Autenticidad e inautenticidad en el siglo XXI

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Filosofías del siglo XX Guadalupe Ramírez Autenticidad e inautenticidad en el siglo XXI Introducción En el ámbito del activismo social, político y ambientalista, sobre todo en los últimos años, ha prevalecido una pregunta a veces surgida del reproche, a veces de la desesperanza. La pregunta es ¿por qué a las personas no les interesa participar o por lo menos informarse de los problemas sociales, políticos y económicos del mundo? Esta pregunta es fundamental para quien la plantea pues ve a los otros como iguales y considera que tienen la capacidad de esa otra mirada, la crítica, la reflexiva, la indignada. Pero sobre todo pregunta porque sabe que necesita de los otros para encontrar soluciones y encaminarse a ellas. En las redes sociales vemos a millones de personas llevar a cabo acciones para protestar, para difundir ideas, para luchar, sin embargo no es suficiente. Dicen los activistas que es necesario salir a las calles, que los problemas afectan a todos, que no basta con hacer una revolución cibernética. ¿Por qué la sociedad no se indigna?, cuestionan los analistas políticos y los intelectuales en debates en los que no se llega a una respuesta satisfactoria, no sin antes pronunciar palabras como “apatía”, ignorancia”, egoísmo” y otras que no se mencionarán pero son fácilmente deducibles. En este breve ensayo no se pretende dar contestación, simplemente se intentará ver el problema desde otra perspectiva, desde la filosofía, desde la ontología. Para ello, de la mano de Martin Heidegger, se retomará su idea del ser-ahí como posibilidad a través de los existenciarios que se consideran más propios para entender y comprender por qué en una sociedad tan caótica y tan hostil, los seres humanos permanecemos imperturbables.

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Filosofías del siglo XX

Guadalupe Ramírez

Autenticidad e inautenticidad en el siglo XXI

Introducción

En el ámbito del activismo social, político y ambientalista, sobre todo en los últimos

años, ha prevalecido una pregunta a veces surgida del reproche, a veces de la

desesperanza. La pregunta es ¿por qué a las personas no les interesa participar o

por lo menos informarse de los problemas sociales, políticos y económicos del

mundo?

Esta pregunta es fundamental para quien la plantea pues ve a los otros como

iguales y considera que tienen la capacidad de esa otra mirada, la crítica, la

reflexiva, la indignada. Pero sobre todo pregunta porque sabe que necesita de los

otros para encontrar soluciones y encaminarse a ellas.

En las redes sociales vemos a millones de personas llevar a cabo acciones para

protestar, para difundir ideas, para luchar, sin embargo no es suficiente. Dicen los

activistas que es necesario salir a las calles, que los problemas afectan a todos,

que no basta con hacer una revolución cibernética.

¿Por qué la sociedad no se indigna?, cuestionan los analistas políticos y los

intelectuales en debates en los que no se llega a una respuesta satisfactoria, no

sin antes pronunciar palabras como “apatía”, ignorancia”, egoísmo” y otras que no

se mencionarán pero son fácilmente deducibles.

En este breve ensayo no se pretende dar contestación, simplemente se intentará

ver el problema desde otra perspectiva, desde la filosofía, desde la ontología. Para

ello, de la mano de Martin Heidegger, se retomará su idea del ser-ahí como

posibilidad a través de los existenciarios que se consideran más propios para

entender y comprender por qué en una sociedad tan caótica y tan hostil, los seres

humanos permanecemos imperturbables.

2

Los textos que se utilizarán son Ser y Tiempo de Heidegger y Heidegger y la

pregunta por la ética, que en realidad se conforma por artículos de diversos

autores bajo la coordinación de Juliana González Valenzuela.

§

El ser-ahí y sus existenciarios

Para Heidegger, el ser humano es el ser al cual le preocupa su ser, es decir, el ser

que se pregunta por el ser: este es el ser-ahí1 (el Dasein). Porque qué otro ente se

pregunta por el ser: no lo hace una planta o un pez; sólo el Dasein se interroga por

el sentido del ser.

Ahora, el ser-ahí está yecto2, arrojado al mundo, no tiene una relación establecida

con las cosas, no hay relación sujeto-objeto, pues es el Dasein el que le da

importancia y sentido a las cosas del mundo.

Por ejemplo, la caída de un cometa a la tierra, como ha sucedido cientos de

veces, es un hecho más de la naturaleza pero si ese cometa cae ahora, en una

ciudad cualquiera, entonces es un hecho trágico. El Dasein es el que le da la

tragicidad, el sentido al mundo, por lo tanto el ser-ahí es un ser-en-el-mundo3.

El ser-ahí se dirime en la existencia porque en su condición de arrojado, cae en un

mundo de posibilidades: el hombre es posibilidad y permanentemente está

deseando ser otra cosa. Ahora bien, a las condiciones de posibilidad de ser del

ser-ahí como ser-en-el-mundo, Heidegger les llama existenciarios. Éstos son las

estructuras ontológicas mediante las cuales es posible la existencia4, son los

modos de ser del Dasein.

11

Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. FCE. México, 1993. Pág. 16-17, 24.

2 “El estado de yecto en que se deja ver el fenómeno de la facticidad, es inherente al ser-ahí, al que en su ser

le va este mismo. El ser-ahí existe fácticamente”. Heidegger. Op. cit. Pág. 199.

3 Para Heidegger, Ser-en-el-mundo es un existenciario pero también es una condición a priori del ser-ahí. Op.

cit. Pág. 65-66.

4 Apunte de la clase Filosofías del Siglo XX. Bily López González. 1.04.2014.

3

Un ejemplo muy sencillo del ser-ahí como posibilidad, es el siguiente: una persona

puede decidir salir de viaje o hacer ejercicio o cocinar un pastel, tiene infinitas

posibilidades, pero hay una posibilidad que está en todas esas posibilidades y es

la posibilidad de morir. Por esto el ser-ahí es un ser para la muerte.

La muerte es la posibilidad de todas las posibilidades y también la absoluta

imposibilidad de todas5. Como el ser-ahí sabe que es un ser para la muerte, se

angustia6. Heidegger dice que esta angustia no se debe confundir con el temor de

dejar de vivir pues no es un sentimiento cualquiera de debilidad del hombre sino

que en la angustia se encuentra el “estado de abierto” del ser-ahí7.

De acuerdo con el filósofo, este “estado de abierto” es también el modo de ser

cierto, es decir mantenerse en la verdad8, comprender la muerte como

constitución del ser-ahí, no encubriéndola ni dándole interpretaciones retorcidas9,

dice el autor. Entonces el ser-ahí en “estado de abierto” es el ser-ahí que acepta la

muerte como verdad.

Mantenerse en la verdad de la muerte reivindica al ser-ahí en la plena propiedad

de su existencia. Esto es, usando un ejemplo muy básico, un Dasein que acepta la

muerte vive su vida con más plenitud, la muerte es el motor de su existencia

porque si la vida no es finita, no tiene sentido10.

Ahora, el ser-ahí que niega que es un ser para la muerte, se aturde11 porque no

quiere morir, niega la muerte y dice “mueren los otros, yo no”. Aquí, supone quien

esto escribe que el ser-ahí se niega a mantenerse en el modo de ser cierto, en el

5 Heidegger. Op. cit. Pág. 274.

6 Idem. Pág. 289-290.

7 Idem. Pág. 204.

8 Idem. Pág. 247, 273.

9 Idem. Pág. 278

10 Apunte de la clase Filosofías del Siglo XX. Bily López González. 4.04.2014.

11 Heidegger. Op. cit. Pág. 372.

4

“estado de abierto”, es decir, rechaza mantenerse en la verdad. Entonces el ser-

ahí se entrega a lo que para Heidegger es la existencia inauténtica (impropia)12.

Cuando el ser ahí se entrega a la existencia inauténtica se entrega al mundo del

“se dice” (Dasman). Por ejemplo, se dice que hay que tener tal auto, se dice que

hay que leer a tal autor, se dice que hay que ver tal película. Es decir, el ser-ahí

inauténtico está determinado desde afuera y lo acepta. Vive en el modo de la

pasividad, lee lo que se lee, opina lo que se opina.

De esta manera, el ser-ahí inauténtico está inmerso en el mundo del uno13, de lo

anónimo. Se une a lo anónimo para ser uno más y no pensar por sí mismo, pero

sobre todo, para no darse cuenta de que la muerte va a ser una experiencia suya

y que nadie puede morir por él.

Así, el ser-ahí inauténtico dice la muerte le pasa a los otros y utiliza una serie de

términos para negar la muerte e incluso hace de la muerte un espectáculo: la

muerte está fuera, es parte de lo anónimo14. Enfrenta la vida con liviandad, con

frivolidad, con inconstancia porque para el ser-ahí inauténtico las cosas están bien

como están15. De esto concluimos que la negación de la muerte es la esencia de

la existencia inauténtica16.

Pasemos ahora a la existencia auténtica. Como ya lo señalamos el ser-ahí que

acepta su finitud, vive en lo cierto, en la verdad. El Dasein auténtico enfrenta la

angustia que le produce el hecho de que nadie puede morir por él. Este es el

fundamento de la existencia auténtica17.

12

Idem. Pág. 283.

13 Heidegger. Op. cit. Pág. 143.

14 Idem. Pág. 276.

15 Idem. Pág. 197.

16 Idem. Pág. 210.

17 Idem. Pág. 208.

5

El ser-ahí auténtico no se disuelve en lo uno, está separado del mundo del “se

dice”18. Por lo tanto, a partir de la aceptación de su finitud el ser-ahí elige lo que

quiere leer, habla de lo que quiere hablar, etcétera.

Heidegger dice que la existencia tiene misterios y quizá el misterio fundamental de

la existencia sea la capacidad asombrosa del ser-ahí de saber que va a morir y

seguir viviendo. En cambio, dice el autor, en la vida inauténtica todo misterio

pierde su fuerza19, porque el ser-ahí inauténtico no busca lo desconocido, sino que

va detrás de lo que ya se ha dicho, de lo creado, de lo ya determinado.

§

El señorío de los otros

Pero aquí surge una cuestión de gran relevancia para el objetivo de este ensayo,

¿quién construye el mundo de lo inauténtico, del anonimato? Para Heidegger ese

mundo es creado por los poderosos otros y dice que cuando uno acepta ese

mundo está bajo “el señorío de los otros”20, es decir vive repitiendo las ideas que

le dicen, compra lo que le dicen, ve los programas que le dicen. En esta situación,

es decir, viviendo bajo “el señorío de los otros” está limitada toda posibilidad crítica

de la conciencia. Para quien esto escribe, transitar por la vida sin decir una

palabra propia es como haber vivido muerto.

Hay algo que para Heidegger es lo más perverso del mundo de la inautenticidad:

la publicidad porque le dice al mundo lo que tiene que comer, lo que debe vestir, lo

que debe hacer. Para el autor, la publicidad trabaja en favor de la inautenticidad,

“la publicidad lo oscurece todo”21.

Hay que aclarar que la crítica de Heidegger a la publicidad está dirigida al mundo

de la técnica, al pensar calculado que pretende saber y poder todo, su único

18

Idem. Pág. 301.

19 Heidegger. Op. cit. Pág. 144.

20 Idem. Pág. 143.

21 Idem. Pág. 144.

6

objetivo es someter a la Tierra, es decir, manifestar su dominio absoluto22. A esto,

Ricardo Horneffer, añade que al decir técnica, Heidegger se refiere a la ciencia,

pues dice que a pesar de los adelantos estamos en una período de penuria y el

quehacer científico se ha olvidado que “el ser hombre descansa en el habitar”23.

Otro elemento fundamental de la existencia inauténtica, según Heidegger, es la

avidez de novedades. Como ejemplo, considero, podemos poner a la moda o a la

tecnología que cambian cada tres meses, si no es que antes. Para el filósofo, lo

que provoca la avidez de novedades es que el Dasein no se detenga en nada, que

vaya pasando de una cosa a otra24, ¿por qué?, porque si va saltando de una

novedad a otra nunca va a profundizar en nada, no consigue establecerse en

nada. Para Heidegger esto es la errancia: “el ser en todas partes y en ninguna”25.

Al estar a la expectativa de las novedades, el ser-ahí renuncia a sí mismo.

Otro aspecto típico de la existencia inauténtica son las habladurías. Dice

Heidegger que el hablar perdió o nunca alcanzó su fundamento de “ser

relativamente al ente de que se habla” por ello, las habladurías son la posibilidad

de comprenderlo todo sin previa apropiación de la cosa porque lo que importa es

que se hable. Además, señala el autor, las habladurías se extienden hasta tomar

un carácter de autoridad26. Por ejemplo: alguien se entera a través de los medios

de comunicación que tal país tiene un presidente tirano o que tal actriz se hizo una

cirugía plástica, quien esto escuchó se deja llevar y lo repite a otro, y este otro

también lo repite, de esta manera todos terminan diciendo lo que se dice.

Ahora bien, la pregunta es ¿quién dijo lo que se dice?, ¿quién tiene el poder de

imponer en una sociedad algo que todos digan? En nuestro ejemplo anterior

mencionamos a los medios de comunicación como la fuente primaria de las

22

Horneffer, Ricardo. ¿Habitar sin ethos? En Heidegger y la pregunta por la ética. UNAM. México, 2001. Pág. 19.

23 Horneffer. Op. cit. Pág. 19 – 20.

24 Heidegger. Op. cit. Pág. 192.

25 Idem. Pág. 192.

26 Idem. Pág. 187-188.

7

habladurías y pueden serlo, pero también pueden ser eso, sólo un medio para

quien verdaderamente lo está diciendo. Cabe aclarar que estas son palabras de

quien esto escribe.

Heidegger dice que cuando el ser-ahí participa de las habladurías, renuncia a

buscar su propia voz por oír al uno27. La voz auténtica del Dasein surge de su

“estado de abierto” y no se somete a las habladurías, ni a la publicidad, ni a la

avidez de novedades, ni a nada de todo aquello que el mundo de lo anónimo

quiere imponer, es este sentido la voz auténtica del ser-ahí es subversiva porque

altera el orden que está armado por “el señorío de los otros” para anularlo.

§

¿Quién es auténtico?

Antes de tratar de dar respuesta a esta cuestión, haré un breve resumen de lo

atrás expuesto, usando mis propias palabras con el fin de dar claridad a la

interpretación que hago de la propuesta de Heidegger.

La muerte como posibilidad irrenunciable del Dasein, es también cierta, una

amenaza constante a su existencia. Saber esto le causa angustia, porque no sabe

cuándo llegará la muerte, ésta se mantiene como posibilidad y obliga al ser-ahí a

asumirla ya sea que la niegue o la acepte.

El Dasein que no acepta la muerte vive de acuerdo con lo que la cultura y la

sociedad le imponen: trabaja, come, usa los medios de comunicación, se viste,

compra y cría a sus hijos repitiendo los hábitos y las normas ya establecidos, es

decir se integra, se adapta.

Por el contrario, el ser-ahí que acepta su finitud es libre esto es que puede vivir

más plenamente, es autónomo pues toma sus decisiones por sí mismo, es crítico

y le interesa el conocimiento y los riesgos, es un inadaptado, no se integra a la

sociedad.

27

Heidegger. Op. cit. Pág. 295.

8

Ahora, esta forma de vivir establecida que prevalece en el mundo contemporáneo

y que determina quien es integrado y quien no lo es, la podemos materializar

como “el sistema”, capitalista o no, porque todas las sociedades tienen gobiernos,

empresarios, medios de comunicación, políticos y políticas públicas, leyes,

etcétera, que, aseguramos en el ámbito académico y activista, determinan el

orden establecido, ellos son el poder.

A estas entidades las mencionamos como las culpables de que la sociedad en

general y el ciudadano en particular viva alienado, indiferente. Al parecer

Heidegger lo reitera cuando dice “En la utilización de los medios públicos de

comunicación, en el empleo de la prensa, es todo otro como el otro”28 y agrega

que este “ser uno con otro” disuelve totalmente al ser-ahí: “es donde despliega el

uno su verdadera dictadura”29.

Pero también nuestro filósofo afirma que “el señorío de los otros” puede

representarlo cualquier otro. Uno mismo pertenece a los otros y consolida su

poder”30. Asegura que el “quien” –responsable de crear el mundo de lo anónimo–

es el uno, es cualquiera, porque “disfrutamos y gozamos como se goza, leemos,

vemos y juzgamos de literatura y arte como se ve y juzga; incluso nos apartamos

del “montón” como se apartan del él; encontramos “sublevante” lo que se

encuentra sublevante”31.

Entonces, ¿todos somos inauténticos? Veamos esto con más detalle. Dice

Heidegger, el ser-ahí está yecto al mundo, cae en la tradición, en la cultura; esto le

quita la dirección de sí mismo, le impide preguntar y elegir32. Le imposibilita ver el

pasado y apropiarse de él para crear algo distinto. Toma lo tradicional como

comprensible sin comprenderlo.

28

Heidegger. Op. cit. Pág. 143.

29 Heidegger. Op. cit. Pág. 143

30 Idem. Pág. 143.

31 Idem. Pág. 143.

32 Idem. Pág. 31.

9

De lo anterior surge entonces una cuestión importantísima: el existir del Dasein en

el mundo es siempre originalmente un existir en el modo inauténtico. Dice el autor:

“A su facticidad es inherente que al ser-ahí, mientras sea lo que es, continúe en

yección y se suma en el torbellino de la impropiedad del uno”33.

Aquí es fundamental para este análisis tener muy claro las siguientes palabras del

autor: “El “ser sí mismo” propio no descansa en un estado excepcional del sujeto

desprendido del uno sino que es una modificación existencial del uno en cuanto

éste es un esencial existenciario”34, esto significa que la existencia auténtica no es

nada que se alce por encima de la cotidianidad, sino existenciariamente es sólo un

modificado asumir ésta35.

Regresemos a los ejemplos para ubicarnos mejor en esta perspectiva que cae

como cubetada de agua fría a quienes nos hemos concebido como diferentes,

como “no soy del montón”. Vivimos en el mundo de los roles sociales: vamos a la

universidad, aprendemos, nos relacionamos, asistimos a las manifestaciones,

leemos, escuchamos música, trabajamos, amamos, mentimos, nos vestimos,

criticamos, todo esto y más, como lo hacen todos. Así que al parecer son raros los

instantes de autenticidad del ser-ahí.

El punto decisivo, considero, está en la finalidad de ser-ahí auténtico, qué uso le

damos, para qué elegimos la autenticidad. Dice Heidegger que hay que retroceder

y buscar la omisión que hizo que el Dasein se perdiera en la inautenticidad; buscar

el “ser sí mismo” como una elección perdida. Y en el hacer la elección se hace

posible por primera vez el ser-ahí su “poder ser” auténtico36.

Para ir cerrando hay que decir que la obra que nos guía en estas reflexiones, El

ser y el tiempo, no es una pauta para la conducta humana. Para Heidegger el ser-

33

Idem. Pág. 198.

34 Idem. Pág. 147.

35 Heidegger. Op. cit. Pág. 199.

36 Idem. Pág. 292.

10

ahí es posibilidad, con capacidad de preferir, de elegir, y aunque “elegir” es una

condición inseparable de la ética37, Horneffer señala que la obra heideggeriana no

tiene esa finalidad, sin embargo, sí muestra un profundo conocimiento del hombre

y de su ser y estar en el mundo, por ello, afirma “lo que él hace (Heidegger), más

bien, es apuntar, señalar en una dirección posible”38.

§

Buscando al ser-ahí auténtico

En este último apartado, aceptaremos la invitación que Hidegger nos lanza para

buscar juntos un “poder ser” auténtico del ser-ahí”39. Con estas palabras, el

filósofo nos avisa que en los siguientes párrafos de El ser y el tiempo,

posiblemente nos encaminará para identificar al ser-ahí auténtico.

Esta identificación es difícil pues el autor afirma que el uno oculta incluso a

quienes eligen “propiamente”40, es decir el uno esconde a los auténticos la

elección de serlo y a ellos mismos. También nos dice que en la autointerpretación

cotidiana del ser-ahí conocida como “voz de la conciencia” podemos atestiguar al

Dasein auténtico.

La conciencia da a comprender “algo”, abre y forma parte del existenciario “estado

de abierto”41. Mediante la explicación de la conciencia analizaremos el “estado de

resuelto” en su forma más original que es el ser-ahí auténtico.

Como ya mencionamos, el Dasein envuelto en la publicidad, las habladurías y la

avidez de novedades del Dasman, deja de oírse a sí mismo y olvida su propia voz.

Entonces para retroceder de este “estado de perdido” primero debe encontrarse,

37

Sagols, Lizbeth. Prólogo. En Heidegger y la pregunta por la ética. UNAM. México, 2001. Pág. 10.

38 Horneffer. Op. cit. Pág. 23.

39 Heidegger. Op. cit. Pág. 291.

40 Idem. Pág. 292.

41 Idem. Pág. 294.

11

es decir, escuchar su propia voz. Y esto sólo se logra mediante la vocación de la

conciencia pero necesita, dice Heidegger, vocar sin “ruido”, representado éste por

las habladurías y la avidez de novedades42.

Esta vocación es modo del habla, pero la conciencia no habla para discutir o

comunicarse sino en la forma del silencio:

“La vocación habla en el modo inhóspito del callar, y sólo habla de esta

forma porque la vocación no voca al invocado a engolfarse en las públicas

habladurías del uno, sino a retroceder desde ellas a la silenciosidad del

“poder ser” existente”43.

Ahora, dice nuestro filósofo que el silencio de la vocación “da a comprender” las

posibilidades fácticas auténticas del Dasein, porque el lugar desde donde se voca

es la angustia en cuanto “estado de abierto” más elemental del ser-ahí en “estado

de yecto” en el mundo.

Así, en la inhospitalidad de la angustia, el ser-ahí es único para sí mismo y se

pone en disposición de proyectar sus posibilidades y no seguir sólo las que el uno

le ofrece. Aquí hay que aclarar dos cosas: el vocador es el Dasein que en su

angustia, en su “estado de yecto” es un ser-ya-en por su “poder ser”; y el invocado

es el Dasein avocado a regresar a su pre-ser-se, a salir de la caída en el uno44.

Esto es, que no es una instancia externa la que llama al ser-ahí a su conciencia,

no es dios o una potencia extraña, el ser-ahí llama a la conciencia a sí mismo45.

Otro elemento que añade Heidegger a este tratar de entender a la conciencia es el

ser deudor que nada tiene que ver con apreciaciones morales, sino que se refiere

a un concepto ontológico, al existenciario “ser fundamento” de un “no ser”46. Sobre

42

Idem. Pág. 205.

43 Heidegger. Op. cit. Pág. 301.

44 Idem. Pág. 302.

45 Idem. Pág. 299 – 230.

46 Idem. Pág. 309.

12

esto el autor señala que el “no ser” existenciario no es una privación o una

deficiencia sino “lo que puede proyectar y por lo regular alcanza a veces, y en

cuanto proyectar ya “no ser”47.

Lo anterior significa, para quien esto escribe, que el ser deudor es la negación que

advierte el Dasein en su ser arrojado en el mundo, en el tener que elegir algunas

posibilidades y no otras, hasta que llega la última de sus posibilidades.

Para avanzar es necesario reformular lo anteriormente expuesto: la angustia es el

ser yecto en la muerte, y en la inhospitalidad de la angustia el Dasein se encuentra

a sí mismo en “estado de abierto” y es invocado por la conciencia a entenderse

como deudor.

Ahora bien, la angustia y el ser deudor hace que el sí mismo más aunténtico obre

sobre sí partiendo del elegido “poder ser”. A esto Heidegger le denomina “estado

de resuelto” pues pone al ser-ahí ante la verdad original de la existencia48.

El ser-ahí que existe en “estado de resuelto” se une con la angustia, con el silencio

del “querer tener conciencia” y con la verdad y estos son los elementos que

conforman al ser-ahí auténtico. Esta caracterización de la existencia auténtica no

implica un retraimiento del Dasein respecto del mundo porque es imposible

liberarse por completo del Dasman. La diferencia está en que en la existencia

auténtica el ser-ahí es consciente de su situación, no la encubre, la toma por lo

que es: un ser relativamente a la muerte.

Así, explica Heidegger, cuando el “estado de resuelto” nos pone ante la verdad

original de la existencia, la posibilidad de la muerte en su poder ser, ya no puede

la existencia auténtica del Dasein resultar rebasada o superada por nada49.

47

Idem. Pág. 310.

48 Heidegger. Op. cit. Pág. 334.

49 Idem. Pág. 334.

13

Aquí cabe anotar textualmente algunas palaras de Heidegger que quizá sean

parte de la respuesta al problema planteado en este ensayo:

“El ser-ahí resuelto puede convertirse en la “conciencia” de los otros. Del

“ser sí mismo” propio del “estado de resuelto” surge por primera vez el “uno

con otro” propio, no de las ambiguas y celosas conversaciones y las

verbales fraternizaciones en el uno y lo que uno quiere emprender”50.

De lo anterior podemos afirmar que el ser-ahí tiene la posibilidad de rescatarse del

Dasman, optar por la existencia auténtica y asumir a la tradición, a la cultura, a la

sociedad desde la autenticidad. Incluso puede contagiar o compartir su

autenticidad a otros.

Finalmente, en lo que concierne a este ensayo, a este tratar-de-entender-a,

concluiremos con las siguientes palabras poéticas dichas por Heidegger: “de la

mano de la fría angustia que se extiende al poder ser auténtico va la bien provista

alegría por esta posibilidad”51.

§

Conclusiones

Como nos lo ha explicado Heidegger, al igual que la tan buscada felicidad, la

autenticidad no puede ser absoluta sino que son algunas actitudes, algunos

rasgos o algunas ideas que ciertas personas llegan a tener, porque todos los

humanos participamos y contribuimos a la permanencia de lo inauténtico, de lo

anónimo. Partiendo de esto, tratemos ahora de dar respuesta a nuestra pregunta

de por qué la sociedad no se indigna ante las injusticias, la corrupción o la

violencia.

Generalmente, adjetivamos a los imperturbables como carentes de inteligencia, de

pensamiento, de razón, decimos “son una bola de pendejos”, pero estamos

50

Idem. Pág. 324.

51 Heidegger. Op. cit. Pág. 337.

14

equivocados. La razón misma conlleva errores y también nos equivocamos porque

la razón no es lo único que define al ser humano, de serlo no habría toda una

historia humana de tropiezos y errores.

Los Dasein también somos ideologías, sentimientos, mitos y la mayoría de las

veces no sabemos distinguirlos de la razón porque todas emergen de la mente.

Pero no sólo eso, en el anónimo, en el uno, estas ideologías, sentimientos y mitos

se han sublevado de manera formidable y nos impulsan y arrastran hacia delirios,

exterminios, masacres, devociones, éxtasis y excelsitudes.

En El ser y el tiempo, Heidegger, a través de sus existenciarios nos muestra los

derroteros, no los califica ni los juzga, simplemente son modos de ser del ser-ahí,

y esta es, considera quien esto escribe, la idea más relevante del análisis de esta

obra, porque cuando juzgamos a los demás, cuando les exigimos que sean como

nosotros o los acusamos de no serlo, estamos también atrapados en el uno, es

decir no es la razón sino nuestras ideologías y sentimientos los que nos dicen lo

que decimos. Queremos cambiar las cosas pero no hemos empezado por

entender primero el origen, el pasado y las condiciones de nuestro ser-ahí.

Y esto es lo que nuestro filósofo hace, nos muestra el mundo donde estamos

arrojados. “Así son las cosas”, nos dice Heidegger. Yo lo leo, lo reflexiono, lo llevo

dentro, con los fantasmas subversivos de mi pensamiento y ahora me cuestiono a

mí misma ¿qué hemos hecho en nuestra lucha diaria, en nuestra vida, para ser

auténticos?

Si usted que ha leído este ensayo y yo que lo he escrito, somos inauténticos,

entonces hay esperanza, porque creo, al hacernos la pregunta anterior, ya

estamos parados en ese silencio del “querer tener conciencia” y con ello existimos

frente a otras posibilidades de ser en el mundo, lo cual es realmente emocionante.

§

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Bibliografía

González, Valenzuela Juliana (Coordinadora). Heidegger y la pregunta por la

ética. Seminario de Metafísica, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. México,

2001.

Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. Fondo de Cultura Económica. México 1993.

Apuntes de la clase Filosofías del Siglo XX. Bily López González. Semestre 2014-

I. UACM.