Consideraciones sobre la recepción del evolucionismo en la Argentina. El disparatado caso de la...

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1 REFERENCIA: Palma, H. (2018), Consideraciones sobre la recepción del evolucionismo en la Argentina. El disparatado caso de la regeneración social en Quijotanía”, en Miranda, M.; Ruiz, R. y Puig Samper, M. (2018), Darwin y el darwinismo. Desde el sur del sur, Madrid, Doce Calles, 2018, pp. 139-154. Consideraciones sobre la recepción del evolucionismo en la Argentina. El disparatado caso de la regeneración social en Quijotanía Héctor A. Palma Universidad Nacional de San Martín Este artículo tiene tres objetivos: hacer algunas consideraciones sobre las distintas formas del evolucionismo; proponer algunas claves de interpretación sobre las razones por las cuales la recepción del darwinismo ha sido tan compleja y siempre en tensión con un evolucionismo social general; analizar con cierto detalle esta recepción en la novela de Juan B. Alberdi Peregrinación de Luz del Día. O Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo. 1. La metáfora evolucionista La recepción y el conocimiento de la figura de Charles Darwin en el Río de la Plata, luego de la publicación de El Origen de las Especies (1859) fue casi inmediata y atravesada, obviamente, por discusiones internas de la

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REFERENCIA: Palma, H. (2018), “Consideraciones sobre la recepción del

evolucionismo en la Argentina. El disparatado caso de la regeneración social en

Quijotanía”, en Miranda, M.; Ruiz, R. y Puig Samper, M. (2018), Darwin y el

darwinismo. Desde el sur del sur, Madrid, Doce Calles, 2018, pp. 139-154.

Consideraciones sobre la recepción del evolucionismo en la Argentina.

El disparatado caso de la regeneración social en Quijotanía

Héctor A. Palma

Universidad Nacional de San Martín

Este artículo tiene tres objetivos: hacer algunas consideraciones sobre

las distintas formas del evolucionismo; proponer algunas claves de

interpretación sobre las razones por las cuales la recepción del darwinismo ha

sido tan compleja y siempre en tensión con un evolucionismo social general;

analizar con cierto detalle esta recepción en la novela de Juan B. Alberdi

Peregrinación de Luz del Día. O Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo

Mundo.

1. La metáfora evolucionista

La recepción y el conocimiento de la figura de Charles Darwin en el Río

de la Plata, luego de la publicación de El Origen de las Especies (1859) fue

casi inmediata y atravesada, obviamente, por discusiones internas de la

2

(incipiente) comunidad científica y cultural local1. Montserrat señala que la

mentalidad evolucionista –en verdad una mezcla de spencerismo, darwinismo y

transformismo predarwiniano- se instaló con cierta envergadura polémica a

partir de la década de 1870 en una élite intelectual y política, ―dentro del marco

genérico de una ideología, la del Progreso‖ (Montserrat, 1999), en medio de las

disputas políticas por la conformación del Estado Argentino y en un contexto

positivista de avance y consolidación de las ciencias2, lo cual explica las

controversias entre el clero católico y sectores conservadores por un lado y los

grupos anticlericales por otro lado, convencidos de la necesidad de abandonar

el dogmatismo católico para entrar en la vía del progreso (véase: Di Stefano,

2012).

Pero, además, las dificultades para explicar la expansión/recepción del

darwinismo/evolucionismo en los distintos países y comunidades científicas y

culturales –probablemente un caso único en la historia de las ciencias-,

provengan de cuestiones no siempre tenidas en cuenta en su real dimensión.

En primer lugar, la pluralidad semántica de la expresión ―darwinismo‖.

Mayr (1991), por ejemplo, encuentra nueve usos distintos del término: como ―la

teoría de la evolución de Darwin‖; como sinónimo de ―evolucionismo‖; como

―anticreacionismo‖; como una ―antiideología‖; como ―seleccionismo‖; como

―evolución variacional‖; como el ―credo de los darwinistas‖; como una ―nueva

visión del mundo‖ y como una ―nueva metodología‖. Más allá de la cantidad de

acepciones diferentes, es innegable que ―darwinismo‖ refiere a cosas distintas

y a estatutos epistemológicos diversos.

1 Véase: Glick, Th; Puig-Samper, M. y Ruiz, R. (edit) (1999).

2 Véase el artículo de Pedro Scalabrini (1888).

3

En segundo lugar, una cuestión que se solapa parcialmente con la

anterior: la diversidad y amplitud de la metáfora3 evolucionista que puede dar

cuenta de ese complejo entramado de evolucionismo socio-histórico,

evolucionismo biológico general y evolucionismo darwiniano en particular4.

Concretamente: no hay un evolucionismo, sino muchos. Es difícil determinar

claramente cuál es la genealogía histórica remota de los usos modernos de

―evolución‖, pero podríamos señalar que la mentalidad evolucionista que se

hace hegemónica en el siglo XIX5 proviene de dos fuentes temáticas diferentes:

la de la reflexión acerca de las sociedades, las culturas y la historia en la

Modernidad, y otra que surge en el siglo XVII alrededor del problema de la

reproducción biológica.

El evolucionismo socio-histórico que se consolida y expande sobre todo

en el siglo XIX, tiene su origen en el siglo anterior con los filósofos de la

Ilustración, y es deudor de la idea de progreso6 que aparecerá en los filósofos

evolucionistas del siglo XIX como G. Hegel, K. Marx, H. Spencer y los

sociólogos y antropólogos como A. Comte, E. Taylor y L. Morgan, por ejemplo.

3 Considero que las metáforas científicas, a las que en otro lado he denominado ―metáforas

epistémicas‖ (Palma, 2016) tienen valor cognoscitivo y no meramente heurístico, didáctico o estético. Ellas dicen algo por sí mismas y forman parte del léxico científico no como un sustituto de otro lenguaje especializado sino como la forma en que esos científicos describen la realidad. Por ejemplo: el mundo es una ―máquina‖, la mente es una ―computadora‖, la computadora es una ―mente‖, hay una ―información‖ genética que se transmite de una generación a otra, etc. Por lo tanto la expresión ―metáfora evolucionista‖, no implica un menoscabo epistémico en cuanto a la rigurosidad conceptual y teórica del evolucionismo, sino que refiere a la habitual práctica en la actividad científica de extrapolar conceptos de unas áreas a otras. 4 Muchos errores historiográficos y epistemológicos surgen, en parte, de no considerar estos

aspectos: el uso de categorías equívocas (e incluso erróneas) como ―darwinismo social‖; interpretaciones sociologistas que ven a Darwin como un mero reproductor del laissez faire del liberalismo inglés; del otro lado ingenuas y esforzadas hagiografías que esperan dejar en claro que la eugenesia es sólo un ―mal uso‖ del darwinismo o que Darwin no participaba de las creencias racistas generalizadas de la época. 5 Véase Randall, 1940; Nisbet, 1976.

6 Resultaría imposible discutir aquí las manifestaciones de la idea de ―progreso‖ a lo largo de la

historia occidental desde los griegos (véase Nisbet, 1980).

4

En todos estos casos, la mencionada creencia en el progreso permite describir

la historia de la Humanidad e incluso la historia futura, según una secuencia

cuyas etapas son predecibles: el despliegue dialéctico de la libertad; el

desarrollo dialéctico de los modos de producción; la creciente transformación

de lo homogéneo a lo heterogéneo; los estadios religioso, metafísico y positivo;

el pasaje por el salvajismo, la barbarie y la civilización.

La línea biológica, por su parte, se origina en las disputas del siglo XVII

por explicar la ontogénesis, es decir el desarrollo de un ser vivo desde el

germen más elemental hasta la edad adulta, y que tenía por un lado a los

epigenistas y por otro a los preformacionistas. La discusión es matizada, larga

y muy interesante (véase: Jacob, 1970; Cohen, 1985; Richards, 1992) pero,

básicamente, mientras los primeros sostenían que los nuevos seres se iban

formando por agregación y crecimiento de nuevas partes, los preformacionistas

por su parte, sostenían que los nuevos seres ya estaban preformados (algunos

en los huevos, otros en los animálculos del semen, es decir en los

espermatozoides) y sólo crecía y se desplegaba lo que ya estaba. Hasta

mediados del XVIII prevalecieron las tesis preformacionistas7; de hecho

Albrecht von Haller utilizó el término ―evolución‖ en su forma latina para

referirse a la embriología preformacionista del entomólogo holandés Jan

Swammerdan. También aquí, ―evolución‖ responde a la idea de despliegue de

lo que ya está, despliegue en el que se recorren pasos y secuencias conocidas,

preestablecidas y en un tiempo determinado. En la medida en que esos pasos

7 Los conocidos dibujos del homúnculo en la cabeza del espermatozoide solo son una versión

un tanto grotesca del preformacionismo que, al ir refinándose ya no sostenía que había un ser en miniatura que aumentaba de tamaño sino que simplemente contenía las sustancias necesarias de las cuales va emergiendo el individuo adulto.

5

se dan, también puede hablarse de progreso pero, sobre todo, de

direccionalidad de la evolución.

Y no son los únicos ejemplos biológicos. El evolucionismo lamarckiano

se basaba en una suerte de fuerza innata que compelía a los individuos a subir

posiciones en la escala natural en respuesta a las necesidades que

experimentaban, desde los seres más simples a los más complejos. Las

distintas versiones de la teoría de la recapitulación según la cual la ontogenia

repite la filogenia, abreva en la misma estructura de la metáfora. Ernst Haeckel,

por ejemplo, sugería que a lo largo de su crecimiento, cada individuo atraviesa

una serie de etapas que corresponden, en ese mismo orden, con las diferentes

formas adultas de sus antepasados. El reconocido paleontólogo

norteamericano E. Cope usaba la recapitulación para explicar la inferioridad de

las razas no blancas, mujeres, blancos del sur de Europa (con relación a los del

Norte) y clases inferiores dentro de la raza blanca. J. Down, consideró que

algunos idiotas congénitos (los que tienen ―síndrome de Down‖) presentaban

rasgos que no tenían sus padres, clasificándolos como de ―variedad etíope‖ o

―malaya‖, y otros, en cambio, eran ―típicos mongoles‖. Una de las formas de la

recapitulación más influyente y extendida fue la antropología criminal

desarrollada por el médico y criminalista italiano Ezechia Marco Lombroso- más

conocido como Cesare Lombroso-, según la cual la criminalidad nata no sólo

era una vaga afirmación del carácter hereditario del crimen, sino una verdadera

teoría evolucionista que sostenía que la criminalidad surge de rasgos atávicos,

aletargados, que en algunos individuos afloran y los llevan a delinquir.

6

En todos los casos precedentes, las ideas de direccionalidad, etapas en

secuencias fijas y previsibles, están presentes en mayor o menor grado y

corresponden a la connotación central de ―evolución‖. El sustantivo ―evolutio‖

(de la forma verbal infinitiva ―evolvere‖) indica la acción o efecto de

desenvolverse, desplegarse, desarrollarse paulatina y gradualmente algo que

estaba plegado, arrollado o envuelto. El concepto puede ser aplicado a

cualquier proceso de la realidad: ideas, organismos, culturas, ecosistemas,

sociedades, economía, etc.

Todos las formas precedentes de evolucionismo se encuentran en las

discusiones académicas y científicas del siglo XIX y, en este contexto, aparece

la teoría darwiniana de la evolución que en términos de la estructura de la

metáfora evolucionista representa una anomalía, pues no implica la existencia

de pasos predeterminados en una secuencia conocida y, por tanto se elimina

toda referencia al progreso8, a la direccionalidad y a una teleología cósmica9 en

el mundo de lo viviente. A pesar de estas diferencias estructurales insalvables,

la expansión del darwinismo aconteció entremezclada con esas otras formas

de evolucionismo (biológico y sociohistórico) y esto no se debió a una mala o

errónea comprensión de la teoría biológica sino a otros elementos, como por

ejemplo:

8 Conciente de ello, Darwin no utilizó nunca en las cinco primeras ediciones de El Origen la

palabra ―evolution‖ (utlilizaba ―descent with modification‖) sino sólo ―evolved‖, y curiosamente, una sola vez como la última palabra del libro. Recién en la sexta edición utiliza ocho veces ―evolution‖. 9 La cuestión de la direccionalidad de la evolución aún se discute (Mayr, 1991, 2004;

Wagensberg, 1998, Gould, 1987, 2002). Para la discusión sobre si Darwin mismo abonaba una versión progresiva de la evolución, véase: Richards, 1992; Castrodeza, 1989.

7

1. El clima cultural de mediados del siglo XIX era marcadamente

evolucionista y la teoría darwiniana era, aunque importante, un elemento

más.

2. No es un dato menor que mientras la idea del origen común de los

seres vivos fue aceptada inmediata y casi unánimemente, la hipótesis de

la selección natural que era la que permitía eliminar la idea de progreso

y cualquier posibilidad de predicción a largo plazo en el mundo viviente y

por tanto toda teleología cósmica, fue relativamente cuestionada desde

distintos sectores hasta por lo menos la tercera década del siglo XX.

3. Por último, no hay que olvidar que siempre que se habla de

evolución biológica se está hablando de la condición humana. De hecho,

la teoría biológica condujo a consecuencias antropológicas, filosóficas y

culturales que modificaron irreversiblemente nuestra autocomprensión,

nuestra manera de concebir y valorar la historia y la vida en sociedad: la

especie humana deriva de ancestros no humanos y, sobre todo, es

resultado de una historia particular y contingente.

El movimiento eugenésico10, enunciado por F. Galton en el último tercio

del siglo XIX y que se extendiera por el mundo en la primera mitad del siglo XX

(fundamentalmente entre 1910 y 1940) es, probablemente y por sus

consecuencias, el caso más dramático en el cual se produce ese entrecruce

10

Sobre la eugenesia en el mundo y en la Argentina en particular, véase, por ejemplo: Álvarez Peláez (1985, 1988); Farral (1979); García González y Álvarez Peláez (1999); Chorover (1979); Kevles (1995); Stepan (1991); Scarzanella, 1999; Romeo Casabona (1999); Palma (2005, 2016a, 2008, 2008a, 2012, 2013); Suárez y López Guazo (2005); Miranda y Vallejo (2005, 2008, 2012); Bashford, A. y Levine, P. (edit.), (2010); Vallejo y Miranda (2008, 2010); Miranda y Girón (2009).

8

difuso entre evolucionismo social y biológico, entre biología y política. Fue un

extendido y complejo programa interdisciplinario en el cual estuvieron

comprometidos importantes sectores de la comunidad científica internacional) y

cuyo objetivo era el mejoramiento/progreso de la raza o la especie mediante

una selección artificial que suplantara o ayudara a la selección natural a través

de políticas públicas destinadas a promover la reproducción de determinados

individuos o grupos humanos considerados mejores e inhibir la reproducción de

otros grupos o individuos considerados inferiores o indeseables. Proponían,

para lograrlo, una batería de tecnologías sociales y biomédicas: certificado

médico prenupcial, la esterilización forzada, el aborto eugenésico, el control

diferencial de la reproducción, controles sobre la inmigración deseable (o

indeseable). Volveremos luego sobre esto.

2. El Darwin de Juan B. Alberdi

La recepción en la Argentina del darwinismo no escapa a las

consideraciones generales precedentes más allá de las particularidades

idiosincráticas que fue adquiriendo. Luego de las tempranas, y sin repercusión

pública en ese momento, lecturas del joven William. H. Hudson (1918), la

comunidad científica, política y cultural se fue haciendo eco de las nuevas

ideas entremezcladas con una ideología del progreso como ya se ha señalado.

En este trabajo sólo nos ocuparemos, como ya se adelantara, de la versión

(disparatada) del darwinismo en la novela Peregrinación de Luz del Día. O

9

Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo (en adelante

Peregrinación), de Juan Bautista Alberdi.

Alberdi había sido nombrado Ministro Plenipotenciario de la

Confederación Argentina ante las Cortes Europeas por J. J. de Urquiza en

1854, pero con la derrota de éste en la batalla de Pavón (1861) a manos de

Bartolomé Mitre, debió abandonar su cargo. Comenzaban sus penurias de

exiliado en Europa agravadas por la imposibilidad del retorno a una Patria

convulsionada. Había pasado aproximadamente una década de la publicación

de las Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República

Argentina (1852) y faltaba otro tanto para la publicación de Peregrinación, que

constituye luego de esos 20 años de biografía personal ―el doloroso lamento de

quien, ante el fracaso de sus proyectos, no se resigna a dejar de lado la

ambición crítica‖ (Botana, 2013). Alberdi se había opuesto con vehemencia a la

Guerra de la Triple Alianza, que habían emprendido Argentina, Uruguay y

Brasil contra el Paraguay, lo que le valió, incluso, la imputación de ―traidor a la

Patria‖.

―Cada trabajo publicado por Alberdi motivaba ataques y persecuciones. La

prensa de Buenos Aires no ahorra agresiones personales y lo acusan de

estar pagado por el gobierno paraguayo y de conspirar para el

derrocamiento de Mitre. Por añadidura, el episodio de la llamada ―carta de

la traición‖ incrementó en Alberdi la amargura que impregna la escritura de

Peregrinación de Luz del Día‖ (Lois, 2013: 21)

10

Peregrinación de Luz del Día Peregrinación fue escrita, probablemente, entre 1870 y 1871, año en que

Darwin publica The Descent of Man, su segunda gran obra y ya llevaba

publicadas cinco de las seis ediciones de El Origen, que se había traducido al

alemán y al francés pero no al castellano, lo cual ocurrió en 1877.

Peregrinación cuenta la historia de la Verdad, que cansada de residir en

Europa donde todos vivían según moldes burdos y decadentes y de soportar

los triunfos de su indigna rival, la Mentira, decide viajar a América para no

verse obligada a suicidarse tan joven. Toma el nombre de ―Luz del Día‖ y, dado

que la Verdad no tiene sexo, adopta forma de mujer. Al llegar a destino se

encuentra con muchos personajes literarios, la mayoría de los cuales

representan aspectos negativos de la Europa de la época, que habían

emigrado a América y, en ese traslado, se habían resignificado con relación a

los originales. Se encuentra con Tartufo (personificación de la hipocresía), Gil

Blas (el gestor político, servil y acomodaticio) y Basilio (la calumnia y la intriga).

También aparecen el Cid, el Quijote y Sancho Panza, Pelayo y Fígaro. Pero:

―[…] el Cid ha degenerado, como han degenerado todas las especies

emigradas de la Europa, desde la especie humana hasta la especie

bovina; desde Don Quijote hasta su rocinante; desde Sancho hasta su

jumento El suelo desierto tiene una acción embrutecedora, como el suelo

cultivado y poblado tiene una acción civilizadora. Así los Pelayos y los Cid

de la América del Sud se han vuelto flojos, perezosos, sedentarios; se han

acanallado por efecto de la democracia, y han cobrado un apetito

11

desordenado de los bienes del prójimo […el Quijote] sin dejar de ser

siempre el mismo loco, en América se ha vuelto un loco pillo, un loco

especulador […y Sancho Panza] es indudable que ha ganado y es más

feliz que su amo; lo pasa mejor y tiene mayor aceptación; sus cualidades

son más americanas, por decirlo así, en el sentido que son más

democráticas‖. (Alberdi, 191611: 101)

Fígaro, personaje central de la novela de Alberdi ha adoptado varios

disfraces aptos para la política: ―escritor, publicista, diputado, orador, hasta

soldado, hasta médico, hasta clérigo".

El Episodio de Quijotanía

Luz del Día vive en su periplo numerosas aventuras y realiza diversos

experimentos y estudios de "zoología moral" sobre la sociedad del nuevo

continente hasta que, al final, desilusionada y abatida por sus experiencias en

América, decide regresar a Europa dando previamente un discurso sobre la

libertad en Sudamérica ante un escasísimo público que, además, bosteza y se

duerme, lo que la lleva a concluir que ese país nunca será de sus dominios, de

la Verdad. Las referencias al darwinismo aparecen en el llamado ―Episodio de

Quijotanía‖ que resultaba parte de los datos que ―Fígaro suministraba a Luz del

Día para prepararla a dar su conferencia sobre la libertad y el gobierno libre en

11

Las citas de la novela de Alberdi están tomadas de la edición de 1916. Hay una excelente edición Crítico-genética con un estudio Preliminar de Elida Lois, que publicó la Universidad Nacional de San Martín en 2013.

12

Sud-América‖. Para ello, Fígaro le relata el experimento que Don Quijote, a la

sazón con ―una ensalada en su cabeza insegura y fantástica‖, ensaya en

América y que consistía en aplicar la teoría de Darwin a la regeneración social.

Quijotanía, pueblo compuesto de carneros, vacas y caballos había sido

creado por el Quijote que, fanatizado con el evolucionismo darwiniano,

esperaba que con el tiempo la selección natural convirtiera en seres racionales

a esos animales. Huelga señalar en esta imagen el tono crítico hacia algunos

pueblos de América que, en la visión del autor, eran incapaces para la libertad

política y para una democracia moderna. La ironía y el sarcasmo de Alberdi son

magistrales: aquella estancia de la Patagonia (bautizada ―Quijotanía‖) se había

transformado en ―colonia‖, el gallego asistente del Quijote nombrado ―secretario

general‖, los peones ―intendentes‖ y la población de animales se denominaban:

"homo-ovejas", "homo-vacas" y "homo-caballos". Cuando el gallego objeta al

Quijote su pretensión de conformar un Estado con animales irracionales, recibe

como respuesta:

―[…] ¿y tú crees que esos otros estados se componen de otra cosa que de

animales? […] Toda la diferencia que separa el pueblo de "Quijotanía" de

los otros pueblos cuya risa temes, es que los habitantes del nuestro son

ciudadanos en forma de carneros, mientras los otros son carneros en

forma de ciudadanos […] Tanto mejor si nuestros demócratas de

"Quijotanía" no saben leer, escribir y hablar. Así ejercerán mejor su

soberanía, porque se verán forzados a ejercerla por nuestro conducto, y

nosotros la ejerceremos, como es natural, primero en nuestro provecho y

después en el suyo […] La Inglaterra, que es la patria de la libertad, es la

13

patria del carnero por excelencia. Luego el carnero representa la libertad,

precisamente porque es manso y desarmado; es decir porque representa

la paz […] Así como es hoy nuestro pueblo, está mejor dispuesto para el

orden y progreso que lo están los estados más guerreros de la América del

Sud. Más provecho hace al desarrollo de la libertad americana la

mansedumbre de nuestros carneros‖. (Alberdi, 1916: 114)

Las citas precedentes son sólo una muestra del tono en que Alberdi

también aborda muchas otras cuestiones políticas y sociales, que ya no son

objeto de este trabajo. Por detrás de la referencia a Darwin se adivina lo que

señalamos más arriba: la recepción y expansión cultural del evolucionismo que

incluye una tensión irresoluble con la teoría biológica propiamente dicha.

La “evolución” en Quijotanía

Las referencias de Alberdi al darwinismo, en un lenguaje metafórico,

irónico y sarcástico, están en clave política y sociológica, de modo que

resultaría una imperdonable ausencia de sutileza intelectual y, sobre todo, un

absurdo categorial, buscar los paralelos, las discontinuidades o los errores de

interpretación presentes en la obra literaria con relación a la obra biológica

original. Pero sí se puede analizar la lógica evolucionista alberdiana y realizar

algunas anotaciones:

14

―Don Quijote había leído en el libro célebre de Darwin, sobre el Origen de

las especies, que todas ellas, según las pruebas que ofrece la historia

natural de la tierra, procedían originariamente de cuatro o seis tipos en que

la vida animal y vegetal había verosímilmente hecho su primera aparición

sobre la faz de nuestro globo; que una ley peculiar a la vida orgánica los

había multiplicado al infinito, y que esta ley era la selección natural, o la

perfectibilidad espontánea de que las especies son capaces por la

acumulación de las mejoras creadas por la educación al favor de la

sucesión orgánica; que según esta ley de creación natural y continua la

especie humana tenía probablemente por origen otra especie menos

perfecta, la del mono, por ejemplo‖ (Alberdi, 1916: 122)

La idea del origen común de lo viviente a partir de algunas pocas

especies originales, es expresada por Darwin siempre de la misma manera en

las seis ediciones de El Origen, refiriéndose a ―cuatro o cinco‖ formas primeras

y en el párrafo final dice ―unas pocas formas o incluso una sola‖. Pero Alberdi

se refiere repetidamente también a la ―selección natural‖, la otra hipótesis

fundamental algo resistida durante varias décadas. Se destaca también en el

párrafo la expresión ―el hombre desciende del mono‖, que recuerda la frase que

cierra The Descent of Man: “el hombre lleva en su hechura corpórea el sello

indeleble de su ínfimo origen‖. El Quijote de Alberdi se apoya desde el inicio en

esta figura que se constituyó en uno de los tópicos de cierta malversación del

darwinismo procedente de una errónea versión vulgarizada. Las caricaturas

15

periodísticas de Darwin con figura simiesca y la discusión sobre el ―eslabón

perdido‖12 tienen el mismo origen.

Rápidamente, el Quijote señala algo que constituye un absurdo biológico

pero resulta efectivo para las intenciones del autor:

―Si el hombre es pariente del mono, se dijo él, con doble razón se le debe

creer pariente más cercano del carnero; y a fe que este parentesco hace

más honor al hombre, pues el mono es bellaco, indecente, inútil, ladrón,

inmoral, mientras que el carnero es el símbolo religioso de la

mansedumbre y de la bondad: el carnero hace vivir al hombre, sin vivir del

hombre, lo que de paso confirma que es el padre del hombre.‖ (Alberdi,

1916: 122)

Obsérvese el comentario antropomórfico acerca de la calidad ―moral‖ de

los monos. Esta visión negativa de nuestros ―primos‖ biológicos era moneda

corriente. La naturaleza animal, en esa imagen progresiva de la evolución,

representaba un estadio negativo y brutal. Incluso, hacia fines del siglo XIX fue

un recurso utilizado por el médico italiano E. Lombroso13 en su argumentación

acerca del carácter atávico de la criminalidad nata, ya descripta más arriba

12

La búsqueda de ese eslabón perdido se convirtió en un tópico del trabajo científico y de la vulgarización científica que se puso de moda a fines de la época victoriana en Inglaterra y continuó vigente durante el siglo XX. El affaire del ―hombre de Piltdown‖, un cráneo falsamente considerado ese eslabón perdido fue una de las consecuencias tragicómicas de esa idea (véase Trocchio, 1993; Gould, 1983) 13

Ezechia Marco Lombroso (más conocido como Cesare Lombroso) presenta una imagen antropomorfizada de la naturaleza: hormigas cuya furia asesina las impulsa a matar y despedazar un pulgón; una cigüeña que, junto con su amante, asesinaba a su marido; una hormiga macho que no tiene acceso a las hembras reproductoras y viola a una obrera, cuyos órganos sexuales están atrofiados, provocándole la muerte en medio de atroces dolores (véase Gould, 1996).

16

como un rasgo atávico, y que agregaba en las descripciones físicas de los

delincuentes natos sus supuestos rasgos simiescos.

Alberdi ubica a la locura de su Quijote en la Patagonia, cerca de las

―Falkland‖14, porque: ―él sabía que la Patagonia había inspirado a Darwin su

grande idea sobre el origen de las especies‖. Es bastante discutible el lugar y la

ocasión de inspiración de cualquier teoría científica, al menos en el sentido

heroico y fundacional que se le suele dar. Lo cierto es que las cartas y

cuadernos de notas de Darwin, su Autobiografía y el Diario del Viaje alrededor

del mundo no aportan elementos para alimentar chauvinismos inspiracionistas

de argentinos, uruguayos, chilenos o ecuatorianos acerca del privilegio del

lugar y momento preciso en que a Darwin le surge su peligrosa idea. Recién

varios años después de su regreso definitivo a Londres pudo, por fin, ordenar el

rompecabezas de la evolución.

La eugenesia en Quijotanía

Los planes de regeneración social del Quijote incluían una propuesta

anticipatoria de lo que décadas después fue el movimiento eugenésico:

―Para ello debe la ley señalar un término improrrogable a las ovejas y

demás ciudadanos animales, pasado el cual todo habitante que, en vez de

nacer en forma de hombre, nazca como hasta aquí en forma de carnero,

será suprimido según el uso de Esparta, como ciudadano imperfecto e

14

Alberdi se refiere a ―Falkland‖ en lugar de ―Malvinas‖, a pesar de conocer perfectamente el reclamo argentino sobre las islas, casi desde la ocupación inglesa en 1833

17

inútil, o como un mal tipo, según la ley de Darwin (selección natural).‖

(Alberdi, 1916: 144)

Está claro que la cita precedente se refiere al conocido y mítico caso

espartano, pero en Peregrinación vuelve una y otra vez sobre la cuestión de la

inmigración, un tópico del movimiento eugenésico, como ya se señalara más

arriba, que décadas después tuviera su momento de auge.

Desde las primeras décadas del siglo XIX hasta mediados del XX

masivas corrientes migratorias salieron desde Europa hacia distintos países

(principalmente EEUU, Brasil, Argentina, Australia y algunos países balcánicos)

en dos momentos diferenciados. El primero, con algunas variaciones, se

extendió durante la primera mitad del siglo XIX y en algunos países como la

Argentina y EE.UU. bastante más. Es el periodo en el que se favorece la

inmigración mediante distintos mecanismos de promoción. En un segundo

momento se propone limitarla, no tanto por cantidad, sino por la calidad, y los

eugenistas comienzan a abogar por establecer prohibiciones de entrada para

determinados grupos, razas o individuos. Es notable las diferencias de los

discursos eugenistas entre, por un lado, los que surgen de los países

expulsores de población, que rescatan y promueven la recuperación de la

―pureza de la raza original‖ (esto es claro en la eugenesia alemana, italiana y

española), esperando reeditar un pasado mítico glorioso, y por otro lado, el

discurso en los países americanos receptores de inmigrantes en los cuales hay

que hacer otra subdivisión. Aquellos que, en general, habían exterminado a los

pueblos originarios, esgrimían el otro argumento racista consistente en

determinar cuál sería la mejor mezcla de razas exóticas para conformar la raza

18

local. La imagen de la Argentina como un crisol de razas refleja esto. Pero, por

el contrario, en los países que tenían una proporción importante de población

nativa preconquista europea (como Perú, México o Bolivia), aparecían ambos

argumentos en conflicto: el discurso sobre la población exótica que debía

suplantar a la nativa, y el otro que, al igual que en los países expulsores de

población, pretendía la recuperación de ese perdido pasado glorioso

precolombino.

Pero volvamos a Peregrinación, a las disquisiciones del Quijote con su

asistente gallego que resultan de una ironía y un sarcasmo inigualables:

―Felizmente, Quijotanía está situada al lado de los manantiales de esa

inmigración preciosa que puebla la Patagonia, la Pampa, la Tierra del

Fuego, etc. Con atraer a los indios de esos desiertos, la población de

Quijotanía quedaría formada en cuatro días de súbditos tan aptos como los

carneros para la obediencia pasiva. La anexión de los indios traería

consigo la de sus tierras, y nuestros dos problemas de vida o muerte

quedarían resueltos de un solo golpe, o por mejor decir, nuestros tres

problemas, siendo el tercero el de una población ilustrada en el callar

absoluto del carnero sajón.

–Pero los indios que quedan en esta parte de América son pocos –observó

el secretario–. Aunque los ganásemos a todos, nos traerían con su

exigüidad los peligros a que los expone la codicia extranjera, de que sus

tierras son objeto.

–A falta de salvajes de la América desierta, los traeríamos de la Europa

poblada –contestó don Quijote, sin la menor ironía.

–Pero, ¿hay salvajes en Europa? –preguntó el gallego.

19

–Cien veces más que en la Patagonia, la Pampa y la Tierra del Fuego

reunidas –contestó don Quijote–.La parte más civilizada de la Europa

contiene millones de hombres que no saben leer ni escribir mejor que un

carnero o que un salvaje de la Pampa. La misma Londres y París están

llenas de salvajes letrados, que no por saber leer y escribir son menos

salvajes que los pehuenches. Poco importa el país de procedencia con tal

que el inmigrado de Quijotanía escriba, lea y hable como un carnero, es

decir que no hable sino por las manos, por los ojos, por los labios de su

gobierno. Más ignorantes que mis pies, no lo serán jamás, y todas mis

libertades me serían estériles sin el auxilio de mis pies, que son mis

mejores súbditos‖. (Alberdi, 1916: 127)

La cuestión de la inmigración fue un tema central en la Argentina del

último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX. Alberdi se había ocupado

ya del tema en las Bases y escritos posteriores aclaratorios de su máxima

―gobernar es poblar‖. En 1930, el médico psiquiatra argentino Gonzalo Bosch

iba a escribir en el contexto de la defensa de los ideales eugénicos: ―Alberdi

decía: ‗gobernar es poblar‘, concepto muy propio de su época; nosotros, hoy

diríamos ‗Gobernar es seleccionar‘‖ (Bosch, 1930). Bosch atribuía falsamente a

Alberdi la creencia acerca de que la mera afluencia de población devendría en

el progreso nacional. La propuesta alberdiana no era muy distinta de la de los

eugenistas posteriores, aunque sin el afectado mandato cientificista y

tecnocrático que luego adquirió. En las Bases había señalado,

inequívocamente, una serie de tópicos que formaban parte del imaginario de

20

buena parte de las élites argentinas y latinoamericanas y que luego se irían

acentuando con el correr de las décadas:

―Todo en la civilización de nuestro suelo es europeo, la América misma es

un descubrimiento europeo. […] En América todo lo que no es europeo es

bárbaro […] la Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de

industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe

[…] Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras

masas populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de

instrucción; en cien años no haréis de él un obrero inglés que trabaja,

consume, vive digna y confortablemente […]‖ (Alberdi, 1858, secciones 14

y 15)

En el mismo texto, Alberdi había señalado que el fomento de la

inmigración para la población del país era un elemento central y la mejor

Constitución era la que hace ―desaparecer el desierto‖ que, en su opinión y en

la de la muchos, era la Argentina de mediados del s. XIX15. Por el contrario, y

contra la lectura que mencionábamos de Bosch del lema alberdiano y en la

misma línea del irónico párrafo de Peregrinación citado más arriba:

―Poblar es civilizar cuando se puebla con gente civilizada, es decir, con

pobladores de la Europa civilizada. Por eso he dicho en la Constitución que

el gobierno debe fomentar la inmigración europea. Pero poblar no es

civilizar, sino embrutecer, cuando se puebla con chinos y con indios de

15

La campaña militar de expulsión, acorralamiento y exterminio de las poblaciones nativas desde la zona central de la Argentina hasta la Patagonia que llevara adelante, fundamentalmente, Julio A. Roca, entre 1878 y 1885, se denominó eufemísticamente ―Campaña al Desierto‖.

21

Asia y con negros de África. Poblar es apestar, corromper, degenerar,

envenenar un país, cuando en vez de poblarlo con la flor de la población

trabajadora de Europa, se le puebla con la basura de la Europa atrasada o

menos culta. Porque hay Europa y Europa, conviene no olvidarlo; y se

puede estar dentro del texto liberal de la Constitución, que ordena fomentar

la inmigración europea, sin dejar por eso de arruinar un país de Sud

América con sólo poblarlo de inmigrados europeos‖. (Alberdi, ―Gobernar es

poblar‖, página explicativa al texto de las Bases, publicada en 1879)

El lema ―gobernar es poblar‖ tiene, entonces, un carácter restrictivo y

Alberdi también es muy crítico de la tradición y la mentalidad católica española:

―El dilema es fatal: o católica exclusivamente y despoblada: o poblada y

próspera, y tolerante en materia de religión. Llamar la raza anglosajona y

las poblaciones de la Alemania, de Suecia y de Suiza, y negarles el

ejercicio de su culto, es lo mismo que no llamarlas sino para la ceremonia,

por hipocresía de liberalismo‖ (Alberdi, 1858, sección 14)

Otro elemento que surge de Peregrinación y que, en el contexto del

pensamiento alberdiano puede parecer una contradicción o un cambio de

opinión, transita por la discusión acerca de la ―inmigración espontánea‖. En las

Bases Alberdi había señalado: ―la inmigración espontánea es la verdadera y

grande inmigración. Nuestros gobiernos deben provocarla…‖ persuadiendo al

extranjero ―de que habita su patria; facilitando, sin medida ni regla, todas las

22

miras legítimas, todas las tendencias útiles‖ (Alberdi, 1858, sección 14). Sin

embargo, en Peregrinación dirá:

―La inmigración, que educa y civiliza, no es espontánea en países nuevos.

Pero la América del Sud no tendrá jamás la inmigración que educa, si se

atiene a la inmigración espontánea; es decir, a la inmigración que viene sin

ser llamada. La población civilizada y libre, no emigra espontáneamente

sino a países libres y civilizados, ricos y seguros. Dejaría de ser civilizada,

si obrase de otro modo. Nadie que vale algo emigra espontáneamente

para empeorar de condición. Para determinar a la buena población de

Europa, a emigrar a países inferiores, es preciso forzar su espontaneidad

por incentivos enérgicos, por irresistibles atractivos. […] La América antes

española, casi toda ella tropical, necesita estimular y provocar las

inmigraciones de libertad si quiere sustraer una porción de ellas a la gran

corriente espontánea, que las lleva en dirección de la libre Unión

Americana, de la libre Australia, de la libre Confederación de San Lorenzo.

No debe esperarlo todo de su clima hermoso, ni creer que ella lo

monopoliza, pues también el hemisferio del Sud protege la aclimatación de

la libertad británica en los hermosos climas del Asia del Sud y de la África

austral" (Alberdi, 1916: 178)

Más que una opinión diferente hay que pensar en que se trata de distintas

estrategias para momentos y procesos determinados. Dice Alberdi en la nota

aclaratoria a las Bases, ya mencionada:

―La inmigración espontánea es la mejor; pero las inmigraciones sólo van

espontáneamente a países que atraen por su opulencia y por su seguridad

23

o libertad […] pero no se concibe que esas poblaciones [ingleses y

alemanes] emigren espontáneamente a la América del Sud, sin incentivos

especiales y excepcionales‖

En las primeras décadas del siglo XX los eugenistas estaban convencidos

de que la población era escasa y de mala calidad. Se recomendaba atraer a

ingleses, franceses, alemanes y austriacos del norte, así como también

dinamarqueses, suecos, noruegos y suizos. Como contraparte, la cuestión de

la inmigración indeseable se instaló con fuerza en los debates políticos.

El Museo Social Argentino, en las postrimerías de la Primera Guerra

Mundial, realizó una encuesta entre conspicuos representantes de las ciencias,

la política y la jurisprudencia argentina. Se preguntaba, entre otras cosas: ¿Qué

factores pueden favorecer la emigración en los países actualmente en guerra?,

¿cuál es la inmigración que más nos conviene y qué medidas deben adoptarse

para atraerla y retenerla en el país?; ¿Cuál es la inmigración ―no deseable‖ y

cómo podría impedirse?; ¿Cuál es el número máximo de inmigrantes que el

país puede recibir y retener cada año convenientemente? Los resultados de la

encuesta se publicaron precedidos por un artículo del Dr. Emilio Frers quien se

expresa de manera amplia y generosa recordando los dichos de la Constitución

Nacional sobre la libertad de entrar para los extranjeros que vengan a

dedicarse al trabajo y se muestra contrario a todos los prejuicios de raza para

constituir un tipo nacional propio. No obstante, en los resultados de la encuesta

el panorama es diferente. Hay una convicción bastante generalizada de que

resulta deseable propiciar la inmigración de personas de las nacionalidades

mencionadas en el párrafo precedente, que tengan habilidades para trabajar en

24

el campo y que se vayan efectivamente a vivir al campo. Con respecto a la

inmigración no deseable, mientras algunos solo se centran en los que no

tengan habilidades agrícolas o jornaleros sin calificación, sorprende la

coincidencia generalizada en rechazar a la inmigración de raza amarilla —

chinos y japoneses— a los negros y rusos, y algunos agregan hindúes y

gitanos. Es casi unánime la consideración de indeseable de los agitadores

políticos, ácratas (es decir anarquistas), maximalistas (o bolcheviques) y

enfermos como los sifilíticos y tuberculosos.

***

El delirante proyecto del Quijote en la Patagonia no podía terminar de

otra manera: el ideólogo y su mayordomo gallego sometidos a un proceso

criminal. El Quijote fue benévolamente absuelto por ―demencia o monomanía‖

causadas ya no por novelas de caballeros, sino por el libro de Darwin sobre El

Origen de las especies, y por ello, se le confiscó.

Décadas después…

Hoy la Argentina es distinta. Las masas más numerosas de inmigrantes, a

contramano de las propuestas de Sarmiento, Alberdi, Bosch y los eugenistas,

provinieron de países del sur de Europa. El crisol de razas incluyó mezclas

diferentes de las que pensaron las élites en el cambio de siglos, pero la

educación pública permitió, en determinados periodos, una notoria movilidad

25

social ascendente. Las utopías liberales y oligárquicas sólo pudieron instalarse

a lo largo del siglo XX a través de las recurrentes dictaduras militares.

Permanece, en buena medida, la matriz estigmatizante del ―otro‖ que, con

el correr de las décadas dejó de ser el inmigrante europeo y comenzó a ser el

inmigrante interno (el ―cabecita negra‖). Actualmente, alentados por climas

políticos propiciatorios, resurgen prejuicios racistas, xenófobos y biologicistas

contra inmigrantes de países limítrofes. Los científicos sociales, por su parte,

miran con desprecio y no sin culpa a sus predecesores evolucionistas. Del

evolucionismo solo queda la teoría biológica que, sorprendentemente, y

aunque consolidada en el campo estrictamente biológico, resulta la única teoría

científica cuestionada desde algunos sectores religiosos y ostenta el récord de

ser también la única teoría científica que se ha discutido en una Suprema Corte

de Justicia (la de los EEUU). Pero todo esto ya es otro tema.

Para terminar, solo resta recomendar enfáticamente la lectura de

Peregrinación. Pero una lectura que prescinda de los prejuicios analíticos de

las páginas precedentes; una lectura que se deje arrastrar y permita disfrutar la

ironía, el sarcasmo, la sutileza y hasta el absurdo, que el autor maneja con

singular inteligencia y agudeza.

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