DROGAS, NARCOTRÁFICO Y POLÍTICA EN MÉXICO: PROTOCOLO DE HIPOCRESÍA (1969-2000)

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A la memoria de Samuel del Villar L as drogas en nuestros días parecieran ser un objeto tan inherentemente malo y estigmatiza- do, como lo fue —y sigue siendo en algunos círculos— el sexo. Mi objetivo aquí es repasar los episodios más importantes de la historia del narcotráfico en México desde 1969 hasta 2000, con el propósito de brindar una visión, aunque panorámica, que ordene la gran cantidad de información fragmentada sobre drogas, narcotráfico y política con que los medios de comuni- cación, los gobiernos y los académicos nos han bombardeado en los últimos años. Empezar a superar la fragmentación es un paso necesario para poder vencer la grave tendencia a la hipo- cresía a la que nos empuja la manera con que, en la actualidad, se maneja el tema de las drogas. En cada sección inicio el relato analizando la cruzada estadunidense para hacer del uso de drogas un régimen trasnacional de prohibición junto al repaso de las reacciones de los gobiernos mexicanos; luego esbozo algunas claves para entender el efecto de las políticas esta- tales en la organización de los productores, traficantes y distribuidores de narcóticos ilegales; y, posteriormente, apunto las consecuencias sociales del narcotráfico en las relaciones sociales, el consumo, la violencia, la cohesión nacional, el papel de los campesinos o los periodistas, etcé- tera. Como ocurre en ciencias sociales, en general, podría argumentar que la línea narrativa de este capítulo es arbitraria. Sin embargo, debo apuntar que no lo es tanto, si se toma en cuenta que parte de consideraciones teóricas y empíricas que han sido ampliamente documentadas y que parten de la preocupación por que la visión criminalizadora y prohibicionista de las drogas no siga influyendo en que los análisis académicos dejen de lado sus consecuencias sociales. Politización de las drogas No es exagerado afirmar que la década de los años setenta estuvo marcada por la reac- ción mexicana a la política estadunidense de combate a las drogas. El tema sufrió un paulatino proceso de politización en Estados Unidos, y México tuvo que ser receptivo a ese interés, sobre todo después de la Operación Intercepción de 1969. Ese hecho marcó el tono de la discusión 183 DROGAS, NARCOTRÁFICO Y POLÍTICA EN MÉXICO: PROTOCOLO DE HIPOCRESÍA (1969-2000)* Froylán Enciso * La revisión de fuentes primarias del Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante Arsere) se realizó gracias al apoyo de CONACyT al proyecto “Las relaciones México-Estados Unidos de la segunda guerra mundial a nuestros días. La visión de sus diplomáticos”, dirigido por el doctor Lorenzo Meyer. 04 Enciso.qxd 8/19/08 1:44 PM Page 183

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A la memoria de Samuel del Villar

Las drogas en nuestros días parecieran ser un objeto tan inherentemente malo y estigmatiza-do, como lo fue —y sigue siendo en algunos círculos— el sexo. Mi objetivo aquí es repasar

los episodios más importantes de la historia del narcotráfico en México desde 1969 hasta 2000,con el propósito de brindar una visión, aunque panorámica, que ordene la gran cantidad deinformación fragmentada sobre drogas, narcotráfico y política con que los medios de comuni-cación, los gobiernos y los académicos nos han bombardeado en los últimos años. Empezar asuperar la fragmentación es un paso necesario para poder vencer la grave tendencia a la hipo-cresía a la que nos empuja la manera con que, en la actualidad, se maneja el tema de las drogas.

En cada sección inicio el relato analizando la cruzada estadunidense para hacer del usode drogas un régimen trasnacional de prohibición junto al repaso de las reacciones de losgobiernos mexicanos; luego esbozo algunas claves para entender el efecto de las políticas esta-tales en la organización de los productores, traficantes y distribuidores de narcóticos ilegales; y,posteriormente, apunto las consecuencias sociales del narcotráfico en las relaciones sociales, elconsumo, la violencia, la cohesión nacional, el papel de los campesinos o los periodistas, etcé-tera. Como ocurre en ciencias sociales, en general, podría argumentar que la línea narrativa deeste capítulo es arbitraria. Sin embargo, debo apuntar que no lo es tanto, si se toma en cuentaque parte de consideraciones teóricas y empíricas que han sido ampliamente documentadas y queparten de la preocupación por que la visión criminalizadora y prohibicionista de las drogas nosiga influyendo en que los análisis académicos dejen de lado sus consecuencias sociales.

Politización de las drogas

No es exagerado afirmar que la década de los años setenta estuvo marcada por la reac-ción mexicana a la política estadunidense de combate a las drogas. El tema sufrió un paulatinoproceso de politización en Estados Unidos, y México tuvo que ser receptivo a ese interés, sobretodo después de la Operación Intercepción de 1969. Ese hecho marcó el tono de la discusión

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DROGAS, NARCOTRÁFICO Y POLÍTICA EN MÉXICO: PROTOCOLO DE HIPOCRESÍA (1969-2000)*

Froylán Enciso

* La revisión de fuentes primarias del Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores(en adelante Arsere) se realizó gracias al apoyo de CONACyT al proyecto “Las relaciones México-Estados Unidosde la segunda guerra mundial a nuestros días. La visión de sus diplomáticos”, dirigido por el doctor LorenzoMeyer.

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y México se alineó sin remedio, aunque mantuvo ciertos principios retóricos acerca de la defen-sa de la soberanía y la seguridad nacional. En el tema de la soberanía, el gobierno mexicano semostró aparentemente firme: las autoridades estadunidenses no debían realizar operacionesextraterritoriales. En cuanto a la seguridad, mostró su preocupación por el posible intercambiode armas por drogas, en particular en zonas donde había movimientos de izquierda radical yguerrillas.

A lo largo de los años 1960, y hasta los 1970, algunos estadunidenses se aventuraban alsur de la frontera para regresar a su país con un cargamento de mariguana u opiáceos. Añosdespués, a mediados de los setenta, fueron apareciendo grupos de traficantes con el nivel orga-nizativo al que ahora estamos acostumbrados a ver. Del lado mexicano los liderazgos crimina-les no estaban tan coordinados y se limitaban, más bien, al ámbito local, pero en el siguientedecenio las políticas de erradicación, cierre de rutas de trasiego y la intercepción fronterizaimpulsaron un salto cualitativo en el tráfico de drogas. Los delincuentes locales, más conoce-dores de la producción y las debilidades de las autoridades mexicanas, empezaron a controlarmás mercados.

Las consecuencias sociales fueron el inicio de un sostenido clima de violencia, que aúnimpera en algunas regiones del país, y la fundación de una cultura y un estilo de vida que, conel tiempo, mermó la imagen del gobierno mexicano.

La reacción mexicana

El 21 de septiembre de 1969, debieron informar a Gustavo Díaz Ordaz que el gobier-no estadunidense había iniciado la Operación Intercepción I. El hecho debió resultarle, por lomenos, sorpresivo. Días antes, Richard Nixon brindó con Díaz Ordaz cerca de Puerto Vallartay lo acompañó a inaugurar la presa de La Amistad.1 No obstante, las relaciones entre México yEstados Unidos se habían deteriorado desde el fin de la segunda guerra mundial. El aumentodel proteccionismo de Estados Unidos,2 su abandono paulatino de los acuerdos de braceros ysus constantes reclamaciones estaban dejando atrás los buenos propósitos de la Alianza para elProgreso, y se hacía cada vez más evidente que México ya no tendría el trato preferencial logra-do durante la segunda guerra mundial. Aunado a esto, se habían registrado recriminacionespor el aumento del tránsito de drogas desde México a Estados Unidos. Sin embargo, a partir dela Operación Intercepción I, ya no se trataba, como antes, de acusaciones provenientes de losestados fronterizos, sino de un reclamo de un país a otro.3

A lo largo de los años 1970, ambos gobiernos concertaron acciones para combatir lasdrogas y el crimen organizado. El último de estos acuerdos se llevó a cabo del 9 al 11 de juniode 1969, y en el comunicado conjunto ambas naciones se comprometieron a cooperar paracombatir el “problema global de las drogas”. Por eso, no podía dejar de sorprender la abruptaOperación Intercepción I.

Los funcionarios de la garita de San Ysidro recibieron la orden de revisar de maneraacuciosa los autos que se internaran en Estados Unidos. Las filas, de varios kilómetros, provo-caron caos y daños económicos en la frontera. Al llegar a Estados Unidos, grandes carteles reci-bían a los automovilistas: “Warning! Pot Users” (¡Cuidado! Usuarios de mariguana), como anun-cio de la amenaza de cinco años de prisión para los traficantes.4

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Esta actitud se explica, en parte, por la política interna estadunidense, cuya ala dere-cha se radicalizó ante los movimientos progresistas de los sesenta. En su campaña, el republi-cano Richard Nixon dijo que la mariguana, el hachís y el LSD eran “la maldición moderna de lajuventud”, y prometió que, de llegar a la presidencia, triplicaría el número de agentes aduana-les5 y trabajaría con naciones “amistosas” para “movilizarse contra las fuentes de esas drogas”.6

Así, la Operación Intercepción I fue una de las primeras acciones que mostraron sucredo y el sector político que representaban. La maniobra no logró grandes incautaciones.Incluso, en su momento, se consideró ingenuo que el gobierno estadunidense creyera quemayor vigilancia en los puntos oficiales de cruce reduciría el tráfico de drogas. Sin embargo, elobjetivo iba más allá; el gobierno de Estados Unidos quería presionar para que México adop-tara medidas más agresivas.

El gobierno mexicano respondió de inmediato. David Franco Rodríguez, subprocura-dor de la Procuraduría General de la República (PGR), salió rumbo a Washington encabezan-do una misión en la que participó el embajador Hugo B. Margáin. El objetivo era corregir losdaños sufridos tanto en la frontera como en las relaciones bilaterales. El 10 de octubre de 1969,la misión anunció que había persuadido a los estadunidenses de cancelar la actuación unilate-ral y sustituirla por la Operación Cooperación.7

Ese cambio no fue una trivialidad semántica, pues México logró frenar los abusos einconvenientes que las autoridades estadunidenses estaban causando en la frontera, y reorien-tar el tema. Entre otros acuerdos, se convino en realizar una reunión para el 27, 28 y 29 de octu-bre de 1969. A partir de entonces, Washington maniobró para que México siguiera sus linea-mientos en el combate al narcotráfico. El 30 de octubre se anunció el establecimiento de ungrupo de trabajo conjunto. Del lado mexicano, el grupo fue presidido por Sócrates Huerta Gra-dos, procurador general de la República, y, del lado estadunidense, por Jack B. Kubisch. En suinforme del 15 de diciembre de 1969, hicieron diversas recomendaciones operativas dirigidas,de manera particular, al gobierno mexicano.8

Los representantes de los dos países sabían que el paso de la Operación Intercepción Ia la Operación Cooperación ayudaba a mantener la imagen de cordialidad diplomática, cuan-do el régimen autoritario mexicano necesitaba del apoyo estadunidense, sobre todo después dela matanza de Tlatelolco, y el gobierno de Estados Unidos necesitaba de un México establedurante la guerra fría. Esto tuvo como consecuencia que México entrara a los años 1970 atadoa la lógica con que Estados Unidos enfrentaba el problema de la creciente adicción a estupefa-cientes ilegales entre sus ciudadanos.

Los pendientes de la reunión se fueron resolviendo, pero algunos, como el uso de her-bicidas, tuvieron que esperar hasta la segunda mitad de los años 1970. El 5 de marzo de 1970,Sócrates Huerta Grados firmó un acuerdo con George H. Gaffney, jefe de la Oficina de Nar-cóticos y Drogas Peligrosas del Departamento de Justicia estadunidense, en el que el gobiernode Estados Unidos se comprometió a entregar, en dos años, apoyos económicos por un millón dedólares.9 En ese momento en particular, la prioridad de los estadunidenses era atacar la produc-ción de drogas en los campos de cultivo. Como señala James van Wert:

Las estadísticas indican una aplicación creciente del método de destrucción a mano delos campos de adormidera. Por ejemplo, se tiene noticias de que en una de las prime-

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ras campañas, que comenzó en 1947, se destruyeron 200 campos y 90 acres. En la quecomenzó en 1964, se destruyeron 1,000 acres; en 1968, se erradicaron 7,848 camposcon una superficie de 4,500 acres; y según los informes recibidos, en 1973 la campañadestruyó 10,000 campos y 10,000 acres aproximadamente. En 1963, los mexicanos pri-mero utilizaron helicópteros para descubrir los campos y luego, en 1967, comenzaronlos primeros ensayos de defoliación química en parcelas muy pequeñas.10

Sin embargo, la PGR aceptó el uso de herbicidas hasta la segunda mitad de los setenta,pues se pensaba que su aplicación causaría importantes reacciones de rechazo en la opiniónpública.

En Washington, el grupo de trabajo continuó las discusiones sobre los dos asuntos aúnpendientes: las medidas de prevención del tráfico aéreo y marítimo, y la organización de semi-narios de capacitación.11 Según el informe presentado por el gobierno mexicano, del primerode septiembre de 1969 a marzo de 1970, el ejército y la policía judicial habían realizado impor-tantes erradicaciones de plantíos y decomisos de estupefacientes, e inició juicio contra 764 per-sonas involucradas, de las cuales 90 eran estadunidenses.12 En pocas palabras, más allá de cual-quier malabarismo retórico, el gobierno mexicano estuvo siempre alineado a Estados Unidos yconsciente de su grado de responsabilidad.13

Las labores de información sobre los logros mexicanos en la intercepción de tráfico dedrogas se volvieron cosa de todos los días para los diplomáticos mexicanos. Por su parte, elgobierno, aunque compartía el enfoque estadunidense, también trataba de posicionar la ideade que era una responsabilidad compartida, no sólo porque en Estados Unidos hubiera un cre-ciente consumo de drogas, sino porque muchos de los involucrados en estas actividades eranestadunidenses.

La constante intervención y labor de relaciones públicas de los diplomáticos mexica-nos tuvieron sus beneficios. El 15 y 16 de junio de 1972, durante la visita de Luis Echeverría aEstados Unidos, el tema de las drogas no fue tratado con demasiada virulencia. En esa ocasión,quizá porque la visita fue usada por Nixon para mostrar una cara conciliadora hacia AméricaLatina y el tercer mundo, existió el mismo énfasis al abordar los temas de la salinidad del ríoColorado, los trabajadores migratorios y los asuntos de intercambio cultural. En el comunica-do conjunto se trató el asunto de las drogas en el mismo tenor con que se había manejado laOperación Cooperación.

La colaboración entre México y Estados Unidos se extendió a todos los niveles degobierno. Por ejemplo, en marzo de 1974 el senador Vance Hartke escribió a José Juan de Ollo-qui que estaba preocupado por el intenso tránsito de drogas de México a Estados Unidos, porlo que solicitaba información sobre los planes del gobierno mexicano para combatirlo, y ofre-ció su colaboración para apoyarlos.14

Estados Unidos nunca quitó el dedo del reglón ni abandonó la idea de impulsar unrégimen global de prohibición. De ahí que intensificara esa iniciativa en los foros internacio-nales, lo que obligó a la participación mexicana en estos espacios de concertación. En el 58ºperiodo de sesiones del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, los representantesmexicanos dejaron claro que parte de su interés en el combate a las drogas se fincaba en lanecesidad de defender la soberanía del país, dada su vecindad con una de las potencias mun-

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diales más activas en esa cruzada. De ahí que las dos tesis en que basaban su colaboración fue-ran la reducción de la demanda y los apoyos económicos para sustituir cultivos en zonas pro-ductoras de drogas.15 Pero aun cuando México respaldaba la retórica del prohibicionismo uni-versal, sus argumentaciones obedecían más a un intento por adelantarse a los planteamientosy demandas de Washington.

La beligerancia mexicana permitió que las políticas de combate fueran menos vigoro-sas en la segunda mitad de los años 1970. Quizá parte de la explicación está en que México pudoenvalentonarse gracias a las dificultades que pasó la clase política republicana luego del caso decorrupción Watergate, que terminó con la dimisión de Nixon y el ascenso de Gerald Ford alpoder. Este cambio se acompañó de una ola de moralización del lado estadunidense. En 1975,Estados Unidos reenfocó su interés en reforzar la cooperación con México.

Tiempo después, con el desmantelamiento de la ruta turco-francesa de abastecimien-to de heroína, México se convirtió en el principal proveedor. De hecho, uno de los estudios máscerteros en el ámbito gubernamental estadunidense, The White Paper on Drug Abuse, publicadoen 1975, urgía a intensificar los acercamientos con México. Desde la perspectiva de los estadu-nidenses no era para menos, si se toma en cuenta que 90% de las interdicciones de heroína rea-lizadas en trece ciudades de Estados Unidos fueron procesadas en México, un aumento signifi-cativo desde 1972, año en que sólo 40% venía de México. Por su lado, México empezó aquejarse por el aumento del tráfico de armas, que, según ellos, bien pudieron acabar en manosde grupos radicales que buscaban la apertura del sistema autoritario y hasta una revolución a lamanera de Cuba.16

Las fricciones fueron canalizadas por la vía de la cooperación. En marzo de 1975,Pedro Ojeda Paullada, procurador general de la República, recibió a Webster B. Todd, Jr., delDepartamento de Estado, y a Joseph John Jova, embajador estadunidense en México. Lejos dehacer reclamos, el propósito fue ofrecer ayuda para mejorar la imagen de México en sus labo-res de combate al narcotráfico. Más tarde, Ojeda Paullada anunció que se iniciaba una nuevaetapa en la campaña contra las drogas, con equipo proporcionado por Estados Unidos. La nove-dad era que, tal como lo querían los estadunidenses, se usarían defoliantes para las labores deerradicación.17

El procurador fue cuidadoso al comunicar el asunto: “el gobierno de México en nin-guna circunstancia conducirá operaciones que puedan tener efectos adversos en la ecología delpaís [...] pero eso no significa que no debamos usar herbicidas”. En enero de 1976, AlejandroGertz Manero, quien estuvo al frente de la nueva campaña, dijo que “había demasiados campospara destruir”. La declaración hacía alusión al reconocimiento oficial de que se usaban alrede-dor de 600,000 kilómetros cuadrados para cultivos ilícitos. “Estamos esperanzados de que losherbicidas hagan la diferencia.” Poco después, el secretario de la Defensa, Hermenegildo Cuen-ca Díaz, admitió que ya se hacían pruebas con herbicidas en Sinaloa y Guerrero. Ante la pre-sión de la opinión pública, Gertz Manero aclaró: “Sí, estamos usando herbicidas [...] y antes dela primera mitad del año, vamos a erradicar completamente el cultivo de drogas”.

El primero de junio de 1976, México consideraba que su campaña para combatir lasdrogas era “permanente” —más bien anual. La PGR trabajó para mejorar la coordinación entrecuerpos policiacos locales y el ejército, la cooperación con Estados Unidos, combatir la corrup-ción y modernizar la tecnología de erradicación. El 30 de septiembre, Félix Galván López,

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secretario de la Defensa, lanzó la Operación Cóndor18 en Chihuahua, Sinaloa y Durango, segui-da por el Plan Canador, acrónimo de cannabis y adormidera, cultivos que se buscaría erradicaren las 36 zonas militares.19

Se usaron alrededor de 40 aeronaves, muchas de ellas proporcionadas por Estados Uni-dos, y se habilitaron once bases aéreas cerca de las zonas productoras para facilitar el transpor-te del personal asignado20: 5,000 soldados y 350 agentes de la Policía Judicial Federal.21 Dehecho, Estados Unidos proporcionó recursos tecnológicos de telecomunicaciones y fotografíaaérea, así como helicópteros; incluso capacitó y pagó a pilotos mexicanos. Y para disminuir lacorrupción se buscó mover de una zona a otra al personal involucrado en la campaña, con loque se obtuvieron resultados difíciles de evaluar, pero mostraron buena voluntad por parte delgobierno mexicano.22

La Operación Cóndor fue vista como una fórmula exitosa por los estadunidenses, y noera para menos. En su visión, ayudó a disminuir el consumo de drogas en Estados Unidos y logróla recuperación de territorios en manos de contrabandistas mexicanos. Los números hablabanpor sí mismos. Del primero de septiembre de 1975 al 31 de agosto de 1976, la Policía Judicial yel ejército habían destruido 21,405 parcelas de opio, cuando el año anterior habían sido 13,580.En ese mismo periodo eliminaron 16,686 parcelas de mariguana, frente a 6,762 un año antes.Del periodo 1974-1975 a 1975-1976, el número de aprehensiones aumentó de 2,752 a 4,399. Ade-más, se decomisaron 215 kilos de cocaína en tránsito y se desmantelaron 16 laboratorios.23

Al margen de estas cifras, el uso de herbicidas implicó un cambio cualitativo en las polí-ticas de erradicación. Antes de 1975, la amapola se localizaba mediante vuelos de inspección.Sin embargo, era frecuente que pasaran varios días desde su descubrimiento hasta su destruc-ción, lo que daba oportunidad a los agricultores, alertados por esos vuelos a poca altura, paracortar los bulbos de la adormidera. En muchas ocasiones, cuando llegaban los militares, losagricultores habían desaparecido con la cosecha.24

En agosto de 1976 Alejandro Gertz Manero presumía ya la aprehensión de “cabezas”del narcotráfico, como: Jorge Moreno Chaivet, Alberto Sicilia Falcón, Jorge Azaf, Salvador Chá-vez Nájera, María Luisa Beltrán Félix, Guillermo Rivera Beltrán y Jorge Favela Escobosa.25

Muchas de estas aprehensiones fueron realizadas con la intervención directa de las autoridadesestadunidenses, principalmente la Drug Enforcement Administration (DEA). Y algunas se hicie-ron gracias al contacto constante con 30 agentes de la DEA apostados en México. “Ningún otroesfuerzo internacional para combatir el tráfico de heroína está teniendo mejores resultadosque el programa de erradicación del gobierno mexicano”, resumieron en 1976 el asesor deHenry Kissinger, Sheldon Vance, y el director de la DEA, Peter Besinger.26

En esos años no era raro que altos funcionarios estadunidenses recorrieran las zonasde producción y regresaran a su país satisfechos ante los esfuerzos de erradicación. Así lo hicie-ron en 1977 Mathea Falco, asesora del Departamento de Estado, y Peter Bourne, jefe del pro-grama antinarcóticos de la administración de James Carter. Ambos conversaron con el procu-rador y el secretario de la Defensa, quienes informaron que estaban erradicando plantíos deopio y mariguana con los herbicidas 2,4-D y Paraquat, en aeronaves suministradas por EstadosUnidos. De vuelta en Washington, los dos funcionarios suscribieron un reporte afirmando que“todos con los que hablamos, del gobierno mexicano y la misión estadunidense [afirmaron]que el programa de erradicación de opio había sido casi 100% exitoso esta temporada”.27

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Esta colaboración no terminó con la fricción diplomática entre ambos gobiernos. Las crí-ticas provenientes de Estados Unidos más de una vez provocaron reacciones virulentas entre los fun-cionarios mexicanos, que señalaban la “ineficiencia y falta de colaboración” de la DEA. La discusiónsobre el tema de las drogas no cesó en la segunda mitad de los años 1970. Reflejo de estas discusio-nes fueron los señalamientos del senador Lloyd Bentsen. Según él, entre 1975 y principios de 1976,102 avionetas que cargaban drogas se habían estrellado en la frontera, y que ese auge del tráfico sedebía a la alianza entre grupos subversivos que ayudaban a la producción y trasiego de drogas a cam-bio de las armas que les ofrecían los traficantes. No dejó datos que demostraran el supuesto víncu-lo. Como prueba mencionó el testimonio de un funcionario de El Paso, quien aseguró al ejércitoestadunidense 700 armas robadas que llegaron a México. También mencionó que la DEA había reci-bido numerosos reportes de aeronaves que transportaban armas hacia México y que regresaban aEstados Unidos con cargamentos de drogas. La solución, según el senador, era aumentar la coope-ración con México y conseguir más recursos y personal que cuidara de la frontera estadunidense.28

La persistencia de la oferta de drogas, a la que se sumó cierta preocupación por el flu-jo de migrantes ilegales, hizo que la atención estadunidense se concentrara en la frontera. Enel gobierno de James Carter, la Oficina de Políticas sobre el Abuso de Drogas tuvo entre sus ta-reas analizar mecanismos para mejorar la vigilancia en la frontera. En febrero de 1978, en unacomparecencia ante el senado, Richard L. Williams, subdirector de esa oficina, propuso que sereorganizaran las actividades, agencias y funciones de control fronterizo para evitar la falta decoordinación y la duplicación de funciones entre las instancias encargadas del control de dro-gas, tráfico de armas y contrabando.29 Poco después, el 19 de abril de 1978, el senador demó-crata John Culver presidió una audiencia con la participación de: William Anderson, represen-tante de la General Accounting Office; Peter Besinger, director de la DEA; Rex Davis, directorde la oficina de alcohol, tabaco y armas de fuego; y Charles Sava, de los servicios de inmigra-ción y naturalización, entre otros. En su intervención, Culver se limitó a insistir en la necesidadde cooperar con México en el combate a las drogas.30

Por su parte, Anderson, a pesar de reconocer la cooperación con México, mostró preo-cupación por el aumento de la participación mexicana en el mercado de heroína. México,según sus cifras, de 1971 a 1975 había pasado de 20 a 89% en su oferta del fármaco. Y, en 1977, apesar de los programas de erradicación seguía siendo un oferente importante. Sin embargo, noatribuía toda la responsabilidad al gobierno mexicano y, de hecho, criticó la ineficiencia de losprogramas de intercepción de la DEA, el servicio de aduanas y el migratorio. Propuso mejorarla coordinación y evitar la duplicación de funciones entre las agencias involucradas en el com-bate a las drogas y el control fronterizo.31

Ante esto, Peter Besinger argumentó que la DEA hacía operaciones de inteligencia yerradicación dentro y fuera de Estados Unidos. Según él, de 1975 a 1978 la cooperación conMéxico había ayudado a reducir la disponibilidad de drogas. Planteó la dificultad de controlaruna frontera tan larga y transitada, pero aun así, la presencia de la DEA había cumplido con efi-ciencia en la erradicación de plantíos. En los primeros nueve meses de 1976, los 1,597 agentesde la DEA ubicados en Estados Unidos interceptaron cerca de 230 kilos de heroína, mientrasque los 165 agentes asignados a operaciones externas decomisaron 640. De ahí que los progra-mas de erradicación en los países productores fueran considerados una estrategia eficiente.Para defender el programa de erradicación en México, Besinger dijo:

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A pesar de que la producción mexicana representa la mayor parte de heroína en nues-tras calles, nuestros registros muestran que la proporción de la heroína mexicana dis-minuyó en el mercado en los últimos seis meses del año pasado [1977], lo que corro-bora la declinación general de la heroína disponible de ese país. [Este logro se debió]en particular [al] esfuerzo México-Estados Unidos para el control del opio.

Por otra parte, la aprehensión de algunos líderes del narcotráfico —como el duran-guense Jaime Herrera y el sinaloense José Valenzuela— no hubiera sido posible sin “coopera-ción en inteligencia”.32

Rex Davis analizó la posibilidad de que se estuviera intercambiando drogas por armas.Según él, el contrabando de armas se debía al fácil acceso a la compra en Estados Unidos, y alas políticas restrictivas sobre su posesión en México. Sin embargo, el monto real del tráfico dearmas hacia México era muy difícil de estimar.33

Al margen de lo anterior, a fines de los setenta, las cifras dieron la razón a Besinger: lapolítica mexicana de combate a las drogas era un éxito. Según los cálculos del Comité Nacio-nal de Inteligencia sobre Consumos de Drogas, de representar casi 90% de la heroína quecirculaba en Estados Unidos, como señalaba Anderson, la heroína mexicana representaba 30%en 1979 y 25-30% en 1980.34

Estos resultados sirvieron para mantener la calma en la relación con los estaduniden-ses, pero sólo por un tiempo. A partir de 1979 aumentó la cantidad de mariguana y heroínamexicanas que entraba a Estados Unidos. A su vez, en los últimos 18 meses de la administraciónde López Portillo, los agentes de la DEA fueron confinados a la embajada. Pero esta baja en laprioridad del tema de las drogas cambiaría con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia deEstados Unidos en 1981.35

Aprehensiones

A principios de los años 1970 era frecuente que jóvenes estadunidenses se aventurarana viajar a México para conseguir mariguana o heroína. El auge de su consumo en las universi-dades, las clases media y alta, y la integración de las drogas a la cultura pop proporcionaban losincentivos necesarios. Éste fue el caso de George Jung, quien en 1967 se inició como revende-dor —venía a México, obtenía mariguana barata y multiplicaba sus ganancias. En 1974, cuan-do fue aprehendido, las ventas de Jung iban de 300 a 400 kilos de mariguana al mes, por la querecibía de 45,000 a 60,000 dólares, suma considerable en esa época. Viajaba a México paranegociar con campesinos de la sierra de Sinaloa, volar en avioneta desde el desierto de Sonorahasta California y llevar la mercancía, por tierra, hasta Amherst, Massachusetts, donde era dis-tribuida en una zona escolar, con 30,000 estudiantes, ansiosos de mariguana, de cuatro prepa-ratorias y una universidad estatal. Luego de su captura, en la prisión se conectó con algunoscolombianos y se volvió uno de los traficantes de cocaína más importantes.36

Al iniciar los años 1970 no había grandes organizaciones criminales, aunque sí una cre-ciente producción de drogas. A pesar de la fuerte política de erradicación y la afectación a grannúmero de campesinos involucrados, los productores empezaron a sembrar extensiones máspequeñas, en terrenos localizados a alturas inalcanzables para los helicópteros Bell, usados para

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fumigar.37 La mayoría de los campos de amapola estaba en Sinaloa, Durango y Chihuahua, ellegendario “Triángulo de Oro”, pero después surgieron en Guerrero, Michoacán y Chiapas,donde los operativos eran menos intensos.38

Después de la erradicación de sembradíos, la intercepción fue la segunda política enimportancia, porque el número de mexicanos involucrados, con ser considerable, no igualabaal de los productores. En el caso de la heroína, una vez cosechado el bulbo de la amapola, lagoma de opio se transportaba a los lugares de recolección, donde se procesaba en laboratoriosclandestinos llamados “cocinas”. Hasta ahí los mexicanos eran fundamentales. Pero una vez quellegaban a las áreas de almacenamiento, y hasta que se introducían a Estados Unidos, los trafi-cantes extranjeros eran dueños de la operación. Pero también hubo organizaciones mexicanasque operaron en Estados Unidos, como la de Jaime Herrera y la de José Valenzuela.

La DEA tenía reportes de las actividades de Herrera en el transporte de la heroína quellegaba a Chicago, pero fue hasta septiembre de 1977 que inició acciones para detenerlo.39 Enel caso de Valenzuela, luego de más de un año de investigaciones, en noviembre de 1977, la DEAlogró su captura, junto con ocho de sus cómplices. Valenzuela operaba laboratorios en Culia-cán y distribuía la droga en California, desde donde se enviaba a cinco distritos de Nueva York.40

Sin embargo, ni Herrera ni Valenzuela tenían el grado de organización ni los vínculos con elsistema judicial y la clase política de los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álva-rez, que logró, sólo por poner un ejemplo, Alberto Sicilia Falcón, un cubano-estadunidense queluego de trabajar para la Central Intelligence Agency (CIA) intentó establecer un monopsoniode mariguana mexicana y cocaína colombiana. Además, tuvo vínculos con traficantes mexica-nos de importancia local, como Pedro Avilés, y otros que más adelante pertenecieron a bandasque controlaron el tráfico de drogas en los ochenta, como Jorge Favela Escobosa o Manuel Sal-cido Uzeta (a) el Cochiloco.41

El primer narcostar

Alberto Sicilia Falcón nació en Matanzas, Cuba, el 30 de abril de 1945. Luego de la lle-gada de Fidel Castro al poder partió a Miami, donde se enlistó en el ejército, y también se enro-ló en una o más agencias de inteligencia. En su expediente judicial hay cargos por conductadesordenada, vandalismo y “sodomía”, referidos a su adolescencia. En 1968, a los 23 años, cuan-do cruzó por primera vez la frontera hacia Tijuana, los funcionarios de la garita lo aprehendie-ron al comprobar que no era ciudadano estadunidense. Cuando fue liberado, regresó a Esta-dos Unidos y empezó a tejer una red de traficantes que se extendió alrededor del mundo. Pocosaños después, cuando las autoridades seguían sus huellas, James Mills, un periodista estaduni-dense que tuvo acceso a la investigación, escribió, en The Underground Empire, que para 1972:

Sicilia era parte del mundo de las mansiones fortificadas, los carros caros, los botesacuáticos de carreras, el champagne Dom Pérignon, los puros Montecristo y la cocaí-na por kilo. Sus fiestas lo mismo en yates, salones de hotel o casas privadas en tres con-tinentes, divirtieron a líderes políticos, industriales, estrellas de cine, criminales inter-nacionales y jefes de inteligencia. Sus sobornos y regalos incluían carros deportivositalianos, joyas y pagos de millones de dólares [...] Su dinero rondó secretamente alre-

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dedor del mundo en bancos de media docena de países, Rusia incluida. Su influenciaalcanzó los servicios de inteligencia de varios países, entre ellos, México, Cuba y segu-ramente Estados Unidos.42

El texto de Mills se basó en la información de la Central Tactical Units (CENTAC 12),una organización policial y de inteligencia que formó, en junio de 1976, el gobierno estaduni-dense para perseguir específicamente a Sicilia Falcón y su gente. En la primera fase, el CENTAC12 buscaba desmantelar la red de tráfico que Sicilia manejaba desde México. En la segundafase, de agosto de 1977 a diciembre de 1978, el CENTAC 12 trató de destruir las fuentes de abas-tecimiento de cocaína de lo que fue la organización de Sicilia.43 Cabe destacar que, en la ope-ración contra Sicilia, el CENTAC 12 contó con la participación directa de agentes de la PolicíaJudicial Federal.

A principios de los setenta, el centro de operaciones de Sicilia estaba en Tijuana. Estole permitió supervisar el tránsito de drogas hacia Estados Unidos, consolidar un grupo de tra-bajo, mantenerse alejado de las investigaciones de las autoridades estadunidenses y, mediantela expansión de sus relaciones en México, lograr complicidad e impunidad dentro el sistemapoliciaco mexicano.

Uno de sus mejores contactos en México fue Gastón Santos, cacique de San Luis Poto-sí y miembro de la familia revolucionaria; hijo de Gonzalo N. Santos, hombre público de infaus-ta fama y memoria. Desde Tijuana, pues, Sicilia tejió sus redes y creció en el mundo de los nego-cios. En algún punto de este proceso, diversos miembros de su grupo empezaron a querer másdinero, especialmente el mexicano Alberto Barruetta, quien incluso intentó independizarse.

Ante esto, Sicilia ideó una nueva forma de operar que permitiera incrementar lasganancias de todos. Así, sin mayor explicación, citó a los miembros de la banda en su villa en Aca-pulco, donde organizó una fiesta espectacular, en la que todos se emborracharon, menos él. Alotro día, tres camionetas de campesinos armados rodearon la villa de Sicilia; uno de sus diri-gentes venía a hablar con él. Dice Mills que Alberto Barruetta sabía de las conexiones de Sici-lia con las guerrillas. De hecho, Gastón Santos se encargaba de enviar cargamentos de la mari-guana producida por los guerrilleros a las casas de seguridad que Sicilia tenía en Mexicali. Alparecer, estas transacciones fueron parte de las estrategias del movimiento subversivo de Gue-rrero para conseguir armas y abastecimiento. La reunión duró tres horas, luego Sicilia y su gen-te fueron a un restaurante de la costera, donde explicó: “No va a haber problemas con sociosque sólo ganen 45,000 dólares por tonelada. Vamos a controlar toda la mariguana de México”.44

El nuevo plan empresarial era que la guerrilla, siempre necesitada de recursos para sos-tener su movimiento, entregara un primer cargamento de 100 toneladas, y así siguiera en elfuturo. Y sabedor de que la otra gran fuente de mariguana era Sinaloa, sobornó a las autorida-des mexicanas para que concentraran sus esfuerzos punitivos en ese estado, con lo que sólo lacompetencia tendría que soportar los costos de las campañas de erradicación e intercepcióndel gobierno.45

Antes de radicar en la ciudad de México, Sicilia también incursionó en el tráfico decocaína de Sudamérica y heroína europea e intentó entrar al negocio de la producción y tráfi-co de armas, con ayuda de algunos miembros de la clase política mexicana. En Tijuana, se reu-nieron Sicilia y Gastón Santos con James Morgan, dueño de Morgan Arms Company. Morgan

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necesitaba 10 millones de dólares para arrancar la producción de una sofisticada arma en Por-tugal. Según Mills, el arma no sólo serviría para que Sicilia la pudiera intercambiar por droga,sino que Santos la podría usar para defender sus dominios en San Luis Potosí. No queda clarosi el negocio prosperó, pero, al parecer, algunos políticos mexicanos estuvieron involucrados.46

Alrededor de 1975, el endurecimiento de las autoridades estadunidenses en la fronte-ra persuadió a Sicilia de trasladarse a la ciudad de México, donde siguió cultivando sus cone-xiones. Poco después, el 2 de julio de 1975 fue aprehendido en Nieve 180, en Jardines delPedregal: “encamado, con una mano fracturada, junto a una pistola”. En un principio se negósu arresto, quizá porque, como él mismo relató, fue sometido a torturas por agentes a cargo delcomandante Florentino Ventura.47 Su abogado, Roberto Sánchez Juárez, declaró a los diariosque se violaron sus derechos al no consignarlo dentro de las 72 horas marcadas por la ley.

La detención se hizo pública hasta el 10 de julio. Ese día, en las notas periodísticas ladetención del primer “barón de las drogas” que se hizo famoso en México, compartió espaciocon la breve detención de Gastón Santos, por su posible vínculo con el narcotráfico. Lo que nose aclaró nunca fue la relación de Sicilia con el “rejoneador millonario”. Al parecer, la deten-ción de Santos se hizo cuando éste fue a visitar a Sicilia, a su casa del Pedregal, un día despuésde la aprehensión.48

La captura de Sicilia descubrió una serie de complicidades que nunca fueron del todoaclaradas. El día de su detención encontraron que, al igual que Gastón Santos, tenía una creden-cial que lo acreditaba como agente especial de la Secretaría de Gobernación. Las investigacionesapuntaron hacia Mario Moya Palencia, entonces secretario de Gobernación y, por lo mismo,señalado como el ungido para suceder a Luis Echeverría en la presidencia de la República.James Mills dice que cuando se supo de las conexiones de Sicilia con Moya Palencia, el PRI rem-plazó a este último por José López Portillo.49

Ojeda Paullada presentó la detención de Sicilia como el resultado de una operaciónconjunta con agentes de la DEA. Ese día también se capturó a buen número de personas enMéxico y en California. Entre los presos estaba su lugarteniente en México, Carlos ÁngelKiriakides y la directora de distribuidores, Mercedes Coleman Bisval.50 A los pocos días, Sici-lia fue trasladado a la Cruz Roja para detener una hemorragia provocada por las heridas queél mismo se infligió al tratar de suicidarse.51 La circunstancia fue aprovechada por su aboga-do para denunciar las irregularidades del proceso. Entre los escándalos paralelos, Irma Serra-no, la Tigresa, declaró que ella podía decir mucho sobre “los verdaderos jefes del narcotráfi-co”. De hecho, dijo que hablaría con la Procuraduría sólo “con la autorización del presidenteEcheverría”:52 declaración insólita si no se toma en cuenta que la prensa de la época afirmabaque ella había sido aval para que Sicilia Falcón rentara la casa del Pedregal. Aunque quizá fueuna velada amenaza contra la clase política priísta, que le permitió zafarse del asunto. AgustínBárcenas, secretario del Tercer Juzgado Penal Administrativo, declaró a la prensa que no reque-riría del testimonio de la Serrano; mientras que el abogado de Sicilia dijo que la artista “no[tenía] ninguna relación” con su defendido.53

James Mills proporciona, además, datos sobre la probable participación de la familiaEcheverría en este asunto:

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Los agentes estadunidenses descubrieron que era más que curioso, el hecho de que elnombre de un presidente de la República haya salido a la superficie en otro aspecto deinvestigación sobre Sicilia Falcón. Cuando fue arrestado, le encontraron una carta quetenía información sobre transacciones comerciales de plata, mercurio, cemento, hie-rro y productos petroleros entre México y Estados Unidos que fueron autorizadas porAntonio Buch, representante personal de María Esther Zuno de Echeverría, la esposadel presidente de México. La carta estaba fechada dos meses después de la reunión enTijuana con Gastón Santos y James Morgan, concerniente a la fabricación de un super--rifle de visión láser. Otros esfuerzos de inteligencia sugieren que la señora Echeverría,cuyo padre y hermanos habían sido vinculados ya con operaciones de heroína euro-pea, pudo tener inversiones en la manufactura de esa arma. La posible participacióndel presidente Echeverría en el tráfico de drogas y armas (por medio de su esposa, susecretario de Gobernación, Moya Palencia, y otros) era de particular interés, por su co-nocida ambición: cuando dejara el cargo, deseaba ser elegido como secretario generalde las Naciones Unidas.54

Otra pista que jamás se agotó fue la de un Rolls Royce del año, propiedad de Sicilia, es-tacionado en la casa de Dolores Olmedo. Al parecer el auto fue usado por la banda de Siciliapara trasladar heroína desde España, cuando éste estuvo en Madrid para la negociación de uncuarto de millón de dólares en armas de la CIA. Investigaciones posteriores revelaron que Olme-do mantuvo una relación con Arturo Izquierdo Ebrard, importador de heroína francesa por elpuerto de Veracruz, donde tenía una finca y donde fue desembarcado el Rolls Royce.55 Tiem-po después, Izquierdo Ebrard llegaría a ser cuñado de Arturo, el Negro Durazo.

El 15 de julio, Sicilia Falcón fue consignado por asociación delictuosa, contrabando yacopio de armas, falsificación de documentos y delitos contra la salud en sus modalidades deposesión, transportación, compraventa, tráfico y suministro de mariguana y cocaína. Al parecerera el final, pero después de unos meses, el caso volvió a los medios de comunicación luego deque Sicilia, junto con Alberto Hernández Rubí, José Egozzi y Luis Antonio Zuccoli, se fugarade Lecumberri, por un túnel de 40 metros de largo, en abril de 1976. La fuga despertó las sos-pechas sobre los nexos de las autoridades con el narcotráfico. Desde diciembre de 1975, LaPrensa denunció el contubernio entre la banda criminal y algunos magistrados de Hermosillo,que dieron su aval para que Sicilia fuera trasladado a Tijuana, donde sus conexiones le permi-tirían mejor trato. Después de la fuga, los periodistas de ese diario reprocharon haber adverti-do “con toda oportunidad de lo que ahora se lamenta la sociedad: la fuga y burla a la justicia deuno de los más grandes traficantes de estupefacientes”.

La presión mediática no fue la única que enfrentó el gobierno. Antes, el 16 de febrerode 1976, Henry Kissinger, secretario del Departamento de Estado, envió una carta a AlfonsoGarcía Robles, secretario de Relaciones Exteriores, en la que planteaba: “Mi fuerte convicciónde que el tráfico de drogas debe parar está acompañada por una convicción igualmente fuerte deque los detenidos, sin importar los crímenes por los que deban ser procesados, deben recibirsus derechos legales y humanos dentro de la ley aplicable”.56 La respuesta de García Robles fuecordial y firme. Dijo que el aumento de presos estadunidenses se debía al crecimiento del con-trabando de Estados Unidos a México y del tráfico de drogas de México a Estados Unidos. Eltono de la carta no buscaba atizar conflictos ni vender falsas expectativas: “No podemos espe-

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rar que no se cometan ocasionalmente algunas irregularidades, sobre todo, cuando las deten-ciones se efectúan en lugares alejados”.57

No obstante, las autoridades se vieron obligadas a actuar. Se destituyeron a los magis-trados de Hermosillo; los retratos hablados de las personas que ayudaron a la fuga se distribu-yeron entre los cuerpos policiacos; se pidió ayuda a la DEA e INTERPOL; se siguieron todas laspistas, desde la compra de la casa donde desembocaba el túnel, hasta los contactos de Sicilia alo largo de la frontera. Las cosas se complicaron cuando La Prensa denunció que Sicilia había“comprado” por dos millones y medio la crujía L, al jefe de vigilancia de Lecumberri, Edilber-to Gil Cárdenas, y que Zuccoli —uno de los prófugos— era compadre y exsecretario particularde Gustavo Malo, presidente de la Comisión Administradora de Cárceles y Reclusorios del Dis-trito Federal. Ojeda Paullada exculpó al director del reclusorio, general Francisco Arcaute, ydijo que “los viejos reos, que son como caciques de Lecumberri, seguramente son los respon-sables de la fuga de los narcotraficantes”.58 Por contraste, Gil Cárdenas fue aprehendido y acu-sado de varios actos de corrupción.

El 2 de mayo de 1976, los periódicos informaron sobre la recaptura de Sicilia Falcón,operativo a cargo del subdirector de la Dirección Federal de Seguridad, Miguel Nazar Haro, ylos comandantes Florentino Ventura y Pedro Ismael Díaz Laredo. Sicilia fue trasladado al Reclu-sorio Sur y, en 1991, a Almoloya de Juárez. Las autoridades cerraron el capítulo de la capturadel que ha sido señalado como el primer narcostar de México,59 con granaderos resguardandoLecumberri, ante llamadas que amenazaban con: “dinamitar el edificio” el día de la recaptura;declaraciones de inocencia de Sicilia; declaraciones de Ojeda Paullada de que la investigaciónhabía sido “un prodigio” y felicitaciones a su estratega, Alejandro Gertz Manero.

El periodista James Mills transcribe una conversación entre los agentes estadunidensesque participaron en la captura de la banda de Sicilia y senadores de su país, en enero de 1977,en la que destacan los comentarios de uno de ellos:

Tradicionalmente, el secretario de Gobernación es el próximo presidente de México.Por lo menos, desde los últimos tres o cuatro presidentes. Cuando arrestamos a Sicilia,él tenía una credencial de agente especial de Gobernación [aunque] ni siquiera teníala ciudadanía mexicana. Hay historias que no hemos podido confirmar, pero una, quees clave, dice que los apuros del gobierno mexicano con la aprehensión de Sicilia y susdeclaraciones a la policía judicial sobre otras agencias del gobierno [provocaron que]Moya Palencia, que había sido señalado [...] como el próximo presidente [...] no fueya el hombre de los reflectores. Una semana después, López Portillo, el actual presi-dente de México, fue elegido por Echeverría.60

La banda de las Bolas de cocaína

Al parecer, la investigación sobre esta banda inició después de que una avioneta arro-jó “bolas de cocaína” cerca de Teotihuacán, en febrero de 1974. Luego de esa “lluvia blanca”,ocurrió otro incidente similar en mayo de 1975: una avioneta tiró dos sacos en las cercanías delrío Lagartos, en Yucatán. Unos marinos se percataron del hecho, por lo que los traficantes sólotomaron uno de los sacos y se dieron a la fuga. El 7 de julio de 1975, los periódicos de la ciudadde México informaron sobre la detención de esa “mafia” que introducía de 100 a 200 kilos de

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cocaína al mes. Las investigaciones permitieron atrapar a esta banda en diversos puntos delpaís. El grupo estaba formado por los mexicanos Jesús Madrid Muñoz, Víctor Lozano Cerón,Luis Roldán Melo, Enrique González Benítez (en la ciudad de México), José Guadalupe FrancoLincoln (Querétaro), Cesáreo Salomón Monzón (Tecomán, Colima), los colombianos CarlosEstrada Ortiz, Marlene Ríos Gómez, el argentino Ricardo Horacio Giarini (ciudad de México)y el estadunidense Martín Román Zamora (Mexicali).

En una conferencia de prensa, el procurador informó que desde Colombia se envia-ban los insumos para elaborar la droga. Normalmente se lanzaban desde el aire a sitios dondepudieran recogerse. Con la droga en su poder, los contactos llamaban a Carlos Estrada Ortiz,quien tenía laboratorios clandestinos, uno de ellos en Querétaro, para procesarla y luego dis-tribuirla. No quedaba claro si la droga sólo se vendía en México, o si además se llevaba a Esta-dos Unidos. Sin embargo, se detalló que la detención del estadunidense fue en Mexicali, “enmomentos en que recibía dinero del importe de la droga”. Es decir, la banda trasladaba cocaí-na desde Colombia y se dedicaba a su procesamiento, venta y trasiego, por lo menos hasta lafrontera con Estados Unidos. Ojeda Paullada no dio detalles de las conexiones del grupo conlos estadunidenses, y no es de extrañar, si recordamos que eran los momentos de fricción con Es-tados Unidos, antes de la Operación Cóndor. No obstante, afirmó que contaba con informa-ción que comprometía a “varios agentes norteamericanos de narcóticos”.61

El 14 de julio de 1975, Estrada Ortiz declaró haber comprado un rancho para el ate-rrizaje de avionetas y “presumió de ingenioso” al aceptar que inventó los compartimentos secre-tos en los motores de camionetas Combi para ocultar la cocaína. Por su parte, el químico FrancoLincoln confesó encargarse del procesamiento de la cocaína. Franco Lincoln dijo que conoció aEstrada Ortiz en Tijuana, mientras trabajaba en un laboratorio. Ahí, Estrada Ortiz le ofrecióprocesar cocaína a cambio de 30,000 dólares. Luego, el aumento de la demanda le permitió abrirun segundo laboratorio en Tijuana y un tercero en Querétaro. Según él, a esos laboratorios lle-gaban los principales distribuidores de Boston, Chicago y Nueva York.62

Un líder mexicano

En agosto de 1976, la Policía Judicial Federal anunció la aprehensión de Jorge FavelaEscobosa, hombre de 59 años, dedicado al tráfico de narcóticos desde hacía 30. Ninguna drogaquedó al margen de sus operaciones: cocaína, mariguana, psicotrópicos, heroína. Favela Esco-bosa tenía una fortuna calculada en casi 500 millones de pesos de aquellos años, y muchas pro-piedades en Sinaloa, ciudad de México, Tijuana y Cuernavaca. La primera vez que lo detuvieron,en 1961, traía 60 gramos de heroína, y consiguió una sentencia absolutoria.63 A partir de esemomento, y como ha ocurrido con otros narcotraficantes, Favela Escobosa reorganizó su nego-cio y estableció mecanismos de seguridad: teléfonos especiales para hacer contactos, un grupopequeño de incondicionales, casas de seguridad, identificaciones con más de diez nombres dife-rentes, cuentas bancarias con nombres ficticios. Según la PGR, Favela tenía conexiones enColombia, Perú, Estados Unidos, Turquía, Alemania, Francia e Italia, y relación con otros nar-cotraficantes de la época, como Lalo Fernández, Jerónimo Gutiérrez, Pedro Avilés y Kuri Karim.

La aprehensión de Favela Escobosa se llevó a cabo luego de una larga investigación. En1975 fueron aprehendidos en Tijuana, Guillermo, Ricardo y Jesús Favela con un cargamento de

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cocaína y heroína. En marzo de 1976, se aprehendió a otros 23 miembros de la banda, a los queles decomisaron 83 kilos de cocaína y 5 de heroína en La Paz, Tijuana, Culiacán y el Estado deMéxico. A raíz de esto, un juez libró orden de aprehensión contra Jorge Favela y cinco de suslugartenientes. Su aprehensión ocurrió en la colonia Polanco, de la ciudad de México. En esemomento, Favela esperaba hacer una conexión para la compra de 17 kilos de cocaína y tres deheroína por 20 millones de pesos. La droga y 12 mil dólares fueron decomisados a GuillermoPolanco Ávalos. Una vez procesada, la droga hubiera cuadriplicado su valor. La primera reac-ción de Favela fue tratar de suicidarse, pero los agentes no lo dejaron. Luego ofreció: “son cin-co, les doy diez millones y nos vamos todos, tengo mucha lana, solamente de Tijuana me ha gira-do mi sobrino Rafael, 50 millones de mis operaciones en Chicago”.

Después de la aprehensión de Favela Escobosa, se hicieron varias detenciones más, quereflejan el grado de sofisticación de sus procedimientos. En la ciudad de México fueron dete-nidos Sergio Guillermo Moreno Coronado, cajero general de una sucursal del Banco Nacionalde México, quien hacía algunas de sus transacciones; Antonio Cárdenas Iribe, su mano dere-cha; Mario Villalobos, almacenista y distribuidor; Héctor Herrera Contreras, encargado deltransporte de droga y dinero; José Guillermo Aguilar, contador; y Juan Francisco Serrano Gutié-rrez, su asesor jurídico. En Durango cayó Felipe Favela Shaire, encargado del lavado del dine-ro de las operaciones en Chicago. En Culiacán se detuvo a Óscar Humberto Aguilar Avilés, sulugarteniente.64

En su conferencia de prensa del 8 de agosto de 1976, Gertz Manero anunció que sehabía desintegrado la organización “más audaz y difícil de penetrar en la historia del crimenorganizado en México”.65 Sin embargo, Favela Escobosa siguió operando, por lo menos hastamediados de los años 1980.66

El Cochiloco y Pedro Avilés

Manuel Salcido Uzeta, (a) el Cochiloco, y su banda fueron aprehendidos en febrero de1974. Enfrentó cargos por homicidio, portación de armas, desorden público y asociación delic-tuosa, aunque no por delitos contra la salud. En un periódico de la época, esto causó indigna-ción: “hay ya un maridaje excesivo entre el narcotráfico y los encargados de combatirlo... [Esto]muestra hasta dónde la mafia de los gomeros ha logrado calar, comprando protección, con-ciencia, gatillos con credencial”.67

Meses antes, tuvo enfrentamientos con otro grupo de traficantes, liderado por BraulioAguirre, por el control del narcotráfico en el sur de Sinaloa. En los medios locales se supo que,a principios de 1974, el Cochiloco había pagado un cuarto de millón de dólares para que tresagentes de la Policía Judicial Federal secuestraran a seis integrantes de la banda de Aguirre. Losjudiciales llevaron a los jóvenes a una casa en Río Humaya 31, en la colonia Lomas del Mar, enMazatlán, propiedad del Cochiloco.

Los cuerpos de los seis muchachos fueron encontrados en un rancho cerca de Maza-tlán. El hecho evidenció la colusión de las policías con el Cochiloco. Los agentes federales fue-ron apresados, junto con el jefe de la Judicial comisionado en Sinaloa, Ramón Herrera Espon-da, bajo el cargo de privación ilegal de la libertad. Sin embargo, luego de su traslado al DistritoFederal fueron exonerados. Tiempo después, el Cochiloco y su banda fueron aprehendidos en

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la colonia Chapalita, en Guadalajara. Se les trasladó a Mazatlán y luego a Culiacán. No obstan-te, él no duró mucho en la cárcel. En noviembre de 1975, con un soborno de medio millón depesos, escapó. Desde entonces siguió operando en todo el Pacífico. Versiones periodísticasseñalan que se paseaba sin problemas por Sinaloa.68 Los rumores sobre sus operaciones se pro-longaron hasta principios de los años 1990. Se dice que él vengó la muerte del famoso narco-traficante Pedro Avilés. Este asunto, no confirmado, se explica porque el Cochiloco no operósólo en los años 1970. El dueño de la plaza era, precisamente, Avilés. Luis Astorga reconstruyeasí la muerte de este último:

La noche del 15 de noviembre de 1978, en el entronque de los caminos hacia Tepuchey La Pitayita, a menos de veinte kilómetros de Culiacán, hubo un enfrentamiento atiros entre agentes de la PJF y “presuntos narcotraficantes”. Así, por casualidad, pues nolo andaban buscando a él precisamente, terminó sus días Pedro Avilés Pérez, quientambién utilizaba el nombre de Guillermo Pérez, originario de Las Ciénegas de los Sil-va, Durango. Figura importante en el “bajo mundo” sinaloense, según la DEA; “el másgrande de los siete del reinado”, según uno de sus corridos; “uno de los más famososnarcotraficantes a nivel nacional”, según la PGR. Avilés era buscado hacía cinco años yjamás había sido detenido a pesar de las más de veinticinco órdenes de aprehensión ensu contra.69

Al inicio de los años 1990, el Cochiloco robó un cargamento de cocaína de un barco,en Colima; la droga era propiedad de unos colombianos. Quizá por este robo lo mataron, peroel mito sobre sus hazañas se ha mantenido. El cronista sinaloense Javier Valdez afirma:

Se le atribuyeron más de 75 muertes. Le gustaban los palenques y lo mismo se le seña-laba como bandido generoso que como matón sanguinario y extremadamente violen-to. Hay quien dice que como Pedro Infante y Amado Carrillo, él está vivo y les sigue lle-vando la tambora a los de San Juan, su tierra. Si en vida se contaba que tenía unapersona que se parecía mucho a él y que la hacía de su doble, ahora se cuenta que noha muerto. Que no murió ni con los más de cincuenta balazos que dicen que recibió,aquel 9 de octubre de 1991.70

Si no fuese porque en varios archivos periodísticos el Cochiloco aparece retratado conel exgobernador de Colima, Elías Zamora Verduzco, lo narrado parecería un simple ejercicioliterario.71

Un estilo de vida sienta sus reales

Una de las consecuencias sociales más importantes del narcotráfico ha sido la erecciónde un estilo de vida, por lo menos en algunas regiones de México. Robert DuPont, asesor sobredrogas de la Casa Blanca en tiempos de Gerald Ford, visitó Culiacán, poco después de que aquélasumiera la presidencia de Estados Unidos, en 1974. A su regreso, dijo que Culiacán era lo máscercano al Viejo Oeste que había visto.72

Otro observador, Richard Craig, visitó Culiacán en 1976. Luego, en un artículo, des-cribió así el escenario:

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No sólo es el estado clave de la industria mexicana de la heroína, sino un microcosmosclásico de lo bueno y malo del milagro mexicano. Por un lado, Sinaloa es el estado agríco-la líder nacional, el lugar de la agricultura de exportación más avanzado, un centrominero de importancia y la sede de dos hermosas, aunque muy diferentes ciudades,Mazatlán y Culiacán. Por el otro lado, es el centro de una pobreza apabullante, repeti-das confiscaciones de tierras, desafío abierto y armado a la autoridad, notoria corrup-ción, ley marcial y, hasta hace muy poco, el sitio de una de las mayores concentracionesde producción de heroína en el mundo.73

En un artículo de Excélsior del 4 de febrero de 1976, Alfonso G. Calderón, entoncesgobernador del estado, reconoció que el problema era “insoluble”, porque “los mafiosos no tie-nen ningún respeto”. Mencionó un área de 21,161 kilómetros cuadrados de la sierra de Sina-loa, donde por lo menos 20,000 de los 200,000 campesinos que ahí vivían se dedicaban a la pro-ducción de drogas, porque “quieren tener un buen par de pantalones, un buen sombrero y unabuena camisa [...] incluso trayendo al ejército completo a Culiacán, no sería suficiente”.

Tiempo después, el gobierno federal lanzó la Operación Cóndor. Obviamente, algu-nos de los campesinos a quienes el cultivo de drogas les dejaba diez veces más de ganancias quesus cultivos tradicionales, defendieron sus plantíos, lo que produjo verdaderas batallas campalesen la sierra. A este grupo se le sumaron otros que estaban descontentos por las arbitrariedadesque cometían los soldados y policías a su paso por los poblados. Con la Operación Cóndoraumentó el descontento social. Así lo comentó un diplomático estadunidense:

Mira, cuando esas unidades barren las zonas, segura o presuntamente, productoras dedrogas, a veces limpian de más. Las casas son saqueadas, los hombres golpeados, lasmujeres violadas y sus pertenencias confiscadas. Con esas tácticas, aunque raras, losmilitares no precisamente se hacen querer por los campesinos.74

Desde entonces, las denuncias por torturas y violaciones a los derechos humanos porparte de policías federales, o de saqueos y abusos de autoridad por parte del ejército, han sidofrecuentes.75 Una de las primeras consecuencias de las operaciones de los setenta fue el éxodomasivo de campesinos de la sierra hacia las zonas urbanas.76 Esto propició el caldo de cultivo pa-ra que los recién llegados a las ciudades se dedicaran a actividades relacionadas con el narcotrá-fico y para que surgieran las simientes de identidades locales vinculadas con el narcotráfico. Comobien dice Luis Astorga, por medio de los corridos empezó a crearse una mitología propia. Y laexaltación de la ilegalidad alcanzó dimensiones mitológicas. Prueba de ello es Jesús Malverde,el ladrón generoso asesinado por los rurales en 1909, a quien no sólo compusieron versos y can-ciones populares, sino que se le atribuyen milagros, al grado que ahora se ha convertido en unsanto apócrifo con adeptos en México, Colombia y Estados Unidos, que cuenta con santuariosen Culiacán, Badiraguato, Tijuana, Cali y Los Angeles. Esta mitología se ha acompañado deexpresiones lingüísticas propias que han sido recogidas en novelas como Un asesino solitario,de Elmer Mendoza, o los trabajos literarios de Juan José Rodríguez y Leónides Alfaro; el perio-dista Jesús Blancornelas habla de la existencia de una ética particular; y los trabajos de artistasplásticos como Óscar García, Fritzia Irízar, Lenin Márquez y Aurora Díaz, entre otros, exploranla recuperación de la estética del narcotráfico.

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La guerra contra las drogas (1981-1989)

La década de los años 1980 fue quizá uno de los periodos más infames de la políticaexterior estadunidense. Sus dobles raseros morales, las consecuencias no deseadas de la guerrafría, su actitud intervencionista, el apoyo a movimientos políticos y militares represores, y la tor-peza de su elección de enemigos externos para solucionar pugnas internas dan fe de la falta deracionalidad de esa gestión.

En el caso de los estupefacientes y su relación con México y otros países productores, los1980 vieron surgir la “guerra contra las drogas”. En el caso de México, el objetivo final era encon-trar en la corrupción y el auge del narcotráfico un enemigo externo que redituara votos dentrode Estados Unidos. Las estrategias para “presionar” se basaron en imponer prerrequisitos paracualquier negociación. Proporcionaron ayuda económica para las operaciones de combate alnarcotráfico, pero también idearon un proceso de “certificación” para condicionarla. Las “ayu-das” forzaban el alineamiento a las políticas económicas estadunidenses, ante la amenaza de reti-rar el apoyo a las maniobras de los jerarcas priístas. No es aventurado decir que, por lo menosdesde los 1980 la denuncia pública de los métodos fraudulentos del sistema político mexicanofue usada como método de negociación en temas como las políticas de combate a las drogas.

La reacción mexicana más llamativa fue la aparente limpieza y militarización de susaparatos judiciales, cuya expresión más clara se dio en 1985, cuando quedó desmantelado unode los brazos de control de la izquierda, la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Por su parte,los movimientos sociales también buscaron la democratización y el fin de la corrupción inhe-rente al sistema, lo cual propició cambios paulatinos dentro del régimen autoritario y una rede-finición del modelo económico.

En este proceso, el narcotráfico fue el punto de apoyo de los estadunidenses paraimponer determinadas políticas. Las cifras de intercepción y erradicación de drogas duranteeste periodo fueron “históricas” —o siempre mayores que el año anterior—; sin embargo, ladécada de los años 1980 fue un momento de gloria para las organizaciones criminales mexica-nas, pues tomaron control de la producción nacional.

Las políticas

A finales de los años 1970 y principios de los 1980, como afirma Sergio Aguayo, eltema de las drogas no fue importante en las relaciones México-Estados Unidos, por el temorestadunidense a que la ocasional simpatía mexicana por las causas izquierdistas se convirtieraen verdaderos compromisos. Sin embargo, este bajo perfil cambió en 1985, pues el secuestroy asesinato de Enrique Camarena, agente de la DEA, evidenció que el narcotráfico era un asun-to trascendental.

Estados Unidos denunció la corrupción de las autoridades mexicanas y usó todos susrecursos para influir en las políticas de combate a las drogas. Pero ¿acaso hasta ese momentoEstados Unidos se percató de la corrupción en México? No; desde principios de los años 1950,los informes de la CIA eran contundentes: “algunos de los poco escrupulosos jefes [de la Direc-ción Federal de Seguridad] han abusado del considerable poder que se les ha otorgado, por-que toleran, y de hecho realizan, actividades ilegales como el contrabando de narcóticos”.77 Es

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decir, la corrupción no era novedad, pero también hubo otras circunstancias que desemboca-ron en la crisis bilateral, en la segunda mitad de los años 1980.

Las drogas y el narcotráfico fueron uno de los principales temas de campaña de RonaldReagan. La misma Nancy Reagan declaró que su compromiso en la lucha contra el narcotráfi-co se fincaba en sus dificultades para “educar a dos hijos durante los años sesenta”.78 Pero, enun primer momento, la prioridad no fue la mariguana ni la heroína, sino la cocaína, cuyo con-sumo alcanzó un gran auge. Durante el verano de 1981, una portada del Time mostraba unacopa con polvo blanco: cocaína, “the all-American drug”. La revista aseguraba que ya no era un“pecaminoso secreto” que la cocaína fuera la droga favorita de las clases adineradas y un sím-bolo de estatus.79 Durante la campaña de 1982, Reagan, necesitado de más votos, anunció un“plan confiable y audaz” contra la importación de drogas.

Este plan estuvo acompañado de una reorganización intergubernamental y redefini-ción de prioridades.80 Sin embargo, el ataque al tráfico de cocaína del Caribe, a principios delos 1980, abrió las puertas de México como ruta alterna para introducir drogas desde Sudamé-rica. Ante esto, Estados Unidos consideró la necesidad de militarizar la lucha contra las drogas.La Ley de autorización de la defensa, de 1982, permitió a los militares estadunidenses cooperarcon autoridades civiles.81 Reagan cedió a las presiones del congreso para que la participacióndel ejército estadunidense aumentara dentro y fuera de Estados Unidos. Este hecho se limitó aciertos lineamientos, que Bruce Bagley resume así: “1. las fuerzas de Estados Unidos tenían queser invitadas por el gobierno anfitrión; 2. las fuerzas serían dirigidas y coordinadas por agenciasciviles de Estados Unidos; y 3. su papel quedaría limitado a funciones de apoyo”.82

Nada nuevo. Estados Unidos estableció la cooperación selectiva con el fin de extendersus políticas antidrogas, erigiendo a su vez un filtro para las estrategias de los otros países. Méxi-co impuso severas medidas contra las drogas, pero hizo señalamientos que le permitieron ciertomargen de negociación. Por un lado, definió el consumo de drogas como un problema exter-no, y así pudo criticar al gobierno de Estados Unidos por no poner el énfasis necesario en com-batir la demanda de drogas entre su población. Por otro lado, gracias a que mantuvo el discursotradicional de su política exterior (es decir, continuó reivindicando los valores nacionalistas, laindependencia económica y política de Estados Unidos y el mantenimiento de su jurisdicciónterritorial), México pudo justificar su combate a las drogas por razones internas. Mientras lavisión dominante en Estados Unidos era que el gobierno de México había fracasado para hacerefectivos los esfuerzos por controlar la oferta de drogas en el mercado estadunidense, en Méxi-co dominó la idea de que el aumento del narcotráfico se debía a la falta de interés de EstadosUnidos en controlar su demanda. 83

Autores como Ethan Nadelmann concluyeron que “el alcance monumental del tráficode drogas ilícitas estaba creado, en gran medida, por la demanda estadunidense y la ilegalidaddel mercado”.84 En efecto, el ataque a la oferta era inocuo ante los crecientes intereses “empre-sariales” de los narcotraficantes mexicanos y el mantenimiento de la demanda estadunidense.85

Otro aspecto que se debe tomar en cuenta es el de las crisis financieras por las que demanera periódica atravesaba México. Según Richard Craig, “el fenómeno de las drogas no siguelos modelos clásicos del desarrollo, especialmente en épocas de grave crisis económica”.86 Des-pués de 1982, el retraimiento de la inversión privada y el desplome de los ingresos petrolerosprovocaron graves crisis financieras en la economía mexicana. En esta situación, es lógico que

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ante la caída de los precios del petróleo, la fuga de capitales, el aumento del índice de preciosreales, el incremento del costo real del servicio de la deuda y el desplome generalizado del nivelde vida de los mexicanos, el gobierno de México tuviera dificultades para canalizar mayoresrecursos a las campañas de combate al narcotráfico. Las políticas adoptadas a partir de estasnegociaciones fueron las más coherentes en términos económicos, pues el hecho de declararque el problema debía combatirse desde la oferta y que México no tenía un problema grave deconsumo de drogas ilegales, a más de reafirmar la independencia frente a Estados Unidos, per-mitió a México establecer programas que no fuesen una carga presupuestal excesiva al gastogubernamental ya conflictivo en otros aspectos, aunque tuvieron alcances muy modestos.87

Ante ese escenario, los impresionantes ingresos del narcotráfico fueron a la alza. Sólopara dar una idea de su importancia, baste mencionar que en 1988 el PIB fue de 174 mil millo-nes de dólares, mientras que los ingresos derivados del narcotráfico fueron de 38 mil millonesde dólares, es decir, casi 20% de la economía legal. Esto ha llevado a que autores como Reutery Ronfeldt hayan asegurado que “la industria de drogas ilícitas en México era suficientementegrande en los últimos años del decenio de 1980 que el control de las drogas podría ser perci-bido como un asunto con importantes consecuencias económicas adversas”.88

Por otro lado, las inercias y malos manejos burocráticos alimentaron el conflicto diplo-mático. La coordinación entre México y Estados Unidos, que caracterizó la Operación Cóndor,terminó por deteriorarse. Del lado mexicano, las rivalidades y la corrupción de las agenciasencargadas de combatir las drogas provocaban que algunos plantíos quedaran sin rociar, o queotros fueran rociados hasta tres veces, y que, mientras un cuerpo policiaco consideraba priori-dad perseguir a tal o cual grupo de narcotraficantes, otros los defendieran.

Según una misión de estudio de la cámara de representantes estadunidense —que tra-bajó en México de agosto de 1984 a enero de 1985—, “las estadísticas de erradicación proveí-das por el gobierno mexicano no eran de fiar y, probablemente, estaban muy infladas”.89 Engeneral, las estadísticas sobre el tema no son confiables tanto por la ilegalidad del mercadocomo por los incentivos de las autoridades para inflarlas. Sin embargo, en este caso, evidencia-ban el descuido generalizado de las burocracias de ambos países y de la corrupción de muchosde sus funcionarios.

De 1981 a 1983,90 la campaña mexicana contra las drogas sufrió de “abandono, falta deorientación y escaso entusiasmo” de sus operadores, por ello enfrentó un desprestigio genera-lizado a finales de 1984.91 En noviembre de ese año fue descubierto el rancho El Búfalo, enChihuahua, donde se incautó la cosecha de casi mil hectáreas de mariguana.92 Este hecho des-cubrió las relaciones de las autoridades mexicanas con los cabecillas de la época, entre ellos,Rafael Caro Quintero.

Según fuentes estadunidenses, por lo menos diez horas antes autoridades mexicanasinformaron a los traficantes sobre el operativo. Esto provocó que no se aprehendiera a ningúnlíder importante. Incluso los estadunidenses testificaron que el operativo casi se canceló, por-que los camiones que transportaban el combustible para los doce helicópteros, proveídos porEstados Unidos, fueron enviados “por error” al lugar equivocado. Como resultado, sólo unoestuvo en condiciones de participar. Las denuncias de corrupción más consistentes señalabana la Dirección Federal de Seguridad; ocho agentes de esta institución fueron arrestados en eloperativo de Chihuahua.93

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El episodio escandalizó a los estadunidenses. La misión de estudios de la cámara de repre-sentantes señaló que México era uno de los mayores productores de mariguana y opiáceos, y unlugar privilegiado para el tránsito de cocaína. Según los estadunidenses, los traficantes mexica-nos, bajo el amparo de las autoridades, estaban organizados en “33 familias”, en áreas produc-toras tradicionales y Guadalajara. En el caso del tráfico de cocaína, sobre todo peruana, aun-que los líderes y operadores se concentraran en otros estados, buena parte de las labores detrasiego se hacían en la península de Yucatán, donde sólo en 1984 se descubrieron 49 pistasclandestinas de aterrizaje. Además, los estadunidenses veían poca voluntad del gobierno paraaprehender traficantes y, mucho menos, para extraditar a los 350 delincuentes requeridos porEstados Unidos.

El gobierno estadunidense esperaba que la actitud mexicana cambiara con la extradi-ción hacia México de Arturo Durazo, exjefe de la policía del Distrito Federal y amigo del expre-sidente López Portillo. Esta esperanza —que se concretó hasta el sexenio de Ernesto Zedillo—estaba fundada en la percepción de que, a pesar de la corrupción, la cooperación con Méxicohabía mejorado con Miguel de la Madrid, quizá por el temor de que, en medio de la crisis eco-nómica, los narcotraficantes adquirieran poder político ante el evidente debilitamiento delEstado.94

Los miembros de la misión estadunidense agregaron una detallada descripción de losmalos manejos burocráticos de ambos países. Del lado mexicano, encontraron que: 1. las agenciasgubernamentales encargadas de labores de combate a las drogas sufrían de una descoordina-ción tal que los agentes judiciales federales se liaban a balazos con los de la Dirección Federalde Seguridad; 2. a pesar de la ayuda estadunidense para establecer un programa de verificaciónsobre los resultados del uso de las 76 aeronaves para erradicar e interceptar drogas, el progra-ma carecía de resultados concretos; y 3. los pilotos y mecánicos mexicanos, entrenados por Esta-dos Unidos, dejaban sus trabajos por los bajos sueldos.95

Del lado estadunidense encontraron que: 1. la representación de la oficina antinarcó-ticos del Departamento de Estado en la embajada en México y el consulado no se coordinaban,y hasta rivalizaban con la representación de la DEA, lo que provocaba, por ejemplo, que nohubiera listas de los narcotraficantes a los que se debía negar una visa; 2. la embajada no hacíaesfuerzos para aclarar el lavado de dinero; 3. había sospecha de malos manejos en la adminis-tración de los 10 millones de dólares anuales (sumaban 115 millones en la última década), conque se había financiado la compra y el mantenimiento de las 76 aeronaves que Estados Unidosdio a México; 4. la injustificada compra de tres jets Lear, de los que sólo encontraron uno, cuyomantenimiento costaba 80,000 dólares anuales; 5. la falta de auditorías a la empresa E-Systems,que tenía el contrato de mantenimiento de las aeronaves; y 6. a pesar de que los 30 agentes dela DEA apostados en México eran el contingente más grande que Estados Unidos tenía en elexterior, su labor de persecución estaba limitada debido, por un lado, a las restricciones que laEnmienda Mandsfield imponía a la presencia de autoridades estadunidenses en el arresto denarcotraficantes y, por otro, a la suspensión, durante el gobierno de López Portillo, del pro-grama JANUS, que permitía la persecución de mexicanos, en territorio mexicano, que enfren-taran cargos de narcotráfico ante la justicia estadunidense, y la hipótesis de cortesía de que estapolítica pudiera ser aplicable a la inversa.96 En fin, el panorama desde la perspectiva estaduni-dense, por decirlo amablemente, no era alentador. A contrapelo de la intención de “interna-

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cionalizar” la lucha contra las drogas, los funcionarios de Estados Unidos mostraban síntomasde haberse infectado tanto o más que los mexicanos por el poder corruptor del narcotráfico yla inercia burocrática.

El 7 febrero de 1985, el agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, fue secuestrado alsalir del consulado estadunidense en Guadalajara. Un par de horas después, también secuestra-ron al piloto mexicano Alfredo Zavala Avelar en la carretera Guadalajara-Chapala. El 12 de febre-ro, el embajador John Gavin y Francis Mullen, titular de la DEA, revelaron que el operativo de ElBúfalo se había realizado con información proporcionada por esta agencia estadunidense. Ade-más, afirmaron que Guadalajara era el principal centro de operaciones del narcotráfico —enese entonces introducía 38% de la heroína consumida en Estados Unidos—, y ofrecieron unarecompensa a cambio de datos que permitieran localizar al agente. El asunto dio origen a la Ope-ración Intercepción II y luego a la Operación Leyenda. La DEA estaba en guerra.97

La PGR informó que México no era trampolín para el tráfico de drogas, pero que yahabía “descubierto” a siete líderes del narcotráfico: José Ramón Matta Ballesteros, de Hondu-ras, y los mexicanos Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero, Juan José Esparragoza,Jorge Favela Escobosa, Jaime Herrera y Juan Carlos Labastida. Según Armando Pavón Reyes,comisionado por la PGR para esclarecer el secuestro, los responsables fueron pistoleros de CaroQuintero, Félix Gallardo y Fonseca.

El 24 de febrero, Mullen declaró a los medios que la Dirección Federal de Seguridadprotegía a Caro Quintero y que la Policía Judicial Federal, al mando de Armando Pavón Reyes,había ayudado a su huida en el aeropuerto de Guadalajara. Es probable que estas declaracionesprovocaran su destitución de la DEA pocos días después.

Todavía se discutía la legalidad de la intervención extraterritorial de la DEA, cuando enmarzo los cadáveres de los secuestrados fueron encontrados, con muestras de tortura, en el ran-cho El Mareño, en Michoacán. La PGR afirmó que había recibido un anónimo en inglés, desdeLos Angeles, el cual ayudó a la localización. No obstante, el gobernador de Michoacán, Cuauh-témoc Cárdenas, se quejó del comportamiento de los judiciales: cien agentes al mando dePavón llegaron al rancho donde se encontraban los cadáveres y masacraron a cinco personasque vivían ahí.

Las denuncias de la DEA siguieron: el 14 de febrero de 1985 sus agentes localizaron enla ciudad de México a Matta Ballesteros, pero el titular de la Policía Judicial, Manuel IbarraHerrera, retrasó el operativo casi un día, por lo que el traficante pudo huir. La PGR se vio obli-gada a reconocer que trece de sus agentes y la Policía Judicial de Jalisco protegían a narcotra-ficantes. Al mismo tiempo, el hermano de Alfredo Zavala declaró a los medios que el piloto erainformante del consulado estadunidense de Guadalajara, y que la tortura y asesinato de lossecuestrados se relacionaban con el operativo de El Búfalo.

El 23 de marzo de 1985, la PGR retiró a Pavón del caso y puso en su lugar a FlorentinoVentura. Aunque el asunto nunca se aclaró del todo, la DEA, y más tarde la PGR, denunciaronque Pavón recibió un soborno millonario para dar credenciales de agente de la DFS a sicarios—firmadas por José Antonio Zorrilla Pérez, entonces titular de la dependencia— y dejar esca-par a Caro Quintero. En abril de 1985, Pavón fue apresado por estas acusaciones. Hubo otroscambios: Zorrilla fue sustituido por Pablo González Ruelas en la DFS, y Miguel Aldana Ibarrapor Florentino Ventura en INTERPOL México.98

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La intervención de Ventura fue exitosa. El 4 de abril de 1985, Caro Quintero fue apre-sado por la policía de Costa Rica, gracias a la información de la DEA. Estaba acompañado por SaraCosío, sobrina del entonces presidente del PRI en el Distrito Federal, Guillermo Cosío Vidaurri,exgobernador de Jalisco. El encargado de su traslado a México fue Florentino Ventura.

Al margen de esto, el gobierno estadunidense siguió explotando el caso para influir enla política mexicana de combate a las drogas. Por ejemplo, el asunto de las credenciales de la DFS,utilizadas por gatilleros de Caro Quintero, fue una filtración de la DEA al semanario Proceso. Yaunque Gobernación exoneró a Zorrilla, aceptó que su desempeño era ineficiente, y lo rempla-zó por Pablo González Ruelas; además encarceló a más de 9, remplazó a 19 de sus 31 delegadosestatales y destituyó a 427 de sus 2,200 agentes e incautó las credenciales de todos.99

Al poco tiempo, la DFS fue desmantelada y surgió la Dirección General de Investigacióny Seguridad Nacional, que buscaba hacer las funciones de policía política e inteligencia, fun-diendo las facultades de la DFS con las de la Dirección General de Investigaciones Políticas ySociales, que venía operando desde 1947.

Al inicio del sexenio de Carlos Salinas de Gortari se sabría que Zorrilla estaba involu-crado en hechos delictivos de cuantía mayor, como el asesinato del periodista Manuel Buendía,por el cual, en mayo de 1984,100 fue sentenciado a 40 años de prisión. Al final, estos cambiosdesembocaron en la creación del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) duran-te el gobierno de Salinas de Gortari.101

La purga en la PGR fue más discreta. A pesar de que Caro Quintero admitió haber sidoprotegido por Pavón y sus agentes, éstos no fueron aprehendidos ni juzgados, pero al final de1985 la PGR había expulsado entre 1,500 y 2,000 miembros de las fuerzas policiacas. Casi porcasualidad, luego del sismo del 19 de septiembre de 1985, se renovaron las presiones para limi-tar los procedimientos de las policías: los cuerpos de varios colombianos, con claros signos deabuso físico y tortura, fueron encontrados bajo los escombros de la Procuraduría de Justiciade la ciudad de México, concienciando al público mexicano sobre el extendido uso de la tor-tura en México. A raíz de este incidente, el senado de la República se vio obligado a aprobar laLey para prevenir y sancionar la tortura el 18 de diciembre de 1985. Poco después, el 26 dediciembre, la procuradora Victoria Adato de Ibarra renunció, en medio de acusaciones de ine-ficiencia, para ser sustituida por Renato Sales Gasque.102

A partir de 1985 el narcotráfico afectó todos los aspectos de la agenda bilateral conEstados Unidos, y así se reconocía en un informe de la embajada mexicana en Washington:

Si bien es obvio que [el asesinato de Camarena] se trató de un acto condenable, sor-prendió a esta misión la reacción desmesurada por parte de ciertos sectores del gobier-no norteamericano y de algunos medios de comunicación. Este hecho fue magnifica-do y utilizado por dichos sectores, algunos de ellos dominados por grupos de claratendencia conservadora y actitud inamistosa hacia México.103

Los diplomáticos mexicanos atribuyeron la “magnificación” del asunto al inicio delsegundo periodo presidencial de Reagan. Pero en el fondo pareciera que se trató de un asun-to menos circunstancial, dado que las fricciones y muestras de rechazo hacia México continua-ron con gran intensidad entre 1986 y 1988. Laurie Freeman y José Luis Sierra afirman que a

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partir de 1986 Estados Unidos reaccionó con una política antidrogas que tuvo un impacto per-manente en las acciones mexicanas. Esta estrategia incluyó la cooperación en el desmantela-miento de redes policiacas corruptas, promovió la formación de grupos especiales y propor-cionó entrenamiento y recursos para infraestructura; se buscó una mayor injerencia militar enlas operaciones antidrogas y se impuso un proceso de certificación anual para condicionar losapoyos económicos al gobierno de México, así como de todos los países productores y de trán-sito de drogas. Al final, estas medidas “fortalecieron el enfoque militarista, incentivaron prácti-cas abusivas, y causaron serias tensiones y conflictos entre los gobiernos de México y EstadosUnidos”.104

En esta época, la animadversión contra México se extendió entre muchos funcionariosestadunidenses. En un informe del Departamento de Estado, donde se revisaron los resultadosde la “internacionalización” de la lucha contra las drogas, se menciona a México como uno delos retos más importantes, debido a la corrupción generalizada y al aumento de productoresy narcotraficantes. Las cifras oficiales mexicanas sobre erradicación se califican de imprecisas yhasta falsas. Se reclama la ineficacia del gobierno mexicano ante el secuestro y asesinato deCamarena, lo que se explicaba por la ausencia de un estado de derecho sólido. Según el Depar-tamento de Estado, México seguía siendo el mayor proveedor de heroína, como lo indicaba elaumento de la pureza y la baja en los precios del fármaco. La oferta de mariguana y anfetami-nas mexicanas había aumentado. Con mayor frecuencia la cocaína consumida en Estados Uni-dos pasaba por México.

Los funcionarios estadunidenses no exageraron, incluso fueron imparciales al señalarque “a pesar de que los narcotraficantes mexicanos involucrados con el tráfico de cocaína tie-nen lazos o vínculos con los criminales colombianos, no hay evidencia de redes multinaciona-les operando en ambos países”. Hicieron énfasis en las reuniones bilaterales de los dos paísesen 1985, y propusieron que se aumentara el presupuesto destinado a apoyar el programa deerradicación, así como el monitoreo de plantíos susceptibles de erradicación y un plan de veri-ficación de resultados.105

Mientras los estadunidenses se empeñaban en la “internacionalización” del combate alas drogas, los políticos y diplomáticos mexicanos seguían con sus quejas habituales.106 Además,la profunda crisis financiera en que estaba inmerso el país lo hacía especialmente vulnerablefrente a Estados Unidos, cuyos políticos se esforzaban por aumentar su influencia mediante labúsqueda de chivos expiatorios externos.

En una entrevista del diario The San Diego Tribune a Paul D. Taylor, asesor de asuntosinteramericanos del Departamento de Estado, las preguntas giraron en torno a las fricciones conMéxico por el tema de narcotráfico, la inseguridad fronteriza y la crisis financiera mexicana.Aunque Taylor inició con comentarios optimistas que hacían hincapié en el entendimientoentre los procuradores de México y Estados Unidos, dejaba claro que los estadunidenses no esta-ban conformes con los resultados de las investigaciones del caso Camarena y que las ascenden-tes cifras sobre narcotráfico y producción de drogas en México les preocupaban. No es desper-dicio señalar que en la revisión de la agenda bilateral más amplia fue tajante en sus juicios. Enlo económico, envió el mensaje de que México debía dar algo a cambio del apoyo estaduni-dense para superar su crisis financiera liberando su mercado, y que —como si de un pago, ovelado chantaje al régimen autoritario se tratara— descartaba la posibilidad de que el descon-

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tento social por la crisis económica se saliera de control, porque México era estable, había “plu-ralismo” y “posibilidad de disentir”.

Éste era el tono de las discusiones sobre México, cuando el congreso estadunidenseempezó a vislumbrar la posibilidad de condicionar la “ayuda internacional” para el combate alas drogas, como una forma de arrebatar el tema que había usado el presidente Reagan y, segu-ramente, usaría en las elecciones de 1986. El 8 de abril de ese año, Reagan firmó la DecisiónDirectiva de Seguridad Nacional 221 (NSDD 221, por sus siglas en inglés). Con este documento,Reagan oficializó algo que ya era obvio: el tráfico de drogas era una prioridad de la política exte-rior. Para México, el significado político del documento era claro: las políticas de combate a lasdrogas pasarían por un mayor escrutinio por parte de Estados Unidos.108

Al tiempo que se militarizaba la estrategia de control fronterizo, los señalamientos ibande un lado a otro de la frontera. Así sucedió el 12 y 13 de mayo de 1986, luego de una audien-cia de los republicanos, liderada por Jesse Helms. A las recriminaciones de los legisladores esta-dunidenses siguió, el 14 de mayo, una carta de protesta del embajador Jorge Espinosa de losReyes. Pero ¿qué se dijo en esa audiencia que provocó una queja tan airada? La respuesta vinopoco después, cuando el 27 de junio los diarios estadunidenses publicaron que el senador repu-blicano decía tener informes de inteligencia que involucraban a Edmundo de la Madrid Ochoa,sobrino de Miguel de la Madrid, y a Florentino Ventura, director de la Policía Judicial, en el trá-fico de drogas.

El presidente De la Madrid declaró que él no podía actuar basado en rumores y que laley debía cumplirse al margen de cualquier relación familiar.109 En septiembre de ese mismoaño, Jacques Denisse Derive, exchofer del sobrino del presidente, declaró a la CBS que vio elportafolios de Edmundo repleto de cocaína, luego de que éste viajó a Sudamérica.110 Sin embar-go, a finales de septiembre, las autoridades mexicanas concluyeron que no había evidencia parasostener que el sobrino fuese culpable de delito alguno.111

Por su parte, Elliot Abrams, subsecretario del Departamento de Estado para AsuntosInternacionales, en un comunicado señaló que México no había cooperado en el combate a lasdrogas, y presentó al PRI como un monopolio de poder sostenido mediante el fraude. Tambiénen esos días David Westrate, encargado de la DEA, y William von Raab, encargado de la oficinade aduanas, aseguraron que Rodolfo Félix Valdez, entonces gobernador de Sonora, no sóloocultaba a Miguel Ángel Félix Gallardo, sino que era propietario de cuatro ranchos en los quese sembraba amapola. El gobernador de Sonora amenazó con entablar juicios por difamación,y el procurador García Ramírez pidió pruebas de lo dicho por los funcionarios estadunidenses.El embajador John Gavin respondió que temía represalias contra sus informantes. Al final, laCasa Blanca anunció que enviaría una disculpa formal al gobernador el 29 de mayo.112

En la XXVI Reunión Interparlamentaria México-Estados Unidos, del 30 de mayo al 2 dejunio de 1986, las recriminaciones y la tensión bilateral continuaron. Ante la posibilidad de unaruptura mayor, la Casa Blanca anunció que revisaría el trabajo de las diferentes oficinas que tra-taban asuntos mexicanos, con el fin de evitar acciones descoordinadas, y el 5 de junio Reagansustituyó al embajador Gavin por el empresario llantero Charles Pilliod. En la tercera audien-cia que organizó Helms en el senado, a finales de junio, invitó al exembajador Gavin, quiendecidió defender al gobernador de Sonora. Sin embargo, no dejó de puntualizar que MiguelÁngel Félix Gallardo sí era protegido del gobernador de Sinaloa, Antonio Toledo Corro, quien

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le proporcionaba “atenciones, confort y protección” al “amo y señor de las drogas en México”.Por supuesto el gobernador negó los cargos.113

En agosto hubo otro momento de tensión con el arresto del agente de la DEA, VíctorCortez, presuntamente por órdenes de Félix Gallardo, Caro Quintero y Matta Ballesteros. Cor-téz fue liberado y el asunto no pasó a mayores, si se pasa por alto el que, una vez más, la DEAactuaba por encima de las leyes mexicanas.114 Por esas fechas, Miguel de la Madrid programóun viaje a Estados Unidos con el objetivo de recomponer la relación. Durante la visita, en agos-to de 1986, el senador demócrata Dennis DeConcini le entregó una carta, donde señalaba —evi-denciando la imagen de “ineptitud y corrupción” del gobierno mexicano— que entraba grancantidad de heroína y cocaína desde México; que el gobernador de Sonora tenía dos “ranchos”usados para actividades criminales, custodiados por policías y soldados; que el gobierno mexi-cano no había actuado con dureza contra Caro Quintero y Félix Gallardo; que no había infor-mación suficiente sobre el proceso penal del recién deportado Arturo Durazo, y que el gober-nador de Sinaloa Toledo Corro tenía vínculos con el narcotráfico. El gobierno de México selimitó a contestar de manera protocolar, aunque firme.115

Poco pudo hacer De la Madrid para mejorar la relación. En septiembre, The San DiegoTribune publicó una nota en que se mencionaba a Juan Arévalo Gardoqui, secretario de laDefensa, como uno de los 45 funcionarios de alto nivel involucrados en el narcotráfico.116 Eltema tomó enorme relevancia entre el electorado estadunidense. Se estableció una competen-cia por demostrar quién tenía una postura más agresiva para enfrentar el asunto. De esta mane-ra se volvió necesaria una medida como el condicionamiento o “certificación” de la “ayuda”estadunidense.

En palabras de Rosario Barajas: “[...] el congreso obtuvo dos beneficios: por un lado,satisfizo las expectativas de sus electores, y por el otro, abrió un nuevo camino para influir en lapolítica exterior”.117 Un ejemplo ilustrativo de las implicaciones internas del tema es la decla-ración de Jack Blum, consejero especial del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso,durante el seminario “La conexión de los narcóticos y la ayuda al exterior: ¿Una medida efec-tiva en política exterior?”, organizado por el Comité de Control Internacional de Narcóticos delsenado. En esta ocasión Blum planteó lo siguiente:

Teníamos una elección en puerta [...] y mucha gente en ambos partidos y en la admi-nistración deseaba ser vista como muy estricta con el control de las drogas [...] era unacarrera para ver quién saldría con la legislación más rigurosa [...] cuando vino el tiem-po de concretar acciones [...] todo mundo dijo que bien sabíamos que había sido unritual, la danza previa a las elecciones y que no se suponía que se cumpliera con lo quese había escrito en la ley.118

La certificación se estableció mediante la aprobación de la Ley contra el abuso de dro-gas de 1986, la cual establecía que el primero de marzo de cada año el presidente debía propor-cionar una lista de países cuyas acciones de combate contra las drogas habían sido certificadas ono. El proceso implicaba las siguientes categorías: 1. países certificados, los que habían cumplidocon las expectativas de “cooperación” estadunidenses y los objetivos de la Convención de Nacio-nes Unidas contra el Tráfico Ilícito de Drogas Narcóticas y Sustancias Psicotrópicas de 1988, acor-

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dada en Viena; 2. países que eran certificados por motivos de seguridad nacional, es decir, que apesar de no cumplir con las expectativas, sus intereses estratégicos impedían cualquier sanción; y3. países no certificados, los que no cumplían con los estándares de Washington.119

Las sanciones contra los países no certificados eran la suspensión de hasta la mitad delpaquete de ayuda económica y militar, la eliminación de ayuda alimentaria, la reducción del trá-fico aéreo, la posibilidad de retirar los beneficios del Sistema Generalizado de Preferencias y laimposición de aranceles extras a las importaciones que provinieran de ese país. Además, un paíssin certificación no contaría con el voto de Estados Unidos en organismos financieros interna-cionales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamerica-no de Desarrollo, en caso de necesitar asistencia financiera.120

Aprobada la Ley, el primero en protestar fue el senado mexicano, por conducto delpresidente de la gran comisión, Antonio Riva Palacios;121 pero quizá la protesta más elocuentefue de la Secretaría de Relaciones Exteriores, a través de la embajada:

Esta embajada comunica al Departamento de Estado la formal protesta de su gobier-no por la inclusión de disposiciones dentro de la citada legislación, lesivas para Méxi-co, las que se fundan en la afirmación inexacta de que México no ha observado suscompromisos de cooperación en la lucha contra el narcotráfico. Resulta preocupanteque mientras México ha propiciado el diálogo bilateral con Estados Unidos de Améri-ca y multilateral con los países del área en la búsqueda de soluciones al problema inter-nacional del narcotráfico, en la ley de referencia se consignen amenazas [...] lo ante-rior está patentemente orientado a presionar a México, a fin de que solucione unproblema que tiene su origen en el creciente consumo interno de diversos estupefa-cientes en los Estados Unidos de América, tal como lo ha señalado el gobierno deMéxico.122

Al final, esta crisis obligó a que México reforzara sus programas antidrogas, lo cualgeneró un gradual aumento de presupuesto y militarización. A partir de 1985, el ejército empe-zó a usar más efectivos para la lucha contra el narcotráfico. A la Operación Canador, de carác-ter permanente, se agregaron operaciones que respondían al ciclo natural de siembra de ama-pola (enero-abril) y mariguana (septiembre-diciembre), y un grupo especial, denominado“Marte”, que operaba en Sinaloa, Chihuahua y Durango. El presupuesto de la PGR para com-bate al narcotráfico pasó de representar 40.1% en 1983 a 60.3% en 1987.123 Y a pesar de la cri-sis financiera, en 1987, la PGR recibió un aumento presupuestal de 75%, con lo cual engrosó suaparato burocrático, creando la Supervisión General de Servicios Técnicos y Criminalísticospara coordinar las acciones contra el narcotráfico, asimismo amplió su esfera de acción a lascostas y la frontera sur.124

Las acciones gubernamentales subieron de intensidad en el ámbito presupuestal, orga-nizativo, pero también jurídico y discursivo. En 1985 se aumentaron las penas por delitos con-tra la salud, y en 1987 se reguló la producción y comercialización de sustancias psicotrópicas enla Ley General de Salud. En 1987, Miguel de la Madrid declaró al narcotráfico un “problemade Estado”.125 También en 1987 la PGR empezó a hacer ediciones bilingües de sus boletines deprensa y folletos de resultados,126 e incluso en navidad informaba los logros de sus operativosdía a día.

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En noviembre de 1987, cuando se rumoraba la intención estadunidense de decertifi-car a México, la Secretaría de la Defensa organizó una quema pública de 4,352 kilos de cocaína,7.8 kilos de heroína, incautados por el ejército en Baja California, Sonora y Sinaloa. El discursooficial estuvo a cargo de Jorge Rico Schroeder, procurador general de Justicia Militar:

Cuando un país, a pesar de los problemas que afronta no se aparta de sus principios [...]cuando a pesar de los múltiples escollos que tiene que salvar sigue fiel a sus deberessociales y morales [...] y cuando para ello cuenta con su organización política y admi-nistrativa con instituciones firmes en su decisión de cumplir las misiones que tiene con-feridas y cuidadosas de su estricto ajuste a la constitución, a las leyes y a los compromi-sos internacionales [...] Este país que es México, merece el respeto del mundo entero.127

En contraste con esta retórica de legitimación, la Secretaría de Marina se limitaba adeclaraciones menos aparatosas y se circunscribía a datos duros. Sus boletines de prensa, comoel del 5 de diciembre de 1987, se limitaban a anunciar sus nuevos operativos y a ostentar losresultados de los anteriores.128

En 1988, la administración de Reagan decidió certificar a México, porque, a pesar deque la eficacia de sus operativos estaba en duda, había incrementado los recursos asignados alcombate al narcotráfico. El 14 de abril, el senado desaprobó, con 63 votos a favor y 27 en con-tra, la certificación otorgada por el ejecutivo estadunidense, pero la cámara de representantessalvó la situación certificando a México.129 Sin embargo, los meses previos fueron tortuosos. Lasegunda semana de enero, por ejemplo, los medios estadunidenses difundieron que JorgeCarranza, Manuel Álvarez Brunel y Pablo Girón, tres presuntos narcotraficantes detenidos enEstados Unidos, pertenecían a altos mandos del ejército y de la Policía Judicial Federal. La PGRlo desmintió, y declaró que los asuntos relacionados con el narcotráfico estaban siendo utiliza-dos como “instrumentos de sus manejos políticos [para] buscar votos que probablemente noobtendrían si no fuera a través de sus amarillistas ataques contra México y algunos mexicanos”.

A los ojos del gobierno mexicano, los ataques de Estados Unidos eran “arbitrarios, defi-nitivamente injustos y malintencionados, evidentemente malintencionados”.130 Y la reacciónno era para menos, porque, como dijo un funcionario que estuvo en las reuniones entre VonRaab y el secretario de Relaciones Exteriores, Bernardo Sepúlveda Amor, los funcionarios mexi-canos “sabían que la fortaleza del sistema político mexicano estaba en juego”.131

Al final del sexenio de De la Madrid cambió la naturaleza de las políticas de combateal narcotráfico. En 1987, agentes estadunidenses recabaron información sobre un traficanteque estaba creando un enclave productor casi impenetrable. Funcionarios de la CIA ofrecieronpreparar a unos 50 miembros del ejército, con el fin de que participaran en operaciones conestándares más altos que los de la policía mexicana. De hecho, no se informó a los grupos poli-ciacos de la existencia de este grupo de elite. Su primer operativo, en Sinaloa, terminó con unode los miembros del grupo especial, capturado por un policía que trabajaba para el traficanteatacado. El segundo operativo fue peor aún, el 11 de abril de 1988 llegaron en helicópteros aun rancho cerca de Caborca, Sonora, con la idea de apresar a los implicados. Así lo hicieron,pero mataron a cuatro personas en el camino. El ejército emitió un comunicado responsabili-zándose de los hechos, pero sin revelar la participación de la CIA. Después de un tercer opera-tivo fallido, el grupo fue desarticulado.132

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Del lado de la estrategia fue evidente la toma de conciencia entre los diferentes acto-res administrativos y políticos. Era necesario adelantarse a las demandas de Estados Unidos sise quería que el sistema político priísta conservara el apoyo estadunidense. Esto fue claro des-de mediados de los años 1980, pero aún más con la caída del bloque soviético. Al mismo tiem-po, se vio la necesidad de adecuar marcos jurídicos, administrativos, mediáticos y discursivospara llevar otros temas al primer plano de la relación bilateral.

Entre los cambios tecnológicos, estuvieron la sofisticación de los métodos de localiza-ción de los cultivos, el mejoramiento de la infraestructura y el entrenamiento del personal. Perolas cosas no podían quedarse ahí. En el último año del sexenio, 1988, se estableció un sistemade radares para controlar el tránsito de aeronaves en la frontera sur. La razón para hacerlo fuedoble: por un lado, se reduciría la crítica perenne de Washington, y, por el otro, el gobierno seadelantaba a la demanda estadunidense de entrar a territorio mexicano para perseguir a nar-cotraficantes.133

Con el cambio de gobierno las condiciones para continuar con la normalización de laagenda México-Estados Unidos estaban dadas. Carlos Salinas de Gortari llegó al poder al mis-mo tiempo que George Bush a la presidencia de Estados Unidos. Salinas sabía que el fraudeelectoral de 1988 lo obligaba a ganar legitimidad. Así, en los primeros años de su gobierno diogolpes espectaculares, como el de atrapar al mayor narcotraficante del sexenio anterior: MiguelÁngel Félix Gallardo, aprehendido en abril de 1989.

La complicidad oficial con los “casi empresarios”

Luis Astorga ha desarrollado la tesis de que, con la consolidación del régimen priísta, eltráfico de drogas pasó de ser un asunto que implicaba liderazgos y alianzas locales a un fenó-meno de alcance nacional. Aunque los operativos de los años 1970 hayan sido exitosos, propi-ciaron el aumento de poder y capacidad de organización de los traficantes. En este fenómenoconvergieron, por lo menos, dos procesos. En primer lugar, los cabecillas de las bandas, especial-mente de Sinaloa, tuvieron que migrar a otros estados. En palabras de Astorga:

la “acumulación primitiva” de los narcotraficantes mexicanos fue constituida mayor-mente con el tráfico de opio y después de mariguana. Este capital se reinvirtió en losaños setenta [...] con el propósito de entrar en la bonanza de la cocaína en coalicióncon los colombianos —al mismo tiempo fueron desplazando a los pioneros cubanos enel área.134

En efecto, luego de las “exitosas” operaciones de erradicación, intercepción y apre-hensión de narcotraficantes en los años 1970, muchos narcotraficantes huyeron de sus zonastradicionales de operación, para refugiarse en otras ciudades, como Guadalajara, justo cuandoempezaba el sexenio de Miguel de la Madrid. A partir de ahí, el narcotráfico se volvió una acti-vidad que implicaba operaciones nacionales e internacionales, con la protección de algunas ins-tancias de gobierno.

En segundo término, la guerra fría fue un campo propicio para que organismos delgobierno mexicano, que debían encargarse del control, estudio y represión del movimiento de

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izquierda, tuvieran una actuación laxa, cuando no criminal. Algunas instituciones, como laDirección Federal de Seguridad, degeneraron casi por completo para servir a los fines del con-trol del narcotráfico, y las denuncias de corrupción llegaron a las esferas más altas del poder.Desde Estados Unidos diversos actores políticos señalaban la presunta participación de altosmandos militares, secretarios de Estado, algunos gobernadores y la misma familia de los presi-dentes. Sin embargo, también hay otros personajes mencionados al margen, que evidenciabanel grado de descomposición de los cuerpos policiacos de aquellos años:

Arturo Durazo Moreno, jefe de la Federal de Seguridad en el gobierno de López Por-tillo, fue incriminado por la corte del condado de Dade, Miami, por “conspirar para importarcocaína a Estados Unidos”, según el expediente 76-43-Cr-JE-1, fechado el 29 de enero de1976.135 Tiempo después, López Portillo habló con el exembajador Joseph John Jova: “Dijo quesabía de las acusaciones contra Durazo en Estados Unidos. Pero me explicó que se trataba deun asunto interno mexicano y, que en todo caso, él conocía a Durazo, era un amigo fiel, y queestaba seguro de que iba a cambiar”.136

Francisco Sahagún Baca, jefe de la Dirección para la Prevención de la Delincuencia,durante el mismo periodo que Durazo, terminó su mandato siendo prófugo, luego de que segirara una orden de aprehensión en su contra por el asesinato de doce personas, en su mayo-ría colombianos, que aparecieron en el río Tula.137

Miguel Aldana, jefe de INTERPOL-México durante el gobierno de De la Madrid, dejóel cargo bajo sospecha de vínculos con el narcotráfico, cuando sus subordinados retiraron uncargamento de cocaína del aeropuerto de la ciudad de México, arguyendo que lo había pedi-do su jefe.138

Miguel Nazar Haro, director de la Federal de Seguridad en el periodo de López Porti-llo, y director de Inteligencia de la policía del Distrito Federal durante los primeros cuatromeses del gobierno de De la Madrid, fue enjuiciado primero en Estados Unidos por haber orga-nizado una red de tráfico de automóviles. Fue detenido en San Diego, pagó una fianza y huyóa México. Luego fue mencionado como cómplice en varios juicios contra narcotraficantes, ydenunciado por organizaciones sociales como uno de los más sanguinarios violadores de dere-chos humanos.139

Manuel Ibarra, director de la Policía Judicial Federal, fue acusado por la DEA de haberdejado escapar a Ramón Matta Ballesteros en la ciudad de México.

Florentino Ventura fue director de INTERPOL-México, después de Aldana. Su nombreapareció en el juicio contra Nazar Haro, en San Diego. Luego de la aprehensión de MattaBallesteros fue mencionado como uno de sus cómplices. Se suicidó después de matar a su espo-sa y a una comadre.140

José Trinidad Gutiérrez Sánchez, director de Policía Judicial del Distrito Federal, dejósu puesto cuando se encontraron los cuerpos de cuatro colombianos con signos de tortura, des-pués del sismo de 1985. También fue acusado de entorpecer la investigación sobre el asesinatode Manuel Buendía, y de torturar a Caro Quintero por haber hecho declaraciones a la prensaque lesionaban los intereses de Guillermo Cosío Vidaurri.141

Jesús Mizawa sustituyó a Gutiérrez Sánchez. Renunció luego de que sus agentes mata-ron a un policía judicial del Estado de México en el estacionamiento de la Procuraduría.142 La

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lista podría ser mucho, pero mucho más larga; incluir a miembros específicos del ejército, auto-ridades locales, políticos, empresarios, legisladores, y no sólo a policías.

Sin embargo, con este breve recuento queda claro que no se trataba de la simple pene-tración del crimen en el gobierno, sino de un intento articulado, que tuvo su primera expresióncon Arturo el Negro Durazo como jefe de policía del D.F., por manejar al crimen organizadocomo clientela, mediante un modelo llamado por los teóricos de centralización competitiva.Esto tuvo su expresión más clara en las formas de operación del grupo de Guadalajara, cuyosprincipales líderes, según los medios de comunicación y el gobierno, fueron: Rafael Caro Quin-tero, (a) el Rafa; Ernesto, (a) don Neto Fonseca; Manuel Salcido, (a) el Cochiloco; y MiguelÁngel Félix Gallardo. Más tarde nos enteraríamos de la importancia de otros tantos que adqui-rieron mayor poder luego de la aprehensión de estos cuatro, como el hondureño José RamónMatta Ballesteros o el sinaloense Juan José Esparragoza (a) el Azul.

Algunos emprendedores

Antes de esbozar una breve nota sobre los tres personajes más importantes del grupode Guadalajara, que no han sido tratados, es necesario hacer dos puntualizaciones. La primeraes que, durante los años 1980, la importancia de los extranjeros en el narcotráfico disminuyóen lo que a operaciones nacionales se refiere. Esto se refleja bien en el caso del narcotrafican-te estadunidense Michael Ludiwin Walters. Lo central sobre el papel de los extranjeros fue elcambio en la naturaleza de sus vínculos transnacionales con los operadores mexicanos, espe-cialmente desde Centro y Sudamérica. En segundo lugar, debe quedar claro que el grupo deGuadalajara no fue el único, como se ilustrará con el caso de Juan N., que puede ser tomadocomo el antecedente directo de lo que luego se conoció como el llamado “cártel del Golfo”.

Michael Ludiwin Walters143

Ludiwin era un contratista de la construcción que, luego de abandonar Estados Uni-dos, a los 42 años, llegó a México en 1984, para establecerse en Chihuahua. Rentó tierras paracriar ganado, antes de entrar en contacto con productores de mariguana de Durango y Chi-huahua. Posteriormente se casó con Rosario Guerrero Olivares. Después de algún tiempo, conlas ganancias del tráfico de mariguana, compró el rancho El 40, de 3,700 hectáreas, en el muni-cipio de Villa Ahumada, donde estableció su centro de operaciones. Contaba con una avione-ta, pista clandestina de terracería y 250 cabezas de ganado Brangus de alto registro.

La esposa de Ludiwin administraba los dineros del tráfico de mariguana, que llegaba alrancho por avión para ser transportada a Estados Unidos. Su cuñado, José Guerrero Olivares, par-ticipaba en la logística de transporte, por lo que de vez en cuando viajaba a Ojinaga. El capataz delrancho, Manuel Villarreal Meraz, se encargaba de la descarga de los aviones y de la seguridad.

El grupo de Ludiwin fue detenido por la Policía Judicial Federal en septiembre de1990. Los policías aseguraron 100 mil dólares, 350 millones de pesos, 66 armas largas, 34 pisto-las de alto calibre, 13,000 cartuchos, 8 kilos de pólvora, equipos de radiocomunicación, 150 car-gadores, 2 kilos de cocaína y una báscula. Según cálculos policiacos, este grupo logró introdu-

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cir 50 viajes de 300 kilos de mariguana en cinco años; unas 15 toneladas. No es desperdicioapuntar que en esa ciudad hizo sus primeras operaciones de tráfico de drogas Amado CarrilloFuentes, que después conoceríamos como “el Señor de los Cielos”, bajo el mando de FélixGallardo. Era precisamente Ojinaga el centro de operaciones del traficante Pablo Acosta, quientrabajaba de la mano con Félix Gallardo.

Juan N. Guerra o la simiente del llamado “cártel del Golfo”

Antes de sufrir una embolia que le paralizó el lado izquierdo del cuerpo, Juan Nepo-muceno Guerra controlaba el paso de drogas y autos robados en la frontera de Tamaulipas. “Soyun ciudadano que se ha dedicado a trabajar. Soy agricultor, ganadero, transportista [...] soy unhombre triunfador y cuando un hombre tiene éxito surgen enemigos gratuitos. Mi imagen estálimpia por completo y si no pregúntele a la gente que todo lo sabe”, le dijo a la reportera IrmaRosa Martínez, en 1987, en un restaurante de Piedras Negras, a los 72 años.144

Cuando se preguntaba a la gente o a las autoridades, la historia era muy diferente. JuanN. tenía un largo historial delictivo. Además del tráfico, se le atribuían varios asesinatos, entreellos el de su esposa. Según diversas fuentes, Juan N. empezó muy joven, traficando whisky enlos treinta, cuando en Estados Unidos imperaba la prohibición del alcohol. Para 1987, se cal-culaba que su fortuna era de alrededor de 5,000 millones de dólares y que era dueño de cercade 3,000 hectáreas de tierras. En esos años Juan N. no tenía ya el ímpetu que tuvo en los seten-ta, cuando se decía que no sólo participó en política,145 sino que intensificó sus actividades decontrabando, para luego dedicarse a la exportación de mariguana.

Entre 1984 y 1987, uno de sus sobrinos, Jesús Roberto Guerra, fue presidente munici-pal de Matamoros. Pero quien aprendió a operar el “negocio” fue su sobrino Juan García Ábre-go.146 En 1990, durante el sexenio salinista, hubo una reconfiguración del poder: García Ábregoera el titular de lo que luego conocimos como el cártel del Golfo.147 Juan N. murió el 11 de juniode 2001, en Matamoros, sin haber pisado la cárcel, debido, entre otras cosas, a su deterioradasalud. Tenía 82 años.

El Rafa y don Neto

Ernesto Fonseca Carrillo (a) don Neto, tío de Amado, Vicente y Rodolfo Carrillo Fuen-tes, que luego conocimos como capos del cártel de Juárez, era desde aquellos años un traficanteveterano. Existen referencias de su actividad en este negocio desde 1955.148 Se sabe que detodos los narcotraficantes que empezaron actividades antes del periodo aquí tratado, “sólo elsinaloense originario de Santiago de los Caballeros, Badiraguato, Ernesto Fonseca, permanecíade manera visible en el negocio hasta su captura en 1985”.149

Rafael Caro Quintero era más joven. Provenía de la misma región que don Neto, don-de el apellido Caro había estado involucrado con el narcotráfico, al menos desde la generaciónanterior. Quizá por eso más de una vez presumió que aprendió a usar pistola a los 12 años. Sinembargo, tomó preeminencia en los medios por operar bajo el lema de “plomo o plata”. Laprensa de la época refiere que Caro decía a los policías: “Nos arreglamos ahorita o nos mata-mos aquí mismo”, agregando que el arreglo implicaba sobornos de alrededor de 45,000 dóla-

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res.150 La publicidad de estos hechos hizo surgir la idea de que las organizaciones criminalesestaban penetrando todas las estructuras policiacas y políticas. Como si esas instituciones hubie-ran funcionado con criterios de eficacia y honestidad antes de que las “corrompieran”.

Caro fue aprehendido el 4 de abril de 1985, en Costa Rica, en compañía de Sara Cosío.A raíz de esto se supo que era dueño de 36 casas en Guadalajara y otras propiedades en Zaca-tecas, Sinaloa y Sonora; dueño o accionista de más de 300 empresas, con una fortuna estimadaen 100,000 millones de pesos. Tres años después de ser aprehendido, dio algunas entrevistas, enlas que declaró que tuvo una buena relación no sólo con el padre de Sara Cosío, quien fue can-didato a la gubernatura de Jalisco, sino también con uno de sus tíos, que entonces era secreta-rio de gobierno del Departamento del Distrito Federal. Poco después denunció que había sidotorturado por Florentino Ventura por su indiscreción. El 12 de diciembre de 1989, Caro Quin-tero fue sentenciado a 92 años de cárcel.151

Con todo, la información de los medios no fue precisa. Unos lo ubicaron como el ter-cero en la línea de jerarquía, con Félix Gallardo en segundo y don Neto a la cabeza. Sin embar-go, otros lo señalaron como el líder de una banda a la que pertenecían “su hermano menor Car-los, Ernesto Fonseca Carrillo, Miguel Ángel Félix Gallardo, su sobrino Gil Caro Rodríguez, loshermanos Manuel y Sergio Salcido Uzeta y el hondureño Juan Matta Ballesteros”.152

Al poco tiempo, aprehendieron a Ernesto Fonseca en una casa de Puerto Vallarta queera propiedad de Candelario Ramos, director de Seguridad Pública de Ameca, Jalisco.153 DonNeto acusó a Caro de perpetrar el asesinato de Enrique Camarena. Por supuesto que Caro leregresó la misma acusación.154 Quizá porque fue más discreto que Caro Quintero en sus decla-raciones, los medios de comunicación y los funcionarios, tanto mexicanos como estaduniden-ses, comentaron menos su caso.155

El Azul

Personaje sumamente hábil que participó en la organización de Félix Gallardo, moti-vo por el que fue a la cárcel; pero luego de ser liberado nadie se ocupó de él, y así, desde la som-bra, fue articulando una organización que no hizo demasiado ruido, hasta abril de 2004, cuan-do se le vinculó con el gobernador de Morelos. Por aquella época, Miguel Ángel GranadosChapa escribió: “El Azul Esparragoza si no es el jefe de todos los jefes del narcotráfico mexica-no, sí parece el más dotado entre ellos para establecer arreglos y delimitar territorios”.156

El Azul nació el 3 de febrero de 1949 en el pueblo de Chuicopa, Sinaloa. En los años1970 perteneció a la DFS. Ahí adquirió las habilidades y contactos para incorporarse al grupode Guadalajara, aunque por poco tiempo, porque en 1986 fue aprehendido por estar relacio-nado con el asesinato de Camarena. Estuvo preso en el Reclusorio Sur de la ciudad de México,de marzo de 1986 hasta 1992; después fue trasladado a Almoloya de Juárez, donde terminó sucondena de siete años. Se dice que en la cárcel gozó de toda clase de privilegios, lujos, y hastapermiso para salir a arreglar asuntos de vez en cuando. De tal suerte que pudo ser una especiede concilieri, luego de la aprehensión de Félix Gallardo, y hacerse presente en una supuesta reu-nión en Acapulco, en la que hubo el intento de organizar al grupo en varios territorios.157

En 1994, el Azul vivía en Cuernavaca, quizá siguiendo el ejemplo de Amado CarrilloFuentes —de quien fue compadre al apadrinar a su hijo Juan Manuel—, el cual se estableció allí

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alrededor de 1990. Según Granados Chapa, “no tardó en ser pública la presencia en la capital deMorelos de esos jefes del narcotráfico”, debido al número de guardaespaldas que los acompa-ñaban, incluso en su casa, por cierto cercana a la del entonces gobernador, Jorge Carrillo Olea,

y porque aquéllos y éste confiaban en las mismas personas. Carrillo Fuentes hacía cons-tar sus adquisiciones inmobiliarias en la notaría a cargo de Hugo Salgado Castañeda, aquien Carrillo Olea hizo secretario de Gobierno en las postrimerías del suyo [...] Comosuelen hacer, también los miembros de este novedoso cártel de Morelos organizabanfiestas rumbosas. Se tienen datos, y aun filmaciones, de la que Esparragoza ofreció conmotivo de su vigésimo quinto aniversario de bodas, en diciembre de 1996. El jolgorioterminó a la mañana siguiente de su inicio, sin que nadie de los muchos asistentes quetenían cuentas con la justicia experimentara el menor temor de ser detenido o siquie-ra molestado, pues el magno acontecimiento contaba con la protección de agentes dela policía judicial del estado, entonces dirigida por Jesús Miyazawa.158

Prescindiendo de estos hechos, este exmiembro del grupo de Guadalajara parece nohaber cometido ningún error insalvable. Esto hace del Azul un integrante atípico de la organi-zación de Félix Gallardo, puesto que, a diferencia de Ernesto Fonseca y del estridente CaroQuintero, logró navegar a lo largo de varios sexenios sin problemas.

Miguel Ángel Félix Gallardo

El papel de México como un punto de tránsito de cocaína se consolida en los años1980, debido al aumento de las intercepciones en las rutas del Caribe. Esto propició que se bus-caran nuevas rutas al noroeste de México,159 donde las operaciones fueron controladas por losnarcotraficantes sinaloenses.

Miguel Ángel Félix Gallardo, nacido en 1946, formó una de las organizaciones másgrandes en la historia de México, gracias a la ayuda de funcionarios gubernamentales.160 Supoder decayó luego del asesinato de Enrique Camarena. Se inició en el negocio con el trafican-te de heroína Eduardo, Lalo Fernández, mientras fungía como guardaespaldas del gobernadorde Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968).161 De hecho, Sánchez Celis fue su padrino deboda. En 1975 Miguel Ángel Félix Gallardo se asoció con Juan Ramón Matta Ballesteros, quientrabajó con el cubano-americano Alberto Sicilia Falcón.

Originario de Culiacán, Sinaloa, comenzó su carrera delictiva desde 1971, fecha en quese giró la primera orden de aprehensión en su contra por delitos contra la salud. En esa oca-sión no lo detuvieron. Tampoco pasó nada con las siguientes 15 órdenes giradas en su contra.A finales de los años 1970s y principio de los 1980, ya se le asociaba con Rafael Caro Quintero,Ernesto Fonseca Carrillo (a), don Neto, Manuel Salcido Uzeta, (a) el Cochiloco, José Contre-ras Subías, y el hondureño Matta Ballesteros. En 1977, ante el endurecimiento de las accionesde combate al tráfico de drogas en Sinaloa, Félix Gallardo decidió trasladarse a Guadalajara,durante el gobierno de Flavio Romero de Velasco (1977-1983), quien hasta 2007 fue su com-pañero en el penal de Almoloya de Juárez.

En 1977 fue acusado de ser el dueño de un cargamento de 100 kilos de cocaína y 10 deheroína interceptado en Tijuana, en una aeronave de su propiedad. Se libró una orden de apre-

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hensión en su contra, misma que no fue cumplida. En 1981 Félix Gallardo se presentó ante eljuez tercero del distrito de Baja California, Ángel Morales, para rendir declaración. Fue absuel-to de los cargos en menos de 24 horas.162

Desde 1980, Félix Gallardo aparecía en la lista de accionistas de Banca Somex. En 1984la DEA filtró información sobre las transferencias millonarias de Félix Gallardo en BancaSomex: mandaba dinero de Guadalajara a San Diego, y de ahí a Alto Huallaga, Perú, para pagarla cocaína. En 1985 dos cuentas —una de Félix Gallardo y otra de su lugarteniente, Tomás VallesCorral— fueron congeladas en El Paso y Laredo, Texas, porque presuntamente se usaban paraoperaciones de lavado de dinero. Ambas cuentas sumaban cerca de ocho millones de dólares,en el First National City Bank y el Saving and Loan. Estaban a nombre de Mardoqueo Alfaro,subdirector de crédito de Banca Somex, en Chihuahua, hasta 1981.163

Para evitar ser aprehendido, se refugió en una finca del exgobernador de Sinaloa, Anto-nio Toledo Corro. Cuando este político fue cuestionado sobre su relación con el traficante, con-testó que no estaba consciente de que existieran órdenes de aprehensión en su contra.164 Elperiodista Terrence Poppa señala que Félix Gallardo envió a Amado Carrillo Fuentes, acredi-tado como judicial federal, a Ojinaga para supervisar el paso de cocaína a Estados Unidos, quehacía en sociedad con el colombiano Pablo Acosta.165

El 8 de abril de 1989, Javier Coello Trejo, subprocurador para la lucha contra el nar-cotráfico, y el comandante de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni —aquien se relacionó en la segunda mitad de los noventa con el luego llamado cártel de Juárez,liderado por Carrillo Fuentes— encabezaron el operativo ordenado por el presidente CarlosSalinas de Gortari, para capturar a Félix Gallardo. No hubo una sola bala de por medio,166 qui-zá porque la familia del traficante estaba en el lugar. Al día siguiente la PGR emitió el siguienteboletín:

La Procuraduría General de la República, a través de la Policía Judicial Federal, logróen un operativo relámpago realizado ayer por la tarde en Guadalajara, Jal., la capturadel narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, considerado el traficante de drogasnúmero uno a nivel internacional. Félix Gallardo fue detenido como resultado de unainvestigación iniciada hace tres meses por judiciales federales, en la casa ubicada en lacalle Cosmos 2718, colonia Jardines del Bosque de la ciudad de Guadalajara [...] Conla captura de este peligroso delincuente, buscado durante los últimos nueve años, sereafirma la voluntad política del Presidente de la República, licenciado Carlos Salinasde Gortari de combatir hasta sus últimas consecuencias este cáncer social y de que laPGR trabaje intensamente en esta guerra por el bienestar de los mexicanos.

En una entrevista el subprocurador Javier Coello Trejo afirmó:

Es un hombre inteligente, no te puedes imaginar cuánta inteligencia natural tiene.Estudió hasta el tercero de secundaria, pero en 20 años dedicados al narcotráfico se lasarregló para controlar sobre todas las bandas de narcos. Es una persona seca, no es mal-hablado, no es grosero, habla muy directo, y es una persona muy extraña, porque esmuy católico, incluso, por medio de otras personas ha donado dinero a la iglesia [...]Lo único que pidió fue que lo matáramos para morir con dignidad, y que respetáramos

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a su familia, que entendiéramos que los niños no tenían la culpa de los errores de suspadres.

Justo después de pedir su muerte, Félix Gallardo intentó sobornar a los policías. Pidióun día para juntar cinco millones de dólares.167 Poca cosa si se toma en cuenta que, casi al mis-mo tiempo, se sabría que sólo Enrique Gregorio Corza Marín, encargado de combate al narco-tráfico en Sinaloa, según la declaración de Félix Gallardo, recibió 55 millones de pesos al mespor mantenerlo al tanto de los operativos. Junto a Corza Marín, quien trabajó para el procura-dor general de la República, Enrique Álvarez del Castillo, cayeron otros cinco elementos poli-ciacos, entre ellos Arturo Moreno Espinosa, jefe de la Policía Judicial de Sinaloa.168 Luego, ensus declaraciones, Félix Gallardo reveló que destinaba, por lo menos, 300 millones de pesosmensuales para sobornar autoridades.169

En un operativo casi simultáneo el ejército detuvo y desarmó a 600 policías en Sinaloa,acusados de colaborar con el narcotraficante durante el gobierno de Francisco LabastidaOchoa. Los soldados de la IX Zona Militar, bajo el mando del general Jesús Gutiérrez Rebollo,también detuvieron al director de Seguridad Pública Robespierre Lizárraga Coronel y al jefe dela Policía Judicial municipal Arturo Moreno, quienes fueron trasladados a la ciudad de México.Según Gutiérrez Rebollo, las acciones del ejército se realizaron por solicitud de la PGR.170

El gobierno estadunidense reaccionó favorablemente ante la aprehensión. El 11 deabril Margaret Tutwiller, vocera del Departamento de Estado, declaró que el arresto era “unacontecimiento extremadamente importante” y que demostraba la determinación del gobier-no mexicano para “actuar resueltamente contra los traficantes de drogas”.

La DEA, a contrapelo de la tonelada y media estimada por la PGR, dijo que Félix Gallar-do introducía alrededor de 4 toneladas de cocaína mensuales al mercado estadunidense, esdecir, entre 50 y 70% de la droga en circulación; y calculó que su fortuna ascendía a 500 millo-nes de dólares. Para la DEA, Félix Gallardo era uno de los cuatro narcotraficantes más buscados.Su beneplácito no podía ser mayor.171 Incluso las primeras planas de los cinco periódicos másimportantes de Estados Unidos consignaron la noticia.172 Sin embargo, este arresto no implicóun cambio realmente sustantivo. Según Astorga, resurgieron los líderes del “viejo oligopolio”de narcotraficantes sinaloenses, que llegaron a controlar las rutas de tránsito de la cocaína y lamayor parte de las regiones productoras del país,173 a excepción del noreste, que era controla-do por Juan N. Guerra, su sobrino Juan García Ábrego y los hermanos Muñoz Talavera.

Este arresto y las crecientes medidas punitivas de Estados Unidos y México influyeronpara la fragmentación de las organizaciones criminales y el encumbramiento de algunos nar-cotraficantes que, hasta entonces, desempeñaban un papel secundario. Así, al inicio de los años1990, tomaron forma los llamados “cárteles” de las drogas y se consolidaron ciertas caracterís-ticas culturales de algunas comunidades que habían participado en actividades relacionadascon el tráfico de drogas: no se mejoró su situación de exclusión política y económica, y aumen-tó su tendencia a establecer relaciones de corrupción y destrucción de los instrumentos delEstado y su exaltación de la ilegalidad, es decir, en algunas regiones se fortalecieron los valores,las relaciones sociales y las alianzas que las hacían menos adversas al riesgo de enfrentar al Esta-do para llevar sus productos al consumidor final.

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Las consecuencias: a veces silencioso el desastre social

Los momentos de tensión con Estados Unidos, relacionados con el tema de las drogas,tuvieron diversas consecuencias sociales en México: el desarrollo de la producción de drogas entodo el país, usando al campesinado pobre como la fuente principal de mano de obra; el aumentode la farmacodependencia, fenómeno reconocido con mucha reticencia en el ámbito oficial; yla generalización de la violencia, sobre todo en las zonas de tráfico y producción de drogas,como Tamaulipas, Sinaloa o Jalisco.

Luego del operativo del rancho El Búfalo, en un arranque retórico durante una visitaa Chihuahua, el 26 de noviembre de 1984 el presidente De la Madrid ordenó que todas las pro-piedades que se usaran para la siembra de drogas se entregaran a campesinos y ejidatarios.Entre los detenidos hubo cientos de campesinos, procedentes de Oaxaca, Guerrero, Michoacán,Sinaloa, Durango, Nayarit, Zacatecas y Aguascalientes. El hecho revelaba un lugar común: lapobreza obligaba a dedicarse a actividades más rentables, aunque fueran ilegales.

En defensa de los campesinos se unieron muchas voces que los señalaban como vícti-mas del sistema político. Ante esto, el entonces secretario de la Reforma Agraria, Luis MartínezVillicaña, declaró: “Los campesinos no son víctimas [...] Ellos sabían a lo que venían. Por eso nopodemos más que lamentar que esto haya ocurrido [...] vinieron por el atractivo del dinero”. Ynegó que el desempleo los hubiera expulsado de sus lugares de origen. Es decir, según este pun-to de vista, la exclusión no lleva a la ilegalidad; se trata de una opción personal.174

Subterfugios retóricos aparte, en ese momento era evidente el papel del campesinadopobre en la producción de drogas. Por ejemplo, en febrero de 1985, en el ejido El Bedal, muni-cipio de Navolato, Sinaloa, fueron localizadas 62 hectáreas de sembradíos de mariguana. Sesupo entonces que los campesinos rentaban sus terrenos, a cambio de casi un millón de pesosde aquellos años. Según el general Carlos Rosas, comandante de la IX Zona Militar, a pesar deque en el “Triángulo de Oro” este fenómeno fuera más frecuente, en realidad era algo que ocu-rría en todo el país.175 Entonces los campesinos no sólo servían de mano de obra, como en ElBúfalo, sino que, además, la renta de sus terrenos representaba una opción de ingresos másredituable que los cultivos tradicionales.

En aquella visita de De la Madrid a Chihuahua, el secretario de la Defensa, Juan Aré-valo Gardoqui, hizo una declaración por demás reveladora de la situación real del combate alnarcotráfico:

El vicio está apoderado del mundo. Desgraciadamente, ni el ejército ni la Procuradu-ría General de la República pueden detenerlo. Y no nos enfrentamos a ellos, porqueesa gente siempre está oculta y, desgraciadamente, sólo aprehendemos a mujeresembarazadas, a niños hambrientos y a uno que otro ejidatario engañado para venir atrabajar como burro [...] nunca hemos tenido la oportunidad de encontrar a las cabe-zas del narcotráfico.176

Un par de meses después de esta declaración, el periodista Jesús M. Lozano, luego deentrevistar a Arévalo, reconstruyó así la situación del campesinado:

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El año pasado fue un buen año de lluvias, y esto favoreció la labor de los narcotrafi-cantes, que entregaron grandes cantidades de semillas a los campesinos, quienes fue-ron objeto de un engaño generalizado; se les aseguró que sembraban otros productos.A los cuatro meses los narcotraficantes les compraban a los campesinos la cosecha demariguana, en algunos casos a razón de cien pesos el kilogramo. En cambio, cuandose les captura a estos campesinos se les aplica todo el rigor de la ley y hasta su parcelapueden perder.177

En el ámbito académico ha habido diversas discusiones sobre el grado de coacción yengaño que sufren los campesinos. Luis Astorga tomó registro del caso de Sinaloa, durante elgobierno de Antonio Toledo Corro:

Para las cosechas en la sierra se reclutaban a jóvenes de colonias populares de Culia-cán como la 6 de enero, Libertad y Rosales y de rancherías aledañas a la capital o cami-no a la sierra. Por allí pasaban camiones de redilas anunciando con magnavoces lasofertas de empleo para “la pizca de manzana”. En los valles agrícolas de la entidadganaban 660 pesos diarios, a los jóvenes pizcadores de drogas se les ofrecía de cuatro acinco mil pesos diarios. El éxodo fue tal, que varios poblados quedaron habitados sólopor mujeres, niños y ancianos. Los agricultores de los valles tuvieron que contratar jor-naleros en otros estados del país.178

Al margen de estas consideraciones, es claro que en el decenio de los años 1980 se empe-zó a discutir un asunto que en algunas regiones del país inició, por lo menos, desde hacía cuatrodecenios: los campesinos serranos se habían involucrado de varias maneras en el tráfico de dro-gas. Aunque puedan existir casos de coacción y engaño, los testimonios a los que he podido acce-der, sobre todo en la zona rural y serrana de Sinaloa, me hacen inclinar más a posturas como laque aquí recojo del secretario de la Reforma Agraria en el gobierno de Miguel de la Madrid: loscampesinos sabían en qué se metían. Sin embargo, lejos de compartir su cinismo, estoy conven-cido de que es necesario combatir las razones estructurales que llevan a los campesinos a realizarsu codicia o cubrir sus necesidades por medios ilegales. Es totalmente irracional y hasta peligrosoempeñarse en desmantelar la economía tradicional campesina en lugar de buscar el aumento desu productividad. En este sentido, es evidente que la falta de programas de modernización y sus-titución de cultivos es una apuesta que nunca se ha hecho con seriedad en México.179

En la década de los años 1980 se generalizaron los “encostalados” y los “ajustes de cuentas”.Antes de este periodo había violencia, pero no era tan frecuente ni tan brutal, quizá por la exis-tencia de acuerdos mejor definidos entre los traficantes y las autoridades. Con la injerencia delgobierno estadunidense dejaron de respetarse los acuerdos entre traficantes y autoridadesmexicanas, y el uso de la violencia se convirtió en un mecanismo de negociación interna de losgrupos delictivos y una forma de enfrentar al gobierno.

El 26 de febrero de 1985 el secretario de la Defensa, Juan Arévalo Gardoqui, declaróque durante los primeros tres años del sexenio de De la Madrid murieron 315 soldados en elcombate al narcotráfico.180 De 1985 a octubre de 1987, murieron 26 agentes de la PGR.181 El pri-

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mero de noviembre de 1985, un grupo de narcotraficantes asesinó a 17 policías, 5 de ellos fede-rales, con una saña desmedida: les arrancaron la lengua y les sacaron los ojos, en un paraje cer-cano al puerto de Veracruz. Sin mencionar los asesinatos de agentes extranjeros.182

De 1978 a 1988 murieron 50 personas en Nuevo Laredo, en ajusticiamientos relacio-nados con las drogas. Poca cosa, si se confronta con lo sucedido durante los primeros ocho mesesde 1988 en Matamoros, donde murieron 30 personas, al parecer por ajustes de cuentas entrefacciones del grupo de Juan N. Guerra. El caso más estridente ocurrió en la clínica Raya, el 17de mayo de 1984: un comando armado con metralletas fue disparando en cada pabellón en bus-ca de un miembro de la organización de Juan N., llamado el Chacho Espinoza. Mataron a seispersonas e hirieron a muchas otras, pero no lograron su cometido.183

En Sinaloa el asesinato de la defensora de los derechos humanos, Norma Corona, enmayo de 1990, quizá sea una de las imágenes más ilustrativas del clima de violencia solapado,cuando no creado, desde el gobierno del estado.184 Pero fue en la primera mitad de los ochen-ta cuando la violencia llegó a la intensidad que marcaría el futuro del estado. Por otra parte, lapostura del gobernador Antonio Toledo Corro (1981-1986) eludía cualquier responsabilidad ycasi evidenciaba su conformidad con el fenómeno: “El narcotráfico es una herencia de otrasgeneraciones. No es un problema que haya nacido ayer y tampoco se va a resolver mañana”.

La presunta protección de Toledo Corro a ciertos narcotraficantes hizo frecuentes losasesinatos, a plena luz del día, en Mazatlán y Culiacán. Así cayeron, por ejemplo, el jefe delDepartamento de Investigaciones de la Procuraduría de Justicia de Sinaloa y exdirector de Segu-ridad Pública de Culiacán, Jaime Cota Félix, en 1983, y el director de esa dependencia, CeferinoOjeda, el 15 de octubre de 1984.185

En diciembre de 1984 hubo 11 asesinatos en Guadalajara, lo cual permitió que el gober-nador de Jalisco declarara que “diciembre ha sido un mes blanco”, y que ante las críticas de algu-nos medios replicara que “son refritos mal acomodados”. Pero su tozudo optimismo no resistía losdatos duros: en 1982 hubo 2,435 muertes violentas en Jalisco; en 1983 hubo 2,355; y en 1984 lacifra se acercaba a las 2,500. En este último año la situación en la zona metropolitana era grave:295 homicidios; 151 con armas de fuego, 66 con arma blanca, 56 a golpes y 22 por otros medios.186

Con el tiempo este tipo de reportes han sido cada vez más frecuentes en los medios,especialmente en los periodos en que las autoridades decidían atacar a tal o cual organización,o cuando los intereses en juego desbordaban los acuerdos internos de las organizaciones cri-minales y las relaciones con el gobierno local o federal.

El consumo de drogas

Quizá desde los años 1970 empezó a preocupar la posibilidad de que la drogadiccióncobrara impulso en México. Se pensaba que los jóvenes mexicanos adoptarían el consumo dedrogas imitando a los adolescentes estadunidenses. En el fondo, los funcionarios mexicanoscompartían el principio conservador implícito en el discurso de la Casa Blanca y el Departa-mento de Estado. Lo importante era la defensa de la institución familiar. Así, por ejemplo,durante la instalación de un Consejo Ciudadano del Programa de Atención a la DelincuenciaAsociada a la Farmacodependencia de la Delegación Tlalpan, en la ciudad de México, en 1985su titular, Gilberto Nieves Jenkin, dijo:

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La sociedad mexicana se ve amenazada diariamente en su núcleo familiar por el aumen-to en el uso de sustancias psicotrópicas, y por desgracia sus principales consumidores sonla esperanza de México [...] la autoridad, así posea la mejor voluntad para erradicar y com-batir a los mercaderes de vicio, no logrará el éxito deseado si no cuenta con la ayuda y par-ticipación interesada de los sectores y, fundamentalmente, de los padres de familia.187

El reconocimiento de la existencia de consumo de drogas en México no era frecuenteen aquellos años. Pero la expresión aislada de la preocupación, así fuera por la defensa de lafamilia, es un indicador de que el problema estaba presente.

En el reporte de los resultados de la estrategia internacional de control de drogas de1986, el Departamento de Estado abordó así la situación mexicana:

A pesar del papel de México como un país de tránsito de cocaína y productor de heroí-na, no tienen un gran mercado para ninguna de esas drogas. Es difícil calcular qué tanextendido es el abuso [de] las drogas en México, en cifras generales o clases sociales,pero la mayoría de los expertos coinciden en que el problema nacional de drogas estáya en sus etapas tempranas con la mariguana y el resistol como las sustancias usadasmás comúnmente.188

En los años 1970 y 1980, la fuente más confiable para dar una idea sobre la magnituddel consumo de drogas fueron las encuestas que el Instituto Mexicano de Psiquiatría y la Secre-taría de Educación Pública (SEP) levantaron entre estudiantes de nivel medio superior, sobretodo en la ciudad de México y el área metropolitana.189 En aquellos años, al ya difícil escenariode nacer pobre, se agregaba cierta propensión social a algunas sustancias. Sin embargo, para1980 cambió el perfil de los usuarios, pues el consumo había alcanzado las clases altas.

En 1981, los Centros de Integración Juvenil (CIJ) hicieron un estudio entre los estu-diantes de enseñanza media, media superior y universitaria en las escuelas de las áreas deinfluencia de cada centro, tanto en la ciudad de México como en los estados. El porcentajegeneral de consumo oscilaba entre 9.4% alrededor de un centro ubicado en Nogales, a 22% enla zona de influencia de un centro de Tijuana, y había una desviación preocupante en cuantoal consumo de cocaína entre los estudiantes de Guadalajara.

El resto de las encuestas realizadas en los ochenta, según la SEP y el Instituto Nacionalde Psiquiatría, mostró que el consumo de drogas entre estudiantes había “aumentado en cuan-to a su magnitud y a su extensión”, con variaciones regionales. Sin embargo, en una encuesta de1991-1992 hecha por estas instituciones, el porcentaje de estudiantes que habían consumidodrogas, al menos una vez, era de 8.23%, y no el 12.3% calculado en los ochenta. Obviamente lavariación se debió a la metodología aplicada. Sin entrar en detalles, la encuesta de 1991-1992sobrerrepresenta a los estudiantes más jóvenes, es decir a los que estaban por llegar a la edadpromedio de iniciación en el consumo de drogas. Al margen de esto, es importante subrayarque la estrategia de negociación con Estados Unidos, que implicaba negar que México fuera unconsumidor importante, justificó la desatención a los programas de tratamiento de adiccionesen un país donde, como es posible ver con claridad en la tabla 1, a principios de los noventatenía una población de estudiantes varones mayores de 18 años, en la que 20.18% eran consu-midores ocasionales, 7.51% moderados y 4.62 % altos.

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Las drogas y el libre mercado (1988-2000)

La falta de legitimidad, derivada del fraude electoral de 1988, obligó a que Carlos Sali-nas se adueñara de la Presidencia desde la Presidencia misma,190 mediante golpes espectacula-res de legitimidad. Pero en el tema del narcotráfico algunos analistas señalan que

durante el gobierno de Salinas se decide pugnar como nunca por un entendimientorelativamente estable con Estados Unidos. El sustento de dicho entendimiento sería,desde entonces, la profundización del viraje económico a favor de la privatización y dela apertura comercial y, de manera sobresaliente, la negociación de un Tratado de Li-bre Comercio para América del Norte (TLCAN) [...] el debate sobre narcotráfico y otrascuestiones fue opacado por la prioridad otorgada por ambos gobiernos al Tratado ensí mismo.191

Al respecto, en 1998, un reporte especial de The New York Times puso en evidencia lahipocresía y política de oídos sordos que llevó a cabo el gobierno estadunidense alrededor del

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Tabla I. Consumidores de drogas altos, moderados y ocasionales entre estudiantes de educación media y media superior, por sexo y por edad, 1991-1992

PROPORCIÓN DE USARON DROGAS USARON DROGAS USARON DROGASSEXO/EDAD LA MUESTRA (%) ALGUNA VEZ (%) EN EL ÚLTIMO AÑO (%) EN EL ÚLTIMO MES (%)

HombresMenor de 14 21.16 6.84 3.60 2.2014 10.21 9.50 4.58 2.5215 7.85 9.74 5.12 2.8716 5.42 13.05 6.66 3.8517 3.56 14.75 7.65 3.7818 1.60 16.45 8.48 3.94Mayor de 18 1.44 20.18 7.55 4.62Subtotal 51.8 9.68 4.89 2.77

MujeresMenor de 14 21.41 4.85 2.80 1.7514 9.34 7.28 4.21 2.3915 6.47 8.00 4.53 2.8316 4.81 8.65 5.12 2.6317 2.76 8.99 4.75 2.3818 1.03 10.87 5.04 2.36Mayor de 18 0.94 9.98 5.34 3.27Subtotal 47.1 6.65 3.78 2.19

Total 100.00 8.23 4.35 2.49

Fuente: Encuesta nacional sobre el uso de drogas entre la comunidad escolar, México, Secretaría de Educación Pública-InstitutoNacional de Psiquiatría, 1993, “cuadros de resultados”.

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tema de las drogas durante el salinato. El mismo reporte señaló que esta política de ceguerafrente al tema indica que el interés de Estados Unidos por no afectar su relación con México semantuvo después del préstamo de 12,500 millones de dólares para paliar los efectos de la crisisde 1995.192

El expresidente Salinas no estuvo de acuerdo y, en un libro que publicó al final delsexenio de Ernesto Zedillo, escribió:

A partir de 1995 no faltó quien afirmara que durante mi presidencia el gobierno nor-teamericano había reunido información sobre supuestas actividades ilícitas de mi fami-lia pero que no las había hecho públicas para lograr la ratificación del TLC. Sin embar-go, varios de los reportes citados arriba se publicaron después de la ratificación delTratado. Además, durante la presidencia de George Bush (1989-1993) tampoco apa-recieron en los Estados Unidos publicaciones gubernamentales que señalaran a migobierno en ese sentido. Algunos insinuaron que las críticas se habían “escondido”para no afectar la relación bilateral.193

En efecto, terminada su gestión abundaron las filtraciones y se hizo evidente la cam-paña contra su administración, aunque hubo casos en que los ataques no carecieron de funda-mento.194 De cualquier modo, siempre será más conveniente confrontar las aseveraciones de lospolíticos, en general, y del presidente Salinas, en particular, con los hechos.195

Los dos primeros años del sexenio, el objetivo de Salinas fue dar contenido al concep-to “seguridad nacional”, término que se empezó a usar desde los últimos meses del gobierno deDe la Madrid. Esto marcó un viraje en el que México se acomodó a los enfoques estaduniden-ses alrededor del tema de las drogas,196 y más tarde, desde 1990 a la entrada en vigor del TLC, laprioridad del gobierno salinista fue evitar que la buena disposición del ejecutivo estaduniden-se se viera obstaculizada por la actitud beligerante de la DEA y otras instancias, incluso civiles.

En lo que a las organizaciones criminales se refiere, Salinas supo que debía mandar unaseñal que aligerara el tema del narcotráfico, frente a la entonces irascible administración esta-dunidense. Con ese propósito organizó un operativo espectacular para aprehender a MiguelÁngel Félix Gallardo, el gran capo cuyo éxito se fincó en su capacidad para manejar la conexióncolombiana de la cocaína y, después, desde la cárcel, en su tino para repartir territorios entre suslugartenientes.197 Esta aprehensión tuvo el efecto no deseado de consolidar la “cartelización” delnarcotráfico. Pero, desde el punto de vista de las prioridades del gobierno, fue un éxito.

El combate a las drogas durante el periodo neoliberal

Cuando Salinas asumió el poder, se ciñó a los lineamientos de las políticas estaduniden-ses que abordaban el tema, una postura que Miguel de la Madrid había iniciado en los últimosmeses de su mandato. Años después Salinas escribiría: “el combate al narcotráfico se convirtióen una prioridad nacional pues amenazaba la seguridad del país. Mi administración actuó concerteza de que esa lucha era fundamental para garantizar el futuro del país”.198

Esta retórica mejoró la imagen del gobierno e impulsó una relación enfocada al logrode un acuerdo de liberación comercial, atenuando las recriminaciones que habían caracteriza-do la década anterior. Estados Unidos pospuso el tema en su lista de prioridades para proteger

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los intereses económicos involucrados en la liberación comercial. Y, al parecer, la estrategiamexicana de tratar cada tema por separado, para evitar que la discusión de un asunto conta-minara toda la agenda bilateral, surtió efecto en el corto plazo. Sin embargo, esto no implicóque el narcotráfico dejara de ser fuente de conflicto y fricciones.199

Al inicio de los noventa, el gobierno mexicano asumió que el combate al narcotráficoera imprescindible “por salud de los mexicanos, por seguridad nacional y por cooperacióninternacional”.200 Con la llegada de Salinas, el nombramiento de Enrique Álvarez del Castillocomo titular de la PGR, fue criticado en Estados Unidos, porque había sido gobernador de Jalis-co cuando fue asesinado Enrique Camarena.201 Junto con Álvarez, fue nombrado Javier CoelloTrejo como titular de la recién creada Subprocuraduría General de Investigación y Lucha con-tra el Narcotráfico. Los recursos humanos y económicos de la PGR para el combate al narcotrá-fico crecieron de manera importante. De 1988 a 1989, el presupuesto de la PGR para el combateal narcotráfico subió de 44,613 millones a 122,600 millones de pesos, lo que implicó un aumen-to de 174%. En 1989 el dinero destinado al combate a las drogas representaba más de 61% delpresupuesto de la PGR. En 1990 el presupuesto antinarcóticos de la PGR fue de 150,173 millo-nes de pesos, lo que representaba 54% de su presupuesto total.202 En la Policía Judicial Federalse creó la División Antinarcóticos, y en la Secretaría de Gobernación, el Centro de Investigacióny Seguridad Nacional.

Junto con los operativos se promovieron diversas reformas legales. Desde el 14 dediciembre de 1988, Salinas promovió el aumento de penas para los delitos relacionados con elnarcotráfico; reducción del plazo para dictar sentencia; agravación de penas por posesión dearmas de uso exclusivo del ejército sin permiso, o por el tráfico de las mismas, y penas de hastanueve años de prisión a quienes realizaran operaciones con dinero de procedencia ilícita.203

En el mismo sentido, los medios se encargaron de hacer pública la corrupción en loscírculos más altos del poder. El 9 de agosto de 1989 Rubén Zuno Arce, cuñado del expresiden-te Echeverría, fue aprehendido en San Antonio, Texas, para que testificara en un juzgado deLos Angeles, porque, presuntamente, tenía información importante sobre el caso Camarena.Astorga repasa así el hecho:

Estuvo encarcelado dos meses sin cargo en su contra. Después de haber declarado quedesconocía a Caro, Fonseca y Félix Gallardo, fue acusado de perjurio, pero fue absuel-to de ese cargo. La casa donde se dijo que Camarena y Zavala habían sido torturados yasesinados había sido vendida por Zuno un mes antes de los secuestros a una personacercana a Caro. El propio Zuno había viajado voluntariamente a Estados Unidos en1986 para entrevistarse con agentes de la DEA y explicarles la historia de esa casa. Alparecer, en ese entonces, la agencia estadunidense no mostró ninguna inconformidad.Años después, testigos pagados por la DEA, reclutados entre los pistoleros y guardaes-paldas de Fonseca y socios de Caro, señalaron a Zuno a los titulares de Gobernación,Manuel Bartlett; de la PGR, Enrique Álvarez del Castillo, y de la Defensa, Juan ArévaloGardoqui, como los autores intelectuales del crimen. El 21 de diciembre de 1992, unjurado lo declaró culpable y, posteriormente, fue sentenciado a cadena perpetua.204

Con el tiempo, el mismo presidente Salinas denunció la existencia de testigos com-prados por la DEA. En sus memorias narra cómo las autoridades estadunidenses declararon cul-

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pable a Zuno y cómo después un juez, al detectar irregularidades en el juicio, ordenó que sereiniciara. Zuno fue a Estados Unidos para aclarar los cargos, pero, en palabras de Salinas, parasu sorpresa, se enfrentó con un proceso judicial basado en el testimonio de testigos de baja con-fiabilidad.

Uno de esos testigos de cargo, René López Romero, resultó ser otro criminal. En Méxi-co se le había perseguido como corresponsable en la muerte de cuatro Testigos deJehová ocurrida en Guadalajara durante los años ochenta. Además López Romerohabía aceptado su participación en el secuestro y la tortura de Camarena. La DEA logrósu dispensa por los asesinatos de los Testigos de Jehová; por si eso fuera poco, de mane-ra increíble le consiguió inmunidad por su participación en el asesinato de Camarenay le entregó varias decenas de miles de dólares. Su testimonio fue utilizado de maneraeficaz contra Zuno.205

Según Salinas, además de López Romero, otro “cómplice de traficantes”, Jorge Godoy,declaró en el juicio contra Zuno. Godoy no había mencionado a Zuno en su declaración inicial,pero después lo acusó directamente. Esta modificación se adjetivó de “asombrosa”. De acuerdocon Salinas, cuando se volvió a juzgar a Zuno, el gobierno mexicano estuvo consciente de quemuchos de los testimonios se “compraron” y fueron proporcionados por policías mexicanos,entre ellos el excomandante González Calderoni. “Una de las prácticas más corruptas entre ele-mentos de las policías mexicanas parecía confirmarse: al convertirse en colaboradores de agen-tes extranjeros, facilitaban testigos a modo, y ganaban la protección de las autoridades de otrospaíses.”206

Sin considerar la práctica —normal en el ámbito legal estadunidense— de incentivar acriminales menores para que denuncien a otros mayores, en opinión de la familia de Zuno, Sali-nas no hizo gran cosa. Ruth Zuno Moreno, hija de Rubén, contó que luego de la aprehensiónde su padre fue a Los Pinos, para buscar la ayuda del entonces presidente Salinas. Le entregóuna carta que nunca contestó. En su opinión, Rubén Zuno fue un chivo expiatorio de Salinas,para mostrarle a los estadunidenses que se estaba haciendo algo contra la corrupción derivadadel narcotráfico. A su vez, fue un ajuste de cuentas político de Salinas contra Echeverría:

No creo que sea una confabulación en contra de mi papá... o sea lo que nosotros pen-samos [la familia de Zuno] y por pláticas con mi papá, cuando fueron las eleccionespara Presidente en el 88 se decía que mi tío Luis apoyaba a Cárdenas y todo mundosabe —yo no sé si es cierto o no es cierto, pero se habla mucho de eso—, entonces yosiento, como hija de Rubén Zuno y por lo que he oído y por lo que he vivido, yo sien-to que fue ponerle un hasta aquí a Echeverría y decirle “¿sabes qué?, no te metas connosotros, estate en tu lugar quietecito porque te puede pasar algo por el estilo, a ti o acualquiera de tus hijos”.207

Por otra parte, las acciones para “limpiar” la imagen de las corporaciones policiacasmexicanas no redujeron las embestidas mediáticas y procedimentales de Estados Unidos. El 12de junio de 1989, José Antonio Zorrilla, exdirector de la Federal de Seguridad, fue arrestado,acusado de asesinar al periodista Manuel Buendía. En octubre Roberto Soto, exprocurador

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estatal de Sonora durante el gobierno de Félix Valdés, fue arrestado en Hermosillo y traslada-do a Ciudad Juárez, acusado de siembra, cultivo y posesión de mariguana. Pero en septiembrede 1989, el subprocurador William Barr redactó un documento en que señalaba que el poderejecutivo estadunidense tenía derecho de ordenar la aprehensión de fugitivos en el exterior.Esto fue una premonición de los problemas que esperaban a México.

A pesar de las violaciones a derechos humanos por parte de los cuerpos policiacos, afinales de 1989 se alardeaba de la sentencia contra Caro Quintero y Ernesto Fonseca. Pero noera suficiente, el libro de Elaine Shanon, Desperados, publicado en 1988, sirvió de guión a laminiserie “Drug Wars: The Camarena Story”, transmitida por la NBC en 1990, donde no sólo seacusaba a la policía mexicana de corrupta, sino que se mencionaba a Arévalo Gardoqui, al pro-curador Álvarez del Castillo, al secretario de Educación, Manuel Bartlett y al expresidente Dela Madrid como protectores de narcotraficantes.

El embajador mexicano en Washington dijo que la serie se basaba en especulaciones einexactitudes. Incluso Miguel Aldana Ibarra declaró que, en 1976, Enrique Camarena habíasido aprehendido con droga en Mexicali, y que quizá ni siquiera hubiera sido asesinado. Perolos desesperados intentos de descargo no sirvieron.

El 30 de enero de 1990, la fiscalía federal de Los Angeles formalizó cargos contra: Alda-na Ibarra, exdirector de INTERPOL-México; José Antonio Zorrilla Pérez, extitular de la Federalde Seguridad; Manuel Ibarra Herrera, exjefe de la Policía Judicial Federal; Antonio VázquezOchoa, exjudicial; y Humberto Álvarez Machain,208 exmédico de la Federal de Seguridad enJalisco y médico de los hijos de Caro Quintero. En total, se acusó a 22 mexicanos por activida-des relacionadas con el tráfico de drogas y delitos relacionados con el caso Camarena. Ademásse contaba con elementos para proceder contra el exsecretario de la Defensa, Juan Arévalo Gar-doqui.209 Zorrilla, como vimos, ya había sido arrestado en la ciudad de México por la presuntaautoría intelectual en el asesinato de Manuel Buendía, no así los otros.210

El 2 de abril de 1990, Álvarez Machain fue secuestrado en Guadalajara y entregado a laDEA, presuntamente para cobrar los 100,000 dólares de recompensa ofrecidos por su captura.211

Lo sacaron de su consultorio por la fuerza y lo trasladaron a El Paso, Texas, en un avión particu-lar. La DEA lo acusaba de estar involucrado en el caso Camarena.212 El incidente fue tomado en loscírculos del presidente Salinas como un golpe bajo “que estuvo a punto de descarrilar la nego-ciación del TLC”, que había iniciado en secreto y que sólo fue conocida por una filtración de lasautoridades estadunidenses a The Wall Street Journal, el 26 de marzo de 1990.213

El 18 de abril, Relaciones Exteriores mandó una nota diplomática al Departamento deEstado, en la que señalaba que

de comprobarse la participación ilegal de autoridades norteamericanas en estoshechos [el secuestro de Álvarez Machain] se pone en riesgo la cooperación binacionalen la lucha contra el narcotráfico, pues como es de su conocimiento, correspondeexclusivamente a las autoridades mexicanas la responsabilidad del combate al narco-tráfico y a las organizaciones criminales dentro del territorio de México.214

Ese mismo mes, seis mexicanos fueron arrestados por su presunta responsabilidad enel secuestro; tres de ellos habían trabajado en la Policía Judicial de Jalisco, y todos reconocie-

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ron haber recibido recompensas por parte de la DEA para participar en la detención. Ni las reu-niones de Salinas con representantes del gobierno estadunidense, ni las negociaciones del pro-curador con su homólogo, ni las protestas diplomáticas sirvieron para que las autoridades esta-dunidenses cambiaran de parecer.

En mayo de 1990, la Presidencia estaba consciente de que la DEA tenía la intención deno amilanarse y, más aún, amenazaba con publicar informes que pretendían involucrar a algu-nos funcionarios de la administración del presidente Miguel de la Madrid en el narcotráfico.La DEA estaba preparada para atacar y provocar “un escándalo mayúsculo”. Por otra parte, elpresidente Salinas tenía la intención de concretar un encuentro con George Bush el 10 dejunio, para anunciar el inicio de las negociaciones formales del TLC.

En medio de las amenazas de “escándalo”, Salinas escribió en sus notas personales: “Sila DEA decide publicar sus supuestos hallazgos, veo prácticamente imposible hacer el anunciosobre el arranque de las negociaciones [del Tratado de Libre Comercio]”.215 A pesar de ello, elgobierno mexicano solicitó la extradición de dos agentes de la DEA involucrados en el operati-vo de captura de Álvarez Machain: Héctor Berréllez y Antonio Gárate. Después de una reunióncon Dick Thornburgh, procurador general de Estados Unidos, el procurador mexicano expli-có el punto de vista estadunidense: “más que un legítimo derecho de las autoridades mexicanaspor reclamar a estos señores como responsables intelectuales del secuestro, piensan que es unaactitud para obstaculizar el juicio en Los Angeles, en donde se ha puesto en duda la moralidade integridad de algunos funcionarios mexicanos”.216

Dados los desencuentros descritos, no es de extrañar que el juicio se haya desarrolladoen medio de escándalos. Una vez más, un testigo contra Álvarez Machain señaló como posiblesautores intelectuales a los personajes mencionados en el juicio contra Zuno: Bartlett, Álvarezdel Castillo y Arévalo Gardoqui. Finalmente, el 14 de diciembre de 1992, un juez federal liberóa Álvarez Machain por falta de pruebas; regresó a México el 15 de diciembre. No obstante, enMéxico la PGR había señalado su responsabilidad en el lavado de dinero de Caro Quintero.Entrevistado en marzo de 1993, en Almoloya, Caro Quintero aceptó que Álvarez Machain fuepropietario de entre 50 y 80 hectáreas del rancho El Búfalo.217

Luego de este episodio, tardamos muchos años en percatarnos de que el verdadero ene-migo de la administración salinista era la DEA y el poder judicial estadunidense. Una serie de ar-tículos de Los Angeles Times, por ejemplo, dio a conocer a Héctor Cervantes, un testigo que acep-tó que agentes de la DEA le pagaron e instruyeron para declarar ante la corte. Cervantes habíarecibido la promesa de que recibiría 200,000 dólares, la residencia y un permiso para trabajar enEstados Unidos.218 El 28 de noviembre de 1997, Excélsior refirió el testimonio de Cervantes:

En varias otras sesiones me reuní con [los agentes de la DEA] Medrano y Berréllez paraensayar mi testimonio. Fue en estas sesiones que ellos me prepararon para atestiguaracerca de otras reuniones entre Zuno y los traficantes que en realidad nunca se habí-an llevado a cabo [...] Ellos querían que atestiguara de otras reuniones donde yosupuestamente había visto a Bartlett en persona. Esta vez, me puse de acuerdo conellos para inculpar falsamente a Bartlett y atestiguar que lo había visto con Barba, Zunoy Gardoqui.219

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Esto descubre algunos de los procedimientos de la DEA; sin embargo, no es evidenciade descargo para los inculpados. Sin duda, estos métodos judiciales pueden escandalizar, peromás de un funcionario estadunidense señaló que antes de disminuir ese tipo de presión sobreMéxico “se debe considerar que en ese país la intervención de líneas es ilegal, las leyes conspi-rativas no existen, la policía no puede usar informantes confidenciales, no existe un programade testigos protegidos, y el lavado de dinero no es un crimen”.220 Lo anterior fue expresado en1996 por el director de la DEA, Thomas Constantine, en una audiencia ante el senado.

Los funcionarios del gobierno de Salinas sabían que la falta de herramientas jurídicasy unidades de inteligencia tenía dos aristas peligrosas para el proceso de negociación del TLC.Por un lado, era muestra de debilidad del sistema judicial y de justicia; por el otro, una mayorasignación de atribuciones policiacas podría venir acompañada de un sinnúmero de denunciasde violaciones a los derechos humanos. Y ya fuera por esto, o por ceder a las presiones de lasONG, partidos y la sociedad civil, el 6 de junio de 1990 se creó la Comisión Nacional de Dere-chos Humanos (CNDH), institución que, desde entonces, ha servido como instrumento retóri-co para dar la impresión de que el gobierno está fiscalizado por un órgano autónomo,221 auncuando persistan informes de pueblos arrasados por el ejército, torturas a los presos, robo acampesinos, violaciones de mujeres en operativos, etcétera.

El año de 1993 trajo consigo muchos cambios en el área del combate al narcotráfico.Ese año el procurador Jorge Carpizo promovió una orden de aprehensión contra el coman-dante de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, a quien las autoridades esta-dunidenses “lo tenían en la lista negra del narcotráfico” por más de un motivo.222

El 14 de mayo de 1993, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo murió en una balacera ocu-rrida en el aeropuerto internacional de Guadalajara. Según la versión oficial, los sucesos fueron

resultado de un enfrentamiento entre la banda de narcotraficantes comandada porJoaquín Guzmán Loera (el Chapo Guzmán) y Héctor Luis Palma Salazar (el Güero Pal-ma), en contra de la banda encabezada por los hermanos Arellano Félix [...] Las inves-tigaciones llevadas a cabo por la PGR han aportado información suficiente para con-cluir que el atentado tuvo su origen en la lucha de los narcotraficantes por asumir elcontrol del cultivo y la exportación de mariguana, así como de otras drogas “duras”como la cocaína y la heroína. Las rencillas personales existentes entre los miembros delas bandas, también fueron un ingrediente importante.223

Sin embargo, hubo otras versiones que señalaron que el cardenal poseía copias dedocumentos sustraídos de la oficina del secretario de Salinas, Justo Ceja Martínez, que presun-tamente demostraban la relación de la familia presidencial con los cárteles de las drogas.224 Elsuceso no sólo dio elementos para entender la organización de los narcotraficantes y constatarla crudeza de sus procedimientos, sino que propició la discusión del papel de la Iglesia católicacomo receptora de recursos provenientes del narcotráfico. Con relación a esto, Jorge Carpizo,entonces titular de la PGR, cuenta que un día, alrededor de las 23:00 h., a mediados de diciem-bre de 1993, lo llamaron para que se reuniera con el presidente Salinas y el nuncio apostólicoGirolamo Prigione. Monseñor intercedía para que Salinas recibiera a uno de los Arellano Félix,pues quería dar su versión sobre el asesinato de Posadas y asegurarle que los hermanos “eraninocentes”. Salinas pidió consejo a Carpizo.

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“No, señor presidente, usted no puede hacerlo, usted no puede recibirlo”, dijo Carpizo.Entonces el nuncio atajó la respuesta de Salinas, preguntando qué debía decirle a ese

Arellano Félix que lo esperaba para recibir una respuesta en la nunciatura.“Que se entregue”, contestó Carpizo.Luego de intercambiar un par de comentarios más, monseñor Prigione hizo una soli-

citud al despedirse.“Señor presidente, con todo respeto le pido que se preserve la integridad de la sede

diplomática.”Dice Carpizo que en ese momento pensó organizar un operativo para aprehender al

Arellano que estaba en la nunciatura, pero que no lo hizo por miedo a las consecuencias deimprovisar una acción policiaca, que no sólo podría causar un conflicto diplomático, sino queimplicaba enormes riesgos logísticos. La anécdota despertó muchas suspicacias, pero tambiénsacó a la luz el proceder de los jerarcas del catolicismo frente al narcotráfico.225

En septiembre de 1997, con la muerte de Amado Carrillo, el Señor de los Cielos, el temavolvió a los medios. El 20 de ese mes, Raúl Soto Vásquez, vicario de la Basílica de Guadalupe yprofesor de la Universidad Pontificia de México, justificó las limosnas de los narcotraficantes:“ellos hacen obras de servicio social en algunas entidades y aplaudo lo realizado en este sentidopor Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo, quienes no por ello dejan de ser pecadores”.

El periodista sinaloense Alejandro Sicairos clasificó la actitud de los jerarcas eclesiásti-cos en las relaciones narco-Iglesia:

[Unos] creen que los narcotraficantes deben ser excomulgados, como lo postula elobispo de Mazatlán, Rafael Barraza. Otros consideran prudente recibir las limosnas delos traficantes de drogas para traducirlas en el bien común; planteamiento que respal-da el padre Benjamín Oliva y, entre otros, el arzobispo emérito de Ciudad Juárez,Manuel Talamás, quien opina que ‘el dinero [de las drogas o la prostitución] es adqui-rido de una manera inmoral, pero eso no implica que su donación sea ilegal. Una ter-cera postura se aferra a que el tema persista como un tabú, pero sin cerrarle la entra-da a los donativos de origen dudoso.226

Ante las abigarradas ideas de la redención comprada, pareciera que Jorge Carpizo noexageraba cuando escribió que la “reconciliación” salinista con la Iglesia y la aceptación socialde su papel público aceleró más de un efecto cuestionable: “Los Arellano Félix, antes y despuésdel episodio narrado enviaron una carta al papa alegando su inocencia y solicitando su apoyo;su cómplice de muchos hechos, el sacerdote Gerardo Montaño, a pesar de las pruebas que exis-ten, continúa gozando de impunidad; realmente ya vuelve a existir en México, como en el sigloXIX, el fuero eclesiástico”.227

Luego del asesinato del cardenal Posadas, se hizo evidente que el sexenio de Salinas secaracterizaría por un cambio en el enfoque de los temas de inteligencia para el combate al nar-cotráfico. El 26 de junio de 1993 se hizo pública la existencia del Centro de Planeación para elControl de Drogas (CENDRO), a raíz de la captura de Joaquín Guzmán Loera, (a) el Chapo. Elobjetivo del Centro fue hacer trabajos de inteligencia desde una organización compacta y lealque no llegara a contaminarse.

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La aprehensión del Chapo Guzmán sacó al CENDRO del anonimato. Según versionesperiodísticas, su edificio se construyó con dinero nacional y estadunidense; contaba con tec-nología de punta que permitía rastrear aeronaves, comunicarse con agencias colombianas yestadunidenses en tiempo real e interceptar llamadas telefónicas. Una de sus oficinas, llamadaCENDRO 6, podía conectarse a los radares estadunidenses en Centroamérica.228 Luego de aque-lla captura, Jorge Tello Peón, su titular, entró como primer comisionado del Instituto Nacionalpara el Combate a las Drogas (INCD), formalmente creado el 17 de junio de 1993, y en 1994 sehizo cargo del CISEN, hasta 1999. El INCD continuó operando bajo distintos mandos; en 1996asumió el cargo el general José de Jesús Gutiérrez Rebollo. Este militar fue detenido en 1997 porhaber colaborado con el cártel de Amado Carrillo.229

A lo largo de 1994 cobraron importancia los asesinatos políticos. El 3 de marzo, porejemplo, un enfrentamiento en Tijuana entre la Policía Judicial Federal y la estatal de Baja Cali-fornia dejó cinco muertos y la captura, el 2 de mayo, de Sergio Ortiz Lara, subprocurador deJusticia de Baja California, por su responsabilidad en la balacera. El 9 de mayo de 1994, Eduar-do Valle Espinoza anunció su salida de la PGR, donde fungió como asesor, primero, de JorgeCarpizo y, luego, de Diego Valadés. El motivo expresado por el experiodista fue la “incapacidad”de la institución para aprehender a los líderes del cártel del Golfo y la falta de una política de lar-go alcance. Más tarde, Valle se volvió testigo protegido en Estados Unidos, donde el 25 de agos-to de 1994 rindió una declaración en el consulado mexicano en Washington ante personal dela PGR. En su declaración habló sobre la relación entre altos funcionarios con el narcotráfico ysu posible relación con el asesinato del Luis Donaldo Colosio Murrieta el 23 de marzo de 1994.Entre otros personajes, mencionó a Emilio Gamboa, Raúl Zorrilla y Juan José de Olloqui, porsus nexos con el narcotráfico.230

El asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, el 28 de septiembre de 1994, cerró el sexe-nio de Salinas. Las indagaciones indicaron que los autores intelectuales habían sido ManuelMuñoz Rocha, diputado federal por Tamaulipas, y Abraham Nava, excolaborador de Ruiz Mas-sieu, cuando éste fue gobernador de Guerrero. Ambos estaban presuntamente involucrados enactividades relacionadas con el narcotráfico.

Las hipótesis sobre la relación con el narcotráfico y la política interna priísta causaronverdadero revuelo. Ya como expresidente, Salinas hizo una evaluación final sobre el tema delnarcotráfico durante su sexenio:

El combate al narcotráfico representó una batalla larga. Era por motivos de seguridadnacional. No se ganó la guerra. Como se verá, a partir de 1995 muchos de los miem-bros más corrompidos de esas policías pudieron regresar al control de las procuradu-rías de justicia, por lo que el avance democrático y la vigencia del estado de derechoingresaron en una zona de riesgo mayor.231

El 28 de febrero de 1995, Raúl Salinas de Gortari fue detenido, acusado de haber orde-nado el asesinato de su excuñado y adversario político José Francisco Ruiz Massieu. Julia Pres-ton y Samuel Dillon, entonces corresponsales de The New York Times en México, señalaron: “Aojos de la sociedad, su papel en el descrédito del sistema fue excepcionalmente espectacular,con lo que contribuyó a precipitar el régimen autoritario”.232

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La discusión retomó fuerza el 15 noviembre de 1995, cuando Paulina Castañón, espo-sa de Raúl, fue detenida en Suiza mientras intentaba hacer un retiro millonario con un pasa-porte falso. Castañón puesta en libertad, pero los 130 millones de dólares que Raúl tenía encuentas secretas se congelaron y sometieron a investigaciones por parte de autoridades suizas.Los funcionarios suizos concluyeron que una parte del dinero de Raúl procedía del narcotráfi-co, por lo que le decomisaron 90 millones de dólares. Además, una investigación del gobiernofederal, en México, determinó que el expresidente Salinas hizo traspasos, por cerca de 38 millo-nes de dólares, de sus cuentas a otras que estaban a nombre de varios seudónimos de su her-mano Raúl.

Las investigaciones siguieron a lo largo del sexenio de Ernesto Zedillo. Finalmente el21 de enero de 1999, un juez federal declaró culpable a Raúl Salinas por el asesinato de JoséFrancisco Ruiz Massieu. Esa primera condena fue por cincuenta años de prisión. Luego la sen-tencia se redujo a veintisiete años; sin embargo, alcanzó la libertad en 2006. Por su parte, MarioRuiz Massieu, presuntamente, terminó suicidándose el 15 de septiembre de 1999 con unasobredosis de antidepresivos, al parecer, por las presiones a las que estaba sometido por un jui-cio en Houston, donde enfrentaba cargos que lo relacionaban con el narcotráfico, mientras fuealto funcionario judicial en México.233

Al finalizar su sexenio, Salinas inició un prolongado esfuerzo por defender su imageny la de algunos miembros de sus equipos de trabajo y familia. Por otro lado, al asumir la presi-dencia Ernesto Zedillo Ponce de León, el narcotráfico siguió siendo un tema de seguridadnacional. Por lo tanto, se acentuaron algunas medidas, como el aumento de la participación delos militares y la instrumentación del Programa Nacional de Control de Drogas 1995-2000. Enel ámbito externo, el objetivo de Zedillo fue bajar la intensidad de la discusión sobre el tema yllevarlo a foros en donde la presencia de otros actores internacionales aumentara el campo demaniobra mexicano. Pero, sobre todo, promovió el acercamiento con Estados Unidos e ignoróel aumento de los operativos que la DEA y el FBI realizaban en México.

La cooperación pareció estrecharse más con la visita de William Clinton en mayo de1997. En aquella ocasión el presidente estadunidense —que en 1992 afirmó haber fumadomariguana en su juventud, pero no haber inhalado el humo—234 y Zedillo firmaron la “Decla-ración de la Alianza México-Estados Unidos contra las drogas”, en la que reconocían una res-ponsabilidad conjunta en el tema.235

Detengámonos un poco en el tema de la militarización durante este periodo. En 1995,en Chihuahua, se estableció un proyecto piloto para sustituir a 120 agentes de la Policía Judi-cial Federal por militares. Y a pesar de que desde los primeros meses el proyecto daba señalesde fracaso, la sustitución se extendió por todo el país.236 Más tarde, el general Jesús GutiérrezRebollo fue nombrado director del Instituto Nacional de Combate a las Drogas, de la PGR. Elpunto culminante de este proceso de amalgama policiaco-militar fue la creación de la PolicíaFederal Preventiva (PFP) en 1999. En su origen, la PFP estuvo integrada, en gran parte, por mili-tares convertidos en elementos de fuerza policiaca.237

Aun cuando Zedillo dejó al ejército la responsabilidad del combate a las drogas,William Perry, secretario de la Defensa de Estados Unidos, estaba alarmado por la falta de nexosentre los cuerpos militares de ambos países. En octubre de 1995, Perry visitó México para hacerlos contactos necesarios. En adelante, se dio marcha atrás a la política salinista de independen-

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cia en la disposición de recursos para el combate al narcotráfico —desde 1993, México se habíanegado a recibir “ayuda” estadunidense para sus operativos antinarcóticos. A partir de la visitade Perry, ambos gobiernos no sólo acordaron establecer un grupo de trabajo bilateral sobreasuntos militares, sino que se aceptó la asistencia estadunidense contra el narcotráfico.

En 1996, el Pentágono estableció un programa para entrenar y equipar a los GruposAeromóviles de Fuerzas Especiales (GAFE). Y, en 1998, se empezó a entrenar a los Grupos Anfibiosde Fuerzas Especiales, que incluyeron a miembros de la armada.238 El gobierno estadunidensetambién participó en el mejoramiento de recursos, mediante venta de equipo y la donación de73 helicópteros UH-1H. Sin embargo, “la efectividad y utilidad de algunos equipos proporcio-nados o vendidos a México era limitada”, según la General Accounting Office. En efecto, losestadunidenses enviaron equipo que databa de la guerra de Vietnam, y no volaban lo suficien-temente alto como para localizar los cultivos en la Sierra Madre Occidental. En 1999, Méxicoregresó todos los helicópteros, a excepción de uno que se estrelló.239 Además de los helicópte-ros, Estados Unidos proporcionó cuatro aviones C-26.240

De 1981 a 1995, el total de efectivos que asistieron a una academia militar estaduni-dense fue de 1,488, pero en sólo dos años este número se duplicó, ya que en 1997 y 1998 másde mil miembros de los GAFE se entrenaron en Estados Unidos, superando el número de entre-namientos militares internacionales de los quince años anteriores. Por su parte, la Interameri-can Air Force Academy entrenó a 141 elementos en 1996, 260 en 1997 y 336 en 1998.

Durante el sexenio de Zedillo se creó el Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN)del ejército, el cual tenía oficinas encubiertas por todo el país, que reportaban a una centralque participaba lo mismo en espionaje que en aprehensiones. La prensa anunció la existenciadel CIAN hasta 2002, cuando la PGR, el ejército y la Secretaría de Seguridad Pública Federalanunciaron el descubrimiento de una red que filtraba información a las organizaciones crimi-nales desde las propias oficinas gubernamentales. Por lo menos tres agentes del CIAN resulta-ron involucrados.241

El proceso de militarización fue acompañado de la reorganización jurídica y burocrá-tica de los organismos judiciales encargados del combate al narcotráfico. Así, al llegar AntonioLozano Gracia a la PGR, se consideró que los problemas principales eran la falta de coordina-ción, control y equilibrio entre las distintas áreas. Para superar estas deficiencias se emprendióuna reforma integral, lo que implicó la supervisión y evaluación de los ministerios públicos y laPolicía Judicial Federal. Estas regulaciones se publicaron en el Diario Oficial de la Federación el 10de mayo de 1996. A su vez, con el propósito de modernizar los estatutos legales para la perse-cución de delitos federales, se creó la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, publica-da en el Diario Oficial de la Federación el 7 de noviembre de 1996.242

De modo paradójico, uno de los obstáculos para la modernización del aparato judicialfue la asignación de atribuciones de justicia civil al ejército. En este sentido el procurador Jor-ge Madrazo dijo alguna vez, ante la CNDH, que “el ejército no puede llevar a cabo las funcionesde la policía”.243 Y la experiencia demuestra que la inclusión del ejército en actividades deimpartición de justicia civil provoca innumerables violaciones a los derechos humanos.

Desde el sexenio de Zedillo se intensificó la militarización del combate a las drogas.Aunque es explicable la incorporación del ejército a estas actividades en un país que goza de lamejor reputación, también lo es que, en México, ha servido como un simple paliativo que tie-

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ne el efecto perverso de dilatar la reforma del sistema de justicia. Y, aunque también sea com-prensible que desde el sexenio de Zedillo en adelante se haya intensificado la militarización delcombate a las drogas en consonancia con el enfoque estadunidense, es necesario tomar encuenta que, en el largo plazo, entre los tantos afectados por esta idea están los propios milita-res, que se ven obligados a introducirse en un medio y tomar acciones cuyos costos deben asu-mir sin que se resuelvan los problemas de fondo.244 Lo anterior viene a cuento porque duranteel sexenio de Zedillo los escándalos de corrupción más sonados tuvieron como protagonistas amilitares que se vendieron a las organizaciones criminales, mientras cumplían con labores decombate al narcotráfico.

En 1997, el general Gutiérrez Rebollo fue acusado de colaborar con el traficante Ama-do Carrillo, (a) el Señor de los Cielos, y removido de su cargo. El episodio puso en jaque al sis-tema de justicia y a la clase política. Entre 1980 y 1990, los mexicanos observaron que el narco-tráfico corrompía prácticamente a todas las instituciones del país; parecía que sólo el ejércitose salvaba, pero no fue así. El 12 de noviembre, Enrique Cervantes Aguirre, secretario de laDefensa Nacional, afirmó que “el riesgo de contaminación al interior del ejército siempre haexistido. Lo novedoso pudiera ser la voluntad para combatir a los que en ello se involucran sinimportar prestigios, jerarquías o posiciones que ocupen”. Luego del proceso de GutiérrezRebollo, el ejército purgó sus filas, entregando a 34 elementos que colaboraban con cárteles dedrogas. A su vez, la armada también acusó a 14 marinos.

El caso Gutiérrez Rebollo tuvo elementos de novela policiaca: un personaje fuerte,militar de carrera, que ejemplificaba las posibilidades de arribo social, que representa el ejérci-to para algunos mexicanos; una vida personal que involucraba, por lo menos, dos “casas chicas”;vínculos con el narcotráfico; investigaciones que pasaron de la Presidencia de la República a losmedios de comunicación; su captura, la cual permaneció en secreto varios días, antes de que sediera a conocer; esfuerzos diplomáticos para evitar que el caso provocara la descertificación deMéxico; el asesinato o desaparición de tres involucrados, y la participación de una reina de be-lleza como intermediaria entre el ejército y los narcotraficantes.245

El escándalo llegó a afectar la imagen del entonces zar antidroga Barry McCaffrey,dado que en diciembre de 1996, cuando visitó México, declaró que Gutiérrez Rebollo era “unapersona de absoluta, incuestionable integridad”. Para McCaffrey, México era fundamental ensu estrategia, porque, en su opinión, era la principal entrada de drogas a Estados Unidos. SegúnMichael Massing, “esta humillación pública pudo influir en que se convirtiera en un hombremenos determinado, aunque retomó el ímpetu, regresando a México en mayo de 1997 y luegovisitando la frontera suroeste en octubre”.246

Prescindiendo de lo anterior, sería un error asumir que la lógica estadunidense de lamilitarización no tenía una estrategia detrás. Estados Unidos planteó la estrategia de enfocarsus esfuerzos con una visión “integral” de la producción y tráfico de drogas. En este sentido,Colombia fue el punto de producción en que enfocaría sus esfuerzos para tratar de evitar la pro-liferación de plantíos y espacios de procesamiento de drogas. A su vez, México era un eje toralde la estrategia estadunidense para desarticular a los grupos que se dedicaban al trasiego. Estose entiende bien si se toma en cuenta la cantidad de estupefacientes que entran a Estados Uni-dos por la frontera con México, y el proceso de sofisticación y expansión que han tenido lasorganizaciones mexicanas de tráfico de drogas.247

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Otro error que se debe evitar en la evaluación es caer en la descalificación de la estra-tegia zedillista de seguir a Estados Unidos por su carácter “entreguista” y de abandono de la retó-rica tradicional de la política exterior de México. Para bien o para mal, la retórica siguió. En esosaños, México pugnó por llevar el tema al ámbito multilateral, con el fin de contrarrestar un pocola influencia de Estados Unidos. En este marco se circunscriben algunas críticas a los mecanis-mos de certificación. Al respecto, el artículo 16 de la Carta de la Organización de Estados Ame-ricanos prohíbe el uso de cualquier clase de coerción económica o política para interferir en lasdecisiones soberanas de otros Estados, o para obtener cualquier tipo de beneficio.248 De ahí queMéxico impulsara en éste y otros foros multilaterales la inclusión del tema del narcotráfico, conel fin de vencer la preferencia de la potencia del norte por las medidas unilaterales.

En el seno de la Organización de Estados Americanos, México apoyó las negociacionespara el establecimiento del Mecanismo de Evaluación Mutua de la Convención Interamericanacontra el Abuso de Drogas,249 y, por iniciativa del poder ejecutivo mexicano, se realizó la Cum-bre Mundial contra las Drogas, durante un periodo extraordinario de sesiones de la AsambleaGeneral de Naciones Unidas, del 8 al 10 de junio de 2000.250 Estados Unidos se vio obligado aparticipar en estos foros, porque de no hacerlo contradiría su discurso antidrogas y sus supues-tos afanes de cooperación internacional. En julio de 2000, México fue borrado de la lista de paí-ses a certificar, ante la imposibilidad de sancionar a un país con el que lo unen tantos intereses.

Las muestras retóricas de distancia de México frente a Estados Unidos no se circuns-cribieron a la estrategia multilateral. Además, hubo casos, como la Operación Casablanca, enque el gobierno de Zedillo mantuvo el tradicional discurso de protesta por las violaciones deEstados Unidos a la soberanía mexicana. Estas protestas incomodaron a más de un funcionarioestadunidense. Así lo aceptó el embajador Jeffrey Davidow:

La situación era terrible como intensa resultaba la reacción [...] A la secretaria de Esta-do, Albright, también la agarraron desprevenida, como me lo hizo saber con toda cla-ridad su desafortunado secretario adjunto para América Latina [...] Ella tenía que con-testar las llamadas telefónicas de la secretaria de Relaciones Exteriores, Rosario Green,quien había recibido órdenes de un completamente disgustado presidente Zedillo deno escatimar saliva para protestar por el asunto Casablanca.251

Pero ¿por qué se enojó tanto el presidente Zedillo? El 18 de mayo de 1998, los corres-ponsales en Washington de algunos medios nacionales enviaron sus notas sobre los resultadosde la Operación Casablanca contra el lavado de dinero. Robert Rubin, secretario del Tesoro, yJanet Reno, procuradora general, dijeron en conferencia de prensa que habían arrestado a 12banqueros mexicanos, confiscado 35 millones de dólares, expedido órdenes para congelar otros122 millones en cuentas de Estados Unidos y Europa, decomisado dos toneladas de cocaína ycuatro de mariguana, además de acusaciones formales contra Bancomer, Banca Serfin y BancaConfía. Según los medios, fuentes de la Reserva Federal señalaron que las acusaciones podríantener como consecuencia el cierre de las operaciones y sucursales, en Estados Unidos, del ban-co Santander, Serfin, Bancomer, Bital y Banamex.252 Al final, se arrestaron a 55 personas, mien-tras otras 42 involucradas permanecieron fugitivas, incluyendo a siete directores de bancos.253

El departamento de aduana estadunidense inició la investigación en 1995, cuandosupo que el cártel de Cali usaba bancos mexicanos y venezolanos para lavar dinero. Las pes-

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quisas fueron clasificadas para proteger a los agentes encubiertos; ni siquiera Barry McCaffreyni las autoridades mexicanas supieron del asunto hasta el día del anuncio de los resultados.254

Aunque no se señaló a ningún alto funcionario de los bancos, los riesgos de sancionesciviles y penales, la pérdida de prestigio y valor de sus acciones estuvieron latentes. El impacto enla relación bilateral fue mayúsculo y la exhibición pública de los banqueros, muy desafortunadapara sus intereses. Otra vez, las notas del exembajador Davidow resultan invaluables para entre-ver las reacciones estadunidenses y los efectos de la exposición de los banqueros mexicanos:

Albright reclamó a Reno y Rubin telefónicamente y por escrito. Su argumentación, noexenta de pasión, era que las tácticas de sus agentes y la alharaca pública de los miem-bros del gabinete habían puesto en peligro la cooperación que necesitaríamos paratener éxito en el futuro. Reno entendió el mensaje. Pero Rubin se mantuvo a la defen-siva y señaló que las voces en el congreso, incluso la del líder de la mayoría republica-na, Trent Lott, ya había rechazado las críticas del presidente Zedillo con respecto a laoperación. Desde luego, Rubin estaba defendiendo su propia burocracia. Pero su creen-cia palpable en la corrupción esencial del aparato de orden y justicia mexicano justifi-caba, según él, la operación unilateral. “Todos son unos corruptos”, me dijo cuandonos reunimos unos días antes de abandonar Washington. Varios años después, una vezfuera del gobierno, Rubin guiaría al gigante Citibank para pagar 12 mil 500 millonesde dólares a cambio de uno de los bancos mexicanos que habían sido atrapados en laoperación; sin embargo, dudo de que sus impresiones acerca de la pulcritud para apli-car la ley en México hayan cambiado radicalmente.255

Para este observador externo y fundamental para la posición de México en el mundo,era obvia la debilidad de las instituciones mexicanas y su incapacidad para poner freno al “caos”y la corrupción en todos los rincones del país. Cuenta en un libro que, al recorrer México, pre-guntaba en diferentes estados si confiaban en sus policías; recibía como respuesta otra pregunta:“¿estás loco?” También estuvo al tanto de la profunda penetración del doble discurso, los encu-brimientos y la hipocresía generalizada, no sólo del ejército, los banqueros y la policía, sino de laclase política frente a las drogas. Según él, muchos casos confirmaban su percepción: la posibleresponsabilidad de Bartlett en el secuestro de Camarena, que se comentó una vez más durante suparticipación en la contienda interna del PRI para elegir candidato a la presidencia en 2000; elencubrimiento del gobernador priísta de Yucatán, Mario Villanueva, quien “prácticamente ren-taba el estado a los narcotraficantes”, hasta pocos meses antes de que huyera —abril de 1999—,para luego ser capturado bajo cargos de lavado de dinero; las constantes acusaciones por narco-tráfico lo mismo a candidatos a gobernador que al presidente, etc. Todo esto por no mencionarel asesinato impune de agentes del FBI y la DEA, mientras cumplían funciones en México. Y aun-que lo afirmado por Davidow deba tomarse con una pizca de sal, tiene algo de razón al decir:

El efecto más negativo de la ley de certificación fue que dirigió la atención de los mexi-canos hacia el asunto equivocado: el derecho de Estados Unidos a juzgar a sus vecinosen materia de desempeño antidrogas. Esto le dio un pretexto a México para ignorar larealidad de su situación a este respecto. Y se trata de una realidad que era, y sigue sien-do, repugnante y amenazadora.256

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La era de los “cárteles”

Las operaciones de erradicación e intercepción, aunadas al cierre de las rutas del Cari-be, derivaron en un proceso de sofisticación tanto de las organizaciones criminales y sus víncu-los transnacionales como de los productores, que después de esto optaron por sembrar en par-celas más pequeñas y de difícil acceso.257 En este sentido, precisamente la aprehensión deMiguel Ángel Félix Gallardo tuvo el efecto de atomizar a las organizaciones criminales. Y nadieretrató el hecho como el periodista Jesús Blancornelas:

Rafael Aguilar Guajardo fue el encargado del hospedaje [...] logró rentar la casa queen algunas ocasiones ocupó el Shá de Irán; quién sabe cómo le hizo; y no por un día ouna noche, toda la semana. Era 1989. Todos llegaron allí en obediencia al recado quedesde prisión mandó el gran jefe Miguel Ángel Félix Gallardo. Incapaz para seguirmaniobrando el narcotráfico mexicano, sabedor de que nunca más recobraría su liber-tad, pensó y decidió: el pastel debe repartirse. Naturalmente, siguiendo la vieja conse-ja: el que parte y comparte se queda con la mayor parte. Claro, no recibiría ni un cen-tavo en la cárcel, pero a su familia no le faltaría dinero; además no viviría en la angustiade saber que “al hombre de la casa” podrían matarlo algún día [...] Lo capturaron máspor necesidad política que por sorprenderlo con las manos en la masa; dio la luchalegal; la ganó, pero no se la reconocieron. La autoridad le tuvo miedo a la venganza.Pero los gobernantes de la época no entendieron: para Félix Gallardo, mexicanote,más valía un mal arreglo que un buen pleito. Por eso, influyente y respetado en la pri-sión, invitó a los novatos del narco, a los que consideró “soldados” y “capitanes” de “sufamilia”, porque entonces cártel no era ni siquiera palabra conocida. Me imagino elmensaje: “Júntense y arréglense, nada de pleitos, un territorio para cada quien, respé-tenlo, ayúdense, que todos se pongan de acuerdo” [...] Nunca nadie podrá repetir loque hizo Félix Gallardo y [...] por vez primera en México, el narcotráfico se dividió en“territorios”.258

Según Blancornelas, los personajes convocados por Félix Gallardo obtuvieron lossiguientes territorios:

Joaquín Loera Guzmán, el Chapo: Tecate.Rafael Aguilar Guajardo: Ciudad Juárez, Chihuahua y Nuevo Laredo.Luis Héctor Palma, el Güero: San Luis Río Colorado.Emilio Quintero Payán: Nogales y Hermosillo.Jesús Labra Avilés, don Chuy: Tijuana.Ismael Zambada, el Mayo, y Baltazar Díaz Vega, el Balta: Sinaloa.Rafael Chao: Mexicali.Manuel Beltrán Félix, Rigoberto Campos y Javier Caro Payán: enlaces para moverse en

todos los territorios.

Poco duró el intento de reparto. Durante el sexenio de Salinas México fue testigo de lasrencillas entre estos personajes. Primero fue el enfrentamiento del Chapo Guzmán, el Güero Pal-ma y los hermanos Arellano Félix contra Rigoberto Campos.259 El recuento del Reforma es claro:

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Vinieron las disputas, a balazos, por la herencia. El 28 de septiembre de 1989, asesinanen Xochimilco a Carlos Morales García, el Pelacuas, quien era abogado de Juan JoséEsparragoza, el Azul, y de Miguel Ángel Félix Gallardo. En noviembre de 1990 matana Rodolfo Sánchez Duarte, hijo del exgobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celisy ahijado de Félix Gallardo [...] En septiembre de 1992 aparecen mutilados nuevecadáveres cerca de Iguala, Guerrero: eran familiares y un abogado de Félix Gallardo.En medio de los ajustes de cuentas, Emilio Quintero Payán se hace del liderazgo delcártel junto con Luis Fernández. Quintero muere el 29 de abril de 1993 durante unenfrentamiento con la policía. Un año después, en junio de 1994, estalla un auto bom-ba en el Hotel Camino Real de Guadalajara, durante la fiesta de 15 años de Karime Fer-nández Castro, hija de Luis Fernández. Hay dos muertos.260

Pero la lista de ataques es más larga: en enero de 1990, los hermanos Arellano Félix orde-naron que descuartizaran a la esposa del Güero Palma y le enviaron la cabeza en una caja. Tam-bién asesinaron a los hijos del Güero, Nataly y Héctor, en Venezuela. El grupo de Sinaloa respon-dió matando y asesinando a varios colaboradores de Félix Gallardo, entre ellos a su abogado.261

En el sexenio de Salinas, el llamado “cártel del Golfo” experimentó un aumento pau-latino de poder bajo el mando de Juan García Ábrego. A partir de entonces su organizaciónrepresentó una seria competencia para los narcotraficantes sinaloenses. El comandante de laPolicía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, fue fundamental en este reacomodo,gracias a dos operativos que estuvieron a su cargo. El primero fue la aprehensión de Pablo Acos-ta, en abril de 1987. El FBI y la PGR unieron fuerzas para atrapar a Acosta, quien, se asegura,murió a consecuencia de los golpes. La segunda operación se hizo en 1990, para aprehender aJuan N. Guerra, lo que provocó reacomodos de poder en Tamaulipas y una subsiguiente rea-signación de mandos. Así lo relata Jorge Fernández Menéndez:

Desde su detención, Guerra ya no tuvo influencia en el tráfico de drogas en esa partede la frontera. Y con el cambio de gobierno [Zedillo en la presidencia] vendría la caí-da de su sobrino, Juan García Ábrego, y una nueva redistribución de los grupos del nar-cotráfico en el noreste mexicano. Se acentuó la lucha entre los herederos de GarcíaÁbrego: en Laredo estaba la banda de los Texas; en Matamoros, Jesús, el Chava Gómez;en esa misma zona, Osiel Cárdenas. Los primeros fueron detenidos, aunque conserva-ron desde el penal de Nuevo Laredo y Puente Grande el control de ese puesto fronte-rizo durante años; los otros trabajaron juntos, pero la presencia del cártel de Juárez sefue extendiendo hasta conquistar buena parte de esas plazas. En 1998, Gómez y Cár-denas fueron detenidos y encerrados en una casa del Pedregal, en el Distrito Federal.Pagaron, se dice, 700 mil dólares a los policías que los custodiaban y se fugaron. Allímismo comenzó la guerra entre ambos y ganó Osiel Cárdenas: meses después, el cuer-po acribillado de Gómez aparecía en las afueras de Matamoros. Hoy, el sobrevivientede esa lucha, asociado con el cártel de Juárez y particularmente con Juan José Espa-rragoza, el Azul, parece ser el hombre que controla el tráfico de drogas en esa regióndel país.262

El texto es de 2001, un par de años antes de que Osiel Cárdenas fuera aprehendido,cuando existía una encarnizada lucha entre su organización y los sinaloenses. Un agente encu-

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bierto del FBI dijo que, desde 1986, Calderoni estaba asociado con García Ábrego. Poco duró aCalderoni el negocio. En 1993 se le acusó de enriquecimiento inexplicable. Huyó a EstadosUnidos para entrar al programa de testigos protegidos, donde declaró haber hecho espionajepara Raúl Salinas de Gortari. Según la prensa, ante la posibilidad de ser extraditado a México,Calderoni amenazó con “acordarse” de muchas otras cosas si el gobierno mexicano insistía.263

Luego de la primera mitad del sexenio de Salinas, cuando ya se había desatado la luchapor el control de territorios, había seis organizaciones importantes que la prensa y el gobiernoempezaron a llamar “cárteles”: el cártel del Golfo, de García Ábrego; el cártel de Sinaloa, de Joa-quín Guzmán Loera, (a) el Chapo, y Héctor Palma Salazar, (a) el Güero; el cártel de AmadoCarrillo, (a) el Señor de los Cielos; el cártel de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix; el cártelde Juárez, de Rafael Aguilar Guajardo; y el cártel de Guadalajara, de Emilio Quintero Payán.264

Durante 1993, los asesinatos relacionados con el narcotrafico incluyeron al cardenalJuan Jesús Posadas, Rafael Aguilar Guajardo y Emilio Quintero Payán. También, a finales de eseaño, Amado Carrillo sufrió un intento de asesinato, organizado por el excomandante de la Poli-cía Judicial Federal, José Luis Larrazolo Rubio, quien, según algunos analistas, “actuó por órde-nes de García Ábrego o por órdenes de los Arellano Félix”. Para 1994, las organizaciones deGarcía Ábrego y Amado Carrillo se disputaban la mayor parte del mercado.

Durante el sexenio de Zedillo, la captura del Güero Palma y García Ábrego modificóel escenario al dejar la disputa entre los hermanos Arellano Félix y Amado Carrillo. Los episo-dios de esta lucha estuvieron repletos de lo que pueden considerarse mensajes políticos inter-sexenales. Las autoridades capturaron a García Ábrego a principios de 1996, y de inmediatoZedillo tomó la decisión de extraditarlo a Estados Unidos. Este hecho no sólo fue un mensajede buena voluntad que satisfizo a los estadunidenses, el extraditado también representaba unacuerdo con un grupo político del que Zedillo quería desmarcarse.265

Después de la captura de García Ábrego, la prioridad de los estadunidenses fue Ama-do Carrillo, pues era considerado uno de los traficantes más poderosos del mundo. Se le con-sideraba un excelente negociador, en todo caso sabía que las autoridades mexicanas eran másreceptivas a los cañonazos de billetes que de plomo, aunque no dejó de usar la violencia cuan-do lo creyó necesario. Carrillo era un viajero inteligente, cosmopolita, hábil para evadir a lasautoridades en sus viajes a Estados Unidos, el Caribe o el Medio Oriente.

Pocos meses después de que Gutiérrez Rebollo fuera acusado de encubrirlo, AmadoCarrillo apareció muerto en una clínica estética de la ciudad de México. Y como suele ocurriren estos casos, la duda sobre las circunstancias de su muerte inundó los medios y el imaginariopopular. Se dudó que fuera él, se puso en tela de juicio que hubiera decidido hacerse una ciru-gía plástica en México y no en algún otro lugar del mundo. Pero lo cierto es que las autorida-des mexicanas identificaron el cadáver de Carrillo el 4 de julio de 1997.266

Durante los sexenios de Salinas y Zedillo, los Arellano Félix fueron el objetivo de variosoperativos militares poco exitosos, que bien pudieron ser enviados por los aliados de AmadoCarrillo. El exprocurador Jorge Carpizo afirma que de esta lucha resultaron “217 cateos; asegu-ramiento de 250 propiedades, de dinero en efectivo y joyas, de armamento, ocho vehículos, cuen-tas bancarias, 352 animales exóticos; la identificación de 54 integrantes importantes de esa ban-da; la detención de personajes de ese cártel, entre los cuales se puede mencionar a Alfredo ValdésManeiro, su técnico de comunicaciones, José Alberto Loza Félix y Gregorio Rodríguez Bení-

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tez”.267 Es decir, no se detuvo a ningún líder importante. De hecho, el único Arellano Félix quefue detenido durante toda la década fue Francisco Rafael Arellano Félix, en diciembre de 1993.

Este tipo de hechos llevó al Instituto Mexicano de Estudios de la Criminalidad Orga-nizada (IMECO) a concluir que

en la centralización del narcotráfico, la persecución legal cumple un papel decisivo[...] Con frecuencia se utilizan las presiones de Estados Unidos y la opinión públicanacional y la actuación decidida de servidores públicos de buena fe para golpear a ungrupo, con el fin de limpiarle el camino al cártel predilecto. Así ocurre, por ejemplo,en los casos de la persecución de ciertos capos que fue menos simulada que la de otros,como es el caso de Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Aguilar Guajardo, Joaquín Guz-mán, Héctor Palma, y por momentos, los mismos Arellano Félix. Los casos de FélixGallardo [junto] con García Ábrego son ejemplos de cambios drásticos en la suerte delos capos y sus organizaciones, de la protección casi absoluta a la persecución. Esto obe-dece a relevos en los mandos políticos del régimen, a la pretensión de servidores públi-cos corruptos de ejercer un poder criminal “propio” y a la necesidad de simular que seactúa contra el narcotráfico, mediante el sacrificio de alguna cabeza visible, y así salvarla integridad del negocio.268

Entender este proceso, que explica el acercamiento paulatino a las autoridades colom-bianas en los últimos años, es todo un reto, como lo es descubrir cómo influyen los cambios degobierno y la alternancia, no sólo federal, sino en los ámbitos locales, en la organización delnarcotráfico.

Alcances del narcotráfico

Si consideráramos cierta la afirmación de Helvetius de que “[las] pasiones son en elcampo moral lo que el movimiento es en el campo físico”,269 podríamos aventurar la idea de queel tema de las drogas se resume a la pugna entre pasión y coacción. Con el tiempo, el asunto haconstituido un complejo entramado de vínculos entre placer, moral y poder. Normalmente elnarcotráfico se asocia con grandes cantidades de dinero, y de cómo su manejo afecta “el cursonormal de la economía”. Es decir, cómo ese dinero cambia vidas e involucra a los aparatosfinancieros.

Por otra parte, durante los años 1990, el caso de los ataques tanto de los hermanos Are-llano Félix como de políticos priístas contra Jesús Blancornelas y los demás trabajadores delsemanario Zeta, de Tijuana, ilustró la vulnerabilidad de los periodistas. Blancornelas es una ima-gen en la que se reflejan muchos periodistas y editores mexicanos y latinoamericanos, quienesno sólo tienen que enfrentar el riesgo de informar sobre el mundo de las drogas, sino quesufren presiones, amenazas y atentados de políticos criminales. Sin embargo, tampoco se debecaer en romanticismos. Los medios también han llegado a involucrarse en estas actividades. Elasunto no es de extrañar si tomamos en cuenta que los medios han servido con bastante fre-cuencia a los detentadores del poder.

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Lavado de dinero y deterioro productivo

Las consecuencias económicas de actividades ilegales, como el narcotráfico, siemprese han analizado desde categorías que separan el dinero “sucio” del “limpio”, aunque la fron-tera no sea tan maniquea. Durante los años 1970 y principios de los 1980, los narcotraficanteshacían depósitos en bancos estadunidenses. Transferían su dinero a Colombia o a otros paraí-sos fiscales. Quizá por eso, en 1986, el gobierno de Estados Unidos aprobó leyes que obligabana los bancos a presentar reportes de todos los depósitos con un monto mayor a 10,000 dólares.En el ámbito multilateral, la Convención de Naciones Unidas contra el Trafico Ilícito de Dro-gas Narcóticas y Sustancias Psicotrópicas de 1988 proponía hacer del lavado de dinero un deli-to grave, y recomendaba a los gobiernos no usar el secreto bancario como un impedimentopara cooperar en esta área. Por su parte, en diciembre de 1988, el Comité de Regulación Ban-caria y Supervisión de Prácticas, formado por representantes de bancos centrales de países desa-rrollados, adoptó una resolución para prevenir estas prácticas. Acuerdo similar al que propu-siera el G7 y el presidente de la Comisión de la Comunidad Europea en 1989, para fortalecerlos sistemas legales, financieros y la cooperación internacional, mediante 40 recomendacionescontra el lavado de dinero proveniente de actividades ilícitas.270

El papel económico del narcotráfico también ha tenido consecuencias en las relacio-nes México-Estados Unidos. En 1996, un reporte del Departamento de Estado insistía en que elsistema financiero de México carecía de controles adecuados contra el lavado de dinero, lo quelo convertía en uno de los principales centros de esa actividad. Ese año se reunieron grupos detrabajo de la PGR y el procurador general estadunidense para formular acuerdos de coopera-ción, con el propósito de mejorar la aplicación de la ley. En 1994, la PGR estimó que las ganan-cias de los narcotraficantes habían sido de 30 a 40,000 millones de dólares; cuatro veces losingresos petroleros, casi cinco veces las reservas internacionales mexicanas y aproximadamen-te 7.1% del PIB de ese año.

El 9 de enero de 2001, el gobernador de Sinaloa, Juan S. Millán, afirmó:

Es una pena que todos los sinaloenses reconozcamos que nuestro estado es el más seña-lado como el origen del narcotráfico [...] y que lleguen a niveles de sofisticación impre-sionantes. Mueven recursos económicos muy por encima de la capacidad económicade cualquier estado del país. Cuentan con un equipo que les permite conocer los movi-mientos de las corporaciones policiacas.

Lo que llevó al gobernador a decir esto fueron las críticas que su gobierno estabarecibiendo por el número creciente de homicidios relacionados con el narcotráfico. Además,buscaba nexos con el gobierno federal para conseguir mayores recursos y, de paso, dejar cla-ro que se trataba de delitos de competencia federal. La ola de violencia y las declaraciones delgobernador tuvieron repercusiones en el sector empresarial, el cual se mostró preocupadoporque la estridencia política pudiera provocar una baja en el flujo de inversiones. Luis Igna-cio Muñoz Orozco, presidente de la Canaco de Culiacán, declaró que “Sinaloa es algo másque sólo narcotráfico”. Por encima de todo debía asegurar que Sinaloa era un buen lugarpara invertir.271

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En esa misma ocasión, Muñoz declaró que “un porcentaje de la economía global delestado está reflejado en ingresos del narcotráfico, tratar de negarlo sería inútil. Hay ciertas áreasdonde se incide más, como los bienes raíces, pero en comercio no tiene un impacto que pon-ga en peligro la permanencia de negocios”.272 Después, Ernesto Hais Olea, presidente de laFederación de Cámaras de Comercio de Sinaloa, reconoció que existían serias sospechas sobresocios y no socios del organismo que incurrían en lavado de dinero proveniente del narcotrá-fico: “definitivamente estamos de acuerdo en que las ejecuciones por lavado de dinero en Sina-loa son una realidad, lo que constituye un factor de violencia cuando se rompen relacionesentre narcotraficantes y empresarios”. Entre otras cosas, Hais Olea responsabilizaba a la Secre-taría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) por la falta de revisiones y auditorías a esas empre-sas, y a la PGR por la tibieza de sus acciones contra los vínculos entre las actividades formales einformales. Es decir, se deslindaba de cualquier responsabilidad —y de paso deslindaba algobierno estatal—, a pesar de que reconocía tener conocimiento de actividades ilegales.273

El gobierno federal, por su parte, sabía que la avalancha de declaraciones tenía unobjetivo político y respondió tratando de deslindarse. En julio de 2001, a unos meses de lasdeclaraciones de Millán, el delegado estatal de la PGR, Miguel Alejandro Sánchez Castillo, infor-mó que 62% de la economía regional se encontraba permeada por dinero procedente del nar-cotráfico. Ante el reconocimiento de lo evidente, Millán no pudo más que preguntar: “¿Quésinaloense medianamente, superficialmente enterado pudiera decir que en Sinaloa no haydinero del narcotráfico?”. Según Millán, éste era el origen de gran parte de la violencia y los ase-sinatos en el estado, pero, una vez más, planteó que la SHCP era la que debía investigar el ori-gen de los recursos de las empresas que exhibían una riqueza inexplicable.274 El gobierno fede-ral no tardó en iniciar investigaciones:

En Sinaloa se tienen indicios de que existe lavado de dinero en varios sectores de laeconomía, por lo que una unidad especializada investiga a varias empresas para cono-cer el origen de sus recursos económicos, dijo el delegado de la Procuraduría Generalde la República, Alejandro Sánchez Castillo; a su vez, el gobernador del estado, Juan S.Millán Lizárraga, dijo que los empresarios honestos no deben sentirse ofendidos porestos señalamientos, sino preocupados por la infiltración del dinero sucio.275

El resultado de las investigaciones, si lo hubo, no se discutió públicamente. Al parecer,se trató más bien de mensajes políticos cruzados. Pero no es difícil conjeturar que la conse-cuencia lógica de la falta de inversiones, ante los peligros derivados de las luchas entre narco-traficantes, provocará el deterioro productivo de cualquier economía local. Este aspecto mere-ce consideraciones más serias que asegurar, de manera simplista, que el narcotráfico “dadivisas”, según la expresión atribuida al expresidente Miguel Alemán.

Los periodistas

La relación del narcotráfico con quienes ejercen el oficio periodístico o de investiga-ción es complicada, por lo menos desde los años setenta. Esto no es de extrañar, dado que loscreadores presentan una mayor vulnerabilidad que los editores y dueños de medios de comu-

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nicación. Los peligros no se limitan a las amenazas de funcionarios corruptos, también inclu-yen las posibles reacciones de los traficantes, pues cuando se habla mucho de ellos aumenta elpeligro de un operativo gubernamental.

Por poner el ejemplo más viejo que he visto documentado, el periodista sinaloense delNoroeste, Roberto Martínez Montenegro, fue asesinado en Culiacán, en 1978. En abril de 1977Martínez escribió una serie de siete artículos sobre el tráfico de drogas en Sinaloa. En los cír-culos periodísticos se dijo que su trabajo llamó la atención del gobierno federal, y que no eraexagerado que hubiera contribuido a la aprehensión de Alejandro Valenzuela Chávez, exjefede la Policía Judicial del estado, capturado con 750 kilos de mariguana, en el municipio de Aho-me. El crimen nunca se aclaró. Sin embargo, queda claro que

los artículos no descubrían nada que personas más o menos enteradas no supieran ohubieran escuchado en el trabajo, la escuela, el café o en pláticas familiares. Ni nadapor lo que un traficante lector de periódicos pudiera haberse preocupado o sentido enpeligro. La novedad fue que esa recopilación de observaciones, datos oficiales y recuer-dos de algunos se publicó en el momento coyuntural de la Operación Cóndor, lo cualle dio una proyección nacional e internacional.276

Sin embargo, los periodistas y los medios están lejos de ser sólo víctimas. Hay casosdocumentados de informadores que, en los ochenta, tuvieron relación con el tráfico de drogas.Y episodios en que connotados traficantes de drogas han incursionado en el negocio de losperiódicos. Sobre este asunto, a finales de los ochenta, en Nuevo Laredo, se comentó que JoséCarlos Aguilar Garza, traficante con títulos universitarios, seguía la línea trazada por el costa-rricense Jorge Brenes, quien, luego de trabajar como funcionario en una clínica del ISSSTE y deincursionar en el tráfico de drogas, compró un periódico. Este hecho inició la tradición de loque se denominó “narcoperiodismo”, en el norte del país. Brenes fue propietario de los perió-dicos El Río y Valle de Bravo, en Reynosa. Por su parte, en 1987, Aguilar Garza estuvo a cargo deldiario La Tarde, y la edición vespertina de El Mañana, uno de los principales periódicos de Nue-vo Laredo. Además, se dijo que Leopoldo Mascorro, director de Y... Punto, era muy cercano altraficante Juan N. Guerra. Ese mismo año, corrió el rumor de que el entonces poco conocidoJuan García Ábrego había comprado la edición vespertina de El Gráfico.

Por su parte, los periodistas aprendieron a ejercer el oficio en ese ambiente, y más deuno perdió el rumbo. En 1986, en Matamoros, fue muy comentado el acribillamiento de losperiodistas Ernesto Flores Torrijos y Norma Moreno frente al diario El Popular. Ambos habíandenunciado las actividades de Juan N. Guerra, pero, a diferencia de lo que se pudiera esperar,los comentarios de sus colegas no fueron de protesta:

Ninguno de los reporteros locales duda que haya existido en principio una participa-ción en el negocio del tráfico por parte de ambos y que luego hayan pretendido ejerceralgún tipo de presión. Es tal hecho lo que parece haber tendido una bruma en torno ala investigación sobre los asesinatos de Brenes, Flores y Moreno, que en otras circuns-tancias podrían haber conducido directamente a los autores materiales e intelectuales.Estos casos, sin embargo, según fuentes extraoficiales, fueron presumiblemente archi-vados bajo el rubro de lo que, en el argot policiaco, se conoce como ajuste de cuentas.277

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Además de la colusión entre traficantes y algunos periodistas, también se debe tomaren cuenta la influencia de los medios en la creación de estereotipos y prejuicios socialmentecompartidos sobre esta actividad. Es decir, el papel de los periodistas como voceros de la visión“oficial” sobre las drogas. Luis Astorga es tajante:

La percepción y caracterización del tráfico de drogas, los traficantes, y los usuarios delas drogas ilícitas en los medios de comunicación ha estado y está generalmentepermeada por una visión moral, policiaca y uniforme que deja poco espacio a la plu-ralidad de enfoques, no mantiene una distancia crítica, o por lo menos prudente, res-pecto a los discursos oficiales, como si éstos fueran la verdad revelada, y omite o igno-ra los estudios especializados de académicos nacionales y extranjeros y de organismosinternacionales sobre un fenómeno del cual se habla de manera cotidiana.278

Sin embargo, algunos medios han abierto algunos espacios, como www.drogasmexico.org o www.narconews.com, y revistas independientes, como Gaceta Cannábica, aunque de difu-sión limitada y con pocos recursos.

No obstante, el escenario siempre es ominoso. En Mapa de riesgos para periodistas, pu-blicado por la Sociedad Interamericana de Prensa, al final del sexenio de Vicente Fox, laperiodista que se encargó de la sección mexicana, María Idalia Gómez, inicia con un textomuy elocuente:

En el México de hoy existe una grave amenaza al ejercicio libre del periodismo. El cri-men organizado, en diferentes zonas del país, se ha erigido como el censor y guardiánde este oficio, siempre cuidando sus intereses. En algunos lugares la evidencia es pal-pable, en otros es más difícil identificarlo porque su presencia es disfrazada. La granmayoría de los reporteros ha optado por censurarse, no investigan y ni siquiera repor-tean sobre las mafias y sus tentáculos. En aquellas ciudades o regiones en donde losperiodistas están enfrentando el desafío, los resultados que han obtenido son amena-zas, presiones y hostigamiento, en el peor de los casos han muerto.279

Ante las posibilidades de muerte violenta, pareciera que no hay más ruta que la auto-censura. Por ello viene a cuento un fragmento del discurso de Jesús Blancornelas al recibir elPremio Mundial de Periodismo:

Después de la balacera muchos me aconsejaron retirarme y, encamado aún, casi lodecidí. Pero fui reflexionando y pensé en un par de cosas: si me retiro quedaré comoun cobarde. Además, la mafia me tomará de ejemplo con otros periodistas diciéndo-les: ya ves cómo le fue a éste, a ti te puede pasar igual. Por eso decidí seguir, aunque yano tengo necesidad de hacerlo. Al tomar la decisión, lo más importante fue el apoyode mi esposa, de mis hijos y de mis compañeros de trabajo. No puedo olvidar especial-mente a muchos periodistas de casi todo mi país. Hicieron tanto ruido que espantarony frenaron temporal, aunque no definitivamente, a mis atacantes. Por eso cuando medijeron que el premio sería entregado en Colombia, mis amigos y algunos familiaresme pidieron no venir. Me dijeron que me iba a meter en la boca del lobo. Y aquí estoy.Toco madera. Por lo menos hasta este momento, el lobo y el león tienen parecido. No

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son como los pintan. Es como cuando dicen que México se va a colombianizar. O lesdigo que si aquí pasaron o pasan amargos momentos en su tiempo y ahora los tenemosnosotros, esto no tiene etiqueta. Son cosas de la vida. Yo les digo que en vez de pensaren eso de colombianizar, pensemos en americanizar periodísticamente para espantarel mal del narcotráfico y los malos gobiernos que los solapan.280

Blancornelas murió en 2006, sin haber faltado a lo que sentía su deber: “seguir inves-tigando y escribiendo sobre el narcotráfico”.281

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