Alejandro Caturla and Alejo Carpentier's La Manita en el ...
El ejército de Alejandro Magno
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EL EJÉRCITO DE ALEJANDRO
!El hecho indiscutible de que, en gran medida, el reinado de Alejandro es la
historia de una campaña militar de once años de duración, justifica el interés por el
instrumento indispensable con el que fue realizada: el ejército, que voy a tratar de
describir a lo largo de esta lección en sus aspectos principales, a sabiendas de que
habrán de quedar de lado muchas cuestiones interesantes, que el estrecho margen de
tiempo del que dispongo no permitirán abordar.
!En el 371 a. C., los tebanos habían conseguido en Leuctra una brillante
victoria sobre el ejército espartano, la más perfecta máquina militar de la Grecia clásica.
Tres años más tarde, en el 368, el estratega tebano Pelópidas intervenía en Macedonia
para restablecer al rey legítimo, Alejandro II, exigiendo a cambio, como rehenes, treinta
jóvenes de la nobleza macedonia. Entre ellos, estaba un adolescente de catorce años,
Filipo, hermano del rey, el futuro Filipo II y padre de Alejandro Magno. Filipo permanecerá
en Tebas tres años, hasta el 365, y tomará el poder en su tierra en el 359.
!El hecho de que el reino de Macedonia fuera obligado a enviar rehenes a
Tebas dice mucho sobre la relación de fuerzas entre las dos potencias en los años
inmediatamente posteriores a la batalla de Leuctra. Tebas estaba entonces dirigida por
dos grandes estrategas, Pelópidas y Epaminondas: excelentes jefes militares, habían
sabido crear un ejército temible, dominado por el célebre “batallón sagrado”, un
regimiento escogido, artífice de la victoria sobre los espartanos.
!El joven príncipe macedonio tuvo ocasión de asistir a las maniobras de la
infantería tebana y de interesarse por el armamento, tácticas y modos utilizados en el
entrenamiento. Seguramente, le llamó la atención la disposición en profundidad de la
falange tebana: mientras la falange espartana se disponía en ocho filas, desplegadas en
una longitud de 300 metros, la de los tebanos llegaba a las cincuenta, con un frente
mucho más reducido, estimado en torno a los setenta metros. Así, se reforzaban el
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impacto y el efecto de ruptura en las líneas adversarias. El macedonio se inspiró en esta
disposición, particularmente en el uso que él mismo y Alejandro harían de la caballería.
!Apenas llegado al poder, Filipo, como dice Diodoro, “dio a sus tropas una
mejor organización, perfeccionó los armamentos y obligó a sus soldados a continuos
ejercicios para adiestrarlos en la guerra”.
!Filipo, Alejandro y sus sucesores, como Pirro, el rey de Epiro, supieron hacer
triunfar sus ejércitos en Occidente y Oriente: hasta los éxitos de las ágiles legiones
romanas, el ejército macedonio era considerado el más eficaz de su época, durante un
período que cubre casi dos siglos, del 359 al 197 a. C.. Este último año señala un vuelco
en la historia de las guerras de la Antigüedad: es en esta fecha cuando las legiones del
procónsul Tito Quincio Flaminino obtuvieron en las colinas de Cinoscéfalai, en Tesalia,
una victoria decisiva sobre la falange del rey macedonio Filipo V.
!El historiador griego Polibio, en el siglo II a. C., ha parangonado la fuerza y la
debilidad de los ejércitos griego, macedonio y romano. Sobre la falange macedonia
comenta: “Mientras la falange se mantiene en la formación que le es propia, con toda su
potencia de choque, no hay tropa que pueda resistirla y que no sea rechazada bajo su
presión”. Y el historiador explica así el orden de batalla macedonio: armados de picas
(sarissas) de una longitud media de 5 metros y medio, los soldados marchan en filas:
“Las sarissas abatidas de la segunda, tercera y cuarta filas, e incluso las de la quinta,
sobrepasan a los hombres que están en la primera línea, cuando la falange se encuentra
formada en el orden que le es propio. En consecuencia, se imagina fácilmente lo que
puede suceder cuando una falange así, dispuesta en seis filas de profundidad, se lanza al
ataque y desarrolla toda su fuerza de choque. Los hombres alineados más allá de la
quinta fila no puede utilizar sus sarissas para alcanzar al enemigo. Y, por ello, en vez de
bajarlas en horizontal, las mantienen con la punta mirando hacia lo alto, inclinándolas
hacia las espaldas de los soldados que tienen delante, para proteger a toda la tropa
contra los dardos enemigos”.
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!Polibio, no obstante, pone en evidencia también la debilidad de este
“rectángulo” aparentemente invencible: su falta de flexibilidad, la vulnerabilidad sobre
terrenos accidentados y, en fin, la imposiblidad de llevar a cabo rápidos cambios de
frente. Estos defectos, sin embargo, aparecen sólo frente a ejércitos organizados de
modo diferente. En la época de Flipo y Alejandro, la falange macedonia, perfectamente
entrenada y ejercitada en años de conflictos con los vecinos balcánicos y griegos, era un
instrumento temible y prácticamente imbatible.
!Pero el ejército de Filipo, en la forma en la que lo heredará Alejandro,
contaba con otros recursos, de los que el principal era la posibilidad de hacer intervenir
otras fuerzas, además de la infantería pesada. Hay que recordar que en la Grecia de las
póleis, los ejércitos de tierra se enfrentaban en campo cerrado, falange contra falange.
A partir del siglo IV a . C., por influencia de estrategas como Ifícrates, las tropas ligeras
(arqueros y lanzadores de jabalina) juegan un papel creciente y van modificando las
reglas del combate tradicional. La caballería, por su parte, se limita a intervenciones
precisas o a misiones de reconocimiento u observación.
!El ejército macedonio estaba estructurado de manera completamente
diferente. Y este ejército fue una creación de Filipo, surgida prácticamente de la nada.
En la época en la que, desde hacía ya largo tiempo, los griegos utilizaban la falange de
hoplitas como tropa decisiva, los macedonios todavía no tenían una infantería
organizada, aunque contaban con escuadrones de caballería importantes y bien
entrenados. Y es significativo que precisamente de un pueblo de jinetes como el
macedonio partiera uno de los avances más decisivos en la táctica de combate. La
caballería jugará, desde la época de Filipo, el papel principal, al encomendársele en
formación cerrada la apertura del ataque. Y su utilización por Alejandro, tanto en la
ofensiva como en la persecución del enemigo, la convertirá en el instrumento básico en
la conducción de la guerra.
!La caballería macedonia se remonta a la prehistoria legendaria del país.
Durante la guerra del Peloponeso aparece ya, en la cambiante política de los reyes
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macedonios, unas veces, al lado de Atenas y otras, con sus enemigos. Estos jinetes
estaban armados con corazas y excelentemente entrenados. Si hacemos excepción de la
caballería siciliana, ya antes de Filipo eran más eficaces que la caballería de las restantes
ciudades griegas.
!No obstante, aún durante el reinado de Perdicas, Macedonia no disponía de
un ejército de infantería para defenderse de los ataques tracios. La población, por ello,
buscaba protección en las aldeas amuralladas y dejaba a las fuerzas montadas el
hostigamiento del enemigo. Esta situación, según el testimonio de Tucídides, fue
superada sólo bajo Arquelao, que organizó las fuerzas militares y creó, junto a la
caballería, también una infantería, aunque, al parecer, en gran medida de carácter
mercenario.
!Fue Filipo el que organizó estas tropas en un auténtico ejército según el
modelo griego. Sus experiencias en Tebas como rehén, el ejemplo de las tropas
atenienses y espartanas, que se combatían en los teatros de guerras tracios y calcidios,
e incluso la actividad de capitanes mercenarios griegos al servicio de bárbaros,
contribuyeron a transmitirle conocimientos de las cuestiones de guerra griegas antes de
la subida al trono.
!De todas maneras, el ejército de los macedonios tendría un carácter
particular que lo distingue del griego. Mientras en Grecia la base de reclutamiento era
ciudadana y, en consecuencia, eran los ciudadanos en su calidad de tales los que servían
en los ejércitos de sus comunidades como hoplitas o jinetes, en Macedonia, en cambio,
primero la nobleza, y luego también los campesinos, que constituían el núcleo de la
población, estaban obligados personalmente con el rey. Esta característica la atestiguan
sus nombres: las tropas macedonias reciben el nombre de “Compañeros del rey”,
hetairoi para los jinetes y pezhetairoi (“compañeros de a pie”) para los infantes.
!Con el dominio sobre Grecia comienza también para el arte de la guerra
griego un nuevo capítulo. Alejandro unió en su ejército todas las anteriores conquistas
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del arte bélico, introdujo una combinación de las distintas armas, creó nuevos
fundamentos de la táctica y de la estrategia y perfeccionó e hizo progresar los recursos
bélicos. Con Alejandro se alcanza el cenit de la conducción de la guerra griega, que,
partiendo de la táctica hoplita espartana, había sido completada en Atenas, Tebas y
Sicilia.
!Aunque la organización del ejército macedonio fue creada por Filipo, su
proceso de construcción no es reconocible, e incluso sobre su resultado final, en los
últimos días de Filipo, sólo tenemos noticias asiladas e insuficientes. Para nosotros, la
imagen del ejército ya acabado sólo aparece con la expedición de Alejandro a Asia.
!Este ejército constaba de 43.000 hombres de a pie y 5.500 jinetes.
Alejandro llevó consigo 12.000 infantes macedonios y dejó un número igual con
Antípatro para defender el país y supervisar Grecia. Había también un cuerpo de
macedonios, ya sirviendo en Asia, de varios miles de hombres. Después de atravesar el
Helesponto, el total de la infantería macedonia constaba de unos 15.000 soldados. La
mayoría estaba encuadrada en seis divisiones falangitas (a las que Arriano da
usualmente el término de taxeis), que llevaban el título colectivo de “Compañeros de a
Pie” (pezhetairoi). Tres de estas divisiones, por lo menos, habían sido reclutadas entre
los viejos principados de la Alta Macedonia y eran llamadas asthetairoi, término que no
ha encontrado una satisfactoria explicación. Las otras taxeis, al parecer, no llevaban una
nomenclatura distintiva, pero es posible que fueran reclutadas de acuerdo con una base
regional similar.
!El otro gran componente de la infantería macedonia era el cuerpo de los
hipaspistas. Esta fuerza ha evolucionado a partir de la vieja guardia personal de los reyes
macedonios, y su núcleo, el agema, servía como guardia de Alejandro cuando combatía a
pie. El resto de los hipaspistas estaba organizado en jiliarquías (unidades de 1.000
hombres), quizá en número de tres. Eran una elite, seleccionada por su destreza y físico,
igualmente experta en formación de falange, en batalla campal, o en rápidas
escaramuzas, con apoyo de la infantería ligera y de la caballería. En las grandes batallas,
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formaba al lado de las taxeis en falange, y no hay duda de que su armamento era el
mismo. Era su valor lo que la hacía superior.
!El equipamiento de la infantería macedonia era una mezcla del armamento
del hoplita, es decir, el infante pesado, y del peltasta o soldado de infantería ligero, que
recibía el nombre de la pelté o escudo ligero, de madera o miembre, en forma de hoz. La
principal arma ofensiva era la sarissa, una larga pica de seis metros de largo y cerca de 7
kgs. de peso, que obligaba a manejarla con ambas manos y sólo permitía llevar un
pequeño escudo redondo, colgado del cuello, para proteger el hombro izquierdo.
Estaban también provistos de otras armas, una jabalina de unos dos metros y medio y
una espada corta de hierro, ambas de importancia secundaria en batalla campal. La
sarissa era el arma principal y no podía usarse en combate singular: el infante solo,
aislado del resto de la falange, era completamente vulnerable. El armamento defensivo
era relativamente ligero: yelmo de cuero, corselete, botas altas y, seguramente,
espinilleras. Esta ligereza de la armadura corporal tiene una explicación lógica. Era la
línea de sarissas la que proporcionaba la principal protección, haciendo a la infantería
falangita prácticamente invulnerable, excepto contra el ataque con armas arrojadizas, y,
por ello, era superfluo equiparla con armaduras más pesadas. Con esta impedimenta, si
se la dispensaba temporalmente de las sarissas, tenía una movilidad que igualaba a la de
la infantería ligera.
!La falange era un dispositivo de combate, perfeccionado por Filipo. El
manual de Asclepiodoto da la composición de la falange ideal, su formación y los
ejercicios a los que se sometía. Estaba constituida por 64 batallones, syntagmata, de
256 soldados, formados en dieciséis hileras, de 16 hombres cada una (dékades ).
Treinta y dos batallones formaban un ala (keras ), de unos 8.200 hombres, lo que
podríamos llamar una brigada de infantería. La falange completa, compuesta de dos alas,
estaba bajo las órdenes de un general, strategós, que la entrenaba y la hacía maniobrar
diariamente. En combate, los diversos batallones podían desplegarse en línea recta, más
o menos extendida, en línea oblicua, en media luna, en cuña o en cuadro o semicuadro.
Sólo las tres o cuatro primeras filas usaban sus sarissas en posición horizontal; el resto,
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como hemos visto por el texto de Polibio, mantenía sus armas verticales y usaban su
peso para aumentar el ímpetu de la línea frontal. Existían muchas variaciones posibles.
Las dekades podían doblarse para profundizar la falange en 32 hileras o reducirse a la
mitad, en ocho; y el cambio de frente podía ser gradual, como ocurrió en Issos, cuando
la línea macedonia, originariamente de 32 de profundidad, fue gradualmente extendida
por la llanura. Cuando aparecían huecos en las líneas frontales, se iban transfiriendo
soldados desde la parte posterior hasta que la profundidad de la falange se contraía en
ocho. Estas maniobras se realizaban en silencio y la disciplina era inmaculada. El
entrenamiento trataba de crear una masa de infantería flexible e indestructible. Pero no
toda acción requería el armamento completo. Es improbable, por ejemplo que la
infantería utilizada en la persecución final de Darío, llevara la pesada sarissa.;
presumiblemente marchaban sólo con la jabalina. Pero parece evidente que la sarissa era
su arma básica. El falangita individual era, por tanto, sólo una parte de una masa
corporativa, intensamente entrenada para una forma muy especializada de combate y
dotada de una cohesión y peso de armamento ofensivo que la hacía inigualable en el
mundo contemporáneo.
!La contrapartida de la infantería falangita era la caballería macedonia,
colectivamente llamada los “Compañeros” (hetairoi). Al iniciarse la campaña de Asia
constaba de 1.800 jinetes, divididos en ocho escuadrones (ilai) , uno de los cuales, la
ile basiliké, defendía al rey cuando luchaba a caballo. Este escuadrón real constituía una
elite, y probablemente incluía a muchos de los cortesanos, los verdaderos Compañeros
sin mando específico. Por lo demás, estaban reclutados según una base regional. En
principio, no hay testimonios de ninguna subdivisión de las ilai : cada escuadrón
aparentemente luchaba como una unidad bajo un comandante local. Su armamento era
simple. Constaba de coraza, el yelmo macedonio, la kausia, en forma de barretina, la
lanza de choque y una reserva suplementaria de jabalinas. No es segura la utilización de
escudo. La coraza era en la caballería pesasa más maciza que en la infantería. Llevaban
también una espada curva (kopis ), pero en combate se servían sobre todo de la lanza.
En batalla campal, era la fuerza más impresionante. Era la caballería de carga,
normalmente en formación de cuña, la que abría las brechas vitales en las líneas
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enemigas. No tenemos información sobre el montante de cada escuadrón y ni siquiera
sabemos si la cifra de Diodoro de 1.800 jinetes eran sólo los Compañeros o incluía otras
unidades de la caballería macedonia.
!El asunto se complica por el problema de los prodromoi. Estas tropas era
una división de caballería regularmente asociada a los Compañeros; y, como su nombre
implica, se utilizaba en misiones de reconocimiento. Pero también son designados con el
término de “portadores de sarissa” (sarissoforoi); y, en Gránico, operaron en la
vanguardia de asalto, armados con sarissas de caballería, que, según todas las
indicaciones, eran iguales en longitud a las de infantería. Estaban divididos en ilai como
los Compañeros, y había al menos cuatro de ellas. El uso de sarissas en el combate,
unido al hecho de que son mencionados por Arriano habitualmente sin una cualificación
étnica concreta, sugiere que eran macedonios nativos, organizados separadamente de
los Compañeros. Parece haber cumplido una doble función, en vanguardia, como
exploradores (lógicamente, sin la sarissa) , y en batalla campal, en orden abierto, para
romper la caballería enemiga. La sarissa, que sobresalía desmesuradamente por delante
y por detrás del caballo, no podía ser usada en formación cerrada sin peligro mortal para
las propias tropas. Su despliegue necesitaba de un amplio espacio o había que disponerla
en masa en una sola línea extendida, en cuyo caso debía servir para contrarrestar los
ataques frontales de enemigos más ligeramente armados. Hay evidencia, sobre todo, en
el conocido mosaico de Alejandro, de que los Compañeros usaron en ocasiones la
sarissa, pero es evidente que este arma no podía ser utilizada provechosamente en la
formación de asalto en cuña. El arma principal de los Compañeros era la lanza de
choque, más corta, y su entrenamiento estaba dirigido a lanzar ataques intensivos en
formación cerrada, en contraste con los prodromoi , que operaban en formación más
abierta. !
!El indispensable complemento de estas fuerzas pesadas de infantería y
caballería, macedonias de extracción, era la infantería ligera. Aunque es posible que
algunas de estas unidades procedieran de Macedonia, hay poca evidencia explícita.
Arriano ocasionalmente menciona divisiones (taxeis) de tropas ligeras, pero raramente
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da indicación de sus orígenes nacionales y nunca designa ninguna de ellas como
macedonias. Si había macedonios entre la infantería ligera es claro que no eran
numerosos. Como hemos visto, los soldados de la falange tenían un equipo defensivo
relativamente ligero, y pocos macedonios han podido ser excluidos del servicio en ella
por razones de pobreza. Alejandro prudentemente ha debido concentrar su infantería
nativa en la falange, dejando a sus vecinos del norte los reclutamientos de infantería
ligera.
!La más importante de las tropas ligeras de Alejandro eran los montañeses
agrianos, un cuerpo relativamente pequeño de lanzadores de jabalina procentes del alto
Estrimón. Eran utilizados para movimientos rápidos en terreno abrupto, y en las batallas
campales formaban parte de la defensa de la línea principal. Sus habituales compañeros
eran los arqueros. En general, eran de procedencia cretense, dirigidos por comandantes
también cretenses de nacimiento. Los arqueros evidentemente eran un cuerpo de
especialistas, reclutado fuera de Macedonia. Arqueros y agrianos están atestiguados
como un cuerpo compuesto, que, al inicio de la campaña de Asia, constaba de 1.000
hombres.
!El resto del ejército estaba compuesto de tropas aliadas y mercenarios. De
ellos, el más importante contingente, con mucho, era la caballería tesalia,
probablemente igual en número y calibre a la macedonia. Como los Compañeros, estaba
dividida en ilai, y realizaba las mismas funciones que los propios Compañeros,
protegiendo al ala izquierda de la falange. La estructura del mando parece haber sido la
misma que la de la caballería macedonia, con ilai de base regional, pero a su cabeza
estaba un comandante macedonio. El resto de la caballería aliada, procedente en su
mayor parte de la Grecia central y el Peloponeso, era mucho menos importante y
efectiva y también menor en número. Como los tesalios, estaba dividida en ilai, bajo el
mando de un comandante macedonio.
!La infantería de los aliados griegos es más problemática. Formaba un
contingente numéricamente grande, 7.000 hombres al inicio de la campaña de Asia, y
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en su mayoría eran hoplitas pesados. Pero una vez en Asia, llama la atención su
ausencia. No hay recuerdo explícito de ellos en ninguna de las grandes batallas. Solo son
mencionados como participantes en campañas secundarias, normalmente bajo el mando
de Parmenión, y nunca aparecen en el entorno de Alejandro. En parte, la razón para
relegarlos debió ser la naturaleza heterogénea de la infantería aliada, procedente de
diferentes ciudades y difícil de organizar como una sola unidad. Estaba además la
cuestión de la lealtad. Alejandro debió ser reluctante en reclutar hombres recintemente
vencidos en Queronea para enfrentarlos a mercenarios griegos al servicio de Persia.
!El otro gran grupo de infantería era el contingente de 7.000 tracios,
tríbalos e ilirios. Estas tropas son aún más oscuras que la infantería griega. Los tríbalos
no son nunca mencionados en la narración de las campañas, y los ilirios, sólo una vez de
pasada en Gaugamela, asociados con la infantería mercenaria. Los tracios parecen haber
sido algo más importantes. Bajo el príncipe odrisio Sitalces tomaron parte activa en la
batalla de Issos, y en Gaugamela cumplieron exactamente la misma función en el ala
izquierda que los agrianos en la derecha. Su posterior historia sugiere que Alejandro no
los encontró indispensables. En gran proporción fueron asignados, después del 330, a
los ejércitos de los sátrapas de Media y Partia. Unos cuantos regresaron con el ejército
en 326; el resto fue dejado como guarnición armada en el norte de la India. La evidencia
sugiere que no fueron empleados como tropas de línea frontal sino sólo usados en
misiones secundarias o en posiciones donde era más importante el número que la
experiencia. Pero Alejandro parece no haber tenido interés en repatriarlos y la razón ha
debido ser simplemente mantenerlos fuera de Tracia. Su ausencia facilitaba el control del
país. Las mismas consideraciones pueden aplicarse a los ilirios y tribalos.
!La caballería tracia entra en la misma categoría. Estas tropas estaban
colocadas al lado de la caballería aliada griega en Gránico y Gaugamela, pero su empleo
fue muy esporádico y fueron asignados a la guarnición de Media con la infantería. Otro
contingente de caballería tracia fue dejado en la India en 326 con el ejército sátrapa del
norte de la India. El otro cuerpo de caballería procedente del norte, los peonios, era
superior en importancia. Fueron asociados a los prodromoi y estaban en la vanguardia de
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combate en Gránico y Gaugamela. Pero no son mencionados en ninguna narración
despues de 331, y no hay recuerdo de que fueran dejados como fuerza de guarnición.
Su número debió ser pequeño (con la caballería tracia sólo llegaban a 900) y pueden
haber sido amalgamados con otras unidades.
!Finalmente, Alejandro, como su padre, hizo un uso extenso de mercenarios.
Sólo en el paso del Helesponto son recordados 5.000, pero había varios miles activos en
la fuerza expedicionaria en Asia Menor, incluida la caballería mercenaria. Parecen haber
sido divididos según lo exigía la ocasión. La caballería mercenaria en Gaugamela estaba
dividida en dos grupos bajo dos comandantes macedonios y la división de mando
persistió durante cierto tiempo. Es lo único que sabemos de su organización, sin duda,
más fluida que el resto del ejército. Su número fluctuaba constantemente, debido a los
reclutamientos de nuevas unidades y a su utilización en los ejércitos de las satrapías o,
en los últimos años del reinado, para proveer de colonos las nuevas fundaciones del
Este. Era probablemente la parte menos indispensable del ejército, en el ataque frontal.
En las grandes batallas quedaban en la reserva, excepto la caballería que jugó un
importante papel en Gaugamela; y, como la infantería de la liga de Corinto, estaban bajo
el mando de Parmenión, para ser usados en expediciones secundarias.
!El punto de inflexión en la evolución del ejército de Alejandro parece haber
sido el 330. Hasta entonces el componente macedonio fue reforzado progresivamente,
alcanzando su cota más alta antes de Issos y después de la llegada del gran contingente
de Amintas en 331. Alejandro buscó su seguridad renunciando a tropas no macedonias.
Las fuerzas de la Liga de Corinto, infantería y caballería, fueron desmovilizadas en
Ecbatana en la primavera del 330, incluso la caballería tesalia realistada fue despedida
en el Oxos menos de un año después. Alejandro confió entonces al núcleo macedonio el
trabajo de línea frontal y a los mercenarios las funciones de apoyo. Los últimos eran
importantes y fueron reclutados en mayor número; pero probablemente fueron
recolocados tan pronto como llegaron. Las fuentes, incluso parciales como son, dan un
número de 36.000 dejados en ejércitos sátrapas o en las nuevas fundaciones y hay
muchos asentamientos atestiguados en el que no se da el número de mercenarios. El
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desgaste era constante y Alejandro no ha podido tener un gran número con él en su
ejército de campaña al mismo tiempo. Con el complemento griego de su ejército
reducido y con los refuerzos, si los hubo, llegados de Macedonia, el rey se metió en tres
años de guerrilla primero en la meseta irania y luego en Bactria/Sogdiana. No sorprende
que fuera forzado a reclutar tropas orientales en número creciente. La fecha en la que
comenzó el desarrollo es difícil de fijar. !
!El primer uso indudable de tropas orientales es del invierno del 328/7. Al
final de la campaña de Sogdiana, caballería reclutada localmente sirvió al lado de las
fuerzas macedonias. Alejandro llevó más de ella a la India, y en el Hidaspes empleó
caballería de Aracosia, Paropamiso, Bactria, Sogdiana y los territorios sacas del norte.
Fueron complementados con levas de los príncipes indios amigos hasta que las fuerzas
bajo su mando alcanzaron la fantástica cifra de 120.000 hombres, de la que sólo una
fracción era macedonia. Hasta ahora la caballería oriental luchó en unidades nacionales
separadas; la única excepción fue el cuerpo de arqueros a caballo, reclutado en parte de
los nómadas dahae, que fueron desplegados regularmente al lado de las tropas
macedonias. La mayoría estaba en la misma categoría que los contingentes ilirios y
tracios en 334, reclutados más para reducir la resistencia en sus lugares de origen que
para aumentar la fuerza del ejército de Alejandro. Aparentemente pierden su identidad
separada en el retorno hacia el oeste, cuando hubo cierta integración con la caballería
macedonia. De acuerdo con Arriano, una de las quejas macedonias en el Opis fue la
admisión de orientales selectos en la caballería de Compañeros: cuatro hiparquías se
formaron exclusivamente de orientales y había una quinta que combinaba macedonios e
iranios. Nos gustaría conocer más sobre la transición, el número de iranios involucrados
y su fuerza con respecto a los macedonios, pero el lenguaje de Arriano es
sistemáticamente elusivo. Todo lo que podemos decir es que Alejandro dio a un cierto
numero de iranios el título de Compañeros y los reunió en hiparquías al lado de los
macedonios. Excepto para los pocos iranios en la hiparquía quinta mixta (y el puñado de
nobles en la agema ) hay poco interés en integrar las dos tropas nacionales. Más bien
Alejandro ha puesto dos grupos de Compañeros lado a lado en una relación muy
insegura. En todo caso, los iranios selectos que fueron admitidos en los rangos de los
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Compañeros eran una pequeña minoría de sus contingentes nacionales, que comprendían
la gran mayoría de la caballería presente con Alejandro en sus últimos años.
!La evidencia sobre infantería oriental es menos ambigua. Cuando Alejandro
abandonó Bactriana en el 327, dio órdenes para que 30.000 jóvenes fueran reclutados y
entrenados en armas y disciplina macedonias. De acuerdo con ello, los sátrapas y los
comandantes urbanos en las provincias orientales organizaron un programa concertado
de entrenamiento, sin duda utilizando los veteranos asentados en las nuevas
fundaciones como instructores; y a comienzos del 324 la nueva falange fue presentada
en Susa y en una parada ante el propio rey. No hubo intención de amalgamar el nuevo
cuerpo con la falange macedonia. Sería una formación rival, un antitagma como lo llama
Diodoro, para ser usada como una unidad separada. El sugerente nombre de epigoni
dado a estos reclutas implica que Alejandro los utilizó como los herederos de su falange
macedonia, ahora muy vieja.
!El carácter del ejército fue cambiando con el tiempo irrevocablemente. Los
macedonios dejaron de gozar de supremacía sobre las otras unidades del ejército. No
sólo eran menos numerosos sino que había contingentes de iranios con el mismo
prestigio -las nuevas hiparquías de Compañeros y la falange de los epigonoi. El cambio
del ejército refleja la propia transición de Alejandro de rey de Macedonia a rey de Asia.
Sus macedonios eran a sus ojos ya no una privilegiada elite sino súbditos con el mismo
nivel que los iranios. Incluso en el Opis vino a decir que, si era necesario, formaría su
ejército y su cuerpo de oficiales con persas, y su nuevo ejército fue constante
advertencia de esto. El proceso iría más lejos en la siguiente generación. El último
propósito de Alejandro ha sido integrar a sus soldados macedonios en una fuerza militar
sin apego de raza o domicilio, leal sólo a él. La transformación del ejército nacional
macedonio con sus unidades basadas regionalmente no ha podido ser más completa.
!Se ha intentado evaluar las necesidades de este gigantesco ejército. Si se
estiman las necesidades diarias en kilo y medio de cereales y en un litro de agua por
cada hombre, y en 5 kgs. de cereal y 20 litros de agua por caballo, sabiendo que el
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ejército, en el momento de la expedición a Asia Menor, contaba alrededor de 48.000
infantes, a los que se añaden 16.000 hombres del séquito (escuderos, médicos,
cronistas, ingenieros, cortesanos, navegantes, algunas mujeres) y acaso 6.000 jinetes y
otros tantos caballos, se llega a números impresionantes: 130 toneladas de cereales y al
menos 20.000 litros de agua diarios. A estos datos conocidos hay que añadir un cierto
número de carros, de bestias de carga y de tiro, que todavía aumentan las necesidades
del ejército en su conjunto.
!Como era común a todos los ejércitos antiguos, el estado mayor contaba
con la posibilidad de abastecimiento que ofrecían los países atravesados. Si esta
espectativa podía ser satisfecha en algunas regiones, no obstante no era absolutamente
pensable que lo fuese en otras: basta con pensar en la travesía del desierto del Sinaí o
de las regiones montañosas, a veces semidesérticas, de Irán y Asia Central. La empresa
militar era excepcional por consiguiente incluso por la fuerza física y la resistencia que
exigía a los hombres y a los animales.
!Las potenciales dificultades de la expedición fueron correctamente
valoradas por el comandante de los mecenarios griegos al servicio de los persas,
Memnón de Rodas, que sugiriró una política de “tierra quemada” a partir del desembarco
de Alejandro en Asia Menor, mejor que buscar el encuentro directo. Sabemos que los
jefes persas no siguieron este consejo y de ello resultó la primera derrota, la de Gránico,
en el 334.
!Hay que añadir, finalmente, las necesidades logísticas, las grandes cargas
de los equipos pesados y de las máquinas de guerra que servían para la conquista de
fortalezas y ciudades. El célebre asedio de Tiro ha entrado en la historia como un
ejemplo de operación terrestre y naval de elevado contenido técnico. El ejército no
podía evidentemente llevar consigo todo el equipo necesario; la mayor parte de las
máquinas había que construirlas sobre el terreno. En los carros del tren de campaña se
encontraba un cierto número de utensilios indispensables para los ingenieros.
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!A despecho de la voluntad de conservar la mayor movilidad posible para su
ejército, Alejandro no pudo impedir que, al compás de las campañas y de las victorias,
sus hombres se cargasen de botín y también de prisioneros, mujeres, hombres y
animales. Como ocurrirá más tarde en los ejércitos helenísticos, el ejército de Alejandro
se transforma, por consiguiente, poco a poco, en un auténtico hogar para los soldados.
El comandante en jefe de la expedición se vio obligado a intervenir en más de una
ocasión para aligerar el séquito.
!Alejandro tuvo que superar otra dificultad práctica, al menos, al comienzo
de la expedición: el precario estado de sus finanzas. Es esta, sin duda, la razón del
rápido licenciamiento de la flota, a pesar de ser un fuerte medio de disuasión contra los
egeos dejados a las espaldas.
!Al contrario de los Diez mil, las tropas de mercenarios griegos que hizo
célebre la narración de Jenofonte, para quienes el objetivo principal era enriquecerse,
Alejandro no había lanzado su expedición de conquista con el fin de acumular botín. Al
principio, su tesoro de guerra no superaba los 70 talentos, es decir, 420.000 dracmas.
Esta suma permitía asegurar un dracma diario a sus 70.000 hombres sólo durante seis
días. Tras la batalla de Gránico la situación mejoró, no sólo en razón del botín
encontrado en el campamento de los persas, sino sobre todo gracias al tributo
recaudado en las ciudades griegas de Asia Menor. El sátrapa Mitrines no tardaría, por lo
demás, en entregar el tesoro de Sardes.
!Conforme las victorias se sucedían, el tesoro comenzó a acumularse. El
imperio persa, basado en un sistema altamente centralizado, disponía de un eficaz
sistema fiscal que hacía llegar a la capital, Persépolis, y a otras ciudades de Mesopotamia
cantidades considerables de riquezas. Tras la batalla de Gaugamela, el aspecto financiero
no constituía ya un obstáculo para las operaciones de Alejandro. El saqueo de Tiro,
Babilonia, Susa, Persépoilis, Ecbatana y otras ciudades procuró una cantidad prodigiosa
de botín. En Persépolis, Alejandro se apoderó del tesoro real, constituido por riquezas
extraordinarias.
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!No obstante, los costes de la expedición se revelaron considerables y no
podían sino aumentar; fue así como el rey hizo venir de Macedonia para la campaña de
la India el equipo para 25.000 infantes y 100 talentos de productos farmacéuticos.
Además, los gastos suntuarios se dispararon cuando, a pesar de la objeción de sus
compañeros, adoptó el estilo de vida de un monarca oriental. No obstante, las pagas y
los premios a distribuir entre la tropa constituían sin duda la parte principal de los
gastos. En ocasión de las bodas de los macedonios en Susa, hizo distribiuir una copa de
oro a cada uno de los 9.000 invitados y saldó todas sus deudas.
!¿Cómo era el ejército que se enfrentó a las fuerzas de Alejandro? Los
medos y sus vencedores los persas habían creado en el siglo VI un vasto imperio, que se
extendía desde el actual Irán hasta el Mediterráneo, incluyendo Egipto. Basado en una
administración heredada de los grandes reinos de Mesopotamia, recorrido por una red de
caminos incomparable, el imperio persa intentó expandirse hacia la ribera occidental del
mar Egeo en los años 490-479 a. C., pero sin éxito.
!La expedición de Ciro el Joven en el 401-399, apoyada por 10.000
mercenarios griegos, mostró la permeabilidad del sistema de defensa. No obstante, a
despecho de esta aparente debilidad y a pesar de la imagen de estado en decadencia
difundida por los oradores atenienses, el imperio persa continuaba siendo, en el siglo IV
a. C., la potencia que dominaba el Próximo Oriente, desde las costas del Egeo al Irán. La
idea de una gran expedición de revancha y de conquista se había convertido en un
elemento de propaganda política en Atenas. Esta idea fue retomada por Filipo II y
realizada por Alejandro.
!Las fuerzas armadas persas eran considerables. La imagen de la guardia del
Rey de Reyes, en Persépolis, los famosos 10.000 “inmortales” (inmortales porque cada
vez que uno de ellos moría, era inmediatamente sustituido), es la más conocida:
vestidos con largas túnicas, llevaban una pica, un arco con carcaj y una espada corta.
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!Famoso por sus arqueros, el ejército persa encuadraba también una potente
caballería. La combinación de estos dos cuerpos, arqueros y jinetes, era la fuerza del
ejército y aseguraba su supremacía sobre todos los pueblos vecinos o sometidos.
!Al equipamiento individual tradicional de jinetes y arqueros de los grandes
espacios orientales, se añadían los carros de combate, también herederos de la tradición
mesopotámica, pero con un perfeccionamiento: sobre los ejes de los carros se fijaban
hoces en posición horizontal, que servían para herir a la infantería adversaria. Según el
relato de Jenofonte y de los cronistas de Alejandro, no obstante, este dispositivo no se
mostró muy eficaz; los soldados griegos y macedonios aprendieron pronto a dejar pasar
los carros sin ser heridos gravemente o, incluso, sin ser tocados.
!La principal debilidad del ejército persa estaba en su composición: formado
por contingentes nacionales reunidos por los sátrapas que gobernaban las provincias,
carecía de cohesión y en consecuencia, de eficacia. Ya había sido mostrado por
Heródoto el problema de la dificultad de comprender las órdenes, impartidas a un
ejército formado por hombres de lenguas diferentes. Además los combatientes, en su
mayor parte privados de armamento defensivo, eran extremadamente vulnerables en el
caso de la lucha cuerpo a cuerpo con guerreros griegos o macedonios. Jenofonte da una
imagen muy realista de la línea de batalla de los persas en Cunaxa: “Conforme el
enemigo se acercaba, de inmediato se entreveía aquí y allá el resplador de las armas, y
las filas de los hombres comenzaban a disponerse. La caballería estaba a la izquierda,
con corazas blancas; luego venían los infantes con los escudos de mimbre, luego los
hoplitas con escudos de madera que caían hasta sus pies: se decía que eran egipcios. A
continuación avanzaban los caballeros, luego los arqueros. Todos caminaban divididos
por naciones”.
!Los sátrapas de las regiones occidentales del imperio, en contacto con las
ciudades griegas desde el siglo VI, habían aprendido a conocer y apreciar la infantería
griega y las falanges de hoplitas pesadamente armados con corazas, espinilleras, yelmos
y escudos. No tardaron en enrolar mercenarios, que encontramos al lado de los persas a
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lo largo de toda la historia del imperio y especialmente en el momento de la expedición
de Alejandro. Los macedonios y sus aliados se encontraron, en Gránico, frente a los
mercenarios griegos enrolados en el ejército persa.
!Durante los once años de campaña, las batallas campales, es decir, las
grandes batallas, fueron excepcionales. Sólo pueden considerarse como tales cuatro:
Gránico, en la Frigia helespóntica; Issos, en Siria; Gaugamelas, a 27 kms. de Nínive, y la
batalla del Hidaspes, en Dialampur, cerca de Jhelum, en el Pakistán septentrional. Los
demás encuentros no fueron más que escaramuzas, emboscadas, operaciones de
pacificación, asedios o simples masacres de indígenas.
!Sobre estas batallas es necesaria una premisa: las informaciones de las que
disponemos para reconstruir las grandes batallas de la Antigüedad están todas llenas de
lagunas, y no sólo porque los testimonios oculares podían difícilmente tener una idea de
conjunto del desarrollo de los acontecimientos, sino también a causa de la dificultad de
transmisión de las informaciones ya inciertas en su origen. Otra causa de confusión
proviene de la incertidumbre de las cifras propuestas por nuestras fuentes, incluso las
más fidedignas: el número de los soldados presentes y la cantidad de pérdidas siguen
siendo a menudo muy dudosos.
!Tras esta premisa, intentaremos dar una reconstrucción, forzadamente muy
sucinta, del desarrollo de estas cuatro batallas decisivas para el éxito de la empresa de
Alejandro. Cada una puede ser considerada igualmente importante, porque la derrota de
Alejandro en una de ellas habría producido un daño irreparable a su expedición y el fin de
su aventura.
Gránico
!El primer encuentro tuvo lugar en la ribera oriental del Gránico, un río que
atraviesa el norte de la Tróade y desemboca en la Propóntide. Dado que nuestras
fuentes principales (Arriano, Diodoro, Plutarco) dan versiones diferentes, se está de
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acuerdo en general en dar crédito al relato de Arriano, que se basa en los testimonios de
Tolomeo y de Aristóbulo, compañeros de Alejandro.
!En la ribera controlada por los persas, 20.000 jinetes, otros tantos hoplitas
y los mercenarios griegos esperaban que los macedonios atravesaran el río. En la ribera
opuesta, Alejandro dispuso la caballería al lado derecho, luego las tropas ligeras, la
falange en el centro y otros elementos de caballería en el lado izquierdo. La dificultad
para él, estaba en hacer atravesar el río a las tropas manteniéndolas formadas. Lanzó
entonces la caballería e irrumpió con un movimiento de hundimiento, remontando la
corriente de río y enfrentándose a la caballería adversaria a la cabeza de sus
escuadrones. En el furioso ataque, Alejandro cumplió hazañas casi legendarias: rompió la
lanza matando a un enemigo; la cimera de su yelmo fue partida en dos por un golpe de
espada; fue salvado in extremis por Clito el Negro; su caballo cayó muerto debajo de él
(Plutarco precisa que no se trataba de Bucéfalo, sino de otro caballo).
!Los persas fueron rechazados y su línea de defensa desbaratada. El frente
de los hoplitas griegos se mantuvo, pero fue rápidamente rodeado y quebrado. 2.000
hombres fueron hechos prisioneros. Alejandro consiguió una primera victoria, esencial
porque le abrió las puertas de Asia, como subraya Plutarco.
Issos
!En la batalla de Issos tomó el mando el propio rey Darío. El encuentro tuvo
lugar dieciocho meses después de la batalla de Gránico, en una garganta relativamente
estrecha, cerrada entre el mar y la montaña. El desarrollo de las operaciones es todavía
más controvertido que el de la batalla de Gránico. Según algunos autores, Alejandro
desencadenó el ataque guiando la caballería, según otros, la infantería.
!En el célebre mosaico de Pompeya, que se inspira en un fresco atribuido al
pintor Filoxeno de Eretria, contemporáneo de los acontecimientos, Alejandro está
representado a caballo. Se enfrenta directamente al rey, a pie sobre su carro, que vuelve
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una mirada aterrorizada en dirección a su enemigo. Se advierten, en el fondo, las
sarissas macedonias enhiestas.
!Viendo sus tropas en fuga y desvanecida la posibilidad de victoria, Darío
huyó, abriendo asi a Alejandro el camino de Fenicia y abandonando los tesoros de su
campamento. Como en Platea, en el 479, los vencedores quedaron estupefactos ante el
lujo con el que vivían sus adversarios. Los macedonios aún no habían descubierto las
riquezas y el esplendor de Babilonia.
Arbela
!Y es precisamente Babilonia la puesta en juego en la tercera de las grandes
batallas que enfrentaron a Alejandro con los ejércitos persas. El combate tuvo lugar en
la llanura mesopotámica, en Arbela, no lejos de Gaugamela. El terreno favorecía a los
persas, que habían allanado también el suelo para facilitar el empleo de los carros con
hoces: más de doscientos, según nuestras fuentes. Y sin embargo, las líneas son
desbaratadas otra vez, los carros, empujados contra los propios compañeros, y la
victoria, una vez más, en manos de los macedonios.
!Concluyamos este recorrido a través de las grandes batallas ganadas por
Alejandro mencionando la batalla del Hidaspes contra el rey indio, Poros, en el 326. Por
vez primera, los macedonios tuvieron que enfrentarse a doscientos elefantes de
combate, además de numerosos carros. Los carros quedaron empantanados en un suelo
demasiado blando, pero los elefantes, cargando brutalmente, provocaron la devastación
del ejército de Alejandro. No obstante los arqueros iranios, llegados como refuerzo,
consiguieron herir a los paquidermos y derribar de la silla a los conductores. Como
ocurre a menudo en las batallas antiguas, los elefantes se revolvieron contra sus
propias tropas. Y el rey Poros, vencido, se rindió.
!¿Se puede expresar un juicio sobre el modo en el que Alejandro Magno
dirigía la guerra? No hay duda de que fue un gran comandante. Poseemos en este punto
un modo simple de medir sus éxitos: el relato de su expedición de conquista y la relación
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de sus victorias. Alejandro consiguió someter tanto a los pueblos que amenazaban el
reino de Macedonia por el norte, como a las ciudades griegas y el gigantesco imperio
persa, y luego las inmensas regiones del Asia Central hasta el Indo. No fue sólo un
caudillo emprendedor e infatigable, sino que estuvo acompañado del aliado indispensable
a los grandes comandantes: la fortuna.
!No hay duda de que cometió errores en algunas decisiones tácticas e
incluso sobre el plano estratégico (pensemos en el precoz licenciamiento de la flota a
comienzos de la campaña en Asia Menor): pero estos errores fueron de alcance limitado.
!Lo que sabemos de los proyectos posteriores de Alejandro -la conquista de
Arabia y luego del mundo mediterráneo (Cartago, Roma y el Occidente)- muestran bien
que el rey no pensaba restringirse a la conquista de Asia y que su visión del imperio
universal se extendía sobre gran parte del mundo conocido, que trataba de someter a su
dominio. La enfermedad, agravada por los excesos, y la fatiga de una campaña única en
la historia de la humanidad, lo impidieron.
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