DIARIO DE SUDÁFRICA - Capítulo 17. Un viaje a Pretoria

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DIARIO DE SUDÁFRICA – Capítulo 17 Un viaje a Pretoria Mireya Robles Noviembre 14, viernes - 1986 Acabo de llegar de Pretoria. Estuve allí desde el lunes 10 hasta hoy. Fui para servir de examinadora externa en University of South Africa (UNISA). En el viaje, de ida, se sentó a mi lado, en el avión, una mujer zulu, Ruth Mawane, que trabaja para el Chief Mangosutu Buthelezi. Iba a una conferencia que tendría lugar en Pretoria. Me dijo que se sentía optimista con la situación en Sudáfrica pero estima que los cambios que se están haciendo se deben de acelerar. De no ser así, el comunismo ganará terreno, irremediablemente. Ha viajado mucho por el mundo pero nunca quisiera irse de aquí. Los cambios que considera más urgentes: fin del aparteísmo y que los negros tengan representación en el gobierno. En el aeropuerto Jan Smuts de Johannesburg me esperaba Cathy Maree, una profesora de UNISA quien me ofreció alojamiento en su casa, en Johannesburg, pero preferí quedarme en un hotel en Pretoria. El hotel Arcadia, en 515 Proes Street, resultó agradable aunque la habitación demasiado modesta para el precio de R55 por día. estaba incluido un fabuloso desayuno en un hermoso comedor. A través de UNISA me concedieron un 20% de descuento. Total: R203 por cuatro noches, incluyendo impuestos. El hotel se conecta con una galería comercial donde hay de todo. El lunes fue un día solitario y lleno de añoranzas. Me fui a caminar hasta The Union Buildings, sede del gobierno. Un complejo arquitectónico que resulta impresionante, localizado en terreno alto, en Meintjie's Kop, rodeado de jardines.

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DIARIO DE SUDÁFRICA – Capítulo 17Un viaje a Pretoria

Mireya Robles

Noviembre 14, viernes - 1986 Acabo de llegar dePretoria. Estuve allí desde el lunes 10 hasta hoy. Fuipara servir de examinadora externa en University ofSouth Africa (UNISA). En el viaje, de ida, se sentó ami lado, en el avión, una mujer zulu, Ruth Mawane, quetrabaja para el Chief Mangosutu Buthelezi. Iba a unaconferencia que tendría lugar en Pretoria. Me dijo quese sentía optimista con la situación en Sudáfrica peroestima que los cambios que se están haciendo se deben deacelerar. De no ser así, el comunismo ganará terreno,irremediablemente. Ha viajado mucho por el mundo peronunca quisiera irse de aquí. Los cambios que consideramás urgentes: fin del aparteísmo y que los negros tenganrepresentación en el gobierno.En el aeropuerto Jan Smuts de Johannesburg me esperabaCathy Maree, una profesora de UNISA quien me ofrecióalojamiento en su casa, en Johannesburg, pero preferíquedarme en un hotel en Pretoria. El hotel Arcadia, en515 Proes Street, resultó agradable aunque la habitacióndemasiado modesta para el precio de R55 por día. Síestaba incluido un fabuloso desayuno en un hermosocomedor. A través de UNISA me concedieron un 20% dedescuento. Total: R203 por cuatro noches, incluyendoimpuestos. El hotel se conecta con una galeríacomercial donde hay de todo. El lunes fue un díasolitario y lleno de añoranzas. Me fui a caminar hastaThe Union Buildings, sede del gobierno. Un complejoarquitectónico que resulta impresionante, localizado enterreno alto, en Meintjie's Kop, rodeado de jardines.

Se terminó de construir en 1913, a un costo de unmillón, ciento ochenta mil libras de esterlina. Entreotras estatuas, se encuentran las de los primerosministros, generales Louis Botha, J.B.M Hertzog y J.C.Smuts. Al día siguiente, temprano en la mañana, toméuno de esos autobuses de dos pisos que abundan enPretoria. Me encantó verlos. Por supuesto, quiseestrenarlo sentándome en el piso de arriba. Así lleguéa Church Square, el centro de la ciudad, con una estatuadel Presidente Paul Kruger (1825-1904). Cerca de allí,el Palacio de Justicia y el Correo. Fui caminando hastaMunitoria, el edificio de las oficinas municipales dePretoria en la esquina de Vermeulen y van der Walt.Allí, en el buró de Información, me armé con mapas,panfletos, etc., para conocer mejor la ciudad. Meinformaron que la ciudad fue fundada en 1855 porMarthinus Wessel Pretorius quien le dio el nombre de supadre, Andries Pretorius, a la ciudad que es hoy lacapital administrativa de la República y la sedeadministrativa de la provincia de Transvaal. Fui a unamezquita que está en Queen, una callejuela entre lascalles Church y Vermeullen. No es fácil encontrarlaporque está al fondo de una galería de tiendas. Pasévarias veces por la arcada sin sospechar que pudierallevarme a la mezquita. Por fin, un indio me iluminó elcamino. Toda pintada de blanco, impecablemente limpia,me impresionó la arquitectura. En la esquina de Churchy van der Walt, Strydom Square con una enorme cabeza debronce del Primer Ministro Strydom amparada por unagigante luna menguante que no logra aportar nada exóticoa la frialdad de la plaza. Al lado, The Opera Housedonde además de óperas presentan obras de teatro.Carteles enormes anunciando: Don Juan, drama. Presentado,por supuesto, en afrikaans, sin que se le hiciera

ninguna mención a Zorrilla. En la calle Paul Kruger,entre Visagie y Minaar, The Transvaal Museum al que fuicon la ilusión de encontrar muestras del arte indígenade la provincia de Transvaal. Nada. Resultó ser unaespecie de museo de historia natural con el esqueleto deuna enorme ballena a la entrada y pájaros disecados enel interior. Al cruzar la calle, el Ayuntamiento dePretoria con un tremendo carillón de 32 campanas y en laplaza anterior, las estatuas de Marthinus Pretorius y desu padre Andries. Seguí por la calle Kruger hasta laestación de ferrocarril, en Scheidingstraat. Antes dellegar, a la derecha, un hotel tirado y casiprehistórico, ostentando aún, orgullosamente, su nombrecolonial: Victoria Hotel. Este barrio,predominantemente de negros. Les pregunté a algunos quesi hablaban zulu como aquí, en Natal. Me dijeron queno, que hablaban Sotho, Swazi, Venda y otras lenguas,más que zulu. Uno de los sirvientes del hotel Arcadiame dijo que él hablaba 9 lenguas indígenas, además deinglés y afrikaans. Retrocedí a la calle Jacob Marepara ir a Melrose House, frente a Burgess Park, entreAndries y van der Walt. Comenzada a construir en 1886,la casa tiene un encanto especial. Uno de esos lugaresen los que a uno le hubiera gustado vivir en algunareencarnación. Hermosos vitrales sobre todo en elllamado conservatorio ---especie de invernadero.Arquitectura victoriana, obra del arquitecto Vale.Históricamente importante porque allí se firmó eltratado de paz de Vereeniging firmado el 31 de mayo de1902 para terminar la guerra comenzada en 1899 entre losBoers y los ingleses. El nombre de Boers, que quieredecir ‘campesinos’ se ha adoptado para referirse a losafrikaners. Los muebles, originales de la época. En elcomedor, la mesa rectangular donde se firmó el tratado.

En la cabecera, juntos, los representantes ingleses:Kitchener of Khartoun, British Commander-in-Chief; yLord Milner, High Commissioner. Representando alTransvaal, dos a la derecha de los ingleses.Representando al Free State (Orange Free State), losBoers: Olivier, Brebner, Hertzog, de Wet, sentados a laizquierda de los ingleses. Se supone que este tratadoconstituyó una derrota para los afrikaners, pero hastahoy, el gobierno de Sudáfrica está en manos de ellos.El miércoles 13 hice una gira por la ciudad con ElwierdaToere/Tours. El guía, delgado, rubio, con un fuerteacento afrikaans y ferozmente antibritánico. Losturistas: dos mujeres de unos cuarenta y pico, queviajaban juntas. Una inglesa, la otra nacida en Kenya,ambas habían vivido en Israel y viven ahora enInglaterra. Ambas, trotamundos, buscadoras deaventuras, van a visitar varios países de Africa. Lainglesa, se sonreía benévolamente ante los ataquesantibritánicos del guía. Una mujer de Israel, bastanteordinaria y que hablaba a toda voz en hebreo con lasotras dos. Un matrimonio sudafricano, Afrikaners,medidos y silenciosos. Una india de Durban, alta,envuelta en carnes y en su sari, quien nos informócuando estábamos en The Union Buildings, que su maridoestaría allí, en alguna reunión parlamentaria. Con estegrupo diverso, pasé por algunos lugares que ya habíavisto, visité otros nuevos: la casa del presidente PaulKruger (1815-1904). Aquí se explayó el guía defendiendola sencillez de Kruger contra el lujo de los ingleses.La casa de Kruger, definitivamente, no tiene lasexquisiteces de Melrose House, pero tampoco el encanto.Uno de los coches que tenía, bastante lujoso. Seconserva allí la carroza fúnebre que transportó elcadáver de la esposa al cementerio. En el patio, sobre

raíles y todo, el vagón ferroviario presidencial. Asíes que imagino que cuando Kruger quería viajar, sólotenía que ir al patio y tomar el tren.The Voortrekker Monument. Conmemora la emigración de loscolonos holandeses de la región del Cabo, haciaTransvaal: tuvieron que irse del Cabo cuando llegaronlos ingleses entre 1834 y 1839. Es un monumento masivoa las afueras de Pretoria. En el interior, un extensofriso circular, para el que se usó, según el guía,mármol como el que usaba Miguel Ángel ---imagino que deCarrara--- en el que se nos muestra toda la historia deThe Great Trek, el movimiento migratorio, sobre todo,hacia 1838, con sus líderes Piet Retief, AndriesPretorius, Hendrik Potgieter, perros, caballos yafricanos combatiéndolos o sellando tratados de paz.Para coronar la gira, té y scones en un restaurantefrancés de ambiente campestre. Después de algunasdeliberaciones en las que la inglesa buscaba el sol y laindia la sombra, nos acomodamos en el jardín donde nossirvieron colonialmente. El guía, quien a pesar delcalor no se desprendió de su cuello y corbata con sacode gabardina, siguió hablando mal de los ingleses. Lainglesa lo miraba ya con una condescendencia pícara,como diciendo: "el pobre, en algo se tiene queentretener". La inglesa y su acompañante, arrebatadascon Sudáfrica. La mujer de Israel, también arrebatadacon este país. La india, que ya me había hecho uninterrogatorio en el minibús, le dijo a la mujer deIsrael sin que ella se lo preguntara, que yo enseñaba enla Universidad de Natal. Esto disparó a la mujer deIsrael quien empezó a echar una defensa por este país yse dirigió a mí, casi a gritos, en lo que parecía unaamonestación, para decirme que yo era muy dichosa y queno me podía quejar y por ahí siguió durante varios

minutos, toda sofocada entre el calor, su propiaverbosidad y mi asombro total porque yo no había abiertomi boca para cruzar una palabra siquiera con estaseñora. Felizmente, llegaron los scones, deliciosos, yel té al que yo renuncié por una taza de café. La indiavolvió a decir que su marido era miembro del Parlamento,comenzó un moderado diálogo sobre política en el que lastres extranjeras defendieron a este país, el guía atacóa los ingleses y la india terminó diciendo quepreferiría morirse antes de tener que vivir bajo ungobierno de negros porque son unos haraganes y quierenque todo se lo pongan en las manos sin ganárselo yseñaló que si los indios constituyen una clase afluente,es porque trabajan duro pero que los negros que notienen preocupación por el futuro, no hacen nada y queson unos haraganes. Después se calmó y empezó a hablarde los platos de curry que ella sabía preparar.El resto del tiempo se me fue en tareas relacionadas conlos exámenes de UNISA. Quise ver el Museo de Arte dePretoria, pero no me fue posible. UNISA tiene unaextraña arquitectura, parece un ala enorme de avión,casi montada al aire, pero los edificios no sonacogedores como los de la Universidad de Natal. Me fuisin ver las jacarandas en flor. The Jacaranda City, lellaman a Pretoria, pero una lluvia de granizos ocurridaun par de días antes de mi llegada, dejó a los árbolesdesnudos.En Pretoria tomé el autobús para ir al aeropuerto deJohannesburg. A mi lado, en el asiento del avión, unamujer afrikaner de unos setenta años de edad. Enérgicay fuerte como un cáñamo, pero con la cara arrugada comoun acordeón. De entrada me dijo que era viuda y queaunque a veces pensaba en su marido, estaba muy contentade no tener quien la mandara. Seguidamente me dijo que

no podía ver a los negros, que nunca había tenidosirvienta porque le causaba malestar que alguien con lapiel negra estuviera bajo su mismo techo. Yo, que enese momento me releía Cien años de soledad, me imaginé aMelquíades haciendo una de las suyas, poblándome la pielde pigmento negro y pensé que si aquellos ojos azules mevieran así, entraría el caos en aquel cuerpo y me sonreíimaginándomela en su desesperación de querer saltar altecho del avión y tener que quedarse atrapada en elcinturón de seguridad.