Derechos humanos y democracia: entre la emancipación y la ideología
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Derechos humanos y democracia: entre laemancipación y la ideología
Javier Agüero Águila1
Escuela doctoral « Pratiques et théories du sens »Universidad París 8 Vincennes / Saint-Denis
(Artículo publicado en el libro colectivo Derechos Humanos enAmérica latina: Teoría y práctica, editado en la Casa Editorial de laUniversidad Jaguellona, Cracovia. Aparición Marzo 2015)
RESUMEN
El presente artículo persigue someter a examen crítico los
conceptos fundamentales que dan forma al pensamiento del
filósofo francés Claude Lefort y ensayar una reflexión sobre
los derechos humanos en la sociedad Chilena actual y su
relación con la doctrina neoliberal. Para alcanzar este
objetivo será necesario, primero, analizar las críticas de
Lefort a Marx y a Tocqueville, a la concepción eminentemente
ideológica de los derechos del hombre que, según Lefort,
desarrollaría el primero, y a la intuición casi profética del
segundo, el cual vio en los principios del sistema democrático
y los derechos humanos liberales, el germen de desconocidas
atrocidades históricas y perversos experimentos políticos.
Finalmente y como se sostuvo, se busca dejar circulando una
serie de argumentos derivados de una postura crítica frente al
trabajo de Lefort y su potencial empalme con el contexto de
los derechos humanos en Chile, país en donde la primacía del1 Chileno. Sociólogo Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Magísteren filosofía política por la Universidad de Chile. Doctorante de laescuela doctoral Pratiques et théories du sens Universidad París 8 Vincennes /Saint-Denis. Laboratoire d’études et de recherches sur les Logiquescontemporaines de la philosophie – LLPP.
1
sistema de libre mercado exige, a nuestro juicio, una
reevaluación de tales derechos.
Palabras Claves
Lefort, Marx, Tocqueville, derechos humanos, Chile
1.
Para iniciar una reflexión sobre los derechos humanos sería
imperativo, siguiendo a Claude Lefort, pensarlos a partir de
su relación con la política. Dicho de otro modo, no habría
posibilidad de favorecer un examen crítico de los derechos del
hombre sino los tensionamos en el centro de las
contradicciones históricas, sociales, culturales, etc. Si bien
una tal cuestión, la de los derechos humanos, podría
derivarnos sin mayores complicaciones a una suerte de
esencialismo o naturalismo respecto del derecho y del hombre
mismo, lo cierto es que estas mismas tendencias esencialistas
se fijarían sobre un plexo de significaciones históricas y
sociales específicas, dándole al acontecimiento de los
derechos humanos siempre una condición contextual2.
A partir de aquí es que Claude Lefort sostendrá que decir
algo definitivo sobre los derechos humanos resultaría al menos
arriesgado, puesto que no estaríamos en condiciones de
atribuirles a los derechos del hombre una significación
propiamente política. ¿Es política la naturaleza de los
2 Sobre la resignificación y contingencia de la naturaleza humana serecomienda: Leo Strauss. Droit Naturel et histoire. Conferencias de 1949 publicadasen Chicago en 1953, traducidas del inglés al francés (1954), reediciónChamps Flammarion, 1986
2
derechos humanos? Y de ser así ¿tienen los derechos humanos en
la actualidad y en el mundo occidental una significación
política? Se nos presenta entonces una doble duda. Por una
lado la del origen político de los derechos del hombre y por
otro si su efecto en el vida social produce consecuencias
políticas. “No se puede decir nada riguroso sobre una política de los derechos
del hombre”3 dice Lefort. La palabra política aplicada en esta cita
también resulta inquietante, puesto que nada podría resolverse
respecto de la política sin que seamos derivados
inmediatamente al espacio de la existencia y la coexistencia
humana, contexto al interior del cual los aspectos relativos
al derecho y al hombre se encuentran dinamizados por la fuerza
de lo común (o de lo social según pretenda analizarse). Con
todo, política, derecho y humanidad (hombre), son conceptos
que están imbricados, funcionan de manera paralela y se
despliegan, todos ellos, sobre un tránsito histórico
específico. “Este cuestionamiento surge en condiciones históricas donde
nosotros somos el testigo de una sensibilidad nueva a la política y al derecho”4.
Lo anterior instala en relación a los derechos humanos dos
cuestiones centrales toda vez que nos preguntamos y exigimos
comprenderlos al interior de su relación con la política: ¿los
derechos del hombre son una extensión necesaria para la
desarrollo y despliegue legítimos de los sistemas de gobierno?
o bien ¿son aquel espíritu independiente que nos revela por su
sola existencia los aspectos coactivos y represivos de la
3 Claude Lefort. Droits de l'homme et politique. [en:] L'invention démocratique. Ed.Fayard. Paris, 1981. p. 46 4 Ibidem
3
política propiamente tal5? Lo diremos de otra forma. Los
derechos humanos tienen la posibilidad de agenciarse bien como
un dispositivo de política pública, esto es como estrategia
aplicada desde el poder político para auto-imprimirse validez
social o, por el contrario, tienen la posibilidad de
permanecer irreductibles a la política y encontrar, en esta
marginalidad, sus propias condiciones de posibilidad revelando
la naturaleza intrínsecamente coercitiva de la política en
esta línea.
Cuando decimos aquí política, nos exigimos no reducirla a un
espacio específico de la vida social. Es necesario sacarla de
su dimensión estrictamente activa y tensionarla como aquel
conjunto de principios en donde se juegan las relaciones
humanas. La política debe ser entendida más allá de la
formalidad de las estructuras que la sostienen, de los
dispositivos específicos de su actividad y gestión. Lefort
propone entonces, polemizar la política como espacio generador
de vínculos entre los hombres y con el mundo6. En esta
dirección Lefort señala que “Pensar y repensar la política con la
preocupación de hacerse cargo de las cuestiones que brotan de la experiencia de
nuestro tiempo, este proyecto no sabría asegurarse y vincularse sin responder a la
siguiente pregunta: ¿qué es la política?”7. Responder a esta pregunta es
una tarea para la filosofía política8.
5 Claude Lefort. op. cit. p. 47 6 Cf: Claude Lefort. Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles. Édition Seuil. París,1986. p. 8 7 Claude Lefort. op. cit. p. 7 8 La intención de Lefort en este punto de su trabajo es liberar a lapolítica de la idea única de Régimen, para lo cual recurre a Platón,específicamente al texto La República. En este libro comprendemos que lapolítica es mucho más que la gestión de la polis o la administración de
4
2.
2.1. Ahora bien, todo este proyecto tiene un marco original,
un punto de partida que debe ser clarificado para comprender
el espacio crítico y teórico en el que habita Claude Lefort.
Sus análisis sobre los derechos humanos y la política deben
iniciarse, a su juicio, sin considerar “la ficción hegeliana o marxista
de la historia”9. Esto no implicaría, según escribe, anular de golpe
la potencia de la herencia hegeliano-marxista, sino que
pretendería derivar en un análisis cuya sensibilidad histórica
nos permita contextualizar los derechos humanos y la política
más allá de su reducción ideológica.
En esos términos, Lefort entiende que la interpretación de los
derechos humanos que desarrollaron tanto Marx como el marxismo
en Europa, habría estado condicionada, ya desde sus inicios,
por una maquinaria ideológica que escasamente pudo ponderar
los alcances y efectos de la aparición de los derechos del
hombre. La mirada marxista habría entendido y determinado en
esta línea, que tales derechos no eran más que un dispositivo
de ocultamiento y enajenación. Un tipo fabricación arbitraria
hecha a la medida de los intereses de la burguesía10. Desde
entonces “la expansión del marxismo (…) ha ido a la par con una depreciación del
Atenas. Lefort señala que Platón “movilizaba una interrogación que contenía todo lorelacionado con el origen del poder y las condiciones de su legitimidad, sobre la relación mandato-obediencia en todo el tendido de la sociedad, sobre las relaciones de la ciudad y del extranjero, sobrelas necesidades sociales y la repartición de las actividades profesionales, etc.”. Ver: ClaudeLefort. op. cit. p. 99 Claude Lefort. op. cit. p. 1210 cf: Karl Marx. La question juive. Seguida de La question juive par Bruno Bauer. Uniongénérale d’Éditions. París, 1968. pp. 21-24
5
derecho en general y la condenación vehemente, irónica o científica, de la noción
burguesa de los derechos del hombre”11.
Sin embargo, y de alguna manera esto es lo que en la
actualidad dificultaría una definición de los derechos humanos
en relación con la política, el marxismo post Unión Soviética
habría ido paulatinamente desplegando un lenguaje de corte más
liberal en relación a los derechos del hombre. Esto se
debería, específicamente, a la revelación y reconocimiento
público de la masacre estalinista; a la vulneración absoluta
no solamente de todos los derechos que fundarían los Estados
democrático-liberales, sino que de la dignidad humana en toda
su magnitud. Esto, por cierto, va más allá de la ubicación de
los derechos en uno u otro tipo de sistémica político. No
obstante, lo que se desprende y nos hereda la absorción de la
retórica liberal por parte del marxismo post U.R.S.S, es la
dificultad de examinar la cuestión de los derechos humanos en
relación a la política. Si bien este fenómeno nos muestra la
historicidad de tales derechos y su intrínseca relación con
los imperativos contextuales de una época determinada, no es
menos cierto que la reivindicación de los derechos humanos por
parte del marxismo contemporáneo dificulta severamente
encontrarle un domicilio ideológico. “Es por eso que quienes
desaprueban o condenan la represión en los países del Este, se sienten obligados a
reconocerles un valor aquí mismo, en el marco de la democracia burguesa, y de
proclamar que la instauración del socialismo deberá asegurar la protección de los
derechos del hombre”12.11 Claude Lefort. Droits de l'homme et politique. [en:] L'invention démocratique. Ed.Fayard. Paris, 1981. p. 46 12 Claude Lefort. op. cit. p. 47
6
En esta perspectiva y de manera general, resulta importante
identificar los argumentos de Marx en relación a los derechos
humanos, así como la razones del porqué Lefort insistiría en
la necesidad de abandonarlos. Probablemente es en la Cuestión
Judía donde Marx alcanza mayor profundidad en su análisis
crítico sobre los derechos del hombre y sus efectos dentro -y
para- la sociedad burguesa. A grandes rasgos, Marx plantea en
este libro que los derechos humanos y sus eventos
declaratorios, tanto en Estados Unidos como en Francia en el
siglo XVIII, han estado diseñados para favorecer la separación
de los individuos al interior de la sociedad. Dicho de otro
modo, los derechos del hombre habrían sido concebidos por la
ideología burguesa a partir de consideraciones instrumentales
derivadas de una intencionalidad ideológica específica. Esta
es la de coordinar, a través de la ruta del derecho y la
legitimidad que se le adhiere, las condiciones que harían
posible el individualismo o la auto-comprensión del hombre
respecto de sí mismo. A su juicio, esto no sólo implicaría una
escisión entre los hombres –los cuales comprendiendo sus
derechos darían curso a estrategias individuales para
defenderlos-, sino que encallaría en una separación total
entre la sociedad y la política. Esto es, al estar los hombres
conscientes de sus derechos y de la urgencia de hacerlos
valer, se produciría a juicio de Marx una separación radical
entre el hombre mismo y la política como espacio de
emancipación común. En esta línea la ideología liberal en su
versión de derechos humanos penetraría a tal punto que
produciría la desconfiguración total de la sociedad en su7
versión comunista, favoreciendo lo uno/individual y
desterrando lo común/plural. Marx escribe en La Cuestión Judía:
“Los derechos del hombre, derechos de quien es miembro de la sociedad burguesa,
no son más que esos derechos del hombre egoísta, del hombre separado del hombre
y la colectividad”13.
Así pues y a juicio de Claude Lefort, los regímenes
totalitarios instalados en la Unión Soviética “dan siniestras luces
sobre las debilidades del pensamiento de Marx”14. Para Lefort es al
interior de los sistemas totalitarios que la separación entre
los hombres alcanza niveles antes desconocidos. Es sobre la
base de la destrucción total de los derechos del hombre que la
edificación totalitaria se posibilita y, entonces, que la
discontinuidad de las relaciones humanas alcanza un punto
radical, terminando en un distanciamiento absoluto entre el
individuo, la sociedad civil y el Estado. En fraseología de
Lefort, el miedo de Marx a la separación extrema de los
hombres en la sociedad burguesa no se expresó, con toda la
fuerza de la historia, más que en el centro del devenir
totalitario. Y esto no porque haya en el marxismo una vocación
teórica esencial a disociar a la sociedad civil del Estado,
sino porque en la práctica el Estado totalitario abrevia y
condensa todas las formas de socialización posibles y
permitidas. Los formatos, tipos y márgenes de acción están
contenidos todos en el feudo estatal, estabilizándose una
suerte de sacralidad moral, ética y pragmática que emana desde
el Estado mismo hacia el pueblo, concebido ahora como un
13 Karl Marx. op.cit. p. 23 14 Claude Lefort. op. cit. p. 53
8
cuerpo discapacitado que necesita de la carne y la sangre
estatal para sobrevivir. “El autoritarismo tiende a abolir todos los signos
de autonomía de la sociedad civil, a negar las determinaciones particulares que la
componen”15.
Para terminar con la crítica de Lefort a Marx y al marxismo,
es necesario apuntar que para el teórico francés la violación
a los derechos humanos en la ex U.R.S.S. no se presenta como
una agresión al sujeto individual. No hay por parte del
establishment soviético la intencionalidad de juzgar, apresar y
matar a un sujeto en particular por su infracción a la moral
del partido o a la dictadura del proletariado. Lo que está en
juego en cada una de los arrestos, deportaciones, torturas y
muertes es un tipo de sociedad específica; una forma de
configuración sistémica particular que requiere del permanente
acecho estatal para consolidar su dominio. Esto requeriría
rodear el espacio público, es decir penetrar microfísicamente
en la discursividad de los individuos que constituyen el
sistema político y social para amarrarlos a la lógica de
dominación existente. Lo público aquí es lo estatal y lo civil
es nada más que la articulación de una moral pro-poder
central.
2.2. Con la crítica a Marx a cuestas, Lefort indicará otra
ruta para examinar el acontecimiento de los derechos del
hombre y su vínculo con la esfera política, ésta radica en la
obra de Alexis de Tocqueville y en sus aportes a la
comprensión del sistema democrático.15 Claude Lefort. op. cit. p. 55
9
Lo que caracterizaría el pensamiento de este autor, a modo muy
general, es fundamentalmente su capacidad de anticipación y
visión respecto de los alcances devastadores que podría tener
la democracia en el transcurso de su implementación e
instalación. Ya en la primera mitad del siglo XIX Tocqueville
desconfiaba de un sistema de ordenamiento socio-político cuya
motivo central era el resguardo de las libertades individuales
declaradas en los derechos del hombre. Para él, la inversión
de este régimen protector de libertades en un sistema de
coerción radicalizado era posible y significaría, sin duda,
una terrible novedad16 en la historia de la humanidad. Este nuevo
formato coercitivo originado en los principios democráticos no
sería despotismo ni tiranía, sino que estaríamos frente a un
“sistema de opresión de nuevo género cuya definición se oculta”17. Tocqueville
escribe: “Yo pienso que el tipo de opresión a la que se verán enfrentados los
pueblos democráticos, no se parecerá a nada de lo que ha ocurrido en el mundo.
Nuestros contemporáneos no sabrán encontrar la imagen en sus recuerdos. Yo
busco en vano una expresión que reprodujese exactamente la idea que me de forma
y cierre. Las antiguas palabras de despotismo y tiranía no convienen en absoluto”18.
Lo profundamente inquietante en esta cita de Tocqueville es,
primero, su intuición casi profética y después la posibilidad
de la inversión radical que se sostenía anteriormente. Esto
es, el desplazamiento de un régimen garantizador de libertades
16 La noción de “terrible novedad” pertenece a Hannah Arendt y se refiereprecisamente al surgimiento de los totalitarismos soviético y alemán enEuropa. Al respecto Ver: Hannah Arendt. ¿Qué es la Política? (Introducción). Ed.Paidós. Barcelona, 1997. p. 14 17 Claude Lefort. Sur la démocratie moderne. [en:] Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles.Édition Seuil. Paris, 1986. p. 36 18 Alexis de Tocqueville. De la Démocratie en Amérique, I. Ed. Garnier. Paris,1993. pp. 385-386
10
plenas a otro donde dichas libertades se ven suprimidas de
manera absoluta en favor de la condensación de un tipo de
poder desconocido.
Tomemos esta otra cita de Tocqueville que se encuentra en la
parte final de La Democracia en América: “Por encima de aquellos (los
individuos) se eleva un poder inmenso y tutelar, que se encarga solo de asegurar
su goce y de velar por su suerte. Él es absoluto, detallado, regular, previsor y suave.
Él se parecería al poder paternal sí, como aquel, tuviese como objeto preparar a los
hombres para la edad viril. Pero él no busca, por el contrario, más que fijarlos
irrevocablemente en la infancia”19. Lo que está implícito en este
pasaje, es la contradicción que ve Tocqueville entre un
sistema que se enarbola como protector de las libertades y, al
mismo tiempo, el tipo de ciudadano que crea dicho régimen. Lo
que surge es un individuo tutelado, gestionado y oprimido por
la acción de un Estado que frasea y se valida con sus
libertades. Dicho de otra forma, el sistema democrático
encuentra sus condiciones de posibilidad en aquel proceso de
individuación que apunta a generar sujetos dóciles, infantiles
y obedientes, dispuestos a legitimar el sistema a partir del
auto-convencimiento de que sus libertades y derechos están
protegidos. Es aquí donde el peligro de una separación total
entre Estado y sociedad civil se le presenta a Tocqueville y,
entonces, la visión de una debacle sin proporciones en la
historia humana.
19 Alexis de Tocqueville. De la Démocratie en Amérique, II. [en:] Oeuvres complètes.Ed. Gallimard. Paris, 1951-2003. pp. 105-106
11
Lo que termina por concluir Tocqueville, es que todo este
proceso de instalación de la nueva democracia, sus
instituciones, símbolos, declaraciones de derechos humanos y
discursos, no ha favorecido el surgimiento de un tipo de
individuo colectivizado ni tampoco polémico respecto de la
efectiva aplicabilidad de sus derechos y libertades. El poder
de la sociedad en la democracia no habría sido distribuido
entre aquellos que la legitiman, concentrándose más bien de
manera absoluta en aquel que gobierna. Esta democracia y las
libertades que dice defender “no han servido para alzar nuevos poderes
secundarios sobre una base más democrática”20.
Finalmente, Podríamos plantear dos ejes fundamentales para
abreviar el análisis de la democracia en la obra de
Tocqueville. 1°. Los derechos y libertades son entendidos como
aspectos específicos e individuales que, desde el Estado, se
le asegurarían al individuo. 2° Esto deriva en una nula
articulación de intereses comunes en pos de una reivindicación
de nuevos derechos, fenómeno que fija el poder democrático en
aquel sujeto que representa y condensa los principios de
libertad, igualdad, fraternidad, etc. “El hombre para Tocqueville, le
aparece en adelante como un ser amenazado de insignificancia en el seno de una
sociedad uniforme que condensa en ella todas las fuerzas que en otro tiempo eran
múltiples y disjuntas”21.
20 Alexis de Tocqueville. op. cit. p. 311 21 Claude Lefort. op. cit. p. 38
12
Considerando los argumentos en relación a Marx y a Tocqueville
que analiza Claude Lefort, es posible ingresar a su propio
análisis sobre los derechos humanos.
3.
3.1. Comencemos por la siguiente cita de Lefort: “Cierto, nosotros
tenemos buenas razones para juzgar que la evolución de las sociedades
democráticas ha hecho posible la aparición de un nuevo sistema de dominación
(fascismo, nazismo, socialismo)”22. Efectivamente hay en el pensamiento
de este autor una concesión. Esta se refiere a que el
surgimiento de las aberraciones políticas que atravesaron el
siglo XX, sólo pudieron emerger y consolidarse al interior de
un contexto de liberalización mundial del mundo occidental y
donde el absorción de los derechos del hombre -al menos en su
versión declarativa y la mayor parte de las veces jurídica- se
había expandido ampliamente. Sin embargo es claro al sostener
que ahí donde se levantaron regímenes totalitarios, la
democracia entendida como sistema de poder y representatividad
se desmoronó, dando paso a un nuevo tipo de ordenamiento
social, fundado ahora en la condensación absoluta del poder en
el Estado. Esto nos deriva al menos a dos consideraciones
fundamentales que se despliegan contradictoriamente. La
primera de ellas, siguiendo a Tocqueville, es que la
democracia es el escenario específico y ad-hoc para que la
separación entre el Estado y la sociedad civil se radicalice y
emerja la concentración del poder totalitario. La segunda es
que, al servir de escenario, la democracia genera las
condiciones de posibilidad para su propia destrucción.22 Claude Lefort. op. cit. p. 40
13
Señalemos entonces que la democracia crea el contexto, fija
los límites y da el tono para su aniquilación.
No obstante lo anterior, Lefort explica que existe un
imperativo posible para evitar la exageración en la separación
entre Estado y sociedad. Éste es “el imperativo de la representación, que
es incompatible en último caso con la plena imposición de la norma, porque hace
legítimo y necesario la expresión múltiple de los agentes sociales, individuales y
colectivos y se revela indisociable de la libertad de opinión, del movimiento, de
asociación, de la manifestación del conflicto en todo el extendido de la sociedad”23.
La democracia y los derechos que defiende, encontrarían en
esta línea una alternativa para su supervivencia, ya que la
representatividad es entendida por Lefort como un espacio de
condensación de normas, leyes y disposiciones jurídicas que
delimitan finalmente el despliegue autárquico del que
gobierna, teniendo que buscar en el espacio social la valides
necesaria para ejercer poder. Esto es importante puesto que
contiene en germen el pensamiento de Lefort sobre la
democracia como el mejor sistema de gobierno posible. La
democracia para Lefort siempre es un sistema que está vacío, o
más bien susceptible de ser llenado por nuevos representantes.
Esta condición de vaciado-llenado de poder, implica
necesariamente ausencia de concentración, estimulando la
rotación y el permanente cambio de domicilio del poder mismo24.
Es precisamente aquí donde los derechos humanos cobran
importancia central en el trabajo de este autor.
23 Ibidem24 cf: Claude Lefort. L'invention démocratique. Ed. Fayard. Paris, 1981. pp. 179-331
14
“Nosotros no tenemos chance en adelante de apreciar el desarrollo de la
democracias y las oportunidades de la libertad, más que reconocer en la institución
de los derechos del hombre los signos de la emergencia de un nuevo tipo de
legitimidad y de un espacio público en el cual los individuos son tanto los productos
como los instigadores”25. La responsabilidad atribuida a los derechos
humanos en esta cita es enorme. Lefort nos indica que el
resguardo del sistema democrático frente a nuevas amenazas de
orden totalitario recae en la resignificación y polémica
constante de los derechos del hombre y va aún más allá,
sosteniendo que habría que buscar en estos derechos una nueva
forma de legitimidad social, esto es, una refundación de la
sociedad sobre la base de los derechos humanos propiamente
tales26. Tal refundación y nuevo escenario de la defensa
democrática sería posible porque, para Claude Lefort, la
formulación de los derechos del hombre a fines del siglo XVIII
se inspiró en la creencia y surgimiento de una concepción de
libertad que terminaría con aquel poder que operaba por encima
de la sociedad. En esta concepción al menos idealista, Lefort
entiende que el poder tendría una naturaleza tendiente a la
diseminación y no a la condensación. La democracia para
Lefort, arriesgamos, es diseminación del poder a través del
cuerpo social, y es en este mismo cuerpo donde al poder se le
exige buscar su legitimidad. Aquello que está en el centro de
esta idea de democracia son, se insiste, los derechos humanos.
25 Claude Lefort. Sur la démocratie moderne. [en:] Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles.Édition Seuil. Paris, 1986. p. 4126 Este argumento es, se cree, cuando menos arriesgado. Se desarrollará estacrítica en la parte final de este texto.
15
3.2. A partir de lo anterior, es que para Lefort los “derechos
del hombre marcan una desintricación del derecho y del poder. El derecho y el poder
no se condensan más en el mismo polo. Para que el poder sea legítimo debe estar,
en adelante, conforme al derecho y, de éste, él no posee el principio”27. Este
axioma resulta específico de la democracia y la establece como
un régimen diametralmente distinto al de la lógica
totalitaria. Los totalitarismos no diferenciarían los espacios
del derecho y del ejercicio del poder a juicio de Lefort,
abreviándose –ambos- en un solo gran dispositivo de
dominación. En las democracias el poder debe estar sujeto a la
presencia de derechos normativos que devienen de un poder
social facultativo. El soberano o representante, se encuentra
con una estructura legal preestablecida antes de gobernar, por
lo tanto su llegada al poder está condicionada por una
bitácora de derechos que delimita su accionar de inicio. Lo
que resulta cuestionable en este argumento de Lefort –
adelantando conclusiones-, es si realmente la sociedad civil
ha sido partícipe en la construcción de esta normatividad. Nos
preguntamos: ¿son los derechos humanos en el sistema
democrático fruto de una voz y deliberación ciudadanas y,
entonces, el vector legítimo que cerca el radio de acción del
poder Estatal? Claude Lefort diría que sí. Los derechos del
hombre, en su perspectiva, no son el velo que recubre la
ideología de dominación burguesa; tampoco el aparataje
jurídico/discursivo que busca solapadamente separar al hombre
del hombre e instalarlo únicamente en la individualidad
liberal. Para el filósofo francés “los derechos del hombre dan cuenta
27 Claude Lefort. op. cit. p. 43 16
y suscitan a la vez una nueva red de relaciones entre los hombres”28. El
principio liberal de respeto por los derechos de cada
individuo en su relación con el Estado tiende a alterarse en
el pensamiento de Lefort, puesto que los derechos humanos
parecerían tener una naturaleza colectiva; naturaleza que
apuntaría a la vinculación de los hombres al interior del
tejido social. No hay pérdida de lazo sino la aparición de uno
nuevo, aquel que se teje sobre la base de los derechos del
hombre.
Es en este momento que Lefort apunta un principio de
continuidad y dependencia: “Todo pasa como si los derechos nuevos se
revelaran retrospectivamente apoyándose en lo que había sido juzgado constitutivo
de las libertades públicas”29. No habría, siguiendo esta cita, ningún
derecho humano nuevo y posible si no fuera por la adquisición
de aquellos otros derechos que se reivindicaron en el pasado.
Por lo tanto, es sólo al interior de la dimensión de los
derechos adquiridos que los nuevos derechos humanos encuentran
sus condiciones de posibilidad. Aquí hay sintonía, sincronía,
empalme, coordinación, dependencia, continuidad, etc. No hay
derechos humanos más que al interior del derecho mismo. Lefort
sostiene: “Al considerar que el derecho tiene incumbencia en la democracia,
estaríamos tentados a juzgar imposible de hacer la diferencia entre los que se tienen
por derechos fundamentales -que han visto el día bajo el nombre de derechos
humanos- y los que son sumados ahora, recién”30.
28 Claude Lefort. op. cit. p. 44 29 Claude Lefort. op. cit. pp. 47-48 30 Claude Lefort. op. cit. p. 50
17
Lo anterior se produce, a juicio de Lefort, porque la
discusión sobre la democracia y los derechos fundamentales que
la constituyen es, a fin de cuentas pero de manera
fundacional, una polémica sobre lo legítimo y lo ilegítimo.
Ahí donde los totalitarismos inhabilitan cualquier debate
sobre la legitimidad del sistema, la democracia tiende a
relativizar la validez de su propia estructura aportando la
publicidad, la discusión pública dice Claude Lefort. De esta
manera los constructos normativos que regirán la aplicación
del sistema democrático se encontrarán validados por este
espacio público/deliberativo y no por la arbitrariedad
impositiva e ilegítima de los totalitarismos. En esta línea
“los derechos del hombre, si ellos son constitutivos de un debate público, no sabrían
resumirse en una definición, de tal manera que se pudiese acordar universalmente
sobre lo que les es o no conforme, sea en el papel o en el espíritu”31. Tienen,
entonces, los derechos humanos una dimensión irreductible
según Lefort. Su publicidad les permitiría no ser nunca
aprehendidos por una sola y única contingencia histórica,
social o política invariable. Esta naturaleza sin arraigo
definitivo, hace de los derechos del hombre un acontecimiento
siempre vacío de presente y dúctil a la vez. Esto implica que
su significación tiende a ser siempre otra que la ya
existente, favoreciendo el surgimiento de nuevos derechos
reivindicados en nombre de los anteriores. Y así.
Lefort se pregunta: “¿No es a causa del empuje de los derechos del hombre
que la trama de la sociedad política tiende a modificarse o aparece cada vez como
31 Claude Lefort. op. cit. p. 54 18
modificable?”32. Sería en nombre de estos derechos que la sociedad
encontraría el motor de su dinámica. Aquí los derechos humanos
adquieren una relevancia desconocida en el centro del devenir
histórico de las sociedades occidentales. Son la fuerza de la
historia y ésta sería posible por la dialéctica del derecho
propiamente tal. Existe una legalidad establecida y a ésta se
le debe hacer frente en el curso de las reivindicaciones
políticas, haciendo aparecer poderes y fuerzas sociales ahí
donde no los había. Es por esta razón que Lefort plantea en
relación a las reivindicaciones de las minorías cualquiera sea
su naturaleza, la eficacia simbólica33 de la noción de derechos.
Eficacia simbólica quiere decir aquí, capacidad para
identificar en el significante de la palabra derecho, la
potencial transformación o reivindicación que contiene. Ante
esta eficacia simbólica, el poder que habita en el Estado
democrático no podría más que aceptar las demandas de lo
social activado, en lucha, puesto que si es dentro de los
márgenes del derecho, las reivindicaciones son legítimas y los
derechos humanos una extensión de los ya existentes. Es aquí
donde hay que insistir dice Lefort, en la respuestas
colectivas y demandantes que emanan desde la sociedad civil
hacia el Estado democrático.
Terminemos con esta cita de Lefort contenida en su ensayo Sobre
la democracia moderna: “Se cree observar por todas partes el refuerzo de la
potencia del Estado en consecuencia de las nuevas reivindicaciones, pero se deja en
32 Claude Lefort. Droits de l'homme et politique. [en:] L'invention démocratique. Ed.Fayard. París, 1981. p. 71 33 Claude Lefort. op. cit. p. 74
19
silencio su contestación”34. Esto apunta a que si bien las
reivindicaciones que se hacen dentro del marco del derecho
terminan por fortalecer al derecho mismo y a quien lo aplica,
es decir el Estado, es necesario pasar examen a esa parte
constituyente y en pugna que es la que -en nombre de sus
derechos- tensiona e increpa a ese derecho ya existente. No se
trata solamente, plantea Lefort, de quedarnos siempre con la
adquisición de fuerza que el Estado absorbe tras las demandas
de la sociedad civil, sino de analizar, igualmente, aquellos
aspectos que están impresos en la naturaleza de los que piden,
polemizan y tensionan al sistema democrático.
Gran parte de los argumentos desarrollados por Lefort
resultan, a nuestro juicio, polemizables. No solo en términos
teóricos, sino porque su aplicabilidad a la realidad
latinoamericana y fundamentalmente a la chilena no encuentra
un eco natural. Es lo que se ensayará en la parte final de
este trabajo.
4.
Se quisiera dejar circulando algunas inquietudes que se
desprenden del trabajo de Lefort y que tienen que ver con
ciertos preceptos y principios teóricos de los cuales se sirve
para levantar su defensa del sistema democrático y de los
derechos humanos liberales. Al mismo tiempo, se buscará hacer
los contrapuntos entre el trabajo de este autor y una
potencial interpretación de la realidad latinoamericana y
34 Claude Lefort. Sur la démocratie moderne. [en:] Essais sur le politique. XIXe-XXe siècles.Ed. Seuil. Paris, 1986. p. 57
20
específicamente la chilena, en relación con la democracia y
los derechos del hombre nuevamente.
Lo primero que podríamos sostener a nivel teórico, es que se
revela en la obra de Lefort una arriesgada atribución de
responsabilidad, por las barbaries llevadas adelante por el
totalitarismo soviético, a Marx. No se pretende hacer
deambular la duda frente a los crímenes bestiales que, con el
marxismo como bandera, se cometieron a todo lo largo y ancho
de la ex URSS, sino de imprimirle contexto a la crítica que el
propio Marx hace de los derechos del hombre, más allá de la
alcances perversos de todas y cada una de las empresas
genocidas que se emprendieron en su nombre. Marx vivió una
época histórica de transformaciones sociales y políticas de
una profundidad hasta entonces desconocida. Hablamos de un
período casi inmediatamente posterior a la revolución francesa
y a la revolución industrial. En este momento histórico, la
explotación a la cual era sometido el proletariado industrial
respetaba solamente los límites fisiológicos de los obreros,
es decir, se les pagaba para que pudieran comer, no murieran
y siguieran trabajando. Todo esto en un contexto de
pauperización creciente de los sectores desempleados y, al
mismo tiempo, de un enriquecimiento desproporcionado por parte
de la burguesía capitalista dueña de todos los medios de
producción. Es en este contexto y no en otro que Marx
desarrolla su crítica a los derechos humanos liberales. ¿A
quién favorecen estos derechos en contexto de explotación
salvaje?; ¿son los hombres libres, iguales y fraternos al
interior de un esquema social y político de usurpación y21
enajenación? Lefort inocula, a nuestro parecer, este contexto
de base que Marx analiza, adhiriéndole responsabilidad teórica
en la formulación y establecimiento de los regímenes
totalitaristas soviéticos. Estamos de acuerdo absolutamente
con Marx y en desacuerdo Lefort con que en condiciones de
explotación los derechos del hombre son capturados en su sola
dimensión simbólica y sirven de velo para que la ideología
imperante despliegue su hegemonía. El hombre se separa del
hombre a partir de la diseminación de esta falsa conciencia y
se aparta de cualquier interés colectivo, común, político.
Cabría preguntarse si en una sociedad como la chilena, donde
después de la dictadura se consolidó quizás más que en
cualquier otro país del mundo el sistema libremercadista, la
crítica que le hacemos a Lefort respecto de su propia crítica
a Marx obtiene un nuevo asidero. Queremos preguntarnos con
esto si al interior de sociedades y culturas tan profundamente
mercantilizadas los derechos humanos no han sido más que
dispositivos conducentes a la estabilización y legitimidad de
un sistema donde el gran derecho es el derecho a consumir y a
ser parte de un modelo específico, el neoliberal. La falsa
conciencia o ideología que se derivaba desde el capitalista
hacia el obrero ¿no ha sido reemplazada por la doctrina
aspiracional del consumo y los estándares de vida exigidos por
el mercado? En un país como Chile ¿cómo coordinamos el ethos y
la demanda consumista con una nueva valoración por los
derechos del hombre más allá de su sola dimensión mercantil?
Y, finalmente ¿no implicaría esta coordinación o
desplazamiento una transformación absoluta de la sociedad22
chilena tal como la conocemos? Esto es ¿una refundación, la
generación de un nuevo lazo social? Estas preguntas no podrán
ser respondidas en este artículo pero sí podríamos decir que
en las sociedades latinoamericanas que han experimentado
dictaduras neoliberales y que en la actualidad se encuentran
ancladas -política y socialmente- en sistemas de mercado, los
derechos humanos deben exigirse un examen y levantar una
pregunta: ¿Cuáles son y donde habitan estos derechos al
interior del triunfo aplastante de ideología de libre mercado?
Un segundo argumento que podemos desarrollar en relación al
trabajo de Lefort es que, tanto para Marx como para
Tocqueville, los derechos humanos liberales, sus declaraciones
y ensayos de aplicación, apuntan a un proceso de
individualización social que termina por establecer sujetos
desvinculados y protectores de sus propios derechos. En este
punto es necesario detenerse, puesto que si bien el derecho
liberal señala defender los derechos de cada individuo frente
al Estado, lo que podría implicar aislamiento y desafiliación,
han existido ejemplos concretos de agrupación y objetivos
comunes al momento de defender y exigir respeto por los
derechos del hombre en sociedades donde éstos se han visto
vulnerados. En Chile por ejemplo, durante y posterior a la
dictadura de Pinochet, la lucha por los derechos humanos fue
un gran espacio de conjunción de actores diversos, con
intereses distintos y con domicilios ideológicos diferentes,
sin embargo unidos por una causa compartida. En esta línea, es
posible sostener que en sociedades como la chilena el
compromiso con los derechos del hombre surge en momentos de23
mayor tragedia social. Nunca los derechos humanos fueron tan
firmemente defendidos, acusados y declamados como cuando
estaban siendo violados brutalmente. La pregunta es ¿cuál es
la posibilidad real de los derechos del hombre más allá de la
tragedia? Después de la dictadura los derechos humanos en
Chile fueron un asunto de negociaciones políticas, de acuerdos
y “justicia dentro de lo posible”. Todo se redujo a una gran gestión
del dolor y la frustración de los familiares de los muertos y
de quienes habían pasado por la experiencia de la tortura,
exilio, relegación, etc. Incluso se llegaron a ofrecer leyes
de punto final que implicaban pagar, tanto a los familiares
como a las víctimas, grandes sumas de dinero en compensación
por los abusos. Todo esto con el objetivo de la regularización
social, de volver al estado previo a la guerra. Entonces si
bien Marx y Tocqueville tenían razón respecto de lo que ellos
vieron, es decir atomización de los sujetos al interior del
tejido social y defensa particular de sus derechos, en la
sociedad chilena durante la dictadura los derechos humanos
fueron una fuerza centrípeta, aglutinante. No obstante lo que
vino después, en democracia, no fue más que una administración
instrumental y utilitaria de la tragedia.
En tercer lugar, probablemente entendemos que uno de los
aspectos más discutibles del planteamiento de Claude Lefort es
el de fijar la lucha por los derechos del hombre sólo dentro
del ámbito del derecho mismo. Como se analizó, el autor
plantea que los nuevos derechos serán siempre levantados y
exigidos en función de los ya existentes, en una suerte de
espiral acumulativo y dialéctico. Esto no es sólo un argumento24
que pareciera siempre querer validar el sistema, sino que
también, se cree, apunta a la inhabilitación para identificar
y proponer reivindicaciones más allá de lo que el derecho
establecido permite. Es necesario para Lefort estar consciente
de los derechos que se tiene y, entonces, planificar la
demanda de otros nuevos en permanente coordinación. Se piensa
que esto agrede a comunidades y formas de reivindicación que
en nada se emparentan con el derecho liberal y que jamás han
sido beneficiadas por sus leyes en ninguna de sus formas.
Apuntamos, por ejemplo, a las demandas del pueblo Mapuche en
Chile. La usurpación original de sus tierras fue en nombre
del derecho de la corona española. Hoy en día sus demandas son
tratadas en el espacio jurídico occidental al cual ellos
reniegan pertenecer. Todo esto hace que el formato jurídico de
Lefort no rinda ni alcance para entender y tratar realidades
como la latinoamericana, donde la democracia y los derechos
humanos han sido impulsados, en gran parte, por la exigencia
de la dinámica global y no en respuesta a sus contradicciones
internas, a sus injusticias históricas y a las minorías no
democráticas.
Lefort apuesta por aquella sociedad fundada sobre los derechos
del hombre. Nosotros creemos, sin embargo, que el imaginario
de esta sociedad ideal y estos derechos esconden
permanentemente estructuras de poder y dominación que se
desfasan de esas otras realidades que no pueden ser tratadas
dentro del marco del derecho liberal. Se piensa que los
derechos humanos son un espacio vital para el desarrollo y
despliegue de las sociedades contemporáneas, pero deben ser25
resignificados según los imperativos particulares de
sociedades específicas. Los derechos del hombre y la
democracia en esta dirección deberían ser un espacio para el
significante y no para el significado, una casilla vacía no
determinada por derechos previos y que encuentre, en su
consciencia ética del presente, los aspectos humanos más que
jurídicos de su formulación.
La democracia es, en esta línea, el sistema conocido que más
se acoplaría a una tal significación de los derechos del
hombre, y en esto estamos de acuerdo con Lefort, sin embargo
no es la democracia de la libertad, la igualdad y la
fraternidad coreada en la Bastilla. Tampoco la democracia
protectora del sistema de libre mercado ni menos aquella que
deja fuera de su sistema político a las minorías, entonces
incapaces de formar parte en la deliberación de los asuntos
públicos. Pensamos en una democracia donde el desacuerdo sea
parte constituyente de su propia dinámica, de su
fenomenología. La política de los acuerdos de los grandes
bloques políticos en Chile no ha hecho más que ponderar una
forma de ver, hacer y administrar la política únicamente
ajustada al consenso, sin espacio para la polémica, la
minoría, la diferencia. Lo que ha ocurrido en los últimos
años en Chile con el movimiento estudiantil, por ejemplo, es
que los estudiantes nos enrostraron esa otra política, esa
cara oculta que habita como latencia y trauma dentro de la
estructura de la democracia representativa, el desacuerdo de
los no representados y de aquellos para quienes la democracia
no sabido más castigarlos con la lógica de un mercado26
radicalmente desregulado. No obstante los estudiantes chilenos
han levantado un derecho ahí donde no había derecho.
Pensar los derechos humanos en la actualidad requeriría, por
exigencia ética, sacarlos de su dimensión únicamente jurídica
y asumir que no es sólo desde un formato de derechos
preestablecidos que la emancipación se hace posible. Esto
implicaría, por cierto, transformaciones profundas a los
sistemas democráticos, los que habitan cómodamente dentro de
la normatividad liberal. Sin embargo es posible que la
naturaleza misma de los derechos del hombre dependa siempre de
una doble exigencia o más bien que deambule entre dos
fenómenos: la emancipación y la ideología.
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