Capítulo 1

31
Capítulo I Espacio de memoria, identidad y turismo cultural: las aristas del triángulo patrimonial De un tiempo a esta parte, la gestión patrimonial levantada desde la Municipalidad de Valparaíso a raíz del nombramiento de la ciudad como “Patrimonio de la Humanidad”, el año 2003 por la UNESCO, ha impulsado cierto discurso público que aspira a instalar una imagen múltiple de la ciudad: como “capital cultural” de Chile, Valparaíso como ciudad patrimonial, ciudad paisaje- anfiteatro, ciudad puerto. Se asume así un Valparaíso único, particular, cargado de historias que le dan su identidad y lo diferencia del resto. Este discurso público busca que los ciudadanos reconozcan y apropien cierto patrimonio cultural porteño, el cual está íntimamente ligado a las nociones de identidad (“proteger la identidad local”), turismo cultural (“mercado turístico patrimonial”) y espacio de memoria (“depositario de la identidad, tradiciones y costumbres”); conceptos todos ellos presentes cuando dicho discurso hace alusión sobre los cementerios patrimoniales. En este primer capítulo abordaremos aquellas nociones que son utilizadas por el discurso patrimonial, realizando un análisis historiográfico de aquellos conceptos y desvelando los usos políticos de éstos. Por lo anterior, es necesario señalar que para realizar la labor que nos proponemos hemos rastreado este discurso y sus conceptos por medio de sus documentos públicos, como son los emanados por el Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de 1

Transcript of Capítulo 1

Capítulo I

Espacio de memoria, identidad y turismo cultural: las

aristas del triángulo patrimonial

De un tiempo a esta parte, la gestión patrimonial levantada

desde la Municipalidad de Valparaíso a raíz del nombramiento de la

ciudad como “Patrimonio de la Humanidad”, el año 2003 por la

UNESCO, ha impulsado cierto discurso público que aspira a instalar

una imagen múltiple de la ciudad: como “capital cultural” de

Chile, Valparaíso como ciudad patrimonial, ciudad paisaje-

anfiteatro, ciudad puerto. Se asume así un Valparaíso único,

particular, cargado de historias que le dan su identidad y lo

diferencia del resto.

Este discurso público busca que los ciudadanos reconozcan y

apropien cierto patrimonio cultural porteño, el cual está

íntimamente ligado a las nociones de identidad (“proteger la

identidad local”), turismo cultural (“mercado turístico

patrimonial”) y espacio de memoria (“depositario de la identidad,

tradiciones y costumbres”); conceptos todos ellos presentes cuando

dicho discurso hace alusión sobre los cementerios patrimoniales.

En este primer capítulo abordaremos aquellas nociones que son

utilizadas por el discurso patrimonial, realizando un análisis

historiográfico de aquellos conceptos y desvelando los usos

políticos de éstos. Por lo anterior, es necesario señalar que para

realizar la labor que nos proponemos hemos rastreado este discurso

y sus conceptos por medio de sus documentos públicos, como son los

emanados por el Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de

1

Valparaíso, Subcomisión de Patrimonio del MINVU, las políticas

culturales provenientes del Consejo Nacional de la Cultura y las

Artes, el Informe Final sobre la 1º fase del Plan Director de

Gestión Patrimonial de la Municipalidad de Valparaíso y lectura de

entrevistas a la directora de la Gestión Patrimonial de

Valparaíso, Paulina Kaplan, como también a la directora del

Archivo Histórico de Valparaíso, Ana María Ojeda.

1.1 El patrimonio como herramienta para la construcción de la

identidad

Desde el Ministerio de Vivienda y Urbanismo se propone para

la Subcomisión de Patrimonio y para efectos de la Política

Nacional de Desarrollo Urbano la definición de patrimonio como “el

lugar físico que tiene significación cultural en sí mismo o por

las actividades que se realicen en él”1, siendo el patrimonio

intangible considerado dentro de esta definición en la medida que

tenga un correlato en el espacio físico. Por otro lado, dentro de

los lineamientos planteados bajo la Política Cultural 2011-2016

del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes se plantea como

definición de “patrimonio cultural” aquella propuesta en la

Convención de 1972 sobre la Protección del Patrimonio Mundial,

Cultural y Natural convocada por la UNESCO:

“Conjunto de monumentos, obras arquitectónicas, de escultura

o de pintura monumentales, elementos o estructuras de

1 Propuesta para la definición de patrimonio 2.0 para Subcomisión de Patrimonio. Comisión Asesora Presidencial Política Nacional de DesarrolloUrbano. Junio 2012, p. 2. [en línea] http://politicaurbana.minvu.cl/wp-content/uploads/2013/06/Propuesta-para-la-definici%C3%B3n-de-Patrimonio-2.0-Divisi%C3%B3n-de-Desarrollo-Urbano_-Pilar-Gim%C3%A9nez.pdf Consultada: 13/09/2013

2

carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de

elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el

punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia”2

Bajo esta definición, la dimensión inmaterial del patrimonio

cultural aborda las tradiciones, expresiones, prácticas sociales y

artesanías tradicionales en tanto refuercen y fortalezcan el

sentimiento de identidad.

Dentro de los objetivos y acciones fundamentales que pretende

llevar a cabo el Plan Director de Gestión Patrimonial de

Valparaíso (PDGPV) podemos encontrar en primer lugar “la

protección del patrimonio y la identidad local”3. Observamos así

que el concepto de patrimonio e identidad se nos muestran

estrechamente vinculados y esto se refleja en mayor medida cuando

el discurso patrimonial nos llama a conservar “nuestra historia,

nuestro pasado, nuestra identidad” colocando en una misma línea

patrimonio, pasado e historia como conceptos homologables que nos

permiten acceder a ese ethos cultural del cual nos debiéramos

sentir parte en un “nosotros”.

La idea de que por medio de la protección y el rescate del

patrimonio, ya sea arquitectónico o inmaterial, se ayude a su vez

a mantener y perpetuar aquellos rasgos identitarios que nos

vinculan y dan pertenencia forma parte del sentido común en el que

se funda el discurso patrimonial. Como señala Pablo Aravena

2 Política Cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes,2011, p. 43.

3 Estudio:” Levantamiento información fase 1 plan director de gestión patrimonial”, Informe Final, SEREX, Ilustre Municipalidad de Valparaíso, 2011, Capítulo I, p. 1.

3

“resulta que la pregunta por lo que somos no tiene una sola

respuesta definitiva y para siempre. Resulta más o menos evidente

que no somos ni estamos destinados a ser siempre lo mismo, ni por

“dentro” ni “por fuera”.”4

Desde esta perspectiva, la identidad no es una y estática y

por lo tanto cualquier acción que ligue la conservación

patrimonial con la conservación de la propia identidad lo que

busca en definitiva es cosificar aquellas expresiones humanas en

constante cambio y transformación, en otras palabras, se busca

esencializar la identidad como lo planteaba la lógica

nacionalista. Este interés por “tangibilizar” todo tipo de

manifestaciones culturales va de la mano con los procesos de

“puesta en valor las cosas” impulsado por gestores e instituciones

patrimonialistas los cuales operan en la lógica del patrimonio

nacional-tangible en función de salvaguardar o fijar en un tiempo-

espacio físico determinado aquellos bienes o manifestaciones

dignas de ser valoradas nacionalmente, lo que implica, en palabras

de Mónica Lacarrieu, obviar

“los sistemas de creencias y las representaciones que

comunican productos de procesos constantes de transformación

social. “Tangibilizar” implica volver las expresiones de la

“intangibilidad” un soporte de lo duradero, en consecuencia

bienes “congelados” en un tiempo especial, reflejo de la

4 Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad: El contenido político de nuestra relación con el pasado, en: Tarapacá, Un Desierto de Historias, M. Gálvez, R. Ruz y A. Díaz (compiladores). FONDART, Iquique, 2003, p. 169.

4

autenticidad y antigüedad que otorgan identidad al grupo

involucrado”5

Siguiendo con lo planteado por esta autora anteriormente, los

bienes culturales patrimoniales (materiales e inmateriales

tangibilizados) poseen mayor carga simbólica e identitaria

mientras más atrás en el pasado hayan existido y mientras más

“auténticos”6 e irreproducibles sean.

“El patrimonio constituido en torno a la nación es el

producto de un entramado de recursos simbólicos hechos a

medida del poder material y simbólico de quienes lo

legitiman, por tanto, activados en relación a la identidad,

pero a una identidad en singular”7

Bajo el contexto de la globalización, el capitalismo post-

industrial y el mercado cultural, estos bienes patrimoniales son

utilizados para la promoción de la diversidad cultural en el

espacio local en contraposición con aquella noción que realza el

patrimonio a nivel nacional. Ya lo planteaba Pablo Aravena al

preguntar ¿para qué? y ¿de qué manera? se debía conservar nuestra

identidad como el discurso patrimonial consignaba. Señalando como

respuesta que “la conservación de nuestra identidad es

5 Lacarrieu, Mónica, El patrimonio cultural inmaterial: un recurso político en el espacio de la cultura pública local, en: VI Seminario sobre Patrimonio Cultural 2004 Instantáneas Locales, DIBAM, p. 158.

6 Al respecto sobre el problema de la autenticidad y unicidad Walter Benjamin señala “La autenticidad de una cosa es la cifra de todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su duración material hasta su testificación histórica” en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica en “Discursos interrumpidos I”, Taurus, Buenos Aires, 1989, p. 3

7 Lacarrieu, Mónica, op. cit., p. 171

5

imprescindible dado el actual contexto de la globalización. Desde

luego que es necesario, y deseable, conservar las propias maneras

de ser antes que se nos homologue a unas solas formas

universales.”8

Es esta diversidad de lo local que el discurso patrimonial

explota para construir una imagen de lo “exótico”, por lo tanto,

el reconocer lo diverso como parte del patrimonio local se

legitima su autenticidad lo que genera la diferencia con los

“otros”, determinando así un conjunto de rasgos que dan identidad

a la sociedad en cuestión.9

Néstor García Canclini considera el patrimonio cultural como

un espacio ideológico y por lo tanto, político. Su análisis se

inscribe en una mirada del patrimonio a nivel nacional, en

contraste con el análisis local de Lacarrieu, donde la clase

política hegemónica por medio de las políticas culturales influyen

en su propia reproducción. El preservar un sitio, un mueble, un

edificio o ciertas costumbres se inscriben bajo la lógica de

preservar-restaurar-difundir aquellas tradiciones que nos

identifican con la nación, tomar de aquel “pasado glorioso” los

elementos simbólicos que nos den una continuidad histórica del

“ser nacional”. Canclini observa dentro de esta operación la

eliminación de toda contradicción social, conflicto de interés o

división de clases que rompa con la unicidad nacional,

expresándose el patrimonio cultural como “neutro”10.

8 Aravena, Pablo, op. cit., p. 170

9 Lacarrieu, op. cit., p. 165.

10 García Canclini, Nestor, Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo, México D.F, 1990, p. 150.

6

En este sentido, el Estado cumple un doble papel en su

relación con el patrimonio. Por un lado promueve su valoración

como elemento que integra y da pertenencia a nivel nacional y por

el otro, promueve el patrimonio para transformar las realidades

locales “en abstracciones político-culturales, en símbolos de una

identidad nacional en que se diluyen las particularidades y los

conflictos”11

A su vez, Canclini explica que las tradiciones fundantes

deben “ponerse en escena” para que cumplan su rol de legitimantes

del ser nacional, en otras palabras, deben teatralizarse dado que

“el patrimonio existe como fuerza política en la medida en que es

teatralizado: en conmemoraciones, monumentos y museos”12. Este

recurso viene a nutrirse de la cultura de la imagen donde por

medio del sentido visual se absorbe con mayor rapidez y

efectividad ideas y símbolos. Nos encontramos así frente a un

patrimonio el que al ser teatralizado influye en la forma de

apropiación de un supuesto pasado fundante.

“Lo que se define como patrimonio e identidad pretende ser el

reflejo fiel de la esencia nacional. De ahí que su principal

actuación dramática sea la conmemoración masiva: fiestas

cívicas y religiosas, aniversarios patrióticos, y, en las

sociedades dictatoriales, sobre todo restauraciones”.13

11 García Canclini, Nestor, Los usos sociales del Patrimonio Cultural, en Aguilar Criado, Encarnación (1999) “Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio”, Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, p.21

12 García Canclini, Nestor, Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Op. cit., p. 151

13 Ibíd., p. 152-153

7

Es entonces en el patrimonio donde sobrevive la ideología del

tradicionalismo sustancialista, el cual según Canclini, es parte de los

sectores oligárquicos y funda mitos nacionales para su

legitimación política. Este tradicionalismo se apoya en la tesis

central de que la identidad cultural se afirma en el patrimonio

nacional. Esta noción de identidad debe asentarse necesariamente

en un territorio definido, pues es en este territorio donde se

teatralizan y se celebran las tradiciones14. Por otro lado, quienes

sostienen el tradicionalismo sustancialista proponen que la

preservación de los objetos patrimoniales tiene como propósito

conservar el alto valor simbólico que ellos tienen, de esta forma

demuestran que aquella sustancia identitaria es inherente a

aquellos objetos, trascendiendo en el tiempo.

“Su rasgo común es una visión metafísica, histórica de la

humanidad o del “ser nacional”, cuyas manifestaciones

superiores se habrían dado en un pasado desvanecido y

sobrevivirían hoy sólo en los bienes que lo rememoran […] Su

único sentido es guardar esencias, modelos estéticos y

simbólicos”.15

1.2 El lugar donde se encarna el recuerdo: memoria, identidad y

patrimonio.

Dentro del discurso patrimonial se encuentra presente una

relación conceptual entre “memoria”, “identidad” y “patrimonio”

donde el rescate del patrimonio significa a su vez el rescate de

una memoria, individual o colectiva, la cual daría forma a la

14 Ibíd., p. 177

15 García Canclini, Nestor, Los usos sociales del patrimonio… op. cit., p. 23

8

identidad. En este apartado rastrearemos en qué medida ese

discurso público alude a los cementerios.

Esta relación conceptual estrecha la podemos observar como

parte de los principios de la política cultural de Chile, donde se

promueve la “Investigación, preservación, conservación, difusión

del patrimonio cultural y rescate de la memoria”16, como también

parte de los valores desde donde se inspira estas políticas: “El

rescate de la memoria histórica y el dialogo intercultural como

motor de la identidad”17.

A su vez dentro de la Dirección de Gestión Patrimonial de la

Municipalidad de Valparaíso, su directora, Paulina Kaplán plantea

en una entrevista:

“Si nosotros no tenemos memoria no tenemos historia ¿Cómo

vamos a poder hacer un futuro? ¿Cómo vamos a poder vivir? Yo

creo que las personas que no tienen memoria no tienen

identidad y eso también es importante, la identidad de un

lugar y lógicamente que los cementerios son una parte

importantísima dentro de la historia de las ciudades” 18

Ahora bien, memoria, identidad y patrimonio se funden dentro

de este discurso público para señalar ciertos espacios o lugares

como depositarios de la memoria de la ciudad, cuya protección

significaría el mantenimiento de la identidad y la historia de la16 Política Cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2011, p. 26

17 Ibíd., p. 52

18 Ortiz, Natalia; Rojas, Carla. 2012. Patrimonio cultural de Valparaíso: Análisis del cementerio Nº1 en torno a los conceptos de identidad, cultura y memoria. Tesis de grado. Valparaíso, PUCV, Facultad de Filosofía y Educación, Instituto de Historia, p. 80

9

ciudad que de ella emana. Conceptos como “espacio para la memoria”

o “lugar de memoria” son utilizados de manera indistinta para

indicar un lugar físico donde se encarna cierta memoria, con

especial ahínco cuando el discurso patrimonial habla sobre los

cementerios de la ciudad. Esta relación entre memoria y los

cementerios responde a un vínculo afectivo donde la memoria se

“fija en la piedra” en conmemoración a aquellos difuntos, el

recuerdo del ser querido que partió se inmortaliza en una serie de

elementos como monumentos, estatuas u otros objetos que permitan

traer al presente su imagen. Así lo señala Joel Candau:

“Pocos objetos patrimoniales responden tan bien a su vocación

de memoria como los lugares importantes, los monumentos y las

estatuas. Los “difusores” de la memoria por excelencia son

los monumentos a los muertos, las necrópolis, los osarios,

etc., y, de manera más general, todos los monumentos

funerarios que son el aporte a una fuerte memoria afectiva.”19

Alejandro Isla en su artículo sobre la Comunidad de Amaicha

en Argentina aborda el concepto de memoria y su vinculación con el

de identidad, dentro de un campo político que hace de ellas

distintos usos, ya sea para reafirmar una narración del pasado o

legitimar una lucha territorial20. En este sentido, el autor

plantea cómo la “invención” de una memoria colectiva, destacando

hitos o documentos históricos (la Cédula Real en su estudio),

permite constituir una identidad:

19 Candau, Joel, Antropología de la memoria, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2006, p. 93

20 Isla, Alejandro, “Los usos políticos de la memoria y la identidad”, en Estudios Atacameños Nº26, 2003, p. 35

10

“Esta memoria colectiva o social, construida y recreada como

todas las memorias, enfatiza hechos aislados del pasado,

otorgándoles el carácter de símbolos o blasones históricos

[…] O sea, por un lado son invocados como una forma política

de identidad ya que le da raíces a un “nosotros”.21

De lo anterior, y tomando la idea de Pierre Nora de que la

memoria se encuentra vinculada a sitios, Isla señala que la

memoria transita entre “sitios” que se vuelven “acontecimientos” y

estos últimos a su vez se tornan en “lugares”22, memoria que como

narración del pasado que incide en el presente y futuro se

relaciona con procesos identitarios y de luchas de poder.

Continuando con el problema de la memoria y la identidad,

Candau plantea que las personas que recuerdan, se apropian de su

pasado y lo incorporan a sí mismo como parte que forjó su

identidad. La relación significaría que una memoria total daría

paso a una identidad fuerte, y, por otro lado, múltiples memorias

dan origen a múltiples identidades; así entonces la memoria puede

fortalecer un sentimiento nacional o fragmentarlo23. De ninguna

forma se pueden escindir ambos conceptos.

“No puede haber identidad sin memoria (como recuerdos u

olvidos), pues únicamente esta facultad permite la conciencia

de uno mismo en la duración. […] A la inversa, no puede haber

21 Ibíd., p. 38

22 Ibíd., p. 39

23 Candau, Joel, op. cit., p. 117. Al respecto, Paul Ricoeur señala este proceso como “la movilización de la memoria al servicio de la búsqueda, del requerimiento, de la reivindicación de identidad” en La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 110

11

memoria sin identidad, pues la instauración de relaciones

entre estados sucesivos del sujeto es imposible si éste no

tiene a priori conciencia de que este encadenamiento de

secuencias temporales puede tener significado para él.”24

David Lowenthal, por su parte, al analizar las formas en que

se busca recuperar el pasado, desde visitarlo a incluso vivir en

él como lo ha intentado mostrar la ciencia-ficción, observa el rol

que cumple la memoria como forma para volver a acceder a ese

pasado.

“Muchos pensaron que el receptáculo del pasado era la memoria

misma. Dado que el pasado daba forma al presente de todos,

ninguna impresión transitoria podría ser borrada del cerebro;

el almacén de la memoria los conservaba a todos de forma

permanente.”25

Este “almacén de la memoria” muchas veces era indicado como

el entorno, el cual se hallaba cargado de imágenes, ideas y

sentimientos que permitían de manera mental, de alguna u otra

forma, trasladarse hacia el pasado (lo que le da al pasado su

categoría de “nostálgico” son exactamente esos sentimientos e

imágenes)26. Lo mismo sucedía con ciertos objetos materiales donde

24 Ibíd., p. 116

25 Lowenthal, David, El pasado es un país extraño, Akal ediciones, Madrid,1998, p.45

26 Se entiende por “nostalgia” al “acceso al pasado a través de imágenes, de cuadros que operan fundamentalmente a nivel emocional (aunque no se restrinja puramente a él)” en Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad: El contenido político de nuestra relación con el pasado, en: Tarapacá, Un Desierto de Historias, M. Gálvez, R. Ruz y A. Díaz (compiladores). FONDART, Iquique, 2003, p. 164.

12

“los residuos físicos de todos los acontecimientos pueden dar un

acceso al pasado potencialmente ilimitado”27

Entendemos con el autor que una de las formas que el hombre,

en su relación con el pasado, tiene para volver a ese pasado

nostálgico era la memoria, la cual guardaba todos los recuerdos de

antaño, y que al fijarse en objetos o lugares del entorno hacía

posible su recuperación. De la misma forma, el discurso

patrimonial fija en determinados lugares u objetos cierta memoria

del pasado, seleccionando de esta forma aquello “digno de ser

recordado” y volcándose así en procesos de “puesta en valor”. El

proceso final que la gestión patrimonial construye sería como

sigue: se selecciona un lugar, por ejemplo el cementerio, por su

“carga de pasado” o de “memoria”, se escoge un tipo de memoria que

permita acceder a un pasado pre-seleccionado como digno de ser

recordado de ese lugar, aquel lugar con aquella memoria es

vinculado como fragmento de una identidad construida en ese pasado

seleccionado, finalmente el lugar es puesto en valor por lo

anterior y se transforma en patrimonial. Ahora bien, quien

selecciona el lugar, escoge la memoria y vincula una identidad no

es el discurso por sí mismo, quien lleva estas acciones es el

Estado junto con los agentes privados movidos con fines

mercantiles/turísticos.

Cabe preguntarse entonces ¿qué memoria pretende rescatar el

discurso patrimonial? Dicho concepto emerge y se puede entender

su uso (y abuso) dentro del actual contexto de globalización en

donde

27 Ibíd., p. 49

13

“La memoria invade el espacio público de las sociedad

occidentales: el pasado acompaña al presente y se instala en

el imaginario colectivo como una <<memoria>> poderosamente

amplificada por los medios de comunicación, a veces

gestionada por los poderes públicos. Se transforma en una

<<obsesión conmemorativa>> y la valoración, o sacralización,

de los <<lugares de memoria>> engendra una verdadera

<<topolatría>>”.28

Lo que plantea Enzo Traverso acerca de esta “obsesión” por

todo lo que nos genere buenos recuerdos y nos llame al rescate de

la memoria tiene su explicación debido a una crisis de la

transmisión de experiencias en donde el “sistema social borra las

tradiciones y fragmenta las existencias”29. Por ello se debe

entender que la memoria es un saber creado a partir del cúmulo de

experiencias vividas, “el principal destino de este saber es hacer

las cosas bien. El sentido último es transferirlo, pero no a cualquiera.

El saber de la memoria tiene esta particularidad, exige un vínculo

previo.”30 Sostengo así que la memoria es un saber social donde se

transfieren experiencias y permiten un hacer en el presente para

el futuro, he aquí su importancia y reivindicación por sobre

aquella imagen de la memoria que utiliza el discurso patrimonial

como espacio ocupado para y por el pasado nostálgico.

28 Traverso, Enzo, El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, política, Marcial Pons Ediciones Jurídicas, Madrid, 2007, p. 13

29 Ibíd., p. 16

30 Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política. El consumo delpasado en una época sin historia, Ediciones Escaparate, Chile, 2009, p. 62. La cursiva es del autor.

14

A partir de lo anterior, si la memoria entonces ya no

transmite ese cúmulo de experiencias como un saber en la práctica,

la función que cumpliría dentro del discurso público patrimonial

sería sólo aquella como herramienta para acceder al pasado. Ya lo

planteaba Paul Ricoeur al problematizar que “lo que justifica, en

última instancia, esta opinión preconcebida por la “buena”

memoria, es la convicción […] de que no tenemos otro recurso,

sobre la referencia al pasado, que la memoria misma”31.

Ahora bien, la memoria siempre la porta alguien, “no se

entiende el concepto sin su categoría afín, a saber, la de sujeto.

Por lo tanto la memoria siempre es plural, cada sujeto recuerda y

olvida lo suyo”32, advierte Pablo Aravena, es decir, la memoria es

eminentemente subjetiva. Hay un alguien que recuerda, que fue

testigo y actor. La memoria por tanto nunca es fija, se encuentra

en transformación permanente pues el sujeto reflexiona acerca de

sus experiencias y suma nuevos conocimientos a esa memoria,

modificándola. A su vez, si al hablar de memoria no podemos

separarla de la categoría de sujeto, tampoco podemos entender el

sujeto sin “proyecto”:

“La memoria es activa: selecciona, ordena y cita de acuerdo a

las necesidades del presente de cada sujeto. Llegamos al

punto en que caemos en cuenta que la memoria siempre

corresponde a algo así como un proyecto o, cuando menos, a una

31 Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 40.

32 Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno, Ediciones Escaparate, Chile, 2009, p. 27.

15

voluntad o deseo. La potencia de esa memoria es proporcional

a la fuerza del proyecto.”33

A partir de aquí nuestra pregunta entonces cambia, ya no sólo

nos cuestionamos qué memoria, sino también la memoria de quién.

Así también al preguntarnos sobre qué memoria, no podemos evitar

cuestionarnos sobre cuál proyecto; “las memorias se encuentran,

compiten y hasta pretenden excluirse. Es una forma de lucha por el

sentido”34, no hay una sola memoria y por lo tanto se vuelve

espacio de lucha política por un proyecto.

El principio de las políticas culturales que busca el rescate

de la memoria histórica anclada en ciertos lugares, patrimoniales

por cierto, que generan identidad da cuenta de la lógica

anteriormente descrita.

“Hay memorias oficiales alimentadas por instituciones,

incluso Estados, y memorias subterráneas, escondidas o prohibidas.

La <<visibilidad>> y el reconocimiento de una memoria dependen,

también, de la fuerza de quienes la portan. Dicho de otra manera,

hay memorias <<fuertes>> y memorias <<débiles>>”35

La gestión patrimonial de Valparaíso por tanto, y a modo de

respuesta a nuestras interrogantes, no pretende rescatar la

“memoria histórica” (como lo señala la política cultural) o

preservar tal lugar como “espacio para la memoria”. Donde hay

patrimonio no hay memoria, o no podría llamarse memoria como tal

ya que no permite a otros sujetos construir su propia memoria a33 Aravena, Pablo, op. cit., p. 63

34 Ibíd., p. 64

35 Traverzo, Enzo, op. cit., p. 48

16

partir de las experiencias en relación a un proyecto; lo que las

políticas culturales buscan instalar es la “memoria del mercado”,

una memoria que proviene “desde arriba” que impone lo que es digno

de ser recordado36 en función de un proyecto hegemónico y que a su

vez desecha todo lo que no corresponda a esta memoria: “Es así

como en las zonas afectas a la gestión patrimonial se impone una

“memoria patrimonial” que tiende a disolver o volver invisible

otro tipo de memorias”37, como por ejemplo la memoria sindical del

puerto planteada por el mismo autor de la cita, Pablo Aravena.

Dentro del sentido común de este discurso esta memoria del mercado

se encubre como la “memoria de la ciudad”, como una y ninguna

otra, estática, que siempre estuvo ahí pero que sólo había que

“reconstruirla” y ponerla “en valor”. Es la memoria que le sirve

al mercado turístico patrimonial para comerciar los bienes

culturales.

Así entonces la forma en que se apropia tal lugar como un

espacio donde esta encarnada cierta memoria se encuentra

totalmente dirigida a un fin, el cual busca traer del pasado

aquellos recuerdos e historias que permitan unificar en torno a

una identidad pre-construida. Esta identidad es construida y

esencializada entre lo “exótico” y lo “folclórico”, pues solo así

logra entrar dentro de las lógicas del mercado turístico

patrimonial. Continuando con lo referido por Candau acerca de los

cementerios y siguiendo la línea que hasta aquí hemos trazado, los

monumentos conmemorativos o los mismos cementerios catalogados

36 Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, op. cit., p. 28

37 Aravena, Pablo, op. cit., p. 134

17

como patrimoniales son tomados por el discurso público en la

medida que logren difundir la “memoria” de alguien digno de ser

recordado, cuya memoria permite generar un sentimiento de

identidad, como por ejemplo los fundadores de la ciudad o los

“grandes hombres ilustres” de aquellas épocas nostálgicas.

“A partir del siglo XX, los monumentos conmemorativos

consagran valores laicos (la patria), defienden principios

éticos (el bien) y políticos (la libertad), celebran

acontecimientos fundacionales (guerras, revoluciones). Se

convierten en los símbolos de un sentimiento nacional vivido

como una religión civil”38

Nunca está demás decir que la imposición de qué recordar y

qué somos “nosotros” busca en definitiva neutralizar toda

diferencia que genere conflicto, como ya lo advertimos con

Canclini más arriba, el patrimonio se quiere “apolítico” para no

expresar contradicciones sociales. Cualquier contradicción no

permitiría configurar un “patrimonio de todos”. Volviendo a tomar

las palabras de Mónica Lacarrieu:

“Más que una apropiación del patrimonio ha habido una

relación establecida desde la distancia constituida por el

“proceso de interiorización del mirar”, en consecuencia del

“se mira…y no se toca” peculiar a este tipo de bienes y/o

espacios patrimoniales. En la medida en que es esa visión la

que se legitima, se constituye un patrimonio en ausencia de

gente”39

38 Traverzo, Enzo, op. cit., p. 16

39 Lacarrieu, Mónica, op. cit., p. 171-172 La negrilla es de la autora.

18

1.3 El turismo cultural y el mercado turístico patrimonial

Partiendo desde el discurso público oficial en relación a las

Políticas Culturales, el fomento al turismo cultural es parte de

los objetivos que se proponen entre los años 2011-2016. La

promoción del patrimonio cultural material e inmaterial tiene como

fin el turismo, para ello se fomenta la capacitación de agentes

culturales hacia el turismo, se promueven las particularidades e

identidades locales para ser potenciadas turísticamente y se pone

énfasis en la creación de microempresas dedicadas al ámbito

turístico40.

Desde el Plan Director de Gestión Patrimonial de Valparaíso

se promueve la imagen de “Valparaíso ciudad dinámica” como

estrategia para impulsar actividades económicas relacionadas al

nivel terciario como lo es el turismo. Desde la declaración como

Patrimonio de la Humanidad, esta ciudad pasó a convertirse en un

objeto de atención y por lo tanto el turismo se ha vuelto un

importante articulador de la economía urbana41. La relación entre

patrimonio construido y su potencial económico es claro: “El

turismo ha resultado una oportunidad en crecimiento. La

declaratoria ha puesto a Valparaíso en el circuito económico de la

cultura”42. El fomento de la industria del turismo cultural ha

40 Ver los puntos detallados en Política Cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2011, p. 67

41 Estudio:” Levantamiento información fase 1 plan director de gestión patrimonial”, Informe Final, SEREX, Ilustre Municipalidad de Valparaíso, 2011, Capítulo I, p. 5

42 Ibíd., p. 10

19

provenido desde agente privados y agentes gubernamentales, como

por ejemplo desde la CORFO. Se muestra así que el turismo es la

puerta de entrada para el desarrollo de otras actividades

productivas como la hotelería, la gastronomía, los viajes y

recorridos, etc.; en definitiva, y según este discurso, el turismo

es la “actividad tradicional del Puerto”43.

Ante este escenario se hace necesario un análisis para

entender la relación entre turismo, mercado y patrimonio dentro

del discurso patrimonial y las consecuencias políticas, sociales y

económicas que esta relación desarrolla, dado que éste instala en

el sentido común la idea de que el turismo cultural es el nuevo

motor económico de la ciudad y por lo tanto se debe conservar las

costumbres, cuidar el patrimonio y el medio ambiente de la ciudad,

mantener la estética y colaborar lo más posible con aquellos

visitantes, en especial si son extranjeros.

Pablo Aravena plantea cómo bajo la lógica del discurso

patrimonial, subyace la noción del “pasado” como un bien de

consumo; en tanto bien, puede ser comercializado dentro de la

economía de mercado y ofrecido a aquellos turistas-consumidores

que van tras ese pasado.

“Sostengo que la actual gestión patrimonial no va más allá de

la salida comercial-turística para activar económicamente

sectores que han visto desaparecer los motores que antaño

mantenían su dinamismo económico, social y político. Impulsar

el “consumo del pasado” ofreciendo un inventario atractivo de

43 Ibíd., Capítulo V, p. 28

20

bienes culturales –por ejemplo bajo la tematización de un

barrio u otra localidad mayor.”44

Dicha gestión entonces transforma en mercancía aquellas

expresiones culturales y sus “productos”, catalogándolos como

“bienes culturales”. La demanda turística por aquello exótico,

distinto e invariable en el tiempo permite la comercialización de

estos bienes culturales dentro del mercado, bajo la lógica

cultural de capitalismo post-industrial. El turista proveniente

del “Primer mundo” demanda a ese “otro folclórico”45, pero como ya

señalamos anteriormente, la lógica patrimonial construye e impone

cierta identidad, esencializándola a base de estereotipos y

prejuicios en la medida que entren dentro de lo “exótico” exigido

por el turista-consumidor. Por otro lado, aquel turista demanda

aquel pasado que se ha resistido al paso del tiempo, un pasado

literal tal como se lo ofreció la agencia turística, “el turista,

al igual que el positivista ingenuo, quiere un pasado “tal cual

fue”; lo mejor conservado posible”46, es decir, aquel objeto

demandado no es más que la “imagen” estática del pasado, imagen en

un doble sentido: representación ideal del pasado y a su vez, como

reproducción del mismo.

El mercado turístico patrimonial exige por tanto que se

lleven a cabo otras actividades que permitan mantener intacto los

objetos y los bienes culturales del pasado. Nace así toda una

industria por la estética y la cosmética patrimonial, posible de

44 Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad… op. cit., p. 163

45 Ibíd., p. 170

46 Ibíd., p. 171

21

ser observada fácilmente en cuanto a su relación con la

mantención, cuidado y restauración de las viejas fachadas de los

edificios catalogados como monumentos históricos patrimoniales. El

turista exige recorrer por las mismas calles empedradas que hace

cientos de años y pasearse entre aquellas casas que aún se

mantienen de pie tal como se muestra en su postal. El turista, por

lo tanto, se siente (y exige ser) un “viajero del tiempo”. Con

respecto a este problema, David Lowenthal señala

“Si el pasado es un país extraño, la nostalgia lo ha hecho

“el país extraño con el mercado turístico más saneado de

cuantos existen” […] El aprovechamiento de la nostalgia

incita a los agentes inmobiliarios a tratar de fomentar el

interés mediante la excavación de cada fragmento de

historia”47

Aquella metáfora del viaje en el tiempo desborda a la

ciencia-ficción y hace referencia también a todas las formas de

“diversión” con el pasado. El autor plantea que desde la

literatura se pueden rastrear cinco razones para viajar al pasado

que son: la explicación del pasado, gozar de su exoticidad,

búsqueda de la edad de oro, el autoengrandecimiento, y cambiar el

pasado.48 De estas cinco razones podemos tomar al menos dos que se

vinculan con el turismo cultural, que son el gozar de su

exoticidad y la búsqueda de la edad de oro. De la primera creo que

ya ha quedado explicado en las páginas anteriores: “El turista, en

tanto figura del consumidor del mundo globalizado o capitalismo

47 Lowenthal, David, op. cit., p. 29

48 Ibíd., ver de forma detallada cada razón en p. 52-61

22

multinacional, posee un particular tipo de demanda cultural. Gusta

del “Otro folclórico”49. La segunda razón viene de la mano con esa

relación nostálgica que busca instalar el discurso patrimonial con

el pasado.

Buscar la edad de oro en el pasado significa que todo lo

bueno ya pasó, que el pasado era un lugar mejor que el presente y

que se anhela volver a “aquellos buenos tiempos”.

“Si ya dimos lo mejor de nosotros, si todo el valor que

habitaba en nosotros (as) se agotó, no tenemos ya material

disponible para construir nada. En este sentido, la

nostalgia tendría en nosotros el mismo efecto que un

narcótico; nos proporcionaría placer en la misma medida que

nos restaría vida. La nostalgia operaría bloqueando la acción

en el presente y, en consecuencia, imposibilitando la

historia.”50

Siguiendo a Lowenthal, la nostalgia trabajaría

despertando un apego por aquellos tiempos que el recuerdo añora.

El turista cansado de vivir en su realidad presente dentro de la

modernidad y desconfiado respecto de su mismo futuro se refugia en

el pasado que le parece más excitante e intenso, pero, advertimos

con Aravena que “deseando, retratando y consumiendo sensaciones.

El turista no establece más que una relación liviana con el

pasado”51, esto quiere decir que el turista como pasajero transita

de forma efímera dentro del espacio patrimonial, apropiando el

49 Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política… op. cit., p. 51

50 Aravena, Pablo, Patrimonio, memoria e historicidad… op. cit., p.164-165

51 Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política… op. cit., p. 133

23

patrimonio “cargado de pasado” de forma superficial e influido por

lo que el mercado cultural le dicte absorber.

Por otro lado, Canclini propone una serie de paradigmas

político-culturales acerca del propósito de la preservación del

patrimonio. El segundo de ellos es el paradigma mercantilista. El autor

explica que dentro de este paradigma el patrimonio se vuelve la

herramienta que permite valorizar económicamente los espacios

sociales, preservarlo sólo va en función si se obtienen ganancias

dentro del turismo o el mercado inmobiliario, mercado que, como

planteamos, utiliza la restauración como parte fundamental de

“devolver” la estética para presentarla al turista-consumidor.

“Los bienes simbólicos son valorados en la medida en que su

apropiación privada permite volverlos signos de distinción o

usufructuarlos en un show de luz y sonido”52.

La iniciativa privada por tanto hace uso del patrimonio en la

medida que la preservación de un barrio o la restauración de la

fachada un edificio permita aumentar el costo de las viviendas que

se encuentran allí, muchas de ellas transformadas en hoteles u

hospederías ad hoc con el entorno patrimonial, aunque por dentro,

dichos edificios patrimoniales hayan sufrido transformaciones

arquitectónicas y sean "modernos”; el fin lucrativo es claro.53

Se produce así una renovación urbana de las zonas típicas

patrimoniales, el aumento del valor de la vivienda en los cascos

históricos catalogados como patrimoniales obliga a sus habitantes

a migrar a la periferia de la ciudad, siendo estas habitaciones

52 García Canclini, Néstor, Los usos sociales del patrimonio…, op. cit., p. 23

53 Ibíd., p. 20

24

compradas por empresas inmobiliarias, transformándolas, por

ejemplo, en hoteles cuyo público objetivo son aquellos turistas

que pueden darse “el lujo” de ocupar dichos edificios.

“El pasado se transforma en memoria colectiva después de

haber sido seleccionado y reinterpretado según las

sensibilidades culturales, los dilemas éticos y las

conveniencias políticas del presente. De esa manera se

configurará el “turismo de la memoria”, con la transformación

de sitios históricos en museos y lugares de visitas

organizadas, dotados de estructuras adecuadas de acogida

(hoteles, restaurantes, tiendas de recuerdos, etc.), y

promovido ante el público con estrategias publicitarias.”54

Lo que Enzo Traverso plantea en la cita anterior nos revela

aquella relación entre turismo, mercado y patrimonio: el

patrimonio cultural de una ciudad se transforma en el bien

económico por excelencia de la lógica cultural capitalista, aquel

bien no es apropiado y gozado, contrariando al sentido común, por

los mismos habitantes de la ciudad, sino por los turistas.

Volviendo al discurso patrimonial, éste presenta al turismo

cultural como ayuda al desarrollo económico de la ciudad, basando

su lógica turística, según Mario Sobarzo, en ocho puntos: el

turista rechaza cualquier elemento desagradable de la ciudad;

producto del desplazamiento urbano se generan nuevas periferias;

recambio de la población (y de clase) de los centros

patrimoniales; “cosismo despolitizado expresado en el

54 Traverso, Enzo, op. cit., p. 14

25

patrimonialismo”55; destinación de dinero en la apertura de

servicios turísticos que van en beneficio exclusivamente de

privados; empobrecimiento en la calidad de vida de los sectores

urbanos dentro de las zonas patrimoniales (la exclusividad de los

negocios y comercios excluyen al habitante común); quiebra del

comercio local por la llegada de transnacionales y grandes

tiendas; y por último la precarización del trabajo turístico.56 De

este último punto es preciso señalar que la lógica comercial del

turismo cultural llama a los habitantes de la ciudad patrimonio a

convertirse en “guías turísticos”, a prestar ayuda al visitante

extranjero para llegar a aquellos lugares marcados en su mapa

turístico, para ello el fomento del aprendizaje del idioma inglés

es parte importante dentro de esta lógica. Así lo señalan los

últimos puntos de las Buenas Prácticas Patrimoniales de la ciudad

de Valparaíso:

“10. Trabaje con sus vecinos, para generar un ambiente de

confianza a los visitantes. ¡Un barrio seguro hace una

ciudad más atractiva!

11. Fomente la costumbre de vivir en barrio, conserve con sus

vecinos la relación vivienda-calle-comercio local. ¡Preserve

la amistad en su barrio!

12. Preste ayuda al visitante que lo requiera. ¡El turismo es

riqueza para su barrio, su ciudad!”57

55 Sobarzo, Mario, Gubernamentalidad patrimonial, en “Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno”, Aravena, Pablo y Sobarzo Mario, Ediciones Escaparate, 2009, p. 51

56 Ibíd., p. 51-52

57 Citado por Sobarzo, Mario, Gubernamentalidad patrimonial… op. cit., p. 58

26

En síntesis, dentro del discurso público patrimonial de

Valparaíso el turismo cultural se presenta como la única salida

económica posible (y sostenible en el tiempo) frente al nuevo

contexto de la ciudad: una ciudad declarada patrimonio de la

humanidad, volcándose todos los recursos e intereses en el fomento

de éste. Su legitimación se funda en desarrollar en el sentido

común la idea de que la ciudad no tenía otra actividad económica

y laboral más que esa, que el turismo siempre fue una actividad

“tradicional del puerto” ya que históricamente siempre fue

visitada por marineros y extranjeros que llegaban al puerto

principal de Chile y los habitantes los recibían y le mostraban la

ciudad, en definitiva, no había otra alternativa.

Tenemos así construido el triángulo patrimonial con las tres

aristas que se encuentran en el discurso público: Desde el

patrimonio debemos conservar nuestra identidad desde donde nacen

nuestras tradiciones y nuestro pasado, para ello, debemos

conservar también la memoria de la ciudad, encarnada en ciertos

lugares que nos dan lo característico y nos distinguen del resto,

a su vez, ser reconocidos como ciudad patrimonial nos invita a

promocionarnos y difundir nuestra imagen internacionalmente, por

lo que el turismo se vuelve el motor económico de la ciudad.

Rompiendo con las nociones y lugares comunes utilizados por

el discurso público relatado en el párrafo anterior, el análisis

historiográfico nos muestra que el triángulo patrimonial sería:

27

-La construcción de la identidad (¿qué somos?) por medio del

patrimonio y su preservación están íntimamente ligadas al poder,

como lo plantea Ricoeur:

“El poder siempre se encuentra vinculado al problema de la

identidad, ya sea personal o colectiva. ¿Por qué? Porque la

cuestión de la identidad gira en torno de la pregunta “¿quién

soy?” y dicha pregunta depende esencialmente de esta otra:

“¿qué puedo hacer?”, o bien “¿qué no puedo hacer?”. La noción

de identidad se encuentra, por tanto, estrechamente vinculada

al poder”58

En el discurso patrimonial público a la identidad se le enmascara

su función política por una mera función cultural-nacional.

-La memoria, su vinculación con el espacio y el qué y cómo

recordar están ligados a la noción de sujeto y proyecto. En el

discurso patrimonial la memoria se nos presenta como única,

imposibilita a los sujetos construir su propia memoria, imponiendo

recuerdos afines a un proyecto hegemónico.

-El turismo cultural y su desarrollo como polo económico

dentro la ciudad patrimonial se relacionan con el mercado

capitalista de bienes culturales. En el discurso patrimonial el

turismo se funda como actividad natural y positiva para la ciudad,

se invisibiliza y niega las consecuencias al entrar al sistema

globalizado del mercado turístico.

58 “Paul Ricoeur: memoria, olvido y melancolía”, (entrevista de Gabriel Aranzueque), en: Revista de Occidente, nº198, Madrid, 1997, p. 112. Citado por Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno… op. cit., p. 20

28

Bibliografía utilizada

Aravena, Pablo, Memorialismo, historiografía y política. El consumo del pasado en

una época sin historia, Ediciones Escaparate, Chile, 2009.

Aravena, Pablo, Sobarzo, Mario, Valparaíso: patrimonio, mercado y gobierno,

Ediciones Escaparate, Chile, 2009.

Aravena, Pablo, “Patrimonio, memoria e historicidad: El contenido

político de nuestra relación con el pasado”, en: Tarapacá, Un Desierto

de Historias, M. Gálvez, R. Ruz y A. Díaz (compiladores). FONDART,

Iquique, 2003.

Benjamín, Walter, “La obra de arte en la época de su

reproductibilidad técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Buenos

Aires, 1989.

Candau, Joel, Antropología de la memoria, Ediciones Nueva Visión, Buenos

Aires, 2006.

Estudio:” Levantamiento información fase 1 plan director de

gestión patrimonial”, Informe Final, SEREX, Ilustre Municipalidad

de Valparaíso, 2011.

García Canclini, Nestor, Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la

modernidad. Editorial Grijalbo, México D.F, 1990.

García Canclini, Nestor, “Los usos sociales del Patrimonio

Cultural”, en Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio, Aguilar

Criado, Encarnación, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía,

1999.

29

Isla, Alejando, Los usos políticos de la memoria y la identidad, en Estudios

Atacameños Nº26, Universidad Católica del Norte, San Pedro de

Atacama, Chile, 2003.

Lacarrieu, Mónica, “El patrimonio cultural inmaterial: un recurso

político en el espacio de la cultura pública local”, en: VI Seminario

sobre Patrimonio Cultural 2004 Instantáneas Locales, DIBAM, 2004.

Lowenthal, David, El pasado es un país extraño, Akal ediciones, Madrid,

1998.

Ortiz, Natalia; Rojas, Carla, Patrimonio cultural de Valparaíso: Análisis del

cementerio Nº1 en torno a los conceptos de identidad, cultura y memoria. Tesis de

grado. PUCV, Facultad de Filosofía y Educación, Instituto de

Historia, Valparaíso, 2012.

Propuesta para la definición de patrimonio 2.0 para Subcomisión de

Patrimonio. Comisión Asesora Presidencial Política Nacional de

Desarrollo Urbano. Junio 2012. [en línea]

http://politicaurbana.minvu.cl/wp-content/uploads/2013/06/Propuest

a-para-la-definici%C3%B3n-de-Patrimonio-2.0-Divisi%C3%B3n-de-

Desarrollo-Urbano_-Pilar-Gim%C3%A9nez.pdf [consulta: 13/09/2013]

Política cultural 2011-2016, Consejo Nacional de la Cultura y las

Artes, Chile, 2011.

Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura

Económica, Buenos Aires, 2008

Traverzo, Enzo, El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, política,

Marcial Pons Ediciones jurídicas, Madrid, 2007.

30

31