El síndrome de Fabrizio. Notas jurídicas de política cotidiana

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AGUSTÍN RUlZ ROBLEDO

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EL SINDROME DE FABRIZIO

Notas jurídicas de política cotidiana

GRANADA, 2003

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© Agustín Ruiz Robledo

Editorial eomares, S.L.Polígono Juncaril. parcela 208

Teléfono 958 46 53 82 • Fax 958 ·1G ~):l 8~~18220 Albolote (Granada)

E-mail: [email protected]://www.comares.com

ISDN: 8·j-lH,j.:!:-G7:}-1 • Depósito Legal: GR. 5:n-2003

Fotocomposición. im])resión }' encuadernación: ElJIT( )Kl.-\l. {:( )~l.-\}{ES, S.l ..

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A la memoria de Juan Ramos, ruyainmensa alegría al leer rada nuevo artintlotanto me animaba a prejmmr el siguiente.

SUMARIO

PRÓLOGO, por Rafael Eswr-edo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ~IlI

NOTA PREVIA .. . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . • • . . . . . . xv

AGRADE(;IMIENTOS XVII

El Síndrome de Fabrizío .

Libertad para los farmaccuticos [}

Caja Sur no es lo que parece . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 0

Traficantes de olivos 13

El estado de alarma suave 17

Dai10s colaterales _. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

Arqueología jurídica 25

La hora de la reforma municipal 29

Baza, como síntoma 33

Desobediencia institucional. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

Adiós a la colegiación obligatoria de los fUllcionarios 41

Andalucía, número uno en fUllcionarios . . . . . . . . . . . . . . . . . 4[}

El traje jurídico de Andalucía. . .. . .. . . . .. . . . .. . .. . . . . .. 49

El reparto de competencias en los juzgados de Marbella ... 53

x Sumario

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Sllmari,) XI

Sobre la elaboración de las leyes ....•...................

La comarca en Andalucía .

La capitalidad andaluza: Una polémica no tan in(¡til

Los límites al poder de gasto municipal .

Lajubilación de las Diputaciones , ..

Doctorados políticos. . . . . . . . . . . . , .

Cajas y poder político. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Lúgubre conflicto de competencias .

Revolución en Andalucía .....................•....•..

Política lingüística: Habla bien, habla andaluz .

La política como negocio

Presiones sobre la prensa ..

Los extranjeros y la función pública

At~os legislativos .

Nobleza obliga ..........•.......•..•..........•.....

El reloj constitucional .

El cOl1troljudicial de las promesas electorales , .•......

Oposiciones discriminatorias ...................•......

«Carmen) en Barcelona ........•.....•................

Nuevas técnicas electorales ................•..........

La cultura elel enchufe ...........•..•.......•........

Sierra Nevada por montera .....................•......

Manifestaciones imaginativas

El indulto, un fósil jurídico con buena salud ........•...

El cuadrilátero parlamen tario .

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Apuntejurídico sobrc la Alhambra ...•..............•..

La igualdad sanitaria ....................•..•.........

La sopa de la financiación autonómica

Repostería parlamentaria ..........................•...

El Estatuto difuso . . ...•.. , .•.......•...........

Justicia sin imágenes ....•...............•........

Quebec, capital Barcelona ..•..•.....................

Amncsia poselectoral .

Autonomía, ¡cuántos disparatcs se cometen en ttlllombrc! .

Teoría)' práctica parlamentaria .

A vueltas con la reforma electoral .

Delicioso divertimento

Kant, la Constitución y el visitador político

La imagen del Parlamcnto .

¿Temor a la reforma?

Sobre autorizaciones

Crónica romántica de las elecciones chilenas .

Contra la inmunidad parlamentaria, ............•.......

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PRÓLOGO

H ACE algún tiempo que conocí a Agustín RuÍz Robledo y, desdeentonces, puedo decir con verdad que no ha dejado de sorpren~

denne gratamente. Granadino fino y ejerciente, además de ilustradoy hombre de bien, Agustín hace compatibles sus tareas en el Parla­mento Andaluz con participaciones periódicas en la prensa regional,donde analiza con rigor y sorprendente lucidez, temas de rabiosa ac­

tualidad.He de confesar que siempre me ha llamado la atención el hecho

de que hombres y mujeres con sobrada acreditación intelectual se re­fugien en el estudio y la reflexión de su especialidad profesional, pu­blicando textos e impartiendo clases, alejados del mundanal ruido,mientras la realidad social y política condiciona fuertemente llues­

tras vidas cotidianas. No es éste, precisamente, el caso de AgustínRuiz Robledo; por el contrario, este joven y maduro profesor univer­sitario de Derecho constitucional se inscribe plenamente en la órbitade aquellos ciudadanos que, haciendo suya la filosofía republicana,participan, desde el conocimiento y el estudio, en la crítica reflexivade cuantos acontecimientos suceden a diario en el mundo que nos hatocado vivir; un mundo preñado de ortos y ocasos, de conflictos so­ciales y políticos, en los qtle su mirada atenta y objetiva siempre nosilumina y enseña.

De otra parte, no es Agustín Ruiz Robledo hombre de doblecesconceptuales, sino de transparencias y verdades; circunstancin éstaque, a no dudar, agradecen sus lectores. Y es que, en los tiempos quecorren, resulta demasiado frecuente encontrar voces que se aquibtansegún la orientación del viento, haciendo manifiesta dejación del ca-

XIV • Pnílogo

mino recto, de la honestidad intelectual y de las convicciones pro­pias, para apuntarse a lo que yo llamo la democracia instantánea, queconsiste en decir 10 que la mayoría quiere escuchar, por eso del dis­curso único y las verdades de coyuntura. Por el contrario, Ruiz Ro­bledo, desde una prosa orteguiana. con acento andal uz, nos aproxi­ma a los temas más complejos con la mirada serena de quien dice lo

que piensa, yeso se le nota y agradece.Sólo me queda, querido lector, hacerte una recomendación

interesada: este libro que tienes entre las manos no es un libro másde artículos más o menos afortunados, sino la crónica acertada deasuntos de enjundia, de esos que suelen depender de quienes nosgobiernan. pero que nos afectan a cuantos circulamos por la vidadesde la muy noble condición de ciudadanos responsables. Por ello,léelo despacio, recréate en él y recomiéndaselo a tus amigos, ya que110 hay cosa mejor que la lectura de cuanto importa a la sociedadcivil, porque en la medida que seamos hombres y mujeres bien for­mados seremos más libres; y ya sabéis que la libertad no es un re­galo, sino la tarea diaria de cuantos, como Agustín Ruiz Robledo,

se empeñan en ella.

RAFAEL ESCUREDO

NOTA PREVIA

R [COPILO en este libro un puñado ele artículos que he idopublicando en los periódicos con el propósito de partici­

par en el debate cotidiano de los asuntos plíblicos, una tarcacolectiva esencial para lograr una democracia viva y eficaz. Mehe asomado a la política desde mi balcón jurídico, pero sinadoptar la postura del especialista que se limita él describir lasdistintas opciones técnicas que se pueden adoptar ante un pro­blema político, lo que Jeremias Bcntham llamaba la posición«expositora» de la Ciencia elel Derecho. Por el contrario, heprocurado adoptar una posición ~<censora», de decir lo que yohe considerado más adecuado y conveniente hacer en el asun­to en cuestión. Precisamen te, al agrnpar ahora mis artÍCulosdispersos me he dado cuenta de que, de tanto censurar, en estelibro abundan las críticas y los reproches, mientras las alaban­zas apenas tienen cabida.

En su conjunto,}' dado que reparto críticas tanto a derechacomo a izquierda, puede dar la impresión de qne tengo una malaopinión de la clase política, lo que no es en absoluto cieno. Meparece que, desde las primeras elecciones democnhicas, el 15de junio de 1977, hasta ahora, nuestras instituciones públicashan cumplido más que satisfactoriamentc sus funciones y comoellas no funcionan solas, es evidente que sus titulares, los políti­cos, algo habrán tenido quc ver cn cse éxito. Es verdad quc cnlas Cortes y los Parlamentos autonómicos no han proliferado losdiscursos deslumbrantes de un Argüelles, de nn Castelar, de unAzaña -por citar sólo tres dc nuestros mejores oradores del pa-

XVI Nota pn:\'ia

sado-, pero nunca antes España había disfrutado de una de­mocracia política tan consolidada y un bienestar social yeconó­mico tan grande como los actuales. Yeso -como se suele deciren frase gaslada- es mérito del pueblo español, de todos losciudadanos, colectivo del que no hay que excluir a nuestros re­presentantes políticos.

Entiéndase, por tanto, que si me he centrado en aspectoscriticables de las actuaciones públicas se ha debido, además elea mi carácter granadino -tan proclive él. ver sólo lo negativoele las cosas-, a cierta pretensión optimista de creer que conmi opinión podría contribuir a mejorar la realidad. En fin, hetratado de seguir la hermosa recorncntación de don Miguel deUnamuno:

«Despenar a quien duerme. Así se titula una comedia deLope ele Vega y por mi parte digo que la decimoquinta obra demisericordia es despertar al dormido. ¿Para qué? Para que sue~

ñe la realidad".

AGRADECIMIENTOS

R ECUERDO que Fernando Diaz PltUa contaba en su punzanteEl es/Jafwl), los siete pecados ca/Jitales que mentía todo aquel

que publicaba una recopilación de anículos achacándolo a queasí se lo habían pedido sus amigos porque en Espaí1a la envidiaimpedía semejante petición. Evidentemente, mucho ha cambia·do nuestro país desde la década de 1970 y en este pnl1to no hasido una excepción, o al menos así me lo dice mi experienciapersonal: no me han faltado amigos que me hayan aconsejadoque publicara un libro con mis anículos periodísticos. Los cua­tro que más veces me lo han dicho han sido Alberto Arce, Isa­bel Ramos, Jorge Riezu yAndrés Sopeña. Dicho eslo, la respon­sabilidad última de creer que este libro podría interesar a alguienme pertenece en exclusiva.

Hay un gnlpo de personas CJuc siempre me comentan (aveces para discrepar) carii10samente mis arLíClllos: Kevin AUDatt,Miguel Ballesta, Joaquín Castillo, Bernardo Escobar, MaríaFernández, José Antonio Carda Agudo, Rafael Conzález Iaí1ez,IgnacioJiménez Soto, Aracelijiménez, Cristóbal del Moral, Cal'''men Nogueral, Alena y Carlos Pascual, Javier Roldán, AntonioRuiz Garda, Encarnación Tapia, Javier Terrón y José AntonioVíboras. Incluso de alguno que otro he tomado prestado argl1~

mentas e ideas para escribirlos, como ele Rafael Barranco,jllanMontabes yJavier Torres Vela. Para mi sorpresa, mis opinioneshan llamado la atención de algunos articulistas de fuste, que poresa vía se han convertido en buenos amigos como Félix liayán,Alejandro Víctor, Rogclio Velasco y Rafael Escudero, quien acle-

XVIII :\¡..¡radt'cil1lit"II\lI~

más se ha prestado a escribir un generoso prólogo. Hace tiem­po que habría dejado ele puhlicar sin la íntima satisfacción queme produce saber que gente tan importante para mí se toma lamolestia de leerme. Cualquiera que se acerque a estas páginasquiziÍs considere que hubiera sido mucho mejor que hubieranguardado silencio. También puede culpar a Mclchor Saiz Par­do, Soledad Gallego Díaz y Román Orozco, que autorizaron lapublicación de mis trabajos en los cliarios que dirigían; ademásde a Gregario Cámara, que me abrió dos veces (en 1984 y 1995)las puertas de los periódicos. Por el contrario, yo agradezco vi­vamente a LOdos ellos su confianza.

En fin, María Fcrnández ha revisado con inteligencia y pa­ciencia las pruebas de este libro. Victoria Ramos, mi ahijarla, hacorregido con precisión varios de estos anículos. Y prácticamentetodos, Inmaculada Ramos, mi 111ujer, con la que cada día quepasa me gusta más compartir escritos y proyectos.

EL SÍNDROME DE FABRIZIO

El País Andalucía, 24 de enero de 2003

D URANTE todo este frío mes de enero se están produciendo¡nuchas manifestaciones ele agricultores almerienses y gra­

nadinos en defensa de la agricultura intensiva, amenazada porla política de la Unión Europea, muy especialmente por el nue­vo Acuerdo de Asociación con Marruecos para el que la Comi­sión ha propuesto elevar el contingente de tomates marroquíesde 150.000 hasta 216.000 toneladas al año y una reb~a generalde los aranceles de olras hortalizas como calabacines, judías ypepinos. Es dificil no solidarizarse con un grupo de personasque han construido de la nada uno de los grandes sectores dela economía andaluza, que factura más de 1.200 millones deeuros al aIio y supone el 20 por 100 dell'In almeriense. Por eso,es comprensible que, de una forma u otra, todos los partidospolíticos estuvieran representados en las manifestaciones del pa~

sado 14 de enero en Almería y que se apresten a proponer me­didas para impedir la invasión de productos marroquíes.

Sin embargo, si se intenta mirar el asunto con ciena distan­cia y frialdad no se acaba de encontrar la perspectiva que ofrez­ca razones de peso para que España vete el Acuerdo, tal y comohan pedido las organizaciones agrarias. Desde el punto de vislamoral, no es posible manlener una y otra vez que hay que ayu­dar al desarrollo de los países del Tercer Mundo y luego negarque vendan sus productos en nuestros mercados. Ni siquiera sir­ve el argumento de que la entrada en Europa de productos agra-

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dos marroquíes sólo beneficia a su oligarquía: eso justificaría lInapetición para incluir cláusul<\s sociales en el Acuerdo, pero noel mantenimiento de los aranceles y los cupos. Tampoco la ape­lación a la solidaridad interna explica el veLO al Acuerdo por­que es injusto para los consumidores europeos, incluidos Jos es­pañoles, a los que se les impedilía abaratar su cesta de la compra,tan castigada con la inflación. También es injusto para el restoele sectores productivos, sometidos cada vez más a la competen­cia cxtema. Pensemos, por ejemplo, en lbi y toelos los pueblosjugueteros de Alica.nte, en la misma zona de los productoshorto[rutÍcolas y cítricos afectados por el Acuerdo: ¿cómo se lespuede explicar que mientras se protege la agricultUl'a medite­rránea ellos dehen soportar la competencia de los jug'uetes chi­nos y de otros países subdesanollados?

Así las cosas, oponerse con uñas y dientes al acuerdo conMarruecos es ir contra el signo de los tiempos, olvidar que laUnión Ellropca pretende lograr una zona de libre comercio enel Mediterráneo para el 2010 y que la Organización Mundial delComercio avanza con paso firme en la liberalización de los pro­ductos agrícolas. Se podría decir que quien no advierta esta ten­dencia está tan desorientado como Fabrizio ejel Dango, el per­sonaje de la Cartuja de Parma de Stendhal, que se vio envueltoen la batalla de Waterloo sin saberlo y sin ser consciente de queera la derrota definitiva de su adminldo Napoleón. Cuando loslíderes europeos están debatiendo una nueva organización dela Unión apenas imaginable hace medio año, los dirigentes so­ciales y políticos de Andalucía tienen que sel' conscientes de losprofundos cambios que supone la globalización y actuar en con­secuencia.

Evidentemente, el nuevo Acuerdo con Marruecos suponeuna dllra competencia para la agricultura andaluza, pero nues­tra respuesta no puede ser cortar carreteras e incendiar los ca­miones marroquíes, actos injustos ya la larga estériles, sino unaserie de medidas inteligentes para mejorar la competitividad deJa ilgricultura de primor: concentrarse en las calidades superio­res, reducir costes, crear empresas transformadoras, acortar la

cadena de comercialización, incluso producir en el mismo Ma­!TueCOS, etc. Si no actuásemos así y nos enrocásemos en pedirlo imposible, el final de nuestra agricultura quizás no sería muydistinto del de Fabrizio, quc sobrevivió mllagrosam ente él la ba­talla, pero perdió su oro, su caballo y sus ropas.

LIBERTAD PARA LOS FARMACÉUTICOS

El País Andalucía, 4 de diciembre de 2002

L A Consejería de Sanidad ha preparado un borrador de De­creto para regular la apertura de farmacias por concurso

público que, como no podía ser de otra forma, ha originado las opiniones más diversas en el sector, que oscilan entre la acogi­da favorable que le ha dado el Secretario del Consejo Andaluz de Colegios Farmacéuticos, hasta la crítica del Presidente del Colegio de Farmacéuticos de Granada en desacuerdo con el ba­remo que establece para atribuir las farmacias. Por debajo de estas discrepancias concretas, late un pensamiento común: la apertura de farmacias debe de estar limitada, sin que el título de farmacéutico sea un requisito suficiente para abrir una far­macia. Sin embargo, esta premisa de la que se parte no es evi­dente por sí misma y no estaría de más que se reflexionara so­bre las razones que justifican una restricción tan excepcional de la libertad de elección de profesión y oficio (art. 35 CE) que convierten al farmacéutico en el único profesional que no pue­de ejercer libremente su profesión en España. Es más, parece ilógico que esté liberalizado lo principal en relación con la sa­lud (la medicina) y no lo secundario (la farmacia). Incluso casi diría que es estúpido que cualquier médico pueda prescribir un medicamento y que no pueda expedir ese mismo medicamento cualquier farmacéutico.

Pero, como decía el profesor Otto, la estupidez no es in­constitucional y el Tribunal Constitucional ha considerado que

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la Constitución admite que el Legislador establezca tanto la li­berLad de apertura de farmacia como un sistema de regulación y limitación de las oficinas de farmacia «para servir a otras fina­lidades que estime deseables» (STC 83/1984). No es cuestión de discutir ahora esta doctrina del intérprete supremo de la Constitución española, muy alejada de la Sentencia del Tribu­nal Constitucional Federal Alemán de 11 de junio de 1958 que, ante una redacción similar de su Constitución, consideró que limitar la apertura de farmacias era una restricción inconstitu­cional de la libre elección de profesión; pero tampoco es cues­tión de usar sólo la mitad de la Sentencia de nuestro Constitu­cional (como se hace con cierta frecuencia) dando por hecho que la Constitución obliga a restringir el número de farmacias. Lo que hace es autorizar a la ley para que establezca el modelo que estime conveniente.

Si bajamos un escalón en busca de las razones que justifi­can la restricción de la apertura de farmacias, veremos que el legislador estatal no parece encontrar muchas, tanto que en la exposición de motivos de la Ley 16/1997, de 25 de abril, de Re­gulación de Servicios de las Oficinas de Farmacia, únicamente señala que las oficinas de farmacia «en razón de la garantía sa­nitaria, están sometidas a regulación». La Ley no da el paso que le pedía el Tribunal de la Competencia de establecer la liberali­zación de la apertura de farmacias, que no parece que funcione mal en países tan desarrollados como Gran Bretaña, Holanda, Canadá, Australia y Japón; pero sí deroga el viejo sistema del Decreto 909/1978 (al que crítica con dureza: «barrera infran­queable a la ampliación de servicios y una fuente manifiesta de litigiosidad y fHlstración profesional») y remite a las Comunida­des Autónomas la «planificación de las oficinas de farmacia», marcando unos mínimos de población y distancias entre farma­cias pensados para flexibilizar su apertura.

De las trece Comunidades Autónomas que han legislado esta planificación, ninguna se ha animado a establecer la total liberalización. Sin embargo, ha habido una, Na\'arra, que no se limita a la mejora de las obsoletas condiciones por las que se

El síndrollle d~ fahriziCl 7

regían la concesión de farmacias, sino que crea un sistema que podemos llamar mixto y que acaba con el típico argumento «so­lidario>, en favor de la restricción elel número de farmacias: el régimen de apertura de farmacias será por autorización admi­nistrativa, que se concederá a cualquier farmacéutico que cum­pla los requisitos que exige la ley, entre los que se incluye que «todas y cada una ele las Zonas Básicas ele Salud tengan cubier­tas las previsiones mínimas resultantes de aplicar los criterios de planificación». Las ventajas ele esta forma ele organizar la aper­tura de farmacias son difícilmente discutibles: la ley garantiza que todos los ciudadanos tendrán cerca de su domicilio una far­macia pero (como dice su exposición de motivos) «no se impi­de, y ello constituye la mayor novedad, el libre ejercicio profe­sional de los farmacéuticos, que en función de la demanda y ele sus iniciativas empresariales, podrán abrir libremen te oficinas de farmacia, lo que redundará en beneficio de los ciudadanos y de la atención farmacéutica».

Así las cosas y teniendo en cuenta que laJunta lleva un tiem­po eliminando viejas regulaciones que no tienen otra razón de ser más que el corporativismo descarnado (como demostró el año pasado cuando derogó la colegiación obligatoria de los fun­cionarios sanitarios), no pierdo la esperanza de que en esta cues­tión de la aperLura de farmacias sepa elevarse sobre la polémica relativa al contenido del baremo para su concesión y, primero, abandone la poca acertada idea de regularla mediante decreto (el art. 36 de la CE exige una ley, según recuerda la misma STC 83/1984) Y después elabore una Ley que no cercene la libertad de muchos farmacéuticos para que algunos ele ellos puedan se­guir disfrutando de un monopolio. Si así lo hace, no sólo los andaluces saldremos beneficiados en cuanto consumidores, sino que como ciudadanos seríamos un poco más libres pues, como dijera Mijail Bakunin, «cuanto más numerosos son los hombres libres que me rodean y más profunda y más amplia es su liber­tad, más extensa, más profunda y más amplia viene a ser mi li­bertad».

CAJASUR NO ES LO QUE PARECE

El País Andalucía, 29 de octubre de 2002

E L Senado acaba de aprobar el proyecto de ley de reforma del sistema financiero que pretenele modernizar nuestra le­

gislación al respecto porque -dice la exposición de moLivos­la propia regulaciónjurídica del sistema financiero es un factor competitivo de enonne importancia en un mercado cada día más globalizado . Para lograrlo modifica en sus casi cien páginas has­ta treinta leyes, de las cuales la más famosa y polémica es la Ley de Cajas porque cambia la relación de fuerzas políticas y socia­les en su seno y porque parece que prepara el camino para su privatización futura. Sea cierto o no, la discusión es puramente política, de opciones ideológicas y preferencias partidistas que tienen acomodo por igual en la Constitución, que ni exige ni prohíbe la naturaleza pública de las Cajas.

Pero la Constitución sí que pone límites al poder normati­vo del Estado sobre las Cajas en cuanto tiene que respetar el ámbito de actuación que la Constitución y los Estatutos atribu­yen a las Comunidades Autónomas, como ya puso de manifies­to el Tribunal Constitucional cuando en su Sentencia 49/ 1988 anuló varias disposiciones ele la Ley 31 / 1985 de Normas Básicas sobre los Órganos Rectores de las C~as de Ahorros (LORCA) por vulnerar las competencias autonómicas. El Gobierno, cons­ciente de esta limitación, envió al Congreso un proyecto que pre­tendía poner coto a la tendencia de las Comunidades a llenar los consejos ele administración de cargos públicos mediante el

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sencillo expediente de f~ar un tope máximo del 50% a la parti­cipación de las Administraciones públicas en los órganos de go­bierno ahorristas, dejando un amplio margen a las Comunida­des para que regulen la estructura de estos órganos como es Limen conveniente.

El proyecto de ley no ha cambiado de forma sustancial en este punto, pero el Grupo Popular presentó una enmienda -ya aprobada definitivamente por el Senado- para atl·ibuir la su­pervisión de las Cajas fundadas por la Iglesia Católica al Minis­terio de Economía y no a las Comunidades Autónomas, como la del resto de las Cajas. No hace falta estar en los cenáculos financieros para sospechar que la razón de esa enmienda está en las difíciles relaciones que Cajasur mantiene con laJunta y en el enfrentamiento continuo del PP Y del PSOE a cuenta de las cajas andaluzas. Tampoco hace falta ser un experto jurista para imaginar que esa norma es radicalmente inconstitucional en un Estado laico, que no puede reservarse la supervisión de tres Cajas de Ahorros (Cajasur, la Inmaculada de Aragón y la Caja de Burgos) de un total de 47, únicamente porque fueron fundadas por la Iglesia.

El PP consciente de ello ha intentado salvar esa inconsti­tucionalidad no atribuyendo al Ministerio de Economía la ins­pección económica (que chocaría frontalmente con lajurispru­dencia del TC) sino únicamente la aprobación de los Estatutos, Reglamentos)' Obra Social, y sei'ialando que esa función de Eco­nomía se basa en <dos principios que recoge el artículo 5» del Acuerdo con la Santa Sede de Asuntos Jurídicos de 1979. Sin embargo, se trata de un esfuerzo vano e inútil. Para argumen­tarlo no hace falta recurrir a la doctrina del Tribunal Constitu­cional sobre la ejecución de las normas internacionales, según la cual esta ejecución corresponde a la Administración que ten­ga atribuida la competencia sobre la materia de que trate, no al el Estado central. Tampoco hace [alta conocer la STC 49/1989, en donde se dice reÍLeradamcnte que las Cajas son, antes que nada, entidades de crédito, sin «que sea de especial utilidad re­montarse al origen histórico de cada una de las C~jas».

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No, para darse cuenta de que no existe la mínima base cons­titucional para que una ley prive a las Comunidades Autónomas de la supervisión de las Cajas fundadas por la Iglesia basta y so­bra con leer el artículo 5 del alegado «Acuerdo Internacional» y ver que habla de otra cosa, no de las Cajas de Ahorros. Dice así: «Las instituciones o Entidades de carácter benéfico o asistencial de la Iglesia o dependien tes de ella se regirán por sus normas estatutarias y gozarán de los mismos derechos y be­neficios que los entes clasificados como de beneficencia priva­da». Así que según la Ley financiera Cajasur anda como un pato, vuela como un pato, hace cuá-cuá como un pato, pero -en con­tra del dicho periodístico- no es un pato. Lamentablemente, tendremos que esperar seis o siete ailos para que el Tribunal Constitucional la acabe catalogando jurídicamente de la misma forma que hoy día lo puede hacer cualquier persona con dos dedos de sentido común.

TRAFICANTES DE OLIVOS

El País Andalucía, 5 de oclubre de 2002

L o mismo que a muchas personas a las que se les hace difí­cil pasarse sin fumar un cigarrillo nada más levan tase, yo

no puedo echa r a andar cada mañana sin leer los p eriód icos, Entre las muchas razones por las que no hago nada para corre­gir es ta adicción está cierta tende ncia de mi carácter a ve r las cosas de una manera completamente desenfocada, lo que logro corregir con una lectura aten ta de las noticias, evitando así de­cir los disparates más descomunales. Por ej emplo, si en estos días no hubiera leído un par de reportaj es sobre el tráfico de olivos centenarios e n Andalucía, e n general, y en la Alptuarra, en par­liCldar, y alguien me hubiera preguntado mi opinión sobre el asunto, le habría contestado, primero que desconocía ese tráfi­co y. segundo, que me parecía estupendo que en lugar de con­venir sistemáticamen te en leña a nuesU'os o livos más viejos se les permiti era seguir viviendo como árboles decoralivos porque creía que su deslino natural, dado su bajo rendimien to e n ace i­te, era el d e arder en los hogares de las chimeneas andaluzas.

Afortunadam ente, mi costumbre matinal me ha servido, una vez más, para evitar contestar de esa fo rma disparatada y ahora ya estoy informado del impon an te tráfico de «codiciados olivos centenarios» que está pe ljudicando al «pais~e y al turismo)} de nuestra comarca más famosa po r satisfacer el capricho de unos multimillonarios dispuestos a pagar hasta 120.000 euros para de­corar los ((palios de sus luj osas propiedades privadas» en la Cos-

-A"I.d il! Hui::. UoUnln

t~l Azul, Italia, Bé lgica, Suiza, etc. Mucho antes de que la mayo­n a de los hombres de la calle nos e n te rá ramos y empezáramos a pro testar por un expo lio que puede dej ar peque ño a l d e la ven ta del pati o d e l Castillo de Vé lez Bla nco al Metro polita n Muse um e n 1904, diversos p oderes pllblicos se han puesto a tra­baj ar para evitarlo. Así, el Ayuntamie nto de Ó rgiva e n pleno U'a ta

d~ luchar contra esa prác tica y ha e ncargado un dictame n jurí­dico p ara sabe r si ti ene competen cias pa ra prohibir «es tos abu­SOS» ; ¡ajunta es tudia catalogar los ejemplares más valiosos como «á rboles singulares» para pode r acabar con es te «expoli o am­biental y cul tural» y la Fiscalía del Tribun al Superior d e J usti cia ha abierto unas diligencias informativas para aclarar si «e l arran­que d e o livos de la época morisca» constituye un d elito.

Mientras se ma te riali zan estas iniciativas en los correspon­~li e ntes info rm es jurídicos, y a falta de nuevos reportaj es que me Ilustren , me h e p uesLO a calcular por mi cuenta y d esgo la de n­sidad ele es te tráfi co y su regul ación jurídica. De la primera ta­rea he abdi cado e nsegu id a porque mis pesquisas, tanto e n el mundo real como e n e l de Inte rne t, no me han conducido más a1llá d e encon tra r una oferta de ven ta de o livos centen a rios e n Orgiva, ni nguna de compra, y la información de un a compra­venta de tres olivos ce nte narios es te ve rano e n las AlptUarras . Como este resultado, tan distante d el importante tráfico que de tec taban los reportaj es periodísticos, sólo puede ser produc­to de mi incapacidad inves tigado ra, me paso a estudiar la ver­tiente jurídica de l asun to . Después de un buen rato de co nsul­ta r la legislación vigente , no acabo de encontrar por ningú n lado do nde está la ilegalidad d e que un agriculto r arranque y venda S ~l S ~ li vos cente narios. En el Código Pe nal no, desde luego, ni slqlu e ra en la m ás qu e complicad a re dacc ión d e l d e lito ~co lógico , qu e ll eva a in acabables discusion es entre los especia­li stas y entre los prop ios Tribun ales sobre las conductas q ue prohíbe, impidie ndo que nuestro Derecho Penal alca nce el ideal de «leyes simples y claras para qu e el pueblo las enti enda» que reclam ara Beccaria hace ya doscientos cincuenta añ os. Tampo­co creo que haya ninguna «laguna legal» ni ningún ~<conmcto

de competen cias» e n tre Administraciones, como se señalaba e n

El ~ índrulll t: de Fabril.in

estos artículos periodísticos. Simplemente nos e nco ntramos ante uno d e los principios esenciales d e todo Estado de Derecho: los particul ares pueden hacer todo aquello que n o esté prohibido po r las Leyes. No hay no rma que prohíba transplantar olivos de un lugar a o tro, ni que los excluya del come rc io. Muy especial­mente , e l frondoso Decreto 226/ 2001 , d e 2 de oc tubre , que de­clara 23 monumentos na turales e n Andalucía, n o incluye ni un sólo olivo al lado de acebuch es, encinas, quejigos, pin sapos y chaparros . Así que comprendo que las personas qu e han vendi­do sus olivos centenarios lo diga n «sin recato». ¿De qué tienen que avergonzarse? ¿De vende r un o livo a 4.000 e u ros para deco­ración que hubieran vendido a 400 euros para le lia?

Me parece muy bie n que la Consejería d e Medio Ambiente incluya e n su catálogo d e árboles protegidos los olivos antiguos que co nside re convenie nte, y no seré yo el que le reproche que esa preocupación le ve nga ah ora cuando algun os propietarios se han dado cuenta d e su valo r ornamental y no antes, cuando se limitaban a venderlos para le ña, pero mientras tanto creo que es del todo punto desproporcio nado tratar a las pe rsonas que inte rviene n e n ésta compraventa de olivos ce nte na rios poco menos que de peligrosos traficantes de ó rganos. A no ser, claro está, que pensemos como aquel famoso directo r d e pe riódico que siempre recomendaba a sus periodistas: no dej éis que la rea­lidad os arru ine una bue na no ticia .

EL ESTADO DE ALARMA SUAVE

El País Andalucía, 24 de junio de 2002

e DMO lodo el Inundo sabe, e l Estado de Derecho es un gran invento jurídico pensado para limitar el poder del Estado

y garantizar la libertad de los ciudadanos. Su inacabable catálo­go de técnicas de defensa de los derechos fundamentales tiene muchísimas ventajas que, sin embargo, en momentos excepcio­nales pueden dificultar la supervivencia del Estado mismo ya que no permiten actuar a sus defensores armados (ejército y poli­cía) con toda su fuerza y eficacia. Por eso, nuestra ConstiLUción ha establecido unos estados de excepción en los que se pueden suspender ciertos derechos y atribuir a las fuerzas de seguridad poderes extraordinarios con el fin de facilitar una eficaz repre­sión de los enemigos de la democracia. Después de la traumática experiencia del 23-F, las Cortes se apresuraron a desarrollar este punto de la Constitución mediante la aprobación de la Ley Or­gánica 4/ 1981, de 1 de junio. de los estados de alarma, excep­ción y siLio. Sin ánimo de ser muy precisos, se puede decir que lo característico d e todos ellos es que el Gobierno debe procla­marlos expresamente con la aceptación del Parlamento.

Afortunadamente esta Ley Orgánica nunca se ha aplicado porque no se han producido hechos excepcionales que lo jus­tificasen. Sin embargo, sí que ha habido situaciones delicadas que han aconsejado al Gobierno tomar decisiones que estaban en su límite, comenzando por varias catástrofes naturales de importancia. La reunión del Cons~jo Europeo en Sevi ll a se ha

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18 AlfllSlill Hui: !?J,/¡{n/ll

presentado tambié n como un mo menLQ d elicado en el que gru­pos vio lentos podían atentar contra los derechos fundamenta­les de los ci udadanos. Para combatirlos. el Gobierno lomó una serie de medidas que suavemente alejaron a Sevilla d e una si­llIación o rdinaria en el ejercicio de las libertades públicas. ASÍ, se suspendió temporalmente e l Acuerdo de Schengen, se des­plazó una ingente cantidad de policías, se dificultó la libe rtad de circulación instalando vallas d e segurid ad y frecuentes CO Il­

tro les policiales, especialmente intensos e n los alreded ores de la Unive rsidad Pablo de Olavide; se complicó el derecho de manifestación a l no admitir el Delegado del Gobiern o e l itine­rario propuesto por e l Foro Social pa ra e l día 22 (el mismo seguido en la manifestación del pasado 9 dejunio) y se debili­tó la imagen de un a justicia independiente, tanto por la más que d iscu tible sentencia del Tribunal Superior sobre esa ma­nifes tación, como por el traslado d e los juzgados de guardia a de pendencias policiales durante seis días. Esta decisión se ha revelado especialmen te polémica porque no parece que losjue­ces de instrucció n de Sevilla la tomaran de muy buen grado , como demuestra que la rechazaron un ánim emente la primera vez que se lo propuso el Delegado de l Gobierno y en la segun­da lo hicie ron por mayoría, después de escucha r a l Pres idente de l TSJA y sabiendo que el Consejo General del Pod e r Jud i­cial estaba pres to a ratificarla.

Sería completamen te exagerado decir que un conjun to de medidas como ésas, con una vigencia temporal limi tada, supo­ne un ataque fronlal a las libertades y mucho más afi rmar -como han dicho algunos portavoces políticos- que h an puesto a Sevilla e n eSlado d e sitio. Pero es evidente que son medidas de seguridad tan especiales que configuran un estado de «ala r­ma suave» o a tenuado, no previslo en la Constituci ón. El Go­bierno las ha j ustificado alegando el riesgo de un aten tado te­n 'o ris ta y la ll egada de unos tres mil act ivistas vio le n lOS y haciendo afi rmacion es un punto farisaicas sobre la independen­cia del PoderJudicial para ubicar lempo ralmente, al amparo de un humilde Reglamento del Consejo del PoderJudicial. la sede de los juzgados de guardia en dependencias policiales. Ahora

El síndromc dc Filbri".io 19

bien , ad emás de esa fundamentación por las circunstancias fácticas, e n un Es tado democrático se d e b e busca r un a fundamentación instilucional en los representantes de la sobe­ranía popular, las Cortes Gene rales, para adoptar un a seri e de medidas qu e, en su conjunto, poco difieren de lin o de los es ta­dos excepc ionales previstos e n la Co nstitució n . H ubi era basta­do con la mínima fundamentación derivada de solicitar previa­mente un a co mpa rece nci a del Minislro d e Interior en la Comisión correspondiente para explicarlas.

Se me podrá objetar qu e e l resultado práctico , dada la ma­yoría absoluta del PP, hubiera sido el mismo; pero no es un a objeción válida: no sólo porque las formas so n consustanciales a la democracia, sino porque no se puede hUrla r a la min oría la posibilidad de discutir públicamente las razones d e la mayoría. y el Gobierno tie ne una tendencia continua a o rillar a las Co r­les en asuntos especialmente sensibles, como muy bien demues­lra este caso y otro mucho más relacionado con el lerrorismo: en nueslra participación e n la reciente Guerra d e Afgan istán no sólo las Cortes no dieron su autorizaro n (exigida por el artículo 63 de la Consti tución), sino que ni siquie ra se produjo - a dife­rencia de otros Estados democráticos, incluidos los EE.UU.- un debate en e l Co ngreso e n el que de alguna forma más o menos explícila se hubiera sustitu ido la traumática declaración d e gue­rra por un a autorización para mandar tropas a luchar con tra los lerroristas de Al Qaeda. Ojalá que esta tendencia gube rnamen­tal no se haga tan frecuente que termine convirtiéndose en cos­tumbre.

DAÑOS COLATERALES

El País Andalucía, 24 de mayo de 2002

L A disolución de la ejecutiva provincial del PP de Córdoba es el pen(tllimo ejemplo de que no siempre los partidos

políticos cumplen a rajatabla el mandato del artículo 6 de la Constitución, que les ordena que su estructura interna y su fun­cionamiento sean democráticos. Tierno Galván, el «viejo pro[e­sor~) de Derecho Político, tuvo la iniciativa de incluir este man­dato en la Constitución con el propósito de que se concretara en una norma que consiguiera poner fin a la ley de hienv ele la oligarquía, el control férreo de los partidos europeos por su gru­po dirigente. teorizado hace cien años por Michels. Aparente­mente, la idea fue bien acogida, tanto que las mismas Cones constituyentes aprobaron un mínimo régimen jurídico de los par­Lidos, la Ley 54/1978, de 4 de diciembre.

Pero durante 25 años los diputados y senadores no han en­contrado el momento oportuno para trocar los cinco artículos de esta Ley en una regulación completa de los partidos políti­cos, a pesar de que todos los estudios serios sobre el tema inci­den en la necesidad de aprobar una nueva Ley y a pesar de figurar en los programas eleClOrales de los partidos, siempre repletos de propuestas sobre la regeneración política. La pro­pia Exposición de Motivos del proyecto de Ley Orgánica de Pal~ lidos Políticos, redactado por el Gobierno , resalta insistente­mente este punto: «hoyes evidente la insuficiencia de un estatuto de los partidos incompleto y fragmen tario [ ... ] es ne-

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cesario e l fortalecimiento y la mejora de su es tatuto jurídico con un régimen más perfilado, garantista y completo [ ... ] hay una coincidencia general a la hora de concretar las exigencias consti tucionales de organización y funcionamiento democráti­cos [ ... ]» .

Sin em bargo, y como los portavoces del Gobierno nos re­cuerdan constantemente, el articulado de ese proyecto de ley se centra e n otro asunto: en cómo conseguir un nuevo instru­menLO en la lucha contra el terrorismo etarra. Tanto es así que de los trece artículos de este proyecto sólo uno está dedicado a la «o rgan ización y funcionamiento» de los partidos, a l que cabe sumar Olro sobre «derechos y deberes de los afiliados», nada que justifique por sí solo una nueva Ley de partidos. Las enmiendas de la Oposición , lo mismo que las polémicas en los medios de prensa, se han centrado en los diversos aspec tos discutibles de la il egalización de Batasuna (motivos, iniciativa procesal, Tribu­nal adecuado e irretroactividad), dejando para o tra ocasión la regulación estricta de cómo debe organizarse y funcionar un partido democrático.

Mientras esperamos una nueva oportunidad para desarro­llar el artículo 6 de la Constitución, quizás dentro de o tros vein­ticinco aii.os, podemos imaginar qué hubie ra pasado e n el caso elel PP cordobés si ya existiera una regulación jurídica pensada para hacer efectiva la democracia en los partidos políticos, lo que no es nada difícil dado que tenemos un modelo e n e l Dere­cho comparado, que siempre se cita como ejemplo: la Ley ale­mana de Partidos políticos. Pues bien , según e l artículo 16 de esta Ley, las destituciones de órganos completos de las asocia­ciones territoriales sólo son «admisibles ante graves infracciones contra los principios fundamen tales o e l orde namiento del par­tido» , que deben es tar especificadas en los Estatutos; además, co n tra esa decisión cabe un recurso ante un «tribunal de arbi­traje », un órgano interno regulado por la propia Ley de forma bastante independiente (tanto que se admite que sus miembros sean nombrados paritariamente por las partes implicadas). A la vista de los difusos motivos alegados por e l Secre tari o General

El síndrome de F<-Ibrizio

del PP, parece más que eviden te que con una ley así e l desenla­ce de la crisis del PP cordobés hubiera sido muy distinto, por no decir que ni siquiera se hubiera producido.

Es difícil determinar todas las causas que han llevado a los partidos a no establecer una regulación legal que incremente su democracia interna, pero parece claro que si la Ley de parti­dos que se está tramitando en las Cortes no encontrara su legi­timación e n el objetivo de ¡legalizar a los amigos políticos de ETA, les h abría sido muy complicado seguir indefinidamente sin desarrollar el mandato del artículo 6 de la Constitución. Por eso, si el principal daño directo del execrable terrorismo etan 'a es la pérdida de vidas humanas, no me caben muchas dudas de que entre sus daños más dirusos (colaterales, segú n la nueva termi­nología) se incluye cierta pérdida en la calidad de la democra­cia que disfrutamos.

ARQUEOLOGÍA JURÍDICA

El País Andalucía, 19 de abril de 2002

e ADA vez que se aprueba una Ley, una legión de juristas se lanza a estudiarla detenidamente, descifrando sus manda­

tos e interpretando cada uno de sus artículos. Nunca hemos te­nido mucha fama en esta tarea, como prueba un buen número de anécdotas sobre el particular. desde la que relata que Napoleón dijo que su Código civil acababa de recibir un golpe mortal cuando se enteró de que se había publicado su primer comentario, hasta lo que nos cuenta Gulliver sobre el País de los Gigantes: allí comentar una leyera un crimen que se paga­ba con la muerte. Pero a pesar de estas críticas, los juristas he­mos seguido con nuestra costumbre de escrutar las leyes y hoy no hay norma que se precie que no tenga sus sesudos comenta­rios, sobre todo si es mínimamente controvertida.

Por ejemplo, en 1981 dedicamos nuestra atención a una de las primeras sentencias del Tribunal Constitucional en la que juzgaba la compatibilidad de diversos artículos de la Ley de lla­ses de Régimen Local (LllRL) de 1955 con el principio de la autonomía local consagrado en la Constitución, en especial del artículo 422.1, que habilitaba al Gobierno para disolver los Ayun­tamientos que realizaran una «gestión gravemente dañosa para los intereses generales». En 1985 volvimos sobre este asunto de la disolución de los entes locales porque la nueva LBRL mantu­vo esa posibilidad, si bien extremando las garantías para que el Consejo de Ministros no pudiera tomar una decisión de tal cali-

bre de forma arbitraria: el nuevo artículo 61 de la LBRL exige que esa gestión gravemente dañosa para los intereses generales supo nga el incumplimiento de sus obligaciones constituciona­les y que la disolución gubernativa cuente con la autorización del Senado.

Por eso, hoy día, casi un cuarto de siglo después de las pri­meras e leccion es mun icipales democráticas, tenemos nuestras buenas resmas de folios analizando este arúculo 61 y unas cuan­tas controversias técnicas sobre algunas palabras difíciles que emplea (lo que llamamos conceptos jurídicos indeterminados): qué es una «gestión gravemente dañosa», qué es el «in terés ge­nerah, etc. Mientras tanto, ¿qué ha sucedido en la práctica? ¿cuántas corporaciones locales ha disuelto el Gobierno en to­dos estos años? He buscado en los últimos Man uales de Dere­cho municipal, en las mejores bases de datos jurídicos, en todo Internet, en la Dirección General de Adminisu'ación Local y tras esta exhaustiva búsqueda la respuesta es: ninguna. Ni uno sólo de los 8.104 Municipios y 3.697 entidades locales menores ha sido jamás disuelto. Si bajamos un escalón para preguntarnos cuántos expedientes se han iniciado y luego, tras un estudio de­tallado, se ha considerado que no había motivo para disolver e l órgano local, la respuesta es bastante similar: uno solo, el del Ayuntamiento de Cangas de Morrazo en 1988, pero ni siquiera se llegó a solicitar la autorización del Senado. A este caso pode­mos unirle otro, un tanto pintoresco, de hace un par de a iios cuando la Confederación Española de Gitanos pidió la disolu­ción del Ayuntamiento de Madrid al Ministro de Administracio­nes Públicas, a lo que este se negó cortésmente, sin ni siquiera abrir un expediente. Por su parte, ningttn Consejo de Gobier­no autonómico ha utilizado todavía la facultad de solicitar al Go­bierno la disolución de un ente local.

A la vista de esta falta de utilización del artículo 61 de la LBRL, cualquier jurista que vuelva a comen ta r este artículo po­dría concluir con cierta satisfacción y orgullo que, a pesar de que e l cálculo de probabilidades hubiera previsto otro resulta­do, afortunadamente en nuestro país ninglm ente local ha teni-

El síndrome de Fabri/.io 27

do jamás una gestión gravemente dañosa para los intereses ge­nerales. Sin embargo, las hemerotecas est.,í.n ll enas de casos que hacen, por lo menos, dudar de la pulcritud de la gestión de al­gún que otro de nuestros entes locales en estos veinticinco. años: miles de acusaciones de corrupción, cientos de Ayuntamientos que sistemáticamente no rinden sus cuentas al Tribunal de Cuen­tas o que lo hacen de forma notoriamente insalisfactoria. dece­nas de concejales inhabilitados por prevaricación, Ayuntamien­toS que hom enajean a terroristas, etc. Aho ra mismo, en Andalucía tenemos un caso que ofrece muchos indicios para que, al menos, el Ministerio de Administraciones Públicas abriera un expedien te : un Alcalde conde nado a 28 años de inhabilitació n que declara que seguirá haciendo en su Ayuntam iento «lo que me dé la gana», ocho concejales imputados por delitos relacio­nados con su gestión y 40 causas judiciales por actuaciones mu­nicipales, 85 expedientes abierlos por laJunta contra actuacio­nes urbanísticas, un informe de la Cámara de Cuentas repleto de incumplimientos legales del Municipio, unas deudas que pue­den superar los 240 millones de euros, una gestión que se lleva sin que el secretario y el interventor pertenezcan desde hace más de diez allos al cuerpo nacional de funcionarios, un archi­vo municipal en casa del Alcal de, e tc.

¿Qué hacemos entonces los juristas debatiendo los requisi­tos que exige la legislación vigente para disolver un Ayuntamien­LO, además de incrementar nuestra mala fama, cuando en la prác­tica ni siquiera se inicia un expediente en los casos más evidentes? En el Siglo XIX Julius van Kirchmann decía que lo nuestro no era ciencia porque bibliotecas enteras de jurisprudencia se con­venían en basura con tres palabras rectificadoras del legislador (<<eslo eSlá derogado»); hoy, un poco más optimistas, poclemos decir que los especialistas que nos entretenemos comen tando normas formalmente vigentes que los políticos consideran incon­veniente aplicar, lo que hacemos es pura y simple arqueologíaju­rídica, un estudio de lo que ya no es de este tiempo. Claro que, con el romanticismo de todo arqueólogo que se precie, mante­nemos la secreta esperanza de que, algún día, los tesoros que es­tudiamos vuelvan a lucir en todo su esplendor.

LA HORA DE LA REFORMA MUNICIPAL

El País Andalucía, 28 de mano de 2002

JUSTO con la entrada de la primavera nos llega la noticia de que la Federación Andaluza de Municipios y Provincias ha

acordado la creación de una comisión paritaria FAMP-Junta de Andalucía para actualizar el pacto local que le propuso el año pasado la Consejería de Gobernación . Tanto en el seno de la FAMP, como fuera de ella, todos los partidos políticos andalu­ces coinciden - al margen de diferencias secunclarias- en que ha llegado la hora de incrementar las competencias de los mu­nicipios porque, al ser las Administraciones más cercanas a los ciudadanos, ellos pueden gestionar más eficazmente los sClvi­

dos públicos.

La verdad es que este argumento en su elegante sencillez es de una fuerza tal que es imposible no compartirlo, sin nece­sidad de añadirle otros argumentos, como la tradición de la de­mocracia local, el principio de subsidiariedad y la baja partici­pación en el gasto público total de los entes locales (el 14% aproximadamente, frente al 41 % de las CCAA y 45% del Esta­do), que nos diferencia de otros Estados democráticos, tanto fe­derales (el 20% en Suiza, el 25% en EE.UU) como unitarios (27% del Reino Unido, 48% en Dinamarca), etc. Por eso, no es de extrañar que las diferencias entre los partidos radiquen no en la conveniencia de realizar una «segunda descentralizacióm), sino en la forma de financiarla: mientras los ediles del PSOE reclaman que el Estado la pague, los del PP piden que lo haga

LA HORA DE LA REFORMA MUNICIPAL

El País Andalucía, 28 de man,o de 2002

JUSTO con la entrada de la primavera nos llega la noticia de que la Federación Andaluza de Municipios y Provincias ha

acordado la creación de una comisión paritaria FAMP-Junta de Andalucía para actualizar el pacto local que le propuso e l ailo pasado la Consejería de Gobernación. Tanto en el seno de la FAMP, como fuera de e lla, LOdos los partidos políticos andalu­ces coinciden -al margen de diferencias secundarias- en que ha llegado la hora de incrementar las competencias de los mu­nicipios porque, al ser las Administraciones más cercanas a los ciudadanos, e llos pueden gestionar más el1cazmcnlc los servi­cios públicos,

La verdad es que este argumento en su elegante sencillez es de una fuerza tal que es imposible no compan.irl0, sin nece­sidad de añadirle otros argumentos, como la tradición de la de­mocracia local, el principio de subsidiariedad y la baja partici­pación en el gasto público LOtal de los entes locales (el 14% aproximadamente , frente al 41 % de las CCAA y 45% del Esta­do), que nos diferencia de otros Estados democráticos, tanto fe­derales (el 20% en Suiza, el 25% en EE.UU) como unitarios (27% del Reino Unido, 48% en Dinamarca), ete. Por eso, no es de extrañar que las diferencias enU"e los partidos radiquen no en la conveniencia de realizar una +cseguncla descentralización», sino en la forma de financiarla: mientras los ediles del PSOE reclaman que el Estado la pague, los del PP piden que lo haga

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30 Afrll.'iIÍlI Hui: Uu/¡{,,!()

la .Junta, e Izquie rda Unida, PA y PSA demandan que la fina n­cIe n ambas Administraciones.

Sin embargo. y quizás po r culpa de esta ma ravillosa primave­ra ~ue tan to tra nstorna, no estoy seguro de que la mej o r forma de Incre menta r la e fi cacia de las Ad minis traciones públicas an­daluzas en su conjunto sea la de aumen tar las compe te ncias loca­les, con independencia de quién d eba hacer e l co rrespo ndiente traspaso de recursos económicos. Mi discrepancia de la unánim e opinión políti ca dominan te se basa tanto en un análisis de la si­lUaci? 1l ac tual como, sobre Lodo, si hago un razonamiento espc­cul alivo del fu turo. Así, los dalos compara Livos de distribu ción del gas to no termin an de convencerme bien porque e n algunos ca. sos se compara n cosas muy he te rogéneas (en Gran Bretai1a y en I ~s Es tados~ Unidos el tamailO de los entes locales es muy supe­n o r ~l espanol, co~enzando por Nueva Yo rk, Londres y o tras gra n­des Ciudades que llenen más población que AndalUCÍa), o e n o tros no hay tan ta dife rencia (el gasto local en Alemania es de l 16% y e n FranCIa el 19%). Igualmente, no acabo de ver con claridad que los municipios es té n ges tio nando con una eficacia excepcio­nal las compe tencias que ahora tienen asignadas, como demues­tran sus d ificultades a la hora d e resolver p roblemas ta n cotidia­nos como los aparcam ientos ilegales, las casas en ruinas y los botell ones, a pesar de q ue en Espaila hay más de 460.000 funcio­narios locales, el 20% del tota l de funcionarios públicos.

Pero, como digo, mis re ticencias sobre las transfe re ncias de compe tencias a los municipios son, sobre todo, pu ram ente es­pecula tivas, acerca de lo que puede pasar en e l fu turo. Tomo e l ej e mplo más reciente, e l caso de las políLicas activas de empleo: la FAMP reclama por unanimidad que, despu és d e que e l Esta­do traspase a l ~Junta esta compe te ncia, és ta a su vez las traspa­se «en su totalidad o en e l porcentaje que se es tim e a las Cor­poraciones Locales». Sin embargo, los ciudadanos a la ho ra d e buscar empleo no atendemos tanto al municipio donde vivimos, ~omo a la distancia que razonable men te pode mos recorrer para Ir y vo lver d e nuestro domicilio al lugar d e trabajo, lo que hace que e l (( radi o labo ral» de la mayoría d e los andaluces abarque,

El síndrome de Fabrh.io 3 1

por lo me nos, diez municipios. Por eso, ¿qué lógica tie ne que sean los Ayuntamientos los que se en carguen de las políticas de empleo? Lo mismo se pued e decir del medi o a mbi ente, las infraes tructuras, la protección civil y casi tod as las competencias cuyo traspaso se es tá estudiando .

Así las cosas, me parece que la tarea más urgente que debe­mos plantearnos en re lación con la Ad ministración local debe­ría ser la d e adecua r la estructura d e nuestros 769 nn lll icip ios a la realidad social ac tual, más que transfe ri rles compe ten cias. No tiene mucha lógica que al mismo tiempo que de fende mos que todas las empresas and aluzas - come n zando po r las CcUas de Ahorros- deben aumenta r su tamaño para se rvir mej or a An­dalUCÍa, man tengamos y refo rcemos un mapa local q ue es, poco más o menos, el trazado por el A1'reglo Provisional de los Ayu:nl.n.­",ientos del Reino, de 23 de julio de 1835. Por decirlo d e fo rma un tanto ro tunda: hay que plantearse la conve nie ncia d e seguir el camino de Alemania y Fra ncia, que han fu sio nado más d e d os mil municipios cada un a e n los ú ltim os tre inta ai1os; eso y crear Áreas metropoli tanas, Mancomunidades y Coma rcas como alte r­nativas a unas Administracio nes locales co ncebidas cuando e l principal medio d e co municación e ran los p ies d e los hombres y sólo algunos privilegiados podían moverse a caballo. Ento n­ces, cuando te ngamos unos entes locales en consona ncia con la sociedad moderna, sí que me p arecerá estupendo incrementar su haz d e competencias.

BAZA, COMO SÍNTOMA

El País Andalucía, 7 de marzo de 2002

L A reciente decisión del Alcalde de Baza de revocar el nom­bramiento del interventor interino ha saltado a la prensa

regional como una «crisis política de este Ayuntamiento que enfrenta al Alcalde y su grupo con toda la oposición, los sindi­catos y lajunta de personal. Más allá de la catarata ele declara­ciones de unos y otros -que como es norma en estos casos están trufadas de referencias políticas y familiares- 10 que se observa desde la distancia es que el argumento del Alcalde es tan fácilmente rebatible que causa cieno son rojo ajeno: alega como moLivo para cesar al interventor que quiere una perso­na con «dedicación exclusiva», cuando el propio funcionario está de acuerdo con tener esa dedicación. Parece evidente que el verdadero motivo es que no quiere que siga desempeñando su trabajo.

Pero nadie que conozca medianamente el mundo local se puede extrañar de es te deseo, pues si hay una constante que marque las relaciones entre los «técnicos}) y los «políticos)} en los Ayuntamientos durante los últimos veinte años es el enfren· tamiento entre ellos, lo que ha llevado a que la mayoría de los Alcaldes busquen fórmulas que permitan situar en la cllpula de la Administración local a personas de su confianza. A veces lo hacen con tino y elegancia, a veces de forma zafia y brutal como hizoJeslls Gil cuando le dio vacaciones forzosas al Secretario de Marbella nada más llegar a la Alcaldía en 1991. El legislador ha

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colabo rado todo lo que ha podido con los Alcaldes e n esa lu­cha: desde auto ri zar que los Ayuntamientos co nvoque n con cur­sos pa ra cub rir las plazas d e h abili t.ados d e carác ter nacional (lo que algunos han aprovechado para val orar los méritos más p e­regrin os co n el fin de sacar al cand idato previamen te seleccio­nado) hasta d espojar a los secreta rios de par te de sus funcio­nes, llegando al extremo de convertir a los Alcaldes e n los j efes de pe rsonal de los Ayuntamie ntos. Desde 1994 se p ermi te, in­cluso, que las corporaciones locales puedan propone r funcio­narios interinos para ocupa r los puestos de trabaj o reservados a habilitados de carácte r nacion al «por razón de necesidad o U f ­

gencia». El ac tual inte rventor d e Baza obtuvo por esta vía la plaza e n 1996 con otro Alcalde (que además e ra d e otro partido), así que no es d e ex trañar que ah ora el n uevo equi po de gobie rno muni cipal quiera cambiarlo y buscar alguien más cercano. Como eso es lo ha bitual en la gran mayoría d e los municipios, se e n­liende que e l Alcalde haya di cho, con cie n o cando l~ que «n o es comprensible la importancia que la o posició n ha dado a es te asunto ».

Los partidos, que tanto se preocupan por el transfugui smo, la segund a d escentralización y otros te mas locales, no tie ne n entre sus p reocupacio nes más inmediatas resolver es te tipo de conflictos. La Ley 24/ 2001, de 27 de diciembre, a la vis la de la en orme p roliferación de secre tarios e inte rventores interinos y del nulo interés de muchos Ayuntamientos de acaba r con esta situación p1Vvisional, autoriza al Ministerio de Administraciones Públicas a convocar este tipo de plazas que n o convoquen vo­luntariame n te los Ayuntamie ntos. Algo es algo, pe ro creo que lo suyo es qu e los partidos, aho ra que quieren realizar un n ue­vo pacto local, afro nte n e l problema d e fond o, que no es o tro que la distinta posición e n la que se e ncuen tra n los técnicos y los políticos, lo que lleva a un enfrentamiento obje tivo en tre ellos debido a que, expresándolo e n términos de Max We be r, un os represen tan la racionalidad adm inistrativa, m ientras que los o tros, respaldad os por la legitimidad popular, buscan la eficacia política.

El síndrume de Filbri1.io 35

En mi opinió n , y simplificando, cabe n dos soluciones lógi­cas que so n o legislar e n favor de la independ~n cia d e los se~ re­tarios e inte rventores o hacerlo e n favor de su lIbre nombramIen­tO por parte del Alcalde. Com o me consid~ro más té~~ ico que

oHtico, prefi e ro de form a instin tiva la pnme ra opclOn ; pero ~omprendo que la segunda tambié n puede ser defendida:. si un Ministro o un Consej e ro nombra libremente a su Secre ta n o Ge­neral Técnico y a los d emás m iembros d e la cúpula administra­tiva de su Departamento, ¿por qué no va a p od e r hacer lo mi.s­mo un Alcalde? La oposición, la opinión pública libre, el Consejo Consultivo, la Cámara d e Cuentas, el Defe nsor y los Tribun ales son ins trumentos más que suficien tes para con trolar su ac tivi­dad, así que sobran los secre larios e inte rven lor.e~ que, .desde dentro, pongan trabas legales a la ac tuación m UnICipal. Slll em­bargo, lo que n o enLie ndo es la siLUación ac tual en la que f~ r­malmente y de cara a la gale ría se p refi e re el mod elo «profesIO­nal» de técn icos municipales, mie n tras que e n la prác ti ca y e n silencio se busca el modelo «político». Por fortun a, me co nsue­la un afo rismo d e Geo rg Lichte nberg: «No os quej é is de masia­do de que la hipocresía os gobierne p orque sin e lla el mundo

sería un infie rno».

DESOBEDIENCIA INSTITUCIONAL

El País Andalucía, 18 de enero de 2002

E N 1846 el americano Henry David Thoreau conside ró que la guerra que acaba de iniciar su propio país. los EE. UU_,

contra México era ilegítima y, para lucha r contra e ll a, dejó de pagar impuestos al Es tado de Massachusctts. Desde c nLOnces,

la desobediencia civil se h a usado para defender las causas más nobles por multiLUd d e personas, algunas de las cu ales han al­canzado vene ración universal, como e l Mah atma Gan hi y Martin Llllh e r King. Históricamente, los espallo1es nun ca h e­mos sido demasiado proclives a esta técnica política, sino que cuando un grupo consideraba inmoral una determinada acción del Gobierno (o mejor al Gobierno enlero porque tampoco nos ha gustado mucho detenernos en mati ces y detalles) prefería decírselo mediante una sublevación armada. Sin embargo, e n los úllimos años también en Españ a nos h e mos animado a e m­picar la desobediencia civil, aunqu e hoy día sea difícil encon­trar motivos tan poderosos para practicarla como fu ero n en e l pasado acabar con una guerra injusta, con la esclavitud y con el colonialismo.

Si dejamos para los filósofos de fuste co mo Dworki n , Habermas y Bobbio los límites morales que esta [arma de lucha política tiene en una sociedad de mocrática, lo cierto es que el común de los ciudadan os no podemos reprimir nuestra más si n­cera sim pa tía por la gente que , como los insumisos, es capaz de arrostrar el riesgo de acabar entre rejas por negarse a hacer el

Alflu/Ín Uui: /(00/1'1/(1

se rvicio miliLar o, menos espectacularmente, de sufrir las san­ciones administrativas y molestias sociales de lOdo tipo por en­tregar el DNI y vivir «indocumentado}) como forma de comba­tir la nueva Ley de extranjería. Porque la desobediencia civil no se defi ne ünicamente por la negativa a cumplir una norma que se considera injusta, sino también po rque quien la practica está dispuesto a aceptar la sanció n correspondiente. Más todavía: usa la pro pia sanción como elemento de lucha contra e l Estado represor. Así Th oreau , Gandhi, Mandela y tantos otros, que d ie­ro n con sus huesos en la cárcel, exigieron el cu mplimiento es­crupuloso de su cas tigo.

Ahora bien, como las ciencias adelantan que es una barba­ridad, segtm ya nos enseñara don Hilarión en la Verbena de la Paloma, parece que ü ltimamente los españoles hemos encon­trado una forma de desobedecer a la ley que consideramos in­justa sin tener que afro ntar ningún riesgo personal. La nueva técnica es de gran sencillez, no carece de e legancia y viene en­vuelta en rigor técnico: cuando una no rma cualquiera no le gusta a un colectivo, en lugar de adop tar cada un o individualmente un comportamiento de resistencia cívica (dejar de pagar impues­tos, entregar el carnet, no acudir a la convocatoria obligatoria a filas, e tc.), se le hace deci r a la in stitución que representa a ese colec tivo que dicha norma es inconstitucional, con lo que ya no hay necesidad de aplicarla. El Consejo Andaluz de Colegios de Enfermería ha sido, que yo sepa, la primera insti tución andalu­za en usar esta técnica para negarse a tramitar las bajas de sus colegiados que lo soliciten, tal y como ordena desde el uno de enero la Ley andaluza de Colegios Profesionales porq ue, a su entender, la Comunidad Autónoma no tiene competencia para establecer la colegiación voluntaria de los funcionarios. En las Universidades andaluzas hay también grupos que pretenden que los Claus u'os universitarios aCLlIales no se disuelvan, como orde­na la LOU, argum entando que se tra ta de una ley anticonstitu­cional ante la que hay que declararse insumisos.

El único reparo que se puede hacer a esta nueva técnica de «desobediencia institucional) es que pasa por alto una regla bá-

El sínd mme de Fabri~jn 39

sica del Estado de Derecho: que LOda ley emanada de un poder legislativo tiene un a presunción de constitu cion alidad que úni­camente puede ser invalidada por el Tribunal Constitucion al y no por las instiLllCiones a las que va dirigida la no rma; éstas pue­den usar los mecanismos jurídicos a su alcance para ped ir al Tri­bunal Constilucional que las anule, pero mientras tanto no tie­nen más remedio que aplicarlas. Lo conlrario supone, en tre otras cosas, incumplir el deber de lealtad consti tucional LOmando como disculpa la propia Constitución. Una ba rbaridad , eviden­

temente, volvería a cantar don Hilarión.

ADIÓS A LA COLEGIACIÓN OBLIGATORIA DE LOS FUNCIONARIOS

El País Andalucía, 19 de tliciemb,-e de 2001

E L PSOE ha presentado una e nmienda al proyecto de Ley de acompañamiento de los Presupuestos de ¡ajunta para exi­

mir de la colegiación obligatoria a los profesionales titulados que ejerzan al servicio de la Administración Pública. En la práctica, esta enmienda afecta casi en exclusiva a los médicos y demás pro­fesionales san italios porque el resto de funcionados titulados hace ya tiempo que tenemos reconocido -a veces a golpe de senten­cia constitucional- el derecho a elegir entre colegiarnos o no . Cuentan los periódicos que esta enmienda ha molestado profun­damente a los Presidentes de los Consejos Andaluces Sanital10S pues ni siquiera se les ha consultado previamente y se han ente­rado de su existencia «por la prensa». Como no están dispuestos a que la «Administración les avasalle» y disponen ya de informes jurídicos que demuestran que se trata de un «absurdo jurídico sin precedentes», han acordado un bue n núme ro de acciones en su contra, incluida la inevi table apelación al Defensor del Pue­blo, si bien se han ofrecido al Preside nte de laJunta para buscar una fórm ula de consenso, siempre y cuando «se retire la e nmien­da». El Presidente les ha remitido al Consej ero de Sanidad para que busquen un punto de encuentro que - esto ya lo digo yo por mi cuenta y Iiesgo- si es el mismo que se ha alcanzado en Galicia con el PP, podemos dar por desaparecida la enmienda so­cialista o , mucho peOl~ considerar que va a ser laJun ta (o sea, e l con tribuyente) quien va a pagar las cu otas colegiales.

Af.!:Iu/in Hui: NI//¡{nlo

Mien tras esperamos tranquilamente a que se resue lva fuera del Parlamento este asunto legislativo, podemos preguntarnos si es ci erto que la colegiación voluntaria de los funcionarios de la sanidad es un «absurdo j urídico». Quizás porque para los respon­sables colegial es sea un a verdad evidente por sí misma, lo cierto es que no he podido encon trar entre sus numerosas declaracio­nes ningun a razón juríd ica o técnica que lo avale. Por mi parte, tiendo a pensar que lo absurdo es más bien lo contrario, que se les obligue a colegiarse para trabajar como fun cionarios. Prime­ro porque crea un a diferencia incomprensible entre fun cionarios (aunque el TC la ha reputado constitucional en su STC 131/ 1989): por poner un sencillo ejemplo, ¿tiene lógica que un médi­co del SAS tenga que estar colegiado mientras que el abogado del mismo SAS al que le corresponde defenderlo judicialmente no? En segundo lugar, la actuación de los Colegios Profesio nales tiene su campo natural en el ej e rcicio libre de la profesión, cuan­do por su cuen ta y riesgo el médico de nuestro ejemplo abre una consulta, pero cuando trabaja a las órdenes del SAS es éste el que regula y garantiza las re laciones enu'e médicos y pacientes, sin CJl1e el Colegio tenga atribuido nin gún papel en esa relación.

Así las cosas, la única razón de peso que se me ocurre para seguir manteni endo la colegiación obligatoria de los fun ciona­rios sanitarios es la de impedir que sus Colegios - y los Presi­dentes de sus Col egios- pierdan capacidad de influencia social y política al baj ar espectacularmen te e l n úmero de sus miem­bros. Pe ro esto es algo que ellos mismos descartan porque di­cen que no temen la colegiación volun talia ya que «tenemos ser­vicios suficientes como para tener colegiados». Entonces, si ni la calidad de la Medicin a pública, ni los de rechos de los sanita­ri os n i de los pacientes ni ningún otro fin relevante se po ne en peligro al admitir la libertad de colegiació n, ¿para qué seguir dando la impresión de que se obliga a unos profesionales a ha­cer algo que no quie ren? O d ic ho en términos constitucionales: ¿pa ra qué seguir restringiendo un derecho fundamental como es e l de rec ho a no asociarse más allá de los casos en que haya un inte rés públi co que lo justifique? Por todo es to, no estaría de más que los represen tantes colegiales refl exio naran sobre qué

El silldrnme de Fabrizin 43

es en verdad lo más con ve niente para los inte reses de ~u s re­tados y pa ra el común de los andaluces. A lo mej o r en-

presen . . _ . " d 1 tonces acababan aplicando a la coleglaclOn o bllgato lla . e ' loS

. .·,os de la sanidacllo que dij o sobre un asunto SI mI ar fun Cio nal 'J

un cl ásico consLitucionalista, Nicolás Pérez Serra? o: acabe.m os con esta viej a y anacrónica institució n que hoy ella ya no lle ne

razó n de ser.

ANDALUCÍA, NÚMERO UNO EN FUNCIONARIOS

El Paú Andalucía, 11 de noviembre de 2001

N O hay ninguna duda de que los funcionarios son la gran columna ven ebral sobre la que tiene necesariamente que

apoyarse cualquier ac tividad políLica pues sólo si existe una Ad­ministración eficaz, capaz de cumplir las instrucciones del Gobier­no, puede hacerse realidad un programa político concreto, Sin ella, las mejores leyes y los mejores planes perrnanccerán e n el cielo etéreo de los boletines oficiales, pero no bajarán al mundo terrenal de los ciudadanos, como lo expresa certeramente e l tí­tulo de un libro de Michel Crozier: «No se cambia la sociedad por Decreto». Todos los panidos políticos andaluces comparten esta idea. Sin embargo, es tán profu ndan1ente divididos a la ho ra de aplicarla a laJunta de Andalucía: mientras la coalición gober­nante se muestra satisfec ha con e lla y considera que es un a Adminisu'ación moderna, los partidos de la Oposición no se can­san de señalar que fun ciona mal, precisamente por la incapaci­dad de su dirección política, el Consejo d e Gobierno.

A pesar de que soy funcionari o Pl¡blico (o precisamente por eso) no tengo una idea clara sobre quien lleva razó n en esta po­lémica y no me atrevo a hacer la más mínima propuesta sobre cómo debe ad ecuarse la Administración andaluza a los nuevos tiempos, más allá d e un par de obviedades que todo el mundo acepLa: aplicación de las nuevas tecnológicas, ve ntanilla ünica, formación con tinua, etc. Puestos a no tener ideas claras, no he sabido responder a la pregunta de un buen amigo que quería

Af.f'ulill Hui::. UO/¡{fI/O

mi opinión sobre el informe que acaba de dar a conocer e l Mi­niste rio de Administracio nes Públicas relativo al núm ero de em­pleados públicos autonó micos y en e l que Andalucía aparece como la Comunidad con mayor n úmero de fun cio narios a fe­cha de enero de 2001.

Pa ra intenta r fo rm arm e un a opi n ió n. siquie ra aprox ima­da. me he puesto a hacer a lgunas cábalas con los números del MAP y he obtenido unos res ultados que me han sorprendido pro[~ndame n te po rqu e no cuadran con varias id eas muy di­fUl1ehdas sobre nu es tra fun ción pl¡bli ca. Para empezar, no re­sulta ex traño el da to de que Andalucía sea la Comunidad Au­tó no ma con más fun cio narios, 207.142, pues no en van o es la más poblada y la segunda. en extensión te rrito rial. Ahora bien sí que sorprende que ocupe también e l primer pues to en cuan~ to a la re lación de empl eados públicos sobre po blaci ón : nad a me nos qu e un funcio nari o po r cada tre inta y cin co habitan­tes, muy lej os de los cincue n ta a los que sale cada funci o nario ca talán. N i siq uie ra el Pa ís Vasco, con fa ma de sawración de fun cio nari os, policía au to nó mi ca incl uida, nos alcanza ya que se qued~ .e n treinta y sie te habitantes por fun cionario; igua l que Gabcla , co n un a Administración frecuen temente acusada de es tar reple ta de fun cionarios debido al c1 iente lismo allí Imperan te.

El primer comentario d e estos datos que a uno se le Ocurre es el de se ñalar que la fu nció n pública andaluza no anda tan escasa de perso nal como normalmente se sue le decir. más bien al con trario pues ti ene más funcio narios que las Comunidades con similar - cuando no superior- nivel de cornpe tencias. Pero como qui zás la comparació n funci onarios-población no sea muy re levante po r sí misma, he hecho otra tomando como cr iterio la re laci ón entre los funcio narios y e l Presupuesto y me vuelve a dar un resultado que, en principio , no parece favo rabl e para A.nd~~u cía: .mientras que cada funci o nario catalán «gestiona» dIeCISie te mIllones setecien tas mil pesetas de su Presupues to para el 2001, un andalu z sólo lo hace co n trece millones se teci entas mil pese tas. Tambi én nos ganan vascos y gallegos (1 5' 1 y 15'2

El sfndro lll~ de Fab,. ióo 47

millo nes por funci onario cada uno). Y creo que ni siquie ra nos cabe el consuelo, tan usado habiwalmente, de refe rirnos a la

ésima finan ciació n de nuestra Comunidad pues al dividir los P -- l . resupuestos au to nómicos po r el total de poblaClon se ae vie rte ~ue cada andaluz toca a 387.957 pesetas, mientras que los cata­lanes se quedan cada uno sólo con 355.920 pts; aunque vascos (410.198) y gallegos (411.627) salen bastante mej o r parados.

Naturalmente, no se pueden sacar conclusiones rowndas del hecho de que en Andalucía tengamos el rn ayo r n llme ro de funcionarios per cápil.a y que, al mismo tiempo , su «gestió n pre­supues taria» sea la más baja entre las Comunidade~ de máxim a autonomía; ya que para hacerlas deberíamos estudIa r o tros m u­chos datos, comenzando po r la distribución inte rn a del núme­ro de fun cio narios; no es lo mismo, po r seii alar sólo un a posibi­lidad, que la mayor densidad de funcio narios andaluces se deba a una mayor proporció n de escuelas públicas aquí qu e en las otras nacionalidades, como que la razón sea una saturación de los servicios centrales. Sin embargo , me a trevo a adelantar una hipótesis provisional, siquiera ·sea tanto con la in t~nc ió~ de con­tes tar a mi amigo co mo con la de animar a algUIen mas p repa­rado a hacer un análisis de nuestra funci ó n pllblica: aho ra que los partidos se aprestan a estudia r los retos ese nciales de la Co­munidad , quizás deberían inclui r en su agenda una reforma de la fun ción pública q ue nos permita lograr el mismo grado de efi cacia y productividad que el que parecen haber alcanzado ya otras Administraciones autonómicas.

Fu nci( lII ari(,.~ ell~ n l ~()( I I rrt'.~u puestll ':lOO I Pnblaciún

lIIim. m:ti,,/,mr/lmb % f/lmbl uf> Ilb /Ir 11I4fllll

An dalucía 7.340.052 207 .142 1/ 35 2,8 2.847.629 13,75

P. Vasco 2.098.596 56.71 6 1( 37 2,7 860.84 1,4 15, 18

Calalu i'ln 6.26 1.999 125.670 1( 50 2,0 2.228.776,3 17,74

Galic in 2.73 1.900 73.815 1( 37 2,7 1. 121.526,2 15,23

ESlado 40.499.791 756.693 l / 51 1,9 34.509.732 '15,61

Fuellte: Elaboraci!l ll p ropia a partir tk los d,llm oficiales.

EL TRAJE JURÍDICO DE ANDALUCÍA

Jdeal, 20 de octubre de 2001

e REO que fue Voltaire el que dijo que la moda «i n"lpera has­ta en los crímenes, por eso no se discute: se su fre». b \ moda

política que se lleva este suave otoii.o an daluz es la de estudiar la reforma el Es tatuto, así que tiene poco sentido discutir si es lógi­co que la reforma estatutaria sea e l lema estrella de la política andaluza o si, por el contrario, fuese mejor no gasta r energías e n cambiar el traje jurídico de la Comunidad y dedicarnos a otros temas más urgentes. Es la moda y a ella nos atenemos, sobre todo si se tiene en cuenta que el vigésimo aniversario d el referéndum estatutario es un motivo de peso para detenernos un momento y pensar en la convenie ncia de modificar el Estatuto, tanto porque la sociedad ha cambiado profundamente en esLOS veinte años, como porque todo el ordenamiento j urídico que nos rodea tam­bién se ha modificado ampliamente, desde los Tratados d e la Unión Europea hasta la mayoría de las ordenanzas municipales; desde las centenarias Leyes judiciales (Ley procesal civi l y Ley Orgán ica del Poder Judicial) hasta las novísimas modificaciones a Leyes modernas (como la d e Extranj ería en Espali.a y la nueva Ley de Coordinación de las Pol icías Locales en Andalucía); sin olvidar, incluso, la reforma de la Constüución que se realizó e n 1992 para pelmiti r a los ciudadanos de la Unión Europea ser can­didatos en las elecciones locales y europeas.

Cualquier propuesta de reforma del Estatuto me parece que debe partir de una evidencia incuestionabl e: el Es ta tuto de Au-

5° A~!I.$1i1l Hui:: lIoUl'llo

lonomía de 1981 ha cumplido perfectamente su papel de «lla r­ma institucional básica» d e la Comunidad Autónoma. Gracias a ella , Andalucía ha gozado de un a capacidad de autogobie rno como nunca había tenido antes en la Historia. Los más de 200.000 fun cionarios y los casi tres bi llones de pesetas de presu­puesto que gestiona laJunta en este aiio 2001 son las pruebas más palpables de este amplio grado de autonomía, inimagina­ble hace veinte años. Cues ti ón bien distin ta es si las fuerzas po­líticas que han te nido la responsabilidad de gobernar Andalu­cía e n es tos años (el PSOE e n soli ta rio y a partir de 1996 en coalición con el PA) han sabido utili zar correctamen te o no las hcrramie nLas que el Es tatuto les en tregaba. Si no lo ha n hecho bien , asunto sobre el que cada cual tenemos nuestra particular propia o pinión , desde luego no será porque el Estatuto les haya impedido hacer tal o cual acció n pública ese n cial para Anda­luCÍa. Es más, todavía hay muchas competencias estatutarias que están casi hué r fanas d e legislació n auton ómica de desarrollo (suelo, pesca, aguas, e tc.). incluso faltan por tra nsferir servi­cios y func io n arios para completar el a ULOgobie rno que e l Es­tatuto atribuye a la Com unidad (empleo, confed eraciones hidrográfi cas, prisiones, e tc. ) . Por eso, no puede extnuiar que u na persona de inme nsa autoridad moral, Rafael Escuredo, con­side re que todavía no es la hora de reformar el Estatuto y sí la de desarrolla rlo al máximo.

Po r su parte, el Consejo de Gobierno, e n su declaración institucional sobre el 20 a niversario del referéndum estatu tario, nos acaba de invitar a los a ndaluces a una reflexió n sobre el Es­tatuto para adaptarlo a los nuevos tiempos, «llegando a su re­forma si se conside ra necesario». El catálogo de «ámbi tos de de­bate» q ue propone esta interesantísima declaración es a mpli o y muy sugere n te: «los efectos de la globalización , la posic ión de nuestra comunidad en e l seno de la UE y nuestra apuesta por un orden internacional más justo; la descentralización y la mo­dernización de las admi nistraciones públicas; los derechos de la ciudadanía ante la nueva es tructura demográfica, los nuevos ti­pos de familia, la plena in tegración de los inmigrantes [ ... J, la paridad de muje res y homb res en e l ejercicio de la representa-

[1 síndrome de Fabrizill 51

ción polí tica y e n la igualdad de hecho de la poblac~ón fe me ni­na y de los jóve nes e n el acceso al mercado de trab(1jo».

Me parece que acierta plenamente e l Consejo. e n esta :nu­meración de grandes retos políticos que la Comul1Idad Aut~no­ma debe afrontar. Ahora bien , si estos son los úni cos motivOS para reformar el Estatuto, LCngo la im presió n de que a! final de la re flexión llegaremos al mismo punLO que h a negado Escureclo, demostrando una vez más que es un h ombre que sabe ade l a~­tarse a su tiempo: LOdos esos problemas pueden afr?~tarse S1l1

necesidad de reformar el Estatuto, simplemen te mochllcando al-unas cuantas leyes; incluso varios de ellos sólo pueden resol-g _. A-

verse en el ámbito más amplio del Estado auto n Oln lco ... s~, por ejemplo, el texto jurídico adecuad o para fij ar la «poslc l~ n de Andalucía en la Unión ,» debe ser un a norma estatal que legule de forma general la posición de ladas las Comunida~l~s Au ~ó­nomas. De la misma form a, la descentralizació n adlll1l11strallva

tede incremenL:1.rse con leyes estatales y au ton ómicas; por no P' .. . hablar de las materias que so n compete nCIa elel Estado (¡e lacIO-nes exteriores, derechos fu ndamen tales) y cuya mod ificac ión sustancial exigiría la reforma d e la propia Constitución.

En mi particul ar opinió n , la razón fu ndamental p ara refo r­mar el Estatuto no consiste tanto en la existencia de problemas sociales nuevos para los que la Com unidad carezca de instru­mentos para hacerl es frente (como d igo, si hicieran falta se po­drían co nseguir sin necesidad de modifi carlo) como en la obsolescencia interna d e algun os -quizá demasiados- d e sus artÍCulos. Veamos algunos ej em plos: ¿tiene sentido que e l a rtí­culo 4.4 del Es tatu to o rde ne que las Diputacion es se encarguen de la gestión periférica de los servicios d e laJunla cuando a la fecha de hoy las Diputaciones no sólo no gestionan ni un sólo servicio autonómico, sin o que han cedido bastan tes de los que han realizado tradicionalmente a la Junta? ¿Qué valor tiene el artÍCulo 26.4 que dice «El mandato de los diputados termina cua­tro alias después de su elección )>>, si la Ley Electoral permite que el Presidente de laJunta disuelva e l Parlamento a parti r del ;-11i o siguiente de su elección? ¿Y qué decir d e los papeles que el Es-

lalUlO atribuye al Conse;o de Estado y al T "b I d C ( :J 1I una cuen tas el arts. 44 y 7~), cuando,por sendas leyes autonómicas se han crCa.

o el Consejo Consultivo y la Cámara de Cuenlas ", . . , que 111 SIC] l UC. la se mencIOnan e n nuestra norma insti tucional básica?

Por decirlo de forma exp 'e ' , E I SlVa, aunque a lgo III cxacta: el statutQ debe reformarse ya por la misma razón por la que lIe-

~amos de v~z en cuando nues tro traj e favorito a l sastre, porque 1emas. cogl,do unos cuantos ki los de más y se nos ha quedado ~~qll.e~10. SI n o lo hacemos así, presumiremos mucho de nues­l ~ t~ aJ~, pero ~ada vez lo usarem os menos. Dicho en términos maS.JUl~I~ICOS: 51 queremos que el Estatuto siga siendo una n Or­ma Jundlca v~nculanle para todos los poderes públicos y real. I~e~te operatl:a en el ordenamiento español, es urgente actua­IIza l su contemdo para hacerlo coincidir Con la realidad jurídica C]ue lo rodea; de lo contrario, cada vez más correremos el " go d I lIes-

e que e vaya sucediendo lo que les pasaba a las ' , .. . viejas cons-UtuclOn~s deCimonónicas, normas «programáticas», que todo el l~un~lo Juraba cumplir, pero que apenas si tenían apli cación eJecllva.

EL REPARTO DE COMPETENCIAS

EN LOS JUZGADOS DE MARBELLA

El País Andalucía, 25 de agosto de 2001

L OS dos espectaculares robos de principios de agosto en Ma­drid y Marbella han puesto una nota de color en las tristes

páginas de sucesos del verano, plagadas de incendios, hOl'nici­dios y aten tados suicidas. Los medios de difusión comenzaro n dando el mismo relieve a ambos, sin embargo con e l paso de los días apenas se publican noticias sobre el robo de obras de arte en casa de Es ther Koplowitz, mientras no disminuyen las relativas a la desaparición de sumarios en los juzgados de Marbella. Desmi ntiendo el tópico sobre la banali zación de la prensa, creo que ac ienan los medios al darl e mucha mayor re­levancia a este segundo robo y tenernos diariam ente informa­dos sobre los avatares de las distin tas investigaciones sobre e l paradero de los] 5 sumarios porque la trascendencia y grave­dad de un robo en una dependencia pública no puede ser com­parable a la ocurrida en una privada, por mucho que en este caso se hayan perdido piezas importantes de nuestra historia ar­tística y en e l o lro se lrate de 50,000 fo lios cuya pérdida - a l decir de las autoridades- únicamente va a significar un «retra­so mínimo» en el comienzo de los juicios afectados.

El lamentable robo de Marbella ha puesto tambi én de re­lieve la dedicación de nuestros políticos, que a pesar de estar en plenas vacaciones se han apreslado a dar su opin ión sobre el asunto. Me parece que la mayoría de e llos han estado a la altu­ra de las circunstancias transmitien do un mensaje de sos iego y

54

Lranquilidad que es muy necesalio para que los ciudadanos man_ tenga mos la confianza e n laJuslicia. Es más, se les no ta preocu_ pados po r rtiar lo que podríamos ll amar resp o nsabilidad es se­cund a rias d e es te asunto . Co mo e l e ntram ad o d e p od e res públicos co n respo nsabilidad sobre los juzgados marbe llíes es complej o, no d e be extraliarnos que las opinio nes no sean coin­cidentes: los 1TI ,Íximos dirigentes region ales del PI> e IV pi en­San que la resp onsabilidad de la tutela de los expedientes co­rrespo nde a la junta, el Secretario de O rgani zación d el PSOE señal a al Ministerio de Justicia, mientras que el Presidente y la Consej e ra de Juslicia de laJunta pone n e l acento e n la resp on_ sabilidad de jucces y secre tarios, etc. Qui zás el ún ico detalle lla­mati vo d e esta interesante polémica jurídica sea el hech o d e que ningun o de los opinantes acepte que él o e l organismo que re­presen ta no haya estado todo lo diligente que de bie ra e n el cum­plimiento de sus fun cion es.

A p esar de que cada una d e las partes d a razones de peso para funda menta r su opinió n, no termino de form arme la mía propia. Pa rtiendo de l supuesto obvio de que el respo nsable de un de lito es quien 10 comete (Jo que en a lgun as decl araciones n o siempre queda cJaro), creo que habrá que esp erar a que se conozcan sus autores y las circunstancias e n que lo co me ti eron pa ra saber si hay a lguna responsabilidad p olíti ca. Sin ánimo de ser muy precisos, se puede decir que, atendiendo al régim en jurídico de distribución de competencias entre las distin tas Ad­ministraciones en mate ria de Justicia, si el fall o es tuvo e n la se­guridad gen eral d el edificio o en la conducta d e los ofi ciales, administra Livos y agentes, ento nces el responsable será laJunta; si el fallo se localiza entre los fi scales o secretari os, ento nces la responsabilidad p olilica recaerá en el Go bierno central; y si e l fallo es achacable a Jos jueces, h abrá qu e mirar hacia e l Con­sej o Gene ra l ele l Pode rjudicial.

Mienu'as espe ro a len e r más datos pa ra form arm e una opi­nió n so bre si hayo no alguna respo nsabilidad políti ca con cre ta en es te caso, le es toy dando vueltas a una idea gene ra l: ¿d e ve r­dad es ta tripl e d ep ende ncia (CGPj-Gobierno:Junta) de los [un-

- .d,·ome de Fahri/.io El Si l 55

.. deJllsticia es la más racional y la que cionarios Y de los StVI;I~¡' derecho a la tutela juelicial e fec tiva? mejor puede saus ac~ . siquiera pueda n ado ptar la d eCI-

d que los Jueces ni . El hecho e d _ de SllS despachos me hace pe nsa! b ' r la cerra Ula . l sión de cam la °l cio nalidad vie n e avalada pOI a . como su conSll u . 1 . que no, pe l ~ T -- I I Constitucional y su valI a la la le-I nCla d el 11 )tilla . . I -e J'urisprue e .. I I 28 de mayo qUlzas el pi _ I P Por la JusticIa e e , __ , [rcndado e acto o ara mí qu c la eSClSlOn gUIlla es té [.u ~ ra. d~ .\~Ig;~· ; ~:lli'~i~~~~U: gobi e rna el CGPJ ) y la entre «Admlm slI aclO .J . . .. , deJusticia» (qu c actu al-

o, d la AdmlnlsLIaClon «AdministraclOn e 7 C 11-lelades Autón omas y e l Go-. ·'b Iidas omu e • •

men te ll e ne n aLII l o. lelo ele e ficacia adml11lstra-. - 1) no es el meJo i moe , o •

blerno ce nLIa. l ' lo' gico se na lIl creme nta l b o nar Mu e 10 mas uva que ca e lInagl . ' 1 f era e l único respo nsable . d I CGPJ para que e u las [unCIOnes e la racionalidad técnica y o tra CI -o que una cosa es I de ambas. a l t propues ta ti e ne muc lOS . . r o y me temo que es a la utIlidad po tUca . A _' 'entras que su sesgo centra-. d e ese upo n;, 1, mI

i nconvem,e n t~s. _ dand~ articipació n efectiva a las COITIU­lista podna mltlgalSe p _ I _ elel CGpr no se me oc u-

l ión de los ITIle m ) IOS J ' nidades en la e ec.c , -d - I de p o d e r p e rsona l d e las ' e 1sar la peI lC a rre co mo comp 1 •. de sus homólogos au LO-

- d d I Ministerio de JusucIa y autonda es e l . . . 1 Definitivamente, una - . os y la d e sus respecllvos palue os. nOllUC propuesta sin futuro .

SOBRE LA ELABORACIÓN DE LAS LEYES

El País Andalucía, 25 de ma)'o de 2001

LOS diez rectores andaluces han aprobado un comunicado muy crítico sobre el anteproyecto de Ley O rgánica de Uni­

versidades; en él señ ala n un bue n núme ro de insuficie n cias d el tex to y resallan qu e no se haya contado con las Universidad es para redactarlo. El Ministerio de Educación y Cultura ha respon­dido inmediatamen te se ii.alando su «profunda sorpresa» por este último reproch e ya que «ha h abido un proceso de m últipl es conversaciones con reCLOres individualmente y con la propia Con­ferencia de Rectores». En los últimos tiempos. vengo observando una crítica similar y una respuesta parecida en la elabo ració n de los más diversos tex tos, la llLO en el ,lmbito estatal como e n el an­daluz. Así, me vienen a la memo ria los enfrentamie ntos d el Go­bierno central con el Consej o General de la Abogacía a p ropósi­to de la Ley de Enjuiciamiento Civil y d el Gobie rno andaluz con los sindicatos de po licías locales a cuenta de la Ley d e Coordi na­ción de la Policía Local. Todo e l mundo pa rece tene r la idea de que el de recho a participa r e n los asuntos públicos justifica que los colectivos directamente afectados por tina norma te ngan el derecho a participar ac tivamen te en su elabo ración . El ideal (¡ILi­mo sería que esos colectivos, que son los que realme nte conocen el tema, pud ieran confeccio narla sin mayores ingere ncias d e los políticos, como suced ió con la Ley de EdificabiLidad , en buena medida redaclada por los Colegios de Ingenie ros y ArquileclOs y luego refre ndada por las Cortes Generales.

Esta opinión es universalmente companida en el ámbiLo político y se mantiene nemine discrejJante, tanto que es completa­mente impensable que un Gobierno cualquiera replique a la cri­tica sobre la falta de panicipación de los sectores implicados en la elaboración de un anteproyecto de ley di cie ndo que, e n efec­to, e l texto prescnL:1.do es responsabilidad exclusivamente suya y quc, mie ntras nada tie nc que decir sobre las criticas al COnte­nido, no le parece de recibo que alguien le discuta su compe­te ncia para e laborarlo. Como mínimo, se acusaría a quien as í razonase de veleidades autoritarias incompatibles con los prin­cipios democráticos de un Estado social y democrático de Dere­cho como e l nuestro.

Sin e mbargo, tengo para mí que no sería una repuesta tan descabe llada como en principio pudiera parecer. Desde luego, leyend o la Constitución yel Estatuto de Autonomía no se apre­cia a simple vista que el Gobierno te nga que consultar con na­die para elaborar sus antcproyectos, más bien lo cOlurario: en el sistema parlamentario que ambos textos configuran, el Go­bierno tiene una iniciativa legislativa incondicionada; es más, es él quien tie ne la responsabilidad de -por usar los términos del artículo 87 de la Constitución- dirigir <da política interior y ex­terior», por lo que parece lógico que sea él quien cocine libre­me nte e l texto que quiera y luego todos los actores políticos (y los simples particulares) o pinemos sobre lo que está preparan­do y que todavía dista mucho de ser un ¡)iato preparado para llevar. Como mínimo, cualquie r anteproyecto tiene que pasar po r el Consejo d e Minislros, el Congreso y el Senado anles de convenirse en norma vinculante; por no hablar de los distintos dictámenes a los que se ven sometidos un buen núme ro de tex­loS anles de ingresar en las Cortes (Consejo de ESlado, Consejo General d el PoderJudicial, el mismo Consejo de Universidades, etc.) cuando tratan de regular determinadas materi.as.

Desd e el punto de vista político. me temo que llego a la mis­ma conclusión heterodoxa: está muy bien que los grupos socia­les expresen su parecer en la elaboración de las leyes (no pocos parlamentos, comenzando por el de los Estados Unidos, tiene n

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rocedimie nto informativo para que puedan configurado un p, . s sociales interesadas c n un proycc-

.. 1 s orgamzaClOne . intervenll a . d l lodo exagerado conSIderar que

) ero me pa Iece e ,. . la de ley I P ie de derecho d e ,<autonormación» d e los plmCl­hay una espec 1 " nOnada ley. Por mucho que ya no

d s por una (etell 1 ,

Pales afecla o "" "Iuslrada de la ley como PID-antener la concepClon l ,

Podamos m . fl" con '< luz y laquígrafos», d e los l e-l Ibre re CXlon, . I

ducLO de al., que tampoco es cuesuon del pueblo me pal ece

Presentan les .'. l laborar las normas generales . 1 colecllvOs SOCIa es e

de deJítl" a os le plles es casi seguro que se cum-_ c n prefe re ntemen l

que les tu.ccte. . d 01' el vicio Marx: cuando os " ley SOCIal enunCIa a p"J d

Plina una . l "e ·a se ponen de acuer o so-el un colecllvo cua qm I ,

miembros e . ..1 .aramcnte será e n be ne ficIO . las normas que h an de l cgu o, l . .

ble . d d pero siemprc en bene (iclo proplO. de la saCIe a ,

LA COMARCA EN ANDALUCÍA I

El País Andalucía, 3 de ma)'o de 2001

E N medio del deba te sobre la articulación te rri to rial del po­der político andaluz ha vuelto a surgir la idea d e comar ..

ca li zar Andalucía, un proyec LO tradicionalmente d efendido por el andalucismo -pe ro que en este momento pa rece más pre­ocupado por otros asun tos- y al que ahora se ha sum ado co n gran ímpetu Izquie rda Unida. Aunque Anto ni o Rome ro y los suyos comelen alguna exageración jurídica (como pre tender que el Es tatuto de Au tonomía exige que el Parlamento elabore una Ley de comarcas, cuando se limi ta a aULOriza rlo), lo cie rto es que ti enen toda la razó n cuando señalan que hace [alta poner un poco de racionalidad en el entramado administra tivo ancla­luz, que se es tá poblando de man comunidades, consorcios y zo­nas de acw ació n de las Consej e rías de la Jun ta dislintas unas de o tras, Jo que lleva a contrasentidos tan evidentes como que un pueblo perte nezca a un área d e salud con el que no liene co­nexión d irec la con un servicio público po rque e n transportes se encuadra e n o tra com arca.

En mi particular opinión , IU hace un más que acenado diag­nós tico; sin embargo. no estoy seguro de que su receta sea la correcta. Si he ente ndido bie n , su pro pu es ta va e n la línea andalucista de dejar de usar la provincia como el ámbito te rri-

I ESle art ículo obtuvo e l primer premio del JI Cert amen de artículos pe ri od ís ti cos del Colegio O fi cia l de Ges to res Administrati vos ele Granada , J aén y Almería (mayo de 2002).

lOria l o rdina l"io d e la gestión d e las COln o

. p e le nClas y [une' ele la Comunidad Autónoma y emple . IOnes

~ .u en su lugar las . cas, mu cho mas h o mogé neas y t o I ' comar. f" na lil a es. No creo q l o nnuJa la Junta ganara en agOIOd d . ue COn esa

. 11 a y efi cacia' n ' b' u'a n o, se multiplicaría la burocracia • l ~S . le n al Con. ha bla r de la dificullad d I b 00 o y el gas lo pubilcoo Por no ( e e a 01 al un eSln cl Con su respec tiva capital ) o mapa Comarcal

coge, en el meior Jib. ' como mues,tra que Manu el Pezzi re. ~ 10 que se ha eSCrIto so b ' I o

mapas comarcal es de ot. . I e e parti cular 9 las tantas organiza' ,

rada en los Últimos 30 - A . ' , Clones qu e han ope_ anos en r\.lldal - I

ell os se refl ej an oscilan entre 41 y 11 3l,I cla y as comarcas que en

Pero me p arece qu e de la com . r . i lo mismo que d el colesterol I a l ca IzaClOn se pu ed e decir

. , que lay una bu ena no ti ene mucho sentid . d . Y o tra mala: si

o plele n e l' susl.Huir o l . nes pe rifé ricas d e laJunta b' c 10 organlzaci o~

le n asen ladas po - 70 80 pla n ta, sí que podría usarse 1 I U de nu eva

a comarca como a lte - . nos e n tes 10caJes o bsole to D d I I na tiva a algu~ ( s. es e uego no a l d O cuyo des tino de bería ser s f " , as tp lHaciones

u USlan con la Ju t ' en es tas misma páginas no I n a, segun defe ndí

lace much o) pero s' I municipi os y a l entramad d . '. I a os peque ños

. o e mancomullJelade ' g lendo a su a lrededor 'S d s que es tan S llr~ I o ( e pue e dudar de q as ele l Campo el e Ta b _ I Al ' ue co marcas como

I el nas, a pluarra la S ' li S a Sie rra de Có rdobo I ' , le rra (e egura y P

o i I o, a, qu e lan p erdido alreded or del 50% d ) aClOn en los tíltimos cuaren _. o e su

los 300000 ha bitantes podría [la an os y nIngun a so brepasan - 11 ' , n o Iece r mucho m .

PU ) ICOS a sus habilanl o f . eJ ores servicios , es SI ustonaran s d bT '

mi entas e n un a Comarca ;> L _ I us e 1 ISlill aS Ayun ta~ , as I eg as de las eco ' I

tambi é n son aplica bl I no mlas e e escala d (es a os entes muni cip al

e se r empresas d e servic' es, qu e no dej an lOS.

Sin d uda, se p uede n hacer unas Cuan '. pla nteamien to' e mpezand _ _ las ObJcclOn es a es te

, o pOI sen ala r que 1 . " -ch o antes qu e empresas de __ . os mUIllCJpIOS, m u-" se l VICIOS so n á b ' I

Cla n po pular ad e ma-s d b ' ' m Itas (e parti cipa~ , e cu nI' sus defi ' .

Comunid ad es Es toy p . C IClen Clas Co n las man-. . e ll ec tamente d e -el Ideas, p e ro nó tese que I . acu e l o Co n a mbas

as mancomunIdad d e segund o grado form o d . I ~s sa n e ntes locales

, d as pOlOS concej ales, lo qu e las s e~

El síndrume de f'abrit.io

ara del control direc to d e los ciudadanos. Y eso, lej os d e re­rorzar la de mocracia, lo que hace es debilitarla e n e l se ntido de que se difum inan las respo nsabilidades. d e tal mane ra que los vo tantes n o tie ne n fo rma de saber quien ha actuado bi e n y

uien no (salvando las dista n cias es lo mismo qu e su ced e en ~ Unión Europea); y nad a diré de los comportamie ntos p a to· lógicos que se o riginan e n estas instituciones de composició n indirecta, tal y como acabamos de ver en la Bahía d e Cádi z. Mucho más de moc rá ti co y resp e tuoso con el principio d e pa r­licipaci ón ciudada na sería una comarca cuyos ó rganos d e go­bi erno fu eran e legidos direc tamente por e l electorado. Y co n ello no estoy inve ntando nada nuevo , simpleme nte traspo ni e n­do a Andalucía un a fó rmul a a nglosajona d e ente local qu e ha fu ncionado razo nabl e mente bie n.

Llegados a este pun to, se me podría decir que la idea pue· de ser acertada para expo nerla e n co ngresos y seminarios, pe ro que es comple tamen te inviable e n la práctica pues ni los habi­LanteS de los municipios me nos poblados están dispuestos a pe r­der su ayuntamie n to , como d emuestra que las fusio nes d e mu­nicipios e n la Democracia brillan po r su ausencia, mie ntras no sucede igual co n las segregaciones. Pues bien , en es te punto de la psicología colec tiva , creo que el concepto de comarca puede ser particularme nte útil : si se les preguntase a los vecin os d e los veintici nco municipios de las Alpl~arras si quie ren fundirse e n uno sólo, es seguro que co n tes tarían que no (y si yo es tuvie ra censado allí, también ), pe ro n o creo que much a gente se opu­siera a que su ac tual Man comunidad se transformara e n una Co­marca y a que ellos mismos pudi e ran elegir directame nte a su Preside nte y d e más ó rgan os de gobierno , Una vez pues ta e n marcha, la lógica de las cosas llevaría a un pa ulatino traspaso de funcio nes municipales a la Co marca, con lo que e n un par de legisla turas los Ayunta mi entos quedarían reducidos a e ntes represen tativos, casi sin funci ones prácticas, Entonces se ría e l momento de replan tearse si merece la pen a manten e rlos o no,

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Por eso, no acabo de comprender el miedo, casi cerval, qUe Illuchos políticos andaluces muestran ante la más mínima refe_ I-encia sobre la capitalidad de Andalucía, rápidamente tildada COn duros calificativos negativos. Es más, tengo para mí que al­gú n problema que Otro so bre la «desvertebración territorial», el «ce ntralismo sevillano », el «agravio comparativo» y demás asuntos periféricos de la cuestión central de la capital de Anda_ lucía se hubie ran resuelto si en su momen to OPOrtun o, cuando se creó la Comunidad Autónoma, es te tema se hubi era deba ti_ do co n profundidad. Sin embargo,los mismos políticos de aque_ lla época a los que hay que agradecerles su denodada lu cha para alcanzar la autonomía, evitaron cualquier polémi ca so bre la ca­pital. Tan to que ni siqui era la f~aron en el proyec to de Estatuto - Como hubi era sido lógico y ordena el artíc ulo 147 ele la Cons­titución_ sin o qu e remitieron la decisión so bre e lla a lo que decidiera el Parlamento en su primera sesión o rdinaria.

De esta manera, el único momento en que era posible que los andaluces Opi náramos y disCutiéramos sobre la capitalidad fue precisamente el momento más in adec uado que cabe im agi­nar: en la campaña electoral de las elecciones de mayo de 1982. Si no Ill e falla la memoria, el único candidato que se a trevió a sacar e l tema fue Julio Anguita, a la sazón alcald e de Cónloba. Por eso, cuand o el Parlamento, reunido en Sevilla, tuvo que de­cidir la capital en su sesión de 30 de junio de 1982 no tenía nin­gún mandato más o menos claro so bre lo que los ciudadanos querían y eligieron lo que - según nos acaba de recordar re­cientemente el autor de la propuesta_ les pal·eció natural: Se­villa sería la capital.

¿Pero de donde proviene esta «na turalidad»? La lectura del Diario de sesiones - con la brillante intervención ele Rod ríguez ele la Borbolla_ no termina ele aclararnos la cuestión porqlle se alude a razones histólicas, sociales, económicas y políticas que no se especifican y que, en lo qu e a mí se me a lcanza, no soy capaz ele enCOntrar. Históricamente, Sevi lla, a diferen cia ele CÓI' e1oba, nun ca ha sielo capital de Andalucía; Socialm ente, Sevilla está muy lejos de agrupar al 50% de la población andaluza, Como

de r)lb fi ~. iu El síndrtlll1t!

- 01' citar tres ejen"lplos rc-os Aires, Barcelo na y Zal agoza'l P _ e1esde e l punto de vis-Buen . odem os { eCll .

·escnLalivos; y 10 m~smo. P lIen ta que Andalucía (listaba PI • . . I se llene en c . 1 econOl

TIlCO, mas s . el d económica. AsI las cosas, a

'la,tlChO en LO l1ces de ser ti lla Ulln'e

aocurre es una comple tamente I -al» que se l . S .11 ' razó n «natm ( . 1 -egional en CV I a y Ul1Ica dIos parudos teman su sec e I r ca' to os . po ¡tI . ás relevantes eran sevIllanos sus lídcl es !TI

·1 . . la H,·storia no llene mucho '11 'eSCn ) l1 , ,

Como no es pOSI ) e 1 1 b·el"a pasado si nues tros parla-1 ' o 1 lo que lU 1 , 1 t'do especu al c l ' 1 Y más «raCIOna es», sen I .. d enos «natUl a es., . _ . entarios hu bIeran SI o m, l . te modelo ang losa.Jon ( 111

!TI . .. d e l Inte Ige n " A lo mejor, slgllle n o , F. I delíi'l ni Ri chm ond, \ as-. T' LO O uawa; ni 1 a e , ..

' ·!ontreal ni o lon , . d d secundan a y mas cen-IV '1 'do una Clll a l · gton) hubIe ran e egl 1 1 ecllO e l Pa ís Vasco, 1111 '. 1 como lan 1 .

tracia geograficamen.te, ta oy no tendríamos ningún problem.1 G licia y Ex tremadl1l a, y h Y l . .to es que lo tenemos,

a . al idad Pero o cle l . relacionado con la capa " tas' así que aunquc ahora SI

das las encues , 1 como demues tran to l. cutir que Sevi lla sea a ca-• . 1 . nes para no ( lS existen mulllP es l azo d ' e l disparatado cos te cco-

·tal de Andalucía - empezan o pOI 'e q"c las polém icas pi < , , . _ me pal ee nómico de llevarla a ~t1? s,tUo I estatuto de capitalidad de Se­sobre la sede de la CélJa unlca't e temas similares, lejos de scr villa el centralismo de la jUl: a y 'nte si no queremos que

' ... . de lo mas convellle 1 ociosas e lI1uules, son d b ue reprimimos a la ltZ

F·e Id- el e a te q . - paraf¡'aseando a I l r' de antiscvillalll smo

' l oche e n Ol ma ... del día reb rote pOI a n . le damos una SOlllClOll ra-Y si después de polemIZar . ,

rampante. " bl mejor que meJo l. cional y lo más com parlIda pOSI e ,

LOS LÍMITES AL PODER DE GASTO MUNICIPAL

El País Andalucía, 24 de enero de 2001

U NA de las reglas jurídicas más se ncillas que ri ge las com­plejas relaciones enu'e ciudadanos y pode res públicos con­

siste en que los ciudadanos puede n hacer todo lo que no está expresamente prohibido por la ley, mientras que por el contra­rio los poderes públicos sólo podrán hacer aque llo que la ley les autoriza. En el concre to ámbito de la capacidad de gasLO, esta regla supone que mientras los ciudadanos podemos gastar­nos nues tro propio d inero e n las actividades líci tas que nos ape­tezcan, las Administraciones no podrán hacer otro tan to, por más que pretendan dedicar su dinero a fines no ya lícitos, sin o socialmente loables.

A pesar de que parece un a regla fáci l de aplicar, lo cieno es que en la práctica las Administraciones públicas (o mej or, los políticos que toman sus decisiones) tienen una irrefragable ten­dencia a aclUar como si fu eran entes particulares. de tal forma que tienden a gastar e n todo aquellas actividades legales que consid eran conven iente , si n pararse demasiado a pensar si tie­nen un a base jurídica suficiente para e llo o no. Por eso, y por seii.alar un ejen'lplo concreto, el Tribunal Constitucional h a te­nido ocasión en los llltimos quince años de recorda rle al Go­bierno ce ntral unas cuan tas veces que no pod ía usar su poder de gasto para subvencionar directamente actividades incluidas en la esfera de com pe te ncia d e las Comunidades Autó nomas.

De lo poco a tentos que están los políticos a es ta dife rencia en tre los principi os que rigen el gasto de los paniculares y el de los pode res públicos saben mucho los secretarios de ayuntamie n_ t~/ los interv~nto res, que no pocas veces se ven en la obliga­clon d e advenir a las autoridades municipales qu e un dete rmi­nado gasto en un fin completamente líci to no puede hacerlo un Ayun tamiento porque no tiene competen cia directa para e llo. Sin em bargo, sea por el buen h acer de estos téc nicos, sea por cierta iclca gen e ral de que basta una mínima y re mo ta conexión municipal COI? un tcma cualquie ra para que se justifiquc el gas­to, lo cieno es qu e apenas tenemos ejemplos en laju risprude n­cia de an ulación d e gastos m unici pales, más allá de un par de supu estos e n los que unos Ayunta mi entos pre tendían pagar los gas tos de defe nsa jurídica originados por procesos penales con~ tra sus concejales.

Como soy un con tribuyente que no acaba de ver claro (tal como algun a vez he comentado e n es tas páginas) que un ente pübli co pueda efectuar gas tos ta n perfectamente legales para los particulares como invitar a ce rveza con el fi n de fo mentar la participación e lectoral o como subvencio nar un viaje a los car~ navales de Cádiz de sus funcionarios, te ngo que reconocer que me plantea no p ocas d udas la legalidad de la decisión de a lgu~ nos ayuntamientos de n e tar autobuses para asisti r a la manifes~

tación con lra la pe rman e ncia d e l Tireless en Gibralta r, por más que se tratara d e una manifestación legal y po r más que, perso~

nalmen tc , me parezca un a pro tes ta no ya opo rtuna, sino nece~ saria. Busco en e l artículo 25 d e la Ley de Bases de Régimen Local y co nco rdantes un asidero donde justificar ese gasto, pe ro no acabo de encontra rlo. Lo (lIlico qu e se me oc urre argum en~ tar, sin demasiada convicció n, es que está justifi cado porque la Ley p e rm ite que los Municipios puede n promover toda clase de actividades «para la gestión de Sll S intereses y e n e l ámbi to de SllS competencias}}, pero bastaría que alguie n me preguntase por cómo se incluye la decisió n de fl etar los a utobuses e n ese ámbi~ lo d e com petencias para que no supiera bien qué contestar. Las competencias más próx imas para e nc~arl o podrían ser la pro~ tección del medio ambi ente y la seguridad en lugares públicos;

El sínd rome! de Fabrizio 7 '

pero no son competencias unive rsales que justifiquen cualq uie r decisión municipal que tenga u na co nexión más o menos clara con ellas; por e l contrario, e n esos ámbitos los Muni cipios sólo podrán realizar las funcion es que expresamente les atribuye la ley (recogida de residuos, limpieza viaria, e tc.) y si el Tribunal Supremo ha declarado ilegales, por fa lta d e compe te ncia, los acuerdos municipal es declaran do talo cual población «zo na desnuclearizada», ¿no diría otro tanto e n el caso presente?

Ahora bien , una cosa es que un a decisión mu nicipal no sea conforme con el ordenamiento jurídico (y por tanto pueda ser anulada por unJ uez de lo con te ncioso) y otra que auto l11 á ti ca~

mente eso suponga q ue el Alcald e merezca una condena pe nal. Por eso, no creo que un a hipo té tica querella po r malve rsación de fondos pueda te rminar e n condena; e n primer lugar porque sería muy difícil d emostrar e l dolo, e l conocimien to y la volun­tad ele malve rsar, ya que muchas pe rsonas ha n conside rado que los Ayuntamientos pueden hace r legalmente ese gasto; e n sc~

gundo lugar, lo qu e técnicamente lleva e l ex tra li o nombre de «peculado por distracción » ha desaparecido d el Código Penal: mientras el a ntiguo artículo 397 pe naba a la autoridad que die­ra a los caudales que administra re una aplicación pública dife~

rente d e aquella a la que estuvieren destinados, el artículo 433 del Código de 1995 castiga úni camente los usos «ajenos a la flln~ ción pública>~; y me parece que es exagerado co nsiderar que apo~

yar el ej ercicio del de rech o de manifestación es a lgo ajen o a la [unción pública. Desde luego, los pocos precedentes qu e ex i s~

ten desde la aprobación d el nuevo Código (como la Sente ncia de la Sala d e lo Penal del Tribunal Supremo 199/ 1998, d e 15 de febre ro) creo que hacen muy difícil que pu eda prospe rar la vía pe nal.

- LAJUBILACIÓN DE LAS DIPUTACIONES

El País Andalucía, 23 de novielllb,~ de 2000

En este entre ten ido olOño político andaluz, plagado de no~ licias importantes. me han llamado la atención unas cuan­

tas polémicas locales sobre las Diputaciones, como la adquisi­ción de unos vehículos por la Diputación de Cádiz o la apertura por la de Almería de un a oficin a e n Bruselas. En estas discus io­nes se juzgaba tmicamente la conveniencia de que la Diputación respectiva realizara o no una determinada ac tividad . Pero me parece que quizás es hora de trasce nder cuestio nes concretas y comenzar a d ebatir -como han hecho el Presidente de la Di­putación de Málaga y el Consejero d e Turismo- sobre la con­veniencia o no de seguir manteniendo estas venerables institu­ciones decimonón icas, creadas por la Constitución de Cád iz.

Jurídicamente el tema no tiene mucha discusión: la Consti· tución establece en sus artÍCulos 137 y 141 la autonomía de las provincias, lo que significa - según el Tribunal Constitucional­que las Diputaciones tienen una «garantía institucional» que im· pide no ya su pura supresión , sin o incluso restringi r sus compe­tencias de forma tal que se les prive «prácti camente de existen­cia real como institución para co nvertirse en un simple nombre » (STC 32/ 1981). Es más, en e l caso concrelO de Andalucía, la existencia de las Diputaciones se refu e rza con su consagración expresa en el artículo 4 del Estatuto, donde se establece - en· lre otras cosas· que la Comunidad Autónoma articulará su ges· tión periférica a través de las Diputaciones provinciales.

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Sin embargo. en la práctica cotidiana, la situación es muy disti nta y las DipuLaciones andaluzas no han hecho más que pero der peso institucional desde 1982 hasta hoy. Para empezar, la Junta no só lo no ha «articulado» un solo servicio periférico por medio de las Diputaciones. sino que no ha cesado de disminuir sus competencias, LanLO por medio de leyes secLOriales como por la Ley 11 / 1987, reguladora d e las relaciones e ntre la Comuni. dad Autónoma de Andalucía y las Diputaciones Provinciales de su territorio. Esta Ley privó a las Diputaciones de un buen nÚ. mero de sus tradicion ales compe te ncias en economía, agricul_ lUra, obras públicas, transportes, sanidad y servicios sociales, para dejarlas convertidas en poco mCllOS que instiwciones asesoras

de los pequcilos municipios, con facultades residuales e n me· dio ambiente, cultura, turismo y d epones. Para decirlo con ci· fras: mientras que e n 1985 la suma de los presupuestos provino ciales era el 13 '68% d el Presupuesto de laJun ta (65.502 millones de pesetas frente a 478.731 millones) ese po rcentaje se ha re· ducido casi hasta la mitad en 1999, al 7'19% (185.614 con tra 2.58 1.040). Las comparaciones con los Ayuntamientos tam bién reflejan esa pérdida de importancia de las Diputaciones ya que, a diferencia d e lo que pasaba hace quince años, e n la ac tuali· dad la mayoría de ellas ven cómo las capitales d e provincia tie­nen unos presupuestos superio res a los suyos, incluso h ay algu· n a que los duplica am pliame nte (como e n e l caso de Málaga: la Ciudad tuvo en 1999 unos presupuestos de 51.527 millones fren· te a los 24.361 de la Diputación ).

As í las cosas, y en contra de l tenor literal d el Estatuto, te­nemos unas Diputaciones capitidisminuidas y semijubiladas, sin que su razón de ser se pe rciba d esde el punto de vista de la téc­nica de la organización administra tiva: como preveía el famoso Informe Enterría de 1981, por encima de los Ayuntamientos'Sólo debería existir una Administración te rrito rial, bien de las Dipu­taciones, bien de la Junta. Por eso, ahora que se quiere reali zar un nuevo pacLO local, debe ríamos reflexionar sobre si no es hora ya de abandonar este siste ma híbrido y llegar al punto lógico al que conduce e l camino iniciado en la década de 1980 con la creación de la Adminisuoación p eriférica de laJun ta y con la dis-

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e ncias de las Diputaciones. Cuando ve­

\1linución ~e 1~ C01:1~:~ izaciones de lOdo tipo (dese~ e los Est;-

oS a diano como an ara ganar eficacla. cuane o 111 . as) se agrup P . doS has ta las empl es. b tante más medios que hace qUll1-

. LOS ue n en as los Ayuntamlen . 'Olles andaluzas so n muy supe­

d 1 comulllcacl . ce añoS Y cuan o as 1 ' ca el lugar de llegada d e ese caml-

riores a l a~ de a:u~l:eef:ea~' a lguna fó rmula para .qu.e .. l ~s o deberla se l e . 1 J ta Mantener la SIUlaClOn

n . fUSionen co n a un . . . DiputaClones,se 0ear ine Ecacia administra tiva, por la ~nevl-

tual, ademas de Cl .' l '.d· da de las econOt11l aS d e ae . , d servlclOS y a pel 1 1 lable duplicaclOn e se aprovech e la mayor op acidac

d da r lugar a que d escala, pue e l ' 'o'n pública para fin es que n a a

. es ante a Oplfil l de las DiputactOn • provincial como su e mp eo

- on la autonomm '. .' 1 tienen que vel c . _ d determinados munlClplOS o a

f - o en con lt a e sesgadO en avOl . l ' . n la función pública. L'\me nta-

" d amigos po IUCOS e 1 eoloeaClon e b a lcedón de ej emplos e e am-

le Ya te nemos una uena e

blemen , bas posibilidad es.

DOCTORADOS POLÍTICOS

El País Andalucía, 21 de se!)tie",b1~ de 2000

H ACE ya se tenta años que Ortega y Gassel argumentó de fo r­ma irrebatible en su «Misión d e la Un iversidad» que las

dos únicas funciones d e la Un iversidad deben ser -por este or­den- enseñar e investigar, idea que recoge el preámbulo de la aClual LRU. Si aplicamos es te crite rio a los doc torados «honoris causa», parece claro que sólo deberían recibirlos o ilust res pro­fesores o ilustres pensadores e inves tigadores, incluyendo en esta calegoría a todas las personas que hayan contribuido a transfor­mar nuestra percepción del mundo, como son los escritores y los artistas. Pero no se podría incluir e n e lla a los «h ombres de acción», com o son los políticos y los empresarios.

Sin embargo, en todos los países hay una fuerte tradición de otorgar estos doctorados tanto a unos como a otros. En su favor se alega un buen ramillete de razones, que en un Es tado democrático se reconduce n indefectiblemente a una: que el e le­gido haya co ntribuido a lograr una sociedad m ás libre porque eso supo ne una aportación indirecta a los fines de la Un iversi­dad. No en vano la Historia ha dem ostrado que la ciencia pro­gresa mucho mejo r e n un clima de libertad. O por decirlo con palabras de Kelsen: só lo la democ racia gara ntiza que la ciencia pucda cumplir con su objetivo de buscar la verdad g racias al li­bre juego de argume ntos y contraargumentos. Por eso, perso­nalidades que han contribuido al avance de la d e mocracia e n el Mundo, como Vaclav Havel, Desmonl TlIlu y el Rey Juan Cad os

(con 31 doctorados, incluyendo a Harvard , Oxford y otl:as Uni­ve rsidades des tacadas) son dOClor ho noris causa po r un buen núm ero de Universidades.

; . Así las cosas~ no .creo que haya que co nsiderar un des pro­pOSIlO que la Ul1Iversldad de Granada atribuya a una persona el grado de d OClor po r su actividad políti ca y no por sus méritos ci entífi cos . La cuestión será debatir si esa actividad ha sido lo suficientemente relevante en favor de la democracia como para merece r tal honor. Por eso, me parece fuera de lugar las desca­lificaciones generales contra la decisió n del Claustro de la Uni­versidad de Granada de otorgar es ta distinción a Mohamed VI. Evidentemente, el Rey de Marruecos no tiene méritos académi­cos para e llo y quien se empeii.e en lo contrario -por mucho gu e sea doctor por la Sorban a- corre e l riesgo de hacer el ri­dículo, como se demuestra con la simple comparación de su cu­rrículum con el del Profesor Haberl e, también nombrado doc­tor hono ris causa en la misma sesión del Claustro.

Centrémonos, pues, en los méritos auténticos de Mohamed VI. ¿Su ac tividad en favor de la democracia y la libe rtad es sufi­ciente o no para otorgarl e el doctorado? No se puede negar que en su primer aúo de reinado ha dado pasos muy importantes en esa dirección , como la destitución de Driss Basri, e l sempi­te rn o Ministro de Interior de su padre, y la autorización para el re torn o de exiliados como Abraham Serfaty. Estas decisiones en favor de la democracia han sido consideradas su fici entes para merecer e l doctorado por laJu n ta de Gobie rn o de la Universi­dad de Granada (por unanimidad) y por e l Claustro (98 contra 34 y 29 abs tenciones). Sin embargo, sus críticos sel; alan que no ha hec ho nada todavía en importantes áreas en las gue Marrue­cos incumple los de rec hos humanos, como en e l asulHo de Sahara y en e l tráfi co ele pateras.

No es fáci l saber quien lleva razón porque, po r paradójico gue parezca, e l acierto del nombramiento sólo se verá dentro de a lgunos años: si e l Rey de Marruecos sigu e la se nda de avan­ce democrático que ha iniciado tendrá más gue merecido el doc-

h

El sindn'lIlt! ,k fabrizio 79

torada, mientras que será un fiasco si rectifica esta conducta, como hizo otro político hoy en el candelero: e l Papa Pío IX que, tras sus dos primeros años de gobierno libera l, tuvo tre inta de autori tarismo. Personalmente, me inclino a favo r del riesgo que ha LOmado la Universidad de Granada porque me parece gu e es una forma -por rnínima que sea- ele apoyar la democ rati­zación de nues tro vecino del Sur, tal y como hizo la Universi­dad de Estrasburgo cuando en 1979 se convirtió en la primera Universidad democrática que nombró doctor honoris causa a

Juan Carlos 1.

Puede gue en e l futuro e l Rey de Marruecos dem ues tre (como hizo el nuestro en e l 23-F) que sí se me rece ese doc to­rado, o tal vez defraude la esperan za depositada en é l. Aú n en ese caso, y en contra de los que se ha dicho, no creo que la posición de la Universidad d e Granada fu e ra tan d esairada como la de la Complutense en relación con e l doctorado ho­noris causa de Mario Conde, porque éste no recibió esa distin­ción por su con tribució n a la de mocracia, sino -por decirlo de forma suave- como contraprestación al apoyo crematístico que el Banesto estaba prestando a dicha Un iversi dad . Si aca­so, la situación de la Universidad de Granada se ría similar a la de algunas Universid ades occidentales que nombraron elocto­res honoris causa a ciertos líde res de Europa orien tal gue no persisti eron en la línea democrática que habían iniciado. Por dar un ejemplo, en e l exclusivo club de dOClores hon o ris cau­sa por la Univers idad de Harvard (73 personas en 250 ú ios) aparece en 1991 Eduard Shevardnadze. Sin duda, esa d istin­ción -gue en su momento fu e un reconocimiento y un apoyo a uno de los artífices de la perest-roika- no se le o torgaría hoy, cuando conocemos su rnás que discutible actuación en Geo rgia. Sin embargo, no por eso se ha hu ndido la gue posibleme nte sea la mejor Universidad de l Mundo.

= CAJAS Y PODER POLÍTICO

El País Andalucía, 4 de agasta de 2000

EL reciente aulo d el Tribu nal Constitu cio nal sobre el recur­so de inconstitucionalidad con tra la Ley d e Caj as d e Anda­

lucía ha tenido la virtud de satisfacer a tod as las p ar tes, algo tan extrailo que - de cree r a Rabe lais- e l único preceden te co no­cido desde el Diluvio es una cómica sen ten cia de Pan tagrue l so­bre la «horrip ilación del m urcié lago», A unos les h a satisfecho porque ha levan tado la suspensión del ar tículo 44.1, de tal for­ma que pueden afirmar que casi toela la ley es tá ya en vigor y a los otros porque manti ene la suspensión de la d isp osició n adi­cional atinen te a Caj asl11~ con lo que puede n decir que se ha impedido el d esembarco político en esa Caj a .

Como queda m uch o todavía an tes de que e l Tribunal Cons­titucional d icte u na senten cia defin itiva, no sabemos qui é n ter­minará venciendo en este p le ito, pero lo qu e sí h an aclarad o las reacciones al aula - si es qu e h abía alguna cl uda- es que la discrepancia sobre la gigantesca Ley de Caj as gira exclusivam en te sobre la composición de los ó rganos d e gobie rno, que es ta n to como decir sobre qu ién te nd rá el pode r e n las Cajas. Me pare­ce que 11 0 le falta razón al Partido Popular cuan do seiiala que la nueva ley andaluza aumenta el peso de los p artidos polí ticos dentro de las Cajas; de lo q ue no es toy tan seguro es de que se trate de una cosa insólita, y desde luego no es incon stitucio nal, más bien es una tendencia clara d e todas las Comunidades Au­tónomas. Véase, como mues tra, el cuadro acljun to do nde copio los porcentajes de los d istin tos grupos con rep resentación e n las Cajas establecidos por la Ley estatal (que no vin cula n a las

Com unidades Autónomas), los de Andalucía y los de dos Co­munidades que tienen leyes de cajas e laboradas por los popula_ res: todas ellas han dado entrada a la Comunidad Autónoma y todas han rebajado la participación de los impositores en rela_ ción Con la norma estatal, la LaRCA, que es de 1985, de cuan_ do el PSOE tenía mayoría absoluta en las Cortes.

Grupo % Representación en la Asamblea Genera l

!.OIICA Andflll/,:¡(/ Va!el/!'ia M(ulrid Jlllpos ilorcs 44 28 28 28 Fundadores 11 9 5 20 EmpIcados 5 7 11 8 Municipios 40 35 28 32 C. AUfónoma O 21 28 12

Ahora bien, este creciente peso de las Administraciones Pú­blicas en los órganos de Gobierno (el 56% en Andalucía y Valen_ cia, frente al 40% de la LaRCA) no va en la dirección en que últimamente se mueven las relaciones entre instituciones políti­cas Y económicas en el mundo: desde las privatizaciones de em­presas públicas has ta la autonomía de los Bancos Nacionales, se está produciendo un repliegue general de la intervención políti­ca en la economía, Es más, en algunos Estados. como el Reino Un ido, las Caj as de Ahorros se han equiparado a las sociedades anónimas, yen Olros, como Italia, se ha incrementado su allto­nomía frente a los poderes públicos, Así las cosas, y cuando se acumulan las noticias inquietantes sobre estas entidades (esta mis­ma semana: las Guas perderán CUota de mercado por culpa de Internet, ha vuelto a bajar su margen de intennediación, la Co­misión Europea denuncia los privilegios de las cajas alemanas, elc,), quizás el debate que estamos teniendo en Andalucía sobre si es constitucional o no que la le}' autonómica reb<!je e l porcen­taje de participación del Cabildo Ca ted ralicio de Córdoba en C<!jasur (que personalmente creo que sí) sea un asunto que nos est,i impidiendo reflexionar sobre una cuestión mucho más tras­cendente: ¿estamos acertando en España al, legislando contra ca­¡Tiente, incrementar la participación de las Adminislraciones PÚ­blicas en las Cajas?

- LÚGUBRE CONFLICTO DE COMPETENCIAS

El País Andalucía, 30 de ',na)'o de 2000

, com licaelas con los que se LOpa U NA ele las parcelas mas Pdentra en el espeso bosque ' " lez ue se a un JUllsta cada \ q , los conflictos de compe-' 'ca la constllu}'en

del Estado autonOtnl , de dividir en porciones y l 'da SOCial no se pue lencias porque a VI 'bl' con la misma facilidad con . . I poderes pll ICOS reparur entIe os 1 d pleail0s, Lo habitual en los . "t un paste e cum €

la que se lepal e 'bl'cos (pongamos e l Estado ' l 'e dos entes pu 1 enfrentamientos en I , ' ue ambos quieran hacer

d A 1dalucla) consiste en q _ Y la Junta e I ( I 'el''''n gestionar Donana, ' ,' 1 que am )OS qUl « , ' lo mismo; pO I eJcmp o, '. "',llninislrar los deposIlos d 'lInbos qUlCI an €l

o Sierra Neva a, o que ( , onflicLOs positivos. tam-' , p 'o ademas de estos c judiCiales. etc. el , n' cgativos cuando ninguno ' d prodUCir con ICtOS n , bien se pue en " ta realizar una determinada ac­de los dos poderes publlcos adcep pI-e a expandirse, este Lipa

C l oder uen C Slem , tividad, amo e p el positivo tanto es aSI ' l nás escaso que • de conflicto es muc 10 I , t . el Tribunal ConslÍtu-

l r1' LOS negauvos an e que mienu'as ~s ~on IC te inéditos las sentencias sobre los po-cional están pracl1camen ' , ,

, . to el medio miliar, si ti vos alcanzaran pi on

, '1 de los conflictos negativos de Por este carácter poco habltua "el que ha surgido ' , liendo con atenClQn

competenCias, estoy Slgt 1 l ' b -e caso del pago de los d I J nta sobre e llgl.l 1

enU'e el Esta o y a u I 1 al cruzar el Estrecho, ' '. n tes que se a logal entierros de los IIllTIlgla . I sl',lo el Subdelegado r ' compe tenCia la El primero en dec ~n~l su I _ lado que le cOlTesponclc pa-del Gobierno en Cac1!z, que la sena

r Aguslill Iluit lIulJltr/t,

gar a ¡ajunta porque t<tiene transferidas las compe lencias de Asun_ LOS sociales» y porque «lodo lo que el Estado no se aU-ibuye ex­presamente queda auibuido a la Comunidad Autónoma». Si esas son lodas las razones que tiene el Estado para defender su posi. ció n , no le an"iendo las gan an cias porque, aunque dejemos al marge n la imprecisión de decir que laJunta tiene transferidas las competencias (en realidad lo gue se transfiere son los servicios los medios materiales y personales, diferencia que ha sido esen: cia! e n varios con fli ctos en los que el Estado argumentaba que una Comunidad no podía ejercer una competencia porque no estaba u"ansferida) J lo cierto es que la Constitución dice justo lo contrario a lo que afirma e l Sllbdelagado: «La competencia so­bre las materias que no se hayan asumido por los Estatutos co­rrespon de rá n al Estado» (art. 149.3).

La ré plica de la Junta ha sido inmediata y po r partida da­ble: tanto la Delegada de la Consejería de Asuntos Sociales en Cádi z como e l Subdelegado de la Junta e n el Campo de Gibral­tar h an declinado su competencia, remitiéndose a la legislación vigente. El subdelegado andaluz, además, se ha declarado parti­d ari o del diálogo entre las Administraciones, aunque no se aca­ba d e entender muy bien cómo se puede decir eso y afirmar al mismo tiempo que el Subdelegado del Gobierno «escurre el bul­to una vez más,. y que ha planteado un debate «miserable,. .

No sé si ambas partes, enfrascadas e n este debate teólico de altura, se h an parado a pensar que toda la polémica viene producida po r un a Administración que sí se declara compe ten­te: el Ayuntamiento d e Algeciras. Lo único que ha dicho el Con­cejal responsable, al que supongo perplejo por la polémica, es que el Ayuntamie nto debe tres millones de pesetas a las funera­rias y que va realizar gestiones ante las Administraciones es ta tal y auto nómica para que asuman este gasto. Es d eci r, el problema no es determinar si el bloque de la constitucionalidad au·ibllye al Estado o a laJunta la responsabilidad de efectuar y pagar los enterramientos de los fallecidos sin identificar, porque los arts. 25.~ de la Ley de Bases de Régimen Local, 42.3e de la Ley Ge­neral d e Sanidad y 9 del Reglamento de Policía San ita ri a

.. duda: a ninguno de los dos . se ~ra-i\ lorluoria na dejan l:lDgun~cipa1. El problen"la es otro: conSIste 'la de una COt11pete~ctat~n~~ A\geciras no tiene dinero para cum-, 1 AyuntalTIlen

1 que e . _ 1 1 e' bligaClOn ega. r · con su o p " l ' . a no tardará mucho

arece que la po emtC . d ,\ ., í las cosas, me p , d ' gir al AyuntamIento . e ~ . 1 . 01' la VI<t e eXl , _econverurse, )Ien p . as LOS ( \0 que dado la 111-

~ ~ciras que presupueste meJ.~~~~~sd~masiado probable), bie n d~e de este supuesto n o. me ~~nflicto n egativo e n otro positiv~ ,

' la vía de transformal un d 'e tendan tener la exc1usl-po, J el Esta o p' '

1 forma que la unta y . esita fondos para una de la A l nuento que nec .

de socorrer a un yun a. . 1 o ésta sea por un senll-va ... - sCllldlb e com , f labor hUl~aI1l1ana ~mp.~e d con los desgraciados emigrantes a-do aUlén Uco de sohdal1da _ el beneficio en image n que se po-

llecidos, sea simplemente pOI. , nas' probable, aho ra que Aznar - e la OpClon 1 . • '

dríaoblener. e laIO qu 11 1 de los e nfrentamientos, C}m zas t -rada e "lac la . ~ e

y Chaves han en el r el principio de coopcraClon , qu qlte ambas partes ap lque n 1 .. las relaciones entre

sea . . al de )e regu Según el Tribunal ConsUlUCwn 1 na fórmula para sufragar

. ' pacten a gu . las AdmimstraCIOnes, y -d' na,",os Desde luego, nm-

toS extraOl 1 . conjuntamenle ~stoS ga\ . .llo narias que tanto la Junta como m tna de las parlldas mu uml ., con los entes locales se re-o- d d· a su colaboraclOn el Estado e lcan _ ·Hones de pese tas.

.' mucho por res tarle 11 es mI sen unan

REVOLUCIÓN EN ANDALUCÍA

El País Andalucía, 3 de mano de 2000

R EVOLUCiÓN» es una d e esas palabras que ThorSlcin « Veblen denominó «palabras honorífi cas» y Onega - si no me falla la memoria- «palabras talismán », palabras que ex­presan conceptos que companimos la inme nsa mayoría de la so­ciedad: democracia, justicia, libertad, igualdad. elc. Como na­die tiene la excl usiva de su uso, todo el Inundo las emplea cada dos por tres, incluso sus adversarios se las apropian con la ma­yor desenvoltura, no pocas veces pretendiendo ser sus más pu­ros representantes (así la «democracia socialista» o la «demo­cracia orgánica», inventada por el franquismo). Por eso, es tas palabras honoríficas sufren una devaluación continua, de tal manera que se acaban usando para las situaciones más pinto­rescas, sin que los ciudadanos les prestemos la menor atención. ¿Quién no ha pasado de largo ante una «Revolución de precios» anunciada por cualguier pequeño comercio?

Precisamente, e n Espali a llevamos un tiempo saturados de revoluciones. Suelen ser revoluciones sociales o cu lturales (éche­se un vis tazo a las páginas especializadas de cualguier periódi­co, donde se podrán e nco ntra r dos o tres libros y o tras tantas películas que, al decir de sus comentaristas, revolucionan lo que, hasta ese momento, venía siendo una repetición de ideas gasta­das) o. sobre todo, económicas, con privatizaciones, alianzas, fusion es y meteóricas sali das a bolsa que revol ucio nan varias ve­ces al día nuestra infraestructura económica. Sin embargo, y

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hasta hace Illuy pocas fechas, la palabra «revolución» estaba poco menos que proscrita del vocabulario de los grandes partidos es­pailoles. Fue empleadísima al principio de la década de los Se­tenta (cuando hasta el régimen tenía su «revolución pendiente,. ), pero a partir de 1977. con las primeras elecciones democráti. cas, perdió su escaño en el Parnaso político de las palabras ho­norables.

No tengo muy claro el porqué de ese abandono. Quizás no era muy lógico esforzarse por lograr una Constitución pluralista, aceptada por el mayor núm ero de partidos y grupos sociales po­sibles y seguir hablando de «revolución », Por eso, las palabras de moda eran «consenso», «diálogo», «pacto» y expresiones si· milares. No cabe descartar que también pesara en conLI-a de tal término la lucha electoral por la gran masa de votantes mode­rados o cenLristas, reacios tanto al inmovilismo como al radica­lismo. Por último, el desprestigio social e n Espaiia de las «revo­lucion es» de Thatcher y Reagan debieron acabar por desalentar a tirios y troyanos, que a lo más que se atrevieron fue al empleo del original «cambio» y al menos afortunado «recambio»,

Pero si no estoy muy seguro de las razones para e l olvido de una palabra antaño prestigiosa, lo que no puedo explicar de ninguna manera es el porqué de su reciente vuelta al ruedo po­lítico, nada más y nada menos que de la mano de los dos prime­ros espadas a ndaluces. Hace unos meses, Teófila Martínez anun­ció su voluntad de realizar una revolución en la política andaluza y, la semana pasada, Manuel Chaves habló también de la nece­sidad ele realizar un a revolución. No me ha parecido que ambas afirmaciones hayan levantado especial preocupación entre los votan tes moderados, ni pasión en tre los más radicales, de ~on­d e deduzco que los ciudadanos han entendido que ambos polí­ticos usaban la palabra en lo que llamaremos su sentido «débil », de pequeilo cambio en la éüte política, muy lejos de su se ntido fuerte, de gran transformación del modelo social.

El nuevo apego de los políticos al término lo que sí ha con­firmado es que se u-ata de un concepto que es taba absolutamente

I Fabrizin E.I ~¡I\{\nlllle (l'

or la clase política española, tanto ~~ue Teófi.l~ abandonado p ta que la acepción pohuca del lel ­• . tener en cuen . ~ 1 1 MarLÍnez., stn .. tiene más de doscientos años de anuguec ac , minO «revoluc~~!n» 1 Cllaves de copiarle la idea. Sólo bajo el

do a [yanue 1 . e ha acusa . d ta palabra talismán pueden enlenc el s

d I o lVIdo e es ' Prisma e l d'data popular' de lo contrano, po-- es de a can 1 . , ~ 1 las declaraciOn l ' humor con el que se LOm o aquel a

-se con e mIsmo . , l ' dría o LOmal d Al Gare cuando se atribuyo a tn-ramosa metcdura de pata e

'0'11 de Inlernet. "eIlCl

- POLÍTICA LINGüíSTICA: HABLA BIEN, HABLA ANDALUZ 2

El País Andalucía, 26 de diciembre de 1999

YENDO a ninguna parte me e nco ntré el otro día con un gru­po de personas, convocadas por Nación Andaluza, que se ma­

nifestaban en contra ele Canal Sur porque no promociona el ha­bla andaluza, tal y como le exige su Ley de creación. Siempre he sido muy reacio a la campaila «Habla bien, habla andaluz» y, en general, a cualquier Lipa de polÍlica lingü ística que vaya melS' allá de la consideració n de la lengua como un de recho individ ual. La inmersión lingüística, la obligación de denominar a las empresas en el idioma ofi cial, la prohibición de comercializar ObjcLOs con palabras cx uanjeras cuando se les pueda nombrar con palabras vernáculas y otras muchas técnicas si mil ares, que priman lo co­lectivo sobre lo individual, me producen u n instintivo rechazo, por más que se trate de disposiciones empleadas en países de gran ra igambre democrática como Cataluiia, Quc bec y Francia y por más que un lingüista de la talla de Lázaro Carreter proponga C]ue se adopten medidas legales para derender el castellano.

Sin embargo, ese día estaba especialmente dispues to a cam­biar de opinión, como el náufrago aleo que en medio de la tor­mema descubre su fe, porque llevaba media maliana navegando por las tiendas de Granada en busca de tinos pantalones d e de­terminada marca, si n más resul tado que las con ti nuas negativas

2 Este anículo obtuvo el 1 Premio Aljabibe de artículos peri odísti cos (febrero 200 1).

Agzulill 1/ui: l1alJlfllQ

de los empleados, pronunciadas siempre con una impecable dic­ción madrileña. Ya sé que tampoco los tendrían (o peor: no me quedarían bien) si me hubieran hablado en nuestro áspero gra­nadino, pero después de casi un mes fuera de casa uno anhela que le hablen con su mismo acento. Además, ha sido un mes en el que, dando tumbos por Andalucía, se me han acumulado las anécdotas sobre el particular: en Málaga, sorprendido porque to­dos los alumnos de una reputada escuela de hostelería hablaban fino, le pregunté al director por la causa de la masiva presencia de castellan os y me respondió que la gran mayoría eran andalu_ ces, pero que se esforzaban por «hablar bien»; en Cádiz, una lo­cuto ra de una radio pública me contó que cuando empezó a tra­bajar, hace unos diez allos, la obligaron a desprenderse de su seseo a base de practicar con un lápiz debajo de la lengua; por úlLimo, en Sevilla unajueza de prosodia vallisoletana me confesó que ha­bía perdido su habla natal estudiando las oposiciones porque su preparador la convenció de que «quedaba mucho mejor» expli­car eljuicio de menor cuantía en castellano que en andaluz.

Cuatro anécdotas y una manifestación son demasiado, in­cluso para un recalcitrante antiprohibicionista como yo, así que de pronto tomé conci encia de que algo habría que hacer para defender el andaluz. Desde luego, mi conversión no ha ido tan lejos como para pedir que en las oposiciones se puntúe más a quien hable andaluz o que se reimplante la censura de los li­bros de texto -felizmente abolida por Pezzi- para cambiar las palabras castellanas por las andaluzas, al es tilo de aquel Conse­jero que obligó a escribir «babuchas» en lugar de «zapatillas» , segú n ha contado alguna vez Muñoz Malina. Ni siquiera llego a pedir que se fomen te el andaluz en los medios de radiodifusión (no vaya a ser que eso sirva para impedir la llegada de profesio­nales foráneos) ; pero sí que me gustaría que los poderes públi· cos ayudaran a extirpar lo que es un muy difundido estereotipo y que está en la base de los cuatro comportamientos que he con· tado: e l acento a ndaluz como pro,totípico de personajes poco educados, pueblerinos, socialmente inferiores; algo, por tanto, que es mejor no usar cuando se está ante extrallos. Ahí sí que puede echar una mano Canal Sur. Aunque el grueso de la tarea

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. . de todos los andaluces Y consisle en quitar-responsabllidad l ' d ·nferioridad que todavía man-

es . cierto comp eJo el 1 os de encuna l bl fino Se trata simplemenle, (e

¡1 • a los que la an t . · , ~ 700 teoei1lOS flenle d. Gonzalo de Berceo hace ya mas de seguir la receta que ~o . de usar el román paladino, que .. hay que ave l gonzal se .

(\Oos. nO l l pueblo fablar a su veZll1O». eS como «sue e e

lA POLÍTICA COMO NEGOCIO

El País Andalucía, 28 de octubre de 1999

G IL, Grupo Indepe ndi e nte Liberal, necesita Altos Eje­« cu tivos, profesionales con preparación política [ ... J». Hojeando las páginas salmó n de ofenas de empleo de El País me he topado con este anuncio que , de re pente, me h a desve­lado lo que me parece e l rasgo más carac terístico del GIL Y que hasta ese momento, no acababa de vislu mbrar. Creo que lo típi­co de es te partido no es la demagogia de su fundador-p ro pie ta­rio, ni su tendencia autoritaria, ni sus méLOdos poco onodoxos para gestionar los poderes locales (tan poco o rtodoxos qu e an­les o después posiblemente supondrán el fin de su carrera polí­tica, vía condena judicial). Lo lípico de l GIL es algo previo a todo eso y quizás tan eviden te que no se suele seii.alar: su con­cepción de la polÍlica como negocio y la del partido, C0111 0 em­presa. Desde las primeras declaraciones de Jesús Gil, dic iendo que se prese n taba a las elecciones de Marbella para salvar sus empresas y su «somos un partido geslor, sin ideología)), hasta la reciente dimisión de varios concejales gili stas de Ayunlami en­lOS en los que es tán en la oposición porque no ganaba n sufi­cien te dinero, las hemerotecas están ll e nas de pruebas d e esa form a de pensar.

Aunque a J esús Gil se le pueda tach ar ele personaje de otra época, su idea ele la políLica C01110 negocio es algo nuevo, e n claro enfren tamiento con la concepción de la políLica como ser­vicio públi co. Se podrá argumeluar que no es ninguna idea ori-

ginal , que ya en e l Catecismo de los Industriales, Saint-Simon defendía en 1823 que los empresarios se encargaran de los ne­gocios públicos, porque habían demostrado su valía en los pri, vados. Igualmente se dirá que Anthony Downs y su escuela lle­van ya cuarenta años aplicando análisi s económicos a la democracia. Incluso en España hay quien ha considerado que los grandes partidos son empresas cuyos Comités Ejecutivos ac­tüan como consejos de administración que incremenlan o re­ducen plantillas segün les vaya en el mercado políLico. Sin em­bargo, hasta donde conozco, no hay ningún otro panido, ni dentro ni fuera de Espaiia, que él mismo haya asumido expre­samente la idea de la políLica como negocio, por más que aquí y allá algunos empresarios hayan dado el salto al mundo políti­co, incluso fundando sus propios partidos (Silvia Berlusconi y Ross Perot son los dos ejemplos que me vienen a la cabeza) y por más que muchas personas hayan hecho de la política su for­ma de vida.

Precisamente, creo que buena parte de la fuerza del GIL tie ne su origen en el desfase entre el ideal socialmente domi­nanle de la política como servicio público y la opinión, tan di­fundida, de que los políticos sólo buscan su provecho particu­lar: el GIL viene a decirle a los electores que ellos no esconden su interés de hacer negocio, como los demás; pe ro que, a cam­bio , ofrecen la eficacia de una empresa privada que resue lve los problemas locales (em pezando por la limpieza y la seguri­dad). Cualquiera que haya tenido ocasión de hablar con vo­tanles del GIL habrá observado no sólo que no les importan los métodos heterodoxos para resolver la inseguridad ciudada­na, sino que ante lo evidente de sus prácticas ilegales, con más de 60 denuncias ante los Tribunales, se encojen de hombros y añaden una frase del tipo «los otros robaban más y encima 'no hacían nada».

Por eso, la tác tica de enfrentarse al GIL acusándolo de co­rrupto ha dado tampoco resultado en las últimas elecciones lo­cales, como demuestra que ha sido el partido más votado en casi todos los municipios en los que se ha presentado. Las coa-

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le el aso a algunas Alcaldías , es poselecLOrales para cortar d Patro años si los nuevos

licJOn .. dada dentro e cu Cden na se rVll en. llen actuar de forma lal que,

pU .' les no cons1g . d obiernos muntClpa ruencia entre sus dec1araClones e

g rimero, muestren u~~ conl~bliCO sus actuaciones concretas y, i.'\ política CO~1l0 serv1Cl~~~z esti~n ele los asuntoS l oca~es den-

después, reahcen l~na e 1 I'dg

d Diciéndolo con térmtnOS to-I t -lcta lega 1 a . l

de la mas es 1 del'l'o tarlo en las (os es-tro . b ' l GIL hay que lnados de MaxlWC d e;'paoder público, la de la legitimidad Y la [eras sustanCIa es e de la eficacia.

PRESIONES SOBRE LA PRENSA

El País Andalucía, 23 de agosto de 1999

H AY noLicias que uno tiene que leer dos o tres veces antes de capt.ar su verdadera dimensión, Sll significado oculto.

Así, po r ej emplo. I1'lC ha pasado con la reciente noticia sobre la carla que la Jul1ta de Pe rsonal de Correos y Tclégra ros de Gra­nada ha e nvi ado a los anunciantes de «El Batracio Amarillo » pi­diéndoles que retiren su publicidad de esa revis ta porque e n ella se había criticado la le ntitud de Correos de una fo rma que le parecía insultan te, Lo prime ro que uno piensa es que se U'ala

de un vulgar - y un tanto pueril- ataque a la libe rtad de ex­presión por parle ele laJunta de Personal; pero cuanclo se pien­sa más de te nidamente se cae e n la cuenta ele que el obje tivo latente de la J unta de Personal no e ra otro que dar un poco de publicidad tanto a Correos como El Ba/meto. ¿Por qué, si no, iban a poner por escri LO lo que el propio Presidente de la JlI1lla de Personal ha denominado una «forma de presión»? HasLa en Irán saben que esas cosas sólo se insinúan, pero nunca se escriben, como explicaba hace un par de días el director del ¡mil. News: . Como percibimos la atmósfera que nos rodea, tend emos a aULOcensurarnos y a evitar aque llos asuntos o enfoques que pue­den resul ta r espinosos; puede llamarlo una presió n indirec ta».

En un país tan democ rático como España esa presió n in­directa ni siquie ra existe, o cuando exis te es tan fácilm ente sos­layabl e como en e l caso de El Batracio; aunqu e él. veces tengo mis dudas, C0l110 cuando hace unos aiios coin cidi ó cieno fU-

lOO Agustín Hui! lIo/¡{rrlll

mor sobre el descontento de un o d e los primeros anunciantes del país con e l tratamiento que estaba recibiendo en la prensa con la desaparición de las noticias desfavorables sobre é l. Aguí los enfren tami entos directos con la libertad d e expresión no provienen tanto de los «pocleres fácu cos» (y no es poca prue­ba que este término está casi extinguido) y o tros grupos de pre­sión. como de personas concretas de carn e y hueso, que sien­ten m enospreciado su honor por alguna noti cia o algün anÍculo, para lo que el ordenamiento jurídico ofrece no po­cos remedios. Desde luego. no hay esa a.u.toconlención iraní por­que en España no existe ningún tema tabü. Si algunos asuntos quedan fuera del circu ito periodístico es porque la prensa o bien considera qu e no inte resan a los lecLOres, o bien piensa que hay un prestigio institucional que mantener, lo que expli· ca, por ejemplo, cieno vacío info rmativo sobre el Rey de Espa· ila , que ni siquiera aparece en un divertidísimo programa televisivo de gu iiiol es donde no faltan otros Jefes de Estado, como Bill Clinton y e l Papa.

Por eso, puede proclamarse que afortunadam ente hoy día España es un país de una consolidada formación democrática, en el que todo e l mundo respeta la independencia de la prensa (y ahora poco nos impona que muchos periódicos tengan su propia queren.cia por determinados partidos) y en e l que los pe­riodistas están dispuestos a denunciar cualquier intento de pre­sión, por muy indirecta y remota que sea, Así las cosas, podría pensarse que ya no necesitamos viejas leyes garantizadoras de esa independencia tal y como han pensado e l PP y CiU, que han modificado recientemente la Ley 31/1987, de ordenación de las telecomunicaciones, para suprimir el requisiLO de que las accio· nes de las sociedades propietarias de emisoras de radio sean nominativas, disposición que dificultaba e l tráfico comercia'l e impedía que se formaran importantes conglomerados empresa­riales capaces de competir con éxito en el mundializado merca­do de los medios de comunicación, tal y como está haciendo Telefónica, Sin embargo, personalmente no termino de ser tan confiado y pienso que todas las medidas que se lomen para de­fender la independencia de la prensa son pocas, comenzando

El síndroflle de Fabrizio 10 1

or la elemental cautela de saber quienes son su~ dueños, si· p .. sea por la sencilla razón de que pocos mediOS de com u-qUlela I ,", C

, ,1 son capaces de hacer lo que - ademas de cllLtcal a 0-n@=n . . .. rreos- ha hecho El BatTacio: publicar una lusLOnela cntIcando

a su propio director,

- - - - --------'"

LOS EXTRANJEROS Y LA FUN CIÓN PÚBLICA

Ideal, 23 de julio de J 999

e ADA d ía d e este (¡}timo año d el mil e nio n os trae una noti· cia sobre las pe nalidades d e los ex tranj e ros ex tracamu­

nitarios en España: desd e la de negación ele ate nció n sanita ri a a algu nos niños h as ta una carga p olicial enJaén , pasando po r un despido masivo ele 30 emigrantes en Alm erÍa y las p en osas COI1-

diciones de los centros de acogida, por no habl ar de l goteo de ahogados al intentar cruzar e l Es trecho. Sin duda, tod as estas noticias son epife nómenos de l gran problema d e Euro pa: cómo in tegrar en nuestra sociedad la ávala nch a de ex tracomunitari os que recalan en nuestro te rritorio en busca de unas mejores con­diciones de vida.

Frente a esta. o leada de personas que rompe en las fron teras europeas, más una emigración de pueblos que de individuos ais l a~

dos, podemos aClUar a la defensiva, convirtiéndo nos - según la ex~

presión habitual- en una fortaleza, o bien de una manera activa, fomentando el desarrollo de esos pueblos, con medidas del Lipo del famoso 0'7 y de la polémica -pero efectiva- bajada de aran­celes agrarios. Hagamos lo que hagamos. nos e nroquemos e n una ac titud torpe o nos abramos inteligentemente. a la larga sólo cabe una solución justa: pennitir la e ntrada e n Europa a lodo el que lo desee porque ¿con qué fuerza moral se puede impedir a una per­Sona que viva d onde quiera? En esta econ omía global del fin del milenio, las barreras es tatales a los movimientos d e capital son casi inexistentes, después se desman telará n las fronteras para los bie~

nes y selvicios, lal y como propugna la Organización Mundial de Comercio, y más tarde Uegará el turno, ineluctable, de la caída de las barreras para las personas. Las «cuatro libertades» de la Unión Europea (libre circulación de bienes, personas, servicios y capila_ les) acabarán siendo libertades del Mundo.

Pero mientras se alcanza ese estadio Superior del desarro_ llo de la Humanidad, que no parece que esté a la vuelta de la esqu ina, España puede adop tar medidas para mejorar la situa_ ción de los ex tranjeros en nuestro país, a lgunas tan espectacu_ lares como la propuesta del Ministro de San idad de facilitar do­cumentació n a todos los emigrantes -legales o no- para que puedan recibir atención sanitaria, o la reciente recomendación de modificar la Cons titución para que garanti ce «explíci tamen_ te la igua ldad de todos los individuos suj etos a sujurisdicción, y no sólo españoles)} que ha realizado la Comisión Europea COn­tra el racismo y la intole rancia del Consejo de Europa. La bon­dad de ambas medidas me ofrece pocas dudas, aunque tengo para mí que el flan co consti tucional lo tenemos razonablemen_ te cubi erto, sobre todo desde que la Sentencia del Tribunal Cons­titucional 11 5/1987, de 7 de julio, declarara apli cable directa­mente a los extranj eros la mayoría de los derechos reconocidos en la Constitución.

Otra opinión merece la legislación ordin aria, donde es po­sible hacer muchas mejoras, como afirmaron todos los partidos en junio de 1998 cuando tomaron en consideración un a propo­sición de le)' de Iniciativa por Cataluña-Partido Democrático de la Nueva Izq uierda para reformar la Ley de ex tra'1ie ría de 1985. Del variado contenido de es ta proposición de ley, quizás la pro­puesta que más incidencia práctica pueda tener sea la Supresión del permiso de trabajo; pero como se trata de una cuestión de g ran complejidad técnica, sobre la que se hace difíci l opinar a un lego como yo, me cen traré en un punto residual de la pro­posición, de cierta importancia para el Derecho Político: el pun­to quin ce de la iniciativa propone que los extranjeros residen­tes de forma permanente en España puedan «acceder a la ofena pública de empleo del personal al servici o de las Aclmin istracio-

. d me de Fabril.io El Sin fU

. -·0 O laboral de acuerdo con los princi-'l· funclOmu I , . bl .. nes Pub Icas, d· Idad mérito capaCidad y pu lCI-

. t lCionales e ¡gua" ~ 1 pio

s eonS ll l E ni e l PP apoyan esta equiparación, basanc o,se

dad». NI el PSO . I s de otros Estados de la Un IOn . . uiera los naclOna e f en que m Slq. d _ latan amplio para acceder a la un-onoCIdo un e l ec 1 , .

tienen rec. . terprete como parece 10g1CO, q. ue ' 1 r a III aunque se m , , . ció n PU) IC , ,. 1 f ncionarios de Tegnnen co-fi ere Ulllcamente a os u d el texto se re l l. ~ nilitares y jueces (punto és te d u a-no incluye a po IClas, 1 t ) lllú:n)' . do que me aclaren los pro ponen es . que no he conseglll sO y

. 1 lranjeros en funciones Sin duda, admitir la ~resenclla (.~ e:

on la teoría clásica del

despropósito en re aClon l públicas es un , . .de en el pueblo español, só o le si la soberama I eSI d ESlado, porql d d sempeiiar funci o nes re lacio n{l as

Ponentes pue en e , sus COID ., de esa soberama, como muy .. al Estado emanaCIOn ~ 1 con el se rVICIO , d 1 Roma que en su a rucu o ' 1 tares del Trata o ce, , bien sabia n os au . I ., d tra baiadores no sena la libre CIrCU aCIOn e :J

48 declararon que I Admi nisu'ació n Pliblica». Sin em­aplicable «a los empl~os en a

ll d e l momento de revisar esta

- gun lo SI no ha ega o bargo, me pIe I ·do haciendo la julispruden-' n cierta forma la vem . leona, como e . . Comunidades, que ha restnn­eia del Tribunal deJusllcla dI e bIas , del artículo 48 del Tra tado

. . fi d de la pro 11 IClOn gido el Slglll Ica o .. a en el ejercicio de un po­a los empleos en los que se pa

l ru.clp das con el interés gene ral

'bl· funciones re aCIOna , der pu tea o en . ~.. \lris rudencia que ha sido ra­de las AdministracIOnes Pub!tca~,J P I L 17/ 1993, de

l· d en Espana medIante a ey zonablemente ap lca a d ' ·nados sectores de la run-.. b sobre acceso a etel1TIl 23 de dlCIem re, . d I demás Estados miembros ción pública de los naCIOnales e os de la Unió n Europea.

. .., - no falta n motivos para ampliar tan-En mi opullon, CI ea que d de r los euro-

' . a los que pue en acce lO el catalogo de cuel pos ( a todos los ex tranje-

. b _. d algunos puestos peos como a Ir a Ilen o . . l se exii a la nacio nalidad

' ·el· e por eJemp o, que :J

ros. ¿Que senU o LI en, .. d Ayun tamiento cuando para se r española para ~e r secre la ll~ . e d dano europeo? ¿Y por qué un Alcalde es sufiCien te con sel :1U . a l " una academia y no en

. uede ense nar ln g es en norteamen cano p . I (do no es e l de la ra-un ins ti tuto pliblico? Desde luego, e se n I

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cionalidad: si a la función pública se accede por mérito y c . . . apa. ciclad, no es muy inteligente permitir que gente preparada se quede flle l~ por ~I sólo hecho de ser residentes extranj e ros. Otro lanLQ podna deCir desde la perspectiva de la integració n social esa que lodos defendemos en abstracto. '

La Cons titu ción no es un obstáculo para que los extran'e. ros puedan ~er fu ncionarios, pues si bien es verdad que decl;ra que e l trabajO es un derecho y un deber de los españoles, sólo excll~ye a los eX L~'anjeros de los derechos políticos, pero nada pro l~ lbe so bre sl1 wgr:,so en la [u nción pública, de tal forma que se ,lI ata de ~lna cuestJOn que la Ley puede regu lar li bremente. EllIlconvemente más re levante que se me ocurre consiste en 1

d - o que po rIamos llamar un a situació n de desequi librio para I - os espano les: mien tras España reconocería generosamen te el ac. :eso de los ex tranjeros a la fu nción pública, casi ningún Otro E:t~do (me parece que los EE. UU., Canadá y pocos más) trata­na Igual a los espailoles. La objeción no es decisiva, es más, se puede salvar Con e l simple expediente de exigi r la reciprocidad. Claro que quizás, cuando todavía nos mantenemos en unas co­t~s de paro muy superiores a las europeas, habría que echar un vlsta~o a la perspectiva eIectoral:¿qué opinarían los millares el e o.posltores (y v?tantes) de una medida que aum en ta e l poten­CIal ele com petIdores? Me temo que IC-PDNI tiene d ifíci l sacar ~de l allte su propuesta, a pesar de que se trata de una medida

Justa para los ex tranjeros y (¡til para el buen funcionam iento de los servicios pllbli cos.

ATAJOS LEGISLATIVOS

El Correo de Andalucía, 19 de Julio de 1999

EL procedimiento para elabo rar Ulla Ley en las Cortes Ge­nerales es un cami no largo y pesado, tanto que suele pasar

más de un a ii o desde que el te lediario nos informa de que e l Gobierno ha aprobado «una ley» y su publicació n en e l Boletín Oficial del Estado. Para lograr reducir es te plazo, la Constitu­ción prevé una gran variedad de atajos, sin parangón en e l De­recho Comparado, como son la aprobación en lectura lmica, la aprobación por una Comisión y el trámite de urge ncia; incluso orrece al Gobierno un vehículo supersónico para recorrer en un día la larga distancia que le separa del BOE: el Decreto-Ley.

Gracias a estos procedimientos y a la frené tica actividad de los parlamentarios, Lodos los años se aprueban casi c!~ n no!:mas con rango de ley (81, e l año pasado), haciendo as! Iluso na la idea de Tomas Moro de que no hay que «encadenar» a los hom­bres con muchas leyes. imposibles de leer y comprender. Sin embargo, nuestra «legislación motori zada» no es suficien te para hacer frente a la endiablada velocidad del mundo moderno, que necesita ser regulado consk'lntemen te. Por eso, los znj}ndores del Gobierno se afanan por encontrar nuevas atajos que permitan recorrer lo más rápidamente posible e l camino legislativo. Una vieja receta consiste en ap rovechar un proyec to de ley sobre un a maleria cualqui era para introduci r una disposició n adicional modificando o tra ley sobre materia similar. Más mode rna es la técnica de aprovechar la preferencia de paso que tiene el Pro·

to8

yecto d e Ley de Presupues tos para incluir e n é l Lodo lipo d e . . ~ l · 1 . l e o~rlllas eg~J s ~ tlvas. Sin embargo, e l Tribunal Constitucio nal fre_

no esa practica al exigir que en esa Ley sólo se incluyeran el PresupuesLO y sus mate rias conexas.

Claro que el Tribun al Cons titucional nada di io sobre la .bT . " ' po­

SI I ¡dad de. tram itar ~l. ~nismo ti empo que la Ley de Presupu es_ tos, en la misma comlSlOn y co n su misma cele ridad, OLra ley en la que se reformen todos los asunLos que se es tim en de in eludi­bl e reforma en los ámbi tos fiscal, admin istrativo y social. Aun­que desde que surgió la primera «Ley de acompaii.am iento» (la 23/ 1993) no han faltado juristas que han considerado que se tra ta de un fraude constitucional, la idea parece buena para res­p~n~er ~ ~I as demandas sociales. Es más, desd e el pasado año la lIamllaClOn de la Ley de acompailamiento tiene un efec to cola. te ra l muy be néfico, que es la revalorización d el Senado. siem­pre co nside rado una Cáma ra poco útil.

Este efe~to beneficioso para el Senado se ha producido bus. cando abreVIar todavía más el tiempo de respuesta legislativa a l ~s proble mas sociales. El caso fue el siguiente: a mitad de no. vlembre pa:ado: cuando se es taba discutiendo e l proyec to de ley cl~ ac~mpanamle.nLO e n e l Congreso, el Gobi e rno advirtió que e l a .1Il gente modificar las nuevas fo rmas d e ges tió n del sistema naCio nal de salud que había e,s tablecido la Ley 15/1997 y algún agl~do za/Jador leglsla uvo penso que se podría aprovechar el paso pOI el Senado de l proyecto de Ley de acompañamiento para re­f? rma r la Ley d e sanidad . Di cho y hecho: el PP logró por esa vta regular las fundaciones públicas sanitarias, consiguie nd o de una tacad~ el do bl e o bje tivo de resolver rápidamente un pro. 1~ l em a socIa l y dar una función al Senado. Pe ro la oposición, s~emp.r~ escrupulosa. pro testó por lo que conside ró que era una :1~ I~clOn de la .Co ~~ti tución , que exige qu e los proyectos de ley 1_I11Cten su lramllaClOll en el Congreso. Personalmente tengo que l econoc~r que, a. pesar de ser favorable a estas fundaciones, por un ~xceslvo pruflto co nstitucional pensé que la o posició n tenía razon , que si se que ría aíi.adir o nce párrafos a la Ley de san idad

El ~índfunH! de Fahr i ~.io 1°9

lo constill.lcional e ra presentar un pr~~ecto de ley y no un a e n· mienda a la Ley de acompañamiento.

Pero comprendo que las necesidades de regular la vida mo· derna son cada vez más perentorias. Así que una vez d escubie r­ta esta trocha senatori al para recortar el to rtuoso camin o Icgis· lauvo, solo cabe congratularse de e lla y aplicarla cada vez que sea conveniente. Por ej emplo, si se descubre que es un dispara· le que las acciones de las empresas de radio sean n omin a tivas, pues se aprovech a que la tramitación del proyec to d e, la Ley de la televisión sin fronte ras está muy avanzada (despues de dar· mitar desde mayo de 1996) para enmendarlo e n e l Senaclo y modificar la Ley 31/1987. de ord enación de las telecomunica­ciones. Aunque el PSOE, IU Y el PNV han señalado que eso es aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, lo cien o es que de esa forma se ha logrado d ar respuesta a una gra n demanda social, como demuestra que, al día siguiente de aprob arse en el Congreso el proyecto de ley, Telefónica anunciara la compra de Onda Cero y Cadena Voz, sin poder esp erar siquie ra a que la ley entrara e n vigor co n su publicación en el EOE.

Como la ciencia avanza que es una barbaridad, no me cabe duda de que pronto se inventarán nuevas formas d e tramitar más rápidamente los proyectos de ley. Una de ellas podría se r la tramitación al mismo ritmo acelerado d e la Ley d e Presupues­toS y con los a tajos senatori ales que sean necesari os una ((Ley anual de modificación del ordenamiento jur ídico» con la que, de una tacada. se cambie todo lo que se haya que cambiar; téc­nica que recomendaría si no fue ra por culpa d e unos cuan tos prejuicios, entre los que no es e l menor la anticuada idea ilus· u-ada de considerar que e l procedimien to legisla tivo, con su luz y sus taquígrafos, es un a garantía de la democracia.

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NOBLEZA OBLIGA

El País Andalucía, 8 de diciemb,-e de 1998

ENTRE las much as no ticias d e Tribunales que nos traen los

pe riódicos, aparecen de vez e n cuando re fe re ncias a jui­cios so bre derechos de sucesión en los tíllllos no bilia rios. NOI'· mal mente, la controversia se o rigina po rque una mujer impug­na el mej o r de recho de su hermano, más j oven , a h e redar un ULUlo, alegando que la tradicio nal prefe re ncia d el hombre so­bre la muje r es una discriminación incompatible con la igualdad constiwcional. No faltan situacio nes tan cu riosas como la que pu­blicaba este pe riódico recien temen te: Lía y sobrina, defendidas ambas por letradas, han mantenido opin iones contrapuestas en unjuzgado de SevWa sobre si la prefere ncia del va rón p ara he re­dar no sé qué condado violaba o no la Constitución.

Como e l conciso es tilo p eriodístico no pe rmite las inte rmi­nables puntualizaciones de los juristas, la noticia se Litulaba de forma algo inexac ta: «U n juez prima la varo nía en la sllcesión de un condado». A decir verdad , el juez se limitó -como era su obligación- a aplicar la jurisprude ncia de l Tribuna l Cons li­llIcional sobre e l particul ar. Y ésta es extraordinariamente clara y, además, recie n te : en su Sentencia 127/ 1997, de 3 ele julio , el Te conside ra (por 9 votos con tra 3) que «la regla ele p refe re n­cia del varón sobre la mtu er e n igualdad de lín ea y g rad o, e n e l orde n regul a r d e las tra nsmi siones mOTlis causa d e tí tul os nobiliarios no es con trari a al aníc ulo 14 CE».

[1 2

Con es ta sen tencia, el Te quiebra la línea jurisprudencial del Tribunal Supremo que, desde hace unos años, venía estiman_ do que esa regla había que considerarla de rogada po r la Con" liwción. El Te basa su razon amie nto en admitir la Constitu. cio nalidad del Derecho nobiliario porque no es tablece nin gún privilegio pe rsona l sino que es una «preemi nencia o pre rrogati. va de ho non,. un «símbo lo» sin contenido jurídico. Y una vez admitida la constitucionalidad de l De recho n obilia rio, admite tambi én la co nstitucio nalidad d e sus ele me ntos, e ntre los que se en cue n tran las reglas suceso rias. Es decir, el Te hace suya la teoría de que los d e rechos nobiliarios «sean como son o que no sean » (siT/l. ut slI.n t aut 110n sint).

Como jurista , me convencen más los razonamie ntos del Tri­bunal Supremo y los de los vo tos particulares de la se nte ncia de l Constitucion al. Resumié ndolos LOscame nte, diré que la pre­fe re ncia de l varó n sobre la muje r e n los títulos sucesorios es una de esas discri m inaciones histó ri cas que n o puede n superar el más ben évolo «test de razo nabilidad », empleado p ara admitir o rechazar cualquie r dife re ncia d e trato. No aplicar ese test a los compo ne n tes de un sec tor del o rde namie n to jurídico , afirm an­d o que e n su conjunto es constitucional, supone crear una»zona fra nca» e n la que no rigen las normas constitucion ales.

Ahora bie n, como jurista soiiador y amigo d e las divagacio­nes, la verdad es que me a trae la di co tomía de mantene r el de­recho nobiliario tal cual o e limina rlo. Me atrae tanto que casi me atrevería a buscar a rgume ntos para d efende r la segunda al­ternativa, su eliminaci ón, come nzando por su escaso apoyo cons­titucion al: el artículo 62 de la Constitución , que a tribtiye al Rey la concesión de «ho no res y distinciones con arreglo a las leyes». ¿De verdad se colige de esa frase u na autorización para saltarse e l principio de igualdad y permitir que una persona, po r el sim, pIe hech o del nacimie nto, reciba la «preemin e ncia de h onor» d e un título nobiliario? Muy al contrario, se pod ría decir que un a in terp re tación sistemá tica del artículo 62 de la Constitución sólo auto riza al Rey, refre ndado por e l Preside nte del C obier-

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__ . _ títulos nobiliarios siempre que n~ sean h e redita­nO, a aUlbll

l1l

oncedidos a sus dos hijas , po r C1e rLO). , (como os c nOs

d " do la co nstiLUCion alidad d e he red ar los

'm a mI uen , [ ' Pero at . .' I grados I)or u n antep asado, n a es a-

dIStInCIOnes» o . . ' . honores y . ' l al'ldad d e los ac tuales pnnClplOS que

.' 1 co nsU LUCI01 eil adIUlu r a _ As' si se estimase que el principio d e mascu-rigen SU ~l e ren c~a . l~~d también h abría que es timar que i gu~l \i nidad vlOla la I?ua 1 ' .' C'lp 'IO de primoge nitura porque ¿cual

. . ton o es e p1ll1 d I de discn mma .' _ 1" / a tenga de recho a h e re ar e

, d que el pIune l lIJ O . . eS la razon e _ I de más no? El único cnte n o n o

d I padre/madi e Y os ' d . honor» e . __ es el ele pe nnitir que LO os . " -io que se me aCUIt e

discrllnmalOl . I ' t lo tal y como sucede e n la Re-d ' puedan usat e U u • . 1

los hefe el os . I . ón republicana que algUIe n 0)-, . Federal Alema na, so uCl .

pllbh,C~ plicable en un a mon arquía p arlamentana . jetara 1I1a ~

al-a refo rzar la posLUra ravo-b lelO argumen tos p ,

En fin , . u~ca l . , e los títulos n obiliarios, hasta m e atreve-rabIe a la eltmmaClO l1 dI , 1' alabras qu e un gra n cOl1slitu-

l' - a la n ob ez,l as p ( , . ría a ap teaI N' l ' Pe' 'CZ Serrano dedicó a cier ta be nemcnta , l' ta don ICO as l ' , . -

ClOna 1S , d ' lIad iniusta y anlidemocra uca, l e-. . ". «crea una eS1gua (:J _ !I1SUlllClOn . d ya a sus preté ntas razo nes

. . l ' tó rica n o respo n e ( nlil1lscenCla lIS, . speculaciones teóricas d e-

P . 1 e rdad es que mIS e. . de ser». . el o a v videncia d e que los títulos nobilianos es­ben rendirse an te la e t 'o De recho tanto que su

, . , _ e nlados e n nues I ' tán soh damen te as . las Partidas de Alfo nso X el

1 - e dete rm ll1a e n «orden regu al » S d ' ll o l'a a discutir tan ancestral y ve ne-

. osa e ve11lr a Sabw y no es c " al uie n tuvie ra dudas de sus razones rabie norma. Ademas, SI ~ g Il abrá n disipado

" d . 1 seguro que se e 1 de ser y de su u uhda SOCIa . E ' le AII) ', y , d lI a da de . uge l1la ( , ante el magnífico espec taculo e a ) _ . Francisco Rive ra , de la Duqu esa y ello1e l o.

- EL RELOJ CONSTITUCIONAL

Ideal, 5 de diciembm de 1998

DICEN los historiadores que la Edad contempo ránea espa­Ilo la parecía regida po r una «ley del péndulo» : nues tro

reloj histórico pasaba d e un extremo conservador a otro pro­gresista, sin encontrar el punto medio en el que pudie ran con­vivir las «dos Españas» que helaron el corazón a La rra, Macha­do y tantos otros hombres de buena volunwd. Afortunadamente, lras la muerte del Ge ne ral Franco los espaii.oles supi e ron cons­truir un marco general para desarrollar la actividad política, unas nonnas mínimas de convivencia, que han servido tanto para Lirios como troyanos, para que gobernaran un os lt otros sin ten er que cambiar las reglas del juego. sin tener que apelar a la viole ncia, simplemente aceptando la voluntad popul ar. Ese marco se llama, como todos sabemos, la Constitución Espaiiola de 1978.

Por eso, e l primer mérito de la Constitución consiste no tan­to en habe rse situado e n el punto medio de las opciones políti­cas, como en haber conseguido integradas a todas. Para decir toda la verdad , el mérito no es sólo de la propia Constitució n _ y de sus autores, cJaro- sino de la sociedad y d el conjunto de personas que, a falta de mejor término, d e no minamos los (( operadores jurídicos»: e mpezando por las Cortes Generales, los partidos políticos, los sindicatos, el Tribunal Constitucional, los tribunales ordinarios, etc. Todos ellos han tenido un com porta­miento más que aceptable, de lealtad constitucional, haci endo así posible veinte aiios de democracia, con independencia de

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algún que o tro fallo concreto, que no invalida es ta opinión ge­neral. Ya decía Savigny. hace casi doscientos años, que más im­portante que tener bue nas leyes e ra tener buenos inté rpretes que supie ra n aplicar las leyes de fo rma racional.

Así, ] 978 supuso la hora en que se resolvieron viej os coo­tenciosos co nstituci onales: la forma de la J efatura del Es tado las relaciones Igles ia-Estado, el papel d el ejérciLO, e l reconoci~ miento de los de re,chas fundamental es, la «cues tión social» y otros asuntos pareCIdos quedaron regulados en la Constitución d e una fo rma bastante aceptable para tod os . El desarrollo cons­titucional posterior ha consolidado la desactivación de esos gran­des mo tivos de división entre espalioles, por más que tuviéra­mos e l gran sobresalto del 23 de febrero de 1981 y por más que alguna qu e o tra cuestión menor haya pro ducid o algunas insatisfa ccio nes, como bien pudie ra ser - al menos en mi parti­cul ar o pinión- el hecho de que todavía se siga impartiendo en e l sis tema educativo de un Estado laico la asignatura «religión» y además se obligue, con e l respaldo de l Tribunal Supremo, a quien no quie ra recibirla a cursar una asignalUra alte rnativa.

1978 fu e también la hora en la que los constituyentes afronta­ron el tema más complicado ele nuestro tiempo: la arLiculación te­rritorial del poder político. Al igual que los constituyentes de 1931, no realizaron ellos mismos el mapa de los terri torios con poder po­lítico propio, segú n es habitual tanto en los Estados federales (EE.UU. y Alemania, por ejemplo) , como en los regionales (Ita­lia) . Optaron por una vía más compleja: reconocieron el derecho de las «nacio nalidades y regiones) a acceder a la autonomía, dise­ña ron varios procedimientos para realizar ese derecho y señalaron dos listas de competencias para que los Estatutos recogieran las que estimaran convenien tes. Deu'ás de esta autonomía a la carta latía lo que el admirado Tomás y Valiente denominó una «lógica de la dualidad»: frente a la alternativa de la Constitución de 1931, tener una gran autonomía o renunciar a ella, la de 1978 pe lmitía unas Comunidades autónomas de Plimer grado (o políticas) y otras de segundo (o administrativas). El modelo dual no se pudo desplegar porque Andalucía no lo pennitió ya que se constituyó en COlTIuni-

..

El síndrollH' d(! Fabrizitl

dad Autónoma de ptimer grado, lo que dio ~ugar .a C"]ue tras e ~la Valencia Y Canalias, plimero, y todas las demas reglOnes, despues,

por el modelo de autonomía política, de tal forma que el optaran ,_. _. . Tdbunal Constitucional ha podido senalar que las chfclenclas en-. Comunidades Autónomas son de grado, no dc naturaleza, y que

ue ;. ; I o si na existe un «principio de igualdad» autonOmlCO, SI quc 1ay un

¡(de homogeneidad».

Para lograr la autonomía plena, Andalucía recorrió el tonuo­so camino del artículo 151. Al principio, comenzaron a andarlo Lo­dos los panidosjuntos (precisamente esta misma semana se acaba

d e lebrar e l 20 aniversario de l primer paso, e l Pacto de e c _ Antequera) , pero pronto la UCD y ~ pre~:-ieron I~ ~u.to~10m l a lenta, con lo que el referéndum de rauficaclOn de la IlllcmUva au­tonómica de 28 de febrero de 1980 se convirtió en un momento cl11cial para el futuro de Andalucía y de Espaila entera. Afonuna­damente, en el 28-F Andalucía dijo sí y lo hizo en todas y cada una de sus provincias. Y recuerdo esta obviedad porque me he cnco~1-llCldo con algunos jóvenes alumnos que pensaban que en Alme,na se vo tó que no, cuando 11 8. 186 volantes dieron su voto afirmauvo [rente a sólo 11.092 en contra. OUcl cosa es que no se alcanzara el 50% del total del censo de la población almeriense, lo que obligó a un complicadísimo encrDe de bolillos jurídico. La ~ifi cultad de alcanzar este quórum tenitorializado tan alto se a~reCla record~n­do que no se alcan zó en sie te provincias en el referendum con~ulU­cional del 6 de diciembre de 1978, sin afectar por ello a su vabdez.

Pero volvamos a las cuestiones generales. Decíamos que la Constitución espailola ha permitido la alternancia políti~~, ha ga­ran tizado los derechos de todos los ciudadanos y ha faCllttado el autogobierno de las nacionalidades y regiones como nunca an tes lo había conseguido ningÍln o u'o texto jurídico. Es más, el amplí­simo proceso de descentralización política lo ha hecho en un bre­ve plazo de tiempo sin igual en el Derecho con~parado" c~mo. a veces recuerdan algunos italianos y belgas con Cierta envlcha. Sm embargo, veinte años después, nos encontramos con que dentr? de España abundan las propuestas de refonnar el Estado autono­mico, se habla de un nuevo proceso constituyente, de una segun-

II8

da transición, e tc. Con esas e _ . (culminar el proceso a uto _ ~pleSlOn es ti otras más comed idas 1 11 0111 1CO por e iemplo) 1 . lay una concie ncia gene' r .. d' :J • o CIeno es qll l· ·' b . - la IZd a de que hace [; 1 . < e

( lSUI UCJo n territorial el I 1 .. a la I Cl o nnar 1 e poe el' polI lleo. a

El reloj constitucion al ha COl1 s UITI'd

gue y la consolidación de las allt : o las ho ras del desplie. 1 . d ~ On OlTI l aS y está !TI' 1 101 a e la reforma Es e,' '1 I al caoe o ya la el . l aCJ lacer tina . 1 '. eben ser revisados: la ccm '" l e ,aclOll de temas que

papel de las Comunidades POSllclUon ,): funCiones del Senado, el n . en a ilIon Euro l ' lIlanc¡ación, e tc. Otra pea, e SIstema de

Cosa es que hal'a 1I " sobre las soluciones que cad . n 1ll1ll1ITIO ele acuerdo l e a lino reqUie re La

( e es tas discrepancias I'ad' . < ca lisa principal lca en que eS l

atravesados por una eue u' ~ os temas sec toriales SOn r S on general ' 'deb na ldades histó ricas una po ' . ~ , 'é ' en te ner las nacio_ mico o, por el contra rio t~~~lonl slllcgu lar ~n el Estado au tonó_ d ' as as OlTIuJlldad es 1 b e una posició n simil ar::> E t ' ' e e en gozar pre podemos (o qu er~l~O/) a ~I egunta es el árbol que no siem-

- vel e n lre toda la ha' d faJlla comparlid 'l sol' 1 '·d' l ~arasca e sobe-

l, leall ad IIlte rte'" " ' 1 ' Comunidades etc que s " IlIto Ila, Igualdad d e las

,. e apl eoa en los discursos políticos,

Los panidos Son los qu e tien en ' bre la reform a y Con test . 1 que pone lse de acuerdo 50-

al - e e un a fol' - . esa pregull ta , Q d , Illa tacILa o explícita_

ue a pal a el observad " mínima reflexión ' el 'd _ 01 IIlLe resado hacer un a

. aCuel o sera IJO '11 ' ta n una posición respons"' bl S' SI J e SI todos ell os adop-I n e, I po r el c , ,' ' _

e el consejo de Savign), S el ' , onua1lO,oIvlelandose , 1 ' e eJalan tentar por 1 1 -

plI'a d e los hechos dife ren ciales J .' a e e magogica es-tonces ha brían transform ad I y os _a~1 avlOS comparativos, en-

l oe gra n CXItO ca t ' , rcc 10 a la a utonomía el b ns ItuclOnal del e1e-d ' luna omba de re/o' ~

lIlamitando el Estado C ( ~en a que aca baría 1 . a mo hasta ahora I d

e e su responsabilidad 1 _ ( lan aelo muestras ya g un que Otro cxc

nado a consumo elec to 'al ' , eso pa rece más d esli-I I q ue a conVlCCIÓ - , arm ente Op timista sob ' n IIlUma, soy pani cu-

r l e nuestro futur " lorma que espero ql I C' o constitUcIonal, De tal

.. le a o nstl tución de ] 978 tia no rma fundamental ue ha ' ' , , que ya es nu es-de esta bilidad democráu,c

q PI eSldldo el períod o más largo

. ' a, Supere los 55 a - d . lItudón d e 1876 y I nos e vlela de la Cons-

, que o veamos todos n osotros,

- EL CONTROL JUDICIAL DE LAS PROMESAS ELECTORALES

Ideal, 14 de se/Jtiembre de 1998

ENTRE los muchos fenómenos sociales y económicos que es­tán transfo rmando nuestra visión tradi cio nal d e la políti­

ca, des taca la irrupción de los jueces e n lo que antes e ra consi­derado un espacio privativo de los políticos, exen to de contro l judicial. Hoy día podríamos decir, parafraseando a Clausewitz, que la justicia es la continuaci ón de la política por o U'OS me­dios, Visto d esde esta perspectiva, sólo me rece e logios que los políticos con tinúe n sus diferencias en los tribunales (sean es tos ordinarios, constitucionales o inte rn acio nal es) y no en los cam­pos de batalla, Otra cosa es, evidentemente, que lo que única­mente tiene sen tido como vía excepcional de resolución de con­nietos se trans[onne en un procedimiento cotidiano o que algunas perso nas se enroquen en sus cargos públicos para diferir sus res­ponsabilidades políticas a lo que decidan los tribunales,

Con sus ve nlaj as y sus inconve nie ntes, lo cierto es que la olajutliC'ialavanza imparable por todo e l mundo, como ha pues­to de relieve un reciente núme ro monográfico sobre el asu nto de la International Political Science Review, El con lrol ll ega a

zonas antalio inmunes en la mayoría de los países a cualquie r escrutinio judicial, como las leyes e laboradas por los Parlamen­lOS, ahora suje tas al control de cons titucionalidad, o cie rtas COI1-

ductas individuales realizadas en el eje rcicio de funciones pú­bl icas (como el secues tro de Segundo Marcy e n Espali a y el caso ele la sangre con tami nada en Francia),

120 AKIUfíl! l/ni: l1ubll'l/o

Sin e rn bargo. hay un ámbito po lítico que has ta ahora se en. cucntra muy pro tegido de esa ola y sobre el cual, siquiera como hipótesis algo d escabellada, me gustaría refl exionar: e l cumpli. miento - o e l incumplimiento, po r mej or decir- de las prome­sas electora les. Como todo el mundo sabe, la fó rmula de l man­claLO representativo. lípica de los sistemas parlamentarios, supone qu e los c iudadan os e ligen a lo s diputados y és tos, C0 l11 0

represe ntantes de l pueblo, actúan e n su nombre seg(m su leal sabe r )' ente nde r. En un Estado liberal , la lógi ca de es te com­po rtamiento es implacable: frente al mandato imperativo de los Parl amentos medieval es, donde los procurado res se limitaban a presen tar d emandas ante el Rey, el nuevo Parlamento se conci­be como un lugar e n el que se fija el rumbo del ES lad o adop­tando co mo mé todo de trabajo el d ebate y la n egociación .

Pe ro e n la actualidad los panidos son unos agentes inter­medios e n tre e l Parlam ento y los ciudad anos, «instrumento fun­da mental para la participación política», según d ecl ara el artí­culo 6 de nuestra Constitución. Los pa rtidos e labo ra n las listas elec torales, designan un candidato a la preside ncia del Gobier­no, ofrecen un programa elec toral , decide n qué debe n vo tar sus diputados, e tc. Dicho e n fonTIa telegráfica: los pa rtidos son los pro tago nistas exclusivos de la actividad política, de tal fo rm a que se ha co nsolidado la expresión «Estados de partidos», qu e aqui­la tara Rad bruch e n 1930, para designar la nueva fo rm a de orga­nización d emocrá tica del Es tado modern o.

Po r eso, cabe p reguntarse si tiene sentido seguir mantenien­do una in terpretación del mandato representa tivo, consagrado en e l a rt íc ul o 68.2 d e la Co nstituc ió n es p a ii. o la, e n té rmin os d ecimonónicos, como si los depositantes d e la confianza ciuda­dana fue ra n los d ipu tados y no los partidos, y si no sería mejor inte ntar su reinte rpre tación a la luz tanto del artículo 6 de la Cons­titución como de la realidad política, buscando a tri buir al pro­grama electoral alguna virtualidad jurídica. No sería la primera aclunüzación dc una venerable institución parlamen taria. Así la in­munidad ha pasado -gracias a la interpre tació n del Tribunal Conslitucional- de ser un privilegio de los diputados y senado-

El ~ílldrollle de Fabriú" 12 1

res para decidir si auto rizaban o no el procesam ien to de uno de ellos a poco menos que un trámi te formal en el Congreso y el

Senado.

Hasta donde conozco, e n ningún país del mundo se ha p ro­ducido un conlrol judicial sobre los progra mas e lec torales, d e tal forma que sigue ple namente vigente la idea de que cualquier promesa p olíti ca presente tiene un valor muy rela tivo e n e l fu­turo. Como ya dij era el Co nde de Romanones en la Res taura­ción : «en política Jam ás' significa hasta dentro d e un ra lO». Así que se puede ir po r ahí dicie ndo, entre otras cosas, que cuando se ganen las elecciones se van a n ombrar profesio nales ind epen­dientes para dirigir las e mpresas pübli cas (especialmen te RTVE), que se van a disminuir los altos cargos, que se van a volver a incluir en la fin anciación pública los medicamentos excluidos en 1993 Y luego hacerjusto lo contrario, sin que e l Derecho te n­ga nada que d ecir sobre tan flagrantes violacio nes de las pro­mesas eleclOrales.

Pero quizás en el futuro las cosas no sean as í y la o la judi­cial te rmine llegando ta mbién a es ta zona d e la políti ca. Po r lo pron to, ya se ha d ado un prime rísimo paso e n Can ad á: e n Vancouver, su Tribunal Supe rio r ha admitido a trámite la deman­da de un ciudadano conlra el nuevo jefe del Gobierno (ele l NDP. socialdemócrata) porque en su programa electoral prome tía que, si ganaba, elabo rar ía los presupuestos sin déficit y el prime ro que ha hecho tien e el considerable desequilibrio de 500 mill o­nes de dóla res. Es difícil que una demanda as í prospe re porque la coyuntura económica, la h erencia recibida (y d escon ocida has ta llegar al pod e r, claro) d el anterior Gobie rno y otras razo­nes similares pueden justificar el incumplimiento electoral; pero no dej a de ser un pr imer embate judicial contra un balua rte po­lítico inexpugnable .

El con trol de consti tucionalidad de las leyes, hoy común­mente aceptado y co nsiderado una pieza clave d e los Estados democráti cos, tuvo un fu e rte rechazo en sus ini cios, simboliza­do en la frase d e Gui zo t so bre lo poco que con él gan aba la po-

122

Jítka y lo mucho que lajudicatura d ' _ blica espal10la se habló del o· po la pelder. En la II Repúo • llesgo de que el T o· b I

uas Constitucionales insta! _ . 11 una de Caran. . . al a una «dlctadu' el I

se cuantas frases brillantes se e1'- . la e as togas». No tro1 judicial ele las promesasP~e~ltan. deCIr ~o~tra. el posible COn_ seguro de qu e pudiera ten' ojales, .nl slql1lera estoy muy [ el consecuenCias r . avorables; pe ro es una posibilid el ,po tUcas y sociales

placer intelectual de ¡magl" . ~ que m e lIenta por e l simple . nal como se la' '.

ucos para seducirnos a los 1 . s mgeJlJan an Jos poli-Aran llamó la demagogia : ec t~res 5111 cae r en lo que Raymond

. . . p OSltora · no hay p o·d a pOSte IOo no haya criticado d .. . alll o que en la

01 . eClSlones del G I . . que e mismo las hubiera ad d o ) Ierno sabIendo

opta o de es tar e n e l pode r.

- OPOSICIONES DISCRIMINATORIAS

El País Andalucía, 30 de junio de 1998

CON verdadera sorpresa he recibido la noticia ele una nueva discriminación d e los andaluces: en las oposiciones a fun­

cionarios de la Administración de Justicia convocadas para este aii.o se valorará especialmente el co nocimienLO del catalán , e l cuskera, el gall ego y el valenciano. Un Sindicato h a puesto el grito en el cielo ante tamaña injusti cia y ha di cho que se tra la de «lIn disparate que atenta gravemente co ntra la dignidad ele Andal ucía y de todos los andaluces», varios columnistas han teo­rizado sobre una di scriminación que nos conviene en ciudada­nos de segunda e incluso la edilorial d e un pe ri ódico ha ex ten­dido esta (, irregularidad ) al reSlo de oposiciones para la [unción pública y ha considerado que es «lodo un d cspropósiLO y una ofensa para Andalucía».

Casi imbuido por la pasió n justiciera d e desfacer agravios que moviera a Do n Quijote, me h e pues LO a buscar en el 130E la convocatoria de las suso di chas oposicio nes y lo que h e e n­contrado me ha e nvue lto en un mar d e dudas, basta nte dis­tante de las rotundas opini o nes e n su co ntra que hab ía leído . Si no me equivoco, las oposicion es que se critican so n las con­vocadas en e l llOE de l pasado 4 de diciembre (buena fec ha para ofende r a Andalucía, po r cieno) para los cuerpos de agen­tes, a uxiliares y oficiales de la Administración ele Justicia. Hay en es ta convocatoria un turn o libre y otro de promoción inte r­na. En el primero no advierto nada que atente co ntra la igual-

1 2 4

d ad d e los ciudada nos, y mucho me nos contra la dignidad de los an d aluces. Las tres oposicio nes valora n las le nguas autonó, micas de la misma fo rma: los aspiran tes que concurra n e n Un te rriLOrio co n le n gua pro pia podrán reali zar un te rcer ej erci. c io d e carác te r o ptativo que «sólo será aplicable e n e l ámbito de la Comunidad Autónoma respec tiva a los solos efectos de es tablecer e l nú mero e n la re lación de apro bados dentro del á mbiLO te rrito rial por el que co ncurre el aspirante». Pa rece una disposició n muy razonable , incluso mod e rada, porque no se ex ige e l catalán -por citar un ej empl o concre to- para ser funci o na rio de la Administració n d e Justicia e n Cataluil él , sino simpl em ente que los apro bados que lo conozcan o btendrán mejor pUCSLO e n e l escala fó n ,

Do nde se h a tomado la decisión po lé mica es e n el turno de

pro moció n intern a: entre los mé ritos que se valo ra n está el ca· nocimie nLO de idiomas extranj eros o «de lenguas ofi ciales pro­pias de las Comunidades Autónomas». ¿Es eso justo? Me temo que haría falta el bue n tino que tuvo San ch o Pan za juzgando e n su ínsula de Barataria para pode r pro nunciarse. Por un lado, no parece desca be llado conside ra r un mé rito e l con ocimiento de cualquie r le ngua distinta d el castellano, sin diferenciar si es extranj era o auton ómi ca, más si se recu e rda que e l Tribunal ConstilUcional estima que la tute la judicial efectiva aba rca in­cluso a los espailo les que in cumplan su debe r de conocer el cas­tellano; pe ro, po r o tro, es inn egable que el auxiliar catalán que opte por presenta rse e n Andalucía conseguirá un punto y me­dio que difícilmente tendrá n sus rivales andaluces, a los que no les co nsolará sabe r que esa punluación es sólo el 2'54 % de los 59 plintos que, como máxim o, se puede n obtener e n el concur· so de ascenso a oficial de justicia (y el 2% para accede r de agen le a auxiliar ). Si lo miramos desde e l lado del Derecho, creo que p odría pasar fácilmente e l tes t de razonabilidad que el Tribunal Con stitu c io nal empl ea pa ra ave ri g uar si un a m edida es discrimina toria, Si lo miramos socialme nte, es una injusticia pri· mar de esa forma a los catalanes que ' decidan concursar e n An­dalucía.

1 2 5

1 dado Por en [rascarme en la

d ' li 'me me 1a ' Incapaz d e eClC I ., ' 1 fin al me h a pasado como a don

el la convocato lla y a d . do agra-lectura e '. e caballe rías: he termina o vlen

Q ',;ote con los lIbIOS el el ' ' a 'Cuál pued e ser la

lllJ da paso e pagll1 . " , ~ a la igualdad en ca . '. 280 plllsacio nes ne tas» e n

\'10" \ 1 '(\ eXlgl1 « . base objetiva Y raZO~1 a, ) e pal 'ta res d el turno libre ele aUXI-\; Ináquina de escnbn' a l ~~o~:cStón inte rna? ¿Cómo es p osible liares Y sólo 220 a l~.sbde ~'l l cu erpo d e o fici ales tengan un aiU­

que los opositores 1 \e; t'no restringido esté n exentoS de cu al-

IJ\io programa y los d e Ul . ' olaS de tal form a que su opo-

, ., de sus conoo mle , . ' uie r venftcaClon 1 1 ') 'No es elisCl;mll1aton o

q ncm"So d e tras <le o, ( . sición es de Jacto un co , ciudadanos que funci onan os se cOl~-

qUe habie ndo much os mal s ' s restringidos que para los \¡­, l ' as para os tUlno

\'oquen mas p a l " 1',oguna pe rsona se nsata . , sindicato Ol 1 bres? Pero como I1lngun . . . . erá que dej e la lectura

d ' pOSICiones, meJol s . ' ' han criticado estas ,IS a a ser que te rmine con el JUlClD

)' abandone esas (lu tas, no vay_ . , s que «ni e l m esmo

el t 'an a r 1 azo n e perdido buscand o e:e ~ 1 s' resucitara para sólo ello».

, 'leles las desentran al3, I An sLO

- «CARMEN» EN BARCELONA

El País Andalucía, 24 de abril de 1998

ENTRE las lluvias, el frío y las procesiones que ha n copado l a

atención de la prensa esta Semana Santa, h a pasado casi in­advertida una noticia que ha levantado cierto revuel o en el mun­di llo cultural andaluz: la Generalitat ha prohibido a «La Cuadra» represen Lar la ópera «Carmen» en la Plaza d e toros de Barcelona porque incluye la lidia y ffiucne de un toro. La inevitable polé­mica que esta decisión ha originado causa no poca turbación en­tre quienes¡ como es mi caso, no sabemos muy bien de qué lado ponernos o -peor lodavía- vamos cam biando ele bando según se nos van ocurriendo razones, demostrando una confusión inte­lectual que sólo plledejustiúcarse con las palabras de Paul Valer)': «señora, yo no soy siempre de mi misrna opinión».

Por una parte, la prevención contra la arbitrariedad del po­der político hace que instintivamente se rechace cualquier pro­hibición de un acto cultural. Este sen timiento se refuerza con lo establecido e n la Co nstitución, que consagra tanto la liber­tad de expresión como la de creación cultural (an . 20.1), as í como la obligación de los poderes pliblicos de conservar y pro­teger el patrimonio cultural (art. 48). Pero, por otra parte, es­tos mandatos constitucionales no pueden ser un man to para re­cubri r cualquie r d esagu isado contra los a n imales, ante e l que el poder democrático deba permanecer impasi bl e; todavía recuer­do con espanto una «perfomance» del Festival Internacional de Teau'o d e Granada de hace cinco o seis años que consistía e n corlt1. rle e l cuello a unos gallos colgados de una cuerd a.

Si incl uso e l reciente Tratado de Amste rdam se p reocu a po r e l bienestar de los an imales, no parece mala idea prohi ~r un acto en e l que se mata un toro, al fin y a l cabo casi Un vesti_ gio de la Espaiia negra_ En este asunto , Cataluiia ha demoStra_ do una vez más que es la avan zad illa de la España moderna , desde 1988 goza de una ley de pro lección de an im ales y planta; que ha sido imitada po r muchas Comunidades, entre las que de momento no se encuentra Andalucía. La Direcció n de Juegos}' Espec táculos de la Generalita t ha confecci onado un sil ogismo perfeC lO en la aplicació n de esa Ley catalana 3/1988: a) su ani. cul o 4 p ro híbe los espectáculos en los qu e se maltrate a los ani­males, salvo las corridas de toros; b) en «Carmen», que no es un a corrida sin o una «ópera andaluza de corne tas y tambores. se mata un to ro; c) corolario: Carmen debe ser prohi bida. '

Sin embargo, este razonamiento debe ser e rró neo en algún punto po rque lleva al absurdo (dicho en puros té rminosjuríd i_ cos: ad absu.rdum l1emo fenet'ur) de admitir que en la plaza de lo­ros de Barcelo na se puedan lidiar seis to ros seguidos, pero esté prohibido hacer lo propio con uno só lo . Salvador Távora ha no­l.t1.do inteligentemente esta contradicción, pe ro ha propuesto una línea de defensa que probablem ente no sea la más adecuada, po rqu e no se puede ir muy lejos, jurídicamente hablando, Con el argum ento de que la legislació n ca talana no es apli cable a «Carm en ». El principio de territorialidad del Derecho obliga a conside rar que si esta «ópera )) se qui e re represe ntar en Barce­lo na tiene q ue someterse a la legislación catalana, po r mucho que se niegue que sea una «representació n tea tral al uso».

Me parece qu e la solución a nuestro absu rdo puede encon­tra rse den tro del propio derecho catalán y con ayuda del «Gog .. d e Giovanni Papini, que imaginaba un teatro en el que LOdo lo que se represen tara sucediera realmen te en el escenari o: eviden­temen te «Carmen» no es una corrida de toros, pero den tro de es ta «ó pera» se celebra una corrida de verdad , que a tenor del articulo 4 de la Ley catalana 3/1988 no se pod rá p ro hibi r si­como selialada Távora- cumpl e todos los requi sitos que la le­gislación taurin a exige pa ra la lidi a, empezando por represen-

• -'~l1lllt' dI' Fabriúo [1·)111)'

[29

o apropiado. Carece de toda lógica in terp retar . e en un cos 1 - 1 ~b

líll S

_ lana autoriza las co rridas de toros pero as pl O 11 e e la ley cata . - t 1

qtl . rtan en el marco de una represen taclOn tea ra . cuando se ¡nse

S· la razón j u rídica me ll eva, después de muchas. ideas y ve-1 .derar erró nea la decisión de la Generali tat, el gus-

lidas a cons! 1 ,. T I o . I ' 1 e refuerza todavía más esa conc U SlOl1. uve a op 1-

Persona m G I [O d d . Carmen" en el Pal acio de Congresos de ran ac a

lida e vel « • ~ 1 b tul _ el n e pareció que la oricrinal adaptaclo n de a o ra el ano pasa o y ! ( ü. 1'1 E s

. ría mucho representándose al cure I ) rc .. n un e -le 13lze t gana 1 c. ,. o tradicional el estruendo de la banda c e corne tas PaciO escemc , . , . 1 1 I ._

_ d hace r aiiorar la muslca mas calmelc él c e a 0 1 )' tambOles pue e ( queSla clásica.

- NUEVAS TÉCNICAS ELECTORALES

El País Andalucía, 21 de 1nmzo de 1998

SI es verdad. como dicen los expertos, que e l e lecto rado pres­ta cada vez me nos atención al mundo político. los partidos

deberían buscar fo rmas co mple menta rias al mitin , las cartas y la publicidad en los medios d e comunicación para transmitir sus mensajes elccLO rales. Pero has ta la fecha me parece que las in­novaciones que han reali zado no han tenido dem asiado éx i lO: las típicas cellas ame ri canas de confraternización no acaban de cuajar entre nosotros; la idea de algunos partidos d e visi tar a los abstencionistas, previamente identificados usando el censo electoral, fu e un patinazo supino y el reparto de víeleos gratui­lOS, además de ser carísimo , so lo sirve para qne se grabe n e n ellos cosas más entretenidas. Por eso, me imagin o a los planifi­cadores elecLOrales afanándose n o sólo en diseñar las campa ii as de imagen, sin o buscando también nuevas form as d e acercarse al electorado.

Para tene r éxito e n esta tarea, es muy bueno inspirarse e n otras sociedades de gra n capacidad d e innovació n , como puede ser la menospreciada l imitada Norteamérica, tal }' como haccn muchos líde res políticos; pero tampoco es mala idea observar lo que sucede e n pequeñas comunidades democráticas, si qui e­ra sea porque nadie h a puesto e n duela la invcn tiva de los gru­pos peque ños, magistrahnentc d emostrada por Schumac hcl' e n Lo peq~ueño es hermoso. Por eso, creo que las recientes elecciones al Claus tro de mi Unive rsidad ele Granada puede n propo rcio-

nar algunas pautas sobre las nuevas técnicas de difusión de los programas e lecto rales. Dej ando ah ora al ma rgen las caracterís_ ticas p ropi as de la t1~bu universitaria (como la divisió n del pro­fesorado e n «escuelas ~) y la con digna elaboración d e listas infor_ mal es). creo que e n estas eleccion es se han podido observar dos fe nó me nos nuevos. El p rim e ro ha sido la inte ligen te utili zación del correo e lectró nico po r parte d e algunos candidatos, tanto que ha termin ado supe rando ampliamente a la carta pe rsonal, trasnoch ad a e n la e ra de la ciberné tica. Po r su fácil empleo y peque ño coste, creo que esta técnica pasará pronto al acervo de todas las campañas e lecto rales.

La segunda innovación , mucho más o riginal, la han prota­goni zado varias asociaciones de estudiantes . Consiste en captar la atenció n de los vo tantes mediante la sutil es trategia de invi­tarl es a cerveza. Como e n e l lumin oso mediodía en el que pro­bé esta técnica no había nin gún candidato libre para explicar­me su programa, pude reOexionar tra nquilam ente sobre ella. Pero nada de lo que se me ocurría e ra aplicable al caso . Así, d escarté que fuera una reedici ón del mecanismo decim onónico d e la compra d e vo tos. Tampoco e ncontré ningún p recedente porque la propuesta más pa recida que conocía e ra la de un par­tido can adic nse - «El elefante», creo- que hace unos ailos pro­me tió ce rveza gratis p ara todos durante la seman a siguie nte a su victoria electoral. Alguien me sacó de mis divagaciones y me p uso sobre la pista de la fu erza de esta innovación : los ban i les de cerveza, e l mostrador, los vasos y todo e l mate ri al q ue había po r allí los había cedido ge ntilmente una marca de cerveza cuyo nombre estaba por to das pa rtes, a d eci r ve rdad basta n le más vi­sible q ue e l d e los organi zadores.

La cerveza gratis (<< la mejor salsa d el mundo es saber que otro paga» d ecíaJoyce) me ayudó a imaginar el futuro lle no de escen as tan surrealistas como el reparto de regalos de marca a los asis te ntes a un mitin o ruedas d e prensa con los políticos medio tapad os po r los nombres de las empresas pa troc inad oras. Sin duda, es comple tamente exagerad o sacar de esta anécdota granadina conclusiones so bre 10 inevitabl e de la privatización

El Silldro llll' (le F'Lbrh .io 133

I' l"ca pero me ha servido para reforzar m i cree ncia de de la po I I " . . , ..

1 debatidísima reforma d e la fin a nClaCIo n d e los pal udos que a' . fi

1,· s españoles n o debe ría abando nar el sistema de m an-pOIU CO • . , . . . , ública para cambiado por uno d e finan ClaClo n pnva-

claclon P . I N a para aho rrarnos los p roble mas am e ricanos con as

~" ay 1 " es empresariales y las dudas sobre las razones de ta o donaClon . . ;

cual decisión política , sino para no refo rzar lo que algunos leo-.' han denominado el «envilecimie n to del elector», la te n-II COS _ . d"

" \'o lar según los intereses pe rso nal es mas 111me r lalOS, cienCIa a .. .. olvidándose de los gene rales, po rque ¿no es lIlcvllable pe ns,ll que algo h a te nido que ver en la :onada d e rro ta e lecto ral de

ociación d e estudiantes anlano pode rosa el hech o d e que una~ .. . esta vez no fuera lan innovadora como las asOCIaCIOneS triun-

fantes Y no invitara a cerveza?

,

LA CULTURA DEL ENCHUFE

El País A ndalucín, 9 de enero de 1998

E N la época de la Restauración la mayoría de los e mpi cados públicos no tenían garantizada la permane ncia e n la Ad­

ministración, d e lal fo rma que cuando cambiaba e l Gobierno no pocos pe rdía n su puesto y eran remplazados por los amigos políticos del pa rtido ganado r. El cesante se dedicaba enLQnces a sobrevivir, sableando a amigos y parientes, con la u"anquiliclacl de que en e l siguiente «turno» de gobierno recupe raría su em­pico. La lite ratura ha retra tado de forma indeleble esa sill1ac ió n }' la memo ria popula r granadina cuenta cómo a principio de si­glo dos motrilei10s se intercambiaban pacíficamente e n plena calle los co rreaj es de guardia urbano al grito de ~< m e lOca, me toca, que han entrado los míos».

Pero esta forma de acceso a la función pública no e ra ni muy justa ni muy efi caz, así que poco a poco se fu e sustituyen­do por el sistema de funci onarios de calTera, que tras pasar la correspondiente oposición obtenían una plaza con carác te r in­definido (<<en propied ad », segím una expresión más que reve­ladora). Sin embargo, la costumbre de los políticos d e contar con funcionarios amigos no se pe rdió, simplemente se transfor­mó en la técnica de l «enchufe», d e nomin ación acorde con la expansió n de la e lec lricidad que se produjo en la d écada de 1920. A pesar d e que las oposiciones eran un sistema infinita­menle más justo que el del nombramiento a dedo, el e nchufe tenía algunos in convenientes, como el de aumentar e l núm e ro

de funcionarios (meter al amigo ya no se podía hacer echando al adversario) y el de legitimar el caciquismo bajo la capa de la objetividad, sin que ningún grupo social escapara a esta diná­mica, ni siquiera los intelectuales, contra los que tronaba don Miguel de Unamuno: «El intelectual, a la busca continuamente de eso que se llama enchufes, es como la alondra: se va tras lo que brilla. Y no hay brillo como el del poderoso».

Hoy día, la Constitución ha reforzado el sistema objetivo de acceso a la [unción pública y, mucho más importante, la so­ciedad repudia profundamente el hábito del enchufe. Por eso, es completamente impensable una declaración del tenor de la que hizo hace una década el último discípulo de don Santiago Ramón y Cajal, cuando para realzar la bonhomía de su maes­tro afirmó que siempre aceptaba las recomendaciones que les hacían sus ayudantes para aprobar a los alumnos que necesita­ban que se les «echara una mano». Lo que antes era una prue­ba de modestia intelectual, en la aClUalidad sería considerado un acto arbitrario y reprobable. Mucho han cambiado, por tan­to, los tiempos y la cultura del enchufe es ya un residuo prcconsLitucional que camina directamente a su desaparición radical.

Sin embargo, leyendo la prensa -o a veces simplemente hojeando ese estupendo manual costumbrista que es el BOE­a uno le entra la duda de si realmente el enchufe es una prácti­ca en desuso o si, por el contrario, los «poderosos» de don Mi­guel han inventado algunos mecanismos para sortear el exigen­te mandato constitucional de acceso a la [unción pública según los principios de mérito y capacidad (art. 103). Y me temo que la balumba de técnicas que han encontrado demuestra cuan errado estaba Unamuno al negar que los españoles tuviéramos capacidad inventiva. Dejaré para otra ocasión los nombramien­tos para cargos de libre designación de personas que no cum­plen los requisitos necesarios (el más notorio que me viene a la memoria es el de cierto FiscaJ Gene'ral del Estado), la filtración de los exámenes de las oposiciones (como el caso de la Sanidad Vasca), la sobrevaloración excesiva de los méritos de los interi-

El ~ílldr"ll1c de Fabri7.io '37

nOs (como el método de la «mochila», felizmente declarado in­constitucional, que permitía obtener una plaza aunque la nota en el examen fuera un cero) y otras técnicas de igual rudeza y falta de glam01.f.1; para hablar de una que deberíamos presentar a algún premio de patentes internacionales: consiste en convo­car un concurso u oposición para una plaza cualquiera, se cele­bra la oposición con todas las garantías y alehap, la plaza la gana indefectiblemente un afín al convocan te. El invento podríamos llamarlo el enchufe sin cable. Es un sistema tan legal, objetivo y elegante que quien se atreva a denunciarlo corre el riesgo de salir malparado por atacar el honor del vencedor y pretender discriminarlo por el único hecho de ser familiar, amigo o conmilitón del convocan te de la plaza.

El artificio por el cual se consigue semejante resultado con­siste poco más o menos en lo siguiente: se convocan unas oposi­ciones para un puesto de nueva creación, con un programa muy específico y detallado (nadie ha podido prepararlas previamen­te, como ocurre con las oposiciones tradicionales) , a continua­ción se le da la mínima publicidad exigida por la ley (se ente­ran pocas personas) y se celebra la oposición muy rápidamente (sólo alguien que supiera con antelación el programa puede pre­pararse a fondo); si todo esto no fuera suficiente, se le puede añadir una fase de méritos objetivos que casualmente suelen coincidir con el currículum del tajJada. Todavía recuerdo con sorpresa haber visto hace cuatro años en el BOE un concurso de traslado de secretarios de Ayuntamiento donde había méri­tos específicos tan pintorescos como haber sido profesor de con­tabilidad o donde se valoraba más haber hecho los cursos del doctorado que ser doctor.

Supongo que el caso que estos días navideños ha saltado a la prensa de una oposición de «técnico superior para Proyectos Europeos» de la Diputación de Málaga. convocada a finales de octubre en el Boletín Oficial de la Provincia y en el BOE, pero no en los periódicos, celebradas a mitad de diciembre con sólo tres firmantes y ganada por la esposa del Vicepresidente de la Diputación, no puede ser encasillado dentro ele esta sutil y ele-

gan te técn ica, siendo pura casualidad que cumpla punto pOr punLO con LOdos sus rasgos. Tampoco e l caso de una oposición simil ar - contada hace unos meses por EL PAÍs- celebrada en la Diputación d e Granada para «técnico superior d e desarrollo ll

ganada entre pol émicas y recursos judiciales por un destacado compañero políti co d el Vicepresidente (y presidente d el tribu_ nal ) granadino. Estoy seguro de que ambas Diputaciones crea­ron esas plazas porque son unas instituciones modernas, aten­tas a las nuevas necesidades de los ciudadan os, sin pensar para nada en quien podría ocuparlas. Di cho esto, a veces no puedo evitar la sensación de que debajo del barniz de modernidad en que se envue lven algun as personas todavía pe rvive la vieja cul­tura del enchufe.

- SIERRA NEVADA POR MONTERA

Inédito, 25 de noviembre de 1997

E N dici embre de 1995 el Parlamento de Andalucía aprobó por unanimidad la proposición de ley de declaración de

Sierra Nevada como parque nacional, proposició n que fu e to­mada en conside ració n por e l Congreso de los Dipu Lad os e l pa­sado 7 de octubre. Si e l tex to fu e aprobado po r todos los parti­dos andalu ces, la mínima lógica política indi ca qu e el texto debería tramitarse en las Co rtes Ge nerales sin mayores sobre­saltos o -como mucho- so rteando los posibles escollos que le­vantaran los partidos que no ti enen representació n en Andalu­cía (CiU y PNV, por ejemplo). Pero una cosa es la teoría y o tra muy distinta la realidad de un asunto en e l que Granada esté por medio: fi eles a una tradició n ce ntenaria, cualquier iniciati­va pública que a taila a nuestra provincia se ve inm edi atamente envuelta en la polémica. Así que ya tenemos al PP y a IU p re­sentando enmiendas para carnbiar el mode lo de ges tió n que di­seliaba la proposición de Ley y al PSOE firmando un Ma nifiesto por la defensa del futuro Pa rque Nacional d e Sierra Nevada.

Si quitamos la hojarasca d e declaraciones sobre la g ran ca­pacidad de gestión medioam biental d e la Junta (el conseje ro dix;l) o su nulidad radical (PI', IU), lo cie rto es '1ue desde el punto de vis ta de la ciencia políti ca el asunto parece relativa­mente sencillo: el modelo de gestión autonómica que d efi ende el PSOE supone que la Comunidad Au tónoma nombre a los res­ponsables del Parque Nacio nal , mientras que el PP qui e re la ges-

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tión compartida, lo que implica la participación del Gobi . ce ll " li d" .. d el no I la en a eSlgnaClon e estos responsables Nada p

• • < , Or tan_ to, que no se sepa desde Anstóteles: la po lítica Como ¡ucl, 1 " " a pOr

e podel, de tal forma que cada partIdo defiende postura _ . s lec_ llIeas que, casualmente, coincide n co n sus inte reses po líticos.

Dicho esto, ha~ C]ue reconocer la mayor cohere ncia del PSOE en este enfrentamIento porque al defender aho ra la ges ll" -_ " on~

tOllom¡ca del Parque está di ciendo lo mismo que diio en d" " J ¡CICm_

bre de 1995, cuando se aprobó la proposición de ley. Sin em bar. go, el PP ya no avala ese modelo y se ha pasado a la idea de gesti -

-d P on comparu a. or eso, parece ineviLable pensar que el Secretado G~neral de Medio Ambiente del Gobierno central se acusa a sí mISI~? y al P: ~uando afirma que laJul1ta sigu e en este aSunto su trad¡ClOnaltactlca de enfrentamien to. ¡Pero si es el PP el que aho­ra se desdice de lo que pensaba hace dos años! También es inevi. table pregull.tarse si en ese cambio de poslllra del PP tendrá algo que ver su trIunfo en las elecciones generales.

. Aunque nada ha dicho a l respec to, qu izás e l PP haya cam. b lado de opinión por un motivo estri ctamente jurídico: no h ay m~s 1.-emedio que reconoce r que la propuesta de gest ión a u to no l.TI.lca del futuro Parqu e Nacional de Sierra Nevada que ha renlludo el Parlamento andaluz al Co ngreso es rigu rosa­menle inconstitucional po rque los p arqu es nacio n ales deben gestionarse conjunta men te por e l Estado y la Com unidad Au­tónoma respectiva, y as í lo estableció de forma indubitada la Se l1lencia d e l Tribunal Consti tucional 102/ 1995, de 26 deju­nlO. El Estado puede renu nciar a su compe tencia, pero debe hacerlo en una ley orgáni ca y no en una ordinaria (art. 150.2 de la Co nstitución).

O tro tanto cabe decir d e la p retensión del Consejero de Medio Ambi en te de e labo rar una ley autonómica para que la JlII~ta gestion ~ e n soli t.-1 rio el Parque; si eso fuera posible ¿pal.1 que se ha e nViado a las Cortes una proposición de ley que con­lenía la regulación de los ó rganos d e ges ti ón del futuro Parque?

Ahora bien, una cosa es la estricta lógica cons ti tucional )' . lige rame nte d istinta, el pacto político)' su consccuente ou a, _

lasm ación legislativa: a pesar de que, como acabo de senalar, PI ConstiLUción sólo permite que el Estado delegue sus co mpe-a d" 1 lencias de gestión de los parques naturales me lante u na ey or-gánica, la recient~#ley ordinaria 4? / 1997, de modinc.~c i ~n de la Ley de conservaClOn de los. ~spaclOs I:aturales, ha allli)\~lclo a la Generali Lat catalana la gestIOn exclUSiva del Parque NaCIOnal de Aigües Tortes, mante~1iéndo le la nn~n c i~ció ~l e~tata l , régi,~en

Jivilegiado que se ha mstaurado no solo sm nmgun raZonall11en­~o o justificación , sino poco menos que de tapadillo e n una dis-osición adicional donde críp ti came n te se dice que Aigü es

~ortes «tendrá a LOdos los e fectos de la presente Ley la conside­ración de Parquc Nacional , man teniendo, sin cmba rgo el actual 'régimen de ges tión y organización en los té rminos eS Lableci­dos por la normativa autonómica».

Así las cosas, me pregun to si unos)' otros no podrían por una vez abandonar sus enfrentamie n tos po líticos y la trad ición uranadina de pelearse por cualquier cosa. Ahora que se acerca la Navidad - y no hay elecciones en el horizonte in mediato­qu izás deberían inten tar revivir el «Pacto de Sierra Nevada» de 1995 para discutir sosegadamente sobrc la conveniencia de man­tener o no el modelo de gestión autonómica diseiiado en la pro­posición de ley y, llegado el caso, buscar la forma adecuada de encaje constitucional. De esta forma, todos podríamos alegrar­nos ele que, por fin , se culmine con éxito y sin polémicas una reivindicación que lleva dando vueltas más de medio siglo, des­de que en 1929 «La Alpinista granadina» pidiese por vez prime­ra que nuestra Sie rra fu e ra declarada parque nacional.

MANIFESTACIONES IMAGINATIVAS

El País Andalucía, 22 de OCtub l~ de 1997

CO RRE por Washington un viej o chascarrillo -que no sé si se debe a J e ffe rson- según el cual Sha kespeare n o hubie ra

triunfado como correspo nsal en la capital ame ricana po rque le fallaba imaginació n y fan tas ía. Desde luego. algo simila r podría­mos decir p or es tos la res ya que parece evide nte que cad a vez más los pe ri odistas inven tan y no d esc ribe n la realidad po líti­ca. Acabamos de te ne r un ej em pl o reci ente e n la fo rma de transmitir la polé mi ca so bre la manifes tació n qu e celebró la «Plataforma an tipeaj e» el sábado 20 d e septiembre a n te la e n­trada d e la Au topista 4 en Jerez y el poste rio r exp ediente di s­ciplinario abie rto a los co nvocantcs por el subdelegad o d el Go­biern o en Cádiz.

Según las crón icas, el subdelegad o calificó d e ilegal la co n­centración porque los convocan tes no h abían solici tado «la pre­ceptiva au torización para su d esarrollo». No parece que vaya a tener problemas la siguiente manifestación de l día 7 e n San Ro­que porque - según vuelven a decir los periódicos que ha di­cho el subdelegad o- «la plataforma ya ha solicitado auto riza­ción ». Unas frases de ese tenor sólo pued en ser producto d e las transcripcio nes imagina tivas y fa ntasiosas d e los pe riodistas por­que cualquie r responsable del orden público sabe sobrad amen­te que una manifestación no n ecesita auto rización ; es más, y ha­blando con ri gor, no puede ser auto rizada: el principio que ri ge el derech o de reuni ón en u na sociedad democrática -y esta­blece expresamente e l arl. 21 de la Constitució n esp ai1 01a- es el régim en gen eral de libertad , p or e l cual todas las manifesta-

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ciones se presumen legales y sólo podrán prohibirse (nunca 'au" torizarse.) aquellas en que se conside rase que «exis ten razones fundadas de que puedan producirse alteracion es del orden pu" blico. (art. l O de la Ley Orgáni ca 9/ 1983, reguladora del dere" cho de reunión).

O tro tanto cabe decir de las declaraciones d el Presidente de la Diputación de Cádi z afirman do que no comunicó al Sub. delegado la convocatoria de la co ncentración del día 20 y que tam poco piensa hacerlo para la próxima manifestación del día 7 porque «ya conoce e l dato». ¿Pero Cómo va a decir un cargo piiblko que incumple reiteradamente la misma Ley Orgánica 9/] 983, que o rden a que las m anifestacion es sean «cOmunica_ das por escrito a la autoridad gubernativa correspondiente por los organ izadores» y especifica los datos que deberán constar en la comuni cación (fecha, itin erario, medidas de seguridad, ele)?

Claro que, Como toda regla ti ene su excepción , a lo mejor los periodisl.:1.s no han hecho un ejercicio de fan tasía de los que empeq ueii ecen a Shakcspeare, sino que han transcrito fielmen_ te las declaraciones del ambos cargos públicos, Entonces las Cau­

sas de esas frases, tan poco acordes Con el o rdenamiento jurídi­co, ha bría que buscarlas en los propios declarantes y no en los me nsajeros, Como n o me parece plausible la pura y simple ig­norancia, me atrevo a sugerir que q uizás nos encontremos ante dos imaginativos hombres públicos que, un tanto n ostálgicos, se ponen a '"ecordar liempos pasados. El subdelegado, al exigir la «preceptiva autorización», podria es tar rememorando las ran­cias leyes franqui stas sobre e l orden público, donde todas las manifestaciones es taban prohibidas y sólo podían celebrarse aquellas que e l Gobierno autorizaba previamente, casi siempre a mayor loor y gloria del Régimen, Mientras que el Presidente de la Diputación , e n sen tido d iametralmente Opuesto, se salta­ría los requisilOS legales del Estado de Derecho para poder vol" ver a cantar aqu ello de «a tapar la calle/que no pase nadie/que la calle es nuestra/y n o del Gobernador», ¿Se referiría a es te lipo d e cargos pl¡blicos imaginativos el clásico del 68 cuando dijo lo de (da imaginación al poder»?

- EL INDULTO, UN FÓSIL JURÍDICO CON BUENA SALUD

!deal, 21 de se¡,tiembre de 1997

, el más agudo observador de los cam-A LEXIS de Tocquevlile, di' I X 1X nOló cómo sorpren-' 'volucionanos e slg o, , ~

blOS le '" d l Al1cien Réuilllesobrevlvlan Igunas instituciones e o ~ , denteme J'He a ~ es I",berales, La mas cILa-'d d 1 nuevos regIl11e n con naturaJ¡ a e n os , ' , ,~ centralista de los Barbones,

d ' d s la AdmlnlsuaClOn da y estu la a e " 1 la el ex tremo, pero no me-' b' e rfecclOnalon las e ~ que los j aco mas p " , del indulto, que atraveso

' - dente es la superVivencIa ~ nos sOlplen , l frontera del Absolutismo, por mas que sin mayores ploblema~ a I b" l 'ltemizado en su inmortal el Marqués de Beccan a lo lU lela al e

De los delilos y de las pe nas.

. d bió a que e n e l Estado Sin duda" su permanenCia nO

I S;ob:rano tenía e l poder de

liberal se sigUIera creye ndo que ~ , l',nguna otra razón teóri-' ," 1 ' de perdonal, 111 a I

casugaryel pllVI eglO , ndencia I)ráctica: el indulto ' uvo de pura transce ca, SinO ~ un mo " -ad del sistema, con la que se pueden re­es una valvu.la de segwld d " ,n fl"lcionamiento defi-' , "stas crea as pOI 1 mediar slluaClOnes lI1Ju J" ('etrasos e n la celebración ciente de la Administración de, uSlidCla I ) o dar salida a confli c-

' , , el 'proporcIOna a, etc, de UnjUlClO, pena e(s . d ,Ital" a terroristas an'(!pentúlos, por . l' dos para m 1 e ,

tos socia es agu d c'a poll~ti ca J' cierta mer-~ l ' "Isa de pru en I ~ ,

ejemplo), Es ta u uma cal , esll'O constitucionalismo his-. d -' 'naron que en nu Cia del pasa o Ollgl " ' Inantuviera como una ' l el -echo de gl aoa» se tórico elmdu LO 0« e,l ',' b' 1 s Constituciones progre­atribución del Poder ejecutivo, Sl~ len ,a

bl s ca,"actcres arbitra­r ' , lo mas pOSI e su

sistas p rocu raron e "~lI1a~ , L ,'cta sujeción a la ley, La rios, sometiendo su eJerCICIO a tina es I1

'46

Constitución de 1931, muy coherente con e l principio de div'. sión el e poderes , se lo at ri buyó al Tribunal Supremo. ~l franqui smo, fi el siempre a sus ese ncias absolutistas. dio al Jef del Estado «la prerrogativa de gracia» sin ningún tipo de límite

C

aunque conservó la regulación que haCÍa la Ley Provisional d~ 18 d e junio d e 1870.

El nuevo Estado d emocrático, d emostrando una vez más el acierto de Tocquevi lle. ha mantenido el «de recho de gracia~ bajo la ó rbita del Gobierno , qu e sigue aplicando la Ley ProTJisional sin apenas o tro cambio que anteponer el «d o n » al nombre de; benefici ado en el Real Decre to d e indul to. Ahora bi en , mante­ner vigente la Ley decimonónica tiene algunos riesgos jurídicos y políticos importantes. Así, puede emplearse para fines discmi_ bies (como la práctica de indultar a los Alcaldes condenados por prevaricación ) o bien su concesió n en d e termin ados casos puc­de u'ansfonnarse e n un e le mento más de disputa de la vida po­líti ca, a lejándose de su [unció n d e válvula d e seguridad del sis­tema jurídico,

Algo de esto (Iltimo es tá pasando en estos días, cuando se pol emiza sobre si se de be indultar a todos los condenados por e l fraud e de l PER o no , como si fuera un tema más de la carga­da agenda política, ¿dónde queda la división d e pode res y el res­peto a los tribunal es? Sin duda, la Constitució n exige el indulto de forma individual y razonada, sin olvidar que la pena tiene una fun ción reeducadora (art. 25,2), lo que el Gobierno pare­ce no te ner siempre e n cuenta, como demuestra su negativa de hace unos meses a indultar a varios ex toxicómanos del Campo de Gibraltar que contaban incluso co n el respaldo de l Defensor del Pue blo de Andalucía. Pero no quiero detenerme aquí en ca­sos concretos. sino aprovechar esta ocasión para señalar una gra­ve laguna d e nuestro orden amiento, absolutamente incongruen­te con la Constitució n: la Ley regula e l procedimie nLO para trarnitar las solici tudes de indulto. pero nada dice sobre los C1'¡­

te rios para concederlos, d e Lal form a que la decisión final del Gobierno tiene un insuprimible sesgo de arbitratieclad, tan ta que los Decretos ele indul to nun ca están mo tivados,

IC dc Fabriú tl

(1 <¡IIMlllI

147

. Ile Ley de 1870 está n ecesitan--ea que la vene l a) .

por esO, el _ t: _ e fiie los critenos para conce-nte una lelOlma qu :.J r .

do tlrgcnlcme "a un razonamiento expreso sobre su ap tea-del' loS indul tos. e~~:.cto y limile el a mplísimo rnargen que ha)' ción a un caso .co_ Ql,.,zás no estaría de más que entre el am-

I GOble l no. I M·· .. o disfruta e . esales que prepara e 1 1l1lstell , de reformas pi oc , r _

Plio catalogo a Ley del indulto mas conl01-

, 'cluyese esla nuev. de JlIstiCla se ,~n ., consti tucionales. Mien tras tanto. podemos

Jos Cllte l lOS " . -recto )' me con _ do COll un siste ma J'unchco tan pCI . -nOS sanan , , . .' cntrelenCI ' 1 ·d',I·,ca que hicicran facuble e l VIeJO gll-

. ' 'n sOCia tan I ~ -1I1l(\ SlltlaCIO, lla nación en que la clemenCla Y

d Beccaria: «¡Dichosa ague <

10 e I .d 'n fuesen funestoS,».

el pe' o

- EL CUADRILÁTERO PARLAMENTARIO

El País Andalucía, 21 de Junio de 1997

KARL LoewensLcin, uno d e los teóricos de l Estado más im­portantes de este siglo, comparaba e n la d écada de 1950

el Parlamen to con un 1i'1lg donde el Gobie rno)' la oposición {(cs­lán constantemente dando y e ncajando golpes» . MeÍ5 de cuarenta años después. no sé hasta que pun to este símil es políticamente correclO, pero me parece que es fran cam en te ace rtado para des­cribir el Estado de pm"l.idos que impe ra e n los p aíses d emocra ti­coso Hace ya ITIuch o tiempo que se enterró - si es que alguna vez ha sido algo más que un desiderátum- el mito d el Parla­mento como e l lugar do nde los representan tes de l Pueblo co n­siguen elabo ra r leyes sabias y ju.stas gracias al deba te libre y sin­cero entre e llos , Hoy nin gún pa rla me nta rio cambi a su vo to aunque le haya convencido el discurso del adversario, según la célebre frase de ChurchilJ , y se limita a seguir fi elme n te las in­dicaciones de suj efe de filas, La disciplina partidaria tiene mül­tiples consecue ncias para el fun cio namiento d e las Asalnbleas legislalivas, de las que me pe rmito seii.alar una: reduce a poco menos que a cero la incertidumbre sobre e l resultado final d el combate; las leyes, las mociones, los nombramien LOs y, e n ge ne­ral, todas las decisiones de la Cámara serán las que e n cada caso ('stime conveniente la mayo ría parlamentaria, que obvio es re­(Ql'darlo, es la mayoría democráticame n te e legida po r los ciu­dadanos,

En sus quince a ii.os de histo ria, e l Parlamento d e Andalucía h,t respondido fi elm ente a esta im age n de p revisibilidad de l rc-

sultado de SlI S debates; sobre todo e n las u-es primeras le ¡si ras, donde e l PSOE disfrutó de cómodas mayorías ab g l alu· D _. SOUl~

tIlanle ese penodo, el Parlamento se aplicó a cons truir I . u-amado ins LilUcional d e nuestra Comu nidad y a desarrolle. en·

. a,s~ competenCIas, con a lgu nos aciertos tan resonantes Como 1 ser e l primer Parlamen to que reguló e l registro de ¡nte,- e de . .. .. =~ los diputados; SI bien su funC ionamIento n o se escapa a al -' . . . gunas CIJUcas: productividad no muy elevada (se e n cu e ntra por l l .d . cela· JO e la media de las Cámaras autonómi cas e n e l núm ero d leyes aprob~dasL excesivo mimeLismo de las Comunidades fOl~ macias previamente (algu nas leyes andaluzas siguen la eS lel d e l

- a e ata una y e l País Vasco), nula posibilidad de crear comis·,o . . . ~ . nes

de lIlvesllgaclOn, e tc. En el plano personal de las <1.Cluaciones de los parlamen tarios se observa una curiosa paradoja: mientras es u nánime la opini ón de que el nivel medio de las in tervencio­nes no es muy allo, e l Parlamento andaluz ha sido e l criso l don­d e se han fOljado primeros espadas nacio nales, como An tonio H:rnández Mancha, Jul io Anguita y Javier Arenas; cumpliendo aS I con un a de las funciones clásicas de los Parlamentos subnacionales, la de preparar líderes para ac tuar en e l ámbito estata l. No sé por qué ex traño designio del destino el único gru­po ,que no ha producido este tipo de líderes ha sido e l mayori­tano, a pesar de que e n su seno se han cobijado espléndidos boxeadom (como José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Pezz; )' José Caballos).

Las elecciones de 1994 devolvieron el inte rés a l cuadri láte­ro parlamentario: era muy difícil prever el resultado de cada C01l/­

bate ya que el Gobierno minoritario del PSOE tenía que lidiar con la op~sición simultánea (o pactada, que sobre esto no hay acuerdo 111 doctrinal ni polí tico ) del PP y de IU, Chaves, Arenas y Rejón se nos revelaron como tres graneles pesos pesados, ca­paces de ofrecernos veladas repletas de emoción y brillantes ha­ll azgos (como las teorías de (<la pinza» y del «gobierno desde el Parlamento»), Pero, a diferencia de lo que sucede en el buxeo a utén tico, el ring político sólo funciona co rrectamente si el Go­bierno es superior a los demás contendientes, pues de lo con­tra rio se produce un estancamie nto de la actividad parlamenta-

El ~ílldr(lIlW de: Fabri1.io

. inefi cacia de los poderes públicos que únicamente pue-'\a y una . I , Iverse por la vía de la co nvocato n a electo ral. En un pun-de ¡,esO .

, e fue productiva es ta breve legislatura: e n el de darse (Osl qu ,

n,'miclad unas nuevas reglas del Juego, un nuevo Regla-por una ,

qUe (con un epílogo reciente) ha convertido al Parlamen-~w .. _ ,

d Andalucía en la Asamblea LegislatIva espanola que mas

w e . l O .. • . . nen tos de con tro l del Gobierno ofrece a a pOSlclon)' ,nWu, . .

• e c·, lidades brinda a los ciudadanos y las orgaI1lZaClOnes so­mas la ciales para participar e n sus trabajos.

La solución a la impotencia de la IV Legislatura que dio el ueblo andaluz en las elecciones de marzo de ] 996 fu e la de pe­

~alizar a quien se conside ró su máximo responsable (IU) y la de recompensar la paciencia franciscana con la que Chaves supo lle­var su papel de poco menos que de sjJarril1g d e los ~tros dos púgi­les en liza. El año que ha transcurrido de la V Legislatura ha su­puesto la vuelta a la normalidad política, con un Gobierno fuerte

ue gana todos los asaltos. Para ello , el PSOE cue nta con la cola-q . l . l ' d boración del PA, un peso mosca durante Casi toda a sesqUlc eca a yde repente convertido e n el ((garante ,de la gobe rnabilidad» gra­

cias al valor estratégico de sus cuatro diputados.

Lograda la n ecesaria estabilidad gubernamental, lo que a primera vista más ll ama la ate nción de es ta nueva l egi s ~ atura es el encono de los adversarios, la fruición con la que se alizan un a y otra vez e n cada sesión parlamentaria, sobre todo el PSOE )' el PP, convertidos en los dos grandes protagon istas. En es LOS

enfrentamientos se debate, como no podía ser de otra manera, de todo lo humano y lo divino; entre los muchos lemas que se lraLan viene ocupando un papel relevante la actividad del Go­bierno central, buena o mala segú n el color con que lo mire e l parlamentario e n el uso de la palabra. Sin duda, es te tipo de argumentos debe usarse co n gran moderación porqu e si se incrementa su empleo puede transm itirse al público la falsa ima­gen de que el Parlamento de Andalucía no es tanto el fo ro don­de se discute sobre los problemas propios de nuestra Comuni­dad, como el palenque secundari o e n el que se continúa e l en frentami en to principal de las Co rtes Generales,

- APUNTE JURÍDICO SOBRE LAALHAMBRA

El País A ndalttcía, 28 de abril de 1997

EL Estado autonómico se ha construido po r el procedimien­to de la cascada: primero la Constitució n establecía el dere­

cho a la autonomía y la posibilidad de crea r Comunidades Au­tónomas, después los Estatu tos consti tuían esas Comunidades y

determinaban sus competencias y posteriormente los Decretos de traspaso cedían funcionarios, bienes y servicios del Estado a la respectiva Comunidad. Este último paso, a pesar de ser el me­nos relevante desde el pun to d e vista jurídico, es de una impor­lancia extraordinaria para el efectivo ejercicio de las competen­cias, pues es evide nte que mu chas de e ll as no pueden se r desempeñadas por las Com unidades hasta que el Estado n o les ceda los medios adecuados pa ra realizarlas.

Por esta imponancia práctica esos Decretos no los puede aprobar unila te ralm en te el Gobie rno de la Nación si no que son el producto de un pacto entre éstc y el respec tivo Gobie rno au­tonómico. Pero como suele suceder e n toda negociación. las bazas de cada una de las panes no son exactamente iguaJes: el gobierno cen tral se en cuen tra e n una posición de relativa supe­rioridad porque mientras no haya acuerdo él sigue controlando los bienes y servicios. Eso explica que los negoc iadores autonó­micos se hayan vistos forzados e n alguna ocasión a h acer conce­siones al Estado para evi tar re trasos exagerados en el ejercicio de sus com pete ncias. Se trata. ni más ni menos, que de la apli­cación de un sabio consejo popular: «más vale un mal acucrdo

154

que un bue n pleito ». Por eso, surge recunentemente la crítica sobre la «valoración >, de talo cual traspaso. Así se admite hoy que los servicios sanitarios transferidos a laJunta de Andalucía fueron cuantificados económicamente a la baja, y ya hay quien es de la misma opinión sobre el recentísimo traspaso en mate­ria de Administración de Justicia.

A veces esos acuerdos no sólo son discutibles en aspectos económicos, sino que también pueden afectar al ejercicio puro de las competencias: abundan los Decretos de traspaso en los que se hace referencia a que talo cual [unción deberá realizarse de una manera coordinada con el Estado. Y no pocos de ellos han originado pleitos constitucionales porque algunas Comunidades, una vez que han recibido del Estado las infraestructuras y los fun­cionarios necesarios no se limitan a ejercer las competencias tal y como dice el Decreto, sino que aplican lo que dice el Estatuto. Cada vez que una polémica de este tipo ha llegado al Ttibunal Constitucional, éste le ha dado la razón a la Comunidad porque los Decretos de transferencia «se limitan a transferir bienes y ser­vicios, y no transfieren competencias» y «no incorporan , en nin­gún caso, normas atributivas ni ordenadoras de competencias, correspondiendo esta tarea a la Constitución, a los Estatutos de Autonomía y a las demás fuentes reclamadas por una y otros al efecto, de tal manera que el intérprete, ante eventuales antinomias entre lo dispuesto en aquellos Reales Decretos y lo regulado en las normas au'ibutivas O delimitadoras de competencias, no po­drá hacer prevalecer aquéllos sobre éstas sin introducir, al tiem­po, una «jerarquización)) por completo conu'adictoria con la Cons­titución y con la autonomía que ella garantiza. Como también hemos dicho reiteradamente, las competencias son indisponibles, rasgo éste que, en e l presente caso, impide hacer prevalecer uoa presunta voluntad, fruto del acuerdo formali zado por el Real De­creto de transferencias sobre el sentido objetivo d e las normas consLitucionales y estatutarias». (STC 102/ 1985, de 4 de octubre).

Pues bien, m e parece que en el polémico asunto de la Alhambra nos encontramos en un caso similar: el Decreto de traspaso de 1984 establecía un Consejo formado por represen-

El sílldroll1t: de F¡lbri~.i(l 155

lantes del Estado y de la Comunidad (por cieno , que nada dice sobre el Ayuntamiento) que transforma en competencia com­partida lo que el Estatuto declara compete ncia exclusiva de An­dalucía (art. 13.26 del EA). Por eso, creo que laJunta Lien e la razón jurídica cuando rechaza la creación d e dicho Consejo, por más que no acierte del todo cuando afirma que la «titularidach le corresponde a ella, lo que sólo es cieno si emplea este sustan­tivo como sinónimo de «competencia" pero erróneo si -como parece- lo emplea como sinónimo de «propiedad", que es del

Estado.

I

- LA IGUALDAD SANITARIA

Ideal, 25 de novielllbl~ ,le 1996

LA igualdad es uno de los grandes mOLO res de l a civilización moderna. La Revolución francesa la grabó de forma inde­

leble en la concie ncia cívica y, siguiendo su estela, todas las Constituciones la han reconocido como un elemento esen cial del Estado de Derecho. La nuestra no sólo se refiere a e lla con el clásico postulado de la igualdad de los espalloles a nte la ley, sino que la proclama como un «valor superior del ordenamiento jurídico» y la resalta en un buen número de anículos en los que )'Cl estaba implíciLa: esu1.blece expresamente la igualdad del hom­bre y la mujer en e l matrimonio y e n el trabajo, la igualdad de los hijos cualquie ra que sea su filiación, la igualdad u'ibutaria, etc.

Como sus hermanas revolu cionarias, la liberLad y la fraler­nidad (ahora lrocada en «solidaridad»). la igualdad no Liene hoy en España enemigos reconocidos. Es más, lodos los parlidos se reclaman imbuidos de esla I:rin:idadlaica, aunque muchas de sus disputas cOlidianas se basen en reprochar al adversario el incum­plimienlo de uno de estos lres valores. Estos enfrentamientos políLicos no sólo provienen de lo que - banal izando las diferen­cias- podríamos llamar la disLinw fórmula magistml que los pani­dos emplean para mezclar estos valores (más libenad la dere­cha, más igualdad la izquierda), sino también de la dificultad de su aplicación a los casos concretos, de carn e y hueso, que se presentan diariamente. Tanto es así que el Tribunal Constitu­cional ha debido elaborar una detallada jurisprudencia para per-

filar la sutil frontera que separa la diferencia de trato jllstifica~ bl e (i ncluso ex igible para lograr la efec tiva igualdad de los c' ¡tI-dadanos) y el privilegio inconstitucional.

Uno de los colectivos que ha debido someterse con frcnle _ cia al {oj)ógm!o constitucional ha sido el de los funcionarios. y n: pocas veces, el resul tado ha sido considerar que una determinad regu:ación especial para los funcionarios violaba la igualdad de lo: espanoles ante la ley. Así, han sido enviadas al destierro inconstitu_ cional la preferencia atribuida a los funcionarios jubilados sobre otros inquilinos para conservar el arrendamienLO de un piso I . , a II1cmbargabilidad ele los sueldos de los militares, la acumulación de puntos (<<mochila») de los interinos en las oposiciones, etc. Como toda las violaciones al principio de igualdad no iban a ser f.'lvorables a los funcionalios, también algunas nonnas han sido anu­lad~ por discriminarlos, como ha sucedido recientemente (Sen­tenCia 134/ 1996, de 22 de julio) con el aróculo 9 de la Ley del IRPF, que establecía que la única pensión de los funcionalios exema de este impueslO era la de gran invalidez, mientras que el resto de trabajadores por cuenta ajena también están exentos de tributar en caso de incapacidad pelmanente absoluta.

Gracias a esta tarea de depuración del orde namiento reali­zada por el Tribun al Constitucional - y a las leyes de reforma de la fun ción pública-, hoy día se puede afirm ar que casi to­das las diferencias entre los funcionarios y el reSlO de trab'!ja­dores por cuenta €Üena (que llamaremos empleados, para en­tendernos) es tán jus tificadas por la especial posición laboral de los primeros, a l se ¡-vicio de un a Admi nistración imparcial. Por eso, llama poderosamente la atención una diferencia, hereda­da del franquismo, cuya razón de ser no alcanzo a comprender: ambos grupos de trabajadores cotizan religiosamente para tener derecho a prestaciones sanitarias, pero solamen te los funciona­rios tienen derecho a e legir entre la sanidad pública y las diver­sas ofertas de la privada, mientras que los empleados es tán cons­treñidos a la pública. Por más que aplico e l test de mzonabilidad que hace el Tribunal ConstilLtcional en estos casos, no consigo enco ntrar ningún fundamento que justifique esta diferencia.

El síndrome de Fabrizio '59

podría medio defenderse si fu e ra al revés, que los funcionarios ltIviéramos vedado el acceso a la sanidad privada. pero tal como está (y aplicando la argumen tación de la STC 134/ 1996) creo

ue se sitúa e n el terreno del privilegio porque se trata de una ~iferencia de traLO que carece de una justificación o bjetiva, ra­

zonable y proporcionada.

Las recetas para term inar con semejante privilegio y res ta­blecer la igualdad sanitaria de los espaii.oles no me parecen de­masiado complicadas: basta implan tar para todos los trab",:iado-res - empleados y funcionarios-la libenad de elección médica (opción que, por cieno, está vige nte en varios ES lado~ con un envidiable sistema de prolección social, como Alemal1la) o, en senudo contrario, basta ordenar la adscripció n obligatoria de los funcionarios a la Seguridad Social. Por much o que la magnitud de los problemas de la san idad pública sea e norme - y la aten­ción que le presta Superlópez es prueba irrefutable-. no com­prendo el silencio que sobre este punto mantie nen tanto los par­tidos como los sindicatos, incluso el profesor Barea, locuaz boca de ganso del Gobierno. Quizás están esperando a que alglll1 empleado se anime a presentar un recurso de amparo que le permita al Tribunal Constitucional restablec:r la igualdad s~~ i­taria. O quizás es tán convencidos de que la hbertad de elecclOn médica que tenemos los funcionarios no es ningún privilegio, y sí una diferencia obj eliva y razonable; aunque me temo que la única razón que pueda darse para atribuir un derecho a los funcionarios que se niega a los empleados sea una paráfrasis de la rotunda consigna de Rebelión en la granja: «Todos los trabaja­dores son iguales, pero unos son más iguales que Olros».

LA SOPA DE LA FINANCIACIÓN AUTONÓMICA

El País Andalucía, 20 de oclubre de 1996

T ODOS guardamos en nuestro subconsciente frases que h e ­

mos leíd o en algún sitio y cuyo significado se nos escapa, incluso nos parecen desvaríos literarios. Sin emba rgo. un buen día sucede algo que automáticamente nos recuerda una de esas frases semiolvidadas e n un rincón de nuestra memoria y enton­ces la comp rendemos con una claridad inusitada. Vie ndo ellra­jín de los políticos con el nuevo sistema de fin anciación <lULO­

nómico, cómo los que hace un año estaban a favor de la ces ión del 15% del IRPF (el PSOE) están ah ora en contra de la ces ión del 30% y cómo los que tenazmente se opusieron al 15 defien­de co n el mismo ardor guerre ro el 30 (el PP), se me ha h echo compre nsible una e nigmática frase de André Gide: «Han perdi­do el sentido de la sopa».

Una miríada de pequei1as noticias refuerza la impresión de desorientación de bastan tes políticos: una Consejera co n fu nde la presen tación del informe de ESECA con un mitin y se pone a criticar la propuesta de financiación autonómica; un Secretario de Estado declara que Andalucía perdió el año pasado 10.924 millones por no acogerse al sistema de financiación, olvidando que fue una decisió n adoptada por acuerdo de su partido; un Diputado lleva un año sin darse cuen ta de que ha estado ca· brando ilegalmente dos sueldos, e tc. Como no es convenien te adentrarse por los senderos que uno no conoce , no aiiadiré a esta lista de ej emplos el guirigay de cifras dispares que clan los

propios miembros d el PP a la hora de explicar las ventajas del lluevo sistema de financiación. Pero sí que me puedo d e tener en un razo nam iento que se está dando desde el campo co ntra· ri o: su inconsLiLUcio nalidad. Pasemos por alto el pequeño desliz d el Gobie rno andalu z de pretende r que el Parlamento presen­tara un recurso de inconstitucionalidad con tra una ley todavía in existen te, y cen tré mo nos en los argumentos que, hasLa e l mo­me nto, se h an d ad o: a) el Estado no puede ced er su compe len­cia para es tablece r las tarifas sobre la base liquidable del lRPF; b ) e l sistema supone que los habitantes de una Comunidad pue­de n tributar menos que en otra, vulnerando así la igualdad de los ciudadanos; c) al cede rse un porcentaj e del IRPF se está modificando el EstalUto de Andalucía, que regula las fu entes ele finan ciació n de la Comunidad, lo que únicamente puede hacerse co n e l consen timienLO de laJunta de Andalucía.

A mi j ui cio. ningu no de esos tres motivos resiste un míni­mo análisis jurídico porque: a) El a rtÍCulo 157 de la Constitu­ción permite que e l Estado ceda «total o parcialmente» impues­tos a las Comunidades, así que no se e ntien de muy bie n por qué ha pod ido ced er íntegramente un buen nüm ero de impuestos (Patrimonio, Sucesiones, e tc.) y no va a poder hacer igual con un porce ntaj e sobre el IRPF; es más, tanto e l País Vasco como Navarra tie ne n cedido un a cantidad muy superior al 30%: estas dos Comunidades recaudan el 100% del IRPF ¿por qué lo que es constitucional para ellas va a ser inconstitucionalidad para las o tras 15? b ) El mismo artÍCulo 157 permite que las Comunida­d es Autónomas establezcan tanto recargos sobre los impuestos es tatales como tasas y tributos propios (An dalucía tiene, por ej emplo, e l impues to sobre tierras infrauti lizadas) , de tal forma que posibilita que la presión fi scal no sea exactarne nte igual en toda España; diferencia in terteni torial que es, además, un a tra­dición en el ámbiLO municipal, donde los Ayuntamientos tienen capacidad para lij ar, dentro de los límites legales, el mI y ou'OS tribu tos locales. c) La norma que establece los recursos finan ­cieros d e las Comun idades no es tanto el Es tatu to respectivo como la LOFCA (arlo 157. 3 CE).

El sínclrolllt! dt! Fabri7.io

A falla de argume ntos más sólidos, me parece que los parti­dos harían bi e n e n dejar la Constitución al margen de sus trifulcas y ce ntrar e l de bate e n los aspectos puran"lenLe econó­micos y políticos: ¿be nefi cia o pe ljudica a Andalucía? ¿Cuáles son las razo nes por las que el PSOE quería antes la cesió n del 15% del impuesto y rechaza ahora eI 30%? ¿Y po r qué el 1'1' acep­ta este úio el 30% cuando no quiso el pasado el 15%? Leo e n el periódico que los cerebros económicos de ambas organ izacio­nes se apresLan a hacer núm e ros para responder a eS las pregun­las. Mientras tan LO, pi enso en la coherencia de Rodríguez Ibarra, que siempre se ha opuesto a la cesión del IRPF, sin pararse a disc utir porcentajes o a mirar de donde provenía la pro puesta. Pienso, también, en su idea de un refe réndum popular, que no ha e ncontrado demasiado eco, aunque la respalda la lógica de­mocrática: recuérdese que los ciudadanos no he mos pod ido p ro­nunciarnos sobre el nuevo sistema de fin anciación porque no estaba e n e l programa e lecto ral d el PP.

Supongo que en su conLra se alegará que se traLa de un a cuestión técnica, que no puede resolverse medi ante una con­sulta popular, ta n propensa a la simpl ificación y la demagogia ; y esto me vuelve a hacer comprensible otra bonfade fra ncesa que salta desd e el fondo del baúl de mi subconsciente: «La política -decía Paul Valer-y- es e l arte de man tener alejada él la gente de los asuntos que le interesan )~.

REPOSTERÍA PARLAMENTARIA

El País Andalucía, 1 de Julio de 1996

FRANCISCO Martínez de la Rosa fu e un político libe ral grana­dino de fulgurante estrella hasta que en 1835, cuando esta­

ba en el cenit de la Presidencia del Gobierno, tuvo que dimitir porque se popularizó su apodo de Rosita la pastelem, por culpa de su política del «justo medio» entre los absolutistas y los libe­rales exaltados y, evidentemente, también por su 'ati ldado esti­lo, un punto afeminado. Hoy día la sociedad española ha dado un giro copernicano en su opinión sobre los epítetos que mere­ce una política pacLista y conciliadora; sin embargo. subsiste un aspecto negativo, de trapicheo, que se sig u e expresando gráficamente con el término «pasteleo».

Por eso, a nadie ha podido extraii.ar que e l reciente acuer­do de todos los partidos con representación en e l Parlamento de Andalucía para renovar las in stituciones de extracc ión parlamentaria haya sido calificado por sus firmantes -tras aii.o y medio de desavenencias- con una batería de cal ificaciones estimativas, desde ( triunfo de la democracia» hasta una «victo­ria del Parlamento». Sin embargo. es un poco sospechoso que igualmente se hayan apresurado a negar que sea un «(pasteleo». O por lo men os me lo parece a mí, lector impeni tente de Graham Greene, por aquello de que un rumor sólo se convier­te en noticia cuando el Foreign Office lo desmiente.

166

Así las cosas, me he puesto a buscar con de tenimiento por qu é el «gran acuerdo» podría ser un «pasteleo». Y la verdad es que no hay que ser un Sherlock Holmes para descubrirlo: el pae. lO ha consistido en ampliar el número de miembros de la Mesa del Parlamento (de 5 a 7), de la Oficina del Defensor del Pue­bl o (de 2 Adjuntos a 3) y de la Cámara de Cuentas (de 5 a 7), de tal forma que estas instituciones «acojan la forma en que el pluralismo se ex presa en la Cámara autonómica », En la j erga de los especialistas este acuerdo se calificaría como una «IOtizzaz_ zionc iSlituzionale», e n román paladino la mejor u"aduCCió n gue

se me OCU lTe es la de «repanirse el pastel ». Pero como no es ta­mos en el sigl o XIX no es cosa de llevarnos las manos a la cabe­za porq ue los panidos sean capaces de co laborar en lugar de despellejarse recíprocamente.

Antes al conu"ario, es un buen motivo de sa tisfacción, sin que hal'a que escandalizarse demasiado porque la solució n pac­tada supo nga que en el océan o de los casi dos billo nes de pre­supues to de la Junta se incorporen cinco gOlas más, aunque es inevitable pensar que el «esfuerzo de generosidad» se hace a Costa del bolsillo de l contribuyente. Tampoco es cuestión de pre­guntarse si realmente estas instituciones tenían necesidad de incrementar sus mi embros, si bien algunos datos (por ejemplo, las quejas al Defensor se redujeron de 3,010 en 1993 a 2,11 8 en 1994) parecen avalar lo contrario . El hecho de que los panidos hayan logrado salir de la situación de enfrentamiento en la re­novación de las instituciones justifica sobradamente estos micros­cópi cos inconven ie ntes.

«Repanirse e l pastel» en los órganos parlamen ta rios respon­de a la gran idea de la participación proporcional en e l sistema político y, po r eso, sólo cabe alegrarse de que tocios los partidos obtengan represen tació n en la Mesa. Pero lo que es bu eno en un sitio puede ser nefasto en otro: el Defensor y de la Cámara de Cuentas so n instituciones independientes para controlar a las Administraciones Públicas; por eso, pi erden su sentido si se introduce en e IJas la lógica de la representación panidista. Así acabarán po r convenirse en apéndices del Parl amento (como

El sí lldrome de Fabrizin

d 'd con el Conse;o de Administración de RTVA), cuya ha suce I 0:J P -1 ' t'c a ,-a' plenamente porque e l a l amento razón de ser no se JUs III C . .

n Comisiones parlamentarias espeCialIzadas con un cuen ta co . . I le ámbito de actuación similar, como la de pellclO~es ya. ~

, pl,estos. El Tribunal Constitucio nal ya ha tenido .0Gl.slon plesu . ~ 1 bros de pronunciarse sobre un caso similar (la e leCClOn e e l~.l em del Consejo General del Poder Judicial):, ~e corre el ~Iesgo ele

, t· . la independencia de esta inStItuclO.l1 SI «las Cam¡u as, ~ fIlls I al . 1 l" rsegtu-la hora de efectuar sus propuestas, olVidan e o )JetIvo pe . do actuando con criterios admisibles en otros terr: nos, pe) o no

, , 'd 0'10 a la división de fuerzas eXistentes en su en este, allen en s , . ' . , d',stribuyen los I)uestos a cubnr entre los c}¡suntos propIo seno y _ 1 .

anidos». Frase que es una forma muy elegante de sena ,\1 que ¡'oy, como ayer y como siempre, los pasteleos no son buenos para el conjunto de la sociedad, por más que puedan beneficlal a algunos aCLQres políticos.

EL ESTATUTO DIFUSO

El País Andalucía, 20 de junio de 1996

E N la solapa de l delicioso libro L a moren.a de la colJla. aparece una fo tografía bo rrosa y d esenfocada de su aU lOr, Andrés

Sopeña. Él mismo aclara en el texto que se ve así porque es (cllJ1 a

difusa pe rsona». Como cada uno es hijo d e sus obsesio nes, e n cuanto vi la foto, y tras la inevitable sonrisa, comprendí que e ra la pe rfecta imagen para algo que me llevaba ro ndando varios días y no sabía de qué forma expresar: el papel que e l Esta tuto de Autonom ía desempeila en la política andaluza.

Por supues to, ni la idea tiene nada que ver con el ilustrado profesor, ni pre tendo novelar ninguna metamorfosis al es tilo de la que hizo Cheste rto n en El hombre qu.e fu.e jueves. Simplemente se trata de que caela vez más e l Estatuto parece una fo tografía en el que muchos de sus artículos no se aprecian co n nitidez, y como pasa siempre con nuestros viejos recuerdos, un día no se dis tingue bien e l rosaJio de la abuela y al siguiente podemos con­tar sus cuen tas, o al revés. Así, por ejemplo, sólo alguien con una agudeza visual auto nomista como Luis Uruñuela pudo ve r en 1983 que la Disposición adicional segunda reconocía que e l Estado ten ía un a ((deuda histórica» con Andalucía; en 1994 esa Disposició n ganó claridad cuando Rej ó n la rescató intelige n­temente en el debate presupuestario, y ahora su resplando r es tal que el Gobie rno andaluz la ha incluido en su proyec to de Presupuestos .

I7°

El ejemplo contrario lo ofrece e l artículo 26.2, que e n su mo me n to establecía nítidamente: «El Parlamento es e legido po r cuatro años. El mandato de los Diputados termina cuatro a ii as después d e su e lección ». La cl aridad meridiana de es ta afirm ación comenzó a difuminarse en 1990 cuando, para evi. lar que las e lecciones se celebraran en verano, la Ley 1 / I 990 pe rmiti ó que el presidente de la Comunidad pudie ra adelan. tarlas si n espe rar a que se cumplieran e l cuatri e nio. En 1994 se bo rró tanto qu e ningún partido vio inconve ni ente e n apra. bar la Ley 6/1994 para atribuir al Presidente de la Co muni­dad la capacidad de di solver el Parlamento sin más límite que e l de que hubi era transcurrido un aúa de su elección , de tal forma que e l mandcHo de los Diputados de la an terior legisla. tura ni alca n zó e l bi e nio.

La foto estatu taria es tá ya tan borrosa que ni siquiera se pue· d en leer bien sus pdmeros artículos. Por ejemplo, Pedro Pacheco ha ex igido una ley de comarcas que reduzca al mínimo consLÍtu· cional el papel de las Diputaciones, propuesta que ha sido inme· diat.amente secundada por IU para «dar cumplimiento» al an í· culo 5. No dudo de que el Estatuto permite que el Parlame nto cree comarcas (pero no impone la obligación de hacerlo: «podrá regularse la creació n de comarcas ... »). Tampoco quiero dudar de que se tra ta de una reivindi cación históri.ca de los andalucistas, aunque apenas tenga veinte aúas y se aparte radicalmente del pensamiento de Bias Infante, que defendía un a Andalucía fOl'· mada por la federación de las ocho provin cias (<<anfictionado de pueblos», decía con su prosa culta). Pero de lo que sí estoy segu· ro es de que el Estatuto - al me nos e n el texto que yo tengo­otorga un papel esencial a las provincias e n la estructura de la Comunidad porque, entre ou'as cosas, ord ena e n su artículo 4.4: <da Com unidad a rticulará la gestión ordinaria de sus servicios periféricos propios a través de las Diputaciones».

Este artículo se ha difuminado tanto que ni siquiera las fu er· zas po líti cas más reticentes a la comarcalización (el PSOE y el PP) lo han citado en la subsigui ente polémica a la propuesta andaluci sta. No es n ada ex trafio porque desde que e n ] 983 el

El síndrome dI:: F'abrizio I7 I

Gobierno dictara e l Decreto provisional para crear delegaciones provinciales de las Consej e rías «en tanto que se ven cumplidas las previsiones del artículo 4.4 d el Estatuto», ni un sólo se rvicio de laJunta ha sido articulado por medio de las Diputacio nes y ni una sola ley ha mencionado nunca este mandato estatu tario.

Si los políti cos andaluces sigue n difuminando e l Es ta tuto pronto todo él conseguirá la p e rfecta invisibilidad d e este artí­culo 4.4 y de otros e n los que ahora no hace al caso detenerse. Si no fuera una desconside ració n , me atrevería a sugerirl es que podrían conseguirlo fácilmente empleando la técnica qu e va a ap licar e l mismo Andrés Sopeiia para perderse: podían e nviar el Estatuto a navegar por Internet. Claro que otra pe rsona me­nos moderna y más j urídi ca quizás les sugiriera que se a nima­ran a plantear - ]4 ailos después de su aprobación-una refor­ma profunda d el Estatuto, e n lugar de dedicarse a leerlo con las dioptrías que a cada uno le interesan en cada momento.

JUSTICIA SIN IMÁGENES

El País Andalucía, 2 de mayo de 1996

C UALQUIERA que h aya tcnido la experiencia de participar e n un juicio sabe que hay una serie de factores exte rnos al p ro­

ceso que pueden arecL:'lr a su desarrollo, comenzando por los pro­pios medios de pre nsa. Durante un apasionante trie nio tuve la oportunidad de ver, desde den tro, como magisu"ado, el exquisito cuidado que la j udicatura po ne e n velar por lo que podríamos llamar la pureza del proceso, de tal manera que se b:rarantice siem­pre el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. Po r eso, comprendo que prime ro la Sala de Gobierno d el Tribun al Supre­mo y ahora la del Tribunal Superior de Andalucía (SGTSJ A) ha­yan dictado un as resolucio nes con el fin de regular e l acceso de los medios de prensa a las dependencias judiciales.

Sin duda, la resolución de la SGTSJ A es una resolución que adopta medidas rnuy lógicas, como la necesidad d e que los pe­riodistas se acredite n y que ten gan prefe rencia de acceso a las vistas orales; pe ro q ue ta mbié n incluye una m uy polémi ca: la prohibició n gen eral d e que los pe riodistas empleen e n los «pa­lacios d e justicia» cámaras de televisión, d e vídeo y fotogrcHicas. Como, eviden temente , la SGTSJ A era consciente de q ue esta medida era polémica, la ha razonado con d e te nimiento, alegan­do gran canlidad de a rgume ntos j u r ídicos, fil osófi cos y sociales. Si a esto le unim os que la resolución está escrita e n e l sed ucto r es tilo barroco de nuestra tradición forens e, la impresión que produce su prim era lec tura es la de plena conformidad co n la

174 AKII.IIÍI¡ Hui: Unld",/"

d ecisió n de prohibir e l acceso de los medios audiovisuales a las sedes judiciales.

Sin embargo. cuando uno se aparta de la resolución y comien­za a pensar po r su cuenta y riesgo no puede evita r que le slIIjan algunas pequcii.as duelas sobre la constitucio nalidad de la medi­da. Para empezar, llama la atención que se establ ezca el mismo régimen (s in ningún razo namiento ) para dos espacios físicos dis­tintos: las sal as do nde se celebran los juicios y las demás de pen­dencias judiciales . Después, no se comprende bi en cómo si en los [unclamen LOs se habla únicamente sobre las cámaras fotográ­fi cas y de televisión , e n la decisión se p rohíbe tambié n las graba­doras de sonidos. Este clet..-1.lle tiene su importan cia, no ya por lo que técnicamente se llama incongruencia. sino po rque nos lleva de plano al argumento principal de la resolución: según la SGTSJA e l «eje de la comunicaci ón» lo integra la palabra. po r lo que la tra nsm isió n de imágenes «constituye normalmente un comple. men LO de la información», de tal forma que al prohibir el acceso de las cámaras no se proh íbe la comunicación «sino que tan sólo se indica a sus profesionales el medio que pueden utilizar». Pero esto significa que se interpreta restrictivam ente el artículo 20 de la Co nstitució n, que se refi ere expresamente a «cualquier medio ele dirusión », sin distinguir entre palabra e imágenes y sin al1-i· buir a los jueces ningtm poder para indicara los periodistas cómo deben reali zar su trabaj o.

La Sala de Go bie rno , quizás consciente de esta mínim a ob· j eció n , o quizás recordando que alguien podría discuti r su idea sobre la comunicació n citando el dicho de que un a imagen vale más qu e mil palabras, añade otros argumen tos pa ra el caso de que se admita q ue es un a «merma» al ej e rcicio de l de recho de info rmació n. El principal es garan tizar el de recho al ho nor y la pro pia image n de las personas, que se pueden ve r dañadas por la «captació n y pro pagación de determinadas imágenes». Nos encontramos en un punto delicado del Estado de Derecho, don­de e l confli cto entre el derecho a la info rmación y e l de recho al hono r difícilm ente puede ser resuelto co n carácte r general, sin o po nderando cada caso concreto , como tiene establecido el

El sílld m mc tic F"b,.il.io 175

Tribunal Constitucional en una copiosa jurisprude nCia. Pe ro, más todavía, una regulación general pa ra resolver el posible con­flicto entre ambos (como es la prohibición de entrada de los medios audiovisuales en las sedes judiciales) se trala de una de­cisió n que compete llOica y exclusivamente al legislado r, nun ca al poder judicial (STC 66/82, entre otras). No es casual que la propia Sala se in te rrogue po r su competencia, admiti endo que sería mej or que un a medida así la tomara el Consejo Ge neral del Poder Judicial.

¿Y que di ce la Ley en este punto? Pues ni la Ley O rgánica de pro tecci ó n civil de l Derec ho al Honor ni ninguna o tra prohíben la en trada de la televisión en ninguna sede ofici al )' e l artículo 232 de la Ley O rgáni ca de l Poder Judicial establece la publicidad de las ac tuaciones judicia les. Por todo es ta regula­ción legal , más el de rec ho fundamental de transmitir libremen­le informació n ve raz po r cualqui e r medio de difusió n y el prin­cipio de libe rtad (a rt. 1 CE) qu e supone qu e todo lo no pro hibido por la ley es tá auto rizado, nos lleva a co ncluir justo lo contrario de lo que ha di c taminado la resolució n de la SGTSJA: lo constitucional es establecer un régim en gene ral de entrada de todos los medios audiovisuales en las sedes judicia­les, sin pe ljuicio de que, excepcionalmente y de forma debida­mente motivada, los jueces y tribunales restrinjan su acceso .

-QUEBEC, CAPITAL BARCELONA

El País, 2 de mayo de 1996

C ANADÁ es el Estado federal más desce ntralizado que existe en e l mundo y Q uebec la e ntidad subesta tal co n más

capacidad para realizar una politica p'ropia: posee compe te ncias esenciales (educación, recursos naturales, inmigració n , e lc.); dispone de un potente sis tema fiscal; tiene un ministro d e aSUIl­

tos exteriores y más de trei nta delegaciones en el exu-anj ero; su idioma es e l coofici al d e la Fede ración; incluso puede aprobar leyes e n contra de lo establecido en la Declaración de Derechos de la Constituci ón de 1982, para cuya reforma es necesario su consentimie nto, e lc. Por eso, no podía eXlratlar que antes o des­pués algún nacionalismo perifé rico español te rmin ara ponien­do sus ojos sobre el bello país norteamericano, tal y como h a hecho estos días el Pres iden t PtUol.

Desde luego, si echamos una oj eada a los d a tos socio­económ icos, el modelo no podría ser mejor: con sólo 28 mi­llon es de h abitantes en un inm enso - e inhóspito- territorio de 10 millones de Km 2, Canadá es u no de los siete grandes y ocu­pa la primera posición e n e l índice mundi al de desarrollo hu­mano. Sin embargo, d esde e l punto de vista político las cosas son algo más complicadas porque e l ac tua l sistema federal no es aceptado por todas los partidos, lo que h a origin ado que desde 1960 se b usque su reforma, con tanta insisten cia (unos die z inte ntos) co mo poco éx ito . Precisamente , la tela de Penélope que tejen y destejen los políticos canadienses es la

178

búsqueda d e un nuevo slalus quo para Quebec en e l que 1 _ . . se e ICconozca conslItuclonalmente que constituye una «soc· d .. . le~

dlstmta». El fondo del problema reside en la distinta visio' . ~ ~ n que llenen del Canada los francofonos y los anglófonos' ml'e . . n~

para los pnmeros Canadá se compone de «dos pueblos funda_ dores» , para los segu ndos se trata de una federación con d' . . . ¡ez jJHJTIl11.czas Iguales. Y en estos términos e l problema es ex , acta· mente el mismo en España: mientras que para los nacion alis_ tas ca talanes y vascos España es ~tn Estado plurinacional que se cO.:mpone de tres o cuatro naClOnes, para la mayoría de los espanoles se trata de un Estado con diecisiete Comunidad A ' ~ utonomas iguales.

Así las cosas, la propuesta que hace Pujol de un federalismo asimétrico es, posiblemente, la que mejor puede integrar a lo . s nacionalismos periféricos en el Estado porque permite a Cala-luii a y al País Vasco un mayor grado de autogobierno que al resto de Comunidades. Y estas diferencias tienen un papel eseo­cial, no sólo porque incrementan su grado de autonomía sino porque marcan distancias con los demás: e l «café para todos» siempre dejará insatisfechos a ambos nacionalismos ya que, por muy bueno que sea -por mucho que se descentralice e l Esta­do-, tendrán la sensación de que se trata de ach icoria y no del más puro moka. La razón no reside en la bebida, sino en los bebedores: cuando uno se considera igual a otro (digamos, la nación catalana a la castellana), nadie podrá convencerlo de que se le está dando el trato que merece si e l que se le da no es e l de su igual (Castilla, entendiendo por tal la España no catalana ni vasca), sino el de alguien que é l considera in­cluido en su igual (idéntica autonomía para Cataluli a y Extremadura, por ejemplo).

Si es cierto que la integración de los nacionalismos en el Es­tado depende no sólo de la cantidad de autonomía sino también de su calidad, de que se establezcan diferencias con el resto de entes autónomos, entonces creo yo que, paradójicamente, la in­tegración de Cataluña en España es más fácil que la de Quebec en Canadá. En primer lugar, por un conjunto de razones técni-

El síndrome de Faurizio 179

. 'dl'cas que podemos resumir en la idea de que el Estado au-co-Jun . . . . .

'mico es tendencialmente deslguahtano (o por decnlo con tono . . I > •

'esión del Tribunal ConsuLUclOnal, es heterogeneo). 101 el expI . . . . '~I'I'O Canadá es un Estado federallguahtano en el que a 111-conu .. , ( . .

vel constitucional sólo caben un par de espeCifiCidades para Quebec. Incluso en el ámbito extraordinariame nte. delicado de la educación , teniendo Quebec mayores com~:te~Cla~ ~l~e Cata-

1 , no puede realizar la política de inmerSlOn 111lgUlSltCa que una, . . practica la Generalitat porque se lo prohíbe la Ley ConstItucIOnal

de 1867.

Pero también hay razones de tipo político que priman la integración catalana sobre la quebequesa: el sistema el~ctoral mayoritario canadiense permite la formación ~e gO~I ~rnos monopartidistas mientras que el proporcional e~panol fac.¡J~t~ los obiernos de coalición, con lo que los nacionalismos penfencos

;spañoles adquieren un papel de bisagra impensable e,n Cana­dá. Inevitablemente, por esa posición en el sistema POlitICO, las fuerzas nacionalistas no sólo consiguen una satisfacción para sus demandas objetivas (ejemplarizadas en la antet;or legislatura en la cesión del 15% del impuesto de la renta) , sino que logran ver cumplidas sus demandas subjetivas de reconocimiento de S\l

propia personalidad. Veamos si no ¿cuántos Presidentes aut~­nómicos se han reunido en el mes de marzo tanto con el PresI­dente del Gobierno en funciones, como con el entrante y con

el Director del Banco de España?

Si tras las bambalinas del Estado autonómico es relativamen­te fáci l crear un federalismo asimétrico para España que inte­gre a los nacionalismos histódcos, no se puede sil encial~ un r~ es­go que con'e el sistema político al actuar así: que l~s hechos rliferel1C1~/e: catalán y vasco se perciban en el resto de Espana como un pnvl­legio , con el consiguiente efecto desestabilizador. Algo de, eso está pasando en Canadá, donde el Parudo Reformista esta to­mando fuerza entre los anglófonos a base de acusar a Quebec de ventajista. No tengo ni la más mínima idea de como conju­rar este peligro y sólo se me ocurren dos pero~r~tlladas: u.na, que el st.atus especial de las nacionalidades histoncas obJetIva-

1 80

men te analizado no sea un c0rUun to d e p rivile ¡os ese sl.atus n o pa rezca a los oios d e los c" d d g y, dos, qUe " d p' "J lU a an os Com o '.

gla o. or deCirlo pa rafraseando una cO"d . pnvll e_ " l ' 110CI a expres ló

n a. e h echo d iferen cial no 50'10 l ' n roOla_ # lene que ser hon el .

ademas, parecerlo. ra o; SIno,

- AMNESIA POSELECT ORAL

El País Andalucía, 13 de marzo de 1996

L A resaca electoral andaluza ha tra ído, como siempre. a las páginas de los periódicos las refl exio nes de los panidos so­

bre sus resultados y sobre lo que el pueblo an dalu z ha que rido al dis tribuir los escalios lal y como 10 h a h ech o . Cad a p artido hace un análisis e n los que ponde ra favorablemente los aspec­toS que más le be nefi cian y deja e n segundo lugar los que le pelj udican . mientras que miele los resul tados de los adversa rios aplican do la técnica inversa. Q uizás es te tipo de comportam ien­to es absolutamen te inevitable, pero no deja de produci r cierta perplej idad e n cualquier lec to r a te n to. Desde luego, la vu elta recurrente de algunos tópicos cansa, co mo la apelación a los vo­tos «cautivos» y «d el miedo», o cie rta obsesión d e los partidos menores con el difun to Victor D'Hon t, al que siempre le e ndo­san la culpa de n ecesitar más vo tos que los grandes para obte­ner escaños (lo q ue se d ebe a la divisió n de Andalucía en oc ho circu nscri pcion es p rovi nciales y no a ni ngu na maldad del ma te­málico belga)"

Sin em bargo, a m í lo que más me llama la a te nció n de to­das es tas explicaciones ex post fado de los partidos políticos es que no siem pre guardan la debida coheren cia co n lo qu e dije­ron y pronos ticaron an tes de las eleccio nes. Cada vez más ten­go la impresión d e que el d ía de las elecciones es una especie deJordán en el que se sumergen los políticos para sali r purifica­dos y amnésicos d e su te rri ble cabalgata electoral. El caso más

espectacular de este mes de marzo h a sido el de Luis Carlos Re­jón, que repitió incansablem ente por toda Andalucía que «me iré a mi casa» si obtuvie ra un retroceso electoral tan estrepitoso como e l que cosec hó Chaves en 1994. Pues bien, el destino _ y los vo tos de los ciudadanos andaluces- ha querido que se su­pere ampliamente esa circun stancia: e l PSOE perdió de las autonómicas del 90 a las del 94 el 28% de los escailos (pasó de 64 a 45 diputados) y el 22% de los volos (del 49,61 % al 38,71 %), mientras que IV ha perdido de 1994 a 1996 el 35% de los esca­ños (de 20 a 13) y e l 27% de los VO lOS (del 19,1 % al 14%). Sin embargo. Rejón a partir del tres de marzo no ha hecho la más mínima refe ren cia a esta comparación y, tras un ligero amago de retirada y un ripio (<< no es Liempo de dimisiones, sino de soluciones»). sigue de coordinador general de IU-Convocatoria por Andalucía, autoconcediéndose una calificación de «un 8'5» por su ac Lividad electoral.

Sin llegar a es te grado de amnesia, no es difícil encontrar en las demás fuerzas políticas olvidos similares: Javier Arenas anunciaba a bombo y platillo antes de las elecciones que sería el nuevo Presidente de laJunta; después se li mita a decir que se siente satisfecho con el res ultado y a quitar importancia al he­cho de haber re trocedid o un diputado. Pedro Pacheco afirma­ba antes que faci litaría la gobernabilidad del partido más VOla­do, pero sin un pacto estable que podría asfixiar el futuro del PA; ahora - sin desdecirse de lo anterior- quie re el «matrimo­nio» con el PSOE. Sólo Chaves se salva de esta falta de memoria y recuerda que él ya pronosticó su vic toria, aunque el hecho de que e n el pasado haya lenido más de un lapsus (como e l [ama­so del sueldo de las amas de casa) pone e n duda que tenga una reten tiva me nos frágil que la de los demás.

¿Por qué se produce este desfase entre lo que dijeron los políticos antes y después de las elecciones? Ando de arriba aba­jo buscando una explicación sobre el particular y no termino de encontrar ninguna que me satisfaga, castigo a mis amigos psi­cólogos buscando el lado humano del problema, recurro a los maes tros de la ciencia política pensando e n las técnicas de cap-

• d - lJe dt! f,lbri7,io El ~111 101

M . , 10 Y a Gracián explorando las lar votoS, me remonto a aq,U1.av,e ca en el delicioso «El políti-

d I arte de gobernal , 1 e )us . ¡-azones e [__ , de esle comportanue n to. , ~ 1 na causa llVO a ca» de Azonn ~eg~bandonar, e ncuentro e n una libre ría de lan­Nada. A punto d d Romanones que m,e da una respues­ce un libri to del Con e e. ~, . ·"ca 'hasta dentro d e un

,. . . E política 'Jamas slgnhl ~ la apodlCuca.« n . ~ 'oduce más desazón que alegn a: ratO'». Pero la soluclOn_ m~ PI ESuldo democráLico una

; . e segU1r VIgente en un .; ";) ¿por que uene qu 1; . l"gárquica d e la RcstaUraClon.

_ .ma pensada para la po IttCa 0 1 IU<lX1

-AUTONOMÍA, ¡CUÁNTOS DISPARATES SE COMETEN

EN TU NOMBRE!

El País Andalucía, 27 de noviembre de 1995

A principios de siglo Thorstein Veblen notó que algunas pala­bras tenían una fuerza especial en la sociedad porque nom­

braban un valor compartido por la gran mayoría ele los ciuda­danos: paz, democracia,justicia, e tc. Estas palabras honoríficas tie­nen un e fe cto inmediaLO y fulminante en cualquier discusión políti ca: qui en se o p o nga a e llas está irremediablemen te perdido ante la opinión pública. Por eso, si se creyeran las aUlOcalificaciones de los Estados, desd e hace l1"lás de cincuenta años no habría una sola dictadura e n nuestro atribulado Inun­do. Y, por eso, raro es que en Espatia no se convoque alguna acción ciudadana (d esde la compra de cupones en una rifa has­ta las campai1as de ahorro de agua) bajo el segu ro paraguas de la «solidaridad».

En la Transición varias palabras reprimidas por la «demo­cracia orgánica» franquisu'l fueron catapultadas a la primera lí­nea de hono r: liberLad, igualdad, reconciliación , conse nso, etc . Algún día alguien las catalogará y escribirá un delicioso ensayo explicando su uso -y abuso- en eSLQs veinte ai1os. Mientras tanto, yo me entretengo siguiendo el rastro periodístico de un a palabra honorífi ca especialmente grata para mí: la palabra ~< autonomía». Como se aplica a no pocas insLitucioncs (Comu­nidades, Universidades, Provincias, e tc.) me limitaré únicamen­te a la más cercana, la autonomía local.

186

La Constitución consagra la autonomía local en el a "t' l 137 . I IClI o . y e l~~ ha sl1pues~o en primer lugar, lógicamente, que los ve.

(m os e1uan a sus edIles, per~ tambié~ que desaparezcan (algu. nas veces a golpe de sentenCia del Tnbunal Constitucional) I n,umer?sos m~canismos de tutela del Estado que la l egis l acióO~ f1anqulsta creo sobre los Ayuntamientos. De ambas consec

. ' } ueo-(laS s~ o podemos alegrarnos porque ningún ámbito políLico neceSIta tanto la democracia como el que se ocupa de l _ """ u~ quenas cosas de la vida cotidiana (urbanismo tráfico J" a l"d" , ,mes baches ... ). Si algo tenemos que lamentar unánimemente lod ' los ciudadanos es que todavía se mantengan algun as que ot os . . . lru Injerencias centralistas. ¡Y pobre de quien se atreva a pensar lo contrario!

Veamos, como prueba, un ejemplo reciente: la Dirección General de Bienes Culturales de ¡ajunta ha informado en Con­tra del plan especial de reforma de la manzana del Zaida, en p~eno cen t~·o de Granada; la reacción del AyuntamienlO grana­dmo (o mas exac tamente de su grupo mayoritario, el PP, por­que en este punto co ncreto el PSOE está en paradero desco­nocido) ha sido fulminante: se trata de una injerencia intolerable en la autonomía municipal, una prueba más del centralismo se­villano. Poco importa que el informe se dicte en aplicación de la Ley del Patrimonio Histórico Andaluz y que se base en moti­vos tan lógicos como que el plan especial no es el instrumento jurídico adecuado para incrementar exponencialmente los vo­lúmenes permitidos por el PGOU ni para descatalogar (iY de­rnbar!) un edificio protegido. Lo fundamental es que la Junta ha atacado la autonomía municipa1.

En la reacción de la Junta se ve la tremenda fuerza de las palabr~s hono'~íflcas: acusada de enemiga de la au lonomía y de centraltsta sevillana (en Granada esta acusación es más letal in­clus? que la de ser antimunicipalista) no tiene otro remedio que mallza'1' su opinión. Así, e l Delegado de Cultura en Granada ex­plica una y otra vez que laJunta <mo frena el proyecto del Zaida» y q~e sólo se ha limitado a ejercer sus competencias, que el PP volo a favor de la Ley de Patrimonio, e tcétera. Pero ni una pala-

El síndrome de Fabrizio

bra e n defensa del contenido del informe, ni en contra del pro­yecto del Zaida, tal y como sería -creo yo- su obligación.

y es que nadie puede luchar con tra las palabras honoríficas, que siempre han estado a favor de los partidarios de deIT~bal~ el Zaida y construir un edificio mucho más grande, con pmgucs beneficios económicos para sus promotores; primero, fue la modernidad y e l prestigio de un proyecto firmado por un arqui­tecto de talla internacional (paletos localistas se nos llamó a los poco's que nos opusimos entonces) y ahora es la auto'l1omÍf¿ mu-

nicipal.

Pero quizás esté llegando la hora de no dejarse cegar por la luz de las grandes palabras e intentar mirar lo que hay detrás de e llas. Entonces descubriremos en tre las bambalin as de la expresión «autonomía municipal» grandes cosas, como los pro­gramas asistenciales, la expropiació n de solares., las escuelas municipales, pero también algún que otro desagUisado como la conu"atación de «amigos políticos», la supresión de instrumen­toS de ordenación territorial supralocal (como el Plan Comar­cal de Granada), los cambalaches con los consu'uctores, e tc. Y entonces quizás, parafraseando a Madame Roland camin o ~c la guillotina, diremos: «¡Autonomía! , ¡autonomía!, cuantos chspa­

rates se cometen en tu nombre»,

TEORÍA Y PRÁCTICA PARLAMENTARIA

El País Andalucía, 1 de octubre de 1995

SI hay algú n tópico que, como profesor de Derecho Político, he tenido oportunidad de comprende r (y sufrir) e n mis cla­

ses, sin duda es e l de que t< la realidad supera a la ficción» por­que cad a vez que califi co d e inverosímil o de hipótesis d e laboratorio cualquie r problema que plantea algún alu mno in tui­tivo, descubro cinco días después que la realidad política deja pequeña la imaginación juven il y e n ridículo mi respuesta. Des­de luego, en es LOS tiempos turbulentos me parece que sólo un ménage a tTOis entre Julio Verne, Kafka y Borges hubiera podido imaginar los acontecimientos políticos que es tán pasando e n España. Vaya en mi descargo que por más que buceo en los ma­nuales buscando precedentes e hipó tesis parecidas sólo me res­ponde el eco de las páginas en blanco.

Veamos, si no, lo que sucede d esde junio de 1994 en el Par­lamento de Andalucía. Haciendo una transposición urgente de cualquier manual de Tácticas parlamentarias el día siguiente de las elecciones se podría pronosticar más o menos que la pérdida ele la mayoría absoluta por parte del PSOE supondría un l1"layor di­namismo parlamentario, el fm del denostado «rodillo», pero dada su posición de cenU'o político, Chaves y los suyos podrían clesa­n'ollar su acción de gobierno pactando unas veces con su dere­cha (PP) y otras con su izquie rda (IU ). Esta hipótesis de un go­bierno minorita rio en tens ión dial éc tica e nfrentami e nLO / colaboración con la oposición no favorece, en principio, a nin-

glm partido en concreto, pues todos obtendrían ventajas: el Go­bierno lograría estabilidad y la oposición no se vería abocada a un a elección diabólica entre elliesgo de ser simple comparsa del PSOE (gobierno de coalición, pacto de legisla tura) o convertirse en el perro del hortelano, que ni gobierna ni deja gobernar.

Enfocándolo desde otra perspectiva: todos los partidos po­drían presentarse en positivo ante su electorado resaltando que gracias a ellos se ha hecho tal cosa y tal otra no se ha hecho por culpa de la alianza de los otros dos. Evidentemente, esta si tua_ ción favorecería extraordinariamente el sistema político en su co f1junto: el ciudadano percibiría que, mejor o peor, más cerca de su ideología o más lejos, el sistema funciona yeso le estimu_ laría a participar en las siguientes elecciones para cambiar la correlación de fuerzas en favor del partido de sus preferencias.

Sin embargo, lo que está sucediendo en el Parlamento de Andalucía poco tiene que ver con el teórico pronóstico y sí con cua lquie r novela tremendis ta: el Parlamento desarrolla una ac­tividad frenética, pero el resultado es el parto de los montes, apenas dos leyes-ratoncillo y nada esenci al, ni presupuestos, ni Defensor del Pueblo, elc. Esta situación, a mi modo de ver, se parece a la de mi pronóstico fallido en una de sus co nsecuen­cias: ningún partido se beneficia especialmente de e lla. Los par­tidos se limitan a transformar su mensaje positivo en un dis­curso nega ti vo, e n el que todo so n acusaciones con tra el adversario: el PSOE critica la «pinza» PP-IU, que no le deja gobernal~ e l PP recrimina a la izquierda su incapacidad para pacLar, IU señala que el PSOE y el PP son dos caras de la mis­ma derecha, y cosi via.

Ahora bien, si en la hipótesis de libro veíam os que la dialéc­tica enfrentamiento/colaboración, además de ser neutral para cada partido, e ra globalmen te positiva, ahora en un es tado de enfrentamiento/parálisis las consecuencias son muy otras: los ci udadanos no ven un sistema que funcione , sino un a situa­ción empantanada donde los políticos se cierran sobre sí mis­mos, dedicándose a abstrusas cuestiones técnicas (si el Parlamen-

19 1

.• lt: dt: Fabrizin E.\ Síllurtln

. . si tal propuesta es . ~ del eJecutlVO, I . nvade o no la aCC10n . 'ecíprocamente de toe os

10 I ) a acusal se 1 . stitucional o no, e tc ~ . d a esperar que e l uempo o

con les de nuestra naclOnahda Y da en la Villa)' Corte, loS roa (lo que suce cualquie r e1ement~ exte r.ndo enmarañar la madeja en que ellos

. ·emplo) Lenmne pOI es pOI eJ se ban liado .

. . ~ e blo ueo en que se enCl~entra Para salir de la sltuaCl~on d (~n enie ría constiLUC10nab}

I Parlamento de AndaluCla nI o hay to gni modificacio nes de l e o reg aluen , ,. or valga· ni un nuev I .. ou·a receta feClrtca p -que , .. ni cua qUlel I

"[1m para elegIr caigas, d falta la voluntad de os qUOl .. f . asan cuan o '

e todas las med1C1l1as lac€ '¡lnas cuantas gotas de sen-qu . bastanan . . tes Por el contrano, . 1 le el funcionamiento pacle n . . _ exponenCla men

lido común para meJoral del Parlamen too

.. me parece que la talla ll\e-Como soy bastante opUffitsta, ~ le aceptable , creo que se

. dIces es mas qt e d·la de los políucos an a u E l.e las muchas razones qu

b· breve n I t producirá ese cam 10 en .. . los partidos siguen por es a eo Para ello quiero resaltar una~ s~ mente desemboca en una

v ' 1·· ue untca I ' d de Peleas y para lSlS , q el rechazo ele pu-sen a d bruces con

. . comedia, podrían darse c., y dando otros su voto ti ag

l 1 bstenClOn, unos, . n

bEco, incrementando a a b. de adores que termme co . ugne un cam 10 . I 1 ·0 Y ro-a alguien que pl Op . . ecirlo con un eJemp o c al ..

. cabables renCIllas. POI d . o el de la irreslsuble sus lOa . mendlsta com . tundo , pero que no sea tan ~1 ~ il Gil ganado las e lecclO~es scensió n de Hitler: ¿Hublela G . Y t marbellí nO hubiera Sido

a . 1 ntenor AyuntalTIten o municipales SI e a de ineficacia Y dejadez? un ej emplo galopante

A VUELTAS CON LA REFORMA ELECTORAL

El País Andalucía, 14 de julio de 1995

E N política, como en casi lodas las cosas de la vicia, hay te­mas recurrentes, asuntos de los que nadie se acuerda hasta

que de pronto vuelven a la primera página de los periódicos, se debaten e n las tertulias, se polemizan por doquier y después des­aparecen sin dejar e l menor rastro. Pasado cieno tiempo, como si se u-atase de un horario ferroviario, el ciclo se reanuda con el mismo vigor que la primera vez, tanto que sólo la gente con gran capacidad de memoria recordará que se trata del mismo tren , aquél que vieron marcharse tiempo ha hacia ninguna parte.

Creo que hay pocos temas ta n recurrentes (o al menos eso me dice mi quebradiza memoria) como el de la reforma electo­ral. Como si fuera un incendio veraniego, la llama reformista que encendiera Ruiz Gallardón hace un mes, saltó la semana pasada a Casti lla-La Mancha y en estos días ha llegado a Anda­lucía en forma de propuesta del presidente Chaves que preten­de crear una comisión de expe rtos para que es lUdien las modificaciones necesarias en e l sistema electoral con el fin ele «dotar de nueva frescura a la vida política».

La idea me parece francamente interesante. aunque no le arriendo las ganancias a la comisión. Para empezar, tendrán que tener en cuenta los fortísimos condicionamientos jurídicos. Por una parte, la ConsLi tución establece para las comunidades autó­nomas de primer grado -como la andaluza- el sistema pro-

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porcional, lo que .impide (salvo reforma de la CE, claro es tá) el sIstema mayontano en clrcunscnpClones unmominales, un a de las fó rmu las ~on más fr~scura que se conoce, como demuestran las democracias anglosajonas. Por Olro lado, nuesu'o EStatu lo de Autonomía tiene varios mandaLOs que limitan la capacidad de aClUación de la ley e lectoral, así establece la provincia como cil-. c~mscripc ió n electoral y ordena qu~ la fónn11 1~ electoral Se fija­ra no por el ParlamenLO andaluz, ¡S1l10 que sera «el mismo siste_ ma que rija para las elecciones al Con greso de los Dipu lados»! (artículo 28 .2). Esto supone que para eli min ar el sistema D'Honl (y diré entre paréntesis que goza de un a inm ereci da mala pren­sa) y sustituirlo por cualquier o tro que permita las listas abier­tas sería n ecesario modificar e l sistema electoral general , pro­cedimien to que ex ige la participació n Cortes Generales, lo que me parece que en estos tiempos turbule ntos que corren es re­u-asar casi atl calendas graecas la reforma elec toraL Otro tanto, se puede decir de reformar el propio Estatuto.

Pero si la Constitución y el Estatuto condicionanjurídicamen_ te el sistema electoral, no lo condicio nan menos los intereses po­líticos porque cualquie r sistema que se e mplee para u-aducir los votos e n escaños beneficia a unos de terminados partidos; lo que supon e, lógicamente, que alcanzar un pacto para cambiar el sis­tema sea muy difícil porque cada u no buscará el sistema que más le benefici e, o al menos así ha sido hasta ahora.

Así las cosas, si la reform a e lectoral va e n serio y no es una vez más el viej o tre n sin destino al que me refería más arriba, la comisión de expertos tendrá que derrochar imaginación para realizar propuestas que no implique n ni la reforma de la Cons­litución ni la del Estatuto , ni de la LOREG y que además sean neu trales para todos los pa rtidos . Como no soy expe rto, ni ten­go mucha imaginación , sólo se me ocurre una medida bastante secundaria que cumpla todos esos requisitos y podría adop tar e l Parlamento andaluz rápidamente: permitir que los ciudada­nos podamos alterar el orden de la lista, que ahora fijan los par­tidos (cambiar a un sistema de <dista cerrada no bloqueada»). Segu ro que cualquiera que enti enda un poco de elecciones en-

195

. una medida poco e fectiva (de h ecl:o lrará que se tl ata de ~ cen luada en el Senad o, SIO

co: posibilidad existe much ob ~na)s ; que puede estar cuajada de

es se aprecien grandes cam lOS. ~ la MaCia) Pero, la verdad, qlle 1 r [avoreCIO a , . . convenienteS (cn ta la, < _ -ef,.escar el ambi ente electo-In tITC pala 1 '

la única que se me OCl - b Iscando el problema don-es lo meJ· or eSlamos l . I Claro que, a • . ·de tanLO e n el sistema para la· . ' l 'oblemano l esl . 1 de na está, qUlzas e PI . o en el sistema para elegIr a os elegir a los parlatnentan~.s, cOI~e en la aCLUalidad monopolizal: candidatoS a parlam~e~lal~oS~;da partido . Pero, eso es, comO ch-

lelamente las elites e comp .. ría Tolkien, otra HIstona.

DELICIOSO DIVERTIMENTO

El País Andalucía, 16 de marzo de 1995

REMEDANDO torpemente el Manifiesto comunista, podríamos decir que un fantasma recorre el mundo democrático: e l

rechazo de la clase política por los ciudadanos. En la inmensa mayoría de los es Lados democráticos el «divorcio» e ntre la opi­nió n pllblica y los representantes políticos es más que notorio, aunque no siempre se ll egue al extremo italiano. Afonunada­mente, no se U'ala tanto de una crisis de la democracia, como de una desconfianza hacia el poder: hoy día, la mayoría ele los ciudadanos, con trariando a Platón, pensamos que la política es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los políticos profesionales.

Así las cosas, creo que no es mala idea buscar fórmulas que pueden servir para «desprofesionalizar» la política. Por eso, me pa­rece bien que en Andalucía se piense en la posibilidad de limitar a dos legislaturas el tiempo máximo que una persona pueda osten­tar la Presidencia de la Junta. Prác ticamente inédita en los siste­mas parlamentarios y no demasiado antigua en los presidencialistas (en los EE UU la prohibición se formalizó constitucionalmente en 1951), esta modesta medida podría ser la avanzadilla de una gran refonna que disolviera la «clase política)) y te rminara con la «ley de hierro» de la oligarquía en los partidos políticos.

No veo nada inconstitucional en una propuesta de este Lipa y de hecho ya existe en o tros ámbitos «cuasipolíticos». Así, la

mayoría de rectores y decanos de las universidades españolas tic. nen limitado su mandato a d os legislaturas y nadi e ha considc. rado que se h aya violad o ningún mandato constitucionaL Sí me parece más discutible e l texto jurídico e n el que debe contener. se un a di sposici ó n que afecta sustancialmente a la primera magistratura de nuestra comunidad: indudablemente, su lugar más adecuado es el texto instituci onal básico donde e lla se crea, e n e l Estatuto de Autonomía, como m uy bien d emuestra el De. recho Comparad o (artícu lo XXII de la Constitución americana, 54 de la alemana, 126 de la po rtuguesa, e tcétera), Pero tampo­co me atrevería yo a tachar d e an ties tatutaria y descabellada tina ley autonómica que limitase la reelección d el presidente de la Junta porque n uestra corta andadura autonómica es ya larga en p recedentes de lo que -para en tendernos- llamaré un desarro. 110 ' fl exible' del Es tatuto,

Ahora bie n , estos mismos precedentes ha n creado una cos. tumbre parlamentaria: el pacto entre los partidos cuando se trata de regu lar legalme n te las ins tituciones autonómicas de manera distinta a como cabría deducir de una in terpretación literal del Estatu to. Desde ese punto de vista, la propuesta del PP tiene der· LO tufillo a nti Chaves (no se ha realizado en las demás cOIlluni· dades autonóm icas) y éste ha respo ndido de una forma que no termina de convencerme: insinuando que se trata de una medi· da inconstitucional.

Espero que ambas fue rzas políticas reflexionen y no se en­zarcen e n u n guirigay d e discusiones por una cuestión menor; porque la limi tación de l mandato d el presidente es a los pro­bl emas de Andalucía lo q ue era el Fantasma de Caneville a los malos espíritus: un deli cioso 'd ivertimento' . Si los partidos sa· ben -imitando a Óscar Wi lde- regularlo, les quedará una buena med ida; pero si utilizan la cuestión como anTIa arrojadiza ahon­darán e l divorcio entre los políticos y los ciudadanos.

- KANT, LA CONSTITU,CIÓN y EL VISITADOR POLlTICO

Ideal, 11 de noviembre de 1992

. ue la razón d e tu acción pued a ser

O sRA de tal maneI; qtad en la ley universal. Sin n ecesidad elevada p or su va .un I ,. os ele Kant la mayoría de

l · 'aUVOS categollC , de conoce r os lmpe l .. t cltándo una conducta es

b os insunuvaroen e las personas sa em . I pedir dinero a las em-

, b' en por eJemp o, reprobable: no esta 1 ' . ·c'pales ni emplear una

'b . '\ ceslOnes rouOt 1 , presas para aU'1 un e con,. b . fici o privado, ni recibir de oncina pll blica para medl al en ene , ' tapadillo maletines millonarios de un consll llCtal.

1 _ ue es un orde n racional- no Sin embargo, el Derec 10" q lo que condena el sentir po­

on la llltUlClOn y casa exactamente c ' 1 Tribunales. En ese desfase

d - condenado pOI os , ' pular pue e no sel e tiene el mundo jundl-

, -t de la mala prensa qu reside buena pm e . b ' r te rarias de . . s refran es, dIchos y o las 1 , co, saun zado en na poco ,. la conocida disputa sobre

. 1 a a la mem01la las cuales me VIene a 101 d I s Viaies de Gulliver. La

, d d vaca nana a e n o :J la propleda e una . 'de la "Iweterada costum-

I f ede provenn ou'a parte de ma a ama pu. t' convence r a la sociedad de bre de algunas personas de tn:e~ al .ncide n de tal modo que si

ue el mundo de la ley y de la eUca cm q es delictivo ya es moralmente laudable. un acto no

. 1. 1 rensa acaba d e descubrir p~~gamos un eJem~l:s~~~u;i ~ i t::CIO a personas que se a.bs­

que mIlItantes del PSOE. a ra explicarles los diez anoS tuvieron en las últimas elecClO

n es ,f el que voten a su partido. de gobierno, y de paso, conven cel es e

200 Agllslíll Huh lIu{;fnlu

Ese componamiento no está sancionado en el Código Penal. ni expresamente prohibido por la Ley Electoral, así que los perió­dicos se han llenado de declaraciones de personalidades del PSOE que no sólo argumentan la legalidad de esa conducta, sino que la consideran una iniciativa de acercamiento al ciudadano -Rosa Conde- o dando un paso más, una acción favorable a la democracia pues es ofrecerles un plus para poder ejercer su ciudadanía mejor (Félix Pons).

¿Pero por qué entonces se ha llevado tan en silencio la cam­palia? ¿Por qué el PSOE, que ha anunciado a bombo y platillo los miles de aclos que va a organizar y los millones de tebeos que va a repartir, no había dado a conocer previamente tan sa­ludable iniciativa? Personalmente, la única respuesta que se me ocurre está relacionada con Kant y el sentido común: porque, por mucho que no lo prohíba el ordenamiento jurídico, cual­quiera que conteste con la mano en el pecho sabe que no pue­de ser una aceptable norma de conducta fichar en las mesas elec­torales a los abstencionistas y luego visitarlos para recordarles su condición y pedirles el voto. Dicho con términos gratos a la filosofía jurídica: podrá ser una acción legal, pero no una ac­ción legítima.

Ahora bien, ¿en verdad se trata de un comportamiento le­gal? Desde luego, ni la Constitución ni ningún otro texto jurídi­co prohíben expresamente el trabajo del visitador político y va­rios prestigiosos especialistas han aceptado su constitucionalidad, si bien se han cuidado, lógicamente, de separar su opinión jurí­dica de su opinión ética. Por su parte, el profesor Jorge de Este­ban ha teorizado sobre cómo ese comportamiento vulnera la li­bertad ideológica (art. 16 de la Constitución) y el derecho al voto libre y secreto (art. 68 en relación con eI23).

En mi opinión, este último da unas razones de todo punto convincentes que penniten concluir que quien visita a una per­sona sabiendo (por medios ajenos a la voluntad de la persona misma) que ésta no votó está violando su derecho de mantener oculta su abstención en las elecciones. Poco más se puede aña-

4

El sindrnme de Fabri7.io 201

dir desde el punto de vista constitucional, como no sea reforzar esa conclusión recordando que el artÍCulo 18 garantiza la inti­midad personal, donde se puede incluir sin dificultad el dere­cho a que nadie reciba una visita -o una carta, o una llamada telefónica- en la que se le indica que el partido tal (que en el caso presente coincide con el panido en el gobierno) sabe que no votó en las últimas elecciones. Y esa consideración me hace ir un poco más lejos en la crítica al comportamiento del PSOE: no sólo es contrario a la Constitución que los partidos envíen a sus militantes a la caza y captura de los abstencionistas, sino que es inconstitucional el mismo hecho de que tengan un listado (informatizado, además) de todos los ciudadanos abstencionistas porque se trata de una información relativa al ámbito íntimo de las personas para la que carecen de la mínima habilitación constitucional. Por eso, es mucho más congruente con la Cons­titución una interpretación de la Ley electoral (art. 41.2, 86.3 Y 4 Y 100.4) que considere que los censos punteados por los in­terventores deben ser entregados, con la demás documentación, a laJunta Electoral, que la práctica de dejarlos en poder de los partidos.

Pero, como los peores rábulas que pierden el hilo de su dis­curso, creo que me he enredado con los razonamientos jurídi­cos y me he alejado de mi tesis, que era simplemente ésta: los juristas podremos discutir todo lo que queramos sobre si es cons­titucional o no que los partidos vayan de visita a las casas de los abstencionistas, y los dirigentes elel PSOEjustilicarlo; pero po­cos ciudadanos comunes y corrientes, no contaminados por la ciencia jurídica o el interés partidista, negarán que se trata ele una práctica reprobable. Y es que, como decía Gulliver, parece que algunos políticos se han especializado en el arte de demos­trar con palabras, multiplicadas para tal propósito, que lo blan­co es negro y lo negro, blanco.

LA IMAGEN DEL PARLAMENTO

El Correo de Andalucía, 28 de febrero de 1992

" ANGEL Ganivet, el padre de la generación d el 98. se declara-ba regionalista, pero contrario a que se susLiLUyese la «cen­

u'alización actual por ocho o diez centralizaciones provechosas a ciertas capitales de provincia» y a que «se amplíe el a rtificio parlamentario con nuevos y no mejores centros parlantes». ¿Qué diría el genial granadino si volviese a es te mundo para escribi r, en fecunda polémica con Unamuno, una nueva edición de «El

porvenir de España»?

Sin duda, a no pocos observadores de la política andaluza -como puede ser mi casa- la opinión de Ganivet les parecerá un pronóstico que no h a e rrado demasiado en cuanto a la pri­mera afirm ación : el aparato admin istrativo que h a creado ¡aJun­ta de Andalucía no tiene mucho que envidiar al de cualquier mastodóntico Estado cen tralista; es más, su organigrama está calcado del estatal, con viceconsejeros Y direcLOres gene rales por doquier, d elegados en LOdas las provincias, organismos au tóno­mos proliferando como hongos tras un a tonnenla ... todos dis­puestos a ejecutar en cualquier parte de Andalucía las ó rdenes que imparta el Consejo de Gobierno como si, sin confesarlo nun­ca, la Junta de Andalucía creyese - con Jean Chap lal- que el centralismo tiene la gran vent~a de conseguir «la transmisión de las órdenes y de la ley con la rapidez del fluido e léctrico».

2°4

Más difícil se hace opinar sobre la segu nda afirmación, re­ferida al papel del Parlamento; desde luego, hoy sería injusto hablar, como en la Restauración, de un artificio parlamentario ya que no se puede dudar que tenemos un sistema democrático en el cual los ciudadanos eligen libremente a sus representan_ tes. Ahora bien, ¿no hay algo de centro parlante en e l actual ParlamcnLO andaluz en el sentido de lugar donde se habla mu­cho y se produce poco? Sin ir más lejos, en el programa «Parla­mento» de Canal Sur de hace un par de semanas se mostraron una serie de entrevistas hechas al azar en la que la mayoría de los entrevistados se quejaban de lo ajeno que está el Parlamen­to a los problemas de la calle. Aunque no se puede considerar una encuesta científica, creo que ésa es la opinión más extendi. da entre los andaluces, como cualquiera puede cornprobar a poco que pregunte a la gente que le rodea.

En buena parte, se trata de una opinión errónea en cuanto basLa hojear los Diarios de Sesiones para ver que sí se tratan los problemas cotidianos de los ciudadanos y cada vez más sus pá. ginas rebosan de preguntas de la Oposición y respuestas del Con­sejo de Gobierno sobre Lemas muy concretos: las condiciones de limpieza de tal hospital, la construcción de una carretera, etc. Desde esa perspectiva, ll evan razón quienes afirman que el pro. blema del Parlamento de Andalucía no es tanto su ineficacia como su falta de imagen en la sociedad. Un pequeño botón de muesLra es la respuesLa que daban algunos miembros de las élites andaluzas en una encuesta que hace varios años hicimos en el Departamento de Derecho Político, baj o la dirección del profe­sor Cazarla, cuando se les preguntaba quien era presidente del Parlamento: «¡Cómo no vaya saberlo - venían a decir con cier· to aire de sorpresa ante la fácil pregunta-, es José Rodríguez de la Borbolla! »

¿Pero por qué ese desconocimiento y esa confusión con oU'as instituciones de la Junta? Y quizás aquí la respuesta enlaza con otra perspectiva con la que es posible analizar la actividad parlamentaria y desde la cual no parece del todo descaminado el reproche al Parlamento andaluz de su falta de laboriosidad:

[1 síndrome d~ Fabri7.in

la elaboración de las leyes, Larea en la que no se distingue. pre­cisamente, por su falla de productividad. Así, en el período 1982-1989 (por detenernos en e l año anterior a las e lecciones autonómicas. que siempre es un año aLípico) la Comunidad Au­tónoma de Andalucía se dotó de 68 leyes frente a las 82 de Galicia, 114 País Vasco, 165 de Cataluña, 167 de Navarra y las

más de 400 estatales.

Incluso esa mera comparación numérica entre las Comuni­dades Autónomas de primer grado es demasiado favorable al Parlamento de Andalucía en cuanLO algunas de esas 68 leyes (a las que se les puede sumar seis de 1990 y tres del 91) son, úni­camente, pequeños retoques de otras anteriores (la Ley 1/ 1990, de modificación de la Ley 6/1983 del Gobierno y la Administra­ción de la CA; la Ley 4/1990, de modificación de la Ley 5/1984, de incompatibilidades de Altos Cargos de la Administración An­daluza, etc ... ) y otro buen número están dedicadas a cuestio­nes muy concretas (como las leyes de protección de espacios na­Lurales: de la Laguna de Fuente de Piedra, zonas húm edas de la

provincia de Córdoba etc).

En sentido con trario, el Parlamento de Andalucía no ha le­gislado todavía sobre materias de suma importancia que sí han sido cubiertas por otras comunidades. Así por ejemplo, carece­mos de una ley similar a la catalana 22/1983, de 21 de noviem­bre, de protección elel medio ambiente, o a la vasca 15/ 1988, de 11 de noviembre, sobre prevención, asistencia y reinserción

en materia de drogodependencia.

Por otra pane, la poca actividad normativa del ParlamenLO contrasta con la abundancia de Decretos del Consejo de Gobier­no, cuyo número (2.353 para el mismo periodo 1982-89) es muy superior a l de Navarra (1.726), similar a los del País Vasco y Galicia (2.585 y 2.452) Y sólo queda por debajo ele la vertigin o­sa productividad catalana (3.408). De esa comparación no pa­rece muy peregrino deducir que el partido gobernante en An­dalucía se ha visto mucho más inclinado que los de otras nacionalidades a emplear en su actividad normativa un insLru-

2 0 6

mcnlo (el decreto) que no ¡m lic .. l~l ento. Deducción que se reflle~a a~ ~~:e~:~I~lpación del Parla. (,0 e l decreto para cuestion es de ran r q l~e se ha emplea. glS latllra el Pla n And 1 d g elevanCla: en la 2 • l

a uz e DesalTolI E ~ . c· Forestal yel Pla n General de Bienes e 1 o . 'tonomieo, el Plan lado como le 1 ,..._~ ~ . ti lUl a es no se han . . el res y a L«1.ma ra unJcamcnte ha te . I . LJ aml_

e ellos por medios d e «Comuni caciones» n¡C o conoclIniento

P~r eso, la revalorizació n del Parla mento el venclra - aunque ayude el I e Andalucía 110 I . - e a mano de inteJige l

(e lJl1agen, sin o de que ocupe real n es campañas e1ebe tener e n el sistema l' . , mente el papel central qUe

po JUco and aluz' vene! ' seno se debatan los proble mas 1 And l', ra Cuando en su d b c e a lIela yen l ' e ates del es tado de la e . 1 esa Inca los

( OlllunJ e ae! SOn un b . c uando en é l se resuelval1 S· . uen Comienzo_ y

. In II1 crementa' 'fi' mero de leyes, pero sin reducirlo tant I artl Klalme nte el nú-iclea de que es una Asamblea Le .( J ~ q ue haga desaparecer la no de a p ie - ése que sólo' IgIs at~v~. Entonces, el ciudada.

1 sig ue a palluca a dist . sa Je muy bie n dónde se _ '1 . anCla, pero que 1 P venlI an sus II1tereses d' ~

a arlamento andaluz COmo l' - eJara de ver 1 un eJano centro pa '1 e corazón político d e la e' I ante y sí como

omullldad Autónoma,

¿TEMOR A LA REFORMA?

Diario 16, 19 de febrero de 1992

C UALQUIERA sabe si aque lla fría maliana d ece mbrina e n Maastricht, Felipe González sabía que, al h acer su intere­

sante propuesta sobre la «ciudadanía europea», estaba propician­do una reforma de la Constitución espaliola. Desde luego, no parece que fuera muy consciente de las impli caciones constitu­cionales que conlleva p ermitir que los ciudadanos d e los otros Estados comunitarios puedan votar y presentarse candidatos a las elecciones municipales. Y digo esto, sin directo conocimien­LO de causa, porque la primera reSplleSla del Gobie rno para opo­nerse a la reforma constitucional fue tan poco consistente que parece dada por alguien cogido a con trapié: como e l a rúculo 93 - ven ía a decir su justifi cación- permite la cesión de ((com­petencias», pu es noso tros cede mos la competencia para d eter­min ar quién vOla o no en las elecciones municipales. Sin nece­sidad de dar más argumentos e n su contra, baste recordar que una cosa son las compe tencias (la capacidad de los poderes pú­blicos para actuar en unas ma terias: defensa, san idad , educa­ción . .. ) y otra cosa bien dis tinta, los derechos, Por esa vía, es imposible sortear el artículo 13.2 de la Constitución, que dice con claridad meridiana: «solamente los espalioles serán titula­res de los de rec hos.,,»)

Una vez meditado el asunto, la posición del Gobierno ex­puesLa por e l ministro para las Relaciones con las Cortes, Virgilio Zapatero, parece más inteligente: como e l artÍculo ] 3 de la Cons-

208

titució n exige que los candidatos sean españoles, ( onvinamos a los extra nje ros comunita rios en españoles a los únicos e fectos de q uc se puedan preseo tal' a esas elecciones. Y para eso no hay que tocar la Constitución, es suficiente con modificar la Ley Or. gánica de l Régim en Electo ral General.

El razonami ento es tan brillante que el Gobi erno d ebe ría animarse a apli carlo en o tros ámbitos e n los que se duda de la conslitucionalidad de sus propuestas. Por ejempl o, en el proyecto de Ley O rgánica de Seguridad Ciudadana: ¿por qué no 'incluir un artículo que dij ese. poco más o me nos, «a los efec tos de re. gistros policiales. no se considerarán domicili os las viviendas e n que h abite n sospechosos de trafi car con drogas»? Resucllo el pro bl ema de la inviola bilidad de domicilio. ¿La re te nción de pe rsonas q ue no lleven el DNI? Igual de fácil : «a los solos e fec­tos d e su de te nció n, sólo se conside ran p ersonas los individuos que puedan ide ntificarse ... »

No, evide ntemente, por esa vía del fraude d e ley, se desem­boca e n el absurdo y se abre una espita para destruir el ordena­miento constituciona l. Yes que la claridad de l artículo 13 impi­d e que pued a triunfar cualquie r operació n d e inge ni ería constitucional que pre tenda la reforma de la Constitución . ¿Por qué se empeñ a, por ta nto, e l Gobierno en buscar una fórmula que la esquive?

Llegados a es te punto, debemos dejar la, relativamente, tran­quila y neutral senda jur ídica para adentrarnos en el bosque de las razones p olíticas: e l Gobierno teme que se aproveche la oca­sión , bie n di rec tamente bie n como precedente, pa ra pedi r más refo rm as. Coi ncide as í con la opinión responsable de algunos periódicos que eSLQS días han edi torializado sobre la conven ien­cia d e un pacto de los partidos comprome tiéndose a modificar la Consti tució n ú nicamente en aquellos pun tos exigidos por el Tra tado de Maas trichl. Es una opción legítima y razonable, preo­cupada porque un p roceso de refonna constitucional abriese u na c~a de Pan dora con resul tados imprevisibles.

El síndrome de Fabriz.io 209

Aún a ri esgo de que algún rayo de la temida caj a me alcan­ce, me atreveré a defende r una postura menos razonable siquiera sea por recordar a Be rnard Shaw: «el hombre razonabl e es el que se adapta constantemente al mundo, el irrazonable persis­te en que re r adapta r e l mundo a sí, por tanto , e l progreso de­pende siempre del hombre irrazonable» . ¿Por qué no discutir una refo rma más amplia de la Constitución?

El sistema constitucional, hasta la fecha, viene funci onan­do de una mane ra más que aceptable. Si a ello se le une nues­lra trágica historia política, es lógico que plantear la más míni­ma reforma d e la Constitución levante recelos. Pero lampoco parece muy de fendible argume n tar que la Lex legum deba pe r­manecer pe trificada por los siglos d e los siglos cuando vemos que los de más miem bros de la Comunidad Europea refo rman las suyas sin que el cielo se hund a sobre sus cabezas (Dinamar­ca, Francia e Irlanda se aprestan a hacerlo para pode r ratificar el Tratad o de Maastrich t). La consolidación de la democracia espaii.o la es un hecho más que evidenle, igual que e l sentimien­to constitucion al de los españoles. Por eso, no creo que a noso­tros nos vaya a es tallar e l inven to e n las manos po r intentar me­jorar algunas cosas de una Constitución que tien e ya catorce all0S

de vigenci a.

Ye n este mo me nto se produce la gran o bj eció n razo n a­ble : pe ro ah o ra es imposibl e e l clima de conse nso de la t ran­sició n . No d igo q ue n o, pe ro m e pregunto si a n tes d e elabo­rar la Constitución había ese clima que ahora se exige. No es la impresión que yo recue rdo, ni la que se saca d e hoj ear los p rogramas e lectora les d e 1977 o los Diarios de Sesiones d e las Co r tes Co nstituye n tes. Si n emba rgo . e n la actu alidad, nin­guna d e las fu e rzas po líticas relevantes cuesti o nan e l Estado social y democrá li co de de rec ho , la mo n arquía parl am enta­ria, la perte nencia a la Comun idad Europea . . . Los refo rm islas se li mi ta n poco más q ue a p edi r la modificación de l Se n ad o y efec tuar algunos retoques e n el siste ma d e di stribució n de com pe te nci as.

210 Aglt,Ili" Hui:: IltJMtllo

Si cuan do estaban mucho más e n frentados supie ron lograr un punto de encuenu'o, si acaban de pacta r la fi nan ciación au­tonóm ica y no parece que las o bjecion es de los partidos secun­d arios al pac to autonóm ico entre el PSO E y el PP sean insupe­rables, ¿p or qué no van a ser capaces d e pone rse d e acue rdo sobre una mode rada reforma cons LilUcional? Merece la pena intentarlo para supera r la falla más impo rtante del Estad o auto­nóm ico: la insufic iente regulación constitucional de las relacio­nes de coope ración entre los poderes públicos, muy especialmen­te e n e l ap a rtad o de la p a rti cipació n de las comunidad es autó nomas e n la fo rmación d e la voluntad es tatal.

SOBRE AUTORIZACIONES

Ideal, 20 de febrero de 1991

L A democracia y la d ictadu ra son tan dis Lin tas que la mayo­ría d e noso tros no sabríamos muy bie n qué con testar si un

d ía IDEAL p reguntase e n su Ojúnión de ln. mlle por las direren­cias en tre ambas form as d e organización políLica. Se ría un a sor­presa sim ilar a la causada po r e l viejo acertij o de adivina r en qué se distingu e un e lefan te de un lápi z.

Pe ro una vez su perad a la perplejidad . y sin necesidad d e ser grandes zoólogos de la po lítica, em pezaríamos a seii alar d ife­re ncias sin ningu na di fic ultad . Pa ra facilitar la ta rea creo qu e es un bu en método dej ar las co nstrucciones abstrac t:ls y ftj arse e n hechos concre tos que pe rrnitan compara r cómo se desarro lla n en la democracia o bajo la dictadura. Por ejernplo, las manifes­taciones: no hay dictadura que se p recie que permita as í como así que la gente se maniIies te. Por p rincipio, cualquie r re unión en un lugar pú blico necesita autorizació n de la au toridad gu­bern ativa . Si bie n es verdad que esa misma dictadura d ará tod o tipo de faci lidades cu an do los man ifestan tes sean sus partida­rios. Leamos, como prueba, la Ley de O rde n Públ ico ele nues­tra felizmen te desaparecida dictadura: todas las reu niones y ma­nifes tacio nes necesitaban la autorizació n previa d el Go bernad or civil , a ho ra bien - decía su an ículo 15- «se considerarán e n todo caso autorizadas las re uniones o manifes taciones q ue cele­bren las organizaciones a que se refi ere el párrafo 2Y de l artí­culo 16 d el Fuero de los Españo les».

212

Sin necesidad de leer plúmbeos anÍculos, no fueron pocos los adolescentes de los años 70 - entre los que me incluyo_ que vieron por sí mismos cómo, cuando pasaron de gritar «¡Viva Franco!» a «¡Abajo la Dictadura!», la actitud de las Fuerzas del Orden Público no era exactamente la misma. En la demacra. cia, por el contrario, rigen los principios opuestos: lodas las ma. nifestaciones pueden realizarse sin autorización y la policía debe protegerlas a todas por igual, ataquen o defiendan al Gobierno, pidan el alto el fuego en la Guerra del Golfo Pérsico o la COns­trucción de una presa en Otívar. Únicamente con carácter ex­cepcional se podrá prohibir su celebración, como muy bien es. tablece el anÍculo 21.2 de nucSU-a democrática Constitución: «En los casos ele reuniones en lugares de u'ánsito público y manifes­taciones se dará comunicación previa a la autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para las personas O bienes».

Si la teoría no tiene mayor enjundia ni complicación, la práctica ya es otra cosa y bien sea porque la Ley de Orden PÚ­blico de 1959 no ha sido derogada expresamente, bien por sim­ple desidia, lo cierto es que con frecuencia los medios de co­municación informan sobre si un Gobernador Civil ha autorizado o no talo cual manifestación (véase, como último ejemplo, el número de este periódico del pasado jueves 14 de febrero). Qui­zás exagero, pero tengo la impresión de que el error de consi­derar que el Gobierno civil autoriza una manifestación, cuando sólo puede prohibirla, es algo más que un suti l equivoco terminológico: me temo que sea un reflejo de la trasnochada idea de que la Administración, supremo intérprete del bien co­mún, tiene la capacidad de conceder las peticiones adecuadas de sus sllbditos y la de rechazar las inoportunas.

Si eso es una sospecha algo abstracta, las dos ac tuaciones concretas que la pasada semana ha tenido e l Gobierno civil de Gran ada prohibiendo una manifestación de policías y autorizan­do con restricciones de tiempo la convocada por laJunta Cen­tral de Usuarios del río Verde, me han originado una sospecha concreta: dado que las dos manifestaciones no son, precisa-

21 3 E151ndrome de Fabrht;ill

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CRÓNICA ROMÁNTICA DE LAS ELECCIONES CillLENAS

Ideal, 19 de diciemb,-e de 1989

C ASI n o me ha dado tiempo de repone rm e de la tremenda impresió n d e sobrevolar los Andes, cuando ya mis amigos

de San tiago me están instruyendo sobre lo más elemental de este país: cuidado con el agua de l grifo. con la lechuga, con los ladron zuelos del Centro, COI1 ... Pero, sobre todo, desprenderle del romanticismo e uropeo, no nos mires con esa m ezcla de ad­miración y superioridad, de lastim a e ironía. ¡Se objetivo y olvidate de loda la liturgia que e nvue lve a Chile!

Ha n pasado algunos días y me lemo que no consigo des­prenderme de l romanticismo europeo (de izquierd a, se e ntien­de). Lo intento con todas mis fu e rzas, no en vano los que me han dado el consejo son personas d e la o posición. Pued o escri­bir la crónica más objetiva: el próximo día 14 se celebrarán elec­ciones de mocráticas e n Chil e por primera vez desde hace ] 6 años. Se elegirá - a semejanza de lo que suced e e n Francia- al Presidente de la República por el sistema mayoritario a dos vu el­tas. Tambié n se elegirán por e l sistema mayoriL:1 ri o, si bien en una poco usada varian te binomial, los 150 miembros del Con­greso y los 38 del Senado. La poderosa Cámara Alta se comple­tará con 7 senado res designados por el Presidente, e ntre los que ine ludiblemente se encontrará el general Pinoche t, porque la Consti tución de 1980 concede un escalio senatorial al ex presi­dente que haya desempe ñado el cargo por más de seis a lias.

A¡;u.I/ÍI! Hui:; no{¡f,,¡/o

Tal vez, es cierto. Pero no puedo más, el bolígrafo se detie­ne y la mano se libera de la tutela neutralista para escribir su (mi) propia visión romántica, que nada sabe de tecnicismos y sí de la alegría de un pueblo que se siente propietario de su desti­no, que derrotó al régimen militar el 5 de octubre de 1988 con el «No» en el plebiscito y que se apresta a infligirle una nueva humillación eligiendo Presidente al candidato de la oposición, Patricio Aylwin.

Ayer, domingo, más de un millón de personas nos reuni­mos en el Parque O'Higgins de Santiago para escuchar a este apuesto anciano democratacristiano, de 70 disimulados años. Nos habló de reconciliación y unión , de los derechos humanos y de democracia, de justicia y de paz. Fue la «concentración de la dignidad», con cientos de cánticos, miles de banderas chilenas, millones de lloros y risas. Con Aylwin, don Pato, «gana la gen­te». Encantada transición.

El romanticismo no puede cegarme hasta el punto de evi­tar que no advierta la inteligencia del continuismo pinochetista: su candidato es «( un técnico, no un político», alguien que «de­fiende la democracia auténtica sin renunciar a todo cuanto se ha construido en estos 16 años de reconstrucción naciona1>,. Y no es un técnico cualquiera, se trata de Hernan Büchi, el Chasquilla, ministro de Hacienda en el periodo 1985-89; arLíti­ce del nuevo impulso de la economía chilena. Que la buena marcha de casi todas las cifras macroeconómicas sea mérito suyo, de la coyuntura internacional, o de la continua pérdida de po­der adquisitivo ele los trabajadores, es algo que se escapa allego en economía como es mi caso. No se me escapa, sin embargo, los e logios que las clases acomodadas le hacen, ni el poco afec­to que la gente humilde le profesa. Tampoco se me escapa que no habla ni de los derechos humanos ni de los desaparecidos y sí mucho de la libertad económica. Su derrota será la alegría de muchos románticos europeos que callejeamos por Santiago este veraniego diciembre.

El síndronw de Fabrizio 21 7

Entre estos dos candidatos ha surgido un tercero en discor­dia, el empresario Francisco Errazuriz (Fra-fra), que tentado es­toy de llamar el Ruiz-Mateos chileno: triunfador en el difícil mun­do de los negocios, con un banco intervenido por el gobierno a sus espaldas y cierto aire mesiánico. Su discurso es bastante sim­ple y directo: votadme (sic) porque yo soy el centro-centro, nada de política y mucho de trabajo; libertad económica e igualdad de oportunidades. Su discurso es llano y directo, causa impacto entre las clases populares despolitizadas, que se sienten en par­te identificadas con un triunfador. Sabe llegarles al corazón con frases tan increíbles como su lema: ¡Basta de bla, bla, bla, bla, vota a Frafral Por eso, es posible que le haya quitado votantes a Büchi, pero muchos más a Aylwin. Su estrategia no carece de inteligencia: ninguno de los tres candidatos -dice- obtendrá la mayoría absoluta en la primera vuelta, pero en la segunda sólo él puede derrotar a Aylwin. Si la encuesta que muestra (sin nin­guna referencia que garantice su fiabilidad) fuera cierta, su u-jun­fa sería más que probable en un enfrentamiento Aylwin/ ErrazU1;z, pues todos los votantes de Búchi se pasarían a él como un solo hombre para cerrar el paso al candidato «de los comu­nistas». Pero no pasará, el 14 ganará Aylwin y entonces será el fin de una triste página del libro histórico de este gran país que es Chile. No por ello se habrán terminado los problemas -tan­to sociales como legales- para la democracia; porque el dicta­dor chileno, como otro del cual no quiero acordarme, se ha en­cargado de dejar todo lo mejor atado posible. Y, por eso, cuando el fulgor de la batalla presidencial se atenúe, la composición del Parlamento será fundamental para desatar, o no, los nudos teji­dos en la Constitución de 1980 y en el resto del ordenamiento jurídico.

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CONTRA LA INMUNIDAD PARLAMENTARIA

Ideal, 23 de ma,."o de 1987

C ORRíA en Inglaterra el ario d el Se ñor de 133 ... y Eduardo III, envuelto en la interminable guerra contra Francia (la

Historia la llamará «de los Cie n Años»), h a pedido al Parlamen­to que conceda, otra vez, un a nueva aportación dine raria a las exhaustas arcas de la Corona. Pero, lamentablemen te, no tiene los suficien tes votos para conseguirlo. Muchos parl amen tarios, hastiados de las pretensiones d el rey a l trono fra ncés, vOlará n e n contra. ¿Cómo superar tan d esagradable obstácu lo?

Sin te ne r un Maquiavelo que le teorice la razó n de Estado, Eduardo 111 encuentra un cómodo recurso pnlctico (los ingle­ses, ayer y hoy, siempre tan pragmáticos): le basta con encarce­lar en la Torre de Londres, mie n tras e l Parlamenlo eS lé reuni­do, a algunos de sus más díscolos miembros. Si falla a la vOlación, wh o kn ows? Sus razones tendrán.

Con lra L:'ln saludable forma de ganar vO Laciones los parla­menlarios se esforzarán por garantizar su libe rtad , lo que co n­seguirían plenamente en e l Bill oJ RighlS d e 1689: «La libe rtad de palabra y de debates en el Parlamento no puede ser impedi­da o puesta en cuestión anLe Lribunal algun o. y e n ningün lu­gar que no sea e l Parlame nLo».

En el Contin ente, la Constitución francesa de 1789 recogió, con algunas variantes, es ta fi gura de la inmunidad parlamc nta-

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ria. Y tras e lla, la inmensa mayoría de las co nstitucio nes curo­peas y -conlO no podía ser menos- espaIiolas. Desde la, aho­ra tan en boga, de la Pepa (art. 128) hasta la de 1978 (arl. 71). Pero e l transcurso del tiempo y la evol ución del consli­tllcionalis111o han originado que su primitiva razón de ser haya quedado muy atemperada: primero, porque el principio de se­paración de poderes otorga la capacidad de juzgar a los tribu­nales de justicia, negándosela al rey o al poder ejecutivo y, se­gundo, porque los textos cons titucionales protegen a lOclos los ciudadanos contra las detenciones arbitrarias. El Reino Unido ha vuelto a marcar la pauta y sus parlamentarios tienen, hoy. un estatuto jurídico simila r al de cualquier ciudadano.

Por eso, no puede extrañar que toda la doctrina haya crili. cado la subsistencia de la inmunidad (además, con una pésima redacción técnica) en una Constitución como la de 1978, don. de hay rnás que sobrados medios generales y ordinarios para pro. teger la libertad de diputados y senadores. Afortunadamente, el Tribunal Constitucional se ha encargado -en la primera oca. sión que se le presentó- de si tuarla en su justo lugar: frente a la opinión de las Cortes, el Alto Tribunal consideró que la auto· ri zación para procesar a un senador o diputado no puede ser ya un acto libre de las Cámaras, sino que está SlUeto a Derecho; de tal forma que éstas sólo podrán denegarla cuando la vía penal sea utilizada con la intención de perturbar su funcionamiento «o de alterar la composición que le ha dado la voluntad popu· lar» (Sentencia 90/1985 de 22 dejulio).

¿Toda la docu-ina crítica? Quizá sea decir demasiado. No hace mucho, un dirigente del Partido Andalucista dio una rueda de prensa para opinar de la inmunidad de los parlamentarios anda­luces con e l respaldo de un informe del profesor Clavero Arévalo, ex ministro y catedrático de Derecho Administrativo. Creí in­terpretar que en el informe se defendía la inmunidad de aque­llos por analogía con los diputados y senadores. Y digo «creí in­terpretar» porque fui incapaz de comprender con claridad la reseiia periodística. No sé si porque el dirigente del PA se ex­presó de forma con fu sa, porque el periodista no reflejó la clara-

El úndrOlnc de Fabri~.ill 221

mente o por mi propia incapacidad personal (probablemente esto último). Desde luego, descarto, sin necesidad de leerlo, que el informe dijera eso: nadie con una mínima preparación jurí­dica (y Clavero Liene mucha y buena) se atreve a mantener tal afirmación cuando el arl. 26,3 del ESlatuto se limila a eSlable­cer el fuero especial para los parlamentarios (el Tribunal Supe­rior) pero no recoge e l requisito sine qua non para que exista inmunidad: el suplicatorio al Parlamenlo, es decir la petición que el poder judicial tiene que realizar al legislativo para poder procesar a un parlamentario.

Lo que sí enlendí bien (espero) era que e l informe procla­maba la necesidad de reformar e l Estaluto de Autonomía para incluir, en términos indubitados, la inmunidad.

Si n duda, espoleados por lan docta opinión. el Partido Andalucisla e Izquierda Unida han realizado una propuesla en Parlamento andaluz, que la Cornisión Estatuto del Diputado se ha apresurado a aprobar y a e levar al Pleno, para que en la pri­mera ocasión en que se debata la reforma del Estatuto se inclu­ya en el art. 26,3 la previa autorización de la Cámara para pro­cesar a uno de sus miembros. Aunque la propuesta puede ser operativa fui calendas graecas (¿qué grupo mayoritario está dis­puesto a reformar e l Estatuto?) no deja de causar cierla desa­zón. Más cuando, si hemos de creer a la agencia Efe, la iniciali­va está Íntimamente ligada a la condena del alcalde de Jerez y parlamenlario, Pedro Pacheco, por delito de desacaLO.

¿Cuál es la razón para que un alcalde - o cualquier ciuda­dano- pueda ser procesado por decir «laj uslicia es un cachon­deo» y un parlamenlario autonómico no? Desde luego no sirve una fácil: el segundo, como representanle del pueblo andaluz, debe tener garantizada la libertad para decir lo que piensa. Y no sirve, porque ésa es una garantía que todos los ciudadanos disfrutan y que los parlamentarios tienen reforzada gracias a la inviolabilidad, a la imposibilidad de ser procesados por las opi­niones manifesladas en actos parlamentarios (art. 26,3 EA).

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No, no hay ninguna razón. Mejor que nadi e lo expli có a final es de la década de 1930 el gra n consti tuciona listtl Pérez Se­rrano. La cita, au nque larga, debo hacerla porque sería injusto hurta rla al paciente lector que me haya seguido has ta aquí: «Si e l diputado ti ene la desgracia de cometer homicidio O siente la tentación de cooperar a una estafa, o realiza, en suma, cualquier d e li to d e carác ter común, ¿por qué impedir a los tribun ales vía libre para la averiguación de la verd ad y castigo del culpabl e? Siendo un hecho de inde pe ndenciajuclicial, )' ya que tanto se invoca el principio de separación de poderes, resulta inadmisi­ble que la Cámara extravase su órb ita y se arrogue a tribu ciones jurisdiccionales sólo para defender a quien acaso no merecería semejan Le preocupación. Con ello hay una desigualdad injusLa y anLidemocráLica. Reminiscencia histórica, no responde ya a sus preLéritas razones de ser.

Si se quiere enmendar e l yerro a u na sen tencia que puede vu lnerar la li bertad de opini ón, no lo hagamos por la vía muer­ta de revisar e l Es ta tuto para otorgar inmun idad al infractor. Hágase re form ando e l tipo penal de «desacato a la autoridad», o la inte rpretación que de él hacen algunos tribu nales. De lo co ntrari o, habremos salido de Málaga para en trar e n Malagón.

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