CRIMEN ORGANIZADO

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Contenido Introducción .................................................................................................................................. 5

El crimen organizado como objeto de estudio ........................................................................... 14

La definición del crimen organizado ........................................................................................... 30

La naturaleza del crimen organizado .......................................................................................... 43

Evolución reciente del crimen organizado: ................................................................................. 56

su transnacionalización ............................................................................................................... 56

Factores facilitantes a la penetración del crimen organizado .................................................... 63

Efectos del crimen organizado sobre la autoridad estatal .......................................................... 65

BIBLIOGRAFÍA. ............................................................................................................................. 86

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Introducción

Antes de comenzar el presente trabajo, quisiera dejar patente pa-ra que no exista ningún género de dudas, la diferencia existente entre terrorismo y crimen organizado, puesto que sus estructuras delictivas son similares. Tampoco deseo ahondar minuciosamente en la caracteri-zación del terrorismo, pero si delimitar desde una perspectiva general sus fines, que en definitiva es lo que implica la existencia de autor y de-lito: la búsqueda, hallazgo y ejecución del interés previamente planifi-cado.

El terrorismo aún teniendo los condicionantes del crimen organi-zado en cuanto a su estructura y jerarquía, se distancia principalmente en los fines que persigue, y en los daños victimológicos que produce, si unos (grupos terroristas) se financian para la subsistencia de sus gru-pos y para la proyección de sus acciones bajo justificaciones políticas y ocasionan perjuicios irreparables como es la pérdida de vidas humanas, los otros (redes del crimen organizado) buscan el beneficio económico como único fin, viven por y para el crimen como medio de subsistencia, causando en la víctima daños materiales, económicos y personales, éstos últimos de menor proporción, si tenemos en cuenta que las vícti-mas fallecidas como consecuencia de actos derivados del crimen organi-zado son menos cuantiosas.

Hecha la diferencia, nos centraremos ahora en el crimen organi-zado, que constituye hoy día una amenaza presente y futura de difícil erradicación, España forma un enclave importante para el asentamiento y tránsito de las redes del crimen organizado, y ello se debe principal-mente a su situación geográfica, España es frontera de Europa, lo mis-mo que ocurre entre Polonia y Ucrania y a su vez como el resto de los países que forman la Unión Europea carece de fronteras internas, en este caso, en su límite con Francia, es decir, un ciudadano europeo puede circular libremente por un gran número de países sin ser contro-lado a su entrada o salida, lo mismo ocurre con aquellos ciudadanos que no siendo parte del espacio Schengen logran introducirse en uno de esos países, consecuencia inmediata: escapan por tanto a un filtro ade-cuado, luego nos encontramos ante una delincuencia globalizada, no sólo en cuanto a los distintos miembros que componen sus grupos, de diversa nacionalización, también en cuanto a su circulación, que impli-ca el aumento y establecimiento del "crimen organizado foráneo" en te-rritorio europeo, sin olvidarnos por supuesto del "crimen organizado local" como los clanes gallegos del narcotráfico en España o las mafias sicilianas en Italia, que a su vez exportan e importan su criminalidad,

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poseyendo ramificaciones y vinculaciones con otros grupos que operan fuera de sus países de origen. A todo ello hay que sumar, que en la zona de influencia española, se encuentran espacios considerados paraísos fiscales como Andorra y Gibraltar. Éstos y otros repartidos por todo el mundo, constituyen elementos importantísimos para el blanqueo de ca-pitales (lavado de dinero) proveniente del crimen.

Otros factores a tener en cuenta en la introducción de la crimina-lidad organizada en las sociedades occidentales, principalmente en te-rritorio europeo, lo constituyen la desaparición de la Unión Soviética, la desmembración de la antigua Yugoslavia y en general, la desestabiliza-ción política de los bloques del este, lo que ha supuesto por un lado, la creación de importantes grupos conocidos como “la mafiya” en Rusia y por otro lado, la formación de grupos organizados del este (chechenos, rumanos, albanokosovares, checos, yugoslavos….etc.) con especial rele-vancia, dado su grado de peligrosidad, su sofisticación, su cualificación y su eficacia, miembros provenientes de extintos cuerpos militares, poli-ciales o de espionaje, con entrenamiento paramilitar, tecnológico y de inteligencia.

La desaparición de la URSS, produjo igualmente, una falta de control apropiado al material nuclear y por lo tanto potenció y facilitó el acceso de la “mafiya” a ese material, ello ha supuesto en el momento actual, que la amenaza terrorista adquiera y provoque un mayor riesgo mundial, ante la posibilidad real de que las redes terroristas accedan con mayor disposición a ese material y por supuesto, para el crimen organizado se reduce a un negocio más sin importar posibles conse-cuencias futuras, un riesgo emergente que el mundo occidentalizado no puede ni debe olvidarse de él.

Vivimos por tanto, en un mundo globalizado y como tal, las nue-vas tecnologías e Internet principalmente, son herramientas hoy día, indispensables en nuestro hogar, en nuestra empresa y por supuesto en las organizaciones criminales, constituyendo otro factor de riesgo.

Se ha avanzado mucho en su investigación, primeramente por que los Gobiernos han sido conscientes de la situación actual, en se-gundo lugar; porque han creado un marco legislativo que ha permitido y permite una base sólida para la actuación judicial y policial.

¿Qué entendemos por crimen organizado? Para dar respuesta a di-cha interrogante, primeramente ha de constatarse que lejos de lo que pueda parecer, su conjunto de palabras no constituye delito en sí mis-

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mo, o como tal, así no está reconocido, para conocerlo deberemos pre-viamente caracterizarlo.

En contraposición con la delincuencia tradicional, habitual u oca-sional, el crimen organizado es una "empresa" jerarquizada que genera múltiples beneficios, luego su móvil delictivo como queda dicho, es pu-ramente económico y no sólo para el que ejerce el mayor cargo en la or-ganización, cada escalón tiene en común respecto al anterior, el mismo móvil criminal, en sus distintas proporciones dinerarias, cada concepto aquí reflejado describe los condicionantes que identifican su razón de ser, esto es, gravedad, asociación, estructura y personalización.

La propia acepción de crimen como delito grave adjetiviza a esta tipología criminal, la Real Academia de la Lengua como así lo de-fine, se encuentra en concordancia con las políticas de seguridad de los estados, que consideran el crimen organizado como una delincuencia grave, por ello resulta prioritario, paliar sus activi-dades, sus consecuencias y por supuesto, su sustento económico.

Definición académica

El legislador cataloga el crimen organizado como asociación ilíci-ta:

Definición legislativa

"Son punibles las asociaciones ilícitas, teniendo tal conside-ración las que tengan por objeto cometer algún delito o, después de constituidas, promuevan su comisión, así como las que tengan por objeto cometer o promover la comisión de faltas de forma organizada, coordinada y reiterada".

En analogía a lo anterior, la doctrina jurisprudencial ha estable-cido una serie de requisitos para poder imputar a las redes del crimen organizado el delito de asociación ilícita:

1. Pluralidad de personas asociadas para llevar a cabo una determinada actividad.

2. Existencia de organización más o menos compleja en función del tipo de actividad prevista.

3. Consistencia o permanencia en el sentido de que el acuerdo asociativo ha de ser duradero y no puramente transitorio.

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4. El fin de la asociación ha de ser la comisión de deli-tos, lo que supone una cierta determinación de la ilíci-ta actividad, debiendo tener en cuenta que dicho deli-to se consuma desde el momento en que se busca una finalidad ya inicialmente delictiva, ni puede tampoco considerarse la pluralidad de sujetos integrada en la asociación como un caso de codelincuencia o coparti-cipación en los delitos de posterior comisión.

Hay que dejar patente que el tipo penal de asociación ilícita, podría considerarse como el delito global de este tipo de grupos, bajo él se enmarcaría el delito principal (ej.: tráfico de drogas) y cuantos otros fueren secundarios o paralelos a éste: logísticos (ej.: elaboración y utilización documentación falsa), financie-ros (ej.: blanqueo del beneficio) u operativos (ej.: robo vehícu-los como instrumento del delito).

Generalmente, la investigación tratará de determinar la exis-tencia del delito principal y en basé a él, se obtendrá el resto del entramado, ello nos certificará la presencia o no de un grupo or-ganizado, con los requisitos jurisprudenciales para su cataloga-ción como tal, imputándoles el delito de asociación ilícita.

Cada miembro de la organización responderá ante la autori-dad judicial por el delito de asociación y por los múltiples delitos que hayan cometido, como autor, como cómplice o como encubri-dor.

Como hemos visto en esta definición legislativa, he centrado la doctrina jurisprudencial en torno al tipo penal citado.

Primeramente, decir que la distinta doctrina jurisprudencial abarca el crimen organizado como un todo, caracterizándolo por un lado y a su vez disociándolo de coautoría, codelincuencia o coparticipación.

Definición jurisprudencial general

Siguiendo con esa doctrina, el Tribunal Supremo se ha pro-nunciado en numerosas ocasiones definiendo el concepto organi-zación, y puntualizando que "debe incluir cualquier red estruc-turada que agrupe a una pluralidad de personas con una je-rarquización y reparto de tareas o funciones entre ellas y que posea una vocación de permanencia en el tiempo. Para

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su apreciación debe existir una jerarquía, con reparto de papeles o funciones, estable o permanente, que disponga de medios adecuados".

Entre las distintas sentencias citadas, llama la atención, el hecho de limitar a un mínimo de dos la pertenencia a una organi-zación criminal, generalmente tendemos a pensar que las tramas de crimen organizado, superan con creces ese número como así lo reafirma la casuística y como así podemos ver a diario en los me-dios de comunicación social, cuando son desarticulados estos grupos, pero no es menos cierto, que ese mínimo de dos miem-bros, puede ser suficiente para cumplir con los requisitos de esta tipología criminal y con los criterios citados por dicho Tribunal.

Deseo aquí recoger una definición común en el ámbito policial, para ello nada mejor que dirigirse a INTERPOL, que considera crimen organizado si cumple los cuatro requisitos siguientes:

Definición policial (INTERPOL)

1. Que el grupo lo formen más de tres personas. 2. Que actúen durante largo tiempo. 3. Que el delito que cometan sea grave. 4. Que obtenga beneficios, poder o influencia

Entre ellos cabe destacar el consignado en el punto número 1 y número 2, por un lado, eleva la cifra de componentes del grupo a tres con respecto a la doctrina jurisprudencial española, que como hemos citado anteriormente, limitaba a un mínimo de dos y por otro lado, la continuidad del delito debe ser condicionante pe-ro no absoluta para caracterizar a un grupo organizado, puesto que en definitiva depende de la investigación policial y judicial, la durabilidad y la continuidad puede ser abortada al principio de la producción del delito y por lo tanto darse el caso de un grupo que cumpliendo todos los criterios de "asociación organizada para de-linquir" no pudiera seguir ejecutando su criminalidad al ser dete-nidos en ese primero y único delito. También es cierto, que la propia identificación de los componentes de la red, su función en el grupo y el hallazgo de indicios de criminalidad que los relacio-nen, suele conllevar a la extensión del tiempo de investigación, luego repercutirá igualmente en que la actuación del grupo per-dure un mayor tiempo.

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Independientemente de los cuatro requisitos citados, INTERPOL considera que deben cumplir también al menos dos de los si-guientes:

5. Que en el seno del grupo haya reparto de tareas. 6. Que tengan jerarquías y disciplina interna 7. Que sean internacionalmente activos. 8. Que usen la violencia o la intimidación. 9. Que monten estructuras empresariales para desarro-

llar o enmascarar sus actividades. 10. Que participen en el blanqueo de dinero. 11. Que sus actos se beneficien de la corrupción.

En total, INTERPOL caracteriza al crimen organizado bajo seis requisitos mínimos de los once enumerados, pero no es difícil encontrar en una organización criminal, una estruc-tura que cumpla con ocho, diez o los once criterios citados.

Como hemos visto en las distintas definiciones, el cri-men organizado es grave, es estructura, es jerarquía, es dis-tribución de funciones, es continuidad……es……empresa y como tal, poseen medios, poseen especialización, poseen co-ordinación, poseen seguridad (generan corrupción para asegu-rarse la ejecución de sus acciones delictivas) y poseen un móvil suficientemente atractivo que motiva la conducta de cada miembro: el rápido enriquecimiento, que anula cualquier comportamiento ético del ser humano.

Los estándares delictivos del crimen organizado, vienen estableci-dos por la especialización de las organizaciones criminales en determi-nados tipos penales, influenciados o condicionados primeramente, por el beneficio económico a obtener, por su propia estructura, por su tec-nología o incluso por el tránsito de la materia prima objeto del delito o por el propio mercado del producto. Si tomamos como ejemplo el tráfico de drogas a gran escala, podemos asegurar que los múltiples beneficios que genera, requiere de una gran estructura jerárquica para llevarlo a cabo, ejerce entre origen y destino un tránsito supranacional, bien como país puente hacia Europa (cocaína) o bien como país receptor (heroína turca).

A su vez, esos tipos penales pueden ser importados, exportados o sencillamente generados y ejecutados exclusivamente en nuestro país, como los delitos relativos a la prostitución de mujeres enviadas a Espa-ña para ejercer en clubs de alterne, extorsionándolas y obligándolas

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contra su voluntad, o como el robo de vehículos de alta gama, que aca-ban siendo exportados a países africanos u otros sencillamente no cir-culan, son realizados por grupos ubicados íntegramente en España co-mo el robo con fuerza en la propiedad.

Existen por otro lado, organizaciones cuya especialización en el delito principal, provoca la realización de otros como medio para llegar a la culminación del primero, que les genera un mayor beneficio, como ejemplo basta decir, que las redes que controlan la inmigración ilegal "utilizan" en el lugar de destino el delito de extorsión para violentar a los inmigrantes a ejercer un determinado trabajo forzado, culminando otros ilícitos penales de mayor gravedad, en resumen, el delito principal suele generar otros asociados, que pueden llegar a ser incluso más importan-tes, como el tráfico de armas para alimentar a grupos terroristas o el tráfico de drogas para financiar sus acciones, lo que implica que la consciencia o inconsciencia en la comisión del delito puede traer efectos mucho más graves, pero el beneficio económico limita y hasta elimina la capacidad humana para discernir la gravedad de las causas finales, y las cifras son demoledoras en este sentido, por ello quisiera recordar las cifras publicadas por el Fondo Monetario Internacional:

• Entre los 0,6 y 1,5 billones de dólares de dinero no declara-do sale o circula por paraísos fiscales cada año.

• Las cifras dinerarias que mueve el blanqueo de capitales re-presentan entre el 2% y el 5% del producto interior bruto mundial (PIB).

• Los beneficios anuales del tráfico de drogas representa en-tre el 8% y el 10% del comercio mundial.

• El producto de toda la delincuencia mundial supera el billón de dólares anuales lo que representa el 20% del comercio mundial.

Como vemos y ya hemos dicho anteriormente, las cifras son sufi-cientemente atractivas para caracterizar el crimen organizado en un ne-gocio muy rentable, que anula cualquier atisbo de ética moral que per-mita pensar a las organizaciones criminales en las consecuencias últi-mas de su criminalidad.

Pero no sólo determinados grupos se especializan en uno o varios delitos, cada grupo se globaliza, se integra y se coordina para poner a disposición del conjunto lo mejor de cada célula, pudiéndose dar el caso que un grupo planifique el delito y otro grupo independiente lo ejecute, por lo tanto nos encontraríamos ante una organización criminal com-

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puesta de dos grupos divididos, estructurados, jerarquizados y coaliga-dos para la consecución del hecho proyectado y como es evidente con algún nexo de unión en ambos grupos.

Si tomamos como referencia el ordenamiento jurídico español, en concreto, el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal, vemos como los tipos penales que catalogan a un grupo organizado son aque-llos que condicionan las conductas para cometer de forma permanente o reiterada algunos de los delitos citados en el artículo 282 bis, aparta-do 4 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, luego podemos decir que los estándares en los que las organizaciones se especializan lo determinan los siguientes delitos:

• Delito de secuestro de personas. • Delitos relativos a la prostitución. • Delitos contra el patrimonio y contra el orden socioeconómico. • Delitos relativos a la propiedad intelectual e industrial. • Delitos contra los derechos de los trabajadores. • Delitos de tráfico de especies de flora o fauna amenazada. • Delito de tráfico de material nuclear y radiactivo. • Delitos contra la salud pública. • Delito de falsificación de moneda. • Delito de tráfico y depósito de armas, municiones o explosivos. • Delitos contra el patrimonio histórico.

De forma genérica estandarizamos los delitos asociados al crimen organizado en un lenguaje común y que básicamente podemos agrupar en:

• Tráfico de drogas • Tráfico de armas • Tráfico de seres humanos • Inmigración ilegal • Delitos relativos a la prostitución • Blanqueo de capitales • Contrabando de órganos • Contrabando de tabaco • Delitos contra la propiedad intelectual • Robos vehículos de alta gama • Robos con fuerza • Secuestros • Extorsión • Fraude fiscal TOMAS SEVILLA

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El crimen organizado como objeto de estudio

Las investigaciones sobre el crimen organizado, salvo las más osadas, comienzan con una introducción, en muchos casos autojustificatoria de los resultados, acerca de los problemas so-bre el acceso a fuentes fiables para el estudio del fenómeno. In-vestigar el crimen desde cualquier perspectiva es una tarea compleja; de eso no hay duda. Las dificultades que surgen al tratar de aplicar el método científico al crimen organizado ya fueron contempladas por los primeros estudiosos del fenómeno y marcan buena parte de su desarrollo posterior. Los científicos sociales de cualquier disciplina que se han adentrado en el te-ma han tendido a ser menos activos que otros actores que por obligación profesional, como las agencias de seguridad o los medios de comunicación de masas, en la recopilación de infor-mación acerca del crimen organizado. Quizás el motivo sea que, como sugiere Polsky, muchos de ellos crean que es imposible hacerse sin superar el elemental dilema moral de realizar actos criminales como medio de ganarse la cooperación necesaria pa-ra la obtención de la información. Las consecuencias de esta situación son que, como explica Albini,

«No hay duda de que gran parte del material escrito en el ámbito del crimen organizado

está muy lejos de ser académico por natura-leza, cayendo con demasiada frecuencia en un estilo periodístico y sensacionalista de

escribir en el que la documentación de fuen-tes está ausente o bajo mínimos. A menudo estos escritos están abarrotados de valores cuyo resultado es la distorsión total de los hechos y, en muchos casos, la creación de

disparates.»

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Desde que se escribieron estas palabras la academia no ha conseguido superar satisfactoriamente esta contradicción entre método y fuentes. No obstante, han aparecido excepciones rele-vantes cuyos resultados a menudo no estuvieron a la altura de la paciencia y el valor que requieren este tipo de investigacio-nes. Algunos especialistas, ya desde los momentos iniciales del estudio académico del crimen organizado se aventuraron a po-ner en evidencia esta supuesta imposibilidad del acceso a fuen-tes para la correcta evaluación del fenómeno. En los años vein-te, John Landesco llevó a cabo un estudio pionero sobre el cri-men organizado en la ciudad de Chicago que "no sólo englobó la recopilación de fuentes escritas periodísticas y de otro tipo sino que, en la tradición de la escuela de Chicago, el desarrollo de contactos extensos con grupos criminales de la ciudad". De este modo se introdujo el método de las entre-vistas en profundidad con actores relevantes en el abanico de métodos para el estudio del crimen organizado. Siguiendo este mismo sendero de evitar el uso exclusivo de fuentes secunda-rias, tanto Ianni como Chambliss condujeron investigaciones posteriores, para los casos de Nueva York y Seattle, respectiva-mente, que implicaban la conjugación de grados diversos de ob-servación participante con entrevistas con informantes clave. Más recientemente Adler realizó un estudio que combinaba la observación participante y la entrevista con más de seis dece-nas de traficantes de drogas para comprobar su compromiso criminal en el suroeste de los Estados Unidos.

En los últimos años los estudios sobre el crimen organiza-do, a menudo inducidos desde la esfera pública al objeto de me-jorar los mecanismos para contrarrestar sus efectos, han proli-ferado. Sin embargo, la tendencia a recurrir a fuentes secunda-rias, en especial procedentes de los medios de comunicaciones de masas o de diversas instancias gubernamentales, no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado exponencialmente desde los niveles previos. De algún modo, buena parte de los trabajos han implicado dar un prurito académico a la visión ya elabora-da desde las agencias de seguridad encargadas de la persecu-

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ción del crimen organizado y de su valoración como riesgo o amenaza a la seguridad nacional. Como dice Chambliss,

«Es posible descubrir lo que está sucediendo 'ahí fuera'. No estamos permanentemente pegados a los informes gubernamentales y a las respues-

tas de los universitarios. Los datos sobre el crimen organizado y el robo profesional, del igual modo que otros sucesos supuestamente

difíciles de estudiar, están mucho más disponi-bles de lo que tendemos a pensar. Todo lo que tenemos que hacer es salir de nuestros despa-

chos y entrar en las calles. Los datos están ahí; el problema es que también muy a menudo los

sociólogos no están ahí.»

Pese a esta visión un tanto idílica de la investigación del crimen organizado tomando como base el acceso a fuentes pri-marias, este tipo de enfoque estar lejos de ser la panacea uni-versal. La observación participante, aparte de los dilemas éticos que pueda plantear y de los riesgos en forma de peligro para la propia vida o de la comisión de delitos luego castigados que im-plica para el investigador, dar como resultado investigaciones con múltiples limitaciones. El proceso de movilidad social as-cendente dentro de un grupo criminal suele, por lo general, ser más rápido que en las organizaciones legales, pero el acceso a los niveles altos de la jerarquía delictiva implica un compromiso de largo plazo que conlleva la asunción de múltiples riesgos. En este entorno, el único camino a fuentes primarias se reduce a los escalones más bajos de la estructura organizativa, que a menudo tienden a fantasear acerca de procesos más complejos que ignoran. Extrapolar el modo de funcionamiento de algunos grupos a otros apartados de una organización concreta o, más aún, entre diversas organizaciones criminales es muy problemá-tico porque las diferencias son múltiples. Los niveles de cualifi-

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cación, los grados de compromiso personal con la organización o la protección que se requiere del miembro, por poner sólo tres ejemplos, varían enormemente entre diversos apartados del ne-gocio criminal.

Encarar el estudio a través de entrevistas con informado-res relevantes que puedan superar las limitaciones propias de la observación participante, lo cual permiten alcanzar niveles superiores de la jerarquía organizativa sin asumir los conside-rables riesgos innatos a otras opciones, es, asimismo, un tarea compleja que puede desarrollarse a través de los contactos di-rectos o por el recurso a las declaraciones de los criminales ante los tribunales o la policía una vez que son detenidos. En ambos casos el peligro de contaminación informativa es latente. Es previsible que el criminal entrevistado, incluso previa garantía de su anonimato, tienda a minimizar su participación en activi-dades ilegales al objeto de evitar su incriminación, a negar sus conocimientos y, sobre todo, a confundir al investigador en la percepción de que su tarea, por moverse en el mundo de lo le-gal, es anexa a la del aparato jurídico. Si esta situación es muy evidencia en las declaraciones ante los tribunales, el contacto conseguido por otros cauces suele degenerar en el mismo tipo de información deficiente al utilizar los criminales al estudioso como un medio de propalar su inocencia. Como afirma Naylor, al tratar los problemas metodológicos de la investigación del crimen organizado, "al mundo criminal le corresponde más que la proporción aleatoria de paranoicos graves y menti-rosos compulsivos". A esta carencia de acceso a la información puede unirse otra posibilidad no menos contaminante. La pers-pectiva de la reducción de sentencias que actualmente permiten muchas legislaciones a quienes colaboran con el sistema judi-cial o ante la percepción de lo que puede ser una biografía póstuma dentro de un sistema de valores desviado otorgan al informante privilegiado un incentivo muy alto para exagerar su importancia dentro de sus actividades, para inflar él y, sobre todo, para seguir las premisas dictadas por las agencias de se-guridad conforme a un esquema preestablecido. La desencami-nada línea de debilidad argumental que pueden seguir este tipo

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de testimonios hasta convertirse en una hipótesis coherente a menudo se asemeja al modo en que los testimonios del mafioso ítalo-americano arrepentido Joseph Valachi1 se convirtieron, debidamente depurados por Donald Cressey2

1 Joseph Valachi (22 de septiembre de 1.903 – 3 de abril de 1.971) apodado Joe Cargo y tam-bién llamado Charles Chanbano y Anthony Sorge, fue el primer miembro de la mafia en hablar públicamente con respecto a la existencia de la misma, rompiendo el código de silencio de ésta. Fue también responsable de popularizar el término Cosa Nostra.

, en una teoría so-

Fue el yerno de Gaetano Reina al casarse con Mildred, su hija mayor, a pesar de las objeciones de su madre, su hermano y sus tíos. Testimonio público En octubre de 1.963, Valachi (“soldado” en la familia Genovese de gran alcance en el crimen organizado de Nueva York, cuyo “trabajo” principal dentro de la familia era el de conductor) había testificado ya antes de que el comité del congreso sobre crimen organizado dirigido por el senador por Arkansas John L. McClellan anunciase que la mafia existía. A pesar de que Valachi tenía un puesto inferior dentro de la mafia y nunca fue perseguido por los grandes líderes de la misma, podía proporcionar muchos detalles sobre la organización: operaciones y modo de ac-tuar, varios asesinatos sin resolver, así como información sobre las principales familias del cri-men y el nombramiento de muchos miembros. Su testimonio, que fue trasmitido en la radio y la televisión y publicado en los periódicos tuvo tremendo impacto en la opinión pública. Esto re-alzó la repercusión de los hechos sucedidos el 14 de noviembre de 1957, cuando la policía acci-dentalmente descubrió la reunión de Apalachin, donde varios jefes de diversos lugares de Esta-dos Unidos se citaron en Apalachin (Nueva York), hogar del gángster Joseph Bárbara. Tras lo ocurrido en Apalachin y el testimonio de Valachi, la mafia ya no era invisible al público. Las motivaciones de Valachi para convertirse en un informador han sido objeto de debate. La demencia estuvo presente en su familia, cuatro de sus hermanos y hermanas se encontraban en instituciones mentales, y dos de ellos acabaron suicidándose. Valachi deseó atestiguar como si fuera un servicio público y un modo de mostrar a la poderosa organización criminal que hab-ía arruinado su vida, pero es posible que él estuviese interesado únicamente en la protección del gobierno de los EE.UU. para evitar la pena de muerte por el asesinato que cometió el 22 de ju-nio de 1962. En este asesinato, cometido con una pistola en un emplazamiento cercano a unas obras, mató a un hombre de la prisión que Valachi había confundido con un miembro de la mafia llamado Joseph Di Palermo que había intentado matarlo a él anteriormente (Valachi y Genovese estaban ambos cumpliendo sentencia por tráfico de heroína). Al parecer Genovese había ordenado a Valachi matarlo, aunque posteriormente ofreció a cualquier persona que lo asesinara 100.000 de dólares. El poderoso jefe de la mafia creyó que Valachi lo había traiciona-do porque había negociado con las autoridades a cambio de una pena de prisión menor, violan-do así el juramento terminante de la mafia conocido como omertá (cuyo castigo era la muerte). Final de su vida Inicialmente el Departamento de Justicia de los Estados Unidos lo encubrió y después impidió la publicación de las memorias de Valachi, una biografía basada en sus diarios y en entrevistas con Valachi, que fue escrita por el periodista Peter Maas y que fue publicada en 1968 con el nombre The Valachi Papers. En 1.972 se estrenó una película homónima protagonizada por Charles Bronson, que interpreta a Valachi. También en Valachi se inspiran los personajes de Willi Cicci y Frank Pentangeli en la película El Padrino, parte II (1.974). En 1.966, Valachi intentó ahorcarse en su celda de la prisión, usando un cable de la luz. Final-mente, murió de un ataque al corazón en 1.971 en la Institución Correccional Federal de La Tuna en Texas, sobreviviendo a la venganza de Vito Genovese durante dos años. La generosa cifra de 100.000 dólares que ofreció Genovese por la cabeza de Valachi no llegó a ser cobrada 2 Donald R. Cressey puede ser considerado el fundador del estudio moderno de la delincuencia organizada. Su libro "Robo de la Nación: La estructura y las operaciones del crimen orga-nizado en los Estados Unidos", publicado en 1.969, sigue siendo el más ampliamente citado y quizá también el más controvertido libro académico sobre el crimen organizado. Cressey enseñó sociología en la Universidad de California en Santa Bárbara. En 1.966/7 se desempeñó como consultor del crimen organizado de la Comisión Presidencial sobre la ejecu-ción y la administración de justicia de la ley. Con base en investigaciones realizadas en esta capacidad, escribió "El robo de la Nación", un tratado sobre Cosa Nostra, y más tarde un menor volumen titulado "Organización Criminal" en la que extendió su conceptualización de la delin-cuencia organizada para incluir a grupos criminales que no sean Cosa Nostra. A la larga, Cressey no persiguió más el tema, a pesar de que era muy consciente del impacto de su trabajo. Ha provocado toda una serie de estudios e innumerables ensayos sobre la estructu-

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ciológica de largo alcance sobre el crimen organizado sin mayor comprobación empírica o jurídica. En palabras de Charles Ro-govin, director de la Organized Task Force,

«Me llevé a Cressey [Donald] y a Salerno [Ralph], investigador del crimen organizado de la policía de Nueva York que había interrogado al arrepentido Valachi] a una habitación y le

dije a Ralph: "Ralph, dile a Don todo lo que sa-bes". Y le dije a Don: "Don, escríbelo". Así se es-cribió el ensayo de Cressey para la Comisión

sobre el Crimen [Organizado].»

Con Cressey se da una contradicción aún frecuente en el estudio del crimen organizado según la cual, mientras se reco-noce en privado la poca fiabilidad de las fuentes, en público se escribe y se habla tomando prestadas sus palabras para cons-truir modelos teóricos. El propio Cressey desaconsejó a un cole-ga que entrevistase a Valachi, que había sido el fundamento ca-si exclusivo de su visión sobre la mafia ítalo-americana3

ra de la delincuencia organizada. En una entrevista, Cressey señaló: "Creo que tengo un montón de gente que va en la investigación del crimen organizado Mi libro era, básica-mente, el primer trabajo de investigación sobre lo que hice el estudio de la delincuencia organizada una actividad académica respetable..." También afirmó que "el robo de la Nación", fue la obra que más le gustaba:.. "No me gusta por razones académicas Me gusta porque estoy en ella casi todos los de mi escritura es de estilo sociológico, un estilo que te hace escribir como un tercero desinteresado que está presentando un informe. Pero ese cri-men organizado de libros que tengo en él. Soy yo hablando. Me gusta ese libro por razo-nes literarias. “(Citado en Laub, 1.983: 162). Una selección de los escritos sobre la delin-cuencia organizada por Donald R. Cressey: Problemas metodológicos en el estudio de la delincuencia organizada como un problema social, en: Los Anales de la Academia Americana de Ciencias Políticas y Sociales, Vol. 374, 1.967, pp. 101-112 El robo de la Nación: La estructura y las operaciones del crimen organizado en Estados Unidos, New York: Harper and Row, 1.969 Bet Tomar, Cosa Nostra y negociado Orden Social, en: Revista de Derecho Público Vol. 19 (1), 1.970, 13-22 de crimen organizado y de la juventud del centro de la ciudad, en: Crimen y la Delincuencia, vol. 16 (2), 1.970, 129-138 Organización Criminal: sus formas elementales, Nueva York: Harper and Row, 1972 Una selección de los escritos de Donald R. Cressey: Albini, Joseph L., Aportaciones de Donald Cressey para el Estudio de la Delincuencia Organizada : Evaluación, en: Crimen y la Delincuencia, vol.34 (3), 1.988, pp 338-354 Rogovin, Charles H., y Frederick T. Martens, The Evil That Men Do, en: Journal of Contemporary Justicia Penal Vol. 8 (1), 1.992, pp. 62-79 Entrevista con Donald R. Cressey: Laub, John H., Criminología en la fabricación: Una Historia Oral, Boston: Northeastern University Press, 1983.

, con el

3 La mafia en EE. UU

Al principio, Gambino, la familia Genovese y la familia Lucchese.

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argumento correcto y rotundo: "Sólo te dirá lo que piense que tú quieres oír". Un cuadro similar puede presentarse en cuan-to a los informes procedentes de las agencias de seguridad pública acerca del crimen organizado, que suele ser la principal fuente secundaria utilizada por los análisis académicos, en cuando su información suele reposar en delincuentes detenidos y sobre los datos proporcionados por confidentes. La espectacu-laridad del testimonio de éstos suele mostrar ciertos grados de proporcionalidad con respecto a los emolumentos recibidos, in-dependientemente de la veracidad de sus palabras. La informa-ción, o inteligencia en términos policiales, así generada presenta cuatro tipos de sesgos. Por una parte, este tipo de informes eli-minan una parte sustancial de la realidad criminal al obviar la actividad de los informantes, que por lo general no suele ser una presencia menor en los mercados ilegales. Igualmente, la limitación de recursos para este tipo de contactos entre agen-cias de seguridad e confidentes en busca de información hace que esta tarea tienda a concentrarse sobre ciertos grupos o ac-tividades criminales específicos por diversos motivos, como la presencia de éstos en los medios de comunicación, lo que en última instancia servirá únicamente para confirmar con los

Cada familia está dirigida en última instancia por un Don, que era aislado de las operaciones reales por varios niveles de jerarquía. Según la creencia popular, el asesor más cercano y de mayor confianza del Don era el llamado consigliere (‘consejero’ en italiano). En realidad, el consigliere era el encargado de mediar en las disputas internas. También se ocupaba de la economía del «negocio», aunque un segundo también podría hacerlo. Luego había unos cuan-tos regimi con un número variable de soldati (‘soldados’), que llevaban a cabo las operaciones reales. Cada regime era dirigido por un caporegime, que informaba al jefe. Cuando el jefe tomaba una decisión, nunca daba las órdenes directamente a los soldados que las llevarían a cabo, sino que pasaba las instrucciones hacia abajo por una cadena de mando jerarquizada. De esta forma, las capas más altas de la organización estaban a salvo de verse implicadas si se capturaba a los miembros de las capas más bajas. Esta estructura fue inmortalizada en la famosa novela de Mario Puzo El Padrino. El ritual de iniciación surgido en Sicilia a mediados del siglo XIX apenas ha cambiado hasta hoy. El jefe de la policía de Palermo informó que el mafioso que va a iniciarse es llevado en pre-sencia de un grupo de jefes y subjefes. Uno de estos hombres pincha en el brazo o la mano del que está siendo iniciado y le dirá que derrame la sangre sobre una imagen sagrada, normalmen-te un santo. El juramento de lealtad se realiza cuando la imagen es partida y quemada, simboli-zando la aniquilación de los traidores. Esto fue confirmado por el primer Pentito, Tommaso Bus-cetta. Un golpe o asesinato debe ser aprobado por los jefes de la familia, ya que existe el peligro de sufrir ataques de represalia que posiblemente iniciasen una guerra. En estado de guerra, las familias «se van a los colchones» (apartamentos en alquiler vacíos en los que unos cuantos sol-dados dormirían por turnos en colchones en el suelo mientras que el resto se quedarían aposta-dos en las ventanas preparados para disparar a los miembros de las familias rivales). La mafia estadounidense finalmente llegó a tener un mayor número de miembros italianos no sicilianos entre los más acérrimos y forjó buenas relaciones con gánsteres de otras nacionalida-des, distinguiéndose así de la organización original de Sicilia.

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números las hipótesis iniciales realizadas sin esa información. En consecuencia, este tipo de actividad policial suele ser más proclive a rellenar análisis previos con testimonios hablados que a investigar acríticamente a partir de los mismos. En tercer lugar,

«El tipo de información necesaria para la per-secución policial y el que se requiere para una comprensión completa de la naturaleza y ope-ratividad de la economía criminal pueden ser bastante específicos. Comprender la economía criminal necesita datos que permitan al ana-

lista determinar si las transacciones están ba-sadas en una línea jerárquica, en acciones dic-tadas por las costumbres y las convenciones o en decisiones del mercado. Lo que podría pare-

cer una parte de una conspiración corriente jerárquicamente controlada, en un análisis más minucioso podrían resultar un conjunto

de tratos incidentales y comercialmente no re-lacionados. Cualquiera puede constituir una

infracción de la legalidad por el que los culpa-bles sean condenados. Pero podrían tener im-plicaciones muy diferentes para el entendi-

miento de la naturaleza global del crimen or-ganizado.»

Por último, la presentación en los informes de las agencias de seguridad del crimen organizado no va a estar extensa de los componentes corporativos. La fuerza emocional que posee el vo-cablo 'crimen organizado', en buena parte por sus reminiscen-cias literarias y cinematográficas, junto a su naturaleza ilegal que le otorga grandes posibilidades de moldeabilidad externa en su evaluación, facilitan la obtención de recursos y poderes adi-cionales, que en última instancia son una base de su funcio-

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namiento burocrático. Levi da un ejemplo que puede ser ilustra-tivo de lo que ocurre en otros contextos:

«La 'amenaza del crimen organizado' y 'la inva-sión de la mafia rusa' fueron utilizados para convencer a los políticos británicos y a otros agentes implicados para que creasen el Servi-cio Nacional de Inteligencia Criminal y el Gru-po Nacional sobre el Crimen, descrito por los

medios de comunicación (aunque lo negó el Mi-nistro del Interior) como un 'FBI británico',

asistido por el MI5 y el MI6.»

O la propia existencia del crimen organizado puede ser una cuestión ocasional de enfrentamiento burocrático entre va-rias agencias de seguridad. A medio de ejemplo, un antiguo miembro de diversas agencias policiales en los Estados Unidos dio su versión sobre el nacimiento de la Cosa Nostra4

4 La Cosa Nostra es una sociedad secreta criminal (mafia) siciliana desarrollada originalmente a mediados del siglo XIX en Sicilia (Italia).

y de la fiabilidad de Valachi como fuente de información:

La Cosa Nostra es como se denomina la organización de la mafia en los Estados Unidos, en donde cada barrio, ciudad o hasta estado es dirigido por una "Familia", que está subdividida en rangos desde simples soldati, pasando por capos y consiglieri hasta llegar al más alto status dentro de la familia, menester a ratificar por la comisión de la Cosa Nostra. Rangos Capi di tutti capi El capo di tutti i capi, es el mayor rango que puede haber en la Cosa Nostra. Se trata del jefe de una familia que, al ser más poderoso o por haber asesinado a los otros jefes de las demás fami-lias, se ha convertido en el más poderoso miembro de la mafia. Un ejemplo de ello fue Salvatore Maranzano, quien fue traicionado por Lucky Luciano, quien finalmente le cedió el puesto ―al de ser extraditado por problemas con la justicia estadounidense― a su mano derecha y consiglie-re, Frank Costello. Don El don es el jefe de una familia. En su familia es el que tiene más poder, y casi siempre va acompañado de un consigliere. Sottocapo El sottocapo está al mando de una familia. Normalmente suele ser el hijo del don u otro familiar y, en caso de que este muera o lo encarcelen, el subjefe sería el nuevo don. Consigliere El consigliere es el asesor de la familia. Siempre acompaña al don, éste principalmente se encar-ga de aportar ideas en reuniones o aportarle ideas al don. Capodecime

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El capodecime es el rango después de caporegime y dirige una decina, que es un grupo de diez soldados. Está subordinado al caporegime. Caporégime Cada caporégime (capitán) dirige un régimen, que es un grupo grande de soldados. En cada familia hay un número variable de régimes que usualmente va de dos a cinco, aunque en fami-lias importantes pueden llegar a los nueve. El caporégime también puede actuar como sicario dirigido por el don. Avvocato El avvocato (abogado) es el que se encarga de los asuntos legales de la familia, como un acuerdo formal con otra familia o si el Don es encarcelado Soldato El soldato es el rango más bajo que existe en la mafia. Solo se permite el ingreso a italianos o descendientes de italianos. Se encargan principalmente de combatir a la policía en casos de guerra, como así también comienzan sus pasos en la extorsión. Asociatto (gióvane d’onore) Un asociatto es alguien que no forma parte de la mafia, pero que sí mantiene una relación con ella, siendo el máximo puesto que pueden alcanzar el no-italiano. En su mayoría, son narcotra-ficantes, proxenetas, etc. que prestan su ayuda y colaboración a la mafia. Origen histórico Palermo se convirtió en ciudad italiana el 7 de junio de 1860, cuando según los términos esta-blecidos en el alto el fuego, dos largas columnas de tropas derrotadas abandonaron en barco discretamente la región regresando al sur de la península. Hasta aquel día, Sicilia había sido gobernada desde Nápoles como parte del reino borbónico que abarcaba la mayor parte del sur de Italia. En mayo de 1860, Giuseppe Garibaldi y unos mil voluntarios (los famosos Camisas Rojas) invadieron la isla con el propósito de unirla a la nueva nación de Italia. El 6 de septiembre de 1.860, Garibaldi sería recibido como un héroe en Nápoles por una multi-tud enfervorizada, y el mes siguiente entregaría sus conquistas al rey de Italia. Pero estas pron-to empezarían a parecer insustanciales, dada la violenta relación que mantendrían Sicilia y el reino de Italia. La incorporación de Sicilia a la nación trajo consigo una epidemia de conspira-ciones, robos, asesinatos y ajustes de cuentas y, sobre todo, una enorme y airada resistencia popular que produciría una secuencia de continuas revueltas contra la invasión italiana en el transcurso de la década. Fue durante los agitados años de 1860 cuando la clase dominante del Reino de Italia oyó hablar por primera vez de la mafia de Sicilia. Al contrario de lo que dice la creencia popular, la mafia siciliana surgió en realidad durante mediado del siglo XIX, al mismo tiempo que la aparición del nuevo Estado Italiano. Italia no llegó a ser un estado soberano hasta este momento, y fueron la industrialización y el comercio los que trajeron este cambio y supuso la auténtica fuerza que impulsó el desarrollo de la mafia siciliana. La mafia siempre ha sido más fuerte al oeste de la isla, especialmente alrededor de la ciudad de Palermo, su lugar de nacimiento. Palermo era, y todavía es, el centro industrial, co-mercial y político de la isla de Sicilia, por lo que la mafia situó su base aquí, en contraposición con el medio rural, que se encontraba subdesarrollado en términos económicos. La mayor fuente de exportaciones, así como de riqueza de la isla desde la cual brotó la mafia, eran las grandes fincas de naranjales y limoneros que se extendían desde los mismos muros de la ciudad de Palermo. Origen económico En cuanto a la agricultura, Sicilia siempre había destacado por el amarillo dorado de las mon-tañas del interior de la isla, propiedades productoras de cereales. El otro color de Sicilia tenía un origen más reciente. Cuando los árabes conquistaron Sicilia en el siglo IX, llevaron consigo el cultivo de cítricos cuyas hojas tiñeron la franja costera septentrional y oriental de la isla de un color verde oscuro. Los métodos de la mafia se perfeccionaron durante un período de rápido crecimiento de la industria de los cítricos. A mediados del siglo XIX, un largo período de expan-sión de los cítricos hizo que la franja verde oscuro de Sicilia se ensanchara. Dos pilares del modo de vida británico desempeñaron un importante papel en esta expansión. Desde 1.795, la Royal Navy hacía tomar limón a las tripulaciones de sus barcos como remedio para el escorbuto. Ya en 1.840 se inició la producción comercial, en una escala menor, de otro cítrico, el aceite de bergamota, utilizado para aromatizar el té de la variedad Earl Grey. Ambos productos eran exportados desde Sicilia. Las naranjas y limones se enviaban a Nueva York y a Londres. En 1.834 se exportaron más de cuatrocientas mil cajas de limones; en 1.850 la cifra aumentó a 750.000. A mediados de la década de 1.880 llegaba cada año a Nueva York la asom-brosa cantidad de 2.500.000 cajas de cítricos italianos, la mayoría procedentes de Palermo. En 1.860, el año de la expedición de Garibaldi, se calculaba que los limonares de Sicilia eran los campos más rentables de toda Europa, superando incluso a las huertas de frutales de los alre-dedores de París.

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Las plantaciones de cítricos del siglo XIX eran negocios modernos que exigían un elevado nivel de inversión inicial. Los limoneros son también extremadamente vulnerables. Incluso una breve interrupción del suministro de agua puede tener efectos devastadores. El vandalismo, ya sea contra los árboles o contra sus frutos, constituye un riesgo constante. Fue esta combinación de vulnerabilidad y elevados beneficios la que creó el entorno perfecto para los negocios de protec-ción de la mafia. Todos estos factores influirían en el rápido desarrollo de esta. Desarrollo histórico La Cosa Nostra se encargaba al principio de la protección de dichas fincas. Los dueños de estas necesitaban a la mafia por su protección, y la mafia necesitaba a los contactos políticos de estos para poder operar libremente. De hecho, según algunas fuentes, los miembros de la aristocracia gobernante eran también miembros de la «secta» (el nombre con el que se conocía a la mafia en el siglo XIX), entre ellos, el barón Turrisi Colonna, que escribió el primer relato sobre la organi-zación criminal de Sicilia de 1.864. En 1.890, los hermanos Mattanga, nacidos en Palermo, controlaban el tráfico del puerto de Nueva Orleans. Durante el fascismo en Italia, Cesare Mori, prefecto de Palermo, usó los poderes especiales que le fueron otorgados para procesar a la mafia, forzando a muchos mafiosos a huir al extranjero o arriesgarse a ser encarcelados. Muchos huyeron a los Estados Unidos, entre ellos Joseph Bo-nanno, alias Joe Bananas, que llegaría a dominar la rama estadounidense de la mafia. El alum-bramiento de Cosa Nostra, como se iba a conocer a la mafia de origen ítalo-estadounidense, se produjo el 12 de noviembre de 1.908. Inicialmente, se constituyó como una filial de la mafia siciliana, entonces dirigida por Don Vito Cascio Ferro, jefe de todos los jefes. Pero en poco tiem-po llegó a convertirse en la más fabulosa organización criminal del planeta. A mediados de 1970, su poder era similar al atesorado por los magnates de Wall Street. Estados Unidos se aprovechó cínicamente de las circunstancias y usaron las conexiones italia-nas de los mafiosos estadounidenses durante la invasión de Sicilia e Italia de 1.943. Lucky Lu-ciano y otros miembros de la mafia, que habían sido encarcelados durante su estancia en Esta-dos Unidos, de repente se volvieron unos valiosos patriotas y la inteligencia militar usó las in-fluencias de Luciano para facilitar el avance de las tropas estadounidenses. Otro supuesto beneficio adicional (desde la perspectiva estadounidense), era que muchos de los mafiosos ítalo-estadounidenses eran anti-comunistas, ya que la mafia no podía permitirse otra forma de organización social en el corazón de Sicilia, teniendo el monopolio del poder y la vio-lencia en la isla. Fueron, por tanto, vistos como valiosos aliados por los anti-comunistas estadounidenses, que supuestamente los usaron para erradicar cualquier rastro de socialismo y comunismo de la industria naval estadounidense, los movimientos de resisten-cia durante la guerra, y, tras esta, en muchos de los gobiernos regionales y locales en los que la mafia tenía influencia. Según el experto en tráfico de drogas Alfred W. McCoy, a Luciano se le permitió dirigir su red criminal desde la celda a cambio de su ayuda. Tras la guerra, fue recompensado siendo extradi-tado a Italia, en donde pudo seguir su carrera criminal sin estorbos. En 1.946, se marchó a Sicilia para continuar con sus actividades, y según el libro de McCoy, Luciano llevó a cabo una alianza crucial con la mafia de Córcega, liderando el desarrollo de una vasta red internacional de tráfico de heroína, inicialmente traída desde Turquía y con base en Marsella (la llamada 'Co-nexión Francesa'). Más tarde, cuando Turquía empezó a eliminar su producción de opio, utilizó sus contactos con los corsos para establecer un diálogo con mafiosos corsos expatriados en Vietnam del Sur. En colaboración con los líderes de la mafia estadounidense, entre ellos Santo Trafficante Jr., Lucia-no y sus sucesores se aprovecharon del caótico estado del país, durante la Guerra de Viet-nam para establecer una inexpugnable base de suministro y distribución en el "Golden Trian-gle", que pronto conduciría enormes cantidades de heroína asiática a Estados Uni-dos, Australia y otros países a través de los militares estadounidenses. Benito Mussolini atacó implacablemente a la mafia, encarcelando a cualquier hombre del que se tuviera la más mínima sospecha de ser un mafioso. La mafia no recuperó su poder hasta des-pués de la rendición de Italia en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en los ochenta y noventa, una serie de disputas internas llevaron a la muerte a muchos miembros destacados de la mafia. Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, la mafia se convirtió en un Estado dentro del Estado. Sus tentáculos ya no abarcaban solo a Sicilia, sino casi a toda la estructura económica de Italia, y de usar escopetas de cañones recortados, pasó a disponer de armamento más expeditivo: revólveres del calibre .357 Magnum, fusiles lanzagranadas, bazookas, explosivos. La mafia y otras sociedades secretas del crimen organizado formaron un sistema de vasos comunicantes. En la Logia Masónica P-2, representada por el gran maestre Licio Gelli, hab-ía ministros, parlamentarios, generales, jueces, policías, banqueros, aristócratas e incluso ma-fiosos.

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« [Robert F.] Kennedy [entonces fiscal general de los Estados Unidos] siempre había creído en la Mafia. Esa creencia era uno de los mayores puntos de enfrentamiento, aunque no el único, entre él y el jefe del FBI [Federal Bureau of In-vestigation], J. Edgar Hoover. La posición del FBI, expuesta en repetidas ocasiones por Hoo-ver a lo largo de los años, era que la Mafia no existía. Todo crimen era de naturaleza local, de acuerdo a Hoover; no existía tal cosa como el crimen organizado. [...] Cuando leyó los re-

portes sobre Valachi, Kennedy se dio cuenta de que ahora contaba con la información que se necesitaba. [...] Se llegó a una negociación [al

respecto de Valachi]. La vigilancia del juego de apuestas que hasta entonces había estado bajo

la I.R.S. [Internal Revenue Service], pasaría, como Hoover lo había querido desde hacía

años, al FBI. Hoover, por su parte, admitiría la existencia del crimen organizado y encauzaría recursos del FBI para luchar en su contra. Joe Valachi sería ofrecido al público norteameri-cano como evidencia. Todo saldría en televi-

sión, y el FBI obtendría el crédito. [...] Sin em-bargo, había un punto de desacuerdo. Hoover insistía que al crimen organizado se le debía llamar de modo distinto a "la Mafia". Hubiera sido vergonzoso para él aceptar de repente el

En 1.992, la mafia siciliana asesinó al juez italiano Giovanni Falcone haciendo estallar mil kilo-gramos de explosivos colocados bajo la autopista que une Palermo con el aeropuerto ahora lla-mado Giovanni Falcone. Murieron él, su esposa Francesca Morvilio y tres escoltas. En 1.993, cinco ex presidentes de Gobierno, muchísimos ministros y más de 3.000 políticos y empresarios fueron acusados, procesados o condenados por corrupción y asociación con la mafia. Uno de los implicados en el «Maxiproceso», Francesco Madonia ―jefe de la Democracia Cristiana y miembro de la Honorable Sociedad―, hubo de resignarse con la requisa de 250 cuentas bancarias, 200 edificios, 60 empresas, 265 automóviles, 45 fincas rústicas y varios yates. Se trataba de un mensaje de la mafia al viejo Andreotti, expresidente del Gobierno, por no impedir la encarcelación masiva de sus miembros. La mafia no perdona nunca, como ya no podrán atestiguar los banqueros Michele Sindona y Roberto Calvi, dos magos de las finanzas del Vaticano, la mafia y otras instituciones de Italia. Fueron asesinados por un arrebato de co-dicia: quisieron apropiarse del dinero de la mafia.

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nombre que había negado tanto tiempo. [...] Era común que Valachi empezara sus oracio-nes diciendo: "Lo nuestro era..." [James] Flynn [agente especial del FBI que actuó como inter-

rogador y traductor] escuchó esa frase muchas veces. "Lo nuestro era hacer esto... Lo nuestro

era hacer lo otro". Finalmente, el políglota Flynn simplemente tradujo de manera literal

"lo nuestro" al italiano. La Mafia de repente se convirtió en La Cosa Nostra. Hoover obtuvo lo que quería: el FBI había descubierto la exis-

tencia de una conspiración maligna, secreta y siniestra, aún más diabólica que la mafia. [...] Cuando la gente del FBI terminó de interrogar-lo, Valachi sólo decía lo que ellos querían es-cuchar. [...] Tenía que aparentar que él sabía

las cosas básicas, tales como quién lideraba el crimen en Nueva York. El FBI le proporcionaba la información para asegurarse de que apare-ciera como la autoridad creíble que ellos hab-ían anunciado. [...] Valachi era una pieza pe-queña, un actor periférico que de algún modo apareció como pieza clave. No pudo haber en-

tendido su importancia porque ésta había traspasado la realidad de lo que él había sido y de lo que sabía. Su fenómeno sería manufac-turado de acuerdo al diseño de otros y él no pudo imaginar en ese momento cuál sería el papel. Aterrizó en el centro de una batalla

política donde los puestos estaban en juego so-bre la base de lo que él eventualmente pudiera decir acerca de la existencia y la extensión del

crimen organizado en los Estados Unidos.»

De hecho, buena parte de la preeminencia informativa que el crimen organizado ha tenido en los últimos años ha sido atri-buida a la necesidad de los servicios de seguridad, que con la

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desaparición de la amenaza comunista se habían visto repenti-namente despojados de su justificación. Despojados siquiera simbólicamente de sus méritos por su victoria en la Guerra Fría, porque no se había escenificado en el terreno de batalla, los servicios secretos se enfrentaron entonces a las restricciones presupuestas propias de la década de los noventa y a una des-orientación funcional. La desaparición de la amenaza soviética se llevó consigo cincuenta años de dedicación exclusiva en las que todos los esfuerzos se dedicaron a la escalada nuclear y al complejo militar-industrial. Para romper esta dinámica retoma-ron un concepto de seguridad menos militarizado que floreció en el periodo de Entreguerras, analizaron los movimientos de la opinión pública y se movieron para recuperar el terreno perdido bajo la justificación de dos nuevas amenazas que en realidad eran muy antiguas: el terrorismo y el crimen organizado. Muchas otras agencias de seguridad interior y exterior han se-guido este sendero como medio para expandir sus recursos y su poder.

La última fuente secundaria de información que ha jugado un papel fundamental en los estudios del crimen organizado es la información publicada en los medios de comunicación de masas. Lo que en principio pudiera aparecer como un punto positivo que muestra la proximidad temporal entre el análisis académico y el seguimiento más cercano a los hechos sociales, es, en su lugar, un modo de encubrir carencias importantes. Las publicaciones en los medios de comunicación suelen des-cansar de manera notable en informaciones procedentes de las agencias de seguridad o de los aparatos de justicia, con lo cual suelen presentar los mismos problemas antes referidos. Sin embargo, las dificultades para partiendo de estos datos frag-mentados, que en principio son útiles para determinar la cul-pabilidad o la inocencia de los acusados pero que no suelen mostrar una dimensión completa del funcionamiento de la or-ganización criminal, se amplifica dadas las características de los medios de comunicación. Por una parte, éstos tienden a aplicar sobre la información un tratamiento en muchos casos sensacionalista que haga atractiva su presentación al público.

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Ésta, asimismo, es una situación que comparte con la informa-ción generada por los propios periodistas mediante su fuentes concretos. Movidos por el interés mercantil y recogiendo un in-terés amplio de la opinión pública acerca del crimen organizado utilizan estos datos del modo que proporcionen el mayor rendi-miento en ventas, que por lo general suele ser aplican una perspectiva fatua que convierte ciertos datos muy fragmentados y poco fiables en artículos coherentes. Los miembros de la aca-demia a menudo, de entre la multitud de datos e informaciones que presentan los medios de comunicación de masas, escogen aquellos que mejor cuadran con sus hipótesis iniciales para construir una teoría coherente.

En general, los objetivos de los medios de comunicación suelen, en consecuencia, tener objetivos muy diferentes a los de la explicación académica. Tienden a centrarse en la componente de violencia que pueden utilizar estos grupos dejando de lado otros valores de tipo empresarial y organizativo que pueden re-sultar de más difícil asimilación para la opinión pública y son extremadamente sensibles a exagerar o disminuir las relaciones entre el sistema político y el crimen organizado por presiones a favor o en contra de diversos grupos del sistema político. Se uti-liza así el crimen organizado como un arma de deslegitimación política del adversario mediante una presentación a través de los medios de comunicación acorde con los objetivos propios de ciertos grupos políticos. Es relativamente frecuente observar una línea de investigación que parte de la presentación intere-sada de los poderes públicos, pasa por los medios de comunica-ción y finalmente es recogida por los investigadores en la aca-demia. El ejemplo más clásico es el del 'narcoterrorismo'5 5 El narcoterrorismo es la cooperación y alianza estratégica entre mafias del narcotráfico y grupos armados extremistas así como otros grupos insurgentes o terroristas.

, un

Se suele postular el narcoterrorismo como cierta alianza natural que acaba produciéndose entre grupos narcos y guerrilleros que, aunque persiguen objetivos opuestos, operan en la clandesti-nidad. Así, muchas organizaciones terroristas en declive son capaces de reconstituirse gracias a la poderosa financiación que obtienen de proporcionar cobertura y apoyo armado al narcotráfi-co. Por otro lado, los cárteles de la droga consiguen una capacidad de respuesta militar frente a los gobiernos con los que están en constante pugna. La conjunción entre movimientos y el narcotráfico se concibe a largo plazo como una amenaza a la estabilidad de los países de regiones productoras de estupefacientes, como el arco andino (Colombia, Perú, Bolivia). La formación de conglomerados narcoterroristas en países como Colombia y Perú han provoca-do un estado de guerra de baja intensidad permanente que, unidos a otros factores, hacen de la

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término acuñado por el embajador de los Estados Unidos en Colombia al calor de la toma del Palacio de Justicia de Bogotá por miembros del grupo terrorista M-196

que, sin pruebas con-tundentes, ha sido constantemente repetido tanto en los medios de comunicación como en artículos publicados en revistas es-pecializadas.

violencia armada en Colombia uno de los problemas más graves a que se enfrenta el Estado. Organizaciones guerrilleras como las FARC y organizaciones paramilitares como las Autodefensas Unidas de Colombia, han estado implicadas en el negocio internacional de las drogas. Fuera del área andina, la convivencia narcoterrorista alimenta diversos conflictos armados en otras partes del globo como Afganistán, ligando el tráfico de opioides a las luchas tribales inter-nas, a los movimientos islámicos armados y a la resistencia a la presencia militar estadouni-dense en el país mantenida a raíz de la ocupación de Afganistán 2003-2006. 6 El Movimiento 19 de abril (abreviado con el numerónimo M-19 o simplemente el eme) fue un movimiento insurgente colombiano nacido a raíz de un supuesto fraude electoral en las eleccio-nes presidenciales del 19 de abril de 1.970 que dieron como ganador a Misael Pastrana Borrero, nace como rebeldía y movimiento político y luego se vuelve un movimiento armado. Tras su desmovilización se convirtió en un movimiento político de izquierda conocido como AD-M19 (Alianza Democrática M-19) que ganó importante respaldo popular y fue uno de los consti-tuyentes de 1.991; desapareció a mediados de la década de 1.990 y algunos de sus miembros se unieron a otras agrupaciones políticas. Antecedentes El 13 de junio de 1.953, el General Gustavo Rojas Pinilla propinó al gobierno conservador de Laureano Gómez el único golpe de Estado que tuvo éxito en el siglo XX en Colombia. Debido al notorio deterioro del orden público este golpe era considerado como inminente por las clases gobernantes del momento. Tras muchas vicisitudes, Rojas renunció al poder el 10 de ma-yo de1.957 y se instauró una junta militar como gobierno de transición. Los dos partidos políti-cos dominantes (liberal y conservador) crearon una coalición llamada Frente Nacional con la idea de terminar con la violencia bipartidista que azotaba al país. De esta manera, también pre-tendían garantizar su alternancia en el poder y el reparto de los cargos burocráticos por partes iguales. Tras renunciar, Rojas viajó a República Dominicana y allí recibió asilo político de parte del go-bierno del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Regresó a Colombia en 1.962 y fundó la ANAPO (Alianza Nacional Popular), movimiento político con el cual se presentó a las elecciones de ese año en las que obtuvo el cuarto lugar. En 1.966 el candidato de la ANAPO fue José Jaramillo Giraldo. En 1.970 Rojas se había transformado en un caudillo popular con gran arraigo entre la pobla-ción colombiana y se presentó a las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1.970, en-frentándose al candidato del Frente Nacional Misael Pastrana Borrero. Las elecciones resultaron bastante reñidas y el resultado oficial fue de 1.625.025 votos por Pastrana y 1.561.468 votos por Rojas. En consecuencia, la Corte Electoral proclamó a Pastrana como presidente para el periodo 1970-1974, aunque las denuncias por fraude no se hicieron esperar ante la interrup-ción del escrutinio total que se postergó hasta el día siguiente el conteo final, cuando la victoria que para Gustavo Rojas Pinilla parecía segura, pasó a ser de Misael Pastrana. Rojas decidió no reclamar ante la presunta manipulación fraudulenta de votos por partes de intereses oscuros del partido conservador. Otras versiones afirman que fue obligado a aceptar la versión oficial por medio de amenazas realizadas por políticos y militares.

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La definición del crimen organizado

Estos problemas de acceso a fuentes, junto con un cierto "desdén académico por las pasiones populares", parecen es-tar en el origen de la escasez de estudios sobre el crimen orga-nizado, y también en la carencia de un aparato teórico impor-tante. La naturaleza ilegal y altamente secreta del fenómeno implica enormes dificultades para la obtención de información de primera mano sobre su funcionamiento y complicaciones pa-ra la realización del trabajo de campo. Pese a estas carencias, del debate académico no están ausentes los problemas y las discusiones acerca de la definición del fenómeno de estudio que afligen a otras áreas de las ciencias sociales. No son pocos los que, como Cressey, se niegan a dar una definición ante las difi-cultades para capturar una forma social con tantas aristas de-ntro de un marco estrecho.

Delito y crimen son dos conceptos tanto legales como mo-rales cuya relación ha sido profusamente estudiada desde di-versos puntos de vista. Salvo contadísimas excepciones, todo crimen involucra cierto grado de organización y, en consecuen-cia, es organizado por naturaleza. Determinar el límite de lo que constituye el crimen organizado no es una operación tan senci-lla como partir un trozo de mantequilla con un cuchillo bien afi-lado y situar los límites que separan este subconjunto del cri-men con respecto a otras realidades ilegales circundantes ha sido una fuente continua de controversia dentro de las ciencias sociales que en sus distintas vertientes se han ocupado del fenómeno. Como escribe Albanese, "el crimen organizado no existe como tipo ideal, sino como un 'grado' de actividad criminal o como un punto del 'espectro de legitimidad". Buena parte de las configuraciones teóricas sobre el crimen or-ganizado difieren precisamente como consecuencia del punto a partir del que se realiza esta división. Pero, además, la propia configuración del estudio académico del crimen organizado ha implicado una influencia importante de las definiciones legales del crimen organizado. Éstas suelen tener una mayor eficacia a

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la hora de inscribir el fenómeno en un marco sistemático dado que al definir los tipos de delitos como norma legal en cierta manera configuran los resultados a ojos de la opinión pública.

Por lo general, en los ordenamientos jurídicos de todo el mundo existen dos modos de regular el crimen organizado. Por una parte, están aquellos que condenan las actividades ilícitas que realizan estos grupos de manera individualizada, ya sea el tráfico de drogas, la extorsión o el blanqueo de capitales. Así ocurre en el caso español. Pero, por otra, existen otros códigos penales que condenan, o agravan la pena por su comisión, la propia pertenencia a los grupos criminales independientemente de los delitos cometidos. Para que exista este tipo de pena es necesario que el ordenamiento legal defina qué tipo de relacio-nes entre las personas deben existir para caer en esta figura de-lictiva. Los códigos penales optan por dos formas de llevar a ca-bo esta definición. Pueden, en primer lugar, describir en detalle las actividades que pueden realizar los grupos criminales para otorgarles carta de naturaleza criminal. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de California, en los Estados Unidos, en el que se de-fine éste de la siguiente manera:

«Crimen organizado consiste en dos o más per-sonas que, con un propósito de continuidad, se involucran en una o más de las siguientes ac-tividades: (a) la oferta de bienes ilegales y ser-vicios, por ejemplo, el vicio, la usura, etcétera, y (b) delitos de predación, por ejemplo, el robo, el atraco, etcétera. Diversos tipos específicos de actividad criminal se sitúan dentro de la definición de crimen organizado. Estos tipos pueden ser agrupados en cinco categorías ge-nerales: (1) Mafia: actividades criminales or-ganizadas. (2) Operaciones viciosas: negocio continuado de suministrar bienes y servicios ilegales, por ejemplo, drogas, prostitución,

usura, juego. (3) Bandas de asaltantes-

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vendedores de artículos robados: grupos que se organizan y se involucran continuadamente en

un tipo concreto de robo como proyectos de fraude, documentos fraudulentos, robos con

allanamiento de morada, robo de coches y se-cuestros de camiones y adquisición de bienes

robados. (4) Pandillas: grupos que hacen causa común para involucrarse en actos ilegales. (5) Terroristas: grupos de individuos que se com-binan para cometer actos criminales especta-culares como el asesinato o el secuestro de

personas prominentes para erosionar la con-fianza del público en el gobierno establecido

por razones políticas o para vengar por algún agravio.»

Otros textos legales son menos restrictivos en cuanto a las actividades y definen crimen organizado con respecto al funcio-namiento del grupo delictivo. De manera minimalista lo hace el código penal del Estado de Misisipí, en los Estados Unidos, de-terminando que el crimen organizado consiste de "dos o más personas que conspiran constante y conjuntamente para cometer delitos para obtener beneficios". La legislación ca-nadiense explica qué es crimen organizado por referencia a otros ámbitos de su misma legislación: "Se refiere a cualquier grupo, asociación u organismo compuesto por cinco o más personas, ya esté formal o informalmente integrado, (a) que tenga como una de sus actividades primarias la comi-sión de un delito tipificado cuya pena máxima sea la pri-sión por cinco o más años, y (b) cualquiera o todos sus miembros estén o hayan estado implicados en la comisión de una serie de estos delitos dentro de los cinco años pre-cedentes." Más compleja, y de mayor difusión, es la definición del código penal alemán al respecto:

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«Crimen organizado es la violación planificada de la ley al objeto de adquirir beneficios

económicos o poder, cuyos delitos son inde-pendientemente o en su conjunto de especial gravedad y se llevan a cabo por más de dos

participantes que cooperan en el marco de una división laboral por un periodo de tipo prolon-gado o indeterminado utilizando (a) estructu-ras comerciales o paracomerciales, o (b) vio-

lencia o otros medios de intimidación, o (c) in-fluencia en la política, en los medios de comu-nicación, en la administración pública, en el

sistema de justicia y en la economía legítima.»

Si en otros aspectos es difícil alcanzar acuerdos dentro de las Naciones Unidas, el crimen organizado ha sido una fuerza motriz de primera importancia para fomentar la colaboración internacional en otros ámbitos. La definición que realizan está mucho más cerca del máximo común múltiplo que de las difi-cultades que suelen generarse para alcanzar acuerdos acerca de la extensión del fenómeno. Crimen organizado es, según esta definición,

«…las actividades colectivas de tres o más per-sonas, unidas por vínculos jerárquicos o de re-lación personal, que permitan a sus dirigentes

obtener beneficios o controlar territorios o mercados, nacionales o extranjeros, mediante la violencia, la intimidación o la corrupción,

tanto al servicio de la actividad delictiva como con fines de infiltrarse en la economía legíti-ma, en particular por medio de: (a) el tráfico

ilícito de estupefacientes o sustancias sicotró-picas y el blanqueo de dinero, tal como se de-finen en la Convención de las Naciones Unidas

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contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas de 1998; (b) la trata

de personas, tal como se define en el Convenio para la represión de la trata de personas y de

la explotación de la prostitución ajena de 1949; (c) la falsificación de dinero, tal como se define en el Convenio internacional para la re-presión de la falsificación de moneda de 1929; (d) El tráfico ilícito o el robo de objetos cultura-les, tal como se definen en la Convención sobre medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la

transferencia e [sic] propiedad ilícita de bienes culturales de 1970 y la Convención sobre bie-nes culturales robados o ilegalmente exporta-

dos de 1995 del Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado de las Nacio-nes Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura; (e) el robo de material nuclear, su uso indebido o la amenaza de uso indebido en per-juicio de la población, tal como se define en la

Convención sobre la protección física de los materiales nucleares de 1980; (f) los actos te-rroristas; (g) el tráfico ilícito o el robo de ar-

mas y materiales o dispositivos explosivos; (h) el tráfico ilícito o el robo de vehículos automo-tores; e (i) la corrupción de funcionarios públi-

cos.»

Este tipo de definiciones presenta algunas características fundamentales. En primer lugar, éstas tienden a sobreestimar aquellas características específicas que el crimen organizado presenta en los países sobre los que se va a aplicar la norma. Fruto de ello es la extrema diversidad de estas definiciones, va-riando enormemente de un país a otro conforme a las diferentes formas que adquieren tales organizaciones en sus ámbitos esta-tales, lo cual hace difícil extraer un conjunto de elementos co-

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munes que superen las estrechas fronteras nacionales. Debido a esta diversidad, en algunas legislaciones, o en meras propues-tas de descripción, se incluye como crimen organizado el delito de terrorismo. Sin embargo, incluir la violencia inducida políti-camente como una de las formas de crimen organizado hace in-aprehensible la definición y el análisis. En segundo lugar, estas definiciones pueden tener una cierta operatividad para dictar condenas o absoluciones con respecto a la norma pero es difí-cilmente aplicable al estudio riguroso del crimen organizado. Como escribe Levi en tono irónico, según estas definiciones,

«'Crimen organizado' puede ser desde un grupo importante de mafiosos italianos hasta una camarilla de tres ladrones con un negocio de limpiacristales en el que uno se dedica a esco-ger posibles objetivos, otro a robar en los do-micilios bajo amenazas y el tercero que actúa como blanqueador de capitales, y que además demandan a todos los periódicos que sugieren

que su negocio es de dudosa reputación.»

En el campo académico la definición de crimen organizado ha sido tratada colateralmente, ha tendido a concentrarse en las características específicas de cada grupo criminal objeto de estudio, haciendo difícil la superación de las condiciones especí-ficas de cada entorno social y político, las han tomado presta-das de otros ámbitos como el legal antes referido o ha adoptado una postura similar a la expresada en su día la National Cri-minal Intelligence System, el organismo de contacto de las policías británicas, que evita el esfuerzo intelectual por la defi-nición: "es más fácil discutir sobre el crimen organizado que definirla [...] Sabemos lo que es pero es complicado describirlo".

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Han sido, como por otra parte era esperable, aquellos académicos que se han mostrado más críticos con los paráme-tros habituales en los que se presenta el crimen organizado ya sea desde los medios de comunicación o desde su extensión hacia el mundo de la academia, que suele tener como base los estudios acerca de la Mafia ítalo-americana desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Por esta especial dificultad para abarcar con un concepto tan gastado la complejidad del fenó-meno del crimen organizado, no son pocos los autores que han cambiado su enfoque hacia términos como crimen empresarial (Enterprise Crime) o bien, sobre todo dentro de las agencias de seguridad, han optado por conceptos más flexibles como cri-men grave (serious crime). Sin embargo, en la presente tesis se considera que el crimen organizado, pese a todas las conno-taciones que haya podido ir adquiriendo con el paso del tiempo, aún es una noción que mantiene buena parte de sus caracterís-ticas expresivas. Recogiendo algunos de las referencias que se realizan en diversos casos de estudios, puede hablarse de cri-men organizado cuando cumple una serie de características.

Para que exista un caso de crimen organizado debe aunar-se ciertos aspectos tanto del grupo involucrado como de las ac-tividades delictivas a las que se dedican. Entre los primeros destaca el hecho de que se reúna un grupo notable de personas al objeto de cometer de manera constante y permanente actos que son catalogados como delitos en la jurisdicción en la que actúan o allí en donde tengas su base. Galvanizando este con-junto de individuos debe existir una estructura jerárquica, una división de tareas, grados de especialización y ciertas reglas (un sistema de premios y castigos) que rigen el comportamiento de la organización y son impuestas de manera coactiva. Pero si bien una multiplicidad de grupos, como las pandillas juveniles, cumplen estas características en niveles notables, lo que es es-pecífico del crimen organizado es su capacidad para protegerse de manera eficaz frente a quienes reten su capacidad de acción, ya sea desde grupos criminales rivales o desde el estado. Esta protección se obtiene, por una parte, a través de la utilización de la violencia o la amenaza creíble de usarla, la intimidación,

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y, por otra, por la corrupción de funcionarios públicos. Pero si bien la violencia es una característica común a otros tipos de delito,

«Lo que diferencia la violencia asociada con el crimen organizado es que es estructurada y di-recta; y su objetivo no es facilitar la transfe-

rencia de recursos en un determinado momen-to, sino ampliar la posición del grupo de cri-

men organizado en un mercado concreto. Si la violencia permite al crimen organizado elimi-nar competidores, la corrupción asimismo le concede la posibilidad de evitar el aparato le-gislativo, comprando inmunidad y/o dirigiendo la agencias de seguridad contra la competen-

cia.»

Otro grupo de aspectos relacionados con el tipo de delitos cometidos diferencian al crimen organizado de otros tipos de criminales organizados de manera más o menos laxa. Por una parte, para que exista un fenómeno de crimen organizado el ti-po de delitos cometidos deben tener fuertes repercusiones so-ciales, ya sea en términos de la violencia con que se ejecuta, por las pérdidas económicas que comporta o por cualquier otra ca-racterística que genere ansiedad o indignación entre la ciuda-danía en general. Por otra parte, como señala Friedman para el caso del tráfico de drogas y la necesidad de informantes,

«…en delitos como el robo el asesinato no se necesitan informantes porque las víctimas de estos crímenes tienen un fuerte incentivo para

informar sobre el crimen. En el comercio de drogas, el delito consiste en una transacción

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entre un comprador y un vendedor que actúan de buen grado. Ninguno tiene incentivos para informar sobre la violación de la ley. Por el

contrario, ambos están interesados en que no se informe sobre el delito.»

Los delitos cometidos por la criminalidad común, por dife-renciarla del crimen organizado, tienen un carácter predatorio que incorpora una redistribución de unas rentas existentes pre-viamente. En el lado opuesto, el crimen organizado está involu-crado en delitos, como la prostitución, el juego o el tráfico de drogas, que abarcan la producción y distribución de nuevos bienes y servicios con la componente de tener un valor añadido. En conjunto, sus actividades tienen un carácter consensual hacia el delito cometido que tiene la activa complicidad de otros miembros legítimos de la sociedad en general. El repertorio de sus actividades, por lo tanto, tiene su núcleo principal en deli-tos sin víctimas. En consecuencia, la actuación del estado no sólo se verá dificultada por la intimidación o la corrupción ante-riormente referida sino por una inacción hacia la aplicación de justicia por parte de partes importantes de las sociedades en las que actúan. Forzando el argumento incluso la extorsión a gran escala tiene un carácter racional de interacción entre dos acto-res económicos egoístas: la incapacidad del estado para otorgar protección a los bienes y servicios lleva a ciertos grupos a orga-nizarse de manera que sean capaces de proporcionar esta ga-rantía de permanencia en el tiempo de la propiedad.

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Dentro de esta definición de crimen organizado, la gama de actividades que puede ejecutar un determinado grupo de crimen organizado puede ser extensa, variando en cada caso según diversas variables internas y externas a la organización, y combinar uno o más mercados, expandiéndose asimismo por un número más o menos limitado de países, aunque en tiempos recientes existe una fuerte tendencia a la concentración empre-sarial en cada vez menos grupos de un mayor número de cam-

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pos de la ilegalidad. Su repertorio de actividades incluye el deli-to profesional y el económico, pero supera a éste último en or-ganización y control, aunque los nexos de unión entre ambos modelos de delincuencia tienden a fusionarse y el terrorismo puede llegar a formar parte de sus acciones violentas en ciertas etapas o momentos. En un inventario amplio, las actividades principales de las organizaciones criminales, en suma, abarcan la provisión de bienes y servicios ilegales, ya sea la producción y el tráfico de drogas, armas, niños, órganos, inmigrantes ilegales, materiales nucleares, el juego, la usura, la falsifica-ción, el asesinato a sueldo o la prostitución; la comerciali-zación de bienes lícitos obtenidos por medio del hurto, el robo o el fraude, en especial vehículos de lujo, animales u obras de arte; la ayuda a las empresas legítimas en materias ilegales, como la vulneración de las normativas medioam-bientales o laborales; o la utilización de redes legales para actividades ilícitas, como la gestión de empresas de trans-porte para el tráfico de drogas o las inversiones inmobilia-rias para el blanqueo de dinero. Entre aquellas organizaciones que pueden considerarse como típicamente propias del crimen organizado, practicando algunas de estas actividades, se en-cuentran, dentro de un listado más o menos extenso, las orga-nizaciones dedicadas casi exclusivamente al tráfico de drogas a gran escala, ya sean propias de los países europeas o se gene-ren en países latinoamericanos, del sudeste y el sudoeste asiá-tico, la Mafia Italiana en su proceso de expansión mundial que ya se inició hace décadas, las Yakuza7 japonesas, las Triadas8

7 La yakuza (やくざ) es el equivalente japonés del crimen organizado; es una mafia japonesa que data del siglo XVII. El origen de la palabra no se conoce con exactitud, pero se dice que proviene de un juego de cartas llamado Hanafuda, muy famoso entre los bakuto, en el que la peor mano consiste en un 8 (ya), un 9 (ku) y un 3 (za). La Yakuza moderna ha extendido sus actividades a la corrupción bancaria y política. Esta mafia en 2.009, el último año del que se tiene registro, tenía un estimado de 87.900 miembros en Japón.

Historia Es la mafia más temida de Japón. Durante el período Edo, la figura del samurái era privilegiada dentro de la sociedad debido a su eficiencia militar y los servicios de seguridad que prestaban a la comunidad, a través de los daimyō, señores feudales. Al final del período de gue-rras, Japón inicia su era moderna y continúa unificándose en un solo gobierno, así que muchos samuráis eran despedidos porque resultaban inútiles a los nuevos destinos de la nación y se convertían en mercenarios ambulantes conocidos como rōnin. Estos siguieron haciendo trabajos de manera independiente para sus jefes y la alta sociedad. Al cabo del tiempo se empezaron a organizar en bandas paramilitares que protegían regiones a cambio de comida y comodidades que proporcionaba la comunidad. Poco tiempo después terminan dominando los negocios ilega-les de Japón.

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A finales del siglo XIX y al iniciarse el XX tenían el control de las apuestas, el contraban-do, lavado de dinero, los espectáculos, la especulación de bienes inmobiliarios, la extorsión, el tráfico de drogas y armas. Además, después de la Segunda Guerra Mundial ciertas bandas de ideología ultraderechista comenzaron a operar y extorsionar dentro de grupos políticos. Su organización se derivó de los códigos de los samuráis pero mucho más estructurados y forta-lecidos; todo el clan se considera una familia donde se profesa la fidelidad absoluta a la banda, el ultranacionalismo, la obediencia al mayor rango y su estricto y brutal código de honor. Los novatos se adoctrinan a través del sistema Senpai-kōhai, en el cual se especifican los procedi-mientos de castigo a la deslealtad, como por ejemplo la amputación de un dedo meñique para aquel miembro que cometa algún fallo grave o incurra en traición. Dicha amputación sirve aún en la actualidad para reconocer a los miembros retirados o disidentes. Los tatuajes dentro de la organización son muy importantes; revelan muchas veces el rango dentro de la organización, el clan al que se pertenece, el lema del clan, algunos inclu-yen dragones y referencias a su genealogía samurái. La mayoría empieza como un tatuaje pe-queño al que se le hacen adiciones y terminan cubriendo grandes partes del cuerpo; el tatuaje es uno de los rasgos físicos más característicos de la yakuza. En la actualidad la Yakuza está dividida en 3.000 clanes con un total de 100.000 miembros en todo Japón; el más importante es el denominado Yamaguchi-gumi, el cual se estima en un ta-maño de 40.000 miembros activos, considerándose el grupo dedicado al hampa más grande del mundo, no sólo por el número de miembros sino también por su poder económico. Son también importantes los clanes Sumiyoshi Rengo-Kai e Inagawa-kai, que en conjunto con el clan Yama-guchi-gumi mueven alrededor de 15.000 millones de dólares anuales. A causa del Terremoto de Japón de 2.011 los distintos grupos yakuza se movilizaron anónima-mente en tareas de ayuda a las poblaciones afectadas.\2 Etimología del nombre De la palabra yakuza (la mafia japonesa) se desconoce el origen, pero está extendida la creencia de que proviene de "ya" (ocho), "ku" (nueve), y "za" (tres), ya que 8, 9 y 3 son 20 puntos, que es la peor mano en una variante del juego de cartas Hanafuda. 8 Tríadas es un término genérico para designar a ciertas organizaciones criminales de ori-gen chino que tienen su base en Hong Kong, Taiwán y la China continental, así como ramifica-ciones entre sectores de las diversas diásporas han. Se dedican al tráfico ilegal de personas, la falsificación de tarjetas de crédito, los talleres clan-destinos (generalmente del textil), la falsificación, venta y distribución de todo tipo de productos, la prostitución, las clínicas ilegales, muertes por encargo, etc. Blanquean en otros países los beneficios de la heroína que introducen en Estados Unidos desde sus campos en Tailandia y Laos. Presencia internacional Están presentes en las grandes ciudades de Estados Unidos (en América del Norte) y en Ámsterdam, Londres, Buenos Aires y el centro de Alemania. En este último país son especia-listas en extorsión a comerciantes e incendio de locales, más de un ataque con fuego a viviendas de inmigrantes en Alemania ha sido un ajuste de cuentas entre narcotraficantes perpetrado por miembros de la Tríada. En Nueva York, Chicago, Detroit y Los Ángeles, las bandas juveniles asiáticas ganan en violen-cia a las clásicas afroamericanas y latinas; todas ellas son feudatarias de la Tríada. El caso de México, es algo distinto y complejo, ya que han emigrado desde hacia mediados de la década de 1.980, con el problema del narcotráfico en el país, operando y realizando tratos con cárteles y con diversas bandas delictivas nacionales, así como con políticos corruptos. Afianzándose en varias ciudades, entre las más destacadas, la Ciudad de México, en los barrios de Tepito, donde desde hace tiempo se da la venta de objetos ilegales, que van desde un simple producto de imitación como alguna película pirata, hasta personas y órganos del cuerpo huma-no. Al igual que en puntos de la frontera con Estados Unidos como Ciudad Juá-rez, Matamoros, Tijuana y Nuevo Laredo, donde asaltan a los camiones de carga y trafican con diversas mercancías que se venden a mitad de precio en el mercado informal y que es posible que aún no hayan salido a la venta oficialmente. En los últimos años, en España se han dado casos sobre la tríada china. Sobre todo, cometen actos delictivos sólo entre la comunidad china que vive en el país, se dedican principalmente a la extorsión, al asesinato, al tráfico ilegal de personas, al pirateo de películas y música, a la prostitución y al blanqueo de dinero. Una de las bandas más peligrosas del mundo, "14 Kila-tes", con sede en Ámsterdam, está instalada desde hace mucho tiempo en España y se dedican principalmente a la extorsión, pero también al asesinato y al tráfico de drogas. También se han presentado casos en Argentina, más específicamente en el barrio chi-no y Buenos Aires en general, a causa de la inmigración china en el país. Generalmente, los inmigrantes chinos llegan en busca de trabajo y emprendimientos comerciales, pero en los últi-mos años la reputación de la comunidad ha sido ensuciada por actos mafiosos por parte de

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chinas y, en última instancia, ese magma que constituye el cri-men organizado en Rusia y en otros países del Este europeo.

estas tríadas, principalmente se dedican al tráfico de inmigrantes ilegales, al cobro de protec-ción a comerciantes chinos, al asesinato y a la extorsión. Una de las tríadas más conocida es la "Fu Chin", dedicada al tráfico ilegal de personas. Organización interna Su sistema de organización interna dista de las mafias occidentales, puesto que se organiza en grupos de tres personas. Estos grupos están conectados jerárquicamente con otros grupos por solo uno de los integrantes, lo que conlleva un total desconocimiento del resto de los integrantes del grupo del resto de la organización. Esta técnica es bastante útil para dicha organización cuando es sometida por una investigación policial, ya que existe una posibilidad menor para poder indagar en la jerarquía. Manera de actuar Una de las formas de actuar más comunes de la Tríada es captar desde su país de origen a ciu-dadanos y trasladarlos a otros países, donde su organización criminal es más fuerte. A los ciu-dadanos se les muestra el país donde van a vivir como un sueño americano, donde se harán ricos y vivirán mejor, no obstante al llegar al país, la Tríada les coloca allí donde haga falta (ta-lleres, restaurantes, prostitución y un largo etcétera). Con el tiempo y el dinero necesario se pueden montar su propio negocio, generalmente un restaurante por lo fácil de llevar, pero siem-pre tendrán de por vida un "pacto de sangre" con la Tríada, que se amplía a extorsión pasado por regularizar su situación en el país.

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La naturaleza del crimen organizado

Las explicaciones académicas del crimen organizado no tiene una historia demasiado larga y ha estado, por lo general, dividida conforme a las líneas que separan las distintas ciencias sociales, que han tratado de extender sus paradigmas, con al-gunos retoques, al estudio de los fenómeno. En ocasiones el grado de refinamiento de estas aproximaciones no supera en mucho las fuentes utilizadas, ya sean éstas procedentes de los medios de comunicación o de las agencias de seguridad. La consecuencia es que elementos fundamentales de las ciencias sociales o bien han estado ausentes durante mucho tiempo de los enfoques académicos sobre el crimen organizado o bien se han mantenido en los márgenes de la explicación como un pilar al que se recurre para otorgarle un barniz de seriedad. En con-junto estas aportaciones pueden situarse en un continuo que va un extremo en el que se presenta a las organizaciones crimi-nales como un ente altamente jerarquizado con códigos de con-ducta internos desviados hasta el límite contrario en el que se sitúa una exhibición en la cual el crimen organizado sería un conjunto de relaciones laxas más o menos temporales dentro de un mundo que tiende a traspasar con extrema facilidad los mundos de la legalidad y de la ilegalidad.

En el primer límite se encontraría el «Modelo Padrino» de crimen organizado en el que toda la actividad delictiva del grupo estaría controlada por una estructura muy jerarquizada y una única dirección de mando que controla un mercado determina-do, ya sea territorial o de servicios. Sería la presentación más típica de los denominados testigos protegidos que ha acogido la justicia penal a cambio de sus testimonios acusatorios frente a otros miembros de los grupos criminales. La perspectiva contra-ria vendría avalada por análisis de tipo económico según la cual el crimen organizado, definido a través de un «Modelo Empre-sarial» estaría constituido por individuos que actúan como em-presarios racionales y construyen asociaciones bastante laxas de un submundo criminal que colabora de manera informal y

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fluida entre grupos autónomos pero sin alianzas duraderas concretas. La paradoja de esta interpretación específica, que con posterioridad se ha desarrollado en términos más concre-tos, es que parte de la lectura literal del título y las intenciones de su obra fundadora, “El crimen desorganizado”, de Peter Reuter, que el propio texto, en cual puede encontrarse una pos-tura mucho más moderada y consistente que retoma en térmi-nos económicos muchos de los análisis anteriores.

El estudio más clásico sobre el crimen organizado en la época más reciente, que se extiende hasta la actualidad, son los trabajos de Donald Cressey, que constituyen asimismo el para-digma de la perspectiva tradicional o gubernamental del crimen organizado. Su enfoque es de tipo sociológico y sus fuentes se limitan casi en exclusiva a los testimonios de antiguos miem-bros de la mafia ítalo-americana presentados ante una comisión parlamentaria. Cressey describió la estructura del crimen orga-nizado como si se tratase de una organización burocrática, al tipo de una empresa, con una jerarquía rígida, un código de conducta que abarca a todos sus miembros y, sobre todo, que funciona como una sociedad secreta. La organización mafiosa estaba compuesta, según los testimonios que él recogió acríti-camente, por veinticuatro 'familias' situadas en algunas gran-des ciudades de los Estados Unidos, que estaban dirigidas por un ente crípticamente denominado 'la Comisión', que se encar-gaba de supervisar, planificar y coordinar las grandes estrate-gias delictivas. Cada familia la integraban una serie de niveles jerárquicos de mando que iban desde el jefe (boss) que se en-contraba en la cúspide de la pirámide hasta la tropa denomina-da, como no podía ser de otro modo, los soldados, entre las que se interponen un conjunto de grados de mando como el subjefe o los lugartenientes. Los objetivos de la organización eran dis-puestos por la Comisión y se transmitirían a través de la cadena de mando hasta los elementos operativos de cada célula del grupo.

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La principal aportación de Cressey no fue tanto la valida-ción de una estructura organizativa que ya había sido repeti-damente explicada en los medios de comunicación y por agen-cias de seguridad del gobierno sino dar un poco de racionalidad (académica) a lo que hasta entonces parecía un conjunto confu-sa y fragmentado de datos. Cressey realizó esta tarea del modo más directo: según él, la dimensión básica que convertía a las categorías de mando del crimen organizado en algo distinguible y diferenciable dentro de un continuo jerárquico era, precisa-mente, la racionalidad. Por racionalidad, entiende Cressey, el grado en el que las organizaciones criminales desarrollan cre-cientes niveles de complejidad conforme tratan de lograr los "objetivos" criminales previstos. En consecuencia, a mayor ra-cionalidad en el crimen organizado, más compleja y precisa será la descripción de tareas de sus miembros y más sofisticada su división del trabajo.

Los trabajos de Cressey han recibido muchas críticas a lo largo del tiempo. Los motivos han sido bastante diversos, y so-

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bre todo han estado referidos a la utilización de las fuentes y la poca fiabilidad de las mismas. Otras están relacionadas con la utilización sesgada que de sus materiales puede hacerse para insertar una visión peculiar de la Mafia en Estados Unidos co-mo una conspiración extranjera. También en sus trabajos se ignoran las continuidades entre el underworld y el upperworld, con lo cual, dentro de su misma lógica, se negaría la supervi-vencia de la organización al someterla a tales constreñimientos de actuación. Schelling trató de remediar esta laguna incorpo-rando algunas ideas económicas al respecto. Sin cuestionar la idea de la Mafia como una organización monolítica, observa que el crimen organizado posee características que lo convierten en un ente análogo al gobierno. En primer lugar, el negocio nuclear de las organizaciones criminales es imponer sus propias nor-mas en un territorio dado, ya sea geográfico o funcional, de tal modo que puedan recaudar impuestos, aunque sea al modo de extorsión. En segundo lugar, para imponer estas reglas los gru-pos criminales aspiran, usurpando las funciones de los poderes públicos, a adquirir el monopolio del uso de la fuerza coactiva.

Pero, sobre todo, las críticas a este modelo se han extendi-do muy frecuentemente en la sobreestimación de la centraliza-ción administrativa de los grupos de la Mafia italiana. Sin em-bargo, su ascendencia se mantuvo no sólo en el mundo de la academia sino fuera de él, en gran medida porque cumplía, con las debidas exigencias de elaboración académica el estereotipo que reflejaban los medios de comunicación, el cine y la literatu-ra. Casi veinte años después otra comisión parlamentaria cons-tituida al efecto, que de hecho recogía algunas de estas críticas y sus autores, repetía su descripción de la Mafia como un grupo criminal "muy estructurado" que, "como cualquier otro tipo de burocracia saca adelante sus propósitos durante un perio-do tiempo". Y lo que es más importante, su perspectiva se ex-tendió como explicación a fenómenos de crimen organizado en otros lugares del mundo. A modo de resumen de esta visión preponderante escribe Anderson que,

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«La imagen habitual, o el tipo ideal, de crimen organizado, incorpora ciertas características

definitorias. Estás son: Primero, que los grupos criminales monopolizan o tratan de monopoli-zar ciertas actividades como la prostitución,

la extorsión o el tráfico de drogas. Segundo, la violencia se utiliza de manera sistemática con-tra aquellos que tratan de desafiar estos mo-nopolios, contra quienes rompen la disciplina de la organización o contra quienes dan prue-bas a la policía o a los tribunales sobre estos grupos. Tercero, la organización de las fami-lias criminales están tan profundamente in-

sertadas en un cierto orden social que la polic-ía puede en ocasiones atrapar a los individuos pero no puede eliminar la organización como tal: puede limitar pero no detener sus activi-dades. Cuarto, el crimen organizado suele te-

ner una estructura jerárquica y burocratizada, el menos hasta el punto de que existen un buen número de funciones especializadas dentro de la organización, incluyendo las funciones de

recopilación y análisis de inteligencia y la vio-lencia. Quinto, las organizaciones criminales tienen acceso a los conocimientos legales, fi-nancieros y contables que por lo general se

asocian con las actividades comerciales legí-timas. Sexto, las organizaciones pueden ejer-cer influencia sobre el proceso político, admi-

nistrativo y judicial.»

Esta teoría burocrática del crimen organizado no se man-tuvo al margen del influjo del paradigma económico de la elec-ción racional en otros aspectos de la vida social y a finales de los ochenta ya se había construido una visión crítica del crimen organizado que concluyeron los trabajos de Reuter. En lugar de observar las estructuras y funciones de los grupos criminales,

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se cambió el enfoque y se convirtieron los individuos y las acti-vidades productivas que estos realizaban, en tanto que recau-dan flujos monetarios, en el principal aspecto a analizar dentro del crimen organizado. Con el cambio de perspectiva se obser-vaba un fenómeno que tenía poco que ver con la caracterización burocrática, sobre todo cuando se comparaban con las decli-nantes estructuras empresariales que habían nacido al calor del fordismo. Muchas de las pruebas aportadas pueden ser cir-cunstanciales y absurdas: ni existen registros como en sus homónimas legales ni los trabajadores del crimen organizado no tienen un horario determinado. Sin embargo, la observación de-tallada del funcionamiento de los criminales muestra que el empresario (delictivo) para tener éxito, lejos de mantenerse fiel a la estructura jerárquica a través de la cual se monopoliza la movilidad ascendente, debe llevar una vida variada en la que se negocian continuamente tanto las actividades a realizar como las asociaciones a formar con otros individuos y grupos para obtener beneficios ilícitos. Muchos miembros del crimen organi-zado ni tan siquiera pertenecen a un grupo delictivo específico que totaliza su actuación criminal y más allá sino que actúan de modo más o menos prolongado en cooperación con algunos de los miembros. Y esta situación no se da únicamente en los niveles más bajos como medio de acceso a la estructura formal, sino que también tiene lugar en otros ámbitos especializados como son el blanqueo de capitales. En consecuencia de esta búsqueda diversificada del beneficio, las relaciones entre el mundo criminal y el ámbito legal de los negocios son mucho más fluidas de lo que sugiere el modelo burocrático. De este modo se superaba una laguna importante de las concepciones burocráticas que ignoraban las actividades del crimen organi-zado en actividades y negocios legales. Las asociaciones crimi-nales, frente a la idea de confederación única a nivel nacional o incluso internacional, son de pequeño tamaño, y construidas de manera informal, aunque puedan llegar a formar un conjunto específico más amplio visible para el mundo exterior. En pala-bras de Iaani,

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«No existe una organización formal o confede-ración de ítalo-americanos en el crimen orga-

nizado llamada Mafia, Cosa Nostra o cualquier otra cosa. Existen ítalo-americanos que están involucrados en el crimen organizado [...] Pero no están unidos por una organización nacional

con un consejo directivo.»

Esta misma idea se aplica a otras organizaciones crimina-les. Como Naylor refiere acerca de la especial caracterización de los traficantes de droga colombianos,

«La realidad es que ni siquiera 'el Cártel de Medellín' en su apogeo trato de controlar el precio de la cocaína restringiendo su oferta. Por el contrario, [...] 'el Cártel de Medellín' re-presentó un esfuerzo cooperativo de docenas

de productores independientes para utilizar la violencia en busca de objetivos específicos

frente a enemigos políticos, de reducir su utili-zación entre los miembros y de cooperar en el movimiento de producto individualmente pro-

ducidos hacia redes de distribución indivi-dualmente controladas en el extranjero.»

El miembro prototípico del crimen organizado, por lo tan-to, sería un empresario racional que actúa de manera indepen-diente, pero en el mundo de la ilegalidad sólo hasta el punto en el que las ganancias obtenidas sean superiores a las de sus homónimas legales. Maximiza sus beneficios no comportándose conforme a las normas emanadas de un mando centralizado si-no interactuando continuamente con otros actores dentro y fue-ra de la legalidad, creando y concluyendo multitud de asocia-

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ciones superpuestas sobre bases temporales más o menos pro-longadas y empresas ilegales informales. Albini, aunque no nie-ga la existencia de la mafia, sino que la ve más bien como una organización paraguas, dio una primera versión de esta pers-pectiva que se ha mantenido inalterable a lo largo del tiempo:

«Más que componerse de una organización es-tructurada formalmente con reglas y regula-ciones específicas, una organización criminal se describe de mejor manera [...] como un sis-tema de relaciones clientelares en las que los roles, las expectativas y los beneficios de los

participantes se basan en el acuerdo o la obli-gación y cuya función y tamaño se determina

[ad hoc] básicamente por la actividad en la que se involucran.»

Gambetta concluye este esfuerzo por insertar el crimen or-ganizado en una perspectiva de acción racional al ampliar su acción a los consumidores de bienes y servicios ilícitos. No sólo los miembros del crimen organizado actuarían movidos por el beneficio económico sino que pueden llegar a un nivel de efi-ciencia superior al del estado en el suministro de la protección necesaria para la realización de cualquier actividad económica. En este sentido, se considera que, por ejemplo, aquellos a los que extorsiona el grupo criminal están comprando a un precio inferior al del estado una mercancía específica e intangible pera imprescindible para las transacciones económicas: la confianza. En consecuencia, se desechan las explicaciones culturales co-mo origen del crimen organizado y algunas de las característi-

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cas más consideradas de la Mafia, como la omertá9

9 Omertà o ley del silencio es el código de honor siciliano que prohíbe informar sobre los deli-tos considerados asuntos que incumben a las personas implicadas. Esta práctica es muy difun-dida en casos de delitos graves o en los casos de mafia donde un testimonio o una de las perso-nas incriminadas prefieren permanecer en silencio por miedo de represalias o por proteger a otros culpables. En la cultura de la Mafia, romper el juramento de omertà es castigable con la muerte.

, quedarían recluidas a la categoría de mitos.

El término italiano omertà es de origen incierto. Se encuentran trazos de su uso ya a partir del año 1800. Algunas teorías sobre su origen la relacionan con la palabra lati-na humilitas (humildad), que será después adoptada a los dialectos de Italia meridional y modi-ficada en umirtà. De la forma dialectal se puede entonces llegar a la forma italiana actual. Tommaso Buscetta fue el primero en romper la omertà dentro de Italia, no obstante, fue Joe Valachi en Nueva York, y perteneciente a la familia Genovese, el que primero habla ante el sub-comité del senado sobre los secretos de Cosa Nostra en 1962. En octubre de 1983 Tommaso Buscetta es arrestado en Brasil y extraditado a Italia por petición del Juez Falcone. Falcone había comenzado un proceso legal intenso para acabar con la mafia, y Buscetta fue el primero que abrió el mundo del Hampa siciliano. Tras un intento fallido de suicidio, Tomasso Buscetta colaboró con el Juez Falcone y le explico la organización, el funcionamiento, las actuaciones y el "modus operandi" que la Mafia utilizaba. Fue la declaración de Buscetta la que concienció al mundo de la existencia de una organización criminal fuertemente jerarquizada y organizada llamada Cosa Nostra. El código

La omertà implica "la prohibición categórica de la cooperación con las autorida-des estatales o el empleo de sus servicios, incluso cuando uno ha sido víctima de un crimen". Una persona deber evitar interferir en el negocio de los demás y no debe informar a las autoridades de un delito bajo ninguna circunstancia (aunque, si está justificado, puede vengar-se personalmente de un ataque físico contra sí mismo, o su familia, mediante el uso de Vendetta). Incluso si alguien es condenado por un crimen que no ha cometido, se supone que debe cumplir la condena, sin dar a la policía cualquier información sobre el verdadero criminal, incluso si ese penal no tiene nada que ver con la propia mafia. Dentro de la cultura Mafia, rom-per omertà es castigable con la muerte.

El código fue adoptado por los sicilianos y varios italianos del Sur mucho antes de la aparición de Cosa Nostra y puede haber sido fuertemente influenciado por siglos de opresión estatal, la explotación del norte de Italia, y la colonización extranjera del sur de Italia. Se ha observado por lo menos tan lejos como en el siglo XVI como una manera de oponerse a la domi-nación española. También está profundamente arraigada en las zonas rurales Crete, Grecia. Origen

El origen de la palabra se remonta, según el Diccionario Oxford de Inglés a la pala-bra española hombredad (masculinidad), modificada después con la palabra siciliana para hom-bre, omu. De acuerdo con una teoría diferente, la palabra proviene de América humilitas (humildad), que se convirtió en umirtà y finalmente omertà en algunos del sur dialectos italianos.

Omertà es un código de silencio, de acuerdo con uno de los primeros investigadores de la mafia Antonio Cutrera, un ex oficial de la seguridad pública, que mantiene los labios de los hombres sellados, incluso en su propia defensa e incluso cuando el acusado es inocente de los delitos imputados. Cutrera citó a un nativo que según cuenta la leyenda popular lo que primero dijo a su agresor cuando fue herido: "... Si vivo, te voy a matar. Si me muero, yo te perdono."

El principio básico de la omertà es que no es "masculino" buscar la ayuda de las autori-dades legalmente constituidas con el fin de resolver los agravios personales. La sospecha de ser un "soplón", un cascittuni (un informante), constituye la más negra de la marca contra la humanidad, de acuerdo con Cutrera. Cada individuo agraviado tenía la obligación de velar por sus propios intereses ya sea por sí mismo vengador, o encontrar un patrón que se encargará de que el trabajo está hecho.

La Omertà es una forma extrema de lealtad y solidaridad frente a la autoridad. Uno de sus principios absolutos es que es profundamente humillante y vergonzoso incluso para traicio-nar a su enemigo mortal de cara a las autoridades. Los observadores debaten sobre si la omertà de la mafia debe ser entendida como una expresión de consenso social en torno a la mafia o si es una respuesta pragmática basada principalmente en el miedo. El punto que mejor lo define se encuentra en un refrán popular siciliano proverbio Cu è Surdu, orbu e taci, mpaci Campa cent'anni' ("El que es sordo, ciego y mudo a vivir cien años en paz ").

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Durante tiempo se han tratado de integrar ambas perspec-tivas en nuevos modelos. Sin embargo, parece como si ambas teorías definidas laxamente hubiesen tomado caminos distintos que tratan de corroborar sus modelos en otros países y activi-dades, mientras dejan de lado las limitaciones de cada uno. An-derson, que sigue a Schelling en su caracterización del crimen organizado como gobierno clandestino, concede que los grupos criminales tienen una estructura jerárquica, pero no es estricta. Tan sólo los altos mandos de la organización son miembros de esta estructura mientras a su alrededor se mueven una multi-tud de actores que son instrumentales a la adquisición de bene-ficios y que mantienen con éstos una relación clientelar. El su-puesto gobierno del crimen organizado afectaría exclusivamente a estos miembros en sentido estricto, que son quienes pagan impuestos y quienes, a cambio, reciben consejo empresarial y protección del resto de sus miembros. Arlacchi también se con-centra en los aspectos económicos de la Mafia, pero lo hace desde una perspectiva de la acción racional pero de un modo tal que termina insertando esta teoría en el modelo burocrático. Considera que al miembro del crimen organizado como un re-presentante exacerbado de la ética protestante movidos por la racionalidad y el cálculo económico. Los grupos criminales, en consecuencia, serían el arquetipo de empresario capitalista con todas características burocráticas, con jerarquizas bien estable-cidas, y sus empresas se constituirían en la prolongación de las tendencias más nocivas del capitalismo que, eliminando cual-quier tipo de restricción legal o moral, maximiza el beneficio mediante la violencia indiscriminada. Pero, como señala, Kopp, "para Arlacchi, la mafia concentra todas las característi-cas de la empresa capitalista tal y como puede imaginarse en una pesadilla".

El mafioso ítalo-americano Joe Valachi rompió la famosa omertà cuando en 1963 se

pronunció públicamente sobre la existencia de la mafia y testificó ante el Congreso de los Esta-dos Unidos. En Sicilia, el fenómeno de la pentito (italiano, quien se ha arrepentido) se rompió la omertà.

Dentro de la mafia el 'pentiti' más famoso fue Tommaso Buscetta el primer testigo im-portante que ayudó al juez Giovanni Falcone a entender el funcionamiento interno de la Cosa Nostra y se describió la Comisión de la mafia siciliana o cúpula, la dirección de la mafia sicilia-na. (Un predecesor, Leonardo Vitale, quien se entregó a la policía en 1973, fue juzgado como enfermo mental, así que su testimonio sólo llevó a la convicción de sí mismo y su tío.

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Ampliando un tanto los términos y agrupando a quienes se encuentran en posturas intermedias puede dividirse en el continuo que separa a ambas posturas en cuatro modelos en comparación con tipos de asociación que existen en el ámbito legal. El primer extremo lo constituiría el «Modelo Iglesia» en el que un grupo de crimen organizado dominaría un determinado mercado o un territorio, igualando de ese modo el tamaño de la empresa, ilegal, y el de la industria, también ilegal. Este tipo es-taría caracterizado por una disciplinada estructura central de mando en el que las instrucciones fluyen de arriba hacia abajo hacia las células más pequeñas y, en sentido contrario, circulan los ingresos antes de que la dirección única, ya sea unipersonal o colegiada, redistribuya una parte en forma de salarios. Se maximizan los flujos de información en la pirámide de la estruc-tura de mando y la iniciativa personal estaría reducida al míni-mo. Un prototipo más laxo lo constituiría el «Modelo Trust», que se asemejaría a las grandes asociaciones empresariales que existieron en los Estados Unidos en el siglo XIX y a principios del XX. En este arquetipo existe una única estructura operativa pero funciona con una distribución de la propiedad descentrali-zada. Los grupos concretos subordinarían sus operaciones a la estrategia global menos estricta que marcan los gerentes del trust. Éstos distribuyen las cuotas de negocio, ya sean territo-riales o sectoriales, conforme al poder económico o carismático de cada uno de los representantes mientras se deja a los subor-dinados las decisiones con respecto al cómo ejecutar dicha es-trategia sobre un campo de juego concreto con su propio entor-no exterior. Los beneficios, pero únicamente éstos o una parte de éstos, fluyen hacia la cúpula, se invierten en asuntos comu-nes y se redistribuyen entre los componentes por decisión de la junta de dirección.

En la otra parte del continuo que divide el grado de flexibi-lidad del crimen organizado se encontraría, en primer lugar, el «Modelo de Asociación de Comercio». Bajo este modo de actua-ción, los dirigentes de cada uno de los grupos, que actúan de manera independiente, se encuentran periódicamente para co-operar acerca de factores estratégicos como proyectos conjuntos

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de inversión que requieren un capital que supera los niveles económicos de cada uno de los grupos conjuntamente. Esta co-ordinación tiene lugar especialmente con el objetivo de evitar la presencia de agentes disruptivos para el buen funcionamiento conjunto del mercado como las actuaciones del estado. Pero, en todo caso, cada grupo determina autónomamente su modo de actuación, aunque teniendo en cuenta los posibles daños cola-terales que para otros miembros del mercado pueden tener sus actividades. Por último, se encontraría el «Modelo Fraternidad» de crimen organizado, que se diferenciaría del anterior, sobre todo, en el modo en que se establece la cooperación con otros agentes del mercado común. Bajo este arquetipo no existirían ni reuniones periódicas formalmente establecidas ni, por supues-to, un cuerpo dirigente común. Lo que habría sería unas pautas de comportamiento similares que conforman una socialización común en la cual los contactos personales por asuntos no pro-pios del negocio son frecuentes y que ayudan a la creación de vínculos ocasiones para trabajos concretos, asociaciones ad hoc muy variables entre los grupos que finalizan en el momento en que se concluye dicha actividad para la que se formaron.

No son frecuentes las tipologías del crimen organizado, en buena medida por el escaso número de grupos que alcanzan tal grado y por las dificultades para superar el entorno limitado en el que nace cada investigación y su subsecuente teoría. Lupsha trata de construir una categorización que no sólo sirva para comparaciones internacionales sino que también permita anali-zar la evolución de los grupos criminales. Divide la vida de los grupos criminales en tres etapas a través de las que van des-arrollándose hasta alcanzar su mayor grado de sofisticación, una de las cuales no podría considerarse como crimen organi-zado en sentido estricto. En una primera etapa, el grupo crimi-nal estaría constituido básicamente por una pandilla callejera o un grupo reducido enraizado en una zona, barrio o territorio en concreto. La violencia que utilizan es por lo general defensiva para mantener el dominio sobre el territorio, para eliminar enemigos y para crear un monopolio sobre el uso ilícito de la fuerza. Los actos criminales suelen estar dirigidos por la recom-

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pensa inmediata que se obtiene y la satisfacción más que por objetivos bien planificados. En esta etapa el crimen organizado es instrumental, aunque ciertamente incómodo, para las elites políticas y económicas que utilizan sus conocimientos para su propio beneficio. Estos grupos pasan de la etapa predatoria a otra parasitaria cuando desarrollan una interacción corruptora con los sectores legítimos de poder. El crimen organizado en-tonces amasa recursos en forma de capital, información y cono-cimiento empresarial y extiende sus redes a los sectores legíti-mos de la economía. La corrupción política, que acompaña la provisión de bienes y servicios ilícitos, suministra estos nexos de unión y el crimen organizado pasa a ser un socio, más que un sirviente, del estado. La tercera fase de la evolución delictiva es la etapa simbiótica en la que los sectores políticos y econó-micos legítimos se hacen dependientes para su propio mante-nimiento de los monopolios y las redes del crimen organizado. Sin embargo, existen algunos problemas de operatividad con este enfoque, sobre todo en lo referente a la superación de algún paso por parte de algunas organizaciones en su escalada criminal.

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Evolución reciente del crimen organizado: su transnacionalización

Aparte de dinámicas propias de las agencias de seguridad, que han influido decisivamente en la amplificación del problema del crimen organizado a escala mundial, es evidente que la evo-lución reciente del crimen organizado ha significado un cambio en sus estructuras orgánicas y una multiplicación efectiva de su poder para retar a las autoridades estatales. Varios son los factores que han influido en esta dinámica hasta alcanzar una fase novedosa del mismo fenómeno que, por su carácter predo-minantemente internacional, que se ha denominado de crimen organizado transnacional. Este modelo de crimen organizado presenta tres diferencias fundamentales con fases anteriores del fenómeno: una operatividad a escala mundial, unas conexiones transnacionales extensivas y, sobre todo, la capacidad de retar a la autoridad nacional e internacional.

Procesos paralelos a los que ha hecho posible la creciente mundialización económica han permitido el salto de unas orga-nizaciones criminales confinadas a ámbitos restringidos hacia una actuación a escala mundial. La rapidez y posibilidades del transporte internacional, junto con un compromiso político por el libre comercio en todo el globo, han hecho aumentar los flu-jos de bienes lícitos así como de los ilícitos. Esta situación se agrava en la concepción de que en el negocio criminal más lu-crativo, el tráfico de drogas, los países productores se en-cuentran muy alejados de los lugares de consumo, aunque la distancia tiende a reducirse e incluso desaparecer con el incre-mento de la utilización de drogas sintéticas. De una forma sim-biótica, las organizaciones delictivas han combinado la explota-ción de las oportunidades y las rutas de negocio que ha abierto el mercado internacional con los pasos históricos del contra-bando que se mostraron muy resistentes a la irrupción del es-tado, generando así una muy lucrativa mezcla de viejas y las nuevas actividades ilícitas en las que la especialización y la am-pliación de mercados parecen no ser tendencias contradictorias. No es casual, en este sentido, que las actividades, e incluso los

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abusos, realizados por las grandes multinacionales, que no cuentan con un control internacional por la falta de consenso al respecto y una búsqueda de competitividad cada vez más inten-sa, suponen un precedente habitual para la introducción del crimen organizado. Importantes investigaciones en los Estados Unidos y Europa demuestran que no sólo se produce un aco-plamiento con las actividades de las empresas legales, sino que importantes segmentos de la economía legítima han sido pene-trados por el crimen organizado.

Este crecimiento del comercio mundial se ha visto acom-pañado de una revolución en las redes financieras. El notable progreso tecnológico de las comunicaciones y los deseos de las instituciones bancarias por desarrollar nuevas opciones que evitasen la imposición estatal y satisfacer las crecientes deman-das de las empresas transnacionales, con un gran volumen de dinero circulante presente en el sistema y facilidades para tras-ladarlo económicamente a gran velocidad, han favorecido in-mensamente el blanqueo de dinero por parte de las grandes organizaciones criminales, un paso fundamental en cualquier negocio ilegal: controlar su dinero, obscurecer su origen ilegítimo y su propiedad y legitimar los frutos de sus des-velos. La carencia general de supervisión de estas actividades, pese a los esfuerzos últimos por introducir ciertos grados de control, y la complejidad de las operaciones hace extremada-mente complicado hacer cumplir las regulaciones. Cualquier empeño de un país por revitalizar el control del flujo de capita-les no tiene los efectos deseados sino que, por el contrario, con-duce a una relocalización rápida de los capitales, la pérdida de beneficios del poderoso sector bancario y una mayor compleji-dad de los instrumentos financieros. Y para muchos países el ser receptor de tales capitales supone una parte substancial de su economía, por lo que un cambio radical supondría enormes perjuicios para su economía. Muchos son los países en los que se producen estas actividades a gran escala, que son escogidos en función de factores tales como el secreto bancario, la corrup-ción, la formación de los fuerzas de seguridad, las operaciones

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bancarias con paraísos fiscales, el poder del sistema bancario y los controles sobre el cambio de moneda.

Los adelantos de los sistemas de comunicación y transfe-rencia de información han tenido, además, otros efectos en la actuación del crimen organizado. Por un lado, ha permitido flexibilizar las estructuras de las organizaciones permitiendo una actuación en redes que tiende a maximizar los beneficios y evitar la eventual actuación de las agencias de seguridad. Por otro, evita la acumulación de papeleo eliminando así muchas de las pruebas incriminatorias que podrían allanar las actuaciones policiales de represión. Pero, sobre todo, se ha producido una transformación en la naturaleza de las amenazas a la seguri-dad, que si antes estaban asociadas a grandes acumulaciones de poder, recursos y territorio, en la actualidad pasan por el control y generación de información. En este sentido se abren nuevos resquicios para la vulnerabilidad de la seguridad de los diversos estados nacionales por los que las organizaciones cri-minales, con un enorme potencial económico, tienen la posibili-dad de acceder a informaciones que se utilizan para mejorar y expandir sus negocios.

Esta mundialización de la información en términos de flu-jos a través de los medios de comunicación de masas que per-miten la presentación inmediata del bienestar de los países desarrollados en todo el planeta, la aparición paralela de múlti-ples conflictos regionales y los avances en el transporte han fo-mentado un incremento importante de la inmigración y la crea-ción paulatina de redes étnicas que se reparten por el mundo. Y aunque la mayoría de los inmigrantes son respetuosos con la ley de los países de acogida, las diásporas étnicas han sido aprovechadas por las diversas organizaciones criminales para desarrollar redes transnacionales propias con las que se man-tienen en permanente contacto a través de un sistema avanzado de comunicaciones. Aunque los grupos principales de delin-cuentes aún tienen una identidad nacional fuerte y un centro-refugio desde el que coordinan sus actividades, las precarias condiciones de vida en las que viven muchos de los inmigrantes facilitan su expansión en nuevos mercados. Los vínculos étni-

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cos, con sus sistemas de lealtad, solidaridad y sanciones a me-nudo superpuestos sobre las legislaciones de los países en los que viven allanan, por diversas razones, su implantación. Además, las intervenciones policiales se ven dificultadas entre estos grupos por problemas de idioma y de cultura, que se ven fortalecidos por lazos de parentesco que fomentan la solidaridad grupal y un recelo hacia la autoridad nacional, que se retroali-menta por actuaciones inadecuadas de ciertas administraciones públicas que no discriminan entre miembros del crimen organi-zado y un entorno social más amplio, que por lo general ser el que más sufre sus consecuencias.

En este sentido, la existencia de unas fronteras cada vez más porosas ha cambiado el enfoque de la actuación policial desde un control fronterizo a un control de poblaciones y se ha posibilitado la criminalización de determinados grupos étnicos, en lo cual ha tratamiento desconsiderado y alarmista por parte de algunos medios de comunicación de masas ha sido determi-nante. Paralelo a este proceso, se produce la aparición de gran-des urbes multiculturales, herederas en cierto punto de las clásicas ciudades portuarias centrales a las primeras redes mundiales de crimen organizado, que funcionan como núcleos del sistema económico mundial. Estas ciudades globales pro-porcionan una combinación de elementos, incluyendo una ma-nifestación del poder y unos sistemas financieros y bancarios muy desarrollados, unas desigualdades económicas significati-vas, unas poblaciones cosmopolitas que garantizan el anonima-to, el relajamiento del control social y la diversidad étnica, que facilita la introducción de grupos delictivos.

En otro orden, el crimen organizado no es tampoco ajeno a la rapidez en la difusión de los avances tecnológicos en otros ámbitos. De hecho, por su enorme potencial económico, tienen un acceso aún más veloz y eficaz que la media incluso de aque-llos actores más avezados en los recursos tecnológicos. Es noto-ria su habilidad para adquirir y poner en marcha cualquier tipo de nueva tecnología, a la que además someten a una experi-mentación continuada. Los laboratorios del crimen organizado obtienen cada vez productos de mayor calidad e incluso nuevos

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productos, su tamaño es menor y se les dota de una inmensa movilidad. Estos avances son especialmente relevantes para el mundo de las drogas, como demuestra la difusión de nuevas drogas o diferentes sustancias psicotrópicas, en el ámbito armamentístico y en el de la falsificación de todo tipo de bienes. Y más relevante aún, el acceso a nuevas tecnologías de control y comunicación es mucho más rápido que el de las fuerzas de seguridad encargadas de perseguirlas, lo que reduce su vulne-rabilidad a la represión. La multiplicación de los contactos so-ciales que han propiciado los avances en el mundo del trans-porte y de las telecomunicaciones, a través de las cuales se transmite inmediatamente cualquier tipo de novedades, ha su-puesto un campo abonado para la experimentación con nuevas drogas y, en muchos casos, para un abuso incontrolado. El ex-cedente de riqueza, con un entorno de consumo masivo, en los países industrializados ha creado nuevas oportunidades de re-creo y esparcimiento que han llevado paralelo un aumento de los bienes y los servicios ilícitos. El hecho de que una parte de estos bienes y servicios requeridos estén prohibidos legalmente, por razones diversas que van desde intereses de grupo a moti-vos culturales, ha ayudado al crecimiento de algunas ramas del crimen organizado especializadas o a la expansión de antiguos grupos hacia nuevos y lucrativos negocios.

Por último, el mundo del crimen organizado no está al margen de los grandes conflictos políticos internacionales que se han multiplicado en los últimos años. De hecho, las estrate-gias mundiales de las grandes organizaciones criminales han estado influenciadas profundamente por acontecimientos geo-políticos. El crimen organizado prospera en plena turbulencia política y económica. Las oportunidades de comunicación les permiten trasladar a zonas en conflicto o inestables, donde ob-viamente disminuyen los controles, gran cantidad de capitales que cubren la huida de los fondos legales en momentos de pe-rentoriedad de efectivo y en los que el rendimiento de la inver-sión suele ser alto por las propias características del riesgo asumido. La desaparición de la Guerra Fría ha supuesto un re-lajamiento de la tensión mundial y, por tanto, de cualquier tipo

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de control indirecto, o incluso directo con sus grados de res-ponsabilidad ante auditorios más amplios y menos polarizados, sobre las zonas en conflicto. Algunos acontecimientos de los últimos años han sido particularmente relevantes para estos grupos. Los más importantes de entre éstos han sido el conflicto yugoslavo, la unificación alemana, la reforma económica en la República Popular de China, la emergencia de nuevos bloques comerciales y de los nuevos países industrializados.

La desaparición de la Unión Soviética ha sido un suceso crucial para la expansión del crimen organizado. Los grupos transnacionales de delincuentes mostraron gran agilidad para entrar en contacto con los países del Este una vez que se de-rrumbaron los regímenes comunistas, lo cual ha tenido extra-ordinarias y muy perniciosas consecuencias, con la ayuda del descontrol interno, para la evolución futura de estos estados. El triunfo del capitalismo y un peculiar sentido de democracia han facilitado una implantación problemática de la libre empresa sin los mecanismos paralelos de control. Esta transformación ha provocado desorden interno, el ocaso de las estructuras exis-tentes de autoridad y legitimidad, las reticencias de la población a cualquier tipo de nuevo control estatal, el resurgimiento de conflictos étnicos y el desmoronamiento del aparato judicial, po-licial y de inteligencia y su subordinación o cooperación con el crimen organizado. El vacío de poder político e ideológico y una historia previa de crimen organizado que ha proporcionado el capital humano y las redes sociales necesarias, junto con una creciente pauperización del bienestar de la población, ha for-mado un excelente caldo de cultivo para la recreación, la im-plantación y la expansión de grandes grupos de crimen organi-zado. En la actualidad, el solapamiento de las actividades ilega-les y legales en la mayor parte de estas recién estrenadas eco-nomías de mercado es intrínseco a la nueva situación. De entre ellas, la mayor amenaza a la seguridad mundial procede del tráfico de sustancias radioactivas que puedan caer en manos de grupos terroristas o estados políticamente incontrolables, aun-que las evidencias de este tráfico sean aún muy débiles y en al-gunos casos manipuladas por los servicios de inteligencia.

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No obstante, algunos eventos geopolíticos que se suponía provocarían substanciales efectos en la expansión del crimen organizado, como por ejemplo las desaparición de las barreras fronterizas dentro de los países que firmaron el acuerdo de Schengen parecen haber tenido un efecto muy relativo y dudo-so. De hecho, los controles en frontera eran ya muy laxos en etapas anteriores y las organizaciones de contrabandistas ten-ían una larga historia de rutas alternativas que habían sido per-fectamente aprovechadas por los grandes grupos de crimen or-ganizado. En conjunto, la suma de estos factores propios de la última década ha ayudado de manera indirecta a la extensión del crimen organizado transnacional en los albores del siglo XXI convirtiéndola así en un fenómeno de más largo alcance del que había constituido en etapas anteriores. En la actualidad, "la delincuencia organizada plantea una amenaza directa pa-ra la seguridad y la estabilidad nacionales e internaciona-les, constituye un ataque frontal contra las autoridades políticas y legislativas que plantea a los estados proble-mas fundamentales, trastorna y compromete a las institu-ciones sociales y económicas y causa una pérdida de fe, en los procesos democráticos, socava el desarrollo y desvirtúa los beneficios que éste ha alcanzado con grandes esfuer-zos, victimiza a poblaciones enteras sirviéndose para ello de la vulnerabilidad humana, y se apropia de segmentos enteros de la sociedad, especialmente las mujeres y los ni-ños, a los que tiende trampas e incluso esclaviza en el marco de sus diversas empresas ilícitas y estrechamente relacionadas, particularmente la prostitución". Un proble-ma que por tradición había sido interno, local o nacional, de or-den público se ha convertido en una preocupación que podría poner en peligro la viabilidad de las sociedades, la independen-cia de los gobiernos, la integridad de las instituciones financie-ras, el funcionamiento de la democracia y los equilibrios de las relaciones internacionales, con profundas consecuencias para los distintos países y para la comunidad internacional de esta-dos.

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Factores facilitantes a la penetración del crimen organizado

No ha sido el elemento politológico el más frecuente para explicar los factores determinantes para explicar el surgimiento, la penetración y la supervivencia del crimen organizado en de-terminados entornos. Los sociólogos y criminólogos tendieron a concentrarse en la cultura de la desviación que suponía la con-vivencia con el delito continuado mientras que los economistas se han concentrado en la idea de los mercados y, sobre todo, del monopolio al que aspiran los grupos de crimen organizado. Por lo general, además, se toma el crimen organizado desde el pun-to de vista estático y, cuando se adopta una postura más diná-mica, se hace con referencias a la posible influencia de los dis-tintos modos de la actuación policial del estado, valorados ex post en cuanto a su eficacia. Otro tipo de factores externos que tienen su peso en la evolución del crimen organizado, sobre to-do en sus orígenes, han sido más valorados desde los estudios del ámbito de la economía, en gran medida porque su teoriza-ción tenía como base el hecho de que la actuación del crimen organizado era una respuesta a una demanda de bienes y servi-cios ilícitos que no era inducida desde el ámbito de la legalidad. Lupsha toma en cuenta estos mercados cuando se refiere a las ventanas de oportunidad que permiten saltos cualitativos en cuanto a la tipología del crimen organizado, pero ignora de ma-nera específica las causas políticas o sociales que pueden dar lugar estos mercados. Sin embargo, la aparición de estos mer-cados que dan lugar a nuevas fases del fenómeno están ligadas a otros ámbitos de la vida social. En el caso de los grupos de traficantes de drogas colombianos, su ventana de oportunidad está ligada a las pautas sociales de consumo de sustancias ile-gales en los Estados Unidos a principios de los años ochenta, que lleva a una gran demanda de los derivados de la coca, ya sea en forma de un alcaloide como la cocaína para las clases medias y altas o en el modelo de mezclas sintéticas como el crack en los suburbios de las grandes ciudades y, en especial, entre las minorías étnicas. Más ligado al ámbito politológico es-

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taría el salto cualitativo que la mafia ítalo-americana dio como consecuencia de la prohibición legal del alcohol en los Estados Unidos. En este sentido, las decisiones de los poderes públicos respecto a bienes o servicios pueden tener una influencia meri-diana sobre la creación de mercados ilegales que actúen como ventanas de oportunidad para que el crimen organizado aumen-te su esfera de influencia. Sin embargo, la existencia de estos mercados no explica fases anteriores del fenómeno que irían desde su creación hasta la consolidación definitiva con grados diversos de protección.

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Efectos del crimen organizado sobre la autoridad estatal

Desgraciadamente estos estudios que involucraron algún tipo de obtención primaria de datos respecto al crimen organi-zado tenderían a concentrarse sobre los aspectos de funciona-miento y organización desde el punto de vista sociológico y pa-saron de puntillas con respecto a las relaciones entre crimen organizado y el sistema político. El estudio de Wivanto... Sin embargo, cualquier tipo de razonamiento acerca de las relacio-nes entre el crimen organizado y el sistema político en general resulta muy complicado para testar a través de estos medios, con lo que el recurso a fuentes secundarias se hace ineludible. Es relativamente sencillo alcanzar los niveles bajos o interme-dios del crimen organizado y su relación con la política local, pero la dificultad para acceder a otro tipo de relaciones en nive-les superiores son insalvables. Por lo tanto, sin llegar a superar este escollo metodológico, el presente estudio trata de superar estas complicaciones mediante la contrastación de los datos en varias fuentes.

El crimen organizado no es un grupo monolítico a nivel in-ternacional sino que, más bien, presenta un panorama diverso, complejo y multidimensional en el que la colaboración entre los diferentes grupos criminales es más frecuente que la confronta-ción. Se manifiesta de forma diferente en países concretos, co-mo asimismo varía la percepción que de ella se tiene a lo largo del tiempo y del espacio. No existe uniformidad ni en su actua-ción de ni en el grado de su impacto sobre los individuos o so-bre las entidades estatales o no estatales de todo el mundo.

El primer impacto del crimen organizado se encuentra en relación con el concepto de la soberanía del estado, un concepto bastante antiguo que continúa dominando la esfera de las rela-ciones entre entidades estatales. Éstos están separados por fronteras, que no sólo dividen el territorio sino también marcan diferentes sistemas legales, niveles diversos de desarrollo económico y distintas culturas políticas. En su contra se sitúan

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las organizaciones criminales que, por su propia naturaleza ile-gal y transnacionalizada, no tienen en cuenta las soberanías estatales ni muestran respeto por las fronteras nacionales en términos de sus negocios ilícitos. Sus planes de expansión no se incardinan sobre la idea de jurisdicciones nacionales sino con la mente puesta en flujos de bienes y de personas capaces de incrementar los beneficios económicos o, en su defecto, los ni-veles de protección. Si piensan en fronteras estatales es siempre en términos de sistemas penales concretos con diferentes nive-les de riesgo y mercados específicos con oportunidades para ga-nancias ilegales, en la difuminación de los rastros de activida-des ilícitas mediante divisiones internacionales del trabajo.

Pese a que los procesos de mundialización económica, la creación de emergentes estructuras políticas supraestatales ca-da vez más poderosas y los presentes movimientos políticos pa-ra favorecer el libre tránsito de mercancías, capitales y personas han erosionado intencionadamente este aspecto esencial de la soberanía estatal, el control que ejerce el estado sobre los flujos de bienes y servicios que circulan a través de sus fronteras con-tinúa, en términos generales, manteniendo un nivel suficiente de seguridad para la población en general. Sin embargo, la creación por parte de el crimen organizado de rutas paralelas e indiscriminadas para la violación de fronteras asegura un des-control presente, que se puede acrecentar en el futuro, en la circulación de bienes y servicios hacia el interior de los estados, lo cual pone en peligro desde la salud de poblaciones enteras hasta la estabilidad del sistema democrático. Estos itinerarios ilegales previamente establecidos y muy bien protegidos frente a la irrupción estatal, además del peligro que entrañan para la salud pública de la población, se pueden aprovechar para la in-troducción de armas sofisticadas e incluso nucleares para gru-pos subversivos y de crimen organizado o alimentos sin los pre-ceptivos controles de calidad, entre otros productos potencial y sumamente peligrosos. Puesto que se considera que la capaci-dad de decisión sobre qué individuos o mercancías traspasan las fronteras nacionales por parte de los gobiernos es consus-tancial y condición necesaria para garantizar la soberanía y la

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gobernabilidad, la actuación constante y de gran alcance del crimen organizado traspasando las fronteras nacionales impu-nemente supone un importante desafío a la capacidad de los estados de cumplir con las bases de su soberanía. En definitiva, el crimen organizado consigue evadir el principio de control te-rritorial consustancial del estado, laminando considerablemente la idea de soberanía de un estado y su práctica política.

Otro ámbito sobre el cual puede incidir perniciosamente el crimen organizado corresponde a la cultura política de un de-terminado país, es decir, el conjunto de valores y actitudes que informan la acción política de los ciudadanos. El crimen organi-zado, en este sentido, puede afectar de manera esencial el en-torno social y físico de las democracias, distorsionando ante los ciudadanos las líneas que separan lo legal de lo ilegal, generan-do lealtades alternativas a las del estado y provocando cambios en la opinión pública que afectan negativamente al funciona-miento del sistema.

En su génesis las organizaciones delictivas no tienen otro objetivo que el de sobrevivir a una posible intromisión del esta-do y sus fuerzas de seguridad en sus actividades. Su éxito en los negocios ilegales, su rápido crecimiento empresarial y la ri-queza que acumulan se traducen en nuevas demandas políti-cas, sociales y económicas, que se articulan en torno a la aspi-ración de los dirigentes criminales por convertirse en parte de la élite social de la que se creen intencionadamente excluidos. Tra-tan de legitimar su riqueza a los ojos del conjunto de la ciuda-danía en general y de las clases dominantes en particular más allá de los orígenes propios de su fortuna, para lo cual se pro-curan vidas ostensiblemente derrochadoras y tratan de interre-lacionarse con las élites en la política, los medios de comunica-ción, el mundo del entretenimiento, la administración de justi-cia y el ámbito de las finanzas. Su poder económico es de gran ayuda en esta tarea de generar legitimidad social. Entre sus su-bordinados, entre los que abundan trabajadores cualificados y no cualificados, miembros de las fuerzas de seguridad pública, políticos, elementos de las profesiones liberales y, con frecuen-cia, un cuerpo de seguridad privada de importante magnitud, la

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vinculación salarial facilita la creación de un vínculo de admira-ción, permitiendo la creación o la ocupación y usufructo de considerables espacios sociales, rurales y urbanos, que a un tiempo incrementan las posibilidades de impunidad.

Fuera de los individuos y grupos económica y permanen-temente dependientes del núcleo duro de las organizaciones criminales, a los que ofrece por lo general rutas más veloces, aunque peligrosas, de movilidad social ascendente que los cau-ces formales, los dirigentes de estas organizaciones utilizan sus recursos económicos en tareas de inversión social tales como la construcción de viviendas para los estratos más humildes de la sociedad, las aportaciones a eventos públicos que les reportan reputación, las presentaciones públicas deslumbrantes rodea-das de oropel y la oferta de bienes públicos a comunidades en las que las actuaciones del estado son deficitarias o nulas. Es-tas acciones suponen para los dirigentes de los grupos delicti-vos un modo relativamente sencillo para blanquear sus ganan-cias y, sobre todo, una substitución práctica de las tareas del estado que genera, en consecuencia, una transferencia de leal-tades hacia los dirigentes criminales, una legitimación de la ad-quisición ilícita de riqueza y la convalidación de nuevos campos de impunidad y protección.

Esta generación de lealtades alternativas se muestra más descarnada y extensamente, por una parte, en los antiguos paí-ses del comunismo real, donde las nuevas estructuras sociales y económicas más laxas no han sido capaces hasta el momento de generar anclajes alternativos entre sociedad y estado, la in-capacidad para solucionar necesidades básicas de la población es patente y el sistema de justicia se encuentra débilmente aco-plado a los nuevos parámetros de economías de mercado. Por otra parte, esta transferencia de legitimidad puede verse facili-tada en el seno de las comunidades de inmigrantes, cuya leal-tad al estado receptor está a menudo mediatizada por carencias económicas y por vínculos sociales y afectivos fuertes con sus lugares de procedencia. Por su crecimiento en un mundo cada vez más interdependiente y por su opacidad y clausura cons-truidas en torno a las barreras lingüísticas o culturales, estas

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comunidades étnicas son ideales para el reclutamiento de miembros y lealtades para el crimen organizado en sus merca-dos más relevantes. Además, su enclaustramiento inducido ge-nera en ocasiones respuestas estatales inapropiadas a menudo ligadas al desconocimiento o el racismo que retroalimentan el sentido de desprotección hacia el estado. En este caldo de culti-vo, los grandes grupos delictivos consiguen explotar, con el mínimo coste en forma de recursos sociales, los sentimientos de desapego del estado en su propio beneficio y construyen así nuevos vínculos de lealtad, que por ser étnicos se presentan como más fuertes y duraderos.

Pero no sólo entre grupos más o menos extensos pero bien definidos se presenta esta transferencia de legitimación. El cri-men organizado es susceptible de producir de un cuestiona-miento de la legalidad vigente de mayor alcance al confrontar a la población con la percepción del código normativo como algo ineficaz e inválido para regir la conducta social. Mientras el dis-curso oficial se refiere a reglas morales y jurídicas formalmente aceptadas, que exaltan el trabajo, el sacrificio y la democracia, la práctica real se identifica con el repudio generalizado de estos valores mediante comportamientos tendentes a maximizar los beneficios con independencia de sus fuentes y consecuencias sociales. En consecuencia, las normas son percibidas como in-válidas e ineficaces para el normal desenvolvimiento social, lo legal se convierte en lo ilegítimo y lo ilegal en lo razonable y ne-cesario. El crimen organizado se ve reforzado, por tanto, no sólo por las estructuras socioeconómicas sino también por una men-talidad colectiva y una cultura predominante desviadas.

Adquirida cierta legitimación social propia, los dirigentes de las organizaciones criminales se hacen más invulnerables a la fuerza del estado. Pese a que en la mayoría de las ocasiones reproducen pautas de las ideologías sociales dominantes, consi-guen una lealtad que es percibida por los ciudadanos como al-ternativa y en confrontación sistemática con el estado, lo cual genera un ejército de reserva para estos grupos o al menos la inacción y la simpatía de muchos de los miembros de la socie-dad descontentos con el funcionamiento general del estado. En

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ciertos casos la admiración que se genera hacia los dirigentes de las organizaciones criminales puede llegar a la fascinación porque, tras una exteriorización pública adecuada y la red de legitimidades construidas, representan buena parte de los valo-res socialmente preponderantes y de los anhelos reiterados de segmentos excluidos y de las clases medios.

Más allá de esta relocalización de legitimidades que propi-cia el crimen organizado, ésta también puede afectar de diver-sos modos la construcción de identidades colectivas de carácter nacional, que constituyen una base esencial para la división te-rritorial entre estados y en el interior de los mismos. Por una parte, puede producir fracturas territoriales de diversa natura-leza dentro de un mismo país, fomentando conductas y pensa-mientos que enfrenten a grupos diversos de la sociedad. Si en un determinado territorio o grupo social se registra una presen-cia del crimen organizado notablemente mayor que en el con-junto del país, la situación puede volverse perversa al engendrar sentimientos de rechazo en ciertos segmentos de territorios me-nos afectados. Por otra, el aprovechamiento de algunos grupos de crimen organizado de las diásporas migratorias que se han producido en las últimas décadas por las facilidades de trans-porte, por las diferencias económicas y por el acceso a informa-ción constante sobre las mismas puede generar problemas de xenofobia que concluyan en una violencia de extrema derecha y confrontación social. Tomando la parte, ya sea ésta más o me-nos amplia, por el todo y generalizando las acusaciones contra comunidades pequeñas culturalmente diferenciadas se generar-ía un fracturación en la cohesión de la sociedad necesaria para la democracia. De modo inverso, el crimen organizado puede también manipular los afectos de poblaciones enteras, en mu-chos casos caracterizadas por el retraso económico relativo y las desigualdades, frente al gobierno central o a las instituciones supranacionales. Confundiendo acusaciones y actuaciones con-tra a el crimen organizado con un ataque a tradiciones cultura-les y sociales que incluso podrían fomentarla, muchas personas pertenecientes a grupos culturales homogéneos, o incluso a países enteros, pueden sentirse tentados de recurrir a senti-

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mientos nacionalistas agresivos con los que responder a lo que se consideran arremetidas entremetidas al conjunto de la po-blación. En este punto es particularmente necesario que las políticas públicas frente a la delincuencia sean especialmente cuidadosas con las particularidades específicas de las poblacio-nes en las que convive el crimen organizado, no permitiendo la presentación pública de la delincuencia ponga énfasis excesivos en la población extranjera ni criminalizando de hecho a grupos étnicos o nacionales concretos.

El crimen organizado puede afectar asimismo de manera decisiva a las instituciones políticas. Dentro de este punto los grupos criminales buscan influir sensiblemente sobre la capa-cidad de decisión de los tres poderes que tradicionalmente con-forman la autoridad estatal: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Esta pretensión es consecuencia natural de la dinámi-ca propia de las organizaciones ilegales de gran escala, que en ciertos casos se asemeja a la actuación de otros grupos amplios de la legalidad y tiene dos vertientes. Por una parte, creando sus propios sistemas para la impartición de justicia y, por otro, poniendo los aparatos del estado a su favor. Todo con el mismo objetivo de hacer menos costosa la viabilidad a largo plazo del grupo criminal e incrementar sus beneficios. Para estas organi-zaciones una fuente fundamental de problemas lo constituye la competencia de mercado, que es necesario mantenerla en nive-les al menos controlables. El monopolio, como sucede en el caso de la economía legal pero en mayor escala, es el entorno más sobresaliente para maximizar los beneficios y disminuir los riesgos. Como demuestra la experiencia histórica, no hay nada más nocivo para la salud económica de estos grupos criminales, para su permanencia y su crecimiento, que una libre competen-cia que haga conflictiva la convivencia de intereses ilegales terri-toriales o sectoriales. Además del monopolio de la ilegalidad, es-tas organizaciones requieren de una autoridad que haga cum-plir los acuerdos que requieren las actividades ilícitas, desde los procesos de inversión hasta la extorsión y el secuestro, sin re-currir, por su propia naturaleza ilegal, al estado, su legalidad y su legitimidad para la resolución de conflictos.

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Por ambas razones, el control monopolístico u oligopolísti-co del negocio criminal y la necesidad de una autoridad que re-suelva los conflictos, la creación de sistemas paralelos de justi-cia supone un prerrequisito esencial para su supervivencia. Es-tos sistemas de justicia paralelos no tienen porqué tener una autoridad única ni reglas escritas específicas. Su eficacia coac-tiva no disminuye en tales circunstancias. Pero, dado que su impartición está determinada en buena medida por los encajes y la personalidad de los dirigentes, la lealtad hacia todo el sis-tema está dirigida hacia las personas más que hacia las institu-ciones, al contrario de lo que debe ocurrir en las democracias liberales, con lo cual tendería a personalizar partes importantes de la cultura legal. Estas normas son las que regulan las rela-ciones sociales y económicas entre los miembros de la organiza-ción, que presentan una lealtad no cuestionadora al grupo en general y a sus líderes en particular, y configuran los patrones de convivencia con otras organizaciones rivales. En este sentido, cualquiera que sea la determinación que se adopte respecto a la coexistencia entre diversas organizaciones criminales con el ob-jeto de evitar el crecimiento disparado de los costes de transac-ción, y que pueden ir desde el respeto mutuo y la convivencia pacífica hasta la confrontación abierta y el terrorismo, dificultan la gobernabilidad de las sociedades democráticas. La utilización profusa de la violencia, que es propia de esta normatividad al-ternativa de estos sistemas de justicia privados ante la carencia de otros medios de imponer sanciones, aunque sólo sea practi-cada contra los miembros de la propia organización, puede pro-vocar inestabilidad y alarma en la sociedad por la incapacidad del gobierno para detener los asesinatos, ejercidos a menudo con una crueldad aleccionadora, y finalmente podría conducir a la deslegitimación de todo el aparato institucional por la inepti-tud para solucionar un problema de seguridad pública y prote-ger eficazmente a sus ciudadanos.

La existencia de estos sistemas de justicia paralelos para un grupo más o menos amplio de población pone en cuestión esta universalización de la legalidad y, más allá, supone la crea-ción de un complejo modelo de impartición de justicia ajeno al

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estado, cuya racionalidad es precisamente el monopolio de la violencia dentro de las organizaciones delictivas. Se abre la po-sibilidad entonces para una regulación social y jurídica alterna-tiva mediante la creación de santuarios de impunidad, territo-riales o sectoriales, en los cuales el ejercicio de la soberanía es-tatal es mínimo y a partir de los cuales es posible desafiar cons-tantemente y sin riesgo de castigo a las fuerzas del estado. Esta situación impugna el monopolio en la administración de la jus-ticia de que por principio goza todo estado, incluyendo en últi-mo término la utilización de la coacción física.

Para la constitución de estos fines de justicia alternativa el medio más eficaz, cuando la organización crece a dimensiones considerables, lo constituye la creación de milicias e incluso ejércitos privados, que en última instancia no suelen limitar su actuación hacia los miembros de la organización para refrendar ese sistema de justicia, con el componente aleccionador para el conjunto de la población que constituye el conocimiento acerca de la existencia de resoluciones de conflictos extralegales para evitar su intromisión mediante la intimidación ejercida, sino que a menudo son utilizados contra miembros exteriores que ponen en juego sus intereses ilícitos, ya sean miembros de otras bandas, funcionarios del estado o ciudadanos preocupados. Es-tos cuerpos particulares de seguridad sirven en casos extremos para lanzar desafíos extraordinarios, mediante la utilización de tácticas terroristas, a la capacidad de impartición de justicia por parte del estado y a la estabilidad psíquica de los ciudada-nos, la cual se revertirá en exigencias de acción a un estado desbordado por el poder de los grupos criminales que, por su propia naturaleza, presenta múltiples dificultades para ser inte-rrumpida o inmovilizada.

Si bien los sistemas de justicia privados descritos persi-guen algunos objetivos bien delimitados, como son la restricción de la competencia, el mantenimiento en niveles mínimos de los costes de transacción y el respeto de las jerarquías, por lo gene-ral no tienen ni la ambición ni las posibilidades de suplantar al sistema legal de los estados en su totalidad. De hecho, buena parte de estas resoluciones internas no requieren de la violencia

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sino de recursos económicos suficientes y existen constreñi-mientos para la creación de un sistema de justicia generalizado. Por una parte, una situación de convivencia pacífica entre un sistema de justicia legal y otro ilegal concede al crimen organi-zado la posibilidad de externalizar costes trascendentales del negocio y confiere la oportunidad de aprovechar al máximo las ventajas de ambos mundos. Por otra, la creación de un sistema de justicia generalizado para todos los individuos se presenta como algo ineficiente desde el punto de vista económico para el propio desarrollo de la organización criminal y, en la mayoría de los casos, constituye una meta inalcanzable pese a las magni-tudes financieras en las que se mueven.

En consecuencia, lo esencial para la supervivencia y cre-cimiento de una organización delictiva es la construcción de la-zos fuertes y duraderos entre el sistema de justicia legal y el código normativo ilícito, que permitan una coexistencia pacífica y una asistencia recíproca. Se requiere de una complicidad en-tre ambos sistemas que posibilite la solución de conflictos entre los grupos criminales y elementos externos a la organización en los términos más favorables para los primeros, aunque también pueden referirse a controversias dentro de la organización o en-tre grupos diferentes, sin los costes negativos de la utilización de violencia en manos de particulares y con el apoyo de la legi-timidad estatal y de sus fuerzas de coacción. Así pues, se trans-fieren intencionadamente al estado diversos costes de transac-ción de las actividades ilícitas con el conocimiento de que esta cesión, por el control que ejercen sobre los órganos decisorios, no va a implicar consecuencias negativas en el futuro previsible.

El coste de esta cooperación o puesta a disposición se concreta al precio de la intimidación y la corrupción, que a me-nudo abarca sectores importantes del sistema judicial y policial. En primer lugar, la intimidación necesita que la amenaza de la utilización de la violencia sea creíble, lo cual se hace posible gracias a la existencia de los referidos ejércitos privados de se-guridad, en algunos casos armados de las más modernas tecno-logías, con salarios muy superiores a los de sus homónimos es-tatales y con unas claras y sólidas líneas de jerarquía. En se-

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gundo lugar, la corrupción la posibilita la desigual capacidad económica del estado y de los grupos de crimen organizado y su pretendido radio de acción. Mientras el primero tiene el afán y la obligación de atender a todos los ciudadanos equitativamen-te, lo cual supone un alto coste por su diversificación, los gru-pos criminales actúan con gran habilidad para proteger y ex-tender sus propios pero limitados intereses mediante la vulne-ración de los principios de igualdad ante la ley que deben regir un estado de derecho.

Con el crecimiento de los intereses del crimen organizado, sus beneficios se van haciendo más dependientes del entorno general y, por tanto, el recurso al quebranto del normal funcio-namiento de la aplicación de la ley por parte de los estados se convierte en la norma general. En un determinado punto puede ocurrir incluso que estos grupos endogenicen todo el sistema de justicia proporcionado por el estado, lo cual les genera un ma-yor provecho puesto que añade una financiación adicional a sus intereses procedente de las contribuciones fiscales de los ciuda-danos mientras actúa de manera parcial protegiendo sus fortu-nas.() Pero además de este efecto corruptor, la naturaleza y am-plitud de las actividades de estos grupos puede provocar una distorsión del funcionamiento del sistema legal mediante la sa-turación que genera la avalancha de ilegalidad. El desborda-miento de la capacidad de las fuerzas de seguridad y del apara-to judicial para llevar a cabo una tarea eficiente, por una parte, provocan en los ciudadanos un sentimiento de indefensión a la luz de los delitos que afectan su propia seguridad y, por otra, pueden retrasar la aplicación efectiva de la justicia y eterniza la resolución de todos los conflictos generados en el normal fun-cionamiento de una sociedad democrática.

La conclusión de estas tres premisas (la corrupción, la intimidación y la saturación) es que en las sociedades de-mocráticas el principal pilar de su legitimidad, el estado de de-recho, se torna ineficaz e injusto para los ciudadanos. Se crean desigualdades ante la ley e impunidad generalizada para un sector de la población, con la consiguiente deslegitimación de todo el sistema legal a los ojos de los ciudadanos. Las altas je-

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rarquías de las organizaciones criminales no reciben las san-ciones correspondientes sino que en muchos casos obtienen un trato muy favorable. La percepción de que la capacidad econó-mica determina las resoluciones judiciales provoca un efecto de imitación en muchos individuos y grupos no implicados direc-tamente en actividades de crimen organizado que entran en el peligroso juego de dirimir sus intereses particulares a través de las instituciones estatales pero no con fundamento en la justi-cia legal sino en los recursos financieros de los litigantes. Ante su ineficiencia para otorgar protección a los derechos y liberta-des, algunos pueden optar incluso por la constitución de ejérci-tos privados con los que sustituir al estado como medio de pro-porcionar seguridad alentando, por una parte, una espiral de violencia y extralegalidad en la resolución de conflictos que conduce a la paramilitarización efectiva de la comunidad y a la ruptura social y, por otra, a un aumento de los conflictos inter-personales ante la perspectiva de que la impunidad abarca cada vez mayores ámbitos de la vida comunitaria de las sociedades democráticas.

Pero además de la influencia negativa sobre el aparato ju-dicial antes referida, el crimen organizado también puede llegar a corromper el proceso legislativo y ejecutivo por diversos me-dios, alejándolo de los ideales democráticos, subvirtiendo la vo-luntad popular por medios ilícitos y erosionando la legitimidad de todo el sistema político democrático así como de los actores colectivos que forman parte del mismo. Dada su naturaleza turbulenta y subterránea, la legalidad y el control de sus fortu-nas y la propia continuidad del negocio, los grupos criminales tienen intereses vitales en moldear las instituciones políticas para su seguridad y la de sus activos acumulados. Esta necesi-dad de pervertir instituciones fundamentales del sistema políti-co para ponerlas al servicio de los intereses de los criminales organizados y, en las más de las ocasiones, en contra del bien-estar general, toma diversas formas. La primera vía es la co-rrupción de miembros de los diversos ámbitos territoriales del ejecutivo y el legislativo mediante la aportación de substanciales cantidades monetarias o la constitución de intereses económi-

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cos conjuntos. El segundo medio de vulnerar la voluntad popu-lar expresada en elecciones democráticas es la amenaza de la utilización de la violencia contra los representantes opuestos a sus intereses delictivos y sus familiares o la utilización de la in-formación abierta o restringida a través de medios de comuni-cación de masas que le son afines o están controlados por estos grupos criminales.

En la medida en que se acrecientan los beneficios obteni-dos de la influencia eficaz en el proceso de creación legal, el crimen organizado apela también a técnicas más sofisticadas e innovadoras con las que influir en los resultados del poder le-gislativo, en muchos casos en una confluencia de intereses con otros sectores económicos, empresariales o sociales. Así crean o controlan organizaciones intermedias, tales como asociaciones de comercio, grupos de presión o comités de acción política, con el objeto de presionar sobre el cuerpo político en la persecución de los intereses particulares. Y un último recurso para influir en el proceso legislativo es la invalidación de los mecanismos de control de la actividad política y de organización de la sociedad civil. Para anular estos procesos, tan necesarios para la pervi-vencia de la democracia, pueden utilizar varios medios. Por una parte, alcanzan el control de partes substanciales del caudal de información generado en sociedades democráticas con la adqui-sición de medios de comunicación de masas o con la ejecución de medidas tendentes a la compra o la intimidación de los miembros de la prensa, lo cual producirá un sesgo sustancial en el proceso de creación de opinión pública, incrementando la credibilidad de la amenaza violenta y moldeando favorablemen-te el campo de debate político. De modo paralelo, los grupos criminales pueden asimismo utilizar la intimidación y la co-rrupción para eliminar liderazgos contrarios a sus intereses y así evitar la articulación de intereses que es consustancial a la democracia representativa. Y conforme crecen los intereses del crimen organizado por influir en el sistema social, se incre-mentan los campos del proceso y del espectro político en los que actúa la intimidación creíble de los grupos criminales, erosio-nando de manera substancial valores tan importantes para la

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convivencia democrática como la libertad de expresión o de aso-ciación.

De igual modo, los grupos de crimen organizado pueden recurrir a la manipulación del proceso de elección mediante la postulación de sus propios candidatos, hacia los que cana-lizan ingentes recursos económicos e informativos procedentes de sus negocios ilícitos o, en regiones donde el clientelismo es una característica endémica y poco permeable, pueden poner al servicio de candidato concreto el electorado indispensable para la victoria a cambio de ayudas futuras en su tarea como repre-sentante efectivo. Su poder económico, que tarde o temprano se traduce en autoridad política, es tan amplio que pueden llegar incluso subordinar a ciertos partidos políticos preexistentes o a crear los suyos propios para así tener un mejor control sobre toda la estructura de decisiones en las instituciones de repre-sentación política. En tiempos de concurrencia electoral limita-da y procesos de elección decididos por márgenes mínimos, el control sobre incluso un pequeño partido político o una canti-dad reducida de votantes puede resultar enormemente eficaz en un juego de alianzas políticas de funestas consecuencias para los ciudadanos no implicados en este tipo de actividades ilícitas.

Estas medidas de protección articuladas por el crimen or-ganizado en el entorno del proceso democrático pueden laminar ante la ciudadanía la legitimidad de los actos electorales, que se ven así sujetos a intereses particulares ilegítimos por encima de una competición libre entre partidos políticos. Con ello contri-buyen a la deformación y el descrédito de la democracia, en la medida en que la vida política parece movida menos por las ide-as y principios que por el dinero, que reemplaza a la auténtica representatividad por la compra de candidatos y electores. En definitiva, inducida por la posibilidad de reducir riesgos y au-mentar los beneficios por la participación ilegítima en el proceso político, la infiltración en los poderes ejecutivo y legislativo a través de la intimidación o de la corrupción erosiona, deslegiti-ma y en último término puede llegar a destruir las instituciones políticas de un estado.

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En otro sentido, si bien el crimen organizado en estadios avanzados dificulta la formulación e implementación de las polí-ticas públicas por la vía de la intimidación y la corrupción, en la espera de obtener beneficios directos y amplios, también puede perjudicar su actuación indirectamente por varios medios. A medida que se extiende el fenómeno del crimen organizado lo hace el nivel de recursos de una economía nacional que perma-nece en la ilegalidad o en la paralegalidad, ocultándose a los ojos de quienes toman las decisiones en el ámbito ejecutivo y legislativo. En consecuencia, la calidad de los datos recopilados por fuentes oficiales o extraoficiales disminuye y se dificulta el análisis de las múltiples relaciones económicas con efectos en la construcción de las políticas públicas. Es cada vez más difícil determinar, por ejemplo, la cantidad de bienes y servicios im-portados y exportados o los flujos de capital, y el nivel de des-empleo tiende a sobrestimarse puesto que contabiliza como pa-rados a quienes se emplean en la órbita del crimen organizado. La utilización de cifras virtualmente sesgadas conduce a la construcción de políticas donde los medios y los fines están desvirtuados por un desconocimiento substancial de la realidad económica del país, o al menos de una parte significativa de la misma. Las políticas formuladas desde bases tan frágiles tien-den a resultar ineficaces o contraproducentes, originando ma-yores problemas de los existentes y, en ciertos casos, ayudando al crecimiento de los circuitos de ilegalidad económica. La regu-lación de la actividad económica, por tanto, se mueve en terre-nos porosos, contribuyendo a generar mayores desigualdades y distorsionando esta fuente de legitimidad del estado, que es la de agente reglamentador de la economía. En última instancia, estas políticas pueden provocar turbulencias económicas e ines-tabilidad, dando paso a nuevos tipos de normatividad de tipo más informal en las relaciones económicas.

Por otra parte, el modo de actuación del crimen organiza-do y su situación legal requieren de abundantes recursos, ya sean económicos, materiales o humanos, para su persecución. Por lo general éstos exceden la capacidad de las fuerzas policia-les existentes para hacer frente al problema de un incremento

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generalizado del crimen y de una sofisticación del mismo. Las aportaciones para la seguridad, en tiempos de restricciones fis-cales, tienden a perjudicar los modos de actuación y la cuantía de las políticas de redistribución social, con lo cual se cuestiona de nuevo una de las fuentes de legitimidad del estado democrá-tico moderno. En las emergentes democracias de la antigua órbita soviética puede incluso generar en segmentos importan-tes de la población una nostalgia del comunismo real, que al menos era capaz de otorgar una ciudadanía social, aunque en niveles reducidos. No obstante, la principal consecuencia de un crecimiento rápido y substancial de los presupuestos de las fuerzas de seguridad del estado suele ser un descontrol organi-zativo y la creación de cuerpos semiautónomos que, contraria-mente a sus objetivos, tienden a facilitar la penetración del cri-men organizado y la vulneración, en muchos casos sistemática, de las libertades individuales. Y, de manera complementaria, la competencia por la recepción de recursos y por la preponderan-cia en los medios de comunicación de masas entre diferentes cuerpos de seguridad tiende a generar errores y lagunas en las tareas de inteligencia, tan importante en la lucha contra el cri-men organizado.

El crimen organizado genera también problemas de gober-nabilidad en la medida en que provoca inestabilidad financiera y distorsiones e ineficacias en los mercados, haciendo los pro-cesos de producción y distribución menos impersonales y gene-rando así fallas estructurales en la economía que afectan nega-tivamente a los ciudadanos y a la estabilidad del sistema de-mocrático. Algunas de estas alteraciones proceden de la propia actividad ilegal e implican un reparto de rentas ineficiente con respecto al que se presenta tras la actuación del mercado legí-timo como elemento distribuidor de recursos. Otras anomalías se conectan explícitamente con el modo de utilizar los beneficios generados de forma ilícita. Las facetas en las que se hacen ma-nifiestas estas ineficacias son múltiples.

Primero, la práctica generalizada de la coacción a ciertos segmentos poblaciones o territoriales por parte de grupos cri-minales, que llega a constituirse en una eficiente industria de la

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protección que sustituye o solapa a la otorgada desde el estado, genera distorsiones en los precios. Tales costes se internalizan y aumentan el precio de los bienes y servicios sujetos a estos gravámenes extralegales, desafiando además el monopolio del estado como único ente legitimado para imponer gravámenes. Además, se desalienta la libre participación de los individuos en el mercado como empresarios y, si esta coacción se ejerce sobre el sistema financiero, pone en riesgo los cauces para la inver-sión y los ahorros de los ciudadanos. Segundo, las drogas ilíci-tas, una actividad sustantiva de estos grupos de la que obtienen pingües beneficios, suponen una carga añadida para las arcas del estado por el coste de los tratamientos de desintoxicación y de los medios para reprimir a traficantes y consumidores y una pérdida de productividad para la economía en general. Tercero, la deslegitimación del régimen político y el crecimiento de la vio-lencia vinculados al crimen organizado constituyen una fuente de costes adicionales para la actividad empresarial. El incre-mento de los precios de la resolución de los conflictos, ya sea legal o extralegal, y de la protección de los derechos adquiridos se constituyen en fuertes barreras para la entrada o la perma-nencia en el mercado de actores legítimos. En estas circunstan-cias, las posibilidades para la inversión nacional o internacional disminuyen considerablemente y se generan las condiciones pa-ra salidas masivas de capitales productivos.

Cuarto, el crimen organizado tiene la capacidad para que-brar la eficacia del estado como tercera parte capaz de hacer cumplir los contratos que se generan en una economía. Sin esta actividad propia del estado, que por economías de escala y ga-rantías de imparcialidad ha mostrado a través del tiempo ser el más eficaz instrumento siempre que se den ciertas característi-cas de estabilidad, los actores deben encontrar un nuevo orga-nismo o persona que sea capaz de realizar esta tarea, encare-ciendo de manera importante el proceso de la contratación. En este contexto se colapsa el clima de certidumbre que genera habitualmente el estado y que ponen en riesgo las grandes or-ganizaciones criminales, promoviéndose una perspectiva corto-placista en las inversiones económicas, que se concentran sobre

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todo en los beneficios inmediatos y contribuyen en muy escasa medida a la planificación económica racional y al crecimiento económico de largo plazo. "Así, incluso bajo la presencia de una forma bien organizada y previsible de corrupción, una parte importante de la economía estaría sujeta a altos grados de incertidumbre". El retraimiento de este tercer actor económico que hace posible mediante la coacción dar validez a los contratos y los intercambios interpersonales, otorgando además nuevas oportunidades al crimen organizado para ocu-par nuevos espacios sociales y dirigir la economía, y la sociedad en general, hacia estructuras más simples y personalizados contrarias a la eficiencia económica.

Quinto, la ilegalidad propia del crimen organizado a gran escala lleva como regla general a inversiones menos productivas para el sistema económico general. Las inversiones empresaria-les se conducen por las facilidades para el blanqueo de capita-les y no por las posibilidades de crecimiento y beneficios a largo plazo, dirigiéndose así hacia mercados que generan poco o nulo valor añadido y en muchos casos fuertemente dependientes de inversiones y recursos exteriores. En el caso de los bienes in-muebles, objetos profusamente utilizados para el blanqueo de capitales, la incorporación de una demanda fuerte y generosa contribuye a la apreciación del precio de la vivienda, con los consiguientes costes para las familias y para el estado como cumplidor último de los preceptos constitucionales en este sen-tido. Además, la participación de empresas tapadera en el mer-cado, justificadas únicamente por su capacidad para el blan-queo y no por sus beneficios, y por tanto por la competitividad, permite a estos negocios vender sus productos o servicios por debajo del costo, lo que contribuye a expulsar del mercado a empresarios legales inhabilitados para competir en estas cir-cunstancias de tan profundo desequilibrio. Por último, las or-ganizaciones criminales constituyen una amenaza a un sector capital de la economía como es el financiero, promoviendo insti-tuciones financieras sin escrúpulos y erosionando las legítimas a través de complejos esquemas de blanqueo de dinero que fi-

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nalmente pueden minar la confianza de los ciudadanos en estas entidades económicas.

Los efectos conjuntos del crimen organizado en el ámbito de la economía son inflación, una distribución ineficiente de rentas, la disolución del libre mercado y la regulación económi-ca estatal, pérdidas substanciales de productividad, una visión cortoplacista de la inversión contraproducente con el crecimien-to económico prolongado y, en ocasiones, sobrevaluación mone-taria. Sobre el sistema financiero en particular, la volatilidad de los capitales en manos de los grupos criminales dificulta las ac-ciones correctas en materia de política económica y provoca in-estabilidad en las instituciones bancarias y en el mercado del dinero en general, lo cual puede llegar a generar una crisis económica profunda. En definitiva, el crimen organizado provo-ca desequilibrios económicos y largos periodos de recesión económica, perjudicando gravemente la competitividad interna-cional en un entorno económico cada vez más globalizado. En última instancia, en países con economías fuertemente depen-dientes del sistema productivo criminal, adictas incluso, por utilizar términos de drogodependencia, cualquier esfuerzo por erradicarla volviendo a un funcionamiento eficiente de los mer-cados, de la política y de la sociedad en general provocará efec-tos recesivos en la economía y la consecuente contestación so-cial.

Pese a que los diversos grupos de crimen organizado no suelen tener un programa explícitamente antidemocrático y de hecho la mayor parte de sus esfuerzos están dirigidos a mani-pular en su propio beneficio las instituciones propias de regí-menes pluralistas, en ciertos momentos o fases de su creci-miento pueden lanzar un desafío directo al orden político libe-ral. A este respecto, una amenaza particularmente grave del crimen organizado la plantea su actuación ya no para dirigir o al menos controlar el sistema político sino actuando desde el exterior del mismo. El resultado podría ser la alianza última en-tre estos grupos y organizaciones insurgentes de tipo terrorista o guerrillero. Pese a que las diferencias entre ambos son subs-tanciales, pueden alcanzar acuerdos de tipo táctico para hacer

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prevaler sus intereses frente a los del estado. Este tipo de alian-zas, que en último término pueden confluir en organizaciones mafioso-terroristas con una capacidad desestabilizadora sus-tantiva, conllevan un incremento de la impunidad y el creci-miento exponencial del potencial destructivo de las organizacio-nes subversivas. En este ambiente, el estado enfrentaría un de-safío insurgente de considerables dimensiones que facilitaría el descrédito de la democracia como sistema capaz de resolver problemas de convivencia sin el recurso a la violencia. Y esta amenaza puede incrementarse en la perspectiva del próximo milenio, en el que toneladas de materiales nucleares podrían estar descontroladas, buena parte de los cuales podrían alcan-zar las manos de grupos de contrabandistas en la desorganiza-ción política reinante en los antiguos países de la órbita soviéti-ca. Esta cantidad de recursos nucleares podría servir para lan-zar increíbles desafíos a los gobiernos democráticos desde paí-ses externos o a partir de grupos subversivos de carácter nacio-nal o internacional, ya estén éstos o conducidos por ideales políticos extremistas, religiosos o nacionalistas.

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