Capítulo 1
Transcript of Capítulo 1
Capítulo I
Espacio de memoria, identidad y turismo cultural: las
aristas del triángulo patrimonial
De un tiempo a esta parte, la gestión patrimonial levantada
desde la Municipalidad de Valparaíso a raíz del nombramiento de la
ciudad como “Patrimonio de la Humanidad”, el año 2003 por la
UNESCO, ha impulsado cierto discurso público que aspira a instalar
una imagen múltiple de la ciudad: como “capital cultural” de
Chile, Valparaíso como ciudad patrimonial, ciudad paisaje-
anfiteatro, ciudad puerto. Se asume así un Valparaíso único,
particular, cargado de historias que le dan su identidad y lo
diferencia del resto.
Este discurso público busca que los ciudadanos reconozcan y
apropien cierto patrimonio cultural porteño, el cual está
íntimamente ligado a las nociones de identidad (“proteger la
identidad local”), turismo cultural (“mercado turístico
patrimonial”) y espacio de memoria (“depositario de la identidad,
tradiciones y costumbres”); conceptos todos ellos presentes cuando
dicho discurso hace alusión sobre los cementerios patrimoniales.
En este primer capítulo abordaremos aquellas nociones que son
utilizadas por el discurso patrimonial, realizando un análisis
historiográfico de aquellos conceptos y desvelando los usos
políticos de éstos. Por lo anterior, es necesario señalar que para
realizar la labor que nos proponemos hemos rastreado este discurso
y sus conceptos por medio de sus documentos públicos, como son los
emanados por el Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de
1
Valparaíso, Subcomisión de Patrimonio del MINVU, las políticas
culturales provenientes del Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes, el Informe Final sobre la 1º fase del Plan Director de
Gestión Patrimonial de la Municipalidad de Valparaíso y lectura de
entrevistas a la directora de la Gestión Patrimonial de
Valparaíso, Paulina Kaplan, como también a la directora del
Archivo Histórico de Valparaíso, Ana María Ojeda.
1.1 El patrimonio como herramienta para la construcción de la
identidad
Desde el Ministerio de Vivienda y Urbanismo se propone para
la Subcomisión de Patrimonio y para efectos de la Política
Nacional de Desarrollo Urbano la definición de patrimonio como “el
lugar físico que tiene significación cultural en sí mismo o por
las actividades que se realicen en él”1, siendo el patrimonio
intangible considerado dentro de esta definición en la medida que
tenga un correlato en el espacio físico. Por otro lado, dentro de
los lineamientos planteados bajo la Política Cultural 2011-2016
del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes se plantea como
definición de “patrimonio cultural” aquella propuesta en la
Convención de 1972 sobre la Protección del Patrimonio Mundial,
Cultural y Natural convocada por la UNESCO:
“Conjunto de monumentos, obras arquitectónicas, de escultura
o de pintura monumentales, elementos o estructuras de
1 Propuesta para la definición de patrimonio 2.0 para Subcomisión de Patrimonio. Comisión Asesora Presidencial Política Nacional de DesarrolloUrbano. Junio 2012, p. 2. [en línea] http://politicaurbana.minvu.cl/wp-content/uploads/2013/06/Propuesta-para-la-definici%C3%B3n-de-Patrimonio-2.0-Divisi%C3%B3n-de-Desarrollo-Urbano_-Pilar-Gim%C3%A9nez.pdf Consultada: 13/09/2013
2
carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de
elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el
punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia”2
Bajo esta definición, la dimensión inmaterial del patrimonio
cultural aborda las tradiciones, expresiones, prácticas sociales y
artesanías tradicionales en tanto refuercen y fortalezcan el
sentimiento de identidad.
Dentro de los objetivos y acciones fundamentales que pretende
llevar a cabo el Plan Director de Gestión Patrimonial de
Valparaíso (PDGPV) podemos encontrar en primer lugar “la
protección del patrimonio y la identidad local”3. Observamos así
que el concepto de patrimonio e identidad se nos muestran
estrechamente vinculados y esto se refleja en mayor medida cuando
el discurso patrimonial nos llama a conservar “nuestra historia,
nuestro pasado, nuestra identidad” colocando en una misma línea
patrimonio, pasado e historia como conceptos homologables que nos
permiten acceder a ese ethos cultural del cual nos debiéramos
sentir parte en un “nosotros”.
La idea de que por medio de la protección y el rescate del
patrimonio, ya sea arquitectónico o inmaterial, se ayude a su vez
a mantener y perpetuar aquellos rasgos identitarios que nos
vinculan y dan pertenencia forma parte del sentido común en el que
se funda el discurso patrimonial. Como señala Pablo Aravena
2 Política Cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes,2011, p. 43.
3 Estudio:” Levantamiento información fase 1 plan director de gestión patrimonial”, Informe Final, SEREX, Ilustre Municipalidad de Valparaíso, 2011, Capítulo I, p. 1.
3
“resulta que la pregunta por lo que somos no tiene una sola
respuesta definitiva y para siempre. Resulta más o menos evidente
que no somos ni estamos destinados a ser siempre lo mismo, ni por
“dentro” ni “por fuera”.”4
Desde esta perspectiva, la identidad no es una y estática y
por lo tanto cualquier acción que ligue la conservación
patrimonial con la conservación de la propia identidad lo que
busca en definitiva es cosificar aquellas expresiones humanas en
constante cambio y transformación, en otras palabras, se busca
esencializar la identidad como lo planteaba la lógica
nacionalista. Este interés por “tangibilizar” todo tipo de
manifestaciones culturales va de la mano con los procesos de
“puesta en valor las cosas” impulsado por gestores e instituciones
patrimonialistas los cuales operan en la lógica del patrimonio
nacional-tangible en función de salvaguardar o fijar en un tiempo-
espacio físico determinado aquellos bienes o manifestaciones
dignas de ser valoradas nacionalmente, lo que implica, en palabras
de Mónica Lacarrieu, obviar
“los sistemas de creencias y las representaciones que
comunican productos de procesos constantes de transformación
social. “Tangibilizar” implica volver las expresiones de la
“intangibilidad” un soporte de lo duradero, en consecuencia
bienes “congelados” en un tiempo especial, reflejo de la
4 Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad: El contenido político de nuestra relación con el pasado, en: Tarapacá, Un Desierto de Historias, M. Gálvez, R. Ruz y A. Díaz (compiladores). FONDART, Iquique, 2003, p. 169.
4
autenticidad y antigüedad que otorgan identidad al grupo
involucrado”5
Siguiendo con lo planteado por esta autora anteriormente, los
bienes culturales patrimoniales (materiales e inmateriales
tangibilizados) poseen mayor carga simbólica e identitaria
mientras más atrás en el pasado hayan existido y mientras más
“auténticos”6 e irreproducibles sean.
“El patrimonio constituido en torno a la nación es el
producto de un entramado de recursos simbólicos hechos a
medida del poder material y simbólico de quienes lo
legitiman, por tanto, activados en relación a la identidad,
pero a una identidad en singular”7
Bajo el contexto de la globalización, el capitalismo post-
industrial y el mercado cultural, estos bienes patrimoniales son
utilizados para la promoción de la diversidad cultural en el
espacio local en contraposición con aquella noción que realza el
patrimonio a nivel nacional. Ya lo planteaba Pablo Aravena al
preguntar ¿para qué? y ¿de qué manera? se debía conservar nuestra
identidad como el discurso patrimonial consignaba. Señalando como
respuesta que “la conservación de nuestra identidad es
5 Lacarrieu, Mónica, El patrimonio cultural inmaterial: un recurso político en el espacio de la cultura pública local, en: VI Seminario sobre Patrimonio Cultural 2004 Instantáneas Locales, DIBAM, p. 158.
6 Al respecto sobre el problema de la autenticidad y unicidad Walter Benjamin señala “La autenticidad de una cosa es la cifra de todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su duración material hasta su testificación histórica” en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica en “Discursos interrumpidos I”, Taurus, Buenos Aires, 1989, p. 3
7 Lacarrieu, Mónica, op. cit., p. 171
5
imprescindible dado el actual contexto de la globalización. Desde
luego que es necesario, y deseable, conservar las propias maneras
de ser antes que se nos homologue a unas solas formas
universales.”8
Es esta diversidad de lo local que el discurso patrimonial
explota para construir una imagen de lo “exótico”, por lo tanto,
el reconocer lo diverso como parte del patrimonio local se
legitima su autenticidad lo que genera la diferencia con los
“otros”, determinando así un conjunto de rasgos que dan identidad
a la sociedad en cuestión.9
Néstor García Canclini considera el patrimonio cultural como
un espacio ideológico y por lo tanto, político. Su análisis se
inscribe en una mirada del patrimonio a nivel nacional, en
contraste con el análisis local de Lacarrieu, donde la clase
política hegemónica por medio de las políticas culturales influyen
en su propia reproducción. El preservar un sitio, un mueble, un
edificio o ciertas costumbres se inscriben bajo la lógica de
preservar-restaurar-difundir aquellas tradiciones que nos
identifican con la nación, tomar de aquel “pasado glorioso” los
elementos simbólicos que nos den una continuidad histórica del
“ser nacional”. Canclini observa dentro de esta operación la
eliminación de toda contradicción social, conflicto de interés o
división de clases que rompa con la unicidad nacional,
expresándose el patrimonio cultural como “neutro”10.
8 Aravena, Pablo, op. cit., p. 170
9 Lacarrieu, op. cit., p. 165.
10 García Canclini, Nestor, Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo, México D.F, 1990, p. 150.
6
En este sentido, el Estado cumple un doble papel en su
relación con el patrimonio. Por un lado promueve su valoración
como elemento que integra y da pertenencia a nivel nacional y por
el otro, promueve el patrimonio para transformar las realidades
locales “en abstracciones político-culturales, en símbolos de una
identidad nacional en que se diluyen las particularidades y los
conflictos”11
A su vez, Canclini explica que las tradiciones fundantes
deben “ponerse en escena” para que cumplan su rol de legitimantes
del ser nacional, en otras palabras, deben teatralizarse dado que
“el patrimonio existe como fuerza política en la medida en que es
teatralizado: en conmemoraciones, monumentos y museos”12. Este
recurso viene a nutrirse de la cultura de la imagen donde por
medio del sentido visual se absorbe con mayor rapidez y
efectividad ideas y símbolos. Nos encontramos así frente a un
patrimonio el que al ser teatralizado influye en la forma de
apropiación de un supuesto pasado fundante.
“Lo que se define como patrimonio e identidad pretende ser el
reflejo fiel de la esencia nacional. De ahí que su principal
actuación dramática sea la conmemoración masiva: fiestas
cívicas y religiosas, aniversarios patrióticos, y, en las
sociedades dictatoriales, sobre todo restauraciones”.13
11 García Canclini, Nestor, Los usos sociales del Patrimonio Cultural, en Aguilar Criado, Encarnación (1999) “Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio”, Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, p.21
12 García Canclini, Nestor, Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Op. cit., p. 151
13 Ibíd., p. 152-153
7
Es entonces en el patrimonio donde sobrevive la ideología del
tradicionalismo sustancialista, el cual según Canclini, es parte de los
sectores oligárquicos y funda mitos nacionales para su
legitimación política. Este tradicionalismo se apoya en la tesis
central de que la identidad cultural se afirma en el patrimonio
nacional. Esta noción de identidad debe asentarse necesariamente
en un territorio definido, pues es en este territorio donde se
teatralizan y se celebran las tradiciones14. Por otro lado, quienes
sostienen el tradicionalismo sustancialista proponen que la
preservación de los objetos patrimoniales tiene como propósito
conservar el alto valor simbólico que ellos tienen, de esta forma
demuestran que aquella sustancia identitaria es inherente a
aquellos objetos, trascendiendo en el tiempo.
“Su rasgo común es una visión metafísica, histórica de la
humanidad o del “ser nacional”, cuyas manifestaciones
superiores se habrían dado en un pasado desvanecido y
sobrevivirían hoy sólo en los bienes que lo rememoran […] Su
único sentido es guardar esencias, modelos estéticos y
simbólicos”.15
1.2 El lugar donde se encarna el recuerdo: memoria, identidad y
patrimonio.
Dentro del discurso patrimonial se encuentra presente una
relación conceptual entre “memoria”, “identidad” y “patrimonio”
donde el rescate del patrimonio significa a su vez el rescate de
una memoria, individual o colectiva, la cual daría forma a la
14 Ibíd., p. 177
15 García Canclini, Nestor, Los usos sociales del patrimonio… op. cit., p. 23
8
identidad. En este apartado rastrearemos en qué medida ese
discurso público alude a los cementerios.
Esta relación conceptual estrecha la podemos observar como
parte de los principios de la política cultural de Chile, donde se
promueve la “Investigación, preservación, conservación, difusión
del patrimonio cultural y rescate de la memoria”16, como también
parte de los valores desde donde se inspira estas políticas: “El
rescate de la memoria histórica y el dialogo intercultural como
motor de la identidad”17.
A su vez dentro de la Dirección de Gestión Patrimonial de la
Municipalidad de Valparaíso, su directora, Paulina Kaplán plantea
en una entrevista:
“Si nosotros no tenemos memoria no tenemos historia ¿Cómo
vamos a poder hacer un futuro? ¿Cómo vamos a poder vivir? Yo
creo que las personas que no tienen memoria no tienen
identidad y eso también es importante, la identidad de un
lugar y lógicamente que los cementerios son una parte
importantísima dentro de la historia de las ciudades” 18
Ahora bien, memoria, identidad y patrimonio se funden dentro
de este discurso público para señalar ciertos espacios o lugares
como depositarios de la memoria de la ciudad, cuya protección
significaría el mantenimiento de la identidad y la historia de la16 Política Cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2011, p. 26
17 Ibíd., p. 52
18 Ortiz, Natalia; Rojas, Carla. 2012. Patrimonio cultural de Valparaíso: Análisis del cementerio Nº1 en torno a los conceptos de identidad, cultura y memoria. Tesis de grado. Valparaíso, PUCV, Facultad de Filosofía y Educación, Instituto de Historia, p. 80
9
ciudad que de ella emana. Conceptos como “espacio para la memoria”
o “lugar de memoria” son utilizados de manera indistinta para
indicar un lugar físico donde se encarna cierta memoria, con
especial ahínco cuando el discurso patrimonial habla sobre los
cementerios de la ciudad. Esta relación entre memoria y los
cementerios responde a un vínculo afectivo donde la memoria se
“fija en la piedra” en conmemoración a aquellos difuntos, el
recuerdo del ser querido que partió se inmortaliza en una serie de
elementos como monumentos, estatuas u otros objetos que permitan
traer al presente su imagen. Así lo señala Joel Candau:
“Pocos objetos patrimoniales responden tan bien a su vocación
de memoria como los lugares importantes, los monumentos y las
estatuas. Los “difusores” de la memoria por excelencia son
los monumentos a los muertos, las necrópolis, los osarios,
etc., y, de manera más general, todos los monumentos
funerarios que son el aporte a una fuerte memoria afectiva.”19
Alejandro Isla en su artículo sobre la Comunidad de Amaicha
en Argentina aborda el concepto de memoria y su vinculación con el
de identidad, dentro de un campo político que hace de ellas
distintos usos, ya sea para reafirmar una narración del pasado o
legitimar una lucha territorial20. En este sentido, el autor
plantea cómo la “invención” de una memoria colectiva, destacando
hitos o documentos históricos (la Cédula Real en su estudio),
permite constituir una identidad:
19 Candau, Joel, Antropología de la memoria, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2006, p. 93
20 Isla, Alejandro, “Los usos políticos de la memoria y la identidad”, en Estudios Atacameños Nº26, 2003, p. 35
10
“Esta memoria colectiva o social, construida y recreada como
todas las memorias, enfatiza hechos aislados del pasado,
otorgándoles el carácter de símbolos o blasones históricos
[…] O sea, por un lado son invocados como una forma política
de identidad ya que le da raíces a un “nosotros”.21
De lo anterior, y tomando la idea de Pierre Nora de que la
memoria se encuentra vinculada a sitios, Isla señala que la
memoria transita entre “sitios” que se vuelven “acontecimientos” y
estos últimos a su vez se tornan en “lugares”22, memoria que como
narración del pasado que incide en el presente y futuro se
relaciona con procesos identitarios y de luchas de poder.
Continuando con el problema de la memoria y la identidad,
Candau plantea que las personas que recuerdan, se apropian de su
pasado y lo incorporan a sí mismo como parte que forjó su
identidad. La relación significaría que una memoria total daría
paso a una identidad fuerte, y, por otro lado, múltiples memorias
dan origen a múltiples identidades; así entonces la memoria puede
fortalecer un sentimiento nacional o fragmentarlo23. De ninguna
forma se pueden escindir ambos conceptos.
“No puede haber identidad sin memoria (como recuerdos u
olvidos), pues únicamente esta facultad permite la conciencia
de uno mismo en la duración. […] A la inversa, no puede haber
21 Ibíd., p. 38
22 Ibíd., p. 39
23 Candau, Joel, op. cit., p. 117. Al respecto, Paul Ricoeur señala este proceso como “la movilización de la memoria al servicio de la búsqueda, del requerimiento, de la reivindicación de identidad” en La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 110
11
memoria sin identidad, pues la instauración de relaciones
entre estados sucesivos del sujeto es imposible si éste no
tiene a priori conciencia de que este encadenamiento de
secuencias temporales puede tener significado para él.”24
David Lowenthal, por su parte, al analizar las formas en que
se busca recuperar el pasado, desde visitarlo a incluso vivir en
él como lo ha intentado mostrar la ciencia-ficción, observa el rol
que cumple la memoria como forma para volver a acceder a ese
pasado.
“Muchos pensaron que el receptáculo del pasado era la memoria
misma. Dado que el pasado daba forma al presente de todos,
ninguna impresión transitoria podría ser borrada del cerebro;
el almacén de la memoria los conservaba a todos de forma
permanente.”25
Este “almacén de la memoria” muchas veces era indicado como
el entorno, el cual se hallaba cargado de imágenes, ideas y
sentimientos que permitían de manera mental, de alguna u otra
forma, trasladarse hacia el pasado (lo que le da al pasado su
categoría de “nostálgico” son exactamente esos sentimientos e
imágenes)26. Lo mismo sucedía con ciertos objetos materiales donde
24 Ibíd., p. 116
25 Lowenthal, David, El pasado es un país extraño, Akal ediciones, Madrid,1998, p.45
26 Se entiende por “nostalgia” al “acceso al pasado a través de imágenes, de cuadros que operan fundamentalmente a nivel emocional (aunque no se restrinja puramente a él)” en Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad: El contenido político de nuestra relación con el pasado, en: Tarapacá, Un Desierto de Historias, M. Gálvez, R. Ruz y A. Díaz (compiladores). FONDART, Iquique, 2003, p. 164.
12
“los residuos físicos de todos los acontecimientos pueden dar un
acceso al pasado potencialmente ilimitado”27
Entendemos con el autor que una de las formas que el hombre,
en su relación con el pasado, tiene para volver a ese pasado
nostálgico era la memoria, la cual guardaba todos los recuerdos de
antaño, y que al fijarse en objetos o lugares del entorno hacía
posible su recuperación. De la misma forma, el discurso
patrimonial fija en determinados lugares u objetos cierta memoria
del pasado, seleccionando de esta forma aquello “digno de ser
recordado” y volcándose así en procesos de “puesta en valor”. El
proceso final que la gestión patrimonial construye sería como
sigue: se selecciona un lugar, por ejemplo el cementerio, por su
“carga de pasado” o de “memoria”, se escoge un tipo de memoria que
permita acceder a un pasado pre-seleccionado como digno de ser
recordado de ese lugar, aquel lugar con aquella memoria es
vinculado como fragmento de una identidad construida en ese pasado
seleccionado, finalmente el lugar es puesto en valor por lo
anterior y se transforma en patrimonial. Ahora bien, quien
selecciona el lugar, escoge la memoria y vincula una identidad no
es el discurso por sí mismo, quien lleva estas acciones es el
Estado junto con los agentes privados movidos con fines
mercantiles/turísticos.
Cabe preguntarse entonces ¿qué memoria pretende rescatar el
discurso patrimonial? Dicho concepto emerge y se puede entender
su uso (y abuso) dentro del actual contexto de globalización en
donde
27 Ibíd., p. 49
13
“La memoria invade el espacio público de las sociedad
occidentales: el pasado acompaña al presente y se instala en
el imaginario colectivo como una <<memoria>> poderosamente
amplificada por los medios de comunicación, a veces
gestionada por los poderes públicos. Se transforma en una
<<obsesión conmemorativa>> y la valoración, o sacralización,
de los <<lugares de memoria>> engendra una verdadera
<<topolatría>>”.28
Lo que plantea Enzo Traverso acerca de esta “obsesión” por
todo lo que nos genere buenos recuerdos y nos llame al rescate de
la memoria tiene su explicación debido a una crisis de la
transmisión de experiencias en donde el “sistema social borra las
tradiciones y fragmenta las existencias”29. Por ello se debe
entender que la memoria es un saber creado a partir del cúmulo de
experiencias vividas, “el principal destino de este saber es hacer
las cosas bien. El sentido último es transferirlo, pero no a cualquiera.
El saber de la memoria tiene esta particularidad, exige un vínculo
previo.”30 Sostengo así que la memoria es un saber social donde se
transfieren experiencias y permiten un hacer en el presente para
el futuro, he aquí su importancia y reivindicación por sobre
aquella imagen de la memoria que utiliza el discurso patrimonial
como espacio ocupado para y por el pasado nostálgico.
28 Traverso, Enzo, El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, política, Marcial Pons Ediciones Jurídicas, Madrid, 2007, p. 13
29 Ibíd., p. 16
30 Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política. El consumo delpasado en una época sin historia, Ediciones Escaparate, Chile, 2009, p. 62. La cursiva es del autor.
14
A partir de lo anterior, si la memoria entonces ya no
transmite ese cúmulo de experiencias como un saber en la práctica,
la función que cumpliría dentro del discurso público patrimonial
sería sólo aquella como herramienta para acceder al pasado. Ya lo
planteaba Paul Ricoeur al problematizar que “lo que justifica, en
última instancia, esta opinión preconcebida por la “buena”
memoria, es la convicción […] de que no tenemos otro recurso,
sobre la referencia al pasado, que la memoria misma”31.
Ahora bien, la memoria siempre la porta alguien, “no se
entiende el concepto sin su categoría afín, a saber, la de sujeto.
Por lo tanto la memoria siempre es plural, cada sujeto recuerda y
olvida lo suyo”32, advierte Pablo Aravena, es decir, la memoria es
eminentemente subjetiva. Hay un alguien que recuerda, que fue
testigo y actor. La memoria por tanto nunca es fija, se encuentra
en transformación permanente pues el sujeto reflexiona acerca de
sus experiencias y suma nuevos conocimientos a esa memoria,
modificándola. A su vez, si al hablar de memoria no podemos
separarla de la categoría de sujeto, tampoco podemos entender el
sujeto sin “proyecto”:
“La memoria es activa: selecciona, ordena y cita de acuerdo a
las necesidades del presente de cada sujeto. Llegamos al
punto en que caemos en cuenta que la memoria siempre
corresponde a algo así como un proyecto o, cuando menos, a una
31 Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 40.
32 Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno, Ediciones Escaparate, Chile, 2009, p. 27.
15
voluntad o deseo. La potencia de esa memoria es proporcional
a la fuerza del proyecto.”33
A partir de aquí nuestra pregunta entonces cambia, ya no sólo
nos cuestionamos qué memoria, sino también la memoria de quién.
Así también al preguntarnos sobre qué memoria, no podemos evitar
cuestionarnos sobre cuál proyecto; “las memorias se encuentran,
compiten y hasta pretenden excluirse. Es una forma de lucha por el
sentido”34, no hay una sola memoria y por lo tanto se vuelve
espacio de lucha política por un proyecto.
El principio de las políticas culturales que busca el rescate
de la memoria histórica anclada en ciertos lugares, patrimoniales
por cierto, que generan identidad da cuenta de la lógica
anteriormente descrita.
“Hay memorias oficiales alimentadas por instituciones,
incluso Estados, y memorias subterráneas, escondidas o prohibidas.
La <<visibilidad>> y el reconocimiento de una memoria dependen,
también, de la fuerza de quienes la portan. Dicho de otra manera,
hay memorias <<fuertes>> y memorias <<débiles>>”35
La gestión patrimonial de Valparaíso por tanto, y a modo de
respuesta a nuestras interrogantes, no pretende rescatar la
“memoria histórica” (como lo señala la política cultural) o
preservar tal lugar como “espacio para la memoria”. Donde hay
patrimonio no hay memoria, o no podría llamarse memoria como tal
ya que no permite a otros sujetos construir su propia memoria a33 Aravena, Pablo, op. cit., p. 63
34 Ibíd., p. 64
35 Traverzo, Enzo, op. cit., p. 48
16
partir de las experiencias en relación a un proyecto; lo que las
políticas culturales buscan instalar es la “memoria del mercado”,
una memoria que proviene “desde arriba” que impone lo que es digno
de ser recordado36 en función de un proyecto hegemónico y que a su
vez desecha todo lo que no corresponda a esta memoria: “Es así
como en las zonas afectas a la gestión patrimonial se impone una
“memoria patrimonial” que tiende a disolver o volver invisible
otro tipo de memorias”37, como por ejemplo la memoria sindical del
puerto planteada por el mismo autor de la cita, Pablo Aravena.
Dentro del sentido común de este discurso esta memoria del mercado
se encubre como la “memoria de la ciudad”, como una y ninguna
otra, estática, que siempre estuvo ahí pero que sólo había que
“reconstruirla” y ponerla “en valor”. Es la memoria que le sirve
al mercado turístico patrimonial para comerciar los bienes
culturales.
Así entonces la forma en que se apropia tal lugar como un
espacio donde esta encarnada cierta memoria se encuentra
totalmente dirigida a un fin, el cual busca traer del pasado
aquellos recuerdos e historias que permitan unificar en torno a
una identidad pre-construida. Esta identidad es construida y
esencializada entre lo “exótico” y lo “folclórico”, pues solo así
logra entrar dentro de las lógicas del mercado turístico
patrimonial. Continuando con lo referido por Candau acerca de los
cementerios y siguiendo la línea que hasta aquí hemos trazado, los
monumentos conmemorativos o los mismos cementerios catalogados
36 Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, op. cit., p. 28
37 Aravena, Pablo, op. cit., p. 134
17
como patrimoniales son tomados por el discurso público en la
medida que logren difundir la “memoria” de alguien digno de ser
recordado, cuya memoria permite generar un sentimiento de
identidad, como por ejemplo los fundadores de la ciudad o los
“grandes hombres ilustres” de aquellas épocas nostálgicas.
“A partir del siglo XX, los monumentos conmemorativos
consagran valores laicos (la patria), defienden principios
éticos (el bien) y políticos (la libertad), celebran
acontecimientos fundacionales (guerras, revoluciones). Se
convierten en los símbolos de un sentimiento nacional vivido
como una religión civil”38
Nunca está demás decir que la imposición de qué recordar y
qué somos “nosotros” busca en definitiva neutralizar toda
diferencia que genere conflicto, como ya lo advertimos con
Canclini más arriba, el patrimonio se quiere “apolítico” para no
expresar contradicciones sociales. Cualquier contradicción no
permitiría configurar un “patrimonio de todos”. Volviendo a tomar
las palabras de Mónica Lacarrieu:
“Más que una apropiación del patrimonio ha habido una
relación establecida desde la distancia constituida por el
“proceso de interiorización del mirar”, en consecuencia del
“se mira…y no se toca” peculiar a este tipo de bienes y/o
espacios patrimoniales. En la medida en que es esa visión la
que se legitima, se constituye un patrimonio en ausencia de
gente”39
38 Traverzo, Enzo, op. cit., p. 16
39 Lacarrieu, Mónica, op. cit., p. 171-172 La negrilla es de la autora.
18
1.3 El turismo cultural y el mercado turístico patrimonial
Partiendo desde el discurso público oficial en relación a las
Políticas Culturales, el fomento al turismo cultural es parte de
los objetivos que se proponen entre los años 2011-2016. La
promoción del patrimonio cultural material e inmaterial tiene como
fin el turismo, para ello se fomenta la capacitación de agentes
culturales hacia el turismo, se promueven las particularidades e
identidades locales para ser potenciadas turísticamente y se pone
énfasis en la creación de microempresas dedicadas al ámbito
turístico40.
Desde el Plan Director de Gestión Patrimonial de Valparaíso
se promueve la imagen de “Valparaíso ciudad dinámica” como
estrategia para impulsar actividades económicas relacionadas al
nivel terciario como lo es el turismo. Desde la declaración como
Patrimonio de la Humanidad, esta ciudad pasó a convertirse en un
objeto de atención y por lo tanto el turismo se ha vuelto un
importante articulador de la economía urbana41. La relación entre
patrimonio construido y su potencial económico es claro: “El
turismo ha resultado una oportunidad en crecimiento. La
declaratoria ha puesto a Valparaíso en el circuito económico de la
cultura”42. El fomento de la industria del turismo cultural ha
40 Ver los puntos detallados en Política Cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2011, p. 67
41 Estudio:” Levantamiento información fase 1 plan director de gestión patrimonial”, Informe Final, SEREX, Ilustre Municipalidad de Valparaíso, 2011, Capítulo I, p. 5
42 Ibíd., p. 10
19
provenido desde agente privados y agentes gubernamentales, como
por ejemplo desde la CORFO. Se muestra así que el turismo es la
puerta de entrada para el desarrollo de otras actividades
productivas como la hotelería, la gastronomía, los viajes y
recorridos, etc.; en definitiva, y según este discurso, el turismo
es la “actividad tradicional del Puerto”43.
Ante este escenario se hace necesario un análisis para
entender la relación entre turismo, mercado y patrimonio dentro
del discurso patrimonial y las consecuencias políticas, sociales y
económicas que esta relación desarrolla, dado que éste instala en
el sentido común la idea de que el turismo cultural es el nuevo
motor económico de la ciudad y por lo tanto se debe conservar las
costumbres, cuidar el patrimonio y el medio ambiente de la ciudad,
mantener la estética y colaborar lo más posible con aquellos
visitantes, en especial si son extranjeros.
Pablo Aravena plantea cómo bajo la lógica del discurso
patrimonial, subyace la noción del “pasado” como un bien de
consumo; en tanto bien, puede ser comercializado dentro de la
economía de mercado y ofrecido a aquellos turistas-consumidores
que van tras ese pasado.
“Sostengo que la actual gestión patrimonial no va más allá de
la salida comercial-turística para activar económicamente
sectores que han visto desaparecer los motores que antaño
mantenían su dinamismo económico, social y político. Impulsar
el “consumo del pasado” ofreciendo un inventario atractivo de
43 Ibíd., Capítulo V, p. 28
20
bienes culturales –por ejemplo bajo la tematización de un
barrio u otra localidad mayor.”44
Dicha gestión entonces transforma en mercancía aquellas
expresiones culturales y sus “productos”, catalogándolos como
“bienes culturales”. La demanda turística por aquello exótico,
distinto e invariable en el tiempo permite la comercialización de
estos bienes culturales dentro del mercado, bajo la lógica
cultural de capitalismo post-industrial. El turista proveniente
del “Primer mundo” demanda a ese “otro folclórico”45, pero como ya
señalamos anteriormente, la lógica patrimonial construye e impone
cierta identidad, esencializándola a base de estereotipos y
prejuicios en la medida que entren dentro de lo “exótico” exigido
por el turista-consumidor. Por otro lado, aquel turista demanda
aquel pasado que se ha resistido al paso del tiempo, un pasado
literal tal como se lo ofreció la agencia turística, “el turista,
al igual que el positivista ingenuo, quiere un pasado “tal cual
fue”; lo mejor conservado posible”46, es decir, aquel objeto
demandado no es más que la “imagen” estática del pasado, imagen en
un doble sentido: representación ideal del pasado y a su vez, como
reproducción del mismo.
El mercado turístico patrimonial exige por tanto que se
lleven a cabo otras actividades que permitan mantener intacto los
objetos y los bienes culturales del pasado. Nace así toda una
industria por la estética y la cosmética patrimonial, posible de
44 Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad… op. cit., p. 163
45 Ibíd., p. 170
46 Ibíd., p. 171
21
ser observada fácilmente en cuanto a su relación con la
mantención, cuidado y restauración de las viejas fachadas de los
edificios catalogados como monumentos históricos patrimoniales. El
turista exige recorrer por las mismas calles empedradas que hace
cientos de años y pasearse entre aquellas casas que aún se
mantienen de pie tal como se muestra en su postal. El turista, por
lo tanto, se siente (y exige ser) un “viajero del tiempo”. Con
respecto a este problema, David Lowenthal señala
“Si el pasado es un país extraño, la nostalgia lo ha hecho
“el país extraño con el mercado turístico más saneado de
cuantos existen” […] El aprovechamiento de la nostalgia
incita a los agentes inmobiliarios a tratar de fomentar el
interés mediante la excavación de cada fragmento de
historia”47
Aquella metáfora del viaje en el tiempo desborda a la
ciencia-ficción y hace referencia también a todas las formas de
“diversión” con el pasado. El autor plantea que desde la
literatura se pueden rastrear cinco razones para viajar al pasado
que son: la explicación del pasado, gozar de su exoticidad,
búsqueda de la edad de oro, el autoengrandecimiento, y cambiar el
pasado.48 De estas cinco razones podemos tomar al menos dos que se
vinculan con el turismo cultural, que son el gozar de su
exoticidad y la búsqueda de la edad de oro. De la primera creo que
ya ha quedado explicado en las páginas anteriores: “El turista, en
tanto figura del consumidor del mundo globalizado o capitalismo
47 Lowenthal, David, op. cit., p. 29
48 Ibíd., ver de forma detallada cada razón en p. 52-61
22
multinacional, posee un particular tipo de demanda cultural. Gusta
del “Otro folclórico”49. La segunda razón viene de la mano con esa
relación nostálgica que busca instalar el discurso patrimonial con
el pasado.
Buscar la edad de oro en el pasado significa que todo lo
bueno ya pasó, que el pasado era un lugar mejor que el presente y
que se anhela volver a “aquellos buenos tiempos”.
“Si ya dimos lo mejor de nosotros, si todo el valor que
habitaba en nosotros (as) se agotó, no tenemos ya material
disponible para construir nada. En este sentido, la
nostalgia tendría en nosotros el mismo efecto que un
narcótico; nos proporcionaría placer en la misma medida que
nos restaría vida. La nostalgia operaría bloqueando la acción
en el presente y, en consecuencia, imposibilitando la
historia.”50
Siguiendo a Lowenthal, la nostalgia trabajaría
despertando un apego por aquellos tiempos que el recuerdo añora.
El turista cansado de vivir en su realidad presente dentro de la
modernidad y desconfiado respecto de su mismo futuro se refugia en
el pasado que le parece más excitante e intenso, pero, advertimos
con Aravena que “deseando, retratando y consumiendo sensaciones.
El turista no establece más que una relación liviana con el
pasado”51, esto quiere decir que el turista como pasajero transita
de forma efímera dentro del espacio patrimonial, apropiando el
49 Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política… op. cit., p. 51
50 Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad… op. cit., p.164-165
51 Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política… op. cit., p. 133
23
patrimonio “cargado de pasado” de forma superficial e influido por
lo que el mercado cultural le dicte absorber.
Por otro lado, Canclini propone una serie de paradigmas
político-culturales acerca del propósito de la preservación del
patrimonio. El segundo de ellos es el paradigma mercantilista. El autor
explica que dentro de este paradigma el patrimonio se vuelve la
herramienta que permite valorizar económicamente los espacios
sociales, preservarlo sólo va en función si se obtienen ganancias
dentro del turismo o el mercado inmobiliario, mercado que, como
planteamos, utiliza la restauración como parte fundamental de
“devolver” la estética para presentarla al turista-consumidor.
“Los bienes simbólicos son valorados en la medida en que su
apropiación privada permite volverlos signos de distinción o
usufructuarlos en un show de luz y sonido”52.
La iniciativa privada por tanto hace uso del patrimonio en la
medida que la preservación de un barrio o la restauración de la
fachada un edificio permita aumentar el costo de las viviendas que
se encuentran allí, muchas de ellas transformadas en hoteles u
hospederías ad hoc con el entorno patrimonial, aunque por dentro,
dichos edificios patrimoniales hayan sufrido transformaciones
arquitectónicas y sean "modernos”; el fin lucrativo es claro.53
Se produce así una renovación urbana de las zonas típicas
patrimoniales, el aumento del valor de la vivienda en los cascos
históricos catalogados como patrimoniales obliga a sus habitantes
a migrar a la periferia de la ciudad, siendo estas habitaciones
52 García Canclini, Néstor, Los usos sociales del patrimonio…, op. cit., p. 23
53 Ibíd., p. 20
24
compradas por empresas inmobiliarias, transformándolas, por
ejemplo, en hoteles cuyo público objetivo son aquellos turistas
que pueden darse “el lujo” de ocupar dichos edificios.
“El pasado se transforma en memoria colectiva después de
haber sido seleccionado y reinterpretado según las
sensibilidades culturales, los dilemas éticos y las
conveniencias políticas del presente. De esa manera se
configurará el “turismo de la memoria”, con la transformación
de sitios históricos en museos y lugares de visitas
organizadas, dotados de estructuras adecuadas de acogida
(hoteles, restaurantes, tiendas de recuerdos, etc.), y
promovido ante el público con estrategias publicitarias.”54
Lo que Enzo Traverso plantea en la cita anterior nos revela
aquella relación entre turismo, mercado y patrimonio: el
patrimonio cultural de una ciudad se transforma en el bien
económico por excelencia de la lógica cultural capitalista, aquel
bien no es apropiado y gozado, contrariando al sentido común, por
los mismos habitantes de la ciudad, sino por los turistas.
Volviendo al discurso patrimonial, éste presenta al turismo
cultural como ayuda al desarrollo económico de la ciudad, basando
su lógica turística, según Mario Sobarzo, en ocho puntos: el
turista rechaza cualquier elemento desagradable de la ciudad;
producto del desplazamiento urbano se generan nuevas periferias;
recambio de la población (y de clase) de los centros
patrimoniales; “cosismo despolitizado expresado en el
54 Traverso, Enzo, op. cit., p. 14
25
patrimonialismo”55; destinación de dinero en la apertura de
servicios turísticos que van en beneficio exclusivamente de
privados; empobrecimiento en la calidad de vida de los sectores
urbanos dentro de las zonas patrimoniales (la exclusividad de los
negocios y comercios excluyen al habitante común); quiebra del
comercio local por la llegada de transnacionales y grandes
tiendas; y por último la precarización del trabajo turístico.56 De
este último punto es preciso señalar que la lógica comercial del
turismo cultural llama a los habitantes de la ciudad patrimonio a
convertirse en “guías turísticos”, a prestar ayuda al visitante
extranjero para llegar a aquellos lugares marcados en su mapa
turístico, para ello el fomento del aprendizaje del idioma inglés
es parte importante dentro de esta lógica. Así lo señalan los
últimos puntos de las Buenas Prácticas Patrimoniales de la ciudad
de Valparaíso:
“10. Trabaje con sus vecinos, para generar un ambiente de
confianza a los visitantes. ¡Un barrio seguro hace una
ciudad más atractiva!
11. Fomente la costumbre de vivir en barrio, conserve con sus
vecinos la relación vivienda-calle-comercio local. ¡Preserve
la amistad en su barrio!
12. Preste ayuda al visitante que lo requiera. ¡El turismo es
riqueza para su barrio, su ciudad!”57
55 Sobarzo, Mario, Gubernamentalidad patrimonial, en “Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno”, Aravena, Pablo y Sobarzo Mario, Ediciones Escaparate, 2009, p. 51
56 Ibíd., p. 51-52
57 Citado por Sobarzo, Mario, Gubernamentalidad patrimonial… op. cit., p. 58
26
En síntesis, dentro del discurso público patrimonial de
Valparaíso el turismo cultural se presenta como la única salida
económica posible (y sostenible en el tiempo) frente al nuevo
contexto de la ciudad: una ciudad declarada patrimonio de la
humanidad, volcándose todos los recursos e intereses en el fomento
de éste. Su legitimación se funda en desarrollar en el sentido
común la idea de que la ciudad no tenía otra actividad económica
y laboral más que esa, que el turismo siempre fue una actividad
“tradicional del puerto” ya que históricamente siempre fue
visitada por marineros y extranjeros que llegaban al puerto
principal de Chile y los habitantes los recibían y le mostraban la
ciudad, en definitiva, no había otra alternativa.
Tenemos así construido el triángulo patrimonial con las tres
aristas que se encuentran en el discurso público: Desde el
patrimonio debemos conservar nuestra identidad desde donde nacen
nuestras tradiciones y nuestro pasado, para ello, debemos
conservar también la memoria de la ciudad, encarnada en ciertos
lugares que nos dan lo característico y nos distinguen del resto,
a su vez, ser reconocidos como ciudad patrimonial nos invita a
promocionarnos y difundir nuestra imagen internacionalmente, por
lo que el turismo se vuelve el motor económico de la ciudad.
Rompiendo con las nociones y lugares comunes utilizados por
el discurso público relatado en el párrafo anterior, el análisis
historiográfico nos muestra que el triángulo patrimonial sería:
27
-La construcción de la identidad (¿qué somos?) por medio del
patrimonio y su preservación están íntimamente ligadas al poder,
como lo plantea Ricoeur:
“El poder siempre se encuentra vinculado al problema de la
identidad, ya sea personal o colectiva. ¿Por qué? Porque la
cuestión de la identidad gira en torno de la pregunta “¿quién
soy?” y dicha pregunta depende esencialmente de esta otra:
“¿qué puedo hacer?”, o bien “¿qué no puedo hacer?”. La noción
de identidad se encuentra, por tanto, estrechamente vinculada
al poder”58
En el discurso patrimonial público a la identidad se le enmascara
su función política por una mera función cultural-nacional.
-La memoria, su vinculación con el espacio y el qué y cómo
recordar están ligados a la noción de sujeto y proyecto. En el
discurso patrimonial la memoria se nos presenta como única,
imposibilita a los sujetos construir su propia memoria, imponiendo
recuerdos afines a un proyecto hegemónico.
-El turismo cultural y su desarrollo como polo económico
dentro la ciudad patrimonial se relacionan con el mercado
capitalista de bienes culturales. En el discurso patrimonial el
turismo se funda como actividad natural y positiva para la ciudad,
se invisibiliza y niega las consecuencias al entrar al sistema
globalizado del mercado turístico.
58 “Paul Ricoeur: memoria, olvido y melancolía”, (entrevista de Gabriel Aranzueque), en: Revista de Occidente, nº198, Madrid, 1997, p. 112. Citado por Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno… op. cit., p. 20
28
Bibliografía utilizada
Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política. El consumo del pasado en
una época sin historia, Ediciones Escaparate, Chile, 2009.
Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno,
Ediciones Escaparate, Chile, 2009.
Aravena, Pablo, “Patrimonio, memoria e historicidad: El contenido
político de nuestra relación con el pasado”, en: Tarapacá, Un Desierto
de Historias, M. Gálvez, R. Ruz y A. Díaz (compiladores). FONDART,
Iquique, 2003.
Benjamín, Walter, “La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Buenos
Aires, 1989.
Candau, Joel, Antropología de la memoria, Ediciones Nueva Visión, Buenos
Aires, 2006.
Estudio:” Levantamiento información fase 1 plan director de
gestión patrimonial”, Informe Final, SEREX, Ilustre Municipalidad
de Valparaíso, 2011.
García Canclini, Nestor, Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad. Editorial Grijalbo, México D.F, 1990.
García Canclini, Nestor, “Los usos sociales del Patrimonio
Cultural”, en Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio, Aguilar
Criado, Encarnación, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía,
1999.
29
Isla, Alejando, Los usos políticos de la memoria y la identidad, en Estudios
Atacameños Nº26, Universidad Católica del Norte, San Pedro de
Atacama, Chile, 2003.
Lacarrieu, Mónica, “El patrimonio cultural inmaterial: un recurso
político en el espacio de la cultura pública local”, en: VI Seminario
sobre Patrimonio Cultural 2004 Instantáneas Locales, DIBAM, 2004.
Lowenthal, David, El pasado es un país extraño, Akal ediciones, Madrid,
1998.
Ortiz, Natalia; Rojas, Carla, Patrimonio cultural de Valparaíso: Análisis del
cementerio Nº1 en torno a los conceptos de identidad, cultura y memoria. Tesis de
grado. PUCV, Facultad de Filosofía y Educación, Instituto de
Historia, Valparaíso, 2012.
Propuesta para la definición de patrimonio 2.0 para Subcomisión de
Patrimonio. Comisión Asesora Presidencial Política Nacional de
Desarrollo Urbano. Junio 2012. [en línea]
http://politicaurbana.minvu.cl/wp-content/uploads/2013/06/Propuest
a-para-la-definici%C3%B3n-de-Patrimonio-2.0-Divisi%C3%B3n-de-
Desarrollo-Urbano_-Pilar-Gim%C3%A9nez.pdf [consulta: 13/09/2013]
Política cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes, Chile, 2011.
Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, 2008
Traverzo, Enzo, El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, política,
Marcial Pons Ediciones jurídicas, Madrid, 2007.
30