Dichos y hechos: juventud, representaciones sobre el trabajo no remunerado y brechas en el uso del...

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Dichos y hechos: juventud, representaciones sobre el trabajo no remunerado y brechas en el uso del tiempo. 1 Sol Scavino Fernanda Ferrari. 1 Este trabajo es el acento en solo uno de los ejes temáticos de otro trabajo del mismo nombre, realizado con la Socióloga Fernanda Ferrari en el marco de las XIII Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

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Dichos y hechos: juventud,representaciones sobre eltrabajo no remunerado ybrechas en el uso deltiempo.1

Sol ScavinoFernanda Ferrari.

1 Este trabajo es el acento en solo uno de los ejes temáticos de otro trabajo del mismo nombre, realizado con la Socióloga Fernanda Ferrari en el marco de las XIII Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

INTRODUCCIÓN 

Las categorías “género” y “juventud” han sido tratadas comodos ámbitos teóricos escindidos desde los cuales observar larealidad y las problemáticas sociales; entendidas comoclivajes independientes. Pero el intercambio intergeneracional y el traspaso o laimposición (como dominación) de las pautas desde lasgeneraciones adultas a las más jóvenes son centrales en laconstrucción del género en las nuevas generaciones. Se afirmaque somos socializados como varones y mujeres por agentes desocialización primaria y secundaria y es en nuestro proceso decrecimiento y desarrollo como sujetos sociales que entendemosqué debemos hacer o, al menos, qué se espera que hagamos. Por lo tanto resulta central, para acercarnos a conocer laposibilidad de cambios en los roles y estereotipos de género,conocer qué dichos y hechos constituyen las prácticas de los ylas jóvenes de Uruguay incorporando una lectura de género-juventudes. En este trabajo se busca converger en un punto devista que integre ambas categorías. El análisis se concentra en las representaciones y prácticasde los jóvenes en relación al trabajo no remunerado. Es que ladivisión sexual del trabajo es una de las consecuenciasobservables más contundentes de las desigualdades de género.Así, el trabajo tiene como objetivo general reflexionar sobrelas representaciones de los y las jóvenes (de 14 a 29 años) ysus prácticas en torno al trabajo no remunerado.Para ello, se necesitó: a) contar con un marco teórico quearticule las categorías género y juventud, b) elaborarinformación en base a los microdatos de las encuestas ENAJ2008 y EUT 2007 para su análisis en base al marco teóricoanterior2.

En el siguiente apartado se expone un marco conceptual quepretende la articulación entre género y juventudes. Elanálisis de algunos de los datos disponibles sobrerepresentaciones sociales en base a la ENAJ 2008 y laparticipación y magnitud de tiempo de trabajo no remunerado enbase a la EUT 2007 son desarrollados en el Punto 3. En lasreflexiones finales (Punto 4) se hace hincapié en el

2 Para el punto b, se delimitó la población entre 14 y 29 años. Esta población en ambas encuestas es representativa de jóvenes uruguayos de localidades mayores a 5000 habitantes, ya que ambas encuestas son módulos de la Encuesta Continua de Hogares.

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fortalecimiento de las políticas de juventudes con perspectivade género, y se plantea la necesidad de seguir estudiando losdichos y los hechos de estas poblaciones con una perspectivatemporal y comparativa (para lo cual eventualmente se podríautilizar la ENAJ y EUT 2013).

2.       JUVENTUD Y GÉNERO 

En el presente apartado nos centraremos en delimitarbrevemente algunos aportes conceptuales en los campos teóricosde género y juventud, con el objetivo de comprender cómo seconstruyen social y culturalmente estas categorías analíticasque delinean los procesos de definición de “ser joven” y a lavez “mujeres” y “hombres”. Ambos clivajes teóricos nosacercarán a nuestro objeto de estudio sobre cómo seincorporan, reproducen o transforman las representacionessociales y relaciones de género y trabajo no remunerado en laspersonas jóvenes.

2.1 Breve aproximación a las categorías de juventud y género:posibles articulaciones conceptuales.

Como plantea sintéticamente R. Aguirre: “el concepto de género dacuenta de cómo el sexo se construye socialmente” (1998:19). Así, elgénero será considerado como el conjunto de características,roles, atributos, marcas, permisos, prohibiciones yprescripciones, asignados diferenciadamente a las personas, enfunción de su sexo biológico. Es una categoría social impuestaal cuerpo sexuado: creencias, sentimientos y conductas quetoda sociedad se ha dado frente a la diferencia sexual (Scott,J 2003).También es una construcción social, cultural, política yeconómica que establece pautas de relacionamiento y ejerciciode poder diferenciado para varones y mujeres. Los sistemas degénero se pueden analizar como sistemas de poder. Este aspectoha sido introducido de manera privilegiada por Scott: “el géneroes el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder. (…)No es el género el único campo, pero parece haber sido una forma persistente yrecurrente de facilitar la significación del poder en las tradiciones occidental, judeo-cristiana e islámica.” (Scott, J. 2003:23). En este sentido, el concepto degénero es jerárquico ya que evidencia las relaciones de poderdesiguales que afectan principalmente a las mujeres generandomúltiples desigualdades de género.

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Los estereotipos y mandatos de género, las relaciones depoder, las ideologías y creencias forman parte de los sistemasde género que las instituciones y las políticas públicasreproducen a través de diversos procesos culturales. Nosreferimos al sistema sexo-género como el “conjunto de formas ypatrones de relacionamiento social, prácticas asociadas a la vida cotidiana,símbolos, costumbres, identidades, vestimenta, tratamiento y ornamentación,cuerpo, creencias y argumentaciones, sentidos comunes (...) así como imperativoséticos, que definen cuáles son las conductas masculina y femenina adecuadas”(Anderson. J, 2006:36). La influencia de este sistema sexo-género se extiende a diversas esferas impactando de manerafiderente sobre jóvenes y adultos, varones y mujeres y así. Elcómo está determinado por las estructuras de poderdistribuidas inequitativamente entre varones y mujeres,estableciendo relaciones basadas en la desigualdad. En este sentido, el género se define como una categoríaanalítica relacional potente sobre las formas sociales,históricas, económicas y culturales que adquieren lasrelaciones entre hombres y mujeres, que se articula de maneraparticular con otras relaciones de poder como la raza-etnia,la edad (generaciones-juventud/adultocentrismo), la clasesocial, la ubicación local-global y la orientación sexualgenerando a través de estas diversas interseccionalidadesmúltiples desigualdades sociales de específico carácter devulnerabilidad social. Desde un enfoque construccionista, entender los modos en quese construyen los mandatos de género en una sociedaddeterminada nos ayuda a comprender que somos constituidos comovarones y mujeres y aportamos a la construcción de los demásen el intercambio social con otros/as.

El vasto campo de estudios sobre juventudes también, vistodesde una perspectiva construccionista, comprende a la“juventud” como una construcción cultural, social y políticaque cada sociedad elabora según un momento históricodeterminado produciendo múltiples definiciones y perspectivasde abordaje en el espacio social y discursivo acerca de qué esser joven y qué implican las “juventudes”. Estas perspectivasestán en pugna en tanto los límites para establecer criteriosde edad entre las poblaciones son arbitrarios y se desprendende la lógica de los actores que participan en un momento dadoen esos espacios. Bourdieu (1990) planteaba que la “juventud no es más que una palabra”para dar cuenta del orden impuesto y construido socialmente

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acerca de la necesidad de delimitar, según categorías de edady procesos comunes, a un rango de la población. Tantojuventud, como la vejez o la infancia no son esencias dadasque remiten a naturalezas específicas sino que son producto deluchas de poder intergeneracionales en un contexto socialdado. Por lo tanto, son plausibles al cambio, latransformación y reproducción social. Así se entiende “La edades un dato biológico socialmente manipulado y manipulable” (Bourdieu, P.1990: 165).Así como los sistemas de sexo-género están constituidos porrelaciones de poder (con origen en el patriarcado) entremujeres y varones, podríamos suponer la existencia de sistemasde relaciones de edad que se erigen sobre bases materialesvariadas (por ejemplo las clases de edad) que se estructurandesigualdades a partir de relaciones jerárquicas entre adultosy jóvenes. Duarte (2012) aporta el concepto de adultocentrismomediante el cual da cuenta de las relaciones de dominio entrediferentes clases de edad. Los adultos reproducen material ysimbólicamente su dominio imponiendo imaginarios sociales queestablecen pautas hegemónicas esencialistas, mecanicistas,estigmatizantes y universalizadoras) de comportamiento. Lasmismas operan sobre la construcción de la juventud con pautasy normas construidas desde lógicas de grupos dominantes comolos clase alta, masculinos y de mayor edad, que se erigen comocontroladores de campos económicos, políticos, culturales ysociales. (Duarte, K. 2012:7)Por otro lado, en respuesta y crítica al planteamiento deBourdieu, Margulis (1998) propone entender a la juventud comoalgo más que una palabra. El autor no se conforma con concebira la juventud únicamente como una invención cultural sino queidentifica condiciones reales de existencia de diversas formasde juventudes. La condición de ser joven presenta una formaespecífica de estar en el mundo, ubica a sujetos entemporalidades históricas, en lejanía con la muerte y enasunción de trayectorias vitales esperadas y condicionadassocialmente (moratoria social y vital) (Margulis, M. 1998: 3-4-5) Filardo (2009) distingue entre juventud como objeto (productoy proceso social y cultural histórico) y los jóvenes comosujetos de derechos que transitan la condición juvenil demúltiples formas. Estos “tránsitos” delinean trayectoriasjuveniles específicas y diversas en función de los puntos departida diferenciales de los y las jóvenes. Dicho procesosupone la articulación compleja de eventos de formación,

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inserción profesional, autonomía y emancipación familiar, yocurre en un marco socio-político e histórico determinado queconfigura un sistema de transición, adquiere característicasvariables en las sociedades contemporáneas. La especificidad que ese sujeto y sus condicionantes socio-históricas le dan a ese proceso alienta a hablar detrayectorias diversas. Así “toda transición es un proceso lleno decambios, en el que hay algo que está en curso y se desenvuelve, un sujeto quecambia” (Ghiardo y Dávila, 2008). Las juventudes y los y las jóvenes de nuestra sociedadpresentan una gran diversidad originada en factores tales comoel género, el territorio, la orientación sexual, lasdiscapacidades, las posibilidades o no de inserción en elsistema educativo, la ascendencia étnico-racial y el estratosocio-económico al que pertenecen, el acceso a los bienesculturales y simbólicos, las preferencias estilísticas y deconsumo, por poner sólo algunos ejemplos. Es preciso tener encuenta que esta diversidad configura una estructura de riesgosdiferencial que opera favoreciendo procesos de estratificaciónsocial producto de los itinerarios recorridos hasta el momentoy condiciona los itinerarios probables a futuro. La diversidad de las trayectorias juveniles puede ser leídadesde una perspectiva posmoderna que " tiene como característica laincertidumbre, la fragilidad o volatilidad de los "estados" la "liquidificación" diríaBauman (2005)" (Filardo, V. 2009: 8). Aunque también puede serconcebida desde la noción de exclusión y vulnerabilidad socialque se juega en las especificidades y diferenciaciones de lasmimas (Filardo, 2009).

Si bien “la edad y sexo son base de clasificaciones sociales y estructuraciones desentido” (Margulis, M. 1998:1) es necesario identificar lainterseccionalidad que afecta de manera particular lacondición de juventud según el género y viceversa. Margulis(1998) plantea que la moratoria social y vital varía enmujeres y varones jóvenes. El “crédito social”, el tiempo deinversión en juventud para los segundos es mayor que para lasprimeras debido a cómo transitan el evento de la maternidad ypaternidad. Para las mujeres, “la maternidad implica una moradiferente, una urgencia distinta, que altera no sólo al cuerpo, también afecta a lacondición sociocultural de la juvenilización” (Margulis, M. 1998:8). Deesta forma, existen mayores oportunidades de ser “másjuveniles” para los varones que para las mujeres. En relación a la evidencia generada en torno a lastransiciones a la adultez desde la academia uruguaya se

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destaca el estudio realizado por Iervolino y Cardozo (2009)que analizan las trayectorias juveniles en función del sexo yedad (15 a 29 años) según datos de la ECH 2006 en latransición de distintos eventos significativos hacia laadultez. La magnitud y el calendario con que se producen estostránsitos se especifican fuertemente en función del sexo y laeducación. “Así, los varones anticipan a las mujeres en los eventos asociados ala esfera pública mientras que las últimas procesan las transiciones privadas enforma anterior” (Iervolino, A. Cardozo, S, 2009:78) También, lamenor participación de las mujeres en el mercado de trabajo esasociada por los autores a un desigual costo de oportunidad detrabajar para unos y otras derivado tanto de la discriminaciónde género en el mercado laboral como de la carga de trabajoreproductivo en la esfera privada en el caso de las mujeres.En contextos de menor nivel educativo los varones sedesvinculan más del sistema educativo para incorporarse almercado de trabajo, mientras que en las mujeres se desvinculanpara emanciparse, unirse conyugalmente y ser madres quedandofuera de los circuitos clásicos que aseguran el acceso a lamatriz de protección social vinculados a la salud, laeducación y el mercado de trabajo. (Iervolino, A. Cardozo, S,2009:78)

Las relaciones sociales en el marco de la producción de unasociedad deben ser leídas a través de múltiples clivajes, yamencionamos anteriormente que la edad y el sexo son ejesestructuradores de sentido clave en las personas y en estasrelaciones. Incorporar la perspectiva de género y la degeneraciones es un imperativo fundamental si es que sepretenden identificar las representaciones sociales ytrayectorias heterogéneas entre varones y mujeres signadas porconstrucciones de género en la etapa de la juventud.Desconocer el impacto de esta construcción sería igual areconocer que la juventud o las posiciones de género sonhomogéneas. De esta forma se estaría invisibilizando laheterogeneidad que en ellas se presenta, su riqueza y losaspectos estructurantes de dominio y desigualdad intra e inter“género-generacionales”.

2.2 Lo dicho y lo hecho: Representaciones y prácticassociales.

Uno de los aspectos fundamentales para acercarnos a conocer elfuturo, es comprender las formas en que los/as jóvenes (que

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constituyen algo así como la base material del futuro Uruguay)se representan a sí mismos, a los demás, a los eventossociales, qué procesos atraviesan, como transitan sustrayectorias hacia la adultez, en qué se diferencian. Estos yotros aspectos pueden hablarnos de la construcción de nuevasformas de ser en sociedad. Sin duda esta construcción denuevas formas sociales será una tarea práctica. Las prácticas, según Bourdieu, implican un juego complejoentre “las posiciones sociales ( concepto relacional), las disposiciones (o loshabitus) y la toma de posición las “elecciones” que los agentes sociales llevan acabo en los ámbitos más diferentes de la práctica…” (Bourdieu, P. 16:1997). Mediante las mismas se construye cotidianamente lasformas de ser y estar en sociedad. Mas han de ser entendidas asu vez como actos discursivos, ya que los hechos forman partede los dichos a la vez que se moldean en interacción con losmismas. Por esto las prácticas y las representacionessociales sobre las mismas han de ser estudiadas conjuntamente,o por lo menos en relación. Las representaciones sociales y los deberes que se desprendeny elaboran mediante las mismas se tornan centrales paraentender no solo el comportamiento de los actores sociales,sino también los mecanismos de dominación discursiva de unsexo sobre otro, de los adultos sobre los jóvenes e introducircomo clave, el dominio del discurso estatal sobre loscolectivos a través de las políticas públicas.La teoría de las representaciones sociales adquiere relevanciaen el último siglo tanto en la psicología social y lasociología, puesto que (en base a los planteos de SergeMoscovici) permite comprender las mediaciones simbólicas entrelos individuos y colectivos, que, a la vez de ordenar ysignificar lo social tienen imbricado un potencialinstituyente, de cambio. Moscovici define a las representaciones sociales como "unamodalidad particular de conocimiento cuya función es la elaboración de loscomportamientos y la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizadode conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales loshombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o enuna relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación.”(1979: 17-18). Mediante las representaciones sociales y los mecanismos dereproducción simbólica podremos visualizar como operan demanera conjunta las estructuras de dominación de género ygeneraciones. Los/as adultos/as son quienes socializan a lasgeneraciones recién llegadas y lo hacen desde sus propias

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vivencias de relaciones de género. En palabras de Saltzman “enla medida que la generación adulta logra con éxito hacer de los niños seressociales conforme a las concepciones aceptables de sexo, esos niños se convertiránen adultos que harán elecciones coherentes con su propia identidad sexuada”(Saltzman 1992: 32).

3.   Representaciones Juveniles y prácticas en torno alTrabajo No Remuerdo y Remunerado.

Uno de los aportes más significativos de la literaturafeminista para las Ciencias Sociales ha sido la deconstruccióndel concepto de trabajo en base a la interpelación delutilizado por la economía y la sociología durante años,incorporando la noción de trabajo no remunerado. La cultura patriarcal ha imperado particularmente en occidenteen los últimos siglos por medio de la división sexual deltrabajo. Se visualizan dos tipos ideales de ser varones ymujeres (en proceso de cambio) productos de esta forma dedominación. Los varones son los "ganadores de pan":proveedores, empoderados económica y políticamente ya que selas ven con el mundo público por ser los que trabajan demanera remunerada (fuera del hogar). En oposición a éstos ycumpliendo una función de complemento, las mujeres se dedicana las tareas del hogar, confinándose en la esfera privada (delos hogares). Ellas se encargan de la crianza de los niños yde realizar todas las actividades domésticas para que losvarones puedan trabajar de manera remunerada. De este modo, ladiferenciación se vuelve clara: a los hombres les“corresponeden” las tareas productivas mientras que a lasmujeres las reproductivas y la mayor parte de las tareas quese asocien a la subsistencia de las personas en el marco delas familias. Entre el mercado laboral y la esfera doméstica, se encuentranlas dificultades propias de su intersección: como las mujeresse hacen cargo mayoritariamente del cuidado de personasdependientes, son quienes están más dispuestas a flexibilizarsus horarios o disminuir su carga en el mercado laboral si nose retiran directamente del mismo. Una de las consecuenciasinmediatas es la falta de autonomía económica, pero también, alargo plazo las mujeres (más longevas que los hombres) gozande jubilaciones afectadas por los años de ausencia del mercadolaboral o de aportes por pocas horas trabajadas. Una de las áreas de estudio más expresivas de esta diferenciaha derivado de la línea de investigaciones concentradas en el

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uso del tiempo. En este marco, uno de los indicadores másdestacados ha sido la carga global de trabajo, que establecela suma de horas diarias o semanales dedicadas tanto altrabajo no remunerado como al remunerado. En los últimos años, las mujeres se han incorporado al mercadolaboral remunerado con grandes dificultades, pero dichaincorporación no implicó una redistribución de las tareas a lainterna de los hogares. Así las mujeres tienen una cargaglobal del trabajo (suma de horas dedicadas al trabajoremunerado y no remunerado) mayor que la de los varones. 3

A su vez la pregunta sobre la transformación de las prácticas ha de hacerse carne en referencia a los/as jóvenes ya que en ellos se juegan procesos claves y diferenciados que signarán los comportamientos de varones y mujeres en el futuro. El estudio del trabajo no remunerado de jóvenes nos acercará a conocer como los mismos organizan sus acciones y prácticas en relación a sus representaciones, quizá, estructuradas en tornoal deber ser. En el siguiente apartado se analizaran las respuestas dejóvenes entre 14 y 29 años a sentencias en relación al trabajoremunerado y la dedicación horaria de ellos a dicho trabajo.Se trabajó con tramos etarios de 14 a 19 años y de 20 a 29. Elprimer corte se ubica en los 20 años dado que, según labibliografía especializada es en esa edad en que se procesande manera más veloz y en mayor cantidad eventos de transicióna la adultez. También son las edades comprendidas en ladefinición oficial que hace el Instituto Nacional de laJuventud del Uruguay (INJU) de jóvenes y adolescentes.4

3.1 Opinión sobre principales responsabilidades5.

En la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud de 2008 seconsultó a los/as jóvenes sobre cuál consideraban que era suprincipal responsabilidad en la vida. Esta pregunta nosacerca a conocer cuáles sienten las personas que son susdeberes o responsabilidades a cumplir. A raíz de los datos podemos observar al menos dos fenómenos:la incidencia del género sobre la ponderación de distintastareas y la del ciclo de vida (diferentes edades).3 Se adjunta en Anexos un apartado sobre división sexual del trabajo, trabajo remunerado, no remunerado y carga global del trabajo. 4 Se trabaja con una concepción estadística y político administrativa de lo que es la "juventud" tratando de no desconocer en el análisis las particularidades de la Juventud como "objeto" mencionadas en el marco teórico.5 Ver Tabla 1 en Anexos.

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La amplia mayoría de los/as menores de 14 años declara que suresponsabilidad en la actualidad es estudiar o capacitarse. Entre los/las jóvenes que tienen entre 14 y 20 años vemos queel 72% de las mujeres declara que su principal responsabilidades estudiar o capacitarse mientras que en el caso de losvarones, son el 64,7%. Estos datos coinciden con la literaturaespecializada que afirma que las mujeres tienen unaincorporación tardía al mercado laboral en relación a losvarones y sumado a esto, los primeros salen del sistemaeducativo antes que las mujeres. Para este mismo tramo deedad, el 19,1 % de los varones declara que trabajar es suprincipal responsabilidad mientras que las mujeres lo hacen enun 8%.Respecto a la esfera doméstica o privada (en las dimensionescomo "hacerme cargo de mis hijos" o "tener a cargo a mishermanos, familiares") las mujeres son quienes en mayorproporción creen que su principal responsabilidad es cuidar desus hijos (8,8% versus 1,2% de los varones). Sin embargo, en el tránsito hacia la adultez observamos lasrespuestas de los/as jóvenes de entre 20 y 29 años sediferencian. La identificación de los deberes en la esferapública se afianza en los varones y en las mujeres aparececomo espacio principal la esfera privada, esbozando unareproducción de una clásica división sexual del trabajo. Como el ciclo de vida opera a la par, vemos como el estudiocomo responsabilidad principal va mermando a medida que seavanza en edad (se culminan o truncan los procesoseducativos), y otras dimensiones como el trabajo y la familiatoman mayor relevancia. En los varones de entre 21 y 29 años el 47% declara quetrabajar es su actividad principal, mientras que de lasmujeres lo hace solo el 27,9%. Esta situación se invierte yaumenta la brecha cuando observamos las declaraciones en tornoa hacerse cargo de los hijos. El 40,9% de las mujeres declaraque esta última es su principal responsabilidad en la vida,mientras que solo el 15,2% de los varones lo ubica como suprincipal responsabilidad. Es decir, en cuanto a las representaciones de lo queconsideran los/as jóvenes que es su principal responsabilidaden la vida, se presenta una clara diferenciación basada en ladivisión sexual del trabajo y se visualiza como opera a medidaque se transitan ciclos de vida.A medida que crecen en edad, los varones colocan suresponsabilidad o deber ser en torno al trabajo (a la

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necesidad de obtener autonomía económica y eventualmente serproveedores del hogar), mientras que las mujeres priorizan lacrianza y el hacerse cargo de los niños, lo cual explica quesean las primeras en flexibilizar su situación en el mercadolaboral o quedar por fuera del mismo cuando hay que hacersecargo del cuidado de otros. (Batthyàny, Genta y Perrota,2012).

3.2 Acuerdo o desacuerdo: otra o la misma cara del deber ser.6

Se consultó sobre el grado de acuerdo afirmaciones sobre lavida doméstica y su posible articulación con el mundo delestudio y del trabajo. En primer lugar, se consultó el grado de acuerdo con laafirmación "criar a los hijos debe ser tarea primordial de las mujeres". El8,7% de los varones de 14 a 19 años está muy en desacuerdo,mientras que aquellos que tienen más probabilidades de habertransitado por el evento de tener un hijo (de 20 a 29 años)consideran estar muy en desacuerdo un 16,7%. Podemos suponerque el aumento en el grado de acuerdo puede ser por lamaduración de la idea de la paternidad (como un efecto delpaso del tiempo y el crecimiento en las personas) o por elhecho de haber transitado el evento y constatar que no esbueno que sea tarea primordial de las mujeres, ya sea por lasconsecuencias que esto tiene para el desarrollo de las mismas,o por la exclusión por pate de las mujeres (y/oautoexclusión) de los varones en los procesos de crianza.Cuando observamos los grados de acuerdo en las mujeres vemoscomo ellas se identifican con el rol de cuidadoras desdepequeñas y afianzan eso en las edades más cercanas a laadultez. Mientras que solo el 12,4 % y el 9,4% de los varonesestá muy de acuerdo con esta afirmación, el 18,7% y 19,8% delas mujeres afirma que criar a los hijos debe de ser una tareaprimordial de ellas. ¿Será que los varones son más equitativos y tienden acompartir las actividades de cuidado porque entienden que esano es una tarea primordial de las mujeres?, ¿Será que estasafirmaciones dan cuenta de sus prácticas en torno al trabajono remunerado, dentro del cual las tareas de cuidado sonfundamentales? En una primera lectura, podríamos decir que los varonesjóvenes aparentar ser más "democráticos" en cuanto a la6 Ver las tabla 2 y 3 en anexos.

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responsabilidad por criar a los hijos que las mujeres, quienesparecen poner sobre sus propios hombros (o adueñarse de) latarea y responsabilidad del cuidado. Pero si consideramos losdatos presentados más arriba sobre las principalesresponsabilidades, que se complementan con los de uso deltiempo presentado más adelante, vemos que los varones sededican al trabajo remunerado (al que dedican más tiempo quelas mujeres y al que declaran su responsabilidad principal,incluso sobre la crianza de sus hijos/as).

La incongruencia entre las principales responsabilidades y losgrados de acuerdo con estas sentencias empiezan a delinear unabrecha entre el discurso y las prácticas.En relación a la afirmación "Las mujeres deberían compartir las tareasdel hogar con los varones para desarrollarse dentro y fuera del hogar", noparece haber diferencias por tramo de edad y en general seobserva que en los hombres se acumulan en el grado de"acuerdo" mientras que las mujeres lo hacen estando "muy deacuerdo". Existe una diferencia de grado sutil, pero podríadecirse que tanto varones como mujeres están de acuerdo conque las mujeres deberían compartir con los varones las tareasdel hogar. Con una lectura de estos datos podríamos afirmarque la corresponsabilidad es incipiente en el imaginario delos/as jóvenes uruguayos/as. Algo similar se desprende de los datos en torno a laafirmación "las tareas de la casa deben ser asumidas solo por mujeres".Aquí el grado de desacuerdo es alto en general, aunque paralos dos tramos etarios las mujeres están más en desacuerdo ylos varones están ligeramente más de acuerdo con laafirmación. Esta segunda lectura nos invita a introducir un matiz: elacuerdo se da en torno a compartir las tareas del hogar paraque las mujeres puedan desarrollarse en el ámbito público,pero cuando se pregunta exclusivamente por el hogar, de nuevoparecen estar operando las desigualdades de género y esta vezmás en los varones que en las mujeres. Mientras que lasmujeres afirman que ellas tienen como responsabilidadprincipal el cuidado de los hijos, y están de acuerdo en quecriar a los hijos es tarea primordial de las mujeres, lasmismas no están igualmente de acuerdo con que realizar lastareas del hogar sea exclusivamente una tarea femenina. Aquí vemos como dentro de los componentes del trabajo noremunerado, el cuidado se caracteriza por poner en juego loemocional y muchas veces, la identificación con lo

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"esencialmente/propio ( ¿o apropiado?)" femenino, mientras queen las tareas domésticas prima su dimensión material y esvisto por las mujeres como una carga de la cual nonecesariamente han de ser responsables. En este último punto,los varones están más de acuerdo que las mujeres (26% versus17% y 16,3% versus 14,5%). Aparentemente los mayores de 19años están menos de acuerdo en que las mujeres han de ser lasprincipales responsables de la crianza de los hijos que laspersonas de 14 a 19 años. Esto puede asociarse a al menos doshipótesis: a) quienes tienen 14 y 19 años visualizan quéadultos realizan las tareas del hogar y reproducen el acuerdoen función a esa observación y b) entre los 20 y 29 años seenfrentan procesos de emancipación, tenencia de hijos,formación de hogar propio, lo cual hace que los varones tenganque involucrarse en las tareas y relativizan mínimamente elgrado de acuerdo con que sean solo tareas propias de lasmujeres.

Cuando observamos el grado de acuerdo de los/as jóvenes deentre 14 y 29 años para los dos quintiles de ingresos extremos(menores y mayores)7, observamos que, en general, lasrespuestas de los de mayores ingresos tienden a ser más"equitativas" en términos de género. Están menos de acuerdocon aquellas afirmaciones que colocan a las mujeres comoresponsables exclusivas de las responsabilidades domésticas yde crianza de los niños, mientras que están ligeramente más deacuerdo, particularmente las mujeres de hogares del mayorquintil de ingresos, en afirmaciones como "Las mujeres deberíancompartir las tareas del hogar para desarrollarse dentro y fuera del mismo".En general, podríamos decir que se observa un grado de acuerdoo desacuerdo aparentemente equitativo desde la perspectiva degénero (se privilegia el compartir las tareas del hogar y dela crianza, incluso más por los varones que por las mujeres)aunque se visualizan algunas diferencias entre las personas dedistintos quintiles de ingreso. Estudios anteriores(Batthyány, Genta y Perrota 2012, Aguirre y Ferrari 2014,Perrota 2013) afirman, en relación al cuidado, que entre elfamilismo y el nivel socioeconómico existe un vínculoestrecho: a menor nivel socioeconómico aumenta el familismo(es decir, la concepción tradicional del cuidado doméstico ymaterno para niños y personas dependientes) y a mayor nivelsocioeconómico disminuye la fuerza con la que opera dichofamilismo, permitiendo la entrada al juego de la organización7 Ver tabla 3 en anexos.

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del cuidado de actores institucionales como el Estado o elmercado. En comparación al punto anterior donde las responsabilidadesde varones y mujeres estaban claramente diferenciadasobedeciendo una lógica de división sexual del trabajo rígida,en el acuerdo con afirmaciones sobre la conciliación y elreparto de las tareas de la esfera doméstica, esta divisiónsexual del trabajo parece desdibujarse.

3.3 El uso del tiempo destinado al trabajo no remunerado enjóvenes de entre 14 y 29 años.

Luego de haber realizado un recorrido por las opiniones sobrelas principales responsabilidades de los jóvenes en la vida ysobre los grados de acuerdo con sentencias que establecen alespacio doméstico como uno típicamente femenino, nosproponemos conocer cómo se distribuye el tiempo dedicado altrabajo no remunerado entre varones y mujeres jóvenes. Para ello contamos con la Encuesta de Uso del Tiempo serealizó en 2007. Por lo tanto las afirmaciones que haremos acontinuación son aproximaciones a las distancias que podríanestar teniendo los mismos jóvenes (no se trata exactamente delos mismos jóvenes) entre sus dichos y hechos.La situación es contundente: para ningún tramo de edad losvarones dedican más tiempo de trabajo no remunerado que lasmujeres. Cuando observamos las brechas según los tramos deedad, vemos que es en el "salto a la adultez", en el tramoentre 20 y 29 años donde la brecha se acentúa. Es decirmientras que las mujeres de 14 a 19 años trabajan por semana8,4 horas (promedio) más que los hombres, las mujeres de 20 a29 años trabaja casi 23 horas más. Es razonable pensar que laspertenecientes al segundo tramo de edad tienen másprobabilidad de haber transitado por el evento de tener unhijo o consolidar un hogar propio, por ejemplo, lo cualaumenta su carga horaria de trabajo, por que como venimosconstatando esa es su "responsabilidad principal" y así seconstituye su deber ser.

Tiempo promedio dedicado al Trabajo No Remunerado por tramos deedad y sexo.

 Promedio de

horasVarones

Promedio dehoras

Mujeres

DiferenciaM/V

Entre 14 y19 años 8,7 17,2 8,5

14

Entre 20 y29 años 14,5 37,4 22,9

Mayores de30 años 17,1 39,2 22,1Total 15,8 36,5 20,8

Fuente: elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Usodel Tiempo 2007 y la Encueta Continua de Hogares 2007.

En relación a los datos preexistentes (Aguirre, R. 2009) seobserva que la media de horas dedicada semanalmente por losvarones a las tareas domésticas, ronda constantemente las 15horas semanales (es decir que el valor se mantiene casiinalterado a pesar de que ellos tengan o no pareja, tengan ono hijos, tengan o no un empleo, sean de nivel socioeconómicoalto o bajo y así). Sin embargo, cuando miramos las horasdedicadas al trabajo no remunerado, los varones de 14 a 19años dedican muy poco tiempo semanal, no solo comparado conlas mujeres sino también con los varones de mayores edades.Podemos encontrar aquí una pista sobre la socialización y lasexigencias diferenciadas para varones y mujeres en laadolescencia.Brechas (diferencia de horas mujeres/varones) en el promedio

de horas dedicado al trabajo no remunerado, por tramos de edady quintiles de ingreso per cápita.

0.020.040.0

Entre 14 y 19 añosEntre 20 y 29 añosMayores de 30 años

Fuente: elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Usodel Tiempo 2007 y la Encueta Continua de Hogares 2007.

Cuando observamos el tiempo de trabajo no remunerado dedicadopor varones y mujeres según quintiles de ingresosidentificamos al menos tres fenómenos: las brechas se acentúanen los quintiles de ingresos más bajos y disminuyenprogresivamente en los más altos; las brechas siempre sonnegativas para las mujeres: son ellas las que dedican en todoslos casos más tiempo al trabajo no remunerado y que lasbrechas son más severas en los tramos de edades de 20 a 29 ymayores de 30 años.

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Como ya se ha explicado, esto quizá esté relacionado con elmomento de la vida en el cual el trabajo no remunerado sevuelve fundamental para sostener un proyecto de vida autónomoo una posible emancipación familiar. En cuanto a la diferenciación en base a la pertenencia adistintos quintiles de ingresos, se observa que la distanciaes particularmente grande entre quienes tienen 20 y 29 años.Las mujeres pertenecientes al quintil más bajo de ingresos eneste tramo de edad, dedican 33,5 horas (promedio) más que loshombres al trabajo no remunerado, mientras que las mujeres delmayor quintil de ingresos dedican 8, 6 horas más. El rol de la maternidad en los estratos socioeconómicos másbajos presenta la particularidad de otorgar estatus social alas jóvenes ( y probablemente tenga un papel importante en losproyectos de vida) y es por esto que muchas veces el eventode tenencia del primer hijo ocurre mucho antes entre lasjóvenes de contextos más vulnerables socioeconómicamente. En cuanto a la diferencia de las horas dedicadas al trabajo niremunerado entre las mujeres y los varones jóvenes según eltipo de hogar que integran, vemos que es en la familiabiparental nuclear con hijos que las mujeres dedicansignificativamente más horas que los varones y que las mismasse acentúan cuando tienen entre 20 y 29 años. En el ejemplo extremo, los hogares unipersonales, ladiferencia en el trabajo no remunerado es notoriamente másbaja en relación a los otros tipos de hogares, pero aún asílas mujeres invierten más tiempo que los varones en dichotrabajo.

Brechas (mujeres-varones) en el uso del tiempo en hogares conjóvenes por tipo de hogar al que pertenecen.

Hogar unipersonal Familia nuclear biparental sin hijos

Familia nuclear biparental con hijos de ambos

Familia nuclear biparental con al menos un hijo de uno

Familia nuclear monoparental femenina

Familia nuclear monoparental masculina

Familia extensa Familia compuesta Hogar sin núcleo conyugal

Fuente: elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Usodel Tiempo 2007 y la Encueta Continua de Hogares 2007.

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La línea roja muestra las brechas en el uso del tiempo de losjóvenes que integran hogares biparentales sin hijos. Una delas observaciones que resulta alarmante es que en aquellasparejas jóvenes sin hijos donde al menos un miembro tieneentre 14 y 19 años la brecha horaria es muy superior a la delos mismos hogares con integrantes de más edad (20 a 29). Lasparejas que se emancipan más jóvenes (suelen ser de nivelessocioeconómicos más bajos) parecen ser poco equitativas en eluso del tiempo y en su dedicación al trabajo no remunerado. La segunda observación pertinente en torno a los hogaresbiparentales sin hijos, es que, en comparación con los hogaresque tienen hijos, las brechas en el uso del tiempo sonmenores. Con lo cual podemos suponer que tener al menos unhijo en el marco de hogares en donde hay una persona del sexomasculino y otra del femenino a cargo, aumenta la desigualdaden el uso del tiempo y es posible que esto se sostenga yrealice por las representaciones que estos jóvenes tienenacerca de sus responsabilidades como hombres y mujeres y comopadres y madres.

4.       REFLEXIONES FINALES 

 Los y las jóvenes en Uruguay tienen trayectorias juvenilesdiferenciadas por diversos factores y a su vez se constituyenen ese proceso como varones y mujeres. Hemos mostradobrevemente en el punto 3, cómo la división sexual del trabajoque signa a las mujeres como principales cuidadoras yencargadas del hogar y coloca a los hombres como losencargados de brindar recursos económicos mediante el trabajofuera del hogar está vigente y presente en la población deestudio. Desde una mirada de género y juventudes el panorama no es muyalentador puesto que hay dos batallas que podrían estarperdiéndose en estos procesos de socialización: la posibilidadde transformar los roles de género en las nuevas generacionespara lograr una sociedad más equitativa y justa y laposibilidad de los/las jóvenes de pensarse a sí mismo de unamanera diferente y nueva en relación a las categorías ytrayectorias impuestas por los adultos. La persistencia de los mandatos de género en los jóvenes, queredundan en que los varones emigren del sistema educativo almercado laboral más pronto y que las mujeres se confinen a lastareas domésticas y de cuidado se expresa como la existencia

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de frenos en los procesos de cambio del sistema de géneroimperante, basado en el patriarcado, que opera conjuntamente ymediante el dominio adultocéntrico. Lamentablemente esto sucede con más fuerza en los sectoressocioeconómicos bajos, en los cuales las mujeres tienen hijosmás pronto, dedican más tiempo al trabajo no remunerado y seprivan de participar en el mercado laboral y de continuar conlos estudios, lo cual las vulnera ante sus pares masculinos,que, al menos tienen mayor probabilidad de contar conautonomía económica. En el discurso de los y las jóvenes parece haber mayorpredisposición a distribuir las tareas del hogar de manera másequitativa que las tareas de cuidado de los y las hijas. Estadiferencia entre las tareas asociadas al trabajo no remuneradodentro del hogar nos alerta a diferenciar material, simbólicay afectivamente las distintas actividades que comprende elconcepto. Los cuidados parecen estar asociados en el discursojuvenil en mayor medida a lo femenino que a lo masculinomientras que las tareas domésticas se aproximan,discursivamente, a la corresponsabilidad. Los impulsos yfrenos del cambio del sistema de género lo podemos interpretara través de la evidencia anteriormente presentada. Por unlado, existen impulsos discursivos hacia la corresponsabilidadde las tareas domésticas (lo cual constituye un aspectopositivo) y por otro lado, frenos en relación a ladistribución equitativa de los cuidados entre varones ymujeres jóvenes. Asimismo, mientras que en el discurso parecen (y ciertamentehan de) existir puntos de equidad relevantes en la mirada delos quehaceres domésticos y de la situación de dependencia delas mujeres, vemos que en las prácticas el uso del tiempo esprofundamente desigual. Las complejidades que se plantean en los sistemas de génerodejan siempre la duda y el sabor amargo de la pregunta: ¿esposible transformar el patriarcado y la división sexual deltrabajo en la que y desde la que se opera? y ¿qué roles jueganlos adultos como agentes socializantes y los jóvenes comosocializados?En relación a lo observado en los discursos de los jóvenes noscopta la atención, no solo la distancia que puede estimarseentre los dichos y los hechos de los jóvenes sino laposibilidad de la adopción de un discurso equitativo,políticamente correcto.

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Siguiendo a Fraser, podríamos decir que las políticas cuyoobjetivo es el reconocimiento no son suficientes para lajusticia social, sino que han de ser acompañadas con políticasde redistribución. Es peligroso trabajar solamente sobre el discurso y losconceptos de género sin pretender trabajar a la par sobre ladivisión sexual del trabajo, ya que como se vio, algunosdiscursos pueden cambiar pero se disocian e incluso velan lasdesigualdades materiales existentes (por ejemplo la carga detrabajo no remunerado de las mujeres en relación a la de losvarones). Pero más aún, sin abordarlo desde lasparticularidades de los jóvenes como sujetos que seconstituyen en una enmarañada trama de particularidades. Hemosvisto de manera breve que no es lo mismo ser mujer que varón,tener menos de 14 años o entre 25 y 29, pertenecer a losmayores o menores quintiles de ingresos. Los decires y loshaceres se modifican en el juego de las conjunción de camposde praxis. La insuficiencia en la cobertura de los programas en funciónde la población objetivo potencial. Esta debilidad puederelacionarse con la incipiente aparición de la articulación delos asuntos de juventud y género en la agenda político-institucional. Una estrategia para fortalecer el repertorio depropuestas puede basarse en incorporar el enfoque deinterseccionalidad de las perspectivas de generaciones ygénero desde el Estado. Finalmente, creemos necesario cerrar este apartado con unaúltima reflexión con respecto a la necesidad de continuar yprofundizar la generación de información y conocimiento sobrelas representaciones sociales de género y los usos del tiempode los y las jóvenes en Uruguay. En este sentido, visualizamoscomo una ventana de oportunidad significativa para lacontinuidad de este tópico de investigación el aprovechamientofuturo de los resultados de la Encuesta Nacional de Uso delTiempo (2013) y la Encuesta Nacional de Adolescencia yJuventud (2013). También, el estudio sobre proyectos de vida,entre otros serán fundamentales para comprender laproblemática planeada. Dichos insumos brindarán un panoramamás actualizado y revelador en torno a los “dichos y hechos”de jóvenes sobre las representaciones sociales de género y sususos del tiempo.

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Anexo Tabla 1. Principal responsabilidad de varones y mujeres por

tramos de edad.Menores de 14

añosEntre 14 y 19

añosEntre 20 y 29

años

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Varones Mujeres Varones Mujeres Varones MujeresEstudiar ocapacitarme 92,60% 95,50% 64,70% 72,80% 17,80% 20,80%

Trabajar 0,80% 1,20% 19,10% 8,00% 47,00% 27,90%Tener a cargo

a mishermanos,familiares

2,00% 0,80% 3,40% 2,80% 7,00% 3,20%

Hacerme cargode mis hijos 0,00% 0,30% 1,20% 8,80% 15,20% 40,90%

Ayudar a otros 1,80% 0,00% 1,00% 0,50% 0,80% 0,80%Otro 1,30% 1,00% 6,60% 4,10% 9,60% 5,30%

Ninguna 1,40% 1,30% 4,00% 3,00% 2,60% 1,20%Total 100% 100,00% 100,00% 100,00% 100,00% 100,00%

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la ENAJ 2008 INE-INJU

Tabla 2. Grado de acuerdo con las siguientes afirmacionessobre el trabajo no remunerado por tramos de edad y sexo.

  De 14 a 19 años De 20 a 29 añosVarones Mujeres Varones Mujeres

Criar a loshijos debeser tareaprimordial

de lasmujeres

Muy endesacuerd

o8,70% 11,00% 16,70% 12,50%

Desacuerdo 34,00% 31,20% 40,20% 34,70%

Indiferente 23,20% 12,80% 17,20% 10,00%

Acuerdo 21,70% 26,20% 16,40% 23,00%Muy deacuerdo 12,40% 18,70% 9,40% 19,80%

Las mujeresdeberíancompartirlas tareasdel hogarcon losvaronespara

desarrollarse dentro yfuera del

hogar

Muy endesacuerd

o0,70% 0,30% 0,70% 0,40%

Desacuerdo 3,60% 1,90% 1,90% 0,60%

Indiferente 9,50% 3,10% 7,00% 1,70%

Acuerdo 59,40% 43,20% 57,70% 44,30%

Muy deacuerdo 26,80% 51,50% 32,70% 53,00%

Las tareasde la casadeben serasumidassobre todopor lasmujeres

Muy endesacuerd

o8,80% 16,40% 17,30% 19,80%

Desacuerdo 34,70% 42,00% 42,70% 48,80%

Indiferente 23,00% 16,80% 18,30% 11,10%

Acuerdo 26,10% 17,20% 16,30% 14,50%Muy deacuerdo 7,40% 7,60% 5,30% 5,80%

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Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la ENAJ 2008 INE-INJU

Tabla 3. Grado de acuerdo con las siguientes afirmaciones(agrupado) por sexo en los quintiles extremos de ingresos

Jóvenes mayores de 14 años y de hasta 29inclusive.

Quintil 1(menoresingresos)

Quintil 5 (mayoresingresos)

Varones Mujeres Varones Mujeres

Criar a loshijos debe ser

tarea primordialde las mujeres.

Desacuerdo 44,50% 34,10% 59,60% 60,40%

Indiferente 19,70% 8,00% 23,10% 9,20%

Acuerdo 35,90% 57,90% 17,30% 30,40%

Las mujeresdeberían

compartir lastareas del hogarcon los varones

paradesarrollarsedentro y fuera

del hogar.

Desacuerdo 3,30% 3,40% 2,30% 1,50%

Indiferente 7,60% 1,90% 8,20% 2,60%

Acuerdo 89,10% 94,70% 89,50% 95,90%

Las tareas de lacasa deben serasumidas sobretodo por lasmujeres.

Desacuerdo 47,00% 50,50% 63,00% 78,60%

Indiferente 19,60% 12,90% 21,30% 11,90%

Acuerdo 33,50% 36,60% 15,70% 9,50%

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la ENAJ 2008 INE-INJU

División Sexual del TrabajoDentro de los sistemas de funcionamiento social “Los dominadosaplican a las relaciones de dominación unas categorías construidas desde el puntode vista de los dominadores, haciéndolas aparecer de ese modo como naturales”(Bourdieu, 2000:50). Desde la teoría feminista y luego degénero se ha analizado la división sexual del trabajo quesustenta en la diferenciación de roles femeninos y masculinospara el cumplimiento de funciones específicas (diferenciadas)que contribuyen al mantenimiento y sustentabilidad de la vidadel sistema social. La cultura patriarcal ha imperado particularmente en occidenteen los últimos siglos en base a la división sexual del

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trabajo. Se visualizan dos tipos ideales de ser varones ymujeres (en proceso de cambio) productos de esta forma dedominación. Los varones son los "ganadores de pan":proveedores, empoderados económica y políticamente ya que selas ven con el mundo público por ser los que trabajan demanera remunerada (fuera del hogar). En oposición a éstos ycumpliendo una función de complemento, las mujeres se dedicana las tareas del hogar, confinándose en la esfera privada (delos hogares). Ellas se encargan de la crianza de los niños yde realizar todas las actividades domésticas para que losvarones puedan trabajar de manera remunerada. De este modo, ladiferenciación se vuelve clara: los hombres han de dedicarse alas tareas productivas mientras que las mujeres harán lastareas reproductivas y la mayor parte de todas las tareas quese asocien a la reproducción de la vida de las personas en elmarco de las familias. Así la organización social del trabajo en occidente (posteriora la Revolución Francesa) no solo suponía divisiones detrabajo entre "proletarios y burgueses" sino también entre"mujeres y varones" negándosele a las primeras laparticipación en la ciudadanía y el goce de derechos, lo cualimpacta directamente sobre la autonomía de las mismas (Bock yDuben, 1985) . El aumento de la Población Economicamente Activa Femenina(PEAF) podría dar paso a pensar que la división sexual deltrabajo está cambiando para tornarse más equitativa. Locierto, es que esta hipótesis es falsable desde dos frentes:el del mundo “de puertas adentro” (las mujeres, sistemáticamente,son quienes lo realizan en mayor proporción y dedican máshoras que los hombres al mismo) y desde las dinámicasexcluyentes del mercado laboral. Estas últimas se expresan enuna serie de importantes dificultades a las que se enfrentanlas mujeres en su incorporación al mercado laboral:segregación en el tipo de puestos que ocupan (la mayoría delos empleos que implican tareas educativas, de cuidado de lasalud y de tipo doméstica son llevados a cabo por mujeres8),salarios más bajos que los hombres, ocupando los mismospuestos y dedicando el mismo tiempo, dificultades en el accesoa los altos cargos (techo de cristal). Asimismo, la divisiónsexual del trabajo en el ámbito productivo se expresa en que alos hombres se les asigna los empleos más pesados, técnicos yvalorados positivamente y a las mujeres los más livianos,manuales y menos calificados (Hirata, H. 1997:49). 8 INMUJERES, 2010

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Entre el mercado laboral y la esfera doméstica, se encuentranlas dificultades propias de su intersección: como las mujeresse hacen cargo mayoritariamente del cuidado de personasdependientes, son quienes están más dispuestas a flexibilizarsus horarios o disminuir su carga en el mercado laboral si nose retiran directamente del mismo. Una de las consecuenciasinmediatas es la falta de autonomía económica, pero también, alargo plazo las mujeres (más longevas que los hombres) gozande jubilaciones afectadas por los años de ausencia del mercadolaboral o de aportes por pocas horas trabajadas. Trabajo remunerado, no remunerado y carga global de trabajo. Uno de los aportes más significativos de la literaturafeminista para las Ciencias Sociales ha sido la deconstruccióndel concepto de trabajo en base a la interpelación delutilizado por la economía y la sociología del trabajo duranteaños. Una de las premisas básicas de la crítica la elaboraciónconceptual del trabajo es la confusión de trabajo y empleo. Laremuneración ha colocado a la realización de ciertas tareascomo trabajo pero dicho carácter no es lo que define laproducción. Dentro de la economía capitalista el rol de los hogares (y delas mujeres dentro de los mismos) como proveedores debienestar ha sido a la vez fundamental e invisible. Laelaboración de comida, los servicios de higiene y orden delhogar, el cuidado de niños, adultos mayores, enfermos ypersonas dependientes ha viabilizado la posibilidad de quealgunos miembros del hogar pudieran trabajar fuera del hogar.La diferenciación de la esfera productiva y reproductiva hacontribuido particularmente con el desarrollo del capitalismo;obedece a este tipo de modelo económico y ubica una serie debienes y servicios producidos en el marco de los hogares, comotareas sin valor social, "naturales". Las tareas domésticas (como limpiar la casa, la loza, la ropa,ordenar, elaborar alimentos, pagar facturas), las tareas decuidado (como contribuir con el desarrollo de personasdependientes, como niños/as, adultos mayores, enfermos), eltrabajo voluntario (de cualquier tipo, en el marco de lacomunidad, del barrio, en ámbitos políticos o religiosos) y laproducción para el autoconsumo (mantenimiento de huertas, críade animales, por ejemplo) son los cuatro grandes dimensionesdel trabajo no remunerado. Como se trata de un trabajorealizado por mujeres bajo el velo del “hogar”, del ámbitoprivado, el trabajo no remunerado carece de status yvalorización (no solo económica sino social) y es por eso, que

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en los análisis de los Estados de bienestar la incorporaciónde los hogares como proveedores y productores de bienes yservicios fue tardía.Entonces, podemos identificar dentro del trabajo dos grandestipos: el trabajo remunerado (aquel por el cual se recibe unaremuneración a cambio, empleo) y el trabajo no remunerado(aquel que se realiza sin recibir remuneración a cambio). Uno de los indicadores más fuertes de las desigualdades degénero, es la carga global de trabajo, que establece la sumade horas diarias o semanales dedicadas tanto al trabajo noremunerado como al remunerado. Las mujeres presentan una carga global de trabajo mayor a lade los hombres: en Uruguay, mientras que los varones aportanel 47.7% del trabajo total, las mujeres aportan el 52.3%(INE: 2008). Con la creación de instrumentos estadísticos(como son las Encuestas de Uso del Tiempo) se ha mostradoempíricamente que las mujeres se dedican en mayor proporción ymás tiempo al trabajo no remunerado, mientras que los varones,de manera casi inversamente proporcional, se dedican en mayorproporción y más tiempo al trabajo remunerado.9 Esta carga de trabajo implica altos costos para las mujeresque sistemáticamente se repliegan al cumplimiento del trabajono remunerado, dejando de lado otras tareas deseadas que vandesde el desarrollo de carreras profesionales, laincorporación al mercado laboral o sistema educativo, hastagozar de buena salud o de un buen tiempo de descanso (GarcíaCalvente, M, Mateo-Rodriguez, I. Maroto Navarro, G: 2004). Alverse afectada de tal forma la autonomía (económica, física yen la toma de decisiones) por parte de las mujeres, se ponesobre la mesa la necesidad de revertir las brechas dedesigualdad en los tipos de trabajos y responsabilidades entrevarones y mujeres, pero también entre diversos sectores comoel mercado, el Estado, la familia y la comunidad. En Uruguay, se vienen procesando diversas transformacionessociales producto de la segunda transición demográfica10 quesignan un escenario de problemáticas específicas vinculadas a9 Ver “Las bases invisibles del bienestar social” (Aguirre, R (ed), 2009) para el caso uruguayo.10 Procesos relacionados con el cambio de la estructura de las familias,los hogares, las necesidades de cuidado, la baja fecundidad y elenvejecimiento poblacional, la creciente participación de las mujeres enel mercado de trabajo, los procesos de individualización, la insuficienciay baja calidad de los servicios públicos de cuidado, entre otrasproblemáticas definen nuevos desafíos sociales en materia de cuidados ycomplejizan las posibilidades de abordarlos.

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la “crisis del cuidado” que se refiere “a un momento histórico enque se organiza simultáneamente el trabajo salarial remunerado y el doméstico noremunerado, mientras que persiste una rígida división sexual del trabajo en loshogares” (CEPAL, 2009:173). Esta crisis se produceespecíficamente cuando aumenta el número de personas querequieren cuidados y paralelamente disminuye las personas,generalmente mujeres, en condiciones de brindar dicho cuidado,afectando tanto a quienes necesitan ser cuidadas como aquienes ofrecen cuidados. Dicha crisis exige diversas formas institucionales pararesolver las necesidades de cuidados en una organizaciónsocial. Históricamente en nuestro país han sido las familias ydentro de ellas las mujeres quienes han provisto la funciónsocial del cuidado pero la reconceptualización del tema en uncontexto de cambio de la matriz de bienestar social demandaotras estrategias, desde un enfoque de género y derechos, pararedistribuir los cuidados.11

11 Para profundizar en las estrategias de abordaje de las necesidades decuidados desde los enfoques de ciudadanía, Estado y Bienestar Socialresulta fundamental remitirse al debate entre Orloff Ann (1993) y Esping-Andersen (2000).

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