (Sanjaume, 1985).
2.4.1. Costas de restinga y albufera
La mayoría de las restingas arrancan de una desembocadura fluvial
(generalmente un cono) y se apoyan en la siguiente, excepto la restinga de la
Albufera de Valencia (entre la desembocadura del Túria y el Cap de Cullera) y
la de Santa Pola (entre la desembocadura del Segura y el Cap de Santa Pola).
Todas estas restingas se han podido formar gracias a la existencia de un
abundante suministro de material (proporcionado por los ríos) ya la presencia
de una plataforma continental de escasísima pendiente. El cierre de estas
restingas determina la aparición de una serie de albuferas, que son el rasgo
más característico de las costas valencianas. Su extensión es variable, aunque
82
generalmente son estrechas y alargadas, allí donde los relieves montañosos se
encuentran más cerca del mar. La mayoría de estas albuferas se encuentran
en la actualidad totalmente colmatadas, formando zonas más o menos
palustres (Torreblanca) o totalmente desecadas (Puçol, Almenara, Pego, etc.).
La única albufera funcional en nuestros días en la Albufera de Valencia, que
mantiene su funcionalidad gracias a los ullals internos (Sanjaume, 1985). Dada
la profusión de este tipo de formas litorales en las costas valencianas,
pensamos que sería conveniente detenernos en la descripción de algunas de
ellas.
2.4.1.1. Albufera de Peníscola
La marjal de Peníscola se encuentra situada en el litoral septentrional de la
provincia de Castelló. Ocupa el sector meridional de la Plana de Vinaròs-
Benicarló, una fosa hundida al pie de la Valldàngel Oriental. Se localiza en un
bloque hundido, delimitado por fallas y ocupa una superficie aproximada de
unas 30 ha. Se trata de una albufera prácticamente colmatada y aunque no
existen dataciones absolutas, su origen se remonta al Holoceno (periodo
postflandriense) (Viñals, 2004)
Fig. 74. Albufera de Peníscola
83
Se pueden detectar las siguientes unidades:
- El abanico aluvial de la rambla de Alcalà, delimita la marjal por el norte.
La rambla se dispone de forma transversal a la rambla de Cervera,
aunque realiza varios giros de 90º generando varios abanicos aluviales
progradantes. Sobre este abanico se inicia la restinga que cierra la
albufera de Peníscola.
- Acera aluvial que se forma al pie de la Serra d’Irta. La forman varios
barrancos (Mongells i Moles) que aportan sus aguas a la albufera de
Peníscola.
- La restinga. Se apoya en el abanico aluvial de la rambla de Alcalà por el
norte y en el tómbolo de Peníscola por el sur. Cierra la albufera de
Peníscola y está formado por un cordón de gravas y arenas de 3 km de
longitud. Se alimenta de los aportes de la rambla d’Alcalà (cantos en su
sector septentrional) mientras que por el sur se relaciona con una barra
submarina emergida que dio lugar también a la formación del tómbolo
(Viñals, 2004)
La marjal abarca una superficie de unas 100 has y en ella se encuentran
numerosos ullals dispersos que afloran sobre todo en la parte central (séquia
Templera), en el casco urbano (l’Estany) y en el perímetro basal. El drenaje se
efectúa a partir de tres acequias que discurren en sentido meridiano: séquia del
Rei, riu Ample (La Templera) i la Sangonera. Cuando se concentran las aguas
de las acequias, desaguan en la playa del Migjorn, cerca del puerto (al sur del
tómbolo) (Viñals, 2004).
A partir de 5 sondeos, Usera et al. (2006) muestran una evolución holocena de
la albufera en cuya base (- 5m) se localizan facies de abanicos aluviales.
Posteriormente se desarrolla una laguna hiposalina, con niveles turbosos,
localizada sobre todo en las proximidades de la restinga, mientras que en la
parte continental se desarrollan los abanicos aluviales que rodean la marjal
(barrancs de Moles y Mongells). Este modelo de comportamiento de la
84
evolución reciente de las albuferas mediterráneas podría responder tanto a la
estabilización del nivel del mar tras el máximo flandriense, como al clima
estacional que parece registrarse en este territorio, facilitando el aporte
sedimentario al área costera. Además, el factor antrópico parece revelarse
como un condicionante importante en la evolución reciente de estos sistemas
litorales. La estacionalidad acusada, la tectónica y los cambios introducidos por
la antropización, son relevantes para explicar el avance de la sedimentación
continental sobre las facies lagunares recientes (Usera et al., 2006).
En la actualidad la albufera ha sido prácticamente desecada y su restinga ha
sido fuertemente urbanizada. El aprovechamiento agrícola propio de estas
marjales prácticamente ha desaparecido, ya que el proceso urbanizador ha
invadido parcialmente la marjal.
Fig. 75. Urbanización en la restinga de la albufera de Peníscola.
Existen noticias históricas que demuestran que en el siglo XIII en la marjal se
desarrolló una industria salinera considerable. Según Sánchez Adell (1975),
Jaume I dispuso que los castillos de Morella, Culla, Cervera, Coves de
Vinromà, Xivert, Albalat i Benifassar debían abastecerse de la gabela salinera
de Peníscola. Prácticamente se le adjudicó el abastecimiento de sal desde el
riu de la Sénia hasta Orpesa.
85
2.4.1.2. Albufera de Torreblanca
Se localiza en el sector septentrional de la costa valenciana. Cubre una
extensión de 10 km2 (Mateu, 1977), aunque las dimensiones de la albufera
probablemente fueron mayores en el pasado, pudiendo conectar con la
albufera de Orpesa.
Fig. 76. Albufera de Torreblanca
La albufera de Torreblanca queda cerrada por una restinga de cantos de 8 km
de longitud que se apoya en los conos aluviales del Riu de les Coves al norte y
el Riu Xinxilla al sur. En la plataforma sumergida se observan al menos dos
alineaciones de formaciones rocosas, que se han interpretado como playas y
dunas fósiles erosionadas.
El margen interno de la albufera está enmarcado por un conjunto de pequeños
conos aluviales progradantes que la delimitan y la reducen (Segura, et al.
1997). La restinga presenta su máxima amplitud, 95 m, en el sector meridional
86
en tanto que al norte, debido a la constante recesión de la misma, presenta tan
sólo 8,5 m de anchura, casi todos ellos ocupados por una amplia cresta de
playa (beach ridge) muy característica (Sanjaume et al., 1990).
Fig. 77. Beach ridge de la restinga de Torreblanca
Fig. 78. Abanicos en derrame (washover fans) sobrepasando el ridge de la restinga y
depositándose al perder energía las olas cuando llegan a albufera.
87
Sobre la restinga de cantos se desarrollan numerosos washover fans, que son
acumulaciones de cantos en forma de abanico localizados en la cara interna de
la restinga, donde han sido transportados por el mar durante las tormentas
cuando el oleaje supera la restinga. La presencia de la cresta de playa, la
abundancia de washover fans, y el grueso calibre de los cantos que la forman,
hacen que esta restinga sea muy distinta del resto de las restingas valencianas
(Segura, et al., 1995). En la restinga que cierra la albufera se distinguen tres
sectores:
a) La parte septentrional, que arranca el Riu de les Coves y llega hasta el
Quarter Vell, está formada por una estrecha cresta (ridge) de cantos (figura
77). Cerca de de Torrenostra, se han encontrado niveles de turba,
sumergidos por debajo del nivel del mar, indicando el retroceso reciente
experimentado por la restinga.
Fig. 79. Nivel de turba sumergida en el mar que indica el retroceso de la restinga.
b) El sector central es arenoso y la playa está más desarrollada que en el
caso anterior. Por otra parte, son abundantes los restos de eolianitas y
playas fósiles cuaternarias encontradas entre los cantos de la restinga,
procedentes de la erosión de la playa sumergida. La arena, proporcionada
88
por la destrucción de las dunas pleistocenas que se encuentran por delante,
constituye su principal fuente de suministros.
Fig. 80. Parte Central arenosa, con los restos del Cuartel de Carabineros.
c) El sector meridional, que termina en la Torre de la Sal, presenta la mayor
anchura de toda la restinga. Aunque los guijarros predominan, el extremo
meridional termina en unos afloramientos de dunas fósiles que forman una
pequeña acera o plataforma de erosión sumergida en el mar.
Fig. 81. Parte meridional de la restinga de la albufera de Torreblanca. Al fondo dunas fósiles.
89
Además de estas diferencias longitudinales, también hay variaciones en
sentido transversal: el diámetro de los cantos es mayor en la parte interna
(unos 9 cm) que en la cima (5-7 cm) o en la cara externa (2'5-3 cm). Esta
gradación de tamaños está en relación con la energía del oleaje que los ha
depositado. En definitiva, la presencia del ridge de playa y de los abanicos de
derrame (washover fans) de dimensiones variables (Sanjaume et al., 1990)
hace que esta restinga sea única en todo el litoral valenciano. La presencia de
fragmentos de eolianitas y playas fósiles, así como la turba submarina son
otros aspectos diferenciadores.
Por otra parte, este sector es también especialmente interesante porque en él
se ubican yacimientos arqueológicos emergidos y sumergidos. Sobre las
eolianitas se han localizado una serie de estructuras negativas, de formas
redondeadas y dimensiones variables, erosionadas y sumergidas por el mar en
algunos sectores, que han sido interpretadas por los arqueólogos como silos.
La datación de huesos de animales las data en el tercer milenio antes de
Cristo. La ocupación antrópica del lugar se mantuvo hasta época romana, ya
que se ha documentado la existencia de un poblado ibero-romano, habitado
entre los siglos III-I a.C., que se extiende unos 200 m al sur de la restinga y se
prolonga mar adentro (Wagner, 1978; Fernández Izquierdo, 1980, 1990).
Las rizoconcreciones y la alteración secundaria de los sets superiores de las
eolianitas del sector meridional sobre las que se traba el yacimiento
arqueológico sugieren que estas dunas alguna vez han estado cubiertas de
vegetación. En su desarrollo, la alimentación continental ha tenido un peso
importante, tal y como demuestran las facies limosas rojizas intercaladas con
los niveles arenosos propios de las dunas (Segura et al., 1997).
De acuerdo con los estudios de evolución cuaternaria realizados en esta
albufera, parece ser que la albufera actual es muy reciente, probablemente
holocena, puesto que los niveles más antiguos parecen estar sumergidos por
delante de la albufera actual (Segura, et al. 1997). La restinga, por su parte
90
coincide en buena parte con la restinga flandriense, aunque en la parte
septentrional esta última ha sido desmantelada por la erosión (Segura, et al.,
1993).
Fig. 82. Detalle de las dunas fósiles de Torre de la Sal.
Por testimonios de naturalistas de los siglos XVII y XVIII, se sabe que la
albufera de Torreblanca estaba abierta a finales del siglo XVIII, aunque ahora
todas las bocanas son artificiales (Rosselló, 1993). No se sabe exactamente
donde se encontraba la gola natural, pero es muy probable que se ubicara en
la parte central de la misma. Después de cerrarse definitivamente la restinga,
comenzaría su colmatación natural, como en todas las albuferas, gracias al
aporte de los barrancos y ramblas que desembocan en ella, material eólico que
proviene de la playa, así como la vegetación que se instala en ella. Las tasas
de sedimentación tanto pleistocenas como holocenas sugieren que los aportes
de los aparatos fluviales del sector meridional han sido más abundantes y
efectivos que los del sector septentrional en la colmatación de la albufera
(Segura, et al., 1997). El desarrollo de la vegetación ha debido ser muy
importante si tenemos en cuenta que en ella se encuentra un importante
yacimiento de turba que ha sido explotado comercialmente. Con todo, la
91
albufera ha podido mantener su carácter pantanoso gracias a la existencia de
toda una serie de manantiales internos (ullals).
El primer intento de desecación de la albufera se produjo en el siglo XVIII, para
prevenir las enfermedades derivadas de la presencia de aguas estancadas,
fundamentalmente el paludismo. Los trabajos de desecación consistieron en la
construcción de toda una red de acequias para un mejor drenaje y también en
el realzamiento de los campos, para lo cual se contaba con los sedimentos que
se sacaban de la limpieza de los canales de drenaje. En el siglo XIX se realizan
nuevos intentos de desecación. El más importante es el llevado a cabo por
McKinley en 1879 que intenta introducir los cultivos de arroz y maíz en la
albufera, pero fracasa. A partir de 1922 se conceden nuevas licencias para la
transformación de la albufera, pero tampoco tienen éxito. Finalmente en 1948,
el Ayuntamiento de Cabanes que es el propietario de la parte meridional de la
albufera intenta introducir de nuevo el cultivo del arroz, pero también fracasa
(Mateu, 1977). Los aportes hídricos internos han sido hasta ahora más
importantes que todos los intentos de transformación. En 1985 se habló de la
posibilidad de construir Disneyworld en Torreblanca, pero afortunadamente,
para este espacio medianamente bien conservado, los franceses se llevaron el
proyecto. En la actualidad, el desarrollo de las urbanizaciones que se extienden
a ambos extremos de la restinga constituye una grave presión sobre este
medio.
2.4.1.3. Prat del Quadro de Castelló
La restinga que cierra esta albufera arranca de la desembocadura del Barranc
de les Farges y se adosa al cono aluvial del Millars por el sur. Tiene una
longitud superior a los 7 km y su anchura de 70 m en la parte septentrional se
va ampliando hasta alcanzar 700 m en las inmediaciones del puerto
(Sanjaume, 1985). La zona palustre del Prat de Quadro suponía unos 15 km2,
aunque la mayoría de las zonas húmedas fueron eliminadas hacia 1960. Por
los estudios realizados por Sánchez Adell (1976) y Domingo (1978), se sabe
92
que la Marjalería de Castelló aumentó de 746 hanegadas en 1398 a más de
3.335 en 1468, lo que supone que se habrían ganado a la marisma unas 204
hectáreas en 70 años. La transformación más importante que ha sufrido esta
zona palustre ha sido como consecuencia del cultivo del arroz. Este cultivo tuvo
una primera etapa de desarrollo entre los siglos XIV y XVIII, aunque es muy
probable que el arroz ya se hubiera cultivado en época musulmana (López
Gómez, 1957). Desde mediados del siglo XVIII hasta finales del XIX deja de
cultivarse, pero en la década de los 40 se inician plantaciones en masa, para
dejar de sembrarse definitivamente (a causa del descenso de los precios) entre
1960 y 1963, con lo cual la zona húmeda recuperó sus condiciones naturales
en algo más de 600 hectáreas (Piqueras, 1977). Con todo, en las últimas
décadas se ha producido una importante transformación, no sólo por la
introducción de cultivos más rentables, sino también por la instalación de
industrias, la expansión del perímetro urbano de Castelló y la construcción de
residencias secundarias.
2.4.1.4. Albuferas Nules-Moncofa
La restinga de la albufera de Nules-Moncofa, que se extiende entre el cono
aluvial del conjunto Millars-Riu Sec de Borriana y la desembocadura del
Belcaire, presenta una longitud de casi 9 km. Su anchura media es de unos
300 m, aunque en conjunto podría decirse que adelgaza progresivamente hacia
el sur, ya que en el Grau de Moncofa no supera los 180 m. Hay que señalar,
sin embargo, que la anchura mínima (90 m) la ofrece el tramo situado al SE del
puerto de Borriana. Pero aquí la pérdida de material playero no obedece a
causas naturales, sino que se ha producido como consecuencia del incremento
que han experimentado los procesos erosivos a causa de las instalaciones
portuarias (Sanjaume, 1985). Probablemente la gola de esta restinga estaría en
donde se ubica el actual Estany que ha quedado como reliquia del antiguo
lago. La gola actual ha sido ensanchada artificialmente para canalizar el
drenaje de las acequias de este sector (Domingo, 1979).
93
Fig. 83. Panorámica de la antigua albufera de Nules-Moncofa.
La zona palustre presenta en este tramo un aspecto alargado y la presencia de
limos negros permite reconstruir la extensión ocupada por la zona pantanosa,
que se ha visto enormemente reducida por la acción antrópica. La acción
humana sobre la marjal, que probablemente se inició en época romana y
árabe, está muy bien documentada desde el siglo XIV (Rosselló, 1979).
Durante los siglos XIV, XV y XVI se produce un intenso saneamiento de la
marjal que se intensifica en los últimos años del siglo XIX y principios del XX.
La necesidad de conquistar nuevas tierras para la agricultura, los intereses
sanitarios e, incluso, las necesidades de tránsito en la zona para la
comunicación marítima, pueden ser los impulsores de la enorme tarea de
bonificar la zona palustre. En el primer tercio del presente siglo la zona palustre
está transformada prácticamente en su totalidad. La mayor parte de la
superficie de la marjal se ha dedicado al cultivo del arroz, aunque este cultivo
desaparece por completo en 1964 (Domingo, 1979).
94
2.4.1.5. Albufera d’Almenara
La restinga que cierra esta amplia albufera arranca de la desembocadura del
Belcaire --que ha experimentado varias difluencias hacia el sur, abarcando en
conjunto un total de 2,5 km-- y se prolonga hasta las inmediaciones del cono
aluvial del Palància. Esta restinga presenta una longitud de 13,5 km y su
anchura oscila entre 300 y 700 m (Sanjaume, 1985). Es probable que su gola
se ubicara en los aledaños del actual límite entre los municipios de La Llosa y
Almenara, puesto que allí experimenta un notable estrechamiento. La
persistencia de la laguna quedaba asegurada por los ullals (manantiales) de los
cuales sólo se mantienen las tres lagunas situadas al pie de la Penya del
Estany. La laguna más septentrional y la central --Estany Gran-- proporcionan
importantes caudales, mientras que la del sur parece nutrirse de las anteriores
(Rosselló, 1975).
Fig. 84. Antigua albufera de Almenara.
95
De los análisis sedimentológicos realizados en los restos de calcoarenitas
encontrados en la marjal parece deducirse que la parte interna de la restinga
de Almenara es más antigua, presumiblemente pleistocena, que la restinga
actual. Los retazos de eolianita formarían parte de un edificio dunar de mayor
envergadura, que se ha visto desmantelado casi totalmente, y que ha sido
recubierto posteriormente por una fase sedimentaria de tipo lacustre. Parece
evidente, pues, que la restinga holocena se adosa a una formación pleistocena
(que sería eminentemente arenosa) y que se ha producido un cambio
sustancial con relación a la textura de los materiales --actualmente predominan
los cantos en la playa-- aunque su procedencia continúa siendo la misma
(Sanjaume, 1985 b).
La bonificación de esta marisma, que pudo iniciarse como en los casos
anteriores en época romana y árabe, adquiere su máximo desarrollo a finales
del siglo XIX, cuando una serie de iniciativas logran la construcción de un
azarbe para el drenaje, así como la instalación de bombeos para acelerarlo
(Calero, 1971). En el año 1818 la Real Sociedad Económica de Amigos del
País de Valencia premió un trabajo del párroco de Almenara, que abogaba por
la desecación de la marjal ante los problemas de salud pública que se
producían, especialmente después de lluvias importantes, en los pueblos
inmediatos: Xilxes, La Llosa y Almenara.
Según Obiol (1994), la primera noticia de obras para la desecación data de
1820, año en que el general Elio, Capitán General y Presidente de la Audiencia
de Valencia, ordenó abrir un canal de desagüe en esta marjal utilizando para
las obras una brigada de confinados. En 1839 se elaboró un proyecto para el
mejor aprovechamiento agrícola de la zona, aunque también se argumentaba
que de este modo se eliminaría el peligro de las fiebres tercianas.
Posteriormente en 1864 se autorizó la ejecución de las obras de desecación de
la marjal a la compañía británica Birks and Huks Gibbs. Se otorgaba a esta
empresa no sólo la propiedad de estas tierras, que hasta entonces habían sido
96
tierras comunales, sino que además se le concedía la propiedad de los
manantiales. Las obras de bonificación contaron con la oposición de los
agricultores vecinos, que se dedicaban al cultivo del arroz, por lo que las obras
de desecación fueron largas y experimentaron muchos altibajos.
En 1917 una compañía agrícola e industrial, con sede en Burdeos, retomó el
proyecto de saneamiento. Los vecinos continuaron con su oposición al
proyecto ya que para ellos las aguas de las lagunas eran públicas y la
concesión lo único que haría sería sacar, privatizar y vender las aguas del
Estany, con lo cual podría bajar el nivel general del agua y perjudicar los
intereses de los agricultores. Desde entonces la propiedad de esta finca ha
pasado por distintas manos. Parte de su terreno ha sido dedicado al cultivo del
arroz. En 1950, el 45% de la superficie provincial dedicada al arroz se cultivaba
en Almenara, aunque posteriormente dominó el cultivo del tomate, ya que en
1964 el arroz desaparece ante la caída de los precios por los excedentes, por
la mayor rentabilidad de la naranja y por la falta de agua como consecuencia
de las numerosas transformaciones rústicas después del alumbramiento de
múltiples pozos en cotas superiores (Obiol, 1994). En la actualidad los terrenos
de la marjal se dedican a otros cultivos más rentables.
2.4.1.6. Albufera Puçol-Alboraia
Las albuferas de Puçol-Alboraia están enmarcadas por las siguientes unidades
estructurales: el valle del Palància (N), la Serra Calderona (W) y la cuenca de
Valencia (SW). El valle del Palància es un vasto sinclinal, que se ve
compartimentado en pequeñas fosas. La Serra Calderona es un anticlinorio,
delimitado por su extremo meridional por un escalón que se extiende entre
Higueruelas y Puçol-de directriz netamente ibérica- (Pérez Cueva, 1988), que
se manifiesta en superficie como un conjunto de fallas discontinuas.
La cuenca de Valencia es un espacio hundido que se extiende al sur de la
Calderona. Se trata de una forma tabular poco deformada, basculada y
97
fracturada en bloques por numerosas fallas que la atraviesan. Todas estas
estructuras quedan truncadas en las proximidades de la costa por una gran
fractura -de directriz NE-SW- que se extiende, de forma más o menos continua,
entre Burjassot y Tortosa (que en el sector discurre entre Burjassot y Xilxes) y
que da lugar a la llanura litoral, donde se asientan las albuferas de Puçol-
Alboraia.
Fig. 85. Panorámica de la marjal entre Puçol y Alboraia.
98
La plana litoral está formada por una serie de depósitos pertenecientes a
diferentes ambientes sedimentarios. Bordeando la fosa costera, se encuentran
los aportes de los barrancos que descienden de las estructuras elevadas
situadas al oeste. Los grandes colectores son el Barranc del Carraixet por el
sur y el Riu Palancia por el norte. Entre ambos la red de drenaje es muy
escasa, ya que sólo se han formado pequeños barrancos que drenan las
sierras adyacentes. El llano de inundación del Carraixet es bastante complejo,
ya que tiene una componente estructural muy acentuada. Cuando el barranco
supera la falla Burjassot-Xilxes, deposita un pequeño abanico aluvial, formado
por cantos, gravas y arcillas no encostradas, que podrían atribuirse al
Pleistoceno superior. Los depósitos más recientes se han localizado en la parte
más distal de la llanura y han contribuido a la colmatación de la albufera que
existía durante el Holoceno en las proximidades de la costa actual.
Fig. 86. Playa de cantos en la desembocadura del Palancia
Entre el Barranc del Carraixet y Rafelbunyol no hay una escorrentía
organizada, ya que sólo existen varios barrancos que desaparecen al llegar a la
llanura litoral (seguramente desorganizados por la falla Burjassot-Xilxes, que en
este sector coincide con la acequia de Montcada). Más hacia el norte, discurre
el Barranc de Puçol, que penetra hacia el interior de la marjal, aportando gran
99
cantidad de sedimentos que han contribuido a la colmatación de la antigua
albufera. En este sector también aparecen numerosos barrancos que
descienden de las últimas estribaciones de la Calderona (Picaio, por ejemplo),
que conforman una pequeña acera aluvial de sedimentos encostrados – que
posiblemente pertenecen al Pleistoceno medio- que se interrumpen
bruscamente al llegar a la costa. El Riu Palancia, por su parte, ha construido un
potente abanico aluvial, de grandes dimensiones, que delimita la marjal por el
norte. El límite entre ambos espacios posiblemente está marcado por la
prolongación de una de las fallas que compartimentan la Serra Calderona
(escalón Higueruelas-Puçol) y llegan hasta la costa. El abanico del Palancia
posee una potencia pliocuaternaria entre 60 y 100 m con varios niveles de
conos superpuestos, de manera que los sedimentos encostrados del
Pleistoceno inferior y medio, quedan recubiertos por los del Pleistoceno
superior (Segura, 1990). Entre el cono del Palància y las inmediaciones de
Valencia, se extiende una marjal de anchura cambiante, en función de los
aportes sedimentarios fluviales y de la estructura tectónica.
Las antiguas albuferas que se disponen entre el cono aluvial del Palància y el
llano de inundación del Túria presentan un aspecto estrecho y alargado,
disponiéndose paralelas a la orilla, con escasa penetración hacia el continente.
La actual marjal en ningún lugar supera los dos kilómetros de anchura y son
bastantes los espacios en los que no llega ni a un kilómetro. Con todo, hay que
señalar, que los límites de estas zonas de marjal son complicados de
establecer. La dificultad estriba, en primer lugar, en la propia interdigitación de
facies albufereñas y continentales y, en segundo lugar, por la fuerte
antropización que ha reducido progresivamente el ámbito de marjal (Pardo, et
al., 1996).
La restinga que se extiende entre el cono del Palància y las inmediaciones de
Valencia continúa manteniendo unas características semejantes a las de las
restingas descritas anteriormente. La restinga tiene una longitud de 16 km, pero
100
es muy estrecha. Su anchura oscila entre 100 y 200 m, excepto en aquellos
tramos en los que se han acelerado los procesos erosivos a causa de las
construcciones artificiales (sur del puerto de Sagunt y del puerto deportivo de
Pobla de Farnals), en donde se reduce a la playa estricta (Sanjaume, 1985).
Fig. 87. Retroceso al sur del puerto de Sagunt.
En la restinga se han encontrado varios niveles superpuestos de materiales
consolidados. El más antiguo, formado por eolianitas, está situado
aproximadamente a un metro sobre el nivel del mar. Adosado a él se localiza
una playa flandriense (Goy y Zazo, 1974). Por último, a nivel del mar se
encuentra una playa consolidada, formada por sedimentos actuales,
cementados por la acción de los vertidos de la siderúrgica de Altos Hornos de
Sagunt (Pardo,1991).
El análisis de diversos sondeos sugiere que la evolución cuaternaria del sector
ha estado gobernada por la existencia de tres bloques con un comportamiento
sedimentario diferenciado: a) un bloque hundido, en la marjal del Puig-Puçol; b)
un bloque elevado, en la Playa de Farnals, con procesos de subsidencia lentos,
que justificaría la existencia de una protuberancia en la línea de costa
101
(hemitóbolo del Puig); c) un tercer bloque al sur de la Playa de Farnals, con un
hundimiento progresivo, a medida que se avanza hacia el sur (Segura et al.,
1995).
Esta albufera ha sufrido importantes transformaciones desde época romana.
Como la mayoría de las tierras pantanosas se dedicó al cultivo del arroz, citado
ya en época de Jaime I. El arrozal se prohibió en el término de Valencia y su
entorno desde 1342. Prohibición que se extendió a todo el reino en 1483, con
pena de muerte para los contraventores. Pero su cultivo se debió tolerar ya que
en 1592, tras una fuerte epidemia de paludismo, el síndico de Meliana recibió
orden de extremar la vigilancia y destruir plantaciones entre la capital y
Massamagrell (Peset, 1878). Tras la expulsión de los moriscos parece que este
cultivo se abandona hasta el siglo XVIII, a finales del cual Cavanilles
mencionaba los perjuicios de este cultivo, dando como prueba la epidemia de
1784, que tuvo como consecuencia el aterramiento de algunos campos con
plantaciones de vides y hortalizas. A mediados del siglo XIX, Madoz cita este
cultivo en todos los pueblos de la zona, excepto en los del sur (Meliana, Foios,
etc), en donde las prohibiciones podían resultar más efectivas por ser las
poblaciones más próximas a la capital (Cano, 1977). Según este autor, la
situación era muy similar a principios del siglo XX y hacia los años 30, la marjal
producía casi 4.000 Tm de arroz, pero después se ha reducido de tal manera
que las 1.000 ha sembradas en 1960 se redujeron a la mitad ocho años
después, para quedar sólo 100 en 1975 y desaparecer posteriormente.
Después de la desaparición del arroz, la mayor parte de esta marjal se ha
convertido en huerta. Esta reconversión se ha producido según dos tipos de
iniciativas: la privada y la actuación del Instituto Nacional de Colonización. El
sistema de aterramiento utilizado para las transformaciones resultaba muy caro
(660.000 por ha, en 1977), por lo que en estas fechas, cuando se compraron
las tierras para la instalación del Polígono Industrial del Mediterráneo, de las
153 ha adquiridas para su reconversión, sólo 20 ha habían sido transformadas.
102
Fig. 88. Playa del Puig.
Fig. 89. Las escorias vertidas por los Altos Hornos cambiaron el color y la textura de las playas
al sur del puerto de Sagunt. Al mismo tiempo cementaron los sedimentos y las olas excavaron
microcantiles.
Las modificaciones más espectaculares en esta zona se han producido como
consecuencia del turismo y de la ocupación industrial. La parte interna de la
marjal se ha visto ocupada por instalaciones industriales. Al norte los terrenos
fueron adquiridos por la IV Planta Siderúrgica de Sagunto y los del sur por el
Polígono Industrial del Mediterráneo. Los factores de localización son la
proximidad de Valencia (con el puerto y un gran mercado de consumo y
comercialización), buenas condiciones viarias y poblaciones próximas con base
para servicios y aprovisionamiento de mano de obra. Otro motivo es el bajo
precio de las tierras de marjal en relación a las tierras de huerta. En 1971-72 el
Instituto de Promoción Industrial compró en Albuixec a 126 y a 250 pts. m2,
103
según se tratara de uno u otro tipo de tierra. El ahorro que supone la inversión
en la compra de tierras compensaba con creces la inversión necesaria para
aterrar antes de la edificación. El Polígono ocupa la zona pantanosa de
Albuixec y Massalfassar y ha supuesto un cambio importantísimo en la antigua
marjal (Cano, 1977).
Fig. 90. Port Sa Playa. Regeneración artificial de la playa. Al fondo los edificios de la playa de
Pobla de Farnals.
De todas estas actividades, el turismo ha sido probablemente la que ha tenido
mayor incidencia desde el punto de vista paisajístico. No sólo se han edificado
enormes y disonantes bloques de apartamentos, sino que además se han
construido varios espigones para conseguir las arenas playeras apetecidas por
los usuarios, con lo cual se han transformado incluso las características
texturales de las playas del Puig y de la Pobla de Farnals (Sanjaume, 1985). El
aprovechamiento turístico de la zona es un fenómeno muy reciente, ya que
antiguamente llegar a la playa resultaba difícil puesto que había que atravesar
la zona pantanosa y el mismo ferrocarril del Grao a la cantera del Puig suponía
un cierto límite. Después de su desaparición y de la construcción de la
autopista la playa resulta totalmente accesible, tanto para los habitantes de la
ciudad de Valencia, como para los vecinos de los pueblos inmediatos con la
construcción de carreteras transversales que salvan todos los impedimentos
104
anteriores. De este modo, primero en la restinga y después en terrenos de
marjal, se han ido desarrollando dos tipos de residencias secundarias.
El primero es consecuencia de una instalación individual y espontánea,
realizada por los vecinos del pueblo, como es el caso por ejemplo del Barrí del
Mar de Puçol, en donde la playa se ve ocupada por viviendas familiares,
heredadas de antiguas barracas de pescadores o construidas en la postguerra.
Suelen ser de una planta, dos como máximo, y se sitúan solamente en la
restinga formando una única calle a ambos lados del camino litoral. El segundo
tipo de ocupación ha tenido lugar en los municipios de Pobla de Farnals y el
Puig, a base de grandes bloques de apartamentos y algunos chalets. La
urbanización de esta zona se inició en 1965 en el término correspondiente a
Pobla de Farnals a iniciativa de unos pocos constructores que aprovecharon el
momento álgido del turismo y las residencias secundarias, viendo las
posibilidades que ofrecía la zona al estar muy próxima a la capital. Los
resultados han sido una urbanización amazacotada de grandes bloques que
provocan una ocupación con una elevada densidad de población (Cano, 1977).
2.4.1.7. Albufera de Valencia
La restinga holocena de la Albufera de Valencia, con unos 30 km de longitud,
arranca de la desembocadura del Túria y termina en los contrafuertes del Cap
de Cullera. Su anchura oscila entre 500 y 1.000 m, separando el mar de la
Albufera. La génesis de esta restinga difiere de las restantes, puesto que en su
tramo septentrional se comportaría como una flecha litoral de punta libre (en
uno de sus pedúnculos se asienta la población del Palmar), en tanto que el
tramo meridional funcionaría como una barra litoral que gracias a los aportes
atrapados por el propio Cap de Cullera llegó a emerger, empalmando con la
flecha y formando la actual restinga. La mayor anchura de la restinga en ambos
extremos confirma su génesis en dos tramos que se unirían posteriormente allí
donde la restinga presenta menor anchura, menos de 500 m, entre la gola del
105
Perelló, donde terminarían los gancho de la flecha y el Mareny de Barraquetes
que sería el último tramo en aflorar la barra sumergida, la zona más alejada de
la trampa sedimentaria que supone la avanzada del Cap de Cullera (Sanjaume,
1985). La restinga tiene tres golas: Perelló, Perellonet y la del Pujol, esta última
abierta en 1953. Todas las golas están regularizadas mediante compuertas
para regular el nivel del lago, según las necesidades del arrozal y del
aprovechamiento piscícola. Aunque hace algunos años se pensaba que la gola
del Perelló podía ser natural, estudios más recientes parecen sugerir que todas
ellas son del siglo XIX (Rosselló, 1995 b).
Fig. 91. Albufera de Valencia
106
La albufera de Valencia es la única funcional de toda la costa valenciana. La
marjal cubre una extensión de 223 km2, aunque probablemente ocuparía
mayores extensiones y llegaría hasta las orillas del Xúquer en un pasado no
muy lejano. El lago, que es poco profundo (0,5-2 m) y que mantiene su
funcionalidad gracias a los manantiales internos (ullals), se ha ido reduciendo
con el transcurso del tiempo.
Fig. 92. Lago de l’Albufera de València
Actualmente, la albufera recibe caudales de varias procedencias: barrancos
periféricos (Massanassa, Picassent, Fondo, etc.), acequias (Dreta, Overa, etc.),
manantiales locales -- ullals—mencionados anteriormente, así como de los ríos
Túria y Xúquer durante los momentos de avenida. La albufera pierde agua por
irrigación, evaporación y a través de las golas cuando las compuertas
permanecen abiertas.
Fig. 93. Gola del Perellonet.
107
Dentro de la laguna, en la década de los 80 del siglo XX se había identificado
un sistema hipereutrófico (Miracle, et al., 1984), caracterizado por:
Escasa profundidad y limitada circulación del agua
Excesivos nutrientes y reducido régimen de oxígeno
Productividad muy elevada (la biomasa excedía los 150 mg/l y la clorofila
los 600 mg/m3)
Posteriormente, los estudios mediante imágenes de satélite Landsat 5 (TM)
realizados por López García y Caselles (1987, 1990) confirmaron la distribución
de las masas de agua en la albufera realizadas por Soria (1987). Podían
identificarse dos tipos de aguas: 1) aguas derivadas de los sistemas de
drenaje, que generalmente presentan un bajo contenido en biomasa y niveles
altos de nutrientes, y 2) agua de la albufera que utiliza la carga de nutrientes y
consecuentemente tiene un alto valor de biomasa. Según López García y
Caselles (1987, 1990) las entradas más importantes de agua a la albufera --en
condiciones regulares-- se producen por los canales del sur (Séquia de l'Overa
y Séquia Dreta), seguidos por los de la zona norte (Barranc de Massanassa y
Barranc de Picassent). Ocasionalmente, hay alguna entrada por el SW. Los
flujos que penetran en l'Albufera crean una circulación de norte a sur a lo largo
de la parte oriental del lago. Este modelo de circulación, junto con las salidas
de agua al mar a través de las golas, es el responsable de que las mayores
concentraciones de clorofila aparezcan en la parte oeste y suroeste del lago,
donde las tasas de intercambio eran más bajas.
Históricamente, la albufera ha tenido muchos problemas. Uno de ellos ha sido
las bonificaciones que se han producido en los últimos siglos y que han
reducido considerablemente su superficie. Rosselló (1972, 1976) realizó una
recopilación sistemática de la documentación existente hasta ese momento,
señalando que son muchos los factores naturales que han contribuido al relleno
de la albufera a lo largo de los años: 1) los sedimentos traídos por el viento
procedentes tanto de los relieves del postpaís como de la playa y de la
108
restinga; 2) la vegetación acuática que crece en la albufera; 3) los materiales
depositados por los barrancos que desembocan en el lago.
La colmatación y reducción del lago se inicia a finales del siglo XVI, se
incrementa a finales del XVIII, pero la reducción más importante de la superficie
de la albufera se ha producido por acción antrópica desde principios del siglo
XIX hasta principios del XX, especialmente entre 1863 y 1903, como puede
verse en la Tabla .
REDUCCIÓN HISTÓRICA DE LA SUPERCICIE DE LA ALBUFERA
Periodo Superficie reducida
(ha)
Superficie reducida
(ha/año)
1579-1761 2.038 11,2
1761-1820 3.960 67,1
1820-1863 1.186 42,1
1863-1887 3.180 227,1
1887-1903 1.679 62,3
1903-1927 277 11,5
1927-1988 765 12,5
Tabla II. Reducción histórica de la superficie del lago (Sanjaume et al., 1992b)
Mediciones posteriores de la superficie de la albufera fueron realizadas a partir
de las imágenes Thematic Mapper del Landsat. Se utilizó la banda 4, con una
banda de longitud de onda de 0,76-0,90 µm, para discriminar los límites del
lago de los campos de arroz. Utilizando seis imágenes distintas (16 de marzo,
29 de junio, 22 de julio, 17 de septiembre y 20 de noviembre de 1985 y 17 de
enero de 1987), el área calculada fue de 2.394 ha +70, oscilación producida, en
parte, por la variación del nivel del agua en el lago a lo largo del año (Sanjaume
et al., 1992b).
Aunque la colmatación y reducción del lago fue máxima especialmente entre 1863 y 1903 por acción antrópica para conseguir nuevas tierras de cultivo, como en otras albuferas estudiadas, el saneamiento debió empezar con los romanos, ya que se localizó una centuriación al W de la albufera (Pingarrón, 1981). Con todo, en esta albufera la acción antrópica ha sido diferente del resto
109
de las zonas palustres estudiadas, en donde en vez de colmatación hubo desecación mediante la construcción de canales artificiales de drenaje. En la Albufera de Valencia, la reducción se produce por aterramiento (aterraments) debido a la expansión del arrozal. La técnica del aterrament consistía en rellenar parcelas del lago, previamente delimitadas con cañas, con sedimentos transportados de otros campos de la marjal excesivamente colmatados o bien de zonas más alejadas Conseguir colmatar ese espacio delimitado era el trabajo de toda una vida, sobre todo si la tierra debía conseguirse de los relieves inmediatos. Había que ir a la fuente de esos sedimentos rellenar el carro, regresar a la albufera, descargar el carro poco a poco, cada vez la cantidad que la barca podía aguantar y perchar hasta donde se había delimitado lo que sería el nuevo campo.
Fig. 94. Vista de los aterramientos de la marjal desde la montaña de Cullera
Volcar los sedimentos de la barca y regresar de nuevo al carro para llenar otra vez la barca y así sucesivamente hasta conseguir que el espacio cerrado con las cañas estuviera totalmente colmatado y en disposición de cultivar arroz. Si la tierra se obtenía de campos más o menos alejados del lago se conseguía un doble objetivo: ampliar el espacio cultivado y rebajar el nivel de los campos facilitando el regadío. En las últimas décadas estas prácticas han cesado y los aterramientos han dejado paso a las desecaciones que se producen en las
110
zonas periféricas de la marjal para poder cultivar productos más rentables que el arroz.
Como es obvio, aunque fuera un trabajo lento y pesado muchos agricultores de las poblaciones situadas en la periferia de la albufera consiguieron sus campos de arroz y con los años de la máxima expansión del arrozal, el lago sufrió una reducción extraordinaria. Según Rosselló (1976, 1979), la artificiosa forma poligonal de las orillas del lago se relacionaría con los aterraments. Sin embargo, el cultivo del arroz ha disminuido notablemente y si no se hubiesen parado las transformaciones para conseguir cultivos más rentables, suponemos que el arrozal habría acabado siendo testimonial.
La reducción del perímetro de l'Albufera en los últimos siglos, ha suscitado el
interés de numerosos investigadores. Sin embargo, el conocimiento de las
tasas de sedimentación actual es escaso debido a la falta de medidas directas.
El balance hidrológico no puede ser calculado fácilmente debido a que no hay
estaciones de aforo en el área. Además, el intercambio de agua y sedimentos
entre la albufera y el mar es muy difícil de determinar. Actualmente, no existen
datos disponibles sobre la cantidad de material que pierde la albufera a través
de sus golas cuando las compuertas están abiertas para facilitar el drenaje de
los campos de arroz. Finalmente, la cantidad de sedimentos aportados por los
barrancos y ríos (Túria y Xúquer) durante sus avenidas tampoco ha sido
cuantificado (Sanjaume et al., 1992a).
Durante la segunda mitad del siglo XX aparecieron varios trabajos que hacían
referencia a los problemas colmatación que sufría l'Albufera. La mayoría de
estos trabajos estaban basados en modelos teóricos, por lo que el resultado
final era una consecuencia de los inputs y outputs utilizados en los modelos.
Algunos de estos trabajos sugerían que las tasas de sedimentación eran tan
altas que provocarían la total colmatación del lago en menos de 200 años.
García Labrandero (1959) indicó que l'Albufera recibía 759.500 m3/año de
sedimentos. Con este volumen tan elevado de materiales el relleno sería muy
rápido y la colmatación total debería haberse producido en el año 2012,
111
efectivamente estaba equivocado y el lago todavía existe. Algunos años más
tarde Alonso Pascual et al. (1974), estimaron que la cantidad de sedimentos
aportados en suspensión por las acequias alcanzaba la cifra de 160.000
m3/año y la colmatación sería total en el año 2108.
Dafauce (1975) considerando que al lago sólo llegan los sedimentos finos
(limos y arcillas) y suponiendo que estos representan sólo el 40 % del total de
materiales, el volumen de sedimentos disponible se estima en 359.000 tm/año.
Si se considera que el peso específico es de 1.250 kg/m3, el volumen de
sedimentos que llegaría al lago sería de 275.000 m3/año. Con estos datos
señala que la Albufera estará totalmente colmatada entre 2053.
Mintegui et al. (1986) simulan la erosión, el transporte y la sedimentación en
l'Albufera usando modelos teóricos de producción de sedimentos como la
U.S.L.E. (Ecuación Universal de Pérdidas de Suelo), M.U.S.L.E. (Ecuación
Universal de Pérdidas de Suelo Modificada) y modelos hidrológicos como el
Número Hidrológico del U.S.D.A. o el Hidrograma Unitario H.Y.M.O. A partir de
estos modelos los autores dedujeron que el sedimento aportado al lago se
había incrementado desde una cifra de 151.340 m3/año, durante el periodo
comprendido entre 1903 y 1976; a un valor medio de 357.419 m3/año,
calculado entre 1976 y 1982. Los autores consideraban, por tanto, que el lago
se rellenaría entre el año 2066 y el 2195, si esas tendencias se mantenían.
En nuestra opinión se pueden criticar algunos aspectos de la metodología
utilizada por estos autores, así como algunos de los resultados obtenidos por la
aplicación de dichos modelos:
La mayoría de los modelos de erosión empleados utilizan los valores de
precipitación media y no toman en consideración las precipitaciones
extremas. Sin embargo, tales sucesos extraordinarios, característicos
del clima mediterráneo, tienen un significado geomorfológico relevante
en el área.
112
El uso del coeficiente de escorrentía utilizado en alguno de estos
trabajos, no es una metodología adecuada para el cálculo de los aportes
de agua a l'Albufera a causa del predominio de los materiales calcáreos
en su cuenca. Segura (1990) demostró que las cuencas calcáreas
muestran una capacidad de infiltración alta y variable, dependiendo de la
intensidad de las precipitaciones y de los rasgos litológicos.
Consecuentemente, el coeficiente de escorrentía podría tener una gran
variabilidad. Esta variabilidad espacial y temporal para cada crecida
invalida su uso para ramblas y barrancos.
La mayoría de estos trabajos tienen un marcado carácter teórico y
adolecen de falta de experimentación de campo. Alonso Pascual et al.
(1974) son los únicos que intentan cuantificar el material sólido
transportado en suspensión por las acequias a partir de muestras de
agua tomadas periódicamente. Sin embargo, en ningún caso se mide la
carga de sedimentos que llega al lago durante las crecidas, aunque
todos los autores reconocen que estas constituyen la mayor fuente de
suministros de materiales sólidos al lago.
Ningunos de estos estudios que predicen el relleno más o menos
inmediato del lago, tienen en consideración el papel de la propia
compactación de los sedimentos.
Por su parte, Rosselló (1976) presentando un punto de vista diferente, sugirió
que buena parte de los aportes de los barrancos quedarían retenidos en las
márgenes de l'Albufera, en las áreas afectadas por las bonificaciones, mientras
que la profundidad del lago probablemente permanecería estable, debido a los
procesos de subsidencia y/o compactación de los sedimentos acumulados, por
lo que las predicciones de colmatación inmediata probablemente no se
producirían. Por nuestra parte, realizamos un trabajo sondeando en distintos
puntos de la Albufera para intentar conocer la evolución de los sedimentos del
lago y las tasas de sedimentación de los materiales realmente depositados en
113
el lago en tiempo histórico. Teniendo en cuenta que el lago es una zona
subsidente, en donde se produce la compactación de los sedimentos y, en
consecuencia, una reducción del volumen de los mismos, así como la
desaparición de los aterraments antrópicos durante más de un siglo, las
conclusiones fueron que en el lago se ha producido una tasa de sedimentación
natural de 0,47 mm/año, estimada para el periodo comprendido entre 2.810 y
1.110 B.P., y una tasa de sedimentación de 0,57 mm/año para el periodo que
abarca desde 1.110 hasta la actualidad, comprendiendo toda la sedimentación
antrópica (Sanjaume, et al., 1992 b). Por tanto la colmatación de la no es tan
inminente como algunos autores habían hecho suponer.
Otras características deducidas del trabajo anterior fueron:
Al lago sólo llega material fino. La fracción gruesa (cantos y gravas) falta
por completo. Esto puede deberse a factores dinámicos y/o tectónicos.
Los dinámicos están relacionados con la disminución de la pendiente de
los barrancos cuando llagan a la marjal. Esto provoca un descenso en la
velocidad del flujo y, en consecuencia, una caída de la capacidad de
transporte. Los materiales gruesos quedan depositados en los límites de
la marjal. Los factores tectónicos, por su parte, estarían relacionados
con una falla localizada en el postpaís de la Albufera que puede haberse
reactivado durante el Cuaternario (Segura et al., 1984). Esto habría
provocado la desorganización de la red de drenaje y la desaparición de
canales como ocurre, por ejemplo, en el Barranc de Massanassa. Como
consecuencia, la carga de fondo de los barrancos también se
depositaría lejos del lago.
Los sedimentos son principalmente limos y arcillas transportados en
suspensión. Las arenas son escasas y quedan localizadas en las
inmediaciones de las desembocaduras de barrancos, por lo que es
probable que hayan sido transportadas en momentos de crecida.
114
El predominio de la arcilla y conchas en el fondo, así como el mayor
predominio de restos vegetales en las partes superiores indican que el
lago de la Albufera ha experimentado un cambio de salinidad en los
últimos milenios pasando de un medio Salobre a otro dulceacuícola.
De acuerdo con los datos obtenidos a partir de los análisis de C14, el
cambio de salinidad provocado por el cierre (natural o artificial) de la
restinga tuvo que producirse con posterioridad al 1110±115 BP.
(Sanjaume, et al., 1992 a).
La evolución cuaternaria de la Albufera no se conoce todavía con exactitud
debido a la falta de sondeos mecánicos que permitan reconstruir su
estratigrafía y los sucesivos ambientes sedimentarios. Por comparación con
otras albuferas mediterráneas, sin embargo, podría pensarse que deben
haberse producido distintas fases con la interdigitación de diferentes niveles de
playa, albufera o de aguas salobres someras, siguiendo el ritmo de las
transgresiones y regresiones marinas cuaternarias (Sanjaume y Carmona,
1995). De acuerdo con los datos disponibles hasta ahora, Rosselló (1995 b)
sugiere que hace 20.000 años no existía ninguna albufera. Su lugar era
ocupado por un golfo marino, cuya penetración hacia el interior es imposible de
saber, resultante de un juego de bloques tectónicos que han quedado
posteriormente enmascarados por la sedimentación. Hacia el 5.000 B.P., unos
cuerpos arenosos que se ubican ligeramente por delante de la línea actual
señalan una situación anterior de la restinga, que en ese momento sería mucha
más larga y estrecha que la actual. Además, la presencia de probables dunas
pleistocenas sumergidas, en la actualidad, entre 40 y 80 m de profundidad,
parecen indicar la existencia de un sistema de restingas en retroceso que
habría estado funcionando a lo largo de la transgresión flandriense (Maldonado
y Zamarreño, 1983). Estas dunas ocupan una extensión de 70 km2, tienen
flancos disimétricos, alturas de hasta 10 m, transversalmente presentan una
anchura total de 300 m, con una longitud de unos 3 km (Rey, et al., 1982).
115
Fig. 95. Duna fósil del Perellonet en 1977.
Estos datos, junto con la presencia del afloramiento de la duna fósil de la
Penyeta del Moro del Perellonet (Rosselló, 1979 b) y los fósiles obtenidos de
los sondeos manuales de la Albufera (Sanjaume, et al., 1992 b), parecen
indicar que la restinga holocena probablemente se escalona sobre un
basamento más antiguo. Sobre la restinga holocena se ha edificado un
importante campo de dunas, del que nos ocuparemos más adelante.
2.4.1.8. Marjal de Cullera-Tavernes
Al sur del Xúquer se extienden, a lo largo de unos 37 km y de manera casi
ininterrumpida, las marjales de Cullera-Tavernes, Xeraco-Xeresa y Oliva-Pego.
Su extensión es máxima al sur de les motes del Xúquer donde presenta unos 5
km de anchura, se reduce a 1-2 km en la zona de Tavernes, y en la Marina de
Xeraco ya sólo alcanza 1 km, mientras que en el Grao de Gandía no supera los
600 m. La amplitud de estas marjales se encuentra muy condicionada por la
proximidad de los relieves del postpaís costero (Sanjaume, 1980). Entre Cullera
y el abanico aluvial del Riu d´Alcoi se extiende una amplia restinga que
presenta 19 km de longitud y cuya anchura, máxima en las inmediaciones del
Estany Gran con 1,5 km, disminuye lenta y progresivamente hacia el sur. En
esta zona parece que existen dos restingas separadas por una zona deprimida,
que supondrían distintos estados de evolución de la misma (Sanjaume, 1985).
116
Fig. 96. Albufera Cullera-Tavernes. Se aprecia muy bien l’Estany Gran y el Brosquil. Hacia el
sur se hace evidente la existencia de una doble restinga.
L’Estany de Cullera podría ser una antigua gola de esta albufera o una antigua
difluencia del Xúquer. Charcas de pequeño tamaño, generalmente asociadas
con afloramientos de aguas subterráneas, son muy frecuentes también en todo
este sector.
Fig. 97. Desembocadura de l’Estany Gran, años 70.
117
Fig. 98. El Brosquil de Cullera.
A lo largo de este sector quedan algunas charcas residuales como l´Estany
Gran de Cullera que se encuentra a 3 km de la actual desembocadura del
Xúquer y por el que fluyen las aguas de la Sequiassa, y el Brosquil de Cullera
situado unos 2 km al sur de la desembocadura de l’Estany Gran, y que en la
década de los 70 quedaba cerrado por un cordón de dunas. La marjal tiene su
máxima extensión al sur de Cullera, ya que penetra prácticamente hasta
Corbera, con unos 8 km de anchura, que en las inmediaciones de Favareta se
ha reducido a 3,5 km. Al sur de la Séquia de la Bova, construida entre 1652 y
1676, se inicia la marjal de Tavernes que con tan sólo 1,5 km es mucho más
estrecha.
La marjal Cullera-Tavernes está totalmente colmatada en la actualidad, por lo
que las aguas de inundación del Xúquer pueden anegarla, sobrepasar la
superficie de la restinga con gran facilidad y llegar directamente al mar. A pesar
de las transformaciones antrópicas que experimentadas, se reconoce la
existencia de dos restingas paralelas, entre las que queda un estrecha zona
ligeramente deprimida (Sanjaume, 1985). Se trataría, por tanto, de una restinga
progradante con un comportamiento similar al experimentado por la albufera
d´Elx (Sanjaume y Pardo, 2000).
118
Hace unos años se realizó un estudio detallado de esta zona, sin llegar a
Xeraco. Además de la fotointerpretación clásica, que permitió caracterizar las
principales unidades geomorfológicas, se realizó un modelo digital de
elevaciones (MDE) muy útil para distinguir las distintas subunidades existentes,
imperceptibles con el sistema clásico y que han aportado información muy
interesante sobre la dinámica natural que ha ido modelando este espacio
costero de transición. También se creó un mapa de isohipsas y un mapa de
pendientes. Gracias a este mapa se aprecia perfectamente hasta donde llega
la influencia de las aguas de inundación del Xúquer. Este sector, que abarca
toda la parte septentrional del mapa, dibuja toda una serie de hipófisis de
acumulación que van penetrando en las zonas más deprimidas, señalando los
límites de la máxima acumulación por decantación después de las crecidas y
las zonas de erosión por canalización de esas mismas aguas. Del mismo
modo, en este mapa queda perfectamente reflejado el postpaís costero que
presenta, como es obvio, las máximas alturas. Además de la acera coluvial
destaca la avanzada sedimentaria del abanico aluvial del Riu de Xeraco. Por
otro lado, la topografía revela la existencia de una doble restinga, aunque la
más externa – la playa actual—casi ha desaparecido por la acción erosiva de
las olas.
También queda de manera muy visible el cordón dunar instalado sobre la
restinga interna cuya altura, aunque variable, llega a superar los 6 m en
algunas zonas. Por lo que respecta a la albufera interna, llama la atención
como va reduciendo su anchura paulatinamente hasta quedar muy constreñida
por el cono aluvial del Riu de Xeraco. Finalmente habría que destacar que la
albufera externa es mucho más profunda en la parte inmediata a la
desembocadura de l’Estany Gran y como se va haciendo más somera en el
sector meridional.
El mapa de pendientes (figura 99), por su parte, resultó de gran ayuda para
delimitar con precisión las distintas unidades geomorfológicas (dunas, límite
119
interno de las restingas, afloramientos rocosos, vertientes, conos aluviales,
etc).
Fig. 99. Mapa de pendientes del tramo Cullera-Tavernes
Asimismo, en este mapa puede observarse la dirección de las distintas
vaguadas que surcan la zona de influencia del Xúquer y la configuración de los
ámbitos deprimidos albufereños, contribuyendo a la interpretación de la
dinámica evolutiva de los distintos ambientes geomorfológicos (Sanjaume y
Pardo, 2003).
120
La zona inmediata a la playa está ocupado por una vaguada de cierta
importancia que parece conectar la actual desembocadura del río con el Estany
Gran. En la parte media e interna se observan otras vaguadas, que se van
haciendo más numerosas y menos profundas a medida que progresamos hacia
el sur, con la salvedad de la vaguada más occidental que se aprecia mucho
más claramente. Parece, en realidad, como si el flujo que circula por estas
vaguadas fuera menos canalizado a medida que disminuye la pendiente.
Existe asimismo una depresión que se va ampliando y profundizando a medida
que progresamos hacia el sur. A continuación aparece el cuerpo de la restinga
interna en la que se observan dos microalineaciones separadas por una
pequeña vaguada central a modo de depresión eólica. Una fuerte ruptura de
pendiente nos sitúa en la amplia zona deprimida de la marjal interna. Esta
antigua zona albufereña tiene un contorno disimétrico, ya que la zona más
profunda se localiza en las proximidades de la restinga, mientras que el sector
situado cerca de los relieves es más somero probablemente por haber tenido
una colmatación mayor y más duradera en el tiempo. También se puede
apreciar la existencia de una vaguada de cierta importancia en contacto con los
relieves del postpaís costero, que podría tratarse de un paleocauce. Las
principales características del sector meridional serían: mayor anchura de la
playa actual, así como menor anchura y, sobre todo, menor profundidad de la
depresión externa. En realidad parece que de una antigua albufera se haya
pasado a una mallada similar a la central de la Devesa de la Albufera de
Valencia, o que la colmatación de la antigua albufera externa haya sido más
efectiva en este tramo. Por lo que respecta a la restinga interna, su morfología
cambia por completo, ya que la zona ligeramente deprimida cede su lugar a
una alineación dunar que supera los 6 m de altura en algunos puntos. La
transición a la albufera interna se hace de forma mucho más gradual que en el
sector anterior y se hace patente la mayor profundidad de esta depresión en las
inmediaciones de la restinga en la zona más meridional.
121
Fig. 100. Mapa de unidades albufera Cullera-Tavernes.
Analizaremos los principales ámbitos de manera más detallada.
La desembocadura del Xúquer constituye el límite septentrional de la zona
de estudio. Esta desembocadura ha experimentado modificaciones
espaciales a lo largo del tiempo. Aunque hay algunas teorías sobre la
122
posible desembocadura del Xúquer al norte de la Serra de les Raboses de
Cullera (Ruíz, 2001), seguimos pensando que el Xúquer desembocaba más
al sur y que las sucesivas difluencias que ha experimentado en épocas
relativamente modernas siempre han sido desde posiciones más
meridionales hacia su ubicación actual. En momentos de crecida las aguas
de inundación llegan sin lugar a dudas a la marjal de la Albufera de Valencia
y puede que en el pasado llegaran incluso con más frecuencia. Por otra
parte no puede descartarse que en algún momento del Cuaternario, cuando
la restinga actual de la Albufera de Valencia aún no estaba en su situación
actual, el río pudo haber desembocado al norte de lo que entonces sería la
isla de Cullera. Del mismo modo pensamos que los sedimentos aportados
en los momentos de crecida han contribuido a la colmatación de la marjal
septentrional que actuaría como cubeta de decantación para los sedimentos
transportados en suspensión, pero lo que no parece lógico es pensar en la
existencia de un cauce permanente que habría atravesado la actual restinga
de la Albufera de Valencia sin dejar huella mineralógica de su existencia.
Las diferencias en las asociaciones mineralógicas de los minerales pesados
de las arenas predominantes al norte del Cap de Cullera y al sur de la
desembocadura actual del Xúquer (Sanjaume, 1985) son tan distintas que
no dejan margen para elucubrar en ese sentido. A nuestro entender es
mucho más probable que el Xúquer haya experimentado distintas
difluencias en el sector meridional. Además de algunos aspectos
geomorfológicos que se comentarán posteriormente, existen documentos
cartográficos que demuestran que el río desembocaba algo más al sur de
su posición actual. A este respecto hay que señalar la existencia de un
mapa del siglo XVIII en el que la desembocadura del río se encuentra más
al sur, sin llegar a la altura del Estany Gran. Por otra parte, la Carta Náutica
de 1877 sitúa esta desembocadura unos 200 m al sur de la actual. Hoy en
día la desembocadura se encuentra canalizada. La construcción de los
123
espigones de esta canalización es uno de los principales motivos para la
erosión acelerada que han experimentado las playas situadas al sur de la
misma (Sanjaume y Pardo, 2003).
La llanura aluvial del Xúquer se encuentra en la parte septentrional de la
zona estudiada de las zonas húmedas al sur de río. Es una zona de
transición entre espacios puramente fluviales y los medios albufereños y
de restinga situados más al sur. Observando el modelo digital de
elevaciones podemos diferenciar varias subunidades: a) el sector
noroccidental que es una zona puramente de sedimentación fluvial que
se corresponde con la llanura aluvial del río. Su principal característica
es que se encuentra más elevada que el resto del tramo analizado.
Presenta en detalle una serie de pequeñas vaguadas, separadas por
umbrales de muy poco resalte, que a nuestro entender deben estar
relacionadas con la dirección que toman los flujos de agua en los
momentos de crecida; b) el sector oriental se trata de una zona
completamente plana. Parece como si en este ámbito los flujos no
experimentasen ningún tipo de canalización y se comportasen en su
conjunto como una balsa de decantación de los sedimentos de las
aguas de desbordamiento; c) la vaguada oriental: separa la zona llana
anterior de la zona inmediata al mar. Esta vaguada, paralela a la costa,
puede estar relacionada con antiguas difluencias fluviales, puesto que
conecta directamente con el río. Es probable que se trate de un
paleocauce que conecte las aguas del río con la desembocadura del
Estany Gran en momentos de avenida; d) La vaguada central: también
discurre más o menos paralela a la playa. La microtopografía revela que
las aguas de inundación deben canalizarse por estos ámbitos más
deprimidos, aunque también podría tratarse de otro paleocauce ya que
parece que conecta con l’Estany Gran; e) La vaguada occidental es una
zona deprimida que se encuentra muy próxima a los relieves del
124
postpaís costero y que debe canalizar hacia la marjal las aguas de los
momentos de crecida.
Los conos y piedemontes (figura 100), constituyen el límite occidental de
la zona estudiada y se corresponden con las mayores alturas
observadas en todo el sector, que dan paso a los contrafuertes
montañosos del postpaís costero. En este ámbito, la sedimentación más
que por procesos fluviales propiamente dichos se produce por gravedad
y arroyada en los piedemontes, así como por arroyada y acción de
pequeños barrancos en el caso de los conos. Los piedemontes son las
zonas que conectan la antigua albufera con los relieves montañosos.
Además de las mayores alturas también presentan las mayores
pendientes. La existencia de estos contrafuertes montañosos delimitan
la anchura de la antigua albufera, forzando su aspecto estrecho y
alargado. Por lo que respecta a los conos, además de algunos pequeños
poco significativos, en el sector meridional, existe uno de cierta
relevancia que queda perfectamente delimitado por la microtopografía.
Los aportes de este cono, por otra parte, han dividido la antigua albufera
en dos subcuencas, puesto que el Barranc de l’Infern que lo ha formado,
parece que tuvo en el pasado mucha incidencia como fuente de
suministros en momentos de progradación relacionadas con pulsaciones
negativas del nivel del mar. Esta circunstancia podría explicar, por tanto,
que las dunas de la restinga en este tramo tengan la mayor altura de
todo el sector, ya que contribuirían al superávit sedimentario necesario
para la formación de los edificios eólicos.
La antigua albufera de este sector probablemente se formó cuando una
restinga arenosa separó del mar un ámbito marino que quedaba
enmarcado por las avanzadas sedimentarias de las desembocaduras del
Xúquer y el Riu d’Alcoi (Serpis). Debido a la proximidad de los relieves
montañosos presentaría una forma estrecha y alargada, quedando
125
someramente dividida por el cuerpo sedimentario del cono del Barranc
de les Fonts o Riu de Xeraco. Esta antigua albufera se ha visto sometida
a diversos procesos desecación con una importante red de acequias.
Pero con todo, es probable que se trate de una de las albuferas cuya
sedimentación natural haya sido más efectiva puesto que atrapa gran
cantidad de los sedimentos aportados por el Xúquer en los momentos de
crecida. No es extraño, por tanto, que las zonas más deprimidas, menos
colmatadas sean las que se encuentran más alejadas de la influencia del
río y de los barrancos periféricos (figura 100).
En este ámbito se podrían distinguir también tres subunidades: a)
vaguadas que son continuación de las vaguadas central y occidental
descritas anteriormente; b) la depresión central constituye la zona más
deprimida; se inicia en las inmediaciones de l’Estany Gran y se prolonga
hacia el sur. Queda limitada por los contrafuertes montañosos y la
restinga; c) Existen varios afloramientos rocosos. Se encuentran
diseminados a lo largo de la antigua albufera en la zona más inmediata a
los relieves montañosos, por lo que son formaciones estructurales
relictas, que en algún momento pudieron quedar como pequeños islotes
o escollos dentro de la albufera.
L’Estany Gran en la actualidad consiste en una laguna muy estrecha y alargada
que recoge las aguas de surgencias cársticas y de diversas acequias de
drenaje. La laguna presenta, además, forma incurvada lo que sugiere un cierto
desplazamiento hacia el sur probablemente debido a procesos de dinámica
marina. Con los oleajes predominantes, la deriva litoral presenta una
componente neta dominante en sentido N-S, por lo que es muy probable que
se vaya taponando la desembocadura de la laguna con los materiales
aportados con la corriente de deriva, por lo que la salida natural de las aguas,
normalmente con muy poca competencia de transporte, se ve obligada a
desplazarse ligeramente hacia el sur. En la actualidad esta tendencia
126
migratoria ha quedado totalmente paralizada por las obras de canalización de
la desembocadura de l’Estany Gran.
Fig. 101. Desembocadura de l’Estany Gran en 1977
Sin embargo, la fotointerpretación de las series entre 1956 y 1977 y los trabajos
de campo realizados en noviembre de 1977 corroboran la existencia de una
barra migrando hacia el sur, que incluso pudo ser muestreada para su
caracterización sedimentológica (Sanjaume, 1985). La composición
mineralógica de los sedimentos de l’Estany, que presentan una gran similitud
con los del Xúquer, y su forma superficial nos llevó a la afirmación de que se
trataba una antigua difluencia del Xúquer (Sanjaume, 1985). En la actualidad,
su conexión con la vaguada central que nos revela el análisis microtopográfico,
la forma en V del perfil transversal de esta laguna y su profundidad de – 8m
(Burguet et al., 1988) casi en las inmediaciones de la playa nos reafirman en
nuestra teoría de que se trata de un antigua desembocadura del Xúquer. Esta
desembocadura probablemente fue funcional en algún momento de pulsación
negativa del nivel del mar, puesto que quizá en estos ámbitos existía mayor
pendiente para el libre discurrir de las aguas. La existencia de afloramientos de
aguas subterráneas (ullals) y el drenaje de la red de acequias de este tramo
permiten que esta laguna haya seguido manteniendo su profundidad, sin
127
colmatarse con el tiempo. Unos 2 km al sur de l’Estany Gran se encuentra la
charca residual del Brosquil, cerrada por un cordón dunar. El origen de esta
charca es difícil de determinar: podría tratarse de una antigua difluencia fluvial,
de una bocana de la antigua albufera, la existencia de una surgencia cárstica.
Fig. 102. El Brosquil de Cullera.
Respecto a la restinga, aunque a grandes rasgos parece que arranca de la
desembocadura del Xúquer, en la actualidad, por la evolución de la llanura
aluvial del Xúquer, se inicia al sur de la desembocadura de l’Estany Gran.
La formación de esta restinga, quizá por emersión de una barra submarina,
determinó la aparición de la antigua albufera. En su conjunto, la restinga
presenta mayor altura en su tramo meridional y se confirma la existencia de
una doble restinga como ya se apuntaba en trabajos anteriores (Sanjaume,
1980, 1985). Dentro de la restinga pueden diferenciarse cuatro subunidades
geomorfológicas: restinga interna, zona deprimida, restinga externa y dunas
litorales. Estas últimas se encuentran tanto en la restinga interna como en la
externa.
1. La restinga interna es la más antigua y se corresponde con el primer cierre
de la zona albufereña. Su amplitud va disminuyendo hacia el sur, por lo que
parece que la progradación ha sido más efectiva en las inmediaciones de la
128
principal fuente de suministros que es el Xúquer. En la parte septentrional,
desde la laguna de l’Estany Gran hasta la zona del Brosquil, existe una
doble alineación dunar, de poca altura, separada por una depresión
interdunar. El sector central es más corto. Presenta mayor altura media y la
doble alineación dunar se transforma en una única alineación, localmente
de mayor altura. Aunque siguen existiendo zonas más deprimidas en su
vertiente oriental, en muchos tramos existe una colmatación casi total, de tal
manera que el conjunto arenoso pasa prácticamente sin interrupciones
hasta la playa actual. Finalmente, en el tramo más meridional continua la
única alineación dunar, que en algunos puntos alcanza los 6 m de altura
(Ruíz, 2001). Este superávit sedimentario debe estar relacionado con la
remodelación eólica de los suministros proporcionados por el Barranc de les
Fonts, que ahora desemboca al norte del cono aluvial, se subsume en la
marjal y se encuentra con las acequias que canalizan las aguas del Riu
Vaca. Tampoco es descabellado pensar que el suministro podría
relacionarse con una inmensa playa durante una pulsación negativa del mar
que facilitaría la formación de las dunas.
2. Depresión externa: Morfológicamente presenta todas las características de
una pequeña albufera estrecha y alargada que con ciertas interrupciones se
prolonga hacia el sur. Por su microtopografía también podrían diferenciarse
tres tramos. El septentrional es el más deprimido. Es la zona en la que se
ubica, por ejemplo, el Brosquil de Cullera. Por los reconocimientos de
campo se conoce la existencia de pequeñas charcas resultado de
afloramientos de agua subterránea. El sector central está casi
completamente colmatado y sólo aparecen pequeñas depresiones de
escasa profundidad. El tercer tramo es el más meridional. Aquí la depresión
adquiere nuevamente continuidad, aunque en este caso la profundidad es
bastante escasa. Con todo, su anchura es excesiva como para considerarla
una depresión de deflación eólica.
129
3. La restinga externa es mucho más estrecha que la interna y debido a la
erosión costera acelerada que han experimentado los sectores
septentrionales ha quedado constreñida a la playa estricta en un amplio
sector. En la zona meridional se hace más amplia, aunque sigue siendo
muy estrecha. En esta restinga también ha existido una alineación dunar,
que en el norte ha desaparecido bajo la erosión de las olas. Algunos de los
festones que aparecen en la transición entre esta restinga y la depresión
comentada anteriormente son típicos abanicos de derrame (washover fans),
que incluso habían podido ser reconocidos en el campo antes de las
actuaciones antrópicas a las que han estado sometidas estos ámbitos. No
tenemos sondeos mecánicos que puedan dar luz sobre las distintas etapas
evolutivas de esta unidad, pero por similitud con lo ocurrido en la Devesa
del Saler pensamos que posiblemente ha sido semejante.
La marjal de Cullera experimentó un intenso saneamiento a mediados del siglo
XIX, mediante el concurso de pequeños propietarios, para su utilización como
arrozal, sobre todo en el Brosquil (Rosselló, 1979). Sin embargo, este cultivo
desapareció de la zona a finales de los 60. En la marjal de Tavernes, las obras
de bonificación se iniciaron en el siglo XVII, con la construcción de la Séquia de
la Bova y Séquia Nova, aunque las obras de drenaje continuaron en siglos
posteriores. La sustitución de cultivos iniciada a mediados del siglo XX
(Sanchis Deusa, 1978), ha continuado hasta la actualidad. Por otra parte, se ha
producido una intensa y progresiva ocupación urbanística de la restinga, de tal
modo que las edificaciones pueden seguirse sin interrupción desde la
desembocadura del Xúquer hacia el sur.
El tramo costero situado al sur de la desembocadura del Xúquer ha
experimentado una importante progradación a lo largo del Pleistoceno y
Holoceno. La formación de dos restingas con sus correspondientes
alineaciones dunares demuestras, además, que el suministro sedimentario que
las ha alimentado ha sido durante todo ese tiempo muy importante. Esta
130
tendencia secular progradante y acumulativa ha quedado truncada por la
acción humana, como se ha visto con las obras de encauzamiento del Xúquer,
que se realizaron entre 1947 y 1956 y sus sucesivas ampliaciones. (Pardo,
1991; Brocal et al., 2006). El sector situado al sur de la desembocadura ha
mantenido una tendencia claramente erosiva desde 1956, que sólo ha podido
ser frenada mediante continuas intervenciones humanas. Con todo, aunque se
consigue paralizar el retroceso en un punto concreto, más al sur la erosión se
reactiva de nuevo después de unos centenares de metros. La playa norte de
Tavernes de Valldigna, que hasta finales de los años ochenta había
permanecido con una dinámica estable (Pardo, 1991), presenta en la
actualidad claros signos de erosión lo que ha obligado a realizar vertidos de
arenas procedentes de otras playas (Brocal et al., 2006). Por otra parte, hay
que señalar que desde 1994 la interrupción del transporte sedimentario
asociado a los diques del Xúquer ha tratado de resolverse implantando un
sistema de trasvase continuo de las arenas retenidas en las playas situadas al
norte del obstáculo (Platja de Sant Antoni) hacia el sur.
2.4.1.9. Marjal Xeraco - Xeresa
A partir de la desembocadura del Riu Vaca o de Xeraco la restinga se unifica y
la zona húmeda se amplía en anchura. En realidad podría decirse que es el
tramo más meridional de toda la zona albufereña que se iniciaba al sur de la
desembocadura del Xúquer. La anchura de la marjal que en Tavernes se había
reducido a menos de 1,5 km, en la zona de Xeresa supera los 2 km. Los
barrancos de Les Fonts y el Barranc formaron abanicos aluviales al llegar a la
albufera formando la parte interna de la antigua albufera. En la actualidad la
disposición de los campos de cultivo y los caminos transversales al cono
resaltan su existencia. La parte meridional de la marjal quedaría hace siglos
adosada al abanico aluvial del Serpis o Riu d´Alcoi.
131
Fig. 103. Albufera Xeraco-Xeresa-
El cauce del río, así como los de los barrancos de Bellreguart y de la Palmera,
discurren encajados en sus propios derrubios hasta unos 1.100 m de la costa.
En este punto se produce un escalón, que coincide con la curva de nivel de los
10 m. Se trata de un acantilado relicto que desde la margen derecha del Serpis
va perdiendo altura y desaparecía un kilómetro al SE de Piles (Sanjaume,
1985). En la actualidad la marjal queda totalmente adosada a la urbanizaciones
playeras de Gandía.
Fig.104. Marjal de Xeraco, inmediaciones desembocadura Riu de Xeraco.
132
2.4.1.10. Marjal de Pego
La costa arenosa que se extiende desde el sur de Cullera hasta la
desembocadura del Girona sólo se ve interrumpida por los abanicos aluviales
del Riu d’Alcoi, Rambla Gallinera y el del Girona. Estos salientes no
interrumpen aparentemente la continuidad del edificio sedimentario, pero en él
se pueden distinguir tres tramos genéticamente diferentes: una larga restinga
desde Cullera hasta Gandía, una playa arenosa hasta la rambla Gallinera, con
el acantilado relicto entre Daimús y Piles, y una nueva restinga en el sector
más meridional que cierra la marjal de Pego-Oliva, que se extiende entre los
abanicos aluviales de la Rambla Gallinera y el Riu Girona (Pérez Cueva, et al,
1985). Esta última restinga tiene unos 9 km de longitud y su anchura es de
unos 1.600 m.
Fig. 105. Albufera de Pego.
Su génesis está ligada al crecimiento de una barra submarina que
probablemente se apoya en afloramiento pleistocenos eólicos o marinos, como
las calcoarenitas que se hacen visibles en las inmediaciones de Dénia. La
133
marjal ocupa la zona más deprimida del Valle de Pego (Sanjaume, 1985). De
acuerdo con los fósiles marinos y costero-lagunares identificados, Costa (1977)
estableció que el cierre de la albufera no fue muy antiguo (3.000 – 2.000 BP).
La abundancia de aguas procedentes de los relieves cársticos de las
inmediaciones y su escasa pendiente que dificulta el drenaje hacen que esta
zona mantenga un encharcamiento casi permanente. El conjunto formado por
el Bullent – Vedat, junto con el Racons – Molinell y toda la red de barrancos y
acequias subsidiarias, constituyen la red de drenaje de esta marjal. En la zona
interna que delimitan la transición hacia la zona de marjal, se localizó un
extenso afloramiento de playa flandriense (Fumanal, et al., 1985) que podría
ser coetáneo con el acantilado fósil mencionado anteriormente.
Fig. 106. Marjal de Pego.
La marjal ocupa la zona más deprimida de todo el conjunto (Dupré, et al.,
1988). La altura máxima se localiza en las dunas del sector septentrional de la
restinga (término de Oliva), que alcanzan los 7 m. El espesor de este cuerpo
arenoso con una potencia de 20 m por debajo de la cota 0 en la zona central,
se ha construido mediante la superposición de mantos de arena y grava de
diferentes complejos litorales migratorios holocenos (Viñals, 1996). Según esta
134
misma autora, la restinga sólo tendría una gola natural que sería la del Riu
Molinell, que se formaría simultáneamente al crecimiento de la flecha que
arranca del abanico de la Rambla Gallinera.
La marjal está compuesta mayoritariamente por sedimentos finos con
abundancia de materia orgánica, especialmente en la parte inferior, que se
extienden de forma tabular. El funcionamiento hídrico de la zona está asociado
a los flujos de agua subterránea, cuyos aportes dependen de las
precipitaciones, que en este sector suponen unos 900 mm anuales. El nivel de
agua permanente está sujeto a variaciones estacionales, pero normalmente
aflora muy cerca de la superficie. La situación de encharcamiento se mantiene
debido a que la red de drenaje subaéreo resulta incapaz de drenar los
excedentes hídricos de la marjal. Las modificaciones antrópicas encaminadas a
favorecer su drenaje se han mostrado ineficaces, puesto que aterraron
colectores que suponían una de las principales vías de avenamiento del llano
de inundación del Riu Revolta (Viñals, 1996).
Fig. 107. Desembocadura del Riu Racons.
135
La bonificación de estas tierras es muy antigua. A finales del siglo XIV, el
Marqués de Dénia inicia el saneamiento de sus tierras, que quedaban en la
margen derecha del Racons. El resto, perteneciente al Duque de Gandía,
permanece sin cultivar hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Los trabajos de
bonificación consistieron en la creación de toda una red de zanjas de
avenamiento para dedicar estas tierras al cultivo del arroz. La máxima
expansión del cultivo se produjo en el siglo XX, como consecuencia de los
conflictos bélicos de este siglo, momento en que prácticamente toda la marjal
estaba roturada (Costa, 1977).
Desde mediados del siglo XX, dada la pérdida de rentabilidad del cultivo del
arroz se produce un cambio en los usos del suelo enfocado en la producción de
hortalizas. Distintos proyectos del IRYDA determinaron la modificación del
Racons y la reestructuración de la red de acequias y caminos. Uno de los
hechos más notables fue el aterramiento del Revolta y la disminución de la
densidad de la red de acequias, para facilitar la concentración parcelaria y
ganar más espacio cultivable. Además se instalaron estaciones de bombeo
para desecar la marjal. Las elevadas precipitaciones de la segunda mitad de
los años 80 dificultaron el control de los excesos de agua. Puesta de manifiesto
la inoperancia del proyecto, este se abandonó (Viñals, 1996).
En los últimos años se ha reducido la intervención humana por lo que respecta
a las prácticas agrarias, lo que ha permitido la lenta recuperación de las
condiciones naturales de zona húmeda, que desde 1994 ha sido declarado
Parque Natural de la Comunidad Valenciana. Otros peligros, sin embargo, se
ciernen sobre este espacio. Además de la contaminación de las aguas por
vertidos urbanos, eutrofización por sobreexplotación ganadera, pesticidas, etc.,
habría que señalar unas prácticas cinegéticas abusivas y la presión urbanística
sobre la restinga (Viñals, 1996).
136
2.4.1.11. Albufera de Xàbia
La restinga de Xàbia (pleistocena) se adosa a los contrafuertes de Cap de Sant Antoni y Cap Martí, cerrando por el E una depresión morfoestructural que fue invadida por el mar tortoniense y que todavía continuó sumergida en el Plio-pleistoceno (Gaibar, 1972). Tiene una longitud de casi 5 km, con una anchura máxima de 250 m en el tramo meridional.
Fig. 108. Albufera de Xàbia. Además de la propia zona de la antigua albufera, en la imagen se observa el Riu Gorgos, responsable de la acumulación de cantos en la parte superior de la restinga, el Muntanyar Baix, la Fontana o Arenal en el centro, y el Muntanyar Alt en la parte inferior derecha de la restinga.
La restinga fósil – puesto que está formada por restos de calcoarenitas pleistocenas—queda dividida por la pequeña ensenada de la Fontana o l´Arenal (que es único tramo con arena) en dos sectores: el Muntanyar Baix, y el Muntanyar Alt según sus alturas. El primero que se extiende a lo largo de 2,7 km entre les Duanes y la Punta del Arenal, presenta una altura casi siempre por encima de los 5 m, aunque la máxima supera los 7 m. El segundo (Alt), que discurre a lo largo de dos kilómetros entre la Fontana y Cala Blanca es mucho más elevado que el anterior alcanzando 17 m de altura y su máxima anchura (250 m) entre el Castell y la Séquia de la Nòria (Rosselló, 1977). La restinga presenta una morfología tipo midbay bar que se ha generado gracias a los aportes suministrados por el río Gorgos (Sanjaume, 1985). La
137
ensenada de la Fontana o Arenal, es una escotadura rectangular de 400 m de anchura en la que se ubica la única playa arenosa de toda la bahía de Xàbia. Su aspecto rectilíneo podría sugerir una cierta intervención humana (Rosselló, 1977), aunque tampoco podría descartarse una fractura reciente, dada la actividad sísmica de la zona apuntada por Gaibar (1972) y su paralelismo con las grandes diaclasas existentes más al sur. Por último tampoco podría descartarse una desembocadura del Gorgos (Rosselló, 1977), ya que existe un paleocauce.
Fig. 109. Los cantos depositados por el Gorgos se sobreponen a las eolianitas en la parte más septentrional de la restinga.
En la actualidad la desembocadura del Gorgos se encuentra en el sector más septentrional de la bahía. Aprovechando el paleocauce y/o la fractura, la Fontana podría también haber funcionado como gola de la antigua albufera que se encuentra totalmente colmatada y engullida por la urbanización. Una de las principales características de esta restinga de Xàbia es la ausencia de sedimentación holocena, a excepción de algunos cantos y gravas constreñidos a las inmediaciones de la desembocadura del río.
Fig. 110. Muntanyar Baix, mirando hacia los promontorios de la Nau.
138
Fig. 111. Perspectiva desde la playa de la Fossa o Arenal, en la parte central de la restinga.
Fig. 112. Muntanyar Alt mirando hacia el promontorio de Sant Antoni.
El material fino no ha soportado los envites de las olas y ha sido lavado,
quedando visible los materiales pleistocenos. Existe un claro déficit de
alimentación. Las calcoarenitas pleistocenas dels Muntanyars se han utilizado
como cantera desde época romana.
Fig. 113. Canteras para obtención de sillares de “tosca” para construcción.
139
Fig. 114. Colegiata de Xábia construida con piedra “tosca” dels muntanyars de la restinga.
La extracción de calcoarenita (tosca en la denominación local) se ha empleado
como piedra de sillería para numerosos edificios de Xábia y poblaciones
inmediatas hasta la década de los 60 del siglo XX. Con posterioridad el
Ayuntamiento prohibió su extracción en un intento por evitar la penetración de
agua salobre hacia el interior de la depresión.
La mayor parte de la albufera colmatada ha sido utilizada tradicionalmente
como tierra de cultivo. Hasta los años 40 del siglo XX el viñedo era
predominante, pero con posterioridad el naranjo fue predominante (Rosselló,
1977). En la actualidad la urbanización está empezando a entrar incluso en la
zona deprimida.
140
2.4.1.1.12. Albuferas residuales Hay otras dos pequeñas albuferas residuales: L’Albufereta d’Alacant y el Saladar d´Aigua Amarga, situado al sur de la ciudad de Alicante y que se conecta con la zona de l’Altet y el Carabassí. La Albufereta d’Alacant que se situaría por detrás de una restinga adosada a la desembocadura del Riu Sec del Campello al norte y el Cap de les Hortes al sur. La parte más externa de esta restinga forma en la actualidad la playa de Sant Joan. De la zona deprimida y pantanosa no queda nada excepto el topónimo de l’Albufereta. Por la ubicación de los restos más recientes, también podría pensarse que se trata de una lengua marina que quedaría por detrás del Cap de les Hortes y que podría tratarse de un antiguo támbolo. En la actualidad todo el tramo se encuentra extremadamente antropizado.
Fig. 115. Playa de Sant Joan y ensenada de l’Albufereta d’Alacant.
La última zona deprimida, en las inmediaciones de la ensenada de l’ Albufereta fue desecada en 1928, y se han encontrado restos de un antiguo puerto
141
romano a una cierta distancia de la playa actual. Esta ensenada presenta unos 500 m de longitud. Por lo que respecta al Saladar d’Aigua Amarga, que se inicia al sur de la ciudad de Alacant, con los aportes del Barranc de les Ovelles, formaría parte de una albufera más amplia cuya restinga se apoyaría en su extremo distal en los contrafuertes del Cap de Santa Pola.
Fig. 116. Zonas húmedas del Saladar d’Aigua Amarga, campo de dunas de L’Altet y Clot de Galvany en el extremo más meridional.
Esta restinga queda un poco desdibujada por la abundancia y altura de las dunas fósiles pleistocenas de todo este sector, algunas en forma de domo que parecen colinas e impiden ver el conjunto como un todo. Sobre este campo dunar hablaremos más adelante.
2.4.1.13. Albufera d'Elx
En la llanura del Vinalopó, adosada al amplio abanico aluvial del mismo, entre
la Serra del Molar y la Serra de Santa Pola, se abre la albufera d'Elx. Su
142
riqueza en fauna fósil, los niveles marinos relictos allí localizados y la distinta
procedencia de las materiales que conforman sus restingas hacen que este sea
un enclave extraordinariamente interesante. Se trata de una zona de costa
progradante, en la que se han ido desarrollando, una delante de la otra hasta
tres restingas. Las más internas son Pleistocenas y se formaron con los
materiales aportados por el Vinalopó (entonces la deriva litoral debía ser N-S) y
la actual holocena, que se encuentra por delante de las dos anteriores, se ha
generado gracias a los aportes del Segura, lo que indica una componente neta
de la deriva litoral en dirección S-N.
Fig. 117. Albufera d’Elx. La antigua albufera incluía la zona deprimida del Fondo. La
progradación del abanico aluvial del Vinalopó la ha dividido en dos sectores. El más occidental
(a la izquierda de la foto) es el Fondo y la oriental, donde se encuentran las restingas, la más
antigua adosada al Cap de Santa Pola y a la elevación del Molar.
La albufera d'Elx se encuentra en un estado de colmatación muy avanzado.
Ocupa una extensión de 27 km2 y, en la actualidad, no llega a enlazar con la
Laguna del Fondo, aunque es muy probable que antes de las obras de
colonización del siglo XVIII ambas zonas estuvieran comunicadas más o
menos continuamente, ya que el desnivel en el tramo intermedio no supera los
143
2 m. Su drenaje se efectúa mediante una importante red de azarbes, entre los
que destacan: l'Assarb de Dalt, del Robatori, l'Ampla, etc., junto con una serie
de azarbes subsidiarios que dan entrada y salida a las aguas de las salinas. El
nivel freático oscila entre -2 m y la superficie, presentando a veces ciertas
surgencias que recogen las aguas de los riegos superiores. En estas
condiciones y dadas las características climáticas de la zona, con fuerte
evaporación, se produce una elevada concentración de sales en el suelo.
Fig. 118. Detalle de las restingas de la Albufera d’Elx en la zona de las Salinas de Santa Pola.
Las restingas pleistocenas se localizan, en la actualidad, en el medio de las salinas. Una línea
oscura que desde el Molar divide las salinas en dos partes claramente diferenciadas y por
donde circula la carretera de Santa Pola hacia Guardamar. La más reciente conecta Santa Pola
con la desembocadura del Segura en Guardamar.
Las transformaciones agrarias, instalaciones salineras y el aprovechamiento
turístico son las actividades que han configurado el aspecto actual de la
albufera d'Elx. Aunque pueden haber existido intentos anteriores, las
roturaciones y bonificaciones de los terrenos pantanosos cercanos a la albufera
144
se iniciaron en el siglo XVIII, por iniciativa del Cardenal Belluga y del Marqués
d'Elx. En esta época se abren toda una serie de azarbes para drenaje, que se
ve dificultado por la escasa pendiente de la zona y por la superficialidad del
nivel freático. En 1946 el Instituto Nacional de Colonización se propuso
continuar las bonificaciones iniciadas en siglos anteriores. Se construyen
canales de conducción de aguas de riego, red de distribución y red de
avenamiento. Se ocupan buena parte de las tierras de saladares que se
encontraban abandonadas y se parcelan otras nuevas. Hacia 1950 se
producen bonificaciones a cargo de particulares y sociedades locales al norte
de l’Assarb del Robatori.
Fig. 119. Panorámica de las salinas desde la carretera que circula por encima de la restinga
pleistocena.
El aprovechamiento de la vegetación natural de los saladares --el junco y la
barrilla-- queda documentado por lo menos desde el siglo XIII. El junco se
utilizaba en Crevillent para la fabricación de esteras. El aprovechamiento
barrillero tuvo gran auge en el siglo XIV, ya que las jabonerías eran la industria
más importante d'Elx de esa época, ya que el jabón se exportaba a Castilla. En
el siglo XVIII, la barrilla fue un cultivo comercial, siendo también muy
importantes todas las otras plantas espontáneas producidas en los saladares y
conocidas con el nombre genérico de "sosas". A fines del siglo XVIII decrece la
producción barrillera por la caída de su exportación a Francia e Inglaterra,
145
como resultado de la obtención de sosa por procedimientos industriales. Este
comercio cesó por completo en los años 30 del siglo pasado.
Aunque su funcionamiento es antiguo, las salinas de la Albufera d'Elx inician
sus explotaciones can carácter industrial a finales del siglo XIX. Existen tres
salinas (Braç del Port, que es la más antigua; Pinet y Salinera Española) que
ocupan una extensión algo superior a las 1.000 ha.
Fig. 120. Panorámica de las salinas mirando hacia la restinga actual. Al fondo las montañas de
sal de las Salinas del Pinet.
Con todo, ha sido la urbanización del litoral de Santa Pola la que ha incidido de
un modo más directo en la transformación del entorno paisajístico. La función
veraniega de esta playa está documentada desde principios del siglo XIX, pero
con un alcance exclusivamente comarcal. Las urbanizaciones modernas se
iniciaron en 1960 en Platja Llisa y se extendieron en años posteriores a todo el
litoral inmediato a la población de Santa Pola.
2.5. Playas de cantos
Se localizan preferentemente en las inmediaciones de ramblas y barrancos.
Este tipo de aparatos fluviales de fuerte pendiente transportan materiales
gruesos hasta su desembocadura, las olas se llevan el material más fino y en
las zonas inmediatas las playas están formadas con los cantos cuyo tamaño es
demasiado grueso como para ser removilizado por las olas, que en nuestras
costas tienen casi siempre muy poca energía. Por otra parte, la percolación del
146
agua de la embestida de las olas entre los cantos también contribuye a la
estabilidad de estos materiales.
Fig. 121. Desembocadura del Belcaire.
Fig. 122. Desembocadura del Palancia
Fig. 123. Desembocadura del Serpis en 1975.
147
En momentos de temporales fuertes, los cantos se apilan dando lugar a crestas
de playa y bermas. Las beach cusps son quizá las microformas más
características de estas playas.
Fig. 124. Beach cusps en la playa de Vinaròs
Fig. 125 Berma de playa en la restinga de Torreblanca.
148
Este tipo de playas son frecuentes en las playas septentrionales, cubren
prácticamente toda la costa de Castelló, y en algunos ámbitos de las playas
meridionales como, por ejemplo, la Vila Joiosa y el Campello.
Fig. 126. Playa de Torres en La Vila Joiosa.
Fig. 127. Playa del Paraíso en La Vila Joiosa.
149
La mayoría de las playas de cantos han cambiado su textura debido a
recurrentes vertidos de arenas. En ocasiones como consecuencias de erosión
inducida por consecuencias antrópicas: construcción de espigones, etc., pero
en algunas se han transformado por causa del turismo para hacerlas más
cómodas para los usuarios o para hacerlas más amplias y así albergar a mayor
cantidad de usuarios. Muchas de las fotografías que se han puesto en este
trabajo ya no existen con ese aspecto, pero nos parece necesario mostrar la
paleotextura de esas playas.
Fig. 149. Playa del Racó de l’Albir en los años 70. En la actualidad es de arena.
Fig. 150. Playa d’Almenara en la década de los 70, antes de su regeneración con arena.
150
Fig. 151. Playa de Daimús, al sur de la desembocadura del Riu d’Alcoi. Todas las playas del
sur de Gandía (Daimús, Miramar, Piles, etc.), hasta llegar a Oliva eran de cantos.
Fig. 152. Playa de Daimús en la actualidad. El aporte de arena ha sido de tal magnitud que
incluso se aprecian barras submarinas de tipo festoneado (festones ocres dentro del agua).
151
2.6. Playas de arena
Las playas son formas adosadas en toda su longitud al borde exterior del
elemento costero. Pueden encontrarse como elemento simple (playa de fondo
de bahía, entre acantilados), o formando parte de cualquier otra de las formas
de acumulación que acabamos de mencionar. Presentan normalmente una
gran movilidad, siendo más anchas o más estrechas según las características
de las olas.
En las playas hay que tener en cuenta tanto el estrán emergido, la parte que
queda seca, como el estrán sumergido que queda por debajo del agua. Es
muy importante la mayor o menor pendiente de esta parte sumergida de la
playa, puesto que incide en la mayor o menor disipación de energía de las olas.
Así cuando la pendiente del estrán sumergido es elevada, la energía de las
olas se disipa casi en la misma orilla y estas playas se denominan reflectivas.
Fig. 153. Ejemplo de playa muy reflectiva. La energía de las olas se disipa prácticamente en la
misma orilla.
152
Por el contrario, cuando el estrán sumergido presenta una pendiente muy
suave, las olas sienten fondo a bastante distancia de la orilla y disipan su
energía en una banda más o menos ancha anterior a la orilla y se denominan
disipativas.
Fig. 154. Playa de la Devesa del Saler, cerca del Parador. Hace unas décadas era mucho más
disipativa que en la actualidad.
Fig. 155. Playa en las inmediaciones del Brosquil. Ya se encuentra en un estadio de transición
a playa ligeramente disipativa.
Según Pardo y Sanjaume (1995 a), en el litoral valenciano predominan las
playas disipativas, aunque podrían hacerse algunas matizaciones: en el sector
septentrional del golfo de Valencia predominan las playas intermedias, aunque
pueden encontrarse ejemplos de playas reflectivas (como Vinaròs) o de playas
153
disipativas (como Canet); en el sector meridional todas las playas son
claramente disipativas, aunque los tramos antropizados pueden ver modificada
su tendencia natural (como la playa de Pinedo o las situadas al sur del Xúquer
que se han transformado en reflectivas, o van camino de ello si no se producen
vertidos en la playa sumergida en cantidades suficientes y con la inclinación del
perfil adecuada); las costas alicantinas, por su parte, son muy variadas como
corresponde a sus características morfológicas, presentando buenos ejemplos
de playas disipativas (Arenales del Sol, Guardamar), reflectivas (Serra Grossa),
e intermedias (La Vila Joiosa). Las dunas y, sobre todo, los campos dunares se
ubican en playas disipativas.
Las playas arenosas mejor desarrolladas están relacionadas con los aportes de
los ríos más importantes. De este modo, se inician en la desembocadura del
Carraixet, se extienden por toda la zona de influencia del Túria y del Xúquer
hasta las inmediaciones de Dénia. Son también extensas en las inmediaciones
de la desembocadura del Segura. Además existen algunas ensenadas
abrigadas con playas arenosas tales como: parte central de la bahía de Xàbia,
inmediaciones de Ifac, y Benidorm.
Fig. 156. Playa del Saler con vendaval de poniente y la arena volando hacia el mar.
154
En general tienen muy poca pendiente y en ellas pueden aparecer toda una
serie de microformas tales como: bermas, beach cusps, sinuosidades rítmicas,
etc. Son los ámbitos costeros que mayor alteración antrópica han
experimentado debido a la urbanización del sector y a las obras de ingeniería.
Ejemplos de microformas:
Fig. 157. Crescent marcs (forma en arco o herradura provocadas por las aguas del retroceso
de las olas, aguas debajo de un objeto que puede ser un canto o una concha.
Fig. 158. Swash marks. Marcas dejadas por las olas a distinta distancia de la orilla según su
energía, generando un ribete de conchuela, arenas más gruesas o, incluso a veces, suciedad.
155
Fig. 159. Beach cusps en arena. Playa del Saler. Son más frecuentes en playas de cantos.
Festones de distinta longitud con apuntamientos arenosos y la parte central un poco más
deprimido donde se abre la ola para iniciar su retroceso, dejando el material que transportaba,
en este caso conchuela.
Fig. 160. Berma en la playa del Saler. Escalón dejado por el último temporal.
156
Fig. 161. Berma a la izquierda de la foto y beach cusps en cantos en la playa d’Almenara en la
década de los 70.
Fig. 162. Beach cusps entre apuntamientos rítmicos de mayor dimensión que las anteriores.
Fig. 163. Barras submarinas al N del Cap de Cullera. La primera está muy cerca de la orilla y
es longitudinal. La segunda, más alejada, tiene forma festoneada.
157
Fig. 164. Sur de Gandía. Temporal marino de levante.
La figura 164 muestra como en momentos de temporal las barras submarinas
ejercen como elementos disipadores de energía de las olas. Si nos fijamos en
la parte marina a la derecha siguiendo la orientación de la playa veremos como
las rompientes de las olas dibujan festones siguiendo de las barras submarinas
más alejadas de la orilla (ver foto anterior). Después se produce una segunda
rompiente de menor energía sobre la barra submarina longitudinal y finalmente
las olas rompen en la orilla de la playa.
La mejor protección ante la erosión y retroceso de nuestras costas sería
construir elementos sumergidos que disiparan la energía de las olas y
protegieran las playas recesivas, las arenas de los vertidos, etc.
158
2.7. Dunas litorales
Las dunas litorales necesitan para su desarrollo una fuerte alimentación, es
decir ámbitos en los que haya exceso de sedimentos, vientos marinos
relativamente fuertes y poca humedad atmosférica. Por este motivo no es
extraño que los campos de dunas más importantes de nuestras costas estén
relacionados con desembocaduras fluviales de ríos importantes, especialmente
el Túria y el Segura. En la actualidad, la mayoría de las dunas litorales han
sucumbido bajo la construcción de los edificios de las urbanizaciones litorales y
de los paseos marítimos. Con todo, todavía persisten unos pocos retazos de
dunas delanteras en distintos emplazamientos a lo largo de las costas
arenosas, así como algunos vestigios de dunas fósiles, más abundantes en las
costas alicantinas, y además contamos aún con tres campos de dunas que
presentan distinto estado de conservación: las dunas del Saler, de l’Altet y las
de Guardamar. El primero ha experimentado una importante acción antrópica
con la destrucción de buena parte de sus dunas. El campo de l’Altet es muy
importante puesto que en él conviven dunas fósiles pleistocenas y dunas
móviles holocenas. Finalmente las dunas de Guardamar están bastante bien
conservadas, aunque fueron colonizadas a principios del siglo XX para evitar
que invadieran la población de Guardamar.
2.7.1. Foredune
Actualmente contamos con unos 60 km de foredunes, aunque no se presentan
de manera continuada, sino con muchísimas interrupciones debidas a las
construcciones realizadas en primera línea de playa. La mayor parte de estas
dunas tienen por delante dunas embrionarias tipo shadow dunes o pequeñas
barjanas en las costas meridionales (Sanjaume et al., 2011a)
159
Fig. 165. Dunas embrionarias tipo shadow dunes frente a la duna delantera o foredune en la
Punta de la Devesa del Saler.
Los mapas antiguos reflejan la existencia de dos alineaciones, más o menos
paralelas, de dunas transversales a lo largo de 150 km, desde las
inmediaciones de la ciudad de Castellón hasta Dénia (Sanjaume y Pardo,
1992). Ahora sólo encontramos restos de foredunes con diferentes grados de
degradación, en Canet, Devesa del Saler, sector Tavernes-Xeraco, el norte de
la playa de Gandia y, sobre todo a lo largo de todo el término municipal de
Oliva.
Fig. 166. Foredune en Oliva.
160
Fig. 167. Foredune erosionada por oleajes de tormenta en una playa recesiva en la actualidad.
Término municipal de Cullera (Valencia).
Las dunas delanteras son transversales y se disponen paralelas a la orilla. En
muchas playas arenosas de la parte central y meridional del golfo de Valencia
se han localizado dunas transversales de tipo inverso, dada la alternancia
estacional entre vientos de levante y de poniente. En la zona costera de Oliva
(Valencia) la foredune se desarrolló lo suficiente como para generar una
segunda alineación que se mantuvo hasta mediados de los años 70.
Posteriormente esta segunda alineación ha desaparecido en muchos lugares
bajo las edificaciones.
Fig. 168. Ejemplo de segunda alineación dunar. Playa de Oliva (Valencia) en 1975
161
Mención especial merecen las dunas de la playa de Canet, al norte de la
desembocadura del Palància. A pesar de no tener una fuente de alimentación
tan abundante como en otros sectores, se ha desarrollado un pequeño ámbito
dunar (unas 34 ha), cuyo equilibrio es muy precario. Se trata de dunas de poca
altura y morfología irregular (embriones de duna, shadow dunes y mogotes)
que se han visto muy alteradas por el continuo trasiego de personas que las
cruzan para ir a la playa.
Con todo, queremos remarcar que este es uno de los pocos puntos de la costa
valenciana – otro podría ser la playa de Xeraco—en donde la Administración
ha tenido el buen criterio de construir el paseo marítimo de esta población justo
por detrás de las dunas, salvándolas de la destrucción y asegurando, de este
modo, el equilibrio dinámico de la playa y una mejor defensa de la misma ante
los problemas de erosión acelerada (Sanjaume y Pardo, 2005).
Fig. 169. Playa de Canet. Paseo marítimo construido respetando las dunas. Se aprecian
también pasarelas para evitar que los usuarios de la playa destruyan las dunas. Ejemplo de
buena gestión ambiental.
162
2.7.2. Campos de dunas
Se localizan en las inmediaciones de los ríos alóctonos más importantes Turia
y Segura), cuyos aportes han supuesto históricamente una excelente fuente de
suministros no sólo para generar su propia llanura aluvial, sino que sus
excedentes han sido de tal envergadura que han podido formar amplio campos
de dunas. Con todo hay que señalar que en nuestra zona de estudio existe otro
campo dunar (l´Altet), parcialmente muy bien conservado, en el que los
suministros aluviales de barrancos periféricos no han sido exclusivos. La mayor
parte de este campo dunar se localiza sobre dunas fósiles pleistocenas y se
retroalimenta de la erosión de las mismas.
2.7.2.1. La Devesa del Saler
La Devesa del Saler forma parte de la restinga que cierra l’Albufera de
Valencia. Esta restinga, formada con los aportes del río Túria, ha tenido una
génesis compleja puesto que se han unido una flecha de punta libre, con
sucesivos ganchos en la parte distal, y una barra que emergió por la trampa de
sedimentos que supuso la avanzada de la Serra de les Raboses de Cullera
(Sanjaume, 1985). La Devesa se inicia a unos 6 km de la antigua
desembocadura del Túria y de la ciudad de Valencia, si bien hay evidencias, al
menos toponímicas – el Camí dels Muntanyars—que éstas antiguamente
arrancaban prácticamente desde el Grau justo tras la desembocadura del río
(Rosselló, 1995). Presenta una anchura máxima de unos 1.000 m, y se
extiende a lo largo de 10,5 km hacia el sur (entre la platja de l’Arbre del Gos
hasta gola del Perellonet). La playa es disipativa, frente a la que se observan
dos sistemas de barras submarinas. La externa es paralela a la costa, en tanto
que la interna – más cercana a la orilla-- se dibuja en forma de media luna
(crescentic bar) lo que determina la aparición de numerosas sinuosidades
rítmicas en la orilla de la playa. En el estrán emergido pequeñas bermas de
163
tormenta, beach cusp arenosas y ripples eólicos serían las microformas más
abundantes.
Este sector ha sido estudiado desde principios de los setenta (Sanjaume,
1974). Se trataba de dunas holocenas que antes de su arrasamiento formaban
dos conjuntos de características ligeramente contrastadas en cuanto a altura,
extensión y morfología, separados por una amplia zona deprimida (mallada) de
anchura variable y encharcamiento temporal (Fig. 170).
Fig. 170. Mapa síntesis de la topografía previa a la destrucción del campo de dunas.
164
En la parte más septentrional, que es la más estrecha, las dunas formaban un
único conjunto de morfología irregular, con pasillos de deflación
perpendiculares a la playa y sin mallada. Esta aparece poco antes de llegar al
poblado del Saler y a partir de esta zona los dos conjuntos dunares (interno y
externo) se distinguen claramente.
Conjunto interno
Estaba formado por dunas transversales que presentaban mayoritariamente
una orientación oblicua con respecto a la playa actual (fig. 170). Eran dunas
muy diseccionadas, que en origen pudieron ser barjanas generadas por vientos
dominantes del SE y que, posteriormente, se transformaron en parabólicas a
causa de vientos prevalentes del NW. En otros casos, las morfologías parecen
ser mucho más complejas, aunque sólo se han podido deducir de los mapas
topográficos existentes previos al arrasamiento, Su complejidad
probablemente derivaba de la yuxtaposición de distintas formas simples. Con
todo, también existían dunas transversales de menor altura paralelas a la playa
actual, situadas por delante de las anteriores. Esto indicaría un cambio en la
dirección de los vientos dominantes, pasando a ser los levantes los
responsables de estas nuevas formaciones.
Las dunas del conjunto interno presentan longitudes relativamente escasas y
una distribución bastante caótica. Las alturas máximas (6,5 m) se localizaban
en las inmediaciones de la Albufera. Eran bastante anchas, lo que también
parece corroborar un cambio en el régimen de vientos, tanto de los
predominantes como de los prevalentes. Los pasillos de deflación presentaban
asimismo distintas orientaciones (oblicuas a la playa actual, perpendiculares y
paralelas). La mayor alteración de sus minerales pesados sugería que las
dunas de este conjunto interno eran más antiguas que las externas (Sanjaume,
1985). Todas estas dunas internas están colonizadas con vegetación arbórea y
matorral.
165
Conjunto externo
Por lo que respecta al conjunto externo, que fue destruido casi por completo,
estaba formado por la duna delantera y dos subalineaciones poco definidas de
dunas transversales, diseccionadas por frecuentes pasillos de deflación y blow
outs. Con todo, pequeñas swales (pasillos interdunares) muy estrechas e
interrumpidas por dunas parabólicas y dunas complejas podían encontrarse
hasta la gola del Pujol. Inmediatamente al sur de dicha gola, a lo largo de la
playa de la Brava, se mantenían las características mencionadas
anteriormente. Pero al inicio de la playa de la Malladeta, las dunas de este
conjunto se transformaban en dos alineaciones claramente definidas,
separadas por una swale bastante amplia (fig. 170). La segunda alineación era
más ancha y superaba en algunas zonas los 5 m de altura. La alineación más
exterior, por su parte, estaba formada por la duna delantera y la segunda duna,
formando un subconjunto estrecho, con muchos pasillos transversales. La
segunda duna presentaba crestas que podían superar puntualmente los 6,5 m
(fig. 171), aunque en general presentaba alturas inferiores. A la altura de lo que
actualmente es el campo de golf, las dos alineaciones se unían mediante una
imponente duna parabólica. Desde aquí hasta el final de La Punta, que limita
con la gola del Perellonet, se mantenía exclusivamente la alineación más
exterior, también muy diseccionada por pasillos transversales y calderas de
abrasión (blow outs). En general, en este conjunto externo predominaban las
dunas transversales y las parabólicas, colonizadas por vegetación fijadora.
Todas estas dunas se alineaban longitudinalmente paralelas a la orilla, con
vientos generadores procedentes del E (Sanjaume, 1985).
Depresión central
Entre los dos grandes conjuntos dunares se extendía una amplia zona
deprimida, de anchura variable, por la que discurría el camino central de la
Devesa y que se denomina localmente como mallada.
166
Fig. 171. Altitudes medias de las dunas en el sector meridional de la Devesa del Saler en 1965
(Pardo et al., 2005b). En el recuadro de la figura se ubica la zona de la Punta del Perellonet.
167
Aquí la proximidad del nivel freático y las dificultades de drenaje provocaban la
instalación de charcas temporales con vegetación higrófila y salobre muy típica
(fig. 172). Por su anchura y extensión no parece probable que esta depresión
se hubiera generado simplemente por deflación eólica (Sanjaume, 1985), sino
por progradación de todo el conjunto de la playa.
Fig. 172. La depresión central (mallada) de las dunas del Saler, que fue colmatada con arena
después del arrasamiento, vuelve a tener su aspecto natural después de las obras de
regeneración efectuadas por la Oficina Técnica Devesa-Albufera.
Todas las dunas de la Devesa eran de edad holocena, aunque la presencia del
pequeño afloramiento pleistoceno (fig. 173) de la eolianita de la Penyeta del
Moro (Perellonet) sugiere que los restos pleistocenos no deben estar muy lejos
(Rosselló, 1979). Sin embargo, no se han encontrado otros restos visibles de
dunas fósiles. Podría pensarse que quizá se encuentren por debajo de las
arenas holocenas, aunque en la parte central de la Devesa, cuando se hacían
las obras de canalización se abrieron trincheras de unos 3 m de profundidad y
no se apreciaron vestigios de estructuras cementadas (Sanjaume, 1974). Otra
168
teoría podría situar las dunas fósiles sumergidas situadas ligeramente por
delante de la playa actual, ya que se han encontrado en la plataforma de la
playa (Diaz, et al., 1987). Otros autores abogan por imaginar una orientación
costera distinta a la actual, por lo que las dunas estarían por debajo de la
Albufera (Rosselló, 1979).
Fig. 173. Afloramiento de la duna pleistocena de la Penyeta del Moro en junio de 1977. En la
actualidad ha quedado subsumida entre las edificaciones de la zona.
Dadas las distintas características de los dos conjuntos dunares y la presencia
de la depresión central, parece probable que las dunas del Saler se formaran
en dos etapas distintas de gran aporte de sedimentos, relacionadas con
episodios históricos de violentas inundaciones. El conjunto interno, más
antiguo, se habría formado en época romana y el conjunto externo en época
islámica y medieval. La depresión que quedaba entre ambos conjuntos podría
relacionarse con el déficit de sedimentos del periodo visigodo, puesto que en
ese tiempo, tal como demuestran los registros sedimentarios, no se produjeron
inundaciones importantes (Sanjaume y Carmona, 1995). En esos momentos
habría suficiente alimentación para que la playa progradara, pero no existiría el
superávit necesario para el desarrollo de las dunas. La sobreabundancia de
sedimentos empezaría a producirse en época islámica favoreciendo la
formación del conjunto externo.
169
Este campo de dunas, a diferencia de lo que ocurría con las dunas de sectores
más septentrionales y meridionales que eran destruidas para su utilización
agraria, permaneció sin grandes cambios hasta la segunda mitad del siglo XX,
quizá por la propia historia de la Devesa que hasta 1865 fue propiedad de la
Corona y se empleaba como reserva de caza, con lo que consiguió mantener
sus características naturales. Posteriormente fue propiedad del Estado hasta
1927 cuando el Ayuntamiento de Valencia compró el lago de l’Albufera y su
Devesa.
En octubre de 1962 el Ayuntamiento de Valencia autoriza la redacción de un
Plan de Urbanización de la Devesa. En diciembre del mismo año se ceden
gratuitamente terrenos para la construcción del Parador Nacional Luis Vives y
del campo de golf inmediato. Dichas construcciones aunque supusieron una
alteración en la vegetación, no tuvieron demasiada significación desde una
perspectiva morfológica.
Fig.174. Campo de golf del Parador del Saler. Todavía conserva parte de las dunas primitivas.
En 1965 el Ministerio de la Vivienda aprueba definitivamente el Plan de
Ordenación del Saler, a propuesta del Ayuntamiento de Valencia que era el
propietario de la zona para la construcción de una gran urbanización. En marzo
de 1967 se adjudicaron las obras de urbanización y unos tres años después
empezó a entrar la maquinaria pesada para destruir las dunas. Entre 1970 y
1973 se arrasó por completo el conjunto dunar externo, parte de la arena de las
dunas se utilizó para colmatar la mallada central, se construyeron edificios, un
tramo del proyectado paseo marítimo, aparcamientos, viales, etc. El conjunto
170
interno, por su parte, se vio ampliamente mediatizado por la construcción de
algunos edificios, numerosos aparcamiento, viales, conducciones de agua, y
otras obras de infraestructura. Como consecuencia de todo ello se perdieron
gran cantidad de dunas y de pinos, algunos cortados por necesidades de las
obras que se estaban efectuando y otros porque murieron como consecuencia
del aire salobre que les llegaba, después de perder la protección que les daban
las dunas del conjunto externo (Sanjaume, 1988). En diciembre de 1973 se
publicó que la zona forestal del Saler había disminuido un 30% debido a las
causas mencionadas.
A partir de 1979, después de las primeras elecciones municipales
democráticas, el Ayuntamiento de Valencia inició una etapa de recuperación
del espacio natural destruido, parando por completo las edificaciones y
recuperando el suelo vendido a particulares que aún no se había edificado y,
posteriormente, favoreciendo las obras de regeneración de las dunas. Se
encargaron algunos proyectos a grupos multidisciplinares de expertos para
comprobar la viabilidad de la regeneración. Entre las recomendaciones de los
primeros estudios (González et al., 1981) estaba mantener el sector más
meridional de la Devesa, denominado La Punta del Perellonet, (entre el límite
del campo de golf y la gola del Perellonet) sin hacer ningún tipo de
regeneración antrópica (fig. 175). Se proponía reservar este tramo como
laboratorio natural para seguir su evolución natural. La verdad es que con el
paso de los años, la decisión que tomamos en 1981 ha sido de gran relevancia,
puesto que nos ha permitido ir constatando el desarrollo de las dunas sin
ningún tipo de actuación para favorecer su desarrollo. A lo largo de 35 años
hemos seguido la evolución de la zona, que puede ser una de las más
estudiadas de la costa mediterránea, y nos ha permitido conocer como obras
indirectas afectan al desarrollo de las dunas. En el resto de la Devesa, la
Oficina Técnica Devesa-Albufera inició obras de regeneración que ha
continuado hasta la actualidad. Además, la Dirección de Costas del Ministerio
171
de Obras Públicas (ministerio que ha ido cambiando de denominación con el
tiempo) también ha regenerado algunas dunas en las zonas más degradadas.
Figura 175. Situación en que quedó la Punta del Perellonet tras el arrasamiento de las dunas.
En los últimos años se han eliminado los restos del pretendido paseo marítimo,
así como todos los aparcamientos y viales, con lo que se ha logrado devolver a
la zona un aspecto más similar al que tenía antes del arrasamiento (fig.176). El
campo de dunas fue declarado Área de Protección Medioambiental en 1983 y,
posteriormente, en 1986, toda la zona (incluyendo la Albufera) fue declarada
Parque Natural (Pardo et al., 2005).
Fig. 176. Aspecto actual de la zona regenerada en el sector central de la Devesa del Saler.
172
2.7.2.1.1. Evolución de las dunas de la Punta del Perellonet
Después de su arrasamiento, la zona de La Punta del Perellonet (fig. 175) se
ha convertido en un laboratorio muy útil para comprobar el comportamiento
natural de una playa previamente excedentaria de sedimentos, pero con
problemas de erosión en las últimas décadas. Con este objetivo se ha realizado
un detallado seguimiento de la zona, desde su arrasamiento hasta la
actualidad, mediante la realización de distintos levantamientos topográficos y
observaciones de campo.
Metodología de los trabajos realizados en la Punta
En la actualidad se dispone de siete levantamientos topográficos, realizados
con diferentes técnicas y, por tanto, con distintos niveles de precisión (Tabla
III), lo que ha permitido caracterizar y cuantificar los cambios acaecidos a lo
largo de los últimos 35 años. Al disponer de datos de origen distinto, los niveles
de credibilidad de cada medición son diferentes. Aunque siempre resulta
complejo establecer cuál ha sido la situación original, en este caso
afortunadamente se dispone de fotografías aéreas (fig. 175) que evidencian el
completo arrasamiento de las dunas, dejando una superficie completamente
llana. Por otra parte, durante los levantamientos de los perfiles topográficos de
la medición de 1989, se localizaron en las dunas unos niveles de suciedad (fig.
177) que marcaban el nivel cero después del arrasamiento. Basándose en
estos datos se hizo la primera cuantificación entre 1973 y 1989.
Cuando en 1997 se hicieron nuevos levantamientos topográficos, mediante
técnicas fotogramétricas, correspondientes a la situación de 1980 y 1994, se
pudo comprobar que el incremento sedimentario se había acelerado
sustancialmente respecto a los datos de 1989. En el trabajo de Pardo et al.,
(2005) se describe con detenimiento la metodología aplicada para calcular los
volúmenes en cada fecha hasta 2001.
173
Levantamiento Fuente Método Datos
altimétricos
Referencia
1980 Fotografías
aéreas 1:3.000
Levantamiento
fotogramétrico
Curvas de nivel
de mapa 1:1.000
Gironés y López
(1997)
1989 Perfiles
topográficos
transversales a la
costa
Interpolación
automática
Perfiles cada 200
m
Sanjaume y
Pardo (1991)
1994 Fotografías
aéreas 1:5000
Levantamiento
fotogramétrico
Curvas de nivel
de mapa 1:1.000
Gironés y López
(1997)
2001 Fotografías
aéreas
Levantamiento
fotogramétrico
Curvas de nivel
de mapa 1:2.000
y puntos de cota
Carytop para el
Ayto. de Valencia
2003 Puntos de cota GPS-RTK Más de 50.000
puntos de cota
Fons y Sánchez
(2004); Pardo et
al. (2008)
2005 Puntos de cota LIDAR Más de 180.000
puntos de cota
Gracia Martínez
(2008), Pardo et
al., 2008
2008 Puntos de cota LIDAR Más de 180.000
puntos de cota
Gracia Martínez
(2008), Pardo et
al., 2008
Tabla III. Resumen de los distintos levantamientos topográficos disponibles para la Punta del
Perellonet.
El levantamiento de 2003 se fundamenta en los trabajos de Fons y Sánchez
(2004), utilizando GPS-RTK, con lo que mejoró sustancialmente el nivel de
precisión y la capacidad de observar detalles. Los datos posteriores, se han
obtenido a partir de dos levantamientos realizados mediante técnicas LiDAR,
con un dato por metro cuadrado y una precisión altimétrica de unos 15 cm. El
primero, adquirido en mayo de 2005 y el segundo en diciembre de 2007. En
estos casos, para hacer los cálculos se han tenido que realizar trabajos de
174
edición orientados, fundamentalmente, a eliminar los registros
correspondientes a zonas con vegetación (Gracia Martínez, 2008; Pardo et al.,
2008).
Fig. 177. Nivel de suciedad encontrado en las dunas de la Punta, que indicaba el nivel cero
después del arrasamiento de las dunas de esa zona.
En la figura 179 se muestra el balance sedimentario cuantificado para el sector
de la Punta durante los últimos 35 años.
Claves básicas del proceso de regeneración dunar de la Punta
Después del aplanamiento artificial de La Punta en 1973, este sector ha
evolucionado creando una nueva morfología dunar de modo natural, pero
sustancialmente distinta a la existente con anterioridad a su destrucción (figura
170). En su evolución han intervenido dos grupos de procesos básicos que se
han ido produciendo, con mayor o menor intensidad, a lo largo de estos años:
175
1) La movilización de parte del sedimento desde el interior del campo
dunar hacia la playa, facilitando el desarrollo de la duna delantera.
Aunque este proceso fue mucho más exagerado en los primeros
momentos tras el arrasamiento cuando no había vegetación (fig.175),
se ha seguido produciendo, pero con menor intensidad, hasta estos
últimos años. Este modelo de cambio (descrito inicialmente por
Sanjaume y Pardo, 1991a) fue el principal responsable de la
regeneración de la morfología dunar. Posteriormente, la desigual
distribución de la vegetación y de las incipientes morfologías dunares
determinan que la configuración topográfica se vaya tornando cada vez
más compleja como puede verse en la figura 178 en la comparación de
las topografías de 1980, 1994 y 2001 (figura 171).
Fig. 178. Comparación de las topografías existentes en 1980, 1994 y 2001 en la
Punta.
2) La entrada en este sector de nuevo sedimento procedente de la
reubicación de las arenas de los vertidos realizados para la
176
regeneración artificial de las playas situadas al norte. Esto podría
explicar el impresionante incremento del volumen de sedimentos que se
ha producido, sobre todo, a lo largo de la década de los noventa (Figura
179).
Evolución del balance sedimentario en la Punta del Perellonet tomando como nivel cero la situación de arrasamiento en 1973
0
50000
100000
150000
200000
250000
1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000 2003 2006 2009
m3
Fig. 179. Variación del volumen de sedimentos dentro de las 28 ha que configuran la Punta del
Perellonet entre 1973 (situación cero después del arrasamiento) y diciembre de 2007.
Fig. 180. Blow out (forma de excavación eólica) correspondiente a la fase de desarrollo inicial
A) Fase de desarrollo inicial
177
En 1980, empezaba a destacar una incipiente duna delantera paralela a la
orilla, relativamente ancha y de poca altura alimentada por los vientos
prevalentes de poniente. Asimismo, se apreciaba el desarrollo de dos calderas
de abrasión muy amplias en la zona limítrofe con el campo de golf, así como
una ligera depresión de deflación eólica (swale) por detrás de la foredune. En
este momento los núcleos de mayor acumulación se localizaban en las
proximidades de la gola del Perellonet, especialmente en la parte más interna,
donde ya existían dos crestas de más de 3 m de altura. En 1989, la morfología
dunar era más compleja, aumentando ligeramente el volumen de material
existente en la zona. Al contrario que las dunas originales ahora la duna
delantera presentaba una morfología transversal, tipo inversa, ya que los
vientos generadores habían sido bidireccionales levante-poniente (Sanjaume y
Pardo, 1991).
Fig. 181. Swale (depresión interdunar) correspondiente a la fase de desarrollo inicial.
B) Fase de crecimiento acelerado
Cinco años más tarde, en 1994, se apreciaba que el incremento de las dunas
había sido muy significativo. Se había desarrollado por completo la duna
delantera, que se presentaba estrecha y compartimentada, superando en
amplias zonas los 4 m de altura, aunque había cotas puntuales superiores a los
6 m. Además, se había generado una segunda alineación por detrás de la
178
depresión longitudinal de deflación eólica. Posteriormente esta swale ha
perdido su continuidad y se ha transformado en una sucesión de blow-outs de
distintos tamaños y formas. Por otro lado, cabe señalar que las dunas situadas
por delante del campo de golf habían experimentado también un notable
incremento de altura.
Fig. 182. Blow-out en la Devesa durante la fase de incremento acelerado.
Fig. 183. Blow-out interno y se aprecia la compartimentación de la primera duna formada
anteriormente.
Los valores obtenidos de los levantamientos fotogramétricos mostraban,
además, un balance sedimentario muy positivo (figura 179). Por consiguiente
puede decirse que del cuasi autoabastecimiento interno se había pasado a un
fuerte crecimiento, lo que implicaba que la Punta empezaba a actuar como
sumidero de buena parte de los materiales transportados por la deriva litoral. El
179
ritmo de variación entre 1989 y 1994 se cifró en un incremento de 79.062 m3.
Como puede observarse se había producido una inflexión en la cantidad de
suministro arenoso, ya que de los 3.526 m3/año de arena entre 1973 y 1989,
se había pasado a unos 15.812 m3/año entre 1980 y 1994 (Pardo et al., 2005).
La evolución del sector de la Punta hasta el año 2001 revela la paradoja del
crecimiento que experimentan las dunas en un sector costero con graves
problemas de erosión acelerada. En el mapa de elevaciones confeccionado
para 2001 (Pardo et al., 2005), así como en las observaciones de campo
realizadas en esos años se constata que las dunas preexistentes seguían
elevándose, y no sólo de manera puntual como ocurría en el pasado. Ahora, la
mayor parte de la primera alineación, en la que se funden la foredune y la duna
posterior, ha experimentado un notable aumento de altura, formado un conjunto
con alturas entre 5 y 6.5 m. Son muy abundantes también los pasillos
transversales que compartimentan las dunas y los blow-outs (figura 184).
Además existen gran cantidad de dunas embrionarias alineadas por delante de
la duna delantera, indicando su progradación por superávit sedimentario. Al
mismo tiempo, también se han desarrollado algunos montículos por detrás de
la segunda alineación. Este modelo de crecimiento pone en evidencia la fuerte
alimentación experimentada por la playa de la Punta desde 1994 hasta el 2001.
Para entender este súbito incremento en el volumen de materiales dentro de
una célula sedimentaria con balances negativo (Sanjaume y Pardo, 2008) hay
que tener en cuenta las distintas fases de vertidos artificiales de arena
realizados por la Administración para regenerar las playas situadas al norte de
la Punta. En total se han vertido en la zona septentrional del Saler 820.000 m3
de arena (Pardo et al., 2005). Parte de este material, erosionado de su punto
de vertido y trasladado por la deriva litoral, es el que con gran probabilidad ha
llegado a la playa de la Punta coadyuvando al crecimiento de sus dunas.
180
Figura 184. Ejemplo de blow out desarrollado en la parte interna de la Punta del Perellonet.
Ralentización del crecimiento y nuevo autoabastecimiento
Entre el 9 y el 16 de noviembre de 2001, el litoral valenciano (al igual que
buena parte del litoral mediterráneo español) fue azotado por dos grandes
temporales, consecutivos a lo largo de una misma semana. En estos
temporales, la boya situada frente al puerto de Valencia registró olas superiores
a los 4 m de altura significativa y periodos de pico de más de 10 segundos.
Como consecuencia, buena parte de los frentes dunares quedaron
erosionados, y los levantamientos topográficos posteriores muestran un
pequeño retranqueamiento del frente dunar. Esto explicaría la importante
disminución experimentada en el volumen de material existente en la Punta,
entre 2001 y 2003 (Sanjaume y Pardo, 2011b).
Los cambios posteriores aparentemente son menores, si bien tienen una ligera
tendencia negativa. El análisis de fuentes sumamente detalladas – GPS-RTK y
LiDAR-- permite advertir que, en realidad, hay un cierto vaciamiento de
materiales en la zona interior y en los fondos de las calderas de abrasión que
181
se movilizan hacia la playa, con lo cual aumenta la altura de las dunas
delanteras. Este hecho confirma esa teoría inicial presentada por Sanjaume y
Pardo, (1991 a), a pesar de que se basaba en datos menos fiables, del proceso
de regeneración de la morfología dunar con materiales procedentes del interior
de La Punta.
Fig. 185. Coincidencias y diferencias en las posiciones de las dunas entre 1965 y 2001 (una
vez alterado el sector y realizadas múltiples actuaciones de regeneración). Fuente: Pardo et al.,
2005.
182
2.7.2.1.2. Evolución del resto de las dunas del Saler
Es evidente que el campo dunar del Saler, en su conjunto, ha experimentado
grandes transformaciones a lo largo de las cuatro últimas décadas. En la figura
185 puede observarse que fueron relativamente pocas las zonas que se
mantuvieron más o menos igual desde 1965 hasta 2001. Las mayores
coincidencias se dan en el conjunto interno y en la segunda alineación del
conjunto externo. Ha desaparecido la mayoría de las dunas de la primera
alineación del conjunto externo, así como en zonas puntuales del resto del
tramo analizado. Queda patente, también, que la duna delantera se ha
generado de nuevo después del arrasamiento.
En la mayor parte de las playas del Saler esta foredune se ha construido de
modo artificial (con maquinaria pesada o con métodos menos agresivos) y
ocupa una franja mucho más estrecha de lo que fue la antigua alineación
exterior (figura 186). Por su parte, tal como se ha comentado, las dunas de la
Punta se han regenerado de modo natural ocupando una superficie mucho más
amplia (Pardo et al., 2005).
Fig.186. Duna delantera regenerada en la zona central de la Devesa del Saler
Las dunas originales y las de nueva creación han experimentado
comportamientos bastante diferentes. La duna delantera del campo de golf, por
ejemplo, ha crecido en altura sin experimentar ningún desplazamiento
significativo hacia la orilla, mientras que las foredunes del resto de La Punta
(aunque también han experimentada una cierta elevación), se han desarrollado
183
principalmente en anchura, pasando de una única y amplia alineación inicial,
cuya amplitud oscilaba entre 60 y 90 m, a dos o tres alineaciones paralelas
mucho más estrechas, separadas por distintos tipos de calderas de abrasión.
El rápido crecimiento experimentado por las dunas sugiere que la tasa de
alimentación ha sido positiva, pero escasa, ya que como señala Psuty (2004)
las dimensiones de la duna delantera son inversas a las tasas de acreción de la
playa. Si las tasas de alimentación son muy elevadas la progradación de la
playa es muy rápida y la foredune no puede crecer. Por el contrario si la
progradación es lenta aumenta las posibilidades de que la arena llegue a la
foredune y esta pueda incrementarse, tal como ocurre en la Punta (Pardo et al.,
2005).
La erosión acelerada de las últimas décadas ha determinado un importante
retroceso de la orilla (Sanjaume y Pardo, 2005), por lo que las dunas
regeneradas artificialmente en primera línea y las pocas dunas originales que
se conservan (parte externa del campo de golf) han quedado sometidas a la
acción erosiva de las olas durante los temporales, lo que ha determinado la
aparición de un escarpe en la parte basal de las mismas (figura 187).
Fig. 187. Escarpe en la parte basal de la duna delantera durante el temporal del 12/10/2010
inmediatamente al sur de la Gola del Pujol Nou.
184
Por el contrario, las dunas de nueva creación se han ubicado mucho más hacia
el interior. Su situación refleja el punto de equilibrio entre la erosión marina y la
acumulación eólica, la zona a la que no llegan ni los oleajes de tormenta. Se ha
comprobado que el retranqueamiento natural de las dunas es, como mínimo,
de unos 15 m respecto a la posición actual de la orilla (figura 188). Este hecho
debería avisar a los gestores y a los técnicos responsables de la regeneración
dunar para que sitúen las dunas artificiales a una distancia adecuada, si se
trata de playas recesivas. Sólo de este modo las dunas podrán mantenerse sin
verse erosionadas a los pocos años de su construcción (Pardo, et al., 2005).
Fig. 188. En esta imagen se aprecia con todo detalle el retranqueamiento que las dunas
regeneradas naturalmente en la zona de la Punta tienen con respecto a las originales del
exterior del campo del golf.
A modo de síntesis podría decirse que el campo de dunas del Saler es, con
diferencia, el mejor estudiado desde la perspectiva geomorfológica de toda la
costa valenciana. Se ha estudiado desde los principios de su destrucción
(Sanjaume, 1974) y desde entonces hemos vuelto al Saler en numerosas
185
ocasiones (Sanjaume, 1979 a y b, 1980a y b, 1985 a y b, 1987, 1988, 1991,
1992a, 1992b, 1994; Sanjaume y Pardo, 1991 a, 1991 b, 1992, 2008 2011 a,
2011 b, 2011 c; Sanjaume et al., 2011; Pardo et al., 2005).
2.7.2.2. Dunas de l’Altet
Su denominación deriva de la proximidad de esta población y del aeropuerto
del mismo nombre. Por la coexistencia de dunas fósiles pleistocenas y dunas
móviles holocenas (figura 189), las dunas de l´Altet presenten formas
complejas, ya que son dunas muy antiguas que han experimentado mucha
erosión y alteración y los depósitos holocenos resultantes se adaptan a la
morfología preexistente o bien generan formas completamente nuevas. Ocupan
una extensión de unas 63 ha.
Fig. 189. Duna parabólica móvil en el sector del Carabassí.
El sector septentrional de este campo dunar ha experimentado la presión
urbanizadora característica de todo el litoral alicantino, pero la cercanía de las
pistas del aeropuerto ha impedido la destrucción de una amplia zona que
186
resulta de gran interés. Por fortuna ha sido declarada Parque Natural Municipal
(21 Enero de 2005) y puede que en el futuro se transforme en uno de los pocos
sectores dunares inalterados de la costa valenciana.
Fig. 190. Las dunas del Altet han sobrevido de la presión urbanística gracias al ser zona de
servicio de las pistas del aeropuerto. En primer término una duna fósil cuya erosión permite el
desarrollo de la dunas móviles, como la que se observa en la figura 189.
Este campo de dunas debería denominarse en realidad de l’Altet- Carabassí,
ya que abarca desde la urbanización de Urbanova, situada a pocos kilómetros
al sur de la ciudad de Alacant, hasta las estribaciones del Carabassí, por lo que
se extiende a lo largo de 5,5 km y ocupaba una superficie de unas 170 ha. En
la actualidad, la presión urbanizadora de Los Arenales del Sol ha recortado 53
ha de su superficie original.
Se trata en realidad de un inmenso campo de dunas fósiles pleistocenas cuya
erosión genera arena que autoalimenta pequeños mantos de arena fijados por
la vegetación, zonas de arenas móviles, cubetas de deflación que alternan con
los afloramientos de eolianitas completamente desnudos de vegetación, así
como pequeños cordones que han ido migrando tierra adentro y se transforman
187
en escarpes en la parte más interna de este campo. Existen además pasillos
de deflación, swales poco profundas y blow outs de diferentes tipos. Se trata de
un sector dunar que presenta una morfología bastante compleja y una cubierta
vegetal muy escasa.
Una de sus principales características es, por tanto, la coexistencia de dunas
fósiles pleistocenas y dunas holocenas. Las eolianitas, de acuerdo con la
composición de sus minerales pesados, parece que se alimentaron con
sedimentos aportados por el Barranc de les Ovelles que desemboca al sur del
puerto de Alicante. La fracción densa de las dunas holocenas, por su parte,
presenta una composición casi idéntica a la de las eolianitas, aunque con un
notable incremento de epidotas y alteritas, lo que presupone que las arenas
han experimentado más de un ciclo sedimentario (Sanjaume, 1985 a), y que se
han generado por erosión de las dunas fósiles, dada la gran similitud
mineralógica. La cubierta vegetal está formada por distinta especies psamófilas
como: Crucianella maritima, Ammophila arenaria, Othantus maritimus, Lotus
creticus y Thymalaea hirsuta (Seva et al., 1989).
Fig. 191. Panorámica de las dunas de l’Altet
En la actualidad este campo queda dividido en tres zonas por la urbanización
Los Arenales del Sol, que ha destruido la mayor parte de dunas situadas en las
inmediaciones de la playa, aunque se conservan las enormes dunas fósiles,
188
por el momento, en la parte más interna. El sector septentrional denominado
como dunas de l’Altet es el que presenta mayor superficie. Entre la
urbanización de los Arenales del Sol y las estribaciones del Carabassí, donde
se sitúa la urbanización Gran Alacant, están las denominadas como dunas del
Carabassí.
Fig. 192. Parte de las dunas del Carabassí, sector más meridional de todo el tramo.
Hace algunos años, cuando todavía no se disponían de Modelos Digitales de
Elevaciones, ni fotos aéreas con buenas resoluciones y escala adecuada, lo
único que podía decirse era que en el campo de dunas de l’Altet existían dos
alineaciones separadas por una swale no demasiado profunda, así como
numerosos blow-outs que presentaban distintas orientaciones. (Sanjaume y
Pardo, 1992). En la actualidad, las nuevas técnicas permiten una interpretación
mucho más detallada (figura 193). Gracias al modelo digital de elevaciones se
observa que la altura de los depósitos aumenta zonalmente, formando franjas
paralelas a la costa. Las diferencias morfológicas permiten, a su vez, dividir
este tramo en dos subsectores, cuyo límite quedaría marcado por la carretera
que se dirige a la playa desde la población de l’Altet.
189
El subsector más septentrional (Figura 193) presenta una duna delantera de
poca altura (inferior a los 2 m) que se dispone paralela a la playa con algunos
pasillos (más por pisoteo que por erosión eólica), que determinan una cierta
compartimentación. En algunos ámbitos existen embriones de duna por delante
de la foredune. Inmediatamente por detrás se localizan las primeras
estribaciones del enorme complejo dunar pleistoceno, quedando entre ambas
una estrechísima swale, paralela a la foredune, por la que circula una senda. El
complejo dunar pleistoceno presenta dos alineaciones, separadas por una
relativamente amplia zona deprimida, interrumpida por dunas de neoformación.
Muchas de las dunas de la alineación intermedia mantienen sus formas
originales, aunque las arenas de alteración pueden modificar las formas
primitivas. Existen dunas de base circular, a veces muy erosionadas, con lo
que quedan crestas muy apuntadas que superan los 15 m de altura. Hay
también restos, de menor altura, de una duna parabólica con el blow out
generado por vientos procedentes del SE. Más al sur, siguiendo con esta
misma alineación, se localiza una duna transversal, generada por vientos de
levante, más o menos paralela a la orilla. A continuación una nueva duna
cónica, ya que la erosión ha desmantelado buena parte de la duna y no puede
apreciarse su morfología original. Aparecen algunos blow outs en su flanco
NNE. Todas estas dunas presentan alturas entre 4 y 9 m. Una nueva
depresión, labrada sobre la propia eolianita o en las arenas procedentes de la
erosión de la misma, separa la alineación descrita anteriormente de la
alineación más interna, cuyas cotas máximas se encuentran entre 15 y 20 m.
Esta alineación queda marcada por la discontinuidad de sus formas, que por lo
general son, además, más anchas que las anteriores. Se observan dunas de
base elíptica y forma más o menos piramidal, una gran duna parabólica, con su
cuello orientado de E a W (Figura 193), dunas transversales y dunas
erosionadas sin morfología clara, aunque probablemente transversales. Hay
190
algunos blow outs con forma de platillo y circulares (Sanjaume y Pardo, 2011
c).
Fig. 193. Mapa geomorfológico de las dunas de l´Altet. Se muestra, asimismo, curvas de
nivel con equidistancia de 2,5 m. Como base del mapa se aprecia una ortofotografia de
2008. La línea negra discontinua separa los dos sectores.
191
El sector meridional del campo de l’Altet es mucho más complejo. Las dos
alineaciones perfectamente marcadas en el subsector anterior se diluyen en
este tramo, por lo que el aspecto general es mucho más caótico (Fig. 193).
Presenta, además, unas características bastante distintas a las del subsector
norte. Las dunas pleistocenas están mucho más erosionadas por lo que, en
ocasiones, resulta difícil definir su morfología.
Fig. 194 Formaciones dunares actuales sobre las dunas fósiles de las que procede la actual
arena en el campo de l´Altet.
En este tramo la foredune presenta dunas de neoformación y retazos de dunas
pleistocenas. Hay una gran cantidad de blow outs de diferentes tamaños,
algunos muy pequeños, incluso en la cima de alguna duna, y de diversas
formas: platillo, circulares, triangulares, en forma de punta de flecha. Se
observan también, algunos escarpes labrados en la calcoarenita pleistocena o
192
en las dunas parabólicas incipientes. En la parte más meridional pequeños
cordones, de escasa altura, y bastante longitud, más o menos paralelos a la
orilla, se van escalonando hacia la zona central más elevada y descienden
bruscamente a poniente, donde presentan escarpes de gran magnitud. Parece
que los vientos de levante, erosionan dunas preexistentes y generan estos
cordones que van migrando hasta que se precipitan sobre la carretera o los
aparcamientos. En esta parte interna los blow outs son también muy
abundantes. En la zona intermedia, donde en el sector anterior estaba la
depresión longitudinal y la segunda alineación, aquí encontramos dunas fósiles
separadas por pasillos y cubetas de deflación y dunas móviles generadas con
las arenas erosionadas a las dunas fósiles (Figura 194).
II) Dunas situadas por detrás de Los Arenales del Sol
El campo de dunas ha sido prácticamente arrasado y transformado en edificios,
como puede verse en la figura 195, lo que ha supuesto la pérdida de 53 ha de
dunas holocenas y pleistocenas, así como algunos afloramientos de playas
fósiles, que pudieron ser estudiados a finales de los setenta (Rosselló y Mateu,
1978).
Fig. 195. Fragmento de la ortofoto del espacio urbanizado en los Arenales del Sol. En las zonas
libres de edificación, como las enmarcadas con líneas rojas, afloran restos de las dunas fósiles.
193
Las dunas fósiles todavía se conservan en algunas parcelas de la urbanización
o se están utilizando como cantera. La mayoría de estas dunas presentan gran
tamaño. Según Gozálvez (1985) las dunas internas podían superar los 30 m de
altura. Presentan forma de domo, piramidales, en dorso de ballena, cónicas, o
parabólicas allí donde se han formado blow outs de dimensiones
considerables.
III) Dunas del Carabassí
Este tramo se ubica entre las últimas edificaciones de los Arenales del Sol y las
estribaciones del Carabassí, cubriendo la salida de la depresión del Clot de
Galvany, en donde se localizaba una de las playas pleistocenas con mayor
número de Strombus bubonius por m2 de toda la costa alicantina (Mateu y
Cuerda, 1978). Estas dunas presentan una extensión relativamente reducida
(59 ha), ya que es una zona mucho más estrecha puesto que queda
constreñida por la urbanización, por la desembocadura de la depresión del Clot
de Galvany y por los contrafuertes de las laderas del Carabassí.
Fig. 196. Panorámica de las dunas del Carabassí
194
Las dunas presentan una disposición dispersa, son de poca envergadura y
adquieren un aspecto caótico por la superposición de dunas holocenas sobre
las antiguas pleistocenas (figura 196). Las calcoarenitas afloran prácticamente
hasta la playa en forma de retazos más o menos dispersos, de poca altura.
Existen multitud de estrechas sendas generadas por los usuarios, que pueden
ser retrabajadas por el viento y generar calderas de abrasión que escalan hacia
la carretera. En el tramo más meridional hay eolianitas parabólicas (cuya
caldera de abrasión se generó gracias a vientos del NE), y eolianitas de planta
circular con poca altura, así como acumulaciones holocenas (en forma de
dunas transversales móviles y embriones generadas por vientos de levante),
que se disponen por encima de las dunas fósiles erosionadas por el viento.
A la salida de la depresión del Clot de Galvany predomina la erosión sobre la
acumulación, debido al encañonamiento que experimentan los vientos del W
(fig. 9). En esta zona son muy abundantes, por tanto, los blow outs, las cubetas
de deflación y los escarpes que en muchas ocasiones enmarcan las zonas
deflacionadas. Con todo, hay acumulaciones dunares de poca envergadura en
ambos lados de este sector, que se han generado con el material erosionado
de la misma zona. Este autoabastecimiento se constata, además, por ser un
tramo con bastantes dunas móviles holocenas, principalmente parabólicas,
generadas por vientos del SE, que se encuentran por encima de la playa fósil.
También se localizan dunas pleistocenas de poca altura y planta generalmente
circular. La dirección de los blow outs, tanto los excavados en el sustrato como
los que se encuentran en incipientes dunas parabólicas, marca también la
difluencia que experimentan, sobre todo los vientos de poniente cuando salen
del pasillo que procede del Clot de Galvany a la zona abierta de la playa.
En la parte más meridional, estribaciones del Carabassí, existen dunas fósiles
pleistocenas y dunas embrionarias que se van escalonando entre 5 y 15 m de
altura. Presentan planta circular, ovalada y parabólica. En el extremo final
existen tres dunas pleistocenas: dos circulares y una transversal.
195
El campo de dunas Altet-Carabassí es el que presenta mayor movilidad de
todos los analizados en las costas valencianas. En el Carabassí la zona de
arena móvil con vientos moderados se ha estimado en 18,38 ha, pero con
vientos fuertes puede alcanzar 33,95 ha, lo que supone casi el 62% de la
superficie del campo dunar. En el campo de l’Altet, por su parte, la zona de
arena potencialmente móvil es de 10,68 ha, que pueden alcanzar hasta 42,9 ha
en situaciones de vientos muy fuertes (es decir el 68% del área de este campo
dunar). Las razones principales de esta movilidad son: la falta de vegetación y
el pisoteo por parte de personas a pie (figura 197) y con vehículos. La falta de
vegetación, a su vez, está motivada por la escasez de las precipitaciones
(menos de 200 mm anuales), la fuerte evaporación y la resistencia de las
calcoarenitas que impiden la penetración de las raíces. La degradación de
estas dunas presenta, por tanto razones naturales, inherentes al propio
espacio, así como de la utilización de ese espacio en una zona tan antropizada.
Fig. 197. Sector del Carabassí en el que se aprecian un exagerado número de senderos que,
obviamente, dificultan el arraigo de la vegetación y facilitan la movilidad de las arenas.
2.7.2.3. Dunas de Guardamar
196
El campo de dunas de Guardamar del Segura es el más extenso de todas las
costas valencianas. Aunque en sentido estricto abarcaría únicamente la playa
del citado municipio, en sentido amplio se iniciaría al norte de La Marina y
terminaría en Torrevieja. La desembocadura del río Segura divide el campo de
dunas en dos tramos claramente diferenciados por su composición
mineralógica, por su altura, por su orientación respecto a la orilla y por la
propia morfología de las dunas (Sanjaume, 1985 a). Cubre una extensión de
aproximadamente 700 ha. Ha presentado un buen grado de conservación,
aunque la presión urbanística de la población de Guardamar y de algunas
urbanizaciones en sus límites internos, están amenazando a estas dunas que
fueron móviles hasta principios del siglo XX. En la parte más interna las dunas
superan con claridad los 20 m, sobre todo en la parte meridional, donde
prácticamente alcanzan los 30 m de altura. La movilidad de las dunas era muy
elevada, ya que se desplazaban a un ritmo de unos 3-8 m/año. Esta movilidad
suponía un peligro para la población. En su avance se transformaban en dunas
de precipitación que llegaron a soterrar una mezquita árabe, muchos campos
de cultivo y amenazaban con precipitarse sobre las primeras casas del pueblo
de Guardamar. Para solucionar este problema en 1906 se realizó una campaña
de fijación del campo de dunas mediante la plantación masiva de pinos (Pinus
pinea, Pinus halepensis) y palmeras (Phoenix dactylifera) (Sanjaume y Pardo,
1992; Seva et al., 1989). Este campo dunar presenta una gran complejidad
derivada de su propia evolución, desde el Pleistoceno Superior hasta la
actualidad. La orientación de las dunas sugiere que han existido distintas
etapas de formación y que, en muchos casos, se superponen unas a otras. Por
otra parte, la mineralogía de las arenas analizadas (Sanjaume, 1985 a) también
corroboraba tales suposiciones.
197
Sector septentrional
Se extiende entre las playas de La Marina y la desembocadura del río Segura.
La restinga pleistocena de la Albufera d’Elx se alarga hasta la parte más
meridional de las Salinas de Pinet. En este tramo hay pocos afloramientos que
conserven morfología dunar, aunque constituyan el basamento de la costa. En
las inmediaciones de La Marina las dunas ya han adquirido entidad y la
anchura del campo dunar se va ampliando, así como el número de
alineaciones dunares, hasta alcanzar su máxima anchura en las inmediaciones
de la desembocadura del río. La morfología de las dunas en el tramo
comprendido entre La Marina y el canal de desembocadura del río se conoce
con detalle gracias al Modelo Digital de Elevaciones del que se dispone (figura
198). Por desgracia, en algunos tramos el MDE no abarca la totalidad del
campo dunar, pero nos orienta sobre la disposición de los distintos cordones
dunares.
En la parte más septentrional se observan tres alineaciones más o menos
paralelas a la orilla, mientras que en las inmediaciones de la desembocadura
del río se pueden seguir hasta siete. Las dunas externas e intermedias pueden
seguirse a lo largo de varios kilómetros de longitud, mientras que las más
internas son mucho más cortas. Las dunas más altas, aunque no superan los
15 m de altura, siempre se localizan en las partes más internas del campo
dunar. Esto es algo común, por lo menos en las costas valencianas, puesto que
las dunas interiores son las más antiguas y ha tenido mucho más tiempo para
recibir aportes procedentes de la playa durante la progradación de la misma. La
progradación costera desde el Pleistoceno se ha constatado en las sucesivas
restingas que han cerrado la Albufera d’Elx (Sanjaume y Gozálvez, 1978).
Las dunas de este sector son transversales (figura 198). Los cordones internos
son los más anchos y en ellos se han generado gran cantidad de calderas de
abrasión por vientos del Este, que han dado lugar a dunas parabólicas
adosadas.
198
Fig. 198. Modelo digital de elevaciones de la parte septentrional del campo de dunas de
Guardamar. La escala la podemos reconocer por la cuadrícula (200 m).
199
En ocasiones los blow outs han adquirido tales dimensiones que las alas de las
parabólicas han quedado aisladas, formando pequeños cordones
perpendiculares a la playa. Sólo en la parte más meridional aparecen
parabólicas generadas por vientos del NE, que será lo más frecuente en el
sector meridional del campo dunar de Guardamar. Entre cordón y cordón
queda una zona de deflación que no es la típica swale, puesto que se ve muy
compartimentada por la excavación de los blow outs. Estas formas erosivas
presentan una enorme variedad de formas: circulares, ovaladas, de platillo,
elongadas, etc. La foredune, que en algunos tramos alcanza alturas superiores
a los 7 m, presenta una gran continuidad. En algunos tramos la playa es muy
ancha y se localizan gran cantidad de embriones de duna tipo piramidal,
generalmente enganchados a restos de calcoarenitas. En los tramos más
anchos se generan, también pequeñas dunas parabólicas móviles que se
ubican entre las embrionarias y la foredune.
Su orientación paralela a la orilla, su escasa altura y su composición
mineralógica, muy parecida a los sedimentos que el río Segura transporta en la
actualidad, sugieren que las dunas de este tramo son holocenas y que no
recubren edificios dunares pleistocenos de gran envergadura (Sanjaume, 1985
a), aunque el basamento sigue siendo la eolianita que se encuentra desde las
inmediaciones de la ciudad de Alacant, como se verá en el apartado siguiente.
Sector meridional
Se extiende entre la desembocadura del río Segura y el canal de las salinas de
La Mata, aunque probablemente siguen, aunque con predominio de dunas
pleistocenas hasta las inmediaciones de Torrevieja. Además, la población de
Guardamar divide este sector meridional en dos tramos. El primero (figura 199)
se extiende entre la desembocadura del río y las casas del centro de
Guardamar. El segundo se inicia al final de las edificaciones y termina en el
canal de las salinas de La Mata. En ambos casos se trata de campos dunares
con un enorme predominio de las dunas parabólicas.
200
Fig. 199. Campo de dunas de Guardamar en su tramo central, entre el río y la población de
Guardamar del Segura.
En el primer tramo las dunas parabólicas son de grandes dimensiones,
generadas por vientos de NE (Figura 199). Los blow outs se alargan en esa
201
misma dirección, dejando sucesivos cordones dunares que, en realidad, son
las alas de las dunas parabólicas (Sanjaume y Pardo, 2011 c). Desde la
desembocadura del río, las dunas más recientes se van colando por los
pasillos de las parabólicas algo más antiguas. El nuevo material aportado se
superpone a las dunas ya formadas, de tal modo que la máxima altura se
alcanza en el centro de la población, donde estas dunas de precipitación
alcanzan los 30 m. La morfología es siempre la misma, aunque el dibujo
superficial se complica ya que antiguos blow outs se rellenan con los aportes
del avance de nuevas dunas parabólicas. La altura, por tanto se va elevando a
medida que los aportes se van superponiendo.
De este modo, las primeras parabólicas presentan alturas entre 2,5 y 5 m, más
hacia el interior pasan a 7 m, y después a 10 m, aunque un gran volumen de
las mismas si sitúa entre 15 y 20 m. Por último, en la parte más interna y más
alejada de la desembocadura (que ha sido la principal fuente de suministro de
estas dunas) se localizan las parabólicas de mayor altura, con casi 30 m. En el
segundo tramo de este sector meridional, inmediatamente al sur de la
población sólo pervive la foredune y algunos embriones de forma piramidal,
pequeñas barjanas y algunas parabólicas.
Fig. 200. Panorámica de las dunas del Moncaio.
Sin embargo, en la zona de las dunas del Moncaio, la playa se ensancha y los
embriones de dunas quedan por detrás de las empalizadas que evitan a los
202
bañistas penetrar en las dunas. Los embriones siguen siendo de los mismos
tipos mencionados anteriormente. Después de la foredune, muy recortada por
calderas de abrasión, las dunas interiores siguen manteniendo el predominio
de las grandes dunas parabólicas con las alas muy alargadas. Los blow outs
son también de enormes proporciones, que por coalescencia llegar a formar
una depresión longitudinal en este sector, lo que no ocurría en tramos más
septentrionales.
Al sur del Moncaio, el campo dunar se ensancha de nuevo (figura 201). Se
alcanzan alturas máximas de unos 17 m, aunque la mayor parte de las dunas
se mantienen entre 5 y 12 m. Como en zonas anteriores predominan las dunas
parabólicas que se superponen y solapan con dunas fósiles pleistocenas. En
este tramo hay también una gran cantidad de formas de erosión con blow outs
antiguos y recientes. La edad de los blow outs podría evaluarse a partir de su
orientación, ya que los actuales se generan preferentemente por vientos del E,
mientras que los antiguos derivan de la acción erosiva de vientos del NE. La
coalescencia de las formas erosivas genera, en muchos casos pasillos de
deflación entre restos dunares. Se mantiene la depresión longitudinal y en la
duna delantera los blow outs se amplían por coalescencia generando una
extensa zona de deflación, salpicada con numerosos embriones de duna de
forma piramidal anclados en afloramientos fósiles. En este sector, también son
frecuentes pequeñas dunas parabólicas móviles.
Las dunas pleistocenas que suponen el basamento de este sector meridional
del campo de dunas de Gardamar presentan una composición mineralógica
similar a la del río Segura. Eso demuestra que la deriva litoral era durante ese
periodo fue hacia el S, mientras que en la actualidad va hacia el N, como
demuestra la composición mineralógica de las arenas de las playas de Santa
Pola, que tienen una clara influencia del Segura. Fuera del campo de
Guardamar propiamente dicho, en la playa del Saladaret o de los Locos (E de
Torrevieja) y en Cala Ferrís existían dunas embrionarias. Por otra parte, en las
203
orillas orientales de las salinas de Torrevieja y La Mata, existen acumulaciones
dunares con materiales limosos, que podrían tipificarse como lunnettes.
Fig. 201. Dunas de Guardamar en su sector más meridional.
204
2.7.3. Dunas fósiles
Las dunas reaccionan rápidamente a los cambios ambientales, sobre todo a las
variaciones en el suministro de materiales y a los cambios del nivel del mar.
Hay una cierta confusión con respecto a la adscripción temporal de las dunas
fósiles aunque, en muchas ocasiones, se basa en distintos sistemas de
datación utilizados. De acuerdo con algunas opiniones, como Fornós, et al.
(2009) entre otros, las dunas se generan en momentos de pulsaciones
negativas del nivel del mar.
Otros autores afirman, por el contrario, que las dunas se generan en
momentos transgresivos (Riquelme y Blazquez, 2001) o de estabilización del
nivel del mar. En este caso se desarrollarían dunas por encima de las
preexistentes, si es que estas son fáciles de erosionar ya que, de este modo,
se produce un nuevo incremento en el suministro para el transporte eólico
(Nordstrom et al., 1990). Si se aplica la lógica, lo que no siempre ocurre en la
naturaleza que es más bien caótica, la regresión marina parece el momento
más adecuado por el mayor suministro arenoso. Algunos autores opinan que
en esos momentos fríos y secos habría menor cantidad de aportes fluviales. Es
obvio, pero este déficit podría ser compensado por la mayor extensión que la
playa seca iría adquiriendo. Además, todos estos sedimentos, que tendrían
menos humedad y no presentarían vegetación, estarían perfectamente
expuestos a la erosión y transporte eólico y se acumularían en forma de duna.
Estas dunas irían progradando a medida que la orilla se fuera alejando.
La asignación a periodos fríos entra en contradicción con la propia cementación
de las eolianitas y con las rizoconcreciones, que implican existencia de
vegetación y que se localizan en muchas dunas fósiles. La génesis de las
eolianitas necesita, además de sedimentos carbonatados, climas semiáridos
con pronunciados contrastes estacionales. Por tanto algunos autores asocian
las dunas fósiles con pulsaciones positivas del nivel del mar, como
consecuencia de climas más cálidos. Hay que señalar, sin embargo, que esta
205
contradicción es sólo aparente, puesto que la génesis de la duna pudo
producirse en episodios fríos mientras que su cementación, que es un proceso
diagenético lento, alcanzaría su máxima efectividad en periodos cálidos y
relativamente secos.
En las costas valencianas hay dunas holocenas que se han formado a lo largo
de la relativa estabilización del nivel marino en los últimos milenios, pero
también es cierto que las dunas actuales, ante una ligera subida del nivel del
mar, están siendo erosionadas y no generan nuevos campos dunares. En otras
ocasiones, durante periodos de relativa estabilización del nivel marino, las
dunas holocenas se han desarrollado por autoabastecimiento a partir de la
erosión de dunas pleistocenas, generadas probablemente durante pulsaciones
negativas del nivel del mar, se superponen a esas dunas fósiles.
Las características sedimentológicas de las arenas de las dunas fósiles del
litoral alicantino confirman el autoabastecimiento de los materiales arenosos.
Mientras que los resultados granulométricos de las arenas descalcificadas de
las dunas fósiles (ya que de lo contrario los recubrimientos carbonatados
alterarían los resultados) no ofrecen cambios significativos respecto a las
dunas holocenas, los cambios en la composición de los minerales densos y
ligeros son notables. Las características granulométricas de las arenas de las
dunas pleistocenas y holocenas son prácticamente idénticos: homométricas,
unimodales, excelentemente clasificadas y con asimetrías positivas. El único
parámetro que suele variar es el calibre medio, que depende en cada caso de
la fuente de alimentación y la intensidad del viento (Sanjaume, 1983; 1985 a).
Respecto a la composición mineralógica, ambos tipos de sedimentos no
deberían presentar cambios si la fuente de suministro sigue siendo la misma,
sin embargo, se observan cambios importantes. Llama la atención que los
granos de dolomita, muy abundantes en las arenas actuales de ese tramo
costero, no es en absoluto representativa de las eolianitas. Quizá se deba a un
proceso diagenético de metasomatismo que ha transformado la dolomita en
206
calcita. Junto con el resto de los elementos carbonatados, esta calcita puede
actuar como cementante durante la transformación de las arenas en
calcoarenitas. Otro cambio significativo es el que se produce con las epidotas.
Su proporción aumenta en los materiales relictos, al mismo ritmo en que
desaparecen anfíboles y piroxenos. Por tanto, puede asumirse que las epidotas
de las arenas fósiles son de neoformación por alteración de los anfíboles y
piroxenos. Si la playa actual se autoabastece de la meteorización de las dunas
fósiles, en ese caso, la proporción de epidota es mayor en la arena de playa
que en las eolianitas, ya que al entrar en un nuevo ciclo sedimentario
experimentarían una nueva alteración (Sanjaume, 1983, 1985a).
Las eolianitas pleistocenas son especialmente abundantes en la costa
alicantina, donde los movimientos de elevación tectónica se han producido
recientemente. En el sector septentrional de las costas de la Comunidad
Valenciana existen menos afloramientos debido al predominio de la
subsidencia. Con todo, se han encontrado dunas pleistocenas (figura 202) en la
restinga de la Albufera de Torreblanca (Castellón), en concreto Torre la Sal
(Segura et al., 1990, 2005). Se han encontrado pequeños retazos en
Benicàssim (Castellón, así como fragmentos sueltos, no in situ, en la restinga
de cantos del Millars). Mayor extensión presenta la calcoarenita localizada en la
parte más interna de la restinga de la antigua albufera de Els Estanys
d´Almenara, también en la provincia de Castellón (Sanjaume, 1985 b). En la
provincia de Valencia, se encuentran nuevos afloramientos de pequeña
entidad como en la restinga de la marjal de Puçol-Alboraia (Segura et al., 1997,
Pardo et al., 1996), así como la Penyeta del Moro del Perellonet (Rosselló,
1979). Las dunas del interior de la antigua restinga de la marjal de Tavernes
(Ruíz y Carmona, 2005) quizá recubren dunas más antiguas, como parece
sugerir su morfología y textura (Sanjaume y Pardo, 2003).
207
Figura 202. Eolianita en la playa de Torre la Sal, situada en el extremo meridional de la restinga
de la albufera de Torreblanca (Castellón)
Hay que llegar hasta Dénia (Alicante) para que reaparezcan las dunas
pleistocenas. Desde aquí son muy abundantes en prácticamente todo el resto
del litoral alicantino. En Xábia, las dunas pleistocenas alcanzan un enorme
desarrollo a lo largo de la restinga que cerraba la antigua albufera, hoy
totalmente desecada. Sobre estas eolianitas se ha labrado un interesante carst
marino en el que aparecen tres zonas claramente definidas, con las
morfologías típicas en cada una de ellas, como se detalla en los trabajos de
Sanjaume, (1979 y 1985 a). Más hacia el sur las dunas pleistocenas reaparece
en forma de dunas escaladoras que se adosan a los salientes de las calas
existentes entre Moraira y Calp como, por ejemplo, Cala Bassetes, Cala
Fustera, etc. (Sanjaume, 1979; Riquelme y Blázquez, 2001; Riquelme, 2005).
Uno de los afloramientos más importantes se halla en los acantilados de la
Serra Gelada (figura 203), donde las dunas fósiles tipo climbing alcanzan más
de 150 m de altura. En ocasiones, presentan potencias que superan los 200 m
208
y su volumen total estimado es de 15.750.000 m3 (Chapapría y Rosselló,
1996).
Fig. 203. Panorámica de las dunas escaladoras (climbing) de la Serra Gelada (entre Altea y
Benidorm, Alicante).
Las dunas más antiguas podrían estar relacionadas con el estadio isotópico 6.
Estas dunas presentan gran envergadura y una fuerte cementación. Las dunas
oolíticas, menos cementadas que las anteriores, por lo que resultan
relativamente fáciles de erosionar por el viento y pueden presentar taffonis, se
corresponden con el estadio isotópico 5. Pero hay discrepancias entre los
distintos autores (ver Rosselló y Fumanal, 1996; y Riquelme y Blazquez, 2001),
por su asignación específica al estadio 5e (muy cálido), o a los interestadiales
5c y 5a, que también son cálidos, pero menos que el 5e. Las dunas más
recientes podrían corresponder al estadio isotópico 3 o al inicio del 2. Muchas
de las dunas fósiles más recientes presentan restos de rizoconcreciones, lo
que atestigua que estas dunas estuvieron fijadas por vegetación.
Las eolianitas reaparecen inmediatamente al sur de la ciudad de Alacant y se
extienden hasta San Pedro del Pinatar. En la zona de l´Altet-Carabassí se
encuentran como basamento de las dunas actuales (Sanjaume, 1985 a). Estas
209
dunas se prolongan por el litoral cuaternario de Santa Pola (Rosselló y Mateu,
1978; Cuerda y Sanjaume, 1978; Sanjaume y Gozálvez, 1978; Gozálvez y
Rosselló, 1978). Al sur del Moncaio se localizan preferentemente bajo dunas
más recientes, aunque afloran en las zonas inmediatas a la playa y/o donde la
erosión eólica las ha descarnado. En la zona de Guardamar se encuentran
preferentemente bajo las dunas holocenas y se mantienen de este modo hasta
aproximadamente el canal de desagüe de las salinas de La Mata. Al sur de
Torrelamata existía un cordón dunar de unos 2 km de longitud que ha
desaparecido por urbanización y/o paseo marítimo. Afortunadamente se han
conservado las dunas que conforman el Parque del Molino del Agua (figura
204). Fue declarado Paraje Natural Municipal el 24 de noviembre de 2006, por
lo que son uno de los pocos afloramientos pleistocenos que han podido
sobrevivir. La zona puede cruzarse mediante pasarelas y hay varios circuitos
para que la gente pueda admirar estas formaciones (Fig. 18).
Fig. 204. Duna fósil del Paraje Natural del Molino del Agua en La Mata (Alicante)
210
En el sector comprendido entre Torrelamata y Torrevieja, la única duna
atribuible al estadio isotópico 8 es la denominada duna Mindel o
“villafranquiense” por Rosselló y Mateu (1981), en la orilla oriental de Cala
Cornuda a +5 m de altura. Algo más recientes son las dunas atribuibles al
estadio isotópico 6 o “dunas Riss” que afloraban en Torrelamata y en las
ondulaciones cercanas a esta localidad, así como en las estratificaciones
visibles en el canal de la salina. El basamento de Cabo Cervera también
pertenece a este periodo (Rosselló y Mateu, 1981). Estas dunas han sido
arrasadas por el oleaje, pero en la plataforma que generan las olas todavía
puede observarse la disposición de los sets dunares. Por encima de esta
formación aparecen restos de una playa fósil con Strombus correspondiente al
estadio isotópico 5e (Tirreniese II). En Cabo Cervera, así como en un
afloramiento que estaba situado entre la playa y la salina, al SW de Torrevieja,
y en la costa inmediatamente al sur del puerto, un nuevo conjunto dunar se
sitúa justo por encima de la playa/rasa eutirreniense (Tirreniense II), recibiendo
la denominación de dunas del Würm I (Rosselló y Mateu, 1981). Estas dunas,
en muchas ocasiones presentan una gran cantidad de restos bioblásticos en su
composición, erosionados de la playa subyacente. La duna Würm II, de grano
mucho más grueso y menor cementación, queda asociada a las playas
neotirrenienses de este tramo, presentando también en muchos casos un
recubrimiento de limos rosados (Rosselló y Mateu, 1981). Estas dunas quizá
podrían asociarse con el estadio isotópico 4. Son muy abundantes en la playa
de La Mata. Los niveles marinos del sector más meridional de la provincia de
Alicante han sido analizados también, más recientemente, por Zazo et al.
(2003).
Las dunas, como se ha visto, son muy abundantes a lo largo de las costas
valencianas. Las holocenas se localizan preferentemente en las inmediaciones
de los grandes ríos alóctonos, mientras que las dunas fósiles pleistocenas se
211
encuentran desde Torreblanca, en la parte septentrional de la provincia de
Castellón y se prolongan hasta el límite con la provincia de Murcia.
Fig. 204. Panorámica de las dunas del Paraje Natural del Molino del Agua, entre La Mata y
Torrevieja.
La relativa escasez en las costas de Castellón y Valencia podría explicarse por
el predominio de zonas subsidentes, mientras que la riqueza de los vestigios
pleistocenos en las costas alicantinas estaría ligada a procesos de emersión.
Es probable que las dunas pleistocenas fueran, incluso, más abundantes que
las holocenas, pero se encuentran sumergidas en el mar o forman el
basamento de muchos campos dunares actuales. Todas las dunas han
experimentado fuerte presión antrópica. Las fósiles han sido utilizadas como
cantera de piedras de sillería desde época romana, para la construcción de
edificios y ornamentaciones, con la denominación de pedra tosca, mientras que
las dunas holocenas han desaparecido principalmente bajo el afán urbanizador
que ha experimentado y sigue experimentando el litoral mediterráneo español.
212
Sólo con nuevas perspectivas del uso social de la costa, los pocos ejemplos de
dunas que todavía persisten, podrán ser conservadas como muestra de lo que
su día fue parte de nuestro patrimonio natural.
3.- DEGRADACIÓN POR CAUSAS ANTRÓPICAS DE LOS SISTEMAS
LITORALES
La acción antrópica sobre la costa viene de muy antiguo. De acuerdo con los
registros arqueológicos, el hombre aparece en nuestro ámbito en el Pleistoceno
Medio. A principios del Pleistoceno Superior las actividades humanas eran
principalmente cazadoras y recolectoras con poco impacto sobre el medio. En
realidad es durante el Holoceno, con las prácticas agrícolas del Neolítico,
cuando comienza la interferencia del hombre en el medio ambiente. Hay un
incremento de la población y, en consecuencia, una mayor necesidad de
cultivar nuevas tierras, pero la deforestación todavía sería escasa. Durante el
Imperio Romano, entramos en el mundo comercial mediterráneo. Esta intensa
colonización rural tiene como consecuencia una intensa deforestación de
nuestros bosques, con lo cual hay un gran aporte de sedimentos, lo que se
traduce, por ejemplo, en una progradación de las llanuras aluviales a y en la
formación de campos de dunas. Los procesos de degradación se aceleraron en
época Islámica y Medieval y alcanzan su máxima efectividad en la época
Moderna y Contemporánea, con el progresivo incremento de la población y la
masiva ocupación de la tierra (Sanjaume et al., 1996). Tanto las llanuras como
las laderas de las montañas se transforman en tierras de cultivo con la
consiguiente desaparición de la vegetación natural. Pero el impacto antrópico
llega a su punto culminante en los dos últimos siglos cuando los cambios
socioeconómicos y los avances tecnológicos permiten la desecación de tierras
pantanosas, la regularización de los ríos mediante la construcción de pantanos,
la construcción de puertos, diques y escolleras y la masiva utilización del
espacio litoral con fines turísticos.
213
La mayor parte de las dunas litorales, especialmente en la costa mediterránea
española, han desaparecido como consecuencia del "boom" turístico y de la
presión urbanizadora que ha azotado nuestro país (figura 205). Las dunas han
sido destruidas para dejar paso a edificios, carreteras, paseos marítimos,
aparcamientos, etc., sin tener en cuenta que las dunas influyen en el equilibrio
dinámico de las playas reteniendo o cediendo sedimentos. Por otra parte, la
disminución del ritmo de entrada de sedimentos en el sistema costero, en
buena parte por la regularización de los ríos, está provocando que la corriente
de deriva litoral movilice un menor volumen de sedimentos. En consecuencia,
las dunas no sólo no pueden crecer, sino que se encuentran en un estado de
equilibrio muy precario. Por tanto, las dunas tampoco pueden contribuir a paliar
el déficit de sedimentos que presenta el sistema sedimentario litoral, por lo que
no es de extrañar que se incrementen los procesos erosivos litorales y, sobre
todo, que se constaten recesiones de cierta envergadura en playas que
anteriormente se habían considerado como estables.
Fig. 205. El campo de dunas de l’Altet (Alicante) queda abruptamente interrumpido por una
urbanización.
214
La alteración o destrucción de los sistemas dunares se puede producir de
manera directa por el desarrollo de actividades humanas sobre las dunas, así
como también de manera indirecta pero, en este caso, tanto por causas
naturales como antrópicas. Entre las causas indirectas naturales podríamos
citar la disminución de aportes sólidos al sistema sedimentario litoral y la subida
del nivel del mar. En los últimos siglos, sin embargo, la incidencia de estos
fenómenos naturales está aumentando por causas puramente antrópicas. La
elevada concentración de asentamientos urbanos e industriales, las facilidades
de transporte y el desarrollo del turismo (figura 206) suponen una enorme
presión para las zonas costeras, que termina con incrementos de la erosión por
causas antrópicas (Nordstrom, 1994). Con todo, poco a poco, la población y las
distintas administraciones van adquiriendo conciencia del alto valor ecológico y
estéticos de las dunas, así como de su papel defensivo ante la posible subida
del nivel del mar y la erosión costera (Psuty y Ofiara, 2002).
Fig. 206. El espectacular desarrollo urbanístico ligado fundamentalmente a usos residenciales y
turísticos ha elevado sustancialmente la presión sobre los espacios costeros.
215
3.1. Cambios en el sistema sedimentario litoral por causas naturales
Las causas naturales que pueden alterar los inputs y outputs en el sistema
litoral son los cambios climáticos. Las variaciones del clima afectan a la
producción y transporte de materiales. En la producción de sedimentos los
cambios de temperatura pueden ser muy importantes ya que determinan la
eficacia de los distintos procesos de meteorización. Del mismo modo, los
cambios en las precipitaciones son importantes en la meteorización y, sobre
todo, son fundamentales para el aumento o disminución de la competencia de
transporte y de las tasas de transporte de sedimentos. Por otra parte, los
cambios climáticos a más largo plazo también determinan las oscilaciones del
nivel del mar que pueden: destruir totalmente dunas existentes, modificarlas
parcialmente, o crear dunas completamente nuevas, al compás de la recesión
o progradación de la playa.
Fig. 207. Foredune erosionada en una de las playas que se tenían como más estables. Playa
d’Oliva.
216
Estos cambios actúan de manera indirecta ya que, según sea la tendencia del
cambio, pueden contribuir a un mayor desarrollo de las dunas o pueden impedir
que el sistema sedimentario presente el excedente de material arenoso
suficiente para mantener o seguir con el desarrollo de los sistemas dunares.
Además, los cambios climáticos pueden también generar un incremento en la
frecuencia de los temporales marinos y, de este modo, de la fuerza erosiva
ejercida por las olas. En estos casos las dunas delanteras pueden ser
erosionadas y, de continuar esta tendencia, también las dunas de alineaciones
más internas podrían experimentar procesos de erosión y ser destruidas (figura
207).
3.1.1. Disminución de aportes sólidos por cambios climáticos
Los cambios climáticos, que son muy complejos, se han producido a lo largo de
toda la historia de la Tierra. Si nos limitamos a los últimos 2,6 Ma el número de
oscilaciones significativas, relacionadas con los cambios de temperaturas
experimentados por el sistema climático terrestre (definidas por las ratios entre
el O16 y O18 identificadas en los sedimentos de los sondeos oceánicos), son
muy numerosas, superando el centenar de estadios isotópicos (Shackleton,
1987; Shackleton y Opdyke, 1976). Las causas de estas fluctuaciones han
estado sometidas a numerosas especulaciones. Hoy en día se acepta que el
principal desencadenante de los cambios climáticos está ligado a factores
astronómicos: excentricidad de la órbita terrestre; oblicuidad del eje de la Tierra
con respecto al plano de la eclíptica; y precesión equinoccial. Los principales
elementos adicionales en la ecuación climática que sirven para atenuar o
amplificar los efectos de las variables astronómicas serían: situación de las
masas continentales (tectónica de placas); actividad tectónica (formación del
relieve); mecanismos de realimentación provocados por la circulación oceánica
y las oscilaciones del nivel del mar: por cambios en la extensión espacial de los
casquetes de hielo y del albedo superficial, o por variaciones en los
217
componentes de la atmósfera, especialmente CO2, metano y cenizas
volcánicas (Lowe y Walker, 1998; Williams, et al., 1998).
3.1.2. Subida del nivel del mar
A lo largo de los tiempos geológicos, el nivel medio del mar ha variado
enormemente, alcanzo niveles de 300 m por encima del nivel actual (Lowe y
Walker, 1988) y 100 m por debajo (Lamb y Sington, 1998). Las causas que
pueden provocar estos cambios son: movimientos corticales de tipo vertical
(isostasia); cambios en el volumen o masa de agua (eustasia); tectónica de
placas, que determina el tamaño y forma de las cuencas oceánicas (Dawson,
1992), su capacidad volumétrica e influye en la temperatura de sus aguas por
geotermia; el comportamiento reológico de la corteza terrestre (que se deforma
según la presión y la temperatura determinando (según Mörner, 1980); cambios
en el geoide; el inestable movimiento rotacional del planeta (excentricidad de la
órbita terrestre, oblicuidad de la eclíptica y precesión equinoccial), así como la
propia dinámica de las cuencas oceánicas (las fluctuaciones en el volumen de
agua, la composición y salinidad del agua oceánica, así como las diferencias
en el intercambio de calor entre el océano y la atmósfera, pueden alterar la
dinámica de la masa de agua, cambiando el movimiento y el modelo de las
corrientes oceánicas).
Durante el último siglo el nivel del mar ha ido subiendo paulatinamente en
latitudes templadas. Los datos de Pirazzoli (1986), utilizando registros de
mareógrafos, sugerían una tendencia positiva en el Mediterráneo occidental de
1,5 mm/año. Los resultados de Pardo (1989), analizando los registros del
mareógrafo de Alicante, mostraban también una tendencia positiva pero de tan
sólo 0,88 mm/año. Los datos de los mareógrafos, sin embargo, no son
totalmente fiables, dado que la red de los mismos no es completa y, sobre todo,
por la ubicación física de los medidores. El lugar donde se instala el
mareógrafo se ve afectado por condiciones locales, regionales o globales
218
(Pirazzoli, 1993), que pueden producir distorsiones en los datos
proporcionados, según se encuentre en una zona costera subsidente o de
emersión (isostática o tectónica). Más recientemente, el IPCC (2007) ha
cuantificado en 1,8 mm/año el ritmo de subida a escala mundial desde 1961
hasta 2003, si bien advierte que si el análisis se ciñe al periodo 1993-2003, la
tasa media de crecimiento mundial sería de 3,1 mm/año. Estos últimos datos
no proceden del análisis de series mareográficas sino de datos globables
adquiridos mediante sistemas de medición laser desde satélite, con lo que su
nivel de fiabilidad es mucho más alto.
3.2. Cambios en el sistema sedimentario litoral por actividades humanas
En la actualidad, no existen cambios climáticos naturales suficientemente
importantes para provocar variaciones sustanciales en la tasa de sedimentos
transportados al mar, o si los hay sus efectos son todavía poco perceptibles.
Sin embargo, hay en el presente --y también en el pasado—acciones humanas
que han cambiado sustancialmente el volumen de entradas de materiales en el
sistema costero.
En algunos casos estas intervenciones han supuesto un incremento de la carga
sólida. Es el caso, por ejemplo, del llamativo desarrollo de algunos deltas
mediterráneos andaluces en los últimos siglos, debido a la deforestación
realizada en las cuencas a causa de la introducción de determinados cultivos
(Senciales y Malvárez, 2002). El aprovechamiento industrial y agrario de los
sedimentos playeros es una práctica relativamente antigua y muy extendida. Se
produce en buena parte de las costas del planeta y muchos investigadores han
señalado el problema que estas extracciones plantean tanto a los sistemas
dunares como a la propia estabilidad de las playas. El caso contrario de lo que
acabamos de exponer lo constituye el aporte artificial de materiales a la playa.
En algunos casos el incremento de carga se produce por vertidos industriales,
como ha ocurrido con las escorias de los Altos Hornos de Sagunto (figura 208),
219
En este caso, el impacto es menos negativo desde el punto de vista de
incrementar la erosión costera, pero puede provocar ciertos cambios
ecológicos al modificar la textura de los sedimentos.
Fig. 208. Perspectiva tomada al sur del puerto de Sagunt en el que se acumulan materiales
arenosos cementados formando microacantilados.
En el caso de los vertidos de escorias la cementación se ha producido debido
al contacto de las escorias procedentes del proceso de transformación
fundición del hierro en los Altos Hornos con el agua. El vertido sistemático de
las escorias al sur del puerto y su arrastre por el transporte longitudinal ha
alterado sustancialmente la morfología y dinámica de las playas situadas al sur
del puerto de Sagunt.
Con todo, en la mayor parte de los casos, las alteraciones antrópicas conducen
a la disminución de aportes sólidos. Frecuentemente, las variaciones en la tasa
de sedimentos se producen por factores tales como: la extracción de áridos de
los ríos, de las propias playas, o la construcción de pantanos, como se ha
mencionado anteriormente. Hasta ahora una de las soluciones ha sido el
vertido artificial de arena a la playa sin acomodarlo al perfil emergido y
sumergido de la misma.
220
Fig. 209. Ejemplo de vertido artificial de arenas con la finalidad de recuperar la playa.
La construcción de obras artificiales dentro de las células sedimentarias
costeras (puertos, diques, espigones, escolleras, etc.) es una medida frecuente
que altera, a escala local, el transporte de sedimentos, generando zonas de
acumulación y de erosión inducidas (figura 210). La antropización de las costas
es un fenómeno mundial (Goudie y Viles, 1997) y en algunos ámbitos la
erosión de las playas está afectando al turismo. La artificialización de la costa
es realmente alarmante en las costas mediterráneas, en donde baterías de
espigones pueden seguirse a lo largo de muchas decenas de kilómetros. En
Italia, por ejemplo, el 35% de los 3.250 km de playa están siendo erosionados
por causas antrópicas (Caputo et al., 1991). Por último, la subida del nivel del
mar actual (relativamente escasa, pero constante) también está relacionada
con la actividad humana, debido al incremento de la temperatura global.
221
Fig. 210. Pequeño espigón transversal a la costa.
3.2.1. Sedimentos que no llegan al mar por extracción en cauces fluviales
El impacto de la extracción de materiales de los cauces es indirecto, puesto
que las repercusiones de esta actividad se manifiestan en una reducción de la
carga sedimentaria potencial que llegaría al mar y, en consecuencia, en un
menor volumen de carga sólida para la deriva litoral. La pérdida de aportes de
los ríos valencianos y sus consecuencias ya se han tratado en otro apartado de
la memoria. Las extracciones han sido muy importantes en muchas playas
mediterráneas españolas desde los años 60, ligadas al crecimiento urbanístico
de las ciudades y a la proliferación de residencias secundarias (figura 211). En
la actualidad esta práctica está totalmente prohibida.
222
Fig. 211. Residencias secundarias en la zona de Calp (Alicante) en la década de los 90. En la
actualidad la urbanización del sector se ha incrementado notablmente.
3.2.2. Regularización de los sistemas fluviales
El impacto de los embalses también es indirecto y su acción es doble: además
de suponer una barrera para los sedimentos fluviales que quedan retenidos en
el vaso del embalse y no llegan al mar, el propio embalse evita las crecidas del
río, tan típicas y recurrentes, en el mundo mediterráneo, con lo cual disminuye
también la capacidad de transporte del río aguas abajo del embalse. Además
de laminar crecidas, los embalses pueden construirse para regular las aguas
para irrigación, para usos urbanos o para aprovechamiento hidroeléctrico. En el
223
Golfo de Valencia, dos tercios de la cuenca vertiente de los ríos se encuentra
totalmente regularizada por la acción de los embalses, algunos de los cuales,
como el embalse d’Elx, se encuentran casi completamente colmatados por
sedimentos (Pardo, 1991), con lo que han perdido la principal finalidad de su
construcción, que era embalsar agua.
3.2.3. Cambios sedimentarios en las propias playas
El aprovechamiento industrial y agrario de los sedimentos playeros es una
práctica relativamente antigua y muy extendida. Se produce en buena parte de
las costas del planeta y muchos investigadores han señalado el problema que
estas extracciones plantean tanto a los sistemas dunares como a la propia
estabilidad de las playas. El tiempo necesario para poder observar las
repercusiones de estas extracciones depende de las tasas de extracción, del
tamaño de la célula litoral en la que se produce la extracción, así como también
de la eficacia de los procesos en ese tramo playero (Sanjaume y Pardo, 2005).
En algunos casos los efectos pueden ser instantáneos y en otros pueden pasar
años antes de que se noten las consecuencias, que suelen traducirse en un
incremento de la erosión playera. Ese sistema de proceso-respuesta inducido
por acción antrópica se ha podido observar en la mayor parte de las costas
mundiales (Carter, 1988; Guilcher y Hallégouët, 1991; Paskoff, 1993; Ricketts y
Andries, 1986).
La utilización de arenas de la playa para uso agrícola en la huerta valenciana,
por ejemplo, se remonta a finales del siglo XVIII (Pardo, 1991). A principios del
siglo XX, en la zona de l'Horta Nord de Valencia se llegaron a extraer hasta 500
carros diarios de arena de la playa (Durán, 1913). En la década de los 30, los
directores del puerto de Valencia señalaban el perjuicio que tales extracciones
(estimadas en 300.000 m3) provocaban en la línea de costa (Vilar, 1934). Esta
actividad siguió siendo muy intensa hasta la década de los 70. La arena tenía
un doble uso: en principio se utilizaba como cama para el ganado y,
224
posteriormente, mezclada con el estiércol producido por los animales se
esparcía como abono natural en los campos de hortalizas (Pardo, 1991). En la
actualidad la comercialización de estos sedimentos, al igual que la de los
materiales extraídos del dragado de los puertos, está totalmente prohibida en
España, lo cual no significa que no se produzcan extracciones ilegales. Con
todo, muchas veces es la propia Administración la que realiza las extracciones
para regenerar artificialmente zonas con problemas de recesión (Sanjaume y
Pardo, 2005).
Fig. 212. Playa de La Vila Joiosa. En estado natural era de cantos y ahora después de la
regeneración es arenosa.
En la actualidad la mayoría de los cambios vienen determinados por las
regeneraciones artificiales de las playas (figura 213). En la mayoría de los
casos estos vertidos no sirven para mucho, puesto que la arena generalmente
es más fina que la original y desaparece de la playa al poco tiempo, erosionada
por la acción del primer temporal importante que se produzca en la zona.
225
Una consecuencia negativa del corto espacio de tiempo de residencia de la
arena aportada artificialmente es que si la arena es demasiado fina se acumula
en la playa sumergida causando importantes problemas a las praderas de
posidonias con lo cual se incrementarían los procesos de erosión, puesto que
las posidonias actúan como elementos de disipación de la energía del oleaje
(Sanjaume y Pardo, 2005).
Fig. 213. Ejemplo de playa con elevada presión turístico-residencial con problemas erosivos.
A veces, los cambios sedimentarios se producen por la limpieza sistemática y
excesiva de las playas. Por ejemplo, los restos de Posidonia oceánica que se
acumulan, transportadas por las olas, en las inmediaciones de la orilla se
eliminan artificialmente sin tener en cuenta que protegen la playa del propio
oleaje y, además que con la eliminación de estos restos se detrae un volumen
considerable de material arenoso del sistema costero (Servera et al., 2000,
226
2007), lo que implica que su retirada artificial favorece la penetración del oleaje
hasta el pie de la duna. Asimismo, las máquinas que limpian las playas de la
suciedad dejada por los usuarios deben trabajar con tambores cuya luz de
malla sea bastante grande para evitar extraer junto con la suciedad la menor
cantidad posible de arena.
3.2.4. Infraestructuras artificiales en el sistema costero
Las alteraciones más importantes las producen los espigones perpendiculares
a la costa, debido a las alteraciones que producen en la dinámica marina,
especialmente porque suponen una barrera a los sedimentos que transporta la
corriente longitudinal. De este modo, los espigones (o cualquier obra
perpendicular a la costa) provocan una acumulación inducida de sedimentos a
un lado del obstáculo y una erosión acelerada al otro lado (figura 214), puesto
que la corriente longitudinal tiene que recuperar la carga sólida perdida, para
mantener su equilibrio dinámico.
Fig. 214. Cullera (Valencia). Desembocadura del río Xúquer. Se aprecia perfectamente la
acumulación inducida por los espigones al Norte y la erosión acelerada al Sur de los mismos.
227
La magnitud de la respuesta está en función de factores tales como:
configuración y orientación de la playa, textura de los sedimentos y orientación
del obstáculo. Por este motivo, son las grandes obras portuarias las que han
provocado las mayores alteraciones, aunque no por ello debe descartarse la
acción que pequeños espigones (figura 215) pueden tener en determinados
sectores playeros (Sanjaume y Pardo, 2005).
Fig. 215. Detalle de la erosión provocada al sur de los espigones de canalización de la
desembocadura del Riu Xúquer..
Para paliar las repercusiones negativas de las infraestructuras artificiales deben
construirse nuevas obras, que trasladan el problema a las zonas inmediatas.
De este modo se consiguen baterías de espigones que se extienden a lo largo
de muchos kilómetros de costa. La estabilidad de un tramo de playa está en
función del equilibrio entre los aportes transportados por las corrientes litorales
228
y los sedimentados por las olas. Cuando se rompe este equilibrio (por
construcción de cualquier obstáculo), la respuesta es inmediata y en pocos
meses o años se nota la disminución de la anchura de la playa.
Fig. 216. Consecuencias de pequeños espigones en la playa de Moncofa
Por ejemplo, en la playa de Moncofa (Castellón) se construyó en 1973 un
espigón de 150 m que provocó una acumulación inducida de 100 m y una
erosión inducida de 200 m (Pardo, 1991), destruyendo campos de cultivo,
algunas casas y patrimonio cultural, como la Torre Vigía del siglo XVI, que en
1956 se encontraba a 175 m de la orilla y que en 1991 quedó sumergida en el
mar (Sanjaume et al., 1996).
Por su parte, los espigones paralelos no producen alteraciones tan
significativas, puesto que dejan pasar los sedimentos, por lo menos al principio.
Pero con el tiempo, la refracción y difracción de las olas provoca una fuerte
sedimentación en la zona de sombra del oleaje, en donde se va generando una
pequeña barra que llega a conectar con la orilla convirtiendo el espigón en un
pequeño tómbolo. A partir de aquí la corriente de deriva se ve también
interrumpida, con lo que el espigón-tómbolo se comporta respecto a la
dinámica marina como si fuera un obstáculo perpendicular a la costa. En
algunos casos tienen que ser dragados para seguir siendo efectivos (Viles y
Spencer, 1995).
229
Fig. 217- Espigón paralelo en la desembocadura de l’Estany Gran.
Finalmente, las defensas longitudinales de escollera son también obras rígidas,
que si bien no alteran la dinámica de las corrientes litorales, sí que modifican
substancialmente el perfil de la playa sumergida. Las olas, cuando chocan
contra la escollera provocan una importante remoción de sedimentos que va
socavando la base de la misma, incrementando la pendiente de la playa
sumergida con lo cual, al disminuir el rozamiento, las olas llegan todavía con
mayor energía a la orilla provocando mayor zapa basal, con el desprendimiento
de los bloques de la escollera y mayor erosión, por lo que a la larga no
proporcionan una protección duradera (Bruun, 1985).
Fig. 218. Defensa de escollera al sur de Borriana.
230
En el cabo Bayou Laforche de Louisiana (Estados Unidos) se construyó en
1986 una defensa de 1,8 km para proteger una zona costera sometida al paso
de huracanes. Al cabo de dos años y tras el paso de dos huracanes ese tramo
había experimentado una erosión muy superior a la de las zonas libres de su
protección (Nakashima y Mossa, 1991). Hay otros muchos ejemplos a escala
mundial (Viles y Spencer, 1995).
3.2.5. Subida del nivel del mar por causas antrópicas
Desde principios de la década de los 80 se ha producido una gran
preocupación por el posible ascenso del nivel del mar provocado por el
recalentamiento atmosférico como consecuencia de la exacerbación del efecto
invernadero, con trabajos tan relevantes como los de Warrick y Farmer (1990)
o Wigley y Raper (1992), entre otros. Si se cumplen las predicciones, la subida
del nivel del mar afectaría a todas las comunidades costeras mundiales
suponiendo problemas para más de 800 millones de habitantes (Houghton,
1997; Viles y Spencer, 1995), ya que una elevación mantenida del nivel del mar
provocaría una intensificación de los procesos erosivos derivados del oleaje y
aumentaría las posibilidades de inundaciones costeras. French et al., (1995)
señalaban que según los distintos modelos utilizados, la temperatura del
planeta a lo largo del siglo XXI podría aumentar entre 1,2º (en las previsiones
más optimistas) y 4,5º (en las más exageradas). Además, la modificación del
balance térmico anual produciría algunos procesos-respuesta que se
realimentarían a sí mismos (incremento de la evaporación, fusión de parte de
hielo existente en la superficie terrestre, menos precipitaciones nivosas y, por
tanto, disminución del albedo, etc.), contribuyendo al aumento de la
temperatura.
Como no se conoce con exactitud el grado de aumento de las temperaturas,
tampoco se puede establecer la correlación exacta con la subida del nivel del
mar. Por ello se utilizan diferentes posibilidades o escenarios basados en el
231
comportamiento de: emisiones de CO2; proporción de CO2 retenido en la
atmósfera; concentración de otros gases con efecto invernadero; sensibilidad
climática; expansión térmica de los océanos y contribución de la fusión del
hielo. Se han realizado multitud de predicciones sobre la magnitud y tasas de la
elevación del nivel del mar, sintetizadas por French et al., (1995). Como los
resultados de los modelos dependen de los parámetros que se introducen,
algunas de las predicciones eran alarmistas, suponiendo una subida del nivel
del mar para 2100 de 367 cm (Hoffman et al., 1986). A finales del siglo pasado,
otro trabajos más conservadores aceptaban una elevación de 50 cm entre 2000
y 2100 (Wigley y Raper, 1993), como escenario más probable, a razón de 5
mm/año de media (Watson et al., 1996). Finalmente, las predicciones
realizadas por el IPCC (2007) para el 2100 indican que las subidas del nivel
medio del mar oscilarían entre 18 y 59 cm, dependiendo de los escenarios
tomados en consideración en los distintos modelos.
Para Carter (1988), las principales causas de los cambios del nivel del mar a
corto plazo son: recalentamiento global; retroceso de los glaciares; cambios en
la circulación oceánica y subsidencia provocada por las extracciones de agua,
petróleo y otros fluidos. Las dos primeras causas se consideran las de mayor
importancia. En estos momentos, la constatada elevación del nivel del mar se
está produciendo principalmente por expansión térmica del agua marina. Con
todo quedan algunas dudas de cómo afecta el ciclo del carbono en las masas
oceánicas y, también, del volumen de aporte que supone la ablación de los
hielos de Groenlandia. El comportamiento de los casquetes de Groenlandia y la
Antártida no está tan claro. En los casquetes relativamente cálidos, como
Groenlandia, el aumento global de la temperatura produciría un ligero
predominio de las pérdidas (ablación), por lo que se daría un descenso en el
balance de masa que contribuiría al aumento del nivel del mar. Por el contrario,
en la Antártida, un incremento de la temperatura supondría un incremento de la
acumulación, por aumento de las precipitaciones nivosas (Oerlemans, 1993). El
232
cambio de la temperatura del agua mar puede, además, alterar el
funcionamiento de las corrientes oceánicas, que supondrán un proceso de
realimentación positiva para alterar el clima a distintas latitudes.
3.3. Alteraciones sobre los sistemas dunares
Las dunas están presentes en la mayor parte de las costas del mundo y a
todas latitudes, incluyendo zonas tropicales como la zona septentrional de
Queensland (Pye, 1983) y las costas árticas (Sanjaume y Tolgensbakk, 2005)
(figura 219), alcanzando, en ocasiones, alturas y envergaduras impresionantes.
Fig. 219. Dunas de Komagvaer en las costas árticas de la península de Varanger (Noruega).
233
En Australia hay dunas de más de 100 m de altura. En el W de Estados
Unidos, las dunas de Coos Bay presentan 72 km de largo y 50 m de altura
(Goudie y Viles, 1997). En Europa, la gran duna de Pilat o Pyla, situada en la
bahía de Arcachón, en la desembocadura del Garona, se extiende sobre una
longitud de más de 5 km y presenta una altura que oscila entre 80 y 107 m. En
España, las dunas del Asperillo (Huelva) alcanzan 113 m de altura. Por su
papel protector de la costa, su mantenimiento y cuidado han empezado a ser
de gran importancia, especialmente en las zonas costeras que están sufriendo
erosión (Sanjaume y Pardo, 1991).
A lo largo del paso de los siglos, la mayor parte de las dunas de Europa y
América del Norte habían sido transformadas en dunas móviles por pastoreo y
deforestación, suponiendo una amenaza para la agricultura y los
asentamientos humanos (Goudie, 2000). Entonces hubo que fijar de nuevo las
dunas deforestadas previamente. En zonas templadas la estabilización de las
dunas se produce con distintas variedades de pinos y plantas resistentes a
elevadas concentraciones de sal en el suelo y al enterramiento en la arena
(Ranwell y Boar, 1986). De hecho, en España los primeros intentos de
estabilización de dunas se realizaron en Doñana en 1737 y tuvieron
continuidad a partir de 1850, empleándose pinos piñoneros (Granados et al.,
1984, 1988). Las dunas de Guardamar (figura 220) fueron fijadas en 1906
mediante la plantación de pinos y eucaliptos para evitar que las dunas
invadieran la población.
En las costas valencianas la escasa o nula apreciación social que las dunas
han tenido a lo largo de la historia (tradicionalmente han sido consideradas
como eriales o espacios improductivos, cuando no directamente insalubres) ha
permitido que muchas zonas dunares fueran literalmente eliminadas. Así, en la
restinga interna situada entre la desembocadura del río Xúquer y la
desembocadura del río Vaca, al sur de Cullera (Valencia), se localizan campos
234
de naranjos que se ubican sobre depósitos dunares subactuales, como han
demostrado los análisis sedimentológicos realizados en la zona.
Fig. 220. Dunas de Guardamar. Fijación artificial de las dunas.
La duna no se aprecia morfológicamente a simple vista, aunque un análisis
detallado de la configuración topográfica de la zona (figura 221) evidencia la
existencia de llamativas sobreelevaciones del terreno, relacionadas con la
antigua morfología dunar (Sanjaume y Pardo, 2003).
235
Sección transversal restinga: segmento Tavernes de la Valldigna- Xeraco
0
1
2
3
4
5
6
0 100 200 300 400 500 600 700 800 900 1000
m
m
Fig. 221. Sección transversal perpendicular a la orilla en el que se aprecia una súbita elevación,
que en algunos lugares alcanza casi 6 m sobre el nivel marino, formado por arenas eólicas
actualmente cultivadas.
Las transformaciones agrarias ocuparon no sólo las alineaciones internas sino
incluso, en muchas ocasiones, la propia foredune. En estos casos, dada la
necesidad de proteger los cultivos del viento salobre, de la penetración de las
olas durante los temporales y para evitar la invasión de arena en los campos de
cultivo, se hicieron motas artificiales (figura 222) que jugaban el mismo papel
que las dunas primitivas (Sanjaume y Pardo, 1992).
Fig. 222. Viñas plantadas sobre antiguas áreas dunares en el municipio valenciano de Xeraco.
Para proteger los cultivos del efecto nocivo de la sal y separar el campo de la zona de playa se
mantiene una pequeña mota con cañas.
236
En las últimas décadas, sin embargo, el mayor impacto sobre las distintas
alineaciones dunares ha estado relacionado con las actuaciones urbanísticas.
Son muchos los lugares de la costa mediterránea española en los que
sencillamente se han arrasado las dunas para construir paseos marítimos o
edificaciones de primera línea de playa. Las playas de la comarca valenciana
de la Safor son un claro ejemplo (figura 223), pero podrían citarse muchísimos
más. Esta forma de actuar, introduciendo elementos rígidos dentro de la zona
de intercambio sedimentario, ha provocado fuertes desestabilizaciones de las
playas, lo que se ha convertido en un problema social y económico de primera
magnitud.
Fig. 223. Ejemplo de construcción de un paseo marítimo sobre las alineaciones dunares y los
efectos de la fijación. Fotografía tomada en la playa de Bellreguard (Valencia) en 1991.
Otro impacto particularmente importante en las dunas es el asociado con la
alteración de sus ecosistemas, especialmente el vegetal. La introducción de
plantas exóticas provoca el desplazamiento de los taxones autóctonos y puede
237
llegar a transformar la composición y la fisonomía de las formaciones vegetales
preexistentes. La abusiva expansión del Carpobrotus sobre muchas dunas y
playas arenosas sería un buen ejemplo. En muchas ocasiones los cambios no
son sólo cualitativos (variación de especies), sino también cuantitativos
(densidad de la vegetación). En este sentido es muy llamativo cómo el acceso
indiscriminado de la gente a pie, en bici, a caballo y, sobre todo, la motorizada
(motocicletas, quads y coches) a las dunas puede provocar una reducción
sustancial de la cubierta vegetal. En estas circunstancias se producen cambios
significativos en la dinámica de evolución, facilitando la movilización de mayor
volumen de arena y favoreciendo la génesis y desarrollo de blow outs. Por otra
parte, la permisividad en la utilización de las áreas inmediatas a las dunas
como zonas de aparcamiento provocaría cambios en la vegetación que
tendrían las mismas consecuencias.
En otros casos, las acciones antrópicas pueden fosilizar las dunas, o como
mínimo impedir su normal dinamismo, como ocurre con la vegetación de los
campos de golf. Además de todas las transformaciones mencionadas, hay otra
serie de usos que producen impacto directo sobre las dunas: construcción de
invernaderos; repoblación vegetal; extracción de arena de las propias dunas;
pastoreo de animales domésticos o salvajes (puesto que también destruyen la
vegetación); cañerías, cloacas y otras obras de infraestructura (Ranwell y
Boar, 1986; Goudie y Viles, 1997).
Los sistemas dunares costeros han sido minusvalorados por considerarse
espacios poco útiles. Por este motivo, se contemplaron más como un
problema (su avance podía amenazar espacios considerados más valiosos)
que como un recurso a conservar. Actualmente, sin embargo, se reconoce la
singularidad ecológica de las dunas costeras (lo que les confiere un indudable
interés per se), así como el papel destacado que ejercen en la dinámica y
equilibrio sedimentario de las playas y la protección que suponen ante
temporales o elevación del nivel del mar (Sanjaume y Pardo, 1991 b). Por esta
238
razón las dunas costeras han adquirido, en las últimas décadas, un valor social
indudable que ha quedado plasmado, incluso, en la legislación básica que
regula la gestión de espacios costeros. La contrapartida negativa de este
interés social por las dunas ha sido el sustancial incremento de presión
antrópica que experimentan. Se asiste, pues, a la paradoja de que las dunas
son espacios cada vez más valorados pero que al mismo tiempo están cada
vez en mayor riesgo (Sanjaume y Pardo, 2011).
3.3.1. Ejemplos de destrucción directa
La destrucción directa suele hacerse con maquinaria pesada (para urbanizar,
obras de infraestructura o extracciones de arena, por lo que las dunas pueden
ser destruidas en cuestión de horas, pero la regeneración natural (sin
utilización de maquinaria pesada), al igual que la propia génesis de las dunas,
es extremadamente lenta, si quiere hacerse con un mínimo de garantías de
supervivencia.
La evolución de las alineaciones dunares o de los campos de dunas que han
experimentado procesos de degradación es muy distinta:
En muchos casos la destrucción es irreversible, puesto que han sido
arrasados y se ha construido por encima de las dunas preexistentes, como
ocurrió en el campo de dunas de la Devesa del Saler
En otros casos, las dunas degradadas han experimentado proyectos de
regeneración forzada mediante actuaciones antrópicas (figura 224). La
metodología utilizada para las regeneraciones de los sistemas dunares
arrasados o sumamente degradados es variada. En las dunas de la Devesa
del Saler, la Oficina Técnica Devesa-Albufera ha acumulado una gran
experiencia en sistemas de regeneración. En todo caso, las múltiples
experiencias de restauración están permitiendo disponer de un bagaje de
conocimiento tanto teórico como aplicado orientado a la restauración de los
239
paisajes dunares costeros (Ley et al., 2011; Quintana y Martí, 2011,).
Finalmente, son muy pocos los campos arrasados que han podido
experimentar una regeneración completamente natural después de su
arrasamiento. Esto es lo que ha ocurrido en una pequeña parte de la
Devesa del Saler, la zona de la Punta, que queda entre el campo de golf y
la gola del Perellonet. Esta zona ha sido un laboratorio natural en el que se
ha podido investigar la recuperación y evolución de las dunas en una costa
con tendencias erosivas inducidas por acción antrópica. Los resultados
obtenidos en el análisis y seguimiento de la evolución que han tenido las
dunas de neoformación de este tramo ya han sido expuestos en el apartado
dedicado a las dunas del Saler.
Fig. 224. Dunas regeneradas por la Oficina Técnica Devesa-Albufera en el campo de dunas del
Saler (Valencia).
240
3.3.2. Datos preocupantes
Hasta ahora se tenía claro que muchos de los problemas de tramos costeros
concretos se debían a acciones antrópicas realizadas en las inmediaciones,
como construcción de puertos deportivos, ampliación de puertos comerciales,
construcción de espigones perpendiculares a la orilla de mayor o menor
envergadura, defensas de escollera, paseos marítimos destruyendo dunas,
urbanización incontrolada, etc. Todas estas acciones tienen en común la
alteración del equilibrio del transporte sedimentario en sentido longitudinal o
transversal y, como consecuencia, erosión inducida apreciable a corto o largo
plazo.
Como consecuencia del déficit de sedimentos que llegan al mar, los problemas
generados por erosión inducida se magnifican. En ocasiones las playas se
autoalimentan con materiales erosionados de las pocas dunas que quedan y
que constituyen la mejor protección natural de las mismas. El peligro es que el
autoabastecimiento también tiene fecha de caducidad, si las condiciones
deficitarias no se revierten.
Había que buscar soluciones para el déficit sedimentario y llegaron las
regeneraciones de playas y dunas. Estas últimas se han hecho, normalmente,
con criterios científicos y, después de algunos errores subsanables, las
regeneraciones dunares serán un valioso instrumento para luchar contra la
erosión acelerada. Las regeneraciones de playa son otra cosa. Se hacen
vertidos indiscriminados sin atender ni la pendiente de la playa (tanto emergida,
como sumergida), ni la textura de los sedimentos. En consecuencia, los
tiempos de residencia de las arenas vertidas son muy cortos, menos de dos
años, las zonas de préstamo de arena están prácticamente esquilmados, la
textura de los sedimentos demasiado finos, por lo que desaparecen después
de una serie de temporales de cierta envergadura y pueden acabar por destruir
las pocas praderas o restos de posidonias que quedan.
241
Las posidonias son de gran importancia ya que las olas cuando sienten su
rozamiento empiezan a perder energía y llegan con menor poder erosivo a la
orilla. Si desaparecen, toda la energía de la ola se libera en el momento en que
rompe en la orilla, poniendo en suspensión una gran cantidad de arena que la
deriva litoral, debido a su desequilibrio sedimentario, movilizará de inmediato
aguas abajo sin tener, en la mayoría de los casos, arenas suficientes para
reemplazarlas.
Los vertidos deberían hacerse teniendo en cuenta el perfil de equilibrio de la
playa. Si la erosión ha transformado una playa disipativa en reflectiva, por más
arena que se vierta en tanto no se consiga disminuir la pendiente de la playa al
máximo y no sólo en la parte emergida, sino también en la sumergida, es tirar
dinero y esfuerzo así como recursos arenosos que ya son un bien escaso.
Las regeneraciones, además, deberían hacerse con arenas de calibre mucho
más grueso que el original, puesto que de este modo resistirían mejor la
disipación de energía de las olas y el tiempo medio de residencia de los
sedimentos se incrementaría. El material de vertido debería ser de machaqueo
para conseguir el calibre de grano deseado.
Gracias a los trabajos realizados en el sector meridional del óvalo de Valencia
desde los años 70 hasta la actualidad (Sanjaume, 1974; Sanjaume, 1985,
1988; Pardo, 1991; Sanjaume y Pardo, 2003, 2008, 2011 a, b, c) se han podido
conocer las tasas y tendencias de cambio experimentadas por la costa del
Golfo de Valencia, y cómo estos cambios han afectado a las dunas en sectores
costeros que no presentan acciones antrópicas directas, como es el sector
entre Gandía y Denia, donde se encuentran las dunas de Pego-Oliva
(Valencia).
La evolución de la línea de costa del tramo meridional del óvalo valenciano
entre 1957 y 1990 mostraba un predominio de la acumulación, con una
tendencia positiva de 0,36 m/año. Sin embargo, para el periodo 1990-2006 la
tendencia es negativa (-0,04 m/año, por término medio). Es un cambio muy
242
significativo con respecto a la tendencia anterior y respecto a toda la
acumulación producida en época histórica. La tendencia negativa destacaría
todavía más si no fuera por los numerosos proyectos de regeneraciones
artificiales de playa que se han producido durante los últimos años y que deben
haber enmascarado las pérdidas, impidiendo que la tendencia negativa sea
mucho más marcada. Por otra parte, se constata que debido a las obras de
regeneración mencionadas anteriormente, tramos costeros que debían
presentar claros signos de recesión como, por ejemplo, al sur de obras
portuarias, canalizaciones y espigones, presentan tendencias estables o,
incluso, positivas. Pero, quizá lo más interesante, y también más preocupante,
es que la tendencia negativa más reciente no está asociada a un elemento
puntual o local bien definido (Sanjaume y Pardo, 2008).
Para el estudio de las dunas de Oliva (Valencia) se elaboró un MDE con la
información obtenida de la cartografía digital de 1998 a escala 1:1000. Se
contó, además, con los datos LIDAR del municipio de Oliva de finales de 2004
(resolución = 1m), así como de un levantamiento topográfico, realizado con un
sistema GPS-RTK, a finales de julio del 2007. Después se han comparado los
MDE de distintas fechas. De este estudio se deduce que entre 1998 y 2004 se
ha producido:
una disminución significativa de la cota media del conjunto del sector
un retroceso generalizado del escarpe de la primera alineación dunar (de
hasta 15 m), más importante en unos lugares que en otros
un aumento de la sinuosidad del escarpe
un incremento de la pendiente media del escarpe.
Todo ello sugiere el incremento de la erosión de las dunas y el retroceso del
frente dunar. Entre 2004 y 2007 son también muchos los lugares en los que el
escarpe dunar ha retrocedido, lo que ya no sería achacable al impacto del
temporal de noviembre de 2001 (Sanjaume y Pardo, 2011 c). Este hecho es
243
particularmente interesante si tenemos en cuenta que se produce en una zona
que ha sido históricamente acumulativa (Sanjaume y Pardo, 2008).
La similitud y coherencia entre los resultados obtenidos a partir de fuentes y
metodologías distintas (sedimentología, estudio de la línea de costa y estudio
de las dunas) indican una clara tendencia recesiva en espacios históricamente
progradantes (Sanjaume y Pardo-Pascual, 2008). Otra conclusión, a nuestro
juicio relevante, es la constatación de que incluso las zonas que no han
experimentado, durante las últimas décadas, una antropización directa
presentan en la actualidad una tendencia ligeramente erosiva, como ocurre en
los sectores de Miramar, Piles y Oliva, por el déficit de sedimentos existente en
toda la célula sedimentaria. Por tanto, las dunas pueden verse altamente
degradadas sin tener impactos antrópicos directos en sus inmediaciones. Hay
que pensar, por tanto, que el déficit de sedimentos y la leve subida del nivel del
mar por expansión térmica del agua del mar ya están actuando.
4.- RECOMENDACIONES
En esta memoria se ha intentado reflejar cómo las dunas costeras, uno de los
elementos más importantes en el equilibrio sedimentario de la playa, han ido
sufriendo, directa o indirectamente, intervenciones muy diversas que han
provocado alteraciones, degradaciones y, en muchos casos, su desaparición.
Desde nuestra perspectiva esta es una dinámica inaceptable, que
necesariamente ha de ser modificada, ya que de lo contrario habrá que asumir
que son además nuestras playas las que están en grave riesgo, con el impacto
social, económico y ecológico que ello implica. Por este motivo pensamos que
se deberían plantear al menos tres retos:
El primero, y más ineludible, es proteger lo que todavía existe. No se
trata únicamente de establecer protocolos legales, que también son
necesarios, sino de forzar usos sociales más sostenibles de estos
espacios. Habría que: impedir, por ejemplo, el paso indiscriminado, a pie
244
o de forma motorizada, por los espacios dunares; vigilar el
mantenimiento de los ecosistemas; limitar la penetración de especies
invasoras, etc. Para conseguirlo habrá que utilizar tanto medidas
expeditivas como acciones pedagógicas que ayuden a entender la
necesidad de conservar estos ecosistemas.
El segundo reto es regenerar, siempre que sea posible, las alineaciones
dunares degradadas o destruidas, sobre todo allí donde la dinámica
natural sea más favorable. Los avances logrados durante las últimas
décadas en las técnicas de restauración dunar permiten ser optimistas
respecto al éxito que tienen este tipo de intervenciones. Sería
conveniente, además, que los proyectos futuros de regeneración de
playas incluyeran acciones de recuperación de las dunas, ya que de
este modo se conseguiría una mayor duración del tiempo de residencia
de las arenas en las playas regeneradas.
El tercer reto sería conseguir un sistema de monitoreo unificado en los
parámetros a observar (datos meteorológicos, trampas de sedimentos,
topografías detalladas, etc.), que debería establecerse en red a lo largo
de todas las costas españolas. Con los datos obtenidos se podría
realizar un diagnóstico sobre el estado de las playas y dunas españolas
y, con posterioridad, se verificaría la eficiencia de las medidas que se
hubieran ido adoptando, con lo que en el futuro se podrían priorizar las
distintas actuaciones que ofrecieran mayor grado de solvencia.
Concretando un poco más, las recomendaciones que brindamos a los gestores
para un mejor desarrollo de las actuaciones sobre la costa, evitando las
consecuencias de la erosión directa, serían las siguientes:
Las grandes obras portuarias, que son las que provocan mayor erosión
acelerada al sur de las mismas, en nuestros ámbitos, deberían ser
245
obligados a tener una draga actuando de manera continuada haciendo
un by pass de materiales de la zona en la que se almacenan (la
Malvarrosa, por ejemplo) hasta el otro lado del puerto en la que hay
erosión inducida (Pinedo y El Saler). Algunos ingenieros nos han
reclamado la cantidad exacta de m3 para iniciar el trasvase. Ellos son los
que tienen que hacer los cálculos. Si trasvasan más de lo necesario, las
playas ahora claramente progradantes disminuirían y las erosivas
crecerían demasiado, en cuyo caso habría que trasvasar una menor
cantidad de arena. La experiencia a lo largo de cierto tiempo señalaría la
cantidad de trasvase adecuada para mantener ambas playas en
equilibrio.
Reducir al máximo la construcción de espigones y retirar los que se
puedan ya que su presencia ha sido nefasta.
Obligar que los paseos marítimos se construyan siempre por detrás de
las dunas.
Vallar las dunas y hacer pasarelas para evitar el pisoteo y su erosión.
Si un hubiera demasiada contaminación habría que dragar los pantanos
para recuperar sedimentos aguas abajo de los mismos y que los vasos
de los mismos su utilizaran para aquello por lo que se han construido:
almacenar agua.
La antropización es casi absoluta en nuestras costas. Habría que
impedir la destrucción sistemática del paisaje. Es lamentable ver cómo
están nuestras restingas y las laderas de nuestras montañas.
Evitar la circulación de motos y quads en las playas.
Evitar limpiezas excesivas con maquinaria que además de la suciedad
se lleva arena necesaria en la playa.
246
Evitar transformaciones de la textura de las arenas de playa. Las playas
que no hayan modificado su textura son prácticamente inexistentes. A
veces la modificación es necesaria por erosión inducida de la playa, pero
hay casos en los que se hizo un vertido para transformar playas de
cantos en playas arenosas para tener contentos a los usuarios.
Los vertidos de arena hay que hacerlos teniendo en cuenta el perfil
emergido y sumergido de la playa. El material debería ser de
machaqueo y la textura de mayor calibre que el original para obtener
mayor tiempo de residencia.
Después de los vertidos, o en zonas de erosión inducida, habría que
construir, a poca distancia de la orilla y a poca profundidad, elementos
disipadores de la energía de las olas. Pueden ser permanentes o
temporales. Estos últimos podrían ser transportados allí donde se
necesitaran con mayor urgencia. Deberían tener forma de cuña,
incrementando la altura hacia la orilla, pero quizá una altura de medio
metro sería suficiente si está a la distancia y profundidad adecuada.
247
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