CLIMA SOCIAL FAMILIAR COMO FACTOR DE PROTECCIÓN O PREDICTOR EN EL ABUSO DE SUSTANCIAS

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CLIMA SOCIAL FAMILIAR COMO FACTOR DE PROTECCIÓN O PREDICTOR EN EL ABUSO DE SUSTANCIAS Karla M. Rico estrada RESUMEN En la actualidad el uso de sustancias constituye un problema para la sociedad, la población afectada no solo se reduce a la persona consumidora de la sustancia si no que llega a convertirse un problema para las personas que lo rodean principalmente la familia. El ambiente que rodea a la persona afectada por algún tipo de adicción a sustancias puede ser un desencadenante de esta conducta y la familia como primer grupo del que forma parte el individuo puede fungir como protector o desencadenar este problema, es por eso que se considera de especial importancia encontrar la relación entre ambos factores y las circunstancias familiares que pueden desencadenar o frenar el uso de sustancias. ABSTRACT At present, substance use is a problem for society; the affected population is not only reduced to the substance consumer, because it becomes a problem for all the nearby people, mainly the family. The environment surrounding the person affected by some type of substance abuse can be a trigger of the behavior; moreover, the family, as the primary group of the individual can also act as a protector or a trigger of the problem. Therefore, it is considered especially important to find the relationship between the two factors and explore family circumstances that may trigger or stop the use of substances.

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CLIMA SOCIAL FAMILIAR COMO FACTOR DE PROTECCIÓN O PREDICTOR

EN EL ABUSO DE SUSTANCIAS

Karla M. Rico estrada

RESUMEN

En la actualidad el uso de sustancias constituye un problema para la sociedad, la población afectada no solo sereduce a la persona consumidora de la sustancia si no que llega a convertirse un problema para las personas que lo rodean principalmente la familia. El ambiente que rodea a la persona afectada por algún tipo de adicción a sustanciaspuede ser un desencadenante de esta conducta y la familia como primer grupo del que forma parte el individuo puede fungir como protector o desencadenar este problema, es por eso que se considera de especial importancia encontrar la relación entre ambos factores y las circunstancias familiares que pueden desencadenar o frenar el uso de sustancias.

ABSTRACT

At present, substance use is a problem for society; the affected population is not only reduced to the substance consumer, because it becomes a problem for all the nearby people, mainly the family. The environment surrounding the person affected by some type of substance abuse can be a trigger of the behavior; moreover, the family, as the primary group of the individual can also act as a protectoror a trigger of the problem. Therefore, it is considered especially important to find the relationship between the two factors and explore family circumstances that may trigger or stop the use of substances.

Palabras clave: Clima social familiar, usos de sustancias

INTRODUCCIÓN

La familia forma parte crucial de la vida de cualquier

persona, en la actualidad existen diversos tipos de familia

pero todas cumplen con el propósito de formar individuos,

en México la familia es vista como una institución y es

muy importante en la vida de cualquier individuo.

La familia, según la Declaración Universal de los

Derechos Humanos, es el elemento natural y fundamental de

la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad

y del Estado (Asamblea General de las Naciones

Unidas,1948). Según esta definición la familia es vista

como parte de la naturaleza humano y por lo tanto parte

principal de la vida de cada individuo. La familia se

convierte en una especie de síntesis de todas las

contradicciones sociales que se reflejan en ella, más o

menos fuertemente, dependiendo de sus reservas de cohesión

social (Zamudio, 2008).

Minuchin (1984) indica que la familia puede verse como

un sistema que opera dentro de otros sistemas más amplios

teniendo tres características: a) su estructura es la de un

sistema sociocultural abierto, siempre en proceso de

transformación; b) se desarrolla en una serie de etapas

marcadas por crisis que la obligan a modificar su

estructura, sin perder por ello su identidad (ciclo vital),

y c) es capaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes

del entorno modificando sus reglas y comportamientos para

acoplarse a las demandas externas. Este proceso de

continuidad y cambio permite que la familia crezca, se

desarrolle y al mismo tiempo, asegura la diferenciación de

sus miembros.

Cuando un individuo que forma parte de la familia se

encuentra inmerso en un problema de usos de sustancias la

familia también es afectada. Kirschembaun, et al. (1974)

muestran patrones interacciónales que caracterizan a las

familia de drogadictos entre los que figuran un alto

conflicto, falta de intimidad, criticas frecuentes hacia el

hijo, el estilo autoritario de los padres, aislamiento

emocional, falta de placer en las relaciones siendo

frecuentes la depresión y tensión, coalición de los Padres

contra el Hijo y conflictos sexuales entre los Padres.

González (2007) menciona que datos actualizados por la

Organización Mundial de la Salud (OMS) plantean que el uso,

mal uso, abuso y dependencia de drogas legales e ilegales

así como problemas de prescripción, se relacionan

mundialmente con el 12,4 % de los fallecimientos y el 8,9 %

del total de años perdidos por discapacidad y muertes

precoces, con la consecuente estigmatización y rechazo

mundial, mientras que la droga paradigmática, el alcohol,

determina anualmente, mediante su uso nocivo, la pérdida de

58 millones de años por invalidez y muertes evitables. La

repercusión económica anual de estos absurdos

comportamientos ante las drogas permite realizar estimados,

en países desarrollados, que alcanzan cifras cercanas a los

mil dólares por cada habitante mayor de 15 años, con el

sorpresivo hallazgo de que la mitad de esa cifra se

relaciona con el uso irresponsable de alcohol.

En la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) del 2002

se encontró que existían en México 32’ 315,760 personas

entre 12 y 65 años que consumen alcohol y cerca de trece

millones más consumieron alcohol en el pasado aunque no

bebieron en los 12 meses previos a la encuesta. En la

población urbana el 72.2% de la población urbana masculina

y 42.7% de las mujeres reportaron haber consumido alcohol

en los doce meses previos al estudio; en la población rural

hay 543,197 bebedores más, 357,775 (18.9%) varones y

185,422 (9.9%) mujeres la encuesta advierte que en los

varones urbanos el mayor índice de consumo se observa en el

grupo ubicado entre 30 y 39 años en tanto que entre las

mujeres que viven en ciudades el mayor consumo fue

reportado fue por el grupo de entre 40 y 49 años; en la

población rural de ambos sexos, el mayor consumo se observó

también en este último grupo de edad. ENA (2008)

Tomando en cuenta la problemática actual que

representa el consumo de sustancias y su afectación en la

familia, el presente estudio pretende mostrar de una manera

clara la relación existente entre el clima social familiar

de estudiantes universitarios y el uso de sustancias.

ABUSO DE SUSTANCIAS

El uso de sustancias es una condición incierta, su

distinción del abuso no es clara. La mayor dificultad

estriba en que el uso y el abuso no pueden colocarse como

extremos de una sola dimensión; existen parámetros

sociales, médicos biológicos, legales, aun que este ultimo

tienen un peso relativamente mayor. La distinción entre el

uso y abuso depende en gran medida del carácter legal de la

producción, adquisición y uso con fines de intoxicación de

las diferentes sustancias (Tapia, 2001).

La tercera edición del manual de diagnóstico de los

trastornos mentales (APA, 1980) reunió todas las formas de

adicción bajo un solo concepto: "abuso y dependencia de

sustancias psicoactivas" y en forma independiente señaló

las complicaciones derivadas de su uso. Ésta clasificación

propone criterios diagnósticos que se han perfeccionado

hasta la versión del DSM IV (APA, 1994), ambas identifican

precoz y confiablemente un número mayor de personas con

abuso o dependencia.

La significación social de las drogas que afectan la

conducta es también derivada del hecho de que en muchos

países desarrollados sus efectos se relacionan con el 60 %

de los arrestos policiales, fatalidades de tránsito,

homicidios, incesto, violaciones, enfermedades de

transmisión sexual, teratogenias, divorcios y abandono

escolar, considerándose además como las principales

responsables de la extrema violencia doméstica y social

(González, 2007).

Los psicólogos reconocen que el desarrollo y

razonamiento moral no difiere mucho de otros aspectos del

desarrollo. Implican un sistema de valores que surge a

través de los lazos afectivos entre un niño y las personas

que lo rodean. Tienen dos aspectos: creencias intelectuales

y conexiones emocionales. El pensamiento y los sentimientos

constituyen elementos esenciales de la moralidad estos

requieren del buen funcionamiento del sistema nervioso

central. La mayoría de las drogas dañan el sistema en mayor

o menor medida y, por ello, afectan la capacidad de una

persona para funcionar en forma moralmente saludable.

(Hardiman, 1998 p. 46)

La relación que se establece entre juventud y consumo

de sustancias toxicas obedece a múltiples factores, entre

los que destaca un amplio sentido de frustración de las

expectativas de desarrollo, acenso y bienestar en un mundo

deshumanizado e injusto, donde priva la competencia, la

intolerancia, la hostilidad y la masificación, a propósito

del importante papel que juegan los desajustes e

incertidumbres psicosociales ocasionadas por la transición

de la niñez a la adolescencia y de esta a la vida adulta,

de tal suerte que la población juvenil constituye uno de

los sectores más vulnerables ante los embates de los

intereses comerciales creadores de necesidades y de

estereotipos. Por tanto no es un hecho aislado que la

población consumidora de drogas sea mayoritariamente joven

y que, en el caso especifico de México la edad promedio de

inicio en el consumo de sustancias toxicas sea en un mas

del 50% entre los 12 y 17 años, o que más de la mitad del

total de personas que presentan el síndrome de dependencia

alcohólica tengan entre 18 y 29 años de edad (Alvarado,

1994).

Martínez, Fuertes, Ramos & Hernández (2003)hacen

indican a los padres y los pares como marcos referenciales,

indicativos de pautas de actuación, baluartes de normas

reguladoras compartidas, detentadores de valores e

impulsores de búsquedas, así como agencias de influencia

social normativa, entre otros elementos relacionados,

tomando en cuenta esto la experimentación juvenil con

drogas está determinada por los efectos del modelamiento

simbólico, principalmente por parte de agencias

socializadoras como la familia

CLIMA SOCIAL FAMILIAR RELACIONADO AL USO DE SUSTANCIAS

Rodríguez-Martos (1996) sostiene que una actitud

familiar permisiva esta vinculada con la precocidad del

primer consumo alcohólico, además de que la percepción de

la propia familia como consumidora se asocia un mayor

consumo por parte de los hijos se propone que las

experiencias paternas con las drogas pueden actuar como acción

reforzante directa o vicaria de la iniciación y

mantenimiento del consumo (Álvarez, Palacios & Fuertes,

1999; Barca et al., 1996; Espada et al., 2008; Martínez et

al., 2003; Méndez & Espada, 1999)

En lo relacionado al clima afectivo en el hogar, las

relaciones negativas entre los adolescentes y sus padres y

un bajo grado de interacción y de apoyo por parte de éstos

aparecen asociados al consumo de drogas (Escámez, 1997). Se

encontró que factores como la ausencia de implicación

maternal, la ausencia o inconsistencia de la disciplina

parental y bajas aspiraciones de los padres sobre la

educación de sus hijos, predicen su iniciación en el uso de

drogas. (Kandel y Andrews 1987).

Muchos estudios confirman de forma genérica la

importancia de la comunicación paterno filial pero, con

referencia al problema concreto de las drogas, sostienen

que a pesar de que la relación con los padres tiene un

protagonismo especial en la vida del joven, la que se

establece con los amigos puede llegar a ser mucho más

relevante (Comas, 1990; Graña y Muñoz-Rivas, 2000). Otros

autores aseguran que la crianza de los niños en familias

con alto nivel de conflicto es un factor de riesgo

importante para el desarrollo de trastornos de conducta

general (Bragado, Bersabé y Carrasco, 1999), como también

para el consumo de sustancias (Otero, Mirón y Luengo,

1989).

En el sentido contrario, como factor protector podría

actuar el denominado modelado prosocial adulto por parte de

miembros no consumidores (Sussman, 1995). Desavenencias con

las figuras paternas, así como desregulaciones de la

dinámica sociofamiliar y déficits comunicacionales, la

influencia de la relación afectiva padre-hijo y el manejo familiar se

vinculan a la iniciación al consumo (Álvarez et al., 1999;

García-Pindado, 1992; Pérez & Mejía, 1998; Spoth, Redmind &

Lepper, 1999; Vielva, 2001).

El apoyo familiar actúa como factor de protección ante

la posible experimentación con sustancias psicoactivas de

sus hijos adolescentes, la tendencia se ha corroborado

obteniéndose en los niveles indicativos de alto apego

familiar puntuaciones medias denotativas de unas actitudes

globales hacia el consumo de drogas de mayor resistencia

(rechazo de invitaciones para el consumo de drogas

iniciáticas como alcohol y tabaco y de otras drogas, mayor

concienciación ante los efectos negativos, menores

disposiciones para experimentar y habituarse a las drogas y

evitación de situaciones de riesgo). En cambio, se confirma

la inducción de un estilo disciplinar severo a la

manifestación de unas actitudes globales de mayor

permisividad, así como una percepción distorsionada de los

riesgos inherentes a los usos. Asimismo, se ha constatado

el escaso efecto derivado del empleo de la sobreprotección

y control familiar, así como de la reprobación paterna

sobre las actitudes hacia el consumo. (Villa, 2004).

Con respecto al consumo de tóxicos, la probabilidad de

que los jóvenes manifiesten dicho comportamiento disminuye

a medida que aumenta su participación en las decisiones

familiares y, por el contrario, se incrementa conforme lo

hace el grado de discrepancia en la familia (Alonso y Del

Barrio, 1994).

La existencia en el seno familiar de normas explícitas con

respecto al uso de drogas distintas al alcohol o al tabaco

sean predictores de un mayor riesgo de este tipo de

sustancias. Si se considera que el hecho de que existan

normas con respecto al uso de las drogas legales se

configura, de forma para- lela, como un importante factor

de protección del mismo consumo, es interesante observar

cómo mientras el hecho de que los padres hagan patentes sus

actitudes contrarias a la bebida o al tabaco actúa

protegiendo a sus hijos de la implicación en el uso de las

mis- mas, el que éstos establezcan normas claras de

convivencia con respecto al rechazo del consumo de otras

drogas no convencionales incita al adolescente a beber o a

fumar, interpretando quizás que este tipo de sustancias son

menos peligrosas o menos dañinas al no ser expresamente

rechazadas por sus padres (Muñoz-Rivas y Graña, 2001)

Se ha establecido que adolescentes consumidores y no

consumidores de drogas se pueden observar diferencias

identificando que en el grupo de los consumidores el clima

social familiar es inadecuado en un mayor porcentaje que en

el grupo de no consumidores (López, M. 2012)

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