Almidones y fitolitos: desentrañando el papel funcional de los artefactos de molienda...

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ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 663 Capítulo XXXI ESTADO ACTUAL DE LAS INVESTIGACIONES ARQUEOBOTÁNICAS

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ARQUEOLOGÍA ARGENTINA EN LOS INICIOS DE UN NUEVO SIGLO 663

CapítuloXXXI

ESTADO ACTUAL DE LAS INVESTIGACIONESARQUEOBOTÁNICAS

PILAR
Nota adhesiva
En: (Oliva, F; de Grandis, N. y Rodríguez, J., comps.). Arqueología argentina en los inicios de un nuevo siglo, Tomo III, pp. 665-673. Rosario, Laborde Editor. ISBN 978-987-1315-20-8.

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ALMIDONES Y FITOLITOS: DESENTRAÑANDOEL PAPEL FUNCIONAL DE LOS ARTEFACTOS

DE MOLIENDA ARQUEOLÓGICOS

María del Pilar BaBot*

Introducción

los microrrestos botánicos son distintos tipos de partículas microscópicas de origen vegetal, tales como gránulos de almidón, silicofitolitos, fitolitos de calcio y granos de polen-esporas que constituyen inclusiones celulares, partículas intercelulares y órganos. Los tres primeros son sustancias ergásticas, esto es, componentes orgánicos y minerales generados como productos de reserva o desecho del metabolismo de las plantas. Su producción diferencial está controlada genéticamente, por lo que las características morfométricas y propiedades ópticas resultantes poseen valor taxonómico (Esau 1976; Loy 1994; Mul-holland y Rapp 1992).

En un sentido más amplio, el análisis de micropartículas incluye también, la observación de otros elementos intra-celulares como anillos de celulosa, y fragmentos de tejido en estado carbonizado o deshidratado. Además, partículas de origen animal como esferulitas, y restos de organismos biológicos como diatomeas, crisoficeas y esponjas, siendo denominados, en conjunto, como microfósiles1 (Coil et al. 2003).

Las propiedades y morfología de los microrrestos vegetales han sido objeto de estudio desde fines del siglo XIX con propósitos industriales y taxonómicos, constituyendo líneas de investigación con cierta tradición en los campos de la biología y la geología. Pero, debido a sus características particulares de supervivencia y a su valor taxonómico, desde hace un par de décadas (Pearsall 1989) los microrrestos también han comenzado a ser utilizados en el ámbito de la arqueología, como indicadores o elementos diagnósticos de la presencia de plantas en lugares en donde los procesos de descomposición de la materia orgánica no han permitido la supervivencia de macrorrestos vegetales (Pearsall 1994). Cuando una planta muere, sus partes perecederas se descomponen pero los microrrestos pueden ser liberados y acumulados en un lugar próximo (Mulholland y Rapp 1992; Piperno 1990), con altas expectativas de conservación como componentes estables en suelos y artefactos, aún en sitios a cielo abierto (Loy 1994; Mulholland y Rapp 1992; Radley 1943).

Como parte de una tendencia general de los estudios paleoetnobotánicos, es decir, aquellos interesa-dos en las características de las interrelaciones entre las plantas y los grupos nativos en el pasado (Cotton 1998), el interés actual en los restos vegetales microscópicos, ha trascendido el mero fin clasificatorio e identificatorio. El eje central de las investigaciones está pasando por su utilización para la resolución de problemas concretos de índole arqueológico, a veces en combinación con otros tipos de evidencias. Es en este sentido que se han ido desarrollado los estudios de microrrestos vegetales en contextos arqueológicos, cada vez con mayor frecuencia y diversidad. Un tema recurrente ha sido el reconocimiento de la presencia y/o utilización de vegetales en estudios de uso del espacio y áreas de actividad (Miller Rosen y Weiner

* Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e I.M.L., Universidad Nacional de Tucumán. San Martín 1545, San Miguel de Tucumán, e-mail: [email protected]

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1994; Pearsall 1994; Würschmidt y Korstanje 1998-99). Se han aportando nuevos datos a los problemas de las características y cronologías de la domesticación vegetal (Pearsall 1994; Piperno et al. 2000), la asignación funcional de utensilios y cuestiones relevantes a la dieta (Babot 2001; Fullagar y Field 1997; Kealhofer et al. 1999; Loy 1994; Loy et al. 1992; Piperno et al. 2000), las secuencias de procesamiento de alimentos (Juan-Tresserras 1998) y los cambios vegetacionales ligados a la acción antrópica (Boyd et al. 1998). Por otro lado, se han desarrollado investigaciones de base destinadas a generar conocimientos de referencia para facilitar la identificación taxonómica (Babot et al. 2003; Cortella y Pochettino 1990, 1995; Korstanje y Babot 2002), se han llevado a cabo análisis de las posibilidades de contaminación de los residuos (Barton et al. 1998) y de los aspectos tafonómicos pre y postepositacionales que afectan su supervivencia (Babot 2003; Therin 1994). Los microvestigios botánicos han servido, además, para la identificación de macrorrestos vegetales carbonizados de difícil asignación (Oliszewski et al. 2003; Pochettino y Scattolín 1991).

Nuestro interés, en particular, es el conocimiento de las prácticas de molienda arqueológicas en las áreas valliserrana y puneña del Noroeste Argentino y, para ello, el análisis funcional de los artefactos directamente relacionados con esas actividades -molinos, morteros y manos de moler- se ha convertido en un punto central de la investigación. Aunque los artefactos de molienda constituyen vestigios comunes en los sitios del área, su asignación funcional por referencia a las evidencias directas de la molienda halladas en sus superficies no ha sido frecuente. Tomamos ésto en nuestro trabajo, teniendo en cuenta que, según la experiencia mundial al respecto, aún cuando no son visibles a simple vista, los restos microscópicos pueden estar presentes, posibilitándonos una vía para la identificación funcional.

En este marco, la intención de este trabajo es exponer nuestra experiencia con el análisis de microfósiles recuperados en artefactos de molienda arqueológicos del Noroeste Argentino, en términos de metodologías aplicadas, resultados parciales y sus derivaciones, expectativas y posibilidades a futuro.

Nuestro caso de estudio

En el marco general del estudio de las prácticas de molienda en el Noroeste argentino prehispánico, nuestros objetivos iniciales de trabajo han apuntado en varias direcciones: la asignación funcional de los artefactos de molienda arqueológicos de distintos contextos, la evaluación de diferentes procedimientos para la recuperación e identificación funcional, el reconocimiento de la diversidad de recursos destinados a la molienda, las características de los procesamientos, el papel de los recursos vegetales en relación con los de origen animal y mineral, y la utilización relativa de vegetales recolectados y cultivados.

Como derivaciones del trabajo a lo largo de estas líneas, han ido surgiendo otros intereses relacionados con temáticas centrales de la arqueología del Noroeste argentino. Nos hemos involucrado en la posibilidad de brindar registros directos tanto del uso de especies silvestres como domesticadas; en el establecimiento de situaciones de intercambio o acceso directo a recursos no localmente disponibles; y en el registro de la presencia y uso de especies vegetales usualmente mal representadas como macrorrestos botánicos -ya sea por su fragilidad o por la acción de procesos degradativos, tal como ocurre con los tubérculos-. Se nos ha hecho necesaria, además, la generación de información de base etnográfica y experimental sobre las prácticas de molienda para poder afinar posteriores consideraciones tafonómicas y taxonómicas.

Hemos dado un enfoque comparativo a nuestra investigación por lo que analizamos evidencias materiales de la molienda en zonas ambientales diferenciadas: puna (Antofagasta de La Sierra -Catama-rca-), área valliserrana (Valle de Tafí, El Infiernillo, Quebrada de Amaicha -Tucumán-, Falda occidental del Aconquija -Catamarca-), y una zona de transición o de borde de puna (Valle de El Bolsón -Catama-rca-). A su vez, nos interesa cotejar contextos con diferentes cronologías, correspondientes a grupos con organizaciones socio-económicas disímiles, incluyendo ocupaciones de cazadores-recolectores, grupos de la transición y sociedades productoras. En suma, el objetivo final es establecer las particularidades y regularidades de las prácticas de molienda que resultan de la combinación de características en cada caso.

Metodología

Como ya hemos señalado, la asignación funcional de los artefactos de molienda a partir del análisis de las evidencias microscópicas directas de esta actividad, constituye un punto central de nuestra

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investigación sobre las prácticas de molienda. Para acercarnos a la resolución de las preguntas ¿qué se molía?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿para qué?, centrándonos en la molienda vegetal, a la que nos referimos en este trabajo, hemos implementado una metodología interdisciplinaria que incluye técnicas arqueológicas, fisicoquímicas y paleoetnobotánicas.

Registro actual de las prácticas de molienda vegetal

La elaboración de una base de datos sobre prácticas de procesamiento y uso o consumo de recursos útiles en el Noroeste Argentino, surgió como una actividad necesaria al comienzo de la investigación. Para la recopilación de los conocimientos botánicos tradicionales al respecto (sensu Cotton 1998) hemos realizado trabajos con comunidades campesinas de las localidades de Nacimientos de San Antonio y Yerba Buena-El Alto El Bolsón (Depto. Belén, Catamarca) (Babot 1999a) empleando una combinación de técnicas: entrevistas cualitativas y cuantitativas semiestructuradas, y observaciones de tipo libre y participante (Martín 2000). Dada su naturaleza dinámica este conocimiento tradicional no ha perman-ecido inalterado (Cotton 1998), por lo que nos ha permitido acceder a la molienda tal como ocurre en situaciones modernas particulares. Para ampliar nuestra base de referencia, hemos recurrido a la consulta de material bibliográfico etnohistórico, etnográfico y folklórico sobre prácticas de molienda y uso de recursos vegetales en general (Babot 1999a, 1999b).

Esta información sobre los comportamientos tradicionales y actuales no ha sido usada para dar interpretaciones inductivas sobre la función de los artefactos arqueológicos, sino para generar planteos hipotéticos al respecto, los cuales han requerido de una vuelta necesaria a los contextos arqueológicos con sus características particulares (Guevara 1997). Esto último ha implicado el muestreo e identificación de los residuos de uso en los artefactos.

Confección de colecciones de referencia

El conocimiento de base sobre la diversidad de recursos que han sido tradicionalmente procesados por molienda, nos ha guiado para comenzar la confección de colecciones de referencia con las cuales comparar los restos arqueológicos para su identificación (Loy 1994). Esto ha implicado la realización de preparados patrones de microrrestos a partir de partes útiles de plantas andinas modernas y de macror-restos botánicos arqueológicos (Korstanje y Babot 2002). Las colecciones se hallan depositadas en el Laboratorio de Paleoetnobotánica, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.

Se han muestreado, además, subproductos y productos tradicionales: a) papa común, semillas de maíz, poroto común, quínoa y amarantos naturalmente deshidratados; b) tostado de maíz y rosetas de quínoa; c) llipta de quínoa; d) chuño y tunta de papa; e) semillas de quínoa peladas y desaponificadas; f) harina gruesa y fina de maíz, choclo, quínoa, amaranto, poroto común y chuño; almidón de papa y de maíz. Estos fueron adquiridos en mercados tradicionales y recolectados en oportunidad de los trabajos con las comunidades campesinas (Figura 1). Los resultados de estos análisis nos han servido para conocer

Figura 1. Mano de moler y mortero arqueológicos utiliza-dos en la actualidad por po-bladores de Chorrillos, Antofa-gasta de La Sierra,Catamarca.Residuos macroscópicos que quedan después de la molien-da de granos de maíz, comolos quese observan en la fotogra-fía, son incluídos en las colec-cions de referencia.Fotografía: Carlos A. Aschero.

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la medida en que los gránulos de almidón pueden ser modificados por la acción antrópica mediante la molienda o procesamientos asociados como deshidratación por aireamiento, pelado, desaponificación-lavado, congelamiento, tostado y calcinado. Al respecto también se han conducido algunos ensayos experimentales en condiciones de laboratorio (Babot 2001, 2003).

Análisis de los microrrestos botánicos en los artefactos arqueológicos

Teniendo en cuenta las características de los recursos vegetales de molienda -en su mayoría se trata de semillas y órganos almacenadores-, hemos seleccionado el análisis de detalle de tres tipos de micror-restos vegetales: gránulos de almidón, silicofitolitos y fitolitos de calcio. Para los demás microfósiles se han registrado mayormente, su presencia/ausencia, dimensiones y clase general.

Los tres tipos de microrrestos mencionados inicialmente constituyen sustancias ergásticas, esto es, restos orgánicos y minerales generados como productos de reserva o desecho del metabolismo de las plantas, los cuales poseen tamaños, propiedades ópticas y características morfológicas diagnósticas (Esau 1976; Loy 1994). El almidón es un hidrato de carbono que se presenta en forma de gránulos bir-refringentes, los cuales se muestran blancos con una cruz de extinción negra al ser observados con luz polarizada. Aunque se depositan en todo el cuerpo de la planta, son más comunes, abundantes y diag-nósticos los que se hallan en órganos de almacenamiento como las semillas, raíces, tubérculos, rizomas y bulbos (Fredriksson 1998; Manners 1968; Shannon y Garwood 1984; Sterling 1968).

El exceso de materiales inorgánicos en las plantas da origen a depósitos de sales de calcio -cristales de oxalato o carbonato de calcio- y a cuerpos de anhídridos silíceos o sílice soluble opalina -silicofitoli-tos-, denominados en conjunto fitolitos (Esau 1976). El oxalato cálcico es la sal de calcio más frecuente en la mayoría de las familias vegetales, pudiéndose disponer como formas cristalinas brillantes con luz polarizada dentro de las células, y actuando como reservorios de calcio u oxalato (Esau 1976; Loy 1994; Mulholland y Rapp 1992; Okoli y Green 1987). Los silicofitolitos son estructuras silicificadas de formas más o menos regulares presentes en las paredes celulares y el espacio intercelular. El ópalo que constituye su materia prima puede identificarse microscópicamente por sus características ópticas, ya que posee índices de refracción bajos, birrefringencia débil a nula y relieve alto, siendo de incoloro a gris o pardo pálido en secciones delgadas (Kerr 1965).

Para la realización de análisis funcionales a partir de las evidencias botánicas directas constituidas por estos tipos de microrrestos, hemos seleccionado una muestra de utensilios de molienda provenientes de los sitios involucrados en la investigación, obteniendo los primeros resultados. Aunque sólo algunos artefactos han presentado residuos de molienda a modo de manchas o impregnaciones macroscópicas, no hemos descartado la posibilidad del análisis funcional de ninguna pieza, para lo cual han sido preservados de cualquier fuente de contaminación, embalándolos individualmente en bolsas plásticas, evitando en lo posible su exposición y manipuleo desde el momento mismo del hallazgo y obviando su limpieza previa al análisis funcional (Loy 1994).

Para tomar las muestras de los restos materiales de la molienda hemos seguido los planteos generales enunciados por Juan-Tresserras (1998) y Loy (1994), concentrándonos en sectores de las piezas en donde éstos eran visibles y en irregularidades de las superficies como poros y grietas. Estas zonas se cepillaron suavemente para eliminar el polvo superficial y posibles fuentes de contaminación post-descarte; posteriormente, se cepillaron o se rasparon cuidadosamente con un instrumento punzante para separar las partículas de interés de la matriz rocosa. Estas se montaron directamente en portaobjetos, o bien se extrajeron con agua destilada con la ayuda de una pipeta (Loy 1994).

Con la intención de preservar las escasas muestras y recuperar toda la evidencia disponible, no hemos utilizado técnicas para separar los distintos componentes como es habitual en el análisis de microrrestos vegetales en suelos. Las muestras fueron dispersadas en glicerina y agua o Bálsamo de Canadá para reducir la evaporación y poder ser sumadas como preparados semipermanentes o permanentes a la colección de referencia. Además, utilizamos el test de tinción con Lugol (I2-KI) para verificar la presencia de almidón (Fitt y Maywald Zinder 1984; Loy 1994).

Los microrrestos fueron observados a altos aumentos en un microscopio petrográfico con luz normal y polarizada y, en ocasiones, se recurrió al contraste de fase para acentuar los rasgos que eran poco visibles. En los casos en que fue utilizada, la microscopia electrónica de barrido resultó más apropiada que las anteriores para el análisis superficial de alta resolución de los gránulos de almidón (Fitt y Maywald Zinder 1984; French 1984). Después de ser detectados, los microrrestos arqueológicos fueron identificados por comparación con las colecciones y literatura de referencia a partir de sus características diagnósticas (Loy 1994).

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Resultados parciales

A partir de la información obtenida sobre las prácticas de molienda tradicionales, nuestras ex-pectativas eran las de una alta probabilidad de hallar residuos de una variedad de recursos naturales mucho más amplia que la que había sido comúnmente tenida en cuenta, incluyendo materiales de origen animal, vegetal y mineral. Por eso decidimos implementar dos vías paralelas de análisis de residuos, sobre la base de la aplicación de técnicas fisicoquímicas y microbotánicas. Debido a la imposibilidad de aplicación masiva de la primera alternativa, decidimos utilizar el análisis de microrrestos botánicos como eje de comparación.

Hasta el momento, hemos analizado el contenido de microrrestos vegetales en algunos casos puntuales con el objetivo de probar las posibilidades y limitaciones de la aplicación de esta técnica para la resolución de nuestros problemas de investigación, con muy buenos resultados. Ésta ha demostrado ser una vía principal para conocer sobre el componente vegetal de la molienda.

Hemos obtenido información botánica a dos niveles: en primer lugar, a partir de la sola presencia o ausencia de microrrestos, documentando situaciones en las que tuvo lugar el procesamiento de vegetales y situaciones en las que ésto parece no haber sido llevado a cabo; en segundo lugar, a partir de la identi-ficación de los restos microbotánicos, posibilitando ir más allá, hacia el reconocimiento de qué recursos específicos fueron seleccionados en cada caso particular. Estos han sido mencionados, especialmente en lo referente a la identificación de gránulos de almidón arqueológicos, como los principales aportes de este tipo de análisis (Loy 1994).

Los gránulos de almidón son los tipos de microvestigios que con mayor frecuencia hemos podido observar en las muestras analizadas, por lo que han constituido elementos centrales al momento de la identificación taxonómica. También hemos hallado silicofitolitos, aunque en menor cantidad, sin ser frecuentes las formas diagnósticas. Esporádicamente hemos observado otros tipos de microfósiles como granos de polen, restos de tejidos, fibras, pelos, anillos de celulosa, microcarbones, diatomeas y partículas no identificadas.

En residuos de origen vegetal visibles a simple vista, los microrrestos se han contado por may-ores cantidades que en muestras no visibles, pero como hemos sostenido antes, esto no ha imposibilitado el análisis funcional de utensilios que no han conservado evidencias macroscópicas de la molienda. De hecho, no sólo hemos obtenido datos positivos en artefactos recuperados de excavaciones sino también de contextos superficiales. Lo mismo ha ocurrido con piezas provenientes de zonas con posibilidades diferenciales de preservación de restos orgánicos, en general, y macrobotánicos, en particular.

La identificación taxonómica de los microrrestos nos ha permitido pasar del conocimiento de que efectivamente se molieron vegetales, a la posibilidad de saber cuáles fueron esos vegetales y, aún más, qué partes fueron procesadas. En los valles de Tafí y El Bolsón hemos documentado la molienda de granos de maíz (Zea mays L.) (Figura 2), un recurso domesticado que ha sido frecuentemente supuesto

s Figura 2. a y b) Gránulos de almidón de maíz moderno dañados por el procesodemolienda, vistos con luz normal y polarizada, respectivamente.c y d) Gránulo

de almidón dañado recuperado en el sitio CC1, Tafí del Valle, Tucumán,visto con luz nomal y polarizada, respectivamente.

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como un objetivo central de la molienda en el pasado del Noroeste argentino. Pero, en los lugares arriba mencionados y en Antofagasta de la Sierra, hemos identificado, además, otros vegetales que no eran concebidos de esta manera, los pseudocereales (Figura 3). En estos casos podría tratarse de semillas de quínoa (Chenopodium quinoa Willd.) o de amarantos (Amaranthus sp). En Tafí del Valle, también hemos registrado gránulos de almidón que podrían corresponder a tubérculos microtérmicos (Babot 1999a, 2001).

Si bien la cantidad de muestras analizadas no nos permite establecer tendencias de selección de recursos, podemos sostener que, hasta el momento, todos los casos registrados de molienda vegetal tienen en común el procesamiento de partes útiles con alto contenido de almidón, probablemente destinadas a la obtención de harinas. Por las características ambientales de las zonas en que estos episodios de mo-lienda tuvieron lugar, pudo tratarse del aprovechamiento de recursos localmente disponibles. Esto ha marcado un registro concreto de la presencia y uso de ciertas especies que, en algunos casos no estaban representadas como macrorrestos botánicos en los contextos de los sitios.

El estado y tipo de microrrestos presentes nos ha permitido conocer, adicionalmente, algunas de las características del proceso de molienda para lo cual nos han sido útiles los estudios previos sobre los efectos antrópicos en los vestigios (Babot 2003). Por las alteraciones manifestadas y la composición de los conjuntos de partículas podemos pensar que la molienda realmente tuvo lugar en los utensilios anali-zados mediante la aplicación de presiones sobre los granos, y que algunos pasos previos de preparación de las semillas pudieron ser la deshidratación, tal vez por simple aireamiento, el pelado y el lavado -esto último, en el caso de la quínoa- (Babot 2001).

Los registros negativos de microrrestos botánicos en los artefactos no han implicado necesari-amente la ausencia de molienda; en muchos de ellos se detectó por la vía del análisis fisicoquímico el procesamiento de materiales de origen animal o mineral, o bien de recursos vegetales que llegaron a conservarse sólo como residuos químicos -en su mayoría, lípidos-. Además, en algunos artefactos los microvestigios vegetales estaban asociados a otros tipos de recursos, indicando la molienda de mate-riales diversos con la misma pieza; en esos casos, la complementariedad de los enfoques analíticos ha posibilitado acceder a información que, de otro modo, hubiera permanecido desconocida (Babot y Apella 2001; Babot et al. 2001).

Este registro diverso nos permite volver a nuestros objetivos para sostener que la molienda en el pasado parece haber sido una actividad mucho más diversificada de lo que comúnmente se ha pensado, que ha estado vinculada al conocimiento y al manejo de un espectro amplio de recursos, y que ha formado parte no sólo de procesos destinados a la elaboración de alimentos y de otros bienes consumibles, sino también a la manufactura de bienes durables (Babot 2001; Babot y Apella 2001).

Recapitulación y perspectivas a futuro

A partir de nuestra experiencia y los resultados parciales obtenidos hasta el momento, podemos sostener la utilidad del análisis de microvestigios vegetales para la asignación funcional de artefactos

Figura 3. a) Agregados de pe-queños gránulos de almidón de quinoa moderna, e indivi-duos sueltos como resultado del proceso demolienda,vistos con luz polarizada. b) Agrega-dos de pequeños gránulos de almidón de pseudocereales e individuos sueltos recupera-dos en elsitio PP9II, Antofa-gasta de La Sierra, Catamar-ca, vistos con luz polarizada.

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de molienda arqueológicos. Esto último es válido cuando el análisis está comprendido dentro de una metodología sistemática que integra la recuperación de información etnográfica sobre el uso de los recursos botánicos, la confección de colecciones de referencia -incluyendo algunas instancias de experimentación-, y la adecuada extracción, observación e identificación de las muestras arqueológicas. Además, consideramos que este tipo de estudios puede ayudar a resolver diversos interrogantes sobre los usos de otros utensilios que, hasta ahora sólo se han sostenido sobre bases hipotéticas, tales como artefactos líticos tallados, recipientes cerámicos y líticos, cestería, bolsas tejidas, pipas-hornillos y demás instrumental vinculado con el uso de alucinógenos, entre otros.

Los resultados positivos tienen que ver, por un lado, con la documentación de episodios de molienda, ya no a partir de supuestos o consideraciones de sentido común, sino de evidencias directas. Por otro lado, cuando la identificación taxonómica es posible, con el reconocimiento de qué recursos, dentro de todos los que pudieron haber sido usados, fueron efectivamente procesados en los utensilios de molienda. Esto último, no siempre es acorde con las expectativas arqueológicas clásicas respecto del rol de la molienda en el pasado del Noroeste Argentino -el procesamiento de alimentos agrícolas- y, en cambio, muestra el panorama de una práctica diversa. En este sentido, consideramos prudente no des-cartar de antemano la posibilidad del procesamiento de diversos recursos registrados etnográficamente, y arbitrar los medios para “buscarlos” en las evidencias materiales que nos han quedado.

Retomando algunos de los interrogantes de nuestro trabajo, el análisis contextual de microrrestos nos sirve para acercarnos a la resolución de otras preguntas, más allá del ¿qué?, que también tienen que ver con las características de las prácticas: ¿cómo se molía y se preparaban los recursos para la molienda?, ¿dónde y con qué? y ¿para qué y en qué contextos? Esto puede servir para abordar problemas arque-ológicos centrales en distintos momentos de la ocupación prehispánica del Noroeste Argentino, como lo son el manejo de especies silvestres y domesticadas, las posibilidades de intercambio de recursos y la utilización de productos almacenados.

En el aspecto metodológico, algunas cuestiones centrales, son la obtención de registros positivos en artefactos que antes eran descartados para el análisis funcional por no presentar residuos macroscópicos, y la posibilidad de preservación de los microvestigios en sitios donde los restos macrobotánicos están ausentes. Desde luego, las posibilidades de conservación de los microrrestos no son siempre las mismas, los residuos se encuentran por lo general en cantidades escasas y los individuos recuperados, no en todos los casos son diagnósticos. Otras limitantes tienen que ver con la mayor o menor amplitud de la colección y literatura de referencia con que se cuenta, y con el hecho de que algunos taxones no producen partículas con características diagnósticas, lo cual los hace “invisibles” a este tipo de técnicas. La asignación se ve dificultada en las especies con rangos de tamaño de gránulos muy pequeños o poco diagnósticos que no son suficientes para efectuar identificaciones precisas, aunque esta dificultad puede ser en parte resuelta a través de la microscopia electrónica de barrido y del análisis conjunto de microfósiles .

En nuestro caso, hemos hecho énfasis en el estudio de los gránulos de almidón, por ser más abundantes, diagnósticos y apropiados para los problemas a resolver. Esto se relaciona con el tipo de recursos vegetales que, hasta el momento, hemos encontrado, es decir aquellos que generan harinas -granos y tubérculos- y que, por lo tanto son ricos en almidón. Además, las partes de las plantas utiliza-das carecen de otros tipos de vestigios vegetales que, en cambio, pueden estar presentes en otras zonas, como las cáscaras, que son eliminadas previamente a la molienda.

Además del análisis del conjunto completo de microrrestos, nos parece que una estrategia apropiada y especialmente fructífera cuando se dispone de una cantidad suficiente de muestra, es la de recurrir a otros procedimientos analíticos que trabajan sobre el componente químico de los residuos. Éstos pueden aportar datos que confirmen los resultados microbotánicos, e incluso poner en evidencia otros nuevos que resultan imposibles de detectar por esa vía y que pueden mostrar la multiplicidad de funciones de los utensilios. Desde luego, el análisis funcional requiere de la consideración de las car-acterísticas de los contextos y las asociaciones de los artefactos, incluyendo los macrorrestos vegetales recuperados. Consideramos que sólo mediante el uso de múltiples herramientas analíticas podemos adquirir conocimientos confiables sobre la funcionalidad de los artefactos y las características de las prácticas en el pasado.

Notas

1. Se toma al respecto la definición de Brasier (1980) modificada por Coil et al. (2003: 992) según quienes “(...) cualquier sus-tancia biogénica microscópica que sea vulnerable a los procesos naturales de sedimentación y erosión puede ser denominada un (micro)fósil, independientemente de la manera en que se preserve o el tiempo transcurrido desde su muerte” -traducción de la autora-.

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