Bartolome de las Casas

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Bartolomé de las Casas, la figura compleja. Por Arturo Real López, 2º de Grado en Geografía e Historia. Historia de América Precolombina y Colonial. Índice: Introducción: 1 Bartolomé de las Casas, un acercamiento al padre de la “leyenda negra”: 2 La “Brevísima”: Polémicas y debates en la época: 5 Otras Polémicas: Los casos de Motolinea y Sepúlveda: 9 Resumen de los contenidos de la Brevísima y estructura: 12 Estructura del Libro: 12 Resumen de la obra: 13 Repercusión de la obra: 16 En su momento: 16 Antilascasianos: 20 Lascasianos: 21 Conclusiones: 23 Bibliografía: 25 1. Introducción.

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Bartolomé de las Casas, lafigura compleja.

Por Arturo Real López, 2º de Grado en Geografía e Historia. Historiade América Precolombina y Colonial.

Índice:

Introducción: 1

Bartolomé de las Casas, un acercamiento al padre de la “leyenda negra”: 2

La “Brevísima”: Polémicas y debates en la época: 5Otras Polémicas: Los casos de Motolinea y Sepúlveda: 9

Resumen de los contenidos de la Brevísima y estructura: 12Estructura del Libro: 12Resumen de la obra: 13

Repercusión de la obra: 16En su momento: 16Antilascasianos: 20Lascasianos: 21

Conclusiones: 23

Bibliografía: 25

1. Introducción.

Bartolomé de las Casas, en su crónica Brevísima Relación

de la Destrucción de Indias, nos acerca a una realidad plenamente

aceptada en su tiempo y sobre la que el alza la voz entre

sus contemporáneos para intentar cambiarla, que es nada más

y nada menos que la sistemática masacre y el terrible

proceso de esclavización al que los pueblos de Indias, es

decir, de la actual América, se ven sometidos por los

conquistadores hispanos y portugueses avariciosos y

terriblemente crueles sin justificación, que solo van en

pos del oro y del beneficio personal engañando a los

monarcas Austrias del Imperio Español, llenos de buenos

propósitos hacia sus nuevos e inocentes súbditos allende

los mares. Hasta aquí, la idea de la muy popularizada, y en

parte de manera injusta, “leyenda negra” nacida alrededor

de los españoles durante la conquista y colonización de

América, alimentada por los historiadores anglosajones y

franceses a lo largo de los siglos para desprestigiar a su

eterna rival (y más por aquel entonces) España. Pero nunca

nada en la historia es tan blanco o tan negro como en este

caso, y eso es lo que este trabajo se propone demostrar.

Bartolomé de las Casas era un defensor enaltecido de la

humanidad y la dignidad de los pueblos originarios de

América, lo que demuestra tanto en esta como en sus demás

obras, todas ellas de carácter humanista y prácticamente

filantrópica, pero no es capaz de justificar el contexto en

que los daños y vejaciones a los indios ocurren, ya que por

sistema culpabiliza a los conquistadores de cualquier

problema, cual si los nativos fueran un pueblo pacífico y

tranquilo, dedicado a labores científicas y ociosas sin

usar la violencia hasta la llegada de los castellanos, y

solo en este caso usando las armas y la violencia contra

los ocupantes, y nunca entre ellos. La historia y la

arqueología tienen ya más que demostrado que esa visión tan

bondadosa de los indios americanos es incorrecta, pese que

a día de hoy la leyenda negra, que nació a partir de esta

relación de fray Bartolomé, tiene tanto peso científico o

más en muchos países que antes, inclusive en nuestro país.

Aunque también es necesario añadir en esta introducción que

esta polémica obra también ayudo por un lado a la

administración de América y a realizar ciertas mejoras en

la misma.

2. Bartolomé de las Casas, un acercamiento al padre de la

“leyenda negra”.

Bartolomé de las Casas nació en 1474, el 24 de agosto,

en Triana, un populoso barrio de Sevilla, aunque algunos

autores ubican su fecha de nacimiento en 1484. Esta desde

joven volcado a los estudios religiosos y al comercio. Su

padre, Pedro de las Casas, participó como comerciante en el

IIº viaje de Cristóbal Colón a América, donde trajo como

criado personal, o sea, como esclavo; un indio para su hijo

Bartolomé, que tras las disposiciones posteriores de Isabel

la Católica en favor de los nativos fue liberado de este

trabajo. Realizó estudios de derecho canónigo y laico en

Salamanca, que remató en el 1500 aproximadamente. Después,

se embarca como doctrinero de indios en el 1502, llegando

ese mismo año a La Española en el convoy en el que viajaba

también Nicolás de Ovando para hacerse cargo de la

gobernación del territorio.

Ya en América participa en varias campañas de guerra

abierta contra los caciques nativos del interior de la

propia isla bajo el mando de Diego Velázquez de Cuéllar,

con los que gana una encomienda en la isla por sus

servicios. Es interesante detenerse aquí un momento a hacer

un breve impasse y definir en qué consistía esa

institución. Las encomiendas fueron una de las formas

básicas de organización del territorio y la producción en

el territorio colonial español de América entre los siglos

XVI y XVII. Estaban en relación a las relaciones de

dependencia entre campesinos y señores vasallos de los

monarcas europeos propias de la Europa feudal. Los indios a

ellas adscritos recibían pues la protección de un señor

venido de Castilla, que además se hacía responsable en

teoría de educarlos, mantenerlos y convertirlos al

cristianismo. Estos en cambio trabajaban las minas y

tierras que la encomienda englobaba para que de esa

producción dispusiese el encomendero lo que mejor

considerase. Estos contratos fueron inicialmente a

perpetuidad, aunque luego se hicieron solo alargables a dos

años según la ley cuando Isabel la Católica empezó a tomar

medidas en pos del bienestar de sus súbditos nativos de esa

tierra en contra de los desmadres de los primeros

expedicionarios como el propio Cristóbal Colón, que tan

buen marino descubridor fue como pésimo administrador

político colonial. Huelga decir que en estas encomiendas se

cometían desmanes terribles con la población indígena, a la

que se hacía sufrir y trabajar de una manera inhumana para

sus estándares de trabajo previo, próximo a la

subsistencia, que los agotaron físicamente llevándolos a la

muerte en muchos casos. Aunque bien es cierto que ya a la

llegada de fray Bartolomé a La Española ya se habían

redactado las Leyes de Burgos para mejorar las condiciones

de vida de los nativos americanos que quedaban aun y que

estaban adscritos a estas, y fomentar los matrimonios

interraciales entre colonos de Castilla y nativas; siendo

poco a poco substituido este método de producción por otro

igualmente inhumano que es el de la trata y secuestro para

posterior esclavización de negros venidos de África.

Bien, hecha esta aclaración respecto al sistema de

encomiendas y en qué consistía y cómo funcionaba, sigamos

adelante con las andanzas de Bartolomé de las Casas. Es a

partir de 1516, siendo un encomendero el mismo, aunque

bastante humano para la media, cuando reacciona y ve la

crueldad que el propio sistema de encomiendas implica para

la población y se decide a obrar, pasando a sentirse cual

el hombre de acción que debe dar la vuelta a la situación y

lograr dar a los indios una vida justa y no tiránica como

hasta ahora, cosa que algunos dominicos ya habían

denunciado anteriormente en 1511 desde la propia isla de La

Española, encabezados por fray Antonio de Montesinos,

aunque los encomenderos locales los silenciaron, siendo

Bartolomé de las Casas uno de tantos encomenderos que se

apartó del conflicto. Llegó Bartolomé a esta resolución,

según Bataillon, tras la lectura de ciertos versículos del

Eclesiástico de la Biblia, una de sus lecturas predilectas,

mientras preparaba un sermón para Pentecostés

. Así, viaja a Castilla para hablar con el viejo rey

Fernando, que muere a su llegada, así que lo hace con el

regente Cardenal Cisneros, que toma en parte sus ideas de

la creación de núcleos de población de indios tributarios

no de un encomendero, si no directamente del rey de España.

Este le nombre también ayudante sobre el terreno de la

misión de frailes jerónimos enviada para gobernar las

tierras de América en ese momento. Luego, tras juzgar débil

el gobierno de estos frailes, se dirige de nuevo a España

donde acaba de llegar de Gante el emperador Carlos V, nuevo

gobernante, que escucha sus cuasi utópicas sugerencias

dichas anteriormente, y en parte las acepta. Es aquí donde

se le atribuye la polémica de si fue él uno de los

impulsores de la esclavitud y secuestro de negros llevados

a posteriori a América para servir a los intereses

coloniales en substitución de los indios, polémica de la

que hablaremos más adelante en el apartado correspondiente.

Destaquemos también la publicación por estas fechas, en

1517, de una de sus obras más importantes peor más

ignoradas también en su momento, que fue la Historia de Indias,

bastante más objetiva y menos apasionada que la conocida

Brevísima.

Un momento clave en su vida es en el cual se afilia y

une a la orden mendicante de los dominicos. Esta se

caracterizaba ya por aquel entonces por una defensa tenaz y

organizada de los derechos de los indios y una lucha porque

alcanzasen una educación cristiana y una conversión plena y

feliz. Llega a este camino tras varios intentos de

colonización frustrada siguiendo el ejemplo de sus

postulados y utópicas teorías, fracasados todos ellos por

efecto de ciertos elementos hostiles a el que pusieron en

su contra a los nativos de los territorios que aspiraba a

convertir y administrar de una manera nueva y más justa.

Dentro de esta orden ayudó a la conversión pacífica de los

nativos junto a sus compañeros de orden por Guatemala,

Nicaragua y La Española. Gracias a su entrevista con el

emperador Carlos V se promulgaron en 1542 las Leyes Nuevas.

En ellas se ordenaba el cesar de fundar nuevas encomiendas

y la liberación de todos los indios a ellas afiliados pues

las antiguas también debían desaparecer, aunque el sistema

pervivió casi dos siglos más de forma prácticamente

residual; pero de esto ya se hablará con un mayor

desenvolvimiento posteriormente en el análisis y crítica de

la propia obra de Bartolomé de las Casas.

Al año siguiente, en 1543, es nombrado obispo de

Chiapas, donde su primer gobernador laico, Mazariegos,

había garantizado muchas ventajas y derechos para los

indios, que se vieron disminuidos en gran medida a su

muerte y posterior substitución por otro gobernador que

estaba en el cargo a la llegada del obispo Las Casas. Busca

lograr la plena desaparición de las encomiendas, poniendo

bajo escrito normas tan excesivas como el que para recibir

confesión en su obispado, los terratenientes tenían que

disolver ante notario sus encomiendas, por lo que provocó

constantes disturbios en la sociedad de Chiapas. Decide

regresar en 1547 a España para luchar desde allí por el

bienestar de los indios, ya que, entre otras cosas, Carlos

V ha decidido el hacer una reducción de los privilegios en

condición de igualdad concedidos a los nativos por petición

del gobierno de Nueva España, que logró que las que estaban

en ese momento fundadas y operativas no solo no fueran

suspendidas sino que además fueran hereditarias, aunque tan

solo a una generación de herederos, la posterior al titular

de la misma en aquel momento. En 1550 mantiene un debate

con el sacerdote Juan Ginés de Sepúlveda sobre si es justo

o injusto el trato dado a los indios hasta el momento, del

que ambos se proclaman vencedores, pues Las Casas publica

sus tesis aunque el debate lo gana Sepúlveda, que no puede

hacer lo mismo., En 1552 se instala en Sevilla donde

pública unas cuantas obras que estuvo escribiendo hasta el

momento durante sus estancias en América, entre la que se

cuenta la Brevísima Relación o su parte de la disputa con

Sepúlveda. Muere finalmente en Madrid, a los 92 años (según

la cuenta de Llorente y De Remesal), en el convento

dominico de Atocha, en 1566, reposando por disposición

testamentaria sus restos en Valladolid.

Como este breve y somero bosquejo sobre la intensa y

larga vida de esta figura del clero, beatificada en el año

2000, nos deja claro que no fue una vida plana fácil de

juzgar de una manera rápida sin dejarse sombras y

claroscuros, como con casi todos los personajes de este

convulso periodo de tiempo. Por lo tanto, debemos ir con

cuidado a la hora de hablar de esta figura, y no dejarnos

llevar a juicios que pueden ser equívocos en base a sus

publicaciones y pensamientos que pueden ser más polémicos o

llevar a más de una interpretación.

3. La “Brevísima”: Polémicas y debates en la época.

Tras el análisis de la vida del autor, contexto

primigenio y profundo de la obra, pasemos a analizar la

misma. Es un libro publicado por Bartolomé de las Casas en

1552, como tantos otros de sus tratados, pero su gestación

se remonta a más atrás en el tiempo. Aproximadamente en

1540 llega a la Península Bartolomé de las Casas con el

firme propósito de cambiar la administración colonial

española en las Indias, que a sus ojos está acabando con el

continente. Escribe así una Relación de Denuncias y Remedios.

Esta causa una profunda impresión en la corte, una

impresión favorable a los objetivos e intenciones de Las

Casas, y de la que no nos ha llegado más que el Octavo

remedio, que llegó junto a la Brevísima en 1552,

perdiéndose el resto. Bartolomé es reconocido en la corte,

lo que el mismo aprovecha así para hacer oír su voz aún más

alto, lo cual tendrá como consecuencia las citadas ya

anteriormente Leyes Nuevas. En 1546, ante la imperfección en

ciertos aspectos de las mejoras que se implantan desde el

gobierno central del Imperio sobre las Indias, decide

enviar un manuscrito corto y breve que hace llegar a los

nobles principales del reino y al monarca Felipe II. Y

después de este borrador es cuando nace como compilación de

agravios lo que actualmente conocemos como la Brevísima

Relación de la Destrucción de Indias.

¿Cómo se llegó a la publicación de una obra tan

agresiva contra las políticas coloniales de una, no lo

olvidemos, monarquía absoluta? Es llamativo que la censura,

ya muy presente en aquel tiempo, no fuera quien de parar la

publicación de esta obra en un primer momento, publicada

como ya dijimos en 1552 en Sevilla. Bartolomé de las Casas

no fue nunca un revolucionario ni un preclaro

anticolonialista que fuera predecesor de Gandhi o Sukarno.

Nada más lejos de la realidad. Sus textos denotan siempre

una clara preocupación por la mejora del rendimiento

colonial y la humanización del trato a los naturales del

lugar, pero siempre dando por justa y necesaria la

presencia española en esas tierras, siempre gracias a la

preclara mente del para el gran descubridor Cristóbal

Colón. El que publicara en ese periodo una obra tan

polémica y crítica, y bastante desvirtuada de la realidad,

es debido principalmente al hecho de que estaba siendo

ignorado. Es decir, Felipe II y sus ministros no le hacían

caso en sus constantes prerrogativas, súplicas y peticiones

dirigidas a la mejora de la calidad de vida de los nativos

en América. Estas consistían principalmente en el abandono

del sistema de encomiendas que desnaturalizaba y explotaba

hasta la extenuación a los nativos, abogando un sistema de

colonización por parte de agricultores y ganaderos traídos

de la metrópoli que se instalen en las tierras de Indias

para explotarlas en condiciones de igualdad con los

nativos, ya que estos en realidad también eran súbditos,

teóricamente al mismo nivel, del rey de España. Así, creía

Bartolomé, se garantizaría un pacífico devenir de la

colonización del Nuevo Mundo en el que todos saldrían

beneficiados, y la producción sería estable y equilibrada,

satisfaciendo además las necesidades económicas tanto de

las colonias como de la metrópoli. Es decir, no solo hace

una crítica del sistema colonial vigente entonces, que

también, si no que en base a sus conocimientos y amor por

esas tierras buscas también una alternativa, más o menos

viable, que garantice el bienestar en esas tierras. Para la

época, las teorías de colonización y poblamiento eran

básicamente una utopía, pero estaba bien planificada y

convencía a ciertos sectores de los cercanos a los centros

de poder, sobre todo de la orden de los dominicos, a la que

como ya sabemos, Las Casas entró a formar parte, y que

creían con gran convencimiento en el iusnaturalismo

escolástico.

Volviendo al tema de los avatares relacionados con la

impresión y publicación de este libro, debemos decir que no

fue examinado por la censura. Es un hecho muy curioso pues

toda obra publicada en Castilla pasaba por aquel entonces,

a mediados del siglo XVI, por la censura y examen del

Tribunal de Castilla, al que también se le pagaban rentas

de todo tipo a la hora de la publicación. Es muy probable

que el influyente Bartolomé de las Casas, que había sido

obispo de Chiapas y tenía contactos de todo tipo en la

corte por sus constantes idas y venidas y escritos de

denuncia a la misma, recibiera “apadrinamiento” y

financiación para poder lograr escaquearse de esa manera de

las rémoras que acostumbraban a venir unidas a la

publicación de un libro, y más con un contenido polémico y

que afectaba a tantas personas de alto rango como es la

Brevísima. Uno de sus más probables protectores y que logró

hacer que Las Casas no tuviera que pasar ni el filtro

inquisitorial y el del propio Tribunal de Castilla (Que

realmente se complementaban el uno al otro), fue fray

Domingo de Soto. Este fraile fue discípulo de Francisco de

Victoria. Este se adelantó unos años a la Brevísima con sus

propias publicaciones enmarcadas dentro del iusnaturalismo,

defendiendo en sus Relecciones sobre los Indios y el Derecho de Guerra,

de 1539, que son seres políticos como cualquier otro ser

humano, y que por lo tanto así han de ser tratados, como

iguales, pues la cristianización no justifica el trato

inhumano que reciben, declarando además en este tratado que

el que el papa le ceda con una bula esos territorios a un

monarca no es suficiente justificación para que a los

naturales del lugar, por no ser católicos, se les haga la

guerra, pues son sujetos de derecho y el pecado no es un

delito lego. Eso sí, ante las tesis lascasianas que

proponían el abandono del Perú, dejando allí solos a los

nativos, y que Carlos V barajó seriamente durante un

tiempo, si se opuso a Las Casas, convenciendo al emperador

de no hacerlo, pues si se fueran y renaciera el Imperio

Inca, el catolicismo desaparecería también de estas

tierras, que era lo que más temía el pío Carlos V. Así,

este estudioso, que trabajaba en la Universidad de

Salamanca, se transforma en uno de los defensores de los

indios más destacados junto con el propio padre Bartolomé

de las Casas en el siglo XVI, pero con unas teorías

propias, más moderadas y no tan tremendas y catastrofistas

como las que caracterizarán a Bartolomé de las Casas.

Así pues, como discípulo de Francisco de Victoria,

fray Domingo de Soto simpatizaba abiertamente con las ideas

de sesgo cuasi progresista que preconizaba Las Casas, ya

que aunque Victoria se le había adelantado, realmente era

más un teórico del derecho afincado desde su cómoda plaza

en la Universidad de Salamanca, que una persona que sobre

el terreno hubiera vivido la realidad americana y sacado de

ahí sus conclusiones; y estas habían sido muy próximas a

las de Bartolomé de las Casas, de ahí que aunque hubiera

cierto ocultamiento hacía la figura de Victoria debido a la

profusión internacional de la Brevísima, La importancia e

influencia en la corte de Victoria es muy importante,

llegando a plantear el también modelos de administración

colonial por parte de los indios, hombres políticos a su

parecer, pero tan solo a partir del momento en que

estuvieran ya claramente cristianizados, que es la causa

que hace justo el que se les haga la guerra y conquiste,

pero sin dejarlos en la esclavitud como el sistema de

encomiendas hacía. Domingo de Soto era, como Bartolomé de

las Casas, dominico, y a la muerte de Francisco de Victoria

en 1546 era la cabeza visible de la Universidad de

Salamanca en lo que a derecho respecta, y un gran defensor

de las teorías lascasianas. Otro personaje importante que

permitió que esta obra viera la luz fue el arzobispo de

Sevilla por aquel entonces Fernando de Valdés, que además

era inquisidor general, por lo que controlaba el Consejo de

Inquisición, uno de los órganos de censura más importantes

de la época, como ya dijimos; y participaba en los Consejos

de Hacienda y Estado, lo cual denota su importante posición

en los centros de poder de la España de los Austrias

mayores. A priori, esta relación entre un inquisidor

principal y Las Casas puede resultar sorprendente, pero si

lo desmenuzamos no tanto. Por un lado, la encomienda era

una institución de la época de Carlos V, y además temprana,

y que muchos de los ministros y consejeros nuevos que

llegaron al cargo con su hijo Felipe II asociaban con la

anquilosada etapa precedente a su llegada al poder; y

huelga decir a estas alturas que Las Casas era un acérrimo

enemigo de esta institución. Por otro lado, Bartolomé de

las Casas defendió siempre la idea de la presencia de un

Tribunal del Santo Oficio en América para ayudar a la

asimilación pacífica de la religión católica por parte de

los naturales del lugar. Este tribunal implantado en

América aumentaría por un lado, aún más, el poder del Santo

Oficio, y por otro lado ayudaría a financiar más y mejor,

en base a diezmos y otra clase de impuestos y tributos, el

fisco de la misma. Así visto, realmente el fraile dominico

no es que fuera un buen aliado de la Inquisición, sino que

era un instrumento magnífico para aumentar tanto su

influencia como su poder.

Contando con estos apoyos tácitos, la obra de

Bartolomé de las Casas pudo ver la luz, como decíamos, en

1552, junto a otra serie de escritos del fraile tales como

la Controversia con Ginés Sepúlveda, sobre en la que en breve

tendremos ocasión de entrar, o el Octavo Remedio de la

relación de remedios y quejas que hizo llegar en su momento

a la corte de Carlos V.

a. Otras polémicas: Los casos de Sepúlveda y Motolinía.

El debate con Ginés de Sepúlveda: Fue un debate a

dos bandas, entre el propio Las Casas y el

sacerdote y jurista Ginés de Sepúlveda en

Valladolid, por encargo del rey Carlos V y ante

el Consejo de Indias y una junta de teólogos. El

tema del mismo fue discutir si era justo o no el

hacerle la guerra a los indios. Ginés,

maquiavelista y aristotélicos, defendió lo justo

de la conquista y apresamiento de los indios si

estos habían sido plenamente vencidos, por el

contrario que las ideas iusnaturalistas que

preconizó previamente Francisco de Victoria y que

llevó al extremo el padre Las Casas. Básicamente,

Ginés sigue el principio cuasi tomista de que los

más fuertes y sabios deben ser seguidos y guiar y

cuidar a los más débiles de espíritu. Y siendo

estos primeros los españoles allá en el Nuevo

Mundo, y los débiles de espíritu los nativos,

estos debían ser vencidos en combate y

esclavizados por ley natural. Además, con sus

perniciosas costumbres como el sacrificio humano,

los nativos atentan contra la religión católica y

la paz universal, por lo cual hay que refrenar

esas costumbres perniciosas como sea. Todo esto,

como decíamos, ha de hacerse por mano del

conflicto armado y la dominación. Ahí es donde

discrepan Sepúlveda y Las Casas. Las Casas, como

sabemos, defiende a ultranza los derechos y

virtudes de los indios y no cree conveniente el

usar la violencia contra ellos para convertirlos,

sino la palabra y el dialogo. Por el contrario,

Ginés si apoya esa teoría. Para él la dialéctica

no puede funcionar con estos grupos contrarios a

la razón y bondad divina y por eso la guerra

contra ellos es justa, aunque, eso sí, no

defiende la esclavización como un modelo

incontestable, sino que la tolera aunque no la

considera necesaria.

Esta junta, con sus debates consiguientes

entre los ponentes, se desarrolló entre 1550 y

1551. Los testigos de ella, el Consejo de Indias

y el de teólogos debían elegir al final a un

ganador del mismo, pero no se pronunciaron cuando

este terminó, quedando así en suspenso por parte

oficial el vencedor de este duelo dialéctico. Por

un lado, se le atribuye la victoria a Sepúlveda

al ser sus ideas las más influyentes en tiempos

posteriores, pero Las Casas fue el que obtuvo

autorización para publicar sus tesis, argumentos

y conclusiones del debate mientras que Sepúlveda,

ganador teórico, no. Su obra principal, escrita a

modo diálogo al estilo de los filósofos de la

Antigüedad, como Aristóteles, a los que estudió y

admiraba; que llevó por título Demócrates Segundo, o

de las Justas Causas de la Guerra contra los Indios, quedó en

la oscuridad durante siglos, sin ser publicada, y

por lo tanto lejos del alcance de los eruditos

hasta que en 1780 la Academia de la Historia

mandó a Cerda y Rico que hiciera una compilación

de la obra completa de este sabio de su época,

que pasó a la historia, debido al desconocimiento

y a la generalización, como un sanguinario sin

corazón, pero que fue un sabio para sus

contemporáneos y nada más que un producto de su

época, por lo que no debe ser juzgado con tanta

severidad, al igual que Las Casas no debe ser

sobreadulado como ocurre a veces; sino que deben

ser estudiados y comprendidos siempre en sus

respectivos contextos.

El debate y discusión con Motolinía: Otra de las

más conocidas polémicas protagonizadas en su

tiempo por el fraile dominico es la que tuvo

contra este otro religioso, de la orden

franciscana, que fue bautizado por sus padres

como Toribio de Benavente. Fue un evangelizador

convencido, que sacrificó su comodidad e

integridad física en varias ocasiones en pos de

la pacificación y el entendimiento correcto entre

naturales y españoles a partir de la colonización

de Nueva España; y por ello se le conocía con el

apelativo náhuatl de Motolinía, es decir, “el que

es pobre”. Eso sí, pese a sus ideas, era un

abnegado defensor de la colonización, la

conquista y los conquistadores, a los que

defendió en bastantes ocasiones frente a los

ataques en los que eran desprestigiados. Esto le

llevó a chocar con los dominicos. Franciscanos y

dominicos discrepaban en multitud de aspectos en

lo que se refiere a la cristianización y

administración de la vida religiosa en Indias.

Por esto, además de sus múltiples problemas con

los virreyes y gobernadores de Nueva España,

Motolinía y los franciscanos allí instalados

tuvieron que vérselas con los conflictos

teológicos que la presencia de los dominicos en

esa tierra les producían.

El principal representante de este conflicto

religioso fue la carta que Motolínia le escribió

a Carlos V en 1554. En ella, denuncia a Las

Casas, intentando desmentir sus acusaciones en

contra de los conquistadores a los que idolatre.

Sus constantes choques con Las Casas en la etapa

precedente a que este regresase a España, siendo

obispo en Chiapas, chocó ya con los

planteamientos de los franciscanos, más cercanos

a los de Sepúlveda, con el que congeniaban más.

En esta carta, Motolinía lo acusa de alterar el

orden público y de fanático. Defiende la

conquista como algo necesario para asegurar la

conversión al cristianismo de los nativos, sobre

todo de quienes no querían escuchar la palabra de

Dios por propio convencimiento, pues por fuerza

así les llegaría, siendo ese un mal necesario

para asegurar la necesaria conversión de las

almas. Denota esto un conflicto no solo teológico

entre estos dos misioneros y sabios de vidas

erráticas y dedicadas a proteger y cuidar, cada

cual a su manera, a los gentiles del nuevo mundo;

sino también de un trasfondo de carácter

político. Pensó Motolinía también en lo

conveniente de una nación católica satélite de

España que pudiera nacer en Nueva España, lo que

demuestra la popularidad en ciertos círculos de

este planteamiento. Esta carta de Motolinia,

llegada a la corte en la época en que Las Casas

mandaba sus memoriales a la corte denunciando la

situación provocada en indias por los

conquistadores que este primero respetaba, fue

una de tantas presiones y oposición que tuvo que

vivir ya en vida Las Casas, y de las que

influyeron para la reducción de las medidas de

corrección colonial nacidas a raíz de las Leyes

de Burgos del 42.

4. Resumen de los contenidos de la Brevísima y estructura

a. Estructura del libro.

Pasamos ahora a hablar de la estructura y contenidos

del libro. Comienza presentando un resumen de lo que la

obra va tratar, los temas de la encomienda y la conquista y

lo prejuicios que estas actuaciones coloniales tienen para

los indígenas. Este es bastante breve y da paso al prólogo,

dedicado al por entonces príncipe Felipe y futuro monarca

Felipe II, encargado por aquel entonces de supervisar los

asuntos de Indias por orden de su padre el emperador. Ahí

añade también recibir el encargo de publicar esta obra por

parte del obispo de Toledo, que es a su vez el mentor del

príncipe Felipe, siendo alguna de las versiones breves que

escribió en los años cuarenta del siglo XVI la que le llegó

a Felipe, pero que este no tuvo en mucha consideración,

como el propio Las Casas excusa en el prólogo. Es decir, en

el ánimo de Las Casas no estaba crear una obra que fuera a

ser tan difundida a nivel internacional como lo fue la

Brevísima, ni mucho menos. Había intentado por todos los

medios el comunicar sus quejas y planes de mejora a los

gobernantes de España, pero casi sin resultado, pues

siempre acababa topando con impedimentos. El que llegase a

tal explosión, por así decirlo, de polémica e indignación

públicamente expresadas, y que tanto perjudicó a la nación,

fue un incidente involuntario al que se vio forzado por las

circunstancias y por el abandono y olvido al que creía

relegados sus memoriales; y con este acto intentaba llegar

al mayor número posible de personas que pudieran cambiar

las cosas a mejor según el llevaba deseando desde hacía

años. El primer capítulo de la obra trata, de manera somera

pero un poco más extensa, lo que va a ser la temática

principal de la obra, es decir, el abuso al que se ven

sometidos los indios y naturales del Nuevo Mundo por parte

de los tiranos españoles, y como este se desarrolla. A

partir de aquí, el autor se limita a desarrollar según las

distintas jurisdicciones el devenir de la población nativa

ante los hechos de los conquistadores, especificando

ejemplos de las catástrofes en cada zona, aunque, excepto

en el caso de Juan García en el capítulo sobre el Yucatán,

sin citar expresamente a ningún conquistador o encomendero.

Cabe citar, como importante ejemplo de su labor

recopilatoria y de su trabajo que en todos los capítulos

enuncia las fechas de conquista de cada territorio. Fue

escrita, según Veres, como si de un relato breve popular se

tratara, quizás esto estuviera en relación a su intención,

reflejada antes, de que fuera de fácil y agradable lectura

y que así llegase a más destinatarios.

b. Resumen de la obra

Comienza esta relación por la isla de La Española,

primer territorio en ser colonizado de forma seria, y donde

él fue encomendero en su momento. Narra las ejecuciones,

violaciones, robos y matanzas perpetrados por los

castellanos en la isla contra los caciques nativos, que les

recibían siempre de buena voluntad y caían como mártires; y

lo narra con la historia de la quema de unos cuantos

hombres principales de los naturales. Añade que eso

provocaba que muchos otros escaparan a los montes e

hicieran desde ahí, donde estaban más seguros, la guerra a

los españoles, una guerra sin esperanza pues incluso sus

armas eran “harto flacas e de poca ofensión e resistencia y

menos defensa”1. Tras ese acercamiento a las crueldades de

los hombres en esa isla, narra las desventuras de los

caciques nativos del lugar, como Guarionex o Anacoana,

todos ellos muertos por mano de los castellanos. Cita en el

caso de Guarionex y el de Caonabó la influencia de “dios

vengativo”2 que hundía las naves en las que prisioneros

estos caciques eran llevados a España junto a sus tesoros,

muriendo tanto los tripulantes españoles impuros y

malévolos, como los prisioneros indígenas, inocentes y

naturales de las cosas malas del mundo. Y tras las guerras,

como el propio Las Casas narra:

Después de acabadas las guerras e muertes en ellas, todos los

hombres, quedando comúnmente los mancebos y mujeres y niños,

repartiéronlos entre sí, dando a uno treinta, a otro cuarenta,

a otro ciento y docientos (según la gracia que cada uno

alcanzaba con el tirano mayor, que decían gobernador). Y así

repartidos a cada cristiano dábanselos con este color: que los

enseñase en las cosas de la fe católica, siendo comúnmente

todos ellos idiotas y hombres crueles, avarísimos e viciosos,

haciéndoles curas de ánimas. Y la cura o cuidado que dellos

tuvieron fué enviar los hombres a las minas a sacar oro, que es

trabajo intolerable, e las mujeres ponían en las estancias, que

son granjas, a cavar las labranzas y cultivar la tierra,1 LAS CASAS (1985)2 Ídem.

trabajo para hombres muy fuertes y recios. No daban a los unos

ni a las otras de comer sino yerbas y cosas que no tenían

sustancia (…). Y por estar los maridos apartados, que nunca

vían a las mujeres, cesó entre ellos la generación; (…) e así

se acabaron tanta e tales multitudes de gentes de aquella isla.

Pasa tras mencionar los problemas que atañen a La

Española, pasa a mencionar los casos de Jamaica y San

Juan de Puerto Rico, que son similares al de La Española

pero a menor escala al ser islas más pequeñas y también

menos populosa, pero donde los tiranos hispanos hacen de

las suyas. Cuba es el siguiente centro de análisis de

Bartolomé, donde narra, a mayores de las matanzas y

excesos de los conquistadores, las desventuras y viajes

del cacique Huatey, que ya venía huyendo del dominio

colonial desde La Española. Habla de los primeros

“tiranos” que pisaron Tierra Firme, siempre con la misma

sed de sangre que sus predecesores, y que hicieron

estragos en Nicaragua (Donde cifra en 600.000 los nativos

muertos por manos del gobernador, que es el mismo que el

de Tierra Firma, aunque no da nombres), Jalisco, Yucatán

y Nueva España (Donde los esfuerzos ímprobos de los

religiosos se veían estropeados por las maldades de los

conquistadores) en general, de donde salieron también los

que asolaron Guatemala y Honduras.

En lo que refiere a la región de Santa Marta, ya más

al sur del continente americano, recurre a sus propios

legajos anteriores escritos a Carlos V, para recoger los

agravios de la zona a “aquellas innocentes naciones, yo

haría una muy larga historia”3, lo cual se hace

extensible a la vecina provincia de Cartagena de Indias,

a la que dedica poco tiempo “por referir las maldades que

en otras agora se hacen”4. La relación vuelve a ser

amplia en lo que respecta a la Costa de las Perlas y la

Isla de Trinidad. Llama la atención las medidas

desproporcionadas que le da a esta pequeña isla caribeña,

comparándola con Sicilia, donde los frailes viven en

amistad con los nativos excepto por los conflictos que

producen los conquistadores al secuestrar o afrentar a

los caciques de estos pueblos, que confusos y enfadados

por la falta de su líder, se vuelven violentos contra los

religiosos que les rodean y que les prometieron la paz

cristiana y el respeto. También deja un espacio para el

abuso que hacen los españoles de sus encomendados al

usarlos sin ninguna preocupación por su bienestar en la

captura de perlas, principal recurso de la zona. Igual de

breve que el caso de Cartagena, debido a su falta de

importancia económica y estratégica, se narran los males

en la provincia de Paria, que es recorrida por el río

Yuyaparí. En Venezuela culpa a los conquistadores y

comerciantes de origen alemán de las desgracias de esa

zona, y además sermonea:

(…) que desde que en la tierra entraron hasta hoy, conviene a

saber, estos diez y seis años, han enviado muchos navios

cargados e llenos de indios a vender (…) por esclavos. E hoy en

este día los envían (…) viendo y disimulando la Audiencia Real

3 LAS CASAS (1985).4 Ídem.

de la Isla Española, antes favoresciéndolo, como todas las

otras infinitas tiranías e perdiciones que se han hecho e que

pudieran estorbar e remediar.

En Florida no se explaya demasiado, pero si deja

claro que si encontraron grandes poblaciones de gentiles

bien organizados a los que mataron y prendieron, como ya

es costumbre a lo largo del relato. En lo que respecta a

las posesiones del Rio de la Plata, el mismo dice que al

no disponer de recursos de alto valor y estar más

apartadas del núcleo colonial hispano, es más difícil

recibir noticias y comprobar las maldades allí acaecidas,

pero no imposible. En lo que se refiere a los dos últimos

grandes capítulos que trata el libro, uno de ellos trata

de la conquista sangrienta que del Imperio Inca se hizo,

en lo que ya era por entonces el virreinato de Perú.

Narra de una manera un tanto afectada y adornada el fin

de este imperio. Su rey universal “Atabaliba”, o

Atahualpa, se presentó ante los conquistadores con toda

su corte de gala, y allí fue prendido por los españoles,

que exigieron por el un millonario rescate. Este les fue

pagado, pero no satisfechos con ello siguieron batallando

contra las ciudades y reinos de la zona haciendo gran

sangría de indios, entre los cuales moriría, preso e

impotente, Atahualpa, sin comprender nunca ni al benévolo

dios de los cristianos del que los párrocos le hablaban

ni el porqué del trato que recibió como prisionero.

Utiliza para ello el testimonio de fray Marcos de Niza,

un monje franciscano que fue enviado a aquellos lares.

Nueva Granada es la última región a la que Las Casas se

refiere de forma geográfica y ordenada en su obra. Habla

aquí de la bondad de los nativos y de los males que

sufren y que les llevan a la guerra abierta con los

españoles escapando a los montes, donde no pueden ser

atrapados.

Hace un repaso aquí Las Casas de su actividad

anterior, sus movimientos en la corte para concienciar a

Carlos V y luego a Felipe II anteriormente a la

publicación de la obra, hablando de las Leyes Nuevas de

1542 que promulgó ante sus relatos el emperador Carlos.

Se queja después de como los encomenderos y

conquistadores lograron mover sus también influyentes

hilos en la corte para alterar las que él consideraba

justísimas e inteligentes leyes promulgadas en aquel

momento, lo cual, concluye, solo lleva a un enfado con

dios por permitirse estas cosas con los hijos, aun

gentiles, de su creación; y a un desaprovechamiento de

las Indias y un problema a la corona, a la cual, dice

“todos andan a robar (…) y con color de que sirven al Rey

deshonran a Dios y roban y destruyen al Rey.” Por último,

presenta una carta, a la que el da plena confianza de los

hechos que narra en ella, escrita como denuncia a su

capitán por parte de un hombre de su contingente de

conquista, en que se vuelven a narrar las matanzas,

mediante quema, asesinato o ataques de jaurías de perros

adiestrados, que sufrían los nativos cuando los españoles

aparecían.

5. Repercusión de la obra.

a. En su momento.

Como ya dijimos, desde que salió cuasi

subrepticiamente a la luz en 1552 junto otros tratados de

Bartolomé de las Casas, no fue lo que se diría hoy un best-

seller del momento, al menos aquí en España. Como dijimos,

Bartolomé de las Casas murió unos 14 años después de la

publicación de esta obra, de forma bastante oscura y sin

demasiados reconocimientos pese a su azarosa vida poblada

de aventuras y desventuras, en un convento en Madrid. Sus

tesis recibían el descrédito continuo, siendo abandonadas

las obras de referencia que escribe para el clero secular

que está instalado en América en pos de la estabilidad

social en las regiones ultramarinas. Fue en el siglo

siguiente, el XVII, que su fama se hizo internacional

gracias, como no, a la Brevísima.

Primeramente, hablemos de España. En sus territorios

ultramarinos, el sistema de encomiendas aún persistía,

pero cada vez más débil ante la falta de mano de obra

esclava indígena, cuya población estaba muy mermada, y

los avances conseguidos por los iusnaturalistas más

moderados que Las Casas, que mejoraron la calidad de vida

de los indios en América. Esto llevará a su desaparición

definitiva excepto en algunas zonas de conflicto

permanente y más pobres, como las de la California o los

desiertos de Nuevo México, donde los españoles están en

casi constante conflicto con los nativos nómadas

norteamericanos. La obra circuló pues dentro de ámbitos

reducidos, principalmente propios de la orden domínica y

de los más cercanos colaboradores de Las Casas. Pero se

fue difundiendo poco a poco con su visión monstruosa y

exagerada de la vida en Indias bajo el dominio español.

Como ya dijimos, lo que más que nada quería este escrito,

y lo que es la causa profunda de la aparición del mismo,

es hacer reaccionar a los centros de poder para que las

medidas tan ansiadas por parte de Las Casas se

promulgaran y cumplieran a rajatabla, pese a los reparos

de los administradores de este imperio, como el mismo

Felipe II. Es decir, podemos decir que la Inquisición,

como veremos, tardó en echarle el guante a esta obra, lo

cual tendrá unas consecuencias negativas enormes para el

imperio donde no se ponía el Sol.

Como decíamos, este monarca, aunque este tema es más

propio de historia universal, estaba en guerra con media

Europa, y la otra mitad le era hostil de una u otra

manera. Por otro lado, las otras naciones europeas, como

Gran Bretaña, Francia o los Países Bajos (Sublevados de

la corona española desde los tiempos de Carlos V y que

mantienen con España una sangrante guerra por la

independencia) buscan su pedazo del pastel que representa

en todos los sentidos el nuevo continente descubierto por

los castellanos. De esa forma, amén de las ya

archiconocidas incursiones piráticas y corsarias para

robar los recursos que desde América se envían a la

metrópoli y que harán inmortales nombres como Francis

Drake o Piet Hein, estos países tienen que buscar alguna

otra forma de mermar el poder español allende los mares.

Y esa herramienta, de carácter claramente

propagandístico, se la da ni más ni menos que el propio

Bartolomé de las Casas ¿Cómo? Pues con la Brevísima. Para

cualquier lector la lectura de los pasajes de esta obra

podría llenarlo de repulsión y odio hacia esa nación

miserable que desoye la caridad y la humanidad cristianas

en pos del oro, y que se divierte torturando y

sacrificando a los inocentes y bondadosos indios que

pueblan ese territorio pacífico y ya bien organizado

antes de la llegada hispana. Felipe II da ya orden en

1572 de “secuestrar” todas las ediciones en castellano de

la obra para frenar su fatídica, para los intereses de

España, difusión. Pero no llega a tiempo de detener a un

grabador protestante de Lieja, pero que vive en

Frankfurt, llamado Theodore de Bry. Este hombre, en una

obra de grabados conocida como Grandes y Pequeños Viajes

sobre las Indias, realiza varias ilustraciones a partir

de fragmentos de textos de la Brevísima, junto a obras de

otros autores, estos de carácter claramente antiespañol,

que también compila en el libro anteriormente citado como

Benzoni. La obra pues nos muestra sus grabados como

complementos de textos lascasianos, aunque alcanzarían

tanta popularidad y fueron tan elocuentes en transmitir

su mensaje que en ediciones hechas por los herederos de

Bry a partir de 1598 fueron vueltas a publicar ya sin el

texto de acompañamiento.

Por lo tanto, y de forma involuntaria, Las Casas se

convierte en un traidor a la patria, un indeseable que

solo logró para España el que se nos considere una nación

de bárbaros y asesinos. Además, logra la obra de Bry el

propósito que los enemigos del país buscaban. Ahora

tienen una herramienta propagandística, un filón casi

ilimitado, con el que atacar a España. La población, que

ve los grabados que reflejan una crudelísima situación,

siente un odio exacerbado hacia esos engendros y enviados

de Satanás prácticamente, y una enorme compasión hacia

los indios. Es una manipulación mediática digna de

aparecer en todos los manuales históricos sobre este

tema. El que la Brevísima fuera usada como propaganda en

contra del colonialismo español no implica que las

naciones que de ello se aprovecharon, Gran Bretaña por

poner un ejemplo, fueran modélicos aplicadores de los

derechos humanos en los territorios ultramarinos bajo su

jurisdicción. Gran Bretaña, sin ir más lejos, auspició el

apresamiento de negros africanos para que trabajaran como

mano de obra esclava en los ingenios algodoneros y

azucareros de sus posesiones caribeñas y norteamericanas

respectivamente, sin el más mínimo remordimiento y sin

parecer recordar que por tratamientos como aquellos, pero

sobre los indios, denunciaron en repetidas ocasiones

públicamente a España. Es cierto que las teorías

naturalistas y humanistas de la época lo justificaban y

cuasi lo amparaban, y no fue hasta el siglo XIX que no

empezó a cambiar a nivel global esta idea de esclavismo.

Es notorio que durante siglos al mismo Bartolomé de las

Casas se le lleve atribuyendo el apoyar la idea de

sustituir la mano de obra esclava indígena por la traída

de negros africanos, al considerarlos unos seres más

propensos a la esclavitud en su forma natural de ser que

los indios. Este punto siempre ha sido muy criticado por

los detractores de Las Casas. Él se retractó de ello,

pero lo hizo en su obra Historia de las Indias, publicada y

difundida tardíamente en el siglo XIX pese a su mayor

valor histórico comparado con la ampulosa Brevísima; y

hasta entonces, este argumento, uno de sus más tempranos

argumentos tras la “conversión ideológica” que vivió en

vísperas de Pentecostés.

La cuestión es que la bola siguió girando y ya antes

de iniciarse el siglo XVII, ya había ediciones de la

Brevísima circulando por todo el Viejo Mundo. La primera

edición, la flamenca de 1578, fue seguida por

traducciones al francés, inglés, alemán y el latín, todas

antes del inicio del siglo XVII. La Leyenda Negra había

nacido. Llegados a este punto, se hace necesario

definirla, para lo que usaremos la definición del

profesor Juderías:

“Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los

fantásticos relatos que acerca de nuestra Patria han visto la

luz pública en casi todos los países; las descripciones

grotescas que se han hecho siempre del carácter de los

españoles como individuos y como colectividad; la negación, o

por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto nos es

favorable y honroso (…); las acusaciones que en todo tiempo se

han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos

exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad… En una

palabra, entendemos por leyenda negra, la leyenda de la España

inquisitorial, ignorante, fanática, incapaz de figurar entre

los pueblos cultos, lo mismo ahora que antes, dispuesta siempre

a las represiones violentas; enemiga del progreso y de las

innovaciones; en otros términos, la leyenda que, habiéndose

empezado a difundir en el siglo XVI, a raíz de la Reforma, no

ha dejado de utilizarse en contra nuestra desde entonces.”5

Bien, a partir de esta definición, nos encontramos

con que es un hecho que llevamos siglos de desprecio y

vejaciones internacionales por esto. Infinidad de

estereotipos históricos y sociales que aún perviven a día

de hoy por el mundo sobre los españoles se remontan a

esta época y esta leyenda ¿Es totalmente falsa? Podemos

decir que no, que episodios de oscurantismo y fanatismo

hubo por parte de nuestra nación, tanto en América como

también en Europa, pero no es justo medir y estudiar a un

pueblo, juzgarlo de la manera que ha sido juzgado nuestro

país, siguiendo un patrón como ese, estereotipado y

exagerado. Incluso escritores de renombre, como Isaac

Asimov, ignoran en sus obras históricas, hechos propios

de nuestra nación como que fuimos los primeros en dar la

vuelta al globo con la expedición de Magallanes-Elcano.

Es decir, no solo fue una crítica para asegurar los

derechos mínimos de ciertos grupos de población de

América, sino que también fue una campaña general de

desprestigio a España y todos sus logros como nación.

Sirvió para justificar ante los ojos de los pueblos

extranjeros cuyos monarcas estaban en franca hostilidad

5 MOLINA MARTÍNEZ (2012).

con el amplio, suculento y débil Imperio Español, las

guerras y conflictos. Desde, como vimos en la cita

anterior, los reformistas luteranos, que hicieron un uso

abundante, como propaganda y justificación de sus

campañas, de esta obra, hasta los Estados Unidos de

Norteamérica en los años postreros del siglo XIX, para

conquistar Cuba y los restos de la colonización

castellana que España, débil pero orgullosa, aún aferraba

en América. Por no hablar ya del caso, para concluir este

parágrafo, del uso que se hizo de esta obra durante las

Guerras de Independencia del continente americano, por

parte de destacados defensores de esta independencia como

el padre Mier o el propio Simón Bolívar.

Así, podemos ver que el éxito editorial de la obra

fue completo, pero para mal. Aunque si ayudó a humanizar

un poco las condiciones de los indígenas con su obra, el

principal logro de Las Casas con la publicación de tan

polémico texto fue el desprestigio de su nación por los

enemigos del país, que sacaron su obra de contexto y

jugaron con ella para alimentar sus conflictos religiosos

y políticos con España.

b. Antilascasianos.

Aun así, antes de entrar a las consideraciones

actuales sobre la obra, citemos las que hubo hasta este

momento de importancia. Amén de las diatribas bien

conocidas de Motolinea y Sepúlveda, Las Casas, y por ende

la Brevísima, han estado siempre en el ojo del huracán

historiográfico en lo que respecta a la Leyenda Negra. Ya

en el siglo XVII Antonio de Solís o León Pinedo critican

con fuerza la obra y la actitud de Las Casas, siendo

prácticamente iniciadores en el ámbito de la

historiografía del antilascasanismo. Ellos ya hacen una

crítica de su obra, pero culpándole a él como autor

consciente de esas letras que tanto daño hacen a su país.

Destaca en este siglo también la tardía actuación de la

Inquisición, encabezada por Francisco Minguijón. Este

párroco fue el que capitaneó la censura y prohibición

total, en 1660, de la obra, para que así no fuera

utilizada por los enemigos del país para atacarlo. Es

ciertamente una fecha sorprendentemente tardía, pero en

1658 ya quedó firmada la censura de la obra en su

opinión, que afectaba a ciertos tomos de las obras

publicadas por Las Casas en 1552. Esto era compartido por

los inquisidores franciscanos. Por otro lado, agustinos y

el comité que por parte de Aragón hizo el análisis de la

obra coincidían en que debía ser purgada en su totalidad

la obra publicada en 1552 por el fraile. Con Minguijón

fallecido en 1659, antes de que la sentencia conjunta

fuera ratificada, prevaleció la opción de censurar toda

su obra. En el siglo XVIII destacan tanto ignacianos como

jesuitas, estos desde el exilio en Italia, en la defensa

y exaltación de un pasado conquistador glorioso

enfrentado a la visión pesimista y deprimente de Las

Casas. Por lo cual, y como es comprensible, el partido

contrario a Las Casas se mantuvo fuerte hasta el siglo

XX.

En época más reciente distintos historiadores se han

mantenido en posturas contrarias totalmente a Las Casas,

acusándole de calumnias y de ser un mentiroso y un

traidor; lo cual es a todas luces insostenible a día de

hoy, ya que está bastante claro que no había una mala

intención en Las Casas, simplemente que no creía que

hubiera otra manera de mover a la sociedad y de recibir

un apoyo masivo que esa, ya que las audiencias privadas

con el monarca o el Consejo de Indias, y los memoriales

no habían surtido los efectos deseados. Carbia y

Juderías, al que citamos anteriormente, lo cualifican del

padre de la Leyenda Negra, siendo el primero de ellos uno

de los que le acusó de inventar y falsificar pruebas en

prejuicio de España y de sus intereses, asegurando que

“vivió fuera de quicio”6, lo cual es un argumento

recurrente por parte de muchos autores deseosos de

desmontar la Leyenda Negra y que le cargan buena parte del

pato de esta, sino todo, olvidando el daño que hicieron

publicaciones como la del veneciano Benzoni. Menéndez

Pinal es otro de los principales defensores de la tesis

de que Bartolomé de las Casas fuera un demente

prácticamente bipolar, y así justifica como falacia su

obra y sus testimonios, al relacionarlos con esa presunta

demencia. Cabe destacar, como añade Molina Martínez, que

los principales críticos de Las Casas sean los

6 Molina Martínez (2012).

defensores, historiográficamente hablando, de la Leyenda

Negra, a la que denostan por completamente falsaria.

c. Lascasianos.

Por otro lado, no solo tuvo gente que le atacara

abiertamente, sino que Bartolomé de las Casas. Ya desde

el comienzo los escolásticos de Salamanca, con ciertas

reservas a la radical opinión que expresa Las Casas sobre

la encomienda y las instituciones coloniales españolas,

si le apoyan. Ya dijimos antes que contaba con ciertas

simpatías ideológicas de fray Francisco de Victoria y de

su discípulo fray Domingo de Soto, siendo ambos domínicos

y teólogos de peso dentro de este ámbito y a nivel

nacional. Obviamente contaba con las simpatías de Antonio

de Remesal, ya del siglo XVII. Cronista de indias de

origen alaricano, y que fue su primer biógrafo serio, que

le ensalza a él y su obra. Además, también ciertos

sectores religiosos de la corte le daban crédito, lo cual

se demuestra por su acercamiento a Carlos V. A partir de

la popularización de la Brevísima, es cierto que esos

apoyos cortesanos desaparecieron prácticamente, y que

hasta el siglo XX pocos fueron los que se llamaron o en

su obra demostraron ser lascasistas. Antes de la

presencia de los historiadores profesionales, cabe

destacar sus defensores extranjeros, que más que

defensores fueron políticos y religiosos que a lo largo

de los siglos XVII y XVIII utilizaron de forma salvaje su

libro para sus fines y para justificarse ante la

historia. Por otro lado, están los criollos que adoptaron

como padre de sus ideas y líder espiritual a Las Casas a

la hora de capitanear sus guerras de independencia contra

los españoles en las primeras décadas del siglo XIX. Uno

de ellos sería fray Servando Teresa de Mier. Este fraile,

dominico como Las Casas, fue conocido por un sermón en el

que decía que el culto a la Virgen de Guadalupe estaba ya

en México antes de la llegada de Cortés, debido a que

Quetzálcoalt era en realidad Santo Tomás y llevaba en su

manta a la virgen bordada. Esto le valió el ser

desterrado, lo cual aprovecharía para viajar por Europa y

conocer mejor la vida y obra de su admirado Las Casas,

que también vivió una existencia azarosa. En su obra más

monumental e importante, escrita en 1813, la Historia de la

Revolución de Nueva España, concluye uno de los tomos con la

“conminazación a los pueblos de América a pagar la deuda

de gratitud que han contraído con el padre las Casas.”7

Por otro lado, Simón Bolívar se refiere así, en 1813, a

Las Casas en su decisiva Carta de Jamaica:

(…) Barbaridades que la presente edad ha rechazado como

fabulosas porque parecen superiores a la perversidad humana y

jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y

repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades.

El filantrópico obispo de Chiapas, el apóstol de la América,

Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de

ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a

los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas

respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los

7 BARRERA (consultar).

procesos mismos que los tiranos hicieron entre sí, como consta

por los más sublimes historiadores de aquel tiempo.8

Sirvan estos dos ejemplos de la influencia del

lascasismo más allá de las guerras de religión que

asolaron Europa en los siglos XVII y XVIII, teniendo

incluso a día de hoy vigencia a la hora de seguir

alimentando la nefasta Leyenda Negra, los textos de la

Brevísima en ciertos círculos políticos de América

Latina, de carácter más populista. Cabe destacar una

curiosa figura del siglo XIX español que le defendió. Un

párroco canario que consiguió una copia de la Brevísima y

en un sermón en 1805 en su parroquia en La Laguna, lanzó

venenosas críticas contra la identidad nacional española,

tildando de asesinos a los conquistadores y a los Reyes

Católicos, y denunciando las matanzas de indios

producidas en este proceso. Se llamaba Miguel Cabral de

Noroña. El Santo Oficio llegó a censurar públicamente a

este párroco por no seguir las ideas antilascasianas

propias del concepto de pasado nacional que ignacianos y

jesuitas cultivaron el siglo anterior, y prohibió en 1806

la publicación de su valiente y crítico sermón.

No es hasta el siglo XX cuando aparecen las

primeras revisiones historiográficas serias a la figura

de Bartolomé de las Casas. Gran cantidad de historiadores

e hispanistas se centran en esta figura clave de la

América colonial del siglo XVI y que tanta polémica

arrastra tras de sí. Saint-Lu, Bataillon o Hanke,

8 ÍDEM.

destacando la biografía al alimón realizada por los dos

primeros, han dedicado amplios y numerosos trabajos

monográficos sobre su figura tratando de acercarnos a la

vida y contexto de las obras de este hombre, claramente

adelantado a su tiempo, de una manera racional, alejada

de estereotipos nacionales, y lo más científica y

racional posible, llegando a separar la Leyenda Negra del

propio Las Casas, y luchando porque esa reducción a lo

simple de ambos conceptos de una época no primen el uno

unido al otro necesariamente. Sostienen además el

postulado que ya ha sido mencionado de que Las Casas no

pretendía el perjudicar a su patria con sus escritos, que

eso es algo claramente circunstancial de lo que no se le

puede culpar. Incluso desde la óptica de la Teología de

la Liberación se ha estudiado a las casas, siendo esto un

ejemplo más de su enorme repercusión hasta nuestros días.

Pero incluso entre la gran mayoría de sus defensores

contemporáneos, se condena esta obra ¿La causa? Sigue

siendo considerada una exageración con muy poco rigor

histórico como para hacerse historia a partir de ella.

6. Conclusiones.

No podemos intentar ver en Las Casas a un santo

varón infalible, pues hasta el mismo se contradice en

ciertos puntos con lo que sus obras quieren decir, como

el caso paradigmático y ya esbozado antes de la

esclavitud de negros; o con la aplicación de su

draconiano Confesionario hasta ciertos límites, pese que él

consideraba indispensable para la salvación del alma las

tesis que en el reflejaba. También es cierto, como dice

Menéndez Pidal, que la gran mayoría de las biografías

sobre el son claramente positivas a él, lo cual es

comprensible por otro lado. Como conclusión de lo que es

su pensamiento en la Brevísima podemos hacer notar los

siguientes planteamientos:

Una defensa acérrima de los indios : Los nativos

son personas para él. Siguiendo las tesis del

iusnaturalismo escolástico de Salamanca, son

seres con voluntad política, y tan validos como

los propios castellanos, defendiendo un trato

de igualdad entre colonos e indios. Por lo

tanto, en la obra busca hacer una denuncia de

las condiciones de explotación que se dan a

ciertos grupos étnicos locales y que merman

gravemente a su población. Por el contrario,

acusa de infinitas barbaridades a los

españoles, que no es que fueran unos santos

durante el periodo de colonización, pero que

aquí están terriblemente demonizados para

servir al propio relato del fraile.

Un odio claro al sistema de encomiendas : Lo

considera malvado por naturaleza y que no

aporta ninguna ventaja al sistema colonial, más

bien, solo pesares y muertes innecesarias de

almas gentiles como son las de los nativos, que

mueren injustamente y sin convertir.

Defensa del sistema colonial : Pese a que en

ciertas regiones del Nuevo Mundo, como Perú,

aboga por un abandono colonial completo, sí que

ve justificado, por el derecho ganado por

Cristóbal Colón, el hecho de que haya españoles

instalados en ciertas zonas de América. Aun

así, hace una exagerada y acerba crítica contra

las campañas de conquista, pero más por

conseguir captar la atención mediática que por

tener un valor histórico pleno su afirmación.

No existía un plan en la publicación de dañar a

España: Como ya expuso Friede o Bataillon, no

era la intención de Las Casas, ni mucho menos,

el perjudicar en el ámbito internacional a su

país. Escribió y público una obra polémica y

que claramente se podía interpretar de maneras

contrarias a su país, pero el uso

propagandístico y político que se le dio fue a

posteriori, y nunca lo busco. El con esta obra

solo buscaba cambiar las cosas a nivel colonial

hispano.

Así pues, podemos decir que la figura de Las Casas

ha sido explotada e incomprendida durante siglos.

Básicamente, era un clérigo reformador empapado en las

doctrinas de Santo Tomás de Aquino que procuraba un trato

más humano dentro del ámbito colonizador para los

colonizados. Su denuncia pública, cargada de

exageraciones, buscaba alcanzar plenamente a la opinión

pública para convencer de que sus ideas eran las

correctas, pero al ser publicada como si un libro

cualquiera fuera, no como memorial a la Audiencia Real u

órgano similar; se propagó rápidamente en las manos

equivocadas que lo usaron con un claro fin político, el

de crear la Leyenda Negra. Esta, que tanto daño hizo a

nivel internacional a nuestro prestigio, no es solo obra

de la Brevísima. Hubo otros escritores contemporáneos a Las

Casas que realizaron obras propagandísticas en contra de

nuestra presencia en América, aunque sin duda el,

involuntariamente, la alimentó, conviritiéndose así en

una de las más controvertidas figuras de la América

colonial de forma totalmente involuntaria, y siendo así

objetivo de elogios por grupos más liberales, y de

escarnio por grupos que buscaban desmontar esta leyenda.

Para cerrar este trabajo, cabe decir que lo más complejo

de esto es lograr una visión objetiva propia, dado la

gran cantidad de trabajos existentes sobre este

controvertido personaje cortados según el sesgo

conveniente para la época, pero fue un visionario que

cambio la idea de colonización imperante hasta entonces.

7. Bibliografía.

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las Casas: Una Defensa a la Libertad Individual del

Indígena”, en Magistro, 11: 103-113.

BARRERA, T. (2007): “Bartolomé de las Casas en el siglo XIX:

Fray Servando Teresa de Mier y Simón Bolívar”, en

América sin Nombre, 10: 27-31.

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