El derecho mexicano del trabajo y la transformación del modelo de acumulación

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Publicado en: Apreza Salgado, Socorro (coord.), Libro homenaje a la jurista María Cristina Salmorán de tamayo, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2014, pp. 279303. EL DERECHO MEXICANO DEL TRABAJO Y LA TRANSFORMACIÓN DEL MODELO DE ACUMULACIÓN Sergio Martín TAPIA ARGÜELLO ganaremos nosotros, los más sencillos ganaremos, aunque tú no lo creas, ganaremos. Pablo Neruda. Oda al hombre sencillo. SUMARIO: I. Introducción. II. El estado liberal. III. La situación nacional. IV. El siglo XX. V. Fordismo y Keynesianismo. 1. El surgimiento del fordismo. 2. La crisis del modelo fordista. 3. La transformación del mercado mundial. 4. El caso mexicano: la ley de 1970. V. La caída del modelo fordista keynesiano. VI. Los modelos de acumulación flexible. VII. La transformación del derecho en un modelo de acumulación flexible. VIII. Conclusiones. IX. Bibliografía. I. INTRODUCCIÓN Con mucho agrado, recibí de parte de las Doctoras María Leoba Castañeda Rivas, Directora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y Socorro Apreza Salgado, Directora del Seminario de Filosofía del Derecho de esta misma institución, una invitación para participar en la obra que por parte de la Facultad, se realiza en homenaje de la Ministra María Cristina Salmorán de Tamayo. Por supuesto, las razones para honrar a esta importante jurista son muchas. Como seguramente ha sido ya contado por parte de mis colegas y Profesor adscrito al Seminario de Filosofía del Derecho de la Universidad Nacional Autónoma

Transcript of El derecho mexicano del trabajo y la transformación del modelo de acumulación

Publicado   en:   Apreza   Salgado,   Socorro   (coord.),   Libro   homenaje   a   la   jurista   María   Cristina  Salmorán  de  tamayo,  México,  Universidad  Nacional  Autónoma  de  México,  2014,  pp.  279-­‐303.  

EL DERECHO MEXICANO DEL TRABAJO Y LA TRANSFORMACIÓN DEL MODELO

DE ACUMULACIÓN

Sergio Martín TAPIA ARGÜELLO∗

ganaremos nosotros, los más sencillos

ganaremos, aunque tú no lo creas,

ganaremos. Pablo Neruda. Oda al hombre sencillo.

SUMARIO: I. Introducción. II. El estado liberal. III. La situación nacional. IV. El siglo XX. V. Fordismo y Keynesianismo. 1. El surgimiento del fordismo. 2. La crisis del modelo fordista. 3. La transformación del mercado mundial. 4. El caso mexicano: la ley de 1970. V. La caída del modelo fordista keynesiano. VI. Los modelos de acumulación flexible. VII. La transformación del derecho en un modelo de acumulación flexible. VIII. Conclusiones. IX. Bibliografía.

I. INTRODUCCIÓN

Con mucho agrado, recibí de parte de las Doctoras María Leoba Castañeda

Rivas, Directora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional

Autónoma de México y Socorro Apreza Salgado, Directora del Seminario de

Filosofía del Derecho de esta misma institución, una invitación para participar en

la obra que por parte de la Facultad, se realiza en homenaje de la Ministra María

Cristina Salmorán de Tamayo.

Por supuesto, las razones para honrar a esta importante jurista son

muchas. Como seguramente ha sido ya contado por parte de mis colegas y                                                                                                                          ∗ Profesor adscrito al Seminario de Filosofía del Derecho de la Universidad Nacional Autónoma

maestros, la Ministra fue la primera mujer que ocupó este cargo dentro de la

Suprema Corte de Justicia de la Nación, e incluso, la primera que llegó a una

Suprema Corte en todo nuestro continente. Esta acción que por sí misma resulta

ejemplar, lo es más si observamos que la Ministra fue una mujer que no sólo

estuvo consciente de la dominación existente hacia su sexo en la sociedad

contemporánea, sino que además luchó por combatirla de la mejor manera que

le fue posible.1

Estoy seguro que, muchos de los escritos que acompañan este

homenaje, tratan sobre los asuntos de género y sexo que rodean a la vida y al

trabajo de la Ministra. De la misma manera, sé que quienes la conocieron

pueden aportar de forma mucho más fidedigna, la información necesaria para

observar a la extraordinaria mujer que era. Por ello, quisiera que mi participación

en el presente homenaje se dirigiera por otro camino, uno que fue igualmente

central en la vida de esta gran mujer y cuyo legado es tan importante hoy: la

regulación del trabajo.

La Ministra fue, junto con otros importantes juristas y laboralistas de la

época, autora del proyecto que en 1970 se convertiría en la Ley Federal del

Trabajo. No se trató, por cierto, de un trabajo sencillo, sino que requirió el

compromiso y la entrega de todos los involucrados durante los meses de su

elaboración e incluso, de años si tomamos en consideración los proyectos

anteriores que se formularon en este sentido pero que por diversas

circunstancias no pudieron concretarse, así como la defensa y constante

reformulación que se hizo necesaria por parte de la Comisión desde la entrega

de la propuesta hasta su aprobación.2

El 30 de noviembre de 2012, fue publicada en el Diario Oficial de la

Federación la reforma más importante de las que se han llevado a cabo en esta

legislación. Durante los últimos veinte años, variaciones de esta misma iniciativa                                                                                                                          1 Como ejemplo, puede observarse que desde su trabajo de tesis, la Ministra realizó un estudio crítico sobre la legislación laboral y su papel como garante de la protección necesaria por parte del estado a la mujer trabajadora. Cfr. SALMORÁN DE TAMAYO, María Cristina, Legislación protectora de las mujeres, tesis que para obtener el título de Licenciado en Derecho, presenta María Cristina Salmorán de Tamayo, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1945.  2 DE LA CUEVA, Mario, El nuevo derecho mexicano del trabajo, tomo 1, vigésima primera edición, México, Porrúa, 2007, cap. VI: El proceso de elaboración de la ley nueva, pp. 55-60.  

habían sido presentadas, generalmente por el Partido Acción Nacional (PAN),

con la finalidad de reconfigurar las relaciones laborales en nuestro país. 3

Distintas razones, no todas benéficas a los intereses de los trabajadores, habían

detenido el avance de una legislación que integrara finalmente a nuestro país a

un modelo de acumulación flexible, al transformar radicalmente el derecho

laboral nacional.

A través del presente trabajo, pretendo establecer algunos puntos que

considero esenciales para estudiar el fenómeno que ahora se presenta, al

comprender que si bien podemos establecer una estrecha vinculación entre el

derecho laboral (por no decir el derecho mismo) y el capitalismo, ninguno de los

dos fenómenos deben ser cosificados o clausurados para su estudio. Por ello,

para estudiar la transformación actual del derecho laboral, iniciaré con un breve

recorrido histórico, no con el afán simplista de saber que pasó, sino para

adueñarnos de su recuerdo en éste, que es sin duda, un momento de peligro.4

II. EL ESTADO LIBERAL

El derecho laboral de nuestro país siguió durante el siglo XIX una visión

tradicional liberal de acuerdo con la cual, el Estado5 debía asegurar la libertad de

contratación entre iguales para el sano desarrollo de una relación laboral

productiva, sin involucrarse ni intentar normar las condiciones en las cuales esta

                                                                                                                         3 Por supuesto, esto no significa que se trate de la única propuesta de Acción Nacional en la materia ni que este partido sea el único vinculado a ella. En 1995 el PAN presentó, de la mano de Néstor de Buen, una reforma que tenía un carácter eminentemente político, y que buscaba romper los acuerdos que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantenía con las cúpulas sindicales y transformaba el carácter conciliatorio- arbitral del proceso laboral. Por otro lado, mucho del contenido de la actual reforma, había sido impulsado por la unión ideológica y política de ambos partidos que se dio en la materia desde el periodo salinista y que se fortaleció a través del “periodo de los acuerdos”. Cfr. DE BUEN, Néstor, El desarrollo del derecho del trabajo y su decadencia, México, Porrúa, 2005.  4 BENJAMIN, Walter, “Tesis de la filosofía de la historia”, Ensayos escogidos, México, Coyoacán, 2008, p. 66: Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “como verdaderamente ha sido”. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro.  5 A lo largo del presente texto, se utilizarán constantemente las palabras “estado” y “derecho”. Por experiencia, me gustaría expresar que su uso como sustantivos comunes no se debe a un error de quien esto escribe, sino a una postura política específica que parte de la idea de que su uso como sustantivos propios responde a procesos de cosificación y alienación que naturalizan y legitiman la dominación en nuestra sociedad.  

relación se daba. Esta forma de entender el papel del derecho respecto del

trabajo, tiene que ver con la manera en que las relaciones laborales y jurídicas

se desarrollan en los momentos anteriores al triunfo del capitalismo como modo

de producción y reproducción de nuestra sociedad. Durante los siglos anteriores,

los rígidos regímenes de contratación que propició el sistema gremial,

ralentizaron el desarrollo del capital al tiempo que las formas de propiedad

impedían su avance en zonas económicas estratégicas.6

Debido a ello, las llamadas “revoluciones burguesas” atacaron, no sin

acierto, ambas formas como las más perjudiciales de las conformadas durante el

régimen contra el que lucharon. El capital necesita para reproducirse, según la

clásica afirmación, obreros libres en un doble sentido: libres de las cadenas que

significaban las instituciones del aprendizaje, el oficio y la servidumbre y al

mismo tiempo libre de toda forma de supervivencia que se basara en la

propiedad de los medios de producción fuera de las relaciones capitalistas.7 Así,

las primeras legislaciones obreras de este periodo prohibían e incluso penaban

la colegiación de peticiones e incluso, la solidaridad entre obreros.8 El único

papel del derecho en las relaciones laborales, era entonces vigilar la estricta

observancia de la libertad de contratación de los individuos, aún en contra de

sus propios deseos.9

Junto con la idea de la primacía de la libertad individual, la ideología de la

igualdad se traducía en la imposibilidad de entender las diferencias existentes

entre los poseedores de los medios de producción y los desposeídos como

desigualdades. La igualdad ante la ley era entonces una homologación total y

                                                                                                                         6 Sobre el proceso mediante el cual se generaron las condiciones que se narran, puede estudiarse el importante trabajo de TIGAR, Michael y Madeleine LEVY, El derecho y el ascenso del capitalismo, México, Siglo XXI, 1986.  7 MARX, Karl, El capital, Crítica de la economía política, Tomo 1, trad. de Wenceslao Roces, tercera edición, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 122.  8Famosa entre ellas, la Ley Chapelier (1789) cancelaba la libertad de asociación, tanto con la intención de disminuir las posibilidades de reacción de los seguidores de la monarquía, como de destruir los resquicios de la coligación por gremios.  9Bajo estos ordenamientos, se consideraba que la unión en gremios podía estorbar la libertad de un individuo en cuanto se trataría de frenos a la voluntad individual por decisiones tomadas desde fuera.  

sin cortapisas que ignoraba las diferencias dentro de la sociedad.10 Al partir de

estos supuestos, toda forma de protección normativa era vista como

reaccionaria, puesto que necesariamente partía de la idea de que el patrón y el

trabajador no eran iguales, e incluso como contraproducente, puesto que

reducía la libertad del protegido al tiempo que vulneraba el funcionamiento

normal del mercado de trabajo.

III. LA SITUACIÓN NACIONAL

En nuestro país, este proceso puede ser observado a través de la historia del

surgimiento y la consolidación del México independiente. A diferencia de los

movimientos europeos, la independencia de nuestro país significó más un pacto

por mantener las condiciones de poder existentes en la época colonial que un

triunfo de clase,11 por lo que mucho de las condiciones semi-feudales de nuestro

país se mantuvieron con variaciones mínimas durante las primeras décadas del

siglo XIX.

Durante este periodo, nuestro país presentaba condiciones de bajo

desarrollo industrial que se derivaban tanto de las necesidades materiales de la

metrópoli, como de las condiciones de dominación simbólica de la colonia. Esto

significó la fortificación de un modo de producción mixto, basado en la

producción y extracción de materias primas y un capital focalizado y poco

desarrollado que muy pronto se vio rebasado por el avance tecnológico del

extranjero, principalmente del norte.

En estas condiciones, el lento desarrollo capitalista de nuestro país se vio

acompañado de situaciones terriblemente desfavorables para los trabajadores,

lo que se mantuvo e incluso consolidó a través del desarrollo del liberalismo

                                                                                                                         10Al respecto, Engels decía que el gran problema del concepto de “derechos” consistía en tratar igual en la dimensión jurídica, a quienes eran tratados de forma distinta en el resto de sus relaciones sociales. Cfr. ENGELS, Fiederich, La revolución de la ciencia de Eugenio Dürhing (Anti Dürhing) en http://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/index.htm, consultado el 14 de marzo de 2013.  11LEAL, Juan Felipe y José WOLDENBERG, Del estado liberal a los inicios de la dictadura porfirista, Colección La clase obrera en la historia de México, tomo 2, México, Siglo XXI, Instituto de Investigaciones Sociales, 1980, p. 253.  

nacional. A través del mismo, suceden como antes en Europa los procesos de

grandes desposesiones del campesinado mexicano. 12 Adicionalmente a la

desamortización de los bienes eclesiásticos, se produce la primera gran

desaparición de las tierras comunales de las comunidades campesinas,13 a

manos tanto del ejército como de los grandes capitales extranjeros.

Se trata sin duda de un momento en que el capital necesita para

desarrollarse, eliminar todas las formas de control que puedan limitarlo. Debido a

esto la guerra liberal se emprende tanto contra los viejos propietarios feudales

como contra las grandes comunidades indígenas. Durante este periodo se da,

como en otros lugares antes, una centralización del poder político que permite

su redistribución.14 Es el surgimiento del Estado moderno, con sus procesos de

jerarquización y normalización, que acompaña al capital.15

Cuando la reacción conservadora busca un aliado que pueda ayudarles a

enfrentar este proceso, se equivoca al pensar que Europa es el referente ideal

para ello. Si bien el término “capital” no aparece y se populariza hasta mediados

del siglo XIX,16 el proceso de acumulación y mercantilización que Marx identifica

y estudia lleva un largo trayecto en el continente e incluso ha transformado,

aunque no sin resistencias, el pensamiento político general de este espacio. Por

eso, no es extraño que la primera regulación del trabajo en nuestro país sea

desarrollada por Maximiliano de Habsburgo, en cuanto ésta parte de supuestos

ya aceptados en su lugar de origen17 que aquí apenas se encuentran en proceso

de gestación.

                                                                                                                         12 Un proceso similar a la llamada acumulación originaria. Cfr. MARX, Karl, op. cit, pp. 607- 649.  13 GILLY, Adolfo, La revolución interrumpida, segunda edición, México, ERA, 2007, cap. 1: El desarrollo capitalista.  14 Cfr. FOUCAULT, Michel, Genealogía del racismo, La Plata, Caronte, 1995, pp. 147-150.  15 La relación entre el estado y el capital como formas complementarias (aunque no necesarias) es ampliamente reconocido. Cfr., e. g. CORRIGAN Philip y Derek SAYER, The great arch: English state formation as cultural revolution, Oxford, Basil Blackwell, 1985.  16 HOBSBAWM, Eric, La era de la revolución, 1789- 1848, Buenos Aires, Crítica, 2010.  17 Lo que por supuesto, no significa que lo sean también los resultados. En Europa, los procesos de normalización han tomado ya sin duda un cariz juridizante. Las formas de regulación social y de interpretación de las relaciones comerciales se presenta en buena medida a través de instituciones, formas y saberes jurídicos, lo que se traduce en el surgimiento de lo que Miaille llama la “forma jurídica burguesa”. Sin embargo, el discurso aún no ha sido llevado al límite y en muchas ocasiones se presenta más como una traducción de las viejas formas que como una

El triunfo del capitalismo, la adopción de sus modos y sus procesos de

normalización, hacen deseable en un segundo momento una legislación que

proteja las inversiones al tiempo que permita el mejor desempeño de los

trabajadores y disminuya las tensiones sociales entre los poseedores de los

medios de producción y aquellos que han sido desposeídos. Las grandes luchas

han mostrado el potencial social de las revoluciones burguesas, y la

institucionalización se presenta en todo sentido, como un mejor camino que el

desarrollo de nuevas formas sociales.18

Por supuesto, en México este proceso aún se encuentra en desarrollo.

Las legislaciones laborales de Maximiliano no tienen un impacto duradero en las

condiciones cotidianas de la vida popular porque no responden a la situación

real de las fuerzas productivas. Ni los mineros, ni los artesanos ni el campesino

por cuenta ajena, son, después de todo, proletarios y estos no surgirán como

tales sino hasta el ingreso de los capitales extranjeros y especialmente, a través

del desarrollo del ferrocarril en nuestro país.19

Cuando el intento imperialista de Maximiliano es derrotado, la legislación

laboral regresa a los postulados del liberalismo clásico.20 Esto, unido con las

formas de producción comunitaria hasta entonces existentes y el rápido

acaparamiento de tierras por parte de una pequeña élite,21 produjeron que tanto

en el campo como en la naciente industria nacional, se generaran condiciones

paternalistas que conservaban aún resquicios de las formas feudales y que se

conocerían como relaciones hacendarias.22 Sólo a través de la lenta ruptura de

los antiguos referentes comunales y el surgimiento de nuevas formas de

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         reconfiguración de fondo. Cfr. MIAILLE, Michel, “La forma jurídica burguesa” en La Crítica jurídica en Francia, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 1986.  18 HOBSBAWM, Eric, La era del capital 1848-1875, Buenos Aires, Crítica, 2010, pp. 14- 17.  19 GILLY, Adolfo, op. cit., p. 51.  20 Por supuesto, existen algunos notables ejemplos de liberales que se percataron del inminente peligro de que esto fuera así. Famosa es la frase “aún no es tiempo, Ignacio” que se le respondió al Nigromante cuando este exigió regulaciones laborales específicas y un régimen de protección para el trabajador durante la discusión del Constituyente de 1857. Efectivamente, para el desarrollo del capital, aún no era tiempo. Cfr. SOBERANES, José, “Artículo 123”, Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones, México, Cámara de diputados, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Miguel Ángel Porrúa, 1997.  21Ibid., pp. 31-40.  22LEAL, Juan Felipe y José WOLDENBERG, op. cit., p. 53.  

organización basadas en criterios de actividad y no de simple pertenencia,23 será

que las organizaciones verdaderamente obreras surgirán en el país.24

IV. EL SIGLO XX

A pesar de lo que algunas visiones intentan observar en el proceso de la

Revolución mexicana, esta no fue un movimiento de clase media que degeneró

en un enfrentamiento militar a gran escala, sino la unión de diversos procesos de

emancipación entre los cuales es necesario destacar al llevado a cabo por el

movimiento obrero. Las huelgas llevadas a cabo de forma organizada y

sistemática en la industria nacional durante la primera década del siglo XX, así

como el importante apoyo en los enfrentamientos urbanos, mostraron no sólo el

poder de convocatoria sino también el potencial de dicho movimiento, lo que

terminó por decantar las discusiones del Constituyente hacia la integración

dentro del texto constitucional, de una reglamentación precisa sobre el derecho

laboral.25 De esta manera, se rompe el viejo esquema de regulación laboral que

bajo la idea del laissez faire, laissez passer liberal se había desarrollado en

nuestro país.

Durante esta década y sin duda debido al gasto tanto material como

humano que significó el proceso revolucionario, muchas de las instituciones y

formas creadas durante el Porfiriato, incluyendo aquellas en las que se sostenía

la industria nacional decayeron, lo que hizo que las condiciones no fueran las

adecuadas para llevar a cabo la reglamentación secundaria al artículo 123 a

nivel federal. El proyecto inicial establecía, como una facultad exclusiva de la

federación, regular las condiciones de trabajo con la finalidad de evitar que los

poderes locales, tanto institucionales como fácticos, convirtieran esta legislación

                                                                                                                         23 El proceso es similar al desarrollado a través de las grandes fábricas en Europa. Cfr. CORIAT, Benjamin, El taller y el cronómetro, México, Siglo XXI, 2008.  24 Y de aquí la afirmación sobre que el verdadero proletariado surgirá hasta el desarrollo del ferrocarril, que significó no sólo el desplazamiento de grandes grupos humanos, sino también y especialmente, la concurrencia en el trabajo de gente que no eran parte del mismo grupo y que por lo tanto se identificaba con el otro tan sólo a partir de su trabajo.  25 CÁMARA DE DIPUTADOS, “Artículo 123”, Debates del constituyente de 1917, México, Cámara del Diputados, 1994.  

en letra muerta. Sin embargo, dado el poco conocimiento que se tenía de las

condiciones laborales del país, el desigual desarrollo de las fuerzas productivas

a lo largo del territorio y las necesidades y recursos de cada una de las zonas,

motivaron la descentralización de dichas facultades.26

Durante la década de los veinte, la implementación de diversas medidas

políticas y la generación de infraestructura lograron consolidar nuevamente a la

industria nacional,27 lo que aunado al trabajo desarrollado por los sindicatos y

demás organizaciones laborales, transformaron las condiciones del sector. Por

ello, el 26 de julio de 1929, el titular del Ejecutivo Federal propuso la reforma a la

fracción X del artículo 73 así como al proemio del artículo 123 para lograr la

federalización de la legislación laboral.28

El primer intento al respecto se llamará “Código Federal del Trabajo”. Su

realización fue encargada a una comisión conformada por Enrique Delhumeau,

Práxedis Balboa y Alfredo Iñárritu y se presentó en julio 1929, con poco éxito.29

Posteriormente, se desarrollaría un segundo proyecto, esta vez bajo el nombre

de “Ley Federal del Trabajo” que, tomando en cuenta distintas reuniones con

trabajadores y patrones, formulará una propuesta mucho más sólida que

concluirá con la promulgación, el 18 de agosto de 1931, de la Ley Federal del

Trabajo.30

El proceso de la ley de 1931, se acompañará en México con el inicio de la

instalación de los fundamentos de la llamada administración científica del

trabajo. 31 Como en el pasado, se trataba de una pugna por eliminar los

elementos alejados de la lógica de desarrollo capitalista; en este caso concreto,

de una búsqueda de la centralización de los saberes hasta ahora guardados

bajo el lento aprendizaje del oficio, para lograr la reducción del obrero

                                                                                                                         26 DE LA CUEVA, Mario, Nuevo Derecho Mexicano del Trabajo, tomo 1, México, Editorial Porrúa, 2008, pp. 129 y ss.  27 ORTEGA, Max y Ana Alicia SOLIS DE ALBA, Estado, crisis y reorganización sindical, segunda edición, México, Ítaca, 2005.  28 DE BUEN, Néstor, Derecho del trabajo, décimo novena edición, México, Editorial Porrúa, 2009, p. 360.  29 Ibid., p. 370.  30 Idem.  31 CORIAT, Benjamin, op. cit.  

especializado a un conjunto de actividades simples desarrolladas

potencialmente por cualquiera, al tiempo que se sientan las bases de la

producción y el consumo en masa.

A pesar que la ley de 1931 no transforma radicalmente el contenido del

artículo 123, ni genera el reconocimiento masivo de derechos hasta ahora

ignorados por el capital, su recibimiento no es del todo favorable. En cuanto

forma de legitimación de las distintas formas de explotación existente, la Ley

Federal del Trabajo tiene un problema fundamental: reconoce el carácter de

mercancía de la fuerza de trabajo y regula bajo estos parámetros el intercambio

que se da en el mercado laboral; como forma de control obrera, se muestra

insuficiente y como mecanismo de regulación necesita del apoyo de elementos

supra-institucionales locales.

Estas características, añadidas a la necesidad de parte del sistema de

aumentar la tasa de explotación relativa, lleva tres años después a un primer

intento de reformar la legislación por parte de las nacientes organizaciones

patronales,32 quienes identifican en las formas de regulación laboral, incluso las

mínimas como duración de la jornada, frenos para el desarrollo del capital.

Así, la Ley Federal del Trabajo es acusada, como lo será a partir de ese

momento la legislación en la materia, de ser artificial y por lo tanto, dañina al

desarrollo natural del mercado. Por ello, en cada ocasión, la inclusión de

cualquier cosa que sea vista como un beneficio para el trabajador (ya sea que se

trate del reconocimiento de un derecho o bien de una medida de protección) se

criticará, discutirá y finalmente se intentará eliminar en los hechos por parte del

capital.

V. FORDISMO Y KEYNESIANISMO

1. El surgimiento del fordismo

                                                                                                                         32 ELIZALDE NORIA, Armando, La nueva cultura laboral. Los criterios de las juntas de conciliación y arbitraje, México, Flores editor y distribuidor, 2007.  

Es de sobra conocido, al extremo de convertirse en muchas ocasiones en un

lugar común, que la legislación mexicana es la primera que reconoce la

existencia de derechos sociales y establece la necesidad de garantizarlos. Por

supuesto, como he narrado con anterioridad, esta decisión no fue una simple

dádiva de los poderosos hacia los trabajadores, sino un intento de

institucionalización y, por lo tanto, limitación, de formas y procesos

revolucionarios con un potencial mucho más amplio, al tiempo que un intento de

consolidar a la burguesía nacional en el territorio.33

Los procesos revolucionarios de Rusia y toda Europa, de los cuales el

primero derivará en el surgimiento del socialismo realmente existente, así como

el desgaste de las grandes potencias debido al conflicto bélico conocido como

“la Gran Guerra” (es decir, la Primera Guerra Mundial) permitieron y al mismo

tiempo condicionaron este tipo de salida institucional a los problemas de clase

existentes en México. Pero estas condiciones no se repetían en todo el mundo.

A lo largo y ancho de los países considerados como centrales para el sistema

mundo capitalista,34 comenzaba un periodo de reconstrucción que permitiría la

consolidación definitiva de una forma de producción específica que surgió poco

antes de la Gran Guerra y que significó una de las mayores ventajas de los

Estados Unidos de Norteamérica: la producción fordista.

A través de esta forma de producción se observan los elementos

centrales que la cientifización de las fábricas había ya manifestado como

necesidad, como la homogenización de piezas y productos y el desarrollo de

procesos de producción centralizados, lo que sentará las bases de la producción

(y por lo tanto del consumo) en masa,35 pero al mismo tiempo y por la necesidad

de masificación que esta forma de producir trae aparejado, se establecerán

criterios hacia el trabajador nunca antes vistos: para que este consuma los

                                                                                                                         33 Y por ello, Paz considera que el capitalismo nacional es hijo de la revolución. Cfr. PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 195.  34 Para el término puede verse a WALLERSTEIN, Immanuel, El capitalismo histórico, México, Siglo XXI, 1998, en donde se hace un breve resumen de su magna obra “El moderno sistema mundial”.  35 CORIAT, Benjamin, op. cit.  

productos que permitan mantener al capital activo, se requiere un salario alto,

seguro y mantenido junto con una jornada estable y delimitada.36

Si bien en un primer momento estas medidas fueron duramente

criticadas, en realidad demostraron su efectividad muy pronto. El aumento de

sueldo permitió que la empresa de Ford se hiciera de los mejores obreros en

muy poco tiempo, y éstos a su vez aumentaron de tal forma su nivel de vida, que

pudieron comprar los automóviles que la misma empresa vendía, 37 lo que

produjo una preferencia generalizada por trabajar en su empresa y consumir sus

productos. Esto se acompañó de una fuerte campaña por transformar las formas

de vida y hábitos de los trabajadores, que eran investigados y calificados por

conductas tradicionalmente consideradas como privadas, como el consumo de

alcohol o la vida familiar. Se trataba por supuesto del último elemento de la

cientifización de la producción: la homogenización de los trabajadores.

La medida fue muy pronto imitada, a veces parcialmente, por los grandes

productores. El trabajo repetitivo, mecánico y poco desafiante de las fábricas se

compensaba con un sueldo seguro y alto, prestaciones por encima de los

requisitos de ley y una enorme estabilidad laboral que permitía la planeación a

futuro. Los aumentos en el ingreso directo e indirecto de los trabajadores se

cubrían a través de un aumento de la producción que era reabsorbido por el

sistema ya generalizado de consumo.

La normalización de esta forma de producción permitió a los Estados

Unidos la elaboración de mercancías con piezas intercambiables, incluso entre

distintos proveedores. Junto con ello, la homologación también generó la

posibilidad de productos durables y de fácil reparación (puesto que no

necesitaban expertos en un producto determinado), con una larga vida útil. Esta

mercancía era preferida por encima de los productos semiartesanales de los

pocos competidores que aún no adoptaban los principios fordistas, debido tanto

a las características antes descritas como a un sistema de pertenencia de los

                                                                                                                         36 Estos principios pueden verse explicados por el mismo Ford en su obra autobiográfica “Mi vida y mi obra”.  37 HARVEY, David, La condición de la posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1998.  

compradores, que identificaban este sistema como uno de los componentes del

progreso.38

Por sí misma, la forma de producción fordista significó una transformación

inmensa, tanto a nivel material como simbólica. A través de ella, se generaron

las condiciones de estabilidad en el empleo, sueldos y patrones de consumo que

permitieron el surgimiento e ideal de una “clase media” americana, que a cambio

de ello, naturalizó los principios en los que se sustentaba: la centralización de los

saberes, su jerarquización y redistribución,39 la racionalización de las tareas y la

subordinación del individuo a referentes socialmente aceptados (como los

sindicatos y las organizaciones partidistas) se colocaron como necesidades y no

como contingencias históricas.

Las posibilidades del sistema fordista de producción eran, sin embargo,

limitadas. El mercado interno a pesar del aumento de la población y la inclusión

cada vez mayor de los sectores tradicionalmente fuera del comercio, no podía

mantener eternamente el nivel de consumo necesario, por lo menos no a corto

plazo. Si un evento permitió la consolidación de este sistema de producción, sus

saberes y sus prácticas, fue sin duda alguna, el desarrollo de la Primera Guerra

Mundial, o quizá mejor dicho, de la reconstrucción posterior a ella.

2. La crisis de la forma de producción fordista

                                                                                                                         38 La ideología del progreso se presenta como parte y en ocasiones como sustento de la modernidad occidental. A partir de ella, el tiempo comienza a tomar una caracterización lineal a través de la cual el trabajo humano, especialmente el que es realizado de forma metódica y “racional” permite un “avance” de la especie. Así, toda acción que no obtenga este resultado se considera entonces como incorrecta o perjudicial. El principal problema de esta visión consiste en la clasificación, eminentemente eurocéntrica de las acciones y características de una sociedad. Aquello que sucede en las sociedades más industrializadas (y que son llamadas por esto “avanzadas”) se convierte, por ese simple hecho, en lo mejor. La visión del progreso y su racionalidad serán puestas en duda a través de los resultados que en la práctica, se derivaron de ella, aunque no se abandonará del todo y continuará, con formas más refinadas a través de las ideas del desarrollo. Cfr. RIST, Gilbert, El desarrollo, historia de una creencia occidental, Madrid, Los libros de la catarata, 2002.  39 Es decir, se asumieron como naturales los principios políticos del estado moderno. Vid supra, nota 15.  

Una vez disminuida la euforia que la producción bélica y de reconstrucción había

generado en el país, los productores se fueron encontrando cada vez más con

mercados saturados, tanto al interior de su país como en Europa, donde las

industrias nacionales comenzaban a volverse autosuficientes. Ocasionalmente,

esta situación generó una crisis de sobreproducción y debido a ella, la caída

más estrepitosa que se tenga registro del mercado americano.

La crisis económica nacional muy pronto amenazó con convertirse en una

crisis sistémica, es decir un momento en que los referentes de legitimación de

una forma específica de dominación pierden su naturalidad y se presentan tal y

como son ante los ojos de los dominados.40 Con miles de parados tomando las

calles después de haber perdido sus propiedades y el trabajo que veían como

seguro, el salto entre vivir en Hooverville41 y la desobediencia directa era muy

pequeño.

Los primeros intentos por paliar el problema se mostraron muy pronto

como infructuosos y el caso de Ford al respecto es paradigmático. Cuando los

precios de los productos cayeron y el consumo se redujo, él intentó reactivar la

economía a través de un aumento generalizado de salarios en sus fábricas. Por

supuesto, la mayor parte de este aumento se dirigió al consumo propio o de

familiares que no contaban con trabajo y no a la inversión o al gasto secundario

como era su intensión, lo que generó el aumento en la inflación y por lo tanto,

una pérdida del poder adquisitivo real. Las fórmulas de sus competidores

tampoco se mostraban exitosas. Los despidos masivos y la reducción de la

producción no limitaban la sobreproducción existente ni permitían la salida al

problema por medio del consumo.

                                                                                                                         40 Puesto que la democracia americana y el american way of life se asumían a si mismos como superiores en cuanto otorgaban mayores beneficios económicos a sus ciudadanos, la caída de la economía nacional amenazó muy pronto la estabilidad del régimen. Esto es lo que sucede generalmente cuando la economía se coloca como un referente de legitimación, tal y como sucede en el capitalismo. Cfr. PORTANTIERO, Juan Carlos, Los usos de Gramsci, México, Siglo XXI, 1979, p. 133 y ss.  41 Nombre que se le dio a los campamentos de Central Park y otros asentamientos de personas que perdieron su hogar durante este periodo, en referencia al Presidente Herbert Hoover, a quien se culpaba de la gran recesión.  

Los problemas de la economía americana continuarán hasta que el otro

componente del modelo de acumulación fordista haga su aparición: el sistema

de regulación económica keynesiano.42 A través de este sistema, el Estado

asumirá un papel planificador sobre la producción nacional, especialmente a

través del gasto público, al tiempo que generará las condiciones necesarias para

el pleno empleo. De la misma manera, buscará proporcionar los bienes mínimos

de subsistencia a la población, con la finalidad de evitar las condiciones

generadas durante la gran depresión. Es el epítome de una forma de

dominación específica,43 que poco a poco mostrará tanto su potencial como sus

limitaciones.

3. La transformación del mercado mundial

El desarrollo de la infraestructura permitió a los países industrializados, mejorar

las condiciones de reparto de mercancías y a través de ello ampliar los

mercados, tradicionalmente locales a bajo costo. Al mismo tiempo, logró que las

empresas estatales, que se encargaban precisamente de llevar a cabo el

desarrollo de esta infraestructura, absorbiera gran parte del problema del

desempleo al contratar no sólo mano de obra calificada para llevar a cabo este

trabajo sino también gente de áreas que tradicionalmente no encajan con la

lógica empresarial de producción de mercancías.

Esta redivisión del trabajo social, aceleró considerablemente las

diferencias entre los países industrializados y aquellos que se encontraban en

este proceso. Estas diferencias, aunadas a la cada vez mayor inconformidad por

parte de los territorios colonizados durante el siglo XIX y principios del XX,

crearon las condiciones adecuadas para el surgimiento de movimientos cada

vez mayores y más efectivos de descolonización.44

                                                                                                                         42 HARVEY, David, op. cit.  43 WEBER, Max, Economía y sociedad. Ensayo de sociología comprensiva, México, Fondo de Cultura Económica, 2006.  44 YOUNG, Robert, Poscolonialsm: An historical introduction, Blackwell, Oxford, 2001.  

Por supuesto, para Estados Unidos, el movimiento de descolonización

significó un importante avance. A través del sistema colonial, los países

europeos realizaban prácticas que permitían el uso preferente de las mercancías

de la metrópoli, dejando a un lado al resto de competidores. Mientras que el

desarrollo americano se había realizado a partir de una colonización local

horizontal, con expansión territorial cercana45 y por lo tanto existía un mercado

nacional sólido y homogéneo, la amplia diferenciación de los territorios

coloniales permitía la creación de sub mercados que asimilaban los productos

de segunda categoría, creando, al igual que lo había hecho Estados Unidos al

interior de su territorio, mercados cautivos.

A través de la eliminación de las formas coloniales tradicionales, Estados

Unidos y el resto de las potencias generaron una nueva forma de colonialismo

económico, a través del cual la oferta y la demanda generaban condiciones de

competencia desigual pero no totalmente prohibitiva. Con el paso del tiempo, la

creación de grandes bloques económicos generó una división internacional de

los mercados y del trabajo que benefició a las grandes potencias que no habían

podido acceder al reparto colonial tradicional. Estas condiciones permitieron el

surgimiento de formas fuertes de estado de bienestar basados en la explotación

de los países “periféricos” dentro de las potencias mundiales, que se reflejaban

en mayor o menor medida en las condiciones laborales presentes en el resto de

países.

Como es fácil observar, este periodo puede ser observado en América

Latina a través del llamado “Estado desarrollista”, tanto en su vertiente popular

como la que se arraigó a corrientes eminentemente conservadoras,46 así como

en la política de “sustitución de importaciones”. 47 Por supuesto, la tardía

industrialización de la zona generó elementos idiosincráticos tanto en el

desarrollo del capital como en las formas de regulación de las relaciones                                                                                                                          45 Y esto es necesario aclararlo en contra de la visión, particularmente común en Estados Unidos, de que a diferencia de las demás potencias, este país no creció gracias al coloniaje.  46 CASTRO ESCUDERO, Teresa et al., “Revisitando al estado. Los estados populistas y desarrollistas. Poner las cosas en su lugar” en CASTRO ESCUDERO, Teresa y Lucio OLIVER (compiladores), Poder y política en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.  47 DE LA GARZA TOLEDO, Enrique, “Introducción” en Tratado latinoamericano de sociología del trabajo, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.  

laborales, presentadas especialmente a través de una regulación minuciosa de

los tiempos muertos y el desarrollo de habilidades específicas.48 En el caso

mexicano, estos se verán reflejados, aunque de forma tardía, en la Ley Federal

del Trabajo de 1970.

4. El caso mexicano: la ley de 1970

Como se ha mencionado con anterioridad, la Ley Federal del Trabajo fue

realizada por algunos de los más distinguidos laboralistas de la época. A través

de ella, se establece un intento voluntarista de transformar las condiciones

sociales de los trabajadores, así como de establecer normativas rígidas que

permitan asegurar la estabilidad del empleo y el desarrollo pleno de los derechos

sociales. Desde el principio, los abogados patronales convocados a las

reuniones de discusión sobre el proyecto, mencionaban estas características:

Así a ejemplos: en el memorándum inicial que presentó el grupo de abogados se

objetó la definición de la jornada de trabajo, diciendo que “no corresponde con la

realidad”, lo que era cierto, pues su propósito era corregir los abusos que se

cometían y sobre todo, evitar que en el futuro se prolonguen las horas de trabajo

para compensar interrupciones no imputables a los trabajadores.49

Al estructurar de esta manera el discurso de su resistencia, el sector patronal

expresaba no sólo su opinión respecto de cierta naturalidad de las relaciones

laborales, sino también sobre su inmutabilidad. Ello resulta claro cuando

observamos que los reclamos vertidos en ese momento, el alejamiento de la

realidad, la imposibilidad de su cumplimiento por los patrones, la desigualdad de

                                                                                                                         48 NOVICK, Martha, La transformación de la organización del trabajo, en DE LA GARZA TOLEDO, Enrique, Tratado latinoamericano de sociología del trabajo, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 127-128.  49 DE LA CUEVA, Mario, op. cit., p. 56  

las condiciones para patrones y trabajadores, son los mismos que a lo largo de

la vigencia de esta ley, se han realizado sin cambiar el tono.50

Un elemento fundamental del proyecto y posteriormente de la Ley Federal

del Trabajo de 1970, es que elimina la idea del trabajo como una mercancía para

desarrollar el concepto de “relaciones laborales”. Esto se hizo con la intención de

no deshumanizar al trabajador pues, se consideró, el término mercancía

implicaba la venta de un objeto y ya que la fuerza de trabajo no podía separarse

del ser humano, entonces al vender como un objeto aquella, se estaba

necesariamente vendiendo, de forma temporal, a éste. El problema de esta

intención es que el cambio de nomenclatura de algo no cambia sus

características, y a pesar de que no se siguiera llamando al trabajo (o a la fuerza

de trabajo) mercancía, esto no significa que en verdad dejara de serlo.

VI. LA CAÍDA DEL MODELO FORDISTA KEYNESIANO

Imbatido durante casi cuarenta años, el modelo de acumulación fordista-

keynesiano (es decir, la suma de la forma de producción fordista con el

desarrollo del estado de bienestar producto del pacto keynesiano) encontró

durante los años sesenta algunos problemas que a largo plazo resultarían

imposibles de superar.

A nivel material, el desarrollo tecnológico que había permitido el consumo

y la producción en masa representaba ahora un serio problema para la

hegemonía de las dos grandes potencias mundiales. Cada vez más, los avances

en telecomunicaciones y transportes permitían a los compradores cautivos de

sus respectivos mercados conocer y adquirir productos extranjeros sin los

elevados costos de traslado que les habían vuelto privativos en décadas

pasadas. La especialización de algunos países (especialmente Japón) en el

                                                                                                                         50 Así, el entonces Secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, mencionó en febrero de 2010, durante la instalación del Consejo Consultivo Ciudadano de Empleo y Desarrollo Económico de Nuevo León que la ley laboral era “un lastre” para el país y que no respondía a la realidad. Cfr. REDACCIÓN, La ley laboral, lastre para la productividad: Lozano, en diario La Jornada, 10 de febrero de 2010, p. 18.  

desarrollo tecnológico permitía además, productos de mayor calidad e incluso

durabilidad que los locales.51

De la misma forma, los procesos de descolonización no significaron

solamente el fin de una forma específica de dominación territorial, sino también

la deslegitimación de una manera simbólica. Como resultado del discurso de

igualdad y fraternidad de los pueblos, los actores geopolíticos locales se

incrementaron, especialmente a través de la articulación de la tricontinental52 y

las organizaciones de los países “no alineados”. Esto permitió el surgimiento de

organizaciones regionales con intereses distintos a los de las grandes potencias,

que aprovecharon las ventajas competitivas con las que contaban.

Un ejemplo de lo anterior, lo podemos encontrar en el surgimiento de la

Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1960, como

respuesta a un intento unilateral de las grandes corporaciones petroleras (que

como resulta lógico deducir, se encontraban fuertemente vinculadas a los

capitales de los países industrializados), de bajar el precio del petróleo para

beneficiarse con el mismo. A través de esta organización, los países que la

conformaban acordaron reducir la venta del hidrocarburo a los niveles

necesarios para mantener la estabilidad de los precios.53 Con esta decisión, se

afectaban directamente a los intereses de los países más industrializados, que

por ello mismo, necesitaban en mayor medida de este componente.

Así como había sucedido con los gobiernos de los países antiguamente

colonizados, las personas tradicionalmente ignoradas fueron cada vez más,

vislumbrando las posibilidades de lucha dentro del sistema. Así, movimientos

estudiantiles, raciales, de género y sexo, pacifistas e incluso de clase, lograron

durante esta década articularse a un nivel nunca antes observado,

especialmente en los países de primer mundo.54

                                                                                                                         51 HARVEY, David, op. cit.  52 YOUNG, Robert, op. cit.  53 HARVEY, David, op. cit.  54 WILLIAMS CRENSHAW, Kimberlé, “Raza reforma y retroceso: transformación y legitimación en el derecho contra la discriminación” en GARCÍA VILLEGAS, Mauricio et al., comp., Crítica jurídica, Magdalena Holguín, trad., Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Ediciones UniAndes, 2006.  

Las condiciones para una nueva crisis sistémica se encontraban a la

puerta. Cada uno de los elementos mencionados representaba un componente

más en el reto cada vez mayor para los estados de lograr una correcta

redistribución del gasto público, lo que se presentaba como la fuente de su

legitimidad.55 Al mismo tiempo, las condiciones alcanzadas por los trabajadores

les hacían cada vez más difícil una vida monótona y repetitiva, donde su

creatividad era totalmente eliminada como la que ofrecía el modelo fordista tanto

en la fábrica como en el Estado.56 Si bien la comodidad de un futuro seguro y

estable parecía para aquellos que habían sufrido la gran depresión y los

procesos de transformación del modelo del taller a la fábrica parecían un sueño,

todas las desventajas de este modelo se presentaban ahora como

inaguantables, si no para ellos mismos, sí al menos para sus hijos.57

A estas condiciones debemos agregar un elemento más que resultó

crucial para la caída del modelo de acumulación fordista-keynesiano. Si bien

éste se presentaba a sí mismo como un modelo universal y aplicable de forma

efectiva en el mundo entero, la verdad es que esto nunca pasó de un nivel

propagandístico. Para sobrevivir, el modelo fordista necesita gente que se

encuentre fuera de los beneficios del Estado, que se excluya a sí misma de las

condiciones de vida cotidiana y que tenga hábitos de consumo y producción

distinto. 58 Esta gente, excluida del discurso imperante, resulta, bajo las

condiciones adecuadas, un potencial peligro para la estabilidad del sistema, en

cuanto sus formas de vida, alternativas a la realidad que se presenta para el

resto como única, puede articular las luchas y presentarse como optativas para

aquellos que así lo decidan.

                                                                                                                         55 HABERMAS, Jürgen, Problemas de legitimidad en el capitalismo tardío, Buenos Aires, Amorrortu, 1995.  56 HOLLOWAY, John, “La rosa roja de Nissan” en La rosa roja de Nissan y otros escritos, La Paz, Textos rebeldes, 2009.  57 Id.  58 De alguna manera, esto podemos observarlo ante el constante ataque ideológico que se da en los Estados Unidos en contra de los migrantes como “consumidores” de los beneficios a los que, por su culpa, los norteamericanos no tienen derecho.  

VII. LOS MODELOS DE ACUMULACIÓN FLEXIBLE

La inminente caída del modelo de acumulación fordista generó alrededor del

mundo diversas formas de producción que buscaban lograr una estabilidad

similar a la que se había conseguido durante las décadas anteriores.

Rápidamente la mirada se colocó en aquellos países que parecían sortear de

mejor manera el debilitamiento del estado de bienestar y las formas del modelo

fordista, y que en alguna medida podían ser considerados como causantes de

su ocaso: los países asiáticos.

Las diferencias más visibles entre ambos sistemas consistían

básicamente en una mayor flexibilidad laboral (de puesto, funciones y jornadas)

así como un sentido de pertenencia y orgullo empresarial distinto en los

trabajadores de las empresas;59 sin embargo, esto no era todo; el fordismo fue

un modelo de producción centralizado, que buscó una institucionalización de las

formas a través del modelo de masas por medio del cual organizaba su

consumo. Los modelos flexibles (puesto que no se trataba de un solo modelo

sino de formas distintas de producción que se articulaban sin una centralización

institucional) se concentraban en mercados heterogéneos y formas mucho más

reducidas de consumo y producción, por lo que no compartían estas formas

concretas.

Si como afirmaba Gramsci, el fordismo fue, más que una manera de

regular el trabajo, la búsqueda de una forma de vida total,60 los distintos modelos

flexibles no podían buscar menos. Por ello, la transformación de un modelo de

acumulación no consiste simplemente en un cambio en la manera en que los

productos eran hechos, sino que repercute en todos los espacios de la vida

cotidiana, incluyendo la manera en que las personas se relacionan entre si. Bajo

los estándares de la producción y el consumo en masa, obreros, capital,

sindicatos, Estado y ciudadanos, tenían un fino equilibrio de relaciones,

                                                                                                                         59 CORIAT, El taller y el robot… op. cit.  60 GRAMSCI, Antonio, “Cuaderno 16” en Cuadernos de la cárcel, tomo 5, Puebla, Ediciones Era, 2002.  

jerarquías, formas y procedimientos que debían ser reconfigurados bajo un

esquema nuevo.

En el terreno económico, el regreso de una forma salvaje de liberalismo

(el neoliberalismo) presentó la oportunidad de transformar el papel del Estado y

los ciudadanos, resignificando, al mismo tiempo, la centralidad del trabajo. Con

un discurso conservador, moralista e incluso en algunas ocasiones religioso,61 el

neoliberalismo proporcionó a todos aquellos que veían resquebrajarse su mundo

la posibilidad de una nueva seguridad ontológica,62 a través de la cual el trabajo,

y con ello su defensa y protección, se individualizaba.

El periodo de crisis permitió la aplicación de “políticas duras pero

necesarias” que no fueron cuestionadas al ser presentadas como el único

camino posible para salir adelante.63 Aquellos actores que aún podían oponerse

a dichas reformas, como los sindicatos, fueron muy pronto convertidos en

enemigos del pueblo, al demostrar efectivamente sus excesos y construir a partir

de ello un discurso de privilegio no sólo de los líderes sino también de aquellos

que se encontraban bajo su protección.64

Como se ha mencionado, los trabajadores que tenían un acceso efectivo

a los beneficios del modelo de acumulación fordista (como un salario alto,

estabilidad laboral, periodos de descanso largos y especificados, jornadas

preestablecidas, seguridad social) eran, incluso en los países más

industrializados, una minoría,65 lo que permitía un ataque sectorizado a su forma

de vida, que tradicionalmente se había visto como ideal.

Si el fordismo resultaba un modelo efectivo de producción, se debía tanto

a las formas institucionales a través de las cuales operaba, como a su poder

como ideología.66 En muchos niveles, el fordismo funcionaba como una forma

                                                                                                                         61 GIDDENS, Anthony, La tercera vía, Madrid, Taurus, 2010.  62 GIDDENS, Anthony, Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial, 2008.  63 Este ha sido el procedimiento mediante el cual el neoliberalismo ha logrado revertir las condiciones generadas por el modelo fordista. Al respecto, cfr. KLEIN, Naomi, La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre, México, Paidos, 2010.  64 HOLLOWAY, John, op. cit.  65 HARVEY, David, op. cit.  66 En el sentido en que se utiliza el término en THOMPSON, E. P. Los orígenes de la ley negra. Un episodio de la historia criminal inglesa, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, pp. 281 y ss.  

efectiva de reasignación de la renta, al proporcionar servicios públicos e incluso

seguridad social mínima aún a quienes no se encontraban dentro de los

trabajadores especializados que formaban el grupo ideal de este modelo. Esto

legitimaba su existencia67 a pesar de los grandes procesos de exclusión que

llevaba a cabo e invisibilizaba los procesos de tercerización y artesanado que

necesitaba para sobrevivir.

Cuando estos procesos se revelaron como artificiales a través de las

grandes crisis económicas y de dominación a fines de los sesenta, el

neoliberalismo se presentó como una estrategia de ocultamiento altamente

efectiva. Se mostró al público, especialmente a aquellos que tradicionalmente

habían sido excluidos de todas las ventajas del Estado de bienestar, el uso que

se le daba a los recursos públicos a través del mismo, estableciendo de esta

forma que aquello que bajo el discurso fordista era un derecho no era sino un

privilegio, en cuanto no podía ser disfrutado por todos sino tan sólo por unos

cuantos. El lento desmantelamiento del estado de bienestar no inició cuando se

acabó el dinero para pagar las condiciones de vida de su sistema sino mucho

tiempo antes, cuando la gente comenzó a creer que no se trataba de una

inversión sino de un gasto y solicitaron, de diversas formas, que se dejara de

utilizar los recursos públicos para ello, permitiendo que ese dinero “se acabara”.

VIII. LA TRANSFORMACIÓN DEL DERECHO EN UN MODELO DE ACUMULACIÓN FLEXIBLE

Como es fácil observar, el cambio de un modelo fordista a uno flexible trajo

aparejado grandes cambios dentro de lo jurídico. Por supuesto, uno de los más

acusados, fue la pérdida de efectividad de los derechos sociales tradicionales,

que lentamente, fueron convertidos, aún dentro de los discursos más radicales,

en derechos programáticos, cuando no en simples privilegios políticos.

De la misma manera y dadas las características de los modelos flexibles,

la durabilidad de las mercancías pasó a un segundo plano, debido a la larga tasa

                                                                                                                         67 Cfr. HABERMAS, Jürgen, op. cit.  

de retorno del capital que se daba de esta manera.68 Así, cobró un auge lo

inmediato, a través no sólo de la moda sino también por la disminución de la

vida útil y la aceleración tecnológica que se dio a través de la informática. En el

derecho, esto significó una búsqueda de modos de resolver conflictos que

privilegien la velocidad por encima de la certeza jurídica o la justicia y que han

recibido el nombre genérico de “formas alternativas de resolución de

conflictos”.69

Como en otros momentos de reconfiguración sistémica, se ha privilegiado

la flexibilidad. En el derecho laboral esto significó la eliminación de facto de los

procesos de estabilidad laboral, jornadas fijas y actividades específicas, pero en

el resto de materias, se dio también un paso concreto: la búsqueda de procesos

de oralidad,70 basados principalmente en las formas del common law. Esta

acción no resulta neutra, pues como establece Thompson:

El common law inglés no codificado ofrecía una notación alternativa de la ley, en

ciertas maneras más flexible y menos principista – y por lo tanto más maleable

para el “sentido común” de la clase dominante- y en otras más accesible como

un medio a través del cual podía expresarse el conflicto social, especialmente

allí donde el sentido de “justicia natural” del jurado podía hacerse sentir.71

Al mismo tiempo, con la finalidad de acabar con los grandes referentes

comunales del fordismo, los cuales, como hemos visto, se agrupaban en

relación con actividades antes que espacios, se dio una repolitización parcial del

individuo a través de la fragmentación de la identidad y el fortalecimiento de

mecanismos de democracia formal. Esto permite no sólo la existencia de

identidades múltiples y variables, sino también el control de la protesta a través

                                                                                                                         68 HARVEY, David, op. cit.  69 Por supuesto, se trata de una generalización que por cuestiones de espacio no puede desarrollarse totalmente. Resulta esclarecedor sin embargo, que de entre todas las ventajas que se asumen de estas formas, ninguna es la de otorgar mayor certeza a las decisiones, sino que se decanten hacia el lado del “ahorro” de recursos, ya sea tiempo, dinero o personal.  70 DE SOUSA SANTOS, Boaventura, Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho, Madrid, ILSA- Trotta, 2008.  71 THOMPSON, op. cit., p. 289.  

de grupos focalizados plenamente identificables y atendibles.72 Un obrero podía

ser hombre o mujer, podía tener una identidad de género, preferencias afectivas

o creencias metafísicas propias, pero se identificaba con los demás obreros en

cuanto su actividad era parte central de la vida. Bajo el paradigma flexible,

ninguno de los espacios es superior al resto, por lo que las identificaciones con

el otro se realizan de manera parcial.

Esto ha permitido que la exigencia de derechos se convierta ahora más

que nunca, en una cuestión individual. Cada uno de nosotros puede exigir

aquellos derechos en cuyos supuestos nos encontremos, pero nada más que

esos. Las luchas de empatía y solidaridad quedan relegadas cuando se asume

una oposición de intereses debido a partes de la identidad que se oponen

mutuamente.

Finalmente, los procesos de flexibilización han tenido, a través del

discurso del neoliberalismo, una posibilidad negada dentro del fordismo: la

instauración de formas y saberes empresariales dentro de las actividades

gubernamentales. A través de ello, cuestiones que se asumían como derechos,

aun cuando algunas no eran reconocidas en el derecho positivo como tales, se

convierten ahora en servicios, que de esa manera no pueden ser exigidos sino

deben ser solicitados y cubiertos de antemano.

VIII. CONCLUSIONES

He presentado en las páginas que anteceden, una breve narración sobre la

historia del derecho laboral en nuestro país y su relación con los procesos

económico-sociales de cambio del modelo de acumulación. Si en algunos

momentos esta historia se superpone, parece cruzarse y regresar, no es, como

podría parecer, un descuido de quien esto escribe. Se trata de mostrar, desde

una visión no lineal de la historia, los intrincados caminos de los procesos

sociales. La ideología del desarrollo y el progreso han permeado de tal manera

la forma en que entendemos el mundo, que cualquier forma no lineal de historia

                                                                                                                         72 Cfr. HABERMAS, Jürgen, op. cit., pp. 98 y ss.  

nos parece equivocada. Pero fuera de los manuales historiográficos, los

procesos sociales se llevan a cabo de esta manera, a través de grandes arcos,

superposiciones, retornos y callejones sin salida.73

Una cosa me gustaría, sin embargo, dejar como conclusión de lo que

hasta aquí he ejemplificado. Existen algunas visiones a través de las cuales el

derecho es visto como un instrumento de clase que es utilizado por ella para

lograr dominio sobre el resto. En otras, el derecho es un reflejo de las

condiciones de vida que se generan de forma natural en la sociedad, y por lo

tanto, no es sino un efecto de lo que la sociedad se ha convertido. En mi caso,

considero que ambas visiones se encuentran profundamente equivocadas.

Si llevamos a cabo un estudio de las maneras en que el derecho y las

condiciones materiales y simbólicas de vida de las personas se entrecruzan,

esto no es debido a que considere que alguna de ellas debe ser entendida como

causa única de la otra. Si existió un proceso de reforma a la ley laboral en

nuestro país, esto no se dio sólo por el intento de un estamento de imponer su

visión del mundo al resto, ni tampoco porque el mundo haya cambiado hasta

hacerlo necesario. Las reformas de ley, así como las interpretaciones que de

ellas se hacen, no son sino una muestra de que lo jurídico es una forma

específica de relación social y como tal, que no puede ser retirada artificialmente

del proceso social del que forma parte.

Por ello, resulta necesario resaltar que la reforma presentada y sus

componentes privilegian una visión específica del mundo, que pretende a través

de su naturalización volverse el sentido común sobre lo jurídico en este periodo.

Sin embargo, los procesos de lucha y de resistencia modifican necesariamente

ese proyecto, impidiendo su realización completa y provocando al interior, las

contradicciones necesarias para su superación.

                                                                                                                         73 Cfr. FOUCAULT, Michel, La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 2011.  

IX. BIBLIOGRAFÍA

BENJAMIN, Walter, “Tesis de la filosofía de la historia”, Ensayos escogidos,

México, Coyoacán, 2008.

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