Salud en el Horizonte Tardío: Pastores y Agricultores de Pueblo Viejo-Pucará y Huamanmarca (Perú)
El pueblo del sol
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Introducción
La obra de Alfonso Caso, es por demás considerable, tanto en volumen
como en contenido. Su vida osciló siempre entre el ámbito académico
burocrático desempeñando un sinfín de cargos públicos y por otra
parte en el ámbito de la investigación, labor por la cual recibió
múltiples elogios y reconocimientos, tanto nacionales, como
internacionales.
Si bien sus trabajos más destacados los realizó en la región de
Oaxaca, donde logró rescatar gran cantidad de información acerca de
las antiguas culturas que habitaron la zona, de las cuales se tenía
poco o nulo conocimiento hasta entonces; también es cierto que uno
de sus trabajos, tal vez no el más sobresaliente en la originalidad
de los datos que aporta, pero sin embargo por los que más se le
conoce, es por su obra “el pueblo del sol”.
En dicha obra se busca dar a conocer el pueblo mexica ante la
percepción de la gente común. Se encuentra inmersa en un marco
histórico, donde la de manda de conocimiento del pasado de México y
por ende de las culturas que lo habitaron en tiempos tan lejanos a
la conquista española, es cada vez más impetuosa.
La curiosidad por conocer ese pasado, del cual se conservan
numerosos vestigios que dan muestra de la magnitud y grandeza de
dichas culturas, es lo que motiva a la realización de esta obra.
La manera en que Caso pretende cumplir su objetivo, es mediante la
descripción de la religión de este pueblo, aspecto que permeaba en
lo más recóndito de la sociedad, y que determinaba la forma en que
los mexicas se conducían a través de la vida.
La obra busca explicar esta concepción religiosa, describiéndola en
sus elementos, la ideología en que se basa, los atributos de sus
dioses, etc. A fin de entender la labor mexica como una labor
divina. El pueblo mexica es el pueblo que ha elegido el sol para
mantener el orden en el universo.
El presente trabajo busca analizar los principales puntos de vista
en los que se basa el autor para poder exponer su idea de explicar
el pueblo mexica mediante un solo aspecto de su vida, es decir, la
religión. Y establecer en que medida logra el propósito de
información acerca del pueblo mexica, que se buscaba en un
principio.
Alfonso Caso y Andrade
Alfonso Caso y Andrade nació el primero de febrero de 1896 en la
Ciudad de México. Hijo de Antonio Caso y María Andrade de Caso. Fue
criado en el seno de una familia ciertamente acaudalada y con una
posición favorable dentro de la sociedad mexicana, lo cual le
procuró una educación por demás privilegiada, la cual terminaría por
aprovechar al máximo.
Obtuvo varios títulos profesionales en distintos campos del
conocimiento derecho, filosofía, arqueología, etc., su labor fue
destacada en cada uno de ellos, no sólo a nivel nacional, sino con
reconocimiento internacional, estos últimos los obtuvo
principalmente por sus estudios dentro del campo de la antropología
y la arqueología.
Todo lo anterior lo convierten en una de las mentes más brillantes
del siglo XX dentro de nuestro país y a su obra en una de las más
atractivas para su estudio.
La familia Caso era ya una de las más destacadas, pues antes de las
labores de Alfonso, su hermano Antonio ya era una de los personajes
más sobresalientes en el plano intelectual mexicano dl siglo XX, su
pensamiento filosófico postrevolucionario tuvo una gran relevancia y
arraigo, lo que le llevó a ser director nada menos que de la máxima
casa de estudio del país: La Universidad Nacional Autónoma de
México. Sin embargo, todos los logros de su hermano no lo
amedrentaron, lejos de eso, pareció ser una motivación para él, se
reusó a vivir bajo sombra y prestigio de su hermano y consiguió
sobresalir por sus propios méritos, de hecho nunca pareció existir
una mala relación entre ellos, lejos de eso, Alfonso siempre destacó
la labor de su hermano y su contribución al pensamiento filosófico
mexicano.
En 1919 obtuvo el título de licenciado en derecho por la Escuela
Nacional de jurisprudencia de la Universidad Nacional de México
(UNAM), graduándose con los más altos honores. De hecho antes de
graduarse como licenciado ya impartía clases, pero dentro del campo
de la filosofía, más precisamente en la epistemología, seguramente
influenciado por la labor de su hermano Antonio. Más tarde
acompasaría ambos gustos dentro de la cátedra de la asignatura
Filosofía del derecho, dentro de la facultad de derecho en la propia
universidad nacional.
Ejerció su profesión de abogado dentro de la Secretaría de
Gobernación, en la Secretaría de Comercio, entre otros lugares.
En 1925 obtuvo el grado de maestro en filosofía en la Escuela de
Altos estudios de la UNAM, obteniendo nuevamente los más altos
honores, desde entonces sus preocupaciones intelectuales empezaron
a girar cada vez más sobre las culturas antiguas de México.
Desde siempre, Alfonso mostró interés en el pasado de México, en las
culturas prehispánicas cuyos vestigios aún se conservaban por gran
parte del país. Era un frecuente visitante de las zonas
arqueológicas del país, sin embargo, que tuvo un mayor impacto en
él, antes de desempañarse como arqueólogo, fue la zona arqueológica
de Xochicalco, ubicada en el estado de Morelos.
El principal punto que llamó la atención de Alfonso fue la
composición arquitectónica que presenta la zona, la cual, presenta
sus cuatro lados llenos de preciosos relieves. Alfonso acudió a
varias fuentes y publicaciones de persona que habían trabajado el
lugar en busca de una explicación sobre esa peculiar forma, sin
embargo, por más que busco, dentro y fuera de su biblioteca
personal, la cual, no era nada despreciable; no encontró una
explicación satisfactoria a dicho fenómeno, todas las existentes
tocaban solo superficialmente la materia, por lo que decidió
emprender su propio estudio del tema par apaciguar sus inquietudes.
Fue ahí donde comenzaría a desarrollar la labor por la que obtuvo su
mayor reconocimiento, había encontrado su verdadera vocación: la
arqueología. En palabras de Ignacio Marquina: “Para bien de la
arqueología mexicana, Alfonso Caso es de ese grupo de personas que
una vez que emprenden las primeras investigaciones arqueológicas,
están condenadas a continuarlas aun en contra de sus intereses
personales” (Marquina, 1996:22)
En 1927 fundó la “Revista mexicana de estudios antropológicos”, la cual
tuvo un profundo arraigo, lo que le permitió mantenerse publicando
durante mucho tiempo, durante el cual obtuvo un gran prestigio
académico dentro de la rama antropológica; y en la cual dio a
conocer gran número de publicaciones de su propia autoría.
Dirigió la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), por el periodo
comprendido ente 1928 y 1930.
En 1929 obtuvo el título de arqueólogo por la Escuela de Altos
Estudios de la UNAM, donde impartió las cátedras de arqueología
mexicana y arqueología del área maya. En ese mismo año abandonó por
completo la cátedra de derecho para dedicarse de lleno a la
antropología Y en 1930 abandona la dirección del la ENP para
aceptar la dirección del Departamento de Arqueología del Museo
Nacional.
Desde 1930 ya había realizado labores arqueológicas en la región de
Zacapala, en el estado de Michoacán, pero no fue sino hasta 1931
que comenzaría con las exploraciones que le darían el mayor
prestigio: la exploración de Monte Albán, en el estado de Oaxaca. La
gloria que ganó con la exploración de dicho sitio le valió alcanzar
la dirección del Museo Nacional en 1933, puesto que se vio obligado
a abandonar prontamente en 1934, tras una serie de discrepancias con
el presidente de la República Abelardo L. Rodríguez.
Sin embargo, la suerte daría un giro completo para Alfonso, con la
llegada al poder de Lázaro Cárdenas en 1936, este lo incluyó en su
reestructuración de las instituciones en su proyecto de unificación
nacionalista del país. En 1939 se creó el Instituto Nacional de
Antropología e Historia del que quedó como director el propio
Alfonso. Con esto, Caso vio convenirse en realidad uno de sus más
profundos deseos.
Como parte de esa reestructuración se crea la Escuela Nacional de
Antropología, la cual comenzó formado parte de la Escuela de
Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), el
cual también se creo bajo la presidencia de Cárdenas y es hoy en día
una de las instituciones educativas más importantes del pías; y que
posteriormente en 1940 fue absorbida por el INAH, para ser el
semillero que formara a los estudiantes de las distintas disciplinas
que conforman la rama de la antropología.
En 1944, abandonó el INAH para hacerse cargo de la Dirección General
de Enseñanza Superior e Investigación de la Secretaría de Educación
Pública (SEP) y en ese mismo año obtuvo la rectoría provisional de
la UNAM hasta 1945.
En 1942 comenzó lo que sería una larga cadena de reconocimientos
tanto nacionales como internacionales con el otorgamiento del grado
de doctor honoris causa por la ahora Universidad de Albuquerque, en
1946 se otorgó el doctorado honoris causa por la Universidad de
Morelia, profesor honorario del Instituto de Ciencias y Artes del
estado de Oaxaca, miembro honorario de la Sociedad Americanista de
París, y miembro honorario del Royal Anthropological Institute of
Great Britain and Ireland. Ya en 1948 le fue otorgado una vez más el
grado de doctor honoris causa, esta vez por la Universidad de Mérida.
Poco a poco los intereses de Caso fueron encaminándose más a las
comunidades indígenas vivas, que padecpian una serie de injusticias
y desigualdades sociales que eran alarmantes desde esos momentos,
por lo cual en 1949 se fundó el Instituto Nacional Indigenista
(INI), del cual Caso sería director hasta su muerte acaecida en
1970. Su labor dentro del INI, fue albada por muchos, logro acercar
a las comunidades indígenas recursos de los que antes carecía como
servicios de salud, educación, etc.
La partida de Caso hacia el indigenismo dejo de cierta forma
desprotegido al INAH, quien veía en Alfonso a su último líder
fuerte, y cuya partida dejó un gran vacio en la institución y
principalmente en la Escuela Nacional de Antropología.
En sus últimos años Caso siguió recibiendo innumerable cantidad de
reconocimientos por su trabajo: miembro honorario vitalicio de la
Academy of Sciences de New York; miembro de la orden de honor “José
Martí” de la Habana, Cuba; miembro correspondiente de la Sociedad de
Geografía e Historia de Guatemala; socio-fundador de la Sociedad de
Geografías de La paz, Bolivia; medalla de reconocimiento “Oficial de
la Legión de Honor” por el gobierno francés.
En 1954, recibió el premio de ciencias “Manuel Ávila Camacho”. En
1960, fue nombrado miembro de la Comisión Permanente del Consejo
Nacional Consultivo del gobierno mexicano ante la UNESCO. En 1961,
fue nombrado miembro de la American Philosophical Society. En 1966
obtuvo la medalla del Senado de la República de Francia por su labor
dentro del INI, asimismo se le entregó, en el XXXVII Congreso
Internacional de Americanistas, en Buenos Aires, una medalla por su
labor como “americanista completo”. En 1967 obtuvo el grado de
doctor honoris causa por la Universidad de California; y
finalmente, el 13 de noviembre de 1970 recibió el Sahagún por
“Reyes y reinos de la mixteca”, considerada su obra máxima. Para el
día 30 del mismo mes Alfonso Caso había fallecido.
El vacio que dejo la partida de Caso no se ha podido llenar y parece
francamente muy difícil que se haga, pocos como él son los que han
aportado tan gran cantidad de información a la antropología y
arqueología.
Herman Beyer, Edward Seler y el mismo Manuel Gamio fueron los
principales mentores de Caso que no obstante mostró su caracter
independiente de las ideas de sus mentores con las que no
compaginaba totalmente.
Estudió gran cantidad de códices prehispánicas, así como obras de
importante valor histórico como las de Bernal Díaz del Castillo,
López de Gómara, Pedro Mártir de Anglería, Fray diego de Landa,
Bernardino de Sahagún, Fray Juan de Torquemada, Francisco Javier
Clavijero, etc.
Su obra siempre se caracterizó por ser meticulosa, como su propia
personalidad, a veces marcado como antisocial y antipático, lo
cierto es que siempre trató de ser lo más objetivo posible en su
trabajo. Su formación en el campo del derecho y la filosofía, además
por supuesto de la arqueología, le dieron elementos para defender
sus puntos de vista de la manera más impetuosa, siempre estuvo
acorde con su pensamiento, cuestionaba todo lo que le parecía
erróneo; defendió su pensamiento acerca de la evolución de las
civilizaciones, mesoamericanas contradiciendo la idea de que todo
invento o cambio positivo dentro de una cultura tenía relación con
los prestamos culturales o rasgos difusionistas.
Una de las principales inquietudes del trabajo de Caso fue dotar de
una personalidad a cada una de las culturas, tratarlas en su justa
medida, sin homogenizar datos, pretendiendo encajar un elemento
donde no correspondía, por ejemplo, gran cantidad de figurillas
cerámica eran presentadas como aztecas, cuando en realidad se
trataba de objetos producidos por la cultura teotihuacana.
Su labor de esta reivindicación de las culturas fue más allá del
altiplano central, realizando exploraciones en Xochicalco, Michoacán
y Oaxaca. Sus trabajos más sobresalientes los realizó precisamente
en esta última región, más propiamente dicho en la zona de Monte
Albán, lugar en el que comenzó a realizar sus estudios en 1931 y
fungió como director principal del proyecto durante la mayor parte
de su carrera.
La principal aportación de Caso, fue su propuesta cronológica de
las etapas culturales de Oaxaca, basada en los estudios de los
detalles estilísticos de las estelas de Monte Albán, descubriendo
así cinco diferentes etapas de asentamiento en el lugar: las etapas
I y II correspondían a asentamientos de una cultura muy antigua (hoy
se cree que esta cultura es la olmeca) que antecede al asentamiento
de la cultura zapoteca en la región; la etapa III-a corresponde al
florecimiento de la cultura zapoteca; mientras que las etapas III-b,
IV y V eran del auge mixteco. Caso logro dar cuenta de las antiguas
culturas oaxaqueñas, situándolas a la par de la mexica o la maya.
Sin duda el Mayor hallazgo que realizó durante su carrera fue el de
una tumba denominada como tumba 7 en Monte Albán en el año de 1932,
se trataba del sepulcro de un personaje sumamente importante sin
duda, el entierro estaba plagado de ricas ofrendas, consistentes en
joyas, cerámica y demás objetos precioso. Este descubrimiento le
valió a envidia de muchos colegas quienes lo acusaban de falsificar
el hallazgo o de haber robado parte de él. Lo cierto es que nunca se
le pudieron comprobar tales acusaciones, y gracias al prestigio que
ganó con ese hallazgo tomó la dirigencia del Museo Nacional en 1933.
Otro de los aspectos que caracterizó a caso fue su modo de trabajar
en sitio. Las excavaciones se realizaban de manera rigurosa, con el
estricto registro de cada uno de los aspectos encontrados en la
excavación, el denominado registro en situ, técnica que hoy día es una
regla máxima en la labor arqueológica. La forma de trabajar estuvo
siempre acorde con la personalidad de Caso:
“No proponía sus tesis con precipitación, sino que
antes eran discutidas con sus allegados y
sometidas a sesudos juicios planteamientos. Sin embargo,
una vez enunciadas, se convertía en
fanático de ellas y las defendía con verdadera pasión,
lo que no le multiplicó simpatía pero sí,
en cambio, le dio mucho prestigio como investigador”.
(Mora y Ordena, 1988:429)
“Sus estudios se caracterizaban siempre por su apego a las normas
científicas más estrictas y por la claridad en su exposición…. En
ellos se encuentra un equilibrio entre los resultados directos de la
investigación y las conclusiones que lógicamente s pueden deducir de
ellos.” (Marquina, 1996:22)
Los temas de interés siempre presentes en la obra de Caso son la
religión, los mitos y la calendárica de las antiguas culturas
mesoamericanas; así como su declarado indigenismo. Entre sus
publicaciones más importantes puede mencionarse: “Los reyes y reinos de la mixteca”, “A un joven arqueólogo mexicano”, “Los calendarios
prehispánicos”, “Definición del indio y lo indio”, “La religión de los
Aztecas”, “El teocalli de la guerra sagrada”, “Las estelas Zapotecas”,
“Unas de Oaxaca”, “La cerámica de Monte Albán”, “El pueblo del sol” etc.
El pueblo del sol
“El pueblo del sol” es una obra que nace como consecuencia de la
demanda del pueblo mexicano por conocer el pasado de su país, ese
pasado que se muestra en forma imponente a través de los vestigios
que las antiguas civilizaciones que habitaron, desde antes de que
los españoles pisaran este “Nuevo Mundo; pero de las cuales, no se
tiene un amplio conocimiento.
La presente obra se escribe en 1953, inmersa en ese contexto y como
parte de un ampliación de la obra anteriormente publicada por
Alfonso “La religión de los aztecas”, busca responder a esa necesidad
de conocimiento; es una obra de divulgación, reúne todos los
conocimientos que se tenían sobre el tema hasta esa fechas, por lo
que mucha de la información sólo es recopilada y expuesta nuevamente
por Caso, y no representa una investigación original.
Para el autor, la principal forma de abordar el conocimiento de la
antigua civilización azteca, es mediante el conocimiento de su
religión, la cual según él permea directamente sobre la forma de
conducirse de todo el pueblo, desde los procesos agrícolas de los
que depende su principal fuente de alimento, hasta los actos de
guerra que llevan a cavo.
Comienza a explicar como es que los distintos pueblos en distintas
épocas han concebido su papel en el mundo, desde nosotros mismos en
la actualidad que buscamos dominar a la naturaleza creyendo que
podemos tener injerencia en su accionar mediante el uso de la
ciencia, creemos que somos dueños de nuestro propio destino;
mientras que por otra parte los antiguos pueblos mesoamericanos no
se sentían dueños de su destino, se veían siempre atados a la
voluntad de los dioses que abogarían en su favor si éstos les eran
fieles, realizando la tarea encomendada por ellos, alimentándolos y
dándoles energía suficiente para subsistir mediante el sacrificio y
la ofrenda de su sangre.
El hombre deifica a lo que no comprende, a lo que le teme, y a la
ves exalta los aspectos que considera valiosos en la sociedad; en la
religión azteca cada uno de estos aspectos toma la forma de un dios,
lo que integra un panteón de dioses por demás amplio y diverso.
“todo pueblo que ha a alcanzado cierto grado de elevación cultural
personaliza en los dioses sus sentimientos religiosos y los concibe
con características humanas , pero dotados de un poder sobre humano…
en esta etapa, para cada fuerza natural y a veces para cada aspecto
de una fuerza natural, se crea un dios personal (politeísmo).
(Caso, 1962:14)
“En pueblos con religiones más elevadas se
llaga a concebir que todo cuanto existe
obedece a la acción de dos principios antagónicos
que luchan eternamente (dualismo). Sólo
así se explica la lucha entre el bien y el mal: se
colocan en el dios bueno todas las cualidades
de fuerza, bondad y belleza, y en el demonio o dios
malo, a quien se atribuye también gran
potencia. Todas las maldades y errores”. (Caso,
1962:14)
La religión de los aztecas tiene, no obstante su carácter
politeísta, esa concepción de dualidad representada por el dios
Ometeotl; y a su vez la religión cristiana tiene un sólo dios que se
manifiesta de tres formas y sigue conservando la ese carácter
politeísta con la concepción de los santos y su carácter mitológico
con todas las historias bíblicas.
El porque está ligado todo el accionar del pueblo mexica a su
religión tiene como origen un mito.
Los dioses se reunieron en Teotihuacan para crear el sol, dos
contendientes al puesto se presentaron Nanahuatzin y Tezcaltlanextia, el
primero no tenía nada que ofrecer perder así que tras el
acobardamiento del segundo que intentó arrojarse a las llamas del
fuego nuevo para convertirse en el sol, se arrojó sin pensar al
fuego y ardió en lamas, avergonzado por su conducta, Tezcaltlanextia se
arrojó después consumiéndose de igual forma, minutos después
aparecieron los dos soles, pero como los dioses estaban molestos con
tezcaltlanextia le arrojaron un conejo a la cara par apagar su brillo
quedando así un solo sol en el cielo y convirtiéndose el otro en la
luna; sin embargo el sol se reusó a moverse y exigió a los dioses
que se sacrificaran para hacerlo, los dioses se negaron y entonces
el sol tuvo que matarlos, gracias a la sangre de los dioses el sol
se puso en marcha y existió el día y la noche. Después se creó al
hombre el encargado de dicha proeza fue Quetzalcoatl, quien recuperó los
husos de la humanidad que se encontraban en posesión de Mictlantecutli
(el señor de los muertos) y dio vida al hombre. La misión del hombre
en la Tierra es asegurar que el sol continúe su andar por la bóveda
celeste, mediante el sacrificio de su sangre a al sol es decir a
Huitzilopochtli.
“por eso el hombre debe alimentar al sol; pero , como dios que es,
desdeña los alimentos groseros de os hombres y sólo puede ser
mantenido con la vida misma, con la sustancia mágica que se
encuentra en la sangre del hombre, el Chalchíhuatl, el (Líquido
precioso), el terrible néctar que alimenta a los dioses” (Caso,
1962:24)
El hombre fue creado para ser sacrificado a los dioses
El pueblo azteca teniendo como patrono al dios huitzilopochtli, toma en
sus manos la procuración del mandato divino, es el encargado de
alimentar a su dios mediante el sacrificio de su propia vida, para
ello emprenden las denominadas guerras floridas, cuyo objetivo es
obtener prisioneros para el sacrificio y no así el sometimiento de
los pueblos.
El beneficio es mutuo, al procurar la manutención del sol, éste
procura a su vez el bienestar del pueblo mexica, llenándolo de
tributos, abundancia de bienes materiales, etc.
Es tal la influencia de la religión en el pueblo azteca que desde
pequeño se educa a los niños en dos oficios, el de la religión o el
de la guerra. Como se hizo notar la guerra, a fin de cuentas, tenía
un aspecto religioso detrás de por lo que toda la existencia del
pueblo mexica se reducía al cumplimiento de dicho mandato. Incluso
los juegos, que más bien eran rituales, como el juego del pelota o
el del “volador”, llevaban consigo la connotación religiosa, pues al
final de ellos se realizaba el sacrificio humano hacia sus dioses.
La conclusión a la que llega Caso es que es precisamente la religión
la causa que motiva a la adquisición de tal poder y dominio sobre
los pueblos del centro de México, a través del uso de la fuerza
logran su cometido. Peo es precisamente esa virtud los que los
encierra en si mismos y lo que terminará por sellar su perdición:
“ La fuerza creadora de un pueblo joven tuvo que derivar
necesariamente a la creación de obras religiosas, y lo mismo en el
arte que en las ciencia, en la organización política y social, y en
la filosofía de la vida, la religión que fue impulso se convirtió
luego en freno, y la creación de obras con fines religiosos ahogó
necesariamente la personalidad creadora de los individuos y absorbió
todas las posibilidades de desarrollo cultural.
Cuando los sorprendió la Conquista, los aztecas eran un pueblo
duro que no había alcanzado todavía el refinamiento cultural de los
mayas, los toltecas, los totonacas o los mixtecas; estaban todavía
en plena etapa de florecimiento, pero las viejas civilizaciones
indígenas que habían desaparecido son una muestra elocuente de la
esterilidad que alcanzaba al fin a esas grandes civilizaciones, por
la falta de un ideal constantemente progresivo, que las hiciera
concebir la vida como algo diferente a la repetición, invariable,
minuciosa, de las ceremonias para honrar a los dioses.” (Caso,
1962:124)
“la idea fundamental es que el hombre no tiene que resolver sus
propios problemas, sino rogar a los dioses que los resuelvan y se
apiaden de los hombres. …El hombre por si mismo nada puede; su
técnica es ineficaz; sólo el sacrificio a los dioses los inclina
benévolos para resolver las necesidades humanas.” (Caso, 1962:124)
Me parece muy curioso el planteamiento al que llega Caso, me parece
que en cierta medida tiene razón en el caso de los aztecas, en el
sentido de que muchas cosas eran dejadas completamente a la voluntad
de los dioses, peo me parece que no fueron un factor decisivo tanto
como lo fueron las enfermedades, la alianza de otros pueblos a los
españoles y en menor medida el armamento superior de éstos, para que
pereciera la gran capital mexica.
Los aztecas cuando vieron la fatalidad de que eran victimas no
rogaron a los dioses que vinieran en su ayuda, y cuando éstos les
fallaron, si bien sintieron un gran pesar, no se dejaron llevar por
las circunstancias, decidieron tomar acción en contra de los
invasores y aunque finalmente perecieron osaron irónicamente
oponerse a la voluntad de los dioses; pues al fin y al cabo ellos
sabían que tendrían que sucumbir en algún momento, ante la profecía
de cuatro temblor o cuatro movimiento.
Si me parece que la conclusión de Caso está mal aplicada al caso
mexica, me lo parece más todavía a los demás pueblos mesoamericanos,
pues verdaderamente aún hoy no se tiene a bien las causas que
desencadenaron el colapso y desaparición de algunas culturas, caso
más notable el de Teotihuacan y la civilización maya.
Conclusiones
Me parece que el planteamiento central del libro, más allá de que
discrepo con su conclusión, está bien fundamentado; realmente al dar
a conocer la religión del pueblo mexica, se da a conocer gran parte
de la totalidad de cultura, aunque ciertamente, no la totalidad de
esta, como pretende el propio Alfonso. Si se entiende adecuadamente
el carácter ideológico que conlleva puede comprenderse mucho del
accionar de los aztecas. Lejos de escandalizarnos por las
sacrificios humanos o el canibalismo del que eran partícipes, se
puede llegar a entender simplemente como una practica religiosa muy
arraigada que formaba parte de su forma de entender el mundo. Como
muchas que ahora forman o formaron parte de la “nuestra”, como el
caso de la tortura y quema de herejes por la inquisición.
Es indiscutible que dos de los temas más atrayentes de las culturas
mesoamericanas para la gente en general, son la religión y la
calendárica, temas abordados por Caso de gran forma. Enumera las
principales deidades: Huitzilopochtli, Quetzalcoatl, Tezcatlipoca, Xipe Totec, Tlaloc,
Xochipilli, Tlatlicue, Centéotl, etc. y describe sus principales atributos,
hace una distinción clara entre los distintos tipos de deidades: las
celestes, las del inframundo, los del agua y la vegetación, los de
la tierra, etc.
Se tratan las cuestiones relativas a la calendárica, el tonalpohualli y
el tonalamatl, que como muchos aspectos, tiene orígenes mucho más
antiguos que el mexica, por lo que es una incorporación de otras
regiones.
El propósito del libro, a mi entender, se cumple cabalmente, dando a
conocer a grandes rasgos, pero de forma precisa y clara, como es
característico de Alfonso, las características de la religión de los
aztecas, su calendárica, sus ritos, mitos y juegos que se desprenden
de ésta; transmitiendo así el conocimiento que de dicha cultura
que se tenía en esa época.
Bibliografía
Caso, Alfonso
1936 La religión de los aztecas. Biblioteca Enciclopédica Popular,
Secretaría de Educación Pública, México.
1962 El pueblo del sol. 2° edición, Fondo de cultura económica,
México.
1996 Homenaje a Antonio Caso. Patronato para el Fomento de Actividades Culturales y de Asistencia Social a las Comunidades Indígenas, México.
García Mora, Carlos y Lina Ordena Güemes (edits.)
1988 Historia de la antropología en México. Tomo 9, Instituto Nacional
de Antropología e Historia, México.