ANOMALIAS y SUS TRATAMIENTOS. - Dirección General de ...

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ANOMALIAS y SUS TRATAMIENTOS.

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ANOMALIAS y SUS TRATAMIENTOS.

JUAN N. CORDERO.

ANO~ALIAS

y sus

-­..................... .....

TRATAMIENTOS . •••

Ensayo de vulgarización de Psiquiatría, y de or­

ganización de un sistema· efectivo par4 la

DEFENSA SOOAL.

XALAPA-ENRIQOEZ.

OFICINA TIPOGRAFICA DEL GOBIERNO DEL ESTADO.

1910_

Quedan ase~urados con arreglo á la ley los dere­chos de propiedad literaria, inclusive los de traducción y reducción, y las falsificaciones se perseguirán.

INT RODUOOION_

"Mens sana in rorpore "ano.»

Siempre fueroll los rematt's de las obras hu mallas los más difíciles y

comprometidos, y por eso han puesto legítimo temol, espanto á veces, en

los más expertos investigadores y en los espíritus más serenos ...... ¿Qué

muchu que yo, peóll de la última fila en el ejército de los pensadores,

vacile, y tiemble, aunque !lO retroceda cobarde, allt.e el coronamiento ele

]a obra temNariamente emprendida, por mucho que lo que por decir me

queda, IlO sea sino la necesaria é inmediata consecuencia de lo ya expues­

to y demostrado, ell los dos libros que á éste lWIl sen' ido de premisas?

La profundidad é importancia de los eliversos puntos que han de for­

mar el materia] de este libro, ]0 complicado y yario de los conocimientos

científicos que presuponen y requieren, siquiera sea de un modo y en pro­

porción elbmentales, lo combatido y asendereado de algunas teorías y

procedimientos ya iniciados, y finalmnete la. novedad (en e] fondo más

aparente que real) de algunos otros procedimientos de mi propia iniciati­

va, constituyen sendas fuentes de legítima desconfianza en mis propias fuerzas; me sostieue sin embargo ell el empeño, la esperallza de que pues­

to 1>0r otro ú otros lo que á mí me hllya faltado, la inieiativa pueda llegar

al punto d~ aplicación apetecido, ell una época que no tellgo la preten­

sión de esperar como muy próxima.

Toda obra humalla es necesariamente anónima y colecl'iva , pese á la va­

nidad individua] de los colaboradores; jamás ]a verdad toda está en un so­

lo pensador, en un solo libro, ni en una sola época; la factura de la eiencia

humana remeda la de las madréporas. Yo no aS1>iro al renombre, no am-

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biciono la riquez~, y amo á la humanidad de la que vengo, y á la que de­bo regresar si consigo dejar huell a durable; por eso allego, ignorado y hu­milde, mi tributo, en la obra comun, incesante y lenta, del Progreso Hu­

ma.no.

Entremos ahora en materiA: De entre ·las con~lusiones formularlas hácia el fin de nuestro segundo

libro "La Vida. Ps1qu.icu," entresaquemos las referentes á la vida psíquica individual, que será la que en el estudio de las anomalías, ha de preocu­parnos y servirnos principalmente. Dichas conclusiones son las siguientes:

Primera.-El estado 1w1'mal del Suieto es el de equilib'fio entre ,<ru,~ Persona­

lidades PSIQUICA y SOMATICA.

Segunda.- Todo desequili bn·.o psiguico hace del Sujeto rleseq'ttüib?'ado '"U ILUSO Ó un IMPUI,SIVO.

Tercem.-Segun la época en qtte un deseqttilibrio psíquico se hace mani­

fi.esto, denuncia 'nn DesequiWn'ado NATO Ó nn Desequ,ilibrado HECHO,

Oua1'ta.-1bdo desequilib1'io psíquico tier/.e por base 1.m d",sequ,ilibrio FI8IO­

LOGICO.

Q'u.inta. - Todo desequilib1"Ío Fisiológico #ene pO?' ca1l,sa ;ti precedente nn des­

eqt¿i lib1'ÍO ORGANICO.

Esas cinco proposiciones ya demostradas y que ahora explotaremos en la via deductiva y de aplicación, vau á servirnos á la vez de tuto?' y de !Tuia, para no rlejafllos llevar de lucubraciones excesivas ni de empirismos advenedizos, y continuar el riguroso método que nos hemos impuesto en esta delicada obra.

LIMITES DE LA NORMALIDAD.

Hasta este punto nos hemos mantenido en los términos aproximados de un análisis que l1ariJaremos como los químicos, cnalitativo; hemos adop­tado como lindero y línea divisoria entre la vida psíquica nO'fmal y la anómala, una zona, una faja en la que á la par que la verdadera y defini­da linde, se contienen elementos de una y ot.ra forma; algo así como la

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Femonbm , que pFlrticipa de la luz y de la sombra, sin ser llllU ni otra defi­nida y precisamente.

Ahora, necesitamos, no reducir á una línea precisa tal frontera, porque semejante precisión en problemas de conducta, siempre complejos, y en que los datos están eujetos á Ulla incesante- variación, sería de todo punto imposible, pero sí estrechar todo lo posible la zona penumbrosa, y así co­locarnos en aptitud de llegar á la adopción de procedimientos adecuados al abordar el estudio de los tmlamientos.

Recordemos ante todo haber establecido en LA VIDA PSIQUICA la ob­sprva<:iólI, fundamental ahora, de que toda anomalía se refiere á un i'ndi­

vid'Ho Ó á un gnlpo de individuos, pero siem pre á porciones mínimas de la sociedad, porque desde el momento en que una práctica, uso, institu­ción Ó hábito se generaliza y viene á ser el de la rnayo7"ía, se ha('e desde el mismLúmo punto Normal. Por tanto, las observaciones que en el presente estudio hagamos, versarán forzosamente sobre la vida psíquica del indi­

viduo, ó sobre la de pequeños círculos, equivalencias de parte; siempre pequeñas porciones.

El primer escollo que se nos presenta es el siguen te: ¿Qué número ó mejor dicho, hasta qué número podemos considerar un grupo como equi­valencia del individuo y campo de la anomalía? Resuelto éste habremos adelantado mucha labor.

Es indudable que la elección de un criterio aritmético resultaría tan impracticable como absurdo, porque ni los tipos de anomalía, ni sus gra­dos, ni su duración son idént.icos, y por lo mismo falta la homogeneidad característiea en las operaciones de esa naturale.za: Por otra parte, de las mismas f une'iones normales, no todas tienen el mismo grado de generali­dad. Parece por tanto indicado por una parte el criterio proporcional y por otra la generalidad de la fórmula algebráica, en la que puedan caber tudos los valores Ilroporcionales.

¿Por qué tal empeño en precisar el concepto de la gran mayoría por una parte y de la minoría individual ó colectiva, cuando los conceptos que se debaten son los de Normal y A nómalo.? Sencillamente porque el concepto de la Normalidad lo hemos construido con las formas de actividad psíqui­ca que más abunda y forma mayoría en la vida de conjunto, y las formas colectivas de actividad social no son sino actividades psíquicas unitarias

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ó individuas, que se suman al conperar en una misma dirección. Así pues, determinar el alcance de los conceptos de ma.sa y de individuo, es fijar á la vez los de Normal y Anómalo, y los de equilibrio y desequili­brio, puesto que toda anomalía es, segun acabamos de verlo, de caracter unitario, y conforme á una de las conclusiones que han de servirnos de gnía el estado Normal del Sujeto tmidad, es el de equi lib1'io entre sus ele­

mentos psíquico y somático.

Busquemos pues en los caracteres del prodncto social colectivo, los ca­racteres de los, ó mejor dicho, del Sujeto Unidad ó elemento, que desem­peña el papel de factor homogéneo.

Reanudando nuestra investigación, busquemos en el ejemplo el toque definitivo de la claridad en asunto tan escabroso y ocasionado á confusio­nes: Decir, por ejemplo, que la manera de obrar ele mil personas sea la manera normal de obrar, ni es en ab!'loluto cierto ni es absolutamente fal­so; si se trata de un Villúrrio de ciento veinte vecinos, esos cien constitui­rán la mayoría absoluta; pero en una capital que cuente medio millón de habitantes, los cien serán una gota de agua en un gran lago. Si se trata de opinión y de personas de una misma profesión ó dedicadas á una misma ciencia ó grupo de ciencias, aun en la gran ciudad será cierta la proposición pero si se trata de peculiaridades orgánicas ó de estructura será falsa la proposición, porque mientras para los profesionales de una ciudad en un mismo ramo, el número de cien es de mucha importancia, para los caracteres orgánicos, que son de raza cuando menos, cien ejem­plares nada ó muy poco significan.

La normalidad de un . .procedimiento artístico se integrará en cada lu­gar con la inmensa mayoría de los que usan de tal procedimiento; pero como el número de éstos es es ya reducido, esa inmensa mayoría puede bien estar representada por cien, y acaso por menos; 'la normalidad de estructura de un órgano requiere la inmensa mayoría de los poseedores de tal órgano; pero como ese número de poseedores puede ser una espec'ie

cuando menos, y como el número de individuos que componen de ordi­nario las especies son enormes, frente á ese número enorme el de cien no puede representar la inmensa mayoría.

Pero eí desprendemos de esa misma observación que llamaremos nega­

tiva, un dato precioso: el número ó por mejor decir ]a cifra que represen-

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ta la mayoría, crece ó decrece á la par que la generalidad del fenómeno, ó 10 que tanto da, expresado técnicamente: la cifra que representa la in­mensa mayoría es p roporcional á leL generalidad del f enómeno biótico que se trata de estudiar. Por esto es que decreciendo de la h'um anidad á la raza,

de la raza á la región , de la región á la demarcación , y de la demarcación á la f amilia las semejanzas y por lo mismo las normalidades, la cifra re­presentativa va decreciendo en la misma proporci6n.

Natural es, que siendo de proporción el criterio, los procedimientos en que haya de estribar el tratamiento de las anomalías descansen sobre la fijación de un promedio, tan proporcional y variable como los extremos comparados. Naturalmente el promedio, construido con actos, nos condu­ce directa y necesariamente al promedio de tendencias, toda vez que, se­gun vimos en EL ALMA ORGÁNICA, el acto, la reacción, es la tendencia total 6 parcialmente satisfecha en el curso normal de una excitación or­gánica sensoria.

Queda con esto facilitada en gran manera la ruda y al parecer irreali­zable labor de descubrir las tendencias que dormitan rebujadas en los limbos de la vida inconciente; s610 tendremos que analizar y clasiticttr actos palpables y positivos, cosa muy hacedera ordinariamente. Las mani­festaciones serán nuestro guía, y si algunas veces pueden inducirnos á error, porque nos equivoquemos en su procedencia, las más de las veces nos conducirán á la verdadera causa psíquica 6 sea á la genuina tenden­cia idiosincrásica de la conducta humana.

Un promedio establecerá la proporción entre las esferas de acción colec­

tiva é individual; otro promedio más concreto y reducido nos conducirá á construir con las anomalías mismas, agrupándolas por semejanzas, peque­ños núcleos, obrando como normales en conjunto y como mayoría ligada por una semejanza comun por una parte, y por otra como equivalentes de elementos individuales, en relación con la masa mayor de los normales. Para percibir con toda claridad ese doble orden de reacciones y de activi­dades, importa recordar que ya en LA VIDA PSIQUICA, estudiando el en­lace y solidaridad jerárgica de las sensaciones, de las ideas y de los actos que de ambas resultan, toda sensación es simple con relaci6n á las que la siguen y compleja con relaci6n á las que la preceden; toda idea es parti­cular en relaci6n á las que la siguen y general en relación con las que la

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preceden, y fodo acto hnmano es in(liv idnnl aw¿que I)vwhlJs lo ~jewtell, en relación con un número inmensamente mayo!', .Y colectivo, ann cnando lo ejecute un 1'educido nú'me'tO, en relación con el individiw.

La relatividad señorea motores y movimientos, impulso .Y masa, espíri­tu y cuerpo, fuerza y materia, estrechandose tan íntimamente, que no po­cas veces parecen ser UIla sola y única entidad . En estudios de la índole del presente, no se trata de un recuento y clasificación de actos, divididos en buenos y malos, en lícitos ó ilícitos, en 1Jicios ó virtudes, encaja ndo con matemática precisión en sendos cajillos ...... Tratase ó por lo menos elebe tmta1'se de formar un criterio para estimar y clasiticar segun las circnns­tancias en qi¿e se reaZ,iza, UN acto c'U,alqu,iera, examinado en todos sus innú­meros y variados matices.

El act.o mismo que en un Sujeto es lícito, bueno y virtuoso, puede ser en otro Sujeto di verso ilícito, malo y vicioso, El acto genésico para la re­producción y efectuado en las condici.ones legales, sociales y religiosas de un país, es lícito, hueno y virtuoso; el acto mismo realizado por otro suje­

to inmaturamente, con mujer ajena, ó sin las form alidades sociales y reli­giosas en uso, es malo, ilícito y pecaminoso. La economía que en sí mis­ma es una virtud, exagerada constituye la avaricia que es un vicio; el amor, que en sí mismo es ulla virtud, exagerado se torna en lascivia y li­bertinaje, que son vicios; la liberalidad exagerada se torna en prodigali­dad ; la dignidad exagerada se torna en soberbia; la temperancia degenera en aprehensión; la prudencia degenera en miedo y cobardía; y el poder exagerado degenera en la mayor de las esclavitudes.

Por el contrario, la mentira y la ficción, que son ilícitas y censurables en la vida ordinaria, son cualidades inestimables en literatos, novelado­res y creadores de la obra de arte, que precisamente vive y se espacia en el campo vastísimo y prestigioso de la mentira bella y de la ficción esté­tica; por último, el instinto destructor y la impulsión homicida que como delito penan los códigos en la vida civil, son estimados como altas virtu­des y preciosas cualidades en la guerra, y si el Código Penal designa ese acto con el nombre de asesinato, ú homicidio cuando menos, la técnica de la guerra lo designa con el nombre de espíritu militar.

Esas observaciones elegidas entre muchísimas otras, análogaH sugieren activamente la suposición de que los llamados vicios y las llamadas virtu-

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des tienen allá fHl el fO\1clo el propio y natural origen: una impulsión or­

gállica, que segun el poder de inhibición y coordinación del Sujeto sigue una de las tres mtas siguientes: ó aborta y se detiene en el periodo ascen­

dente de la !lt'nsación, por efecto de vigor, y constituye el acto defectuoso

y el vicio por d~ficiencia, ó llega sin detenerse hasta la reac0ión final, sin obedecer á inhibición alguna y constituye el acto excedente é impulsivo

y el 'vicio por exceso , ó sufre en el medio de su carrera evolutiva la conve­¡lÍente inhibición, y constituye á su vez el acto equilibrado y ponderado:

la vi7·tud, fruto de la ponderación y el equilibrio entre las dos personali­dades humanas: la Psíquica cuyo exceso trae consigo la depresión somá­

tica y la falta de actividad espontánea, y la Somática que absorbe y anu­

la la voluntad é inhibición cuando es excesiva, y hace del hombre un im­pulsivo automático, un torpedo que á la mínima excitación deflagra y

t'xplota. Queda por tanto reducido el problema, á un haz de datos ó condicio­

nes antagónicas, es decir: á un p?'oblerrw de EQUILIBRIO PSIQUICO. Natural­mente, dentro de tal criterio la Normal, correspondiendo al promedio,

que á su vez corresponde á la mayoría, será la tendencia ó la suma de ten­dencias colectiva.~. Las anomalías á su vez constituirán las tendencias más ó menos sing'ulares y exóticas, lo que vulgarmente llamamos EXCENTRICI­

DADES.

Podemos consillerar el concepto de la NORMALIDAD, como un cent?·o co­rnun á di versas circunferencias de diámetro vario, y las excent?'icidades ósea el concepto de la ANOMALIA, como líneas de conducta ó actos que salen ó parten de esas circunferencias sin seguir su dirección y apartándose de

ellas más ó menos, pero apartándose siempre. Creemos haber esbo7.ado suficielltemente el punto de vista desde el cual

hemos ele estudiar en este último libro las ANO~fALIAS; por lo que hace á los TRATAMIENTOS adecuados, habrán de seguir las inflexiones de aquéllas y con ellas mismas habrán de variar.

Por supuesto que al decir TRATAMIENTO, queda ya entendido que se trata de los lin ea mientos generales, de los procedimientos fundament.ales que hayan de formar el m'senal del nuevo sistema, y no de la muchedum­

bre de pormenores y de la reglamentación administrativa del sistema pro­puesto. Trata el autor solamente de sugerir lluevos puntos de vista, de

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exhumar menospreciadas observaciones, y de subrayar defectos y censu­ras ya hechas al actual sistema represivo, que han permanecido hasta hoy confinadas, aunque en lugar de honor, entre las utopías científicas. De igual modo que la terapéutica prescribe en general para tal 6 cual do­lencia: dieta moderada, bebidas refrescantes, drogas sedantes, &., &., sin señalar alimentos determinados, ni ' especificar las bebidas, ni nombrar las drogas, así en la ciencia esencialmente social de la LEGISLACION, las pres­cripciones son concisas, genéricas y comprehensivas, y á la ciencia admi­nistrativa quedan encomennados los detalles de aplicaci6n y elecci6n prác­tica; es decir la LEY y sus REGLAMENTOS.

Este humilde libro no es, no puede, ni por último pretende ser un pro­yecto de ley, sino una investigaci6n filos6fica de índole social y práctica, que ofrece á los legisladores del fut.uro un puñado de reflexiones y de ob­servaciones desapasionadas que tomar en consideraci6n á la hora de cam­biar el sistema de la def ensa social, ya suficientemente iniciado y deseado por muchos y conspícuos pensadores.

Dividiremos pues en dos Secciones la materia de este libro; la Primera consagrada al estudio de las ANOMALIAS, y la Segunda á los TRATAMIEN­

TOS; Y continuaremos el procedimiento de seguir á la observaci6n, y no remolcarla y forzarla en el sentido de una TESIS preconcebida, para im­ponerla.

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SECCION PRIMERA.

ANO MALlAS.

PREAMBULO.

CARACTERES PRECISOS DE LA ANOMALIA.

1.-Segun dejamos anticipado en la Introducción, el concepto de las Anomalías tiene tantas variantes y gradaciones como el concepto mismo de la Normalidad. Pero en la clase de fenómenos que venimos estudian­do, hay que tener en cuenta, aparte de las variantes de modo en la ma­hifestación, y de las de intensidad, las provinientes del origen ó causa, que en asuntos biológicos tienen señalada importancia.

La pretensión de precisar y recontar las variantes de intensidad y de grado, 10 mismo que las variantes de modalidad, resultaría irrealizable y absurda, por ser innúmeros los grados de intensidad é innúmeras las maneras en que pueden combi narse en cada caso concreto, los diversos factores del fenómeno. Las causas del fenómeno, en cambio, son reduci­das y pueden facilmente analizarse, contarse, clasificarse, y formar un sistema de efectos correspondiendo á un sistema de causas.

Sentado como está que toda anomalía constituye un desequili brio de in­tensidad y extensión variables, entre las perwnalidades somática y Psíqui­

ca que forman la DUALID AD HUMANA, Y rúduciendose en rigor ese dese­quilibrio á la prepondernncia de uno de esos dos elementos sobre el otro, la tarea se simplifica grandemente para el filósofo, que ya no tiene más que estudiar, sin aquilatarlas, todas las consecuencias de la preponderancia 6

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de III depresión de uno de los elementos respe<:to del otro: dos tipos gené­ricos de clcsequ,i li.ú1·io á los que pueden reducirse cualitativamente todos los posibles, sin necesidad de analizarlos cuantitativamente.

2.-¿Cuál de los dos elementos sea el más propicio para referir á él la comparación?, tal es la dificultad primera que se presenta. Si la referi­mos al elemento inteligen te, y á la personalidad psíquica, indudablemen­te hallaremos la dificultad que, ya por su propia naturaleza ofrecen l(ls fenómenos psíquicos en el período superior de su desarrollo, combinados con otros, y nuestros medios de observaeión serán necesariamelJte indirec­tos y deducidos; en cambio, si referimos la comparación y el exceso ó el defecto al elemento somático y corporeo, contaremos con medios de obser­vación directa más amplios, y podremos inducir agrupar.do nuestras ob­servaciones, Parece pues qUf' lo indicado y procedente es tomar como punto de partida los fenómenos fisiológicos que constituyen el fenómeno complejo ó la serie de fenómenos conexos y eslabonados que llamamos SENSIBILIDAD, y de los cuales, en etapas ulte1'iores ele su desarrollo, segun vimos en EL ALMA ORGÁNICA, surgen los primeros elementos psíquicos: LAS IDEAS, elemento constante y perdurable de la sensación.

Llamaremos pues HIPERESTESIA al exceso de sensibilidad, que á su vez se trueca en exceso de sensación y en exceso de impulsión ó sea la prepon­derancia somática, y llamaremos ANESTESIA la depresión ó privación de sensibilidad, que por lo contrario de la hiperestesia se trueca en falta ó flojedad sensoria, defecto de impulsión reactiva y exceso de Inhibición, ó sea la preponderancia psíquica. .

Ahora, si consideramos el fenómeno del desequilibrio en su doble fase práctica, es decir: en sus efectos sobre el elemento ó personalidad psíquiea y sobre el elemento ó personalidad somática, podremos dividir tambien

nuestra observación metódicamente, estudiando primeramente las deprc­p1'esiones somáticas, causa de la preponderancia psíquica, y despues las per­turbaciones psíquicas causa de las depresiones somáticas.

Verdad es que á su turno las perturbaciones psíquicas engendran, des­pues de engendradas ellas mismas, . nuevas depresiones orgánicas, y que la depresión orgánica es muchas veces producida en un principio }lor exaltaciones psíquicas; pero en cualquiera de todos esos eventes los fenó­menos derivados serán, necesariamente, de uno de los tipos fijados: una

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dep?'esión orgánica y ~~XALTACION PSIQUICA, ó bien una e,mltación o?',qánica y DEPRESION PSIQUIC A,

3.--Tratemos ahora de hallar nombres apropiarlos para designar cada

uno de esos dos grupos de fenólllenos, á fin de que tales nombres sirvan

de rubro á sendos capítulos en que estudiaremos dichos grupos,

Afortunadamente para nosotros, la ciencia médica tiene dos tecnicis­

mos sobremodo adecuados para realizar nuestro intento. Con el nombre

de PSICOSIS, designa todas las formas de pe'l'tnrbación m.ental o?'iginadas por desa?'reglos Ó PER'fURBACIONES ORGANICAS.

A su vez y suponiendo que el suefío representa un estado más ó menos amplio y durable de quiet'l.¿d, ó por lo menos de pereza O? 'gánica , designa

con el nombre genérico de HIPNOSIS, todas las jo?'?nas del snefio; nosotros

diremos: todas las jormas de pereza Ó DEPRESIOr-; orgánica. . Estudiemos pues en capítulos separados, las formas de actividad com­

prendidas en la HIPNOSIS y en la PSICOSIS respedivamente,

CAPITULO 1.

HI PNOSIS.

4.-De tiempo inmemorial ha sido el sueño un fenómeno de la mayor

importancia, uno de los que más fuertemente han llamado la atención

humana y al que se han atribuid n hasta efectos divinos y sobrenaturales,

cautivando á záfios y á cu ltos, á indiferentes y á curiosos.

La cesasión aparente de la vida, característiea del sueño, ha sido com­

parada con la muerte, y la comparación es por demas propia si se trata

del sueño profundo, espontáneo y normal en el estado sano del comun de

los vivientes; pero ni todos é~tos duermen ese sueño profundo y del todo inconciente, ni la forma espontánea es la única que puede conducir al ser

humano á esa modificación substancial de su actividad,

Si hay quienes en el sueño ven una imagen ó remeQo de la muerte,

otros hay que por el contrario, hallan en el sueño un estado especial de mayO?' actividad psíquica, un modo más eficaz de vida para el espíritu, que

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libre durante el sueño, del widado de su, envoltura C01'po?"ea, ,campa en otro

mttndo superior del cual m:no peni tente y deste?'rado tÍ éste de lágrimas y de

prueba, pam p urgar ap?'isionado en ttna mm'taj a O1'gánica, faltas anteriores,

y no parecería del todo absurda la suposición oe una mayor actividad psíquica, tratándose del sueño pr0yocado y de los estados sonambúlicos, en los que la relación entre la vida mecánica y la psíquica. parece debilitada ó rotA; en que la concip,ncia de la realidarl somáti¡;a y del mundo corpó­

reo parece ausente, y en que el espíritu nos da cuenta de ot?"o linaje de im­

presiones de caracter sensorio, sin la sensación efectiva de momento, y de otros seres y de otro medio, desconocidos y mágicos, oe los que apenas si nos damos una inexacta y vagarosa cuenta .

Pero ni todos los casos y formas del sueño son provocarlos, ni en todas los formas del sueño se revelan esas impresiones y esa actividad psíquica

apareadas con la inconciencia y la quietud corporea.

5.--Ya en EL AL~fA ORG 1~NICA vimos que las manifestaciones inteli­gentes del ser humano durante el sueño normal y espontáneo, tienen !1U

origen en las impresiones sensorias recibidas durante la vigilia, y su abi­garramiento, su incongruencia, y su f antasisrno, (permítasenos la pala­bra), se explican mÍly bien por una coordinación incompleta ó imperfec­ta de las labores sensorias, fruto de la debil irrigación y escasa nutrición del cerebro. ¿No será entonces, más prudente y razonable suponer que los

diversos estados y formas del sueño, Sean variedades de coordiúución y

de nutrición, ó en otros términos: otros tantos estados m m'amente somáticos,

aunque de diversa procedencia, segun el agente que los provoca, en vez de imaginar todo un mundo aereo y fantástico rodeando al real y físico

en que nos agitamos y movemos ."", y todo ello arbitrariamente? Nótese desde luego, ell apoyo de tal suposición, el hecho de que las ma­

nifestaciones excesivas de esa llamada vida i'ndependiente del esp íritu , du­rante la vida doble del hombre, vienen siempre acompañadas de trastor­

nos, frecuentemente serios en la vida somática, revelando C'Íe?"ta incompa­

tibilidad entre los dos elementos hnmanos; dato precioso que sugiere con ca­racter de verdadera imposición, la idea de que todo estado hipnótico es tm

DESDOBLAMIENTO EXCESIVO, Ó lo que es lo mismo: UN DESEQUILIBRIO entre

los dos elementos de la Personalidad humana, p?'eponderando la parte psíqui­

ca sob?"e la somática. Desdoblamiento y desequilibrio útil y benéfico si es

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normal y mesurado; pemicioso y funesto si es anormal y desproporcio­

nado.

Corroboran ese SUpUf'sto los hechos bien observados ya, de que tanto el

exceso como el defecto del sueño normal son perjudiciales y contrarios á

á la salud, y podemos facilmente observar que los llamados sonámbulos naturales no experimentan por lo g8neral quebranto alguno de salud, en

tanto que los sonámbulus de PTofesión Ó dt afición desmedran y enflaque­

cen visiblemente, y con el tiempo llegan á Ull estado habitual de divaga- .

ció n rayano en la inconciencia, perdiendo poco á poco la propia voluntad

en fuerza de subsiituirla por la del ó de los magnetizadorf's ó hipnotiza­

dores. 6.-Entremos más de lleno en la observación de los hechos, en sus

condiciones normales de producción, para remontarnos después á las rea­

li7.aciones del fel1ómeno en condiciones anormales que llamaremos n'Wr­

basas. El síntoma característico del fenómeno que llamarnos sueño, es el aisla­

miento de nuestra personalidad y su mayor Ó menor substracción al me­

dio físico, debido á lo que podemos llamar la claustt1'a Ú obtuTación de los sentidos, únicos trasmisores y geneTadOTeS de toda SENSACION y PO?' consi­guiente de TODA IDEA.

Los párpados se cierran tenazmente para huir de las impresiones visua­

les; los oidos se hacen inaccesibles para las vibraciones sonoras, sin nece­

sidad de clausura ni obturación; el tacto se embota y se hace nuestra piel

insensible á los tocamientos y á las veces á los mismos sacudimientos

bruscos; nuestms músclllos se relajan y aflojan mostrandose aparentemen­

te incapaces de contracción y movimiento; el sentido genésiro nos ofrece

solamente los fenómenos de la congestión mecánica y del organismo pa­

sajero; el olfato se hace insensible para los excitantes ordinarios de media­

na intensidad, y el gusto no fun ciona por la falta de las operaciolJes pre­

paratorias ó auxiliare::: de la trituración y de la deglución.

En cambio, las funciones relacionarlas con la nutrición como son los

movimientos reflejos, la circulación y la absorción, no sufren alteración

sensible; la respiración es tranquila, isócrona y normal, á menos de una

posición incómoda ó de ulla compresión proviniente de lo que llamamos

una mala postura; la traspiración es franca, normal y acaso más abundall-

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te que en el estado de vigilia; las deyecciones no detienen su curso; la ve­

jiga cuando se repleta, nos despi erta para que la procuremos alivio, y en

la forma morbosa de sueño que llamamos pesad'illa, forjada con los refle­

jos precursores, nos advierte que el intestino reclama un d8sáhogo.

Todo está dici endollos á voces que la vida somática no sufre más alte­

ración que el aislamiento del med io ex terno, una suspensión de la vida senso?'ia, sin que ello importe la supresión de las manifestaciones psíqui­

cas debidas á se'll sacianes ante?'io?'es, ni una suspensión total de la vida psí­

quica, puesto que á las voces, en medio de un sueño profundo nuestros

labios se contraen para esbozar una sonrisa de contento ó para dibujar

una mueca de oo10r ...... nU f'stra mano se extiende eIl la actitud de la

aprehensión como para asirse de algo ó de alguien, ó en actitud de la de­

fensa corno para detener una agresión actuaL ..... nuestros ojos lloran,

nuestra piel se encrespa, nuestra glotis emite sonidos articulados, y nues­

tros labios lanzan vocablos expresivos de ideas y de impresiones.

¿Cuál es por tant,o el límite y cuál es la extensión de eSl;l suspensión de

vida que registramos? No indudablemente la que afecta los Tf'jlejOS y abarca la nutrición, la meramente SOt1Jática y animal; no la vida psíqui­

ca completa, puesto que el sueño normal no impide las manifestaciones

inteligentes de cualquiera orden que sean; pero sí una parte de esa vida

psíquica: la correspondiente á las relacionps entre los sentidos percepto­

res y los excitantes actuales externos.

7.-La Histología, ciencia que estudia el origen, naturaleza y vida de

los tejidos orgánicos; ha descubierto en las unidades vitales orgánicas que

llamamos celdillas, como consecuencia de sus funciones normales y perió­

dicas de nutrición, que comprenden la absonión, la asimilación, y la eli­minación, un estado de qnietud ó reposo p~rcial y temporal, una especie

de relajación funcional, en relación con las funcionps activas ordinarias,

para atender á la expulsión y desprendimiento de las deyecciones ó so­

brantes procedentes de la transformación y asimilación; deyecciones ó de­

tritus microsc6picos de las celdillas vivas, que cuando se acumulan por

falta de eliminación se truecan en adivo veneno. Nada más natural pa­

ra la pxpulsión de esas deyecciones celulares llamadas toxinas, que el aflo­

jamiento ó relajación, de lo cual tenemos' un pjemplo altamente sujestivo

en las deyecciones de las cloacas (vejiga y ano), relajando sus aparatos

20

llamario~ esfintcr, que funcionan á manera de resortes, permitiendo ó evi­

tando la salida de los detritus. La experiencia más vulgar nos persuade

por otra parte de la rdacióll entre la quietud y la relujación y entre la

relajación y la eliminación; lo primero que }Jara oesembarazarnos de

excf'delltes y deyectar, hacemos por instinto ó ? '~flejo, es poner en quietud

nuestros órgano~ todos; de otra suerte, la dbyeccióll no tiene lugar á mc­

nos de ser muy urgente la excitación, ó se realiza imperfectamente y en

malas condiciones. Parece por tanto coufurmarse el supuesto con lo ob­

servado en casos y funciones análogas.

Teuemos pues explicado provisionallnente el sueño normal y natural,

como un resultado de la quietud, SOPO?' y entorpecimiento sensorio, debido á la relajación de las celdillas nerviosas para dt>sembarazarse de sus toxi­

llaS. Una última contraprueba robustece la explicación. Nóte::;e que la so­la qtáetud es una causa productora del sueño. Sitlmpre que permanecemos

inactivos por algun tiempo, al'abamos por dormirnos; los niños obligados

á la quietud somática se duermen pronto; los profanos que durante la au­

dición de música clásica no hacen labor alguna poryue no entienden, se

duermen; el calor excesivo "que relaja las energías orgánicas y convida á

la quietud, nos adormece; podemos pues decir que más bien que aseve­

rar que el S1.¿e?10 engendra la q/¿ietud, debernos decir que la qt¿ietud engen­dra el sueño.

8.-Ahora, si analizamos de cerca las causas de la quietud orgánica

eSpO?1tanea, encontramos desde luego, como consecuencia de un gasto de

energías, la fatig a proviniente de trabajos orgánicos ant.eriores: fatiga pe­

riódica y normal, si se trata de las labores y gastos ordinarios de nutrición

y sus correlativos; fatiga extraordillaria y anormal, si procede por el COll­

trario de un exceso de labor. Las labores inconcientes de la vida neta­

mente somática ó corpórt>a, formúlI el primer tipo; los esfu erzos ocasiona­dos por la vida de relaciótl , la ideación, las fa.enas mecánicas de trabajos

industriales, forman á su vez el otro tipo. Lo~ ejercicios corporales exce ·

sivos, producen fatiga, quietud y sUt>ño, y oe puso provocan un aumento

en la eliminación por medio de la transpiracióll; una atención sostenida,

nos produce fatign, va apdrejada de la quietud y remata en el sueño; las

comidas copiosas, que dan lllgar á laboriosas digestiones y á trabajos ex­

traordinarios de nutrición, producen fatiga , quietud y ~ueño.

21

Se hace osteusible una mareha que va de la fatiga á la quietud y de 111 quietud al sueño, formanoo las dos primeras dos concausas del tercero. Nada que salga de las leyes de la mecánica que rigen la transformación

de las energías y la distribución y reintegración del esfuerzo. El esfuerzo orgánico implica un gasto de energía, la diminución de energía es causa de diminución de actividao orgánica, ó sea de q,á etud, y la qui¡;>tud pro­duce la relajación celular que favorece la expulsión de las toxinas, que vie­

nen á ser, en términos mecánicos; las cenizas procedentes de la combus­tión y de la transformación del com bustible en fuerza motriz.

9.-Por otra parte, podemos observar facilmentp una coincidencia casi ordinaria entre el sueño normal espontáneo y las manifestaciones espon­táneas de caracter y proceoencia eróticos: visiones lúbrieas, vivo apetito de aproximación sexua l, erecciones y movimientos refl ejos, acompañados

frecuentemente del derrame seminal. Ell los niños que van acercnndose á la adolescencia, y hasta cierto punto ajenos á los excitantes normales

francos, las erecciones nocturnas son con frecuencia los primeros ale1'ta de la s8xualidad, que á menudo provocan una incompleta y prematura sa­

tisfacción de los goces sexuales. Y no cabe . en tales casos explicar el fe­nómeno por la corrupción prematura, porque ésta es excepcional y el fe­nómeno es normal y constante. En los enfermos, extenuados y como muertos en vida para las funciones genésicas, se observan tambif\n no po­cas veces, durante el sueño, manifestaciones aunque imperfectas de erotis­

mo, y erecciones efímeras que denuncian la congestión productora del or­gasmo, como fenómeuo consecutivo al sueño.

Ahora, recordemos que yd en nuestro primer libro EL ALMA OLGÁNICA,

estudianoo el Sentido Genésieo, encontrarnos como característica del or­

gasmo sexual la produceióll de un estado de concentración de todas las energías vitales en la sola funcióll reproductora, y Ulla cesnsión momen­tan~a de toda otm fm·ma de actividad oTgánica, y comparamos con el éxtasis psíquico esa situación que llamamos éxtasis senso'r1:o Ó somático. No es aventurado por tanto considerar la }JTodttcción del e1'otigmo por la concen­tración de ene1'gía, corno el polo opuesto ó la fase complementaria de la concentración de la ene?'gía senso?'ia pOT el estarlo m·ótico.

E~ta nueva observación corrobora más aún la preponderancia del ele­mento psíquico á fa\'or de la depresión somática sensoria dependiente de

la concentracif>n de energías, supuesto que los órganos encargados de la

reproducción están íntimament.e ligados con el sistema nervioso.

Emp,'endamos ahora el estudio de las formas ó manifestaciones anor­

mal es del sueño ó de la Hipnosis.

§ 1. FORMAS ANOMALAS DEL SUEÑO.

lO.-Desde luego se nos ofL'ece apartar dentro oel mismo sueño natu­

ral, las normales y periórlicas, lo que pudieramos llamar el sueño fisiológi­

co, de las provocadas por agentes extraños empleados como agentes pam

producir p,l cansancio, la fatiga corporal y la quietud productora del sue­ño. A diario yernus á las madres y niñeras servirse de una luz ó de un

objeto brillante haciendo á los niños fijar en esos objetos la mirada, bus­

cando así el cansancio de la retina, y el aislamiento sensorio; á diario ve­

mos á los médicos é higienistas prescribir los ejf'l'cicios gimnásticos gene­

radores por una parte de un aceleramiento en el ritmo de las energías y

pOl' otro la fatiga consiguiente al aumento de trabajo, y así procurar el

sueño que al paciente falta del todo ó en parte. Sin embargo entre estas

hipnosis ya espontaneas ya provocadas existe un lazo comun, la calidad natural del sueño.

Despues~ más apartadas por la forma en que se manifiestan, y por los

estados diversos que provocan, se nos ofrecen todas las formas irregulares

de sueño comprendidas en el título genérico de hipnotismo, y aharcando

desde el Bredismo al Sonambulismo y el Espiritúmw, con todas sus varian­

tes y combinaciones. Este grupo de fenóm enos sí tiene ya caracteres muy

específicos que permiten aislarlos y formar un grupo separado para su es­

tudio.

Entre esas formas anómalas tambien las hay naturales ó espontáneas

aunque no comunes, y las hay provocadas y en cierto modo ficticias y de

industria buscadas. El sonambulismo es de origen é historia muy remotos;

desde tiempo inmemorial se han observado casos excepcionales de perso­

nas que á las horas destin adas al sueño, se levantan, caminan, y desem-

23

peñan sus ordinarias labores diurnas, correctamente, sin tropiezos ni va-'

cilaciones, y de un modo enteramente inconciellte, unas veces llevando ce­

rrados los ojos y otras lI eva ndolos abiertos, pero sin ejercer las fUll ciones de la visión,

Tambien ha podido ohservarse á las veces, aunque menos frecuente­

mellte, la producción del sonamhulismo durante el día yespontáneamen­

te mediando sólo la quietud y la concentración mf>ntal; lo que despues se

ha bautizado con el nombre de anta- sugestión, Les basta á esos Sujetos ce­

rrar los ojos para no d istraerse, y concentrar la mente, para entrar al sue­ño sonambúlico,

De ahí surgió probablemente la. idea de provoca r el sonambulismo y

someterlo á una verdadera adaptflción, sometiendo al Suj'eto á una edu­

cación en toda form a, y despertando sorprendentes aptitudes somáticas de que en el estado norma l y de vigilia no se muestra capaz el Sujeto,

P arti endo de k observación de que las person as más aptas y mejor dis­

puestas, puelieral1los decir pTe(USp-uestas, eran las mujeres, los niños y los

hombres débiles ó debilitados, y señaladamente las personas afectas de

h:iste1'ia, enfermedad cara<:te rizada por la exacerba ción ó hiper'estesia de la

matriz, ó un refinallli eJltn el el instinto erótico, se buscaron las personas

útiles pura esos ex perimelltos, entre los tres grupos antes nombrados, y

para facilitar el hallazgo ele S1(jetos hiprlót1'cOS como les llamaTon los sabios, ó rneditlrns como les llamaro)\ los espiritistas, se buscó, tomando nota de

la importancia de la debilidad ó inferiorid ad orgánica del Sujeto, la ma­

nera de ayudar con el cansancio provocado por medios mecánicos, la ac­

ción ó influjo nervioso del rnaglHitizador, De ahí se originó el uso de be­

tones ó cuerpos brillantes, para fatigar la retina, (budismo) la fijación de

la vista del Sujeto en los ojos del magnetizaelor, (magn etismo) y por últi­

mo la quietud y el silencio más ó menos largo para el Suj eto, provocan­

do el cansancio y el sueño natura les (at~to-hipnot'ism.o),

Existe otro auxiliar, poderoso á las veces, y esgrimido ya para facilitar

la producción del sueño, ya para refi narla y llevarlo á estados más com­

plejos, tales como el éxtasis, Me refiero á la música, El poder excitante

de las vibraciones sonoras sobre el sistema nervioso es conocido de tiem­

po inmemorial ; las fábulas y mitos más antiguos nos hablan de animales

feroces y bravíos súbitamente dom esticados y ate ntos é inofensivos gra-

24

cias al influjo de los acordados acentos de una lira; dicese que las serpien­tes se adormilan y extasÍan oyendo la música, y el número de personas que bajo la influencia de la música se sienten trasportadas y llegan á es­tados anormales de hiperestesia no es corto. La música de ritmos vivos y regocijados, de tonos claros y brillantes y de cierta matizada intensidad, enardece á 103 oyentes, acelera la circulación y la respiración, y des­pues de cierto tiempo produce fatiga reveladora de una labor sensoria extraordinaria; la música de ritmo tranquilo y regular, de tonos graves ó medios y de mediana ó poca intensidad, de tonos velados é intermedios y de poca movilidad,. despierta lo que llamamos la ensoñación, es decir: un estado de divagación medianero entre la vigilia y el sueño, provoca largas inspiraciones (suspiros), retarda la circulación, despierta las ideacio­nes tiernas, dulces y afectivas, y frecuentemente de la divagación pasa el Sujeto al sueño franco. Sin esfuerzo se descubre en este nuevo elemen­to un productor ó factor más de la fatiga, consiguiente á un trabajo exce­dente y anormal. El mecanismo hallado para las formas hipnóticas lejos de aparecer desmentido, se corrobora una vez más.

ll.-No es por tanto necesario tener por úlliea púsihle, ninguna de las eXl-'licaciones sistemáticas conocidas, que suponen una vida independiente

y propia del espi7'itu, y que. alimentan con tHl supuesto ya el espú'itualis­

mo, ya el espiritismo, y que conllevan la idea de una ind ependencia radi­cal entre las dos personalidades ó entre los dos elementos de la personali­

dad humana, que como inseparables nos muestra la experiencia en la vida terrena, única en que se espacia y gira nuestro estudio, sin aceptar ni negar para otras formas de vida la hipótesis en cuestión.

En cambio y en contrario sentido hemos venido notando la interven­ción de fenómenos y causas análogas para todas las formas de hipnosis, aun las que más se apartan y difieren aparentemente por sus manifesta­ciones. En todos los caSOH hallamos como característica la quietud somá­tica sensoria y la suspensión de la vida de relación. Los grados y ampli­tud de esos factores varian; pero el fenómeno es siempre el mismo, lo que nos autoriza para establecer provisionalmente y en calidad de hipótesis el aserto de que: existe una íntima ?elación y la homogeneidad de origen,

ENTRE TOD,\S LAS FORMAS HIPNÓTICAS, ya sean espontáneas, ya sean pro­vocadas.

25 4

12.-Depuremos algo más esa hipótesis. La quietud, en el caso del sueño natural, se explica por la fatiga natu­

ral y normal del trabajo diario; la quietud, en el caso del sueño provoca­

do, deberá corresponder, segun la hipótesis, á una fatiga provocada y

anormal. Veamos si se conforma el hecho con el supuesto.

Tanto en los procedimientos del Bredismo, fijando la vista en un obje­

to pequeño y brillante, como en los procedimientos del magnetismo, fijando sus ojos en los del operador ó magnetizador, el Sujeto ejecuta un

esfuerzo anormal y sost.enido, que consume gran dosis de energía nervio­sa y trae consigo el cansancio consiguiente al gasto. Por otra parte, en

todas esas formas de hipnosis hallamos por igual el aislamiento parcial ó

total del Sujeto, sub>;traido al medio físico que lo rodea, y un paréntesis en

la vida de relación. Observando atentamente al Sujeto en el curso y desarrollo de cualquie­

ra de los estados de hipnotit:mo provocado, no tardaremot: en dpscubrir en el primer periodo los signos inequívocos de una actividad anormal, de

una lucha previa al vencimiento del org:mismo somático, y en el segun­

do periodo podemos observar ordinariamente una creciente quietud y

muestras inequívocas de bienestar y plácido ahandono. Puniera objetarsenns que la quietun es muy limitaclri , por ~er el de la

vista el solo sentido que realmente sufre la oclusión; pero si reflexiona­mos en que el sentido de la vista es un auxiliar obligado y normal de

ot.ros, como el tacto que se hace dificil cuanclo no imposible sin la visión

y la aprehensión previas, la apreciación de la resistencia á cargo del sen­tido muscular, que á su vez presupone la aprehensión y el tacto, y final­mente, como consecuencia de la falta de reacción muscular amplia y nor­

mal, hay que suponer la cleficiencia ó la falta completa de los movimien­tos, que no son sino reacciones mt¿SCtda1·es. Por razón semejante no se pro­

ducen, á lo menos perfectas, las funciones gustativas que suponen la t.ri­turación de las su bstancias comestibles; respecto del olfato, no dispone­mOS de medios exppditos para poner en claro ~i las pequeñas sensaciones

se producen, pero sí observaremos que si á una persona en estado de hip­notismo natural ó provocado, le acercamos el perfume favorito, no se con­

moverá; igual incliferencia encontraremos en el sentido auricular que pa­

rece por completo extraño á los ruidos habitnales y de mediana intensi-

26

dad; pero si aplicamos al paciente, (no hallandose en estado cataléptico) un frasco que contenga amoniaco líquido, ó producirnos un ruido extraor­dinario, ó golpearúos fuertemente al sujeto movienrlole, ó bien produci­mos una extraordinaria iluminación cerca del paciente, veremos desper­tarse ea diversos grados y en diversidad de tiempos la actividad sensoria, nula para excitantes de menor intensidad.

Existe una gran variedad de formas y de grados en el sueño natural; hay personas de sueño ligero, personas de sueño pesado, personas que ha­blan, personas que se levautan dormidas y caminan sin dificultad evitan­do los obstácu los, ya sea con los ojos abiertos ya con los ojos cerrados; personas que dormidas ejecutaú labores manuales y operaciones mentales complicadas, personas que duermen poco, personas que duermen mucho, personas que solamerlt.e duermen de noche, personas que solamente duer­men de día, personas que casi no duermen y personas que duermen á to­da hora. · Estas desigualdades se compadecen á maravilla con las desi­gualdades peculiares de cada i'fldividtlO, en virtud de las cuales el vigor de los diversos trabajos fisiológicos difiere, lo mismo que las proporciones en que se combinan entre sí para la vida del conjunto.

Facilmente observamos que la dosis y la macisez del sueño aumentan con el trabajo corporal ejecutado y disminuyen con la falta del mismo; los enfermos duermeú generalmente poco, á pocos, y ligeramente; los obre­ros entregados á rudas labores, duermen mucho y pesadamente; los niños y los jóvenes, en quienes las labores fisiológicas son copiosas,duermen mucho, los hombres de eelad duermen poco, y los ancianos duermen ape­llas. Todo viene sugiriendonos la idea de que la calidad é intensidad del sueño natural flependen de la naturaleza y vigor de las labores orgáni­cas, y que los órganos que más trabajen serán los que más se fatiguen, los que más cenizas den como resídllo de su labor, y los que más aflojen sus celdillas para desembarazarse de sus toxinas. Veamos ahora en las formas provocadas del sueño que son la materia de estudio en este pá­rrafo.

I3.-Nada más facil que descubrir en las personas mejor dotadas para el sonambulismo, el magnetismo y la sugestión, un estado especial de sa­lud, caracterizado por una suceptibilidad impresiva extraordinaria, una inervación excesiva, en una palabra: una hiperestesia, y por otra parte pa-

27

lidez, enflaquecimiento, ~lesigualdad de caracter, y en una palabra un es­tado de histerisrno más Ó menos acentuado.

Los llamados rnediurn, viven ordinariamente sumergidos la mayor par­

te Jel tiempo, en una divagación profunda, entregados á una indiferen­

cia y una pasividad rayana en la supresión de la personalidad y la vo­luntad propias, y en el entronizamiento de ajenas voluntades y persona­lidades, más vigorosas. Generalmente son de salud endeble y quebranta­

di7.a, y de corta vida. Observase tambien que las manifestaciones de esas formas de hipnotis­

mo provocadas, se afinan y vigorizan con el ejercicio y la repetición, lo mismo que cualquiera facultad psíquica ó Eomática, y se ajustan á un verdadero proceso de edu,cación. Durante las primeras sesiones ú experi mentos de magnetización, por regla general se consigue apenas un sue­

ño imperfecto muy parecido al natural y espontáneo; los ojos tienden á

cerrarse primeramente y despues de mucho luchar se cierran: pero no pierde el Sujeto la conciencia de sí mismo, oye cuanto le rodea, siente si

se le toca, percibe olores y hedores, y en general tiene expeditos todos los sentidos, excepto el de la vista, en cuanto no necesitan de la visión; en

sesiones ulteriores vase poco á poco perdiendo el oido, el tacto, la noción del esfuerzo y de la resistencia, la sensibilidad tactil, y la conciencia de sí mismo. Terminada esta educación encaminada á la supresión de la vi­

da normal de relación, se emprende el amaestramiento de los órganos pa­ra otro linaje de funciones anormales. La deglución es al prillcipio difi­

cultosa é imperfecta, el habla no se produce ó se produce sin articulación

clara, y va corrigiendose poco á poco hasta ser correcta, el oido está cerra­dopara la voz del magnetizador igual que para cualquiera otro ruido, y poco á poco se abre solamente para la voz del operador; análoga educación va desarrollando los movi mientos todos, y esas actividades todas puestas

en vigor no por los excitantrs afectivos externos y actuales, sino por exci­

tantes psíquicos internos y por la imposición vigorosa de la energía ner­viosa y de la voluntad del operador, demostrando un fiel transporte de las imágenes producidas en el cerebro del magnetizador al organismo psí­

quico nervioso del magnetizado; en Ulla palabra: gracias á la SUGESTION,

como se ha llamado esa imposición de un organismo psíquico sobre otro

y la suhstitución de la propia por la voluntad ajena.

2H

El hecho de ser educables tales aptitudes viene á su turno sugiriendo

la idea de que se trata de trabajos orgánicos de adaptación, ó sean nuevas formas de actividad orgánica, debidas á nuevos excitantes. No parece si­

no que la que por única tenemos, no es la sola forma de vida en el hom­

bre, y que así como existe una vida inconciente y ordinariamente inadver­tida que comprende todo lo que abarca la vida instintiva y de nutrición,

existen otra ú otras formas de vida nerviosa desconocidas ó mal estudia­das hasta hoy, y en las que un trabajo espontáneo intemo y esencialmente

fisiológico, remeda las sensaciones cor1"espondientes, trabajando no con los ex­

citante-s m1".smos del orden físico, sino CON LOS RESIDUOS Ó HUELLAS DE SEN­SACIONES COMUNES ANTERIORES. En tal supue::;to, las sensaciones reales y actuales formarían la vida objetiva, y las memorias más ó menos íntegras

y más ó menos vivas formarían la vida ideal, imaginmoia ó SUBJl<~TIVA.

14.-¿Existe alguna diferencia substancial entre las percepciones reales

durante la vigilia y las rememoraciones de las mismas percepciones du­

rante el sueño? Veal1los10.

En nuestro primer libro EL ALMA ORGÁNICA, observamos ya que du­rante la vigilia las percepciones de cada sentido son rectificadas por los

demas, y que durante el sueño esa rectificación no se efectúa, gracias á la suspensión de la vida sensoria normal. Vimos tambien que la coordina­ci0n de las labores seusorias, á cargo del cerebro, y ordinariamente per­fecta y eficaz, durante el sueño se hace nula ó al menos deficiente. Pue­

de por tant.o explicarse satisfactoriamel?te lo abigarrado é incongruente

de los ensueños, la poca fidelidao de las imágenes y en una palabra: esa vida fantástica, efímera y del todo subjetiva, que en sueños forja el m1lti­

lado espíritu del hombre, y á la que despues, en plena vigilia, no pudien­do negarla ni explicarsela, supone un origen sobrelJatural y extraterre­no, y la confunde con la realidad y la evidencia.

Finalmente, hallarnos una última y convincente comprobación de este aserto, en el hecho vulgar y que todos tenemos ocasión de observar, y que conocemos con el nombre de ALUCINACIONES y que representan la se­gunda mitad de la sensación; la mitad meramente psíquica: la sensación

perfecta correspondie'Rte á U'n excitante dado, sin que tal excitante esté presente

ni obmndo sobre el sentido. Algo así corno la sola idea de la impresión. Oímos clara y distintamente que nos llaman por nuestro nombre, y cree-

29

mospercibir con perfecta claridad el timbre y las inflexiones característi­

cas de la voz de tal ó cual persona que nos son familiares; vemos clara y distintamente el bulto, formas, movimientos, &., de Ulla persona conoci­da que viene hacia nosotros, ó que pasa cerca; sentimos inequívocamente que alguien nos· toca; percibimos hedores y olores ó perfumes bien defini­

dos y precisos, y al ver por vez primera á una persona, tenemos la certe­za de haberla visto antes...... y todo ello sin que las personas ú objetos que fungen de excitautes, se hallell cerca de nosotros y exciten la parte sensible y externa de nuestro organ"ismo somático. Y todo ello en plena vigilia, siendo de notarse que tales alucinaciones se producen de preferen­cia y más frecuentemen'te en las personas enferma~ ó debilitadas, cuyo or­

ganismo es víctima de la fatiga orgánica. I5.-No hay en rigor motivo para asombrarse del crédito que el espí­

ritu del hombre concede á esas percepciones que llamaré virtuales, si nos detenemos á considerar cuánto se acercan á las 1'eales y directas, y de ahí surgió probablemente en otro tiempo y en la mente de los filósofos, la su­

posición de un o7'gan·ísmo inte7'mediario entre el espíritu y el cuerpo, y en todo, menos en la esencia, semejante al organismo somático visible. Natu­ra l casi ellcuentra UIlO, dp.lltro de tal hipót"esis, la l:Idmisión de una espe­cie de sentidos espirituales, (10 que hoy llamamos personalidad psíquica) y de los cuales procedieran esas penepciones inte1'nas y vú·t u.a les.

Ahora bien, déspues de esa primera hipótesis, la de una existencia po­sitiva y aerea, semi-corpoml y semi-ideal ó semi- espiTit-ual, de costumbres,

goces y penas para el espíritu en ése géner.) de vida extraterrena, especie

de paréntesis abierto eu la vida normal, no era sillo una pecesaria conse­

cuenCIa.

De todas las filosofías espiritual istas, ninguna se ha rlistinguido corno la Espiritista, que nos ofrece una extensa calca de la vida somática en la

vida del espíritu, que suponen revestido de una envoltura de materia fi­nísima y qnintescenciada, ó bien de una substancia espú'itual condensada,

y en uno ú otro su puesto medianem entre la mater'ia tosca y el espíritu invi­

sible, impondemble é intangible. Gracias á esa envoltura, que llaman Pe­

riespíritu (alrededor del espíritu), éste ya puede tener ulla esfera de acti­vidad propia, fuera de la del cuerpo orgánico, ó asociarse con éste último,

sirviendo el periespÍ1'itu de lazo de unión.

30

Pero volviendo al asunto principal del que nos divagó por un momen­to el insinuante y prestigioso engendro de la humana fantasía basado en esa que legítimamente podemos llamar la fantasmagoría sensoria, descu­bierta en las diversas formas de la Hipnosis, y determinando ideaciones truncas y falsas, como falsas por truncas, son las reminiscencias mal y á me­dias coordinadas de las sensaciones de la vigilia, debidamente rectificadas.

lR.-.-Pooemo::;, resumiendo, cúnsiderar conÍo normales, por ser las más numerosas y comunes, y más facilmente reducibles á un tipo, las formas

espontánea.s y periódicas de hipnosis; es decir el sueño na.tural comun, á pe­sar de las diferencias secundarias de intensidad, frecuencia y duración, que varÍan .en cada Sujeto; y podemos tam bien considerar c(¡mo anorma­les todas las formas provocadas de hipnosis, en s'u's dive?'sas variantes.

Podemos tam bien considerar como fases y grados de un mismo fenó­meno, debido á una parálisis ó pereza Q?'gánica, todas las formas de Hip­nosis, tanto natural y espontáneas como provocadas.

Pero en el estudio de esos fenómenos y como uno de los factores de ma­yor importancia, cooperando en unión y á favor de la parálisis ó pereza funcionales, para modificar la dirección de las energías vitales del Sujeto: la voluntad del operador ó magnetizador provocando y conduciendo el fe­nómeno y la adaptación del medium. Este factor, bautizado modernamen­te con el nombre de sugestión hipnótica, es demasiado importante para' de­dicarle párrafo separado.

§ n. SUGESTION.

17.--La tendencia ordinaria de las sociedades humanas á poner en mo­da (permitaseme el término) una explicación para todo, con la credulidad con que se aceptan las panaceas ó remedios que curan todas las dolencias, ha dado lugar á que en nuestros días quiera explicarse todo por lo que se llama SUGESTION, llevando el fenómeno tan lejos que se le saca de sus quicios llaturales. Se ha llegado á pretender que la sugestión es omnipo­tente. Con esa latitud es inaceptable la esfera de acción de la voluntad humana, pero sí hay que reconocerle una grande, una inmensa Órbita.

31

Detengamonos á estudiar el hecho no tal como la moda ó el preJUlCIO lo presentan, sino tal y como se nos ofrece él mismo en el curso de las formas hipnóticas provocadas, á reserva de seguirlo dE'spues en formas ul­teriores si las tu viere.

Estudiando el sueño magnético, encontramos como uno de los princi­pales factores la energía del magnetizador sobre el magnetizado, afedan-do la forma de una volición: "Yo lo quiero ...... Yo lo mando ...... " son las fórmulas habladas que trad ucen la sugestión; pero otras veces el ha­bla no interviene y la sugestión se realiza no obstante, traduciendose en signos como la contracción de las cejas y de los músculos del frontal, y por una cierta crispatura nerviosa, reveladoras de un esfuerzo. De mane­ra que podemos considerar como equivalentes el acto volitivo y el esfuer­zo nervioso, y para evitar anfibologías y abstracciones substituiremos la palabra voluntad por esfuerzo ó energía nerviosa ó si se quiere, más pro­piamente, energía psíquica.

Otras experimentaciones demostraron que el predominio del operador magnético se prolongaba aun despues del sueño, y que algun tiempo des­pues, y en plena vigilia, el Sujeto ejecutaba las órdenes del magnetizador impuestas por sugestión, y que, en Sujetos habituados por lo menos, la sugestión y el predominio del magnetizador se efectuan sin necesidad de provocar previamente el sueño, lo que por de pronto hubo de explicarse como una consecuencia de la educación y del hábito pasi\o en el Sujeto hipnótico.

Finalmente, y dando un paso más; hubo de observarse la producción del fenómeno de la s'ugestión sin sueño ni preparación hipnótica, y enton­ces se desprendió ya la Sugestión del Hipnotismo, considerandolas como dos formas de actividad qt¿e p1.¿eden pero no deben necesariamente asociarse.

De entonces data la autonomía de los fenómenos de Sugestión, que sufrie­ron despues la extensión natural y debida y tras ella la que indebida y abusivamente les ha dado la tendencia generalizadora que señalamos al principio de este número.

Ahora vamos á estudiar la SUGESTION como fenómeno independiente y autónomo, para ver si, ya independiente, conserva todavía un lazo de unión con la Hipnol:iis.

18.--Si desapasionadamente seguimos al hombre en el curso de su de-

32

· sarrollo psíquico, 11'\ veremos desde sus primeros pasos asumlr uno ele es­tos dos papeles: slIgeTidoT Ó s1'ger-ido. En un grupo de niños, hay u nos que representan la iniciativa y otros que representan la pasividad; los

primeros imponen sus gustos, sus aficiones y sus juegos, y toman siempre los mejorf's puestos, los que significall mando y preeminencia; los 61ti­mos, aceptall eO Il sumisión y agrado los puestos inferior!:'s y secundarios, los que suponen obediencia y ~mje('ión y disciplina. Y entre los impues­tos y prominentes hay siempre uno que supera á los otros, y se constitu­ye jefe del grupo.

Entre jóvenes ya, vemos df'scollar uno ó varios que son admirados por sus com pañeros y les sirven de moddo, ya por su valor y arrojo, ya por su tal ento, ya por su elegancia ; la menor insillllación ó el solo f'jf'mplo es una orden para los imitadores, y sus dichos, sus modales, sus virtudes y hasta sus vicios y defectos se imponen á los demás.

Un paso más, y el jefe de la cuadrilla entre los niños, el cabecilla en­tre los jóvenes, llega pronto á ser el jefe de un partido político, el cacique de un lugar, militar de alta graduación, ó el revolucionario afortunado y triunfante, siguiendo una verdadera escala de imposición y de mando, mientras los peones en las cuadrillas de infantiles toreros, y los amotina­dos en las rebeliones del colegio, llegan á ser las turbas del tribuno; las falanges del caudillo, y las masas productoras y las clases pasivas, si­guiendo una verdadera escala de sumisión y de obediencia volunta­rIas.

En materia de Arte, se hace más palpit.ante y tangible la imposición del artista por su prestigio. Un orador que sea tal, en un momf'nto dado arrastra con la magia de sus atrevidas figurns, con el vigor del colorido y con el torrf-nte y las modulaciones 00 su voz, no sólo á quienes compar­ten sus ideas y aspiracionf's, sino á sus más asíduos contradictores y más acérrimos adversarios, quienes momentos despues no aciertan á explicar­

se.cÓmo han podido aplaudir ideas que condenan, y compartir por un momento convicciones opuestas á las propias. La maravilla se ha realiza­do sin embargo!

El actor ó el cantante se adueñan de la atención de un concurso nu­meroso, y con una inflexión de \ 'OZ, con una mirada ó con un simple ges­to arrebatan el atronador aplauso de la multitud fanatizada.

33 5

El arrojo como el pánico se hacen contagiosos ...... la huida de un sol-

dado cobarde, tlluchas veces cletermilHI la d~sbandada, como la intrépida

decisión de un asaltante irreflex ivo determina la torna de un reducto al

que mil imitadores se lanzan eon igual arrojo .... .

y en todos esos casos no se trata ya de la influencia de un organIsmo

sobre otro, sino dé un organismo sobre centenares ó millares de organis­

mos.

¿Qué ha motivado esas impulsiones secundarias, individuales ó colec-

tivas? ....... La sugestión, es decir la imposición de ulla energía y de una

voluntad superior á otra ó á otras menos vigorosas. Pero como I a in­

ferioridad de vigor implica una inferioridad en lo que llamaremos el ex­ponente de la actividad orgá'l1 ica, esa inferioridad de actividad y de reac­

ción puesta enfrent,e de Ulla a~tividad superior, represe ntará una relativa

quietud y u na pereza fu nciotla 1, ca usa de todas las forma s de Hi pnosis, )'

á favor de la cual prepondera y se impone una f::lIergía superior y contra­

ria, realizando leyes mecánicas que rigeu las resultantes etl un paraleló­

gramo de .... nergías antagónicas. El lazo unitivo entre la Hipnl.!sis y la Su­

gestión, está por lo visto en tener por causa una ir~ferioridad de actividad

somática. A su vez el mismo fenómeno referido al operador ó agente de la

8'tI,gestión, se explica por una supen:oridad nerviosa ó psíqn'ica procedente

de un organismo vigoroso, un exceso de vida y de sensibilidad, ó ell

otros términos, un refinamiento en las reaccinnes y en la co' ,rdinación

p~íquicas. La sugestión pas'iva corresponde á una anestesia imperfecta,

causa de la debil reaceión , y la sugestión acti'va corresponde á una hipe­

restesia imperfecta, á causa de un vigor excesivo en la reacción.

19.-LH. sugestión aparece por tanto como un mixto medianero eutre

la Hipnosis y la Psicosis, equivalentes de la A nestesia y la Hipprestesia.

Se nos ofrece además como la base de toda disciplina y subordinacióll,

de todo gobierno y dirección, y de toda organización jerárquica, desde la

familiar hasta la social más amplia.

La educación misma está basada en el reconocimiento de ésas dos ap­

titudes, y persigue la depresión de las energías malsanas é inconvenien­

tes, y la exaltación de las benéficas y saludables.

Podemos bifln decir que la sugestión en general, como influjo y movil

de la conducta humana, es tan eomun y ordinaria como cualquiera otro

de los exeitantes normales de la sensabilidad, y por lo mismo no puede

reputarse como anomalía psíquica, sino cuando rebasa de los límites or­dinarios la excitacióll producida. ¿(;uáles sean esos límites? He ahí lo

que importa determinar hasta nonde sea posible. Para ello hay que entrar más al fondo en la naturaleza Ílltima del fe­

llÓmeno. 20.-Dos situaciones psíquica~ puerlen presentarse para la sugestión:

que la acción ó idea sugerirla nos sean indiferentes, ó que nos sean repul­sivas. No tomamos en consideración el evento de que el acto ó la idea sugeridos, estén de acuerdo COIl nuestro criterio y tendencias, porque en­

tonces la sugestión resulta ineficaz por superabundante.

De los dos eventos que suponemos, el comun y ordinario es el de que nuestra energía propia, perezosa ú debil no nos haga desear 111 tampoco repugnar el acto ó la idea sugeridos, lo que constituye la indiferencia, y

que otra energía más vigorosa venga en calidad de excitante á solicitar

nuestra actividad en determinado sentido. Tal es el poder motor de una

palabra facil, de un vocablo expresivo y vigoroso, de un gesto revelador de la energía propia, de un halago, de una promesa, de la sola esperanza de un provecho inmediato ó remoto, y en fin, de todo acto ó gesto ajenos que son poderosos á estimular nuestra sensibilidad .Y llevarnos á una re­acción, cuando antes no ha sido excitado nuestro organismo en el mismo

sentido. El otro evento es más raro ó menos frecuente; hacer lo contrario de lo

que apetecemos ó de aquello á que espontáneamente nos sentimos incli­nados, constituye un acto de inhibición, cuando el contraestímulo nace en nosotros mismos, y despues de una lucha se determina nuestra 'volun­

tad en el sentido de la resultante; pero que ya formada dentro de noso­tros esa result&nte y deterrrünada nuestra propia voz"mtad, venga una vo­

luntan extraña á supeditar la nuestra, nulificando por debil nuestra pro­pia labor psíquica, y entronizando la de otro, eso sí es anómalo, eso sí es

anormal, y presupone una debilidad somática de reacción, enfermiza ó · perezosa; un estado de anestesia parcial en los elementos automotores ó bien una depresión .de la personalidad psíquica, y por tanto un caso genuino de de.~equilibrio de los que constituyen las anomalías psíquicas propiamen­

te dichas.

35

l{ecurramos al ej emplo que proporcionará una meridiana cla rid ad al

asunto: Supongamos un hombre q ue de otro acaba de recibir una ofensa;

siente el escozor de la injuria y se prepara la reacción violentB: el impul­

so vengador; pero la considera ción de lBS cOll secuenci as obra como contra­

estímulo, y el ofendido vacila incliná udüse a l perdón ; en ese estado del

proceso delibera nte, UII testigo le dice: "Te creía yo Ill ás hombre" .. .. . ... .

este nuevo estímulo, que le Ullullciu mu chos ce ll sores, el ridículo y la des­

estimación , prepo nd era ell el cOllflicto, decid e la ,"olulltad, y aquel (¡ fen­

dido q ue sin testigos hab ría perdonado segu!1 toda probabilidad, hiere ó

mata á su ofensor. Caso ll eto de 8n.r;e,~t 'íÓn '11 OTma l.

Supongamos ahora un homhre sohre el cual ej erce otro una influencia

normal decisiva y poderosl-l , y que sin preceder oft'11 sa , rencor, mala \'0-

luntan ni casi cOllocimi ento, y nespues de gralldes yacilaciones que ml-lni­

fi esta n la repugnallcia a l acto sugerido, se dirige lucha nr)o siempre, como

un autómata ó un beodo y hie re ó mata á la víctima se ñalada por el su·

geridor, sin por ello Bpetecer, ni disculpar, ni aceptar el acto. H e ahí un

caso neto de 8ugest'Ífyn mm'bosa , que elimilla el supuesto de que intervenga

la propia voluntad.

21.--No se substraen por lo visto la Hipnosis ni la sugestión, á las le­

yes que rigen los demás fellómenos del orden psíquico que venimos estu­

diando en esta Síntesis Psicológica. Siempre tropezamos con Ull excitan­

te externo ó interno que impresiona nuestro organismo sensible, con sen­

saciones derivadas de esa exeitBción, y con id eas derivadas ó desprendi­

das de esas sensaciones, y por último una reacción final cOllsis tellte en el

acto ó ell la omisión ó arTesto.

Durante la vigilia, los excitalltes son externos, y durante las varieda

des hipnóticas el excitante es interno; en el primer caso e lementos físi­

cos en acción; en el segundo, elementos fisiológicos , sedimentos ó reminis­

cencias ne sensaciones real es y perfectas. Basta para no errar la ruta, se­

guir el fenómeno en su curso normal , y no forzarlo . Si queremos llevar

al terreno fantásti co de la imaginación , ó ceñir á los cánones de la lógi­

ca, ó investigar por medio de la cirugía , pI fenóm eno de la digestión , ire­

mns al absur<lo; si pretendemos reso lv er por medio de las m atemáticás, ó

deducir de la historia , ó estudiar á la luz de la mora l, la belleza de una

obm de arte, iremos tambif.n al absurdo; y si, por último, queremos eli-

36 •

minar una incógnita por proeedimientos pictóricos, ca lcular una distan cia

por medio lie la prosod ia, ó a proximar una fracción por medio de prece p­

tos canónicos, no habrá quien por euerd os nos quiera tener.

¿Por qué entoLlCe." han de buscarse fuera del organismo humano en el

que nacen , se nesarrollall , se haeen manitiestos· y perouran ó se extin guen

para la percepeión sensoria , esos fenóm ellos psíquicos procedentes de a 1-

gunos estados orgánicos y en algunas fases de la vida normal ó en fases

anómalas de la vida? ¿Para qué ir á buscar clave de esos fenómenos b·i,óti. ­ca.', en un mundo illvisible, que no puede ser directamente demostrano, y

amontonar.do hipótesis sobre hipót.esis, la explicación <fue, lisa , ll ana y

hasta tri via 1, nos bri I \(.1 a el fenómeno en su casa sola?'iega,'/! ¿Para qué a tri­

buir á espíritus errantes .v ociosos lo que es propio y natural del espíritu

en su actividad normal y lmmana,'/! ¿Para qué troca r en asullto de magia

ó taum aturgia y atribuir á supernaturalisl1lo, fellómenos del orden co­

mUll y terreno en su más simple y genuina expresión'! ¿Por qué ir en pos

de una explicación encajada y violenta , teniendo la sencilla , natural y eómod,,?

Se concibe que el espíritu del hombre, ávido de explicarlo todo, haya

recurrido á tsaS explicaciones cuando no podía encontrarlas mejores, y

se co mprend e que siga refugiandose aún en esas hipótesis, para aquello

que permanece fuera de una explicaeión ¡acional y demostrada; pero no

puede coneebirse más que como una rutina que amerita Ce ll ~ Ufl:l , seguir

prefiriendo á la demostrable hall ada ya, la explieación maravillosa de

otros tiempus, ¿No acusa una inferioridad mental el aba ndono volunta­

rio de los progresos realizados por la ciencia, para echar mano de teorías

autoritarias impuestas'? ¿Qué se diría de quien pusiese en olvido los ade­

lantos de la química a tómica, para imponer las reglas de la alquimia'? .... ,

¿Qué se diría de qui en diese de mano á los asombrosos adelantos de la

ciencia astrollómica para poner en vigil a ncia las prácticas supersticiosas

. de la as trología, con sus augurios, sus sibilismos y sus nigromancias?

Siga en buena hora la hipótesis su triunfal ca rrera sondea ndo los arca­

nos; siga la metafísica su atrevida labor a ll ende las regiones de lo tangi­

ble, físico y demustrable; pero no confundamos las órbitas en que respec­

tivamente giran las diversas ralllas de la investigación y de la ciencia ,

y demos á cada una lo q ue por derecho y por sus dvances le con espond e.

3i

CAPITULO 11.

PSICOSIS .

22.-Encaremonos ahora con las diversas formas de preponderallcia del elemellto psíquico sobre el somático, debido á la depresión somática, ó de­terrninandola. Desde !uego ahí tenemos dos eventos de que se originarán seguramellte dos grllpos Ó dos fitSéS df-l fenómeno. Llamemos Psicosis (;8-

pordanea la que no precede de la depresión previa del cuerpo sino de una causa fisiológicainte'rna ; y llamemos Psicosis de?"ivada la que procede co­mo consecuellcia, de una depresión sorüática.

Pero si consideramos á fondo esos dos orígenes, no tardamos en descu­brir que la división que precede corresponde á otros dos términos: depre­sióll accidental ódepresión constitueiollal; es decir debilidad ó pereza ad­

quirida en el curso de la vida actual y en la vía y forma de la postadapta­ción, ó bien una debilidad ó pereza congénita y heredada en la via y forma de la p?"eadaptación. (*)

En efecto, ya hemos visto, y queda demostrado por la observación, que los movimientos espontaneos inteTnos en el organismo, proceoen de tenden­cias tisiológicas, que estriban en predisposiciones orgáni<;as innatas con relación al Sujeto, y preadaptadas por sus generaoores más ó menos remo­tos, de quienes vienen al Sujeto en las formas herédicas de la herencia ó del atavismo.

Ya en "La Vida Psíquica", estudiando los tipos, grados y formas de las anomalías, logramos reoucir bajo el aspecto de su origen, las anoma­lías físicas, fisiológicas y psíquicas, á dos tipos genéricos: ANOMALIA HE­

CHA Ó contraida, y ANOMALIA HEREDADA Ó congénita. Nada más lógico ni natural ahora que incluir en esa sencilla clasificación las formas de Hip­nosis y de Psicosis, dividiendolas en NATURALES y CONGENITAS, por una

(*) "La Vida Psíquica." Formas de la Adaptación.

38

parte y CONTRAIDAS y AR'l'IFICIALES por la otra. Consiguientemente, los

su§etos de 1(no Ú oh'o t'ipo serán, como tales, anómalos KATOS Ó HECHOS, se­gun que su Hipnosis y Psicosis, respectivamente, sean congénitas ó contraí­das. Los desequilibrados á su vez se dividirán en NATOS y HECHOS.

Podemos por tanto y en obvio de futuras confusiones dejar establecidas las siguientes equivalencias de términos, ya se trate de I-Bpnosis, ya sea

que se trate de Psicosis.

Natu,ral----ó--Espontanea. Congénita--ó-- Heredada.· Innata ----ó --Física.

Engendrando el DESEQUILIBRIO NATO.

Snperviniente--ó--Derivada. Contraida--- ó --A 7·fifici'a:l. Nacida-- - -ó--Fisio lógica.

Engendrando el DESEQUILIBRIO HECHO.

El íntimo enlace que ofrecen los dos elementos de la personalidad hu­mana, tal que no permite separarlos detinitiva ni totalmente, da lugar á

que las divisiones metó,licas en el estudio de la Hipnosis y de la Psicosis,

más bien signifiquen ulla forma de referencia ó un punto de partida, que un apartado de fenómenos.

No podemos analizar la Psicosis sin tomar en cuenta y defiuir las alte­raciones somáticas que son la causa ó la consecuencia de aquéllas, puesto

que los estados psíquicos, esenciahüente internos, íntimos é ideales, no

llegan á conocimiento de otros sino por las manifestaciones somáticas, constitutivas de la reacción. Juzgamos de 10 que un hombre piensa y de cómo piensa, por lo que él mismo nos permite conocer, voluntaria Ó in­voluntariamellte, por medio de sus palabras, de sus gestos y de sus actos. y si recordamos haber demostrado con la observación por guia que TODA

IDEA ES MOTRIZ) es decir que toda idea provoca una 'reacción mecánica y

corporal, encontraremos justificado que el estudio materia de e:,t.e párrafo se reduzca en último análisis á una paciente y ordenada observación de he('hos, en su calidad de reacciones, para descubrir los estado3 psíquicos ó

sean la idea ó grupo de ideas que engelldran y provoean esas reacciones.

23.-Consideradas en globo todas las Psicosis, pueden desde luego dife­

renciarse, segun que acusan un exceso ó un defecto en las funciones psí­quicas, no debiendo ni un instante perder de vista, el hecho importantísi­mo de que el exceso de labor mental produce un desequilibrio en perjui-

39

cio oe las labores somáticas, ó bien es una consecuellcia oe esas labores

deficien tes, y por el contrario, la defieiencia en las labores rnentalps proce­

de unas veces de la preponderancia somática y otras la determina.

Consecuentes con el propósito- de r!:'ferir en lo posible los felJómenos á ~us manifestacion es orgánicas, podernos <l esiglla r esos dos gru pos de psi­

cosis como un exceso ó como un defecto de impulsión, dado que mientras menor es la mentalidad menor es la inhibicióll y la deliberación, y el ti­

po normal , primitivo y esencialmellte ol'gánico de reacción es el acto, la

i-mp'U.lsión, el instinto y el reflejo. Los rubros gelléricos de IMPULSIVIDAD y

APA'fIA pueden emplearse como equivalentes, a l exceso y al deft:>do de

impulsión, respectivamente, abarcando la enorme escala de excedencias y

rl eticiencias psíquicas.

Dentro de esa primera división genÁrica, vendrá el estudio de los fac­

tores que deterrniua n los fenómenos, y que ya en otro lugar hemos halla­

do, reduciendose á la Adaptación, que representa el caLldal de tendencias

y de mentalida(1 adquiridos, y al Heredismo, que representa todos los

elementos heredados de nuestros progenitores, y que forma nuestra Idio­

SII1CraCla.

Por último, los factores mismos serán metódicamente divididos desde

luego en tres categorías, según su origen: Físicos, Fisiológicos y Psíquico.~.

Después de la clasificación por razones de origen y procedencia, que

podemos considerar como un análisis cualitativo, vendrá la clasificación

d6 las Psicosis por sus diversos grados de intensidad y complicación; 10 que podemos llamar el anális'is cuantitativo.

Desde las simples divagaciones. y extravagancias, que cRsi pasan inad­

vertioas ó forman para el sujeto un sello de individualidad y conocemos

con el nombrf' vulgar de cosas, equivalente de peculiaridades, hasta los

magnos desarreglos que reclRman rudos tratamientos, recursos extre­

mos y represiones definitivas, los desarreglos mentales forman Ull!l. gama

Inmensa que arranca en ne1'1ri.08idad y termina en la locura, y abarca des­

de el TIC y la MANIA hasta las FORMAS VESÁNICAS SUPERIORES.

Naturalmente, todo el VRstO material que ese análisis encierra, no ha de

caber en los límites de este párrafo, ni cuadra con la índole de eH te capí­tulo consagrado á fijar los lineamiento~ generale.s de las AIIomalías. Aquí

nos limitaremos al seílalamiento de los diversos tipos de anomalía y de

40

sus factores ordinarios; en otros capítulos ó párrafos estudiaremos despues la gradaeión, y haremos el análisis cuantitativo y diferelleial de ellas.

24.-Considerando desde luego la impnlsión y la apatía como fasf's an­tagónicas couespondientes al exceso ó deficiencia de 7'eacción, referida al elemento somático, encontramos por otra parte, si referimos el fenómeno tiisiológico al elemento psíquico ó inteligente, un exceso de labor psíqui­ca, de delibera ción , y más técnicamente de in hibición, correspondiendo á la deficiellciá de irnpulsióll ó de reacción, y una deficiencia de labor psí­quica, deli beración é im:¡m lsión , correspondiendo al exceso de reacción. El desequilibrio encontrado en la dualidad del Yo, formada por las dos personalidades psíquica y somática, reaparece en cada acto y hasta' pu­dieramos decir en cada función y en cada órgano, entre los elementos nervioso y muscular, respectivamente encargados de la volición y de la ejecución final. Experimentos el e gabinete han demostrado que el simple contacto de mt m {¿ f'¡cu lo con nn nervio , dete7'mina tma c01Tiente eléct1'ica y la excitación ordinaria ele los músculos se debe á la acción directa de los nervios motores, así llamarlOs por estar destinados á provocar el movi­miento. La celdilla muscular y la nerviosa parecen corresponder á los elementos celulares somático y psíquico respectivamente.

Salvo el caso de una compensación higiénicamente procurada por me­dio de ejercicios gimnásticos, la idealidad en el homhre parece ir encon­trada con el vigor somático ó corporal; los seres de grande inteligencia ofrecen un desarrollo nervioso muy notable, son de cerebro y cráneo bien desarrollados, muy sensibles y facilmente excitahles, y con frecuencia es­casos de salud á consecuencia de excedente consumo de energía que su labor melltal determina. Las personas de poca mentalidad y escasa cul­tura son por lo general de buena musculatura, vigorosos, resueltos, ági­les y prontos para la acción, porque la personalidad psíquica apenas si consume energía fuera de la necesaria para la actividad refleja. En cam­bio, el pensador y cuIt.o se fatigan pronto 00n los ejercicios físicos, á me­nos de una educación gimnástica, en tanto que el palurdo se fatiga con el mínimo esfuerzo mental y de atención.

25. --Pero la depresión somática, base y factor complejo de la exalta­ción del elemento psíquico, ó bien la hipe7vitalidad ~omática. base y factor complejo de la depresión psíquica, pueden proced'er fundamentalmente,

41 6

ya de los órganos y por razón oe su estructura, ya de las funciones de

de esos órganos por falta de conveniencia entre ellas, ya. en fin de las

transformaciolles psíquicas efectuadas en el segundo período de la evolu­

ción sensoria, al producirse la ernoción y descomponerse por UIla. parte en

la reacción afectiva y por otra ell la idea ó las ideas procedentes del exei­

tanteo (*) La anormalidad de estructura en uno ó en varios órganos, procede en

la mayoría absuluta de los casos, de los progelJitores y cOll~tituye un vi­cio congénito. Las insuficiencias de los órganos para las funeiones norma­

le" á que están predestinados, son muy freeuentes; ya es una. insuficien­

cia en las válvulas que gobiernall el paso de la sangre por el corazón lla­mada insllfic'iencia 1nitml, ya es una insuficiencia secretora en las glándu­las, determinando la falta total ó parcial de los jugos necesarios para el

regular funcionamiento, ya es la insuficiencia de glóbulos rujos en la san­

gre pur defecto de conformación de los pulmon€'s. ya es la insuficienc~ia de

los resortes ó esfinter determinando la imperfección funcional de los órga­

nos regidos por aquéllos, y así por el hilo muchas otras insuficiencias; las

excedencias, aunque menos frecuentes no son rar!:ts, y son tambien here­

dadas por lo comUll. Ya es un exceso de bilis, ya es un exceso de ácidos en

el estómago, ya un exceso de desarrollo en los graudes vasos sanguíneos,

(aneu,1oisma) ya un excesivo desarrollo del corazón ó del hígado, (hipertro­fia) ya un exceso de secreción grasa ocasionando graves trastornos, (adi­posis) ya en fin otras muchas que fuera dificil precisar con toda exacti­

tud.

26.--Las anomalías procedentes del exceso ó defecto de función, proce­

den naturalmente de los órganos llamados á funcionar, pero no radican

en la forma ó dimensiones orgánicas ni en 1m óTgano solo, y esto. es lo que las diferencía de aquéllas, sino que proceden de varios órganos y de sus

potencias respectivas "combinadas". La cantidad de bilis secretada por

un hígado normal puede ser deficiente por razón del estado y proporcio­

nes de otros órganos, y según las circunstancias de ocupaciones, clima, sa­lud y otras eventuales; y entonces, la función resulta defectuosa por falta

de proporción, sin existir defecto propiamente dicho, es decir, defecto ana-

l *) "El Alma Orgánica". La Emoción y su naturaleza

42

tóm'Í.co en ninguno de los órganos. Así tropezamos á menudo con perso­nas muy irascibles, con personas muy impresionables, vulgarment.e lla­madas 11 e1"viosas, con pUl'onas perezosas, inquietas, displicentes, apáticas, golosas, afectuosas, f'goistas, libidinosas, &., &., segun qne aparecen deter­minadas funciones más ó menos activas que de ordinario en el comun de las personas.

Este grupo de anomalías, CODlO más directa y más Íntimamente ligadfls con la reacción final f'stán siempre y naturalmentf', más cerca de trans­formarse en actos positivos.

27.-Las anomalías procedelltes del último procel'o, el de la IDEACJON,

<inrante el cual se apartan, df'stacan y archivan, el ó los elementos cons­ta¡¡tes ó ideas, siempre idénticos, sif'mpre conviniendo con el objeto ó per­sona. excitantes, y por los cualf's llegamos poco á poco á darnos cuenta de cuanto nos rodea; esas anomalías, que no se truecan en afecciones de su­yo variables, sino en ideas, de suyo constantes y mot1·ices por naturaleza, son las que más cer<,a están de traducirse f'n actos, y de modificar y deter­

minar la conducta humana. Vimos ya en "El Alma Orgánica", que el homhre despues de pasar un

gran periodo de su vida elahorando ideas, concluye por verse á la postre y en el último periodo de su existencia, gobernado exclusivamente por esas ideas. Puede por tanto decirse que las anomalías directamente rela­cionadas con la mentalidad y la ideación son l'in duda las más importan­tes como elementos de acción en un flgregado social, y que asociadas con las anomalías afectivas constituyen la vehemente probabilidad, la casi certeza de una conducta irregular y anómala correspondienrlo á funcio­nes ó irleas anómalas á su vez. Las anomalías meramente anatómicas, con tal que no determinen por sí solas una anomalía funcional, carecen muchas veces de trascendencia y de grande importancia, y la naturaleza misma encuentra medios de caracter mecánico para corregir ó compen­sar esas deficiencias.

La vida instintiva, regida toda por 1'ejlfjos y de carácter inconciente y automático, no se hace digna de consideración sino cuando da lugar á des­arreglos funcionales afectivos ó de ideación que produzcan una pasión ó una convicción anómalas y por lo mismo de esencia morbosa, que determi­na una conducta igualmente anómala y morbosa.

43

28.~Pero si recordamos haber antes (en "El Alma Orgánica",) encon­trado que los afectos mismos acaban por transformarse en ideas y conser­

varse lIlerced á 8sas idf'as (rew.l,"I·do8) sin las cuales el enlace de los estados de conciencia que llamamos mernoTia, no podría darnos la conciencia rtel

propio YO, vendremos á red ucir á id eas morbosas ó anómalas, todos los re­sultados de las anomalías somáticas, ya radiquen en la forma, ya radiquen

en las fuucioues orgánicas, puesto que la separación de los elementos ideal y afectivo, del complejo llamado sensación es tambien una labor somática

pur más que sea de las de un orden superior y trascendente, como lo es el

almacellamientode recuerdos de las sensaciones y emociones prt:Jtéritas. No estará de m~s compulsar excepcionalmente, y para prevenir iufirte­

lidades posibles de memuria, algo de lo que á este propósito dijimos ell

"El Alma Orgánica." (*) En efecto, las personas y las cosas nos son gratas ó ingratas por el placer

ó la pena que en nuestra sensibilidad provocan, y esa pena y ese placer

dependen de las cualidades del excitante y no del organismo excitado so­

lamente y de modo absoluto; es decir: d8 la conveniencia entre el estado

grato de nuestro organismo y las propiedades del excitante, ó en otros términos: de la. conveniencia entTe rwest'/'Ct ieliosincmsia y la sensación p1'OVO­cada por el excitante.

Esta ú I ti ma recti ficación es de la mayor importancia, porq ue en reali­

dad las ideas, allnq ue 1'efeTidas siemp1'e á la natumleza elel excitante, las percibimos siempre al tmvés del ternpemmento propio,ó sea de nnest1'os senti­dos. En el orden normal y en el estado sano, la correspondencia se pro­duce efecti varnente entre la idiosincl'asia y las propiedades efectivas del excitante; pero en el estado anómalo ó morboso la conveniencia ó la in­

conveniencia generadoras del placer ó de la pena, se producen entre la

(*) Núm. 93. - - ccAhora que ell:urso del estudio nos llevó al análisis de ese elemento Ideal en sí, yen sus dos formas ó fases de IDEA INCONCIENTE y de IDEA CONCIENTE Ó RE­CUERDO, descubrimos que ese elemento ideal, refiriéndose por entero al excitante externo, es la causa única de la REACCIÓ N MOTRIZ, de la que la Emoción, es un DERIVADO esencial­mente VARIABLE, un ramal, una bifurcación de Jos efectos mismos de la reacción. Y como en el orden de Sil producción, la Sensación y con ella la Idea, "precede á la Emoción", nos vemos obligados á rectifi"ar el primer supuesto y á convenir en que, toda idea, por el solo hecho de serlo es un elemento mot01', que, obrando como excitante, provoca una reacción : el movimiento; llarnese ese movimiento ACTO, llamese trabajo fisiológico, que no es más que una serie de movimientos coordinados"

idiosincrasia y la sensación defeetuosa ó anóma la producida por una ano­

malía sensoria.

Podemos pues decir, aut.orizaoamente, que la base de toda anomalía pi'líquica es uua Idea Anómala; y que toda idea a?lónwla es el result(ulo de

una percepción senso'l"ia anormal ó morbosa. 29.-Pero la percepción anómala ó morbosa de los excitantes puede

eousistir en tres eventos: la falta total de impresión y de excitación por atrofia sensoria, tales como la ceguera, la sordera y la at7'ofia en general, del ó de los órganos sensorios; la percepción trunca ó deficiente del exci­

tante, alterando las cualidades reales del excitante, como la desafinacióu dd oido, la miopía ó el presbitismo no corregidos, el Daltonismo, &., &.;

Y por último, la percepción exagerada del excitante adulterando tambieu sus cualidades reales y efectivas, ejemplo: todas las formas de alucinación, procedentes del segundo periodo del curso evolutivo de la impresión sin

que intervenga el primer periodo; es decir un exceso de función y de labor

psíquica determinado por una sensación anteric)r perfecta y por una exci­

tación real y verdadera. En todo caso, una falta de co?"?'espondencia ent?'e las cu,alidades reales de los excitantes y las que como tales nos p?'ocum el PTa­ceso sensorio mm'boso. Y como el Arte LOGIeO llamado vulgarmente "La Lógica," es el que tiene á su cargo establecer la congruencia entre las

percepciones y los objetos percibidos, la aceptación como buena, de una

percepción morbosa, procede necesariamente de una Lógica á su vez mor­bosa.

Toda anomalía por tanto aparece, redueida á su expresión como un e1TO?' lógico, debido á una infidelidad sensoria ó bien á una perturbación funcional por exceso ó por defecto.

Queda por lo mismo reducido el programa para completar el estudio

de los caracteres precisos de las anomalías, á dos capítulos: uno dedicado al examen de las diversas perturbaciones somáticas en sí, y el otro consa­gmdo al examen de los resultados Ó consecuencias de esas perturbacio­nes ero el orden meramente psíquico de las ideas, derivadas de las sensa­

ciones viciosas.

45

CA PITULO lII.

SINTOM AS Ó ilfANWESTACIO~ES ORGANTCAS DE LA S 4.NOMALIAS.

30.-Las manifestaciones de la actividad humana, segun "imos en "El Alm a Orgánica", estuchando la!O dos form as de reacción que respectiva­mente llamamos positiva y negativa, no se limita n al acto positivo, al mo­vimiento fin al de los órganos ejecutores extern os; tambien ex iste la r~ac­

ción interna generad ora de la inhibición, es decir un proceso de ?'eacción

P?'ovocado PO?' una ó más ideas mot?'ices, en sentido contmrio al de otm reac­

ción provocada PO?' wna se?'/saC'Íón actual en C'W·so. Más corto: la reacción puede consisti r en un acto ó en u na omisión.

A primera vista no faltará quien aojudique las omisioues al lote de las

deficiencias, y los actos al lote de las excedencias orgánicas ó fun cionales, pero reflex ionando en el mecanismo de la in hibición, que nos pone de manifiesto que en el s~lltido fisiológico la inhibición tambien es acto, es de­cir: actividad orgánica de reacción; de igual modo que el freno de vapor

ó de aire, destinados á disminuir ó suprimir un movimiento dado son á su vez movimientos y ene?'gías de dirección contm?'ia.

No sería por tanto metódico, claro, ni eficaz, agrupar para su estudio las manifestaciones orgánicas en hechos y en omisiones; parece mejor indi­cado clasificar en sí mismas las excedencias y deficiencias de las manifes­

taciones, refiriendo el exceso y la deficiencia á una normal ó talón.

Pero esa normal ó ta16n tampoco sería prudente buscarlo en grandes grupos ni en un Medio amplio y Medio propiamente dicho, porque á ca­da momento hallamos ocasión de observar actos de personas que aunque

anóma las con relación al med io, son normales en el su?eto, y viceversa, ac­tos que aunque normales con relación al medio, son anómalos en el slljeto,

el respeto á las autoridades y á las leyes, anómalo en el criminal, es la

conducta ordinaria y normal de las sociedades cultas; el tempemmento ar-

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tísNcu, anómal<,l en relación con el Medio, está determinado por un con­jUllto de auomalías, normales en el sujeto Q?,tista.

Surge desde luego en el concepto expresado una primera división de las manifestaciones ell crónicas ó habituale~ y en agudl:ls Ó accidentales;

crónicas, las que antf'S llamamos anómalas para el medio pero non'nales ell el sujeto; agudas, las que llamamos antes allOrmales en el sujeto mismo.

Si por otra parte recordamos la relación establecida ya y ampliamente demostrada entre los hábitos ilJ\'eterados y las tendellcias, por un lado, y entre las tendencias y la idio~iJ1('rasia por el otro, y si recordamos las

relaciones naturales entre las tendencias bered<1das (idiosinc?'asia ó p?'ea­daptaC'Íón) y las tendflncias adquiridas (postadaptación) , podremos hacer

una segunda división de las manifestaciones en he?"edadas y adqui?-idas. Por último, las manifestaciones orgánicas mismas, (;omo elementos de

acción pueden ser útiles, indiferentes Ó nocivas á la sociedad llormal que forma el Medio. Las diversas gradaciones que van de la simple aptitud

al Genio, son útiles y utilizadas por la sociedad; sábios y astistas ellfique­

cen nuestros cOllocimientos y adulan nuestra afeetividad alimentando nuestros más elevados goces, trazan rumbos nuevos á la humana energía, y forjan nuevos ideales que perseguir. Las manifestaciones que llamamos

delictuosas ó depravadas, siembran en cambio alarma y malestar en la ma­sa social y perturban y enturbian el Medio; el asesinato, el robo, la luju­ria, &., &., lastiman illtereses ajenos legítimos, destruyen irreparablemente

la ümlÍlia, la fortuna y el pudor. En cambio las extravagancias, manías y hasta las formas vesánicas superiores de caracter manso, son indiferen­tes para la sociedad, como I!imples actos, sin perjLlicio de tomarlas en con­sideración como síntomas dp. una adaptación trasmisible por heredismo,

para evitar su propagacióll,

Podemos pues dividir nuestro estudio en tres párrafos: el primero para estudiar las manifestaciones de las anomalías en su caracter de Crónicas ó Agudas; el segundo para examinar las manifestaciones de las anoma­

lías en su doble aspecto de Heredadas ó Congénitas y AdquÍ?'idas Ó Contraí­das; y el tercero para examinar esas manifestaciones de anomalías en su

triple aspecto de Utiles, Nocivas, ó Indiferentes.

4i

§ 1.

SINTOMAS CRON I COS y SINTO MAS AGUDOS • ...

31.-Ante todo, importa dejar anticipado que el caracter de croniciaad ó de agudeza puede convenir tanto á las anomalías heredadas á congp,ni~

tas como á la~ adquiridas ó contraidas; por tanto reserva ndo para su pá­rrafo especial esta última diferencia, considera remos en éste tanto las

anomalías y manifestaciones heredadas como las contraidas, y solamen te estudiaremos su frecuencia y continuidad constitutivas del estado C1'Ólli­

co, y su evenLu alidad, accidentalidad y rareza, constitutivas del estado

ag1.¿do y pasajero. Crónico llamamos ordinariamente á todo lo que se repite á la contínua,

que forma serie no interrumpida, que se ha hecho habitual y ordinario;

a,gu,do llamamos ordinariamente á lo que es excepcional y exótico en sí, á lo que tiene caracter de pasajero y efímero, que no persiste y desapare­ce, ó bien se hacE; crónico si á persistir llega.

Facilmente se percibe que todo mal crónico no siendo hereditario ha pasado antes necesariamente por el estado agudo, porque nec~sariamen­

te toda nueva }¡.J bor orgánica es exótica é inusitada en sus C'omienzos, no

está adaptada, y de ahí la algidez del padecimiento, la extrañeza y re­pugnancia que halla en el organismo, y las resistencias y trabajos de de­fensa fisiológica que provoca; despues, ó la nueva labor cede á las resis­tencias, no se adapta y desaparece, ó bien va poco á poco triunfando de

la3 resistencias, y adaptandose al organismo, hasta hacers~ habitual y cristalizm'se, Las mismas anomalías heredadas y por 10 mismo crónicas en un sujeto, fueron antes agudas en el generador que las contrajo,

Parece que traicionando nuestro propósito estamos invadiendo el estu­dio de las formas Cangénita y Co~¿traida; pero no es 9sí; vamos única­,mente á servirnos de esas consideraciones para diferenciar en el mis-

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mo sujeto que contrae las anomalías, los dos periodos porque en él pasa toda nueva ada ptación, ó mpjor dicho todo nuevo trabajo de adap­tación, segun que ha durado ya lo bastante para tenerse por habitual y crónico, ó que ha durado apenas y ha tenido el caracter de eventual, ac­

cidental y agudo. 32.-Para mejor destacar los lineamientos del fenómeno y dar el ma­

yor relieve posible á lluestra observación, recurramos á hechos y.excitan­tes que á la vez que familiares en nuestro medio, sean para nosotros. de los que al principio determinen una resistencia más vigorosa por parte del organismo.

Comencemos por el uso del tabaco: La tendencia á imitar los actos ajenos, sobre todo los de las personas

mayores, descansa en un hábito de disciplina y en un razonamiento ele­mental de mucho pf'so. El hábito de disciplina es el de obedecer las ór­denes é imitar el ejemplo de las personas de respeto, más experimenta­das, y á cuyo cargo está nuestra educación; el razonamiento es el siguien­

te: lo que muchos hacen y entre ellos nuestros educadores y modelos na­turale!", no ha de ser malo y ha de causar placer. De la sospecha de un placer ignorado y como tal apetecido á la tentativa de saborearle, no hay mucho trecho. La sola idea vaga de placer, motriz ('omo idea, engen­dra todos los actos oe reacción conducentes al goce del placer.

La prueba primera es siempre amarga y dolorosa; mucho tiempo COll­

servamos la memoria del mareo y de la náusea que la primera intoxica­ción nos provoca, revolucionando todo nuestro virgen organismo el alca-loide del tabaco ...... pero los demas siguen fumando...... los demas no experimentan las molestias que recuerda el neófito en el vicio, ...... y con-cluye por suponer que no ha sabido hacer el ensayo, ó que tales molestias solamente se producen al principio.

La idea de parecerse á las personas mayores, obra en el niño como un estímulo poderoso, aun á costa de positivos sinsabores, y vienfl á servirle de aguijón para repetir el ensayo. Un muchacho que fuma, es un hom­bre -piensa el novato,- y á sangre y fuego hace la segunda y más prue­

bas, experimentando cada vez menos trastornos y habituandose pocu á poco y de modo inconciente á la, acción estimulante del alcalóide. (Ni~o­

tina. )

49 7

La tolerancia es la primera etapa en el proceso de la adaptación; co­

rresponde al momento en que se establece el equilibrio entre el estimu­laute y la inhibición ; pero como no se detiene ahí el cursó del proceso, co­

mo á medida que se absorbe el humo del tabaco su actividad estimulan­te y tóxica es menor y en ca m bio la l1at.u ra leza ya más y más habituan­

dose á esa constftnte y periódica excitación, el equilibrio se rompe muy pronto, y la tolerancia se convierte en necesidad, cada día más poderosa, hasta vencer la voluntad más firme y los propósitos más serios. El taba­co se hace compañero habitual de torla labor illteligente, consuelo eficaz

para todo padecimiento, entretenimiento corporal que facilita la abstrac­

ción y la contemplación, inspirador de la imaginación, fJue entre las es­pirales azules del humo ve re\'olotear seres fantásticos, formas nuevas ó

ideas brillantes .. .. .. ¿Qué más? ..... el tabaco es para el fumador, hasta

medidna . . .. .. con el humo se alivia de la tos, con el humo se abriga y protege la garganta contra los enfri!:lmientos, y despues de las comidas encuentra que el tabaco es el mejor y más eficaz de los digestivos.

La falta de satisfacción del estímulo, una vez trocado ó erigido en vi­cio, produce grande inquietud, agitación nerviosa fruto rle una energía

orgánica accidentalmente ociosa y ordinariamente consumida en la exci­

tación habitual por el tabaco. (*) 33.-Sucede con el tabaco, igual que con todos los estimulantes, que á

medida que van perdiendo su poder y novedad por efecto de la costum­bre y de la adaptación, necesitan emplearse con mayor frecuencia, en ma­yor canti(lad, en formas nuevas y más acres, ó bien combinados con otro

estimulante que corrobore su acción. Del uso moderado de unos cuantos cigarrillos de tabaco suave, se pasa

al aument.o en el número, luego al aumento de número y de tamaño, des­pues al uso de tabacos carla vez más fuertes, en seguida se asocian á los

cigarrillos los cigarros puros, luego se sorbe también el tabaco, se mastica

(*) En "El Alma Orgánica" encontramos los 1'ejlejos como producto de una energía ex­cedente que busca empleo, 6 que sobra en una condensaci6n de energía nerviosa, desborda, y se traduce por movimientos sin objeto y se trueca en actos inconcientes; en el caso del tabaco. el vicioso emplea normalmente determinada energía, y cuando deja de emplearla por la privación, esa energía E'obrante se acumula y trueca en estimulante fisioI6¡;cico, transformandose en excitaciones nerviosas diversas.

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seguidamente, y no será dificil que algun día se me como condimento en las comidas.

Más adelante, aun todas esas formas de intoxicación resultan débiles y entonct's se recurre al expediente de mezclar al tabaco otros estimulantes, como el opio, el achish (cana bis índica), la belladona, el ether, el benjuí, la vainilla, &., &. La dosis de la mezcla va en aumento á su vez, hasta dominar en ella el nuevo tósigo, y usarse ya solo ó considerando el taba­co ya como un sencillo vehículo. De ahí el uso de tres de esos mortíferos estimulantes que separadamente vamos á eEtudiar de modo sumario: El Eter, la Morfina, el Achish, Canabis ó Mariguana y la Cocaina.

34. -Generalmente la primera leC'ción de esas malsanas intoxicaciones la debemos á los tratamientos médicos, encaminados, con la mejor inten­ción del mundo, á calmar las dolencias agudas.

En los dolores de dientes y de cabeza. en las excitaciones nerVIOsas y en algunas pequeñas y aun á veces grandes operaciones quirúrgicas, em­plean los facultativos el ether como anestésico inofensivo, y lo es en efecto si nos referimos á los grandes peligros que otros anestésicos ofrecen, ·pero no del todo, puesto que su misma inocuidad pone el calmante á la mano y disposición de todos, y muchas veces en salud, para experimentar la sensación de voluptuosidad y abandono que la droga nos ha hecho expe­rimentar empleada corno calmante, la empleamos nosotros trocandola en estimulante morboso.

Jóvenes hay, víctimas del nefando vicio, que pasan la mayor y mejor parte de su existencia, adormilados y embrutecidos sobre ur. lecho, subs­trayendose á todas las formas de la vida normal, y haciendose una vida

artificial solitaria, incumpleta y enfermiza, y se hacen esclavos de una excitación contínua, y única con detrimento de las demas funciones fisio­lógicas y psíquicas.

Las víctimas de los anestésicos acaban por caer en una hipnosis casi permanente, y por 10 mismo en vivir una vida psíquica desequilibrada y anómala, que se espacia en un orden de memorias de sensaciones trun­cas, en vez de sensaciones completas y efectivas. Destruida la atención, esas perRonas son distraidas, substraidas á los ejercicios normales se nu­tren defectuosa y debilmente, y acaban por contraer serias dolencias fruto de la desnutrición.

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Obrando directamente sobre el sistema nervioso esas drogas, lesionan

el cerebro incapacitandolo para sus fUl1ciones de regulación y coordina- · ción, y por tanto la deliberación y la voluntad van lentamente dE'sapare­ciendo. Pronto, en una palabra, la personalidad hUlllana se arruina, que­

dando en su lugar un mont·óll de órganos, trabajando anárquicamente una vida imperfecta somática.

35.-La morfina, es un tósigo aristocrático. En primer lugar, es mucho más costosa su adquisición; luego, es másdificil, porque se necesita de ulla fórmula (?'eceta) de/acultativo, para que la vendan los droguistas y farma­céuticos, y finalmentt>, requiere la compra de ulla jf'rillga de Pravast, que no es barata, y cierta pericia para aplicarla, ó bien la intervención del médico, que no es siempre faeil obtener sin {'star indicada.

Pero tambien son los facultativos lQs iniaciadores en el uso de las Jn­

yecciones hipodérmicas. La invención de los anestésicos ha sido, merced á los humanitarios sen­

timientos de los facultativos, un arma de dos filos, accidentalmente salva­

dora, normalmente mortífera y destructora. Dolores hay que por su in­

tensidad pondrían fin á la existencia, y que yugulados con unos cuan­tos centigramos de sulfato de morfina se hacen soportables y dan tiempo á que completen su ciclo las pert.urbaciones de que proceden; mientras

pasa un gran cálculo por el canal biliar, el cólico es tan intenso y prolon­gado que á la~ veces se hace mortal; embotado el dolor, ya puede espe­

rarse el tiempo necesario para su paso. Pero el trainor a1calóide nos ven­de muy caros sus importantes servicios; es algo como el fruto dl-'l arbol pro­

hibido: "quien come de él muere" ...... Juntamente con el consuelo de la insensibilidad, trae la morfina, usada con frecuencia, un orden de goces y excitaciones morbosas de grandísimo atractivo, y es I1no de los estimulan­tes que con más facilidad y rapidez se adaptan, por lo mismo que no des­pierta repugnallcias ni dolores ..... U nas cuantas inyecciones bastan para engendrar el apetito, y algunas más son suficientes para determinar el hábito indominable, el vicio.

La causa determinante es casi siempre una dolencia para la cual el mortífero alcalóide se usa como mata-dolor; pero la dolencia se repite

más ó menos frecuentemente, ó vienen otras dolencias, y conoddo el re­medio rápido para suprimirlas, ¿quién se decide á sufrir durante algunas

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horas pudiendo descansar despues de algunos minutos? La inyección se impone, ya por solicitud egoísta del enfermo, ya por altruísta sentimien­

to del médico, y nace poco á poco el gusto por la droga calmante, aun

tratandose de padecimientos soportables y ligeros ...... lU8go, á falta del pa1lecimiento efectivo, el deseo que llamaremos deseo .fi-~iológico de ingerir la morfina, forja dolores imaginarios, que justifiquen la inyección, ó cuan­do menos exagera la importancia de dolores reales para llegar al goce apetecido. Pudieramos llamar acertadamente á esos recursos, sofismas fisio -lógicos esgrimid os para engañarse el paciellte á sí mi~mo ...... despues el anhelo indomable, la inquietud sin antifaz, la mallía aguda precedente

de un apetito crónico; el morfinomaniaco cuando se ve privado de su ha­bitual veneno, es un verdadero vesánico; nada le detiene, nada le consue­

la sino la inyección, por la cual menosprecia los mayores afectos, los de­beres más imperiosos, los temores más cervales.

En el periodo crónico el maniaco se compra una jeringa, personal y subrepticiamente se hace de la sal merced á la criminal complacencia de

un farmacéutico amigo suyo, y se inyecta personal y d iestramente, ya sin género alguno de precauciones higiénicas; no desinfecta la aguja, no

cuida de la limpieza del agua ni de la disolución, pone el sulfato de mor­

fina al tanteo y segnn el antojo del momento, y muchas veces, en el colmo de un anhelo que no soporta la mínima espera, se inyecta por sobre la

ropa exterior ...... Despues de algún tiempo, la piel del morfinómano pierde la tersura, se cubre de durezas y cicatrices supurandose frecuente­

mente los piquetes .... El morfinómauo pasa la vida, (si es que tal nom­bre puede coullevar el mísero vegetar del infeliz,) en un perrlurable sopor

apenas interrumpido yeso á medias, para alimentarse y evacuar las ne­cesidades más imperiosas.

Dijimos no ha mucho que la inyección ó absorción de la morfina no provoca repugnancias ni dolores, y para no resultar inexactos necesita­

mos ulla ap],cación.

La morfina determina un estado más ó menos nauseoso, y produce una

constipación de los órganos digestivos que acarrea molestias y á las veces dolores; la náusea misma es á veces tan acentuada y tenaz que llega á hacerse insoportable; pero aplicada en un principio para moderar padeci­

mientos de más consideración, no tiene ocasión el paciente de darse cuen-

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ta de tales inconvenientes, ó los encuentra menores y los prefiere á los más agudos de su dolencia; por otra parte la inconciencia total ó parcial hace que no sean del todo apreciables las molestias. Y esas molestias re­presentan la resistencia ó repugnancia fisiológica del organismo á la inges­tión del alcalóide, nuevo estimulante; no está pues fuera del programa que nos hemos trazado el actual estudio de la morfina.

36.-La mariguana, el Achish (asheesh), y la canabis, extraidos de la planta fibrosa del cáñamo, constituyen narcóticos más ó menos enérgicos, empleados, ya en calidad de tópicos en la terapéutica, (en la última for­ma), ya como excitantes añadidos al tabaco, ó sirviéndoles éste de vehícu­lo, (en las dos primeras formas).

En tanto que eR ministrado por los facultativos, sigue una adaptación parecida á la de la morfina, pero mucho más lenta. En cambio como au­xiliar del tabaco es verdaderamentf' formidable el vicio, y hace cada día mayor número de adeptos, gracias al establecimiento de fumaderos clan­destinos de ópio, (del que la morfina es el principio activo, su alcalóide)

de achish, y de mariguana. Esta forma es la que goza de la predilección de los militares de la clase de tropa, quizá por su relativa baratura; elltre nosotros raros S01l los que no fuman lB: mariguana, no <1bstante la perse­cución tenaz de los jefes y las penas muy severas con que se castiga la transgresión.

La mariguana y sus similares producen verdaderas formas de locura; todo el sistema nervioso entra en una actividad, mejor dicho, en ulla in­quietud ó movilidad morbosa insaciable; el mariguano se lanza á correr con frenesí, ó se echa á rodar sin cansarse, experimenta una exacerbación impulsiva que lo hace homicida, y su estado normal es Ulla anomalía permanente, que recorre la inmensa gama que va de la inconciencia indi­f~rente y estúpida, á la vertiginosa y enff'rmiza hiperestesia.

Despues del periodo agudo de la exaltación, sucede lo que después de todo gasto excesivo de energía: viene el ~gotamiento, la anestesia, la in­conciencia pasiva, el coma, empleando el término técnico.

La mariguana es sin duda, de los tres estimulantes narcóticos estudia­dos, aquel que en sus efectos ofrece un cuadro más horripilante. El ether y el ópio enloquecen embruteciendo pero la mariguana enloquece exas-

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peranno. El sistema nervioso sufre tensiones extraordinarias á las que

jamas llegan los otros dos excitantes. Por otro lado el uso de la mariguana no tiene en disculpa de su vÍcti ·

ma lo involuntario y eventual de la iniciación . El vicio se contrae libre y

deliberameute, sin necesidad ni ocasión, por mera depravación de los ini­ciadores y del iniciado.

La ociosidad en que allt.es vivÍnn los soldados en los cuarteles, dió am­

plio margen al desarrollo de ese y de otros vicios abomillables que dege­neran y desgastan el organismo. Las distribuciones instructivas yeducati­vas hoy en uso, han moderado y acaso estirpen á la larga ese Ilefaudo vicio.

37.-Indepenclipnte del uso del tabaco, aunque muy á menudo asocian­

dose con él, se ofrece á nuestro estudio el alcohol, ese Proteo que toma to­das las formas y disfraces para adueñarse de la humanidad, y que tiene por turno todos los alicientes y atractivos aparen tps, y todas las inconve­Jliencias y peligros en el fondo de su acción sobre el organismo.

Las primeras ingestiones de bebidas alcohólicas son penosas y desagra­dables como las primeras absorciones de nicotina; (alcalóide del tabaco), si son excesivas en relación con la edad, salud y temperamento del neófito; producen mareo, náusea y cefalalgia (dolor de cabeza) pern siendo cortas las primeras dosis la única molestia se rea uce á una ligera irritación en

el esófago (boca superior del estómago,) al pasar la bebida, provocando á veces tos. Sin embargo, la tolerancia se establece como en los casos del ethel', del opio y de la mariguana y de molestia truécase pronto eu delei­

te, y despues de poco, en necesidad avasalladora y en vicio, por las múlti­ples conveniencias que vamos á reseñar sumariamente, y que son las que el neófito aprecia y toma en cuenta; los inconvenieutes, los ignora, y si á

saberlos llega los juzga exagerados, mendaces y hasta calumniosos, por­

que no resultan inmediatamente como él supone que debiera suceder. El alcohol es un fortificante, -de acción rápida, casi momentánea; apenas

ingerido, circula en nuestras venas haciendo de la sangre perezosa y ané­

mica un Páctolo de vida; el exceso de nutrición da tono á nuestros llér­

vios laxos y displicentes, y llegando al cerebro lo caldea y lo puebla de imágenes rientes, y derrama el olvido de la vida normal, de las penas más hondas, de los afectos más intensos, de los desengaños más amargos;

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la hipernutrición y la hipE'restesia se hacen más sensibles en los afectos,

que se exageran y acrecientan; la discreción que representa la lucha, E'l disimulo, la inhibición, desaparece substituid a por la expansión incondi­cional; en tal estado el hombre aparece tal cual es en el fondo de su idio­

sincrasia, como si no hubiese recibido educación alguna ; entrega sus se­cret0s al primero que tiene delante, porque toda lógica y toda coordina­ción desapareren, y la víctima se entrega sin 1'eservas ni def ensa. Es feliz y tiene qUE' serlo, entregandose sin cortapisas á la impulsión espontánea, á

la reacción orgánica sin freno psíquico, á la incondicional satisfacción de sus tendencias. En dos palabras: el alcobol significa la temporal emanci­

pación de todo lo qu e, ordinariamente, cohibe y tiraniza nuestros deseos y apetitos.

El alcohol se encuentra en más ó menos proporción en todas las bebi­das ferm entadas que el hombre ha inventado, ya para suplir la falta del

agua pura y potablE', ya para mE'jor disolver las comidas y condimentos grasos. y esas bebidas, que se reducen todas á sumos fermentados de subs­

tancias vegetales, forman todos los vinos, cervezas y refrescos que regalan nuestro paladar á la vez que calman nuestra sed.

El alcohol es la base de muchas preparacioues medicinales, llamadas por ello alcoholatums, forma la base de los licores, elixires, y conservas alimen­tici as; se encuentra en gran cantidad en las mieles y melazas, en muchas frutas como la uva, la manz&na, la pera, la naranja y la piña, que al en­

trar en fermentación lo desprenden; el alcohol se encuentra virtualmente en los azúcares que á diario empleamos en la economía doméstica, y de los cuales el organismo funcionando á manera de alambique, separa el alco­hol. Puede bien decirse que el alcohol tiene sitiado al hombre, que lo ro­dea, que le solieita en mil formas y de mil maneras, que conciente ó in­cor.cientemen te lo ingerimos en mayor ó menor dosis, ~ todas l¡¡s edades y ambos sexos.

Pero aparte de la ingestión alcohólica qu'e llamaremos involuntaria ó á lo menos no intencionada, vienen las ingestiones deliberadas, expresa­

mente para buscar los goces peculiares de la bebida, tanto más apetecidos cuanto más gustados; y tanto máS' copiosas son las libaciones, cuanto más habituales. Se usa del alcohol para despert.ar el apetito, para espolear la

actividad muscular, para. enriquecer la sangre, (dicen los consumidores)

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para curar resfriados, para ayudar á la digEstión, para elltrar en calor, para calmar la excitación nerviosa, para estimular 108 nervios, para con­ciliar el sUf-ño, y firwlmente y esta es la más socorrida de las aplicacio­

nes, pam olvida?' las penas, En la \'ida social llO concebimos reunión, visita, concierto ni baile, sin

las libaciones alcohólicas y por un resto de sarcasmo, hasta en los ref?'es­cos se ma el fuego abrasador del peligroso líquido.

38.-Pero pastrnos ahora dl' los efl::<:tos al parecer benéficos de un uso moderado del alcohol, á los desastrosos del abuso, de los cuales tenernos

desgraciadamente abundantísimos y diarios ejemplos. Procuraremos 110

recargar de tono el colorido de nuestro relato, para no hacer labor litera­ria sino labor verista.

El primer periodo en el proceso de la absorción alcohólica es altamen­

te simpático; la mirada se anima ligeramente y se pone brillante; la pa­labra se hace facil y fluida; la expansión y la franqueza rebosan en el Sujeto, y se acentúa su afectividad, haciendole cariñoso; las ideas son ri­

sueñas y los sentimientos benévolos y altruistas. Más adelante, sobre todo si las libaciones continúan, los movimielltos

empiezan á manifestarse torpes, la cabeza se pone pesada y una bruma euvuelve nuestras percepciones, los objetos se mueven en derredor nues­

tro, la lengua se pone torpe para articular y el habla se hace pastosa, las irl~as acuden perezosamente, truncas é intf'fmitelltes, la mirada se vela y los párpados tienden á cerrarse tenazmente, una suceptibilidad exagera­da substituye á la tendellcia expansiva, la mínima contrariedad nos irri­

ta y exaspera y una vez excitado, el alcohólico se pone agresivo y domi­nado por la impulsión y la violencia, yendo df'sde la simple combatividad hasta las formas superiores de la locura, en el estado que técnicamente se

llama deli?'io agudísimo de los ebrios. En el tercer periodo todas las energías desaparecen bajo el peso de una

torpeza y a patía generales, los miembros se ponen laxos como los de un pelele, los ojos se cierrall ocultando la vítrea veladura que los cubre, la inmo\'ilidad substituye á la movilidad excesiva, toda conciencia desapa­

rece, y el organismo somático vencido, es lo único que parece activo, para denunciar en un estertor congojoso y repugnante la trabajosa función res-

piratoria en aquel organismo congestionado ...... Las secreciones abando-

57 8

nadas á sí mismas, salen con perfecta incontinencia, los excedentes ne alimentos y de bebida!:: rebosan ensuciando el cuerpo y ropas del ebrio,

y en suma, el rey de la creac'ión se trueca en objeto desp1'eciable de irri­sión.

Pero todo eso es casi nada si se com para con los ulteriores resultados

del alcohol, cuando de intoxicación solitaria y accidental pasa l"a embria­guez al estado crónico de vicio y de mallía. En pleno vigor el al(~oh()lis­

mo provoca la manía, 10 mismo que el ether, el opio y la mariguana ó el

achish; la privación del veueno habitual se traduce para el paciente en agu­dos padecimientos y en desarreglos nerviosos de grandísima importancia;

tanto es aSÍ, que en los internados hospitalarios entra en la dieta y trat.a­miento del enfermo una reacción de alcohol; la supresión brusca del exci­tantees hasta mortal á veces.

Lo primero que el ebrio cbllsuetudinario pierde por entero eR el apeti­to, y no hay para qué decir cuál será el desconcierto orgánico de un suje­

to que no se nutre y que hace un enorme gasto dehido á la const,ante so­

breexcitaciólI nerviosa. Las facultades psíquicas norma les "an desapare­ciendo poco á poco, en~pe:talldo por la voluntad, impotellte para dominar la sed del tósigo; lo!> movimientos son torpes é inseguros, la noción del equilihrio se pierde por completo, y el ebrio trastrabilla, camÍlla él) zigzag y pierde el tacto y la noción de las distancias, denunciando así la com­pleta ruina del cerebelo. Una pereza de expre!'dón se hace habitual en el

alcohólico, qu~ habla más bien por el gesto, como para sí mismo, y para adentro, (permítasenos la expresión) que no por palabras, las que, apenas iniciadas mueren entre los labios como si al aparato vocal le faltase cue1·da. En corto y técnicamente, el alcohólico se hace abúlico, atáxico y

afásico. Pierde tam bién la noción del Medio; ningun respeto humano lo detie­

ne para eje~utar los actos más denigrantes íntimos y vergonzosos. En cambio, un temblor incesante, una trepidación nerviosa, que ha dado

nombre al delirio ó manía aguda del alcohólico (deli1-iurn trem,ens, en latín), revela un estado de excitación interna extraordinaria, la presencia de una

gran suma de energía nerviosa en pleno anarquismo, se trueca en esa tre­pidación, de igual modo que la energía mecánica estorbada por un freno

mecánico ó no empleada ínt.egramente obra en el interior del objeto á que

5H

la energía se aplica; en un tren de vapor en rnarcha poclemus observar

ambos fenómenos: cuando el trell camina con excesiva velocidad, ó cuan­

do se aplican los garrotes ó frenos de aire comprimido, experimentamos

la trepidación del tren y escuchamos el crugir de las armaduras de los ca­rros violentadas por la energía sobrante ó libr~.

Cualquiera puede sin mayor esfuerzo formarse una idea de cómo pue­da funcionar un cerebro ll eno de resirluos de añejas sp,nsacione~, de re­cuerdos y de tendencias, todos elementos motores, cuando faltan el centro y labor encargados de la coordinación psíquica; las ideas errantes vagan

por decirlo así á la ventura, se asocian sin armonía ni concierto, no por afinidades lli pOI' sem ejanzas; sino por conti.güidad, por contacto, por ca­s'twlidari (perdón por el vocablo). Toda noción de lógica se anega en la marejada tumultuosa de los espnmarl:ljos psíquicos, que se rompen en las playas de la expl'esióll, plua perderse despues de espol voreados.

Rotas la ponderación y armonía, y perdido el equ ilibrio entre lo real y lo ficticio, todas las ideas resultan ó abultadas ó deprimidas, pero

nunca en su punto de vista y en sus dimensiones efectivas, y con frecuen­

cia el ebrio es víctima de las alucinaciones; de ahí las dos formas de delirio:

el de grandeza (megalomanía) y el de persecuc::ión. El alcohólico se cree rico, poderoso, adulado y obedecido, unas veces; otras se siente perseguido y odiado, infeliz, agusanado, invadido por parásitos asquerosos y repugnan­

tes alimañas de las que no puede siquiera defenderse. El cuadro de esas formas agudas de delirio de persecución es altamente lastimoso.

3!).-Y si el alcohol no hiciese otra víctima que á quien voluntaria­

mente se hizo esclavo del vicio, menos trascenrlente sería el mal; pero lo lastimoso es que el vicio se trasmite por herencia directa, yasí puede per­

petuarse en una familia y multiplicar en una de~astrada proporción las víctimas y las degenerescencias. Tan profundas son las alteraciones orgá-

. nicas y fisiológicas que provoca la ingestión habitual del alcohol. y lo más curioso de esas funestas herencias, es que no siempre se ma­

nifiestan desde luego, sino que permanecen por un periodo de tiempo, lar­go á las veces, en el estado que llamarernos latente, y cuando menos se piensa, sin antecedente conocido, y bajo cualquier pretexto que solamen­te sirve de causa determinante y no eficiente, se revela en todo su poder una necesidad imperiosa y avasalladora de ingerir alcohol, aun sin ha-

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berlo bebioo antes; dicha tendencia ha sido c'm raílón llamada la manía

de beber ó DIPSOMANIA.

El número de los dipsómau0s va eu creciente, y es natural, dado que

al reproducirse multiplican los engendros dañados. Es facil observar que

hay lugares en que el núm ero de los b ;3b .~dores y alcohólicos es mayor;

algunas veces t.rata de explicarse el recrud eci mi ellto por la falta de distrac­ciones y de sociedad, pero la explicación no satisface, porque hay otros

lugares en idénticas condiciones, en oonde re ina una relativa temperan­cia; otras veces quiere explicarse el hecho por el climl:l, pero tl:lmpoco sa­tisface la explicación, porque en climas frios igual que en climas cálidos, se observa el recrudecimiento; si en los lugares frios se bebe para entrar

en calor, en los lugares cálioos se bebe para refrescarse y traspirar. La

explicación eficaz á nuestro juicio, es la abundanC'ia de al cohólicos que por eventualidad se reunen en un lugar, y eu él se reproducen, engen­drando d'ipsómanos que á su turno Sb hacen alcohólicos generadores (le otros dipsómanos.

4CJ.--No se detienen ahí, con ser ya muchos y muy grav8s, 103 efecto­

del alcohol el invisible (*) agente de la.s lJarcas; aparte de las manifesta­

ciones orgánicas y de las perturbaciones psíquicas del momento, determi­na. modificaciones fundamentales en órganos de la mayor importancia, y que á su vez traen su cortejo de nuevas alteraciones ó degenerescencias

orglÍnicas y de perturbaciones psíquicas consiguientes á esas perturbacio­nes.

Vimos ya por una parte, que destruye el apetito y con él suprime la alimentación. Obrando como agente de vigor, siquier sea efímero produ­

ce un estado de combustión y de congestión tanto mayor cuanto más al­macenado está, y para transformarse parcialmente consume el oxígeno in­troducido por la respiración, empobreciendo la sangre arterial, que en Cl:l­si nada difif're de la venosa en los alcohól icos, por la falta de oxidación;

y como no se elimina por órgano alguno, y es como técnicamente se dicr, alimento de ahorro, para quemarse consum e grandes dosis de oxígeno. Esto explica facilmente los desagradables síntomas, que una noche de or-

(*) Traducción de la palabra alcohol.

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gía alcohólica produce; la resequeuad de las fauces, la pesadez del encéfa­lo, el cansancio y la sed insaciab:e y sobre todo un estado moml de disgus-. to de sí mismo, de indisposición é indiferencia por todo y de miseria fisio­lógica y psíquica; todo eso que en conjunto y en el m'got de los calaveras se llama c1'uda. Supongamos la contillua y excesiva ingeetión de alcohol,

y obtendremos un almacenamiento constante é inagotable de alcohol, y un estado permanente de consumo del oxígeno proviniente de la respira­ción y con el exceso de carbono en la sangre sobre\'ienen los fenómenos

característicos de la asfixia profunda, y las degeneraciones consiguientes

á la falta de nutrición de los tejidos á causa de la nula ó deficiente nu­trición efectuada por una sangre misérrima.

La producción de esas degeneraciones !lO es una mera suposi<;ión, sino un hecho comprobado por las observaciones mérli<.:as y evidenciada por la experiencia. Una nutrición defectuosa ó la desnutrición están recono­cidas como la causa determinante de la tuberculosis, tomada en su sentido

más lato; es decir de la formacióll de pequeños tumores que en su proce­so de' supuración comunican la destrucción y la muerte á los tejidos que

lo rodean, y que segun que se forman en los tej idos adiposos (grasos), en los ganglios, ó en los alveolos pLllmonares, se designan con los nombres de escrófulas ó de tubérculos, y dan origen á los pade<;imientos conocidos

por linfatismo, escrofnlosis y t'ube1'culosis. A esas degeneraciones de tej idos

se debe la cir?'osis hipe?'t?'ójica ó engrasamiento del hígado y la cirrosis at? ó­jica ó disminución de volumen y alteración de forma de la misma glán­

dula. A esas dolencias hay que agregar las formas epilépticas y la epilepsia,

Esa mal estudiada y poco definida dolencia abarca desde las parálisis sú­bitas y de corta duración que vulgarmente llamamos ausencias, ó mejor

pudieramos llamar suspensiones momentáneas de la conciencia, hasta las

crisis formidables que en tiempos remotos hicieron pensar en que los pa­cientes se hallaban poseídos por el demonio, y cuyas repugnantes' mani­

festaciones conoce todo el mundo, y pueden resumirse en contracciones vio­lentas y brutales (contracturas), secreciones de una baba sanguinolenta, y la inconcieucia absoluta.

La inspección anatómica ha mostrado esas degeneraciones: en los gan­glios para los escrofulosos; en los pulmones é intestinos para los tubercu-

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losos e tísicos, en la médula alargada para los epilépticos, y ademas una pe­

culiar en el encéfalo, congestionado normalmellte, de los alcohólicos.

41.-En los últimos tiempos de boga seroterálJicu, un alcalóide tam­

bien, la cocaína, extraido de la coca. y que es un poderoso anestésico ge­

neral y local, obrando por constricción de los vasos sanguíneos por media­

ción de la médula y del "gmn simpático", ha venido á compartir el cam­

po con la morfina. Recayendo su aeciólJ sobre organismos tan delicados é importuntes, se concibe sin esfuerzo la funesta influ encia que en la eco­nomía puede tener, la desnutrición ocasionada por el menor y desigual

flujo sanguíneo encargado de la reparación de los elementos celulares, y

el estropeo de la médula y dp.l importante gánglio regulador de la irriga­

ción. No pocas veces ha tenioo la muerte por epílogo, esa manía funesta. y contra los rápidos efectos de la tenaz const ricción de las vasos sanguí­

neos, nada ó poquísimo pueden los reactivos más poderosos empleados para provocar la dilatación salvadora de los mismos vasos; pocos instantes bastan á veces para determinar la muerte del imprudente ó del vicioso.

Lo expqesto puede sobre poco más ó menos aplicarse á cualesquiera otras drogas ó substancias análogas, y en general y para el objet.o perse­guido en este libro, podemos establecer que: todas las manifestaciones anómalas psíquicas proceden inmediatamente de una anomalía fisiológi­

ca ó funcional y que toda anomalía funcional procede á su vez de una anomalía en los tejidos, ó sea en los elementos celulares. O bien, más cla­

ro y designando con el nombre de degeneraciones ó degenerescencias las nno­

malías ó alteraciones en los tejidos, diremos que: Toda anomalía pmquica

proviene inmediatamente de 'Una anomalía funcional, y mediatamMte de una

degenerescencia celular.

Contra esa generalización puede úbjetarse que no todas las anomalías

psíquicas proceden necesariamente de acto voluntario ni del uso de exci­tantes morbosos ó tóxicos. Las impresiones morales violentas é inespera­das, la herencia y las enfermedades pueden originar alteraciones celula­res que, sin llegar á ser permanentes ni á producir una degenerescencia

propiamente, dan lugar á perturbaciones funcionales y con ellas á las anomalías psíquicas.

A primera vista la objeción es concluyente; pero atentamente conside­radas las circunstancias, no tardamos en descubrir que la sola diferencia

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entre las diversas causas es la de duración, pero la alteración celular y orgánica se produce sie111 pre, y determina una anomalía. funcional pasa­jera; el proceso es en el fundo el mismo, lo único que amerita la objeción es hacer en la generalización una pequeña corrección de forma, que cie­rre las puertas á la duda y á la amfibología de términos.

En el caso del susto y del terror, los trastornos celulares son manifies­tos; ya vimos en "El Alma Orgánica", estudiando el fenómeno de la atención y el mecani~mo de la conciencia, que la emoción experimentada suspende las funciones respiratorias y con ellas la oxidación y la nutri­ción celular, determinando un estado pasajero de anemia, que paraliza todas nuestras energías, y todas nuestras percepciones y sus transforma­ciones psíquicas ulteriores; en el caso de la cólera, la modificación celu·

lar pasajera se manifiesta inequívocamente por el aumento de secreción biliar en el hígado; en el caso de un dolor supremo, además del hígado, otras glándulas producen el lli:l.nto activando su energía, al contrario de lo que con otras glánd ulas sucede en el acceso de terror, en el que las

fauces se secan por paralización de la secreción salivar, que por lo contra­rio se hace activa en demasía con la excitación que llamamos apetito; siempre una alteración pasajera pero celular, precediendo y presidiendo al desarreglo funcional, causa de la anomalía psíquica. El término dege­nerescencia, que resulta justo y apropiado para las anomalías crónicas, es demasiado comprensivo y resulta falso é inexacto para las anomalías agudas. La generalización quedará del todo aceptable y precisa en esta forma:

TODA ANOMALIA PSIQUICA PROVIENE INMEDIATAMENTE DE UNA ANOMA­

LIA FUNCIONAL, Y MEDIAT<\MENTE DE UNA DEGENERESCENCIA CELULAR,

-sr ES CRONICA, --ó DE UNA AJ:rERACION CELULAR PASAJERA, -SI ES

AGUDA.

63

§ 11.

SINTOMAS CONGENITOS y t;I:r-iTOM AS CONTRAIDOS.

42.-Ninguna edad como la primera para diferenciar las manifestacio­nes nuevas, fruto de una adaptación 0rgánica incipiente, de aquellas que se remontan á los progenitores, y espontáneamente se manifiestan desde

el momento en que pueden hacerl o, dado el vigor de los órgano::: de que han de servirse.

Lo qlle ordinari amente se llama precocidad, no es otra cosa que el con­junto de esas manifestaciones que, por lo perfectas, definidas y vigorosas que aparecen, como que desdicen del periodo rudimentario del desarrollo general, y como que significan una anticipación, de madurez corrpspon­diente á eda(l más avanzada en la carrera de la vida.

Las que llamamos disposiciones, ó sean las aptitudes más salientes y preponderantes manifestadas, no son otra cosa que tendellcias, aficiones é iniciaciones psiquicas, (permitaseme el simil) heredadas y., como tales, ya en estado perfecto de adaptación. El oido a tinado y sensibilísimo, la ten­dencia simétrica del ritmo, y otras aptitudes para la música, son general­mente una herencia y muchas veces un a tavismo; la facil retentiva de números ., de relaciones numéricas, de formas simbólicas de esas rela­

ciones y de su aplicación á casos concretos, todas aptitudes para las cien­cias matemáticas, son tambien frutos herédicos.

Lo que llamarnos el tempemrnento, es decir el lote de nuestra idiosincra­sia que se relaciona con nuestra afectividad, y que se traduce en apatía, en impulsión, en bondad y benignidad ó en discolería y virulencia, son t.ambien herédicas en sus primeras, tempranas y prematuras manifestacio­nes, y lo que llamamos ordinariamente aficiones, que no S011 sino nuestJOS afectos ref e1'idos á los objetos inanimados, proceden tambip.n de nuestros pro­

genitores.

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Pero (Isa s manifestaciOlH's de que nos clamos cuenta y de las cuales ve­

nimos en conocimiento cuanoo ya están cristalizadas y adaptadas, pasa­

ron ell los progenitores nuestros por' el estado de aoaptación lenta y gra­

oual y representan la!J01' a('vm111ada, de muchas ge'ne'raciones á las veces, y

de u.na sncesi'l'a t'ransrnúrión de anteceSOTCS á pósteTos , aC1'ecentada en cada ge­¡¡e?'ación PU?' la pe?'sollal adaptación del último heTedeTo. Toda manifestación

congénita es, por tanto, testimonio de una manifestación anterior con­

traioa ó adaptada.

Bien poco pueoe cliserta rse acerca de las formas ó manifestaciones de

anomalías c011génitas, que constituyen parte del caudal idiosincrásico.

Forman parte integrante de nuestra personalidad, y con ella evolucionan

en lo posible, siendo modif¡"cables únicamente por una postadaptación 1'ival de la preadaptación heredada. De ahí es que se concentre el mayor interés

de este párrafo en las formas ó manifestaciones contraídas, y en su perio­

do de adaptación.

Ante todo conviene establecer que no es posible reputa r contraida una

manifestación, un síntoma ó una anomalía, sino cuando ya está en la for­

ma definitiva de adaptada; así pues, para evitar confusiones que serían muy

fáciles, entre las anomalías preadaptadas y las postadaptadas, por aparecer unas y otras formando un todo con el organismo somático, al estudiar las

anomalías contra idas nos referimos al proceso mismo de adaptllción com­

prendiendo el periodo que media entre la primera manifestación oe adap­

tación incipiente, que llamaremos aquiescencia oTgánica ó sea la tolerancia

incipitmte de una nueva labor fisiológica.

Desde luego importa separar las excitaciones voluntariamente busca­

das, á título de curiosidad, de afición que no constituya manía heredada,

y de contagio ó insinuación ajena, de las excitaciones involuntarias ó no

buscadas, que vienen por eventualidad al encuentro del Sujeto sensible.

Las primeras caben hasta cierto punto en la previsión y pueden prevenir­

se, sujetando al Sujeto á un verdadero y franco tmtamiento preventivo

en gran parte; las últimas quedan fuera de toda previsión precisa y some­

tidas á un simple cálculo ne pl'obabilidaoes, dificil de utilizarse en caso

concreto y singular. Esa zona que está fuera de nuestros medios harto limitados, es la que ll a mamos ordinariamente casualidad ó acaso, por lla­

mar de algull modo á nuestras impotencias.

65 9

Comenzaremos por las excitaciones involuntarias y eventuales, genera­

doras de nuevas manifestaciones ó reacciones orgániras, que por el hecho solo de ser insólitas en el Sujeto, son anómalas en relación con su idio­sincrasia; las voluntarias, fruto de contagio, nos ofn><,prán complemen­

tariamente el tipo de las manifestaciones anómalas en relacióu con el Medio,

UlIa de las causas más frecuentes de reaCCiOllf'S anómalas en relación con un Sujeto, son las emociones violentas; un flftUjO intempestivo y pro­longado de sangre, un esfuerzo supremo que violenta las energías norma­les, un exceso inesperado de luz ó de calor, y en fin, cualquiera de los

excitantes normales llevado á un máximum de exageración ó de vigor, determinan en el organismo somático una reacción proporcional con el ex­citante y anómala PO?' cons'/:gniente. De ahí el cansancio característico des­pués de esas grandes emociones, proporcional con el gasto de energía de­bido á una reacción excepcional.

El estado de ('ongestión en los vasos sanguíneos, cuando tiene determi­

nada duración ó se prolonga y hace permanente por causas mecánicas que impiden que la circulación tome de nuevo el ordinario curso, y que

la sangre confinada vuelva al torrente circulante, es por sí sola causa de procesos destructores de los tejidos, consecuencia de la descomposición de esa sangre no renovada ni oxidada, que la trueca en pus que para elimi­

narse necesita destruir tejidos, para abrirse paso y salida, ó hace necesa­

ria la interveución quirúrgica para abrir ese paso, no sin peligro de que los tejidos sanos se infecten con los detritus orgánicos de los destruidos.

Gran parte de las dolencias graves comienzan por una Íl~ftamación y se resuelven por supuración. No es otro el proceso de la e:3crofulosis, de la

tuberculosis y del mal venéreo (Avería). El estado de anemia. prulongado es á su turno el origen de fenómenos

análogos, porque la falt.a de renovación de los elementos celulares, pro­ducida por la pobreza de la sangre encargada de esa reparación, reprodu­

ce el cuadro de la descomposi~ión y la degenNescencia de los tejidos. Unos de los síntomas aparentes de la anemia y de sus derivados, son la color te­rrosa y opaca de la piel, las concreciones grasas ó adiposas (diviesos) los infartos, las erupciones y manchas en la piel, su resequedad yescamación, comezones, eczemas, etcétera. En las afecciones sifilíticas y los sifilomas

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sus derivados, las mUCOSaS y la piel son el campo de manchas, inflama­

ciones y iIlceraciones tenaces. La pereza ó excesiva actividad de las glán~ dulas produce grd vÍsimos trastornos en la economía; el exceso de bilis pro­duce la diarrea, la formaeión de cálculos si el hígado no se vacía suficien­

temente y el fluido biliar se acumula; el defecto de bilis hace incompleta y torpe la digestión; cosa a ná loga . prod ucen los excesos 6 defectos de secre­

ción de la sali va, del jugo pancreático, y otras producciones de las glándu­

las. La falta oe trallspiración produce un envenenamiento rápido y mor­tal, explicad" por la r etención de las t.oxinas celulares privaoas de su sa­lida normal. Lo expuesto hasta para evidenciar las consecuencias tras­

cendentes de las emociolJes violentas productoras de un estado de ane­

mia ó de un estado de hiperemia locales ó generalizados, determinando, si duran, la destrucción Ó degeneración de los tejidos, y con ellas pertur­

baciones furlciollales, de las que inmediatamente proceden sendas pertur­baciones psíquicas.

Por supuesto damos que lo accidental é involuntario de ulla emoción

es frecuentemente limitado á la primera impresión, porque muchas ve­

ces disponemos de medios para evitar la repetición, ó para favorecerla.

Pero en los casos en que por hechos del Sujeto se realicen la repetición Ó

repeticiones, pasará la emoción á la categoría de las emociones volunta­

rias que slC'gllidamente vamos á estudiar. 44.--Las anomalías contraidas voluntariamente y por un proceso de re­

petición, superposición y cristalización de impre~iones, varían desde lue-

. go sensiblemente por la intensidad ó para mejor decir por la tenacidad, segun el número de repeticiones y el poder excitante de cada una. Las

destrezas auómalas de miembros determinados, requieren largas y peno­sas tare~s educativas para adquirirse, y en cambio se pierden con facili­

dad. La agilidad de un pianista le cuesta muchos años de laboriosos

ejercicios jamás interrumpidos, y unos cuantos meses de inactividad téc­

nica bastan para perder la agilidad en gran parte, y determinar una nue­ya labor. Por el contrario, hemos visto al estudiar la morfina, que unas

cuantas inyecciones bastan frecue11temente para determinar en elorganis­mo la necesidad de continuarlas. Por tanto, el plazo para reputar defini­tivamente contraída una anomalía, fruto de la repetición, dependerá de la

clase de la anomalía misma.

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El despertar del SeXO es momentáneo y sus necesifl ades, a llhelos y ape­

titos son vigorosos, permanentes y excesivos á veces; la simpatía y el amor nac .. ;n frecuentem ente de un primer encuentro in ¡~sperado , efímero acuso, y sin embargo deciden del porvenir ele un Sujf'to sensible, y esclavizan

para siempre su albedrío. En cambio, las labores de inhibición, de suyo contrarias al impulso meramente somático, y de origen esencialmente in­

telectual y psíquico, necesi tan de grandísi mo, prolongado y tenaz esfuer­

zo, y se relajan con facilidad á poco que la preponderan cia en cierto mo­do artificial de que gozan, se vea siquiera sea pasajerdmellte destruida. ó suspensa; por es~ es que alguien ha comparado la educación á una más­cara que oculta solamente el rostro á los ojos de los demás, pero detrás

de la cual está, siempre idéntico é inalterado el rostro mismo. Las pasio­nes en efecto, cuando están yuguladas, S011 como felinos que duermen acurrucados en un rincón del organismo, y que en el momento menos es­

perado, al olfatear la presa despiertan, tanto más feroces é implacables. cuanto más ham breados por la abstellcióu.

La edad es otro dato de grandísima importancia para juz.gar del poder, alcance y trascendencia de las excitaciones voluntarias; el a mor fisiológico

á la vejez es tan raro, como la ideación perfecta y rica, ó sea la madurez

psíquica, en Jos primeros años.

La salud del Sujeto es por último fuente de diferencias de mucho mo­mento; lo que en pleno vigor apetecemo!" porque lo podemos ejecutar y

saborear, en estado valet~dinario nos es indiferente ó nos repugna, en ra­zón de nuestra impotencia orgánica y sensoria; lo que en plena salud po­demos superar sin gran gasto de energía nerviosa, por estar normal y fa­cil nuestra coordinación, nos cuesta enorme gasto de energía cuando nues­

tras facultades de coordinación están afectas, y estamos más ó menos heri­dos de ataxia.

En rigor, podemos considerar las anomalías, al par que las enfermeda­

des, como casos singulares y concretos más que como ejemplares homo­géneos de un género comnn de dolencia. No sin razón dice un proloquio

vulgar, intérprete del buen sentido: cada cabeza es un mundo; podríamos decir extendiendo la afirmación: cada Sujeto es un caso psicológico.

45.-Formando un grupo intermedio entre las anomalías voluntaria­

mente contraidas y las contraidas accidental é involuntariamente, halla-

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mos las anomalías contraidas por contagio y pn virtud de soli~itac.ión ó

ejemplo ajenos, que comienzan por repugnarnos y acaban por imponerse­

nos. A ese gru po pertenecen los que llamamos gusto.~ adqu1Tidos, fruto de

una tolerancia impuf'sta poco á poco y trocada luego en placer, en cos­

tum bre y necesidad impf'fiosa. El primer chile que comemos, el primer

vaso de cerveza que apuramos, el primer mango que gustamos, la prime­

ra copa de alcohol y la primera taza de café ó de té que sorbemos, &., &., son verdaderos sacrificios impuestos como tributo á la curiosidad, y debi­

dos al f'jemplo de otros habituados ya, y á las illstigaciones panl enrique­

cer con esos . nuevos, los tesoros de la personal sensibilidad y de nues­

tros placeres ordinarios. Despues de los primeros penosos ensayos, al des­

puntar el goce incipiente, la adaptación se hace ya voluntaria y entra en

la otra categoría de anomalías ya estudiadas.

Esas anomalías respecto de nuestra natural idiosincrasia, constituyen

todo el material de la postadaptación modificando en lo posible y en cier­

ta medida, la humana personalidad. Naturalmente, segun la naturaleza

de los nuevos hábitos,placer€s y gustos, la postadapt.ación será funesta ó

provechosa para el Sujeto, y encauzará sus energías por buen ó por mal

camino y en favor ó en contra del medio, segun sea la extensión del

ejemplo y del contagio, y que la adaptación se haga al Medio p1'opiamen­

te dicho y Normal, ó bien á medios · secundarios más ó menos anómalos.

Pero ya estudiaremos bajo ese último aspecto las anomalías y sus mani­

festaciones, en el parrafo siguiente.

§ In.

SINTOMAS Ó MANIFESTACIONES UTILES y SINTOMAS Ó MANI­

FESTACIONES NOCIVOS.

46.-La calidad de nocivo y de util puede referirse tambien al Sujeto

sensible ó al Medio que le rodea. Los actos humanos pueden ser nocivos

ó útiles para el Sujeto; pueden ser nocivos ó útiles para el Medio, y pueden

por último ser útiles para uno de esos elementos y nocivos para él otro.

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Dijimos antes que tambien hay actos ind~fe1'entes; ésto debe entenderse

solamente en términos relativos, porque no hay acto humano que carez­

ca de trascendencia, aun mínima, para el que lo ejecuta, ni para la socie­

dad en que vive el autor del acto; lo propio es decir de poca importrzncia

más bien que indije?'entes. El {'xtraordinario d('sarrollo oe las aptitudes mentales, las anormales

destrezas de los órganos ejeclltóres oel movimiento, y otros semejantes de­sarrollos, son altamente b('néficos al Sujeto directamente, por el provecho

que esas aptitudes le proporcionan, é indirectamente á la Sociedad en que

vive, ó sea al Medio, por los provechos que retira moral y pecuniaria­mente de los miembros útiles y acomodados en recursos.

El extraordinario desarrollo de las facultades inhibitorias que deter­

minan la voluntad, yugn1nn la impulsión refleja y establecen el predo­

minio de la razón sobre el deseo y el apetito, y forman el caracter. son al­tamente útiles á la Sociedad 'ó á los demás; pero generalmente son noci­vos para el Sujeto mismo, víctima del sacrificio de sus arranques, deseos,

tendencias y placeres, y esclavo del altruismo, en perjuicio propio. En medio de una sociedad relajada y egoísta, el desprendimiento, la delica­deza y el sentido moral se pagan muy caros, y la virtud en un Medio cri­

minal se torna en crimen. El extraordinario desarrollo muscular, el extraordinario poder digesti­

vo ó de asimilación, la belleza ó agilidad anómalas y otras peculiarida­

des análogas, son altamente útiles para el Sujeto que las explota; pero in­diferentes ó de muy poca importancia ó interés para la Sociedad y para el Medio en geheral.

El excesivo ó anormal desarrollo de las virtudes pasivas tales como la disciplina, la sumisión, 11\ resignación y la conformidad, son altamente útiles para la Sociedad y el Medio; pero de muy escasa utilidad para. el

Sujeto. 47.-Lo expuesto anteriormente basta para dar ulla idea aproximada

de la clasificación que es objeto de este párrafo; ahora importa escudriñar las consecuencias prácticas ó de aplicación de esas diferencias.

No se necesita de mayor esfuerzo para comprender que en proporción del interés social en favorecer ó en estorbar esas anomalías, surgen del

Medio, interesado en alejar cuanto le daña y hacer frecuente y copioso

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aquello que le aprovecha, ya las providencias restrictivas, ya las de alien­to y subsidio. Cualesquiera que en el campo de lns teorías, sean los idea­lismos acreditados, lo cierto, práctico y evidente es, que el ~ocial, como cualquiera otro organismo se defiende y busca su conservación por modo instint'ivo, segun vimos en "La Vida Psíquica," no porque tenga propia mente el Medio un instinto peculiar propio y colectivo, sino porque la alarma que el peligro comun produce, se individ1wliza necesariamente. Cuando hay ladrones ó asesinos y cualquiera puede ser asesinado ó roba­do, ese c'ualquiem puede ser cada uno de los Sujetos que forman el Medio, yesos temores egoístas sumados determinan la acción colectiva para la defensa.

En cuanto á los actos, manifestaciones ó anomalías indiferentes para el Medio, ó sea de poca importancia é interés colectivo, la iniciativa social es nula ó muy debil y forma el c:lmpo verdadero de acción de lo que se ha llamado las libertades públicas. En ese campo el reactivo único es la ini­ciativa individual y el esfuerzo sin trabas ni coacciones. Esto no quiere decir que en las otras categorías no intervenga la iniciativa individual, sino que inte?"viene lib1"emente. Cuando la iniciativa personal está ayuda­da, el esfuerzo que rf'clama es naturalmente menor que el normal, y cuan­do estorbada, esa iniciativa )"eclama mucho mayor esfuerzo. He ahí pre­cisada la diferencia.

La intensidad de la defensa y el rigor y eficacia de las providencias ell­caminadas á tal propósito, varían naturalmente con el grado de interés social que las determina, y ese interés será siempre proporcional á la trascende ncia de los actos en q lle se traduzca la anomalía.

Unas veces, las consecuencias se h,acen esperar, pueden preverse y pre­venirse, y son fáciles de contrarrestar impidiendolas ó á lo menos impi­diendo su repetición; otras veces los resultados son inmediatos, imprevis­tos y difíciles de remediar ó evitar, y otras, por último, la trascendencia, aunque parezca un absurdo, es anterior al acto ó á los actos mismos. Sen­dos ejemplos verificarán y aclararán el aserto.

La pereza, la vagancia y los vicios compatibles con su edad, son en los niños de resultados tardíos aunque seguros, en perjuicio del Medio; pero hay tiempo delante; la_educación puede activar las funciones apáticas y

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mooerar las excesivas, procurando el equilibrio y la armonía, y evitar que las conRecuencias lleguen á realizarse.

Las enfermeoades ó desequilibrios de carácter accidental, provocados por choques nerviosos y violentos, debioos á circunstancias imprevistas y eventuales, df'jan desde luego sentir sus efectos, y estos últimos son á ve­

ces de dificil remedio y de larga duración. La idiosincrasia criminosa recon00ida nos hace experiment.ar los efec­

tos oel crimen antes de que éste se realice, porque ]a sola noticia de la presencia y aun á veces de la simple existencia de un criminal famoso, siembra granoe alarma y esparce la intranquilioad, que á su vez se true­ca en causa de malestar físico y moral.

Para trastornos meramente accidentales (le origen accidental tambien, basta con atacar y remediar el mal causndo y borrar las huellas del ex­citante anómalo; la Sociedad ó el Medio no se interesan casi en esas ano­malías; no sucede lo mismo con las de la última categoría, en las que la sociedad tiene que adelantarse á prevenir más bien que á remdiar el mal,

impidiendo la perpet1'ación del delito. El delito consumado ya, tiene con­secuencias definidas, unas veces reparables y otras no. La reparación co­mo ha de hacerse cuando es posible, por una sola vez, no puede tener in­fluencia ni trascenrlencia para desequilibrios estables y crónicos, y pue­den minorar el perjuicio causarlo; pero sin influir de modo eficaz y sensible

en la no repetición del acto nocivo. Quedan por tanto reducidos 10$ medios eficaces de la defensa social ó del Medio á las diversas medidas preventivas,

ó á lo menos ellas coristit~irán las medidas más eficaces y nümerosas. En la práctica, la experiencia misma nos muestra diariamente que las

formas todas de la previsión son fecundas casi siempre en sus resultados, y tan fecundas generalmente, como pobres y deficientes son las providen­cias represivas. Las providencias de la policía preventiva que vigilan al delincuente á toda hora y desarman ó detienen su brazo en el momento 6 antes de la consumación de un delito, la educación moral que lenta y perseverantemente modifica la impulsión orgánica, eleva los contraestí­mulos de la inhibición para yugular la vida instintiva y modificar la idiosincrasia, y los tratamientos gimnásticos y profilácticos, que ar­man ó desarman las actividades orgánicas de la reacción, con arreglo á

un plan de educación físico-psíquico, conducen ordinariamente al resul-

72

tano que se apetece; pOI' el contrario vemos fracasar con alarmante fre­

cuencia las medidas represivas de mayor importancia y aun las irrepara­hlps mismas. Las cárceles están llenas de criminales ó delincuentes que

dos y más veces ingresan por los mismos ó parecidos delitos y salen de las cárceles y penit.enciarífls, generalmente dispuestos á la reincidencia y á las veces recrudecida su idiosincrasia por el impulso somático, comp?'irnido pe-

1'0 no yugu,lado ni destruido. En cambio se ven asombrosas reger.eracio­

nes á las veces, determinadas por un simple aeontecimiento, por una lar­

ga serie de abstenciones hallil y prudentemente conseguirlas y más que todo, por la falta de ocasión favomble pam pjewtar el acto nocivo.

Ya volveremos en su oportunidad á explayar este interesante punto, que por el momento sólo queremos considerar en globo, y por lo que ha­

ce á la mayor ó menor intervención de la sociedad, segun el interés que el acto nocivo le inspira y la trascendencia del mismo.

48.-Los recursos para estimular la repetición de los actos anómalos be­

neficiosos para el Medio siguen un camino diametralmente opuesto á los de represión esgrimirlos contra los actos anómalos perjudiciales á la (3olec­

tividad. Mientras en estos últimos la represión es tanto más floja y benig­

na, cuanto más singular y exótico es el acto en el Sujeto, y tanto más vi­

gorosa cuanto más frecuente el acto, en aquéllos (los útiles) el aliento ne­cesita ser tanto más eficaz, cuanto más singular sea la anomalía para ha­cerla frecuente y tanto menos enérgica la emulación cuanto más frecuente sea la anomalía y cuanto más se acerque á la normalidad del Sujeto y á la normalidad del Medio.

Los grandes sacrificios, las grandes abnegaciones, las grandes manifes­taciones intelectuales que la sociedad aprov~cha directa ó indirectamente, reclaman estímulos tanto mayores, cuanto más dificil sea llevarlos á cabo

y cuanta mayor sea la natural resistencia opuesta por tJ egoísmo. Las simples manifestaciones de honestidad y la conducta regular, no ameri­

tan ni exigen la emulación, pues constituyen la generalidad, es decir lo normal en el Medio. Naturalmente no torlos los estímulos son del orden

material y encaminados á satisfacer el interés pecuniario; los hay del or­den moral, y suelen ser los preferidos y los que con mayor tezóu persi­guen los espíritus superiores. Una condecoración, una cinta en el ojal, un

73 10

diploma, un encomio en público, suelen ser más solicitados que las reCOLD­

}tensas pecuniarias y las joyas de gran yalía.

Tambien difiere la importancia de 10R alientos segun que el interé~ de

la sociedad y la utilidad 'dp. la anomalía son directas ó indirectas; la utili­dad que el Medio, retira de un invento Ó de un adelanto industrial y del

orden práctico, e~ naturalmente mayor que la que retira de un bello poe­ma, de una hermosa estatua ó de un cuad ro admirable, En el mercado

tales obras, cuanto más extraordinarias, alcanzan precios más cuantiosos y se ciñen á un mercado más reducido: el que pU8de hacer tamañns de­sembolsos para la adquisición de lo supél'Huo; pero tales recompensas por

lo comun corren á cargo de la iniciativa privada, en tanto que la acción colectiva en el orden administrat.ivo se hace ~argo de estimular con el go­ce exculsivo de los heneficios, y de la explotación, los inventos y mejoras del orden industrial, eu el que los beneficios no son del orden contempla­tivo y estético, sino del orden material y práctico, y en vez de limitarse co­mo los del- orden artístico á un número reduci(lo de admiradores y ama­

teu1'S, se derrama en la inmensa mayoría de la comunidad que utiliza el inv~Jto ó la mejora.

Las obras de arte, cuando forman parte de un edificio ó se destinan al

embellecimiento de una ciudad, es decil', cuando se hacen del orden indus­trial y práctico, se adaptan á los estímulos correspondientes. Los grandes artistas que dificil mente podrían coloear sus grandes producciones é idea­les en el mercado particular, hallan refugio, recompensa proporcionada y

vasto campo, en la deéoración ó construcción de los palacios y monu­

mentos públicos, que de suyo deben ostentarse ricos para ser decorosos.

CAPITULO IV

IDEACIONES MORBOSAS.

49.-Agotado el estudio de las manifestaciones somáticas de las anoma­lías, tiempo es de afrontar el de las manifestaciones del orden psíquico,

que son las consecuencias naturales y directas de las anomalías funciona­

les.

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En el CUl'SO de los dos primeros libros de esta Síntesis Psicológica. hemos venido observando sin l'xcepción aparente, que fuera de los movimientos reflejos oe illstintiva defensa, todos los actos humanos proceden de una idea, representand ~) ya Ull apetito, ya ulla repugnancia., ya un afecto, ya

una antipatía, y que á t.odo acto precede necesm'iamente una delibe?'ación

qne engendra 'Una volición; sin que los mismos reflejos escapen á ese meca­nismo y se substraigall á ese proceso en el fOlldo, sienoo solamente pro­ducto tie un proceso ?'ápido y de una evolución acelerada.

Yimos que la emoción momentánea es un complejo en que, antes de la repetición y del despr~ndill1iento de una idea en la forma de recuerdo,

nos arrastra sencillam<.'nte, en la forma instintiva y refleja, á repugnar la prolongación si la emocióll es ingrata, ó á prolongarla si es grata. Des­pues, 1'1 solo recuerdo oe la primera ó de las anteriores emociones E'xperi­

mentadas, detérmina el sentido de nuestra voluntad y el rumbo de nues­tros actos. Las IDEAS son pues los granrles motores de la actividad psí­

quica y de su expresión y manifestación fisiológica externa.

Sin esfuerzo se comprende el enorme alcance de una ideación inexacta

y enfermi2a, que orillará forzosamente á una acción insegura, vacilante ó descaminada. Decir ideación mm'bosa, da tanto como decir conducta mm'­

bosa, y decir C'onducta morbosa es tambien decir conducta anómala, por­que el estarlo normal es el de la salud.

De ahí el proloqriio que sirve de lema á este libro: llIens sana in corpore sano.

Entendimiento sano en cuerpo sano.

50. - Vamos pues á encararnos con las enfermedaoes del espíritu, es­tudiándolas como las del cuerpo ó somáticas, por sus síntomas ó manifes­taciones.

Para proceder metódicamente y no sem brar la confusión hurgando aquí y allí en un medio tan rico y tan complejo como el intelecto, esta­bleceremos una separación ó clasificación metódica. Pero huyendo de los inconvenientes ya reconocidos de las antiguas clasificaciones y de la divi­sión en Facultades que incide en el error de comprender en un mismo

grupo, fenómenos heterogéneos, atados artifiC'ialmnnte, no por una relación

de semejanza ó diferencia, es decir, por 'Un nexo ó relación lógica, sino por una paridad de resultado final. Voluntad es: todo lo que nos decide á

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obrar; Memoria es todo lo que llamamos recuerdos, y Entendimiento, la

facultad peor jugada de todas, es todo juicio, apreciación ó comparación. y tanto en los móviles de nuestras de(·isione~, como en el vasto campo de

los recuerdos, y en el revuelto mar de nuestros juicios y comparaciones,

entran y caben las unidades ó elementos más d(>senH'jantes y heterogéneos. Queremos el bien y el mal, amamos ó aborrecemos, deseamos ó tememos.

Recordamos lo grato y lo ingrato, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo; y por último comparamos las cosas, personas é ideas más opuestas, pues de

otro modo la comparación no sería tal, ya que si uno de sus extremos es

la sem([janza, el otro es el contmste.

Nosotros consecuentes con ~l programa que nos hemos trazado en esta obra, de seguir al ftmómeno en vez de forzarlo, é imitando el procedi­

miento que descubrimos para la formación de las ideas gpnerales, por

acumulación de semejanzas, haremos agru pueiones referidas á las fuentes mismas de las ideas agrupadas sirviéndolas de semejanza su referencia á un propio objeto material ó moral, ó en otros térmillos: á, 'un m.ismo exci­

tante de lIuestra actividad psíquit.:a, ya que, según vimos en "El Alma

Orgánica" , ~studiando la descom posición de la sensación en sus elelllen­tos: el constante idea y el variable emoción, al excitante es al que se refie­

ren y del que se originan las ideas, mientras las emociones se originan del sujeto sensible.

Claro es que un falso concepto del objeto corresponde á un proceso or­gánico de descomposición irregular, anómalo y enfermizo ó morboso, y ese falso concepto ó esa idea morbosa producirá otro proceso morboso de

deliberación, 'otro de volición, y finalmente otro de conducta, realización

práctica del error ideológico.

Sin pretender que sea el único posible ni el mejor que hallarse pueda; nosotros hemos distribuido en el orden siguiente las ideas que pueden for­mar y forman de ordinario' el caudal dAl humano intelecto, designando

esos grupos con el rubro de conceptos, que creemos responde bien á un

conjunto dé ide.as particulares q'lJe conducen á, '/I,n conocimiento claro y pe1fecto

del conjunto qu.e int6gran. ("El Alma Orgánica" loco cit.)

1 ?-Concepto del Yo ;

2?-Collcepto del no Yo;

3?-Concepto de la Familia;

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4?-Concepto de la Sociedad; 5?-Concepto de la Propiedad; 6?-Concepto (le la Vida; 7?-Concepto de la JL~sticia ;

8?-Collcepto de la Moml; y

9?-Concepto del FUtU1'O Destino. Consagraremos sendos párrafos á esos conceptos.

§ 1.

Concepto del yo.

51.-La primera y más imperiosa de las necesidades impuestas al or­ganismo por su misma naturaleza es sentir, es decir: dejarse excitar por

cuanto le rodea. De esa necesidad se originan sendas apetencias, y cier­tos goces primarios. De esa s8nsibilidad se originan despues sensaciones más complejas, y ya perfect.as, de las cuales van desprendiendose y alma­cenandose, sendas ideas colectivas ó mejor dicho sendos grupos de ideas particulares integrales de sennos conjuntos. De esa sensibilidad repetida determinando sendos estados sucesivos semejantes y ligados entre sí por

la prolongación de sus respectivos resultados, se origina lo que en "La Vida Psíquica" llamamos la peTsonalidad.

Con el primer recuerdo, surge la primera asociación de estados de con­

ciencia, asociación embrionaria toda vía, que al principio se limita á obrar como estimulante del deseo reflejo; el perfume peculiar del seno despierta el apetito en el niño que lacta; la sensación del calor de una vela, más

adelante, le hace recordar la quemadura anterior y se defiende instinti­

vamente retirando la mano. Más tarde, asociando ya recuerdos diversos, el mismo sujeto liga ya verdaderos estados de conciencta, y con el con­cepto d8 la unidad sensible siendo campo de sensaciones diversas y aun opuestas, todas concientes, sucesivas, y prolongando más ó menos su pe­riodo de evanescencia, construye el sujeto, sin darse cuenta de ello, el

Concepto de su Yo, diferente del de personalidad, eu que el primero es re-

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snltano oe un estano actual de conciencia que evoca indeliberadamente

toda una serie, mientras el de la personalial1d es fruto de un análisis ex­clusivamente ideológico y de una serie de razonamientos eslabonados ae­libf'radl1 y voluntariHmente. Podemos decir más brevf'nlf'nte. que, el con­cepto oel yo f'S un acto espontáneo de conciencia, y el ('oncepto de perso­

nalidad eS un razonamiento voluntario. Tambien, explot.anoo los pUlltOS ae contacto entre los dos conceptos d~l

Yo y de la Personalidad, podemos decir que la dif .. renci¡-l substancial en­

tre ambos, f'S que el primero se siente y el segundo se rrJ,zona .Y se deduce. "Yo quiero ......... Yo soy ......... Yo camino .......... Yo duermo ......... " decimos sin rensHr. "Pienso, luego existo" decimos razonanoo.

El Yo, es para quienes se hallan en el estallo normal oe salud, todo lo qne está en nosot1'08 y den t1"O de 110S0t?·os, y lo qUé de nosotros procede. N u es­tro cuerpo, nuestro espíritu, nuestras sensaciones, nuestras ideas, nuestros

recuerdos, nuestras pasiones, nuestras aficiones y nuestros afectos.

La Personalidad es la jÓ1'mHla pe1'sonal q1Je explica la 1'elación de unidad y continuidad del todo qne llamamos el yo. La proporción abstracta que rige la influencia combinada de nuestras tendencias,' de nuestra salua, del meaio social en que vivimos, de nuestros estimulos habituales, &., &.

El Yo es lo que podemos llamar el bulto, y la personalirlad es lo que podemos llamar el contorno dentro del cual se contiene el bulto. Y de

tal manera es propia la comparación, que así como cuando el bulto de un objeto no corresponde con sus contornos normales, se hace deforme, así cuando el Yo no está de acuerdo con la ecuación que constituye su

personalidad, el Sujeto se hace Anómalo. fí2.-Sin decirlo hemos establecido el Concepto Normal del Yo, en cier­

to modo y dentro de cierta medida equivalente del de la Personalidad y hemo~ indicado tambiell el tipo del Concepto Morboso y Anómalo aun­que muy genéricamente, en el concepto del Yo divergente del de la Persona­lidad. Este último concepto necesita mayor ampliación y estudio más de· tenido.

Desde luego, como no es practicable recorrer á un tiempo y en un mo­mento dado la integridad del Yo, es decir todo lo que nos constituye, ne­

cesitamos concretar la aplicación y la observación á campo u;ás reducido y á la vez más fértil por lo mismo. Nuestra observación no pued"e recaer

78

sino sobre uno ó rná~ Actos. Si ellos se conforman prácticamente con la

ecuación teórica de la Personalidad, no tenernos motivo ni oerecho para presumir, y menos para afirmar una anomalía; pero si un alto cualquie­ra, yen el momento oe su ~jecución, causa inconformidad con los linea­mientos ó contornos del caracter habitual, podemos declararlo anómalo,

y como quiera qUE' sE'gun la I?orrespondencin que antE'S oéjamos estable- · cida, toda anomRlía psíquica tiene por base una anomalía funcional, esa anomalía constituirá una ideación morbosa. Resumiéndo: un acto anó­

malo denuncia una inconformidad entre el Yo y la propia peTsonalidad, y

por lo mismo u n concepto e'lTÓn eO del ro, debido tÍ una anom.alía funcional

momentánea.

Decimos nwm.entánea, porque desde el momento en que se haga la no­vedad habitual, crónica y ordinaria, pasará á la catE'goría ,de anomalía

nor mal, es decir: de "una modificación definitiva de la personalidad ." Por eso mismo hacemos recaer lo erróneo del concepto sobre el yo y no

sobre la personalidad; ésta no se altera por pasajeros extraVÍos ideológi­

cos originados por pasajeras alteraciones fUIlcional€'s; la Personalidad comprenoe solamente lo normal y estable, mientras el Yo comprende tambien lo anómalo y efímero.

Un ejemplo habrá de completar el esclarecimiento de este punto que es de la mayor trascendencia para el propósito de este libro. Una perso­

na ingiere sin saberlo alguna substancia tónica que centuplica sus ener­

gías normales, y tomando la excepción por regla y normalidad, acomete tra bajos su periores á sus fuerzas, y que, pasado el efímero vigor, tiene

que abandonar desilusionado; un hombre de edad, recordando haber da­do antes cima con faGilidad y hasta con holgura, á determinada labor in­telectual ó física, la emprende y acomete, tOCftlldo á poco el desengaño, pues el tiempo no ha transcurrido impunemente para él y sus ener­

gías han venido á menos; un vanidoso, por último, confundiendo su de­seo y su presunción con ·sus energías, se lanza desatentado á labores cien­

tíficas ó literarias para las que no ha nacido, y naturalmente fracasa. En pocas palabras: el Yo se deforma momentáneam.ente, apartandose de su p.e1"SO­

nalidad ó sea de su manera normal de ser )' de obrar. Se impone desde luego una poderosa objeción á mis anteriores as~rtos:

¿Por qué -se me dirá- suponer que el concepto falseado es el del YO y

79

no el de la PERSONALIDAD, cuando de todos los cusos elegidos para eJem­plo, se desprende el desconucim'iento ele las pTopias c"/wTgías, cosa que está

en la fórmula que llamamos personalidad'? ....... ¿No sería más natural y lógico, decir que la falsedad de concepto está el1 la personalidad misma'? Sin embargo, dos palabras bastarán para deshacer la confusión y deslill­dar fundamentalmente ambos conceptos.

Si el acto exótico y allómalo pudiera pertenecer á la manera usual del

Sujeto, desconocer la energía generadora del acto sería un error de COllO­

cimiento de la Personalidad; pero el acto exótico y anómalo no entra en la manera usual del Sujeto, sino que procede, por 10 contrario, de un acontecimiento nuevo, inesperado, extraño por entero á la manera y á las energías usuales del Sujeto, y queda: por tanto fuem de la peTsonalidad del mismo. Este sabe cuál es su ellergía normal, mide y conoce la ener­gía excepcional ó anómala que lo excita en el momellto actual, lo que no sabe ni se explica en el caso concreto, es si la energía presente es eH­mera ó estable; si es un mero accidente ó una feliz adquisición, y por úl­timo, si ese vigor es sano ó mm'boso. Su ignorancia y su error están en la naturalem del acto que toma por normal no siendolo. La personalidad puede conservarse y mantenerse á pesar de esas estravagancias ó exotis­mas del Yo. De ello tenemos á diario múltiples ejemplos.

Un Sujeto se embriaga accidental mente y excitado anormalmente co­mete faltas y obra de mo·lo anormal; pero al día siguiente vuelve á to­mar su curso diario la ideación y la energía vital del Sujeto, que con pe­sar recuerda y lamenta los involuntarios extravíos de que sinceramente se duele. Pero á medida que tales excitaciones van pasando de accidenta­les á frecuentes y voluntarias, y despues á crónicas y habituales, van mo­dificando la Personalidad, poniendola en armonía y de concierto con el Yo. Desde tal punto el concepto de este último deja de ser morboso por razón de inconformidad pasajera, y se hace morboso por razón de Idiosin­crasia. El anómalo accidental pasa á ser anómalo normal es decir anóma­lo con relación al tipo comun y á las tendencias ordinal'ias de la mayo­ría y nOTmal con relación á su propia constitución somática.

En el caso de la ingestión de alcohol, está al alcance de cualquiera pre­ver por anterior experiencia en otros sujetos, las consecuencias probables; pero bay otros muchos géneros de excitaciones anormales, de que ni si-

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quiera se da cuenta el Sujeto, y que sin embargo modifican sensiblemell­

te sus tendencias, hábitos y energías, haciendole tomar por estable lo pa­sajero, por crónico un estado agudo, por potencia y vigor una enfermi­

l.a irritación, y por aptitud el simple deseo ó la aspiración , Y el falso con­cepto de sí mismo arrast.ra frecuent.emente al hombre á los mayores y más

trascendent.es desbarrm;,

Por no conocersp, aborda un lJecio apreciaciones que están fuera de su tilcancp; por no COllocersp, el vanidoso toma por simpatía y amor las bur­

las de las jóvelles; por no conocerse, riñe á , veces el hombre en condicio­

nes desventajosas; por no conocerse, contrae el hombre, de buena fé, compromisos que no podrá cumplir, y por no conocerse, aspira el hombre finalmente á triullfos, posiciones y proesas superiores á f'U posibilidad,

53, -Conocerse á sí mismo era el tema que uno de los máf' célebres filé)­sofos de l¡:¡ antigüedad señalaba al hombre , como el primero y principal de sus estudios, Pero al propio tit'mpo ha sido, es, y será siempre la ta­rea más dificil para el hombre la de conocerse á sí mismo, por confun­

dirse en uno el Sujeto y el Objeto del conocimiento y de la observación , De ahí que, antes de entronizarse la observación como medio de investi­gación científica por excelencia y de reglamentarse y metodizarse lo que técnicamente se ha llamado la l?It?'ospección, Ó sea la propia inspec­ción interior se construyera un verdadero mito bautiz3ndf\le con el nom­bre de el Yo, y todo él deducido de principios abstractos mejor ó peor en­lazados por una relación lógica, derivando de las cualidades y facultades concedidas y supuef'tas al principio creador, las de la c?'eat1¿m, bien que

en una escala menor y atenuadas transitoriamente; pero susceptibles de crecer indefinidamente, sin igualar jamas la infillitiva perfección de la

fuente. Ese Yo que llamaré provisionalmente m.etafísico, para diferenciarlo del

Yo Psico-Físico, hecho segun la sagrada tradición á la imagen yseme­janza del creador, era en substancia , una reducción infinitesimal de su

modelo en cuanto bueno pueda encerrar la naturaleza humana; pero las fragilidades, las caidas y la índole perversa no podían hacerse derivar de una fuente toda perfecciones y nobleza, y esa mitad maleante y pecami­nosa del hombre se hizo derivar de la influencia de un poderoso genio del mal, de un angel caido, proscripto y sin embargo poderoso, compar-

81 11

tiendo con el principio del bien, en todas las antiguas teogonías, el ori­

gen de la dualidad moral en el hombrt,.

Más adelante, al reconocerse como fuente de todas nuestras ideas, st>n­

timientos y tendencias el complicado fenóm eno de la sensibi lidad, se dió

por lo pronto en el extremo contrario y al YO metafí"ico se quiso subs

tituir un Yo .u ltmsorn,ático, haciendo del hombre un mero autómata y

considerando el elemento ideal en la misma categoría que las secreciones

orgánictls, y como derivaciones fatales é inva1'iables en cierto modo 111[­

Lieudose llegado á ir en busca, en la celdilla viva y constantemente reno­vada de huellas rn,ateriales y perrn,Q.1wntes del trabajo sensorio.

Fuerza es convenir, si razonamos desapasionada y modestamente, en

que la verdad no se halla por entero en uno ni en otro sistema; ya en las

formas del heredismo encontramos una relHción entre el engendro ó crea­

tura y el generador ó creador, dando lugar á una especie de predestinación representada por las tendencias indomables; algo que remeda un creatis-1110 semejante al que suponen los autores del Yo metafísico. Es necesario

también convenir, y lo encontramos ya en El Alma Orgánica, al estudiar

la descomposición de la sensación en ern,oción é idea, que aunque radican­

do en el organismo, procediendo del trabajo orgánico llamado sensación, y perdurando en el organismo, la concüncia y la relación entre diversos

estados de conciencia, reveladores de la unidad y cOlltinuidad del YO, no

son una substancia, ni un humor, ni una modificación sensible y apre­

ciable del organismo, ni puede separarse una idea y persistir separada

del cerebro que la elaboró, ni medirse, ni pesarse, ni palparse, ni conce­

birse siquiera con perfección, porque la concepción concreta de una idea

es imposible, toda vez que esa concepción sería á su vez otra idea y por

10 mismo abstracta. Por 10 mismo es necesario reconocer que en las ideas

y en el espíritu que en su conjunto forman, hay algo que está más allá

de la naturaleza fenomenal y física, y por ello algo de metafísico el} cuan­

to á lo esencial de todo lo que llamamos abstracto.

Pero en sentido contrario hemos hallado reducido á evidencia el aforis­

mo Aristotélico: nada hay en el entendirn,iento que no haya estado antes en los serltidos. De manera que si las ideas no son substancia, ni tienen una

estructura propiamente dicha, y una forma y extensión materialt>s, SI

proceden de los organismos extensos y materiales cuyo perfume vienen á

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ser. Esturlian<lo este punto en otro lugar, VIlllOS yaen El Alma Orgánica ,

que, así como el vapor de agua no es ya agua, ni es la fuente de ca lor

que hizo cambiar el estado físico del agua, ni en fin la vasija que con­tenía el agua, así el espíritu \lO es el mundo físieo, ni es el organismo,

ni es la sensación que del contacto del mundo físico y del organismo huma no resu 1 ta, pero de ella procede, como f' 1 va por procede de la cale­facción del agua en una vasija .

. 54.-En la naturaluza humana está como elemental la curiosidad; el

niño rompe sus juguetes para ver qué tienen denh'o; el joven tiene avidez por conocer tOllaS las fl)rmas del placer, y el hombre maduro pretende

rasgar el espacio panl sorprender las grandes formas de la vida, y pene­trar en los arcanos de la célula para sorprender el orto de la vida orgáni­

ca en sus formas elementales. Los extravíos en el proceso de satisfacción de esa curiosidad innata, son por tanto explicables y excusables; pero no por ello dejan de ser tales extravíos.

En la imposibilidad para encontrar, hoy á lo menos, Ulla ~umplida y

satisfactoria explicación de los fenómenos, especialmente de los biológi­cos, tenemos que contentarnos con aceptar los avances realizados, y con llegar hasta dunde podamos en el orden físico y fenomenal, sin querer

redncirlo todo al propio cartabón; no partir de ilusiones, ni tomar por fund a mento abstracciones, mientms podamos caminar sobre realidades y observando, y más allá ........ dejemos á la razón aventurera y curiosa vo­lar por lo desconocido, en alas de la metafísica bien comprendida, y de­jemosla elaborar hipótesis basadas en lo fenomenal que conocemos, espe­

rando que un día, alguna de esas hipótesis pase al rango de realidad cien­

tífica observable y demost.rable. No es ésta una concesión excesiva ni medrosa en favor de la metafísi­

ca; es Ulla concesión honrada. ¡Cuántas verdades de las que forman hoy el acervo científico, reconocen esa procedencia, y nos han llegado de las regiones metafísicas, arrancadas por las meditaciones del Genio, como el

diamante nos viene del yermú rocalloso y oscuro, Ilrraneado por atrevirlo explorador.

83

§ u.

UOllcepto del NO yo.

55.-El concepto de todo lo que no somos nosotros mismos, es por su amplitud inmensa un escollo, y apenas si alcanzamos, aun los cultos á tener un mediano conocimiento de la mínima porción de él en que nos agitamos y vivimos. Si el concepto del Yo se confunde con el del Suje­to, el concepto del No Yo se confunde con el estudio del Medio, y el Me­dio es el lugar en que residimos y la sociedad que frecuentamos, la pa­tria, el continente, el planeta, y en fin el unive1·so. Llamemos pues Medio lil conjunto que forma el NO YO, Y acomodandonos á la subdivisión he­L'ha en "La Vida Píquica", separemos el Medio físico del moral ó social, y como ya en agrupaciones crecientes habremos de estudiar el medio mo­

ral, bajo los rubros de Familia y Sociedad, en este párrafo limitaremos el estudio del concepto del medio social á la personalidad ajena, á los otros YO, considerados singular y aisladamelltf'. También, COlD0 bajo el rubro de Vida, estudiaremos un buen lote del Medio Físico, en este pá­rrafo limitaremos nuestro estudio al medio físico inanimado y objetivo.

Con la debida separación examinemos esas dos faces del concepto que venirnos estudiando, para df'jar establecido cuándo y cómo es ó se hace morboso.

56.-La tendencia más comun en el propio criterio y en todo espíritu medianamente cultivado, es, cediendo á una tendencia fundamental á ge­

neralizar, suponer que la personalidad ajena es como la propia en todos los pormenores, y que todos los seres racionales, colocados en circunstan­cias semejantes, obrarán de modo análogo; esa convicción tan comun, ha sido formulada en aquel proloquio: Cada quien juzga del ajeno, por el pro­pio corazón.

Y no es en ese particular solamente en el que la naturaleza humana muestra su tendencia á reducir á la unidad y á la uniformidad respecti­vamente, las causas ú orígenes y las formas que de ellas emanan.

84

Todo espíritu ingenuo eondellsa todos los Sujetos en uno superior del que todoi'i los demás proceden y al cual han de regresar tarde ó temprano realizando su destino natural y preestablecido, y condensa todos los obje­tos en uno solo, que llama mundo, universo, creación ó naturaleza. El Sujeto único hizo el Objeto único, y de su propia substancia desprendió un girón del que hizo todas las almas ó Sujetos humanos. Tal es el COD­

cepto primero y más simple de lo que nos rodea, cuando lo juzgamos por lá sola impresión y obedeciendo á nuestras tenclencias.

Todo espíritu cultivado tiende por su parte á reducir á mayor y más perfecta unidad cuanto existe y él conoce, y confunde más ó menos en una sola entidad el creador y la creación, la fuerza y la substancia, el es­

píritu y el cuerpo, considerando las diversas formas como simples moda­lidades transitorias de un elemento eterno, increado y transformandose

incesantemente en remedos de creación. Así se engendraron el Panteis­mo, el Naturalismo, el Creatismo, el Materialismo y el EspiJ1t,ismo, que

en el fondo no es más que una modalidad del Panteismo Indiano.

La realidad en cambio desmiente COIl alarmante frecuencia esas unifor­

midades, al mismo tiempo que parece favorecer y confirmar la unidad esencial, resumida en la solidm'idad de todo cuanto existe. Otro proloquio ha consignado también el principio de la sing1tlm'idad de la naturaleza humana, diciendo: Cada cabeza es wn rlw,ndo. Tanto este proloquio como el citado antes, conDucen por esclusiyos á un fals\) concepto de nuestros semejantes, morboso por falta de fundamento orgánico que es la observa­r:'Íón suficiente, pues ni es cierto y justo afirmar que las singularidadf>s sean

fundamentales, ni es tampoco cierto y justo decir que la generalidad y la uniformidad abarquen todas las manifestaciones del espíritu. Lo propio y justificado es, reconociendo la verdad relativa. de esos proloquios, limitar

la generalidad de ambos, reconociendo que existen uniformidades funda­mentales como las de raza y las de estructura esencial antropológica, y una

variedad innagotable en otros pormenores de estructura y de funcio­namiento, sujetos al flujo y reflujo de los estímulos y de las circunstan­cws.

Busquemos una vez más en el ejemplo la complementaria explicación de la idea. Un hijo puede parecerse ó nó á sus progenitores, puede care­cer de algun miembro ó tenerlo defectuso, puede nacer sano ó enfermo,

x5

ser alto Ó bHjo de estatura, ser bello ó ser feo. graeioso ó desgarbado, !Jero

110 puede (,Il caso alguno dpjar de ser un mamífero, vertebrado, vivíparo, y }Jlacentaliano.

H e ahí la uniformidad fundam elltal en el caso.

Por el contrario, aun pareciendose un hijo á sus pa(hes en la figura, ell

el ca rácter, en las tendencias y en la salud , necesa riamente diferirá de sus padres por la eoad, y por 10 fundam ental del elemento herédico CJue forme su idiosin crasia , y en el que forzosa mente quedará comprenoido el

trabajo de adaptaeión de los padres, y la propia aoaptación, que no es ni Se hare ex tensiva á los genera<lores. Aoemás, diferirá necesa riamellte de

Ilno de los pad res, desde el momento en que no es posible que un mismo hijo tenga los dos sexos.

57.-No se necesita de gran esfuerzo para comprender á cuántos erro­res de conducta puede condncir un concepto falseado de los rJemás, y de

la naturaleza humana en general. ¿,Cuántas veces contaremos con que nuestros semejantes, cediendo á esa falsa uniformidad obrarán como no­

sotros 10 presumimos, y el desengaño coronará nuestra espectación? .... . .. ¿Cuáutas veces, desconfiando de una uniformidad que debiamos suponer,

dejamos, por el contrario de contar con una colaboración ó una COll­

ducta que no nos faltarían? .. ... y esos errores, repetidos y acumulados

engendran la vacilación permanente, la indecisión sistemática, y el es­cepticismo y la apatía que matan toda iniciativa, despues de una exage­rada confianza y una iniciativa excedente.

Un falso concepto de la personalidad humana y la creencia en unifor­

midades que no existen , arrastran á los legisladores á la indiscreta cuan­do irreflexiva adopción de leyes, costumbres y procedimientos met6dicos

que en otros lugares y para otras gentes han dado satisfactorios y fructí­feros resultados.

Un falso concepto de las aptitudes de nuestros semejantes, y cOllterrá­neos nos hace creer en una ineptitud fundamental de localidad y aun de raza, que nos lleva derechamente á la apatía y el statu qua; uos represen­

ta á los semejantes como fundamental y definitivamente ineptos para ta­les ó cuales funciones políticas ó sociales, y á confundir, en una palabra, 10 accidental y pasajero con 10 crónico, lo estable y definitivo con lo efí­mero y provisional.

y ¿cuánto no retardan el adelanto de los pueblos y el personal de los indiviouos, los funestos errores de conducta y de obra que necesariamen­te se derivan de aquellos errores de concepto? .. . .. En política, el iluso y el escéptico hacen con mucha frecuencia., más oaño que los rebeldes y loe crilllieales.

58. --Sin quererlo hemos ido concretando la obsenTación, al Medio Mo­

ral ó Social, descuidando en cierto modo el Médio Físico. Y si el falso

concepto de la ajena personalidad es fecundo en errores trascendentes de conoucta, no lo es menos el falso concepto del Medio Físico, es decir: de la Naturaleza.

Del falso concepto de la tierra, de sus elementos propicios y medios para conservarlos ó renovarlos, derivan los errores agrícolas que frecuen­temente comprometen el bienestar de una comarca, tanto como los parti­<mIares de los agricultores; del falso concepto del clima derivan errores

agronómicos de otro orden, y de un falso concepto de las propiadades y utilidad de los productos naturales derivan múltiples desperdicios, y de­terminan la miseriaindust7'ial en medio de ·la riqueza de matm'ias p1·i­

Inas. En otro orden práctico, el falso concepto de los productos de la indus­

tria da lugar á gravísimos y trascendentales errores. Por desconocimien­to de los límites de resistencia de los m<:tteriales de construcción y del po­der de las corrientes, construyen los proletarios casucos de tierra en las

orillas ó bordos de los rios y en un momento ven desaparecer su solo bien, y á veces hasta miemhros de su familia; por desconocimiento del poder eruptivo de 10R volcanes se han fundado, y por un interés . mal

comprendido, se mantienen poblaciones de importancia en las cercanías de esos elementos devastadores que constit.uyen una amenaza permanen­

te; pero, ¿á qué cansarnos con inútiles enumeraciones? el falso concepto es una forma de ignorancia, y la ignorancia es donde quiera y siempre, jurado enemigo de la felicidad y bienestar del individ uo y de lass socieda

des que integra. La ignorancia de los efectos permite al hombre contraer el vicio de in­

gerir alcohol y lo lleva al ruinoso alcoholismo; la ignorancia del objeto, límites y efectos de la alimentación, conduce al hombre al desorden y falta

de programa en la elef!ción, cantidad y distribución de los alimentos, y

87 .

se desnutre ó se nutre con exceso y siempre con perjuicio suyo; un falso concepto de la salud y de los medios de conservarla, conduce al hombre á una. despreocupación y descuido sistemáticos y nocivos, ó bien á lahi­pocondría y el constante sacrificio de todo placer y aun de todh necesi­dad, en a.ras de un estado crónico que más que la salud merece el nom­bre de muerte lenta, un aprehensivo es más digno de compación qué un enfermo crónico.

El instinto, que pudieramos llamar la inteligencia de los animales infe­riores, descansa precisamente en un conocimiento objetivo limitado pero derto y expáimentalmente adr¡nirido por generaciones anteriores, é invaria­blemente transmitido por heredismo, á las últimas especies.

~ lII.

Concepto de la familia.

!l9.- Cuanto más bajo en la escala social, cuanto me"nos cultivado tanto más egoísta y brutal es el hombre, y cuanto más egoísta, menos ideal y altruista es el concepto que tiene de la familia.

Para el salvaje nómade, la mujer es una presa, un botín y una propie­dad; la mujer es un instrumento de placer efímero; la mujer tiene á su cargo todas las labores domésticas y el gobierno de la prole, y sigue al hombre, su Señor y dueño. á donde quiera que va, para obedecerle y ser­virle; la prole á su vez no significa para el salvaje sino una carga en los primeros años, y más tarde un número de auxiliares y siervos para su descanso; el hogar no es para el sal vaje más que la guarida en que se abriga contra las asperezas del clima, el arca en que guarda sus presas, y el baluarte contra las acechanzas de los animales feroces sus rivales.

Para el hombre sedentario, la mujer es \lna compañera conquistada con halagos y dones, un seno amante en que descansar y reproducirse, y un ser debil á quien se protege y se dirige paternalmente; la mujer com­parte sus placeres y sus penas, economiza y da el más lucido y útil em-

!lB

pleo á los recursos del varón, le atiende y asiste en sus enfermedades,

educa á los hijos en el amor, la obediencia y la sumisión al padre, y si­

gue á éste por doquiera pa ra compartir su suerte próspera ó adversa; los

hijos, para el hombre sedentario y trabajador, son pedazos de su propio

ser, continuadores de su nombre, conservadores de su fortuna, y una por­

ción vi \Ti ente de la mujer amada, y el hogar es el núcleo de los afectos

íntimos, el templo en que el patriarca oficia solemnemente, y á cambio

el e un poco de amor recibe Rl culto de los suyos ......... el sagrado recinto

vedado á los profanos.

Para el hombre civilizado la mujer es una mitad de su propio ser, un

complem ento natural de su personalidad físil:fl para la conservación

de la especie, y de la person a l ielad psíquica para perpetuarse y sobrevi vi r

en sus engend ros, merced á la providente y m isteriosa ley del heredismo;

la prole, una adorada f1oresl'encia de sus amores, el perfume delicado de

sus a morosos abandonos, fuentes de ternura cuanelo niños, de org~lllo en

su madura edad, y de consuelo y apoyo cuando ya sus progenitores decli­

Il an; el hogar es el alma comun, pI pequeño mundo, la sociedad E:n su

forma rudimentaria, la más sencilla, la más íntima, la más altruísta , y el

teatro en que aprendemos á servir á la gran famili a: la Humanidad.

Bueno será una vez por todas advertir, que no confundimos el refina­

miento con la civilización; el refina miento es una civilización trunca, sen­

sual, unilateral: refinamiento para el placer egoí~ta, refinamiento ajeno

al sentido mora l, producto del cansancio, de la impotencia y del apetito insaciable y enfermizo; la civilización propiamente dicha y comprendida,

es la depunlción armónica de las facultades afectiva" y de las intelectua­

les, un equilibrio entre el .egoísmo somático y el altrnísmo psíquico, una

feliz y creciente .asociación de la· Ciencia y del Amor.

60.-Como es natural, siendo la sociedad un agregado de familias, ca­

da miembro de éstas llevará á la vida comun y colectiva sus propias

ideas, su propio concepto dE: lo que debe ser la fami lia cuya estructura re­

produce en grande toda asociación humana, estableciendo entre las diver­

sas famili as lazos análogm\ aunque menos estrechos, á 108 que unen á los individuos en la famdia. Ya nos encararemos en su lugar con este meca­

nismo; por ahora, solamente tomemos nota de que en ese aporte de las

ideas individuales, sanas ó morbosas, normales ó anormales con relación

89 12

al tipo, de la mayorht humu~\a, las , socierlad.es ,ufe<.;tilll forzosamente ' las

formas é icleacioll'es predominantes, ruesto que ,la ,mayqría , constituye

siempre la Normalidad. '

La rel'ajaeióri de una familia, por un, falso concepto: dC;) su origen, de !jiU

estructura y 'de 'su destino; importa ia relajació'l i\ldiyidualde , los miel1l­

brosd'e esa familia y la p~'oporciollnl de la soci ~d:~d , á que )a familia pe.r-¡ . ' I

'tenezru.

Donde impera, la ,disol,neiólldel hogar y fal~an.la , discipHna :doméstica y ¡'os afedos ílltimos, falt.an el espíritu altruíst,a oe e, ,Iectivid"d, el patrio­

\ tislllo 'y la sólidaridad. Cua lld~ la c~d ici~ r~int; e,n ell~oga r, el fraude , arruina: y des\ll~dra :la haci~l'lda públiea. Cnan,do I?I régi III ('11 , del , hogar

'es despóti~oy ' ti~á!\ic'(), ' el gobierllo civil esdictato.rial yel l)lilitarismo .. . \ '. .

, prospera, ,y cuaritlo e¡\ e l hogar impera el individualismo y ,la ,indis<;,ipli-1 - \ . . ' 1 l ' \ . "

ila, el gobierllo ci vi I 't's allárquieo''y I,e~sonalista. Pon~1 co'ntrario, si -en ' él hogar hay disciplina, ecrpprpía, llllión,y amor,

ene\' gobieruo eivii' hay l>a~ y ~rct 'er;, abull(l'ancia, Juerz¡l, co~esión y ,pll-

' triuti~m6; ~ri luia palabra, ' e¡' gobieruo i'd'e~1 y dem'ocr~~ico. '

1 Pe'ro' si ababdonandü el camp~ d~ la teoría descende~o!3 a.1 de :Iaprác­

tica diaria, podi·ém'os observa~ que ni todas las familias ~iguet) la p.ropia

:marcha, úi todos fos ~iemb!os de ~na' '.ra'n~ilil:l ti~nen forzosamente los

própios co.nceptos, áunque puedan tenerlos. De ah~ que, para quilat.ar la influericia del error en la masa so~i'al, iI~lporta mucqo tel)er en cuenta la

bategoríadel ' in 'di~iduo Ó eiemento fu~iliar v~ctitl~a qe tal error 6 qel fal, 'so. co.ncepto. " " , " , '

- Los errores de los hijo.s pequeños no son co.mpl:\,rahle~ á los de lo.s hijos

emancipados; los de los hijo.s ' s~n ~~l~OS tr,ascendente~ sienqo hombres

que siendo' lÍlUjei'es,' lo.s deambo.s me~~~~s q\l~ l<}s dI? la ma,dre, y por

último, los yed'os del p~dre, jefe ~ato de la farni.l\a ocupao el pr~m,e¡; lll;-, . , I I 1 " ' ,

gár en el ordeú de Ímportanciay trascendenci¡l:I: M:ientras, el padre m,an--tiene decorosa j enérgi~~I~e~te su noble puesto, erpnenpará, los, e~rores y

faltas de la 'mujer y de los hijo.~, per~ siendo el prirn~ro. en aclpptar el

desorderi y la Ínsu bordinación ' po.r progmm~, la farnjlia d!3jará! de serlo, paracbnverti~seen un : grup~ de ' ~ol~pad(l~ y egoístas_enemigos" sin otra

liga que la defectuos~ de l~s ~o.nv~ncio;les so.ciale~1 la co.nveqi,?nci~eg,oí~, t~, y el 'hábito de cobija~se b~jo.el p~o~i,o. tfch? ' '

:. 1 ! 1, ,

61.~ Vigihl ;~ y proteger e'I orden ' y la 'm~raÚdadd'e ,la faUli1ia,~s á- n'o

dudarlo, la manera más eficaz y fructuosa de vigilar los intereses , socia­les ' bien com prendidos.' No' coniprendeiri6s p'or tant() ese inmoderado res­peto al hogar (l'ohié'stíco, en nombre de un mal entendido 'in~ivid' ~ ~ lj smo, considerando el hogar como lin ' asilo, cón derech~de illmullidad para to­do linaj e de 'desórdenes é iilsanias, como' si fa embriague~ habitual, la

pederastía y otras degerl eracíoiú~s nodebiei-an ' repercutir en la vida so-, - , ' \"" , ,"

cial, aportad'as en la forma 'de 'p'e rsoiJales depdvaciones por las unidad es sociales. '

No sería comieúiente, por supuesto, ejercer una vigila~ci~ 'd :ir~cta en I~ " vida íntima, espiar al miembro' de la, familia ' eil ~us sol~dades; p~r~ d e l ~e, " COllúcer la 11 ecesidad de uml prudp!nte ~bst~nció~ á. favor de ia liber~ad doméstica indispensable,' á pregonar que, 'no si~~(io e;) público 'y d~la,nt~ de testi gos el hon1bre :es d'Uelio de p1·o.sti t'l.l-i?·se Y?'ebojm"s(: á l~s últi~ws' gm~ das ,de la degén&re'scencid, ' y p?iecipitcrrse en lás ;'ni.í.s' hónda.s si:nns de la aby~~­ción, hay' m'uc11o trecho:

• . " : 1 I • ,. ~ . I , : .. ,l. " I • '.

Si no se' debe' violar el recint'o del hogar, anlurallado por conveniencias

de nlucha: 11~onta, 'i'mpor'tabo\nbaraearel red uctoá di~ta~~ia con el, ana­tema contrá esas degene'raciüúes, y 'divl1lgftr ~n I~ pr~m'a p~l'i6dic~ y' en

el libro, las ftiliE~stas cor'tsecuenciasde esos v{<.;Íos y ele esas adulteraciones de la naturaleza , que arrastrañ por el cieno' ladig~id~d' huml1n~. , Dec~a-

, , , - I " " I

mI' que el' hombree'n ciérúis coñdici'ones de aislam iento es libre para en-\ .,.' _ , : . " " • ,1 ...

vil ecerse, emb'rbtecersey reproducir sus monstruosidades morales en, la prole, ' es desconocer 'por entero 'los másrudir;1entarios principios de la p$i­cología, de lá sociología' y ¡de la moral. . Esa il1l:nor~ l ,decla~ac¡ón qu~ ha

logradó abr'ir8e paso hasta n ega r a'l text~ de la~leyes, q~e cpn ~u silencio parecen autorizar lás ' afirmaCiorles de 'Ull~ 'p~eucl~-filosofía, mals~na á t~~ tulo 'de novedosa 'y progresista. : . ~., Esa toier~ ncia c uya ~~tensión y fun­dame:ntos a]cilIl;'arál) áCOMpn:lnqer rectamente m~y pocos, nace precisa­ml')ll te dé u n fa.lso ' ~ohcepto 'de 'la fari~i I in, desl~s I ~zos y ,desti no, de ¡as le-

l ' ! I . ' .' . .' 1

yes herédicas y de 'la solidaridad entre la familia y el Estado, Ese falso conceptooé la Ifalnilia es uno de los prodllct~s d~ 'un~ ideación ' l~orbo~a qUe I'nás t\"'a'scende'nci~ tie'nen sobre' la 'sociedad, '

62. - 'Otra de' las' fO:rlluls rÍl'orbosa's del 'concepto de : la fam ¡¡'ia, a ntílogo

~ . : 91

del de libbrtad excesiva que conduce á la relajación , es el de la sujcúión

excesiva é incolloiciollul que conduce al despotismo y la tiranía.

El despotismo, cualquiera que sea la forma en que se manifieste y la

extensión que ton1e, asegura la obediencia y la sumisión irreflexiva y

por hábito, deprime paulatinamente toda ioea de independencia, de res­

ponsabilidad y de individllaliduo ; ha('e imposible toda iniciativa, y tanto

cuanto gana en ullidad y presteza la acción, pierde en meditación, delibe­

ración y acierto; la sumisión es volulltaria, deliberada y dictada 1'01' el

deber reconocido; el servilismo es ciego, illvoluntario y dictuoo ó impues­

to por el temor y por la fu erza. bruta.

Cuando el amor y la indulgencia no atemperan las asperezas del nHIIl­

do, y éste degellera en simple imposición, la disciplina hostiga, y las ideas

del mando y de la obediellcia se falsean, y el concepto falseado del poder

se hace odioso, y despreeiable por lo mismo el concepto de la sumisión y

el orden. De ahí á la furmación de conceptos anárquicos y á las prácti­

cas revolucionarias 110 hay gran trecho. ¡Y todo por un concepto falso y

morboso de la familia!

§ IV.

Concepto de la Sociedad.

63.-Primeramente importa recordar y no peroerlo de vista, el hecho

de que si bien es cierto que en el seno de la familia se revela y modifica

por la educación el elemento individual, y bajo la férula del Jefe se esta­

blece derta unidad y cierta cohesión eutre los diversos elementos de la

familia, no es ésta, íntegra y colectiva la que forma la uniriad social, sino

el inciividuo mismo, porque aparte de las uniformidades provinientes del

régimen y ubordinación, cada uno de los miembros de la familia conser­

van el sello de su individualidad, prucedente de la idiosincrasia personal,

que se revela siempre por cima y á pesar de la disciplina, la sumisión y

la unidad de educación.

92

Al lleva r á la vida pública y colecti va el tributo de su acti \Tiriad y el

concurso de sus adelantos, no puede bacerlo la familia como tal agrupa­

ción, sino por medio de su j efe: un individuo, que bajo el punto de vista

de sus tendellcias, de sus pasiones y de sus ideales, permanece uno. Los

demás miembros de la fa milia a l elltrar en la colectividad 110 tienen más

que dos actitudes: ó represental) un 'interés común, que necesa riamente

es el del j efe q ue los sostiene, gobiel'l1íl y edu~a , y que es un interes indi­

vidual, ó bien representa ndo cada un o el suyo propio, que necesariam en­

te será indivirlual tambien.

Todo ello viene demost.rando hasta la evidencia , que si bien la fami­

lia es una forma de sociedad, 110 es la unidari socia l, que cs siem¡l?"c y nece­

sariamente individual.

La vida en fa milia para la prole, puede propiamente considerarse

como fase de la evolución física y mural del individuo previa á su inte9ttt ­

ción y p erfeccionamiento como 'un'idad social.

Así como muchos insectos no ll egan desde lu ego á su forma definitiv:J ,

que es la de sus generadores, sino que siguen Ull a série de transformacio­

nes embTi ona'l'ias que van del huevo á la larva, de la larva á la crisálida,

y de la crisálida al insecto definitivo, tipo de su generador; así el hombre

completa en el sellO de la fclmilia un a evolución orgánica (lue va de la in­

fancia á la adol escencia, de la adolescencia á la juventud y de la ju ven­

tud á la madurez. y paralelamente á esa evolución orgánica realiza otra

psíqui ca, que va dejando pa ulatina y gradualmeute manifestarse las fa­

cult.ades y tendencias, encauzandolas y dirigiendolas despues, y aumen­

tando el número de conocimientos obj etivos de las cosas y el subj etivo de

las relaciones que las enl aza n, y formando el j uicio, que entre los veillte

y los veinticinco años parece llega r á su plenitud, ó á lo menos es el tér­

mino aparente de la evolución asce usiollal. El hogar es pues, el teatro de

esa evolución complementaria del embrión del ser humano, que ya en su

forma definitiva, constituye la unidad social pe?jecta.

G4.-Dejamos ya fijado el concepto real de los elementos integrales de

la sociedad; quedan por estudiar los conceptos de la ley gregaria de esos

elementos y del funcionamiento colectivo de los mismos en el orgalllsmo

social.

Vimos ya en la "Vida Psíquica", que los hombres se asocian como las'

ideas, por semejanzas para hacerse fuertes, ó por contraste para comple­

mentarse y ayudarse, y sipl1lpre, en su origen, con un propósit.o funda­

ment.almente egoísta, El propio bienestar '¿ndúJidnal, es el móvil,en UllO y " ,

Qtro caso, y por consiguiente ¡.Jodemos forrnular como ley provisional gre-

garia, la siguiente: Los hom bres se aso~ia'll PO?' a.segw'aT su hien estar , indi­'vidúal,

El mismo levantado ¡¡,Itruísmo, segun )0 encont~amos en la obra- cita­

da,.se reduce á un móvil egoísta : el altruísta sacrifica , un placer , egoísta,

f'n bien de otro, porque la satisfacción moral d,e ese sacrificio, es decir el

goc'e altruísta es superior en el balance de l~s ~stím4los r La idea democ

rir enal'as d ~ la lihertad y po~ la pátria, legando H la posteridad nl,lf'stro

nombre, satisface nlás á un ~ujet,o de ideales y ambiciol)es, que no E:'l pla­

Cf'r egoísta de conservar la existencia bajo l~ servidumbre .odiosa de un

conquistador ó de un ti rano, La lf'y egoísta no resulta, ,por ,t,arto falseada,

En cuanto al fun ci0llamiento, vimos tambien en "La Vida Psíquica",

que está regido ro~ ulla compensació~, s'uficiente, pOf , una, propofcionali-• , 1 I '. •

dad ' que ' convei1imos en llamar equ,i l-ibrio, entre todos 10$ grupor;;, grel~ios

Ó clases sociales, 'que con 'igual y b~en, '?er~yi10 deben ,tener acceso, y re­

presentacióll eri la cosa'pública, El número y, re}ativopoder de cada gru­

po ó clase, determinará el senÜdo : d~l funcionamier;lto socil!l" las tenden.

cias y aspiraciones colectivas, y ~os propósitos, po1ítico~, puesto que el nú­

mero forma la mayoría, y la mayoría dE(ter~1ina ~a No?'malirlaq, Eh una socüidadlevítica? dominada por el senttmiento relig.ioso y ab~

sorbida por las prácticas del culto, las funci()nes política~ en todas sus fa-. ' ! " , I ! . .

ses y- fórm,as qu:darán subor,dinadas 1;\1 dogma y al . saeerdocio,. En una socie'dad\ despreocupada, sensual y refinada, la estética, y el arte lo supe"

. , .' \ , . ditarán todo, En una sociedad en que dO,mine 1\1 vocaóón y ,los eje.rcicios

militares, rei'narán el imperi~lismo y el ~spíritu i de , cqnq,uista . En una so­

ciedad lhdustri~J' y laboriosa~ la ec~nomfa 10 do~ninará , todo políticalpen­te, y'en fin, en ' ~'n~' sociedad relajada y crimillal, ,el pillaje', la an,arquía y la fuerza lo deci'd'ii·á~l' todo. .

" . . t • • I ~ . , .

Los pueblos ,en su edad de errant~s y guerreros sqn cf1nquistadores;

ejemplo: ' Los ' ~e;rsas" " l~~ ' Griegos y los Romanos en la. antigüedad; los

Norteamericanos )' los -J~po¡l~ses en nuestros días, Todos los pueblQ!:¡ al

94

I llegar al apoge~ de su grandeza y e'ntregarse á la moli cie y al refinamiell­

t.o se hacen artistas; ejemplo: Los Asirios, los Egipcios, los Griegos y los

: Romanos, en la antigüedad; los Italianos, los Franceses y los Alema~e­

en nuestros días. 'Todos los ¡.'meblos en su pri'mera edad de contemplati­

\"OS sé hacen levíticos; f:'jemplo: 'Los Indochinos, los · Gai~s, Francos y las

l hordas salvajes en general, los Arabes' y los Bizantin?s enía e~ad anti­

gua. ,Todos los pueblos laboriosós se 'hacen in'ercaderes ' y descubridores;

I?j em plo: Los Chirios, los Fei1i r ios y, los Holandeses en 'la edad antlgua; l<;>s

. Ingleses, los Nortea tnericilllos, lós Franceses y 1;)$ AI ~man es ,en Iluestros

días. Fina lmente, todos los pueblos substraidos 'á la civilización, y yue

' viven de la '(}ppredación y' el asesinato,' sellacen piratas, caníbales y 3 1!­

' tropófagos; ejel1lplos: las ' tribus del Africa Ce ntral, I ~s ~squil1lal es, los :Hotetltot('s, ' los Ulús y otra~ tribus' salvajes aúú, en nuestros días. ,

65.-Xhí tenemos el eohcepto normal y sallo d ~ la ' Sociedad, tomado 'del curso natural He los hechos, y constrüido con una observaeióll desapa­

'!llonada de los 'fenómenos sociales a l tra~vés de lós ti empos. Sin embargo

¡cuán pocas 'veces la conduela de los g(¡berllante~y clelos poiíticos se

inspira en eSe cO ljCeptb y se con'formacon 'él! " ' 1' ,1 ,

Con harta frecuencia vernos á los hornbres, ¡nal aconsejados por la im,-

lpaciencia y desconocedor8s de la verdadera índole, naturaleza, estruf'tura

y fúncÍo'nes de la sociedad, confiar 'á una ?-evo lución, 'emplea ndo medios

violentos, la realízación de 'adelantos y reformas sociale~ que, solameute

con el tiempo y en una ello lución pruden te pueden obtellerse~ Cou harta freclieneia vemos á propagaudista~ generosos pero ilusos!

pretendet j-eallzai' á saligre y füego, en un abrir y cerrar de ojos, un ca m~ . . ,. . . ~ . '

bio en las costumbres, ideales y aspiraciones de un pueblo, munanza que

requiere la cooperación de varias ge ueraciones; poi-que la idiosilicrasia de

I!Hla generaciÓ'n no se rnodifi'ca radicalmente en ella mi~l1l a . COll harta frecuen cia: vernos á los gobernantes y político; encomendar,

á la: imposi<.;i6n dé la fu erza ó' al estÍlllU lo de los intere~es mercenarios, lo

que debiera encomendarse á la persuacióÍl. , . , Con harta frecu eriéia \';e m os á los gobiernos temerarios menospreciar

por falta de cu ltura en ella: y por es"casei de iniciativa, á la clase so~i~/, más numerosa, ó echarse en brazos de la clase más fuerte ó numerosa con perjuicio de las más cültasó 'dé las rriáS ricas,en 'vez de busca~ e~ e(co~ -

95

curso proporcional de todos los elemeatos sociales la estabilidad, la fuer­

za y el ncierto.

y todos esos errores de concepto conoucen necesa ria y derechamente á

errores trascendentales de conducta, que los pueblos pagan muy caros á

las veces. Desconocer ulla sociedad, ó lo que es peor, conocerla mal ó

falsamente, conduce á los gobernantes á desconocer ó adulterar sus nece­

sidadfls y sus naturales aptitudes, y adoptar en consecuencia medidas,

providencias é instituciones inadecuadas, con las que será imposible una

marcha progresiva, una conservación eficaz, y el desarrollo de las natura­

les energías.

Gobernar democráticamente á un pueblo habituado al despotismo, ó

exigir repentinam ente previsión é inicültiva á un pueblo que en esa obe­

diencia servil ha dej ado atrofiar sus energías es t~:lIl aventurado é imprac­

ticable como E'sc lavi zar á un pueblo en la pl enitud de sus energías, habi­

tuado á gobernarse á sí propio, y á tener la conciencia y la reRponsabili­

dad de sus actos. El uno, verá con indiferencia un don que no conoce ni

estima, y que le obliga despertar energías en reposo y adquirir responsa­

bilidades; el otro, romperá en pedazos la tiranía que se trate rle imponer­

le, y perecerá más bien que someterse, si el éxito de la lucha le fuere ad­

verso.

La pretensión utópica de dar á todos una educación y conocimientos

su periores, fracasará forzosamen te por la carencia de a pti tud en la gene­

ralidad, y solamente se obtendrá una iniciación trunca y deficiente, des­

agradablemente acentuada por la fatuidad. En cambio, la pretensión

obscurantista de limitar para todos la educación y la instrucción, escon­

der la ciencia y embrutecer a l pueblo, fracasará igualmente, porque nun­

ca faltarán espíritus supE'riores y cultivados que busquen el saber en sus

purísimas fuentes, ni abnegados que opongan su ilustración y su propa­

ganda á la imposición de un saber tamizado y mutilarlo previamente.

Por el contmrio extremo, cuando entre las instituciones que se propo­

ne implantar la propaganda y las energías y aptitudes de la masa popu­

lar, existen la relación y armonía deseadas, la firmeza y longevidad de

esas instituciones pueden reputarse aseguradas. Encontrar esa relación

y congruencia en un momento histórico dado, es el aciertú y es la habili­

dad del gobernante ydel políti co. Cualquier funcionamiento artificial é

91\

inadecuado COIl la naturaleza y aptitudes de los elementos del organismo social ·-el individuo- será necesariamente morboso, efímero y ruinoso para ese organismo, forzado á labor para la cual no es idóneo, ni está fisio­lógicamente preparado su elemento unidad: el individuo mismo. Despues de funcionar irregular y deficientemente por un poco de tiempo, una má­quina que no está en condiciones normales de trabajo mecánico, ó bien que ejecuta por fuerza labor para la cual no es apto su mecanismo, con­cluirá por pararse, ó bien se romperán sus piezas más ó menos tarde, y dejará de funcionar. Así los pueblos cuando se les lleva por un camino forzado á la conquista de ideales irrealizables, despues de lucbar y deba­tirse por más ó menos tiempo, se dividen y dispersan sus restos entre las garras de otros pueblos conquistadores, que como los cuervos, esperan la hora del vencimiento de la víctima para devorar su presa.

§ V.

COrlcepto de la Propiedad.

66.-Muchos son los conceptos que en teoría y sucesivamente han ve­llido prevaleciendo para justificar y amparar la posesión y exclusivo go­ce y libre disposición de la tierra y de los ohjetos que forman el mundo físico externo. En cuanto á la denominación que se ha dado á la sanción de tal exclusivismo, sí reina la uniformidad; todos han llamado á la san­ción eficaz de ese reconocimiento: Derecho; el derecho de propiedad.

El primero y más antiguo fundamento de ese derecho, fué naturalmen­te el hecho de la ocupación, hecho que ningún resultado prár:tico podía ofrecer, sillo cuando el ocupante poseía la fuerza bruta suficiente para de­fender su presa. Para el hecho de la ocupación, la sanción de la fue/rza.

Más adelante, organizadas ya en tribus las primeras agrupaciones hu­manas, el jefe de la tribu, como autoridad suprema y árbitro de vidas y haciendas hizo las primeras reparticiones ó donaciones de las tierras, ga­nados y armas que constituyeran el botín de gtLC?'ra, dando el tipo prime-

9í 13

ro de las regalías Ó donaciones reales ó regias, que debían presidir más tarde á la repartición de la propiedad, en ausencia de leyes agrarias.

Las donaciones reales recibieron nuevo vigor de la asociación de los poderes temporal y espiritual, debido á la cual el monarca, ungido rlel

Señor, se consideraba como una representación de Dios y como un dele­gado de su poder omnímodo. Dé'sde la restauración del sistema monár­quico en Francia, sobre las ruinas del feudalismo, la consagración papal confería el supremo dominio territorial á los reyes ungidos, y aun tratall­dose de territorios ajenos, en memoria sin duda de alguna donación de los dominios pontificios, el Pontífice Romano, á título de aliento para la propaganda de la fé, hizo generosa donación de las tierras yaguas que descu briera la corona de E5paña, en A mérica sin preocuparse de si tenían

ó no dueño. Al tomar la filosofía cartas en la legislación compartieron el cetro de

la explicación, el sistema artificial en gran parte, del C01'dmto Social ima­ginado por Rousseau, y el del 'Trabajo propuesto por otro grupo de pensa­dores. Ambos sistemas defectuosos por su exclusivismo aunque cada uno encerrando un fondo de verdad.

Suponer que la asociación humana procede de un concierto previo, es meramente teorético y especulativo, porque la asociación, como antes vi­mos tiene por base la necesidad y el instinto; pero más tarde, en el con­flicto armado de la fuerza entre varios que se disputan la presa adquirida

por la ocupación, sí surge una transacción, que reparte esa presa y reco­noce á cada partícipe su exclusivo y parcial goce, ó concede el goce ínte­gro á uno de entre ellos, á cambio de otras concesiones ó del reconoci­miento de otras ocupaciones.

El trabajo, por su parte ciertamente representa una parte del traba­jador, su esfuerzo, su industria, y el perfeccionamiento, que no es ya pro­piedad del bien mismo, sino fruto del trabajo. La tierra es feraz, pero sin la simiente no fructificará, sin el cultivo no será feraz ó lo será menos y por tiempo más corto; pero no todos los bienes requieren para ser útiles y utilizados el trabajo del hombre; los frutos nat.urales, no exigen la inter­vención del hombre; además la intervención laboriosa del hombre varía de uno á otro sujeto y de uno á otro género de bienes, y el derecho de

P!opiedad será siempre el mismo.

98

Al lario de esos sistemas y teorías que reconocen la propiedad como un

derecho, se alzó una que proclamó que: La Propiedad es 'un robo. Afirma­ción tan falsa como las otras, pero como ellas conteniendo una verdad de fondo. Si la primera ocupación tuvo por título la violencia y la ocupa-0ión violenta constituye para nosotros el concepto del robo, toda propie­

dad en su origen empleó los procedimientos del robo; pero como de esa primera ocupación que hubiera podido ameritar el epíteto, á la actual

posesión pacífica, tranquila. trasmitida de generación en generación, con arreglo á formalidades preestablecidas y bajo el amparo de la ley, hay un periodo de siglos, la rotunda afirmación resulta hoy enteramente falsa

en su latitud. Hoy tenemos fortunas de origen dudoso, otras de origen re­conocidamente criminal y delictuoso. pero la inmensa mayoría represen­ta un conjunto de adquisiciones hechas conforme á la ley, ó amparadas

por la prescripción y el tiempo, y purgadas de su vicio primitivo.

Lo indubitable y cierto es que la propieClad nace de un hecho: la ocu­

pación, y se corrobora y sanciona por otro hecho: la Ley. El primer he­

cho fué un producto natural de la necesidad y del instinto; el segundo es el fruto sazón de la cultura y de la conveniencia social.

67.-¿Qué sería de la sociedad moderna si cada uno se hallase sujeto á uua cuota invariable para cubrir sus necesidades, dentro Cle un régimen

socialista con abolición de la propiedad individual? ..... ¿,Qué estímulo

habría para el laborioso en beneficiar á los apáticos y perezosos con un exceso de activiClaCl privado de galardón? . .. .. y si se mantenía el régi­men primitivo del imperio Cle los más fuertes, hariamos una triste regre­

sióu á la barbarie. La propipdaCl tal y como se halla establecida, con sus vicios de origen, con sus inconvenienci'is y todo, es una necesidad y un hecho que conviene respetar y amparar con el otro hecho: el auxilio de la fuerza pública, para mantener ese derecho comignaClo por la Ley.

Ya en época remota se hizo en Grecia un ensayo de la viCIa social en comun, y no pudo sostenerse tal régimen, que alienta hr pereza de unos y

deprime la actividad rle otros. El sistema de la propiedad individual ofrece tambien (le tiempo en tiempo serios inconvenientes, debidos á la

excesiva desigualdad en ]a distribución de la propiedad, acumulada en manos de los más laboriosos ó de los más afortunados, en perjuicio de los desheredados y proletarios, contrastando la excesiva riqueza de los prime-

99

ros cot~ la extrema miseria dE' los últimos, y produciendo en la masa de

los más Ilecesitados, (la más numerosa) movimielltc,s de protesta y descon­

tento primero, quejas manififlstas despucs, y terribles hecatombes á la

postre, cua ndo llegando a l colmo de la tensión ; esta ll a el descontento en

forma de torrente desbordado, y se llama wnwna, 1/1)Lil'Ísmo ó auaTquismo. Algunas veces, para remediar el daño, conjurar el peligro y aplacar los

clamores, se ha recurrido á una llueva distribución de la propieelad raiz

ó territorial, buscando una equ id ad prudente; pero esas leyes ag-raTias co­

mo se han ll amado tales Jispusil'iones, sin remediar los inconvenientes de

la desigual distribucióll, han representado IlIl ataque á los fundamentos

de la propiedad misma, y con él una legítima desconfianza en los propie­

tarios y uu aliento ppligroso á las pretellsioll es de la masa quejosa, 1>U- ' diendo asegurarse q ue hall causado tales medidas más daño que provecho á la colectividarl.

No han remediado los inconvellientes de la acumulación, porque á 1>0-co ele una nueva dü,tribución de la propiedad raiz, el perezof'O se da t.raza

para enajenar su porción y contentar su pereza, mientras el laborioso ha hecho ahorros que le permiten acaparar lo que los perezosos abandonan,

y como en toda sociedad han de hallarse en esta ó aquella proporción la­

ooriosos y perezosos, el desequilibrio sobrevendrá fatalmente; tarde ó tem­

prano, despues de cada nueva reparticióll.

H3.-Tratándose de la propierlad se han dividido teóricarnente las opi­

niones, inspirandose en considertlciones abstractas .Y generales y no en las

circunstancias particulares de cada país y de caela región, que es lo que

la sana razón aconseja. Unos se deciden por la mayor subdivisión de la

propiedad como el régimen más perfecto y conveniente; otros se deciden

por la gmn pTopiedad. Tan to Ull concepto como el otro son defectuosos y

falsos en su generalid ad excesiva, porque en el terreno de los hechos y en

el campo db la observación desapasionada, no tarda un espíritu normal y sereno en hallar, en la densl:dad de la población, la causa de la pequeíia ó

de la .f}mn ]n'opiedad. Cuando son muchos los que viven de la tierra, es decir de la agricultu­

ra, y el territorio nacional no es muy grande, la necesidad impone la

subdivisión de la propiedad rural, tanto para llenar las necesidades co­

lectivas, como por el alto precio q ue alcanza la propiedad misma. Cuando

100

por el contmrio, un extenso territorio se halla escasamente poblado, la

adquisición de grandes ex tensiones para las que no hay pretendientes, y

á bajo precio, favorecen la constitución de las grandes propiedades, aun

cuandú en gran parte permanezcan incultas por falta de brazos. Pero todos los errores teoréticos rela ti vos á la propiedad, tienen su ori­

gen y raiz en otro falso concepto, el de la 1'iqueza. Esta, en su acepción ge­nuina y práctica es el poder de adquisición ó sea la mayor ó menor ap­

titud para procurarnos la satisf<l cción de nuestras necesic1 <1 r les y placeres.

La. posesión de grandes extensiones territorial es de terreno eriazo é impro­

ouctivo, podrán constituir la riqueza para quien ca rece de un pey ueño

solar que cultivar por sí mismo, pero no para quien no retira de esa pro­

piedad otra cosa que la necia sat.i sfacción de decir rec~)rriendo dilatados

linderos: "todo esto es mio. " Por el contrario, el ac re de solar al que un inteligente y razonado cultivo no deja punto de reposo, es una verda­

dera riqueza para el COlOIlO, que oc ese terruño retira todos sus medios

de subsistencia.

Empero, de los excedentes del gran propietario y de las defi ciencias del

pequeño propietario, surge un flujo y reflujo de aspirnciones encontradas

pero complementm·ias: la del gran propietario al aumento de laborío y de

producción, y la del colono agricultor á tener un ca mpo de acción para ejercer su industria. De ahí la medie'/"ía, por virtud de la cual el propie­

tario da la tierra, el colono BU labor y ambos reparten el producto del te­

rruño.

La pretensión de gobernar los fenómenos por teorías excluRivas y como tal es fal sa.s, que constituyen un concepto morboso de la propiedad, condu­

cen necesaria mente á gravísimos yerros de conducta en políticos y filóso­

fos, ex.traviando la opinión, facil siempre pa ra la seducción por todo lo

hrillante y novedoso, pues las teorías deben basarse en los hechos ordena­

dos y coordinados, y no gobernar ellas mismas á los hechos, pretensión

absurda y disparatada de quienes viven enReñando perpP.tuamente.

El natural regulador de los fenómenos relativos á la propiedad y á la

riqueZa, está en el equilibrio de los opuestos interese~ ; Il1'ejor dicho de los equilibrios sucesivos, porque variando incesantemente las circunstancias,

y con ellas las condiciones del problema social, no puede reputarse per­

manente ninguna teoría, ni persistente algún f~nómeno. Lo único per-

101

mnnente son las relaciones genéricas constantes, la proporción invariable entre elementos esencialmente variables, la fórmula literal, ell la que la substitución de valores representará la nota 1Jaria ble y las relaciones abstractas representarán el elemento constante.

§ VI.

Concepto de la Vida.

69. - Ya en "La Vida Psíquica," estudiando la estructura del medio y el concepto genérico de 01'ganismo, precisamos el concepto científico y amplio de LA VIDA, pero el concepto que ahora vamos á estudiar no es aquel, si­no el limitado; el comun, el que todas las personas tienen de los fenóme­nos de movimiento, nutrición, crecimiento, sensibilidad é inteligencia, re­feridos en primer lugar al hombre, y en segundo término y con taxati­vas á los animales inferiores.

No es el concepto destinado á depurar la idea y mecanismo de la Vi­da, sino el concepto que ampara socialmente el respeto á esa vida huma­na en la vida de relación, como un derecho á la protección social, por una parte, y como una obligación por otra, de respetar la vida de los demás.

Ese concepto, que llamaremos vulgar, de la vida, será el que determine la solidez y la extensión del respeto á la vida humana; respeto qlle ha reper­cutido en las costumbres, en el sentido Íntimo y en la legislación penal, con una importancia de primera categoría.

Desde luego podemos observar que cuanto más avanzan los pueblos en cultura, más se acentúa y afirma ese respeto, y más extiende sus domi­nios. Al contrario, cuanto menos culto un pueblo, con más facilidad sa­crifica la existencia humana, con menos escrúpulo sacrifica á' los anima­les, y sin miramientos prodiga la pena de muerte. Desde tiempos inme­memoriales y prehistóricos, en leyendas religiosll,s, encontramos apare­jada con la primera falta la pena de muerte, en su primera y genuina forma: la mortalidad. El hombre feliz é iúmortal paga su primera desobe-

102

diencia con hacerse mortal, en el paraiso indiano igual que en el paraiso terrenal.

Antes que el adelanto evolutivo hubiese elaborado el concepto ideal del bien, el solo bien conocido era el de gozar de la vida, así como el opuesto concepto del mal debía ser la pérdida de la existencia. Cuando repugnando los estrechos límites de la vida terrena, el espíritu del hom­bre creó el concepto ideal de la inmortalidad y de una vida ultraterrena, dando forma real á :3US aspiraciones y fundando el espiritualismo, el con­cepto complementario de la moml vino á influir grandemente sobre el res­peto á una vida terrena de cuya duración podía depender el fnturo de8tino,

y com prometerlo acaso. La muerte dada en wna mala hom, es decir cuan­do la víctima no hahía hecho sus preparativos para el último viaje, po­día implicar la perdición de su alma, mucho más importante y definitiva que la salud y vida del cuerpo. La fi losofía mística debía por tal motivo auxiliar en mucho el concepto del respeto á la vida humana.

Pero si por un lado los sentimientos religiosos y señaladamente el cris­tianismo afirmaban en términos generales el respeto á la vida humana, por otro, inspirandose en la teogonía misma tomada por modelo, asenta­ban el concepto del dereho penal de vida y muerte, echando los cimien­tos de los discrecionales derechos feudales de hm'ca y cuchillo, y de las penas de mutilaciones y de muerte consagradas más adelante en leyes y códigos.

Ya volveremos ampliamente á tocar este delicado punto; por ahora nos limitamos á consignar un hecho: la relación de origen ó sea el punto de partida de la institución de la muerte provocada y violenta, en calidad de pena y como expiación.

70.--El derecho de mnerte concedido á la sociedad, tenía como necesa­ria contrapartida un derecho correlativo de vida para el individ'uo. Sola­mente el poder público, en determinados casos y con determinados requi­

sitos y formalidades, tenía el derecho de dar muerte á un hombre; fuera de esos casos, el homicidio constituía un crimen y ameritaba una pena, generalmente la del Talión. El derecho de dar muerte aseguraba el de­recho á vivir, por mucho que á primera impresión parezca ello una pa­radoja.

103

En esa primera etapa de la evolución del concepto de la Vida, ésta de­ja de ser un fellómeno, un hecho eventual, y se tra nsforma en derecho, ó

lo qUB es lo mismo, en UIl hecho garantizad o y normal. A la idea moral y rel igiosa de respetar la obra del creador, se asocia la idea social y egoís­ta de acatar la ley por temor á las consecuencias de su infracción .

Otras consideraciones morales de gran peso, vienen auxiliando esa idea de respeto: la de las consecuencias de la muerte con relación á terceros interesados. La muerte nana á un hombre no es solamente una pena mo­mentanea para el occiso y ulJa pena eterna eventualmente si 111. muerte le sorprendió en mala hora, sino una pena moral intensa para sus deudo~, y la privación de un sosten ó Ile una ay uda cua ndo menos para las cargas dom ésti cas. Lo que ordinariamente se llama el mal de participantes. Más remotamente, pero no de modo menos cierto, la socienad pierde un util miembro, un colaboranor, un contribuyente, un nefensor y un COll­

sumidor. UIl paso más, y al descubrirse el hombre á sí mismo, como un eslabón

en la cadena del heredismo y ne la conservación de su especie; al descu­brir como un corolario la solidaridad entre las diversas generaciones, y con ella las consecuencias trascendentes del truncamiento intempestivo y prematuro de una vida, cuyo destino es multiplicarse y reproducirse, y por último la necesidad no solamente de vivir, sino de vivir en determi­nadas condiciones para no engendrar ni perpetuar en la especie el mal abrigado en el propio generador, entonces, el derecho á vivir pasó á ser la obligaci~n de vivir y más aún, de vivir higiénica y moralmente.

El concepto de la vida realizó por lo visto una evolución perfecta, COll­

tenid .. l. en tres etapas, siendo sucesivamente lm hecho, 11m derecho y una

obligación.

71.-Después de considerado en sí mismo, despojado de las arideces técnicas, pero tomando en cuenta gro88o modo y en el terreno incontrover­tible de los hechos, los adelantos de la antropología, se percibe sin la me­nor dificultad la muchedumbre de errores de conducta engendrada por el concepto erróneo y morboso de la vida; excusable en otro tiempo pero imperdonable hoy dia.

Dentro de los cánones de nuestros conocimientos vulgares en cierto mo­do, entendiendo por vulgo la mayoría de los de mediana cultura y no la

104

masa ignara, todo atentado contra la. vida propia ó contra su goce y ejercicio en condiciones n01'r/wles y saludables, constiftLye un atentado contra lfJS intere­ses sor.iales p1'esentes y jUtU1'O.~. Las degeneraciones todas, provocadas por los excesos, y la supresión de la propia exi:;tencia, son á no dudarlo, de gr~nde y vital interés para la colectividad y no un derecho como se ha llegado á pretender en una grotesca exageración del concepto de la LI­

BERTAD.

Las degeneraciones provocadas merecen, especialmente la mayor nt.en­CiÓll por parte de los pensadores, sociólogos y legisladores, desde que el fe­nómello maravilloso del heredisrno ha triunfado de las resisteucias con que tropezó en sus primeros pasos; si por una parte urge buscar medios efica­ces para moderHr los de8Hstrnsos resultados de la transmisión herédica efectuada ya, y por otra urge impt>dir la futura trallsmisión en Jo posible, no es menos urgente y principal ir en pos de la radical conjuración del peligro, tratando de evitar, por medios preventivos la aparición de las anomalías y degeneraciones transmisibles.

Amparar deliberadamente con la impunidad y la incuria, en nombre de un re~peto fanático á la libertad mal f'lltendida de que hablamos an­tes, no es otra cosa que arrojarse deliberadamente al culti\'o de morbosi­dades transmisibles, y al mantenimiento y multiplicación de las degenera­ciolles y anomalías que afligen á las sociedades cultas, y contra las cua­les clama oespuf's desaforadamente la misma socit>dild ofendida .Y perju­

dicada, No es solamente la obligación de vivir, sino la de vivú' íntegra y

normalmente en cuantn del esfuerzo personal dppenda, la que pesa sobre UIJ hombre culto; ni es la de impedir la transmisión herédica, sino tambien la de p1'evenirla oportunamente, la obligación que la necesidad impone á una sociedad civilizada.

Para llevar á la conciencia de todos la convicción de esa verdad, y fijar y arraiga!' el verdad~ro concepto de la Vida que es la manera úlIica

y efieaz de prevenir la depravación moral y el hastío por la existencia, el vehículo es la educación, ya sea en la forma de enseñanza y ejercicio, ya sea en la forma poderosa del ejemplo, ya en fin en la del libro, ese confi­dente mudo y sin pasiones, que en fuerza de repetir siempre la misma en­señanza, concluye por vencer la resisteucia que al principio le oponemos.

El libro es un ariete poderoso cuya formidable influencia no está sufi-

105 1-1

cientemellte quilatada. Nos tienta primeramente con un título que á ca­

da cual. promete segun sus inclinaciones algo que con ellas cuadre, y un

tributo de lo ignorado para nuestra natural curiosidad; devorado el índice

con cierta impaciente glotonería, nos abre el apetito la lectura del capítu­

lo más tentador, que naturalmente nos exige para su recta y cumplida

inteligencia una lectura completa y ordenada; en el curso de la lectura,

nos detenemos más de una vez para protestar contra un aserto que no

nos convence, y contentar con ese reparo nuestro espíritu crítico; conclui ·

da una primera lectura, si el texto nos ha interesado, hacemos por instin­

to una síntesis de su contenido, de su doctrina y de sus tendencias, y nos

pronunciamos por ó contra ellas; pasa el tiempo, digerimos por decirlo

así la materia de la primera lectura, y sentimos la necesidad de una se­

gunda, en la que nuestros reparos van á menos y á más nuestras conce­

siones y el texto y doctrinas del libro acaban por señorear nuestro crite­

rio, estimular nuestras v·,liciones y gvbernar nuestra conductl futura.

§ VII.

Concepto de la Justicia.

72.-Pocos conceptos hay que tengan la importancia práctica que el

de la Justicia, por sus relaciones íntimas con la constitución social, con

la paz y el orden, y con el sistema de represión penal en hs sociedades

modernas.

En el terreno de los hechos, el primero siempre tratandose de insti­

tuciones sociales, la Justicia estuvo representad~ por el fallo único de una

autoridad suprema y absoluta, dictado sumariamente y sin apelación,

después de oir la explicación de un conflicto entre dos pretensiones indi­

viduales.

Más adelante, al surgir el concepto abstracto del derecho, cimentado

sobre una obligación moral correlativa, derivada de las cre.'3ncias religio­

sas, el concepto de la Justicia se trocó en el de un fiel trasunto de la vo-

106

luntad y de los preceptos divinos, sancionado por la ley con una coacción

eficaz para el C!'lSO de infrncción; entonces surgió el derec ho civil por una

parte, dirimiendo lás contiendas de intereses provinientes de relaciones y

compromisos contraidos voluntariamente, y por otra parte surgió el dere­cho penal dirimiendo los con flictos de intereses materiales ó morales, pro­

cedentes de la violencia ó del fraude, con violación de la ley moml acep­

tada y reconocid a.

El concepto práctico de la Justicia y el abstracto no siguen una evolu­

ción paralela. El primero, inspirándose en los resultados materiales y en las consecuencias inmediat.as, confunde lastimosamente el p?·incipio con

la aplicaóón, el defedo de la lf'y con la falibilidad y los errores de quie­

Il es aplican esa misma ley, la Tep7·esión legal y necesaria COl} la violencia tiránica y brutal, y fin alm ente la Tazón y la conveniencia con la imposición y la timnía.

Para el tramposo, la Justicia civil significa una extoTsión, para el crimi­

nal la Justicia pen!'ll es un peligro, y para la sociedad la Justicia en todos

sus aspectos es u lIa ga'f"a'ntía. En el campo de la teorí!'l, la Justicia civil, representa una necesidad

mercantil , de favorecer las transacciones voluntarias, garantizando su

cumplimiellto ó la indemnización de los perjuicios que de la falta de cumplimiento se originen; UWl protección eficaz á la propiedad. La Jus­

ticia Penal, á su vez, se inspira más en la protección de los intereses morales y ele la inviolabilidad pt>r~ona1. Se asocia la idemnización m!'lte­

rial del daño, reíponsabilidad ci'vil, á la represión ó castigo de la violación de la ley moral, responsabilidad penal.

En su fase civil, el interés que apart'ja t'l concepto no es, ni con mucho,

tan importante y trascendental como en la segunda . El concepto de la transgresión de la ley moral, envuelve otros yarios conceptos que lo inie­

gran y én los que se descompone, y todos ellos de grandísimo interés so­

cial.

De~de luego, como cflpilfll y fundamental á un tiempo, se impone la

idea de su origen y fundamentos eseneiales; despues, se impone la idea de la extensión de esa ley moral en SIlS aplicaciones de caracter colectivo;

lllego \'iene, siguiendo un ordún lógico, la idea de la forma práctica más

adecuarla para la sanción de esa ley moral, y por último, y ligada ínti-

• lOí

mnmente con el primer concepto de origen y esencia, la idea de la finali­

dad de la ley moral. Detengamonos sucesivamente en cada uno de esos 'conceptos comple­

mentarios del concepto comJ,Jejo de la Justicia. 73.-La noción de la Justicia tiene por natural fUlloamento la noción

del derecho cuya. consagración práctica. es: fusto ea aquello que se apoya en un derecho, y justicia es la declaración y amparo de ese derecho. En

cuanto á la esencia y origen sus nociones no son tan llanas y sencillas. El origen de lo que se lhllna jnsticia es como vimos ya, en su aspecto prác­tico, la decisión de una contienna brutal de obra entre dos rivales, confia­

da á la prudencia y disc recióll de Ull tercero. Pero la noción que llama­remos primaria del deree;ho considerado en abstracto, del fundamento á

que esa decisión de tercel'O ddJil aju .3tar.:le, de la lq mnral de que la civil ó socia 1 deba ser fiel trasu n to y consagración eficaz y belléfie;a sa nci0n, no queda incluida en las menciollarlas.

No se trata, sobretodo en nuestros tiempos, de obtener de los encarga­

dos de administrar justicia una decisión arbitraria personal y caprichosa;

como norma para esas decisiones tenemos la ley escrita en nuestros días, y en épocas remotas tuvieron la tranición cOllservadora de juicios anterio­

es en casos análogos. El juez cumple con aplicar la ley; pero su tarear

no es mecánica ni servil, porque necesita apreciar la verdad de los hechos

alegados en las pruebas rendidfts, y la congruencia entre los hechos com­probados y los que la ley suponga para el caso en debate. Además per­manecen en la penumbra de la filosofía jurídic/l los fundamentos esen­ciales y o1"igúwles ne esa ley escrita y de f'sa tradición, inspiradas por el criterio acorde, substancialmente, de los legisladores y juzgadores, al dic­tar sus fallos y al redactar las leyes respectivamente.

Que la uniformidad de apreciaciones acerca de un conflicto dado entre

dos intereses rivales tuvo que ser el fundamento de la ley, llO es dudoso.

Ya hemos visto en "El Alma Orgánica", depurando el proeedimiento in­ductivo, que la noción de ley descansa en la generalización más amplia

de una uniformidad singularmente observada; el caracter esencial ne to­

da leyes la uniform'idad, y en el caso la causa primera de esa uniformi­

dad de apreciaciones, corresponde á una cierta uniformidad de criterio

personal. Esa tm:ifo1"midad de criten:o pe1"sonal ha sido indudablemente la

108

causa y origen de la ley y de la justicia sociales, pero ¿cuál á su vez po­drá ser el origen y cuál será la causa de esa uniformidaa de criterio? .. He ahí el problema que debell~os examinar y discutir antes de ir adelante.

74.-InteresantE' como el que más, y tan interesante como dificil, se ofrecería como insoluble, ó bien metafísicamente resuelto, el problema,

sin el auxilio poderoso que los descubrimientos hechos en las postrimerías del siglo XIX y los albores del XX, acerca del he1'edismo, han traido pa­ra decifrar el misterio de las telldencias y propensiones innatas ó bien pre­

labomdas corno las hemos llamado nosotros en esta obra, y para alumbrar el abismo insondable ha poco de la IdioBÍncmsia .

. A:::Í fué que en épocas remotas, en las que un supernatura1ismo siste­mático era la c1ávP de tono fAnómeno, en que la metafísica lo abarcaba todo, en que el feti<:hismo usurpaba el puesto de la mecánica, el animis­mo acaparaba los domillios de la Psicología, (:'1 creatismo se abrogaba los flleros de la físiea. y la teosofía se espaciababa en las órbitas de la filoso­

fía, lus uniformidades de criterio moral, basadas en uniformidades de ten­dencias, de aspiraciones y de inclinaciunes, debían explicarse y se explí­e:aroll como una emanacióll de la divinidad que creó al hombre animán­dole CO)) un destello de Sll propia sabiduría y de su propia bondad. La unidad de origen explicaba maravillosa y exactamente esa uniformi­dad de juicio entre los hombres, al lado de diferencias que los apar­tan y constituyen su personalidad é individualidad. De Dios procedía la noción de Justicia, lo mismo que todas las humanas virtudes. Así lo con­

signó expresamente la primera y más grande codificación de leyes, la Ins­tituta de Justiniano, definiendo así la Justicia:

"Constans et perpetua volnntas j l/'s sultm cuique t1'ib·uendi" que otro rey justamente llamado el sabio, conservó y tradujo así:

"Raygada virtud que dura siempre en las voluntades de los homesjus­

tos, e da e comparte á cada uno su derecho egualmente", en el célebre cuerpo de leyes llamado Las siete Pm'tidas.

Naturalmellt.e, mientras duró la Ílltima liga entre la religión y el poder,

subsistió el concepto de la Justicia como virtud origillaria de Dios y re­

versible á Dios, principio y fin, causa y destino de todo lo creado. A 1 iniciarse primeramente y al constituirse y consolidarse despues, un

concepto de fondo de la .Justicia, independientemente del dogma religioso,

109

indep<md iente sin ser necesariamente antagónico, se buscó vanamp~)te

fuera del hombre, en las enseñanzas, en la educación, y hasta en la na­

tural eyolución del intelec to. Por una parte, se ofrecian, en apoyo de las

tendencias y de las ideas innatas sobre el bien y el mal, malJifestaciones generalmente observadns en multitud de seres antes de que eualqniera

estímulo externo pueda ejercer su acción corruptora ó moraliz.adora; mu­

chos niños desde sus primeras manifestaciones revelan tendencias hostiles,

destructoras y malévolas; otros por el contrario, son dulces, sociables, ol­

vidan siempre el dHño que se les causa y se muestran siempre benévolos

y afectuosos. Ya en edad mús avanz.ada, unos jóvenps se muestran PUII­

donorosos, esclavos de su palabra, fi eles á sus compromisos, temerosos de

la censura y desestimación, y ambiciosos de nombre y de afedos; otros, por

el contrario son revoltosos, fwudlsta¡;, tardíos ú omisos en sus tratos, indi­

ferentes á la opinión y el buen concepto, y nada respetuosos á la sociedad

en que viven; y todo eso antes de que por estudios superiores puedan apoyar su manera de sentir y de obrar en elevados conceptos morales ó

filosóficos, en que aun no se inician todavía. Fir.almente, muy á menudo

tropezamos con personas que profesando ider.s demHsiado libres en punto

á moral, son sin embargo altamentf' morales en su conducta, y personas que por el contrario, profesan las ideas más estrictas ele moral, y son sin

embargo altamente y habitualmente inmorales en su conducta. Todo, en una palabra, está indicando que si bien susceptibles de perfeccionamiento

evolutivo y aun de naufragio posterior, el hombre tiene desrie qt¿e nace algu­

nos ?'udimentos morales que gobiernan sus tendencias innatas, y forman lo

que vu,lgarmente se ha llamado SENTIDO MORAL.

¿Dónde adquiere esos rudimentos? Ya 10 hemos visto; en sus gen erado­

res, por heredismo y formando parte de su 1:diosincrasia; pero el punto me­rece más amplio examen,

75.-El fenómeno maravilloso del heredismo, estudiado en COllcreto y ceñido á un eslabón cualquiera de la cadena de generadores, tanto puede

confirmar la ley herédica como desmentirla, segun que afecta 111 forma

directa de la he1'encia, Ó bien la indirecta é irregular del atavismo. Pero

considerado en conjunto y en la masa, ya en la forma de la herencia ya en la del atavismo, se impone su verdad con energías de evidencia, y es­pecialmente en el terreno de 10 que llamamos Sentido Moral.

110

Desd'e luego, encontramos muy comunmente en los generadores inme­diatos, no precisamente de los padres sino lHS dos ó tres generaciones pre­

cedentes, el tipo similar de todas las tendencias y de los diversos grados ó diversas fases de sentido moral, Otras vece~ hay que remontarse mucho para encontrar el tipo similar del Sujeto berédico, que se encuentra siem­

pre más ó menos lejos, Observase además una especie de ciclo en la evo­lución de placeres, instituciones, gustos, virtudes, delitos y sentimientos, Al par de las modas en la indumentari a, se ouservan en la forma de es­nobismos, extravagancias de criterio filosófi co ó artístico, que generalmen­te sirven de transición entre dos etapas evoluti vas normales, Se observa una especie de solidaridad bien definida entre las extravagancias y esno­bi~mos de diversas épocas, y las últimas aparecen como renacimientos, reapariciones ó regresiones hacia un punto comUll de partida, tronco de una estirpe herédi~a,

Desde el tipo social rudimentario hallaremos un sentido moral y una noción de la Justicia, de lo bueno y de lo malo; pero ni el sentido ni la noción serán invariables y siempre los mismos, sino que irán refinandose, conformandose y complicandose lenta y gradualmente, en un ciclo evolu· tivo.

Exclavizar al enemigo vencido y apropiarse de él como de una ac-émi­

la, fué un derecho y se reputó moral entre los Romanos, en el apogeo de su grandeza; hoy lluestro sentido moral repugna y la ley prohibe como un delito, lo que antes fué derecho, En algunos pueblos de la antigüedad

se tuvo por inmoral y bochoruoso que la desposada llegase virgen á los brazos de su prometido, y entrp los deberes de la hospitalidad figuraba el ofrecimiento de las mujeres d~ la casa; hoy consideramos la virginidad

como valiosa virtud, y el pudor como la cualidad más digna de respeto y de prez. Legislaciones no muy remotas consideraban todavía lícito el ho­micidio del adúltero sorprendido "in fraga nti delieto", del hereje, y del traidor; nuestras legislaciones reputan como delictuosos tales homicidios. y para no hacer la lista interminable, meutionaremos solamente las mu­

tilaciones, la infamia, los autos de fé , los descuartizamientos, e III pared a­mieutos y otras torturas autorizadas antaño por la ley, y prohibidas hoy

estricta y severamente por la ley actual. y si de los actos, ele lo que llamaremos el fuero e:rterno, pasamos al f ue-

111

ro interno, hallaremos iguales cambios y análogos adelantos. Durante la

epoca en que reinó la poligamia, ó durante la época en que la poliandria

consagró el matriarcado, el adulterio no pudo surgir como concepto de

algo in moral, dado que la costu m bre, de acuerrlo con el criterio moral reinante y con las lIecesioades sociales del momento, y la lp.yde acuerdo

con esa costumbre, permit.ía n la pluralidad en el tálamo . . Durante la época en que las tribus prrantes se disputaban á viva fupr­

za los elementos de subsistencia y la úllica forma de propiedad eran la del botin y del trofeo, no pudo surgir el concepto del robo corno inmoral,

puesto que la necesidad y la costumbre permitían y consagraban esas violencias, como medios lícitos de adquisición.

Durante la época en que las industrias no alboreaball aún, y los hom­bres iban desnudos igual que las mujerps, sill prt'jui<.: ios ni libidinoso in­tento, no pudo surgir, á lo menos en la forma en qne nosotros le tenemos,

el concepto del pudor, ni el delictuoso de todo lo atentatorio á tal senti­

miento. Pepo en obvio rle una larga enumeración, para dar una idea ge lo int's­

table y movedizo que en sus tendencias y extensión es el sentido moral y del influjo poderoso, y podemos decir decisivo, de la necesidad y la cos­

tumbre para triunfar de los conceptos ideales ó teóricos, nos basta con ci­tar el hecho diario de sacrificar para nuestra alimentación nlUchedulll­bre de seres \'Ívientes, obligar á otros muchos á trabajos superiores á su natural resistencia, mutilarlos á nuestro capricho para que no se repro­

duzcari, ó para que cambien de aspecto, &., &., sin perjuicio de proclamar

muy alto el principio del respeto á la vida, de la so lidaridad entre todos los

animales, y oe la no necesidad de alimentarse con ca1~n e. Esta observación

jamás desment.ida, nos enseña á un tiempo que el concepto de la moral y

por consiguiente sus h(lmólogos de derecho y de justicia, estáll sujetos á

una no interrumpida evolución, y que no siempre los conceptos idea les

están en armonía con las costumbres y las prácticas, en las que, todavía

después de condenada una práctica [Jor el sentido moral, se mantiene y

prolonga más ó menos, por efecto de la costumbre anterior bien arrai­

gada. 76.-Pasando ahora del campo ideal y teórico al práctico y de aplica­

ción, enc<?ntramos desde luego que dicha aplicación tropieza con ohstácu-

112

los de hecho para tener la mIsma extensión que tienen los principios. Gran parte de la vida moral del. hombrp-, todos sus pensamientos, deseos, aspiraciones, odios y afectos, en tanto que no se llevan al terreno de los hechos, per.manecen reclusos; invisibles, insospechables siquiera, en la conciencia humana, santuario cuyo acceso es imposible á la sociedad y á la ley. De ahí una especie de libertad omnímoda y de impunidad inevi­table para todas las formas íntimas é internas de la depravación, que á favor de esa hermenéutica y estrecha clausura permanecen á veces agaza­padas entre las reconditeces del espíritu, y hacen repentinamente su ruido­sa y ruinosa eclosión, en el momento propicio para manifestarse sin trabas.

Así se explica la necesaria limitación de la ley en sus medios repre¡:i­vos ó coacti vos y por lo mismo la diferencia de extensión entre la ley es­crita y la ley moral interna. La primera tiene que detenerse en el linde­ro que divide la voluntad del acto, y solamente itnpide, ó reprime y cas­tiga el acto mismo; la segunda com prende actos y voliciones, el deseo y la satisfacción, la intención y el hecho. El ensueño lúbrico y el deseo lu­jurioso mentalmente satisfecho desgarran el pudor y constituyen la co­rrupción moral, pero no son ni el estupro ni el adulterio. El deseo y la resolución de. apoderarse de lo ajeno, en cuanto las condiciones sean favo­rables para asegurarnos la impunidad, nos colocan entre las bandas de ladrones, pero la ley tiene que esperar á la realización para descubrir y castig~r nuestra depravación moral.

En virtud de lo expuesto, tanto la pretensión de llevar la intervención legal hasta el campo íntimo de la conciencia, como la no menos absurda pretensión de limitar la depravación á los actos solamente, conducen á errores trascendentales de conducta. Castigar la intención implica su apreciación previa, y la justicia social carece de medios para explorar esa intención, que apenas si puede presumirse en algunos casos, yeso en ca­lidad de simple probabilidad. Negar la influencia deleterea de esa corrup­Ción moral, de esa intención que en un momento dado ha de trocarse en acto y en delito, sería tambien torpe y absurdo en el criterio de un legis­lador razollable. Pero entre esas dos medidas extremas cabe un prudente medio, limitando la acción represiva dp. la sociedad á los. ado8, y dedican­do la acción preventiva y profiláctica á todos los linajes de corrupción ó degeneración moral ó mental.

113

77.-Quedan por estudiar dos puntos á cual más interesalltes: el de 13-fm'mas prácticas de aplicación de la J ustif'ia, y el de la finalidad de la miss ma; y tan íntimamente ligados están ambos, que necesariamente habre­mos de tratarlos juntamente como sucedió COIl los conceptl>s de Moral y de Justicia, que se presuponen, enlazan y completan. Entre los medios y

el fin ó propósito, debe necesariamente haber afinidad y con~:eniencia, si se quiere lIpgar á un resultado feliz. Pero en medio de esa liga, existe por

fuerza un órden metódico; el P7"opósito debe preceder á los medios porque aquM represent.a la deliberación y la volición y éstos representan la ejecu­

ción ó el acto. Examinemoslos por tanto eu t:se órden lógico, para el me­jor éxito de nuestra investigación.

78.-Mientras la religión y el poder social permanecieron estrechamen­te unidos y formalldo algo como dos ramas de un mismo y cotnUU tronco, la justicia social fué solamente Ulla desmembraciÓn del supremo poder hu­mano, delegado del Sumo poder divino cuya irradiación ó prolongación era.

El Rey por medio de sus delegados castigaba, ante todo la infracción á

la ley moml, la ofensa á la divinidad ó á las divinidades (sacrilegio) el des­obedecimiento de las prescripciones tit.uales del culto oficial ó el descono­

cimiento de las revelaciones ó tradiciones religiosas (herejía), la infideli­oad para con el Rey imagen, representante y delegado de Dios ó de los dioses (tm1:ción). &., &. El delito antps que atpntado al interés ajeno era una violación del decálogo; la pena se graduaba segun la calidad, la per­sona ofendida que venía por escala en este orden: la Dimnidad; los dele­gados de la Divinidad: Reyes y Sace1'dotes; los delegados de los Reyes y Sacerdotes; y por último los semejantes, el prójimo vulgo.

La Divinidad tenía sus ministros para aoministrar la tortura ...... El paganismo tuvo su infierno Plutónico y sus ministros ejecutores; el po­der temporal tuvo sus torturas y sus verdugos, y el sacerdocio tuvo sus hoguera~ y sus anatemas, tanto en el bando Católico y Ortodoxo, como en el Reformista y otros heterodoxos ó separatistas. La Finalidad de' esa Justicia era el escarmiento, y la incolumidad del principio religioso.

A medida que fueron surgiendo entre los poderes temporal y espiJ'itual diferencias que relajaban en cierto modo la intimidad de la liga, los inte­reses sociales fueron paralelamente independizandose de los religiosos, y

haciendose autónomos. Desde ese nuevo punto de vista el delito revistió

114

dos aspectos: el de una violación de la ley moral con sanción religiosa, y el de una violación de la ley penal con sanción violenta y material. SI:: des­tacaron de un mismo acto inmoral dos conceptos íntimamente ligados, pero con sanciones diversas: el pecado y el delito. La religión expuso los castigos reservados á la violación dH la ley moral; el poder social castigó la ofensa á la Sociedad perpetrada con la violación de sus preceptos pena­les. La Finalidad de esa Justicia netamente se llamó: la Vindicta Pública,

y fué la expiación y el escm·rni.ento. Estu vo caracterizada por lo que se lla­mó la fjemplm·idad.

Las mutilaciones, los padecimientos, los trabajos abrumadores y á ]a larga mortíferos, y la muerte misma: la última pena, ciertamente que no remediaban el mal causado, ni se en<;aminaban á la regeneración del de­lincuente, cuyo ánimo se exacerbaba en el sufrimiento y la humillación, sin esperanza de volver á un honesto linaje de vida despues de haber pisado un presidio, pero el ejemplo dado á los demás con el duro casti­go tenía que ser un ret.rayente, y el temor á la (lena detendría en el ca­mino de la perdición á los delincuentes en vía de formación. La índole de tal sistema de represión era en el fondo más preventiva querepre­siva, y por 10 mismo dejaba mucho que desear como una represión efi­caz, respecto del delincuente mismo. Este, como el réprobo, extinguía su condena, y si su resistencia le permitía salir del presidio, era para vivir la vida de la proscripción, para no encontrar otras manos amigas que las de los delincuentes mismos, y para reincidir á poco andar, y termi­nar su odiosa carrera en el patíbulo, ó en un calabozo, ignorado y des­preciado de todos. Más feliz, el ajusticiado, recibía los auxilios de la reli­gión, y ya perdonado y absuelto, merecía por lo menos la conmiseración de los creyentes; pero el presidiario no era más que un objeto digno de horror é indigno de misericordia; un · miembro podrido irremisiblemen­te, y para siem pre secuestrado de la vida social y de los afectos de fa­milia.

EII eRe género de vida, si vida puede llamarse al vegetar odiado en un presidio, no era facil que E'l influjo saludable de los afectos, (uno de los más poderosos estímulos), la emulación, y el deseo de la estimación aje-11a pudiesen obrar favorablemente sobre el espíritu del delincunte. Y no porque la emulación y el amor á la fama no existieran en el espíritu

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del criminal, porque bien á las claras se revelaban y denun~iaban

en todos los actos y aspiraciones del presidiario. Solamente que la emulación campaba en el terreno del crimen, y la fama que tenía por objeto la aspiración del presidiario era la de criminal de Cl/enta. El presidio era un lugar fie perfeccionamiento para el crimen, donde los que por ocasión y desgracia delinquieron una vez, iban á perfeccionarse, ha­bituarse y hacerse profesionales. Una escuela del crimen en todas sus gra­daciones, y un dú"ectO'rio permanente de los delitos de afuera, que casi siem­pre se idean, coordinan y dirigen desde las prisiones, sin que la vigilan­cia más estricta y tenaz haya logrado sorprender esas conspiraciones á tiempo de evitarlas.

No faltaron altruistas pensadores que partiendo de esas observaciones, y creyendo posiblE:; )a regeneración del delincuente y más eficaz que sus inútiles padecimientos, trat.aron de aprovechar el periodo de reclusión para procurar, obrando sobre los sentimientos y la inteligencia, y siguien­do un orden graduado, á manera de terapéutica moral, en las costumbres, ocupaciones y sociabilidad del delincuente, apartarle de la senda extra­viada y anormal, para hacerle normal y sano y devolverle al terminar su regeneración, honrado y laborioso, á la sociedad piadosa que le recibiría con los brazos abiertos. A favor de ese que bien podemos llamar trata­miento, podía de pronto restringirse la aplicaci6n de la pena de muerte y suprimirse del torio con el transcurso del tiempo. En ese régimen que se llamó penitenciari@, el propósito y finalidad dominante fué la regenera­ción del delincy,ente . .

Tal es el régimell que hoy prevalece en la mayoría de los países cultos y el que nosotros hemos adoptado en México, discretamente reglamenta­do por nuestro Código Penal , que por más de un concepto ha merecido y merece gran elogio de propios y extraños.

Dando un paso más, los criminalistas han tachado de· inadecuados y truncos los procedimientos empleados para el tratamiento de regeneración. apoyandose para la afirmaci6n de la ineficacia· en la elocuencia · de las es­tadísticas e11 punto á reincidencia, por una parte, y por la otra en el par­cial desconocimiento de la naturaleza humana, por 110 ten{']' en cuenta cuanto se debe para el caso, las enseñanzas de la fisiología y de la antro­pología.

116

Semejante doctrina, que en el fondo no es sino un perfeccionamiento del sistema Penitencinrio, una rectificación del tratamiento, ha hecho bas­

tant.e carrera para el tiempo que lleva de haber aparecido en el campo de la filosofía y de la ciencia social , y part~,endo de un número relativamen­te renucido de observaciones, pero muy sugestivo y de fecunda enseñan­za, ha pretendido hallar ulla 1'elación constante entre ciertos caracteres ana­

tómicos y la idiosincrasia de los sujetos, y explotando esa relación pretende precisar la prognosis ó sea el pronóstico de la delincuencia por los carac­teres anatómicos del delincuente, y así ha clasificado á los delincuentes en dos categorías: del1:ncuentes NATOS y delincuentes DE OCASION.

Ese sistema no ha pasado aún de la región de Escuela, que se ha lla­

mado ANTROPOLOGICA, pero cuenta con muchos y valiosos partidarios en­tre los criminologistas italianos sobre todo, y parece llamado á substituir mejorandolo al sistema ó régimen penitenciario, y desde ese punto de vis­ta tenemos que estudiarlo detenidamente y hacer su crítica imparcial,

para depurar el concepto de la Justicia que venimos estudiando.

78.- Desde luego hay que reconocer la grandesa del intento, la sagaci­dad de la observación, la alteza de miras, la ciencia profunda: y el altruís­IDO científico, dlól quienes enfrentándose con un sistema cimentado ape­nas, humanitario tambien en su medida, y ya tildado de modernista é ilusorio, emprendieron su rectificación y perfeccionamiento, arrollando

prejuicios, rutinas, tradiciones é intereses, para pleitear la ~ausa de la ver-dad y de la ciencia ...... Pero toda esa legítima y merecida loa no nos lle-vará al fanatismo, ni á cerrar los ojol! ante las deficiencias de procedimien­

to y de aplicación, aceptando en todo lo qLle de juicioso, demostrado y científiccl'tienen, los principios que los sustentan. Por tanto, al hacer la crítica de ese sistema, con toda la modestia y timidez que conviene á nuestra personal pequeñez y á la magnitud del asunto, haremos algunos reparo~, señalaremos algullos vacios, nos aventúraremos á enumerar las deficiencias, y osaremos más ann: propon~r otros procedimientos comple­mentarios y alguna restricción ell la generalidad de las condusiolles fun­damentales. Pero, la importancia de ese análisis y de esa crítica exige ca­

pítulo aparte, lo mismo que el de las formas p1"ácticas de aplicación, y cons­tituyendo los tratamientos mismos; será materia de amplio estudio y ten­drá su lugar en la Segunda Parte de este libro.

llí

§ VIII.

Concepto del Futw·o Destino.

79.-Desoe la más remota antigüedad aparece en teogonías, tradicio­nes, leyendas y monumentos, la idea de un destino ulterior y ultraterre­no para el género humano. Ya son lugares de placeres ó de torturas, ya son muudos de expiacióll y de perfección, ya pE'regrinaciones del espíritu al ·través de los diversos tipos animales, superiores ó inferiores, ya en fin la reversión de los elen:entos materiales á la madre tierra de la que pro­ceden, ó al infinito universo, creador y creatura juntamente, para perder­se la individualidad humana en el conjunto divinidad. De ahí han sur­gido por turno las formas panteistas del extremo Oriente, las monoteis­tas del Cristianismo y del Islamismo, las del espiritualismo racionalista, las materialistas disfrazadas del espiritismo, y las monistas del racionalis­mo científico. Y todas esas teorías ó sistemas implican necesariamente, bajo uno ú otro aspecto, la creencia en la inmortalidad ó supervivencia del espíritu, por más que respecto de las doctrinas materialistas y monis­tas parezca tal aserto una paradoja. Veamoslo detenidamente.

Desde luego para las formas espiritualistas, -y por tales entendemos las que conceden al espíritu un origen anterior al del organismo y una vida ulterior independiennte,- las formas espiritualistas deciamos, lle­van ya imbíbitas las ideas ó conceptos de inmortalidad y de superviven~ cia. Donde aparece la incompatibilidad es en las demás formas raciona­listas, malamente comprendidas todas, por oposición al espiritualismo, en el epíteto de materialismo. ¿Cómo es posible -se dicfl- aceptar la inmortalidad y la supervivencia de algo en que no se cree? Y ahí está el error precisamente.

Nadie que realmente se halle iniciado en la ciencia moderna y media­namente avenido con la observación, pretenderá confundir en la misma categoría y designar con el propio epíteto, los órganos y las funciones, la materia y la fuerza, la sensación y la afectividad, las secreciones de hu·

118

mores y las ideas y su asombrosa asociación. Tambien los bandos raCIo­nalistas tienen términos para diferenciar entidades tan diversas como ín-• ti mamente relaeÍonadas; tambien creen en el espíritu, y tienen u na cien-cia del espíritu, y aceptan la supervivencia del espíritu en las gf\neracio­nes futuras, merced á las fOl'mas del heredismo, y creen en la inrnortali~ dad del hombre, en la memoria de sus semejantes, si llega á merecerla, 10 único en que ese espiritualismo se diferencia del espiritualismo religioso Ó metafísico es en que sin condenar otras tentativas, limita las propias al campo científico de la observación y de la prueba, y por eso acepta el espíritu como elemento integral del hombre, que es como puede obser­varlo y comprobarlo, y su psicología es fisiológica y experimental; por último la supervivencia y la inmortalidad que acepta del espíritu, es la parcial y objetiva que abarcan las formas herédicas, y no la íntegra, in­dividual y subjet.iva, que no condena pero tampoco acepta como eviden­te y científica; en una palabra, la diff\rencia propia entre uno y otro espi­ritualismo es para el religioso, la fé que ampara la creencia, y para el profano, la experiencia que ampara la convicción.

Lo que de comun tienen todos los sistemas filosóficos, tanto religio­sos como los láicos; es la creencia en que el espíritu del homhre tiene un destino futuro, ligado con la existencia terrena. Para los creyentes, en es­ta vida efímera elabora el hombre su futuro destino, y se gana el casti­go ó el premio eternos; para el filósofo láico la conducta del generador, es decir su adaptación personal , determina el caudal transmisible por heredismo, y la idiosincrasia de sus sucesores, aun cuando no se pueda en muchos particulares afirmar si por herencia ó por atavismo, ni seña­lar en este último evento el ó los eslabones de la cadena en que la heren­cia se manifest.ará. Y desde ese punto de vista ]a conducta de los genera­dores constituye un medio de propagación y de cultivo del mal que no puede ser indiferente á la sociedad por las consecuencias mundanas du­rante la vida, ni á los mismos engendros, por las consecuencias que sus tendencias é inclinaciones heredadas hayan de tener en la vida de ultra­tumba y los castigos ó premios eternos que se consideran como tales con­secuencias. Pero desgraciadamente por exagerar y acaso extremar esos conceptos, la verdad es que los creyentes exaltados, á su manera, y los hombres de ciencia sistemáticos, á la suya, falsean el concepto del futuro

119

de~tino, divorciando elementos afines, y haciendo exclusivas conVICCIO­nes que deben ser y son concurrentes y complementarias. Detengamonos un tanto en el estudi~ de materia tan interesante. .

80.-Considerundo como un mero tránsito sin otra importancia que la de una prueba de nuestras energías para el servicio de Dios, la vida te­rrena, muchos acaban por condenar todo placer aun siendo honesto, y por preconizar el sufrimiento y la tortura aun siendo inmotivada y esteril para los demás. Cuanto más se sacrifica, cuanto más se sufre, cuanto más se pisotean placeres y afectos de un día, más se afirma la eterna, la ver­dadera, la definitiva ff'licidad del espíritu. Y ¿qué es en rigor y en el fon­do ese ascetismo, si no el egoísmo más refinado y brutal? Y ;,cómo puede compadecf'rse tal menosprecio por todo lo pasajero de este mundo, con la vida y el bienestar de las sociedades que son esencial y únicamente mun­danas y pasajeras? ¿Qué desarrollo puede tener la industria en un pue­blo que profese el culto del harapo y la miseria? ¿Qué patriotismo puede servir de salvaguardia á un pueblo que como la única y verdadera pátria reputa el Cielo? ¿Qué respeto puede tener cordial por las autoridades so­ciales, quien no acepta otra autoridad que la divina ó la que con ella se compadezca? ¿Qué sólido y ascendrado amor podrá sentir por seres fini­tos y perecederos, quien se siente inflamado en el amor divino con fanáti­co exclusivismo?

Considerando como única la existencia terrena sin otra importancia que la qne le dan los goces disfrutados sin perjuiciQ de tercero, y destina­da al servicio propio en primer término y secundariamente al de los de­más, muchos acaban por condenar como ilusorio, platónico y estúpido to­do sacrificio de placeres pusi ti YOS en aras del d~ber y á im pu Iso del al­truísmo. La sola cortapisa para el goce personal está en el perjuicio de tercero; fuera de ahí, fuerza es y derecho tambien disfrutar de una vida que como vulgarmel,lte se dice no 1"etoña. Si con la muerte saldamos nues­tra cuenta, vivamos alE'gremente y embriaguemonos con la alegría de vi­vir, y aleg1"e'YIuYfWS de haber riaLido. Si esa es la única felicidad positiva que conocemos por evidencia, gocemosla por de pront~, ysi otra hubiera, allá veremos. y ¿qué es en el fondo tal epicureísmo exagerado si no una for­ma tan censurable de egoísmo como la de los ascetas? ¿Qué es si no el mentís más grocero á los testimonios de la misma observación, á los ade-

120

lantos y conquistas de la ciencia, y á las bases constitutivas del reglmen social? ¿No hay terceros. perjudicados con los excesos y desórdenes de los generadores, que minan y cercenan sus energías, encanallan sus senti­mientos, destruyen sus nobles ideales, pisotean los afectos, y se revuelcan en el cieno de un sensualismo astuto y precavido, que no quepa dentro del texto mezquino de la ley? .... y los míseros engendros ¿no son herede­ros forzosos de esas degeneraciones y de esa corrupción moral, que no reu­ne las condiciones de un delito, por más que le exceda en consecuencias y en trascendencia? ¿Qué altruÍsmo podrá medrar y acrecentarse en un es­píritu refractario al sacrificio que es la negación del placer? ¿Qué sentido moral podrá construirse con sólo un número mezquino de actos positivos y manifiestos, si la conciencia es un cenagal de bajezas, un apogeo de apetitos y un hervidero que desprende gases deletéreos?

Pero un temperado concepto de ambas fases de la existencia no sola­mente hace compatibles ambas creencias, sino que las hace complemen­tarias y solidarias en el terreno social, cualquiera que por otra parte !!ea la profundidad de la sima que las separa en el sentido metafísico y tras­cendente de ultratum bao En efecto, aun aceptando como cosa cierta y única la inmúrtalidad del alma, tal y como el espiritualismo la pretende, ningun creyente de cultura negará, ni niega, lo que la observación y la exp~riencia evidencian en <,uanto á las manifestaciones del espíritu por medio del organismo, el origen y mecanismo de la sensibilidad, la estruc­tura y oficio de los sentidos, la naturaleza doble y compleja de las sensa· ciones, el curso y mecanismo de la asociación de las ideas, y en fin, cuan­to la ciencia psicológica moderna, imparcial y sana, tiene adelantado, y que limitando sus trabajos y sus conclusiones á la fase fenomenal de esas manifestaciones del espíritu, nada dogmático ni trascendente afirma en pro ni en contra de las afirmaciones metafísicas y religiosas.

Aceptando á su vez como única cosa cierta la vida terrena y como la única posible, ningún pensador imparcial y sano verá con menosprecio la corrupción moral interna y la depravación y degeneración consecuen­cia de los abusos, aun cuando no cor.stituya un delito definido en un có­digo penal, ni aparentemente perjudiquen á tercero viviente, porque tras­mitirlas necesariamente por las vias del heredismo, las consecuencias de esas corrupciones formarán, juntas ó separadas, el programa idiosincrási-

121 16

co de más de un infeliz engendro. Además, alterando las relaciones afec-­

tivas normales, la degeneración encanallará las propias tendencias,los

malos sentimientos y los apetitos desordenados llegarán á ser ofensivos y perturbadores aun de mom ento y en los términos de la ley, y perjudica­

rán á la sociedad y corromperán el medio, que corno repetidas veces he­

mos visto es uno de los factores de la conducta humana. Resumiendo: Para el más fervoroso pero discreto creyente, jamás será

puuible el goce lícito de los placeres honestos que ofrece la vida á quien quiere y sabe compreuderla. Para el más refinado pero discret,o sensua­

lista, jamás será censurable el sacrificio de un pla('er meuor á otro mayor,

ni por lo tanto el altruísmo, que no es sino la sumisión de un placer mate­rial á otro más poderoso y afecti VO. Lo bueno y lo noble, lo es en todos

los sistemas razonables de filosofía, y la moral es el lazo que en la prácti­

ca une, como en un haz apretado, toclas las religiones, todas l>ls teorías y todas las instituciunes sociales. No hay en las tilas de los normales,

quien proclame el robo, quien ensalce el asesinato, quien enarbole el

culto de la lujuria, ni quien se jacte de violar la palabra empeñada, de

reb::ljar su dignidad personal y de abdicar de la razón. ¡Todas las creencias y convicciones pueden p·.r tallto vivir y compade­

cerse socialmente en sus prácticas, con tal que los conceptos en que se fundan no se exageren ni falseen!

81.--Las exageraciones y falseamientos, en cambio, han determinado las divisiones más hondas entre las personas cultas, las intolerancias me­

nos excusables, y á las veces aun las ' hecatombes más lamentables que

hayan deshonrado á la especie humana.

Enorgullecidns con su saber los hombres de ciencia cuyo teIDperamen~

to no les permitía respetar á sus opositores, miraron y trataron con des­

preciativa conmiseración á los creyentes, tonHllldolos por necios, crédulos,

pobres de espíritu, atrasados, &., &., Y los presentaron como enemigos de la ciencia, del poder y del progreso, poniendo en olvido que entre esos

proscriptos de la ciencia petulante, se hallaron muchos de los mismos que crearon ó ensancharon esa misma ciencia, con las concepciones y descu ·

brimientos debidos á su genio. Fanatizados con su fé, los creyentes cuyo temperamento fué poco pro~

picio para la tolerancia y su voluntad impotente para yugular la impul-

122

sión, acudieron á las represalias, y trataron como impios y herejes, inmo­rales y peligrosos, á todos cuantos se apartaron en un ápice del inflexible credú que profesaban; y presentaron como enemigos de Dios y del ordp.1l moral, á todos los pensadores progresistas, olvidando que entre ellos hu­

bo no pocos que al par que relevaron su creen~ia, fueron arietes y lum­breras de la Ciencia humana, que con sus inmortales trabajos enriquecie­ron y ennoblecieron.

Una sólida cultura nos muestra el genio de Aristóteles, cuya filosofía con el tiempo ha venido á ser la filosofia escolástica que sigue la Iglesia Católica, y él es el autor del inmortal aforismo que ha servido de base á la Psicología-Fisiológica moderna, que de los sentidos y de las sensacio­nes hace derivar y proceder el intelecto humano. "Nihil est in intellectu

QUOD PRIUS NO FUERIT IN SENSU." "Nada hay en el entendimiento que no haya estado primero en los sentidos." -Decía el inmortal filósofo Estagi­rita.

Buffon, otro benefactor de la ciellcia humana, el renombrado natura­

lista, era un fervoroso creyente; Sócrates, el maestro descreido fué en cier­to modo el creador de una moral social independiente, la moral apellida­da 80C1"ática; Santo Tomás de Aquino uno de los filósofos más grandes que haya visto nacer la humanidad, y reconocido por tal en todos los tiem­pos y en todos los círculos filosóficos tanto religiosos como profanos, fué á la vez que un doctor y padre de la Iglesia Católica, uno de los hombres de ciencia profana más avanzados, más progresistas, y que en más de un

punto se adelantó á las conquistas de la ciencia contemporánea, remolca­do por la magnitud de su genio. Qué más si la doctrina del fundador del Cristianismo, del Crist.o, es la mejor defensa y la base más sólida que pueda imaginarse para una democracia y un socialismo bien comprendi­dos?

y sin embargo, como una sola pero elocuentísima muestra de cuánto puede falsearse y se ha falseado ese concepto, recordemos que esas mis­mas enseñanzas de independencia entre lo tem poral y lo eterno, entre la religión y el gobiemo :;ocial encerradas en aquellas memorables palabras:

"Dad al Cesar lo qt~e es del Cesa?" y á Dios lo que es de Dios"; de tolerancia, encerrada en la parábola del publicano; de perdón y olyido, ejemplariza­

das en la parábola del hijo pródigo; y de igualdad, en las bienaventuran-

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zas enumeradas en el sermón de la montaña, se hayan tomado como ban­dera para las matanzas de la noche de San Bartolomé, para las represa­

lias reformistas de Lutero y Calvino, para el enriquecimiento de quienes por razón de su instituto debían ser humildes y pobres, y ello haciendo más pobres aún á los ya desheredados; y por último, en nomb're de una religión de amor, la imposición de la fé á sangre y fuego, emprendidas por Mahoma, émulo de Jesus al Ilecir propio.

No se trata por tanto de simples errores de opinión estancados é inofen­siv0s en el campo de la teoría, sino de colosales convulsiones, de tremebun­das crisis, de verdaderos cataclismos social e!", debidos á la adulteración y falseamiento del concepto del futuro destino, tan Íntimamente ligado con los credos filosóficos ó religiosos. Sin temor de equivocsr la senda, podemos señalar como uno de los medios más eficaces de progreso, de

paz y de amor, el principio de la tolerancia cordial para los credos de los

demás, sin perjuicio de una propaganda tenaz pero caritativa, medida y bien intencionada, de las propias convicciones. Si algo hace atrayentes las enseñanzas del nazareno consignadas en los evangelios, es su fondo de amo?', de tolerancia, de perdón y de igualdad, que en todas ocasiones re-bosan ...... ¿Cómo entónces pueden hacerse aptas para justificar el odio, la intmnsigencia, el ?'en,cor, la soberbia y la timnía?

Felizmente la doble c~rriente de sensatez que comienza en nuestros

días á manifestarse de una y otra parte, para acercar los bandos y borrar sus injustificadas divisiones, nos permite augurar que en un futuro no muy lejano,' han de converger en un terreno neutral comUD, al amparo de la tolerancia, todos los credos honestos del orbe.

.. . ..

124

SECCION SEGUNDA.

TRATAMIENTOS.

PREAMBULO.

TRATAMIENTOS ACTUALES.

82.-EI delicado estudio de los tratamientos actuales para los extravíos ó anomalías de conducta, procedentes de anomalías de voluntad y de ten­dencias, se descompone naturalmente er. un haz de cuestiones, á cual más interesantes, pues variando fundamentalmente los conceptos que las ins­piraron, varían necesariamente las instituciones encaminadas á la repre­sión, el tecnicismo adoptado para señalar los hechos anómalos y clasifi­carlos, los procedimientos empleados para satisfacer el fin de esas institu­ciones, y hasta el nombre mismo de las anomalías y de la intervencióu social.

Una relación lógica muy estrecha liga el intento social con su actitud y con los medios coercitivos empleados, el intento social con el concepto reinante que lo ha inspirado, y por último, el cóncepto de la Justicia, del derecho y de la violación, con el credo ideal, político, religioso ó filosófi­co de los legisladores.

Deteniendonos solamente en los inmediatos generadores, hallaremos que el actual sistema peuitenciario con sus clasificaciones y procedimien-

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tos, no es más que una modificación del sistema de la vindicla pública,

por mucho que seu laudabilísima; el antiguo sistema, á la par · que casti­

gar el mal causado y la intención dañilla, se proponía la rfgeueración

social apartando á los futuros delincueQtes de la senda del crimen, por

medio del temor á 1:;. dureza oe la pena; el actual sistema persigue la re­

generación del delincuente mejorando así la sociedad; la primera clase de represión colocaha en primer término á la. Sociedad y en segundo al de­lincuente; la segunda clase el e represión coloca en primer lugar al delin­

cuente y en segundo término á la sociedad. He ahí un primer punto de

diferencia. El sistema penal de la Vindicta Pública, tomó por base para la grada­

cióll de la pena la categoría del ofendido y la magnitud de la deprava­

ción, castigando hasta el intento solo, revelador de la tendencia anómala; el sistema penitenciario actual toma como criterio para la gradación pe­nal, la magnitud del daño causado, y la intell ción dañada de causarlo, revelada por las eircunstancias del delito, entre las cuales figura la ca­

lidad no la categoTía de la persona ofendida. Separa el daño de la in­tención, estableciendo la responsabilidad iudep .... ndiente el el ánimo doloso,

en los que llama de litos de culpa, y que comprende los daños causados pm' imprevisión imprudente. He ahí una segunda diferencia fundl'llllemal.

El antiguo sistema imponía el pn.decimiento como puente para llevar

al delincuente al temor y oel temor á la abstención de delinquir ; la So­

ciedad vengaba la injuria, y dejaba á Dios en la otra vid a la regenera­ción del delincuente si cabía. El nuevo sistema emplea los mismos pro­

cedimientos coercitivos, pero con propósito diverso; en el aislamiento ve un medio de estimular al delincuente á la meditación y á la apreciación

del mal causado para engendrar el arrepentimiento espontáneo; fU el tra­bajo no ve un instrumento de tortura y de maltrato físico, sino una dis­

tracción y un ejercicio que conforten el cuerpo y el espíritu respectivamen­te; en la comunicación y la sociedad entre los delincuentes no ve un ayuntamiento fortuito y ocasionado por la economía, sino un medio de

moralización, una recompensa despues de un aislamient.o provechoso, y emplea la asoeiación no al caso ni indiferentemente entre todos los de­tenidos, sino entre aquellos cuya asociación puede ser para todos prove­

chosa; sobre todo considera al delincuente como uu enfe1"mO del espíritu,

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sus<.:eptible siempre de regeneración, y va preparando grarlualmente al condenado al goce de la libertad y de la vida social, antes de devol verlo regenerado á la sociedad y á la familia. He ahí la tercera diferencia fun­damental: la de finalidad.

83.-Hasta aquí las diferencias; veamos ahora las semejanzas entre am­bos sistemas.

Desde luego, aunque diferenciando el dolo de la 'imprudéncia, y el deli­to de la culpa, conserva el actual régimen penal, un concepto de fondo que eu cierta, medida están desmiut.iendo á voces los adelantos últimos en Psicología y Antropología. En ambos sistemas se reconoce como ún'ico

y exclusivo ?'esponBable de las violacioues de la ley penal. al autor de los hechos últimos que constituyen la violación, y aunque hoy se admiten como atenuantes ó como agravantes respectivamente, la influencia del medio, los estímulos que precedan al acto, la pasión, y otras circunstan­cias concurrentes, no se las admite como buenas más que vara graduar la intención p?'esurda, base (je la C'riminalidad, sin apartar del delincuente la carga exclusiva de la responsabilidad. Yerdad es que para graduar la pena toma el sistema moderno penitenciario como base para la grada­ción, no sólo la intel}ción sino la extensión efecúva del daño, peuando en muc·hos caaos por lesiones (resultado efecti\"o) cualldo el deliucuente qui­so matar. Pero al apreciar la intención comulga con la escuela antigua, puaiendo acertadamente decirse que al defillir nuestro código penal y

con él otros muchos, el delito: la injmcción volunta?'ia de una ley penal, y al dividir luego los delitos en intencionales y de culpa, se nos representa cabalgando sobre ambos sistemas y varticipando por un lado de las mi­ras realistas de la escuela moderna y por otro lado de las miras tradicio­nales de la escuela clásica antigua.

Las corrientes científicas modernas precisan sin embargo urgentemen­te á los legisladores á filiarse decididamente en uno ú otro bando; si se quiere cerrar las puertas á gravísimos errores inspirados en una promis­cuidad incompatible. Si se hace prevalecer la responsabilidad basada en la intención, queda desvirtuado todo el fundamento de 1& n:,forma penal, y si se hace prevalecer la responsabili dad ba8a<la en el mal po:i'itivo y real, hay que prescindir de la intención, pero asociar ambos criterios es sacrificados ambos, concediendo la preponderancia alternativa á uno y

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al otro, COll perjuicio de la unidad de criterio y de los resultados prácticos que se persiguen.

84.-Hay entre las infracciones oe la ley penal unas que obedecen á impulsos irrefrenables de las pasiones, y para los cuales los más exigen­tes se muestran piadosos, pensando que colocados en iguales circunstan­cias dAlinquirían tam bien; parece como que tales impulsiones se hallan en las corrientes de reacción naturales y constituyen, aunque extremada y excesiva, una forma de la propia defensa. El que delinque por amor ó por odio es por adhesión y en defensa de un ser amado, ó bien por defen­der un afedo propio, un sentimiento que forma parte de su ser moral y que ama todavía más que su ser corpóreo; el que oelinque cegado por la injuria recibida, ó por el temor de ser sacrificado, defiende su homa que estima en más que la vida, ó la vida que estima en más que los peligros que la violación oe la ley le hace temer; otros delitos en cambio disponen á la reprobación y la censura generales, parecen como ajenos á la natu­raleza humana y acusan un extra de depravación del sentido moral y los condenarnos desde luego, pensando que no nos sentimos capaces de tales rebajamientos y perversidades; el que falsifica una firma, el que merced á un habil tejido de embustes sorprende la buena fé de otro, el que perpetra un incesto, un estupro inmaturo, un acto de bestialidad, &., sacia una inclinación anómala, causa un mal desproporcionado con el mezquino provecho que retira, viola juntamente con la ley penal la ley moral por todos aceptada y reconocida, y se hace acreedor á la censura general.

Las violaciones de la ley penal amparadas pór el impulso pasional, de­penden esencialmente de los estímulos del momento y las determina mu­chas veces un e!3tado anormal y pasajero del delincuente; por el contrario, las violaciones de la ley penal determinadas 1'0r el fraude, suponen pre­meditación, calma, perseverancia en la intención dañina y por lo mismo familiaridad con la idea delictuosa y degeneración ó anomalía del senti­do moral.

y esa diferencia tan palpitante, tan justificada, tan metódica y tan na­tural y generalizada no se abrió paso en la legislación encaminada antE'S á la Venganza Pública (Vindicta Pública) ni halló cabida franca en la mo­derna legislación del régimen penitenciario, por mucho que entre las Clf-

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cunstancias a.tenuantes y agra,·antes se incluyeran las exculpantes, y entre éstas las que notoriamente privan del libre uso de la razón, y aun cuando entre las atenuantes figuren algunas de las circunstancias constitutivas de la pasión. En esas nobilísimas y progresistas prescripciones alborean ya los nuevos principios, pero su aparición es tímida, desconfiada y páli­da corno la incierta claridad crepuscular.

85.-Pero al lado de las prest:!ripciones legales vigentes, más allá de la ley pero no coutra la ley, un grupo de pensadores ha consagrado sus al­truístns afanes á definir, precisar y encauzar el concepto de la Justicia So­cial y del Crimen, para poner en armonía las medidas preventivas y re­presivas de las violaciones de la ley moral y de la ley penal, y llegar de modo eficaz y positivo á la realización del generoso intento de la Tegenera­ción in dividv,al, y con ella el mejoramiento social.

Por más que las doctrinas filosóficas de esa escu~la jurídica de crimi­nologistas antropólogos, nacida en Italia y que cuenta hoy sus adictos por millares en todo el orbe culto, no se hayan consagrado aún, ni tengan una sanción eficaz en la ley positiva, sí han dejado en esa legislación una marca indeleble que promete más amplias concesiones en lo futuro, y ya en las prácticas carcelarias y otras económicas, se hacen ensayos de al­gunos procedimientos, encaminados á la confirmación de los principios sustentados por la meritísima escuela que, hallando fuera del delincuen­te mismo y distribuidos en múltipes y enérgicos factores, los estímu­los determinantes de la voluntad, reduciendo la responsabilidad perso­nal á sus menores dimensiones, reclama para el delincuente un trata­miento más justo, más piadoso, y sobre todo eficaz, que lo redima fíS'ica y momlmente del mal, en vez de un castigo excesivo y como tal injusto, desproporcionado, arbitrario, y por útimo ineficaz, que le irrite sin rege­nerarle, que acreciente su malevolencia contra una sociedad que no le da tregua ni cuartel, que le perfeccione por el contagio en los procedimien­tos del crimen, y que en el remoto caso de regenerarlo habrá de regene­rarlo á medias, porque el temor obrará sobre la voluntad y el espíritu, pero jamás sobre el organismo y la personalidad somática, q Lle á impul­sos de las inclinaciones y tendencias idiosincrásicas, arrollará facilmente los propósitos más firmes, y hará triunfar la delincuencia.

86.-Resumiendo las anteriores observaciones, encontramos que los sis-

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temas anteriores al actual tenían por objeto la EXPIACION, ya de la ofensa hecha á Dios con la iufracción de la ley moral, ya la ofensa hecha á la sociedad con la infracción de la ley penal, ya la de ambas infraccio­nes juntamente. El sistema actual tiene por objeto y propósito la REGE­

NERACION, buscada en la personalidad Psíquica y por medio de estímulos morales solamente. Las doctrinas novísimas que aun IlO hallan cabida franca en el sistema oticial sancionado, no pueden estimarse rigurosamellte hablando, tTatamientos act'uales, pero como en cierta medida van merecien­do la consideración de los legisladores y en gran medida la de los peusa­dores y criminalistas de alguna significacióll, podemos bien, para la Ínriole de este libro y como dato para nuestra observación, considerar como de actualidad las teorías antropológicas en materia criminal y estudiar los trat,amientos que á ellas se pretendan aplicar, para aceptarlos como bue­nos y eficaces, ó bien modificarlos ó réchazarlos en aquello que de inefi­caz é inconveniente ofrezcan. Esas teorías, y ese sistema represivo van en pos de la 1'egeneTación, como el pellitenciario, pero la buscan no solamentE; en el campo moral y subjetivo del espíritu, sino en el somático y objeti­vo del organismo. En este concepto el epíteto de tTata'mientos conviene á los procedimientos que propone, no solamente en sentido figurado, sino con valer técnico, y podemos decir que tiene por objeto y propósito la CURACION de las anomalías Psíquicas en las dos fue.ntes de que proceden.

Queda indicado por tanto el estudio, por su orden, de esas tres clases de procedimientos represivos ó tratamientos para las anomalías, segun que persiguen la expiación, la regeneración, ó la curación; así lo haremos en sendos capíLulos, quilatando los fundamentos tilosóti~os de cada sistema, su H1cance moral, y su eficacia práctica, sin ánimo preconcebido, sin pre­juicios de credo ni de escuela, y sin fanatismos progresistas, que á las Ye­ces resultan más perjudiciales que los fanatismos religiosos.

En ésta como en otras muchas materias, profesamos la idea de que ni toda la verdad ni todo el error se encup.ntran en un mismo sistema, en un n~ismo libro, ni en un mismo cerebro. En el movimiento evolutivo á que' todo está sujeto, segun tenemos visto y evidenciado, frecuentemente se mezclan y confunden en formas transitorias, errores y verdades, ade­lantos y rutinas, el futuro y el pasado fundidos en el efímero presente. Los exclusivismos han sido por tanto desautorizados, y casi siempre la causa de los yerros y regresiones de la mayor trascendencia.

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CAPITULO 1.

Tratamientos expiato?'ios.

87.-EstudiaIldo serenamente y sin prejuicios el sistema de la Expia­

ción, en la época de la liga de los intereses temporales y espirituales, apa­recen lógicos dentro del propósito fundamental los procedimientos em­pleados, que puedan reducirse á tres categorías: las penas pecuniarias, las pf>nlls corporales y la de muerte, llamada con razón la última pena.

Verdad es que la pr0porción estricta buscada entre la ofensa y el es­carmiento, entre el delito y la pena, se detiene forzosamente en la última pena, impuesta á muchos delincuentes que rebasan de los términos ante­riorelS, pero que todavía difieren entre ellos mismos por el grado de perver­sirlad; mas consideradas como solidarias la justicia humana y la justicia rlivina, Jos errores y deficiencias de la primera encontrarían su ellmienda y compensación en la segunda, y con creces excedería la reparación lll­traterrena de las involuntarias injusticias humanas.

Las penas pecuniarias, yendo de la multa á la confiscación total de la fortuna, formaban un escalafón de privaciones y padecimientos.

Las penas corporales comprendiendo desde el destierro y la deporta­ción, al presidio, las mutilaciones y la muerte, abarcaban todaR las for­mas de tortura con que puede afligirse á un ser viviente, y eran, de cier­to, capaces de aterrorizar ,á los más valerosos y fuertes.

Teóricamente un sistema penal de esa naturaleza debía ser de resulta­dos infalibles tanto para los mismos pacientes y culpados como para quie­nes de las ejeeuciones tenian conocimiento, y de ahí que la mayor parte de las penas fueran infamantes y públicas, buscandose con ello la ejem­

plaridad de la pena.

¿Correspondieron en la práctica los resultados á la teoría? Veamoslo. 88.-Bueno será recordar ante todo que las formas todas de descreen­

cia ó de sectarismo cismático quedaron comprendidas en la penalidad ba-

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bajo el dictado de He?'ejía, pues la justicia inquisitorial, como la más ex­tremada y rigurosa, nos ha de servir frecuentemente de punto de referen­cia para la investigación de los efectos del sistema.

La más superficial observación, llevada por el espíritu mejor dispuesto

en favor del sistema, conduce á reconocer con dolor y con legítimo de­sencanto, que toda esa enorme suma de padecimientos impuestos, tooa esa suma de repugnante crueldad derrochada para ellcauzar la voluntad y la conducta dp los hombres, donde quiera que haya 1'ido intentada y hayan sido cuales fueran lo~ procedimielltos rigurosos preferidos, los re­sultados favorables han sido tan mezquinos, que no ameritan para el sis­tema el epíteto de eficaz.

Dada la estrecha liga entre la ley moral y la penal por una parte, y entre la ley moral y las creencias religiosas por la otra, en el sistema que vE.'uimos estudiando hacen al intento por igual la acción de la iglesia y

la del Poder, y son equivalentes para el propósito los delitos contra la sociedad y los delitos contra la Divinidad. Por tanto los observaremos indistintamente en uno ú otro campo.

Desde luego, ya se trate de la ley moral ó del dogma, las violaciones

presuponen una deliberación completa y soberana que determina la vo­luntad á la violación penada ó á la abstención prescripta. Un albedrío que nos permite sacrificar el goce al deber y la razón á la fé, ó biell de­jar en libertad á la razón y saborear el placer. En ambos casos, una dis­posición del espíritu determinada por la voluntB;d.

Pero esa voluntad no es una veleta que al acaso arrastra el viento en la dirección de la corriente; se mueve, como toda energía, solicitada por es­tímulos en uno ú otro sentido, yesos estímulos que no son sino los exci­tantes de la sensibilidad, obran sobre el organismo somático, engendran­do emociones y creando recuerdos, ó lo que tanto da: descomponiendose en sentimientos y en ideas, generadores á su turno, de convicciones y de

estados afectivos y pasionales. He ahí como sin hurtar el terreno á la deliberación y al libre nlbedrío,

que implica elección, y por tanto p?'eS1tpOne esos estímulos opuestos ó al me­nos diversos, entre los cuales debe rolar la elección, puede reconocerse y deslindarse el terreno comun entre las pretensiones espiritualistas metafí­sicas y las experimentales, demarcando el concurso y participación del

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elemento ó personalidad somática en la conducta hUma!la, y ciñendo la responsabilidad á sus justos y verdaderos límites.

Las mismas legislaciolles del sistema expiatorio han apart.ado la respon­sabilidad y la pena, de aquellos que violaban la ley penal sin discerni­miento, como los niñes y los locos; de manera que implícitamente reco­nocían la estrecha relación entre la responsabilidad penal y la libertad 'lnoml, y explícitamente reconocían la úTespo?lsabilidad por los actos in­"oluntarios ó provocados por una voluntad enferrna Ó e.1:tmviada por vir­tud de peTtur-badones somáticas.

Podemos pues aventurar el aserto de que aun aceptandolo sin reservas, el tratamiento expiatorio e!': imperfecto y trunco en la práctica, porque aceptando el principio no se somete á las consecuencias directas é inme­diatas del lL1ismo. Admitir como exculpante la demencia llevada al ex­tremo de la pérdida de toda deliheración, y no admitir como diversamen­te atenuantes de la deliberación y de la voluntad y por lo mismo de la responsabilidad las diversas afecciones nerviosas que van desde la hipe­restesia y la anestesia respectivamellte, hasta la locura furiosa ó el idiotis­mo, y representan los variados matices de la neurosis, implica una pal­maria inconsecuencia lógica, ó una ignorancia punible de lo que signifi­ca y de lo que constituye la demencia.

89.-La precedente aseveración nos presenta el sistema como Incom­pleto y trunco; veamos ahora si e!': eficaz el sistema expiatorio.

La base de tal sistema es engend?"m' el temo?" por el dolo?" y erigir el te­mor en estímulo para la abstención de infracciones futuras de la ley mo­ral y de la ley penal. No importa cuáles medios se hayan empleado para engendrar el dolor; ellos variaban proporcionalmente á la calidad de la persona ofendida; lo importante para el estudio que tenemos pendiente, es la baRe del procedimiento mismo.

Dos puntos se ofrecen desde luego á nuestro examen como capitales: 1 ?-¿Puede ser el temor un criterio eficaz para determinar la voluntad por sí solo? 2?-Es el dolor físico generador eficaz del temor en todos los Sujetos?

Examinemos y depuremos esos puntos con toda la atención que recla­man.

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90.-La más superficial observación sugiere una solución negativa pAra el primer punto. Frecuentemente vemos á personas que sobreponen sus apetitos al temor justificarlo de conseruencias conocidas y sufridas an­tes ; multitud de personas aceptan dolores crueles á las veces por tal de

disfrutar de cier.tos goces frecuent.emente menores que lo que cuestan, pero que han arraigado frecuentpmente en el organismo y sin cuyo go­ce no pueden pasarse los pAcientes.

El bebedor, el morfinómano, el intemperante y el libidinoso, conocen como el que más las consecuencias desastrosas de sus excesos, saben que caminan á una ruina más ó menos cercana pero segura y cierta, y sin embargo, aceptan el dolor como precio del goce, aun cuando el precio re­sulte sobremodo excesivo.

Los enfermos crónicos, sabedores rle que pagarán muy caros sus capri­chos, se sacrifican voluntaria y deliberadamente, afrontando peligros y padecimientos, por satisfacer esos caprichos.

El hombre de honor corre á una ~nuerte segura, movido por estímulos del orden psíquico, sin arredrarle los más inminentes peligros, y despre­cia la tortura, y las llamas, y se sobrepone á los mayores padecimientos, sostenido por la idea del honor ó por el sentimiento del deber.

El hombre irritarlo por la cólera, desafía concientemente mil muertes y no se detiene en violar cuantas leyes se le opongan, con tal de sa­ciar su sed de venganza, ó satisfacer un orlio intenso, y largo tien,po reprimirlo. Cualquier precio para su amargo placer le parecerá mez­

qUIno. En fin, son tántos los ejemplos del sacrificio del temor al apetito ó al im­

pulso, que pueden considerarse como la regla, y la eficacia del tpmor puede considerarse como la excepción. Se me dirá que al obrar así el hombre su­pedita un temor á otro temor que le supera .... . que el bebedor ó el morfi­nómano padece más con la privación que con las consecuencias del exce­so; que el enfermo padece más con la abstención que con los dolorps que afronta; que el temor de la deshonra es superior al de la muerte, y que la pena de la impulsión retenida ó refrenada es mayor para el que odia, que las consecuencias de un homicidio proditorio. Siempre el temor decidiendo la elección entre dos padecimientos ó dos dolores. Pero en to­dos esos casos el temor se refiere á un dolor moral y no á un padecimiento

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físico, que es el esgrimido por la penalidad legal y social en sus medidas represIvas.

Que triunfa siempre en el conflicto el pstímulo más poderoso, es un he­cho, pero no lo es que ambos estímulos sean de la misma naturalflza, ni, por lo mismo, que el temor al padecimiento físico, sea capaz de superar á otra clase de estímulos dpl orden psíquico, no sip11do por tanto eficaz por sí solo para mover la volunta(l.

Si en competencia éon estímulos ele otro linaje, el temor al padeci­miento físico no es el dominante, no se le puede reconocer una importan­cia exclusiva como criterio de conducta.

91.-Ahora, suponiendo eficaz el temor de padecimientos físicos como criterio ¿lo es genera 1 para todos los Sujetos? Otra negativa nos arroja la experiencia diaria, como respuesta. Desde luego es facíl observar que la intensidad del dolor físico está íntimamente relacionada con el grado de sensibilidad del Sujeto en quien se observe, y esa sensibilidad está esen­cialmente determinada por la idiosincrasia del individuo. De ahí que siendo diversa la sensación dolorosa provocada por un mismo estimulan­te, en diversos sujetos, falseará por su base como criterio uniforme y ex­clusivo el del temor físico. Las personas habituadas á la intemperie, á los t.rabajos rudos, endurecidas, en nna palabra, y adaptadas á determinados estímulos, que por tanto pierden su poder excitante, sienten menos y lle­gan á no sentir á las veces, permaneciendo indiferentes ante emociones ingratas insoportables para sujetos no habituados ni endurecidos.

y si á esos fenómenos de diaria realización agregamos el no menos or­dinario del predominio de los excitantes internoB y psíquicos, de las ideas como elementos motores, llegaremos á la persuasión íntima de que el crite­rio del temor fundado en el dolor físico, no sola mente no es exclusivo en su eficacia, sino que no puede ser geneTal, ni menos uniforme.

Los contraestímulos del orden psíquico, segun hemos visto antes, son poderosos no solamente para contrarrestar parcialmente los estímulos del orden físico, sino que frecuentemente los anulan por entero. La idea del deber, la idea del honor, y otras desprendidas de emociones deliberada­mente gratas, por el análisis mental ó psíquico de sus consecuencias, lle­gan á obtener tal predominio en el conflicto de estímulos que constituye la deliberación, que alcanzan á superar sin mayor esfuerzo los impulsos

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automáticos y reflejos que coronan los procesos de excitación meramente físicos ó fisiológicos.

Para el hombre culto, cuanto más elevado en categoría, cuanto más notorio y sociable, cuanto más culto y erudito, cuanto más prestigioso y estimado, la vida de relaeión es una lucha sin tregua ni descanso, una cadena no interrumpida de sacrificios hechos á los semejantes en aras del altruísmo y de la benevolencia, cualidades culminantes del hombre de valer, y fruto sazón de la verdadera ciencia.

El ignorante rechaza como depresiva y humillante la opinión ajena y

tiende á que por fas ó por n~fa8 prevalezca la suya; el debil de caracter ampara sus impulsiones y su automatismo con la omnipotencia de seres superiores ó divinidades, á quienes -dice él- no puede resistir; cuando menos, echa la culpa de sus desaciertos y de los que ha heredado, al des­tino, especie de Proteo que torna tudas las formas posibles, para cargar con la respontlabilidao de los humanos yerros; el libidinoso toma por es­cudo de sus excesos y desenfrenos su temperamento; el ignorante para dis­culpar y autorizar su analfabetismo se mofa de las deficiellcias y limita­ción de la ciencia humana, y concluye condenandola por inutil, trunca y presuntuosa; el impulsivo condena la prudencia como cobardía; el cobaroe condena el valor como temeridad y barbarie, el temperante condena la buena alimentación como glotonería, el glotón condena la sobriedad pomo miseria, y en fin, cada quien bace prEilvalecer su propio sentir á costa del ajeno, no transigiendo sino á la fuerza y en el último extremo. En cambio el hombre superior que comprende y excusa todas las imperfecciones sin aceptarlas, que en la cima del saber ha llegado al conocimiento de sus propias debilidades, de su mucha ignorancia, de sus pequeños recursos, y de su congénita y fundamental imperfección, muestra una piedad sincera y compasiva para todos los errores, contemporiza con ellos sin compartir­los, propone y hace simpática la verdad poniendola al alcance oe los demá::;, pero no la impone; atribuye el mal y sus consecuencias á los errores del hombre, pero al propio tiempo disculpa y explica esos errores, cuya cuna encuentra en grandísima parte fuera de la deliberación y voluntad del agente~ y en la herencia que forma su idiosincracia; es decir: en sus incli­naciones y tendencias 'Ínnatas ó congénitas.

92.-De ahí se nrigina una lucha continuada entre la razón y el im-

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pulso reflejo, entre el apet ito y el criterio, entre la a nim alid ad somática y el regulador ideal psíquico, y en esa lucha cede siempre y se sacrifica el

hombre superiol' en beneficio de los inferiores para favorecerlos y hacer­

los evolucionar lentamente. Un hombre discreto sufre y tolera las nece­

dades y la porfía, pero no goza con ell as; el sabio tolern, disculpa y com­

prende la rudeza y la ignorancia, pero le contra ría y desagrada; el hom­

bre virtuoso sobrelleva y compaelece á los depravados, sin per:juicio de

condenar y repugnar la depravación, pero no deja de padecer en pre­

sencia de los malvaoos. Puede muy bien necirse que, cuanto más supe­

rior es un hombre, más sacrifica en favor de sus sempjantes, ó en otros

términos: .se hace más alt1·'uísta. Ahora bien, ¿qué puede significflf el dolor material como contraestímu-

10 frente al poderoso estímulo ideal que llam amos "irtu(l y deber? Nada

ó hien poco, y podemos en la genera lidad ele los casos presentir 'J' afirmar

el triunfo de estos últimos. Solamente para los débiles, para aquellos en

quienes la viela refll'jfl y somática prepondera, y en quienes los idel'lles no

existen ó si ll egan á existir no a lcanzan vigor y consistencia eficaz, ell

esos seres inferiores en quienes la idiosincrasia i"uper& y suped ita del todo

á la adaptación y á la influencia del medio, es donde florece y alcanza un

poder omnímodo el ('riterio del temor como contraestímulo y retrayente

de la violación punible; pero como a l propio tiempo, con la' preponderan­

cia somática coin ciden las reficciones más poderosas y de caracter reflejo

ó semi-reflt'jo, y el temor al padecimiento aun refiriéndose á un padeci­

miento somático, es de orden psíquico é ideal, corno formado por el re­

cuerdo de padecimientos anteriores, y es por tanto illferior á la tendencia

ó apetito acttwles, vehementes é imperiosos, provocados por un excitant.e

externo, real y activo, que las más de las veces triunfa sin mayor esfuerzo

de un contraestímulo psíquico, proceelente del excitante intenlO de Un recuerdo relativo á sensación p?'etérita, y por lo mismo debilitada y re­

mota.

Una yez más se nos ofrece como clave de los fenómenos el eq uilibrio

entre las personalidades Somática y Psíquica para definir la 'fIo?'malidad, y la preponderancia de Ulla de esas dos personalidades para precisar y constituir los tipos de anomalías que ya en otro lugar encontramos y es­

tudiamos.

137 18

Consecuentes con esa distinción, deberiamos cuando mellos substraer al influjo del criterio basado en el temor del padecimiento físico, á todos

aquellos en quienes domina la personalidad psíquica y el ideal, y como

quiera que se cuentan por millares, resultaría parcial, deficiente y por úl­timo inadecuado el criterio que preside al sistema penal expiatorio.

En cuant~.á los resultados prácticos ellos dll.n por si solos la. medida de

la ineficacia. El número de entmdas y por lo mismo de reincidencias de la mayor parte de los presidiarios, acusa su tenacidad en la delincuencia.

La población de los presidios es una, y bien definida; los periodos de li­bertad dE> los que cumplen, no duran mucho, y los hábitos y la sociedad

de los congénerE>s hacen a peteei ble para el forzado la vida del presidio, y

desprovista de atracti\'os, y acaso hasta odiosa, la vida socia.l y del hogar. El presidiario se adapta al presidio, y su falta tE>mporal le causa nostal­

gia. Por lo que á la ejemplaridad mira, bastenos recordar el sinnúmero de

robos rateros llevados á cabo en los momentos mismos de aplicarse la (¡l­

tima pena públieamente á un reo, y los delitos de sangl·e cometidos en el

interior de las prisiones y durante el periodo de padecimiento.

CAPITULO II.

Tratamientos regenemdores.

93.-A remediar ó á temperar á lo menos las deficiencias del sistema expiatorio, y dando entrada en cierta medida y proporción al elemento

psíquico é ideal, sobre el somático de las penas llamadas con toda propie­

dad cO?por,is ajUctivas, ó corporales, vino el sistema penitenciario, que no es corno muchos ignorantes han creido y como muchos qLle no lo son pa­

recen creer, el sistema de las penitenciarías, sino el sistema que va en pos

del arrepentimiento del culpadoj considerando como factores en todo proble­

ma de conducta los estímulos psíquicos por una parte y los estímulos so­

máticos por otro, los juristas filántropos han combinado en un tratamien-

138

to progresivo, ó alternativo, los estímulos morales obrando sobre el espíri­

tu, y los materiales obrando no como illfructuosos padecimientos, ni co­

mo generadores de terror, sino como revulsivos piadosos y pasajeros para

excitar y favorecer la regeneración moral; como transición un tanto dolo­

rosa pero caritativamente mitigada, para un estado y un tratamiento

menos duro y más llevadero, y hallando siempre el delincuente, aun en

10 más duro de tratamiento, ulla voz cariñosa y compasiva que le aliente,

que le consuele, c¡ue le compadezca y le señale como meta un término fe­

liz, la vuelta honrada á la sociedad y á la familia, rlespues de recobrada

la Ralud moral.

El solo COIIC"ptO de tan altruÍsta proceder, la nobleza serena que se

cierne sobre todos los elementos de represión empleados, el amor y el

idealismo que se revela en todos los propósitos fiecundarios, y la desapa­

rición de todo ellcono, de torla venganza, de toda crueldad, hacen del Sis­tema Penitencia'rio llll monumento imperecedero de glorificación para el

hombre.

La diferencia característica de propósito, dió naturalmente lugar á una

diferencia capital en la jerarquía de los procedimientos. El sistema ex­

piatorio, tomando la calidad del ofendido como criterio para medir la

ofensa y graduar la pena, casi no tomaba en cuenta ó relegaba al último

término, las consecuencias afectivas causadas directamente por la infrac­

ción penal. El sistema Penitenciario busca por una parte el arrepenti­

miento favorecienrlo la reflexión del delincuente acerca de las consecuen­

cias de Sil infracción, y por otra repara las consecuencias efectivas y di­

rectas de la infracción en perjuicio de tercero, desagraviando así al per­

judicarlo en proporción del daño efectivo, independientemente de la cali­

rlad del mismo, que solamente toma en cuent.a cuando por sí sola impli­

ca un refinmniento de intención y rle perversidad.

El penalista moderno mide la intención para apreciar el grado de vo­

lnntad y de responsabilidad del inculpado, y aplicarle el tratamiento in­

<licado para llegar á su regeneración por el arrepentimiento. Quilata la

dolencia para proporcionar el remedio eficaz, sin excesos ni deficiencias.

Ajusta sus apreciaciones á los datos de comprobación experimental á su alcance, y no presume la intención dañada, sino en aquellos casos en

que el acto en que consiste la violación no puede ejecutarse sin esa dañ~-

139

na voluntad. Inlltil es decir que por ese l'amino llega el régimen peniten­

ciario á un verdadero rf'sarcimiento y desagravio de la sociedad, en la ó

en las ulJidades individual es lesionada~ . Desagravio incompleto, indiredo

y sin resarcimiento, eu el sistema expiatorio.

~j4.-En aquel meritísimo sistema pellal , todos los elementos de repre­

sión han evolucionado ennobleciendose, justificalldose, y suavizalldose, y

los de tortura y los iufamantes y trasce lld entales se hall mprimido casi

totalmeute. Digo casi, por la mbsistencia de la pena de muerte, que aUIl­

que limitada se conserva para determillados delitos, y que por ~u natura­

leza 110 puede cond ucir á la regener-ación del Í11cv, lpado, y es por tanto exó­

tica y ex traña ell u 11 sistema que lleva por fi Ilal idad el a rrepellti miellto

del delillcuente.

La pena llamada de illfa,mia, cruelmellte aplicada á la memoria del

culpado, las mutilaciones que detillitivamellte inhabilitaban 1:11 pellado

para el uso total ó parcial de sus energías, y le privaba n de los elemen­

tos de trabajo y subsistencia, y la confiscación de bienes que más que al

pellado se aplicaba sin razón á los infelices deudos, hall sido repugnadas

pl)r el sistema peuÍtenciario. De los crueles procedimientos de la tortura solamente queda ell el modefIlo sistema la odiosa memoria, y en la mis­

ma pena de muerte se han suprimido todo el aparato y la publicidad, y

la muerte se ejecuta por medio del fusilami ento en' vez del gan'ote vi l de

antaño.

'Los procedimientos penales moderdos han quedado por tanto reducidos

á tres gru pos ó categorías: 1 ~ .Multas é indemnizaciones pecuniarias, 2~ Se­CUest1'O pe1'sonal, y 3~ la privación de la vida ó sea la pella de nwe7'te.

Detengamonos siquier sea someramente á examinar las in1l0vaciones

efectuadas en cada categoría ó grupo.

A. Multas.-Elltre las consecuencias directas é inmediatas de todo de­

lito deben contar~e los pel:juicios causados 'á tercero en su persona ó en

sus bi('nes, y los gastos erogados en la manutención y tratamiento del ill­

culpado. Nada más natural por tanto al condenarse al reo, que imponer­

le proporcionalmente á esos gastos su reembolso y la reparación de daños,

no para empobrecerle ni a tribularle, sino para aligerarle el remordimien-• to con la reparaeÍón, y acercarlo al arrepentimiento y ponerlo en camino

~e la enmienda. En caso de insolvencia, el secuestro y la remuneración

140

del trabajo obligatorio le proporcionarán los recursos para la indemniza­

cióll.

Talllbien se emplea la multa como pena única para la represión de las

infracciones de pequeña importancia, como substitución de secuestros de

corta duración, y por último como agravaciones de pena para los df'lin­cuentes, por infmcciones cometidas durante el ti empo en que extinguen

una condena los infractores.

B. 8ccnesh·08.-E1 secuestro del inculpado y del reo en su caso están metódicamente graduados, tanto en órden á su caraeter como en órden á

su duración. Desde luego hay un ~ecuestro necesario para la averigua­

ción y el éxito Je1 proceso, á tin de poder otorgar á los datos recogidos la

mayor fé y certidumbre: me refiero al secuestro provisional que no im-I

porta por sí solo un cargo definitivo de responsabilidad, y que durante el proceso debe discutirse y puede revocal'se sin )?E'fjudicar el buen nombre

del incul pado.

Ese provisional secuestro tiene dos periodos; uno, muy estrecho, desti­

nado á las pri meras declaraciones y la primera y reciente reeolección de

datos y de indicios de cualljuier género; ese periodo que se ciñe á unas cua11tas horas, y durante el cual se emplea como garantía la incomunica­

ción de los arrestados, para evitar confabulaciones que despisten la inqui­

sición judicial, lleva el nom bre de detención. Si de los datos ó indicios recogidos á raiz de la infracción, hay alguno ó

algunos que permitan con algun fundamento presumir la culpabilidad

de un detenido, el secuestro toma un caracter de mayor duración y esta­

blece una presunción, pero 110 la certeza de la responsabilidad del proce­

sado. Esa prolongación dE:'1 secuestro ya requiere mayor número de re­

quisitos que la detención, y lleva el nombre de p1'isión pTeventiva Ó for­mal.

Terminado el proceso por una sentencia, si ésta no pronuncia la abso­

lución del reo, el secuestro entra definitivamente en la categoría de a1Yes­to ó de Prisión segun lo que deba durar la privación de la libertad, y el

in~u1pado pasa á la categoría de reo y de sentenciado, comenzando en­tonces propiamente lo que hemos llamado el tratamiento regenerador ó

penitenciario. La prisión no puede sin embargo pasar de un límite fijado de antemano, para un solo delito, (generalmente el límite es de veinte

141

años) sin perjuicio de las agravaciones reglamentarias por faltas en la pri­

sión de nuevas condenas por otros delitos y de la acumulación por deli­

t.os concurrentes en una misma infracción.

Por razón del tratamiento mismo, se divid e en tres periodos diversos:

el de incomunicación absoluta, el de incomunicación parcial y el de una

reclusión menos rigurosa, verdadero ensayo precursor de la vuelta á la

virlft social y del recobro de la libertad, llamado lihertad preparatoria.

C. Mue?·te.-Segul1 (lijimos antes, queda est.ft pena última reducida á la privación ele la ex istencift, sin agravacibn ele nillgull género, en priva­

do y sin apftrato. E~a pena se ha suprimido para las mujeres y para los menores de edarl, efectivamellte, y nomirHllm (~ nte para los (lelitos políti­

cos, pOI' más que seft CIHl i la única emplearla en realirlad .

95.-No porlía menos que traer consigo el propósito altruísta de snhs­

tit.uir á las insaluhres COlldiciollf's de las eárceles, buscada adrede para

hacerlas más terroríficas y repugnantes. por la salubridad ex igida por la

pierlad y aconsejada rOl' la fisiología, ('(lino un anxiliar para la l'f'genera­

ción moral.

Aun en el período de reclusión y aislamiento ahsoluto¡;, el delincuente

halla en su celda la luz y el aire necesarios para vivir de modo higiéni­

('o, pues lo único que con el aiRlamiento y la soledad se persigue, es favo­

recer la meditación, 1ft int7'ospección Ó sea el examen de sí propio, de la conducta pasada, y del heeho ó de los hechos que hftn llpvado al delin­

cuente á la pena, y que como comecuencias de un acto reprobado acaba

por considerar, y cediendo á la lógicft de las consecuencias le conducen

por último al arrepentimiento, despues de la valorización d€:l mal cau­

sado

No menos piadosa es la alimentación, que antes se limitaba en callti­dad á 10 estrictamente necesario para que el condeuado pudiera soportar

hasta lo último el dolor, y para que apurase el caliz del padecimiento, y

en punto á la calidad no paraba casi la atención. Hoy se inspeccionan los a.limentos, para que además tle ser suficientes en cantiJad estén debi­

damente acondicionados tanto por el condimento como por la calidad de

los ('ornestibles y aderezos emplearlos, á fin de mantener á los reclusos en

u 11 pié de energía suficient.e para llevar á cabo las labores físicas y fisio­

lógicas de su natural sostenimiento, y las psíquicas oe su regeneración.

142

U6.-Hasta aquí la índole y propósito del sistema; en cuanto á si los

resultados co rrespondieron á aquéllos, ya tendremos ocasión de verlo más adelante, cuando hagamos el estudio crítico de los diversos sistemas. Por

lo pronto, nos contentaremos con subrayar la grandísima diferencia, el notable adelanto que en la evolución del sistema de represión social re­

presenta el régi men penal pen'ÍtenCia1·1:0. Dada la influelleia efectiva que en el régim en penitenciario han ejerei­

do ya a lgunos de los cánones y observaciones de la Escuela Antropológi­

ca, sobre todo en el ensanche y gradación de las ci1'cunstancias excl'uyerztes y aten'uantes de la ?'esponsabilidad, bien puede reputarse el estudio de la di­cha escuela y de su índole, como un eomplemento nel'esario del estudio del sistema penitenciario, y como un precursor del sistema que en lo por­

venir haya de prevalecer, á juzgar por los perfeccionamientos que á dia­rio henefician los estudios psico-tisiológicos é histológicos Y los notables avances de la loca lización de las funciones psíquicas en los elelllfmtos nervIOSOS.

Pero como esa será precisa mente la materia del capítulo siguiente, no quedarán aislados en esta obra elemeutos que en el orden histórico y filo­

sóficos aparel:el! contiguos.

CAPITULO IIl.

7.'ratamiento Tempéut'ico.

97.-Siendo tan vasta de suyo la materia, tan discutidos los nuevos principios, y tan enraizadas las conclusiones de la Escuela ~on varias de las diversas ciencias biológicas, necesitamos poner un orden esmerado en nuestro estudio, para evitar oscuridades, confusiones y repeticiones inne­cesarIas .

. Lo indicado es comenzar por una breve noticia histórica del sistema

filosófico y de la rápida evolución que en corto espacio ha realizado; una vez colocado el lector en el actual momento de la evolución, ocupará un

143

sitio medianero que le permita señalar mirando al pa sado los adelantos

que a l nuevo sistema, se deban y mirando á lo porvenir pre\'er con gran­

des probabilidaoes de acierto los adelantos que la idea pueoa realizar

aún, y las modifi caciones que en la idea primitiva convenga efectuar en

vista de las últimas confirmaciones y rectifi caciones experimentales obte­

nidas.

Seguidamente se impone el estudio metórii co .Y escalonado de los diver­

sos elementos de observaciólI empl eados pnra lI pga r á las conclusiones

propuestas por la nu eva Escuela. Por esa vía logrará el lpctor tener llll

concepto silltético pero suficiente de las bases, procpdimien tos y propósi­

tos oel sistema <] ue pxa m i na mos.

Finalm ente, se impone el examen de la lógica reladón entre esos tres

fac tores del id ea l: O?"igen, A1ecl1"os, y Finalidad, .Y como necesaria cOllse­

cuencia la declan¡ción ó conclusión de si la IlUf'va escuela importa una

mejora y perfeccionamiento del sistema penal hoy vigellte, ó bien reclama

un crtrnbio mdical de sistema, en punto á los meclios de represión ó protec­

ción colectiva contra las anomalías de conducta en sus unidad es illdi,'i­

duas.

Dividiremos pues en tres párrafos nuestro estud io, y encabezaremos

esos párrafos con los rubros a ntedichos: Origen, Procedimien tos ó medios, y

Finalidad de la nneva escttela c?·iminalista.

§ 1.

Origen de la Criminolo.c;ía A nh'opo lógica.

98.-Inutil es decir que la Antropología, Estudio del Hombre, lo conS1-

dera en serie contínua, no individualmente, y es: el estudio del hombre

en la serie más ó menos amplia y más ó menos íntegra de sus transfor­

n~aciones, en la evolución constante de la especie. Ocupase la Ant,ropo:o­

gía en perseguir las fases del homb?'e-género, no del hombre- i'l1dividtw ; del

hombre tipo, no del hombre-variable.

144

La Antropología por tanto sorprende al hombre rayano en la ferocidad

.Y la barbarie de las especies inferiores, al lwmb1'e de las ('(lVl'1'lWS; al

antropóide, penulllbra entre los cuadrumanos superiores y t'l prototipo

inferior de la especie humana, y sigue á ese informe boceto del llOmo-8a­picns, al trayés de sus din>rsas etapas, corriendo lellta pero seguramente

t'n pos de la doble conC)uista de las comodidades materiales para regalo

del cuerpo, prolongación de la vida y conservación de la especie, y de la

mentnlidan y la cultura pura dirigir y utilizar sus energías, y al trm' és de la illdefinida yariedad de medios y de recursos, de la

desigual distribuciólI de la energía, y de la llatural é illcesante movilidad del medi o, sorprende semejanzas, acumula coincidencias, e~trecha relacio­

nes despues de cOllfrontaoas, recuenta las coincidencias, recoge hlS unifor­

midades en un haz, y concluye por formular en una Ley constante y no desmentida, la producción de fenómenos semejantes en circunstancias

análogas. Así, ligalldo las épocas y gradando las conquü:tas llevadas á cabo en

cada Ulla, se han hecho grandes periodos de tiempo llamados edades, dall­

(lo á cada una el Ilombre del descubrimiento más irnportante, El descu­brimiento del art,e oe pulir la piedra dió Ilombre á la edad de la piedra

pulida; el descubrimiento de la liga de cobre y estaño, llamada bronce,

oió Ilom bre á la edad del bronce, y por el hilo corresponden la edad de

hierro, la edad de oro, ,'l., &., &. En periodos menos ampli0s, se ha n tomado como puntos de agrupa­

ción acontecimielltos notables y tmscendentes, como "los grandes cambios

políticos ó religiosos, tales como el periodo Bizantino, la fundación de Roma, el aovenimiento del cristianismo, &., &., bajo la denominación

de eras, y por último, refiriendolos á los progresos lmijo1'mes observados

en todos los pueblos en su peregrinación á través de los siglos en la via del perfeccionamiento, se han clasificado los di versos estados del hom bre y de los pueblos, por los estados progresivos de cultura, que van oe la vi­

da ó estado nómade y errante, á la vida progresivamente sedentaria ele

los pueblos pescadores, cazadores, agricultores, industriales y artistas al llegar á nuestros dias.

Confrontando las observaciones, hase hallado que la mayoría inmen­

sa de los sal vajes gustan de omato excesivo, femenil y frecuentemente

145 19

pornográfico de su persona que son crueles y aman los espectáculos cruen­

tos y la efusión de sangre humana; que entre las formas de embelleci­miento emplean ambos sexos el sistema de pinturas más ó menos illdele­bIes conocidas en sus diversas formas con el nombre genérico de tatuq}c; que tienen un respeto supersticioso, casi religioso por los muertos, que á

manera de talismnnes usan y veneran, C0l110 divinidades inferiores, atri­buyendolas voluntad y poder, objetos material es, fdich es, en calidad de

l)?'otecto1'Cs, y que como un signo de adoración ofrec(~n á las divinidades

sacrificios personales y enciellden hogueras. Estos pocos ejemplos toma­dos al acaso bastarán para mi actual intento.

En los pueblos (mItos de nuestros dias vemos causar frenesí los espec­

táculos crueles como el box, y las lides taurinas con su efusión de san­gre, su brutal bocerío y sus morbosos arrebatos en los espectadores; ve­mos el excesivo y frecuentemente grotesr:o afan de las damas por embe­

llecerse y llamar la atención, torturándose los pii>s para que parezcan pe­

queños, estrechando su pelvis y tort.urando sus carnes para modificar la

forma natural, y afectar una de moda; perforarse las orejas para llevar ricos ó miserables pendientes, pintarse fantásticamente <."on tanto tesón

como carencia de arte las más de las veces, los hombres son cada vez

menos extraños á esas femeniles debilidades, y ponen mucho esmero en em bellecer su físico y ser fieles á los cánones de la moda ele la esfaC'Í(m,

como despegados de la cultura y de las virtudes propias de su sexo; hombres y mujeres llevan sobre sí muchedumbre de fetiches y am uletos,

desde el escapulario,- el rosario y las medallitas, hasta los fragmentos de

herradura, los trebol, las manitas con dos dedos pura ele.c;hace1· la getafll ­

?"a, &., &.; festejan con desagradables ruidos y con fu egos de artificio y prosaicas lumillarias los regocijos populares, y significan su adoración

á la divinidad con lámparas votivas, velas de cera y perfumes incinerados. Si los ignorantes de las primeras edades temian los meteoros creyendo­

los formas de castigo y enojo de los poderes ucultos, 1m; contemporaneos

de poca cultura, el v'ulgo y á las veces mucho vulgo de levita, asocia deter­

minadas calamidades con la apa rición de ciertos meteoros, enlazandolos cun Ulla relación de causalidad, creen en la fatalidad y en los agüeros,

no llevan ópalos porque son de mal agüero, no se sientan trece ~ ]a mis­

ma mesa, &., &., Y en cambio llevan zafiros y turquesas que SOll ]io1·ta-eli-

14G

('lln, cuelgan t n los salones más suntuosos un pedazo de herradura sucia,

que trae la ,'entu ra, .v acarician la giba de un jorobado coo tanto placer,

como pena les causa el encontrarse con un tuerto.

Un arrebato de ira, devuelve al hombre en un momento la brutal fe­

rocidad de su progenitor el Iwmb1·c de las .selvas: sus nervios se crispan,

sus dedos se encorva n remedalldo las garras, sus ojos se inyf:ctan de sall· gre, sus feluces espuman, y rech inan sus dientes, cierra los ojos al fin para

cegar por entero y acomete sin reservas ni medida, y sin importarle el

daño que cause, ni el cómo lo canse. La obra de centenares, de millones

de años desapa rece arrollarla por un torrente de líquido rojo desborda-do en microscópicas tuberías . .. ... naufragan en el diminuto escollo de

unas cuantas celdillas nerviosas anormalmente excitadas . .. . .. la máscara elaborada en siglos cae por ti erra en un insta nte, yel homo-sapiens se

eclipsa detras del a11tropóide reaparecido por un instante, para recorda r­

nos que su reinado es sólido y Sll longevidad es portentosa.

09.-Sin mayor esfuerzo se percibe la persistencia del tipo primitivo

en lo que pudieran}(ls ll ama r sus edicion es contempodl11ws. La impulsivi­

dad aparece enfrenada, es cierto, pero pronta para reaparecer cuando los

E'stímulos desbonlall de los límites ordinarios, para los cuales se haf01ja­do elfrello; el supernatLlralismo y la superstición se ha ll depurado ideali­

zandose, pero conservan aún las heces de un grosero materialismo, á lo

menos para los más bajos en cultura, en las lámparas votivas, reminis­cencias del culto al fu ego, en los ex-voto, reliquias y demás menudencias,

á las que se atribuyen propiedades benéficas; el tatuaje ha evolucionado m:HH.yillosarnente, cambiando las brutales incisiones y los jugos cáusticos y las incrustaclol1f's de materias coloridas, por el acariciador mecanismo

de la b01·la, de la esponja, de la brocha y del pincel, y las delicadas pas­

tas de 3cuareln, que transform an la piel amarillenta y quehrada por la edad ó por los abusos, en terso y fragante pétalo de ' rosa, muchas veces

poco artística pOI' exceso de color; el dibujo ha. cambiado tambien mejo­

rando, pues en lugar de geroglíficos y escenas pornográficas, se procura

'retocar lo que la naturaleza hizo ya, agrandando las cuencas de los ojos con ojeras, prolongando las cejas, engrosando los labios, simulando luna­

res, &., &.; Y en cuanto al adorno, en vez de diminutos remedos de los

órganos genita les, pedazos de vidrio y amuletos, los a~omodados adornan

147

el cllello de las damas con ricos diamantes y orientadas perlas, y ya sola­rne?lte se pc?jomn las oTey'as dejando en pUl. Ú las narices; los desheredados

se conforman con collares de esferas de grflsel'O vidrio, fllllbar ó celulóide,

y adornan las falanges de sus dedos t011 fnmlJag oncs de plata ó cobre y pedazos de vidrio, remedos de piedras tinas.

He ahí, en unos cuantos rasgos de carader, establecida la proximidad

alarmante que persiste aun eut.re los primeros eslabones de la serie antro­

pológica y los últimos conocidos! Y no se diga que tales rasgos son pro­

piamente fruslerías y nimiedades, porque ellas corresponden á sentimien­

tos, hábitos é ideaciones fundamentales y altamcllte psíquicas, que respec­

tivamente uos dan cuenta de la sed de causalidad que impulsa a) hombre

á explicarse de algun modo los fenómenos naturales; su propensión á de­

tenderse de todo lo que le apena ó perjudica, congratulandose á las divi ·

nidades; su natural tendencia á captarse el afedo de los demás y á pare­

cer bien á sus ojos; y por último el anhelo de COllservar y perpetuar la

memoria de todo lo que por su grandeza ó por grato nos ha impresiona­

do, y gozamos rememorando, y de señalarnos entre nuestros semejantes,

lo mismo por una cinta de la legión de honor, que por una honrosa cica­

triz, por un traje lujoso, por una pintura de gran precio, por una rica jo­

ya, ó por un tatuaje laborioso, complicado y significativo, remembranza

de algun hecho señalado, y en todas esas tendencias, propensiones, gus­

tos, hábitos y sentimientos hallamos abarcada la vida intelectual afp.ctiva

y social del hombre en todos los tiempos, en touos los lugares y en todos

10s grados de cu !tura.

La idea fundamental de la Antropología: la solidaridad ent?"e el tipo ]J?"i­mitivo y original y sus diversas ?"epToducciones evo ltttivas, constituye por lo

mismo un sólido cimiento para una previsión basada en leyes fijas, ri­

giendo los mismos fenómenos, fundam entalmente repetidos y no obstante

dife?"enciados. Esa solidaridad no es, por otra parte, sino una lógica é in­

declinable consecuencia de la Adaptación y de la H eTer/.cia, dos fenómenos

biológicos que reputamos ultrademostrados, é indiscutibles en CU3uto á su

realización. La Herencia se encarga de fijar y mantener la especie en sus

caracteres fundamentales; la Adaptación se encarga de modificar en lo

posible y más ó menos hondamente y con más . ó menos tenacidad, pero

8Íemp?"e en los camcteTes no fnndamentales, el ti po heredado.

148

Para nosotros, por tanto, 1:1 Antropologíll no es una Ilo,'edad ni un di­

je adicionnl y separable del sistema de observación á que venimos acol1Jo­dandonos, sino un eslabón de la cadena, una integral de la mayor im­portancia, que forzosamente nos coloca, - exageraciones y desnaturaliza­ciones apnrte,- en las corrientes filosóncf\s de la Escuela que vamos á quilatar,

lOO,-No haremos l-'ues otra ('osa que llevar las conclusiones paciente­mente recogidas y conquistadas, á una de sus naturales expansiones y desarrollo, al relacionar los problemas de conducta con los dalos de confor­mación que proporcionan los órganos y con los datos de funciones que de­bemos á la observación, En otros términos: Nos ajustamos al sistema se­guido, refiriendo el fenómemo acto á sus naturales generadores: 61'gano y

ftmción , ó bien: explieando la conducta del Sujeto por la He?'encia y la personal Adaptación,

Pero si recordamos que en los dos libros anteriores dejamos demostra­

do que la herencia corresponde á una p?'eadaptaciólI, Ó sea á lo Heredado

y Adaptado por los generadores, y la posterior modifieación, lo adaptado personalmente por el engel1dro, constituye lllla postadaptación, podremos facilmente, haciendo una sencilla substitución'de equivalentes, decir que todo p?'oblema de cond-ucta es el ]J?"oducto ?1ecesario de la puadaptación y de la postadaptaC'Íón del agente, ó bien que todo acto del Suj eto c01"?'esponde á '/1.11

grado de adaptación en la escala indefinida de la evolución incesante,

Ahora, entremos de lleno aunque someramente al estudio del origen de la aplicaciór. de la antropología á los fenómenos de violación de la ley moral, bautizados de tiempo inmemorial con el nombre de delitos ó cT'¿menessegún su gravedad, como reveladores de la dep?'f)vación,

Los fundament.os científicos del nuevo sistema filosófico-jurídico son anteriores, y muy añejas muchas de las observaciones adueidas para con­frontar el fenómeno en épocas diversas; en todos los paises han existido pensadores que hayan presentido las teorías nuevas y las verdadps últi­mamente formuladas, pero ell la fórmula concreta á que han debido su

nombre, y en la aplicación específica, materia del crimen, la Italia debe, considerarse como la cuna de la fm'isp?'tlde?wia a?'d?'opológh'a y de la crimi­nología cie?lt~fica ó Sociología C1'imÍ1w l,

Cesar Lombrosso, un 1'id('/¡fe, médi co y aliellistll, pero por citlla de ello

sagaz observador, sorprendió entre la mentalidá.fl de los enajenados y la

de los criminales, pOI' una parte, y entre estos d os y los salvajes numero­

sas atingencias y sorprendentes puntos de contacto que permitian supo­

ller entre las tres agrupaciones de Suj etos la similaridan. de organización

y d e funcion es corr.espondielld() á la similarid ad d e mnnifestacionc·s.

Los datos en apoyo de tal supuesto no f'scaseaban: los criminales igual

que los salvajes aman el tattwje y emplean los ge roglífi cos y lo:> simbolis­

mos ; los sllh'ajes como los criminales y los idi otas, ti enen una especial ap­

titud que sin ser tal ento 10 simu la, una peculiar m a li cia que parece pe­

netración, y una at.enciÓII que frecuentemente parodia la observación; la

superstición, una p~eudo-piedad y pseudo-devoción , y un aparente y si­

mulado servilismo, son coml1nes á los tres tipos; y para los tres el orden

moral aparece illvertido ; el horni eiel a cree que u sa de un d erecho al su­

primir á su aelversario ó el objet.o de su oelio y mnlestar; el loco cree arre­

g lar el mUlldo que encuentra desarreglado y mc-terlo a l orden norm al; y

el salvaje juzga traidor y enemigo á todo el que no piensa, vive y obra.

co mo él; en pocas palabras, cada uno de esos t?'p08 anorma les C1'6C repTC.~en­

t ((l' la normalidad, !J declam anóma los á los 1'ea lmente norma les_ Ex peri m en­

t.a nlgo así como una pola1'ización del sf'lltido moml, paralel a con la pola­

rización embrionaria de sus energías vitales en via de formación y de

consolidación. •

La observación por un parte, y por otra, bien que en menor escala

un a experimentación dificil , vinieron en apoyo de la teoría de pronto

aventllrada con más genio que reposo y documentHción. Lombroso como

Ga 1J , formul ó Ulla teoría falsa en su injustificada lat.itud , pero presintió

una inm ensa verdad C'uy3. trn scendell cia 110 aquilatamos aún. Lombroso

como Ga 1J , fu é nn precursor. Aquél con su frenología empíri ca VillO

abriendo paso á la localización científica de las fur, ciones inteligentes en

los centros nerviosos. Este con su teoría de la manía delinwente abril) pa­

so á la Orim'inol()gía (mf1'opológica, que muy pronto será la que rija la

ley positiva, tornando en verdadero tra tamiento terapéutico, hllma nita­

rio y cien1ífi co á la vez, nuestro sistema penal de hoy en elia , que tan

. lejos está de satisf"cer las exigencias de la cultura alcanzada y de los

cánones de una sana Sociología.

150

lO1.-No podía ser todo acier to en una obra de genio. Lombrosso co­

mo observador uparC'ce festinado en sus conclusiones y unilatera l .Y trun­

co en los da tos consultados; de los estados JJsíq uicos y patológicos que ]Iredisponen á la violación de la ley moral y de la ley penal positinl, las

formas de demencia y los tipos en que Lombrosso recogió sus observacio­

nes, por numerosos que sean los ejemplares, no son siquiera la mayoría de

los que formen el acervo de los sujetos sometidos á la observación. Como

observaciones particulares, son relativamente mezquinas para fundar una

generalización y preparar el údvenimiento de Ulla Ley ; y no versan so­

bre hechos de caracter fundamental y suficielltemente general para quc puedan reputaTse como casos conc?'ctus de una verdadera ley, wderio?'mell te e8-tableáda.

No puede lógicamente dedararse basado en las observaciones referidas,

que toda delincuencia sea un acto de locura y un caso de irrespousabili­dad, procediendo inductivamente.

Tampoco puede establecerse que la demellcia sea un antecedente nece­

sario de la delincuencia, para concluir: deli1lwell te, luego demellte; IUf'go irresponsable, procediendo ded ucti vamente.

Lombrosso dió una importancia capital á lo aparente del fenóm eno

psíquico, y al relieve exterior de los órganos, dañando con todo lo que

de necesaria men te irnpTeciso tienen esa clase de docu mel) tos, en u 11 proce­

so de tan grande importancia. La cran,eometría y la craneoscopia tuvieron

para él mayor importancia que la rlisección y el examen microscópico; y dió la preferencia á los estudios eomparados y expe rimentales de museo,

necesariamen te limitados pa ra funo a r ideas generales y vastas abstmccio­nes, con perjuicio de las preparaciones anatómicas y de las observaciones

clínicas y microscópicas, que por versar sobre caracteres jllndrtlllelltalmente orgúnicos, y por ello 1ln~formes, perrniten con limitad o número de obser­vaciones, bien autenticadas, fundar una generalización y una ley, susten- ,

tada á su "ez por la de UN IFOR:'IIDAD de cOllformaeión anteriormente es­

tablecida .

Pero la corrección de los defectos en esas observaciones, y la extensión

de la observación misma" á caracteres más precisos, á formas mejor défini­

das, y á elementos anatómicos y fisi ológicos simJ1ares y estables, proval'a­

dos por la iniciativa combatida, calumniada y condenada de Lombrosso,

151

fu eron ya fecundas en cosecha sana'y en preciosas conelusiones, capacps

de servir de fundamento á una reforma social importantísimR, en el al­

cance y forma de lo que llamaremos la cl~fe?lSa social, ó sean una genero­

sa c?'uzada cont?'a las a'llomalírlS 'Ilodvas. Gracias á las nuevas id"'as y á laE nuevas observncione~, el problema

ele la Herencia, relegado antes al gabinete de los psicólogos como proble­

ma .teórico, y en el comercio del \"ulgo como materia de curiosidad y de fant.asía penetró con valor de 3Eunto serio y traEcendente á las ciencias

prádicas y de aplicación trayendo al débate juntamente con su creden­

ciales, el problema de la responsabilidad de los delincuentes, y el del importante deslinne entre las esferRs de la irresponsabilidad automática .Y de la deliberación y la responsRbilidad por actos deliberados concientes y voluntarios. En ese periodo se halla en estos momentos el preeioso de­bate.

Más adelant.e, al estudiar los recursos y la finalidad de la escuela Cri­

minalista Antropológica, llenaremos los puntos suspemivos que cierran

el somero estudio de su origen.

§ IJ.

Procedirnie71to8 ele la Escuela Antropológica.

l02.--No voy á n:fel'irme á los medios y procedimientos illieiales que de truncos y deficientes acaho de tildar, sino á los empleados posterior­mente y en ulJa invest.igación científicR más circunspecta y atenta, espi­

gando en todas las ciencias limítrofes, que alguna luz pueden arrojar so­bre el hondo problema.

La mayor parte de esos procedimientos son ya de sobra conocidos por nuestros lectores, puesto que se refieren á ciencias en que á nuestra vez hemos espigado antes, y á datos ql1e atrás dejarnos establecidos, y que no haremos sino corroborar y precisar en el sentido de su aplicación con­creta. A tres pueden reducirse las categorías de las observaciones ó expe-

rimentos efectuados para establecer las relaciones concretas entre los or­

ganismos somáticos y los productos psíquicos, ya qlle la relación gené­rica está suficientemente demostrada y puede calificarse de indllbitada. Los elementos histológicos (celdillas), los elementos Olwtómicos (órganos),

y los elementos combinados, complementarios, fisiológicos (sistemas.) Las celdillas integran los diversos t('jidos, formando colonias celulares

• homólogas; los tejidos integran los órganos en la forma de 3socia(;ión de tejidos diferenciados, y los órganos á su turno se asocian más ó menos complicadamente para producir un sistema encargado de una función de con:un provecho para todo el organismo somático.

La estructura, paralelamente á las funciones va diferenciandose y com­p1icandose cada vez más, desde: las primarias y minúsculas formas de los 11WrO?laS de la celdilla nerviosa hasta la complicada y llJisteriosa estruc­tura de las circunvoluciolles cerebrales; desde la ósmosis maravillosa ce­lular que nutre las celdillas, hasta la poderosa córriente que conducen los grandes vasos sanguíneos; desde la minúscula oxidación efectuada en

las arteriolas plllmonares, á las mayúsculas reacciones qnÍmicas, calorífi­cas y eléctricas que la primera oxidación tiene por corolario; desde la

elemental y grosera trituración de las substancias alimenticias, hasta la complicada y sabia clasificacióll y distribllción de los elementos nutriti­vos y su asimilación y descomposición analítica.

Las funciones fundamentales de todo organismo, las que llamaremos por lo mismo bióticas, se reducen á tres: movim1:ento, nutrición y ?'ep?·od-uc­ción, y cada una tiene su sistema predilecto, sin perjuicio de la necesaria y armónica colahoración de los demás. El Movimiento, radica esencial­mente en el sistema ?1WSCUlaT, cuyas contracciones arrastran en su movi­miento á otros elementos orgánicos no contráctiles; la Nutrición radica

esencialmente en el s1·stema digestivo, encargado de la descomposición y absorción de las materias alimenticias, y por último, la reproducción ra­dica esencialmente en órganos especiales á CllyO cargo están la elahora­ción, la fecundación y el desarrollo de la semilla, respectivamellte.

Pero la estabilidad y rigidez de los músculos y la persister::cia de las formas sería imposible sin un elemento rígido y consistente á cuyo arri­mo se dispusieran los tejidos blandos, y á esa necesidad provee el sistema huesoso; á su turno, la absorción de las substancias alimenticias sería ine-

153 20

ticaz si se detuviera eu las paredes de los órganos digestivos, necesitando

llevar la nutrición á regiones muy apartadas, y á esa necesidad viene á proveer el sistema cúcnlatu1'io ó sanguíneo, eucargado de recoger y distri­

buir el alimellto químico animalizado, en todo el árnbito del organismo,

}Jor medio de úll silStema de irrigación admirable; la elaboración y fecull­

uución de la semilla del embrión, sería tambien ineficaz considerada en

ambos sexos sepamdamente, tratandose de la especie humana que e:3 la

que venimos estudiando, y ya para esa función superior, mitad somática y mitad psíquica, no se necesita de la cooperaeióll de otro ú otros sistelllas,

sino de la illtegridud del organismo opuesto y ('om plementario; es decir

el acoplamiento de dos personalidades humanas íntegras, en el máximum

de su concentración de energías vitales.

No he concedido un lugar aparte á la cooperación del sistema respirato­

rio por consider~rlo comprendido en las funciones de la circulación que

colocan en con tacto la sangre viciada y carbonosa con los al veolos pu 1 mo­

nares para la reoxidación del precioso líquido; tampoco hice antE'S mención

del sistema glandular, encargado de la secreción y elaboración de jugos

destinados ya á disolver y atacar las materias alimenticias y cooperar á

su digestión, ya á lubricar los órganos encargados del movimiento, ya en

fin, la base ó Subst1'octum orgánico integral del gérmen reproductor de la

especie. Ante todo nos preocupa la claridad y la sencillez, y ellas aconse­

jaron el aplazamiento.

Lo interesante para la índole del estudio qUA en este capítulo tenemos

emprendido, es agrupar lo más metódica y sencillamente posible, los di­

versos fenóm.enos sobre los que ha de versar nuestro examen, y entende­

mos que lo expuesto habrá bastado para allanarnos el camino, dando

una somera idea de la inte1'dependencia entre los diversos sistemas por

una parte, y entre la estructura de los órganos y sus ftmciones por otra

parte.

103 -Se habrá tomado acaso por una omisión el silencio a~erca del

sistema nervioso, que de propósito dejé para examinarlo separadamentE',

porque él preside á todo movimiento, como excitador genuino del sistema

muscular, produciendo el movimiento, regulandolo y coordinandolo con

otros en la acción complrja. En este sentido, todo se subordina al sistema

nervioso; siE'ndo á la vez, en su doble calidad de excitado y excitador, el

154

depositario y regente de la sensibilidad, vIene tumbien á ser, co rno 10

vimos ampliamente en "El Alma Orgánica," est.udiando el complejo sen­

sación y sus elementos integrales: -Idea y Emocióll ,- el ori gen de nues­

tros sentimientos y de nuestros conoci miento¡>, y por tanto de lIuestras vo­

liciones, afectos y conducta. Pero los elementos nerviosos, igual que los de otro sistemo están suj e­

tos á la cooperación dependiente ele la nutrición , y siguen las variantes

de los otros sistemas en tanto que ell as a fectan á la nutri ción . La falta de

nutrición, lo mismo que el exceso, traen consigo irregularidades más ó

menos profundas y trascendentes de caraeter, ele humor, de sentimientos,

de actividad y de labor inteligente.

El a forismo que sirve de epígrnfe á este lihro resume la E'strecha de­

pendencia ó nwjor di cho la inte?'dependerlcia del espíritu y dE'1 organismo somático, J1Iente sana en Clte?]JO sano, reza el aforismo, comprendiendo en

el vucablo ~lE:\l'E la personalidad psíquica, integrada con sentimientos y

con ideas.

El defecto de energía nerviosa, produce trascendentes formas de depre­

sión que se traducen en coordinaciones deficientes, truncas ó malsana~ ;

el exceso de energía nerviosa produce á su vez un exceso de impulsión y de reacción, y coordinaci~nes complicadns, excedentes y tambien malsa­

nas, y tanto las excedencias como las deficiencias, vician el juicio, extra­

vían ld. conducta y violentan la volición.

Actos y omisionE's, segun las circunstancias, rivalizan en lo perjudicia­

les y delictuosos á las veces, pues tanto daña un apático por no hacer lo

que debe, como un impulsivo por hacer lo que no debe. Y hasta sin to­

mar en cuenta las consecuencias mediatas ell perjuicio de tercero, la im­

pulsión y la apatía, al haceri3e crónicas por la repetición, y degenerar en

hábitos, determinan una degeneración individual cuyas consecuencias no

es facil medir de pronto, pero que pueden rematar en las formas agudas

de la demencia, de la imbecilidad, ó de la ll E'urastenia, forma indecisa y mixta designada actualmente con ese nombre, y que está caracterizada

poI' la desigwl,ldad ele la rnente, que, a1t.ernandose en el sistema nenioso las dos form as excesiva y deficiente de exci tación ó inervnción, alterna

á su vez las form as de impulsión y de apatía en la cond ucta del pa­ciente.

15;)

Por otra parte, las irregularidades de todos los otros sistemas repercu­

ten sobre la mente y sobl'e el trabajo nervioso, qU8 es mayor y reclama

un gasto mayor de energía siempre que alguna función somática se hace

más intensa que de ordinario, y de automática, inconciente é illstintiva,

se hace conciente, psíquica y voluntaria, por la necesidad de acumular

una elJergía extraordillaria, comú lo vimos al estudiar en "El A:ma Or­

gánica" el mecanismo de los estados de conciencia, y sus linderos con la

incollciencia y la vida retlpja.

Ahora, sin temor á confusioneH, podemos proceder á las aplica<:iones

graduales y metódicas de las formas herédicas y de las formas de la

ndaptación que hau sido materia de estudios antropológicos en rela~ión

con la conducta humana, y en especial COIl la condueta criminal ó anóma­

la que importa violaciones de las leyes moml ó última y pos-itiva ó pellal.

l04.-En nuestro libro anterior "La Vida Psíquica" condensamos la

Conducta humana de un Sujeto cualquiera (*) en la siguiente fórmula:

significando que la conducta está representada por el concurso de los es­

tímulos provinientes de la Herencia, de la Adaptación (ya realizada), de

la Región habitalla (medio físico) y de la Sociedad á que se pertenece (me­

dio moral.)

De esos cuatro elementos podemos considerar como uno solo en un

mismo Sujeto y en U11 '/'(wmento dado, los dos primeros, que en dicho mo­

mento, como ilefinitivos y organizados, formarán la idiosincrasia, y los

dos últimos, no adaptados aún y considerados como factores potenciales,

vale decir, posibles pero no seguros, como simples estimulantes ó excita­

dores. Y como toda adaptación, ya efectuada, ya en via de efectuarse, ha

de referirse á un Medio, y ese Medio lo integran los dos factores R y S

medios físico y social, -tendremos reducidos los factores de la conducta

humana á dos: Idiosincmsia y 1J1edio. Ahora, traduciendo á sus manifestaciones esos dos factores, tendremos

determinada la conducta humana, ya por impulsiones orgánicas innatas

(*) Introducciún, p.ígina 10.

156

ó congénitas, é impulsiones adquiridas ó defilliti,'amente ~aptadas, ya por la.s influenL:ias sumadas del terruño y de la sociedad frecuen­tada.,

Hemos llegado al colmo de la simplificación Lrantandose de un fenó­meno tan complicado al primer aspecto. Ahora, el estudio de los diver­sos procedimientos empleados para estudiar la 'im.pulsión refleja como pro­ducto de las tendencias, y la impulsión conciente que llamaremos p1'opnl­

sión ideo- motriz, como producto de las semmciones, de la vida de relación y del contacto con el Medio, se allana grandemente y hastá se colo~a

al más corto alcance intelectual. Ya sólo falta examinar separadamen­te esas dos categorías de impulsiones, como lo haremos en sendos nú­meros.

Solamente queremos hacer constar antes de pasar adelante, que no por desestimarlos hemos dejado de mencionar, en este ramo importantísi­mo, igual que en otros de los muchos ya tocados en la inmensa ramifica­ción de este estudio con ciencias contiguas, á los ameritados y venerables

colaboradores científicos, á quienes honda y muy sinceramente admira­mos y á quienes aparte de nuestra personal y mezquina observación de­

bemos los conocimientos a.dquiridos en el a::iunto materia de este libro. Es que la índole de esta obra no es histórica, y para ser justos y honrados, habriamos necesitado un espacio incompatible COLl las dimensiones é ín­

dole peculiar de nuestro humilde trabajo. Felizmente ellos saben bien cuán desinteresada é imp2f.30nal es la madrepórica cooperación de los obreros en el campo de la ciencia, y habrán de sentirse más satisfechos de ver aprovechadas útil y honestamente sus enseñanzas, si lo hubiesemos

logrado, que no de verse una vez más en letras de molde y alabados por un obrero tan humilde como el autor de esta obra.

lOS.-(a) Impulsión.-Lo primero que en el caudal orgánico definitivo se nos preseuta, es el lote que debemos á la Herencia, ya venga por la via directa, de padres á hijos, ya por la intermitente ó atávica, de antepasa­dos más lejanos y con cierta irregularidad ; es d8cir los frutos de ajenas y anteriores adaptaciones. Seguidamente y en calidad de menos persisten­tes como más cercanas, ~e nos ofrecen las modificaciones, fruto de la per­!'onal adaptación. Por supuesto damos que para el propósito de esta in­vestigación y como üctores de la condueLa, esas dos clases de adaptación

157

solamente difieren por la cdad y por lo mismo por 11'1 tCJlacidad; pero tra­

t.andose de los med ios () procedimientos de que S9 (l isponga para la mis­

ma iJl,"estigación, ti ene grandísima importancia la diferencia. de origen.

Pa.ra ll ega r al conocimien to y apreciación de la Herellcia n ecesitamos

desandar el cam illo, y h~jeando el gran libro del a bolengo del Sujeto,

buscar su tipo, ya total, ya parcialmente, en uno ó varios de sus progeni­

tores. Para. llegar a l conocimiento y estimación de las modifi cacionps

efectuadas en las tendencias congénitas, necesitamos interrogar a l medio

en q ue el Suj eto se agita y vive.

La primera el e esas investigaciones, que podem os llam ar de informa­

ción, tiene un caracter h:istórico, ya personal ya colectivo; lA, segunda tie­

ne un caracter más fil osó fico y analítico, y estudia el medio descompo­

niendolo en sus elementos material ó físi co, y psíquico ó moral, buscando

la causa de las mod i firaciones en est-ím ¡¿los con temporáneos y más ó menos

act na les, revistiendo un caracter clenw,rJ?'áfico. La histori a en ese asp€:cto de

origen y sucesión con lleva muy bien el nombre de .()e'll ealo.()ía, y por tallto

para fijar las tendencias que en cada sujeto forman el lote incon ciente

del in stinto, del automatismo de la vida refleja, los medios de investigación

empleados por el hombre de cienci a son y han sido las invest.igaciones

genealógicas ó de abolengo y las demográficas ó del medio, q ue podemos

reducir al social, porque el físico , siendo uniforme, afecta á todos los su­

jetos que á su vez integran el medio social.

Empero, esos estun ios genealógicos, fiados á la tradi ción podían sospe­

charse de nd u1terado~, en tanto que algunos datos de mayor estabilidad y más exentos de sospeeha no vinieran corroborando aquellos t.estimonios;

de los muertos tiempo hll, 10 que más resiste á la acción destructora es

el esqueleto , y del esqueleto las partes ó elementos que por constituir pie­

zas solas perduran más, son el cráneo y la pelvü' ; de ahí que esos fueran

los documentos humanos más facil , frecuente y fructuosamente consulta­

dos; muy preferentemente los cráneos, por relacionarse con la masa ence­

fálica, residencia put.a tiva de las facultades mentales desd e tiempo inme­

morial.

Los estudios demográficos encaminados más que á explicar la constitu­

ción social, á Te.()i.stTa1'la y dedu('irla mecánica,mente de natos num éricos,

y á descomponerla en sus naturales elementos gregarios, es, para el inoi-

ViS

"iduo, cSfadbtica, y para los grupos ó medios secundarios, c:lases ó gremios es política.

La Estadística es una fu ente impura muchas yeces, ya por el poco es­

crúpulo que en fijar sus datos emplean los encargados, ya por lo dificil

que uun siendo escrupulosa resulta. la recolección oe datos, gracias á la

apatía de los analfabetos ó á sus prejuicios. Los empleados, tratandosp de estadística, llenan su cometido frecu entemente con datos supuestos, tÍ. ojo de ¡me?) ('.ubero, pensando que así lo hucE: n otros, y que su minucia no se­

ría de proncho; los analfabetos tratan siempre de suhstraerse á toda in­

vestigación que tenga caracter de censo, temerosos de que váya encami­

nada esa medida á causarles algun daño: meterlos al servicio militar, co­bnlrles contribución ó algo por el estilo.

La Política resulta impura á su vez, debioo á la pasión que ya en sen­tido pesimista ya en el sentido optimista preside á la calificación de los

fenómellos, plegandolos cada quien segun su propio sentir, y falseando­

los inconcientemente. El demócrata exagerado encuelltra peligroso y ti­

ránico todo mejoramiellto de una clase ó oe un individuo que les haga preponderar más ó menos; el aristócrata por su parte, encuentra risible, plebeya y chabacana toda digllificación del elemento popular inferior; el

teócrata encuentra innecesaria y pretensiosa la difusión del saber y la

elevación del nivel intelectual en las masas, y el anarquista encuentra

injustifi~ada toda disciplina y ordenado el deso1·dell. (b) De ahí que, como términos de una rigurosa inducción, los copiosos

datos que esas dos fuentes nos proporcionan no sean suficientes, como lo dijimos antes, para fundar una generalización sólida y &mplia, precurso­

ra de una Ley ; pero si esos datos, ya bastante numerosos para sustentar una teoría y para fundar una hipótesis vienell á ser corroborados por su

coincidencia con otros datos de mayor y más fundamental generalidad,

entollces la hipótesis se transforma en una verdad, y la teoría se trueca en Ulla demostración.

Si despues de observar en un buen número de cráneos que de cierto

pertenecieron á sendos criminales, caracteres comunes de conformación y peculiaridades 1J.nijo1'mes, constituyendo ambas calidades diferellcins con

]a conformación general de los Sujetos no criminales, habremos sorpren­

dido un cierto número de coincidencias que nos inducirán á sospechar

159

una generalidad mayor, pero que no nos permitirár; afirmarla, porque dada la inm61'/8a t'Cl1"ieelad ele COllfo1"1J1 aci.o11cs c1'anianas !J el inrnen.~o 11ílmero de indiv'idlW8, el número de los casos observados puede ser una simple coincidencia ; pero si esas coincidencias van asociadas con determinadas disposiciones orgánicas de ca1'acte1' fundamental, como en ese orden no son admisibles las excepciones y menos aún las numerosas, la extensión ge­neralizadora de las primeras observaciones quedr. ya suficientemente au­torizada,

Si en vez de estudiar en el cráneo de un criminal desaparecido, es­tudiamos en el cadaver de un criminal recientemente ejecutado, y la di­sección auatómica nos revela esa misma disposición craniana, y además y coincirlienrlo con ella, determinada disposición cerebral interna, porlemos fundadamente suponer una relación constante, aunque más ó menos apnrente y facil de comprobar cnt1'e la estTuctura del ce1'ebro y las tenden­cias al delito,

(c) Pero todavía esta conclusión aunque autorizaoa pecaría por lata, porque ni todos los delincuentes propenden al mismo género delictuoso, ni la calificación de los hechos considerados como delitos es uniforme y constante en todos los lugares, y en todos los tiempos, Tampoco es de ad­mitirse, porque nada lo autoriza, una tendencia abstmcta y vaga á delinqu.ú' no impo1'ta có mo; todo acto supone un excitante, y UIla dirección determi­nada por la sensación, Más propio parece substituir la palabra ó concepto de delito, por esta locución: . actividad nociva; en ella queda comprendido todo acto que perjudique á tercero, y excluido todo linaje de anomalía que á nadie perjudica y que no cae por tanto bajo la acción de la ley pe­nal positiva, Desde el momento en que consideremos á esa tendencia co­

mo congénita ó como definitivamente adaptada, y por lo mismo ir1'esisti­ble en m{¡s ó menos grado, y aun totalmente, no podemos mantener el con­cepto de delito, que supone la violación volttrda1'ia de la ley moml, materia de la ley positiva, Tampoco podemos declarar permitida, lícita é impuni­ble una actividad que aunque involuntaria sea nociva, porque si una parte más ó menos numerosa de la sociedad humana tiende á dañar, el resto de esa misma sociedad tiende á defenderse, debiendo y pudiendo por tanto substituir la represión y la defensa, sin empeñarnos para ello

en sostener á sangre y fuego la responsabilidad del agente nocivo, ni ex-

160

cluirla en todos los casos; lo úlIico que ese call1bio de concepto impuesto por la SHna lógica exigiría, sería un 1l'tle1'O })t{.l do de rista, m e1! OS c;rc!nsivo,

·))l(·'IIO.~ absoluto, !J menos peligToso. (d) Asociaronse pues acertadamente los resultados de la disección ana­

tómica en los cadáveres, C011 las observaciones paleontológicas hechas en colecciones y museos, y con los da tos más ó menos sa tisfactorios de los ar· chivos criminales.Y debido al concluso y valer complementa rio de esos factores, se consideraron determinados ca rncteres anatómicos como asocia­

rlos á deterlll i nadas fun ciones y a.<:ti vidades anormales, y como causas efi­('ientes de t.:iertos actos nocivos calificados e01no d.elitos.

Pero quedaba en pie una grandísima dificultad : ¿con qué datos j ' cuán­do, podía declararse la existencia comprobada de una inclinación ó ten­

dencia delictuosa .. oo.? Una sola violación, nn acto solo, no podría hastar para decla.rarlo fruto de una tendencia que supone propensión, serie, y por lo mismo repetición, reincidencia en una palabra. He ahí una nueva

característica que buscar y un nuevo factor para presumir con fundamen­

to la tendencia. No se trata por supuesto de una repetición íntegra del hecho que motive la investigación de la responsabilidad, si(}o de la dis­posición fundamental de ánimo que el hecho supone. Algo así como la semilla ó el gérmen del delito. La condición de pendenciero y de cruel

en un niño, puede ser un antecedente idiosincrático del asesino de maña­na ó del caudillo valeroso y del militar intrépido y arrojado; la disposi­ción á la mentira puede ser la levad ura de un futuro falsario ó de un novelador de fecunda imaginación; la condición destructora de los niños en su gran mayoría, se trueca más adelante ya en curiosidad científica y en estudios de estructura y conformación, ya en hábitos de devastación y de muerte; y consultados esos antecedentes despu és de ejecutado el acto, pueden explicar éste como fruto de una tendencia ; además en esos ante­cedentes pueden considerarse los antecedentes de los progenitores, puesto que de ellos se heredan esas tendencias de las que aparecen como C0nser­vadores los engendros.

(e) Un sujeto que impasiblemente y sin un movil que en el comun sen­tir explique su arrebato, asesina á un semejante, aparecerá como un loco á cualquiera, porque no ecuentra el excitante bueno ó malo, insuficiente ó bastante, pero movil al fin; en cambio, si antes se ha hecho notable el

161 21

delincuente por su propensión á reñir, ú por su caracter irascible desde

niño, y su temperam~nto impulsivo, el delito, aunqlle punible, se atribui­rá á la mala organización del agente, .Y si se sabe que entre los antepasa­dos del ag~nte criminal hubo reos del mismo ó parecido delito, el hecho

inexplicable llegará á parecemos hasta lÓ9ico, por supuesto con la lógica

necesaria de un fatal elllace. (*) Muchas veces el antecesor cuyo tipo reaparece por la vía de herencia

atávica está muy lejano yeso da lugar á que de pronto, no se halle ~l

antecedente del acto aparentemente 'inmotivado, pero un exa men más de tenido pone al observador sobre la pista; otras veces la transmisión heri>­

dica no es total sino parcial, y otras se combina con la postadaptación per­

sonal y aparece modificada en uno ú otro sentido la primitiva tendencia ,

dificultando la investigación. Sendos ejemplos completarán la idea: I. El hombre en el espasmo de la cólera blanca, enseña los dientes co­

rno los animales carniceros, y trueca el rugido por el habla. El alltece­

dente de esas manifestaciones se hall a en especies inferiores ó en estados

remotos de barbarie.

II. El padre músico engendra un hijo pintor ó literato. Herencia fUll­damellta l de la facultad imaginativa con variante en sus aplicaciones.

lII. Un padre ó abuelo asesino tienen un hijo ó nieto respectivamente,

que crece en un medio moral y honrado y llega á ser un militar valient~ y pundonoroso, empleando su tendencia homicida en sacrifipar enemigos

de su pátria. Caso d e modificación de la tendencia. (f) Observese de paso que en los tres ejemplos escogidos, y que podrían

multiplicarse mucho más, aparecen dos direcciones diversas y aun opues­tas para una misma tendencia fundamental heredada. El hecho se expli­ca sin esfuerzo por la combinación sinergética ú concurrente de la heren­cia y de la adaptación; si lo adaptado sigue la línea recta de la tendencia y ella es criminosa ó nociva, su explosión resulta criminosa; si lo adapta­do es opuesto y hostil á la dirección de la tendencia, ésta degenerará en la explosión haciendose inocente ó provechosa.

(*) Para pormenores de grandísimo valer en punto á transmisión herédica, remitimos á nuestros lectores á la recomendabilísima obra de Th. Ribot, en la que con tanta clari­dad y en términos harto accesibles ana lisa y documenta las diversas formas herédicas, al estudiar La Herencia Psicológica, que es la. que da su nombre al libro. En éste nuestro, te­nemos que considerar el fenómeno en masa y en sus grandes lineamientos.

162

Esto nos lleva directamente al estucho de las reacciones provocadas por

la personal aoaptaeión, y que convenimos en designar con el nombre de

}Jl'opulsio'nes. Hemos delimitado casi el grupo correspondiente á la impul­

sión, pero para completar el conocimiento del fenómeno en aquellos casos

que implican la complic8ción de ambos, necesitamos delimitar los fenó-

1ll~1l0S del segundo grupo, á fin de poder clasificarlos ya en tres grupos,

á saber:

L-l'ende1l{'ia:;; congénitas en cl/?'so 1lO?'mal; II. - 1.(ndencias adqtl.i?·ida.<i f U Ct~?"so nonnal; y lII.-'1'e?1Clenc-ias Mü:tas análogas ó antílogas.

lOG.-P?·opulsióll.--(a) Excluirlo del fenómeno conducta el factor heren­cia, la udaptación quedará exclusivamente rlete.rmillada por la naturale­

za del medio que es el otro factor. La dirección que ella siga y el tiempo

que requiera esa postadaptación personal dependerá necesariamente de la

naturaleza, número y poder de las tenden<'Ías congénitas, anteriores, de­

finitivamente fijadas en el organismo, y que pueden ser indiferentes, fa­

vorables ó adversas al sentido y direl:ción de los nuevos estímulos pro­

vintentes del Medio.

Siendo análogas ambas tendencias, se reforznrán ; sienrlo antílogns, se

modificarán mutuamente en sentido favorable á la más poderosa, y sien­

do indiferentes seguirán libremente amhas el curso norlllal de su evolu­

ción sensoria y de reacción .

Ya estudiamos ampliamente el concepto del medio, su estructufl:l y su

poderosa influencia sobre el Sujeto; (*) ahora nos remitiremos á lo ya di­

cho y demostrado, en simples y breves recordaciones. En punto á estruc­

tura, recuerdese que hallamos un Medio amplio, formado, por una in­

mensa mayoría de Sujetos jnndamentalmcntf nrJ?"ma le.~ en su co.nformación

y línea general de conducta, y constituyendo un Medio Normal. Dentro

de ese Medio Normal mayor, descubrimos grupos más reducidos que se

asemejan y unen por las uniformidades ó normalidad fundamentales, pe­

ro además, se separan del gran medio por alguna ó algunas otras pecu­

liaridades anormales respecto de la mayoría y normales á su vez y comu­

nes á los individuos componentes de esos grupos; que, en virtud de su do­

ble caracter, llamamos J1~edio8 normales de anónwlos, diferenciandolos del

(*) " La Vida Psíquica" . -Ensayo de vlllgal'j¡o;ación de Sociología y Política.

163

gran Medio que Ilalllamos illedio lIunnu l de nonnales, ó simplemente 11[,·­

di!) Nonnal. H allamos por últ.imo tipos anómalos, respecto al Medio llor-

1l1:J 1 Y anómalos entre ellos mismos, por a partarse oe la conducta de la

mayoría á la vez que de la conducta a nómala de sus a nálogos, y que so­lamente se asenwjall en d hecho de ser anormarles, sin aspmejarse en la

anomalía misma. Es decir, lo que ordina rimellte se ll a ma l08 r:rúnÍl ta les, y que bautizamos eon el nombre de J.ll ed1:0 anorrlla l de anÓnw lo.".

Los medios ó grupos sociales de anómalos lJormales quedall integrados,

por razón de la diversidad de a pti tudes y de di recc ioll es que la acti vidad

humalla signe, en las clases sociales diferenciadas que se dividen y dis­

tribuyen la vida colectiva en sus manifestaciones políti cas, en grados di­

versos, ton diversos fin es inmedia tos, por conceptos diversos, yen las más

varias formas, pero tonas ellas cOllgruentes, armónicas en mayo r ó me­

nor grado y compadeciéndose con los intereses colectivos á la vez que

con los de clase y a un los individua les. Por eso asociamos los epítetos

?/o1"11ial y anómalo, incornpatibl es y opuestos a l parecer. Esos Medios nor­

males de anómalos, Son otras tant:.lS forma s concurrentes, armónicas y

distributiva~ de la vida social ; no sucede lo IlJismo con los Sujetos anó­

malos y doblemente anormales, que IC'jos de concurrir á la vida colectiva

y ayudarla más ó menos, conspiran contra ella, frecuelltan y cultivan los

hábitos nocivos más varios, y se ponen fu era de la ley que trllta de redu­

(:ir su fata l adividad, y de estorba r las allól1lalas tendencias cuya ~atisfac­

ció n persiguen ellos, sin reparar ell los medios ni med ir las consecuencias.

La sola semejanza que elltre t,odos ellos existe es la de anormales y no­

civos, aparentemente; pero ahora que hemos penetrado más á fondo en

los estudios antropológicos y en las íntimas relaciones descubiertas entre

el organismo y las tendencias, entre la conformación física y la actividad psíquica , y por último entre las diversas formas y grados de la degenera­

CiÓIl, podemos afirmar la existencia de caraderes anatómicoa y fisiológi­

cos comunes á diversos gmpos y clases de criminales, y en ese concepto

por la doble influencia de los criminales como 'Inedio social y como fjCI/.C-

1"CI.dm"es, podemos admitir la existencia de un verdadero Medio Ol'úninrr l, con semejanzas genéricas bien defiuidas, tanto fundamentales y orgánicas,

como accidentales y mudables, manifestadas en la forma de hábitos cri­

minales y tendencias anárquicas.

11,,*

(b) Dada la introducción de ese nuevo Medio tenemos ya subdividido

para el sujeto criminal el campo en que puede realizal' su a1htptación, en

dos tipos: el Normal, nesfavorable á las tendencias crirninosas, y el cri­

minal favorable á las mismas y propicio para su desarrollo y cuHivo.

En este último, la superposición y reforzamiento vienen á refinar la in­

clinación, á corroborar el hábito y á solidificar la adaptación anterior

y hacerla definitiva. haciendo cana vez menos posible y mellOS probable

la adaptación de hábitos y tendencias opuestos, hasta llegar á lo que ell

"La Vida Psíquica" llamamos un inadaptable. Ya podemos quilatar el inmenso valer del Medio cuando es análogo á

las tendencias del Sujeto, y podemos tambiell establecer las condiciones

normales de er¡uilibrio entre las tendencias cristalizadas ya en el organis­

mo, y las excitaciones opuestas provinientes de uu medio hostil y opuesto

á esas tendencias. Reflexionando tambien en que ordinariamente del

propio medio social en que nos agitarnos, procedieron á Sil vez nuestros

progenitores, y procederán nuestros engendros, ponemos también recono­

cer, como omnipotente casi el propio medio, puesto que él nos proporcio­

na por mediación de los progenitores el lote herédico, .Y desp ues nos pro­

porciona los excitantes modificadores ó cooperadores en la forma de la

adaptación . De manera que en el flujo y reflujo de las generaciones, po­

demos descubrir por manera indubitada y sensible, que el Mediv obra

sobre el Sujeto al engendrarlo, y reobra sobre él al adaptarlo y prepararlo á una nueva reacción, obrando ya sobre el Sujeto mismo como genera­

dor á su vez. En otros términos: vemo~ eslabonarse sin solución de con­

tinuidad los elementos he1·encia y adaptación, modelando por tumo las ge­

neraciones pasadas, presentes y futuras.

Consecuencia lIecesaria de esa duplicidad de fases en el Medio, es la ine­vitable transmisión de loiS caracteTes fundam entales del medio al slIjeto, en una Ó en otra de las formas: herencia ó adaptación. De suerte que, segun la

naturaleza del medio, y según la forma de modelado que prevale¡f,ca, se

determinará la orientación de las energías y actividad psíquicas del Su­

jeto.

Tambien es consecuencia necesaria de ese íntimo encadenamiento, la

inevitable 1'epercu.sión de la influencia del Medio so bre sí m:i.~mo, el/. la f01"lna de la acl1:vidad pewl-iaJ' é individ/la del Sujeto.

Qlleda por lo expuesto indicado, que los llIedios de exploración é iIJ­

vestigacióll están ell el estudio del Medio/ ó mejor dicho de los med'ioli

mismos. Ellos nos proporcionan en efecto por una parte el tipo um·mal é indiréctamente los tipos anómalos ó desviaciones del tipu 1WTmal. Ellos nos proporcionan por otra parte las varüllltes de uliomalías nocivas, y

anomalías inocentes, reconocido corno está, que las represiones legales

consignadas en la ley penal positiva, llO reprimen ni penan la anomalía, sino en tanto que vulnera un interés ajeno, ya illdividlHtl ya social ; las

demás quedan fuera riel alcance de la Ley. (c) Vimos no ha mucho, el! la Sección Primera de este lihro, f'studian­

do los caracteres peculiares de las Ar.omalías, que pueden ellas reducirse

á dos grandes categorías: las de forma llf>tamente orgánica , refleja, invo­

luntaria é inconciente, provocadas por u na excitación interna in'e8Ístible, y

las de forma psíquica, conciente y voluntaria, procedentes de nna excita­ción externa seguida de otra excitación ideo-motriz poderosa. La prime· ra categoría comprende todas las tendencias congénitas; la spgunda com­

prende todas las tendencias adquiridas por postadaptación personal. En otros términos: la primera corresponde á los apetitos anómalos, y la se­gunda á las ideaciones morbosas que tambien estudiamos ya en el Capítu­

lo IV. Si á esos dos grupos agregamos la característica que los hace caer bajo'

la sensación de la ley positiva, tendremos los dos grupos siguientes de

anomalías: I. Apetitos anómalos nocivos.

Il. Ideaciones-morbosas nocivas.

y ya esos fenómenos pueden ser estudiados en concreto y por los me­dios analíticos en uso, porque se traducen en actos, se aprecian por sus

resultados, y se sorprenden en su origen. La observación atenta es el me­dio principal, y tiene por auxiliares natos la comparAción con los apeti­

tos y las ideaciones normales, y además la introspección somática perso­nal, llevando así la observación al través de una extensa gama que va del individuo á la masa, del elemento al compuesto, del Sujeto al Me­dio.

Resnmiendo, tenemos como materia de investigación para el punte que estudiarnos, los Apetitos y las Ideaciones anómalos ó mm'bosos, que gi

166

mndo ¡lLera de las act'ividades nonnales del ag1'egadu sucial, le S01I 1lOCivos, di;ficu.ltando ó desvilJndo su marcha Q1'dinaria, y como medios de investiga­ción tenernos la estadística, la demografía, la genealogía y la anatomía corn­pamda.

La primera de esas armas registrará y contará los hechos, la segunda . los relacionará COIl el Medio, la tercera distribuirá los hechos en relación con el Sujeto ó con los Sujetos ohservado~, y la cuarta y última estable­cerá la doble relación entre los hechos y la conformación, por la coinci­dencia normal de hechos allálogos con análogas formas anatómicas y en­tre las diversas conformaciones comparadas.

Un ejemplo evidenciará los oficios de esos cuatro precio~os auxiliares, que si aisladamente resultan insuficientes y endebles. asociados conducen á resultados rayanos en evidencia. Los registros públicos nos permiten asegurar qne en determinada ciudad se deuunciaron, en un año, y en .una población de veinte mil almas, cuatro mil defunciones. Con sólo ese dato podemos fundar estas conclusiones: que la mortalidad registrada es normal , y que está en la proporción del veinte por ciento anual. Pero si la demografía nos da cuenta de que en el año á que se refiere el dato es­tadístico hubo una peste, una sequía, ó una inundación, tendremos que reducir la f,tlsa generalidad establecida á un hecho singular y concreto: la proporcióll aislada de la mortalidad en aquel año. Si nos remontamos á los antecedentes genealógicos de los cuatro mil fenecidos, cuya desapa­rición podemos atribuir á las causas anómalaH Citadas y hallamos que una buena parte han fallecido víctimas de muerte violenta, ó de otras dolencias diversas, ya no podremos explicar por la peste esa mortalidad anormal, y eliminaremos de las causas probables la peste y la sequía; por último, si de los casos de muerte natural aparecen en mayoría los debidos á la tuberculosis, y la disección anatómica viene acusando seme­janzas de conforLl)aci6n ó de defor~ación, eatre los diversos casos, sin que en alguno falte esa coincidencia, aun cuando los obsen"ados no sean todos los casos observables, la anatomía comparada nos permitirá extender la uniformidad, por referirse á formas y caracteres fundamentales. Debería decir la doble uniformidad, consistente en la anomalía uniforme respecto de .las formas anatómica~ normalfls, y la uniformidad de deformación en todos los casos de anomalía observados.

167

(d) De esos meoios de illvestigacióll, el dI' lu comparación, ullIttólTlica

vielle á ser el decisivo, pero no se puede emplpur á volllntad, frecuellte­

mente es imposible, y lo es casi siempre para casos pretéritos; de manera

que aunque es el más preciso no es el más frecuentemente Iltitizado, á 10 menos para tejioos y órgallos vivos, y de ahí que la exploracióll práctica

se refugie de preferencia en las observaciones osteológicas, dado que los

huesos resisten por mayor tiempo á la acción desintegradora del tiémpo.

Pero á pesar de ello el reducido número de disecciones anatómicas he­

chas con oportunioad y en ejemplares de sujet(Js apropiados, arroja mu­

cha claridad y auxilia pooerosamellte la investigaci6ll antropológica .

Otra de las observaciones que vienen á refon..ar el poder sugestivo y

probatorio de las experiencias anatómicas y fisiológicas, es la de las va­

riaciones que ordinariamente acompañan á las diferencias y variantes de

conformacióll y de función . Un ejemplo dará perfecta idea del valer de

ese dato. Supongamos la coincidencia de un desarrollo determinado de

tal zona craneana con el desarrollo correspondiente de la porción de ma­

sa encefálica, y supongamos esa coincidencia coincidiendo á su vez con

la mayor ó menor facilidad (le expresión hablada en un Sujeto; podemos

con mot.ivo suponer que en esa zona cerebral reside localizada la función

fisiológica del habla, y que el desarrollo de la cubierta, del craneo, es pro­

porcional al desarrollo de la masa encefálica que resguarda y protege; pero si como se ha practicado experimentalmente se hace la compresión

de la tercera circunvolución frontal izquierda, y se observa la depresión

ó la supresión del habla, y al cesar la presión se observa el recobro del

habla normal, el paralelismo concomitante, de las alteraciones anatómi­

cas y las funcionales ó fisiológicas, nos permiten ya asegumr con f tmcla­mento, que en la dicha circunvolución cerebral radica la facultad del

habla.

Re ahí cómo puede centuplicarse el auxilio experimental limitado de

las ciencias médicas, asociandolo con el de la observación y el razona­

miento.

(e) Señalaremos desde luego la dificult.ad que por su parte ofrecen los

estudios genealógicos para la investigación de los tipos de anomalías he­

redadas y que debemos tener en cuenta en toda observación, si deseatnos

llegar al descubrimiento de la verdad. Voy á referirme á las excepcio-

]68

nes reales ó aparentes, que la experiencia ha podido señalar á los fenó-

1I1enOS de la HERE!\CIA, y que ha conducido á un grupo oe sabios á la

negación oel fenómeno mismo, á otros á explicar las derogacior.es eomo

excepciones que confirman la regla , y á otros á corroborar con esas apa­

rentes faltas la ley misma oe la Herencia, asociando para ello á la he­rencia, su natural complemento: la Adaptación. Examinemos para preci­

sa r solamente y á rE'serva de tocarlos más á fondo en su oportunidad, los

tres supuestos mencionados. El primer supuesto: la negación del fenómeno herérlico. Está de tánt,as

maneras y tan sólidamente comprobado, que no es admisible su descono­

cimiento en innúm eros y continuados ejemplos, por unas cuantas excep­ciones, aun suponiendo tales algunos casos no explicados aún, Los que

así piensan ad ucen entre otros un argumento de grandísimo peso á pri­mera vista. El primer generador --dicen - no heTedó el caudad que se

pretende que él trasmite; he ahí un primero y fundam ental caso de in­natismo, (así llaman á la aparición en cierto modo espontánea ó congéni­

ta de caracteres somáticos y psíquicos,) Para ellos los casos de herencia

son meras coincidencias. · Pero su número, su variedao y su enlace son

tales, que habría que rellunciar á torio elemento de lógica para invertir el órden natural de nuestras generalizaciones, y declarar la ley en favor

de la minoría de los fenóm enos y hacer de la inmensa mayoría la excep­

ción . Más razonable es un c1'eatismo tal como le suponen ó le suponían en

otro tiempo las filosofías metafísi cas y religiosas; es decir una creación

para cada Sujeto, lo que sí permite la afirmación de ese innatismo. Menos desacertados andan quienes pretenden asociar para la explica­

ción, el innatismo y la herencia, adjudicando á cada uno su lote de fenó­menos; la H erencia para explicar y fundar la Ley científica; el Innatis­

mo para ex plicar las exC'epciones y fundar Ulla Ley empírica más estre­cha. Y es que rectificando los conceptos y explicando á su vez el Innatis­

mo como caso de Adaptación, se proyecta una luz meridiana sobre las

oscuridades del problema. Tratemos de hacerlo brevemente. (1) El error funuamental de los partidarios exclusivos del Innatismo,

consiste en estudiar en un Sujeto único, aislado y como caso concreto, el

. fellómt:no herédico, que presupone la serie, el conjunto de observaciones,

y la evolución de la especie y su selección; examinar una cadena y

169 22

juzgarla por UIIO solo de ~L1S eslaboll ps, val e tanto como buscar en una

molécula de agua la rlemostración de la fuerza impulsiva de los líquidos,

ó en un átomo de oxígeno buscar la demostral:ión de la fuerza expansiva

de los gases. Pero si considerarnos que el generador segull la teoría de la

Herencia, solamente trasmite los caracteres que ha fijado él mismo y aquellos que antes heredó y no ha /ll,odi:ficado, veremos claramente que

los caracteres que un SLljdo dado no baya adquirido por herencia, pnede haberlos adapt,ado y fijado pC1'sOlwlmt;;ntr~ en la lncha ton el .Medio. En todo

Sujeto hay pues, un lote de caracteres que reprpsenta el caudrtd he1'erladu,

y otro que representa el canda l adquirido. Esos (llls cauclales se suman ó

se restan, segun que son de la misma ó de opuesta dirección ; pero no se

excluyen. El InnatiRmo ba de cargarse á la cUenta de la Adaptación, sin

desmentir ni desvirtuar la herencia. Solamente hay que 6xplicar, cómo puede manifestarse esa adaptación en el engendro, nn habiendo.se m ani.­festado en el progenitor. La explicación dista mucho sin embargo, de ser

forzarla ni abstrusa. Ensayemosla.

Vimos ya repetidas \'eces que la forma a távica oel hcr-edi.smo, que por

una parte está profusa y copiosamente demostrada empíricamente, supo­

ne en los eslabones intermedios de la serie genealógica en quienes no aparece el caracter heredado, un estado latente del mismo f:aracter en el que, detenida ó estorbada la aparición franca , por circunstancias adver­sas, reaparece cuando las circunstancias le son propicias, de igllal mo­

do que hay en el organismo humano microorga nismos parasitarios, que

solamente se deSa1TO llan en determinadas condiciones del paciente, y por lo mismo pueden apare~er en diversas épocas, ó no aparecer al exterior. Se

observa tambien que la misma herencia atávica y algunas formas no fu,n­daJnentales de la directa, no se manifiestan siempre como congénitas y

desde el primer mOll1 lmto, sino que, como si esperasen á un punto de 'm .. a­

tU?'idad, hacen su eclosión en diversos periodos de la existencia, coinci­

diendo á menudo tal aparición con la época en que se realizó en el gene­rador que trasmite el caracter, la adaptación del mismo.

Vimos tambien que la tarea para la transmisión es dobl e: la adaptación

.fija el camcter en el individuo; la herencia JV'a el m'ismo camcte?' en la espe­cie. En el individuo se necesita de la repetición para fijar un hábito y . c1"1stalizarlo; en la especie, segun copiosas obser\raciones hechas en la cru-

170

í'a de gallhdo, Se necesitall de seis á ot'ho genera ciolles dt' herencia direc­

t.a, pa fa fij a r un caracter.

Supongamos ahora, emplealHl0 la simple alla logía, ulla adavtación no

completa aún, y por lo mismo latente en un gellprador, y que en el en­

gendro, en condiciones nlás propicias y favorecida por otras circullstan­

cias, completa su fijación en el engendro, en vez de completarla. en el

progenitor. Entonces, tendríamos facilmente expli cado el innatismo por

la misnlá berencia, y haríamos entrar en una sola ley sin excepciones,

todas las formas que en otro lugar llamamos congénitas, y que aparecen

juntamente-con el individuo. Lejos de relajar, estrecharíamos los lazos

entre los diversos fenómenos limítrofes, y facilitaríamos grandemente la

exploración de todos los fenómenos que pOI' su aparicióll, al pa1·ecer espon­tánea, desigmllnos con el nom bre de tendencias.

Resumiendo, diremos que: las dificultades originadas de las aparentes

derogaciones pueden quedar superadas con un estudio atento de la adap­tación aun '110 madtl'ra, que no obstante implica una ?rwdi(icación de más

ó menos tenacidad, y en muchos casos lo bastante tenaz para ser trasmi­

tida, Ahora es ti empo ele pasar al estudio del último punto de este capí­

tulo el de la Finalidad de la Escuela Antropológica.

§ IIJ.

Fi1wlidad de la E.~wela A1'd'f'opológim, Pe?/lIl.

l07.-No siendo la evolución más que una incesante y sucesiva trans­

formación de caracteres accidentales, dentro de una permanencia de ca­

racteres fundamentales, una creciente complicación, diferenciación, y de­

terminación de los elenwrllo8 'uli'iversalcs y pe1"manentes de la naturaleza, jus­

to y natural es que entre los diversos sistemas de represión hallemos

puntoR de contacto muy estrechos á la par que diferencias enormes, que

á las veces parecen abismos abiertos entre dos transformaciones contiguas.

Tal sucede con los sistemas penales penitenciario y ((nb'opológico.

In

Por una parte, como una prolongación de form ns ~lIlte ri(lres, se conse r­

va la ideologh. fL1nclame llt~d del ca.~tigo, con su t éC: llica obliga rla de res­

ponsa bilidad, 1 i bertarl, intención, ofellsa y pena ; por (Jtra , sobre la ouser­

vación y el I:lnúlisis se ed ifi ca ulla teoría y se eleva un proc:eso que, pare­

ce poner en duda, cuando menos, la libertad de acción del Sujeto anóma­

lo, y que llevarlo á sus últimas cOJlsec:uencias importa la abolición de to­

do sistema basado en la finalidad idea l y platóniea de la e:rpiadón de 111 /(/

falta vo17mta'J'ia. Por una parte. se reconoce y' se demuestra que él delil: eu t' nte es un ell­

gendro social, y heredero legítimo en porción variable de las. tendencias

de la sociedad que lo produjo, y por otra, se reconoce á esa !-!ociedad, á ese

medio, autor del delincupnte, como legí tim o juez para apreciar y castigar

esa mald ad que es obra suya, con pP, IH\S de más ó menos dureza y severi­

dud, que de antemano se sabe que no han de modificar la estrudura ni

las tend encias funuam en tal es del Sujeto penado.

Por una parte se supone la intención, se la gradúa, se la cuenta por

'tIm.idadcs, y se pronuncia una cO?1 de1Wción aritmética y al w1lé¡.;iw ú; por

otra se establece el principio de que los fadores únicos de la actividad

humana son la herencia y la adaptación: dos tira llÍas ext.rañas a l agente

anómalo: la de los progenitores (p?'cadaptadón) y la del Medio (postadap­tación. ) Y sin embargo se hace responsable al infraetor de las leyes moral

y penal, y se le llama delincuente, y se le hace pad t-cer en estric:ta pro­

porción de la vo ltmtad y delibc1'adón q11e !iC le at1'i buyc, f'1l u n corte de

cueutas más ó mellOS arbitrario, entre el automati smo ill co ll ciellte y or­

gánico y la perversidad deliberada y voluntaria .

Por una parte, en fin, se demuestra la Íntima relaciól¡ y el papel com­

plementario de las dos personalidades somática y psíquica para illtegrar

la pe'rso?/al'idad humalla, y por otra, se disloca n y desarticulan esas dos

personalidades para reconocerles una vid a. indepelldinte )~ autónoma, una

esfera privativa de acción, y un antagonismo tan claro como el estableci­

do entre el alma y el cuerpo en las teorías ascéticas.

Todo ést.o acusa una indiscutible inconsecuencia , si la conservación de

las denomillaciones y de los sistemas oe represión se consio era como subs­

tan cial en el propósito; pero si se ahonda un poco en la intención, un tar­

damos en hallar un P?'OpÓS1'tO comÍ/n y Ú?n'co presidiendo á todos los sis-

li2

temas de represión sOl'ial des<1e el expiatorio ~d antropológico. \T ea­

moslo.

l08.-¿Cuál es el propósito mediato del si~tema expiatorio? Apartar al

delincuente de la delincuencia por medio del temor al sufrimi ento, que

es el objeto y propósito inmediato de la pena .

¿Cuál es f'l propósito mediato cid sistema de regeneración? Apartar al

delincuente de la delincuencia por medio de la reflexión y la considera­

eión solitr..ria de las consecuencias de la falta, por medio de un tratamien­

to mixto de orgánico y de psíquico, del que forman parte los procedimien­

tos carcelarios de secuestro, incomunicación y trahajc" que son el objeto

inmediato de la pena.

¿Cuál el propósito mediato del tratamiento antropológico? Apartar al

delincuente de la delincuem'ia, destruyendo ó contrapesl-ll1do las tenden­

cias congénitas y las adaptadas en un medio vicioso, (!on estímulos pode­

rosos tanto de orden somático y orgánico ó ccirporeo como de orden inte­

lectual ó psíquico, que formen un tratamiento sostenido ó sea un pI'OCE'SO

intencionado de adaptación.

Sean cuales fueren las diferencias en los medios ó procedimielltos apa­

rece la unidad de propósito y finalidad de la nueva escuela , á la yez que

la de los sistemas que la precedieron .

Busquemos ahora el porqué de tal propósito. ¿Qué nnali rlad práctica

persigue esa finalidad comun y teórica'? ¿Por qué qui E' re la sociedad des­

truir las anomalías que la perjudican en su orden y régimen colectivos?

Pues por 10 mismo que animales y plantas se oE'nenden contl'i¡ tod o l1c¡ue-

110 que E;n más ó menos compromete su vitalidad , en una Ó ell OLru forma :

por un movimiento instintiyo de conservaciólI.

La mirnosa pliega sus hojas para evitar el exceso de luz y de calor so­

lar, de igual modo que el hombre pliega los párpados por movimiento

reflE'jo é i nconcien te, para moderar la entrada de los rayos 1 Ul1l i nosos

cuando son excesivos; el espino de mar como el espino planta y el puer­

co espín, se defienden con sus ereetas pUl'lS de contactos peljudiciales, y el instint.o conduce á la reproducción, á la alimelltación y á las compli­

cadas labores de la nutrición, todo ello sin sistema t.E'órico, :,1in tesis, in­

conciente ó subinconcielltemente, y sobre todo, e'II11i1'tnd de adaptacione8

prev ias !J suce.sivas. ¿Qué necesidad hay por tanto de correr a\'enturada-

173

meIlLe Lras de una teoría más ó méllOS platóllica y más ó menos artificial

y ex<:1usiva, que fund e el dC1'echo de la /Suciedad po'ra cast'¡,qa1', cllando na­

die husca una teoría en que fundar el instinto oe conservación , el instin­

to oe defensa, el instinto de reprod ucción y otros?

La tellfl elleia a nóma la ó delictuosa en determinauos Suj et,os constituye

un hecho: la tendellcia conservador a de la Sociedad ó sea del Medio con

otro hecho; si entre esos hechos hay conflicto y oposición, surgirá la lu­

eha, y en éll a, la sumisión del más deLil por el más fu erte, y la suprema­

cía del núm t'ro y de la fuerza tija "á el cOlleepto j u ríd ieo del de'recho, sancio­

Ilandolo con la fu e r;.~a .Y el apremio, La vida de los pueblo~ llO está rt'gi­

da por sistemas tt'óricos ni fUllciona eO I1 cron ométri ca regulariuad, sillo

que está cOll stituida por hec:hos, rpgida por hedlOs, y se resuelve en he­

chos, Las energías colec tivas lo mislllO que las illdividua les, no gozan de

ulla ex istellcia ontológica y virtual, ni rea li,,;an un programa determina­

do; aparecen al manifestarse activas en la forma CU ll creta de la acción, y

siguen una evo lución variada en la que alternan los avances y las regre­

siones, con estados U9 calma y quietud a parPlIte, ca lma eng}\ñosa fre­

cuentemente como la de los mares, y que recela explosiolles con tenidas,

adilptaciolles incompletas, prematuridades ell via de termillar su ciclo y llegar á perfecta madurez, y reserva~ y acopio de energías para desarro­

llar actividades anómalas,

El campo de la obsen'ación .Y el de la ex perimelltación en su caso, de­

ben ser los propios para el estudio de los fellómenos socialés, y leyes em­

píricas bien corroboradas deben preeeder y ser preferid as á las leyes

científi cas, que por un excpso de generalidad y de esta bilidad son poco

propicias para explicar fenóm enos sujetos á incesantes mutaciones corres­

pondiendo á la esencial movilidad del Medio, Y en esos campos el

problema de la illtención y de la libertad moral del Sujeto delincuente

no tiene para qué proponerse, sin la menor esperanza de resolverlo satis­

factoriament,e para todos los criterios, desde el momento en que todos los

sistemas y teorías tienen por fundamental y última finalidad (valga el

pleonasmo), el de apartar de la colectividad la funesta influencia de los

Sujetos anómalos, apartandolos á ellos mismos de las manifestaciones de

sus anomalías, para lo que no es necesario remontarse á los escabrosos

problemas de la metafísica más trascendente, con peligro C'ierto de ale-

174

hrestar no pocas eonciencifl~, y la probahilidad oe provocar el (;i~ma de

no pocos entenoimientos, timoratos aún para el progreso, cuanoo lo en­

cuentran excesivo para ellos mismos y para su tiempo.

lO$).-CoI0cada en ese terreno la cuestión social , resolvielloo práctica­

mente el problema de la represión, sin prejuzgar, preocupar, ni tocar si­

quiera los puntos de origen y finalioad metafísicos y religiosos, habremos

de sentirnos de!sembarazados ele la propensión reinante hacia las transac­

ciones y componenrias, que flin contentar ni conciliar las tesis rivales, las

oesvirtúan por igual , pretenriiendo resolver una oposición que jamás ha

existido, entre la convicción científica y la creencia, entre la verdad de­

mostrada y la fe religiosa.

Los actos de defensa de las colectividaoes humanas no estorbarán de

cierto la trascendente acción de la justicia divina en otrol' munrios y E'n

otras existencias, ni las creencias religiosas podrán quitar á la naturaleza

humana sus pro(Jiedades terrenas de tal, ni suprimir la acción y tributo

de los sentidos, ni modificar las contracciones del sistema muscular, ni

las corrientes del sistema nervioso, ni la irrigación del sistema sanguíneo,

con todas sus naturales consecuencias, y su influjo comprobado y recono­

cido sobre las manifestaciones del orden psíquico.

Pelra la ciencia humana la meta está en las aplicaciones del conoci­

miento; para la metafísica la meta está más allá del mundo físico que la

cien ·.:ia gobierna, (segun lo indica y predica su nombre mismo), y mi­

ra con desden las aplicaciones concretas, no se detiene por las excepcio­

nes, ni por aparentes fmcasos, y propende á la lenta acumulacióll de da· tos comprobatorios concrf~tos, para llevM á la categoría de la cie l\ ~ia el

principio elaborado á fa\'or de una hipótesis en la forma de Teoría.

No estorban por tanto á las lucubraciones teóricas de la metafísica

las investigaciones prácticas y aplicadas de la eiencia humana, ni la fina­

lidad de la escuela antropológica criminalista pued~ afectar, comprome­

ter, ni menos aún atacar, las creencias religiosas ó las convicciones tilosó­

ficas relativas á otro ú otros órdenes de vida, en otro ú otros Medios des­

conocidos. Reconocer la insuperable dificultad de est.imar juntamente el

grado de libertad y de inteneión del agente criminal, por la multiplici­

dad de los elementos y de los estímulos que determinan el acto ?'eprobado, no es declarar la irresponsabilidad absoluta del delincuente, ni borrar

175

uel cuadro de los fletores la libertad y la deliberaci0n; por último, ~on­

ceptuar la represióll de la conducta anómala como un acto ele la defensa

social, 110 es profesa r el prillcipio de la impunidad, ni llevar á las regio­

!les límbicns de ultratumba, lo que es un simple acto de reacción y de vi­

da en el orgallismo social.

Los actos de previsión y dt:'fensa de las sociedades no pretenderáll ele

cierto substituirse á los castigos de la divinielad, ni reputarán con aqué­

llos saldada la cuenta de la ?'cspo'llsabib:dad moral; las sociedades huma­

nas pueden rlefenderse de los anómalos que perjudican sus energías vita­

les, sin peljuicio de que la justicia ultra terrena castigue los delitos y crÍ­

menes; las sociedades h u manas pueden y deben retJ'Oceder en vista de su

impotencia, frente al problema del libre albedrío.Y las gradaciones de la

voluntad, sin peljuicio de que el libre albedrío ex ista y sirva de base á responsabiliriades'y penas de OJ'elen ultl'aterrello; la ciencia humana pue­

de por último demostrar y establecer UII automatismo reconocido y com­

probado en la vida orgánica, sin por ello declarar qu~ fue/'(( de esa vida au­tomática no hay otra meramente espiritual. Las ne\.:csidades sociales son li­

mitadas y tienen por ('ampo la vida temporal, mientras las necesidades

del órden metafísico y religioso tienen por campo la vida eterna. Los pro­

pósitos, procedimientos y recursos de ambas categorías de funci ones tie­

nen que d'ife?"ir snbstanc'ialmente, sin por ello excluÍ1'se ni opone1'se. Basta con colocarse en la región serena de la razón y de la modestia,

sacudir el polvo de las preocupaciones seculares, de las intransigencias de

escuela, dar á cada pretellsión lo que le corresponde y limitar rada órden

de ideas á sus propios dominios, para cegar definitivamente disputas en­

carnizadas, que en el fondo han versado más bien sobre palabras equívo­

cas, que sobre cOllceptos rivales. Solamente respetando lindaos ajenos es ])0-

s·ible acota?' el propio fttndo.

176

CAPIT ULO IY.

Crítica de los di've7'í50S sistemas 'repTeSÚ!Os.

110.-Más que crítica de los sistemas debieramos llamar este somero análisis, estu,dio aeer'ca' de la ~ficacia de los mismo.e; sistemas, puesto que de­jando a parte cuestiones de origen, de acierto en la elección de los medios, y oe legitimidad del propósito inmediato, vamos á cOllcretar nuestras ob­servaciones á la eficacia de los procedimientos, en relación con los resulta­

dos obtenidos. Tratandose de resultados, su comprobación está en los hechos. En

concreto, el problema puede plalltea rse, para cada sistema, en los térmi­nos siguientes: t Conduce el }J?'Ocedi miento al ?'C.'Iu ltado q i~e se pe1 .. <rigue? ...... ¡ .lpa1·ta del delito á los dclinc'U.entes.?

Aplicado el problema y circunscrito á las condiciones de los sistemas e1l particular, podemos f()fJl1ular los siguientes:

¿Pnede la pella engelldm1'nl/, ~emo1 ' suficiente paTa cOlltl'a'/"/' f3.star el impulso e,' im:inoso?

¿Puede la pena en,geud'l'ar el CL1Teperd-irniento.? ¿Pu.ede la pena cOlltmn'cstm' la dob le influencia del He1'edismo y del Jl e­

dio? Tres formas de reyenemción, de las cuales la primera es netamente

psíquica, la segunda mixta de psíquica y de somática, y la tercera es ne­tamente somática. Los primeros pensadores, más sensitivos que intelec­tuales, y más impresivos que reflexivos, al declarar la independencia y

autonomía del espíritu, y la omnipotencia de la voluntad, salvo estímulo sobrenatural, obraron lógicamente dentro de su criterio, fi ando el resulta­do de la pena y la tarea de la regeneración al espíritu mismo, auto?' y ú'ni­ro responsable del delito, y como el más poderoso de los estímulos para

177

mOVAr la voluntad emplea ron el egoismo, representado por la tendencia

á huir del dolor y cOlljurar el padecimiento.

Más adelante, cuando el elemento intelectual tornó creces y co mpartió

los dominios del criterio con el sentimiento, se dió natural entrada, como

estímulo~, al hábito, á la educación , al ejemplo y al alejamiento del Me­

dio, para buscar en una forma menos espiritual, mixta de corporea f::

ideal, el eficaz estímulo para vencer tanto los estímulos internos y pro­

pios, como los externos del Medio, y ohtener una doble regeneración: cor­

porea por la su presión de los hábitos malsanos y la práctica de los opues­

tos ; psíquica por la persuación, la cultura y el trabajo.

Por último, cuanto más ha,ido den!ostrandose la omnipotencia de los

factores somáticos e11 la conducta humana, se trata de hall ar en las fuen­

tes mismas del mal el deseado remedio, y se propone el tratamiento an­

tropológico: obrar soh're la est'/'nctnra rn',ljúnica para. rnod~ficar las f uncione8, y nwdificnT las fnnC'iones pctm enca uza?' !J di?'¿gÍ1' las 'rc(lcGÍones Ó actos qne constituyen la conducta.

El análisis de la eficacia de cada uno de esos sistemas se reduce, por

tanto, al recuento y comparación de "los resultad os obtenidos. Ellos h a­

brán de ser los más elocuenteH datos que se puedan consultar. Cosulte­

moslos.

l11 .-El número de arrepentidos, no ya sinceramente, sino de modo

efímero y pasajero, en el régimen expiatorio, es, relativamente al nú ·

mero de delincuentes, harto reducido. Los más, durante el curso de

largas condenas, perfecdonan en la vida carcelaria sus perversas incli­

naciones, enriquecen su mente con nu evos procedimientos, refinan su

astucia, acopian la experiencia de los más avesndos al delito, recrudecen

su apartamiento del Medio Normal trocalldolo al fin en odio ncérrimo, y

solamente retiran de los padecimientos soportados, el rencor para quie­

nes les imponen la expiación ó se encarga n de hacerl a efectiva.

La esperanza de una evasión les da valor y constancia para sufrir y

aguardar el momento propicio; el temor los hace sagaces para no caer en

manos de la justicia y para escapar de la pena, pero 11 0 para retraerlos del

delito. La poca estimacióll por la vida, cuyos goces lícitos profundos oes­

conocen, y por lo mismo no pueden apreciar, es otro aliciente para sor­

tear la muerte y el secuestro sin mayor contrarieoad.

178

¿Cuáles afedos elltlulzan y santifican el hogar de los dAlincuentes de última cOlldición'?. .... ¿Qué placeres disfrutan cuando están en libertad?

¿Cuáles son sus más leva ntadas pretensiones?

A juzgar por las manifestaciones exteriores, observamos elltre nosotros

y en la mayor parte de los pueblos bajos del orbe, que en el medio crimi­

nal el ¡¡wcho (no estropearemos el vocahlo hombre), vive en la ociosidad

más completa, mientras la hembra trabaja y se afana para él; que ademas

de cubrir las necesidades comunes relativas á las subsistencia de ambos y de la prole cuando la tiellell, ahastecen sus vieios: el tabaco y la bebida; que el macho, el zángano soeial solamellte se digna recompensar con

harta frecuencia los servicios y li bnegacióll de la amacia con tratamientos

brutalt's é inmotivada sevicia, que ella, la hembra, en su ahyección y falta de cultura, toma por sílltoma y medida del afecto de su hombre, á quien sigue con un~l abnegación y una fidelidad digllas de 111€'jor empleo,

y que frecu entemente rayau en heroísmo.

Con frecuencia, hacinados muchos miserables en una estrecha y nau­

seabunda mansión; que más que tal parece tugurio, yacen durante la no­

che por el suelo, largas horas .Y en inconciente promiscuidad de sexos y

de parelltescos, y sus aproximaciones sexuales, inconciellt.es en razón de

la falta rle idealidad, de los excesos alcohólieos á que las hembras no son extruñas, y de las SO ID brlis, encubridoras dp tamañas monstruosühldes, se

rea lizau en condiciones \' erdaderamente f(¡1·tll'itas, sin elección, SlIl arran­

que, y sin dejar la mínima huella en el espíritu, ausente á la hora de eonsumarse tan miserables uniones.

La gama del placer es para los desb eredados muy mezquina, y más aún

lo es para los criminales ...... El alcohol representa el mayor y más fre­

cuente de sus placeres, con perjuicio del escaso de la unión sexual, de la qUA el alcohol es enemigo nato : la ociosidad ocvpn (valga el vocablo) todo

el tiempo 'lue las libaciones y el estado comatoso ó el sueño no consu­men; pero cómo 10 ocupa! ...... Ejercitando morbosamente la imaginación en recordar los procedimientos aprendidos, en mejorarlos y añadir otros

nuevos, para el logro de criminales empresas, asegurandose al propio tiempo la impunidad .

La mentalidad íntegra del criminal está, por tanto, encaminada á fa­vorecer la inclinación ó tendencia malsana, y todas sus energías están

li9

consagradas á la ejecuciún de lo que la mente crimillal concibe y sugiere.

Todos sn~ placeres se cOllvierten de heeho y por condición de nat.ura leza

en obligados auxiliares de las tendencias morbo~a~, en vez de cOllstituir distracciones que diviertan de su ex t.raviada dirección la actividad del

delillcueute. ¿Qué pierde pues el criminal cualldo en tra en una cárcel? La hembra

sigue afanando para regalarle y servirle desi nteresadamente; vive en

una sociedad que es la suya, entre iguales cuyo trato le es agradable, y superiores con cuyo trato aprende y se siente orgulloso; su lecho y su ha­bitación, si no iguales á los que fu era de la cárcel tiene, son mucho me-

jores, y periódica mente recibe la visita y noti cias de sus familiares ..... .

Esto ex plica el hecho bien comprobado, de que hay una población carce­

laria definida , que es como normal y habitual ; periódicamente ingresan con muy cortos periodos de interva lo, y por los mismos ó parecidos deli­

tos, muchos de los habitantes de los presidios y cá rceles, ofreciendo la prueba más palpitante de la ineficaci a de la pena para despertar el temO?·

y de la ineficacia del temor cuando á despertarse llega, para determinar el a1'1"epentirniento.

Lo más á que llega el criminal es á un arrepentimiento simulado para captarse la indulgencia de sus jueces y carceleros, y preparar su evasión,

ó para acortar el término de su condena, y salir para dar cima ~ cual­quiera empresa criminal que reclama su presencia fu era de la cárcel. El

criminal suele tambien arrepentirse, pero no de haber delinquido, sino de haberlo hecho en malas condiciones; suele arrepentirse de la eleceión

de medios ó de cómplices, pero tornando nota pam otra vez. Bien puede asegurarse sin temor de exagerar, que en la inmensa ma­

yoría de los casos, la reincidencia es la ley del delincuente, y la ~ingula­

ridad del delito es la excepción, y aun de esas excepciones no todas po­

drían cargarse, ó mejor dicho abonarse, á la cuenta de la TegcJ/ emción pnr

el a?Tepentimieilto, porque entre esos delincuentes de una vez, los hay que delinquen violentados por la ocasión, y otros que delinquieron por incli­nación, y éstos en menúr número. Por consiguiente pod emos declarar 1,1 ineficacia de un sistema que solamente en casos excepcionales y de una tendencia criminal mal definida , logra la regeneración psíqm·ca que tiene

por fin alidad y propósito.

]80

112.-Vea mos si es más eficaz el sistema penal que persigue la regene­ración moral por un proced imiento mixto de padecimiento corporal y es­timulantes psíquicos; el 1'égúnen pem·terláario.

No cabe duda en que el reconocim iento del poderío de los estimulan­tes externos y de la influencia del Medio, significan un importante avance en la legislación, y que el uso alterno y gradado del aislamiento de todo Medio, y la introducción gradual á un medio propicio, la buena alimen­tación y la higiene, y en general todas las medidas que tienden á asegu­rar la sanidad corporal, son factores que bien manejados han mejorado la cosecha de los 1"etmidos del delito, por una parte, y por otra, y ese quizá

sea el más seguro de los resultados dehidos á la innovación, se han supri­mido los inconvenientes (en gran parte á 10 menos) de la comunidad de criminales y su frecuente comunicación y adiestramiento; pero en cuanto á lo que antes llam amos población normal ca1'celaria, no se han registrado resultados más favorables, que permitan concluir, no ya la eficacia fun­damental del régimen, sino un resultado positivo sobre las tendencias criminales mismas, y no la mayor facilidad para obtener el retraimiento

de los delincuentes de ocasión. Y el resultado es faeil de explicar. Ya en repetidos lugares y en ocasiones diversas hemos visto cuán po­

derosa es la energía de las tendencias idiosincrásicas, fruto en su mayor parte de la adaptaeión sucesiva de un sinnúmero de generadores abuelos, y descle luego podemos aceptar sin repugnancia, que la pretensión de oponer á la enorme aeumulación hecha en centenares de años la suspen­sión ó abstención de unos cuantos, no pasa de UlJa optimista ilusión, y que si alguna vez el tratamiento penitenciario parece triunfar de las na­

turales inclinaciones y de las tendencias congénitas, se debe á que el tra­tamiento se ha aplicado á un sujeto normal que en circuntancias excep­cionales para él ha delinqui(i0 ocasiollalmente; pero con dificultad se po­drá citar un solo ejemplo de criminales natos, de esos que pertenecen á la

población carcelaria normal, que haya sido radieal y definitivamente re­generado por el sistema penitenciario.

Entre los casos más notables de la clq"Jtomanía (manía del robo) se cita el de un millonario inglés de la primera nobleza, que cuando asistía á ]os

banquetes se captaba con las mayores precauciones los cubiertos de plat.a, á reserva de enviar al día siguiente á las víctimas de su manía, un oLse-

181

quio cuyo valor era infinitamente superior al de los objetos robad os. Las

personas que tenían conocimiento de tal mallÍa, habían prevellido á sus

sirvientes para. que afedaran no darse cuenta de la captación. He ahí un caso en que llingun estímulo ex terno de necesidad , de pe­

lluria, ni de med io criminal puede ex plicarnos el hábito, y solamente

por estímulos internos, idiosincrásicos y hereditarios puede justifi ca rs~,

careciendo de la 'intenciólI dafiúw. Pero como por muy sujestivo que sea y por bien comprobado que se

suponga, un hecho es siempre 8i,ngnlm', vamos á corroborarlo con otros

muchos de que frecuentemente tenemos todos abundantes ejemplos. El

hecho es: la tendencia ITim'inal sin estímulo ma?djie.~to act'ual y sllficiente. Es mlly comun en los niños la tendencia déstructora sin objeto y sin

la intención dañin a; rompen sus propios juguet.es, á reserva de llorar des­pues por su destrucción, maltratan sin mot.ivo á los animales, azuzan á Jos perros, tiran á. los gatos de la cola, arrancan las alas á las mOSChS, ha­

cen gestos y sacan la lengua á otros niños desconocidos, &., &., más tar­

de, el conocimit'llto del fenómeno de la sensibi1idad, modera ó destruye

tal es tendencias, si no están muy arraigadas y proceden ne la predomi­IJancia debida á la falta de contraestímulos, ó bien persisten si el abolen­

go de gelleradores vielle de lejos organizando la inclin acióll dañina. Entre las personas de edad y ya formadas de] círculo que nos es fami­

liar, frecu elltemente decimos de ciertos tipos perversos, cuando tenemos no­

ticia de que sin pe')'.~onal pTovccho causan daño, que hacen el mal pOi' el pla­Ce?' de hacc1·lo. Pero es falso tal concepto, porque muchas veces vemos á su­

jetos que hacen el mal, hasta con personal padecimiento, y sin embargo

no son dueños de evitarlo, aunque esto tenga todas las aparieneias de una

paradoja. El dipsómano y el morfinómano conocen el mal que hacen á sus deudos y á sí mismos, sufren tormentos agudos, y quieren apartarse del error; pero sus energías orgár.icas debilitad~s ó anuladas los hacen

abúlicos ; el deseo no llega porque no puede, á convertirse en mandato, y el enfermo, sin voluntad, asiste á la ruina progresiva de su personalidad, arrastrado por tendencias cristalizadas, por hábitos tenaces, ó por fatal

herencia. El atacado de la manía erótica sacia la malsana vesania á

costa de dolores acervos, gasta energías de que carece, y á pesar de tanto sacrificio no logra satisfacer y dar treguas á los insufribles espoleos dE

] (\2

sus implac&bles apet.itos sensuales ..... Las persollas ellfermas y privadas

de los placeres de la mesa ó de otros, frecuentemente se resuelven á su­frir los padecimientos consiguientes á la violación de las prescripciones

médicas, por dar satisf¡tcción á sus apetitos. Y DO vale decir que en el

caso el estímulo existe, represeutado por el recuerdo de ['laceres antes go­zadús, porque al lado de ese recuerdo se ah:a el de un padecimiento supe­

rior provoeado por el acto mismo, y uo obf;tante el mayor poderío del te­

mor á la pena, vemos predominar la tendencia absU'rda y penosa, revelau­

do que el origen de la volición no está en .el estimulante actual sino en una tendencia radical y orgánica, formando parte de la idiosincrasia del

Sujeto. Un escritor célebre, y fino psicólogo á juzgar por este solo rasgo,

hace decir á su protagonista "El niño de la bola": "Yo quisicm q'uerer, pe-1"0 no pttedo." Esa locución traduce á maravilla el conflicto entre la vo~

luntad determinada por el estímulo del momento, y la indominable ten­dencia radicada en la iJiosincracia del Sujeto.

Hoy no se discute ya la existencia de los delincuentes natos, como no

se discute la existencia del hipnotismo ni la de la telepatía, ni la de los rayos X. La difieultad se ha refugiado en la determinación de los límites

á que deba confinarse tan deliC'ada y trascendente calificación, y de los

medios empíricos de reconocer al slljeto y de fundar el diagnóstico.

lI3.-Si eomo lo ex puesto lo evidencia, el actual sistema, superando á lus anteriores, resulta ser tan inefica~ como ellos, hay que rf'currir á otros

medios más apropiados y suficientes para llegar al fin propuesto, y ape­lar á un tratamiento diverso en los procedimientos y encaminado al mis­

mo propósito, la ?nodi{icación psíqtl.ica del 8-L1jeto. Es ya un importante auxilio poder tomar como punto de parti?a, para

buscar el nuevo procedimiento, haber reconocido que debe someterse á las cOIlC'lusiones y avances de la Antropología, que ya encon tramos aunque sea trunca y tímidamente introdut: i<1os en las legislaciones penales vigentes.

En rigor la tarea se reduce á completar lo iniciado, llevar á sus últi­ma.s consecuencias y aplicaciones principios aceptados ya en lo esencial, y

convertir en un sistema armónico lo que hoy se reduce á un tímido

y trunco ensayo.

Dado lo vasto de la tarea, y lo complejo del . problema, no se lisonjea

el autor de est.e humilde libro, creyendo hacer una labor perfecta j' COll1-

183

pleta, pero sí alienta fundada esperanza de iniciar esa labor, que en ma­llOS más expertas, y depurada por la crítica, llegue, en día no lejano, á realizar una de las reformas sociales de mayor importancia y trascenden­cIa.

Si el lector se recoge dentro de sí mismo, no podrá mellOS que deeirse al recapacitar sobre el punto que estamos examinando: "Es verdad; eso lo había yo pensado ...... los delincuentes nunca ó rara vez se corrigen y eso á ¡medias ...... mis amigos y yo mismo, apenas si en una pequeña es-cala logramos corregir nnestros defectos y yugular nuestras pasiones ..... . hay días, sobre todo en que me siento menos docil, más impulsivo, más irascible y capaz de cualquiera atrocidad . . .. . . es verdad, es verdad inne-gable la influencia del estado de salud sobre los impnlsos elel espíritu ... .. .

. los enfermos están generalmente de mal humor, y se exaltan por la mí­nima futeza, son injustos, egoistas, y tal parece que se duelen de ver á los demás sanos y felices ...... " y concluirá por decirse al fin: "Quizá sea lo más acertado buscar en el estado del organismo el secreto para mode­rar y encauzar las pasiones y la conducta."

Por mucho que la fuerza rutinaria de la costumbrp. se aferre á las ideas reinantes, las nuevas han de abrirse facil paso, porque vienen á llenar una aspiración latente de todos los espíritus cultos. ¿Qué hombre de va­ler, al tocar el problema, no ha lanzado justa censura, y ha deja(lo de ex­presar su deseo y su esperanza de ver remediadas las deficiencias de nues­tro sistema penal, ya retardado y arcáico en el concierto de los adelantos realizados en todas las eÍencias de que la legislación se nutre?

.. •..

184

PARTE SEGUNDA.

TRATAMIENTOS FUTUROS.

"AUCUll arbrp. ne tombe nu prelllier coup. Le c'oup que je porte d 'ailleurs iel a une tres vieille habitude de penser, est loin (t 'etre le premier; jamais il ne pourra me venir a I' esprit dE' le con-8iclérer comme le dernier, et de penser que je pourrai voir I'arbre abattu.n

CARNERJ. (18m.)

PRIMERA DIVISION.

De los tratamientos en general.

CAPITULO 1.

LA DEFKNSA SOCIAL.

114.-Toda maduración artificial y precipitada en materia de ideas

compromete la propaganda mejor intencionada y más diestramente con­ducida, porque la natural tenacidad y el poder conservador engendrado por la cristalización de Ul! hábito social cualquiera, oponen una resisten­

cia necesaria á los hábitos é i(ieas que tratan de suhstituirlas. No sucede

lo mismo cuando una experiencia suficiente y la crítica sensata y acumu­lada. han venido debilitando la tenacidad de las ideas viejas, y sugirien­do y anticipadamente prestigiando las nuevas. Ent~nces, la substitución se realiza sin violencia, se asienta con solidez el nuevo ideal, y la nueva institución no se considera ya como extraña y hostil á la anterior, sino como un perfeccionamiento evoluti vo de ella. El natural conservatismo so­cial no se siente atropellado, y todos dan al nuevo orden de cosas la bien­

"PBida. ¿Cuándo se ha llegado á esa madurez? . .... ¿Cuándo la revolu~ióll se

trueca en evolución? ..... Es muy dificil precisa rlo. El buen obrero tra­baja y trabaja mirando siémpre atrás, conta.ndo, no el camino por ha-cer sino el trayecto recorrido .. .... confiando el! el triunfo final sin entre-

verlo; pensando en una sociedad redimida, no en un individuo triunfante. Como dice Carneri en el pensamiento que tomé para epígrafe, hay que asestar el gol pe á las inst,ituciones decadentes preparando el ad venimien­to de las mejores, sin saber si el golpe será el último, y sabiendo que no es el primero, y dejar la vida sin saber quizá cuándo caerá el árbol, pero COIl la seguridad de que caerá más ó menos tarde.

187

Hay pues que contal', aun ell el evento más fa\'nraLIf', con un periodo

que ll am1 remos ele transición ó de ensClVo, en el que, la aceptación teórica

se traduce en ad()pcióll práetica , el principio se torna precepto, y la cos­

tumbre E'e ellcauza lentamente en un lHW\'O lec ho, dpjando atrá!, los gui­

jarros que sin estorbArl e <:'1 paso, pon en pasajero tropi ezo y quiebran sus

linfas.

Todo me inclina á Creer que ¡;:i no ha lI <:'ga rl o aún, ha de estar muy

próximo ya para la reform a penl.ll, pse ppri odu de transieión y ensayo, pa­

ra <:'1 cual tendré la osadía ele propoller UII sistema armónico de trata­

mientos.

Incliname á creer en ese próximo ad\'ellirniento (k un nlleVO reglluen

def('nsivo para las colecti\'idades sociales, la muy elocuente circunstancia

de que no hay apenas filósofo, pensador , ni jurista de algulla importan­

cia, que no haya mallifestado ex plícitamente su inconformidad con el ac­

tual defectuoso régim en, spñalado su impotencia, y suspirado por una

substancial reforma, en conformidad con los adelantos científicos y el pro­

greso social realizado. La idea de una reforma no es por tanto exótica

ya, y el sentido antropológico para esa reforma tampoco es repugnado

en sí mismo, SillO por cuanto se teme que eondnzca, bien á la impunidad

ele los delineuentes ó ag~lltes nocivos, ó bien á un desconocimiento fun­

damental de la responsabilidad huma lla y del libre a lbed río.

Colocando el problema en el campo de observación tomado por 1l0-

sotr<>s, llinguno de esos peligros subsiste, y los más timoratos creyentes

prpstarán de cierto su aquiescencia y apoyo al lluevo régimell , que no

significará la condf>llación de la libertad humanH , ni el castigo de la vio­

lación de la l~y moral, ~illo simplemente la d efen sa moderada, pruden­

te, limitada y eficaz de la colectividad, contra los excesos ó dpficiencias

de actividad individu:d que pugnen con tll orden social reinante,

En vez de problemas ele conciencia, de intención y de voluntad , difí­

ciles de suyo y complicados en extremo, serán materia y objeto de la de­

fensa social problemas de hecho, daños efectivos y valua bIes, y vicios or­

gánicos generalmente remediabl es, como base oe las anomalías psíquicas

nocivas al órden social. Los mismos casos de inadaptables definitiyos

quedarán resueltos sin vioh-neia y dentro de la misma na tural eza encar­

gada de la selección y adaptación progresivas de la familia humana.

l SS

A la prueba más ó menos falible de ajenos testimonios y de inferen­

cias aventuradas y arbitrarias, substituirá una observación sostellida,

ilustrarla, pacieute y desconfiada, y para fundar el empleo de un trata­

miento represivo intervenr:lrán, no solamente leyt's natnrales sllficientemen­

te comprobadas, sino hechos repetidos en consonancia con la anomalía sos­

pechada, y una dirección técnica, imparcial y colegiada presidirá á la apli­

cación de los medios del tratamiento yá su duración. El punto de mira de

ese sistema de defensa social, será doble: la Teparación del daño causado,

por una parte; por otra, la extúpación de la arlOrnalía. Este últiulo propó­

sito aparecerá tambien cOllduciendo á resultados definitivos, lo que hasta

hoy no puede asegurar ninguno de los sistemas llamados penales.

Ahora, hechas esas observaciones generales, entremos en materia. 115.-La substitución de nombre en la legislación represiva de las for­

mas nocivas de actividad anómala, t'S una consecuencia natural é inde­

clinable, puesto que los vocablos delito y pena son correlativos, como lo

son respectivamente los conceptos de maldad y corrección ó castigo. Con­

ceptos y vocablos que no se acomodan á los de anomalías y tratamientos,

que no extrañan necesariamente la intención, ni por lo mismo la expia­ción punitiva.

Tampoco hay ya necesidad de distinguir y separar en grllpos especia les las llamadas inf?'acciones vo¿'nntarias de la ley penal , y las cuasi volun­

taria~ ó de culpa, llamandolas no obstante y por igual delitos, siendo que

di Beren por un caracter esencial del concepto: ln, 1Jo luntad para delinquir.

Se concibe sin esfuerzo el conflicto en que el legislador se ve, y el peligro

de no reprimir actos nocivos aunque involuntarios, y de ahí eRa resurrec­

ción de los antiguos cuasi-delitos, en que de los dos elementos constituti_ vos: 'intención y hecho nocivo, solamente ocurre el segunrlo, En nuestro campo ideal el conflicto no existe ya, porque determil1andose la interven­

ción social represiva, eu la forma única de tratamiento, por el solo hecho

desnudo de la ?'ealización de 'un acto n o CÍ'v o , independientemente de la vo­

luntad ó intención, las aC'tividanes anómalas formarán un grupo único de actos diversifiC'ados por su importancia, pero reconociendo un mismo

origen exterior ó manifiesto: una anomalía fisiológica como causa eficien­te y una anomalía anatómica como causa mediata, cualquiera que sea el origen primario de la primera y fundamental anomalía, que tanto pue-

189

de ser inculpable y congénita, fruto del héredismo, corno imputable y

contraida, fruto de malos hábitos y de viciosas inclina(;iones.

La substitución de nombre justifica á su vez la nueva designación: DE­

FKNSA SOCIAL, que sin apartarse del antiguo y sostenido propósito de re­

pa?'m' el daño y al propio tiempo procurar la regeneración del agente, co­

rresponde á la doble protección del interés colect.ivo en la regeneración del agente y á la del interés inoividua l lesionado por el acto dañino.

Tampoco será una novedad la expansión de los medios preventivos,

ir.trooucidos ya, aunque en pequeña escala, en el régimen penitenciario

y en todos los sistemas penales vigentes. Lo único que haremos será ex­tender mucho más esa esfera de la acción soeial, haciendo efectivo un

axioma de la mayor importancia en la práctica: E8 más facil evita?' que

remediar.

Desaparecará tambien en grandísima parte el laberinto técnico que

surge de la clasifil:ación de los del it.os en el actual sistema, y las ociosas disputas que más versan sobre ideas y cliferencias metafísicas. Como quie­

ra que en su mayor parte las medidas propuestas no siglli ficarán dañusas

ó irreparables restricciones de la libertad, privación de los medios ordi­narios de subsistencia, oesestima<:Íón social afrentosa, ni sumersión en un

medio dañado, dañino y corruptor, y como sobre todo, esas medidas no importarán un castigo, sino una p1'eca'ución Ó una mesurada defensa, la aplicación ó elección del tratamiento ó de los medios de ese tratamiento

se regirán por una observación atenta y previa, garante de la idoneidad

y eficacia, y la gradación del tiempo que deban durar dependerá del re­

sultado de la observación, y no será en caso alguno inflexible, ni tampoco inaltemble, desapareciendo la dificil enumeración de los delitos y la más

dificil gradación de la delincuencia pUl' razón de la intención. Los grados de una anomalía son susceptibles de apreciarse por su tenacidad, y ésta

puede acertadamente inferirse de hechos obs~rvados y bien comprobados, á diferencia oe la intención dañina que generalmente se presume, y en

todo caso debR apreciarse por manifesta :iones, en las que que no es la vo­

luntad el único y exclusivo jacto?'.

116.-0tro de los graves inconvenientes que en la aplicación ofrecen los sistemas penales, consiste en la dificultad de preci;,;ar el punto en que termina la convención y empieza el delito; en el señalamiento del lindero

HJO

entre la falta eventual á un compromiso jurídi~o, yel manejo fraudu­lento ó violento para causar un daño á otro; entre la violación de la ley civi.l y la violación de la ley moral. Frecuentemente se confunden am­bas esf('ras, y se pretende que en una simple falta de cumplimiento á un

pacto existe un delito, y en la mayor parte de los delitos hay un daño que reparar y que puede reclamarse independiente y separadamente en el orden civil, aun cuando no se declare la responsabilidad penal. Referida al solo daño efectivo la aplicación del tratamiento, entrarán al dominio de la coacción civil todos los procedimientos para el resarcimiento de los da­ños causados, y separadamente se aplicarán la observación y el tratamien-· to en su caso, en tiempo y ocasión oportunos.

El problema dejará de ser a bstruso y abstracto, para trocarse en llano y concreto, y quedarán estancados los abusos ya frecuentes de interpreta­ción, merced á los cuales la coacción penal se esgrime como un ilegítimo

apremio, para obtener el cumplimiento de obligaciones meramente civiles y contractuales.

117.-0tro de 101; propósitos más nohles y más generalmente comparti­dos por pensadores y juristas: el respeto á la vida humana, quedará defi­nitivamente consagrado en el tratamiento relativo, sin descuidar la pro­

filaxia contra el alto crimen ó mejor dicho contra las anomalías incura­hles. La extirpaeión del delincuente nato !'le realizará, pero encomendada á la naturaleza misma, sin el brutal ej.émplo de la violencia socialmente ejercida y reproduciendo y á las VGces ampliando, los mismos hechos no­civos que corregir intenta. Definitivamente desaparecerá una pena que reune todos los defectos posibles, por ser á la vez que incapaz de grada­ción, irreparable, ineficaz, porque hace imposible la regeneración moral, y por último, inmoral, porque bruscamente priva de sostén á una familia sin substituirlo. El homicida reo, es obligado á indemnizar de esa falta á la familia de la víc:tima; el homicida Justicia suprime al Jefe de esa fa­milia sin preocuparse de darle otro apoyo La pena de muerte en la épo­ca artual, es un agravio á la cultura, y una injustificada supervivencia de los tiempos de barbarie. Suprimir por infamantes las mutilaciones y los golpes, y mantener el fusilamiento, encomendando al ejército las inno­bles funciones del verdugo, es una protesta contra el adelanto y una de­gradación de la j llsticia social y de los guardianes del nacional decoro!

191

118.·-Despues de consideradas en acervo la oportunidad y convenien­cia del nuevo sistema, parece indicado adelantar un esbozo de la distri­bución metódica que á la exposición de los procédimientos defensivos convenga dar para la mayor claridad .

Tomando por norma y punto de partida para el diagnóstico y pronós­tico relativo á las anomalías psíquicas, las manifestaciolles funcion ales ó fisiológicas que constituyen la reaceión defi ni ti va en todo con flicto de la impulsión somática con la inhibición psíquica, lo natural es ordenar y clasificar esas reacciones ó actos de conducta de la manera más fácil y comprensible, y que á la vez se ajuste á las exigencias del método segui­do en esta obra.

Clasificar esas manifestaciones ó actos pOI' razón de su importancia, cuadraría más con un método preconcebido; pero adolecería del defecto de ser arbitrario, y rompería con el propósito que venimos manteniendo, de seguir al fenóm eno en vez de encasillarlo forzandolo. Por otro lado la importancia de un acto varía llpcesariamellte segun el punto de vista ele­

gido. La intensidad explosiva de una pasión tiene una importancia ex­cesiva y grande relieve si se trata de apreciar el daño causado, y por el contrario la tiene menor y acusa un grado inferior de adaptación y de

cristalización, que corresponden á una anomalía menos arraigada y acaso efímera y de ocasión solamente, si se trata de medir la ten aci,lad y grado

de cristalización de la anomalía . En cambio para este último propósito lo indicado parece el seguir á la

anomalía en su natural proceso y segun el periodo dél mismo en que la reacción ó sea el acto denuncian la anomalía m isma. Las di versas fuen­tes de que surge la anomalía nos están claramente indicando tres periodus naturales para la observación : la inslJección anatómica, la observación fisiológica, y la clasificación psíquica, en vista de la reacción final. Esos tres periodos corresponden á la anomalía orgánica, á la anomalía fun­cional somática, y á la anomalía psíquica, generadora de la volición y factor del acto final dañino.

Si la anomalía S8 nos denuncia desde luego en la estructura anatómi­ca, dificilmente podremos esperar una definitiva curación, inmediata por lo menos; si la anomalía es funcional, solamente una observación atenta y detenida podrá permitirnos saber si estamos frente á un agente de oca-

192

.'l'ión, y á un acto rel:llizado f\ll condiciones f'xcepcionales, Ó si estamos

.Jrente á un anóm¡-do nato ó l, echo pero dejiuiti'vo; en otros términos: frente

á un i/ladaptable. Y como el tratamiento variará necf'8ariarnente, Sf'gun

el grado de tenacidael de la anomalía, y ese grado dependerá á su vez de

lo que hemos ll amaelo la edad de la adaptación realizada, la observación

nos proporcionHá, en ese método, juntamente con el dia.fJnóstico ó sea la

apreciación y clasificación de la anomalía, el pTonóstico Ó Sf'a la , estima­

ción de la tenacidad, y por último el tmtarm:ento ó sea los procedimientos

eficacf's para obrar sohre el órgano ú órganos anómalos, y sobre las fun­

ciones de los mismos, lI pgando así á modificar y si es posible á destruir ó

contrarrestar la anomalía psíquica.

Por Ulla misma via hemos llegado, al propio tiempo, á los tres órelenes

de medios ele exploración, y á los tres grupos en que metódicl:lmente

podemos clasificar todl:ls las anomalías, referidas á su vigor y tenacidad,

independ ientemen te de los hechos en que se m:mifiesten ó revelen. Des­

de pI momento en que no tratamos ele re801ver problemas ele int.ención,

ni grados de perversidad, sino inclinaciones nocivas de diverso poner, las

eonsecuencias oe esas ill clinaciones solamente tienen importancia en

cuanto á la reparación oel daño causado, que será la parte ele interés in­

dividuallesionado, pero 110 altcmTá el pode?' ni el grado de rtdaptrrción yad­he?'encifJ de la anorYI.alía.

La inclinacióll anówala no sube de quilates en el incendiario por el

valor de los objetos que el fuego destruya, ni la del heridor por los estra­

gos ignorados y no previstos que el proyectil ó el arma produzcan en el

organismo, segu n la dircceión que sigan y los órganos ó tejidos que des­

truyan ó vullleren. En . todo acto de los ll amados delictuosof:, hCly mu­

cho de evelltual en los rtsuJt.ados, y oe ahí se han 'originado no pocas

dificultades para los penalistas, cuandu se trata de medir el grado de per­

versidad del delincuellte. Las diseusiones y los arbitrios se han multipli­cado y divic!ido, pE'ro sin ll(>gar á deslindur définitivamente dónde co­

mienza 10 imprevisto y eventual, y dónde termina lo previsible y buscado.

Onas veces, siguiendo ese illsegnro criterio, el penalista exige del delin-

cuente una previsióll refiuada é imposible, y otras abona á la cuenta de

las eventua lidades y de lo imprevisto, circunst.ancias que, en el caso espe­

cial del delincuente, sí estnvie?'on á S1~ alcance yjtwron tomadaíj en cuenta po?' él.

193 25

Prescinoirelllos por tanto en esta últim a parte de nll estra labor, de la

apreciación de las consecuencias material es del acto individual noci,'o,

si \JO es para graduar la reparación cuando ésta sea posible y estimabh>;

para el diagnóstit'o y pronóstit:o, solamente apreciaremos y observaremos

la manifestacióll oe la anomalía, y por su tenacidl-ld graduaremos el trata­

miellto.

119.-Para mejor a~egnrar el ensan che graduado de l¡l, explnrat'ión

basta llegar al tratamiento, se hace necesario colocar y analizar antes, co­

mo procedimiento integral y precursor oel tratamiento, el P" ouÓstico que

nos guía para juzgar de la tenacidad, duración probc\ble, y alcance prác­

tico de la anomalía psíquica; ('omo antecedente obligado del pronósticú,

el diagnóst1' cO que nos ilustra acerca de la naturaleza y sitio oel organis­

mo eu que se origina, y finalmente, como base ineludible del oiagllóstico

Poi 1'eco?/ oámie1do Ó ~ea la e:tplo'l'ación que nos revela y nos permite ohser­

"ar la anomalía psíquica en torios los periodos de su proceso. Po(lemos

pues dividir anticipaoamente llllPstro estudio ó por TnPjor decir e l traza­

do de nuestr'{) proyecto de ulla Defensa Social como signe:

I. R econocimiento. Il. Diagllosis.

IIl. P1'ogno.'lis. IY. Tratam'ien too

A su vez, como elementos oe la primera y original exploración, conta­

IlHlS necesaria nwnte con los hechos ó signos reyelaoores de la anomalía

l'sír¡uica, obsf1rvados cuando expontaneamente se producen, el conoci­

miento anatómico y fisiológil..'o del organismo qu e ·nos cO\Jdllce á situar la

lesión psíquica en determinado ó det.erminaooE órganos y nos permite

provocar experimentalmente la repet.ición de la misma ó análoga mani­

ft>stación orgánica, y asignar determinada relación constante entre lH con­

formación , disposición y proporción de los órganos y sus relativas funcio­

nes.

Pa ra sorprender en medio oe la vida normal las manifestaciones anó­

malas del órden PSírfllico, y prevenirlas ó yugularlas antE:'S de qLle causen

el daño á que se encaminan , necesita la socienad nna policía oiscreta,

prudente y buella observadora , 2scogina en todas las clases sociales, y en

contncto con los IIsociados qllf' de un momento á otro puedan revelarse

como más ó mellos anómalos. Para reconocer, identifi cn r y fijar la exis­

tenci a de la anomalía en el signo ú neto, las ciencias rn énicas referidHs á la especie en gf>nera1 le servirán de guía, pHra formul ar con probnbilida­

des de acierto, un juicio prov isional que autorice la int.ervención de la

Sociedad en la vida privada del individno.

Para medir, y estimar debidHmente la importan cin y alcance ele un sig­

no ó de un Hcto revelndores de an0malía psíqui ca, necesitam. ·s observar

y estudiar a l sujeto snspecto en sus dos fases fundam entales de sujeto heré­dico, y de sujt·to adaptable p:Uft c l n~ificarle definitivamente en el conjun-

to que ll amamos su idiosinc?·asia. _ P ero eROS elatos que constituYf>1l el d'¡:agnóstico íntegra mente referid os a l

sujPto, no bH~tan para predpcir ó preVf' r la intensidad, la dirección ni las

conSf>cuencias de la conoucta anómala, porque en el problema ent.ran

ademas como fHctores oe grandís ima importall cia, los estimulantes que

proceden oel medio; el pronóstico vHriará necesariamente según que se

cOllstruya independientemente de los estímulos ex ternos, ó contando con

el influjo de ellus, y segun que esos estímu los seH ll probables y frecuentes,

ó eventuales y ex tmornillarius. Ajustandose al ordpll de las observaciones

diagnóstico y pronósti co, los proced imientos que hayan de cOllstituir el

t1'ntamiento seguirán Ull oroen creciente de complieación, import.ancia y

trascendencia , yendo desde la simpl e '1J'igilancia provisiollal y la selección

ó cambio provisional de medio, (en el orden que ll amamos Higiénico) á la asiste?/cia llOspitalm'ia, la transformación de los efeetos de la anomalía

por medio dE' la derivación de ap licaciones, y el confi?wmiento Ó cambio

temporal de Medio, (en el orden q ue ll amaremos tempéntico) y por últi­

mo á la. deportac'ión ó trasplante definitivo á un medio anómalo, para los

i/l adaptables, (en un orden que llamaremos pnJ.filáctico), para evitar la

propagación y el contagio de las anomalías en ]a mayoría sanl'l. que cons­

tituye el grall medio ó sea el Medio Normal.

El examen ordenado de tales asuntos será materia de los capítulos si­

guientes.

]!)5

CAPITl~LO JI .

R p;coxocnra:N'l'O ó EXI'LORA CION.

Sus MEDIOS.

120. - Apllntall1os ya que los medios de exploraeión ó reCO nOClTnl en­

to eran de nos órdenes, según que los signos ó hechos rev(·I¡uiores de

la anomalía pueden repetir8e á \'oluntad y hacerlos materia de e:rpeTi­melltaóóll, Ó que solamente se nos ofrecen como espontaneos, y hay nece-

8idad de esperar á que espontáneamente se repitan pHra hacerlos materia

de observació?I. Ni más ni menos, lo que con las eiencias acontece. Algu­

nas tienen su fundamento en la experiellcia y se llaman experimelltal e8,

como la física , la química, la mecánica y otras; á voluntad podemos pro­

ducir fenómenos de calor, de luz, de ele<:tricidad, de combillación y aná­

lisis, de pesHutez, transformación y consumo de energías, &., &. Otras

tienen por base la observación , como la anatomía, la fisiología, la botániea ,

la astronomía y otras; no podemos á voluntad producir un el'lipse, ni una

floración, ni una germinación, ni una función cualquiera, ni examinar

libremente los plementos constitutivos de un organismo, sin destmirlo.

El campo de exploración lo formarán por tanto dos órdenes de hechos:

108 que se pueden reproducir á voluntad y analiza rse en cualquier tiem­

po, y los que no se pueden reproducir á voluntad por el ooser\'<1Jor y so­

lamente pueden ser observados á medida que se producen e8 pontallea­

mente. La éstructura anatómica solan:ente se pued e estudiar y observar

en el cadaver, después de la muerte; las funcion es de los órg~ll1os sola­

lOellte pueden estudiarse cuando les llega su turno ea el ritmo diario de

la vida; los fenómenos siderales no pueden observarse sino cuarHlo, segun

las relaciones preestablecidas, los astros se colocan en nuestro cam po Yl­

sual y al aleance de nu c'stros telescopios; pero como un orden intermed io

PI} tre esos fllllda 111 en tales de t.oda la bol' analítica, se nos ofrecen algu nos

fenómenos que si bien no son susceptibles de prorlllcirse á ,"oluntad, sí

pueden aCt'lerarse . en su producción espontánea, como sucede con la in­eubación de los gérmenes, que puede redueirse notablemente, ó bien pue­

dl"n, si no producirse, [wovocarse, como sucede COtl el aborto, el vómito, &., que son producidos por los mismos órganos, pero en virtud de una exci­

tl\CiÓll allormal externa. Este orden de fenómenos es aquel en que más se manitiesla lá inteligencia del homhre, que en cierta manera parece burlar los obstáculos que le opone la imposibilioad de reproducir el fenó­

meno y la lIeces'idad de una paeiente y á lfts veces larga 6spera. Esta in­

dustria del hombre ha dado lugar á <{ue se abonen á la cuenta de la ex­

perill1entavión los fenómenos de ese tercer orden mixto de hechos, y á que

impropiamente se llame expf'1'Í?nental á una ciencia, por el solo hecho de

que alguno de los fenómenos concurrentes que entran como factores éll

U\l fenómeno compl¡'jo, sean susceptibles de esa experimentación mixta ya

definida.

Tal sucede ton la Psicología, que se ha llamado experimental, por

cuanto en el fenómeno psíquico, materia de observación, concurre la ex­citación ó oepresióll de origen externo, ejercida sobre algun órgano que

toma parte en el proceso orgánico que forma parte del psíquico, Por

f'jemplo la compresión ejercida sobre la tercera circunvolución izquierda

del cerebro que produce la pérdida de la expresión por medio del habla, pertf'nece á 1ft fisiología experimental, pero por cuanto sL1gien~ la convic­

eión de la localizat:ión de una función fisiológica que es á su vez forma

expresiva de ideas y emoeiones y elemento l,síquico, se dice por extensión que pert.enece á Psicología Experimental

121.-Pero dejando aparte discusiones que son más de forma que de

fundo, importa observar que ese sistema indirecto de experimentación que corJsiste en pTOVOca1' solamente la actividad productora del fenómeno, tiene grandísima importancia trl1,tandose de feuómenos que, como los

psíquicos, tienen que observarse en funciones que presuponen la vida,

que á su vez supoue la clausura más ó menos completa del campo de ex­perimentación. No podemos en un momento dado abrir de par en par

las puertas de la observación y penetrar f'n los tejidos para sorprender el mecanismo y condiciones íntimas del fenómeno, l,ero unft vez sorprendi-

197

da ulla relacióu constante entre la estruetul'a IlorOlal ele los órganos y las

fUllciones de los mismos, disponemos ya de trt--s arbitrios: el examen del

órgano, si fuere cnm patible con la integridad vital del sujeto. ó su exa­

men cuando fuere posible en el cada ver; la excitación artiticiul del órga­

no, para provocar, cualldo fuere posible, la función que se trata de rela­

ciollClr con la estructura; y pur último, la observación del fenómeno ó fun­

ción psíquica en su natural y ordinario procpso, cuando espolltaneamente

se produzca. Completemos con el ejemplo la idea esos arbitrios:

El examen dp, al gu nos tej idos merced á la i ntprwl1rión r¡ ui rúrgica,

permite excepciona lmente observar la estructura y las eleformacionf>s pa­

sajeras de los órganos y sus relaciones concom itantt-'s con las dpfol'lnacio­

nes psíquicas; muchos preciosos descubrimientos se elebf>1l á oblServaciones

¡.>racticaoas f>TI sujetos vi\'ielltes, y en los hospitales a l hacpr el estudio ¡.>a­

ra los educandos.

La excitación pasajerH é inocente del algun órgano IlHce á veces posi­

ble una observacióll que en el estado normal sólo sería ¡.>usible gracias á IJeligrosa intervellción quirúrgica; con ayuda de la atropina se dilata la

pupila y se facilita la exploración del aparato visual; por la ministracióll

de drog¡.ts medecinales se hacell funcionar de modo artiticiHI órganos pe

rezosos, ó bien se e"idencía y comprueba su estado de atrotia; y por me­

dio de la dieta intencionada se introducen en la ecollofllía elementos quí­

micos estimulantes, que provocan seusible ::Iumento de energÍCls, demos­

trando en UIlO la manera de curar la lesióll orgánica, y de conducir y en­

cauzar las malJifestaciones psíquicas en que el órgano ó los órgHllos psti­

muladoH toman part.icipación.

Del tercer arbitrio Ilada t-'special tenemos que dt:'cir; lo único que de­

manda es sílgacidad para prever la próxima rf>alización del fenómeno, y

la tenacidad y paciencia necesarias para 110 desesperar, y aguardar dicha

realización.

122.-Queda srn esfuerzo explicada la importancia preponderante que

en los fenómenos psíquicos tipneu las ciencias médicas, que S01l las que

estudian la estructura y fuuciones de los organismos, y el inm enso, el de­

cisivo tributo que p::lra los problemas de actividad y _de cOllducta ofrece1l

tales cieucias, al legisla1lor y a l sociólogo juiciosos. Esas ciencias brindan

corno auxi liares poderosos para el tratamiento de las anoma1íHs, en el or-

]98

den fisiológico, una extensa gama oe estimlllantes y oe sedantes para el

sistema nervioso, que como en el cur~o de los dos libros precedentes (*) h emos visto, es el más importante y el máR inmediato agente de todas las IllHllifestaciolles psíquicas.

Esas que llOR permitiremos llamar riendillas de sprla con laR que \ln ex­

perto psiquiatra puede llevar por donde quiera y moderar ó acrecentar

en su actividad 1I0rmal idiosincrásica, pueden por sí sola constituir, y

constituirán muy pronto, un sistema completo de edncación .somátim ó COT­porea; pero la importancia de este meoio se acelltúa :-:obre tooo ero lo que

forma el tl'l-ltamiento propiamente dicho. Sin embargo, puede muy eficaz­

mente auxiliar la exploración, provocando los fenóm enos fi~iológicos con

un propósito de exploración, en vez del propósito eO\lcativo basado en la

repetición.

Pero t.ratandose ne las ciencias méoicas y de la exploración de las fun­

ciones, importa mucho dpjar asentado que para el estudio de las anoma­

lías psíquicas, que implican y presuponen la existencia y el conocimiento

de la normalidad, el sujt'to no se puede considerar individualmente, por­

que de un caso singular no puede lógica mente iuducirse ni abstraerse en

un sentido riguroso; sino como especie, como el conjunto de la humanidad

en sus diversas fasés y en sus diversas edades, y en tal sentido las cien­

CiúE médicas poderosamente auxiliadas por la paleontología, que nos ha

conservado preciosos datos anatómic:os acerca ele los tip(\s ya desapareci­

dos de congéneres y de precursores del hombre culto de nuestros días; y ror I~ historia que nos ha conservado más ó menos fi elmente memoria

de la manera de pensar y obrar que fué propia rle la humanidad en ~u

mayoría normal , en diversas épocas de su evolución, ha vellido á consti­

tuir la ciencia que llamamos AntTopología, y que por lo mismo, tiene que

presidir en lo porvenir al diagnóstico y pronóstico psíquicos que haya n

de sugerir el tratamiento para las anomalías psíquicas.

Porlemos pues considerar cnmo los medios habitual es de Teconocimiento y de explm'Q ción que preparan el diagnóstico y el prollóstico dC' una ano'­

!natía psíquica, dos:

(* ) "El Alma Org,í niC'a" y "La "ida Psíquica."

199

Cumo materia de observacióll: Los hechos ó .<;igno,~ 1'e1'dauO?'f8 de tm esta­

do anormal psíquico; y

Como criterio y guía para la observación: La Ant1'opología, Dedicaremos alguna detenida eO!1sideración á (;ada uno de esos m&­

dios en sendos párrafos,

§ 1.

Hechos Ó 81:g1l08 revelado'res de la anomalía,

123,-Rara vez aparece Ulla anomalía súbitanH'nte, y silJ anUlJ<:IOS nI

signos que denunciell ó hagan presumir el trastorno fisiológi co y psíqui­

co; solamente en las formas agudas de la de mencia se presenta derrepen­

te la anomalía; el tránsito de la vida normal á la anómala se haee por lo

comun paulatinanJeute, denunciando un proceso de adaptación; otras ve­

ces las manifestaciones, embrionarias todavía por falta de desarrollo en

los órganos ejecutores, npnrece desde los primeros liños, denullciando una

inclinación congéuita ó heredada, formalJdo parte de la idiosi1lcrasia dE:'1 sujeto; otras veces, en fin, la anomalía se pr~st-'nta derrepente y sin anun­

cio; pero como resultado de una excitación excepcional, y como una 1'eac­c,ión excepcional tambien, y como signo aislado, que p(\r sí solo 110 autori­

za la suposición ó sospecha de una anomalía estable y propiamente dicha,

Necesariamente todos los signos reveladores de las inclinaciolles congé­

nitas procedentes de la He1'encia, tienen que manifestarse desde luego y en la primera oportunidad, que 10 será la época primera en que el sujeto

esté fisiológicamente constituido y apto para la función ó para las funcio­

nes ó actos en que haya de consistir la reacción. La tendencia alJómala

sexual, no podrá manifestarse como la gula y la destrucLividad, en los

años de la primera infancia, ni la inclinación al robo podrá estimarse

manifiesta, mientras el sujeto no tenga el concepto de la propiedad y oe

los derechos y obligaciones que de ella se originan.

Por el contrario, los signos reveladores de u na adaptación en proceso re­

gular de realización, no podrán aparecer sino cU¡illdo el sujeto está ya e11

aptitud de ser influido por el medio y en aptitud de ('ristalizar el hábito

200

anómalo en substitución del antes normal. Y ya en estos signos import.a (listingnir y separar los qlle llegan hasta UII acto dañino para un indivi­dno cualquiera ó para la colectividad social, y aquellos que, sin causar daño alguno por sí mismos, denuncian anomalía que más adelante pue­da causar ese daño.

Las diferencias características que entre los hechos ó signos revelado­res de una anomalía señalamos últimamente, imponen á la investigación diferencias cronológicas ele grandísima importancia práctica. Ellas servi­rán eficazmente de guías al explorador, para buscar en tiempo y sazón los fenómenos, y provocarlos ó reproducirlos íntegramente en su caso. La niñez, d t'l rante la cual el medio no ha podido comenzar su tarea de adaptación modificando más ó menos la idiosincrasia,\será la más ade­cuada para descubrir las anomalías p1'ofwnclas de origen herédico; fijado en lo fUlldamental el lote de lt herenci a, facil será descubrir más adelan­te las modificaciones supervivientes, que no podrán atribuirse indudable­mente á otro factor que la adaptación, quedaudo fijado por esos medios

el orígen de la anomalía y por lo mismo sus factores, y ya solamente quedará por inquirir el grado de tenacidad de la tendencia anómala.

De pFonto aparece como insuperable la dificultad de aprf'ciar esa tena­ciclad, qUf' como vimos antes depende muy principalmente de la edad de la adaptación, considerando incluidas en ese vocablo tanto la p1'eadalJ{ación Ó Heredislllo como la p08tadaptación ó adaptación personalmente realiza­da por el sujeto. Pero como datos de gran valor tenemos, si se trata de la preadaptación, el abolengo ó sea el número de antecesores que hayan ma­nifestado la misma ó análoga anomalía en la familia del sujeto, pues t.al dato nos conducirá con bastante aproximación á conocer la edad de la deformación psíquica. Tratandose de la postadaptacióll, tendremos como datos de gran significación, en primer lugar los actos mismos del sujeto, es decir la frecuencia con que la anomalía se manifieste, ó sea la reinciden­cia en el acto reprobado y dañino, y en segundo lugar la comparación de la conduct& del sujeto con las inclinaciones congénitas descubiertas ó es­pontaneamE'nte reveladas en los primeros años. Pero ya es materia de las operaciones posteriores del diagnóstico y del p1'onóst'ico, que más adelante abordaremos. Por lo pronto nos conformaremos con la indicación de esos medios de exploración como instmmentos y anxiliares del observador.

201 26

124.-No es por lo visto necesario esperar á que la anomalía se mani­fieste en la forma definitiva de acto delictuoso, para descubrir la existen~ cia de aquella, y las más de las veces podrá reconocerse, explorarse, so­meterse á tratamiento y hasta modificarse ó destruirse antes; cuanto au­tes, mejor y más facilmente por Sil puesto. La higiene psíquica ó higiellf.

?rwml, preventiva por naturaleza, está llamada en el sistema de defensa social futuro, á ocupar un amplio y preferente lugar. Tomar nota del primer signo revelador, espiar su repetición, vigilar su frecuencia é inter­venir oportunamente para someter al sujeto á un tratamiento apropiado, sin causarle molestias, sin substraerlo á los beneficios de un medio, ni po­ner obstáculo á sus actividades productoras, conducirá de cierto en la mayoría de los cusos á la curación de la anomalía, ó cuando menos á su modificación, atenuando su tenacidad y disminuyendo las probabilidades de ser trallsmitida por las vías herédicas. No sucede otro tanto cuando al primer equívoco indicio de la delincuencia se hace un secuestro provisio­nal vejatorio del inculpado, se le somete al escándalo que es ya un prin­cipio de deshonra y que la oficiosa prensa periódica repuja y explota al menudeo en las columnas de información; á poco que se mantenga la sos­pecha se hace firme el secuestro que dura meses y años tal vez mientras se instruye la averiguación, y durante todo ese tiempo el sujeto priyado de la vida social y habituandose al medio infecto y anómalo de las pri­siones, remata, afirma, y consolida la anomalía en vez de conjurarla, y aun la corrobora con otras de mayor peligro, transformandose en verda­dero y genuino delincuente, quien no fué al principio muchas yeces sino un delincuente de ocasión, y cuyos actos fueron simples signos revelado­res de una adaptación incipiellte, que facilmente habría podido coml;latirse y vencerse.

Lo que los sistemas reinantes hoy encomiendan al rigor, á la coacción y la violencia, el futuro lo habrá de fiar á la sagacidad, á la prudencia, y á la experimentación y el conocimiento de los exploradores ó agentes de la higiene psíquica substitutos de la actllal policía. Más aún, esa respeta­ble incumbencia, tan respetable como actualmente odiosa, es hoy la de la policía, (por sus imperfecciones y por la limitada y en cierto modo brutal tarea que le está encomendada), requiriendo una cultura no comun, no dando lugar á procedimientos enojosos y violentos, y no significando por

202

último un oficio mercenario mezquinamente pagado y automáticamente servido, sino un sacerdocio social, una tarea culta y altruísta, y un >er­vicio de la mayor importancia para el sujeto 111m'boso, reclutará sus servÍ. dores y funcionarios entre lo más granado y culto de las clases sociales, y tendrá por auxiliares natos á los mismos miembros de la familia del su­jeto, que al denunciar los signos sospechosos de anomalía de uno de sus miembros no lo entregará á las violencias de un inflexible procedimiento, al brutal secuestro del hogar y la privación de lo poco que de amable, dulce y consolador tiene la existencia, ni al riesgo inminente de padeci­mient~s tan inútiles como irreparables", ... muy al contrario, llamará esa denuncia sobre el sujeto morboso los auxilios sigilosos y prudentes de la vigilancia y de la observación, de que el sujeto no se dará cuenta; compro­bada una anomalía, sujetará sencillamente al anómalo á una terapéutica, somática y psíquica de resultados lentos pero efectivos, que le conducirán á la mejoría primero y despues á ' la normalidad, y en el peor evento, en el de r€'~u1tar un inadaptable, en vez de cortarse por medio de un brutal y ventajoso linaje de homicidio la existencia del ser dañino, se encomenda­rá su eliminación natural, y la de sus engendros, á una ley ineludible y biológica, exenta de padecimientos y crueldades, y que no deja tras de la ejecución, regueros de odio y fermentos de venganza.

§ n.

Antropología aplicada.

125.-El hombre estudiado en 1a especie es necesariamente el tipo que llamaremos fundamental y por lo mismo normal; en otros términos: la es­tructura, las funciones y las facultades psíquicas que se hallan en la in­mensa generalidad de los hombres; pero tomar Ilota de esas cualidades en su fase de normales, implica reconocer la calidad de anómalas para las que se alejen de esos tipos; de manera que el estudio llamado antro­pología no se ciñe ni limita en sus invest,igaciones al homb1'e n01'mal, sino

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que necesariamente lo abarea en SUR dos aspectos posibles de anormal y de a:nómnlo.

Las dos fases de las ciencias antropológicas pueden considerarse como el anverso y el reverso de una medalla, como dos ángulos complementa­

rios, ó bien como dos. elementos numéricamente desiguales que integran el conjunto humanidad. Además no se limitan esos datos y ese estudio á la humanidad en un momento dado de su evolución, sino á la humani­

dad en todas sus edades y plena actiddad de evoluciE>n. De ahí por una parte la poderosa contribución que ofrece la Antropología para los pro­

blemas de actividad psíquica, y por otra parte la dificultad que tal cien­cia ofrece para constituirse de{initúxtmc¡¡lc, siendo que sin cesar enriquece

el archivo de sus documentos, acrecienta el caudal de sus datos, y multi­

plica el grupo de relaciones generales ó le!Jc.~, que parecen regir los fenó­menos, enlazarlos y agruparlos metódicamente.

y no se detiene ahí la dificultad, ni á-ello se reduce la importancia de

la ' Antropología; muchlls ciencias pone á contribución, que específicamen­

te han estudiado al hombre en sus diversas fases somática, y psíquica ,

bien analizando su estructura, sus proporciones y su constitución general como organismo, bien estudiando el funcionamiento rle ese organismo en

conjunto y el económico de cada uno de los órganos, ya en fin, analizan­

do y separando de la vida orgánica todo aquello que se refiere nI mundo externo y que perdura ó deja una huella estable y susceptible de consti­tuir un agente ó excitante para el organismo y transformarse en conduc­

ta. La Antropología, en cambio e'itudia al hombre i'ipo en todas sus fases,

momentos, modalidades y funciones, y le sigue en el complicado dédalo de su laboriosa evolución somática y psíquica.

126.-La Antropología bien considerarla no es solamente una ciencin,

cuando reune en haz las leyes generales de la evolución de la especie hu­mana, sino talllbiél'l un haz de ciencias, cuando ela.bora las investigacio­

nes particulares y específicas que nos proporcionan los elementos secun­

darios de esas leyes. La Antropología es anatomía cuando fija la dispo­

sición y proporción de los órganos en el cuerpo humano; es paleontolo­gía cuando por el descubrimiento y estudio de los fósiles fija como lns di­

mensiones, proporciones y semejanzas de huesos y esqueletos dei'/ldivi­dltOS óde especies desaparecidas ya, y las actuales ; es fisiología cuando

204

persigue la dirección normal de las actividades orgánicas y sus vanaclO­nes concomitantes con las del mundo externo; psicología cuando estudia la mentalidad de la especie en sus diversos grados, edades y regiones; é historia cuando cronológicamente ordena, dispone y enlaza todos esos da­tos para. crear la Pilogénia humana.

Tal vastitud de conocimientos no puede hallarse naturalmente en un hombre solo y en la dosis bastante para fí.lllar en procesos psíquicos; re­quierese por el contrario el concurso de diversos datos y diversos criterios

laborando de consuno y remedando círculos concéntricos de diyersos diá­metros.

Apenas alborea la especificació~l de labores antropológicas, despertada por el movimiento nacido en Italia, y ya se cuenta con uparsenal exten­so de experimentos, observflciones y procedimientos capaces de ocupar fructuosamente algunos hombres de saber, y comienza á formarse una es­tadística que, defectuosa y todo, arroja ya luz bastante para prever que no será tiempo mal empleado el que á sus exploraciones dedican los obre­

ros de la ant1'opomet1'ía de la C1'a11 COScopia y de otras ramas aledaneas. La creación de un Grande Instituto Antropológico en que se cultiva­

ran e8pecíficamente todas la ciencias auxiliares y se relacionaran sus res· pectivos adelantos en síntesis de caracter general y filosófico, y por medio de conferencias, significaría socialmente mtI<;ho más que la erección de cárceles y penitenciarías de dudoso resultado aun en el mejor eV6nto.

En ese Instituto, el más justificado de cualltos la ~ultura moderna pue­da sugerir, habrían de elaborarse las leyes, .Y modelarse los procedimien­tos de exploración más conducentes, eficaces y seguros para el diagnósti­co y el pronóstico individual en sujetos suspectos de anomalía.

En ese instituto cabrían con buen derecho los estudios de bioCJ.uimia, quimiotaxia, histología bacteriológica ó hiRto-bactcriologf,a, anatomía, fi­siología é histología compamda8, paleontología, morfología, embriología, embriogenia, Sociología y Lf'gislación, y una sección liberalmente provis­ta y dotada para reconocimielltos alltropométricos y clínicos de indiyi­duos suspectos completaría los importantes servicios del plantel.

¿En cuánto no superarían los datos recogidos en tal instituto á los exi­guos y sin embargo ya útiles, que proporcionan las cárceles por medio de una pequpña sección médica mal retribuida, con escaso arsenal, y redu-

205

cidos medios de exploración, y sobre todo recogidos de prisa y con efíme­ra atención, para no entorpecer las labores carcelllrias? ¿Que diferencia entre esas filiaciones cómicas y risibles por su vaguedad y falta de expre­sión, tales que convienen á todos los individuos, y ]a que ]Jamaremos filiación a-ni1'opológ'ica, comprendiendo con la posible y debida separación los datos á cargo del heredismo y los procedentes de la adaptación? ¿Qué diferencia entre fiar á la imperfecta apreciación de un aprehensor merce­nario y poco culto, el establecimiento provisional de la identidad del su­jeto anómalo, (hoy dt;linct~ente) para someter á un procedimiento coerciti­vo siquiE'r sea pasajero, á personas muchas veces víctimas de esa deficien­te apreciación fisionómica del agente aprehensor, y el otro sistema de aplicar un trata¡niel1to provechoso y nada violento, despues de fijar la identidad del sujeto anómalo, por medios inequt'VOC08 y facilmente com­probables'?

Aun dentro del actual sistema de represión social, ese IlIstituto daría brillantes resultados, cuando menos para discriminar y apartar á los de­linwentes natos de los deli11clwntes de ocasión, á los Inadaptables de los adap­tables.

127,-La comparación y cotejo incesante de los resultados obtenidos en las ciencias concretas, efectuado en las conferencias sintético-filosófi­cas de caracter abstracto, formaría una preciosa y util almáciga de prin­~ipios gene1'llles y de leyes secundarias, para constituir definitivamente las leyes primarias que deban integrar una ciencia abstracta que respon­da con propiedad al llom bre de Ant?'opología.

Un instituto destinado por la humanidad al estudio del homb1'c en la especie, resultaría eminente y genuinamente social, justificado altamente, y de resultados más prácticos, serios y trascendentes que las universida­des, en las que domina el espíritu literario y la erudición, y en que los estudios comparados, únicos verdaderamente fructuosos y fecundos bajo el punto de vista filosófico, no están representados ó lo están insuficiente y truncamente.

206

CAPITULO IIl.

DIAG!\OSf~. -sus DATOS, FOR~fAS y LIMITES.

128.-El resultado de un reconocimiento ú observación, provocados por algun acto sospechoso de anomalía en el sujeto psíquico, puede ser la confirmación de esa sospecha, en vista de la repetición de actos sospe­chosos ó de otras corroboraciones, ó bien la comprobación de que el he_ cho sospechúso fué efímero y de circunstancias, y de que no existe ano­malía, ó si existe es de tan corta edad y tenacidad tan escasa, que no amerita un tratamiento, bastando una simple sobrevigilancia precautoria.

En el primer evento de esa disyuntiva, importa despues de reconoci­da la existencia de una anomalía, precisarla en sus caracteres fundamen­tales, medir su extensión , su tenacidad, su edad, su procedencia y grado de intensidad, y señalar el ó los desarreglos ó anomalías orgánicas deter­minantes de las psíquicas, y llegar por último á la anomalía anatómica fundamental y punto de partida, causa y origen de la anomalía orgáni­ca. Con tales datos puede ya prescribirse un tratamiento que armónica­mente repare los desórdenes anatómicos ó de estructura, los fisiológicos ó de funcionamiento, y los psíquicos ó de conducta, constituidos por los actos en que se traduce la reacción final.

Pero para llegar al conocimiento de esos caracteres fundamentales de toda anomalía, no basta estudiar al sujeto, que en sus actos ofrece un fe­nómeno complejo en que se funden los elementos debidos al factor heré­dico, y los producidos por la iuflueneÍa del Medio en el proceso incesante de adaptación. Es necesario separar y delimitar ambos factores, para sa­ber lo que á cada uno de ellos corresponda, y así saber si ha de influirse

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en el tratamiento soLre la irlioslncrasia, fuente de lus inclillaciones ~on­géuitas, sobre el medio, fuente de las inclinacionp-s adquiridas en vía de

adaptación, ó soLre ambos factorf's, si se trata de inclinaciolJes adquiridas

y tlefinitivamente adaptadas. El punto de partida es naturalmente un fenómeno complejo: el acto ú

actos reveladores de la inclinación; pero no actos aislados que nada ense­

ñan ni fundan por sí solos, sino actos en serie ó se1'ie ele actos, es decir cos­

tumbre ó húbito, sin el cnal no es posible la existencia de una anomalía, dado que un signo aislado, un hecho peregrino y una razón exótica, pue­(len existir y manifestarse con camcter efímero, y sin que exista anoma­

lía ninguna. Los elementos para el estudio del lote herédico SOIl en primer lugar

los progenitores directos, y secundariamente los abuelos ó allteceSOrf's. El resto pertenecerá necesariamente á la acción estimulante del medio fí­sico y del social, obrando el primero directamente sobre los órganos y sus

funciones, y el segundo indirectameute sobre la mentalidad y afect.ividad

del sujeto ó sea sobre su parte psíquica. El primer agente cOllstituirá un

e.~timnlante somútico, y el segundo un estúnulante }Jsíqu,icu. El método raciollal sugerido por esas observaciones consistirú por tanto,

en primer lugar en el est.udio de las costumbres y del estado sanitario del

sujeto, que tanto illftuye en las costumbres; en segundo lugar, ClI el estu­

dio del medio hábitual del sujeto, y en tercer lugar, en el estudio de los antecesores ó abolengo del sujeto mismo. Esas tres materias servirán de

asuntos á nuestro capítulo, consideradas en sendos párrafos. ·

En un cuarto párrafo consideraremos las formas y límites naturales del diagnóstico, y sus atingencias naturales eOll el pronóstico á que sirve de base normal.

208

§ J.

Costumbres y estado sanita?'io del Sujeto.

UD. -Como quiera que un acto aislado puede corresponder á un esti­

mulante anormal y pasajero, provenir de un proceso de excitación que

está fuera del cuadeo de nuestms reaccionE's (ordinarias, y ser por lo mis­mo anómalo respecto al modo normal de sentir y ohrar en la mayoría

de normal~s), y anómalo tambien respecto del sujeto, y ajeno á su mane­ra ordinaria de sentir y de obrar, solamente la costumbre, que se integra

con la repetición de reacciones y actos semejantes, y que siendo normal

en el sujeto es anormal en el medio, es la que puede considerarse como

un signo revelador de la adaptación consumada, que es la que por su es­tabilidad y tenacidad constituye propiamente la anomalía psíquica. El

acto aislado, solitorio ó exótico, anormal en el sujeto en determinado illS­

tan te, amerita una detenida y atenta observación, y puede constituir un principio del proceso de adaptación; pero no puede basar un diagnóstico

que supone la adaptación definitiva ú bastantemente avanzada, para ha­cer frecuentes á lo menos, si no habituales, los hechos suspectos,

Pero entre los excitantes anormales en el sujeto, hay uno que merece particular atención; el excitante que llamaremos rrw1'boso. Ya en "EL

ALMA ORGANICA" encontramos los estimulantes de la sensibilidad dividi­dos en intemos y externos, Las influencias todas provinientes del medio, constituyen el segundo grupo, y el primero, exclusivamente integrado con funciones económicl:ts y esencialmente .fisiológico, está integrado con

las excitaciones inconcientes ó subconcientes que regulan la vida somáti­

ca y la nutrición, en el estado de salud y normales por lo mismo, y las

209 27

mismas excitaciones G11óm ala.s cnunlio una perturbación somática establ e

altera más ó men(Js profundamente la mflrcha ordinaria de las funciones

sOlllátic~s.

Como el estado normal del hombre es, segun lo formulamos en una de

las conclusiones de "LA "TIDA P SIQUrc A" , el equilibrio entre las persona­liliades somática y psíquica, y la salud, la perturbación sanitaria, si es ne­ciliental y transitoria constituye un tropiezo pnsnjero y sin (;Qnsecuencia~;

pero si la perturbación persiste y se arraigfl, const.ituye ya una allomalía somática que oC3sionará otra ú otras anomalías fisiológicas, y las anoma­

lías psíquicas consiguientes. La salud ó los quebrantos de salud, son fac­

tores poderosos y casi determina ntes exclusivos de nuestras costumbres.

El que padece tiene agrio el caraeter, !'le impacienta y reacciolia por la mínima excitación, que en el estado normal de salud miraría con perfec­

ta indiferencia; se alimenta mal, y nun alimentandose bieu no se nutre en la misma proporción; la debilidad obra sobre el sistema nervioso unas

veces como excitante y otras como sedante, dando lugar á exaltaciones

anormales difíciles de prever ó á rasgos de apatía y de indiferencia igual­mente anómalos é imprevistos; el excesivo gusto de energías sumado con la escasez de nutrición, hnce más dispendioso y enervante p3ra el en­

fermo el "tmctt~" natural de la vida; el sueño, gran reparador, se trueca

para el enft'rmo habitual en un aumento de vida y de gasto nervioso,

prolongando la vigilia y con ella la vida sensible, y produce el natural agot.amien~o.

Naturalmente no son los enfermos únicamente aquellos que guardan cama y están sometidos á un tratamient.o; las dolencias, antes de hacerse

agudas é imponernos la medicación y el secuestro domiciliario, nos acom­

pañan durante largo tiempo en nuestras ordinarias labores y en nuestro

normal género de vida, denuncianrlose apenas como enfermedades, pero influyendo de modo sensible para los demás, en los actos del enfermo in­cipiente. El m:;.l mina sord3mente al organismo, y muchas veces la do­

lencia pasa de ese estado subconciente y mansurrón á la catástrofe final que pone término á la existencia, y que irreflexivamente califica el vulgo

de inesperado y de repentino, siendo tan naturales y motivados esos descn­

l!lces, como los que vienen tras de larga y dolorosa enfermedad y largo tratamiento.

210

Las irregularidades (le connuctr., y los actos dafiil10s pl1f~den provenir muchas veces de esas irregularidades subconcientes de salud, que dan á los estímulos normalmente débiles un poderio excepcional y anómalo; pe_ ro 110 puede hncerse de tal criterio un uso abusivamente W'llérico, decla­rando que toda anomalía psíC]uica tiene por causa un estado morboso,

porque no podría tal tesis comprobarse satisfactoriamente; hay anomalías anatómicas y de conformación que sin const.ituir un estado anómalo de insanidad en el agente son en él y para él normales, pero le predisponen para actos anómalos respecto de la mayoría normal. Nótese que la con­clusión á que en "LA. VIDA PSIQUICA" llegamos nosotros fué la siguiente:

Todo deseq'uilibrio ~Fisiológico tiene por ca'lJsa V p1'ecedente 'Un deseqv,i librio orgánico. Y ese desequilibrio, como despues veremos, no siempre constitu­ye una. enfermedad ni una anomalía en el sujeto.

1 '30.-En efecto la observación y la sagacidad científica nos han lega­do datos por extremo sugestivos en la concomitancia entre las diversidades de illclinaciones y las variedades de conformación. El museo de Turín debido á las labores y observaciones del genial Lom brosso, cOllstituye un libro abie:rto pa.ra quien sabe desentrañar la legítima enseñanza, sin lan­zarse á conclusiones absolutas y únicas, ordinariamente viciosas. El apa­rato huesoso, por ser el de mayor resistencia y duración, ha sido en el que los estudios comparados se han hecho posibles y las observaciones hechas en craneos y en pelvis fósiles han dado grandísima luz á los más árduos problemas de historia natural, y han dado un sólido punto de partida á los estudios antropológicos, que como referidos á la especie humana en serie y en evol ución, son fundmnen tal y 1tecesQ1'iarnente compamdos.

Las funciones determinan la reacción filial: los actos, y estos, repetidos en igualdad de circunstancias determill an las costumbres y los hábitos;

pero hábitos y costumbres parecen á su vez modelar y modificar la estruc­tura misma de los órganos. y decimos'pa1'ecen, porque no siempre es real el modelado y la modifi cación. En el proceso de adaptación hay un pe­riodo en que los órganos ejecutores, nuevos para el trabajo, lo ejecutan torpe y lentamente; 110 es sino poco á poco cuando van hacienclose á la nueva labor y ganando cada vez más en rápidez, precisión y facilidad ; pe­ro hay que advertir que los educados por el hábito son lo:; órganos ejecu­tores, y los que determinan la excitación y las funciones fisiológicas que

211

determinan por últ.imo la reacción que precede inmediatamente á la eje­

cución ó acto son otros. El ejemplo coneluirá de hacer claro lo dieho.

Una serie de aetos mentales, mejor rlic]¡o de operaciones intelectuales

predispollen y llevan al hombre á ejecutar la serie de actos ordenados y

metódicos que constituyen un ofieio cualquiera, pero ya en la ejeeución

los órganos ejecutores, di\'{~rsos de los que elaboraron la reacc ión y deci­

dieron la voluntad trocandola en actim:dad, van sufriendo el natural in­

flujo de la repetición , aclaptalldose lentamente, y conservando frecuente­

mellte las huellas material es ó deformaciones consiguientes. La piel se

engruesa y encallece por efecto de las presiones ó rozamielltoE frecuentes;

la espina dorsal en fu erza de inclinarse llega con el ti empo á encurba rse

definitivamellte; los dedos de los piutores y de los pianistas se engruesan y desarrollan en las yemas; por efecto de frecuen tes presiones ; los sastres

adquieren en un cliente una hended ura visible por efecto de la frecu encia

con que eortan el hilo mordiendolo; los ba ilarines deforman sus piés y

adquieren un excesivo desarrollo en fuerza del ejercicio, &., &. En los animales inferiores, se observa una conformidad y congruencia

sorprendentes, entre la disposición de los órganos las funcion es ordinarias

de éstos, y el género de vida y el medio en que están destinados á vivir.

Más aún, han podido observarse en los mismos animales variaciones de

conformación, anatómicas, concomitantes con las variaciones del medio

habitual. De ahí surgió el conocido aforismo fisiológico: la función C1'ea el ó1'gano; entendiendo CTem' por modelaT ó bien modifiCa?' adaptando.

Cualquiera que sea la extensión que se quiera en definitiva reconocer á

esa doble relación entre el órgano y la función por una parte, . y entre la

función y la costumbre por otra, forzoso es convenir en que tenemos ya un poderoso auxiliar en esa doble relación , pa ra encontrar uno (le esos

elementos por el conocimiento del otro.

131.-Pero si la utilidad de esas relaciones, ya es muy grande consi­

derada solamente en actos mecánicos, última fase de un proceso sensorio

y forma de reacción, mucho mayor es, referida esa relación á los procesos

mentales ó psíquicos, elaboradores de ideas motrices, que constituyen una

gran parte y la más poderosa sin duda de los estímulos internos, sobrE:

todo tratandose de problemas de conducta.

Las costumbres no solamente nos informan efieazmente de las aptitu-

212

des orgánicas familiares en cada individuo, sino tamLien de sus gu~t(ls

pred il ectos, de ms ~elJt.imi{> lJt (ls, de sus placeres fayoritos. Yimos yn en

"EL ALMA ORGANICA", que el ad iestram ienLo que ll nnulIllos adaptaciólI,

para determinadas funcione~, sigue un doble curso: 8omát.ico y psíquico.

El primpro facilita las labores inmediat.as dE' los órganos E'jecutorrs: mús­culos, tendones, &., &. ; el segundo hace cada vt' z más rápida, más segura,

y más perfect.a, la coordinación illdispensable de excitaciolles intt'rIl ns, encomendadas á lo~ nervi os eferentes, los ganglios, el cerf.!hro y cerebelo.

En el doble aspecto de la vida psíquica, l¡¡ s irl ens desempf'ña n general­mente el papel de estímulos ó el de contraestímulos; el recuerdo de In muj E'r amada enciende la pasión y aviva el sE'ntimiento; el recuerdo de la

ofensa exacE'rba el odio y dispone á la Yenganza.; el tE'nJor del escánda lo y de la pena retraen por el contrario nuestra volulltad, y oponen al natural

estímulo un contraE'stímulo de origen meramente idea l, y el temor de la

falta de reciprocidad en nuestro afecto detieúe nuestros actos, contrarres­tando el primer impulso afectivo.

Es util recordar que ya en " EL AUl A ORGANICA," estudialldo el pro­

ceso de la sensibilidad y los elementos que de ella se desprenden, encoutra­mas qu~ nuestras ideas todás, representando lo que de estable y constali­

te hay en nuestra individualidad y la constituye, tienen por base yori­

gen el recuE'rdo más ó menos íntE'gro de sensaciones pasadas y de estados emoti\'os gratos ó ingratos, expansivos ó dep resivos. Vimos tambien que

los recuerdos de sensaciones expansivas y gmtas preparan una impulsión

ó reacción encaminada á la repetición ó sea á la satisfacción del deseo, y que los recuerdos de sensaciones ingratas y df'presivas preparan una re­pulsión, una defensa contra la repetición de la sensación ingrat.a. En re­

sumen: el poder motor de las ideas es radicalmente ernot-ivo y de senti­

miento, y obran acti\'amer.te y como impulsión, ó pasivamente y como repulsión ; positivamente y conduciendo al acto, ó nE'gativamente y con­duciendo á la abstención.

De las observaciolles recordadas surge naturalmente la convicción de que nuestros sentimientos (elemento emotiyo) y nuestros ideales (elemen­

to intelectual), se ligan, entrelazan y gobiernan íntima y constautemente

formando un círculo ,ricioso en cierto periodo de la existencia, durante el

cual de toda emoción conser\'amos un recuerdo, y ese mismo recuerdo

213

mueve á su turno nuestra emotividad y despierta nuestros selltimientos,

determinando esa actividad recíproca la serie de actos h, ,mólogos que de­

signamos COIl el Ilombre dA r,osturnh/'e ó de hábito. Un vulgar proloquio

aludiendo á las costumbres, dice mu y atinadatnente: J.Yaclie dig(~ (l'.tién es, que sus hec hos lo did~n.

§ IJ.

EL MEDIO.

132.-Ya estudiamos amplicl y especí ficamente las diversas maneras

de obrar ó influir el ~iedio sobre el Sujeto, y hallamos que el medio fí­

sico modela y furj a por decirlo así, en el yunque de la necesidad la ap­

titud y poder de los organismos, en tanto que el med io social encauza,

dirige y educa los sentimientos, modela los hábitos y rige la conducta.

Vimos tambien estudiando el génesis de las ideas, que las objetivas las debemos todas al medio, y las subjetivas las debemos todas á nuestros es­tados emotivos y á nuestros sentimientos; y en LA VIDA P SIQUICA en­contramos que esas actividadts internas y personalísimas que llarnamos

sensaciones, emociones y sentimientos, no surgen en su fase afectiva sino gracias á la aproximación de los semejantes y al acoplamiento sexual, ge­

nerador de la familia y de la sociedad, y con ell~ls de L A VIDA P SI QU I C_-\.

Los caracteres que en su lugar llamamos pTofwldos, fuertemente crista­

lizados y fijados ya en la e>lpecie, son los que debemos á la influencia física

<lel Medio, que como en su oportunidad lo vimos, es siempre lenta é im­perceptible á cortos trechos, y tanto que á las veces parece no existir rela­

ción alguna entre vecinos escalones de la serie. Tales influencias queda­rán lógicamer.te colocadas en el estudio del abo lengo. No sucede otro tan­

to con la influencia se~lsible, activa, y á veces rápida del Medio social so­

bre el sujeto psíquico, y que es susceptible de fijarse en el individuo du­rante ~ll existencia, con la tenacidad bastante para ser trasmitida por he­

redismo, y con ello iniciar la fijación en la eHpecie.

Esa influencia será la que estudiaremos en este párrafo, para destarar

214

lo que de la flnomalífl psíquica corresponda á la ar[1J1)tación y por elimi­nación apreciar lo que deba cargarse á la cuenta del heredismo . .

Las costumbres nos dan cuenta de una tendencia, de una aaaptlIción consumada y más ó menos tenaz; el estudio del Medio n(\s explicfl el ori­gen y avances de esa Rdaptación, ya pl'f'sfl1tandonosla como el fruto de la imitación en un medio social nnómalo, ó mejor oicho de un m,edío n01'­

mal de anómalos, (*) ya ecbandolo á la cargR de 10 congénito y heredado ó sea á la cuenta oel abolengo y del medio físico de acción lenta y "filé­tica" .

Reservando pues para el tercer párrafo el estudio de IRs adaptaciones ancestrales, encaremonos en éste con las adaptaciones personales del sujeto en contacto con su medio habitual, que es lo mismo que estudiar el medio si)cial en sus relaciones con el Sujeto.

133.-Vimos ya en LA VIDA PSIQUICA, que el Medio social empieza para el hombre en la familia, forma embrionaria y abreviada de la vida social , y ya ensanehandose progresiva y ordenadamente segun las circuns­

tancias peculiares y las aptitudes del Sujeto psíquico. Cuando por sus re­cursos, cultura j' posición, el hombre traspone los límites de su residencia, y conoce otras sociedades dentro de su propio país, ó bien sale de éste y viaja por otros países, va sufriendo el influjo de cada uno de esos medios diversos y está más lejos de modelarse exclusiva y servilmente tomando por modelo uno solo de esos medios sociales; compara costumbres, tenden­cias y resultados enriqueciendo su intelecto, y dispersando su sensibilidad en sensaciones variadas, está menos fatalmente sometido al iuflujo de una sola manera de sentir de pensar y de obrar. El Sujeto se hace en tales condiciones necesariamente ecléctico y reflexivo. Esto explica lo mucho que el hombre gana en conocimientos y en cultura civil con los viajes.

La estrechez y continuidad del Medio son por el contrario un poderoso estímulo que facilmente se adueña del Sujeto, lo esclaviza y se juzga, y finalmente lo 1miforma dentro de un cartabón prestablecido por las cos­tumbres. Esto explica el exclusivismo que generalmente se observa en

(*) No se olvide que el tal medio normal de an6malos es el formado por individuos que adolecen de una misma ó semejante anomalía, y que son normales entre sí y anómalos respecto al Medio Norma!.

. 215

dersonas que no han salido de su terruño, y que tienE'n por lo rl1fjor y

más 'grato lo que tien; n en ca.~a, sin que les seduzca ni eslén dispuestas á

estimar, las excelencias de otros lugares, aun inmensamente supel'ion·s.

Eso que ordillariamente se llama pTovincialisrno si se refiere á una región

amplia, y localismo si se cOllfina en un lugar estrecho, no es sino la obli­gada consecuencia de la uniformidad de costum bres, de excitantes exter­

nos procedentes del ordbn físico, y de intereses y emociones, motores de la afecti vidad.

Nada más facil de observar que el rumbo que en cada localidad sigue la actividad humana, segun los recursos naturales riel su~lo, las condicio­

\les del clima y la situación geográfica, que segun vimos en LA VIDA PSI­

(¿UICA, estudiando el Medio Físico, determina un dt-'lTotero á las tenden­tias y reaceiones del Sujeto. EIl los lugares ricos en metal los habitalltes

se hacen mIneros, y desde los primeros años, los niños arrastrados por la

imitación, buscan el metal, conocen la pinta, y peperlCtn por afición. En lu­

gares ricos en agua, formando llanuraR, los habitantes se hacen ngrieul­

tores, y desde niños flyudan los hijos á los padres, iniciandose en las labo­

res de la tierra. En los lugares boscosos, los habitantes son cazadores; en los lugares cruzados por cauda10sos ríos ó en la orilla del mar se hacen los habitantes ppscadores y navegantes, y en donde por cualquiera clase

de facilidad se establecen fábricas, los habitantes se dedican a l ejercido de

operarios y los hijos continúan la tradición de los padres. El hombre bus­ca el sustento donde sabe que puede hallarlo, y lo halla donde la natura­

leza lo ha puesto en cada lugar.

Ahora, dejando aparte la intervención del medio físico en la dirección

que toma la af!tividad de los padres, limitemollos á considerar la influen­

cia del ejemplo de los padrES en los hijos en la vida familiar, y encontra­remos un espíritu rara vez desmentido de imitación, llevados del cual,

los hijos remedan las virtudes y defectos, las acciones y las omisiones de sus progenitores, Los hijos de los militares gustan de jugar á los solda­

dos desde sus primeros juegos; los hijos del músico, generalmente simulan la ejecución de instrumentos, cantan ó dan lecciones de música á los otros niños, reproduciendo lo que ven ejecutar á los padres; en las profesiones

científicas es menos perceptible y menos regular la imitación, porque tie­llen mucho de intelectual que el niño no aprecia ni puede apreciar; pero

216

en las ttrtísti cas, la falt.a de imitación es la excepcióll y la imitación es la

regla. Entre los artesanos y operarios vemos continuarse en los hijos el

oficio del padre; los músicos, los come<liantes y los militares, cuyo ejerci­

cio es en grandísima parte f01"'11)((l y aparen te, se observa la continuidad

de aptitudes y de hábitos, reforzandose naturallllente por la repeti ción y trasmisión hereditaria.

134. Despues de la "ida de familia, la forma inmed iata más amplia es la de la escuela, ó la del taller para los aprendices. Allí He ponen por

fuerza en contacto diversas tendencias, diversos tem lJeramentos, diversas

nptitudes y diversos antecedentes heréc1icos; en una palabra: diversas per­

sonalidades ó diyersos sujetos. Sin embargo E'PIl di\"ersidad que pudiera

cOlltrarrestar la tendencia á la Ul1iformidad, queda en grandísima parte compensada ó neutralizada por la unifollnidad reglamentaria de las es­

cuelas, la uniformidad de enseñanzll y de método á que ésta se ajmta, re­

sultando que em triple tiranía se impone poderosamente y de manera de­<;lS1\"a.

Más adelante, lns actividades vun encauzandose con mayor variedad

en sendas direcciones, definiendose ya y deslindandose en la plenitud de

su libre acción la personalidad de cada Sujeto, ya en el medio especial

defillitivo en que le lleve á cOllfillarse el conjunto de sus recursos, cuali­

dades, aptitudes y tendencias. El profcsion ista entre sus colegds, el obre­

ro en su gremio, el empleado en la admiuistración y la burocracia, el in-

dustrial y comerciante en el mercado ...... en fin, cada uno en su natural

y adecuado elemento de vioí!.

Cada grupo de esos nuios en que por razón del ejercicio, de las aptitu­des y de los conocimien tos se subdiyide ull a sociedad, tiene 10 que pudie­

ramos llamar una fisonomía; sus cualidades y sus defectos peculiares, su

esfera de ac<;ión y Sll influjo sobre el Medio Social en conjunto. Ya yimos

estudiando en LA VIDA PSIQUICA las clases soeiales, que todas por turno,

segun las circulistancias y ell determinada medida, t.ienen preponderan­

cia.Y luchan en busca del equilibrio. Pero aparte de esa" diferencias de

oficio y de ejercicio, en cierto modo 1101'?nales aunque diversas, existen

dentro de cada uno de esos grupos, segun la época, la cultura y otras cir­cunstlll1ci as, buena¡; ó malas cualidades generalizadas, constituyendo co­

mo tales una uniformidad, é imponiendose por lo t.anto al Sujeto, en yir-

217 28

tud de la tend encia imitativa, y de la creciente sumisión al medio, que

desde los primeros pasos viene imponienilosele.

En el íntimo é incesante contacto, ya sea en el taller, en la oficina, en

el mercado ó en la fábri ca, los caracteres más diversos van compenetran­

dose, simpatizando, imitanJose, y por decirlo así fandiendose, en una con­formidad que da mayor ('ohesión al grupo en r azón de su mayor homo­

geneidad, y haciendolo en cierto modo anómalo respecto de otros grupos y respecto del medio en conjunto. Entre esas analogías puede h aberlas

que constituyan una anolllHlía psíquica , y entre esas anomalías psíquica.s puede haberlas inofensivas y puede haberlas nocivas para el conjunto so­

cial; lo que hoy se llama dclict/1080.

Es facil y curioso seguir el nacimiento y desarrollo de nueyas tend en­

cias, placeres, hábitos ó vicios, en esos meil ios ó solamente su desarrollo en un medio favorable ó simpático. U n impulsivo colocado en un medio

en que las impulsiones se vean favorecidas, dará rienda suelta á su natu­

ral inclinación y pronto se hará pelig roso para sus semejantes; uu libidi­

noso coloeado en un med io demasiado libre y en <lue la licen cia impere,

será en poco tiempo un modelo de lujuria y deseufreno; un apático por temperamento, colocado en un medio físico enervante y entre gente pere­

zosa, será bien pronto un modelo de inrliferencia y de indolente abando­no; en todos esos casos desarrolla una tendencia congénita ó adquirida

ya. Pero en otras ocasiones, vernos tornarse agresivo un ca meter dulce, en lujurioso un casto, en impulsivo un prudente, y en bebedor un tempe­

rante, debido á la tenaz solicitación de los que ya se han hecho esclavos

de esas tendencias, y al paulatino gusto que por esos nuevos excitant!:'s va adquiriendose á virtud de la adaptación , hasta adquirir definiti,"am en­

te una tendencia ó inclinación que no se tenía. 135.-Atentam ente seguidos los pasos de un Sujeto al través de esas

diversas fases del medio y comparada su conducta en los diversos perio­

dos, es muy facil, sobre todo si se refi ere á determinado género de activi­

dad ó á una anomalía dada, saber si proviene del medio y es fruto de adaptación ó si (:>s anterier y proviene de los progenitores por heredism o. y esa eliminación puede en muchos casos ahorrarnos la investigación

en el abolengo, siempre que podamos contentarnos con saber el origen de

la anomalía, sin ahondar en su edad preherédica.

218

En cuanto al análisis del Medio en sí mismo, resullaría muy complica­do si se hubiera dé extender á todos los caracteres; pero ~i se ciñe el análi­sis al examen de una anomalía dada, es muy facil inquirir si la manera

de obra!' que ella determina ó sean los signos reveladores de aquélla, S011 habituales y comunes en determinado grupo de seres que forman el

medio social ordinario del ~ujeto sospechado de anómalo. Facilmente se

puede saber si abundan los bebedores, los rijosos, los depredadores ó los lujuriosos en un gremio cualquiera, y es tambien facil de inquirir si el

sujeto ha tenido siempre la tendencia, ó si ha ido apareciendo y revelan­d ose poco á poco.

Hay sin embargo un linaje de fenómenos que, proviniendo de heredis­

mo, no se presentan sin embargo ni se manifiestan desde los primeros años como tales tendencias, sino más bien se ostentan romo contraidos,

surgiendo de repente, como wcede COIl algunos casos de dipsomanía (la

mallÍa de bebe!') que en algunos sujetos se revelan, independ'ientemente de contagio, de ej emplo y de sol'icitación, en una misma edad (en la misma fa­

milia) como si coincidiera la reaparición con la edad en que se contrajo

el hábito vicioso. Pero tales casos, son por una parte excepcionales, y por

otra se señalan por la falta de acción del medio. Para el estudio de una anomalía dada en un determinado med io los

oatos estadísticos pueden ser de grande utilidad, pues no tratandose de

ulla apreciación rigurosa ni exacta sino de un tanteo en general, que per­

mita establecer la frecuencia ó abundancia que justifiquen la generalidad del ejemplo y del est.ímulo. Se sabe por experiencia y apreciando g1'OSSO

'/Hodo que en los paises cálidos se bebe más, por razón del cl ima, y se tra­baja menos; que en los paises fríos se trabaja más para entrar en calor por medio de la actividad corporal; que en los paises tropicales las pasiones son más activaR y avasalladoras, y los hombres más impulsivos; y así, por

el hilo, se puede predecir qué illelinaciones y en qué proporción hallarán facilidades para su desarrollo ó para su impostación, en un medio cual­quiera que nos sea físicamente conocido.

Podemos ya pasar al estudio del factor ó dato que llamamos antes el

abo le?lgo.

21H

§ lII.

El AbolcJI .r¡o.

136.-Importa primero que todo recordar que la falta de acción ó ejer­

cicio atrofia n~ás ó menos rápidamente los órganos, y que el ejercicio los

corrobora y desarroll a senEiblem ente. Los ejercicios gimnásticos endure­cen y robustecen los músculos, aumentando su erección ó turgE'scenci~ ;

los rozamientos engruesan y endurecen la piel ; por el contrario la inape­tencia y la. falta consiguiente de ingestión alimenticia, debilita y á veccos

destruye definitivamente la tolerancia del estómago, sus f,tCLlltades secre­

toras y digestivas, y la asimilación de las substancins nutritivas conteni­

das en los alimentos; la quietud y sedentaridad excesivas dan lugar á la.

degeneración de los tejidos y al engrasamiento, y los músculos se ha­

cen fláccidos y poco enérgicos. Consecuencia natural de esa observación, es que la preEencía. de un ór­

gano en estado de robustez anormal denuncia y corresponde á un ejerci­

cio excesivo tambien, por donde la estructura sola puede muy util y se­

guramente informarnos bnjo muchos respectos, acerca del género de vida del Sujeto ó de sus antepasados, segun la edad en que se observare el de­sarrollo. Durante los primeros años, no habiendo tenido la actividad per­

sonal del sujeto, tiempo bastante para modificar la estructura orgánica,

es evidente que el ejercicio que el desarrollo de un órgano presente, perte­necerá por fuerza á los antepasadüs y habrá pasado por las vias herédicas;

si el desarrollo Se observa ya en edad más avanzada, tanto puede prove­nir el desarrollo, de heredismo y ejercicios ancestrales, como de ada ptnción

y ejercicios propios, ó de unos y otros juntamente.

220

Prudentemente introd ucida la costumbre de un reconocimiellto antro­

pométrico en los recién nacidos. ó en el periodo de la illfancia que más propicio se juzgare para üdes observaciolles, no sería posible ya la cOllfu­

sión de los elementos herédi co y personal, y además, denunciada como

potencial una tendencia anóm ala , gracias al desarrollo anormal de un ór­gallO, la edllqación que !lO es otra cosa que un adiestramiento basado en

prucedimientos intencionados y aoecuados y en ejercicios metódicos que

van en pos oe un desarrollo ó de una depresión deseadas, alcanzaría un

enormE: poderio pa ra mejorar la condición del sujeto sin mayor padeci­miento ni esfuerzos excesivos. La cuenta de la personal adaptación podría

tambien sald&rse COIl facilidad en cualquier momento, pues desde luego se le cargaría aquellos desarrollos orgánicos excesi,'os ó anómalos, de qne

el reconocimient.o fundam ental no huhiese acusado antecedentes heréd i­cos y congénitos.

Por de pronto, como suced e necesariamente cuando una nueva prácti­

ca se establece, la investigación y la información acerca de los antepasa­

dos habrá de buscarse tod av ía por algun tiempo, en la trad ición, -falible y todo;- pero andando los tiempos las notas autropométri cas de los abue­

los vendrán substituyendo sus seguras indicaciones á las falaces que hoy debemos á la mera información y á memorias más ó menos infielmente

cOllservadas por la t rad ieióll . Aun cuando solamente debieramos esperar tal servicio del Iustitllto Antropológico, bastaría con ese para justificar el

coste y los esfu erzos que tal fundación exijan del pais. 137.-No entra en la índole compendiosa y general de este libro estu­

diar al pormenor las correspondencias ya descubiertas entre las propor­

ciones y disposición de los órganos y las inclillaciolles ó tendencias psí­

quicas; pero ¡;í haremos notar en globo, que la craneoscopia por el estu­dio de la cavidad cra neana, la antropometría por el estudio de las pro­

porciones generales de la armadura sólida del orga nismo humano, la pa·

leología y la paleontología, por el estudio de los fósiles, el estudio com­parado de los diversos orgauismos en épocas diversas y las más remotas,

han apartado ya bastantes dutos del mayor interés científico, para la ex­

ploración y apreciación de los caracteres orgánicos aparentes, y descubrir en fun ción de ellos los no aparentes fi siológicos, y los más complicados é

inaccesibles del orden psíquico.

!!21

Tambien existen relaciones directas entre las dim ell siolles de algunos

órganos y las proporciones y aptitufles de las partes !Jlandas en ellas con­

tenidas; los grandes craneos encierran masa encefálica de mayor ,'olumen y peso; las pelvis estrechas son poco favorabl es á la reproducción y en­

cierran órganos genita.les infe~uudos ó mal conformados, y comp-rometen

la vida de la madre y la del producto si éste llega á la madurez y no puede ser expulso. Y las consecuencias morales de esas relal'Íones revis­

ten con frecuencia grande importancia; la mujer para quien la materni­dad es un tormento insuperable en que f:'e juega la vida propia sin poder asegurar la de su hijo, acude al infanticidio y al aborto con la mayor fa­

cilidad, como quien se defiende contra un riesgo inminente, más bien que con el ánimo 11e cometer un delito.

En el mismo orden de ideas se han observado coincidencias de con­

formaciones peculiares de órganos con determinados tipos de actividad psíquica m01·bosa. El punto de partida de esas importalltes observacione~,

fue la coincidencia observada ya de ciertas peculiaridades de conforma­ción con la inferioridad de los hombres segun su grado de cultma al

través de los tiempos, su raza y su cultura. El ]J1'ognatismo (prolongación

antf'rior de las mandíbulas), los pómulos salientes, la disposición de los diámetros en la cavidau craneana, y algunas otras. La aparición de al­

gunos de esos signos de inferioridad en un sujeto de condición superior,

parece la regresión de un tipo remoto en la serie de generadores ó ante­

pasados.

Me adelanto á reconocer la incertidumbre en que, por falta de datos y antecedentes, pueda dejar al investigador el repaso del abolengo fiado á

simples referencias; pero si se toma en cuenta que la organización de la

defensa social no ha de establecerse para un periodo estrecho, sino por el contrario, ha de fundarse para que dure siempre, mejorandose cada dia, con la ayuda eficacísima de los datos y reconocimientos debidos al Insti­

tuto Antropológico, cuando ya esté fundado, la genealogía de los allóma­los y de las anomalías irá sienclo de día en día más copiosa, contínua y perfect.a.

Deformidades hay sin embargo, tan aparentes y tan inarmónicas de su­

yo, que aun sin una serie, por sí solas, solitarias y como verdaderos ata­vismos remotos, anuncian y deuuncian la reaparición del hombre de las

222

selvas, del hombre fiera, todo impulsión , túdo reacción, todo emociones, apetitos, instinto, egoísmo y sexualidad. De tiempo en tiempo, y en nú­mero bien corto relativamente, tropezamos en las cróllicas del crimen y en la estadística de las cárceles, con ejemplares de lo qne llamaremos, si

se nos permite, c1·ún1.1lales gl'Cltwito.s; es decir criminales natos, que obran

por obrar, casi inconcientement.e, sin provecho muchas veces, desafiando las consecuencias, como autómatas agent.es del mal. De pronto, conside­randolos como concientes y midiendolos con]a medida usual, provocan

esos monstruos la indignación general y todos claman pidiendo el inme­

diato y más duro castigo; pero no pasa mucho sin que por un anteceden­te, por algunos signos reveladores de un estado anormal, se llegue al co­nocimiento, y cuando menos á la sospecha fundada, de que ese criminal

g1'atuito no es más que un anómalo, un infeliz producto de anomalías

amasadas dllrante muchas generaciones, y reaparecidas con aspecto de monstruosidad en el delincuente, que viene á ser el blanco de nuestras

irllS,J~._de nuestra natural indignación. De modo que, á lo menos para los

casos más salientes de la anomalía, para esas enfermedades psíquicas que

llamaremos teratológicas, la explicación herédica se impone y alumbra po­derosamente el problema de la anomalía, la existencia de signos, defor­

maciones ó caracteres anormales profundos y más ó menos aparentes des­

cubiertos en el sujeto psíquico observado. 138.-¿A dónd e pueda conducir á la ciencia el cultiyo específico de los

caracteres orgánicos trasmisibles, formas de trasmisión y profilaxis?; 110 necesita ser demostrado. Por lo ya obtenido, gracias á ensayos imper­fectos y poco protegido:::, puede calcularse lo que se puede alcanzar en

una observación sostenida, metódica, y ampliamente favorecida y facili­tada.

Si á los datos y úbsen?acion0s obtenidos en el Instit.uto Antropológico

se agregaran los recogidos en hospitales y asilos, la documelltación se ha­

ría notablemente rica y variada, prestando gra ndes servicios á los intere­

ses unidos de la investigación científica y de In seguridad social. Vistas de lejos y en perspectiva, las illo,?aciones de caracter social se

juzgan ordinariament.e utópicas, irrealizables, idealismos nobilísimos hi­

jos de un buen deseo, pero enteramente platónicos. Nada sin embargo más inexa'!to ; llegando al ensayo, se viene en conocimiento de que la no-

223

v e (1; \(1 110 lo es del todo ; que tiene ya antecedelltes más ó menos directos

y próximos y que han pasado inad \'crtid os; q ue aquello había de suceder

m ás tarde ó más tempran o, y cIue en ri gor no es más que ulJa a llticipa­

ción prov isional , una prueba para el establecim iento definiti\"o.

Recuerdesf\ en comprobación de esos asertos, 10 sucedid0 en los ca mbios

radicales de las sociedad es humanas en el orden relig ioso, político y cien­

tífico, y se verá que más hondas eran las sim as que separaban los anti­

guos de los nuevos regímenes, credos ó criterios, y a parte de los horrores

debidos á las intolerancias y fanatismos, la substitución por sí sola se ha­

bría realizado más bien como tal substitu ción, que no como un destrona­

miento ll evado á cabo por la violencia . Las masas encuentran poco á po­

co el lado comun, las atingencias, en un a palabra: los }Jrete;).'tos que les

permiten cambiar de opinión, de conocimiento y de creencias, sin dejos de

extrañeza ni remordimiento.

Si fijamos una imparcial atención en las dinl'sas formas de religión

monoteista, observaremos que, fu era de un grupo relativamente corto de

iniciad os que se remontan á toda Ir. abstracción y genemlidad del princi­

pio único, inmensas multitudes han substituíc10 las divinidades pag~nas

del politeismo con adoraciones secundarias á los Sallt08 ..... al culto ideal

é impersonal del dios desconocido, ha n substituído un culto formal y co n­

creto generalmente más aparatoso y rodeado de esplendor que los anti­

guos egipcios, h elén icos é Indus, y se ha encontrado hasta medio plausi­

ble de cohonestar la humildad y pobreza predicadas en los evangelios,

con la grandeza verdaderamente rom ana y esplendente de la corte del

Vaticano.

y es C] ue en el espíritu , siendo siempre los mismos los excitantes y uno

mismo el organi smo sensible, lo único susceptible de variar es el punto

de vista, el caracter de la emoción, y el fruto natural de la costumbre cuan­

do el tiempo lo permit.e. Pero acortemos esta digresión, encaminada sola­

mente á sembrar lo que me permitiré llamar la f e en las nueyus institu­

cionos antropológicas, base indeclinable si no única (le nuestro sistema pa­

ra una eficaz, buena y prudente defensa. social.

Estudiados los datos que deba n servir dE; fundamento al diagnóstico.

tiempo es de encararnos con el diagnóstico mismo y analizar su forma

propia y peculiar, lo que será m ateria del párrafo siguiente.

224

§ lY.

F'nfl1W !J límites natwrales del diagn68tico.

130. -Existiendo en la vida psíquica dos fases suficientemente distin­tas aunque relacionadas y complementarias; la íntima, personal, privada, y la pública, social y de rt}ación, dos deben ser necesariamente los géne­ros ó formas del diag nóstico, segun que la anomalía proceda exclusiva­mente del heredismo y sea congénitcL, que proceda exclusivamente del me­dio y sea fruto de la adaptcLción, ó que, por último, proceda de ambas fuentes á la par y sea de cll.racter m'Í:l:to.

Más claro: la actividad del sujeto se despierta á favor de estímulos in­

ternos (elemento somático, orgánico y propio de la 'idiosincmsia,) ó bien por estímulos externos, (provinientes del medio, físicos, y propios de la vida de Telación.) Abandonada á la sola excitación de los primeros, la ac­tividad orgánica y la reacción del sujeto podemos representarla por a

y agregando á esa excitación la proviniente del medio social, la actividad y las reacciqnes del sujeto podemos representarla~ por a'. En consecuen­cia, puede hacerse un doble di agnóstico, ó sean dos diagnósticos: uno re­ferente á los caracteres orgánicos de la anomalía, es decir, á las huellas sensihles y aparentes de las labores psíquicas anteriores y persistentes, fadores de la anomalía; el otro al poder y dirección de los estímulos so­ciales, ó sean los caracteres psíquicos y las labores psíquicas mismas des­pertadas por el contacto con el medio. Llamemos ecnación pe1'sonal á la primera forma y ec'uac'ión genet'a l á la segunda. Pero como esta última presupone la susceptibilidad sensoria y las aptitudes impresivas del suje­to, en las que necesariamente van ya considerados los elementos de la

225 29

primera ecuación, en ella podemos descansar para la detel'lnillación y cla­

sificación de las anomalín~, y esa serú la verdadera y única forma del

di a,gll óstico. ¿Quiere decir esto que la otra forma sea inutil ú innecesaria? De nin­

glln modo; por el contrario, pa ra ll egar al tipo definitivo de la ecuación

general , se necesitan á ve(;es ti empo y observación, porque los e1e1l1entos

de la adaptación solamente se revelan por actos y éstos tardan á las ve­

ces en presentarse, mientras los elatos para la ecuación personal, como

permanentes y ostensibles por somáticos, pueden reconocerse y descubrir­

se más f<lcil y prontameute. De ahí que esos elementos fijos y en cierto

modo empíricos que integran la ecuación personal son un poderoso auxi­

liar para la ex ploración siguiente, y por a lglln tiempo es el diagnóstico

único disponible.

El primer tipo de diagnósti co, mera mente personal, puede bien llamar­

se in trínseco, por rad icar en el org<illismo y ser fijo; el segundo diagnósti­

co, variabh~ necesariamente por entrar en su integ ración elementos varia­

bles, puede bien llamarse d~fe1"ellcial. Aceptemos la clasificación sin pre­

tensiones de rigurosa exactitud, pala mayor claridad y método.

140.-Podemos considerar el diagnóstico personal ó illt?+nseco como u 11

elemento constante en el problellJa de conducta, y el diagnóstico cl~fe?·ell­

cíal com o un elemento eventual y aleatorio, á lo menos respecto al ti em­

po en que haya de ejercer el medio su influencia decisiva sobre el sujeto.

Podemos, inspirandonos en datos susceptibles de comprobación y perti­

nentes al diagnóstico personal, decir que un sujeto es impulsivo, cleptó­

mano; dipsómano, &., &., pero no podemos asegurar cuándo por el con­

tagio se hará bebedor un temperante, cuándo un prudente perderá el CO?/­

(?'ol y sobreexcitado acometerá brutalmente, ni cuándo en un medio vi­

ciado y criminal el sujeto honrado se hará ladrón, intemperante ú homi­

cida. Cuando ya se realizó la adaptación ó peT've?'s'ión es cuando puede

asegurarse la existencia de la anomalía adaptada; antes, no podemos afir­

mar que uno Ó más actos aislados y singulares, sean efímeros ó elementos

de ulla nnomalía en via de adaptación.

Afirmarla ya la anomalía , si en el medio habitual del sujeto hallamos

como frecu elltes las excitaciones relati,'us, a ptas para engendrar la ten­

dencia viciosa, y en el orden intrínseco y en el campo somático no en con-

226

tramos antecedentes para la anomalía, podemos atribuirl a exclusivamen­te al medio y acudir al remedio en ese terreno; si en el medio no halla­

mos excitaciones frecuentes ni suficielltemente poderosas pa ra engendrar el hábito anómalo, habremos de atribuirlo á inclinación herédica y con­

génita, y por último si hallamos antecedentes en el sujeto herédico y en

el medio social, podremos diagnosticar una anomalía de origen mixto,

creada por la generación y fom entada por el medio social; un heredismo

que prospera en un medio homólogo; una semilla caída en tierra fecunda.

Por lo que hace á la época y forma en que la anomalía se manifiesta y descubre, lejos de carecer de importancia, la tienen , y muy señalada, pa­ra, saber á dónde h a de dirigirse de preferencia la acción regeneradora del

tratamiento. La anomalía puede manifestarse en tres formas ó bajo tres

aspectos diversos: en actos, conducta ó acto final de la reacción ; en las funcion es encargadas del proceso sensorio y de la reacción ó acto de que

se trate, y en la forma, estructura y cualidades esenciales del ó de los ór­

ganos que hayan de preparar ó ejecutar la reacción. Se ofrecen pues tres órnelles de tratamientos que propiamente podemos llamar educadores, ya

de los órganos, ya de las fun ciones, ya de las voliciones meramente psí­

quicfl.s (última fase del proceso sensorio), causa de la reacción definitiva, y freno de la impulsión meramente somática. El orden de importancia

de esos grupos es el inverso del de su enumeraciór.. En efecto, un hecho aislano puede no ser fruto de una función normalmente viciosa, y una función normalmente viciosa puede no haber llegado á determinar una

d~fonHación orgánica. Y él tra tamiento deberá necesariamente variar en

cada caso. 142.-No es aún tiempo de estudiar los tratamientos pertinentes á ca­

da grupo y conducentes á la modificación de los órganos, á la modifica­ción de las fun ciones, ó á la modificación de los actos; tratamientos que

en conjunto integrarán el sistema ed ucativo de d~fellsa social. Pero sí con­viene fijar por lo que con el diagnóstico se relaciona, segun que radique la anomalía en los órganos, en las funciones , ó en unos y otras y reduci­

da á fenómeno de conducta, el papel que la diferencia de radicación seña­la rigurosamente al observador.

Necesariamente el acto corno reacción y término último del proceso im­presivo, en el que intervienen los órganos excitados, las funciones de esos

227

órganos suscitadas por un estímulo cualquiera, y la acción avasalladora del medio habitual, presupone ya el concurso de los dos primeros agentes coadyuyando al del medio social; la función, á su vez, presupone aptitud

y con ella determina estructura y conformación en los órgauos de que pa­ra producirse ha menester.

No se concibe un acto sin un proceso sensorio, ni un proceso sensorio sin órganos ni funciones de esos órganos provocadas por un excitante; ni se concibe ese proceso sin excitante previo, ni sin funciones coordinadas de órganos, ni menos sin la aptitud peculiar de esos órganos debida á su estructura y á sus formas anatómicas, Por donde lo prudente sería con­siderar esos diversos diagnósticos, más que como operaciones diversas, co· mo grados de un proceso comun, en los cuales se ha sorprendirlo la ano­

malía, y como datos conexos!J complemc'llfct'l'1:os para pronunciarse por la existencia de una anomalía.

Rematemos con pI ejemplo la diferencia que venimos estudiando: la sola conformación de un órgano jamas pndrá bastar para que se afirme la

existencia de la allomalía usual consiguiente, porque faltando el excitan· ta correlativo faltará la función y no se llegará al acto final a nómalo; po­drá tambien suceder que, aun interviniendo la excitación y desarrollan­dose el proceso sensorio, la fur:ción anómala no se produzca debido á la intervención de otras funciones adversas, determinadas por un con traes­tímulo, y constituyendo una inhibición; el órgrd10 deforme y la fun ción misma, solamente permitirán asegurar la existencia de una anomalía, si la manera de funcionar y obrar del agellte 1/0 jllc1'e lansual en el medio eu que vive, pues de otro modo no habría nada anómalo,

El orden directo del proceso sensitivo es el siguiente: Excitación de 'tIn órgano; ftmciórt orgárL'Íca; y reacciólI. El orden del proceso educativo, de modificación, sigue un orden com­

pletamente inverso, como sigue:

Modificación del acto (conducta); 'mocl1ficación de la función p01' desuso Ó

po?' acto contl'cwio; y moel'ÍjicaC'ió11 del ó?'gano p01' fa lta ele función ó po?' efecto de fnn ción contTa1'ia.

De esas tres etapas educativas, la primera se realiza necesariamente en el sujeto anómalo en obseryación, la segunda se realiza en el sujeto y en SLlS engendros sucesivamente, y la tercera se realiza necesariamente en los

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descendientes y lentamente. En términos más precísos: la primera fija la modificaci6n en el s\ljeto, la segunda en el sujeto y en la estirpe y la ter­cera necesariamente en la estIrpe.

Ya tendremos ocasión de volver á este asunto con más amplitud; por ahora pasemos á examinar el pro("eso de innstigación inm ediato: el Pro­nóstico.

CAP IT U LO IV. PROGNOSI S.

143.- Señalar el punto preciso en que termina el diagnóstico. y en que el P1'O,qIlÓSt'ÍCO da prin<:ipio es más dificil de lo que á primera vista parece, pues en cierto modo, el conocimiento de la radicación, f>x tensión y tella­

cidad de una anomalía constituye en su mayor parte el alma del juido en que calculamos los resultados probables de la anomalía, y el término final (va lga el pleonasmo) á que la misma pueda conducir al sujeto anó­malo. Mas para que tal proximidad exista entre el diagnóstico, fruto de la observación , y el pronóstico, fruto del raciocinio y de conocimientos generales anteriores, se hace indispensable que el diagnóstico sea comple­to, es decir que se esté en posesión de todos los datos que permitan apre­ciar la profundidad, poder y edad de la anomalía, conjunto de datos que en la mayoría de los casos no es ColO pleto ni del todo satisfactorio, lo que da lugar á un diagnóstico di:ferencial, deficiente que se completa en un pro­nóstico probable y condicional, uasado en la comprobación eventual para más adelante, de algul1a ó algunas de las condiciones de conocimiento que al pronto faltan .

Es evidente que comprobada una anomalía orgánica en la serie de pro­genitores, observada en el reconocimiento a ntropológico en los primeros años, comprobada la costumbre de actos de ejecución congruentes, y por último com probado el excitante sostenido para la tendencia, proviniente de un medio vicioso, puede diagnosticarse sin duda ni \'acilación alguna

la existencia de una anomalía ten~z, Cl"Idigua, COllt-íIiU({, pod('rosa y proJnn-

22\1

¡[a, y como todos esos caracteres prometen para la inmensa mayoría, po­

demos decir la universalidad de los casos, la condición ú'?'crll/ci 1Jlc de la

tendencia y el caracter de inadaptable para el sujeto, podenJOs al propio

tiempo formular un pronóstico de inadaptab i/idacl para el sujeto anóma­

lo, y como á tal tratarlo pn;fitácficamente, ya que en él mismo sea imprac­

ticable el remedio, y ya que no cegar el vicio psíquico, imped ir á 10 me­nos su propagación herédica.

No sucederá lo propio si observamos en el sujeto el hábito de ejecución

y la acción excitante del mal ejemplo, si nada podemos asegurar respe<:­to á la existencia de la anomalía en los progenitores, ni por lo mismo res­

pecto á la edad de la anomalía. Todavía, la existencia misma de una ten­dencia congénita, ya reyelada por una anomalía orgánica, si bien revela

una tenacidad y poder grandes, puesto que han llegado á fijar en el ~uje­to el háblto y determinado su transmisión herédica, 110 permiten afirmar

aún la inadaptabilidad del anómalo, porque para ese pronósti<:o necesita­

mos, además de la comprobación de haberse fij ado la anomalía en el suje­

to, la de lwbersc fijado la anomalía en la estÍ?1JC. 144.-Dos son por tanto á su vez las formas del pronóstico: una, que

llamaremos p?'ovisional, fundada en parte en hechos ya comprobados y en parte en hechos probables pero no probados aún, y otra, que llamarem os

definitiva, fundada: en la comprobación ó no comprobación posterior de

Jos hechos considerados antes como probables. La comprobación de los elementos supuestos, trueca en definitivo el pronóstico provisional ; la no comprobación de esos elementos supuestos modifica ó destruy e el pronós­

tico provisional, y con él modifica el diagnóstico en lo que de eventual tuvo.

Naturalmente, lanzarse á la aplicación de un t'mtamiento, que aun no

constituyendo un castigo ni un padecimiento, puede acarrear alguna mo­lestia, . y sobre todo alguna preocupación para el sujeto anómalo supues­

to, ó para un anómalo real pero de diversa categoría, no sería prudelltp.

ni estaría indicado; frente á un pronóstico provisional, no es posible más que una prudente vigilancia y una observación más prolongada y aten­ta. Bien entendido que esto 110 reza con aquellos procedimientos preven­

tivos que tiendan á impedir que en el caso de repetirse el acto anómalo

ó sospechado de tal, llegue hasta su término y caUEe el mal qUé de COll-

jurar se trata; hay que obsernll' dejando en cierta libertad ele acción al

sujeto, pero al propio tiempo es preciso tomar las precauciones para que

la (;ollsumución del acto no se realice. Pero ya volveremos á encontrar­

nos COIl este asunto en su oportunidad, y entre los tratamientos.

El objeto principal del investigador, es llegar al prollói;tico definitivo ;

mas no por eso ha de menospreciar el provisional que le sirve de punto

de part.ida y es el más facil de obtener en la mayoría de los casos, dado

que, felizmente para la humanidad, el número de los inadaptables, delin­

cuentes natos Ó irreducibles, no es muy crecido relatiyamente. Como en

la práctica se ve con frecuencia. la mayor parte de las veces se trata de

una delincuencia de ocasión, más ó menos u\'anzadu, más ó mellOS redu­

cible y reclamando un tratamiento más ó menos prolongado, pero no in­

superable ni permanente. Y, como segun veremos adelante, el único tra­

tamiento que pudiera acarrear consecueneias trascendentes para el Sujeto,

sería el profiláctico, y ese quedaría reservado para los casos extremos, po­

co numerosos, y satisfactoriamente comprobados de inadaptabilidad, y pa­

ra un pronóstico definitivo.

• • •

SEGUNDA DIVISION.

Del o s t r a t a m ¡en to s e n par tic u lar .

PREAMBULO.

145.- Vimos ha poco que los tratamientos pueden dirigirse bien á la actividad manifiesta ó sea á la anomalía revelada en la forma de conduc­ta, bien á una ó varias funC'Íones anómalas que puedan transformarse en actos y en conducta, y que constituyen ya una anomalía psíquica, ya una anomalía fisiológica, ó bien, por último, á una estn~ctura anatóm.ica an01'­mal que pueda conducir ó haya comenzado á determinar una función anómala, que á su vez engendre un acto anómalo y nocivo.

Todo tratamiento será pues una educación, que respectivamente recono­cerá por base: las 1'eacciones fi:nales, las fandones generadoras de esas reac­ciones, ó la cstn/'ctwra de los ó1'.ganos encargados de esas funciones.

He ahí una división metódica naturalmente indicada por los hechos mismo~, y conforme á la cual agruparemos los procedimientos en este nuestro estudio.

Consagraremos sendos ca pítulos á esos tres grupos de signos revelado­res de la anomalía, en el orden de su anterior enumeración: Conducta; funciones; confor?nación, Ó estructura.

Inducenos á comenzar por la conducta, además de la circunstancia de ser los hechos los menos equívocos y falibles entre los signos reveladores de la anomalía, la de que ofrecen cierta analogía con el actual sistema de represión penal penitenciaria, por reclamar ante todo los hechos una re­presión inmediata, que en lo posible evite ó cuando menos atenúe las

233 30

consecnencias ol'lñinas de los mlsmo~. Y ell esa repl'eswn qlle algunos

puntos de contacto y de sempjallza ti ene con el sistema en vigor actual­

mente, hallará el espíritu, siempre relluente ~ df'jar sus bábitos é idtas

familiares, un puente, una transición, un guión elltre el actual y el futu­

ro sistema de regeneración moral y defensa col ecti\'a.

La eaucaeión de la.s funciones aparece como natura l interm ediario, tan­

to por preparar necesariamente la reacción filial , como por determinar ú la larga la modifi cacióll vrgánica, realizando el d orismo fisiológico ya ci­

tado: la fu nC'ión crea el ó1'gan,o, comprendiendo la recíproca natlua1: la f alta de fllnción Sllp1'i-Ine ó atrofia el 61'go110.

Siguiendo ese trayed o, iremos del hf'eho á su causa inmediata, y de és­

ta á la causa remota. En otros términos, iremos: del sujeto psíquico al

sujeto fisiológico y de éste al sujeto orgánico, ó bien de la sociedad a1 1'J/­

dividu.o y del individuo á la especie, siguiendo la marcha natural del de­

sarrollo, cristalización y transmisión de las anomalías.

146.-Tengase bien entendido que no vamos á entrar en minucias, ni

á trazar en sus últimos lineamientos y pormenores un sistema que pueda

caber en un proyecto de ley para someterse d esde luego á un ensayo

práctico; nuestra tarea si bien muy ambiciosa, no lo es tanto; habremos

de contentarnos con esbozar los tratamientos, señalando su base, ó lu que

tanto da: el procedimiento fundam ental y el propósito á que tal procedi­

miento vaya encaminado, quedando á cargo de otros, cuando las nue\'l'lS

ideas alcancen madurez suficiente, ampliar, d esarrollar y reglamentar

esos procedimientos, segun el lugar, la época y las circunst.ancias.

Otra cosa, ni cahría en la ínoole de esta 8Íntesis, ni sería posible hoy,

ni estarí&. tampoco al mezquino alcance de mis esfuerzos y de mis ele­

mentos.

234

CAPITüLO 1.

LA CONDUCTA.

14 7.-~0 se olvide que pflra la naturaleza de este estudio, conducta ~Oll 1 / \<.; J, echos (.! n su conjunto, ó sea el complejo de nuestra actividad so­

mática dirigida por el complejo de nuestra actividad psí<luica. En ese cOl1lpltjo hHllarnos por una parte hechos habitu ales y frecuentes forman­do co~tumbres , y hechos eventuales, solitários Ó singulares que aun no

son bastante frecuentes para reputarse habituales, aunque siempre en ca­

mino y posibilidad de llega r á serlo. Pero en rigor, COIllO los hechos de la segund a categoría no pueden ba­

sar un diagnóstico diferencial definitivo, ni fundar por lo mitlmo un pro­uóstico firm e que amerite el empleo ó aplicación de un t,ratamiento; co­

mo lo más que pueden autorizar esos hechos asilados y singulares es un

dillgnóstico provisional y medidas preventivas, en obsequio de la claridad y precisión referiremos la. educación (le cada categoría de hechos á los

órdenes de procedimientos: uno que a(ljudicaremos á las medidas pl'Ovi­sionales y de observación preventiva, y qu(> llamaremos p1'evisión, y otro

que adjudicaremos á las medidas urgentes de coacción y que llamaremos

'repnsió 11 ,

Los tratamientos preventi\'os, encaminados á detener en el momento de aparecer el síntoma sospechoso una anomalía eventual, merecen muy propiamente el nombre de higiénicos; los tratamientos propiamentfl di­chos, de orden represivo, encaminados á detener una anomalía incipien­te en el curso normal y franco de un desarrollo más ó menos avanzado,

merecen propiam ente el título de terapéuticos, y por último, los trata­n~ientos a¡,licados á los sujetos que hemos lla mado inadaptables, (equiva-

235

lcnte de incurablps) encaminados ya que no á estirpar un mal irreme­diable, sí á imped ir su propngilción y transmisióll, merecen propiamente

el título de profilácticos. Así pues, podemos conservar para el concepto si ntético la su brli visión

de los tratamientos en RepTesivos y P1'eventivos, en el orden metódico, por razón del campo en que haya de radicarse el tra tamiento, segu ir la dasi­ficación de los factores en 1'eacciones, fnnciones y órganos, y adoptar para mayor claridad, en el examen de los tratami entos, la últirna subdivisión indicada: á saber: trata'mientos hig1:ér¿icos, tratamientos terapénticos, y tm­tamientos p1'ofilácticos. Con ello en nada com prometeremos las otras clasi­ficaciones ó subdivisiones, que más bien quedarán corroboradas al definir la clase y grado de anomalías á que deban ó puedan aplicarse.

Procedamo~ pues á estudiar en sendos párrafos esos tres grupos de tra­tamiento~.

§ I.

Tratmnientos Higiénicos.

148.-Lo primero antes que abordar el estudio de las medidas higiéni­cas, provocadas por una manifestación ó acto soslJechoso del sujeto, es precisar lo que prudentemente merezca llamarse un acto sospechoso, ó más propiamente un síntoma de anomalía, Lo que aplicando una vez más el tecnicismo más homólogo, podemos llamar el estudio de los sínto­mas, ó Sintomatolog'ía.

Tal estudio por otra parte nos habrá de servir para todos los demás párrafos, porque la sintomatología es el primer escalón en la serie de los tratamientos, cualesquiera que sean. Sin la observación del síntoma reve­lador, cualquiera medida sería infundada y pecaría de arbitraria y aven­

turada. Como la única manera de que se nos manifieste y revele un estado so­

mático ó psíquico es la reacción denunciadora del trabajo orgánico; gesto ó acto; mirada, palabra ó acción, y todas esas manifestaciones constituyen

otras tantas formas (le reacción, y todas las reaccione~ entran en el cua­

dro activo que hemos convenido en llamar conducta, ésta será necesaria­

mente el punto <l e partida para establecer los cuadros sintomatológicos sobre que <leba versar la observación ulterior, despues <lel primer síntoma

sospechoso descubierto. Podemos condensar en un afurismo la secuela. y

enlace de los fenóm enos morbosos ó anómalos en HU primera y elemental

forma: Todo síntoma de anofllctl1a es necesaTiamente t~n acto. Cuya recíproca y corolario sería este otro aforismo: Toda anomalía se Tevela en la conducta.

En la conducta pues, habremos de hallar el toque de alarma para co­

menzar nuestra observación, y con ella preparar en su orden, el diagnós­ti co el prollóstico y el tratamiento. Esto no necesita, creo yo, mayor de­

mostración. Falta, corno antes dijimos, establecer ~lláles deban ser los ca­

racteres constitutivos de un acto ó de una conducta sospechosa, ó en otros

términos: fJllé acto8 deben considerarse como síntomas de anomalía. Investi­

gnemoslo. 149.-Si recordamos habpr establecido un doble orden de anomalías, á

saber: la más amplia que referimos á hs demás sujetos psíquicos, y la

más estrecha que referimos á un solo sujeto psíquico en diversos períodos ó momentos de su existencia social, dividiremos tarnbien metódicamente los síntomas correla ti vos en síntom,as nO?'males de anomalía, y en síntomas

anóm,alos de anomalía. Un ejemplo de los más familiares rematará la di­

ferenciación enunciada: Una serie de síntomas reveladores de un desequi­librio sostenido y formando costumbre, denuncian una manera normal

do obrar ..... una conducta seguida ..... una manera de ser en el sujeto, y si esa manera de ser, esa conducta se apartan, como tal desequilibrio, de

la manera de ser de la inmensa mayoría, que es la que por normal tene­mos, y del eguaibT'io, que segun quedó establecido en una de las conclu­siones ti nales en LA V IDA P SIQUI CA", es el estado normal del Sujeto, ten­dremos el ó los síntomas nO?'males; un acto aislado y sin precedente ó á lo

menos sin la frecuencia que permite suponer el hábito, la adaptación y la serie, separa ndose de la manera normal de ser en el sujeto, y á la vez de la manera de ser del comun de los sujetos, constituirá á su vez un síntoma

anómalo. No hacemos entrar en este estudio los actos que separando al sujeto de su manera normal de ser no lo apartan y más bien lo acercan á la conducta normal y al equilibrio, porque tales actos no corresponden á

237

una CllII)'nwlía, que es la, materia ó asullto de este libro. COllservaremos

pues la división de los sílltomas en nonnalcs y aILÓrnalos.

La naturaleza misma del acto ó síntoma prejuzga y presupone á veces,

siempro que estamos frente á síntomas normales, una adaptación más ó

menos avanzada pero en curso, un diaglló~tico provisional moti\Tado por

los primeros actos de la serie, y una observación ya empe~ada. No pue­

ucn por 10 mismo, en rigor, esos sínt.omas, dar lugar á un tratamiento hi­

giénico, cuya característica condición es la de evita?' la apl11'ición de lc~ ano­?nalía, y eV'itar que nn acto aislado se tome en cost urnb re, y una 1'eacción in n­

sitacla en familiar. El tratamiento higiénico que,la por lo mismo ceñido

á los síntomas anómalos, á las primeras manifestaciones de una adapta­

ción viciosa que se inicia y que aun pnene no prosperar Ó Ser yugulalla

antes de (! w' tnlnp l'lle rpo y vigor. Su índole eseneial mente pl'eventi'va, no

se l;ompadece con la necesidad de una represión más ó menos enérgica re­

queriua por adaptaciones avanzadas y que se han adueñado más ó menos

del organismo somático y de las energías psíqnicas.

La primera libación voluntaria, la primera illgestión procurada de subs­

tancias tóxicas y excitan tes, el primer arrebato inmotivauo de ira, la pri­

mera manifestacióll de apatía, nuncio de una nepresión somática, y otros

actos ó síntomas semejantes, nos están dando el aviso de una morbosidad

que asoma., de un primer deseo despertado por un excitante dañino; deseo

debil, deseo conjurable; pero deseo. Ese aviso nos pondrá en guardia pa­

ra instituir un tratamiento de observación ó de previsión, segun las cir­

cunstancias, ó de ambos asociados prudentemente.

150. - De todos los procedimientos indicados en presellcia de un sínto­

ma anómalo de anomalía, es la vigilancia del sujeto, á fin de poder in­

tervenir eficazmente si el acto dañino se repite ó se agrava, y así evitar

que se causen los daños consiguientes al acto morboso que hoy designa­

mos con el nom bre l1 e delito.

Otro de los procedimientos indicados en orden á prevenir la repetición

del síntoma y sus consecueneias, es evitar que el estímulo manifiesto de

la excitación morbosa vuelva á provocar la excitación, ó á lo menos dis­

minuir la intensidad ó poder del excitante, para disminuir proporcional­

mente la reacción y el síntoma.

He ahí, en el tratamiento ó para mejor uecir en los tratamientos higié-

238

nicos, las (los form as: preventiya y reprC'si,oa, si bi en esta última en una

forma indirecta, por !lO ej ercitarse la represión sobre el sujeto sensible si­

no sobre ~l excitante externo. Y he ahí precisan¡entf', como más ad elante

lo veremos, una nueva ruta para dar en la modificación de la conducta,

sin causar viol f' ncia en el SUj Ato, sin padecimiento, y sin substraerlo al

merlio habitual de existencia, ni á los natura les recursos de vida. Si al

beberlor no empp.dernido se le coloca en condiciones de no poder beber,

no beberá, no experimentará la pasajera sellsación grata de -la ingestión

alcohólica, y experim entará si acaso una contrariedad, pero no se torna­

rá irascible y rebelde sintiéndose castigado, ni formulará como el encar­

celado propósitos de re~rudecimie llto en el vicio, y de venganza contra

los que lo violentan, sino que carga rá la contrariedad á la cuenta de la snertc ó del destillo, y despues de más ó menos tiempo, insensible y acaso

inconcientemente, se substraerá por completo á la serlucción del malha­

dado excitante.

La vigilancia es pror:edimiento ya en uso aunque de modo imperfecto

y denci ente, en nuestros sistemas penales penitenciarios; no se trata por

tanto de una novedad, sillo de un perfecdonamiento. Tampoco porlrá re­

putarse del todo novedad el proced imiento qu e nos permitiremos llamar

del desarme del e~:citante, que ya eucon tra mos embrionario en el sistema

económico de las penitenciarílls, aUllque en Ulla forma deficiente, poco

práctica, y en cierto modo inefi caz. En ese régi men, generoso y bien ins­

pirado á pesar de todas sus defi ciencias, se busca en la compañía y trato

del sentenciado con personas de moralidad , de modo periódico la implanta­

ción de los sanos ideales y de las tendencias útiles y virtuosas, y la des­

trucción y alejamiento de las tendencias malsa nas y de los vicios; pero el

remedio se propina en una forma inusitada, a rtificial, discontínua y con­

dente para el sujeto delincuente; nosotros no haremos más que reducir el

mismo intento á una forma usual , comun, inconciente casi para el sujeto

mismo, y sin apartarlo de su modo y de sus medios normales de subsis­

ten<,ia.

En vez de llevar á la celda del sentenciado el remedo deficiente de un

medio sano, llevaremos al delincuente á ese medio ya formado, normal y

en funciones, que solamente diferirá del medio en que se halla el excitan­

te dañino, en la falta de ese mismo excitante, p ero por lo demás será se-

239

mejante al habitual del sujeto sometido á tratamiento. Queda pues subs­

tituído el actual procedimiento por un cambio parcial de medio social, ó

sea la substitución de un medio por otro, ó bien, tomando ejemplo de lo

que los labradores hacen cuando cambian de panino para sembrar, bus­cando en otras tierras descansadas los jugos que en las tierras ya cansa­das faltan ó escasean; algo que por semf'janza llamaremos Rotación del. Medio.

151.-De esos dos tratamientos: T'igila?](; ¿a y Rotación del JIIledio, el pri- -

mero nos propor~iona dos elementos para -la defensa wcial á cuyo servi­cio está destinado: la manera de evitar perjuicios á veces irreparables, consecuencias de la conducta nociva y anómala, mirando por la d¡.,fensa

de los intereses materiales ó civiles, y los medios para apreciar si existe ó

no una anomalía, y para diagnosticar en caso afirmativo acerca de la ca­

lidan y edad de la anomalía, é instaurar el tratamiellto apropiado, miran­

do por los intereses sociales y por l~ regeneración del sujeto defectuoso.

Si en el momento en que un anómalo en observación y sujeto á vigilan­

cia descarga el golpe hOlllicida, se detiene su brazo, se habrá pue~to á sal­vo el interés privado del que pudo ser víctima, y de los que de él depen­

den; si las impulsioues excesivas y morbosas se repiten y multiplican e11 el curso de la observación y de la vigilancia, revelarán ya una anomalía y sugerirán su tratamiento, no ya para evitar solamente las consecuencias y el daño inmediatos, sino tambiell para combatir y destruir la allomalía,

y estirpandola del sujeto, evitar su propagación herédica y el contagio

moral por el ejem plo. ¿Cómo haya de ejercerse esa observación y cómo haya de llevarse á

efecto la vigilancia?, no es cosa que requiera grandes lucubraciones. No

tratandose ya de procedimientos vejatorios y portadores de la deshonra, como lo son el encarcelamiento, la publicidad y el cambio radiL'al de vi­

da, de costumbres y de impresiones ..... no tratandose ya de una pe?1a, ni

haci€"lldose la imputación depresiva de un delito ó de un crimen, sino el

descubrimiento de una anomalía, muchas ó las más veces no imputable

al sujeto, y constituídos los tratamientos por medidas que sin lastimar ni deshonrar regeneran física y psíquicamente al sujeto, habrán de hallarse

necesariamente grandes fa.cilidades, y los mismos miembros de la familia, que justamente rehuyen los procedimientos duros y deshonrosos para sus

240

deudos, aun los más rematadamente delincuentes segun la clasificación

actual, se prestarían gustosos para facilitar y auxiliar procedimientos cu­rativos de la anomalía y completarían con la suya propia, más continua­

da y eficaz, la obs6rvación téenica oficial de la conducta del sujeto mor­

boso. 152.-EI segundo tratamiento, la Rotación clelllIed'io, suprimiendo la

repetición de las excitaciones, Cflusa de la incfin ación y generadoras de la co~tumbre, dpja reducidos á los internos, de suyo débiles como recuerdos de los externos, los estímulos para la reacción ó síntoma morboso, y eS0S excitantes, secundarios y de mezquino poder, no bastan ya para determi­

nar, en la generalidad de los casos á lo menos, un deseo suficientemente

,;igoroso para provocar la acción y despertar la tendencia á satisfacerlo.

La Rotación ó cambio de Medio es por lo demás facilísima, por cuanto

no impide al sujeto desarrollar, utilizar y explotar sus ordinarios recursos de subsistencia, no le aparta del trato de sus semejantes, no le substrae

de la clase social en que nació y á la que pertenece, ni le expone á la

aten~:ión pública eorno un sec'Uestmdo y como un delincuente. La rotación se reduce á la confinación en un medio social determinado, hasta eligiendo entre varios, donde no exista el estímulo ó excitación que se trata de evitar

para el sujeto. Tam poco se necesita efectuarlo por medio de la violencia.

Dentro de un plazo prudellte para el arreglo de su trasplallte, de acuer­do con la familia, y sin que nada externe para el público la causa del cambio, el sujeto sospechoso ó atacado de anomalía, puede realizar el cambio de residencia, que por otra parte podrá ser temporal, si no se tra­ta de una tendencia manifiestamente arraigada y poderosa, y podrá cesar

en cualquier tiempo en que el sujeto se sienta definitivamente inmune para la solicitación sensoria combatida.

En el seno de una sociedad de temperantes, el dipsómano incipiente no tendrá que luchar con el doble estímulo del ejemplo y de la frecuencia

de las ocasiones. En un medio honesto, el cleptómano incipiente tropeza­

rá para dar gusto y satisfacción á su manía, con grandes obstáculos, sien­do el primero la general repulsión para el acto sintomático, y la inmedia­ta repulsión para el cleptómano. El impulsivo incipiente, colocado en

una sociedad prudente y tolerante, se habrá de sentir detenido por la su­gestión del ejemplo contrario. Ell general, el ejemplo, uno de los más po-

2H 31

derosos estímulos para el sujeto psíquico, funcionará como un poderoso

contrn.estímulo en el sujeto trasplantado, enfrenando primero y yugulando

despues la tendencia morbosa dañina.

No es tampoco una novedad, á lo menos de un modo completo, esa ro­

tación ó cam bio de medio. En el sistema conocido de co lonias penitencia­

rias ter.emos ya el propósito de buscar ell un medio especial, pero social, la regeneración del delincuente, reconocida por imposible en el medio vi­

cioso, informe y artificial de ulla carcel, de un presidio ó de una peniten­

ciaría. Solamente que la forma que proponemos es todavía más natural ,

como que se sirve de medios normales ya hechos, perfectos, y substrae además al confinado á la difamación consiguiente á la notoriedad de la

sentencia, y á la naturaleza especial y típica del nuevo medio. El depor­

tado á esas colonias es siempre un delincuente, un sentenciado que va á sufrir una condena y que lleva un estigma que le hace sospechoso, y que

para siempre le priva de la consideración social, puesto que la rehabilita­

ción que la ley penal otorga á los que han extinguido una condena, no

es nunca aceptada ni reconocida por la sociedad, que repele siempre á quienes en calidad de supuestos redimidos dejan un a prisión.

Como prescribe la facultad méd ica al paciente, su traslado á un clima

favorable á la curación emprendida, la autoridad encargada de la defensa

social prescribirá para el sujeto sospechoso de anomalía su traslado á un

medio más propicio, en el que la tendencia. naciente no pueda contiuuar

el ordinario ciclo de su desarrollo. Desprovisto de excitantes, y libre del ejemplo nocivo, el sujeto volverá pronta y facilmente á encarrilarse en su

propia idiosincrasia, y desaparecerán ó no reaparecerán, para mejor decir­

los síntomas que motivaron la aplicación del tratamiento higiénico pre,

ventivo, que habrá por 10 mismo dado el apetecido fruto.

153.-Cuanto á las medirlas netamente preventivas pero de caracter

material y de Índole coercitiva, no merecen propiamente el nombre de

tratamiento, porque 110 conducen á la conjuración del impulso, sino á la paralización ó diEminución de los resultados materiales de la conducta en

detrimeúto de persona ó personas determinadas, cuyos intereses se hallan bajo la salvaguardia colectiva. Sin embargo, como aun sobre el organis­

mo, como repeti ciones y satisfacciones de una impulsión, tienen eEas reac­

ciones llevndas 6. su último término, una inflUencia efectiva, por el re-

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cuerdo que en el organismo dejan, y su permanencia en el organismo psí­quico en el periodo que llamamos evanescente, de la sensación grat.a en­gendl'ada por la satisfacción del morboso apetito, bien puede considerarse en tal sentido como un tratamiento de índole preventiva y de caracter (·ocTcit·!vo y de ?'ep?'csión al mismo tiempo.

Supongamos á un loco rematado. Sus accesos de furia no desaparece­rán porque se le sujete por medio de una cam1:so la; pero se impedirá que durante el periodo álgido haga daño á otros, y el organismo tendrá esa ocasión menos de adaptarse al hábito malsano. Ahora, si no se trata de una manía aguda, sino de impulsiones de menor intensidad, pero que en un momento dado pueden ocasionar grandísimos peljuicios, la peque­ña y poco durable represión del momento bastará muchas veces para de­tener á un sujeto en la pendiente de una inclinación dañina ó deprava­da, y en todo caso detennrán un acto, y cercenarán una reacci.ón ó más en la serie consuetudinaria, y estorbarán la adaptación suprimiendo la repetición de la ó de las funciones dañinas.

¡Cuántas veces un momento de calma y de reflexión, impuestos por la fuerza á un hombre en vias de delinquir, le aparta definitivamente de un acto de que se arrepentiría toda su vida! ¿Cómo se puede aplicar esa re­presión? Muy facilmente: basta con una detención pasajera pero efectiva; no en una carcel ni á son de trompetas, sino de la manera más inadver­tida y prudente.

§ n.

Las FunC'Íones.-Tratamientos Tempéuticos.

154. - Tratar separadamente las funciones y los actos aislados ó sean los síntomas, parece una inconsecuencia, dando lugar á suponer que eH aquellos actos sintomáticos no intervienen las funciones, lo que necesaria­mente resultaría grandemente absurdo. He ahí porque comenzaremos por establecer que al tratar de las funciones, en este capítulo, queremos referir­nos solamente á las ft¿r¡cion es normales ya en el sujeto, repetidas y habituales,

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no ya sospechosas y sintomáticas, sino manifestaciones claras de una adap­

tación viciosa más ó menos avanzada y de illdubitable realidad; de fun­

ciones en estado de cristalización, que han afectado profundamente el or­

ganismo, y acaso modificado, ó por lo menos en cam ino de modificar la estructura, por la frecuencia de la fUllción morbosa.

No estamos ya frente á un hecho que demanda explicación y que deja dudosa y perpleja la acción social , no sabiendo si el hecho solitario que

ha solicitado la atención de la autoridad tiene importancia trascendente Ó no; si se trata de un rasgo pasajero y sin consistencia ni antecedentes, ó

de un principio de costumbre y de un eslabón en la serie de la conducta.

Ahora, estamos frente á una anomalía ya diagnosticada, y que amerita

un tratamiento antagónico para wmbatir la acción no definiti\'a de una

adapt.ación propiamellte dicha, ó para llegar despues de un ensayo infru('­tuoso y de un tratamieuto curativo y de una observación clínica sostenidn,

á la conclusión ó pronóstico declara ndo imposible la curación del sujeto,

y pomendonos en caso de renunciar á la conjuración del mal en el sujeto,

limitando el tratamiento á la conjuración del mal en la estirpe; es decir:

concretando la acción social á evitar la propagación trascendente de la anomalía, ó técnicamente hablando: al empleo del tratamiento profiláct1~co.

La condición de familiar Ó habitual es por tanto esencial en las funcio­

nes que vamos á estudiar y á las que va n á dirigirse los qlle hemos lla.­mado tratamientos curativos, ó técnicamente hablando tempénticos. Aho­

ra no se trata ya de saber si la anomalía existe, sino de contrarrestarla,

de yugularla, de apartar al organismo de la ruta de l,.s reacciones en él anó­

malas y no congénitas, para reducirlo de nueva cuenta, despues de más ó menos tiempo, al habitual carril anterior, marcado por la idiosincrasia.

Siendo la adaptación una form a de educación, basan a en la repetición de un trabajo orgánico ó mejor dicho fisiológico ó funcional, hasta darle

facilidad, consist.encia, rapidez, inconciencia y automatismo, segun vimos

en EL AL:'I1A ORGANICA, al estudiar los actos reflejos y el automatismo

funcional inconciente, las funciones representan un grandísimo, acaso el principal papel en materia de tratamientos, puesto que la función es á la

vez que la consecuencia de la exc it.ación orgánica, el elemento generador del acto fin al que representa la reacción psíquica, meta del proceso sen­

sorio, y posterior á la deliberación ó sea el conflicto eutre diversos estímu-

/

los interl~os. Y'eamos ahora, cómo y hasta qué punto son las funcion es

susceptibles de educación, y cuáles son los medios más eficaces, seguros y prácticos en manos de una sociedad y pam la defensa colectiva, contra las naturales consecuencias de las anomalías nocivas.

155.- Vi mos ya en LA V IDA PSIQUICA, estudiando los elementos de lo que llamamos la pe?'sonalidad, que está integrada por dos elementos com­plementarios é igualmente interesantes: el corporeo ó somático, y el incor­po reo, espiritual ó ))síqnico, resultado del proceso fisiológi co, provocado á su vez por excit,lciolles externas ó internas provinientes de la naturaleza, (medio físico) ó de la sociedad, (medio social) y de la vida de relación . Por consiguiente á esas dos fases de la vida humana tendremos que diri­gir los procedimientos educativos, provocando la repetición de las funcio­nes conducentes á la inclinación y costumbre que tratemos de favorecer y adaptar, y estorbando por el contrario, evitando, y combat.iendo en su ca­so, las funciones conducentes á reacciones ó actos nocivos que tratemos de

desadaptm' permitasenos el neologismo. Vimos tambien ya en la obra citada que la manera eficaz de adaptar

una función es repetirla y la manera de repetirla es provocarla. Por el contrario, la manera de destruir ó combatir á lo menos una función, es estorbarla, y la manera de estorbarla es no provocarla. Más claro: Para favorecer una forma de actividad somática ó psíquica, hay que excitar esa actividad por medio de sus excitantes normales; para combatir una forma de actividad somática ó psíquica morbosa, hay que deprimirIa.

La excitación se comprende sin dificultad; no sucede 10 mismo con la depresión; para ella se presentan dos caminos: detener la excitación des­pertada ya, e11 el curso de su ascenso sensorio, y suprimir ó evitar la ex­citación cuando posible fuere, ó bien, oponer al estímulo morboso, cuan­do no fuere facil evitarlo) otro estimulante rival, más poderoso, de origen psíquico. Para combr.tir la embriaguez, se nos presentan en el orden so­mático los recursos de evitar la ingestión alcohólica rpaterialmente y por la violencia, y curar los efectos de la ingestión ya inevitable, por medio de drogas que la neutralicen; pero en el orden moral ó psíquico tenemos como un poderoso y acaso el más poderoso de los antídotos, el contraestí­mulo de la razón; la voluntad omnipotente del dipsómano, movida por ]a consideración de las terribles consecuencias de ]a bebida, y la prepon-

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derancia del temor á las consecuencias sobre el placer experimentado por la satisfacción del apetito morboso. Un estímulo psí<luico interno más fuerte que el estímulo fisiológico engendrado por el excitante externo del

alcohol. Tenemos por t.anto dos órdenes de procedimientos para excitar ó

deprimir las funciones orgánicas: el ~0ll1ático y el psíquico; el interno y el ext.erno. Y tenemos tUlllbien dos propósitos como base de todo trata­miento terapéutico: exaltar ó deprimir una actividad orgánica.

156.-El tratamiento, por otra parte, rara vez habrá de ser exclusi\"a­mente depresivo, ó netamente exaltante ó excitante; generalmente, segun vimos al estudiar el equilibrio dinámico del organismo, la exaltación de una energía trae como consecuencia la depresión de otra ú otras, y la de­presión á su ve?: determina otra ú otras depresiones complementarias; to­do ello por ser una y esta?' dent?'o de un nÚlximwn y un mínimum la ener­gía 'vital de cada s'ujeto.

Sin embargo segun que predomine el intento de exaltar ó el de depri­mir una energía determinada, generadora de la anomalía, podremos in­cluir en cada una de esas dos categorías los tratamientos curativos. Por ejemplo para corregir un exceso de impulsividad, debido á una preponde­rancia de la personalidad somática sobre la psíquica, el tratamiento en conjunto será depresivo; por el contrario, para combatir la apatía orgáni­ca debida á una preponderancia del elemento psíquico sobre el somático, el tratamiento en conjunto será excitante. Todo ello sin perjuicio de que la exaltación somática tenga por natural consecuencia una depresión psí­

quica, y la exaltación psíquica tenga por natural consecuencia una de­presión EOmática, y de que á la depresión somática corresponda una exal­

tación psíquica y á la depresión psíquica una exaltación somática.

Huyendo de todo casuismo, de suyo defectuoso y nada práctico, no va­mos á dosificar procedimientos á manera de drogas, ni á reunirlos en una fórmula inflexible y única para cada linaje de anomalía, puesto que más

de una vez hemos tenido ya ocasión de hacer notar que el tipo específico de la personalidad humana varía en cada individuo, y que más bien que especies determinadas por uniformidades más ó menos amplias, existen 'individ'Hos diversamenü diferenciados, ó en otros términos: que más que anomalías tipos, existen tipos anómalos; más bien que enfermedades, en­fermos ..... más bien que génc1'os, casos.

246

Estudiaremos por tanto los div~rsos recursos prácticos disponibles, y con cuyo auxilio pueda la sociedad exaltar ó deprimir las personalidades

somática y psíquica, y que los encargados de la aplicación legal de ellos emplearán discI'ecional y prudentemente, segun el sujeto, las circunstan­

cias, y el propósito. Las manerlts usuales y únicas de obrar sobre los organismos somático

y psíquico se red ucen prácticamente á tres órdenes: el alimenticio, E-l gim­nást'ico, y el sugesti l'o. La alimentación determina y distribuye la nutri­ción y con ella el poder ó dinamismo vital de losdiversos órganos; el ejer­cicio ó sea la repetición de tales ó cuales actos ó funciones, los hace más

fáciles y perfectas y desarrolla los órganos respectivos, y la sugestión, por último es un poderoso excitante exclusivo para la personalidad psíquica,

un motor de la voluntad y de la acción, cuyo poder puede facilmente de­mostrarse, medirse y acrecentarse.

Estudiaremos por tanto esos grupos con la debida y metódica sepa­ración.

157.-La acción directa de los alimentos sobre la salud, sobre los apeti­

tos y funciones, y por último sobre la idealidad y la moralidad del suje­

to, no necesita ,casi demostración. La alimentación irritante exacerba y recrudece las impulsiones, elaborando grandes cantidades de calórico, mo­

tor de suyo y por esencia; la alimentación deficiente, por el contrario, des­nutre y empobrece el organismo, haciendolo menos activo y menos apto

para el trabajo fisiológico y por consiguiente para el psíquico que de él se deriva y procede.

Por ot:¡a parte, la experiencia nos enseña que además de la influencia

genérica que los alimentos ejercen sobre el organismo en su conjunto, ejer­c~n otra influencia específica y local sobre determinado orden de órganos,

de funciones ó de ideaciones. El alcohol, por ejemplo, exalta primero la mente bajo la influencia de una combustión activa, despues, cuando el

organismo se resiente del gasto, viene la depresión psíquica y se despierta una emotividad y un recrudecimiento afectivo muy sensible. Cuando el hombre comienza á beber, su inteligencia se abrillanta, su palabra fluye

rica, colorida y facil, expresando febril y seductoramente ...... despues, la

taciturnidad y el silencio alternan con llamaradas de sensibilidad exage-rada, intempestiva y cómica ...... el ébrio rebosa en amor por todo y por

touos, llora y besa 1 y ol\'ida sus odios 111ás profundos ...... despu('s, la afec-tividad y la idea1idad desaparecen y se hunden en el caos del lastimoso

e~tado de postración llamado coma, en que la inconcicncia hrutal y com­pleta se cierne sobre el orgallismo vencido.

El ajenjo, provoca Ulla excitación cerebral característica, que lenta pe­ro seguramente va desorganizalldo (:'1 cerebro y aniquilando la idealidad, despues de exaltarla brillantemente por algun tiempo.

Algunos alim entos ejercen una influencia específica sobre los órganos genitales y engendran el apetito genésico ; otros parecen deprimir ó amo­dorrar ese mismo apetito ; algunos aumentan y otros disminuyen la secre­ción biliar ú otras, y ejercen así un doble influjo sobre la salud y sobre la maDera de obrar y de sentir del sujeto. En una palabra: la composición

química, base de la alimentación y de la absorción y nutrición obran di­versamente sobre el elemento somático á la par que sobre el emotivo y el afectivo, modelando en grandísima parte la actividad humana, depen­diente de la distribución y gasto de las energías orgánicas.

Juzgamos que lo dicho es bastante para dar una idea del importante papel que como excitallte puede tener una dieta cualquiera, para encarri­lar la actividad somáti ca directamente y la psíquica indire.ctamente. Ade­

más de la influellcia dire~ta ejercida sobre determinados órganos, la in­fluencia ineludible del estado sanitario en el humor, sentimientos, idea­ciones y t.endencias ó impulsiones se halla fuera de toda duda. La falta de salud mengua el humor, entenebrece las emociones, predispone á la intolerancia y la misantropía, nos hace odioso el placer y la felicidad aje­na de que nos vemos privados, aviva nuestras antipatías y entibi¡ nuestros afectos, cubre de un crespón fúnebre las imágenes más rientes y bien co­loridas, y en una palabra, nos hace feroces y egoístas. La salud, por el contrario, abre el corazón á los sentimientos bla ndos y altruistas, nos in­clina al perdón y al olvido de las ofensas, atempera ó destruye nuestras antipatías, y nos sentimos inclinados á compartir con los demás la fe­licidad de que disfrutamos. Podemos bien decir que la higiene del Clle'l'pO

es tam bien la h-i,qiene del e.spí1" itu. 158.--Pero la educación orgánica y psíquica del hombre no se reduce

á una grosera ceba, ni á un método clínico riguroso; el hombre se nutre para viyir de cierto modo; no la vida somática y vejetativa de las plantas

248

ni la mecánica é instintiva rudimentariamente psíquica, de los animales inferiores, sino la vida plena de relación, la vida intelectual y afectiva en

su expresión más elevada y compleja, y en sus tres importantes fases fun­

damentales, de: íntima, civil y religiosa ó trascendente. Y esa vida, inte­grada con grandísima variedad de actos, deliberaciones, luchas, tanteos, vacilaciones y esfuerzos, representa una gimnasia continuada, incesante

de las facultades afectivas é intelectuales, elaboradas en una serie no in­terrum.pida de labores fisiológicas, ó sea ele gimnástica funcional, en el in­

cesante rOl~e con los exci tantes ex Lernos y su transformación en excitantes internos bajo la, forma de tendencias y apetitos.

Esa gimnástica vital inherente á la vida misma y variando de dina­mismo y de dirección, pero nunca faltando, es lo que antes hemos llama­

do condncta; obrar es ejerci tar las energías vitales; el acto es como repeti­das veces hemos visto, la última etapa en el proceso sensorio, y la última forma de actividad psíquica y de ?'eacción c1efiniti,-a. (*) Vimos tambien que la repetición sistemática de trabajos orgá nicos, alma de la gimnásti­

ca, les da rapidez, perfección, y una espontaneidad tal, que han llegado á considerarse como meramente automáticos y de origen inconciente é ins­tintivo los reflejos.

La gimnástica educativa será por tanto en el tratamiento de las ano­

malías, la provocación ó el encarri lamiento de una forma de actividad fi_ siológica preconcebida y sistemática, para ll egar por su mediación á resul­

tados psíquicos determinados. La primera educación de ese género em­pieza, ó á lo menos debería empezar en el hogar, se continúa ó debe con­tinuarse en la escuela, y se perfecciona ó debe perfeccionarse por último en la vida de relación, al influjo de las necesidades, conveniencias y exi­gencias de la colectividad.

En el hogar se adiestran los órganos para las funciones elementales: el

habla, la locomoción, la alimentación y la defensa personal. En la escue­la se adiestran los órganos en funciones más elevadas y trascendentes: la

expresión, el cálculo, la emotividad, la moral y los afectos fundamentales.

En la vida social, escuela su perior, se ad iestra el organismo en las nobilí-

(* ) No se olvide que en el acto cOllsiueramos incluiua la inhibición ú sea la omisión de­liberada, por considerar el acto fisiológico, que es: todo trabajo funcional, y no su apa­riencia externa solamente, en !a forma positiva de acción.

249 32

simns funciones de la estética, del altruismo, del yalor, oe la propia esti­

mación, de la virtuu y del deber.

Plldieramos decir que esas tres educaciones 110 son sino etapas de un

proceso único, y especie de círculos cOl1céntricos cuyos radios son cada vez

mayores. En el hogar la autoridad paterna, atemperada por el amor, tra­

za la ruta y forma el programa de la gimnástica fisiológica. Ya eyita la

exceili va nutrición; ya modera los ejercicios y esfuerzos de los II iños, y les

evita las funciones prematuras ó nocivas; ya esLimula sus energías inci­

pientes y como tales débiles é imperfectas .... . ~iemb)'a la idea elemen­

tal del bien y del mal.. .. . inicia al niño en la recompensa y en el castigo

como consecuencias naturales de la conducta, y sirviendose de ambos re­

sortes como de riendillas, lo conduce y encauza su actiddad.

En la escuela, el maestro despierta la observnción transformando la

instintiva curiosidad en espíritu de investigación; muestra la relación que

enlaza todos los fenómenos, iniciando al niño en la <:iencia, y las relacio­

nes que enlazan las ideas, y las palabras que expresan esas ideas, inician­

do al niño en la lógica y en la gramática, supremo arte de la expresión;

en la escuela, por último, debido al roce y trato íntimo y . diario con se­

mejantes suyos, de diver~as inclinaeiones, caracteres y condi<:ión social,

aprende el niño la ciencia de la conducta, y se inicia en la vida social y

de relacióll, trahada con sacrificios propios y ajenos, y estribando en el

equilibrio de las mÍltuas concesiones.

En la plenitud activa de]a vida social, 110 ya como catel"!úmeno ó

iniciarlo sino como factor, aprende el hombre á sujetar sus aspiraciones,

sus deseos y sus acciones á las leyes formuladas en preceptos concretos, y

á las no formuladas y complejas de la discreción y de las conveniencias.

El organismo, abandonado á sí propio, enciende un deseo, prepara

una volición y preludia un acto de reacción positiva; pero el recuerdo de

impresiones pasadas y el conocimiento de sus relaciones con las presentes

nos lleva á pensar en las futuras; el motor ideal, á su vez, enciende un

temor, prepara ulla contra volición y preludia una austención ó sea un ac­

to de reacción negativa, determinando el conflicto de energías que con

toda propiedad puede equipararse al parnlelógramo de las fuerzas físicas

puestas en conflicto. En el paralelógramo de las fuerzas p8íquicas, la direc­

triz ó resultante es la incógnita que persigue el educador social, legisla-

~50

dor y filósofo á un tiempo, y la gimnástica educativa estimula unas fUll­ciones de preferencia á otras, para llegar á ybtener la resultante deseada.

15\).-Para provocar determinadas funciones y su repetición sistemáti­ca, se ofrecen al Psiquintra diversos y variados recursos. Primeramente la compulsa del tratamiento hospitalario, riguroso, involuntario por molesto para el paciente, pero impuesto como un beneficio y no como un castigo. Las manías y todas llls formas vesánicas de anomalía, durante los perio­dos de algidez y agudeza reclaman la sujeción material, forzada; durante el periodo de cronicidad, la imposición es menor y á veces nula; el enfer­mo se somete voluntariamente y convencido, á Ull tratamiento cuyos pro­vechos reconoce, y cada vez resultan más fáciles, rápidas y perfectas las funciones provocadas, llegando así á la completa y definitiva adaptación que se busca.

Despues de los tratamientos hospitalarios, que son los que más tienen de medicinales prOpial{)ente dichos, se ofrecen los que llamaremos indi­rectos, consistentes más que en la lucha a bif'rta con la tendp.ncia anóma­la, en una lucha inteligente y mañosa, que con el mínimum de violencia y de contrariedad conduzca eficazmente al resultado que se persigue. La naturaleza nos ofrece ya el ejemplo de lo que tales procedimientos permi­ten esperar, y de cuánto supera la industria á la fuerza, en la gimnástica del espíritu.

Sahemos que si á un torrente impetuoso le oponemos un dique, necesi­ta ser tan poderoso que á las veces resulta imposible, siempre dificil y cos­toso, y frecuentemente vencido por el esfuerzo mal contenido y acumula­do del torrente; en cambio una sangría de poca importancia, facilmente practicable y barata, puede provocar el debilitamiento y la desviación del poderoso elemento, y su desarme y amansamiento, hasta convertirle en siervo de nuestros propósitos. Tal se ofrece una tendencia poderosa del espíritu, una de esas tendencias cOllgénitas, hereditarias y largamente ela­boradas en generaciones anteriores, y contra las cuales ordinariamente se estrellan y fracasan las más enérgicas represiones y los más duros casti­gos. no logrando más que recrudecer el deseo, irritado por los obstáculos arrollados tarde ó temprano. En cambio si respetando . el poder de esas energías psíquicas irreducibles se logra encauzarlas, encarrilarlas de ma­llera que puedan persistir sin ser dañinas ni constituir una depravación

moral, se habrán transformado de noein1s en benéficas, de "icios ó crÍ­

menes en cualidades ó virtudes, y la inteligencia omnipotente del ed uca­

dor habrá destruido, defi nitiva y provechosa mente, la obrR devastRdora de

la anomalía y del atav ismo.

Ese proced imiento que designaremos COII el nombre de de1"il'C/c1Ón de

tendencias, puede tomar múltipl es formas segun los casos, las tendencias y

las circu llstancias. l Tn exc:eso de impulsión queda rá indirednmente con­

trarrestado si el sujeto se entrega á rudos ejerc:ü:ios corporales que gas­

ten el excedente de energía, pa ra no dejarlo li bre baciendo el oncio de

excitante interno. E l exceso de idealidad se corrE'girá á su ye7, por merlio

de una sencill a asociación de los trabajos de concepción con los de apli­

cación , 1) con la asociación del sujeto á ot.ro oe Índole y tendencias prác­

ticas y utilitarias, quC', sin condE'nnr las del primero, las hRgan prácticas

y beneficiosas com pletandolas.

Importa mucho tener en cuenta que no hay el1 la economía somática

unciones a isladas ni autónomas, y q~e en la vida cürporea, igual q ue en

la psíquica, las fun ciones todas se entrelazan y combin an con los más va­

riados resultantes de energía final ó de reacción. Las cualidades ó defec­

tos pueden, combinados, mudar substa lw ia lm ente de naturRleza y de re­

sultados. Nada es por tanto en materia de dinamismo humano malo ni

bueno de modo absoluto, y solamente del conjnllto y del juego complejo

y armónico que forma la idiosincrasia de un sujeto, podemos retirar la

notación de ca lidades del mismo.

El apego á la propiedad asociado con .cierta dosis de sensuali smo con­

duce al hombre á la economía, ll evand olo á gast.ar para procurarse el

placer apetecido, pero con su cuen ta y razón para no empobrecerse; aso­

ciada la a fi ción ú los bienes de fortuna con la falta de apetitos sensorios,

conduce al hombre á la avaricia y la sordide7" porque el placer de R1l10n­

tonar riquezas no tiene por rival el apetito de oiros placeres; una imp ul­

sividad excesiva, asociada con tendencias a ltruÍst¡.¡ s, h ace dei sujeto un \' a­

leroso y un patriota; asociada esa im pulsión con malas pa~iolles y con el

egoísmo, hace del hombre un asesino: el exceso de imnginación y de fan­

tasía asociado CO I: la incultura y la deficiencia de ideales, hace del hom­

b re un mendaz y un falsario ; asociada esa fantasía con el conocimiento y la ide¡.¡lidad , hace del hombre un artista y un creador.

252

Inutil nos parece al11olitonar ejem plos, cuando los traidos á cuento baso

tan para explicar el procedimiellto que venimos estudifll1oo. Así como el

agua mezclaoa con el nucar produce un jarabe, HlSociaJa con un vegetal

produce una infusión Ó un cocimiento, asociada con barro produce lo·

do, y asoci",da COIl ulla fucsina produce una tinta, así tonns y cada una

de las tendencias é!t> que el espíritu del hombre es susceptib!e pueden ser­

lo todo, y merece r la connotación de buellas y de mal as, de morales y de

inmorales, de nocints y de útiles, segun las c() ndi ciones, proporciolles y cir­

cunstancias en que con otras se com binan y asocian. Esos tres elementos

formarán los datos del problema. Segun la idiosincrRsia del sujeto, sus cos­

tumbres, el medio en que vive y las circunstancias del momento en que su

actividad se determina, se podrá dar con el tratamiento acertado, es decir

llegRr al conoeimiento de las cualidades Ó tendencias que convenga desa­

rrollar y f<tvorecer, para que en combinación COIl la anomalía observada,

rebelde y diticil de reducir, se torn e ne mal éfica en inofensiva ó en util.

lGO.-El tratamiento derivativo se asocia muy eficazmente tambiell á

la Rotación del }'ledio, buscando en el ejemplo y la ocasión frecuente un

excitante determinaoo para determinadas funcion es ó energías. Siendo la

frecu encia y la repetición el pivote sobre que gira toda gimnástica, y en

que se asienta todo método educativo, allí donde abunda y 1"e ostenta á cada paso un orden cualquiem dE' actividad psíquica, allí donde es fami­

liar un hábito, facilmentese sieI:te un sujeto contagiado ó tentado por la

tendenci a imitativa, fundamental fn la humana nat.uraleza.

Por otra parte los mismos agentes naturales ó físicos excitan poderosa-

mente al orgallismo, allí doade rnáE imperiosa mente se imponen. Ordi­

nariam ente son decisi,'os los estímulos materiales en el rumbo y desarro­

llo de las tendencias, segun vimos ya en LA VIDA PSIQUICA. La apatía y

la pereza se hacen imposibles en los paises fríos, y casi son inevitables en

los cálidos y rigurosos; la temperancia se hace dificil en climas tropicales

en donde la desnudez y el calor dan ocasión frecuente á las excitaciones

sensuales; y la fftcil y abundante producción emancipa al hombre de la

lucha par¡=>, la subsistencia, mientras lo empeña en una lucha desesperada

en climas en que la producción es defi ciente y fatigosa.

No son pues los recursos que como excitantes sistemáticos ó metódicos

puedan emplearse, los que escasean; toda la dificultad está en el acierto al

escoger los apropiados al caso. Con una Jieta alimenticia adecuadH, un

clima propicio, y una sociedad normal y sana, todas las excitaciones ejer­

cidas sobre el organismo serán normales, todas las emociones é ideaciones

producidas por ellas serán esencialmente normales también, y la conduc­

ta, resultante de factores normales todos, será tambien normal, sin perjui­

cio de las variantes peculiares de la individualidad del sujeto. Gracias á la aplicación de tratamientos adecuados, y á la repetición gimnástica y educativa, las funciones primero y los órganos despues, modifican lenta

pero seguramente su rumbo y furma respectivamente, y se hace orgánica, profunda y definitiva en el sujeto la modificación deseada, y como tal

trasmisible por las vias herédicas, y apta para fijarse en la especie des­

pues de fijarse en el individuo. 161.-EI tratamiento basado en la sugestión "iene á cerrar el grupo de

los tratamientos que hemos llamado terapéuticos. Yimos ya, estudiando

las diversas formas de hipnosis, cuán grande es el poder y alcance de la energía psíquica de un sujeto sobre el organismo y la voluntad de otros ·

sujetos, y cómo á veces llega hast,a la suplantación de la propia por ajena voluntad. Vimos tambiell que esa influencia se ejerce en formas muy va­

riadas y diversas, desde la artiticial, deliberada y experimental del hip­

notismo Bréhdico, hasta la inconciente, ocasional é involuntaria del ejem­

plo; y vimos tambien que, acumulada en las multitudes, tal influencia to­ma las formas de una verdadera invasión epidémica y del contagio.

Ahora, contrayendonos á la sola forma, deliberada ó involuntaria pe­

ro natural del ejemplo, y á las solicitaciones directas ó indirectas, hechas no con el ánimo de encarrilar la actividad ajena por rumbo determinado,

sino solamente cediendo al hábito yal natural deseo de compartir aque­llos placeres que nos son familiares, trataremos de precisar los lineamien­

tos de un tratamiento bllsado en la t.endencia imitativa del hombre y en

la sugestión ejercida por los demás, ya en la torma del ejemplo, ya en la

de incitación á gozar de un placer gustado ya.

Para saber hasta dónde llega la tendencia imitativa, aun yendo contra

nuestro criterio personal, nuestros gustos y nuestras afecciones favoritas, basta con observar cómo, en una masa social, repetidas Vf>ces aplaudimos

calurosamente ideas, sentimientos y apreciaciones, que aisladamente y en

reposo condenamos, y cómo un aplauso, que parta del más desautorizado

254

y analfabeto de los oyentes cunde y se propaga instantl;l.neamente y se • t.rueca en una ruidosa o'"Hción. Vemos frecuentemente bHjo la sugestión

del ajeno entusiasmo, en espectá':ulos indiscutiblemente bárbaros, crueles y brutales, y como tales tenidos por sus mismos adeptos, aplaudir frenéti­camente actos y crueldades que en otras circunstancias merecerían nues­tra más enérgica reprobación. Ahí están eomo demostraciones palpitan­tes de ese hecho, las cori·idas de toros, los "match" de box, las luchas del hombre con fieras ó de las fieras entre sí, los ejercicios gimnásticos en la altura ejecutados por mujeres y niños con inminente riesgo, y otros mu­chos actos en que, los hombres más cultos, excitando anormal y vigorosa­mente su sensibilidad, gustan la voluptuosidad amarga de las emociones brutales, reviviendo por un momento al hombre de las cavernas.

'Vemos tambien, por el contrario, cOlllnoverse hasta el llanto las perso­nas de más vigor y energías, ante una escena teatral que mueva los sen­timientos blandos, las acciones generosas, los grandes ejemplos de altruís­mo y de generosidad, los holocaustos ofrecidos al deber, al honor, á la pa­

tria y al amor. La caridad es tan contagiosa como la barbarie, y .la pie­dad revi,"e en los seres más abyectos la levadura angélica que, en los ata­vismos, atempera y depura la herenciú de crueldades y barbarie. Una mujer que llora, un niño maltratado, un animal fustigado brutalmente, arrancan protestas y manifestaciont>s de indignación á las personas me­nos sensibles. ¿,Qué más?; las mismas fábulas, en las películas del cine­

matógrafo, entusiasman hasta el delirio á las multitudes, aplaudiendo ya un crimen horrendo y censuraLle pero ejecutado con valentía, ya un acto de abnegación y de sacrificio; contradicción aparente que muy á las cla­ras nos enseña, que no es la deliberación ni el juicio lo que d.'ltermina una apreciación moral del acto aplaudido, sino el grado de intensidad de la emoción experimelltada por los slljetos impresionados.

162.-Como natural consecuencia de lo expuesto, se nos ofrecen agentes ordinarios y triviales de la sugestión: las costumbres, los espectáculos pú­blicos y los estímulos ó recompensas usados para excitar el deseo del triullfo y determillar la actividad individual llevandola por tal ó cual sendero.

Un vastísimo programa se desarrolla en mallOS del poder público, si se decide á emplear esos estimulantes poderosos, ya conigiendo por todos

255

los medios directos ó indirectos las costumbres, ya estaLlc.:cicndo premIOS }'eriódic::unente distribuídos como gal a ruón para las acciones grandes, pa­

trióticas ó gCllerosns, las produccioJws del genio y el enriquec imiento y perfección de la industria, ó ya subvi niend o y sosteniendo ó alentando

espectáculos moralizadores de los que las masas tomen fructuoso ejemplo.

SE: sabe que UllO de los más poderosos estímulos para la perdición, es

el lujo; que uno de los ngentes más J eci¡.: ivos pur;l. la corrupción es la lu­

jmia ; y que uno oe los fa ctores más preponderantes en la ruilla de las fa­

milias es el juego. Por cO llsiguiente, combatir por todos los medios el lu­

jo, la lujuria y el juego, estimulando por el contrario el ahorro, el pudor

y la abstención' de todo lu a lea torio, será salvar de la ca ída á millares de

person as. Por supuesto damos que no es ahorro la miseri a ni la avaricia, que im­

portan el sacrificio de todo placer, cO lllOdidad ó ~atisfacción estética; que

110 f'S lujuria la na,tuml satisfacción de los afectos y de las necesidades se­

xuales, ni por último es ser jugador f> l jugar por accid ente y sin un inte­

rés que pueda condllcir á grandes pérdidas ó á la ruina. Cierto lujo es un

estímulo para la industria; cierta sensualidad es un estímulo para las mismas virtudes, y cierto espíritu aventurero y aleatorio es el sustento y

base de las grandes empresas, debidas á la cooperación inspirada 6n esas

empresas, de éxito dudoso pero de pingües provechos. En materia de costumbres y de moral, como en materia de indumen­

taria, existen las pe1".';istencia.~ que llamamos moda ó epidemia:;. La desmo­

ralización de las costumbres se traduce en la inmoralidad ó li cencia en

que desbordaú los espectáculos y las obras de arte. La pornografía en el

cuadro y en la estatua, el adulterio y el estupro en los teatros, y la cru­

dez y el ultrarrealismo en el libro, contemplados, aplaudidos y recompen­sados por la sociedad, denuncian la corrupción ue ella. l\loderar pruden­

temente, sin violencia ni mojigatería, tales excesos, constituirá para la

sociedad ya inficionada de tales anómalos placereR, un tra tamiento ffuges­

tivo)' de igual modo q ue esos espectáculos yesos artefactos prestigiosos su­

gieren pasione:; y plaeeres malsanos, sugerirán a l contrario, moderados,

sanos placeres y decorosos pasatiempos.

Un premio, tentador por su importancia mate rial y honroso por lo que

prestigia y conceptúa, determinaría la prorlucción de obras de arte de to-

:?5G

do lina.íe, que acrecentarían con regocijo de la misma sociedad enferma

los espectáculos públicos, regenerarían á poco andar las costumbres, y restablecerían como normal el sano ejemplo.

Tampoco es ésta una novedad del todo, puesto que ya hemos visto que

aun siendo mezquinas las recompensas, y no muy limpios los procedi­

mientos para otorgarlas, siempre que se ofrecen, despiertan actividades

art.ísticas é intelectuales adormiladas por falta de aliciente, y dan origen

á un crecido número de obras, que, si biE'n ele méritos desiguales, y pocas

dignas de lauro, sí demuestran y evidencian aptitudes, que, alentadas y

bien cultivadas, se harían útiles y poderosas. Esas recompensas son á ma­

nera de reconocimientos á los que las sociedades deben el conocimiento

de sus propios recursos y de sus energías naturales, frecuentemente igno­

radas y no pocas veces desconocidas y ahogados en su cuna.

§ In.

La Conjorntación.- Tratamientos Pmfi láctico.<;.

1 C3. -Conviene antes de entrar de lleno al estudio de los tratamientos

}J?'ofilácticos, recordar que, segun vimos en EL AurA ORGANICA y amplia­

mos en LA VIDA PSIQUICA, la estructura de los órganos y sus propieda­

des intrínsecas y normales proceden fundamentalmente de la he1'encia y

accidental y variablemente de la adaptación. Vimos tambien, depurando

el concepto de la herencia, que no es más que una preadaptación tras­

mitida, mientras la otra forma es una postadaptación trasmisible. De ahí

que la adaptación personal del sujeto sea una postadaptación respecto de él mismo, y una preadaptación respecto de sus engendros ó sucesores. De

ahí el íntimo enlace lógico y experimental entre la educación de los ór­

ganos y la de las funciones, realizada por la adaptación, y de ahí que el

tratamiento profiláct'ico empiece por el generador y se remate y perfec­

cione en los engendros. Por eso desempeñará la rep1'oducción un papel

principalísimo en la educación orgánica, y lo que no pueda por entero

2ó7 33

conseguirse y crü,ta1izar en un sujeto sometido al tratamiellto, 11~1rá de

conseguirse en sus herederos más ó menos tarde.

Yimos tambien en otro lugar que entre las anomalías de estl'l1etura y

las funcionales, por una parte, y entre éstas y las psíquicas por otra, ex is­te una estrecha relación, por manera que en ordell inverso al de su enu­meración se presuponen respectiva mente.

Cada generación orgáni ca puede considerarse como eslabón circular

de una cadena illterminable; y en cada ciclo el diámetro del eslabón pue­

de ensancharse ó estrecharse, por la adaptación personal preparando un cam bio en la generación siguiente. El talE-n to del ed ucador está en pre­

parar esa modificación conforme al propósito de transformación que se

perslga.

¿Cuál sea en suscinto ese propósito? Evitar la trasmisión herédica de las anomalías como las llamamos nosotros, Ó de las tendencias criminosas

como se llaman todavía en pleno siglo XX á las irregularidades de con­

ducta.

¿Cómo evitar esa, trasmisión? .... . He ahí el problema, erizado de difi­

cultades y asperezas, aunque amenazador y aClJ,Sundo un inmineute pro­ceso de degeneración, que todos los publicistas denuncian, que todos los

filósofos comentan, que todos los moralistas deploran, y que todos los es­tadistas reconocen y tratan inutilmente de remediar.

Encaremonos con ese problema, sin ideas preconcebidas ni temores pre­

maturo~, y veamos si, abandonando los senderos trillados y los gastados

recursos, hallamos en la observación y la experiencia, á las que debemos

ya tantas luces, la solución acertada, eficaz, utilitaria, práctica y pruden­

te del árduo asunto. 164.·-Las legislaciones anteriores y las contemporaneas han reconoci­

do el peligro, lo han señalado y aun le han tratado de aplicar un reme­

dio, ya privando de los derechos de familia y de la dirección moral del hogar á los enajenados, libertinos ó criminales, ya sometiendo á tutela á

los seres que deja sin mentor lli guía la falt.a de su guía y ment.or natural.

Pero esas medidas proveráu, si acaso á la educació'n de los hijos y demás deudos, á su sostenimiento y posición social; jamás á la inmunidad de se­

res futuros á quienes la asociación ó ayuntamiento sexuales puedan dar nacimiellto y trasmitir anomalías nocivas congénita¡:.

258

ln remedio cruel y ocasionado á daños irreparables se ofrece para irn­pedir eficaz .Y defillitiyamente la reproducción de los anadaptables anó­

malos: la c?HasCIIlació'll . Pero aparte del horror que ordinaria y natural­

mente inspira la pérdida de la sexualidad, que haría imposible ó desna­

turalizada la existencia, .Y qu e haría que el establecimiento del recurso tropezara con una oposición general formidabl e, hallaría multitud de di­ficultad es en la práctica, porque ele momento habría de aplicarse á un

crecido número de personas, para ser eficaz, y de esas personas la mayor

parte gozarÍu lI de influencia, y acabaría por burla r'y desnaturalirar el tra­

tamiento, con la mira de librarse y librar de él á sus deudos y allegados. Por otra parte, muchas veces pod rían confundirse con inadaptablps ge­

. lluinos algunos anómalos simplemente rebeldes, y cuando llegase á des­

cubrirse el error, la reparación sería imposible.

La supresión del sujeto anómalo inad aptable sería otro medio de impe­dir la reproducción del anómalo, despues de afirmarse el pronóstico de

illadoptabi lidwj; pero además de adolecer ese procedimiento del defecto de

ser irreparable; como el de la emasculación, ofrece el de °no prover al re­medio de todas las fases herédicas. La muerte del sujeto provocada por

la acción social en nombre de un interés colectivo superior, podría com­

pararse con el procedimiento quirúrgico en los tratamientos médicos; pe­ro en muchos casos resultaría equÍvoco ó excesivo, y en muchos otros de­fi ciente por las irremed iaLles reproducciones anteriores.

Hay que buscar pues dentro de las condiciones del fenóm eno mismo, y extendiendolo á todas las posibles consecuencias de la trasmisión heré­dica, el remedio para Sile formas viciosas, y el estancamiento ~ficaz en 8'U

propagación he1'Cdita1·ia. (*) 165.--La experiencia nos ha enseñado que las degenerescencias orgá­

nicas siguen un curso de creciente desarrollo y de sucesiva transformación, que comienza en el desequilibrio y termilla con la desaparición del últi­

mo eslabón de la serie, cuando la falta de adaptación se hace incompati­ble con la vida ó en otros términos: cuando el sujeto es ya inepto pa?'a la

C'f) No consideramos siquiera el recurso de Euprimir los engendros anómalos al naeer, porque no es pOEible pronunc;ar en ese periodo rudimentario de la vida humana un fa­llo acertado sobre toda clase de anomalías, su extensión y 811S probables con¡;:ecuencias.

259

lucha por la e:ristenciCl , en la que los no adaptados ó débiles están conde­nados á desaparecer. De manera que, abandonados á la natural corrien­

te de su destino, los inadaptables desaparecen más ó menos tarde, -rara vez despues de la quinta generacióll,- sin torturarlos, sin agravar sus naturales padecimientos, y sin hacerlos responsables de su propia ·des­dicha.

Mas para que esa desaparición espontanea se realice, es condición que ambos generadores sean anómalos, pues de otra suerte el resultado sería contraproducente: la propagación de anomalías incurables y peflliciosas.

Se bace por lo mismo necesario procurar que esa reproducción pasajera , destinada solamente R respetar la vida humana y á huir de las irrepara­bles consecuencias de una equivocación, pero no á conserva?' la especie ni á perpetuarse en sociedad, se efectue entre sujetos anómalos, que de esa ma­nera podrían realizar el hecho de la vida en las condiciones ordinarias, y sin el peligro de perpetuar y multiplicar las anomalías, que así tratadas pasaríar. de males trascendentes y cOllstantes á males efímeros y transi­

torios.

El apartamiento en un lugar suficientemente aislado de los Medios sa­nos y normales, de todos los reconocidos definiti vamente por 'Ír/CldalJtnbles, en condiciones anormales de vigilancia y sujetos á ciertas restri cciones, permitiría coneiliar los legítimos intereses de la sociedad con los indivi­duales apetitos y ordinarias necesidades de los anómalos, y substituiría

con ventuja indiscütible los presidios con UIla sociedad que, aunque anó­mala, es tal sociedad , y en donde la vida en comun se diferencia en poco de la de los medios normales, y mucho de la vida carcelaria hoy en uso, y cuyas durezas, crueldades y aislamiento ])0 pesarían sobre los desdicha­dos anómalos.

Los antecedentes antropológicos recogidos previamente inspirarían el tratamiento de vigilancia para cada sujeto, é indicarían las precauciones que hubieran de tomarse para evitar que la anomalía se tradujese en la reacción final ó acto nocivo. La prohibición de portar armas, para el im­pulsivo; la de los abusos del alcohol y otros para los dipsómanos, y otros maniacos, y otras medidas que, segun las circunstancias, podrían adop­tarse á poca costa, para mantener el orden posible en ese medio anóma­lo cercenado á las sociedades normales y sanas ó curables.

260

Esa, que llamaremos deporlaciúlI, para diferenciarla del confinamiento temporal y de la Rotación del Medio, costaría mucho menos que las enor­

mes sumas que hoy devoran sin fruto sensible los presidios y penitencia­rías. El deportado podría hacer fructuosa pan\ su familia la energía psí­

quica y somática, sin contaminarla con la mala dirección, ni reprouncir

ell su seno tipos herédicos anómalos. Por exigües que resultaran esos re­cursos, divididos, serían siernpre mayorps que los muy mezquinos que un recluso retira de t.rabajos vilmente retribuidos y grandemente cercenados,

en un presidio ó en una penitenciaría. 166.-Asegurada la inmunidad del medio normal para las anomalías

incurables, la depuración de los elementos sociales se realizaría firme y

rápidamente, ya en la forma de .selección de los element.os generadores, ya

con la extinción elireeta de los sujetos morbosos anómalos. La extinción conduciría directamente á la selección, conformandose en todo con la se­

lección natural de que la naturaleza nos da ejemplo, y para la cual nos proporciona los elementos eficaces. Semejante procedimiento ó tratamien­

to puede compararse á lo que en la terapéutica ordinaria se ha llamado tratamiento ó sistema espectante.

No desconocemos que al establecerse por vez primera, no escasearían di­ficultaoes de orden material práctico y económico; pero ¿qué novedad no

los tiene? .. ... Recuerdese cuántas tuvo que superar en sus comienzos el sistema penitenciario antes de abrirse paso frallco en las legislaciones con­temporaneas. La enorme, la inapreciable ventaja de tal tratamiento, con­

siste ante todo en que es susceptible de una serie graduada de ensayos y adaptaciones parciales, sin perjuicio de causar, como los otros, daños irre­

parables. Si despues de un ensayo suficiente, la experiencia aconsejase la

supresión ó la modificación parcial del .tratamiento, podría muy bien efectuarse sin conmociones sociales profundas, y sin lastimar irrevocable­

mente intereses ya creados. Más adelante propondremos algunos medios de adopción transitorios

para llegar al establecimiento definitivo y completo del sistema ele la De­f ensa Social aboliendo definitivamellte todos los sistemas de Represión Penal.

Lo repetimos una vez más: nuestro intento es solamente proponer la substitución reclamada ya por la cultura y la piedad, y esbozQ1', sólo

esbozar, las bases del sistema; no trnzar el sistema ni menos nún reglalllen­

tarlo, y formular un proyecto de Ley, lo que sería osado, intempestivo,

prematuro y expuesto. He ahí por qu é no ahoIldmTIos mús en el delica­

(10 punto que ha sido materia de este último párrafo, contentandonos con

someras indicaciones, que substallcial y esencialmente den á conocer el pro­

grama, y preparen á las genera(;Íones futuras para su adopción, si como lo

espero, la generación actual se dignare siquiera reconocer su conveniencia

para un futuro más ó menos remoto.

(' A PI TU LO 1 T.

SI~TESTS FINAL.

lG7. - Sentado y demostrado que la vida considerada en todos y cada

u no de sus aspectos, fHses y evo1 uciones, no es más que u n proceso no i 11-

terrumpido de adaptación de los seres vivientes al medio que los alimen­

ta, desarrolla y reproduce ; y sentado y demostrado por otra parte, que la

adaptación es una educación á la vez Física, Fisiológica y Psíquica enca­

minada á modelar, provoear ó favorecer una conducta determinada, con

fines utilitarios de índole colectiva y social, podemos establecer que: la vi­

da humana es un proceso no interrumpido de educación, y que el propó­

sito manifiesto de la naturaleza es la adaptación del individuo á sus ele­

mentos de prosperidad, ó bien de los elementos de vigor que ya tiene á los que le faltan para Sil desarrollo y prosperidad ulteriores.

En una escala rnayor ó meno1;, todo lo que existe obedece á esa ley de

educación universal, en virtud de la que se hacen útiles y prácticas las

energías encerradas en el organismo más rudimentario, en calidad de sim­

ples pote?láales. Del estado de difusión y tenuidad mayor en el estado

caótico, pasa la materia. cósmica por virtud de la influencia de un medio

de menor temperatura, á una serie de cO!ldensaciones y concreciones su­

cesivas, que por su orden da naeimiento á los gases, á los 1íquidos y á los

sólidos; cflda substancia. simple sufriendo el influjo de las demlÍs que for­

man su medio rudimentario, va asociandose y combinandose, y con ello

2hZ

cambiando de propieuades: pe1'diendo ullas y adq,¡¡ ,.¡clldl) otms qlle )1 1/ it­

-¡¿La; y así partimos del átomo simple y ll ega mos á los orgallismos llJás

complicados, útile~ .r perfectos, y por último, en alas de la ii1wgilllH:ión y

trasponiendo, queramos qne no, los linderos de lo cognoscible, 1IOS atreve­

mos á const,ruir en el orden mismo, y con todo lo conoeido y todo lo que

no conocemos pero sospechamos, uu organismo su premo, el más grande,

el más perfecto, el más fecundo, el indestructiLle y eterno, .Y por conte­

nerlo y abarcarlo todo, le llamamos muy propiamenteL:i'nvERso.

En ese proceso educativo, descubrimos dos características de la mayor

importancia: la primera, que el resultado de la educación y de la adapta­

ción, trae consigo un creciente perfeccionamiento, .Y segunda, <Iue tal per­

feccionamiento se 'debe á la substitución de funciones y propiedades rudi­

mentarias y defectuosas, por otras más complejas y suficientes.

A veces parece contradicha la naturaleza de esa educación por lo que

se ba llamado 1'c!lresión, ó sea un aparente retroceso en alguna de lfls eta­

pas evolutivas; pero ya hemo~ tenido la ocasión de expliear el verdadero

fondo de esas apariencias, como ulla confirmación más, de la~ leyes que

'rigen la trasmisión y la solidaridad de los diversos eslabones de la serie.

La experiencia nos ha enseñado por otnt parte, que la substitución de

propiedades y aptitudes en el curso de la evolución, reclama grondísimos periodos de tiempo, y que contrayendose á los reinos vegetal y allimal ¿­éste sobre todo, la modificación se realiza pareial y gradadamente en buen

número de generaciones, y comienz'a, en seres más ó menos inteligelltes,

pO?' ltna vo lición, sigue con 'una jlLncióll, y termilJ3 por el ca1)lbio de C3t1'[IC­

tura.. En otros términos: es primeramente zníquica, despues .fi.~1:o1ó.r;i('a, .Y últimamente anatómica ú orgánica.

Considerada en el hombre y en los animales, la ed ucación comienza

por ser una contrariedad, una coacción dolorosa, lo que con claridad y concisión en vidia Lles llama n los franceses: contmi l1te; un proceso idea l de

recu~rdos, de reflexiones, de asociaciones, de del'i/¡(;1'ac'ió'll en una palabm;

conjunto' de labores todas psíquicas, opuesto á un proceso alltE'rior senso­

rio, de excitaciones, de emociones, de placeres y de apetitos, de Cl IIOC'i{¡11

en una palabra; más adelante la repugnancia va cediendo, lo que allUlJ_

cia que la nueva función va hacielldose habitual y tolerable, y por últi­

mo, acaba por ha~erse necesaria y substituir en la econ0mía somática la

fun cióll contraria , destronada definitivam eute; despues, como la función crea el órgano, el ca mbio de funci ones acaba por determinar la modifica­

ción consiguiente en la estructura. Organo que no fun ciona, se atrofia; órga no activo se désarrolla y corrobora. Ya hemos visto esos aforismos

ampliamente justificados. Resulta por tanto, metódicamente distribuirla la educación, 1> adapta­

ción en tres granueE grupos: 01'ga?IOS, }""unciones !J Actos. Pero como ya vimos antes que en la categoría de los actoa, como resultado de las fun­ciolles, fi guran tambien las abstenciones ó reacciones negativas, provoca­das por contraestímulos del orden psíquico, substituiremos por el nombre

más comprensivo y genéri co de ?'eaccirmes el de actos, y los grupos queda­rán como sigue :

Organos. FunC'Íones. Reacciones.

Consagremos sendos párrafos á esos tres agentes ó factores de la Vida, de la Salud y de la Moral, ósea rle la Conducta.

En las extremidalles de ese tríptico psicológico, tenemos el Organo, 'ins­tmmento del trabajo orgánico, y la Reacción , ?'(;,ndúniento mecáuico de ese

trabajo; en el centro queda la Función, que representa el tmbaj o fisiológi­co mIsmo.

Podríamos indistintamente partir de cualquiera de éSOS dos extremos, porque si se nos ofrecen los órganos como punto de partida, cuando con­sideramos las propiedades ó tendencias congénitas, al considerar el origen de esas mismas tendencias tenemos que atender antes á la preadaptacióll que las precedió y que en forma herédica fué trasmitida, y esa preadap­tación corresponde al grupo de las Reacciones. Nosotros comenzaremos por estudiar la educación de los órganos, por representar segun dijimos antes, la herramienta del trabajo vital.

264

§ J.

J,-,'duC(tción de los Ó I'gw lOS.

lGS.-La primera, más vulgar y conocida educación de los órganos es

la que designamos con el nombre de ejercicio gimnástico ó simplemente

gimnúst·ica. Los t'jercicios muscnlares de fuerza redoblan ostensiblemente las ener­

gías corporales, haciendo al sujeto capa~ de más frecuentes, prolongados

y poderosos esfuerzos ó trabajos mecánicos; los ejercicios musculares de

~lgilidad y de tanteo, hacen al sujeto dueño de moderar, gradar y gober­

llar á voluntad el esfuerzo, produciendo desde el más tenue y delicado

hasta el más enérgico y potente ; toda energía obligada metódica y sucesi­vamente {~redohlar cada día su pod er aun moderadamente, va convIr­

tiendo cada día en habitual, facil y poco dispendioso el aumento de tri­

buto exigido.

En los modernos sistemas de educación se ha dado á esa educación,

que se ha llamado Física, una importancia que nunca podrá reputarse

exeesiva, aunque sí, tal vez mal couducida, por obedecer su adopción,

más bien que al cOllvencimiento de su capital imporhmcia, á Jamoda rei­

nante importada en métodos y libros extranjeros por educadores extran­

jeros ó extranjerizados.

Se busca COII esa gimnástica general que pone 8n movimiento y activi­

dad pOI' su orden todos los miembros, favorecer el llatural desarrollo de

los educandos, evitar las degeneraciones grasosas consiguientes al seden­

tarismo escolar, y la destreza motil de los órgauos pam facilitar cuales­

quiera fllncioues normales; pero aparte de ese tratamiento higiénico de

265 34

utilidad innegable, existen ejercicios específicos con tendencia concreta y

singular, que no conducen al desarrollo armónico somático, sino á un de­

sarrollo local, preconcebido y perscguido, para facilitar determilJada fun­

ción ó determ ilJ:ldo grupo de fu llcionf's conexas.

Ejercitase tamlJÍell la mente con gimllástica de orden psíquico, some­

tiendo á una repetición sistemática y frecue llte determinadas labores psí­

quicas; ya son ejercicios de recordación, para formar y enriquecer la

memoria con la sola Iloción de cosas, nombres y relaciones; ejercitase

el razonamiento, afirmando ó negando esas relaciones entre unas co­

sas y otras ó entre las cosas y sus causns; ejercitarse la abstracción, agru­

pando cosas por una relación comUIl, Ó ex trayendo de muchas cosas agru­

padas la ~ernejallza que las reullió, y sepnrando por lÍltirno las cosas de

las relaciones y las relaciones de las cosas; finalm ente, se ejercita la vo­

luntad ha cien do frecuentes y metódicos sacrificios de nu estros apetitos y

deseos, á las contrarias indicaciones ó inhibicion es procedentes de la ra­

zón. Pero además de ese adi estramiento general y a rmónico, existe otro

específico, tendente no ya á estar en aptitud de hacerlo todo, sino á poder

hacer nlgo mcjor y de preferenci:l , para encauzar nuestras aptitudes en

un carril determinado y conducente á lIn propósito definido.

Tenemos pues dos clases de Gimnástica: la física y la psíquica, y dos

órdenes de ej erci cios: los simplemente higiénicos é indirectos y los propia­

mente educativos y directos; aquéllos, para conservar la salud, la fuerza

la ngilidad; estos últimos, pura preparar y outener determinadas funciones

ó sea determinada labor fisiológica .

Por esa Gim1lástica opcrnmos directamente sobre el sujeto, para obte­

ner en él los resultados primarios apetecidos, las labores fisiológicas bus­

cadas; pero ya hemos visto que lo que el sujeto adapta y cristaliza es un

caudal orgánico, fisiológico y psíquico, que más ó mellOS tard e y más ó

menos íntegramente trasmite á sus engendros, y siendo así, la trasmisión

puede conducir á uno de dos ex tremos: á la Selección naturnl de la espe­

cie si atendemos al resultado colectivo, ó á la extincióll de los sujetos si á ellos nos referimos. La Selección de la especie por medio de la Extinción

ó desapariciótl de los ineptos para la lurha por la existencia, en el proce­

so de Adaptación al Medio. He ahí la ley.

1 G9.-Si da 111 os á ese proceso generador de la e~pecie estable, el nom-

2Gfi

bre de Filogenia, podremos dejar el nombre de Gimnástica á la educación

de los órganos en el individuo, y dar el de filogenia á la gimnástica des­

ti nada á fijar el resul tado ed uca ti vo en los sucesores, y así c'Ilgcnd1'a'1' la

est'irpe. El sujeto fijará en sí mismo, gracias á la gimnástica, determinadas apti­

tudes orgánicas, y éstas á través del fenómeno de trasmisión que llama­

mos lWl'edismo, fija esas aptitudes en los sucesores si éstos no perecen por ineptos en la 1 ucha,

La Gimnástica engendrará, conservará ó perfeccionará determinadas energías psíquicas, siempre en el individuo mismo. La Filogenia presu­poniendo definitiva la individual tarea, y gracias á ésta, conducirá á la

conservación y perfeccionamiento de las cualidades del individuo en la

especie y á la vigorización si esas eual idades se a vienen con las cond icio­nes del Medio, ó á la desaparición de los pósteros si las cualidades trasmi­tidas los hacen ineptos para la lucha.

Podemo~ por tanto condensar en forma gráfica la educación de los ór­

ganos, así:

EDUCACION DE LOS ORGANOS.

----------------~---------------l<'ILOGENICA QIMNASTICA ~ ~

SELECCION EXTINCION FISICA PSIQUICA

ó bien, si en vez de partir del nacimiento del sujeto partimos del trabajo mismo de adaptación de sus generadores, al que debe sus órganos y su idiosincrasia:

EDUCACION DE LOS ORGANOS.

~-------------~---------------GIMN ASTI CA FILOGENICA

,----~'---~

FISICA PSIQUIC A SELECCION EXTINCIO~

En esta última forma, partiendo de la Gimnástica Física y Psíquica

llegamos á la educ:ación de los órganos, y de ésta llegamos á la Selección ó á la extinción de la especie como resultado finaJ.

26i

En la forma precedente, partiendo oe la Idiosincrasia, exclusivamente

formad a con el coudal heredado, .Y en el que podemos hallar instrumen­

tos de selección ó leyaduras de ('xtinción, vamos tras de la educación de

los órganos encontrando como med ios ó agente~ las Gi mnásticas Física y Psíquica, que respectivamente obran sobre los órganos y sobre las fun cio­

nes de és tos, goberllaelas principalmente por la voluntad.

§ n. Educación de las fll1lci(iJ/ es.

170.-Ya hemos indicado repetidas veces que todas las maneras de in­

fluir ~()bre las funciones somáticas pueden reducirse á una excitacióll ó á

una depresión, respectivamente encamilladns á vigGri7.ar una función de·

bil ó perezosa, Ó Lien á mod erar y deprimir una energía excesi,'a y una

actividad morbosa. Tenemos pues como primeras fuses de la educación

de las fUll ciones, la Excitación y la Depresión de las ellergías normal es y

propias del suj eto.

Pero tambien vimos ya en EL AurA ORGANICA yue las excitaciones

generadoras de la sensación pueden proced er de afuera y por el contacto

de un agente extraño y de los órganos sensores del sujeto sensible, ó bien

nacer en el sujeto mismo, como consecuencia de anteriores excitaciones y en la form a de 1'~flejos inCOl1 eien tes, Ó en la de apetitos subcollcienlps. La luz,

el sonido, el calórico, la electricidad, la pesantez, &., &., afectando al ex­

terior nuestros sentidos, determina n los procesos sensorios que llamamos

visión, audición, tacto, &., &.; pero despues de asociados esos procesos en­

tre sí para producir una emoción, y desprender de ella huellas ideales

comtantes y perdurabl es, el solo recuerdo del bien gozado nos mueve in­

teriormente á buscarlo y gOlarlo un a vez más, y el solo recuerdo del pa­

decimiento sufrido no" mueve á huir del padeci miento mismo, para no

sufrirle otra vez. Entonc(.ls, el color ele un traje nos regocija con el recuer­

do de nuestra amada, el tilllbre de ulla voz 110 recuerda gratamente la (le

la preferida de Ilu<:'stro corazón, el calor excesivo despierta en nosotros la

2G8

idea del incendio, y el rayo nos hace temblar ante el temor de la fulmi­

nación.

En su lugar, hallamos comprendidos todos los excitantes externos en

el Medio Físico, y todos los excitantes internos ó id eales en el Medio So­

cial; pero bailamos tnmbi en que entre los excitantes internos ó ideales fi­guran las ideas objetivas, procpdentes de excitantes externos y siendo

ellas mismas Hcitantes internos; adoptaremos pues una subdivisión me­

nos expuesta á confusione¡.:, y en vez de los términos objetivo y subjetivo

correspondientps á las ideas procedentes de los medios Físico y Social res­

pectivamente, adoptaremos la subdivisión en internas y externas para las

excitaciones orgánicas provocadas con índole ed ucativa .

Parece á primera vista natural que la misma división se haga de las

Depresiones; pero si !lOS detenemos á considerar que la mayor parte de

lns depresiones son inclú 'ectas, en tanto que la mayor parte de las excita­

ciones son directas; si tenemos en cuenta que, aparte de la ministración

de drogas sedantes ó ealmantes, generalmente peligrosas y en exceso acti­

vas y de acción limitada, los agentes depresi\Tos son en su mayoría idea­

les ó subjetivos, fruto de la reflexión, de la persuación, del temor óde la

cOllveniencia, agentes todos morales ó psíquicos, preferiremos indudable­

mente la subdivisión de las depresiones en Somáticas y Psíquicas, segun

que se refi eran á funciom·s merampnte somáticas, ó más bien , áfunciones propiamente dichas, ó á funciones de carácter mixto, procedentes en par­

te de excit.antes ex ternos y físicos, y en otra parte de excitantes ideales ó

psíquicos, debidos á recuerdo y asociación de sensaciones anteriores.

Ordinariamente la depresión somática importa un debilitamiento de

las energías en general; la morfina, el hromurú, el cloroformo, y otras substancias, aplacan las exacerbaciones morbosas y los funcionamientos

hipertónicos (permitaseme el neologismo). La depresión psíquica es mu­

cho más amplia, más concreta en su acción, más definida y precisa en su

finalidad, y abarca generalmente un grupo armónico y solidario de fun­

ciolles sin perjuicio y sin in\'asión de las demás. La Depresión Somática,

aquieta, encadenando las energías, la Depresión Psíquica en cambio mo­

dera y educa determinada energía, persuadiendo.

La Depresión Somát-ica es más bien un elemento de hospital en tanto

que la Depnsión Psíquica es un elemen to de clínica arlf1·opológica.

Podemos pues disponer el grupo relativo á la educación de lns funcio­

nes de la siguiente manera:

EDUCACION DE LAS

FUNCIONES. ____ ...Á-___ _

EXCITACION ~

DEPRESION ,---_ ...Á- _ ----.,.

I!\TERNA EXTERNA 1':;1 (¿UICA SOMATICA

En estH. expresión gráfica encontramos un miembro ó par que tiene re­

lación estrecha y directa con otro par ó miembro de la primera forma en

el párrafo anterior. Vimos que todo ejercicio por ser tal, implica una ex­citación de actividad, ya sea somática ó corporea, ya sea psíquica ó inte­lectual. Y segun que la excitación es corporea y viene de una agente ex­

traño y externo, ó es incorporea, psiquica é interna, la excitación á su vez implica una Gimnástica Física ó una Gimnástica Psíquica. De tal

manera que, gráficamente podemos hacer las dos equivalencias signientes:

EX CITACIO N Il:\TEHNA

EXCITACION EXTERNA

GIMN.-\STICA PSIQUICA.

GIMKASTICA FISIC<\..

§ IlI.

EdltCación de las 1'eacciones.

171.-Encontramos ya que siendo las reacciones el último grado en el

proceso de la sensibilidad, se resuelven forzosamente en hechos ú omisio­

nes que pueden ser dañinas para la sociedad y para el mismo sujeto, y que denuncian en él un estado morboso anómalo. Naturalmente, para

conjurar las consecuencias nocivas de los hechos se necesita evitarlos ó re­primirlos, y para conjurar las de las omisiones se necesita evitarlas, ó des­

pertar y (;xcitar la actividad respectiva , deficiente ó insuficiente para los

fines colectivos. Mas para evitar es necesario prever oportunamente aque­

llas consecuencias, por lo que, substituyendo equivalencias, tenemos sub-

2íO

divididos los medios educativos de las reacciOl~es (hechos (¿ O1nisiones), en Pl'evelltivos y Rep1'esivos.

De esos medios aparecen los primeros ell orden los preventivos, que tienden á evitar que el acto ó la omisión lleguen á dañar; pero como no

puede preverse sin datos, el dato que nos indur.e á suponer una anomalía es siempre un acto ó una omisión á su vez, y 10 primero que ese acto ú omisión exigen es la represión oportuna, lo práctico es considerar antes

la represión y dl>spues la previsión para lo futuro.

Esa represión, segun las circunstancias, la anomalía y la idiosincrasia

del sujeto anómalo, puede ser corporal y dirigirse á conjurar hechos ú omi~iones del orden psíquico y moral, ó bien puede ser subjetiva, moral

ó psíquica si se dirige á conjurar sentimientos ó apatías psíquicas. La 10-t:ura furiusa , la exaltación impulsiva colérica que se arerca á la locura, y todos los estados álgidos de la pasión, durante los cuales la personali­dad p~íquica desaparece por completo eclipsada por la somática, no per­miten otro género de represión que la material y brutal; la camisa de

fu erza, el secuestro y apartamiento pasajpro del agente, la ministración

de drogas calmalltes que engrillen sus energías desatadas y calmen su hi­perestesia. Otras omisiones ó actos del orden psíquico, procedentes de con­ceptos morbosos que en su lugar estudiamos eomo ideaciones morbosas, ó

sea lo que llamamos perversidad ó perversión del sentido moral ó del ló­gico, no podrían reprimirse con una brutal coacción, porque nunca el ri­

gor será una fuente de crit.erio, ni móviles exclusivamente materiales pue­den por sí solos engendrar estímulos psíquicos contrarios á los que se com­

batan. La Represión se su bdivide por tanto, naturalmente, en C011Joral y

en lIforal. Cuanto á la Previsión, se nos ofrecerá siempre en dos aspectos diversos

y complementarios: Vigilar y observar. El primer síntoma, es decir el primer hecho ó la primera omisión sospechosos nos inducen á vigilar, es­

to es: á e.spia?- y espera?' la Tcpetición Ó la desapaTición del síntoma, para ba­

sar el diagnóstico siempre, y el pronóstico en su caso. Presentado que sea el síntoma por segunda ó más veces, se impone el observarlo, es decir: se­guirlo atentamente en su aparición, marcha y desarrollo, en tanto que las consecuencias no exijan una represión inmediata. Podemos pues sub­dividir propiamente la Previsión en sus dos formas ó elementos: Vigilan-

271

CiCL y Observación, como medios educativos preparutorios de cualesquiera

otros.

Como hicimos antes con los otros gmpos, podremos disponer este últi·

mo como sIgue:

EDUCAClON DE LAS REACCIONES

r---- ----~'---- -----.. REPRESION

,-_-Á_-----..., I'REVrSION

r---Á-- --..

CORPORAL :'IfORAL VWILAl\CIA OBSER V ACION

172.-Entre estf\ grupo y el anterior, ancontramos una equivalencia análoga á la que hallamos entre el lmterior y el que le precedió. Toda

Represión corporal implica necesariamente una Depresión Somática, y Represión Moral implica una Depresión Psíquica.

Podemos pur tanto establecer estas otras dos equivalencias:

DEPRESION PSIQUICA

DEPRESION SOMATICA

REPRI~SION MORAL.

REPRl~SION CORPORAL.

Tambien se impone á la consideración una equivalencia entre la Filo­génia perteneciente al primer grupo y la Previsión pertelleciente al últi­

mo. La Vigilancia y la Observación están encaminadas á descubrir una

anomalía para someterla á un tratamiento, y por ese rnedio alcanzar la Selección de la especie ó la desaparición del sujeto uuómalo. De manera·

que podemos establecer la relación en esta forma:

VIGILANCIA - OBSERVACION = SELECCION - EXTINCION.

Para poder abarcar de un solo golpe de vista y gráficamente las diver­

sas relaciones encontradas y señaladas, podemos servirnos del Esquema

Sincronográfico que agrt"gamos á este Capítulo y que resume, partiendo del propósito de la Educación, todos los Medios ó instrumentos disponi­

bles, y que diversamente combinados en cada sujeto dan por resultado su

conducta. Y como todos los tratamientos encontrados y propuestos en este

libro se integran con esos medios é instrun~entos, ese Esquema de la Educa­

ción com prenderá tum bien todos los tmtarnie?ltos pam los SI/jetos A.nómalos.

272

CAPITULO III.

MEDIDAS 'fRANSITORlAS ENTRE EL SISTEMA ACTUAL

Y El, LLAMADO A SUBSTITUIRLO.

No se ha ocultado á mi previsión el cúmulo de dificultades de orden práctico que á la substitución total de sistema empleado para la defensa social han de oponerse, ni arrastra/lo por un optimismo malsano espero ver de un golpe y ell breve plazo entronizado el nuevo método represivo· Por lo contrario, me hago cargo de que el programa que aquí dejo con­signado en su conjunto armónico y perfecto, no podrá realizarse ni cum­plirse sino lenta y progresivamente, sometiendo las ideas y los procedi­mientos á un proceso de transformación semejante al que ha presidido á la selección y perfeccionamiento de las .especies en el reino animal y á las concreciones de materia cósmica que han dado origen á los cuerpos celes­tes y al reino mineral, intermediario entre la nebulosa y el animal su­perIOr.

Abundando en esa convicción, y para trazar una ruta que por el mo­mento ligue la~ áridas llanuras dél pasado con las fértiles landas del fu­turo, voy á señalar alguna~ de las prácticas aceptadas ya, que integran el sistema penal, y que consideradas como procedimientos comunes al ré­gimen penitenciario y al sistema an tropológico de selección y defensa, son suscept.ibles de preparar con un simple ensanche el advenimiento delnue­vo régimen.

Entre los usos que, despues de hallar grande resistencia en la rutina y de ser vistos como lirismos inoficiosos y sin utilidad práctica, van demos­trando con acopio de éxitos felices y de aplicaciones imprevistas y fruc­tuosas, la trascendencia que tienen como datos para la determinación del

2i3 35

delito y del delincuente, y para la medida de la responsabilidad deriva­da de la libertad y de la conciencia, tenemos desde luego los diversos ex­

. perticios enca minados á fijar el estado psíquico del sujeto sospechoso de

delincuencia , y los datos derivados de los antecedentes herédicos. Al admitir la ley penal como exculpantes ó como a tenuantes de la res­

ponsabilidad penal tal es ó cuales situaci0nes Ó estados fisi ológicos ílltima­mente relacionados con la con ciencia y co n la libertad moral, ha dado ya el primero y el más trascendente de los pasos hll,cia el lluevo régimen, acep­tando por una parte la relación necesaria entre los estados somátIcos y los

impulsos morales, y por otra parte la relaciólI -no menos íntima y de caracter antílogo·- entre el poder de la impulsión y el de la voluntad propiamente dicha, ó sea de la deliberación. Pero la adopción no ha sido

completa, y romo antes lo hemos demostrado, entre los casos de atenua­ción ó de extinción de la responsabilidad aceptados, y los posibles y prác­ticos, hay enormes deficiencias y grandísimas soluciones de continuidad,

que acusan inconsecuencia en el cll,mpo de la teoría, y falta de corrección

en los resultados obtenidos en la práctica. ¡Cuántas veces, un estímulo al parecer insignificante, tiene, debido á

circunstancias especiales de casos y de personas, un alcance y consecuen­cias ~inesperados y fuera de toda proporción lógica! ¡Cuántas otras, 10-más poderosos incentivos y los estímulos mayores no consiguen determi­llar una reacción , debido t.am bien á circunstancias especiales de la perso­na y del caso! A raiz de una grande excitación, los impulsos más peque­

ños adquieren poder grandísimo, y á raiz de las grandes depresiones, los

estímulos más vigorosos .excitan debilmente al sujeto deprimido. No está pues todo el dato para la apreciación, en los estímulos solamente, sino dis­

tribuido, en proporción variable, entre los e~tímulos y el organismo por ellos excitado.

Los medios ordinarios de prueba pueden darnos toda la información

apetecible acerca de los estímulos, pero solamente los antecedentes heré­dicos y el experticio psíquico, pueden darnos luces acerca del estado so­mático y de la exc:itabi:idad del sujeto, en determinado momento, inme­diato, anterior al acto reputado delictuoso. Los mismos estimulantes no ejercen igual influeucia en todos los sujetos, ni en el mismo sujeto en to­dos los momentos de su existencia. Por último, hay datos aparentes y fá-

274

ciles de comprobar y de estimar, y los hay ocultos y que solamente se re­velan en un momento dado, haciendo perder la brújula al máE experto y

avezado explorador. Una lesión ó una irregularidad de conformacióll, al1-

. tes inadvertidas y no s0spechadas, pueden dar lugar á que un hecho, en

sí mismo inofensivo ó debilmente ofensivo, sea mortal. Medida en tales

casos la responsabilidad y la delincuencia por las consecuencias efectivas,

resultaría el fallo injusto y desproporcionado. Se impone por lo mismo la necesidad de ampliar y completar en todo

y con todo lo posible, los datos del problema, en lo relativo á los antece­dentes del sujeto en su doble personalidacl somática y psíquica, para lo

cual el establecimiento del Instituto antropológico sería de grandísima utilidad, no solamente por la facilidad que daría para apreciar el eEtado actual de un sujeto psíquico, sino ele complementarlo y confrontarlo con

los antecedentes herédicos, debida y oportunamente consignados, y apre­ciados antes del acto ó explosión morbosa y dañina, y por lo mismo sin prejuicio alguno.

* * * Otra de las relaciones aceptadas y reconocidas ya por el sistema peni­

tenciario que nos rige, ha sido la ooserv:tda entre la higiene y la salud por una parte y entre la salud y la normalidad de la conducta. El régi­

men penitenciario ha proscripto las cárceles mortíferas y las agravaciones de padecimiento derivadas de las torturas corporales; no niega el sol, la luz y el aire al delincuente, cuida de que su alimentación sea suficiente y sana, y le da ocupación que llene sus largos ocios y consuma sin daño

sus energías psíquicas. Sin embargo, los medios empleados son deficien­tes por costosoE, y son costosos por la prodigalidad con que se aplica la

encarcelación, y por 10 mucho que innecesariamente se prolonga. Como medida preyentiva, lo mismo cuando se trata de una infracción

de policía que amerita uua multa de primera clase, que cuando s~ trata de un crimen que amerita la última pena, el sujeto inculpado es reduci­do á prisión, aislado de sus comodidades, de sus afectos, de sus atenciones

y negocios, y alojado insalubremente, excitado con el insomnio, espolea­do por la incertidumbre y por la dureza del tratamiento, ayuno por la mala calidad de los alimentos oficiales ó por el retardo con que le llegan

2i5

los de su hogar, S8 le precisa y urge luego por el juez ó por un grosero y

desalmado escribiente, para quien todo el que parece tras de la reja es un reo indubitado, indigno de conmiseración, cuando no la compra á peso de oro, para que con todos sus pormenores, sin tropiezo, sin tomar el tiempo

para recordar y abstraer, y para serenar su espíritu, explique no solamen­

te lo que le incumbe y aquello de que responde, sino hasta lo ir.explica­blEl, so pena de que la mínima vacilación, el más leve tropiezo, la más natural é inevitable contradicción, le sean imputadas como malicia y do­

lo, y agraven su situación jurídica . y despues de meses, de años muchas ocasiones, un espíritu sereno de

juez ó de representante de la Sociedad revisando el proceso ya concluido

no encuentra comproLada la responsabilidad yel inculpado es puesto en libertad sin siquiera decirle: "usted perdone".

Ya se ha lanzado en el campo de las nobles tentativas el ideal procedi­

miento de la condena condicional, prudente transacción entre los sistemas presente y futuro, porque aceptando la pena graduada conforme al régi­

men penitenciario, pone sin embargo sus efectos en suspenso, y retira la represión tan pronto como por datos positivos puede presumirse que la violación de la ley fué ocasional y que el sentenciado no es un inadaptabl e.

Completada la adopción de la condena condicional qUe remedia los erro­res definitivos de la sentencia, con la ampliación de facilidades en la li­bertad provisional y la diferenciación efectiva entre In. simple detenci6n y la prisión, que remediarían y evitarían los efectos ruinosos de los erro­res pasajeros, inevitahles en todo procedimiento inquisitorio, la justicia

penal, en espera del establecimiento del sistema de la simple defensa so­

cial, dejaría de ser como frecuentemente lo es en nuestros días, el verdugo de los quietos y la burla de los delincuentes, desaparecería la arrogante pretensión de infalibilidad diariamente desmentida, y sería tanto más eficaz y respetada cuanto menos pretensiosa y absoluta.

Cuanto á la estructua, distribución y régimen de los lugares de reclu­sión, ya se llamen Cárceles de detención, ya Prisiones ó PenitencüuÍas, mucho se ha hecho ciertamente, y merece por ello la justicia humana

sincero elogio; pero mucho queda por hacer, á lo que solamente se opone la rigidez del actual sistema, y que una prudente relajación facilitaría

grandemente.

276

Las Colonias Penitenciarias, que constituyen una ampliación y mejora­miento económico en la forma de recl usión ó secuestro, nos ofrecerían re­

sultados brillantes, que por adelantarlo abona una experiencia anterior. Es indudablemente más fucil y menos costosa la vigilancia de una isla ó de otro lugar conveniente y estratégic'lmente elegido, y que sdvo el confina­

miento no evoca en el penado la oniosa idea del presidio, de la dureza,

de la desestimación y de los brutalrs tratamientos, y la forzada, íntima y constante comunidad, sino que por lo contrario, constituye un medio 1101"­

mal y onlinario aunque reducido. En esas colonias, abandonado el hombre al juego normal de estímulos

y reacciones, de necesidades y de trabajo para satisfacerlas, se siente den­tro de las condiciones normales parft la lucha por la existencia; sus ener­

gías no se embotan por falta de ejercicio, y sus órganos no se atrofian por falta de función, y las atenciones ordillari~s de la vida social, los placeres y distracciones habituales y lícitos, y los afectos, no resfriados ni aniqui­

lados por la distancia y el abandono, substituyen con muchísima ventaja

y favoreciendo el recobro de la dirección normal, á las meditaciones soli­

tarias de la incomunicación y á las malsanas cOllJunicaciones de }¡:IS cár-celes y penitenciarías, verdaderos focos de contagio moral. .

Cuanto más imita el hombre á la naturaleza, y cuanto más se somete á su ejemplo y enseñanzas, más cerca está del éxito feliz. Nadie pretende­

rá que una cárcel ó una penitenciaría, ni aun la mejor y más perfee:ta­mente ideada, sea siquiera un mal remedo del medio social ordinario crea­do por el hombre, siguiendo el curso libre y natural para el desarrollo de sus energías y de sus afecciones. Y difiriendo substancialmente el medio artificial en que la justicia humana pone al delincuente ó anómalo, y el

natural de donde lo arranca y al que lo devuelve cuando aquél ha extin­guido su condena, resulta necesariamente una solución de continuidau

más ó menos larga entre ambas maneras de usar y desarrollar las ener­gías naturales, y una que llamaré desaclaptación del medio usual , y que en vez de mejorar al sujeto haciendolo más apto para la vida social, 10 hace inhabil y torpe, debido á la suspensión del movimiento y dirección adquiridos en la vida precarcelaria.

')---11

* * *

La sola disp8sición del ~nimo á enderezar el rumbo de la reforma pe­

nal en el sentido antropológico, haría fáciles y rápidas las ventajas de

esas medidas transitorias~ y podría llegarse á la final adopción del nuevo régimen, mucho &ntes quizá de 10 ~ue de pronto puede prometerse.

Mucho han perdido ya de su antiguo absolutismo las teorías penales, y cada día se bace más filosófico que místico el criterio, alf'jando del con­cepto religioso trascendente, el concepto social de la rf'presión, en su do­ble aspecto de inmediato y de trascendente, y persiguiendo en la repre­sión individual del mornento, la represión y lllf'joramiento de la especie al través del atavismo.

Sin embargo, por efecto de la tenacidad orgánica siempre dificil de ven­cer, lo~ espíritus más libre~ y más progresistas echan menos, á pesar su­yo, el castigo, y se refieren á la intención delictuosa como un dato preci­

so, aun eu los momentos de ayudar la evolución de las ideas en el senti­

do del progreso. De ahí que los adelantos vayan siempre un poco atrás de la intención,

y las conquistas sigan de lf'jos y con paso tardo á los movimientos de re­volución de las ideas. La naturaleza no camina por saltos, y los jalones de la escala evolutiva están representados no por contrastes sino por me­dia~ tintas, no por victorias sino por transacciones; las líneas di visorias no son luz ni sombra netas, sino penumbras. Las nuevas ideas incuban por un maravilloso mecanismo en el seno mismo oe las viejas que están llamadas á destronar, heredando de ellas el vigor y la experiencia laten­tes é irreveladas. Así se enlazan en el orden biótico la vida y la muerte,

la reprodueción y la extinción, la herencia y la adaptación. Cada ser y cada celdilla ó protoplasma engendra y reproduce su semejante, pero no su idé?ltico, segun vimos en otro lugar, porque las condiciones de esos ele­mentos generadores, entre el momento de Sil aparición y el de la eclosión de sus sucesores, no son las mismas, y cada celdilla ó protoplasma, cuan­do se reproduce, lleva oculta una adaptación latente que en el póstero hace su aparición.

La impaciencia, con ser tan excusable y tan noble, es sin embargo el peor enemigo del progreso. Todo brusqueamier,to, toda violencia, condu-

278

, cen al aborto y cuando menos á la prematuridad que trae consigo la en­

deble constitución del producto. Saber esperar es saber luchar y preparar

la "ictoria. ¡Cuántas veces una propaganda indiscreta por excesiva ó por agresora, lejos de auxiliar al ideal lo compromete y retarda su triunfo, des­naturalizandolo y haciendolo antipático por impulsivo! ¡Cuántas otras, en cambio, una prudente y conciliadora propaganda conduce á la sumisión

de los espíritus menos dispuestos y más abiertamente hostil es! Lieonjeandonos con la idea de hallar eco en los obreros de mañana, no

vacilamos el\ recomendar á su consideración estas últimas reflexiones, apoyadas en la experiencia nunca desmentida de muchos siglos, á fin de

que en aras de la solidez del triunfo sepan inmolar su natural entusias­mo, y aplazar la legítima esperanza del triunfo definitivo de su ideal.

Nosotros, en fuerza de haber vivido, hemos pasado por esas inquietudes, por esos entusiasmos imprudentes, por esa arrogancia agresiva, hija de la convicción íntima y del amor á la verdad, y por esa rudeza en el ataque,

represent!.lndo siempre estériles y malogrados esfuerzos, y hemos recogido

en cambio frutos no mezquinos, al rectificar la ruta y someternos á las en­

señanzas y ejemplo de la madre naturaleza. El lema de todo pensador que aspire al triunfo de un ideal , debe en­

cerrarse en el apotegma sapientísimo:

"FESTIN A LENTE."

~N\"\J\JVVVVV'----

279

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ASUNTOS

INTRODUCCION .•.••....•......••••.........•.••.....•... . ... .... .. . ... • . ..

ElECCION PRIMERA.-ANOMALlAS.

PREAMBULO •••.•••••••.•..•••••.•.••..••••••••...•...•..•........••.

Capítulo l.-HIPNOSIS •.•..•..•.•............••..... ••.•. .. ••. .•.•. ..•.

§ I.-FORIIIAS ANORMALES DEL SUE1':O .....••••...•..•••••..•.

§ Il. ·-SUGESTION .•.. •... . • .•. . .•.•..... .......... .. ....... . .. .. .. .

Capítulo 11. - PSICOSIS ••...•......•... ••...... •••.•. .... . .... . ..••....

Capítulo 1I1.--SINTOMAS Ó MANIFESTACIONES ORGANICAS

DE LAS ANOMALIAS .........•.••.... . .••. .. ..•.•. . .. .. . . .. . .. . ... . ..•.

§ l.-SINTOMAS CRONICOS y SINTOMAS AGUDOS ....... . ... .

§ 1I.-8INTOMAS CONGÉNITOS y SINTOMAS CONTRA IDOS.

§ IIl.-SINTOMAS Ó MANIFESTACIONES UTILES y SINTO-

MAS Ó MANIFESTACIONES NOCIVOS ..••.....•••••••.•...•.•.•.

Capítulo IV.-TDEACIONES MORBOSAS . •.. • . ••••...• ..• .... .. ..•.••

§ l.-CONCEPTO DEL YO .... •.• .. ..• •• • . •. ...•. .......... . •.... . .•

§ Il.-CONCEPTO DEL NO YO ....•....... ••• . • . ...... . . ...... . ...

§ III.~-CONCEPTO DE LA FAMILIA .......... .• ........••..... . .

§ IV.-cONC:EPTO DE LA SOCIEDAD .. ..... .. . . •.......... . ...•

§ V.-CONCEPTO DE LA PROPIEDAD ........ ... ............... .

§ VI.-r.QNCEPTO DE LA VIDA . . .... . ..•............•..........•

§ VIl.-CONCEPTO DE LA JUSTICIA ... ... ...... .. ........• ... .

§ VIll.-CONCEPTO DEL FUTURO DESTINO ••.•••••••...•...•

S ECCION SEGUNDA.-TRATAMIENTOS.-PARTE PRI-

MERA.-TRATAMIENTOS ACTtTAI.ES.

PREAMBULO . .. •.•••• •..•.•. ••.•.•. •............•... ... •..... .. ..•••.•

Capítulo l.-'fRATAMIENTOS EXPIATORICS .. . .. ••..••. ...... •.... .

Capítulo II.-TRA'fAMIEXTOS REGENERADORES .......•. .•.. . .•..

Capítulo 1I1.-TRATAMTENROS 'fER.HÉUTICOS ..... • . ..

281

NUMEROR

1 4

10

17 22

30 31 42

46 49 51

55 ;59

G3 66 69 72 79

82 87 9.~

97

PÁGINAS

7

15 17 23 31 38

46 48 64

09 74 77 84 88

92

97 1O~

106 118

125 131 13H 143

ASU.'(TOS !\ UMEROS

§ L-ORI<.iEN DE LA CRIMl NO LOG IA ANTROPOLÓUICA. . .. . \'8

§ IL-PROCEDIMIENTOS DI> LA ESC UELA ANTROPOLÓG ICA 102

A. - IMPULSIÓ N (RI>FLE.TA).. . . . . .. .... ...... . •....•.... . .... 105 B.-PROPULSIÓN (CONCIENTE). . . . ..... . ...... .... . ... . . . • . . 106

§ III.--FINALWAD DE l.A ESCUEI. A ANTROPOLOGIC A PE-

NA1,. . ... .. .. .................. . ....... ......... . .......... . ..•• ••••

Capítulo IV. - CRITICA DE LOS D IVERROS SISTEM AS REPRI>-

SIVOS ..... . . ..... ...... . .... . ....•......•.• ... . .. ... . .. . . . •. ... . . .. .... ...

PARTE SEGUNDA.-TRATAMIENTOS Fl"TUROS. --PRIME­

RA DIVISION.-DE LO!'! TRATAMIENTOS EN GENE RAí . .

Capítulo I. - DE L.-\ DEFENSA SOCIA L . . ..... ... . . . . .. .• . ... . ...... .

Capítulo H . - RECONOCIM IENTO Ó EX PLO RA CION.-sm; ME-

DlOR . .• .. ... .... ... . . ..•.. . .. •. ...........•.... . ... .............. .... .. ...

§ l.-HECHOS Ú SIGNOS RE\'I>LADORI>S DE LA ANOMALlA.

§ H . -ANTROPOLOG IA APLICADA . ....• . . • ..••. ••.. . .... •... . .

Capítu lo III.-DIAGNOSIS. - sus ))ATOS, FORMAS y LIMITES ..

§ l.-COSTUMBRES y ESTADO SANITARIO DEL SUJETO ... ..

§ 11 -EL MEDIO ..•. .. .. . . .. .. .. .. .. .... . ..... .... .. . .... . . .. .. ... .

§ IIl.-El. .\BOLEN C:O . . .... . . ... ...........••..•... .... ...•.•....

§ I V .-FOHMA y J.BlITES NATURALES DEL DIAGNOSTICO.

Capítulo IV.-PROGNOSIi'i ........ ... ....... .. . . . . ... ... .......... .. .. .

S E GUNDA DIVISION.- DE LOS TRATA MIENTOS EN PA RTI­

C ULAR.

PREAMBlJLO .. .•. . .. . ... .. . . .•........ . ... . . . ... . ... . ..•. •. • . . . •.. . ..

Capítulo 1. -LA CONDUCTA .....•.• . .. ... .. . ... . ...... . • •••.. .. .. .. .

§ l.-TRATAM IENTOS HIGIENICOS ................. . ..... . . .... .

§ 1I.-LAS FUNCIONES.- TRATAMIENTOS TERAPEUTICOS ..

§ IH. -LA CONFORMACION. -TRALDHENTOS PROFILAC-

neos .... ..... .. .. ..... ; .. .... ... ........... ... ............ ...... . . . Capítulo Il.-SINTESIS FI·N AL ............ . .. . ....... . . . . ...... .. ... ..

§ I.-EDUCACION DE LOS ORCANOS ................ .... ... .... .

§ 1I. -EDUCACION DE LAS FUNCIONES .. ......... .... ....... ..

§ IlI.-ED UCAC ION DE LA S REA CC IONES ............. ....... .

Capítulo IlI.-MEDIDAS TRANSITORIAS ENTRE EL S ISTE1IL-\

ACTUAL y El. Ll.A)IADO Á SUBSTIT UIRLO ....... . .. .... .... . .... ..

107

110

114

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123 125 128 129 ]32 136 1 ~~8 143

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