Derechos humanos y democracia: entre la emancipación y la ideología

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Derechos humanos y democracia: entre la emancipación y la ideología Javier Agüero Águila 1 Escuela doctoral « Pratiques et théories du sens » Universidad París 8 Vincennes / Saint-Denis (Artículo publicado en el libro colectivo Derechos Humanos en América latina: Teoría y práctica, editado en la Casa Editorial de la Universidad Jaguellona, Cracovia. Aparición Marzo 2015) RESUMEN El presente artículo persigue someter a examen crítico los conceptos fundamentales que dan forma al pensamiento del filósofo francés Claude Lefort y ensayar una reflexión sobre los derechos humanos en la sociedad Chilena actual y su relación con la doctrina neoliberal. Para alcanzar este objetivo será necesario, primero, analizar las críticas de Lefort a Marx y a Tocqueville, a la concepción eminentemente ideológica de los derechos del hombre que, según Lefort, desarrollaría el primero, y a la intuición casi profética del segundo, el cual vio en los principios del sistema democrático y los derechos humanos liberales, el germen de desconocidas atrocidades históricas y perversos experimentos políticos. Finalmente y como se sostuvo, se busca dejar circulando una serie de argumentos derivados de una postura crítica frente al trabajo de Lefort y su potencial empalme con el contexto de los derechos humanos en Chile, país en donde la primacía del 1 Chileno. Sociólogo Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Magíster en filosofía política por la Universidad de Chile. Doctorante de la escuela doctoral Pratiques et théories du sens Universidad París 8 Vincennes / Saint-Denis. Laboratoire d’études et de recherches sur les Logiques contemporaines de la philosophie – LLPP. 1

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Derechos humanos y democracia: entre laemancipación y la ideología

Javier Agüero Águila1

Escuela doctoral « Pratiques et théories du sens »Universidad París 8 Vincennes / Saint-Denis

(Artículo publicado en el libro colectivo Derechos Humanos enAmérica latina: Teoría y práctica, editado en la Casa Editorial de laUniversidad Jaguellona, Cracovia. Aparición Marzo 2015)

RESUMEN

El presente artículo persigue someter a examen crítico los

conceptos fundamentales que dan forma al pensamiento del

filósofo francés Claude Lefort y ensayar una reflexión sobre

los derechos humanos en la sociedad Chilena actual y su

relación con la doctrina neoliberal. Para alcanzar este

objetivo será necesario, primero, analizar las críticas de

Lefort a Marx y a Tocqueville, a la concepción eminentemente

ideológica de los derechos del hombre que, según Lefort,

desarrollaría el primero, y a la intuición casi profética del

segundo, el cual vio en los principios del sistema democrático

y los derechos humanos liberales, el germen de desconocidas

atrocidades históricas y perversos experimentos políticos.

Finalmente y como se sostuvo, se busca dejar circulando una

serie de argumentos derivados de una postura crítica frente al

trabajo de Lefort y su potencial empalme con el contexto de

los derechos humanos en Chile, país en donde la primacía del1 Chileno. Sociólogo Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Magísteren filosofía política por la Universidad de Chile. Doctorante de laescuela doctoral Pratiques et théories du sens Universidad París 8 Vincennes /Saint-Denis. Laboratoire d’études et de recherches sur les Logiquescontemporaines de la philosophie – LLPP.

1

sistema de libre mercado exige, a nuestro juicio, una

reevaluación de tales derechos.

Palabras Claves

Lefort, Marx, Tocqueville, derechos humanos, Chile

1.

Para iniciar una reflexión sobre los derechos humanos sería

imperativo, siguiendo a Claude Lefort, pensarlos a partir de

su relación con la política. Dicho de otro modo, no habría

posibilidad de favorecer un examen crítico de los derechos del

hombre sino los tensionamos en el centro de las

contradicciones históricas, sociales, culturales, etc. Si bien

una tal cuestión, la de los derechos humanos, podría

derivarnos sin mayores complicaciones a una suerte de

esencialismo o naturalismo respecto del derecho y del hombre

mismo, lo cierto es que estas mismas tendencias esencialistas

se fijarían sobre un plexo de significaciones históricas y

sociales específicas, dándole al acontecimiento de los

derechos humanos siempre una condición contextual2.

A partir de aquí es que Claude Lefort sostendrá que decir

algo definitivo sobre los derechos humanos resultaría al menos

arriesgado, puesto que no estaríamos en condiciones de

atribuirles a los derechos del hombre una significación

propiamente política. ¿Es política la naturaleza de los

2 Sobre la resignificación y contingencia de la naturaleza humana serecomienda: Leo Strauss. Droit Naturel et histoire. Conferencias de 1949 publicadasen Chicago en 1953, traducidas del inglés al francés (1954), reediciónChamps Flammarion, 1986

2

derechos humanos? Y de ser así ¿tienen los derechos humanos en

la actualidad y en el mundo occidental una significación

política? Se nos presenta entonces una doble duda. Por una

lado la del origen político de los derechos del hombre y por

otro si su efecto en el vida social produce consecuencias

políticas. “No se puede decir nada riguroso sobre una política de los derechos

del hombre”3 dice Lefort. La palabra política aplicada en esta cita

también resulta inquietante, puesto que nada podría resolverse

respecto de la política sin que seamos derivados

inmediatamente al espacio de la existencia y la coexistencia

humana, contexto al interior del cual los aspectos relativos

al derecho y al hombre se encuentran dinamizados por la fuerza

de lo común (o de lo social según pretenda analizarse). Con

todo, política, derecho y humanidad (hombre), son conceptos

que están imbricados, funcionan de manera paralela y se

despliegan, todos ellos, sobre un tránsito histórico

específico. “Este cuestionamiento surge en condiciones históricas donde

nosotros somos el testigo de una sensibilidad nueva a la política y al derecho”4.

Lo anterior instala en relación a los derechos humanos dos

cuestiones centrales toda vez que nos preguntamos y exigimos

comprenderlos al interior de su relación con la política: ¿los

derechos del hombre son una extensión necesaria para la

desarrollo y despliegue legítimos de los sistemas de gobierno?

o bien ¿son aquel espíritu independiente que nos revela por su

sola existencia los aspectos coactivos y represivos de la

3 Claude Lefort. Droits de l'homme et politique. [en:] L'invention démocratique. Ed.Fayard. Paris, 1981. p. 46 4 Ibidem

3

política propiamente tal5? Lo diremos de otra forma. Los

derechos humanos tienen la posibilidad de agenciarse bien como

un dispositivo de política pública, esto es como estrategia

aplicada desde el poder político para auto-imprimirse validez

social o, por el contrario, tienen la posibilidad de

permanecer irreductibles a la política y encontrar, en esta

marginalidad, sus propias condiciones de posibilidad revelando

la naturaleza intrínsecamente coercitiva de la política en

esta línea.

Cuando decimos aquí política, nos exigimos no reducirla a un

espacio específico de la vida social. Es necesario sacarla de

su dimensión estrictamente activa y tensionarla como aquel

conjunto de principios en donde se juegan las relaciones

humanas. La política debe ser entendida más allá de la

formalidad de las estructuras que la sostienen, de los

dispositivos específicos de su actividad y gestión. Lefort

propone entonces, polemizar la política como espacio generador

de vínculos entre los hombres y con el mundo6. En esta

dirección Lefort señala que “Pensar y repensar la política con la

preocupación de hacerse cargo de las cuestiones que brotan de la experiencia de

nuestro tiempo, este proyecto no sabría asegurarse y vincularse sin responder a la

siguiente pregunta: ¿qué es la política?”7. Responder a esta pregunta es

una tarea para la filosofía política8.

5 Claude Lefort. op. cit. p. 47 6 Cf: Claude Lefort. Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles. Édition Seuil. París,1986. p. 8 7 Claude Lefort. op. cit. p. 7 8 La intención de Lefort en este punto de su trabajo es liberar a lapolítica de la idea única de Régimen, para lo cual recurre a Platón,específicamente al texto La República. En este libro comprendemos que lapolítica es mucho más que la gestión de la polis o la administración de

4

2.

2.1. Ahora bien, todo este proyecto tiene un marco original,

un punto de partida que debe ser clarificado para comprender

el espacio crítico y teórico en el que habita Claude Lefort.

Sus análisis sobre los derechos humanos y la política deben

iniciarse, a su juicio, sin considerar “la ficción hegeliana o marxista

de la historia”9. Esto no implicaría, según escribe, anular de golpe

la potencia de la herencia hegeliano-marxista, sino que

pretendería derivar en un análisis cuya sensibilidad histórica

nos permita contextualizar los derechos humanos y la política

más allá de su reducción ideológica.

En esos términos, Lefort entiende que la interpretación de los

derechos humanos que desarrollaron tanto Marx como el marxismo

en Europa, habría estado condicionada, ya desde sus inicios,

por una maquinaria ideológica que escasamente pudo ponderar

los alcances y efectos de la aparición de los derechos del

hombre. La mirada marxista habría entendido y determinado en

esta línea, que tales derechos no eran más que un dispositivo

de ocultamiento y enajenación. Un tipo fabricación arbitraria

hecha a la medida de los intereses de la burguesía10. Desde

entonces “la expansión del marxismo (…) ha ido a la par con una depreciación del

Atenas. Lefort señala que Platón “movilizaba una interrogación que contenía todo lorelacionado con el origen del poder y las condiciones de su legitimidad, sobre la relación mandato-obediencia en todo el tendido de la sociedad, sobre las relaciones de la ciudad y del extranjero, sobrelas necesidades sociales y la repartición de las actividades profesionales, etc.”. Ver: ClaudeLefort. op. cit. p. 99 Claude Lefort. op. cit. p. 1210 cf: Karl Marx. La question juive. Seguida de La question juive par Bruno Bauer. Uniongénérale d’Éditions. París, 1968. pp. 21-24

5

derecho en general y la condenación vehemente, irónica o científica, de la noción

burguesa de los derechos del hombre”11.

Sin embargo, y de alguna manera esto es lo que en la

actualidad dificultaría una definición de los derechos humanos

en relación con la política, el marxismo post Unión Soviética

habría ido paulatinamente desplegando un lenguaje de corte más

liberal en relación a los derechos del hombre. Esto se

debería, específicamente, a la revelación y reconocimiento

público de la masacre estalinista; a la vulneración absoluta

no solamente de todos los derechos que fundarían los Estados

democrático-liberales, sino que de la dignidad humana en toda

su magnitud. Esto, por cierto, va más allá de la ubicación de

los derechos en uno u otro tipo de sistémica político. No

obstante, lo que se desprende y nos hereda la absorción de la

retórica liberal por parte del marxismo post U.R.S.S, es la

dificultad de examinar la cuestión de los derechos humanos en

relación a la política. Si bien este fenómeno nos muestra la

historicidad de tales derechos y su intrínseca relación con

los imperativos contextuales de una época determinada, no es

menos cierto que la reivindicación de los derechos humanos por

parte del marxismo contemporáneo dificulta severamente

encontrarle un domicilio ideológico. “Es por eso que quienes

desaprueban o condenan la represión en los países del Este, se sienten obligados a

reconocerles un valor aquí mismo, en el marco de la democracia burguesa, y de

proclamar que la instauración del socialismo deberá asegurar la protección de los

derechos del hombre”12.11 Claude Lefort. Droits de l'homme et politique. [en:] L'invention démocratique. Ed.Fayard. Paris, 1981. p. 46 12 Claude Lefort. op. cit. p. 47

6

En esta perspectiva y de manera general, resulta importante

identificar los argumentos de Marx en relación a los derechos

humanos, así como la razones del porqué Lefort insistiría en

la necesidad de abandonarlos. Probablemente es en la Cuestión

Judía donde Marx alcanza mayor profundidad en su análisis

crítico sobre los derechos del hombre y sus efectos dentro -y

para- la sociedad burguesa. A grandes rasgos, Marx plantea en

este libro que los derechos humanos y sus eventos

declaratorios, tanto en Estados Unidos como en Francia en el

siglo XVIII, han estado diseñados para favorecer la separación

de los individuos al interior de la sociedad. Dicho de otro

modo, los derechos del hombre habrían sido concebidos por la

ideología burguesa a partir de consideraciones instrumentales

derivadas de una intencionalidad ideológica específica. Esta

es la de coordinar, a través de la ruta del derecho y la

legitimidad que se le adhiere, las condiciones que harían

posible el individualismo o la auto-comprensión del hombre

respecto de sí mismo. A su juicio, esto no sólo implicaría una

escisión entre los hombres –los cuales comprendiendo sus

derechos darían curso a estrategias individuales para

defenderlos-, sino que encallaría en una separación total

entre la sociedad y la política. Esto es, al estar los hombres

conscientes de sus derechos y de la urgencia de hacerlos

valer, se produciría a juicio de Marx una separación radical

entre el hombre mismo y la política como espacio de

emancipación común. En esta línea la ideología liberal en su

versión de derechos humanos penetraría a tal punto que

produciría la desconfiguración total de la sociedad en su7

versión comunista, favoreciendo lo uno/individual y

desterrando lo común/plural. Marx escribe en La Cuestión Judía:

“Los derechos del hombre, derechos de quien es miembro de la sociedad burguesa,

no son más que esos derechos del hombre egoísta, del hombre separado del hombre

y la colectividad”13.

Así pues y a juicio de Claude Lefort, los regímenes

totalitarios instalados en la Unión Soviética “dan siniestras luces

sobre las debilidades del pensamiento de Marx”14. Para Lefort es al

interior de los sistemas totalitarios que la separación entre

los hombres alcanza niveles antes desconocidos. Es sobre la

base de la destrucción total de los derechos del hombre que la

edificación totalitaria se posibilita y, entonces, que la

discontinuidad de las relaciones humanas alcanza un punto

radical, terminando en un distanciamiento absoluto entre el

individuo, la sociedad civil y el Estado. En fraseología de

Lefort, el miedo de Marx a la separación extrema de los

hombres en la sociedad burguesa no se expresó, con toda la

fuerza de la historia, más que en el centro del devenir

totalitario. Y esto no porque haya en el marxismo una vocación

teórica esencial a disociar a la sociedad civil del Estado,

sino porque en la práctica el Estado totalitario abrevia y

condensa todas las formas de socialización posibles y

permitidas. Los formatos, tipos y márgenes de acción están

contenidos todos en el feudo estatal, estabilizándose una

suerte de sacralidad moral, ética y pragmática que emana desde

el Estado mismo hacia el pueblo, concebido ahora como un

13 Karl Marx. op.cit. p. 23 14 Claude Lefort. op. cit. p. 53

8

cuerpo discapacitado que necesita de la carne y la sangre

estatal para sobrevivir. “El autoritarismo tiende a abolir todos los signos

de autonomía de la sociedad civil, a negar las determinaciones particulares que la

componen”15.

Para terminar con la crítica de Lefort a Marx y al marxismo,

es necesario apuntar que para el teórico francés la violación

a los derechos humanos en la ex U.R.S.S. no se presenta como

una agresión al sujeto individual. No hay por parte del

establishment soviético la intencionalidad de juzgar, apresar y

matar a un sujeto en particular por su infracción a la moral

del partido o a la dictadura del proletariado. Lo que está en

juego en cada una de los arrestos, deportaciones, torturas y

muertes es un tipo de sociedad específica; una forma de

configuración sistémica particular que requiere del permanente

acecho estatal para consolidar su dominio. Esto requeriría

rodear el espacio público, es decir penetrar microfísicamente

en la discursividad de los individuos que constituyen el

sistema político y social para amarrarlos a la lógica de

dominación existente. Lo público aquí es lo estatal y lo civil

es nada más que la articulación de una moral pro-poder

central.

2.2. Con la crítica a Marx a cuestas, Lefort indicará otra

ruta para examinar el acontecimiento de los derechos del

hombre y su vínculo con la esfera política, ésta radica en la

obra de Alexis de Tocqueville y en sus aportes a la

comprensión del sistema democrático.15 Claude Lefort. op. cit. p. 55

9

Lo que caracterizaría el pensamiento de este autor, a modo muy

general, es fundamentalmente su capacidad de anticipación y

visión respecto de los alcances devastadores que podría tener

la democracia en el transcurso de su implementación e

instalación. Ya en la primera mitad del siglo XIX Tocqueville

desconfiaba de un sistema de ordenamiento socio-político cuya

motivo central era el resguardo de las libertades individuales

declaradas en los derechos del hombre. Para él, la inversión

de este régimen protector de libertades en un sistema de

coerción radicalizado era posible y significaría, sin duda,

una terrible novedad16 en la historia de la humanidad. Este nuevo

formato coercitivo originado en los principios democráticos no

sería despotismo ni tiranía, sino que estaríamos frente a un

“sistema de opresión de nuevo género cuya definición se oculta”17. Tocqueville

escribe: “Yo pienso que el tipo de opresión a la que se verán enfrentados los

pueblos democráticos, no se parecerá a nada de lo que ha ocurrido en el mundo.

Nuestros contemporáneos no sabrán encontrar la imagen en sus recuerdos. Yo

busco en vano una expresión que reprodujese exactamente la idea que me de forma

y cierre. Las antiguas palabras de despotismo y tiranía no convienen en absoluto”18.

Lo profundamente inquietante en esta cita de Tocqueville es,

primero, su intuición casi profética y después la posibilidad

de la inversión radical que se sostenía anteriormente. Esto

es, el desplazamiento de un régimen garantizador de libertades

16 La noción de “terrible novedad” pertenece a Hannah Arendt y se refiereprecisamente al surgimiento de los totalitarismos soviético y alemán enEuropa. Al respecto Ver: Hannah Arendt. ¿Qué es la Política? (Introducción). Ed.Paidós. Barcelona, 1997. p. 14 17 Claude Lefort. Sur la démocratie moderne. [en:] Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles.Édition Seuil. Paris, 1986. p. 36 18 Alexis de Tocqueville. De la Démocratie en Amérique, I. Ed. Garnier. Paris,1993. pp. 385-386

10

plenas a otro donde dichas libertades se ven suprimidas de

manera absoluta en favor de la condensación de un tipo de

poder desconocido.

Tomemos esta otra cita de Tocqueville que se encuentra en la

parte final de La Democracia en América: “Por encima de aquellos (los

individuos) se eleva un poder inmenso y tutelar, que se encarga solo de asegurar

su goce y de velar por su suerte. Él es absoluto, detallado, regular, previsor y suave.

Él se parecería al poder paternal sí, como aquel, tuviese como objeto preparar a los

hombres para la edad viril. Pero él no busca, por el contrario, más que fijarlos

irrevocablemente en la infancia”19. Lo que está implícito en este

pasaje, es la contradicción que ve Tocqueville entre un

sistema que se enarbola como protector de las libertades y, al

mismo tiempo, el tipo de ciudadano que crea dicho régimen. Lo

que surge es un individuo tutelado, gestionado y oprimido por

la acción de un Estado que frasea y se valida con sus

libertades. Dicho de otra forma, el sistema democrático

encuentra sus condiciones de posibilidad en aquel proceso de

individuación que apunta a generar sujetos dóciles, infantiles

y obedientes, dispuestos a legitimar el sistema a partir del

auto-convencimiento de que sus libertades y derechos están

protegidos. Es aquí donde el peligro de una separación total

entre Estado y sociedad civil se le presenta a Tocqueville y,

entonces, la visión de una debacle sin proporciones en la

historia humana.

19 Alexis de Tocqueville. De la Démocratie en Amérique, II. [en:] Oeuvres complètes.Ed. Gallimard. Paris, 1951-2003. pp. 105-106

11

Lo que termina por concluir Tocqueville, es que todo este

proceso de instalación de la nueva democracia, sus

instituciones, símbolos, declaraciones de derechos humanos y

discursos, no ha favorecido el surgimiento de un tipo de

individuo colectivizado ni tampoco polémico respecto de la

efectiva aplicabilidad de sus derechos y libertades. El poder

de la sociedad en la democracia no habría sido distribuido

entre aquellos que la legitiman, concentrándose más bien de

manera absoluta en aquel que gobierna. Esta democracia y las

libertades que dice defender “no han servido para alzar nuevos poderes

secundarios sobre una base más democrática”20.

Finalmente, Podríamos plantear dos ejes fundamentales para

abreviar el análisis de la democracia en la obra de

Tocqueville. 1°. Los derechos y libertades son entendidos como

aspectos específicos e individuales que, desde el Estado, se

le asegurarían al individuo. 2° Esto deriva en una nula

articulación de intereses comunes en pos de una reivindicación

de nuevos derechos, fenómeno que fija el poder democrático en

aquel sujeto que representa y condensa los principios de

libertad, igualdad, fraternidad, etc. “El hombre para Tocqueville, le

aparece en adelante como un ser amenazado de insignificancia en el seno de una

sociedad uniforme que condensa en ella todas las fuerzas que en otro tiempo eran

múltiples y disjuntas”21.

20 Alexis de Tocqueville. op. cit. p. 311 21 Claude Lefort. op. cit. p. 38

12

Considerando los argumentos en relación a Marx y a Tocqueville

que analiza Claude Lefort, es posible ingresar a su propio

análisis sobre los derechos humanos.

3.

3.1. Comencemos por la siguiente cita de Lefort: “Cierto, nosotros

tenemos buenas razones para juzgar que la evolución de las sociedades

democráticas ha hecho posible la aparición de un nuevo sistema de dominación

(fascismo, nazismo, socialismo)”22. Efectivamente hay en el pensamiento

de este autor una concesión. Esta se refiere a que el

surgimiento de las aberraciones políticas que atravesaron el

siglo XX, sólo pudieron emerger y consolidarse al interior de

un contexto de liberalización mundial del mundo occidental y

donde el absorción de los derechos del hombre -al menos en su

versión declarativa y la mayor parte de las veces jurídica- se

había expandido ampliamente. Sin embargo es claro al sostener

que ahí donde se levantaron regímenes totalitarios, la

democracia entendida como sistema de poder y representatividad

se desmoronó, dando paso a un nuevo tipo de ordenamiento

social, fundado ahora en la condensación absoluta del poder en

el Estado. Esto nos deriva al menos a dos consideraciones

fundamentales que se despliegan contradictoriamente. La

primera de ellas, siguiendo a Tocqueville, es que la

democracia es el escenario específico y ad-hoc para que la

separación entre el Estado y la sociedad civil se radicalice y

emerja la concentración del poder totalitario. La segunda es

que, al servir de escenario, la democracia genera las

condiciones de posibilidad para su propia destrucción.22 Claude Lefort. op. cit. p. 40

13

Señalemos entonces que la democracia crea el contexto, fija

los límites y da el tono para su aniquilación.

No obstante lo anterior, Lefort explica que existe un

imperativo posible para evitar la exageración en la separación

entre Estado y sociedad. Éste es “el imperativo de la representación, que

es incompatible en último caso con la plena imposición de la norma, porque hace

legítimo y necesario la expresión múltiple de los agentes sociales, individuales y

colectivos y se revela indisociable de la libertad de opinión, del movimiento, de

asociación, de la manifestación del conflicto en todo el extendido de la sociedad”23.

La democracia y los derechos que defiende, encontrarían en

esta línea una alternativa para su supervivencia, ya que la

representatividad es entendida por Lefort como un espacio de

condensación de normas, leyes y disposiciones jurídicas que

delimitan finalmente el despliegue autárquico del que

gobierna, teniendo que buscar en el espacio social la valides

necesaria para ejercer poder. Esto es importante puesto que

contiene en germen el pensamiento de Lefort sobre la

democracia como el mejor sistema de gobierno posible. La

democracia para Lefort siempre es un sistema que está vacío, o

más bien susceptible de ser llenado por nuevos representantes.

Esta condición de vaciado-llenado de poder, implica

necesariamente ausencia de concentración, estimulando la

rotación y el permanente cambio de domicilio del poder mismo24.

Es precisamente aquí donde los derechos humanos cobran

importancia central en el trabajo de este autor.

23 Ibidem24 cf: Claude Lefort. L'invention démocratique. Ed. Fayard. Paris, 1981. pp. 179-331

14

“Nosotros no tenemos chance en adelante de apreciar el desarrollo de la

democracias y las oportunidades de la libertad, más que reconocer en la institución

de los derechos del hombre los signos de la emergencia de un nuevo tipo de

legitimidad y de un espacio público en el cual los individuos son tanto los productos

como los instigadores”25. La responsabilidad atribuida a los derechos

humanos en esta cita es enorme. Lefort nos indica que el

resguardo del sistema democrático frente a nuevas amenazas de

orden totalitario recae en la resignificación y polémica

constante de los derechos del hombre y va aún más allá,

sosteniendo que habría que buscar en estos derechos una nueva

forma de legitimidad social, esto es, una refundación de la

sociedad sobre la base de los derechos humanos propiamente

tales26. Tal refundación y nuevo escenario de la defensa

democrática sería posible porque, para Claude Lefort, la

formulación de los derechos del hombre a fines del siglo XVIII

se inspiró en la creencia y surgimiento de una concepción de

libertad que terminaría con aquel poder que operaba por encima

de la sociedad. En esta concepción al menos idealista, Lefort

entiende que el poder tendría una naturaleza tendiente a la

diseminación y no a la condensación. La democracia para

Lefort, arriesgamos, es diseminación del poder a través del

cuerpo social, y es en este mismo cuerpo donde al poder se le

exige buscar su legitimidad. Aquello que está en el centro de

esta idea de democracia son, se insiste, los derechos humanos.

25 Claude Lefort. Sur la démocratie moderne. [en:] Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles.Édition Seuil. Paris, 1986. p. 4126 Este argumento es, se cree, cuando menos arriesgado. Se desarrollará estacrítica en la parte final de este texto.

15

3.2. A partir de lo anterior, es que para Lefort los “derechos

del hombre marcan una desintricación del derecho y del poder. El derecho y el poder

no se condensan más en el mismo polo. Para que el poder sea legítimo debe estar,

en adelante, conforme al derecho y, de éste, él no posee el principio”27. Este

axioma resulta específico de la democracia y la establece como

un régimen diametralmente distinto al de la lógica

totalitaria. Los totalitarismos no diferenciarían los espacios

del derecho y del ejercicio del poder a juicio de Lefort,

abreviándose –ambos- en un solo gran dispositivo de

dominación. En las democracias el poder debe estar sujeto a la

presencia de derechos normativos que devienen de un poder

social facultativo. El soberano o representante, se encuentra

con una estructura legal preestablecida antes de gobernar, por

lo tanto su llegada al poder está condicionada por una

bitácora de derechos que delimita su accionar de inicio. Lo

que resulta cuestionable en este argumento de Lefort –

adelantando conclusiones-, es si realmente la sociedad civil

ha sido partícipe en la construcción de esta normatividad. Nos

preguntamos: ¿son los derechos humanos en el sistema

democrático fruto de una voz y deliberación ciudadanas y,

entonces, el vector legítimo que cerca el radio de acción del

poder Estatal? Claude Lefort diría que sí. Los derechos del

hombre, en su perspectiva, no son el velo que recubre la

ideología de dominación burguesa; tampoco el aparataje

jurídico/discursivo que busca solapadamente separar al hombre

del hombre e instalarlo únicamente en la individualidad

liberal. Para el filósofo francés “los derechos del hombre dan cuenta

27 Claude Lefort. op. cit. p. 43 16

y suscitan a la vez una nueva red de relaciones entre los hombres”28. El

principio liberal de respeto por los derechos de cada

individuo en su relación con el Estado tiende a alterarse en

el pensamiento de Lefort, puesto que los derechos humanos

parecerían tener una naturaleza colectiva; naturaleza que

apuntaría a la vinculación de los hombres al interior del

tejido social. No hay pérdida de lazo sino la aparición de uno

nuevo, aquel que se teje sobre la base de los derechos del

hombre.

Es en este momento que Lefort apunta un principio de

continuidad y dependencia: “Todo pasa como si los derechos nuevos se

revelaran retrospectivamente apoyándose en lo que había sido juzgado constitutivo

de las libertades públicas”29. No habría, siguiendo esta cita, ningún

derecho humano nuevo y posible si no fuera por la adquisición

de aquellos otros derechos que se reivindicaron en el pasado.

Por lo tanto, es sólo al interior de la dimensión de los

derechos adquiridos que los nuevos derechos humanos encuentran

sus condiciones de posibilidad. Aquí hay sintonía, sincronía,

empalme, coordinación, dependencia, continuidad, etc. No hay

derechos humanos más que al interior del derecho mismo. Lefort

sostiene: “Al considerar que el derecho tiene incumbencia en la democracia,

estaríamos tentados a juzgar imposible de hacer la diferencia entre los que se tienen

por derechos fundamentales -que han visto el día bajo el nombre de derechos

humanos- y los que son sumados ahora, recién”30.

28 Claude Lefort. op. cit. p. 44 29 Claude Lefort. op. cit. pp. 47-48 30 Claude Lefort. op. cit. p. 50

17

Lo anterior se produce, a juicio de Lefort, porque la

discusión sobre la democracia y los derechos fundamentales que

la constituyen es, a fin de cuentas pero de manera

fundacional, una polémica sobre lo legítimo y lo ilegítimo.

Ahí donde los totalitarismos inhabilitan cualquier debate

sobre la legitimidad del sistema, la democracia tiende a

relativizar la validez de su propia estructura aportando la

publicidad, la discusión pública dice Claude Lefort. De esta

manera los constructos normativos que regirán la aplicación

del sistema democrático se encontrarán validados por este

espacio público/deliberativo y no por la arbitrariedad

impositiva e ilegítima de los totalitarismos. En esta línea

“los derechos del hombre, si ellos son constitutivos de un debate público, no sabrían

resumirse en una definición, de tal manera que se pudiese acordar universalmente

sobre lo que les es o no conforme, sea en el papel o en el espíritu”31. Tienen,

entonces, los derechos humanos una dimensión irreductible

según Lefort. Su publicidad les permitiría no ser nunca

aprehendidos por una sola y única contingencia histórica,

social o política invariable. Esta naturaleza sin arraigo

definitivo, hace de los derechos del hombre un acontecimiento

siempre vacío de presente y dúctil a la vez. Esto implica que

su significación tiende a ser siempre otra que la ya

existente, favoreciendo el surgimiento de nuevos derechos

reivindicados en nombre de los anteriores. Y así.

Lefort se pregunta: “¿No es a causa del empuje de los derechos del hombre

que la trama de la sociedad política tiende a modificarse o aparece cada vez como

31 Claude Lefort. op. cit. p. 54 18

modificable?”32. Sería en nombre de estos derechos que la sociedad

encontraría el motor de su dinámica. Aquí los derechos humanos

adquieren una relevancia desconocida en el centro del devenir

histórico de las sociedades occidentales. Son la fuerza de la

historia y ésta sería posible por la dialéctica del derecho

propiamente tal. Existe una legalidad establecida y a ésta se

le debe hacer frente en el curso de las reivindicaciones

políticas, haciendo aparecer poderes y fuerzas sociales ahí

donde no los había. Es por esta razón que Lefort plantea en

relación a las reivindicaciones de las minorías cualquiera sea

su naturaleza, la eficacia simbólica33 de la noción de derechos.

Eficacia simbólica quiere decir aquí, capacidad para

identificar en el significante de la palabra derecho, la

potencial transformación o reivindicación que contiene. Ante

esta eficacia simbólica, el poder que habita en el Estado

democrático no podría más que aceptar las demandas de lo

social activado, en lucha, puesto que si es dentro de los

márgenes del derecho, las reivindicaciones son legítimas y los

derechos humanos una extensión de los ya existentes. Es aquí

donde hay que insistir dice Lefort, en la respuestas

colectivas y demandantes que emanan desde la sociedad civil

hacia el Estado democrático.

Terminemos con esta cita de Lefort contenida en su ensayo Sobre

la democracia moderna: “Se cree observar por todas partes el refuerzo de la

potencia del Estado en consecuencia de las nuevas reivindicaciones, pero se deja en

32 Claude Lefort. Droits de l'homme et politique. [en:] L'invention démocratique. Ed.Fayard. París, 1981. p. 71 33 Claude Lefort. op. cit. p. 74

19

silencio su contestación”34. Esto apunta a que si bien las

reivindicaciones que se hacen dentro del marco del derecho

terminan por fortalecer al derecho mismo y a quien lo aplica,

es decir el Estado, es necesario pasar examen a esa parte

constituyente y en pugna que es la que -en nombre de sus

derechos- tensiona e increpa a ese derecho ya existente. No se

trata solamente, plantea Lefort, de quedarnos siempre con la

adquisición de fuerza que el Estado absorbe tras las demandas

de la sociedad civil, sino de analizar, igualmente, aquellos

aspectos que están impresos en la naturaleza de los que piden,

polemizan y tensionan al sistema democrático.

Gran parte de los argumentos desarrollados por Lefort

resultan, a nuestro juicio, polemizables. No solo en términos

teóricos, sino porque su aplicabilidad a la realidad

latinoamericana y fundamentalmente a la chilena no encuentra

un eco natural. Es lo que se ensayará en la parte final de

este trabajo.

4.

Se quisiera dejar circulando algunas inquietudes que se

desprenden del trabajo de Lefort y que tienen que ver con

ciertos preceptos y principios teóricos de los cuales se sirve

para levantar su defensa del sistema democrático y de los

derechos humanos liberales. Al mismo tiempo, se buscará hacer

los contrapuntos entre el trabajo de este autor y una

potencial interpretación de la realidad latinoamericana y

34 Claude Lefort. Sur la démocratie moderne. [en:] Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles.Ed. Seuil. Paris, 1986. p. 57

20

específicamente la chilena, en relación con la democracia y

los derechos del hombre nuevamente.

Lo primero que podríamos sostener a nivel teórico, es que se

revela en la obra de Lefort una arriesgada atribución de

responsabilidad, por las barbaries llevadas adelante por el

totalitarismo soviético, a Marx. No se pretende hacer

deambular la duda frente a los crímenes bestiales que, con el

marxismo como bandera, se cometieron a todo lo largo y ancho

de la ex URSS, sino de imprimirle contexto a la crítica que el

propio Marx hace de los derechos del hombre, más allá de la

alcances perversos de todas y cada una de las empresas

genocidas que se emprendieron en su nombre. Marx vivió una

época histórica de transformaciones sociales y políticas de

una profundidad hasta entonces desconocida. Hablamos de un

período casi inmediatamente posterior a la revolución francesa

y a la revolución industrial. En este momento histórico, la

explotación a la cual era sometido el proletariado industrial

respetaba solamente los límites fisiológicos de los obreros,

es decir, se les pagaba para que pudieran comer, no murieran

y siguieran trabajando. Todo esto en un contexto de

pauperización creciente de los sectores desempleados y, al

mismo tiempo, de un enriquecimiento desproporcionado por parte

de la burguesía capitalista dueña de todos los medios de

producción. Es en este contexto y no en otro que Marx

desarrolla su crítica a los derechos humanos liberales. ¿A

quién favorecen estos derechos en contexto de explotación

salvaje?; ¿son los hombres libres, iguales y fraternos al

interior de un esquema social y político de usurpación y21

enajenación? Lefort inocula, a nuestro parecer, este contexto

de base que Marx analiza, adhiriéndole responsabilidad teórica

en la formulación y establecimiento de los regímenes

totalitaristas soviéticos. Estamos de acuerdo absolutamente

con Marx y en desacuerdo Lefort con que en condiciones de

explotación los derechos del hombre son capturados en su sola

dimensión simbólica y sirven de velo para que la ideología

imperante despliegue su hegemonía. El hombre se separa del

hombre a partir de la diseminación de esta falsa conciencia y

se aparta de cualquier interés colectivo, común, político.

Cabría preguntarse si en una sociedad como la chilena, donde

después de la dictadura se consolidó quizás más que en

cualquier otro país del mundo el sistema libremercadista, la

crítica que le hacemos a Lefort respecto de su propia crítica

a Marx obtiene un nuevo asidero. Queremos preguntarnos con

esto si al interior de sociedades y culturas tan profundamente

mercantilizadas los derechos humanos no han sido más que

dispositivos conducentes a la estabilización y legitimidad de

un sistema donde el gran derecho es el derecho a consumir y a

ser parte de un modelo específico, el neoliberal. La falsa

conciencia o ideología que se derivaba desde el capitalista

hacia el obrero ¿no ha sido reemplazada por la doctrina

aspiracional del consumo y los estándares de vida exigidos por

el mercado? En un país como Chile ¿cómo coordinamos el ethos y

la demanda consumista con una nueva valoración por los

derechos del hombre más allá de su sola dimensión mercantil?

Y, finalmente ¿no implicaría esta coordinación o

desplazamiento una transformación absoluta de la sociedad22

chilena tal como la conocemos? Esto es ¿una refundación, la

generación de un nuevo lazo social? Estas preguntas no podrán

ser respondidas en este artículo pero sí podríamos decir que

en las sociedades latinoamericanas que han experimentado

dictaduras neoliberales y que en la actualidad se encuentran

ancladas -política y socialmente- en sistemas de mercado, los

derechos humanos deben exigirse un examen y levantar una

pregunta: ¿Cuáles son y donde habitan estos derechos al

interior del triunfo aplastante de ideología de libre mercado?

Un segundo argumento que podemos desarrollar en relación al

trabajo de Lefort es que, tanto para Marx como para

Tocqueville, los derechos humanos liberales, sus declaraciones

y ensayos de aplicación, apuntan a un proceso de

individualización social que termina por establecer sujetos

desvinculados y protectores de sus propios derechos. En este

punto es necesario detenerse, puesto que si bien el derecho

liberal señala defender los derechos de cada individuo frente

al Estado, lo que podría implicar aislamiento y desafiliación,

han existido ejemplos concretos de agrupación y objetivos

comunes al momento de defender y exigir respeto por los

derechos del hombre en sociedades donde éstos se han visto

vulnerados. En Chile por ejemplo, durante y posterior a la

dictadura de Pinochet, la lucha por los derechos humanos fue

un gran espacio de conjunción de actores diversos, con

intereses distintos y con domicilios ideológicos diferentes,

sin embargo unidos por una causa compartida. En esta línea, es

posible sostener que en sociedades como la chilena el

compromiso con los derechos del hombre surge en momentos de23

mayor tragedia social. Nunca los derechos humanos fueron tan

firmemente defendidos, acusados y declamados como cuando

estaban siendo violados brutalmente. La pregunta es ¿cuál es

la posibilidad real de los derechos del hombre más allá de la

tragedia? Después de la dictadura los derechos humanos en

Chile fueron un asunto de negociaciones políticas, de acuerdos

y “justicia dentro de lo posible”. Todo se redujo a una gran gestión

del dolor y la frustración de los familiares de los muertos y

de quienes habían pasado por la experiencia de la tortura,

exilio, relegación, etc. Incluso se llegaron a ofrecer leyes

de punto final que implicaban pagar, tanto a los familiares

como a las víctimas, grandes sumas de dinero en compensación

por los abusos. Todo esto con el objetivo de la regularización

social, de volver al estado previo a la guerra. Entonces si

bien Marx y Tocqueville tenían razón respecto de lo que ellos

vieron, es decir atomización de los sujetos al interior del

tejido social y defensa particular de sus derechos, en la

sociedad chilena durante la dictadura los derechos humanos

fueron una fuerza centrípeta, aglutinante. No obstante lo que

vino después, en democracia, no fue más que una administración

instrumental y utilitaria de la tragedia.

En tercer lugar, probablemente entendemos que uno de los

aspectos más discutibles del planteamiento de Claude Lefort es

el de fijar la lucha por los derechos del hombre sólo dentro

del ámbito del derecho mismo. Como se analizó, el autor

plantea que los nuevos derechos serán siempre levantados y

exigidos en función de los ya existentes, en una suerte de

espiral acumulativo y dialéctico. Esto no es sólo un argumento24

que pareciera siempre querer validar el sistema, sino que

también, se cree, apunta a la inhabilitación para identificar

y proponer reivindicaciones más allá de lo que el derecho

establecido permite. Es necesario para Lefort estar consciente

de los derechos que se tiene y, entonces, planificar la

demanda de otros nuevos en permanente coordinación. Se piensa

que esto agrede a comunidades y formas de reivindicación que

en nada se emparentan con el derecho liberal y que jamás han

sido beneficiadas por sus leyes en ninguna de sus formas.

Apuntamos, por ejemplo, a las demandas del pueblo Mapuche en

Chile. La usurpación original de sus tierras fue en nombre

del derecho de la corona española. Hoy en día sus demandas son

tratadas en el espacio jurídico occidental al cual ellos

reniegan pertenecer. Todo esto hace que el formato jurídico de

Lefort no rinda ni alcance para entender y tratar realidades

como la latinoamericana, donde la democracia y los derechos

humanos han sido impulsados, en gran parte, por la exigencia

de la dinámica global y no en respuesta a sus contradicciones

internas, a sus injusticias históricas y a las minorías no

democráticas.

Lefort apuesta por aquella sociedad fundada sobre los derechos

del hombre. Nosotros creemos, sin embargo, que el imaginario

de esta sociedad ideal y estos derechos esconden

permanentemente estructuras de poder y dominación que se

desfasan de esas otras realidades que no pueden ser tratadas

dentro del marco del derecho liberal. Se piensa que los

derechos humanos son un espacio vital para el desarrollo y

despliegue de las sociedades contemporáneas, pero deben ser25

resignificados según los imperativos particulares de

sociedades específicas. Los derechos del hombre y la

democracia en esta dirección deberían ser un espacio para el

significante y no para el significado, una casilla vacía no

determinada por derechos previos y que encuentre, en su

consciencia ética del presente, los aspectos humanos más que

jurídicos de su formulación.

La democracia es, en esta línea, el sistema conocido que más

se acoplaría a una tal significación de los derechos del

hombre, y en esto estamos de acuerdo con Lefort, sin embargo

no es la democracia de la libertad, la igualdad y la

fraternidad coreada en la Bastilla. Tampoco la democracia

protectora del sistema de libre mercado ni menos aquella que

deja fuera de su sistema político a las minorías, entonces

incapaces de formar parte en la deliberación de los asuntos

públicos. Pensamos en una democracia donde el desacuerdo sea

parte constituyente de su propia dinámica, de su

fenomenología. La política de los acuerdos de los grandes

bloques políticos en Chile no ha hecho más que ponderar una

forma de ver, hacer y administrar la política únicamente

ajustada al consenso, sin espacio para la polémica, la

minoría, la diferencia. Lo que ha ocurrido en los últimos

años en Chile con el movimiento estudiantil, por ejemplo, es

que los estudiantes nos enrostraron esa otra política, esa

cara oculta que habita como latencia y trauma dentro de la

estructura de la democracia representativa, el desacuerdo de

los no representados y de aquellos para quienes la democracia

no sabido más castigarlos con la lógica de un mercado26

radicalmente desregulado. No obstante los estudiantes chilenos

han levantado un derecho ahí donde no había derecho.

Pensar los derechos humanos en la actualidad requeriría, por

exigencia ética, sacarlos de su dimensión únicamente jurídica

y asumir que no es sólo desde un formato de derechos

preestablecidos que la emancipación se hace posible. Esto

implicaría, por cierto, transformaciones profundas a los

sistemas democráticos, los que habitan cómodamente dentro de

la normatividad liberal. Sin embargo es posible que la

naturaleza misma de los derechos del hombre dependa siempre de

una doble exigencia o más bien que deambule entre dos

fenómenos: la emancipación y la ideología.

27